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JUL 2 1 2003

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AÑO XXI Caracas Venezuela Diciembre de 1959 N? 250

Ha Nauiímíi rn laa ÜÜbtrufb

A Pedro Krysólogo, el peque- ño guarao ya hecho grande, con cariño.

Como los demás cristianos, también los indios guaraúnos celebran la Pas- cua y cantan amores y saben decirle ternuras y delicadezas al Niño Jesús y a sus Santos Padres.

Al enviarles hoy desde estas páginas mi felicitación de Pascuas, quiero de- dicarles algunos de los “aguinaldos” o

cantares navideños, que se me han ocurrido pensando en ellos.

Que estos cantares en lengua ver- nácula y algunos con música también guaraúna. sirvan para reavivar el san- to regocijo navideño en los internados, centros y escuelas misionales, lo mismo que en el propio corazón de las fami- lias guaraúnas de las rancherías dis- persas. Y, sobre todo, para que los indí- genas sepan agradecer al Niño Jesús el don de la fe y la gloria de haberlos hecho cristianos.

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I

ORIGUAKAIDA

(Villancico Guarao)

(Música del Cancionero guarao)

(De la barcarola "Barimarane")

(Letra original del Capuchino Juglar)

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lv ORIGUAKAIDA

1*— LA GRAN FESTIVIDAD

Origuakaida,

guarao abakí. Abaki-rane guaraotumá-ra.

Una grande fiesta celebramos, ¡oh, guáraos! Celebramos, sí,

¡oh, guaraúnos!

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Imautu ekía

Miañare jae: Santa María isímo-rane Jesús Noboto dihaguarae ñera.

A la media noche el Misterio se obró:

Del seno de Santa María El Niño Jesús ha nacido, ¡ea!

***

***

Cielo araotuma kuai isiara Dihaguara-noko yakarama eku jujuya-nera. Pastores yama Belén naría; Jesús mikore, doró-raré-ra.

Los clestes moradores en las alturas, del Portal del nacimiento por los alrededores andan volando.

Los pastores van camino hacia Belén; y al encontrar a Jesús, de gozo se llenan.

2'1— AGUARAO SANTA

2"— LA SAGRADA FAMILIA

Naokotú-ra,

naokotú-rá.

¡Guaraotuma, naokoturane! Kuai-mo yama Joro-simo,

Santa María Auka, dihaguaráe-ra

Venid,

venid,

Venid, ¡oh, guaraúnos! De arriba venido el Infantito,

Hijo de Santa María, acaba de nacer.

***

•**

Imautuya yamara Belén matanarare mianaretuma jae.

Esta media noche

a un lado de Belén han ocurrido portentos.

Bebe tobo arai ñera

domu mana kaguana Joro-simo yajía

Sobre un montón de hierbas y entre dos animales el nacido Infante reclinado está.

A-Noboto onayaja

a-Raní-ma jegüerea, San José seoroyara.

El Niñito está llorando, su madrecita lo arrulla y San José los contempla.

Dihaguara-noko arai-ra dokotu guarakomo, Angeles jujuyaja.

Sobre el Portal del Nacimiento entonando cantares, revolotean los Angeles.

Cielo araotuma-rane

güite a-rokotu ekú-ra tuatane nabuaraya:

En medio de sus canciones los celestes espíritus de esta manera se expresan:

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VENEZUELA MISIONERA

"Dioso saba groria;

guaraotuma yakaera doró takuna ñera. .

39— IMAUTUYA

Imautuya

eku-rane

Dioso Aukaro-ranera dijaguarae bebe tobo araira. A-Ranimasi Tai jegüereaja. ¡Guaraotuma, miañare!

Mikitane naokotu.

***

Dejorojo

eberane

tororoya Noboto; a-Ranimasi onayajarane, güite a Noboto majanerane:

"¡Ma Noboto!

¡Ma moneri!

Onakaya tone abau".

***

Kuai isiara ekurane

cielo araotuma-rera jujuyane, dokotu guarane, origuakaida abayaja-rane.

Yatu arakate abakotu, ¡guaraotuma yakaera!

(Se canta con la música de

"Noche de Paz").

“Para Dios sea la gloria;

y para los indios buenos, la satisfacción y la dicha”.

3'— A LA MEDIA NOCHE

A la

media noche el Hijo de Dios

nació sobre un montón de pajas.

Su Madre lo está arrullando...

¡Oh, guáraos, qué maravilla!

Venid a verla.

*•*

Del frío por causa tirita el Infantito; y su Madre se ha puesto a llorar, mientras lo estrecha entre sus brazos: ¡Mi Niño!

¡Mi encanto!

Deja de llorar.

***

Por los espacios

los espíritus celestes entre revuelos, y entre cantares, celebran la gran festividad.

Celebradla también vosotros,

¡Oh preclaros guaraúnos!

Fr. Basilio M” de Barral,

Misionero Capuchino.

Pedernales (Delta Amacuro), diciembre de 1959).

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ETNOGRAFIA YUCPA

Economía Doméstica

Indias “Yucpa" de Perijá.

I V

LA CAZA QUE PRACTICAN LOS YUCPAS

Los lectores de esta Revista, al me- nos muchos, habrán quedado impresio- nados al enterarse de los gustos culi- narios de nuestros yucpas. Larvas de avispa, hormigas, gusanos... Son pre- sas que no se ven en nuestra mesa de civilizados. Pues bien, hay todavía otros animales que el yucpa busca con interés para su alimentación.

Quizá cause repugnancia el hecho de que los yucpas comen, por ejemplo, ra- tones. Ante eso y lo demás no cabe más que la sabia consideración de nuestros abuelos: “Lo que no mata, engorda. . .”

RATONES, ARDILLAS Y MONOS EN LA DIETA DEL YUCPA

Aunque a veces el yucpa come cual- quier clase de ratón, de cualquier fa-

milia y tamaño, lo corriente es que bus- que especialmente el ratón que ellos llaman “puerepo”. Se consigue en los montes y sabanas, merodeando casi siempre los pequeños maizales del in- dígena.

Cuando éste se apercibe de la exis- tencia de estos roedores y de su cerca- nía, le pone un cebo cualquiera en el senderito que el ratón suele recorrer. Al lado del cebo ha quedado un montón de la semilla “kate”, muy resinosa, que se mantiene ardiendo toda la no- che, iluminando convenientemente el cebo. El yucpa cazador queda a la es- pera. Cuando llega el ratón, le permite que coma hasta que ya harto manifies- ta deseos de retirarse a su escondite. En ese preciso momento el yucpa le dispara certeramente la pequeña flecha llamada “mápicha”, una flechita sin punta, terminada solamente en una bola de cera silvestre, especial para esta clase de caza. A veces la bolita de cera ha sido previamente recalentada y por lo mismo llega hirviendo al blanco. . .

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Matado así, por contusión, el ratón es recogido y llevado al rancho. Aquí lo pasan por el fuego, a fin de pelarlo mejor. Luego lo abren, desechan los intestinos del roedor, lo lavan con agua fría y lo asan a la parrilla, una parrilla elemental hecha de palitos de dura madera.

A continuación lo comen y afirman ser algo exquisito.

Sabemos que en nuestros restoranes y fondas se ha hecho pasar más de una vez “gato por liebre...” ¿Sería posible hacer pasar “ratón por conejo”?

En último término, al yucpa le ten- dría sin cuidado.

Si buscan ratones ya nada tiene de extraño que los yucpas busquen tam- bién ardillas. Al fin pertenecen a la misma clasificación zoológica.

La ardilla “kerekshe” es una de las víctimas más frecuente de la “oma- ye” yucpa, una pequeña flecha termi- nada en punta bien fina.

Para capturar la ardilla, el cazador le pone un cebo de maíz “mi” so- bre un tronco atravesado en cualquier punto de monte espeso y cerrado.

Bajo el tronco hay un escondite cons- truido especialmente y dentro está el cazador.

Llegada la ardilla, la dejan hartarse de maíz, como en el caso del ratón y cuando pretende irse ya es tarde: Un flechazo certero la deja en el sitio. Lue- go es recogida y se repite en todo el proceso culinario seguido con el ratón.

La “cocina yucpa” acepta y prepara bocados verdaderamente insólitos en la cocina civilizada. Tenemos el ejem- plo del menú a base de mono.

A me divierte la cara que ponen los visitantes de esta Misión del Tu- cuco cuando al preguntar si hay mu- chos monos en la región se les contes- ta que los había, pero que los indíge- nas los han ido llevando a su estómago hasta el punto de que ya no se escu- cha el solitario ladrido de un solo ara- guato.

Monos nocturnos y diurnos, grandes y pequeños, mansos y feroces, todos son muy codiciados por el yucpa, cons- tituyendo un plato bastante frecuente y por lo mismo en su aprecio muy ex- quisito.

“Poroto” es una palabra demasiado general que designa a cualquier clase de mono. Pero el yucpa conoce diversas familias de cuadrumanos y les da nom- bres distintos. Sabe hablar del “aris- havo” (araguato), del “konuksha” (mono nocturno), del “sherere” (mono

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carablanca), del “mashiramo” (gorila) y de otros.

Para la captura del araguato, de la marimonda, del perezoso, del mono nocturno y de otros de regular tama- ño, el yucpa fabrica y usa la flecha llamada “míkivi”, que no es la más grande, pero de las más grandes.

En cambio, para la caza del forzudo gorila emplea la flecha mayor sali- da de sus manos, la llamada “shupa- ra”, flecha empleada también en la captura de la danta, del tigre y de otros animales excepcionalmente gran- des y peligrosos.

Cuando el yucpa se apercibe de la presencia de un mono, organiza inme- diatamente su captura. Como el animal anda siempre por las ramas de altos árboles, el yucpa se asegura primero de que lo matará con solo dispararle desde abajo. Si no está seguro del re- sultado, el indígena no dudará un mo- mento: él mismo trepará a las ramas y entonces el mono está perdido.

Una vez en el suelo la presa es re- cogida por el cazador o cazadores. Co- mo es mucho el pelo de que está re- vestido, el mono es pasado varias veces por las llamas de una pequeña fogata, hasta que queda mondo y lirondo como un huevo... pero renegrido. Luego abren el viente del animal, le arran- can los intestinos que luego arrojan lejos y van cortando y amontonando las presas unas sobre otras.

Si el yucpa de nuestra historia es tan afortunado que posee una olla o paila en ella va depositando pedazos de mono que, cocido con plátano u ocumo, sabe después a gloria. . . (Dicen los yucpas, que yo nunca probé esa delicia. . .)

Lo más corriente, sin embargo, es asar lo que se va a beneficiar del mono, y luego comerlo acompañándolo de plátano asado también. Todo sin sal y sin ningún otro condimento, por su- puesto.

Contra lo que en más de una oca- sión, tengo que decir que no parece cierto que el yucpa espere a que el mono capturado y muerto llegue a des- componerse. Se ha dicho que así, he- diondo y agusanado, le resulta más sa- broso al indígena.

Por el contrario, les desagradaría en esa forma repugnante. Sin embargo en esto, como en otras cosas, el yucpa no es tan meticuloso como nosotros, pues se da el caso de que, si el mono llegara a descomponerse y empezara a agusa- narse, al yucpa aún le quedaría un recurso: asar de nuevo la carne ya asa- da y luego consumirla de inmediato. Claro que en este caso lo que comen es casi tan repugnante como lo otro. Pero el yucpa seguramente piensa que el olor no se come. Y creo que pocos se atreverían a negarle la ocurrencia, y a contradecirla . . .

Para la caza del gorila de los que todavía quedan muchos ejemplares por estas montañas los yucpas siguen procedimientos distintos, según los ca- sos. Si el gorila es sorprendido en ac- titud de reposo, los cazadores se acer- carán disimuladamente hasta él y lo matarán ahí mismo.

Pero ordinariamente el gorila es sor- prendido en los caminos, en compañía de la hembra y del hijo. Los yucpas temen este encuentro, porque invaria- blemente el animal se pone furioso y armándose de un gran tronco arreme- terá contra ellos, dispuesto a defen- derse y defender a la hembra y al hijo.

Los yucpas se suben entonces a cual- quier árbol o arbusto próximo y desde allí organizan el ataque al enorme cua- drumano.

Siguiendo el proceder del tigre que también busca carne de gorila al me- nos así lo afirman los yucpas si el gorila a la hora de ser herido mortal- mente cae de espaldas los yucpas des- deñarán su presa: Comer un animal, sobre todo un gorila, caído en esa posi-

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ción traería grandes calamidades y hasta les causaría la muerte.

En cambio si el gorila ha caído sobre su rostro entonces no hay peligro nin- guno en beneficiarlo y por eso inme- diatamente comienzan los preparativos como los ya descritos para los demás cuadrumanos y los yucpas se dan su gran banquete de gorila.

Para terminar quiero hacer resaltar una práctica extremadamente curiosa

observada por nuestros yucpas y es que los jóvenes varones y hembras no comerán jamás de la cabeza del mono ni de ningún otro animal capturado. La razón es bien peregrina: Porque si se atrevieran a probar la cabeza de un animal su propia cabeza empezaría muy pronto a poblarse de. . . canas.

P. Prudencio de Santelos,

Misionero Capuchino.

(Continuará)

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MUERTE TRAGICA

Como anudamos en nuestra edición anterior, el día 8 del mes pasado murió trágicamente ahogado en el Caño Araguaimujo el R.P. Rafael de Corbillos, joven misionero del Vica- riato Apostólico de Tucupita en el que venia trabajando activa y entusiásticamente desde hacía diez años.

Había nacido en el pueblo de Corbillos, pro- vincia de León, España el 15 de mayo de 1919; tomó el hábito franciscano el 13 de octubre de 1940; profesó el 15 de octubre de 1941 y se ordenó de sacerdot el 25 de julio de 1947.

Lleno de fervor religioso y celo misional, se incorporó a la Misión el 15 de marzo de 1949, residiendo en Upata hasta el 1 de abril, fecha en que fue trasladado a Tucupita Aquí y en los Centros Misionales de Araguaimujo y Guayo y en la Cuasi-Parroquia de Pedernales, transcu- rrieron sus actividades apostólicas y misionales durante dos lustros. Actualmente residía en Araguaimujo y aquí le sorprendió la muerte, cuando en horas avanzadas de la noche, tras de atender a la planta eléctrica de la Misión y busca' un descanso junto al río, se desmayó según creemos cayendo al agua. La co- rriente le arrastró lejos de la Misión y sus hermanos misioneros encontraron al día siouicn- te su cadáver, al que pudieron dar piadosa se- pultura.

Un hermano suyo de hábito y compañero de misión le ha dedicado la siguiente composición poética.

IN MEMORIAM

Al R.P. Rafael de Corbillos, Misionero Capuchino, muerto en el río Orinoco.

Son para ti, Fr. Rafael, estos versos. Desde hace cuatro años mi quehacer no conoció rima propia, aunque haya vivido la más alta poesía en mi vida misionera. algo valen, es por tu recuerdo, que tiene la virtud de vivificar y ennoblecer todo lo que toca. Son mi más sentido pésame a tu mamá, hermanos y demás familiares.

DE UN MISIONERO

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no está muerto.

no moriste, hermano;

"La vida se cambia, no se quita", meditaba esta noche.

Sembrados en la muerte, reracemos en vida.

Hoy somos el polvo, y mañana. . la brisa.

Cuando ayer te nos ibas, sembraste en el agua la leyenda más íntima.

En adelante, serás en el agua

la brisa y el calor del alma misionera,

el ángel de las aguas

junto a tu casería,

la juventud, el brío

sacrificado en aras de los indios.

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no está muerto.

¿Para quién tu último canto?. . . ¿Para quién tu último beso?...

Las ondas lo llevaron por el mar a lo lejos.

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VENEZUELA MISIONERA

Tu última sonrisa se la llevó la selva para que fuera siempre el triunfo sobre el agua, hondura y sutileza; porque la tenue brisa, en la noche callada, la vaya repitiendo al indio de la selva.

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no está muerto.

¿Qué imagen quedó grabada en tu retina

semilla eterna de tus ojos?...

¿El bosque, la placidez del río traicionero, tu centro misional, el bello caserío o el cielo tropical?

¿Y en el recuerdo?

Fr. Pedro, y Fr. Enrique, y Fr. Aquilino . . .

La Patria muy lejana, un monte, un pueblecito; los ojos desvelados de la madre llorando siempre por abrazar al hijo.

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no está muerto.

no morirás en el recuerdo; serás en la ribera faro y río,

y si "sangre de mártires, semilla de cristianos", serás en la vida misionera semillero.

Seguirás siendo atalaya junto al río; la sombra protectora del centro misional; verás todos los días junto al templo, la palmera que suena a lluvia, a río y morichal.

Seguirás paseando, junto al río, por el camino nuevo...

. . hasta el caserío

de casas blancas, grises y rosadas.

Y seguirás bendiciendo el conuco de plátanos, el cafeto, los maíces verdes el cacaotal . . .

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no está muerto.

Y, cuando te visite, pasearemos juntos por el gran potrero.

me dirás tus cosas. . .

El sitio de las garzas, el sendero del tigre en la montaña. . .

Me dirás. . . por qué el aruco canta como infundiendo miedo; por qué la garza tiene ese cuello de cisne; por qué el moriche canta con el agua y sueña cuando llueve que está en el morichal. ..

Me dirás. . . lo que canta la lluvia cuando besa a la tierra; el ritmo que produce el crecer de la hierba; lo que le dice el viento cuando la cimbrea. . .

Me dirás. . . me dirás. . .

Tu diálogo no se acabará nunca.

Seguirás de atalaya junto al río, prodigando consejos, coraje, fuego y brío.

Dirás todos los días tu voz de aliento al misionero:

"Dios os bendiga, hermanos",

y tus manos

bendecirán gozosas

las curiaras que pasan por el rio

cargadas de guáraos.

Brisa que te vas al mar y llevas los ojos muertos, cuando llegues a alta mar, no grites. . .

que no esta muerto.

Fr. FELICISIMO DE RESPENDA, Misionero Capuchino. Tucupita, noviembre de 1959.

Se fundó en Cumaná primer Colegio de Indios

Desde hace bastante tiempo bullían en mi mente preguntas como éstas: ¿de dónde provino que el año 1515 o poco antes se estableciesen los frailes fran- ciscanos en la Tierra Firme, a la boca del rio Cumaná, y los frailes dominicos no muy lejos de ellos en el golfo de Santa Fe? ¿Cómo se explica que los franciscanos y dominicos vinieran no co- mo capellanes de una expedición, sino como principales y solos y hasta sin es- colta?

Muchas veces yo me había respondido que SERIA la natural expansión de las Ordenes Misioneras. Pero no veía claro. Cuando he aquí que un estudio muy do- cumentado del franciscano P. Domingo R. Rancaño vino a da'rme todas las ex- plicaciones deseadas y la ORAN NO- TICIA para Venezuela de que el pri- mer Colegio para Indios se fundó en Cumaná.

Que los frailes franciscanos y domi- nicos en sus monasterios, los primeros fundados en la Tierra Firme en la fecha antes dicha, enseñaban a varios mucha- chos indios, hijos de señores principales de aquellas tierras, era un dato ya cono- cido y que circulaba entre los historia- dores. Pero pensábamos que se trataba de ese natural extender en torno suyo los rudimentos de las letras y de las áreas necesarias para la vida, propia de toda persona practicante de las obras de misericordia, sin que hubiera un pro- grama más alto y bien definido.

Pero resulta ahora que ya desde los tiempos de Fernando el Católico, año de 1508, el Capítulo General de los fran- ciscanos había mandado a petición del rey una expedición extraordinaria para de la isla Española pasar varios de ellos a la Tierra Firme. E igual cosa encon-

tramos en carta del mismo rey a Co- lón, el año 1513.

Las Cartas y Cédulas del Cardenal Cisneros, regente entre Fernando el Ca- tólico y el Emperador, expresan bien claramente que los Misioneros habían pedido venir solos a “parte de indios, que no estuviese poblada por cristianos españoles, porque ellos solos con su doc- trina, predicación y ejemplo pudiesen atraer y animar a los indios, donde así fuesen con más brevedad en conocimien- to de las cosas de la fe católica”.

Se trataba de una experiencia, que aquí fracasó por tropelías de aquel Ho- jeda, famoso con su mala fama. Y en otras fracasó por volubilidad de les in- dios u otros vicios capitales, que tam- bién heredaron los aborígenes america- nos como legítimos descendientes de Adán.

Y en cuanto al programa educacional, que llevaban los Misioneros (o más bien traían) a la Tierra Firme, dice y man- da Cisneros al Almirante Diego Co- lón: “Porque los Religiosos llevan in- tención de hacer allí DOS COLEGIOS, que diz que cada uno costará a hacer 5.000 maravedís, habéis de mandar con ellos la persona o personas... para en- tender en la dicha labor, como en ha- cer de dar de comer a los dichos frai- les cuando ellos lo hubieran menester e no lo tuvieren c a los niños indios, que tuvieran en los dichos Colegios”.

El plan no iba montado al aire y en la fantasía, sino sobre realidades. Y por eso aquellos Misioneros, que deseaban tener mano libre con los indios en su evangelización, sin interferencia de co- dicias pidieron, sin embargo, “piezas de artillería y pólvora y otras armas” para

TRAJES DO VILLA, los Trajes de Alta Fidelidad. Telf. 41-16-85

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VENEZUELA MISIONERA

usarlas contra los temibles Caribes, que se decía eran antropófagos.

Y pidieron además, y el Cardenal Re- gente Ies mandó dar, vestuarios, vino y mantenimientos, ganado, bestias y aves y menudencias para rescatar con los in- dios. Y aparece poeo después de ya ins- talados en estas costas el detalle curio- so (sería a petición de parte) del Empe- rador Carlos V, que manda se provea a los frailes de una red, llamada chin- chorro, para pescar.

No se les escapó a los Misicneros el detalle, o más b:en problemas, de la len- gua. Y de ahí que Cisneros escribiese al Almirante: “Y que porque dicen que te- nían necesidad de llevar algunos niños indios por lenguas para traer y conver- tir los otros indios. . . por la presente mandamos se les den cuales quisieren”.

La conclusión, a que sobre este pun- to llega el F. Raneaño es la siguiente: “Consta, además, por otras Cédulas Rea-

les que para entonces (1519) ya tenían los franciscanos en Cumaná unos CUA- RENTA INDIOS ESTUDIANTES, de manera que este Colegio de Indios pue- de considerarse el primero fundado ex- presamente con ese fin en América”.

Esa es la conclusión de un estudio. Pero nuestra conclusión en la realidad de esta Tierra Firme es que tales pri- micias, tan prometedoras, fueron sega- das en flor por atropellos de gente sin conciencia. Y otra conclusión más de nuestros días. ¡Ojo a les Hojedas! Do- quiera surge una Misión con su escuela, su ganadería, su agricultura, etc., etc., merodea toda una legión de filibusteros al acecha de sus posibles ganancias. A veces en forma de reptiles susurrando motivos y razones a los inexpertos indios.

Fr. C. DE ARMELLADA,

franciscano.

AVISO IMPORTANTE A NUESTROS SUSCRIPTORES

Con el fin de facilitar la lectura de nuestra Revista VENEZUELA MISIONE- RA a toda clase de personas, habíamos mantenido durante largos años el valor irri- sorio de su suscripción, o sea de bolívares seis anuales.

Pero ahora, como ya lo advertimos en otra ocasión, habiendo sido elevado con- siderablemente el costo de la publicación y habiendo sido suprimido también el libre franqueo para los impresos nacionales, que existía hasta hace poco..., por esta y otras razones nos hemos visto obligados a elevar igualmente el precio de la sus- cripción de nuestra Revista.

Por tanto, desde el próximo mes de enero será de diez bolívares (Bs. 10) anua- les. En esto no hacemos más que seguir la insinuación de algunos de nuestros sus- eriptores, que nos habían dicho que todo lector amante de nuestras Misiones lo mismo abonaría seis bolívares que diez.

VENEZUELA MISIONERA no tiene otra finalidad que el bien de nuestras Mi- siones venezolanas, obra verdaderamente cristiana y patriótica, a la cual todos de- bemos ayudar moral y materialmente con la mayor generosidad.

TRAJES DOVILLA en toda la República. Telf. 81-59-87

El Indigenismo navegando entre Scila y Caribdis.

El indigenismo siempre ha navega- do entre Scila y Caribdis. Me refiero al antiguo de las Leyes de Indias y Cédulas Reales y Ordenanzas de Go- bernadores. Y también al moderno de Fueros Indígenas Nacionales y Con- gresos Indigenistas Interamericanos.

Y estos escollos de derecha e iz- quierda no eran uno y uno, sino más bien hileras indias de “roques” a una y otra mano y a todo lo largo de la navegación. Voy a tratar de enume- rar algunos; porque, como queda di- cho, la navegación continúa y nos interesa acertar con el justo medio, tan deseable en todas las actuaciones humanas.

1. Las reducciones o concentra- ción en poblados fue medida previa vista y exigida como necesaria para toda ulterior actuación sobre los in- dios. Así lo pensaron los virreyes, los gobernadores y hasta los misioneros más abnegados. No era aquello de que los montes vinieran a ellos para no tener que ir ellos a los montes; era la imposibilidad de dar un sacerdote, un médico y un maestro a cada familia de indios; que así, en meras agrupa- ciones familiares vivían y viven mu- chos indios, desparramados en inmen- sos territorios.

Y aquí el primer escollo: cómo con- seguir eso “sin les hacer agravio”, cómo vencer su fuerte resistencia a la concentración y a toda sujeción que no sea la paterna. Nada violento es du- rable. Pero con caña nadie pesca mul- titudes.

Y ahí queda el problema, el esco- llo. Si usas de violencia, eso es injus- to, te dicen. Si con la suavidad con-

sigues poco y tu obra es lenta y ape- nas perceptible, “hay que dejarse de pamplinas, compelle intrare”.

¿Mi solución personal? Dar en el segundo escollo antes que en el prime- ro. No importa lo que digan. Que ellos, los mal-dicientes, pongan más cañas o nos den para poner más cebo. Y quede en claro que en nuestras ac- tuales Misiones del Caroní, Delta Amacuro y Goajira-Perijá esta solu- ción es la que está en marcha con una levísima concesión a la primera para la formación de los Internados.

2. “Castellanizar” al indio, requi- sito indispensable si se desea incorpo- rarlo a la nacionalidad”, escribe R.M. L.E. Y luego nos salta a los puntos de la pluma la misma cuestión: cómo ha- cer ésto “sin molestia y sin costa” de los indios. Para lograr esto, cual- quiera que sea el método y los estí- mulos que adoptemos, hay que presu- poner ya resuelto lo enunciado en el número anterioi

Hay que ir, sin duda ninguna, a castellanizar o españolizar a los in- dios; pero previamente el misionero, el maestro, el médico, el jefe, etc., ha de “utilizar la iengua nativa para pe- netrar en el mundo de la afectividad indígena, llevándole los mensajes de la cultura que él desconoc e”. (R.M. L.E.)

Si los indios no están concentrados, el problema no tiene ni sentido. ¿Có- mo ellos van a aprender el castellano, ni cómo puede nadie enseñárselo? Y concentrados unos pocos en los Inter- nados, tratar o intentar que olviden su lengua es tratar o intentar su mu- tilación o atrofia intelectual, más in- justa y más nociva que la mutilación física. Hay que reparar en ello y no

TRAJES DOVILLA, máxima expresión en trajes de calidad. Telf. 41-16-85

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V ¿iNEZ U FU j A MISIONERA

olvidar que el indio puede ser perfec- tamente bilingüe.

Las pequeñas dificultades, que pue- den provenir de la subsistencia de las lenguas indígenas, no tienen compara- ción con la barbaridad de intentar su- primirlas violentamente. Su coexisten- cia con una lengua nacional más am- plia debe ser causa de regocijo. No hay lengua bárbara. “El bárbaro soy yo (dice San Pablo) si no entiendo al que me habla’’. En cualquier tribu pudo haberse encarnado el Hijo de Dios. En cualquier lengua puede pre- gonarse el Evangelio. Cualquier len- guaje puede ser vehículo de la gra- cia de los sacramentos.

3. Nomadismo vs. propiedad terri- torial. Hay muchas tribus, que apenas pasan la etapa de recolectores, y vi- ven sin bienes raíces y ni siquiera aprecio de los mismos. Apenas si tie- nen un comienzo de amor a la propie- dad territorial, que hay, no obstante y por su bien, que infundirles. Pero el paso del nomadismo a la vida se- dentaria, de la etapa de recolectores a agricultores y ganaderos, necesita un tiempo más o menos largo de adap- tación psicológica. De ahí, entre otras razones, la necesidad de establecer zonas indígenas reservadas.

Se trata sólo de una medida tran- sitoria, como tantas otras en favor de los indios. Y el mismo carácter tiene o debe tener hacerlos propietarios y no dejarles, no obstante, disponer li- bremente de sus propiedades. Una in- capacitación permanente no sería jus- ta. Por encima de todos los inconve- nientes, llegado su tiempo hay que romper con la tutela paterna, etc. No a humo de pajas se inventó aquello de que los Pueblos de Misión pasaran a los 20 años a ser Pueblos de Doc- trina.

Reservar perennemente una vasta región para que en ella unas tribus errantes de corto número quieran vi- vir sólo de la caza, de la pesca y de

la recolección de los frutos espontá- neos, no se entiende cómo esto pueda ser legítimo. De esa manera no ca- brían los hombres en el mundo. Yo he citado más de una vez aquella fra- se bella y verdadera: “Los hombres sin tierra tienen derecho a las tierras sin hombres”.

4. El paso de la mentalidad má- gica a la mentalidad científica tam- bién tiene sus problemas y su más o menos largo proceso. Incluso yo opi- no que pueden coexistir (aunque iló- gicamente) como estratos mentales sobrepuestos. Ya en otras ocasiones he hablado de lo que es la mentali- dad mágica, que de ninguna manera identifico con la mentalidad prelógica, que algunos atribuyeron a ciertos pue- blos primitivos. Todas las tribus ve- nezolanas conocidas por directa o indirectamente, adolecen de este mal. Pero debo advertir que apenas habrá en el mundo persona totalmente libre de este mismo defecto mental. Así a lo menos, leo en algunos tratadistas, cuya idea comparto.

Los conflictos provenientes de esta mentalidad aparecen principalmente en el campo religioso y en el cam- po sanitario, dietético, etc. Yo sé, por ejemplo, que en cierta zona los indios exigían para entregar sus hijos al In- ternado que no se les obligase a co- mer carne, queso o leche de vaca y menos de cabra. En otra, las cédulas de inscripción de bautismo llegaron a nuestras manos después de muchos años, entre otros motivos por la cau- tela con que habían sido conservadas para preservar a los inscritos en ellas de influencias mágicas.

Algunos hablan de “costra mítica” o cáscara mítica, en que está encerra- da la mente de los indios americanos. Apropiándome esta metáfora, digo yo que no hay que romper antes de tiem- po esta cáscara; cuando se incube y desarrolle suficientemente la mentali- dad religiosa, higiénica, etc., que nos-

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otros les infundimos o inoculamos, ellos romperán por mismos esa cás- cara o envoltura. Y si, como los hi- jos de perdiz echan a correr sin des- prenderse totalmente de la cáscara, no se lo ridiculicemos demasiado. Nos vuelven a decir que muchos andamos todavía con un tanto de esa cáscara pegada, aunque no la vemos.

5. Sobre otros escollos como el ra- cismo, el paganismo, etc., ya en otras ocasiones he llamado la atención. Por eso me creo relevado de hacerlo ahora.

6. El hecho de que un indio ins- truido fuera de su tribu, al regresar a la misma sea reabsorbido por ella demuestra el engaño de formarlos fuera de su ambiente para que no su- fran las malas influencias del mismo. Y demuestra la verdad de aquel pos- tulado que dice: el indio debe ser for- mado en su medio y para su medio. “La escuela instruye, en tanto que la comunidad educa”. (R.M.-L.E.

7. Tal vez el principal Scila-Carib- dis del Indigenismo ha sido la disyun- tiva jurídica ¿legislación común o legislación especial para los indios? Esto ha sido también materia de mu- chos comentarios en esta misma sec- ción. Por eso hoy me limito a copiar unas palabras, que hago totalmente mías del Sr. Roberto M. L. Estenos:

“Al advenir la República, bajo el soplo del liberalismo y al calor de los impulsos igualitarios, se abolieron las leyes protectoras, dictadas por el Con- sejo de Indias, y se les otorgó la ciu- dadanía, reconociéndolos plenamente, sin taxativa alguna, como sujetos de derecho y emancipándolos de toda tu- toría. El título de ciudadano otorgado al indio, expoliado por todos los abu- sos, víctima de todas las asechanzas, despojado de sus tierras y de sus legí- timas pertenencias, sin armas legales para defenderse, tuvo entonces lo sigue teniendo hasta ahora todo el sarcasmo del INRI en la Cruz.” “Pro- clamada la igualdad de todos los ha- bitantes ante la ley, suprimido el an- tiguo status de los indios, desconoal-

da la propiedad comunal como ele- mento de integración de éstos y base de su fuerza como grupo, la Constitu- ción y los Códigos, tanto en México como en Argentina, en el Perú como en Colombia, trataron al indio como un ente de pleno derecho y lo abando- naron a sus propias fuerzas, haciéndo- lo caer, por eso en manos de sus ex- plotadores.”

‘En casi todos los países, tras el armazón ideológico del liberalismo que propugnaba la igualdad de todos los ciudadanos, s>n preocuparse de ha- cerla realmente efectiva, se escondie- ron los zarpazos sistemáticos contra la pequeña propiedad aborigen y sub- secuente fortalecimiento d e I lati- fundio”.

“Fuerza es reconocer que casi todos nuestros países latinoamericanos se hallan en esta materia muy por deba- jo de las Reales Ordenes, que sobre la tierra y el trabajo del indio promulgó hace siglos la metrópoli española.”

“Nada tiene de denigrante para él (el indio) esta legislación ad hoc; de la misma manera no es denigrante pa- ra el obrero las leyes sociales que lo amparan, no es depresiva para los em- pleados la legislación especial que pro- tege sus derechos, ni es humillante pa- ra el militar el código privativo que norma sus actividades profesionales, ni es lesiva para la dignidad de las mujeres en estado grávido la legisla- ción que las protege en sus periodos prenatal y de lactancia.”

Con estas advertencias a la vista, quede bien claro que cuando los Mi- sioneros u otros indigenistas recla- man el cumplimiento de las leyes es- peciales (en nuestro caso el Fuero In- dígena Venezolano) o trabajan para que a tenor de las mismas se den ór- denes para su mayor eficacia, lo que pretenden es la protección de los in- dios, que tal vez tienen pies para la huida o flechas para la resistencia, pero no tienen voz para la reclama- ción legal.

FRAILEJON DEL PARAMO

Otra baja más en nuestras filas.

Se nos fue el R. P. Constantino

Todavía estábamos dolorosamente impresionados por la trágica desapa- rición del muy recordado P. Rafael de Co¡ bíllos, en aguas del Orinoco, cuan- do el 26 del mes pasado nos llega otra infausta comunicación partió. pándo- nos el fallecimiento del R.P. Constan- tino de La Vega, ocurrido en la Re- sidencia franciscana da Cumaná, don- de el venerable anciano, de 34 años, era muy querido y respetado.

El P. Constantino había nacido en el pueblo de La Vega, provincia de Asturias, España, el V de marzo de 1875; vistió la seráfica librea el 4 de enero de 1891; hizo su primera profe- sión el 17 de enero de 1892, y la so- lemne el 20 de enero de 1895; reci- bió la ordenación sacerdotal el 9 de julio de 1900.

Dos años más tarde setiembre de 1902 arribaba a las playas venezo- lanas. Por largos años y con fervo- roso celo ejerció el ministerio apostó- lico en Caracas, Maracaibo, Valencia, Cumaná... como igualmente en las Casas que la Orden tiene en Cuba y Puerto Rico. Fue el fundador y pro- pagador de las Marías de los Sagra- i ios, obra que miró siempre con el ma- yor interés y cariño.

En muchas oportunidades dio mues- tras de sus dotes de atildado escritor, poeta y pintor, las que empleó como medios eficaces en su largo apostola- do en bien de las almas.

Los últimos años los pasó en Cu- maná, ciudad que por sus gloriosas tradiciones históricas y misionales tu- vo para él un atractivo irresistible. La venerable figura del P. José de Cara- bantes, apóstol de la Nueva Andalu- cía, era para el P. Constantino una noble obsesión: quería darlo a cono- cer, que se escribiera su vida, que se publicaran sus obras. . .

Y en la Cumaná de sus nobles amo- res e ilusiones entregó su alma al Creador el 25 de noviembre. rodeado de sus hermanos de hábito y del ca- riño de sus amigos y admiradores. Su entierro fue una verdadera y pública manifestación de duelo y de aprecio hacia el finado. ¡Descanse en paz!

¡DADLE. SEÑOR, EL DESCANSO ETERNO. Y LA LUZ PERPETUA LO ALUMBRE!

TRAJES DOVILLA, el sello de distinción. Telf. 81-59-87

Vinieron al seno de la

I glesia C a tólica

No son las palabras, por más elocuentes que sean, sino las obras, las que nos arrastran tras de sí.

Los grandes en el reino de los cielos son los que primero practican y des- pués predican.

Testigos, que testifiquen con su buen vivir (y a veces renunciando a su vida con el martirio), más que testigos meramente hablantes, son los que Cristo quiere y necesita para extender su reinado en el mundo.

Quien a Dios busca, a Dios halla. O Dios se le hace el encontradizo en cualquier parte del mundo, y valiéndose de cualquier medio.

¿Camino para encontrar a Dios? Practicar las virtudes: principalmente la pureza de vida y la caridad con el prójimo.

Ojos limpios para ver la luz. Y Dios es luz y es verdad. Corazón sensi- ble para vibrar con las alegrías y las tristezas del prójimo. Y Dios es amor y es caridad.

Los santos con sus ejemplos de vida atraen hacia la Iglesia Católica. Los malos cristianos, con sus perversos ejemplos hacen dudar o apartan de la reli- gión de Cristo a los que en ella hubieren entrado.

Con Cristo, consciente o inconscientemente, todos seguimos diciendo: por los frutos se conoce e! árbol. Ni la vid da espinos, ni el espino uvas.

Así, y por esos camines de Dios, vinieron al seno de nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica: Erwin Julius Fedrich Rafael Shrhe Winther e Himo María Francisca Mesmoudi Seide.

Los bautizó en nuestra iglesia de San Rafaei de La Florida (Caracas) el R.P. Isaac de Mongreganes. Fueron padrinos, respectivamente: Eduardo Elí- seo. M. Martínez y Delia Inés de M.; Nicolás de Castro y Graciela Sanz de Castro.

¡Bienvenidos al seno de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica!

A. DE LA RIBERA

Bautismo de los conversos.

Hay un TRAJE DOVILLA para cada ocasión. Telf. 41-16-85

HUMBOLDT Y LA CIENCIA DE LOS

MISIONEROS

(Continuación)

CATUARO (Edo. Sucre)

Un doctor en teología. Malhadada in- clinación. — Tigres. Todo extraordina- rio.— Un vivo litigio. El régimen inte- rior de las misiones.

“Era un doctor en teología . . . Había conservado una malhadada inclinación por lo que él llamaba cuestiones meta- físicas. Queria saber lo que yo pensaba del libre albedrío, de los métodos de desprender los espíritus de su prisión corporal y más que todo del alma de los animales, acerca de los cuales tenía las ideas más extravagantes . . .

No pudimos librarnos de conversacio- nes “sobre la necesidad de la trata (de negros), sobre la malicia innata de los mismos y sobre .las ventajas que saca esta raza de su estado de servidumbre entre los cristianos” (11-104).

“Todo era extraordinario en esta pe- queña misión de Catuaro, hasta la ca- sa parroquial que tenía dos pisos y ha- bía sido por eso objeto de vivo litigio entre las autoridades seculares y las eclesiásticas. El Superior de los Capu- chinos, hallándola demasiado suntuosa para un misionero, había querido obligar a los indios a que la demoliesen; el go- bernador se había opuesto a ello con energía, y su voluntad había prevalecido entre (sobre la de) los frailes.

Cito estos hechos poco importantes de (!) porque dan a entender el régi- men interior de las misiones; que no siempre es tan pacífico cual en Euro- pa se le supone (11-104).

* * *

P. DAVID MUCIENTES, Agustino

Ya hablamos, en el estudio anterior, de este franciscano, que por causa acci- dental, administraba una misión capu- china.

“Era un doctor en teología”.

Esto prueba que entre los misioneros también había doctores. “Diríase que el progreso de las luces se siente hasta en las selvas (o misiones) de América” (1-334).

“Había conservado una malhadada in- clinación por las cuestiones metafí- sicas”.

“Había conservado”. Aquí tiene Hum- bold, confesado por él mismo, una prue- ba más de que los misioneros conserva- ban su amor a la ciencia, contra la du- da que nos acaba de exponer; "dudo que el deseo de instrucción se conserve en un joven religioso aislado en las ori- las del río Tigre” (II-69). Catuaro no estaba a las orillas de este río, pero “la misión... está situada en la región más salvaje. Todavía circundan la iglesia árboles de gran ccrpulencia y los tigres vienen de noche a comerse las gallinas y cerdos de los indios” (II-104).

“Inclinación por lo que él llamaba cuestiones metafísicas”.

No sólo él, cualquier filósofo las hu- biera calificado así: el libre albedrío, los métodos de desprender los espíri- tus, el alma de los animales... son cuestiones metafísicas. Pero Humboldt nos da una razón de su mal humor: “cuando uno ha atravesado las selvas en la estación de las lluvias, siente poco gusto por este género de especulacio- nes”. Cierto, cuando uno ha atravesado las selvas en la estación de las lluvias, y sobre todo si se ha mojado, como le ocurrió en Guanaguana (11-61), no tie-

En cada reunión hay TRAJES DOVILLA. Telf. 81-59-87

VENEZUELA MISIONERA

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ne ganas de oir cuestiones metafísicas, sino simplemente de secarse.

“No pudimos librarnos de conversacio- nes "sobre la necesidad de la trata”.

A Humboldt se le indigestó, no sabé- mos bien por qué, el doctor teólogo, acaso porque además de estar Humboldt cansado, el doctor “ablaba sin cesar” y "petulantemente”; pero los temas, de por si y entre tales personas, no eran ni debían ser desagradables; la necesi- dad de la trata, la malicia innata de los negros, etc.; temas discutibles, muy dis- cutibles, aún a fines del siglo XVIII.

"Las ventajas que saca esta raza”.

Esto debió sacar... de sus casillas a Humboldt y sacará a más de un lector moderno; pero véase nada más que un testimonio: "Si los tratasen humana- mente, seria mejor suerte la de los es- clavos entre los cristianos, que no ser libres en sus tierras; demás que es la mayor bienaventuranza venir a ser cris- tianos”. ¿Quién profirió tal sentencia, que hoy día nos escandaliza? El P. Fran- cisco de Vitoria, Príncipe del Derecho Internacional. (Carta, en Relecciones. Buenos Aires, 1S46, pág. 28).

“Todo era extraordinario en esta pe- queña misión... hasta la casa parro- quial”. ¿Y por qué? ¡Porque tenía dos pisos !

“El Superior de los capuchinos habia querido obligar a. . . que la demoliesen”.

El Superior de los capuchinos o el Guardián de Caripe, era para esos días un arquitecto espléndido, que acababa de levantar la iglesia de San Antonio, "la maravilla del país” (11-60) ¿cómo iba a mandar demoler una casa pa- rroquial?

“El gobernador se había opuesto a la demolición”.

Aquí el gobernador se había opuesto a la demolición, dice Humboldt; y allí en San Antonio, “el gobernador... im- probó el lujo de tales construcciones en las misiones y con el mayor sentimien- to de los religiosos quedó interrumpida la terminación del templo” (11-60). ¿A

quién creemos? Tal vez pudo ocurrir en tiempos distintos; pero Humboldt no lo dice.

"Cito estos hechos porque dan a en- tender el régimen interior de las Mi- siones”.

"Cito estos hechos: “el vivo litigio en- tre las autoridades seculares y las ecle- siásticas” "porque dan a entender el régimen interior de las misiones”. No creo que ni el Superior de los capuchi- nos ni el gobernador de la provincia tuviesen un vivo litigio por tales minu- cias, y más a fines del siglo XVIII.

“Desde esta época (1768) hasta los disturbios políticos (de la independen- cia) la administración civil ha evitado cuidadosamente mezclarse en los asun- tos de los capuchinos” (IV-438) y Ca- tuaro era misión de estos Padres.

“El régimen interior de las misiones no siempre es tan pacífico cual en Euro- pa se le supone”.

Cierto, pero también el régimen “casi siempre” es más pacífico de lo que en Europa se supone, y váyase lo uno por lo otro.

BARCELONA (Edo. Anzoátegui).

Un proyecto: colonia de negros libres.

Era la capital de las misiones de los padres franciscanos, y donde éstos ce- lebraban los Capítulos. El Superior lle- vaba el título de Guardián, y estos da- tos indican que tenía que ser una per- sona prudente e inteligente.

Como Humboldt no suele ser preciso en las fechas, no sabemos si correspon- derá al Guardián que él conoció en 1799 y en 1800, el siguiente proyecto muy ra- zonable y muy práctico: “Espantado el Padre Guardián de los Observantes de la rápida despoblación de los dos pue- blos (Atures y Maipures) situados cerca de las cataratas; había propuesto, hace algunos años, al Gobernador de la pro- vincia, que reside en Angostura, reem- plazar los indios con negros (libres). Sábese que la raza africana resiste ma-

TRAJES DOVILLA, acabados a mano. Telf. 41-16-85

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VENEZUELA MISIONERA

ravillosamente a los climas ardientes y húmedos. Una colonia de negros libres obtuvo perfectamente éxito en las ori- llas malsanas del Caura, en la misión de San Luis de Guaraguaraico (también de franciscanos), donde cogen las más ricas cosechas de maíz. El Padre Guar- dián quiso transportar a las cataratas del Orinoco una parte de esos colonos negros o comprar esclavos en las islas Antillas, en las que logran su objeto (o sea su libertad), como en el rio Cau- ra (lo logran) negros fugitivos del Ese- quivo (o Guayana holandesa). Es proba- ble que hubiera dado resultado feliz ese proyecto... Una malentendida piedad hizo fracasar este proyecto. Respondió el gobernador a los frailes "que puesto que no se podía asegurar mejor la vida de los negros que la de los indios, no era justo obligar a los primeros a que habitasen los (dos) pueblos de las ca- taratas” (IV-27).

“El Padre Guardián había propuesto reemplazar los indios con negros (libres)”.

Como se ve, y lo aprueba Humboldt dos veces (IV-27 y IV-389), el proyec- to era bueno: no se trataba de llevar esclavos sino negros libres, con lo cual esas dos misiones “las llaves del Orino- co” hubiesen prosperado grandemente y con ellas el resto de las misiones hasta San Carlos, en la frontera del Brasil.

“Una malentendida piedad”.

Creo no sea esta la verdadera razón de la negativa, pues en el Caura tenían el ejemplo palpable del pueblo de San Luis de Guaraguaraico. Tal vez razones económicas o apuros del erario guber- namental.

CARACAS (Distrito Federal).

Un amigo de Humboldt. Voluntarlo para el viaje al Río Negro. Recomen- daciones.— Un fraile astrónomo. Otro naturalista. Un mártir en el Apure. Al árbol del pan, del Pacífico al Pacífi- co, pasando por Venezuela.

“Dos meses pasé en Caracas. Habitá- bamos, el Sr. Bonpland y yo, una casa grande aislada" (11-260).

“Uno de nuestros amigos, el Padre (Francisco) Andújar, capuchino, piensa acompañarnos (al Alto Orinoco), por- que, del Apure en adelante, no encon- traremos más que indios y misioneros . . . Nosotros gozamos de una protección dis- tinguida por parte del . . . Padre Guar- dián de los Observantes (o francisca- nos) y del Prefecto de los capuchinos” Caracas, 3-II-00) (11-354).

“En medio de una naturaleza tan ma- ravillosa y rica en producciones, nadie en estas playas (o costas) se ocupaba del estudio de las plantas y de los mi- nerales. Fue solamente en un (el) con- vento de los franciscanos donde encon- tré a un anciano respetable, el Padre Puerto (Puerta), que calculaba el Al- manaque para todas las Provincias de Venezuela y que tenía algunas nociones precisas sobre el estudio de la astro- nomía moderna. Interesábanle vivamen- te nuestros instrumentos, y un dia se vio llena nuestra casa de todos los frai- les de San Francisco, quienes, con gran sorpresa nuestra, solicitaban ver una brújula de inclinación”. (11-264). “El P. Andújar, misionero capuchino de la Provincia de Caracas, apasionado de ’as investigaciones relativas a la Historia Natural, ha transportado el árbol del pan de la Guayana española a Barinas, y de allí al Reino de Nueva Granada, (Co- lombia). Es así como las costas acciden- tales de América, bañadas por el Mar del Sur (o Pacífico) reciben de las An- tillas inglesas una producción de las Islas de la Sociedad” (IV-396).

Al subir a la Silla de Caracas, cuenta que los negros se burlaban de los reza- gados “y de quien menos se compade- cían era de un joven fraile capuchino profesor de matemáticas. . . Este había olvidado que vestidos tan largos y pe- sados (como los suyos) debían estor- barle en la subida... Pasó el resto del día en una hacienda cercana, viéndonos escalar el monte con un catalejo endere- zado hacia la Silla. Este religioso, que no carecía de instrucción física..., fue asesinado, pocos años después, por los indios salvajes del Apure” (11-268).

EN LA MISION DE KA VANA YEN

111.— UN LADRIDO EN LA NOCHE

“Conticuere ones intentique ora tenebant”.

Perdóneme, lector, este hexáme- tro virgiliano, si no entiendes la- tín; pero no encuentro otra forma más expresiva y concisa de decir nuestro estado físico y anímico su- midos en las sombras de aquella no- che tropical cuando la última colilla se apagó en el fondo de la quebrada.

En mi vida misionera no muy larga ciertamente he gozado los más variados espectáculos en con- tacto con la naturaleza: he dormido solo, con mi caballo por único com- pañero, colgado de dos árboles, des- pués de haberme perdido en la sel- va y he despertado con la algara- bía de miles y miles de loros, he tenido que aguantar estoicamente torrenciales aguaceros entre true- nos y relámpagos en la selva y en descampado; he pasado ratos inol- vidables sentado al lado de grandes y pequeñas cascadas de estas tie- rras; he volado sobre mundos en- cantados de algodón...

Pero hasta ahora no había gozado de un espectáculo tan armónico en medio de la “noche serena” entre el silencio del artificio que dentro de la naturaleza ponen los humanos y los mil ruidos asordinados de los pequeños vivientes que en la noche despliegan sus actividades al borde y dentro de la selva.

Va a empezar la fiesta; me dijo Nazario en un susurro, dándome un golpecito en el costado.

Y, efectivamente, empezaba -el “Nocturno tropical”.

Fue la señal un sonido metálico que subió desde el fondo de la que- brada...

Es la ranita... me susurró de nuevo. Un sonido limpio, suave y definido que a intervalos de un tercio de minuto fue sonando en di- versos puntos por espacio de hora y media.

Y, como si hubiese sido la se- ñal de atención para la orquesta nocturna de la selva, al segundo “TENG”, empezó a nuestra espal- da el variado bisbiseo de los innú- meros grillos de la sabana, sin las estridencias de aquellos grillos que con una paja cazábamos de mucha- chos en las praderas y ribazos en primavera.

Más lejos a nuestra derecha un ave nocturna emitía su silbido a largos intervalos, que contestaba otra más lejana. Más lejos, otra pa- recía decir* “aquí está’ y más le- jos aún, por los bajumbales del Chi- naday un enorme sapo semejaba un repique de bombo formando los ba- jos.

Se levanta un airecillo entre la arboleda, que mansamente va des- pertando las hojas adormiladas y lacias por el calor del día...

Detrás de nosotros, como a tres metros, unos pasos, que se acerca- ban sobre la hierba seca, la hoja- rasca y palitos, sin prisa, pero tam- bién sin recelo.

Un escalofrío me corrió por la espalda, pensando que podría ser “él” y cogernos de sorpresa pasan- do por los palos en que estábamos sentados; le previne con un golpe- cito a Nazario que me contestó: "Quietos”; es la lapa que sube a cenar.

Alberdi se volvió, con la escopeta lista.

“Quietos”, volvió a susurrar Nazario; y la lapa siguió su camino por todo el borde de la arboleda,

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VENEZUELA MISIONERA

sin importarla nuestra presencia o sin darse cuenta de ella.

“Ya vienen’’.

—“¿Qué?”

Escuche, no más.

Debajo y enfrente de nosotros pareció que la maleza se reanima- ba; por todas partes se oían revo- loteos sin precaución ; pequeños animales en carreritas que repenti- namente cesaban y recomenzaban alocados.

Son los “rapipelaos” zarigüe- yas— , que vienen a la fiesta. En efecto todos parecían concurrir al sitio de los cadáveres; llegaban, danzaban, paraban, comían, revolo- teaban y volvían a callarse para lue- go volver a correr y perderse final- mente en silencio en todas direccio- nes, mientras la ranita seguía in- cansable marcando el compás.

Me da un acceso de tos, que trato de amortiguar con el brazo, y se hace un silencio inesperado. Na- zario me alarga un trocito de casa- be bien duro diciendo: cómalo po- co a poco. Y con eso se me puso la tos y empezó de nuevo la música. Ahora son unas pisadas más fuer- tes, quebrada arriba.

Un zorro; dice Nazario. Tam- bién hay para él ; como saben la ho- ra en que viene el cazador se apro- vechan antes de su presa, para evi- tarse trabajo y complicaciones. Pe- ro éste parece que nos ha olido, pues se detiene y poco a poco sus pasos se pierden a lo lejos.

En cambio vuelven los rabipelaos que llegan, corren, paran, comen y vuelven a correr monte arriba.

Mire, dice Nazario y encien- de la linterna: en una caña de bam- bú hace equilibrios uno que, al sen- tirse entre la luz, se para, nos mira tranquilamente y... sigue su faena.

Ahora... un trago de café y si- lencio de nuevo en la espera.

Para no dormirme me pongo a re- zar el Rosario con los dedos de la mano izquierda, mientras con la de- recha sostengo la escopeta sobre las rodillas.

¿Cuántos recé? Pues... no lo sé; llegé a hacerlo casi maquinalmente creo que las diez Ave Marías unas veces serían quince y otras veinte; el caso no es dormirse ni perder el tiempo.

Así han pasado una, dos, tres ho- ras ; cuando siento un golpecito al cosado y...

Ya está ahí.

Por la izquierda, remontando la corriente y chapoteando a veces, sin precaución vienen unas pisada fuer- tes. Hacia la derecha y enfrente vienen bajando por entre la arbole- do otras más fuertes, incautas, co- mo de una vaca que se llegara a be- ber... De pronto... un golpe más fuerte sobre un arbusto y el ruido de algo que cae y huye precitada- mente por la maleza; se paran las pisadas un instante y siguen acer- cándose más. Otro golpe; esta vez no hay ruido de carrera fugitiva si- sino ruido de unos huesillos que son quebrados entre fuertes mandíbu- las, mientras los pasos siguen so- nando más cerca de los cadáveres.

No disparar hasta que esté co- miendo, se dice en un susurro, sin moverse, casi sin respirar... y si- guen los pasos, pero ahora con cau- tela.

Se ha detenido el aire, se ha ca- llado la ranita y los grillos parecen muertos... Sólo las pisadas que se acercan más y las escopetas se alis- tan y nuestros nervios tensos, ten- sos...

Me he olvidado de rezar; me da la impresión de que estoy sudando, que la tonsura se me ha encres- pado; que no hay en el mundo más que una escopeta que yo estoy apre-

Para usted, TRAJES DOVILLA. Telf. 81-56-47

VENEZUELA MISIONERA

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tando, apretando eternamente en espera de la señal de “fuego”. Y... esa eternidad queda cortada no por la luz de los tres focos y el grito de fuego... sino por... Un ladrido desesperado, lastimero al otro la- do de la selva mientras dos fugas precipitadas se acusan entre la ma- leza.

Maldito Brujo; nos ha estro- peado. No hay nada que hacer.

Se encienden los focos; nos le- vantamos, desentumecemos los miembros y por los palos salimos

a la sabana con desespero. Son las dos de la mañana.

Dos muchachos se quedan aún, tercos y esperanzados, por el aca- so... Pero el tigre no vuelve ya, ni a la noche siguiente.

Al día siguiente el antiguo va- quero ha visto las huellas de dos tigres, uno grande y otro pequeño, que se dirigían hacia San Isidro, donde pastan los burros.

Fr. Bienvenido de V illacidayo

Mis. Cap.

UN MISIONERO AGRADECIDO

El Misionero R.P. Basilio María de Barral nos encarga hacer llegar a los bien- hechores de nuestras Misiones su agradecimiento por el sustancioso aguinaldo que para su Misión le han enviado por intermedio del R.P. Isaac de Mondreganes. Dios se lo pague.

paso quiere aprovechar la oportunidad para poner en conocimiento de los lectores de VENEZUELA MISIONERA que, además de los Centros Misionales de Araguaimujo y Guayo, existe en el Delta del Orinoco la Misión de Pedernales, que si bien todavía no está reconocida oficialmente como centro misional, es una Misión de hecho, en la que se está desarrollando un apostolado intensivo y extensivo muy digno de tenerse en cuenta. Valga como prueba el hecho de que el pasado año sola- mente durante los dias que median entre Navidad y Reyes, se hicieron alrededor de cuatrocientos bautismos, la mayor parte en la propia iglesia, desplazándose los indí- genas a Pedernales desde los últimos confines del Guanipa (Estado Monagas) y aún del Guarapiche.

“Lectores hermanos nos dice el Padre en su nota— esta multitud de aborí- genes (ya lo ha hecho notar alguien en esta Revista) me consideran todos como “ABUELITO” suyo; y es muy justo que el abuelo se interese por todos sus “NIETI- COS”. Por esto, en nombre de todos, os pido una demostración de vuestro cariño y de vuestro interés por ellos”.

Los TRAJES DOVILLA cuestan menos de lo que usted esperaba pagar.

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La Expedición Iturri&ga (1754-1761) y las Misiones Capuchinas del Caroní

Todos los historiadores venezolanos, hasta en los breves textos escolares, ha- blan de esta expedición con loa para quienes la dirigieron; y muy justamen- te ponderan la importancia de los des- cubrimientos geográficos y de la funda- ción de pueblos en los límites con el en- tonces imperio portugués. Y bien sería que además de Yturriaga, Solano, Alva- rado, etc., se citaran siquiera los nom- bres de Simón López, Francisco Boba- dilla, Apolinar Diez de la Fuente y Si- món Santos, máximos exploradores del Alto Orinoco, Guainía y Casiquiare.

Quienes entre nosotros venían desde años estudiando la historia de las Mi- siones Capuchinas y su influencia en la historia patria (Rionegro, Lodares, Ca- rrocera, etc.), habían relacionado esta célebre expedición con las Misiones de Guayana mediante un informe de don Eugenio F. Alvarado, sumamente elogio- so para las mismas. (A. G. de Siman- cas. Estado, legajo 7.390). El P. Lodares explica el origen de este Documento co- mo un simple pasar el tiempo útilmente de Alvarado, “deseoso de averiguar la marcha de las Misiones”, ‘mientras se preparaba la expedición al Alto Orinoco y Amazonas”, ya que "más de un año estuvieron detenidos en Santo Tomás de Guayana por las dificultades de las comunicaciones”. (Los Franciscanos Ca- puchinos en Venezuela, t. II. Caracas, 1930, pág. 215).

Documentos inéditos, posteriormente vistos en Barcelona (España), me ha- bían hecho creer que esta relación de Alvarado era fruto de su agradecimien- to por los muchos auxilios en indios y provisiones, que los Misioneros del Ca- roní habían prestado a la expedición y particularmente a él durante su larga demora entre ellos. Pero de este error vino a sacarnos Demetrio Ramos con su estudio “El tratado de límites de 1750

y la expedición de Iturriaga al Orinoco” (Madrid, 1946), hecho directamente so- bre documentos originales de Simancas, Madrid, etc.

El informe de Alvarado obedece a otros móviles y forma parte de los “pro- pósitos secretos de la expedición” (cap. V de la obra cit., págs. 65-85), que a es- tas alturas ya dejaron de serlo y que quizás no sea inútil divulgarlos. Yo, al menos, así lo creo y trataré, por consi- guiente, de hacerlos conocidos del pú- blico con mi mayor deseo de que nues- tros historiadores los incluyan entre los avances históricos, muy dignos de vivi- ficar los textos escolares, a veces ca- rentes de motivaciones y con simples catalogaciones de acontecimientos.

Demetrio Ramos dice que los propósi- tos secretos fueron dos: 1’) descubri- miento de canela, cacao, especies, p’an- tas medicinales y minas (aspecto econó- mico de la expedición), y 29) expulsión de los holandeses de aquella faja de te- rrenos entre el Amazonas y el Orinoco, en que furtivamente se habían asentado (aspecto político de la expedición).

I

Para trabajar en el primero de los propósitos fue incluido enti'e los miem- bros destacados de la expedición el bo- tánico sueco, discípulo de Linneo, Pe- dro Loefling. Por cartas del mismo sa- bemos cuánto fue auxiliado en su per- sona y en su cometido particular por los Misioneros de Cumaná, Píritu y Caroní. Muchos datos, que no puedo ocuparme en reproducir aquí, pueden verse en la obra “Pedro Loefling en Venezuela, 1754-1756”, por Stig Rydén (Madrid, año 1957).

Sólo cito, entre tantos, el servicio del P. Angel de Gerona, capuchino, prestán- dole un manuscrito en lengua pariago- to para que de él copiara los nombres

TRAJES DOVILLA, calidad y confección garantizada. Telf. 81-56-47

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de animales y plantas para cuando tu- viera que valerse de los indios en sus búsquedas. (Ob. cit., pág. 165). Loefling habia establecido su cuartel general en la Misión de Santa Eulalia de Murucuri; en un grave ataque de fiebres, que a tantos compañeros de expedición cortó la vida y que a él mismo apenas le ha- bían abandonado desde su desembarco en Cumaná, fue llevado para mejor asis- tencia a San Antonio del Caroní, "don- de murió el 22 de febrero de 1756 des- pués de haber aceptado la religión Cató- lica, Apostólica Romana”. “Aquí murió y fue enterrado junto a la iglesia, al pie de un naranjo, con sus propios vestidos en lugar de mortaja”. (Ob. cit., pági- nas 130-131).

Sobre lo que en este misma materia botánica, mas la mineral, hizo e informó Alvarado, puede leerse la obra de De- metrio Ramos (págs. 159-170); y sin necesidad de acudir a las fuentes, el lec- tor verá patente la prestación de infor- mes por parte de los misioneros capu- chinos.

II

Respecto al segundo propósito, de acorralar y, si fuera posible, expulsar de sus actuales posesiones a los holan- deses, se partía del principio cierto de que ‘todo e‘l terreno comprendido entre los ríos Marañón y Orinoco pertenece indudablemente a las dos Coronas (es- pañola y portuguesa) (y) cualquiera es- tablecimiento de los demás extranjeros en aquel paraje se debe mirar ejecuta- do contra el derecho”. (Ramos, pág. 79). Ambas cortes se habían convenido en valerse de todos los medios indirectos para estrechar a francesa y holandesa en sus establecimientos, “en inteligen- cia de que si con este género de hosti- lidad u otro mejor que se discurra, des- amparasen los que ahora tienen, parti- rían el terreno amigablemente los dos soberanos”. (Id. pg. 80).

Hay que recordar aquí los ataques abiertos de los piratos holandeses y de-

más a los establecimientos españoles del Orinoco y los que hacían valindéose de los caribes o disfrazándose ellos mismos de caribes (que todo consistía en embi- jarse y ponerse guayuco , llegando en sus incursiones no sólo a las Misiones capuchinas del Caroní y Yuruari, sino también a las de los jesuítas en el Ori- noco. Sobre todos estos puntos debía informarse Alvarado e informar después proponiendo medios, cosa que hizo minu- ciosamente. (Ob. cit., pgs. 133-150).

Concretando más el asunto que nos ocupa, leemos entre las instrucciones de Iturriaga a don Eugenio Alvarado: “Pro- curará V.S. averiguar. . . el terreno que ocupan los Misioneros Capuchinos Cata- lanes de la Guayana y la distancia que hay hasta las Colonias holandesas de la costa; si tienen comunicaciones entre ellas; qué número de pueblos tienen fun- dados y su vecindario; si los misioneros tienen ganados u otras granjerias; y si van adelatando la población con el rum- bo a la costa; en cuyo caso les adverti- rá V.S. el perjuicio de que los indios puedan aficionarse al trato con los ho- landeses; y lo demás que le parezca conveniente mientras que, informado S.M., toma otra providencia.” (Ob. cit., página 129).

Otro aspecto menos agradable de las relaciones de la expedición Iturriaga y los capuchinos de! Caroní lo descubre también el Sr. Ramos (págs. 175-193). Este aspecto ingrato tuvo antes su apa- rición entre el Gobernador de Cumaná e Iturriaga, y otra aparición posterior aún más fuerte entre éste y los jesuí- tas: la expedición no estaba bien prepa- rada administrativamente y de ahí que el alojamiento, provisiones y viajes de reconocimiento y traslado resultaban muy gravosos para todos aquellos por cuyos territorios pasaba (¿qué decir cuando en ellos se demoraba años ente- ros?) Así tenemos la queja del P. Beni- to de La Garriga a don Mateo Gual, el Gobernador de Cumaná: “nos acaban de comer las subsistencias, nos destruyen

Para su hijo, TRAJES DOVILLA. Telf. 41-16-14

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las yucas tiernecitas, que se han de ra- llar para mantenerlos y abastimentarlos de casabe y mañoco y para dar socorro a la otra gente de arriba. Creo nos quie- ren examinar la paciencia; no llegamos a entender los ocultos juicios en sus de- terminaciones; todos los días dicen que se van y luego se mira lo contrario; ahora tienen el bastimento pronto y no se sabe el secreto que impide su marcha; luego embarcan y más presto vuelven a desembarcar". Les acababan el arroz, el maíz y no digamos las gallinas, presa tan preferida por todos les pasajeros y máxime siendo idea general en aquellos tiempos que eran la receta ideal contra las fiebres palúdicas.

Finalmente, Iturriaga chocó con su más y su menes en todas partes respec- to a sus atribuciones de Delegado Real, que le malquistaron bastante con las au- toridades civiles y misionales por donde pasaba. Por lo que se refiere a las Mi- siones del Caroní, sus actuaciones de fuerza contra los caribes, muchos de ellos ya reducidos a Pueblo, provoca- ron serios incidentes, que obligaron a los Misioneros a levantar su voz de pro- testa ante las autoridades limítrofes. Es- cribió el P. La Garriga: ‘‘Lo más sensi- ble para nosotros es dejarnos alterados los Caribes; no será mucho si tenemos algún ruido...’ hasta yo estoy privado de hablar con dichos presos.” Prisiones y otros castigos alborotaron grandemen- te. Y el Gobernador de Cumaná inter-

preta la salida repentina de Iturriaga (cuando salió) el 27 de junio de 1756 del pueblo de Caroní de PP. Catalanes como un cierto miedo por la agitación e inquietud, que él mismo había provocado entre los indios.

No obstante estos des aspectos negati- vos, que más bien son faltas de acierto que mala voluntad, creo que el saldo de las relaciones entre esta célebre expedi- ción y las Misiones Capuchinas del Ca- roní es positivo. Estas ayudaron econó- micamente y con sus informes, e Itú- rriaga trataba de alejar y, si era posi- ble, desalojar a holandeses y franceses (más tarde ingleses) de aquellos territo- rios para que más pacíficamente pudie- ran trabajar y extenderse los capuchi- nos en sus conquistas. Si tal cosa se hu- biera logrado, todo el territorio de la margen izquierda del Esequivo (al me- nos) sería hoy Venezuela.

Pero sobre todo, los Misioneros Capu- chinos, no obstante los trastornos eco- nómicos que la diuturna permanencia de la Comisión en su territorio les causara, tienen que estar agradecidos al informe del segundo de la expedición, don Eu- genio F. Alvarado.

Yo he tenido el gusto de leerlo ínte- gro en Simancas, y creo que el testimo- nio de Alvarado es una de esas “coro- nas de agradecimiento”, que Duarte Le- vel reclamaba de Venezuela para los Capuchinos.

J. M. GARCIA GOMEZ

Luzca siempre elegante con su creación DOVILLA. Telf. 81-56-47

Homenaje.

La Muerte de un Apóstol

Por ALBERTO SANABRIA

CUMANA, diciembre de 1959. Visi- tamos a nuestra querida tierra cuma- nesa por breves días., en !os cuales re- cibimos el sincero cariño y cordiales atenciones de familiares y amigos.

Al llegar nosotros a la ciudad del Man- zanares, entregaba su alma al Creador nuestro honorable amigo el M.R.P. Fr. Constantino María de La Vega, anciano y noble Ministro del Señor.

En edad cercana a los noventa años se nos escapó por las puertas de la muerte este varón dotado de singulares virtudes y de sabias enseñanzas. Era el Padre Constantino un verdadero orna- mento de la benemérita Orden Francis- cano-Capuchina, a quien tanto debe nuestra Patria desde los días de la con- quista. Numerosos pueblos del Oriente venezolano fueron fundados por los Pa- dres Franciscanos, y todavía se conser- van templos, de recia estructura y de clásico estilo, que nos hablan elocuen- temente de la abnegada labor de aque- llcs valientes y humildes Misioneros. Entre esos Santuarios de piedad y belle- za, recordamos las iglesias de San An- tonio de Maturín, Arenas, San Francis- co de Asís, San Lorenzo, San Fernando y tantos otros pueblos de los Estados Sucre y Monagas. También en los Esta- dos Anzcátegui y Nueva Esparta hay re- cuerdos muy valiosos de los Padres Ca- puchinos; y allá en la Guayana venezo- lana, tierra de leyendas y de la más ri- ca y exuberante naturaleza, se encuen- tran todavía monumentos de piedra y de fe, como fieles testimonios de la obra de los Franciscanos.

En Cumaná, se puede contemplar el frontis del trisecular Convento del his- toriado Barrio de San Francisco, suce- sor del primer monasterio levantado en el nuevo mundo, en la primitiva pobla- ción fundada por los Padres Francisca-

nos, muy cerca del Mar Caribe y del pintoresco río Manzanares, y donde se dio comienzo a !a actual capital del Es- tado Sucre, en los primeros años del si- glo XVI.

Joven todavía llegó e! Padre Constan- tino a tierras venezolanas, y Cumaná fue para él el sitio de su predilección. Hace alrededor de treinta y cinco años fue trasladado a Cumaná, y desde entonces amó aquella tierra con amor de verda- dero hijo. Celebró los triunfos de la ciu- dad primada y lloró sus dolores. Su acen- drada virtud, su vasta ilustración, su es- píritu de caridad y su profunda fe reli- giosa, los dedicó por entero a la tierra eumanesa.

En Cumaná celebró el Padre Constan- tino sus Bodas de Plata Sacerdotales, y veinticinco años después, Dios le permi- tió que en esa misma tierra, tan ligada a la Orden Franciscana, conmemorara sus Bodas de Oro con la Iglesia de Cris- to. Siempre manifestó su deseo de repo- sar definitivamente en la tierra cuma- nesa, y allí estará para siempre, reci- biendo el permanente homenaje de los más bellos crepúsculos y de las plateadas noches de luna que constituyen uno de los más hermosos encantos de la ciudad primogénita.

Conservamos del Padre Constantino innumerables recuerdos; a su llegada a aquella tierra, él saludó nuestra juven- tud con señalado afecto, y de sus labios siempre recibimos la voz de aliento y el consejo cordial. Cómo nos complacía conversar con el noble anciano, tan lle- no de experiencia y de sabiduría. Tenía el Padre Constantino señalado amor por la Historia, y tuvo en su vida una pa- sión, cual fue la de exaltar la obra del Venerable Padre José de Carabantes, quien esta en proceso de beatificación, (Pasa a la pág. 352)

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Asaltada la Misión de Guana por bandoleros

armados

Uno de los Centros Misionales del Vi- cariato Apostólico de Maehiques, titu- lado de Santa María de Guana, instala- do recientemente en lo que antes era la hacienda “Guana”, propiedad de la Misión de Guarero del mismo Vicariato, en la Guajira venezolana, fue asaltado a medianoche del día 3 de diciembre por cinco bandoleros armados, A continua- ción copiamos el relato literal que el diario “Panorama” de Maracaibo, del día 5 de diciembre, hace de tan trágico suceso.

“Cinco bandoleros colombianos asal- taron a medianoche del jueves (dia 3 de diciembre) la Misión Capuchina de Santa María de Guana, en la Guajira; y después de robar 10.000 bolívares dis- pararon a mansalva contra el Padre Su- perior, Domingo de Bilbao, quien reci- bió un balazo en la espalda, pero con tanta suerte que el proyectil solamen- te le quedó abotonado y el propio re- ligioso se lo extrajo con los dedos.

El Padre de Bilbao llegó ayer a Mara- caibo. En la mañana ingresó al Hospi- tal Central, donde fue atendido por el médico de guardia. Posteriormente re- gresó al Convento, donde permanece aún.

Los cinco foragidos fueron hasta la Misión, y sigilosamente llegaron direc- tamente a la habitación del Padre Su- perior.

En otras habitaciones dormían los mi- sioneros Germán de San Sebastián y Prudencio de Santelos, quienes no se percataron de lo que ocurrió sino cuan- do el Padre de Bilbao llegó herido.

El asalto. Los asaltantes debían co- nocer muy bien el sitio. Incluso, por lo menos alguno de ellos, ha debido tener acceso en otra oportunidad a la Misión, porque llegaron directamente a la habi- tación donde guardaban el dinero.

Cuando el Padre de Bilbao despertó, debido al ruido de los misteriosos visi- tantes, se vio encañonado por tres re- vólveres.

¿Qué pasa? se atrevió a pre- guntar.

El cabecilla de la banda le repitió en- tonces numerosas veces esto:

¡Rápido, rápido, la plata!

Mientras el jefe lo apuntaba con el arma, los otros registraban todo el cuarto.

El dinero no aparece dijo uno de los bandidos.

La amenaza de los antisociales llegó al máximo, cuando uno de ellos saltó encolerizado y se situó al lado del mi- sionero. Entonces hundió violentamen- te el cañón del arma en la espalda del Padre.

Padre, usted va a morir.

El Padre de Bilbao no contestó nada.

El robo. Los maleantes siguieron en su búsqueda hasta que abrieron el baúl. Allí estaba el dinero y los valo- res para la construcción del Centro In- dígena.

El dinero era para cancelar a los obreros que trabajan en las obras y, además, darles su respectivo aguinaldo. Los fondos recolectados proceden de la colaboración que presta el Ministerio de Justicia, que tiene asignados 4.000 bolí- vares mensuales y el resto es de dona- ciones particulares.

Pero los delincuentes cargaron con todos los objetos de valor. Los treslada- ron a un carro que esperaba a corta dis- tancia de la Misión.

¡A liquidarlo! Allí surgió la idea de liquidar al capuchino. El cabecilla ha- bló con sus pandilleros. Querían elimi- narlo, porque era el único que podía identificarlos. El Padre escuchó a los forajidos y decidió ponerse a salvo en la primera oportunidad.

De pronto se zafó del hombre que lo llevaba sujetado por la camisa. De Bil- bao corrió en zig-zag; quería evitar en esa forma que lo alcanzaran los proyec- tiles. Uno de los hampones apretó el ga- lillo y el misionero recibió el balazo en la espalda.

Los otros dos misioneros habían des- pertado y subieron al techo. Buscaban

(Sigue en la |ȇg. 352)

1.— DIEGO RUIZ MALDONADO.-- Viaje por los ríos Casaría re. Meta y Orinoeo, de Santa Fe de Bogotá a Gua- yana y Trinidad, 1638-39. Introducción y Notas del P. Fray Cesáreo de Arme- llada, Misionero Capuchino. Separata c’.el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, Imprenta Nacio- nal, 1959. 30 p.

El P. Armellada, en sus búsquedas en la Biblioteca Nacional de Madrid, en- contró este manuscrito con el interesan- te relato del viaje que Ruiz Maldonado hizo desde Bogotá a Guayana y Trini- dad. Envió copia a la Academia Nacio- nal de la Historia, quien vista su impor- tancia acordó publicarlo en su Boletín y hacer de él una separata.

C. C.

2. GUILLERMO MORON. Los

Cronistas y la Historia. Ediciones del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes, Caracas, 1957 192 pp. 16 x 11 cms.

Contiene tres estudios bio-bibliográfi- cos amplísimos de Fray Pedro Aguado, franciscano, primer historiador de Ve- nezuela; de José de Oviedo y Baños y de Fray Antonio Caulín, también fran- ciscano. Los tres son de los principales cronistas de Venezuela.

El estudio sobre Fray Pedro Aguado fue escrito según dice el autor ‘‘pa- ra servir de introducción al primer tomo de las Fuentes para la Historia de Ve- nezuela, edición crítica de los textos de Aguado, Simón y Oviedo y Baños que

oportunamente será publicada”. Hasta ahora sólo ha publicado el Dr. Mo- rón en un solo tomo la obra de Oviedo y Baños y la Historia Corográfica de la Nueva Andalucía, del P. Caulín, prece- didas, respectivamente, de los citadcs estudios bio-bibliográficos, contenidos en “Los Cronistas y la Historia”.

Los trabajos históricos de Morón so- bre Aguado, Oviedo y Bañes y Caulín, son los más extensos y críticos que co- nocemos; en ellos se estudia a fondo la vida y obras de estos tres grandes cro- nistas de la época colonial.

C. C.

3.— MIGUEL ANGEL MUDARRA. Marco Antonio Saluzzo, Caballero de la Libertad. Publicaciones del Conceja Municipal del Distrito Sucre (Cumaná, Venezuela). 31 pp.— 23 x 16 cms.

Este opúsculo se publica con ocasión del CXXV Aniversario del nacimiento del ilustre cumanés Marco- Antonio Saluzzo, y en él nos habla el Sr. Muda- rra de los puntos culminantes de su bio- grafiado: Cuna de Saluzzo; su nacimien- to y primeros años; Barcelona y Saluz- zo; síntesis áe la personalidad de Sa- luzzo; el orador y sus discursos; las obras de Saluzzo; el escritor y el poeta; Saluzzo: gentilhombre republicano; su vida pública; comentarios finales.

Queda probado una vez más que Mar- co-Antonio Saluzzo fue uno de los más ilustres hijos de la histórica y legendaria Cumaná, sultana del Manzanares y rei- na del Oriente venezolano.

C. C.

i

INDICE GENERAL DE "VENEZUELA MISIONERA"

AÑO XXI— 1959

EDITORIALES

Págs.

“Venezuela Misionera” cumplió ya

sus veinte años de vida 1

Insistiendo sobre el mismo tema:

El Problema Indígena en Ve- nezuela 33

La Semana de Historia del Orien- te Venezolano y su interés mi- sional 65

La triste situación de los Aborí- genes: infelices en sus misma

Patria 97

Proyectos y necesidades en la

Misión del Caroni 129

Nuestro Homenaje al Barón de

Humboldt 161

Orientación Misional e Indige- nista 193

La Misión de Guajira-Perijá.

Nuevos Avances 225

El Día Universa] de las Misiones 257 El Templo de Nuestra Señora de

las Mercedes en Caracas 291

La Navidad en las Misiones 321

Etnografía Yucpa. Eoconomía Doméstica .... 243, 268, 302 325

Excursión misional por los ríos loaba rú, Antavaré, Karún y Pa- ra gua 205, 234

Excursión por la jurisdicción de Santa Elena de Uairén . . . 279, 319

Orientación Misionera e Indige- nista 53, Í39, 333

Lenguas Indígenas de Perijá

75, 108, 131, 179

Cuestiones Indigenistas de la Gran Sabana: Respuestas de

Ekaremenín 154, 164

Recuerdos y evocaciones de las anticuas Misiones de Cumaná: Martirio del P. Fr. Miguel de

Albalate 86, 112

Humboldt y la Hospitalidad de los Misioneros, 25, 58, 120, 151, 176, 216, 246, 282, 312, 338

Bibliografía 28, 62, 95, 160, 191 224 Espinas y Flores. Retablos de

mi vida misionera 23, 46

Evangelio y vida 22, 61, 94, 128 159

ARTICULOS VARIOS

Págs.

Cartas de los indios 31

Bendición e inauguración de la nueva iglesia de Belén de

Mérida 4

Avances misionales en Extremo

Oriente en el último año 8

Los Kanaimas en la historia indí- gena de Venezuela 9

Las medidas del tiempo según los

Indios Pemón 12

Crónica de la Misión de S. Fran- cisco de Guayo 15

Documentos interesantes sobre las antiguas Misiones de Cumaná 19 Bodas de Oro Religiosas del P.

Claudio de Velilla 20

¿ Es posible que los hombres se

alimenten de insectos? 36

El antiguo Hospicio de Capuchi- nos en Caracas 38

Monjas, Guaraúnos y Frailes ... 41

Datos históricos sobre las anti- guas Misiones, especialmente

de Cumaná 50

Una buena noticia 52

La Misión del Caroni y las Misio- nes vecinas 55

Los PP. Benedictinos de Rio Bran- co, vecinos por el Sur de la

Para usted TRAJES DOVILLA. Telf. 41-81-06

VENEZUELA MISIONERA

351

Misión del Caroni 63

Regreso del P. Armellada 70

Las Veladas de Pedernales 71

Una visita a la Exposición Voca-

cional 77

Los indios de la Gran Sabana, co- medores de insectos 81

Recordando a uno de los ‘Chibios” en el primer aniversario de

su muerte 83

La tradición de la Guajira Vene- zolana 90

Los PP. Jesuítas de la Guayana Inglesa, vecinos por el Norte de

la Misión del Caroni 92

Palpitación nacional indigenista.. 99 Nuevo Monumento de la fe de un

pueblo (S. José de Perijá) 101

Tres españoles de Acción Católi- ca, misioneros en Venezuela... 105 Nuevas perspectivas nacionales: Amanece otra vez en el rio

Caura 116

Un gran investigador franciscano,

el R.P. Lino G. Cañedo 118

El Pacto de Aricuaisá 123

Exposición del Ropero misional . . 136

Panorámicas misionales 141

El Monasterio de Monjas “Con- cepciones” 145

Los días y la Misión 148

La dieta a base de insectos: Car- ta del P. David Mucientes 157

Nota necrológica: El V. Hno. Fr.

Abundio de Jabares 170

Historia que parece leyenda: ¿Tu- ristas? 171

Indigenismo igual a “amor ple-

nus” al indio 174

La cabra y el erial de la Guajira 182 Algunos elementos filosóficos de

los indios Pemón 185

Visita ad limina de los Vicarios Apostólicos del Caroni y de Ma-

chiques 187

Nuestro Padre que está en los cielos 188

Aclaratoria del P. Santelos sobre

Vocabulario Motilón 195

Sueños y realidades: Aparición del P. Bartolomé de las Casas. 196 Gesto generoso de un suscritor. . 197

Retablo de mujeres misioneras.. 198 Los Damuino (Tabúes) de los in- dios Pemón 201

La primera iglesia de Caracas. . 203

En la Misión de Kavanayén: Rus-

ty y la Vela 209, 254

La Obra de los Capuchinos en la

la tierra de Monagas 212

El sacrificio del Misionero 215

El Problema Indígena en Centro-

América 219

¿ Algo nuevo sobre cooperación

misional? 221

Lenguas y Dialectos de los Moti- lones de Venezuela 231

Comentarios a un artículo sobre

la fundación de Cumaná 238

Visita ad limina del Vicario Apos- tólica de Tucupita 245

Datos de dos misioneros seglares

y uno Capuchino 248

Un Nuevo Astro en el Firmamen- to (S. Lorenzo de Brindis)... 251 Gestos nobles y generosos en fa- vor de “Venezuela Misionera”. . 256

San Francisco de Asís, Gran Mi- sionero 260

III Centenario de un pueblo mi- sional.— Santa María de los

Angeles del Guácharo 263

Los Kamaino (Presagios) de los

indios Pemón 272

El Vicariato Apostólico de Tucu- pita: Estado de la Misión

en 1958 274

Contra exterminio de los Motilo- nes se pronuncia la Universidad

del Zulia 285

¿Quiénes son los grandes en el in- digenismo? 286

Indios venezolanos que podrían es- tar en los altares 287

TRAJES DOVILLA, calidad y confección garantizada. Telf. 81-56-47

352

VENEZUELA MISIONERA

Cosas y casos de los indios de

Perijá 305

La Voz de unas Ruinas históricas

y Evocadoras 308

A propósito de la publicación de

dos libros del P. Viñayo 315

Un fraile lego Capuchino, Gran

Arquitecto 317

Muerte trágica de un Misionero.. 329 Se fundó en Cumaná el primer

Colegio de Indios 331

Una baja más en nuestras filas: se nos fue el R.P. Constantino 336

Vinieron al seno de la Iglesia Ca- tólica 337

En la Misión de Kavanayén III

Un ladrido en la noche 341

Un Misionero, agradecido 343

La expedición Iturriaga (1754- 1761) y las Misiones Capuchi- nas del Caroní) 344

Homenaje La muerte de un

Apóstol 347

Asaltada la Misión de Guama por bandoleros armados 348

ASALTADA LA MISION DE GUANA POR BANDOLEROS ARMADOS

(Viene de la pág. 348).

llegar a la planta eléctrica para encen- derla.

La luz provocó que los malhechores se dieran a la fuga, siempre disparando sus armas.

La Guardia Nacional de Carretal lle- gó hasta el sitio. En esa forma se logró tranquilizar los ánimos de todos.

Lo más extraño del caso es que el proyectil no penetró como lamentable- mente siempre ocurre.

¡No sé, pero el disparo no me hirió de gravedad!...

Habló de las graves consecuencias de- bido a este asalto. La construcción mi- sional ha sido paralizada; hay que re- cuperar el dinero robado.

Por último se supo que los misione- ros se dirigirán al Gobierno de Colom- bia para exponerle el caso y tratar de que colabore en la restitución de lo que se robaron.

LA MUERTE DE UN APOSTOL (Viene de la pág. 347).

y del cual cuentan verdaderos milagros realizados en su labor evangelizadora, especialmente en el Oriente venezolano.

Cumaná recordará a través del tiem- po al Padre Constantino: su venerada figura de antiguo Patriarca, su fino tra- to, su bondad sin límites V sn fecunda obra de Apóstol. Cuando los achaques propios de la avanzada edad, no hablan fatigado su varonil existencia, se com- placía en pintar sugestivos cuadros, en escribir alguna bella poesía o en elabo- rar criteriosas páginas históricas. Des- cendía el Padre Constantino de noble fa- milia española, y sin embargo, su pre- ciosa vida estaba llena de la más pura humildad.

Padre Constantino, ya te encuentras definitivamente en la tierra que tanto amaste, y que el Señor te conceda la luz perpetua y el descanso eterno.

(De “El Universal”, 11-12-59).

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