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Wi.IP,lF'MAF«SClTS ]m CASTILLO
VIDA
DEL
VENERABLE Y APOSTÓLICO PADRE
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DE LA
COMPAÑIA DE JESUS
ESCRITA , Ó MAS BIEN REFUNDIDA
ROMA, 1863. TipograOa de Juan Cesaretli
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©
Al Illmo. y Revmo. Sor. Dr. D. José Sebastian de goyeneciie y líaureda , Arzobispo de Lima, Prelado Doméstico de Su Santidad, Asistente al sacrj) Solio Pontificio etc.
Illmo- y Hí'Viho. Sor.
ninguno mejor (juo á V. S. I y II. que lanío ha hcciio y hace cada tila en el Perú por la gh)r¡a de Dios Nueslro Señor y de «^4.1 Iglesia , debo dedicar la <i Vida del Ven. Padre Francisco del Castillo , de la heroica Compañia de Jesús » , quien por los inmen- sos bienes que , con la palabra y obras , hizo á la piadosa Ciudad en que dispuso el Cielo naciera , y cuya Silla /Arzobispal lan dignamente ocupa V. S. I. y R. mereció ser llamado , á una , de lodos sus contemporá- neos el « Apóstol de Liiua » : ni con nin- gún olro nombre mas iluslre y respetable por alcurnia , talentos y virtudes que el de
V. S. I. y R. podría tampoco escudar mejor la pobreza y humildad de mi trabajo , y mi arrojo al escribir, sin mas auxilios que mis buenos deseos , la hístória de un Varón lan eminente y lan glorioso.
Así ruego encarecidamente á V. S. I. y 1\. que , perdonándome tamaño atrevimiento , se digne acojer esta « Vida » con su acos- tumbrada benevolencia , y aceptar el po- bre, pero cordial homenage , que me es sobre modo grato rendir á Pastor tan Apos- tólico , como una muestra escasa de mi profunda veneración acia la augusta persona de V. S. I. y R. que Dios nos conserve largos Años , para bien de la Iglesia y glorií» del Perú , como ardientemente lo desea, im- plorando á los pies de V. S. I. y R. la Apos- tólica bendición ,
Su muy devoto y obediente hijo en C N- S.
PEDBO GARCIA Y SANZ
nos esconde absolutamente que , en los tristes tiem- pos en que vivimos , el Mundo , contrarío siempre al Evan- gelio , tan solo incensa y dá importancia á la vida de aque- llos , no sé si hombres ó siervos de la carne, que llevados en su ceguedad de la Ambición ó de la Codicia , no retro- cedieron ante ningún medio, por reprobado que fuese , á fin de saciar tan mal '.nacidas pasiones que solo de sangre y fraudes se alimentan : al paso que con fria indiferencia , si nó con marcado desden , osa mirar de reojo los ilustres hechos de tantos hombres superiores que, sin otro norte que la Cruz , con su amiga voz y celestial ejemplo predicaron dó quier humildad y absoluto despego , si no efectivo , á lo menos afectivo , de los caducos bienes de la tierra , que , según la sublime expresión del Sabio , no son mas que va- nidad de vanidades y aflicción de espíritu.
Pero si esto , por desgracia nuestra , es asi , también á todas luces es notorio para el consuelo de la humana espe- cie, que brillan , cual las estrellas del firmamento, en las
diversas clases de la sociedad , innúmeras almas buenas , que forman el verdadero pueblo del Señor , y que fieles á la luz venida de lo alto á iluminarnos, vén las cosas que se pasan en el breve sueño de (a vida , bajo un dia muy distinto y tan hermoso como consolador.
Y á estas es á quienes , en particular , enderezamos la presente Historia de la Santa Vida del Ven. Padre Fran- cisco del Castillo , de la Compañía de Jesús ; en donde , á despecho de la pobreza y desaliño de nuestro decir , halla- rán , sin duda alguna , muchísimo que admirar en el extraordinario modo con que el Padre de las Misericordias se dignó hacerlo objeto de sus mas caras complacencias y escojidos favores ; y mas aun , si es posible , que imitar en la docilidad , abnegación y presteza con que correspon- dió á la amorosa voz que del Cielo l(fl llamaba á merecer á fuerza de combates y sudores , la singular corona de Após- tol de la privilegiada Ciudad de Lima , su patria , y el centro de su amor y de todas las fatigas indecibles de su larga y gloriosa peregrinación.
Mas á fin de que lo portentoso de los hechos que á nar- rar vamos de un Varón tan admirable , y que tan alto le- vantóse en alas de la gracia sobre nuestra misera natura- leza , no logre ser parte á disminuir en algo el fruto que de su publicación nos prometemos , resfriando el firme asenso que reclama la verdad , juzgamos de todo punto indispen- sable declarar á miestros benévolos lectores, que, cuanto en
la presente Historia afirmase , bebido fué con suma diligen- cia y esmero , y casi palabra por palabra , en las fuentes mas límpidas y seguras que pudieran apetecerse. Como lo son , en primer lugar : Zas Apuntes que , merced á la obe- diencia , nos ha dejado el mismo Siervo de Dios á cerca de los favores que recibió del Cielo en su curso mortal : luego su Vida y Milagrosas virtudes , sacadas á luz por el R. P. José Buendia coetáneo del Ven. Padre Castillo y de su mis- ma Religión ; y , por último , cuanto jurídicamente se ha extractado de los Procesos formados por orden de la Sede Apostólica para su Beatificación y Canonización , donde deponen como testigos , bajo la fe del juramento , multitud de personas notables por su posición social y santidad , que , ó alcanzaron vivo al Siervo de Dios , ó florecieron poco des- pués de su glorios% tránsito , cuando aun se conservaba fresca su memoria en los corazones de todos sus conciuda- danos. *
Por lo demás , muy dichosos nos juzgaríamos si , no ob- ' stante la impericia de nuestra mal tajada pluma, lograr pudiéramos se encendiese en nuestro privilegiado suelo una tierna y entrañable devoción ácia un Limeño tan ilustre , á fin de que por el divino tesoro de sus abundantes méritos , nos fuese dado en estos días de práctica incredulidad el imi- tarlo , si nó en las espléndidas y sobrehumana^ empresas á que dió generosamente cima su Ignaciana caridad , á lo ménos en llevar , como él , el suave yugo de los evangélicos
preceptos que á todos nos obligan ; y obtener que , con la heroica Compañía de Jesús , maestra incomparable en todo linage de ciencias y virtudes, de que es hoy glorioso miem- bro , volviesen cuanto antes al íferú , ( como ardientemente lo deseaba nuestro ilustre y apostólico Panegirista de San Ignacio de Loyol'a (1), ) aquellos felices y ya pasados tiem- pos , que tan fecundos fueron para él , asi en Sabios, como en Santos.
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(1) Véase el elocuente Panegírico de S. Ignacio de Loyola del Sr. Dr. D. José Mateo Aguilar , qne corre impreso entre \as Obras selectas del Clero Peruano, Tomo 1." pag 328.
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LIBRO PRIMERO.
De In vida que vivió el Venerable Padre Castillo
en el siglo y en la Compañi a , ánXes de dar principio á su glorioso Apostolado.
CAPÍTULO I.
Nacimiento del Ven. Padre Francisco del Castillo íj favores que recibió del Cielo en los primeros años de su Santa Vida.
tiii la opulenta Lima , Capital de la República Peruana , célebre en todo el Orbe Católico mas que por la blandura de su clima y proverbial riqueza , por haber sido cuna de su Patrona S. Rosa , del Rienaventurado Martin de Porres y de un inmenso núq^ero de varones y niugeres venerables, y florecido en su seno los Santos Toribio de Mogrovejo , Francisco Solano y el .^ato Juan Masías ; Ciudad tan fa- vorecida de la Providencia que , según el ingenioso dicho de un Pontifice , tiene trazas de dar mas Comprensores al Cielo que ha dado oro á la tierra , gobernando el Virrei- nato D. Francisco de Rorja, Principe de Esquilache , y la Arquidiócesis el I. S. Arzobispo D. Rartolomé Lobo de Guerrero , abrió los ojos á la luz del dia el 9. de Fe- brero del año del Señor de 1615. y á la de la gracia el 23. del mismo mes , para mayor gloria del Perú y de la Igle- sia , el gran Siervo de Dios Francisco del Castillo.
Fueron sus legítimos padres D. Juan Rico , natural del Portillo , Pueblo que se halla á las inmediaciones de Toledo,
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en el Reino de España, donde fu(S Familiar del S. Oficio y muy estimado por su cristiandad y nobleza , ( cuyo ilustre sobrenombre no quiso tomar el Siervo de Dios , asi por un exceso de amor á la pobreza , como por haber fallecido de éste mundo y pasado á mejor vida , cuando aun no con- taba él sino un año de edad ) ; y D. Juana Morales del Cas- tillo , nacida en S. Fé de Bogatá , Capital de la República Granadina , matrona de tan acendrada virtud y vida tan pe- nitente , que murió , como habia vivido , en gran olor de santidad. Y aunque de tan honrado Caballero y tan santa Señora como previno el Cielo para madre de un hijo tan santo , nacieran al mundo una muger y cinco varones , cua- tro de los cuales fueron Sacerdotes , de ejemplarísima vida todos ; sin embargo , si bien el último en nacer , fué , sin duda , el primero de ellos por sus heroicas virtudes , el bienaventurado Padre Francisco del Castillo , cuya prodi- giosa vida nos proponemos escribir, I^ios mediante , sin otra mira, que la de refrescar su dulce memoria en el ánimo de nuestros lectores, y encender masytmas en ellos, ( si tanto nos cabe en suerte , ) la confianza en sus abundantes mé- ritos y validísima intercesión.
Desde que estuvo en cinta D. Juana de tan envidiable Niño , sabedor el demonio y temeroso de lo que el futuro Apóstol que llevaba en el vientre había de humillarlo vi- viendo, trató de armar, luego luego, las mas negras asechan- zas á tan cara vida ; haciendo cuanto le sugirieron sus in- fernales artes, para ahogarlo antes de que viera la luz del dia y recibiese el santísimo Bautismo. Y llevado de tan ne- gro propósito , viendo una vez el Maldito que la buena de la Señora , herida de los dolores del parlo , trataba de
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abrigar por sus proprias manos , subida en una alta esca- lera , su pobre cama con un basto pabellón , acometióla de tal modo , que dió al punto con ella impetuosamente de pechos en el suelo ; estrechándola después contra el pavi- mento , con indecible encono y brio , y gran dolor y susto de la infeliz paciente , que ya creía malogrado el precioso fruto de sus entrañas. Mas no se salió el Demonio con la anhelada victoria : pues si pudo maltratar entónces tan cruelmente á la madre , fué sin la menor ofensa del hijo , <le cuya preciosa vida comenzaba ya á tomarse un especial cuidado la divina Providencia , que á tan grandes cosas lo ílaraaba en lo futuro.
Y para que todo fuera en él extraordinario , casi desde que aació crióse el Siervo de Dios , mas que á los pechos ¡de su santa Madre , á los de su anciana abu«la D. Maria Morales , natural de Sevilla , Señora de vida ejemplarisima y de muy estrecha c(|níun¡cacion con Nuestro Señor y con sus Santos. Pues sucedió que habiéndose enfermado grave- mente D- Juana al pocj tiempo de darlo á luz , y no sién- dole posible alquilarle una nodriza por la estrechez de sus haberes , la santa abuela tomó al Niño en sus brazos , y , llevándoselo consigo , llena de fé y de confianza en la Di- vina Misericordia , fervientísimaniente pidió al Padre de las gracias la sacase de congojas fecundándole los enjutos pe- chos : Quien, contra el descaecimiento natural de sus años, y renovando en cierto modo una vez mas el prodigio de Sara , la socorrió incontinenti con tan abundantes venas de licor , que sola pudo continuar criándole sin ningún incó- modo en lo sucesivo.
Mas no pararon aquí los milagros obrados por el Omni-
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polenle en la apacible 'infancia de su Siervo Francisco, cor- rida , como entre rosas y azucenas , en los brazos de do» santas , cual lo eran abuela y madre. Suspensión ponía , aun en ellas , verlo en tan tierna edad apartar , sin falta alguna, Viernes y Sábado rcsueltemente los infantiles labios del ma- terno pecho , sin admitir en tales dias una sola gota de le- che , por mas que una y otra se ingeniaran en destilarle en la boca el alimento : y no menos maravillábales que , po- niéndolo siempre por la noche en una segura cuna , lo hallasen por la mañana, sin dar muestra alguna de disgus- to , tendido, boca arriba, sobre las tablas del estrado 6 en el desnudo y frió suelo. ¡ Primeros primores de la divina gracia , y clarísimos indicios , en verdad , de las futuras mortificaciones , y de la ^blimc santidad á que era pre- destinado este Siervo de Dios !
Al salir ya de la infancia , y pisar los linderos de aquella edad , en que , siendo mas viva y clara la luz de la razón en los hombres , suelen ser también mas ciegas y espesas las tinieblas del engaño ; no fueroft en nada menores tam- poco , ni las astucias y asaltos del Averno para atemorizarlo y divertirlo del sendero de la virtud , en que entró Fran- cisco tan temprana cuanto fervorosamente ; ni los favores y gracias sobrenaturales con que el Señor , desde entonces , se complacía en conducirlo con sus proprias manos , por de- cirlo así , á la mas alta cima de la perfección cristiana.
Ocho ó nueve años tenía apenas el Siervo de Dios , cuando vió con los ojos del alma , si nó con los del cuerpo , en la misma puerta de su cuarto , un feroz y espantoso demo- nio , amulatado , aéreo y encendido , que se mordía y cnsan- gretaba con una rabia infernal el hombro y lado derecho ,
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por que no le dejaban ir adelante. Espantado por tan ter- rible visión, el novel Guerrero vuelve los ojos á otro lado, invocando con eficaz confianza el auxilio del Cielo : y ¡ oh consolación inefable ! se le manifiesta entonces el Angel de su guarda, que, á guisa de 'una hermosa , transparente y blanca nube , en defensa suya , impedia el ingreso al mons- truo infernal.
Repetidas veces también , por este mismo tiempo de su vida , se le presentaban de repente , á lo vivo , gavillas y ejércitos formidables de demonios , bajo de diversas y hor- ribles figuras , ya en la Calle , ya á las puertas de su hu- milde morada ; con tan confuso y desordenado estruendo de armas , cajas , pitos y cencerros , cual si todo el Infierno junto saliese á moverle guerra : que desde entonces se te- mía , y con razón , verse humillado mas de una vez por el joven Francisco , si le permitía cobrar alientos , y por eso no dejaba ardid aue no maquinase para deshacerse de tan tremendo y poderoso enemigo.
Y á fin de que se cfynozcan de mas adecuado modo, asi las muchas misericordias que usó el Señor con esta alma predilecta en su niñez , como las infernales tramas urdidas en vano por el Demonio á fin de perderlo, narraremos, en conclusión , tres hechos , sobre modo providenciales , que el mismo Siervo de Dios nos ha trasmitido en los ligeros Apun- tes que , merced á la obediencia , nos dejó de los favores que le hizo el Cielo durante el curso de su santa vida.
Hallándose enfermo un lio suyo , Sacerdote de intachable y santa vida , que servíale de padre , con el fin de verlo , iba á atravesar nuestro Francisco por una de las piezas mas retiradas y altas de la casa : y aun no habia hecho sino
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poner el pié en el quicio de ella , cuando se sintió solici- tado acia atrás por una fuerza superior é irresistible. Mas ¿Cual no sería su suspensión y maravilla al ver, no bien alejóse un tanto de aquel parage , desplomarse y venirse al suelo , como movidas por un solo y eléctrico resorte , todas las^ paredes de la pieza ? y ¿ cuales gracias no tributaría su al- ma tierna á la Providencia Divina por favor tan soberano^ con que quiso salvarle de verse enterrado vivo por sus in- fernales y encarnizados enemigos ?
En otra ocasión , corría Francisco á caballo inconsidera.- damente , como lo acostumbran los niños , que nunca tienea ojos para ver los riesgos en que se ponen ; cuando arran- cando el bruto con repentina violencia y empuje , y tomán- dolo del todo desprevenido , dió con él de espaldas en el suelo : alzándose de allí á poco , por un patente prodigio , ileso del crudo golpe, á pesar de que pasaron después so- bre su delicado cuerpo dos valientes ^caballos , que seguiaa á todo escape al suyo.
Finalmente , habiendo ido el Si^'*vo de Dios con ciertos compañeros de su misma edad , á ver la procesión que el dia de año nuevo salía de la Iglesia de S. Pablo con gran lujo y acompañamiento ; acabádose esta , al derribar los trabajadores uno de los arcos , que suelen alzar los natu- rales con maderos y cubrir después de flores y yerbas oloro- sas , para que pase debajo la Majestad Sacramentada , un gran mangle de los que lo componían , ( sin duda lanzada contra él por el mismo Demonio , ) cayó de golpe sobre la cabeza de Francisco , postrándolo en tierra luego luego sin sentido. Mas el Señor , que lo destinaba á tan grandes accio- nes , y que no quería con tan duras pruebas sino prepararle
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el esforzado y dócil áiiiiuu á los arduos combates y á los ilus- tres triunfos que se le aguardaban en el curso de su largo y glorioso Apostolado , tuvo cuidado de sus dias : pues, llevado incontinenti en brazos de una pia persona á su pro- pia casa , á fin de medicinarlo , apenas tuvo tiempo para recobrarse del porrazo recibido , cuando se levantó bueno y sano del lecho en que lo hablan colocado , con grande sus- pensión de todos los presentes , que no atinaban como ex- plicar tan gran prodigio.
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CAPÍTULO II.
De los piadosos ejercicios de su juventud , y de sus primeros estudios.
Sabida cosa es , que el clima blando , delicioso cielo y suaves influencias de la Ciudad de Lima enjendran , por lo común , en sus hijos tal ingenuidad de naturales y tan felices disposiciones , que en el mismo semblante de ellos léese la benévola disposición de sus ánimos , y lo capaces que st)n de aplicarse á todo noble ejercicio , y dar cumpli- da cima á cualquier empresa genepsa por ardua que pa- rezca : aventajadas partes , que reciben un extraordinario realce de la suma docilidad con que ceden , sin tardanza , á las advertencias de la razón , sin que se les vea casi nunca obstinados tercamente en sus pareceres por capricho ó vani- dad.
Pero , aunque no es de los menores beneficios de la Di- vina Misericordia el don de un genio dócil y naturalmente inclinado á la virtud , como en el mayor bien suele á veces andar escondido un gran mal , cual entre bellas flores un insecto ponzoñoso ; así mismo , índole tan privilegiada y en- vidiable suele ser peligrosísima al frisar los ardientes años
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de la (liscrocion. I'órquc oiilónccs con el calor de la sangre juvenil , favorecido grandenicnle per la confianza ciega é inexperta de afjucila edad , bullen en el alma mil afectos peligrosos , y se encienden poderosa \ fácilmente los ape- titos mas desordenados de la voluntad , que Lacen muy po- cos consigan, por entero, el raro bien , que encarece , con tanta razón, Casiodoro : ( Lib. 2. Viuia. Cap. 1.°) do tri- unfar del torrente de las pasiones en lo mas florido de los años. ¡ Rarum boiiumcst Irininphare de moribus , ct hoc con- sequi in florida cetatc\
Mas con nuestro Francisco , si anduvo amante la natu- raleza dándole por patria la privilegiada Ciudad de Lima , según á menudo lo confesaba él [)ropio , muclio mas pre- venida se mostró, sin duda , la divina gracia; pues enca- niinóle desde la niñez los pasos por las seguras y calladas sendas de ¡a virtud , con representarle vivamente en tal edad , que es cuando Ijis impresiones son mas enérgicas y duraderas en el hombre , los negros horrores de las estru- endosas vias del vicio y dfc su forzoso y terrible término , que es el Infierno. Mostrándole en una clara y pavorosa visión , patentemente , los horrores del camino que á tan funesto punto conduce , ( como léese lo hizo el Señor tam- bién con su Seráfica esposa Teresa de Jesús , ) en forma de unas gargantas lóbregas y profundas , pobladas de espanto y de tinieblas ; semejante á un callejón sin término , angos- to y obscuro , morada del miedo y del pavor , sin espe- ranza , ni luz , ni refrigerio alguno. Tanto , que el mismo Ven. Padre Francisco , al apuntar después en sus escritos los efectos que tan horrendo espectáculo produjo en su alma , y su confusión, aprietos y congoja: « Fáltanme , (escribe , )
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palabras y términos para pon(!crarlo ; mejor se siente que se dice; y no sé como se llega á sentir , pues con el sú- bito pavor se enajena el sentimiento ».
Vision que fué, sin duda, una singularísima merced del Señor para asegurarlo en lo sucesivo contra . todo género de peligros , máxime de la carne ; pues, con ponerle sin cesar ante los ojos , por medio de ella , los inefables horrores del infierno , tan saludable y espantosa vista hubo de retraerlo en tiempo y de inspirarle un santo horror , no solo del pe- cado mismo, sino aun de las peligrosas compañías de otros jóvenes de su edad , que muy bien descarriarlo pudieran insensiblemente del verdadero camino de la vida , por des- gracia , cosa sobre modo fácil en tan ligera y ocasionada edad : mientras los soberanos favores con que , por otra parte , comenzaba el Ciclo á acariciarlo , le abrían y fran- queaban de par en par , las fáciles y áureas puertas de la virtud.
Y así fué en efecto ; pues aun no contaba Francisco sino diez Abriles , y ya eran tales las (-dulcedumbres celestes que el Señor se complacía en hacerle soborear á menudo , y tan extraordinarios el sabor y consuelo que en todos los actos de piedad sentía su alma , que dábase á ellos tanto, y con- tan varonil perseverancia, que no parecía nacido sino para la Religión , y para estar en continuo comercio con Dios y con sus Santos. En modo tal , que hasta sus juveniles pasatiempos no eran otros que , hacer Capillas en su cuarto y ornar Altares , para apagar asi algo el tierno afecto eu que ardía por la Santísima Virgen y demás Santos de quie- nes era especialmente devoto ; ó esculpir con sus propias manos los dolorosísimos pasos de la gloriosa pasión de N. S.
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Jesucristo y copiar las pinturas sagradas que mas le lleva- ban la afición , y en especial las del Seráfico Padre S. Fran- cisco de Asís , que coronan el hermoso Claustro interior de su Convento en Lima , ( p^ra lo que le había dolado el Cielo de un raro ingenio y habilidad ; ) ó bien , llevado otras veces , y no pocas , de la hoguera que le ardía en el seno , y movido de aquel santo fervor que hace elocuentes las len- guas de los niños , desde un improvisado pulpito , predicar á una multitud de jóvenes de su edad , reunidos antes por él con mil ingeniosas trazas , cuanto había oído á los sa- grados oradores en las Iglesias que continuamente frecuenta- ba : ensayando asi , con no pequeño fruto , desde su niñez, el principal ministerio de su apostólica vida.
Y á impulso de la ardiente caridad en que se abrasaba su jóven pecho, con frecuencia le sucedía que , al leer ú oír la vida de algún Santo , ó al mirar las pinturas con- cernientes á la de S. Brancisco , se le encendía de repente el corazón en tiernísimos afectos , y , vertiendo dulces lágri- mas, bañábase de un goi.% inenarrable ; cual si el Señor le ofreciera entonces hacerlo también Santo , á fin de que lo amase en la tierra como el que mas , y de que lo sirviese eternamente en el Cielo con sus mas gloriosos Comprenso- res. Pero un día , sobre todos , bañóse su alma tierna de soberana alegría , hasta rebosarle el gozo en toda la figura.
Había muerto á la sazón en el Convento grande de S. Francisco de Lima , un Religioso Lego , llamado Fr Juan Gómez , de angélica inocencia y candidez de ánimo , y de muy estrecho comercio con nuestro Señor Jesucristo ; tenido en la Religión y venerado en toda la Ciudad por gran Sier- vo de Dios. Atraído á la veneración del santo Lego nu-
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moroso gentío , (anii)ion ooncurrió nuestro piadoso Francis- co ; quien , al pasar por uno de los corredores del Claus- tro el cuerpo del dichoso difunto , sintió que despedía de si una fragancia delicadísima , que encendíale y regalábale grandemente el corazón , cual si hubiese sido trasportado en ese instante á los jardines del Paraíso : experimentando muchos dias consecutivos tan sublime merced , y vehemen- tísimos deseos de plantar en su virgen alma las celestiales virtudes que merecieron á quel siervo de Dios difunto, tan esclarecida prenda de la gloria que gozaba ya en el Ciclo para siempre.
Sin embargo de esto , á los doce años de su edad fué cuando se declararon muy mas vivamente en el alma apasio- nada y ardorosa de Francisco , tan regalados sentimientos. Entonces , cuando menos lo pensaba , sentíase encendido en re[>enliuo y sacro fuego el corazón ; siendo en él tan grande el inccn lio producido por el amor fdivino , y tan vehemen- tes las ansias en que ardía por que todos reconociesen y amasen á su Sumo Bien , que h fallaba la respiración y aun el sentido , arrebatado todo él por la inefable vehe- mencia de tan ardiente y poderoso afecto. Fervores que crecían mas y mas en él cuando con ocasión de alguna fies- ta , previniendo la hora de sus esludios , iba antes á la Iglesia mayor á ganar gracias visitando aliares , en especial el de N. S. de la Antigua , y el de su Purísima Concep- ción. Aquí era propiamente donde todo el Cielo , al pa- recer , veníasele á los ojos , y descendía sobre su corazón sagrada lluvia de fuego , absorto en la contemplación de los misterios de Maria y de su dulcísimo Hijo ; y se hu- biera dicho entonces , al verlo tan enajenado de sus sentí-
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dos , que su alma lo dosainparalia para volar al trono de sus amores : tales eran las ardientes y continuas jaculatorias en que prorrumpía , y las copiosas lágrimas , que , bañíui- dole el angélico rostro , le fecundaban el alma de indeci- bles consolaciones.
Por este mismo tiempo de su vida , cursaba ya Francisco las Escuelas de la sabia y heroica Compañia de Jesús , con notable aprovechamiento en los estudios de Gramática. Y tanto llegó á encenderse entonces con la diaria comunica- ción del santo Hermano Hurtado , en el deseo de darse todo á Dios y huir del mundo , que de concierto con un condis- cípulo suyo muy virtuoso , llamado Martin Briones , se retiraron ámbos á una antigua Ermita de S. Gerónimo en el Cerro de los Amancáes , á Gn de vivir en ella como Anacoretas ; según lo hubieran conseguido , á no haber tenido luz de su retiro , después de algunos dias , sus vi- gilantes Maestros , y, asaltádolos de repente una mañana en la cueva donde estaban en oración , y traidolos oí ra vez , por fuerza , á la Ciuíind.
Vuelto de este modo Francisco á sus estudios , volvió también con él , al propio tiempo , el dechado mas perfec- to de la numerosa juventud que frecuentaba S. Pablo. Su rostro angélico , risueña compostura , aplicación , y humilde y apacible natural , eran el atractivo de todas las volunta- des ; no habiendo en todo el Colegio quien no lo amase y venerase hasta llamarlo el « Estudiante Santo » : concep- to que le granjeó principalmente su inefable modestia y honestidad , que hacían que sus jóvenes condiscípulos , por consideración á él , se compusiesen á su presencia y gober- nasen escrúpulosamente sus acciones , sin permitirse jamas ,
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por desahogo ó inadvertencia de la edad , la menor palabra ó acción que ofender pudieran los ojos ú oidos mas castos.
Asi es , que viendo en él brillar cada dia mas felices dis- posiciones para la virtud , encomendáronle sus penetrantes Maestros , y con especial empeño el de Menores , que lo era el Siervo de Dios Padre Pedro Ignacio Vero , que cuidara de la Capilla de la congregación de la Anuncíala. No siendo decible cuanto entonces se afanase Francisco por componer y adornar dicha Capilla, y particularmente el Altar de Nues- tra Señora ; pues nada podía habérsele encomendado de mas análogo á su genio é inclinaciones. Y con tan santa ocupa- ción , y con oír continuamente , ora en pláticas los Domin- gos , ( como es costumbre en los Colegios de la Compañía,) ora en conversaciones en las juntas , al dicho P. Pedro Igna- cio que , con santo celo , exhortaba á los estudiantes á una cordial devoción y ternura por la SSma Virgen , alentándo- los en tan saludable amor con los n>aravillosos y repetidos ejemplos que elocuente y ferv ososamente les referia ; encen- diósele de tal modo el corazón á n:iestro Francisco en ar- dientísimas ansias de consagrarse del todo, y para siempre, al servicio de tan liberal Señora , que ya no tuvo desde en- tonces otra ambición , ni otro pensamiento, que el hacerse miembro de la Santa Compañía que lleva orgullosa el nombre de su dulcísimo Hijo.
Pero, para prueba de los quilates de la vocación de nues- tro joven Apóstol , cuantas veces le encendía en el ánimo tan gencsosos deseos el amor divino , otras tantas se los apa- gaba su excesiva humildad ; por juzgarse sin suficiencia de letras , y caudal bastante de virtudes para solicitar lo admi- tiesen de Novicio en una Religión que veía como Templo
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de la Piedad y de la Sabiduría : no quedándole enfónces otro alivio , ni recurso , en batallas tales, que arrojarse á la pre- sencia de su poderosísima intercesora Maria SSiña , á Gn de obligarla con su abundoso llanto , sí tal era su voluntad , á que le facilitase el modo de conseguir lo que él no se atrevía á pretender.
CAPÍTULO III.
Entra el humilde Francisco en la Compañia de Jesús , pasa su Noviciado , y prosigue sus estudios preparatorios en Lima y en el Callao.
^obre modo rabioso el Averno, y al mismo tiempo ate- morizado por tal idea del angélico Escolar, (pues barruntaba ya la implacable guerra que dirigido de tan heroicos Maes- tros le había de mover en lo futuro , ) no hubo ardid que no maquinase para divertirlo de sus^ santas aspiraciones , y estorbarle el ingreso de la Compañia : ora urdiendo por de fuera mil mentiras y calumnias , oque le imposibilitasen á los ojos de los demás el logro de sus deseos ; ora ponde- rándole internamente su insuficiencia y cortedad para los sa- grados ministerios de la Compañia , que mas bien lo harían cargoso que útil á los soldados de Jesús. Pero la SSma Vir- gen , á cuya cuenta corría el amparo de su devoto Siervo , serenó cuando menos éste lo esperaba , cual iris de paz , del todo , la torm enla de dudas que contra su capacidad é in- genio levantaron ; pues , en vista de los favorables informes de sus Maestros , hizo que todos los Padres, á una , consin- tieran gozosos en admitirlo cu su seno, sin mas oposición, atentas las a>cntajadisimas partes del sujeto , y la grande
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gloria que á la Religión se recrecía con recibir entre sus hijos á un sanfo como Francisco. El cual tuvo al fin la di- cha inefable de verse admitido al Noviciado en la Capilla de Nuestra Señora de Loreto del Colegio de S. Martin , el año del Señor de 1632. á los 17. de su edad , por el Padre Diego de Torres Vasquez , que le dio el abrazo en nombre del Provincial , ausente en la visita de la Provincia : de donde partióse en seguida á la Casa de probación de S. Antonio Abad, algo retirada del concurso y calles mas frecuentadas de Lima , á fin de pasar allí los años de su Noviciado.
AI entrar el nuevo Jesuíta por las puertas de tan digna habitación de la inocencia , sintió como que se le abrían , de par en par , las de la gloria. Y tal fue su gozo al verse ya á solas en el pobre y reducido aposento que le habían preparado , que , de rodillas , y besando mil y mil veces la tierra , entre lágrimas y sollozos , se le oyó prorrumpir en estas amorosísimas expresiones : « ¡ Oh ! ¿ Cómo sabré yo agradecer este bien , oh Sumo Bien mió , oh Padre mió , ? ¿ Como podré yagaros esta dicha que gozo , igual á mis deseos , y mayor que mis merecimientos ? De vos me valgo , para con vos ; que á este beneficio vuestro, solo po- dré corresponder con vuestros beneficios. De vuestras manos lo he recibido todo ; no tengo otra recompensa , Señor , que ponerme otra vez en vuestras manos. Aquí os he venido á buscar , aunque siempre os he tenido en mi corazón ; pero quise hallaros sin las contingencias de perderos. Ya , por vos , cautivo mi entendimiento , y enajeno mi libertad ; que en vuestra Compañía no quiero mas libertad que para el mérito de amaros ». Desahogando así , con estas y otras efi- cacísimas razones , su pecho agradecido ante el Padre de las
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Misericordias , este serafín terrestre , que ya no conocía mas oficio que amar á Dios , y hacer en todo su santa voluntad.
Guiado de semejante espíritu , que siempre fué el com- pañero de todas sus acciones , , apenas acababa de ser ad- mitido el fervoroso Francisco al Noviciado , cuando ya pa- recía el mas antiguo de la Casa ; así por su piedad y exac- titud en acudir á las comunes distribuciones , que siempre le hallaban el primero ; como por la expedición y gusto con que daba cima á los ejercicios mas penosos del Noviciado , y el indecible gozo con que recibía los mas abatidos minis- terios que se le encomendasen , que , para su alma gene- rosa, en vez de una mortificación, eran un exquisito regalo. Pudiendo decirse con toda verdad , que , si de seglar era modesto , callado , humilde y pió , desde que se puso la sotana resplandeció á los ojos de sus iguales , y aun á los de sus superiores , como un héroe consumado , que no daba pasos , sino vuelos , en la práctica de r'as virtudes mas su- blimes. Siendo tales sus rigores , ayunos y penitencias , y lo que se entregó entonces á la vidftt contemplativa , que , temiendo el Maestro de novicios por sus dias , vióse preci- sado á moderarle bajo precepto de obediencia sus austeri- dades , y á medirle el tiempo de oración.
Tenía el Noviciado de la Compañia de Jesús de Lima , en lo mas retirado de la Casa , dos hermosas Huertas , plan- tadas de toda suerte de árboles frutales , y divididas en ci- métricas calles , que se terminaban en otras tantas Ermitas devotas. En una de estas , veíase representado á lo vivo al S. Novicio de Koshka á los piés de la SSiíia Virgen : y allí era , sobre todo , donde , ( mientras sus connovicios se espa- ciaban eu la Huerta , descansando un tanto de sus fatigas
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mentales , ) Francisco , inmoble el cuerpo , como de már- mol , en tierra las rodillas , fijos los ojos en el cuadro , y en suave sosiego los demás sentidos , perseveraba orando todo el tiempo que podía alejarse de ios demás , sin ser notado por ellos. Mas , cuando con el fin de no ser descu- bierto en tan regalada ocupación , y de ocultar los favores que el Cielo le prodigaba á manos llenas , ( en que ponía sumo estudio , ) dejaba mal su grado tan sabroso retiro ; el ardor de sus palabras , el bochorno del semblante , y las no muy bien enjutas lágrimas de los ojos daban , sin em- bargo , á sus compañeros segurísimos indicios de las merce- des que había alcanzado , y del incendio que queríales ocul- tar , y que á su aspecto , como por encanto , se comuni- caba á los demás ; sirviendo así , sin imaginárselo , en ma- nos de la Divina Providencia , de ejemplo y edificación á todo el Noviciado.
En este santo ten(jr de vida , sin vicisitud ninguma , per- severó nuestro Francisco los dos años que señala la Com- pañía para la probacio» de sus hijos : aunque no todos ellos fueron corridos por él entre flores y celestiales consolacio- nes. Pues , deseando sin duda el Señor fortificarle en la constancia y en la resignación á su santa voluntad , mas de una vez puso en prueba su espíritu , retirándolo enteramente su cariño y sus favores , y dejándolo sepultado en las ti- nieblas de la mas completa desolación : cuyas espinas y se- quedades se le doblaban indeciblemente al recuerdo de los suaves regalos y dulzores de que había sido ántes objeto ; lo mismo que aumenta la oscuridad y tristeza de un dia tempestuoso , la dulce memoria del alegre y despejado quo le precedió. Y cuales fueron la confusión y congoja del nue-
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vo Jesuíta , sus lágrimas y sollozos al verse apartado repen- tinamenle del Bien que poseía , y juzgaba liabcr perdido por sus culpas , sábelo solo la Virgen SSiiia á cuyos piés se arrojaba entonces , una vez y otra , con el corazón partido de dolor , instándola encarecidamente como á su madre y abogada , para que intercediera por él con su Hijo Santí- simo , á fin de que le restituyese el tesoro que temía haber malgastado locamente : hasta que Dios , nunca mas pre- sente y misericordioso con las hechuras de sus manos , que cuando al parecer se aleja mas de ellas , volvía á abrirle los raudales de sus gracias , sumerjiéndolo , mas que nunca, en el piélago sin fin de sus consolaciones.
Finalmente , después de prevenirse con extraordinarias oraciones y austeridades , llegado el dia de consagrarse á Dios con los votos religiosos , que lo fué el dos de Enero de 1835., feliz para la Compañía por el claro hijo que adop- taba , y para Francisco dichoso por la,c total entrega y sa- crificio que de sí hacía a Dios ; asistido de la Comunidad, y en manos del Superior , y delante» de Cristo Sacramenta- do , votó , con sumo gozo y consuelo de su alma , para siempre , pobreza , castidad y obediencia ; recibiendo en se- guida , y como en arras del banquete que se le apercibía en los Cielos , en el humilde santuario de su pecho, al Rey de los Cielos y la Tierra. Dejando de allí á poco , con gran sentimiento de sus connovicios, aquella santa Casa, que tanto había edificado con sus virtudes , para recomenzar sus estu- dios interrumpidos en el Colegio Máximo de S. Pablo , que era á la sazón un semillero de sabios y de santos.
Mas , corridos algunos meses, tuvo que despedirse, hasta mejor época , de tan célebre Colegio por orden de sus Su-
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pcriorcs , á fin de ir á terminar sus estudios preparatorios en el del Callao , distante solo dos leguas de la Ciudad de Lima : donde tuvo la gran dicha de merecer le enseñase Humanidades el extático Padre Juan Alloza ; « Gran maes- tro de consolaciones divinas y gran padre de espíritu , ( se- gún se expresa á su respecto uno de sus coetáneos , ) de una perfección de vida incomparable, de una penitencia cruel, de continua y no interrumpida oración, ohjecto de los fa- vores divinos mas singulares , y de tal abstracción de sen- tidos , que mas parecía Bienaventurado en el Cielo , que viador en la tierra : honrándose así mucho Lima de ser su patria , que le dió el ser ; y mas li Compañía de ser su madre , pues le dió la perfección ».
Tal era el Venerable Padre Alloza , varón de los mas sa- bios y santos que hayan honrado el suelo del Períi , como lo publican las varias obras que en latin y castellano dejó escritas para gloria de ^ios y bien de sus semejanles , y los Procesos formados en la Arquidiócesis de Lima , sobre sus heroicas virtudes ; y tal ü1 gran maestro en humanas cien- cias y divinas , que el Señor h abía deparado en sus mise- ricordias á su caro Siervo Francisco , á fin de que de sus labios bebiera la sabiduria y con su ejemplo se adiestrara en la práctica de lodo género de virtudes. Teniendo aquí orí- gen aquella seráfica correspondencia y amistad entre estos dos grandes Siervos del Señor, que lodos con envidia san- ta veían y admiraban , y que solo terminaron en el mun- do con la preciosa vida del Padre Alloza, para anudarse des pues mas estrecha y duraderamente en los brazos del Eterno.
Sin embargo , breve fué el tiempo que, con tanto provecho suyo, logró pasar en el Callao nuestro Francisco , gozando
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cie la doble enseñanza de su inmejorable Maestro ; aunque no tanto que no le dejase aprovochar abundosamente de sus insignes talentos y virtudes : pues , cuando menos lo espe- raba el santo estudiante , le ordenaron sus Superiores que volviese á Lima , á enseñar Gramática á los escolares de S. Pablo. A donde se trasladó en el acto gozosísimo , á pesar de lo mucho que semejante orden lo afligía y contrariaba , como un verdadero hijo de la obediencia , que nunca vése mas satisfecho y tranquilo , que cuando tan segura guia di- rige totalmente sus acciones y sus pasos.
CAPÍTULO IV.
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Enseña el Siervo de Dios Gramática en Lima , y hace sus- estudios de Teologia en el Colegio Máximo de S. Pablo.
Llamado el coloso Francisco á la fructuosa y delicada tarea de la enseñanza , que lo es , sin duda , muy mas todavía cuando se refiere á niños de tierna edad ; pues cuanto mas molesta y enojosa es entonces para el Maestro , es también mas fecunda y rica en felices resultados para la sociedad , por depender casi siempre de la buena ó mala dirección que se dé á los juveniles átomos , su desgracia ó su ventura : se dio á ella el novel Jesuíta con el mismo celo y aplica- ción que desplegó como estudiante , y que lo distinguieron siempre en todas sus ocupaciones.
Pues no corria un solo segundo del tiempo consagrado á las Escuelas , sin que lo aprovechase escrupulosamente en el cultivo del interesante plantel que había sido encomenda- do á su cura y vigilancia ; ora explicándoles el texto ú oyéndoles las lecciones con singular cariño y paciencia ; ora amonestando y corrigiendo , pero siempre con entraña- ble amor y mansedumbre , á aquellos a quienes no babia podido ganarse con el aliciente de su agrado , ó con los
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premios baladis que de continuo les regalaba. Y qué frutos de bendición lograse el Siervo de Dios de sus desvelos y fatigas cuotidianas en la enseñanza , lo predicaban demasiado alto á todos , la inquietud juvenil de sus discípulos trocada en asidua aplicación , la viveza en compostura , y el desahogo en modestia : tanto , que por dó quicr eran mirados con grandísima ternura ; siendo el mayor elogio que pudiera hacerse en aquel venturoso tiempo á un joven de Lima , el decirle que era , ó parecía ser de los « Castillos )> , con cuyo nombre honraba la Ciudad agradecida , á los devotos y aprovechados discípulos de Francisco.
Sin embargo de esta abundosa cosecha que , como Maestro de Gramática , hizo el Siervo de Dios en el espacio de ocho meses , tuvo que interrumpirla en lo mejor , por mandato de sus Superiores , y entrar luego al curso de Filosofía que dictaba en S. Pablo el P. Alonso de la Presa } y al cual fué , no , como tantos otros , llevado del solo deseo de llegar á ser sabio por medio del estudio de las sagradas le- tras , sino con la exclusiva y sant^ intención de hacerse en la tierra un idóneo ministro de la gloria del Señor. Mas , desgraciadamente , por entonces hallábase Francisco sin el aliento que deseara , á fin de consagrarse con ahinco á tan espinoso estudio ; porque sus austcrísimas penitencias , el ejercicio continuo de oración en que vivía , y el empeño infatigable de rccojer escrupulosamente sus sentidos , amen de que por su corto ingenio no había de salir bien con tan sublimes estudios , le descompusieron y descuadernaron de tal suerte la cabeza , que , sin agudos dolores é ímprobas fatigas , no podía poner en nada fijamente la atención. De donde le vino al ánimo , para colmo de males , un gran
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desconsuelo y amargura al juzgarse ya inútil para los em- pleos tan delicados de la Compañía , por atribuir á falta de capacidad , lo que era efecto exclusivo de sus muchas aus- teridades y de la delicadeza de su constitución.
Pero la verdad es , que el Dispensador de todos los do- nes no quería sin duda que su Siervo descollara notable- mente en la ciencias que por humanos medios se consiguen, sino que mas bien se elevase á un grado sublime en la ciencia de los Sanios : y por eso negábale , al parecer, su ayuda y protección , y lo dejaba sufrir todo el peso de los crudos combates que le movían su humildad y sus temores, hasta privarlo de sueño y de reposo , y de todo alivio , si nó era, { como el mismo Venerable Padre nos lo dice, ) el de volver , anegados en lágrimas , los ojos á la Madre de los afligidos , pidiéndole le obtuviera de Dios fortaleza y gra- cia , y una grande resignación y conformidad con su divino querer. ^
Mas no tardó el Padre de las Misericordias , sin duda á ruegos de tan poderosa abogada como María , en recom- pensar abundantemente tanta paciencia y humildad. Pues es- tando en uno de estos días turbulentos y sin luz , recojido su Siervo Francisco en sumisa y fervorosa oración , sintió en una visión imaginaria , ( que , según lo enseña la será- fica Doctora , es mas cierta y clara que la corporal , ) que haciéndosele presente el Señor , lo atraía á sí con una vir- tud tan poderosa y eficaz , que , sin saber el modo , se halló de repente en los brazos de N. S. Jesucristo , que lo re- galaba con el divino licor de su Sacratísimo Costado : har- tándose en aquella bendita llaga , abierta por el amor divino cual fuente de sus infinitas misericordias con el hombre , de
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esa Altísima Sabiduría que vione solo de Dios , y que no consiguen las áridas lucubraciones de la inteligencia , sino la vivificante y humilde sinceridad del amor. Admirable y deliciosa visión de que gozó muchas veces el V. Padre, se- gún él mismo lo refiere , con grandes aprietos y ardores de su corazón , y provecho y recojimiento de su alma ; y cu- yos divinos , saludables efectos aumentaban prodigiosamente de eficacia , á medida que eran mayores sus trabajos , tris- tezas y desconsuelos.
Y con tan soberanos alientos , pudo ya Francisco , no solo emprender , sino continuar en lo futuro sus tareas esco- lares ; y , no obstante sus dolencias , conducir á feliz tér- mino sus estudios filosóficos : pero recorriendo siempre y re- pasando en la memoria, como prudente operario de la viña del Señor , los ministerios tan múltiplos como santos de la Compañia , á fin de descubrir en cual de ellos era mas agra- dable al Altisinio que se ocupase, (¡on cuyas miras no ce- saba jamas de pedirle humildemente en todas sus oraciones, diéraselo á conocer su paternal Misericordia : hasta que un dia , habiéndose encerrado el Siervo de Dios en lo mas ín- timo de su alma , después de recibir en su humilde morada á su Redentor Sacramentado , á fin de tributarle las mas fervorosas gracias de que era capaz su ternura y gratitud , por el insigne beneficio que hacíale visitándolo en su miseria ; oyó una voz regalada y sobrenatural que , interiormente , de un modo claro é imperioso , le decía :« Yo quiero que me sirvas en el Ministerio de los Morenos ». Favor que al instante comunicó Francisco gozoso á su Prelado , ofre- ciéndose desde luego , si así lo juzgaba oportuno , á dar raa-
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nos en seguida al ejercicio de tan alio ruanto huiniide mi- nislcrio.
Pero, pareciendo mucho mas con venicnlc á juicio de sus Superiores que , antes de ^entrar en la vida activa , acabase sus diniidiados estudios , reservaron para mejor sa- zón y tiempo el permitirle que realizara tan bien nacidos propósitos. Por lo que , terminado que hubo felizmente sus años de filósofo , pasó Francisco , con la respectiva venia de sus Maestros , á oir , en el mismo Colegio , las leccio- nes de sagrada Teología ; en que le cupo la buena suerte de tener, entre otros sabios varones , por maestro a su pa- dre de espíritu el ven. P. Leonardo de Peñafiel , tan aplau- dido en toda América por su extraordinario ingenio y saber , como venerado por su sublime santidad. Así la Providencia , siempre admirable en las sendas por que encamina á sus Santos , con amante solicitud , prevenía á su Siervo Castillo á cada nuevo paso qi^ daba en su carrera , quien le ins- truyese y adelantase no solo en los secretos mas raros de las ciencias , sino también , juntamente , en los mas subli- mes y saludables del espíritu.
Y á tan santo y sabio maestro debió nuestro Francisco no solo una gran parte de cuanto supo de la altísima ciencia de Dios , sino lo que es mas todavía el sosiego y paz de su alma. Pues el Demonio que , á toda costa , trataba obstina- damente de cruzar las santas y apostólicas miras del Siervo de Dios , se desencadenó en perseguirlo por estos tiempos con suscitarle los mas molestos y penosos escrúpulos ; que fue- ron tantos , y tales , que lo tenían consumido y fuera de sí , no dtijándole siquiera donde asentar un paso sin recelo, y asi como el requerir una llaga , con frecuencia lejos de
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remediarla encónala , asi con la repetida confesión y con todos los demás medios que ponía en obra entonces el hu- milde Jesuila para librarse de tan petulantes y encarnizados enemigos , en vez de mejorarse , no lograba sino agravar mas sus crecientes achaques, desconflanzas y temores. Mas de tan recia fortuna vióse libre , como por encanto , según él mismo Siervo de Dios lo conGcsa agradecido en sus Apun- tes , merced á la obediencia solicita que prestó á los pru- dentes consejos que dicho P. Leonardo dióle por escri- to para su gobierno y tranquilidad : que fueron tan del agrado de Dios , que se veía patentemente reprendido por 61 , siempre que en la mas pequeña cosa los contrariaba. Como si con ello quisiera darle á conocer N. Señor cuan cara le era en sus Santos una virtud de que tantos ejem- plos nos legó en el mundo , hasta morir en un oprobioso madero , á fm de que se hiciese la voluntad de su Padre Celestial y no la suya.
Asi , entre otras , una vez que veló hasta las doce sin licencia de su santo Director, parecióle al afligido Francis- co ver, á lo vivo, delante de si , con grandes temores y pre- suras del corazón , á un gallardo mancebo , muy grave y majestuoso , que ordenaba al Demonio lo ciñese por la mi- tad del cuerpo con un cinto de hierro , sembrado todo de agudísimas púas de acero : el cual solo cambió de semblan- te , é hizo suspender la ejecución de tan tremendo castigo, cuando viólo enteramente arrepentido y humillado por la mencionada ligereza.
Y aun non había Francisco terminado sus estudios teoló- gicos , cuando entre las personas de mas celo y satisfacción que por entónces nombró la compañía para que asistiesen á
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la juventud del Real Colegio de S. Martin ,"que le estaba encomendado , y donde formábanse , en aquel venturoso tiempo , en virlud y saber las primeras personas de la Re- pública , fué una de ellas el ^icrvo de Dios , de cuya san- tidad y aptitudes tenían todos la mas grande y bien mere- cida opinión. Y no es decible que golpe tan fiero fuese para su excesiva modestia , el que lo conceptuasen digno de di- rigir á otros , cuando se juzgaba insuficiente aun para cui- dar de sí propio ; ni todo lo que medrara aquel famoso Colegio , en pocos meses , con su trato y con su ejemplo. Pues tal era la opinión de Santidad que gozaba entre to- dos aquellos jóvenes , que , imaginándoselo de continuo en estrecho comercio con Dios , y por lo mismo sabedor de sus mas ocultos pensamientos , nada omitieron por labrar enton- ces su completa reforma , á fin de no verse culpados á los ojos del (c Santo » , como entre ellos lo apellidaban.
Mas el Demonio á fiji de no dejarlo un instante tranquilo, y de estorbar en cuanto pudiese el bien que diariamente hacía á aquellas tiernas almas , suscitóle de nuevo , y tal vez con mayor furia que ántes , una horrible tormenta de desalien- tos , dudas y temores á que dió por desgracia oidos su hu- mildad , pareciéudole cosa imposible el servir de algo á la Compañía de Jesús por la escasez de sus recursos : lo cual le hizo caer en una tristeza y amargura tales , que , ro- yéndole la paz del alma , le encendían en lo mas íntimo una hoguera abrasadora , que lo devoraba á fuego lento y sin descanso. Pero habiendo entrado por su buena suerte un dia , cuando mas triste y afligido se hallaba su espíritu, en la interior Capilla de dicho Colegio , dedicada á la Vir- gen de Loreto , á fin de pedir á tan Soberana Señora , ane-
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gado en llanto , y con toda la confianza de su amor y el aprieto de su congoja , que lo amparase en el grande aban- dono en que se veía , y que lo mirara con ojos ^e mise- ricordia , sintió como que le^flaqueaban las fuerzas dulce- mente ; y , quedándose como dormido , vió , ¡ oh dulzura inefable ! con los ojos del entendimiento y con toda clari- dad y certeza , acercársele la SSma Virgen con el Niño Dios en los brazos , que , vuelto á él , y mirándolo tierna- mente , le dijo : « Bien bas peleado , Francisco » ; á lo cual añadió á su vez la Madre dulcísima , con risueño semblante y ojos de cariño : « En lo que mas agradarás á mi Hijo , es en conformarte en todo y per todo con su Santísima voluntad ». Celeste favor , que hizo se recobrara entónccs el Siervo de Dios á los alientos lleno de sobrenatural resignación y ale- gría , y maravillosamente fortalecido para batallar de nue- vo , y con mas ánimo que nunca , á fin de conseguir á fuerza de sudores y fatigas , aquel ^oerdurable y rico pre- mio , que no será de los tibios y perezosos , sino tan solo de los valientes y esforzados.
CAPÍTULO V.
Ordénase el Ven. Jesuíta de Sacerdote , pasa á vivir al Callao , y , en lugar de ir á la conversión de infieles , sale para Valdivia en la Armada del Virey.
Aunque eran tan abundantes y escojidos , como queda ex- puesto , los frutos de bendición que , á pesar de sus con- tinuas dolencias , temores y desconsuelos , cosechaba el Sier- vo de Dios en el precioso huerto del célebre Colegio de S. Martin , adelantando»en todo linage de virtudes á aquella juventud estudiosa , con el heroico ejemplo de su vida an- gelical ; siendo sus Superiores de parecer que ya no debían enfrenar por mas tiempo las vehementísimas ansias que , una y otra vez , les había manifestado Francisco de consagrarse del lodo á los activos ministerios de su Religión , con daño quizas de innumerables almas , como con su palabra y obras encaminaría en breve á la celestial Jerusalen : mandáronle , finalmente , que interrumpiera sus estudios en el segundo año de Teología , y se preparase á recibir sin mas demora las Ordenes sagradas. Las cuales , después de haberse aper- cibido con grandes austeridades y rigores , á fin de recibir- las dignamente , ( y no sin fuertes luchas con su vidriosí- sima humildad , ) le fueron conferidas , en dos meses cou-
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seculivos , por el IIliTio. Sor. Dr. D. Potro de Villa Gome/, Arzobispo de Lima, el año de la Redención de 1642.; pa- sando de allí á poco el nuevo Sacerdote al Colegio del Ca- llao , que le señaló la obedienria para que se perfeccionase en la Moral , á que tanto se inclinaba , y leyese , al pro- pio tiempo , Gramática íi los estudiantes seglares de aquel rico Puerto.
Mas , con cambiar de morada , no por eso dejaron de se- guirlo las tentaciones , temores , arideces y angustias que tanto y tan terriblemente lo atribulaban , y que eran , por decirlo asi, el crisol en que el Artífice Supremo dignóse pu- riGcar los quilates de la santidad del humilde Jesuíta : pues tal vez crecieron , por el contrario ; ya con el roedor gu- sano de su timidez y desconfianza , que , si le concedía al- guna tregua , era como para volver después con mas brio á atormentarlo ; ya con los repetidos y tremebundos asaltos de los Demonios , que , interrumpiéncKjIe de noche el breve alivio del sueño , procuraron una vez y otra arrebatarle el tesoro de su virginal pureza , con las mas feas representa- ciones que pueden concebirse , ó finalmente la vida , aho- gándole la respiración.
Tenía este Colegio del Callao un vasto corredor que caía al mar , del cual se enseñoreaba un espléndido horizonte y la salida y entrada de todos los bajeles ; gozándose la no- che , al propio tiempo que de las brisas mas blandas y sa- ludables , de un cielo límpido y tachonado de clarísimas es- trellas , que hacia mas encantador aquel ruido majestuoso y arrobante que acompaña al continuo quebrarse de las al- teradas olas en la orilla , que rccoje pederosamente los sen- tidos , y como que convida al hombre á dejar la tierra y
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levantarse á la plácida contemplación de la cosas superiores, y allí era donde el angustiado Francisco , huyendo de la aflicción de su melancólica morada , iba á buscar cuotidia- namente en la quietud encantadora de la noche, remedio á las inquietudes y amarguras de su atribulado espíritu ; y donde permanecía sumerjido en dulce y extática contempla- ción no pocas horas , encendiéndose á la vista de tan subli- me espectáculo , en ardienlísimos deseos de romper de una vez los lazos que lo alaban á la tierra , y volar , por fin, á la patria de los bienaventurados ; que le hacían repetir no pocas veces , entre lágrimas y sollozos, aquella seráfica ex- clamación de su Patriarca S. Ignacio : ¡ (ih cuan sucio es el suelo — Cuando fijo los ojos en el cielo ! ¡ Heu , quam sordet térra , dum coelum aspicio ! ¡ Así pasaba entre amo- sas ansias y suspiros este Serafin terreno , casi todo el tiempo de su cortísimo descanso ; y así acostumbraba dar treguas á sus fatigosas tareas^ ejercicios del dia y disponerse á la Oración de la mañana !
También ene ontró el fervoroso P. Francisco en Puerto tan concurrido y negociante , como desahogar algo sus Apos- tólicos deseos ; mientras sonaba la hora de que , con mas veras , se entregase al sublime ministerio de la salvación de las almas , y en especial de los Morenos , según el Cielo habíaselo advertido. Porque abundando dicho Puerto de gran número de negros que , ó servían en los bajeles , ó gana- ban su jornal cargando ó descargando géneros en la playa, y sabiendo el Ven. Padre que estos infelices se desquitaban , sin pensar en lo que hacían , del trabajo de la semana con la libertad y holgura del Domingo , juntándose en sus ran- cherías á pasar las tardes en danzas y bailes poco honestos,
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según el uso de sus tierras : allí los iba á buscar su ardiente celo de Apóstol , con una Cruz en la mano , á ün de ha- cerles suspender al punto las danzas y los cantares , rezar con ellos las oraciones , y ex|DlicarIes la Doctrina Cristiana en los términos mas usuales y adecuados á sus rudas inte- ligencias. Lo que hacía incansabh; el Siervo de Dios de uno en otro corrillo , persuadiendo á todos aquellos infelices , con la caridad de un Clávcr , á vivir en adelante en el te- mor santo de Dios y miedo del Infierno y del pecado. Y otras veces , no hallando en la playa bastante pasto á su celo , embarcábase en la primera canoa que encontraba , é iba á consolar é instruir , del propio modo , á la gente fa- cinerosa de Galera , y á los forzados , tal vez peores , que cortaban piedras en la Isla para las Obras del Gobierno : todos los cuales hallaban siempre en las caritativas pláticas del S. Padre Castillo , un poderoso freno á la temeridad , y , al mismo tiempo , un dulce constelo en sus fatigas.
Estando en dicho Colegio el Siervo de Dios , y mientras daba cima á las tareas que hemos indicado , dióle á enten- der el Señor , con varios signos prodigiosos , que sería mi- sionero y mártir : tales fueron , entre otros , ver brillar distintamente en su mano una cabeza cortada y sangrienta, y el figurarse un dia en la oración , que se hallaba en una pequeña Inglesia , sita á orillas de un rio , trabajando ar- dorosamente , con otros de su Orden , en la conversión y salud de las almas. Y aunque no era la voluntad del Cielo que fuese mártir Francisco derramando su sangre por la fé, ni misionero convirtiendo infieles en las montañas , como llevado por su anhelo de conseguir la palma del martirio se lo imaginaba él entonces ; sino que fuese mártir con los
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deseos y con todo liiiage de persecuciones , y misionero en la enseñanza y cdiGcacion de la Ciudad de Lima , según e! tiempo lo averó después ; fueron tan ardientes sus ansias de ir á las mas temibles misiones y de dar allí la vida en defensa y confesión de nuestra Santa Fe , y tanto lo que rogó a sus Prelados para que lo enviasen á predicar el Evangelio á los infieles , que al fin lo obtuvo. Destinándo- sele , con tal objeto , la Provincia de S. Cruz de la Sierra, que era la mas retirada é indómita de todo el Vireinato.
No pensando ya el Siervo de Dios desde este instante venturoso , que colmaba asi los deseos mas vehementes de su corazón , que en apercibirse á la ardua empresa como un verdadero Apóstol , que no busca en todo sino la gloria del Altisinio , con aprender de antemano la lengua de aque- llos indios , y proveerse de las armas espirituales necesarias para salir vencedor en su heroica demanda , bajo los san- ios auspicios del apostólico P. Antonio Ruiz de Montoya de su misma Religión , que tantos millones de infieles re- dujo al Reino de Cristo en las misiones del Paraguay j y con quien trabó desde entónces una amistad y comercio per- durables , en que se abrasaban mutuamente tan grandes siervos del Señor , á guisa de dos carbones encendidos , trasmitiéndose el uno al otro , con gran ganancia de entram- bos , el divino fuego que ardía dentro de sus seráficos co- razones.
Mas cuando ya tenía todo apercibido el V. P. Castillo para emprender su jornada , y cuando mayor era su albo- rozo por habérsele dado órden de partir en compañía de su tan querido compatriota el P. Montoya , hé aquí que , lle- gando á Lima en 1844. la triste nueva de la toma de Val-
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divia por el Corsario Holandés , ( á petición del Exmo. Mar- ques de Moncera , Virey á la sazón del Perú , el cual tenía gran fé en el valimiento del P. Castillo , y esperaba con su asistencia y oraciones atraer la^proteccion del Cielo sobre su hijo , en la riesgosa empresa de recuperar aquel importante Puerto , ) mandóle la obediencia deshacer por entonces su próximo viage á Santa Cruz , é ir á ofrecerse incontinenti al Virey , á fín de que dispusiera de su persona como mejor le pareciese en su servicio y el del Vireinato. Lo que hizo el Siervo de Dios , sin demora , y con la resignación y gozo espiritual de quien sabía demasiado ganaba mas para el Cielo con hacer en todo , y por todo , la voluntad ajena , que con seguir los impulsos casi siempre lisonjeros de la pro- pia.
Y con cuanta razón solicitase el prudente Virey la asis- tencia del Ven. P. Castillo , conocióse , de un modo evi- dente , desde la segunda noche que ^^arpó la real armada del Puerto del Callao. Pues habiendo cojido el 1.° de Enero de 1645. una de las naos que la componían, á consecuen- cia de la negra obscuridad que reinaba entónces en el mar, el barlovento á la Capitana , ésta , como gran velera , en menos de un cuarto de hora , no solo dióle alcance, sino que se estrelló contra ella metiéndole por los árboles el bau- prés , sin que pudiesen unos y otros evitar tamaño riesgo, ni , lo que era peor , salir de él después de conocido ; por que los vientos de que eran ambas juguete , soplando con no usada furia , las arrebataban á una cierta perdición. Grande fué entónces la vocería que alzaron los de la nave acometida ; y viéndose casi perdidos sus navegantes , y que eran impotentes todos los humanos remedios para salir de
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tal aprieto , clamaron , Henos de fé , al Siervo de Dios , á fin de que con sus oraciones los sacase con bien de tan terrible riesgo. Y no fué vana su esperanza ; pues al solo invocar Francisco y hacer que todos invocaran el socorro de la Estrella de los mares María , obtuvo ¡ oh prodigio ! que calmase repentinamente el furor del viento , de modo que pudieron desarbolar sin riesgo alguno la nao que pe- ligraba , y retirarse mar adentro sin el menor peligro.
Mas á fin de que los frutos de tan soberano favor no se perdiesen para las almas y produjeran duraderos resultados, á los pocos dias de conseguido , y de navegar ja con toda felicidad , publicó el Apostólico Padre el Jubileo que se gana en las misiones de la Compañía de Jesús. Lo cual hecho , convirtióse desde aquel mismo instante el bajel en que na- vegaba el Siervo di Dios , cuyo celo no dormía nunca , en una devota Casa de ejercicios ; según el número y regula- ridad de las piadosas distribuciones de que era el alma , y á que acudían , desdé* el General para abajo , todos, con ejemplar esactitud y devoción , y sumo provecho de sus al- mas : pues no hubo casi uno que , con grande consuelo y alegría del santo P. Castillo , no ganase santamente las gra- cias publicadas.
Por lo demás , ocupados de un modo tan ejemplar du- rante la travesía el Ven. Padre y sus piadosos compañeros de navegación , en Febrero de 1645. se halló casi de re- pente toda la armada á vista del deseado Puerto de Valdi- via ; en cuyas aguas recibieron , al poco tiempo , de tierra, la fausta y no esperada noticia de cómo el Corsario Holan- dés había desamparado precipitadamente aquella Plaza , te- meroso de quo lo echasen de ella por la fuerza. Oído lo
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cual , el Gefe español , después de reparar y fortalecer de un modo respetable tan importante sitio , pudo , vencedor sin combatir , tomar muy en breve , y con toda seguridad, la vuelta del Callao : donde , después da haber satisfecho lodos en el viage el precepto 'Pascual , fondearon felizmente el seis de Majo del mismo año. No habiendo quien no atri- buyera el éxcito tan favorable y casi milagroso de la expe- dición , á un favor especialisimo de la Divina Providencia, que quiso manifestarles asi cuan caros le eran el celo y oraciones de su fiel Siervo Castillo ; que , cual Rafael á To- bías , los llevó con toda salud del Callao á Valdivia , y trajo del último punto al primero , de un modo tan portentoso é increíble.
CAPÍTULO VI
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Enseña nuevamente Gramática en Lima el Ven. Padre Castillo , y especiales mercedes que recibe entonces del Cielo.
Apenas vióse de regreso en Lima este infatigable o[)crario de la viña del Señor , sin pérdida de tiempo , ( pues nunca conscntiala su ardiente y apostólica caridad, ) pidió al P. Pro- vincial , quien le había empeñado palabra de que en volvien- do de Valdivia lo dijaria partir á la conversión de los In- dios Chiraguanas de Santa Cruz de la Sierra , que colmase al fin sus deseos con dar cumplimiento á la mencionada promesa. Pero ni aun entónces pudo conseguirlo el Siervo de Dios , porque la misión que solicitaba , había sido ya deshecha ; por cuanto en nueve años de continuos trabajos y sufrimientos , no habían podido los Padres mas fervoro- sos reducir á la fé de Cristo á los Indios de aquella Pro- vincia, respecto de la cual se mostraban , al contrario, cada dia mas traidores y rebeldes.
Por lo cual , habiéndosele frustrado esta vez mas al fu- turo Apóstol de Lima las esperanzas de sellar con su san- gre el Evangelio de su divino Maestro , pareció oportuno á sus Superiores , en cuya voluntad veía siempre el Ven.
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Padre la voluntad de Dios , que , mientras se proporcionara nuevo campo á su celo , fuese á tener su tercera proba- ción en el Colegio del Callao , que , en dos veces anterio- res , había sanlilicado son su ^presencia y edificado con su ejemplo y sus virtudes. Y , una vez en él , de nuevo en- tregóse el santo Jesuíta, con indecible ardor, á todos los ejer- cicios del espíritu ; vacando sin estorbo alguno á la conti- nua oración , y á la penitencia y mortificación de sentidos mas rigurosas : basta que, cuando lo creyeron conveniente sus Superiores , lo sacaron de la santa paz y tranquilidad en que allí vivía , á fin de que tornase á Lima á léer nue- vamente Gramática en el Colegio de S. Pablo 3 donde ha-» bía hecho ya cosecha tan abundosa y grata á los ojos del Señor, y dejado un nombre tan querido como venerado no solo de sus discípulos y colegas , sino ta mbien de todos sus compatriotas.
Mas , por este tiempo , el Demoni^ , que no perdía ja-- mas una sola coyuntura de maquinar la ruina de nuestro futuro Apóstol , suscitóle de nuevo , juntamente , y con ma- yor furia que nunca en el ánimo , todas las tempestades y amarguras que tanto lo habían perseguido en lo pasado . Las cuales lo sumergieron en esta vez , como de golpe, en un occcano de congojas , arideces y tentaciones ,sin fondo y sin abrigo ; en el que bien habría podido exclamar el afli- jido Jesuíta con su angustiado Maestro : « Señor , traspasa de mí este cáliz , » Paler , si vts , íransfer calicem istum ame;) Luc. C. 22. v. 42.) según eran entónces de crue- les el desconsuelo, la aflicción y las sequedades de su alma.
Pero , como el Señor del Universo tiene siempre prontas en sus misericordiosas manos , que hieren para sanar , no
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sólo cercos de espinas que afligen v alormenún , sino (am- bicn coronas de rosas que rej¿;alaii y galardonan ; cuando mas perdido se veía el Siervo de Dios en noclie tan obscura y tempestuosa , ai udien lo u«a ocasión , después de la quiete del medio dia á l.i Iglesia , al rezo ea coaiun de las leta- nías de los Santos , al pasar por la puerta de la Sacristía, oyó ¡ oh inefable consuelo ! una voz clara y distinta que , una y otra vez , le dijo : <c yo te ilustraré » ; la cual, re- galándole el oido con no usada suavidad y dulzura , y pcne- trándole hasta lo mas intimo del alma , le desterró de ella , cual por arte májica , todas las aflicciones y desconsuelos que acibaraban su atribulada existencia ; como el claro sol disipa , con solo mostrarse , las mas foscas nieblas del fir- mamento. Quedando desde aquel mismo punto el Siervo de Dios largamente enriquecido con una esperanza y seguridad inefables en tan divina promesa , que el Señor , siempre mucho mas liberal e;t cumplir que en promiUer , satisfizo en lo futuro , no solo ilustrándolo en tantas y tan maravi- llosas obras como ejecutó su celo , sino taml)ien en la grande veneración en que lo tuvo siempre la Ciudad de Lima y el Perú entero , y en que , según esperamos , lo tendrá la Igle- sia toda , cuando se digne acordarle culto en sus altares.
Y no hallando el generoso pecho del Ven. Padre como corresponder á tan divina merced , cual la que acababa de recibir del Dios de las Misericordias en medio de sus ma- yores angustias y congojas , pues la asistencia repetida á la lectura de Gramática le ataba , por decirlo asi , los pies para darse enteramente , según anhelábalo , á la cura de las almas \ confundíase y anonadábase ante el Señor , noche y dia , excusándose con su deficiencia y pequeñez de no
poderle retribuir lo mucho de (|ue era deudor á su inlluita liberalidad : cuando , de pucrlaá adentro , halló muy pronto con que apagar de algún modo , en su propria casa , la gratitud y caridad en que rcbo¿:aba su corazón ; y en el servicio de los Morenos , al cual se sentía especialmente llamado par el Padre de todas las lumbres.
Había en ese entonces en el Colegio de S. Pablo un nú- mero considerable de esclavos que , ó trabajaban en las oG- cinas de la casa , ó habiendo venido enfermos de las here- dades medicinábanse allí en una enfermeria particular : y á unos y á otros se propuso ser útil el celoso P. Francisco, tomando a su cuenta sus almas y sus cuerpos. Con tal in- tento , congregaba á los sanos y hacíales exhortaciones fre- cuentes y adaptadas á su ruda capacidad , á fin de que hu- yeran á toda costa del pecado , y si por desgracia habían caido en sus temibles redes , no dejasen para otro dia el salir de situación tan peligrosa : y , f^on el proprio , cui- daba también de los enfermos con especial cariño , hecho enfermero y padre de cada uno ; sin que la hediondez del sitio , ó los espectáculos desagradables y asquerosos que ofre- cíanselc constantemente á los ojos, fueran parte jamas á re- traerlo de visitarlos varias veces al dia , y de servirles con sus propias manos en todo lo que necesitaban.
Cuando amenazaba riesgo de muerte á uno de estos in- felices , creciendo en celo , al punto multiplicaba el Siervo de Dios sus visitas y atenciones ácia él ; y al prevenirlo con la terrible noticia de su próxima partida de este mun- do , lo alentaba de tal modo á confiar en la sobrepujante 3Iisericordia del Señor , que puede decirse que , hecho un hombre nuevo , no veía ya la hora de morir y de que se
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cumpliera en él su santísima voluntad. Confesábalo , luego luego , con muestras de gran ternura ; fortalecíalo él mis- mo con el Santísimo Viático y Extrema-Unción para el último combate ; y , mientras le era posible , no se despren- día de su cabecera , guardándole el sueño mientras estaba dormido , y , sí despierto , haciéndole prorrumpir con las ardientes jaculatorias que le repetía , en dulcísimos actos de amor y de arrepentimiento , hasta encomendarle finalmente el alma en las manos de su Creador. Santa ocupación á que consagraba , de continuo , el caritativo Jesuíta una gran parte del día y las noches de claro en claro ; teniendo por todo sueño y único descanso de las arduas tareas de la enseñan- za , el cuidado y asistencia incesante de sus queridos Mo- renos.
No escaseándole el Cielo al Ven. Padre en recompensa de tanta abnegación y bien de aquellos infelices , sus mas sublimes mercedes ; ¿)ues era fama constante en toda Lima que muchísimos sanaron exclusivamente por sus oraciones, mas eficaces que los mas eficaces remedios. Y á fin de no fatigar al lector con la enumeración prolija , y quizas ex- temporánea , de mil y mil hechos que comprueban semejante aserto , mencionaremos aquí uno solo ; pero que por sí basta para probar hasta la evidencia , lo agradables que fueron á los ojos del Altísimo las pias tareas y oraciones del Apostó- lico Padre Francisco en pró de sus menesterosos Morenos.
Trajeron una vez al Colegio de S. Pablo, mientras aten- día el Siervo de Dios á sus lecciones , un Negro de mucho peligro : y no habiendo servido de nada para llamarlo á la vida todos los remedios que sin pérdida de tiempo le apli- caron los enfermeros , avisaron el caso al Ven. Padre, tan
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lue;j¡o como fuélos posiMe hablar con él. Y no obsíantc de acudir con gran prisa cntónces en ayuda del moribundo , cuando se llegó á él , encontrólo ya sin habla, y tan mortal que batallaba visiblemente con las últimas agonias de la njuerte.
Al ver al infeliz en tan terrible estado , vecino á entregar el ánima á Dios sin haber podido siquiera confesarse , par- liósele el corazón de dolor al Ven. Jesuita ; y , retirándose á parte , se puso de rodillas á pedir al Omnipotente la sa- lud del alma de aquel mísero , tomando por intercesor á su gran devoto el Patriarca S. José. Y aun no había pasado media hora desde que reliróse á orar por él el Siervo de Dios, cuando , por un milagro visible , el enfermo que estaba ja fuera de sentido y casi muerto , volvió como repentina- mente en si , pidiendo á gritos « Confesión ». A tal voz , lleno de gozo y de ternura acude sin demora el caritativo Padre á su cama , lo confiesa despacio^, le hace luego luego recibir el Smo. Viático entre actos fervorosos de contrición, y j oh prodigio inefable ! en sus amorosos brazos pierde , incontinenti , otra vez el habla , para no recobrarla ya mas : pero dejando á todos los presentes con un gran consuelo , y mayor veneración que nunca acia el santo Padre Castillo, cuyo valimiento acababan de experimentar de un modo tan palmario y milagroso.
Entónces también , como una gracia no ménos especial, el Altísimo , que había escojido en sus misericordias á este gran Siervo suyo para celador de su gloria y predicador de su Evangelio, iluminólo, como al Apóstol de los Gentiles en aquel lienzo misterioso que vió descender del Cielo , según se narra en los Hechos do los Apóstoles , ( Cap. II. v. 11.)
poniéndole anle los ojos del espíritu en varias visiones inte- lectuales , tan claras como ciertas , la deformidad del pe- cado mortal , las horribles congojas del pecador agonizante, y el tormento y agonias indecibles que siente en el alma al caer , para siempre , en la* garras del Demonio ; de una manera tan patente y pavorosa , que el mismo Siervo de Dios dice « que no halla términos , ni palabras para en- carecer y signiGcar el temor , la angustia , congojas y pre- suras de corazón , que sintió su alma cuando tuvo tan ter- ribles visiones «. A las cuales , sin duda alguna , debió nues- tro Francisco aquel santo horror con que huía siempre de toda sombra de pecado , su lástima , no menos grande , acia los pecadores , y su ardiente deseo de socorrerlos y resca- tarlos de tan triste servidumbre : asi como la viveza y efi- cacia de razones , y la elocuencia prepotente y sobrehumana con que pintaba después en el pulpito , cuando mereció el nombre de Apóstol d^' Lima , lo miserable é infeliz que es el pecador en esta vida y en la otra ; causando tan extraor- dinario pavor y estremecimiento en su auditorio, que no hubo casi uno que le oyera , que no partiese dispuesto á sacrificar todo en lo futuro, dineros , honra y vida , antes que ha- llarse en tan deplorable y peligroso estado.
Mas , puesto que tantos y tan señalados favores del Cielo, y tan santo tenor de vida como hemos hecho por narrar hasta aquí, parezcan no ser ya susceptibles de crecimiento alguno j sin embargo, por los sublimes Ministerios que ejer- citó después el Ven. P. Francisco durante su glorioso Apos- tolado , ( que son el mejor libro que pueda escribirse de su vida , ) y por las maravillosas mercedes que el Omni- potente , á manos llenas , le hizo entónces , se verá en lo
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sucesivo , con edificación y maravilla , á pesar de la 1¡- bieza de nuestro decir , que, cuanto hemos apuntado has- ta ahora sobre tan ilustre Limeño , no es mas que un pálido anuncio de lo que llegaría á ser en lo futuro ; así como lo es la luz del alba de la claridad del sol.
LIBRO mmm,
Del largo y glorioso Aposlolado del Venerable Padre Castillo en Lima y en sus alrededores.
CAPITULO I.
Comienza á predicar en Lima el Ven. Padre Francisco y funda una Misión contintui en la Feria del Baratillo.
tljn el espacioso Barrio de S. Lázaro , y á poca distancia del soberbio puente de Montes Claros, que lo enlaza con la oira parte de la Ciudad de Lima , se abre una Plazoleta bastante animada y capaz , adonde todos los Domingos del año concurría , sin int^rupcioii , un numeroso gentio de toda suerte de individuos , así españoles , como negros é indios , por celebrarse alh una gran Feria de géneros á menor precio que el corriente , que ha dado al lugar el nombre de Baratillo. Y este fué el sitio en que dio princi- pio nuestro Ven. Jesuíta á su glorioso Apostolado , y el ver- dadero teatro de sus innumerables triunfos y conquistas.
Pasando por dicha plaza el Siervo de Dios un Domingo de Cuaresma de 1648. con Uiia cruz de leño en la mano, á hacer la Doctrina en la Parroquia y Hospital de S. Lá- zaro , lleno de vehementes deseos de contribuir á la major honra y gloria de Dios y bií;n de sus prójimos , r^'paró en lo poblado de gente que estaba aquel lugar ; y , viendo á todos tan divertidos en sus ventas y cambios , parecióle
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favorable coyuntura á su celo para hacerles un corto ra- zonamiento sobre la necesidad de pensar, sin reposo, en nues- tra eterna salvación. Y , con tan santo propósito , movido sin duda de superior impulso y arrebatado de su fervor , abrióse paso al punto por entre el apiñado gentio ; y pués- tose, como pudo , sobre una alta piedra , al arrimo de una humilde peana en que estribaba una Cruz de groseros man- gles , comenzó á levantar la voz con aquel propio tema y palabras misteriosas con que resonara el Bautista orillas del Jordán , y con que el Verbo encarnado dió también princi- pio á su saludable predicación : « Haced penitencia , por que se os ha acercado el Reino de los Cielos. Poenitentiam agite , appropinquavit enim liegnum Coelorum ». Y como á la novedad del grito y del predicador , movida de la devo- ción ó de la curiosidad , se agrupase luego la gente mas cercana á su alrededor , y viérase ya el Ven. Padre al frente de un crecido auditorio ; acomodando con suma diligencia su exhortación al comercio y tratos de ella , dijoles : que si aquel Baratillo lo habia sido hasta ahí de géneros , el venia á hacerlo también del Cielo , que daba á todos , sin privilegio de sexos ni personas , en cambio de una lágrima ó de un suspiro con dolor de haber ofendido á la Divina Majestad ; estando asi solamente en el querer de cada uno , el adquirir , por nada , el mayor de los tesoros. Poniendo fin é su fervorosa plática con moverlos á hacer un tierno acto de contrición , narrándoles antes un ejemplo tan ade- cuado á las circunstancias, como eficaz.
Hecho esto , se puso nuevamente en camino para S. Lá- zaro ; y el Domingo siguiente , de acuerdo con sus Supe- riores , repitió la misma diligencia y discurso , con ánimo de
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convcrlir , si podía , aquella feria mundana en feria celes- lial : correspondiendole entonces el auditorio con manifes- taciones de piedad mucho mayores que las que había ob- tenido su celo el Domingo anj^cedente. Por lo cual , reco- nociendo el Ven. Padre el gran fruto que se seguiría de aquella misión semanal á toda Lima, determinó, con el be- neplácito de la obediencia, el frequentarla asiduamente en lo futuro. Acrecentándose mas y mas cada vez el concurso , no solo de comerciantos y compradores , pero de todo linage de personas , ansiosas de oir tan celestiales exhortaciones.
Asi perseveró predicando sobre una humilde mesa en el Baratillo el Siervo de Dios por espacio de cinco años ; hasta que en 1653. se enarboló allí , con gran solemnidad , una nueva Cruz , sobre una hermosa peana de piedra adornada de bellos azulejos , y con un descanso á dos varas del suelo, capaz de que se acomodase en él una silla para alivio del predicador. Al pié de dicha. Cruz colocó el Ven. Padre un devoto lienzo de la SSnia. Virgen Dolorosa recibiendo en sus brazos el cuerpo difunto de su Santísimo Hijo : y , porque el sitio quedaba expuesto (x la intemperie de las estaciones , con cinco mil y mas pesos, que reunió de varias limosnas, levantó una ramada bastante á dar abrigo á un numeroso concurso , cercándola de gruesas maromas , para impedir el tráfico de bestias por un lugar destinado á ser en lo suce- sivo escuela de la palabra de Dios.
Desde cntónces , todos los Domingos del año y las festi- vidades de la Santísima A' írgen, antes de dar principio á su plática el Santo Jesuita , compuesto el local con el mayor aseo posible , hacía poner sobre un bufetillo una imágen de Cristo Crucificado, cubierta con un velo , y sacar á la vis-
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ta , con el objeto de mover de antemano fuertemente el ánimo de su auditorio , dos grandes lienzos de pintura : de los cuales el uno representaba al pecador sojuzgado de los siete vicios capitales que, vendados los ojos j con un freno en la boca, lo encaminaban como á bruto á los abismos infernales ; y el otro las horribles penas de sentido que padecen los repro- bos en el infierno , burlados por los demonios , en la vo- racidad inplacable de sus llamas , ceñidos de víboras y de serpientes , y quebrantados, sin cesar, por una pasadísi- ma rueda, que nunca suspendía su eterna rotación.
Hechos estos preparativos preliminares , y al golpe de la* tres , poblado ya el lugar de mas de lre& mil personas , entre las que se veían muchíssimas de las mejores y mas- nobles de la República , se daba principio al ejercicio, com» haciendo tiempo al Sermón , con una media hora de lectura en un libro espiritual , y olra media de explicación de la Doctrinca Cristiana : pasadas las cu'^les, subía el celoso Pa- dre Francisco al descanso de la peana , y , hecha breve oración delante de la S. Cruz y de la Imagen de Maria Sma. Dolorosa , comenzaba á predicar con esa dulce y ex- traordinaria elocuencia que posee la llave de todos los cora- zones , y que no se aprende , sino es inspirada por el Cielo.
El estilo de sus sermones ( á pesar del mal gusto y amane- ramiento del siglo , que tendía mas bien á divertir , que á edificar á los oyentes , sustituyendo á la verdad y al fer- vor una estéril y pomposa muestra de humana sabiduría , ) era enérgico , natural , claro y corriente, como convenia á la seriedad de los argumentos que trataba , y sus expresio- nes tan ardientes y llenas de espíritu y confianza en la Di- vina Misericordia , que , á guisa de agudas flechas , herían
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y traspasaban los corazones ; valiéndose á cada paso de lu- gares oportunos y nervosos de la Sagrada Escritura y San- tos Padres , y de adecuados eficacísimos ejemplos , que ha- cían muy mas irresistible el tjueno celestial de su elocuen- cia.
La materia y asuntos que escojía el Siervo de Dios para lema de sus apostólicas exhortaciones, eran siempre los mas importantes y conducentes á la reformación completa de la sociedad : pues nunca predicaba sino de los misterios de nuestra Santa Fé , de los Mandamientos de Dios y de su Iglesia , de la gravedad y malicia del pecado , ó de la ne- cesidad de la confesión y de las obras satisfactorias. Procu- rando siempre , á ejemplo del inspirado Apóstol de los Gen- tiles , ( Cor. 1. c. 2. V. 4. ) que su predicación no fuese en meras palabras persuasivas de humano saber , sino en de- mostración de espíritu y virtud , para que la fé de sus hijos en N. S. J. C. no consisi^era en subiduria de hombres , sino en virtud de Dios. « Sermo meus, et praedtcatto mea non in persuasibilibus humanae sapientiae verbis , sed in ostenstone spiritus , et virtutis , ut fides cestra non sit in sapientia ho- minum , sed in virtute Dei ».
La voz del Ven. Padre , aunque no muy alta ni corpu- lenta , era clara , flexible y tierna , por lo que iba derecha al corazón ; y se adaptaba con tan indecible destreza á to- dos los afectos, que, con suma facilidad, movía al auditorio ora al terror y ora á la confianza siendo tan grande la ternura que despertaba en él al hablar de las misericor- dias divinas , como el espanto que ponía en todos los co- razones cuando ponderaba las penas del infierno por toda una eternidad. Viéndosele no pocas veces, con el calor del
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espíritu y la agitación del cuerpo , cual otro Moisés al descender del Sinai , bañado de celestial esplendor , que hacia á todos ri tirar los ojos de su semblante, por no po- der resistir tan grande claridad.
Al entrar en el último tercio del sermón , lomaba el Ven. Padre en manos , indefectiblemente , la Imagen del Cruci- fijo , y , postrado ya de rodillas todo el auditorio , iba re- corriendo , poco á poco , el velo que cubria el divino em- blema de nuestra redención , comenzando por los sagrados piés , con gran vehemencia de afectos y mayores incen- dios de amor á cada paso : hasta volverse , al descubrirle el cárdeno y augusto rostro , implacable contra si mismo ^ como causa de muerte tan sangrienta , según eran de crue- les y repetidas las bofetadas y golpes que entonces se daba. Santo fervor que en tal manera encendía los corazones en amor de Dios y odio del pecado, que arrancaba de todos los pre- sentes, si no mas duros , por lo meros iguales tratamientos y muestras de dolor y contrición , á que solo ponían fin para arrojarse á los piés del confesor.
De este modo terminaba constantemente sus fervorosas ex- hortaciones el Ven. Padre Castillo , y en echando la bendición al pueblo , invocaba de rodillas el auxilio de la Madre de las Misericordias con esta devotísima salutación , que iba repitiendo á una con él todo el auditorio : « Dios te salve, Hija de Dios Padre ; Dios te salve , Madre de Dios Hijo ; Dios te salve , Esposa del Espíritu Santo ; Dios te salve , Templo de la Santísima Trinidad. Madre admirable , Con- soladora de los afligidos , Reina de todos los Angeles, Abo- gada nuestra, vuelve á nosotros esos tus ojos misericordio- sísimos , ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen ».
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pidiendo en seguida á sus devotos oyentes , con sumo afec- to , que se encaminasen procesionalmente á la Capilla de la SiTia. Virgen de los Desamparados , que estaba á su cargo ; en donde les descubría , con singular devoción , la santa y milagrosa Imagen del Crucifijo de la Agonia que alli se venera , y terminaba el pió ejercicio , ya de noche, con cantar il Miserere y decir en coro algunas tiernas ora- ciones en obsequio de las benditas Animas del Purgatorio.
Edificante práctica que continuó el Ven. Padre Castillo en su cara Lima por espacio de veinte y cinco años no in- terrumpidos , y con un celo siempre creciente por la salud de las almas y honra y gloria del Señor : quien lo asistía en ella de un modo tan eficaz , qu(3 unas veces , según el mismo Ven. Padre lo refiere , lo impulsaba á cambiar in- continenti de argumento , viendo al instante con sus ojos el fruto de tal mudanza ; y otras auxiliábalo con una luz tan especial , máxime cuamio no había tenido tiempo de pre- parar sus exhortaciones , que le alumbraba el entendimiento y encendía la voluntad de manera que entonces predicaba mejor y con mas acierto que nunca.
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CAPITULO II.
Sucesos milagrosos en que hace ver la Divina Providencia lo agradables que le eran las Apostólicas fatigas
V^uan agradables fuesen á los ojos del Señor los tra- bajos Apostólicos de su buen Siervo Francisco en el Bara- tillo , y cuan abundante la cosecha de alraas, que allí hacía constantemente para el Cielo , lo predicaban á gritos en Lima los Claustros Religiosos poblados de todo linage de personas desengañadas del mundo al trueno (Ijp su voz , el hogar do- méstico santiGcado , y el celo y devoción tan grandes que en ese venturoso tiempo notábase en toda la Ciudad . No faltando , y con razón , personas no vulgares que creyesen oir á un nuevo Bautista , ó á otro S. Pablo , siempre que oían predicar al santo P. Castillo : tan grande era el divino espíritu que lo movía , y tales las conversiones milagrosas y continuas que operaba con su voz.
En confirmación de lo dicho , y para no alargar dema- siado este Capítulo con enojo del lector , apuntaremos solo, y á la ligera , aquellos hechos que , por sus singulares y extraordinarias circunstancias , hagan mas especialmente á nuestro propósito , y puedan ser mas provechosos al que los
del Ven. P. Castillo.
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Un honil)rt', afligido de un accidente agudo , mandó á prisa por el Siervo de Dios , y , al verlo á su lado , deshecho en lágrimas le dijo : « Rescate V. P. esta alma de las gar- ras del Demonio , que ha veinte años que estoy en pecado mortal , y auníjue me he confesado después , ha sido sin el propósito de abandonar una amistad que causa mi ruina ; pues desde una larde que oí ¡x V. P. en el Baratillo , se ha compunjido tanto mi corazón , que no deseo ya sino cambiar de vida y morir en gracia de Dios ; quien , sin duda en pena de mi dureza , me ha mandado la presente enfermedad)». Confesólo al punto el Siervo de Dios , con grandes muestras de dolor y arrepentimiento , y , con igual fruto , confesó también á la muger que lo había traído á tales términos : los cuales , de ahí á poco , recibieron el Sacramento del Matrimonio ; viviendo en adelante , merced al P. Francisco , como buenos casados á los ojos del Señor.
Otra persona, gravemente enferma, ocurrió también por el Ven. Padre , y , antes de confesarse con él , dijole : « Có- mo desde un Sermón que le oyó , se había sentido fuerte- mente aguijoneada á confesarle algunas faltas vergonzosas , que callado había en varias ocasiones ; y que resistiendo , según su costumbre , á los avisos del Cielo , habíascle apa- recido finalmente la Siíia. Virgen á reprocharle, con severidad, su obstinación é impenitencia ». Acabando la mal aconsejada por descubrir esta vez al santo Padre , con gran consuelo de entrambos , aquellas feas culpas que no se había atrevido á fiar de las palabras hasta entónces.
Habiendo oido una muger de mala vida ponderar al Sier- vo de Dios una tarde, el riesgo de condenarse en que esta- ban los mal amistados , por ser una señal de eterna repro-
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bacion el pcrmanoccr largo tiempo on tan deslcslahle comer- cio ; salió tan arrepentida de semejante plática , y con tan firme propósito y resolución de apertarsc para siempre de la peligrosa correspondencia en que vivía , que , solicitada de ahí á poco por su galán, tuvo ánimo bastante, no solo para resistir enérgicamente á sus caricias y promesas , sino también á su enojo y amenazas ; prefiriendo mas bien verse odiada , y aun herida , como fuélo , por su despechado amante , que culpada á los ojos de su celestial Esposo.
Enredado en otra amistad escandalosa de muchos años , dormía uno en el letargo de sus culpas ; cuando en tremenda y formidable visión dióle el Señor á conocer la fealdad de su pecado , y el riesgo tan grande que corría de perderse para siempre. Pero , ensordecido á este aviso misericordioso por la vieja costumbre del pecar , no hizo nada por mejo- rar de vida , hasta que sintió , patentemente , otra noche, que le daban de empellones , diciép/lole : <( que se fuera á confesar , sin demora , con el Padre del Baratillo » ; según lo puso en obra á la mañana siguiente , viviendo en lo fu- turo con singular virtud y recojimiento.
Noticioso de los opimos frutos que el Siervo de Dios cose- chaba de sus Sermones , un hombre que atendía á la ad- ministración de una heredad sita á dos leguas de Lima , y que había ocultado por vergüenza en varias confesiones un pecado mortal , entró en vehementes deseos de oirlo , espe- rando tener valor para declarárselo y salir , al fin , de la congoja y riesgo en que traíalo su silencio. Con tal ánimo fué á la Ciudad un Domingo de mañana , y apeóse en casa de un amigo suyo , esperando sonase la hora de dirigirse al Baratillo. Mas al ir á montar en su Caballo á las tres,
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para llenar sus deseos , se halló con que el bruto no se po- día mover , por habérsele desooncerlado un pié , sin saber cómo , de repenlc. Quien viendo en ello , ( como era la ver- dad ; pues al cabo de un ralo no luvo ya nada el animal ,) una nueva traza del Enemigo para alejarlo de su bien , se hizo prestar otra cabalgadura , en la que llegó al Baratillo, y tan á tiempo , que pudo oir al Ven. Padre en circuns- tancias que platicaba , lleno de santo celo , sobre la inte- gridad de la confesión y la grave ofensa que hacíase á Dios con fallar á ella y convertir en nocivas las saludables aguas de la penitencia. Coincidencia casi milagrosa , que dejólo atónito y fuera de si , y persuadido de que á él solo se di- rigían las pa labras del santo predicador : á cuyos piés se echó , sin mas demora , el dia siguiente , para descubrirle el mísero estado de su alma , y aquella culpa que le había hecho perpetrar tantos sacrilegios.
Platicando una tard^ el Ven. Jesuíta sobre el remordi- miento y sobresaltos continuos que padece el pecador, dijo, entre otras ponderaciones , con tanto fuego : « que quien esta ba en pecado mortal , traía en su conciencia un Infierno portátil « , que uno de los del auditorio , iluminado repen- tinamente por tal verdad , dejó luego y para siempre el si- glo , a fin de consagrarse á Dios ; haciéndose Coadjutor de la Santa Compañia de Jesús , donde tuvo la dicha de mo- rir con la muerte de los justos.
Pero lo mas admirable es , que no solo el santo fervor y celo del Ven. P. Castillo obtenían tan salutíferos y ma- ravillosos efectos, sino también el mismo lugar que santifi- caba semaualmenle con su asistencia y su palabra.
Un individuo , determinado á hacer una gravísima ofensa
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á Dios , cruzaba una tarde !a Plazuola del Baratillo. Poro al pasar cerca de la Peana donde predicaba el santo Jesuita , sintió , ( según él propio lo depuso después , ) lan gran so- bresalto y miedo en el corazón , que le hizo volver atrás , y cambiar entonces de propósito , y en adelante de vida.
Acompañada de su lascivo amante , volvía á su casa una muger , encendidos ambos por el fuego de la mas desorde- nada concupiscencia ; cuando al hallarse improvisamente con la Santa Cruz del Baratillo , experimentó en sí el hom- bre lan extraordinario pavor , que se le erizaron las cabe- llos ; oyendo al propio tiempo en su conciencia una voz aterradora que le decía : « Fulano , ( cómo me menospre- cias ? Anda , que cuando quieras , no querré yo )». Con lo ((ue conoció al punto su ceguedad , y , echando de sí á la muger con quien iba , fué á confesarse muy arrepentido de sus pasados extravíos.
Y si se mostró grande el Señorc-con los que quisieron dar oidos á las exhortaciones de su Siervo , no lo fué mé- nos , por cierto , tampoco , en descargar sobre la obsti- nación y dureza de los que despreciaron sus amorosos avi- sos , tremendos é inmediatos castigos.
Platicando una tarde el V. Padre en el Baratillo , un hombre que pasaba entónces por allí , con diabólico atrevi- miento , dijo , en alta voz , para que todos lo oyeran : « A qué vendranos á predicar ahora este Padre ? Faltará, acaso , quien nos predique en el Infierno « ? Pero muy en breve sintió sobre sí todo el peso de la mano del Señor : pórque á media noche se despertó sobresaltado con los horribles ahulli- dos de un maslin, que forcejaba obstinadamente por entrár- sele de puertas á dentro. Ruido y susto que lo persiguie-
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ron, el primero de noche , y el otro de dia , hasta que , ¡ oh caso terrible ! como trabase una tarde, por cierta ocasión, una pendencia con otros , pagó , y muy caro , el arrojo de su temeraria boca ; pues le quitaron en ella violen lemente la \ida.
A una joven que , por condescender con su galán é irse á pasear con él , dejó una tarde la plática del Siervo de Dios ; apareciósele esa misma noche el Enemigo malo , en forma de un fiero y horrible ja valí , que , acometiendo á ella , le decía: « Porqué dejaste el Sermón ? ahora la pa- garás ». Entónces fué el dar gritos desesperados la mal aconsejada , y el pedir misericordia, hasta que acudió en su socorro la familia : saltando de la cama en el momento, llena de inquietud y de temor , á esperar en pié la aurora, para irse á echar á la plantas del P. Francisco y pedirle reme- dio á su congoja ; según lo hizo con extraordinario dolor de todos sus pecados^ paz de su alma.
Mas bien por curiosidad , que por devoción , acercóse una tarde de Cuaresma un hombre á oir al santo P. Castillo , que tronaba entónces , según su costumbre , contra los aman- cebados , diciendo : « que eran reses destinadas á las ho- gueras infernales « . Y , sintiéndose herido aquel , donde mas le dolía , volvióle con enfado las espaldas diciendo : « va- yase el Padre á predicar de este modo á los Infiernos ». Pero Dios no le dejó largo tiempo sin castigo : pues no habría caminado aun dos cuadras , cuando armándose entre unos mancebos una encarnizada pendencia en la esquina del Puente , por ir á meter paz entre ellos , recibió ¡ oh terri- bles decretos del Señor ! sin saber cómo , un valiente pun- tazo en la boca , que le atravesó la lengua y dió en tierra con el miserable blasfemo.
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Toniondo el Ven. Padre noticias del ilícito y público co- mercio de un hombre casado con una muocr de ijíual con- (lición , entróse un día por sus puertas ; y , con palabras llenas de caridad y espíritu , ponderóle el peligro que cor- ría su existencia y salvación , y el escándalo que daba k los vecinos con tal correspondencia : refiriéndole , para per- suadirlo con mas eficacia á que cambiase de vida, un cas- l-igo ejemplar qne Dios había hecho , no hacía mucho , en otro pecador semejante. De pronto , compunjióse y dio mues- tras de enmendarse el infeliz; pero no perseveró largo tiempo en el bien , sino que de ahí á poco , despreciando tan santos consejos, volvió de nuevo , y con mayor descaro , á las an- dadas. Mas no tardó mucho el Señor en atajarle los pasos, y reconvenirlo de un modo terrible por tamaña ceguedad. Pues al atravesar de noche una silenciosa calle de la Ciu- dad , se le puso delante la Muerte , cual una seca armazón de huesos , que deteniéndole el paso,, le dijo : <( A donde vas » ? '( no sabes que lodo ha de parar en lo que ves » ? Aterradoras palabras y visión que hicieron caer en tierra , sin sentido, al miserable, que recqjióse, no bien recobrado todavía del susto, atónito á su casa. Pero, aunque se abs- tuvo de pecar entónccs por algunos dias , fué solo mien- tras duróle el miedo ; pues de ahí á poco volvió á enre- darse, y mas adentro que nunca , en la mismi comunica- ción. Hasta que al fin cansada ya la Misericordia Divina de las demasías de tan insolente y obsecado pecador , sin darle tiempo de arrepentirse , ni de invocar siquiera el nombre de Jesús, quitóle una noche repentinamente la vida , en los brazos de su amada y del pecado. Lo cual refirió la pro- pia muger cómplice de sus maldades , aterrorizada por tal
*cast¡jío , on la misma mafiana , al Ven. Padre , quien con- fortóla con el olicaz bálsamo de la pcnilencia y redujo á «lejor vida en lo fiiluro.
Ni es méiios pavoroso el simúlenle caso. Sabiendo el santo Jesuíta que un caballero mozo , de los que entienden no haber castigos en el Cielo para sus demasias , difamaba públicamente Á una honesta Señora , que no lograron ablan- dar sus continuos galanteos ; acercósele, por fin, un día el Siervo de Dios y amenazólo severamente con la ira de lo alto , si no enfrenaba en adelante su temeraria lengua. Pero, lejos de hacer caso el mozo de tan tremendo aviso , aña- dió cntónces al deslionor de la doncella , el desprecio y mofa del Siervo de Dios ; lo que sabiendo este último , volviólo á amonestar de nuevo, diciéndole : « que temiese un grande é inmediato castigo , si no reformaba luego su criminal con- ducta )). Y , ¡ oh caso tremendo ! no pasó mucho , sin ver- se cumplida la terribl(^amcnaza. Pues estando el Ven. Pa- dre una noche en oración , abriósele de repente con espan- toso estruendo la ventana , y vió , por los aires , en un carro <le fuego , y cercado de demonios, que con garfios le des- pedazaban la lengua, al infeliz mancebo; el cual, habién- dose acostado , según se supo después en toda Lima , bueno por la noche , fué hallado muerto , en su misma cama , al amanecer , sin recibir auxilio alguno.
Y de estos trágicos sucesos referia mucbos el Ven. Padre, que ahora , por brevedad y por parecerse bastante á jlos anteriores , silenciamos : pues aunque su celo no distinguía jamas personas ; sin embargo , la costumbre de pecar , mas poderosa que la razón en muchos, los precipitaba, por lin, á la última ruina y perdición. En lo cual tenía tam])ien ,
sin duda alguna , no poca parle, el Infierno , que , como lo veremos en seguida , no dejaba de maquinar incesantemcnle contra el Siervo de Dios , pafa estorbarle , en cuanto le era posible , el gran fruto que consechaba por dó quier en Lima , con su ejemplo y su palabra.
CAPITULO IIF
Persecuciones que arma el Demonio contra el Ministerio del Baratillo, y cómo se convierten todas en su mayor vergüenza y vilipendio.
C^iego de furor , y ardiendo en rabia el Espíritu infernal contra el Apostólico Padre Castillo , que tantas almas resca- taba diariamente de su horrible esclavitud , y temiéndose mayor quebranto en lo futuro ,si le permitía seguir en paz sus prácticas saludabl*^ ; ya que no pudo perderlo , cual se lo prometía , con las tormentas crudas que suscitóle repe- tidas veces en el ánimo , no dejó traza que no se diese el Malignó para desacreditar , á lo menos , la misión del Baratillo, c impedirle que sacara allí , con el trueno de su inspirada elocuencia , á tantos infelices de las tinieblas de la ignorancia y corrupción en que yacían : ora ocultándose, una y otra vez , rabioso , bajo los disfraces mas indignos de inteligencia tan sublime ; ora suscitando contra tan santa institución , la humana malignidad , á las veces muy mas te- mible todavía que la diabólica.
Como lo dijimos en su lugar , había levantado el Ven Pa- dre en la Plazuela del Baratillo una Ramada espaciosa , á cuyo abrigo se acojiese su auditorio , resguardada en derre-
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(lor por rohiislas maroitus , qnií lo dcfíMidian de qiial([iiier ataque externo. Pero , tal era de numeroso el gentío que concurría á oírlo , que , aunque el cercado era a-saz gran- de, quedaba siempre de fuera igual y aun mis crecido nú- mero de personas , que en escaños , mesas , roches o cabal- gaduras escuchaban , á la intemperie, las exhortaciones que el Ven. Padre hacíales allí, indefectiblemente , como lo apun- tamos , todos los Domingos del año , y las festividades de la Sma. Virgen.
Una larde de Cuaresma , el Siervo de Dios , arrodillado ya el auditorio , movíalo , según su usanza , á singular ter- nura y diítestacion del pecado ; cuando , sin saber cómo ni por donde , entróse arrebatadamente en la Ramada, por el lado de las mugercs , un caballo desbocado ; con tal ímpetu y estruendo , que todas se temieron quedar allí , cuando menos , mal heridas ó atropelladas. Alborotóse luego luego el concurso á tan temible novedad ;^ interrumpiendo , como era consiguiente, las lágrimas, el susto, y el silencio , los gritos mas desgarradores. Pero el Ven. Padre , asegurado al punto con luz divina del ardid y traza de que habíase valido el Demonio para estorbar el fruto que coiechaba de la devoción de su pió auditorio , encarándose sin, pérdida de tiempo, al diabólico animal , con el Crucifijo en la mano, exhortó im^iivido á su> oyentes á que s'j quietaíen y cono- ciesen ser aquel bruto un disfraz del Espíritu de tiiiieb!a> , para divertirlos con el míe lo y el estrújalo de sus saluda- bles ejercicios. Con lo cual clamaron todos incontinenti al Cielo por misericordia , hiriéndose los rostros y pechos , sin piedad , para alcanzarla ; y el diabólico animal , corrido en- tónccs y despechado de verse descubierto , ( sin que el api-
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íiado gcnlio le sirviora do ningún estorbo, ) salióse á prisa de la Ramada , y ¡ cosa extraña ! , sin haber hecho el mas líjero daño á persona alguna , ni rolo por ninguna parle las maromas de la cerca.
Y no bien hubo conseguido tan completa victoria del Espí- ritu maligno, el Ven. Padre , lleno de gratitud acia la Di- vina Misericordia , volvióse á encarecer , sin pérdida de tiempo , á sus oyentes , con mayor instancia y elocuencia que antes : « que , para acabar de confundir del todo al Infierno, que ya habían develado, se dirigiesen á Cristo Cru- cilicado , á Gn de darle gracias por la merced alcanzada , y pedirle fervorosamente , una y mil veces , perdón de lo que le hubieran ofendido «. Lo que hicieron , luego luego , lo- dos , anegados en tiernas lágrimas de dolor y gratitud ; pal- pándose á la siguente mañana el fruto de tan fervorosa y oportuna exhortación: pues mas de una persona de las que tal hecho presenciaron ^ corrió á echarse entónces á los piés del Siervo de Dios , pidiéndole , desehecha en llanto , re- medio para su alma.
Ni mas airoso salió tampoco el infernal Enemigo en otras ocasiones en que , ora como un rabioso mastín , ora cual un feroz toro , ó bajo otras formas indignas de su alta in- teligencia , trató de estorbar asi mismo , que siguiesen ade- lante el dolor y las lágrimas del devotísimo auditorio del Siervo de Dios : pues iguales , si no mas grandes , fueron sus nuevas derrotas ; é iguales también los frutos de peni- tencia , que supo sacar el último de cada una de sus mi- lagrosas victorias.
Pero lo que por sí no pudo conseguir el Demonio, trató de obtenerlo , á toda costa , por medio de los hombres ;
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que , cuando se lanzan en el resbaladizo pendiente del cri- men , no se horrorizan de hacer cosas que al misino infierno quizas no se le ocurrirían. Y sabedor de ello el Maldito , instigó astulamente á un gran número de personas , notables por su calidad y bienes de fortuna , á que se opusiesen á la predicación del Ven. Padre en el Baratillo , con alegar, como lo hicieron los mal aconsejados : « que , con ella , destruía aquel el comercio de la Ciudad , impidiendo la Fe- ria del Domingo con su palabra ; y que ya que era tan celoso del bien de sus prójimos , hiciese sus misiones en cualquier otro paraje mas oportuno , en donde al proco- mún menos daño se irrogara x . Llevando su ceguedad estos infelices , hasta ofrecer al Cabildo seis mil ducados por el sitio ; á fin de destruir en un momento , lo que el Ven. Pa- dre había logrado cimentar , para la salud de innumerables almas , á costa de tantas fatigas , con el sudor de su rostro.
Mas nuestro Apóstol, que en Dios folo ponía toda su con- fianza , ni se desconcertó al saber tan malignas pretcnsio- nes , ni valerse quiso , ( como pudiera , ) de humanos me- dios para cruzarlas ; dejando tal encargo á la Divina Pro- videncia , en cuyas misericordiosas miras estaba el sacarlo airoso de semejante aprieto. Y ya todo parecía humanamen- te perdido , ( pues no les faltaba á sus perseguidores sino entregar el dinero y suscribir la escritura , ) cuan- do , encontrándolos el Siervo de Dios una tarde en el Bara- tillo , casualmente cerca de la Peana teatro de sus glo- rias , animado de superno espíritu y con el fervor y celo de un profeta , les hizo ver en un inspirado razonamiento cuanto se oponían á la gloria del Altísimo sus diabólicas pre- tensiones : y , después de amenazarlos con su tremendo y
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justo encono, si no cambiaban inmediatamente de propósito, exhortó al afligido pueblo , que se había apiñado á su al- rededor , á no recelar se hiciese allí mudanza alguna ; por- que estaba cierto de que el Señor de todo lo existente , abogaría por su causa , defendiendo de todos los ataques del Averno y de los hombres , aquel fértil campo , en que tan profundas raíces echaba diariamente en los corazones la ce- lestial semilla de su Evangelio.
No tardando mucho el Omnipotente en averar cuanto habia profetizado entonces su Siervo : porque , con estupendo pro- digio , de ahí á poco , comenzó á sacudirse de un lado á otro la pesada Cruz del Baratillo , cual un bejuco azotado por el viento ; durando tan extraordinarios vaivenes cerca de tres dias consecutivos , con grande alboroto de toda la Ciudad , que no atinaba á qué atribuir tan extraña mara- villa Tanto, que noticioso del caso el limo. Sr. Arzobispo D. Pedro de Villagóme^ , cometió inmediatamente á su Pro- visor y Juez ordinario la averiguación de tan portentoso suceso : quien atribuyólo , como no podía dejar de ser , á una causa sobrenatural ; pues habiendo examinado tanto la Cruz , cuanto la Peana , con particular esmero y solici- tud , encontrólas tan seguras y unidas como si hubiesen sido labradas ambas de una sola y férrea pieza.
A la verdad , no esperaron los perseguidores de las prác- ticas del Baratillo á tan extraña demostración de la cólera Divina, para mudar completamente de propósitos ; pues el amenazante razonamiento que les hizo el V. Padre en la propia Plazuela blanco de sus tiros , causóles tan gran pa- vor , que no fueron ya capaces de seguir en su maligna demanda : obteniendo el Siervo de Dios que , sin mayor de-
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mora , le proniotiernn, por medio de un tercero, que lodo- se compondría itrevemeiUe como su sanio celo lo anhelaba. Propósilo en (|ue se confirmaron desde luego , mas y mas,, al ver la prodigiosa oscilación de la Cruz; llegando aun á ofrecerse á cooperar en lo que' pudieran al fomcnlo de aquella misión , y á cederle mayor silio, si lo concepluaha necesa- rio. Desenlace en que tuvo también , no poca parle , la piedad del Exmo. Conde de Alba , Virey e la sazón del Perü , quien , noticioso de tan patente milagro , ordenó al Cabildo : ( que no se hiciese en lo futuro ningún contrato sobre la Ramada del Ven. Padre Castillo , sino que que- dase para siempre destinada á la predicación de la Doctrina E vangélica , de que percibía tan grandes bienes la Repú- blica ».
Mas , aunque vencido nuevamente el Demonio , no por eso consintió en desistir de su infernal propósilo ; sino que, al cabo de poco tiempo , cual si reconcentrado hubiera su cólera hasta mejor oportunidad , sirviéndose de la desver- güenza y atrevimiento de ciertos hombres , osó profanar la Peana de la Sma. Cruz, con ascos tales , que la pluma se resiste á describirlos. Pretendiendo el Maldito enfriar con tan torpes medios la devoción del pueblo acia un sitio tan venerado de toda la Ciudad , como fuente de los favores mas especiales del Altísimo , y poner así , finalmente , tér- mino á los piadosos ejercicios del Apostólico P. Castillo , que tanto lo desconcertaban.
Pero , aun en esta vez , léjos de salirse con las suyas el irreconciliable Enemigo del linage humano , hubo de pa- decer una nueva y mas vergonzosa derrota. Pórque no bien llegó á oidos del M. R. Arzobispo desacato tan diabólico ,
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junto con el dolor que había producido en el ánimo de sus queridas ovejas , cuando , por templar el justo enojo del Cielo , satisfacer su propia devoción , j dar un refrigerio á la angustia de sus fieles , ordenó , con públicos avisos : Que , desde la tarde del Domingo siguiente , se principiasen en la Iglesia Metropolitana « los Desagravios de la Siíia. Cruz del Baratillo. » Abriéndose dicho dia , en conformidad con el querer del celoso Pastor , con procesión solemne de tan soberano Madero , llevado en hombros de un gran número de Sacerdotes , y asistencia de la nobleza y demás pue- blo , que con luces lo alumbraron desde su Plazuela hasta la Iglesia Catedral ; donde se le hizo un espléndido y devo- tísimo Novenario. Después del cual fué restituido al Baratillo, ya desagraviado , con tanta devoción , como lucimiento , por toda la flor de Lima , con intervención del Iliiio. Sr. Arzobispo y su Ven. Cabildo , del Exmo. Yirey con los Señores de la Real Audiencia , y demás Ca^)alleros particulares , que rivalizaban en pompa y en piedad.
Quedando asi completamente burladas, y con edificación de la Ciudad entera , todas las maquinaciones del Infierno con- tra la misión del Baratillo por la Divina Providencia , quien convirtiólas , como lo hemos visto , en su mayor gloria y vergüenza del Demonio. No permitiéndole siquiera á este úl- timo , para mas vilipendio suyo , la diabólica consolación de acibarar y henchir de luto el alma del Venerable Padre , con hecho tan nefando ; pues dignóse prevenirle su Misericordia de antemano á tal golpe , confortándolo con una celestial Vi- sion , que llenólo de tanta paz y serenidad , que no pudieron alterarlas en modo alguno los torpes manejos del Enemigo.
Reposaba el Siervo de Dios aquella funesta noche en su
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penitente lecho , sin mas regalo que un jergón, sobre que se recostaba mas para quebrantar el sueño que con el Ga de conciliario ; cuando dispertándose por un impulso sobre- natural , y bien recobrado ya á los sentidos , vió claramente, con los ojos de la inteligencia , vecino á sí , á Cristo Cru- cificado. Sintiendo en el corazón y en la voluntad los dul- císimos efectos de tan divina presencia , y hallándose , sin saber cómo , de repente , entre sus divinos brazos , pene- trado por él , del mismo modo que una materia diáfana por e\ sol , y , en tal manera transfigurado en su Humanidad Sacratísima , que si hablaba veía ü oía , no e^a ya por su boca, ojos ú oidos , sino por los de N. S. Jesucristo ; y tan rendido y muerto de amor por él , que , como nadie , decir podido hubiera entonces con el Apóstol : (Gal. c. 2. v. 19. ) ¡ Estoy enclavado en la Cruz juntamente con Cristo : y vivo ya no yo ; mas vive Cristo en mí ! <( Christo confixus sum Cruci. Vivo ego , jam non ego ^ vivit vero in me Chri- stus ».
CAPITULO IV.
Ministerios que ejercita el Ven. Padre Castillo en pro de los Morenos , en la Ciudad y en sus alrededores.
Sobre modo notoria , según lo hemos apuntado antes, érale al Apostólico P. Castillo la voluntad del Altísimo de que se dedicara á abrir el camino del Cielo á los Morenos : gente que , por su color y escasa capacidad , es en el Perú la mas humilde y despreciada y que venia de sus distantes tierras tan cegada por las tinieblas de la ignorancia, é imbuida de los errores de la gentilidad , que era tarea muy ardua , y que muy pocos acometían , el ilustrar su obtusa inteligencia con las verdades mas necesarias de nuestra santa Fe. Y á
estos infelices , como encomendados especialmente por la Di- vina Misericordia á su vigilancia y protección , era á quie- nes , con mayor solicitud, buscaba por dó quiera en Lima
su infatigable celo , para ministrarles ó el pan del alma ó el del cuerpo.
Llevado de tan santo espíritu el Siervo de Dios , todas las mañanas , no bien salía del Colegio de S. Pablo , con una Cruz de leño en la mano , era su primera estación en una de las esquinas de la Plaza principal ; donde se agrupaban
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diariamente tropas de Morenos jornaleros , de todas condi- ciones y oficios , esperando poder hallar alguna ocupación. Y allí rezaba con ellos las oraciones de la mañana ; expli- cábales con gran paciencia y aifwr , adaptándose á sus rudas inteligencias el Catecismo ; y persuadíalos , con grande efi- cacia de razones , á servir con toda fidelidad á Dios y á sus araos , como representantes suyos en la tierra : termi- nando el razonamiento con un acto fervoroso de contrición. Hecho lo cual , despedíase de ellos hasta el dia siguiente , y encaminábase , sin pérdida de tiempo , á hacer , por el mismo estilo , otras breves pláticas á las Morenas , que , asi á la Plaza grande , cómo á las menores de la Ciudad concurrían, á vender , de asiento , diversos comestibles : re- pitiendo incansable en todos los puestos la distribución que dejamos referida.
Lo restante de la mañana, si no era llamado el Siervo de Dios á asistir á algún enfermo ó á( hacer algún otro acto de caridad , empleábalo , indefectiblemente , en la visita de Hospitales ; que recorría por turno, y con especial satisfacción el de S. Bartolomé , de Negros libres que no tienen medios bastantes para medicinarse en sus casas.
AI entrar en cada sala, era siempre su primer cuidado pre- guntar, en alta voz: « si había alguno que deseara confesarse;;) y, satisfecho deber tan importante , pasaba entonces á exhortar á cada uno de los pacientes, con inefable encarecimiento , á su- frir con resignación y paciencia los dolores de su enfermedad , presentándoselos como particulares gracias del cielo , que no eran de desperdiciarse ; pues bien aprovechadas , les darían un ingente tesoro para la eternidad. Y si hallaba á alguno moribundo , animábalo luego al último trance de la vida, con
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las pabahras mas liornas y consolodaras que pueden salir de humanos labios : hecho lo cual , le recomendaba incontinenti el alma ; dejándolo así al irse con grandes alientos para el postrer combate , y eficaz confianza en su eterna salvación.
Pero donde se mostraba , sin duda alguna , en todo su brillo la heroica caridad de este gran Siervo del Señor , era en el Hospital de S. Lázaro : refugio constante de un cre- cidísimo número de infelices Negros , víctimas del terrible y contagioso azote de la lepra ; que , royéndoles poco á poco las carnes , los afea de un modo extraordinario , y háccies despedir de sí una fetidez insoportable. Y tal era, sin em- bargo , el lugar y los individuos que , mas á menudo , fre- cuentaba el caritativo Padre Francisco ; y , con tal gozo y complacencia , como si la hediondez del aire y los nausea- bundos espectáculos que , constantemente y por doquiera , se le afrecía n á los ojos , fueran , mas bien que ofensión de la humana naluraJpza , un gran incentivo para su alma. Pues á todos se les acercaba con tanto interés y ternura , como apenas hubiera podido hacerlo la madre mas amo- rosa ; y después de asearles en persona sus asquerosas lla- gas , y de servirles en cuanto se les ofrecía de mas bajo , con las lágrimas en los ojos , exhortábalos á llevar en pa- ciencia su tan largo y penoso martirio. No habiendo entre ellos pecador , por duro que fuera , que , vencido por ta- maña caridad, no le abriese las profundidades de su corazón, cifrando en sus benditas manos el alivio de sus cuerpos y la salud de sus almas.
Y , cuan grata fuese á los ojos del Altísimo esta ardien- te caridad de su Siervo en servir y consolar á sus próji- mos enfermos , diólo á conocer á toda Lima su miscricor-
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(liosa Omnipotencia , soltraflamontc y muy á menudo , con los repelidos prodigios que operaba por las manos del humilde Francisco ; ora al puro invocar este último sobre ellos la protección de la Siña. Virgen y del glorioso Patriarca S. José , ó con la señal de la Cruz ó aplicar al enfermo la que traía siempre en la mano , y , muchas ve- ces , con solo echarles la bendición ; según por extenso se verá en sitio mas oportuno.
También visitaba, frecuentemente, el Apostólico Jesuíta, los obrajes sitos en lo mas distante y apartado de la Ciu- dad ; á donde mandaban los amos á sus Negros mas facine- rosos á fin de corregirlos y castigarlos, y evitar el que fue- sen aprehendidos por la justicia : lo que hacía de tales ofi- cinas una colmena de gente triste y despechada. Y , sin em- bargo , ninguno hubiera dicho que eran tales , al verlos al lado del celoso Padre Castillo. Pues con las tiernas expre- siones de amor y de consuelo que cada cual decía , ali- viaba de tal modo sus pesadas cadenas , que hacíales poner luego enteramente en olvido sus miserias y trabajos , y no pensar sino en la enmienda y dolor de sus culpas , y en pe- dir al Dios de las misericordias que la tuviese de sus cri- minales vidas.
Todos los Domingos y dias de fiesta, antes de encaminarse á la Feria del íiaratillo , iba i:i l.'fiíctiblemiínte primero el Siervo de Dios en busca de los Morenos, que en grandísi- mo número se reunían , ó en la Plaza mayor de la Ciudad, ó en la de S. Francisco de Asis , á pasar la tarde en di- versos bailes y juegos , según el uso de sus tien-as. Y tal era la autoridad de que gozaba entre ellos el santo Jesuíta, que no bien lo reconocían , cuando suspendiendo á una sus
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(lanzas y cantares , agolpábanse en torno suyo , para rozar
con él : quien exhortábalos entonces á dar de continuo rail
y mil gracias á la Divina Providencia por haberlos traido á
tierra de Cristianos , sin lo cual nunca hubieran sido me-
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recedorcs de la cierna bienandanza , y aconsejábales que al divertirse de las tareas de la esclavitud, lo hicieran siem- pre con moderación , y sin ofensa del Señor ; concluyendo por arrodillarse en tierra y hacer con todos ellos fervorosos actos de caridad y contrición. Práctica que también repe- lla en otros barrios apartados de la Ciudad , á donde reti- rábanse maliciosamente algunos de estos infelices en busca del juego y de la bebida, pasiones funeslas que, á no pocos de entre ellos , arrasíran de continuo á su ruina y perdición.
Así adoctrinaba y asistía infatigable el Apostólico P. Cas- tillo en Lima á esta pobre gente , que , reconocida á ta- maña caridad y agasajos , lo veía y acataba como h su única providencia en -pl mundo ; ocurriendo á él de conti- nuo por remedio y alivio en todas sus necesidades , y , prin- cipalmente , á fin de que les sirviera de padrino y rogador para con sus amos , ó cuando estaban fugitivos de sus ca- sas , ó cuando no habían completado su jornal , ( cosas que acaecían con frecuencia , ) temerosos del castigo que se les esperaba. Desembarazándose siempre el bendito Padre de cualquier negocio que tuviera entre manos , por importante que fuese , para acudir sin demora al consuelo de sus des- validos esclavos , y sin reparar en el tiempo que hacía ni en las distancias. Y así vez hubo , entre otras , en que al re- cojerse el Siervo de Dios al Colegio , después de las doce del dia , fatigado de la andanza y del calor , encontrando á las puertas uii esclavo , que le aguardaba para que lo lie-
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vaso á su dueño, de quien leniía un injusto maltratamiento; al punto , sin que la hora , ni el sol , ni el eansancio fue- ran parle á detenerlo , llevó él mismo al infeliz á su Casa, que era en el Cercado, á unas catorce calles de distancia del (lolegio , diciendo á su compañero , que le replicaba que mas tarde podría aconqiañarlo con menor incomodidad : « ¿ Qué nos dirá la Siíia. Virgen á la hora de la muerte, si no acu- dimos luego luego al consuelo de sus desamparados ? )/
Pero no se limitaba el caritativo celo de este nuevo Após- tol al dilatado recinto de la Ciudad ; sino que , como si en ella pasto suficiente no encontrara , siempre que le era posible , _y , sobre todo , al avecinarse el tiempo de cum- plir con el precepto pascual , poníase en camino para las casas de campo y heredades de la comarca , con el fin de adoctrinar y hacer que cumpliesen con la Iglesia los infeli- ces Morenos que en ellas trabajaban , y que , de otro modo, sino los busca algún ministro del S^fior , se quedan sin ha- cerlo , y en la mas supina ignorancia de sus deberes de cristianos. Y , sabedor de ello el P. Francisco , no había fatiga , ni obstáculo que no superase , á fin de sacarlos de tan triste situación. A pié , con su saco acuestas , y acom- pañado de algún piadoso Moreno , de los muchos que ha- bía ganado ya para el Cielo , que , con el objeto de no herir la codicia de los administradores , ocupaba el lugar del esclavo que se disponía á confesarse ; pasaba de puerta en puerta , haciendo noche en los campos , expuesto á todas la inclemencias del cielo y demás privaciones consiguientes á semejante vida , hasta que al fin , á fuerza de industria y de fatigas indecibles , lograba catequizar de uno en uno, á todos suficientemente, y ministrarles ios Santos Sacramentos.
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No siendo de ningún modo pondcrable por lengua hu- mana , el inmenso é inmarcesible fruto que cuotidianamente recojia la caridad del Apostólico P. Castillo , del ardiente celo con que se daba á instrpir , sin descanso , en las doc- trinas de nuestra santa Fé , á la multitud desvalida de Morenos, que inundaba la Ciudad , y en reformar sus vie- jos y deprabados hábitos. Baste saber , que , al poco tiempo de haberse consagrado el Siervo de Dios , del modo indi- cado , á su enseñanza y mejora , era ya grande el cambio que se advertía en sus costumbres ; y que , al fin , edifi- caba á todos la ejemplar devoción con que frecuentaban los Santos Sacramentos y demás piadosas prácticas de la Igle- sia : llegando muchos de ellos , asi hombres , como muge- res , á una sublime perfección de vida ; de los (jue algu- nos , como el sanio Negro Miguel , y el H Juan , cuyos despojos se enterraron en la Iglesia de N. Sa. de los De- samparados , con grant^í? veneración de toda Lima , murie ron , como habian vivido , en singular olor de santidad.
CAIMTI LO V.
Hace el V. P. Francisco del Castillo su Profesión solemne : entra á cuidar de la Capilla de los Desamparados, y dále entonces la Virgen prodigiosa salud.
En tan santos ejercicios como los narrados , pasaba llenos de méritos á los ojos del Señor sus dias el Apostólico P. Francisco , vencedor del demonio , dueño de la carne , y hollando generosamente el mundo y todos sus honores , cuando el M. R. P. General , atendiendo al eminente grado de santidad en que resplandecía ya nuestro Apóstol , y al gran crédito y veneración que con sus heroicos trabajos ga- bana diariamente la Compañía , juzgó , con satisfacción de todos sus hijos en N. S. J. C. ser llegpda la hora de admitirlo á la profesión solemne; puesto que , por sus vacilaciones y continuos escrúpulos y achaques de cabeza , no había po- dido dar feliz cima á todos los estudios teológicos que , como requisito indispensable , se exigen para el caso.
Según era de esperarse , mucho se opuso el humildísimo Francisco á que se le hiciera tamaña honra y se usase para con él de una dispensación muy contraria á la indignidad de sus merecimientos ; mas , triunfando al fin la obediencia de tan santa repugnancia . tuvo que resignarse , aunque no sin gran confusión suya , á lo que le mandaban sus Supe- riores. Haciendo el 6. de Febrero de 1G50. (después de ha- berse prevenido para función tan sagrada con muchos dias de retiro y de ejercicios espirituales y extraordinarios ayunos
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y penitencias , ) en manos del P. Francisco Zurbano Lu- percio , Provincial entonces del Perú , su Profesión so- lemne , con tanta humildad, reverencia y ternura , que no hubo á quien no diese singular consuelo el verlo y grandí- sima edificación. Y atado que fué el Siervo de Dios con tan sagrados vínculos , púsose en mas vivos empeños que nunca , de procurar con todas sus fuerzas y potencias la mayor honra y gloria del Señor , la salud de las almas y veneración ácia los ministerios de la Compañía de Jesús : y , si supo conseguirlo , ó no , nos lo dirán las nuevas empresas que acometió su celo , y que añadieron mas ricas joyas aun á su apostólica corona.
Tiempo hacia que este gran Siervo de Dios deseaba ar- dientemente poseer un sitio cercano al Puente , á donde , como centro de la Ciudad , concurrir pudieran de todos sus ángulos las Morenas esclavas , á escuchar de vez en cuan- do la palabra divina ^y recibir en común la santa Comu- nión. Y la Divina Providencia , siempre propicia á sus hijos amorosos , proporcionóselo entonces de una manera extraor- dinaria , y cuando él menos se lo esperaba , moviendo de un modo sobrenatural á Doña Ursula Calafe, matrona de gran piedad y virtud , á traspasar el dominio que tenía en una pobre Capilla , fundada orillas del Rímac , en la Plazuela de los Desamparados , y que por falta de recursos no po- día sostener con el debido decoro , á los infatigables Pa- dres de la Compañía de Jesús. Quiénes , á pesar de las contradicciones que de pronto suscitáronse , sin duda por obra del mismo Demonio , tomaron al On posesión de ella en Octubre de 1G50. con sumo gozo del Padre Castillo ; á cuyo cargo , para colmo de la merced que le hacía el
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Señor , (lispiisierori que corriese en un lodo en adelante, se- gún deseábalo también la mencionada Señora.
Y no bien vió colmados sus deseos el Venerable Padre de un modo tan prodigioso ,^ hallándose de la nocbe á la ma- ñana con un local tan á propósito para sus miras , tan cer- cano al Baratillo y de tanto tráfico y concurrencia de Mo- renas vendedoras , como dicha Capilla ; al punto , con su acostumbrada solicitud , y el auxilio de algunas personas [)ias , púsose á asearla y componerla , á fin de comenzar en ella , lo mas pronto que pudiese , su nuevo Apostolado. Pero , cuando mas fervoroso consagrábase el Siervo de Dios á la ejecución de sus santos proyectos , el Padre de las Mi- sericordias , sin duda para purificarlo y fortalecerlo mas y mas en su servicio } permitióle al Demonio que lo inutili- zase, al parecer irremediablemente, para el logro de sus mi- ras , afligiéndolo con una asma horrible : la cual le ocasio- nó tales ahogos y fatigas , que , c(¥\ el sueño , le quitaron absolutamente las fuerzas para llevar adelante los empleos que había comenzado á ejercer. Tanto , que viéndose ya sin remedio para su molesto y pegajoso mal , é inutilizado para seguir en Lima sus antiguos ministerios, se resolvió á rogar por escrito á su Provincial , ( que lo era el Siervo de Dios Padre Leonardo de Peaaíiel , ausente entónces en la visita de la Provincia , ) que le acordara licencia á fin de ausentarse de la Capital , é ir á cualquier otro Colegio del interior , en donde pudiese trabajar en bien de los al- mas en lo futuro , sin tantas contrariedades como en Lima.
Mas , para mayor congoja de nuestro Apóstol , dicho Padre , que lo era también de su alma y en quien cifraba todas sus esperanzas , se le apareció por eutónces , de ua
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modo clarísimo , en visión iiifclectual , dos veces en su celda y una en los corredores de S. Pablo , sin pronunciar siquiera una palabra. Como diciéndole con el silencio mismo, según interpretólo el P. Castillo : « Ya yo soy muerto ; ya acabé de ser Provincial ; y asi , hijo niio , no puedo deter- minar cosa alguna á cerca de tu solicitud ; Dios dispondrá lo que fuere de mas gloria suya ». Y , como quedase el Siervo de Dios no mcMios confuso que cuidadoso con tan inesperada visión , vacilando si daría ó no crédito á seme- jante anuncio de la muerte de su querido Padre Leonardo; otro dia , al dar gracias después de misa , lo certificó de ello enteramente el mismo Padre difunto , mucho antes que el correo , con aparecérsele de nuevo y decirle , dándole una blandísima palmada en el hombro : « Que desde el Cielo le ayudaría mejor ». Con lo cual entró inmediatamente su alma en ciertas esperanzas de que el Señor que , para mu- estra de su gloria y con'jLision de los sabios de la tierra, se vale de lo mas abatido y despreciable , ( según lo dice el Apóstol á los Corintios , ) le había de dar salud y fuer- zas bastantes para llevar finalmente á cabo sus comenzados empeños.
Y así fué : porque sabedora la buena Doña Ursula de la incurable enfermedad que sufría su venerado Padre Cas- tillo , que lo imposibilitaba del todo para servir en su Ca- pilla , y temerosa por demás de que se le ausentara de la Ciudad , y con su partida descaecieran los santos ejercicios que su fervor alimentaba con tanto bien de las almas ; ar- rojóse un dia llorosa y con el corazón abrasado por la ar- diente caridad que la traía fuera de sí , á los pies de N. S. Jesucristo y á la presencia de su Santísima Madre , en
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su propia Capilla de los Desamparados , instándolo con efi- caces lágrimas y ruegos , á fin de que se sirviera restituir, por su intercesión , la salud á su Siervo Francisco , que tanto , y con tanto fruto , incesantemente trabajaba por su gloria ; y suplicándole al propio tiempo , que , si era su voluntad que se immolara alguna victima , aceptase en cam- bio de la útilísima salud de aquel , su inútil salud y vida.
Oyó benigno el Señor la voz del llaulo de su afligida sierva , como oyera poco tiempo ántes en Quito , la de su Beata esposa Mariana de Jesús , ofreciéndosele cual victima por la bienandanza de su pueblo. Pues , aun ántes de le- vantarse Doña Ursula del lugar que regara con sus lágri- mas , reconoció, con certeza , llena de indecible gozo y gra- titud ácia el Padre de las Misericordias , que su súplica había hallado gracia á los ojos del Altísimo , sintiéndose he- rida y asaltada , subitáneamente , por los ahogos de una as- ma incomportable : no dudando u!\, solo punto de que su Padre Francisco se hallase ya bueno y sano , y sin aquella pensión y afán que lo sofocaba por momentos , y que lo hacía inhábil para todo. Y en efecto ¡ oh prodigio de la Di- vina Omnipotencia ! así aconteció : pues , en el propio ins- tante en que la pia Doña Ursula vióse por primera vez en tal aprieto , que la puso muchísimas veces después en los últimos trances de la vida , el Apostólico Padre Castillo ha- llóse absolutamente libre de aquella muerte continua que padecía ; sin que en el resto ;de sus agitados años , volviese á tener el menor susto , ni asomos siquiera del pasado ac- cidente.
Esta sanidad repentina del Siervo de Dios fué tan pública j notoria á los ojos de toda Lima, que asi los de casa , como
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los de fuera , que habíanle visto batallar mil y luil veces con los fieros ahogos del asma , y no pocas a las puertas de la muerte, reconocieron , á una , ser su salud milogrosa; y que , como era la verdad , se la había concedido el Se- ñor de las Misericordias á ruego de su Santísima Madre , a fin de que la emplease toda , ( según lo hizo asiduamente en lo futuro, ) en el acrecentamiento de su santa Capilla de los Desamparados, donde había de ganar mas tarde innume- rables almas para la celestial Jerusalen. Y por tan singular merced , era por lo que confesábase siempre que podía el Siervo de Dios , lleno de ternura y de gratitud, como esclavo de la Santísima Virgen , á quien no llamaba de agradecido, sino su ama y su Señora y dueño de la vida que vivía. Y de aquí aquel olvidarse el Venerable Jesuíta de todo , y desvivirse por honrar y servir con nuevo fervor y abnegación a tan Soberana y Misericordiosísima Madre ; quien , como buena pagadora , no cesó tampoco de corresponder en lo futuro , con nuevas gracias y mercedes , el encendido amor de su Siervo , hasta el último momento de su vida mortal.
CAPITULO VI
Dá el sanio Jesuíta principio á sus ministerios en la Capilla de los Desamparados , y funda en ella una Escuela de Niños y otra de Cristo.
Luego que se vió remediado el Apostólico P. Francisco con tan milagrosa salud por la Santísima Virgen , sin la menor pérdida de tiempo, (que no permitíala nunca su ar- diente é infatigable caridad , ) reparada^i las ruinosas paredes de la Capilla de los Desamparados , como la urgencia de las circunstancias y la escasez de los recursos con que contaba se lo permitieron , puso manos á abrir á su heroica Com- pañía en este nuevo teatro de sus virtudes y sudores , nue- vos caminos para que se cubriese de mayor prez y gloria en lo futuro.
Mas como su primer cuidado lo llamaba imperiosamente al servicio y bien de los Morenos, comenzó nuestro santo Jesuíta por establecer que en épocas fijas hubiese en ella confesiones y comuniones generales de esclavas^ á cuyo fin salía él mismo anticipadamente á invitar en persona á cuan- tas podía á la frecuencia de los Sacramentos, máxime en los días diputados al efecto. No dejando nada por hacer su caridad y angélica dulzura, á fin de reducir la inhabilidad
de tales gentes al ¡uslo aprecio de lan sublimes iiiislerios de nuestra santa Fé.
De pronto, fueron pocas las tímidas ovejuelas que obede- cieron al reclamo de su amoroso Pastor. Pero en breve tiempo, alentadas las demás pbr el ejemplo de las primeras, y atraidas grandemente todas ellas por la compostura del sitio y armonía de los instrumentos , ( pues nada omitía en este orden el Siervo de Dios , á Gn de ganarles los corazo- nes, sabiendo cuanto influjo ejercen los sentidos en el alma aun de las personas mas espirituales , ) fué tan crecido el número de las que acudieron á la benévola llamada del V. Pa- dre, que no bastaban diez celosos sacerdotes á confesarlas en el espacio de cuatro horas. Las cuales terminadas las confesiones, oían luego en común la santa Misa con tanta piedad y de- voción que parecían de piedra ; cautivándoles durante ella los oidos las arrobadoras dulzuras de la música sagrada , y los ojos una multitud de luces y de flores artísticamente combinadas , que convertían aquel lugar en un padazo de los Cielos. Y , tan luego como recibían en sus humildes moradas al Cordero sin mancilla , tributaban ardientes gra- cias al Dios de las Misericordias por tal merced , con una fervorosa oración que el mismo P. Castillo les rezaba en alta voz , y que ellas , igualmente , en coro repetían.
A este Ministerio en pro de las esclavas , añadió en se- guida el Siervo de Dios , allí mismo , otro , no menos agradable á los ojos del Altísimo , en bien de la Morenas Criollas y Pardas libres ; que ^ por su natural desahogo y poco honesta educación , pasada la costumbre del vicio á naturaleza , eran la constante tentación y ruina de un sin
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número de incautos , que se dejaban cojer en sus inferna- les redes , y el escándalo de toda la Ciudad.
Y , á fin de reducir á estas infelices al conocimiento de la verdad v temor santo de Dios , valióse el celo del P. Castillo de algunas , que había sacado ja de las garras del demonio , para que llevasen á las otras los Jueves á sus pláticas : dias exclusivamente diputados á manifestar á seme- jantes mugeres , el gran peligro de condenarse en que se hallaban, hechas por su ceguedad y lascivo desenfreno, tor- pes instrumentos del Demonio , quien , por su medio , po- blaba todos los dias de innumerables incautos el infierno. Industria que fué muy poderosa para traer á mejor vida en adelante á muchas de estas infelices , y operar en todas ellas una gran reformación de costumbres.
Ni fué tampoco de menos gloria del Señor y utilidad para la República , la fundación que hizo el Ven. Padre , en el propio local , de una Escuela destinada á instruir en el temor santo de Dios y buenas costumbres á los niños mas pobres de la Ciudad , al paso que se les enseñase á leer y escribir sin ninguna remuneración. Obra pia de cuya ur- gente necesidad se convenció el Siervo de Dios por su pro- pia experiencia ; pues, mas de una vez, tuvo que habérse- las en el confesonario con infelices que no tenían ni aun las mas escasas nociones de la doctrina cristiana , por in- curia, pobreza ó ignorancia de sus padres; y que habíanse retraído de frecuentar el Sacramento de la penitencia , unos avergonzados de su ignorancia, y otros temiendo los injus- tificables reproches de algunos confesores imprudentes.
Grandísima fué , sin embargo de esto , la contradicción que , al principio , tuvo que arrostar pacientemente de los
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vecinos y Autorriailos civiles el V. Jesuíta , para salirse con su caritativa empresa : sabiendo , muy bien , ser práctica obligación de su fervorosa Compañia el rogar , cual una tierna madre a su hijo enfermo , á fin de que beba la sa- lud , á los individuos particulares y á las Naciones para que se aprovechen de su celo y su doctrina ; y sufrir, con- siguientemente , todo género de contumelias por el nombre de Jesús. Pero su incontrastable constancia y caridad , y los repetidos prodigios obrados entonces por la Santísima Vir- gen , en cuyas manos había puesto el Siervo de Dios la defensa de su causa , triuiiñiron definitivamente de sus cie- gos opositores : llegando á saborear , muy en breve , el dulce consuelo de tener bajo su dirección mas de trescientos niños juntos , que , á su tiempo , vió complacido salir de su viña , tan devotos como aprovechados , á consagrarse á las diversas ocupaciones á que eran llamados por la necesidad ó por la propia inclin^pion.
Y para que la pia nobleza participase también de los fru- tos de su celo y no se diese por quejosa de su predilección acia los Morenos , deseoso de aprovechar á todos y de ga- nar á todos para el Cielo , dcUinó los Sábados á las comu- niones de Señoras , en obsequio de la Virgen titular : y á fin de que los Caballeros no careciesen tampoco de algún ejercicio espiritual , que , separándolos de tiempo en tiempo del mundo, les ayudase a conseguir la eterna bienandanza, instituyó en la misma Capilla , la célebre Confradia que se conoce con el nombre de Escuela de disto . La cual , puesto que no contara en su origen por miembros , sino a tres sujetos de los mas nobles y ejemplares de la Ciudad , de tan exiguo principio como este , creció pronto y de tal
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modo en número y crédito , que todas las Iglesias de la Ciudad , asi parroquiales , como religiosas , siguieron con santa emulación ejemplo tan santo , que extendióse después á todo el Vireinato.
Todos los Viernes del año por la tarde , congregábanse en dicho local los individuos de la nobleza , miembros de la Confradia ; sin negarse por esto la entrada á ningún pe- chero : y , mientras comenzaban las distribuciones , leíase un rato en un libro espiritual ; dando asi tiempo á la reu- nión de todos los Cofrades. Terminada la lectura , descu- bríase con gran veneración la hermosísima Imagen de Nues- tra Señora de los Desamparados , el devoto Crucifijo de la agonía , y el Santísimo Sacramento ; y , hecho el examen de conciencia , pasaba luego el Ven. Institutor á ponderar- les la materia de la meditación , que era de tres cuartos de hora : durante la cual no se oía otra voz , ni ruido , que el de una harpa y un órgano , que ,^ cautivándoles los sen- tidos , les suspendía fácilmente el ánimo á la quieta con- templación des las cosas superiores ; cerrándose el ejercicio con recitar , en común , una devota salutación á la Santí- sima Virgen titular.
Ademas , cada mes , fuera de las comuniones de entre semana , debían comulgar todos los discípulos por regla- mento ; y desde el 14. de Setiembre hasta el 21. asistir á la celebración de los Desagravios de la Santísima Cruz ; empleando las mañanas en confesarse, comulgar y atender á la oración , y las tardes en lectura espiritual , meditación y plática análoga á las circunstancias, que terminaba siempre con amantes coloquios á nuestro Bien Crucificado , y fer- vientísimos actos de contrición. En los dias pecaminosos del
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Carnaval debían reunirse también con el fin de celebrar los Desgravios de N. S. Jesucristo , que , por inspiracian divi- na , instituyó entonces el Siervo de Dios ; y , terminados , acompañaban la devola procesión que se dirigía de prefe- rencia al barrio de Malambo , como el mas necesitado , para dispertar con tal industria la piedad de los fieles , é impedir el que se dieran á juegos ofensivos á la modestia y á la Religión. El Martes Santo asistían á la Memoria que el V. Padre celebraba , en dicha Escuela , de la agonía de N. S. Jesucristo ; empleando la mañana en varios ejercicios de piedad , y la tarde en acompañar con luces en la mano, por las calles de la Ciudad, la procesión del Santo Cruci- fijo : lo que practicaban con tanto rccojimiento y tales pe- nitencias públicas , que producían gran ternura y edificación en todos los espectadores. Finalmente , el Viernes Santo , desde las doce del dia hasta las tres de la tarde , concur- rían también todos lo^ ¡Hermanos á acompañar al Santo Cru- cifijo , durante las tres angustiosísimas horas que estuvo el Redentor agonizante en el leño de la Cruz ; meditando en- tonces , según dejólo establecido el Jesuíta Peruano Alfonso Mesia , las siete sublimes palabras que salieron de sus Sa- cratísimos labios al consumar la Redención del mundo.
Y para dar por entero , aunque á prisa , idea de tan santa Institución , no parácenos de mas el decir que , al fenecer de esta vida alguno de los cofrades , fuera de la indulgencia plenaria, Concedida por la Santidad de Alexan- dro VII. lucraba también el difunto las buenas obras he- chas por los Hermanos en su obsequio ; cuya edificante re- lación , para estímulo y consuelo de los vivos , se leía pú-
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blicamcnte el primier Viernes de los en que se congregaljan por Reglamento , como quilla va apuntado.
Por todo lo que era tal el crédito que gozaba á los ojos de lo mejor de Lima semejante Escuela, que , frecuentemen- te , asistían á sus picdoías distribuciones los mismos Señores Vireyes ; no pocas veces el Exiíio. Conde de Santistéban , y de continuo el de Lémus , que tanto la engrandeció des- pués. No honrándose minos que coa tan nobles discípulos, de contar entre sus miembros al generoso mártir de Cristo Pedro de la Concepción , hijo espiritual del P. Castillo , y que tanta parle tuvo en sus adelantos y en los inmensos bienes que produjo en las costumbres de la nobleza , cam- biando en modesta compostura lo que era antes una vana ostentación y superfluidad , y en alegre retiro é interior ré- cojimenlo las danzas y los paseos cortesanos.
CAPITULO Vli
* De cómo aplacó el P. Castillo á la Justicia Divina cuando los terremotos de 1655. y 1664.
w^i hay lugar en el globo que , con razón, merezca lla- marse rico y delicioso , es , sin duda , la Ciudad de Lima: pues en nigun otro es (an benigno el cielo , que no true- na ni lanza rayos jamas , ni mas risueña la natura , ni mas fresco; y agradables Ij^", aires , ni mas templado el ardor canicular. Mas para que nada sea completo en esta vida , tantos y tan mágicos atractivos como posee la joya del Pa- cífico , vénse asombrados y descompuestos por los frecuen- tes y alguna vez destruidores terremotos que la combaten , y le roban de continuo la quietud y la seguridad. Puesto que , por la misericordia del Señor , especial beneficio de la Santísima Virgen é intercesión de los Santos que flore- cieron en su seno , aunque ha padecido en varias ocasiones grandes ruinas en sus soberbios edificios , no ha llorado nunca considerables estragos en las vidas de sus piadosos habitantes.
Entre otras veces , que no hacen á nuestro propósito , el Sábado 13. de Noviembre del año del Señor de 1655. á
las dos y media de la tarde , fué sacudida la tierra por uno de estos terribles azotes, con tal violencia , que no había quien no tuviese ya la muerte ante los ojos, al ver en medio del universal alarido *y del estru,ondo que armaban solas las campanas , las paredes mas sólidas mecerse y doblegarse y dar al suelo , como débiles cañas al embate de los vientos; y la tierra rajada por mil y rail partes , abrirse en profun- das y anchas grietas , como para sumir en sus abismos las moles que desplomábanse de los aires con un ímpetu espan- toso.
Grandísimos y casi irreparables fueron los daños que recibió en aquel aciago dia la Ciudad de los Reyes en sus mejores edi- ficios: y, como dieron en repetirse después los sacudimientos y vaivenes de la tierra en los consecutivos , asustados y con razón temerosos los vecinos, huyendo de los inseguros case- ríos de la población , se retiraron unos , en busca de segu- ridad , á las quintas y huertas de alrededores , y otros acudieron en montón á las Plazas y Arrabales , donde pa- saban , como podían , las noches , al abrigo de improvisa- dos pabellones , cuya lijereza y aislamiento los preservaba, por lo ménos , de verse sepultados durante el sueño en las ruinas de sus fábricas.
Mas llevado solo del ardor de su caridad , y sin temer los innumerables peligros que por dó quiera lo amenazaban , la misma tarde que castigara Dios á Lima con el primer terremoto , dejó á prisa el Apostólico P. Francisco el Co- legio de S. Pablo , á fin de ver por sí mismo , de que modo podría hacer menores los sufrimientos de sus prójimos , y aplacar la cólera Divina que tan terriblemente amenazába- los. Y , como al pasar por delante de la Iglesia Catedral ,
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que ocupa uno de los lados de la espaciosa Plaza mayor de Lima , se viese seguido por un numerosísimo gcntio , que á su sombra buscaba seguridad y defensa de las ¡ras del Cielo ; movido de superior iii^pulso , á la vista de momento y lugar tan favorables para sus intentos , subióse sobre una mesa contigua á uno de los Portales : y , cual otro Joñas en Nínive , exhortólos , lleno de celo , a que hicieran peni- tencia , y á que , con buenas obras , aplacasen , sin demo- ra, el justo enojo del Altísimo, á fin de impedir en tiempo que sus amenazas y advertencias se trocaran en rigores , por su descuido y culpable ceguedad.
Divinas palabras , que movieron á cuantos las escucharon, que eran innumerables , á tan extraordinario temor de Dios y detestación de sus pasados extravios y fragilidades , que , con voz interrumpida por los sollozos y ahogada por los crueles golpes que se daban , comenzaron á pedir á una « Misericordia » , hac^-«do firmísimos propósitos de cam- biar de vida y hacer penitencia en lo futuro. Actos saluda- bles de dolor y arrepentimiento que fueron repitiendo en pos del Siervo de Dios , en cada esquina por donde pasaba, hasta entrar , con él , en la Iglesia de S. Pablo 3 donde volvió á exhortarlos eficazmente á la penitencia y contrición , de- lante de Cristo Sacramentado. Función que redundó en tanta gloria de Dios , que fueron innumerables los que á conse- cuencia de ella se confesaron luego luego de todas sus cul- pas pasadas , y redujeron á mejor vida en lo venidero : pa- sando de quinientos , según consta de mil declaraciones fi- dedignas , los amancebamientos que se trocaron entónces en santos matrimonios , merced al celo del Ven. Predicador. El dia siguiente al de que hemos hablado , que fué Do-
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mingo , á fin de enternecer al Dios de las venganzas , que aun mostrábase enojado , y alcanzar misericordia para la amenazada Lima , hizo el Ven. Jesuíta que se llevase en devota procesión , desde la Capilla de los Desamparados , hasta la Iglesia Catedral , la prodigiosa Imagen de Cristo Crucificado que en aquella se veneraba. Donde el infatiga- ble Apóstol de Lima , con su fervor y fruto acostumbra- dos , púsose luego á exhortar á la penitencia y arrepenti- miento de sus culpas y omisiones , á uno de los mas nu- merosos y contritos concursos que se hallan visto jamas ; como único medio de esquivar el tremendo castigo que ame- nazaba la entera ruina de la Ciudad.
Mas como continuasen aun los amenazantes remezones de la tierra en los dias consecutivos , y no hubiese ya seguri- dad ninguna en la Catedral , y si mucho peligro para los fieles ; por mandato del I. S. Arzopispo Don Pedro de Vi- llagómez , volvió á predicar el Siev"'0 de Dios á sus afligi- dos compatriotas , asistiendo entre ellos todas las notabili- dades de la Ciudad , asi eclesiásticas , como seculares , de- bajo de una gran Ramada , que habían levantado precipi- tadamente en medio de la Plaza Mayor , á fin de que cc- lebráranse en ella , con menor riesgo , los Oficios divinos en adelante.
Siendo tal entonces la eficacia de razones , dictadas sin duda por el Espíritu vivificante, con que el Apostólico Pa- dre ponderó á su afligido auditorio , cual otro inspirado Joñas : k Que todos lo azotes que Dios enviaba á los hom- bres , eran atraídos exclusivamente por sus culpas : que ex- piasen sus muchos pecados , y cesaría el castigo que los amenazaba ; y que procuraran ganarse el patrocinio de la
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Madre de las Misericordias , con ayunar en su obsequio el próximo Sábado , bacer una comunión general en la ma- ñana del Domingo , en su tarde una procesión devota y pe- nitente por la calles de la Ci;idad , y por nueve dias con- tinuos plegarias y rogativas en todas las Iglesias , á fin de hacer violencia a Dios , é inclinarlo á usar de misericordia con su pueblo » : que decirse puede con verdad , que no hubo quien no se partiera de cirio con un propósito firme de ajustarse en todo á tan santas prescripciones, y lleno de confianza en la prometida Misericordia.
Eficaces disposiciones que se vieron á las claras , muy en breve , en la demonstracion que hizo entonces la piadosa Ciudad de Lima , afervorizada por el extraordinario celo de su Apóstol; que fué tan llena de fe y de ternura , como digna de la conmiseración del Altísimo. Pues habiendo or- denado incontinenti su Ilustrisimo Arzobispo , que conocía muy bien cuan caro cf . el Ven. P. Francisco á los ojos del Señor , por medio de un público edicto , que se lle- vasen , en todo y por todo , á cabo sus santas prescripciones, acudieron á la voz del amante Pastor tantas personas el pró- ximo Domingo á comulgar bajo la Ramada que servía en- tónces de Catedral, que repartiéronse, solo en ella, mas de diez mil formas , fuera de las consumidas en las demás Iglesias de la Capital.
Consiguientemente , salió de la misma Ramada , por la tarde , en medio del lúgubre clamor de la ca mpanas , y del alarido universal de los afligidos habitantes de la Ciudad , una devotísima Procesión de N. S. Jesucristo Crucificado; asistida de toda la vecindad , así de la nobleza , como de la plebe, y lo mismo de los hombres que de las mugeres,
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que on varias suorlos de horrorosas pcnilencias , vcslidos de ásperos sacos unos , y otros cubiertos de cilicios , cual con pesadas cruces sobre los hombros , y quien arrastrando por tierra gruesísimas cadenas , c^al con ios brazo> puestos en- tre afiladas cuchillas , y quien regando el suelo á rios con su sangre , iban pidiendo con gemebundas voces « Miseri- cordia )) para la penitente Lima , al que sostiene el mundo con su diestra , y manda á él , según sus sabios consejos, las lluvias ó el granizo , las suives brisas ó fieros aquilo- nes.
Y ¡ oh gran valor de los méritos de Francisco , y de esa fé que , según el Espíritu Santo , trasporta los montes al seno de los mares ! y ¡ oh grandeza inefable de la mise- ricordia del Altísimo para con sus hijos humillados ! Al octavo dia de híib^rsa puesto eti obra lo> proféticos consejos del Siervo de Dios, cayósele al Justo Juez el azota de las ven- gadoras manos; cesando absolutaincRV; desde entonces aquellos espantosos estremecimientos y vaivenes de la tierra , de tal modo , que el último djl prescriplo Novenario , entrada ya la noche , restituyóse el Santo Crucifijo á su Capilla de los Desamparados : quadaado toda la Ciudad con entera con- fianza en su perdón , que de hecho obtuvo ; pues no vol- vió á verse amenazada entonces de ningún otro terremoto , y con mayor veneración que antes acia la virtud del nuevo Moisés por cuyo medio había logrado reconciliarse con el Omnipotente , y obtener que suspendiera el castigo que ya descargaba sobre ella su brazo justiciero.
Prácticas tan edificantes como agradables á los ojos del Señor , que , poco mas ó menos , aunque quizas en cir- cunstancias mas providenciales , repitió también el Ven. Padre
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nueve años después , cuando á 12. de Mayo de 1664. tuvo lugar en San Gerónimo de Yca el tremendo terremoto , que asoló , al amanecer de dicho dia , aquella hermosa población ; y cuyos estallidos y estremecimientos sintiéronse en la misma madrugada en Lima, aunque sin ocasionarle daño alguno : en reconocimiento del sublime favor que el Dios de las Miseri- cordias hizo entonces á su Patria, librándola de los estra- gos de semejante azote , que tenía bien merecido de la Di- vina Justicia , á no haber alcanzado con tiempo el patro- cinio de la Virgen Santísima ; según le fué revelado al Siervo de Dios , y lo profetizó una tarde en el Baratillo , un mes antes de que arruinara á Yca tan espantoso castigo. Favor en verdad inefable , cuyo aniversario celebró siempre en Lima el Ven. Padre , mientras tuvo vida , lleno de ternura y gra- titud acia tan Soberana y Misericordiosa Señora , á 12. de Mayo , con Misa solemne , plática adecuada á la circunstan- cias , y comunión general de todos sus devotos.
CAPITULO VIII.
Auxiliado del Exñio. Sor. Conde de Le mus funda el V. P. Castillo una Casa de Recojimienío para mugares arrepentidas.
Llorando á mares su triste suerte , con frecuencia echá- banse á los piés del compasivo Apóstol de Lima , muchas infelices mozas , que , arrastradas de funestas circunstancias, por no morirse de hambre , ó no tener fuer/as bastantes para soportar la tilde de pobres la^.unas , y no poder salir á tiempo las otras del abismo que las solicitaba á su ruina, habían vendido ¡ óh humana miseria ! el celestial tesoro de su inocencia á un infame seductor : Quienes , palpando al fin , con sus mismas manos , el propio desengaño , y sa- biendo que nunca es farde para él que pide al Dios de las Misericordias perdón de sus extravíos , deseaban vehcmen- tisimamente hallar un medio cualquiera de verse libres para siempre de tan sucia mancha y ominosa esclavitud.
Sobre modo compadecíase de estas pobres Magdalenas el tierno corazón del caritativo P. Castillo , quien , después de llorar con ellas todas sus miserias y caldas , trataba de consolarlas , usando todos los recursos que le ofrecía su ar- diente caridad : ora administrándoles los socorros de dinero
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que podia , y ora evliorláiulolas con su acostumbrada be- nevolencia , al aníor de la virtud , y á que confiasen fir- memente en la Divina Misericordia , que cuidaría de ollas , permaneciendo firmes en la fé , con major solicitud que la conque alimentaba por dó qffiera las aves del cielo y las flo- res de los campos. Poro como las limosnas que la caridad de los Limeños ponía en manos suyas , aunque cuantiosas, no eran bastantes á remediar la suerte de tantas infelices que las habían menester , y no en todas ellas echaba siem- pre sólidas raices la fecunda semilla de la Divina palabra : con harta frecuencia acontecía, y con gran desconsuelo del Siervo de Dios, que hubiera dado mil y mil veces su exis- tencia á fin de librarlas de la mas pequeña caida , que , olvidados los antiguos remordimientos y sus lágrimas y pro- pósitos , volvíanle de nuevo las espaldas á la virtud , para continuar en el mismo comercio y torpe servidumbre , con mayor peligro que antes de sus almas.
Razón por la que d^ó siempre con toda su alma y pro- curó también con todas sus fuerzas el caritativo P. Fran- cisco fundar en Lima una Casa de Recojimiento , donde vivir pudieran con toda seguridad en adelante , las infe- lices jóvenes que , huyendo en tiempo de las munda- nales tentaciones , quisieran atender por entero en lo futuro á la sola cosa que sea necesaria , la propia salvación. Pues bien sabía él , y mejor que nadie , que de otro modo, mientras estuviesen en al siglo expuestas á verse á cada paso entre las redes del Mundo , del Demonio y de la Carne, era casi imposible perseveraran por largo tiempo en el áspe- ro camino de la virtud. Y varias veces , con tal propósito en el corazón , movido del ardientísimo celo que lo ani-
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maba , había hablado también sobre el particular el santo Jesuita á los Exmos. Señores Vireyes Conde de Alba , y de Santistéban , dóciles acatadores de sus consejos ; sin que á pesar de la piedad insigne de tan nobles personajes, hubiera logrado la dulce satisfacción de ver realizados sus deseos en ninguna de las dos Gobernaciones indicadas.
Sin duda porque reservaba el Omnipotente tan gran mérito al piísimo Conde de Lémus , Virey de los mas ilustres que mandó España á nuestro rico suelo : quien , noticioso de los filantrópicos intentos del Siervo de Dios , de cuya Santidad tenía formada desde Europa un eleva- disimo concepto , ó movido quizas de superior impulso , razonando rierto dia con aquel , al poco tiempo de su lle- gada al Perú , sobre las Obras de gran servicio del Se- ñor y bien de los prójimos , que podían plantearse en Lima, díjole , entre otras cosas : ir deseaba mucho , y aun pro- movería con todo su valer , si era de su aprobación , el que se instituyese en dicha Ciudad , una Casa] de Recoji- miento para mozas arrepentidas de sus pasados extravíos ; donde disfrutasen de las ventajas del estado Monástico en adelante , estas infelices que no tenían hasta ahí ningún seguro techo bajo que guarecerse de las mundanas tempes- tades )). Coyuntura feliz , y como deparada por el Cielo, de que valióse incontinenti el celoso patrocinador de to- dos los necesitados , Francisco , para llevar á cabo sus propósitos , asegurando sin demora al ilustre Conde : « Ser tan santos deseos una clara inspiración del Espíritu Santo , á fin que de consuno emprendieran ambos tan benéfica Obra ; pues tales habían sido también siempre las mas ardientes as- piraciones de su alma , que solo había dejado dormir hasta
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entónccs , por faifa de un Principe , que las foracntasc con su poderoso brazo ».
Y no se quedaron en puras palabras las promesas del magnánimo Vircy; pues á losjjocos dias de tan providencial coloquio , hizo llamar nuevamente al infatigable Jesuíta , á fin de que buscase , sin demora alguna , un sitio á propo- sito para la acordada fundación : que ponía desde luego bajo el patrocinio de la Purísima Concepción de Nuestra Seño- ra , y encomendaba , en todo y por todo , á su vigilancia , y al indefectible celo de su heroica Compañía. Y habién- dolo hallado finalmente tal como era de desearse la activa solicitud del Siervo de Dios , cerca del Colegio de S. Pa- blo y del de S. Martin ; en Junio del año de gracia de 1668. dióse principio á la fábrica , y con tal empeño , que, en poco menos de dos años , con las larguezas del Virey y las limosnas de muchos personajes y del pueblo , estuvo enteramente terminada^ Tanto , que en Marzo de 1670. hízose , con una pompa y grandeza extraordinarias , asisti- endo todas las autoridades eclesiásticas y civiles , la solemne dedicación del nuevo edificio : diputándolo , bajo el nom- bre de « Casa de Amparadas de la Purísima «, á ser en adelante el seguro refugio y la Arca de salud de las infeli- ces mozas , que desearan salir del inminente riesgo de per- dición en que habíalas puesto su llorosa fragilidad , acojién- dose , voluntariamente , al amparo de la Virgen Inmacu- lada , para servirla , en todo , según las prudentes reglas que el mismo V. Padre Castillo dictóles para su gobierno y su mejora.
Mas , enfurecido horriblemente el Demonio contra seme- jante fundación , que libraba de su negra servidumbre á
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tantas infelices que creía ya seguras en sus redes ; apro- vechándose de unas malignas fiebres , que imposibilitaron por entonces al apostólico P. Francisco para ocuparse en sus santos Ministerios , no hv(^o ardid de que no se sirviese su infernal astucia , á fin de desprestigiar obra tan pia y provechosa : ora excitando en algunas infelices mozas una excesiva vergüenza, que les hacia ver la entrada en tal casa como un eterno padrón de infamia para ellas y sus deudos ; ora persuadiendo á otras que lejos de serles útil para darse ft la virtud semcjanlo modo de vivir , seríales por demás perjudicial , atento el género de personas con quien conti- nua y exclusivamente debían de tratar para siempre en lo futuro. Y tanto prevalecieron estas diabólicas asechanzas en los mugerilcs ánimos , que , después de un mes y mas de haberse abierto el Recojimicnto bajo los mejores auspicios, no se hallaba todavía una sola persona que quisiera entrar en él.
Pero el Omnipotente , que permitió , sin duda , semejan- tes sujestiones , solo para ejercitar por medio de ellas la humildad y paciencia de su Siervo , disipólas , en breve , por entero , con volverle misericordioso la salud , y mover eficazmente á algunas infelices jóvenes , desengañadas ácl mundo , y heridas de su amor ; que , atropellando , con varonil resolución , por todos los respetos mundanales , se declararon , al fin , pretendientes de tan santo retiro. A las cuales, como suele acontecer en casos parecidos , se si- guieron bien pronto tantas , que fué ya necesario elegir de entre ellas las mas beneméritas de merecer la dicha de fundadoras y columnas de semejante instituto.
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Estas, según lo aconsejaba la prudencia, fueron al princi- pio tan solo nueve : quienes entraron á vivir en el Rcco- jiraiento en Mayo de 1670. y á los pocos dias recibieron el Hábito, de color blanco, o» obsequio de la Virgen titular, y en prenda de la vida inmaculada que iban a vivir bajo su patrocinio. Celebrándose tan fausto hecho con una pompa extraordinaria , que bien decía con la grandeza de la Reina á quien dedicábase , y con la magnificencia y piedad del Virey que la patrocinaba. Exiguo número que creció en brevo espacio á mas de veinte , aumentándose mas y mas cada dia , y que llegó en 1687. incluidas las educandas y algunas rcclusas por públicos escándalos , ( que , contra el primitivo espíritu del instituto , vivían bajo el propio te- cho , bien que con separación de las verdaderas recoji- das ), al crecido número de doscientas : sin que les faltase jamas una descansada sustentación , á pesar de no poseer bienes ningunos y dq^ivir exclusivamente á expensas de la pública caridad. En lo que bien se reconocía que hallá- banse al amparo de la Reina de todo lo creado , Maria San- tísima , y cuan válida fuese la intercesión del V. P. Fran- cisco á los ojos de tan soberana Señora ; como lo publica- ron también en Lima , de una manera incontestable , los evidentes prodigios que obró en favor de ellas el Siervo de Dios , después de su glorioso tránsito de esta vida mortal, y de que hablaremos despacio en sitio mas oportuno.
CAPITULO IX.
Elige el Exñio. Conde de Lemm al V. Padre Castillo por su Confesor, y acciones de insigne piedad gue ejercita bajo su sabia dirección.
Privilegio propio de la virtud es atraerse sin solicitar- ía , y antes bien despreciándola , la estimación de los hom- bres : pues sucede al virtuoso con las continuas trazas que pone en obra para esconder á los demás el riquísimo te- soro guardado en su corazón , lo ^-^uc aconteciera al que pretendiese extinguir una llama echándole encima mate- rias combustibles : que solo lograría hacerla muy mas clara y resplandeciente. Y esto fué lo propio que pasóle á nues- tro humildísimo Francisco ; pues sin embargo de cuanto hacía constantemente por arrastrase á los piés de todos , á fin de que lo mirasen como un k muladar asqueroso c inmundo », fué tan crecido y universal el aprecio que le granjearon sus heroicas acciones , no solo en Lima , sino también en la remota España , que , muy á pesar suyo , hubo de verse por su virtud , y en fuerza de la obediencia , de arbitrio y dispensador de los destinos del Perü.
Señalado para su Virey , en la misma Corte de Ma- drid , señora entonces de la tierra , tuvo el Exmo. Conde
de Lémus informes tales de la prudencia y santidad del Ven. Jesuita , que , allí mismo , ardía ya su corazón en vehementes deseos de conocer y tratar con inmediación á un sujeto tan Apostólico^: que bien mostró después en Lima el generoso Príncipe lo veraces que eran , con las públicas manifestaciones de sumisión y rendimiento que tri- butaba dó quiera á su persona , aun antes de confiarle el gobierno de su espíritu. Mas cuando con ir frecuentemente, llevado de su insigne piedad , á la Capilla de los Desam- parados , y muchos Domingos al Baratillo , llegó á mirar, por sus propios ojos , el fruto tan abundante , que , en bien de las almas y daño del infierno , rendían los após- tülicos Ministerios del Ven. Jesuita ; quiso ya ser , no solo su admirador , sino también , con la mano y grandeza de Virey , cooperar y tener parte en lo futuro en su glorioso Apostolado. Comenzando , como hace poco lo dijimos , por ayudarle á abrir , co^ llave de oro , una Casa de Recoji- miento para las desgraciadas mozas, que , arrepentidas de sus pasados extra vios , quisieran acojerse en adelante á la pro- tección de la Purísima Madre de las Misericordias , y labrar su mejora bajo la vigilancia de tan santo institutor.
Y tales eran ya , y tan profundas , las simpatias y ve- neración del piadoso nieto de S. Francisco de Borja acia la ciencia y virtud del santo P. Castillo, cuando , viéndose sin confesor , por haberse ausentado de la Ciudad y del Vireynato , en busca de quietud , el que tenía ; deseoso de hacer , en lo futuro , arbitro , no solo de sus acciones , sino también de su conciencia , al Siervo de Dios , sin pér- dida de tiempo , solicitólo para que aceptase semejante car- go , que era de los mas honoríficos y codiciados. Pero (al
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fué la resistencia (|iic abiertamente le opuso entóneos su hu- mildad y apartaniienlo , que viendo al fin el devoto Conde que mas fácilmente movería un peñasco con su brazo , que la voluntad del humilde y retraído Jesuíta con todo su po- der , á aceptar un puesto que se conceptuaba en Lima tan honroso y comprometido , se valió , como de un último y seguro medio , de su influencia para con el Padre Pro- vincial de la Compañía de Jesús , de la cual fué siempre larguísimo benefactor , á fin de que lo obligase á ello bajo obediencia , por importar así , no solo á la salud de su alma , sino también á todo el Vireynato.
Mas llegado el caso , y oida la voluntad de su Superior, fué tanto lo que hizo el V. P. Francisco por eximirse de tamaño honor , diciendo , con las lágrimas en los ojos , y arrojado en tierra : « Que el Palacio no era para su cor- tedad , ni la dirección del Príncipe para su insuficiencia , y que mas bien lo mandasen á la \rias ardua misión de in- fieles , que imposibilitarle con tal honra el logro de sus mi- nisterios »; que juzgaron de común acuerdo sus medidos Superiores , que sería inferirle demasiada violencia el con- trariarlo abiertamente , imponiéndole por precepto lo que tanto repugnaba su humildad ; abrazando como mejor par- tido , que el mismo P. Francisco fuera á recabar en per- sona del bondadoso Conde la admisión de sus excusas. Lo que hizo el Siervo de Dios luego luego , y como un ver- dadero humilde , que vé siempre en su individuo faltas que nadie diría tales , dándole contra sí mismo al noble Prin- cipe el informe mas afrentoso que pudiera imaginarse , con decirle : « Que al peso de tamaño honor eran muy flacos sus hombros : Que si por no conocerle le escojía , supiese
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que era á la verdad un sujeto iudiguo , ignorante ó idiota; que como á hombre inútil lo toleraba y sustentaba la Re- ligión , sin hacer de él mas confianza que para rezar las oraciones y hacer la doctrina á los Morenos : Que mil su- jetos tenían todas las Reli^ones, de quien con mas satis- facción pudiese fiar su conciencia \ y que á él le hiciera así sobre la excesiva honra de elegirlo , el favor sumo de excusarlo de un empleo , que exigía tanta ciencia y gra- vedad )).
Edificado y suspenso quedó el piísimo Vire_y al ver tan estupenda muestra de humildad, Pero , como nadie mejor que él , que , en tanta altura , no se desdeñaba de servir de rodillas á los enfermos de los hospitales , podía apreciar debidamente sus quilates ; informe tan injurioso , lejos de disminuir en lo mas mínimo el alto concepto que siempre tuvo de la virtud de tan venerable Varón , fué para tan cristiano Principe la ^as clásica recomendación que hacér- sele pudiera de la insigne santidad del que lo profería. Así es , que replicóle , incontinenti , con suma veneración y afecto : « Que estaba bien advertido de todo 3 pero que no tratara de negarle el consuelo que le merecía un Ne- gro , que se le echaba á los piés. Pues él, léjos de diver- tirlo en lo menor de sus santos Ministerios , nada deseaba mas ardientemente que poder cooperar , con todas sus fuer- zas , al grau bien que hacía con cada uno de ellos á la Re- pública )).¡ Respuesta digna en todo de la piedad y mag- nificencia de un Príncipe tan cristiano , como poderoso , concedido al Perú por una especial merced del Omnipotente, y que tanto había de hacer en pocos años por su Dios , por su Rey y por sus prójimos en las vastas regiones que tuvieron la dicha de gozar de su benéfica gobernación !
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Como ora natural , á (ales palabras , hijas del espíritu celeste que ardía en el pecho de su ilustre favorecedor , no tuvo ya que responder el humildísimo Francisco ; así C3 que hajó la cabeza diciéndolc , con santa resignación , por toda respuesta : « Que , pues así lo quería S. E. , se cum- pliese en él la orden de sus Superiores y la voluntad de Nuestro Señor ; haciéndose en él , en todo y por todo , se- gún su palabra ». Y he aquí cómo quedó anudado entre estos dos grandes siervos del Altísimo , aquel comercio in- disoluble en Cristo Nuestro Señor , que tan agrada])le fué á sus divinos ojos , ( conforme manifestóselo varias veces al Venerable Padre Castillo , para consuelo de su descon- fíanza y humildad, ) y que según los ni¡>ericordiosos y sa- bios consejos de su Divina Providencia, había de contribuir eficazmente al ejercicio de su mortificación , aprovechamien- to de tan piadoso Príncipe , y bien de lodo el Vireynato.
En efecto , no es en manera alg^jna ponderable , lo que sufrió el encojido natural del humilde Jesuíta en los po- cos años que estuvo en Palacio de confesor del Exmo. Conde ; pues al propio tiempo que las ocupaciones , se le multiplicaron también allí los sinsabores : Ya ocasionados por los malévolos, que , por envidia, ó por despecho, no cesaron de calumniarlo y perseguirlo cruelmente ; ya por los continuos cumplimientos de tanto ocioso cortesano como sin cesar lo asediaba , sabedores del cariño y veneración que el buen Virey le tenía , y que , si no la paciencia , al menos la quietud y el tiempo le robaban. Costándole tam- bién al Siervo de Dios no pocas desazones y molestias , el mantenerse enteramente alejado de las provisiones del Gobierno , á pesar de cuanto hacían deudos y extraños por que se implicase en ellas , bajo mil especiosos pretextos.
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Y lal fué la severidad de principios del santo Jesuíta en este particular , que no solo viósele siempre inflexible íi todas las insinuaciones de sus amigos ó parientes , á fin de que se interesara en pró j^e ellos ; sino que opüsese aun constantemente , y con todas sus fuerzas , á que se les a- graciase en lo menor. Dándoles por toda excusa de tan ex- traña conducta á los ojos del mundo : k Que mas gusta- ba de ver á los suyos pobres que bien acomodados «. Por lo que no debe sorprender ya , si , con semejante es|)iritu de abnegación y desprendimiento , todas las honras y con- sideraciones humanas , dejaron siempre al Siervo de Dios , (según nos lo testifican mil testigos contemporáneos ), tan ajeno de la Corle y de sus vanidades , cual si habitara en un desierto ; y tan humilde y penetrado de su propia nuli- dad , como si nunca hubiera salido de los pobres muros de su Convento.
Mas , coa el trato í^imo y frecuente de tan santo Va- ron , cuya sola presencia enamoraba á todos de la viríud , el piadoso Virey sintióse al instante lleno de un nuevo es- píritu , q le empeñábalo cada dia en las mas heroicas y cristianas acciones , cuya sola enumeración llenaría mil pá- ginas , tan gloriosas , como consoladoras. Pues en su tan corta y benéfica gobernación , debióle la Yglesia , ademas de mil consideraciones de todo géciero , y de la institución del Recojimiento de las Amparadas , de que hemos dado ya idea , ver el humilde domicilio de la Reina de los An- geles de los Desamparados , convertido por sus larguezas, de pobre Capilla , en un suntuoso y magnífico Santuario ; amen de otras pias fundaciones , en distintos puntos de la República , incesantes pregoneras de su piedad y de su po-
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der. Pues fu6 tan extraordinario <;I celo que desplegó siem- pre en el Perú por la honra de Dios , y la salud de las almas , que entraba , sin lisonja alguna, á competencia en méritos con los mas fervorosos misioneros ; asi por la ar- diente caridad con que alentábalos por escrito á proseguir en sus fatigas apostólicas , como por las gruesas limosnas con que continuamente contribuía á la conversión de los infieles en todos los ángulos del vastísimo territorio que gobernaba. Llegando á (ales extremos su devoción y filial deferencia ácia su venerado consejero y confesor , que , á fin de que no se interrumpiesen un solo dia los ministerios que desempeñaba con tanto fruto de las almas en la an- tigua Capilla de los Desamparados , (mientras se ponía en estado de servir al culto la nueva Yglcsia que emprendió á levantar , á toda costa , desde los cimientos , en 7. de Junio 1669.) cedióle ¡ oh noble y católico hecho ! la propia Capilla de Palacio , para que hiciese en ella sus consuetas distribuciones : que , desde entónces , merced á la presen- cia continua del P. Castillo en él en calidad de Capellán , y á la devoción creciente de los pios Vireyes , parecía mas bien una casa de Oración , que de gobierno ; según el gran concurso de todo linage de personas que diariamente acu- día á las diversas distribuciones , y el ejemplar recojimiento que en él reinaban por dó quiera.
Así el Apostólico P. Castillo , no obstante su humildad y alejamiento del mundo , y puesto que viviese en Palacio como en medio de un desierto , lo mismo que Arsenio en el de Honorio , fué sin embargo el alma de todas las gran- des empresas que se acometieron entónces en el Perú por el poderoso é infatigable brazo de su Católico Virey : pues
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el Omnipotente en sus sabios y ocultos designios había dis- puesto para su gloria y bien de aquellas vastísimas y ne- cesitadas regiones , que su fiel apóstol hallase en el gene- roso nieto de S. Francisco de Borja el desempeño de su fer- vor y ardiente caridad , y csí^ en aquel la paz de su con- ciencia , y el mas fuerte y dulce estímulo de su piedad y devoción. Santo y envidiabilísimo comercio , que solo tuvo fin con la santa y prematura cuanto llorada muerte de tan edificante Príncipe , acontecida en 1672. en manos del V. P. Castillo , á quien fuéle revelada anticipadamente , un año ántes de su glorioso tránsito á la mansión de los bienaven- turados; donde volvieron á unirse bien pronto sus fervorosos corazones en el seno del eterno Amor , y para no separarse jamas uno de otro en los siglos de los siglos.
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LiBiio mum.
De las heroicas virtudes que fueron ínse- f arables compañeras de la santa vida del Venerable Padre Castillo.
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CAPITULO I.
De la heroica fé y espent nza en Dios del Ven. P. Castillo.
\^ístas en el precedente Libro, las portentosas obras que llevó á cabo el apostólico celo del V. P. Francisco del Cas- tillo , es ya llegado el dulce instante de decir algo sobre las heroicas virtudes que hermosearon su alma privilegiada, moviéndolo á emprendo^ tan grandes cosas en bien de sus prójimos y honra y gloria del Señor. Y aunque á ninguna de ellas pueda darse legítimamente la preferencia en grado sobre las demás , por no poderse discernir en tanta subli- midad cuya es la primacía ; sin embargo , por ser fuente y raiz de todas las otras virtudes , fundamento del místico templo del Espíritu Santo , y dar, en fin, vida al justo , se- gún lo dice el Apóstol , hablaremos , ante todo , de la he- roicidad de la Fé con que creyó siempre y profesó genero- samente tan gran siervo del Señor cuanto la Santa Madre Y- glesia nos manda creer y profesar á los que nos gloriamos de pertenecer a su místico redil.
Desde que tan venturoso infante tuvo la sin igual dicha de verse alistado bajo las banderas del Nazareno por las
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rcgtüieradoras aguas del Bautismo , decirse puede que no hizo otra cosa en su tránsito por el mundo , que ofre- cer una constante prueba de la divina fé que profesaba ; en cuyos mas sublimes misterios todo convencía de que hubiese sido ilustrado internamente por el Espíritu de ver- dad , aun mucho antes de que llegara al uso de la razón. Que solo así puede explicarse en alguna manera , cómo , siendo todavía de pechos , pasase el tierno Francisco las noches de espaldas en la tierra y con los ojos clavados en el Cielo , y que durante los años de su angélica niñez , ( en la cual no hubo quien no viera, con anticipación, que no había nacido para el mundo, ) no tuviese otras miras que la eterna bienandanza , ni otros pasatiempos que rezar , hacer devotas imágenes para sus Capillas , é instruir á los niños de su edad en las mas santas verdades de nuestra augusta religión.
Privilegiadas disposiciones de la naturaleza , y portentos inefables de la divina gracia que, en buena hora , para col- mo de las bendiciones de Dios , fueron cultivados con eficaz diligencia y cuidado por las dos santas mujeres que le dió el Cielo por Madres , y que, con el licor de sus pechos, le pasaron también la celeste llama de la fé que ardía sus abra- sados corazones ; y mas tarde , con su consabida solicitud y esmero , y , si se quiere , con mas opimos frutos , por la fervorosa Compañia de Jesús. Pues siendo aun muy niño, por especial gracia del Altísimo , corrió á guarecerse á la benéfica sombra de árbol tan robusto y salutífero ; y bajo de ella, y dirigido sucesivamente, según los sabios designi- os de su misericordiosa Providencia , por ángeles en vir- tud y saber , como los Venerables varones Alloza , Peña-
fiel , Ruiz (lo Monfoya y oirás glorias de la Provincia Je- suítica del Perú y de la Iglesia , llegó á adquirir muy pron- to con el estudio de las Ciencias Sagradas , y la luz de la Oración , aquella firmeza y-^ubliniidad de fé con que ha-' bia de triunfar completamente de todos sus enemigos en la tierra , y ceñirse en el Cielo la corona de los Comprenso- res bienaventurados.
Pero, si como nadie puede negarlo, el testimonio mas lumi- noso y seguro del firme asenso que cada cual presta á las ver- dades reveladas , es el deseo ardiente de que todos las pro- fesen , y , mas que el deseo , el ardor infatigable en pro- pagarlas y en hacer , aun á costa de la propia vida , que los demás las acaten : ninguno creyó nunca en la tierra mas firme, inmutable y generosamente que nuestro Apostólico Je- suita ; pues ninguno tampoco mas legitimamente que él , decir pudo con el Apóstol Santiago : ( C. 11. v. 18. ) 0- stendam ex operibus fíti^ meatn mis obras manifestarán la excelencia de mi Fé.
Niño aun, su mas grata ocupación consistía, como ya lo hemos dicho , en predicar á los pequeñuelos de su edad , las verdades que había oido de boca de su madre , ó en las Iglesias que continuamente frecuentaba ; devorado por el ar- diente deseo de que todos conociesen y amasen á su Dios y Señor como era debido. Y tan santa ambición , sin la cual es imposible agradar á Dios, fué también siempre, si bien se mira, el constante y exclusivo blanco de todas las acciones de su apostólica y afanosa vida. Pues ¿ cual otro objeto tuvieron, si nó , sus continuas predicaciones en el Baratillo y en los Desamparados ? ¿ cual su diario adoctrinar á los Morenos por dó quiera , en la Ciudad y en sus alrededores ? y ¿ cual,
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en fin , la institución tan benéfica de una Escuela para niños pobres , j cuantos minisicrios (Icsemptülaba cuotidiananienlc, desde que salía el sol , hasta mucho después que se ponía; sino hacer que echara en í(^\os los corazones profundas raices la preciosa semilla de la Fé, y custodiarla solícito , hasta verla convertida finalmente en un árbol corpulento é inconmovible ?
Y armado de esta arma victoriosa , con que , al decir del Discípulo predilecto , triunfa el cristiano y se rie de los enemigos mas encarnizados : Hace est victoria quae vincit mundum , /idcs nostra , no satisfecho su fervor de Apóstol con quebranlarles la cerviz en Lima , con lo mucho que trabajaba todos los dias en la mejora de las costumbres y propagación de la doctrina de Cristo , deseoso de poner cima á mayores hazañas, siempre anheló vehementemente el penetrar las montañas mas intransitables y peligrosas del Gentilismo, {tara extender á los ángulos mas i'^.^otos é inaccesibles el Evangelio de su Divino Maestro , ó morir generosamente en la demanda , si tanto no le era concedido , rubricando con su sangre la confesión de su santa Fé y la inmensidad de su amor. Lo cual , sin duda alguna , hubiera puesto en obra, mil y mil veces , gozoso nuestro Apóstol , según que- da apuntado , á no habérselo impedido sus Superiores , cu- yas órdenes ciegamente veneraba como la expresión mas pal- maria y terminante de la voluntad de Dios sobre la tierra.
Mas si no pudo partirse Francisco de la Capital á conver- tir á la Fé del Nazareno á los Indios mas rebeldes , no por eso dejó de saborear la inefable consolación de atraer á ella á no pocos infelices , que yacían en las tinieblas mas fos- cas del error. Pues aunque la devota Lima hubiera sido
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preservada en el Siglo XVII. por especial providencia del Altísimo de los delirios de üllraniar 3 sin embargo , de tiem- po en tiempo , no dejaban de albergarse en su recinto al- gunos hombres de perdición^ puesto que sus corruptoras máximas no bailasen acojida en la piedad de sus católicos habitantes. Asi , entre otros , en el año de gracia de 1670. vinieron de Valdivia á Lima tres herejes anglicanos , tan imbuidos de su error , que imposible parecía , humanamente juzgando , el que llegasen á abjurarlo en algún tiempo. Pero fué tanto lo que hizo entonces el celoso P. Francisco por arrancarles la diabólica benda que los cegaba , y tal la ter- nura é interés sobrehumano con que los veía y amo- nestaba de continuo , que al Gn tuvo su alma el inde- cible júbilo de que dos de ellos abjurasen públicamente la herejía y reconociesen por única Religión verdadera la Católica Romana.
Por último , contra^ tenaz y declarada oposición de los hombres y del Infierno á todas las empresas del Siervo de Dios, y la falta absoluta de humanos medios para llevarlas á cabo , solo la firmeza incontrastable de esa Fé , que , según el Divino Espíritu , arranca los montes de su a- siento , y los transporta al seno de los mares , pudo fortalecer bastantemente el ánimo de nuestro Apóstol , tan combatido en toda su carrera del Mundo y del Demonio , y darle alientos para debelarlos mil y mil veces y seguir impávido en sus apostólicas tareas, haciéndole, á fuerza de cuotidianos prodigios , hallar recursos mas que suficientes donde ménos esperaba y cuando en mayores congojas se veía. Pues en efecto , solo ella , ( para no hacer mérito aquí de los muchos milagros que por su virtud obró el Ven. Padre Castillo en vida , y que narraremos en mejor
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tiempo, ) pudo hacer que habiendo entrado el Siervo de Dios á cuidar de la Capilla de la Snia, Virgen de los Desampara- dos sin un real , y con solo el manteo sobre ios hombros, hubiera percibido providcnciair lente , según léese en sus A- puntes , en el espacio de ochos años , 49,000. y mas pesos para su ornato , culto y conservación ; y que en muchísi- mas ocasiones , que no individualizamos por brevedad , y que obran en los Procesos , viérase auxiliado de una ma- nera milagrosa en las circunstancias mas críticas , con el dinero y materiales de que urgentísimamcnte necesitaba para cubrir sus deudas y llevar adelante sus heroicos proyectos.
Y si , como lo dice el melifluo San Bernardo , « en la propia medida con que cada uno cree , espera »: Quantum quisque credit , tantum sperat ¿ Cuanto no esperaría en las promesas del Eterno, este peregrino Serafln, que creyó, se- gún queda apuntado , tan generosa y firmemente, y el cual solo de su heroica Esperanza pudo 'haber sacado alientos para vencer todos los obstáculos y peligros que encontró en su tránsito , á fin de volar impávido á dó la Fé lo llamaba ?
Así, y bien claro , pregonábanlo, en verdad , el despego y desprecio con que miraba el Siervo de Dios los pasajeros y engañosos bienes de la tierra , que lo hacían vivir en ella como un Angel desterrado del Paraíso , mas bien que como humana creatura : y mas claro , si es posible , todavía , el enajenamiento en que continuamente andaba , aun por las calles de Lima , tocando apenas , por decirlo así , el mun- do con los píes ; todo él embebido en la santa contempla- ción de las dulzuras etcrnales : y su continuo y ardiente suspirar , fijos los ojos en el cielo , desde niño , por rom- per al fin , y para siempre , las graves prisiones que lo
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.ilcjabaii do la posesión de tamaños goces, y fruir eternamente de su Sumo Bien , sin la menor zozobra, ni riesgo de perderlo en los siglos de los siglos. Como prometíaselo nuestro gene- roso Francisco , no fundado en sus propios méritos ( que siempre juzgóse el mas ruinado los pecadores , ) sino en el occéano sin fondo de la Divina Misericordia , y en los in- finitos de la pasión y muerte de nuestro Bien Crucificado , que siempre tuvo ante los ojos, cual arras seguras de su sal- vación.
Esperanza sublime , que , sin tregua , ni descanso algu- no, hacíale anhelar á todas horas la gloriosa palma del Mar- tirio ; dándole, entretanto la obtenía, ( si no con la efusión de su sangre , cual corona de sus deseos de derramarla , ) esa incontrastable fortaleza , fruto de su almo seno , con que emprendió en Lima tantas obras imperecederas , y al juicio humano imposibles de ser llevadas á cabo , no solo por uno , pero por cien d^ los mas celosos operarios de la viña del Señor : según mas de una vez lo dijo , entre otros , hablando de las apostólicas fatigas del Ven. P. Castillo , el sabio y Ven. P. Juan Alloza , de quien algo hemos apun- tado en el primer Libro de la presente Historia.
CAPITULO II.
De ¡a caridad y amor del Vm. P. Castillo para con Dios.
tlil niísliro templo que todo cristiano debe hacer por levantar en su corazón al Espíritu Divino , según lo ense- ña el sublime Obispo de Ilipona , ha de fundarse en la fé, erigirse con la esperanza , y perfeccionarse por la caridad : Domus Dci credendo fundulur , sp(^rando erigitur , diligen- do perficitur. Y así lo comprendió felizmente desde muy temprano el fervoroso Padre Francisco del Castillo , que ha- biendo puesto por firme basa al espiritual edificio de su al- ma en buena hora la excelencia de su fé, y encumbrádolo á sublime excelsitud con la mas incontrastable esperanza , lo hermoseó después é hízolo las delicias del Eterno por la heroi-' cidad de aquel amor cuya benéfica llama dá ser y vida á las demás virtudes , y hace de los hombres que lo poseen como otros tantos dioses sobre la tierra.
Mas ¿ qué mucho que así fuese, sí prevenido del celes- te impulso de la Divina Gracia , para su alma privilegia- da fué lo mismo llegar á conocer á Dios con la luz de la fé , que amarlo con todos sus sentidos y potencias ? Pues
desde que tamaño bien fuólc acordado á nuestro Fraiuisco, del modo sobrenatural que hemos dicho no hace mucho , prendió con tanta fuerza y brío en su tierno corazón la ar- diente llama de la caridad , que eran tales en su venturosa infancia los amorosos ardores qua sentía en su interior , y vivos los deseos de que todos los hombres no solamente co- nociesen , sino que ademas amasen con todas veras á su Sumo Cien , que le fallaba muchas veces la respiración , y aun el sentido ; arrebatado todo él por la vehemencia so- brepujante de tan vehemente y eíicaz afecto. Ynstándolo tanto enlónces la intensidad del amoroso fuego encendido de un golpe en su volcánico corazón , que bien podía haber ex- clamado á gritos en el fervor de sus caritativos transportes con las ardorosas expresiones del Apóstol : « La caridad de Cristo me arrebata. » Chantas Chrisli urget nos.
Y , si bien se mira , semejante amor seráfico fué el úni- co ejercicio de toda ^ Apostólica y santa vida y de cada uno de sus instantes^ : pues ninguno de sus multiplica- dos y afanosos Ministerios, divertía jamas un solo momento á este Serafín terreno de tan sabrosa ocupación. Absorto en ella andaba por las calles y las plazas de la Ciudad , sin dtíjar nunca que por los ojos ú oidos le entrase nada que lo distrajese de su dulce empleo , ni abrir la boca si no era para desencadenarse contra el pecado y evitar aun la mas leve ofensa de Dios , ó bien para promover la virtud y ben- decir enajenado las misericordias del Señor , á quien ten- dían exclusivamente todas sus acciones y todos sus afectos. Y preguntándosele cómo podía estar siempre tan unido á Dios y ajeno del Mundo , no obstante sus muchas y com- plicadas ocupaciones , mas de una vez dió por respuesta el Venerable Jesuíta : « Que era porque en ellas mismas le
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hacia el Señor tan sinp^ulares füvores , que nunca dejaba (encrio présenle y de amarlo con todas sus potencias ; y que habría visto como una grandísima pérdida , si el tiempo que gastaba en beber un sorbo de agua, no empleá- balo en hacer interiormente muchos actos de amor á Dios. Amor en verdad intimo y vivificante, del cual así como mil verdes y hermosas ramas de su arraigado tronco , recibían vida y robustez todas las demás virtudes que florecieron en alma tan privilegiada.
Mas si es cierto , como á (odas luces lo es , que la ca- ridad es una luz fecundísima , que , como el sol en el fir- mamento , no puede dominar nunca en una alma , sin ma- nifestarse incontinenti en todas sus obras , palabras y de- seos ; en nadie mostróse jamas tan ardiente y generosa su llama como en Francisco , quien no supo hacer en toda su larga vida mas que amar á Dios , y procurar su mayor honra y gloria con todos sus sei^ulos y potencias. Pues ¿ qué otra cosa, si no , publican en muda , pero elocuente voz sus increíbles y cuotidianas fatigas en el acrecentamiento y cultivo de la viña del Señor. ? ¿ Qué la paciencia y for- taleza tan heroicas con que sufrió impávido tantas íntimas tormentas , crudas persecuciones del Infierno , y calumnias de los hombres ? ¿ y que , finalmente , las crueles peniten- cias y ásperas mortificaciones con que aflijía y humillaba su delicado cuerpo ; sino un corazón tan desposeído de su amor como lleno del de Dios , y átenlo solo á bendecir y glori- ficar en todo y por todo al sublime término de sus seráfi- cos amores ?
Pero , donde tal vez se manifestai)a mas particularmente esta divina caridad del Venerable Padre Castillo , era en
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aquel heroico celo del honor de Dios , que desplegaba á toda !)ora , aun á riesgo de su propia vida , y odio con- tra el pecado y las mas mínimas acciones que ofender pu dieran en algo á su Esposo ^celestial. Ardiente y bien en- tendido celo , que moviólo á declarar cuotidianamente una guerra encarnizada é implacable no solo á los vicios desca- rados y diversiones peligrosas de sus conciudadanos ; sino también á los bailes y cantares poco honestos , que , á fuer- za de constancia y de fatigas indecibles , desterró entera- mente de la Ciudad y de sus alrededores ; y á emprender á costa de su salud y descanso, tantas y tan grandes y be- néficas obras en obsequio de su amado : valicadosc para lodo ello cuando de la santa devoción que profesábanle sus reco- nocidos compatriotas , y cuando de la autoridad que ejercía justamente en el ánimo de sus católicos Vireyes.
Pero , indudablemente , lo mas prodigioso y admirable es , que , ni aun durin^do , ( cuando sentidos y potencias parecen dar treguas al afán de las vitales tareas , y diríase dormir todo en el hombre , mientras el cuerpo duerme , ) interrumpióse el Venerable Jesuíta su sabroso y continuo e- jercicio de amar á Dios : Pues aun eutónces , ( según el mismo lo narra en sus Apuntes , ) tenía tan presente á Dios en su corazón , que experimentaba con toda certeza una unión particular con él , amando á su Divina Majestad c on amorosos vuelos de amor , y haciendo actos continuos de propio abatimiento y desprecio , mediante una vivísima luz de sus grandezas y mercedes ; viéndose no pocas veces en tan dulce ocupación , como el hierro en la fragua por voraz füogo , tan penetrado , rodeado y cercado por Dios , (|ue le parecía quedarse en la nada ; sin que existiese ya ni hu-
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biora otra cosa en él sino solo Dios , quien lo veslía c in- formaba. Velando asi con el amor mas puro esta alma se- ráfica las breves horas de su quebrantado reposo, para ni aun en él separarse un solo momento del celestial objeto de sus amores ; mientras sus miembros dormían el misterioso sueño de la enamorada Esposa de los Cantares, con quien no dejarla de exclamar , una y otra vez, en medio de tan dulces enaj enamientos : « Amado mió , jo duermo , pero mi corazón vela >,. Ego dorinio , et cor meiim vigilat.
Y de esta sublime y voraz hoguera de amor , que ardía mañana y tarde, incesantemente, en el enamorado pecho de Francisco, y que purificándolo mas y mas cada hora de todo a- feclo mundano, transformábalo también mas y mas en Dios, que es la misma caridad ; pro venia esa íntima é inenarra-' ble unión suya con él , de que hablaremos por extenso en lugar mas oportuno , que hizo de ambos Señor y Siervo un solo espíritu, y que el último no ^viera ya, como el apasio- nado Apóstol de los Gentiles , el íeliz momento de disol- verse, para unirse perdurablemente con Nuestro Señor Jesu- cristo en la gloriosa Jerusalen.
CAPITULO III.
De la admirable caridad del Apostólico Pa ire Francisco ácia sus prójimos , asi en las necesidades espirituales como en las temporales.
La Caridad para con Dios y, por amor suyo, la caridad para con el prójimo , que , según el Apóstol , es el resú- men de toda nuestra santa Ley : ( Omnis lex in vno ser- mone impletur : diligc proximiim tuum sicut te ipsum. Gal. V. 14. ) lían sido sier^^e tan inseparables en todos los jus- tos , que no es dado concebir como posible la existencia de la segunda , sin referirla á la primera como á su cen- tro , ni la de ésta sin aquella como su necesaria consecuen- cia. Y así riéronse también intimamente unidas, con celes- te nudo , en el seráfico corazón del Apostólico Francisco , que otro empleo no tuvo en toda su larga carrera, que el dul- císimo de amar á Dios sobre todas las criaturas, y, por amor suyo, al prójimo como á si mismo, socorriéndole amoroso é infatigable con el pan del alma y el del cuerpo en todas las necesidades espirituales y temporales.
El fruto mas noble y mas precioso de la caridad fraler- na, es ciertamente el celo en procurar á todo costa el sumo bien del objeto amado : y tai era osle en el caritativo pecho
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(le Francisco , qne decirse puede , sin nota de exageración alguna , (jue asi como hubiérasc vendido gozoso en públi- ca almoneda , y dado contento hasta la última gola de su sangre por evitar la mas pcíjueña ofensa de Dios ; asi tam- bién lo hu])iera puesto mil y mil veces en obra por hacer que todos lo conociesen y amasen dignamente. Y de aquí aquel ingeniarse sin descanso ni aceptación de personas, en ilustrar la inteligencia y dirigir la voluntad de sus próji- mos , á fin de que abriesen los ojos d(íl alma y llegaran sin peligro de extraviarse al suspirado término de nuestra temporal peregrinación ; siendo tan grande la actividad y pa- ciencia que para conseguirlo desplegaba á todas horas , que en Lima no se le conocía ya por otro nombre, que con el de « padre y refugio de todos los necesitados ».
En efecto , cuan solícito fuese nuestro Apóstol del bien esjtirilual de sus semejantes , nos lo dicen con muda , pero incontestable elocuencia , los mult^^nlicados ministcries que , á costa de su delicada salud , desempeñaba diariamente en la Ciudad , y que otro fin inmediato no tuvieron que el de encaminar á sus hermanos por la oculta via que conduce al Cielo , haciéndoles amable sobre toda cosa la virtud y aborrecible el vicio ; á lo cual alentábalos , como hábil y experto capitán, con la voz y con las obras. En el Bara- tillo , en los Desamparados , por las calles y las plazas , movido de esa ardiente caridad para quien no hay imposi- bles ni distinción de personas , no cesaba nunca de llamar y atraer á todos , blancos , y negros , pobres y ricos, nobles y pecheros , ( ora tierno y con las lágrimas en los ojos , ora amenazante y lanzando de ellos rayos y centellas , ) al servicio y amistad del único Señor de todo lo criado ;
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rogándoles que abriesen al fin los ojos del alma á la luz de la verdad , y mirasen siquiera una vez el riesgo espan- toso que corrían á eada instaule , con dormirse volunlaria- menle en la i)Oca de un abisip<^ sin fondo , ni salida , como el del pecado.
y llevado de este heroico celo de la salud de las almas, que tanto asemejólo al Divino Pastor , sin mirar jamas en persona , ni en tiempos , ni en distancias , ni en lugares , á la menor indicación que haciasele , corría luego luego el caritativo Jesuila á la cabecera de los agonizantes , á quie- nes consolaba incansable , en sus dolores , con esas dulces palabras de fé y amor , que solo salen de la boca de los discípulos del Crucificado , hasta encaminarlos , finalmente, cual ángel tutelar , á la tierra prometida. No siendo pocas las veces en que el Padre de las lumbres , en premio de tamaña caridad , le hizo leer en el corazón de algunos mo- ribundos los feos pecad,?? que ocultábanle, y disponerlos asi á una santa muerte ; ni las en que le dio virtud bastante para llamarlos milagrosamente á la vida , como en su lu- gar lo declararemos. Por lo cual, no es ja de maravillarse si, como innumerables fesíigos deponen , en aquella época venturosa entre las diligencias necesarias que hacíanse en Lima á fin de que un enfermo se Sacramentase y muriese bien , era una de las primeras el llamar en su socorro al santo Padre Castillo : siendo tan grande el desconsuelo en que quedaban los Limeños si alguno de sus deudos no ha- bía conseguido morir en tan santas manos , como la segu- ridad y confianza en su salvación , si logrado había tan co- diciable dicha.
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Esle propio celo de la salud de las almas , movíalo tam- bién á visitar ron frecuencia las cárceles de la Ciudad , pa- ra hacer, á costa de ¡ncrcihles fatigas , que volviesen a la senda de la virtud , aquellos íaiserables que la habían per- dido casi enteramente. Y si alguno de ellos era condenado al úllimo suplicio , tan luego como lo sabia , volaba á él, y arrodillándose sobre sus cadenas , exhortábalo de tal mo- do al dolor y aborrecimiento de sus culpas , que las tier- nas lágrimas que él vertía , deplorando cual propias las ajenas faltas y amarguras , sacábanlas al fin á mares del corazón del doliente ; á quien abría así como de golpe las puertas de la gloria , cuando todas las de la tierra se le cerraban despiadadamente. Sonada la fatal hora de marchar al suplicio , no solo acompañábalo lado á lado por las ca- I Ies, á fin de hacerle perseverar en sus buenos propósitos y de infundirle á cada instante mayor fortaleza y compunción con sus ardorosas palabras ; sino ^3 también ¡ oh virtud de la cristiana caridad ! subía junto con él hasta el patíbulo , de donde no partíase jamas sino después de ayudarlo á entre- gar el alma en las manos del Dios de las Misericordias.
Así es que , convencidos intimamente , como lo estaban todos los Limeños , de las milagrosas conversiones que ope- raba diariamente el celo de su Apóstol , cuando á alguno de estos desgraciados no veíasele muy dispuesto á bien mo- rir , el último recurso de que echaban mano , era entonces el infatigable Jesuíta , á fin de que con la celestial dulce- dumbre de sus palabras, le disipase las inquietudes de su es- píritu ó venciese la dureza de su corazón. Y si era funda- da , ó no , esta santa expectativa, entre otros , lo dirá el siguiente caso.
Condenado á muerle , y á muerte de garrote , D. Pe- dro de Boliórqiies , como traidor á su Rey , fué tal la de- sesperación á que entregóse luego que supo su horrible con- dena , que mas que hombre parecía una rabiosa fiera , por la furia que en sus facciones retratábase , y las iras que vomitaba por su boca ; no por miedo de la próxima muer- te , sino por no ver medio alguno de morir de su furor , antes que ahogado por tan infame dogal. Y asi se le acer- caba al infeliz con raudo paso la terrible hora del suplicio; sin que ninguno de los celosos sacerdotes que acudieron en su ayuda , hubiera podido commover su corazón de piedra, ni , mucho menos , confesarlo. Pero ¡ oh portento ! lo mis- mo fué ir á él el apostólico Padre Francisco , llamado co- mo el último recurso de sacar al rebelde de las garras del demonio ; decirle con la ternura de un santo : « ¿ Que es esto amigo ? ¿ el amor de Dios no ha de vencer el amor á la vida ? vea que no^ay mas honra que el salvarse, y que si no aprovecha este instante , se pierde por toda la e- ternidad))}y puesto de rodillas en frente de una imagen de Cristo crucificado , suplicarle , hecho un mar de lágrimas, diera á aquel hijo suyo conocimiento de sus extravíos , y contrición bastante á vencer su ceguedad y su dureza ; que deshaciéndose en salutífero llanto el obstinado D. Pedro , herido de tan tierno amor , cayó á los piés del caritativo apóstol de Lima , demandándole á gritos « confesión » , y repitiendo conforme aquellas sublimes palabras , que dan tanto gozo á los Angeles y celestiales Comprensores : « Se haga en mí la voluntad de Dios , y si es gusto suyo que yo muera , que muera antes del dolor de haberle tan lo- camente ofendido Quedando todos los testigos de tan pal-
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pa])le porlento , no ménos admirados de la repentina nm- dan/a del obstinado Don Pedro , como de la eGcacia de las oraciones del Padre Castillo : quien no se apartó de aquel, según su santa costumbre , basta que le dieron garrote y violo entregar gozoso el alma á su Señor.
Pero sabedor nuestro Francisco de que para bacer ama- ble una doctrina , es preciso se haga antes amar el que la profesa , y que el modo mas seguro de lograrlo es dirigirse al alma por medio de los sentidos , no perdió nunca oca- sión ninguna de servir con sus propias manos ó con su pres- tigio , á cuantos se decían menesterosos , en todas sus tem- porales necesidades : sin saberse cómo un bombre solo , y de la escasa salud y medios del Venerable Padre Castillo , pudiese ser bastante á tan diversos y laboriosos ministerios como desempeñaba en Lima , y á socorrer diariamente á tan considerable número de necesitados ; haciendo solo él , al decir de muchas pias personas , i.\ bien que no hubieran hecho diez celosos operarios en doble espacio de tiempo , ni según el Venerable Padre Alloza , toda la Compañía de Je- sús ; á pesar de que , cual nadie , era él sabedor de los humanos imposibles que , en fuerza de su celo , realizaba diariamente en la Provincia Peruana.
Ya hemos visto , en otra parte , la constancia con que el caritativo Padre Francisco asistía por turno todos los dias de Dios á los numerosos hospitales de la Ciudad , y el entrañable amor con que auxiliaba, hecho padre de todos , á cada uno de los pacientes , y en especial á los Negros , como mas humildes y repugnantes. Mas decirse puede, y sin ninguna exageración, que, en cada casa de la populosa Lima,
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repetía ifíualcj, á'i no aiajores pro'li de caridad diariamen- te : pues no se daba en ella casi un solo enfermo , que no ocurriese al buen P. Castillo en busca de alivio para los dolores de su cuerpo , ó de t;onsuelo para el alma : sin que á nadie, por infeliz que fuera , y Jejos que viviese , deja- se jamas burlado en sus esperanzas , y sí á todos abundan- temente pagados de la devoción que le tenían como á uni- versal refugio y padre de pobres y dolientes. Llegando la portentosa caridad de este Siervo del Señor , hasta asistir j cosa incrcible ! por doce años consecutivos , á una pobre Señora, agoviada á un tiempo mismo de los mas crueles a- zotes , vejez , pobreza y enfermedades ; á quien dejaba di- ariamente, junto con la limosna para el sustento del cuer- po , provechosísimas lecciones de conformidad y paciencia evengélicas para el alma : por lo que era conocida en toda la Ciudad con el exclusivo nombre de « la pobre del P. Castillo ». ^
Ahora bien , los socorros pecuniarios con que continua- mente auxiliaba el caritativo Padre á los innumerables po- bres que ocurrían á su caridad , eran tan cuantiosos y re- petidos , que , según voz común , sin un continuo prodi- gio del Omnipotente , que multiplicase en sus dadivosas ma- nos el dinero , era imposible que un pobre Jcsuita , como él. , se alcanzara á socorrer tan largamente á tanto ne- necesitado. Que innumerables fueron los presos por deudas no pequeñas , que sacó de las públicas cárceles , satisfa- ciéndolas por ellos sin el menor interés : muchísimas las mujeres que mantuvo su caridad en el camino de la virtud, dándoles cada dia el necesario sustento : y , sin cuento , las desvalidas jóvenes á quienes antes de que sintiesen los
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dobles peligros de la hermosura y de la edad , remedió en tiempo , ora buscándoles dotes para que pudieran entrar de Religiosas ó casarse , ó bien encomendándolas al vigilante cuidado de familias respetables ; todo según la distinta vo- cación que habían recibido del Cielo.
Y , no ménos que el necesitado , hallábale también propicio el aflijido , que iba á él por consolación en sus congojas : pues era en Lima el paño de lágrimas de lodos los que lloraban : y nadie se partió jamas de su presencia, sin sentirse sobreabundantomente consolado. Sobre todo , en aquellos lances en que peligraba la honra ó la vida de alguno , y con la del cuerpo , la del alma , cuando huma- nas diligencias poco , ó nada , podían conseguir , cual án- gel pacificador , nada descuidaba á fin de restituir la quie- tud á los ánimos alterados , con la dulce persuasiva de su caridad ; ó , si esta, por desgracia, no era bastante , ocu- rriendo solícito al favor de que gonba con los Vireyes. Com- placiándose el Señor , como en premio del celo tan ardiente y generoso de su Siervo por extinguir las enemistades y disgustos , máxime de los casados , en revelarle con frecuen- cia sus domésticos desabrimientos y pesadumbres mas ocul- tas : por lo que de continuo , sin que nadie hubiera po- dido darle la menor noticia , se entraba con suspensión de los peleados por sus puertas , á ponerlos en paz y con- solar eficazmente al que sin causa alguna padecía , con las mas sublimes consideraciones que presenta para ello nuestra santa Religión.
Pero lo que mas ilustra quizas tan sobrepujante caridad, es el ver el ningún cuidado que , cuando podía servir en algo á sus prójimos , le daba al Siervo de Dios la propia
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salud y alivio. Pues niicnlras lodos sus compañeros , aun- que robustos , se rendían , uno después de otro , al exce- sivo trabajo consiguiente á tantos y tan afanosos ministerios, él solo , cual si fuera de fierro ó estuviese exento del can- sancio , que agovia muy a pesar nuestro nuestros miem- bros , estaba siempre pronto á acudir á todas partes , por hartas que hubieran sido sus fatigas del dia , y sin que lo desconcertaran la hora ó la distancia , ni lo arredrasen ja- mas las aguas del invierno ó el sol canicular ; ni admitir , y eso en pura fuerza de la obediencia , otro alivio en sus viajes , que el de un asno , que mas le mortificaba que ser- via de comodidad. Y no solo su descanso y su salud , pero no había cosa alguna en el mundo que no pospusiese el Apostólico Padre al servicio de sus prójimos ; sin siquiera excluir las mas santas ocupaciones. Así cierto dia iba ya á exponer en Palacio los puntos para el santo ejercicio de la Oración mental de |f« confrades , cuando , teniendo no- ticia de que una infeliz Morena , por librarse de ser cas- tigada de sus amos , habíase abierto con un cuchillo la garganta , no titubeó en atropellar incontinenti por la distri- bución y clausura de los ejercicios , á fin de acorrer inme- diatamente a la mayor necesidad de aquella alma desampa- rada , que solo por un milagro pudo quitar de las uñas del Demonio.
Ahora bien , para dar el último toque á cuadro tan bello y consolador , como el que hemos hecho por describir fiel- mente hasta aquí , solo fáltanos agregar , que el Apostólico Padre Francisco no hizo al darle cima , mas que mostrar- se dócil á la misericordiosa voz que lo llamara á tan su- blimes ministerios : pues , en mas de una coyuntura , dio-
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le á conocer palententementc la Divina Bondad, que no lo quería sino en el ejercicio práctico de su amor, conquistan- do con los inagotables recursos de su celo , multitud de entenebrecidas almas al verdadero conocimiento y observancia de su santa Ley.
Asi , entre otros , estando un dia de Carnaval recojido el Ven. Padre en fervorosa oración , en presencia del San- tísimo Sacramento , oyó salir de aquel trono augusto de N. S. Jesucristo , una voz penetrante c irresistible , que le de- cía : « ¿ Es bien que cuando las ovejas peligran entre lo- bos , estén los pastores retirados , gozando de tanta paz y descanso « ? Lo propio que significóle también después , pero de una manera mas prodigiosa todavía , con motivo de haberse retirado el Siervo de Dios al Noviciado de la Compañía , á fin de pasar en él una Semana de Ejercicios espirituales , según costumbre de su Religión : pues , en la misma tarde que entró por sus pu'í^tas , vióse asaltado re- pentinamente de tan fieros dolores de hijada , que puso á todos en grandes sustos y sobresaltos por su salud ; los cua- les , con suma maravilla de cuantos se hallaban presentes , no le cesaron hasta que abandonó el Noviciado , y púsose en camino para San Pablo , sujetándose al querer de su santo Provincial , P. Gabriel Melgar , quien , asegurado con luz divina de lo que el Señor deseaba de su Siervo , díjo- le : '( Ea , Padre Francisco , Dios no quiere aquí á V. R. sino que tenga sus ejercicios por las Calles de Lima : vá- yaáe luego á San Pablo , y mañana salga á sus ministerios, que estará bueno «.
CAPITULO IV.
De la devoción del Ven. P. Castillo á Nuestro Amo Sacramentado, y de la con que celebraba diariamente el incruento Sacrificio de la Misa.
Guan sublime era la fé del Ven. Padre Francisco del Cas- tillo en las promesas del Eterno , otro tanto era profunda y ternisinia la devoción con que lo veía , como con los ojos de la carne , presente en el milagro de amor , y compendio de todos los prodigios , qií?; la majestad del Humanado- Verbo operó la noche de la Cena , en prenda de su amor al hom- bre , con quedarse entre nosotros , aunque triunfante á la diestra de Dios-Padre , hasta la consumación de los siglos , en el Eucarístico Sacramento , bajo el humilde y misterio- so velo de pan y vino , es decir , de las especies mas can- didas y comunes.
Mañana y tarde , cual sediento gamo en busca del lím- pido manantial dó acostumbra refrigerarse , corría el fervo- roso Francisco , con el encendido amor de un Serafín , á calmar los santos ardores de su espíritu , con la vista y contemplación de tan augusto y sacrosanto Misterio ; en cuya presencia permanencia arrodillado , cuotidianamente , mu- chas horas del dia y de la noche , en tan regalada suspcn-
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sion , y de tal suerte enajenado de los sentidos , que no veía ni oía nada de lo que pasaba á su alrededor : siendo necesario llamarlo reciamente, y aun sacudirlo no pocas ve- ces , para que diera acuerdo^ae su persona , y se separase de tan dulce empleo. Y de seguro que quien hubiese sor- prendido entonces á esta alma apasionada contemplar embe- bida las grandezas y bondades de su Esposo Sacramentado, al ver la angelical compostura y extática inmovilidad de to- do su cuerpo , y los celestiales resplandores que le brota- ban del amoroso semblante , hubiéralo tomado , sin la me- nor duda , por un Serafin ante el trono del Altísimo , na- dando en un piélago de consolaciones y dulcedumbres in- fínitas.
Amor que fué tan fino y obsequioso en el Venerable Pa- dre Castillo acia su Bien Sacramentado , que , jamas salía de casa , sin pedirle primero con la respetuosa sumisión de un amoroso hijo , licencia y ayuda^ adorándolo de rodillas; ni tornaba tampoco de sus cuotidianos ministerios , sin darle así mismo mil y mil gracias afectuosísimas por los innumera- bles beneficios que durante su ausencia no había cesado de recibir de su infinita liberalidad. Cual si del augusto Trono de Cristo Sacramentado, sacara juntamente el gene- roso Levita alientos y armas, no solo para combatir sin des- ventaja las lides del Señor, sino también para triunfar com- pletamente de todos sus furibundos enemigos ; y , al vol- ver , ofreciérale reconocido , á imitación del Rey David , los agradables despojos de sus continuas y señaladas vic- torias.
Pero en lo que tal vez descubría mas particularmente el bendito Padre su tierna y obsequiosa devoción .icia el San-
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tlsimo Sacramcnlo , era en el indecible celo con que se a- fanaba por adelantar y extender mas y mas cada día en Lima callo tan saludable. Pues á este santo Gn obtuvo con sus instancias , por medio á^j Exmo. Conde de Lémus , ( de quien tan largamente hemos dado ya noticia en el II. ° Libro de esta Historia , ) que todos los dias de la se- mana estuviese de manifiesto Nuestro Amo Sacramentado en alguna de las numerosas Iglesias de la Ciudad : con el propio hizo imprimir un Librito de devotísimas oraciones y ardientes jaculatorias en su obsequio , que , en la de los Desamparados , después de la Misa y Comunión ya mencio- nadas , el mismo Venerable Padre , puesto de rodillas ante su Trono , lela en alta voz , para que las repitiesen todos los presentes : y al mismo se dirigía también , por último , a- quel exquisito esmero y prolija diligencia , con que adorna- ba con sus propias manos , no solamente el Altar en que estaba expuesta á los ^ilcs la Sacramentada Majestad del Verbo-Encarnado , sino ademas la Iglesia toda ; y el amo- roso desvelo con que excitaba siempre que podía á sus de- votos á hacer lo mismo, según sus facultades , repitiéndo- les al efecto un ejemplo sacado de la Seráfica Doctora San- ta Teresa , á quien reveló Nuestro Señor Jesucristo lo a- gradables que eran á sus ojos los que por su culto se to- maban tan fino cuidado é ínteres.
Ahora por lo que hace al incruento Sacrificio de la Mi- sa , eran tales los extremos y diligencias de su respetuoso amor para apercibirse á celebrarlo dignamente , y la devo- ción y ternura indecibles con que lo celebraba , que ha- cia enternecer á todos los asistentes , y aficionarse de un modo extraordinario á tan santa y saludable ceremonia.
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Jamas acercóse el Ven. Padre al Altar , con tal olyjeto , ( lo que hacia, á no ser que estuviese enfermo , diariamen- te , ) sin reconciliarse primero , después de un largo y escru- pulosísimo examen de conciencia , con muchas lágrimas , firmes propósitos de enmienda y grandes muestras de do- lor , de algunos leves defectillos , que fueron todos los pe- cados de su penitente vida ; pero que consideraba , sin em- bargo , en su nimia humildad , como enormísimas ingrati- tudes acia su buen Jesús , dignas solo de las llamas abras- adoras del Infierno : , lo que es mas aun , sin haber sa- tisfecho cumplidamente á la Divina Justicia , no solo con la pena medicinal impuéstale por su confesor , sino ademas con los rigores y penitencias que, a su juicio, merecían sus muchas iniquidades.
Llegando á tal punto la vidriosa escrupulosidad de la con- ciencia del santo Jesuíta en esta parte , que , por haber des pedido una vez, á consecuencia de \'guna3 importunidades, al sacristán de los Desamparados , rogándole casi que le hi- ciera el gusto de no cuidar mas de aquel oficio , temeroso de haberlo injuriado con su mal aire , no se atrevió á de- cir Misa la mañana siguiente ¡ quien no se suspende al oirlo ! líasta que no fué en busca suya á su propia casa , con la sonrisa en los labios, á pedirle perdón, postrado humildemente en tierra, de haberle hablado la víspera con algún desentono en la voz ', y á. suplicarle que le hiciera la caridad de volver de nuevo á su destino : como se supo después , con ge- neral maravilla , por el mismo sacristán , quien hacíase len- guas ponderando á todos, lleno de confusión y gratitud, lo cari- tativo y humilde que se había mostrado }»ara con él el santo Padre Castillo.
En el acto de tlecír la Santa Misa , ( lo que Iii/o el Sier- vo de Dios, mientras vivió en el Colegio de S. Pablo , en el Altar de S. Francisco Javier , ) era tan grande su de- voción, y tales los incendios ^^niorosos de su inflamado pe- cho, que todo él se inmutaba entonces visiblemente , cual si es- tuviera en la presencia de Dios; jurando miicbas personas que le oyeron su cdiGcante Misa, haberlo visto durante ella una y otra vez rodeado de hermosas luces y resplandores , y aun le- vantado en el aire mucho mas de media vara sobre el suelo.
Ni podía ser á la verdad de otra manera ; pues, según lo que el propio Ven. Padre Francisco nos dice en sus precio- sos Apuntes, eran tantas y tan grandes las consolaciones y dulcedumbres que sentía su corazón al ofrecer el santo Sa- crificio de la Misa , que , como se refiere del buen Após- tol de Roma San F elipe Ncri , necesario era que él se estudiase diligentemente entonces en divertir el pensamiento del dulcísimo misterio ^ie celebraba, ó que estuviese muy en sí, para no acabar por descubrir á la ávida curiosidad de los a- sistentes, el occéano de deliciasen que se veía durante él su- merjido , y los grandes , celestiales y regalados afectos que entónces comunicaba el Cielo mas que nunca á manos lle- nas á su seráfico corazón.
/Terminado el augusto Sacrificio del Altar , é inmediata- mente después de despojarse el Siervo de Dios de las sa- gradas vestiduras , cuando se le veía aun como adormeci- do y de todo punto inhábil á la comunicación de los hom- bres , se encerraba por largo espacio á dar gracias , ó me- jor dicho , á recibir nuevas mercedes , en el Camarín de la Virgen de los Desamparados , y, niicnlras estuvo en San Pablo , en una tribuna alia , que caía al altar mayor, de-
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pósito del Santísimo Sacramento ; á íin de que nadie lle- gara á interrupirle tan dulce ocupación , ó sorprender pu- diese los desahogos de su enamorado pecho.
Y allí, lan luego como veíase libre de importunos, y á solas con su amado, daba rienda suelta á sus ansias de amor, en tiernos coloquios con el Rey de la gloria y con su Madre Santísima; y entonces tenían también lugar sus mas frecuen- tes y sabrosos éxtasis y arrobos : que , á pesar de las cxce sivas diligencias puestas en obra por el Siervo de Dios para no ser visto de ningún ojo mundano, sorprendieron sin embargo muchos, picados de la curiosidad de ver loque hacía en tales escondites, cuando ya no los podía él absolutamente sentir , por estar fuera de los sentidos, inmoble como de már- mol , y bañado en lágrimas y esplendores celestiales.
Dulcísima situación , en que , como lo deponen testigos fidedignos , permanecía endiosado horas enteras nuestro se- ráfico Apóstol , hasta que lo llamah^fi á comer , no tenien- do algún negocio particular á que acudir ; y mas de una hora diaria , por lo menos , si alguna necesidad muy ur- gente de sus prójimos , cuyo esclavo se decía , mas que con la boca , con las obras , no lo obligaba á correr an- tes á su soccoro.
CAPITULO V.
Del fino culto que tributó el Siervo de Dios
á Ja Santísima Virgen , al glorioso Patriarca S. José, y á otros Santos de la Corte Celestial.
asi la misma dulcísima y ardiente devoción , que , dia y noche , según acabamos de ver , llevaba con suave vio- lencia al seráfico Padre Castillo , cual mariposa enamorada de la luz , ante el ígneo trono de Cristo Sacramentado , ar- rastrábalo también de/.'ontiniio á los piés de la Madre del verdadi>ro amor y Reina de los Angeles, M aria Santísima; á fin de invocar humilde, pero con toda la confianza y su- misión de un hijo amante y respetuoso , su prepotente ayu- da en todos sus desconsuelos y necesidades. Siendo tan tier- na , profunda y llena de fé la gratitud que le profesaba , y que no perdía ocasión alguna de manifestarle por las mu- chas y escojidas mercedes que recibido había de sus manos misericordiosas, aun mas allá de sus esperanzas , que , cuantos tuvieron la envidiable suerte de conocer á tan gran Sier- vo de Maria , no titubearon en ponerlo, á una, en la esfera de un San Bernardo , San Anselmo , San Bcrnardino y de- mas Santos insignes devotos y fovorecidos de tan divina y sobenara Señora.
No es decible cuan temprano so desembolviesc en el bien- aventurado Francisco devoción tan saludable ; pues consta, y evidentemente , que , de pechos , no probó jamas una sola gota de alimento el Sáljjdo , dia de la Virgen : que siendo aun simple estudiante le notaban ya sus compañeros de aposento que de noche tenia largos y dulcisinns coloquios con ella , y aun hay quien declara saber que no contando mas que cinco años de edad , merecióle su ternura que la Reina de los Angeles le regalase con el licor de sus divi- nos pechos : y que, desde que fué Maestro de gramática y pudo influir en él ánimo de otros , no habló nunca con c- llos una palabra, que no fuera á fin do promover su mayor culto y gloria. Con la cual mira, y la de desahogar de al- gún modo su amante pecho por medio de la escritura , compuso ademas una obra de la « Devoción á 3Iaria » antes de que el célebre .lesuila Niercmberg pul)licase la suya; amen de muchos versos latinos y iif>stellanos en alabanza de las perfeciones de tan pcrfcctísima Señora , tan digno lodo de la alteza de su objeto , como de la sublimidad de su amor.
El cual fué siempre tan fino y desvelado en el Siervo de Dios acia tan celestial Señora , que , máxime desde que se hizo su esclavo , no supo lo que era salir de casa sin pedirle de rodillas su bendición y licencia , ni volver sin darle del mismo modo infinitas gracias por los beneficios que había recibido afuera de sus manos liberalísimas. Fi- neza y amorosa esclavitud que lo hizo también ayunar á pan y agua toda su vida , y á veces sin probar bocado , no solo los Sábados , sino ademas las vísperas de todas las festividades de la Virgen : que solemnizaba siempre , má-
xinic la de su gloriosa Asunción á los Cielos , con grandes fiedlas, en las que platicaba él mismo con un fervor y afec- to extraordinarios , sobre las celestiales excelencias de JMa- ria , incitando eficazmente á lodos á que se confesasen y cojnulgasen entóneos ea obsequio de tan So berana y Miseri- cordiosísima Señora.
Del Santísimo Rosario , oración que mas que todas es grata á la Reina de los Angeles , según ella misma lo ha revelado á muchos de sus siervos , era muy especialmen- te devoto el Ven. Jesuíta ; y tanto que , á no estar su rezo tan radicado en los corazones de los Limeños , merced á los esfuerzos de las hijos del glorioso Patriarca Santo Do- mingo de Guzman , bastara su fervorosa predicación y ejem- plo , a generalizarlo en toda Lima. Pues nunca dejaba de ponderar sus excelencias en el Raratillo y en los Desampa- rados , y de pedir á todos sus oyentes que antes de reco- jerse fueran á saludar con semejante salutación á la Vir- gen del Rosario , que , como fundadora de la Ciudad <le los Reyes , venérase con gran pompa en la Iglesia de los Padres Predicadores ; y, á todos cuantos podía , que lo lle- vasen siempre consigo pendiente del cuello , como el mejor escudo contra el Demonio , y arma y divisa de cristianos, dándolo gratis , sobre lodo en las misiones , á los que no tenían como adquirirlo de otra suerte.
Varios y admirables eran los modos que este gran Sier- vo de la Virgen Immaculada tenía de rezar su Santísimo Rosario , nacidos lodos de los diferentes medios á que ocur- ría su piedad para inflamarse mas y mas en su sanio amor y en el de Dios : causando maravilla al puro oírlos descri- bir , cómo un Religioso tan ocupado , cual él , tuviese tiempo
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suficiente para componer y practicar tan devotos y eternos ejercicios , que eran bastantes á consumir por sí el ocio santo (le la soledad de un Anacoreta. Pues consta que unas veces consideraba el bendito Padre durante su recita , en lugar de los sólitos Misterios , las quince virtudes en que excede la Virgen Santísima á todos los órdenes y estados de hombres y de Angeles ; que otras contemplaba los divi- nos atributos fijando la penetrante vista de su alma en Dios, como centro de todo lo existente ; y que en otras , por úl- timo, meditaba largo rato las mismas palabras de la angé- lica Salutación , prorrumpiendo en cada una de ellas en fer- vorosísimos afectos de la voluntad para con la Reina y Se- ñora de todo lo criado.
A cerca ahora del tiempo que el Ven. Jesuíta empleaba diariamente en meditar tan prolijos Rosarios , que siempre rezó de quince Padre nuestros y de ciento cincuenta Ave Marías , y que , según lo que él mJ^mo escribe , era impo- sible decirlos en menos de hora y media , solo se sabe con certeza , que , de niño , pasaba todo el tiempo de la sies- ta en esta ocupación , arrodillado delante de una imagen de la Santísima Virgen : mas cuando tuvo ocupados los días enteros en bien de sus prójimos , y solo las noches le quedaron libres para su retiro y descanso , durante una parte de ellas cumpliría , sin duda alguna , con tan dulce devoción ; probablemente mientras velaba , según lo diremos en su lugar , en el Camarín de la Virgen de los Desampa- rados , cual los Levitas y Sacerdotes de la antigua Ley, en torno del Tabernáculo santo del Señor.
Mas j cuan delicado que es el amor en sus correspon- dencias é ingenioso en sus manifestaciones ! Puesto que se
viese laii favorecido el Ven Padre , como el que mas , por la V^irgen Santísima ; con todo , hallándase en su nimia hu- mildad indigno de sus favores , y mas aun de llamarse hijo de tan divina Madre ; á fin de poderle pagar de algún mo- do aquellos , y tenor en lo tuliiro un titulo con que ir á la Reina de los Angeles , que no lo sonrojase tanto como aquel , obligóse ¡ oh fineza sublime ! con carta de esclavi- tud, que rubricó, para mas autoridad, con su propia san- gre sacada del lado del corazón , á servir á tan soberana Señora como el último y mas humilde de todos sus escla- vos : cuyos amorosos términos transcribimos en seguida, cual prueba del extraordinario amor con que el Ven. Padre ve- nerábala , para vergüenza de los tibios , emulación de los fervorosos y mayor honra y gloria de la dispensadora do todas las gracias celestiales.
« Yo Francisco , aunque por todas partes indignísimo de parecer delante de vue^jro divino acatamiento , con todo , movido de vuestra inmensa benignidad , y del deseo , que os habéis servido de darme de ser vuestro esclavo } humil- demente postrado á vuestros sacratísimos piés , con todo el afecto de mi corazón , en reconocimiento , acción de gra- cias, recompensa y retribución do las innumerables miseri- cordias , mercedes y beneficios , que he recibido , aunque indigno , de la Divina Misericordia , y bondad , por medio de vuestras manos divinas , y soberana intercesión , me vuelvo á ofrecer y á entregar de nuevo por vuestro humil- de y mínimo Siervo y Esclavo perpetuo ; y como tal , pro- meto de serviros fidelísimamente toda mi vida , y procurar, en cuanto pudiere , que otros hagan lo mismo. Para esto os ofrezco , Soberana Reina y Señora mia , por medio de
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la Santa Obediencia , lodo mi cuerpo , toda mi sangre , toda mi alma , toda mi vida y lodo mi corazón ; el cual os quisiera ofrecer con todos los corazones del mundo, aun- que me costara cada uno otras (antas vidas y géneros de martirios ; y con el fuego de caridad y de amor , con que os han amado y aman todos los Bienaventurados del Cielo y Espíritus celestiales , y , si me fuera posible , con que vuestro Santísimo y Preciosísimo Hijo , y todo el Consisto- rio de la Santísima Trinidad os ha amado y ama )).
Oh ! ¿ qué dirán después de esto , de amor tan entraña- ble y apasionado para con la Madre del verdadero amor Maria Santísima , Señora y Abogada nuestra , los aman- tes ciegos y verdaderamente gélidos del mundo , que juzgan en sus delirios y amenazadora ceguedad , árida y áspera, y sin consolaciones la virtud ?¿ Y qué , si tuvieran ojos para ver y alma para avalorar las tiernas y verdaderamente dul- ces y regaladas correspondencias de tan soberana y com- pasiva Señora , y el torrente de celestiales dulcedumbres que derramaba continuamente en el corazón de su enamo- rado Siervo Francisco ?
A la verdad , cuan agradables fuesen á los ojos de la Santísima Virgen esta suave devoción y Ono afecto del Ven. Padre ácia ella, lo dan a conocer, de sobra, á quienes no tengan petrificado el corazón , los muchos y escojidos fa- vores que sabemos, con certeza, alcanzó aquel de sus divi- nas manos. Pues no solamente consta que, nunca volvió á tan poderosa Abogada los suplicantes ojos por ayuda ó con- suelos en sus necesidades y congojas , sin verse inmediata y abundantemente remediado por tan válida y liberal pro- tectora ; sino que es innegable que servíale de Consejera ,
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indicándole al salir de ca.sa donde debia dirigirse ; y que mas de una vez favoreciólo tatiihien como á uno de sus hijos mas predilectos , con tan amorosas apariciones y ce- lestiales dulcedumbres de Pacjiso, que solo el que las expe- rimentó podría dignamente describirlas.
Ni menos filial y tierno y constante fué tampoco su amor al gloriosísimo Patriarca San José ; tanto , que aun llegó á sentir escrúpulos de que el ardiente afecto que le tenia fuese quizas excesivo : de los cuales no vióse libre su al- ma seráfica, hasta palpar en una clarísima visión , en que la Virgen Santísima se dignó manifestarle que nada se ha- cia "en las Alturas sin la voluntad de su amado esposo, to- do el valimiento y poder de que gozaba en la Gloria tan soberano Patriarca. Diaria y prolijamente meditaba embebe- cido sus siete gozos y dolores ; bajo su saludable sombra y protección puso constantemente todas sus empresas y minis- terios ; y siempre tuvo pnte los ojos sus sublimes virtudes , como el mas hermoso dechado de la perfección cristiana : sin que jamas , cual lo refieren de sí la Seráfica Madre del Carme- lo , y otros muchos Santos , hubiérase partido el Siervo de Dios de su augusta presencia , sin conseguir del Altísimo las mercedes solicitadas por medio de la poderosa interce- sión de su Padre putativo.
Finalmente , fué también nuestro tierno Apóstol grandísi- mo devoto de su Patriarca San Ignacio de Loyola, de San Francisco Javier , cuyas heroicas hazañas hizo revivir en Lima con sus obras , de San Francisco de Asis , de Santo Domingo de Guzman y del Santo Angel de su guarda , de quien recibió , con especialidad , muchísimas atenciones y servicios delicados ; y en cuyas fiestas hacía siempre , lleno
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de gratitud , especial conmemoración de sus grandes exce- lencias y maravilloso poder , exhortando á todos sus oyen- tes á imitar sus virtudes, y á ponerse con tiempo bajo su válido patrocinio , a fín do ^-iinar un dia con ellos en la tierra de promisión.
CAPITULO VI
De cuan elevada y continua fuese la Oración del Ven. P. Castillo.
tjl único pero inefable consuelo de las almas justas en la (ierra , que con luz divina conocen todo el valor y hermosura de la celeste patria de que se encuentran tem- poráneamente desheredadas , y por cuya perdurable posesión gimen y suspiran sin ceÁr en medio de esle continuo com- bate que se llama vida , ( Militia est vita hominis super ter- ram. Job. Cap. VIL F. 1.° ) es , sin duda , el de poder desa- tarse aun en medio de él , en virtud de la fé y del amor que las conforta y sublima , de las viles cadenas de la ma- teria ; y libres , puesto que por poco , de su ominoso yu¿o, en alas de la oración encumbrar triunfantes el vuelo a las regiones mas sublimes de la felicidad , á fin de fruir en ellas quieta y largamente del eterno y claro Sol que las preside y vivifica
Y aunque por un milagro visible de la Divina Gracia , se nos presenta favorecido nuestro Francisco con don tan privilegiado desde la cuna , que dejaba cuotidianamente por la fria tierra , á fin de contemplar el Cielo mas á su sa-
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bor ; y aunque á los pocos años su apego á la oración fuese ya tan grande , que lo impulsase á la generosa empresa de partirse del mundo para vivir con solo Dios en la soledad de los Amancaes ; sin embargo^i parece indudable que, en los principios, ninguna virtud le costó mas batallas alcanzar que la virtud de la oración , hasta conseguir poner freno du- rante ella al continuo flujo y reflujo de sus pensamientos , y conservar ajena el alma de las mas mínimas distraccio- nes. En lo cual no dejaría de tener mucha parte su porten- tosa humildad ; que sabemos traíalo por entonces sobre modo acobardado , y lleno de sospechas y temores excesivos por las singulares mercedes que alcanzaba frecuentemente en aque- lla , no pudicndo llegar á persuadirse nunca , que favore- ciese el Señor en tal manera , á quien tan poco como él lo me- recía.
Mas , por la Misericordia Divina , que nunca desampara á sus hijos amorosos , y que tan c'^pecialmente complacíale en conducir á nuestro Francisco , como por la mano , á la mas alta cima de la perfección cristiana, luchas tan penosas tuvieron fin, de una vez, desde que el humilde Padre Cas- tillo , por un amoroso impulso del Cielo , se llegó á dar prolija cuenta de las inquietudes de su vidriosa conciencia al Ven. Padre Antonio Ruiz de Montoya , que encontrábase por aquel tiempo en S. Pablo. Pues reconociendo tan gran maestro de espíritu , que el camino que llevaba el Siervo de Dios era un perpetuo quebradero de cabeza , enseñóle entonces el sublimísimo ejercicio oración mental que él tenía , y cuya esencia y sustancia , según el mismo Ven. Padre Castillo lo declara en sus apuntes , no era otra que una simplisísima y continua vista de Dios , con actos fervo-
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rosos y no interrumpidos de amor en ia voluntad. Y desde aquel mismo instante , dejada ya para siempre la meditación por medio de las especies sensibles , en que el entendimiento lleva como de la mano al alma á 6n de hacerla subir poco á poco al monte del Señor , elevóse nuestro Apóstol , de un vuelo , á aquel sublimísimo grado de unión con Dios , que á juicio de todos los Contemplativos es el mas per- fecto , en que , vencidas completamente las pasiones mun- danales y depurados todos los resabios de la mortalidad , entra el alma , victoriosa , á gozar en tranquila y paciQca contemplación délas dulcedumbres y suavidades de su Amor, no ya como una extraña , que de todo teme , y á quien no poco se reserva ; sino cual intima amiga , poseedora ab- soluta de las llaves de los divinos secretos , para abrir, co- mo y cuanda lo quiera , las áureas cerraduras que ocultan a los siervos de Israel el verdaderamente precioso é inago- table tesoro de las dividas misericordias.
Ahora bien : que de esta calidad tan alta de Oración , á muy pocos concedida , fuese la de nuestro seráfico Jesuita , lo declaran , á una , todas las personas espirituales que tu- vieron la inefable dicha de tratarlo con alguna intimidad ; pues deponen : quien que su oración era transportada y elevada en los atributos de Dios , de suerte que cuando lo llamaban á sus ministerios ó para alguna confesión salía de su camarin y retrete con un raro enajenamento de las co- sas de acá abajo : y quien haberlo visto , ora delente del Santísimo Sacramento y ora de la Santísima Virgen arro- bado y en éxtasis y saliéndole del rostro resplandores apa- cibles. Declarando el Lic. D. Pedro de Landaverde , sacer- dote de muy ejemplar vida , que trató estrechísimamente por
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treinta años consecutivos al Siervo de Dios , que , habiendo entrado cinco veces distintas en busca snysí al cannarin donde tenía de ordinario su oración , hallólo en todos ellas en dulcísimos coloquios con la Santísima Virgen, y tan fuera de sí , que no dió en ninguna el menor acuerdo de su per- sona , por mas que lo llamaba á fin de que volviera á los sentidos , hasta media hora después de terminados aquellos. Pero lo mas admirable es , que no solamente fué visto en tan dulce estado el Siervo de Dios en ciertos lugares y mo- mentos , y por algunos ; sino también en público , siempre que la ocupación que traía entre manos , no divertíale lo bastante el pensamiento del divino objeto de sus seráficos amores. Que en igual éxtasis de amor veíanlo todos con- tinuamente en las solemnes adoraciones del Santísimo Sacra- mento ; y en las Misas que se cantaban todos los Sábados en honor de la Reyna de los Angeles en S. Pablo , y en las cuales el Ven. Padre Francisco^^por humildad nunca in- tervino sino de Subdiácono , eran tales y tan repetidos sus arrobos , que, para que ministrase la Patena , ó asistiese á las funciones del Altar , menester era no solo llamarlo , mas moverlo , y aun sacudirlo fuertemente , á fin de que vol- viese en sí de sus sabrosos enajenamientos.
Sin embargo, no es esto todo ; que puede decirse , y con toda verdad , de tan favorecido Jesuita, que su unión con Dios era de todo tiempo y lugar , y tan íntima como con- tinua : pues no encontrando su voluntad libre de todo afecto terreno , en ninguna parte ü hora , el mas mínimo obstáculo que le impidiese unirse intensísimamente á Dios, así durante la noche , en el silencioso retiro de su camarín , como de dia , y lo mismo en la inmobilidad extática de la contera-
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placion que en medio al coraplicado cúmulo de sus mi- nisterios , nunca dejaba de ver á Dios un solo instante con los ojos del espíritu , y de volar a él con las alas de su corazón : cual leemos de lo| generosos Macabeos , quienes , puesto que ocupados en mil "peligrosas batallas , combatían valerosamente con las manos , al paso que oraban sin cesar en el santuario de sus corazones.
Prueba de ello , é incontestable , es aquel éxtasis mara- villoso en que andaba de continuo nuestro Apóstol por las bulliciosas calles de Lima , tan ajeno de lo que sucedía á su alrededor , cual si no tuviera ojos para ver, ni oidos con que oir ; todo él absorto y endiosado hasta tal punto , que era necesario el que sus compañeros le previniesen de un modo brusco á cada paso , á fin de que evitase algún pe- ligro inminente , que de cerca lo amenazaba , ó atendiese á las personas que acercábanse á saludarlo.
Dos casos , á cual^raas extraordinario , se refieren por personas dignas de toda fé , acerca de semejante enajena- miento. Es el uno , que , habiendo pedido prestadas el Sier- vo de Dios dos muías á un amigo suyo, para ir al Puerto del Callao á hacer una obra de caridad , no advirtió , en- diosado como iba , en las dos leguas castellanas que hay de dicho lugar a Lima , ni al subir , ni al descender , que el aderezo que tenía su cabalgadura era de lujoso tercio- pelo , y los estribos de luciente plata ; adorno de ningún modo adaptable á la humildad y pobreza de un Jesuita. Y el otro , que habiendo tenido que asistir el Siervo do Dios una ocasión , bajo de santa obediencia , á una mú- sica recitativa que daba en Palacio el Conde de Lémus en honor de la Virgen Maria , y á la cual quiso estuviera
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presente la Compañía de Jesús , por ser uno de sus mas en- tusiastas devotos } aunque el aparato regio del local , la variedad de mutaciones , las dulzuras de la müsica , y lo sorprendente de los bailes convidaran á diversión honesta los sentidos de una manera casi irresistible : con todo , el Ven. Padre Castillo estuvo allí tan endiosado y ajeno de lo que pasaba á su alrededor , que , preguntado una y otra vez al salir del espectáculo , qué le había parecido üesta tan ma- gnífica , no pudo dar razón una ni ninguna sobre la mas mínima cosa de ella , como si hubiese estado , cuando menos, á unas doscientas leguas de distancia.
Y, por esto mismo, no es tan fácil el determinar con fijeza, las horas que el Ven. Jesuíta consagraba diariamente á tan sublime Oración ; pues cuando mas divertido ú ocupado parecía á los ojos de los hombres , estaba mas que nunca sumido en inmediata y dulcísima contemplación de las ado- rables é infinitas perfecciones que resplandecen en el que es por esencia la belleza , la bondad y la verdad. Sin embargo , el Lic. Landaverde , íntimo amigo del Siervo de Dios y de- positario de todos los secretos de su espíritu , nos asegura eran cinco las horas del día que el Ven. P. Castillo em- pleaba en tan sublime ejercicio ; y el Padre Jacinto de León Garavito , Rector que fué varias veces del Colegio Máximo de S. Pablo , y confesor algún tiempo de nuestro Apóstol , afirma que lo mas de la noche lo pasaba siempre en ora- ción , en el Camarín de Nuestra Señora de los Desampara- dos. Lo cual , no obstante su gran reserva , confirmó en vida el mismo Ven. Padre , respondiendo mas de una vez, á quien compadecíase de lo mucho que trabajaba diariamen- te , y de su continuo velar : <c Que si el día , por Dios ,
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era todo de los prójimos , la noche debía ser toda de Dios. » Y lo propio se colige también , con toda evidencia , de que , buscándolo muchas veces el Hermano portero, á diversas ho- ras de la noche , para que^ acudiese á alguna confesión , siempre hallólo en vela , y ó "de rodillas , ó en cruz , y tan absorto y fuera de sí , que ni el ruido que hacía la puerta al abrirse , ni su voz , eran jamas bastantes á sacarlo de su total enajenamiento de las cosas de este mundo.
CAPITULO VII
De la invencible fortaleza y admirable paciencia del Ven. Padre C astillo.
iV . .
l\o siendo la vida del hombre sobre la tierra mas que un combate continuo, del cual solo saldrá vencedor quien hu- biese peleado varonilmente hasta el último momento , una de las virtudes mas necesarias al soldado de Cristo es, sin duda , la fortaleza : que , según e|. Angélico Doctor , ( 2/ 2.' Q. 128. ) no solamente consiste' en emprender grandes cosas ; sino , ademas , en llevarlas á cabo con una igualdad de espíritu incontrastable, y sin arredrarse ante ningún obs- táculo ni peligro por invencible y grande que á los huma- nos ojos pudiera parecer.
Pero , como mas que suGcientemente expuesto queda ya en la fiel relación que hicimos arriba del admirable y glo- rioso Apostolado del humilde Padre Castillo , cuan genero- sas y estupendas fueron las obras que , movido de celestial celo , emprendió en honra y gloria del Señor en Lima , hasta entregar el alma en manos de su Esposo ; y , por so- parado , hemos de hablar muy en breve de sus prodigio- sas maceraciones ; parécenos conveniente el concretarnos
ahora a referir tan solo , y con la posible soliiitud , algunas de las innumerables contradicciones y fieras batallas que el Mundo )' el Demonio unidos le suscitaron en este valle de lágrimas , y que otro frutólo obtuvieron , según se verá en seguida , que hacer ver mas á las claras que el espíritu que lo animaba no nacia de la carne , sino de Dios.
Un santo horror se apodera del alma menos sensible , al ver, por las relaciones mas fidedignas , las pavorosas é ina- gotables trazas de que se valió el Espíritu de tinieblas en el largo espacio de cincuenta y ocho años , para quebran- tar á toda costa la virtud del generoso Francisco , ó pri- varle de una existencia que había de moverle cruda guerra, disipando con la poderosa luz del Evangelio , y el esplendor de sus futuros hechos , las lóbregas tinieblas en que asen- taba su maléfico trono sobre' tantos millares de infelices , entenebrecidos por sus diabólicas maquinaciones. Y por eso, ya que en las entrañas paternales no pudo ahogarlo , como se lo prometía , y lo intentó , sin acordarse de que su po- der no llega sino hasta donde place al que todo lo puede; cegado por la ponzoña de su satánica ira , no hubo ardid de que no se valiera , aunque siempre en vano , para traerlo á muerte , ó alejarlo al ménos á fuerza de sustos y peligros, de las nobles filas del ejército de Israel , en que tan gene- rosa y tempranamente habíase alistado ; ora embistiéndole unas veces en forma de rabioso niastiu ; ora presentándosele al frente de sus formidables legiones , con grande estruendo y voceria ; y ora , en fin , conjurando en su pérdida los mismos objetos inanimados , según en el primer Libro de esta Historia lo expusimos.
Pero no por tantas y tan manifiestas derrotas cayéronsele al Soberbio las alas de su presunción ; sino que , llevado,
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cual víbora quebrantada , del exclusivo ardor de vengarse, trató , cuantas veces pudo en lo futuro , de bacer pagar caro al Apóstol , las confusiones que el niño habíale oca- sionado. Y así como un mañoso Capitán nunca acomete una fuerte y bien defendida torre por una parle sola , ni con las misma armas , sino que las ensaya todas , y , por cien diversos sitios a la vez , trata de llevar el estrago y la ruina á su contrario : lo propio bizo contra el diligente Francisco el infernal Espíritu , amenazándolo de muerte juntamente en el alma y en el cuerpo , en el sueño y en la vigilia; ora con los incentivos mas poderosos de la sensualidad y las inquietudes mas terribles del espíritu ; ora haciéndole pro- bar en su delicada carne todas las torturas del inBerno , y azuzando contra él , al mismo tiempo , á los diablos y á los hombres , para rendirlo y debelarlo por entero con to- das las artes diabólicas y maquinaciones humanas.
Solo una alma del temple gcnorogo de la del Ven. Pa- dre Castillo , vestida toda del espíritu de Dios , pudo salir siempre ilesa y triunfante , de las peligrosísimas y frecuen- tes batallas que el infernal enemigo movió , sin cesar , á su angélica inocencia , ó en el retiro de su solitario aposen- to , ó bien en lo mejor y mas ferviente de su oración , 6 cuando rendido á la fatiga , y casi exánime , se recostaba por dos ó tres horas sobre la basta jerga que le servía de lecho , á 6n de espantar el sueño , mas bien que para con- ciliario. Pues entónces , con aquel tenaz ardor del que fia en la victoria que de todas veras codicia , acemetíale el Maligno , como en otros dias al penitente Antonio en los desiertos de la Tebaida , armado de las mas temibles sujcs- tiones de la sensualidad y de la lascivia, presentándosele bajo
las figuras mas seductores y deshonestas , que , ya que no empañaran , ni en un ápice , el apacible y almo brillo de su virginal pureza , impedíanle , del todo , el breve reposo de la noche , por hacerlo v^ilar entonces mas que nunca el tamaño é inminencia del peligro. Llevando el ignívomo Dragón su diabólica rabia contra el impertérrito Siervo del Señor , hasta echársele , una y otra vez, encima del frájil cuerpo , con un peso incomportable é insacudible , y ha- ciéndole experimentar al acercársele , como lo dice el mismo Ven. Padre , aquella inquietud y turbación indecibles , que siente el polluelo cuando se le acerca el milano , ó un ani- mal , que se vé con otro muerto.
Pero no pararon aqui todas las maquinaciones del Averno contra el Apóstol de Lima ; sino que , mas furioso mientras mas herido en su satánico orgullo , viendo que nada po- dían sus venéficos dardos contra el templado escudo de la virtud de Francisco , i:^solvió , en su ciego encono , traer á muerte siquiera su frájil cuerpo , ya que veíase del todo impotente á matarle el alma. Y cuales fueron los medios de que echara mano tan descomunal Enemigo para salirse con su maligno empeño, bien se lo imaginará quien conoz- ca todo el alcance de sus fuerzas , al saber de boca del Hermano Francisco Revilla , compañero que fué del Siervo de Dios en la Casa de los Desamparados , que , todas las mañanas , al bajar el Ven. Padre del Camarin de la San- tísima Virgen , donde oraba por las noches , á la sacristía, veíale siempre el rostro acardenalado y sangriento , como sí le hubiesen puesto en él violentamente las manos. Señales que , según el mismo Hermano lo jura , por una especial gracia del Altísimo , verdadero curador y sanador de los
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que se ponen en sus manos, desvaneciansele , en un abrir y cerrar de ojos , al solo ponerse el Siervo de Dios al amito sobre los hombros.
Sin embargo, á juzgar por /'')s innumerables sufrimientos que sus hermanos ocasioraron al Padre Castillo , y que hincheron su ánimo de mortal amargura hasta el último momento de su existencia , con sobrada razón pudiera de- cirse , que lo que el mismo Demonio no pudo obtener por si , llegó casi á lograrlo con la mediación de los hombres. Pues tal fué la moneda en que la malignidad humana , se- gún su antigua costumbre , pagóle al Ven. Jesuita la vir- tud y abnegación sin limites con que emprendiera en Lima tantas obras increíbles en gloria de Dios y pró de sus próji- mos , que prorrumpir pudo muy bien con el coronado Profeta en el Ps. 24. al verse tan injusta é implacablemente perseguido por aquellos mismos á quienes había consagra- do , sin reserva , su existencia : T^ibulationis coráis mei multiplicatae suiit. ¡ Se me han multiplicado las tribulaciones de mi corazón!
Si; que no solo; oh ingratitud judaica! procuraron los hombres cruzarle sus generosas empresas , y murmuraban de él en Lima á sus espaldas , tachándolo, quien de indis- creto é iluso introductor de perniciosas novedades , que echaba á los perros el pan de los hijos , con llamar á los Morenos mas humildes á la frecuenia de los Sacramentos , { como si hubiesen sido los infelices raénos regenerados que los Caucasianos con la preciosa sangre de la Cruz ), y quien de no atender en todas las empresas , que acometía sin me- dios suficientes de llevarlas á cabo , mas que á su propio amor y vanidad ; sino que llegó la impudencia de muchos
sfe sus enconados y ciegos enemigos , hasta apellidarlo de viva voz y en pasquines , y por las calles y las plazas: « hi- pócrita , embustero y quita honras ». Y aun hubo noche eu que tropas de gente popu'^r , envenenada por las me- didas con que el Exorno. Conde de Lémus había puesto un justo coto á su libertinaje en el vestir y bailar, dieron al Siervo de Dios estruendosa grita delante de sus ventanas , befándolo y ofendiéndolo con palabras de escarnio unos , y otros con coplas y cantares deshonestos ; sin que el pacien- tisimo Francisco , { a quien diriase haber dado Dios , como á su Profeta Exequiel , un rostro de diamante y pedernal , á fin de que hiciera frente a las culpas de su ingrato pue- blo , ) prorrumpiese entonces en otras expresiones , que en las que siempre tenían prontas sus caritativos labios: « Sea por amor de Dios ». « Mucho mas merezco yo ». « Gracias á Dios por todo ». No faltándole tampoco a su rica corona de Apóstol , como para >averar una vez mas aquel dicho del Espíritu Santo , « que nadie es Profeta entre los suyos , » quienes intentaran asesinarlo en medio de la Ciudad , se- gún á su tiempo lo narraremos.
Mas , si vivo el magnánimo Conde de Léraus , protector tan generoso y valente del Ven. P. Castillo , fueron tantas y tan grandes las persecuciones de todo género que padeció el último en el ejercicio de sus Apostólicos ministerios , muerto aquel cristiano Príncipe , multiplicáronsele de tal manera , que bien decirse puede : que , desde entonces , vió- se su alma , así como la de su Divino Maestro , triste hasta la muerte. Pues á todas las graves causas de sus pa- sadas angustias , vino á añadírsele enlónces la de verse lleno de considerables deudas , y como dejado de las ma-
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nos consoladoras del Señor , y aflijido fuertemente , no solo por los extraños, que llevaron su impudencia hasta decirle que era « un ladrón , que só capa de virtud quería que- darse con la hacienda de los opobres » ; sino , lo que es mas aun , de sus mismos Correligiosos , quienes comenzan- do á dudar al fin de la eficacia de su valimiento para con Dios , y temiendo por el nombre incólume de la Compañía, le instaban vehementemente para que cerrase las puertas de los Desamparados , y se volviese á su antiguo Colegio , á vivir en la obscuridad de su retiro, ya que no podían so- portar sus hombros , por mas tiempo , la onerosa carga que se había echado á cuestas.
Y aunque , para el bien de Lima , no llegó nunca tan lloroso caso ; sin embargo , no concedióle Dios al Veu. Pa- dre , sin duda para acrecerle mayor gloria en las Alturas , con hacer que sostuviese hasta el último momento la causa de la Fé de N. S. J. C. ( según 1^* palabras del Apóstol á los Corintios , ) « en mucha paciencia , en tribulaciones , en necesidades , en angustias y eu todo género de traba- jos , » el que gozase , vivo , del dulcísimo consuelo de ver por fin a su predilecta Casa de los Desamparados libre de empeños ; como al breve tiempo de muerto él consiguióse, á no dudarlo , por su poderosa intercesión y méritos abun - dantisimos. .
CAPITULO vm.
De la cristiana mortificación y rigurosas maceraciones del Ven. P. Castillo
Asi como el pedernal nunca se baña de luces si ánles no es herido una y otra vez del eslabón , ni queda jamas bien templado el fierro que no pasó varias veces por la fragua y por el yunque ; del propio modo el hombre caido , si no supo enseñorearse en tiempo de su cuerpo , y herirlo y pro- barlo con oportunas maceraciones , es imposible que llegue á verse iluminado por la luz del Cielo , y mas aun , que logre salir ¡x cada paso ileso y siempre airoso de tantos y tan terribles combates, como tiene que sostener mientras ca- mina arrastrándose por el suelo acia el anhelado término de su dolorosa peregrinación. Y por esto es por lo que el inspirado Apóstol de los gentiles , en la Epístola á los Gá- latas , C V. v. 24. parto digno de su generoso pecho , no reconoce por verdaderos hijos de Nuestro Señor Jesucristo, sino á los que crucificaron por amor suyo la carne con to- dos sus vicios y concupiscencias : Qui sunt Christi , car- nem suam crucifixerunt cum viliis et concupiscentiis ». Tan opuestas son al augusto nombre de Cristianos que nos legó
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el Hijo de Dios con su afrentosa muerte en un madero , la delicadeza y el regalo de la carne , y tan difícil acertar con la estrecha puerta que conduce á la vida perdurable , por otro camino que el ásperi^ y angosto que han seguido de consuno todos los Santos que hoy reinan con él en la celestial Jerusalen ; y que fué también el que con planta firme y generoso denuedo holló el Ven. Padre Francisco del Castillo desde que vino á este valle de lágrimas , hasta que partióse de él lleno de años y de méritos á los ojos del Señor.
Y para comenzar por algo , observando , si es posible , algún orden donde hay tanto y tan estupendo que decir , jamas en medio de las diarias é innumerables fatigas y pri- vaciones de todo género , que asediaron su existencia , per- mitió el Ven. Jesuíta á ninguno de sus sentidos el menor divertimiento ó refrigerio , que hubiera, podido hacerle mas llevaderas las muchas y pesadas cruces que voluntariamente habíase echado á cuestas.
Los ojos parece no le fueron dados para ver otra cosa que la tierra de que había salido , ó el cielo á donde ha- bía de parar ; pues nunca los fijó en ningún otro objeto creado. Llevando su rigidez en este punto , hasta negarles el que se recreasen un solo momento con la pompa y extra- ordinaria profusión de arcos , luces y otros adornos que la devota Ciudad de Lima desplegó en el extreno de la nueva Iglesia de los Desamparados : si bien el Señor , por quien asi negábase el penitente Padre á tan puras delectaciones de los ojos , le correspondiese con muy mas regaladas vistas , mostrándole á lo vivo , en visión imaginaria , dos ó tres
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veces , todo el lujoso aparato de las calles y del Templo en celebridad de tan fausto suceso.
Tan cuidadoso anduvo siempre en mortificar sus oidos , que no solo huyó , como dv^una celada infernal , de las conversaciones mundanas , de que vienen constantemente tan- tos peligros al espíritu ; sino que aun esquivaba , en lo posible , el asistir á la breve recreación en común , con que á los Religiosos hácese menos pesado el silencio de lodo el dia , só pretexto de atender al servicio de los pobres : á quienes repartía en tal momento, con la misma reverencia y devoción con que servido hubiera á Nuestro Señor Jesu- cristo , el pan y la comida que sobraban del refectorio ; lle- vando personalmente las cestas y las ollas, y complaciéndose en servir de todo á todos con sus propias manos
Ni era tampoco menos inexorable con el olfato : pues sobre probarlo y reprobarlo diariamente en medio del vapor nauseabundo que desp'^n de si los hospitales y cárceles , máxime de Negros, ni aun para librarse de los báguidos de cabeza , que lo perseguían conlinuameníe á consecuencia de la debilidad de su estómago , consintió jamas , puesto que muchos muchísimo se lo rogaran, en servirse del pronto alivio que dan ciertos buenos olores , respirándolos : teme- roso de que le dismimuyeran sus mayores delicias, que pues- to había exclusivamente en padecer por Nuesto Señor Je- sucristo.
La templanza en el alimentarse de este Siervo del Señor, que , desde la cuna , dió principio al rigor de sus ayunos y abstinencias , fué en adelante tan excesivo , que todos se maravillaban de que pudiese vivir tantos años , y tener bue- nos colores y mas que regular salud , un varón tan grácil,
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penitente y laborioso en un Pais tan Ccilido como Lima. Pues á pesar de las muchas y santas trazas á que ocurría diariamente su humildad á fin de esconder á todos sus penitentes rigores , ora no ^Lsticndo sino á las segundas mesas , debajo de las cuales solía comer para huir todo re- paro ; ó , según lo hizo tan luego como vivió en los De- samparados , poniéndose a leer en alta voz en algún libro espiritual ; y ora , por último , descomponiendo cuidadosa- mente con el tenedor , siempre que no podía fallar al refec- torio de primera , ni ocurrir al subterfugio de la lectura , el plato que poníanle delante , que , en seguida , con el di- simulo del Angel en la mesa de Tobías , apartaba de si , sin probarlo siquiera : no faltaron intachables testigos , que , una y otra vez , sorprendiesen su sania industria ; y medios de saber con entera certidumbre , para edificación de pro- pios y extraños y gloria del Altísimo , sus prodigiosos ayu- nos y rigurosas abstinencias. ,
Tres fueron siempre , entre semana , los ayunos á pan y agua de este gran Siervo de Dios , fuera de los que obser- vaba extraordinariamente en obsequio de Nuestro Señor Jesu- cristo , de la Santísima Virgen , de los Santos de la Com- pañía y otros de la Corle celestial , en las vísperas de sus festividades. Contentándose en todos los demás dias , con solo tomar cada veinte y cuatro horas , y por único ali- mento , cinco ó seis onzas de pan con alguna fruta de la tierra ó vitualla que no fuese de carne , que nunca la pro- bó mientras vióse con salud ; pues las mas de las noches , ó no probaba absolutamente bocado , ó con |algunas pocas uvas pasas hacía su mas abundante colación. Y al fin llegó á sujetar de tal modo el hambre , que tan poderosa es en
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el hombre carnal , á su querer , que este pequeñísimo res- tauro ni aun siquiera procurábalo muchas veces a su cuer- po tan trabajado , ó por no fastidiar á los Hermanos de las Oficinas , y vengarse cruel d-^ sus involuntarias tardanzas , siempre que por sus multiplicadas ocupaciones en pró de toda la ciudad no hallábase en el Colegio antes de la hora de la siesta; según mas de una vez fué notado acaso por los Hermanos estudiantes , y aun por alguno de sus com- pañeros de fatigas : ó cuando , como aconteció en el octa- vario de la solemne abertura del templo de los Desampara- dos , en que se estuvo sin probar bocado en toda la sema- na , habla algo que lo sacara fuera de los sentidos y del mundo.
A todo esto se agrega , que un sorbo de vino no lo be- bió jamas ; ni aceptó nunca , ni aun de manos del Vircy , a pesar de cuanto lo instara , chocolate ni helado , dándole constantemente por excj^sa , ó la priesa con que estaba , ó que el chocolate lo enardecía y el frió lo destemplaba. Y , aun en aquello mismo que á sus horas tomaba en la común mesa para vivir , éra tan mortificado , que nunca sazonó mas que con acíbar ó ceniza las menestras ó yerbas sosas que le servían. Y así como jamas apuró un vaso de agua fuera de las horas que señala la regla de su Instituto, tam- poco bebióla , ni aun entonces , mas fresca de lo que per- mitía la estación ; puesto que en la fuerza del verano , la nieve mas bien que una delicia , es en Lima un medica- mento casi necesario.
Pero lo que mas suspende y confunde nuestra poquedad y tibieza es ¡ oh prodigio del verdadero Amor , que toda cruz hace ligera ! cómo con la vida tan activa y achacosa
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que llevaba el Ven. Padre , y no comiendo , por lo visto, ni aun lo mas indispensable para poder vivir humanamente, tuviese sin embargo alientos bastantes , y desde los siete años de su edad , para caslifar sin compasión ninguna á su delicado cuerpo , y reducirlo á servidumbre , según las palabras del Apóstol ; de tal modo, que bien puede decirse con toda verdad , que , si no excedió , á lo menos igualó en sus rigores á los Sanios mas austeros y contemplativos, de que se honran , a justo titulo , las fecundas entrañas de la siempre triunfante y siempre acongojada Esposa del Varón de los dolores.
Por lecho de reposo para el breve espacio de la noche en que se rendía al fin al sueño , si lo dejaban en paz en- tonces las confesiones de agonizantes , y si llegó á echarse en él , que muchos creen que no , por habérsele hallado siempre en pié y vestido á cualquiera hora que se le bus- cara , no tuvo toda su vida el Ven. Padre Castillo , en los tiempos de mas regalo, sino un jergoncillo de solos cuatro dedos de alto por colchón , y dos bayetas raidas por sábanas y cobertores. Cama tan intratable y dura , que una vez que fatigado de un largo sermón que acaba de echar , quiso recostarse en ella un rato el Padre Ignacio Arámburo , sin que lo advirtiese el Ven. Padre Francisco ó pudiera remediarlo , saltó al punto al suelo, quejándose grandemente de que aquel no era á la verdad un lecho, sino una tabla de bronce.
Cuanto varios , pavorosísimos fueron también los instru- mentos que su ingeniosa mortificación supo hallar para cóm- plices de sus santas locuras y crueldades ; gran parte de los cuales , como que no habían de servirle ya mas , arrojó
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su heroica humildad á las aguas del Rimac , cuando vióse cercana la muerte , á fin de que no fuesen en adelante mu- dos testigos de su recio y dilatado martirio. ¡ Como si en su santo cuerpo todo él hei^o de los punzantes cilicios con que lo vestía de piés á cabeza , y llagado por los agudos golpes de las crueles diciplinas que sobre él descargaba dia- riamente , no nos quedasen mil bocas pregoneras de sus ri- gurosas maceraciones !
Sobre el pecho , al lado del corazón , foco de nuestros afec- tos , trajo siempre enclavada en la carne el Siervo de Dios una cruz guarnecida de agudas puntas de acero , en memo- ria de la de N. S. Jesucristo , y como señal y prenda de entrañable gratitud por tantos beneficios como de él había recibido. En ambos los brazos dábase ademas cinco estre- chas vueltas con unas cadenillas sembradas de aceradas púas, que le penetraban agudamente la carne : las mismas que , para no connaluraliz-jrse con ellas , y sentir mejor sus efectos , sustituía cuidadosamente de tiempo en tiempo con unos cordeles de cerda ornados de sutiles garfios de alham- bre , que le aflijian de un modo horrible mientras aquellas descansaban ; y tan apretados unos y otras , que hinchábaa- sele las manos como si ya fuéranle á rebentar en sangre. Completando su ajuar ordinario de penitencia , una fuerte faja de latón claveteada de pequeñas espigas de fierro , que le ceñía la cintura ; dos nudosos y apretados cordeles de cerda con que se ligaba fuertemente los muslos ; y un ar- mador de la misma materia , que le cubría por entero las espaldas, y cuanto la cruz le dejaba libre del pecho: pues en las vísperas de las fiestas de que hicimos mención, era su mayor gala vestirse , de añadidura , con un áspero saco de
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cordelillos de intratables cerdas, cruzados en forma de red , que le abrigaba lo restante del cuerpo hasta las rodillas.
Mas no considerando todavía el Siervo de Dios en su ansia de padecer por su Maestree-Crucificado , suficientemente castigado y sometido al espíritu su inocentísimo cuerpo, á tan excesivas austeridades y maceraciones, como las enume- radas , añadía ¡ oh prodigio de penitencia ! el herirlo y ensangrentarlo todos los dias con las férreas y tajantes di- ciplinas que hacía llover sin compasión sobre sus des- nudas y despedazadas espaldas. Que dos y aun tres veces ordinariamente , al amanecer del dia , al entrar la no- che , y en medio de ella, diciplinábase , sin piedad; ora en algún ángulo de la Iglesia , y ora en la Capilla privada del Colegio , mientras vivió en S. Pablo , ó en el Camarín de Nuestra Señora de los Desamparados : durando todas las mañanas , indefectiblemente , de tres á cuatro . según de- claración del Padre Saavedra , Proyincial que fué de Lima, y vecino del Siervo de Dios , una hora entera tan espan- toso martirio ; cuyo rimbombo se escuchaba á gran distancia , y en el cual perdía tanta copia de sangre , que siempre dejaba el suelo alagado , y las paredes salpicadas con el sanguinolento roció que , á cada uno de los terribles y re- pelidos golpes que dábase , caíales encima.
Y , sin embargo de esto , se sabe , y con la mayor cer- teza , que las referidas no eran sino sus cuotidianas mace- raciones : pues , extraordinariamente , en las vísperas de las festividades de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen Nues- tra Señora , y de muchos Santos sus devotos en las cuales siempre doblaba el Siervo de Dios sus abstinencias y cili- cios , diciplinábase á sangre , en pleno refectorio , pu- blicando las que su humildad llamaba grandes faltas , j
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pidiendo de ellas perdón con tiernas lágrimas á todos los presentes. Lo niisrao que también solía hacer su celo ardiente, poco mas ó menos , para recabar del Señor la enmienda desesperada do algunos grandes pecadores; pues, imponien- do, á imitación del sublime Apóstol del Oriente S Francisco Javier, á tales culpados una cortísima penitencia, reservaba para sí la satisfacción de toda la pena temporánea que sus maldades merecían.
CAPITULO IX
De la escrupulosidad con que observó el Ven. Padre Castillo los votos religiosos de su Instituto , y el particular de hacer siempre lo mas perfecto.
Oicndo va hora de que sigamos , aunque sea por un solo instante , al interior del Claustro al que hemos visto ser sin reposo el consuelo y la edificación de toda Lima , á fin de llegar los labios á la secretp y codiciable fuente de esos divinos tesoros que tan largamente derramaba , cual propios , por dó quiera ; y , estribando enteramente la suma perfección de la vida religiosa , en la prolija y pronta ob- servancia de los tres votos de pobreza , castidad y obedien- cia, que le dan el ser, no nos maravillaremos ya , á buen seguro , palpando con nuestras propias manos la eminente altura a que se encumbró en cada uno de ellos el valeroso Francisco , si lo oimos proponer al M. R. P. Andrés de Rada , Visitador de las tres Provincias del Perú , Chile y Paraguay , igualmente grande en santidad que en letras , á imitación de sus observantes Hermanos del Cuzco , como la Regla viva de S. Ignacio , el alma de su Instituto , y un perfecto dechado de Religiosos.
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Pues comenzando por el de la Pobreza , ya que lan pere- grina virtud es como madre de las demás , y verdadero raaná del alma , según la Seráfica Doctora , que hace que todas las cosas nos sepan biqn ; no solo vivió siempre se- parado el Ven. P. Castillo con el corazón de las líias ino- centes vanidades del mundo , sino que , ni aun so color de necesidad , quiso permitirse nunca , no digamos la posesión, pero ni siquiera el uso de mil y mil cosas que jüzganse como indispensables á la vida : á fin de echarse generosa- mente y con todas las veras de su alma , pues bien sabía su precio , en los desnudos , pero amorosos brazos de una pobreza absoluta , no solo afectiva , sino también en sumo grado efectiva.
Todo el gran menaje del reducido y modesto cuarto del Ven. Jesuíta , componíase solamente : del humilde jer- concillo que le servía de lecho , de una viejísima mesa de escribir , y de una ó (|os sillas , que no lo eran tampoco menos. Ni otra cosa digna de estimación tuvo jamas dentro de sus paredes , sino un Breviario viejo , y algunos libros que, de tiempo en tiempo, le prestaban ; á no ser los carta- pacios en que encerraba los apuntes de lo que parecíale mas á propósito para sus pláticas , y el rico tesoro de sus diciplinas y cilicios.
Aunque siempre viérasele asaz limpio , ( pues puso sumo estudio en no afectar en su persona ni desaseo ni austeri- dad , ) nunca cambiaba de hábito el Siervo de Dios , por mas remendado que estuviera el que poseía , sino por obe- decer á sus Superiores : quienes , en razón de su tenacidad, y de los lugares y personas que por oficio frecuentaba , te- nían de cuando en cuando que ordenárselo bajo formal pre-
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cepto de Obediencia. Pues íi cualquier otro que le aconse- jara semejanle cosa , le imponía al punto silencio , con de- cirle humildemente : « Que , á juicio sujo , un Religioso no debía tener mas que un splo vestido , tan remendado cuanto limpio , en que Icjérase la pobreza v la mundicia de su corazón ».
A esto se agrega, como en sello de lo dicho, el que nunca dispuso en favor de su persona, ó de los suyos , de la mas pequeña suma de dinero ; á pesar de que se sabe , y con toda fijeza , que corrieron gruesas limosnas , que monta- ron á mas de 40,000 duros, por sus benditas manos : que solo hizo servir de meros "canales para derramarlas , tal vez multiplicadas , en pro del divino Culto , ó transmitirlas in- tegras á sus pobres.
La Castidad , virtud cuyo elogio no es dado trazar dig- namente á la humana flaqueza , por salir casi de la esfera del hombre , y hacer ángeles ^de los que la guardan, según San Ambrosio , fué del todo angélica en el Ven. P. Francisco del Castillo ; pues , conforme uno á uno lo de- ponen sus confesores , murió sin que en su tcánsito de la cuna al sepulcro , el menor pensamiento impuro hubiese empañado el candor de su inocencia virginal. Privilegio á muy pocos concedido , que se admira mas fácilmente que pondérase , y que sería inconcebible en nuestra actual mi- seria y decaimiento , si no supiéramos que tan delicada flor creció en él bajo el benéfico influjo de una gracia sin cesar creciente , y celosamente escudada por las intronchables es- pinas de la mas austera mortificación.
Pues tanto desvelóse siempre el Ven. Padre por reducir su cuerpo á una absoluta servidumbre , que , no satisfecho
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de tratarlo con la santa crueldad que hemos narrado , es- quivaba cuidadoso la menor sombra de peligro , en tal ma- nera , que aun huía de dar la mano á los niños para que se la besaran, poniéndoles etí^ su vez la Cruz que siempre llevaba consigo ; como púsose en claro por uno de ellos , que 5 al verlo tendido en el féretro , abalanzóse á él diciendo : « Santo Padre Castillo , mientras vivías , no qui- siste que te besara la mano ; pues ahora me he de desqui- tar )). Ni mucho menos habló jamas á solas con mujer al- guna , bajo ningún pretexto ni motivo ; ni allanóse á con- fesarlas sin que estuviese á la mira alguno , que pudiera ver y no escuchar lo que pasaba. Procediendo , á no du- darlo , de semejante escrupulosidad , aquel peregrino don que concedió el Altísimo a este gran Siervo sujo , de hacer amable á todos virtud tan celosa y delicada ; de modo, que, según lo patentizaron repetidas experiencias , bastaba que alguna persona poco ca^ ta pusiese en él los ojos ó lo oyera hablar , para que se avergonzara luego de su torpe proce- der , y que quien se creía ya perdido en las tormentas de la lujuria , se echase á los piés del castísimo Jesuíta , para hallar al punto el sosiego en vano antes deseado.
Por lo que mira ahora á la Obediencia , que , según Santo Tomas , es el mas noble de todos los votos ; por no haber sacrificio alguno , que iguale al de la propia volun- tad , que hace en aquél la sumisa criatura á su Señor : parece , y muy fundadamente , que también fué el mas caro al alma del Ven. Padre Castillo , y el que , con ma- yor esmero y diligencia , guardó solicito hasta el postrer instante de su extraordinaria vida , empleada toda no en otra cosa , que en cumplir á ojos cerrados y con la son-
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risa en la boca , la ajena voluntad ; llenando , cual nadie, heroicamente , el major deseo de su glorioso Patriarca San Ignacio , que , sobre tan segura virtud , quiso erigir todo el sobrehumano edificio de la^.-?n vencible Milicia de Jesús.
En efecto, tan grande era el amor del Ven Padre á la Obediencia , que , según lo declaran las personas mas fide- dignas , nunca dió un solo paso , por insignificante que fuese, sin someterlo antes á la voluntad de sus Superiores , en quienes rcspelaba á Nuestro Señor Jesucristo, y cuyo pa- recer exigía no solo en casos graves y arduos , pero aun en los mas indiferentes y sencillos : tanto , que el P Luis Conlreras , que fué su Provincial , decía siempre : « Que ningún Novicio era tan escrupuloso en pedirle licencia para todo , cuanto lo era el P. Francisco del Castillo «.
Ni raénos admirable que en este punto , fuélo el Siervo de Dios en la prontitud y resignación indecibles , con que obedecía qualquiera cosa que se le^ mandaba , por contraria que fuese á sus mas santas intenciones , y por gran riesgo que corrieran en ello su honra ó su existencia misma ; se- gún se desprende de los hechos que vamos á referir some- ramente á continuación.
Todo lo tenía ya pronto el bendito Padre para partirse á la conversión de los Indios Chiraguanas , de que había hecho el blanco de sus deseos mas ardientes ; y , sin em- bargo , bastó una sola palabra de sus Superiores para que desistiese al punto de tal jornada , y se embarcase sumiso para ir á Valdivia ; y lo que es mas , para que después de su vuelta se conformase con permanecer en Lima de Confe- sor del Conde de Lémus , á pesar de las amarguras indecibles que puesto tan codiciado le ocasionaba diariamente.
Sabida cosa era de todos los de la Compañía , que , cuando el Ven. P. Francisco se retiraba tarde al Colegio en razón de sus muchas ocupaciones, no había modo , si acaso sor- prendíalo alguien á su vuella^, de hacerle probar bocado , por mas que lo importunara con sus ruegos ; pues só pre- texto de no tener ganas , ó de que la comida había de hacerle daño , siempre hallaba pronta alguna excusa para salir de apuros : y , esto no embargante , bastaba el que se le dijera entonces , que el P. Rector así lo exigía , para que , en obsequio á la Obediencia , dejase al punto cual- quier ocupación que tuviese entre manos , y se encaminara luego luego al Refectorio.
Pero , mas que ningún otro , el siguiente caso nos ma- nifiesta con cuanta lucidez pudiera desearse , hasta que punto llevaba el Ven. Jesuíta su amor á tan generosa vir- tud. Sabiendo el H. Sotoministro del Colegio un Sábado á la una , ( dia en que ei^ Padre Castillo tenía por costumbre pasarse sin probar bocádo , ) que aun estaba ajuno , mo- vido del interés de su salud, sin mas ni mas, se fué á él, é hizo que bajase luego al Refectorio. Y , una vez que estuvo allí , por que dicho Hermano mandóle imperiosamen- te que comiera de lo que le presentaba , quien no cedía jamas á ruego alguno , por obedecer á aquella sombra de Superior , comió en seguida , sin mayor repugnancia , de dos platos , que aquel le puso delante. Dejándonos en se- mejante sumisión un heroico dechado , no ménos de su hu- mildad , que de su obediencia sin limites ; pues si quebran- tó entonces un ayuno enteramente voluntario , fué tan solo por atenerse al ajeno arbitrio , y hacer que una virtud rin- diera justas parias á otra mas excelente.
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La veneración del Santo Padre Castillo ácia las sabias Beglas de su Instituto era lal , que el libro que las en- cerraba, curiosamente encuadernado , lo Iraia siempre con- sigo, como el mejor compañ^o y juez de sus acciones : no habiendo para él razón mas válida al hacer ó mandar algo, que el exigirlo asi la Regla de su S. Padre Ignacio.
Y para entrar en algunos necesarios pormenores , en la observancia del Silencio , en que , como en fuente tran- quila , se espeja toda la paz del alma religiosa , era tan extremado , que el P. Francisco de la Maza , varón de perdurable memoria por su virtud y sabiduría , jura: « Que, con especial cuidado , habló al Ven. Padre algunas veces en lugares en que lo prohibe la Regla; pero que , en lugar de res- ponderle aquel una sola palabra entonces, el semblante se le encendía y sonroseaba , como si le quisiera reprender su indiscreción «. Y el Hermano Diego del mismo apellido, que fué su compañero inseparable , dice : « Que con asistirle mas de seis años , y hacerle el P. Francisco mucha cari- dad , solo habló con él una vez , cosa de un cuarto de hora , una plática tan celestial , como superior á todo lo que había leido , ó notado en otros varones ; tanto , que le hizo formarse un concepto todavía mas relevante de su - santidad ».
Ni con menos escrupulosidad observaba tampoco nuestro Apóstol las demás Reglas de la Compañía , no obstante de que tocan muchas de ellas , en ápices y sutilezas de perfe- cion , ( para servirme del dicho de un escritor de su seno, ) sin obligar de modo alguno en conciencia al que por al- guna consideración no quisiere guardarlas.
El jergoncillo que servíale de cama, había de recojerlo y
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doblarlo iiidefnlibliMiitc lotlos los dias de Dios , ánics de salir de su aposento; porque asi se lo enseñaron en el No- viciado , á fin de no fallar á la Regla — Al primct (oque de la Campana acudía á donde, llamábalo, interrumpiendo aun la letra comenzada ; para obedecer mejor a la Regla — Nunca dió , ni recibió un solo pliego de papel , sin pedir antes permiso á sus Superiores ; porque asi se lo mandaba la Re- gla — Si al recojerse al Colegio después de las doce , en contrábase con la portcria cerrada , aunque la puerta de la Iglesia no lo estuviese aun , por nada del mundo se alla- naba á entrar por ella ; sino que poniase á tocar muy despa- cio la campanilla , esperando al rigor del sol la venida del portero : porque la Regla decía que entrasen todos por la misma común puerta por donde habían salido.
Así es que , de ningún modo causará ya maravilla , atenta tan escrupulosa observancia de las prescripciones al parecer mas insignificantes de quien sabía mejor que nadie cuanto importa ser fie. ^en lo poco para serlo en lo mu- cho , si 36. sujetos de la Compañia , á todas luces respe- tables , que deponen como testigos en la información de la vida del bienaventurado P. Franc'isco , juran todos , unáni- mente : <( no haber notado nunca en él la menor falla con- tra alguno de sus estatutos religiosos »; ni , mucho mi'uos, que lo llamen unos : « espejo de la Cristiana perfección » , otros : « la Regla con vida « , y quien , por último : « el alma de su Instituto ».
Mas no contentóse nuestro generoso Jesuíta con verse atado solamente por tales cadenas , aunque asaz fuertes y segu- ras , al continuo blanco de su amor ; sino que las quiso mil veces mas estrechas todavía. Pues cual la amante mari*
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posa , que , cuanto mas cerca vése de la llama que la fas- cina y enamora , mas y mas procura acercarse á ella ; así él , que volaba con las alas de la gracia en pos de Aquel que , según el Deuteronomio^. es fuego consumidor de los corazones, ( Deus ignis consumens est , C. 16. v. 24. ) mo- vido de superno impulso , á los tres heroicos votos que ya. lo ligaban á su Amado , añadió , ( cual la Seráfica Teresa al verse herida del igneo harpon del Serafin , ) el verdade- ramente arduo , y casi insuperable á la humana flaqueza , de hacer siempre lo que juzgase de mayor perfección y agra- do del Altísimo. Voto sublime , que , (según lo predica su carrera de Apóstol y lo declaran todos sus confesores ,) cum- plió el Ven. P. Francisco, aumentando cada dia los talen- tos que su Señor le había puesto en las manos , con tal denuedo y abnegación , de hacer palpar á cuantos por dicha suya lo avecinaron : « Que nada hay imposible para Dios , y para quien cifra en él generosamente toda su confianza ».
CAPITULO X.
De la profunda humildad del Apostólico P. Francisco del Castillo.
lico ornamento v fuerte escudo de todas las cristia- nas virtudes es la humildad : pues con su modesto y ama- bilisinio ropaje no solo las embellece y hace caras á los ojos del Señor, según lo del Eclesiástico ( C. III. v. 20.) Humilia te in ómnibus ^ coram Deo invenies gratiam ; sino que también con él las abroquela al propio tiempo , y esqui- va y burla los replicados y crudos tiros que constantemente les descarga la infernal astucia. Siendo esta, y no otra, la razón de que vénganos recomendada tan expresa y encarecidamente su práctica por el mismo Salvador del humano linaje en el C. XI. V. 29. de San Mateo , donde dicenos : que apren- damos de él á ser mansos y humildes de corazón.
Ahora bien ; de que modo se conformase con su Divino Maestro, en una virtud que le era tan cara, nuestro Ven. Jesuíta, bien á las claras se vé , en que su prodigiosa humildad no solo no le dejó traslucir el preciosísimo tesoro que tenía en su angélico corazón; sino que ademas lo hizo conceptuar- se siempre como el último de los hombres , indigno de ser
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honrado de ninguno , y merecedor únicamente del despre- cio de lodos
En efecto , tan arraigado estaba en ei corazón del Apos- tólico Jesuíta el conveiic¡mierj.<o de su propia miseria y pequenez , que todo en él , continente , ademanes , pala- bras y obras , era un espejo tersísimo en que veían de á legua los ojos mas miopes la profunda humildad de tan gran Siervo del Señor. Al andar por las calles de la Ciudad , hacíalo como si aun fuera indigno de ser sustentado por la tierra que pisaba : nunca se le vió sentarse delante de nin- guna persona , sino cuando en virtud de la obediencia se lo mandaban , quedándose siempre que podía en pi " y con la cabeza descubierta , no solo en presencia de sus Supe- riores , pero también de los mas infelices Morenos ; cual si de unos y otros fuese el esclavo mas vil y despreciable : ja- mas oyóse salir de su boca la mas mínima palabra de pro- pia estimación ; y si alguno , de cualquier modo que fuera, ( lo que frecuentísimamente ocurría ) le manifestaba el apre- cio que su persona merecíale , juzgaba con tal sinceridad el bendito Padre que era por burla ó irrisión , que de cor- rido se le salían los colores al semblante , y no atinaba en donde meterse para ocultar su confusión. La cual no cono- cía ya limites , cuando el humilde Jesuíta juzgaba haber herido con sus palabras ú obras la delicadeza de alguno de sus prójimos : pues en casos tales, su alma de paloma no sabía loque era un momento de paz, hasta no arrojarse á los pies del que conceptuaba víctima de su orgullo , y verse perdonado por él.
Ya vimos , en otra parle , la heroica muestra que dió el Ven. Padre de su vidriosa humildad , cuando, pesaroso en
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e\tremo de haber despedido á su Sacristán con alguna aspe- roza , no tuvo ánimo para acercarse al Altar , sin pedirle antes mil perdones , y que volviese á su antigua ocupación. Y no ménos admirable , pa^"»» silenciar otros casos semejan- tes , fué lo que le pasó otra vez , siendo ja Superior de la Casa de los Desamparados , con uno de los Legos Coad- jutores , á quien hubo de corregir por cierta falta : pues , temeroso por demás de haberse excedido reprendiéndolo con poca discreción , no pararon sus escrúpulos hasta que no echóse igualmente a sus piés , y rogóle, con las palabras mas humil- des , que le perdonara sus demasías.
Mas ¿ qué no diremos de la heroica humildad de tan gran Siervo de Dios al saber que , á pesar de sus gloriosos hechos, hallábase indigno de estar en la Compañía de Jesús; y que recelaba constantemente , que , por inútil , lo echasen de una Religión en que había hecho revivir el fervor de sus generosos fundadores ? Y asi fué en verdad ; y buena prueba es de ello la profunda gratitud que toda su vida profesó á los que tuvieron alguna parte en su ingreso á la Compañía , como á autores de un bien de que no era absolutamente merecedor ; y los grandes recelos con que vivió siempre de que , como á trasto baladi y estorboso , lo desechase de su seno , y no reconociese mas por hijo suyo una Religión tan sabia y observante. Recelos, que bien manifestaron toda su energia cierta tarde , en que , con el 6n de hacer que se distrajera un poco el Siervo de Dios de sus trabajos , mandóle el P. Ministro del Colegio : que acompañase al Hermano Procurador , sin decirle á donde , ni para qué. Pues llegado que hubieron á la Granja de San Juan, perteneciente á la Compañía, que era el térmí-
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no de la jornada , temeroso de que ya lo echaban de la Re- ligión por sus enormes pecados , no quiso pegar ios ojos ; y toda la noche se la pasó en vela ante el Altar de la Madre de las misericordias , ^fin de obligarla con sus lá- grimas y propósitos de enmienda , á que le obtuviese de su Hijo Santísimo el que no lo despidiesen de su amada Com- pañía de Jesús , sin cuya defensa y auxilios parecíale im- posible salir vencedor en adelante en las peligrosas batallas del espíritu.
Pero, en donde vóse mas claramente el ningún caso que el Siervo de Dios hacía de las sublimes partes que adorna- ban su persona , y resplandecen , como con nuevo brillo , los quilates de su portentosa humildad , es en el santo can- dor con que se confesaba por la criatura mas vil y abomi- nable de la tierra , y que , exagerándole desmedidamente sus nimias imperfecciones, (pues nunca cometió falta algu- na , ni venial , ) hacíale ver , cual ym continuo portento , el que la Divina Justicia lo dejase aun en el mundo sin castigo , y no lo hubiera arrojado ya al Infierno por sus gravísimas ingratitudes. Sublime humildad , que , según el P. Diego Alvárcz Paz , célebre escritor de Mística de la Provincia Jesuítica Peruana , no reconoce ya otro supe- rior ; y que hacia que el Ven. y Apostólico Padre Ruiz de Montoya , maestro de espíritu del Siervo de Dios , no va- cilara en repetir á todos : « Que era tan humilde el P. Francisco del Castillo , que ni aun siquiera entendía lo mu- cho que el Señor lo favorecía y se recreaba en su alma «.
De todo lo cual, si bien se mira, nos ha dejado el mismo Ven. Padre el monumento mas espléndido que pueda apete- cerse , en las razones tan humildes y llenas de abnegación
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y (le desprecio , con que dá principio , en virtud de la Obe- diencia , ( que tanto era menester para que desplegase sus modestos labios en causa propia , ) á la Relación de los in- numerables favores que habi^, recibido del Cielo, y que jun- tamente nos asombran y confunden. « Muladar asqueroso é inmundo soy ( son sus propias palabras ) por mis grandes pecados y vicios , mas que cuantos muladares hay en el mundo. Y quisiera se me hubiese dado licencia para que constase á todos esta verdad ; pero me han ordenado , que corra el velo al silencio para que se manifiesten y resplen- dezcan las luces y repetidas Misericordias con que el Sobe- rano Sol de nuestro gran Dios y Señor , ha ilustrado y fa- vorecido , no solo á los mas encumbrados montes , ricas minas , y hermosos prados de sus mas queridos y amigos , sino á este muladar asqueroso , sin merecerlo , sin que haya en mi cosa alguna digna de estimación y alabanza , sino de vituperio y de desprecio )>. ¡ Tan cierto es , según leóse en los Proverbios , que el justo es el primer acusador de si mismo !
Y qué caso hiciese do todo linaje de distinciones y de honores , quien teníase en tan bajísimo concepto como el Siervo de Dios , bien se colige de la suma diligencia con que huyó siempre su humildad de los primeros lugares y mas lucidos concursos , á que lo llamaban de otra parte los tí- tulos de Confesor y Consejero del Virey ; tanto que fre- cuentemente era necesario ir á buscarlo por los rincones , á fin de que ocupase el honorífico puesto que , como á tal, le correspondía , y que no aceptaba entonces sino en virtud de la Obediencia. Por cuyo amor tan solo , y no por nin- gún humano estímulo , aceptó , según atrás lo dijimos , el
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noble rargo de Confesor del Exilio. Conde de Lémus ; lo propio que la gran honra de leñera su segundo génito en la l'uenle bautismal , y de que supo vengarse huyendo con pié lijero de los cortesanos plAceincs , para irse á respirar de la congoja que tal muestra de acatamiento ocasionóle , á uno de los obrajes mas tristes del Barrio de San Láza- ro , donde se encontraban reunidos los esclavos mas facine- rosos de toda la Ciudad.
Pudiendo muy bien decirse , y sin ninguna exageración, que, con la misma solicitud con que el Apostólico P. Fran- cisco huía de la menor sombra de estimación acia su per- sona , procuraba también ser tratado de los demás como el último de todos : no habiendo consiguientemente nada mas caro á sus benditos ojos , que lo que hacíalo aparecer tal ante la sociedad entera. V de aquí ese santo anhelo de que en la Compañía lo tuviesen por incapaz , y desprecia- sen como inútil , que llevaba el bu^n Padre hasta el punto de rogar annualmente á sus Maestros que lo reprobasen en los Exámenes cual inhábil para los estudios , prometiéndoles tenerlos , mientras viviese , por sus mas grandes bienhecho- res: de aquí su tenaz empeño en no aceptar ninguna dis- tinción honorífica , ni el título de Superior de los Desam- parados , y de ser visto como subdito aun del Hermano que lo acompañaba, sin cuya licencia nunca salía á la Calle: por esta razón buscaba siempre con tanto ahinco , cual cen- tro de todos sus amores , á los Morenos mas infelices y asquerosos , que eran , según él , sus mas semejantes, y los únicos á quienes podía ser útil en algo : por esto aquel afán de servir con sus propias manos á los pobres cuanto sobraba en el Refectorio : por lo mismo barría diariamente en per-
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sona su Iglesia de los Desamparados , arreglaba los escaños, y aliñaba las albajas del divino culto : y por lo propio , en fin , para poner algún término á nuestro decir , su em- peño de no ocupar nunca puesto honorífico que le cor- respondía cual Superior de los Desamparados , y de vestir como el último de todos los Hermanos.
Mas en vano procuró con tan heroicos medios rebajarse tanto á los ojos de los hombres , quien era tau caro á los de Dios ; pues como según el Divino Espíritu , cuyas palabras no pasarán jamas : « El que se humilla será exaltado », esta misma humildad , que impulsaba al Ven. Padre á huir de la menor sombra de estima acia su individuo , hízolo objeto , aun en este mundo , de la mas cordial é impere- cedera veneración de parte de los hombres , y , juntamente, de. los favores mas señalados del Altísimo , que narraremos, con la posible prolijidad , para consuelo y emulación de sus paisanos y devotos , c el siguiente Libro de tan gloriosa Vida.
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LIBRO mm
De los muchos y extraordinarios dones con que enriqueció el Padre de las misericordias á su fiel Siervo Francisco del Castillo.
CAPITULO I.
De los muchos y estupendos milagros que ohró en vida el Siervo de Dios Francisco del Castillo.
JCíl Padre de las misericordias , que , en sus designios de eternal sabiduría sobre sus hechuras , quiere no solo ser bendecido por sus Santos , sino ademas ser admirado en ellos de los hombres , mientras surcan aun el borrascoso piélago de la vida ; ora en manifestación de su poder sin límites , ora en sello de la santidad de sus escojidos , ó cual arras de la rica corona que apercibe á sus virtudes en la gloria, complácese también de continuo en hacerlos en cierto modo partícipes de su ciencia y de su poder : según nos lo predican, á una, todos los gloriosos é innumerables héroes que la iglesia Católica , única madre de Santos , con júbilo indecible , colma incesantemente de bendiciones sobre sus Altares.
Ahora bien , cuan liberal se mostrara el Omnipotente con su caro Siervo Francisco , al abrirle los tesoros de sus do- nes mas escojidos en pró suyo y de sus prójimos , de modo que fuese para el Cielo y para el Mundo un espectáculo digno de su gloria ; es lo que , Dios mediante , nos propo-
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neraos narrar, con la posible detención , en el présenle Li- bro : comenzando desde luego tan dulce tarea , por el su- blime don de hacer milagros , que es el que mas alto habla á los humanos entendimiento^ que páganse mas , comun- mente , del fulgor externo que despide de si algunas ve- ces la virtud , que de la virtud misma.
Tantos y tan estupendos fueron los prodigios que en bien de los demás léese haber obrado el humilde y pobre Jesuíta Francisco en el nuevo Mundo , ora invocando sobre el paciente, para ocultar su milagroso poder, el patrocinio de la Madre de las misericordias, ó con la señal de la Cruz, { de los cuales referiremos algunos de los mas extraordina- rios ; ) que bien se le puede aplicar lo que el Evangelista San Lucas dice de Nuestro Señor Jesucristo : « Que pasó por la tierra haciendo bien á todos los necesitados , y sa- nando á todos los enfermos » . Pertransiit benefaciendo et sanando omnes. ( Act. C. 10. v. ^8. ).
El Padre Juan de Goicochea , de una gran fuerza que hizo siendo estudiante Teólogo en el Colegio de San Pablo, se rompió una vena del pulmón ; de cuyas resultas , después de arrojar tal golpe de sangre, que todos temieron muriese en el acto , quedó afligido por una fiebre tenaz ; sin que nada , ni aun los aires de la sierra , á muchos muy pro- vechosos , fuera parte á libertarlo de su letal influjo. Tanto, que , restituido á Lima á los seis meses de enfermedad , y no dándole ya los Médicos sino pocos dias de vida , con- fortado con los últimos Sacramentos , esperaba por instantes la muerte , en uno de los violentos rebatos de que se veía de cuando en cuando acometido. En tan tristes circunstan- cias , según acostumbraba hacerlo con todos, los enfermos ,
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llegóse á visilarlo el Ven. P. Castillo , en junla del P. Pedro de Medina , estudiante entonces ; el cual , lastimado del malogro de su querido Condiscípulo , díjole al Siervo de Dios : « Que le parece á V. R^esta lástima y pérdida de nues- tro Hermano Juan ? Ya el Hermano Espinosa , ( que á con- secuencia de un fiero tabardillo , veíase también en las últi- mas , ) dicen los Médicos está mejor y fuera de peligro... )) « Pues , Hermano Pedro , respondióle el Ven. Padre , cortán- dole el período , el Hermano Espinosa morirá , y el Hermano Juan espero en la SSma. Virgen que ha de vivir «. Lo cual se cumplió en breve al pié de la letra ; pórque recrudeciendo el mal y peligro del Hermano Espinosa , en pocos dias le quitó la vida : mientras que el Hermano Goicochea recobró mila- grosamente la salud , según se lo había asegurado el Siervo de Dios , con solo comulgar de sus manos en la Capilla de los Desamparados , y prometerle decir su primera Misa en aquel santuario ; sin qut^ en lo sucesivo , á pesar de haberse dedicado con ardor al ejercicio del púlpito , tan peligroso para quien padece del pecho hubiera jamas sentido en mas de veinte años de fatiga , amenaza alguna de su pasada enferme- dad.
Francisco Valdes , Músico de la Catedral , que asistía con amor y solicitud á las fiestas y Misas de la Capilla de los De- samparados , cayó enfermo con un tabardillo tan fuerte , que los Médicos ordenaron lo Sacramentasen sin demora. Atónito él á la repentina sentencia , y con el temor de la cercana muerte , hizo llamar al punto al Ven. Padre , para confesarse con él , y pedirle lo asistiese en tan doloroso aprie- to — Pero no fué necesario lo último ; pórque con su visita, el Siervo de Dios llevóle también la salud : que no fué otra
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cosa el decirle « No temiese de nada ; que diría una Misa á la Virgen por él , y que luego veríase bueno , y podría acu- dir á cantar en los Desamparados , como acostumbraba «; pues al otro dia , en que el ^iervo de Dios aplicó la Misa por su salud , hallóse el infeliz no solo libre de la malig- na liebre del tabardillo , sino ademas de tal manera sano , que á los dos dias pudo ir á cantar su agradecimiento a la Reina de los Angeles, que, por conducto de su Siervo Fran- cisco , le había hecho tan singular favor.
Diego de Atienzo , platero célebre en los primores de su Arte , viéndose destituido de todo humano remedio para pa- sar la vida , por haber cegado , noticioso de que el Ven. Padre Castillo celebraba con solemne pompa la traslación de la Virgen SSma. del Colegio de la Compañía , á su nueva casa de los Desamparados, cmvió á llamarlo, lleno de fé en sus méritos y oraciones , á fin de rogarle hiciese en su nom- bre un Novenario á la Madre de las misericordias; prometién- dole no faltar ningún Sábado á contesarse y comulgar en su santa Capilla, si tan liberal Señora le restituía la vista. Com- padecido el Siervo de Dios de la amargura del triste Artesa- no , dióle gusto en lo que le pedía ; y tan eficaces fueron sus plegarias á los ojos de la SSma. Virgen , que , yendo el caritativo Padre á visitarlo el último dia de la ofrecida Novena , tuvo el inefable consuelo de oirle decir : que co- menzaba á ver la Cruz que siempre llevaba consigo ; luego que lo veía á él con claridad; y , finalmente , cuanto lo ro- deaba : de tal suerte , que después pudo trabajar á la per- fección , entre otras rail cosas , de reconocido , una joya muy rica de oro y diamantes para la Virgen de los Desam- parados.
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Desaliut'iailo por los 3íi'dicos de resullas de una arrebolada disenteria , y prevenido de los Sacramentos de nuestra santa madre la Iglesia , Francisco Velásquez , Sacristán del tem- plo de Nuestra Señora de los Xcsamparados , se disponía ya á morir , cuando se allegó á su cabecera el Santo Padre Cas- tillo ; y , diciéndole : « Ea, en nombre de Dios , hijo , buen ánimo , que has de sanar » , dióle un bizcocho y un poco de vino , que , hecha la señal de la cruz , le hizo luego comer y beber. Y ¡ oh portento ! al instante mismo le cesó al infeliz , con el desgobierno del estómago , todo peligro ; y , recobra- dos , en breve , los alientos , pudo vacar de nuevo , muy pronto , á sus antiguas ocupaciones.
A Fray Josi\ Velásquez , H. Donado de Nuestra Señora de las 3ícrcedcs , hijo del susodicho Sacristán , no contando aun sino tres años de edad , mientras traveseaba en la pla- zuela de los Desamparados , le pasó por encima una carroza, de suerte que todos lo»s circunstantes diéronlo por muerto en el acto. A los gritos que alzaron entónccs , unos de lás- tima , y otros de enojo , acudió á él el Ven. Padre , que a- fortunadanientc se hallaba allí ; y con solo invocar en su ayuda el nombre de Jesús , y echarle en forma de cruz la bendi- ción , cuando llegáronse en tumulto á reconocerlo los pre- sentes , lo hallaron , con maravilla universal , no solo vivo, mas sin lesión alguna en todo el cuerpo.
En el Hospital de San Bartolomé , de dolor de costado , tabardillo y lipidia juntamente , Francisca de Argote , Morena Criolla , recibido ya el Santo Viático y la Extrema Unción , veíase cercana al último trance , sin que Médicos ni Enfer- meros hallasen remedios que aplicarla , por no poder ya la paciente pasar bocado , ni gota de agua. Llevado de su cari-
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dad , ó mas bien de su reconocimienlo el Siervo de Dios , ( pues de mucho le había servido hi moribunda en el Mi- nisterio del Baralilio con sus limosnas y sus manos , ) entró á consolarla , ó , por mejor de*ír , á pagarle con una sanidad milagrosa sus pasados servicios y asistencias. Porque , sin mas que haberle puesto entonces el Ven. Padre la Cruz so- bre el rostro y en el cuerpo , ( que pareció á la enferma muy pesada , ) y recojidose á hacer oración por ella cosa de un cuarto de hora , dicirndole , al retirarse, que confiara en Dios ; immediatamente se recobró de modo , que pudo luego hablar , comer , _y dormir toda la noche , con tanta sereni- dad , que , al dia siguiente , ( como lo jura ella misma , ) vióse buena y sana , con gran suspensión de los oficiales del Hospital y de los demás enfermos , que no tenían cuando acabar de bendecir al Señor por tan repentina como no esperada sa- lud.
A Don Simón de Arellano , por' asistir á una de las Pro- cesiones que el Ven. Padre hacía todas las tardes de Carnesto- lendas , le cayó en la pierna izquierda una valiente erisipela; cuyo agudo dolor lo obligó á hacer cama , de donde no podía ya moverse. Acrecióle el mal la poca pericia del Cirujano , quien, viendo mas elevada la hinchazón en una parle , la cali- ficó de apostema , abriéndole sin mas examen á punta de lanceta , una gran boca , de que no sacó sino sangre , y el de- jarle la pierna al infeliz paciente en peor estado que antes. En esta aflicción fué á verlo el Siervo de Dios ; y , con la risa en los labios , le dijo al entrar : '( Ea , buen ánimo , que mañana irá á la Procesión del Baratillo á pedir la limosma del Santo Cristo ; » y , acercándose á él , después de echarle en la parte enferma el vaho de su boca , le puso encinja la
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Cruz que traía oii la mano : cua lo que , sin ser uecesaria otra diligencia, al dia siguiente levantóse de la cania , como si tal enfermedad no hubiera padecido jamas ; y salió , para col- mo del prodigio , á pedir j>or la Procesión la mencionada limosna.
El Alférez Diego de Mondragon enfermó con una lipidia mortal, á juicio de los Médicos , que no le daban ya sino dos horas de vida. Hecho su testamento , y recibidos los últimos auxilios de la Iglesia , hizo llamar al Siervo de Dios , á Gn de morir en sus manos , y encomendarle su alma , y juntamente el cuidado de su esposa é hijos. Sin pérdida de instantes, acudió el Ven. Padre á su llamada , y con él la salud ; pórque habi'-ndole puesto sobre el rostro la Cruz que traía siempre consigo , y quedádose suspenso cosa de un cuarto de hora, cuando volvió del éxtasis, con semblante alegre lo consoló dici'-ndolc : « No moriría de aquella en- fermedad ; pues Dios lo guardaba á fin de que hiciese las puertas de la nueva Iglesia de los Desamparados ». Sucedien- do una y otra cosa al pié de la letra : pues , desde aquel mismo instante, comenzó á mejorar el Alférez con tanta prisa, que en poco estuvo bueno ; y de ahí á tres años , cuando emprendióse la nueva fábrica de los Desamparados , hizo las puertas del templo , según con luz profética se lo había anun- ciado su salvador.
Y á una hija de dicho Alférez , llamada Polonia , muy enferma de unos tumores en la garganta , con solo ponerle encima el Ven. Padre su milagrosa Cruz , la dejó buena y sana : al paso que á un hermanito suyo , recien nacido , ( ha- biéndose impuesto de que la madre , por escacez de leche y de recursos , no podía alimentarlo ,) con igual expediente ,
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(líciéntlole : » Que Dios la remediaría , » dentro de dos ho- ras lo hizo dejar de existir en este mundo , para que to- mase asiento en el coro de los Angeles.
Habiendo ido como suplente(e la Escuela de los Desam- parados el H. Andrés de Robles , quien , desde mucho tiem- po atrás , padecía de terribles ahogos , ocasionados por una asma que traíalo constantemente sin respiración, y en continuo susto de la vida ; violo allí el Ven. Padre , por su buena estrella , en una ocasión en que fué á visitar á sus amados niños. Y como le dijese dicho Hermano , al darlo el Siervo de Dios las gracias por la solicitud con que asistía á su enseñanza , que , aunque le doliese , le era imposible seguir atendiéndolos , por el terrible desasosiego en que lo tenía su enfermedad : (( Encomendémoslo á la Santísima Virgen, ( re- plicóle el Ven. Padre ) que jo también padecí ese mal , y esta Divina Señora , usando conmigo sus misericordias , me lo quito )). Así prometióselo hacer el bunn Hermano Andrés; j , lo que hizo de su parte el bendito Padre , bien se conoció en que , desde entonces, no vióse ya mas aquél afligido por tan penoso accidente.
Doña Catalina Mesia, mujer del Capitán Francisco de León, y Sacristana de la SSiíia. Virgen de los Desamparados , cayó enferma de mucho peligro con un dolor de costado de los mas temibles , en circunstancias que la efigie de tal Señora había de salir en Procesión para la extrena de su nuevo templo. Y sintiendo el Ven. Padre en el alma , que no se la vistiese y adornase Doña Catalina , como en otras ocasio- nes , se llegó á verla en el rigor de su mal ; y con su vista, y haberla dicho por dos veces : « Tuviese fé , que en breve sanaría ; porque la SSma. Virgen había de salir adornada
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(!e sus manos » , al instante comenzó á mejorar rápidamen- te en breve estuvo del todo buena : de suerte que pudo componer ella misma la santa Imagen para la próxima fiesta, como el santo Padre se lo ^irofetizó.
El H. Juan Antonio Inga, Donado de la Comnañia , jura : que , siendo aun seglar , estuvo enfermo de unas pegajo- sas calenturas ; y que , encontrando al santo PaJre Fran- cisco por la calle, con solo besar entónces de rodillas la Cruz que siempre llevaba consigo , y ser signado con ella , que- dó al punto bueno y sano.
Finalmente , para no hablar de otros muchos prodigios que obró en Lima el bendito Padre , atribuyéndolos siem- pre ó á tan soberano madero, ó á la sola intercesión de la Madre de las misericordias, pondremos punto á este Capitulo con referir el siguiente , que es al propio tiempo uno de los mas estupendos , que operara en vida el Siervo de Dios.
A Doña Agustina Vera , Señora venerada en toda la Ciu- dad por sus sublimes virtudes y trato íntimo con Nuestro Señor , que era hija espiritual del Ven. P. Castillo , sobre- viniéronle tan intensos dolores en todo el cuerpo , que no solo la obligaron á hacer cama por mas de seis meses , sino que ademas le afligieron la cabeza de modo que no era dueño de seguir sus ejercicios de oración , ni de frecuentar , como antes acostumbraba , los Sacramentos. En tan triste esta- do , peor para ella que la muerte , volvió sus afligidos ojos al Siervo de Dios, rogándole que le obtuviese de la SSma. Vir- gen , no la sanidad , sino alguna tregua en sus dolores , á fin de poder pedir al Señor misericordia de sus faltas , y re- cibirlo Sacramentado ; aunque después doblasen de encrgia é intensidad en atormentarla — Ofrccióselo hacer así el Ven. P.
Francisco ; y volviendo otra (lia á verla , aseguróle : « Que (le allí en adelante podría ya levantarse, ir á la Compañía á sus ejercicios de Oración , y frecuencia de Sacramentos , sin sentir ningún achaque ; pero que, en cambio , en lo demás del dia que le sobrase de sus prácticas piadosas , se revis- tiese de paciencia para sufrir de tropel sus antiguos dolores ». Y j oh virtud portentosa de la mediación de nuestro Fran- cisco ! desde aquel mismo instante , con indecible maravilla de los Médicos , pudo la buena Señora renovar todos los dias de su santa vida , el gran prodigio de repetir sus idas al Colegio de San Pablo , sin experimentar el mas ligero dolor ; quedando desde que entraba en su casa tan postrada, que ni aun siqucra tenia fuerzas para pronunciar una Ave.
CAPITULO II.
Del don de Profecía con que ilustró Dios al Venerable Padie Castillo
Sobre manera particular fué la luz , como todo don per- fecto venida de lo alto , con que el Padre de las lum- bres esclareció la mente de su Siervo Francisco , y á cuyos penetrantes rayos, ni los dobleces mas ocultos de los cora- zones , ni la distancia de los sucesos en el espacio , ni la contingencia de ellos en el tiempo , fueron parte á esconder unos ú otros á sus amorosas miradas : según lo publican mil y mil hechos análogos , y á cual mas maravilloso, que obran en los Procesos formados para su solicitada Canoniza- ción.
Mas siendo por la abundancia y variedad admirable de ellos, casi imposible dar á conocer debidamente en un solo y reducido Capítulo, cuan extraordinario era el espíritu pro- fético que animaba al bienaventurado Apóstol de Lima , trataremos á parte, con la posible brevedad , as del don de predecir las cosas futuras , cuanto del de ver las lejanas , y de escrutar los corazones , que , con tanta gloria del Se- ñor , resplandecieron juntos , y romo á porfía , en él , y
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que tan nierecidanieiite le granjearon nombre de Profela en la opinión de sus conciudadanos.
Y como mas que suGcicnkmente hemos hablado hace po- co , de las sanidades desesperadas , predichas por el Siervo de Dios , y conseguidas como^por encanto cuando la huma- na ciencia se juzgaba mas impotente para obtenerlas , y la muerte mas segura de su víctima : daremos, sin otro preám- bulo , principio á nuestra relación , con la de las muertes asi repentinas, como naturales que , á mas de uno, con luz prcfética , anunció el Ven. Padre Francisco , ^ que tan á la letra realizáronse a su tiempo.
Fuera del inesperado fin del H. Espinosa , predicho por el Siervo de Dios al propio tiempo que la milagrosa sani- dad del P. Juan de Goicochea ; predicando en el Baratillo, profetizó también no pocas muertes desastrosas , con escar- miento de todos los que presenciaron ó supieron el terrible anuncio y su puntual ejecución. Entre otras, ponderaba una tarde el Veo. Padre , lleno de santo 'celo, el descuido lau grande en que viven los hombres , sin acordarse de la ra- pidez con que se les acerca la muerte } y señalando acia el lugar donde le oía el L. D. Juan Mcsia : « Uno me está oyendo , ( dijo , ) que antes de las ocho de la noche , ha- brá ya dado cuenta á Dios ». Asustóse muchísimo el Li- cenciado á tal anuncio ; y volviendo el rostro atrás para averiguar mejor con quien hablaba , reparó en que tenía á sus espaldas un Pardo cedacero ; el mismo que ¡ oh asom- bro ! un momento después de la hora indicada , supo había sido muerto á puñaladas en la puerta de su casa.
)) Una de las personas que me escuchan , dijo otro dia , dirigiéndose á un grupo de mujeres , ( las cuales mi-
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ráronse unas á otras con espanto ) no sabe oónio al subir el puente , la han de matar á puñaladas «. Poco lardó en cumplirse el terrible pronóstico ; pues , como lo depone una de dichas mujeres , no bien acabóse el sermón , cuando supo que en el puente había sido asesinada pocos momentos an- tes , una mujer , que reconoció por sí misma ser de las que estaban con ella en el Baratillo )>.
Mas no solo en este teatro de sus glorias , pero también en muchas otras circunstancias, hizo el Siervo de Dios aná- logas predicciones : pudiendo servir de ejemplo las siguien- tes. I
El L. D. Pedro de Landavcrde , que , bien sabía cuanta era la virtud del Siervo de Dios, rogóle, pidiese al Todopoderoso la salud de una Negra que tenía muy enferma de dolor de costado. Mas , contra su expectativa , le respondió el Ven. ^ Padre : « Encomiéndela V. Md. á Dios , que no tiene re- medio , y no se ha de levantar de la cama w ; como suce- dió , palabra por palabra , sin que ningún auxilio humano fuera potente á darle la vida.
Cuando lodos los Médicos juzgaban fuera de peligro al ilustre Limeño Dn. Alvaro deibarra, intempestivamente se alle- gó el Ven. V. Francisco al P. Pedro López , que lo asistía , y le dijo : ( con tal seguridad , que este no puso un momento en duda fuera una profeoia ) « Aconseje V. R. al Sor. Dn. Alvaro que salga pronto de la Ciudad, porque si no lo hace , ¡cierta- mente ha de morir. » Hízolo así el P. López : mas habiéndose opuesto los Médicos á que cambiara aires , y quedádose el enfermo en Lima , á pesar del aviso del Siervo de Dios , muy en breve reconocióse que, mas que la humana'ciencia,
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vé la (li\ina ; pues volviéndole con mayor fuerza «-I mal , apresuradamente le arrebató la vida.
Don Francisco de Castro , indio , Músico de la Catedral, en circunstancias que los jueces se proponían castigar seve- ramente una rebelión de los mdígenas contra la corona de Castilla , temiendo ser tratado como rebelde á pesar de su inocencia , expuso sus inquietudes al V. Padre Francisco ; quien no solo le dijo entonces : que no se afligiera , puen no lo moleslerían absolutamente ; sino que ademas le ase- guró que , de todos los que iba prendiendo la justicia , solamente ocho morirían. Como en efecto aconteció ; por- que sustanciada la causa , ese solo número fué condenado á la horca , como principales maquinadores de la frustrada revolución.
Finalmente , á un inmundo lujurioso , que , al pasar el Siervo de Dios por el puente , de vuelta del Baratillo, sacó, ciego de ira, la daga para apuñalearlo , porque habia librado de sus asquerosas garras á muchas infelices Magdalenas; así, con luz profrtica , avisado sin duda por su Angel , lo re- convino terriblemente el santo Jesuíta : ¿ u Qué intentas hermano? Teme á Dios , y prevente , que dentro de tres días habrás ya muerto ». Y tan espantosa fué la voz del Ven. Padre al amenazarlo de esta suerte , y tal el espíritu que le dictó semejante amenaza , que hizo temblar como un azogado á su asesino , de guisa que al punto cayósele el acero de la sacríliga diestra , incapaz aun de empuñar- lo; y , lo que es mas asombroso todavía , antes de ex- pirar el breve plazo , quitóle al menguado la vida , para escarmiento de la impiedad , Quien nunca deja sin castigo,
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Y sin un castigo trenipndo , la paciencia ntaliratada <lc sus Santos.
Mas no se juzgue por esto , que á tal género de pre- dicciones se limitasen las profecias del Siervo de Dios en lo tocante á sucesos cuanto futuros, contingentes ; pues tam- bién predijo , con luz idéntica , á quien el estado religioso , á quien empleos y dignidades eclesiásticas, y á quien , por último , otro muchos acontecimientos prósperos : según se verá en lo restante de este casi dimidiado Capítulo.
Desconsolado el Maestro de Campo Du. Francisco Mesia, por haber sabido , de buen origen , que la Virejna quería á toda costa para otro Caballero el Corregimiento de Guá- nuco , que él solicitaba del Virey Conde de Santistévau , fuese á confesar cierto dia con el Ven. Padre Castillo. Quien , antes de que el dicho Maestro de Campo le hu- biera abierto su corazón , ni soltado palabra alguna acerca de la congoja en que se hallaba , le comenzó á decir , como impuesto de todo : « No Se desconsuele V. Md. que el Señor Virey le ha de dar el Corregimiento de Guánuco, y ha de ir á él , porque así lo quiere la SSma. Virgen ),. Y decla- rándole entónces Dn. Francisco el empeño de la Condesa , y cómo el otro Caballero se apercibía ya á partirse para el mencionado Gobierno. « No obstante todo ello , respondióle el santo Padre , V. Md. esté cierto que ha de ir allá )) .
Y así se verificó contra toda humana probabilidad : pues llegado el dia de proveer aquel Corregimiento , llamó el Virey á dicho Maestro de Campo , é hízolo Corregidor de la Ciudad de Guánuco , conforme el Siervo de Dios se lo había profetizado.
A Don Miguel de Vilches , que mostrábale un decreto
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Supremo , en qne se le encargaba de la curación de los Indios del Hospital de Potosí , ya dispuesto lodo para su partida , le dijo el Siervo de Dios , sonriéndose : « Pues no há de ir V. Md. á Potosí , que el Señor le quiere sal- var cu la Compañia de Jesús""». Mas Don Miguel , que , atento solo á buscar medios de vivir mejor, en nada pen- saba m;''nos por eiitónces que en hacerse Religioso , despi- dióse del Ven. Padre sin dar crédito alguno á sus palabras; que pronto se realizaron sin embargo puntuali>imamentc. Pues , deshéchose el arreglado viaje , entró el dicho caballe- ro en la Compañia , de su Coadjutor : estado en que mu- rió , sirviendo antes con mucho edificación en el Colegio de Trujillo.
Una cosa parecida , acontecióle también á Don Juan de Vergara, mas tarde Religioso del Orden Seráfico. El cual , como hubiese ido de la Ciudad de Potosí , donde estaba a- comodado , ganando cada dia 205. pesos, ala de Lima , con el único fin de emplear su caudal , (füe pasaba ya de 20,000. oyó por acaso al Siervo de Dios en el Raratillo; con tanto fruto de su parte , que , movido de la eficacia de las pa- labras del Ven. Jesuita , decidióse á hacer con él una con- fesión general de toda su vida , á fin de mudar de costum- bres y aviarse por el camino de la eterna salud. Pues pi- diéndole dicho Caballero al Ven. Padre un dia de los en que acostumbraba ir á buscarlo , que le echara su bendi- ción , porque partíase de ahí á poco á Potosí , decidida- mente díjole : « V. Md. no volverá á Potosí , sino que acá se quedará ». Mas Don Juan , no obstante tal dicho , y la fé que le merecía varón tan santo juzgando no era posible deshacer su viaje , puso en obra todos los medios á fin
de realizarlo luego luego. Pero sin llegar nunca á conseguirlo, ni por mar , ni por tierra ; cual si todos los elementos con- jurado se hubiesen en impedirle la vuelta. En tales circuns- tancias , volvió á ver otro d'o al Ven. Padre Castillo , el cual á renglón seguido , le dijo : « Ea , no se canse V. Md. que no ha de volver á Potosí : tenga unos ejercicios en nuestro Noviciado , para lo que el Señor dispusiere de su persona ». Hizolo asi entonces Dn. Juan ; y ¡ oh asombro ! salió de ellos tan cambiado y otro , y con ideas tan distin- tas de las que antes abrigaba , que , diciendo « adiós « al Mundo , vistióse el Hábito de Franciscano en Lima : donde terminó su mortal carrera , según por dos veces el Ven. P. Castillo se lo había profetizado.
Al P. Fray José de la Madre de Dios , Religioso de N. Señora de las Mercedes , siendo muy niño , le dió el santo Padre Francisco , en premio de lo bien que respondido ha- bía un Domingo á las m-eguntas que hízolc sobre la Doc- trina Cristiana , una imagen de! Ven. P. Fray Pedro de Urraca, insigne gloria de aquel Orden , diciéndole : « La guardase y eslimase en mucho , y tuviera gran devoción con él ; pórque había de ser Religioso de su mismo Orden ». Conforme se verificó después , ál pié de la letra , á pesar de que entonces como él mismo lo declara , no se le pa- sase tal cosa por el pensamiento.
En la primera probación de la Compañia de Jesús, hallá- base el H. Antonio Gonzáles de Acuña ; cuando viéndolo a- caso el Siervo de Dios entre los Novicios, con profética luz le dijo : « El Señor no te quiere para Jesuíta , sino para Obispo y Prelado de su Iglesia ». Quien , habiendo comu- nicado al P. Rector semejante anuncio del Ven. P. Fran-
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fisco, { tal era la fé con que se oían sus palabras , ) dejó al punto la Compañía de Jesús por la Religión de Predi- cadores ; ó mejor diríamos por el Obispado. Pues babiendo sido el desempeño de la Prp, incia Dominicana del Perú , y solicitado en Roma , como su Definidor , los honores y culto de Santa á su ilustre Compatriota Rosa de Santa Ma- na; en remuneración de sus claros méritos , fué , de ahi á poco , exaltado á la Silla Episcopal de Caracas , según »!l Siervo de Dios habíaselo predicbo largos años antes.
Dos dias antes de la celebración del Capítulo de los Re- ligiosos de N. Señora de las Mercedes , encontrando el Ven. Padre Castillo , á Dn. Francisco Mesia Ramón , le dijo : « El P. Maestro Fray Francisco Mesia , hermano de V. Md. ha de ser Provincial en este Capitulo ». Imposible pareció á dicho caballero tal cosa ; tanto por constarle que su her- mano había hecho una petición en que renunciaba sus gra- dos , privándose de voz activa y pasiva en las elecciones ; cuanto pórque el Conde de Alva , ( entónces Virey del Perú,) tenia hecho empeño con el P. Vicario General para otro P. Maestro : y así declaróselo , sonriendo , al Ven. Padre. Quien , después de callar un rato, no replicóle otra cosa , sino : « Todo lo puede Dios ». Y los hechos comprobaron, una vez mas , que solo el Todopoderoso es el único arbitro y dispensador de cuanto existe; pues, contra todas las hu- manas probabilidades, fué electo unánimemente Provincial el P. Maestro Mesia , por la voluntad del Señor. Según lo confesaba á todos el mismo P. Vicario , asegurando : que la elección no había sido suya, sino de lo alto ; pues aun cuando antes inclinábase á complacer al Exmo. Conde de Alva , desde que se recojió á las funciones Capitulares , no había
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tenido arbitrio para pensar en otro que en el P. M. Mesia, por el cual , á una simple indicación suya , declaráronse );imbicn luego todos los P. P. vocales.
Al P. Fernando Tardio , '^lientras era Ministro del Co- legio de S. Pablo , repitióle varias veces el Siervo de Dios, cómo en acabando el oücio , babia de ser su Compañero en los Desamparados : lugar que le desagradaba tanto á di- cho Padre , que antes prefería irse á Sta. Cruz de la Sierra que á él ; por lo mucho que le atemorizaba , atentos sus achaques de cabeza , la vecindad del Rio. Mas vióse cojido providencialmente entonces en tal estrecho , ó de continuar el cargo de Ministro , que le era incomportable , ó de ir á los Desamparados , que tuvo que optar por esto último y ponerse á las órdenes del P. Castillo , no obstante su anti- gua repugnancia , que cambióse después en singular conten- tamiento.
Mas de trece años , , contaban ya de casados el Capitán Juan del Pando , y Da. Isabel de Acevedo , sin haber lo- grado en tanto espacio uu solo fruto de su enlace ; á pesar de desearlo ambos ardientemente , y de pedirlo Da. Isabel con mil rogativas al pródigo Dispensador de todas las gra- cias. Cuando encontrándola uu dia el Ven. Padre en Pala- cio , de buenas á primeras , y con insólito aire de gozo , preguntóle : ¿ « Cómo le vá á V. Md. de Preñado»? A lo cual ella, (que sentía en lo vi\o el verse infecunda , ) con algún enfado, le respondió: « Y quien le ha dicho á V. R. que lo estoy » ? Tenga fé ( replicóle el Siervo de Dios , ) y esté cierta de que lo está : pues por intercesión de la Sma. Virgen , ha de parir V. Md. un hijo con toda feli- cidad , que llamarásc José , en honor de su Santo Esposo,
íi quien lo \oy á ofrecer «. Cumpliéndose en la nueva Ana, puntualmente , la profecía de estotro Embajador celeste: pues, á los pocos meses , dió á luz aquella , sin el mas mínimo contratiempo, un hermoso niüQciá quien pusieron por nombre José , y que mas larde fué Contador Mayor del Tribunal de cuentas de la Capital.
Subiendo una ocasión el Ven. Padre por la escalera pe- queña que lleva al Coro alto del Convento de N. Sra. de las Mercedes , en busca del Rmo P. M. Fray Francisco Mc- sia , inmutado el semblante de repente , y ardiendo en di- vinas llamas , prorrumpió en estas proféticas expresiones : « Aquí está Dios , y en este lugar tiene un gran tesoro escondido )>. Lo propio que , poco mas ó menos , repitió otra vez al bajar , diciéndole á aquel Prelado , con igual espíritu : « P. Maestro , por esta escalera voy con tanta veneración , que quisiera besar sus escalones, uno por uno». Y aunque de pronto no lo compreodiesen los que lo escu- chal)an , reconocieron después el espíritu que lo movía , al ver una celdica , que cae debajo de la mencionada 'escale- ra , convertida en Oratorio nocturno de la Religión , y todo aquel lugar en místico teatro de los ejercicios de penitencia mas diversos y rigurosos.
Ni fueron tampoco , finalmente , ménos ilustres que las anteriores , las Profecías que el Siervo de Dios hizo á cerca del templo de los Desamparados , doce años antes de que se pensara en erigirlo. Pues estando un día á la vista del sitio que ahora ocupa , se lo describió , tal cual existe , parte por parte , como presente , á su hijo de espíritu y amigo Don Francisco Mesia ; lo propio que la suntuosísima procesión que había de hacerse , cuando se ultimase, bajo los auspicios del gran Virey , cuya venida dejó profeti-
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zada el V. P. Fray Pedro Urraca ; terminando por decirle: pues dudaba Don Francisco tener vida para entonces ) « Lo veremos todo y lo gozaremos , y V. Md. muchos años » . Profecías, que se cumplierop^j al pió de la letra, en 1672., gobernando el Vireynato el Exiño. Conde de Lémus ; dig- no é ilustre vastago del glorioso San Francisco de Borja, por su grande alma y su piedad , y por los inmensos bie- nes que hizo al Perü en su tan corta cuanto benéfica go- bernación.
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CAPITULO 111
Vé el \'en. P. Castillo las cosas lejanas como si présenles estuvieran á sus ojos
\^uc v\ VcM. Padre Castillo que tan extraordinario fué , según lo hemos \isto no hace mucho , en predecir lo fu- turo , poseyese también con igual plenitud , el otro don profético de ver las cosas distantes con la misma claridad que las cercanas sometidas del todo ^ la acción de los sen- tidos , máxime cuando iba en ello la gloria de Dios y el bien dd las almas ; en alta voz lo publican , á cuantos no quieran cerrar los ojos á la luz de la verdad , los siguien- tes é incontrastables hechos , bebidos en las fuentes mas claras y fidedignas,
No bien arribado á Porlobelo , el Exmo. Conde de Lé- mus , que venía de España para Virey del Perú , escribió al P. Provincial de la Compañía de Jesús de Lima , á fin de que á su Confesor , que lo era el P. Juan Ignacio Dá- vila , se le dispusiese aposento en la Casa de los Desampa- rados , por ser la mas inmediata al Palacio de los Vire- yes. Dijéronselo al Ven. P. Castillo ; é inmediatamente se brindó á ceder al instante su humilde celdita , á fin de
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que al efecto se le diera nueva foriüa v niavor capacidad, allanándose á trasladarse á S. Pablo , desde donde seguiría yendo como antes , mañana y tarde , á sus ministerios. Mas habiéndose dado órden de q="'í comenzasen los trabajos luego que el Siervo de Dios saliera de los Desamparados ; y pa- sándose los dias sin que lo Aerificara , cual si olvidado hu- biese lo que había prometido ; el P. Ignacio de las Roelas, Rector entonces de S. Pablo , extrañando su demora , le dijo un dia : k P. Francisco ¿ cuando nos venimos, al fin, para que haya tiempo de disponer el Aposento ? n Ya no es menester , ( respondióle el último ) porque el P. Juan Igna- cio DO ha de vivir en los Desamparados » . Perfectamente entendió el P. Rector lo que queríale significar con seme- jantes palabras su santo hermano ; así es que no instó mas. Y si hizo bien , á no , en creerle , el hecho manifestóselo muy pronto ; pues antes de un mes , le llegó el aviso , de cómo en Portobelo , ( distante de Lima mas de 500 leguas, ) había entregado ya el alma á Dios dicho P. Juan Ignacio Dávila , á consecuencia de unas furiosas sincópales.
Cuando en el año de gracia de 1G56. á vista de Cádiz, mandó el Almirante dar fuego á cinco bajeles españoles, sa- lidos de Cartajena } y antes morir como honrados , que en- riquecer con el tesoro de España al enemigo Inglés : á la misma hora en que acontecía tan lastimoso extrago viólo patente el Siervo de Dios , por su divina misericordia , que lo empeñaba así á ayudar con sus oraciones y sufragios á quienes tan honradamente perecieron; según súpose después por Don Francisco Mesia Ramón , á quien el mismo V. P. comunicóselo , como á amigo suyo é hijo espiritual.
Hacia tres dias que faltaba dé su casa un hijo del Alfé-
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rez Don Diego Moiidragon , sin (juc , por mas diligencias que hicieran sus Padres , hubiesen podido tenor la menor ' noticia suja } cuando , en lo mas duro de su congoja , la madre Doña Clara Bermúdez ,, rjue era hija de espíritu del Siervo de Dios , acudió á él , como á su oráculo mas cierto y último recurso , emviándole á decir la larga ausencia de su hijo , y el desasosiego en que la tenía , y que lo encomen- dase á Nuestro Señor. Pero no fué necesario tanto ; porque al punto contestóle el V. P. : « Que no se afligiesen, y man- dasen al Puerto del Callao , donde hallarían á su hijo , que quería asentar plaza de soldado )). Y fué así en verdad ; pues partiéndose , sin demora , el Alférez Don Diego al in- dicado lugar , encontró á su hijo en las circunstancias que el Siervo de Dios les había descrito con espíritu profético.
La Madre Juana Teresa de la Cruz, Supriora primero en en el Carmen Antiguo de Lima , y después Fundadora y Supriora en el de Guamanga , encontrándose sobre modo afligida , á consecuencia de la nueva que llegó á la Capital, de que sus padres habían muerto en la Provincia de Arri- ba , llamó al V. P. á fin de desahogarse con él en tan vivo dolor , y ver si con la unción sus palabras , le volvía la perdida paz del alma. Oyóla el Siervo de Dios narrar su amargura desecha en lágrimas , y con gran serenidad y ma- yor certidumbre le dijo : « No se me desconsuele , hija mia , que sus padres viven , y en breve vendrán á esta Ciudad , y tendrá el gusto de verlos y abrazarlos « ; y asi lo vió por sus propios ojos cumplido en efecto dicha Ma- dre Supriora , mucho antes de lo que se imaginaba.
Rogó al Siervo de Dios , Don Francisco de Castro , Mú- sico de la Catedral , que ofreciese un Novenario á la SSma.
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Virgen por la salud de un hijo que tenia en Guacho sin es- peranzas de vida. Prometióselo hacer asi el Ven. Padre, y al tercero dia le dijo : « Que no se afligiese , por que ya su hijo estaba bueno , según al dia -^iguientc lo veria por una caria de su mujer » , que en efecto recibió , anunciándole que- dar el niño en completa salud.
La Hermana Gertrudis de los Reyes, de las primeras fun- dadoras del Recojimiento de las Amparadas , que tenía el cuidado de asistir á las mujeres que de fuera entraban á prepararse con algunas dias de ejercicios para la Confesión ge- neral , prestó á una de ellas su diciplina y cilicio , á fin de que se mortificara un poco en aquellos dias de salud ; la cual , terminados estos , llevóse consigo dichos instru- mentos , ó por olvido , ó para tener con que defenderse a- fuera de las insidias del Mundo. Pues no bien tuvo lugar este hecho , cuando hé aquí que el Ven. Padre Francisco llama á dicha Hermana^, y. la reprende por haber dado su diciplina y cilicio , diciéndole : « Que el buen soldado nunca deja las armas de las manos ; y que ahí le traía otras á fin de que se previniese porque el Demonio ( como sucedió ) la había de perseguir mucho por echarla de la casa de Dios » .
En casa de Doña Isabel Caicedo Maldonado , tuvieron una noche tan tremendo disgusto Don José Carillo y Doña Ana Maria de Andrade , su esposa , que , sin que bastara á sosegarlos Doña Isabel , determinaron descasarse. Ambos eran muy devotos del Ven. Padre Castillo , quien , no hay duda , tuvo luz de aquel rompimiento ; porque el dia siguiente , muy de mañana , antes de que nadie hubiese podido infor- marle de lo sucedido , se les entró por sus puertas , y ha- blando á solas con cada uno de ellos , reprendiólos con tal
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suavidad y eficacia de razones , que acabó por dejarlos del todo conformes v pacíficos.
También compuso igualmente , y no solo una , sino en tres distintas ocasiones , á d(j^'- criadas de dicha Doña Isa- bel Caiccdo , que en otras tantas veces habían reñido an- tes entre si , y traládose muy mal ; llamándolas , cuando nirnos esperaban ser descubiertas, y haciéndoles se pidieran mutuamenic perdón de la poca caridad con habíanse trata- do , y que reconciliasen , por amor de Dios , las encontradas voluntades.
Pero sobre todos los expuestos , admirables son los casos que ponen fin á este Capítulo ; así por las prodigiosas circunstancias que fueron compañeras de la extraordinaria y clarísima luz de la visión que tuvo de ellos el Ven. Padre Castillo ; cuanto por los saludables efectos que de ella se derivaron en bien de algunas infelices almas , que ya tenía por suyas el infernal Enemigo de nuestra especie.
Al ir á visitar un dia el Siervo de Dios á los enfermos del Hospital de S. Bartolomé , se puso á hacer oración delante del Santísimo Sacramento , en la vecina Iglesia. Mas no habían corrido aun sino unos pocos minutos , cuando levan- tándose de ahí sobre manera sobresaltado : « Ea , vamos , Hermano , ( díjole á su Compañero , ) que otro dia visitare- mos los enfermos ». Y , sin perder tiempo , encaminóse á un obraje sito en el otro extremo de la Ciudad , cerca de la Alameda , donde halló á un miserable Negro , ( cuyas pé- simas intenciones había descubierto sin duda en la oración ) que , habiéndose apretado, por insidias del Demonio , un do- gal en el cuello , batallaba con las agonías de la muerte ; y al cual volvióle al punto el santo Jesuíta no solo la vida
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del cuerpo , quitándole de la garganta los cordeles que ace- leradamente le iban hurtando la respiración ; sino también la de la alma , mil veces mas preciosa , con darle á conocer el ciego engaño , que lo arre'^ataba al Infierno , y lograr la inefable victoria de confesarlo con muchas Uígriiuas y since- ros propósitos de vivir cristianamente en lo futuro.
En otra ocasión , oraba el Ven. Padre ante el trono de la Keina de todo lo criado , cuando por luz que recibió de aquella fuente de claridad divina , partióse luego , como un rayo , al obraje del S. D. Gil Cabrera , Presidente des- pués de la Real Audiencia del Nuevo Rcyno de Granada, donde sorprendió también á otro infeliz Negro, que trataba de ahorcarse con unos delgados cordeles , por huir de la pri- sión y tareas del Obraje , imaginándose que en el Infierno no sería ya esclavo de ninguno. Y de tal modo supo ganarle el Siervo de Dios la extraviada voluntad , con aquellas dul- císimas palabras que el Espíritu Divino pone en boca de sus Santos , que, arrepentido el misero de su infernal conato , acabó por confesarse muy satisfactoriamente con él, y echar- se luego á los piés del Mayordomo , á quien hasta entónces aborrecido había de muerte ; transformado ya, gracias al sanio Jesuíta , en un mansísimo cordero.
Por último , en la Cárcel de la Capital , un Indio , con- denado á la horca , se atrevió á esconder en su seno , con mano sacrilega , la santa Forma en que le dieron la comu- nión ; juzgando , en su ignorancia , salvar su amenazada existencia de las garras de la Muerte , con sacarla al dia si- guiente al pié del patíbulo , y apellidar allí la Iglesia en su socorro. Mas no bien cometiera tan atroz delito el desacon- sejado Indio , cuando hé aquí que sale á prisa el Ven. Padre
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Castillo de los Desamparados , y encontrando en los portales del Cabildo al Alguacil Mayor Don Nicolás Torres : « Vén- gase , ( díjole ) véngase conmigo Señor Don Nicolás ». Siguiólo en efecto el Alguacil y entró con él en la Ca- pilla interior de la Cárcel ; donde , haciendo antes despejar de gente la pieza , arrodillóse el Siervo de Dios á los piés del Indio ; y , después de reprenderle su gran temeridad , pidió- le le entregase la Sacrosanta Forma que tenia oculta. Mas no consiguiendo nada el Ven. Padre del renitente Indio con sus caritativos ruegos é instancias, le dijo cntónccs al Alguacil Mayor : « Pues , Señor Don Nicolás , dentro del pecho tiene este miserable escondida la Hostia que , al comulgar esta mafiana , atrevióse á sacársela de la boca, y la ha guardado ». Aquí fueron las formales amenazas del Alguacil, asegurándole á aquel: que, si no le entregaba la Forma por buenas, llamaría gente , á fin de que lo atasen de piés y manos ; y el declarar el infeliz su pecado , y pedir perdón de él al Ven. Padre. Quien en el acto le sacó del seno el lienzo en que la tenía envuelta ; logrando, en seguida, la dulce satisfacción de con- fesarlo nuevamente , y disponerlo á bien morir. Insigne caso, que repetía por dó quiera dicho Alguacil Mayor , confir- mando siempre que ofrecíasele alguna oportunidad favora- ble , el concepto en que todos estaban de que Dios revelá- bale al Ven. P. Castillo las ofensas que en Lima se le ha- cían , á fin de que su caridad de Apóstol las remediase oportunamente.
CAPITULO IV.
Del (ion de escrutar los corazones que poseyó el Ven. P. Castillo.
Aquel , que , al decir del coronado Profeta , es el único escrutador de los corazones , de tal suerte se dignó ilustrar á su humilde Siervo Francisco con don tan alto, que, sin ofensa de la verdad , muy bien decirse puede : que , ante la po- derosa vista de sus ojos, de nada aprovecharon á los recón- ditos libros de las humanas conciencias sus misterios.is cerra- duras ; según fueron de innumerables , extraordinarios é incontrovertibles los casos en que el Ven. P. Castillo en bien de las almas y gloria del Señor , mostró conocer perfecta- mente no solo los deseos , sino aun los pensamientos mas ocultos de sus prójimos.
Un Novicio de la Compañía do Jesús , batallaba interna- mente con una fiera melancolia , que traíalo sin gusto ni consuelo en la Religión ; cuando he aquí que en medio de esta tormenta , lo viene a buscar el Ven. P. Francisco : y , sacándolo á divertir por los calles de la huerta interior del Noviciado , sin que aquel le descubriese la mas mínima cosa sobre el con bate que internamente experimentaba , de (al
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suerte hablóle el Siervo de Dios al alma , y deshizo las r; zones con que le hacia guerra el Demonio , diciéndole: « Qi la virtud en los principios era áspera y desabrida , y qi en la primera resistencia á las tentaciones estribaba la vi loria )¡ ; que , persuadido el melancólico novicio de la h sobrenatural con que el V. P. supo la oculta congoja de s pecho , desde ese instante halló quietud y serenidad en í espíritu ; siendo mas tarde unos de los sujetos mas grav de la Compañía, en cuyo seno perseveró después gozoso ha ta la muerte.
A la Madre Ana Catalina de San Joaquin , Carmeli Descalza del Carmen Antiguo , le vino una noche el di seo de hablar al Ven. Padre sobre algunas cosas de esp ritu : pero no atreviéndose á distraerlo de sus ocupacioneí decidióse Dnalmente á quedarse en su desconsuelo , por i serle importuna. Mas no pudo conseguirlo ; porque , á mañana siguiente , acudiendo el Siervo de Dios al Cármer al solo deseo de la Madre , la hizo" llamar al Confesonari donde la oyó despacio sobre todo lo que se le ofrecía.
Hallándose un dia muy disgustado y desabrido el Ind Francisco Velásquez con verse de Sacristán de los Desamp rados , por la mucha fatiga y ninguna retribución que £ canzaba , llamólo á parte el Siervo de Dios y le dijo : Francisco , sabe que agradas mucho á Dios con servir en oficio de Sacristán , y que de su mano poderosa , y de de su SSma. Madre tendrás la paga muy cumplida. Así i te dejes llevar de conveniencias , y pasatiempos ; pues i perderás absolutamente nada de lo que haces ». Palabra que, como era de esperarse , lo confortaron de tal modo que perseveró en adelante gustoso en la Sacristía de la Vi
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gen , atribuyendo á sugestiones del Demonio sus pasadas veleidades.
Estando una ocasión de rodillas Don Sebastian de Na- Tarrete , Caballero del Or'\en de Calatraba , en la Iglesia de N. Señora de los Desamparados , delante de Nuestro Amo Sacramentado , que estaba descubierto , directamente se vino á él , desde su Confesonario , el P. á decirle : « Señor D. Sebastian , eso no se piensa aquí , que está el Señor descubierto y la SSma. Virgen ». Atónito quedóse al punto dicho Caballero al oir la no esperada voz del P. Francisco ; y mas , aun , al reconocer que le había leido en su pensamiento ; arrastrado entonces á no muy decentes ideas por algunas mujeres que tenia delante.
Platicaba un Sábado el' Siervo de Dios en dicha Iglesia, cuando , como entrase á oirle un hombre mal amistiado con una sobrina suya , movido de superior espíritu , cambió al instante el tema de su comenzado discurso ; y habiéndose puesto á hablar , con gran vehemencia de razones , contra el desordenado amor de los parientes entre sí , en voz ame- nazadora , vuelto acia donde aquel se hallaba , dijo : ¡ « Ah Fulano , teme si no te enmiendas y haces penitencia ! » . Quedando dicho incestuoso tan herido á la voz del Ven. Padre , que , por no encontrarse con sus escrutadores ojos, se tapó la cara con las manos } y , terminada que fué la prédica , ausentóse de la Ciudad , remediando antes á su sobrina.
¿ <c A donde vá tan descaminado ); ? ( díjole el Siervo de Dios á un hombre que encontró un dia por la calle ) '( Vuélvase luego; pórque si no lo hace así lo ha de llorar después po" toda la eternidad ». Palabras , que le a (ra ve-
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saron de tal guisa el corazón , que no luvo ya Tuerza ui alientos para proseguir su camino ; que le llevaba á una grave injuria de Dios. Y con volverse á su casa , halló en ella la vida ; pues por la mañ^-ia supo atónito , que si hu- biera perseverado en sus malos intentos , habrianlo muerto seguramente á puñaladas. Lo cual refirió entónces agrade- cido al Siervo de Dios; y confesándose generalmente con él de todos sus pasados extravíos , se levantó de sus piés para entrarse de Religioso en la Recolección de N. Señora de Guia , perteneciente á los PP. Agustinos.
Del Puerto del Callao , con ánimo de buscar á un hom- bre para satisfacer en él una sangrienta venganza , vinieron á Lima un Domingo , el Alfí'rez D. Luis de Gadea y D. Pedro Garcia de S. Roque ; y , juzgando encontrarle en el Raratillo , prevenidos de armas y caballos , metiéronse en- tre el concurso , que oía al Ven. Padre , para acertar me- jor el golpe. Mas no bien se habían acercado , cuando re- volviéndose el Siervo de Dios á donde estaban , y encarándose con ellos , ( como si les leyera en los corazones, ) de tal suerte los reprendió por sus culpables intentos , que , Henos de confusión y bañados e n lágrimas , mudados de lobos en cor- deros , se partieron al punto de la Capital , perdonando sin- ceramente á su enemigo.
Habiéndose juzgado herido cierto temerario en una de las pláticas del Siervo de Dios , ciego de ira lo siguió un dia para matarlo : pero , al ir á ejecutar ya el sacrilego golpe, como avisado del Cielo , volvióse á él el Y. Padre ; y con dulce voz le dijo : « Que haces hijo ?» Pregunta , que bastó para hacerle mudar en el acto de propósito ; en tal manera, que al siguiente dia fué á buscar al Siervo de Dios para ha- cer con él una confesión general. Concluida la cual , se
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ausentó de Lima á la Ciudad del Cuzco , donde se hizo Re- ligioso en la Recolección del SeráOco P. San Francis<;o.
Una Señora de las principales de la Capital , entenebrecida por aquel humo tan espeso f^^e levanta , máxime en los mu- jeriles corazones , el fuego de la ira , resuelto había, inte- riormente, ahorcarse. En estas circunstancias entró el Ven. P. á rerla. Y .sin que el Compañero que estaba á la vista lo pudiese oir , le dijo : (( Cómo una Señora de sus obli- gaciones , nobleza , j entendimiento quería ejecutar una acción tan indigna de sus prendas , y ajena de un corazón cristiano , cual la quo meditaba ». Atónita entonces la mal aconsejada de escuchar por la boca de otro , lo que solo su conciencia y Dios sabían , y no pudiendo contradecir lo que le reprobaba el Ven. Padre ; confusa y anegada en lá- grimas de arrepentimiento, descubrióse á él sin reserva. Des- pués de lo cual, el caritativo Apóstol de Lima no solo des- hizo uno por uno sus temores y nublados , sino que la dejó del todo consolada , con aquellos santos expedientes de que su discretísima prudencia sabía echar mano en casos tan apretados.
Confesando el Siervo de Dios una ocasión á una Criada de D. Francisco Mesia , enferma de mucho cuidado , que , ó por vergüenza , ó por miedo , ó quizas por arabas cau- sas , callaba , advertidamente, algunos graves pecados, dicien- do no tener mas de que acusarse ; el V. Padre , después de reprenderla por tal sacrilegio , según lo requería su inca- pacidad e ignorancia , le dijo : « Pues esto , y esto que ocultas ¿ no es pecado ? ¿ Porque no lo confiesas ? « Con lo cual le hizo completar la confesión ; y dejóla tan conso- lada , y confusa al mismo tiempo , que tan luego como en-
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tró su Amo á verla , lo primero que hizo fué contarle punió por punto lo sucedido , diciéndole : « Señor , gran Santo es el P. Castillo ; pues rae ha dicho mis pecados , y visto en lo mas oculto de mí corazón cop^s que solo Dios j yo sabía- mos.
Una mujer , que en la declaración dice su nombre , ju- ra : « Que, habiendo callado durante muchos años, por ver- güenza , una grave culpa , al oir al P. Castillo tronar con- tra los que en la confesión silencian algo , describiéndole todas las circunstancias de su falla , y las batallas y remor- dimientos de su conciencia , quedó tan acongojada , que en- fermóse gravemente de dolor ; y habiendo pedido enlónces le llamaran al P. del Baratillo á fin de confesarse con él, asegura que , al descubrirle todas las miserias de su alma en una confesión general , el Siervo de Dios , con extraor- dinaria luz de lo alto , le iba numerando muchas culpas , de que ella ya no se acordaba , con todas las señas , y cir- cunstancias precisas para que las trajese clara y distinta- mente á la memoria.
Pero , entre las infinitas almas que sacó el Ven. Padre de las tinieblas horrorosas del pecado á la luz de la gracia, con descubrirles los secretos de sus corazones , dos , sin duda , añadieron ( y por singular coincidencia Margaritas , ) las mejores piedras á su rica corona de Apóstol ; por el sublime grado de santidad á que se elevaron después , sin mas que mostrarse dóciles á la inspirada voz que llamólas de la esclavitud del Demonio al tálamo del Rey de la glo- ria.
Margarita de Cristo ( según llamóse después de su con- versión ) que , engolfada en el mundo , huía , cual de la
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peste , de las pláticas del Ven. Padre , por haber oido de- cir que escrutaba los corazones de sus oyentes , y les re- prendía los pecados mas ocultos : sin saber el cómo, se ani- mó una vez á oirlo en el Baratillo ; pero tapándose entera- mente el rostro con el manto para no ser descubierta. Mas el penetrante ojo del Ven. Padre , á pesar de todas sus di- ligencias , dio con ella ;¡y , cutre otras cosas , le dijo : '( Y tú ( porqué huyes de mí y te escondes , como si pudieras huir de Dios y esconderte de su justicia , viviendo , como vives , de esta y de estotra suerte ? « Tanto, que habiendo oido entonces Margarita , con puntos y comas, su conduc- ta entera de boca del Siervo de Dios , salió del sermón tan avergonzada y arrepentida , que , á la mañana siguiente, hizo con él una confesión general de sus feísimas culpas ; y , desde aquella feliz hora , mudó talmente de vida , que , á pesar de sus pasados extravies , fué aclamada y venerada después de su muerte Tj^or gran Sierva de Dios.
A Doña Margarita de Luzan , entónces tristemente céle- bre en Lima por su hermosura , galas , y donaires , que eran red de muchísimos corazones, y el escándalo de la Ciudad, Invitóla un dia una amiga suya á oir una plática del Ven. Padre en los Desamparados. « A buena comedia me con- vidas , ( respondióle la mundana Margarita ) á ese Padre no se le puede oir , que luego sale con el Inherno , actos de contrición y bofetadas ». Pero no por esto se acobardó la buena amiga ; sino que otra vez tornó á instarla dicién- dole : « No era así ; pues los Sábados siempre platicaba el Padre Castillo de la Misericordia de Dios y del amparo que "presta la SSiíia Virgen á los mas grandes pecadores ; que se animase por una vez siquiera , y vería cuan bien
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se hallaba después. « Y, fuese obra de la instancia de la ami- ga, ó de la interna voz de la gracia, lo cierto es que ani- móse al fin la pecadora á hacer lo que su buena amiga le aconsejaba : entrando ambas á^^a Iglesia , en circunstancias que ya subía al pulpito el inspirado predicador . Y ¡ oh por- tento ! comenzó su plática y la comenzó así , hiriendo cual con aceradísimas saetas , el pecho de la Limana Magdalena: ¡ « Ay , alma engañada , que así gustas de llevar contigo tantas almas al Infierno ! Revuelve sobre tí y mírate con lástima. Te comvidan á oir la palabra de Dios , y tienes áni- mo para decir : « A muy buena comedia me comvidan; lue- go sale el Padre con el Infierno, actos de contrición y bo- fetadas ? » ¿ Pues no es mejor que oigas el Infierno , y no que lo padezcas ? ¿ No tienes ánimo para oir las penas del Infierno un rato , y tendrás valor para sufrirlas por toda una eternidad ? Los actos de contrición son tu remedio ¿ tan desperada está la salud de tu^alma, que hasta los re- medios aborreces ? Las bofetadas y lágrimas borran la cul- pa y apagan el Infierno : este es el único remedio que tienes para no condenarte ; lágrimas y penitencia ». Conti- nuando el Ven. Padre , poco mas ó menos , ea estos térmi- nos , su inspirada plática hasta el fin. Mas ya era de carne en- tónces el corazón antes lapídeo de Margarita, según la salu- dable y larga vena que salía de sus ojos lo mostraba. Tan- to , que , concluido que hubo el discurso , quedóse aun en la Iglesia , pidiendo , con los gemidos de la tórtola , mise- ricordia para sus enormes culpas á la Virgen refugio de pecadores , hasta confesarse de todas sus graves caldas con el Siervo de Dios. Formando allí á sus piés la heroica resolución de no volver ya mas á casa suya ; y de trocar sus joyas y sus
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masen ó arrojasen al Rio , por u» grosero saco de peni- tencia , que cubriese , al propio tiempo que mortificase su regalada carne. Resolución que llevó á cabo , con la divina gracia , en 1672. tomando .j^espues de unos ejercicios espi- rituales muy fervorosos , el Hábito de monja en el Conven- to de Santa Rosa , con el nombre de Juana de Jesús Ma- ría : donde habiendo vivido dos años en las prácticas mas heroicas de penitencia , mortificación y humildad cristiana , murió al fin de ellos, tan santamente , que lo mas escojido de la Ciudad acudió en cuerpo á venerarla en su cadáver.
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CAPITULO V
Ue otros sobrenaturales dones , concedidos por Dios al Ven. P. Castillo en bien de sus prójimos.
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A mea de los singulares favores gratis dados , referidos pro- lijamente hasta aquí, el Dispensador de toda gracia perfec- ta concedió ademas á su nuevo Apóstol Francisco del Cas- tillo otros tres ; como el de que su voz pudiera ser oida á grandes distancias ; el de bislocarse , ó duplicar sus pre- sencias ; y , por último , el de poner en vergonzosa fuga á los Demonios : no méiios escojidos que los anteriores , y de los cuales vamos á tratar á continuación.
Dos casos, á cual mas extraorninario, que leemos en los Procesos sobre su Vida y Milagros , manifiestan , hasta la última evidencia , que el Ven. Padre gozó del singularísi- mo privilegio de que su voz hiriese clara y distintamente los oidos de los pecadores en lugares muy distantes del en que predicaba , y á donde era de todo punto imposible con- cebir que llegase , siquiera confusamente , con solo el ira- pulso y aliento natural.
En las Cuevas y Zaucedas de N. Señora de Guia , San- tuario de mucha devoción en Lima, servido por Religiosos
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Agustinos de singular observancia y virlud , dialante casi dos millas de la Plazuela del Baratillo donde predicaba el Siervo de Dios , entregábanse un Domingo ciertos disolii tos mancebos , en compañi'a de otras tantas mancebas mas disolutas que ellos , como Sátiros lascivos , entre la ameni- dad de las llores que vestían aquel silencioso lugar , á los mas torpes deleites de la carne ; cuando ¡ oh maravilla ! á través de aquellas lóbregas grutas diputadas á Vénus , sin- tieron sonar á sus oidos la severa voz del Ven. Padre Cas- tillo , amenazándolos con la ira del Todopoderoso , si no cesaban luego de ofenderlo. Suspensos , y como atónitos á tan terrible y repentino asalto los disolutos jóvenes , deja- ron incontinenti las Cuevas : y al percibir entóneos , con mayor claridad que antes, las inspiradas razones del santo Je- suita , fué tal el horror y el miedo que de ellos apoderóse , que , cambiando inmediatamente de intentos , se volvieron luego luego á la Ciudad^ mas muertos que vivos del espanto y del terror.
A mayor distancia del Baralillo se halla todavia el risueño Valle de los Amancáes , lugar que , en cierta época del año , convida á la cercana Ciudad á ir á recrearse desde que luce el sol hasta que se pone , en dansas y banquetes bulliciosos , á la vista de las amarillas y olorosas flores con que se visten periódicamente en los meses de Junio , .Ju- lio y Agosto los empinados cerros que , por todas , menos por una parte lo abrigan y circundan. A lugar tan encan- tador había llevado á su amiga un hijo de la carne , bus- cando el retiro y juntamente las seducciones de la natura- leza , para el logro de sus depravados intentos. Mas , cuan- do ménos se lo esperaba , hiriólo , cual un rayo , la pene-
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Iranle voz del Padre Francisco ; que , una y otra vez , en- cornó si lo estuviera oyendo en el Baratillo , entre otras oosas , le decía : « Hombre , mira lo que haces ; no pe- ques ». Palabras que le pusiepn tal espanto en el corazón , que , poseído todo él de insólito pavor , desprendióse incon- tinenti de los dorados lazos en que lo tenía cautivo el De- monio de la lujuria , para mudar enteramente de vida , y no caer mas en ellos en lo futuro.
Mas si fué singular favor de lo alto , el que gozase la voz del Ven. Padre Castillo de tan eficaz virtud ; no fuélo menos tampoco el de replicarle , en mérito de su obedien- cia y de su caridad sin límites , las presencias ; á fin de que al propio tiempo se hallase en diversos lugares, y no se diera el caso de que , por acudir en ayuda de sus prójimos , faltara , en lo mas mínimo , á la escrupulosa observancia de las sabias constitutiones de su Instituto.
Cierta pobre , acongojada por no tener un solo pedazo de pan con que alimentarse en su casa , y , mas aun , por no haberlo podido conseguir con sus ruegos en la calle , determinó apelar finalmente , como á su último remedio , á la caridad del Ven. Padre Castillo , indefectible refugio de todos los necesitados. Y , viniendo tan afligida á él , era fuerza que lo hallase para su consuelo. Y asi fué en verdad; pues en persona la socorrió al punto el Siervo de Dios con dos pesos de plata. Mas , por permisión divina , al alejarse la pobre de la Iglesia de los Desamparados , donde deja- ba á su benefactor, sin saber cómo, encontróse con él, que venía de la Plaza , por la calle de la Pesquería ; ( tér- minos tan opuestos , que hacen humanamente imposible la asistencia de un mismo hombre en tan distintos lugares. )
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Y como al verse cerca de él la socorrida , le dijese toda maravillada : « ¡ Padre mió ! » — el buen Jesuila corló alii las voces á su admiración , y juntamente las alas á la pu- blicidad , diciéndole : « Ea<^ hija , compre su pescado , y calle por Dios ». Quien , si entonces hubo de rallar un (al prodigio por respeto acia él , publicólo después , de agra- decida , para su veneración y gloria.
Y mas admirable , tal vez , es el siguiente caso ; por en- cerrar á un tiempo varios prodigios en uno. No pudiendo conformarse Doña Francisca Saavedra con morir joven , y con la espantosa idea de dividirse , quizas para siempre, de su esposo é hijos, deseaba ardientemente, á fin de aperci- birse como Católica a tan terrible separación, la asistencia del Ven. P. Castillo. Asi es que hízolo llamar sin pérdida de tiempo , y con la mayor urgencia , una y otra vez. Mas gran- de era su desconsuelo , y el de su familia , al ver que aquel, que á todos , aun no jlamado , asistía , llamándosele varias veces no pareciera. En tales circunstancias, como al pasar el Siervo de Dios un dia por la casa de la paciente , se en- contrase con un hermano de ella , después de excusarse con él , atentas sus muchas ocupaciones , de no haber aun acudido á consolar á su hermana , y decirle no entraba en- tonces á verla , por irse al lado de uno que estaba para morir ; dióle una pequeaa estampa de la S.Sma. Virgen de los Desamparados , á fin de que la entregase á la enferma, asegurándole : « Acudiría, sin falta, á asistirla )>. Cuando lié aquí que , como á la hora de haber recibido aquella la eslam- pa , llama á sus hermanos, y les dice { con gran maravilla de ellos, pues no habíanse movido un instante de la sala ): « Que ya moría contenta, porque había logrado ver y ha-
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blar 'a su sabor al santo Padre Castillo «. Relación que, á pesar de verla morir de ahí á poco , muy otra de lo c(ue antes era , no acabaron de creer basla que el mismo Ven. Padre , reconvenido agriaraente^)por una hermana de la di- funta , no confirmó cuanto la última habíales narrado , ron decirle , sonriéndose : « Y cómo sabe V. Md. que no he asis- tido á su hermana ? Estuve con ella, y dé muchas gracias al Cielo de haber tenido semejante hermana «.
Y , sí bien se mira , solamente aceptando que el Siervo de Dios pudiera hallarse presente en varias partes al mismo tiempo , véncese la dificultad , de otro modo insoltable , de que un hombre solo pudiese asistir diariamente á tantos y tan distintos é incompatibles Ministerios : como confesar en su Iglesia , y asistir á la cabecera de innumerables enfermos ; explicar en los obrajes y por las calles la Doctrina á los Ne- gros , y hallarse en el Colegio á todos los actos de la co- munidad : según lo daban por indu(|)able PP. de muy gran- de autoridad en la Compañia , como el santo P. Leonardo de Peñafiel , Catedrático de Prima , Calificador del Santo Oficio y Provincial de la Provincia Peruana ; y el P. Fe- lipe de Paz , varón tan santo como consumado en todo li- naje de letras , pues llegó á ser catedrático en todas la fa- cultades.
Por lo que hace ahora al sol)erano imperio que el Ven. Padre ejercía sobre los ministros infernales , ademas de cuan- to dijimos en el Cap. 3. del Lib. 11. de esta Historia , nos lo atestiguan también paladinamente , y sin necesidad de comentario alguno , los pocos , pero incuestionables hechos que á narrar vamos en seguida.
Por el Portal de los Escribanos , que forma uno de los
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lados del graii cuadrilátero de la plaza ma^'or de Lima, en- contróse una vez el Siervo de Dios , cara á cara , con el Maldito : el cual si tuvo el descaro de responderle , que estaba esperando sus gañanías , al preguntarlo el Ven. Pa- dre lo que hacia allí ; no tuvo sin embargo alientos para tenerse en pié , cuando el Siervo de Dios ordenóle en nom- bre de la Cruz que llevaba consigo , que se partiese de aquel lugar : pues púsolo en obra al punto , escapándose por uno de los adyacentes callejones.
En otra ocasión , mientras explicaba el Siervo de Dios la Doctrina á algunos Morenos en la Calle de la Pescadería , descubriólo escondido en un rincón , sin duda con el in- tento de estorbar el gran fruto que sacaba aquel de su en- señanza : y no bien le dijo : « Quí' haces allí ? No es ese tu lugar )) ; cuando tomó el cobarde las de Villadiego , con grande ignominia y vilipendio suyo.
Finalmente , ó llamado en los momentos mas apurados , ó conducido únicamente de su iluminada caridad , entró el Ven. Padre un dia á la Casa de un mísero agonizante ; quien , mas que con las agonías de la muerte , luchaba desesperado con dos horribles demonios , que , á guisa de furiosos ala- nos , habíansele prendido de las orejas , para negar toda en- trada en su corazón á la voz de la Penitencia y de la Mi- sericordia. Y no bien mirólo el Siervo de Dios en tal con- goja, cuando acudiendo en su socorro, ora con la Cruz que traía en la mano , ora con el Rosario de la SSnia. Virgen, y ora con invocar el dulcísimo nombre de Jesús , comenzó á moverles cruda guerra. Pero tan hambrientos y seguros estaban de su presa aquellos enemigos encarnizados de la humana especie , que no bien ponía el Ven. Padre en ver-
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gonzosa fuga al uno , cuando volvía á recobrar el otro el puesto que un momento ántes había desamparado. Largo duró de este modo indecisa la desigual batalla. Mas al fín sa- lióse el Siervo de Dios con la ^',jictoria , y con la victoria mas completa que pudiera apetecer : pues no solo consiguió auyentar Gnalmente de allí á los casi vencedores Demonios, sino que ademas introdujo la paz y el consuelo en el ánimo inquieto del enfermo.
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CAPITULO V¡
De los singulares dones con que enriqueció el Omnipotente el alma de su fiel Siervo Castillo. .
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A tantos y tan claros favores dirigidos inmediatamente al bien espiritual y temporal de sus semejantes, admirados hasta aquí en el humilde P. Caslillo , y que fueron como el esplendor de su santidad , complacióse el Padre de las lumbres en ponerles , ñor decirlo asi , el sello de su infi- nito amor , colmándolo internamente de los dones que mas nos enamoran y suspenden en los héroes mas famosos de la Iglesia ; y con cuya enumeración vamos á cerrar , como con llave de oro , el presente Libro de tan portentosa vida.
No contento el Todopoderoso con haber encumbrado á su humilde Siervo Castillo , en alas de la oración , al grado tan sublime de unitiva caridad que vimos al referir sus heroi- cas virtudes, quiso ademas introducirlo,como á la casta Esposa de los Cantares, en lo mas íntimo de la bodega de sus vinos , para hacerle saborear allí , en medio de éxtasis , raptos y ar- robos inefables , las delicias todas de su amor , y descubrirle juntamente los mas arcanos secretos de su ciencia y de su gloria. Y tan frecuente era en el Siervo de Dios tan delicio-
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so regalo , que no solo en lo interior de su apar- tado retiro , ó en la celebración de los divinos misterios se le veía arrobado _y fuera de sus sentidos ; sino lo que es aun mas extraordinario , en muflió al bullicio de la Ciudad, donde todo parece que conspira eficazmente á romper el in- terno recojimicnto del espíritu.
Asi lo confirman , en efecto , mil y mil venerandos testi- gos de su Religión y de fuera , que lo trataron muy de cerca, y deponen con juramentorquien haberlo visto repetidas veces enajenado de sus sentidos en la oración , é inmoble cual de mármol ; de modo que ni aun sacudido fuertemente daba acuerdo alguno de su persona : quien arrebatado largo tiempo en el aire delante de una imagen de la SSma. Virgen que venerábase en lo interior del Colegio ; ó elevado palmo y medio sobre la tierra , mientras celebraba el incruento sa- crificio de la Misa : y quien , finalmente , haberlo tenido que gritar y sacudir varias veces , para que respondiese á las personas que le dirigian la palabra , ó para que se liber- tase de algún peligro inminente , que lo amenazaba en el camino , y que su total arrobamiento y suspensión del uso de los sentidos le impedian ver ü oir.
El cua 1 santo y total enajenamiento de las cosas de acá abajo y apego á las invisibles , hacia que , con frecuencia , fuese tan poderosa en el caritativo Francisco la inmensa hoguera de amor que vigilanteraente protegía de todo aire mundano en el Santuario de su pecho, que, no obstante su heroico deseo de pasar ignorado entre las gentes , veíase vendido por ella , que , de improviso , á guisa de luz clarísima le bro- taba unas veces del semblante , ciñéndole la cabeza de una diadema luminosa , y otras de todo el cuerpo , rodeándolo de
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píés á cabeza de una atmósfera resplandecienfe : como re- pelidas veces lo observaron, con (anta suspensión cuanto con- suelo espiritual , muchas personas de ambos sexos v de to- das condiciones ; máxime ciando platicaba en el Baratillo, según su pia costumbre , y durante la celebración del sanio sacrificio de la Misa , de que era devotísimo.
Mas , como corona de tan varios y escojidos favores , tam- bién mereció nuestro Apóstol el verse regalado temporánea, y frecuenlísimamente con un sin número de visiones celestia- les, así externas como imaginarias é intelectuales , que no solo disiparon las arideces y tinieblas que de vez en cuando lo trabajaban; sino que inundáronlo ademas en un piélago de luz y dulcedumbres de Paraiso , que solo el que las experimen- 16 podría dignamente describir.
Ya referimos , oportunamente , y excusado nos parece el repetirlo ahora , cóino el Ven. Padre Francisco en su santa infancia vió á su Ange)^ de Guarda militando coníra el De- monio en su defensa ; cómo el Niño Jesús , en la Capilla del í'.olegio de S. Martin, desde los brazos de su Madre Santísima le dijera : « Bien has peleado » ; y cómo, en fin , la SSma. Virgen dióle á beber la leche de sus divinos pochos , y , en mas de una ocasión , le hablase amorosa para que acorriese al socorro de sus infelices Negros.
Ahora bien : entre otros muchos favores que debió el Ven. Padre al Santo Angel de su Guarda , y que por brevedad silenciamos , es singularísimo el de servirle de puntual desper- tador , llamándolo cortes á la oración , siempre que á la hora sólila no se hallaba aun en pié el Siervo de Dios. Por lo demás , cuan fiel compañero le fuera en su destierro, y con cuanta familiaridad lo tratase continuamente , se co-
Iij;e muy bien de las urbanas cortesias que , al entrar ó salir (le su aposento, sabemos le hacia el Ven. Padre , á fin de que entrara ó saliera el Angel primero ; según hízolo siempre este último mientras fué simple estifiliante a<juel : pues el dia que se ordenó el Ven. Padre de Presbítero ( caso es de la major atención ) por nada quiso ya pasar por delante , diciéndole : *( Que , puesto que era ya Sacerdote , era debido el mayor acatamiento á su nueva dignidad ».
Muchísimas fueron también las visitas con que lo honró la Reina de los Angeles , en pago de la entrañable ternura con que el agradecido Jesuíta la veneraba. Entre otras , una vez mientras decía la Santa Misa aquel en la Capilla de la Vir- gen de los Desamparados, á fin de obtener de tan liberal Señora la salud de un enfermo desesperado , se le vino el Niño Je- sús á los brazos ; y al ofrecérselo él , no á la Virgen del Al- lar , sino á otra , que allí se le representaba , y suplicarla se dignase obtenerle la gracia solici^^da , o}ó de los propios labios de la tierna Madre : « Qué me pides , Francisco , si tienes en tus mismas manos la salud » ? Y puesto que no viese con los ojos del cuerpo , ni á tan hermosísimo y dul- ce Niño , ni á su SSiíia. Madre , experimentó en sí entón- ces el caritativo Jesuíta todos los efectos de su soberana pre- sencia , con celestiales regalos, y viva y clara fé , que no de- jóle duda alguna acerca del buen despacho de su súplica.
Pero mas que ningún otro , nos dará á conocer cuanto re- galaba la SSma. Virgen con su celestial presencia y ca- riño al Siervo de Dios , el siguiente hecho que , conjuramen- to , depone una persona fidedigna. Quien asegura : Que estan- do una mañana , como á los ocho del dia, hincado de rodillas detras de la puerta de la Iglesia de los Desamparados , sin
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que hubiese entonces allí ninguna otra alma viviente , vió ,joli expectáculo sublime! que la Santísima Virgen con su dul- císimo Hijo en los brazos, dirigíase (sin saber de donde) acia la puerta del Templo ; y que habiéndose acordado en aquel instante de que había oido decir , que todas la veces que el Siervo de Dios tornaba de sus ocupaciones de la Ciudad , la Santísima Virgen salía obsequiosa á recibirlo , al asomar la cabeza para salir de dudas , se halló en efecto con que el Siervo de Dios entraba entonces de la Calle. Y , siguiendo con los ojos lo que hacía , vió que al allegarse á la SSma. Virgen , que aguardábalo cerca de la entrada de su Templo , hincóse aquel devotamente de rodillas delante de ella : hecho lo cual , se entraron paso á paso , juntos á la Iglesia. Aten- ción , que solo cabe , á la verdad , en la dulzura de una Madre tan amorosa como Maria , que nada , nada omite á fin honrar y favorecer á sus finos amadores.
Pero quien mas largamente favoreció al Apóstol de Lima , y con las visiones mas íntimas y regaladas que pueden concebir humanas inteligencias ( como hijas del sublime y amistoso comercio que entre ambos mediaba ) fué, sin duda, Nuestro Señor Jesucristo : pues asi lo pregonan á los mas sordos , sin necesidad de pálidos comentos , los inefables favores que si- guen ; sacados de los Apuntes del Siervo de Dios , lo mas á la letra que nos ha sido posible.
Y para comenzar por alguno de ellos, ( sin repetir los que en el II. Libro de esta Historia hemos ya apuntado , por exigirlo así el hilo de nuestro discurso , ) con frecuencia experimentaba el seráfico Jesuíta una particular unión con su Humanidad crucificada, cuya presencia sentía intelectualmente, y amaba, lo mismo que sintiera y amara la de una persona á
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quien tuviere grande afecto y amor, si oculta se hallase de- tras de alguna cortina , ó en algún aposento obscuro , que , á pesar de no poder verla con los ojos de la carne , sabia de cierto que estaba allí ; no fa^íindo sino el que se corriera un velo muy sutil , para que dijese : « Aqui estoy ». Sin- tiendo niuchisimas veces en tan delicioso trance , que se a- brazaba estrechamente , y con un reciproco amor , á su Di- vina Majestad , uniendo los ojos con sus ojos , la boca con su boca , y las manos con sus manos; quien penetrábalo Gnal- raente en tal manera , (juc así como el alma toda, está en todas las partes del cuerpo dándoles ser y vida , así Cristo crucifica- do en él , dándole la vida subrenatural de la gracia.
Mientras rezaba el Siervo de Dios un dia en la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados , parecióle ( así se ex- presa su humildad ) que Cristo Señor Nuestro crucificado se unía todo con él, y que él quedaba transformado en su Divina Majestad ; sintiendo en el corazón un amor encendido y gran- de acia N. S. Jesucristo , el cual decíale : « Que un amigo, que quiere á otro mucho , procura en todo ser alter ego ; y que asi habia de procurar él en toda su vida ser alter Chri- stus ».
Otra ocasión, dando gracias el Siervo de Dios después de la Misa apareciósele también el mismo Señor Crucificado quien , echándole los brazos al cuello , y llegándolo á su costado sacrosanto , le hizo gustar de su preciosa sangre , diciéndole : (c Aquí regalo yo á los que por mí trabajan , y cuidan de mis pequeñuelos ». Favor que lo dejó por mas de quince dias como fuera de si , con la locura de la Cruz , y con grandes júbilos y regalos indecibles: confesándonos el mismo Ven. Padre , que hasta cinco veces distintas mereció acercar
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sus auioros«s y sedienlos labios al sacro costado de Nuestro Señor Jesucristo , y beber , sin hartarse , de esa fuente de dul- zuras y consolaciones inenarrables.
Favores , en verdad divino"^ á que pone el sello el siguiente, que , á fin de no disminuir en nada su precio , referiremos , en conclusión, con las propias modestísimas expresiones que em- plea el mismo Ven. P. Castillo : (c Cuando voy por la Calle andando, (son sus pababras) se me representa vivamente, muy de ordinario , Cristo Señor Nuestro, llevando á su Majestad por delante , á vista , como un Señor Arzobispo su Crucero; sintiendo muy celestiales y divinos afectos con esto ». Mer- ced maravillosa, que nos explica y hace ver ahora como de- bido , aquel singular enajenamiento con que andaba siempre el Siervo de Dios por las Calles de la bulliciosa Lima , sin ver , ni oir nada de cuanto pasaba á su alrededor.
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LIBRO OllINTO.
De la envidiable muerte del Ven. Padre Francisco del Castillo , y de los repetidos prodigios en que ha hecho ver el Todopoderoso la gloria de que goza ya en el Cielo.
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CAPITULO 1.
De la última enfermedad y preciosa muerte, en el Señor del Ven. P. Francisco
v^umplido ya el glorioso curso que el dedo del Omni- potente trazara en sus misericordias al nuevo Astro que le plugo hacer lucir en el purísimo cielo de su Iglesia , sonó al Gn el relox de la eternidad aquel momento tan aterra- dor para los que cifran en el Mundo todas sus esperanzas, y tan ansiado de los i^e no miran en él sino una cárcel insorportable que ciérrales la entrada á la tierra prometida, en que el Ven. P. Castillo debía recibir de manos de su Esposo celeste la corona de sus virtudes y apostólicas fati- gas ; único blanco de sus miradas y centro de todos los deseos de su seráGco corazón.
Pero antes d¿ que narremos la fortaleza y conformidad heroicas que desplegó en sus últimos momentos , y con que puso , por decirlo así , el sello á su santísima vida el Após- tol de Lima , necesario es que expongamos , para mayor gloria de Dios , los innegables hechos, que hacen creer fun- dadamente que el Divino Esposo , según acostumbra hacerlo con sus almas mas predilectas á ün de que aperciban con
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tiempo los mejores atavíos para la fiesta de sus bodas , re- Telóle también á Francisco , con mucha anticipación , el dia y la hora de tan venturosa solemnidad : que , de otro lado, natural era supiese quien mereció tan anticipadas luces de las ajenas muertes.
Asi en efecto lo confirman , ademas de la Hermana Ger- trudis de los Reyes , del Recojimiento de las Amparadas , quien asegura supo del Ven. Padre el dia y la hora en que había de morir : el haberse despedido el Siervo de Dios de sus oyentes en la última plática que hizo en la Iglesia de los Desamparados , diciéndoles , que ya no los podría asistir mas en adelante , pórque tenía un viaje muy dilatado que hacer : las palabras proft'ticas con que recibió á su hijo espiritual Don Pedro de Landaverde , ( quien viéndolo achacoso , sin decirle una sola palabra , había ofrecido una Misa por su salud ) que fueron las siguientes : « Buena ha sido la diligencia con Nuestra Señora por mi salud ; pero no sé que tenga remedio » : el arrtjar al Rio la misma mañana en que se retiró á San Pablo sus cilicios y dici- plinas , que ya no le habían de servir mas , y esconder á ios piés de la SSiíia. Virgen de los Desamparados los cua- dernos de su Vida , á que nada podra ya agregar : y , por último, el haberse trasferido entonces voluntariamente el Sier- vo de Dios al Colegio de San Pablo , cuando nunca lo ha- bía hecho , sino forzado de la Obediencia ; y haber dicho al S. D. Juan de Loaiza y Quiñones, que, al hallarlo por la Calle , preguntóle de paso por su salud : « Que íbase á morir á S. Pablo » ; según todo ello consta por extenso en los Procesos sobre sus virtudes y milagros.
Y asi persuadiéronselo también, á una , tanto los Padres
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de los Desamparados , cuando supieron la extraña resolución del Ven. P. Francisco ; como los de S. Pablo , al verlo entrar el Sábado 8. de Abril de 1673. por sus puertas , de por sí : no obstante d^ que los síntomas que en él so veían no eran otros , que los de un valiente resfriado , que suele curarlo , casi siempre , la misma calentura que trae consigo.
Pero la verdad , puesto que dolorosa , era : que , al hacerse el Siervo de Dios todo para todos, sin recatar hora ni tiempo , durante una epidemia , fatal por lo traidora , que entonces grasó en Lima , llamada vulgarmente Cordellate , por el quebranto que producía ; fu> también , al postre , herido él de muerte por ella, cual bueno, en el Campo de sus apostólicas batallas.
Acomodado que se hubo el Siervo de Dios en uno de los aposentos de la Enfermería del Colegio, inmediatamente co- menzaron los Médicos >u curación , y á hacerle sufrir con- gojas indecibles : pues engañados de las apariencias del mal , que se presentaba como un simple resfriado , y no sospe- chando siquiera, fuese un maligno Tabardillo, ordenáronle, con el fin de cocer el resfrio , bebidas ardientes , que le abrasaban las entrañas tal vez mas que la misma fiebre. Mas lejos de dar un ¡ ay ! el paciente Jesuíta, venciendo toda su repugnancia interior , tan solo decía , cuando se las presentaban : « Obedezcamos , pues el Médico así lo manda : vengan en buena hora , aunque no han de aprovechar ». Siendo muy de notarse que , en toda su enfermedad , no obstante el desasosiego y congojas indecibles en que lo po- nía la continua calentura, jamas sacó un brazo fuera de la cama , ni pidió un sorbo de agua fria para calmar el in-
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ceadio que lo devoraba interiormente : dándonos , aun en- tóiices , lecciones de modestia y mortificación. Ni abrió , como varón santísimo, la boca, sino á fin de dar á Dios gra- cias por todo y hacer actos de 'conformidad coa su divino querer ; decir á los que lo asistían que hiciesen cuenta de que cuidaban á un pobre del Hospital ; y rogar á cuantos entraban á verlo , que lo encomendasen á Dios , para que lo perdonare y le diese una buena muerte.
Asi corrieron los dos primeros dias , Sábado y Domingo; hasta que habiéndose manifesta lo al fin el mal el Lunes en toda su gillariia , y comD enteramente superior á las fuer- zas de la nitulaleza y á los remedios de la Medicina , pi- íli j, de por si , los santos Sacramentos , previniendo la mas mínima indicación del l^Iédico. A quien , como se mostra- se muy sorprendido de verlo de un dia á otro mortal , con rostro entero , le dijo : « Que no se afligiera , ni tuviese mas esperanzas de su vida , porque ,»ra voluntad de Dios el que muriese ; el cual le pagaría la caridad con que lo ha- bía visitado )).
Reconcilióse , en seguida, para recibir mas dignamente al Amado de su alma , con la detención y serenidad con que siempre lo hacía antes de llegarse al Altar ; y cuando , co- mo es costumbre , se lo trajeron en Viático , pidió humil- demente licencia para arrojarse de la cama al suelo , y ado- rar y recibir de rodillas á su Señor Sacramentado : súplica á que no accedieron absolutamente los Superiores por la gravedad de su estado. Pero sí obtuvo el poder hablar por la última vez , siquiera un rato , á su cara Comunidad ; que , de rodillas y con las lágrimas en los ojos , cercaba su pobrísimo lecho , mientras lo fortalecían con el Santo
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Viático. Pidiendo á todos y á cada uno con palabras de gran confusión y ternura , « le perdonasen los malos ejem- plos que habíales dado , y que de caridad , ( puesto que por si no merecía sino el Jnficrno , ) lo encomendasen á Dios , á fm de que tuviese misericordia de su alma » : con lo que desató en un mar de lágrimas á todos los Religio- sos , testigos oculares de su inocente y santa vida.
Una vez armado ya y vestido el Ven. Padre de la carne del Cordero sin mancilla , solicitó que lo dejasen un mo- mento á solas con él , para decirle sus amores : pero fué imposible poder negar la entrada al crecido concurso de per- sonas , que al saber el grande riesgo en que se hallaba su maestro y bienhechor , volaron á encomendarse por la última vez á sus válidas oraciones. Asombrando á todos la paz y serenidad inefables con que, cual amoroso amigo, res- pondía y consolaba á cada uno en tan solemne momento ; sin olvidarse de sus Amparadas , cuya asistencia encomendó muy eficazmente al Afguacil Mayor de la Ciudad , pidién- dole las mirase como á hijas de la Purísima Reina á cuyo amparo vivían.
En la tarde de este mismo dia, le trajeron el Santo Niño que se venera en brazos de la SSraa. Virgen de los Desam- parados ; y , al regalarse con él en dulcísimos coloquios, en presencia de todos los que lo asistían , se arrebató de los sentidos en é:itasis , como un cuarto de hora ; vuelto del cual , dijo lleno de alegría : « Gracias á Dios , mañana será esto; ya está ajustado )>. Profecía que acompañó en el acto el Siervo de Dios de otra no ménos singular ; pues ha- biéndole pedido entónces su enfermero el H. Antonio Or- mijo,(que estaba de rodillas delante de su cama , Anjien-
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do componerle la ropa , por qo hacer ofensa á su bumil- dad ,) « le obtuviera del Señor el perseverar en la Compa- ñía, y una buena muerte » ; después de un momento de sus- pensión , le dijo el Ven. Padre } <( Ea , Hermano mió , áni- mo , que presto nos veremos ». Y fué así ; que á los ocho días de muerto el Siervo de Dios , victima de su misma en- fermedad , qu3 comenzóle luego que lo hubo colocado en el ataúd , murió también dicho Hermano , con la muerte de los justos , y lleno de fé , desde el principio , en las pro- féticas palabras del santo Padre Castillo.
Llegada que fué la noche , tomó tal cuerpo el maligno achaque , que asaltóle la cabeza ; é idosele al Siervo de Dios con la furia de la Oebre el sosiego de los sentidos y la luz del alma , comenzó á desvariar : ó , por mejor decir, á dar , sin pensarlo , la mas elocuente prueba de la sublime caridad que aun en el desacuerdo lo animaba , é impelía á procurar, ante todo, el bien de las almas , máxime en el Tribunal de la Penitencia. « Ea , éijo , { estos eran sus desvarios ) tén confianza con la Misericordia de Dios , que le ha de perdonar. Di conmigo : Dios y Señor mió , Cria- dor y Redentor de mi alma , en tí creo , en tí espero , á ti amo de todo corazón , por ti perdiera mil vidas ; pésa- me una y mil veces de haberte ofendido por ser quien eres, yo propongo enmendarme. Padre y Señor mío , no te ofen- deré jamas. « Dicho lo cual , con gran fervor , añadía : « Ahora te absolver¿ de tus pecados para que no vuelvas á ofender mas á este Señor tan misericordioso ». Ego te ab- solvo á peccatis luis etc.
Tan luego como la calentura dejóle otra vez libre la ca- beza , clavó amorosamente los ojos en un lienzo de la SSma,
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Virgen de los Desamparados y el Niño Jesús , que lenia delante. Y , como para no tener testigos de los favores que ambos iban á prodigarle en los últimos momentos de su vida , rogó con vehemcnci?,^ los asistentes lo dejasen un rato á solas. Quienes , sospechosos de lo que había de ser, salié- ronse del aposento incontinenti; pero juntando cuidadosamente la puerta , de modo que pudiesen acechar , sin ser descu- biertos , lo que tanto deseaba esconderles la humildad del Siervo de Dios. Y , una vez allí, repararon en lo interior una grande y extraordinaria claridad , coíno reverberación del soberano sol , y lo oyeron hablar con una Señora , que no era ciertamente otra que la Reina de los Cielos y Ma- dre de las Misericordias Maria Santísima , que había que- rido regalarlo y confortarlo antes de su tránsito , con su celestial presencia. De todo lo cual certificáronse mas ple- namente aun los susodichos, cuando al entrar á verlo, lue- go que cesó de hablar ^ lo encontraron muy risueño , y mas deseoso que nunca de que sonase al fin la hora de romper las prisiones que lo ligaban á la tierra, y de ir á gozar para siem- pre del amor de su Esposo.
Al amanecer del Martes , día señalado por el Siervo de Dios como el de su muerte , su amigo é hijo espiritual D. Francisco Mesia Ramón , que por estar enfermo en cama hasta entonces , no lo había podido asistir personalmente , por no perder el consuelo de verlo otra vez en el mundo, y de recibir de tales manos la bendición, como pudo, voló á él. Mas como lo hallase tan postrado , de rodillas ante su cama y deshecho en lágrimas , apenas alcanzó á decirle : « Pa- dre raio ¡ ay ! que trabajo es este tan grande para todos nosotros ;> ; pórque los sollozos no le dejaron continuar su
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discurso. Ni el Siervo de Dios ; pues , sin alterarse á tal vista , y con h paz de un Job, lo consoló diciéndole: « Hijo mió , no hay porqué afligirse ; esta es la voluntad di*. Dios. ¿ Para cuitndo es , pui>s ,.>el ánimo y la coiifurmida 1 de los amigos ? )i Y como viese á la una del dia, mientras regalábase él en suave suspensión, invocando los dulces nom- bres de Jesús y de Maria , que , olvidado a(juel de su ac- cidente y de si propio , continuaba aun acompañándolo, por bailarse en sus últimos momentos, íal vez con daño de su de- licada salud ; movido del cuidado del amigo, y como quien sabia perfectamente el tiempo y la hora de su partida , le dijo amoroso : « Que bien podía irse á comer ; mas que no tardara mucho ».
Hízolo así en efecto Don Francisco ; y cuando sonadas las tres de la larde estuvo de vuelta en el aposento del Siervo de Dios , hallólo ya de tal modo acongojado y de- raido , que se hubiera dicho lo esperaba , fiel á su promesa, para los últimos oficios. Tanto que , sin demora , le admi- nistraron entónces el Sacramento de la Extrema Unción , á Gn de que se apercibiese con mayores bríos al postrer combate de la muerte ; respondiendo el Ven. Padre con voz entera j extraordinaria confianza y afecto, á cada una de las ora- ciones de tan solemne función : después de la cual comcn- ló á apagársele la vida, tan apresuradamente , que , por ins- tantes , se veía con evidencia , que se acercaba ya para el santo muribundo el feliz momento de disolverse de los vín- culos del cuerpo , y de volar á los brazos de su Amado.
Por lo que la Comunidad juzgó ser llegada la hora de de- cirle , según costumbre, la recomendación del alma: durante la cual tuvo isiempre el Ven. Padre clavados los ojos en un devoto
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Crucifijo , y con (an viva atención, que si D. Francisco Me- sia ( que se lo ayudaba á sostener ) inclinábalo á algún lado , allí inclinábanse también luego luego los ojos del Siervo do Dios . Y , ternÜnadas que fueron tan sublimes oraciones , y no dando ya el moribundo sino débiles asomos de vida , comenzaron á ayudarlo á bien morir con encen- didísimas jaculatorias; á que el Ven. Padre , ( ya que no le era posible de otro modo , ) respondía con una blanda inclinación de párpados , y vertiendo copiosas lágrimas , que , con suspensión de todos , le caían en arroyos por las ve- nerables mtjillas.
Y con esta santa paz, que no conoce el mentiroso mundo , dando tiernos ósculos y repetidos abrazos á su Señor Crucifi- cado, el Martes 1 1 . de Abril de 1673. á las cuatro y media de la tarde , entregó por fin placidísimamente el Ven. Padre Francisco del Castillo en tan misericordiosas manos su espíritu , á los 58. añjs de edad , 40. de Gompañia , y 26. de Profesión.
CAPITULO II.
Honoret extraordinarios que tributar on los habitantes de la Ciudad de Lima al Siervo de Dios , después de muerto.
X an luego como voló al Cielo la privilegiada alma del Ven. Padre Castillo , los primeros en venerar su cadáver cual despojos de un Santo , y sus pobres alhajas como reliquias del mayor precio , fueron todos los sujetos de la Compañía de Jesús , desde el Pro,^incial basta el último Hermano : quienes , de rodillas , besáronle los piis y las manos , anegados en tiernas lágrimas por la pérdida de un varón tan eminente ; á quien , en vez de sufragar con las acostumbradas oraciones, mudado el ruego, se encomendaban á porfía como á santo habitador del Paraíso
Mas apenas las campanas anunciaron á la piadosa Ciudad la muerte del Siervo de Dios , cuando , mientras el menudo pueblo lamentaba por dó quiera tal falta , multitud de per- sonas de las mas notables de la Iglesia y del Estado , cor- rieron al Colegio , á fin de entrar á saco el cuarto y cuan- to le había pertenecido ; cargando quien con una cosa , y quien con otra, hasta no dejarle un solo hilo de ropa , ni una tira de papel : siendo preciso ponerle un nuevo vestuario,
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j»ara (rasladar sus desijojos déla Enfermería á la Capilla in(e- rior del Colegio.
Luego que el venerable cuerpo del apostólico Jesuíta se expuso en la Capilla de la Congregación, Lima toda, avisada por el doble general que bicieron sus ochenta Iglesias, voló, como una sola alma, á la Compañía, á fin de venerar los des- pojos de su nuevo santo. Y entonces fu'' el ver la devoción y ternura con que unos besábanle los piés y con que otros le tocaban sus Rosarios : las lágrimas con que unos lamentaban pérdida tan irreparable , j la reverente admiración en que otros prorrumpían al palpar por sus ojos la prodigiosa do- cilidad del cadáver del Siervo de Dios , y la hermosura venerable y esplendor apacible de su rostro.
Entrada ya la noche , y libre por lo tanto del concurso exte- rior la Capilla, volvió á llenarse entonces de los Religiosos de la Compañía , que no acertaban á partirse de su santo Compañe- ro de peregrinación , y padre dulcísimo para todos ; ahon- dando tiernamente todo! ellos las heridas de su alma , con la suave y dolorosa memoria de los ejemplos y amparo que habían pcrd4do en este mundo. No contándose uno solo , que antes de recojerse á dormir , no hubiera querido tener el consuelo de besarle otra vez las manos ; y sí muchos , que se turnaran voluntariamente las vigilias , á fin de ve- larlo toda la noche , y dar así algún desfogo á la especial devoción que sentían acia el Siervo de Dios.
Desde que amaneció el ^íi^rcoles , á las diez de cuya mañana determinaron los Superiores de la Compañía que fuera el entierro , madrugó también la devoción de los fie- les , máxime de los Artesanos y Negros, á venerar los san- tos despojos de su Apóstol , antes de emprender sus coti-
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diauas labores. Y , con anticipación , también fueron suce- sivamcnle entrando á dicha Capilla interior del Colegio , los Prelados de todas las Religiones de la Ciudad , con sus numerosas Comunidades, á cantarle Misa de cuerpo presen- te; postrándose todos de rodillas, desde el mayor al ínfimo, ante el santo cadáver , para besarle de uno en uno , con singular ternura , los pií's y las manos : de los cuales no pocos se quetlaron para el tiempo de los Oficios.
Entonces los enfermos de la Compañía que pudieron le- vantarse de sus camas, arrastrándose del mejor modo posible, entraron á su vez á venerar al glorioso difunto. De este número fuó el P. José Buendia , quien , aunque fatigado de terribles calenturas , á hurto de los Médicos y enfermeros, se hizo vestir, y, sostenido por otro Religioso , besóle pri- mero los piés , y luego las manos , encomendándose viva- mente á su intercesión y patrocinio : lo que bastó para que al despedirse luego, y muy á su pesar, del Siervo de Dios, se despidiese también de él la calentur^ pegajosa que lo consu- naia.
Ni será tal vez desagradable á nuestros lectores, que re- firamos aquí otro milagro , obrado por el Siervo de Dios pocas horas después de su feliz tránsito de este mundo á la patria perdui able. El Rmo. P. M. F. Francisco Mesia , Provincial del Orden de Nuestra Señora de las Mercedes , tan luego como oyó el doble que le anunciaba la muerte del Ven. P. Castillo , hincándose de rodillas sobre la cama en que yacía enfermo de un mil de gota agudísimo, en- comendóse á él , con la misma certidumbre y devoción con que pudiera á un santo. Y, hecho esto, mandó á dos Reli-
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giosos de su Orden al P. Provincial de la Compañía , pi- diéndole , con el mayor encarecimiento , una Reliquia del sanio difunto. Recibida la cual , que fué un Denario , { se- gún declaración jurada del iiiismo P. M. ) instantáneamente se le quitó el doloroso mal de que se hallaba enfermo, con suma admiración del Médico que lo curaba , y de todos los Religiosos que lo asistían.
Cuando sonada la hora de las exequias , se trasladó por fin á la Iglesia de San Pablo , llena mucho tiempo antes de gente , el cuerpo del Siervo de Dios, espantoso fué el ala- rido, máxime de las mujeres, que, por no poder abalanzar- se, como se lo prometían , al venerable cadáver , lloraban unas á lágrima viva , mientras que otras apellidando « al Santo » , « al Padre de pobres » , « al Apóstol «, acometían imper- térritas , una y otra vez , aunque sin excito favorable , á romper por enmedio de la Comunidad, que les cerraba cui- dadosamente el paso á^Ios sanios y queridos despojos. Pero cuando terminados los Oficios , trataron de hacer levantar el féretro, para llevarlo al sepulcro ; imposible fué ya el de- fender por mas tiempo el venerable cadáver del atropellado gentío de hombres y mujeres que , cual impetuoso torrente, se arrojaron á una , quien á abrazarse de los pies del Sier- vo de Dios , quien á corlarle algún jirón de la sotana , y todos á tocar sus Rosarios , regando con tiernas y copiosas lágrimas las vestiduras sacerdotales de que iba revestido.
Y , después de desfogada asi un tanto la ardiente devo- ción de los fieles, al fin se pudo conseguir que, en hombros de ellos mismos , ( pues con vehementes ruegos lo pedíar, ) se trasladase el sagrado cuerpo á la bóveda común. Donde , con maravilla universal , repararon todos los circunstante*
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( ya atribuyase al dolor de ver poco respetada la Casa do Dios , ya á su excesiva modestia y humildad , ) que el plácido rostro del Ven. Padre , lo mismo que después de la ardua fatiga del predicar , ^taba cubierto de abundan- te sudor : asombrando aun mas , todavia , á los atónitos expeclatores , el ver que , á cada nuevo esfuerzo que bacía el Padre Aranzeaga á fin de estancarlo con un pañuelo, bro- tase mas y mas copioso nuevamente.
Y , enfervorizados con este gran prodigio , ó por no que- darles ya otra ocasión á que apelar , antes de devolverse á la tierra el cuerpo del Siervo de Dios , fué entonces ma- yor todavia que en la Iglesia, el encendido anhelo de adqui- rir nuevas Reliquias suyas , así de los seculares , como de los eclesiásticos présenles. Quienes, después que á porfía le hicieron allí pedazos la sotana y las vestiduras que tenía , llevaron su piadoso alrevimicnlo hasta cortarle con tijeras los cabellos de la cabeza : que no {larara ciertamente ahí, ( á pesar de las reiteradas reprensiones de los Padres, ) si estos úllinios no hubiesen apresurado entonces con la mayor solicitud el entierro del venerable cadáver, y puesto asi opor- tuno coto á la piadosa osadía de todos los circunstantes. Sa- grada función á la que tan solo permitieron asistirá algunos Sacerdotes extraños de los mas graves , para mayor solem- nidad ; y que terminóse , merced á este oportuno recurso , con tanta paz como prontitud, señalándose el lugar de la se- pultura del Siervo de Dios con sobrescribir en el muro mo- destamente el nombre , año y dia en que fué depositado en ella , á fin de poder reconocerla con toda certeza cuando se tratase de trasladar sus preciosas cenizas á mas noble j digno puesto.
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No pareciéndonos enteramente fuera de propósito, narrar aquí , en conclusión , otro portento que , siete meses des- pués de enterrado el cadáver del Siervo de Dios , tiempo mas que suficiente para qu^ quedase reducido á puro polvo, advirtióse en él , con gran maravilla de los expecladores , y mas tarde de todos.
Es á saber ; que entrando entonces á la mencionada bó- veda , con ocasión de darse sepultura á otro Religioso re- cien muerto , algunos de los Padres de la Compañía , mo- vidos estos de la piadosa curiosidad de ver en qué estado se encontrasen los sagrados despojos del Ven. P. Castillo , contra toda humana probabilidad , halláronlo entero , sin mal olor alguno , y de tal modo incorrupto , que , habién- dose animado el P. José Solazar á cortarle un pedazo de yema del dedo pulgar , quedóse atónito , y así los demás , al ver que brotaba por la reciente herida sangre viva. Que conservada en algodones por muchos piadosos Padres, á fin detenerlos como otras *tanlas reliquias del Siervo de Dios , después de pasados dos años , no solo se conservaba aún perfectamente fresca é incorrupta , ( según lo certifica , en- tre otros , el M. R. P. José Buendia ) sino que , para col- mo del prodigio , despedía de sí un olor muy agradable.
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CAPITILO 111
De las Aparicumcs con que el Siervo de Dios ha favrecidu á muchos de sus devotos.
Mi, veces bienaventurada puede con razón llamarse la Ciudad que el Padre de las Misericordias diputó para cuna de un Siervo sujo ; pues si en vida la honran é instruyen con sus virtudes y ejemplos , muertos son su firme amparo, y como el canal por donde le 1 lúe'. en sin tasa los mas ricos dones de lo alto : según lo lia experimentado, y experimenta cada dia j la priviligiada Lima , merced á los gloriosos hijos que ha dado para el Cielo; y , en modo especial , al Ven. P. Francisco del Castillo , quien , después de haber sido du- rante 25. años enteros su Apóstol , es ahora uno de sus mas válidos favorecedores ante el trono del Altísimo. Que asi lo pregonan poderosamente, prescindiendo por el momento de otras innumerables mercedes obtenidas por el Siervo de Dios á sus devotos paisanos , las benignas Apariciones con que á muchos de ellos ha favorecido , cuando á llevarles con- suelos para el espíritu , y cuando la salud del cuerpo.
Gertrudis de los Reyes , hija espiritual del Siervo de Dios, y una de sus Amparadas , cómo se hallase muy afligida y
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casi sin consuelo alguno , por la perdida de su Padre v bienhechor , reconiondóso á él una noche eíicacísinianienití án(es de ir al lecho , tres dias después del de su saiil.» muerte , diciéndole , en suj angustias : « Padre niio , no me niegues ahora tu amparo , ja que vivo tanto me favo- reciste ; pues ( qué seria de mi en lo futuro , sin lu i>ro- teccion y ayuda » ? Y apénas se había adormecido la buena Hermana , cuando entre sueños apareciósele el Siervo de Dios , como si estuviera aun vivo , con su Cruz en la niaiio; pero muy resplandeciente . El cual , después de abrirle las cortinas de la cama , y de sentarse en esta, le preguntó, apre- tándole fuertemente la mano con el Rosario que llevaba : « ( Qué quieres, Gertrudis ? Aquí me tienes; no te aflijüs h. Y habiéndole respondido entonces ella : « Padre mió, me veo muy perseguida y desolada, y ya no puedo perseverar aquí mas largo tiempo >», el Ven. Padre le dijo : « No hagas (al , bija, por Maria Siña. ; dile á la Madre Abadesa : que me recen un Rosario entero á lá SiTia. Virgen ; y á Fulana que pres- to será Religiosa : Y de parte del Sor. Conde de Lémus te encargo , que seas muy devota de Sn. Pedro de Alcán- tara , y que cada dia le reces un Padre nuestro y un Ave Maria , y se lo deposites para la hora de lu muerte ; pidién- dole te alcance y otorgue entonces lo que Dios concedióle al Santo ». Dicho lo cual , desapareció el bienaventurado Jesuita como un rayo de luz resplandeciente , que casi fué visto por la agraciada al despertarse. Quien , aseguróse en se- guida mas y mas de la verdad de tan prodigiosa y consolan- te visita , al ver abierto ei pabellón , que ella había cerra- do con solicitud al acostarse ; las cuentas del Rosario hon- damente impresas en su mano adolorida ; y entrar en breve
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de Religiosa la misma á quien el Ven. Fadre le Lizo decir que lo seria.
El Hermano Melchor Frejre , Coadjutor de la Compañía de Jesús , acometido por una f pasión melancólica , que lo agitaba horriblemente , haciéndole juzgar no era á propósito para la Compañía ; con motivo de haber copiado la Vida del Ven. Padre Castillo , y las batallas interiores que le movieron su humildad y sus escrúpulos , acojióse á su patro- cinio , esperando que , por sus méritos , el Señor le ilumi- narla al fin la inteligencia para salir con bien de los aprietos en que se hallaba. Y así fué : pues , mientras se recomen- daba eficazmente una noche al Siervo de Dios á cerca de las diez , pidii-ndole socorro en sus aflicciones , he aquí que, estando á obscuras dicho Hermano , vé pasar ante sus ojos una luz como relámpago , que esclareció todo el aposento : y cómo lleno de pavor a semejante claridad , solicitara de nuevo la intercesión del santo Padre , al relampaguear otra vez la luz , vió ( y no solo él , mas también otro religio- so que dormía en su cuarto ) distintamente entónces en el aire á un sujeto de la Compañía, que, pasado un instante , encaminóse ácia el techo. Prodigio que , por ambos y des- pués por todos los Religiosos , fué atribuido al Ven. P. Castillo ; así por estarse recomendando entónces el Herma- no Freiré á él , como porque en lo futuro no volvió á verse afligido jamas por las pasadas tentaciones.
Muchas veces gozó también de tamaña dicha , con gran consuelo de su alma , la Sierva de Dios 3Iargarita de Je- sús , beata Dominicana, conocida vulgarmente en Lima por el sobrenombre de la Sicasica : quien, cu cambio , nume- raba al Ven, Padre Castillo entre sus Santos protectores , v
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como á (al se recomendaba á él todos los dias. Y , en sin- gular modo , el Negro Miguel , esclavo del CapKan Dou Fernando Bravo de Lagunas , muy favorecido del Cielo , ó hijo espiritual del Siervo ie Dios : quien , al volver en si de un regalado éxtasi que tuvo en una grave enfermedad, dijo al P. Mesia, ( que por haber acudido entonces á con- fesarlo fué testigo ocular de tal favor): « Q\ie varias ve- res habiaselc aparecido muy hermoso y resplandeciente su santo P. Francisco , cuyo lienzo tenía enfrente de la cama , en el mismo traje en que andaba cuando vivo ; y que , poniéndole la mano sobre la cabeza , le había dicho pala- bras de muchísima edificación y consuelo ». Jurando , a- demas , el Licenciado Don Gregorio Fermín de Ibarra : « Que , antes de entregar su alma á Dios dicho santo Ne- gro , en el Colegio Real de San Felipe , tuvo cuatro éxtasis ó raptos ; y que , forzado de la Obediencia y mandato de los Sacerdotes que lo ^fisistían , dijo : que en ellos había vis- to á la SSma. Virgen de los Desamparados , con el Señor San José al lado derecho , y á los piés al P. Francisco del Castillo ; aunque no podía decir cómo , porque era tanta la gloria de que estaba adornado , que no hallaba palabras con que poderlo expresar : y que todos tres le hicieron mu- chos favores , y dijéronle el dia de su muerte ».
Pero no solo mostróse el Ven. Padre Castillo liberal de sus amorosas visitas con tales amigos , y solicito en acallar las congojas espirituales de sus devotos ; sino que también acudió, una y otra vez, á sacar personalmente de las garras de la Muerte , á los que en lance tan terrible ponían en él sus rsperanzas , invocando su intercesión y patrocinio.
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Doña Clara PxtitmkIc/ , (¡iie liabia parido el dia eii que murió el Siervo (ie Dios , á quien veneraba como á jtadre, luvo tan gran sentimiento al saber su muerte , que , aco- metida al punto , y juntamente^» por una furiosa calentura y por un fuerte dolor de hijada , viósc ya á dos dedos del sepulcro ; sin que ninguno de los muchos remedios que le aplicaron, lograra otro fesultado, que empeorar mas y mas el no conocido y terrible accidente. En tan apretada situa- ción clamó la enferma por una Reliquia del Ven. Padre Oaslillo. Y , liabii-ndosele traido como tal la almohada en que expiró el Siervo de Dios , púsoscla debajo de la ca- beza , pidi -ndole : « Que por el amor que le babia tenido en el mundo , la sanase , ya que tanto podía con la Divi- na Majestad ». Hecho lo cual , quedóse la enferma ni del todo dormida , ni muy despierta ; sino , á su parecer , al- go trasportada: cuando he aquí que se le presenta delante el Ven. P. Castillo , como si aun es/uviese vivo ; y , des- pués de ponerle sobre el cuerpo su prodigiosa Cruz , le dice: k Que beba agua de borrajas , y que pronto se hallaría enteramente sana ». Llena de fé Doña Clara en lo que había \ isto y oido , pide la agua prescrita : y ¡ oh insigne favor ! recibirla , bebería , y quedar sana , fué lodo uno. Lo que oido de su boca por el Médico , exclamó : « ser un mila- gro manifü'sto !a repentina salud , y mayor , todavía , el no liaberle ocasionado la muerte la apurada bebida ».
Viendo Doña Catalina de Cárdenas y Don Tomas Bermú- dez , (¡lie ninguüo de los remedios que hacían á su hijo Fe- lipe , de 4 . años de edad , gravemente enfermo de un do- lor [)leur,itico , que durante muchos dias lo tuvo sin poder
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pasar una gota do agua , ni dormir ; como última diligen- cia, clamaron los alligidos consortes al Cielo por remedio , encomendando tan cara vida á los Siervos de Dios Ven. P. Castillo y Ven. Nicolás de'Dios , ( Indio Chiclayano ) cu- yas eslampas le pusieron en el pecho y costado adolorido. Y no fué en vano el piadoso recurso : pues luego luego dió el niño señales de mejoría , quedándose dormido tranquilí- simamente ; y cuando dispertó les dijo con júbilo : « Que ya estaba del todo bueno , porque el P, Castillo , cuya es- tampa señaló , había estado con él, y, con ponerle su mano en la cara , lo había sanado.
Don Pedro Domínguez, herido de muerte en un desafio, y desahuciado de los Médicos , confesóse , para morir en gracia de Dios , con el Lic. Don Pedro de Landaverde : quien , lastimado de verlo tan afligido , lo exhortó á que se recomendase de veras al santo Padre Castillo ; pues es- peraba le valiese en e!»Cielo su poderosa intercesión. Hízolo así el enfermo ; y al punto apareciósele el Ven. Padre á prometerle la salud , y aconsejarle que mudara vida , en- trando de Religioso en la Recolección de San Francisco. Lo cual , sanado en breve de sus mortales heridas , verificó Don Pedro sin tardanza en el Cuzco ; donde tomó el Hábito de Recoleto Franciscano , y á los tres años entregó santamente su espíritu al Señor.
Favor igual recibió también del Siervo de Dios Doña Francisca de Mendoza , que mortalmente enferma de un fie- ro tabardillo , y desahuciada ya de los Médicos , volvióse de corazón á él. Pues aquella misma noche , se le apare- ció á decirle : « No temiera morir de aquella enfermedad, de la cual en breve estaría buena ; y ((ue fuese muy devota
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de la Virgen Nuestra Señora >». Sintiéndose desde aquel ins- tanle Doña Francisca muy mejorada , y enteramente fuera de peligro ; y en breve , según prometióselo el Siervo de Dios , del lodo buena.
Y mayor , finalmente, que las anteriores , fué la gracia (|ue obtuvo del Ven. Padre Castillo , el Indio Valentin de la Cruz , Hortelano en el Colegio de la Compañía de Tru- jillo. El cual , desahuciado ya de los Médicos , y confesado y Sacramentado , á consecuencia de un fiero dolor de cos- tado, esperaba por instantes la muerte ; cuando el Hermano Melchor Freiré , ( que debía su quietud de espíritu al santo P. Castillo , y que á la sazón se hallaba allí , ) deseoso de dar á conocer en dicha Ciudad á su santo bienhechor , le puso en la cama un Compendio de la Vida y milagros del Ven. Padre , que había copiado para tenerlo siempre con- sigo , exhortándalo á encomendarse á él ; ( mas sin que el moribundo , por la suma postración en que se hallaba , lo notase tii oyese nada de cuanto le decía ). Pero no fué necesaria la aquiescencia del infeliz Indio , para que acudiera el Siervo de Dios en su socorro : pues de repente sintió que un Padre do la Compañía, después de despertarlo del letargo en que se hallaba moviéndole la cabeza , lo tomó de la mano ; y alzándolo de la almohada le dijo : « Levántate , que ya estás bueno ». A cuya imperiosa voz sentóse en la cama el ya moribundo , y pidió de comer , refiriendo ma- ravillado cuanto le había sucedido ; aunque sin atinar aun á quien atribuir semejante gracia. Mas no lardó mucho en G )noccr á su bienhechor ; pórque habiendo acudido los Pa- dres del Colegio á la noticia de su milagrosa salud , supo Valentín lo habían recomendado á la intercesión del Ven.
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P. Castillo , poniéndole al efecto en la cama una copia de su Vida. Y v¡ni¿'ndosele entonces á la memoria distinta y cla- ramente su semblante y voz , tuvo por cierto no ser otro el Padre que lo había saimdo tan prodigiosamente, que el santo Padre Castillo : y, de agradecido á tal merced, pidió la sotana de H. Donado , para morir en la Compañía, á la cual era deudor de tamaño bien ; donde fué largos años un vivo testimonio de la eficaz virtud del santo P. Castillo.
CA!»ITl SV.
Milagros obrados ¡)or las Reliquias del Ven. Padre Castillo.
La misma virlud d« sanar enfermos que , en el Lihro (!r los Hechos Apostólicos, ( Cap. XIX. v. 12. ) refiere San Lúeas haber conccflido el Todopoderoso en Asia al Sudario V (llngulo de su Apóstol San Pablo , acordó también en Amé- rica á las Reliquias del Apóstol de i,inia Francisco del Cas- (ilio : pues , según aparece de los mas seguros testimonios, c.i^i no hubo cosa que él santificase en vida usándola, que, después de su dichosa muerte , no hubiera sido operadora dp estupendos y repelidos prodigios ; y de la cual ito po- damos decir , fundadamente, con San Lúeas : « Que, á su aspecto , huían las enfermedades )>, en vista de los mara- villosos hechos que vamos á narrar á continuación.
Con motivo de haber acompañado al Siervo de Dios en su última enfermedad el Hermano Domingo FIórez, al verlo asaltado de una recia calentura el dia siguiente al de la muerte de aquel , se persuadieron todos de que era tabar- dillo. Pero , felizmente , no sucedió así ; porque al oir tal cosa el Mt'rma'io , armóse de fé , y sin esperar á que la
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fiel)ro corriese sus lórmiiios , invocando en su favor la a^fuda dol Ven. I'adrc Castillo , se ató la cabeza con un jirón de la Camisa con que había muerto ; seguro de conseguir de este modo la sanidad. Y su fé le valió : pues al punto apa- gósele enteramente la calentura ; y casi ;i un tiempo mismo corrió en la Casa la noticia de su enfermedad y la de su milagrosa salud.
l'n retazo de la misma Reliquia , después de haber sanado instantáneamente á Doña Juana Garay de un agudo y pe- netrante dolor de garganta y á su hermana Doña Alaría de unas valientes calenturas , sanó también en la propia Casa, y de la misma manera , á una niña de once años , llamada Teresa de la Rosa ; en cuyo semblante , á los tres dias de continua y recia fiebre, veíanse ya claras señales y pintas de viruelas, en circunstancias que este terrible azote hacia gran- des extragos en toda la Ciudad.
Y , con igual expejjienfe , sanó por último Doña Maria Centeno , que retirado habíase , á fin de llenar de m ritos sus últimos años , al Monasterio de Santa Catalina , donde eran Religiosas dos hijas suyas. Pues estando una ocasión enferma de muerte , y ya fortalecida con el Viático y Extre- ma-Unción , con solo aplicarle sus hijas un pedazo de aque- lla, é implorar el patrocinio del Siervo de Dios , immedia- tamente comenzó la moribunda á mejorarse , y en breve estu- vo del todo buena.
El Maestre de Campo Don Francisco Mesia aplicó , cual último remedio , la Sotana del Siervo de Dios á una Negra, esclava suya , que se iba consumiendo lentamente , sin que los Médicos atinasen con su misterioso mal ; pidiéndole al santo Jesuíta , ó (jue la sanara del todo , ó que se declarase
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el accidente que la consumía , á íin de poderla curar con acierto. Y no lo engañó su amistosa confianza: pues ese mis- ino dia , declaróse la sorda enfermedad de la acongojada Negra en un fiero tabardillo , .•^ que acudiendo los Médi- cos con prontitud , en breve estuvo enteramente y buena sana.
Y Gertrudis de los heyes , Recojida de las Amparadas , que por espacio de un mes estaba padeciendo de calenturas atabardilladas , con ramo de tiricia ; sin mas diligencia que aplicarse un pedazo de la misma Reliquia , vióse en el acto buena y sana y libre de mal.
Estando yft á las puertas de la muerte el Maestre de Cam- po Don Pedro Alfonso Garces , de resultas de un agudo do- lor de hijada , que durábale ja dos dias ; después de Con- fesarse como buen Cristiano , y mientras trataba de disponer finalmente de sus cosas y recibir los demás Sacramentos , acordóse, por su buena suerte , que tenia un Cingulo del Siervo de Dios. Pues sin mas que hacérselo poner sin de- mora , invocando muj- de corazón al santo P. Castillo, ins- tantáneamente estuvo bueno : reconociendo todos , incluso el Médico , por un prodigio , tan repentina y completa sa- nidad.
Sor Antonia Ygnacia de Santa Rosa , Monja profesa de Santa Catalina , acongojada por un vehemente dolor de hí- gado, y sin que los muchos remedios que en el largo espa- cio de tres semanas se le aplicaron , le trajesen alivio al- guno, volvió al fin de ellas los ojos al V. P. Castillo, ponién- dose en el lado dolorido una Diciplina que había logrado del despojo de sus venerables Reliquias. Y' tan eficaz fué su acción , que al punto mismo se le quitó completamente
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el dolor : quedando desde entonces tan sana como reconoi i- da íx su poderoso bienchechor.
El Decenario del Siervo de Dios , después de haber sa- nado del mal de la gota P. M. F. Francisco Mesia , a- plicándolo dicho P. M. en tres ocasiones diversas á otras tantas mujeres que herían de pies y manos con mal de co- razón , dos en la Iglesia de Nuestra Señora de las Mer- cedes , y la tercera en la Calle de Mercaderes , al momento se les quitó el mal , con grande maravilla de los circunstan- tes , que se abalanzaron á besar tan insigue Reliquia.
De resultas de un fiero dolor de costado de quince dias , un Negro bozal llamado Pedro llegó á perder de tal ma- nera el juicio que , á fin de que estuviese en quietud , y no se dañara ni dañase á los demás , fué necesario ponerlo en un cepo : donde finalmente perdió el habla y el sentido; sin que le sirviesen de nada los muchos y violentos remedios qup por mas de 30. horas le aplicaron. En circunstancias tan aflictivas , encomendáronselo al Siervo de Dios , aplicándolp su Rosario. El cual fué su remedio y su salud ; pórque al punto volvió á los sentidos el moribundo y loco Negro , co- menzó á hablar corrientemente , y quedó bueno y sano , siu que se le hiciera ningún otro medicamento.
El Licenciado Don Juan Pacheco de los Reyes , Abogado de la Real Audiencia de Lima , con solo ponerse al cuello la misma Reliquia , vióse instantáneamente libre de una ter- rible cólica , que había hecho frente á los remedios mas eficaces ; y sin que le entrase después la mas lijera calen- tura , como se lo pronosticaban los Médicos.
Finalmente , al Capitán Don Juan de la Huerta , aco- metido de un pasm^. , que lo privó del habla , sin que los
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remedios que en el espacio de 24. horas se le ministraron tuviesen eficacia alguna contra él, aplicóle una Parda, lla- mada Isabel de Castro , dicha l\(d¡(juia , encomendándolo muv de veras al Siervo de Di(>s. Y no fue necesario mas Médico ni medicina para que huyese el letal accidente : pues incontinenti volvió en sí el enfermo , invocando agradecido al Ven. Padre , que tan milagrosamente habíale restituido la salud.
Asaltada una noche por un repentino dolor en la rodilla derecha , de cuya vehemencia se le formó un tumor del tamaño de una naranja que le impedia dar paso, la Madre Clemencia Teresa de San Bernardo , (Carmelita descalza , á quien cupo en suerte la Cadenilla de acero que traía pen- diente al cuello el Siervo de Dios , como insignia de esclavo y cautivo de la Santísima Virgen ; y viendo con espanto que los remedios que la oportunidad le ofrecía , lejos de alivio, daban mayor dureza á la hinchazón , acordóse , en buena hora para ella , de la Reliquia del santo Jesuíta. Pórque ton solo ponérsela sabré la parte enferma é invocar su au- xilio , diciéndole con viva fé : « Padre mió Francisco del Castillo , ahora veré yo sí sois Santo , como todos lo publi- can , si alcanzáis de Nuestro Señor que me sane del todo, para declararlo así en la Información que se está haciendo de vuestra santa vida y milagros h ; inmediatamente sintió que se le había aliviado , y como dormido el dolor. Pero no contentándose la Madre con el simple alivio alcanzado , si no conseguía del todo la sanidad , volvió á decirle : « Que, para que ella lo pudiese declarar , había de quitársele to- talmente el dolor , y quedar tan buena como ántos «. Y j oh consuelo ! á la medida de la amorosa exigencia de la
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riilVrriia , hizo el Siervo de Dios el milagro : pues habién- dose (|uedadü ella dormida en suave y quieto reposo, des- pués de reconocer disipada la inflamación y de sentir un extraordinario temblor en todo el cuerpo , cuando disperitt por la mañana , encontróse no solo sin dolor, mas sin ves- tigio alguno del mal antecedente.
Estando en la Villa de San Clemente de Pisco el H. Diego de la Maza , le acometió un dolor muy grande á la rodilla , que el Cirujano llamado á asistirlo reconoció ser apostema , con la complicación de que desde la ingle le corría un rayo de humor , que inflamábale lodo la tabla del muslo. Cuatro dias , en cada uno de los cuales fué co- brando el mal mayores fuerzas para llegar á su madurez , pasó el buen Hermano sufriendo anticipadamente las penas del Purgatorio. Cuando acordóse , por su bien , de una Medalla que el Ven. Padre le babia dado siendo Maestro de la Escuela de los Desamparados : la misma que se [¡uso en el acto donde era mas vivo el dolor , pidiendo á la San- tísima Virgen que , por intercesión de su gran Siervo Cas- tillo , le concediese la salud. Bastando este solo remedio y súplica para que las materias que tanto lo afligían se re- solviesen incontinenti; de tal suerte , que al buscarle al otro dia la apostema el Cirujano , y no ver siquiera rastro de ella , dijo á voces : « que era un patente milagro »
En circunstancias que Doña Beatriz Ares Verdugo espe- raba por momentos la muerte de una Esclava suya llamada Brígida , que había sido enteramente desahuciada de su Mé- dico á consecuencia de un fiero dolor de costado unido con una incorregible disenteria , entró á verla el Presbítero Don Juan Mateo Mendoza : quien , apiadado de la aflicción y
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desconsuelo de Doña Beatriz , ocurrió , sin pérdida de ins- tantes , por un Papel de letra del santo Jesuíta , que guar- daba como una preciosa Reliquia. Y á la inedia hora de habérselo puesto á la moribunda sobre la frenfe , encomen- dando su vida al Siervo de Dios con rezar á honra suya una Estación del Santísimo Sacramento , quitósole á la in- feliz , como con la mano , la calentura y la disenteria : se- gún , entre otros testigos, lo jura el mismo Médico que la asistía , asombrado de tan patente prodigio.
CAPITULO V.
De los milagros que ha obrado eJ Ven, Padre (astillo por medio de sus imágenes y estampat.
I^íi menor fué tarapnro , Dios mediante , la virtud d« las estampas que , con licencia del Ordinario , y para aca- llar la devota instancia de infinitos Beles , que no saborearon la dulce dicha de conseguir Reliquias suyas , se hicieron en Lima de la venerable figura del Siervo de Dios ; pues , como se verá en seguida , han aprovechado á sus devotos poseedores lo mismo que aquellas , para obtener de manos del Todopoderoso los auxilios superiores por que clamaban urgentemente , en las coyunturas mas tristes y desconsolado- ras de la vida.
Habiéndosele trabado la lengua al Capitán Don Fernando Bravo de Lagunas á consecuencia de un accidente mortal de aplopegia , y sintiendo él grande congoja interior de no poder imformar al Médico que acudió á socorrerlo de lo que padecía , levantó en tal aprieto los ojos á una imagen del Siervo de Dios , que tenía enfrente de la cama ; y con tierno afecto y devoción le pidió que le alcanzase de Nues- tro Señor el habla , á fin de poder explicar su achaque.
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Y , con esta sola diligencia , le cesó al instante el impedi- mento de la lengua , j pudo decir á su Médico el mal que lo afligía.
El Doctor Don Francisco Bc-mejo , Rector de la Real Universidad de Lima , viéndose asaltado repentinamente por la noche , de un vehementísimo dolor de estómago , con horribles ansias y vómitos que , no dejándole sosiego algu- no , le hacían ver como cercano el fin de su existencia , acudió á una eslampa del santo P. Castillo ; y , ofreciéndole una limosina para su Rcaíificacion, si lo sanaba , aplicósela con viva fé al estómago : y al instante se le quitó el dolor que lo ahogaba. Mas viendo que las ansias se repetían aun, alentado el enfermo con el alivio conseguido, volvió á ins- tar al Siervo do Dios , á fin de que le alcanzara por en- tero la salud : é inmediatamente , exhonerándose de un hu- mor sangriento , quedó bueno del todo , sin ansia ni dolor alguno.
No pudiendo Doña Juana Solía de Godoy , por la esca- sez de sus bienes de fortuna , llamar Médico para un ni- ñito suyo , que de dos semanas atrás padecía de ardientes calenturas ; y no hallando ya que hacerle, pues ningún re- medio casero le aprovechaba , púsole sobre la frente una estampa del santo P. Castillo ; pidiéndole « Que , como pa- dre de pobres , le sanase al pobrecito de su hijo ». Afectuo- sa y urgente plegaria á que no tardó nada en responder el Siervo de Dios ; pues al punto quitóle al chiquillo la ca- lentura , que no le volvió ya mas en adelante.
Francisco Velásquez , Sacristán de la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados , por una fuerza que hizo , se dislocó un hueso de la espalda : lo que traíalo en continuos
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dolores , y con peligro evidente de la vida ; pues de lo me- nor, echaba á borbollones la sangre por la boca. Por su di- cha, consiguió una estampa del Ven. P. Castillo ; y enco- mendándosele muy de veras , se la puso en la parte adolo- rida , diciéndole : « Que , pues mucho lo había querido y servido mientras vivía , ahora que estaba ya gozando de Dios , se acordase de él , sanándolo del terrible mal que lo afligía )). Y no bien le hubo dirigido tales palabras , ( que bien pintaban todo el afecto del suplicante y su congoja ) cuando hallóse enteramente sano ; y sin que desde este dia se acordase de él para nada la antigua enfermedad.
Diez luces hacía que se hallaba en cama Doña María Hidalgo de Cepeda á consecuencia de unos fieros ahogos , que le apretaban de tal suerte el pecho , que parecía que por momentos iba ja á reventar ; sin que ningún remedio humano fuera parle á mejorarla en lo menor. Cuando lle- gándose á visitarla Doña Maria Duran , viuda del Capitán Don Francisco Tijero de la Huerta , muy devota del Ven. Padre Castillo, y hallándola tan afligida, le dió una estampa del Siervo de Dios, diciéndole: « Se encomendase á él de corazón , pórque era un gran Santo. » Hízolo así en efecto la acongojada enferma : y no bien se puso sobre el pecho la santa imagen, le cesaron completamente los ahogos ; sin que le hiciesen otro remedio , ni le repitiera en adelante tan pesado accidente.
Habiendo caido enfermo con el mismo achaque , á los pocos dias de sanar tan milagrosamente la susodicha Señora, un hijo suyo ; al verlo herir de piés y manos, y dar seguros indicios de morir ahogado de un instante á otro , acordán- dose la afligida Madre del milagro que en ella había obrado
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el Venerable Jesuíta, acudió una vez mas á su intercesiou poderosísima. Y , con solo ponerle entonces encima la mi- lagrosa estampa , se le quitó al punto la enfermedad al niño , sin que fuese necesario acudir después á otro reme- dio : como lo juran varias personas fidedignas, testigos ocu- lares de uno y otro prodigio.
Arrojado Don Francisco Pacheco por el mulo en que ca- balgaba , impetuosamente conlra una pared , quedó en el suelo inmoble y sin sentido del porrazo ; sin que ninguno de los muchos remedios que le aplicaba ia gente que acudió á so- correrlo , fueran parte á recobrarlo á su acuerdo. Pero lo mismo fué ponerle Doña Josefa Gonzáles sobre el pecho una estampa del Siervo de Dios , que al punto , con maravilla de todos los presentes , abrió el caido los ojos, se levantó del suelo de por si, y, sin aplicarse mas remedio, estuvo en breve bueno , y sin lesión alguna.
A Doña Urbana de la Rosa se le formó en la cabeza un venenoso carbunclo , que no la dejaba descansar ni de de dia ni de noche. En tan aflictivas circunstancias , y mientras esperaba el Cirujano á que le madurasen suficien- temente las materias para hacerle al fin la operación , le ofrecieron á la infeliz una estampa del Ven. Padre Castillo: que ella , deseosa de verse sana , sin sentir en su carne el filo del cuchillo, se ató luego en la cabeza , haciéndole tier- nas y repetidas plegarias para que le diese la salud. Y, mer- ced á tan gran abogado , aquella noche durmió sin sentir latido alguno que le rompiese el reposo ; y á la mañana siguiente , con grande suspensión suya y de todos los de su casa , se halló desvanenecida ya la hinchazón , y resuelto totalmente el carbunclo que tanto la angustiaba.
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En tasa del ('apilan Don Bernardo Gurnicntlí, Caballero del Orden de Santiago , un Negro , por nombre Domingo, estaba }a moribundo, desahuciado y oleado , de resultas de una apostema interior cuje iba echando por la boca. En tal aprieto , Doña Isabel de Luzan y Recalde , mujer de dicho Capitán , hizo aplicar al agonizante Negro una estam- pa del Siervo de Dios , pidiéndole con viva f - su salud. Y ¡ oh maravilla ! aquella «oche misma , en que se temía por momentos su muerte , mejoróse el moribundo de tal modo , que al otro dia lo hallaron sin riesgo alguno ; y en breve se levantó de la cama , á proseguir , lo mismo que antes , en sus usadas faenas.
Doña Juliana Salazar , viuda del Maestre de Campo Don Pedro de Mendoza , viendo desahuciada por su Médico á una Criada suya , enferma de dolor de costado ; perdida ya toda esperanza en la ciencia de los hombres , le aplicó una estampa del Siervo de Dios sobre el lado dolorido , acon- sejándole lo llamase eficazmente en su favor. Lo que no bien hubo puesto en obra la moribunda ¡ oh maravillosa solicitud de los Santos ! echó una bocanada de un humor pestilencial , que infestó todo el aposento ; quedando con esto tan sosegada y buena , que al verla el Médico excla- mó : « Que ya estaba sana , y por un patente milagro del Ven. P. Castillo «.
Finalmente , estando ya á las puertas de la muerte , y confortada con todos los Sacramentos de Nuestra Santa Ma- dre la Iglesia para el último combate , una Negrita de Doña Elvira de Cartajena y Paredes , de resultas de una rápida disenteria , y cuando no se trataba ya de otra cosa sino de ayudarla á bien morir ; dicha Señora , que era muy amante
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del Siervo de Dios, se acordó de él en tal congoja , y con una eslampa suya en la mano, se llegó á la moribunda , y , poniéndosela en el estómago, le dijo : « pidiese con gran fé al Siervo de Dios que le alcalizara la salud , por la San- tísima Virgen de los Desamparados «. Hizo la agonizante lo que le aconsejaba su Señora ; y ¡ oh prodigio ! al mo- mento se sosegó en el desgobierno del vientre , se le quie- taron las ansias , quedóse dormida , y , al dispertar , se ha- lló buena y sana del todo , y como si tal cosa no hubiera padecido jamas.
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CAPITULO VI.
ñíihif/ros obrados por el Sierro dr Dios á la mera tnrocacion de su patrouinio.
iVlas á fin de que no se crea que solamente por medio de sus Reliquias y Estampas prestaba el Siervo de Dios piadoso oido á los necesitados que desde este valle de lá- grimas ponían en él todas sus esperanzas , referiremos a- quí , antes de levantar la mano de esta materia , para ma- yor consuelo de nuestros lectores , algunos de los muchos é incuestionables hechos , que prueban hasta la evidencia , que á su pura invocación se vieron también repetidas veces desterradas las calamidades , introducida la paz en los co- razones , y revocada al cuerpo la vida que lo abando- naba.
Un pescador del Callao , que había perdido , sin ningún fruto, la entera (arde y toda la noche en la fatiga de tirar y recojer sus redes , cansado de invocar en valde en su ayuda á muchos Santos de su devoción, se acordó al fin del Ven. Padre Castillo , á quien había comunicado como amigo y venerado como á Santo ; y , lleno de fé en su patrocinio, echó de nuevo las redes en su nombre. Sacando esta vez ,
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al recojerlas , una redada tan copiosa de peces , que , a! verlos tendidos en la playa, no cabiendo en sí de admiración y de alegria , se puso á dar allí fervientes gracias á la Di- vina Providencia, por el claro p-odigio con que acababa de socorrerlo su glorioso Siervo Castillo.
En circunstancias que se había fulminado un orden de prisión contra dos hijos de Doña Isabel Cortes , á conse- cuencia de una riña en que maltrataron grandemente á un hombre ; y cuando parecía no haber como mitigar la jus- ticia , por mostrarse el E.vmo. Conde de Castellar , Virey entonces del Perú , inexorable con los reos ; dicha Señora, viéndose ya sin favor ni consuelo en la tierra , apeló con- fiada para el Cielo , por medio de la válida intercesión del Ven. Padre Castillo , á cuya gloria oyó una Misa , á fin de hacerle así fuerza á que viniera en su socorro. Vióse en seguida el Pleito en la Real Audiencia , asistiendo el con- trario Virey : quien entónces , sin que nadie le hubiese ha- blado nuevamente en pró de los culpados , se inclinó beni- gno , contra toda expectativa humana , á la parte de los dos presos , que salieron completamente libres de pena. Re- conociendo madre é hijos , y cuantos supieron el caso, uná- nimes , el Patrocinio del santo Jesuíta en tan repentina mudanza.
A Doña Nicolasa de Avrcu y Guzman que tenía en tan poca estima al Ven. Padre , que habiéndosele ofrecido una Reliquia suya no la quiso recibir , se le perdió uno de los zarcillos de oro y perlas que al acostarse había colgado á la cabecera de su cama. Y cómo por mas diligencias que puso en obra , en unión de sus criadas , para hallarlo , no diese con él , sentóse al fin despechada á discurrir quién
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de aquellas podía liabiTselo robado. En esto, sin saber cómo, se acordó ella del Siervo de Dios ; y vinií-ndole eficaces im- pulsos de valerse de su iníercesion : « Padre mió Francisco del Castillo , ( le dijo ) ^ creeré que sois un Santo fir- memente , y que estáis gozando ya de Dios , si parece mi zarcillo , y lo declararé en las informaciones ». Mas no bien hubo pronunciado la incrédula estas últimas palabras, cuando he aquí que vió , con grandísima sorpresa suya , delante de sus mismos ojos , y á muy corta distancia de donde estaba , el zarcillo tan buscado. Manifiesto prodigio, que dejó á Doña Nicolasa tan agredecida y segura de la Santidad del Siervo de Dios , como deseosa de que todos le fuesen devotos , y de verlo cuanto antes contar por la Iglesia en el numero de sus Santos.
En la Casa de las Amparadas de la Purísima , quienes, recien muerto el Ven. Padre , se hallaron no pocas veces destituidas de socorros , aun para la subsistencia , ha res- plandecido , como era natural , muy milagrosa la intercesión del santo Jesuíta. Así, por ejemplo, un dia se halló el Re- cojiraiento sin un solo pan que comer , y habiendo clamado todas , á una : « Santo Padre Francisco del Castillo , danos pan »; al punto oyeron tocar la campanilla de la Portería, on donde encontraron una canasta de pan , de que comie- ron todas abundantemente , y aun sobró. En otra ocasión, no tenían las pobres una gota de agua , por habérseles se- cado la pila interior; y con solo ponerse de rodillas una de ellas , y levantar la voz diciendo : « Padre Castillo , danos agua , que perecemos » , al instante comenzó la fuente k correr en abundancia , mientras carecía absolutamente de ella la Plaza mayor , de donde pasaba al Recojimiento. Fi-
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nalmente , Gertrudis de los Relies , que , como Ileriiiana Sacristana , debía cuidar de la lámpara del Señor en la Capilla de las Amparados , confundida una ocasión al ver que no tenia aceite mas que p(ira un solo dia , cuando faltaban varios para cumplirse el mes , volvió los ojos al Siervo de Dios , dicir-ndole : « No permitiese que se viera sin aceite la lámpara del Santísimo ». Lo cual fué bastante para que la vasija que no encerraba aceite sino para un solo dia , diese mas del ncceiario para todos los dias del mes que faltaban.
Navegaban del Puerto del Callao al de Guancbaco , Don Bartolomé Martínez Jaúregui , Regidor de la Ciudad de Trujillo , Don Francisco Núñez de Valcera , el Hermano Melchor Freiré de la Compañía de Jesús, y otros muchos pasageros. Y cómo al segundo dia de navegación padeciesen una terrible calma , y uno de los pasageros comenzara á sentir mal de la Santidad del Ven. Padre Castillo , dicho Hermano Melchor , movido de superno impulso , á fin de cortar de una vez aquella convsersacion tan injuriosa y fal- sa , levantó el grito diciendo : « Buena es esta ocasión para que se reconozca si el P. Francisco del Castillo es Santo y puede mucho con Dios ; pues nos hallamos en conpleta cal- ma , pidámosle que nos socorra con un viento favorable ». E hincándose entónces de rodillas en medio del Combes , con otros Españoles , invocó , al efecto , con fé viva y se- gura confianza , el patrocinio del Siervo de Dios , rezándole un Padre nuestro y una Ave Maria. Y apénas habíanse le- vantado de hacer esta súplica , hé aquí que el viento co- menzó á soplar benigno ; no faltándoles ya en adelante hasta que fondearon en Guanchaco. Prodigioso suceso , de que
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Don Francisco Núñez puso á todos por testigos en el acto, conipronieli ikIosc solemnemente por su parte , como Escri- bano público , á dar fé de él , si en algún tiempo impor- taba á la gloria de Dios, y crédito de su Siervo Fran- cisco.
Hallándose asaltada á media noche , y sin tener quien le diera el mas mínimo socorro , Lorenza Paredes , de un fiero dolor de estómago , que le hacía padecer trasudores mor- tales ; cómo tuviese ya la muerte vecina , después de bata- llar una buena hora con tan terrible congoja , se acordó providencialmente del Siervo de Dios. Y , encomendándose á él muy de veras , le rogó : « Que , por el amor de la Santísima Virgen de los Desamparados , le alcanzase de Nuestro Señor la vida , siquiera para poder confesarse y morir como Cristiana ». No tardando nada el Siervo de Dios en socorrerla ; pues mientras lo abligaba aun la en- ferma á venir en su auxilio , sintió que se le adormecía todo el cuerpo : quedándose profundamente dormida hasta las seis de la mañana, en que dispertó ya buena , y sin ningún dolor , ni incomodidad.
En la Hacienda de Pariache le sobrevino á una hija del Maestre de Campo Don José de Castro , un mal repentino; y con tales accidentes y circunstancias, que tanto él , como su esposa , temieron se les muriese aquella en las manos sin el menor socorro , por la gran distancia á que se ha- llaban de la Ciudad. Pero la fé de sus Padres con el santo P. Castillo , le servio á la enferma de Médico y de medi- cina : pues , sin mas que encomendársela entrambos de co- razón al Siervo de Dios , ragándole , « los librase del crudo dolor de ver padecer y morir á su hija sin ningún consuelo »,
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al instante comenzó esta última á sosegarse, de tal suerte , que , muy luego se recobró del todo ; quedando tan buena como antes , y con igual veneración que agradecimiento acia la persona del Ven. Jesuita ,f á quien , después de Dios, era deudora de su existencia.
Por último , diez soles había que el Capitán Don Fer- nando Bravo de Lagunas , niño entonces de muy corta edad, no sentía en mano de los mejores Médicos alivio alguno, á consecuencia de unas furiosas calenturas y de otros dos serios accidentes que dificultaban la curación ; cuando sus padres , como hijos de espíritu muy amantes que habían sido del Siervo de Dios, se lo encomendaron á él muy de veras, llamándolo en su ayuda. Piadosa diligencia que bastó para que obtuviesen los acongojados padres la salud casi deses- perada de su hijo ; porque á la mañana siguiente se dis- pertó como si tal enfermedad no lo hubiera afligido jamas, con suma maravilla , no solo de sus padres , sino lo que es mas , de los mismos Médicos , que , á una , reconocieron ser aquel un claro milagro del Ven. P. Castillo.
CAPITULO Vil.
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Bdcese finalmente información de la vida y milagroi del Siervo de Dios , y se trasladan sus venerables despojus á la Capilla interior del Colegio de San Pablo.
(jualro años enteros habían corrido ya desde que falle- ciera de este mundo el Ven. P. Castillo para entrar en el gozo del Señor, en cada uno de los cuales no había cesado de hacer estruendosos portentos ; y , no obstante , por ra- zones de laudable prudencia , no se animaba aun su Madre, la Compañía de Jesús , á pedir al Ordinario , que se ase- gurasen de las injurias del tiempo , con la fó del juramen- to , y en solemne información , las notorias virtudes y mi- lagros de Hijo tan ilustre.
Mas tal fué entonces el clamor de la Ciudad entera por- que se iniciase , sin mas demora , la Causa de su Yen. A- póstol , que al fin acabaron por sacar la cara los extraños, en lo que siendo de tanta gloria para la Compañía , su so- licitud hubiera podido hacer surgir alguna temeraria sospe- cha en los ánimos poco cuerdos ; cuyo número , según el Espíritu Santo , es infínito. Instando , al efecto , no solo una , sino repetidas veces, al P. Provincifil Hernando Cabero, entre otras muchas personas de primera consideración en la
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República, el Rmo. P. M. F. Ramón Mesia , su hermano Don Francisco , y el Capitán Dn. Fernando Bravo de La- gunas , lodos tres deudores , á cual mas , del Siervo de Dios. «
Quien, juzgando no ser ya prudente el negarse por mas tiempo á instancias tan repetidas de sujetos de tamaña au- toridad , dignos ecos de los clamores de toda Lima , pro- . metió , por fin , presentarse , sin mayor tardanza , á los Señores Dean y Cabildo en Scdevacante , por muerte del Illmo. Sor. Arzobispo D. D. Tray Juan de Almoguera , ofreciendo Información de la vida , virtudes y milagros del Siervo de Dios ; y pidiéndoles nombrasen al efecto Juez y Notario Público Apostólico , ante quien corriese sus térmi- nos la Causa. Según lo ejecutó dicho P. Provincial el dia 17. de Mayo de 1677. en que fueron nombrados para Juez, el Sor. D. D. Agustiri Negron de Luna , Canónigo de la Metropolitana, para Notario Apostólico , el M. R. P. Fray Antonio José Pastrana del Orden de Predicadores , y el Dr. Dn. José Lara Galán , para Promotor Fiscal del Juzgado Eclesiástico : scñalóndose de parte de la Compañía para Procurador General de dichas informaciones , al P, Tomas Villalva ; sujeto en quien concurrían todas las partes de celo , virtud , experiencia y conocimiento de semejantes materias.
Como era natural , la primera diligencia que , al entrar en el ejercicio de sus cargos, practicaron los Señores Juez, Fiscal y Notario Apostólico , asistidos de muchas personas Eclesiásticas y seculares , y de los PP. mas calificados de la Compañía de Jesús , fué el prolijo reconocimiento de los despojos del Venerable difunto. Que , á consecuencia
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(li'l p¡o atrevimiento del Padre José Salázar y de orden de los Superiores , á fin de evitar se repitiesen otra vez en la bóveda común los destrozos del sagrado cadáver con me- noscabo de tan preciosas ^liquias , babia sido encerrado en el almacén de la Sacristía , entre los ornamentos y al- hajas sagradas ; ponié ndosele antes ( aunque sin que fuera de ningún modo posible impedir el que la indiscreta devo- ción de los asistentes , por el ínteres de una Reliquia , ma- lograse entonces su prodigiosa entereza é incorrupción ) bajo de llave , en una segura caja , ricamente forrada de damasco morado , y con clavazón dorada.
Y tan luego como sacóse de dicho lugar á la Sacristía el precioso y suspirado depósito , para proceder allí á la visi- ta , entregó el P. Rector la llave que lo cerraba al Juez : quien , puesto de rodillas , besó devotamente el féretro : haciendo otro tanto á su vez , y con tiernas lágrimas de veneración , cada uno de los presentes , al ver descubiertas las venerables Reliquias del Siervo de Dios ; cuyos huesos se conservaban aun limpios y jugosos , y la carne seca en- juta y no deshecha en uno de sus lados , á donde no ha- bían podido llegar las atrevidas manos de sus devotos. Y después de jurar cinco Padres de los mas graves de la Compañía , ser efectivamente aquellos los huesos y carne del Ven. P. Francisco del Castillo , procedieron á recibir el juramento de non cultu , ( en que juraron , ademas de los PP. de mayor autoridad del Colegio , otros nobles ca- balleros que se hallaban presentes ) y á reconocer el sitio de la sepultura y el del depósito. Determinando consiguien- temente el Juez , que se volvieran á colocar los sagrados restos del Siervo de Dios en el mismo armario en que esta-
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ban ; pero en el desnudo suelo , mientras se hacía una arca menor en que encerrarlos , á fin de ponerlos en un sitio mas decente.
Según el dia siguiente , 14. de Junio del mismo año , se ejecutó puntualmente en presencia de dichos Señores ; acomodándose entonces el venerable cuerpo del Apóstol de Lima , en un cofre pequeño , forrado en velilio de plata por dentro , y por fuera eu raso morado , con encajes de oro , tachuelas doradas , y un rótulo , que decía : « Aqui esíán los venerables huesos del Siervo de Dios P. Francis- •^co del Castillo ». Hecho lo cual, mandó el Juez que se depo- sitase luego debajo de tierra : y no hallándose lugar mas á propósito , por lo oculto y lo decente , que la Capilla interior del Colegio , trasladaron allá el cofre , en hom- bros , y disputándose tamaño honor por todos , los Padres y Hermanos de la Compañía. Y dispuéstosele allí digno ló- culo al lado del Evangelio , en las gradas del Altar , y á los piés del Señor Sacramentado , después de meter el de- pósito en otra arca de madera bruta , y de guardar una llave el Juez y otra el P. Rector de la Compañía , hincán- dose de rodillas todos los circunstantes , se puso finalmente en tierra el precioso depósito , que sella un mármol , con esta inscripción : « V. P. Francisco del Castillo , de la Com- pañía de Jesús , 11. de Abril de 1673. » y defiende, aun de la menor injuria de los piés , una bella baranda de balaustres de Amarillo
Humilde sepulcro que el Señor se ha dignado glorificar, como el de otros muchos Siervos suyos , haciendo brotara de él repetidas veces una fragancia de Paraíso , que excede con mucho á los olores mas famosos de la tierra. Como ,
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entre otros que tuvieron la dicha de experimentarla > lo juran solemnemente dos Religiosos de la Compañia de Je- sús ; los cuales , á una , deponen : « Que entrando uno y otro en diversas ocasiom* por la noche , á la Capilla de la Congregación, á visitar al Santísimo Sacramento, habían percibido un suave y fragante olor , que deseosos de sa- ber si fuese acaso de flores naturales , hicieron prolijo examen de la Capilla para descubrir su origen ; mas que no hallando una sola flor cñ todo su ámbito y aumentándose sensiblemente la extraordinaria fragancia á medida que mas y mas se acercaban al sepulcro del Siervo de Dios , quedaron firmemente persuadidos , de que sus venerables despojos eran los que despedían de sí tan suave y no usa- do olor )(.
Por lo demás, evacuada sin demora la primera informa- cion de no haberse dado al Ven. P. Francisco del Casti- llo culto alguno público, ni pintado con rayos y luces sus imágenes , ni suspendido votos y presentallas en su honor , que es lo que tan severamente prohiben los sabios Decre- tos de la Santidad de Urbano Octavo , procedió el Señor Juez de la Causa á recibir , con suma diligencia , las in- formaciones prescritas acerca de la vida , virtudes y mi- lagros del Siervo de Dios. En que se ofrecieron á jurar y juraron , como testigos de unas y otros , tres Reveren- dos Obispos , los Señores Togados de la Real Audiencia , las Dignidades y Prevendados de la Catedral , las prime- ras personas en grados y ciencia de todas las Religiones , la Nobleza de Lima : en suma las personas de mayor gra- duación y autoridad en la República , así Eclesiásticas co- mo Seculares , y cuantos infelices experimentaran en vida
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la caridad del Siervo de Dios , ó su válida protección des- pués de muerto. Constando por último de 144. testigos la primera información , que concluida y autorizada debida- mente , se remitió á Boma á la Sagrada Congregación de Ritos , en 1685, con varias devotas cartas , en que el Vi- rey y Arzobispo , Tribunales y Cabildos , todas las Reli- giones , la Universidad y la Nobleza , pedían , á la Santa Sede , con el debido rendimiento , el breve despacho del Rótulo para la formación de los Procesos Apostólicos ; y de 29. la segunda , abierta dos años después de la ante- rior , bajo el mismo Juez y Notario, por órden del Illmo S. D. D. Melchor Liñan y Cisneros , á consecuencia de las nuevas y frecuentes maravillas que seguía obrando enton- ces el Siervo de Dios. Pero que hasta el 1690. no pudo desgraciadamente cerrarse y remitirse á Roma con nuevas instancias de las indicadas personas, por la gran turbación que causó en todos los ánimos el espantoso terremoto acae- cido al poco tiempo de coraezada.
Delegando, finalmente , en tal virtud , el año de gracia de 1743.1a Santidad del Señor Benedicto XIV. para la for- mación de los Procesos Apostólicos tan solicitados sobre la vida y milagros del Ven. P. Francisco del Castillo , al Muy Beverendo Arzobispo de Lima , D. D. Pedro Anto- nio Barrueta , y á los Señores Doctores Don Bartolomé Jiménez y Aranda , Don Fernando Cavero , Don Jaime de Bengoa y Don Manuel de Molledo y Clerque , Digni- dades de la Iglesia Metropolitana. Quienes, en conformi- dad con el indicado Rótulo PontiBcio , remitieron al cabo á la Capital del Orbe Cristiano , en 1759. los nuevos Pro- cesos , jurados por 34. personas á todas luces respetables
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por su graduación y autoridad. Los mismos que , después de maduras discusiones , fueron solemnemente aprobados por la Sagrada Congregación de Ritos con Decreto de 12. de Marzo de 1763. en jfue declaraba , « quedar ya intro- ducida la Causa de Beatificación y Canonización del Ven. P. Francisco del Castillo «.
En cuyo estado , y cuando absuelto el Sumario de los Procesos Diocesano y Apostólico , se disponía ya la Sagrada Congregación de Ritos á proceder al examen de la heroi- cidad de las virtudes del Siervo de Dios Francisco del Cas- tillo , hubo de suspenderse desgraciadamente todo ulterior procedimiento por la dolorosa supresión de la Compañía de Jesús en 1773. es decir , á los 10. años cabales de intro- ducida aquella. Quien, si por el cúmulo de Causas análogas que ha tenido que seguir desde su solemne restablecimiento en todo el Orbe Católico hasta la fecha , no ha podido aun tomar á pechos la de su claro Hijo Francisco del Castillo ; sabemos positivamente no hallarse muy lejano el dia en que, cual tierna Madre , solicite de nuevo su admisión , para po- nerle término con el celo que le es característico. Cristiana empresa en que no dudamos le será, como ántes, propicia la generosa Iglesia Peruana , y , sobre todo , nuestro grande y buen Dios , que tanto se interesa por la gloria de sus Santos.
PUOTl^STA DEL ALTOR.
En cumplimiento de los sabios Decretos del Señor Ur- bano VIII. de santa é imperecedera memoria , publicados en los años de 1625. 1631. y 1634. declaro: que á cuanto hé escrito en la presente Historia sobre las virtudes y mi- lagros del Ven. P. Francisco del Castillo , no debe prestar- se otra fé , que la que merece una autoridad meramente humana.
INDICE
Dedicatoria Pág. 3
Al Lector » 5
LIBRO PRIMERO.
De la vida que vivió el Venorable Padre Castillo
en el siglo y en la Compañía , ántcs de dar principio á su glorioso Apostolado.
C^P. I. - Nacimiento del Ven. Padre Francisco del Cas- tillo , y favores que recibió del Cielo en los primeros años de su santa Vida . . . » 11
CjiP. II. - De los piadosos ejercicios de su juventud , y
de sus primeros estudios » IS
CjáP. III. - Entra el humilde Francisco en la Compañia de Jesús , pasa su Noviciado , y prosigue sus estudios preparatorios en Lima y en el Callao » 26
CjíP. IV. - Enseña el Siervo de Dios Gramática en Lima , y hace sus estudios de Teologia en el Co- legio Máximo de S. Pablo » 33
Cap. V. - Ordénase el Ven. Jesuita de Sacerdote, pasa á vivir al Callao , y , en lugar de ir á la con- versión de infieles , sale para Valdivia en
la Armada del Virey >> 41
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Cap. vi. - Enseña nuevamente Gramática en Lima el Ven. Padre Castillo ^ y especiales mercedes que recibe entonces del Cielo. . . . Pág. 49
LIBRO SEGUIDO.
DlI largo y glorioso Apostolado del Venerable Padre Castillo en Lima y en sus alrededores.
Cap. i. - Comienza á predicar en Lima el Ven. Pa- dre Francisco^ y funda una Misión conti- nua en la Feria del Baratillo . . . « 59
Cap. II. - Sucesos milagrosos en que hace ver la Divi- na Providencia lo agradables que le eran las Apostólicas fatigas del Ven. P. Cas- tillo )) €i6
Cap. III. - Persecuciones que arma el Demonio contra el Ministerio del Baratillo, y cómo se con- vierten todas en su mayor vergüenza y vi- lipendio )) 75
Cap. IV. - Ministerios que ejercita el Ven. Padre Castillo en pró de los Morenos , en la Ciudad y en sus alrededores » 83
Cap. V. - Hace el V. P. Francisco del rCmtillo su Pro- fesión solemne : entra á cuidar de la Ca- pilla de los Desamparados , y dále entónces la Virgen prodigiosa salud » 90
Cap. VI. - Dá el santo Jesuita principio á sus ministe- rios en la Capilla de los Desamparados , y funda en ella una Escuela de Niños y otra de Cristo ...» 96
Cap. vil - De cómo aplacó el P. Castillo á la Justicia Divina cuando los terremotos de 1655. y 1664 Pág. 103
Cj4P. y i II. - Auxiliado del I^xmo. Sor. Conde de Lémus, funda el V. P. Castillo una Casa de Recoji- mietUo para mujeres arrepentidas . . . » 110
CyíP. IX. - Elige el Exmo. Conde de Lémus al V. Padre Castillo por su Confesor, y acciones de insig- ne piedad que ejercita bajo su sabia di- rección » 116
LIBRO TERCERO.
De las heroicns virtudes que fueron inseparables compañeras de la santa vida del Venerable Padre Castillo.
Cap. I. - De la heroica fé y esperanza en Dios del
Ven. P. Castillo » 127
Cap. II. - De la candad y amor del Ven, P. Castillo
para con Dios » 134
Cap. III. - De la admirable caridad del Apostólico Pa- dre Francisco ácia sus prójimos, asi en las necesidades espirituales como en las tempo- rales )) 139
Cap. IV. - De la devoción del Ven. P. Castillo á Nues- tro Amo Sacramentado , y de la con que celebraba diariamente el incruento Sacri- ficio de la Misa » 1 49
Cap. V. - Del fino culto que tributó el Siervo de Dios á la Santísima Virgen , al glorioso Pa- triarca S. José , y á otros Santos de la Corte Celestial » 155
Cap. VI. - De cuán elevada y continua fuese la Oración del Ven. Padre Castillo .... Pág.
Cap. VII. - De la invencible fortaleza y admirable pacien- cia del Ven. P. Casp'llo »
Cap. VIII. - De la cristiana mortificación y rigurosas ma- ccr aciones del Ven. Padre Castillo . . . »
Cap. IX. - De la escrupulosidad con que observó el Ven.
Padre Castillo los votos religiosos de su Ins- tituto , y el particular de hacer siempre lo mas perfecto «
Cap. X. - De la profunda humildad del Apostólico P.
Francisco del Castillo «
LIBRO CUARTO.
De los muchos y extraordinarios dones con que enriquoció el Padre de las misericordias á su fiel Siervo Francisco del Castillo.
Cap. i. - De los muchos y estupendos milagros que obró en vida el Siervo de Dios Francisco del Cas- tillo ))
Cap. II. - Del don de Profecia con que ilustró Dios al Venerable Padre Castillo »
Cap. III. - Vé el Ven. P. Castillo las cosas lejanas co- mo si presentes estuvieran á stis ojos . «
Cap. IV. - Del don de escrutar los corazones que poseyó el Ven. P. Castillo »
Cap. V. - De otros sobrenaturales dones , concedidos por Dios al Ven. P. Castillo en bien de sus prójimos . . »
CyíP. T7. - De los singulares dones con que enriqueció el Omnipotente el alma de su fiel Siervo Castillo Pág. 249
LIBRO QUINTO
De la envidiable muerte del Ven. Padre Francisco del Castillo, y de los repetidos prodigios en que ha hecho ver el Todopoderoso la gloria de que goza ya en el Cielo.
Cap, i. - De la última enfermedad y preciosa muerte en
el Señor del Ven. P. Francisco ...» 259
Cap. II. - Honores extraordinarios que tributaron los habitantes de la Ciudad de lima al Siervo de Dios , después de muerto . . . . » 268
Cap. III. - De las Apariciones con que el Siervo de Dios
ha favorecido á muchos de sus devotos. « 274
Cap. IV - Milagros obrados por las Reliquias del Ven.
Padre Castillo « 282
Cap. V. - De los milagros que ha obrado el Ven. Pa- dre Castillo por medio de sus imágenes y estampas « 289
Cap. VI. - Milagros obrados por el Siervo de Dios á la
mera invocación de su patrocinio . . « 295
Cap. vil - Hócese finalmente información de la vida y milagros del Siervo de Dios , y se trasla- dan sus venerables despojos a la Capilla in- terior del Colegio de S. Pablo . . . » 301
IMPRIMATUR Fr. Hieron^íraus Gigli S. P. A. Mag.
IMPRIMATUR Petrus De Villanova Castellacci Archiep. Petrae Viceg.
^155 Tfl «s
2-1G-95 321 B8 y