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Holmberg y Justo González Ach ,. 9;3, Rei-tii.es i)or el Dr><^á''los Berg. .. 97, Anfibios por el Dr. CS;|os Berg. „ 99, I'ei:es por el Dr. Eflifii-'Í^J^- Holmberg. l-^í\•ERTEBI{AI)OS. Página 111, Moi.ti.sc()s por el Dr. .Ulolfo Doering. » 1 17, Insectos (por varios autores.) I. Hiineiiópteros. . . . (por varios autores.) Abejas por el Dr. Eduardo L. Holmberg. NOTA. — La Clase de los Insectos, representada en la colección del Tandil y de La Tinta por numerosas especies, , sprá estudiarla por diversos autores, los cuales, en parte, han recibido ya el material," que lia sido distribuido conside- T rando la mayor división del trabajo, llevada ;í su extremo límite en cuanto se relaciona, en la República Argentina, con la especialidad ó con la mejor aptitud y buena voluntad para efectuar aquel, evitando así la remisión de ejemplares al extranjero, por la probabilidad nías ó menos ])róxima de un relardo en las deteruiinaciones, que afectara la publica- ción regular de la obra. De allí la necesidad de frecuentes adscripciones á los autores, citados al pié de la página en que comienza la tarea respectiva de cada uno. Debe tenerse presente, por lo tauto, que el signo de llamada sólo afecta al grupo de mayor ó menor amplitud taxonómica que cada cual haya estudiado. Las láminas á que se liaga referencia en el texto no siempre podrán aparecer simultáneáiuente v.jnaiv-e''^'''*^' caso, con la última entrega de la obra, la serie de ellas quedará completa Circular No. 19. Quartermaster Generars Office. 1911 1 Minimum and Máximum Quantities of Quartermaster 's Suppl: lies TO BE KEPT ON ^AND AND IN STOCK AT THE VARIOUS POSTS AND STA TIONS OF THE UNITED STATES ARMY Supplementary to Circular No. 18, I9H. of the Office of the Quancrma.ter General OCTOBER I. 1911 FOi Ei^-i-. PRELIMINAR / No hay que explicar á lodos los lectores qué significa este libro; pero si, de un modo particular, á aquellos de mis compatriotas que no se dedican á la tarea de prepa- rar obras de este género, ó de cualquier otro, ó que, desligados por completo de toda idea relativa á la Historia Natural, opinan que se pierde tristemente el tiempo (y cuanto le equivale) al dar á la estampa tan crecido número de páginas, sobre cuestiones tan indirectamente ligadas, en apariencia, con el progreso intelectual y material del país. Ante todo, debo significarles que este es uno de esos libros que ceno se leen», porque encierra pocas amenidades literarias. Su lectura, por otra parte, es altamente fastidiosa para los que no prestan su atención á estudios especiales y esta publicación, por lo tanto, pertenece á la categoría de aquellas que ce no pasan á la posteridad» sino como referencia. Es un libro de consulta, con vida limitada. Reunir los materiales, las observaciones, distribuir aquellos y éstas, pensar, estudiar, investigar, redactar, escribir, dibujar, criticar y, por último, dar ala estampa... todo ésto es un trabajo abrumador que los autores realizan, sin embargo, con deleite, y que aturde al que piensa en ello sin interés alguno. Una vez que el público se apodera del volumen que resulta, examina la carátula, el peso, la impresión, el papel, el número de páginas y las láminas, satirizándole lo que sea ó nó satirizable, ó colocándolo entre las obras maestras, ó medianas,- ó inútiles, según el gusto, la compete'ncia ó el estado de ánimo de cada cual. \^ A veces se lee la Advertencia, y aun lo. Introducción, ponjue está convenido que los autores dejan en estos preliminares la fisonomía propia de su carácter literario ó científico. Muchos de aquellos tienen fama por haber sabido escribir bien la Advertencia, y han sentado plaza de escritores concienzudos con sólo afirmar en ella que lo eran. Después del público, llega su turno al especialista. A este le importa poco todo lo que no le incumbe directamente. Examina su parte ; revisa una ó dos descripciones para Imp- ", 22, 1883. 1 V abrir opinión sobre el nuevo autor ; si el latin le parece malo, lo dice al primer venido; si le parece bueno, se calla la boca y hace bien. Si no entiende el idioma en que el libro está escrito, toma todo el aire de haberlo entendido y sien una de las páginas vé su nombre, busca un diccionario ó un traductor. Si sólo se le menciona para recordar que se ha equivocado, se pone de mal humor ; si se le elogia, adopta una fisonomía de com- placencia,— todo lo cual conserva perfecta armonía con la mas vulgar de las manifes- taciones del carácter humano. Si encuentra un error, lo revela en la primera opor- tunidad, y si ésta no se presenta, la forja. Viene luego su turno á los bibliógrafos, que procuran sacar la esencia del libro ; — si éste no la tiene, lo hacen constar, y el público ya sabe á qué atenerse. El Zoo/o^/sc/^e^r Jañrcsberíc/it, [)or ejemplo, consigna el título de la publicación, el nombre del autor, la fecha, la localidad en que se ha hecho, etc. , y el Zoological Record, además de todo ésto, apunta los caracteres de los nuevos géneros, las observaciones de importancia y los nombres de todas las especies. Mas tarde vienen los monógrafos, que tienen noticia del contenido del volumen por las revislas bibliográficas. Cuando los monógrafos se han apoderado aisladamente de todos los materiales acumulados en la obra, puede decirse que ésta ha muerto. M. QuARiTCH, de Londres, tiene costumbre de enviar á Buenos Aires, todos los años, un cargamento de obras de esta clase. ¡ Quién sabe si este libro no vuelve alguna vez á Buenos Aires, enviado de Londres ! Después de todo ésto — dirá el lector — ¿ cómo es posible publicar un tomo de tantas páginas, si está destinado á morir? Entro en materia. Comienza á alborearen laBepública Argentina la era científica. Estimables natura- listas extranjeros, algunos de ellos eminentes, han estudiado y estudian una parte de sus ricas comarcas. Millares de especies halladas en ellas figuran en los distintos reperto- rios, y millares de otras esperan figurar. Pero hay un nuevo elemento que entra en ac- ción, y entra con confianza, porqne tiene conciencia de las responsabilidades que envuel- ve la tarea científica : es el elemento nacional, el elemento joven, que viene á luchar con el cerebro en la misma tierra en que sus padres lucharon con la espada ó con pluma flamígera p.ara consolidar independencia, libertad y autonomía de nación y de pueblo. No importa el éxito. En ciencias obtiene más éxitos el que descubre más verdades, ó verdades de mayor importancia. Newton, Linneo^ Cuvier, Humboldt, Goethe, Burmeister, Darwin, Traube y mil otros, forman la brillante constelación de ese cielo en que se co- mienza por ser nebulosa imperceptible y se acaba resolviéndose en estrellas ó extin- guiéndose. Los amigos, los allegados, ó los interesados, fabrican una gloria en diez minutos, glo- ria que se apaga en tres ; pero la humanidad tiene también sus santos sin aureola que esculpen, en el pórfido de la historia^ los nombres que deben pasar, aunque no hayan — 3 — tenido interesados, allegados, ni amigos, como sucederá algún dia con Everard Munk voN RcESENSCHffiLD, quc liubicra levantado un monumento único á la Historia Natural de América si no hubiese sido mártir de un bárbaro durante su vida y victima de la indi- feíiencia después de su muerte, cuando se dejó extraviar manuscritos que formaban una pila de más de metro y medio ('). Este es el éxito del trabajo ! Lo demás es un meteoro. Inútil tarea seria, para un mal intencionado, buscar pretensiones en esos trabajos que comienzan á definirse, porque lo único que revelan es un deseo vehementísimo de ver catalogadas las riquezas del país, para poderse lanzar, aquellos que los emprenden, en investigaciones superiores. Ningún estudioso serio puede cifrar el deleite de su vida en tener lindas cajas, ni ricos armarios, con preciosas aves ó bonitos insectos. La importan- tanciadelas colecciones se mide por el material de estudio que encierran. Gomo sim- ples adornos, valen ni más, ni menos, que una blonda lujosa ó un cuadro de cajas de fósforos. Y si el anhelo es indicado, se argüirá; ¿ por qué no se envía á Europa buenas colec- ciones para que allá sean determinadas? Porque no se debe enviarlas. Porque deben estudiarse aquí fara disciplinar el entendimiento de los que aspiran á estudios mas serios, y con mayor razón ahora que la República Argentina pasa por una crisis social, ya que la cuestión religiosa ha venido á agitar los ánimos. El liberalismo no tiene mas que un baluarte inexpugnable : las Ciencias Naturales. El dia que todas las escue- las primarias de la Nación posean un buen microscopio, para que el niño se ha- bitúe desde temprana edad á ver los infusorios influenciados por el medio y á obser- var las maravillas del mundo pequeño, para luego entregarse al estudio del mundo grande ; cuando todas las escuelas superiores dispongan de gabinetes de Física, de Química y de Fisiología y se demuestre que el cerebro no piensa sin fósforo y sin sangre, que la célula se prepara con fragmentos minerales ; cuando los anfiteatros levanten por todas partes el santo altar del cadáver para revelar á mayor número los secretos del or- ganismo, entonces podrá el Dios Bueno, el Dios de Newton, de Kepler y de Bernardin DE Saint-Pierre sentirse Dios en el templo de los mejores sentimientos, pero nó mientras sólo se nos revele ese Dios al cual se le hace pedir por sus intermediaros una cruz tra- zada én el suelo con la lengua y besarla para conceder doble indulgencia. Las victorias de la palabra, con la retórica y la dialéctica, son brillantes victorias ; pero la Naturaleza, que es la Verdad Eterna, es muda, es silenciosa y no tiene mas dia- léctica que los hechos, ni más retórica que sus cuadros de lo infinitamente grande y de lo infinitamente peijueño. Los que así lo hemos comprendido, los que hemos señalado esos rumbosa nuestras (') Este dato me ha sido comunicado por la Sra. viuda de Venancio López, á quien su hermano Francisco Solano mandó lancear el mismo dia que á Münk. Este asistía como médico en la casa del primero. ambiciones, despreciando las pompas (¡ue hubieran de desviarnos de nuestra tarca, po- demos abandonarnos con confianza al pensamiento de ([ue nuestras obras morirán en las monografías, que han de morir también ; pero llevando siempre la convicción de que tales obras son parte de los fundamentos en que ha de apoyarse un dia la enseñanza de las Ciencias Naturales, baluarte del liberalismo, en la República Argentina, nuestra patria y nuestra cuna. El que dedicado en este paisa esas tareas no lo entienda asi, dirija siquiera una vez la mirada á los Museos de Europa y pregúntese si se atreve á luchar con ellos, ó con los sabios que les están ligados. Después de estos preliminares tan terminantes, el lector imparcial comprenderá que sería ridículo de mi parte propiciarme su buena voluntad con términos obligados y sin ninguna significación seria. Ellos no prueban, en manera alguna, que desee imponer este volumen como un trabajo excelente, pero sí demuestran, y con bastante claridad, que no me forjo ilusiones. Mi nombre, en materia científica, no es una autoridad — no es nada — y esto me consuela, porque me permite colocarme en el grupo de los que piensan que los hechos son las autoridades de primera categoría, las teorías las de segunda y lo que quiera el lector las de tercera y siguientes. Todo esto, empero, no sería l)astante, para el grupo de lectores á quienes me dirijo con intención, para explicarles lo que este libro significa. La Historia Natural, considerada en su sentido mas lato, no es únicamente motivo de estudio para satisfacer inclinaciones personales. Es una fuente de verdad que satisface la sed de aprender, desarrollada en toda inteligencia. Ella ofrece los primeros encantos al niño curioso; robustece el carácter del adolescente, señalándole luminosos senderos; dá cuerpo á las visiones del adulto y tiñe con rayos de inextinguible aurora las canas venerables del anciano. Sobre la base que ella constituye, asienta el filósofo sus deducciones é induc- ciones mas perfectas; abre á las artes, á la industria y al comercio, los veneros de explotación y de riqueza ; enseña al médico manantiales de salud y proporciona á todos el caudal del progreso, de la felicidad ó del bienestar. La Medicina, la mas imperfecta de las ciencias de observación, tomará de ella un dia su método incomparable y la Humanidad entera, habituada al contacto de las verdades tangibles ({ueella manifiesta, fundirá con el tiempo, en los mismos crisoles, campanas y cañones, sus dos plagas, para fabricar los instrumentos que nos dan la visión de lo invisible y nos facilitan la contemplación de la inmensidad. 5 El lector, sin embargo, por poco exigente que sea, preguntará cuál es la relación que existe entre este libro y el progreso intelectual y material del país. No está de más decirlo. Un país en el cual se publican tomos como este (y que apenas es el qui?ito de las Actas) no puede menos de hallarse en el nivel intelectual que hoy se pide á las naciones ilustradas. Cuanto mayor sea el número de volúmenes análogos, enviados al extranjero, mayor será la consideración dispensada, porque — y no se hagan ilusión los estadistas — el grado de civilización de un país no se mide tanto por la cantidad de ácido sulfúrico que consume, cuanto por la producción de obras que traten de Ciencias Naturales. Cien mil toneladas de ácido sulfúrico consumido no producirán el efecto moral de una Description physique de ¡a République Ar- gentine, ni de una Urmiomelria. Se me argüirá que los sabios que las han llevado á cabo, Burmeister y Gould, son extranjeros. Pero, para que dos sabios extranjeros lleven á cabo lales obras, es menester que la nación se halle á una altura de ilustración suficiente para sentir su necesidad y satisfacerla. Se argumentará también que los hijos del país no son capaces de emprender tales obras, á lo cual contestaré que son capaces, toda vez que los Gobiernos les pro- porcionen lasventajas, consideraciones y recursos de que esos dos sabios gozan, lo que no harán, porque nadie es profeta en su tierra. Esos dos sabios, por otra parte, no dejarán discípulos, porque no han sido llamados al país para enseñar, lo cual es una lástima; pero dejarán sus obras, lo que es una felicidad. Cierto dia un Argentino dijo en Paris que él era de Buenos Aires. — «¡AhlVd. es de la tierra en que vive el sabio Burmeister?» observó el interlocutor. Reconocido el nivel intelectual de una nación, nivel que continuará elevándose, por lo mismo que habrá sido impulsado por dicho reconocimiento, su progreso se desenvolverá simulláneamente y como todo adelanto, en una esfera superior de acción, repercute con energía sobre las otras, el progreso material le seguirá de cerca, máxime tratándose de un país como el nuestro que tiene todas las ventajas, sin muchos de los inconvenientes que afectan á otros del hemisferio boreal, situa- dos en igualdad de condiciones. Bajo el imperio de estas ideas, he realizado unos pocos viajes, con más ó menos éxito, y dominado por la convicción de que nada que sea directa ó indirectamente útil debe archivarse, he resuelto, ayudado por excelentes y hábiles colaboradores, dar este tomo de Historia Natural á la prensa. Si todas estas razones no son valederas, el lector se verá obligado á recurrir á los tratados elementales. — 6 — Aceptada, ])ues, la importancia de estos estudios, se me permitirá recordar al- gunas otras causas que motivaron mis viajes al Sur, y, por lo tanto, el tomo que ofrezco á mis compatriotas. En 1 872 visité la Patagonia como simple curioso, y debo confesar que la comarca no me presentó muchos ali'aclivos. Tenía 20 años, salía de la Universidad, donde recien, puede decirse, se ha co- menzado á enseñar seriamente la Historia Natural, con la creación de la Facultad de Ciencias Físico-matemáticas. No conocía el nombre de Darwin, ni menos sus obras ; y mi vocación por estos estudios, vocación hereditaria que se quería desviar con consejos de tendencia más pi-áctica, no hallaba otro estímulo que contrariedades de toda especie, entre las cuales se me presentaba la figura imponente de Burmeister, como un mito indesci- frable, y como un im|)osible de realizar sobre la tierra. Y en vez de decirme alguien : «Estudia, sigue el sendero tjue te trazan otros que lucharon mas que tú», me decían: ce ¿Qué harás en este país? qué hay aquí que no haya estudiado Burmeister?» Hoy que los años han corrido, hoy que sé que hay muchas cosas que Burmeister no ha podido estudiar, hoy ([ue puedo tener opinión propia, reconozco en aquellas palabras la expresión de una crasa ignorancia, ó el deseo de desviar el buen impulso congénito que me guiaba. Mi viaje á la Patagonia fué, pues, un simple ¡¡asco, por tomar aire de mar, antes de respirar miasmas de anfiteatro. Poco me había preparado sobre la manera de coleccionar y de aquí que no hiciese buena cosecha; pero todo el material traído se distribuyó y ahora (|ue puetlo discernirlo, cuando lo veo en letra de molde, con- fieso que me importa muy poco reconocer que fué obtenido en cualquier parte por un individuo anónimo. Lo ({ue observado no se publica, no se pierde sin embargo. Algún día se utiliza en una ó en otra forma. A mi vuelta de la Patagonia, donde había llevado diario de viaje, del que sólo recuerdo el principio, en el (jue consignaba hasta cuántas libras de presión marcaba el manómetro del vapor Patagones cuando salimos de Buenos Aires, y en el que había bastante material de observación para escribir un libro, me pareció que lo mejor era quemar dicho diario, porque no se recordaba en él ninguna aventura. Pero lo que se observa y no se publica, puede, mas de una vez, servir de tema de conversación. Hoy que Moreno sigue sus rumbos y yo los míos, hoy que ningún compatriota de ambos puede suponer en mí el deseo de colocar una piedi-a en su camino, ya que, además del parentesco, nos liga una amistad que comenzó en la infancia y que nada, ni nadie, ha interrumpido, puedo recordar que más de una vez conversé con él de algo (jue había observado en a([uellas tristes comarcas, y sus ojos, en — 7 — repetidas ocasiones, fulguraron al tener noticia de algún paradero ó de alguna olla vieja, hecha pedazos y perdida en el valle. Y ahora (jue esos pedazos se conservan, en su Museo Antropológico, bajo cris- tales; que aquellos paraderos han sido revueltos por él hasta sus últimas profun- didades, y que los cráneos extraidos de ellos jiarccen mirar desde el fondo de los estantes, con sus órbitas enfiladas, como sombría y muda restauración de razas perdidas, cuyo estudio le ha valido un nombre que ha pasado para no extinguirse á la historia de la Antropología, hoy, digo, puedo felicitarme de haber contri- buido de algún modo á apresurar su primer viaje á la Patagón ia. Pero esos entusiasmos eran de coleccionista — nó de teorizador — y aquel primer viaje no era para descubrir un Continente, sino para coleccionar. ¿Por qué, pues, me vitupera en su trabajo Pafagonia, resto de un antiguo ContiimUe hoy sumergido, el que yo no lo descubriera? ¿Lo descubrió él acaso en el primer viaje, ó en el segundo? Ahora me toca cá mí preguntar ¿porqué se reía cuando, pocos meses después de mi vuelta, le decía que, según las figuras, que representaban seres cada vez mas perfectos en la sucesión ascendente de las páginas del libro de Figuier La terre avant le déluge, era necesario pensar que esa progresión significaba un encadenamiento fatal de los organismos, que comenzaba por el mas sinq^le y terminaba en el hombre? ¿Por qué, cuando mas tarde esa vislumbre se hizo cuerpo con la lectura de The origin of species, y otros libros, contestaba ce Bur- MEisTER dice que eso es fantasía ! » ¿ Por qué ? Porque ha sido necesario dejar andar al tiempo. Larga hemicrania de Júpiter de la que al fin surgió Minerva, evocando las edades perdidas y la vida apagada durante la oscilación de un pén- dulo sin radio calculable. Así como un mal momento para comenzar la lectura de un libro descarga sobre el autor todo el peso del fastidio, y mas tarde no se le estima por prevención ab- surda, la Patagonia descansó para mí en un mutismo que nada reanimaba. No podía leer en ese libro. En 1879 emprende el General Roca la Expedición al desierto y por vez primera forma parte de un Ejército Argentino una Comisión de naturalistas. Los Dres. Lorentz, como botánico, y Adolfo Doering, como geólogo y zoólogo, con sus respectivos ayudantes G. Niederlein y F. Schultz, toman su puesto en el Estado Mayor de la Expedición. A su vuelta, el Dr. Doering me entrega los Arácnidos coleccionados durante el viaje. Poco después se empieza á imprimir el Informe Oficial de la Comisión Científica y á definirse en sus páginas las interesantes especies, estudiadas por el zoólogo de la Expedición, por el Dr. Carlos Berg, por Enrique Lynch y por mí. La Expedición, realizada en Invierno, no fué fructuosa para el zoólogo, ni para el botánico, como lo hubiera sido si se hubiese llevado á cabo en otra época. Pero — 8 — la presencia de esa Comisión no era más f[iic un incidente en la Empresa militar. Sin embargo, se dio el primer paso. Poco depues se comenzó una expedición, mi- lilai' también, por el Bermejo, y la acompañó una Comisión análoga. Aquella no pudo realizarse, pero el Chaco entregó una parte de sus riquezas á Fontana y á Enrique Lynch. Entretanto la Patagonia había despertado para mi. Las comarcas australes de la Provincia de Buenos Aires se animaban, mientras se desvanecía un tanto la viveza de las imágenes de las regiones subtropicales. No era veleidad, porque todo era Repú- blica Argentina — y si la imaginación se complacía, por una parte, en variar las contem])laciones del cosmorama interno, la aj)titud para el trabajo se aplicaba in- distintamente á uno ú otro cuadro, mientras su tela no estuviera vacía. A pesar de que la Comisión Científica no trajo grandes contingentes para el conocimiento de la Fauna y de la Flora, el material era precioso y no dejaba de ser rico. Complementarlo era una tarea que se imponía, acumulando colecciones, aunque, por el momento, sólo fuera de la porción mas próxima. La idea de un viaje á la Sierra del Tandil surgió como resultado inmediato. Tal es, pues, uno de los antecedentes de este libro. Reunidos aquellos materiales á éstos, se preguntará qué se deduce de su con- junto. Por el momento, nada; pues al dar este pliego á la estampa todavía queda mucho por determinar. Y como no hay apuro, y como este libro y el Informe antes citado tienen que morir en las monografías, el autor pide permiso para pasar á otro asunto, dando una reseña previa de sus viajes antes de comenzar la parte sistemática, fin y objeto directo del libro. Buenos Aires, ix, 1883. E. L. HOLMBERG. PRIMEM PARTE VIAJES Á LAS SIERRAS DEL TANDIL Y DE LA TINTA Imp. II, 26, 1883. PRIMER VIAJE AL TANDIL Mayo 7 á 9 de 1881 Asuntos de familia me obligaron á viajar hasta el Tandil, á mediados de 1881 , lo que me permitió apreciar rápidamente lo que allí podría hacer mas tarde. Durante mi corla permanencia en el citado pueblo, visitó, como es de obligación para todo viajero, el cerro de la Piedra Movediza, ese interesante monolito gneis-gra- nítico equilibrado en la pendiente de las grandes moles potreas que lo sostienen. En dicho cerro coleccionó algunos articulados y muy pocas plantas. Como mi objeto no es medir, ni comparar, los resultados de mis pesquizas, me parece innecesario recordar aquí lo que entonces obtuve, pues tanto este material, como el que mas tarde he reunido, se enumera en su sitio respectivo. Eldiá9 se señaló para mí por un hallazgo de importancia. Descubrir especies nuevas, es algo que se presenta en estas regiones á cada momento. Fundar un gónero nuevo, es monos vulgar; pero tiene ejemplos numerosos, — como los tiene el que no sea nuevo. Pero cazar un animal que, á la simple vista, se adscribe á un gónero del cual dista tanto como un Tapiro de un Carpincho, eso no es de todos los dias. Me refiero al muy interesante Mecicobothrium Thorelli, que he dedicado al eximio maestro, fundando á la vez la familia Mecicobotlirioidae, que óste ha aprobado. A la ida, de Ayacucho á Tandil, había una neblina espesa que favoreció mi intención de no apuntar nada, y que se disipó cerca ya del último pueblo. A la vuelta observé algunas aves y cazó muy pocos articulados. El mes de Mayo es allí poco grato. El pueblo del Tandil, edificado casi en el centro de un anfiteatro formado por montes de pequeña elevación, se halla situado en 37°1 6 '30" Lat. S. y 0°48 '20" Long. 0. (W.) Buenos Aires, próximamente (según el Registro gráfico de la Provincia de B. A.). Tiene la forma de un cuadrilátero de 1 0 x 9 cuadras mas ó menos, y sus calles están orientadas á medios vientos. Sin ofrecer todo el comfort délos grandes centros de población, encierra la mayor — 12 — parte de las comodidades déla vida civilizada. Los cocheros no son menos imperti- nentes que en Paris ó en Londres, con peores vehículos, y los establecimientos públicos sirven en proporción ala habilidad que el consumidor manifieste para hacerse servir. Las obras públicas no tienen nada que llame la atención de un modo particular: lo principal del Tandil, para los que habitamos la llanura, es el panorama de los cerros sin árboles, y, mas que todo, la Piedra Movediza. Para una persona que sepa viajar, estos pocos datos serán, por el momento, suficien- mente explicativos. SEGUNDO VIAJE AL TANDIL 28 DE EXERO Á If) DE MARZO DE 1882 (Estas páginas, en conjunto, recibieron la actual forma pocos dias después de estar de vuelta en Buenos Aires, y sólo han sufrido leves modificaciones, debido á circunstancias relativas al tiempo que ha pasado desde que se escribieron y á causas que se señalan en su sitio respectivo. Como no llevé diario, no veo ahora la necesidad de reconstruirlo con los apuntes que tomé entonces. ) Aunque mi permanencia en el pueblo del Tandil había sido de muy corta duración, en Mayo de 1881, no por ésto dejaron de presentarse oportunidades para apreciar lo que podría hacer allí en mejor estación y disponiendo de mayor tiempo. Mas, como quiera que d principio económico de la división del trabajo no es exclusivo para la industria y el comercio, sino que tiene una brillante aplicación en la ciencia moderna también, se me ocurrió que los resultados serían mas com- pletos aprovechando una coincidencia que favorecía aquella aplicación. El Ingeniero Eduardo Aguirre debía partir al Sur para emprender los estudios relativos á los granitos de la Sierra del Tandil, no siendo improbable que le acompañara el Dr. Spegazzini. Siendo esto así, y dedicándose aquel á los minerales y éste á las plantas, Enrique Lynch Arribálzaga y yo nos podríamos dedicar á investigaciones zoológicas, viajando juntos y reuniendo los materiales de nuestras respectivas pesquizas. Pero este proyecto fracasó: el Dr. Spegazzini marchó con el Teniente Boye á las comarcas australes del continente, Eduardo Aguirre tuvo que precipitar su viaje, realizándolo en momentos inoportunos para mí, y Lynch se vio detenido por otros asuntos. Debí, pues, prescindir de ellos. Entretanto, era necesario no emprender el viaje sin prepararse, lo que me reveló la necesidad de prestar mayor atención á la Faima de aquella comarca, descono- cida casi, que á la Flora, pues tenía noticia de que el Dr. Otto Schnyder había hecho grandes colecciones de plantas en los cerrillos inmediatos al pueblo. Sin — 14 — embargo, no debía descuidarla, pues el citado botánico la había puesto á contri- bución en época distinta á aquella en que yo la iba á obsenar. En cuanto á lo que se relacionaba con la geología, la uniformidad de los cerros no daba lugar, á mi juicio, á nuevas pesquizas. Por otra parle, la Sierra en cuestión había sido estudiada por Helsser y Cla.r.\z, Eduardo Aguirre le prestaba atención especial y el Dr. A. Doering, en la entrega 3' del Informe Oficial de la Comisión Científica de la Expedición al Rio Negreo, se ocupaba á la sazón de señalar los caracteres de dicha Sierra. En cuanto á climatología, no había que pensar en ello, pues el Comandante Spik.\, Redactor entonces déla Z« To^f/e/Pí/ei/o (del Tandil), hacía entonces observaciones meteorológicas para enviarlas á Córdoba al Dr. Gould (quien las ha publicado). Pero había un nuevo móvil que impulsaba mi actividad. Poco tiempo des- pués de estar en Buenos Aires, de vuelta de mi primer viaje, recibí una nota (20 de Julio de 1881 ) de la Comisión del Censo de la Provincia, por la cual se me invi- taba á trazar las reseñas relativas á su Fauna y á su Flora, lo cual, por cierto, no era una tarea que podía llevar á cabo en poco tiempo y sin conocer mejor la comarca tandilense, ya que numerosas excursiones, por diversos puntos del país, me habían permitido adquirir una idea general del resto del conjunto, de modo que, por las razones aducidas en página anterior, y por la que acabo de señalar, mi aten- ción preferente debía aplicarse á las plantas y á los animales '. Para un extranjero que viaja por aquellas regiones ó, en general, por la República Argentina, cada paso que dá le ofrece un dato para su cartera y, cuando devuelta á su patria, publica el diario de viaje, todo es maravilloso. ¿No se le ocurrió á uno estampar, hace ya muchos años, que las señoritas de Buenos Aires salían ala puerta de calle, ala tarde, k fumar con un tubo metálico introducido en un recipiente esférico? (el mate!) ¿No ha dicho otro pestes de esta tierra (Frangís Head), declarando, entre otras cosas, que durante sus viajes se veía obligado á dormir con una pistola á un lado de la cabe- cera de la cama y una botella de vino al otro, como si en nuestro país se viajara así? ¿No ha tenido uno, que no nombro, la candidez filológica de asombrarse de que aquí se escriba ccfederah con /, y que siempre se haga uso de esta letra y nó deph ? Bah ! Cierto individuo me sostenía una vez, á toda fuerza de argumento, que no debería decirse gaucho, sino gaucho, porque en francés se escribía gaouche. ' En los momentos de revisar esta página, para entregarla á la imprenta, se distribuye un mag- nífico volumen de o4i páginas en 4° m. con 25 representaciones gráficas y cuyo titulo es : Censo general de la Provincia de Buenos Aires, demográfico, agrícola, industrial, comercial etc., cerificado el 9 de Octubre de ÍSSi bajo la administración del Dr. D. Dardo Rocha, obra llevada á cabo en 22 meses. En ella en- contrará el lector los caracteres generales de la Provincia, mientras que en este tomo que tiene entre manos, sólo hallará los especiales de una parte muy limitada. — lo — Nacido en esta tierra, acostumbrado á sus progresos y descalabros, observando sin curiosidad y sin asombro la homogeneidad délas costumbres en sus pueblos civilizados, que visten, hablan y piensan á la Europea, que escriben feo con /, y favo conp, como todos los españoles del mundo, nada he hallado en las costumbres de los habitantes del Tandil que pueda interesar la atención de un Argentino. En cuanto al pueblo mismo y sus alrededores, daré mas adelante una noticia des- criptiva. En obras de este género no tiene cabida la aventura imaginaria ó dispuesta para despertar la curiosidad del lector. Mentir por amor al arte, por un aplauso, por un sen- timiento, no es un glorioso mentir en materia científica. Así pues, el dia2l de Enero de 1882, salí de Buenos Aires con mi familia, sin que ocurriera, en el viaje hasta Ayacucho, nada digno de mención en este lugar, pero hice algunas observaciones, sin embargo, que se consignarán en su sitio respectivo. El lector comprenderá bien y lo comprenderá mejor penetrándose de la índole de esta obra, que no iba arrastrado por el espíritu de aventuras, máxime sise toma en cuenta que, viajando con la familia, con niños chicos, debía alejar, en cuanto fuera posible, toda causa que pudiese alterar en lo mínimo su bienestar y comodidad. Por otra parte, un viaje al Tandil no tiene hoy nada de particular — se toma un tren — se obser\'a á uno y otro lado de la vía, durante la marcha, las bandadas de aves que cruzan en di- ferentes direcciones, — procúrase determinar cada una de las especies ó se contemplan con placer los millares de Flamencos ó Cisnes que adornan las lagunas ; — se caza algim animalillo ó se recoje alguna planta en las estaciones. Cuando se llega á Ayacucho, á las cinco de la tarde ', es uno perfectamente recibido por el hotelero Yignolles, á quien ya se conoce por un viaje anterior, y al dia siguiente se toma la galera ó un carruaje y, en segTiida, desviándose al Sudoeste, se llega al Tandil, después de 5 horas de marcha, que, en el caso actual, alcanzaron á 9, por las indispensables paradas, para no desper- diciar los pequeños habitantes del camino. Una vista habituada á las distancias, ya distingue en el horizonte, con tiempo claro, é inmediatamente después de salir del pueblo de Ayacucho, la silhueta azulada que representa los cerros de Tandileufú, silhueta que se acentúa mascada vez, á medida que se aproxima uno á ellos. El terreno, entre tanto, se presenta tan llano como una inmensa sábana, como á al- gunas leguas al Norte de Ayacucho, donde la indefinible soledad de la Pampa, apenas interrumpida por las arboledas solitarias y aisladas de las estancias, se muestra en toda la * El dia 19 de Agosto de este año se ha inaugurado la via férrea al Tandil. — 16 — grandeza de su horizontalidad, como un mar en calma, que se hubiera de pronto con- vertido en tierra. Cuando se llega, sin cmbai'go, á la derecha de los cerros de Tandileufú , esto es, cuando siguiendo el camino al Tandil, dejan de presentarse enfrente para quedar á la izquierda, nótase que el plano se altera; — ciertas Ciperáceas esparcidas entre la vegetación de Stipase aproximan mas en ciertos sitios, y aumentan sus especies ; las Gramíneas mués- transe mas verdes y un número variable de lagunillas indica al viajero los accidentes cada vez mas acentuados del terreno. La Sierra Alia, que sigue á la anterior, de la cual no es sino la prolongación inme- diata, con articulación subterránea, se distingue muy bien poco después de haber discer- nido en el horizonte los contornos de Tandileufú, y sus eminencias finales, situadas casi enfrente de las ondulaciones mas acentuadas que se encuentran en el camino, señalan el principio del anfiteatro que la Movediza cierra en la prolongación de aquel. A cada momento se distingue un nuevo pico, y poco después, entre el recien divi- sado y el que se avistó antes, se percibe otro mas lejano, visión que adorna poco á poco de conos toda la comarca. Imagínese ahora el lector esta inmensa llanura pampeana cubierta de Gramíneas, doradas en su mayor parte por haber llegado á su último período da vida, erizando el suelo con sus ríjidas hojas delgadas, tapizándolo así como con un oleaje blanquecino y fugaz bajo la influencia de las ráfagas que acarician las endebles espigas « blan- queando)) bajóla brisa; salpíquelade manchones de precioso verde alH donde la hu- medad prolonga cierta vegetación ó multiplica otra incesantemente; — levante de trecho en trecho loselegantes matorrales de Pajacolorada\ y tendrá una idea general, desper- tada por estas amplias pinceladas, de la comarca que cruza mentalmente. Mas no se ci'ea, sin embargo, (jue á ésto queda reducido el tapiz herbáceo que la adorna. Numerosas especies, de di\ersas familias, brindan á la mirada curiosa sus formas interesantes, aisladas ó reunidas en sociedades, como los inmensos rebaños que allí convierten en carne y en lana, por un fenómeno simplicísimo de la química animal, la yerba de la Pampa. La Cepa-caballo % la Manzanilla % las Margaritas escaríalas \ la Flor morada % las Mostazas", los Vinagrillos ' y numerosas Verbenáceas asoman sus flores diversamente coloreadas, matizando así la uniformidad cromática del fondo, (jue el Cardo asnal ' va á reemplazar en breve tiempo. Muy lejos me llevaría una enumei'acion prolija de las especies que constituyen este alfombrado, del cual señalo apenas algunos de los tipos mas i'esaltantes. Básteme decir ' Pa.tpnlinn rir á la Plaza. Constitución : la misma. Su actual nombre recuerda el del Ingeniero Eduardo AcuntRE que ha estudiado aquellas Sierras y de (|uien deJje esperarse aún mucho en cuanto se relaciona con la geología del país. — 29 — 4. Sierra de Tolosa. El Cerro Aguirrc se encuentra en un extremo de ésta. Corre casi paralelamente al lado S.-O. (esto es, el que corre desde el ángulo S. hasta el ángulo O.) del Tandil, en una extensión de 1 kilómetro desde la cima de aquel cerro, hasta el ángulo que forma para des- viarse al SO. A este mismo punto he trepado. Su inclinación es suave, y el límite de su falda llega al puehlo, distando su cresta 1 kilómetro de su lado mas próximo, esto es, unas 16 cuadras de la Iglesia. Constitución : Gneis granito. En su falda he hallado fragmentos esparcidos de cuarcita, feldes- pato ortoclas, cornalina y calcedonia. Su nombre es el que le dan los habitantes del pueblo, que denominan « Sierra » todo maciso que no se levanta como cerro, y cuya extensión se mide por cuadras. 5. Cerro liurmeíster. Dirección SE. T^ E. desde La Movediza. Situado cerca del ángulo S. del pueblo, á unas 3 cua- dras próximamente de él hacia el NE. y como á 8 cuadras de la Iglesia. A su pié se halla el Cementerio viejo. Constitución : Gneis granito ; en su falda, del lado del pueblo, depósitos de calcáreo dolomí- tico; más abajo aún, de acuerdo con datos recientes comunicados por el Dr. Fidaxza, de gra- nito azul — descubrimiento importante que se ha aprovechado para fabricar adoquines. ■ Homenage al eminente sabio cuyas obras han sido útiles al autor de estas páginas y á quien debe la República Argentina el concurso de su nombre y de su ciencia al presentarse al mundo como nación adelantada. Recomendación especial á los botánicos. Una interesante Orquídea terrestre con numerosas flores pequeñas, en espiga compacta, en 5 series longitudinales, y de un largo de 4 á 5 centímetros. Hallada al pié, del lado del pueblo. 6. Cerro Claraz. Situación: E. 23°30' SE. desde la cima del Cerro de la Movediza; dista unas 26 cuadras de la Plaza. Constitución : Gneis granito ; en la cima grandes moles de arenisca cuarzosa compacta, dislo- cadas, casi verticales; hacia el lado del pueblo, cerca de las areniscas, esquistos micáceos, inclinados como aquellas. Visitado: II. 23.82 hasta un tercio de su flanco occidental ; II, 24.82 hasta la cima ; panorama hermoso ; vegetación variada. Su nombre recuerda el del naturalista suizo, compañero de Heusser. Ambos han estudiado pro- lijamente la constitución geológica de la Sierra del Tandil, y de otros puntos del país; pez'O no alcanzaron á este anfiteatro, según parece, dedicándose mas asiduamente á la porción pró- xima al Atlántico. 7. Cerro Heusser. Situación : E. 20° NE. desde la cima del Cerro Claraz, del cual dista unas 3 cuadras, hallándose separado de él por una depresión, cada vez más baja hacia el SE., que va á confundirse con el « Potrero de las Animas», lindo valle situado entre la «Sierra Alta» y la «Sierra délas Animas. » Constitución : al parecer la misma. Los nombres de los dos observadores que, en sus trabajos hechos en común, revelan la constitu- ción geológica de la Serranía, deben aplicarse á los dos Cerros gemelos, ó á la eminencia bi- cúspide de la porción occidental de la Sierra Alta. é 8. Sierra Alta. Corre de O. á E., en una extensión de 2 kilómetros. En su extremo O. se levantan los dos Cerros Heusser y Claraz. — 30 — 9. Cerro del Cementerio. Sitiiaoiun : liácia el N. 22° NE. del Cerro Claraz. Constitución : tiene la misma fisonomía que los otros cerros; tal vez iguales componentes. A pocas cuadras de este cerrillo, en dirección al iiní^ulo N. del pueblo, se encuentra el Cemente- rio nuevo. En la misma dirección, calle por medio con el Cementerio, está situada la chacra del Dr. Fi- DANZA, y al edificio que hay en ella dase allí el nombre de «Chalet.» Consigno este dato, por- que muchas de las plantas enviadas al Dr. Hieronymus llevan tal indicación. 10. Sierra de laa Animas. Situación: En la prolongación al SE. del lado N.-E. del pu 'blo, se encuentra el maciso ru- pestre al cual se da en el Tandil el nombre enunciado. Tiene más de 2 kilómetros de largo en su cima, y se halla separado de la Sierra Alta por el «Potrero de los Animas.» En el lecho de un arroyito, — probablemente tributario del Tandileufú, que corre serpenteando en dirección á Ayacucho, por donde pasa, — he observado numerosas y variadas piedras, que sin duda han sido arrastradas de mayores alturas, no visitadas por mí. Ellas revelan, cuando menos, que grandes sorpresas aguardan al geólogo que penetre por las pequeñas quebradas de la Sierra de las Animas. H . Cerro Doering. Situación : En el extremo NO. de la Sierra de las Animas, en dirección al Cerro Rurmeister, desde la cima del Claraz, del cual se halla separado j)or la terminación NO. del «Potrero de las Animas», distando de él mas de 6 cuadras. 12. Sierra de los Leones. Situación: Una visual, dirijida desde la cima del Cerro de la Movediza, dá 0.21° SO.; otra, desde la cima del Claraz, permite fijarla á unas 15 cuadras del primero. Algunos piensan que en ella hay oro. Una piedra, que de allí se me entregó, se hallaba formada por gruesos granos de cuarzo lechoso y de mica. Esta es la sustancia que, por su brillo y co- loración amarillenta, ha dado á muchos qué pensar. En todo caso, se me aseguró que un des- graciado había perdido lo poco que poseía buscando allí el precioso metal. El fragmento que recibí había sido recogido por él. Ojalá sea el último engañado ! En general, el aspecto de la llamada Sierra de los Leones no difiere del de los otros cerros. Las otras localidades que hallará indicadas el lector, en el curso de esta pul)lica- cion, serán las siguientes : Arroyo Tandil. Pasa éste al pié de la Sierra de las Animas, entre ella y el Cerro Burmeister, corre hacia el pueblo, al cual corta á unas 3 cuadras al SO. del ángulo E., pasa por detrás del Hospi- tal San Juan y sale de aquel á otras 3 cuadras al NO. del mismo ángulo, de modo que separa una porción triangular del pueblo. He coleccionado en sus orillas, especiahnente en dos puntos, al salir de la pol)lacion y cerca del Molino viejo, á unas 12 cuadras al SE. de la Iglesia. Baños. Cerca del ángulo O. del pueblo, junto al arroyo que baja de la serrezuela inmediata. Tantas veces hallará el IccLor, en el curso de esta publicación, los nombres que acabo de citar, al hacer referencias á localidades, que me ha parecido prudente indicar sus respectivas situaciones. Esos nombres, en su máxima parte, recuerdan los de naturalistas que se han ocupado de la geología del país, y nmy especialmente de la Sierra del Tandil. — SI- NO veo qué mayor propiedad tenga la denominación de «Monte de las Ratas», «Bahía de los Cangrejos», «Arroyo del Tropezón» ó cede la Chumbiada», aplicados á componentes geográficos, cuando pueden estos ostentar mas dignamente los de personas que, por su asiduidad y contracción, han trazado fáciles senderos al pensamiento humano. Distribuidos con imparcialidad, y aun cuando asi no fuera, indicados con bastante precisión, no invocaré el criterio de los competentes para declarar que el dere- cho de prioridad me autoriza á hacer uso de tales nombres en las páginas de este libro, á no ser que aparezca algún trabajo previo publicado, cuya existencia ignoro, en el cual se hayan empleado otros. TERCER VIAJE AL TANDIL 28 DE Enero á. 25 de Febreho de 1883 Las dificultades que se me presentaron en el segundo viaje, por falta de instru- mentos, el deseo de aumentar las colecciones, como base del conocimiento de la co- marca tandilense, y otras causas, me decidieron á emprender un tercer viaje, que debía abarcar un espacio mucho mayor, empezando por la Sierra de la Tinta, á unos 50 kilómetros al SO. del Tandil. Las observaciones que allí hiciera deterrñinarian la dirección final del ^iaje, ora siguiendo por entre los cerros hasta el Atlántico, ora volviendo al Tandil para deter- minar la posición precisa de sus cerros, las alturas de éstos, etc. Pero no quise volv^er á este pueblo sin llevar un compañero que pudiese dedicar todo su tiempo á las mismas tareas que iban á preocuparme ; que sintiera los mismos entu- siasmos por la Naturaleza agreste; c[ue supiese, en caso de necesidad, conformarse con todas las circunstancias {|ue nos rodearan ; que considerara los resultados de la excur- sión como cosa propia y que pudiese, por lo mismo, olvidar que hay ciudades en las cuales se duerme bajo techo y en blanda cama, acomodando sin temores su recado en cualquiei' rincón de la Pampa donde nos tomase la noche, como lo hace el hombre de nuestros campos. En fin, deseaba llevar un compañero en toda la extensión déla palabra. Pero no bastaba que tuviese solamente buena voluntad. Era preciso que hubiese viajado ya; que supiera coleccionar; que no ignorara lo que debía hacerse. Justo González Acha había estado en San Luis en 1881 y, acompañando diversos destacamentos militares, había recorrido una gran parte de los desiertos de atjuclla Provincia central, llegando, en una de sus excursiones, hasta la ciudad de Mendoza y luego hasta el Cerro Nevado, volviendo por las mismas sendas y regresando á Buenos Aires, desde Villa Mercedes (en San Luis), cruzada que hizo á caballo con un solo peón. A su vuelta, puso en mis manos las ricas colecciones que hiciera en sus correrías, y comenzadas por él y Joaquín Correa Morales. En 1882 acompañó á Fontana, por insinuación mia, en su expedición al Pilcomayo, en busca de los restos de Crevaux. — 33 — Lo que de allí trajo, lo dirán las publicaciones ulteriores. — ¿Quiere ir con Fontana al Pilcomayo?)) — había sido mi pregunta. — (í Quiero ir, » — su respuesta. Cuando á los 18 años se da á conocer esta pasta de Stanley, se puede tener con- fianza. Entre las diversas maneras de coleccionar, pueden recordarse dos principales, sus- ceptibles de modificaciones relacionadas con el conocimiento que se tenga de los obje- tos que se recogen. Una de ellas consiste en reunir todos los datos que correspondan á cada una de las especies, particularmente las costumbres, si se trata de animales. La otra en acumular el mayor número posible de ejemplares y de especies. Cuando una comarca es conocida, cuando todos ó casi todos los componentes de su Fauna y de su Flora se hallan catalogados, es necesario coleccionar de la primer ma- nera, como sucede en la mayor parte de los países de Europa. Pero, cuando se trata de regiones nuevas por su Fauna, nuevas por su Flora, pienso que debe sacrificarse un poco de las observaciones biológicas, en provecho del conoci- miento desús componentes sistemáticos. Qué ! Hay quien me aconseja que abandone estos estudios, y mientras tanto mi co- lección está brindándome centenares de especies, que ni siquiera tienen un nombre! Viaja uno 200, 300 ó 400 leguas en muía, ó á caballo, guiado por el deseo de con- tribuir á completar el catálogo de las riquezas de su país, y al llegar por pocas horas á tal ó cual sitio propicio para hacer buenas colecciones, sitio al que jamás volverá, ha de dedicar su tiempo á averiguar cuáles son las víctimas de este Icneumónido ó á qué hora abre sus flores tal ó cual Geranio? Nó. Mientras los catálogos de animales y de plantas de este país no se hayan completado, es menester trabajar sin descanso para conseguirlo. El que desee entregarse á estudios biológicos puede hacerlo, si quiere, con la seguridad de que no ha de faltarle quien le determine las especies que estudie, pero, por mi parte, no me siento inclinado á ello mientras haya. que llevar á cabo una obra previa. González, con las mismas ideas al respecto, podía secundar sin esfuerzo mi tarea. Conocía su modo de coleccionar, sabía lo que era capaz de hacer y le invité á em- prender el viaje al Sur. El 28 de Enero salí de Buenos Aires. Al dia siguiente llegué al Tandil y dediqué la tarde á coleccionar en los alrededores del pueblo, obteniendo algunas piezas que no había cazado antes allí. Enero SO. Llegó González, (jiie se había visto obligado á esperar un dia más en Buenos Aires, buncdiatamente comenzamos los arreglos de nuestros objetos. X, 21, 1833 — 34 — Enero 31. Salimos por los alrededores del pueblo, volviendo al anochecer con nu- merosas especies, muchas de ellas nuevas para la comarca. Febrero L Llovió casi todo el dia. Terminamos nuestros bagajes. Febrero 2. A la larde nos pusimos en marcha, bien provistos para un mes y con los elementos que mas falla nos hacían para preparar y conservar todo género de ani- males y de plantas, llevando, como accesorios, algunos instrumentos para mediciones horizontales, y verticales. Nuestro equipaje iba en un carrito, que manejaba uno de los dos peones que nos acompañaban, Pedro MosouEiRA,un buen muchacho, mientras el otro, viejo y práctico, el excelente Villoldo, tendría cuidado de los caballos, cuando las encarnizadas perse- cuciones diarias nos obligaran á corretear por aquellos campos erizados de Gramíneas rígidas. Llevábamos también un perro, en extremo vigilante, persuadidos de que un perro, en esta clase de viajes, por campos que no se conocen, y entre cerros, dur- miendo casi siempre al raso y con el firmamento por techo, es infinitamente más útil que un termómetro y, en muchos casos, tanto ó más que un revólver. Nuestra primera parada, ya entrada la noche, la hicimos en el límite del pueblo, cerca del puente del camino al Azul, habiendo tenido en vista, al salir á tal hora, el examen de nuestros recursos en función, parando allí donde se pudiera, sin dificultad alguna, salvar cualquier olvido, no obstante el cuidado que se había imesto al confec- cionar las listas de materiales. Febreros. Antes de salir el sol, comenzamos los pi-eparativos de marcha definitiva, que emprendimos en dirección SO. 7"0mg. la cual nos daba el rumbo de La Tinta. El camino que seguíamos era un tanto ondulado, pero las curvas eran suaves. A las 9 a.m. llegamos al límite de las chacras, desj)ucs de descender una hondonada bastante profunda, y allí nos detuvimos liasta las 11 a.m., dedicando este tiempo á cazar una gran cantidad de insectos y otros animales, que figuran en este libro con la siguiente indicación : ce Tandil, II, 3, 83». El campo no cultivado se hallaba cubierto de Gramíneas, particularmente de los géneros SHpa y Paspalum, las mismas que se encuentran entre Ayacucho y Tandil, destacándose los vastagos de las Cardas * enlreellas, y en las que hallamos la mayor parte de nuestras presas. Gomo una enumeración de las especies recogidas en cada punto no tiene objeto alguno, el lector nos permitirá no recordarla, ya que ciertos términos técnicos sólo tienen importancia en el lugar que les corresponde. ' Enjníjium paniculdlinn. — 35 — Como conjunto de piezas reunidas dcl^o confesar, sin embargo, que, durante el viaje, pocas veces hemos quedado más satisfechos. Si no hubiera sido á causa de la impaciencia que tenia por conocer La Tinta y la que demostraba también González por liallar piezas mejores que las Perdices, Jilgueros de cabeza negra. Chingólos, Tordos, Lechuzas y Chimangos, habría quedado allí hasta el dia siguiente. Mi compañero, grande aficionado á las aves y que, á los 15 años, había reunido ya todas las de los alrededores de la Capital, en un radio de 3 leguas, había desarrollado su habilidad andando el tiempo y esperaba que la comarca serrana del Sur de la Pro- vincia le brindaría materiales no menos interesantes que los que acababa de traer de la región de los Tucanos, de la Charata y del Surucuá. Familiarizado con la lista que el Dr. Adolfo Doering había publicado de las Aves del Sur, en el Informe tantas veces citado, creía que aquella comarca le sería propicia, pero, hacía ya un año que yo había perdido esta idea, porque, durante mi viaje anterior, en 1882, sólo había podido ob- servar 32 especies, del Rio Salado al Sur. El tiempo, sin embargo, era excelente. Los campos del Oeste y del Norte estaban in- vadidos por la seca, mientras que los del Sur nada habían sufrido, ó apenas. No era in- verosímil, pues, que, á una Flora relativamente lozana, correspondiera una Ornito- fauna mas rica, en tales condiciones. Seguimos por lo tanto viaje, viéndonos obligados, al poco rato, á cambiar nuestra primera dirección, portas violentas ondulaciones del terreno, ondulaciones que rodean todos los Cerros ó Serrezuelas de esta comarca, por lo menos en lo (|uc de ella me es conocido. A la 1 p. m. cruzamos el Arroyo de Machuchines, que corre lentamente en un valle extenso y lijeramente deprimido. Este es campo de cazadores, rico en Zancu- das, Perdices y Patos. Bandadas de Becacinas, Mbatuituis ó Batitús, Chorlos y Chorli- tos, lo surcan á cada momento, y los Patos perseguidos pasan de una á otra ansa dis- tante, á la menor alarma dada por los muy vigilantes y á veces impertinentes Teruteros. El Turpial de lapadas blancas abundaba allí en extremo y otras aves de menor signi- ficación formaban un conjunto interesante, por sus voces ó vuelos variados. Muy poco puede agregarse ala lista publicada por el Dr. Doering, pero es mucho más lo que de ella no hemos observado. La especie más interesante, pero también la más escasa, era la Sinallaxís anlhoides, que halló González entre los matorrales de Gramíneas erizadas. Seguimos viaje á las 6, parando junto á un arroyo, á unas dos cuadras mas allá de «La Chumbiada» almacén del camino. Febrero i. A la madrugada nos preparamos para continuar. Fuera de una espe- cie áQ Acaena\ que no conocía, no hallé nada interesante en aquel punto. Por otra ' Acaena jiinnaíifida, sec. Speg. — 36 — parte, sentía jaqueca. Ni el mate, ni el café me calmaron. Para mi, erad ¡a perdido. Nos pusimos en marcha, no sin liacer notar á mi compañero que no me hallaba dis- puesto para nada. González se duplicó, por decirlo así, y gracias á ésto puedo consig- nar, en su sitio correspondiente, algunas especies que, de otro modo, no figurarían aquí. Siguiendo viaje, vi una pareja de MaUophoraBcrgii y como González iba distante, procuré cazarla yo. Dejé mi caballo en el camino y saltando y corriendo por entre el eslipal, iba ya aponer la mano sobre mis presas, cuando, de la misma mata en que descansaban momentáneamente, salió unavíbora en dirección hacia mi. Al retroceder, volaron las Malóforas y el Ofidio, que no era mas que una Liophis Reginae, se ocultó en las yerbas. Es el inconveniente principal que estos matorrales del Sur ofrecen al coleccionista. Existen allí muchas víboras y aunque es verdad que en su mayor parte no son sino ser- pientes no venenosas, las hay que presentan un verdadero peligro, — para el que iba preparado con el conocimiento de los trabajos del Dr. Lacerda, y el Permanganato de potasio. Felizmente, los casos mortales son muy raros. El Dr. Fidanza, que ha ejer- cido su profesión durante nueve años en el Tandil, me ha asegurado no tener conoci- miento sino de uno, que fué llevado m extreinis al pueblito, pero lia tenido oportuni- dad de asistir á muchos individuos que, verdaderamente, presentaban síntomas y signos muy alarmantes, habiendo sido víctimas de la Víbora de la Cruz \ entre otros, un muchacho que, persiguiendo hace algunos años en el campo una Mulita % metió el brazo en una bizcachera en que se había escondido aquella, teniendo que retirarlo bien pronto, al sentirse herido, y viendo prendido de su dedo uno de aquellos Reptiles. A las pocas horas le devoraba la fielire, se agitaba en el delirio, presentaba sacudimientos espasmódicos y la mano herida, primero, luego el brazo y por último casi todo el cuerpo, eran asiento de un edema intenso. Instituyó la medicación amoniacal como base del tra- tamiento y salvó al paciente, pero no pudo impedir c[ue se desprendieran algunas pla- cas de gangrena. Por mi parte, confieso mi cobardía en presencia de estos animales. Puedo cazar y cazo las Tarántulas y las grandes Mígales con los dedos, pero no me atrevo á tocar ni un ejemplar muerto de la Liophis Merremii. Debe ser quizá porque las víboras son traidoras y las arañas nó. Nunca olvidaré la impresión que me causó el ver al Dr. Lorentz, en la Concep- ción del Uruguay, sacar vivo de una caja un espécimen de aquella Z?'ojo/^/5, de un metro de largo, y acariciarlo como si fuera una Tórtola. Es un gusto que no alcanzo ' Los Reptiles y Batraeios reunidos en la comarca que estudio, serán jiulilicados, en el lugar corres- pondiente de esta obra, por el Dr. Carlos Kero. — El nombre de «Víbora de la Cruz» se aplica allí á dos especies, una de ellas, la mayor, sin el liocico levantado en forma de pequeño cono, es el Bolhrops alternalus. ^ Praopus liijbridus. — 37 — á interpretar. Valga esta explicación, si acaso se me culpa algún dia de haber descuidado bastante los ofidios en mis viajes. Abandoné, pues, mi empresa, y me reuní á mi compañero. El sol estaba fuerte y deseábamos llegar cá un punto de descanso. A las 12 paramos en ccElOnce», puesto de una estancia del Sr. Vela. El encargado nos recibió muy bien. Después del almuerzo, que preparamos á la sombra de unos Sauces, me sentí bien y pude entregarme á la tarea. Cazamos algunos insectos en las matas de Cardo Negro, abundantes allí y más tar- de, habiendo medido una base de 100 metros (á cinta, pero prolijamente), dirijí desde sus extremos visuales á diversos cerros y eminencias. Cuando se recorren estos campos magníficos del Tandil y de Juárez, cubiertos de pastos duros, entre cuyas matas erizadas cunden ya los tiernos, causa pena la falta de árboles, cuya presencia daría á esta región, pintoresca por lo accidentado del terreno, un aspecto delicioso. El tiempo, que todo lo cambia, traerá mejoras en las condiciones de vida de sus moradores y una de las principales consistirá precisamente en la formación de bosques, sea adoptando muchos de los arboles argentinos que nues- tra desidia congénita desdeña, sea los exóticos, como el Roble, el Pino, el Fresno, el Eucaliptus y otros. Con^'crsando sobre este punto con el actual redactor de (nEl Eco del Tandil y), el Sr. J. S. Jaca, me hacía notar, y lo acepto, que el hijo de esta tierra no conoce las ventajas del bosque, y el extranjero, que viene á polilar en sus campos, tiene demasiado apuro en adquirir fortuna para pensar en bosques, que solo podrán serlo al cabo de un tiempo relativamente largo, demasiado largo para sus proyectos de fortuna y esperanzas de regreso á la patria. Su presencia, como causa de modificaciones favorables del clima, está ya fuera de duda; como lo están también las ventajas que reporta el estanciero, ofreciendo, por medio de ellos, protección á sus ganados, del mal tiempo en el Invierno, y del rayo ai'diente del sol en el Verano. La desidia, empero, es más fuerte que el trabajo de pensar en tales ventajas; pero nada es comparable, sin embargo, con lo que se afirma de un i-i(juísimo hacendado, que ordenó se cortaran los bosques de sus estancias, porque los peones, durante el calor, dormían á su sombra una siesta más larga ! Hubiera bastado ordenar las horas de siesta y no se habría aplicado á tal decreto el calificativo de estúpido. No puede argüirse ijue los terrenos sean malos, pues, por el contrario, son de lo mejor que hay en toda la Provincia, ni tampoco que el clima sea rudo, pues corres- ponde, por su línea isotérmica, á los más benignos del hemisferio boreal. La única razón es la expresada. A las 5 de la tarde seguimos viaje, costeando las primeras rampas de la Tinta, en dirección al Cerro Huacho, pasando por el vallecito que queda entre éste y el Cerro del — 38 — Sombrerilo. Este cerro tiene una forma cónica, muy abierta, y su cima se halla coronada por una meseta de unos 20 metros de alto, más horizontal que las otras mesetas (jue cubren algunos de aquellos cerros ó eminencias. Los cerros mismos, á juzgar por lo poco que de ellos he visto, son de gneis-granito y, las mesetas, de arenisca cuarzosa, blanquecina y nuiy compacta. En «La Tinta» propiamente diclia, y que queda detrás del Sombrerito, las mesetas son más inclinadas hacia el Sur, su frente arrancado ó derruido es ^'ertical ó á pique y su dorso se confunde en rampa suave con las últimas ondulaciones déla Serrezuela, al Sur, en dirección al pueblo de Juárez. El sitio por donde cruzábamos estaba lleno de plantas variadas, donde la Margarita roja, la Flor morada, las Amarilideas y las Enott'reas se destacaban con todo el lujo de su brillante colorido; pero el tapiz era de Gramíneas, algunas de ellas muy graciosas. Notábase también una gran cantidad de ejemplares de un arbustito leñoso, duro y erizado, la Colktia fcrox, vulgarmente llamado Bi-usca ó Brus(|uilla y (|ue, hasta donde llegan mis observaciones, no se usa allí ni para el fuego, sin duda por temor á sus pinchos. Lo único (jue de su aparato de reproducción he visto, y i'ccogido con sus ramas, es el fruto, una cápsula de tres cavidades monospermas, pues debe florecer en Primavera, mientras que la otra Colicúa que existe en el Tandil, la C. cruciata, estaba llenada flores á fines de Febrero (p. 26) Todos los ejemplares, quede esta planta he visto, tenían, en alguna de sus ramas, una celda grande de ciei'ta especie de Araña de la familia délas Atoideas, unas veces habitada, otras nó. Este animalito, que he denominado Ballus Árgentinus, sólo he po- dido cazarlo en esa planta y nunca he visto su morada fuera de ella. Los miembros del género á que pertenece habitan en arbustos bajos, pero parece que éste elijiera la Bi'usca como para resguardarse de los ataques de sus enemigos, que no son pocos en esos parajes, ó (|uc, en la concurrencia vital, sólo se salvaran aquellos individuos que anidan en ese arl)usto. Hacia el Somíjrcrito, se extendía una cantidad inmensa de Gardo Negro, cuyas apre- tadas ramas formaban una barrera impenetrable. Esta es la abominable planta sobre la cual no tienen aún ojjinion formada, en con- junto, nuestros hombres prácticos, pues los unos piensan que es buena y los otros que es víala. Los cjue piensan lo primero, lamentan que sus vecinos de la opinión con- traria extirpen desús campos las matas que aparecen, ylosíjue lo segundo, que sus vecinos no las destruyan, porque es vana tarea concluir con las del campo propio, si las semillas del ageno han de venir, con el tiempo, á sustituir las desterradas. En di- versas ocasiones me he ocupado de esta planta, pero, siempre que la nombro, me domina la tentación de repetir que es rnala, hasta que al fin se convenzan totlos de ello y la destruyan ó me convenzan á mí de lo contrario, lo quesera algo difícil, porque he tenido oportunidad de contrabalancear sus ventajase inconvenientes. — SO- LOS animales comen las cabezas y las hojas de la planta tierna, pero yo quisiera ver cuáles son los que se meten entre la ramazón dura y espesa del Cardo Negro, cuando está seco, ó cuando ha llegado el momento de semillar, y cuando abarca áreas extensas, como se observa ya en aquellas regiones. No participan las Abejas de esta opinión adversa, pues prefieren la materia prima que les brinda el Cardo Negro á todas las otras de la comarca que me ocupa. El lector podrá ver, en la parte de este libro que trata de ellas, de qué manera ha inlluido el citado Cardo en la multiplicación de a([uellos interesantes insectos. Las Escolias mis- mas, tan ariscas por lo común, se dejan tocar cuando se encuentran en una de las cabezuelas de aquel vegetal, recogiendo el polen, y la red se hace menos indispensable, por lo mismo que pueden cazarse directamente con el cartucho. Las sombras de la noche comenzaban entre tanto á bajar lentamente por las laderas . opuestas al ocaso y el viento del Sur soplaba con furia, haciendo «blanquear» los pasti- zales dcStipa y de Agrostídeas. Algunos Chimangos volvían á su guarida de los cerros, después de la batalla diaria. La Lechucita de las bizcacheras lanzaba su graznido, ba- tiendo en el aire las blandas plumas desúsalas silenciosas, y las Perdices, atontadas por la penumbra, aparecían en los senderos, levantando desairadamente el cuello, y llamándose unas á otras con suave silvido. Después de pasar frente á los Escalones de las Águilas, y dejará nuestra izquierda y á la espalda el Cerro Huacho, enfrentamos el Cerro Gei'ardo, el cual quedó luego á la derecha, y, enfrente, la abrupta Cuchilla de Las Tunas, que se extiende por el lado opuesto en rampas mas suaves, pero bastante inclinadas y que, hacia el E., es mu- cho mas elevada. Al pie de esta Cuchilla, pasa el Arroyo Collon-gueyú. Insignificante al principio, en el punto en que estábamos, y reducido mas bien á una banda pantanosa, pronto se enriquece con las infiltraciones de los cerros y comienza su curso, modesto pero triunfante, hacia el Sur (magn.), yendo á perderse tal vez en alguno de los Arroyos que desembocan en el Atlántico, entre el Cabo Corrientes y Bahía Blanca. Entre el Cerro Gerardo y la Cuchilla de Las Tunas, hay una abra extensa, que atravesamos, penetrando ya en el campo abierto, pero constituido por ondulaciones amplias y á veces bastante elevadas, en proporción, como el Cerro Chato, que queda unas %'/, le- guas al SE. de este punto. Paramos en un pajonal frente aun monte de álamos, con frutales en el interior, la estancia de D. Toribio Díaz. Antes de llegar, mi caballo tropezó en una bizcachera, habiendo asentado una de las manos sobre un Zorrino \ que aplastó, sin dejarle mas tiempo que el de apestar el aire con su asquerosa secreción, circunstancia doble- mente desagradable, que me permite, sin embargo, consignar, por examen directo, la presencia de aquella especie en la comarca queme ocupa. * Mephitis sufjbcans ó palagonicus. — 40 — Febrero 5. — Hechos los preparativos y después de visitar el Arroyo, que ya tiene aquí unos 6 á8 metros de ancho y en aquel momento unos 50 cm. de profundidad, seguimos como antes costeándolo y revisando, como siempre, el campo. Las pajas aquí eran mas alias que lo que antes habíamos visto, y, entre sus claros, numerosos ejemplares de AmarylUs coerulca Gr. ' y de otras especies de la familia, ostentaban sus flores de diverso tinte. Algunas otras yerbas pequeñas, como el Solanum. chenopodifo- limn, la Oxalis autumnalis, la O. Marüana y algunas Sinantcreas, también de redu- cido tamaño, se encontraban allí. En este trayecto, tuvimos ocasión de observar, pero sin poder cazarlo (lo que sucedió mas tarde), un Ratón pardo rojizo que, como los otros indígenas, debía pertenecer al género Uesperomys. En la noche pasada, como en las anteriores y siguientes, calculando que entre los Mamíferos, si algunos nuev^os ha- bía, deberían buscarse entre los peíjueños Roedores de aquellos matorrales, siempre calocamos entre el pajonal diversas trampas, cebadas de distintas maneras, pero sin éxito. Mas tarde llegamos á un punto llamado La Calera, donde se fabrica, con piedras de color negro, la cal mas blanca que he visto. Estos calcáreos, délos que traje algunas muestras, se encuentran, en ese punto, en mantos estratificados de espesor variable y son arrancados por medio de barretas. Su color es Brow7i Van Dyck mas ó menos oscuro, llegando á veces al negro no muy intenso, y con Aetas ó manchas de un color leonado parduzco. Otras veces son grises ó rojizos, diversamente veteados. Su estructura muy compacta permite darles un exce- lente pulido y hoy figuran en Buenos Aires y en algunos puel)Ios de la Provincia, en los frentes de las casas, como contramarcos de chimeneas, ó como lápidas funerarias. Junto á la cantera de estos mármoles oscuros, y al parecer de formación posterior, se encuentran mantos idénticamente estratificados de un calcáreo dolomítico. La inclina- ción de estas capas es de 30 á 35° con las cabeceras hacia el NO. Esta calera se encuentra en una de las lomadas que siguen á las serrezuelas y por su aspecto muy semejante al de las otras eminencias, se puede inducir que en éstas se ha de hallar igualmente calcáreos análogos. Sobre aquellos mantos, la tierra greda rojiza y la vegetal forman corteza y las yerbas arraigan en ellas, pero todo el suelo se halla cubierto depiedrilas de tamaño variable, de areniscas como las délos cerros, pedazos de cuarcita, gneis-granito, gneis, mica- ^ Nombre el más impropio que se puede aplicar á una flor que no tiene nada de cwrulea, pues su co- lor es encarnado. El Dr. IIieuonymus me dice que ha conqiarado mis ejemplares con el tipo, descrito por GiusEBACH y conservado en el ¡Museo Botánico de Córdova. Esta Amarilidea se encuentra también en los alrededores de; Buenos Aires, donde florece en Enero y Febrero, como en el Tandil. Lorentz, en su Flo)-a de Entrerios, dice que da flor cuando sobrevienen la primeras lluvias de Abril, y GnisEUACH, en Symbolac ad Floram Argentinam, consifíua, entre comillas, lo que indica ser un dato comunicado por Loue.ntz, las palabras «flore coeruleo». Recuerdo muy vagamente haber visto á Tweedie, á quien conocí siendo yo aún chicuelo, recoger esta planta, y la circunstancia de no poder determinar á qué edad aprendía darle el nondire dv, Zephyranthes, me hace pensar que es muy inqu'obahle (|ue Tweeduí no la haya enviado á Inglaterra. No soy juez en la materia, pero tampocu es imposible (jue Ouiseuach haya hecho un siníjnimo. — 4i — squistos y, para terminar, pues que no he de ocuparme de estas cuestiones, un mineral del (|ue sólo obtuve allí un ejemplar, pero (|ue González ha recogido mas lardeen la misma Sierra de La Tinta. Es un trozo de Limonita compacta, entrecruzada por vetas de hidrato ocráceo '. Algunas de aquellas piedras parecen rodadas, y no pertenecen ciertamente á an- tiguos ventisqueros, porque el suelo sobre el cual descansan es muy moderno, á tal punto que, en los cortes del arroyo inmediato, se encuentran encerradas conclias subfósilcs de moluscos de los géneros Chilinay Planorbis, tanto mejor conservadas, cuanto mas cerca están de la superficie vertical y que viven aún en las aguas del Arroyo Gollon-gueyú, como se puede ver por la identificación que el Dr. DoERiNoha hecho de los ejemplares hallados en aquel jiunlo por González y por mí. Algunas de esas piedras tienen el tamaño de un puño, mas ó menos, pero, en general, son peque- ñas, y su composición indica claramente que pertenecen á la Sierra inmediata. En cuanto á la tierra misma, en (¡ue se hallan incluidos aquellos moluscos, es negra, jíor la intcrmixion de materia orgánica muy dividida, y, al desmenuzarse bajo la presión de los dedos, parece un polvo casi impalpable, en el que sólo se en- cuentran algunos granitos de cuarzo muy escasos y (¡ue rai'a vez tienen el tamaño de un milímetro. Dimos orden á los peones que siguieran hasta la «Esquina deDiaz», donde se nos dijo que estaba D. Toribio Dl\z, para quien llevaba una tarjeta de Fidanza, y en cuyo campo debíamos parar. Entretanto nos detuvimos mas de una hora en la margen del Arroyo, cuya superficie estaría á unos 2 metros de la del suelo, hallándose encajonado por lo tanto. Hasta 1 '/i metro de altura había conchas de moluscos ; más arriba nó. Por mas hondamente que excaváramos en la margen escar[)ada, siempre las encontrábamos, y, como no tengo noticia de que las ChUinas, ni las Planorbis, penetren en tierra, aunque ésta se halle sumergida, se imjione la deducción de que sus restos han sido depositados en aquel suelo cuando era lecho del Arroyo antiguo, lo que induce á atribuir á estos terrenos un origen decididamente acuático y muy reciente. No he hallado allí fósiles de Aerte- brados, pero, en algunos puntos próximos, se han encontrado huesos de Gliptodontes. En cuanto á los habitantes vivos del Arroyo, puedo citar algunos Moluscos (cuyas especies determina el Dr. A. Doering) ; un Crustáceo Anfipodo, próximo á Gammarus, muy abundante, Daphnia y Cyclops, varios Coleópteros acuáticos y dos Peces: un Ci- prinodonte del género Poccila, tal vez la P. puncíala, y un Bagre pequeño. ' Pocos días después de mi vuelta á Buenos Aires anunciaron los diarios que se había descubierto en Juárez, cerca de La Tinta, una extensa mina de Silicato de hierro. Creo que, dado el caso de explo- tar este metal, lo que me parece bastante difícil, por el momento, debido á la escasez de combustible en el lugar, sería conveniente buscar, en los cerros próximos al Sombrerito, los yacimientos de Limonita, por ser de una elaboración mas rápida. lili», u, 8. 1883 6 — 42 — Avanzando algunas cuadras, llegamos á la confluencia del Arroyo Diamante, que, por su incidencia, por lo que de su curso hemos visto de una lomada y por el caudal de sus aguas, mas ó menos el mismo del Gollon-gueyú, debe nacer de la vertiente austral de la Cuchilla de las Tunas. Las aguas unidas de estos dos arroyos se abren paso, sin gran ve- locidad, poruña línea apenas serpentina, dirijida al S. mg. y sus márgenes, cubiertas de Ciperos y Gramíneas, entre las cuales se destaca á ^ cees la elegante Cortadera ' con su largo penacho, son mas ó menos elevadas, como que el terreno sigue ondeando, pero, á unas 3 '¡, leguas al Sur del Cerro Gerardo, ya se muestra como el resto de la Pampa, y sólo con esas ondulaciones imperceptibles y amplísimas (pie la caracterizan. Por fin llegamos á nuestro punto de parada, del cual no debíamos pasar sino pocas cuadras, en las excursiones diarias. D. Toribio Díaz nos recibió perfectamente, brindándonos mesa y lecho, lo que nos j)ermil¡ó dedicarnos sin preocupación alguna á nuestra tarea, ({ue, por cierto, nos autoriza á decir (pie hemos hecho lo f[ue se podía hacer en cuanto á colecciones. Después de dejar todo en orden, nos dirijimos al Arroyo, y, con gran sorpresa, vi- mos, á cierta distancia, suspendidos en las ramitas de los Sauces, que quedaban sobre el agua, unos cuerpos alargados, piriformes, formados de raices y ramas muy delgadas. Simultáneamente pensamos que aquellos eran nidos, (|ue nunca habíamos visto, per- tenecientes á alguna especie próxima al Boyero-, el aspecto de cuya habitación lenian, pero mucho mas pequeños. Algunos de ellos estaban como á 5 metros sobre la superficie del agua. Una especie social y tan dócil de este grupo... qué hallazgo! Vano empeño. Examinados a((uellos nulos, resultó que no tenían cavidad! Eran simples acumulaciones de raices y ramas, detenidas de esa manera por los gajos delgados de los Sauces, en momentos de una creciente del Arroyo, que había tenido lugar hacía algunos meses. La fuerza mecánica de semejante masa de aguas, desbordada por todos aquellos campos, es más que suficiente para arrastrar el material de formación de sus terrenos en muy poco tiempo y permite, á la vez, darse cuenta de la presencia de piedras de la Sierra á grandes distancias. Permanecimos allí desde el 5 hasta el 8 de Febrero, coleccionando siempre. Nuestra ocupación, singular por cierto, para quien no la conoce, pronto contagió á muchos. Algunos de los niños de la casa nos trajeron insectos, uno de ellos pescó en el Arroyo tres ce Dentudos ):> ^ ({ue hemos Iraido y uno de los hijos del Sr. Díaz, D. Ventura, me ofreció, dos dias después, una Comadrejita * muy interesante. ' Arando Selloiriana. - Cassicux. ^ Nombre que allí los dan. Pertenecen á la familia de los Cliaracini y tienen miiclia aliniílail con el género Tclrüfionopteruít. Como se vé por los datos ictiológicos esparcidos en estas páginas, sólo existen, en los arroyos que conozco de la comarca, Malacoptcrigios alxlominales. * Didelphys bracliyiira. Véase lo (|ue de ella se dice al tratar de los Mamíferos. — 43 — Al dia siguiente, su hermano Gerardo me trajo vivo, asiéndolo del cuello, un ejem- plar del Oíidio mas terrible de la comarca, al que me apresuró á dar muerte : la Vívora de la Cruz. Febrero 8.- — Medimos una base de 100 metros, dirigida de E. á 0. El meridiano magnético que pasaba por el extremo E. de la base, cortaba la Serrezuela de las Tunas á unos 230 metros al E. de su pendiente sobre el CoUon-gueyú ; y como tal punto de la base distaba unos 40 ó 50 metros del Arroyo, resultaba que éste, allí, había experimentado en su curso una desviación, hacia el E., de unos 200 metros, en 37. leguas próximamente de distancia. Ala tarde, nos despedimos del Sr. Díaz y de su familia, (juedando en extremo gratos á su franca hospitalidad, y desandamos hcácia el Norte lo que habíamos avanzado al Sur de la Sierra. Un lector habituado á las correrías en la Pampa se sentirá inclinado á reir al con- siderar nuestras largas marchas de 3 >■ 4 leguas diarias á caballo, pero deberá tener presente, si tal le sucede, que el tiempo nos pertenecía, y que, á cada momento, había una causa de parada, por([ue todo debía mirarse, observarse y recogerse, ora una ílor, un insecto, un ave, un ratón, una gramilla, ora una piedra, un movi- miento en el pajonal, un ruido, ó una simple huella. Eslas observaciones de cada momento no se comunican al lector, porque al lector poco le importan, pero el obser\'ador muestra grande interés por ellas, porque, en más de un caso, tienen aplicación. Si alguien nos hubiera visto revolviendo un joiíewíe de ce Paja voladora», esas acumulaciones de pajitas que cruzan los arroyos y que sirven de intermediarios para que se comunique un incendio, esos terribles incendios de nuestros pajonales, de un campo á otro, siendo así que debería haberse detenido en ese arroyo, habría dicho que estábamos locos. Pero ¿qué era Paja voladora? Necesitaba saber ésto, y no podía saberlo sin hacer un examen. Entretanto, ahora sé que, á lo menos en aquella región, esos puentes están formados por los ejes delgados, con restos de flores, de dos especies de Gramíneas que abundan extraordinaiúamente en aquellos campos, y cuya designación específica hallará el lector en la parte botánica de este libro. Guando se viaja con compañeros que no tienen interés por las ocupaciones á que uno se dedica, tales viajes son en extremo molestos, pero, en el caso contrario, como me sucedía con el que yo llevaba, esta suspensión incesante de la marcha es una fuente de satisfacción intelectual. Las observaciones se discuten, se cruzan las insinuaciones, y se discuten también, si es necesario, y cuando una pezquisa no ha tenido éxito, se inventa una razón, que puede ser un desatino, pero que tiene todas las sonoridades de un argumento irrefutable, aunque se destruya por sí sola. Y cuando la discusión cesa, se observa, y si no se observa, se fuma, y si no se fuma, se canta, lo que á veces — 44 — es absolutamente fastidioso cuando el cantor no entiende de. ritmo, ó no sabe más que una melodía, única y favorita. Tal música es diametral mente opuesta ix la de Wagner, ({ue aturdiendo al que la oye por vez primera, como sucedió á Mark Twain con el Lohengrin, entusiasma lanío más cuanto más se oye. Al anochecer, llegamos al «puesto)) de Gerardo Díaz, y allí, pi'évio su consenti- miento, tendimos la carpa junto al Arroyo. Febrero 9. — Como presas de bulto, recordaré cuatro Halcones, cazados en el sau- cedal que nos protegía. Gerardo nos dijo que eran animales dañinos, que se llevaban los pollos, pero no tanto como las Águilas*, pues era seguro que, si la casa quedaba sola, desaparecía alguna gallina ú otro animal mayor, arrebatado por ellas. Mas tarde, observando que las aves de corral estaban inquietas, nos hizo notar que las Águilas debian andar cerca. Buscamos por todas partes, preparándonos para cazarlas y, al cabo de un rato, distinguimos dos aves que volaban formando grandes círculos sobre noso- tros, seguramente á más de 600 metros de altura y que se destacaban con mucha claridad sobre el azul puro del cielo, ó de algunos cúmulos que lo cruzaban. Era inútil gastar pólvora en ellas. Febrero iO. — Cazamos insectos y algunas aves. A la tarde, montamos á caballo y nos dirigimos al extremo 0. de laSerrezuela ó Cuchilla de las Tunas. Esta eminencia corre algunas cuadras hacia elE. desde el Collon-gucyú, se arquea hacia el Norte, en cuya extremidad es mas alta, y estrechándose á unos 100 metros de su flanco sobre el Arroyo, baja un poco y se afila, de tal manera que la pendiente que queda hacia el Sur de esa porción mas baja y afilada esun magnífico anfiteatro, á cuyo fondo se desciende por una cuesta de menos de 45° de inclinación. La parte superior de la porción que visitábamos era bastante plana, con muy poca vegetación, reconociéndose que los animales vacunos la habian consumido, pisoteando á la vez la escasa tierra que cubría la masa total de gneis-granito. Del lado del Norte era bastante empinada, pero había inclinación y las grandes moles de la roca, amontona- das y dislocadas como por mano de gigantes, hubieran permitido, aunque con dificul- tad, bajar por ellas hasta el magnífico valle del Tandil, (¡ue se extiende á su pié como una alfombra, á la sazón verde ó verdosa y cubierta de ganado vacuno, que le daba un aspecto en extremo animado. A la izquierda , los cerros aislados y La Tinta ; al frente, allá á lo lejos, los picos del Tandil; á la derecha, numerosos cerrillos que, en su disper- sión, van á terminar en el Atlántico. El ciclo toldado daba un colorido singular al paisaje, y el Poniente, negro de tempestad, dejaba destacar los cerros medio ilumina- dos, que sobre él se recortaban. ' Haliaétus melanoleuciis. — 45 — En las grietas de las rocas, altos Heléchos ', y guirnaldas de Loasas festoneando las moles; Claveles del aire salpicando las superficies cubiertas de Liqúenes y Musgos, y esqueletos de cuadrúpedos en los escalones. Entre otras cosas que allí recogimos, debo recordar una gran cantidad de Tunas, {)robablemente del genero Echinocactus, algunas de las cuales dieron flor varios dias después, en el Tandil, flor pequeíia, amarilla, insignificante como adorno, pero muy interesante como especie. Tampoco olvidaré un nido de Megachik, construido bajo una piedra, con las hojas sedosas de una Gomphrena y lleno de polen de Cirsium. Esta abeja es la única de sü género hallada en La Tinta, pero en abundancia y, lo (jue es mejor, representada por los dos sexos, como lo está la otra cazada en el Tandil. La tormenta ([uc había elevado su borde libre, comenzó á correr mas rápidamente, ó mas bien, á mostrársenos mas rápida, como que se alejaba délas miradas horizontales. Montamos precipitadamente á caballo y bajamos por el anfiteatro, no sin recibir el primer chaparrón. Con el apuro, se nos olvidó medir la altura de la Cuchilla, lo que no nos afligió al fin, porque podíamos hacerlo al dia siguiente. Con mas ó menos fuerza, llovió toda la noche y un viento furioso del SO. nos amenazó arrebatar la carpa que estaba sólidamente atada. Hacía frió (8° C), pero era un frió insinuante que penetraba por fodas partes como el progreso, y se escapaba por todas como dialéctica de teólogo. Febrero //.El cielo despejado, el aire purísimo y tranquilo. Resolvimos consa- grar el dia á losHimenópteros, para entregarnos luego ala exploración de los cerros, por algunos dias, y determinar el rumbo que habríamos de seguir. Durante la mañana, salió González á cazar. Apenas hubo andado media cuadra, Gerardo y yo, que habíamos quedado junto á la carpa, le dimos un grito de aviso : ce Un halcón ! )) y la detonación del arma respondió en seguida. Dos minutos después, apareció entre los sauces, con su presa en la mano. Saltó el arroyo y la depositó junto á la carpa. BuRMEisTER uo Señala esta especie en su Revista de los Vertebrados Argentinos {Reíse, H), DoERiNG tampoco ; — ^mi compañero no la había visto desde Buenos Aires hasta el Chaco, ni desde el Rosario hasta el Cerro Nevado en los Andes, ni yo desde Patagones hasta Jujuy. Por el momento era una pieza interesante \ * Asplenium Berleroanum. ' No puede quedar duda de que es el Falco Cassini, Sharpe, v. Catalogue of the Birds in the British Museum I, 384, n. 4. — 1874. En el momento de imprimirse este pliego, no he visto aún el trabajo de Cassin en U. St. Asir. Exped., de modo que no he podido comprobar, ni desechar, el Falco nigriceps de este zoólogo. — 40 — De vuelta de mi viaje, y estando el Dr. Doering en la Capital, manifestó éste no co- nocer el animal, cuya especie no me había .sido posible determinar en viaje. Era evi- dentemente un Falco, y el ornitólogo aludido expresó no poca sorpresa al reconocerle cierta semejanza con el Falco communis de Europa. Asi que estuvimos jjrontos, cruzamos el Ari'oyo y nos dirigimos á un punto pró- ximo, donde había muchas matas de Cardo Negro, ala sazón en ílor. Decir la cantidad de Himenópteros que allí revoloteaban, parece supérfluo, ya que el lector sabe que habíamos resuelto consagrarles el dia. Casi no había cabezuela (jue no tuviese uno ó dos ejemplares de la, Scoliamutanda, predominando los machos por su cantidad. Una J/?í/ac/N7e abundaba allí también, siendo más numerosas las heml)ras. Las especies de Áugochloray de Ualíclus parecían disputarse la felicidad de revolverse entre el blanco polen del Cirsium; — zumbaljan las Dolicómeras yEcplécticasy el^o;;?.- bíis Üioracicus confundía con las vibraciones de éstas el sonoro extremecimienlo de sus alas. La Svastra bombilans daba la nota intermedia y los representantes de alguno que otro género agregaban su tonada al concierto en cuyo centro, agitados ambos, sin descansar durante tres horas, obtuvimos cuanto se podía obtener. Bandadas numerosas del Turpial ó Pecho-rojo de tapadas blancas, pasaban por sobre nuestras cabezas, para ocultarse entre las Gramíneas, y el Ceñir ¿íes 7iiger recorría tran- quilamente los sitios desnudos, buscando Hormigas y pequeños Escarabajos con que se alimenta. Encapotóse el sol próximo á su ocaso, las nubes volaron al zenit, y nos dieron, con sus primeras golas, la señal de retirada. Las Perdices, sorprendidas con a(|uel crepúsculo repentino, salieron del pastizal y correteando aleladas entre los >ástagos secos del Gardo asnal, á pocos pasos de nos- otros, nos predispusieron en contra suya. Reducida la tormenta á una nube negra, pero de muy grandes dimensiones, el sol volvió á brillar, y aprovechando lo poco que quedaba de dia, nos dedicamos á cazar- las, obteniendo 22 en menos de una hora. Febrero I¿. — Debíamos comenzará explorar los cerros, pues así lo habíamos conve- nido antes. A medio dia montamos á caballo, llevando todo lo necesario para el objeto de nuestra excursión. Aumpic parezca un |)lconasino decir (|ue reinaba viento, por cuanto a([uclla región es como el reino de Eolo, lo diré : reinaba viento, y un viento fuerte, saludable; ese viento de la Sierra del Tandil, la Suiza portcña, ({ue al gemir entre los riscos parece llamar á cuanto enfermo de los Ijronquios ó del pulmón se queja en Buenos Aires y (|ueda indeciso cuando el médico le ordena campo. El aire estaba diáfano y sólo algunos cúmulos lo surcaban de trecho en trecho, como inmensos capullos de algodón que viajaran inq)elidos por el viento entre un sátiro. — 47 — Gerardo nos había prometido acompañarnos y lo cumplía. Pedro vino con nosotros, y ViLLOLDO quedó encargado de cnanto dejcáhamos : caballos y pertrechos de viaje. A poco andar, cruzamos el Arroyo y tomamos la dirección de (c El Souibrerilo )). A lo lejos se veían revolotear varias Águilas sobre los peñascos de LaTinta que he denomina- do ce Escalones de las Águilas » y, en el campo, diversas aves ofrecían materiales para las observaciones y las notas. Siguiendo nuestro camino, hallamos en el camino un pozo, bastante ancho y de unos 3 metros de profundidad, sumamente peligroso para un viajero que pase por allí de no- che, á caballo. Su fondo eslaba cubierto de tierra menuda y de el partía, oblicuamente hcácia arriba, una cueva espaciosa, la cual comunicaba con el suelo superior por una abertura. Nos detuvimos allí sospechando que algún animal debía vivir en él |)or las hue- llas que notábamos, y resolvimos examinarlo. Decidimos que era la morada de un zorro, y... lo demás se comprende. Bajar era dilicil ; así es que echamos pajas ardien- do, lo cual lleno la cavidad de humo. Mons parturiens f salió un ratón! Pero era el ratoncito rojizo que tanto habíamos perseguido sin éxito. Sofocado por el humo, corrió de aquí por allí, hasta que por fin halló su salvación en la abertura que comu- nicaba con el suelo, y también su muerte, porque Gerardo lo cazó de un rebencazo'. En el fondo y á los lados había gruñidos, pero de mamífero grande, sin duda zorro. Por el momento podíamos contiiuiar la marcha. González cazó otra S>jnaUcfxis an- thoides. Durante el trayecto, observamos muchos ratones rojizos, pero lodo fué inútil. El perro corría de una parte á otra, pero las matas ya mas frecuentes de Paja Colorada inutilizaban su tarea y tauíbien la nuestra. Fallaban pocas cuadras para llegar al Sombrerito y faldeál)amos la pendiente sobre la cual se levantan los Escalones á que antes he aludido. La Paja Colorada más abundante aún. Ya se mostraban algunos grandes trozos de piedra esparcidos. Las AI- bergillas, enredadas en las pajas, eran mas frecuentes; algunos ejemplares de Gerardia mostraban sus racimos de tlores rosadas y, en general, la vegetación aparecía mas lo- zana, mas variada, y por consiguiente mas interesante que en todo el trayecto recorrido. De pronto oimos cantos de ranas y aunque en mis viajes anteriores había cazado algunas en el Tandil, me pai"eció que no por eso debía desdeñarlas. Además, ranas y agua, se vinculaban íntimamente. Invité á mis compañeros atropar á la cima de la cuesta que terminaba al pié de la meseta. Dicho y hecho. A medida que ascendíamos, la vegetación era mas variada y mayores las piedras que sobresalían. Al fin llegamos. El cuadro era interesante. ' Era el Hesperomys arenicola, coimuí en la Pampa. — 48 — Junto á nosotros se elevaba un murallon vertical como de 20 metros, — el corte de la meseta de arenisca blanquecina, — grandes moles de gneis-granito se levantaban á su pié, y variadas [)ianlas lo adornaban, entre otras una Albergilla (Lat/njrussp.) muy parecida á la que se cultiva en los jardines de Buenos Aires con el nombre de Pastilla, y que ofrecía sus racimos de llores azuladas, que no le había visto, no obstante haberla coleccionado antes en el Tandil. Indiqué á mis compañeros que habría ventaja en quedar allí, lo que no les pre- sentaba inconveniente alguno. Dimos de beber á nuestros caballos, en pequeños depósitos de agua que había al pié del murallon, y entonces nos preocupamos de almorzar. Un cuarto de hora des- pués habíamos terminado. Podíamos coleccionar hasta las 6, porque no eran mas que las 3 p.m. Varias ranas, entre otras la denominada Hyla agrestis, cayeron en la red ; algunos ejemplares dePepsis, el avispón azul de alas rojizas, y un magnífico ejemplar de Pa- pilio T/ioas var. Thoantiades, mariposa negra con colitas y banda de manchas amari- llas, quedaron prisioneros. El murallon mismo estaba cubierto de Claveles del aire ' y entre las grietas ver- ticales mas ó menos anchas que lo surcaban se veían diversos Heléchos, algunos de los cuales no conocía, entre otros la Cassebeera triphylla (que no se ha señalado aún en nuestra Floi'a, pero sí en la de Montevideo), Adianlhus, Pteris, Anemia tomen- tosa, Aspknium Berteroamim al pié y quizá alguna otra. Abundaba allí un interesante molusco: el Eudioptus mendozanus Str. (var. sec. Doerixg), prendido en las piedras. González y Gerardo me hicieron notar una Coma- dreja tan pequeña como el Minero común, cuyo tipo de coloración era el mismo de la que me llevara poco antes Ventura Díaz, pero muerta de mucho tiempo y despren- diéndosele ya la piel del vientre muy aglobado. La traje, sin embargo, por el esqueleto. Mis compañeros vinieron al punto en que me encontraba, junto á un depósito natural de agua encerrada entre unas moles de piedi-a. A 4 metros de altura en el murallon había un matorral de Claveles del aire, mas de 1 00 vastagos juntos. No recogerlo era demasiada indiferencia. — « ¿ Se le anima? », — preguntó González á Gerardo. — (c ¿A qué? al murallon ?... )) — y midiéndolo con la mirada, mii'ada que se des- prendía de un individuo habituado á los cerros, agregó: — ce Yo, nó. » — ce Pues yo, sí,» — dijo González, lo que tal vez era una imprudencia. ' Tilland-iia sp. No tenían flor, pero, en los momentos de dar este pliego A la estampa, muchos de los ejemplares muestran ya sus brácteas carmíneas en espiga simple, y flores de color lila intenso, sin alcanzar el violeta. La especie es muy afine á la T. bicolor. — 49 — Hablamos de montañas, y de claveles, y de ranas, y después nos separamos. González y Gerardo flanquearon el murallon por el lado del Esle y treparon á su cumbre por la pendiente del Sur. Por mi parle, quedé del lado del Norte, coleccio- nando siempre. Ya tenía un montón de plantas, que Pedro recogía á medida ([ue las desprendía, cuando, de pronto, levanto la cabeza y veo la mata desdeñada. De un salto trepo sobre una piedra, saco el grueso cuchillo que me servia para extraer las yerbas de raiz, lo levanto, y desprendo el matorral que cae á mis pies. Pero, á esta altura, veo nuevos Heléchos, ejemplares mas abundantes de Eudioptus y algunos otros objetos de interés; pero, lo que despierta mas vivamente mi atención es la cantidad de grietas transversa- les y de porciones salientes de la arenisca blanquecina, fracturada sin duda en el mo- mento de solevantarse la masa, que quedaban como escalones, no visibles del pié del murallon, y que facilitaban en extremo la ascensión de su vertical. Sin embargo, no me tentaba la hazaña de escalarlo. Seguí pues coleccionándolo que podía, sin pensaren peligro alguno, por cuanto me apoyaba en algo como pedestales seguros, cuya adhe- rencia inconmovible comprobaba antes de trepar sobre ellos. Y así iba subiendo obli- cuamente por la vertical del murallon. De pronto observé una grieta, dentro de la cual crecían numerosos Heléchos, cuyos rizomas acanelados trepaban por los intersticios húmedos. Una vez que los hube arrancado y arrojado á Pedro que los recibía, saqué el reloj y vi que faltaba un minuto para las 5. ce Tengo tiempo» pensé cede juntar aquellos caracoles », y guardando el cuchillo, tomé una pinza y me preparé á reco- gerlos. Pero no los alcanzaba. Coloqué entonces la pierna izquierda dentro de la grieta, apoyé el pié derecho, con la pierna doblada, sobre un trozo de piedra saliente y la espalda en la pared de la grieta; la mano izíiuierda asía fuertemente otra piedra y elevando el brazo derecho cuanto podía, hice un movimiento para levantarme mas portiue no alcanzaba aún. Y entonces.... olvidando que la pierna derecha era la llave de mi violenta actitud, la aflojé y.... di un grito. Un espectador distante habría visto bajar rápidamente una Y ó una X por la vertical. Cierto Ingeniero, amigo mío, piensa maliciosamente t|ue en ese momento descubrí un nuevo método de tomai' alturas, por haber caido con velocidad aumentada en razón directa del cuadrado de los tiempos. Pedro, (pie no conocía esta ley, dio un grito li'cmendo (juc jamás olvidaré. Entre tanto, yo había recibido un furioso golpe. Felizmente, mi actitud no cambió en la caída, tal vez porque llevaba los brazos levantados y las anchas mangas del saco de brin que me cubría contribuyeron en algo á conservar la dirección. Miré hacia abajo y calculando, con esa rapidez que determina á veces un |)eligro inminente , que se me iban á destrozar las piernas si recibían todo el choque en unos pedrotes, bajé los brazos y caí como no debe caer jamás un naturalista : en cuatro... miembros. loip. II, 28, 1883 7 — 50 — Total : me había recalcado los dos tobillos y la muñeca izquierda, fracturado el pe- roné derecho y un metatarsiano, dislocado la cabeza de la sexta costilla del mismo lado, y tenía la piel levantada en la palma de la mano iz(|uierda, cuatro heridas en la rodilla derecha y otra profunda que interesó la tibia subyacente. Tuve la feliz presen- cia de ánimo de dar al cuerpo, al sentirme en el aire, la elasticidad que se le comunica en un salto consciente. Si así no hubiera sido, si hubiese caído come mole inerte, pienso que la situación habría tendido á continuarse. Gerardo Díaz y González, que habían oido el grito de Pedro, llegaron azorados un instante después, con la convicción, según me dijeron mas tarde, de hallar un cadáver. Pedí agua, pero no me oyeron. Afonía completa. Hice un esfuerzo violentísimo y entonces comprendió Pedro. Jamás he experimen- tado sed igual. Bebí una taza de agua, y luego otra. Poco á poco mi voz se fué acla- rando y con ella mi situación subjetiva. Cuando pude hablar claro, dije á Pedro: «Toma el caballo mas lijero y corre al Tandil. Busca al Dr. Fidanza y dile lo que ha sucedido ; pero, cuidado con que lo sepan mi madre ni mi hermana antes que él. Si puede venir á buscarme, que lo haga en un carruage, pues no podré llegar hasta allá á caballo. » Dírijí luego una mirada al punto á que había alcanzado en el murallon. Como le había calculado 20 metros de altura y había pasado de la mitad de ésta, me pareció haber caído de 121 metros. Tal vez liaya exageración en esto, pero es indudable que con cálculo falso ó exacto, no ganaba ni perdía dolores, magullado como estaba, con determinar prolijamente mi viaje vertical. La mano derecha nada había sufrido, pero los movimientos del brazo eran imprac- ticables, por el intenso dolor que experimentaba ya á causa de la luxación de la costilla. Gerardo y González me prodigaron todo género de cuidados ; con toda suavidad abrieron la caña de mis bolas, porque ya comenzaba el dolor en los tobillos y me colocaron á pulso sobre el caballo, quedando asegurado en la montura con las maletas llenas de papel para plantas. Mientras (|ue Gerardo llevaba mi cabalgadura de la brida, bajándola cuesta en anq^lios zig-zags, González recogió la rica cosecha de la tarde y se nos incorporó algu- nas cuadras después. El viento fresco que soplaI)a, el dolor creciente que subía, la si- tuación que se períilaba con todas las claridades de un diagnóstico definido, me permi- tieron pronosticar algo mas risueño que lo que se me ocurrió cuando bajaba al pié del murallon por el camino mas corto y mas rápido. Goníieso que lo único que me alarmaba era la costilla, por lo mismo que no me la podía reconocer. Cuando llegamos á casa de Gerardo, casi á una legua, éste, González y Villoldo me bajaron del caballo y me acostaron en una cama. Pedí un punch y me dieron dos, y aquel líquido caliente y cordial se difundió por todo mi organismo y pude dormir tran- quilamente hasta las 2 de la mañana, no sin haber observado antes los cuidados que lodos me prodigaban. — 51 — A esa hora González me cambió un poco la posición en que cslaba y dormí hasta cerca de las 8 del dia 13, dormitando hasta las 1 0, hora en (|ue oi la voz de Fidanza en el palio. Venia acompañado de Aurelio Castro. Inmediatamente me reconoció, y al pasarla palma de la mano por la costilla, sentimos ambos un chasquido : ocupaba su lugar, y no había fractura en ella. Una hora después, me despedía de Gerardo Díaz y de su señora, á los que nunca agradeceré bastante la solicitud con que rae atendieron. En cuanto á mi compañero, bien sabe él que no tengo pasta de desagradecido. Arreglado con todo esmero en el carruaje, hice alegremente, aunque molido, un trayecto que dias antes había hecho á la inversa con jaqueca y sin moledura, riéndome á carcajadas que me causaron bastante dolor, cuando Aurelio Castro me hizo referen- cia del susto de mi madre, al ver (¡uc iba á acompañar á Fidanza, fundada en (jue era escribano, lo que implicaba algo úcin cxtremis, y sin recordar (jue yo no necesitaba escribano para morirme de un porrazo ó de cualquiera otra manera, por tener here- deros forzosos que se verán forzados á no saber qué hacer con mis frascos de arañas en un caso como ese, y sólo se tranquilizó cuando se le hizo ver la tintura de árnica, y las bilmas que Fidanza llevaba. A las 3 llegamos al Tandil, siendo recibido en brazos de la misma sangre que llevan los mios, y objeto de vivas simpatías por parte de numerosas personas del pueblo que habían acudido. En el acto alguien telegrafió á Buenos Aires al diario La Nación y como la no- ticia pronto cundió, llovieron los telegramas, todo lo cual me impone el deber de consignar aquí mis íntimas gracias á las mil expresiones cariñosas que se me prodi- garon . En manos de un medico en quien tenía y tengo plena confianza, podía esperar tran- quilamente la evolución de mis dolencias. Mas tarde me visitaron mis colegas Peré, Zabala y Lizarralde y, como no hay ser viviente mas digno de compasión que un médico enfermo, ya me pareció que aquello era /wníffl y que mi situación era mas grave (¡ue lo que parecía. Sin embargo, tuvieron el tacto de no tomarme el pulso, ni mirarme la lengua, ni palparme, ni medirme, ni preguntarme por un millón de cosas, que suelen no tener importancia para el diagnós- tico, pero cuya averiguación complace á los pacientes, y sólo nos ocupamos con Jaca, el redactor del Eco del Tandil, y otras personas, de los Conflictos y Armonías de las Razas de América, que acababa de aparecer, lema de conversación ([ue me convenció de mi ninguna gravedad. Peré, sin embargo, insinuó mas larde la ventaja de queme aplicaran diez y ocho sanguijuelas, en torno de la cabeza déla costilla dislocada, por la probabilidad remola de una pleuritis. Fidanza manifestó que, por el momento, no había objeto, y como aquel había sido mi temor desde el princi|)io y como Fidanza no se oponía, aunque lo consideraba supérlluo, y como al fin yo no podía pensar del mis- mo modo (lue ellos, ponjiic lal cosa no se usa entre colegas, parlicularmcnte si se traía de sanguijuelas, permití (pie me aplicaran diez y nueve. Me he detenido en estos detalles para que se vea que la suspensión del viaje no respondía á una causa li'ivial, y que, por el contrario hubiera sido una imprudencia continuarlo en tales condiciones. A los pocos dias resolví volver á La Tinta, mas fueron tantos los contratiempos, entre otros el reconocimiento de la fractura del peroné, que me vi obligado á tomar el cami- no de Buenos Aires, dispuesto á no emprender mas viajes ; pero.... lo mismo hacía Simbad el Marino. Adenitis, temo ()or mi identidad. Por fantasía, ó por asombro, no falta quienes me hayan fracturado, mentalmente, se entiende, mas huesos que los que forman el esqueleto, consignando en hojas impre- sas el cálculo de mis deformaciones presuntas y me considero obligado á restaurarme, como lo hace Burmeister con los Gliptodontes y Megaterios. Y, más que todo, debo reunir aíjuí, en una expresión general, todos los sumandos de gratitud que me han sido arrancados }' que sólo puedo manifestar en estas líneas. González, que nos había acompañado á caballo, (piedó a(|uel día con nosotros. Como él debía volver á La Tinta, le pedí abandonara los trabajos relativos á ani- males, nó de un modo absoluto, porque esto era impracticable, y que se dedicara á las plantas, recojiendo todas aquellas que no hubiese visto en lo (¡ue yo había reunido ya, y que regresara cuando quisiera. Así lo hizo. El dia 14 volvió á La Tinta. Este viaje, que en el momento de mi caída i*epresentaba ya un rico material reunido, no se interrumpió pues, y numerosas piezas, que mi excelente compañero obtuvo, ocu- pan, en las enumeraciones siguientes, lugares no poco preciosos. Entre tanto, le cedo la palabra. FEBRERO \í A 25 Pon Justo González Agua Las razones que motivan mi |)artic¡pacion en este libro son suficientemente conoci- das por el lector que haya llegado á esta página y al dar principio á la tarea de consignar aquí los resultados de mi actividad en la Sierra de La Tinta durante los dias que siguie- ron á la caída de mi maeslroy amigo, el Dr. Holmberg, no puedo menos de preceder el siguiente diario con una expresión de gracias por la confianza (|ue depositó en mí. Seré breve, porque una parte considerable de las observaciones {|ue llevé á cabo no solamente repiten otras anteriores, sino que se hallan apuntadas en las páginas prece- dentes, que he tenido á la vista. Guiado por la indicación de Holmberg de que me preocupara mas de las colec- ciones botánicas que de las zoológicas, debí prestarles mayor atención, obra tanto mas — 53 — (lificil (le llevar á cabo, cuanto que jamás me había ocupado (Je plantas. Pero la cir- ("unstancia de haberle visto en la tarea y comparando las observaciones pasageras hechas en otros puntos del país, pude diferenciar poco á poco unos l¡[)os de otros y dedicando algunas horas á lecturas que me proporcionaran ciertos conocimientos nece- sarios, pude vencer una parte de las dificultades, y reunir muchas especies que, sin (luda, serán indicadas en su respectivo lugar. Febrero 4 i. — Salí del Tandil á las 3 de la tarde, tomando el camino que había de llevarme á La Tinta, comose-ha señalado anteriormente [Febrero 3, p. 34), Durante el trayecto, poco pude deternerme, pues me urgía llegai- á la Sierra, sin que ésto me impidiera anotar el nombre de algunas aves que me eran bien conocidas por haberlas cazado en otras comarcas, tales como el Lechuzón*, que también había sido observado anteriormente, la Gaviota comun% el Chorlo', (|ue volaba en bandadas enor- mes de miles de individuos. Al anochecer, y cerca ya de los cerros, pude ver un zorro rojizo, con el dorso y costados de un color gris, probablemente el Canis Azarae, no escaso en el país. En la página 39, al hablar del Gollon-gueyú, dice el Dr. Holmberg lo siguiente : ((Al pi(i de esta Cuchilla (de las Tunas) pasa el Arroyo Collon-gueyú. Insignificante al principio, en el punto en que estábamos y reducido mas bien á una banda pantanosa, pronto se enriquece con las infiltraciones de los cerros, y comienza su curso, modesto pero triunfante, hacia el S. mg... » Como esto podría hacer creer que el arroyo nace al pié déla Cuchilla nombrada, debo hacer notar que efectivamente estaba reducido á cf una banda pantanosa» cuando llegamos á sus orillas en la tarde del dia 4 de Febrero, pero que no comienza allí, sino mucho antes, marcando bien su curso de amplias ondas alN. de dicha cuchilla y estando lleno de agua corriente en el punto á queantes se alude, cuando volví solo á sus márgenes. Febrero 15. — A unas 4 cuadras al E. del sitio en que la carpa estaba tendida, se elevaba una alta loma. A ella me dirigí para continuar coleccionando y aunque hubie- ra debido preferir eminencias mayores, no lo hice por sentirme bastante cansado del viaje de ida y vuelta que había hecho en los dos dias precedentes. La loma presentaba poco interés. Su suelo se hallaba cubierto de tunas, como las que se mencionan de la Cuchilla á que han dado nombre. Recogí muchos ejemplares de estas curiosas plantas y de otras que fueron colocadas en papeles. 01)tuve también algunos animales que no habíamos cazado antes, entre otros un reptil de aspecto de lombriz, (pie jamás había visto'. ' OhiK hrachyotxi!>. ^ Larus rociferus. ' Eiidromias modesta. ' Me dici' el Df. IIolmiírrü, al entregarle estos apuntes, (jue se hallaba en el misino caso cuando examinó el contenido del irasco de alcohol en que el ejemplar había sido guardado. Pertenece al genero Cwcilki, pero no pudo determinar la especie. — 54 — Varias Lagartijas cayeron prisioneras y unos cuantos articulados, entre los que figu- raba un Coleóptero muy hermoso, el Eslafilino de mayor talla (]ue he cazado en mis viajes. Según lo supe mas larde, el Dr. IIolmbí:rg lo había obtenido antes en el Cerro de la Mo\ediza, y el Sr. Félix Lynch ArribAlzaga lo había determinado ya, descubriendo que era una de las especies indígenas mas interesantes del grupo, no sólo por sus ca- racteres, sino también por las confusiones á que ha dado lugar. Las piezas colecciona- das aquí figuran en este libro con la indicación siguiente : ff En una lomada al S. de la Cuchilla de las Tunas, II, 15,83):). Febrero 16. — La loma (pie habla visitado el dia anterior, no era por cierto el lugar mas propicio de la comarca para hacer colecciones ; pero, una fisonomía especial en su vegetación, su proximidad á los cerros de piedra desnuda, su altura mayor que la de las lomas mas distantes, me incitaron á visitarla una vez mas, así como á las otras que la siguen hacia el E. Antes de medio dia comencé á recori-erla, y, un momento después de llegar á ella, cacé un Hurón. Pasando á las inmediatas, tuve oportunidad de observar mayor can- tidad (le bizcacheras, en cuyos claros abundaban mas tarde las Perdices, como en ningún otro punto, buscando los frutos maduros de la yerba á (lue han dado nom- bre. Vi también numerosos individuos del Ratoncito que figura en página antei'ior con el nombre de Ilesperomys arenicola, y aún cace uno de ellos. En las bizcacheras noté varias cuevas circulares, de algo mas de 3cm. de diá- metro, que atribuí á esta especie, y excavando en una de ellas, hasta cerca de un metro en la horizontal, no le hallé fondo, y desislí. Examinando estas lomas, vi al- gunos Zorrinos, que recorrían los alredeilores de su covacha, á la que no se apre- suraban á llegar, no obstante la presencia de seres mayores, confiados sin duda en la eficacia del abominable y nauseabundo licor con que se defienden al verse atacados. Algunas aves, observadas en otras ocasiones, mostraban allí sus formas no des- conocidas y los articulados, como todos los dins, aumentaban, víctimas inocentes, el ya rico caudal ad(¡uirido en aquella región. Entrado ya el sol, volví á las orillas del Arroyo, llevando las [)resas ilel dia. Febrero 17. — En la mañana de csle dia emprendí la marcha hacia el Sombrerito, acompañado por Gerardo Díaz y por Pedro. A poco andar cacé otro ejemplar del Hesperomys citado anteriormente. Al pasar por una hondonada encontramos un Ve- nado recien muerto, pieza bastante interesante para la colección, por cuanto, á pe- sar de lo (pie nos había dicho Díaz, de que venían á las horas (M calor, á beber en el Collon-gucyú, no sólo no habíamos podido cazar la especie, sino que, ni si([uiera la ■ habíamos a isto. Resolví i)repararlo á la vuelta, pensando ([ue no habría inconveniente en dejarlo donde estaba, pero la suerte lo determinó de otra manera, pues, al re- 55 gresar, le habian detei'iorado lapiel, sin duda para emplearla como talismán contra las mordeduras de las víboras, para lo cual la cortan en forma de correas los bom- bres decampo, y se las atan á los tobillos, así como h los animales. No traje, |)ues, sino la cabeza. En las ondulaciones mas próximas á los cerros, no encontró nada (pie llamara mi atención de un modo particular, y llegamos al Cerro del Sombrerilo, cuya forma está indicada en la p. 38. No difiere, en su composición, de los otros cerros ; el cono es de gneis-granito y la meseta de arenisca blanquecina. Se baila completamente se- parado de los demás y sus laderas son mas empinadas que las délas otras eminen- cias, siendo accesible, su meseta, solamente por el lado SO., pues el resto de ella es vertical, como los Escalones de las Águilas. Entre los numerosos [insectos que allí cacó, [debo recordar una especie de co- leóptero, la CoccineUa ancoraUs, que jamás babía observado en tal abundancia. En el momento de levantar una mata de Clavel del aire, aparecieron algunos miles de ejem- plares, que se guarecían debajo de ella y que echaron á andar en todas direcciones, perturbados en su reposo. Llenó algunos cartuchos que se conservan como compro- bantes. Entre los Arácnidos, debo recordar algunos Escorpiones y délos otros grupos de invertebrados varios Miriápodos y Moluscos. Entre las grietas se ocultaba una cantidad considerable de pequeñas ranas, de un hermoso color verde \'egetal, salpicado de manchas doradas. De las aves observé, entre otras, un Águila, cuyo pecho negro resallaba sobre el color claro del fondo de su plumaje. Animal bastante arisco por lo perseguido (|ue es, á causa de los daños que hace, huyó en el acto al verme, tendiendo su vuelo á las altas regiones del aire, donde, un instante después, se cernía trazando grandes círculos. Como en lodos estos cerros, abundaban en extremo los Heléchos y los Liqúenes de diversas especies, y sea que los primeros excitaran mas vivamente mi atención, ó que las pequeñas variaciones individuales que presentaban, tuvieran entonces á mi vista un valor aparente mayor, es indudal)le que predominan por el número de ejemplares, en los 3 gruesos paquetes de plantas, que reuní en el Sombrerito. Al caer la larde, volví á las orillas del Collon-gueyú, cansado con la tarea del dia, pero salisfecho y alegre por los i-esultados obtenidos. Febrero 18. — Aunque el dia estaba bastante feo, como el anterior, resolví dedi- carlo á los cerros y cuchillas próximas al Sombrerito, para continuar las colecciones. Poco antes de alejarme de la carpa, acompañado de Pedro, observó una gigantesca Víbora de la Cruz, de más de un metro de largo y que se dirigía hacia Villoldo, dormido bajo el carro. Corrí á ella, dando á Villoldo un grito de aA'iso. Al moverse óste, intentó aquella retroceder, en el momento mismo en que le daba el primer golpe. — o6 — En el aclo lanzó un silvido y olra víbora, ca.si lan grande como la primei-a, aunque de menor tamaño, salió tíe una mala de paja , que distaba menos de 1 0 metros de la carpa , circunstancia que me hizo pensar, que no dejaba de ser una felicidad el (jue estos animales fuesen diurnos, — y vino hacia mí. ¿Fue petición de socorro el silvido de la primera? ¿Acto de ayuda la venida de la segunda? Así j)arece. Apoyándose en la |)unta de la cola, é inq)rimiendo bruscos movimientos á sus cuerpos elásticos, procuraban saltar y atacarme. Un momento después, víctimas temi- das, se sumergían cabeza abajo y medio vivas, para no \ulver á respirar, en un grueso frasco de alcohol, en el que hoy se conser\ an, comprobantes de su esj)ecie y de su au- dacia. Dediqué todo el día á coleccionar, comenzando en el Cerro Gerardo y en los Esca- lones de las Águilas, y, revisando varias Cuchillas y Cerritos inmediatos, llegue hasta lo (|ue allí denominan La Tinta. Las plantas ocuparon especialmente mi atención } pude formar 10 paquetes. No descuidé sin end)argo los animales, entre los que obtuve muchísimos insectos, par- ticularmente Himenópteros, (pie al)undaban, como siempre, en las malas de Cardo Negro. Cacé y observé algunas aves, así como un Peludo. Visité también los depósitos estealíticos é hice algunas observaciones que en nada modifican los datos allí reunidos por los Sres. Aguirre, Heusser y Glakaz. En uno de eslos cerritos hallé el trozo de Limonita á que alude Holmberg en la página 41 . Febrero 19. — No estuve en los cei-ros. Dediqué el día á las a\es y á los articulados, de los que, como siempre, se presentaron algunas formas ([ue no habíamos obtenido antes. Recorrí la margen derecha del Arroyo hacia el S. en una extensión de 1 kilómetro, y pude reunir 3 paípieles de plantas, entre las cuales hay algunas que no se habían coleccionado antes en la región. Entre otras especies de aves, maté un Chorlo Real ( Totanus mdanoleuc'us), único ejemplar que hemos podido ver ó cazar en aquella comarca. Febrero 30. — V'isilé nuevamente el Cerro Gerardo y los Escalones de las Águilas. Después de hacer 5 paipietcs de plantas y cazar algunos animales, volví á las orillas del Collon-gueyú. Febrero 2L — Dediqué este día á los animales y comencé el arreglo de las colec- ciones y equipaje, para xoKer al Tandil. Febrero 22. — Nos pusimos en marcha y recorricnde) el mismo can)ino, ya cono- cido, llegamos al Tandil á la tarde. — 57 — Encontré á Holmberg que se había levantado ese mismo dia, y, ya bastantemejor, pudimos ambos encajonar una parte de las colecciones. Febrero 23. — Durante el dia, terminamos los preparativos del viaje de regreso. Febrero 54. — Salimos del Tandil en dirección á Ayacucho, á donde llegamos al ano- checer, no sin continuar, en el trayecto, por el impulso adquirido, las observaciones del campo y sus moradores. Febrero 25. — Llegamos á la tarde á Buenos Aires, y aunque es verdad que sólo nos habíamos alejado 80 ó 90 leguas de esta ciudad natal, no nos causó poco agrado el contemplar intactos, sobre las plataformas de la Estación del Ferro-Carril del Sur, los bultos que contenían los resultados de nuestra tarea en los cerros y valles australes, y al estrecharnos la mano en una despedida de pocos momentos, no pudimos menos de dirigirnos una mirada escudriñadora, con la que procurábamos averiguarnos mutua- mente, la intención que quedara, en el fondo de cada uno, de irse á descrismar, tarde ó temprano, en los Andes ó en La Tinta, en el Vesuvio ó en el Himalaya, persiguiendo un fantasma que nos acosa á todas horas y que un momento de desencanto ó de tedio puede resolver en vapores impalpables, como esas nubes blancas del Collon-gueyú que cruzaban el cielo, (ccual inmensos capullos de algodón que viajaran impelidos por el viento entre un saíiro » . Localidades. — La circunstancia de haber tenido que suspender bruscamente la exploración de La Tinta, no me permitió cerrar la red de triángulos que había comen- zado á tender en la comarca, con visuales que alcanzaban á las eminencias que rodean el pueblo del Tandil y al pico mas alto de Tandileufú, pero esta vez con un instru- mento mas exacto que el que había enqoleado en 1882, pues me daba hasta I minuto. No considero perdida, sin embargo, la primera operación hecha el dia 4 de Febrero, por lo mismo que las visuales fueron numerosas y prolijamente dirijidas, mas, como algunas de ellas no se repetían sobre un mismo punto de mira, porque éstos no siempre eran accesibles desde ambos extremos de la base, y hubiera sido menester tomar otras lu]p. til, 4, 1333 8 — 58 — posiciones para cerrar varios triángulos, me limitaré á señalar unos pocos puntos, de los cuales se ha hecho mención en las páginas precedentes, y sólo con el propósito de indicar localidades, en sus relaciones con la Fauna y con la Flora. Cerro del Sombrerilo. — Cerro aislado, de forma cónica, compuesto de gruíis-granito, cubierto poi- una meseta de arenisca blanquecina de unos 100 m. de E. á O. Fué visitado por González Acha t II, 17, 83), quien hizo al pié del cono, del lado NE., en el bajo, una observación de barómetro y termómetro (B == 728 mm. ; T = 19"8 C; á las 2i> p. in.) y la otra en la cima, un cuarto de hora después de llegar á ella (b = 723,5 mm.; t=l7"oC; ¡i las 4'' lo" p. ni.). La diferencia de tiempo no es insignificante, pero, ;i falta de otra observación mejor, no veo inconveniente en consignar a(|iií que ella dá, para el cerrito, •")2 metros de altura, según los cuadros gráficos de Weilenman'n. .Su nombre es el que le dan ios habitantes de la comarca. Ciichilla de las Águilas. — .Se corta esta cuchilla dirigiéndose hacia el SO. desde el Sombrerito. Presenta dos mesetas de arenisca superpuestas, ([ue, en su extremo SE., parecen dos «Escalo- nes », miradas desde el Norte, de tal modo que puedan verse á la izíjuienla del Sombrerito. Fué visitada por vez primei-a en II, 12, 83. Mas tarde volvió á ella González; sus observacio- nes varian en extremo. Su diferencia con el Sombrerito. si la hay, debe ser de pocos metros. Su constitución es la misma. Escalones de las Aquilas. — El extremo de la cuchilla, en dirección al Cerro Gerardo, frente á él. Cerro Gerardo. — Siguiendo la cadena hacia el SE., y como á unos 300 metros del pié del Escalón mas bajo, se eleva este cerro, oblongo, de algo mas de 250 metros de largo. Su composición no discrepa de la de las otras alturas, pero no le he visto meseta. González ha estado en él y ha coleccionado animales y plantas. Su nombre recuerda el de Gerardo Díaz. Cuchilla de las Tutias. — Continuando aún, se llega al Arroyo CoUon-gueyú y enseguida se levanta esta cuchilla, cuyo nombre recuerda el vulgar de las abundantes Cactáceas de su cumbre. En las páginas anteriores me he ocupado de ella. SEGUNDA PARTE zoología VERTEBRADOS MAMÍFEROS Las especies de esta clase no abundan en la comarca tandilense, pero algunas, bien conocidas ya, se li.illan represeidadas por una cantidad considerable de indi- viduos. En Hii Enumeración de las especies observadas durante la Expedición al Rio Negro, el Dr. A. Doering cita 17 Mamíferos, desparramados en el largo trayecto recorrido por los expedicionarios. Algunos de aquellos se encuentran también entre el Tandil y La Tinta, existiendo en esta comarca otros que no fueron observados por el zoólogo aludido, sea porque no habitaran las regiones por él visitadas, sea porque hubie- sen escapado á su examen. Las variaciones tipográficas siguientes indicarán al lector las fuentes de los dalos aquí reunidos : I". Las especies señaladas coa número entre paréntesis y tipo pequeño de nota corresponden á las (jiie menciona el Dr. Doeiung, y que, no habiendo sido examinadas por el autor de estas páginas, sólo dan motivo á alguna que otra observación. i". Las que no llevan número, en tipo también pequeño, han sido señaladas al autor por observa- dores de la comarca tandilense. ;t". Las que se designan con letra negra y tipo mayor fueron observadas en alguno de los tres viajes. .Si llevan un número pequeño, entre paréntesis, éste corresponde á la Enumeración del Informe. (lomo ya existe una obra general sobre los Mamíferos Argentinos, el Tomo III de \n iJescription physique de la Hépublique Arqentine, por el Dr. Burmeister, referiré á ésta los nombres y la l)ibli(»grafia, sin discutir la sinonimia, porcpie se extendería demasiado el trabajo. ' Por el Dr. E. L. lloi.MnkRi;. — 64 — Algunas especies, aquí mencionadas, no figuran con nombres idénticos á los que llevan en otras enumeraciones publicadas anteriormente en el país, como sucede, por ejemplo, con el nombre técnico del Zorrino, que a|)arece casi siempre con el de Me- phüis patagonicus y ahora con el de Mephitis suffocans. La razón es la siguiente. La Revista Sistemática de los vertebrados de estas regiones, publicada por el Dr. Bur- MEisTER al fin del Tomo II de su Beise durch clieLa Plata-Slaalen, nos ha servido fre- cuentemente de guía, cuando hemos tenido que hacer alguna enumeración, especial- mente al tratarse de Mamíferos ó de Aves, y, de un modo muy acentuado, cuando en la sinonimia figuraba algún nombre dado por Azara. Muchas de las denominaciones que han aparecido en aquella Revista (UebersichtJ han cedido á otras en el Tomo III (Mammiféres) de la Bescriplion physique de la Ró- publiquc Argentine, como sucede, por ejemplo, con la especie antes nombrada, sin que tales nombres del Tomo III coincidan en todos los casos con los que había adoptado J. E. Gray en su Catalogue y en otras publicaciones. QUIRÓPTEROS. i. Dysopes Naso, Wagner. Nombre vulgar : Murciélago. BuRMEiSTER, Mamiiiiféres, Descr. phys. de la Rép. Arg., III, p. 86. En distintas ocasiones he visto en el Tandil esta especie, al anochecer, y he cazado un ejemplar (II. 25. 82), que había entrado á un aposento con luz. No tiene mas nombre vulgar que el indicado. Algunas gentes incultas dicen Mur- cié galo. Atálapha bonaeremis (Lesson) E. Lch. A., en Breve ojeada sobre la Fauna del Baradero. BuRM., op. c, p. 93. No he visto ni cazado en el Tandil este Qiiii'óptero; pero, de mis averiguaciones resultó que se ha- — 65 — bia hallado, cerca del Molino Viejo, en los suburbios del pueblo, «un Murciélago de color canela, con baño blanco en el lomo». No sé á cuál de las espacies de este grupo podrían convenir, me- jor que á la citada, las palabras precedentes. CARNICEROS. Félidos. (1) Felis onca, L. BuRM., op. c, p. 118. No se conoce allí el Tigre; pero se ha hallado más al Sur, siendo hecho averiguado que se le encuentra en la Sierra de la Ventana. (8) Felis concolor, L. BuRM., op. c, p. 130. Lo misino puede decirse de esta especie, vul^íarmente llamada León y d veces Puma. (3) Felis pajero, Desm. BuRM., op. c., p. 128. Suele hallarse este gato entre los pajonales, como su nombre lo indica. Gerardo Díaz me aseguró que no era escaso en los cerros de la Tinta. GAÑIDOS -GANIDAE. 2 (O Canis Azarac, Max. z. Wied. Bup.M., op. c, p. 147. Para mí es indudable que el Zorro á que alude González (p.53) es esta especie (II. 16.83). Canis jubalus, Desm. BuRM., op. c, p. 140. (jerardo Díaz nos dijo que, algunos años antes, había sido atacado, en una de las lomas próxi- mas á La Tinta, por un animal de aspecto de perro, aunque mucho mas alto que lo común, de color leonado y piernas bastante largas, al que mató de un bolazo. Agregó que sospechaba fuera el cuadrúpedo llamado Lobo rojo ó colorado. A ningún otro de nuestros Carniceros, sino al C.ju- batus, pueden referirse sus palabras. Hoy ya no se le encuentra por allí. Imu. xii, ti. \m:t 9 — 66 — MUSTELIDOS-MUSTELIDAE. MARTINOS — MARTINAE . 3. Galictis vUtata (Schreb.), Bell. BuRM., op. c, p. 158. Nombre vulgar: Hurón. En una loma próxima á la Cuchilla de Las Tunas, cazó González (II. 16,83), como lo consigna en la p. 54, un ejemplar de esta especie, cuyo despojo he examinado. (5) Lyncodon patacfonicua, Gervais. BuRM., op. c, p. 161 . No se conoce en la región del Tandil. A propósito de este animal, dice el Dr. Burmeister, p. 162 : « Tout le monde me disait (a Mendoza) que son naturel est feroce, qu'on le tient dans les maisons de la campagne poiir chasser des rats, et qu'il mord avec ténacité pour se défendre quand il est pris». González, que ha visitado muchas casas de campo en San Luis y en Mendoza, ha tenido oportunidad de ver Hurones (Galictis vittata), en algunas de ellas, para cazar ratas, pero nó el animal citado, una de las piezas mas interesantes obtenidas en la Patagonia por el Dr. DoERlNG. MELINOS — MELINAE. 2 (6) Mephitis suífocans, Illiger. BufiM., op. c, p. 163. Nombre vulgar : Zorrino. Esle animal no es raro. Lo he visto una noche (II. 4. 83), cerca del Collon-gueyú. Es la misma especie que figura en casi todas las enumeraciones de Mamíferos que se han hecho en este pais con los nombres de Mephitis palagonicus ó de Conepatus Humholdtii. Si resultara ser la misma especie de Chile, deberá \\i\,mü.v?,Q Mephitis chinga (Mol.). Mas de una vez, de noche, hemos sentido el aire apestado con sus abominables ema- naciones. — 67 — MARSUPIALES. {1) Didel.phys (Grymaeomys) eleyans, Waterhousk. UuRM., op. c, p. 193. ÍVo la conozco, ni he obtenido dato alguno sobre ella. Didelphys Azarae, Temm. ■ BüRM., op. c, p. 189. Se encuentra en La Tinta, donde ataca los gallineros, una Comadreja (vulg.) que no es otra que la que indico, por estos datos que se me comunicaron en casa de D. Toribio Díaz: «Casi como un gato, oscura, la cabeza blanca con rayas negras. Es la misma de Buenos Aires ». Didelphys (Metachirus) crassicaudata, Desm. BuRM., op. c, p. 190. « Colorada, con cola muy gruesa. En Buenos Aires la llaman Comadreja colorada y es muy da- ñina». Igual procedencia del dato. 4. Didelphys (¡Microdelphys) brachyura, Scutíeh. BuRM., op. c, p. 194. He estado cá punto de publicar esta especie como nueva, y tengo casi por seguro que la sinonimia que dá Burmeister envuelve algún defecto, sin culparle por ésto, pues, en todo caso, W.\terhouse lia contribuido no poco á ello. Gomo lo recuerdo ya en la página 42, medió Ventura Díaz un ejemplar de esta interesante Comadreja, menor que la Rata común. No la conocía. Tome, pues, prolijamente sus medidas, é hice una descripción del animal antes de echarlo en aguardiente. A mi vuelta á Buenos Aires, era natural que comenzara por averiguar si estaba consignada por Burmeister. La primera cita suya era: ccSchreber, Saugelhicre, III, 518, tb. 151». Ni la descripción, ni la figura que dá Schreber, concuerdan con mi ejemplar. La Tab. 151 representa un animal de orejas agudas, y tan largas, que ultrapasan la tangente transversa al vértice; la cola es mas corta, mas gruesa, mas roja, mas có- nica; los colores mas vivos, la cabeza sin oscuro del hocico al vértice. — 68 — Naturalmente, no leí la descripción de Burmeister, porque me parecía que no po- dría ser la J9. brachjura. Acudí, sin embargo, á Waterhouse (Marsupialia) y encontré que no era, á pesar de su mucha afinidad; — leí la descripción de Burmeister pa- sada por alto, y hallé correspondencia; busqué Zoology of tJic Bcagle, y resultó no ser otra que la brachyura, á tal extremo que, en las medidas, sólo había Imm. de diferencia para la cola con mi ejemplar. Pero temo que la brachyura Waterh., no sea la especie deScuREBER. No puedo expresar una opinión definitiva, porque no tengo á mi disposición todas las obras en que se menciona esta especie, por lo cual sólo me es permitido afirmar su similitud con la figura y descripción de Zoology of the Beagle. ROEDORES. MURINOS-MURINAE. 5. i^ius deciimaniis, Pallas. Bun.M., op. c, p. 200. Nombre vulgar: ¡lata. No es rara en el Tandil, donde la he visto muchas veces. González obtuvo en la casa de Díaz, cerca del Gollon-gueyú, un ejemplar joven, de 217sCm. de largo desde el hocico hasta la punta de la cola. G. Mus musculiis, L. Buu.M., op. c, p. "20i. Nombres vulgares : Minero, Laucha. Es común en las habitaciones, no sólo en el Tandil, sino también en todo el tra- yecto recorrido. 7. Ilcspcromys arcnieola, Waterh. BuRM., op. c, p. 216. Muy ccmun en los campos, viéndomele cruzar con frecuencia de una á otra mata — 69 — de yerba. He examinado 3 ejemplares, uno cazado por Gerardo Díaz (II, 12, 83) y los otros 2 por González, lodos en las inmediaciones de La Tinta. . ,'!!, ii. 1. Nombre vulfi;ir: Cnranclm. Muy escaso en la región del Tandil. Observado sólo inia vez; 1, 29,8i. 2<6;. Ibyctcr chiinanrfo (Vieii.l.), Kauc. SiiARPE. O/), c, |). 41, n. 8. Nombre vul^^;ir: Chimuníjo. Una de las a\es mas abundanles de la comarca, así como en el resto de í^a Pampa. 3 («"I Buteo melauoleucus (Vieii.l.), Sharpe. Op. c. |i. U)8, II. 1. (ieranoaélus vcl lldliartiis tnehiiuileiiciis ( ViHíl.r..). Nombres vulgares: Águila, Afjuilucho. No escasca en los cerros. Ha sido ob.serv;id;i en los del Tniidil y en los de La Tilda, p.ej.: II, lo, 24, 82 v II, 9, 12, 83. — 76 — 4. Asturina Nattcrcrr Sci,. & S,\i.\. Sharpe, op. c, [). 208, n. fi. Los Halcones á . 142, n. I. Nombre vulgar: Lechuza ó Lechuza de las bízcacheras, á veces con su diminutivo. De lodos los Rapaces de Buenos Aires, ninguno se ve con mas frecuencia que este en La Pampa y aun en las lomas, valles ó quebradas de la Sierra. TREPADORAS - SCANSORES. 9 «3) Cyanoliseos patagoniis (Vieill), Bonap. Conurus patagonus, Vieill., — • Burm., Reise, It, 411, n. 21 . IVombre vulgar: Loro barranquero. Suele verse esta especie, muy de tarde en tarde, en la región del Tandil. La hemos observado en bandadas de 50, 100, 200 individuos y aun mas, en los pajonales del Vecino: V, 81 ; I, II, 82, 83. PÁJAROS - INSESSORES. ALCEDÍNIDOS - ALCEDINIDAE. 10. Chloroccrylc amazona (Lath.), Burm. Reise. II, p, 446, n. :38. Nombre vulgar: Martin Pescador. Observada solamente una vez en la orilla de una laguna, en los pajonales del Ve- cino: V, 6,81. Í8 — COLOPTEHIDOS - COLOPTERIDAE. 11. Saiii'ophagus sulpliur.'ítus (L.), Box. fíiRM., fíeise, II, V.')i, II. '.'y>. Nombres vulgares: Hentevco. Ilipnlcvi-o. W'iifci'eo. En las arboledas (|uc rodean las casas, de Ayacuclio á Tandil, ven esle pueblo. IIÍ, 14,82; II, 83. 12. Tyranims violentas, ^ ii.ili.. BiRM., Reise, II, 4o3, ii. 51. • Nombre vulgar: Tijereta. En las mismas condiciones que el Benleveo. 13. Serpophaga niíjricans (LicfiT.), (loi LD. ÜLIIM., /«P/sf, 11, 4^)1, II. oS. Nombre vulgar: l'tojilo. Abundaba esle gracioso Denlirostro en el Collon-gueyú (II, 5-12, 83). Todos los días lo veíamos, ora posado en las yerbas de las riberas, asechando mos- quitos ú oíros in.seclos pequeños, ora en las loscas que sobresalían del lecho del Arroyo. 14. Lichciiops perspicillatiis (Gmi:l.), Bon.m'. lUn.M., lleise, H, io7, n. 67. Nombres vulgares : l'ico de plalii , Viudita. Es común en el Tandil, aun en los suburbios del pueblo, pero no lo hemos vislo con lanía frecuencia en La Tinta. l.T .0, Lessonia uifjra, í'iií.\.y, ILvuri,. Ccntriles uiíjpr, (:.\.b\xis, — Bir.m., Iteisr, II, 4o8, ii. 68. Conum en los campos, parlicularmentc en acpiellos cubiertos de una vegetación rastrera, ó desnudos, no sólo cerca del Tandil, sino también de La Tinta. — 79 16. Machetornis rixosa (_Lai n. D'ürb.), Ghay. Bhhm.. /íí/.st, [J, 4o8, m. 69. Sólo hemos ohloiiido un ejeniplar cerca del Arroyo Taiuiileufú, IIl, 15, 82. 17. Taenioplcra nibotra, Burm. Jíeisc, H, id I, li. 78. Abundante entre Ayacucho y Tandil, III, 15, 8á; I, 29, 83. Tiene algo del tipo de un Zorzal (Turdus riifiventris). — Afirman ios cazadores (.|ue es especie precur- sora de los Chorlos. ANABATIDOS ~ ANABATIDAE. 18. Fiiruaríiis ruíus (Gmkl. , ])'(_)Hn. BniM., Ilris,', 11, iG¿, II. Si. Nüiiihro viilg;ir : Hornero. Se encuentra con frecuencia cerca de las habitaciones humanas. Lo hemos ob- servado aun al Sur de La Tinta, p. ej. : II, 5-12, 83. 19(iij Geositia cunieularia (A'ii:n.L. , Bonap. BiMiM., neisc. II, UV-1, II. 91 . Nombres vulgares : Caminera. Camiuerila, Zanjeadora. Precede al viandante, volando cortos trechos. Es avecilla nuiy vuigai- en La Pampa. La hemos observado casi todos los días, y aun cazado. 20 10 Synallaxis anthoides, Iíing. Un ejemplar cazado en el camino á La Tinta, II, 3, 83, y otro en la cuesta délos Escalones de Las Águilas, II, 12, 83. 80 SUBIJLIROSTROS - SUBULIROSTRES. •21 ('■■> Anthus furcatus, Lafr., D'Obb. Nombre vulgar : Cachua. Abunda en los campos esla avecilla, la menos arisca de nuestras especies. 22. Turdus sp. Cerca del Molino Viejo, en las orillas del Arroyo Tandil, hemos oído, mas de una vez, el canto de un ave, muy semejante al del Turdus rufwentris, el Zorzal rojizo con dorso pardo; pero no habiendo visto al animal ([ue, oculto entre los sauces, lo emi- tía, no podemos señalar la especie. 23. Miimis calandria (D'Orb.), Ghay. BuRM., ndse, II, 475, n. 123. Nombre vulgar: Calandria blanca. ■O" Hemos observado esta especie cerca del Arroyo Tandileufú, en el camino de Aya- cucho á Tandil, III, lo, 8i, y en los alrededores de este último pueblo, 11,23,83. 24 O) 1 i'oglodytes íurvus, Gmi.. V. T. platcnsis, O'Oru., — Bnui., lieise, II, 476, ii. 126. Nombre.s vulgares : Ratona, Tacuara y sus diminulivos. Abundante en los cerros, particularmente en el de la Piedra Movediza, en cuyas grietas anida. Allí la hemos cazado, pero ob.servándola en los otros, incluyéndolos de La Tinta, Cuchilla de Las Tunas, etc. Es una de las a\ccillas que confian su nido á la habitación humana, (¡ue alegran con su charla graciosa y atrevida. 81 — FISIROSTROS - FISSÍROSTRES. GOLONDRINAS — IlIRUNDINAE. No conocemos otro nombre vulgar, para cada una délas especies de csle grupo, que el de Golondrina. 25. Progne donicsUea, Gk \y. BunM., Reixe, II, 477, ii. 128. Abunda en el Tandil, donde la hemos observado lodos los dias. 2G. Progne piirpnrea (L.), Boie. No escasea en el Tandil, ni en La Tinta. 27. Cotyle tapera (L.\ Bonap. BuRM., Reise, II, 477, n. 1 ¿9. Frecuente en los campos del Tandil y de La Tinta. 28. Cotyle pyrrhonota (Vikii.l.), Burm. Reise, II, 477, n. \m. Hemos cazado esta especie cerca del Tandil, I, 31 , 83, en el campo, posada en los alambres del telégrafo. 29. Iliruudo leucorrhoia, Vikii.l. Burisi., Rcisc, II, 478, n. ^33. Hemos visto numerosos individuos de esta especie en el Tandil y en La Tinta. 30. Atticora cyanoleuca, {Viiíii.i..) Gabán. Buiíii., fic/sc, II, 479, 11. 134. Tampoco es escasa esta especie, H, 82, 83. Imp. I, 2, 1884 U 82 CAPRIMULGINOS — GAPRIMULGINAE. 31. Podager Nacundá, Vieill. Buhm., fíeise, II, 449, n. 47. Nombre \ulgar (en los alrededores de Buenos Aires) : Dormilón. Sólo una vez se observó en el Tandil, cerca del Cerro de la Movediza, II, 15,82. GONIROSTROS - GONIROSTRES. 32 (O Poospiza nigrorufa (Lafr., D'Orb.), Caban. BuRM., Reise, II, 484, n. 130. Observada en las quintas y cerca del Arroyo Tandil. 33(11) Embcrnagra platcnsis (Gmel.), Bonap. BuRM., Reise, II, 485, n. 153. No es rara en el Tandil, donde la hemos observado varias veces y cazado, por ejemplo, cerca del Arroyo Tandil, II, 8, 82, y junio al Collon-gueyú, al S. de La Tinta, II, 5, 83. 34 (H) ZonoU'ichia pileata, Bodd. V. Z. matutina, Bvrm., Reine, II, 486, ii. 137. Nombre vulgar : Chingólo. Como en el resto del país, abunda mucho el Chingólo en la comarca cuya or- nilofauna enumeramos. Cierto dia (II, 9,83) observamos una bandada de ellos que buscaba su alimento cerca del Collon-gueyú. Al ver sus miembros desparramados, un Rapaz, ]si Asturina Nallorcri, procuró hacer entre ellos sus víctimas, y tal fué el terror de estos ¡nocentes animales, escondidos luego en un sauce, en el que también se había posado el perseguidor, al notar nuestra aproximación, que quedaron inmó- viles cuando el estampido del arma los libertó del Halcón. — 83 — 35 (17) Sycalis arvcnsis, Kittl. V. 5. luteivenlris, Burm., Reise, II, 4S9, n. 168. Nombre vulgar: Misto. Frecuente, en bandadas, en los campos del Tandil. 3G. Sycalis brasilioiisis (Gmei..), Gabán. Nombres vulgares: Jilguero, Jilguero amarillo, Jilguerilo. ,Por corrupción: Silguero. En el pueblo del Tandil y en sus inmediaciones. 37 (iG) Chrysoniitris barbata, Bodd. V. Chr. magellauica, Caban., — Bur.m., Reise, II, 489, n. 170. Nombre vulgar: Jilguero Je cabeza negra. Es mas abundante que el mismo Chingólo en los alrededores del Tandil, anidando en los álamos y sauces. Hemos visto allí su nido formado de hojas blandas de grami- llasy aun de cerdas en el interior, pero no hemos conseguido sus huevos, por haber pasado ya la época, cuando hemos viajado hasta aquel punto. Se le encuentra casi siempre en bandadas que alcanzan hasta 100 individuos, y aun mas. Es animalilo muy manso. Con frecuencia nos hemos acercado hasta 2! y 3 metros de ellos cuando bajaban al Arroyo Tandil á beber, y sin inquietarse, volando, en todo caso, á una ramilla próxima. Lástima es quesea víctima demasiado habitual de los gastró- nomos del lugar, que lo cazan por docenas, para adornar sus platos con tan exigua y mísera existencia. Alegran el ánimo con sus cantos interminables y merecen que se les proteja de una destrucción tan cruel como trivial por su causa. MAGNIROSTROS - MAGNIROSTRES. 38(33) Sturnella De Filippü, Bonap. V. Trupialis müitaris, Burm., Reise, II, 490, ri. 174. Nombres vulgares: Pecho-rojo, Pecho-colorado. No lo hemos observado sino dos veces: en el camino á La Tinta, II, 3, 83, y cerca — 84 — del Collon-gueyú, II, 10, 83. En la comarca que estudiamos, es mas escaso que el siguiente. 39gi> Sturnella Loyca (Molina).. . . Tnipialis Loyca, Bl'um., Reise, II, 491, n. 175. Nombres vulgares : Pecho-rojo, Pcclio-colorado. Este Turpial, de lapadas blancas, abunda en la comarca serrana del Sur. Lo hemos hallado siempre que hemos tenido oportunidad de recorrer el campo. 40(31) Pscudolcistcs viresceus (Vieill.). . . . V. Leisles anticus, Bünap., — Rurm., Reise, II, 491, n. 177. Nombre vulgar: Pecho-amarillo. Abundantísimo en los pajonales del Vecino, que recorre en bandadas sin cuento. Mas escaso en el Tandil, donde sólo hemos observado algunos pocos ejemplares, cerca de la Sierra de los Leones, lí, 9, 82. Al Sur de La Tinta, II, 5, 83, era muy frecuente. 41 (19) Afjclaiiis Ihilius (Molina), Bonap. BuRM., Reise, II, 492, ii. 179. Nombre vulgar : (Tordo) Charreteras amarillas. No lo hemos observado en La Tinta, pero si en el Tandil, II, 9, 82. Muy escaso. 42(20) Xanthosomus flavus (Gm.), Cab. En bandadas, con el Pecho-amarillo, en los pajonales del Vecino, I, 28, 82. No lo hemos ob.servado en el Tandil, ni en La Tinta. 43 (35) IMoIobrus bonarionsis, Gm. v. M. sericeuf;, ,BuR.\t., Reise, II, 494, n. 183. Nombres vulgares: Tordo, Tordo negro. Abundante en los trigales, II, 82, 83. — 85 — 44. Molobriis badius (Vieii.l.), Caban. BuRM., Reine, II, 'tOü, ii. 18i. Nombre vulgar: Mulutn. En sociedad, á veces, con el anterior, siendo siempre mas escaso. S GOLUMBAE 45. Columbula picui (Temm.), Gray. BuRM., Reise, II, 496, n. 186. Nombres vulgares: Torcaz, Torcasila. Es frecuente en la comarca tandilense. 46 (87) Zenaida macúlala (Vieill.), Bonap. BuRM., Reise, II, 497, n. 189. Nombre vulgar: ¡'aloma de motile. Durante el Verano, no se oye otra cosa que el canto de esta especie entre los sauces que rodean el pueblo del Tandil, siendo muy común en bandadas que devoran lase- milla del Cardo de Castilla (Silijbum marianum). En La Tinta la vimos muchas veces. A orillas del Collon-gueyú, el saucedal, bajo cuyas ramas habíamos colocado nuestra carpa, abrigaba numerosas Palomas de esta especie, cuyos nidos tenían huevos ó pichones (II, 8-I'á, 83). Los Halcones publica- dos bajo el nombre de Astiirina NaUcreri, n. 4, las perseguían , como así también los Bimanos que las observaban y que, más de una vez, gustaron de su sabrosa carne, convenientemente preparada. 86 — GALLINÁCEAS ~ GALLINAGEAE. TINÁMIDOS - TINAMIDAE. 47 (10) Rliyncholus ruíosccns, Temm. BuRM., RcUc, II, 498, n. 192. Nombre vulgar: Marlinela. Muchos nos han asegurado que la especie es común. Sin embargo, sólo hemos visto un ejemplar cazado por el Sr. J. S. Jaca, á cierta distancia del pueblo del TandiL 48(ioc) Nolluira maciilosa (Temm.), Burm. Ueüe. II, 499, n. 194. Nombres vulgares: Perdiz, Perdiz chica. Muy abundante en la Pampa, en los cerros y en las lomas. Todos los ejemplares que hemos cazado tenían, en el buche, frutos de Cardo de Castilla y de Yerba de Perdiz ( Margyricarpus setosus, R. y P.) ZANCUDAS - GRALLAE. LIMÍCOLAS - LIMICOLAE. 49 (01) Thiiiocorus rumicivorus, Esch. Burm., Reise, II, 501, n. 200. Nombre vulgar: C/iorlilo. Abundante en los campos, II, 3, 83. 50. Charíidrhis virfjinianus, I^. Burm., Reise, II, 501, n. 201. Común en los bañados, durante nuestra permanencia en la comarca tandilcnse. — 87 — 51 01) Vanellus cayaiicnsis, Gml. BiiRM., Ileise, II, 502, n. 203. Nombre vulgar : Teru-tero. Muy abundante en cualquier época del año. 52 (92) Eiitlromias modesta (Licht.) . . sub Zonibyx. Reich.; v. Vanellus modestus (Licht.), — Burm., Reise, II, 502, n. 204. Nombre vulgar: Chorlo. En bandadas de 500 individuos y aun más, en los campos pró.ximos á La Tinta, II, 13, 83. 53 (96) Himantopus nigricollis, Vieill. Burm., Reise, II, 502, n. 20o. Nombre vulgar: Tero real. Reunido en bandaditasde 6, 8 ó 10 individuos, se le encuentra por todas partes, donde abundan los charcos. 54 (9!i) Actiturus longicauda, Bechst. V. Totanus barlramia, Wilson, — Burm., Reise, II, 503, ii. 207. Nombre vulgar : Balita. No es escaso en la comarca, donde los cazadores lo consideran presa de estimación. 55 (98) Totanus melanoleucus, Licht. Burm., Reise, II, 503, n. 206. Nombre vulgar : Chorlo real. Muy escaso y solo. Un ejemplar obtenido en las orillas del Collon-gueyú, II, 19, 83. 56. Totanus flavipes, Licht. Burm., Reise, II, 503, n. 208. Mas pequeño y mucho mas abundante que el anterior. Tandil, IL 10, 82; II, 3, 5, 83. .^ — 88 — 57 (C) Galliiiago pai'aguaiac, Vieill. Scolopax frénala, Illig. — Buu.m., Reisc, II, iJ03, n. 210. Nombre vulgar: Becacina. Relalivamenle escasa y con frecuencia sola en los bañados. También es presa bus- cada por los cazadores, que la oblienen con no ¡)oco trabajo. PALUDÍCOLAS - PALUDICOLAE. 58 (ss) Rallus rhythiiyuclius, Vieill. V. Aramides rh¡jfirhijnclius Y., — Buini., Rcise, II, 504, n. 215. Un ejemplar cazado en las orillas del Arroyo Tandil, II, 26, 82. Muy escaso. 59 (sf) Fúlica armíllala, Vieill. Run.M., Iteise, II, p. 505, n. ¿19. Nombres vulgares: Gallinela de agua, Gallareta. Observada en el Arroyo Collon-gueyú, II, 5, 83. 60 (00) Fúlica leiicoptcra. Vieill. BuRM., Reine, II, p. 505. n. 220. Nombre vulgar: Gallineta de agita, Gallareta. Cazada en el Arroyo Collon-gueyú, II, 5,83. Abunda mucho en las lagunas del Vecino. Gl (73) Chauna Chavaiia (L.)... Palamcdca Chavarla, L. — Burm. Reise, 11,506, n. 222. Nombre vulgar: Chajá ó Yajü. Se encuentra uno que olro ejemplar en el trayecto de Ayacucho á Tandil, pero es muy abundante en las inmediaciones del Rio Salado, y en los bañados del Vecino. — 89 — ACUÁTICAS— AQUOSAE. 62 (67) Al-dea cocoi, L. ' Nombre vulgnr : Garza mora. La hemos visto corea del Arroyo Tandileufú, III, 13, 82, siendo muy abundante, aunque en ejemplares aislados, en los campos, entre Buenos Aires y Ayacucho, 1,28,82. 63 (68) Ardea^gretta, Gmel. Árdea leuce, Illig. — Burm., Reise, II, 509, n. 227. Esta garza grande, blanca, de patas negras, escasea en el Tandil, donde la hemos observado en el Arroyo Tandil, II, 8, 82, y cerca de La Tinta, II, 12, 83. 64 69) jVyclicorax Gardcni (Gmel.) Wils. Rara. Un ejemplar cazado por el Dr. Fidanza, al pié de la Sierra de las Ánimas, en un charco, II, 14, 82. 65. Garzetta candidíssima (Gmel.) Bonap. Árdea nivea, Licht. — Burm., Reise, II, 509, n. 228. Nombre vulgar: Garceta. No era escasa, 11,82 y 83, cerca del Arroyo Tandileufú. Muy abundante en la re- gión del Rio Salado. 66. Ardetta involucris (Vieill.) — J. E. Gr., Cat. 10152. Nombre vulgnr: Mirasol. Sólo una vez fué vista y cazada en el Arroyo Gollon-gueyú, II, 16, 83. Imp. XI, 8, 1884 12 90 67. Butorides grísea (Bodd.) - J. E. Gr., Cat. 10156. Nombre vulgar : Mirasol, Sólo hemos visto un espécimen, cazado cerca de la Sierra de las Ánimas. 68. Ciconia Maguari, Temm. Nombre vulgar: Tuyuyú. No escasea en los campos esta cigüeña, liabiéndola observado entre el Rio Salado y Ayacuclio, y aun entre este pueblo y el Tandil. 69. Mycteria americana, L. Hemos visto, junto auna lagunila próxima al Arroyo Tandileufú, cinco ejemplares de esta fea y gigantesca zancuda: II, 24, 83. 70 (71) Falcinellus guarauíia (L.)... nis chalcoptcra, Temm. — Burm., Reise, II, 511, ii. 234. Nombres vulgares : Bandurria, Cuervo de la cañada. Abundantísimo en la región del Rio Salado y frecuente también en la del Tandil. ^ 71. Platalca_Ajaja, L. Nombre vulgar: Espálala. No escasea en la región del Rio Salado, pero es especie muy rara en el Tandil, donde sólo hemos visto un ejemplar, I, 29, 82, en una lagunita, cerca del Arroyo Tandileufú, en sociedad de otras zancudas. 91 — palmípedas. LAMELIROSTROS— LAMELLIROSTRES. 72 (72) Phoenícopterus ignipalliatus, Geoffr. Nombre vulgar: Flamenco. No hemos visto esta especie en el Tandil, ni en La Tinta; pero si, y en grandes bandadas, que producen un efecto maravilloso al volar al sol, en la región palustre del Rio Salado. 73 pe) Cygnus nígrieollis, Gmel. Nombre vulgar: Cisne. 'ti^ Muy abundante en el Rio Salado y comarcas palustres adyacentes. No lo hemos visto en el Tandil, ni en La Tinta, mas no es difícil que de cuando en cuando se le encuentre allí, por lo mismo que existe en la Patagonia. 74 (82) Daíila bahamensís (L.), Burm. Este pato abunda mucho en la comarca tandilense. Nuestros ejemplares proceden del Sur de La Tinta, cazados en el Arroyo GoUon-gueyú : II, 6, 83. 75 (78) Querqucdula cyauoptera (Vieill.) Gill. Lo mismo que la especie anterior. 76. Anas peposaca, Vieill. Burm., Reise, II, o18, n. 254. Este pato oscuro, con una banda blanca en el ala, se encuentra muy abundante- mente en los arroyos y lagunas de la región serrana del Tandil, así como en el resto de la Provincia. 77 (81) Erisniatura ferruginea, Eyt. Sin ser común, este palito es ave no escasa en los arroyos y lagunas del Tandil y de La Tinta: II, 18, 83.... LONGIPENAS^LONGIPENNES. 78 (ion Lai'us dominicanus, Lic.ht. Larus voci]erus, G. R. Gray. — Bun.M., Reise, II, 518, n. 255. Nombre vulgar: Gaviota cocinera. No la hemos observado sino una vez, junto al arroyo Collon-gueyú, II, 12, 83. 79 (102) Larus cirrhocephalus, Licht. Nombre vulgar: Gaviota. Observada en pequeñas bandadas cerca del Golion-gueyú, II, 12, 83; entre Tandil y Ayacucho: II, 24, 83, y en otras ocasiones. REPTILES' LAGARTOS— SAURII. 1. Podiiiema J\íguixin (L.) Wagl. —-■ Salvator Merianae Dum. et Binn., Erpét. gen., V, p. 85, 1 (1839). Buhm., Reise, II, p. 525, 10 (1861). Nombres vulgares: Lagarto é Iguana. He vislo dos ejemplares, uno del Tandil y otro de La Tinta. El mas joven debe pertenecer a esta especie, muy variable en la coloración general y en la distribución de las manchas claras y negruzcas. Por lo demás, tiene una distri- bución geográfica muy vasta. 2. Proctotretiis pectinatus Dum. et Bibr. Dum. et Bibr., Op. c, IV, p. 292, 10 (1837). Bell, Voy. of tlie Beagle, V, p. 18, pl. 9, lig. 2(1843). Nombre vulgar: Lagartija. Los ejemplares recogidos por el Dr. Holmberg y |)or el Sr. González demuestran la variabilidad de esta bonita especie mucho mas de lo que se sabia hasta ahora. Las manchas vivamente coloreadas son, en algunos ejemplares, de un azul oscuro con tinte verdoso, en otros de un verde esmeralda ó aguamarina ; en unos son de grande exten- Por el Dr. Carlos Berg. — 94 — sion,en otros muy pequeñas ó complelainenle desvanecidas. Tanil)ien varían mucho en el tamaño. Los que he examinado proceden del Tandil (II, 23, 82) y de La Tinta (II, 5, 1 5, 20, 83j. 3. Proctotretus Darwinii Bell. Bell, Op. c, p. 14, pl. 7, lig. 1-2. Nombre vulgar: Lagartija. Muy común en los cerros del Tandil y de La Tinta. Uno de los ejemplares que he podido examinar procede del Cerro de La Piedra Movediza (II, 1 , 82) y otro de las cercanías del Arroyo Gollon-gueyú (II, \ 1 , 83), 4. Anipliisbaena Kingii (Bell) Dum. et Bibr. DuM. et RiBR., Op. c, V, p. 496, 8. BuuM., Op. c, p. 526, 14. Straüch, Bull. Acatl. Imp. St. Pétersbourg, XI, p. 418, 27 (1881). El ejemplar único que he visto, cazado por el Sr. González cerca de La Tinta (II, 15, 83), tiene la placa rostral excesivamente grande y muy comprimida y corres- ponde á la descripción de un ejemplar dada por Strauch. Esta lagartija ápoda tiene una distribución muy vasta en la República Argentina, encontrándose desde Córdoba hasta la Patagonia Austral. SERPIENTES— OPHIDIA. 5. Heterodon D'Orbignyi Dum. et Bibr. Dum. et Bibr., Op. c, VII, p. 772, 3. Jan et Sordelli, Icón, des Ophid., Livr. 48, pl. 3, fig. 3-4 (1876). De esta especie recogí un ejemplar juvenil en la Sierra de las Animas, el 30 de Noviembre de 1883; se hallaba debajo de una piedra, del lado austral de la montaña. Agrego esta serpiente á la lista de las especies que fueron observadas por el Dr. HoLMBERG, para completar la enumeración de los ofidios. — 95 — 6. Coronelía pulchcUa Jan. Jan, Arch. p. la Zool., II, 2, p. 41 . BuRM., Op. c, p. 528, 18. Frecuente en los campos del Tandil, sobre todo entre las matas de Slipa. 7. Liopliis regiaae (L.) Wagl. DuM. et BiBR., Op. c, VII, p. 704, 2. BuRM., Op. c, p. 528, 19. Fué observada con frecuencia en distintos puntos. 8. Lio"phis Merreniii (Neuw.) Wagl. DuM. et BiBR., Op. c, VII, p. 708, 3. BuRM., Op. c, p. 528, 20. Abunda en la comarca, siendo hallazgo frecuente en los cerros y en la proximidad de los arroyos. 9. Oxyrhopus rhombifer Dlm. et Bjbr. DuM. et BiBR., Op. c, VII, p. 1018, 3. Jan et Sordelli, Icón, des Ophitl., Livr. 3o, pl. 5, fig. 2. 1 0xyrhopus D'Orbignyi Dum. et Bibr., Op. c, p. 1024, 7. " Coronelía Bachmanni Weyenbergh, Periódico Zool. Córdoba, II, p. 193 (1876). El ejemplar que he examinado y que procede del Tandil, donde ha sido capturado en estos dias por el Dr. Eduardo Fidanza, tiene los costados del cuerpo de un rojo muy vivo, con excepción de las manchas negras, mientras que la parte dorsal de las fajas claras es amarillenta, como el vientre y en parte las escamas laterales que rodean las manchas negras que se extienden mucho hacia el vientre, formando ángulos agudos. Nota. — La Coronelía Bachmanni descrita por el Dr. Weyenbergh es sinónimo del Oxyrhopus rhombifer, que he recogido también en Córdoba, en el año 1875, y al cual corresponde perfectamente la descripción dada por su autor. Es muy probable que el Oxyrhopus D'Orbignyi Dum. et Bibr., no sea sino una variedad de la especie en cuestión, cuyo color y dibujo son poco constantes, y cuya escama preocu- lar toca (Duméril et Bibrox) ó no toca (Jan) á la escama frontal. 96 10. Bothrops alteriiatus Dum. et Bibr. Trtgonocephalus alternalus Jan, olini. Dum. etBiBR., Op. c, VII, p. 1312, 5. BuRM., Op. c, 530, 32. Jan et Sordelli, Icón, des Opliid., Livr. 47, pl. 6, fig. I (^1875). Nombre vulgar: ]'íbora de la cruz. Es muy variable por lo que toca á la forma, extensión y distribución de las manchas ó dibujos que adornan el cuerpo. Los ejemplares cazados proceden de las orillas del Gollon-gueyú (II, 18, 82). Es muy común en la región del Tandil, siendo muy vasta, por otra parte, su distribución geográfica. 11. Bothrops nasus (Gahm.). Rhinocerophis nasus Garman, Biill. JIus. Comp. Zool. Cambridge, VIII, 3, p. 8o (1881). La (cHassler-Expedition» tenia esta especie del Puerto de San Antonio (Palagonia) El género Rhinocerophis Garm. no da caracteres suficientes para que se le considere distinto de Bothrops Wagl. El espécimen que he estudiado procede del Sur de la Tinla (II, 8, 83). ANFIBIOS. BATRACIOS "BATRxlCHI A. 1. Bufo agua Latií. DuM. et BiBR., Ei'pét. gún., VÍIÍ, p. 70.i, 13. Nombre vulgar: Sapo. Se le observa con mucha frecuencia en la comarca. Los individuos que he exa- minado, de diversas edades, fueron cazados en el Tandil y en La Tinla. 2. Hyla agrestis Bell. [fyla leucomelas Dum. et Bibr. Hyla pulchella Dum. et Bibr. BuRM., Reise, II, p. 531, 34. Nombre vulgíir: Rana zarzal. Especie ;ibundante, no sólo en el Tandil, sino también en el reslo de la Provincia. 3. Hyla Vautcrii Bell. Bell, Voy. oFthu Beagle, V, p. 40, pl. 19, i'v¿. 3. Sólo es, probablemente, una variedad de la anterior. El único ejemplar que he visto fué obtenido en el Tandil. ' Por el Dr. C.írlos Berg. Imp. XI, 18, 1884. H. PECES Hubiera deseado que los representan les de esla Clase de Vertebrados, aunque de número muy exiguo en lo (|ue se refiere al Tandil y á La Tinta, apareciesen en este lil)ro bajo la firma de un ictiólogo distinguido, á cuya competencia confié tres especies (|ue obtuve en mis dos últimos viajes á la comarca que motiva este Ira- l)ajo, la del Dr. Décio Vinciguerra, del Museo de Genova. Así debía esperarlo, cuando menos, en atención á la promesa que me hizo, de paso por Buenos Aires, al regresai' á su patria, después de haber acompañado al Ga[)ilan Boye en su azaroso viaje á los mares australes — todo lo cual sería silen- ciado aquí, si no lo hubiese consignado, como una esperanza, en mi Informe al Go- bierno de la Provincia de Buenos Aires «.La Sierra de Curá-malah) (p. 77, 1884), al ocuparme de los peces de dicha Sierra. Pero, acosado, sin duda, por tareas ineludibles, no ha podido disponer, quiz<á, del tiempo necesario para hacer y enviarme las determinaciones que le pedí y que galantemente me ofreció. Tal ha sido la causa que ha retardado la publicación de esta entrega, pues no me conformaba con la idea de relegar este grupo de animales á un Aprnilice, lo que habría hecho al fin, si no pudiera tlisponer de una voluntad medianamente educada en la tarea de dominar muchas dificultades mas aparentes que reales. Por eso he determinado yo los Peces — y abrigo la convicción, tanto mas sincera de haber acertado, cuanto que, tratándose de caracteres anatómicos, expresados con formas definidas, proporciones exactas ó números, es difícil que así no suceda, y, con mayor razón, siendo conoctidas las especies aquí señaladas. Reducida la tarea á la simple determinación sistemática, no mees permitido dis- cutir las especies, pues ultrapasaría en tal caso los límites que debo guardar, no Por el Dr. Eduaudu L. IIi)i..\iDF.ni¡. — 100 — siendo especialista. Basle, pues, mi expresión de respeto á la competencia, y, más que todo, á la verdad. Antes de ocuparme, empero, de la l)re\e enumeración ictiológica, (juisiera recor- dar un dato que explica su contenido. Dos especies solamente (3 y Ij) de las ¡pie liabia traído, estahnn en condiciones de ser estudiadas, y ya tenía el manuscrito |)reparado, cuando un envío oportuno me obligó á modificarlo. Mi hermano político el Dr. Eduardo Fidanza me ha remitido últimamente varios Peces que yo no conocía del Tandil, obtenidos por a(|uel y por el Sr. Jaca, y, como en páginas anteriores (41, 45....) he hecho alusión á algunos, he juzgado conveniente citarlos aquí. Esto, no sólo enriquece mi pobre caudal de dalos particulares, sino queme per- mite confirmar y aun ampliar la nota 3 de la |)ág. 42. En ella dije (|ue sólo cono- cía, de la com. 7, All. pl. i, i'. 6. (1864) « « GüNTHEit, Catalogue, of Fishes, V, p. 1.32, ii. .'i3. (^1869) « « Steindachneb, Dr. F., Ueber eine Sanimlung voii Süsswasserfischeii aus der Uingebung von Montevideo, in Sitzbr. der Acad. d. Wissensch. z. Wien, LX, p. 294, n. .í. (1880) « « rUiNTHER, A ronlribiition to tbe Knowledge ol' the Fish-fauna ofthe Rio de bi Pbita, in Anuals and Mag. of Natural History, Ser. V, vol. VI, p. 11, n. 2o. Nombres vulgíires: (en Buenos Aires) Bagre-sapo; (en el Tandil): Bagre. Los autores citan este Bagre, tan conocido en Buenos Aires, de Montevideo y Rio de la Plata. El Dr. FiDANZA me ha enviado del Tandil varios ejemplares peciueños y el Sr. J. S. Jaca me remite dos grandes; los últimos miden 21 y 23 cm. de largo inclusa la caudal y uno de los primeros me ha permitido comparar un espécimen muy joven (2|cm.) que pesqué en el Collon-gueyú, menor (|ue uno que llevó el Di'. Vinciguerra á Palia, bastante joven también, y que, si no me engaño, era de la misma especie. No vacilo ahora en asegurar que este Pimélodo es el mismo cpic vi en el Arroyo Gurá- mal Grande, en Diciembre de 1883, y del cual dije en el Informo c'úaáo (p. 77) : ce Esta circunstancia nos permitió observar dos veces un Bagre casi negro y como de 40 cm. de largo. » Su forma general, lo deprimido y ancho de la cabeza, el color, lo breve de las barbas, etc., son caracteres que no me dejan otra duda que la que se debe guardar siem[)reen tales casos de detei-minacion por reminiscencia. Después de recibir los peces del Tandil, un amigo ha tenido la bondad de pro- porcionarme dos ejem[)lares frescos del animal que me ocupa y en los cuales las rugosidades de los escudos de la cabeza son completamente incons|)ícuas, haciéndose perceptibles solamente cuando el cuero se ha secado un poco ó (pie ha sufrido la — 102 — acción del alcohol. No diulo (jue eslos ejemplares (cT y ?), pescados en las ori- llas del Rio de la Piala, cerca de Buenos Aires, sean adultos, porque la hembra eslá oviplena. Sus barbas superiores (9) ultrapasan apenas la base de las alelas abdo- minales; en el cT, mas esbelto, mas corto, dichas barbas, relativamente mas del- gadas, ultrapasan las mismas aletas y aun van mas allá del origen de la anal ; la escotadura de la cola es menos profunda (|ue en la hembi-a y sus lóbulos mas re- dondeados. Del estómago de este último he extraído un gran ti'ozo, en gran parte dijerido, de una víbora, al |)arecer Liop/iis, y un Pejerey, ya destrozado. Del de la hembra, he sacado 2 ejemplares de Callichlhys punctatus, un crustáceo, (|ue supongo sea el Gecarcinus platensis, varios opcrculos de AmpuUarid, una oruga en su capullo y un lamelicornio. En los dos ejemplares mayores del Tandil, el contenido del estómago revela bas- tante bien la |)rocedenc¡a. Gompónese de varios colcó|)teros pcípieños, ninfas de Li- hellula, larvas de dípteros, orugas, 2 especies de Scnlnpendra, 1 Cryptop>^, muchí- simos ejemplares del Anfipodo común en los arroyos, y Tarántulas. Es muy voraz y se le pesca con cualquier cosa. En un ejemplar se halló, en cierta ocasión, un pedazo de zapato viejo y una tira de bayeta roja. 2. (Callichlhys jmnctatus, Bi.. (I8i0) Callichthij^ piinrlatiis. \.\l. LesPoissons, T. XV, p. 318; et(1847) in D'Oüd. Voy. d. l'Am. Múr., T. V, Poiss., p. 8, Atl., pl. 5, f. 1. (nec 3!). (^1864) « « (lüNTiiEii, Ca.'íí/. o/'F/.v/ie.s, T. V, p. 221), II. (HoLMB.). 3. Fatula Holmbcrcjii, Doer., n. sp. Lámina II, (ig. 3. T. orbiculato-depressa, late unibilicata^ cornea, strüs incrementí tenuis- simis, confertis, striisque radiantibus , elevatis, sublamelliforiníbas, di- stantébuSj obliquis, sculpta; spira conoexo-depressa, sutura distincta, ini- pressa, anfr. 4 -..-5 convexitisctdi, primus, ctnbrionalis, laeois, caeteri confertini tentiissinie striati, striis elevatis distantibtis variegati, ultimas confertim ruguloso-striatus ; apertura subcircularis, vix lunata; umbilicus apertus, profundas; peristoma simplex, rectum, acutuni. — Diain. niaj. 4,5"""; min. 4,1'"'"; alt. 3,2'""'. DilFert a P. costellata D'Orb.: statura majore, umbilieo ampliorc, striis elevatis subtilioribus; testa magis depressa ; a P. lyrata Couth.: umbilieo latiore, spira elévala. Imp. XII. 4, 1884. 15. — 114 — Sólo he examinado tres individuos, cuyas medidas, etc., doy á continuación: Ejemplares Anfractos DIMENSIONES 611 milímetros. Altura Diiímetro máximo Diámetro mínimo a. 4 5 1,9 3,8 3,5 b. 4^ 2 4,3 4 r 5 2,3 4,5 4,1 Se distingue fácilmente de la P. costellata D'Orb., por su tamaño mayor y por su ancho ombligo. La especie es algo mas deprimida, las pequeñas costillas son algo mas insignificantes y sólo se hallan en la parte superior de los anfractos jóvenes. Es asimismo de color mas pálido. Con las especies de lá Sierra de Córdoba (P. Slelzneriana, Doer., P. Slrobeliana, DoER.,), y los de Valdivia, descritos por Piulippi, no se la puede confundir, por su tamaño mucho mas grande. De la P. lijrata Couth. de la Tierra del Fuego, que no tenemos en nuestro poder parala comparación, parece que se distingue por su concha menos deprimida y por el ombligo mas ancho. De la P. Pazi Phil., por las vueltas menos numerosas y mas crecientes, y por las estrias gruesas, menos membranáceas. Parece que entre las especies sud-americanas aliadas esta es la que ofrece el mayor tamaño. «Cerro Claraz, entre musgos; II, 24, 82, Cima del Sombrerito II, 16, 83» (Holmb.). PULMONATA AQUATICA. 4. Chilina Parchappü, D'Orb. LAm. lí, íig. 4. Chilina rnrchappii, D'Onn. Voy., Molí., p. 338, pl. 43, fig. 4 y o. Chilina Parchappii, D'Orb. Stnon., Materiali p. u. Malacost. d. Argt. Mer. pg. 42. Chilina Parchappii, D'Onu. Doer. Inf. Ofic. fl. 1. C. C. de 1. Exp. al Rio-Negro, pg. 71. Los individuos recogidos por el Dr. Holmberg en un sedimento aluvial (tierra — 115 — negra) situado sobi-e las riberas del Arroyo Gollon-gueyú (II, 5, 83), representan una variedad de figura prolongada y con la punta muy aguda. Son semejantes á la varie- dad que hemos coleccionado más al S., en el Arroyo de Guamini. Los ejemplares de la Sierra de la Tinta tienen, no obstante, la cascara mucho mas gruesa y sólida. La margen exterior del perístoma es también menos arqueada y no muestra la pronunciada com- presión lateral, en la parte superior, que tienen los ejemplares de Guamini. En los individuos frescos se nota que son de color bastante claro. Las fajas caracte- rísticas, en forma de zig-zag, son muy poco acentuadas, y en muchos ejemplares sólo se observan algunos indicios medio borrados, faltando en otros por completo. El ejem- plar mas grande tiene 2l3""" de largo, por 14""" de ancho. 5. Planorbis peregrinus, D'Orb. Plaiiorbis peregriiius D'OaB.-Voy., Molí., p. 336, pl. 44, fig. 13 á 16. Pl. (Gyraulus) peregrinus, D'Orb.-Strod. Mat. p. u. Malac, d. Argent. Mer., pag. 3o. Planorbis peregrinus, D'Orb.-Doer. Inf. Ofio. d. 1. Exped. al Rio-Negro, pag. 72. Los ejemplares de esta especie, la mas frecuente en el territorio de la Pampa, que fueron coleccionados por el Dr. Holmberg y su conqíañero en el 3" viaje, D. Justo González AcHA,.en el Arroyo Gollon-gueyú (II, 5, 83) son de tamaño mediano, de cas- cara bastante sólida, y también de color bastante pálido: caracteres que, en general, coinciden bien con los análogos que se observan en Chüina Parc/iappii procedente de la misma localidad. GYGLADEA. 6. Sphaerium argcntiiuim, D'Orb. Cyclas argentinug, D'Orb. -Voy. Molí., pag. 568, pl. 83, lig. 7. Sphaerium argenlinum(Cyclas) D'Orb.-Strob., Mater. p. u. Malacost. dell'Ai'gent. Mer., p. 77. Los ejemplares que me ha enviado el Dr. Holmberg, y que fueron coleccionados en el Arroyo Gollon-gueyú (II, o, 83) son del todo incoloros. La concha es muy lus- trosa y completamente hialina. La especie vive también en el Arroyo Tandil. El ejemplar mas grande tiene las siguientes dimensiones: Diámetro max.: 9"'"'; min.: 7"""; diam. transversal: 5""". INSECTOS. I. HIMENÓPTEROS — HYMENOPTERA Monotrocos. ABEJAS APIDOS — APIDAE. APIÑA. Apiaria. Gen. APIS. Paroglossae parvae, membranosae, ápice subrotundato-truncatae, polporum basi conditae, adsunt. 1. Apis mollifica, L. et aut. La he cazado una vez, y la he visto muy pocas. Según el Censo de la Provincia de Buenos Aires, existían, en el Partido del Tandil, en 1881 , 20 colmenas, número ((ue, según se me comunica ahora, ha aumentado mucho luego. ' Por el Dr. Eduardo L. Holmberg. 118 BOMBIARIA. 2. Bombus thoracicus, Sichel. (1862) Sichel, J., Aim. de la Soc. ent. de France, IV, Ser., II, p. 12), Pl. 14 ff. 2 y 3. —«Montevideo». (1879) IIoLMBERG, E. L. Sobre las especies del género Bombus halladas en la Rep. Argentina, en An. de la S. Cient. Arg., VIII, p. 157, n. 2. Muy abundante en el Tandil, donde la he observado libando y recogiendo polen en las flores de las plantas siguientes : Hinojo (Corlandrum faniculum). Yuyo amarillo (Ximenesia microptera). Cardo negro (Cirsium lanceolaturn). Cardo de Castilla (Silybuiu Marianum). Salvia (Marnibium rulgarc). En Mayo de 1881 y en Febrero de 1882 hallábase en cantidad asombrosa en las flores del Yuyo amarillo; pero en 1883 parecía desdeñarlas por las del Gardo negro, á tal punto que escaseaba en aquellas. En este último año, continuando la rápida pro- pagación, ya prevista, del Cardo negro, parece que la abeja en cuestión ha hallado un material mas precioso para sus necesidades, quizá porque más le agrada, pero sin duda porque contiene mayor cantidad de materia prima para sus elaboraciones. Sólo una vez observé su nido, compuesto de musgo y pajuelas, en un mechinal, y á dos metros del suelo. Los muchachos lo persiguen por la miel, que extraen que- mando el nido ó dando humazo á los animales. Los individuos cazados lo fueron en las fechas siguientes: Tandil, alrededores del pueblo : V, 8, 81 ; II, 1 1 , 82; I, 31 , 83. Juárez, orillas del Arroyo Collon-gueyú: II, 5, 83 ; La Tinta: II, 7-9, 83. 3. Bombus violaceus, St. Fargeau. (1836) St. -Fargeau, Hymenopth-es, Suites a BuUbn, T. I, p. 473, n. 2i. (1854) Smith, F., Cat. of Hyní. Brit. Mus., Prt. II, p. 400, n. 61. (1868) Saussure, Ilymen. in Novara Reise,p. 156. (1879) HoLMB., 1. cit., p. 1.j6, n. 1. El Único ejemplar cazado en el Tandil, lo fué por el Dr. E. Fidanza, en el Cerro Burmeister, III, 8, 82. 119 ANTOPHORINA. Anthophoraria. MELISSOPTILA, HoLMB., n. gen. Deriv. : ¡jiX'.7;7a, abeja; tztíXov, pluma. Capul thorace vix latius. Ocelli in linea parum recúrvala digestí. Anlennae filiformes, in Q breves, articulo 3" elongato, in q* longitudinem ca- pitis thoracisque conjunctim superantes. Labrum semicircular e, fere planum, hirtulum. Mandibulae conformes, haud dentatae (fig. 1), oculos b asi atting entes. Figs. 1-6. Piezas de la boca y alas de Melissoplila tandilensis. Palpi maxillares 2-articulati , articulo primo crasso, ovato, secundo longitu- dinem primi fere attingente, tereliusculo, graciíiore (fig. 2¡ ct3). Palpi labiales i-articulati: segmentis duobus basalibus latis, membranosis, primo longitudifiem mentonis aequante secundum plus duplo superante (Og. 4) ; duobus ultimis brevibus, i° breviore, 3° ad apicem 2' lateraliter inserto (fig. 5). Paraglossae longae, filiformes, pilosae, linguam fere attingentes, palpos labiales vix superantes (fig. 4). — 120 — Lingiia fJiformis, nd apicem subincrassata rolundataque, imo ápice sctulis o-, 4-, vel 5-fidis ornata (fig. 4, c, d, e,). Thorax vix aeque longus atque latus el aJlus, dense hirlus, in mure parcius; scutellum fere semicir ciliar e, convexum; postscutellam anguste lunula- tum; melapliragma verticaUs. Alae anticae (fig. 6) celluUs cubitaUbm clausLs 3, duabus primis fere aequaUbus i^tamen majori, 5' paulo longiorequam.alliore,venulamrecurrenlempri- mam ad lerlium apicalem excipiente, 3" rcUquis majori (haud conjunctim) radialeni versiis dimidio angustala, venulam recurrentem secundam prope a,picem appendiculatum accipiente; cellula radÁalis oblonga, post inserlio- ncm venulae Iransversae tertiae apicem versas sensim angustala, ápice a costa bene sepáralo, haud appendiculata ; vénula Iransverso-medialis arquala. Alarum poslicarum venulae cubitalis exsurgentiaedistantialon- gitudinem venulae transversae cellulae analis duplo superante; lóbulo basali apicem, cellulae ejusdem fere atlingenle. Tibiae mclalarsique postici (ceu 3' paris) affatim plumoso-pilosi, maribus parcius, illae basi squamiferce. Calcares simplices, minute denique serru- lati. Tarsorum ungues bifidi, foeminarum dente infero breviore. Abdomen ovatum, latiludine altitudinem fere duplo superante (in marc an- gustius), basi subir uncatum pilosumque, dorsi arcu 5" (9) O" {q') limbato (endfranzc); epipygio ut in Eucera. Facies moresque Tetralonia conformes. Nidulalur ¡n solo. Ga3salpinearum, Papi- lionacearum, Amaranlliacearum Synanlliercaruinfpic pollinem decerpit. 4. Mclissoplila taiiclilensis, IIolmb., n. sp. LÁM. III, fig. 1 cf, fig- 2 9- 9 Nígra, tarsis ungí acular umqne basi rufescentibus, untennis fuscescenti-nígris, subtus fuscesceati-i-ufis segnientís 3 primis ultinioque exceptis ; verticis pube- scentia fuloa in rcliquo capite alba o el albicaiiLe. Thorace supra dense fuloo- píloso, pilis reliquis dilutioribus ; tegulis, alarum venularum tertio basali vénula subcostali carpum versus nigricaate subniedialique omnino fuscescen- ti-rufis deinde piceis; alisfere hyalinis margine postico parum infuscaüs ; pedibus anticisfe/noribus pallidefuscescenti-fuloo-pilosis, tibiis extus fusce- scenti-pilosis, tarsis fuloo-pilosis ; intermediis anticis similiter oestitis pilis auteni externis metatarsi dilutioribus, trochanteribus femoribusque prope articulationcm penicillo velutino fuloescenti-rufo munitis, calcare fere recto obsolete minuteque denticulato; femoribus posticis albicante pilosis vel ad basin lanuginosis, ad apicem Juscis; tibiis magnam ad parte ni fuloo-piloso- — 121 — cestitis, pubescentia tainen cvtiis dilutíori, metatarsoruní ptlis extiis pallidc /'alüiSj intus ad ba^in sataratioribu^, apicein versas scnsirn nigricantibus. Kháomxne nigro, dorsi segmento primo parce iridescente, in medio disco ut basi pilisfalois ornato, atrinque lúnula albo-pilosa, pilis ejusdem in disco gradatim decrescentibas; segmentis 2", 3" 4°que albo-piloso-fasciatis, liac fa- scia marginan , latiascula , incumbente, caduca, antrorsumque angulatim ampliata, 2° ad basin angustealbo- qaoqae fasciato ; 5° atrinque penicillo albo tantum manilo ; pilis reliquo dorso nigris; ventre segmentis fascescenti-ni- gro-piloso-marginatis, atrinque pilis albis in segmentis 2", 3° 4"que ; epipy- gio oel potius ejusdem spatio c/iaracteristico triangulari lateribus auteni parce arquatis, pauloque marginatis, disco transoerse striatulo. Long. 9: 13 mm.; alariim exp.: 21 -, rnm.; ala: 9 mm.; anlenna: 4 mm. cf Niger, caphe pubescentia grísea postice alba ornato; antennis piceis, sub- tus ferrugineo-piceis, scapo et segmento sequenti nigris; clijpeo aurantio- flavo, macula nigra quadrangulari ángulo libero oel interno acutinri basi utrinque ornato, labro pallide aurantiaco, pubescentia concolore tecto ; mandibulis nigris ápice paulo rufescentibus, prope basin sulphureo-uni- maculatis. Thovace punctato, pubescentia fulo escenti-gr ¿sea oestito, in sca- tello fusca, lioc carinula media antica long itudincüi obtusa instructo; tegu- lis piceis; alis fere hyalinis margine postico parce fuscescentibus atque iridescentibus, oenulis testaceo-piceis; pedibus nigris, parce albescenti-piloso- oestitis, femoruní tibiarumque ápice píceo , ta.rsis ferrugineis , metatarsis fuscis; scopulis rufis, calcaribus ferrugineis, unguictdis bifldis, externa dente infero supero fere aequilongo, altero breoiore, nigris, basi ferrugineis. Abdo- mine nigro, segmentorum margine testaceo-piceo, nitido (forsan in exem- plaribus Junioribus pubescentia alba, appressa oestito ut in Q), segmento primo basi thorace instar piloso, reliquis basi fascia angusta e pubescentia albicante, appressa, squamiforme, constituía, ornatis,setulis quoque nonnul- lis longioribus sub-erectis munitis; 6" fuscescenti-piíoso, pilis nonnullis albis; oentre nigro, segmentorum margine postico piceo, prope marginem serie setu- larum pallidarum ornatis; epipygii dorso trapejiifornie marginato-carinato, scabro, oel granuloso. Long. d* 10^ mm.; alarum exp.: 19 mm.; ala : 8 .' mm.; anteniia: 8^ mm. 9 Negra; los tarscs y la base de las uñuelas rojizos; antenas pardinegras, siendo par- dirojas por debajo desde el artejo 4° hasta el penúltimo, asi como una mancha no cons- tante situada cerca del ápice tle la mandibula; pelos del vértice leonados, los de la cara, del labro y de las mejillas blancos 6 blanquecinos. Tórax por arriba y en la mitad su- perior de las pleuras espesamente vestido de pelos leonados, los otros blanquecinos, poco leonados; las escamillas, las nervaduras de las alas en el primer tercio de éstas y toda la nervadura submedial de color rojo pardusco, asi como la nervadura costal, más Imp. III. 6. 1884. 16 — 122 -^ oscura hacia el carpo, ol rosto de las nervaduras pardinegro; alas hialinas, algo oscuras en la margen posterior, i)or la mayor aproximación de los puntos pilíferos; piernas an- teriores con pelos |)ardo-leonados muy claros en el fémur, excepto en la base, por debajo, donde son leonados rojizos, y en la tibia, parduscos en ésta por fuera y cerca del ápice siendo aquí mas cortos y apretados; los de los tarsos son leonados, mas rojos en las escó- pulas; el espolón agudo, nuiy poco ondeado, es mas grueso en sus dos tercios básales, ocupados porel vcJum romboideo, para el cual, á cada ángulo basalde éste, proporciona un dentículo, ó, mas bien, acumulación quitinosa del velum mismo ; las piernas inter- medias vestidas como las anteriores, pero los pelos externos del metatarso son mas cla- ros; el calcar, casi recto, es muy finamente dentellado en el borde ; las piernas poste- riores llevan pelos blanquizcos en el fémur, siendo pardos los del ápice y muy cortos y apretados; laescamilla basal de las tibias, en forma de triángulo escaleno, negra, casi desnuda, pero visiblemente cubierta, en su porción inferior, de pelitos pardos muy asen- tados; el resto de la tibia vestido de pelos leonados, más claros por fuera; los de los me- tatarsos son leonados claros por fuera, y leonados en la base, por dentro, volviéndose gradualmente pardinegros hasta su apófisis externa, que no llega al ápice del siguiente artejo, pero sus pelos sí ; todas las uñuelas son bífidas, sin comprender el tercio basal; el diente interno es mas corto que el externo, y éste presenta una suave onda en su filo. Abdomen negro, algo irizado en el primer arco dorsal, cuya extrema base y los bor- des laterales llevan pelos blanquecinos, que se oprimen, se acortan y forman un arco en los extremos del borde posterior, subiendo al disco como una ondita; en el medio del disco hay pelos leonados, que luego se confunden con los restantes; la margen posterior misma no lleva pelos y es lisa; los arcos dorsales 2", 3" y 4" presentan una faja de peli- tos blancos, cortos y asentados (plumosos como casi todos los restantes del cuerpo), ban- da que se amplía en el medio formando un ángulo hacia adelante y que, en los lados, cubre los bordes, siendo sus pelos mas largos; el 2" arco, en la base, lleva también una fina faja de dichos pelitos cortos; en el o" arco sólo hay un mechoncito corto á cada lado; los demás pelos del dorso son negros; el abdomen, por debajo, tiene pe- los pardinegros que, en los bordes de los arcos, se alzan un poco como fimbrias, y, á cada lado, estos pelos son blancos en los arcos ventrales 2", 3" y 4°; en el 5", también á los lados, son muy pocos, y algo mas claros que pardos, como lo son los restantes ; el epipigioes triangular, con los bordes muy poco marginados y con su disco imper- ceptiblemente estriado al través. cf Negro. Cabeza cul)ierla de pubescencia gris, por detrás l)lanca ; antenas pi- ceas, por debajo píceo-ferruginosas, el escapo y el segmento basal del llagelo negros; clípeo amarillo anaranjado, con una mancha cuadrada, negra, á cada lado de la base y cuyo ángulo interno apical (de la mancha) es mas agudo; labro anaranjado pálido, vestido de pubescencia de igual color ; mandíbulas negras, un poco rojizas en el ápice, — 123 — con una manchita azufrada cei'ca de la base. Jóraa; puntuado, vestido do pubescencia gris-leonada, parda en el escudete, el cual lleva en el medio de su parle anterior una carenita longitudinal obtusa; escamillas alares píceas; alas casi hialinas, un poco parduscas é iridescentes en la margen posterior, sus nervaduras piceo-testáceas; pier- nas negras, escasamente vestidas de pelos blanquecinos, ápice de los fémures y de las tibias píceo, tarsos ferruginosos, metatarsos pardos; escópulas rojas ferruginosas; espo- lones ferruginosos; uñuelas bííidas, la externa con el diente inferior casi de igual largo que el superior, el déla otra mas corto, negras, con su base ferruginosa. Abdomen negro, la margen posterior de los segmentos píceo-tes lacea, lustrosa (probablemente cubierta como en la $ de pubescencia blanca, apretada, en los ejemplares frescos); el primer arco dorsal velludo como el tórax, los restantes adornados en la base de una faja angosta formada por pelilos blanquecinos escuaniiformes y provistos también de algunas cerdillas un poco alargadas, oblicuamente levantadas; el 6" cubierto de pe- lillos parduscos y de algunos blancos; vientre con la margen de sus arcos pícea; cerca del borde mismo llevan una serie transversa de cerdillas pálidas; el epipigio de forma de trapecio tiene un reborde que limita el espacio característico, el cual es escabroso ó granuloso. Descubrí esta especie en el Tandil en 1882 (II, 8) y la hallé en los dias subsi- guientes recogiendo polen en las llores de la Cina-cina ( Parkinsonia acukata, -Fsim. Cesal|)íneas); en 1883 volví á cazarla en la misma planta y en los mismos sitios, pero donde abundaba entonces era en las llores del Gardo negro, cerca de La Tinta, orillas del Gollon-gueyú (II, 10). Manuel Oliveira Cesar la ha hallado en Arre- cifes. Al fundar el género, me he referido también á la otra especie que conozco, lo que me ha obligado á enumerar varias familias de plantas como fuentes de polen por ellas apetecidas. ECPLEGTICA. IIoLMB., nov. gen. Deriv. : ix~Ar,xTt/.ó;, ensordecedor, aturdidor. Capul thorads latiludiíiem aequans. Ocelli in linea recurva disposili. Antennae filiformes, in foemina breves, articulo S° (vel 2° flagelli) 2" longiore, in mare elongalae, abdomine dimidio superantes. Labrum transversum, breve, antice obtuse angulatum, planum, hirlum. Mandibulae haud dentatae, oculos attingentes. — 124 — Palpi maxillares 4-mer¿ (fig. 7), segmento basali condito irregular itcr ovato, crasso, reliquis multo gracilioribm, sensim. tenuiorihus brevioribusque, secimdo primoque lamen Kquilongis. Fig. 7. Palpo maxilar iIp la Erptfclica tintinimns. Palpi labiales A-articulati, segmentis duobm basalibus membranosis mentonis longitudinem conjunctim Iiaiid attingefitibns, primo secundi longiludinem parum plus duplo superante, duobus ultimis brevibus, gracilibus, 3" obco- nico^f" oblongo-ovalo, ambobus setuloso-coronatis, 3" oblique adapicem 2' lateraliter articúlalo. Paraglossae elongatae, palpos labiales superantes, basin versas vix latiores, pilosae, extremiíate pilis ápice trifidis donatae. Lingua palpis labialibus diniidio longior, sublus parum crassiuscula, ad api- cem spongiosa, pilis ápice trifidis extremitate instructa. (Hirsuties lingua- lis ex pilis vel setulis acule spatulato-lanceolatis prope apicem compo- sita). Thorax ut in Melissoptila. Aiae anticae ceUulis cubitalibus completis 3, prima reliquis majori, secunda minori, quadrilatera, radialeni versus parum angustala, nervulum recur- rentem primum paulo post médium excipiente; tertia ad radialem dimidio constricta, appendiculata, nervulum recurrentem secundum ad apicem fere accipiente. Cdlularadialis oblonga, a.medio cxtremüatem versus attcnuata, 5" a,picali a costa sepáralo, ápice oblique trúncalo rotundaloque, appen- dicis vestigio obsoleto; vénula transverso-medialis arcuata. Alarum posti- caruin venulae cubitalis exorientia a/pice cellulae analis duplo longitudiiiis nervuli transversi hujus cellulae remota; lóbulo basali apicem cellulae analis att ingente. Tibiae metatar.si(|ue postici pro/use pilosi, pili plumosi, parcius in mare, illae ad basin squamosae, metafarso ápice producto . Calcares simplices, ad sum- mum serrulati. Ungues bifidi, [oe^ninarum dente infero multo breviore. Abdomen ovatum, latitudine aUitudinem, fere duplo superante, in mare graci- — 125 — Uus, basi subtruncatum pilosumqiie, segmento 5" (9) 6" (cf) limbato; epipy- gio ut in Melissoptila. Mores (aciesquc Melissoptila e. Cucurbitaceariim, Coesalpinaeamm, Synanlherearuitique pollen congerl. Affinitas : Tetralonia Spin. { = MacroceraLn., St.-Farg., Tascii. — neclLLiG.) 5. Eeplectica tíntinuans, Holmb., n. sp. Lám. III, fig. 3 9, fig. i cf. 9 Nigra, nigro-pilosa. Capite alhido-puhescente , vértice excepto; anterínis pi- ceis,subtus clilutíoribns. Thorace nigro cinereoque hirto: nlis fere limpidis, margine postico obsciirioribus ; pedibiis posticis riifescenti-fulvo-pilosis, scopulis rufis, unguibus basi testaceis. Abdominis basi cinereo-pubescente, dorsí segmentis 2", 3° 4"que angustc faloescenti-, oel stmniiiieo-bifasciatis, fasciis strato-pilosis, illis segmenti 4' atrinque conjluentibus , 5° anguste palLide Jlmbriato, segmentis ventralibus fuscescenti-fimbriatis, nigroque sparsim pubescentibus ; epipygio triangidari ápice rotundato , lateribus ob- tuse marginato, transversim. riigiiloso, vel incoiispiciie scalpto. Long. 9:1277 mm.; alarum exp.: 20', mm.; ala : 8^ mm.; antcnna:3.' mm. cf Niger. Capiíe ptinctato, pubescentia fidoescenti-grisea posticc albida, vestito; clypeo labroque ai/rantio-Jlavis, illa macfda nigra basi utrinqiie miinito, hoc dilutiori; mandibulis ápice satúrate rufo, basi nigra macula sulphurea ornata ; aatennis piceis, subtus rufescentibus, segmentis duobus basalibus exceptis. Thorace punctato, pübescelitia vel hirsutie fuloa ornato, pleuris pectoreque dilutiore ; scutello sparsius punctato, iiitidiusculo, in medio po- stico longitudincUiter impresso, haud carincdo, pilis nonnullis fuscis auctoj metaphragma spatio triangulari laevi tribusque depressionibus deorsuní vergentibus donato; tegulis nigris margine piceis, puiictulatis, laevibus, antice partan pubescentibus ; alis fere hyalinis margine postico clilute infu- scatis, iridescentibus quoque; venulis testaceo-piceis, prope basin paulullum rufescentibus; pedibus piceis femoribus intus fuscesccnti-rufís , fcmorum tibiarumque ápice rufescentibus, pilis pcdlide fulvis vestitis j scopulis tarsis- que rufls, metatarsis dorso piceo; unguibus nigris basi ferrugineis, bifidis, dente infero paulo breviore, supero mai'gine cúrtante undcUo, calca ribus fulvis. Abdomine nigro, punctato, segmentoi-um margine postico piceo, laevi, arca primo basi pubescentia thoracica concolore, 2" fasciis duabus ungastis ornato, una ad basin alteraqae iii medio, 3°, 4° 5°que ad basen tantuní fa- sciatis, 6" om/ii/io. fasciis illis apjpresse fidvescenti-squa/nulosis in 6" satu- — 126 — ratiori, 7" cinQttsto, dorso spatio marginato niargiiiihiis retrorsum vergen- tibus, postice trancnto, opaco, píceo, ad bnsin macula rafcscente ornato, crebrerriine piincfidato vt sparse punctato, latcribas rufo-piloso. Long. cf : !' inni.; alarum exp. : 17^ mm.; ala: 7 \ mm.; anteiina: 8 mm. 9 Negra. Cabeza puntuada cubierta de pelus l)lanco.s ó blanquecinos, negr(,)s en el vértice; antenas pardinegras, con el llajelo de color castaño-rojizo por debajo, excepto en sus dos primeros artejos; éstos y el escapo con pubescencia muy fina blanca sedosa; pelos asentados del labro blanquecinos dorados, más intensamente en el ápice; mandíbulas con una mancha ferruginosa cei'ca del extremo, |)elitos blancos largos y delgados por debajo en la mitad basal y dorados ferruginosos en la apical. Tórax tan puntuado como la cabeza en las pleuras, en el dorso un poco lustroso, más esparcidamente pmituado (|uela cabeza, sus pelos negros, en el dorso y metafragma cenicientos ; pero los de una banda de la parte anterior del mcsonoto y de un penachito á cada hulo del escudete, negros; tégulasy nervaduras alares píceas, á veces algo ferruginosas en la costal y en el carpo; alas casi hialinas, apenas par- duscas, siéndolo más en la margen posterior; piernas pardinegras, un poco píceas, á veces de color castaño-rojizo, las escópulas de todas de un tinte rojo-subido; las uñuelas ferruginosas tienen el ápice negro ; los pelos de las piernas son pardos oscuros; los de la tibia y metatarso III leonados rojizos; las escópulas en todas son de un tinte rojo ferruginoso subido; los espolones ferruginosos. Abdomen lustroso, puntuado, negro, con la margen de los arcos dorsales y ventrales pícea y el ex- tremo borde de los mismos lestáceo oscuro, liso y mas lustroso aún que el resto; en la l)ase lleva pubescencia fina agrisada; los arcos dorsales 2% 3° y 4° llevan dos bandas angostas de pelitos cortos asentados, caducos, leonados pálidos ó pajizos, una cerca de la base y otra en el borde, que tienden á unirse en sus extremos en el t" y 3" y se unen en el 4"; el 5°, además de su franja (genérica) de pelos par- dos espesos, lleva en los extremos de la margen un penachito gris claro; el 6" los tiene pardos y el espacio desnudo del dorso es trapezoidal, finamente margi- nado, opaco, sin escultura a|)arente ; los arcos ventrales llevan cerdilas pardinegras oblicuamente levantadas en el disco, |)ardirojas junto al borde y, los tres últimos, fim- brias extremas gris-claras, semejan les al penachito del 5° arco dorsal. (j' Negro. Cabeza puntuada, vestida de pubescencia gris-leonada por delante, bhuKpiccina por detrás ; clípeo y labro anaranjados, éste mas pálido, aquel con una manchita entrante muy pequeña, negra, en cada ángulo de la base; el ápit'^ de las mandíbulas rojo oscuro y la base negra con una manchita azufi'ada; ante- nas píceas, rojizas por debajo, excepto el escapo y el 1" artejo del flajelo. Tórax puntuado, vestido de pubescencia leonada, más pálida en los costados y en el pe- — 127 — oho; el escudete mas esparcidamente [)iintuado, lustroso, con una leve impresión longitudinal en la mitad posterior, no carenado; melafragma con un espacio liso, triangular y tres depresiones lineales convergentes hacia abajo; tégulas negras, pi- ceas en el borde, puntuladas, lisas, un poco pubescentes por delante; alas casi hialinas, un poco parduscas en la margen posterior é iridescentes; nervaduras |)í- ceo-tesláceas, un poco rojizas cerca de la baso ; piemos píceas, con los fémures pardo- rojizos por dentro, el ápice do los fémures y de las til)ias rojizo, éstas con pelos leonados pálidos, escópulas y tarsos rojo-ferruginosos, metatarsos píceos en el dorso; uñuelas negras, ferruginosas en la base, bífidas, su diente inferior mas corto y el borde corlante del superior con una onda saliente; espolones leonados. Abdomen negro, puntuado, con la margen posterior de los segmentos pícea, lisa; el 2° ador- nado con dos fajas angostas, una en la base y otra en el medio, el 3°, el 4" y el 5° sólo en la base, el H" totalmente; dichas fajas son de pelillos escamosos, apretados, leo- nados claros, más oscuros en el 6" ; el 7° angosto, con su espacio dorsal trapezoide, opaco, píceo, adornado con una mancha rojiza en la base, muy puntulado y espar- cidamente puntuado, con pelos rojizos á los lados. Descubrí esta especie en Navarro, en los primeros dias de Mai'zo de 1880, bajo unos ladrillos. Todos los ejemplares que recogí estaban entumecidos por el frío y la lluvia en su galería practicada horizontalmente en el suelo, de tal modo que el ladrillo formaba parte de ella, á manera de techo que cubriese una simple ranura. No hallé polen en ninguna. En Febrero de 1882 las Ecplécticas zumbaban en las flores de la Cina-cina, en el Tandil, en sociedad de otros Anlofóritlos. En Enero (17 y 21) de 1883 la obtuve en Flores en las del Cardo de Castilla. A fines del mismo mes y principios de Febrero, González y yo la conseguimos en el Tandil y en La Tinta en las del Cardo negro. Su zumbido al volar es sonoro y agudo. No podría explicar en qué consiste su diferencia con el de otras Abejas, pero la he notado y lo consigno en el nombre específico. SVASTRA, HoLMB., n. gen. Deriv.: Svastra (Scrt.) hermana. ^; Caput, ocelli, mandibulae, tibiae, metatarsi abdomenque ut in Ecpleclica. Antennae filiformes, in fwmina breves, in mure elongatae, abdomine dimidio haud atlingenles. Palpi maxillares 5-arliculati, articulo basali condito crasso, irregulariter ovato, reliqíús teretiusculis, grndntim vero brevioribiis gracilioribusque. — 128 — ápice ohlique truncatis, 5" excepto, 2° primo duplo [ere longiore, duobus ultimis subaequiloiigis, 5° ovalo omnium conspicue breviore (fig. 8). Fig. 8. Palpo maxilar de la Svaslra bombilans. Paipi labiales á-meri, arliculis duobus basalibus lalis, mcmbranosis , longitu- dinem menlonis conjunclim fere aequantibus, sed parum supcrantibus, 1° secundo duplo longiore, 3" ct á" brevibus, piriformibus vel obovalis, setulis coronalis, ultimo graciliore minoreque. Paraglossae palpos labiales aequantes vel paulo superantes. Lingua paraglossas parum superans, in extremitate spongiosa pilis ápice trifidis ?wi//i¿ía(In specimineexsicato atque in glycerina servato, necesse contra- cto— nunc sub ocLilis — annuli chilinosi vel coronae pilosae, numerosi, fere 125, niagissunt imbrieali, qua causa majorem linguae longiludinem existimo). Alae anticae areolis cubitalibus 3, ultima reliquis major i, S'minori, illa versas radialem dimidio angustata, parce appendiculata, /tac fere quadrata; venulae recurrentes fere ad apicem 2" ct 3^' insertae, interdum prima cum transversa secunda coalita; cellula radialis oblonga, a medio versas apicem angustata, quarto extremo a costa separata, subrotundata, appendice obso- leto; vénula trausverso-medialis curvata. Alarum poslicaruin venulae cuhi- talis exorientia longiludinem. nervuli transversi cellulae analis duplo non superante nec attingente; lóbulo basali apicem cellulae analis haud attin- gcnte. Ungues bifidi, in foenvina dente infero supero multo breviore. Facies fere Melissoptilae, plantaruní earumdcín ut illa pollen colligit. 129 6. Svastra bombilans, Holmb., n. sp. LÁM. lll, fig. 5 9, fig. 6 c/. 9 Sü. nigra; capite, thorace, pedibus anterioribus (I et II) abdominisque bast fulüo-, pedibus posticis nigro-pilosis, clypeo diinidio apicali lúteo, imo ápice excepto; alis hyalinis; abdomine dumtaxat nigro, coeruleo-ceneo parum satúrate micante verum dorsi segmentis 2" 3°que ad basiii, illo magis, hoc minus, albo-strato-piloso-fasciatis, 4" utrinque albo-strato-piLoso-maculato. Long. 9 : 14 mm. ; alar, exp.: 25 mm.; ala : 10 mm.; antean. long. : 5 mm. c? TtxñQvi: pedibus posticis fuloo fuscoque pilosis; abdomine segmento 4° albo haud macúlalo vel obsoleto, clypeo toto tuteo. Long. cf : 11 mm.; alar exp. : 21 mm.; ala : 8|mm.; antean, long. : 8 mm. 9 Negra, un poco pardusca en el tegumento de las piernas; antenas pardinegras, siendo por debajo testáceas ó apenas menos oscuras que en el dorso desde el cuarto artejo hasta el ápice. Cabeza negra, cubierta de pelos leonados claros, mas rojizos en el vértice; el clípeo lleva en su mitad apical, excepto el borde mismo, una banda amarilla que se expande en tres lóbulos hacia arriba, siendo la intermedia aguda, ó re- ducido todo auna mancha lateral amarillenta y en el medio pardusco; labro oval, trans- verso, un poco mas saliente y levantado en medio, donde lleva un penachito de pelos leonados, como los que hay en el resto, y su color tegumentario pardo con la base algo amarillenta; las mandíbulas pardinegras, con una mancha amarilla cerca déla baseyotra ferruginosa, cerca del ápice, por fuera; las maxilas en sus partes mas espesas, lo mismo que el mentón, piceos; lengua, paraglosis y palpos, con sus pelos testáceos leonados. Tórax espesamente vestido de pelos leonados rojizos (que se vuelven casi cenicientos en los ejemplares viejos); escamillas alares y nervaduras en la base del ala leonadas; las nervaduras, en el resto, pardas; en el carpo hay algo méleo ; alas hialinas, apenas oscu- recidas en la porción apical por las sétulas; ambos nervios i-ecurrentes se insertan casi en los correspondientes transversos ; los nérvulos cubital y discal aparecen como prolon- gaciones quitinosas después de cerrar sus respectivas células, siendo el último mas largo que aquel, no alcanzando la sombra del I " al borde del ala, pero la del 2° sí; en las pos- teriores, el ápice de la célula anal dista del origen del nérvulo cubital casi tanto como el doble del largo del nervio transverso que la cierra; lac. cubital sólo tiene un pequeño apéndice superior, quilinoso, pero se perciben las sombras de ambos nérvulos ; piernas pardinegras con tarsos pardirojos ; las del primer par, vestidas de pelos leonados, tienen un calcar bisinuado, gradualmente más ílno hasta completa acuidad y, en su mitad basal, snvehim hialino de forma romboidea; el diente basal del strigilis es agudo ; las Imp. III, 29, 8t 17 — 130 — del 2° par llevan pelos leonados en el fémur, pardinegros en la tibia y en el meiatarso, pero algo rojizos en la escópula asi como en los otros artejos; su calcar ó espolón es simple, tan largo como los tres artejos que siguen al metalarso, unilateralmente lanceo- lado, la punta un poco torcida y sus bordes microscópicamente dentellados; en el 3" par hay también pelos finos, leonados pardos en el fémur, siendo cenicientos los cortos^ asentados, que lleva en el ápice mismo, los pelos tibiales y melatarsales son negros, mas el metatarso tiene una apófisis apical, superior, sub-turbinada, cuyo extremo no alcanza al del siguiente artejo tarsal y cuyos pelos son pardiclaros ; el tarso restante lleva pelitos pardirojos ; los espolones del 3" par de piernas son semejantes á los del segundo. Todas las uñuelas son bifldas y rojizas en la base y su diente interno ó menor alcanza á la mitad del mayor, y éste, negro, lleva una onda saliente en su fdo. Abdomen cow reflejo iri- zado azul de acero oscuro; el primer segmento dorsal tiene pelos leonados, no tan es- pesos como en el tórax, y que dejan libre el borde; el 2" y el 3° llevan en la base una banda de pelitos blancos, siendo la del %° doble mas amplia que la del 3°; el resto de estos arcos se halla cubierto de pelitos cortos, negros, muy finos y bastante asentados y esparcidos; en los arcos restantes, estos pelos negros son mas largos, gruesos y levan- tados; el 4° arco dorsal, ácada lado, lleva, junto al borde, una manchita de pelos blan- cos, de igual carácter que las bandas, estando entre sí un poco mas separadas que su ancho; en el 5° segmento, en medio del boi'de, hay unos pocos pelitos cenicientos; el epipigio negro es triangular, con el ápice redondeado, limitado por carenas no muy levantadas, levemente deprimido á cada lado en la base y finamente estriado al través; aguijón pardirojo; vientre negro, con reflejo acerado como el dorso, pero menos in- tenso; los bordes de sus arcos parduscos, cubierto de pelitos negros mucho mas largos y espesos cerca de los bordes lisos ; todos los pelos señalados son plumosos. (^ Además de diferir por su tamaño y caracteres fundamentales, discrepa el macho, por lo siguiente, de la hembra: 1 ° Por el escapo de sus antenas, que es amarillo por delante. 2° Por el clípeo, que es totalmente leonado, con un puntito amarillo claro ácada lado. 3" Por el labro, del mismo color que el clipeo. 4° Por las nervaduras de las alas, menos oscuras (así como el ala en general). 5" Por ser leonados y apenas en parte parduscos los pelos de sus piernas intermedias. 6° Por ser leonados por fuera y pardos por dentro los pelos de las tibias III, siendo pardinegros los del metatarso. 7° Por el mayor largo del diente basal de las uñuelas, lo que las muestra francamente bífidas, no obstante ser siempre mayor y mas larga la uñuela propiamente dicha. 8° Por carecer de las manchitas blancas el 4° segmento dorso-abdominal (aunque en toda la porción apical del dorso del abdomen hay, aquí y allí, uno que otro pelo claro). 9° Por el epipigio peludo. — 131 — Descubrí esta linda especie en el Tandil (II, 12, 82) en las flores de la Gina-cina. Mas tarde (II, 3-10, 83) la hemos cazado con González en las orillas del Gollon-gueyú y cerca del Tandil, en las flores del Gardo negro. Tiene un zumbido bastante sonoro. 7. Svastra detecta, Holmb., n. sp. LÁM. III, fig. 7, (f. (/ Prsecedenti similis. Niger, capite fuloo-piloso , subtus diLutiori; antennis fi- céis, stibtus piceo-testaceis , segmentis 3 primis exceptis; clypeo labroque paLlide testaceis, illo iina basi nigra; mandibulis nigris, prope basin testa- ceo-unimaculatis , ultra macidam vage nigro-rufis. Thorace fulvo-hirto, subtus lateribusque pcdlidiovi; alarum squamulis hirsutie thoracis sub-con- ditis, testaceis; alis fere hyalinis, venulis piceis, prope basin niclleo-testa- ceis; pedibus 1 pallide fuloo-oestitis; II femare tibiaque concoloribus, hac supra nerum nigro-aestita, metatarsis nigro-pilosis, subtus Juscescenti-hir- tis; III nigro-hirtis, fe mor ib us pallide fuloo-pilosis, pilis concoloribus in marginem posticum tibias abeuntibus ; tarsis ferrugineo-rufls, II ct III satu- ratioribus ; unguibus dentibus rufescenti-nigris. Abdominis basi pallide ful- oo-piloso, arcu dorsali 2° ad basin anguste cdbido-squamiiloso-fasciato. Long. (/ 13 mm.; alarum exp. : 23 mm. ; ala : 9^ mm.; antenna : 8 mm. cf Semejante al macho de S. hombilans. Negro. Cabeza cubierta de pelos leonados, más pálidos en la parte inferior; antenas píceas, por debajo píceo-testáceas, excepto los tres primeros artejos; clípeo y labro testáceos pálidos, aquel tiene su extrema base negra; mandíbulas negras, con una mancha testácea cerca de la base; después de dicha mancha son de un tinte negro-rojizo. Tórax erizado de pelos leonados, más pálidos en los lados y en la parte inferior; tégulas algo ocultas por los pelos del tórax, tesláceas; alas casi hialinas, nervaduras píceas, que se vuelven testáceo-móleas cerca de la base; patas I vestidas de pelos leonados; II con pelos de aquel coloren el fémur y en la tibia, mas ésta lleva pelos negros por arriba; met;itarsos con pelos negros, por debajo pardos y erizados; III peludas de negro, con los fémures vestidos de pelos leonados pálidos, que se extienden por la margen posterior de la tibia; tarsos rojos ferruginosos, siéndolo más intensamente los de los pares II y III; dientes de las; uñas negro-rojizos. Abdomen con pelos leonados pálidos en la base, el 2° arco del dorso lleva una banda basal angosta de escamillas ó pelos escuamulosos blancos. Un ejemplar cazado cerca del Gollon-gueyú en las flores del Gardo-negro, II, 1 1 , 83. Manuel Oliveira Gesar me ha enviado, de Arreciles, representantes de esla especie. — 132 — y el estudiante Guillermo Navarro la ha obtenido en Buenos Aires, Capital de la República. Gen. TETRALONIA, Spinola. Cualquiera que se haya ocupado del estudio de las Abejas habrá observado en cuántos errores de observación han incui'rido muchos autores, particularmente en lo que se refiere á las piezas de la boca, de donde resulla una serie tal de dificultades, que sólo es posible salvarlas cuando se puede disponer de los ejemplares tipicos, lo cual será muy factible en Europa donde se han publicado y se conservan, pero imprac- ticable casi en América. Si existe algo invariable y absoluto en taxonomía, es el número. \^A J ! -7 1 Fig. 9-11. Maxila y palpos maxilares de Trtrnlonin íjUra. cuando por él se expresa algún carácter. Pueden oñ-ecer ambigüedades las expresiones: largo, corto, espeso, moderado y otras muchas; pei'o, cuando se dice 5 (irícjos, 9 uñas, — 133 — no hay vacilación posible, y el error, en tal caso, sólo depende de la observación. Megachüe, Coelioxys y otras, figuran en muchos casos con 2 artejos en los palpos maxilares, y es evidente que tienen 3; Coelioxys y Apis tienen paraglosis, y no se les ha señalado tal órgano, llegándose hasta hacer disertaciones sobre su falta en Apis. Asi, en el caso de Telralonia, uno señala 6, otro 5 artejos en los palpos maxilares, y como no poseo un solo ejemplar de dicho genero, fuera de las especies que he obtenido de este pais, le adscribo la siguiente, señalando como accesorio lo que es genérico en la T. <^¿/ya, sin dar por ésto los caracteres del género Tetralonia. La única especie Ar- gentina de otros autores, que he poditlo referir á su descripción, es la Telr. terminata, Smith (Gat. Brit. Mus. Apidae, II), y este autor, al dar la característica del género, le señala 6 artejos en los palpos maxilares. Sin embargo, la T. terminata no tiene más de 3, y me ha servido para fundar el género Thygater. Bien sé yo qué clase de comentarios van á sujerir los géneros de Antoforinas que he fundado, siendo el priuiero éste: «bastaba fundar subgéneros»; pero en este caso, como en otros, partiré del concepto transformista de «especie)) dejando que, como siempre, interprete cada cual, como quiera, la entidad sistemática inmediatamente superior. Los dibujos que publico ahora ilustran solamente la forma y proporciones de los artejos de los palpos maxilares de Tetralonia gilva. Debo hacer notar aquí que el 2° artejo del flagelo de las antenas del (/ es tan corto como el 1°, lo que no he visto, en tal grado, en los ^ de dos especies europeas de Encera. Así se vé también en los c/ de Melissopíila y de Ecplectica. 8. Tetralonia gilva, Holmb,, n. sp. Lám. JII. fi-. 8 9, lig. 9 cf. 9 Nigra; tegumento pubescentia incumbente omnirio f'ere condito. Capite pun- ctato cinéreo piloso ; antennis piceis subtus testaceis segmentis 4 ba^alibus exceptis; clypeo prope niargineni vitta transversa, in medio interrupta, tegu- mentaria, testacca, ornato; vértice paruní piloso; niandibulis ima basi nigris, tune testaceis, médium versus sensim rufescentibus, ápice piceis. Thorace crebre punctato, pubescentia fulvescenti-cinerea vestito, dorso saturatiori ; alarum sqnamulis rufescenti-piceis; alis hyaUnis parum infusca tis , venulis piceis; pedibas cinereo-Julvescenti-vestitis, scopulis, tarsis, calcaribus, un- guicularum basi ferrugineis , unguibus jissis dente infero brevi, médium alteri attingente. Abdominis dorso pubescentia appressa fulvescenti-cinerea vestito, pitis paucis verum sub-erectis munito; segmento 5° pjraecipue ad — 134 — marginem posticum 6''que lateribus ferrugineis, hoc plaga nuda triangulan ápice rotundata, subniarginata, eleoataque, in medio fere laeoi, reliquo striolato-punctulata, prope margines paulo excaoata, instructo. Abdominis segmentis pabescentia subíala, marginem posticum pallide-testaceum osten- dentibus, basin versus sensim rufescentibus, tune piceis nigrisve; v entre f ere piceo, segmentis in margine postico testaceis, hic pabescentia fulva tectis, reliquo f ere nudis, nitidis, paulo pubescentibus, ultiniis duobus ferrugineo- pilosis. Pilis plumosis. Long. 9 10 mm.; alarum. exp.: 17 mm.; ala: 7 mm.; antenna: 3 mm. cT Differt: 1° Antennis subtus pallide testaceis, segmentis 3° 4°que quoque. 2° Clypeo latescenti-albo , m.argine testaceo, labro dilutiori. 3° Unguibus flssis, dentibus autem subaequalibus, infero lamen breoiori. 4" Pubescentia omnino cinérea; abdominis segmentorum margine po- stico ut üidctur pallidiori, tegumento oerum pjallido , ut in foeniina ; ventre pilis tamen fulvescentibus, scopulis rufescentibus; pygidio rufescenti-piceo, epipygio in medio excávalo. Long. (/: 10 mm.; alarum exp.: 18 mm.; ala: 7|mm.; antenna: 8|mm. 9 Negra; el tegumento casi totalmente oculto por pubescencia asentada. Cabeza puntuada, vestida de pelos cenicientos; antenas piceas, por del)ajo testáceas, excep- tuando los cuatro artejos básales; el clípeo, cerca de la margen, lleva una línea transversa testácea, tegumentaria, interrumpida en el medio; el vértice es poco peludo; mandíbulas negras en la extrema base, luego testáceas, hiácia el medio gradualmente rojizas, en el extremo píceas. Tórax espesamente puntuado, vestido de pubescencia gris leonada, de un tinte mas subido en el dorso; tégulas píceo- rojizas; alas hialinas muy poco oscurecidas, nervaduras píceas; piernas cubiertas de pelos leonados cenicientos; escópulas, tarsos, espolones, y base de las uñuelas de color ferruginoso. Abdomen cubierto en el dorso de |)ubescencia apretada, asen- tada, leonado-cenicienta, y provisto de pelillos esparcidos, levantados; el 5° seg- mento, principalmente en la margen posterior, y el 6° en los lados, ferruginosos, este último lleva un espacio desnudo triangular, redondeado en el ápice, submar- ginado, elevado, casi liso en medio, estriolado-punluado en el resto, y un |)oco excavado cerca de las márgenes ; arrancada la pubescencia de los segmentos abdo- minales, aparece el tegumento testaceo pálido en el borde, luego rojizo hacia la base, enseguida píceo y negro ; vientre casi píceo, los segmentos testáceos en el borde posterior donde están cubiertos de pubescencia leonada, casi desnudos en el resto, lustrosos, poco pubescentes, los dos últimos con pelos ferruginosos. Los pelos son plumosos. — 135 — (^ Difiere de la Q : r Por las antenas testáceo-pálidas por debajo, menos los dos primeros artejos. 2° Por el clipeo amarillento claro, testáceo en la margen, y el labro mas pálido. 3° Por las uímelas hendidas, con los dientes casi iguales ; sin embargo, el infe- rior es muy poco mas corto. 4" Por la pubescencia totalmente cenicienta, al parecer mas pálida en la margen posterior de los segmentos abdominales, pero el tegumento es aquí pálido como en la hembra; el vientre con pelos algo leonados, las escópulas rojizas, el pigidio piceo-rojizo, el epipigio excavado en el medio. Los ejemplares que he estudiado de esta especie fueron cazados por González y por mí, cerca del Collon-gueyú (11,5, 83) en las flores de una Sinanterea (no deter- minada aún), donde habían quedado en parejas y como aletargados, al anochecer; y también cerca déla Tinta (II, 16, 83) en el Cardo negro. Xylocoparia. 9. Xylocopa ciliata, Burm. (1876) X. ciliata, Burm.; Hym. Mit. : Die Xylocopa-Arten d. La Plata-Gebietes in Stett. entom. Ztg. XXVII, p. 158, n. 9. La única diferencia persistente que encuentro en mis ejemplares del Tandil con los de los alrededores de Buenos Aires y de otros puntos mas ó menos inmediatos, se encuentra en la disposición de los reflejos de las alas; el Dr. Burmeister dice: ccviolaceo-micantibusj) y en verdad así lo son. En Curá-malal he obtenido durante mi viaje un ejemplar (XII, 18, 83) que había penetrado en el tallo de un Enjngium paniculatum por é\ perforado. Tandil 11, 11, 82; I, 29, 30, 83, en las flores de la Gina-cina. 10. Xylocopa splenclidula, St.-Farg. (1843) X. splendídtila, St. Farg., Ilymenopt., II, p. 190, n. 29, 9- (1854) » » Smith, F., Cat. Hym. Brit. Mus., Apidae, Prt. II, p. 360, n. 79, etc. (1876) » .. Burm., /. c, p. 159, n. 10 9 cf- Común en el Tandil (II. II. 82), en la Cina-cina ; pero no se halló en La Tinta. En Buenos Aires, ó sus alrededores, anida en la Caña de Castilla (Arundo Donax). — 136 — Geratinaria. Gen. CERATINA, Latreillk. Nunca he vislo las Ceratinas acercarse á nidos ágenos, como sucede con Epcolus, Ccelioxys, etc. Antes, por el contrario, las he observado al posarse en el Marrubium vulgare ó en la Ximenesia microptera, pero ignoro cómo preparan su carga, pues siempre las he cazado apenas las he visto. En cuanto á la colocación sistemática del género, me ha parecido mejor sepa- rarlo de las asociaciones subalternas en que lo han incluido los himenopteró- logos, por no hallar afinidad verdadera con los otros miembros. Saint-Fargeau pensaba que fuese parásito, lo que le indujo á colocai'lo donde en verdad no debía estar, y otros siguieron su ejemplo; pero, separado luego de allí, no ha dado poco trabajo el señalarle un sitio. Curioso sería, si fuera oportuno ahora, trazar la Odisea de Ceratina, cuyos ejemplares, según Shuckard, son escasos en Europa y constituyen un desideratwn de los coleccionistas. Siendo así, no hay por qué sor- prenderse de (jue, en mas de- un caso, se hubiesen deducido hábitos que no tiene, tomando en cuenta la desnudez crural del macho; porque, en verdad, al examinar mis ejemplares, no puedo decir que las hembras no tengan sus piernas bien vestidas de pelos colectores. 11. Ceratina rupestris, Holmb., n. sp. LÁM. III, íig. 10, 9. 9 Satúrate coerulea, vel coeruleo-nigra, hic illic oiolascens, vulto iii medio vire- scente, prope clypeum utrinque fere obsolete testaceo-tininiaculatp ; grosse crebreque punctataj tegumento nítido; hirsutie vel pubescentia d ilute fuloa, scopulis intensius; antennis,clypei margine, labro, niandibulis, tibiis tarsis- que nigro-piceis, tarsorum ápice rufescente; mesonoti disco spatio laeoi do- nato (ut in genere), metanoto prope basin radiatim rugulbso ; alis paulo üiolaceo-niicantibus, parce infuscatis, basin versus dilutioribus, venulis piceis. Abdomine late breviterque petiolato, dorsi segmentis tribus ultimis granu- losis quoque, pone granulos síngalos setxda breoí reclinata munítis; epípygio longítudínalíter rimoso, rima punctata, prope apiccm angulatim produ- ctum eleoatumque abbreoiata ; oentre parcius coerulescente, segmentis píceo- marginatis. Long. 9^ mm.; alarum exp.: 16 5 mm. ; ala: 7 mm. Tandil: Cerro Claraz, II, 24, 82, ad flores Marruhii vulgaris. 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