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TRATADO TJNÍGO Y SINGULAR
DEL
OEIGEN DE LOS INDIOS
DEL PERÚ, MÉJICO, SANTA FE Y CHILE
POR EL
DR. DIEGO ANDRÉS ROCHA
Oidor de la Real Audiencia de Lima
PRIMER VOLUMEN
MADRID 1891
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ADVERTENCIA PRELIMINAR
Como nos han de servir de mucho los li- bros de nuestro autor para las pocas noticias que vamos á dar de él, daremos principio por citar las obras suyas que conocemos, y de las que existe ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Según nuestras investigaciones, la primera que dio á luz se intitula: De inmaculata Deiparce, Co7tceptione sivi de illius inmunitate á peccato 07'i- ginaliy Avthore Doctore D. DidacoAndrcea Rocha, hifpalensiy Quondam LÍ7nanmacademix vefpertince Legum Cathedrce moderatore^ deinde in regali cancellaria Quitensi Fífci patrono 61 Senatore, de mum electo Fifcali^ Regalis cancellarice Ar-
VIII DIEGO ANDRÉS ROCHA
gentínce; imni vero regalis caiicellarice- Limenfis criminurum questore, 61 índice, Ad illustrissi- mtim Dom, Doc, Dominuin Petrum de Villano- mezy Archipifcopum Limam^m, Limoe^ ex officina Joannis de Qiievedo, Anno 1670^ en 4.** con $ hojas de preliminares, 337 páginas y 10 hojas de índices.
La segunda obra impresa lleva por título Carta á D, Baltasar de la Cueva^ conde de Cas- tellar, marqués de Malagón, virrey^ gouernador y capitán gejteral de los reinos del Perú, Tierra- firme y Chile. En que se tratan algunos discursos tocantes á la milicia christiana por el doctor don Diego Andrés Rocha. Lima 1675, en 4/ con t() hojas foliadas. Esta obra la cita su autor varias veces en el presente volumen.
La tercera, última de las que conocemos, es el Tratado vnico y singular del origen de los in* dios occidentales del Perú, Méjico, Santa Fé y Chile, Por el doctor D. Diego Andrés Rocha, oidor de la Real Audiencia de Lima. Dedícalo á la protección del Sr. D. José del Corral Cal- vo de la Vanda, oidor de la misma Audiencia, año 1 681; con licencia, en Lima, en la imprenta de Manuel de los Olivos, por Joseph de Contre- ras,en 4.", 6 hojas de preliminares, 84 foliadas, 8 más de Copia de {una) carta que el autor escrivió á <^u hijo el general D. Juan En7 iquez de Sangue-
ORIGEN DE LOS INDIOS IX'
süy residente en la villa de Cochahamha donde fué corregidor, Justicia mayor, sobre el cometa de lóSo^ y 4 de índice.
Esta obra es la que se reimprime íntegra, y que ha de formar los volúmenes III y IV de esta colección de obras sobre América.
Fué nuestro autor sevillano, según él mismo se llama en la portada de la obra De iumacula- ia Deiparce Conceótione,,. y de una familia noble de Cataluña, pues en la página io6, líneas 9 y 10 de este tomo, dice:
«Esto apellido Rocha es de lo más antiguo que hay en España, y le hay en Cataluña, de donde yo tengo origen. »
En el folio 16, vuelto, línea 22 de la prime- ra edición de esta obra (página 83 de este vo- lumen) dice así: «Hubo Andes en las Galias, comprendiéndose la Galia Tarraconense y To- gada, y esa parte de Cataluña y Pirineos, según el mismo Nebricense, verbo Andes el primero, y de estos tomó nombre esta cordillera dilatada del Cuzco, cuando vinieron los primitivos espa- ñoles, y asi mi conterráneo Arias Mjntano^ quie- re que el monte Sphar, que algunos han en- tendido por España , sean estas dilatadísi- mas cordilleras de América llamadas los An- des.»
Este texto nos da á entender que Arias
X DIEGO ANDRÉS ROCHA
Montano y el doctor Rocha nacieron en la an- tigua Hispalis, pues sabido es que al sabio que con tanto acierto dirigió la impresión de la Biblia Regia le tienen unos por hijo de Sevilla, mientras otros prueban que nació en Frege- nal.
Tocante al erudito doctor D. Diego Andrés Rocha, confesamos que no hemos podido adqui- rir más noticias que las que se deducen de sus obras. Por ellas no sabemos dónde nació ni dónde terminaron sus días^ ni en qué años^ pero se sabe á ciencia cierta que pasó casi toda su vida en la América del Sur, y en ella des- empeñó, en la segunda mitad del siglo XVII los importantes cargos de Catedrático de De- recho Romano en la Academia de Lima, Abo- gado Fiscal en la Real Chancillería de Quita Senador, Fiscal electo de la Real Chancillería Argentina, Fiscal de la Real Audiencia de lo criminal de Lima, Juez integérrimo de causas criminales, Alcalde del Crimen de las Reales Audiencias de los Reyes y de Lima, del Con- sejo del Rey en la ciudad de los Reyes, y por último, en 1681, oidor de la Real Audiencia de Lima en los reinos del Perú.
A estos honrosos títulos se puede añadir que fué un varón virtuoso, amante de los estudios hasta el punto de citar en una página de su obra
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ORIGEN DE LOS INDIOS XI
Del origen de los Indios^ veintitrés autores, todos de diferentes épocas y naciones.
También fué un bibliófilo incansable, pues en las tres obras que imprimió, y que quedan ci- tadas, aparece un número tan considerable de libros clásicos, que nos parece imposible el que los reuniese en Lima en aquellos tiempos.
Quizá en su obra encuentre alguien á pesar de tantos testimonios en que apoya su sentir, alguna falta de veracidad, pero con anticipación puede objetársele que esos mismos defectos son muy disculpables, pues son nacidos de la falta de elementos científicos que por entonces se padecía ó del amor y lealtad que siente por la tierra en que nació y en la que, seguramente^ pasaría los primeros años de su vida.
Aun cuando no sea más que por lo bien pa- rado que queda el nombre español, es merece- dora esta obra del honor de la reimpresión, pues en ella se prueba con autoridad de ciento cuarenta escritores, que los americanos traen su origen de los primitivos habitantes de España^ en primer lugar, y de los Israelitas y Tártaros en segundo, y para que se vea hasta qué extremo llega el patriotismo del buen doctor Rocha, afirma que todo lo bueno que los habitantes de
XII DIEGO ANDRÉS ROCHA
las diversas partes de América tenían al tiempo de la conquista, lo heredaron de los primitivos españoles que fueron sus padres, que si en va- rias partes de América son tan valientes, lo deben á que proceden de las antiguas razas ibé- ricas, sin haberse mezclado con las demás na- ciones procedentes de Israel y Tartaria.
La mayoría de los nombres de sitios y luga, res que tenían en el Nuevo Mundo, antes de su descubrimiento, los tomaron de las antiguas po- blaciones de la España primitiva, y en cuanto á las costumbres de los indios, prueba con gran copia de datos que todas las buenas las habían conservado de los primeros pobladores que fueron de España, y llega hasta afirmar que no son la mayoría de los americanos otra cosa que españoles emigrados desde hace muchos si- glos á aquellas lejanas comarcas.
* *
Hoy que con motivo del centenario del gran descubridor del Nuevo Mundo, tanto in- terés inspiran las obras que arrojan alguna luz sobre la prehistoria americana, creemos que se acogerá con gusto la reimpresión de una obra que trata del origen de los primeros poblado- res de América.
ORGIEN DE LOS INDIOS Xilt
Aun cuando el interés de este libro es muy grande, no se ha reimpreso ninguna vez desde su aparición, y la causa no hay duda que ha sido la gran rareza de los ejemplares de él^ pues hasta en la Biblioieca oriental y occidental, de Pinelo, adicionada por Barcia, citan el título mal, lo que por lo menos indica que no le tu- vieron presente.
Esta obra merecería mejor que ninguna otra ir ilustrada con extensas notas históricas y críticas, pero en vista de que sería necesario demorar algún tiempo la publicación de ella, hemos creído que vale más reimprimirla aun cuando sea sin notas, que esperar á que se pu- diesen hacer, y no llegase ese día nunca.
De todos modos esta obra sale otra vez al público tal como la dio á luz en Lima el año de 1 68 1 su autor, pues solo se ha variado la or- tografía que, como dijimos en nuestro prospec- to, hemos creído conveniente sustituir por la de la Real Academia Española.
La portada de la primera edición está re- producida con mucha exactitud, con la sola
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DIEGO ANDRÉS ROCHA
variación del escudo, que al reducirle á la mi- tad del tamaño del original, ha habido que cambiarle por otro más pequeño.
Madrid 3c de Junio de 1891.
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TRATADO
VNICO, Y SINGVLAR DEL
ORIGEN DE LOS INDIOS Occi- dentales del Piru, México Santa Fe, y Chile.
POR
ÉL DOCTOR DON DIEGO
Andrés Rocha^ Oydor de la Real
Audiencia de Lima
dedícalo
A LA PROTECCIÓN DEL feñor Doctor D. Jofeph del Corral, Calvo de la Vanda, Oydor de la mifma Audiencia
Año de
t68i
CON LICENCIA
En Lima; En la Imprenta de Manuel de los Olivos,
Por loseph de Contreías.
APROBACIÓN DEL DOCTOR D. JOSÉ DEL CORRAL
CALVO DE LA VANDA, OIDOR DE LA REAL
AUDIENCIA DE LIMA
EXCMO. SEÑOR
De orden de V. E. he visto, y reconocido con especial atención, el discurso que ha for- mado el señor Dr. D. Diego Andrés Rocha, oidor de esta Real Audiencia, sobre asignar la verdad del Origen de los Indios de este anti* quísimo y opulento Reino del Perú, y aunque me picó la curiosidad tanto como la ve- neración y respeto que tengo á sus grandes le- tras y muy eruditas noticias, á quien debo la enseñanza de mis cortos estudios desde los primeros rudimentos, juzgando inaccesible el asunto, no míenos por la mucha antigüedad y trascurso de tantos siglos, q^e por la falta y
2 DIEGO ANDRÉS ROCHA
bárbara flojedad de ellas en sus habitadores, que nunca tuvieron forma ni estilo en la obser- vancia de sus orígenes y ascendencia, por cuya causa se ha tenido siempre por casi imposible la averiguación de quiénes fueron los primeros que se introdujeron en los principios de su po- blación; de suerte que siendo muchas y diver- sas las opiniones que en este punto ha habido, le han dejado más dudoso, y más oscura su in- vestigación, sin haber dado ninguno en el blanco de la verdad, por ser más fácil conven- cer lo supuesto y ageno de ella que el hallarla; «O utinan (dijo un gran político) tan facile esset vera dicere, quam falsa convincere.» Sin em- bargo de tanta confusión, parece haber vencido y allanado la aspereza de este monte de difi- cultades el trabajo grande de su autor, hacién- dole, al parecer, infalible, no dejando duda en la materia, añadiendo con este discurso sus grandes noticias y literatura singular, ilustres calificaciones á este nuevo mundo con la nobi- lísima descendencia de la invicta siempre na- ción española, de que hace convencimiento con demostración.
Siendo muy de reparar que estando reser- vado, como soberana Regalía á la sabiduría eterna manifestar las cosas ocultas, y escondi- das desde la constitución del mundo, sin duda
ORIGEN DE LOS INDIOS 3
me debo persuadir, que á dicho señor ilustró algún rayo de la divina luz para descubrir la verdad de lo que estaba tan confuso y tan in- cierto casi desde la segunda edad del mundo, en cuyo conocimiento, siento que tan aseado papel, que dá tan profundas noticias, no solo no desdice de las buenas costumbres y misterios de nuestra Santa Fé, sino que es de mucha uti- lidad este parto de tan sublime ingenio, y fruto de sujeto á todas luces tan recomendable en todo género de letras, como lo han manifesta- do los doctos libros y eruditos escritos, así en las divinas como en las humanas, llenos de eru- dición sagrada y profana añadiendo su mucho estudio el juicio que ha concebido de las cali- dades y efectos de los Cometas por cuenta del que apareció y se vio en esta ciudad por fines del año pasado de 680, trabajo de mucha cu- riosidad y digno de que se dé á luz pública, para que llegue á noticia de todos, y así podrá V. E. siendo servido, como Virrey, Gobernador y Capitán General de estos Reinos y Arzobispo de esta nobilísima ciudad, dar la licencia que pide el Sr. D. Diego, y que sin dilación al- guna gocen de tan lucido trabajo. Lima 14 de Marzo de 681.
Doctor D, José del Corral Calvo de la Vanda.
APROBACIÓN DEL DOCTOR DON JUAN DE MORALES^
VALVERDE, CANÓNIGO PENITENCIARIO
DE LA SANTA IGLESIA DE LIMA.
He visto, por orden de V. E., las dos obras ^i) que tiene destinadas á la prensa el Doctor don Diego Andrés de Rocha, Oidor de esta Real Audiencia, y reconozco en ambas su grande y exquisita erudición, cristiandad y celo. Admira- ble es la perspicacia con que descubre las hue- llas de los que vinieron á poblar estos Reinos> pues aun desvanecida tantos siglos á la dilata- dísima Isla Atlántica (de que hacen mención raros de los antiguos escritores) divisa el señor D. Diego las pisadas de los que vinieron á esta América, nuevo Colón de esta cuarta parte del Orbe Terrestre, investigador feliz de los prime-
(i) Las dos obras á que se refiere son las reimpresas en este volumen.
ORIGEN DE LOS INDIOS 5
TOS Colonos, si de sus tierras lo fué él primero, siendo tan grande la gloria de el estudio, que averigua el origen de ellos. Estimable novedad hallar en antigüedades lo que no se había podi- do entender antes.
«Nil ait, esse novum Salomón, sub solé; Co-
(lumbus In veteri mundum reperit Orbe novum.»
Dijo un poeta. Como también lo es, reducir á nuestro Rey y Señor por el derecho de rever- sión les vasallos, que lo son por conquista, y debían serlo por origen, dicha de ellos, conoci- da ahora por haber vuelto á su príncipe y prin- cipio.
(íUnius cuiusque rei perfectio summa Est ad principium posse re diré suum.» Dijo el mismo Sileno.
En la otra obra de la observación y juicio del Cometa, que aquí vimos en los fines del año pasado y principios del presente, veo la mucha cordura y cristiano juicio del autor. No se des- vía de el Tribunal en que S. M. (que Dios guar- de) le puso, juzgando con tanta rectitud en la Astrología como en la Jurisprudencia y en todas facultades, con tanta variedad de letras y sabi- duría, que obliga á no omitir el lugar de el 8. cap. de la Sabiduría:
«Et si justitiam quis diligit: labores huius
6 DIEGO ANDRÉS ROCHA
magnas habent virtutes: sobrietatem ením, 61 vír- tutem, quibus iitilius nihil est in vita hominibus. Et si multitudiiiem scientae desiderat quis, scit. proeterita, 61 de futuris oestimat: scit versutias sermonum, 61 dissolutiones argumentorum: sig- na, 61 monstra scit antequam fiant, 61 eventus temporum, et seculorom.»
Cuanto dice, consuena con la sana doctrina y enseñanza de buenas costumbres. Este es mí parecer^ salvo 61. Lima, 21 de Abril de 1681.
Doctor D. Juan de Morales
Valverde.
Concédese licencia, por lo que toca al Go- bierno y á la Jurisdición ordinaria Eclesiástica, para que esta obra se dé á la prensa. Lima, 23 de Abril de 1681.
Vallejo.
AL SEÑOR DOCTOR DON JOSÉ DEL CORRAL
CALVO DE LA VANDA, OIDOR DE LA REAL
AUDIENCIA DE LIMA.
Antigua y loable costumbre ha sido, y reci- bida como de mano de unos autores á otros desde el principio de sacar libros y obras á la luz pública, el escojer un patrón y Mecenas con que afianzarlas y defenderlas, abonarlas y librar- las de las injurias de los detractores, siendo su patrocinio escudo en que se rechacen los gol* pes de los mal afectos al autor. Las propieda- des que ha de tener el patrón, no las omiten ni pasan en blanco los autores, viniendo los más en que ha de ser insigne en la virtud, nobleza y sabiduría, á que se ha de llegar también la autoridad para mayor defensa y aprobación do la obra que patrocina. Bien creo que tendrá el
8 DIEGO ANDRÉS ROCHA
aplauso común en la elección que he hecho de la ilustre persona de V. m. para la defensa de esta obrita del Origen de los Indios Occidenta- les, y que confesarán todos, que no solo para obra tan pequeña, sino para otras muy grandes, tiene V. m. las propiedades que he referido, porque sus costumbres son y han sido siempre, no solo de perfecto cristiano, sino de religioso, como se reconoció en sus primeros años en esta insigne Universidad de Lima, emporio de este Perú, prosiguiendo con el buen olor de ellas en la de Salamanca, madre y maestra de todas las de la Monarquía.
Lo ilustre de su sangre lo ha manifestado V. m. en su (modo de) obrar, y es conocida la calidad de los Calvos Corral y Vanda, que la ha realzado V. m. y subido á mejor punto, en- troncando con estas familias las de dos ilustrí- simos casamientos que ha celebrado con lo más calificado de España y de esta América, de que ha tenido nobilísima sucesión.
Querer ponderar la sabiduría de V. m., será querer reducir lo corto de una epístola dedica- toria, lo que parece no cabe en gran volumen, é intentar reducir el mar á corta esfera; mejor lo publicará aquel emporio de ciencias, la in- signe Universidad de Salamanca, que eligió á V. m. en sus cátedras, con el aplauso, que reso-
ORIGEN DE LOS INDIOS 9
nó hasta estos últimos términos de la tierra. Yo, aunque no me atrevo á igualar á V. m. con Papiniano, pues ninguno de los jurisconsultos fué digno de igualarle, pero en alguna manera me parece cuadran á V. m. algunas de las ala- banzas que de él escriben Lampridio y Jacobo Cucajacio llamándole grande, máximo, consul- tísimo, diestrísimo, copioso en la erudición, va- rón de grande, sumo y excelente ingenio y agu- dísimo entendimiento, sin otras alabanzas que le han dado de esplendidísimo y de antorcha muy reluciente en los derechos; á que yo añado otro título que le da la ley 14 Cod. de Praed. mi- nor, donde le llama prudentísimo, y muchas de estas alabanzas en su proporción cuadran á V. m. y se le pueden aplicar sin rubor ni mie- do; según estamos experimentando en nuestro Senado y demás actos literarios, la autoridad de V. m. es muy grande, así por la que tiene en su persona, como en las muchas dignidades que ha ejercitado, habiendo sido nombrado por Oidor de la ciudad de la Plata, donde asis- tió V. m. muchos años por más antiguo, y de allí trasladado á la Fiscalía de esta Real Au- diencia de los Reyes, y con brevedad á la pla- za de Oidor de ella, con que quedan ajustados los motivos del patrocinio de esta mí obra, y espero que con tal patrón ha de ser muy bien
I o DIEGO ANDRÉS ROCHA
vista y celebrada; dígnese V. m. de recibir este pequeño don, nacido de un muy gran afecto que siempre he tenido á V. m. Perdonará V. m. el no ir esta obra levantada de estilo, como era decente á tan grande y erudito varón, pero me disculpan los muchos embarazos de mi oficio, que apenas han dado lugar y ocio para compo- ner esta obrita, y también por seguir el conse- jo de San Gregorio el Magno, que enseña per- derse muchas veces el sentido de la verdad, por querer, estudiosamente, afeitar y componer el estilo de las palabras, á que alude una decre- tal de nuestro derecho, donde se dice «ubiver- borum propietas attenditur, sensus veritatis ami- ttitur. »
Vale. Lima, 14 de Abril de 1681.
Doctor D. Die^o Andrés Rocha.
ASC£NSII PÉREZ DE LIZARDI RECTORIS, £T VICARII
ECCLESi^ S. JACOBI URBIS DE ALMAGRO IN
VALLE CHINCHEUSI GRATULATIO HEN-
DECASYLLABA EXIMIO; AC INTEGER-
RIMO LIMENSIS AREOPAGI SE-
NATORI DOM. DOC. D. DI-
DACO ANDREA
45123
ROCHA
34512 «CHARO, sed Domino; sed 61 Magistro: CHARO, sed, Themi quem doces, Lycurgo: CHARO ter mihi, milliesque ¿I ultra, Intermissa licet, situque torpens, Submisse, mea Musa, gratulare? Sed qui? Versiculis Catullianis Plenis hendecasyllabo lepore? Non: sed carminibus, quibus Catonem, Tullum, vel Curium loqui deceret, Puris, 6t minimé licentiosis. £t quid? Quod colamo libros feraci, Queis non audeat oblatrare Momus, Et quos net rabidut canis momordit,
,2 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Edat quotidie, cedro que dignos?
Sed quid? Quod reducem colat Senatus
Limani Nemesin sacrum Tribunal?
Sed quid? quod Pater a Patronus idem
Extet pauperibus pium levamen?
Non: sed quod (veluti novus Columbus
Antiquum magis, a vetus metallum,
Argento preteosius nitore,
Auro nobilius micantiore,
El sub Solé novum, sed Occidente)
Indorum eífodiat genus priorum
Andreas silicis per impolitas,
Nempe oblivia, cseca Barbarorum.
Non ferro, ut fodiuntur hic metalla:
Non vi, a robore, seu soleut fodinse:
Sed mente, a cálamo laborioso,
Insamni studio, atque subsecivo;^
Non ut, seque, mosque ditet indé:
Sed Regni Indígenas, novumque mundum,
Sudore hoc lompletet erudito.
Hoc est. Hendecasyllabis modestis
Quod gestis mea Musa gratular!.»
JOSEPHI DE CONTRERAS TYPOGRAPHI IN AUTHOREM, 61 LIBRUM
LUSUS
DIDACUS ANDREAS ROCHA
ANAGRAMMA
ANCHORA VERI
EPIGRAMMA
Per médium pelagus Vi7^um secat sequoris
(undas Haec levat ambiguam^ deprimit, illa vatem. Hunc, quamvis Typis, quamvis Palinurus ¿t
(illum, In falsi Syrtes casca Charybdis agit. Tutus at Andreas in Veri puppe Magister, Anchara securom nomine reddit iter. Seu genus Indorum, veteris primordia gentis^ Usque adeo abstrusum paudat in Orbe novó. Seu, quem pertinuit mundus lento igne Come.
(tam, Supra hominum captum disputet ore pió. Sed fortasis ais: multa hic elementa supersunt.
14
DIEGO ANDRÉS ROCHA
Et rígidas leges hoc Anagramma fugit. Non negó, mi lector: sed dic, nisi multa redun-
(det
Littera, tu tantum nomen in ore feres?
I
DE GERÓNIMO DE CONTRERAS IMPRESOR CANCIÓN
Si con tu docta pluma Mediste las Religiones Por ellas da pregones La aclamación debida A tanta nueva vida Como de todas ellas Sacaste sin segundo Para dar vida á aqueste nuevo Mundo Una América y otra Te debe su nobleza: Por tí á ser más empieza Ya noble el Occidente, Coronando la frente, Que antes humilde era, Pues con tu pluma sola Se descubre animar sangre Española.
1 5 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Rendida ya te debe
Reconocer su gente,
Y grata, y reverente
Una y otra cabeza
Orlada de nobleza
Reverenciar tus letras.
Pues tendrán más estima,
Publicadas de Méjico y de Lima.
De aquí r.ubes al cielo
Y del nuevo Cometa
Efectos interpreta
Tu discurso piadoso
Tanto como estudioso;
Dichoso tú mil veces
Pues puede tu desvelo
Medir la tierra y explicar al Cielo.
í
CAPITULO I
EN QUE SE PONEN VARIAS OPINIONES ACERCA DEL ORIGEN DE LOS INDIOS
I. Grande y porfiada disputa han tenido los historiadores é intérpretes de las letras di- vinas y humanas sobre descubrir el origen de estos indios occidentales, y hallar el modo y camino por donde vinieron á esta región An- tartica, ocupando este reino del Perú y el de Méjico. Todos concuerdan en que vinieron de una de las tres partes del mundo que eran co- nocidas de Asia, África ó Europa, discordando casi todos en cual sea de la que vinieron, y de la nación primera de que fueran propagados. Cada uno de ios intérpretes apoya su sentir con lugares de historias antiguas, y también con in- ducción de algunos lugares sagrados, y en este
1 8 DIEGO ANDRÉS ROCHA
negocio, como advierten el padre Acosta y el doctor D. Juan de Solorzano, es más fácil el argumentar contra las opiniones que definir ni acertar con la verdadera.
2. Por uno de cuatro modos se puede 11':- gar al conocimiento de las cosas, según di- cen los filósofos, porque se investigan por cien- cia, ó por opinión, ó por fé divina, y por tradi- ción ó fé humana. Este origen de los Indios, y de qué partes vinieron.no parece se puede saber por ciencia, porque no hay demostración para conocer evidentemente su origen. Por opinión también parece no ser suficiente, porque lo que se reduce á ella es dudoso, y se funda en fun- damentos probables y no concluyentes, porque cada uno prueba con los suyos su intento. Por fé divina, no parece hay lugar en las Escrituras, que nos enseñe este origen de los indios, ni de qué hijo de Noé desciendan, ni de qué parte viniesen; y si hay lugar en las divinas letras, es- tará en los Profetas, y muy escondido, y será menester la gracia de Nuestro Señor Jesucristo que descubre todo lo que está oculto desde la constitución y origen del mundo, como se dice en el Evagenlio.
Por tradición y fé humana no parece lo po- demos saber, porque hasta que Colón descu, brió las Indias, no hay evidencia de que las
ORIGEN DE LOS INDIOS 1 9
hubiese, antes las tuvieron por inhabitables, negando haber Antípodas. San Agustín, libro 1 6, de Civit. Dei. Lactancio, lib. 7, de divia. instit. cap. 23. Nazianz, Epist. 17. ad postum. Aristo, 2. Methe, cap. 5. Plin, lib. 2 cap. 68. y después de descubiertas las Indias, si algunos habían de dar esta noticia y tradición, eran los mismos Indios, pero como carecían de letras y libros é historias, y se gobernaban solo con unas pinturas ó con cuerdas con nudos de di- versos colores, que llamaban Quipos^ no po- dían tener noticias muy antiguas.
3. De lo dicho se infiere que este negocio está reducido á opiniones, y para que le conste al lector, las más principales que ha habido las pondré en compendio, y como por índice, de- jando para los capítulos siguientes la opinión, que tengo por verdadera, en que entiendo me ha ayudado nuestro Redentor, y alumbrádome por su misericordia.
4. La primera opinión fué de muchos doc- tores que tuvieron por cierto que estas Indias Occidentales fueron ocupadas de los cartagi- neses, como se podrá ver en iVlejo Venegas, en el lib. 2, cap. 22, y en lo que refieren don Juan de Solorzano, Torquemada, Calancha y otros; y así tienen por constante que de ellos descienden estos Indios. Comprueba su sentir
20 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Alejo Venegas, con un lugar de Aristóteles, en un tratado que está en sus obras, acerca de las maravillas que se hallan en la naturaleza, donde refiere el filósofo que unos navegantes de Carta- go (en tiempo que señoreó á España) navega- ron desde las columnas de Hércules, ó Cádiz, y que después de muchos días de navegación llegaron á una isla desierta de gente, aunque era abundante y dispuesta para mantenimien- tos y frutos de mucha madera y con caudalo- sos rios, y que se quedaron en ella y la pobla- ron y que el Senado de los cartagineses sintió mucho esta navegación y noticia, y vedó la embarcación á ella, decretando pena de muer- te contra los que habían pasado á poblar di- cha isla. Estas son palabras de Aristóteles, de que también hacen mención los autores cita- dos, de que infieren que navegación tan larga por el Occeano, y á tierras desiertas, no pudo ser otra que á las islas de Santo Domingo ó de Cuba, y que ésto? fueron los primeros que po- blaron esta América, y que de ellos descienden los indios.
5 Tengo observado en comprobación de esta opinión de Alejo Venegas, dos lugares de Celio Rodiginoen sus Lecturas antiguas, el uno en el libro i cap. 22, y el otro en el lib. 17, cap. final, en que dá á entender haber sido co-
I
ORIGEN DE LOS INDIOS 21
nocidas estas Indias por los antiguos, y que navegó á ellas en tiempo de los cartagineses un gran Argonauta llamado Hannon, y Plinio en el lib. 2 de su Natural historia, cap. 67, re- fiere los largos viajes que hizo este Hannon des- de Gibraltar hasta lo último de Arabia, pa- sando dos veces la Equinocial^ y también re- fiere Arriano, de nación griego, autor antiguo, en el libro 8 de su Comentario, indicó cómo el referido Hannon hizo otra navegación casi semejante á la que en nuestros tiempos hizo Colón, y de estas ultimas navegaciones, escribe el P. Maluenda en sus libros de Anti-Cristo, lib. 3, cap. 16 y Gomara en la Historia de las Indias, en lá primera parte.
6. El P. Mariana, en el tomo I de la Histo- ria de España, lib. 2, cap. 2, en el ñn, dice lo siguiente:
«Por el mismo tiempo, como algunos carta- gineses partiesen de España por mar, ó sea arrebatados contra su voluntad de algún recio temporal, ó sea con deseo de imitar á Hannon, tomando la derrota entre Poniente y Mediodía, y vencidas las bravas olas del gran marOcceano, con navegación de muchos días, descubrieron y llegaron á una isla muy ancha, abundante ds pastos, de mucha frescura, y arboledas, y muy rica, regada de ríos oue de montes muv emai-
2 2 DIEGO ANDRÉS ROCHA
nados se derivaban, tan anchos y bordables que se podían navegar. Por las cuales causas, y por estar yerma de moradores, muchos de aquella gente se quedaron allí; los demás con su flota dieron la vuelta, los cuales, llegados á Cartago, dieron aviso al Senado de todo. Aris- tóteles dice, que tratado el negocio en el Sena- do, acordaron encubrir estas nuevas, y para ese efecto, hacer morir á los que las trajeron, por- que no dejasen la ciudad yerma, y de común acuerdo se fuesen á poblar tierra tan buena. Que era mejor carecer de aquellas riquezas y abun- dancia, que enflaquecer las fuerzas de la ciudad con extenderse mucho. Esta isla se creen algu- nos fuese alguna de las Canarias; pero ni la grandeza, en particular de los ríos, ni la frescu- ra, concuerdan; y así, los más eruditos, están persuadidos, es la que hoy llamamos de Santo Domingo ó Española, ó alguna parte de la tie- rra firme que cae en aquella derrota.»
Hasta aquí el P, Mariana, con que da clara- mente á entender que en tiempo del señorío de los cartagineses en España, que es de lo que va hablando, vinieron á estas Indias Occidentales los cartagineses con los moradores de ellas; y bien sé ve, por la descripción y riquezas y de- rrotero que trajeron, cómo habla de estas In- dias.
ORIGEN DE LOS INDIOS 23
7. Añade el P. Torquemada en su Monar- quía Indiana, lib. i, cap. lo, que fué grande la turbación de los cartagineses sobre el descu- brimiento de esta isla, por lo cual salió deter- minado que se echase bando y pregón gene- ral que cualquiera que fuese osado de nave- gar aquella isla, que muriese por ello y que los que habían quedádose en ella, y pobládola, los matasen si los pudiesen haber á las manos, aña- diendo esta circunstancia al lugar de Aristóte- les, cuya es esta noticia, si bien no ignoro que algunos han intentado ó presumido que este libro no es de Aristóteles, sino de Teofrasto; tie nen tanto crédito en esta parte como los do Aristóteles, y el común de los intérpretes está por la fé de que este libro es verdaderamente de Aristóteles.
8. Corrobora el maestro Venegas esta opi- nión de que los indios proceden de los cartagi- neses que salieron de Cádiz con su navegación há más de dos mil dos cientos años, y Tor- quemada, ubi supra, con que los cartagineses, en lugar de letras, usaban de pinturas y carac- teres, como lo prueba con autoridad de Virgi- lio, y lo trae también fray Gregorio García, en su libro del Origen de los Indios, lib. 2, cap. i, en el § 2 y 6, y el P. Torquemada, en el citado lugar, diciendo que las letras que entonces usa-
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ban los cartagineses, eran caracteres de cosas pintadas, como eran las pinturas en que leyó Eneas la destrucción de Troya en el templo de Cartago, como tenemos nosotros muchas histo- rias, pintadas en lienzos, paños y retablos, de que infiere Venegas, y con fuerza, que estos in- dios descienden de los cartagineses que vinie- ron de España, porque se halló en el descubri- miento nuevo de estas Indias, que usaban estos indios de este modo de caracteres con diversos colores en sus Quipos y diferentes pinturas, con que conservaban sus antigüedades.
9. Adelántase esta opinión de que los in- dios occidentales descienden de cartagineses, con la costumbre que tenían de sacrificar hom- bres y niños á sus dioses, porque según refieren Eusebio de la Preparación Evangélica, lib. 4, cap. 7, y Genebrardo sobre el Psalmo, 105 y Justino en el lib. 18. Ravicio Textor, in Officina, lib. I, cap. 14, infiere fueron los cartagineses, sobre otras naciones, los más supersticiosos en sacrificar hombres y muchachos á sus dioses, y refieren cómo en un día sacrificaron á Saturno trescientos niños y mancebos para pedir la paz de sus dioses, y conservación y salud de su rei- no, y en esto se parecen mucho los indios á los cartagineses, porque en todo este Perú, y en es- pecial en Nueva España, tenían costumbre los
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indios de sacrificar hombres á sus dioses, como se verá en los autores que escriben las historias de estos reinos, en especial en el P. Torquema- da, lib. I. cap. 9. Y no sin causa, á la primera tierra que se conoció en estas Indias, se le puso el nombre de Cartagena.
10. La seguada opinión es de otros graves autores, que discurren que ios primeros pobla- dores de estas Indias fueron fenicios, como re- fiere el señor D. Juan de Solorzano en su Polí- tica, lib. I, cap. 5, folio 20, y adelanta esta opi- nión el P. Fr. Gregorio García, en el lib. 4 del Origen de los Indios, cap. 22. Fúndalo en las largas navegaciones que esta nación hizo por la mar, sobre lo cual explica dos lugares de Aris- tóteles y Herodoto en el lib. 4, y trae con clari- dad los dos viajes que los fenicios hicieron á España después de tres mil años de la Creación del mundo, cuando se abrasaron los montes Pi- rineos, de los cuales llevaron mucha riqueza de oro y plata, y muchos de ellos quedaron en Es paña, y navegarían desde Cádiz por el mar Atlántico á aquella isla y tierra firme, que diji- mos en el número 7 y 8. A que se añade con autoridad de Plinio en el lib. 5, cap. 12, que los fenicios fueron los inventores de navegar demarcando las estrellas, con que se engolfaban á largas navegaciones, y así, parece que los in-
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dios descienden de estos fenicios, y que de ellos se debe hacer el mismo juicio que de los cartagineses, que antes de los romanos domina- roa á España.
1 1 . Tuvieron también los fenicios costumbre de sacrificar hombres y muchachos á sus dioses, como lo advierte Ravisio Textor en su Officina, lib. I, cap. 14, en la palabra Fhenices^ lo cual observaban también los indios, como dijimos en el número antecedente.
Son los fenicios pueblos en Siria, y ocupan gran parte del Asia, como explica Antonio Ne- bricense en el Diccionario de pueblos y ciuda- des, en la palabra Phenices.
Una duda, y grave, se ofrece contra esta se- gunda opinión, y es que los fenicios fueron in- ventores de las letras, como de autoridad de al- gunos autores, lo advierte el P. Fr. Gregorio García en el lib. 4 del Origen de los Indios, ca- pítulo 22, al ñn, y así parece no pueden descen- der de ellos estos indios, que ni usaban de le- tras ni de escritura.
12. La tercera opinión es de muchos docto- res que dicen que estos indios descienden de los chinos y tártaros, como lo traen el Sr. Solor- zano, el P. Torquemada y el P. Calancha, que se inclinan á esta opinión, y de verdad, que consi- deradas las razones que por ella se pueden pon-
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derar, y la conformidad y color de unos y otros indios, parece tener mucha probabilidad esta opinión.
Lo primero, porque no hallo mucha distan- cia, por los mapas, desde la China al reino de Anian, de donde pudieron venir los chinos por tierra al de Quivira , que es continente con la Nueva España y Perú.
Lo segundo, por el color, facciones y dispo- sición délos cuerpos.
Lo tercero, porque los chinos adoran al Sol por Dios, y lo mismo hacen estos occiden- tales.
Lo cuarto, porque los chinos tienen un Dios, por mayor que ]os otros, y lo mismo obserban los indios de Nueva España y Perú; estos, en- tre sus dioses, tenían uno por mejor y más grande y por criador de cielo y tierra, y le lla- maban Viracocha, Pachayachachic, y aquellos de Nueva España ó Méjico, otro Dios superior que nombraban Vitzilipuztli, como consta de lo que escribe el P. Fr. Gregorio García, lib. 4, cap. 22.
Que los chinos poblaron esta América, lo prueba Galván, referido por el P. Lucena en la Vida de San Francisco Javier, lib. 10, capí- tulo 22.
Parécense también en las ceremonias, como
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dice el citado Padre, y unos y otros indios, orientales y occidentales, usan de lavatorios en algunas fiestas, y que con esto juzgaban quedar sin pecados.
Añade, que chinos, mejicanos y peruanos, contaban los meses por la Luna, y que todos, en algún tiempo, contaron sus historias por cordeles, nudos y r;imales, sustituyendo esto en lugar de letras, y juntamente prueba cómo los chinos y mexicanos y estos del Perú, se se- pultaban con sus criados y que entraban en sus guacas y sepulcros mantenimientos y riquezas y juzgaban que todo lo llevaban á la otra vida, donde les había de servir; y finalmente, prueba cómo los chinos tienen una ley peregrina, y es, que no hereden los hijos á los padres, sino los sobrinos, y en algunas naciones de estos indios occidentales, se observaba lo mismo, para lo cual se vale de la autoridad de Gomara, en la I.* parte, fol. 17 y fol. 41.
Y todo lo dicho lo aplica el referido Padre también á los tártaros, probando que guardan los mismos ritos y ceremonias que los chinos- 13. La cuarta opinión ha sido de grandes varones, que han (dicho) alucinados, que estos indios tienen su origen y descienden de la gente atlántica, y que esta fué la primera que pasó á estas Indias Occidentales y las poblaron y pro-
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pagaron, como se podrá ver en los escritos de D. Juan de Solorzano, en el tomo I, cap. 4, y á esta opinión se arrimaron teniéndola por verda- dera, Gomara, parte primera de la Historia In- diana, fol. 1 20, y Zarate en el Proemio al lector de su Historia del Perú. lusto Lvppio in Phisio- log. Stoic. lib. 2, disert. 19 y lib. i De Cons' tantía, cap. 15 .
Para la inteligencia de esta opinión, es me- nester suponer que en las mudanzas que ha te- nido la naturaleza y falta de algunas cosas que se han observado en ella desde el principio del mundo, una y muy principal ha sido el no ha- llarse la isía Atlántica, tan celebrada de los au- tores antiguos, de la cual tomó nombre el mar Atlántico, que es el Occeano, que corre desde Cádiz hasta Indias.
Isla tan grande, que los que la admiten ob- servan que era mayor que toda el Asia y África, y el que menos le da son mil leguas de largo, y tienen por constante que, con un gran temblor se la tragó el mar con todos sus moradores, como se verá en lo siguiente:
Platón, que se levantó por su doctrina y bue- nas costumbres morales, con el nombre de di- vino varón, sabio, que no se preciaba de men- tir, cuenta en su Timeo una historia que los egipcios referían en loor de los atenienses.
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alabándolos de que habían vencido muchos re- yes y numerosos ejércitos, que aportaron á sus tierras, saliendo desde su grande isla, llamada Atlántica, que comenzaba desde las Columnas de Hércules, y navegando por la mar á sus con- fmes, refiere el mismo Platón que desde esta isla Atlántica se navegaba á otras islas grandes, como decían los egipcios, las cuales estaban más adelante, y que estaban vecinas á la tierra continente, y que después de ella se seguía el verdadero mar, y de esta relación no se puede negar que las islas que refiere Platón, despi.és de la Atlántica, son las que hoy llaman de Bar- lovento, la Española, Cuba, Puerto Rico, Jamai- ca y otras.
La tierra continente, que estaba después de ellas, es todo el Perú y Nueva España.
El mar verdadero ^'quién duda ser el mar del Sur? el cual, en comparación del Occeano, del Mediterráneo, del Caspio, Bermejo, Escítico y otros mares, se entiende el verdadero mar, y los referidos como arroyos en su comparación; pues según el cómputo de Tornelio, Gomara y el P. Torquemada, bojea este mar del Sur por toda esta América, ai Norte y Sur, más de siete mil leguas.
Muchos autores, y de gran autoridad, tienen por fabulosa esta historia de los egipcios, refc-
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rida de Platón, como se podrá ver en el Padre Acosta, lib. I de la Historia Indiana, cap. 22; el Dr. D. Juan de Solorzano, en su Política, lib. i, cap. 5, fol. 20, y aun Proclo y Porfirio, discípu los del mismo Platón, quieren que esta historia de su maestro tenga más de alegoría que de verdad, como refiere Marsilio Ficino, (i) sobre elTimeo, cap. 4, aunque este autor, como vere- mos más abajo, tiene por muy cierta esta histo. ría de la isla Atlántica, referida por los egipcios, como también la tienen por verdadera Pame- lio, en las notas ai Apologético de Tertuliano, en el núm. 528, y lo mismo afirman Crantor, primer intérprete de Platón en el Comentario de Cricias, y Plotino sobre el Timeo y sobre Cricias y Juan Serrano también sobre el Co- mento de Cricias y concuerdan en ser ciertísima la historia de la isla Atlántica, y como tal, la refiere el P. Eusebio Nieremberg en su Filosofía, lib. I, cap. 22, donde, contando los estragos que ha hecho el mar, da por sentado el que refie- re Platón, de que se sorbió el Occeano la isla Atlántica, que era mayor que Europa y Libia, y aún más abajo, da á entender que el mar Medi-
(i) La edición á que hace referencia se titula "Divini Plato- nis opea omnia Marsilio Ficino, interprete^ Lugduni, apud An- tonium Vicentium, MDLXX, en folio.
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terráneo, habiendo sido tierra seca, se anegó, sobrepujando el Occeano entre Cádiz y Gibral- tar, haciendo aquel estrecho; lo cual, sin duda, sucedió por haber tragado aquel mar una isla tan grande, que ocupando sitio dentro de sus ondas, había de buscar el agua otro lugar don- de asentarse, y se hizo un tan gran mar como el Mediterráneo.
De la verdad de esta isla Atlántica, escribe Gomara en su Historia Indiana, fol. 119.
Pende de la averiguación de esta isla la probabilidad de esta opinión, porque si hubo esta isla Atlántica y desde Cádiz corría más de mil leguas por el Occeano, ocupada de reinos y gentes, y llegaba cerca de las islas de Barloven- to, parece casi evidente, que estando estas tan cercanas á la tierra firme de estas Indias occi- dentales, que de esta gente se poblarían, y así es menester poner con más evidencia lo que es- cribe Platón, el cual, en un libro que titula Ti - meo ó de Natura, algo sumariamente, y luego, en otro diálogo que le sigue inmediatamente después del Timeo, y le llama Atlántico, trata de la historia que hemos referido de los egip- cios en loor de los atenienses, y recopila lo que hemos dicho de la isla Atlántica, diciendo cómo contenía diez reinos, que dividió Neptuno entre diez hijos suyos; y que al mayor, que se nombra
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Atlas, ó sea Atlante, le dio el reino mayor y mejor de todos diez reinos.
Cuenta otras muchas cosas de las costum- bres y riquezas de esta isla, especialmente de un templo, que estaba en la ciudad principal, cuyas paredes, techumbres y pavimento, esta- ban cubiertos de oro, plata y latón y otras mu- chas particularidades, que se pueden ver en el original y muchas cosas de aquellas las obser- vaban los indios en su gentilidad.
Las palabras de Platón en el principio del Timeo, traducidas, son como siguen, y casi las mismas que escribió Crisias á Sócrates, Timeo y Hermócrates, atenienses.
Habla con los atenienses, y les dice:
«Tiénese por cierto que vuestra ciudad re- sistió en tiempos pasados á innumerables ene- migos que, saliendo del mar Atlántico, habían tomado y ocupado casi toda Europa y Asia, porque entonces aquel estrecho era navegable. » (Va hablando del mar Atlántico, que es el que está saliendo de Gibraltar, ateniendo á la boca de él y casi á su puerta una isla que comenzaba desde cerca de las Columnas de Hércules, que dicen haber sido mayor que Asia y África, y des- de esta isla había contratación y comercio con otras islas, y de ellas se comunicaba con la tierra firme y continente que estaba frontera de ellas,
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vecina del verdadero mar, y aquel mar se pue- de con razón llamar verdadero mar, y aquella tierra se puede justamente llamar tierra firme y continente.»
Hasta aquí Platón, si bien poco más abajo dice que hacía nueve mil años, cuando él escribe esta historia, que sucedió anegarse y hundirse aquella isla, y que aquel mar quedó con tantas cie'nagas y bajíos, que nunca más habían podido navegar ni pasar á las otras islas, ni á la tierra firme de que allí hace mención; y por esto que dice Platón de los nueve mil años, han juzgado autores graves que habló Platón alegóricamen- te y que es fabulosa esta historia; porque se res- ponde según Eudoxio y Zarate, referido arriba, hablaba conforme al cómputo y modo de con- tar de los egipcios, cuya era la narracción, por- que estos á los meses llamaban años, y así ha- bló de años lunares, y no solares, de modo que eran nueve mil meses que hacen setecientos y cincuenta años solares.
Aunque Solino en su Polihit. cap. 3, también observa que los años de los egipcios eran de cuatro meses, como lo usaban también los es- pañoles, según Xenophonte De aequivocis tem- porum, donde también dice que se inventaron los caracteres de las letras cuarenta y dos mil años antes de Alejandro Magno, con que se vé
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que habla de años lunares, y lo trae el ÍP. Mo- ret, en la Historia de Navarra, lib. i, cap. 4, nú- meros 27 y 28, pero para mí es mayor la auto. ridad de Eudoxio, referido por Agustín de Za- rate, y también no dudo que variaron los egip- cios y que en diversos tiempos tuvieron diver- sos cómputos y que en la antigüedad los años fuesen de un mes, se vé en el Inchiridión de los tiempos, fol. 8, ibi.
Que sea cierta esta historia que refiere Pla- tón, parece no se puede negar, según las cir- cunstancias tan indubitables que pone de esta isla, y cuando Platón fmge alguna cosa, él mis mo la llama fábula, como lo advierte Marsilio Ficino en el lugar citado; pero en este lugar del Timeo dice que la plática que quiere tratar es historia verdadera, y así, comienza diciendo: «Oye Sócrates, una historia maravillosa pero lle- na dv,e verdad» y en el diálogo Atlántico hablado ello como cosa verdadera, y en una y otra parte refiere testigos fidedignos, de quienes oyó esta historia, diciendo que la supo de sus mayores, y que Cricias lo supo, por tradición, de su abue- lo, nombrado asimismo Cricias, y éste tuvo la relación verdadera y escrita de Solón, el cual la recibió de los sacerdotes egipcios y de sus Alí- ñales, que eran entonces los fieles y diputados para la seguridad y fidelidad de las historias
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antiguas que guardaban en sus archivos, según enseñan Metástenes y Anniano en su catálogo y juicio de los tiempos, y así no se puede decir que Platón fingió esto, porque nunca el que miente ó finge se atreve á citar autores fidedig- nos y de crédito, como lo eran Cricias, Solón y los sacerdotes egipcios; y Marsilio Ficino cita á Marcelo, que escribiendo la Historia de Etiopía, hace mención de la isla Atlántida y su destruc- ción y grandeza, en que convienen también Dio- doro Sículo y el autor del libro de los Milagros de la Naturaleza, referidos por el P. Fr. Grego- rio García, lib. 4, cap. 8, § i, donde también refiere las autoridades de Aristóteles, que en algunas partes de sus obras dice que en aque- llos tiempos no se podía navegar el Occeano Atlántico, porque la isla que se hundió lo dejó con muchos bajíos.
Haber sido cierta la historia de la isla Atlán- tica, demás de los autores citados, lo afirman: Plinio, lib. 2, cap. 90; Estrabón, en el lib. 2 de su Geografía; Diodoro Sículo, en el lib. 4, don- de á esta isla la llama Tritonia, á los cuales se añaden otros autores, no de menos autoridad, como son: Plutarco, en la vida de Seitorio; Anniano Marcelino, lib. 17; Tertuliano, en su Apologético, cr?. 4, y también en el libro de Pallío. cap. 2; Arnobio, en el lib. i, Contra los
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Gentilc, ?roco, filósofo, á quien cita Marsilío Ficino en el comento del Timeo; Ugon Blosio, en sus Quod liberes; Becano, en el original de Antuerpia, lib. 3; Turnebo, lib. 20, adversar, ca- pítulo 11; Luis Vives, en las notas sobre San Agustín, lib. 16, de Civit. Dei, cap. 9 y en el mismo lugar Leonardo Coquexo Pamelio, en los Escollos á Tertuliano, en la anotación 528; Tho- más Bosio, De signo Ecles, lib. 20, cap. 3; Fray Luis de León, Sobre Abdias en el capítulo úl- timo, fol. 670; Pedro Mexía, en su Silva, 4^ par- te, cap. 3; Maluenda, De Autich, lib. 3, cap. 16; Pineda, De reb. Salom, lib. 4, cap. 15, fol. 205; Basilio Ponce, en la quest. 8, expositiva, fol. 467; Maydo en sus Días Caniculares, tom. I, coloq. i , fol. 30, y coloq. 14, fol. 337; Fr. Juan de la Puente, lib. 3, cap. 21, § 3, desde la hoja 143. De modo que parece temeridad oponerse á tantos y tales autores, que dan por verdadera y cierta la isla Atlántida y lo que de ella escribió Platón.
Dicen también haber sido cierta la isla Atlántica, Pomponio Mela, De Situ Orbis, capí- tulo 12; Acosta, en la Historia Moral de Indias, lib. I, cap. 12.
De lo dicho se infiere que, siendo cierta la historia de la isla Atlántida y su continuación á las islas de Barlovento, y que comenzaba des-
^S DIEGO ANDRÉS ROCHA.
de el estrecho de Gibraltar, ó poco después de Cádiz, extendiéndose por ese gran golfo, así Norte, Sur, como al Este, Oeste, tenía espacio para poder ser mayor que Asia y África; y que cuando duraba fuera del agua la isla Atlántida, pudieron entonces pasar á estas partes occiden- tales muchos de los de España y de la misma isla, pues el mismo Platón y Cricias, refieren que tenían en ella grande abundancia de navios, y aun puertos hechos á mano, y el P. Fray Gre> gorio García, del Orden de Predicadores, en el lib. 4 del Origen de los Indios, cap. 8, § 2, con semejanza de muchos lugares que hay en estas Indias, pretende probar la similitud de esta na- ción con la gente Atlántica, porque en Méjico llaman el agua con la palabra Atla ó Atl y á uno de los dioses del agua llamaban Matla, y para mí hace mucha fuerza la similitud, identidad y cotejo de unos lugares con otros para probar las cosas antiguas, y se podrá ver un buen lugar del P. Moret en la Historia de Navarra, lib. i, cap, 4, § I, fol. 85, para ver lo mucho que prueba la similitud de los lugares, para conocer los orígenes de donde vinieron los primeros po- bladores, y Tito Libio lib. 5 De la Semejanza y similitud de los lugares, toma argumento para los orígenes y demás de los nombres que el Pa- dre Fr. Gregorio García identifica con la isla
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Atlas ó Atlántida; hallo yo otros muchos en estas Indias, porque en Mechoacan está el pueblo de Acatlan, y en la provincia de Méjico está Quan- titlan, Sepastlan, Cuetaxtlan, Guatitlan, Aiotu- textlan, Mequatlan, Mazatlan, Cautlan, Gueva- tlan, Coatlan, Meztitlan y otros muchos, de que se podrá ver á Juan Laert,De situ novi Orbis, li- bro 5, cap. 25 y cap. 13 y 14, y cap. 5 y lib. 7, cap. 6 y 7 y también en los mapas de Amé- rica.
14. La quinta opinión es también de gran- des autores, que intentan dar origen á estos in- dios del linage de Ofir, nieto de Heber, é hijo de Lectan, esta opinión es de Arias Montanor tomo VII, cap. 9, y de Genebrardo en el lib. i de su Chronica, fol. 35.
Ofir, según estos doctores, pobló las tierras marítimas y costas del mar Occeano al Oriente, y de aquí pasó su linage y nombre á las dos re- giones distintas, Nueva España y Perú, median- do una península, que es la tierra firme.
Montano comprueba su sentir, con que lo mismo es Piru que Ophir, vuelto este nombre y traspuestas las letras; porque comenzando des- de Phi^ que en hebreo se pronuncia como P, y trasponiendo la R de suerte que hiera la O^ vie- ne á decir Piro^ y se ha corrompido la O en ¿7, y hoy se llama Piru.
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Adelanta su sentir Arias Montano coa la fuerza del número dual, y que se nombraron es- tos dos reinos del Piru y Nueva España Piruaim ó PeruaÍ7n^ como si dijésemos, tierra ó región, que es dos veces Piru. Lo cual, aunque no en- tiendo el hebreo, lo pone con tanta erudición Montano, que se conoce de ella su gran profun- didad en aquella lengua, como en las demás en que fué singular. Y siendo lo mismo en este sentir Ophir que Piru, bien se sigue que el nom- bre Ophir de estas Indias fué impuesto por el que las descubrió y fundó, poniéndolas su mis- mo nombre, y que de él y de sus hijos descien- den estos indios.
El P. Maluenda, en el lib. 3 De A nt¡ -Cristo , cap. 19, concordando con Arias Montano y Ge- nebrardo, dice que el nombre Ophir es lo mismo que Piru, y que se debe pronunciar y de- cir Phíru^ conforme á la costumbre y modo del idioma hebraico, porque en los hebreos antiguos no se halla que conociesen la P áspera, sino solo Raphe, ó Ph^ como lo enseña San Jerónimo Sobre Daniel, cap. 11, lo cual guardan hoy día los árabes. Si bien los hebreos modernos usan ya de la /^áspera, y añade el P. Maluenda que esta palabra Phiru tiene traspuestas las letras de Ophir ó Vphiry y que la lengua hebrea usa á cada paso de semejantes trasposiciones, y que
ORIGEN DE LOS INDIOS 41
io que antes se decía Ophir ó Phiru, se comen- zó á llamar Piru.
Hasta aquí el P. Maluenda, que no favorece poco á esta opinión.
Adelántase mucho esta opinión con lo que refiere el docto P. Fr. Gregorio García en su li- bro 4 del Origen de los Indios, cap. 6, § 3, cu- yas palabras pondré á la letra.
«Hallamos en la Escritura Divina una gran- dísima conjetura para creer que el nombre Piru fué muy antiguo apellido, no solo del reino del Perú, sino también de la Nueva España, porque en^el Paralipomcnon, lib. 2, cap. 3, se dice que Salomón cubrió el templo con láminas de oro muy fino, el cual oro se dice en el hebreo aurum parvaim^ que quiere decir claramente oro de la tierra llamada dos veces Piru, porque aquella terminación aim es número dual en la graniáti. ca hebrea, lo cual llanamente cuadra y conviene á las dos regiones de este Piru y Méjico, y así donde la vulgata dice, en el libro del Paralipo- menom: «Porro autem aurum erat probatissi- mum,» traslada Sant Spaguino: «Aurum autem erat ex locu Parvaim.» Vatablo pone: «Aurum vero eratauru de Parvaim.» Arias Montano Ice- «Et aurum erat ex loco Parvaim.» Cayetano lee. «Et aurum, aurum Parvaim,» y dice que es nom- bre de lugar, et inferius\ por lo cual Vatablo,
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Arias Montano y Genebrardo convienen en que ' Parvaim son el Perú y Nueva España.
No ayuda poco la traslación de los setenta intérpretes: «Et auri, anti Pharvim», el maestro Maluenda advierte que en Parvaim more hebreo se puede pronunciar con Vau quiescente", que es nuestra íí vocal, y Jeen Paruim ó Peruim, di'" ciendo oro traido de uno y del otro Perú, y de estos fundamentos tan sólidos, se puede deducir la certeza de tantos autores como han escrito, que Salomón llevaba el oro de estos Plrúes y que aquí vinieron sus armadas, como lo tuvie' ron además de los dichos Guillermo Póstelo, Apud. Ortel. P. Sa. 3, Reg. Bocio, De Sign. Ec- cel. lib. 2, cap. 3. Marino, In arca Noé, Pomario en su Léxico, Poffevino, lib. 2, biblioteca., capí- tulo 5.
15. La sexta opinión, dejadas otras, es de Henrico Martínez, gran cosmógrafo, en su Re- pertorio, quien afirma haber visto en una provin- cia de Europa, nombrada Curlant, sujeta á los reyes de Polonia, la cual está en altura de 56 grados y en longitud de 45, la cual provincia dice estar poblada de gente de la misma traza, color, condición y brío de los indios de la Nue- va España, y que el idioma suyo y el que ha- blan es diferente del que usan las demás gen* tes de las otras provincias, sus convecinas, de
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que infiere ser los indios mejicanos y estos de Curlant unos mismos, y que de ellos trajeron origen los de este Perú, y refuerza su sentir con que en mucha altura de polo hay poca distan- cia desde las partes de Méjico á Asia y Europa y que no es tanta como demuestran las cartas de marear, y así infiere que en altura de seten- ta grados hay justamente no más de la mitad Leste Oeste de aquello que por las cartas se halla.
Da la razón, porque todos los Meridianos concurren en los polos del mundo, y según la fábrica de las cartas, son los dichos Meridianos unas líneas paralelas que jamás concurren, aunque se extiendan casi en infinito.
Hace memoria de este lugar de Henrico Martinez, el gran consejero D. Juan de Solorza- no,en el tomo i, cap. lo, núm. 24, y parece que Curlant cae en Libonia, cerca de la Scithia y Tartaria, de donde pudieron venir estos indios de A/[éjico.
16. Antes que acabe y absuelva este cap. i, no puedo dejar de advertir haber sido sin fun- damento lo que algunos escritores han dicho de que no fueron conocidas estas Indias occi- dentales y este Nuevo Mundo por los antiguos, porque quedan convencidos de las autoridades que hemos referido, de Platón, de Aristóteles,
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de Solón, de Cricias y de Plinio, demás de los lugares siguientes:
El prinnero de San Clemente (á quien dejó nombrado por Pontífice San Pedro), el cual dice en la Epístola: aEl ücceano y los mundos que están allende del.»
El segundo, de San Jerónimo, lib. i, Sobre el cap. 2, ad Ephesios, cuyas palabras en caste- llano son estas. Preguntamos también qué quie- re decir el Apóstol cuando dice: «En las cua- les cosas anduvisteis uu tiempo, según el siglo de este mundo» si quiso por ventura dar á en* tender que hay otro siglo que no pertenece á este mundo, sino á otros mundos que están después del Océano, como escribe Clemente en su Epístola.»
Hasta aquí San Jerónimo.
El tercer lugar, De Orígenes, lib. 2, Periar- cón, cap. 3, que explicando el lugar de San Clemente, dice: «El Occeano nadie lo puede pa- sar ni navegar á los mundos que están de la otra parte de él, los cuales se gobiernan con las mismas disposiciones de Dios, que es el señor de todo.»
Hasta aquí Orígenes.
El cuarto es de Tertuliano, contra Hermó- genes, cap. 25 y en el lib. de Pallio, cap. 2, donde dice que parece se ha de dar crédito á
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Sileno, que en presencia del rey Midas, por- fiaba haber otro orbe, según que es autor Thco- pompo.
El quinto es de Luciano, In Hermotimo, don- de pregunta cuánto tiempo tardaría uno por el Occeano desde Cádiz á las Indias, y responde que no llegaría á ellas si se entretuviese vagan- do por las islas intermedias, deteniéndose en cada una.
El sexto lugar de Plutarco en el Opúsculo que llamó^Symposiacon, donde dice: «Con difi- cultad se hallará nueva causa de enfermedad, si no afirmamos haber venido de otros mundos ó de los espacios intermedios entre este y otro Nuevo; nuevo aire, y agua no usada, y manjares no conocidos, porque la novedad en estas cosas, suele ser causa de enfermedad.» Hasta aquí Plucharco.
El sétimo lugar es de Séneca el Trágico eu su Medea. Act. 2, in fme, de cuyos versos hace mención Gregorio López, en la ley 77, tí- tulo 18, partida 3.a, y reducida á versos caste- llanos, son los siguientes:
Tras luengos año verán
un siglo nuevo y dichoso
que al Occeano anchuroso
sus límites pasará.
Descubrirán grandes tierras,
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verán otro nuevo mundo navegando el mar profundo que ahora el paso nos cierra. La Thyle, tan afamada como del mundo postrera, quedará en esta carrera por muy cercana contada. ^Quién con estas noticias porfiara que no fué de los antiguos este nuevo orbe? Y más si lee á Celio Rodiginio en el libro 17 de sus Lecturas antiguas, cap. fin, que es el 35.
CAPITULO II
EN QUE EL AUTOR PROPONE SU SENTIR ACERCA DEL ORIGEN DE ESTOS INDIOS
I. Largamente habré de tratar este punto y dividir este capítulo en muchos párrafos, por- que la materia lo pide, y pretendo darla á en- tender y evitar la confusión y oscuridad, que suele ser hija de lo limitado y breve, y aunque el Espíritu Santo dice que el sabio lo es en sus pláticas y escritos, también dice, por su apóstol Pablo, que hay negocios en que es ne- cesaria la oportunidad y el filósofo dice que queriendo ser breve, queda su doctrina oscura; con que habré de poner primero algunos pre- supuestos para fundar mi opinión, y sea el pri- mero: Que estas Indias occidentales, después del diluvio universal, se comenzaron á poblar
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por los descen^lientes de Jafet, hijo de Noé; de Jafet descendió Tubal, quien pobló á España, como dice el P. Moret en la Historia de Na- varra, lib. I, cap. 4, y sus descendieutes la ocu- paron y poblaron, y de ellos, como estaban ve- cinos á la isla Atlántida, vinieron poblando por ella y llegaron á tierra firme, que corre por la parte de Cartagena, y va bojeando todo este mar del Sur por sus costas hasta el cabo Mendozino y estrecho y reino de Anian y pro- vincia Quivira, confinante con el Asia, que todo este círculo de tierra, contando por el Norte y Sur, hacen más de 700 leguas, mediando tam- bién el estrecho de Magallanes. Que estos fue. sen los primeros, lo dicta la razón, y también la cercanía del continente de Cádiz con Carta- gena de estas Indias, pues de aquel á esta se continuaba la isla Atlántida por mil leguas y más, como con evidencia se probó en el ca- pítulo I, desde clnúm. 13. Estos primeros po- bladores descendientes de Tubal, con la con- tinuación y brevedad que entonces había de darse casi las manos, una y otra tierra, fueron poblando, como se da á entender, todas estas Indias por la parte de Cartagena, hacia el Nor- te, de donde ellos venían, y subirían, á mi en- tender, por todo eso del reino de Santa Fé, costas del Brasil por los Mainas y todo lo que
ORIGEN DE LOS INDIOS 49
corre de estos llanos hasta el Paraguay y Bue- nos Airres.
2. Comencemos por las costumbres, ritos y propiedades de los españoles y descendere- mos á los americanos, viendo si conforman.
Dará principio Celio Rodigino en el lib. i8 de sus Lecturas antiguas, cap. 22, que reducido á castellano, es como se sigue:
«Fué España — dice — abundantísima de me- tales; > y más abajo: «Usan espadas cortas los españoles, peleando á estocadas más que á cu- chilladas, y no hay gente más apta para la gue- rra;» y más abajo: «Fueron de costumbres fie- ras y depravadas, usando mantenimientos gro. seros, acostumbraban sentarse, comer y dormir en el suelo;» y más abajo: «que aquellos primi- tivos españoles fueron bárbaros idólatras;» y más abajo: «Usaban las mujeres antiguas espa- ñolas, de cintas ó collares de hierro en las frentes, de que pendían unos cuervecillos, tam- bién de hierro, que subían hacia la cabeza por toda la frente, y de ellos pendían también unos como velos que les servían de sombrero ó co- bertera para resistir el sol;» y más abajo: «Los cántabros, porque no llegasen sus hijos á ser- vidumbre, los mataban las madres;» y más aba- jo: «las mujeres trabajaban en los campos, y en pariendo, llevaban á lavar los hijos al río» y
4
so DIEGO ANDRÉS ROCHA
poco más abajo: «Usaban de agüeros, especu- lando para los sucesos las entrañas de los di- funtos;» y luego: «Usaban de la permutación de unas cosas con otras sin tener uso de dinero para las compras.)»
Hasta aquí, en lo más esencial, Celio.
También dice Cepeda, lib. i, cap. ii, folio 31, vuelto, que las vizcainas mataban á sus hi- jos, porque no llegasen á cautiverio.
3. El mismo Celio Rodigino, autor de las Cosas antiguas, dice en el lib. 15, cap. 8^ que los antiguos españoles se criaron y deleitaron con tener los cabellos largos «Capillorum item longitudine oblectatos Hispanos; :> y Marcial dice que en conservar los cabellos de los espa- ñoles era contumaz.
Hispanis ego contiLmax capillh Y aunque Marcial se avecindó en Roma, no olvidó el uso de España, de donde era natural, y así conservó los cabellos largos con rebeldía contra el deseo de los superiores y amigos y por esto dijo que era contumaz en retener la cabe- llera española.
4. El P. Fr. Gregorio García, en aquella preciosa obra que imprimió del Origen de los Indios, en el lib. 4, cap. 18, § 2, dice de los primitivos españoles, descendientes do Tubal, con autoridad de los antiguos:
I
ORIGEN 3a LOS INDIOS 5I
«Que fueron sus costumbres sin política ni crianza; sus ingenios, más de fieras que de hom- bres, dados á las religiones falsas y al culto de los dioses, aborrecedores del estudio de las ciencias.
»E1 arreo que usaban era simple, corto y grosero.
»E1 mantenimiento, más en cantidad que ex- quisito ni regalado, porque en aquel primer tiem- po era la gente española inocente y ruda, y no comían sino yerbas y frutas silvestres y carnes de bestias que mataban con arcos y lazos.»
Hasta aquí el diligentísimo Fray Gregorio García.
5. El licenciado Cepeda, en su Resumpta Historial de España, lib. i, cap. ii, hablando de los primitivos españoles, dice:
«Filé siempre esta gente muy feroz y terri- ble, comían poco y eso en el suelo, traían cren- chas de cabellos, usaban sacrificios y esos algu- nas veces de hombres, en sus fiestas usaban de flautas; moneda no usaban, sino trocar unas co- sas con otras; las mujeres labraban la tierra, y en pariendo iban al río y se lavaban.»
También dice que las vizcainas mataban los hijos porque no llegasen á cautiverio.
6. El P. Fr. Alonso Venero, en su Enchiri- dion, de los tiempos desde la hoja 68 tra-
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duciendo á Justino, dice de los primitivos es- pañoles muchas cosas á nuestro propósito, como son que España es muy abundante de mantenimientos y metales, de lino, esparto y bermellón, que los españoles son muy apareja- dos á hambre, sed y todo trabajo, que es gente muy ligera, y que su ánimo nunca sosiega; eran más semejantes á fieras que á hombres y que las mujeres labran las tierras.
7. Sobre estos cimientos de cuatro tan ce- lebrados autores, que hablaron en general de las costumbres antiguas de los primitivos espa- ñoles, hemos de fundar un edificio grande, y probar que estos indios occidentales trajeron su origen en el principio de los españoles; por- que si probáramos que concuerdan en sus cos- tumbres, muy bien se inferiría que de aquellas raíces vinieron estas plantas.
Luego pondremos otros edificios menores, con que se haga esto m.ás evidente.
8. La consonancia de esta América con Es- paña, en orden á la abundancia de mantenimien- tos y metales, bien nos lo enseña la experien- cia de los que habitamos en este reino, y el gran glosador de las Partidas, Gregorio López, en el prólogo de ellas, en la palabra Algarve^ dice que el cielo y terruño de la América es muy fértil y agradable, con que fué más fácil el
ORrGEN DE LOS INDIOS 53
tráfico de aquellos primitivos españoles que buscaron tierras que simbolizasen con las suyas ^n la abundancia de mantenimientos y me- tales .
9. La segunda proposición acerca de los es- pañoles, es que es gente muy apta para la gue- rra,^lo cual parece que no se puede ajustar á estos americanos, porque no están tenidos por tan valientes, sino por tímidos. A lo cual se ha de responder que de los indios americanos, las más naciones que se apartan de la tórrida zona, son valientísimos, como los de Chile^ Arauco, en el nuevo reino de los Fijaos, Paezes, los in- dios caribes de Santa Marta, en Panamá, los del Darien, en Nuera España, muchísimas naciones, en especial los Guachachiles y Chichimecos, los de Tairona y los de la Florida.
Muchas naciones bravas del Marañón, como los Encabellados, y de las riberas del rio de Orellana.
Hacia el Brasil, Paraguay, Tucuman, Santa Cruz de la Sierra; naciones muy bravas é in- dómitas, los Paltas, Paltiles, Chiriguanas y otras innumerables que caen al Norte y Septen- trión, de cuya braveza atestiguan muchos auto- res y el Sr. D. Juan de Solorzano, en el tomo I de lur. Ind., lib. 2, cap. 4, núm. 65, desde aque- llas palabras:
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a In multis provincís satisfortes, et bellicosí surt.»
Y aunque reconozco que los que están á la parte meridional y más adustos de la tórrida, no son tan valientes, esto les viene por accidente, porque el clima de la parte meridional produce temor, respecto de que la parte fría se recon- centra en el corazón y las exteriores están ocu- padas del calor, como con gran fundamento y filosofía lo prueba Celio Rodigino en sus Lec- turas antiguas, lib. i8, cap. 20, en aquellas pa- labras:
«Qui exustas a solé mundi partes incolum; ita caloris exuberantia in extimis terreri, ut inti- ma frigoris plurimum concipiant: proinde insig- niter ad timiditatem degenerare,»
En suma: en las más naciones de estas partes concuerdan con las bravezas de los españoles, de quienes descienden, y en los que están á la parte meridional, ñnalmente reconociendo su origen, volverán al primitivo natural, sino es aquellos que se hayan mezclado con otras na- ciones tímidas, y como dijimos arriba, en el lib. I, todas estas Indias están pobladas de hom- bres guerreros y pacíficos.
10. La tercera proposición de que los espa- ñoles son muy sufridores del hambre, sed y rabajo, y que son muy ligeros y vigilantes en la
ORIGEN DE LOS INDIOS 55
guerra, en que también concuerda Alejandro en sus Días geniales, lib. 4, cap. 13 y en el 6, cap. 22, y Justino ya citado, hallo en esto gran conformidad con los indios; gente, que s¡ tiene guerra, es vigilantísima, y se está dos días y dos noches sin remudar ni dormir, ^ solo mascando coca, como advierte el Capitán D. Bernardo de Vargas Machuca en su Milicia Indiana, en la hoja 124, á la vuelta, y en la hoja 4, vuelta, dice que siguen los indios un alcance sin des- cansar tres y cuatro días sin comer. En cuanto á la ligereza de los indios, dice el P. Acosta, lib. 6, cap. 17, que suelen andar un dia y no- che 50 leguas, y Simón Mayólo, t. i, coloq. 4, dice que 60. Cuan sufridores son los indios del hambre y sed, 'y cómo toleran el trabajo, se vea el citado D. Bernardo de Vargas, en la hoja 137, conque en todo concuerdan con los primitivos españoles.
II. La cuarta proposición de que los espa- ñoles fueron de ñeras costumbres, nada domés- ticos y que usaban mantenimientos indignos y groseros, comiendo y durmiendo en el suelo? en todo esto se hallaron tan conformes los in- dios, que casi no es necesario el probarlo, por- que hasta hoy retienen estas propiedades, ser los indios de costumbres de fieras y de torpe y rudo entendimiento, sin cultura de racionales; en
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esta forma los hallamos en la primer conquista, como advierte el P. Fr. Gregorio García en su Tratado del Origen de los Indios, lib. i, cap. 4, en el principio, desde aquellas palabras: «Los indios carecen de todo, porque son de rudo y torpe entendimiento» y el P. Acosta, De nat. Novi. Orbis, cap. 24, fol. 125, dice que eran hombres silvestres, esto es, de costumbres sal- vajes y fieras. Usaban también estos indios de mantenimientos groseros y asquerosos, co- miendo sabandijas, gusanos, moscas, lagartijas y otras cosas asquerosas de la tierra, como se podrá ver en Juan Botero, en sus Relaciones universales del mundo, en donde trata de tierra firme, del Darien y de estas provincias de Santa Fé y del Marañón, y véase en esta parte al cita- do D. Bernardo de Vargas, en su Milicia India- diana, fol. 137, á la vuelta, donde dice de estos americanos: «Las comidas que comen son bien dejativas, como raices extraordinarias y frutas silvestres, culebras, lagartijas, ratones, gusanos gruesos, micos, papagayos, caimanes y hormi- gas gruesas.»
Los indios comen en el suelo, aunque sean caciques, como prueba el citado D. Bernardo de Vargas, fol. 137, en el lugar citado, donde dice: «Todos los indios en general, comen en el suelo, aunque sean caciques. Duermen asimismo
ORIGEN DE LOS INDIOS 57
en el suelo, pues aun los más políticos de Mé- jico, el mejor colchón era un poco de pajas, como dice Fr. Gregorio García en su tratado del Origen de los Indios, lib. 4, cap. 17. Los indios en Nueva España duermen en camas muy humildes, sin más colchón que una poca de paja, cuando mucho, con que por lo dicho asemejan con los primitivos españoles que hu- bo en España después del diluvio.
12. La sexta proposición de que los primi- tivos españoles después del diluvio fueron bár- baros y grandes idólatras, ó como dice el his- toriador Cepeda en su Resumpta historial de España, lib. i, cap, i, fueron nimios en la ado- ración de los ídolos, según consta de sus pala- bras: «En la superstición vana de los ídolos en tiempos de la gentilidad, fueron nimios los es- pañoles» y aunque la escuela griega y romana, tuviesen á todas las naciones, que no tuvieron sus enseñanzas por bárbaras, y así compren- dieron los primitivos de España, se reconoce en ambas cosas, que concordaban con estas propiedades, los americanos, en los cuales^ por no haber llegado acá la política de Roma y Grecia, se conservó la barbaridad, como di- jimos en el número antecedente, y así dijo el capitán D. Bernardo de Vargas en su Milicia Indiana, hablando de todos los indios de los
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llanos y de la sierra, fol. 131: «Los unos y los otros es gente bárbara, como lo muestran en sus casas, trajes, comidas y vestidos.» En la idolatría también fueron nimios los america- nos, dígalo un testigo tan calificado coíno el docto Fr. Gregorio García en su Tratado del Origen de los Indios, lib. 3, cap, 2, § 6: «Yo creo que ni hubo ni hay nación tan inclinada á todo género de idolatría como estos indios en su gentilidad.»
13. La séptima proposición de que el man- tenimiento de los primitivos españoles era simple, corto y grosero, se ajusta mucho á los indios, y ya dijimos cuan groseros son sus manjares. En cuanto á lo corto y simple, tra- tando de las propiedades de los indios, el ci- tado D. Bernardo de Vargas, en su Milicia In* diana, fol. 137, vueltas, dice que las comidas de los indios eran cortas y dejativas, y más abajo, en el fol. 140, que se sustentaban de chucherías, y el mejor regalo que daban á sus enfermos era un poco de masamorra de maíz, y cuando van á la guerra ó caminan, llevan sólo por sustento un poco de mote ó harina de maiz, de que se puede ver al citado P. Fr. Gre- gorio García en el lib. 3, cap. 2, § 5.
14. La octava proposición de que los primi- tivos españoles sacrificaban hombres á los ido-
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los, fué tan propio de los indios americanos, que están llenas las historias de los execrables sa* orificios que hacían de hombres y muchachos^ de que se podrá ver al P. Torquemada, en su Monarquía Indiana, lib. i, cap, 9, desde aque- llas palabras: «Sacrifican» y más latamente se podrá ver en los capítulos siguientes de esta nuestra historia, y en el capitán Vargas Machu- ca, fol. 135, vuelta, desde allí «Sacrifican por víctimas.»
15. La novena observación de que los pri- mitivos españoles usaban en sus fiestas de flau- tas, se halló en estos indios americanos, y usan de ellas en sus fiestas, las cuales llaman ellos fututos, y en sus danzas y bailes, á que son muy dados, usan de dichas flautas, de que todos so- mos testigos, y el capitán D. Bernardo Vargas Machuca en el lib. i, en el principio, á la hoja 4, dice que los indios «usaban de caracoles, fu- tutos, tamboretes y trompetillas.
16. La décima proposición de que los pri- mitivos españoles traíanlos cabellos en crencha^ concordaban con ellos los indios americanos, que usaban de los cabellos largos, como diji- mos arriba, y también hacían crenchas de ellos, como lo dice el capitán D. Bernardo de Vargas en su Milicia Indiana, lib. i, fol. 3, á la vuelta, en aquellas palabras: «Unos traen el cabello
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largo y otros trenzados y el mismo autor, en el fol. 139, vuelta, dice, hablando de estos indios: «En unas partes usan los varones de cabellos largos y trenzados, y en otras suelto y en otras hecho coleta.»
17. La undécima proposición de que las primitivas españolas, en pariendo, se iban á la- var al río, y lavaban la criatura, y como añade Celio Rodigino, lib. 18, cap. 22, desde aquellas palabras: «Mulieribus» que los varones, después del parto de las mujeres, se echaban y las pari- das les administraban, y otra cosa bien singular, que las mujeres españolas, si estaban trabajan- do en el campo y les venían los dolores del parto, se retiraban un rato, parían y volvían á proseguir en sus tareas y lo demás que dejamos dicho, con autoridad del licenciado Francisco de Cepeda, acerca de los partos de las primiti- vas españolas, todo esto se halló en las Indias americanas, que en pariendo se lavaban y tam- bién á la criatura, metiéndose en los ríos, lo cual es muy notorio, y lo hemos experimentado y lo trae el capitán D. Bernardo de Vargas en su Milicia Indiana, en el tratado que pone De las propiedades de los indios, donde, en el fol. 137, dice:
«Tienen de costumbre las indias, en parien- do, lavarse luego en un río, y lavar luego á la
ORIGEN DE LOS INDIOS 6 1
criatura:» y es también muy notorio el que es- tas americanas suelen parir y proseguir con sus ministerios sin las delicadezas de otras paridas? que no se han criado en esa costumbre, y asf concuerdan en todo con las primeras españolas en tiempo de Tubal y Héspero.
i8. La duodécima observación de que las primitivas españolas labraban los campos, en que concuerdan Celio Rodigino, el maestro fray Alonso Venero y el licenciado Francisco de Cepeda, como hemos visto arriba, esto mismo hacían y hacen hoy en muchas partes las indias americanas, rompiendo y arando la tierra con unos arados pequeños de palo, con unos trave- sanos, como sucede en el Callao y en muchas partes del Quito y Chile, y lo dejó advertido el citado D. Bernardo Machuca, fol. 134 vuelta^ diciendo de las americanas: «Ellas son las que trabajan en el campo.»
19 La décima tercia proposición de que los primitivos españoles no tuvieron uso de mone- da y se valían de permutar ó trocar unas cosas por otras, esto mismo se halló en los indios en tiempo de la conquista, porque no usaban de moneda en sus contratos, aunque eran grandes mercaderes, y todo su comercio era dar unas cosas por otras, según lo dejó advertido el ca- pitán D. Bernardo de Vargas Machuca, en su
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Milicia Indiana, fol. 135, en aquellas palabras: <íSon grandes mercaderes, trocando unas cosas por otras.»
20, La décima cuarta, de que los primitivos españoles fueron aborrecedores de las cien- cias.
En esto conformaron mucho los indios, por- que tuvieron gran desgano á las ciencias y á los libros y á las historias, que solo usaban de unos Quipos, que conservaban solo memorias recien- tes, y de este fundamento y conformidad, infi- rió el P. Fr. Gregorio García, en su Tratado del Origen de los Indios, lib, 4, cap. 18, § 3, que era fácil de creer que estos americanos tuvieron su origen de los españoles, y así, habiendo di- cho en el lugar citado: «Que los españoles pri- mitivos fueron aborrecedores del estudio de las ciencias», concluyó el dicho § 3: «Quien con atención hubiere leído las costumbres délos in- dios, y el modo de vivir que tuvieron antigua- mente, echará de ver cuánto parecen á las de los españoles, y cómo no será muy dificultoso de creer que los primeros pobladores de las Indias fueron de España;» y añado haber oído á hom- bres ancianos de España, que en muchas partes de ella, los hombres del campo, se entienden con tarjas y nudos para sus cuentas, cosechas y otras cosas, siendo estoel libro de su memoria,
ORIGEN DE LOS INDIOS 63
que alude á los Quipos y nudos de estos indios. 21. La décima quinta proposición délos cua- tro autores referidos, de que los primitivos es- pañoles usaron en sus vestidos de arreo tosco grosero, se comprueba con lo que muy bien nos dejó adv^^rtido el docto Esteban de Sa- lazar en los Discursos del Credo, en el cap. 3, de que el traje que usaron los primitivos españoles, fué de unas mantas toscas ó capas cerradas, á for- ma de capuces, y también los portugueses pri- mitivos usaron de sacos á manera de sayal, se- gún dice Juan Botero, lib. 3, cap. 5, y estos dos autores, para explicar las primitivas vestiduras españolas, usan de la palabra sagum] antes de ellos lo dijo Alejandro en sus Días geniales, li- bro 3, cap. 18, donde tratando de las vestiduras antiguas de diferentes naciones, llegando á las primitivas de los españoles, dice: «Hispani pri- min breve sagulum» esto es: «Los españoles en sus principios usaron por vestidura un saco sa- yal, ó albornoz» que eso significa la palabra la- tina sagum y su diminutivo sagulum j que es co- bertera más estrecha.
Este género de vestidos y arreos del cuerpo tenían los indios, cuando los conquistamos.
Los del Perú usaban la camiseta, que ellos llaman cusma, y las indias en Méjico llaman guaipil^ que todo es á manera de capuces, ó
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costales abiertos por las cabeceras y lados, y en los llanos de este Perú se conserva este traje de capuces á manera de sacos y albornoces, y solo se diferencian en que unos los traen más lar- gos hasta los pies, y otros hasta las rodi- llas.
Finalmente, todos estos vestidos son muy semejantes á lo primitivo, después del diluvio, y á la lev de la Naturaleza, que no tenía aliños, ni afeites, y en todo semejante á los sacos, ca- puces, ó capas cerradas que usaron los primiti- vos españoles después de Tubal, y en las muje- res americanas era más sencillo el traje de los guaipiles, que no les estorbaba orinar en pié, como dice el citado D. Bernardo de Vargas, en su Milicia Indiana, en el Tratado de las pro- piedades de los indios, fol. 137, vuelta, en aquellas palabras: «Tienen de costumbre las in- dias orinar en pié» Yantes, en el fol. 132, ha- blando de los trajes de los indios, dice: «Visten unas camisetas ó patacusmas, como si dijése- mos, un costal vestido, teniendo por dónde sa- quen la cabeza y brazos.
22. La décima sexta proposición de que los primitivos españoles usaban de cintos en la frente con sus punzones y sobrepuestas, de modo que les servía de adorno á la frente y sienes y de provecho para prender de
ORIGEN DE LOS INDIOS 65
ellos el velo, que les servía de sombra y som- brero, imitaron en la forma que permitía esta tierra las americanas este uso de sus primeras madres y en estas dilatadísimas provincias y de los Charcas, hasta hoy observan las indias las panchas y vinchas en la frente.
Los indios, en su lengua, llaman u inchas las que en España vinchas, usando de u vocal en vez de la v consonante y pronuncian uinchas, conque se vé otra conformidad de las dos len- guas.
Los indios usan otro género que llaman Llantos, que unos los hacen de fieltros, otros de algodón y muchas indias los traen como turbantes, que les hacen gala á la frente y sombra á la cabeza, y en estos cintos de frente ponen topos de plata, como las antiguas españolas ponían sus cuervccillos de hierro en las vinchas de la frente y antiguamente los Ingas y Coias ponían los cintos de oro en la frente, como los primitivos españoles los ponían de hierro; de estos cintos hablaré más abajo. Y en Castilla la Vieja uasn en los jubones las la- bradoras de patenas en punzones, que son los topos de las Indias.
23. Y por que no quede cosa por tocar, también estas indias americanas mataban á los hijos como las antiguas españolas, porque no
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llegasen á servidumbre, según refiere el capitán Vargas Machuca, en su Milicia Indiana fol. 139, vuelta, donde hablando de las indias america- nas, dice: «Tienen por costumbre matar las hi- jas cuando nacen porque no haya multiplico, diciendo que de esta manera se acabarán y no servirán á los cristianos.» También estos indios americanos concordaron con los primitivos es- pañoles en escudriñar las asaduras y entrañas de los animales, queriendo adivinar por esta parte los sucesos futuros, como se podrá ver al P. Fr. Gregorio García, en su Tratado del Ori- gen de los Indios lib. 4, cap. 19, § 2 y Herrera Decad. 5, lib. 6, cap. 4, al fm.
En lo que falta de que los primitivos espa- ñoles se sustentaban de frutas silvestres y yer- bas, se halló individualmente en estos indios, como dice el citado Vargas Machuca, fol. 137, vuelta, ibi: «Usan de yerbas y raíces y frutas sil- vestres» usaban de carnes de bestias que mata- ban con los arcos y flechas, de que trata larga- mente el P. Torquemada en muchos capítulos de sü Monarquía Mejicana, (sic).
24. Añadiré á los cuatro autores referidos que trataron de las propiedades de los primiti- vos españoles, otro autor de igual autoridad, que es el P. Mariana, el cual en el lib. i de la His" toria de España, en el cap, 8, concuerda con
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lo que dicen los cuatro autores referidos, aña- diendo que los primitivos españoles habita- ban apartados unos de otros, derramados por campos, rios y aldeas, y en este modo de habitación se conservaban estos indios ameri- canos, cuando entró nuestra conquista y como antes de ella carecieron de la política de Euro- pa, África y Asia, conservaban estos indios ame- ricanos, que como acá no entró la política de Europa, África y Asia conservaron aquellas cos- tumbres que trajeron después de Tubal.
Que viviesen estos indios divididos por montes, valles y rios, demás que hasta hoy du- ran los padrones de sus toscas casas, distantes unas de otras por estos llanos y lomas, lo ad- vierte el capitán D. Bernardo Machuca en su Milicia Indiana, lib. i, fol. 4, vuelta ibi. «Sus viviendas tiénenlas por altos divididas» y más abajo, fol. 134, «Sus viviendas, en general, son en lomas.»
Otros tienen sus viviendas en llanos metidos en montañas, orillas é islas de ríos grandes, y en estos lugares explica cómo se juntan, avisán- dose ó con tambores ó con humos, y esto sin duda, lo heredaron de los españoles de Tubal, como también el uso de los tamborinos y flau. tas.
I.°
Z>e otras propiedades de estos americanos con los primitivos españoles en el uso de las armas y de la guerra.
I. Las armas propias de los primitivos españo- les, fueron la lanza^ la espada, la rodela ó escu- do, la macana, el arco y flecha, y de todas estas armas, se halló el uso en estos americanos en sus guerras.
Que la lanza sea la propia y peculiar arma de los españoles, lo prueba el muy docto y ve- nerado maestro de esta América, el P. Diego de Avendaño, en su Epitalamio, núm. 887, con autoridad de Lucio Floro, y lo trae también Alejandro Ab Alejandro, en el lib. 6 de sus Días geniales, cap. 22, en aquellas palabras: «Lancea hispanorum.»
Fué también propia arma de los españoles
ORIGEN DE LOS INDIOS 69
la espada, como dice el mismo Alejandro en el lugar citado: «Hispani gludium admodum bre- vem;» y de los españoles aprendieron á traer gladios ó espadas cortas los romanos, según Lipsio, De Milicia Romana, lib. 3, diálog. 3, en aquellas palabras: «Romani vires et constantiam experti militiae Hispanicse ad sumpsere enses;» y arriba lo dijimos con Gelio Rodigino, que usaban los españoles de espadas cortas: «Gla- diis brcvitate habilibus.»
Que el uso primitivo de los españoles fuese la rodela ó escudo, lo advierte el mismo Ale- jandro, ubi supra: «Scutum ex corsa, quo His- pani usisunt.»
El arco y flecha fueron también armas de los españoles, como dijimos arriba, con autoridad de Fr. Gregorio García y de Cepeda, y se dirá, más abajo con Jacobo Thuano en sus Obras expurgadas.
En todos estos géneros de armas, concorda- ron los indios americanos con los primitivos españoles, y usaban de ellos en su gentilidad, según dice el diligente capitán D. Bernardo de Vargas Machuca, que fué de los primeros con- quistadores y maestro de la milicia indiana, y en un libro que hizo de ella, en que insertó un Tratado de las propiedades y costumbres de los indios, dice en el fol. 138, vuelta: «Sus ar-
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mas son flecha, lanza, rodela y macana;» y el P. Torquemada, en su Monarquía Indiana, prue- ba en muchos capítulos esto mismo, y en el li- bro I, cap. 13, dice que los mejicanos usaban espadas de palo, y también usaban la maca- na, que es espada corta, que los latinos llaman machcera^ con que en las armas para la guerra concordaron en todo los indios con los primiti- vos españoles.
2. Concordaban asimismo los americano^ con los primitivos españoles, en que estos infi- cionaban con ponzoña las saetas para herir y mataren la guerra, como advierte Jacobo Thua- no, en sus Obras expurgadas, tomo III, lib. 65 fol. 234, Lit. C. desde aquellas palabras: «His- pani sagittas inñciunt» y esta costumbre de infi^ clonar las saetas la retuvieron estos indios has- ta la última conquista, imitando á sus primeros padres, descendientes de Tubal, como advierte el citado D. Bernardo de Vargas, en su Milicia Indiana, lib. i, fol. 3, vuelta: «Usan las flechas con punta de pedernal y púas de rayas, que son muy enconosas, y otras con puntas de palmas untadas con yerbas de veinticuatro horas,» esto es, matan en espacio de veinticuatro horas; y más abajo, fol. 138, vuelta: «Usan de yerba en las flechas;» y más abajo: «El que es herido de ella, por maravilla escapa, y háila de veinti«
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cuatro horas:» que es de la que habló el fo- lio 3.
3. Fué también costumbre de los antiguos españoles^ entrar á la batalla y pelea con mitras en la frente, como advierte Celio Rodigino, li- bro 18, lección antic, cap. 22, en el fin, donde hablando de los antiguos españoles , dice: «Fronte mitris culta pugnam ineunt;» la mitra> según Nebricense, era cosa pintada ó enrosca- da, que se pone de la frente á la cabeza, y en este sentido parece la explica Ulpiano en la L. argentum, § muliebri,y en la L.vestis, § mu- liebria ff. de aur. y arg. leg. donde de la mitra se connumera entre los arreos de las vestiduras de las mujeres, más para cubrir la frente y ca- beza que para adorno.
Tiene otros significados que no son á nues- tro propósito.
Los indios, es cierto que usaron este géne- ro de cosas, en especial los guerreros, como salen los indios Chiriguanas y otros que traen los Llantos en la frente, enroscados y pintados 1 como dije arriba, y en la guerra se ponen ma^ nos de leones y tigres en la frente, que suben como turbantes y mitras á la cabeza, para pare- cer más formidables, según lo dejó advertido el capitán Vargas Machuca en su Milicia Indiana, iib. I, fol. 4, donde¿dice: «Pónense los indios
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manos de leones y tigres en la cabeza, y los an- tiguos españoles celtíberos, se ponían pieles de obos por insignias en las guerras, y las llevaban por bandera en algunas batallas, como con au- toridad de Tito Livio y de Ambrosio de Mora- les, lo refiere Fr. Gregorio de Argaiz, en su Población Eclesiástica de España, en el año 2174, fol. 319, y de estos aprendieron los indios á ponerse vestiduras de animales fieros.
4. Tienen también estos americanos otra costumbre en la guerra, que es avisarse en largo trecho por humos, como advierte el citado Var- gas Machuca, lib. i, fol. 5, donde hablando de ellos, dice: «Cuando la distancia es larga, hacen humos, de tal manera, que un mensajero no po- día mejor dar á entender la causa,» de que se recogiesen, y en este mismo lugar, dice que esta costumbre de avisarse en las costas por humos, es propia y primitiva de los españoles, de los cuales, sin duda, la aprendieron los primeros americanos y la conservaron por tantos si- glos.
5. Fué también costumbre de los primitivos españoles el entrar en las batallas con vestidu- ras de color rojo, y entretejida púrpura en ellas, signiñcando su sangriento coraje, de que es autor Celio Rodigino, en sus Lecturas anti guas, lib. 18, cap. 22: «Hispani linteis pretextis
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purpura tunicis in bella pergere consuerunt,» y Alejandro Ab Alejandro, en sus Días geniales, lib. 6, cap. 2 2, al fm, dice lo mismo: «Hispaní línteis pretextatis cum purpura proeliamtur,» y como veremos más abajo, también usaron los primitivos españoles pintarse el rostro y brazos con el bermellón; todo esto lo imitaban en la guerra estos americanos, que aunque no sabe, mes si en los vestidos ponían estas señales rojas, sabemos que en las carnes se pintaban con va- rios colores, significando su coraje, según el ci- tado D. Bernardo de Vargas, lib. i,fol. 4: «Salen, dice, á las guerras muy pintados rostro y cuerpo para parecer más feroces; píntanse con vija, que es una tinta que se hace con fruta,» luego ve- remos cómo igualmente los españoles primiti- vos, y los americanos usaron teñirse con el ber- mellón, que es como carmín,
6. Acostumbraron también los primitivos es- pañoles el llevar á la guerra sus mujeres para que peleasen con ellos, como yo lo tengo ale- gado en mi Tratado que hice de milicia, y lo trae también el gran consejero D. Juan Bautista de la Rea, eu la Alegación fiscal, 112, núm, 3; la misma asistencia hacían en la guerra á sus maridos estas indias americanas, como lo traen Antonio de Herrera, lib. 9, Década 6, cap. 4, al fm, y Juan Botero en sus Relaciones universales
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del mundo, lib. 5, parte i.% § Río de Orellana y D. Bernardo de Vargas en su Milicia Indiana^ fol. 139, donde dice: «Pelean las indias en ca- noas ó en fuertes con cerbatanas, que como se tira un bodoque, tiran saetas, hechas de palma, delgadas, de un palmo.»
Todo esto está explicado que viene de los primitivos españoles.
De la ligereza de la guerra y de seguir los alcances, y sufrir el cansancio y hambre, así los españoles primitivos como estos americanos^ digimos arriba en el principio del capítulo.
7. Julio Materna in Astronomicis^ dice que los españoles son de ánimo levantado y nunca rendido: «Hispani el ata jaetantise animositate proeposití;» y muchos de estos americanos, aun heridos de muerte, no dejaban el brío y amena- zaban venganzas como de aquellos chilenos, Lautaro y otros, lo dejó advertido D. Alonso de Ercila, y otros muchísimos ejemplos, de que están llenas las historias de las Indias.
En suma, es gente, de quien dice él capitán D. Bernardo de VargasMachuca , en su Milicia Indiana, folio 4, vuelta: «Si reconocen la vitoria» no tiene el mundo guerreros que mejor la si- gan.»
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Pónense muchos lugares^ rios^ montes y vocablos concordantes de la primitiva EsJ^aña y de esta América,
I. En las cosas antiguas^ y para averiguar el origen de los primeros pobladores, hace gran prueba la similitud de los lugares, ríos y mon- tes y el lenguaje de los habitadores, para reco- nocer de dónde vinieron y trajeron su origen, porque si concuerdan en estas cosas, se hace evidencia del origen, como con gran juicio lo dejó advertido Tito Livio en su lib. 5, y el Pa- dre José Moret en su Historia de Navarra, li- bro I, cap. 4, § 2, nüm. 40, fundando que los vascones vinieron de Armenia, y que los prime- ros pobladores pusieron en aquellas tierras de Navarra los nombres á los pueblos, ríos y mon- tes, conformes á las tierras de Armenia, de don-
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de vinieron, aunque se hallen algo corruptos con la antigüedad del tiempo.
Veamos si en esta América hallamos confor- midad con la primitiva España, que será eficaz fundamento á nuestro intento.
2. Yo he procurado averiguar si en al- gunas naciones de España se conserva aquella primitiva lengua de Tubal, porque aquella len- gua, en su raiz y dialecto ha de influir mucho en la lengua natural de los indios, y hallo que la primitiva lengua de Tubal la han conserva do hasta hoy los antiguos y nobles vascones, cántabros ó vizcainos, así lo dice el P. José, Moret en su Historia de Navarra, lib. i, cap. 5, § T, el canónigo Juan Gutiérrez en el lib. 3 de sus Prácticas, en la cuest. 16, núm. 61, don- de prueba que la lengua vizcaina es la primera que se habló en España, y que en dicha nación se conserva.
En el Teatro del Orbe de lansonio, que se intitula Nuevo Atlas, en la descripción de Espa- ña, se prueba, con autoridad de Scaligero, que los cántabros retienen la lengua matriz de Es. paña: «Cantabri primogeniam linguam a reli- quis omnino discrepantem retinent: vnde et ma- tricibus lingüe eam annumerat Scaliger.» Y que los primitivos españoles sean los vizcainos, lo dice D. Juan Antonio Zabela, autor italiano, en
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un manuscrito que llegó á mis manos, y lo mis- mo hallo que advierte el Enchiridión de los tiempos de Fr. Alonso Venero, en el fol. 91, en aquellas palabras: «El propio lenguaje de la na' ción española es el que hablan los vizcainos^ y ellos son los naturales castellanos,» y más abajo> en el fol. 92: «La lengua de los vizcainos es la natural de Castilla.»
Lo mismo dice Rodrigo Méndez de Silva en la Hisioria {sic) de España, describiendo á Viz- caya, fol. 235.
3 De la noticia antecedente saco una hila- ción irrefragable, y es que habiendo venido es- tos indios americanos de España, después de Tubal, lo cual há muy cerca de cuatro mil años, ninguna lengua se ha de hallar más con- forme en la raiz á esta. Quichua, de los indios, que la lengua primitiva de Tubal, y así, en mi entender, si concurren en esta América diver- sas naciones, vizcainos, extremeños, portugue- ses, castellanos nuevos y viejos, andaluces y otros, los vizcainos serán los que aprendan con más facilidad la lengua Quichua, porque las demás naciones de España mezclaron con la lengua materna la cartaginense, la griega, la latina y la arábiga, y los vizcainos conservaron la primitiva sin mezcla; y como estos indios vinieron de todos los lugares de España, hará
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cuatro mil años, cuando nuestra lengua no te- nía mezcla y era universal en toda España, por esto le hace alguna conformidad en las raíces y dialectos de la lengua vizcaina, que retiene la lengua primitiva, y entraran con más facili- dad á aprender la lengua Quichua, que otras naciones de España.
Y este mi discurso, que le he tenido por muy eficaz, de que fueron españoles los primeros que entraron en este Nuevo Mundo, ha querido Dios se confirme con lo que he oído á testigos de toda fé, de que la nación vascongada, que retiene la primitiva lengua de España, apren- den con más facilidad que otras naciones la lengua general de los indios, y que en las raí- ces tienen ambas lenguas conformidad, por ser una y otra la natural de Tubal, y ha querido Dios que me haya hallado un testigo de pri- mera clase, que confirma este discurso, que es el P. Fr. Gregorio García, natural de Navarra del Orden de Predicadores, el cual, en el libro 4 del Origen de los Indios, cap, 20, al fin, dice: «La lengua vizcaina, que es la más antigua de España, se parece mucho á la general del Perü.»
Y aunque también en estos americanos hubo diferentes lenguas, la general la retuvie- ron desde el principio de su fundación, y fué
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la de Tübal, aunque con el tiempo corrom- pida.
4 De lo que acabamos de decir, viene el hallarse en la lengua de los indios muchos vo- cablos semejantes al idioma castellano antiguo, como son:
«Acá, allá, ama, anca, ancha, casa, cacha, calla, cana, casco, caspa, cocho, choro, coto, llama, mayo, maca, macho, manca, marca, marco, mo- co, muía, mulo, moro, guante, manta, para, pata, papa, peca, pina, pinta, pinto, puya, tanta, tintan tintín, tío, vira, uña, surco, pasto, Quito, Caxa- ca, Cacamarca, Pausa (que es un monte más abajo de Riobamba y Pausalco junto á Quito.»)
En la lengua vascongada ó de Tubal, gaché y gacha ^ significa la sal, y los indios la llaman cache.
También al ósculo llaman mucho^ y los in- dios, por besar ó reverenciar, dicen muchar ó mochar.
En vascuence vura es agua y en lengua de los indios, jurac es blanco, á imitación del agua.
Garúa en vascuence, significa niebla y rocío y en los indios garúa es lluvia que la equiparan al cristal.
Los indios llaman á la lana 7nillua,^ porque se hila, y en vascuence liñua
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En vascuence llaman al bazo ó cuba upia^ porque de él se bebe y los indios dicen tipiai al beber.
En la provincia de Veragua llaman al hom- bre ho7ney según el citado Fr. Gregorio García, lib. 4, cap. 20, término antiguo de Castilla y hoy dura en Portugal.
Calle, en la lengua de los indios, significa- pueblo, nombre español, que significa vecin- dad ó varia parte del pueblo.
Los indios Quixos llaman pujanga á la tie- rra, como dice el citado Fr. Gregorio García en el dicho cap. 20, y pujanza es primitivo nombre español.
Tiranij tira7iqi¿i, en los indios, es arrancar y mesar que alude á tiranía en español.
Cuando el indio se admira dice ¡ah! y cuan- do se rie ah, ah, ah, y cuando agarra uno á otro aha, aha, aha, todo español; la voz Hua en lengua de indio, significa el llanto, y la voz gí¿ai^ que dá el recien nacido, tiene semejanza con la voz castellana guai^ aunque muy antigua y por eso mejor.
5. En la conformidad de pueblos, ríos, montes, entre esta América y la primitiva Espa- ña, he hallado mucho, aunque en algunas letras corrompido, y uno de mis principales cuidados en esta obra ha sido averiguar cómo se llama
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esta América antes de que la descubriese Co- lón, y despue's de dilatada lectura hallé que se llamó Anaguac^ que suena tierra rodeada por todas partes de aguas, según el P. Torquemada en su Monarquía Indiana, lib. i, cap. 6, al fin, aunque el Inga Garcilaso, en su Historia lib. i, cap. 5, dice que esta tierra se llamaba Tabantín. Vamo^ con que se llamó Anaguac^ compuesto de dos dicciones ana y gua^ que son primiti- vas españolas, con que la antigua España, signi- ficaba los ríos como Guadalquivir, Guadiana, Guadalete, Guadalaviar, junto á Valencia, Gua- dalatin, en el reino de Murcia, Guadiela, que entra en el Tajo, según Cepeda, en su Re- sumpta de España, lib. i, cap. i.
El río Guadiana antiguamente se llamó Ana seeún Nebric, verbo a?ta y el rey Sicano, de los primeros de España, le puso este nombre, según el citado Cepeda, lib. i, cap. 2, con que estas dicciones a7ta y gua juntas, con que los in dios explicaban las tierras por la abundancia de aguas y ríos que las rodeaban, bien se vé vinie- ron de la primitiva España.
6. He observado que en ninguna tierra del mundo se hallan pueblos y ríos que comiencen con la partícula giia, sino solo en esta América y en la primitiva España, y tengo reconocidos los diccionarios griegos, latinos, castellanos y
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to.scanos y solo tienen estos nombres los de las Indias y España.
Ya vimos en el número pasado los muchos ríos que comienzan con la partícula gua, á que se pueden añadir Guadalete, Cuadalamer, Gua- dalquivirejo, Guadajenil, Guadajos, Guadioro- y otras ciudades, pueblos y montes de España, como Guadalajara, Guadix, y Guipúzcoa, que algunos llaman Guaipúzcoa, Guadaira, Gua- dalcanal^ Guadarrama, Guadalupe.
En esta América son muchos los nombres de pueblos y lugares que comienzan con la pa- \di\>x2i g¿¿a y guan^ como son Guaxaca, Guati> mala, Guamalies, Guanaco, Guano (en la pro vinciá de Quito), Guariaca (en la del Cuzco); Guacho y los Guachos, Guayaquil, Guaranda, Guamantanga, Guamparan, y Guancabelica, y otros muchos que no teniendo ni en el Asia ni en África origen de nombres de lugares que co- miencen con gua y guan^ bien se reconoce que habiéndolos solo en España, que de ella los trajeron los primitivos españoles que pobla- ron estas Indias.
Y prosigamos con co^as más eficaces para probar esta conformidad que vamos fundando. En esta América, cuando se ganó por Francisco Pizarro, se hallaron estas dilatadísimas cordille- ras, del Cuzco para arriba, que !los indios lia-
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maban Andes, nombre primitivo del mundo an- tiguo, porque hubo montañas llamadas Andes en Italia, en Mantua, como se verá en la Antonio Nebricense, en el Catálogo de lugares, verbo andes, hubo Andes en Bretaña, como lo expli- ca Jacobo Thuano, en las Obras expurgadas, lib. 90, en el principio, en aquellas palabras: «In Armorica, et ni Andibus.»
Hubo Andes en las Galias, comprendiéndo- se la Galia Tarraconense y Togada, y esa parte de Cataluña y Pirineos, según el mismo Ne- bricense, verbo andes, el primero, y de estos tomó nombre esta cordillera dilatada del Cuz- co, cuando vinieron los primitivos españoles, y así mi conterráneo Arias Montano, quiere que el monte Sephar, que algunos han entendido por España, sean estas dilatadísimas cordilleras de América, nombradas los Andes, según refiere el P. Fr. José Moret, en su Historia de Navarra, lib. I, cap. 4, § I, en el fm.
8. Hace también alguna prueba al ver que aquellos primeros pobladores de esta Amé- rica, descendientes de Tubal, pusieron algunos nombres suyos y de sus hermanos y tíos á esta tierra, porque en la Florida, hay un pueblo nom- brado Tobal, como dice Paulo Galucio, en su Teatro del Mundo, en los nombres de América, verbo Tobal^ que asemeja tanto á Tubal, y
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más cuando Sanjcrónimoy Josefo le llaman To- bel y á los españoles Tóbelos, según explica el P. Moret en su Historia de Navarra, lib. i, capí- tulo 4, al principio, cerca de Tobal está la isla de la Habana, y parece tomó nombre de Ja- van, hermano de Tubal, hijos ambos de Ja- ' fet. Genes., cap. 10. Iiuatan ó Iiictan^ parece como lectan, sobrino de Tubal, como advierte el citado P. Moret en el cap. 4, § i, en el fm, diciendo: «En la América se ve la ciudad de lucatan, conservando la memoria de lectan, luctan, le llama Josefo,» ya se ve la semejanza de luctan y lucatán.
Fué tambiéji Magog hermano de Tubal, se. gún el citado cap. 10, Genes., y en las costas de Nueva España la tierra de Amagog, como dice Juan Botero en sus Relaciones, i.^ parte, lib. 4, § Florida^ y allí su traductor, Diego de Aguiar, diciendo: «Francisco Draque corrió la costa del Perú y Nueva España hasta la costa de Amagog» y esa tierra de Mage, junto áAreguipa, cuyos indios se llaman Mages, bien se ve des- cienden de este origen, y que los hijos de Tu- bal pusieron en estas partes estos nombres de sus padres, tíos y abuelos.
9, He hecho otro juicio para esta conformi- dad que voy probando, y es haber leído en Marco Varrón, que vinieron antiquísimamente
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los iberos y persas á España con Baco, que tra- jo en su compañía á Pan y á Luso, éste pobló Portugal y de su nombre se llamó Lusítania; Pan tuvo el gobierno restante de España, y en- tonces se llamó Pania, otros le llamaron Spania y otros Pánica, de que escriben Plutarco y Flo- rián de Ocampo, y en especial D. Diego de Mendoza, en el discurso que hace de la última guerra de Granada, añadiendo, que de esta ciu- dad y de más poblaciones, se fundó en esta ve- nida de Baco, y aquella provincia de Granada la llamaron los gentiles Soloira^ y á sus lugares Illiberítanos ó Liberítanos y con más propiedad Illipuriianos^ según la noticia que se halló en las láminas de plomo, sacadas del Monte Santo de Valparaiso de Granada, la cual, en la anti- güedad se llamó Gar-Nata, compuesta de dos partículas gar, que quiere decir cueva, por una famosa y antigua que tuvo esta ciudad; y 7iataj lugar de Damasco, de donde vinieron los pri- meros pobladores de Granada. De cuya lectu- ra sacO; lo primero, que este pueblo de Nata, vecino á Panamá, trajo su origen de Nata de Andalucía la Alta, y así mismo, que esta provin ' cia, primera de tierra firme, que se llama Paría, trajo su origen de Pania, primitivo nombre de España, y fué fácil la corrupción de la n en la r; y estos indios de la costa de Guastecan y Panu-
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co en la Nueva España, y en los del golfo de Utaba y costa de la provincia de el Oro, que unos los llaman Panucos, otros Pancos y otros Panues, todos vinieron |de nuestra antigua Pa- nía y en la España citerior, en los Lacetanos, hubo la gran ciudad de Panca, que se llamó Panea y Panos, según lo advierte Fr. Gregorio de Argaiz en la Población de España, (sic) año 3800, verbo Panea^ fol. 426, tomo I, y aun se podía discurrir que también Panamá trajo de allí su origen.
Advierto también que la palabra Illiburi es nativa de estos americanos.
10. Vamos con otros lugares que se halla- ron en estas Indias muy conformes á los de Es- paña.
En esa dilatada provincia de los Andes está el pueblo de Coca, de quien toma nombre la yerba supersticiosa de estas Indias, llamada Coca, y de este nombre hubo algunos pueblos en España, y hoy dura uno en tierra de Medina del Campo, y otro hacia Salamanca y otro jun- to á Valladolid.
El cronista Fr. Gregorio de Argaiz, en su Población de España, tomo I, fol. 51, verbo coca^ disputa acerca de si este pueblo de Coca es el que hoy se llama Cuenca y antiguamente Conca ó Coca.
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11. Auca, en España, fué el nombre de la insigne ciudad de Burgos, según Nebricense, en el Diccionario de lugares, verbo auca^ si bien el Padre Moret, en la historia de Navarra, lib. I, cap. 6, § 2, intenta no haber sido Burgos, sino otra ciudad que dio nombre á los montes de Oca, y en esta América están los indios Au- cas en el reino de Chile, y Atahualpa, Inga se preciaba de ser indio Auca, como dice Garcila- so Inga, tomo II, lib. 8, cap. final.
También los indios Araucos, de la misma región de Chile, se puede entender que descien- den de aquellos primitivos españoles que se llamaron arvacos ó arevacos^ que estaban junto to á Briviesca, de que habla el Padre Mariana en su Historia de España, tomo I, lib. i, ca- pítulo 3.
Clarísima es también la alusión del pueblo de Ocoña en estas Indias con Ocaña de Es- paña.
12. La gran ciudad de Cuenca en España, se llamó en el origen Cauca, como explica Ne- bricense, verbo cauca en el Diccionario de pue- blos y lugares, y en estas Indias, en la provin- cia de Popayan está el famoso y abundante río de Cauca, que toma el nombre de las tierras y provincias por donde pasa hasta entrar en el río grande de la Magdalena, y de este Cauca trata
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Juan Laert en su Descripción de las Indias, li- bro lo, cap. 14, núm. 40.
13. En España está el pueblo de Moya, que es cabeza de un marquesado, y aquí en las Indias hay otro pueblo de indios llamado Moya, y tambie'u hay otro parage nombrado Moyo- bamba.
Así mismo en España está el pueblo de Ca- rayaca, insigne por aquella cruz tan milagrosa, y este pueblo en más antigüedad se llamó Caia- baca, como dice el citado Aguiar, en un Trata- do que hizo de las excelencias de la Cruz, y en Navarra, está un valle que llaman Altabaca, en los Pirineos, como dice el P. José Moret, en la Historia de Navarra, lib. i, cap. 2, § <^, núm. 52, y en esta América, en la provincia de Loxafe, halló en la última conquista, un pueblo de in- dios llamado Aiabaca, que concuerda con Caia- baca y con Carabuca y también en las provincias hacia Chuquiabo, está el lugar de Carabuco, donde también se halló una cruz muy misterio- sa, y bien se ve la concordancia de Carabaca y Carabuco que todo esto entró con los españo- les primitivos.
14. Vamos adelante: jquién no se conven- cerá con ver que en esta América Meridional es- tá la provincia y pueblo de Caylloma, tan cele- brado de la gentilidad de los indios, de que
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muchos tomaron nombre, y en la primitiva Es- paña, en Andalucía, hubo el pueblo de Caylo- ma, como se puede ver en Antonio Nebricense en el Catálogo en castellano de pueblos y lu- gares, verbo cayloma, consideración tan eficaz que vencerá al más rebelde, para conocer que los primitivos españoles fueron los primeros que entraron en esta tierra después del diluvio y pusieron aquellos antiquísimos nombres da España en ellas?
15. En la provincia de Guancalies de esta América, está el pueblo y río de Zinga nombre originado, sin duda, del célebre y famoso río de Cataluña, nombrado Zinga^ como se lee en las Nuevas tablas de lansonio, ó nuevo Atlas^ la descripción de Cataluña, donde la llama Ciiiga^ aunque Antonio Nebricense en el Catá- logo de lugares, verbo cíncaj le llama Cima, y de una y otra manera, bien se ve la alusión que hace al Cinga del Perú.
16. Así mismo en España hubo la ciudad de Moro, en estas Indias, en la provincia do Sunta, se halló un pueblo de indios nombrado Moro\ en los Charcas hay otro pueblo de indios llamado Moro.
Bien pudiera añadir el pueblo Salamanca^ que está junto á Areguipa, pueblo de indios, de quien me refirió un anciano que el propio nom-
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bre había sido Salamanga^ como Guamanga y otros; pero excluyo este nombre porque pudo ser que los españoles que vinieron con Francis- co Pizarro, á similitud de Salamanca de Espa- ña, pusiesen este nombre en dicho pueblo cer- cano á Areguipa, como lo hicieron en otros pueblos y ciudades de esta América, y sobre esto tuve una porfiada conferencia con un gran ministro de nuestra Audiencia, que instaba no poder proceder esto en el pueblo de Salaman- ca^ de que vamos hablando, por ser este pueblo de indios, en que no corrió fsic) lo que en otros; porque en los pueblos de indios, que quedaron con ellos, nunca se mudaron los nombres de su gentilidad, ni pudieron habitar en ellos espa- ñoles, y solo pusieron no mbres de ciudades de España en las cabezas de las provincias, como ea Trujillo, Guadalajara, Santa Fé y otros de estas Indias; pero si n embargo, no hago mucha instancia en este pueblo de Salamanca, porque solo busco pueb los y nombres muy antiguos de la antigua España, que conformen con los de estas Indias, en que no se pueda presumir que los que vinieron con Colón los pusiesen en ella. 17. En la España citerior hubo antigua- mente los pueblos Lares, según Salustio lugurt, en esta América se halló la provincia de los Chiches y Lares.
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También hubo en la primitiva España los pueblos Lucanos ó Lucanses y de estos tomó nombre nuestro poeta español Luoano, y en esta América está la provincia de los Lucanas é indios Lucanos.
Hubo también pueblos Lucanos en Italia y la ciudad de Luca. En las riberas del mar At- lántico, á la parte de África y enfrente de Es- paña, hay muchos pueblos nombrados BabUy segÚQ Nebricense, en el Diccionario de lugares verbo baba^ y al estrecho de Gibraltar cae la ciudad de Baba, según Paulo Galucio, en los Lugares de África, verbo baba^ y en esta América, junto á Guayaquil, está el río y pueblo de Baba, con que se ve que trajo ori- gen de aquel estrecho vecino á Cádiz, donde está dicha ciudad de Baba^ y en esta América, se hallaron los indios Ganares, según Juan Laert. lib. lo, cap. 13, núm. 40, y también en el cap, 10, en el principio, y sin duda fueron re- dundancia de los canarios, continuados anti- guamente con España por la isla Atlántida.
18. Hace muy al propósito para lo que voy fundando, el ver que en esta América, entre Oruro y la ciudad de la Plata, está el cerro ó cordillera que llaman Libichuca, y á mi enten- der fué nombre traído de la primitiva España, en que hubo muchos lugares que comenzaban
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con la palabra Ubico, á contemplación de Hér- cules Líbico, de los primeros reyes que tuvo España, después de Tubal, según Venero, en su Enchiridión de los tiempos, fol. 46, vuelta.
Este Hércules Líbico fué padre de Híspalo y reinó mucho antes de la fundación de Ronia y cerca de dos mil años antes del nacimiento deNuestro Señor Jesucristo, como se verá en el citado Enchíridión, desde la hoja 48, y también en el Cómputo de años del referido Cepeda.
Entre las ciudades primitivas que fundó esto ■Hércules, fué una Libísoca, como se puede ver ¡en el licenciado Requena de Aragón, en su li- bro De la venida de S. Pablo á España, parte i'' desde el cap. 2, hasta el 6, y de esta ciudad hace mención Flavío Dextro, en la palabra Li- bísoca, diciendo: «Ipsa autem Libísoca propo Alearas hodie Leruza nuncupatur» y poco antes: «Erat Libísoca non ignobílis Urbs.» Lí- bísuca ó Libísoca la llama el cronista Fr. Gre- gorio Argais en su Población Eclesiástica de España, tomo I en el año 2200, De la creación del mundo, fol. 322, al ñn, é importa poco es- cribirse con ó ó con tu
^jQuién no ve la mucha conformidad que tiene Libichuca de esta América con Líbisuca ó Libísoca de la primitiva España, y la mudanza de una ó dos letras en tantos millares de años,
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no es de atender, pues aún en España vemos esta corrupción de vocablos; y Madrid^ nobilísi- mo emporio y corte de nuestra España^ primero se llamó Mantua y luego se fué resolviendo en menos letras y se llama Madrid, y en mi enten- der, aquí en las Indias este pueblo de Manta trajo su origen de la Mantua de España, que fué sitio de los carpetanos, y la palabra manta es castellana?
19. Esta isla tan celebrada, de Ctiba^ en esta América^ y esas costas de CuBagna y Cubatagua ^quién pondrá duda que tomaron nombre de dos dicciones de la lengua castellana, cuba, que significa yaso grande en que se guardan los vi- nos y de la partícula gua^ que, como dijimos arriba, es primitiva española, con que se signifi- caba el río y el agua.
De paso advierto que entre los descendien- tes de Annon, uno se llamó Acuba, según Es- dras, lib. 3, cap. 5, núm. 29.
20. En la Nueva España y provincias de Méjico, hubo una ciudad que se llamó Vacho, según Paulo Galucio, en su Teatro del mundo, en los nombres de América, en la palabra va- chics^ nombre que tuvieron estos indios de la an- tigua España, cuando gobernó Vacho y vino á ella con Luso y Pan, según dijimos arriba, á quien añado el puerto y villa de Andalucía, lia-
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mada Tarifa, de la cual me persuado tomó nombre Tarija, una de las provincias de esta América, y el tiempo le bastardeó una letra, y á semejanza de esto, hago el mismo discurso en esa provincia de Tarama é isla de Bahama, que todo parece alude á la antigua Jarama de Es- paña.
21. En la isla de Santo Domingo de esta América, que llaman la isla Española, está aquel gran lago que llaman Giragua^ según todos los historiadores de esta América, y también soy de sentir que á este gran lago le pusieron este nombre los primitivos españoles, por aquel gran río que riega á Pamplona, llamado AragJ^ y en lengua vascongada Aragoa^ según el Padre Moret en la Historia de Navarra, lib. i, cap. 4, núm. 48, y hay poca diferencia del lago Gira- gua ó Aragua ó Aragoa.
También pudo el lago Giragua denominarse de la ciudad de Girona, en Cataluña, y también me persuado de que ese pueblo de conchucos ^ lla- ma.doAurm2atra,]osu. origen del pueblo de Arin- sa en Navarra, de quien habla el mismo Padre Moret, poco há citado, en el lib. 2, cap. 2, nú- mero 25, ó del pueblo Ai?iza, del principado de Sobrarbe, según Rodrigo Méndez de Silva, en su Población de España, cap. 42, fol. 139, vuel- ta. El Curaca actual del pueblo de Oropesa, en
ORIGEN DE LOS INDIOS 95
Quispicanche, y los caciques, sus padres, retie- nen el apellido de A^^iza como es notorio, y en esa provincia hacia Areguipa los indios Arin- saias.
2 2. En el reino de Aragón, tuvieron los an- tiguos vascones el pueblo Guarte Araquil 6 co- mo lee el P. Moret, lib. i, cap. 2, § 13, Ruarte Araquil en aquellas palabras: «Y así está Huar- te Araquil entre el río que corre el valle y otro arroyo que en la villa entra en él,» y en este pueblo de la primitiva España, parece tomó nombre la ciudad átGuayaquilÚQ esta América, que también se puede escribir con Hy aluden mucho Gicaiaquíl y Guarte Araqtiit,
23. En el reino de Toledo hubo en lo pri- mitivo una ciudad llamada Caracas, que hoy se llama Guadalaiara, según Nebricense, en el Diccionario de lugares, en castellano, verbo Guadalajara^ donde observa que esta ciudad se llamó antiguamente Caracas, y Fr. Gregorio de Argaiz, tomo I de la Población de España, ver- bo Guadalajara, fol. 201, el cual no pudo po- nerse por los españoles que vinieron con Co- lón, porque muchos siglos antes se llamó Ca- racas la ciudad de Guadalajara, y así se reco- noce que los prirpitivos de Tubal ó de Héspe- ro, trajeron este nombre á las Indias.
En esta América, junto á Guamanga, está el
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pueblo de Acoria y me persuado que trajo su origen del antiguo pueblo de Coria en España, también hubo en Egipto otro nombre de ciu- dad que se llamó iVcoria, según Nebricense, en el Catálogo de lugares, verbo Acoria, hay tam- bién un pueblo de indios llamado Coria, en Indias.
24. En la América Septentrional está la tie- rra y pueblo de Guajaca, celebrado por su ca- cao y chocolate, y en España Tarraconense, se halla la muy antigua ciudad de Jaca y el obis- pado de Jaca es sufragáneo de Zaragozay tam- bién las montañas de Jaca fueron y son muy ce- lebradas en España, conque Guajaca tiene mu- cha similitud con esta antigüedad, y la partícu- la Gua^ que se añade; ya hemos dicho arriba que es primitiva de España á que añado que en la jurisdición de Santa Fé de esta América, está el río y tierra que llaman Guayana, que,, sin duda, trajo su origen delrío Guadiana, anti- quísimo en España.
Esa antiquísima provincia Pucarani, que en lo antiguo se llamó Quesea-Marca, según el Pa- dre Calancha, lib. 4, cap. 13, núm. 3, bien se vé lo que alude á la ciudad de Huesca> en Ara- gón.
25. K\ principio de la fundación de Espa- ña, leemos en las historias antiguas, que el rey
ORIGEN DE LOS INDIOS 97
S'coro fundó la ciudad de Pallas en los Piri- neos, como lo trae Fray Gregorio de Argaiz en su Población de España, tomo I, nüm 174, fo- lio 167, en estas Indias están los A ch- Pallas en la provincia de Popayan, la Pallasca en Bom- bón, Pallaranca, hacia Guayaquil.
También llamaban los indios, Palias á las Reinas.
26. Ochandui, ó como leen otros, Ochandu- ri, fué lugar, y pueblo en la Rioja y también en Navarra, casi desde el tiempo de Tubal, dícelo el mismo Fr. Gregorio de iVrgaiz, tomo I, en el año de la Creación del mundo 1800. En este reino, hacia Manta, está el pueblo de Chan- duí.
El mismo, autor en dicho año 1800, dice que también fué pueblo de la primitiva Uraba y aquí, en la América, hacia Méjico, está el golfo de Uraba y en la provincia del Oro otros pueblos del mismo nombre.
El mismo Fr. Gregorio de Argaiz, tomo I, fol. 126, pone en la primitiva España el pueblo de Ubamba, diciendo: «La villa de Ubamba, que vulgarmente llamamos Bamba está de Va- lladolid tres leguas.»
^Quién habrá que niegue, que de este origen vino Urubamba de las Indias, y más cuando este autor nos deja dicho en estos lugares, que
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miichos de la primitiva España, comenzaban co 1 la partícula ¿7/-?
27. Onda, fué lugar de la primitiva España^ fundóle el rey Sicoro, como lo advierte Rodrigo Méndez de Silva en su Población de España, part, 2, cap. 13 y en esta América, en el reino de Santa Fé, está el pueblo y puerto de Onda. Voga, río antiquísimo en Portugal, como ad- vierte Antonio Nebricense en su Diccionario de lugares en romance, verbo voga, y de aquí pre- sumo tomó nombre este río de tierra firme Ta- boga, y aun también el de Bogotá, de Santa Fé, y este pueblo de Buga en Popayan, y su crecido río, creo tuvo su origen del río Boga de Es- paña; también pudo el pueblo de Buga traer su origen del pueblo de Bugia, que aunque caía en África, fué posesión de españoles, según el mismo Nebricense, en el Diccionario general de lugares, verbo httgía en aquellas palabras: «Bugía vrbs Africse, ab Hispani obtenta.»
28. ¿Quién pondrá duda, en que este pue- blo de indios, que está hacia Cochabamba de esta América, llamado Tupisa, trajese su origen de la antigua ciudad Tubisa, que fué junto á Tortosa, como reñere Fr. Gregorio de Argaíz en su Población eclesiástica de España, tomo I, en el año 2140, de la Creación del mundo, fo- lio 311.
ORGIEN DE LOS INDIOS 99
Los indios no usan de la /' ni de la /^ y la vuelven en/, y así dicen Prancisco y Perna- bé por Francisco y Bernabé, y así á Tybisa la nombraron Tupisa, y también es fácil, volvien- do la b quedar en/. También hubo en España el pueblo de Iturisa, Nebricense, verbo itui'isa.
29. En esta América hay una isla nombrada Dagoa, según Paulo Galucio, en su Teatro del mundo, en las islas de América, verbo dagoa^ y me parece que es nombre de los antiguos cán- tabros, h.iisa fué ciudad de Aragón, unos quie- ren que sea Albarracín; otros, Vique^ según el citado Fr. Gregorio de Argaiz, tomo I, fol. 206, y en esta América, en Farinacocha^ el principal pueblo se llama Paitsa^ con que parece trajo su origen de ausa.
También hubo en la primitiv^a España, en Aragón, el pueblo de Lausa^ según el citado Fr. Gregorio de Argaiz, tomo I, en el año 2626, fo^- 355^ Lauta y Pansa aluden mucho en- tre sí.
30. En esta América se halló el pueblo y provincia de Caitta y en España, janto á Tor- tosa, estuvo la ciudad de] Cantavecha^ esto es, Canta la Vieja^ como lo prueba el cronista Fray Gregorio de Argaiz, en su Población de Espa- ña, en el año 3769, tomo I, fol. 419, conque de aquel origen vino á esta América el nombre da
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canta, y también pudo ser que lo tomasen de la Cajiiabría,
31. En España hubo un pueblo llamado Oc7'0Sy que hoy retiene el nombre de Ocroy ó de San Miguel de Ocroy^ junto á la ciudad de Toro. En esta América se halló el pueblo de Oc7'0Sy que es doctrina de clérigos en este arzobispado. Vana es villa antiquísima de España Tarraco- nense, fundada en tiempo de Tubal, como ad- vierte el citado Fr. Gregorio de Argaiz en el tomo I, fol, 20, verbo lana^ y Rodrigo Méndez de Silva, en su Población de España, parte 3, cap. 53, fol. 216. Y en esta América está la es- tancia y pueblo de lana^ en el gobierno de Cas- tro Vireina, y lana Urco en Quito y en Cuzco, y de esta raiz se puede inferir se nombraron los indios lanaconas.
Frías^ fué ciudad de la primitiva España, en el valle de Tobalina de los Cántabros como dice el citado Fr. Gregorio de Argaiz, cíi su Po- blación de España, tomo I, fol. 48, v^xhofrias. En esta América, en el corregimiento de Piura se halló el pueblo de Frías ^ que es de indios, y Doctrina de los religiosos de la Merced, de esta provincia de Lima.
32. Fica es lugar antiguo de España, junto á Ciudad-Rodrigo, y hubo otros lugares en ella de este nombre, y en esta América, más arriba
ORIGEN DE LOS INDIOS
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'de Arica, está el valle y pueblo de Pica. En Es- paña también hay un marquesado de Pica y de Mal-Pica. En esta América, en la provincia de Bombón, están dos pueblos llamados el uno Víco^ y el otro lasco, y tengo por cierto que el del pueblo de Vico trajo origen de los primeros españoles que después de Tubal vinieron á po- blar estas Indias, y que le pusieron á este pue- blo de B ambón el nombre de Vico^ á similitud pueblo de Vico en Cataluña, que fué de la pri- mera fundación de España, aunque con el tiempo se corrompió y le llamaron Vlque^ lla- mándose en su origen Vico caliente, como ad- vierte Paulo Galucio en su «Teatro del mundo» en los lugares de Europa, en la palabra, vi- que,
2,2,' Calig fué villa de la primitiva España, en los confines de Cataluña, según Rodrigo Méndez de Silva, en la Población de España, parte 2.% cap. 46, fol. 114; y en est? América, en el gobierno de Popayan, está la ciudad de Cali, de la cual diré más abajo en el cap. 3.
Hubo también, y hoy dura, en Vizcaya, \i vüla de Lcqueito^ que hoy llaman Lequeiiio, aunque Fr. Gregorio de Argaiz, ya citado, en el índice último, observa deberse llamar Le- queito y alude mucho Lequito de España con el Quito del Perú, aunque .algunos quieren que
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este se denominase de un cacique así nombra- do, y juzgo que el cacique tomó el nombre á^l lugar, y están muy parecidos L¿ Quáto y El QiiiíO^
34. Urco y Orco, fueron lugares de la pri- mitiva España, según Fr. Gregorio de Argaiz, en su Población de España, tomo I, en el año i3oo de la Creación del [nundo, fol 263.
Y en estas Indias, en la provincia del Quito, llaman Urco al cetro, y en ia lengua Quicha le llaman Orco.
También dice en este lugar que hubo otro en la primitiva España que se nombraba Ur- canqui, que es palabra conocida del Inga.
Hubo también en España la ciudad de VI- ¿ica, en la Cantabria, según el citado Argaiz, tomo I, fol. 462, y de aquí parece vino la últi- ma dicción de Guanea- Vélica, en esta x\mérica.
35. Eu. esta América está el pueblo de Tusa en los Pastos, que parece trajo origen de Der- tusa^ en Cataluña, que hoy se llama Tortosa, y antes se llamó Derlosi, y en el principio Der- tusa, según el cronista Fr. Gregorio de Argaiz,, ubi su pr a, en la palabra Tortosa, y más abajo, fol. 311.
En la provincia de Popayan y jarisdición de los Pastos, Q^i^iw Ja canaca he y Jaquanqi¿er, nom- bres ambos que aluden á lugares de P^spaña, así al pueblo de jaca en los Vascones, de que
ORIGEN DE LOS INDIOS 103
trata Fray Gregorio de Argaiz^ tomo I, fol. 65, núm. 120, como á lalanquer, alias Alanqaer, que después se nombró lerobrica, según Ne- bricense y Rodrigo Méndez de Silva, en su Po- blación de España, parte 2.% cap. 34, ibi: «En las ruinas de lerobrica.)^
36. En el reino de Santa Fé, de América, está el valle de Ney7ia, y este nombre le hubo en la primitiva España desde el tiempo que dominaron en ella los griegos, como lo dice Rodrigo Méndez de Silva, en su Población ge- neral de España, parte 2.% cap. 117, explican- do la villa de Neyna^ y dice está en la comarca de Viana,
El P. Fray Antonio Calancha, en su Crónica del Perú, lib. i, cap. 15, núm. 2, dice que no se ha podido averiguar de dónde se deriva el nombre de la ciudad del Cuzco, corte de los Ingas, y yo he presumido que trajo origen de la antigua ciudad de Osca^ de Aragón ó de An- dalucía, según Nebricense, en el Catálogo de lugares, verbo Osca^ el primero y el segundo, y así como Osea se llamó luego Güesca ó Hues- ca, mudando la o en u, y se añadió la g, así en el Cuzco, se añadió al principio la <; y los in- dios hablan con perfección y le llaman Cosco y debían decir Cosca.
37. El pueblo de Caraz de esta América,
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en la provincia de Guailas, bien se ve ser par- te de Alcardz, de la Mancha, en España.
En la primitiva España se llamó Urama la ciudad de Osma, según Paulo Galucio en su Teatro del Mundo, en los nombres de Europa, verbo Osma.
Segura y lugar en el reino de Murcia, á quien llama Ptolomeo Secimria, según el Nebricense, verbo Se?iciiría, alude mucho á Sechura^ pueblo vecino á Payta^ y la g, tiene fácil tránsito á la c^ como en el reino de Navarra, donde está el pueblo de Bec/iera, que después se llamó Bi* güera, y según el P. Moret, en la Historia de Navarra, lib. i, cap. 6, § 5, núm. 49, y en latín decimos Michael y en castellano Miguel.
38 Los indios conaicos de esta América, que proceden del pueblo de Conaica, en Guancabe- lica, concuerdan en todo con los primitivos es- pañoles, llamados canaicos, de que hace men- ción el citado Padre Moret, lib. I. cap. 6, pá- rrafo 2, núm. 20, al fin.
Canta^ ciudad primitiva de España, de quien tomaron nombre los cántabros, el mismo Padre Moret, en el citado cap. 6, § final, al {\xiy y ya hemos dicho que en esta i\mérica se halló el pueblo y provincia de Canta.
También los cántabros se llamaron Tusos y Tuisos, según el Nebricense, y en la provincia de
ORIGEN DE LOS INDiOo
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Quito están los lusos, del pueblo de Tusa, y los Fas tusos.
En el Norte Antartico de e,>ta América está la ciudad y región de Luarc, y Luarca; fué ciu- dad de los asturianos, según el P. Moret en su Historia de Navarra, lib. i, cap. ó, § 4, desde el núm. 40.
En la Cantabria hubo en la primitiva España los pueblos de Bey Sama y Segi-Sama, según el P. Moret, ubi supra, lib. i, cap. 6, § 4, desde el núm. 46, y en esta América, junto á Arica, está el pueblo de Sama,
39. No solo he hallado conformidad en lo's pueblos,. montes y ríos entre los primitivos de España y los de esta América, sino también en los nombres y apellidos de las personas.
Uno de los reyes de este Perú se llamó Paulo, que aunque este apellido es de la fami- lia Emilia, en Roma, se comunicó también á España, y pudo pasar este apellido en aquel célebre viaje^ que dijimos habia hecho Han- non.
Que uno de los reyes de esta América se llamase Paulo, lo prueba Fr. Gregorio García, en su lib. 4, del Origen de los Indios, cap. 19; § I, en el fm, diciendo: «No dejaré de advertir aquí como se llamó Paulo uno de los reyes del Perú> y entre los reyes ingas hubo uno que se
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llamó Sinchí Rocha, hijo del primer inga Man- gocapac, según dice Juan Lacrt, en su Des- cripción de este Nuevo Orbe, lib. ii, cap. 12, donde acabando la cronología de Mangocapac, primer inga,, dice:
«Huic succesit, Sinchi Rocha.» Este apellido Rocha es de lo más antiguo de España, y le hay en Cataluña, de donde yo tengo origen, halle también en Extremadura y Portugal, y fué de lo primitivo aquel castillo llamado Rocha Frida del pueblo de Orche, en el reino de Toledo, según, Paulo Galucio en su Teatro del mundo, eu los nombres de Europa, verbo orche ^ y aun- que algunos historiadores llaman á este, segun- do rey inga, Sinchi-Roca, lo mismo es Rocha que Roca, dícelo Juan Laert, ubi supra. ¡«Demás de ser lo mismo Rocha que Roca, y uno y otro es primitivo castellano, y la /^ no es letra, y yo tuve dos tíos, D. Jiían Roca y D. Martín Roca, y mi padre se llamó Rocha, siendo de un origen y ambos apellidos de Cataluña, en su raíz.
Añado que también el nombre Mangocapac es primitivo de España; mango significa el cabo ó principio de alguna cosa, según Nebricense^ en su Diccionario castellano, verbo mango] ca- pac alude á capa.
40. Otros nombres he hallado de la primiti- va España y de esta América que persuaden
ORIGEN DE LOS INDIOS
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mucho la conformidad que vamos asentando.
Entre los indios, la palabra Vira es de la primitiva lengua de los americanos, con que significaban la grosedad y la manteca, y tam- bién lo ^blanco, y por eso á la espuma dej mar llai.iaban Vira, porque reluce como plata y de esta similutud en la última conquista de nuestros españoles, viéndolos blancos los lla- maron Viracochas, juzgando eran espumas del mar, por donde vinieron, y esta palabra Vira es de lo muy primitivo de España, con que en esta se significaba lo blanco y argentado, y á las vi - rillas de plata que usaban las mujeres en cha- pines, chinelas y otras vinchas llamaban viras en plural y vira en singular, como explicando la palabra vira, lo advierte el P. José Moret en su Historia de Navarra, lib. i, cap. 5, núm. 35. El cual también advierte en el núm. 55 que esta Dalabra Zango y la palabra Zanca, son primiti- vas españolas, que significan la pierna, como es notorio, y en el indico idioma chanca, y yo añado otras palabras muy semejaates en la pri- mitiva España y en esta América, en la cual, la paiabra Mozoc significa cosa nueva y reciento y en España al muchacho llamamos mozo.
También estos americanos llaman al viejo machu y á la cosa vieja Macuá ó Mauca. Lo cual remeda mucho al primitivo castellano, que
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al hombre maduro y anciano llaman machucho, como los indios machu; también observo que la palabra zancos es de lo primitivo do España, y así decimos: «El ruin puesto en zancos,» y aquí en esta América, en la provincia de Guamanga, se halló un pueblo, y hasta hoy dura, llamado Zancos, que está situado en una altura. Cocha también en lo primitivo de España es lago, y ea las Indias laguna ó mar.
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Pénense 7ntLchos usos y costumbres en que confor maf on los primitivos espaííoles y estos a^nej^i- canos.
T. Muchas cosas he hallado en las historias de usos y costumbres que tuvieron nuestros anti- guos españoles, conformes en todo con las que hallamos en estos americanos.
Pintábanse los primitivos españoles con el bermellón, que en latñi llaman minium y en. griego miltos, y de los españoles aprendieron este afeite del rostro los romanos y de España lo llevaban, según Plinio, lib. 33, cap. 7.
El bermellón se saca de la misma mina que se saca el azogue, como es notorio, y en Espa- ña se daban las minas de azogue y hoy dura la del Almadén y otras.
Los americanos usaban de este mismo usa
no DIEGO ANDRÉS ROCHA
de pintarse el rostro con el bermellón, que ellos llaman Llinnpi y cabaron muchas minas de azogue en esta América, solo por usar del ber- mellón, como latamente lo prueba el Padre Fr. Gregorio García en el lib. 4 del Origen de los Indios, cap. i9,§ 2^ aunque este autor preten. de que este uso le aprendieron que los indios de los romanos, siendo más natural lo aprendiesen de los primitivos españoles, donde se daba el bermellón, y en ella era el uso y tráfico de este color, según Juan Botero en sus Relaciones del mundo, i.^ parte, lib. i, y qx\^o Andalucía ^-^ mé.^ cuando los primeros pobladores de estas Indias fueron españoles, y ha querido Dios que un au- tor tan grande como el licenciado Cepeda, en su Resumpta Historial de España, lib. i, cap. 4, nos haya dejado advertido que los primitivos españoles usaban pintarse el rostro con el ber- mellón, y que á su imitación hacían lo mismo los indios, dice, pues, fol. 16, vuelta, hablando de los primitivos españoles: «Usaban pintarse las caras con almagre ó bermellón todos los días, cosa que hacen los indios,» y así, lo traje- ron de aquel origen.
2. Los antiguos españoles usaron de la be- bida que llamaban cesia y ceria, la cual hacían de trigo y cebada y otras raíces, según escribe Ravisio Textor en su Ofñcina, lib. 4, cap. 44,
ORIGEN DE LOS INDIOS
III
diciendo: «Exfrugibus inquit Plinius, lib. 22, fiuní potus^ Zithum ^gypto, coelia et caeaea in Hispania;» y usaron mucho esta bebida los de Numancia, como dice el P. Moret en la Historia de Navarra, lib. i, cap. 5, § 4, núm. 49.
De estos nombres, en mi entender, tomó nómbrela chicha, que usaban estos indios, la cua^ hacen de trigo do las Indias, que llaman maíz y de otras raíces, y me hace mucha armonía el ver la bebida primitiva de España, llamada ce- rea, que alude mucho á la zara ó zora de que estos americanos hacen la chicha, y también ten- go observado lo que dice Celio Rodigino, li- bro 18, cap. 22 de sus Lecturas antiguas, que los antiguos españoles eran ^Hydr ópatas, que quiere decir bebedores de agua y otrcs licores, aunque en su rigorosa significación la palabra griega Hydropates, significa, no solo el bebe- dor de agua, sino aquel que bebe más que come, y en esto les imitaron mucho estos americanos, que se sustentan más con la bebida de la chicha que con otros manjares.
Aquí viene bien otro reparo muy singular para ver cuánto participaron estos americanos de los primitivos españoles, porque en la len- gua de los Indios Zarasua significa robador del maíz ó trigo de las Indias, y Zarasua es un ape- llido de Vizcaya, y es verosímil que los indios
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llamasen Zara al trigo de las Indias, infirién:Io- lo de la palabra Zaranda ó harnero.
3. Es hilación de lo que acabamos de de- cir el uso que tuvieron estos americanos de ha- cer vino de avena, de que usaban en sus belli- das, como dice Antonio de Flerrera en su His- toria Indiana, lib. 9, década 6, cap. 4, costum- bre que también tuvieron en sus bebidas los primitivos espafioles, haciendo estos vino de avena, y así dice en el lugar citado: «Estos ame- ricanos hacían vino de avena, como se observa- ba antiguamente en España, y sin duda, de ella trajeron los primeros pobladores del Perú este uso, porque no he leído de otra nación que hi- ciese semejante género de vino, y fué de lo pri- mitivo de España.
4. Usaron también estos indios de barcos hechos de cueros de lobos marinos, con que hacían navegaciones muy distantes á las islas, según lo dejó advertido Fr. Gregorio García^ lib. I, del Origen de los Indios, cap. 4, § i, di- ciendo: «Cuentan los indios de lea y los de Arica, que solían antiguamente navegar á unas Islas al Poniente muy lejos, en barcos de cueros de lobos marinos» y esta fué costumbre do nuestros primitivos españoles, que en el mar Atlántico hacían barcos de cueros de vacas,, como dice el licenciado Cepeda en la Resunip-
Origen de los indios
II
ta, lib. I, cap. 4, diciendo: «Los montañeses se ocupaban en querer ocupar á Inglaterra, y las embarcaciones las hacían con cueros de vacas.» Y los primitivos vizcaínos hicieron largas na. vegaciones hasta Islandia en estas embarcacio- nes de pellejos, según Méndez de Silva, en su libro de la Población de España, en la descrip- ción de Vizcaya, fol. 235, vuelta.
Muy cerca del tiempo de Tubal, se usó en el Occeano de estas embarcacioneshechas.de los cueros á que alude Ravisio Textor, en su Ofñcina lib. 4, cap. 70: «Antiquitus naves fia- bant excorio circumsutse in Occeano;» y lo mis- mo se usó en el Occeano Hiperbórico, y en la Noruega, que las conservaron por mucho tiempo, según dice Juan Botero y el que le tradujo, li- cenciado Diego de Aguiar en las Relaciones del mundo, i.^ parte, lib. 6, verbo Islas del Occeano Hiperbórico y en el lib. 4, § Península ^epteit- trio7ial\ y así de aquellos primitivos españoles de Tubal ó del rey Héspero, trajeron estos ame- ricanos el uso de las embarcaciones de cuero. 5. También he tenido por muy eficaz conje- tura para fundar que estos americanos vinieron de los primitivos españoles, el considerar que en la primitiva España, hacían en los caminos, para distinción de ellos, unos arracifes y calza- das, de que hoy permanecen en España muchas
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señales, y trata de esta antigüedad el licenciado Requena de Aragón en su libro de la Venida de San Pablo á España, i.* parte, cap. 4, dicien- do: «La gran obraMe las calzadas en España, por otro nombre arracifes, que el día de hoy se ven rastros de ellas.»
Esto mismo observaron estos indios en su gentilidad, y del Cuzco, corte de los ingas, sa- lían cuatro calzadas, que servían de caminos reales á todo el Perú.
La una llamaban Chinchasuio, por donde se iba á los llanos y serranía hasta el Quito.
Otra Condesuio, que corría para las provin- cias del Cuzco y Arequipa.
Otra Andesuio, camino real á las provincias de los Andes y pueblos de la otra banda de la cordillera.
La última, Collasuio, que corría á las provin- cias de Chile, y todo esto lo aprendieron de los primitivos españoles, que dividían sus caminos reales y calzadas en forma semejante.
6. Pasemos de estas calzadas y demos pa- sos adelante.
Observaban estos americanos poner en los sepulcros de sus mayores, cuando eran ilustres, las insignias y armas de su linaje, según advier- te el docto Fr. Gregorio García, que fué mu- chos años cura doctrinero en este Perú, y de
ORIGEN DE LOS INDIOS II5
estos sepulcros se hallan muchos en el Callao y en Méjico, y como de otras cosas de los ritos <ie estos indios, nos dejó advertida esta en el libro último del Origen de los Indios, cap. 8, cosa que le causó á este autor admiración; y dice que esta costumbre de poner las insignias de sus mayores en los sepulcros, es propia de los antiguos españoles, y sin duda de ellos lo apren- dieron.
7. No pasemos los cristianos muy aprisa de los sepulcros, que suele hallarse en ellos mucho de bienes espirituales, y también tempo- rales, y han sido maestros de desengaños á mu- chos soberbios, y libros muy retóricos, aunque mudos, para muchos descuidados, y también para advertidos.
Vamos, pues, con estos sepulcros, y hallare- mos que los antiguos españoles se enterraban con muchas riquezas, según escribe Casiodoro en sus Epístolas, costumbre que también obser- varon los babilonios, según Herodoto. Los egip- cios y etiopes, como escribe Diodoro, y los griegos, según S. Juan Crisóstomo. También te- nían costumbre de enterrarse con sus reyes los primitivos españoles, como dice Plutarco en la Vida de Sertorio, desde aquellas palabras: «Po- rro cum moris esset Hispanici» y ambas cosas las observaban estos americanos, en cuyos entie-
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rros se han hallado grandes riquezas, como ad- vierte el gran consejero D. Juan de Solorzano en su Política, lib. 6, cap. 5, desde el fol. 957, y cuando morían sus reyes é Ingas, era grande la multitud de su familia que se enterraba con ellos, según dicen todos los historiadores de este Perú; y cuando murió Guainacapa, dice el Padre Calancha, en su Crónica libro i. capí- tulo 16, núm. g, que enterraron con él 1000 personas de su servicio, para que lo fuesen á servir á la otra vida, y que á porfía pleiteaban el morir, y enterrarse con él, de que también trata el gran consejero D. Juan de Solorzano, en su Política, lib. 6, cap. 5, fol. 955, desde allí: «Pero los mayores, v/^rs y lo que juzga- ban.»
8. Entre los americanos, el hermano llama á la hermana Fa/ii^ y la hermana llama al herma- no 7>/r2 y el hermano al hermano Guanqiil y todo esto fué uso, estilo y costumbre de la pri- mitiva España del tiempo de Tuba), y como quedó aquel idioma y hoy se conserva en Viz- caya, conservan juntamente esta distinción de dar diferente nombre al hermano y á la herma- na y al hermano varón, respecto de otro va, ron, y así el hermano llama á la hermana Are- beüj y la hermana al hermano Nebea y un her- mano varón á otro hermano varón, llama Añasca
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que es notable conformidad con estos america- nos.
9. Demos otro paso para apurar la verdad del caso; en aquellas dilatadísimas provincias que por Santa Cruz de la Sierra corren al Nor- te, donde residen los indios hetatinos, tapuíes, chiriguanas, guarayos y paitites, tienen todos por tradición que descienden de los españoles; escríbelo asíJuanBotero,ysutraductor, Diego de Aguiar, en las Relaciones del mundo, 1/ parte, lib. 5, en la palabra: «Santa Cruz de la Sierra», donde hablando de los indios referidos, dice: «No estiman á ningunas otras gentes sino á los españoles, de quienes estos indios dicen des- cienderi. De alguna causa les viene á estos in- dios esta inteligencia, porque la tuvieron de sus mayores, que quizás les enseñaban que después de muchos siglos les habían de venir á buscar de aquellas tierras de donde salieron los pri- meros que se avecindaron en esta América ó la tuvieron del demonio, con quien hablaban muy frecuentemente en sus ídolos, según se advier- te en el lugar citado.
Y del origen de las naciones, á quien más se cree, es á los naturales de la tierra donde se busca su origen, como dice Marsilio Lesbio ro' ferido por Fr. Gregorio de Argaiz en su Pobla €ión eclesiástica de España, tomo I, fol. 277, en
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el año 1550 de la Creacióndel mundo: «Dcgen- tis antiquitate^dice Lesbio, et origine magis cre- ditur et ipsigenti, vicinis quam remotis, et ex- trañéis.»
10. Otras costumbres tengo observadas de gran conformidad, porque los primitivos espa- ñoles solían abrigar en sus viviendas á los ani- males, y dormían entre ellos, como dice Gem- ma Prisio, en un Tratado que escribió de Crisi- bus\ aUeri in morehabebant, aratorios bobes et arietes in cubilibusnocte aggregare; credebant enim animalíum halituet etiam excrementis seris infectionem evacuar!. » Esta costumbre de dor- mir entre los animales caseros, fué tan propia de estos americanos, que hasta hoy la conser- van.
11. Estos indios, en su gentilidad, observa- ron el uso de la miel en el Brasil y en ambas Américas, Meridional y Septentrional, como es notorio, y nuestros españoles la labraron ense- ñados de Gorgor, que fué de los primitivos re- yes de España, como dicen Cepeda y Venero. Este Gorgor, fué el que enseñó á labrar la miel á los españoles, como dice Ravisio Textor, en su Oífcina, lib. 4, cap. 102, donde poniendo los inventores de las cosas: «Gorgeris, mellis usum apud Hispanos» que de Gorgor aprendieron el uso y fábrica de la miel los españoles, y de
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ellos lo trajeron aprendido los primeros ameri- canos; y advierto de paso, que este pueblo que está entre Tarama y Guancabelica, llamado Gorgor, sin duda tuvo su origen á contempla- ción de aquel primitivo rey de España llamado Gorgor, como diré en el § 5, aunque otros le llaman Gorgor ó Gorgor o,
12. Los españoles primitivos usaban de la poligamia, esto es, que tenían á un tiempo mu- chas mujeres en matrimonio, según su rito, y esto les duró hasta el tiempo del rey D. Rodri- go que solo les permitió que tuviesen dos, tres, y aun cuatro mujeres, como se podrá ver en la Historia del rey D. Rodrigo y pérdida de Espa- ña, escrita por Abulcarín Tarif y traducida por Miguel de Luna, 2.^ parte, cap. 2, y esta misma pluralidad de mujeres tuvieron estos americanos, y fué en la última conquista lo más dificultoso de vencer en ellos, y en muchas naciones no se ha podido conseguir el que se contenten con una sola mujer, como en Chile, Darien y otras naciones de los mainas, chiriguanas, paitites y otros caribes.
13. Tengo también por verosímil de que los primitivos españoles de Tubal y de Héspero, fueron los primeros que entraron en esta Amé- rica, porque unos y otros no tuvieron historias escritas, ni letras, ni caracteres con que formar-
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las, y como estos americanos en más de 3000 años estuvieron ignorados de las otras tres par- tes del mundo^ no tuvieron maestros que los enseñaran los elementos ó caracteres de las le, tras ó fuesen inventadas por los fenicios, ó por los griegos, ó por los hebreos, ó por los cal- deos.
Que estos indios no tuviesen uso de letras, lo enseña la experiencia, y también los muchos autores, que cita D. Juan de Solorzano, De In- diar. jur. tomo I, lib. i, cap. 9, núm. 31, desde aquellas palabras: «Apud iftos indos occidenta- les nullas litteras in ussu fuiffe» y Fr. Gregorio García, lib. 4 del Origen de los Indios, cap. ó § I, diciendo: «Los indios carecieron de letras' y no fueron curiosos en hacer memoria de su verdadero origen.»
De los españoles primitivos, ya dijimos arri- ba cómo aborrecieron las letras, artes y ciencias, y cómo vivían sin política en los campos, dividi- dos unos de otros, y en esta Era vinieron los primeros pobladores de este Perú, y hasta que fueron los españoles dominados de los roma- nos, no supieron de letras ni ciencias, como ad- vierte el licenciado Cepeda en su Resumpta historial de España, lib. i, cap. i, fol. 4, á la vuelta, desde allí: «Los ingenios do los españo- les.»
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Y el USO de las letras, que tuvieron con la entrada de los romanos en España, también le perdieron con la entrada de los godos, según el citado Fr. Gregorio García, lib. 3, cap. 5, al fm, diciendo: «De nuestra España, sabemos que se perdieron en ella las letras con la venida de los godos, en cuyo tiempo resucitaron con har- to trabajo,» y los griegos perdieron también en algún tiempo las letras, como escribe Platón en su Timeo.
14. Es digno de reparo, en lo que acabamos de decir, de que los primitivos españoles reci- bieron el uso de las letras y artes de los roma- nos, que parece que antes tuvieron el uso de ellas con las dos entradas que hicieron en Espa- ña los fenicios, mucho antes que la dominasen los romanos, y entonces parece que comenza- ría el uso de las letras en España, porque á los fenicios atribuyen muchos la invención de las letras, todo lo cual se puede ver en Fr. Grego- rio García, lib. 4 del Origen de los Indios, ca- pítulo 22, hacia el fin; pero antes de la entrada de los fenicios en España, habían venido á esta América, los primitivos españoles de Tubal y de Héspero, cuando no había uso de letras, y aunque dominaron á España los cartagineses, é hizo Hannon desde España aquel viaje á estas Indias, lo más que pudo traer fué el uso de es-
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cribir por pinturas, como lo usaban los cartagi- neses, y esto también lo aprendieron los ameri- canos en aquellas partes de Méjico y en algunas de este Perú.
15. Concordaron también estos americanos con los primitivos españoles de Tubal, en que unos y otros no conocieron el uso y cultivo del trigo; fpues según dice el licenciado Francis- co de Cepeda en su Resumpta historial de Es- paña, lib. I, cap. 2, fol. 9, vuelta, en aquellas palabras: aEn España pasaron más de mil años primero que se conociese el trigo, hasta que Abidis, vigésimo segundo rey de los antiguos de España, dispuso que le trajesen de Egipto,» y antes de este rey Abidis, vinieron los primiti- vos españoles á esta América, poco después de Tubal ó en tiempo del rey Héspero, que prece- dieron muchos años al rey Abidis, y entonces los primitivos españoles no trataban de frutos industriales, como dijimos arriba, y se conten- taban con lo que daba la tierra de frutos natu- rales y frutas silvestres, según dice Cepeda en el lugar poco há citado, y aun cuando conceda- mos que Hannon hizo viajes á esta América en tiempo de los cartagineses que dominaron á Es- paña después del rey Abidis, con que ya usa- ban de frutos industriales los españoles.
Este viaje de Hannon fué único y solo y sin
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licencia de los cartagineses, que antes pusieron pena de muerte á los que lo volviesen á hacer, y que matasen, si pudiesen ser habidos, á los que se hubieran quedado en esta América.
No es necesario probar que estos america- nos no tuvieron la cultura del trigo, porque la ignoraron totalmente hasta que novísimamente entraron los españoles, y tardó algún tiempo en traerse.
16. Bien me persuado que en este viaje de riannon, que há dos mil años, vendrían á esta América muchos cartagineses, pues dominaban á España, y mezclados con los españoles ven- dría mucha gente africana del reino de Túnez, que fué la antigua Cartago, y muy vecina á Cá- diz, y me persuado á ello, porque los mando- nes y principales de esta América se llaman caciques, y este título fué propio y primitivo de la provincia cartaginense, donde á los principa- les caudillos llamaban cacices, como lo trae Juan Botero en sus Relaciones del mundo, pri- mera parte, lib. 3, § Reino de Túnez^ y § Pro- víncia cartaginense, y allí el licenciado D. Die- go de Aguiar, que le tradujo en castellano, y bien se ve lo que concuerdan caciques y cacices, y cuando los cartagineses dominaron en Espa- ña, también tendrían allí sus caciques, y pasa- rían con Hannon cartaginense á esta América.
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También pudieron mucho antea que Hannon venir por la isla Atlántida los cartagineses^ pues estaban enfrente de ella y muy vecinos á Cádiz, de donde comenzaba esta isla, y más cuando España, antes que se anegase dicha isla y se hiciese el mar Mediterráneo, era continua con África y Cartago, según dice Justo Lipsio, lib. I, De Constancia, cap. 16, y el P. Calancha en su Crónica, lib. i, cap. 7, nüm. 3, y enton- ces pasó á esta América el nombre de caci- ques.
17. Antes que dejemos este viaje de Han- non, á estas Indias, deseo que esté advertido el lector que, como dijimos arriba, no es tanta la distancia que hay de ellas á las costas de África y España, como se dá á entender; pues s:egún el citado Juan Botero, no distan mil millas la costas del Brasil á las referidas, que hacen po- cas más de trescientas leguas, y ie fué fácil á tan gran argonauta como Hannon el ejecutar este viaje, pues muchos siglos después se han visto en el Occeano de Alemania y en Francia, bajeles pequeños con indios occidentales, que arrebatados de vientos boreales y recios, fue- ron llevados en sus canoas hasta Lubec, puerto en Alemania, y hasta Rotsmagen en Francia, como sucedió en tiempo del emperador Fede- rico Barvo, y mucho después, otro arribó por
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el año de 1509, como refiere el gran consejero D. Juan de Solorzano^ tomo I, lib. 4, cap. 5, al nám. 12, y en nuestros días hemos visto en bar- cas pequeñas navegar mayor trecho, desde Chi- le al puerto del Callao, que distan seiscientas leguas.
18. Finalmente, prosiguiendo en descubrir los ritos y leyes de nuestros primeros españo- les para conformarlas con estos americanos,. hallo en las Lecturas modernas que unos y otros seguían las reglas de la sucesión en los bienes y herencias entre hijos, nietos y sobri- nos, según advierte el gran historiador Antonio de Herrera, en su Historia Indiana, década 6.% lib. 5, cap. 6.
Y también ponderó que la gente de España, de su natural, es melancólica, según Juan Bo- tero en sus Relaciones del mundo, tít. i, par- te i.% y su traductor, Diego de Aguiar, § Espa- ña^ donde dice: «La gente de España participa acá de melancolía» y estos americanos son de complexión muy melancólica, y de este acha„ que mueren muchos y se consumen y aun se retiran á morir, según dice el capitán D. Ber- nardo de Vargas en su Milicia Indiana, fol. 138 vuelta:
«En general es gente melancólica y se dejan morir como tristes;» y más abajo: «Usan
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SUS músicas antiguas y son muy tristes, y cuan- do cantan lloran.»
19. Dejo de ponderar la costumbre que siempre tuvieron estos indios de pagar á sus re- yes y mandones tributos, como consta de los historiadores de estas Indias, que tratan de los diversos tributos que pagaban á sus ingas y mo- tezumas, y esta costumbre la trajeron los pri • mitivos españoles, que después de la fundación de España, pagó la gente ordinaria tributo á sus reyes y gobernadores, de que se podrá ver Justo Lipsio, lib. 2, De magnit. Rom. cap. 2. Pero lo paso, porque también otras naciones, desde aquella antigüedad, pagaban tributos á sus reyes y gobernadores.
20. También en mi estimación es de algún aprecio el considerar que estos americanos tu- vieron algunas noticias (aunque viciadas) de la Creación del mundo, y del Diluvio universal, y así, me persuado á que vinieron á este Nuevo Mundo, poco después de haber fundado á Espa- ña nuestro padre Tubal.
Lo primero, cuenta Antonio de Herrera, en su Historia de las Indias, decad. 5, lib. 3, capí- tulo 6, que estos indios tuvieron tradición de sus mayores, que al principio del mundo hubo un Diluvio, que cubrió toda la tierra y que se ha- bían escapado en esta América algunos en las
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cuevas de los altos montes si bien otros indios referían que solo se habían escapado seis per- sonas en balsas, y que de estos, disminuidas las aguas, se volvió á propagar esta América.
21. Otras tradiciones tenían estos indios, como testifica el citado Herrera, en el mismo lugar, de haber dado principio á esta tierra un gran capitán nombrado Zapana, quizás tomó el nombre de Spana, como al principio se llamó España, según dijimos arriba, éste decían ha- bía poblado y sujetado esta tierra en su princi- pio, y añadían que de la parte del Mediodía, vino un hombre blanco y de gran cuerpo, nom- brado Ticeviracocha, que inclinaba y mudaba los montes, crecía los valles y hacía brotar agua de las piedras, á quien los americanos lla- maban el criador de todo, y que enseñó á los in- dios en buenas costumbres, y á que se amasen y luego se fué hacia el Norte.
Y tenían otra tradición, que pasados mu- chos tiempos vino otro varón, parecido al ante- cedente, que sanaba á los enfermos, daba vista á los ciegos, que rezaba de rodillas alzando las manos al cielo, y este último fué perseguido de los indios Cañas, y cayó fuego sobre ellos, y se fué por el mar haciendo barca de su manto. To- do lo refiere Herrera, y también Juan Botero en sus Relaciones del mundo part. i.^ lib. 4, § Me-
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choacan, nos dá esta noticia de cómo estos in- dios tuvieron noticia de la Creación del mundo y del Diluvio universal, también mucho de lo q ic dice el Génesis, que para mí es argumento eficaz, de que sus primeros padres fueron fami- lia de Tubal, de quien lo aprendieron, aunque con tan largos siglos lo viciaron, sin retener más que estas noticias tan obscuras, apartán- dose de la verdad.
2 2. Tengo observado, y también otros han hecho el mismo reparo, de que los hijos de es- pañoles y de indias, que llamamos mestizos, quieren mucho á sus padres españoles, y si son hijos de hombres de otras naciones, como de italianos, franceses, flamencos, alemanes, no quieren tanto á los hombres de España, y es la razón, porque las indias tienen la raiz de Espa- ña, y así concurriendo ser de un origen padre y madre, es muy conforme la simpatía, lo cual no sucede cuando las semillas son de diferente tierra.
Añado otra conformidad, y es que las vi- llanas de las aldeas de Castilla usan fajarse por el vientre hacia las ingles, como en las come- dias se fajan los villanos, y esto mismo usan las indias Chontales, que es otra conformidad bien rara entre la gente ordinaria de España y de esta América, y todo esto fué de la primitiva
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Plspaña, cuando la gente era llana y sencilla. 23, Dejo también de ponderar otra confor- midad grande que tuvieron estos americanos con los primitivos españoles, porque estos, en el principio no estimaban el oro ni la plata, como lo prueba Fr. Gregorio de Argaiz, tomo I, de la Población eclesiástica de España, en el año de la Creación del mundo 3158, fol. 382, di- ciendo: «No estimaban el oro ni la plata, con- tentándose entonces con tener qué vestir y qcé comer.»
Los indios son de esta calidad, porque no estiman la plata ni el oro, como se puede vet- en el gran consejero D. Juan de Solorzano, en el P. Torquemada y en el P. Calancha, que si- guen lo que en esta parte dejó advertido el P. Fr. Gregorio García en el lib. 3 del Origen de los Indios, cap. 8, donde trayendo la doctri- na del P. Acosta, de que los indios no descen- dían de las tribus, fundándose en que éstas eran amigas de dinero y riquezas y los indios no las apetecían, por estas palabras: «Dice lo tercero, que los judíos eran amigos de dineros y riquezas y á los indios no se les da cosa algu- na por ello»; funda el citado Fr. Gregorio Gar- cía, que aunque los indios no apreciaban las ri- quezas, sin embargo, no se convencía por la ra- zón que dá el padre Acosta, no descender de
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la.> tribus, y á nosotros nos basta que todos los auljres concuerden en que estos americanos no e.stimaban el oro y la plata, para probar que vinieiün de los primitivos españoles, que obser- vaban lo mismo.
24. Dejo también de ponderar la gran con- formidad que tienen estos americanos con los primitivos españoles, porque éstos se dejaban hacer pedazos á tormentos antes que revelar el secreto que se les había encargado, como re- fiere Patricio en su libro, g, De Regno, cap. 7: «Hispani quos lape tarmentis emortuas profi- tutso verum creditaruna testatur Trogus,» y de aquel español Termestano, refiere Cornelio Tá- cito en el lib. 4, de sus Anales, que habiendo muerto en un camino de Castilla la Vieja, el pretor Lucio Pisón, no bastaron tormentos para descubrir los cómplices, hasta que murió en la cuestión.
Los americanos, aunque les den un millón de tormentos, no descubrirán los secretes, como sucede en descubrir las riquezas y otras cosas que sus mayores les revelaron, como con expresas palabras lo advierte el capitán D, Ber- nardo de Vargas Machuca en su Milicia Indiana en el Tratado que hace de las propiedades de los indios, fol. 136, vuelta, desde aquellas pa- labras:
ORIGEN DE LOS INDIOS 13I
«Los cuales, si les dan un millón de tor- mentos, etc.»
25. Los autores que han escrito que los es- pañoles no guardan el salvo-conducto, fé y pa- labra que dan á sus contrarios, como son la glosa en la palabra convenit de la L., dolum. Cod. de dolo y allí Baldo, columna 2, Juan An- drés en el Proemio de las Decretales, Boerio en la decis. 179, in fine, Menochío de Arbitrar, lib. 2, cap. 57, núm. 47.
Estos autores fueron de este sentir, por lo que leyeron en las lecturas antiguas, cuando los españoles eran muy feroces y muy idólatras, por- que entonces, como faltaban á la fé debida á su Criador, no era mucho que no la tuviesen con las gentes, y como siendo ya idólatras, ol- vidados de la enseñanza de Noé y Tubal, pasa- ron á esta América, por esto se halló también que estos americanos no guardaban la fé y pa- labra dada, como lo dice el capitán D. Bernar- do de Vargas en su Milicia Indiana en el Tra- tado de las costumbres de los indios, fol. 132, vuelta, diciendo: «Son amigos de que los espa- ñoles les guarden la palabra, no sabiendo ellos guardarla. »
Pero vá mucho de España Étnica á España Católica, de la cual escriben los autores de mejor nota, que no hay nación que mejor guar-
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de la palabra, como lo prueba nuestro oidor el muy docto y grave D. Pedro Fraso, en sus li- bros de Patrón. Reg. tomo II, capítulo 64, nú- mero 35.
§4.
Pruébase cómo áe España vinieron los primero ^ pobladores de esta América por estar más veci' na á ella.
I. Querer poner á España por más veciaa á este Nuevo Mundo, que las otras tierras de Asia, África y Europa, parece se opone á la verdad y á los derroteros y mapas. Tienen es • tas Indias occidentales al Oriente á España y África, y el Asia la tienen al Occidente, y más vecina por algunas partes está el África á esta América, que lo está España, como todo consta -de lo que escribe Juan Laert, en su libro de Situ Nov. Orb., luego si por la vecindad he- mos de discurrir en los primeros pobladores de esta Ame'rica, más parece que los hemos de traer de África que de España.
Añádese que están más cerca las tierras de
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los noruegos y de Groenlandia de este Nuevo Mundo, porque Oroncio y Vopelio, eminentísimos argonautas, siempre fueron de sentir, como re- fiere Juan Botero en sus Relaciones del mundo, I .^ parte, lib. 6, § Islas del Occcaiio Hípcrbórico^ que esta América era tierra continente con Groenlandia, y el citado Juan Botero dice que los más autores ponen golfo de cincuenta le- guas desde Groenlandia á las Indias, y á esto también se inclina Paulo Galucio en su Teatro del mundo, en las Islas de Europa, en la palabra Groenlandia y aun cuando sea de esta distancia de 50 leguas, ya se sabe que en aquellas partes de la Noruega se hiela el mar, y por allí pudie- j.on con facilidad pasar hombres y animales; luego por allí es lo más v^ecino y vendrían los primeros pobladores de aquellas partes de la Noruega con más facilidad que de España y África, por distar esta, según una opinión, qui- nientas leguas de golfo de mar hasta las costas del Brasil, según el P. Torquemada en su Mo- narquía Indiana, lib. i, cap. 6, y según Juan Bo- tero, lib. 5, part. i.^, en la palabra Brasil, dis- tan 1000 millas, que hacen 333 leguas.
Sin embargo de la dificultad propuesta, se debe defender que lo más pronto y más apto para haber poblado estas Indias, fué España, y en esta aptitud, se puede decir que fué lo más
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cercano para venir los primeros pobladores de ellas, y aunque las costas de África, que están enfrente de España, por algunas partes están más vecinas á la América, tenía esto más Espa- ña, que comenzaba la isla Atlántida desde Cá- diz ó Columnas de Hércules y esta isla llegaba á la de Santo Domingo, isla Española, con que por aquí fué la primera entrada de españoles á estas Indias, poco después de Tubal, y aun- que por Groenlandia pueda haber tierra conti- nente ó golfo breve, que se hiela, para pasar á esta América, fué mucho más fácil el paso por la isla Atlántida para la introdución de los espa» ñoles, porque después de Groenlandia se había de penetrar la provincia Quivira, y el reino de Anian, y cuando vinieron por allí las diez tribus, como veremos más abajo, tardaron en llegar á Méjico 104 años, con que la aptitud y cerca- nía estuvo más en los españoles que tenían den- tro de su reino la entrada de la isla Atlántida, y á esta actitud miró Jacobo Thuano en sus Obras expurgadas, tomo I, lib. i, foL lo, lit. E., cuando concede que Dios concedió á los espa- ñoles estas Indias, porque tenían más pronta y fácil navegación á ellas, por ser los que estaban enlo último del Occidente; Z^^^íí^, dice: «Hispanos ad hoc cultem evexit, ut freti viribus suis com- modius navigationnes ad Barbaros susciperent;
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qiiippe ultims Hispvni ad Occidentum, magis vicini;« y así, hemos de hacer aprecio de esta circunstancia, para que, después del diluvio, vi- niesen españoles á poblar esta América.
2. Grande ha sido la misericordia de Dios con la nación española, aun en tiempo que eran idólatras, porque miraba en ellos que habían de llegar á ser los más puros cristianos de su Igle" sia, y así, en varios tiempos, los ha hecho po- bladores de grandes provincias del mundo co- mo de Phrigia, Toscana, Irlanda, Galia Narbo- nense, Roma (antes de la fundación de Rómu- lo), Sicilia, como se podrá ver en la Población Eclesiástica de España, de Fr. Gregorio de Ar- eaiz, en el año de la Creación del mundo 2452, tomo I, fol. 344, donde dice: «Dios se valió de españoles, para poblar no solo á España, sino las provincias de Phrigia, la Toscana, la isla de Ir- landa, como lo hizo Brigo, la Francia Narbono- sa, como Atlante y otras, y lo mismo les conce- dió gaznando á Sicilia y dando reyes á Italia, como se vio en Atlante, Sicanio y Siceleo.»
Que Roma estuviese poblada de españoles' antes de Rómulo, lo prueba el Dr. Villen de Viedma, cementador de Horacio, en el lib. i, odr 12, sobre aquellas palabras: «Nobile le- thum» y cita en comprobación de esta verdad á Halicarnaso, á Plutarco, á Antioco Siracu-
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sano y á Juliano, diácono; así también, después del Diluvio, envió á este Nuevo Orbe los espa- ñoles, y después de muchos siglos se lo restitu- yó á España Dios, usando del derecho de rever- sión, y después del Diluvio, en la primera po ^ blación, se hallaron con la isla Atlántida con mayor y mejor aptitud para venir á esta Amé- rica.
¡Oh, profundidad de la sabiduría y ciencia del Altísimo! que después de tantos siglos or- denó que estas islas fuesen restituidas por Colón á la Corona de España, á la cual, además de los derechos que la Sede Apostólica concedió á los reyes católicos y los de la conquista á su costa y gastos, le pertenecieron con justo título y buen derecho, pues tantos años antes fueron suyas y pobladas por los primeros reyes de Es' paña, según Fr. Gregorio García, en el lib. 4 del Origen délos Indios, cap, 18, § 3, hacia el fin, é hizo nuestro Dios la principal restitución y reversión, cuando estaban juntas ambas Espa. ñas en ti gran rey D. Fernando, que por anto- nomasia se llama el Católico, aunque este ape- llido es antiquísimo en nuestros reyes, como di- ce Spondano en la prosecución délos Anuales, de Varonio, en el año 1492, núm. 2 y en el año 1496, núm, 5, y también son los principales de- fensores de la iglesia, según Escobar, De Pu-
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rit. sang. part. 2.^ § 5, 45, y también son los pro- tectores de los concilios generales, según el docto Carena, en la primera parte de sus resolu- ciones forenses, número 23.
Permítaseme por vasallo el decir algo del gran rey Católico, D. Fernando, de quien, y de sus grandes virtudes y alabanzas hace un com- pendio el gran consejero D. Diego de Saavedra, en la última de sus Empresas políticas, ponién- dole por idea y original, para que todos los re- yes copien de aquel gran gobierno el acierto del suyo, á quien premió Dios, s^-gún discurro, con nuevos y dilatados mundos por el ardiente celo con que limpió las Españas, echando de ellas los indios, liuertándolas de los moros y enta- blando el tribunal del Santo Oficio contra la herética probedad y apostasía con que se con- servan nuestros reinos limpios en la fé, y por restituirle Dios las Indias, dio luz para que se hallase la aguja de marear, como dice el ci- tado Spondano, en el año de 1302, y otros milagros que con revelación manifestó el cielo en el nacimiento de este gran rey, refiere el mismo Spondano, en el año de ¡su naci- miento.
Pongamos también por añadidura, que en este rey concurria la ilustre sangre de españoles y godos, y que también tuvo título de rey de Je-
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rusalén, para que, concurriendo todo junto, y el consorcio de aquella singular reina D.^ Isabel, de cuya virtud están llenas las historias, se faci. litase más la reversión de estas Indias; porque como veremos en los capítulos siguientes, las tribus pasaron por la Scitia y vinieron á Méjico, continuándose por el estrecho y reino de Anian con el Asia, siendo las tribus de Jerusalen, así por esta parte como por la de España, se facili- tó el derecho de reversión.
Los godos eran de la Scitia, según Villadie- go^ en el libro Fuero Juzgo, en el principio, don- de pone la crónica de los reyes godos, y dice que son descendientes de Magog, hermano de nuestro fundador Tubal y Procopio, referido por el mismo Villadiego, en el lug2r citado, dice que la Scitia se llamó Chile «Eamden provin- ciam Scytia esse Chile reputabit» y las tribus, como he dicho, y se verá más abajo, vinieron por la Scitia, y se les juntarían muchos de ella y pasaron á este reino por el Asia, y reino de Anian, y yo he reparado cuando vino Colón á la conquista de este reino, entre las islas que se descubrieron fué una la isla Aniana, según Juan Botero y su traductor el licenciado Diego de Aguiar, en las relaciones del mundo, parte i.% lib. 6, § Isla Española, en el fin, donde po- ne la isla Aniana á la parte Tramontana á la
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isla Española que, sin duda, las tribus y gente de Asia, que había ya entrado en este Nuevo Mundo, le pusieron aquel nombre.
§5.'
En qiu se priteba cómo después del Diluvio llega- ron los vasallos del rey Osiris y de otros reyes de España^ y del rey Héspero^ y poblaron este Perú y las islas de Barloveiito.
I El rey Osiris, señor de Egipto, que algu- nos le hacen nieto de Noé, y que vivió cerca de 300 años, según el cronista Fr. Gregorio de Argaiz, en su Población de España, t. i, en el año 2173 de la Creación del mundo, fol. 314, en el cual, llamado de los españoles contra Deabo ó Gerión, que fué sexto rey de España y tirano, vino de Egipto y mató á Gerión en batalla junto á Tarifa, y algunos dicen que pro- siguió este Osiris mucho tiempo gobernando á España, y el licenciado Cepeda en la Resump- ta general de España, libro i, cap. 2, fol. 10, da á entender que reinó treinta y cinco años
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en ella, si bien los más historiadores concuer- dan que dentro de poco tiempo restituyó el reino á los tres Geriones, hijos de Deabo.
2. En tiempo de este Osiris parece que co- menzaron á venir á esta América por la isla Atlántida muchos vasallos españoles, porque después de muchos siglos se halló un epitafio en el sepulcro de Osiris, en el que se refiere que llegó su imperio á los últimos términos de am- bas Indias, oriental y occidental, y reducido á la lengua latina, lo refiere Diodoro Sículo, Lac- tancio Firmiano,lib. i, cap. ii, diciendo: «Sum Ossiris Rex, qui univercsum paragravi Orbem, usque ad Indorum desertos fines: adeos quo- que, qui Areto subiacent, ad Istri fontes.> Que reducido á nuestro español idioma, quiere de- cir: «Soy el rey Osiris que anduvo todo el orbe hasta los desiertos fines y términos de los indios, y también á aquellos que viven al Polo Ártico, sobre las fuentes del Danubio, en que sin dada están comprendidas ambas Indias del Polo Ártico y del /antartico, lo cual le fué fá- cil, habiendo reinado algún tiempo en España, y teniendo entonces traginable la isla Atlánti- da, que se continuaba hasta las islas de Barlo- vento.
3. He deseado averiguar si en esta Améri- ca hay algún lugar ó paraje que tenga el norn-
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bre de Osiris, porque en aquel primer tiempo se acostumbraba poner á los lugares los nom- bres de los reyes, como vemos en el rey Brigo; que fué cuarto rey de España, de cuyo nombre hubo muchos lugares, como Lacobriga, Miro- brica, Volubriga, Augustobriga, Flavio Briga, y otros, hasta 25, que pone Ptolomeo en sus tablas geográficas llamando unas veces Briga y otras Brica, como también Gerobrica, de que hace mención Rodrigo Méndez de Silva en su Población general de España, parte 2.^ capí- tulo 34, De la villa de Alanguer, en aquellas palabras: «En las ruinas de Gerobrica:», que sin duda compuso y tomó nombre de Gerión y de Brigo, y el mudarse la^ en <: es muy fácil, y en estas Indias está la tierra de Brica, desde |a costa del Sur hacia Acapulco, como se verá en el capitán D. Bernardo de Vargas Machuca, en su Milicia Indiana, en la descripción que hace de las Indias, folio 173, desde aquellas palabras: <De esta punta de Brica» y sin duda tomó este nombre, como otras de España, de aquel rey Brigo ó Brico. Semejante concordan- cia se halla en esta cordillera Libichuca, de esta América, de que hablé arriba, en el 3 porque después de los Geriones reinó en Esp? ña Hércules Libico ó Libio, por otro nombuí Oro, hijo de Osiris, y de su nombre se puso en
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inucbas ciudades de España el de Libi, como á Libizoso, Libisisona, Libisoca, Libisuca,Libun- ca y Libora, segün Beroso, lib. 5, Aniano de Re- gí ous, Hispaniae, cap. 14, y así en aquel tiem- po pasó á esta América el nombre Libi^ y se puso en esa cordillera Libichuca ó Libichuco- A estos ejemplares de aquel tiempo, he de- seado hallar algún nombre que aluda á Osi- ris, cuya gente pasó á estas Indias en el tiem- po que reinó en España, pero no he dado con él; otros que tengan más curia lo halla- rán.
4. También Hércules Libio, hijo de Osiris, se llamó Oro, y según otros Orón, como ad vierte Fr. Gregorio de Argaiz, en su Población Eclesiástica de España, en el año 2.200 de la Creación del mundo, y otros le llaman Oro Orón, juntando ambos nombres, como en el mismo año lo advierte la Historia general del mundo, de Rovellin, y de este nombre puede ser le tomase la ciudad de Oruro, de esta Amé- rica, sino es que se nombrase así por la anti- gua ciudad de Orubio, de la España Tarraco nense, según Antonio Nebricense, en el Catá- logo de nombtes de lugares, verbo Orubium^ o de la ciudad de Orturo, que estuvo en las ribe- ras del Ebro, según Fr. Gregorio de Argaiz, en la Población de España, en el año 2800 de la
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Creación del mundo, fol. 263, en aquella pala- bra Orturi, y aluden mucho Orcoro, Oruro, Orubio y Orturo.
5. De la misma forma hallo que el rey Gorgor, de los primitivos de España, se puso el nombre al pueblo de Gorgor, que está junto á Guancabelica, como dije arriba, aunque el doctor Alonso de Villadiego, en el Fuero Juz- go, en el Catálogo de los Reyes de España, folio 26, le llama á este rey Gargor, y le han seguido muchos historiadores de España, pero se llamó Gorgor, como lo probé con lugar expreso de Ravino Textor, arriba citado, § 2. Todos estos ejemplos dan manifiesta señal de que muchos de los pueblos de estas Indias to- maron su nombre de los primitivos reyes de España.
6. Tengo también por muy cierto, que en tiempo de Héspero, que fué el nono rey de Es- paña, después de Tubal, según el Cómputo de Fr. Alonso Venero, en su Enchiridión, fol. 49, vuelta, y reinó 1658 años antes de la Encarna- ción del Divino Verbo, y reinando este Héspe- ro, vinieron también muchos españoles y pobla- ron las islas de Barlovento, de Santo Domingo y de Cuba, que con razón se llaman las islas Es- pañolas, por^este origen, y creo que entonces duraba la isla Atlántida, y á este sentir se inclina
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ci diligente historiador Gonzalo Fernández do Oviedo, en la i.^ parte de la Historia de las Indias, lib. 2, cap. 3.
Y Ambrosio Calepino., en su Tesoro de la lengua latina, dice que las islas Hespéridas se nombraron así de Héspero, rey de España, con que estando estas islas de Barlovento, Cuba y Española tan cercanas á la tierra continente de esta América, y habiendo venido á ella los pri- mitivos españoles del tiempo de Héspero, y ha- biéndolas denominado con su nomibre, fué más fácil pasar de ellas á esta América continente y comunicarse con otros que pasaron en tiem- po que reinaron en España Brigo, Gerión y Hércules Libio.
7. Contra esta opinión hay graves autores que tienen por constante que las islas Hespéri- das no son las de Barlovento de esta América, y el primero es el doctísimo Abulense, por otro nombre el Tostado, el cual, en un tomo que hizo en castellano, Sobre Ensebio, De Tempori- bus, cap. 79 lib. 3, dice que Héspero, rey de Es- paña, pobló las islas Fortunadas y que las llamó Hespéridas, y que ellas son las que llamamos islas Canarias, con que por esta autoridad no pueden ser las Hespéridas las jislas P2spañolasy Cuba.
El segundo autor es Alonso de Santa Cruz,
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Tefeükio por Alejo Venegas, en sus obras de Historia Natural, cap. 21, que fué de sentir que las verdaderas Hespéridas son las islas de los Azores, luego no son las de Barlovento de nuestra Ame'rica.
El tercer autor que tenemos por contrario, es el P. Mariana, en la i,a parte de la Historia de España, lib. i, cap. 22, que quiere que las Hespéridas , mandadas fundar por Héspero, sean las islas Gordades ó Gorgonas, que boy llaman de Cabo Verde.
8. Aunque tenemos tres autores de tanta autoridad, opuestos á nuestro sentir, y opuestos á que estas islas de América se fundasen por Héspero, rey de España, y quieren que las Hes- péridas sean otras mucho más vecinas á Espa- ña, sin embargo, se reconoce cuan distantes están todos tres en señalar el verdadero sitio de las islas Hespéridas, y parece también con su venia que lo están en la verdadera inteligencia de este punto, y así se ha de tener por más pro- bable que las islas Española y Cuba son las Hespéridas que mandó fundar Héspero, rey de los primitivos de España, y cuya antigüedad, por lo menos, se le ha de dar á la fundación de es- tas Indias por los españoles, aunque el licen- ciado Francisco de Cepeda en su Resumpta historial de España, ponga en opinión que en
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tiempo de los caí tagíncses se llegó con la na- vegación á la isla Española, como se podrá ver en dicho autor, lib. i, cap. 4, ibi: «Navegaron tan adelante los de Cartago,» y aunque esto pudo ser cuando los cartagineses dominaron á España, mucho antes reinó en ella Héspero, y él hizo fundar esas islas de Barlovento, que son las verdaderas Hespéridas, lo cual se prue- ba eñcazmente con lo siguiente:
9. Eo primero, con autoridad de Plinio, li- bro 6, cap. 31, donde, con autoridad de Esta- cio Sevoso, poae gran distancia desde las islas Gorgadas (que son las más distantes de España) á las Hespéridas y dice que distaban unas de otras la distancia de 40 días de navegación; sus palabras, reducidas á nuestro idioma castellano son: «Estacio Sevoso vino á demostrar la carre- ra y viaje desde las Gorgadas hasta las Hespé- ridas por navegación de 40 días.»
Casi lo mismo dice Solino en el cap. 60 de su Polist. sus palabras traducidas, son: «Las is- las ^Hespéridas, como Sevoso afirma, se apar- tan de aquel cabo de las Gorgadas ó Gorgo- nas á los golfas muy adentro de la mar, por navegación de 40 días.» Poco más ó menos dice San Isidoro en el lib. 14 de sus Etim» ca- pítulo 6; «Están las Hespéridas situadas de aquella parte de las Gorgadas en los golfos
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muy adentro del mar.» Y aunque parece mu- cha distancia la de 40 días, desde las Gorga> das, y la isla Española y de Cuba, no hay otras islas por aquel rumbo de que se pueda entender, sino de las de Cuba y de la Españo- la, y esta tardanza se ha de entender porque entonces no había navios tan ligeros como hoy ni eran tan diestros los Argonautas y pilo- tos, y así hoy sería más breve esta navegación desde las Gorgadas á las verdaderas Hespéri- das de Cuba y Santo Domingo.
19. Infiérese de lo dicho, que no pudiendo ser las Hespéridas las islas Canarias, ni las de los, Azores, ni las Gorgadas, que han de ser precisamente las de Cuba y Habana, que llama- mos de Barlovento; porque si Platón, Solino y San Isidoro dicen que con navegación de muchos días, saliendo de las Gorgadas, se da* ba con las Hespéridas, caminando al Occiden- te, no se pueden considerar otras por aquel rumbo, sino estas de Barlovento, ni hay otras en aquella navegación, á la parte de Oeste ó Poniente, y así Ortelio, en su Tesoro geográ- fico, es de sentir que las dos islas qiie señala Plutarco, In Sertorio, que algunos han querido sean las Canarias, en la verdad no lo son, sino las que Plinio llama Hespéridas, que dice que son dos, y que están en el mar Atlántico. De
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estas dos islas Hespéridcs, habla Nonio Marce- lo en su libro de los números, diciendo según la traducción castellana: «Que era manifiesto que las dos islas cercanas entre sí, y apartadas de Cádiz diez estadios, producían y engendra- ban de su natural y sin beneficio alguno, ali- mentos y sustento para los mortales.»
Las palabras latinas que se han traducido en castellano se podrán ver en Ortelto, en di- cho Tesoro Geográfico, el cual advierte que donde Marcelo pone lo estadios, se ha de en- tender lo.ooo estadios, según Plutarco en Ser- torio.
21. En suma, viene á declarar su parecer y sentir Ortelio, diciendo que le parece muy pro- bable que las islas de Cuba y Española, que lla- mamos de Barlovento, son las verdaderas Hes- péridas, porque además de la distancia, sigue
en esto Guillermo Póstelo, varón de rara doc- trina.
Puédese ver también en este punto lo mu- cho y docto que trae el gran consejero D. Juan de Solorzano, tomo I, de Indiar, lur. lib. i, ca- pítulo 9, desde el núm. 59, y se pueden pon- derar unas palabras, en griego de San Dionisio Alexandrino, en su Geografía en el vers. 564. Nefous tes Hespéridas tothtcafi teroio geneto Aphnios náionfim aganon paídes Iberóon.
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Que reducidas á nuestro castellano, dicen: Las islas Hespéridas, donde nace el estan- que, las habitan los ricos hijos de los ilustres ibe- ros.
Ya se sabe que los iberos son los españoles como dije arriba, con doctrina de San Jeróni- mo, de Josefo y del P. José Moret, y se puede ver en Plinio y Estrabón y otros muchos que sigue y cita OrteJio en su Tesoro, verbo hispani y verbo iberia.
Llamó San Dionisio principio y origen del estanque á las islas Hespéridas, porque allí se puede decir que comienza el verdadero mar, como he dicho en el cap. i; donde después de la isla Atlántida, que llegaba á dichas islas de Barlovento, comienza el verdadero mar, el cual con propiedad se llama mar, porque según su naturaleza, tiene estancada el agua en un sitio, y así Homero en su Tliada quinta, para expli- car el mar, usa del nombre griego Linine^ que en su propiedad significa estanque, laguna de agua recogida y lago, y al mar le llama Homero con el mismo nombre, como explica Juan Sca- pula en su Lexicón Griego, verbo lifmiey y estas islas, dijo San Dionisio, las habitaban los hijos de españoles como se leyó en el griego de arriba.
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12. De lo dicho se sigue, y de tantos nom- bres como he puesto, de España y de esta América, en casi todo conformes y juntamente del nombre de las islas Hespéridas de esta América, fundadas por un rey de España, ser cierto el que su primera fundación fué de es- pañcles, y en suma, ó fuese el origen de la po- blación de esta América por los hijos de Tubal pocos años después del Diluvio, ó por orden del rey Héspero y sus subditos, que reinó en España antes del nacimiento de Cristo Señor Nuestro, 1658 años antes de él, como reñeren Beroso, lib. 5 y Aniano de Regibus Hispanice, cap. 13 ó fuese la primera población por los cartagineses cuando dominaron á España, d que parece se inclina el docto Fr. Gregorio García, en su lib. 2 del Origen de los Indios, capítulo I, párrafo 3, diciendo: «Los cartagineses domi- naron á España hasta el tiempo de los romanos, y así les fué más acomodado el viaje para las Indias,» conque de cualquiera manera que sea, siempre fueron los españoles los primeros que poblaron esta América, aunque luego entraron por el Asía, muchos años después, las tribus y otras naciones, como se verá en los capítulos siguientes, y queda este, con el favor divino, perfecto y acabado lo cual sea para mayor glo- ria de Nuestro Señor.
CAPÍTULO III
CÓMO SE POBLARON TAMBIÉN ESTAS INDIAS
OCCIDENTALES POR LAS DIEZ TRIBUS, VINIENDO
POR LA PARTE DE MÉJICO.
I. Mucha atención y no menor cuidado pide la materia que contiene este capítulo, y ante todas cosas se debe advertir que muchos y muy graves autores han escrito que estos in- dios occidentales tienen su origen de losjudios, sin darles otro principio; de este sentir es Ge- nebrardo en el lib. i de su Cronografía, en el fol. 159.
Camilo Bórrelo de Praest. Reg. Cat., capí- tulo 43.
Federico Lumnio, en su libro del Juicio final.
Isidoro de Isolanis, milane's, en el lib. i, del Imperio de la Iglesia militante, en el tít. 6, cues- tión 2.^.
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Miguel Cabello^ en su Miscelánea Austral, part. i/\ cap. 5.
El canónigo Juan del Caño, sobre la expo- sición de aquellas palabras del Psalino: «In no- men terram exivit fonus corum.»
Fray Gregorio García, en su obra del Ori- gen de los Indios, lib. 3, por todo él, y del mis- mo sentir fué aquel insigne obispo de Chiapa, Fr. Bartolomé de las Casas, según unos papeles y testamento que dejó, fundando en ellos ser cierto el que descendían de aquellas tribus que trasportó Salmanasar, rey de los asirios, según refiere Torquemada en la Monarquía Indiana, lib. I, cap. 9.
Otros autores, aunque hacen á estos indios descendientes de los indios, pero no de las diez tribus, sino solo de la tribu de Isachar, y de este sentir fueron dos senadores de estas Indias, el doctísimo Pedro Bej araño y el doctí- simo D. Francisco Carrasco, referidos por el gran consejero D, Juan de Solorzano, en el to- mo I, lib. I, cap. 9, desde el núm. 75; el Padre Pr. Pedro Simón tuvo la misma opinión.
Yo tengo por cierto que muchos de estos indios occidentales descienden de las diez tri- bus que desterró Salmanasar, y que entraron poblando esta América por las costas de Méji- co, por el reino de Anian; pero tenía ya esta
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América desde el tiempo de Tubal y de Hés- pero y de los cartagineses mucha gente que vi- nieron poblando la parte del Norte, saliendo todos de España, como se dijo arriba.
2. El primer fundamento de esta opinión, de que las diez tribus pasaron á poblar esta América por la parte meridional, se deduce de un lugar de Fsdras, en su lib. 4, cap. 13, donde pone una visión muy singular de un hombre ó varón que vio salir del centro y corazón del mar, que congregaba así muchas gentes, y entre ellas una gran multitud de gente pacífica, y rogando este profeta al Ángel que le explicase la visión, llegando á aquella gente pacífica, le dijo lo si- guiente, que en nuestro castellano es como si- gue. Desde el vers. 39: «Y porque viste que aquel hombre ó varón agregaba así aquellas gentes pacíficas, sábete que estas gentes son aquellas diez tribus, que en tiempos del rey¡Os- seas llevó cautivas Salmanasar, rey de los asirios^ y pasándolos de la otra parte del rio (no expli- ca aquí qué río fuese) luego los trasladó y pasó á otra tierra, pero ellos determinaron dejar la multitud de gentiles y pasar á otras regiones donde no hubiese habitado gente humana, para poder guardar lo legal de su ley, lo cual no ha* bíaa hecho en su propia tierra, y huyendo se metieron por unas entradas estrechas del río
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Eufrates, haciendo Dios coa ellos maravillas, deteniendo el curso de las aguas hasta que p;i- saron.
Para esta región ó regiones adonde destina- ron ir, había un camino muy largo de año y me- dio de andadura, y ella y ellas se nombraban Arsareht. Entonces habitó esta gente de las diez tribus allí en esas regiones de Arsareht hasta los días últimos del mundo y ahora, cuan- do comenzare á venir de dichas regiones y á volver á sus tierras, volverá el Altísimo á poner y disponer las venas del río, (sin decir si es el Eufrates) esto es, sus corrientes y fontanas, para que pueda volver á pasar.» Hasta aquí Esdras. 3. En esta profecía hay mucho que explicar, y las últimas palabras la hacen algo dudosa, porque aquellas partículas tune et nimc^ que ea nuestro castellano suenan entonces y a/wra, y para estar corriente había de decir: «Desde en- tonces habitó allí en Adsareht esta gente de las tribus hasta el fm del mundo.» Extune, había de decir: «También habiendo más de 2500 años que escribió esta profecía Esdras,» parece que está diminuto el decir cuando escribe : Ahora cuando comenzare á venir, volverá el Altísimo á suspender las aguas para que vuelvan á sus tierras» cuando no sabemos haya sucedido esto desde que Esdras escribió.;
ORIGEN DE LOS INDIOS 157
Pero fácil es la respuesta; lo primero, porque las profecías no guardan la propiedad de lo presente ó futuro, todo se entiende presente en ellas por serlo todo á Dios, de quien dimanan. Y así San Juan en su Apocalipsi, cap. i, dice que ya el Señor viene al Juicio y que el tiempo está cerca, ya que escribió más de 1600 años. Lo otro, porque no sabemos si el río que han de volver á pasar, ha de ser el mismo Eufrates^ pues no lo dice el texto. Lo otro, no sabemos si esta vuelta se ha de entender local y verda- dera ó misteriosa, entendiéndola porque han de volver á la iglesia católica. Lo otro, no hay nada asentado del origen del Eufrates, que aunque nace en los montes de Armenia, brotando allí, ha de tener otros orígenes por salir del Paraíso, y así, por otra parte, le pueden volver á pa- sar.
Demás de que no todos los que salieron con las diez tribus, que serían más de 300.000, pasaron á estas Indias y á las provincias de Ar- zareht, y quedarían más de la mitad en la Asi- ría, en la Medía, en la Scitia y Tartaria, ó por viejos, impedidos, mujeres, niños y gente floja, y desganada, con que de estos se puede verifi- car y de sus descendientes que volverían á pa sar para volver muchos á sus regiones y á las dos tribus de }udá y Benjamín, que no fueron
158 DIEGO ANDRÉS ROCHA
desterrados, y quedaron en Jerusalén y Sa- maría.
4. Por ser la base más fundamental de nuestra opinión el lugar de Esdras, se ha de ad- vertir, que aunque muchos doctores tienen por cierto que el lib. 3 y 4 de Esdras, aunque estén incorporados en la Biblia, sin embargo, no son canónicos, con que se pretende debilitar el dis- curso que se hace de que las diez tribus no pa- saron á estas Indias; pero se ha d? advertir que tienen tanta autoridad, que excede á la de cual- quier doctor, por grande que sea, y así están entretejidos con los libros sagrados de la Bi- blia, y exceden á la autoridad de todos los doctojes, como lo advierte el P. Diego de Avendaño, en su Anfiteatro, en el discurso Isa- gógico, núm. 43, y yo lo he leído también en unos papeles manuscritos del docto P. Francis- co Aguayo, gran escriturista de estos reinos, que leyó la cátedra de escritura muchos años en este Colegio de San Pablo de Lima.
Los doctores sagrados de la Iglesia se valen y citan las autoridades de Esdras, de sus libros 3 y 4; San Agustín, en el lib. 18 de Civitate Del, cap. 36, se vale de muchas autoridades del li- bro 3 y 4 de Esdras; San Atanasio, lib. 3, Con- tra Arrian, se aprovecha del testimonio de Zo- robabel, de que habla Esdras en su lib. 3; SiX'
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to Senense, en el lib. i, sec. 3, de Apocr., dice que los doctores griegos, no solo los tienen por canónicos, sino que los anteponen á los libros de Esdras 172; San Ambrosio, en mu- chas partes, tiene este lib. 4 por de Esdras, y así lo dice en el Tratado de Bono Mortis, y dice que lo escribió por revelación divina, y añade este Santo doctor que San Pablo usó al fin de la primera Epístola de los Corintios de los diversos órdenes de claridad y gloria de los escogidos que han de resucitar, lo cual tomó de Esdras en su lib. 4, y de esta misma autoridad se vale el mismo docto San Ambro- sio para confirmar su doctrina de las moradas de las almas santas despue's de la separación de sus cuerpos; y en otra Epístola, que es la 21 á Honorancio, nos aconseja el santo doctor que se lea el lib. 4 de Esdras, para aprender cómo el ánima es de substancia celestial, contra algu- nos filósofos que enseñaron lo contrario. Final- mente, San Antonio, sobre el cap. 2 de San Lu- cas, se vale del cap. 7 del lib, 4 de Esdras en aquellas palabras: «Mi hijo, Jesús, será manifes- tado, etc.2> probando con ellas la venida del Mesías, y tiempo en que lo dejó profetizado Esdras.
Demás de que nuestra madre la Iglesia se "Vslíg de muchos lugares de este lib. 4 de Es-
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dras, como lo hace en la tercera feria de Peii tecostés, que comienza el introito de la misa con las palabras del cap. 2, del lib, 4, de £s- dras: «Accipite lucunditatem gloriae vestrse gra- tias agentes Deo, qui nos ad caelestia regna vo- cavit,»y también en las fiestas de los santos mártires, usa de otras palabras del mismo libro y capítulo, que son: «Modo coronántur, acci- piunt palmam.»
Hallo también que San Cipriano, en su libro Contra Demetrio, se vale de otras palabras de este libro 4 de Esdras. diciendo que el mundo va envejeciendo y acercándose á su ñn. Y aun- que Sixto Senense, arriba citado, dice que en al- gunas cosas disuenan algunas cláusulas, de este libro 4, al recto sentir del común de los docto- res, esto será por quererse entender muy á la letra y judaicamente, y allí pone el mismo Sixto las cláusulas que disuenan, y ninguna de ellas toca á lo que dice de la transmigración de las diez tribus, y así la habremos de seguir con opi- nión de tantos santos y doctores.
5. Ya que hemos hallado luz de haber ve- nido estas diez tribus á las regiones de Arsaret, dejaiémoslos descansaraquí, hasta que hagamos párrafo separado del viaje que trajeron desde Samaria, provincias por donde pasaron después de la fuga y tránsito que tuvieron á la América
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Septentrional y á todas aquellas partes de Mé- jico, y vamos haciendo más fuerte el funda- mento de cómo los indios, después de poseída la tierra de promisión, antes de muchos años habían de ser trasladados y echados á estas partes y últimas del mundo.
Sea la primer profecía la que les dej(5 Moi- sés en el libro del Deuteromonio, cap. 4, des- de el vers. 26, donde en sustancia les dijo: «Invoco el cielo y tierra por testigos de que en breve tiempo habéis de perder la tierra y posesión que Dios os ha de dar después del Jordán, y no habéis de vivir muchos siglos en ella, sino que habéis de ser desbaratados por Dios y derramados por todas las gentes del mundo y quedareis pocos en las naciones, (estas naciones, como veremos luego son las desdendientes de Tubal,) donde os ha de guiar y encaminar Dios; allí os haréis idólatras con todo género de idolatrír.» y luego en el vers. 39, les profetizó: «Después que hayáis pasado todos estos males, después de muchos siglos en el tiempo fmal y novísimo del mundo^ vol- veréis á vuestro Dios, y os dará oido para oir su voz y ley, porque es misericordioso vuestro Dios y Señor y no os ha de dejar sin remedio, ni borrar eternamente de su memoria, ni olvi- dará el pacto que hizo con vuestros padres.»
II
1 2 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Palabras bien claras para significar como á pocos siglos después de la quieta posesión que estas tribus tuvieron de la tierra prometida, los entregó Dios en cautiverio á Salmanasar y que los derramó por tantas gentes y provincias que llegaron á vivir en lo último de la tierra, donde había las naciones, descendientes de Tubal, con quienes después de algunos años vinieron á encontrar, mezclándose con ellos, sin poder conservar fé en su primitivo origen, haciéndose idólatras y olvidando casi todo lo legal y cere- monial de su ley, hasta que finalmente vino para ellos la plenitud de los tiempos; aunque al fin de ellos, y fueron reducidos á la Iglesia; y adviértase, que dijo que habían de ser derra- mados por todas las gentes y naciones del mun- do, pocos años después de su posesión de la tierra de promisión, con que no pudo verificar- se sino viniendo por Arsaret, como diré luego, poblando estas Indias occidentales.
6. No sé como no se advierte en el capítulo 28 del Deuteronomio, donde echó Moisés mal- dición sobre las tribus y judíos que degenerasen de su ley, que se han verificado en estos indios y les dice después de otras maldiciones, en el núm. 36: «A tí y á tu rey y á tus padres é hijos os entregará Dios á otras gentes que tú ignoras» y más abajo, en el núm. 41. «Enjendrareis hi-
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jos é hijas y no gozareis de ellos^ porque otros los poseerán» y luego en el número 43: «Los alienígenas que vinieren á vuestras tierras, ten- drán dominio sobre vosotros, siendo ellos su- periores y vosotros inferiores» y luego en el 49 «Traerá Dios una gente de muy lejos, de «fmi- bus terrse» de los fmes de la tierra á semejanza de Águilas voladoras con gran ímpetu y estré- pito, gente que no entendáis su lengua y po- seerán vuestras tierras y frutos,» y después de otras maldiciones, les dijo Moisés en el número 64: «Desparramaráos Dios por todos los pue- blos de la tierra, desde lo sumo y alto de ella hasta los términos (esto es, los fmes de ella) sirviendo á ídolos que ni vosotros ni vuestros padres conocieron.
»Y entre aquellas gentes á quienes os ha de entregar, no habéis de tener descaaso ni sose- garán vuestros pies y os llenará Dios de cora- zones trémulos y pávidos y ojos descaecidos, y hasta vuestras almas se irán consumiendo de tristeza, de noche y de dia estaréis temblan- do.»
No es necesario glosar este lugar, que él mismo está indicando con qué gente habla, y que los vicios de las tribus los trajeron á estas Indias, mezclándose, después de algunos años, con idólatras, aunque ya ellos lo eran por las
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naciones que pasaron, y fué providencia grande de nuestro Señor que los redujeran á la Santa Iglesia nuestros católicos reyes, dando tantas órdenes y cédulas en su favor, y haciendo tan- tos sacrificios por ellos á nuestro Dios, porque se mitigase su justa venganza, que tenía dis- puesta contra esta gente, que van ya entrando con veras en el gremio de la Iglesia, y cesando las calamidades que les dejó profetizadas Moi- sés, siendo el segundo Moisés el rey católico, de esta gente, como advierte el docto Fr. P. Eu- sebio Nieremberg, en su Filosofía secreta, li- bro I, cap. 59, pues por su conquista han sa- lido del cautiverio del demonio, y puéstose en la seguridad de la Santa Iglesia Católica y Ro- mana.
7 . En Isaías, hay muchas profecías de la ve- nida de las diez tribus á estas Indias occidenta- les. Quién no admira lo que dice este Evangé- lico profeta en el cap. 11, desde el núm. 11, que en substancia es lo siguiente: «Volverá el Señor á traer y juntar lo residuo del pueblo de Israel, que había quedado de la cautividad de ios asirios y los traerá ("de los lugares que allí señala) y también de las islas del mar.» Estas son Perú y Nueva España, que estáji hechas is- las con el verdadero mar, como advierten los hidrográficos.
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Prosigue en el núm. 12, y dice: «Que levan- tará Dios su estandarte entre las naciones para atraer y agregar los prófugos y derramados de Israel, que estaban en las cuatro partes de la tie- rra. Con más claridad había profetizado esto el mismo profeta Isaías, en el cap. 5, donde ha- biendo dicho en el núm. 13 que permitió Dios que fuese llevado cautivo sü pueblo, luego desde el núm. 26, dice que levantó y puso Dios su estandarte, señal y bandera en las na- ciones, para una jornada muy apartada que eso significa allí la partícula /r¿?a/^/, y dará silbidos como verdadero pastor desde los fmes de la tierra á, su pueblo para traerlo con toda velo- cidad á su casa, el mismo profeta, en el capí- tulo 60, desde el vers. 8, vio unos hombres, ó naos volando como nubes, (que así nos pare- cen aquí cada día las nubes con figuras de naos) y unas palomas á las puertas de ellas (al- gunos lo entienden por Colón ó ColomboJ y que estas nubes ó naos iban á las islas, que ya estaban esperando, y que en ellas estaban espe- rando los hijos de Israel, para que les trajesen las naos de partes muy lejénas para que vinieran, con plata y oro, y el mismo Isaías, en el cap. 66, desde el núm. 18, dice que juntará Dios gente y pondrá en ella su señal y las enviará á la gentilidad del mar á África, y á Italia, y á Gre*
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cia y á las islas muy remotas, que nunca oye^ ron la palabra suya, y traerán á sus hermanos á agregarse con los demás de Israel, recogién- dolos de todas las gentes del mundo.
8. Mucha obra hay en estos cuatro lugares de Isaías^ y ellos por sí dicen mucho para veri- ficar que andaban por esta cuarta parte del mundo los prófugos de Israel. Levantar Dios su señal es elevar el estandarte de la Santa Cruz, que se explica con esta palabra «signum» en sentir de la Iglesia, que dice que aparecerá <sHoc signum Crucis cum Dominus adjudican- dum venerit», y en el Evangelio, «tune appare- bís signunn Filij hominis,» que es su cruz, y así entraron los primeros pobladores manifestando la cruz, y colocándola para su adoración, como consta de todas las historias de la fundación y conquista de estas Indias.
Mayor explicación requiere el averiguar por qué puso nuestro Dios esta señal á las na- ciones para que vinieran á esta conquista y viaje tan dilatado, y después de haberlo medi- tado despacio, hallo que por las naciones se entiende los descendientes de Jafet, de cuyo hijo Tubal descienden los españoles, según dijimos arriba.
Cuando en mis primeros años leí el pri- mer libro sobre el Apocalisis de San Juan,
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llegando á aquellas palabras del cap. 5, donde hablando los santos con el divino cordero, les dice: «Redimístenos para Dios en tu preciosa sangre, redimiéndonos de todas las tribus, len- guas, pueblos y naciones» me pareció necesario averiguar la diferencia de estas cuatro cosas: pueblos, lenguas, tribus y naciones, y la divina misericordia me puso en la mente que lo había de hallar en la propagación del mundo, hecha después del Diluvio por los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet.
Fuíme al Génesis, y en el cap. lo hallé to- do lo que buscaba, como veremos en lo si- guiente:
Dice, pues, el cap. lo citado del Génesis, que las generaciones de los hijos deNoé, que fueron Sem, Cam y Jafet, fueron las siguientes que Sem, enjendró al primer hijo, que se llamó Elam, el segundo se llamó Assur, el tercero Arphaxat, el cuarto Lud y el quinto Aramb, y según Josefo y otros antiguos: de Elam, vinieron los elemi- tas, que son los primitivos persas; de Assur^ vienen los asirlos; de Arphaxar, los arphaxai- dos, que luego se nombraron caldeos; de Lud, descienden los lidios; de Aram, descienden los aramenios ó armenios, á quienes llaman siros los griegos.
De Sem, desciende Heber, hijo de Sale y
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nieto de Arphaxad y de Heber descienden las tribus hebreas, Cam, tuvo cuatro hijos, Chus, Mefraim, Phut y Canaam; de Chus, descien- den los etiopes, nombrados chuscos; de Me- fraim, descienden los egipcios, por otro nom- bre mcfreos, porque la palabra mefsin, en he- breo, es lo mismo que Egipto.
De Phut, descienden los de Libia, á quienes los antiguos historiadores griegos llaman Phu. tos. De Canaam vienen los cananeos.
De Jafet, dice el citado lugar del Génesis, que quedaron siete hijos: Gomer, Magog, Ma- day, Javan, Tubal, Mosoch, y Thiras.
De Gomer, vienen los gomeritas, á quienes lo5 griegos llaman galatas; de Magog, descien- den los Escitas como dijimos arriba, getas y ma- sagetas, y los griegos dicen que son los Escitas. De Maday descienden los medos; de Javan, di- cen los griegos que descienden los Iones; de Tubal, vienen los tubalios ó iberos, que después se llamaron españoles, como España prime- ro se llamó Tubalia; de Mosoch, vienen los mosquinos, ó moscovitas, que algunos quieren sean los capadocios; de Thiras desdienden los thirenses, á quienes los griegos llaman thra- cos.
Todo esto se puede ver en los autores que escriben sobre el cap. 9, 10 y 11 del Génesis y
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I, Paralip. i, y en Josefo, lib. 2, antíquit. cap, I 2, y cap. 14 y otros antiguos.
Esto así asentado, como cosa cierta y ver- dadera, hemos también de suponer, que de es- tos tres hijos de Noé y de sus descendencias, se pobló todo el mundo después del Diluvio, y á todas estas generaciones^precedidas de Sem, Cam y Jafet, las denotó y señaló Dios, según consta del citado cap. 10 del Génesis, con va rios nombres de pueblos, lenguas, tribus y na- ciones, y de este origen viene la diferencia de lo que voy dudando, y hé menester averiguar.
A los hijos de Jafet y de Tubal, tocaron todas las islas de las gentes. (Que es otro ar- gumento grande para que todas estas Indias que son islas, tocasen á los hijos de Tubal), se- gún el cap. 10, núm. 2, del Génesis, ibi: «Abhii divisa sunt ínsula gentium» y añade el Texto Sagrado, que estos descendientes de Jafet y Tubal hicieron la división de sus regiones é is- las y familias de sus naciones: «Ab his divisa sunt Ínsula gentium secumdum familias suas in nationibus suis.»
^ A esta descendencia de Jafet y Tubal la señala con nombre de naciones, y pasando lúe- go á la descendencia de Cam y Sem, no usa de esta palabra naciones, sino á los descendientes de Cam los señala con nombre de pueblos, en
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el niim. 18, ibi: «Et per hos diseminatti sunt populi Chananaeorum.»
Y este nombre de pueblos es solo de los hijos de Cam, sin que se repita en ninguno de los otros dos hermanos Sem y Jafet.
La palabra gentes la aplica el Texto Sagra- do á los hijos de Sem y de Cam, pero no á los de Jafet, como hemos dicho, y así dice en el núm. 31: ccHi sunt Fils Semsecundum cognatio- nes, etlinguos in gentibus suis,» la palabra len- guas la atribuye el Sagrado Texto á todos los descendientes de Sem, Cam y Jafet.
Pero lo que hemos menester, es que la pala- bra naciones sea solo de la descendencia de Jafet, sin que se comunique á las otras, como está dicho.
Esto, supuesto sale por evidente hilación, vque cuando decimos naciones en su propia y estricta significación, se entiende por la descen- dencia de Jafet y Tubal.
Cuando se dice, pueblos simpliciter, se en- tiende por la descendencia de Cam.
Cuando se dice gentes, en su rigorosa sig- nificación, se entiende por los descendientes de Sem y de Cam.
Cuando se dice lenguas, se entiende por to- das tres descendencias, por ser común á todos en aquella división después del Diluvio.
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Cuando se dice tribus, es especial de los^ hebreos, que descienden de Heber^ descendien- te de Sem, y así se ha de entender en un lugar de Daniel, cap. 3, núm. 4 y núm. 98.
Que los españoles descienden de Tubal, hi- jo de Jafet, ya lo hemos repetido muchas ve- ces, y se podrá ver en Plinio, lib. i, cap. 12, y en Rodrigo Méndez de Silva, en su Población de España, cap. i, y en el P. Calancha, tomo I, cap, 6, núm. 7, y cap. 7, núm. 2.
Porque son los iberos descendientes de Ta- bal, como con autoridad de Plinio y Estrabon^ lo prueba Ortelio en su Tesoro, en la palabra Híspania^ verbo Iberia, Maluenda, De Anti-Cris- to, lib. I, cap. 12.
Con que la palabra Naciones les toca por descendientes de Tubal, y no sin causa ha hecho Dios á nuestros reyes españoles, reyes de Jerusalén, porque está dicho en el Evangelio de San Lucas, cap. 21, núm, 24.
Que las gentes, esto es, los descendientes de Cam y Sem, ocuparan injustamente Jerusa- lén, hasta que se cumpla el tiempo de las na- ciones y que legítimamente las tengan los des- cendientes de Tubal, que son las naciones, y se cumplirá lo que profetizó Noé, cap. 9 del Gé- nesis, núm. 27: «Dilate Dios á Jafet y venga á
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ocupar los Tabernáculos de Sem y le sirvan los hijos de Cam.»
Resta de todo lo dicho en este núm. 8 y sus párrafos, que las naciones en que puso Dios su estandarte, para esta dilatada jornada y con- quista de las Indias, son las naciones españolas, que por descendientes de Jafet y Tubal, tie- nen este especial nombre y las tenía Dios ele- gidas para que redujesen á los prófugos de Is- rael, mezclados ya por tantos siglos con otras iguales y propias naciones, descendientes de las mismas naciones y descendientes de Tubal y de Héspero y de los cartagineses, naturalizados en España que ha más de 3000 años que vinieron por la isla Atlántida, y los cartagineses más de 2300, y todo lo unió Dios con las naciones, has^ ta lo que pertenecía á los Tabernáculos de Sem, de quien descienden estas tribus, y se confirmó la profecía de Moisés, arriba citada del cap. 4 del Deuteronomio, núm. 27, de que corriendo estos hebreos por las gentes vendrían á quedar pocos en las naciones, como sucedió, porque los primeros que entraron por Méjico, llamados Tultecas, se vinieron á extinguir con la entrada de otras naciones, y quedaron pocos, como ve- remos en su lugar, y respecto de la gran multi- tud de naciones que había ya en las Indias, des- cendientes de Tubal, se puede decir que fueron
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pocos, y más, cuando estaba ya mezclada la sangre y olvidada su ley; con que se puede de- cir, que aunque fuesen muchos en el nombre eran pocos en la ley, sin retener ceremonia, fa- milia, ni su misma estirpe para conservarse en ella.
Es de notar también, en los lugares citados de Isaías, que esta leva y junta que hizo Dios^ trayendo las naciones, ó lo que es lo mismo, los españoles, á islas y tierras tan lejas, como dice Isaías, fué para recoger los prófugos y fugitivos de Israel.
^Quién no ve que estas son las diez tribus que en la transmigración de los asirios por Sal- manasar, huyeron á tierras ignoradas de distan- cia de caminos de año y medio?
No se repara en esto para la evidencia de lo que vamos fundando.
Repárese también en aquellos silbidos de su Dios que les dio desde los fnies de la tierra? como dice Isaías, pues quién habrá ya que dude que desde el fin de la tierra, que entonces era Cádiz, los envió á recoger el Señor; sino es que entendamos los fines de la tierra por estas In- dias occidentales, según otro lugar de Isaías, ca- pítulo 1 8, núm. 2, donde dice: «Id, Angeles ve- loces á buscar una gente arrancada y destroza- da, á un pueblo terrible y de dura cerviz.» Como
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lo fué siempre el judaico. «A un pueblo, des- pués del cual no hay otro,» y que desde aquí le daba silbidos nuestro Dios para su remedio.
Pero por qué he de escribir más por extenso sobre este cap. i8 de Isaías, que denota la con- quista hecha por los españoles; excuso prose- guir en este asunto.
9. Vamos levantando un poco más este edi- ficio y echándole fundamentos de la Sagrada Escritura, para probar que estos indios eran en gran parte descendientes de aquellas diez tri- bus, y pondero un lugar muy escondido para este asunto de Jeremías, en los Threnos, capí- tulo 5.
Profetizó este gran profeta á las tribus de Judá y de Benjamín, por el año 1307 de la Creación del mundo, y antes del nacimiento de Jesucristo Señor nuestro, 655, profetizó á esas dos tribus, porqueyahabiadesterradoa Salmana* sar y las otras diez tribus y llorando su m.ala fortuna y sucesos que habían de tener, dice en el citado cap. 5:
«Nuestra herencia se ha vuelto y pasado á los que son alienígenas y nuestras casas han pa_ rado en extraños, somos como huérfanos sin pa, dres, y nuestras madres como viudas sin mari- dos.
«Nuestra misma agua la compramos con di-
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nero y los árboles, leña y fruto que nos perte- necían, nos cuesta nuestro precio.
»Hemos puesto yugo á nuestras cervices, sin hallar descanso á nuestro quebranto y can- sancio, caimos en las manos de Egipto y de los asirios.
«Pecaron nuestros padres y han faltado, y nosotros cargamos sus iniquidades.
»Hasta los esclavos dominan de nosotros, y no hallamos quien nos redima de su mano.
»Nuestro cutis y pieles se han tostado y y puesto de color de horno de barro encendi- de á fuerza de trabajos y hambres.»
Hasta aquí Jeremías, claro está que hablaba aquí respecto de las tribus y su transmigración, y aunque muchas cosas suenan en la letra de presente, ya se sabe, y lo hemos dicho, que la profecía no guarda la propiedad de los tiempos, porque Dios, que es autor de ella, lo tiene todo presente.
Este lugar de Jeremías, aunque hoy no se verifique en estos indios, por las muchas cédu. las que nuestros Católicos reyes tienen despa- chadas para su buen tratamiento, donde eviden- temente han declarado en este tratamiento, su Real voluntad, á que concurren tan puntualmen- te sus vireyes, audiencias y gobernadores: pero ■estos indios en su gentilidad, pasaron mucho de lo que contiene la profecía de Jeremías, y ea
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parages muy remotos, donde no puede llegar la providencia de los superiores por tener las In- dias más de 4000 leguas de distancia, están pa- sando las calamidades que profetizó Jeremías, aunque en sabiéndolo los superiores, y pudien- do coger á los malhechores, los dejan bien es- carmentados, y de lo dicho se toma argumento de que los indios son en gran parte semilla de las tribus.
I o. Pon dera también el muy docto Fr. Luis de León, sobre el cap. 8 de los Cantares, lo que en él dice el Espíritu Santo, que la hermana'mayor previene zarcillos de oro y reparos de plata á la menor, para que el día de su desposorio, que es el de la conversión de estas tribus, que se habían de agregar á la tribu de Judá, que significado por la Iglesia, es su hermana mayor, con otras ponderaciones que se podrán ver en dicho au" tor.
II. Más señales y conjeturas hemos de sa- car de los libros sagrados que están señalando á estos indios por descendientes de las tribus y pondero un lugar muy oscuro, aunque traído por los intérpretes, en comprobación de nuestra sentencia; es de Isaías, en el cap. 18; donde dice: «Ay de la tierra, que es cimbalo (ó cim- balillo) de alas, la cual está más allá de los ríos de Etiopía de aquel que envía legados al mar; y
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en vasos de árboles, sobre las aguas. Id, Ange- les veloces á una gente que junta fué arrancada con violencia de sus tierras, á una gente destro- zada, á un pueblo terrible, á una gente que há mucho que está esperando, á una gente hollada; á quienes los ríos han robado sus tierras!»
Más misterios tiene esta profecía que letras.
Profetizó Isaías las calamidades de muchas tierras y reinos, desde el cap. lo hasta el 33, usando de la palabra vce y de la palabra omis, en muchos de ellos, y por lo incógnito de estas Indias, las explicó con la palabra de cy77ibalo de alas.
Este lugar de Isaías le entienden casi todos los intérpretes por la predicación del Evangelio en estas Indias occidentales, en las orientales, Japón y China.
De este mismo sentir sonLumn^o De extre- mo, Dei Judicio, lib. 2, cap. 6. Rebelo, de oblí. gatione justit., lib. 18, cuest. 23, sec. 3.^; P.Juan Lucena, en la Vida de San Francisco Javier, li- bro 5, cap. 21. Maluenda, en el lib. 3 de An- tic, cap. 12.
Pero muchos más aplican este cap. 18 de Isaías á la predicación, descubrimiento y con- quista de estas Indias occidentales, hecha por los reyes de España, y de este sentir es el Padre José de Acosta, en la Historia de este Nuevo
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í^íando, lib. i, cap. 15. Delrío, tomo I,adag. 723, in fine, Montano, Bórrelo, Thomas Bozio, Basi- lio Poiice, Ludovico Legionense y otros referi- dos por el consejero D. Juan de Solorzano, to- mo I, lib. I, cap. 15, núm. 23.
Vamos discurriendo por la profecía y apli- cándola al descubrimiento de estas Indias occi- dentales y reducción de las diez tribus.
Dudo, lo primero, parque significó el profe- ta Estas Indias con la palabra cymbalu7n ala- rum y si estas palabras se han de entender en su simple, llana y natural significación ó si están puestas con misterio y metáfora.
Si atendemos á la propiedad de la palabra latina cymbaluní^ y de la palabra griega cyndw- lon^ es un instrumento cabo, que hace mucho ruido pulsado con la mano en el cuero que tapa la cabeza, como se usaba en las fiestas de la diosa Cibeles, madre de los dioses en la genti- lidad, como con autoridad de Xenophonte y de Atheneo, lo prueba Juan Scápula en su Lexicón^ en la palabra cymbos^ y su derivado cymbolon^ y en estas Indias^ en especial en la provincia de Quito, arrastran los indios unos tambores largos, de tres á cuatro varas, forrados de cuero, con aletas, que pulsados con la mano, se oyen dos ó tres leguas y causan asombro, y los negros de Etiopía en estas Indias, usan de los mismos
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tambores, pero no tan grandes como los indios y Scápula, en el Ingar citado, llama tímpano al cymhalo y está encampanada toda la América con cerros.
Isaías dijo que esta América era cimbalo y campana de alas, porque los indios usaban ea estos montes de tambores de palo, conque se avisaban de unas partes á otras, como si fuera con campanas y trompetas, y así lo dejó advertí' do el capitán D. Bernardo de Vargas Machuca en su Milicia Indiana, tratando de las propieda^ des, viviendas é instrumentos de los indios, y dice en la hoja 134, vuelta: «Sus viviendas ca general son en montes y lomas (propiedad de los tártaros) porque viviendo en los altos, se ea- tienden con unos tambores de palo, y m.ás aba- jo, en la hoja 139: «En la guerra usan de fotu- tos y atambores de palo, que en montañas sue. nan mucho trecho» y en el lib. i, hoja 4, á la vuelta, dice: «Cuando les conviene juntarse ó darse algún aviso, se entienden por tambores» con que con mucha propiedad se llama tierra de címbalos, y aunque Isaías usa de la palabra cymbalOy en singular, esto es familiar á]'^ profe- cía, en que frecuentemente se usa ■ tropos, metonimias y sinecdogues, tomando ..1 todo por la parte y al contrario, y los versados en la es- critura saben que en ella, se pone el singular por
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plural, diciendo que esta América era címbalo de alas, explicó sus largas cordilleras que la ci- ñen toda, las cuales son alas y faldas de los montes, en que ponían y tenían los cimbalos con que se avisaban y entendían, y llamó á esta América cimbalo de alas, porque este instru- mento suena haciendo gran temblor, como se dijo en el lugar citado de Scapula: «Est instru- mentum cavum, quod manu pulsatum crepitai» sino es, que llamase cimbalo, porque en toda esta América hay terremotos que suenan dando y haciendo grandes asonadas, crepitando y es« tremeciéndose toda, haciendo los efectos que el cymbalo y el ruido muy conforme á él, y los temblores, según opinión de muchos, son true- nos y ruido de la tierra, como dice Celio Rodi- gino, lib. 30, Lecturas antiguas, cap. 27, y en un instante se oyen en distancia de 200 leguas, por eso son campanas, cuyo sonido vuela, como si tuviera alas del viento, y así son cimbalo de alas; y añado que toda esta tierra es de cerros y cordilleras que la ciñen, y en ellos muchos volcanes- y concavidades que de ordinario esta- llan y suenan como campanas y cimbalos.
También se avisaban estos indios en largas distancias con humos y candelas, como lo dice el citado D. Bernardo de Vargas Machuca, en . su Milicia Indiana, lib. i, cap. i, fol, 5, por estas
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palabras: «Cuando la distancia es larga, que el eco de los tambores no alcanza, hacen humos, de tal manera y modo, que un mensajero no podía mejor dar á entender la causa,» de que infiero no haber campana ni címbalo de alas más lijero que el que tenía esta tierra en sus humos, para avisarse de partes muy lejanas, su- biendo las noticias por los aires, y siendo alas los mismos humos, advirtiendo también lo que dice en el lugar citado el dicho D. Bernardo de Vargas, de que en España es costumbre en las atalayas avisar con humos, lo cual sirve para comprobación de lo mucho que escribo en esta obra, de que estos americanos descienden en gran parte de los primitivos españole«?, de los cuales, como otras costumbres, aprendieron esta de avisarse en distancia con humos.
También pudo llamar Isaías á esta América cimbalo ó campana de alas, porque estos ame- ricanos, en sus ciudades y pueblos, hacían sus casas á forma de campanas, con sus alares, según nos advierte el P. Torquemada en su Mo- narquía Indiana, lib. 3, cap. 2, al ñn de él, y yo he visto en los Pastos casas de esta forma, y así llamó Isaías á esta América Cimbalo ó Cam- pana.
Pero se puede entender también la palabra cimbalo en metáfora y epíteto, porque este epí- teto: «Mundi cymbalum ó cymbalum mundí,»
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hcgún Erasmo ea la Chiliada cuarta, centuria I o, verbo cymbalum mundi se pone para deno- tar la opinión ó fama que tiene la persona ó la tierra de que se trata, como si dijéramos, que resuena por todo el mundo la fama de este su- jeto ó cosa de que se habla con admiración de los que lo oyen, lo cual se verifica de estas In- dias, cuyo nombre, por sus riquezas, oro, plata? perlas y piedras preciosas ha admirado al Orbe? y no sin causa le llamó címbalo alado ó de alas el profeta, porque volando por toda la tierra su fama y aún denota más que el cimbalo del mun- do el cimbalo de alas, porque explica la veloci. dad con que ha extendido su nombre á todas las naciones.
Dice más Isaías, que la tierra de que habla está más alia de los ríos de Etiopía, con lo cual explica más claramente que habla de estas In- dias.
Dos Etiopias con Homero señalan los anti- guos, una en Asia y otra en África, según expli- ca Antonio Nebricense, en su Diccionario de lugares, verbo Etiopía^ y aun si contamos la Nueva Guinea ó Etiopía, que hay en estas In- dias á la parte Austral, se pueden contar tres, y muchos han querido que por el color de estos indios sea esta tierra como parte de la Etiopía. Pero llegando á lo individual de la profecía
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la tierra de que habla^ la pone Isaías después de los ríos de Etiopía y es preciso que sean estas Indias occidentales, porque si habla del África, los ríos de Etiopía la terminan y no resta otra tierra por el Occeano que las islas y tierra ame- ricana.
Está la América y tiene á su Oriente contra- puesta á la Europa y al África, de las cuales se divide con el dilatado Occeano Atlántico; pero está la América más cercana al África que á la Europa .
Por el Occidente tiene la América, al Asía, asilo dice Juan Laert: «America obiertam ha- bet ad Orientem quidem Earopam, atque Afri- cam, a quibus dividitur pottentíssimo Occeano Atlántico, Áfricas tomen propior, quam Europae. Ad Occidentem habet Asiam.»
Luego si habló Isaías de los ríos de la Etio- pía de África, lo entendió por los que terminan el África, porque la Etiopía es lo último de Áfri- ca, según los mapas, y así la tierra, que está después de estos ríos, navegando de ellos a^ Occidente, habrá de ser la América.
Si habló de la Etiopía de Asia, sus ríos co" rren á la Tartaria, que por el estrecho, que sale del mar Escítico se da con la América septen- trional, como veremos más abajo, y así parece que mirado por ambas Etiopias, la tierra que
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está después de sus ríos, señala el trayecto y tierras de la América^ como con el P. Pineda dice D. Juan de Solorzano, tomo I, lib. i, capí- tulo 15, núm. 25.
De lo que acabamos de decir se sigue que por cualquier parte que se considere, ó ya sea por el Occeano ó por la Escitia y Tartaria, la tierra que está después de los ríos de Etiopía, precisamente ha de ser la América, lo cual re- conoció D. Juan de Solorzano, en el tomo I, de lur. Ind. lib. i, cap. 15, núm. 25, diciendo: «Ultra flumina ^thiopiae, id est, ad huius Orbis nuper reperti Íncolas,» y Juan Filcsaco en sus Selectas, lib. i, cap. 12, y si discurrimos por la Etiopía de África, el monte Atlas, por quien lla- mamos mar Atlántico al Occeano, este monte está á lo último de esta Etiopía, según aquellos versos de Virgilio en el 4:
«Occeani ñnem, solemque cadentem Ultimus ^thiopum locus, noi maximus Atlas.»
Y por esa parte no se halla tierra continen- te, más que á nuestra América.
Y cuando hablase Isaías de la Etiopía asiá- tica, su ríos van á dar con la Escitia, Tartaria y China, como se podrá ver en el citado D. Juan de Solorzano, en dicho lib. i, cap. i, desde el núm. 40 hasta el 72, y discurriéndose por este lado, después de los ríos de Etiopía, has de ha-
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llar los reinos de Anian y Quivira, que ya son la América descubierta, y así, dicha profecía fué señalando después de los rios de Etiopía á toda esta América.
Demás que Isaías usa de las palabras irans flumina Aetiopioe^ y la partícula irans significa lo mismo que de la otra parte de los ríos de Etio- pía, que vulgarmente decimos allende^ y gran parte de esta América está enfrente de Etiopía con un golfo de mar, que es en opinión de mu- chos, de menos de cuatrocientas leguas, como se podrá ver en Juan Botero, en sus Relaciones del mundo, lib. 5, part. i § Brasil^ y su traductor Licenciado Diego de Aguiar, donde, hablando de aquellas costas, del Brasil, dice no distan de África más de mil millas, que hacen trescientas treinta leguas, y el mismo autor, más abajo, en el lib. 6, § Islas del Brasil^ donde pone al Bra- sil enfrente de la P2tiopía con que toda esta América en gran parte está fronteriza á la Etiopía de África; y hablando el profeta desde aquel mundo antiguo, dijo que esta tierra estaba en^ frente de la Etiopía y de la otra parte de ' ella transflumina Eiiopíse, y así dice el dicho autor: «Todas las islas de este mar, que pasa entre el Brasil y la Etiopía, estaban deshabitadas.»
Dice Isaías después: «Qui mitit legatos in mare,» y parece que es viciosa gramática, por-
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que va hablando de la tierra, que está después de Etiopía y ambos nombres son de género fe- menino, y á este no corresponde el qui^ que es masculino^ y así se ha de suplir el posesivo chis^ para que ajuste el relativo qui, lo cual es muy propio de las profecías, como vemos en el Apo- calipsis de San Juan, que habiendo dicho a Apo- calipsis Jesu Christi, quae opportet fieri cito,» está defectuosa la gramática, y así suplen to- dos «corum quae opporfet fieri cito» Cuando las cosas, como dicen, concuerdan en género y número y caso, hacen evidencia, y una proban- za probada y, como dicen los juristas, es hallar la burra blanca de lo que se buscaba, com^ aquí en la profecía de San Juan y de Isaías, en am- bas concurre el relativo y se suple el posesivo. Dice, pues, que el dueño de aquella tierra envía legados al mar, y en vasos de raíces ó ár- boles, los envía á que vayan sobre las aguas- (jin vasis papyri» dice, y es de advertir que la palabra /^/>T^í 6 papyrufn^ y en griego papyros 63 una planta que nace en lagos ó lagunas que unos llaman totora y otros jtmco\ hay de éstos más y menos gruesos, como se podrá ver en Teofrasto, lib. 4, Hist. cap. 9, y en Plinio, libro 13, cap. I. Alejandro Afrodiseo, en ellib. i de los Problemas. Dioscórides, en su erudito lib. i cap. II, y véase Juan Scapula en su Lexicón, en
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la palabra /¿z//r¿7i', y había algunos tan gruesos, que su corteza servía de papel y libro, y los egipcios usaron de navichuelos hechos de estas plantas y juncos, como dice Lucano^ lib. 4: «Conferitur bibula Menphitis cymba papyro.» Y de estas embarcaciones usaban solamen- te los indios del Perú, llamándolas balsas, que hacían solo de totoras unidas con juncos, como usan hoy los pescadores, y también de palos de balsa para más largas embarcaciones, los cuales palos nacen también en lagos y lugares palus. tres, y las unen con juncos, y estos son sus vasos de navegar y también á semejanza de estas em- barcaciones usaban de canoas que hacían cón- cavas de palos más gruesos, que es á lo que más se extendió su modo de navios y cuando yo no viera en la profecía de Isaías miás que este gé. ñero de vasos papiráceos de que usa, tuviera por cierto que hablaba de esta tierra de las Indias , donde no había otros navios.
Dice, pues, que en estos vasos enviaba lega- dos esta tierra, ó su dueño á la mar, y á las aguas, y es la razón porque este, como se ha dicho en muchas partes de esta obra, es el ver- dadero mar, y aunque iban á algunas islas, estas se reputan por mar, y como estas partes están divididas de las otras tres partes del mundo, solo iban los legados al mar, y más cuando toda
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esta playa austral en las divinas letras se signi-» fica por el mar, según el mismo Isaías, cap. 66, vers. 19, ibi: ccMittam ad gentes inmare», y en el cap. 60, vers. 9, donde dice: «Me están aguar- dando las islas y las naves en el principio del mar, para traer de lejos los hijos de Israel,» en este cap. 60, dice: «Me expectant naves maris in principio.»
Esto es en principio del verdadero mar en que comienzan las Indias.
En la Escritura, por el mar se entiende la gentilidad, según la Epístola del señor San Ju- das Tadeo, donde llama á los gentiles frutos del fiero mar; pero en el lugar de Isaías no hemos de tomar esta senda, porque habla de los lega- dos que enviaban los reyes de las Indias al mar verdadero, y de los bajeles, que enviaban sobre las aguas, y yo juzgo que se ha de entender como ello suena, y por el mar, y así añado que iban en vasos ó bajeles por las aguas, y que te- nían sus modos de embajadas por el mar á otros caciques que habitaban islas ó el continente y costas muy distantes.
Y los indios de lea y los de Arica, como re- fiere el P. Fr. Gregorio García en el lib. i del Origen de los Indios, cap. 4, § i, contaban, cuando se descubrió este Perú, que antes que vinieran los españoles, navegaban á unas islas
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muy remotas hacia el poniente, y también hace mención de otras navegaciones hechas en su gentilidad, y decir que enviaban legados al mar, como hemos dicho, fué, por denominarse esta tierra con el nombre del mar, y así en el capí- tulo ;^^, del Deuteronomio, núm. 23, dice que Nepthah', que es una de las diez tribus, que pa- saron á esta América, poseería el mar, y el Me- diodía, que esta región austral.
Prosigue leyendo:
Dice Isaías, que esta tierra envía legados al mar y á las aguas, y parece viciosa la repetición; pero según lo dicho, no lo es, porque por la mar como está dicho^ se entiende esta tierra, y por las aguas.
Estos legados eran como exploradores, y vigías del mar, por la grande distancia de este reino y del de Méjico, y que yo me acuerdo ha- ber oido á un gran astrólogo que hubo en este reino, nombrado D. Francisco de Quirós, que decía que los llanos de estas Indias fueron mar? y que con el tiempo quedaron estos llanos en tierra, como ha sucedido en muchas partes del Orbe; por donde dijo el otro poeta latino: «Ví- di factas ex sequore térras,» y para prueba de su sentir, habla, que en los llanos y mayor parte de ellos, cabando la tierra, á media vara se dará con cascajo y piedras del mar, y así dice
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bien Isaías, que enviaba legados á la mar, y so- bre las aguas, y en mi entender, estos legados no eran embajadores con la pompa que hoy se envían, sino nuncios y correos, que también sig. niñea estos la palabra legaius, como se verá en Antonio Nebricense, en la palabra legaiusy y no ha habido tierra en el mundo que tanto haya usado de nuncios y correos, que llaman chas- quis, como ésta, y así los Incas y Motezumas usaban de estos nuncios y legados, que con pres. ¿eza corrían tan dilatados reinos, teniendo no- ticia por estos nuncios y chasquis de todos ellos, así por tierra ccmo por mor en sus bajelillos como se podrá ver en el P. Acosta, en la Histo- ria Indiana, lib 6, cap. 17, cuyas palabras trae D. Juan de Solorzano en su Política, lib. 2, ca- pítulo 14, fol. 137.
Y hace mención de estos nuncios y lega- dos de Nueva España, Simón Mayólo, t. I, colloq. 4, en el fol 127, y del uso de estos nuncios y correos en todas las Indias, Garcila- so, en la Plistoria de los Incas, lib. 6, cap. 7, y Américo Vespusio, en la Relación del nuevo Orbe, fol. 138, y así nos puso Isaías una seña grand e en estos legados por mar y por tierra para que conociéramos hablaba de ella. Eran tan veloces estos chasquis, legados ó nuncios de estas Indias, que refiere el P. Acosta, en el
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lugar citado, que andaban 50 leguas entre día y noche, y era necesario, por ser tan dilatado este reino y el de Méjico, que por ambas cos- tas de Norte y Sur tiene más de 700 leguas, además que, como este Nuevo Mundo no tenía letras ni escritura, se valían de nuncios que lla- man chasquis.
12. Prosigue el profeta Isaías, y con mas claridad nos profetiza estas Indias Occidenta- les, diciendo: «Id, Angeles, veloces, á buscar una gente qus toda junta fué arrancada de su origen, á un pueblo terrible, después del cual no hay otro; á una gente que há mucho que está esperando, gente hollada y abatida, cuya tierra tienen robada los rios.» Este lugar lo en- tienden casi todos los doctores, como he di- cho, del descubrimiento de estas Indias y po- blación de los españoles en ellas, como lo trae D. Juan de Solorzano en el tomo i de lur. de Ind. lib. I, cap. 15, desde el núm. 21, y aquí el profeta llama Angeles veloces lo que Moisés llamó Águilas veloces y voladoras, en el eap. 4 del Deuteronomio, en el vers. 49, de que hici> mos mención arriba. Águila se pone por Aa- gel y lo mismo al contrario en las profecías, y así en el cap. 8 del A^pocalipsis, núm. 13, «La voz del Águila volante» leen otros «La voz de Ángel veloz y volante». Este nombre, Ángel,
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como he dicho, es nombie de oficio, que sig- nifica nuncio, mensajero, embajador; por lo cual, al decir la profecía: «Id, Angeles velo- ces», quiso significar la embajada del Evangelio que trajeron nuestros españoles á tierras tan remotas con que se habla de dilatar la Santa Iglesia por otro Nuevo Mundo, según el capí- tulo 54 de Isaías, desde aquellas palabras: «Di- lata locum tentores tui» y fueron ángeles los que vinieron á estas dilatadísimas provincias del Perú y Méjico, ó sea por los predicadores apostólicos, que entraron sembrando la pala- bra de Dios, que se explica muy bien en la Es- critura con la palabra Angeles, según la inter- pretación de aquellos tres Angeles del cap. 14 del Apocalipsis, ó í:ea por los obispos que en- traron planteando la íé, los cuales, en el mis- mo Apocalipsis, en los capítulos i, 2 y 3, se llaman Angeles, título con que denota á los obispos de Asia en dichos capítulos, ó sea por los sacerdotes que vinieron á enseñar la doc- trina cristiana, los cuales llama Angeles Mala- chías, ó sea por los religiosos franciscanos, como quiere el P Salinas, por haber sido de los primeros que predicaron en estas Indias, y así en este Perú á esta religión llaman la pro- vincia de los Angeles, ó sea, como quiere Lumnio, en el lib, 2 del Juicio Final, cap. 6,
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por los Padres de la Compaiiía de Jesús, que es el Ángel del gran consejo, ó por las demás religiones, que por predicadores tienen el nom« bre de Angeles, como advierten los autores ci- tados, y así por este título se conoce en la Nueva España la ciudad de la Puebla de los Angeles, que se le pusieron los primeros po- bladores que vinieron con el gran Hernando Cortés.
Pero aunque la denominación de Angeles, en su primera significación, se haya de enten- der por los obispos, sacerdotes y religiosos que vinieron á propagar la fé en las Indias, sin embargo se ha de tomar en mayor amplitud la significación de Angeles veloces en la profecía de Isaías, entendiéndola por todos los españo- les que, guiados de Dios, vinieron por sus em- bajadores y nuncios, que esto quiere decir An- geles, esto es, enviados de Dios, como se dice del señor San Juan Bautista: «Fuit homo mis, sus á Deo», y por eso se le da el nombre de Ángel, como lo explica nuestro Redentor: «Ecce ego mitto Angelum meum.»
Llamó Isaías Angeles veloces á los espa- ñoles por la gran presteza con que vinieron á esta conquista en naos muy ligeras y veloces. Fueron Águilas veloces, que vinieron de muy lejos, como dejó profetizado Moisés en el ca-
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pitillo 4 del Deuteronomio, núm. 49, y cste epí- teto de Águilas dan muchos á los españoles y á nuestros Católicos Reyes. Dejó la sim'litud de serlos reyes de España y los españoles sobre los demás reyes y naciones, como lo tengo probado en mi librito de Milicia, (i) con que les cuadra el epíteto de Águilas, que por exceder á todas !as aves, son las reinas de ellas, según dice Ravisio Textor en su Officina, lib. 7, ca- pítulo 42, en la palabra Águila, y á nuestro rey Católico le llama Águila grande, de alas muy grandes, Camilo Bórrelo.
A la gente de hazañas grandes llamaron los griegos Águilas, y á Pyrro por haber hecho muchas, le dieron este nombre, según escribe en sus Lecturas antiguas Celio Rodigino, libro 24, cap. 5: «Ab rerum gestarum excellentia Pyrrhum Aguilam cognominatum». Id, ets., Acto7t. ¿Qué nación en el mundo ha hecho más hazañas que los españoles y sus reyes? Véanse las historias y contémplense los lugares que dije arriba en el cap. 2, y lo que tengo dicho en mi libro de Milicia Indiana.
En la Nueva España se apareció por muchos días un águila con el copete diáfano, que turbó
(i) Se refiere i la "Carta á D. Baltasar de la Cueva, conde de Castellar... Lima \6^s^ que queda citada en la advertencia de este volumen.
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mucho á Motezuma, emperador, y era indicio que águilas habían de venir á privarle del reino, de que se podrá ver al Padre Torquemada, y en Méjico llevó un águila á un indio labrador á un tribunal donde vio el fm de Motezuma, por los que venían de lejos á quitarle el reino, como dice Solorzano, t. i, lib. 2, cap. 2, núm. 53, y antes en el núm. 52, otro portento de que se manifestaron los españoles como ángeles.
13. Prosigue Isaías diciendo: «Id Angeles» á una gente convulsa, la propiedad del nombre convulsuSy es del qiie es sacado, ó arrancado de alguna parte juntamente con otros, porque el verbo latino convello, es arrancar á unos con otros, y así sucedió á las diez tribus, que á todos juntos los arrancó Salmanasar de Judea y los pasó á los asirios, según consta de la Escritura Sagrada, y diremos más abajo.
Dice más: que esta gente era destrozada, como lo fué, apartada de las demás tribus, y destrozada por la desgregación de sus tierras? destrozada también por los sacrificios que ha- cían de ellos en Méjico y en este Perú, destro- zada también por los grandes trabajos y ocupa- ciones en que los entretenían sus Ingas y Mote, zumas.
Dice más: «Id á una gente ó pueblo terrible, este es el pueblo judaico de estas tribus, gente
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terrible y de dura cerviz, que siempre resistie- ron las inspiraciones divinas, como hablando con ellos se lo dijo el Proto-Martir San^Esteban en los Hechos de los apóstoles, cap. 7, núm. 51: «Sois — les dice — de dura cerviz y de corazones y oidos nunca purificados, sino dobles, y estáis siempre resistiendo al Espíritu Santo.»
Prosigue Isaías: «Id á una gente y puebla después del cual no hay otro.» No se ve que ha- bla de estas Indias.
No necesita esto de prueba, y luego: «Id á una gente que espera.»
Y luego, en el fin de dicho cap. 18, dice: «A un pueblo que espera» y añade á un pueblo que espera: «Populum expectantem, expectantem.»
Cuando yo no viera otra cosa, juzgara que hablaba del pueblo judaico, porque la repetición y germinación del pueblo que espera y espera^, denota la costumbre y propiedad del pueblo ju- daico, que siempre están esperando, y así deci- mos vulgarmente: vos parecéis judíos en esperar^ y esta ida al pueblo, que duplicadamente espe- ra, dice que sucederá al fin del mundo: «In tém- pore illo,» que de ordinario en la profecía se pone por el tiempo final del mundo.
Añade Isaías: «Id, Angeles á una gente ho^ liada, concille ata ^^-i dice el texto, ;y qué más ho- llada que estos indios abatidos y hollados?
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Finalmente, dice que vayan estos Angeles veloces á esta gente á qaien los ríos han roba- do su tierra.
Vean los americanos si ha sucedido esto como lo dice ei profeta, porque la multitud de ríos de estos reinos, y las quebradas que han hecho, por donde corren á gran, distancia, tie- nen casi robada la mitad de la tierra, y mucha parte de ella va quedando en cascajal, lo cual no sucede en las otras partes del mundo, con que queda bastantemente explicada la profecía de Isaías en el cap. i8, y ajustada á este Nuevo Mundo, conquistado por españoles.
Para comprobación de lo dicho, y para más pruebas de que por estos Angeles veloces, se en- tienden los españoles, se puede también inducir otro capítulo bien oculto del profeta x\bdías, que es el final, donde dice: «Las colonias de Jerusalén que están en el Bósphoro, poseerán las ciudades del Austro, y subirán los salvadores al monte á juzgar al monte de Esaú y se dará el reino al Señor.
Palabras que el docto Fr. Luis de León, so- bre el capítulo final de Abdías, acomoda con gran ingenio á la conquista de estos reinos, he- cha por los españoles, á quien han seguido Arias Montano, Maluenda, Acosta, Fr. Gregorio García, y otros alegados por D. Juan de Solor-
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zanOjCn eltomo I, lib. i,cap. i5,núm. 29,10 cual se verifica más que Cun la letra hebrea, en lu- gar de Bosphoro pone Scpharad^ y la paráfrasis caldea va con el mismo sentido, y los caldeos y hebreos á España llaman Sepharad^ como dice el mismo D. Juan de Solorzano, poco há citado, núm. 33 y 34.
Con que diciendo Abdías, que los salvado- res y mensajeros del Evangelio vendrán de Sepharadj y poseerán las ciudades del Austro, que son las de esta América, bien se vé, que habla de la venida de los españoles y conquista de estas paites, hecha por ellos, y que los sal- vadores son los Angeles de que habló Isaías en el cap. 18.
14. Concluyo este párrafo, dejando muchos lugares de la divina Escritura, con el Psalmo 149, donde dice que Dios traerá á los mansos á verdadera salud: «Exaltabit mansuetos in salu-' tem,» lugar que entiende el gran D.Juan de Pa- lafox, en un Tratado que hizo de las virtudes de los indios por ios americanos que los llama los mansos y pacíñcos , y aunque he dicho coiazones duros, también dije que Dios los había postrado y hollado y que ya con los tra- bajos estaban humildes, y así Isaííís, en el ca- pitulo 18 que he explicado, primero los Uanió pueblo terrible, y luego dice que eran gente
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humillada y conculcada, principalmente des- pués que olvidaron el judaismo y entroccaron con los que primero poblaron estas Indias. Compruébase el que dicho Salmo se entiende de estos indios mansos, con lo que añade que á sus reyes les pusieron en prisiones, grillos y esposas: «Ad allÍ2fando Resres eorum in com- pedibus, et nobiles eorum in manicis ferréis», como sucedió en la conquista de estos reinos, donde Motezuma y Atabalipa, reyes, fueron presos, y con lo que añade el mismo Salmo: «Ut faciant in eis judicium conscriptum», para que así se verificase el juicio que Dios tenía escrito y promulgado contra ellos, como suce- dió en aquella visión que tuvo en su gentilidad un indio labrador, que fué llevado al tribunal de Dios y allí vio dar sentencia contra Motezu- ma, gran rey de Méjico, en que se le quitaba el reino, como se puede ver en D. Juan de So- lorzano, tomo I, lib. 2, cap. 2, núm. 54, y tam- bién en la Isla Española, consultando Guaria- no su Real ídolo Ze7ni, poco antes de venir los españoles, le respondió que ya Dios le quitaba el reino y le daba á otros hombres, vestidos y con barbas, que vendrían de las partes en que está España.
Pónense 7?iuchas conveniencias, semejanzas^ pro- piedades y ritos en que estos Í7tdios concuerdan cofi los judíos.
I. Después de haber puesto los lugares que me han parecido más á propósito, sacados de la Sagrada Escritura, para probar que estos indios descienden en gran parte de las tribus, he dispuesto este párrafo, para que sirva de miscelánea y de grande y eñcaz indicio, para que judíos é indios sean de ün mismo origen y tengan entre sí mucha comunicación de sangre y parentesco.
De la fábrica de esta opinión fué Príncipe y Arquitecto, el gran obispo de Chiapa D. Bar- tolomé de las Casas, y se halló en unos pape- les suyos, como refiere Torquemada en el li- bro 1, de la Historia Indiana, cap. 9, á quien
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siguieron otros muchos que referí arriba. El primer fundamento puso en el lugar que he' mos ponderado de Esdras. El segundo en la gran multiplicación de esta gente americana, que como dicen, eran como arenas del mar, así Torquemada, citado, y por Oseas se dice en el cap. I que los hijos de Israel serían como las arenas del mar. El tercero, que en las pri- meras islas de Jamaica, Cuba y adyacentes, ha- blan un hebraico corro aipido. Pruébalo el obispo con varios nombres, porque Cuba se llamaba por los indios Cait'mtateacucth^ que es nombre hebraico y significa el poblador que le puso su nombre.
ítem, la palabra cacique^ en lengua de los indios^ significa al más principal, y es raiz del nombre hebraico acantina que significa el prin- cipio y altura de alguna cosa. Lo^^^ indios se nombraban algunos laque Salmaná, de Salma- ná^ hebreo.
Un río que está junto á la isla Española, se llama Hainan, derivado de Hain^ que en he- breo significa fuente. Los indios, al triste y lloroso llaman cínato^ que es palabra hebrea de la raiz cinail, que significa triste y lloroso. Los indios llaman carib al que come carne humaní, y se deduce del hebreo carithj que es consu- midor ó abrasador como fuego, y así lo hacen
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los indios caribes, que todo lo talan como fuego. Los indios, ¿I un instrumento de herir, llaman viachan ó ínachana, y se devluce del nombre hebreo macha, que quiere decir he- rida.
Los indios llaman canoa á unos vasos con que andan y asisten en el agua, y se deduce de la palabra hebrea canon, que es estación en el agua.
Los indios llaman axi al pimieuto, que en- ciende á los hombres y casi los hace bramar, y se deriva del nombre hebreo axa, que enciende y pone en furor al hombre. Estos son los nom- bres hebreos que halló el docto obispo doctor Fr. Bartolomé de las Casas.
Hay otros nombres hebraicos que ponen los autores, como se puede ver en Fr. Grego- rio García, en su lib, 3, cap. 7, § 2, que con- cuerdan mucho con la lengua é idioma de es- tos indios. Pone lo primero este nombre Perú, y dice que es hebreo y que significa tierra fér- til, derivado del verbo Para, que quiere de- cir lo mismo que fructificar; pruébalo con la autoridad de dos muy peritos en la lengua hebrea; y de este origen, dice, tomó principio el llamarse esta América el Perú^ por su mucha fertilidad y abundancia, lo cual fué también sentir del Glosador de las Partidas, en su pro-
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logo, glosa octava, donde denomina estas In- dias por tierra fértil y fructificante, y de esta raiz vienen tantos nombres como hay en el Perú, como son: el gran Pará^ Paraguay^ Pa- ria^ Parinacocha, el río Paraná, y aquí conduce lo que dije más arriba, cap. i de las dos re- giones de Méjico y Perú, denotadas en las Sa- gradas Letras por los hebreos, con el nombre Paruaim ó Parvaim. Añade Fr. Gregorio Gar- cía que la palabra paray en lengua general de los americanos é Indias, significa la lluvia, que es la que fertiliza y hace fructificar, derivado del verbo hebreo Para.
Tiene este autor por eficaz otro reparo, y es que este nombre An7ia fué muy usado entre las mujeres de los Ingas, y una se llamó Auna Guarqid y otra Anna Caoiia^ con que significa- ban lo gracioso de tales reinas, y en el hebreo este nombre anna cuadra bien el estado y dig- nidad de reina; porque anna quiere decir gra- ciosa.
La palabra Abha, que unos la tienen por si- riaca y San Agustín por hebrea, en la Epíst. 4, ad Galat., significa padre, y así se lee abbapater y entre los indios significa lo mismo, según el citado Fr. Gregorio García.
La palabra rac/iá es hebrea, según San Je- rónimo, tomo IX, sobre el cap. 5 de San Ma~
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teo, y dice que sigaifica vacuum^ ea castellano vacío\ los indios, al vaso y valva de la mujer lla- man racha por la semejanza de vacío.
Este nombre mamona^ que significa ídolo ó demonio, según la Glosa y Lira, en el citado cap. 5 de San Mateo, frecuente entre loshebreo^ para significar dicho ídolo ó demonio, y Pedro Mártir y dicho Fr. Gregorio García dicen que en estos indios había un ídolo en la isla Espa- ñola que llamaban Mamona.
Refiere también Fr. Esteban de Salazar, en el Símbolo Apost., discurso i6, que en Méjico, en la provincia de Chiapa, tenían los indios al- guna noticia de la Santísima Trinidad, llaman do al Padre leona, al Hijo Vacah^ y al Espíritu Santo Esiruach, que parecen nombres hebreos, y Riiach, según este autor, es el Espíritu Santo en hebreo.
Este nombre México.^ dice el citado Fr. Gre- gorio García, que se nombró primero Mcssico^ por su fundador, que se llamó Messi, palabra conocidamente hebrea, como también luctan ó lucatan, por lectan, hijo de Heber, de quien descienden los hebreos, y entiendo que si se pusiera cuidado por hombres peritos en la len- gua hebrea y de los indios, se hallaran muchas cosas muy concordantes, y se pudiera decir de estos indios: «Nam et loquela tua manifestum te
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facit.» Añádese que en este Perú hay un pueblo que se llama Salu y el padre ^é Za77ihri se lla- mó Salu^ según el cap. 25 de los Números.
La similitud de los lugares prueba también mucho para conocer el origen de los primeros pobladores de alguna tierra, como dice el Pa- dre Moret en la Historia de Navarra lib. i, ca- pítulo 4, § I, desde el fol, 85, y lo mismo la si- militud de nombres y del idioma.
En estas Indias está el pueblo de Cocas, hacia Castro Virreina, y en la tierra de Neptalí está la ciudad de Cocas ó Ucocas, como verás en el Teatro de Tierra Santa, de AdricomioDelpho,- jn Neptásim, núm. 98.
En Babilonia, donde estuvieron las tribus,, está la ciudad de Bilca, según Nebricense, ver- bo Bílca^ y en estas Indias, hacia Guamanga^ el pueblo Bilca.
En los términos de Halchat^ de Palestina, está el pueblo de Cali^ Josué, cap. 19, núm. 25, y en estas Indias, junto á Popaian,está el pueblo de Calij donde asisten las Cajas Reales.
También Marca^ ciudad de Egipto, Antonio Nebricense en la palabra Marca, donde tantos años asistieron cautivas las tribus, y en estas In- dias, en la provincia de Guailas, está el pueblo de Marca,
También hay pueblo de Macato en estas In-
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dias, eii la provincia de Guailas, y también los judíos tuvieron otro pueblo nombrado Mácate^ en la tierra Basau, Josué, cap. 12.
También Chala era un pueblo de Egipto, el mismo Nebricense, verbo Chaal^ y en Boecia hubo otra ciudad nombrada Chalía, Antonio Ne- bricense, verbo Chalía^ y en estas Indias el pue- blo de Chala junto á Acari.
La tierra y ciudad de Rama, celebrada en- tre los judíos, como se verá en Josué, en el Pa- ralipómenon, en Esdras, en Isaías, Jeremías y Oseas, y en estas Indias está el pueblo de jRa- vía ó Rauma, como verás en el Garoñlacio Real de D. Gaspar de Escalona, lib. i, cap. 14, nú- mero 37.
En la provincia de Santa Marta de esta Amé- rica, está la provincia Betania ó Betonia^ como dice Juan Laert en el lib. 8 del Nuevo Mundo, cap. 14, núm. 20, alude á la Betania de los is- raelitas.
Añade á Masada, que era un pago en Pales- tina, Antonio Nebricense en la palabra Masada y en estas Indias, en Nicaragua, cae la provin- cia Masaya, como dice Torquemada en el libro 3 de su Historia Indiana, cap. 38, al fin.
Mucha similitud tienen también algunos de los nombres de Reguíos y caciques de la pro- vincia de Méjico con los antiguos hebreos,
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aunque con el tiempo se corrompieron, y el primero sea Thegueii, hijo de Ephrain, como consta del Libro délos Números, cap. 26, nú- mero 35, y de los primeros pobladores de Mé- jico fué uno Tenehy según Torquemada, lib. i, cap. 12. Fué también hijo de Heber, Hela^ se- gún el mismo, cap. ló, de los Números, ver- sículo 33, y el citado P. Tornaemada, en el mismo cap. 11, pone á Hela ó Helna por uno de los pobladores de Méjico; en el mismo lu- gar pone entre los mismos pobladores á Ul- mekal, y pvarece tiene gran alusión con el nom- bre Melchal ó Melcha, que fué de la familia de Manase^ como verás en el citado cap. 26 de los Números, vers, 33. Y aún yo juzgo que la provincia que en Méjico llaman Afechoacan, tie- ne mucha alusión con este Melcol^ y Acan, también fué aquella que prevaricó en el pue- blo de Dios, como se lee en Josué.
Los indios mejicanos tuvieron éntrelos Tul- tecas á Achitomelf dícelo el P. Torquemada en el lib. 2 de su Historia Indiana, cap. 13, y bien se ve cuánto se asemeja con el nombre de los hebreos ArchitofeL
También Oza es nombre hebreo, como dice Fr. Gregorio García en su lib. 3 del Origen de los Indios, cap. 7, párrafo 3, y Oza significa pulga ó piojo, en la lengua de estos america-
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nos. El nono rey inga se llamó Topayupanque^ según el más común uso de hablar de estos americanos, como lo observó el inteligente his- tcriador de estas Indias, Diego Fernández, á quien llaman el Palentino, en su Historia del Perú, part. 2.% fol. 126, en la palabra Topa lu- panqué^ diciendo: «Topa yupanque fué gran se- ñor y muy valiente. Extendióse y sujetó más- tierra que todos sus antepasados;» y más abajo: «conquistó toda la tierra hasta Chile y Quito,» y este nombre Topa fué peculiar de las tribus de Israel, de la familia y estirpe de Tohi^ según Esdras, en el lib. 3, cap. 5, núm. 29, ibi: «Topa Filij Tobi.»
Bien sé que otros autores con el P. Calan- cha, en su Crónica, llaman á este nono inga Tupa^ pero el Topa es más común; demás, que como mudarse la o en u fué muy fácil, como observé arriba en el cap. i, según sucedió en los nombres Piro y Pirit^ y en Tubal, á quien como dije en dicho lugar llamó San Jerónimo Tobal y Tobel y á los españoles tóbelos.
También en la palabra Cuba^ aunque probé arriba que era palabra española, fué también apellido de la familia de yÍj)ion^ la Escritura le llama Acuba en el lugar citado de Esdras: Aman Filii Acuba,
2, Dije arriba cómo había Dios elegido á.
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los españoles y á nuestro monarca como segnn. do Moisés para esta conquista de las Indias, y hallo en ella muchas señales de aquellas esta- ciones que hicieron los israelitas á la tierra de Promisión, de la cual se dice en el Éxodo, ca- pítulo 3, que era tierra ancha, dilatada y espa- ciosa y muy fértil de leche y miel, todo s^- veri- fica en estas Indias.
Mandóles á los israelitas que saliesen en el mes de la cosecha de las nuevas mieses, y fru. tos, consta en el Éxodo, cap, 13, núm. 4, y que saliesen después de estar ya libres de yugo y es. clavitud, y de haber celebrado con regocijo su libertad, y con estas prevenciones salieron de Rameses^ como dice el cap. 33 de los Números vers. 3, y así salieron los españoles, después de libertada España de los moros, y alegrándose de los triunfos.
Hicieron los israelitas cuarenta y dos man- siones en la conquista de la tierra prometida consta en el libro de los Números, cap. 33, y en lo que he leido tardaron cuarenta y dos años en la conquista del Perú y Nueva España.
También prometió Dios al pueblo de Israel le daría un ángel que los patrocinase y guiase hasta ponerlos en la tierra prometida, consta en el Éxodo, cap. 23, núm. 20; en la conquista de las ludias vinieron muchos ángeles, y en el Cuz-
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co, como consta en las Crónicas, se vio visible mciite en la pelea con los indios un capitán en caballo blanco y espada de fuego, que destro- zaba los indias y amparaba los españoles.
En el cap. 12 del Deuteronomio, núm. 2, y en el citado 23 del Éxodo, núm. 24, mandó Dios al pueblo israelítico que destruyesen los idólatras rebeldes y les quebrasen sus ídolos y estatuas, y así se ejecutó por nuestros españoles en esta conquista.
Dijo tambie'n Dios á Moisés, en el cap. 2 del Deuteronomio, núm. 25, que pondría espanto en los idólatras con la noticia de que los iban á conquistar, lo cual se veriñcó en la entrada de nuestros españoles en esta Ame'rica, donde se vio tan grande miedo en los indios, que no sa- bían dónde esconderse.
Mandó Dios tambie'n á los israelitas que ofreciesen antes la paz en la tierra donde entra- sen, como se dice en el Éxodo, cap. 20, núm. 10, añadiendo que si los conquistadores viniesen luego á la paz, los tratasen bien, dejándolos solo por sujetos y tributarios, y donde no, que usasen del rigor de las armas, y así lo ejecutaron pun- tualmente nuestros españoles, como si lo hubie- ran oido de la boca del mismo Dios.
Mandó también Dios que en conquistándose aquella tierra, se distribuyese entre los hijos de
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js rael, sus conquistadores, 3* [se les repartiese como se colige del Psalmo 134, en aquellas pa- labras: «Dióles las tierras de los idólatras en herencia á Israel su pueblo» y en el Deutereno mío, cap, 20, núm. ig: «Todos los pueblos que hallares en la tierra pronnetida te servirán de- bajo de tributo» y en el Psalmo 35, núm. 43: «Dióles Dioslas regiones de los gentiles y po- seyeron el patrimonio y trabajo de sus pue- blos.
Esto mismo obró Dios en esta gentilidad de los americanos, y así se dieron encomiendas y repartimientos de tributos á los conquista- dores.
Sucedió á los israelitas el que, pasado el mar Bermejo, la primera tierra y región que pasaron fué la del Sur, dícelo el cap. 15, núme- ro 22 del Éxodo: lo mismo aconteció á los es- pañoles que conquistaron esta América, pues pasado el mar del Norte la tierra que toparon fué la del Sur.
En aquella conquista de la tierra de promi- sión no hubo pueblo que se entregase pacífi- camente, sino fué el de la nación Hebea como se lee en Josué, cap. 11, núm. 19, y los demás se conquistaron á fuerza de armas; así sucedió en Méjico, que no hubo provincia que de su voluntad se entregase y confederase con núes-
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tros españoles, sino fué la Tlascaltcca^ y lo mismo sucedió en este Perú, que todo se rin- dió al terror de las armas.
También en aquella conquista de los hijos de Israel no se pudo conquistar toda la tierra prometida, y quedaron muchos por conquistar; consta en Josué, cap. 25, núm. 6^^-^ y del cap. 17. núm. 12; lo mismo ha sucedido en estas Indias, en que no se ha podido acabar de conquistar todo lo de Manila j Darien y Chile, Mandóles Dios también á los israelitas que en la conquis- ta do lo que fuesen poseyendo no permitiesen sacrificar hombres, niños ni mujeras; consta en el cap. 18 del Deuteronomio, núm. 19, á que eran dados los gentiles, como consta en el Psalmo 105, desde el núm. 35, y así lo obser. varón los españoles en estas Indias, sin permi- tir á los indios semejantes sacrificios, como lo dicen todos los historiadores.
Además de lo dicho, mandó Dios á los is- raelitas, que no fuesen á aquella conquista déla tierra de promisión sino solo los voluntarios, sin apremiar á otros, según dice el cap. 20 del Deu- teronomio, núm. 8, lo cual también sucedió en la conquista de esta América, como lo hizo Cortés en Méjico, dando licencia á los que se quisiesen volver, y lo mismo hizo D. Francisco Pizarro, quedando solo con los trece compaña-
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ros hasta que vinieron otros voluntarios, lo cual por ser tan notorio, no necesita de prueba.
También se debe ponderar aquel caso de Rahab^ que pidió á los exploradores de Israel una señal para su seguridad y de su familia: cuando entrasen debelando á /erica, y ellos le dieron el cordón de grana, para que puesto en a ventana, le sirviese de inmunidad, como cons- ta en el libro de Josué.
Asi sucedió con un indio cacique del Cuzco, que pidió una señal para librarse, cuando por su tien a entrase triunfante Pizarro, y ]e dieron la señal de la Santísima Cruz, y que la pusiese á la puerta de su casa, y habiéndola puesto, se libró él y toda su familia, según lo trae Garcila- 30 Inga, tomo II de sus Comentarios.
Añádese que en la conquista de la tierra de Promisión, según el cap. 12 de Josué, núm. i ^ vencieron y mataron los hijos de Israel veintiún reyes y reyezuelos; así también, en estas Indias, vencieron y mataron los españoles muchos re- yes y reyezuelos, que eran los caciques, porque no se dieron á la paz que se les ofrecía.
También me ha parecido añadir, que así como los muros do Jericó se arruinaron con siete vueltas del Arca, Josué, cap. ó; así los muros de esta gentilidad americana, que eran -SUS ídolos, se arruinaron y cayeron por tierra
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como los muros de Jericó, cuando comenzó el uso de los siete Sacramentos en estas Indias? especialmente cuando se empezó á colocar el Santí:?imo Sacramento en ellas, que es la verda- dera áVca de los misterios de Dios, y se arruina- ron los ídolos, y enmudecieron, como sucedió con el ídolo parlero, que tenían en el valle de esta ciudad de Lima, según dice Garcilaso In- ga, tomo II, lib. I, cap, 34.
^Dirás que todo lo que he traído en este nú- mero 2, no prueba que los indios americanos sean descendientes de los judíos, sino solo, que los salvadores que vinieron de España, siguie-^ ron en su conquista las estaciones de los israe- litas en latierra de promisión, y que sucedieron los mismos casos y efectos en una y otra con- quista?
A que respondo lo primero que la similitud no ha de ser en todo, y basta que una y otra conquista concuerden en los casos y sucesos, que los efectos hayan sido unos mismos, y así como los de la tierra de promisión fueron para alivio de los israelitas, para su libertad, lo mismo sucedió aquí en las Indias para libertar á los americanos de la servidumbre del demo- nio, y como unos y otros eran de un origen, á aquellos los libertó de Egipto para darles la tierra de promisión y á estos del demonio para
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meterlos en la Iglesia y hacerlos aptos del reino de los Cielos, y así profetizó Isaías en el capí- tulo II, en las finales palabras, que abriría Dios caminos por el mar para recoger el residuo de su pueblo, que había quedado de los asirios, á semejanza de los tiempos antiguos cuando sacó á los israelitas de la tierra de Egipto.
Estos indios occidentales/ y gran parte de ellos, fué el residuo que pasó á estas partes huyendo de los asirios, como dijimos en el nú- mero I del cap. 3, y ¿quién no se admira viendo concurrir los mismos prodigios en la conquista de estas Indias que en la de la salida de Egip- to, para reducir los que restaban derramados á ellas por el cautiverio que tuvieron, cuando Salmanasar los trasportó á la tierra de los asi- rios, como dice Isaías, verificándose su profecía en la conquista de los españoles, y concurrien- do en ella tantas circunstancias que no se pue- de dudar que sucedieron para denotar ser estos indios de aquella estirpe y origen?
3. Pruébase también ser estos indios ame- ricanos semilla de los hijos de Israel, y des" cendientes de las diez tribus, por ser muy pa- recida esta gente á los hebreos en los gestos, cuerpos, narices y en pronunciar muchas le- tras con la garganta, como lo advierte Goma- rá en la parte primera de su Historia Indiana?
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fol. 60, y Zarate, lib. i de la Historia del Perú, cap. 4, Fr. Gregorio García, lib, 4 del Origen de los Indios, cap. i, § 1, en el cuarto funda- mento, y me ha dicho un canónigo de Babilo- nia que está en esta ciudad de los Reyes, nom- brado D. Elias de San Juan, que estos indios, en los cuerpos, gestos, ojos, color, rostros y acciones son verdaderos tártaros, y que en esto no se puede poner duda, por los muchos que havistoytratado en Babiloniay en el Orien- te: con que se infiere que son descendientes de los hebreos, porque los tártaros, como vere- mos en su lugar, son semilla de las diez tribus, y de estos tienen origen. Las Historias del Perú, como refiere el citado Fr. Gregorio Gar- cía en el lib. 3, cap. 2, § 2, nos cuentan que en el descubrimiento del Perú por D. Francisco Pizarro y D. Diego de Almagro, observaron en algunas provincias que los habitantes eran de casta de judios, los gestos y narices de tales, y el habla totalmente judaica, pronunciando las letras guturalmente.
Los que son de la provincia Quichua, cuya cabeza es el Cuzco, pronuncian muchas letras con la garganta, en lo cual convienen con los hebreos, que muchas de sus letras las hieren con la garganta, y de esto nació la voz común de casi todos, desde el principio del deseubri-
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miento, y que hoy se continúa, en que todos Vulgarmente dicen en este reino que los indios descienden de las tribus perdidas, y siendo voz común se puede decir que es voz inspira- da Dios.
4. Vamos á sus vestidos j trajes y hallaremos que concuerdan mucho con los de ios hebreos (si bien ya van usando del traje y vestidura de los españoles). Los americanos de estas Indias usan de una túnica ó camiseta, que es como sobrepelliz sin mangas y de una manta que les sirve de capa, usan también sandalias hechas de cabuya, y esto es más usado en Méjico. Traen también el cabello largo al modo de los Nazarenos. Todo este uso en túnica, manta y el cabello es de los hebreos, como se vé en las pinturas de esta nación, y los Santos Apóstoles en sus retratos tienen este modo de cabello, y vestiduras, de modo que visto un retablo suyo, diría cualquiera que es el traje de los indios.
En el libro de los Jueces, cap. 14, núm. 12 y núm. 13, hallamos este modo de vestidura, que Sansón llamó túnicas sindones, que son las camisetas y mantas.
Fr. Agustín Dávila, en la Crónica Domini- cana, cap. 90, dice que en Tamazulapa, pueblo en Misteca de la Nueva España, se hallaron en la conquista unas vestiduras del que los in-
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dios tenían por Sumo Sacerdote, que eran muy semejantes á las del Sumo Sacerdote de los hebreos, y de la conformidad de los trajes de estos indios con los de hebreos y caldeos, se podrá ver lo que es cribe Fr. Esteban de Salazar en el discurso i.° del Credo, cap. 3.
5. Convienen también estos indios con los hebreos en la gramatical de ambas lenguas, lo cual con mucha diligencia observó el citado Fr. Gregorio García en el libro 3 del Origen de los Indios, c^p. 7, § 3, y con autoridad de San Jerónimo, del Abuleuse y de Fonseca, asienta cómo la /vocal, pospuesta al nombre, significa en la lengua hebrea lo mismo que el pronombre meus mea meiim^ que en castellano suena, cosa mía. Hsicen demostración los doc- tores en las palabras hebreas saray y semei, que significan en hebreo señora ó princesa mía, nombre el primero que se dio á la mujer de Abraham y el semei, significa en hebreo mí nombre. De esta construcción gramatical hay muchos nombres y ejemplos en la lengua he- brea, y con el mismo tenor guardan este pre- cepto gramatical nuestros indios americanos, porque la / pospuesta al nombre es el pro- nombre 771ÍO, y así dicen: mainay^ esto es, madre mía, y panay por hermana 77iía^ y Yaiai ^^or pa- dre mío.
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Prosigue este discurso el citado García, y pondré á la letra sus palabras, porque son muy significativas y casi evidentes para probar que estos indios en gran parte descienden de los hebreos. Dice pues: «El Tostado advierte que la lengua hebrea carece de casos, y esto mismo tiene la lengua general del Perú, y así, para conocer de qué caso es un nombre, se le pospone una partícula, como nota y señal del caso, como para conocer si el nombre Runa^ que en lengua indiana es el hombre, está en ge- nitivo, se le pospone la ÍQtrsLjf, porque se acaba en vocal, que si acabara en consonante, se ha- bía de poner la partícula /¿7, y para conocer si es de dativo se había de poner la partícula Jfac y si de acusativo poner esta cfa y para la que acaba en vocal fa, y por vía de movi- miento, esta, ma/t, y si de vocativo, xe, si de hablativo, //, si de efectivo, gtceit.-í} Lo cual hace grande prueba para que el origen de es- tos indios sea de los hebreos mayormente conocida la pronunciación gutural de unos y otros .
6. Concuerdan también muchos de estos indios americanos en las propiedadades y cos- tumbres con los hebreos y en la condición y natural. Los hebreos son de natural tímido, y así solemos decir cuandp uno está medroso
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«que tiene el judío en el cuerpo» y así les dijo Dios en el Deutorononiio «darte hé un cora- zón tímido» y en el mismo libro: «temerás de noche y de día.»
En el Éxodo, cap. 14, viendo los hijos de Israel, que venía marchando tras ellos el ejército de Faraón, se dice que temieron los israelitas grandemente. También en el Éxodo, cap. 13, se dice que no los quiso llevar Moisés por las tierras délos filisteos, porque conoció su cobardía y pusilaminidad.
No hay que gastar mucho tiempo en probar que estos indios americanos son muy tímidos, nosotros lo estamos aquí experimentando. De la voz de un español se asombran: hasta los esclavos los dominan, y es la gente más des- dichada que se conoce en el mundo, gente conculcada, como dijo Isaías, cap. 18, aunque hay otros de mucho valor, y son los que vienen de los antiguos y primitivos españo- les?
7. Eran también los israelitas muy incré- dulos, pues habiendo visto tantos milagros como Dios hizo con ellos, con todo eso no lo daban crédito, de que se queja Dios, en los Números, cap. 14 y cap. 20, y en el Deutero- nomio cap. i y cap 9, diciendo Dios: «;Hasta cuándo me ha de provocar este pueblo? ¿Hasta
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cuándo no han de darme crédito?» ^Qiiién no reconoce esta incredulidad en estos america- nos? pues habiendo visto tantos prodigios, obra- dos por Dios en su conquista, han estado los más tan incrédulos sin cooperar á su salvación^ y volviendo al vómito de su gentilidad, fáciles y sin constancia, de modo que por no acabarlos no conoce de sus idolatrías la Santa Inquisi- ción, ni de otros pecados que tocan á aquel fuero.
En los contratos están tan incrédulos, que juzgan que todos los engañan, y es menestei Dios y ayuda para perfeccionar cualquier obra, que pende de su voluntad, por su inconstan- cia.
8. Concuerdan mucho los hebreos y los in- dios en la ingratitud. De la de los hebreos se queja Dios, en el cap. 14, 15 y 16 del Fxodo, y en el cap. 11 y 14 y 20 y 27, desde los Núme- ros, diciendo que los hebreos eran ingratísimos al bien que continuamente les hacía, y á los re- galos, beneficios y mercedes que con ellos usa- ba por mano de Moisés.
Cuan ingratos son los indios á los favores y agasajos que los españoles les hacen, no hay quien lo ignore; criara un español á un indecito desde la cuna, regalándole, vistiéndole, curán- dole y dándole doctrina, y al tietnpo que había.
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de cojer fruto de estos beneficios, el pago que le dá es huirse, ó buscar otro dueño, y pedir el servicio personal.
Todos pueden ser testigo en esta parte aquí en las Indias, y así corre por refrán: «No eres tú indio, pues tú darás el pago del Perú.»
FIN DEL PRIMER VOLUMEN (l)
(i) En la primera edición que nos sirve de original, está el texto seguido; pero en atención á que resultaría este tomo muy voluminoso publicando en él todo el contenido de la obra, nos hemos decidido á dividirle en dos volúmenes. Al final del segun- do daremos tres índices: uno de materias, otro de autores, y el tercero alfabético, de las cosas notables contenidas en toda la obra.
TRATADO ÚNICO Y SINGULAR
DEL
0EI6EN DE LOS INDIOS
DEL PERÚ, MÉJICO, SANTA FE Y CHILE
POR EL
m. D. DIEGO ANDRÉS ROCHA
Oidor de la Real Audiencia de Lima
SEGUNDO VOLUMEN
MADRID 1891
#r
CONTINUA EL CAPÍTULO III
9. Concuerdan asimismo los hebreos y los americanos en la inclinación á la idolatría. Los hebreos idolatraron en el desierto en aquella serpiente de metal, y observa el abálense en el cap. I del Éxodo, que los hebreos, en Egipto, adoraban ídolos, imitando á los egipcios, lo cual prueba, con el cap. 23 de Ezequiel; Tam- bién lo prueba con decir que, si no estuvieran acostumbrados á adorar ídolos en Egipto, no pidieran á Aaron que les hiciese dioses á quie- nes pudiesen adorar.
Adoraban los hebreos á los ídolos en moa- tes y collados, como consta en Ezequiel, capí- tulo 6, y adoraban bestias por dioses y sacri*^
8 DIEGO ANDRÉS ROCHA
ficaban á sus hijos é hijas á dioses falsos, usando de agüeros y sortilegios, como consta en el li- bro 4 de los Reyes, cap. 17, desde el núm. 8 y desde el 17. Las innumerables idolatrías que tuvieron estos americanos se pueden ver en el concilio Límense, part. 2 cap. 99, y en el Ca- tecismo que se imprimió por mandado de di- cho concilio. Adoraban ríos, montes, fuentes, quebrados, estrellas, sol, luna y animales espan- tosos; sacrificaban hombres, hijos y mujeres; todo esto sucedía en los americanos porque eran familia de las diez tribus, y así, el Espíritu Santo, queriendo encarecerlos pecados de estas diez tribus, dice por Oseas, cap. 9: «Pecaron como la ciudad de Gabaá, Acordaráse Dios de sus ido- latrías y castigará sus maldades.» En sacrificarlos hijos y los niños, fueron muy conformes, de los judios, ya lo vemos en el cap. 17. del lib. 4 de los Reyes, y también lo nota Jeremías, cap. 19, desde el núm, 5 y los hebreos aprendieron de los cananeos y los zebuseos á sacrificar los hijos al demonio.
Según el profeta, en el Psalmo 105, número 35, y se nota en el cap. 14 de la Sabiduría. Los indios peruanos, en especial los de Méjico, sa- crificaban á los ídolos, los hijos de que están lle- nas las historias, en especial lo trae el P. Tor- quemada y el P. Acosta, lib. 5 de la Historia In-
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diana, cap. 19; y en este Perú, cuando moría al- guno de los reyes ingas, derramaban en sacrificio mucha sangre de inocentes y sin culpa, y así lo mandó uno de los ingas antes de que muriese, que fué el inga Pachacutti, y que sacrificasen en muriendo, mil niños, como se ejecutaba, se- gún dice Betanzos en la Historia de los ingas, y así, en el citado cap. 5, de Oseas y en las úl- timas palabras, dice que estas tribus andarían vagando en las naciones, las cuales, como diji- mos arriba, eran los otros americanos que po- blaron hacia el Norte.
10. Concuerdan también en el modo de los sepulcros y circunstancias que guardaban en sus sepulturas, porque los hebreos se enterra- ban en los montes. Aaron se enterró en el monte Hor, según se lee en el libro de los Nú- meros, cap. 20. En el monte Ephrain fué ente- rrado Josué; dícelo el cap. 24 de Josué, y en es- te mismo monte fué sepultado el sumo sacer- dote Eleazar, hijo de Aarón, Saúl y sus hijos tuvieron sepultura en la montaña de Tabes ; por mandato de David fueron sepultados los hijos de Jonatás, y del mismo Saulá la falda de un monte; todo consta en el cap. 3 del lib. i de los Reyes, y en el cap. 21 del lib. 2 y del i de Paralimenon, cap. 10.
Los Macabeos fueron sepultados en un monte
lO DIEGO ANDRÉS ROCHA
de la ciudad de Modín, según verás en el pri- mer libro de los Macabeos, cap. 13, La razón porque los hebreos se enterraban en los mon- tes la da el Abálense sobre el cap. 8 de San Mateo, cuestión 98. Los indios americanos te- nían la misma costumbre, como se ve de tantos entierros de la gentilidad, en cuevas de los ce- rros y montes y los de los llanos, donde no hay montañas, las hacían altas de tierra y arena para sus sepulcros, y aun hoy suelen sacarlos idólatras los cuerpos délos indios y los soterran en mon- tes altos. Unos y otros, así hebreos como ameri- canos, enterraban con sus cuerpos las riquezas el oro y plata, en que también están conformes, y para prueba de ello podrás ver el copioso lugar de D. Juan de Solorzanoen su «Política indiana», lib. 6, cap. 5, desde la hoja 955 hasta la si- guiente. Aquí conduce lo que con autoridad de Genebrardo, trae Fr. Gregorio García en su li- bro del «Origen de los indios», lib. 3, cap. i^ de que en esta América hallaron los primeros conquistadores unos sepulcros con letras he- breas, y aquí, cerca de esta ciudad, en un pue- blo que llaman Calango, se hallaron unos ca- racteres hebraicos del tiempo de la gentilidad en una losa ó peña, según me reñrió el Dr. don Agustín de Aller, canónigo de esta santa igle- sia catedral de Lima, el cual, siendo cura de
ORIGEN Dfi LOS INDIOS II
aquel pueblo de Calangos, hizo copiar dichos caracteres y los remitió á Alcalá, y tuvo res- puesta de ser caracteres antiguos hebreos, y en otras partes de estas Indias, hay en losas y pe- ñascos semejantes caracteres.
II Costumbre fué también de los hebreos el llamar hermanos á los parientes de segundo y tercer grado, y así vemos que aunque Lot era sobrino de Abraham, le llama la Escritura her- mano, en el Génesis, cap. 13 y cap. 18. Esta misma costumbre tienen los indios del Perú^ porque hasta hoy llaman hermanos á los sobri- nos, y á los primos hermanos, lo cual es tan cierto que no necesita de prueba y lo trae el ci tado Fr. Gregorio García en su lib. 3, del Ori* gen de los Indios, cap. 3.
12 En el modo de edificar hallo tam- bién concordancia entre los hebreos é indios, y de aquellos dice Josepho de Bello judaico, li- bro 6, cap. 6, que en las torres y muros de los hebreos estaban tan artificiosamente puestas y colocadas las piedras, y tan juntas unas con otras, que con ser las piedras de mármol, no se parecían las junturas.
Esto mismo he visto yo en el Perú en una
hacienda de 4os religiosos de San Agustín,
nombrada Callo, en la provincia de Quito, y lo
mismo se halla en el Cuzco, en las casas de los
12 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Ingas y templo del Sol y en otros edificios muy antiguos de este Perú, donde las piedras están' colocadas unas sobre otras, con tal artificio, que parece que están unidas sin raya ni juntura, que es cosa de maravilla .
13 Mucha armonía me hace ver la confor- midad que tenían los gentiles de esta América con los hebreos en la distribución de los man- dos y decurias.
En el Éxodo, cap. 18, se refiere que Moisés, por consejo de su suegro letro, eligió varones esforzados de los hijos de Israel para que go- bernasen en este pueblo, y que unos fueron tri- bunos que tenían el cargo de mil personas, se- gún explica allí el Abulense, otros nombró por centuriones á cuyo orden estaban subordinadas cien personas, otros eligió por quincuagenarios que presidían á cincfuenta, eligió también deca- nos que gobernaban diez personas y estos man- dones, como explica el Tostado, iban subordi- nados por sus grados, los de menos gente á los que tenían más, y esto se continuó hasta los Macabeos, y Judas puso tribunos de mil hom- bres centuriones de ciento, y pentecontarchos que tenían 50 y decuriones que tuviesen diez y se pueden ver en esta materia los caps. 26, 27 y 28 del I de Paralipomenon,todo lo cual verás en la república de los hebreos de Bertamo, cap. 9.
ORIGEN DE LOS INDIOS I^
Ese mismo orden guardaron á la letra los reyes Ingas y sus vasallos, porque tenían decu- riones que tenían á su cargo diez y se llamaba» Chunea\ tem'an centuriones, á cuyo cargo esta- ban ciento, y se llamaban Pachac\ había otros mandones, que cuidaban de mil, llamábanse Guaranca^ y así concuerdan en género y caso.. 14 Era también costumbre de los hebreos en sus pesares,romper las vestiduras, ó de rabia ó pena ó dolor. De David se lee que oyendo la desastrosa muerte de Saúl, rompió sus vestidu- ras y que hicieron lo mismo los que con él esta- ban. Caifas, príncipe de los Sacerdotes de Ju- dea, oyendo á nuestro Salvador que había de venir en nubes á juzgar el mundo, dice el Evan- gelio de San Mateo que rompió las vestiduras. Lo mismo hacen estos americanos en sus dolo- res ó penas, y lo mismo hizo el Inga Guainaca- pac, cuando le dieron noticia que su hijo Ata- hualpa, venía huyendo del campo contrario, se- gún se cuenta en la Monarquía de los Ingas, y también lo dice el citado Fr. Gregorio García en dicho cap. 3, § 3, el cual añade, que los americanos usaron del ósculo de paz, donde trae muchos ejemplos de esto entre los Ingas y otros sus vasallos lo mismo hacían los indios y así Judas con ósculo de paz entregó á su maestro.
14 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Añade el citado autor otra conveniencia entre estas dos naciones, porque en la Sagrada Escritura se lee que David, habiendo vencido á Goliat, salieron las mujeres de Israel cantando y haciendo danzas, como lo podrás ver en el cap. i8 dellib. i délos Reyes y de la Historia de los Ingas, consta como uno de ellos, nom- brado Pachacutti, habiendo vencido á los indios Sorasy hizo un cantar de su victoria, y mandó que las mujeres le cantasen, y también cuando entró en el Cuzco victorioso y triunfante se le iba cantando el suceso de su jornada y vic- toria.
Notorio es también que los hebreos echaban del templo á las mujeres estériles, y esto mismo guardaban los indios de Méjico y Nueva Espa- ña, (que es la tierra por donde entraron las diez tribus hasta entroncar con las naciones que ha- bía en este reino en la parte del Norte, según hemos dicho) y aunque era costumbre de echar á las mujeres estériles del templo en Méjico, esto era más frecuente en la provincia de los Zapo- tecos en dicho reino, como refiere el citado autor.
15 Concuerdan también estos americanos con los hebreos en mucho de lo ceremonial y en los ritos; porque los indios mejicanos ofrecían los hijos recien nacidos al templo y en sus ma-
ORIGEN DE LOS INDIOS 15
trimonios los bendecían los sacerdotes, que te- nían muchos; todo lo prueba Juan Laert, de Situ Nobi Orbis^ lib. 5, cap. 9. Tenían sacerdotes, de que tiene muchos lugares el P. Torquemada, y estos sacerdotes americanos usaban de mitras y tiaras^ como lo prueba D. Bernardo de Var- gas en su Milicia Indiana, después del lib. 4, en la descripción de las Indias, foL 140, á la vuelta; y los reyes eran sacerdotes, dice el pa- dre Torquemada, lib. 4, cap. 14.
16 Quién no creerá, según estos ritos y cere- monias que estos americanos descienden de los judios, viéndoles observar sus ritos, también- como veremos más abajo, que muchos de estos americanos se circuncidaban, y así el P. Tor- quemada, que obstinadamente defendió que no descendían de los hebreos; luego, en el lib. 2, cap. 90, dice que en muchas cosas se equiparan y concuerdan con ellos, y son tantas, según voy probando, que parece obstinación el contra de- cirlo.
17 Observaban tanto los primeros indios que entraron por la tierra de Méjico y América septentrional, el tener sacerdotes y guardar ri- tos y ceremonias, como los hebreos, que cuenta el P. Acosta, referido por Juan Laert, lib. 5, cap. 12, lo siguiente traducido á nuestro caste- llano:
1 6 DIEGO ANDRÉS ROCHA
«Redujo el demonio con alagos y caricias á los primeros mejicanos, sacándolos de su anti- gua tierra y asiento y trayéndolos por dilatados caminos y desiertos . Llevaban delante de sí un ídolo en un arca de juncos en hombros de cua- tro sacerdotes, á los cuales, el mismo ídolo les sugería y mostraba el camino que habían de lle- var y el orden de sus marchas y leyes y ritos que habían de observar en sus sacrificios, en lle- gando al descanso de cada jornada, colocaban el ídolo en medio de sus alojamientos y reales, sobre un altar portátil, ó ara, metido en una cho- za, que hacían para este efecto, y acabada de hacer, y colocado el ídolo, acudían á los demás ministerios hasta la siguiente marcha.»
De que infiere el P. Acosta, que en este via- je quiso el demonio con esta gente imitar la sa- lida de los israelitas de Egipto para la tierra de Promisión, como dije arriba, y que fuesen como los israelitas con su arca en hombros de sa- cerdotes y guardasen leyes y ritos á su semejan- za, como veremos más abajo á su entrada en Méjico.
1 8 Ese negocio del Origen de los Indios, en que tantos han discurrido, dejándolo sin perfección y en mayor duda, contentándose con argumentar, sin resolverlo, he de procu- rar ponerle con tales fundamentos para su ver-
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dadera resolución, que no pueda una acémila cargarlos ni el ingenio de un águila satisfa- cerlos sin gran violencia, y continuando las concordancias de la nación hebrea é indiana en los ritos y ceremonias y preceptos , es de advertir, que así como al sumo sacerdote del pueblo de Israel le ungían esto mismo usaban los indios de Nueva España, donde había un sumo sacerdote y otros menores, y estos eran ungidos con cierto licor que los indios llamaban ¿7//, vel Oley^ el cual mezclaban con sangre de niños que circuncidaban, y estos sacerdotes traían el cabello como Nazarenos; todo lo ha- llarás probado en el P. Fr. Gregorio García en el lib. 3 cap. 6 y añade que los indios también sacrificaban animales en el templo como tam- bién usaban los hebreos, y por no dilatar mu- bho este tratado recopilaré en compendio lo que dice este autor de la igualdad de las leyes y ceremonias en ambas naciones.
Dice en el citado cap. 68, i.<^: «En el Gé- nesis mandó Dios que circuncidasen á los ni- ños de ocho días; y lo mismo mandó á Josué, que circuncidasen á los niños que habían naci- do en el desierto. Esta ley guardaban los in- dios como fué en lucatan en la isla de Acuza- mil, y también los indios Totones y los de Mé- jico.T)
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Prosigue en el § 2.^^: «En el Levítico mandó Dios á Moisés que hubiese siempre fuego en el altar, que ardiese de día y de no- che y que no faltase. Lo mismo hacían los in- dios mejicanos y Totonocos y lo mismo los in- dios del Perú en los templos del Sol. En el mismo Levítico mandó Dios á Moisés que la mujer recién parida no entrase en el templo hasta que estuviese purificada de la sangre menstrual. Los indios de la provincia de Nica- ragua, guardaban esta ley porque estando con la regla ó costumbre no podían entrar en el templo. ítem en el Levítico mandaba Dios á los hebreos que la mujer cuando estuviese con su costumbre estuviese apartada siete días y en este tiempo no durmiese con el marido ni toca- se á la cama, ni donde se sentaba. Los indios de la Isla Española tenían por pecado dormir con su mujer estando recién parida y criando; y los indios de Rio de Palmas y los de toda la costa hasta la Florida, no dormían con sus mu- jeres cuando estaban paridas, y los del Río de Palmas no comían lo que tocaban sus mujeres cuando estaban con su regla. Los indios del Darien hacían divorcio cuando la mujer estaba con su costumbre. También los indios de la provincia de Nicaragua guardaban esta ley al pié de la letra.»
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Prosigue en el dicho § i.* «ítem en elLe- vítico mandaba Dios que no durmiese el va- rón con su madre ni la hembra con su padre, ni hermano con hermana, ni el entenado con la madrastra, ni el padrastro con su entenada y el parentesco de i.° y 2.** grado de consangui- nidad era prohibido y tenía pena de muerte.
»Los indios de la isla Española tenían por cierto que habían de morir si dormían con ma- dre, hija ó hermana. Los de la Nueva España ahorcaban al que dormía con su madre, y y si el padre se echaba con la hija, ahogaban á los dos con una soga y el hermano que llegaba á su hermana tenía pena de muerte. Si el pa- drastro llegaba á su entenada morían ambos por ello, y á los que dormían con las suegras ios ahorcaban.
»También les era prohibido á los de Nueva España é isla Española dormir con cualquiera parienta dentro del primer grado de consangui- nidad y afmidad. En elNuevo Reino de Granada tenían los indios de Bogotá licencia para tener cuantas mujeres quisiesen, con tal que no fuesen parientes. ítem en el Levítíco moría el que co- metía el el pecado nefando; los indios de Nue- va España cumplían esta ley sin faltar un pun- to.»
Prosigue en el § 3 el citado autor. «ítem
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en el Levítico mandaba Dios que el que dur- miese con una esclava que fuesen ambos azo- tados. Los indios de Nueva España tenían esta ley. En el mismo Levítico y Deuteronomio ha- bía ley que muriese la mujer comprendida en adulterio, y por tradición apedreaban á la adúl- tera en la puerta de la ciudad, y que lo guarda- sen así los hebreos es claro y manifiesto en Da- niel, á donde se dice cómo la inocente Susana, infamada de aquellos viejos verdes, fué llevada- como adúltera fuera de la ciudad para ser ape- dreada. Los indios del Perú tenían esta misma ley que instituyó Pachacuti Inga, y los indios mejicanos, los de Guatemala y de otras pro- vincias* de Nueva España castigaban con pena de muerte á los adúlteros, de los cuales, algu- nos, en algunas provincias, eran apedreados y en otras les ataban las manos y pies, y tendidos en tierra les daban con una piedra redonda de manera que del primer golpe les saltaban los sesos. ítem en el Levítico mandaba Dios que santificasen el año quincuagésimo, el cual era año de jubileo. Los indios de Nueva España tenían una fiesta solemnísima de cincuenta en cincuenta y dos años.»
Prosigue en el párrafo 4.°: «En el Deutero- nomio mandó Dios á Moisés que no anduviese la mujer en hábito de varón, ni éste en hábito
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de mujer. En Nueva España tenían los in- dios la misma ley y ahorcaban á los que anda- ban vestidos de esta manera. En este mismo libro mandó Dios á Moisés que el hombre que después de casado, hallase alguna fealdad en su mujer, le diese libelo de repudio. Los in- dios de la nación mejicana dejaban y desampa- xaban sus mujeres y las repudiaban por ma- las, sucias ó estériles. Los de la provincia de Cumana repudiaban á sus mujeres por el adul- terio. Lo propio hacían los indios de Nicara- gua; en el mismo Deuteronomio había ley que si la viuda cuyo marido era muerto, no había tenido hijos de él se casase con ella el hermano de su marido ó el pariente más cercanol Los indios del Perú guardaban esta ley que la ins- tituyó Pachacuti Inga, mandando que la mujer viuda se casase con el pariente más cercano de su primer marido . ítem los indios de Nueva España, el hermano que quedaba vivo estaba obligado á tener las mujeres y casarse con ellas, y en Guatemala se casaba la viuda con su cuñado, y si no lo había, con el pariente más cercano del difunto. En los Números mandaba Dios que ninguna mujer á quien pertenecia la herencia paternal casase con otro que no fuese de su tribu. Esto se guardaba en el Perú, y el indio ó india de una familia que ellos llaman
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AyllUy no se podía casar con otro de otra fami- lia.» Y reconocidas tantas conveniencias de ri- tos entre estas dos naciones de hebreos é in- dios parece pertinacia el no darles esta descen- dencia de los hebreos.
19 Tenían también los indios de Méjico su contrato de matrimonio, y en los muy nobles asistían sus sacerdotes, y también usaban del repudio, como se podrá ver en lo que escribe el muy docto obispo D. Alonso de la Peña Monte- negrO; en su libro Del Párroco, en el lib. 3, tra- tado 9, sección i.^, todo lo cual está denotando las ceremonias judaicas que guardaban los in- dios de Méjico, como descendientes de las diez tribus. También algunos rabinos de los hebreos dicen que á los judíos, por los cami- nos que hicieron por el desierto se les apare- ció un cordero que les mostraba el viaje, lo cual es fabuloso en lo literal, como explica el P. Lorino sobre el cap. 10 De la Sabiduría, en aquellas palabras: Nugaiitur Hebrcei^ y en aque- llas: et Deduxit. Las mismas fábulas judaicas te. nían los mejicanos pintadas en la segunda jor- nada que hicieron hasta llegar á Méjico dicien- do que fueron traídos por caminos largos y que se les apareció un gigante que les enseñaba el cami no, otros que un niño ó un pájaro, coma o dice el P. Torquemada en el lib. i.°, cap. 14
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en el lib. 2, cap. i.<^ Y los reyes de Méjico juntamente eran sacerdotes. Torquemada, li- bro 4.^ cap. 14, ibi: «Era sacerdote y Rey.»
20. En mi entender es de grandísima pon- deración para probar que las diez tribus vinie- ron á la tierra de Méjico, y la comenzaron á poblar y que es la tierra de que habla Esdras en el libro 4, cap. 13, y donde vinieron á parar las diez tribus desterradas por Salmanasar, el con- siderar lo que de su origen cuentan las histo- rias de los indios, porque los primeros pobla- dores de Nueva España fueron los Tultecas, y de sus anales consta, como advierte el P. Tor-
uemada en su « Monarquía », lib, i, capítulos 9 y 10, que habían venido en doce escuadrones, según el dicho padre en el cap. 11, al fm, y en el cap. 14, dice: «Trajeron consigo muchas gen- tes, así de mujeres como de hombres, que fue- ron desterrados de su patria», y más abajo: «Anduvieron 104 años vagando por diversas partes de este nuevo mundo, hasta llegar á Zu- lanzingo, donde contaron una edad desde que salieron de su tierra y patria.» En el cap. 9 ha- bía dicho: ccque estos pobladores pasaron un brazo de mar ó río para venir por acá», y en el cap. 10 dice: «tienen pintado en el principio de la historia de su venida á esta tierra un brazo ó estrecho por donde se comunican las aguas del
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mar del Norte con las del Sur», y en el mismo cap. lo, dice: «Los primeros pobladores de es- tas tierras pasaron á ellas en balsas de madera ó zarzos de caña gruesos y tupidos» y en el cap. 14 dice el citado padre que el año que llegaron es- tos primeros pobladores le notaron y llamaron con este nombre: C Tecpalt. Los Tultecas fue- ron los primeros pobladores de Méjico, aunque algunos dicen que hubo antes de ellos gigantes, como explica el P. Torquemada en el citado lib. I, cap. 14, en el principio; en el discurso del capítulo dice cómo vinieron del Poniente, y aña- de: a Fueronlos Tultecas gente crecida de cuerpo, andaban vestidos de unas túnicas largas yblan - cas», y después de ellos vinieron los Chichime- cas, Aculluas,Thlaxcaltecas, Tezcuzanos, Tenu- chas y Mejicanos, como dice el citado P. Tor- quemada en el cap. 13: «No contradice haber llegado algunos postreros (como fueron los me- jicanos), para que no hayan sido todos unos, y que aunque salieron en escuadrones se ade- lantaron unos y fueron siguiendo otros con inter- valo de tiempo y siendo así, no implica para que todos no sean de un linaje, así lo confieso»; y en el cap. 11, dice: «Una cosa se ha de tener por infalible, y es que todos concuerdan en que son advenedizos y que su origen es de hacia aquellas partes de Jalisco, que es al Poniente
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respecto de Méjico y que salieron de aquella gran cueva que ellos llaman chicomaztol.-í*
¿Quién no ve, si está con atención á la historia de lo que se acaba de escribir, como están di- bujado^ y claramente significados las diez en el viaje de 104 años, de estas familias y escua- drones que subieron desterrados del Ponien- te por todas estas tierras de Méjico? El destie- rro de sus tierras consta en la Sagrada Escritura en el libro 4 de los Reyes, cap. 17, núm. 6, don- de dice que Salmanasar, rey de los asirios sacó las tribus de Samaría y las repartió por la tie- rra de los Medos; de allí, muchos de ellos hu- yeron y pasaron á una tierra muy distante, como diremos en el párrafo siguiente. No se ha ave- riguado por los antiguos dónde fuese esta fuga, aunque se supo que fueron á Arzaret. Además de que no leemos de otros hombres del mundo lo que sucedió á los mejicanos y Tultecas y de- más familias, que saliesen tantos desterrados de sus tierras en escuadrones, y fuesen á buscar otras tan apartadas, como dice la Historia Me- jicana referida. ¿No es también misterio el ir en doce escuadrones? En que se significa que tuvie- ron memoria de los doce hijos de Jacob y doce tribus que, aunque salieron desterradas solas diez tribus, estaban entroncados con muchos de la tribu de Judá y de la tribu de Benjamín, que
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estas dos tribus quedaron en Judea, y que imi- tarían el viaje y fuga de Egipto por el de- sierto en que hacían doce divisiones en su alo- jamiento, cada una para cada tribu. No se ad- vierte en que todos concordaban de que ha- bían salido del Poniente respecto de Méjico, y que vinieron por Jalisco. Con que salie- ron de Arzareht, que está al fm de la Tarta- ria, en Asia, la cual está al Poniente de Mé- jico, como dijimos arriba, con doctrina de Juan Laert. No hace grande fuerza el ver que los mejicanos aquel año que llegaron le lla- maron Ce Tecpalt^ indicación propia de ju- díos, que al año de alguna entrada ó salida de alguna tierra, ú otra acción señalada la notaban con algún nombre particular, como el mes N¡- san y otros de este porte, y una gran fracción la celebraban por años, como en la salida de Egipto, el Phase, el Parascene, y también las Encenias. Las mansiones que vinieron haciendo por ciento y cuatro años hasta llegar á Méjico^ no indica el haber sido judíos que caminaban haciendo mansiones, como lo hicieron en el de- sierto por cuarenta años, y los mejicanos que fueron del séptimo linaje y los últimos que lle- garon estuvieron, y tardaron en llegar á Méjico, trescientosy cincuenta años como he dicho arri- ba, y desde que salieron las diez tribus de Arza-
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rect, tardaron tanto tiempo por el nuevo mun- po, reconociendo los sitios, yendo poblando por más de mil leguas especulando los lugares nuevos y previniendo lo necesario para su sus- tento y quedándose también muchos en los lu- gares ya fundados, de los cuales, con intervalo de mucho tiempo, fueron luego subiendo los s iete linajes que el último fué el de los meji- canos. El andar vestidos de unas túnicas largas y blancas los primeros indios que entraron en Méjico nombrados Tultecas, manifiesta haber sido gente de las tribus, porque los israelitas usaban de vestiduras largas y blancas, según lo que escribe Josefo de Bello Judaico, de que volveremos á tratar en el párrafo siguiente, nú- mero 12, además de que los tártaros usan de sacos y vestiduras largas sin pliegues ni arrugas y de unos como capuces blancos, como se po- drá ver en la república de los tártaros, cap. i, fragmento lo, fol. 201: ibi tártari túnicas etc., y los tártaros, como veremos en el párrafo si- guiente de este capítulo, son semilla y descen- dencia de las diez tribus, yasí se circuncidan co- mo judíos, como verás en la misma república y en el mismo lugar citado, con que losmejicanos, hijos de Tártaros, son descendientes de las tri- bus, y por este lado han acertado el docto don Juan de Solórzano y el P, Calancha y otros mu-
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chosque dicen que estos americanos descienden délos tártaros, pero no tuvieron razón en defen- der, que no descendían de las tribus perdidas, porque si descienden de los tártaros, es preciso desciendan de las tribus y así usaron los prime- ros pobladores de Méjico de vestiduras largas y blancas, porque este era traje antiguo de los judíos y de sus hijos los tártaros, como di- ré en el párrafo siguiente, núm. 12.
Concuerdan también todos los indios de Méjico, en que salieron de una gran cueva sus mayores, para venir á poblar, á aquella tierra, y que la cueva se^llamaba Ce TecpalL En esto ha habido entre los americanos mucha va- riedad: porque unos dicen que nacieron en esta cueva, otros que los siete linajes nacieron de siete cuevas, otros, que los que vinieron unos en pos de otros nacieron de una cueva tan grande que equivalía á siete cuevas; pero esto lo ras- treó, y explicó muy bien el P. Torquemada, di- ciendo en el lib. 2, de su Monarquía cap. 2, que los mejicanos no juzgaron, como mal esta entendido que su origen era de una Cueva, ó de siete cuevas, sino que salieron de ella para bus- car nuevos mundos y tierras y así sucedió, por que como veremos en su lugar, entraron las diez tribus, buscando el Oriente por las puertas Caspias, que son unas cuevas de ocho leguas,
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por donde está taladrado el monte Tauro, y sa» lían las cuevas al mar Caspio, como advierten los antiguos, y modernos, y lo trae el Teatro del Mundo de Paulo Galucio, en los lugares de Asia, en la palabra Caspias, ibi: Caspias puer tas en la provincia Media (aquí estuvieron des- terradas las diez tribus; y de aquí huyeron), aquí hay una puerta y mina angosta que sirve de camino de ocho leguas de largo rompida á mano, en un monte asperísimo por donde pasan los babilonios y persas al mar Caspio, y á otras partes por sus contrataciones, diciendo Plinio, Solino, y otros más modernos autores. A lo demás que hemos dicho, de que pasaron los primeros pobladores de Méjico, según sus his- torias por un estrecho de mar, ó de gran rio, así fué y lo veremos en su lugar, con que no se puede poner en duda, de que los mejicanos vienen de las diez tribus, y también de sus hijos los tártaros, y en el párrafo siguiente núm. 12 continuaremos lo que falta de este viaje.
21 Otras cosas tengo observadas en prueba áetener estos indios americanos mucha seme- janza con los hebreos. En estas partes del Pe- rú, en especial en la provincia de los Andajes, usan traer estos americanos en la cabeza para ceñir el cabello y hermosear la cabeza, dos ó tres trenzas largas, y con ellas la rodean hasta
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consumirlas sobre el pelo, y otros componen gSte mismo aliño de muchos cordones juntos, tejidos de diversos colores, y los ciñen por una parte con un botón, que los junta todos, y este botón cae sobre la frente y en medio de ella, porque los cordones nos les estorben á la vista , y lo suelto de los cordones cae al cerebro, di- latándose por la espalda. Los hebreos para os- tentarse observadores de la ley aconstumbraban traer dos libritos en que estaban escritos los preceptos del Decálogo, uno en el brazo y otro en la cabeza, como lo obserbaban los sagrados intérpretes sobre el cap. 23 de San Mateo: «Di- latant Phylacteria sua» y también sobre el capí- tulo 222 núm. 12 del Deuteronomio y en el ca- pítulo 15, núm. 39 de los Números y la palabra Phylacteria se deriva del verbo Phylasso^ que es guardar ó estar mirando, y Philacteria, según los más peritos en lengua griega, son unas vendas que se sobreponen al vestido ó cabeza para con - servar la memoria de la ley, como lo mandó á los hebreos que pusiesen ante los ojos la ley y los preceptos, de esto servía el librito que pom'an en la cabeza y pendiente de ella é los ojos, y lo que en los naturales de este Perú sirve de botón en los cordones, es el librito que servía á lo s hebreos en las trenzas y así se halló que las mi s- mas trenzas y cuerdas que traen los indios por
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gala ne la cabeza, les servían de Quipos^ que es lo mismo que en las demás naciones los libritos de memoria, y este discurso le hube del docto padre maestro fray José Martín, que fué provin- cial del Orden de Nuestra Señora de las Merce- des, muy versado en las letras sagradas y en la enseñanza de los indios, los cuales también en muchas cosas guardaban los preceptos del De- cálogo como los hebreos, lo cual verás en fray Gregorio García, lib. 3, cap. 6, párrafos 5 y 6 22 El mismo padre me advirtió de otras, dos cosas: la primera, que en los pueblos anti- guos de la gentilidad de estos indios, hay un paraje público lev^antado en alto, en forma esfé- rica, cercado de piedras muy bien ajustadas y terraplenadas, este lugar llaman Cayan^ desde allí se publica lo que debían observar, y hoy se progonan desde allí las órdenes de la justicia, se intiman las rentas y otras obligaciones de los subditos, y allí se juntan los principales y cama- chicos á hacer sus prorratas y disposiciones y á oir en justicia lo que sobre esta materia se ven- tila; este mismo lugar y costumbre tenían los hebreos, como se puede ver en el Vocabulario Eclesiástico, explicando la palabra Gabbata, y dice que era un lugar alto enlosado, en Jerusa- len, aparejado para la audiencia de las causas, y lo mismo trae con diversos autores sobre la
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palabra ciiJiosirotos^ y hasta el tener solado con piedras cuadradas este lugar de los indios, no discrepa de la costumbre Mosaica. La segunda, fué, que así como los hebreos tenían precepto y costumbre de no entrar ante su Dios y Señor vacías las manos, según el Éxodo, cap. 23, nú- mero 15, y otros muchos lugares de la Escritu- ra, así lo observan estos americanos, que no van manos vacías, ni al templo ni al confesor, ni al juez, ni gobernador y aunque se les estorbe re- piten siempre el llevar algo al superior y en es- pecial cuando se entran á confesar al templo, que uno y otro año no pueden los confesores hacer que no lleven regalo (el cual ellos nunca reciben de estos indios) diciendo que como han de entrar en presencia de los ministros de Dios vacías las manos.
23. Considero también aquel lugar del Evangelio de San Mateo, cap. 15, núm. 24, donde nuestro Salvador pidiéndole favor aquella Cana nea Gentil le respondió que su venida á este mundo había sido primeramente á restaurar las ovejas que habían perecido del pueblo de Is- rael, y el mismo Redentor nuestro por San Juan en su Evangelio cap. 10, núm. 16, dice que tiene otras ovejas que no son de aquella manada que asistían en Jerusalem y en Judea y que le conve- nía traerlas de las partes en que estaban espar-
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cidas para que oyesen su voz y de todas se hi- ciese un rebaño y á todas las gobernase un pas- tor. Estas son las ovejas que en el novísimo tiempo ha traido Dios al abrigo y regazo de la Santa Iglesia, como dije arriba con el cap. 4 del Deuteronomio, desde el núm. 29, Estos ameri- canos son los que estaban esparcidos por toda la tierra, semilla de las tribus, á quienes escribió nuestro patrón Santiago en su Epístola Canó- nica en el principio diciendo: «Jacobus duode- cim tribus quoe sunt in dispersione» Esta es la gente que estaba apartada de quien dijo el Apóstol San Pablo en la Epístola 2, á los Tesa- lonicenses, cap. 2, núm, 4: «Nisi venerit disce- ssio primum» que no había de venir el dia del juicio hasta que viniese la discesión, la disper- sión y en nuestro idioma el apartamiento de esta gente, y así en gran parte les cuadra lo que es- cribe Santiago en la epístola citada y así suce- dió en la conquista de nuestros españoles, que contra innumerables indios que se resistían, los aterraba Santiago visiblemente para que fuesen restituidas estas ovejas al rebaño de la Iglesia Santa, como dice el docto P. Diego de Avenda- ño en su Anfiteatro de la misericordia, en el núm. 389, pag. 397. Tocábale al santo patrón esta defensa, así porque tenía escrito á las tribus esparcidas, como por ser de las tribus de Jeru- Volumen ii 3
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salen y también por por patrón de nuestras es- pañoles, que los reducían á la Fé.
24. Tengo también observado para enten- der que estos americanos, principalmente los de Méjico, descienden de las diez tribus, los pro- digios que Dios obró con ellos y las señales del Cielo que tuvieron significándoles el fin de su Monarquía y que Dios les entregaba á otras gentes y naciones. En Méjico, cuando entró el gran capitán Cortés; se observaron diez prodi- gios bien singulares que les indicaba el fin de su Monarquía, que podrán verse en el P. Tor- quemada en el lib. 2 de su Monarquía Mejica- na en el cap. 90; y entre los prodigios uno era el oirse de noche la voz de una mujer que á grandes voces lloraba la destrucción de sus hi- jos Mejicanos; esto mismo sucedió con las diez tribus antes de su destierro, como consta del lib. 4 de Esdras, cap. 9 al fin, donde dice, se le apareció una mujer llorando la destrucción de las tribus y luego, explicando la visión en el capítulo 10, núm. 44, dice que esta murer era Sión^ madre de los Israelitas y de las tribus que salieron luego desterradas en el cap, 13. Así en los hebreos como en los americanos, á su aca- bamiento llora ^ión su madre; porque aunque ynos y otros habían degenerado á Idolatrías, como dice el cap. 4 del Deuteroncmio,núm. 3:1
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no por eso olvidaría Dios que eran descendien- tes de Abraham, Isaac y Jacob, como se dá á en- tender más abajo en el dicho cap. 4, núm. 31. De los prodigios que Dios hizo con los Isreali- tas, como con estos mejicanos, están llenas las historias y por aquí se reconocen ser de una estirpe y añado lo que dice el P. Fr. Gregorio García en el lib. 3 del Origen de los Indios ca- pítulo 3, §. 5, que en la jornada de los mejica- nos cuando vinieron de tan lejas tierras, el ídolo que los venía gobernando, hacía que del Cielo lloviese pan y que saliese agua de los pedernales y otras maravillas que Dios permi- tía, imitando el demonio con permiso de Dios, lo que había hecho en el desierto con el pue- blo Israelílico, todo lo cual prueba este autor con lo que escriben el P. Acosta y Fr. Agustin Dávila.
25. Hace también alguna prueba para en- tender que los hebreos y americanos sean de un origen el ver que esta palabra Indio vuelta la n arriba dice ludio y es muy fácil esta trasmuta- ción, como en caso muy semejante lo dice Ja- cobo Cu jacio «en la 1. 121, §. Insulam sf. de verb. oblig», y D. José Retes en el título de alnterdit, lib. 15, § de portatus,» y de verdad que muchos de los nombres propios de los pri- meros pobladores de Méjico y de aquellos Tul-
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tecas se parecen mucho en la aspereza de los consonantes á los hebreos y acaban siempre con mucha aspereza, como fueron aquellos primeros pobladores de Méjico «Echecatz, y Cohualt, Totepeuh, Pochot, Xiutzalt,)> demás de otros que dijimos arriba, conque me parece se puede decir «Loquela tud, manifestum te facit» De los nombres que hemos referido, se podrá ver al P. Torquemada, lib. i, cap. 14 y lib" 2, cap. 13, donde pone otros nombres pro. píos de los Mejicanos como son «Achitomel y Acamopihe.» Y de los indios collas^ que son los del callao^ concuerdan muchos de los que los han tratado, de que en los nombres, lengua, narices, trajes, vestidos y habla gutural, son muy conformes á los hebreos, y me dijo persona le- gal que había oido á muchos de ellos decir co- mo desccendían de los Isrealitas y que de sus mayores habían aprendido el uso de las hondas y apedrearse y ejecutar sentencias de muerte apedreando á los reos, que todo fué costumbre de los hebreos, como consta de muchos luga- res de la Escritura, y sobre esas montañas de Tarama al otro lado del rio Marañón hay gran multitud de indios que usan de los nombres de los hebreos y unos se llaman «David, Salomón, Isaac, Neptalí, Zabulón,» y las mujeres usan del nombre de «Raquel. Sara, Ana, Bersabé,» según
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dio noticia un caballero que estuvo en este reí. no, llamado D. Fernando de Contreras, que con gra.n celo de la conversión de estas almas pene- tró gran parte de la tierra que habitan esos in- dios y vino á esta ciudad á buscar obreros que entrasen á la conquista de tantas almas y tuvo tratado con el piadoso y docto P. M. Fr. Juan de los Ríos, de la orden de Predicadores, dig- nísimo provincial de estas provincias, que se pu- siese esto en ejecución, y me dijo el venerable padre que vio testimonios que le mostró Don Fernando, en que se hacía mención de los nom- bres referidos, así de hombres como de mujeres, y no se pudo ajustar esta conquista y pasó á Es- paña á solicitarla, y por secretos juicios de Dios, murió el dicho D. Fernando sin conseguirla.
26 Engáñanse los que piensan que solo por descender mucha parte de estos americanos de las tribus, por este origen contraen infamia, como discurrió el P. Calancha en su Crónica, lib. I, cap. 6, porque aunque es verdad que es- tán justamente notados los judíos y excluidos de todas honras, esto se entiende de los que descienden de aquellos judíos que concurrieron y aprobaron la muerte de nuestro Redentor y Señor Jesucristo y dijeron que su sangre cayese sobre ellos y sus hijos, estos son los infames, pues crucificaron á su Dios y Salvador. Pero los
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que no concurrieron en esta infamia, como fue- ron estos americanos, y las diez tribus que más de mil años antes del Nacimiento de Nuestro Redentor habían venido á esta América por el destierro de Salmanasar, estos no contraen al- guna infamia, según la ley Quisquis, 5, §. i. Cod. ad Leg. Jui. Mayest, y allí las glosas y Doc- tores. Demás de que ni estos americanos, ni sus ascendientes las tribus concurrieron en este de- lito, y por razón de descender délas tribus y de Jacob, antes se tienen por nobles, como lo ad- vierte el docto Fr. Gregorio García, en su libro 3 del Origen de los Indios, cap. 4, § i, en aque- las palabras: «De donde se infiere que el judío que probase no proceder de aquellos que con- sintieron en la muerte de Cristo nuestro Señor, probaría ser mejor que el más estimado y hon- rado hidalgo» y Cristo N. S. y S. S. Madre y los Apóstoles son de las tribus de Israel, á esta raíz aludió el gran consejero D. Juan de Solorzano en su Política, lib. 2, cap. 29, fol. 243, col. 2) desde aquellas palabras: En lo que. disputando si pueden tener hábitos y otras honras, y vuelva á repetir que el P. Calancha en el lugar citado, no quiere que desciendan de los hebreos y asienta que descienden de los tártaros, siendo así que los tártaros son semilla de las diez tribus
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como he dicho arriba y diré en el § siguiente. Conque se dá fin á este §. i, á mayor gloría y honra de Dios.
§2.
Que las diez tribus desterradas por ^almanasar vinieron á poblar esta América y del lugar por donde entraron.
I. Llevamos asentado en los capítulos ante- cedentes con un lugar del profeta Esdras en su lib. 4, cap. 13, como fueron llevadas en cauti- verio las diez tribus en tiempo del rey Oseas, habiéndolos vencido Salmanasar, rey de los Asi- dos, el cual los llevó á la Siria y de allí los íué derramando por las provincias de los Medos, y dichas tribus ó gran multitud de ellos se unieron y pusieron en fuga y ayudándoles el Altísimo, pasaron por el río Eufrates buscando entradas angostas del mismo río y se resolvieron á ir á una región, donde no hubiese habitado el género humano, pusiéronlo en ejecución, y con camino de año y medio de distancia llegaron á hacer alto en Arzaret; de la verdad de esta historia y
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autoridad del cuarto libro de Esdras, dijimos lo suficiente arriba.
2 El lugar de Esdras me ha hecho dificultad porque al principio dice que llevó presas á las diez tribus y las pasó de la otra parte del río, sin explicar si es el Eufrates, y aunque muchos se persuaden á que habla de este río, porque po- co más abajo dice que las diez tribus en su fuga á Arzaret pasaron por unas angosturas del río Eu- frates, esto no prueba que cuando los transpor- tó Salmanasar á la Persia, echándolos de la otra parte del río, hubiese de ser el Eufrates, del cual no había hablado en lo antecedente, ma- yormente cuando al Eufrates le entran dos ríos de la parte del Occidente por cerca de Babilo- nia, como consta de las tablas de Abraham Hortelio en el mapa 49 del reino pérsico, y aunque los más intérpretes concuerdan en que el río Eufrates nace en los montes de Armenia, de que se vea á Calepino en la palabra Eufra- ies^ pero la verdad es, como advierte el docto y piadoso P. Benito Fernández, en el cap. 2 del Génesis, en la sesión 5. desde el núm. i, que este río brota en los montes de Armenia, y allí mismo brota el río Tigris, pero que sus naci- mientos son del Paraíso, como dice la Divina Escritura y tienen diferentes orígenes de montes y tierras más altas del Oriente, y á mi entender,
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primero brotan en el Occeano Escítico, que es de agua dulce, según Plinio y Abraham Horte- lio, en el mapa 47 do Tartaria, y luego estos dos ríos se encubren por la tierra y van á brotar á Armenia y corren separados hasta que se jun- tan después de la antigua Babilonia, junto á la ciudad de Rom, y hasta allí se dice Mesopota- mia, que es el intermedio entre Eufrates y Tigris quedando en forma de isla Babilonia y Rom y sus distritos y después de Rom se juntan ambos ríos y corren juntos por mucho trecho y entran en el mar Mesefidin, llamado antiguamente el Seno Pérsico^ y no se puede defender lo que dice Calepino que Eufrates entra en el mar Bermejo, porque, como se ha dicho, entra junto con el Tigris en el Seno Pérsico, aunque es verdad que el Seno Pérsico tiene comunicación, aunque lar- ga, con el mar Bermejo, llamado en la antigüe- dad el Seno Arábico, sino es que lo diga por- que las tres Arabias, la Feliz, la Pétrea y la De- sierta tengan por el Occidente al mar Bermejo ó Seno Arábico, por el Oriente al Seno Pérsico^ al Mediodía el Occeano y al Septentrión al Eu- frates, como lo dice el glosador de Camoens, Manuel Faria, en las Lusiadas, canto 4, esta- ción 6t¡, verso último. La Persia y la Media donde fueron deslerradas las diez tribus, se ter- mina por el Occidente con el Seno Pérsico y
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con el río Eufrates^ comenzando allí las provin- cias de los Medos, según el mismo Faria^ can- to 10, estación no, y de la gran confusión que hay en conocer los linderos y límites, así de ia Persia como de la Medía y Eufrates, podrás ver lo que escribe Jacobo Tuano en sus Obras Es- purgadas, tomo ni, lib, 67, foL 296 y fol. 299 y ful. 304.
Todo lo que se ha dicho en el núme- ro antecedente ha sido necesario para dar sa- tisfación á la duda que muchos han puesto con- tra el lugar de Esdras, porque dicen que si las diez tribus pasaron para su huida por el Eufra- tes, esto sería volver al Occidente, y á las tie- rras de donde habían salido, puesto que las provincias y ciudades de los Medos, donde fueron trasladados de la Siria, están al Orien- te, respecto al rio Eufrates, y para ir á Arza- ret, habían de ir buscando el Oriente, y los últimos términos de la Tartaria, que está al Oriente del Eufrates, como también lo está la Media, y así no habían de volver al Occi- dente. Esta dificultad ha movido á muchos para no dar crédito al viaje que dice Esdras que hicieron á Arzaret las tribus, y aunque bastaba para haber sido cierto el viaje y haber pasado el Eufrates el decirlo Esdras , pues tiene más autoridad, que otro cualquier doc
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tor, como dijimos arriba, no hallo por difi- cultad de importancia el que para ir á Arzaret desde la Media, volviesen á pasar el Eufrates, porque este rio entra hecho un mar en el Seno Pérsico, y corre más de quinientes leguas desde los montes de Armenia hasta dicho seno con tantos aufractos y rodeos, que unas veces decli- na al Oriente, y á las otras tres partes del mun- do, como sucede en rios de muy larga carrera, como el Marañón, y otros casi de este porte; de más de que de la Media, donde fueron trasladadas las diez tribus, según el cap. i8, núm. n del lib. 4.0 de los Reyes consta de muchas provincias y ciudades, ultra y citra del Eufrates, como se verá en los ma- pas, y vienen á la principal madre del Eufra- tes muchos ramos que embarazan las mismas ciudades de los Medos, teniendo el nombre del rio principal donde vienen á parar. Fuera de que no pudieron con tanta facilidad subir á Arzaret, caminando hacia el Oriente, por tener mucha tierra que correr por allí de los mismos Medos, y habían de dar luego en la Persia y en otras regiones de aquel dominio con que serían estorbados, y así buscaron fuga más seg;ura vol- viendo á pasar el Eufrates para cojer la Arme- nia que está más occidental, y por allí meterse por las Cuevas Caspias al mar de Bachu, Ha-
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mado antiguamente el mar Caspio, donde de allí vinieron al Turquestan, caminando y dando vuelta otra vez al Oriente, y luego caminaron por los desiertos de Apastachit y Qaracorano y otros, que vinieron á dar en Arzaret, que es origen del reino de Anian, de donde vinieron extendiéndose por la América Septentrional» como verás más abajo. La Armenia Mayor lapo- ne Antonio Nebricense situada entre los montes Tauro y Cáucaso, aunque Jacobo Tuano, citado arriba, en dicho lib. 67, fol. 304, dice que la Media y Armenia están confines en el medio del monte Tauro, ibi: «Armenia et Media in medio Tauri yacent,» conque sería más fácil volver por el Eufrates á buscar la Armenia, que subir hacia el Oriente á buscar la Tartaria Ma- yor hasta donde se va prosiguiendo la gran cor- dillera del monte Tauro, según el Comento de Manuel Faria, sobre Camoens, canto tercero, estación 73. El mar Caspio, por donde fueron huyendo las diez tribus, cae á la Armenia y co- je á la Escitia y los montes Hircanos, según el citado Antonio Nebricense en las palabras QaS' pii et Caspium, y del mar Caspio y vecindad á Armenia se vea á Tuano, ubi supra, fol. 634, li- tera E y en el lib. 41, en el fin, y en el lib. 67, fol. 309 y en el tomo IV, lib. 84, fol. 97.
Que las diez tribus fuesen transportadas de
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Samaría á Siria, como dice Esdías, no se puede negar, por el lugar del libro de los Reyes, que hemos citado, y demás de esta evidencia lo trae el Prontuario de las imagen^^s de los varones grandes del mundo en la estampa de Salmana- sar en aquellas palabras: «Iterum venit in Sama- riam Salmanasar, quam post tertium obsidionis annum cepit, ac decem Tribus in Assyria abdu- xit.» Assyria es región del Asia Mayor, que hoy se llama Siria, como dice Antonio Nebricense, verbo /issyria y con autoridad de Ammiano Mar- celino, lo prueba Ravisío Textor en la Cornu- copia, verbo BiUimina^ ibi: «Nobilis Assyria- num omnis appellatur Syria,» y está confronta- da con las regiones del monte Tauro, según el mismo Nebricense, verbo Assurani^ y en esta Siria fué NínivCj donde vinieron muchas de las diez tribus, porque era parte de Asiria, según el mismo Nebricense, en la palabra Ninus, De la Siria echaron á estas diez tribus á la tierra de los Medos, como se escribe en el citado Pron- tuario de las imágenes, en la estampa de Jere- mías, en aquellas palabras: «Jeremias in Juda tantum et Benjamin prophetavit, iam enin de- cem tribus Israel, Assyrüin medos transtulerant,» con que de la Media y de muchos que ha- bían quedado en Siria y en las ciudades de Nínivc y otras de aquellas regiones, habién-
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dose avisado unas tribus á otras, cogiendo la más segura huida fueron á meterse por la Ar- menia y salir por las puertas y obras del monte Tauro al mar Caspio, porque allí están las mi- nas que taladran aquel monte con cuevas de ocho leguas de largo, como dijimos con auto- ridad de Paulo Galucio en los nombres de Asia en la palabra Caspias pttertas y conduce en la palabra Arece Sabeij y en este sentido se ha de entender un lugar de Antonio Nebricense, en el Vocabulario de los nombres y lugares, en la palabra castice portx , donde pone al monte Tauro junto al mar Caspio, y añade que allí se abre este monte Tauro, que es la mina de que hemos hablado, y luego en la palabra caspius^ dice que se llamó Caspio el monte Tauro por estar á la mano cerecha del mar Caspio y aun- que muchos de los autores que hemos citado, dicen que las puertas Caspias caen en la región de la Media, ya dijimos arriba que ésta y Persia están confrontadas con el monte Tauro y muy vecinas.
3 Asentado que vinieron las diez tribus bus- cando las otras puertas Caspias para revolver al oriente por el mar Caspio y desiertos de Apas- tachit y Caracorano, según los derroteros de Abraham Hortelio, principalmente en el mapa 47 de la Tartaria y en el mapa 3 de la Nueva
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descripción de Asia, hemos de dar también por cierto, como dice Esdras, que vinieron las diez tribus á hacer mansión en Arzaret. Dónde sea Arzaret han dudado los intérpretes, pero lo cierto es que cae en la Tartaria y en lo más oriental de ella, junto al promontorio Tabin\ todo lo hallarás en el mapa 47 poco antes cita- do, donde dice Hortelio: «Arsaret hic decem tribus seccesere, unde Gauthes, sive Guathai á summa Dei gloria afferenda dicti sunt,» y en este mismo mapa, en la región Turquestan^ dice: «Turquestan Regio, unde Cismontani decem trlbuum socii sunt accersiti á Persis.» Lo mis- mo da á entender Genebrardo, el cual, después de haber referido el viaje de las diez tribus, dá á entender en el lib. i de su Crónica, fol. 150, que Arzaret, á donde fueron á parar las diez tribus es la gran Tartaria, y que el sentido del lugar de Esdras es, que pasado el río Eufrates^ fueron á buscar los desiertos de Tartaria, y que de aquí fueron hacia la isla de Groenlandia y que de aquella parte se nombra la América: esto que dice Genebrardo de el viaje de las diez tribus á América, lo prueba el P. Maluen- da en el lib. 3 de Anticristo, en el cap, 18, fun- dando que Arzaret, adonde fueron á parar las diez tribus con su huida es aquel promontorio, ú cabo que está en la última Escitia ó Tartaria
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llamado Tabin, del cual está dividida la Amé- rica con solo un estrecho que llaman de Anian, como diremos más abajo.
4. Con grande y fuerte artillería se procura combatir este viaje de las diez tribus á la tierra de Arzaret, y que es incierto el viaje y fuga que refiere Esdras, para lo cual se puede inducir unos lugares del gran doctor de la Iglesia, San Jeróni- mo, sobre el cap. 22 y 27 de Ezequiel, en aque- llas palabras: «Et factus est sermo Dómini ad me», y de la glosa ordinaria en el tomo 2, so- bre el libio I de Esdras, cap . 7 y otros luga- res del Abulense sobre el Deuteronomio, cap. 28 y sobre el cap. 17 del libro 4 de los Reyes, y otro de Pedro Comestor sobre el cap. 26 del lib. 4 de los Reyes, y del docto P. Fr. Francisco de Rivera, sobre Oseas, cap. i. Concuerdan estos padres en que las diez tribus duran en la servi- dumbre del rey de Persia, y que están sujetos en las ciudades de los Medos y repartidos por los montes. Pero, sin embargo, se ha de toner por cierto lo que refiere de ellos Esdras, que se prefiere á los doctores antiguos en materias de historia de su tiempo, según se ha dicho, de- más de que, en concurso de doctores, hay tan- tos en defensa de esta fuga de las diez tribus á Arzaret, que sería necesario llenar planas ente- ras en recitarlos; basten por ahora, los tres de
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que hemos hecho mención. Genebrando, Ma- luenda y Abraham Hortelio, á que se añade San Sulpicio, lib. 2 de Sacra historia, en que di- ce que las tribus fueron á tierra, de indios y de etiopes.
Pero sin perjucio de la verdad se debe de- cir no estar contrarios los lugares de San Jerónimo, de la glosa y de los demás doctores, porque hablan refiriéndose á lo que dice la di- vina Escritura, de que éstas diez tribus estaban en sujeción de los Asirios y Medos, lo cual se debe entender distinguiendo los tiempos, demás de que las diez tribus desterradas constarían de cuatrocientos ó quinientos mil hombres, pues cuando salieron de Egipto, sólo los varón .js de tomar armas, eran casi seiscientos mil, según el Éxodo, cap. 12, núm. 37, y por muchos que se pusiesen en fuga, quedarían más de la mitad, ó poi tímidos, ó viejos, ó débiles, ó involuntarios y por otras muchas razones y así se salva la sentencia de los doctores que dicen que están detenidas en los Asirios y los Medos, pues hay para todo, y más cuando las diez tribus fueron echadas en ciento veintisiete provincias de los Medos, y se fueron extendiendo por ellas consta en el cap. i de Esther.
5. Aquí es preciso tocar, como añadidura á lo que vamos diciendo de haber vivido estas
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diez tribus entre los Medos y Asirlos, y ha- ber venido luego á poblar esta América, el que cogieron los americanos muchas costumbres de los Asirios y Medos, que las conservan hasta hoy, porque nuestros indios acostumbran la- varse cada día en la mar ó fuentes ó ríos, co- ló advierte el P. Torquemada en su Monarquía indiana, lib. cap. 9 en aquellas palabras: «Hálla- se el lavarse todos cada día en la mar ó fuentes y ríos, costumbre asentada éntrelos Asirios, co- mo advierte Alejandro ab. Alejandro en el li- bro 4 de sus Días geniales, cap. 20 al fín: « Assi- riis lavare diebus singulis peculiare est.» De los Medos aprendieron las diez tribus y sus descen- dientes los indios á ser flojos, afeminados, de poco corazón, blandos y aparejados para el mal, según dice el mismo Alejandro en el libro 4. cap. i3«medi melles afeminati ,enervatis,ani- mis, ad inertíam nequí tí amgne que parati » .Lo cual puntualmente se halla en nuestros americanos. 6 Resta ahora averiguar como se propagaron desde Arzaret en esta América. Ya se ha dicho por la autoridad de Genebrardo y del P. Ma- laenda, que por el estrecho de Anian, que es- tá pegado á Arzaret, vinieron á estas Indias occi- dentales, lo cual se puede también comprobar viendo el mapa mundi de Pedro Plaucio y el de Enrico Alangren y con el de Abraham Horte-
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telio en el mapa 47, de Tartaria, y con otros globos terrestres de otros más modernos, y el mismo Hortelio en el lugar citado, pone á Zin- zu ó Zuanzo junto al estrecho de Aniam, y jun- to áArzaret; hablando Paulo Galucio en su Tea- tro del Mundo, de [Zuanzo, dice en la tabla de Asia, en la palabra Zuanzo^ lo siguiente: «Zuanzo en la provincia de Anian, junto á su estrecho.» Este estrecho de Anian divide la Asia de nuestras Indias del poniente, y de la provincia Quivira de la América. Es este tan estrecho que por parte no tiene cuatro leguas, y por allí se continúa la tierra firme desde Finisterrae de Portugal hasta el estrecho de Magallanes por la banda de Mediodía, y hasta la tierra del Labrador por la parte del Septen- trión. Tiene Zuanzo cuarenta y ocho grados y treinta minutos de latitud, y ciento y ochenta de longitud, ya hemos dicbo que Zuanzo está pegado á Arzaret y ambos á dicho estrecho, que unos llaman Aniam y otros Ainam, y el mismo Paulo Galucio en las Islas de Asia, en la palabra Golfo, dice: «Golfo Aniam, último término de la India Oriental, porque aquella se acaba en la Tartaria, y que el paso á estas In- dias ó sea por los Tribus ó por sus hijos los tártaros, ó por los indios orientales, concuerdan ios más autores, que fué por el estrecho de
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Aniam, de que se puede ver al P. José Moret, en la Historia de Navarra, cap. 4, párrafo i, en el fin, nüm. 32, ¡b¡.: «Pasaron á poblar la América por el estrecho de Anian, Henrico Alangren, testigo de vista, dice que las tierras septentrionales conjuntas á este Nuevo Mundo, las ocupan los tártaros, los cuales se terminan en Anian y con su estrecho. Y Juan Laert, arri- ba citado, dice que esta América tiene por el Occidente al Asia, y que se termina con un pe- queño estrecho que llaman Aniam, sus pala- bras, ya referidas, son: « Ad Occidentem habet Asiam , et terram Australem, sed quanto íreto sit América ab Asia divisa, nomdun satis exploratum, quamquam, communis opinio sit non nisi augusto freto, quod vulgo vocant Aniam.
En aquel viaje que se hizo desde Acapulco, siendo virey de Méjico el marqués de Cañete, en busca del cabo Mendorico, que cae á la pro- vincia Quivira, se encontró con una boca del estrecho de Anian, en cuarenta y tres grados de latitud al septentrión por esta mar del Sur, como podrás ver en el P. Torquemada, en la Monarquía Indiana, lib. 5, cap 45, al medio, y en el cap. 55, al fin, y se observó ser el estre- cho de Anian, y hallándose á esta parte del Sur en 43 grados y estar por la parte de Zuan-
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zu y Arzaret el dicho estrecho en cuarenta y ocho grados, se reconoce no distar noventa le- guas Arzaret de dicho cabo Mendocíno, y Juan Laert, en la descripción de este Nuevo Mundo, en el lib. 6, cap. final, describiendo el nuevo Méjico que se comunica con aquella parte de la Nueva Galicia dice, tratando de los indios Pires, Apaches y Xilas, que ocupan gran parte de la tierra hacia el Occidente, hasta el estrecho de Aniam, y dice: «Hi vastum terrarum spatium ad Occidentem ocupant , et. , ad fretum Anian pertingere creduntur», y el mismo autor en el mismo libro 6, capítulo ii, explicándolas Californias dice, que es todo lo que corre de Nueva España y Nueva Galicia hasta el estre- cho de Anian. «California communiter dicitur qüidquid terrarum Nove Hispaniae atque Galle- ciae ad Occidemten obicitur, quae sane latissime patent, et ad extremos Americae Septemtriona- lis términos, et fretum Aniam, pertinent», y de aquí es que muchos ponen este estrecho hacia Cali/or?iia , siendo así que dista mucho de ellas: del pequeño estrecho que hay desde Asia á esta América se puede ver á Jacobo Tuano, en sus obras expurgadas, tom. 3, lib. 46 fol. 226. y en el Mapa que pone Manuel de Pa- ria sobre Camoens. En el Canto décimo, Esta- ción 96, y pone el Reino de Anian y su estre-
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cho y la provincia de Quivira, todo como con- tinente de la tierra de Méjico, de que diremos más abajo-
Muy perplejos andan todos los autores y matemáticos en señalar el verdadere sitio del estrecho de Anián, y si éste es el que divide el Asia de esta América. El gran consejero Don Juan de Solorzano, no pone cosa asentada y ñja en esto, y hallo que se refiere á lo que di- cen otras, como verás en el lib. i, de lure In- diar; tomo I, cap. lo núm. 4, donde dice que el Asia se divide de la América con el corto estrecho de Anián: «Asia á regionibus Arcticis á nova Zembla módico freto secerritur, et ab América altero, nimirum Aniano dirimí credi- tur.» El mismo consejero en el citado cap. 10, núm. 25, con autoridad del P. Acosta, de Ge- nebrardo y otros, dice que no está conocida la latitud del cabo y Promontorio Mendocino, de que hemos ya tratado, y dice que aquella tierra vá á dar al estrecho del reino de Anian^ muy poco distante del Asia y de los tártaros y chi- nos, que por allí hay fácil camino para esta América. «Ultra Promontorium Mendocinum, ut ait Acosta, non est satis cognita terree am- plitudo, quom ingentem esse plurimi ferus et ibi fretnm Regni Anian, quod non multum á tartaris et Sinis distare cognoscitur, et inde
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planam viam ¡n has Americanos ese potuisse,» y esta misma vecindad de estas naciones con dicho estrecho y del Asia con esta América, la vuelve á repetir en el núm. 34: «Tamdem ad Orientales eiusdem Asioe ñnes qui supra Chi- nan non nihil flectunt ad Aquilonem devene- run propre fretum Anian, quo ut diximus, parvo intervallo ipsa Asia ab América, seiungi perhi- betur,» y en estas obras nuevas que han salido con título de nuevo Atlas, en el tomo II, en la tabla de América, dice lo siguiente: Entre la Asia y América está el estrecho de Anián, por do se puede ir fácilmente á la América,» y en el mismo tomo, describiendo la Tartaria me- nor, que cae en Europa, y la Tartaria mayor del Asia, que se divide en cinco Tartarias, llegan- do á la última, dice: aLa última es Tartaria la vieja que se extiende hasta el mar Septentrio- nal y estrecho de Anian. Llámase vieja, por haber tenido allí su origen el nombre de los tártaros.»
Que la Asia y el estrecho de Anian termi- nen por el Occidente á nuestra América, de- más de lo dicho se podrán ver las notas de Henrico Salmur sobre Guillen Pancirolo en su libro 2, de Novo Orbe, folio 15, ibi: «América hodie quarta totius Orbis, imo má- xime terrarum pars reputatur; quando in utru-
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que polo incipiat, aut finiatur, etc secundum longitudinem ad ultimum usque Occidentís li- mitem pertiiigat, Ariamque, ¡ntercedeatibus tan- tum Aniani freti angustiis contíngit . r> En suma, ó sea el estrecho que está junto á Arzaret el estrecho de Anian ú otro, lo cierto es que por allí pasaron las diez tribus y sus descendientes; porque vinieron á la Tartaria Asiática vieja y á lo último del Asia, á la Región de Arzaret y de allí se fueron extendiendo por toda esta Amé- rica pasando un corto estrecho de mar, como consta de las pinturas Mejicanas de los Tulte- cas, de que hicimos mención arriba, y estos fueron los más inmediatos descendientes de las diez tribus, y gastaron más de cien años en ve- nir poblando hasta llegar á MéCico, como he- mos dicho, haciendo habitables todas aquellas dilatadísimas regiones desde Arzaret hasta Mé- jico, conque abierto el camino dieron lugar á que vinieran otros así de su linaje como de otras naciones; pues habiendo llegado los Chi- chimecos mucho después de ellos, se halla que la séptima nación que llegó á Méjico fué la de los Mejicanos y que estos vinieron de la parte de Astlan y Tucalluacan, habiendo pasado tres- cientos y dos años después de la venida de los Chichimecos^ como lo dice Juan Laert, de Sit. Nov. Orb. en el lib. 5, cap. 12.
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7. Háme parecido en cosa tan obscura, como es averiguar el paso de las diez tribus y de sus descendientes á esta A.nérica, el referir á la letra lo que dicen gravísimos doctores, y hallo que el docto Fr. Gregorio García en el lib. 3 del Origen de los Indios, cap. i, dice lo siguiente: a^Cómo pudiesen ir aquellas tribus á las Indias Occidentales, habiendo por medio tanta inmensidad de agua é infmidad de tierra? A lo cual me parece que pudieron ir á la gran Tartaria y que tomaron algunas costumbres y ritos que en este reino y provincia se guardan» y más abajo: «De la gran Tartaria pudieron ir por tierra hasta Mongul y de aquí pasar el Es- trecho de Anian, que es bien breve, é ir al reino de Anian que es ya tierra firme de Nueva Es- paña;» y más abajo: «Otros caminos semejantes al pasado les dá Genebrardo, el cual, después de haber referido el viaje de las diez tribus, siente que Arzaret es la gran Tartaria (á que alude Juan Botero, en sus Relaciones del Mun- do, donde escribe de la última parte de Tarta- ria) como si dijera Esdras que pasado el rio Eufrates, vinieron á los desiertos de Tartaria y de aquí á aquc^lla tierra hacia la isla de Groen- landia, porque de aqueRa parte se dice la Amé- rica descubierta y sin mar; pues de las otras partes está cerrada con la mar y hecha casi
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isla,» y más abajo, «Esto que dice Genebrardo del viaje de las diez tribus á las Indias se con- firma con lo que dice el P. M. Maluenda, con- viene á saber, que Arzaret, adonde fueron apor- tadas las diez tribus, es aquel Promontorio, cabo ó cumbre que está en la última Escitia ó Tartaria, acostado sobre el mar, al cual Plinio y otros llaman Tabin, del cual está dividida la Ame'rica con solo un estrecho que llaman de Anian, y así pudieron ir las diez tribus, por fá- cil y breve trecho y entrarse de Arzaret ó Tar- taria en la América.» Prosigue en el § i; «También pudieron ir las diez tribus desde la tierra que dice Esdras á la China. De la Chi- na pudieron ir por mar á la tierra de Nueva Es- paña para donde no es muy larga la navegación viniendo por el estrecho ó canal que está entre la China y el reino de Anian y de Quivira, puestos en reinos, que ya son tierra firme de Nueva España.»
8 Hallo que Paulo Galucio, en el Teatro del Mundo, en las islas de Europa, en la pala- bra Graenlande?z^ dice lo siguiente, «Graenlan- den ó Grutlandia, isla grande y larga, está cua- renta leguas de Laponia|y[pocas más de Finmar- quia, tierra de Escandinavia en Europa, y según algunos está cincuenta leguas de las Indias por la tierra del Labrador,» y el mismo autor en
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dichas islas de Europa, en la palabra Islandia dice: «Islandia ó lelandia significa isla ó tierra helada, á quien los antiguos llamaron tyle, isla final de lo que los romanos supieron hacia el Norte;» y más «abajo: «Aparece en el reino de Noruegia,» y en el ñn: «Hay entre lelandia y Gruntlandia en lo alto de un monte un instrn' manto náutico fabricado por los piratas llama- dos Pinnipth y Potersth ( nombres que se pare- cen mucho á los primeros Tultecas, pobladores de Méjico) que sirve de aviso y señala á los marineros los peligros y bajíos que hay en aquellas partes de Grutlandia, donde hay aquel estrecho que dijimos entre Grutlandia y la tierra del Labrador. »
Estos linderos y vecindad de Islandia y Groenlandia ó Noruega con estas Indias parece le agrada á Gomara, en su Historia Indiana á la hoja 7, en el § Mojones de las Indias y dice; «Los mojones y aledaños que más cerca y más señalados tienen las Indias por esta parte sep- tentrional, son Islandia y Grutlandia;» y más abajo: «Algunos piensan que Islandia es la Tyle, mas no es, y Tyle propiamente es una isleta que cae entre las Arcadas y el Fare. Está Islan- dia cuarenta leguas de Fare y sesenta de Tyle y más de ciento de las Oreadas. Grutlandia está á la parte septentrional de Islandia,» y más abajo:
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«Está Grutlandia cincuenta leguas de las Indias por la tierra que llan^an del Labrador y no se sabe si aquella tierra se continúa con Grutlan- dia ó si hay en medio estrecho.»
Prosigue este derrotero Gomara, y en el pá- rrafo siguiente dice: «Lo más septentrional de las Indias está en par de Grutlandia y de Islan- dia, corre doscientas leguas de costa hasta Río Nevado, que cae á sesenta grados, hay otras doscientas leguas hasta la Bahía de Malvas, y toda esta costa es la que llaman tierra del La- brador. De Malvas al cabo de Marco hay sesen- ta leguas, de allí al cabo Delgado cincuenta, y de allí sigue la costa de cien leguas hasta un gran Río dicho de San Lorenzo y Vojá de San Lorenzo hasta la Punta de Bacallaos, harto más de doscientas leguas y desde aquella punta po- nen ochocientas y sesentn leguas á la Florida.» Este mismo cómputo y vojeo de Gomara sigue Fr. Juan de Torquemada en la Monarquía In- diana, lib. I, cap. 6.
De la tierra del Labrador habla Jacobo Tua- no en las Obras corregidas, en el tomo V, li'bra 132, desde la hoja 1. 138, y de la provincia Qui- vira como se continúa con la Florida, en el to- mo in, lib. 78, desde la hoja 624, y de la Flo- rida, en el tomo II, lib. 44, fol. 530, y de aquel estrecho que llaman Davisio, que viene á la tie-
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rra del Labrador, en el tomo V, lib. 109, hoja 448, en estos lugares verás mucho para la con- tinuación de este Nuevo Mundo con el antiguo. Pero en mi entender el primer camino por don- de vinieron las diez tribus, fué desde Arzaret, pasando aquel estrecho que divide el Asia de esta America, y vinieron poblando hasta Mé- jico y demás partes de esta América Meri- dional y que hoy se halla al guna diferencia en los linderos no se debe hacer dificulto- so y más con las tablas nuevas que varían en los sitios, porque ha habido mucha mu- danza en cerca de dos mil quinientos años que pasaron las diez tribus, y hallamos el día de hoy muchas que fueron tierras hechas mares y al contrario, muchos lugares que antiguamente fueron mares hechos tierras, y se han hecho muchas islas que fueron de tierra continente como se puede ver en el Dr. Villen de Viedma comentador de Horacio, sobre el Arte Poética á la hoja 312, á la vuelta, y Manuel Paria, co mentador de Camoens: «En el canto 10, esta ción 124, en la letra E y hallarás que la forma del mundo no está hoy como la conocieron los antiguos, desque podrás ver á Plinio, desde el ca- pítulo 85 hasta el 90, y como Sicilia con Italia fué tierra continente y lo mismo afirma Pompo- nio Mela, lib. 2, cap. 27, como también lo fué
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Grecia y Negro Ponte, según Floriano, lib. i, ca- pítulo 35. y también fué continente España con África, como dije arriba y lo trae Eratostenes en Estrabón, lib. i, de Situ Orbís, y fueron con- tinentes Chipre y Suria, como la trae el P. Lori- no, sobre el cap. 28 de los Actos de los Após- toles, vers. 13, y véase á Séneca, natur, quaest., cap. 29 y alP. Ensebio Nieremberg en su Filo- sofía, lib. I, cap. 44.
No se debe pasar en silencio lo que dice Gomara, poco antes citado, de que Islandia no es la Tyle, negocio en que los historiadores an- tiguos y modernos están muy varios, y en favor de Gomara se puede citar al glosador de las Partidas, Gregorio López, que en la ley 77 del tít. 18, partida 3, en la glosa 3, quien no hace á la isla Tyle tan septentrional como Islandia, y dice que lo que hoy llamamos la Rochela es la antigua Tyle ó Tule, porque ambos nombres le dan los historiadores y poetas latinos, y así, con autoridad de Séneca el trágico, dice que hay otro mundo después del Occeano y que no sería la última tierra la Tule y trae los versos y con- cluye: «Nec erit terri, última Tule,» y pudo cau- sarles esta confusión así á Gomara como al glo- sador de las Partidas, lo que en esta parte dejó escrito Plinio en el lib. 2 de su Natural historia, c^P- 75; y 6^^ el lib- 4; cap. 16, y parece que Es-
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tacio en el lib. 3 de sus silvas pone á la Tule junto á España, diciendo:
«Quamquam et. si gélidas iren mansurus
(ad Arctos
Vel supra Hesperiae vada caligantia Tules.» Pero en esto se debe estar más á lo que es- cribe Marco Adamo, canónigo Bremense en las Repúblicas de Siiit Danioe, donde tratando de Normandía, Noruega, Groenlandia é Islan- dia, con autoridad de Saxo Grammático dice que esta última es la Tule y pondera aquellos versos.
«Eloquii cúrrente rota penetravit ad Indos
Ingeniumqiie potens ultima Tule colit.» y así concluye que, como Islandia ,es lo más próximo de estas Indias, lo es también la Tule, por ser lo mismo y así entiende el lugar de Virg. á Augusto Cesar:
«Tibi serviat ultimaTule», y el de Claudiano:
«Nostro procul axe remotam
Insólito belli tremefecit murmure Tulem . » y aunque algunos quieren que no pueda ser Is- landia la Tule, porque Islandia há poco qiie se descubrió y la Tule fué conocida en tiempo de Augusto, esto se niega por lo? autores, y pudo dejarse de navegar á Islandia por algún tiem- po por su frialdad, y luego con mejores bajeles y hacerla más tratable los tiempos, se pudo
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frecuentar y por allí venir á las provincias de Méjico alguna de aquellas siete naciones ó li- najes que la poblaron, como dijimos arriba, y así en los Mapas de Méjico está la Tule^ como se verá en Juan Laert, lib. s, de Situ Novi Or- bis. El mismo autor en el Mapa de la Florida^ lib. 4, pone la tierra y pueblos llamados T'/^/^í, que es sin duda el haber venido de Islandia ó Tule^ y también en Méjico llaman el Tule á cierta junta donde se juega,
9. Otros han querido, con autoridad de Marracio en su Descripción del Océano, cap. 4, dar paso á los que vinieron á poblar esta Amé^^ rica desde la tierra de Atlan, donde está aquel monte que llaman en latin J/las, tomando el nombre de la misma tierra en que está, como lo dice San Fulgencio, según refiere el doc- to Villen de Viedma en la tradución y comen- to de Horacio, lib. i, canción 34, en aquellas palabras: «Atlante usque fmis.» Esta tierra Atlany%\¡L monte Atlas, según Virgilio, cae á los fines del Océano, en el último lugar de los Etiopes.
«Occeani fmem, solem que Cadentem Ultimus yEthiopum locus, sibi maximus Atlas.»
Estos Etiopes de la Nueva Guinea y los de las islas de los Ladrones y de las islas de Tapan y de Miaco pueden con brevedad ir á Volumen ii 5
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las costas de Quivira, continente con este nue- vo orbe, según el cómputo del P. Fr. Antonio Calancha en su libro de los Sucesos del Perú, lib. 5, cap. 7, donde dice: «Estas partes pobla- ron los Tártaros y se han extendido en todo lo que hay de tierra desde el Océano Oriental ó Mangico ó mar helado, que topa por este Nue- vo Mundo hasta la laguna Meotis que divide á Asia ó los Noruegos, Lupianas, Curlandos, na- ciones septentrionales, pegadas con este Nuevo Mundo», y este lugar, en lo que dice de los Tártaros, se entenderá de la Tartaria menor y Europea, junto á la Escitia, que es más vecina de las Noruegas, y advierte que los Curlandog son aquellos que digimos arriba que se parecían á los indios en el color.
lo En otro libro manuscrito, leí lo siguiente' «Sabida cosa es que Groenlandia, tierra septen- trional, está conjunta con las Noruegas y con Tartaria mediando un solo estrecho llamado Davis ó Davisio, brazo helado de mar pequeño, y Groenlandia está convecina con Estolilandia que llaman cabo del Labrador, y esto es con un estrecho de mar ó dos, como afirman los ingle - ses, y cada uno de estos dos estrechos son de ocho ó diez leguas. Desde Estolilafndía hasta Méjico, Panamá, L&a y Chile, es tierra firme seguida y continuada, como consta de todos los
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mapas, geografías, descripciones y derroteros, así antiguos como modernos.» Jacobo Tuano, tomo ni, lib. 64, fol. 326, pone otra comunica- ción de esta América por un estrecho que hay entre Frislandia y las islas de Asia y son los ha- bitadores del color de estos indios .
La gran confusión que en todos los autores ha habido, sobre buscar el paso á estas Indias de los que vinieron de las otras tres partes del mundo á poblarlas, me ha gastado mucho tiem- po de lectura y contemplación. Y cogiendo este negocio desde sus principios, hallo que muy in- signes escritores han sido siempre de parecer que esta América se comunica por algunas par- tes con las otras tres del mundo, ó por lo me- nos, que se divide de ellas con algunos estre- chos de mar cortos y fáciles de navegar, como se puede ver en el gran consejero D. Juan de Solorzano, tomo I, de Jur. Ind., lib. i, cap. lo, desde el núm. 2 y desde el núm. 5, que apoya este sentir con gran copia de autores, y aunque Francisco López de Gomara, part. i, fol. 7, po- ne en duda si aquella parte de Groenlandia se comunica con la tierra del Labrador, que es ya la América descubierta, sin embargo, otros au- tores más modernos, como son Henrico Alan- gren y Pedro Plaucio en sus mapas y globos te- rrestres, y también Hondio en su globo ierres*
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tre, afirman estar muy vecinos por la parte del Norte de este Nuevo Orbe con el antiguo y que entre las islas de Groenlandia y la tierra del La- brador, está el estrecho de Davis, que tiene de ancho poco más de dos grados, que apenas ha- cen 40 leguas.
Esta isla de Groenlandia, que pertenece á Europa, según Paulo Galucio en su Teatro del Mundo, en el Catálogo de los Lugares de Eu- ropa, verbo Groenlande (que es preciso se con- numere y atribuya á la Europa, porque está muy vecina á Laponia y á Finmarquia, tierra de Es- candinavia, que todas son de Europa) está muy cercana de la tierra del Labrador, según el ci- tado Paulo Galucio y todos los mapas, y fué muy posible que por allí pasasen las diez tri- bus por el estrecho Davisio, que apenas tenía de ancho cuarenta leguas, y pudieron pasarle en balsas; si bien no me inclino á este sentir, aunque por allí se hiele el mar en algún tiempo del año, porque no me persuado que tanta gen- te de las diez tribus volviesen á buscar la Euro- pa desde el Asia.
Veamos respectivamente y contemplemos las tres partes del mundo antiguo y cercanía que cada una tenía con esta América. Comen- cemos por Europa, la cual por dos partes pudo tener tránsito á estas Indias Occidentales ó por
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lo Último de su Occidente, que es Cádiz, ó por el Norte, que es Groenlandia. Por Cádiz estuvo continuada la Europa casi con esta América cuando la isla Atlántida persistía sin haberla tragado el mar, como dije en el cap. i, y en- tonces aquella isla comenzaba desde Cádiz y corría hasta las islas de Barlovento, Cuba y Es- pañola, que están vecinas de la tierra continen- te de esta América y entonces no pudieron ve- nir por esta isla las diez tribus, porque su tras- migración fué mucho después de haberse tra- gado el mar la isla Atlántida y sucedió su fuga en el año 3195 de la Creación del mundo, antes del nacimiento de Nuestro Salvador 767, según el libro Prontuario de las Imágenes de los hom- bres insignes del mundo, de Guillermo Rovisio I* part. fol. 80, verbo Hosea^ y cuando persistía la isla Atlántida, fué pocos años después del Di- luvio Universal, cuando se comenzó á poblar Es- paña, y de ella vinieron muchos siglos antes los españoles á esta América, como he dicho en los capítulos antecedentes. Ni tampoco en tiempo de Salomón, que precedió á Hoscas (en cuyo tiem- po se trasportaron las tribus) pudieron venir los hebreos por la isla Atlántida, aunque precedió Salomón á Hoseas cerca de 300 años, por es- tar ya anegada muchos años antes la isla Atlán- tida. Demás de que Salomón por mar envía-
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ba SUS flotas y armadas á estas Indias, según la opinión de muchos que entienden á Ophir por este Perú, en el cual también están las islas de Salomón, el cual con su sabiduría hallaría mo- do para viaje tan largo, encaminándolos por el mar Bermejo y otros estrechos, y se puede dis- currir que los hebreos pasaron trescientos años antes que las otras tribus y se fueron quedando muchos en esta América, á los cuales vinieron después buscando las diez tribus, pero muchos siglos antes de ellos tenían los españoles pobla- das estas Indias. Resta de la Europa el haber otra vecindad con esta América que es por Gro- enlandia y ya dije que tenía por muy difícil el que las diez tribus viniesen por este camino. Ni por Islandia que es la Tile, aunque Alejo Ve. negass, lib. 2, cap. 21, diga que dista solo 14 le- guas de la isla del Labrador.
Otra parte del mundo es África, y esta se divide de la América por golfo de mar y no tiene tierra continente por donde comunicarse y hacia el Polo Antartico dista esta América por la parte del Brasil hasta África y cabo de Buena Esperanza como quieren unos, cuatro- cientas cincuenta leguas de golfo, y como quiere Juan Botero, arriba citado, mil millas que, según dije arriba, hacen trescientas treinta y tres leguas, y tengo por cierto que no pudie-
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ron venir las diez tribus á esta América por la África, así por la distancia que estaban en la Persia y Media desterrados, como porque no pudieran tener vajeles con que vencer el golfo de trescientas leguas, siendo tantas las tribus que se pusieron en huida.
Resta la otra parte del mundo y primera respecto del Oriente, que es el Asia; por esta parte del mundo tengo por cierto que vinieron as diez tribus á esta América, porque Arzaret, donde vinieron a parar, es perteneciente al Asia mayor y hoy toca á la Tartaria Asiática y de Arzaret dista poco al reino de Quivira y e^ reino de Anian^ que ambos se computan por tierra continente de esta América, y según los mejores y más experimentados matemáticos son ya de la América descubierta y con gran facilidad pudieron venir á dichos reinos pa- sando el estrecho que los más llaman de Anian, el cual está entre el reino de Qtdvira y reino de Anian y por él se comunican las aguas del mar del Norte con las del Sur, y aunque hay disputa sobre el ancho de este estrecho, lo más cierto es lo que en esta parte averiguó Paulo Galucio en su Teatro del Mundo en los lu- gares del Asia, en la palabra Zimnzu, donde dico que el estrecho de Anian divide el Asia de la América con latitud de menos de cuatro legua
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en aquellas palabras: «Este estrecho de Anian divide el Asia de nuestras Indias del Poniente y de la provincia Quivira de la América,» y más abajo: «Es tan estrecho que por partes no tiene cuatro leguas,» y yo lo tengo por muy cierto, porque este estrecho viene á ser como antípoda del de Magallanes, en el cual hay partes tan an- gostas en latitud, que tienen poco más de una legua de ancho, conque por dicho estrecho de Anian están muy vecinas las tierras de Asia y América, y asi por aquí pasaron las tribus de - jando el asiento que tenían de Arzaret y Zuanzu y poblaron todas esas tierras de Méjico, y en m entender, siendo tanta la vacindad con Quivira, se puede computar la región de Arzaret con esta América,
1 1 Sea enhorabuena que haya muchas entra- das y breves del mundo antiguo á este nuevo y que hayan descubierto tan fáciles entradas á esta América y tan cortos estrechos de mar, por don- de pudiesen pasar las diez tribus y sus descen- dientes los Tultecas, primeros pobladores de Méjico, los cuales, aunque tardaron ciento y cuatro años en llegar á ella, como se dijo arriba, y tuviesen tiempo desde Arzaret para volver á la Europa y á la Tartaria menor y pasar á Esto- tilandia y tierra del Labrador, no se necesita de este rodeo, cuando desde la Tartaria Mayor te-
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üían paso á la provincia Quivira y reino de Anian sin irlo á buscar por la tierra del Labra- dor y el estrecho que tienen en sus pinturas los indios mejicanos, que pasaron sus primeros po- bladores, fué el de Anian que divide la Asia de la América, según hemos dicho; otros le llaman el estrecho Nasovio á la parte de Tartaria la mayor, junto al promontorio Tabin, al Oriente, donde está situada Arzaret, de este estrecho trata Jacobo Tuano, tomo V, lib. 109, fol. 448 y fol. 449. Las diez tribus tuvieron paso para venirse á la América septentrional por uno de estos estrechos de mar, y aun los indios de luca- tán contaban que por tradición de sus mayores Sabían que los primeros pobladores habían ve- nido del Occidente huyendo de injurias que ha- bían padecido de las gentes, y que con auxilio de su Dios, habían pasado por el mar á secas; así lo refiere Juan Laert, lib. 5, cap. 16, nüm. 40. Todo pudo ser por los secretos juicios de Dios, que otras veces hizo con esta nación semejantes prodigios; pero lo más cierto es que vinieron por el estrecho de Anian ó Nasovio y que las tribus y sus descendientes, antes de las otras siete naciones de que hemos hecho mención, fueron los primeros que poblaron la América septentrional, y luego, abierto el camino y cultí- vado, fueron viniendo otras naciones de estas
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partes cercanas que hemos referido y por otros estrechos de mar, en que no pongo duda, con que queda ajustado lo que se dijo en el párrafo antecedente, desde el núm. 20, que aquellos primeros Tultecas pasaron en balsas un estrecho de mar para poblar á Méjico, y que estos fueron de las diez tribus y de su descendencia.
12 Lo que no tenemos todavía ajustado es el que aquellos indios Tultecos, primeros po- bladores de Méjico, por las vestidudas, hayan de ser tenidos y conocidos por las diez tribus y sus descendientes. Desde el párrafo anteceden- e, núm. 20, vamos haciendo argumento y simi"
itud de las diez tribus y de los Tultecas; allí dijimos que estos andaban vestidos de unas tú- nicas largas y blancas, y aunque allí de paso
atamos, con autoridad de Plinio, que este gé- nero de vestidos era de los israelitas, se debe ampliar, con que la vestidura larga y talar fué propia de los antiguos hebreos; así se podrá ver en Intérpretes de la Sagrada Escritura, sobre el segundo de los Reyes, cap. 13, vers. 18, donde dice de Thamar, que vestía túnica talar, y en las pinturas antiguas de las tribus las vemos con tú- nicas largas hasta los pies, y que estas vestidu" ras fuesen blancas en los antiguos hebreos, lo tengo por cierto, y así vemos que Faraón vistió á José de túnica blanca, según el Génesis, capí-
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ulo 41, vers. 42: «Vestivit que eum stola byssi- na,» y Herodes remitió á nuestro Redentor con vestidura blanca á Pilatos, según San Lucas, en el cap. 23, núm. 11, si bien en el tiempo de nuestro Salvador, quiere el P. Sherlogo, en los Cánticos, vol. 3, vestigat, 23 sección 3, núm. 33, que solos los ricos hebreos usaron de estas vestí, duras blancas: «De Christi aevo, quo seculo inter Iudaeos,candidam vestem. divitumfuisse dicunt.» Y nuestro patrón Santiago en su Epístola 2, en 1 1 principio, parece que alude á este sentir di- ciendo: «Si introierit in conventum vestrum vir aureum annulum habens in veste candida,» don- de parece que habla de los judíos ricos, por lo que dice de los anillos de oro; pero Josefo, cita- do arriba, da á entender que los antiguos he- breos en común, usaban de túnicas blancas ge- neralmente, añadiendo: «Túnicas has fuisse ex duplici sindone.»
-Demás que cuando salieron las diez tribus desterradas fué al mismo tiempo que comenzó á fundarse Roma, cabeza del mundo, como dice el P. Horacio Torselino en su Ristretto del istor. del mundo, lib. 2, en el principio, en la vida de Rómulo, y la salida fué cerca de mi^ años antes de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo y en aquel tiempo tan antiguo, tengo por cierto que las vestiduras eran candidas, se
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gún el USO natural de la lana y el lino, y así lee- mos que los antiguos, en las juntas y teatros, usa- ban de vestiduras blancas, por que se goberna- ban con lo natural sin mezcla de tintura, como entiendo un lugar de Marcial, lib, 4, epig. 2. aCumplebs, et minor ordo, maximusque Sancto cum duce candidus sederet.» Y los israelitas usaron más de estas vesti- duras Cándidas, porque, como era el pueblo de Dios, el color candido es el que más le agra- da, como dice Alejandro ab Alejandro, en sus Días Geniales, lib. 4, cap. 17, en aquellas pala- bras: «Pura in veste, et candida: nam color albus Deo gratus in primis.» Y en aquellos tiem- pos los persas y Medos, donde fueron desterra- das las diez tribus, usaban de vestiduras blan- cas, porque Ciro, Rey de estas naciones, hacía vestir sus numerosísimos ejércitos de vestidu- ras blancas, como Artajerjes, su competidor, los vestía de color sangriento, según tengo ob- servado en el citado Alejandro, lib. i, cap. 20. «Artaxerxes contra Cyrum milites rubro sagulo ornavit. Cyrus albo.» De que infiero que las diez tribus usaban en aquel tiempo de vestiduras blancas, ó por ser la más natural ó antigua de su nación, ó porque cogieron este uso de los Persas y Medos, donde estuvieron algún tiempo antes de su fuga, conque los Tultecas, prime-
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ros pobladores de la América Septentrional ó Mejicana, tuvieron ias mismas vestiduras, como consta de sus pinturas y de lo dicho en el nú- mero 20 del párrafo antecedente, y esta pala- bra «Tulteca» es muy verosímil que sea he- brea y que las mismas tribus se llamasen Tul- tecas ó sus hijos que fueron naciendo en tan- tos años de peregrinación hasta que llegaron á Méjico.
El mismo Alejandro ab Alejandro, en el líb. 5 de sus Días Geniales, cap. i8, tratando de los trajes de los indios, dice, que algunos andan desnudos, otros vestidos de pieles de animales, pero los más, solo usan de vestiduras de lino y pura lana, y algunos se pintan el rostro con co- lores, ibi: «Indi quoque dissimilis habitus cor- poris intra specie variarum; Namque alii nudi agunt, non nuUi ferarum pellibus amicti sunt, plerique lino, multi lana vestiuntur: alii faciem coloribus pingunt.»
Concluyo este § 2, con decir que los indios Tultecas, primeros pobladores de Méjico, fue- ron las tribus, y así concuerdan con lo que tienen pintado en sus Historias, como es el que vinieron desterradas de sus tierras, que tarda- ron ciento cuatro años en llegar á Méjico, que pasaron por un estrecho de mar en balsas, á que ge allega la forma de las vestiduras y el color
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de ellas. Añadiendo que, como consta de di- chas pinturas y tradición que había de los Tul- tecas, salieron de una tierra llamada Ziianzlco ó cómo quiere el P. Torquemada, Zzdanzico, se- gún dijimos en el § antecedente desde el nú- mero 20, y es cierto que salieron de Zuanzu que está pegado con la región y pueblo de Ar* zaret^ ya se vé la afmidad que tiene Ztianzu con Zuanzico, y tenemos dicho que Arzrrei y Zuan- zu están pegados al estrecho que llaman de Anian, como consta de las tablas de Abraham Hortelio y de Paulo Galucio en el Teatro del Mundo, en la tabla de los lugares de Asia, en la palabra Zuanzu.
§3.
En que se ponen muchos lugares del mundo anti- guo que se han hallado en este Nuevo Mundo ^ en especial del Asia, por donde vinieron las diez tribus.
I En este punto de averiguar el origen de los indios, como ellos carecieron de historias anti- guas, en lo individual y extenso de las cosas, es preciso ir navegando por un muy dilatado y profundo Occeano. El origen de los Reinos, ó se llega á saber por los primeros fundndores, como dice nuestro docto S. Isidoro en el lib. 9 de sus Etimologías, cap. 2, donde advierte que los Asirios hubieron este nombre de Asur, los de Lidia de Lydio, los hebreos de Heber, los Ismaelitas de Ismael, los Moabitas de^ Moab, los Amonitas de Amon, los Cana- neos de Canaan, los Sábeos de Saba, los Si-
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(ionios de Sydon, los lebuseos de lebu, los Persas del rey Perso, los Caldeos de Cafeth, hijo de Nacor, hermano de Abraham, los Feni- cios de Fénix, hermano de Carmo, los Egip- cios de Egy, uno de los compañeros de Ja- son, los Troyanos de Troo, los Siconios de Si- ción, los Archivos de Argo, los Macedonios de Emación, los Epirotas de^Pirro, su rey, hijo de Aquiles, los Lacedemonios de Lacedemón, hijo de Júpiter. Por este lado no podemos ajustar el origen de estos indios, porque los nombres que les dan, ó sea de indios, ó de americanos ú afiritas, ó peruanos, son nombres que de nue- vo se les aplicaron, no son nombres nativos, sino daticios .
2 Las tribus perdidas ó desterradas, como hemos dicho, y sus hijos y demás naciones vinieron de Asia y de la Tartaria mayor po- blando toda la América Septentrional y todas las partes de Méjico, desde el reino de Anian y provincia Quivira hasta entroncarse y unirse con las descendientes de Tubal, ocupando unos y otros ambas Américas, y los primeros que en- traron por las provincias de Méjico, fueron los Tultecas^ que fueron tronco y rama de las diez tribus y muchos de ellos vinieron desde Arzaret penetrando por dicho reino de Anian y pasan- do el estrecho del mismo nombre, según la
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más corriente opinión, y digo que vinieron mu- chas de las tribus, porque tengo por cierto que muchos se quedarían en Arzaret y en el dis- curso de ciento cuatro años que tardaron en llegar á Méjico, como dijimos arriba, discu- rriendo por tan diferentes provincias, casi todos morirían, y los hijos que de estas tribus nacie- ron en el camino, fueron los primeros que entra- ron en Méjico habrá dos mil y quinientos añosí porque el destierro de las tribus, según va pro- bado, fué al mismo tiempo que se empezó á fundar Roma y anduvieron vagando mucho tiempo por el Asia y le han tenido para pro- pagar gran parte de esta América, y según llevamos asentado, todos los pobladores de aquellas partes de Méjico concuerdan en que sus autores vinieron del Occidente y así se ha de confesar que vinieron del Asia, que está al Occidente con Méjico y con la América Septentrional, como tenemos proba- do, y juntamente que los Tultecas salieron de Zuanzico, que es Zuanzo, pegado á Arzaret, en la Asia mayor, y por los nombres de lugares que pondremos ahora, que tenían los de la América Se ptentríonal,desde el cabo Mendo- zino hasta Méjico, se conocerá como vinieron del Asia y de la Tartaria, sin que se pueda po- ner en ello duda.
VOLUMEN u 6
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3 Lo primero las tribus fueron desterradas á Persia y á la Media y ellas huyeron por estas regiones y fueron por la Tartaria hasta Arzaret y no sabemos lo que tardaron allí y en su viaje. En estas regiones están las provincias, ciuda- des y lugares siguientes: «Cadusbachan, Sab- lestan, Badaglan, Tarbacan, Calcastan^ Chare- san, Corcarquistan, Sidustan, Sostan, Eugan, Chiruan, Mesandaran, Bigistan, Burgian, Lures- tan Tim ochan, Argistan, Bestan, Samarchan, Safanian, Alerglan, Tasclan, Vazizastlan, Etai- can, Tagarnistan^ Sermangan, Bagdaglan, Che- regan, Coman, Deristan, Madandran, Cotan, Ciarcian, Escalcan,» que casi todos son nom- bres de Tartaria y de la parte de Persia que con el tiempo ganaron los Tártaros; todo cons- ta de los mapas modernos y de las histo- rias.
4 Veamos ahora los nombres de los luga- res que tenían los indios de Méjico en todas sus regiones y por ellos veremos como vinieron de aquellas partes de Tartaria. Lo primero en esta América está Mechoacan y allí el pueblo de Acatlan, como se podrá ver en Juan Laert De Situ Novi Orbis. lib. 5, cap. 25; también está Alchichican en la provincia de Tepeaca^ dícelo el mismo autor en dicho lib. 5, cap. 17 están los pueblos Amitatan y Gunzacapan, en
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la provincia de Guatemala; Laer, lib. 7, cap, 9, y en la misma provincia está Cuzcaran, como dice el citado autor en el mismo lib. 7, cap. 11. En el distrito de Méjico están los pueblos: «Co- tastaguacan, Coivacan, Teocaiuyacan, Guagua- can, Tlacopan, Atlaguayacan, Quauximalcan, Quatitlan, Tupan, Acolluacan, Hurcilapan, Cue- calan, Cagualpan, Yoalan, Zepustlan, Axoca- pan, Tulantlapacoian, Cuetaxitan, Zilan, Tu- luculan, Yancuitlan, Tlapan, Atescaguacan, Ma- za tlan, Xocuietlan, Macuatlan,» todos estos nombres, tocan,es á Méjico, pone Juan Laert, citado en el lib. 5, cap. 13 y añade otros en el cap. 14, como son: «Aiotutestlan, Nachapatan, Cuyocan, y Guatitlan.» Pone también en el li- bro s, cap. 5, otros lugares de Méjico como son «Ivateotlapan, Mestitlan. Acotlan, Chautlan, y Tuxaltitlan,» y en el lib. 6, cap. 10, pone en las Californias á Mazatlan y en el lib. 7, cap. 6 y cap. 7, pone en la provincia de Soconusco los pueblos de Güevetlan, Guazucapan y Aca- lan. En el lib. 5, cap. 12, pone por lugares de Méjico á Istapalapan, á Cazitatlan, y en el libro 3, cap. 25 pone en la Virginia, Creatan, y en el lib. 17, cap. 17, pone en esta América á Curia- pan, en la nueva Francia pone á Bean y Portan; en la tabla del lib. 2 y en tabla de la Nueva An- glia, pone á Ireland, de modo que se vé la sí-
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militad de los lugares de Méjico y del Asia y Tartaria, conque parece indubitable que la América Septentrional ó mejicana se vino po- blando de aquellas partes del Asia mayor.
S Pongamos más claridad en la identidad de unos y otros lugares, rastreándolos por los mapas desde el Eufrates al reino de Anian y re- gión de Arzaret y continuándolos desde alU' hasta todo el círculo de la América Septentrio- nal y por las tablas de Abraham Hortelio y de Enrico Alangren, computadas, así en latitud co- mo en la longitud de toda el Asia, se hallan los pueblos y regiones siguientes de nuestro inten- to: Batan, Sidustan, Cusisstan,Gilan, Botan, Cer- ban, Escrilan, Sabrán, Chirman, Moquestan, Is- paxan, Eracayan, Deristan, Talcatan, Sistan, Quiruan, Multan, Baglan, Decan, Beligan, Co- rasan, Pandan, Tacalistan, Samarcan, Rifan, Si- tracan, Astracán, Casan, Indostan, Candandan, Tursan, Daristan, Aigran, Cainan, provincia de Anian, Chian, Resacan, Tacan, Paxan, Carean» Parasan, Calqu istan, Turquestan, Tastan, Etairan, Caracoran, Toloman, Periaman, Capclan, Sa- yan, Checuan, Rosacan, Cainan, Siman, la re- gión Belgian y los montes Coibacoran y Toque- sendan, todos acabados en an^ como los que pusimos antes, así de Tartaria como de Méjico y de esta América, se pueden añadir los si-
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guientes, que muchos coníorman casi en todo. 6 En Jamaica de estas Indias, está Oristan, y por única la pone Juan Laert, en el mapa 2, donde trata de Jamaica, y luego vuelve á tra- tar de Oristan, en el lib. i, cap. 15, núm. 30. En Soconusco están Guevatlan^Guazacapan, y Coa- ílan, así lo dice el mismo autor, lib. 7, cap. 6. En la provincia mejicana están Ocotlan, C asi- lan, Mestlan y Chiautlian, el mismo autor lib. 5» cap. 5. En Guaxaca está Guaxolotitlan, el mis- mo Laert, lib. s, cap. 20. En los confines de Jalisco están Chiametlan, Petatlan, Culvacan. En la Virginia, región de Méjico, están los lu- gares de Panhatan, de Cotan y de Secotan, dí- celo el mismo Laert, lib. 3, cap. 14 y en el mis- mo libro, antes del cap. i, y en la tabla de la Nueva Anglia en la parte de Virginia. Hay tam- bién en estas partes meridionales el pueblo de de CustaU; el mismo autor, lib. 7, cap. 11, nú- mero 20, y en el cap. 13. En los Quixos está la provincia de Cosan, de que se denominan los indios Cósanos. En los Pastos está Tulcan y Pa- yan, de modo que se reconoce que muchísimos pueblos, regiones y lugares que tenían estos americanos, desde la antigüedad, antes que fue- sen conquistados, conformaban en mucho, y en algunos en todo, con los pueblos del Asia.
§4
Pórteme otros muchos lugares del mundo antiguo, muy conformes á los que se hallaron en este nuevo mnndo, que se trajeron después del Dilu- vio por los primitivos Españoles, por los cartagi- neses, por los tribus y otras naciones que entra- ron con ellos.
Lugares del mundo antiguo
1 En Asia fué célebre el pueblo de Zama, se- gún Paulo Galucio, en el Teatro del Mundo, en los nombres de Asia, verbo Zama, I y II.
2 En el Asia está el lugar de Punatá, según el mismo Paulo Galu- cio, verbo Punata.
3 En Europa está la
Lugares del mundo nuevo
I En esta América se halló el pueblo de Za- ma, junto á Arica, y Carlozama en los Pas- tos de Quito.
2 En esta América es célebre el pueblo y puerto de Pana, junto á Guayaquil.
3 En esta América,
ORIGEN D£ LOS INDIOS 87
Lugares del mundo antiguo Lugares del mundo nuevo
Noruega, tan celebra- da de todos los auto- res, de que tanto he- mos dicho en lo ante- cedente.
4. En Asia está laTus- ta, según Neb. en la palabra Tussa.
5. En Inglaterra está la ciudad de Támara, el mismo Nebricense, verbo Támara.
6. Harma es tierra en la suente de Simeón, Josué, cap. 19, núme- ro. 2.
7. Bola es pueblo en Italia, Antonio Nebri- cense, en el Catálogo de ciudades, verbo Bola.
8. En el mar Jonio, en Corfú, esta la isla nom- brada Marathá, el mis- mo Nebricense, verbo Maratá.
9. En el mundo anti- guo ya se sabe que es- tán las dos Asias, ma- yor y menor.
ro. En el Asia mayor
en la parte de Méjico, está la ciudad y provin- cia de [Noronuega, se- gún Paulo Galucio, ya citado, en la palabra Noronuega.
4 En esta América, en la provincia de Quito, está elpueblode Tussa.
5 En estas Indias está el pueblo y provincia de Tarama, que con el tiempo varió las letras.
6 Harma es tierra en Popayan de esta Amé- rica.
7 Bola es río y tierra enfrente de la Puma en esta América.
8 En esta América en la Nueva España y Nue- va Galicia, está la re- gión Maratá, J. Laert, lib. 6, caps. 14 y 16.
9 En esta América se halló un pueblo de in- dios, llamado Asia,jun- to á Cañete.
10 En esta América,
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DIEGO ANDRÉS ROCHA
Lugares del mundo antiguo Lugares del mundo nuevo
están los pueblos de Comalia y Camana, se- gún Galucio,ensii Tea- tro, v^erbo Gamona y verbo Comuna.
11 Los Lycaones, na- ciones del Asia, Anto- nio Nebricense en su Catálogo de Lugares, verbo Lycaones.
12 En el Asia mayor está la ciudad de Pola, Antonio Nebricense, ubi supra, verbo Pola.
13 En la Phrigia del Asia está el pueblo de Acaris, el mismo Ne- bricense, verbo Acaris.
14 En la Mauritania fué célebre la ciudad de Casma, el mismo Antonio Nebricense, verbo Casma.
15 En Egipto fué cé- lebre el pueblo de Chaala, Nebricense, verbo Chaala.
16 En Cilicia y Asia menor, están los Ama» ses, Nebricense, verbo Amasia.
en la Nueva España, está la provincia Cu- mana, Juan Lacrt, libro 18, intr., y en el cap. 4, y junto á Arequipa está Camana.
11 En esta América, junto á Xamaica, están los pueblos Lucaones, el mismo Laert, lib . i, cap. 16.
12 En esta América está la isla de Pola, como dice el mismo Laert, lib. i, cap. 16.
13 En esta América, en esta parte del Perú, junto á la Nasca, está el pueblo de Acari.
14 En esta América, hacia Truxillo y Saña, están los pueblos y re- giones de Casma la ba- ja y Casma la alta.
15 Aquí en las Indias, junto Acari el pueblo de Chala.
16 En esta Aniérica se hallaron los pueblos Ámaxes, hacia Tarama.
ORIGEN DE LOS INDIOS
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Lugares del mundo antiguo
17 En la tierra de Basan está el pueblo Máchate, Josué, capítu- lo 12.
18 En Alemania es- tán los pueblos de Caicos, Nebricense, verbo Caicos.
19 En la Palestina, la ciudad fuerte de Uco- cás, según Adricomio Dhelpo, en el Teatro de la Tierra Santa, ver- bo Neptalim, núm. 98.
20 En Fenicia la ciu- dad de Acá y Acas, se- gún Antonio Nebricen- se, verbo Acá.
21 En Picardia el pueblo de Noyon, Ne- bricense, verbo Noyon.
22 En Francia los pueblos Ambatos, Ne bricense, verbo Am- bati.
23 En la Arabia Fe- liz, el pueblo de Am- bo, el mismo Nebri- cense, verbo Ambo.
24 Attacana es ciudad de los bactrianos, Ne-
L.ugares del mundo nuevo
17 En esta América, en laprovinciade Guai- las, el pueblo Mácate.
18 En las Indias, jun- to al canal de Bahama, están los Caicos.
19 En esta América y parte del Perú, el pue- blo de Ococas, situado en los Guachos y Cho- corvos.
20 En este Perú, en la provincia de Caxatam bo, el pueblo de Acas
21 En esta América en Caxatambo, el pue blo de N oyon.
22 En esta América en la provincia de Qui to, el pueblo de indios Ambatos.
23 En esta América, en la provincia de Ta- ramá, está el pueblo de Ambo.
24 En esta América, entre Arica y Chile, es-
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DIEGO ANDRÉS ROCHA
Lugares «'-el mundo antiguo Lagares del mundo nuevo
brícense, verbo Atta- cana.
25 En la Áurea Cher- sonesFO, la ciudad de Axos, Nebr., erbo Ar- cos.
26 Pisa es ciudad de Italia y también la hay en el Asia, Nebr., ver bo Pisa, y también es apellido de unlinaje de España.
27 Bilca fué ciudad deBabilonia,Nebricen- se, verbo Bilca.
28 En Tracia la ciu- dad de Pastos, Nebri- cense, verbo Pastos.
29 En el Asia hay una región y río llamado Caina Nebriense, verbo bo Caina.
30 En el Asia mayor el pueblo de Caraca, Neb., verbo Caraca.
31 En África los Ga- ramantas, Juan Botero, en sus Relaciones del Mundo, part. i, lib. 3, in fine, en aquellas pa-
ta el sitio que llaman Atacama.
25 En este Perú, en la provincia de Conchu- cos, se halla el pueblo de indios Axos.
26 En esta América, en la jurisdicciún del Cuzco, hay un pueblo de indios nombrado Pisa, y en la provincia de Charcas, Tupisa.
27 En estas Indias, el pueblo de Bilcas, de Bilcanota y Bilcabam- ba.
28 En la provincia de Quito, la ciudad de Pasto y Pastos.
29»* En esta América, en la provincia de Ta- rama, está el pueblo de Caina.
30 En estas Indias, hacia Maracavo, se ha- lla el pueblo y provin- cia de Caracas.
31 En estas Indias, en la provincia de Pa- payan, hubo la ciudad de Garamanta, Antonio de Herrera, Hist. India-
ORIGEN DE LOS INDIOS 9 1
Lugares del mundo antiguo Lugares del mundo nuevo
labras: «Getulus y Ca- ramantas.»
32 En la Arabia Feliz hubo la ciudad de Ca- yana, y dura todavía, Nebr. en la palabra Ca- yana.
33 En Iberia de Asia, fué célebre la ciudad de Castas, Nebr. verbo Castas.
34 En la Mauritania Tinhintana, la ciudad de Cuse, Nebr., verbo Cuse.
35 En la Mauritania los pueblos langacau- canoSjNebr., verbo lan. gacaucani.
36 En la Sabinia el pueblo Curis, Nebricen- se, yerbo Curis.
37 En la Sagrada Es- critura, en Josué, capí- tulo 19, núm.25, se ha- ce mención de la re- gión de Cali.
38 En la isla de Coo, está el pueblo de luli, Nebr,, verbo lulis.
na, lib. 10, dec. 5, ca- pítulo 13.
32 En esta América, en la provincia de Con- chucos y en la isla de Cuba, los pueblos Cu- bana, Cayana y Cava- nilla.
33 En esta América, en la provincia de Gua- rochiri, el pueblo de Castas.
34 En esta América, en la provincia de Ca- xatambo, está el pueblo de Cuse.
35 En esta América, en la provincia de Can- ta, están los pueblos in- dios de langa.
36 En este Perú, en Tarama, el cerro de Curis y en Charcas el pueblo de Curi.
37 En esta América Meridional, en la pro- vincia de Popayan está la ciudad de Cali.
38 En la América me- ridional, en las provin- cias de arriba, el pue-
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Lugares del mundo antiguo Lugares del mundo nuevo
39 En la Arabia Feliz el pueblo de Late, Ne- bricense, verbo Late.
40 En Creta, el pue- blo de Lampe y en Ar- cadia eldeLampia,Ne- bricense, en estos dos nombres.
41 En Asia los pue- blos Holmos y Olmos, Nebr. verbo Holmos y Olmos.
42 En la Lybia inte- rior, están los pueblos Macas, Nebricense, ver- bo Macae.
43 En ía Mesopota- mia, el pueblo de Paco- ra ó Pacoria.
44 Marca fué ciudad de Egipto, Nebr., verbo Marca.
45 En la Mesopota- mia, el pueblo de Cho- ca, Nebricense, verb o Choca
46 En el Asía menor el pueblo de Pacha ó Pachi. En Sardinia el pueblo de lócala. En Hibernia el pueblo de
blo de luli.
39 En esta América, junto á Lima, está el pueblo y valle de Late.
40 En Indias, Lam- pian, en Canta y en las provincias de arriba, junto á Laicacoca ¡está Lampa.
41 En esta América, en el corregimiento de P¡ura,el pueblo de Ol- mos y los indios Olmos.
42 En las Indias, en la provincia de Quito, están los pueblos de Macas.
43 En esta América, junto á Motupe, dura el pueblo de Pacora.
44 En esta América, junto á Guailas, el pue- blo de Marca.
45 En estas Indias hay el pueblo delchoca, en la provincia de Guai- las.
46 En esta América, en la provincia de Am- paraes, se hallan los pueblos de Pacha,Iota- la y Quila, muy confor-
ORIGEN DE LOS INDIOS 93
Lugares del mundo antiguo Lugares del mundo nuevo
Quila, según Nebr., en estos nombres,
47 En Licaonia el pueblo Patara, Nebri- cense, verbo Patara.
48 En Córcega la ciu- dad de Pauca, Nebri- cense, verbo Pauca.
49 En Tracia, de Si- cilia, el pueblo de Sica, Nebr., verbo Sica.
50 En Frigia de Asia, el pueblo de Machalan, Nebr , verbo Machalan.
5 1 Salem fué nombre primitivo de Jerusalén, Galucio en su Teatro, enlosnombres de Asia, verbo Jerusalén, ibi: Se llamó Salém.
52 Una de las Cycla- das es Pactia, Nebri- cense, verbo Pactia.
53 Virgilio nació en una aldea nombrada Andes, Ravisio Textor, en su Officina. lib. 4, cap. 26, ibi: Virgilius natus est. Mantua ia vi- cos que Andes vocatur.
54 En Sarmacia fué
mes á los de enfrente.
47 Aquí en las Indias, en la provincia de Guai- las, está un mineral lla- mado Patara.
48 En Conchucos el pueblo de Pauca y Pau- cartan de arriba,
49 En este Perú, el pueblo de Sica en la provincia de Charcas.
50 En este Perú, jun- to á Guayaquil, está el pueblo de Máchala.
5 1 En la Virginia de América, la ciudad de Saden, según los ma- pas, y con el tiempo se ha corrompido la / en d.
52 En la provincia de Papayan, está Patia.
53 Los Andes de esta América, celebrados en el mundo é historia- dores, de que he tra- tado.
54 Junto al Darien el
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Lugares del viundj antiguo
célebre el pueblo de Acra Nebr., verbo Aira.
55 En Sarmacia los pueblos Seracanos, Ne- baicense verbo Sera- cant y Seraceni.
56 Zarama es ciudad de los Medos, Nebri- cense verbo Zamara.
57 Betania es provin- cia de los judios, como es notorio, y consta de la Escritura.
58 En Macedonia la ciudad de Euporia, Ne- bricense verbo Eupo- ria.
59 En Europa, (Italia) está la ciudad de Ta- rasco, de que lata- mente hablan Paulo Ga- lucio, en su Teatro del mundo, y Antonio Ne- bricense verco Tarasco- dunitani.
60 En Palestina los pueblos de Masaya y
Lugares del mundo nuevo
pueblo de Ada, Juan Laert, lib. 8, cap. 1, nú- mero 50.
55 En esta América junto al Darien, está la provincia de los Sera- canos, Juan Laert, libro 8, cap. 8, núm. 50.
56 En esta América en la provincia de Qui- to, está Zaruma.
57 En esta América junto á Santa Marta, la región Betania, Laert, lib. 8, cap. 18, núm. 20.
58 En las Indias, en Tenerife, está Euporia, Juan Laert, lib. 8, capí- tulo 20, nüm. 30.
59 En esta Europa, junto á Mechoacan, están los indios de Ta- rasco, según Torque- mada, en su Historia de Méjico, lib. 3, capí- tulo 29, y los pueblos tarascos, Juan Laert, li- bro 5, cap. 23, al me- dio.
60 En la América,jun- to á Nicaragua, está
ORIGEN DE LOS INDIOS
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Lugares del mundo antiguo
Masada^ Plinío libro 5, cap. 19, Nebr. verbo Masada.
61 En Asia estuvo el pueblo de Taranta, Ne- bricense verbo Taranta.
62 En Asia está la ciudad de Baruco, Ne- bricense verbo Baruco.
63 En el Asia, una isla nombrada Panamá, Paulo Galucio, en las islas de Asia, verbo Panamá.
64 En Troya fué la ciudad de Calcas, se- gún Nebricense verbo Calcas.
65 En el Asia, el pue- blo de Tecano, Nebri- cense verbo Tecano.
66 En Boecia la ciu- dad de Tarna, Nebri cense verbo Tarna.
67 Las naciones asiá- ticas de los antiguos Pancos, Sánelas del Peloponeso, y de los Samios, de que habla
Lugares del mun do nuevo
la provincicia Masaya Torquemada lib. 3, ca- pítulo 38, al fin.
61 En este Perú, junto á Moquegua está el pueblo Tarata.
62 En la América, junto á la Habana, está el pueblo Barucoa, Pa- dre Torquemada, libro 4, cap. 2, ibi: en estos
63 En esta América es muy conocida la ciu- dad de Panamá.
64 En esta América es muy conocido el pueblo Calcas y Lares,
65 En la provincia y reino de Méjico está el pueblo Tecalo .
66 En este Perú, junto á Arica, está el pueblo nombrado Tacna.
67 En esta América Meridional en la juris- dicción de Charcas, están los indios Panues los indios Sanees, y los
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DIEGO ANDRÉS ROCHA
Lugares del mundo antiguo
Nebricense, verbo Sa- nios, SamiyeS; Sandce, Panos y Pancos.
68 En Egipto el pue- blo de Chala, Nebri- cense, verbo Chaala.
69 En Cilicia el pue- blo de Bombón y de Bombos, Plin., lib. 5, cap. 27, Nebr., verbo Bombos.
70 En Arabia está el puerto de Molcha, Ne- bricense, verbo Molcha.
71 Jerusalén se llamó también Solyma, según Paulo Galucio, ubi su- pra, verbo Jerusalén, ibi: Jerusalén tiene mu- chos nombres, como Solyma, Lusa Batbel; etcétera.
Lugares del mundo nuevo
indios Samies. y de to- dos tres habla Laert, de Situ Novi Orbis, li- bro 5, cap 25.
68 En esta América, junto á la Nasca, está el pueblo de Chala.
69 En esta América Meridional se halló el pueblo y región, nom- brada vulgarmente Bombón.
70 En esta América, en el reino de Chile, está la isla de Mocha.
71 En la América se halló Colyma, junto á Mechoacán, por la par- te Meridional, según Jansonio en el nuevo Atlas, tomo II, descrip- ción de la America Sep- tentrional ibi: Zacatula y Colyma,
ORIGEN DE LOS INDIOS 97
I Arriba dijimos como la Gocia, de donde vim'eron nuestros godos, se llamó Chile, lo cual consta de la Corona gótica que hallaráse en el principio del Fuero Juzgo, compilado y glosado por Alfonso de Villadiego, en el principio de dicha Crónica, en aquellas palabras: «Proco- pius camdem provinciam, Chyle reputavit,» la cual Gocia fué parte de la Escandinavia según el mismo autor en las palabras siguientes: «Escan- dinavia Gothicé Dicta» llamada también Estoti- lan, que caeá la tierra del Labrador, según Paulo Galucio, en el Teatro del Mundo, en los lugares de América, en la palabra Cabo Estotílan^ y por allí, sin duda, vinieron nuestros godos y poblaron gran parte de la América septentrional, y en ella el pueblo Chili y el pueblo Chelen, como parece de los mapas, y se fueron extendiendo con las demás naciones que habían entrado por aquel lado hasta llegar á Chile y poblaron aquel reino de indios muy valientes que se conoce ser semi- lla de los Escitas, cuya rama son los godos, se- gún dicha Crónica.
2 Casi otros tantos lugares como los expre- sados podía poner de nombres de pueblos de toda esta América en gran parte concordantes con los del mundo antiguo, pero porque no son tan claros como los referidos, dejo de expresar- los, y tengo para mí que habrá personas en esta Volumen ii 7
98 DIEGO ANDRÉS ROCHA
América que tengan más noticias de pueblos y lugares de ella y hallen mayor consonancia con los de Europa, Asia y África; y aunque las pri- meras entradas á la América fueron de españo- les poco después de Tubal y de los mismos en tiempo de Héspero, que todo esto sucedió há más de tres mil y quinientos años, cuando no se había anegado la isla Atlántida, y de estos mis- mos españoles entroncados con los Cartagine- ses, entraron á las Indias cuando vino Hannon con ellos, habrá tiempo de dos mil años, pero sin duda que en estas tres transmigraciones en- trarían otras naciones que comerciaban en Es- paña, de que vino la diversidad de algunos nombres de lugares y de alguna división de len- guas. Lo mismo sucedió en la América Septen- trional, la cual, primeramente, fué poblada de los Tultecas, semilla de las diez tribus, á quienes vinieron siguiendo las otras seis naciones de que hemos hecho mención arriba, y fundaron la ciudad de Méjico, que es palabra hebrea, según tenemos probado, y que esta entrada de los Tultecas habrá más de dos mil doscientos años por el reino de Anian y abierto por allí el ca- mino entrarían muchos de otras naciones, y ten- go para mí, que vendrían por allí muchos de los sujetos al imperio romano, conforme á muchas señales que de ellos se hallaron en estas Indias,
ORIGEN DE LOS INDIOS 99
y los más que vinieron por esta parte fueron Tártaros, que descienden de las tribus de Israel, según Juan Botero, en sus Relaciones del Mun- do, § Ulti7na parte de Tartaria y y consta de la República de Tartaria, cap. 2, al fin, en aquellas palabras: «Alii denique Tártaros, residuos dici autumant, quasi hi ex Israelitarum faece reli- quiae sint,» y más abajo dice, como usaban cir- cuncidarse y lo mismo dice en el cap. i, frag- mento 10, y hasta la Tartaria dominó Roma y Tartaria es la Escitia, Botero en sus Relacio- nes, § Tartaria,
2 Los Tártaros usaban de vestiduras largas pelendengues y capacillos blancos, según el libro de la República de Tartaria, cap. i, frag- mento 2, fol. 201: «Tartari túnicas habent Ion- gas absque rugís, et pilcos albos,» como el mijo tostado, ibidem fol. 189: «Nonnihil miiii tosti.» Las armas de los Tártaros son el arco, flecha y macana, ibidem, cap. 2, fol. 215: «Arma illis in usu sunt arcus, machaera.» Pelean con gritos y clamores, según dice poco más abajo: «Quan- din pugnare datur clamoribus editis idfaciunt» Habitan de ordinario en soledades y cuevas, y así lo dice en el cap. 2, al principio: «ítem Tar- tarí, per vastas Scytiae solitudines ad septentrio- nem porrectas habitant in Europa et Asia.» No tuvieron uso de escribir hasta que ganaron par-
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DIEGO ANDRÉS ROCHA
te de Pcrsia, ibidem, fol. 315: «Ante id tempus nullus ipsi genti fuit litterarum usus.» Todas es- tas propiedades tuvieron los primeros indios Tultecas que vinieron á Méjico, como dijimos arriba, con lugares del P. Torquemada, en el lib. I de su Monarquía Indiana, desde el cap. 9 hasta el 14, los cuales son semilla de los Tár- taros, como estos de las tribus, como está dicho, y así hemos de tener por cierto que las diez tribus entraron por el Asia y poblaron la Amé- rica Septentrional, que es la de Méjico, y luego con el tiempo subieron á la América Meridio- nal, que es esta parte del Perú, con que queda explicado este capítulo tercero á mayor honra y gloria de Dics, cuyo es el poder y sabiduría.
CAPITULO IV
PÓNENSE LAS DUDAS CONTRA MI OPINÓN Y RESPÓNDESE Á ELLAS,
I Opónense lo primero por dificultad, que no pudieron ser los primitivos españoles los que primero entraron después del diluvio en esta Amé- rica, la palestra que hubo en la Sede Apostó- lica ante el Santísimo Alejandro VII, de glo- riosa memoria, ante quien se ventiló el año de 1659. Si los privilegios concedidos á los rei- nos de España acerca del modo y forma de recitar los oficios y misas de los santos parti- culares de cada provincia, concedidos desde el Santísimo Pío V y Santísimo Gregorio XIII, se habían de entender en ellos comprendidas es- tas Indias Occidentales, y hubo por la parte afirmativa y nega tiva sus fundamentos, como
I02 DIEGO ANDRÉS ROCHA
parece en la prefacción de la misma bula de Alejandro, de 15 de Noviembre de 1659, Y ^^s- pués de las dudas se pone la decisión del Sumo Pontífice, comprendiendo á estas Indias en los privilegios de España y aprobando los funda- mentos alegados por estas Indias.
Fundaban los de esta América su pretensión en que los indios eran en el origen españoles (esto es en nuestro favor) y que después del Di- luvio universal habían venido y entrado en esta América en tiempo del rey Héspero y fundado las islas Hespéridas, que son las de Barlovento, Cuba y Española. Las palabras de la prefacción de la Bula, son: «Nec videtur hae sitandum, quod Indi sint origine Hispani, ex Maluenda de Antí Chisto, lib. 3, cap. 18, in fme, et Ferdinando González de Oviedo, part. i, lib. 2, cap. 3, His- toriae Indiae: Icribit enim, primos íncolas Indi- carum Regionum pots universalem cataclismum fuisse Hispanos.» Aquí hemos hallado dos gran- des autores que consienten con nosotros en que después del Diluvio universal vinieron españo- les á fundar estas Indias, en especial el P. Ma- luenda, varón de rara doctrina, virtud y erudi- ción. Fundó juntamente la parte de esta Améri- ca, que siendo los indios en el origen españoles, por lo dicho, debían juntamente gozar de los privilegios concedidos á España, según «L. Ori-
ORIGEN DE LOS INDIOS I03
gine. Cod. de Municip. et Orígín. L. Assump- tio, ff. ad Municip.» Mayormente, cuando los indios por el derecho de reversión habían vuel- to y estaban poseídos por su rey Católico.
De parte del fiscal se contradijo la preten- sión de las Indias en razón de que gozasen de los mismos privilegios que se habían cencedido á las provincias de España, fundándolo en que en ellos no se hacía mención de las Indias y que así no estaban comprendidas, demás de que eran lijeros los fundamentos del P. Maluenda y de Fernando de Oviedo, que introducían los españoles en esta América, poco después de pasado el Diluvio universal, y así dice de esta opinión: «Levibus admodum fundamentis falci- ri videtur,» con que parece que el dar á los in- dios el origen de España, no es tan seguro como yo lo asiento en el cap. 2.
Respondo que yo también en los principios tuve por lijeros los fundamentos de los que ha- bían discurrido que los indios eran originarios de España, y también juzgué antiguamente lo mismo de la opinión que los hacía descendien- tes de los israelitas, porque entonces eran muy pocos los fundamentos de los doctores que lle- varon las opiniones de que en el origen eran los indios de España, y muchos de ellos le traían de las Tribus; pero hoy que pasan de dos-
104 ORIGEN DE LOS INDIOS
cientos fundamentos los que he propuesto en esta obra, haciéndolos totalmente conformes en costumbres de los españoles de Tubal y primi- tivos de España, en el idioma natural, en los lugares, y juntamente como en muchas cosas, muchos de ellos conforman con los hebreos, y habiendo también descubierto el paso y camino por donde unos y otros vinieron y las circuns- tancias de los tiempos en que esto sucedió, será ya pertinacia oponerse á verdades tan sólidas como quedan asentadas en este libro, que vie- ne á ser como principios elementales que no se podrán negar.
Y esto parece que lo reconocieron los liti- gantes ante el Santísimo Alejandro, pues aun- que el fiscal alegó y acusó de lijeros los funda- mentos, con todo, dejó indeciso el si el origen de los indios era de España, haciéndole fuerza el que no había parte por donde pudiesen ha- ber pasado los animales fieros y silvestres, y así se dice en la alegación antes de la Bula: «At quidquid sit de praefatae opinionis veritate,» son palabras del fiscal: ccEsto quod potuerint Hispa- ni á Maritimis corum oris ad ínsulas Hsperides superato Occeano navigiis praeterveht, quod que primi incoluerunt quartam hanc orbis partem» (aquí lo confiesa el fiscal apostólico.) «Qui fieri potuit, ut animalia prae sertim silvestriá, illie in-
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venta, transportata fuerint ex Hispania;» pero yo no digo que los primitivos españoles trajesen entonces los animales fieros á esta América, porque hay otras partes por donde pudiesen ve- nir, como diremos más abajo y se ha dicho arri- ba y así no obstan las dudas que se pretenden sacar de la Bula, porque no son de ella, sino de los alegatos, así el Sumo Pontífice concedió á las Indias (habiendo precedido la aprobación de la Sacra Congregación de Ritos y la súplica del Dr. D. Francisco de Valladolid, tesorero de esta Santa Iglesia de Lima, en nombre del cle- ro de ella) que se entendiesen con las Indias Occidentales, sus islas y tierra continente, lo mismo que estaba concedido á España, así por lo que queda alegado, como por otras razones que se alegaron por dicho doctor, y si á noticia del fiscal hubiera llegado nuestro libro, sin du- da no dijera que eran leves los fundamentos.
Antes que dejemos este punto y dificultad de la bula de la Santidad de Clemente Sép- timo, deseo esté advertido el lector, de cómo en los alegatos que proceden en dicha bula, se hace mención de que esta América está con. junta con el Asia por la parte Septentrional, y en ellos se funda cómo fué más fácil venir por el Asia los primeros pobladores de esta América que no haber venido de España, don.
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de media tan gran golfo de mar. Las palabras de los alegatos son: «Et propterea vero sime- lius est per coutincntem nobis adhuc incogni- tam coniungentem Asiam cum hac quarta mun- di parte sub Polo Árctico, et hormines, et ani- malia illuc transmigrasse.» Doy por cierto que la Asia esté continente con esta América por el Polo Ártico, que es al Norte y Septentrión y que el estrecho de Anian, que cae á esta parte, con. tinue las dos regiones con tan poco trecho de agua, y así lo tengo asentado arriba en el capí- tulo 3, § 3, y por aquí he introducido en esta América las diez tribus, y por ser esta parte la Septentrional, todos los reinos de Méjico se llaman la América Septentrional. La palabra Arctos es griega, y significa también la cuarta parte del mundo, que es el Septentrión, según Juan Scápula, en su Léxico Griego, verbo Arc- tos. Pero niego haber sido más fácil el venir á estas Indias desde el Asia que desde España^ porque aunque hoy se halle tan gran golfo, habrá tres ó cuatro mil años cuando había la Isla Atlántida, era más fácil la entrada de espa- ñoles y cartagineses sin rodear el gran círculo de tierra que anduvieron por la parte de Mé- jico, con que queda satisfecha la primera duda.
2 La segunda duda para que no puedan
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descender los indios de los primitivos españo- les ni de las tribus, es que unos y otros son blancos y no había de perderse este color y degenerar en un color sususco y pardo, de co- lor de tierra encendida ó de membrillo cacho, como el que tienen todos los americanos. Res- póndese lo primero que la variación de regio» nes, climas, aires y mantenimientos, ocasionó esta mudanza de colores, talles, gestos y rostros entre estos americanos, sin conservar aquel co- lor de los primeros españoles que vinieron á estas Indias, ni de las tribus que después de muchos años entraron en ellas, porque sus pri- meros piogenitores y ellos han gozado de dife- rente cielo del de Europa y Asia, diferente aire, diferente temple de tierra, diferentes aguas, diferentes manjares, que en el principia fueron de muy poca substancia, y fué mucho no muriesen de hambre hasta que fueron culti- vando frutos y otros modos de comidas, y esto causó variedad en las personas y en los colores según doctrina de Platón, en el Diálogo de Na- tura, donde dice: «Unos hombres son diferen- tes de otros por ventilarse con aires contrarios ó por beber diferentes aguas, ó por no usar de unos mismos mantenimientos, y esta diferencia no solo se halla en el rostro y cuerpo, sina también en el ingenio del alma»» Galeno, en el
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lib. 2, De Temperam, atribuye los colores, aún de los cabellos al diverso temperamento y aquí hemos visto hombres muy blancos venidos de España, que retirados á la sierra y comiendo mote y las demás chucherías de que usan los indios, vuelven tostados que parecen indios.
3 Añádese lo que dice en esta parte al Pa • dre Fr. Gregorio García, en el lib. 3, del Orí- gen de los Indios cap. 4, § 4, donde dice: «Fué ordenación divina que los hombres fuesen re- partidos por todas las tierras, diferentes entre sí en la disposición y temple, para que por su variedad los hombres adquiriesen vario y di- verso ingenio, vario color de rostro y diversa forma de cuerpo, como también son varios los animales y varias las cosas que la tierra produ- ce, varios los árboles, varias las plantas y las yerbas, varias las aves y los peces.» Todo esto se verifica más en las naciones propin- cuas á la línea Equinocial y más en lo más allegado á la Tórrida Zona que casi todos son morenos y tostados, como dice Paulo Galucio en su Teatro del Mundo, en los nom- bres de lugares de Asia, en la palabra «Notium promontorio,» donde dice: «Toda esta costa y promontorio es de negros, y por la mayor parte se halla este color en las gentes que son más propincuos á la Equinocial por todo el Orbe,»
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no hay gente más propincua á la Equino cial y Tórrida Zona que esta América y así no es mu- cho que mudasen los primeros pobladores su color blanco en pardo y tostado.
4 Pronosticó Jeremías la calamidad y des- dicha de las diez tribus en el capítulo final de los Trenos y eu el vers. lo dice que habían con- vertido sus pieles en color de horno encendido por los trabajos y hambres: «Pellis nostra quasi elibamus exasta est afacie tempestatum famis,»^ lugar que tengo explicado arriba en el cap. 3^ § I, núm. 9, y así como estas tribus se tostaron por largos caminos y hambres que pasaron por la América Septentrional topando tantas veces con la Tórrida Zona, y viviendo en ella, lo mismo sucedió á la letra, y viendo á los pri- mitivos españoles que vinieron por la América Meridional, y mientras la cultivaron, pasarían muchas hambres, comiendo mantenimientos muy débiles y poblándose debajo de la Tórrida Zona, con que mudaron de color y de disposi- ción de cuerpos y aun de ingenios con los nue- vos climas, cielo, aire, agua y con regiones tan contrarias, donde han comido manjares dife- rentes, débiles y de poca sustancia y mal nutri- mento, cuales eran los que usaron los primeros que vinieron á poblar esta América, y si meten en una prisión á un hombre donde no se cuide
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de SU alimento y lo cargan de trabajos y desdí- •chas á pocos años saldrá con color renegrido y perdido el natural, como sucede á los españo- les que se meten en Guaicos á habitar con los indios, que salen de su color, y en muchas par- tes de esta América retiradas de la Tórrida Zona, son blancos estos americanos.
¿Dirá alguno que hoy vemos que los hom^ bres que nacen en esta tierra, aunque en gran parte esté situada en la Tórrida Zona sin embar- co siendo hijos de hombres de España nacen blancos, luego el clima no muda el color? Res- póndese que esta mudanza del color no sucede en breve tiempo sino por la complexsión y dis- posición que se vá adquiriendo en mucho y lar- go tiempo de quinientos y más años y que pa- dres, hijos y descendientes todos sean de aquel clima sin interpolación de padres y madres que vengan de otras regiones templadas en que na- cen blancos, como sucede á los españoles natu- rales del Perú, que llaman criollos, que raro habrá que no tenga en sus abolengos muchos nacidos en España, y este Perú há solo cien- to cincuenta años que se restauró por los es- pañoles, con que hay poco tiempo para la mudanza del color, que el nativo se pierde con más tiempo en la descendencia, demás de -que se dá diferente razón en los criollos, por-
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que todos se crían con mucho regalo y abrigo y con muy buenos alimentos, lo cual no sucedió en los indios y primeros que vinieron á esta América que con trabajos y hambres y un poco de maiz y con yuyos y mal abrigo poblaron esta América y se tostaron y descolorieron, y como se ha dicho la mudanza del color no les vino á los indios solo de la diferencia del clima, sino del desabrigo malos alimentos y hambres y con el largo tiempo.
5 Tercera duda contra nuestra opinión, es que los indios americanos no tienen barbas en el rostro ó son muy pocas las que crían y si fueran descendientes de españoles ó de las tribus, precisamente habían de tener barbas como ellos. Respóndese lo primero que el pelo y cabello, uno es congénito y connatural al hombre, que lo saca del vientre de su madre, como el pelo de la cabeza y pestañas, y este es común á todos los hombres, otro pelo ó cabe- llo no es connatural al hombre y sale con los años, como el de la barba y partes vergonzo- sas, según enseña Aristóteles en su libro de Historia de los Animales, cap. ii. El pelo de la barba, y crecer más en unos hombres que en otros y en los de una región más que en los de otra, pende de accidentes, temperamento y sustento que haga el sujeto más jugoso, y aun
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entre los mismos hombres do una misma re. gión^ ciudad y clima, pueden variar los acci- dentes de los signos y planetas en cada uno de los sujetos á tener más pelos en barba y pecho. Los americanos tienen el pelo natural de la cabeza como los españoles é israelitas, en que no hay duda. Dirás ¿pues por qué no tienen tan- tas barbas y son imberbes más que los españo- les y qué calidad ocasionó esto?
Digo que lo ocasionó el habitar en región cálida y seca y por eso tienen pocos pelos ó les crecen poco; esta es doctrina de Galeno, lib. 2, De Temperam. cap. ii, que dice que el no crecer el pelo viene de ser la región cá- lida y seca; y ¿cuál, pregunto yo, lo es más que la Tórrida Zona, debajo de la cual está en gran parte situada esta América? y á mi entender? también los indios son de complexsión cálida y seca por más que porfían algunos autores mo- dernos que quieren hacerlos fríos y húmedos? porfiando en esto con la experiencia de lo que vemos en los indios, y fuera más tolerable el hacerlos fríos y secos, por dominar estas partes el signo de Capricornio, en cuyo Trópico caen, y este signo por ser terreo, es frío y seco y así, ó sea por el calor de la Tórrida Zona ó por su sequedad, ó la de Capricornio, y la de los mis- mos indios, viene de estas calidades el que
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tengan pocas barbas, porque según doctrina de Galeno, poco há citado, los que habitan en re* gión cálida crían poco pelo, como sucede en los Etiopes que, por habitar la mayor parte de ellos debajo de la Tórrida Zona, crían pocas barbas, y así como en el estío se secan las yer- bas y plantas respecto de que el mucho calor consume la humedad de la tierra que las vege- taba, lo mismo vino á suceder con estos ame- ricanos con el tiempo, así por el calor y seque- dad ab extrínseco de la Zona y el que tienen ab intrínseco de su complexión, que vino á consu- mir á aquellos foliginos ó humor de que se crían las barbas.
De lo que se acaba de decir se deduce la ra- zón porqué las mujeres no crian barbas y aun- que algunos lo atribuyen á sus menstruos, tam- bién se debe atribuir á ser de complexión más cálida que los hombres y así el derecho les se- ñaló la pubertad y poderse casar dos años antes que el varón, y en estos americanos por su na- tural color y sequedad tienen más abiertos los poros, y por ellos evacúan con más facilidad el humor que había de brotar en barbas, demás de que sus primeros padres que vinieron á esta América se sustentaban de raíces y ellos más se sustentan con una bebida que llaman Chicha, que con otros mantenimientos de que pueda nu-
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trirse lo supérfluo de las barbas, y con mucho tiempo se fué haciendo naturaleza en ellos y pa- sando de hijos á padres y también pudo ser que sus mayores usasen de algún licor ó unto que impidiese nacer el pelo y quedase la disposi- ción y hábito de los padres en los hijos.
Si se replicare con que los hijos délos quevie- nen de Europa, después de haberse conquistado esta América, tienen barbas, y si lo causara la región ó clima y la Tórrida Zona, no las habían de tener óhabían de ser tan pocas, como las de los indios. Se responde haber diversa razón en unos y otros. Lo primero, porque la causa de la fal- ta de las barbas ó disminución de ellas no pro, viene solo del clima, sino de otras muchas cau- sas que hemos referido, las cuales faltan en los criollos hijos de los conquistadores, falta la diu- turnidad del tiempo en que sus padres se hubie- sen connaturalizado en estas regiones, pues mu- chos de los criollos, y los más de ellos, tienen padres recién venidos de España, reteniendo aquella virilidad y robustez que trajeron de ellaí lo segundo, usan de diferentes mantenimientos, y en abundancia, con que crían más vapor ex- crementicio y fulígines que brotan en mayor abundancia de pelos, lo cual es diverso en los indios, porque demás de su cálida ó seca com- plexión, y la adquirida con tantos siglos hecha
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ya naturaleza con la vecindad de la Tórrida Zona, se llegó á consumir ó disminuir en ellos la humedad ó humor lento que residía á raíz de los pelos en los poros con que crían muy pocas barbas, en especial los que están más cercanos á la Equinocial, porque los indios que se apar- tan de ella y están vecinos á los Trópicos de Cáncer ó Capricornio, tienen algo más de bar- bas, y advierte que así como por falta de calor natural, que los médicos llaman vincerte, no sa- len barbas, así por sobra de calor exterior tam- poco saben, con cuya distinción fácilmente se componen algunas dudas que en esta parte excitan los físicos, y añade que en los indios no es sola una la causa de tener pocas barbas, sino que concurren muchas razones para esta falta, como tengo significado, y es menester ocurrir á todas porque siendo descendientes estos americanos de Adán, la cualidad de más ó menos barbas, claro está se originó por varios accidentes, y es- tarás advertido de que no pueden descender es- tos indios de Cam ó de Canaam y de los negros sus hijos, porque estos tienen el cabello enro- llado y hecho pasas, y los indios el cabello lar- go y lacio. Añadoquepuedeserqueporlos pocos y lijeros mantenimientos que usaban estos in- dios tuviesen falta de calor natural y sobra de calor exterior por la región, y uno y otro causó
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la disminución de barbas. Añado más, que si los indios, como quieren algunos, son húmedos y fríos, sin duda dirán que porque se constipan los poros no tienen barbas.
6 Reconocieron los indios que antiquisima- mente, y en el origen, había habido en esta Amé- rica hombres blancos y con barbas, porque refie- re Pedro de Cieza, en la primera parte de su Cronología del Perú, cap. 87, que junto á la ciu- dad de Guamanga y río Vinaque, se hallan unos grandes edificios, tan gastados, que denotan una larguísima antigüedad y que es tradición de los indios que muchos siglos antes que reinasen los Ingas se habían fabricado por hombres blancos y barbudos que vinieron á poblar la tierra é hi- cieron en ella asiento, cosa muy digna de admi- rar, y sin duda estos que hicieron estas fábri- cas fueron españoles del tiempo de Tubal ó de Héspero, ó de los cartagineses cuando se ave- cindaron en España, los cuales, con el tiempo, temperamento y clima, fueron mudando de acci- dentes y se tostaron 6 hicieron de pocas barbas.
7 Tercera duda se opone contra la segunda parte de mi sentencia, de que después de los españoles vinieron por la América Septentrio- nal y partes de Méjico las diez tribus y sus hi- jos los Tultecas, primeros pobladores de aque- lla región; porque si esto fuera así y se hubie-
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ran encontrado con el tiempo unos y otros ame. ricanos, se hallara en ellos la lengua hebrea, la observancia de la Ley de Moisés, y también la circuncisión, y todo esto parece que falta y no se halló en ellos, con que se debilitan los dis- cursos y razones que hemos propuesto y parece que no hay semilla de las diez tribus en estas generaciones. Respóndese á todas estas tres di- ficultades con lo que tenemos dicho arriba, en el cap. 3, en el § i, por todo él, donde se prue- ba que los americanos retienen mucho de la lengua hebrea, de sus ritos, leyes y ceremonias, y que en muchas naciones se conservaba la cir- cuncisión, y aunque en muchas cosas se hallase corrompida la lengua hebrea, y por consiguien- te los ritos hebraicos, esto lo ha ocasionado el mucho y largo tiempo que há que pasaron las tri- bus y las muchas naciones que vinieron entrando después de ellas por la América Septentrional, y también el consorcio que llegaron á tener con los indios de esta América Meridional, sin con- servar maestros de la ley, yéndose consumiendo los primeros Tultecas, los cuales también, y sus padres las tribus, por las regiones que vinieron pasando desde la Media, fueron aprendiendo la idolatría, á que eran muy dados, dejando el primer propósito que sacaron de guardar su ley, cuando huyeron de los Medos.
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8. Lagente de las diez tribus, como he dicho, era muy inclinada á la idolatría, y pasando por donde había tantas naciones de gentiles é idóla- tras, con quienes precisamente habían de comer- ciar y tratar, siendo hospedados de ellos, es llano se les pegaríansus costumbres, como seles peg6 en Egipto, y tenían tal inclinación á la idolatría* qne aun estando en su pueblo, entonces esco- gido de Dios, con muy pequeña y leve ocasión idolatraban, pues ¿qué harían pasando por tan- tas naciones idólatras y que con tanta licen- cia pecaban? y así es cierto fueron relajando la ley y tomando aquellas costumbres é imitando en gran parte aquel idioma, lo cual también ha sucedido en otras naciones que en menos tiem- po han perdido el idioma natural, como suce- dió con aquellos españoles que huyendo de la invasión de los moros se retiraron á las Batue- cas, que están en los Estados del duque de Al- ba, donde estuvieron escondidos ochocientos años, sin saber los últimos cómo fueron allí los primeros, reteniendo unas pequeñas vis- lumbres de la cristiandad, hasta que en nues- tros tiempos los descubrió el dicho duque, se- gún refiere D. Juan de Solorzano en su Política Indiana, lib. i, cap. s, y que perdieron la ley y la religión, estos batuecas, lo advierte el venera- ble P. Ensebio Nieremberg en su Filosofía Se-
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creta, lib. i, cap. 33, en el ñn, pues s¡ estos es- pañoles fugitivos en ochocientos años perdie- ran la ley y se hicieron bárbaros sin concurso de otras naciones, ¿qué mucho que las tribus, en tres mil años, ó cerca de ellos, que pasaron mez- clándose con tantas naciones perdieran ó rela- jasen su ley, su idioma y sus ritos?
¿Quién duda que irían estas tribus, pasando por muchísimas regiones donde había tanta va- riedad de sectas y religiones gentílicas, con que se les había de pegar mucho de sus costumbres apartándose de las que guardaban en su tierra y es muy creíble que iban incorporando en sus, tropas algunos de los gentiles de las tierras por donde iban pasando, y habiendo ido por tantas naciones, forzosamente para entenderse las tribus con ellos habían de aprender sus len- guas y mezclar unos vocablos con otros, como lo vemos hoy en estas Indias mezclados mu- chos vocablos castellanos con los del Inga, y al contrario, y lo mismo sucedió en España con las entradas de diversas naciones, donde están incorporadas muchas palabras latinas y arábigas con la lengua natural de Castilla y León; demás de que la lengua hebrea está hoy muy corrom- pida por las diversas naciones que señorearon á los hebreos, como dice el Abulense, sobre el Génesis, en el cap. 11, cuest. 2, y así en estos
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americanos se habla en esta forma y en muchos de ellos muy corrompida la lengua hebrea, re- teniendo muchas dicciones, como dije en el cap. 3, § I y 2, y los ritos, ceremonias y ley en la misma forma, como verás en dichos párrafos, y el obispo de Chiapa, abajo citado, dice que es hebreo corrompido el que usan los indios.
9 En cuanto á la circuncisión, tengo dicho en muchas partes de esta obra, como en muchas naciones de estos americanos, en especial en la América Septentrional, se circuncidaban. Véan- se al obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas y al F. Torquemada que le refiere en su Monarquía Mejicana, lib. i, cap. 9, por estas palabras «Hállase entre ellos la circuncisión y lavarse cada día en la mar, fuentes y ríos,» y aunque el citado P. Torquemada lleva que no descienden de las tribus, no puede negar lo de la circunci- sión, limitándolo solo á una nación de los me- jicanos, siendo así que el citado obispo de Chia- pa lo pone por más general en dichos mejica- nos y el P. Ramón, en la parte segunda de su República, lib. 2, cap. 9, y Gomara en la parte segunda de la Historia Indiana, fol. 9, y fray Gregorio García en el lib. 3 del Origen de los Indios, cap, 8, § i, afirman que en muchas pro- vincias de esta América se circuncidaban los in- dios, y el mismo Fr. Gregorio García, en el di'
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cho lib. 3, cap. 6, § i, dice que en Yucatán y en Acuzamil se circuncidaban los indios, y que lo mismo hacían los indios Totones y los mejica- nos. Juan Laert, De Sit. Nov. Orb., lib. 5, capí- tulo 21, al fin, pone otras muchas naciones de estos indios que se circuncidaban, y con ser el P. Acosta acérrimo defensor acerca de que los indios no descienden de las tribus, con todo eso, en el lib. 5 de la Historia Indiana, cap. 26, dice que los mejicanos retajaban el miembro viril de los niños y que en esto imitaban la cir- cuncisión de los judíos; y puede correr la doc^ trina de este muy docto Padre, acerca de que no descienden de las tribus si se habla de todos los indios, porque muchos de ellos, en especial los de esta América Meridional, descienden de españoles, y vinieron á ella más de mil quinien- tos años antes que las tribus entrasen por la América Septentrional de Méjico. Bien que des- pués de gran intervalo de tiempo se juntarían muchos de la América Septentrional con estos de la Meridional.
1 1 Tengo también advertido que los Tárta- ros se circuncidaban, según lo que de ellos se escribe en la República de Tartaria, cap. i, frag. 10, en aquellas palabras: 4:Circumcisionem observant,» y también que son semilla de las tribus, como se dice en la misma República?
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cap. 2, en el fin, y así aquellos primeros Tulte- cas que poblaron las dilatadísimas provincias de Méjico y muchas de las otras naciones que les vinieron siguiendo, serían de aquella estirpe de Tártaros y de sus padres los judíos desterrados^ aunque también reconozco que, abierto el cami- no para la América Septentrional por los Tulte- cas y otros de su semilla, entraron también otras naciones del Asia y de la Escitia, y el co- mercio con estos y mezcla y también con los indios de esta América Meridional, mudaría en gran parte la lengua de las diez tribus, la ley y las ceremonias y más con distancia de tantos años y concurso de tantas y tan diversas leyes y ritos, de modo que fué cosa rara hallar en estos indios rastro de la circuncisión, lengua hebrea corrompida, leyes y ritos adulterados, como se hallaron, según está probado, y si no descen- dían de las tribus aquellas naciones que se cir- cuncidaban, ¿de dónde trajeron la circuncisión que servía entonces por bautismo de los ísraeli, tas contra el pecado original, según el Derecho Canónico, en el Decreto de Graciano en la dis- tinción cuarta De Consacratione, en el cap, «Ex quo,:» no se vé que esta circuncisión la aprendie* ron los americanos de las tribus?
12 La cuarta duda se pone en que las tribus usaron de letras y escribían y leían, como es no*
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torio, y en estos americanos no hubo rastro de esto y no tenían letras de escribir, luego no des' cienden de las tribus, porque parece cierto que hubieran conser\^ado cosa tan importante. Res- póndese que, aunque es cierto que los judíos usaron de letras y escritura y que su ley era es- crita y que en esta forma la tenían en las tablas de la ley y que tenían historias en escrito, y aunque también sea cierto que estos americanos no tenían forma de letras y se entendían por quipos en esta América Meridional, y por pintu- ras en la Septentrional, como he dicho en la antecedente, pero el escribir y leer lo pudieron perder con largo tiempo los descendientes de las tribus, lo primero, porque estas anduvieron vagando y huyendo por tantas regiones, y no cuidarían de enseñar á leer y escribir á sus hi- jos. Andarían mucho tiempo hambrientos, rotos y mal sustentados, con que se irían embotándolos entendimientos, y haciéndose menos hábiles de aprender y más el tiempo que duró el cultivo do^ las dilatadísimas provincias de Méjico, donde casi todos se harían silvestres y solo cuidarían de resguardar la vida en cuevas y hoyos hechos en la tierra; lo segundo, ¿cuántos con menos cir- cunstancias, hijos de hombres muy políticos y versados en letras no pueden entrar en una por su rudeza? pues qué sería en aquellos afligidos^
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tristes y mal alimentados, en especial cuando llegaron a entroncar con otras naciones bárba- ras, y como dijimos en este capítulo en el nú- mero 8, los Batuecas solo en ochocientos años perdieron todas las artes, como dicen los auto- res allí citados y se hicieron casi brutos.
13 Los griegos, según dice Platón, en su Tí- meo, y otros, por mucho tiempo carecieron de letras por ocasión del Diluvio de Deucalión, en el cual pereció toda la Grecia con sus partes, y de España sabemos que se perdieron en ella las letras con la venida de los godos, como dije arriba, cap. 2, y se restituyeron entonces con tiempo y mucho trabajo, según cuenta el P. fray Gregorio García en su lib. 3, cap. 5, y así no fué mucho que se perdieran en los hijos de las diez tribus por su larga peregrinación ó por tra^ bajos, guerras, pestes y hambres, como ordina- riamente todas las buenas artes han perecido por estas causas, como sucedió también á los Tártaros, descendientes de estas diez tribus, como he dicho, que también llegaron á perder el uso de las letras y hasta que ganaron parte de la Persia no supieron leer ni escribir, según la República de los Tártaros, en la hoja 315.
14 El uso de las letras y el leer y escribir cuando comenzó en el mundo, es cuestión du- dosa en los historiadores tanto que, por no ha-
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llar el primer autor, dijo Plinio, en el lib. 7, capítulo último, que eran eternas, que fué decir que siempre las había habido en el mundo; muchos dijeron que nuestro primer padre Adán las inventó con su sabiduría, sobre lo cual se podrá ver á Aniano en el Comento sobre el li- bro I, de Beroso; Diodoro Sículo, en el lib. 3^ cap. 8, las atribuye á los Caldeos y que las tu- vieron cuarenta y tres mil años antes del impe- rio de Alejandro Magno, lo cual se dá á enten- der por años mensuales, no solares, según diji- mos arriba, y lo explica Xenofonte, In Equi- voc, y por este cómputo bien se vé que las le- tras comenzaron en el principio del mundo. El Abulense, sobre el cap. 32 del Douteronomio enseña que Adán usó de letras. Suidas quiere que Seth, hijo de Adán, haya sido el inventor de ellas, y Josefo, en el lib. i, de las Antigüeda- des, las atribuye á los hijos de Seth; pero Ge- nebrardo, en el lib. i, de su Crónica, pag. 6, y Pedro Comestor, sobre el cap. 30 del Génesis, dan la invención á otro hijo de Adán, que es á Enoch, y estos autores y otros, como Orígenes en la Homilia última del libro de los Números, y Beda en el tomo V, del Génesis, en los capí- tulos 2, 3 y 4. y Jose^^v en el lib. i, de las Anti- güedades, cap. 4, y Beroso, en el lib. i, dicen que nuestro padre Adán y los hijos de Seth de-
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jaron escrito en columnas, una de ladrillo y otra de piedra, así el Diluvio, como el fin del- mundo, y Noé dejó escrito lo que sucedió en el Diluvio, luego fué general en todos los hom- bres la escritura y las naciones donde no se "halló, es cierto la perdieron por acciden. tes.
15 Usaron también algunas naciones en lu- gar de letras valerse de gerogliTicos y pinturas, como los Egipcios y Cartagineses, de que se verá á Pierio, lib. 47, y Tertuliano, en su Libro de Espectáculos, llama Caldeas á las antiguas le- tras, esto es, á las pinturas y geroglíficos de los Egipcios, y como interpreta Covarrubias en sus Emblemas, es la razón por haberlas aprendido -de los Caldeos y estos de los antiguos Hebreos, pero no por esto dejaron de tener estas nacio- nes sus letras y caracteres para su trato y co- municación, y si algo aprendieron los indios de Méjico de los primeros Tultecas, hijos de las tribus, fué el usar de pinturas en lugar de le- tras, como consta de lo que escribe el P. Tor- quemada en la Monarquía Indiana, lib. t, des- de el cap. 9, y así como los Egipcios y Cal- deos aprendieron este modo de los Hebreos, con más razón lo heredarían sus descendientes los Tultecas, y aunque perdieron el perfecto uso de las letras y caracteres por las razones
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que dije en el núm. ii y nüm. 12, tengo para mí que algunos de los que pasaron le reten- drían, y estos dejarían escritas las antiquísimas piedras y sepulcros que se hallaron en el descubrimiento de este Perú con letras he- breas, de que he hecho mención arriba, y Pedro de Cieza, en su Crónica del Perú, i part. fol. 87 refiere, que en su tiempo era opinión constante, que en unos antiquísimos edificios de Vinaque, en Guamanga, se halló una piedra con caracteres y letras. Demás que aunque fue- se casi infinita la gente que se halló en estas dos Américas, la mayor parte descendían de españoles y también de otras muchas naciones que entraron mucho después por las tierras Sep- tentrionales de Méjico, con que queda satisfecha la cuarta duda.
16 La quinta duda es que no se compadece con el lugar de Esdras, lib. 4, cap. 13, donde fundamos el pasage de las diez tribus á esta América, lo que dice allí el profeta de que las dieztribus huyeron de la multitud de gentiles por guardar sus ceremonias y su ley, pues no se ajusta con este motivo haber hallado á estos americanos tan dados á la idolatría como se vio en su conquista. Respóndese que bien pu- dieron salir las tribus con el intento y propósito de guardar su ley cuando huyeron de los Me-
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dos y después por el comercio que tuvieron con tantos gentiles idólatras y tantas provincias por donde pasaron, dejar de cumplir su propó- sito, principalmente cuando los judíos eran tan inclinados á la idolatría no solo cuando estuvie- ron en Egipto y en Babilonia, sino en su misma tierra, y en el desierto, que con muy poca cau- sa se daban á las idolatrías y el comercio de tantos gentiles por donde pasaron les iría res- friando el propósito conque salieron y avivando la inclinación que tenían á la idolatría, porque es terrible enemigo la ocasión, en el que es in- clinado á un vicio. Demás de que cuando llega- ron á Méjico, serían casi todos ya muertos, pues tardaron ciento cuatro años en su viaje, según hemos dicho, y en los descendientes no habría aquel celo conque salieron sus padres. Demás de que Esdras no dice otra cosa, sino que salieron con ánimo de guardar los precep- tos legales, y estos, como he dicho, los guarda- ban los americanos, aunque corrompidos; lo demás que se pone al lugar de Esdras acerca del pasaje del río Eufrates y vuelta de estas tribus, está muy bastantemente satisfecho arriba y me persuado que algunos guardaría su ley que se fué corrompiendo.
17. La sexta duda es que en el lugar de Es- dras se dice que las diez tribus tomaron reso-
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lución de irse á una tierra donde jamás hubiese habitado el ge'nero humano, luego no pudo ser á Méjico á donde vinieron las tribus ni sus hi- jos los Tultecas, porque consta de lo que escri- be el P. Torquemada en su Monarquía Indiana, lib. I, cap. 13, que antes que vinieran los Tulte- cas habitaron aquella tierra gigantes. Luego no se verifica la resolución que tuvieron las tribus de pasar á parte que nunca fuese habitada. Res- póndese que aun cuando sea cierto que la pro- vincia principal de Méjico la ocupasen los gigan- tes, esto no quita haber buscado las diez tribus región que á su parecer hubiese sido inhabita- da, y estándolo todas las tres partes del mundo siempre fué su intento buscar esta cuarta parte del mundo que es la América, que pudieron en- tender que era inhabitada.
Lo segundo se responde que tardaron las tribus y sus hijos ciento cuatro años en llegar á Méjico, como está probado, y en este tiempo fueron poblando poco á poco las dilatadas re- giones que hay desde Arzaret, último término del Asia, hasta Méjico, pues por el cómputo que llevo hecho hay más de mil leguas, y la re- gión de Arzaret se dilata al reino de Anian que es ya la América descubierta, y mientras las diez tribus y sus hijos los Tultecas iban cultivan- do la tierra y abriendo los caminos, pudieron Volumen ii 9
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venir los gigantes, que los hay en Islandia, que es la Noruega, la cual se comunica con la pro víncia Quivira y reino de Anian, principio de la América, según tengo probado en los antece- dentes, y que haya en la Noruega ó Islandia gigantes, se podía ver en Marco Adamo, Ca- nónigo Bremense en su librito de Situ Danice, en las Repúblicas, y estos gigantes, abierto el camino de la América por las diez tribus, pu- dieron con sus muchas fuerzas y vigor adelan- tarse á lo principal de Méjico, dejando á las tribus cultivando las primeras regiones por tan- tos años como se detuvieron y cuando llega- ron sus hijos, los Tultecas pudieron hallar allí á los gigantes, con que su anticipación no quita que saliesen las tribus con el intento de buscar la tierra que entendieron ser inahabitable del género humano, como lo era antes de que lle- gasen dichos gigantes, demás de que, para que se verificase que iban á una tierra no habitada, bastaba que lo fuesen las regiones que estañan antes de Méjico, con distancia de más de mil leguas, ó que ellos presumieron que lo eran. Pudo ser también que la región Arzaret, donde dice Esdras que vinieron á parar las diez tribus, no se dilatase tanto trecho como el que hay hasta la provincia y región principal de Mé- jico, sino hasta el Reino de Anian y hasta gran
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parte de la América Septentrional y que hasta allí fuese solo inhabitada entonces del género humano y que en lo de adelante ó en lo princi- pal de Méjico fuese habitada dicha América Septentrional de indios que hubiesen bajado hasta Méjico de esta América Meridional, don- de se hallan gigantes en la parte de la tie- rra del fuego y en el Estrecho de Magallanes, como también los hubo en la punta de Santa Elena, de que hoy se ven muchas señales, y yo he visto huesos, dientes y muelas de notable magnitud y tamaño, y estos gigantes pudieron penetrar hasta Méjico y hallarlos allí los Tztl" tecas, .
18. La última advertencia qne se opone es que, los indios Tultecas, hijos de las tribus y primeros pobladores de la parte inhabitada de la América Seprentrional, perecieron y se aca- baron, en lo cual concuerdan muchas historias de la Nueva España, luego no se pudo dilatar esta generación por ambas Américas ni llegar á entroncar con los demás pobladores que mu- chos años antes habían venido de los descen- dientes de Tubal. Respóndese que el acabar- se los Tultecas no fué extinguirse totalmente, si- no sólo haberse acabado su imperio por las guerras que les fueron haciendo por espacio de quinientos años las otras naciones que fueron
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entrando después de ellos, con que desampara- ron la cabeza principal de Méjico, y unos tira- ron al Oriente y otros al Norte, según advierte el P. Torquemada en el lib. i de su Monarquía Indiana, cap. 14, desde aquellas palabras: a Fue- ron los Tultecas, etc.», y luego al fin: «Viendo los afligidos Tultecas sus calamidades, tuvieron por bien ir desamparando la tierra, unos hacia la parte del Norte y otros hacia la del Oriente» y luego, en el cap 15: «El mismo año que los Tultecas se destruyeron y dividieron unos de otros», y luego, en el cap. 21: «Por haber teni- do noticia de los pocos Tultecas que habían quedado, de como todos habían perecido é ídose á otras apartadas y lejanas tierras.» De- más de que las otras siete naciones que con in- tervalo de tiempo fueron poblando á Méjico, las más de ellas eran del mismo linaje de los Tultecas, como lo advierte el P. Torquemada en el cap. 12, desde aquellas palabras: «y si se responde», y así los más de ellos fueron des- cendientes de las diez tribus y vinieron á en* troncarse con los demás americanos, conque quedan satisfechas las dudas que se ponderan contra nuestra opinión.
19 Una de las siete generaciones que vi- nieron poblando la América Septentrional y del linaje de los Tultecas, fué la de los Mejica-
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nos, que fué la que más prevaleció en Méjico, y según consta de sus pinturas^ como dice el F. Torquemada en el lib. 2, cap. i, vinieron pasando algún pequeño estrecho de mar y sa- lieron de Astlan, y el demonio, á la salida, les habló en representación y por boca de un ídolo y les dijo que quería ser su Dios, y que él los había sacado de la tierra de Astlan, coa lo cual fueron haciendo largas mansiones por tan dilatados caminos, y añade el mismo Pa- dre Torquemada en el mismo lib. 2, cap. 3, que sacaron á estos Mejicanos de su pueblo, dos caudillos y que los trajeron por los de- siertos muchos años, y que cuando llegaron a poblar á Méjico se habían muerto ya los dos caudillos que los sacaron, imitando en esto el demonio á la salida de los israelitas de Egipto, que en el desierto, antes de llegar á la tierra de promisión, murieron los dos caudillos Moi- sés y Aaron.
Donde haya sido Astlan, de donde el de- monio sacó á estos Mejicanos, no lo tratan los autores, y es muy difícil de averiguar por haber tantos años que salieron los Mejicanos, y re- volviendo los Anales y Catálogos de los luga- res y pueblos de Asia, Escitia y Tartaria y de los que están pasado el estrecho de Anian, desde Estotilan y la provincia Quivira, la cual
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continúa esta América con el Asia por dicho estrecho, hallo que en dicha provincia Quivira está la regtón Astatlan, según Abrahan Horte- lio en el Mapa segundo de la Ame'rica, que es- tá en la parte Occidental de Méjico adonde va á parar el estrecho de Anian, lo cual se verá más claro en el mismo Hortelio, en el Mapa 47, que trata de Tartaria, y la pone pasado el promontorio Tabín, junto á la región Arzaret, primer asiento de las diez tribus, que fueron penetrando por dicha provincia Quivira hasta donde se extiende aquella región, y algún lugar de ella se llamó Asilan, de donde pasa- ron á Astatlan. También Astracán es la corte y emporio de los Tártaros, como consta de las Repúblicas, en la que trata de Moscovia y Tar ría, en la hoja 37, ibi: a Astracán Urbs opulen* ta, magnumque Tartarorum Emporium» (ya he dicho que los Tártaros son semilla de las diez, tribus) y fué muy fácil la corrupción de Astra» can con Astlan ó Astatlan, y así tengo por muy probable que los Mejicanos, que eran del lina- je primitivo de los Tultecas, vinieron de Astra- cán y que eran Tártaros, y todos descendien- tes de las diez tribus. También hubo en el Asia la regióu de los Astlanes, que cae en Euboea, según el Catálogo de los lugares de Antonio Ne- brícense, verbo Atlanes. Euboea cae en el pe-
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loponeso, que hoy liaman Morea. Bien se vé cuánta similitud tiene la palabra Atlan con As- ilan^ de donde sacó á los mejicanos el ídolo que les habló, como verás en Torquemada^ li- bro 2, cap. I, y así tengo por cierto que gran redundancia de los descendientes de las diez tribuS; fué entrando por la América Septentrio- nal, y que en gran parte los americanos des- cienden de ellos, lo cual no es en descrédito suyo, porque estos fueron del pueblo de Dios y no concurrieron á crucificar á Nuestro Señor Jesucristo, en que está la infamia, como dije en el cap. 3.
20 Y porque no falte en este tratado la sa- tisfacción á la duda, que todos excitan, de có- mo pudieron venir á esta América tantas espe- cies de animales y aves como en ella se nallan, en especial leones, tigres, jabalíes y osos, y otras especies de aves que no se sabe haberlas en las otras tres partes del mundo, como son la Vicuña, Llama, Guanaco, Taruga y el Paco, de los cuales no hacen mención los autores que escriben de ellos, se puede responder con opi- nión del docto P. Acostá en su Historia In- diana, lib. I, cap. 20 y 21, que todos los anima* les de estas Indias vinieron de las otras tres partes del mundo, ó de alguna de ellas, por- que tiene por cierto que esta América por al-
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giina parte de las que no están descubiertas se continúa con alguna de las tres partes del mun- do antiguo, ó que hay algún estrecho tan cor- to que pudieron estos animales fieros y do- me'sticos pasar con facilidad y vadear dicho estrecho, como yo lo he visto en los tigres de agua que vadean gran trecho de agua y en el rio de Guayaquil, que por partes tiene más de una legua de ancho, traen también los caballos y toros asidos á las balsas y pasan na- dando, y las culebras le vadean por encima de las aguas. Pudieron también las aves, por cor- tos estrechos que dividen esta América de las otras tres partes del mundo, pasar de ellas vo- lando, demás de que, como largamente probé arriba, no tiene hoy el mundo la misma forma que tenía ahora tres y cuatro mil años, y el mar ha separado muchas tierras con estrechos y golfos, impidiendo que sean continentes, como ha sucedido con esta América, y tengo para mí que fué unida con la Asia, y entonces pasarían dichos animales y demás de lo que tengo dicho verás al P. Ensebio Nieremberg en su Filosefía, lib. I, cap. 44, donde verás la mudanza que han hecho los tiempos en diversas islas y desmem" bración de la tierra y ocupación del mar y nuesto discurso se corrobora con lo que escri- be San Agustín en el libro 16 de Civitate Dei,
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cap. 7 y con lo que callí advierte Luis Vives • 21 Es cierto que los animales^ en especial los fieros, pasaron á esta América por parte Continente que hallaron, como dije en el capí- tulo 2 y 3, ó por estrechos cortos, porque don- de hay mucho golfo de agua y en las islas que distan mucho trecho del Continente no hay estos animales fieros, leones, tigres, ni osos ni lobos, como en Xamáica, Cuba, Habana, Santo Domingo y otras islas de esta América que dis- tan trecho de la tierra firme, á la cual también se puede decir que pudieron traer cachorrillos de estos animales fieros, criados doméstica- mente y aun también traerlos en jaulas, como se han llevado de esta América tigres grandes á Europa: pero lo más cierto es que vinieron por tierra, que entonces sería Continente ó que pasaron algún estrecho corto de mar nadando y las aves volando y los animales fieros tam bien pudieron pasar por páramos intratables para los hombres ó por serranías altas y espe- sas ó por golfos de mar helado, como se suele helar en Islandia ó Noruega y buscando lo más estrecho de dichos golfos que se comuni- quen con esta América pudieron con su forta- leza estos animales fieros penetrarlos y llegar á la provincia Quivira ó reino de Anian, ó por esta América Meridional pasar á lo continente
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del estrecho de Magallanes que se comunica con todas estas Indias Occidentales: los demás animales que hay en ellas ágenos de estas re- giones, no hay duda de que después de nues- tra conquista se fueron trayendo de Europa en las naos y aquí han procreado en abundan- cia.
22 En cuanto á los animales peregrinos que hay en el Perú que parece no haber sido cono- cidos en las otras tres partes del mundo, como son las «Vicuñas, llanas, Tarugas, Carneros de la tierra y Pacos,» puesto que de ellos no tratan las historias naturales y autores de ellas, digo que puede ser que estas especies de animales las haya habido en el mundo antiguo y los autores no pudieron conocer todos los anima- les y puede tambie'n ser que les den otros nom- bres de los que tenían entre los indios y son muy dilatadas las tres partes del mundo para que conociesen los historiadores todos los ani- males de ellas y sus propiedades. Los que he^ mos visto los Carneros de esta tierra, bien re- conocemos cuánto se parecen al Camello y lo mismo el Paco y Llama. La Taruga conforma mucho con el Venado y Ciervo. La Vicuña tiene mucha similitud con la cabra, y aunque dife- rencia en estos animales en algunas cosas, esta diferencia les vino por la diferencia del terruño.
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temperamento y constelación ó de otras causas ocultas en la naturaleza.
23 También se puede decir que estos ani- males del Perú son de las especies de otros que hay en Asia, Europa y África, pero varia- ron en algo por la mixtura que habría de unos animales con otros y esta mezcla constituy6 una como especie distinta, de modo que los partos de estas mezclas de animales parecen degenerar de la especie, así del macho como de la hembra que los engend-ó y parió, y así infieren algunos que la Vicuña y Guanaco son mestizos, hijos de cabras monteses y ciervos, infieren tambie'n que los Pacos ó Llamas son engendro de Camellos y Carneros sin que im- porte contra lo dicho el ver que estos animales Vicuñas y Llamas no tengan cuernos, porque esto puede suceder por accidentes, como de las cabras domésticas lo observa Plinio, lib. 8, cap. 50, y Eliano en el lib. 17 de los Animales, cap. 34, dice de las Cabras caspias que no crían cuernos Demás de que basta el que alguno de los padres de estos animales carezcan de cuer- nos para que no se comuniquen á los partos» En lo último de la Tartaria está la región nom- brada Balor donde los vecinos usan de los Ve- nados y Ciervos como de los Caballos, Galucio, en su Teatro, en los nombres de Asia, en la pa*
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labra Balor, y aquí en América andan ea los Carneros de la tierra.
24 Concluyo en esta parte con decir que, así como por ministerio de ángeles fueron traí- dos todos los animales á la presencia de nues- tro padre Adán para que les pusiera á cada espe- cie su nombre, como enseña San Agustín en el libro 9, sobre el Génesis, cap 14, y el angélico doctor, en la i parte, en la cuestión 102 y en el art 2 ad 2,y lo que añade Pedro Gomestor so- bre el Génesis, cap. ^$, que también por minis- terio de los ángeles fueron traídos los animales al arca para librarlos del diluvio, y que, habien- do cesado, por el mismo ministerio de ánge- les fueron vueltos á las partes en que fueron criados, en que convienen también San Agustín en ellib. 16 de Civit Dei, cap. 7, y el Abulen- se sobre el cap. 6 del Génesis; lo mismo se de- be decir de los animales domésticos de este Perú y los demás fieros que fueron criados en <51 y que, pasado el diluvio fueron vueltos por ministerio de los ángeles á estas regiones don- de fueron criados y de donde fueron llevados al arca, pues hemos de entender que también antes del diluvio había en estas partes gente, por haber dicho Dios á Adán y á su descenden- cia que llenasen toda la tierra y no había de ha- ber hecho en vano esta parte del mundo que es
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mayor que las otras tres juntas, aunque todos los hombres que antes del diluvio había en es- ta América, perecieron en el diluvio universal^ los animales que había en ella, macho y hem- bra de cada especie, con las que se habían de sacrificar, fueron llevados por ministerio d» ángeles al arca y pasado el diluvio, por el mis- mo ministerio fueron vueltos á esta América, con que queda resuelto este punto y acabada esta obra, lo cual sea para honra y gloria de nuestro Redentor y Señor Jesucristo, cuyo es el podery subiduría, de la Santísima Trinidad y de la Santísima Virgen María, madre y señora nuestra, y todo lo que he dicho en ella lo pon- go á la corrección de nuestra Sama Madre Igle- sia, protestando que si hubiere algo en mis obras que se desvíe de su recto y sano sentir, lo doy por protestado y corregido, y desde lue- go lo confieso por ignorancia, porque sé que sólo en su enseñanza y doctrina está el acierto y verdadera luz.
FIN DEL ORIGEN DE LOS INDIOS
COPIA DE CARTA
QUE EL AUTOR ESCRIBIÓ Á SU HIJO EL GENERAL
D. Juan Enriquez de Sangüesa, residen- te EN LA villa de CoCHABAMBA, DON- BJS. FUÉ CORREGIDOR, JUSTICIA MA- YOR, SOBRE EL COMETA DEL AÑO DE 1680.
COPIA DE CARTA
QUE EL AUTOR ESCRIBIÓ Á SU HIJO EL GENERAL D. JUAN ENRIQUEZ DE SANGÜESA (l) RESIDENTE EN LA VÍLLA DE COCHABAMBA, DONDE FUÉ CO- RREGIDOR, JUSTICIA MAYOR, SOVRE EL COMETA DEL AÑO DE 1680.
Deseas, hijo, saber el juicio que han hecho en esta ciudad de los Reyes del cometa que apareció en ella por los principios de Enero de este año de 1681, y según tu relación se vio mucho antes por esas provincias.
Propio y natural es á la naturaleza racional el desear saber, pero muy peligroso el dis- currir en cosas tan altas que se encumbran has- ta los astros del cielo. Probable, dicen los más católicos astrólogos, es el discurrir que estos cometas amenazan mal y daño al mundo y á
(i) No se comprende cómo llamándose el padre Diego An- drés Rocha, se 1 lama el hijo juan Enriquez de Sangüesa. En el original no dice nada que aclare esta contraüicción. Quizá fuera hijo político ú adoptivo.
VOLUMEN II I O
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los mortales, pero qué males sean los que ame- nazan y á qué regiones y pueblos, parece es pa- sar más allá de lo que puede comprender la ca- pacidad humana, y si hasta hoy no ha podido la Astrología alcanzar con perfección las fuerzas é influjos de los astros y estrellas fijas y erran- tes, que desde el principio del mundo las ha tenido á la vista, cuanta más falencia tendrán en lo individual de estos cometas que aparecen por poco tiempo.
En lo que parece que todos consienten, es que nunca vienen sino como prenuncios y pró- dromos del enojo de Dios para mostrar se ha- lla ofendido de sus criaturas y con su benigni- dad muestra el azote para que se enmienden los que se reconocieren reos, y así como puso el arco Iris en señal del perdón del mundo pa- ra no volverlo á destruir por agua, pone esa señal de los cometas para indicar su ira contra los malos y para avisar á los justos se justifi- quen más huyendo de la presencia de su arco y saetas, y así lo discurrió el P. Juan Bautista Cysato, varón de rara erudición y doctrina, en aquel libro que hizo sobre el cometa del año de 1618: «Cometam in coelo accendit ut sese ira erga mortale genus accersum esse ostende- rel nemo ergo mortalium, nullum terrarum po- pulus á fulguranti coelitus cometa se securum
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credat, qui Deo se rerum agnoscit.» Esta mis- ma doctrina de que nunca pone Dios estas se- ñales en el cielo, sinoparaindicación de castigo, la funda el gran consejero D. Juan de Solorza- no, tomo I de Jur. Indiar., lib. 2, cap. 2, desde elnúm, 42, con gran copia de autores, entre los cuales algunos discurren que es la gran piedad de Dios el poner estas señales y come- tas para avisar antecedentemente al mundo que han de tener castigo y qiie quiere la enmienda. Jacobo Tuano, en las Obras Expurgadas, ha- ciendo mención del cometa del año 1577, que precedió á la perdición del rey D. Sebastián, no sólo discurre que vienen los cometas por daño de los mortales, sino que, según el sentir de los más doctos y prudentes, vienen para acaba- miento de linajes, familias y reinos, como se puede ver en dichas obras, tom. II, lib. 65, fo- lio 234, en la letra E: «Sed non singülorum ho- minum mortes tantum quoe quotidie eveniunt, 5ed potius regnorum, ac familiarum regiarum excidia, et conversiones cometas rerum pru- dentiores semper portendere exestimaverunt.» Justino, tenido por otro Ptolomeo, en su Espe- jo de Astrología, tom. 2, en el tratado que ha- ce de Cometis, dice que es barbaridad menos- preciar y no cautelarse con oraciones y depre- caciones á Dios para mitigar su justo castigo y
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venganza; dice: «Comctie igitur non frustqa ap- paret^ sed ideo conspiciuntur, ut denuncien tres magnas, ut ad moniti mitigare eas studeamus. Barbaries est quaedam huismodi signa temeré aspernari», y más abajo: «divinites ordinatae es- se hec signa, quoe nos admoneant, ut á Deo opem imploremus». y poco antes funda más lo que importa rogar á Dios para que se desenoje y no descargue el azote en nosotros.
Pasen en su probabilidad estas doctrinas de tantos y tan grandes autores, porque los come- tas no guardan el orden natural de los demás astros, y aunque no son opuestos á la naturale- za, son en su apariencia preternaturales y están para nuncios y legados de Dios, y fueron cria- dos desde el principio del mundo y se ocultan con los rayos del sol, hasta que Dios los envía con su embajada á las regiones que es servido, como advirtió San Juan Damasceno, referida por Cornelio Gemma Frisio en su libro i de Prodigios, cap. 6, ibi: Joanem Damascenus vut natus esse cometas cum caeteris Steris nimium ipsis primordis mundi, sed la tere fortasis sun radiissolisjdeindeimpelli súbito ad ceramcuam piam regionem.» Notable caso es el que pone el libro 2 de los Macabeos, cap. 5, en el prin- cipio, donde por cuarenta días se vieron en los aires hombres armados, como lo ha sido este
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soldado que ha puesto el cielo estos días en la región etérea y dice la escritura en este lugar que rogaba el pueblo á Dios que aquellos pro- digios y monstruos que se aparecían en el cielo los volviese Dios en bien á su favor, ibi: «Qua propter omnes rogabant in bonum monstra con- vertid, y Antioco no conocía que estas señales y cometas eran indicio del enojo de Dios con- tra su pueblo, como dice en el núm. 17: «Alie- natus manto Antiochus non considerabat quod propter peccata habitantium civitatem modium Deus fnerat iratus», y así menospreció el lugar y templo de Dios, profanando los vasos sagra- dos, como se dice en dicho capítulo y concluye él núm. 17: Propter quod et accidit circa locum despectio.» Pero no le salió esta empresa muy á su salvo, como se advierte en los capítulos si- guientes de los Macabeos.
Vulgarmente, y aun por muchos de los autores, está entendido que el cometa es una exalación cálida y seca, gruesa y glutinosa le- vantada por virtud y fuerza de los astros hasta lo más alto de la región del aire y allí por la del fuego encendida, movién- dose circularmente con el aire; y aunque no dudo que habrá habido cometas de este porte, hoy han descubierto los nuevos matemá- ticos más arriba campo á estos cometas, ob-
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servándoles sobre la luna, Venus y los demás planetas, de que hicieron demostración Kepler Plumareto, Cardano y el P. Cysato y otros muchos referidos por el P. Ensebio Nierem- berg en su Filosofía, lib. 6, caps. 8 y lo, y á esta práctica y evidencia dio complemento Ti- co Brahe, noble caballero de Dania, que, como tan singular en las matemáticas, tan rico para la fábrica de tantos instrumentos y longimiras y más con la disposición y sitio de Dania para descubrir los cielos, puso esto en discursos ma- temáticos de modo que no hay ya quien dis- crepe de sus mensuras.
Plinio pone nueve especies de cometas que se habían visto en el mundo, el primero llamado Cometes, que es de largas crines ó cabellos al parecer, el segundo Pagonias, esto es, de gran- des barbas hacia abajo; el tercero Acontias, que es á la forma de dardo, flecha, asador ó lanza: el cuarto Xiphias, á semejanza de espada; el quinto Disceus, de forma de escudo, clipeo ó broquel; el sexto Pithetes, á la forma del sol, que llaman Rosa; el séptimo Ceratias, que es de forma de dos cuernos, como hace la luna nue- va; el octavo Lampadias, como una hacha en- cendida; el nono Hippiteus, que es á la forma del erizo déla mar. Añaden otros el cometa que sale como cuadrado yendo la cauda por
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ambas partes casi igual. Este cómputo es de la escuela de Grecia, que contaba en esta forma los cometas. Otros nombres les dá Justino arriba citado, y pone nueve, Veru, Tenaculum, Pertica, Miles, Dominus, Ascone^ Aurora, Ar- genteus, Rosa y Niger, pero estos no explican tanto como los pasados, aunque se vienen con mucha explicación á reducir á ellos.
Preguntarásme que á qué especie de las re- feridas se asemeja ó iguala el presente cometa y si hay alguna copia de esos que há habido en el mundo para comparar con este que hemos visto y proseguirá tu deseo á que también me alargue á decirte el juicio que hago de este nuncio celeste que nos amenaza con su presen- cia; si puedes conseguir con mi natural uno y otro, habrás llenado tu deseo; pero no sé si ha- brás tocado con el camino de la verdad, porque como te dije al principio, estas son cosas ocul- tísimas y es menester luz de Dios para acertar. Direte con principios de grandes matemáticos lo que probablemente se puede discurrir, sin darles más crédito que el que tuviere la razón filosófica en que estriban y la calidad de la co- rrupción, sequedad, calor é incendio del aire que comunmente reciprocamos todos y en que dichos cometas ejercitan sus efectos y fuer- zas.
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Lo primero debes estar advertidí) que la primera investigación de los cometas, es copiar los astrólogos sus colores, y conforme á ellos discurren á qué planetas se han de atribuir sus influjos; porque si el color es aplomado ó ne- gro, este le atribuyen á Saturno; si es argentado el color, atribúyenle á Júpiter; si es encendi- do y bermejo, juzgan que es hijo de Marte; si es de color de oro, es producción del sol; si es obscuro con espesura y tiene algunos visos de la luna, es parto de Venus: si tiene el color azul^ esto es cerúleo, ese le atribuyen á Mercurio; júntalo todo Justino, en el lugar citado. «As- trologi diversilatem colorum malunt esse divir- sum influxum, hoc est, adscribunt Plenatis colo- rem Cometarum: nam qui Saturni est inquiunt, Flumbei erit coloris» (y en el § siguiente nú- mero 9. «Niger, qui Saturno est simillimus, qui Joven argente! qui Martis, rubei, qui Solis aurei, qui Veneris obscuri propter spisitudinem, qui Mercurié cerulei,» y hablando en el § siguiente del de Venus, núm* 4, dice: «Miles Veneri sacer lunarem, radium dimittit,» con que por esta regla no se puede dudar, conforme al color que tuvo el presente cometa, de que se debe atribuir al planeta Venus, porque la espesura de la cabeza y cauda fué densísima hasta los últimos días que se iba resolviendo y desvaneciendo, ea
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que su cabeza y cauda tenía las partes ralas , y entonces pareció á muchos, y á mí también que el color era como el de la luna, siendo así que á principio de Enero, cuando le comenza- mos á observar estaba espesísimo y de color de ceniza muy tupida, y observé que á diez y siete ó diez y ocho de Enero que llegó á confrontar- se el cometa con el planeta Venus, mudó el curso que traía de Oriente á Poniente y volvió á correr hacia el signo de Aries, donde le vi á veinte ó veinte y uno y nunca más le observé, con que llegó á reconocer ser el planeta de su influjo.
Tienen también por observación los astrólo- gos el apuntar el signo en que comenzó el come- ta á manifestarse al mundo y contarle los pasos y carreras que viene haciendo así por el Zodia- co y Eclíptica y variaciones que hace fuera de estos lugares, como el signo en que se apagó. Los dos primeros requisitos no he podido ajus- tar, ni de las provincias de arriba, se avisa cuán- do comenzó á verse, ni en qué signo, porque por alia no hay más astrologías que las de los metales y se trata poco de meteoros, ni tú me lo avisas, porque tampoco estás versado en esto, pero bien me persuado á que comenzaría por los principios de Diciembre y que contra el na- tural curso de los planetas, que con el suyo pro-
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pió suben de Poniente á Levante, vendría He. vado del curso violento del primer móvil, de' Oriente á Poniente, hasta que se encontró con Venus y volvió á subir hacia el Oriente, pasean" dose desde el Oriente por los signos, hasta que le observamos al Occidente.
Lo tercero, observan los astrólogos, que los principales efectos que amenazan los cometas y sus operaciones, sucederán en aquellas partes á que el cometa arroja la cola y que con la pun- ta está señalando adonde tiran sus influjos; así lo dice Justino, en el lugar citado, en el § Spe- cies Cometarum, núm. 4, ibi: «Et ciuspeius sig- nificatum apparebit ex parte, versus quae exten- derit caudam,» y luego en el núm. 5: «Máxime versus partem in quam extenderit caudam.» Co- sa que dejó también advertida Jacobo Tuano, en el tomo I, lib. 21, fol. 624. Cuando en el año de 1558 apareció aquel cometa, prenuncio de la muerte de Carlos V, ibi: «Cometa apparuit cauda ad Hispaniam directa.»
De lo dicho se sigue que este cometa es el que llama Justino Miles y los árabes cuadrado, cuando no en la longitud, en ]a mayor parte de su latitud, porque la cabeza y cuello ha de ser más delgado, y lo restante del cuerpo con una túnica de malla que le cubre hasta los pies, sig- nificando la ferocidad del guerrero, que todo
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esto me parecía á mí que veía en este cometa, y en mi idea le figuraba en pié y no solo me pa- recía un soldado vestido de malla, sino un ejér- cito de ellos con muchos pies: uno por muchos» como dijo Virgilio. «Armato milite complent,» y siguiendo, á nuestro entender, la malla desde los hombros y abajo era en partes tan ancha en lo de arriba como en lo de abajo; semejante á este fué aquel que se vio en el cielo cuando Xerjes entró sugetando y talando la Grecia con un millón de soldados; así lo dice Justino en el lugar citado, núm. 4: «Miles Veneri sacer, talem apparuisse ferum, cum Xerxes in Greciam traie- cit,» si bien CorneJio Gemma en el lib. i, De Prodigios, cap. 8, fol. 208 dice que el cometa que apareció en esta invasión de Xerjes fué en forma de cuerno; sus palabras son: «Anno quo Greciam Xerxes invasit dccies centenis millí- bus hominum (obvia quseqüe va-tans, adque di- ripiens) cometa fulsit cornu figura.» No hemo^ de entender que en dos autores tan grandes haya contradicción, y así se doben concordar con que todos los cometas que salen ó con talle de sol- dado, que llaman Miles, ó con instrumentos mi- litares ó de lanza, dardo, flecha, cuerno ó asta de toro, aptísimos todos para herir, todo viene á reducirse en una misma cosa, poniendo en unos más fortaleza que en otros, y así el cuerna
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en las sagradas letras, es símbolo de gran fuer- za: «Cornua in manibus tuis, ibi abscondita est- fortitudo eius.»
Dirásme que aún no está probado que el pre- sente cometa sea el que llaman los latinos Miles, ó por lo menos que tu no lo comprendes. No me espanto, porque como nunca te has paseado por ese ámbito de los cielos, que los griegos lla- man/'^r/j^/z^r/t? ó Vranoon^ es menester dártelo á beber muy líquido y desleído. Ya he dicho que los cometas de naturaleza de Venus, traen la cola espesa y obscura: «Qui Veneri?,:i> dijimos arriba, «Obscuro porpter spisitudinem,» tal fué el que hemos visto. Dije también con doctrina de Justino que el cometa que llaman los latinos Miles, es parto de Venus y que echa los rayos como de la Luna «Miles Veneri sacer lunarem radim disnittit,» casi todos observaron esto y que el color, cuando se iba poniendo ralo, pa- recía blanco y de color de la Luna. Pruébase más el que sea Miles este cometa, porque ha- blando de él Justino dice que tapa con las crines toda la cabeza y cauda. «Miles ex integro cauda- ve crinitus». Y así apareció el presente que, no sólo tenía crines en la cauda, sino que ellas ta- paban toda la circunferencia de la cabeza. ítem más, el cometa Miles anda y corre los signos y no se contenta con dos ó tres, ni es estaciona-
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rio en alguno dícelo el mismo Justino: «Miles et si qui cum apparecerit, peragrt decadencim signa», y aunque no puedo afirmar que anduvo todo el Zodiaco, porque no sé cuándo comen* zó ni en qué signo, porque sólo escribe haber- se visto en las provincias de arriba, mucho an* tes que en esta ciudad de Guancabelica, escri- benhaberse visto dos ó tres meses antes; sin em- bargo, congeturo con gran fundamento que corrió todos los signos y vino retrogradando hasta el de Aries, hasta que se encontró con el planeta Venus, causadora del cometa Miles ^ y si la Lu- na en veintinueve días corre todos los signos, na es mucho que el cometa, en más tiempo, vinie- se retrogradando por ellos.
Escríbeme el P. Gerónimo Tello de Mene- ses, varón de religión y doctrina, de la Compa- ñía de Jesús, desde Guancabelica, en carta de Enero de este año, que se vio en aquella villa el cometa en el principio, hacia el Oriente y con figura de una lanza ó dardo y que después, cer- ca de un mes, se vio en el Occidente con forma de ramales ó varas de que procedió el juzgar algunos que eran dos cometas: uno que se vio al Oriente, y otro al Occidente, en que se enga- ñaron, porque fué uno solo que vino peragrando por los signos desde Oriente á Poniente, y co- mo fué produción del planeta Venus, fué Phos-
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phoro en el Oriente cuando salía antes del Sol y Héspero en el Occidente cuando salía des- pués de él y le iba siguiendo, propiedad que cogió del planeta Venus que le produjo, pues sólo á este planeta dan los griegos el nombre de Phosphoros y Hésperos.
Tengo otra carta del mismo lugar en que forman la cauda de este cometa á forma de saeta, y las saetas y astas ó dardos, son símbo- los de guerra, hambre y mortandad, como con elegancia lo funda el Sr. D. Juan de Solorzano en sus Emblemas, en el 89, niím. 10, y todo viene á significar que es el que llaman Miles ó ya tomado por el saco ó loriga y malla, ó por sus armas, que si tú hubieras estado aquí, junto á mí lo entendieras mejor, pero bástete el que yo te lo diga, que entiendo lo que digo.
He procurado ajuslar este cometa á los que habido en los siglos pasados, y habiendo visto los muchos que traen Plinio,y Rolevin en la His- toria general del mundo, Cornelio Gemma en el libro i De Prodigios, cap. 8, y los muchos que yo referí en un tratado que escribí en latín en el año de 1664, que de muchos de ellos -he tenido estampa, ninguno concuerda tanto con el presente como el que hubo el año 1570, cuya imagen trae Cornelio Gemma en el libro
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2, cap. 2: Fuerte, armado ha sido este nuncio, quiera Dios no sea el Exterminador, que tiene para castigo del mundo, el Abadon ó Apocalion que llama San Juan en su Apocalipsis, quiera nuestro Dios que con deprecaciones y oraciones venzamos sus influencias, en especial en la cris- tiandad, que purguemos con llanto, limosnas, oración y penitencia el origen que ocasionan sus influjos. Quiera Dios no nos descuidemos y que antes que prenda el fuego nos prevenga- mos con lágrimas y buenas obras como nos lo aconsejó el expeito Cornelio Gemma en su li- bro r De Divinos Caracteres, cap. 8, fol. 132 ¡bi: «Sic se res habel, nam et ea, quse terribilia nobis divinitus ostenduntur, possünt effusis la- crimis non solum mitescere, sed etiam in ad- versarios verti, atque infinem jucundissimum terminan», como dijimos arriba en el lugar de los Macabeos.
Muchos días estuve persuadido á que este cometa nuevo era el que llaman los latinos Per- tica^ que es el varal con que se sacude, y ver- daderamente que la figura fué de azote de va- ras; pero como tiene tantos significados, el en- tender que es el cometa Miles me ha inclinado más á esto, y todo se viene á salir allá, porque también son las pértigas instrumentos aptos pa- ra la guerra. Del cometa Pértiga dice lustino,
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núm. 3, cii el lugar citado, que algunas veces echa sus rayos algo lucidos y crasos: «Pertica . qui alícuando lucídiores, crasieresque radios prosert», y no hay duda que el cometa presente tuvo la cauda y rayos de ella muy gruesos, es- pesos y tupidos, con mucha corpulencia y que también manifestó muchas veces lucimiento en lo albicante y candido de ellos. De paso que- darás advertido que si el cometa presente fué especie de Pértica, según el mismo Justino, coai probable filosofía se puede discurrir que deno- ta el haber sequedad, pocas aguas y carestía de semillas y panes, y así añade este autora «Pertica, qui cum apdaruerit significat siccita- tem, atque, aquarum pancitatem, et paucita" tem annonse.» Prosigue Justino con otros dis- cursos del cometa Pértica, discurriendo sobre las conjunciones que tuvo con los planetas. Cuando le observé en los últimos días, le hallé junto al planeta Venus, y el mismo autor dice: «At si fuerit iunctus cum Venere, significat si- ccitatem, et aquarum diminutionem maguan.» Esto servirá de añadidura por si alguno se in- clinare á que fué Pertica, y el discurso hecho en esto, como toca á la corrupción del aire y á la agricultura, es tolerable. Las Pértigas son palos gruesos y largos, como se explica en la ley; «Pali et Pertica ff. de Verb. Signif. Y
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como dice Calvin en su Lex. lur. Verb. Per- tica. «Est baculus oblongus, sive isres,^ y así salió David á la guerra contra Goliath.
Muchos de los que conmigo vieron este co- meta se persuadieron á que tenía forma de es- coba y á lo mismo se persuadieron hombres doctos en el cometa del año 1618, de lo cual reprobó el P. Cysato en el cap. 4, núm. i, en aquellas palabras: «Et radiis scoparum etc.,» y muchos podían discurrir que la escoba es sím- bolo de significar castigo y azote de Dios, para limpiar y purgar el mundo, enviando guerras y otras calamidades, como con autoridad de Ter tuliano y Osorio lo prueba el señor Solorzano en el Emblema 90, núm. 20, en aquellas pala- bras: «Aliquando á Deo tanquam scopas immi- tti ad purgandum mumdum.» Otros se persua- dieron, y no mal, á que tenía forma de azote, como lo usan los disciplinantes, y que era tan larga la disciplina que amenazaba á gran parte del mundo y en el ün del azote se manifestaban las rosetas. El azote es símbolo del enojo di- vino, como es notorio, «luxta illud: Ilagellum non appropinguabit Tabernáculo tuo, »
Otra persona bien diestra en interpretar enigmas y geroglíficos, viendo este cometa di- jo que tenía forma de cola de zorra y que re- paraba en que de noche aparecía y que de or-
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dinario le tapaba la cabeza una nube, de que infería que los piratas que habían entrado cu este mar eran muy astutos y que siempre anda- rían ocultándose y de noche harían sus mayo- res presas, hallando sin prevención los lugares, sin armas ni vigías los vecinos, sin apresto las armas. Bien se sabe que la zorra es símbolo del engaño y astucia y que muchas veces lo que no ha vencido la fuerza del león, lo consi- guió la piel de la zorra, como refiere Plutarco de Lisandro, aquel gran Capitán en su vida, desde aquellas palabras: «Si Leoninanellis non satis sit, vulpinam induere,» y Sansón usó de las zorras para talar y quemar los campos de los Filisteos y sus sembrados y mieses. Pero todo esto es discurso alegre sin fundamento filosófico.
Veamos á ver si podemos satisfacer en algo tu deseo en saber qué significa en general y en. particular este cometa. Discurrir en lo futuro toca á Dios, sino es en las cosas que ya la na- turaleza nos hi enseñado que tienen causa cier- ta y determinada, como los eclipses y conjun- ciones y otras cosas de este porte. Dirás que también los cometas desde el principio del inundo, según lo que llevo dicho» indican des- dichas y castigo del mundo, y que así en esto tienen causa cierta y determinada. Cuando
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esta proposición fuese cierta^ quién podrá en- tender lo que amenazan lo más que se puede conjeturar es que traen daños, pero quien dis- currirá qué daños han de ser estos.
Comienzo dudando en lo general si acaso significara guerras, pendencias, hambres, cares- tías, pestilencias, muertes de príncipes y gran- des señores. A esto con el torrente de todos los filósofos se inclina nuestro español Cortés en su Lunario perpetuo, en el tratado de los cometas, fd. 128. «Estos cometas, dice, segúa afirman todos los filósofos y la experiencia lo demuestra, siempre ó por la mayor parte, seña- lan infortunios, como son guerras, pendencias, hambres, carestías y pestilencias, con muerte de príncipes y grandes señores,» á miís desdi- chas se extiende Francisco lustino, en el trata- do citado, y dice que, en general, el efecto y fin de los cometas no solo es dar y disponer guerras, pestes, hambres, mudanzas de reinos y de leyes, sino también levantar vientos, terre- motos, secas y esterilidades, calores, bochor- nos y otros muchos males, Excuso el poner el lugar latino y el docto lo podrá ver desde el número 2, ibi: «Finis ergo Cometarum,» y fun- da con filosofía que por ser los cometas seña- les de gran calor y sequedad y que levantan á la región del aire muchas exhalaciones cálidas
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y secas, levantando de la tierra lo pingüe y craso, y atenuando el húmedo radical de los hombres y encendiendo el calor natural, por eso suceden esos efectos, cuyas miserias con más dificultad suelen sufrir los príncipes y re- galados, mayormente en este que ha sido com- pacto en su cabeza de muchas estrellas peque- ñas y no solo exhalación, pero nuestro Dios hará salvo de estas miserias á nuestro Rey y Señor Carlos II, porque le tiene por escudo fir- me de su Iglesia y por espada fortísima contra los enemigos de la Fé Católica. Celio Rodigi- no en el lib. ii, de sus Lecturas antiguas, ca- pítulo 5, al fin, reduce á más brevedad los efectos de los cometas y los reduce á cuatro. Lo primero causan sequedad en el aire, lo se- gundo vientos, lo tercero falta de aguas, lo cuarto, invasiones de enemigos, ibi: «Aeris si- ccitatem indicare, indeque etiam ventum, nec- non aquarum imminutiones, quin et hostium assultus.» Pase todo esto en la probabilidad y razón filosófica en que se fundan los antiguos, que esa solo apruebo.
Lo que te debe picar el que diga algo acerca de lo particular de este cometa ó A/i/cS ó Pertica que hemos visto estos días. Aquí me aguardará algún docto matemático de esta ciu* dad y otros que han experimentado mi censu
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ra, pero aunque llegue á su noticia este escrita no me causa cuidado, porque de cosas separa- radas no se infiere buena consecuencia. Lo que yo repruebo es que de los signos celestes, sus ascensiones, descensiones y aspectos de plane- tas, conjunciones y otras cosas nautrales no ha- ga juicio más que acerca de lo que naturalmen- te influyen y de lo que conduce á la medicina, agricultura y navegación; pero en lo demás no hay que temer estos signos, como dice la di- vina Escritura: «A signis coeli nolite metuere». otra cosa es en los cometas que no guardan el orden natural, sino que son prodigios para avisar á la tierra, y sin embargo no tengo por cierto lo que en particular se discurre en cada cometa, sino es que haya luz del cielo para acertar, como se dice en el libro de la Sabidu- ría, cap. 9; ibi: «Quae autem in coelo sunt quis investigavit? Nisi tu dederis sapientiam Deus.» Y cuando se parezca este presente á otros que ha habido, como aquí sucede con el del año de 1570, no por eso sucederán los mismo efectos porque no sabemos si habrá los mismos peca- dos en este y en aquel tiempo, ni las virtudes en los reinos que se libraron, ni si la voluntad de Dios tiene prevenidos los mismos castigos Vamos discurriendo, porque el año de 1570 se perdiese con tan gran invasión de turcos la
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grande isla de Chipre, como dice Fr. Alonso Venero en su Knchiridión, fol. 267, de que quieren fuese prenuncio aquel cometa tan pare- cido á éste, hemos de inferir que se habrá de perder otra isla en este año de 1681? Porque sucediese luego el año de 157 1 la batalla naval ganada por favor de la Virgen Santísima del Rosario, en tanto crédito de la cristiandad, ha- brá de suceder otra batalla de este po^te y otra liga de la Iglesia, de España y Venecia? Todo esto es posible y del favor de la Virgen Santísima podemos esperar mayores cosas. Porque diga Cornelio Gemma en su lib* 2, cap. 2, donde pone la estampa del cometa del año de 1570^ que después del y dos años siguientes, sucedie^' roa tales prodigios que ni se habían oído de los abuelos, bisabuelos ni mayores, pues se ex- perimentó una metamorfosis ó mudanza de to- do el estado público, la caida y muerte de tan- tos ministros, el acabamiento de tantos sóida- dos que resistían á su rey, la gran mortandad en Helandia, Zelandia y Frisia, con las porfia- das guerras, el grande estrago que hizo el ejér- cito Real en las plazas de Frisia y Geldria, los diluvios de agua, fuego y llover sangre en Fri- sia, las enfermedades incógnitas y abortos, los monstruos que nacieron y otros prodigios? Por eso hemos de decir que sucederán otras tales
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cosas? En la posibilidad mucho cabe, pero ig- noramos si enviará Dios los mismos trabajos con otro mensajero de aquel porte ni dónde irán.
Porque diga el mismo Cornelio Gamma en el lib. I, cap. 8, fol. 193, que los grandes re- lámpagos y truenos donde no se esperaba ha- berlos, son indicio de grande horror, estrago y mortandad de los mortales, como lo experi- mentaron los franceses el año de 1515: «Fulgu- ra coelo sereno spectata sunt aliquoties magno horrore et clade mortalium, ut anno 1515, quo coedos Gallorum.» Y tengo observado aquel lu- gar del cap. 19 del Éxodo, ver. 16, donde dice que habiendo bajado Moisés del monte donde estuvo con Dios, se comenzaron á oir truenos no esperados del pueblo y comenzaron á tem- blar todos los ¡srraelitas que estaban alojados en el desiertos, ibi: «Coepernnt audire ac mica- re fulgura ettimuit populus qui erat in castris,« sobie las cuales palabras dice San Ambrosio: «Tonitrua et fulgura espectare ad Dei majesta- tem ostendenda, ac terrorum hominibus inji- ciendum, proesertiunque ac asterni supplicii comminaitonem,» esto es: que los truenos no esperados significan la indignación de la ma- jestad divina ofendida y vienen para aterrar á los hombres y ponerles miedo por el eterno
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castigo, son los truenos piezas de artillería y bombardas para destrozar los enemigos y de^ rribar los muros y echar de los lugares á los que menosprecian la ley, y así dice en el mis- mo lugar: «Tonitrua in libro Exodi significatio- nem habere terroris. Tormenta enim antea dis- ploduntur, nonnunquam ad hostes proternen- dus aut á murís procul ascendos.»
Siendo esto así, porque en esta ciudad de los Reyes habrá seis meses que se oyeron por el cerro de San Cristóbal dos truenos tan horribles, y dos relámpagos tan fuertes, donde nunca ha habido truenos ni relámpagos, ni hay memoria de tal cosa, por eso hemos de decir que son anuncios de gran mortandad en estas partes? Esto posible será y sucederá si Dios quisiere; pero yo lo tengo por felicidad para este reino, porque estos truenos fueron á 3 de Julio del año mismo que comenzó este cometa y en este mes es nuestro gloriosísimo patrón de nuestra Espa- ña, Santiago el Mayor, y á este gran capitán nues- tro le llama el Santo Evangelio el hijo del true- no: (íFilíus tonitrui,» y así yo me quiero echar á discurrir que estos dos truenos han de ser dos victorias en que nos ha de ayudar; discurra cada cual lo que quisiere que todo se quedará en dis" curso. Adviértase que estos dos truenos vinieron por San Cristóbal y que los enemigos han veni-
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do de la isla de San Cristóbal, y después de ha- berlos visto en este mar del Sur han filosofado algunos que los dos truenos irregulares que vi- nieron de hacia el Norte, el primero por enci- ma de nuestro cerro de San Cristóbal, que fué el mas recio, y el segundo por la misma vanda más al Leste, y menos fuerte, parece vaticina- ban dos entradas de estos enemigos piratas por la playa del Norte, una más alta que la otra, y que la primera haría más ruina y estrago que la otra y que en la astucia con que andan no los encontrarían, y que ellos mismos se habían de consumir, y dijo un poeta:
«En el Sur los piratas, (hay quien nos diga)
morirán en su curso, hambre y fatiga Los residuos, que vienen á socorrellos á buscar vienen muertos y á morir ellos.» Pero todo esto es agudeza de ingenio y valga lo que valiere.
Porque diga también Argolio en sus Efemé- rides, que de aquí á dos años, en el de 1683, ha de suceder la conjunción magna de los dos planetas superiores, Saturno y Júpiter, en el signo de León, qre toca al Trígono ígneo y dis- curra con los antiguos que tales conjunciones mudan el mundo, los dominios y leyes: «Cum celebratur coniuntio superiorum Saturni et lovi ¡n trígono ígneo, antiquorum consensu mutatio-
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nos magncX contingent, et geaerales constítutio- nes, ac de facili dominiorum mutationes,» son palabras de Argollo ea el principio del año 683. (así en el original).
^jPor eso he de dar yo crédito á estos? Absit. Y sí en otras conjunciones observaron los antiguos sucedieron estos efectos, esos se- i'ían independientes de dicha conjunción magna en Trígono ígneo, y acaso cayeron estos suce. sos en dichas conjunciones y solo podrá tener alguna probabilidad en lo posible.
Y viniendo á lo más individual de que este presente cometa, ó sea el que llaman Miles ó el que llaman Pertica. Porque diga Justino, ub¡ supra, núm. 4, que el cometa Miles indica daño á reyes y grandes señores y á los nobles y que se levantarán hombres en el mundo que querrán mudar las cosas antiguas y las leyes y entablar otras nuevas y que su indicación principal será- hacia donde arrojare la cauda. «Habet signifit cate nocumentum Regum, atque nobilium et manatum, et quod insurgent homines in mundo - qui volent mutare leges, et res antiguas, et du- cere novas, et cius peius significatum apparebit ex parte versus quam extenderit caudam, et cri- nes,^) por eso lo hemos de dar por asentado^ Yo no sé qué razón ñlosófica pueda tener en esto lustino, si lo trae ab experi mentia de lo que
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en otros siglos ha sucedido apareciendo el co- meta Miles; ya he dicho que esto sucedería en- tonces acaso y no por influencia del cometa, y estando á sus principios (en mi entender nosegu. ros, porque no hallo razón filosófica en que fun- darlos) tambie'n de ellos se inferiría que, pues este Cometa en el fin echaba la cauda á España?, porque estaba la cabeza al Oeste y la cauda al Este y España la tenemos al Oriente, respecta de nosotros, que allí había de arrojar sus influjos^ y algunas veces observé que la cauda declinaba al Norte y otras al Brasil, Paraguay y Buenos Aires, ^luego en estas partes será el influjo? yo lo niego, porque no me convence la razón.
Si acaso el cometa es el Pertica, ya dije arriba los influjos que tiene, que se fundan en principios filosóficos, y aunque de él dice Jus«. tino que, si se juntó con Marte, significa mu- chas guerras, mucha mortandad por hierro y fuego: aSignificat bella quam plura, et mortali^ tates per gladium, et sanguinis effusionem, et combustianem ignis.» Esto último puede tam- bién tener su razón filosófica por el ardor que causa en los hombres el cometa.
Después de hecho el juicio de este cometa- con las últimas cartas que han venido de Es- paña, vino impreso el juicio que sobre este co« meta hizo el Lie. Fulgencio Vergel, cátedra»-
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tico de matemáticas, y le hace de que el co meta fué causado por Saturno y que no subió' de la región suprema del aire, y dice comenzó en el signo de Virgo y se apagó en el de Libra y que era de forma de espada ancha y que amenazaba peste. Mucho es menester para opo- nerse á un catedrático de matemáticas, pero en los discursos no lo parece, sino es que un mis- mo cometa apareciese de una forma, color y tamaño, en esta América y de otra en Europa. Aquí apareció coaio azote, escoba, soldado vestido de malla de pies á cuello, como cola -de zorra muy abierta por la estremidad, á for- ma de ramales y varas. En Cartagena, por car- ta que tuvo el Capitán Alonso Ximenez de La- ta, de 7 de Enero, se dice que había un mes que se aparecía y que del cuello abajo apareció como una pieza de rúan tendida á lo largo. De San Lucar tiene carta D. Fernando de Herrera, escrita en 21 de Enero de este año por el Li- cenciado Francisco Mexia, presbístero, en que dice que la cabeza del cometa nace de estre- lla y corre de Poniente á Levante y que el co- lor es plateado y la forma de una palma del Domingo de Ramos, y así no sé cómo se ajus- ta lo que dice el maestro de matemáticas de que era á forma de espada ancha y de color de Saturno, que había de ser negro, según dice
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arriba; solo le cuadra la forma de espada, por- que es cometa guerrero y el color fué cenicien- to y cuando iba poniéndose ralo era de color de luna, fué parto de Venus, según dije, y los que son dados á ella, le pueden temer por el azote que está prevenido contra ellos, y re- paro en la variación que ha habido en conocer la efigie de este cometa que ha hecho espectá- culo á todo el Orbe y con fijeza no se acierta su forma, ¿pues qué será de sus efectos? Tam- bién ponerle en la región del aire lo tengo por difícil, pues cada día se veía en todo el Orbe y así no fué aereo, sino celeste.
Muchos prodigios se han visto este año y el pasado. Pero en la carta de Cartagena, que referí arriba, se dice, que el primer día de este año se vio una cruz en el Sol, en aquella ciudad, y una palma junto á ella. En otra carta de las provin- cias de arriba; se avisa que aparecieron dos ó tres Soles. Pero puede ser esto indicio de feli- cidad á la Iglesia, y Ensebio, en la vida de San Constantino, lib. i, cap. 22, dice que á este gran Emperador se le mostró en una batalla la señal de la cruz en el Sol, con un letrero con caracteres griegos, que decía: «En tayto nica,:? que en nuestro castellano suena: «En esta ven- cerás;» esto es, con esta señal de la cruz vence* ras; el verse muchos soles, puede ser también
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virtud en la reflexión de las nubes y cosa natu- ral, de que se verá lo mucho que dicen en esto' los autores. El decir que el cometa acabó en el signo de Libra, es contra lo que vimos, porque acabó en el de Aries, y advierte, hijo, que el t(i- ner este cometa la cabeza tan cubierta y la cola -tan abierta con ramales y pies, y por el incen- dio que ha causado en el aire y en los hombres, se puede recelar que por muchas y de muchas partes, y algunas ocúltasenos puedan venir gue- rras y calamidades.
En suma, sobre todo será lo que Dios qui- siere. «Deux supervononia» y lo que conviene, •hijo, es que nos apartemos del mal y del mal de los males, que es el pecado, y que hagamos bue- nas obras, en especial las de caridad, que son las que cubren la multitud de pecados, y rogar á Dios por nuestros prójimos, que si así lo ha. cemos, no tendremos que trepidar ni temer los ejércitos enemigos. Dios te haga abundar en su gracia y paz para que puesto en estas dos co- lumnas tengas escala para el Cielo, en donde -áeseo verte.
Lima y Febrero 23 de 1681. Tu padre, Dr, D. Diego Andrés Rocha,
FIN
ADVERTENCIA FINAL
Después de impreso el primer volumen de «sta obra he adquirido noticia de dos libros en latín originales del doctor D. Diego Andrés Rocha.
El primero se halla en el Museo-Biblioteca de Ultramar de Madrid, y lleva el siguiente tí- tulo copiado en su misma ortografía:
Epitheta laudes et emcomia divitiLe Eucharist^e ex lure canónico ct sane i' s patribiis alijs Authfrri- bus collecta. Per Doct. D. Didacvm Andream Ri. cha, Hifpalenfem, regalis Cancellaria Limenfif?, CriminumQueftoremetIudicem; acexcellenti-;.? Dom D. Balthasarem de la Cueva, comité ni <!cl Caftellar, Marchionem de Malagon; per.aai
176 DIEGO ANDRÉS ROCHA
Regni meritifñmun proregen: <íPercuffus/um ut fccmunet aruit cormeun qtda oblitus fum comedere panem meum.^y ex ps aira. loi. (íE/cam dcdit ti* mentibus fcTi ty^ psalm. 110 Limai ex officina losephi de Contreras.
Es un volunrien en 8/ que contiene 12 hojas de preliminares y signaturas A — R de cuatro hojas, excepto la última que sólo tiene tres.
En la portada no dice el año en que se im- primió, pero según las aprobaciones y censuras que lleva, no queda la más pequeña duda de que se publicó en el de 1674.
La otra obra de que se tiene conocimiento se halla citada en la Biblioteca Americana* Ca- tálogo breve de la colección de libros relativos á la América Latina de /, C. Medina^ Santiago de Chile: MDCCCLXXXVIlí, y hace la referencia de este modo: «Rocha (Doctor Diego Andrés) Epístola Gratiñcatoria et qvasi Antidoralis, pro responsione et satisfactione alterivs Epístola qua ipsum honoriñcauit illutrissimus Princeps D. Fr. Payus de Rivera. Mexicanus Archiepís- copus; Limae 1677.
ORIGEN DE LOS INDIOS 177
En la página 158 de este volumen, dice, ha- blando de los cometas, y los tmichos (prodigios) que yo referí en un tratado que escribí en latín el año 1664^ de lo que resulta que escribió el eru- dito sevillano doctor Rocha en
1664 ^"^^ obra sobre cometas, de la cual no tenemos más noticia que la que el nos da, y los siguientes libros, impresas todos en Lima en el año de
1670, su libro De imtnamlata Deiparce Con- ceptione.
1674 Epitheta, Laudes Et Encomias Divina Eucharistiae:
1675,1a carta sobre Milicia Christiana.
1679 E^pístola Gratificatoria y
1 68 1. El tratado del Origen de los Indios.
Volumen n ^ 12
ÍNDICE DE MATERIAS
índice
VOLUMEN PRIMERO
PAGINAS
Advertencia preliminar vii
Aprobación del Dr. D, José del Corral Calvo de la Vanda, oidor de la Real Audiencia de Lima i
Aprobación del Dr. D, Juan de Morales Valverde, canónigo penitenciario de la Santa Iglesia de Lima 4
Al Sr. Dr. D. José del Corral Calvo de la Vanda, oidor de la Real Audien- cia de Lima 7
Ascensii Pérez de Lizardi rectoris, et vi- carii eclesiae S. Jacobi Urbis de Alma- gro in valle Chincheusi gratulatio hen- decasyllaba eximio; ac integerrimo li-
1 82 Índice
PÁGINAS
mensis areopagi scnatori Dom D. Di-
daco Andreas 1 1
Josephi de Contreras, typographi in au- thorem, et librum lusus didacus An- dreas Rocha anagramma anchora veri epigramma 13
De Jerónimo de Contreras, impresor,
canción 15
Cap. i. — En que se ponen varias opinio- nes acerca del origen de los indios. . 17
Cap. II — En que el autor propone su sentir acerca del origen de estos in- dios 48
§ I.* — De otras propiedades de estos americanos con los primitivos espa- ñoles en el uso de las armas y de la guerra 68
§ 2.* — Pónense muchos lugares, ríos, montes y vocablos concordantes de la primitiva España y de esta América. 75
§ 3.^ — Pónense muchos usos y costum- bres en que conformaron los primiti- vos españoles y estos americanos. . . . 109
§ 4.^ — Pruébase cómo de España vinie- ron los primeros pobladores de esta América, por estar más vecina á ella* 133,
§ 5.' — En que se prueba cómo después
ÍNDICE 183
PÁGINAS
del Diluvio llegaron los vasallos del rey Osiris, y de otros reyes de España y del rey Héspero y poblaron este Perú y las islas de Barlovento 141
Cap. III.— Cómo se poblaron también estas Indias Occidentales por las diez tribus, viniendo por la parte de Mé- xico 152
§ I.** — Pónénse muchas conveniencias, semejanzas, propiedades y ritos en
que estos indios concuerdan con los
»
judíos 200
VOLUMEN SEGUNDO
PAGINAS
Continúa el Capítulo III 7
§ 2.° — Que las diez tribus desterradas por Salmanasar vinieron á poblar esta América y de el lugar por donde en- traron , 40
§ 3.^ — En que se ponen muchos lugares del mundo antiguo que se han hallado
1 84 ÍNDICK
PÁGINAS
en este Nuevo Muado, en especial del Asía, por donde vinieron las diez tri- bus 79
§ 4.^ — Pónense otros muchos lugares del mundo antiguo muy conformes á los que se hallaron en este Nuevo Mundo, que se trajeron después del Diluvio por los primitivos españoles, por los cartagineses, por las tribus y otras naciones que entraron con ellos. 86
Cap. IV. — Pónense los dudas contra mi
opinión y respóndese á ellas loi
Copia de carta que el autor escribió á su hijo el general D. Juan Enriquez de Sangüesa, residente en la villa de Co- chabamba, donde fué corregidor, jus- ticia mayor, sobre el cometa del año de 1680 143
Advertencia final 175
índices 179
índice alfabético
X)E LOS AUTORES CITADOS EN LOS DOS VOLÚMENES DE ESTA OBRA
ÍNDICE ALFABÉTICO
DE LOS AUTORES CITADOS EN LOS DOS VOLÚMENES DE ESTA OBRA
VOL. PAGS.
Abulacarín Tarif, 1 . 119
Acosta (P. José de) I. 177
Adamo CMarco) II. 64
Afrodiseo (Alejandro) I. 186
Aguayo (Francisco) L 15S
Aguiar (Diego) I. 113
Alangren (Enrico) II. 51
Alejandro II. 77
Aller (Agustín): II. 10
Americo Vespucio I. 190
Aniano I. 1 44
1 88
ÍNDICE
VOL. PAGS*
Aniano Marcelino
Antioco Siracusano ,
Argaiz (Fr. Gregorio de)
Aristóteles ,
Argollo
Arriano
Avendaño (P, Diego) . . .
36 136
72 20 169 21 68
B
Becano I. 37
Beda II. 125
Bejarano (Pedro) I. 154
Beroso II.. 125
Bertamo II. 12
Betanzos (Juan de) 11. 9
Boerio I. 131
Bórrelo (Camilo) I. 153
Bozio (Thomas) L 178
Botero (Juan) I. no
Cabello (Miguel) I. 154
Calancha (P. Fr. Antonio.) I. 103
Calepino (Ambrosio) I. 14^
ÍNDICE 1 89
VOL. PÁGS.
Calvin II. 161
Camoens II. 62
Caño (Juan del) I. 165
Cardano II. 150
Carena I. 13S
Carrasco (D. Francisco) I. 154
Casiodoro I. 115
Cepeda (Francisco de) I. 50
Cieza (Pedro de) 11. 116
Claudiano II. 69
Comestor (Pedro) II, 125
Contreras (D Fernando de) II. 37
Contreras (Jerónimoj I. 15
Contreras (Josephi) I. 13
Coquexo Pamelio , I. 37
Cortés (íerónimo( IL 163
Covarrubias II. 126
Cricias I. 36
Cucajacio (Jacobo) I. 9
Cysato (Juan Bautista) II. 146
D
Dávila (Fr. Agustín) II. 35
Del Río. I. 178
190 ÍNDICE
VOL. PAGS.
Diodoro Sículo I. 36
Dioscorides I. 1 86
E
El Abulense II, 140
Eliano II. 139
El Tostado II. 12
Erasmo I. 182
Ercila y Zúñiga (D. Alonso de).. . . I. 74
Escalona (D. Gaspar de) I. 206
Escobar I. 137
Estrabón I. 36
Eudoxio I. 34
F
Faría (Manuel) II. 42
Fernández (Benito) II. 41
Fernández (Diego) I. 208
Filesaco (Juan) I. 184
Filoriano II. 63
Fraso (D. Pedro) I. 132
ÍNDICE 191
G
VOL. PÁGS.
Galeno II. 112
Galucío (Paulo) I. 83
Galván I. 27
García (P. Fr. Gregorio) , I. 25
Garcílaso L 87
Gemma (Cornelío) II. 148
Genebrardo II. 125
Graciano II. 122
Gutiérrez (Juan) I. 76
H
Halicarnaso I. 136
Herodoto I. 115
Herrera (Antonio de) I. 112
Homero. I. 151
Hondio II. 67
Hortelío ( Abraham) 11. 78
Hurtado de Mendoza (D. Diego) . . I. 85
I
Isolanis (Isidoro) I. 153
192 ÍNDICE
VOL. PAGS.
Josefo II. II
Juan Andrés I, 131
Juliano I. 137
Justino (Francisco) II, 147
K
Kepler 11. 150
L
Lactancio Firmiano 1, 142
Laert (Juan) I. 39
Lampridio I. 9
La Rea Quan Bautista de) I. 73
Las Casas (Fr. Bartolomé de) I. 154
Legionense (Ludovico). , I. 178
León (Fr. Luis de) L 176
Lipsio (Justo) I. 124
López de Gomara (Francisco). ... II. 67
López (Gregorio) I. 45
Lorino IL 22
Lucano I. 187
Lucena (P.) I. 27
ÍNDICF 193
VOL. PAGS.
Luciano I. 45
Lucio Floro L 68
Lumnio (Federico) I. 153
Luna (Miguel de) L 119
M
Maluenda (P) L 40
Marcial IL 76
Mariana (P. Juan de) !• 21
Marracio II. 6 s
Marsilio Ficino I. 31
Martín (P. Fr. losé) II, 31
Martínez (Enrico) I. 41
Materna (Julio) I. 74
Mayólo (Simón) I. 55
Méndez Silva (Rodrigo) I. 77
Menochio I. 131
Morales (Ambrosio) I. 72
Mexía (Francisco) IL 172
Mexía (Pedro) ... I. 37
Moret(P.)... L 35
N
Nebricense (Antonio). . . ,, I. Sg
Volumen ii 13
194 ÍNDICE
VOL. PAOS,
Nieremberg (P. Ensebio). . , 1. 31
O
Ocampo (Florian de) I. 85
Orígenes I. 44
Orondo I. 134
Osorio II. 161
P
Pallío L 36
Pancirolo (Guillen) II. 56
Papiniano I. 9
Patricio I. 1 30
Peña Montenegro (D. Alonso de la) II. 22
Pérez de Lizardi (A.) I. 11
Pierio II. 126
Pineda (P.) I. 184
Platón I. 29
Plaucio (Pedro) II. 67
Plinio I. 21
Plumareto II.. 1 50
Plutarco I. 45
Pomponio Mela I. 37
Ponce (Basilio) I. 178
Proco I 37
DICE |
195 |
|
Q |
||
VOL. |
PÁGS. |
Quirós (Francisco) I. 189
R
Ramón (P-) 11. 120
Ravisio Textor I. 26
Requena de Aragón (Alonso) I. 93
Retes (D. Josa) II. 35
Ríos (P. Fr. Juan de los) II. 37
Rivera (Francisco de) 11. 49
Rodigino (Celio) I. 20
Rovellín I. 144
Rovisio (Guillermo) 11. 69
S
Saavedra (D. Diego de) I. 13S
Salazar (Esteban de) I. 63
Salinas (P.) I. 192
Salmur (Henrico) II. 0
Santa Cruz (Alonso de) I. 14^
San Agustín I. 14^
San Ambrosio 11. 167
San Antonio 1. 15^
196
ÍNDICE
VQL
PÁ(3S.
San Atanasio
San Cipriano
San Clemente
San Dionisio Alejandrino
San Jerónimo
San Isidoro
San Juan Crisóstomo ....
San Juan Damasceno II.
Saxo Grammatico II.
Scápula (Juan)
Séneca
Senense (Sixto)
Serrano (Juan)
Sevoso
Sileno
Simón (Fr. Pedro)
Sherlogo II.
Solón
Solorzano (D. Juan)
Spondano
Suidas. II.
158 1 6a
44 150
44 148
"5
148
64
45 i5'>
31 148
5
154
75
36
18
137
125
Tácito (Cornelio) I. 13a
Tello de Menes es(D. Gerónimo) . II. 157 Teofrasto I. 186
ÍKDICE 197
VOL. PÁGS.
Tertuliano I. 44
Thuano (Jacobo) I. 7^
Tico Brahe II. 150
Tito Livío I. 3^
Torquemada (P. Fr. Juan de) I. 23
Torselino (P. Horacio) II. 75
Turnebo I. 37
V
Valladolid (D. Francisco de) II. 105
Vargas Machuca (D. Bernardo) I. 56
Varonio I. 137
Varron (Marco) I. 84
Venegas (Alejo) I. 20
Venero (Fr. Alonso). . IL 166
Villadiego (Alonso) I. 139
Villen de Viedma I. 136
Virgilio II. 64
Vives (Luis) II. 137
Vopelio I. 134
X
Xenophonte I. 34
Z
^bela (D. Juan Antonio) I. 76
ÍNDICE
POR ORDEN ALFABÉTICO DE LAS COSAS NOTABLES CONTENIDAS EN TODA LA OBRA
índice
POR ORDEN ALFABÉTICO DE LAS COSAS NOTABLES CONTENIDAS EN TODA LA OBRA
VOL. PAOS.
Americanos, como á descendientes de las diez tribus se ha de enten- der también escrita la Epístola de nuestro patrón Santiago, y otro lugar del apóstol San Pablo II. 35
América, si está continuada con las otras tres partes del mundo y cuá- les tiene más vecinas . II. 60
América, su cielo agradable, su te- rruño fértil,!, 52; por la parte que
202 ÍNDICE
VOL. PAGS.
se llega al Mediodía produce hom- bres algo tímidos.. . I. 53
América y americanos, mira en la palabra españoles
Antigüedades, donde no hay histo- rias se averiguan por uno de cua- tro modos I. 18
Antigüedades, se siguieron en el mundo por los anales do los Egipcios II. 36
Anian, estrecho, donde cae, y si pa- saron por él las diez tribus á po- blar á Méjico n. 52
Animales extraordinarios deludías. II, 135
Angeles, qué significan en la profe- cía, I, 197, como en ellos se sig- nificaron los españoles que vinie- ron á ganar esta América I. 193
Antípodas, negaron haberlos mu- chos doctores I. 19
Años, unos son solares y otros luna- res, I, 34. Los Egipcios los conta- ban por cuatro meses y la anti» güedad al mes llamaba año I. 35
Armas de los primeros españoles cuales fueron I. 69
INDíCE 203
VOL. PÁGS.
Arrecifes y calzadas antiquísimas ea España, I, 113 y también en estas Indias I. 114
Arzaret, donde huyeron las diez tri- bus, donde cae 11. 48,
Asia, como dista menos de las tie- rras de Me'xico de lo que señalan los mapas y cartas de marear, . I. 43,
Atlántida, isla, comenzaba desde Cá- diz y corría mil leguas, hasta las is las de Santo Domingo y Cuba, y como de esta gente se pobló esta América, I, 28 y de sus reinos y de cómo se la tragó el mar I. 29
B
Barbas, por qué no las crían los in- dios II. III
Barcos de cueros, usaban los primi- tivos españoles y los indios I. na
Bermellón, usaron de él pintándose ' los rostros los primitivos españo- les y los americanos I. 109
04 iNnicií
C
VOL, PAOS'
Calzadas y arrecifes, antiquísimo uso
de España y América I. 114
Camino por donde vinieron las diez
tribus á esta América II. 143
Caminos generales de esta America
fueron cuatro I. 114
Cántabros y vizcaínos son los primi- tivos españoles y han conservado la lengua de Tubal I. 76
Cartagineses dommando á España, hizo Hannon un gran viaje á esta América, y turbación que les cau- só, y cómo lo impidieron I. 21
Cartagineses, no usaron de caracte- res de letras, sino de pinturas para sus historias, I, 24. Sacrifica- ban hombres y niños á sus ídolos. I. 24
Caspias Puertas, están en el monte Tauro, por el cual monte se abren unas cuevas muy dilatadas, [>or donde se pasa el mar Caspio ... II. 47
Címbalo en Isaías significa esta
América I. 176
ÍNDICE 205
VOL. PÁGS.
Chinos^ según opinión de algunos, fueron los primeres pobladores dé estas Indias I. 27
Color blanco y color rojo, con que solían vestirse los soldados anti- guamente 11. 76
Cuenca, en España, se llamó en su
origen Cauca I. 87
D
Diablo gobernaba á los primeros pobladores de Méjico imitando á la salida de los judíos de Egipto. II. 3$
E
Esdras, profeta, explicado sobre la venida de las diez tribus á Amé- rica, I, 157. Tiene más autoridad en las cosas antiguas que otro cualquier doctor, y la Iglesia se va- le de muchos lugares délos libros 3 y 4, ibidem, explicóse en el li- bro 4, cap. 13,. desde el vers. 39. L 158
España significada en la escritura por la palabra Sepharad 1. 19S
206 ÍN'ÜICE
VOL. PÁGS.
España poblada por Tubal 1. 48
Españoles, de la controversia que hubo en Roma sobre si fueron los primeros pobladores de In- dias 11. 10 1
Españoles en esta conquista del
Perú, fueron ángeles salvadores. . 1. 192
Españoles, gente muy apta para la guerra, 1, 49; usaron de largos cabellos, 1, 50. De su natural condición sonmelancól eos y gra- ves .... 1, 125
Españoles, primeros pobladores de las Indias Occidentales, 1, 48; sus costumbres antiguas, después del Diluvio, y lo que conformaron con ellos los americanos, 1, 49; el uso de sus armas en la guerra, y cómo el mismo uso tuvieron los americanos, 1, 69. De muchos lugares de la primitiva España, que se hallaron en la América, 1, 82, sus usos conforman con los de los americanos h 108
Españoles primitivos, sus cortas comidas, y cuan dados fueron á
ÍNDICE 207
YOL. PÁGS.
la idolatría, 1, 57. Mujeres espa- ñolas, se lavaban en los ríos en pariendo, 1, 60; y ellas labraban los campos, 1, 61; son de ánimo levantado y nunca rendido, 1, 74. Usaron para las navegaciones de barcos de cuero, 1, 112. Enterrá- banse con sus riquezas en la pri- mitiva España, 1, 115; después de la fundación de España pasaron mil añossin tener letras, 1, 120. Los naturales sonmelancóticos,l, 125. Los primitivos no estimaban la plata y oro, 1, 129. Guardan la palabra dada y salvo-conducto. I, 131. No descubren los secretos. I, 13a
Españoles, las muchas tierras del mundo que han pob^adoy domi- nado 1. 136
Españoles y americanos se pinta- ban el rostro con bermellón. ... L 109
Estrecho de Anian, víde supra, ver- bo Arzaret
Etiopía, así de África como de Asia, y sus ríos, y cómo después
de ellos está lá América L 183
208 ÍNDICK
VOL. PAGS.
Eufrates, dónde nace y dónde aca- ba 11. 41
F
Fenicios, según la opinión de mu- chos fueron los primeros pobla- dores de estas Indias, 1, 25. Hi- cieron dos entradas en España y observaron las estrellas para la navegación; sacrificaban á sus dioses hombres y muchachos, 1, 26. Fueron inventores de las letras 1. 26
G
Gentes, que significan en la escri- tura 1. 166
Gigantes, los hubo en esta Ame- rica. II. 130
Godos, su origen fué la Escitia. ... 1. 139
Granada, ilustre ciudad de España cuando fué fundada y de sus pri- meros nombres 1. 85
ÍNDICE . 209
H
VOL. PÁGS.
Habana y su denominación I. 84
Hannon, grande Argonauta de los cartagineses, y viaje que hizo á estas Indias 1. 21
Hespéridas, islas, son las de Barlo- vento, pobladas desde Héspero, rey de España L 14^
Hombres que nacen en la parte meridional ó de Mediodía, son tímidos. . . . • I. 53
I
Indias Occidentales según opinión de muchos, fueron pobladas de cartagineses I, 21. Fueron cono- cidas. . . , I. 44
Indios, algunos los han hecho des- cendientes de la tribu de Isaachar. I. 154
Indios americanos, como descien- den de los primitivos españoles de Tubal, de la conformidad con ellos en sus costumbres, armas,
Volumen ii 14
210 ÍNDICE
VOL. PÁGS.
pueblos y modo de vivir I. 63
indios, aunque gran parte de ellos descienden de judíos y de las diez tribus no por eso incurren en infamia, por cuanto sus prime- rospadres no concurrieron á cru- cificar á Cristo, Nuestro Señor.. . II. 38
Indios cercanos á la parte meridio- nal, son tímidos, I, 53: los nom- bres propios de personas y lu- gares, igualan á indios y á judíos, I. 205; y la semejanza de unos y otros 1. 208; en la salida de Egip- to ala tierra de promisión, con- cuerdan en los trajes, idioma, gramática, gestos y accioi^ies, 1 . 216. Concuerdan en la ingrati- tud, 1. 221 en la idolatrta 11. 7. En los sepulcros, 11 . 9, en los oficios. IL 12. Caminaban los indios á Méjico, como los judios, por el desierto, 11. 16. En la circunci- sión, 11. 17. Tambie'n tuvieron los indios su modo y forma de de matrimonios, y de repudio. II. 22 Indios primeros que vinieron á
NDiCE 211
YOL. PÁGS.
Méjico, que camino trajeron... II. 24
Indios, de la contraversia que hubo en Roma sobre si descienden de españoles II. loi
Indios, estuvieron vaticinados por Moisés y otros profetas, que ha- bían de ser desterrados á los úl- timos términos del mundo I. 160
Indios occidentales, fueron varias
veces vistos en Europa I. 124
Indios occidentales, según opinión de muchos, descienden de los hebreos. I, 153. Lo cierto es que descienden muchos de ellos de las diez tribus que desterró Sal- manasar á Pcrsia, como consta por todo el cap. 3. con autoridad de Esdras I. 219
Indios, por qué no crían barbas. . . II. 112
Indios, por qué razón algunos sonde gran ánimo, I, 53, y de otras cos- tumbres, I, 55, sus comidas, man- tenimientos y modo de vivir, 1,56. Fueron grandes idólatras, 1, 5 7, de la forma de sus cabellos, 1, 59. Las indias en pariendo, se van á la-
212 Índice
VOL. PAGS.
var al río, I, 6o. Las indias labra- ban el campo, I, 6i. Los indios tienen por tradición que descien- den de españoles I, 117
Indios no tuvieron uso de letras ni
de caracteres 1. 120
Indios, por qué se llaman pacíficos. L 157
Indios, por qué siendo descendien- tes de hombres blancos, tienen el color de membrillo cocho.. .11. 107
Indios, se hallaron en esta América muchos con los nombres de ju- díos y judías II. 35
Indios, tuvieron noticia de la crea- ción del mundo y del diluvio. . . I. 126
Indios y conversión profetizada en la escritura, por ser descendien- tes de las diez tribus I. 161
Indios, de la forma de embarca- ciones que usaron I. 112-
Indios y judíos concuerdan en mu- chas cosas I. 201
Indios y judíos cuanto conforman vuelta la n arriba II. 35
Indios y judíos usaron ceñir el ca- bello con trenzas largas, 11, 30.
ÍNDICE 213
VOL. PÁGS.
unos y otros tenían su parage pú- blico para despachar lo convenien- te al gobierno distributivo, 11, 31; unos y otros tuvieron costumbre de no entrar á ver á los superio- res con las manos vacías II. 32
Indios y primitivos españoles se
untaban el rostro con Bermellón. 1. 109
Isla Atlántida, comenzaba desde Cá- diz y corría mil leguas hasta las islas de Barlovento y Florida. ... 1. 29
Islas Hespéridas, son las de Cuba y
Española 1. 146
L
Lenguas en la escritura, qué signifi- can 1. 166
Lengua española y primitiva de Ta- bal se halló en las Indias I. 77
Letras y caracteres se atribuyen á los fenicios, 1, 26, y carecieron de ellas por mucho tiempo los es- pañoles y americanos L 12a
Lugares del mundo antiguo, cuan muchos se hallaron en este Nue-
214 ÍNDICE
V(^L. PAGS.
vo Mundo, con los propios nom- bres 11. 76
M
Mar propio y verdadero es el del
Sur 1. 151
Méjico, de sus tierras á las de Asia hay menos distancia, de la que señalan las cartas de Marear. ... I. 42
Méjico, y como usó Dios con los mejicanos á su acabamiento de los mismos prodigios que con los Isrealitas .... II . 34
Meses, los contaban los chinos é in- dios por la Luna I. 27
Mestizos hijos de hombres de Es- paña y de las Indias, quieren mu- cho á sus padres ...<»..,. 1 . 128
Moisés profetizó á los judíos, que serían echados al fin de la tierra, que se harían idolatras, y al fin del mundo se reducirían I. 161
Monte Atlas II. 64
Mundo tiene hoy otra fi^rma de la que tenía ahora tres ó cuatro mil años y de muchas tierras que se han hecho mar y al contrario. . . II. 63:
Índice 215
N
YOL. PAGS.
Ninive, fué en Siria. II. 46
Nuevo Mundo, esto es las Indias, fueron conocidas de los antiguos. I. 44
O
Ofir, fué este Perú 1. 39
Origen de los primeros pobladores de una tierra, la tienen más cier- ta los naturales de ella. I. 117
P
Persia y Media, la ciñe el monte Tauro II. 45
Perú y su denominación, y si es el
antiguo Ofir I. 39
Profecías de la escritura acerca de los Indios I. 161
Pueblos, que significan en la Es- critura I. 167
2l6 ÍNDICE
R
VOL. PÁGS'
Reyes Católicos D. Fernando y doña Isabel, sus grandes virtudes, y cómo las premió Dios con las Indias I. 138
Reyes de España elegidos por Moisés para la conquista y rendi- ción del Perú II. 209
Reyes de España son los Católicos, por antiquísima concesión de la Santa Sede Apostólica. Son pro- tectores de los concilios gene- rales I, 137
Reyes primitivos de España, Osi- ris, Gerión, Líbico yBrigo, pare- ce que en sus tiempos, y en el de Héspero, se comenzaron á po- blar las Indias I. 140
Rio Eufrates y río Tigris, de su na- cimiento y en qué mares entran. 11. 43
Semejanza en los lugares de uno y Otro clima, prueba mucho el
ÍNDICE 217
VOL. PÁGS.
origen de los primeros poblado- res I. 38
Siria, es lo mismo que Asirla II. 45
T
Temor, se halla en los hombres que nacen á la parte Meridional del mundo I. 53
Tribus desterradas por Salmana- sar, I, 160, y de la diferencia con pueblos y naciones I. 174
Tribus fueron sacadas de Sama- rla por Salmanasar, y remitidas á la Siria, y desde allí cómo fueron trasportadas á la Media, y del camino de su fuga hasta Arza- ret, II, 49, y cómo quedaron muchos en Media y Persia 11. 49
Trigo, careció de él España des- pués de su fundación, por más de milanos I. 122
Tule ó Tile donde está situada. ... II. 65
Tultecas descendientes de las tri- bus usaron como ellos de vesti- duras blancas II. ¡64
Tultecas primeros pobladores de
2 I 8 ÍNDICE
VQL. PÁGS.
Méjico, y de la coníbrmidad de ^i
los Tártaros, y unos y otros son
semilla de las diez tribus, todos
tienen su principio en la letra I
Tan Tribus Tártaros Tultecas ... II. 4^
Vestiduras blancas propias de los judíos y de los indios II. 64
Vestiduras de los primitivos espa- ñoles y de los indios, muy con- formes . I. 57
Vino de avena, lo usaron los primi- tivos españoles y los Indios I. 112
Vizcaínos y Cántabros son los pri- mitivos españoies de Tubal, y han conservado siempre la lengua pri- mitiva y por esto aprenden con más facilidad la de los indios. .. I. 76