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Full text of "Pasionarias [microform] : poesías"

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OF  THL 
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Or    ILLINOIS 

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1889 


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i^tetfMAÉtiiÉiiÉÉIÉIIIÉIÉilHÉÉÜki 


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BIBLIOTECA  DE  AUTORES  MEJICANOS 


MANUEL    M.    FLORES 


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2789-30.  —  Veracruz  Méjico,  imprenta  de  Ramón  Laíné. 


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PASIONARIAS 


poesías 


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PROLOGO 


I.   —  EL  l'OETA. 


Corrían  los  años  de  i 837  y  I808,  entre  las  porfiada 
luchas  del  partido  liberal  y  del  partido  reaccionario,  qu 
ensangrentaban  laRepública,y  apenas  dejaban  tiempo  par 
pensar  en  otra  cosa  que  no  fuese  la  política  6  la  guerra 

Yo  estudiaba  entonces  Derecho  en  el  Colegio  Nacioní 
de  San  Juan  de  Letrán,  y  comenzaba  mis  ensayos  en  e 
periodismo. 

En  el  primero  de  estos  años  tempestuosos,  dividía,  pues 
mi  atención  entre  las  contradicciones  del  Digesto,  que  n 
producían  sino  un  diluvio  de  sutilezas  en  la  Cátedra,  y  la 
dispulas  irritantes  de  la  política,  que  (raían  ajitados 
liberales  y  conservadores  y  provocaban  la  más  sangrient 
de  nuestras  guerras  civiles. 

Por  más  que  yo  fuese  un  escritor  joven  y  bisoño  e 
aquella  época,  y  á  tal  punto  desconocido,  que  ni  siquier 


—  VIII  — 

Constitución  y  para  aplaudir  los  elocuentes  discursos  de 
Ocampo,  de  Ramírez,  de  Zarco  y  de  Arriaga,  y  para  lomar 
nota  de  los  esfuerzos  que  hacían  el  ministro  Lafragua  y  la 
pandilla  de  falsos  liberales  contra  las  libertades  humanas 
y  políticas. 

Pero  dando  tregua  á  estos  alborotos,  que  duraban,  á 
veces,  semanas  enteras,  lo  más  común  era  consagrarnos 
á  las  conversaciones  literarias,  en  las  que  salían  á  relucir 
todas  las  reputaciones  poéticas  contemporáneas  y  todos 
los  conatos  de  bella  literatura  que  se  liacían  lugar  de 
cuando  en  cuando  entre  los  ruidos  pavorosos  de  la  ma- 
tanza y  la  destemplada  grita  de  los  partidos. 

Esas  sesiones  no  carecían  de  interés  y  hasla  llegaban  á 
tomar  á  veces  el  aspecto  de  una  Cátedra  ó  de  una  Aca- 
demia, cuando  las  presidía  alguno  de  los  veteranos  de  la 
Literatura  ó  de  los  campeones  de  la  prensa  militante,  por- 
que solían  aparecerse  por  allí  los  amigos  míos  de  quienes 
he  hablado  al  principio.  Marcos  Arróniz,  el  apasionado 
cantor  de  Hermima,  el  excelente  traductor  del  Don  Juan, 
de  Byron,  que  acababa  de  trocar  su  lira  melodiosa  por  el 
sable  reaccionario  de  Puebla,  y  que  aprehendido  después 
como  conspirador,  había  sido  encerrado  en  una  prisión, 
donde,  como  el  Tasso,  había  comenzado  á  perder  el  juicio. 
Él  me  pagaba  las  visitas  hechas  en  su  cárcel  y  asistía  á 
nuestras  reuniones  melancólico  y  abatido,  pero  siempre 
hablando  de  poesía,  con  su  sonrisa  triste  y  su  palabra 
fácil  y  elegante,  que  vibraba  como  si  quisiese  traducir  la 
amarga  pena  que  se  revelaba  en  sus  ojos  profundos. 
¡  Pobre  Marcos!  Poco  tiempo  después,  pero  en  aquellos 
mismos  días,  se  encontró  su  cadáver  en  el  camino  de  Pue- 
bla, junto  al  Agua  del  Venerable,  sin  saberse  cómo  ni  por 
qué  estaba  allí.  Sospechóse  un  suicidio.  Tal  vez.  Pero  se 
dijo  también  que  caminando  Arróniz,  solo,  por  aquellos 
bosques  plagados  entonces  de  bandidos,  pudo  más  proba- 
blemente ser  asesinado  por  éstos.  Así  murió  uno  de  los 
más  inspirados  poetas  de  Méjico,  el  aristócrata  entre  ellos 
por  su  educación  europea,  por  sus  hábitos  y  aún  por  sus 
opiniones.  Nosotros,  revolucionarios  y  demócratas  respe- 
tábamos siempre  sus  ideas,  de  que  por  otra  parte  se  abs- 
tenía de  hablar  en  presencia  nuestra,  y  respetábamos  to- 
davía más  su  desgracia  y  su  talento,  nublado  ya  por  la 


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^(.111  uro  ,    i^v^iiii-r    ci    L<iiJiJ^iuii,    iiiLniujciun.    iFn^n    jíxo    til  iijti:?  j     iJt7i  kj 

al  contrario  de  él,  no  amaba  la  Libertad,  al  menos  la 
combatió  sirviendo  al  dictador  Santa-Anna  contra  el 
pueblo,  y  se  expuso  después  á  todos  los  pelifíros,  peleando 
valerosamente  en  la  batalla  de  Ocollán  al  lado  de  la  reac- 
ción. Fueron  vanos  los  efuerzos  de  su  pran  amigo  Zarco 
para  atraerlo  á  nuestras  fdas.  Kslaba  en  la  desgracia  y 
rehusó,  basta  que  se  trastornó  su  cerebro.  ¡  Pobre  Marcos ! 

Otro  de  los  tertulianos  era  Florencio  Maria  del  Castillo, 
que  redactaba  ya  el  Monitor  republicano  y  era  muy  cono- 
ide por  sus  bellísimas  y  sentimentales  novelas,  arrojadas 
en  medio  de  esta  sociedad  envuelta  en  vapores  de  sangre, 
como  blancas  llores  de  aroma  suave  y  dulce.  Florencio 
escribía  entonces  su  Hermana  dk  los  Ángeles,  y  en  su  cali- 
dad de  redactor  de  uno  de  los  periódicos  más  avanzados 
del  día,  era  un  contendor  exallado;  pero  su  fisonomía 
móvil  y  nerviosa  se  Irasfiguraba  hablando  de  literatura, 
su  risa  perdía  el  carácter  burlón  que  la  hacía  temible  dis- 
putando, tornábase  benévola  como  siempre,  y  con  el  argot 
gracioso  que  acostumbraba,  decía  cosas  encantadoras  de 
novedad. 

José  Rivera  y  Río  era  el  elemento  de  la  contradicción 
literata,  y  con  sus  arranques  pesimistas  ó  indignados, 
daba  pábulo  á  la  conversación.  En  eterna  disputa  con 
Juan   Mateos,  que  ya  era  abogado,  pero  que  seguía  te- 


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—   X  — 


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cordia,  y  dos  años  después,  debiun  morir  juntos  y  abra- 
zados eu  el  cadalso  de  Tacubaya. 

Alguna  vez,  habiéndonos  hecho  amigos  en  las  galerías 
del  Congreso  de  Miguel  Cruz  Aedo,  el  ilustrado  escritor  y 
valiente  soldado  jalisciense,  lo  trajimos  también  .1  nuestro 
corrillo  de  Lelrán,  y  mientras  estuvo  en  Méjico,  formó  en 
nuestras  filas  y  encontró  en  nosotros  un  auditorio  entu- 
siasta para  sus  artículos  dignos  de  Camilo  Desmoulins  y 
sus  discursos  dignos  de  Saint-Just. 

Aquel  era  el  bello  tiempo  de  los  sueños  de  Libertad  y  de 
Poesía,  de  los  propósitos  generosos  y  de  los  juramentos 
revolucionarios  <|ue  pronto  iban  á  cumplirse,  porque  la 
guerra  estaba  allí  para  reclamar  el  cumplimiento  de  los 
votos  juveniles. 

¡Nuestro  círculo,  mitad  político  y  mitad  literario,  se  en- 
sanchaba cada  vez  más,  admitiendo  nuevos  adeptos  del 
mismo  Coljeio  de  Letrán.  Ya  figuraban  en  él  desde  el 
principio,  Alfredo  Chavero,  Emilio  Velasco  y  Juan  Doria; 
los  dos  primeros,  laboriosísimos  estudiantes;  el  tercero, 
reservado,  pero  vehemente  liberal  fronterizo  ({ue  ya  había 
tenido  tres  ó  cuatro  riñas  á  causa  de  las  discusiones  de  la 
Constitución.  Pronto  vino  á  incorporársenos  un  joven  á 
quien  estaba  resarvada  una  gran  celebridad  poética. 

Había  entrado  á  principios  de  aquel  mismo  año  de  18ü7, 
á  cursar  Filosofía  en  Leliáu,  como  interno,  un  joven  de 
diez  y  seis  años,  moreno,  pálido,  de  grandes  ojos  negros, 
de  abundante  cabellera  ensortijada,  y  de  aspecto  triste  y 
enfermizo. 

Paseábase  en  las  horas  de  estudio  con  sus  compañeros, 
en  el  corredor  de  los  filósofos,  pero  sin  llevar  el  libro 
abierto  en  las  manos,  como  los  demás,  ni  recitando  su 
lección  en  voz  alta,  sino  con  el  libro  constantemente  cer- 
rado y  debajo  del  brazo,  taciturno,  con  los  ojos  clavados 
en  el  suelo  y  siempre  sumerjido  en  hondas  meditaciones. 
No  estudiaba,  nadie  lo  conocía,  no  buscaba  amigos,  no  to- 
maba parte  en  los  grupos  charladores  que  se  formabati 
en  las  horas  de  recreo,  sino  que  durante  ellas  se  ence- 
rraba en  su  cuarto  y  allí  permanecía  sentado  indolente- 
mente y  siguiendo  con  mirada  distraída  las  espirales  de 
humo  de  su  enorme  pipa  alemana.  Decididamente  aquel 
joven  era  un  misántropo,  tal  vez  un  enamoiado  á  quien 


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—   XI   — 

encerraban  por  fuerza  en  el  colejio  para  aparlarlode  aven- 
turas amorosas,  tal  vez  un  ne^lijente  ó  un  soñador,  víc- 
tima de  grandes  pesares  ó  presa  de  recuerdos  palpilanles 
todavía. 

Los  curiosos  pronto  lo  asediaron.  En  el  colejio  est  difícil 
que  se  mantenga  por  mucho  tiempo  un  carácter  envuelto 
en  el  misterio,  y  la  juventud  es  eminentemente  expansiva 
y  confidenle. 

A  pocos  días  se  supo  que  el  joven  misániropo  era  nativo 
del  Estado  de  Puebla,  y  que  hacía  versos,  versos  de  amor, 
melancólicos  y  apasionados. 

Como  era  natural,  esta  noticia  se  comunicó  inmediata- 
mente á  nuestro  centro  literario  ;  el  joven  me  fue  presen- 
tado por  sus  amigos,  y  yo  lo  presenté  á  los  míos,  quienes 
lo  recibieron  con  afecto  fraternal,  que  se  aumentó  cuando 
le  oyeron  recitar  con  modestia,  que  llegaba  hasta  la  timi- 
dez, sus  enamoradas  elejías. 

Aquel  poeta  soñador  y  ardiente  era  Manuel  Flores. 

Desde  entonces  fuimos  amigos;  desde  entonces  comen- 
zamos á  gustar  de  esa  poesía  intensa  y  embriagadora  que 
i'ebosan  sus  versos,  como  rebosan  los  aromas  en  las  flores 
de  los  bosques  tropicales.  Había  en  esos  cantos  juveniles, 
suspiros  apasionados  y  quejas  audaces  que  nos  causaban 
extrañeza.  Eran  los  rumores  vagos  que  anunciaban  la 
erupción  próxima  de  un  volcán  de  amor  y  de  poesía! 

Marcos  Aróniz  acababa  de  morir.  Este  joven  lo  sustituía 
al  punto  en  la  poesía  elejiaca. 

Como  aquél,  estaba  devorado  por  ese  malestar  indefi- 
nible, por  esas  aspiraciones  al  ideal  que  no  se  alcanza,  por 
esa  ansia  de  amor  insaciable  y  por  esa  melancolía  ingé- 
nita que  se  llamó  en  Europa,  en  otro  tiempo,  el  mal  de 
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Pero  Flores  no  tenía  el  espíritu  nebuloso  de  Arróniz, 
que  parecía  perdido  siempre  entre  las  brumas  del  Norte  y 
la  filosofía  escéplica  de  Byron.  En  los  versos  del  joven 
poeta  erótico,  no  se  sentían  aquellos  dejos  de  amarga  duda 
que  producen  la  fiebre  en  Mankrkdo  y  el  sarcasmo  envene- 
nado en  los  labios  de  Don  Juan.  No;  en  ellos  corría  la 
savia  fe  -unda  de  la  fe  y  del  amor,  á  veces  en  la  forma  más 
sensual.  Era  la  pasión  despertándose  poderosa  y  exijente 
en  un  corazón  virjen.  í^os  gemidos  del  desengaño  vinie- 


-Ti- 


—  XII  — 

ron  después,  y  del  coríizún  de  Flores  puede  decirse  con 
Enrique  Gil  : 

¡  Ay  del  corazón  del  niño 
Que  se  abrió  sin  vacilar, 
Sin  reserva  y  sin  aliño. 
Pidiendo  al  mundo  carifio 
Y  no  lo  pudo  encontrar ! 

En  Flores,  la  tristeza  de  entonces  era  el  crepúsculo  nui- 
linal  de  la  vida;  la  tristeza  de  Arróniz  era  una  sombre  de 
la  tarde.  En  aquél,  presen lintiiento  quizá  de  los  dolores  del 
alma;  en  el  último,  la  hez  acre  de  los  desenf^años. 

Asi  comenzó  Flores  su  existencia  poética.  Por  lo  demás, 
cuando  no  escribía  ó  conversaba  con^  nosotros,  volvía  á 
encerrarse  en  su  silencio  y  se  paseaba  meditabundo,  de 
modo  que  podía  describirse  él  mismo,  como  Víctor  Hugo 
á  los  diez  y  seis  años, 

!<  Mol  scizc  ans  et  l'air  moróse.  >• 

Y  sin  embargo  de  su  indolencia  y  de  que  parecía  no  estu- 
diar á  ninguna  hora,  se  presentaba  á  examen  y  salía  bien. 

Pasó  el  año  de  1837,  y  á  fines  de  él  estalló  la  guerra 
civil  en  la  ciudad  de  Méjico,  que  se  prolongó  hasta  Enero 
(le  1858,  en  que  la  reacción  triunfante  quedó  apoderada  de 
la  ciudad  que  había  abandonado  á  sus  garras  Comoníbrt, 
por  una  serie  de  debilidades  y  de  torpezas  increíble. 

Nuestro  club,  naturalmente,  no  volvió  á  reunirse,  y  tra- 
bajos tuvimos  los  estudiantes lateranos  para  sustraernos á 
la  suspicacia  de  la  policía.  Todavía  escribí  yo,  indignado, 
aquellos  alejandrinos  Los  BaiNDidos  de  la  Cruz,  que  eran 
muy  malos,  pero  que  en  alas  de  la  pasión  de  partido, 
volaron  por  toda  la  República,  ajilada  entonces  por  los  dos 
bandos.  Manuel  Flores,  Juan  Doria  y  otros  diez  estudiantes 
les  hicieron  su  primera  edición  en  la  memoria,  edición  que 
sirvió  para  imprimirlos.  Todavía  Florencio  del  Castillo  vino 
alcemos  algunos  folletos  incendiarios, yJuan  DiazGovarru- 
bias  algunas  estrofas  que  circulaban  en  los  colejios  :  todavía 
Manuel  Mateos  y  yo,  escribimos  una  larde,  en  los  bordes 
de  la  fuente  de  Lelrán,  los  atroces  dísticos  contra  el  Go- 
bierno reaccionario  ;  todavía  nos  vimos  alguna  vez  reuni- 


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—  XIII  — 

dos  eu  algunos  cuartos  de  la  Escuela  de  medicina  ó  del 
Colejio  de  minería,  que  eran  focos  de  conspiración  en  que 
mantenía  el  fuego  revolucionario  Francisco  Prieto  (liijo  de 
Guillermo);  Mariano  Degollado  (hijo  de  I).  Santos);  Igna- 
cio Arriaga  (hijo  de  Ponciano) ;  Juan  Díaz  Covarrubias  y 
Juan  Mirafuentes. 

Pero  se  acabaron  las  reuniones  :  Miguel  Cruz  Aedo  ha- 
liía  volado  á  Guadalajara,  en  donde  él  precisamente  salvó 
á  Juárez  de  ser  asesinado  por  los  militares  amotinados  en 
favor  de  la  reacción;  Florencio  del  Castillo  habla  sido  des- 
terrado de  Méjico  por  el  Gobierno  reaccionario;  Manuel 
Mateos  fué  á  unirse  ai  ejército  liberal ;  Juan  Matteos  y  Ri- 
vera y  Río  se  ocultaron  ó  fueron  presos.  Sólo  quedamos 
los  demás,  conspirando,  escribiendo  hojas  liberales  que 
se  imprimían  por  estudiantes  en  una  imprenta  clandes- 
tina, ó  entreteniendo  nuestra  impacencia  política  con  el 
estudio  de  la  literatura. 

Flores,  Velasco,  Chavero,  Doria  y  yo  pasábamos  así  el 
tiempo.  Yo  era  entonces  catedrático  deLetrán  y  explicaba 
los  clásicos  latinos  á  Manuel  Olaguibel,  Juan  Covantes, 
Diódoro  Conlreras,  Manuel  Lares,  Manuel  Tico,  V.  Cana- 
lizo, Pedro  Miranda,  Emilio  Monroy  y  otros,  hoy  abogados, 
médicos,  diputados,  jueces,  y  entonces  muchachos  de  ca- 
torce años. 

Entre  aquellos  clásicos  había  uno  que  no  era  de  texto, 
pero  que  yo  amaba  y  amo  mucho  todavía  :  Tíbulo,  el 
tierno  Tibulo,  el  juez  de  los  versos  de  Horacio  : 

i<  Albi,  nostrorum  scrmonum  candidc  judcx,  « 

cuyas  elejías  eran  mi  encanto.  Entonces  comenzaba  yo  la 
traducción  de  todas  ellas,  que  ésta  es  la  hora  en  que  no 
concluyo  todavía,  pero  que  publicaré  un  día  de  estos,  con 
gran  sorpresa  de  los  que  me  creen  tardío. 

Pues  bien  :  leyendo  y  releyendo,  saboreando  y  pala- 
deando el  suave  y  puro  latín  de  este  poeta  del  siglo  de 
oro,  como  si  paladeara  una  ánfora  de  Sécubo  ó  de  Falerno, 
me  sorprendí  muchas  veces  de  encontrar  en  las  apasiona- 
das elpjías  del  cantor  de  Delia,  la  misma  ternura,  el  mismo 
fuego,  el  mismo  acento  sensual  que  hacían  tan  atractivas 
las  poesías  de  Flores. 

a* 


—  XIV  — 

Y  le  comuniqué  mi  opinión  sobre  la  extraña  semejanza 
que  encontraba  entre  su  jenio  poético  y  el  del  poeta  ro- 
mano. 

Él  se  sonrió  mortificado  por  la  modestia.  No  conocía  á 
Tibulo.  Era  un  Tibulo  americano,  inconsciente  de  su  se- 
mejanza con  aquel  autor  de  las  penas  amorosas.  Era  de 
la  familia,  senlia,  amaba  y  cantaba  como  él,  pero  no  co- 
nocía á  su  deudo  de  la  antigua  Roma. 

Yo  no  sé  si  lo  ba  conocido  después,  pero  supongo  que 
no  lo  necesitaba.  Tenía  una  organización  igual,  una  alma 
poética  y  triste,  un  carácter  taciturno  y  propio  para  errar 
meditando  entre  las  selvas, 

'<  tacitum  silvas  Ínter  reptare  salubres 

Curantem...  » 

mucba  savia  juvenil,  un  anhelo  infinito  de  amar  y  ser 
amado,  un  corazón  de  fuego  y  muchas  Delias  en  la  sonro- 
sada nube  de  su  sueños. 

Pero  aquel  estado  de  lúgubre  sopor  en  qué  vivíamos  le 
fué  insoportable  al  fin.  El  colejio  era  para  él  una  cárcel, 
la  falla  de  libertad  política  que  se  respiraba  entonces 
hasta  en  la  atmósfera  lo  asfixiaba;  su  alma  joven  y  ar- 
diente aleteaba  en  busca  de  espacio,  de  aire  y  de  luz  en 
aquella  jaula,  y  al  fin  dejó  el  colejio  en  18o9  y  se  fué  á 
vivir  la  vida  del  bohemio  libre,  sin  obligaciones,  sin  recur- 
sos, pero  sin  inquietudes  y  sin  trabas. 

Á  poco  dos  negros  ojos  andaluces,  que  fascinaban  y  em- 
briagaban, fueron  los  primeros  que  como  dos  soles  disi- 
paron por  completo  el  crepúsculo  de  aquella  vida  juvenil. 

Y  no  volvimos  á  vernos  por  entonces.  También  nosotros 
todos  fuimos  dispersados  por  la  borrasca  política.  Manuel 
Mateos  y  Juan  Díaz  Covarrubias  habían  sido  asesinados 
en  Tacubaya,  el  11  de  abril  de  1859.  La  indignación,  la 
furia  se  apoderó  de  todos  sus  amigos.  Juan  Doria  partió 
para  Nuevo-León,  Emilio  Velasco  para  Tamaulipas,  yo  me 
luí  al  Sur.  Todos  nos  volvimos  combatientes,  ó  salimos  al 
menos  de  esta  repugnante  y  abrumadora  atmósfera  de 
tiranía  que  pesaba  sobre  Méjico. 

También  Flores  tuvo  que  salir  pronlo  de  ella;  también 
él  lomó  parle  en  la  polílica  liberal,  y  tan  pronto  como  se 


jilÜ'iiriiiláli  Mill'iJ  I  iJldlááiÉiÉi    í'i"     II  ^.---- •—'-■^--'-■^^'-     ...—  .■.:■.-    ■'■    -,.i-:..--v --■■'-■~.'.  .^^».  . 


—  XV  — 

vio  libre  de  los  encantos  de  su  Circe,  fué  á  combatir  eu 
Puebla  en  la  primera  oportunidad.  Defensor  siempre  de 
su  patria  y  de  sus  ¡deas,  con  la  pluma  y  con  la  acción, 
supo  en  la  guerra  de  intervención  cumplir  con  su  deber 
como  soldado,  y  a  consecuencia  de  eso,  no  tardó  en  ser 
perseguido  y  preso  en  el  castillo  de  Perote,  por  orden  del 
general  francés  de  Thun,  comandante  de  Puebla.  Perma- 
neció encerrado  en  las  mazmorras  de  la  vieja  fortaleza  con 
su  hermano  Luis,  por  espacio  de  cinco  meses,  hasta  que 
salió  para  ser  confinado  en  Jalapa.  Después  ha  tenido  una 
suerte  varia,  pero  ha  seguido  íirme  en  sus  opiniones  de- 
mocráticas, y  por  ellas  ha  merecido  venir  dos  veces  á 
ocupar  una  curul  en  la  Cámara  de  diputados  de  la  Unión, 
de  la  que  hoy  es  diputado  suplente,  siendo  propietario 
en  la  Legislatura  de  Morelos. 

Pero  ¡ay!  ¡cuánto  han  cambiado  los  tiempos  y  cuánta 
tristeza  causa  recordar  aquellos  días  de  Letrán  y  aquel 
grupo  querido  á  cuyo  calor,  como  en  un  búcaro,  nacieron 
las  primeras  Pasionarias! 

¡  Las  tormentas  políticas,  la  guerra,  los  pesares,  el  so- 
plo mismo  de  la  vida,  han  arrebatado  ya  del  mundo  á 
más  de  la  mitad  de  aquellos  entusiastas  jóvenes  que  se 
reunían  en  mi  cuarto  humilde  de  Letrán,  soñando  con  la 
fama,  la  poesía  y  la  gloria ! 

Marcos  Arróniz,  suicida  ó  asesinado  en  18o7;  Manuel 
Mateos  y  Juan  Díaz  Covarrubias,  fusilados  en  Tacubaya 
en  1859  ;  Florencio  del  Castillo,  muerto  del  vómito  en  Ulúa, 
en  donde  lo  habíai  encerrado  los  franceses  en  1863;  Mi- 
guel Cruz  Aedo,  asesinado  en  Durango  en  el  año  de  1860; 
Juan  Doria,  el  heroico  batallador  del  Cimatario  en  1867, 
muerto  del  corazón,  en  1870,  y  Mirafuentes,  muerto  en  el 
Gobierno  del  Estado  de  Méjico,  en  1880.  Sólo  quedamos 
Juan  Maleos,  que  ha  llenado  el  teatro  de  piezas  dramá- 
ticas, la  prensa  de  novelas  y  poesías  líricas  y  las  cámaras 
con  el  acento  de  su  voz  de  tribuno  ;  Alfredo  Chavero,  que 
habiendo  sido,  como  el  anterior,  poeta  dromático  y  dipu- 
tado, vive  entregado  á  la  Arqueología;  Emilio  Velasco, 
que  es  hoy  ministro  de  Méjico  en  París;  José  Rivera  y  Río, 
(]ue  después  de  haber  publicado  poesías,  novelas  y  libros 
<le  texto,  se  ha  hecho  ermitaño  desengañado  y  triste, 
como  el  médico  de  H.  Arnaud,  y  por  ultimo,  el  que  servia 

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-■iif.-in»V-^!¡'!i:»«ABr»Mi¿^STYiii"ÉtirViÍíl^ii'>'>iiiií 


—   XVI   — 

de  lazo  de  unión  de  aquellos  muchachos  y  que  hoy  escribe 
este  largo  prólogo  para  el  Benjamín  de  aquella  iamilia, 
que  está  vivo  también,  pero  triste,  abatido,  casi  ciego,  sin 
esperanzas,  ai)rumado  por  grandes  dolores  recientes  que 
han  despedazado  su  corazón,  y  que  si  arranca  todavía  so- 
nidos dolorosos  de  su  enlutada  lira  y  canto,  es  sólo 

«  Perché  cantando  il  duol  si  disacerba  » 

como  dijo  el  Petrarca. 

II.  —  Su  OnnA. 

Un  joven  escritor  español  de  gran  talento  y  de  copiosa 
instrucción,  D.  Antonio  Fernández  Merino,  ha  juzgado  ya 
á  Manuel  Flores  como  poeta,  y  nada  puede  escribirse  me- 
jor y  más  acertadamente  después  de  lo  que  ha  dicho  en  la 
Revista  de  Andalucía  aquel  excelente  crítico. 

Además,  Flores  ha  sido  seguramente  uno  de  los  poetas 
más  leídos  en  Méjico;  la  juventud  recita  con  entusiasmo 
sus  versos;  las  damas  los  aprenden  de  memoria,  privile- 
gio que  no  conceden  á  nadie;  la  prensa  mejicana  los  ha 
comentado  siempre  con  agrado  y  tributándoles  merecidas 
alabanzas;  sobre  ellos  y  sobre  Palores  ha  recaído  ya  un 
fallo  de  la  opinión,  que  es  unánime,  y  por  él,  Flores  es 
uno  de  los  primeros  poetas  eróticos  de  Méjico. 

Puesto  es  ese  que  aquí  y  en  todas  partes  se  alcanza  ya 
con  suma  diíícultad ;  porque  si  el  amor,  ley  del  mundo, 
es  tan  vasto  como  él,  y  como  él  también  tiene  variados 
aspectos,  la  verdad  es  que  su  expresión  puramente  hu- 
mana y  poética,  ha  sido  una  fuente  tan  concurrida,  que 
el  manantial  parece  ya  agolarse.  Los  poetas  siguen  can- 
tando sus  amores  en  todos  los  tonos  y  en  todas  las  for- 
mas, y  seguirán  así,  porque  el  amor  seguirá  inspirándo- 
los hasta  que  el  enfriamiento  del  planeta  haga  desaparecei- 
de  su  faz  á  la  raza  humana;  pero  lo  difícil,  lo  raro  es  que 
logren  decir  algo  nuevo  después  de  lo  que  han  dicho  los 
poetas  eróticos  del  Asia  antigua,  de  la  Grecia,  de  la  Roma 
del  siglo  de  oro,  de  la  Roma  de  la  decadencia,  los  trova- 
dores de  la  Edad  media,  los  imitadores  del  Renacimiento 
y  los  poetas  eróticos  modernos  de  todas  partes. 


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—  XVII  — 

Lo  difícil  y  lo  raro  os  conmovor  después  do  que  ellos 
han  conmovido,  encontrar  un  resorte, *un  rincón  del  cora- 
zón humano,  después  de  que  ellos  los  han  registrado  y 
usado  todos;  hallar  un  grito,  una  ñola,  un  suspiro  que  no 
hayan  resonado  ya  en  la  lira,  en  el  salterio,  en  la  zam- 
pona, en  el  arpa,  en  el  laúd  de  los  poetas  de  los  tiempos 
pasados. 

Es  verdad  que  no  se  puede  exijir  siempre  lo  nuevo  y 
que  el  nihil  sub  solé  novum  es  más  cierto  en  la  poesía 
erótica  que  en  otra  cosa  cualquiera  ;  pero  la  novedad  de 
la  forma  y  de  la  expresión,  la  variedad  de  las  lenguas,  la 
diversidad  de  las  razas,  y  la  evolución  del  espíritu  al  través 
los  tiempos  y  de  los  medios  sociales,  doben  levestir,  al 
menos,  con  ropaje  nuevo,  el  sentimiento  eterno  que, 
como  condición  de  existencia,  ha  ajatido  siempre  al 
hombre. 

Y  estas  nuevas  galas  no  consisten  ciertamente  en  el 
juego  pueril  de  la  combinación  métrica,  ni  en  la  extrava- 
gancia del  título,  ni  en  la  exajeración  hiperbólica  de  los 
sentimientos,  ni  en  esas  mil  l)agatelas  con  que  los  imita- 
dores vulgares  disfrazan  su  falta  de  orijinalidad. 

Consisten  en  algo  que  sólo  el  talento  es'  capaz  de  pro- 
ducir y  que  no  alcanzan  á  obtener  los  rimadores  vulgares. 
De  modo  que  hasta  para  esta  feliz  renovación  de  la  be- 
lleza creada  por  otros,  se  necesita  del  jenio  propio,  so  pena 
de  ser  como  el  joyero  que,  en  vez  de  dar  mayor  hermosura 
ú  una  piedra  labrada  por  un  aitista  antiguo,  la  deforma  y 
la  apaga- al  engastarla  en  una  alhaja  moderna. 

Asi,  el  que  sabe  crear  ó  trasladar  felizmente  la  belleza 
poética  de  otros  países  y  de  otras  edades  es  una  rara  avis 
en  el  mundo  moderno  y  más  todavía  en  nuestro  país. 

En  la  América  del  Sur,  la  poesía  amorosa,  como  toda 
poesía,  ha  florecido  bajo  aquel  cielo  ardiente  y  luminoso, 
como  floreció  bajo  el  bello  cielo  de  la  Grecia,  y  ha  sorpren- 
dido y  sorprende  todavía  con  todos  los  encantos  de  una 
riqueza  original.  Pero  ¿qué  mucho  que  allí  se  haya  mos- 
trado fecunda  la  Poesía,  si  aquella  turba  de  admirables 
cantores  ha  ido  á  buscar  nuevos  acentos  é  inspiraciones 
nuevas  en  los  rumores  armoniosos  de  las  selvas  seculares, 
en  las  riberas  de  los  ríos  majestuosos,  en  la  contempla- 
ción de  sus  montañas  jigantescas  coronadas  por  la  nievo 


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—  XVIII  — 

t)  por  el  humo  de  los  volcanes,  en  la  orilla  de  los  mares 
solitarios,  en  el  silpncio  solemne  de  las  Pampas  y  en  el 
fuego  de  las  vírjonos  morenas,  de  ojos  negro,  de  boca  de 
granada,  de  cintura  cimbradora  y  de  pié  breve,  que  aman 
como  gacelas  y  que  odian  como  leonas? 

El  nacimiento  de  la  poesía  sud-americana  ha  sido  un 
verdadero  Jénesis,  y  no  la  reproducción  del  arle  antiguo 
implantado  en  el  Nuevo  Mundo. 

La  libertad  la  hizo  jerminar  en  un  suelo  virjen,  fecun- 
dóla el  sol  de  los  trópicos  y  la  guerra  la  arrulló  en  su  cuna 
con  sus  estrépitos  terribles  y  con  sus  himnos  de  gloria. 

Ks  fiera  y  orijinal  esa  poesía  sud-americana,  y  para  es- 
limarla en  su  justo  valor  es  preciso  considerarla  como 
poesía  primitiva,  por  más  que  su  forma  tenga  algo  de  co- 
mún con  la  poesía  moderna. 

Así,  aiuique  Andrés  Bello  haya  cantado  en  lengua  cas- 
tellana la  AonicuLTURA  de  la  Zona  tórrida,  y  haya  mane- 
jado como  un  antiguo  el  plectro  griego,  en  su  lira  no 
vibran  ios  acentos  de  ningún  poeta  europeo;'  las  Geórgicas 
mismas  palidecen  ante  las  mágicas  bellezas  de  la  Oda  su- 
blime, Horacio  es  tibio  y  raquítico,  Lucrecio  parece  in- 
completo y  las  fantasmagorías  de  Pindaro  bajan  á  ocul- 
tarse en  el  polvo  de  Olympia. 

Bello  no  tiene  ascendientes  ni  maestros  en  la  poesía 
europea,  y  en  cuanto  á  la  lengua  poética  que  usa,  puede 
decirse  de  él  también  que  ha  dorado  el  oro  y  perfumado  la 
roaa. 

Apenas  si  lo  liene  en  Homero  el  cantor  de  Jl'.nín;  pero 
si  en  la  voz  del  Homero  colombiano  se  escucha  ú  veces 
una  armonía  semejante  á  la  armonía  antigua,  esa  seme- 
janza debe  buscarse  solamente  en  la  Iliada  y  no  en  ningún 
poema  épico  de  otra  edad.  Olmedo  también  es  un  pa- 
triarca. 

¿Y  Juan  Carlos  Gómez?  Pues  qué,  ¿los  alejandrinos  del 
bardo  oriental  Á  la  Libertad,  ó  ios  cantos  de  dolor  que 
resuenan  en  su  ar(>a  templada  en  la  soledad  melancólica  de 
las  pampas  uruguayas,  tienen  algo  de  parecido  en  la  poesía 
antigua  ó  moderna? 

¿Y  José  Mármol?  El  apostrofe  Á  Rosas  no  se  expresa 
con  acentos  conocidos  en  ninguna  lengua. 

El  poeta  argentino  los  ha  arrancado  del  huracán  quo 


ll'il    II  afr^^*-'-      -'  ■■■■■. —-^.^-^.r..-..^.^'-l¿—...-¿^j.;-,L-  /.  ■.....■...,  in'ifciiriiiiüiíiMtlin'lii 


—  XIX  — 

ajila  las  selvas  de  lus  Andes,  del  aliento  destructor  del 
Pampero,  del  ronco  estruendo  del  Tequendania,  de  los 
tumlios  del  nnar  embravecido,  del  mujido  pavoroso  del 
Chimborazo  y  de  la  catarata  de  truenos  de  las  tormentas 
americanas.  Buscad  la  explosión  de  cólera  fulminante  de 
Mármol  en  la  poesía  antigua,  y  no  la  encontraréis.  Los  Ro- 
sas no  han  faltado  en  ninf:;una  parte,  pero  la  lira  de  ese 
j;ran  poeta  honrado  no  había  sido  dada  por  el  numen  á 
ningún  mortal,  ni  aun  ú  los  profetas  iracundos  de  Israel. 
Juvenal  ajilaba  el  látigo,  pero  no  lanzó  rayos  jamás. 
Los  poetas  no  se  habían  sentado  nunca  en  el  trono  de  Jú- 
piter. 

Después  de  Mármol  en  América,  Víctor  Hugo  ha  lanzado 
en  Europa  apostrofes  parecidos;  pero  antes  que  él,  en  vano 
seria  escuchar  el  eco  de  las  cóleras  antiguas. 

¿  Y  los  cantores  de  amor?  Los  cantores  de  amor  son  tam- 
bién hijos  de  la  virjen  naturaleza  americana,  abrasada  por 
el  sol.  Sus  idilios  tienen  el  aroma  salvaje  de  las  grandes 
florestas,  el  color  del  cielo  inundado  por  la  luz  y  el  sabor 
de  las  fruías  que  destilan  miel.  Esos  poetas  no  son  plásti- 
cos solamente  como  los  griegos,  ni  sensuales  como  los  la- 
tinos, ni  místicos  como  los  trovadores,  ni  hiperbólicos 
como  los  árabes,  ni  libertinos  como  los  franceses,  ni  som- 
bríos como  los  alemanes.  Son  castos  aunque  ardientes, 
dulces  aunque  bravios  y  conceptuosos,  á  pesar  de  su  gra- 
ciosa sencillez.  La  poesía  amorosa  sud-americana  es  una 
poesía  sui  generis,  mezcla  singular  de  la  fiereza  galante  es- 
pañola y  de  la  dulzura  melancólica  del  indio. 

Abigaíl  Lozano  tiene  por  alma  una  sensitiva;  sus  elejias 
son  quejas  de  paloma  enamorada  y  escondida  entre  los 
bosques;  Esteban  Echeverría,  el  cantor  de  La  Cautiva,  es 
el  soñador  de  las  llanuras  del  desierto  y  del  océano ;  Adolfo 
Fierro  es  el  cantor  de  los  dolores  americanos;  Acuñado 
Figueroa  traduce  en  sus  cantos  las  armonías  del  pueblo 
oriental;  Luis  Domínguez  cania  la  majestad  del  Ombú; 
Ricardo  Palma,  las  penas  del  pueblo  de  los  Incas,  y  Jorge 
Isaacs,  el  dulce  y  triste  historiador  de  María,  así  como  ha 
encontrado  á  la  Falalidad  antigua  oculta  entre  las  selvas 
del  Cauca,  ha  encontrado  también  en  ellas  nuevos  acentos 
de  amor  para  Sall. 

Pues  bien,  estos  son,  y  otros  muchos,  los  creadores  de 


I  íiítlnirií'niM-  ai '■^'  -•■  -'"-•^^-'-^i^r — ■-■■«"■ 


—   XX   — 

la  poesía  americana  del  Sur.  Ellos  han  sabido  ser  origi- 
nales, pon|ue  en  vez  de  imitar  pálida  y  friamenle  la  ma- 
nera poética  europea,  han  buscado  en  su  país  de  América 
y  en  su  propio  corazón  la  fuente  de  sus  inspiraciones. 

Los  hablistas,  los  castizos,  los  gramáticos  empeñados  á 
toda  costa  en  emparentar  ú  los  poetas  sud-americanos  con 
los  poetas  españoles,  como  se  empeñaban  ú  todo  trance 
los  frailes  del  siglo  xvi  en  emparentar  á  los  indios  autóc- 
tonos con  los  judíos,  encuentran  sendos  defectos  de  len- 
guaje en  estos  cantos  de  una  poesía  virjen  y  exuberante  de 
juventud. 

Si  meditaran  un  poco,  comprenderían  que  los  poetas 
sud-americanos  han  roto  adrede  las  liguduras  de  las  re- 
glas para  crearse  una  lengua  propia  en  (¡ue  expresar  sus 
pensamientos,  en  que  dar  nombre  y  cabida  á  los  objetos 
de  su  país  ;  la  lengua  debe  reflejarla  naturaleza,  el  espíritu 
y  las  costumbres  de  un  pueblo,  y  la  lengua  española  cas- 
tiza era  ya  pequeña  para  reflejar  la  naturaleza,  el  espí- 
ritu y  las  costumbres  de  los  pueblos  americanos.  Desde 
temprano  la  mezcla  de  las  razas,  el  contajio  de  las  len- 
guas y  la  necesidad  ó  el  hábito,  dieron  un  carácter  pecu- 
liar al  idioma  de  estas  naciones  mezcladas,  \y  en  materia 
de  lenguaje,  ya  se  sabe  que  los  pueblos  no  aguardan  nunca 
el  fallo  de  las  Academias.  Ellos  son  sus  propios  legislado- 
res y  oráculos. 

Les  pueblos  americanos  tuvieron  su  lengua,  después 
tuvieron  sus  libertades  y  sus  instituciones  políticas,  luego 
tuvieron  su  literatura.  Asumieron  su  derecho  en  materia  de 
nacionalidad  y  pudieron  asumirlo  en  materia  de  idioma. 
^^o  ha  procedido  de  otro  modo  España,  después  de  que  se 
ha  ido  emancipando  de  la  dominación  de  los  cartajineses, 
de  los  romanos,  de  los  bárbaros  y  de  los  árabes.  No  se- 
guirá procediendo  de  otro  modo  al  aceptar  la  invasión  de 
los  modismos  científicos  de  la  lengua  alemana  ó  de  la  len- 
gua griega,  de  los  modismos  artísticos  y  literarios  de  la 
lengua  francesa  y  de  los  modismos  industriales  de  la  len- 
gua inglesa.  Las  lenguas  castizas  son  estatuas  modeladas 
en  diferentes  barros  :  ;.por  qué  no  ha  de  formarse  una  en 
cada  nación  de  la  América  latina? 

Los  poetas  sud-americanos  la  han  levantado  ya  y  la 
adoran.  Por  eso  han  sido  y  seguirán  siendo  oiijinales. 


iiÉ-iilt  "-Vii  -    .,.~-.  ■■■■^L  :...,  ..^.;  ....j^i.^iL  .-\ 


—  XXI  — 

¿Sabéis  ahora  por  qué  lo  es  también  la  obra  de  Manuel 
Flores  ? 

Porque  el  vate  mejicano  no  es  hijo  de  la  vieja  literatura 
europea.  Desde  su  edad  temprana,  sintiéndose  poeta,  en- 
sayando todavia  sus  primeros  cantos,  se  encontró  con  los 
poetas  que  acabamos  de  mencionar  y  que  eran  nuestra 
lectura  favorita  ^n  el  círculo  juvenil  de  Letrán. 

Alli  pudo  admirar  á  esta  virjen  que  no  se  presentaba 
con  los  atavíos  de  cien  civilizaciones  muertas  ó  decaden- 
tes, sino  con  los  encantos  nuevos  de  nuestra  robusta  na- 
turaleza, 

Y  entonces  Flores  que,  siguiendo  las  inchnaciones  de  la 
juventud  casi  siempre  propensa  á  imitar,  pudo  seguir  las 
huellas  de  Esproncedaó  de  Bermúdez  de  Castro  (que  á  su 
vez  seguían  las  de  Goethe  o  de  Byron),  ó  las  de  Arólas  ó  de 
Zorrillo,  como  lo  hacían  muchos  jóvenes  de  su  tiempo  y 
como  lo  hacen  hoy  los  del  nuestro,  imitando  á  Víctor 
Hugo,  h  Ileine  ó  á  líecquer,  se  detuvo  á  pensar  y  pensó 
bien.  Pensó  que  procediendo  como  procedían  los  poetas 
sud-americanos,esloes,  buscando  el  quid  dioinum,  no  en 
escuela  ninguna,  sino  en  la  inspiración  libre  del  alma 
americana,  en  medio  de  los  deseos,  de  las  tristezas  ó  de 
las  aspiraciones  de  nuestro  mundo  social,  encontraría  la  < 
fuente  de  la  originalidad  que  necesitaba  para  desencade- 
nar su  numen,  se  dejó  arrebatar  por  él  y  fué  poeta,  como 
los  poetas  de  la  América  del  Sur,  osado,  extraño,  orijinal. 

Eso  ha  hecho  pensar  que  su  estilo  poético  participa  de 
todas  las  escuelas,  sin  reproducir  ninguna  con  su  carác- 
ter peculiar.  En  efecto,  laorijinalidad  en  literatura  tiene 
algunas  semejanzas  con  lodo  lo  conocido.  Pero  justamente 
la  vaguedad  de  estas  semejanzas  y  la  variedad  infinita  de 
ellas  prueban  que  no  ha  habido  molde  en  la  creación  y 
que  ella  es  hija  de  un  carácter  propio  y  fuertemente  in- 
dividual. 

Tales  son  los  cantos  amorosos  de  Flores  y  tales  son 
también  sus  odas  patrióticas,  sus  elejías  desesperadas, 
sus  sátiras  pesimistas  y  hasta  sus  lijeros  epigramas,  que 
como  una  suave  sonrisa  alegran  de  cuando  en  cuando  la 
fisonomía  de  sus  versos,  ó  encendidos  por  la  pasión  ó  nu- 
blados por  una  inmensa  tristeza  :  ¡las  sombras  del  ocaso 
del  alma! 


-■^^^■^-^ 


—  XXII  — 

Alguna  vez  el  bardo  mejicano  va  á  tomar  el  pétalo  de 
una  rosa,  pero  sólo  un  pélalo  de  la  ardiente  copa  del  amor 
antiguo,  para  ponerlo  en  el  borde  de  la  suya;  pero  va  á 
tomarlo  en  la  poesía  primitiva,  en  la  Pastoral  de  Sulem, 
entre  los  suspiros  impacientes  de  la  pasión  virjen  : 

Bésame  con  el  beso  de  tu  boca. 

Esa  es  una  gota  de  esencia  que  se  confunde  en  la  esen- 
cia embriagadora  del  Cantar  americano. 

Cuando  Flores  imita  ó  traduce,  lo  expresa.  Horacio, 
Dante,  Shakespeare,  Lessing,  Víctor  Hugo,  Quinet,  Afredo 
de  Musset,  son  extranjeros  para  nuestra  lengua,  pero 
Campoamor  no;  y  cuando  Flores  quiere,  por  descanso  ó 
par  capricho,  imitar  una  manera  extraña  y  aplaudida 
como  la  DoLORA,  lo  dice. 

Por  lo  demás,  como  traductor,  es  fiel,  elegante,  y  en 
sus  manos  la  piedra  preciosa  de  que  hablamos  antes,  ad- 
quiere mayor  brillo.  Las  traducciones  solas  bastarían  para 
darle  un  nombre,  si  el  título  primero  para  conquistarlo 
no  consistiera  en  su  propio  talento. 

Como  sus  hermanos  los  americanos  del  Sur,  también  ha 
hecho  su  manera  de  hablar.  Repróchanle  dulcemente  unos 
críticos,  y  son  los  más  autorizados,  y  magistralmente 
otros,  y  son  los  menos  literatos,  algunos  defectos  de  pro- 
sodia. 

Enhorabuena.  Manuel  Flores  los  comete  también  de  pro- 
pósito, porque  consistiendo  en  la  manera  de  computar 
los  diptongos,  no  se  necesita  de  mucha  ciencia  prosódica 
para  conocerlos  y  para  evitarlos.  Pero  el  poeta  quiere  ha- 
blar la  lengua  de  Méjico,  y  lo  singular  del  caso  es  que  los 
mejicanos  leen  sus  versos  como  él  quiere,  y  el  ritmo  y  la 
cadencia  suenan  bien. 

Yo  no  justifico  estos  defectos,  y  siento  que  Flores  se 
obstine  en  ellos.  ¡  Líbreme  el  cielo,  además,  de  incurrir  en 
^  la  cólera  de  los  puristas!  Pero  no  me  indigno  ante  peque- 
neces pueriles,  y  sobre  lodo,  me  agrada  más  la  grandeza 
virjen  de  las  selvas  y  de  las  montañas,  que  la  simetría  re- 
cortada de  los  jardincillos  ingleses  y  que  la  figura  grotesca 
de  los  montículos  artificiales. 

La  belleza  poética  hace  olvidar  el  defecto  prosódico. 


'  ■  -—---'-  ■- 


—  XXIII  — 

¡Quién  sabe  si  fué  puro  el  hebreo  del  Cantar  de  los  can- 
tares! El  exejeta  Küneii  ha  probado  que  las  profecías  de 
Daniel  estaban  inficionadas  de  caldaico ;  el  Dante  corrom- 
pió el  italiano  para  crear  la  lengua  poética,  como  Lulero 
el  alemán  para  traducir  la  Biblia;  la  aljamía  endulzó  los 
primeros  versos  castellanos,  como  el  dialecto  bajo  hizo 
enérjicas  las  expresiones  de  Shakespeare  y  armonosias  las 
frases  de  Cervantes.  Los  cantos  de  Netzahualcóyotl  tenían 
seguramente  las  inflexiones  tetzcocanas,  que  eran  impu- 
rezas en  la  lengua  de  los  méxicas.  ¿Quién  pide  ortografía  c^ 
á  los  Eddas,  la  medida  italiana  á  las  baladas  del  Norte  y  ^ 
el  ritmo  latino  á  las  coplas  de  Jorge  Manrique? 

Pero  no  es  necesario  decir  tanto.  La  armonía  de  los  ver- 
sos de  Flores  desaparece  ante  la  majía  de  su  ardiente 
poesía,  pero  encanta  por  sí  sola.  Los  tropiezos  prosódicos 
son  pocos  y  en  los  labios  mejicanos  son  ningunos.  Cuando 
un  gramático  habla  de  ellos  á  una  dama  ó  á  un  joven, 
éstos  sonríen  graciosamente  y  recitan  con  delicias  las  co- 
plas. ¡He  aquí  la  poesía! 

Ella  sola,  ella  es  la  aureola  que  rodea  esa  frente,  hoy 
pálida,  abatida  y  enferma  de  pesar  y  de  amor;  ella  es  el 
consuelo  único  de  ese  espíritu  en  que  se  han  apagado  uno 
á  uno  los  luceros  de  la  esperanza,  como  se  van  apa- 
gando ante  los  ojos  del  poeta  los  asiros  del  cielo;  ella 
hará  su  nombre  inmortal  y  querido  en  la  patria  mejicana 
y  donde  quiera  que  palpite  un  corazón  sensible. 

Ignacio  AI.  Altamirando. 


Méjico,  noviembre  25  de  1882. 


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I 


II 


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PRIMERA  PARTE 


EL  ALMA  EN  PRIMAVERA 


Sol  de  la  juventud,  en  sed  de  amores 
Tu  ardiente  rayo  el  corazón  inflame ! 
¡Primavera  del  alma,  dame  flores 
Que  al  son  del  arpa  por  doquier  derrame! 


Pasionarias. 


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JUVENTUD 


Salve  á  ti,  juventud  1 

Atrás  mi  planta 
Ha  dejado  los  plácidos  linderos 
De  la  casta  niñez,  y  tus  senderos 
Á  pisar  se  adelanta. 
Vengo  ú  buscar  ansioso  tu  alegría, 
Mañana  de  la  vida  placentera ; 
Dame  la  luz  de  tu  risueño  día, 
Las  flores  de  tu  rica  primavera, 
El  rumor  de  tus  brisas  melodiosas, 
Los  besos  en  perfume  de  tus  rosas 

Y  de  tu  sol  la  ráfaga  esplendente, 
Para  en  las  horas  del  amor  dichosas 
Bañar  con  ella  de  esplendor  mi  frente. 

Inquieto  á  ti  mi  corazón  se  lanza ; 

Y  al  son  de  mi  arpa  desacorde  y  rudo, 
Con  el  himno  primer  de  la  esperanza, 
¡Hermosa  Juventud,  yo  te  saludo! 

¡Bello  es  vivir!  Se  desparrama  el  día 
En  cascadas  de  luz  sobre  la  tierra, 

Y  del  regazo  de  la  noche  fría 
La  misteriosa  vida  se  levanta, 

Y  se  estremece  de  placer  y  canta 
El  himno  del  amor  y  la  alegría. 

¡Hora  de  bendición!  Despierta  el  mundo 
Cual  de  un  sueño  de  amores,  voluptuoso; 
Á  los  besos  del  sol,  Naturaleza 
Sacude  su  reposo 


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—  3  — 

Ebria  de  luz,  de  vida  y  de  belleza 
Gomo  la  esposa  al  beso  del  esposo. 

¡Qué  dicha  es  el  vivir !  Bella  es  la  vida 
Como  la  virjen  del  amor,  soñada. 
Vaga  en  la  faz  de  la  Creación,  perdida 
La  sonrisa  de  Dios,  y  su  mirada 
Sobre  ella  está  encendida. 
Mas  ante  mí,  para  los  ojos  míos, 
Esa  Creación  magnífica  estuviera 
De  la  noche  en  los  ámbitos  sombríos 
Si  á  la  luz  de  mi  fe  yo  no  la  viera. 

También  el  corazón  tiene  su  aurora, 
También  llega  el  momento 
En  que  así  cual  se  dora 
Con  la  primera  luz  el  firmamento, 
Un  misterioso  sol  surje  en  el  alma 

Y  se  llena  de  luz  el  pensamiento. 

Y  tiene  el  corazón  su  primavera, 
Su  coro  de  aves,  su  fuljente  día, 
Su  blanca  estrella  —  la  ilusión  primera, 
Su  canto  —  la  poesía, 
Sus  rosas  —  los  amores, 

Y  en  vaga  lontananza, 

Bajo  el  iris  de  májicos  colores 

El  horizonte  azul  de  la  esperanza.    . 

¿No  flota  en  las  alturas 
Espíritu  de  amor,  el  Alma  inmensa 
Que  derrama  la  vida  en  las  criaturas? 
Á  ella  la  flor  con  su  perfume  inciensa, 
Á  ella  los  mundos  armoniosos  cantan, 
Á  ella  el  éxtasis  vago 

Y  el  suspiro  del  hombre  se  levantan  ; 
Para  ella  enciende  su  fulgor  la  aurora 

Y  su  pálida  lámpara  el  lucero, 


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Y  á  ella  también  el  alma  soñadora 
Vuela  del  arpa  en  el  cantar  primero. 

Sí;  de  mi  corazón  al  fuego  vivo, 
Gomo  raudal  desbórdese  de  llores 
De  mis  canciones  el  torrente  altivo 
Al  incógnito  Dios  de  los  amores. 

Hay  una  cifra  mística,  bendita, 
Con  el  topacio  sideral  escrita 
En  la  pajina  azul  del  firmamento  : 
Hay  una  voz  dulcísima,  inefable, 
Que  acompaña  la  música  del  viento. 

Y  se  mezcla  al  susurro  cadencioso 
Que  estremece  los  nidos 

Entre  las  hojas  del  pinar  umbroso; 
Que  flota  en  las  espumas 
Del  férvido  torrente,  y  juguetea 
En  el  ritmo  de  amor  con  que  gorjea 
El  ave  agreste  de  irisadas  plumas. 
Misterioso  cantar  de  los  cantares 
Que  la  Creación  levanta, 

Y  en  el  arpa  soberbia  de  los  mares 
Entre  las  nubes  y  las  olas  canta  ; 
Voz  que  en  el  éter  cristalino  ilota 
Entre  las  olas  de  la  luz  perdida, 
Dulce  y  sagrada  nota 

Del  alma  de  los  mundos  desprendida; 
Voz  errante  en  la  sombra  misteriosa 
Gomo  el  suspiro  de  la  noche  en  calma; 
Voz  que  seduce  y  habla  cariñosa 
•  Con  impaciente  inspiración  al  alma. 

¡Lo  que  dice  el  hossana  de  la  tierra, 
Lo  que  la  cifra  sideral  escribe 
Y  mi  fogoso  corazón  encierra, 
Es  el  verbo  fecundo, 
Es  la  palabra  Amor,  himno  del  mundo  I 


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¡Amor,  májico  amor!  Guando  el  Eterno 
Con  tu  sagrado  nombre 
Estremeció  de  júbilo  el  vacío ; 
Guando  como  relámpago  de  vida 
Del  caos  rasgaste  el  pabellón  sombrío, 
¿No se  encendió  la  luz?.... 

Así  del  hombre  ^ 
En  el  gran  corazón,  tu  poderío 
Hace  la  luz  v  la  existencia  inflama : 
Así  sediento  el  mío 
No  sabe  lo  que  ama...  ¡pero  ama! 

¡Amar!  ¿Y  qué  es  amar? 

¿Esas  visiones 
Que  llegan  cuando  velo 
Á  verter  en  mi  frente  inspiraciones 
Que  voz  no  tienen...  porque  son  del  cielo; 
Esas  pálidas  vírjenes  flotantes 
De  indecible  belleza, 
'  De  ojos  y  labios  para  amar  encesos, 
Que  dejan  al  pasar  en  mi  cabeza 
Una  corona  de  inefables  besos, 
Esas  son  el  amor?...  En  su  regazo 
Se  reclina  mi  sien,  y  ya  dormido, 
Oid  lo  que  las  vírjenes  del  sueño 
Murmuran  á  mi  oído  : 


UNA  voz. 

—  «  Yo  vengo  á  li.  Soy  una  ave, 
Mística  alondra  del  cielo, 
Que  voy  ¡buscando  en  mi  vuelo 
El  nido  de  un  corazón. 
Yo  soy  la  chispa  divina 
Gon  que  Dios  prende  la  llama 
Á  cuyo  fuego  se  inflama 


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s  La  vida  en  la  Creación. 

\:  Yo  ilumino  la  esperanza, 

i^  Divinizo  la  hermosura, 

Dulcifico  la  amargura, 
Doy  sonrisas  al  dolor; 
Yo  tan  sólo  de  la  dicha 
Guardo  la  imposible  palma, 
Yo  soy  el  alma  del  alma, 
Soy  la  vida...  soy -4?no;\  «  — 


OTRA  voz. 


—  «  ¡Toma,  poeta,  tu  laúd  ardiente, 

Flamee  la  inspiración ! 
Y,  corona  de  luz  sobre  tu  frente. 
Reverbere  el  incendio  de  tu  mente 
Al  arrojar  al  mundo  tu  canción. 

¡  Brote  de  tu  alma,  cual  del  sol  el  día. 
Palpitante  de  fuego  y  armonía, 

La  estrofa  de  tu  fe ! 
La  Gloria  soy...  Y  de  la  frente  mía 
Lauros  para  la  tuya  arrancaré !  »  — 


OTRA  voz. 

—  «  Yoy  soy  la  antorcha 
Que  el  caos  alumbra; 
Yo  soy  el  vuelo 
Que  al  genio  encumbra 
Hasta  do  tiene 
Su  trono  Dios. 

Bajo  mis  alas 
La  intelijencia 
Abarca  el  mundo... 
Yo  soy  la  Ciencia, 


-^ttrftiñMiii'i  ^"iFÉt  li  "'AáiHliáV  ^rt^'^'^      fi  ^   -k aCia .^..1» o:?. .:«&•-!. 


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—  7  — 

El  día  sin  noche 
De  la  Creación.  » 


OTRA  voz. 


—  «¡Oh!  1  vena  mis  brazos!...  Yo  soy  la  hermosura, 
Mis  ojos  embriagan,  mis  labios  también... 
Acerca  los  tuyos,  mis  goces  apura 
Y  luego  en  mi  seno  reclina  tu  sien. 

Deshoja  en  tu  copa  balsámicas  flores  : 
Festín  es  la  vida,  su  flor,  la  mujer... 
j  Qué  dulce  es  la  muerte  muriendo  de  amores ! 
I  La  vida  es  un  beso...  Yo  soy  el  Placer!))  — 


Y  heme  aquí,  Juventud,  á  ti  viniendo 
Con  el  alma  de  sueños  encendida, 
Mi  corazón  y  mi  laúd  trayendo 
Al  festín  encantado  de  la  vida. 
Heme  aquí,  Juventud,  á  tus  umbrales...  "^ 


Atrás,  con  mi  niñez,  queda  perdida 
La  senda  de  mis  campos  paternales. 


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.~Viu  II  'nrfii    iiini¡llMiiti''iii[rilÉi'ir    'I       'T 


'■^Jf 


ECOS 


Mirad  la  aurora, 
Madre  del  día, 
¡Cómo  derrama 
Luz,  alegría! 

Allá  en  el  cielo 
Todo  es  fulgores; 
I  Todo  en  la  tierra 
Cantos  y  flores! 

Sobre  las  hojas 
Tiemblan  las  perlas, 
Vienen  las  brisas 
Á  recojerlas.  ( 

Saltando  el  ave 
Trina  en  la  rama, 
Brilla  al  aljófar 
Sobre  la  grama. 

¿Dó  va  el  incienso 
De  los  aromas?- 
¿Qué  dice  el  ritmo 
De  las  palomas?... 

Y  todo  luce' 
Canta,  se  ajita, 
Vida  sagrada  >. 
Do  quier  palpita. 

Alza  la  tierra 
Su  amante  coro, 
Y  el  sol  la  paga 
Con  besos  de  oro. 


Vil  ..■  -  -    .y . .  s.r*-  ""  — i-t^  ■  -^L    „  .     .   a-.f...-:.  -  .-       '«■:•«  »ji  1     --, 


—  1) 


Luego,  la  noche 
Su  negra  tienda 
Abre  del  mundo 
Sobre  la  senda. 

Y  entre  la  sombra 
Muda  y  lianquila' 
Asoma  el  asUo 
Su  alba  pupila. 

¿Sois,  por  ventura, 
Blancas  estrellas, 
Del  cielo  al  mundo 
Lágrimas  bellas? 

¿Joyas  que  bordan 
líl  rejio  velo 
Con  que  á  la  tierra 
Cobija  el  cielo? 

¿Chispas  que  lanza 
La  eterna  sombra? 
¿Polvo  que  deja 
Diosen  su  alfombra?.. 


Astros  y  llores 
Quiza  no  viera 
Si  amor  al  alma 
Su  luz  no  diera. 

Las  vagas  notas 
Que  el  arpa  lanza, 
¿No  son  el  himno 
De  la  esperanza? 

El  alma  encierra 
Luz,  armonía, 
Es  una  aurora 


y^j,^',JL 


■í*-T-. 


—  10  — 

La  fantasía. 

Doquier  que  vague 
Mi  pensamiento, 
La  miel  recoje 
De  un  sentimiento. 

Cual  mariposa 
Va  la  ilusión 
Sobre  las  flores 
De  la  Creación. 

En  los  ruidos 
Que  se  levantan 
Hay  dulces  ecos, 
Voces  que  cantan. 

Rumor  de  besos 
Y  de  suspiros 
Flota  en  las  alas 
De  los  céfiros. 

Como  en  la  selva 
Trinan  las  aves, 
Hay  en  el  alma 
Voces  suaves. 

Ecos  solemnes, 
Desconocidos, 
Por  voz  humana 
No  traducidos. 

Ecos  que  el  alma 
Tímida  esconde, 
Ecos  que  vienen 
De  no  sé  donde. 

Quizá  del  verbo 
Del- Alma  inmensa 
Que  dice  al  hombre 
Que  vela  y  piensa  : 

—  «  De  toda  vida 
Yo  soy  la  llama : 
Contempla,  adora, 
Espera  y  ama.  »  — 


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—  11  — 

Yo  creo.  Por  eso 
Mi  alma  levanto. 
Amo  y  espero... 
Por  eso  canto. 


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■j..d:¡,.Mí^^-±ilíitííÍLA,Sk^h,^ 


YISIUN 


He  visto,  de  la  noche 
Entre  la  niebla  oscura, 
Bajar  como  del  cielo, 
Radiante  de  hermosura, 
La  sombra  de  una  virjen 
Llegando  junto  á  mí. 
Eran  sus  ojos  negros, 
Blanca  su  vestidura, 
Su  cabellera  de  ánjel.. 
Tú  eras...  te  conocí. 

Y  te  miré  tan  bella 
Que  delirante,  ciego, 
Por  detener  tu  paso. 
Espléndida  visión, 
Antes  tus  plantas  puse 
Mi  corazón  de  fuego, 
y  —  «  tómale  »  —  te  dije, 
Y  le  tomaste...  y  luego 
Despierto...  ¡  Y  te  has  llevado, 
Mujer,  mi  corazón  ! 


'■n¿¡^L^Íl  \JiSÍÍÍIÍL^t3i^.trA,^:¿:zt:¡l,.íi^iéii^>.  íí^:..£Á'í\..^  ■  -.-.».  l.^.'.  r:j^L^tS  ^^laX^ 


Mí  SUENO 


Anoche  tuve  un  sueño.  Al  pié  de  negra  palma 
Estaba  yo  sentado  :  la  sombra  me  envolvía. 
La  soledad  inmensa  entristecía  mi  alma, 
Un  ruiseñor  cantaba...  Mi  corazón  oía  : 

—  «  Yo  canto  cuando  abren, 
Jazmines  de  la  noche, 
Las  pálidas  estrellas 
Su  luminoso  broche, 
Á  la  hora  en  que  se  llaman 
Los  seres  que  se  aman. 
Yo  soy  entre  la  sombra 
Heraldo  del  amor.  »  — 


Después  meció  el  follaje  de  la  siniestra  palm'a 
Del  viento  de  la  selva  la  ráfaga  sombría. 
Algo  como  el  suspiro  tristísimo  del  alma 
Alzóse  sollozante...  Mi  corazón  oía : 

—  <(  Yo  soy  el  alma  errante 

Que  en  las  tinieblas  jiro 

Por  recojer  del  hombre  , 

El  tétrico  suspiro. 

Yo  bebo  en  las  corolas 

Las  lágrimas  que  á  solas 

En  hondo  desamparo 

Derrama  el  corazón.  »  — 


■  Ü-í¿)^-,i>-  .muí    .■^•,\^r\k..^'J¿^^r:..^;A'^íW.ij.tL  _.IIlÁ.¡.  ^:  '  l'  'f  ll '  í  MSJ' '  ''-'''"  '^- 


-í»í>^>    ■        ■  ■  -    ■.  -.'-  '  -      -  -ífl) 


—   14  — 

La  noche  era  muy  negra.  Las  hojas  de  la  palma 
De  súbito  temblaron...  Y  vi  que  descendía 
Algo  como  la  sombra  del  ánjel  de  mi  alma  ; 
Hablaba  en  las  tinieblas...  Mi  corazón  oía: 

—  «  Hombre  de  los  dolores, 
Yo  traigo  desde  el  cielo 
Palabras  inefables 
De  paz  y  de  consuelo. 
Herido  de  tristeza 
Inclinas  la  cabeza, 
¿  Acaso  no  conoces 
La  vida  del  amor?  » 

—  ¿  Qué,  tú  eres  la  esperanza? 

—  Yo  doy  las  ilusiones. 

—  ¿  Eres  Amor  acaso?  ¿  La  dicha  que  soñé? 

—  Se  encienden  á  mi  paso  de  amor  los  corazones. 
Tribútanme  su  culto,  conságranme  su  fe. 
Quizá  del  cielo  traje  la  voz  de  los  amores, 

Y  me  enseñó  la  dicha  los  himnos  del  placer. 
Encanto  la  existencia,  ahuyento  los  dolores, 

Y  soy  vida  del  alma...  me  llamo  la  Mujer.  —     • 

Y  de  la  oscura  noche  iluminóse  el  cielo. 
Jimio  de  amor  el  bosque,  la  palma  retembló. 

Y  la  visión  celeste  tendiéndome  su  velo 
Al  irse,  con  sus  besos  mi  frente  acarició. 


Huyó  también  la  noche.  La  blanca  luz  del  día 
La  cumbre  de  los  cielos  iluminando  va. 
El  mundo  se  despierta  radiante  de  alegría, 
¡  Ay  1  pero  el  alma  dulce,  hermana  de  la  mía, 
El  ánjel  de  mi  sueño,  mi  virjen...  ¿  dónde  está? 


-^'-•'^■'"-     .  ■ll-■;^■>1■.■^^,:«.■l'■:^■-■-k  >  ■■.:.;.■•>—■  -■■■'-.■.:-.-'..-   -.v.   ■■ -iW»  ¿ííjí:^;..,'^^  :.... 


MI  ANJEL 


]  Oh  !  niña  de  mis  sueños, 
Tan  pálida  y  hermosa 
Como  los  lirios  blancos 
Que  besa  el  Atoyac; 
Tú  la  de  mis  recuerdos 
Imajen  luminosa, 
El  ánjel  cuyas  alas 
Tocáronme  al  pasar; 

Perdona,  dulce  niña, 
Perdona  si  mi  acento 
Temblando,  de  mi  alma 
Levántase  hasta  ti ; 
Pero  tu  bella  imajen 
Está  en  mi  pensamiento, 
No  sé  ya  desde  cuando... 
Quizá  desque  te  vi. 

Desde  que  vi  tus  ojos, 
Tus  ojos  de  querube. 
Tus  ojos  en  que  el  alma 
Se  abrasa  de  pasión ; 
Y  desde  aquel  instante 
Otra  ilusión  no  tuve 
Que  darte  con  mi  vida 
Mi  altivo  corazón. 

Si  apenas  te  conozco 
¿Por  qué  te  quiero  tanto? 
¿  Por  qué  mis  ojos  ávidos 
Te  buscan  sin  cesar? 
¿  Por  qué  en  el  alma  siento 


—  16  — 

Tan  tétrico  quebranto 
Cuando  tu  rostro  de  ánjel 
No  puedo  contemplar? 
¿  Por  qué  sueño  contigo 

Y  en  ti  tan  sólo  pienso  ? 
¿Por  qué  tu  dulce  nombre 
Me  llena  de  emoción? 
¿Por  qué  se  abrasa  mi  alma 
En  este  amor  inmenso, 

Si  apenas  te  conozco, 
Mujer  de  bendición  ? 
No  estás  ante  mis  ojos 

Y  por  doquier  te  miro; 
Conmigo  va  tu  sombra 
Por  donde  quier  que  voy  ; 
Escucho  tu  pisada, 
Recojo  tu  suspiro, 

Y  velas  á  mi  lado 
Cuando  dormido  estoy. 

¿No  sabes  tú,  no  sabes, 
Mujer,  que  te  amo  tanto 
Cuanto  sobre  la  tierra 
El  hombre  puede  amar? 
¿Qué  diera  mi  existencia 
Por  enjugar  tu  llanto, 
Qué  diera...  hasta  mi  alma 
Tus  plantas  por  besar? 

¡  Y  si  tuviera  un  mundo 
Un  mundo  te  daría; 

Y  si  tuviera  un  cielo 
Lo  diera  yo  también, 
Porque  me  amaras  tanto, 
Mitad  del  alma  mía, 

Que  alguna  vez  sintiera 
Tus  labios  en  mi  sien  ! . . . 
¿  No  sientes  cuando  cierra 


'-^■■■■'■•■■-  ■■  -- 


■•:-5,' 


—  17  — 

Tus  ojos  celestiales 
El  ánjel  de  los  sueños 
Con  su  ala  sin  color, 
No  sientes  que  mi  alma 
Sobre  tus  labios  rojos 
Derrama  un  mar  de  besos. 
Con  infinito  amor  ?... 

Sé,  niña,  del  poeta 
La  inspiración  bendita, 
La  virjen  de  mis  sueños 
La  fe  del  corazón; 
Sé  mi  ánjel,  sé  mi  estrella, 
La  luz  que  necesita 
Mi  espíritu  sediento 
De  amor  y  de  ilusión. 

Extiende  cariñosa 
Sobre  mi  sien  tu  velo; 
Bajo  tus  alas  blancas 
De  ti  camino  en  pos, 
Tu  luminosa  huella 
Me  llevará  hasta  el  cielo  : 
Te  seguiré,  mi  Ánjel, 
Para  llegar  á  Dios, 


^o..^.^..  -¿L.Ül;iai 


'■'■■'•  —i-  'iliki'ti^iAiii'rf'r'rSÍMt^imtií,   -  - '' ..  -  '  "•^'"-•'•^"■'■"  - 


^■' 


Á  UNA  ENLUTADA 


Melancólica  enlutada, 
Pálida  virjen  soñada 
Por  mi  ardiente  corazón, 
¿  Porque  mata  tu  mirada 
La  velas  con  el  crespón? 

El  alma  á  tus  ojos  llega 
Cual  mariposa  á  la  luz, 
Loca,  deslumbrada,  ciega... 

Y  á  tus  amores  se  entrega 
Como  el  mártir  á  la  cruz. 

Pero  no  tornes  airada 
Tu  dulce  faz  con  enojos, 
Porque  mi  alma  enamorada 
Cual  tú  quedará  enlutada 
Por  el  desdén  de  tus  ojos. 

¿Pudieras  ver  un  delito 
En  el  amor  infinito 
Que  al  verte  mi  alma  sintió  ? 
¡  Si  el  amor  está  bendito 
Desque  al  mundo  redimió  I... 

¡  Y  yo  te  amo  1  En  fuego  intenso 
Ardió  el  corazón  inmenso 
Al  rayo  de  tu  mirar, 

Y  se  quema  como  incienso 
En  el  ara  de  tu  altar. 

Eres  la  virjen  sagrada 
Del  alma  de  un  soñador, 

Y  veo  la  tierra  alumbrada 
Por  la  luz  de  tu  mirada 


í-'ihi'i"  V  iiifiMÉRÉi    '  1*1  if  i¿il<i^M>ii  i-';arVYV^W">iirt--f»'?«iÍ^ilÉr'--^'^'-'--»' -^ 


—  13  — 

Y  la  llama  de  mi  amor. 

Flota  do  quier  en  el  viento 
Tu  esplendorosa  visión, 
Llevo  en  mi  oído  tu  acento, 
Tu  ser  en  mi  pensamiento, 
Tu  amor  en  mi  corazón  ! 


La  de  los  negros  cabellos, 
La  de  negra  vestidura, 
La  de  negros  ojos  bellos, 
¿  Negra  será  como  ellos 
De  mi  amor  la  desventura? 
No ;  tú  no  puedes  querer 
Que  para  siempre  mi  ser 
Se  sepulte  en  el  dolor... 
¡  Si  el  alma  de  la  mujer 
Es  una  alma  toda  amor ! 
Y  amor  revela,  señora, 
Amor  oculto  que  llora, 
Esa  palidez  ardiente 
Que  marchitando  tu  frente 
Tu  semblante  descolora. 

Hondo,  secreto  quebranto 
Revelan  tus  ojos  bellos  : 
¡  Qué  hermoso  será  su  llanto  ! 
¡  Y  cuan  acerbo  el  encanto 
De  las  lágrimas  en  ellos  ! 

Tus  lágrimas  sin  enojos, 
De  tu  alma  líquidas  perlas, 
¡  Oh  !  ¡  quién  pudiera  de  hinojos 
Cuando  asoman  en  tus  ojos 
Con  los  labios  recojerlas ! 

¡  Quién  pudiera  consolarte 
En  tus  horas  de  sufrir, 
Y  vivir  para  mirarte, 


jtisí-'líí^'h 


—  20  — 

Y  mirándote,  adorarte, 

Y  adorándote,  morir!.. 


Mas  es  en  vano  mi  queja, 
En  vano  son  mis  dolores, 
En  vano  al  pié  de  tu  reja' 
Cada  noche  mi  alma  deja 
Tanto  suspiro  de  amores... 

En  vano  mi  vista  ansia 
Tu  presencia  soberana... 
Sola  jime  el  alma  mía 
Ante  la  calma  sombría 
De  tu  cerrada  ventana. 

Y  esa  tristeza  doliente 
Que  mal  encubre  el  crespón 
De  tu  velo  transparente... 
¿Hay  palidez  en  tu  frente 
Porque  hay  en  tu  alma  pasión?. 

¿Guarda  acaso  tu  memoria 
El  recuerdo  de  una  gloria 
Que  tu  corazón  soñó? 
¿Es  acaso  alguna  historia 
De  un  amor  que  ya  pasó? 

Si  es  un  amor  escondido 
Perdona...  y  deja  al  olvido 
Mis  versos  y  mi  pasión... 
Dios  sabe  si  te  he  querido 
Y  te  llora  el  corazón ! 


Pero  yo  la  amo,  ¡Dios  mío ! 
Quiero  olvidarla...  y  no  puedo; 
Sin  ella  veo  tan  vacío, 
Tan  estéril  y  sombrío 
El  mundo...  que  tengo  miedo. 

Tú,  Señor,  que  á  su  mirada 


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—  21  — 

Diste  esa  llama  sagrada 

Que  enciende  un  amor  inmenso, 

Haz  que  sepa  enamorada 

Lo  que  siento,  lo  que  pienso. 

¡Haz  que  entienda  compasiva 
Que  soy  una  alma  cautiva 
Que  en  sus  altares  se  inmola, 
Que  quiero  que  en  ella  viva 
Divina,  inmortal  y  sola ! 

i  Oh!  la  de  negros  cabellos. 
La  de  negros  ojos  bellos 
Que  mal  apaga  el  crespón, 
Deja  que  iluminen  ellos 
noche  del  corazón! 

Un  solo  instante  siquiera 
De  ser  amadu.  Y  después... 
¡  Qué  tanta  dicha  me  hiera, 
Y  que  exhale  cuando  muera 
Mi  alma  en  un  beso  á  tus  pies  I 


'jt'Mn^fí^^r.t'  .'í^.'rí..^.^^''^^ 


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NOCHE  DE  LUNA 


La  luna  esplendente 
Su  luz  transparente 
Derrama  en  mi  sien, 
Las  flores,  mecidas 
Por  auras  perdidas, 
Se  besan  dormidas 
En  dulce  vaivén. 

j  Qué  nubes  tan  blancas  flotando  en  el  cielo 
Festonan  de  plata  la  bóveda  azul! 
La  noche  ha  olvidado  su  manto  de  duelo, 
Y,  pálida  virjen,  cubrióse  de  un  velo 
Tejido  de  luz. 

Apenas  se  siente 
Cruzar  el  ambiente 
La  brisa  fugaz. 
Ni  canto,  ni  ruido, 
Ni  un  eco  perdido 
Del  mundo  dormido 
Perturban  la  paz. 

Es  la  hora  en  que  vierten  su  copa  de  olores 
Las  castas  corolas  cerradas  al  sol; 
Es  la  hora  en  que  el  alma  sedienta  de  amores 
Derrama  en  el  aura  que  besa  las  flores 
Suspiros  de  amor. 


Si  no  sabe  el  hombre 
Tu  místico  nombre, 


■Ji     ij^HÉn  l'>iJMÉÉÍÍlif>'l  I    I  ' -"■-J.'J:-y^*--^— '-•■■'■-'^.  --     '^"'   ■'-"--' JMiyiirtÉiliilíifaJíiíil'Éi^'' i 


—  23  — 

Amor,  ni  tu  voz, 
Pregunte  al  riachuelo 
Y  al  ave  en  su  vuelo, 
-  ¡Pregúntelo  al  cielo, 
Pregúntelo  á  Dios! 

¡Amor!  Este  nómbrele  escríbela  aurora, 
Le  dicen  serenas  las  ondas  del  mar, 
El  ave  que  canta,  la  fuente  que  llora, 
La  estrella  que  brilla  y  el  alma  que  adora... 
j  Vivir  es  la  dicha !  •  Vivir  es  amar  ' 

¡Amar!  En  el  alma  llevar  escondida 
La  fe  de  la  dicha,  la  luz  de  la  vida, 
El  rostro  de  un  ánjel  que  se  hizo  mujer. 
Sentir  la  existencia  flotando  perdida 
Entre  olas  de  rosas,  de  luz  y  placer. 

Mirar  por  la  noche  las  blancas  estrellas, 

Y  luego,  en  el  alma,  mas  dulces  que  ellas 
Dos  ojos  queridos,  luceros  también. 
Soñar  con  caricias,  con  blandas  querellas 
Con  trémulos  besos  que  abrasan  la  sien. 

Mirar  cual  desmayan  dos  lánguidos  ojos, 
Besar  una  frente  bañada  en  sonrojos, 
Dos  manos  que  quieren  la  faz  esconder; 
Beber  en  dos  labios  ardientes  y  rojos 
El  tibio  suspiro  que  exhala  el  placer. 

Amar  cual  las  aves  que  tienden  su  vuelo, 
En  nido  de  flores  dos  almas  juntar, 
Trayendo  á  este  mundo  de  llantos  y  duelo 
Las  horas  divinas,  los  sueños  del  cielo, 
Las  dichas  sin  nombre...  ¡Vivir  es  amar! 

En  tanto  las  nubes  prosiguen  su  vuelo, 
Oleadas  de  plata  del  piélago  azul. 
Se  envuelve  dormida  la  noche  en  su  velo  ; 

Y  pienso  mirando  los  astros  del  cielo 
Que  ol  alma  es  un  astro  y  amor  es  su  luz. 


^_    .1.-  -■■^— .■''-^■"■<^'"--  -.'^^-t!^'^-^'  :■  ¿U^.'...mL.  .-■■- 


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GREATUM  BELLA  BIANGO  VESTITA 


¡  Oh  blanca  niña  de  los  labios  rojos, 
Pálida  estrella  que  en  mi  noche  brilla, 
Guando  rae  miran  tus  divinos  ojos 
Siento  como  que  mi  alma  se  arrodilla! 

Siento  que  me  ilumina  tu  presencia 
Con  la  luz  virjinal  de  la  alborada, 
Y  que  una  ola  de  luz  es  mi  existencia 
Bañada  por  el  sol  de  tu  m.irada. 

Siento  que  me  trasformo,  que  otra  vida, 
Vida  sagrada  dentro  nii  alma  brota. 
Cuando  de  blanco  sideral  vestida 
Tu  casta  imajen  en  mi  sueño  Ilota. 


* 


Te  vi  pasar  iluminando  al  día;' 

Y  á  cada  paso  que  tu  pié  avanzaba 
De  delicia  mi  ser  se  estremecía, 

Y  me  sentía  feli2...  porque  te  amaba. 

Que  es  bello  para  el  alma  en  que  se  encierra 
La  inmensa  sed  de  la  pasión  que  abrasa, 
Tener  un  sueño  y  al  cruzar  la  tierra 
Ver  ese  sueño  en  la  mujer  que  pasa. 

Mujer  á  otra  mujer  incomparable, 
Mujer  de  bendición  y  poesía, 
Mujer  de  luz  á  quien  tocar  no  es  dable, 
La  mujer  ideal  del  alma  mía. 


.•jraííitíóáL . ..  «.A  -■■■■•  »a¿ -..^Tr.— <¿alJ:'j.trtV-J^— :.-^'/.^.  ^;:>j"i  ,;^'^i:g..,' 1- 


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—  25  — 


Sin  ti  yo  fuera  en  la  desierta  vida 
La  sombra  desolada  de  tu  sombra, 
Mirada  en  llanto  que  Le  ve  perdida, 
Boca  que  besa  de  tu  pie  la  alfombra. 

Yo  fuera  sin  tu  amor  como  el  creyente 
Que  muere  solitario  en  el  tormento, 
Pálida  y  rota  de  dolor  la  frente, 
Pero  fijo  en  su  Dios  el  pensamiento. 

Pero  viniste  ú  nn',  me  levantaste 
Contigo  y  basta  ti  con  tu  ternura, 

Y  aquí,  dentro  del  alma,  te  encerraste 
Con  la  infinita  luz  de  tu  hermosura. 

Contigo  y  junto  á  ti  quiero  sentarme 
Al  festín  del  Amor,  la  frente  erguida; 

Y  apurar  de  tu  mano  hasta  embriagarme 
La  copa  de  delicias  de  la  vida. 

¡Soldé  la  juventud,  en  sus  amores 
Siempre  tu  rayo  el  corazón  inllame! 
Primavera  del  alma,  dame  flores 
Que  al  son  del  arpa  y  á  sus  pies  derrame! 

Id,  raudos  genios  del  insomnio  ardiente, 

Y  de  mis  labios,  de  pasión  encesos, 
Llevad,  llevad  para  su  casta  frente 
Una  corona  de  inmortales  besos, 

En  tanto  que  en  el  éter  suspendida, 
Ampo  de  luz  entre  la  sombra  rota, 
Ella,  de  blanco  sideral  vestida, 
Entre  la  bruma  de  mi  sueño  flota. 


Pasionarias. 


2 


_.'> .      -ir^amfri'iiiriiiiiii'i'ii  MiT'iiii  ^  •-•■  •^'■•^-^■'•^^^-^'■^i^ 


^^^"-^-■^     • 


PENSAR.  AMAR 


Pensar.  Di'ciilmo  ¿qué  nombre 
Se  puede  dar  en  la  tierra 
Al  infiniLo  (]ue  encierra 
El  pensamiento  del  hombre? 

El  relámpaiio  (jiie  prende 
Su  centella  en  el  vacío, 
Para  seguir  es  turdííj 
El  vuelo  ({ue  el  alma  tiende. 

1^1  alma,  al  soplo  divino, 
Cual  iitomo  sideral, 
Se  j)ic!r(le  en  el  torbellino 
De  la  vida  universal. 

Ya,  de  lo  inmenso  sedienta, 
Abarca  las  soledades 
Y  entre  las  nubes  se  asienta 
Al  tronar  las  tempestades. 

Y'a.  raudal  de  inspiración 
Oue  deja  fuljenles  rastros, 
Navega  como  los  asti'os 
Entre  Dios  y  la  Ei-eación. 

Y  en  sus  vuelos  vagabundos 
Del  Ideal  único  en  pos, 
Rasga  el  velo  de  los  nmndos 
Para  llegar  basta  Dios. 

Para  ella  es  ese  mensaje 
De  sagrada  inspiración 
Que  en  misterioso  lenguaje 
Murmura  la  Creación; 

Desde  ese  trueno  que  airado 


L.'.Í...  - 


.,    J,l* 


—   9 


:;:/ 


Retumba  en  el  firm.imento, 
Hasta  el  suspiro  del  viento 
En  una  flor  apagado. 

Para  ella  escribe  la  aurora 
Letras  de  luz  en  el  cielo, 
Para  ella  ?c  borda  el  velo 
De  la  nocbe  inspiradora  ; 

Para  ella  esa  voz  ([ue  nombra 
Al  Ser  que  el  misterio  esconde, 
Á  quien  escucha  y  responde 
Entre  el  silencio  y  la  sombra. 

¿Qué  importa  que  sola  viva? 
¿Qué  importa  que  sola  vaya? 
Es  una  ola  fujiiiva 
Del  mar  (jue  no  tiene  playa. 

¿  Qué  importa  la  niebla  densa 
A  su  vuelo  vagabundo, 
Si  altiva,  creadora,  inmensa 
Lleva  en  sí  misma  su  mundo? 

El  alma  la  luz  encierra. 
El  soplo  do  Dios  la  enciende, 
Y  es  la  lámpara  que  prende 
Para  su  altar  en  la  tierra. 

Tras  un  destierro  maldito 
Levanta  libre  su  vuelo, 
Águila  del  infinito. 
Para  perderse  en  el  cielo. 


* 


¡Amar!  Duplicar  la  vida, 
Escalar  el  firmamento, 
Llevaren  el  pensamiento 
Toda  la  gloria  escondida. 

¡Amar!  Perder  anhelante 
De  la  existencia  la  calma 
Por  el  inefable  instante 


■r-fnL-^.r.J^. 


^'^  "•■*^¿^Wtií'lliiíi 


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—  28  — 

De  dar  un  alma  á  su  alma. 

Beber  con  loca  pasión 
De  unos  ojos  celestiales 
Las  lágrimas  virjinales 
Que  brotan  del  corazón. 

Adormirse  dulcemente 
Bajo  unos  labios  encesos, 
Sintiendo  sobre  la  frente 
Una  corona  de  besos. 

Dentro  del  alma  sentir 
Otra  alma  de  qne  se  es  dueño, 
Soñar...  y  adorar  un  sueño, 
Morir  de  amor  y  vivir. 

Estar  ante  el  ser  querido 
Con  la  vida  en  la  mirada, 
Con  el  labio  enmudecido, 
Con  el  alma  prosternada. 

¡Amar!  Destellar  el  día 
Gomo  sol  en  la  Creación, 
Hacer  de  luz  y  armonía 
Un  ambient(í  al  corazón. 

i  Amar  1  ¿Quién  puede  decir 
Lo  que  es  la  vida  de  amar?... 
Tener  el  cielo...  y  sufrir... 
¡Vivir  llorando...  y  gozar! 


¡  Pensar!  ¡Amar!  Y  siempre,  y  sin  medida; 
El  dominio  ensanchar  del  sentimiento 
Más  allá  déla  tierra  y  de  la  vida... 
Esta  es  la  copa  de  que  estoy  sediento. 

¿Sufrir?...  ¡Qué  importa!...  El  llanto  (Ierra- 
Es  purificación,  es  el  bautismo  [mado 
Que  necesita  el  corazón  manchado 
Para  alzarse  á  la  fe  del  idealismo. 

Suframos...  Dios  lo  quiere,  pero  amando ; 


■-is¿;v  .1;  ».-^>^,..^■,./;>; 


'     '----t     '*-    ,,.^^±lL>j,\.-,^,-»,M*J^  ák.  t.t^  _    ^^^ 


—  29  — 

Dios  está  allí  donde  el  dolor  empieza. 
Do  el  alma  atribulada  está  apurando 
Su  cáliz  desbordado  de  tristeza. 


Espíritu  de  luz  y  de  consuelo, 
Inspiración  que  por  mi  sien  resbalas, 
Cuando  mi  alma  levantas  hasta  el  cielo. 
Pensamiento  y  Amor  ¿no  son  tus  alas? 


i,-.-n^í.Ítr,.:^.-M,^^':Í^í'i  ^.J^^A 


■  -ii'É"aiái¿ráflfc'i'"-i"-i    :     "V"  'iltiiBiiiiirii'ifÉ 


ADORACIÓN 


Como  al  ara  de  Dios  llega  el  creyente 
Trémulo  el  labio  al  exhalar  el  ruego, 
Turbado  el  corazón,  baja  la  frente, 
Así,  mujer,  á  tu  presencia  llego. 

¡  No  de  mí  apartes  tus  divinos  ojos ! 
Pálida  está  mi  frente  de  dolores; 
¿  Para  qué  castigar  con  tus  enojos 
Al  que  es  tan  infeliz  con  sus  amores  ? 

Soy  un  esclavo  que  á  tus  pies  se  humilla 
Y  suplicante  tu  piedad  reclama, 
Que  con  las  manos  juntas  se  arrodilla 
Para  decir  con  miedo.,   que    te  ama! 

¡  Te  ama  I  Y  el  alma  que  el  amor  bendice 
Tiembla  al  sentirle,  como  débil  hoja; 
¡  Te  ama!  y  el  corazón  cuando  lo  dice 
En  yo  no  sé  qué  lágrimas  se  moja. 

Perdóname  este  amor,  llama  sagrada, 
Luz  de  los  cielos  que  bebí  en  tus  ojos, 
Sonrisa  de  los  ánjeles  bañada 
En  la  dulzura  de  tus  labios  rojos. 

i  Perdóname  este  amor  I  Á  mí  ha  venido 
Como  la  luz  á  la  pupila  abierta, 
Como  viene  la  música  al  oído, 
Como  la  vida  á  la  esperanza  muerta. 

Fué  una  chispa  de  tu  alma,  desprendida 
En  el  beso  de  luz  de  tu  mirada, 
One  al  abrasar  mi  corazón  en  vida 
Dejó  mi  alma  á  la  tuya  desposada. 

Y  este  amor  es  el  aire  que  respiro, 


¿.^•jk'i-Jt."",  .Xj^ 


'  .^*>iM>Sb'j«'.  : 


—  31  — 

Ilusión  imposible  que  atesoro,  ' 

Inefable  palabra  que  suspiro 

Y  dulcísima  lágrima  que  lloro. 
Es  el  ánjel  espléndido  y  risueño 

Que  con  sus  alas  en  mi  frente  toca, 

Y  que  deja  —  perdóname...  ¡  es  un  sueño  1 
El  beso  de  los  cielos  en  mi  boca. 


j  Mujer,  mujer!...  mi  corazón  de  fuego 
De  amor  no  sabe  la  palabra  santa, 
Pero  palpita  en  el  supremo  ruego 
Que  vengo  á  sollozar  ante  tu  planta. 

¿No  sabes  que  por  sólo  las  delicias 
De  oir  el  canto  que  tu  voz  encierra. 
Cambiara  yo,  dichoso,  las  caricias 
De  todas  las  mujeres  de  la  tierra? 

¿Qué  por  seguir  tu  sombra,  mi  María, 
Sellando  el  labio  á  la  importuna  queja. 
De  lágrimas  y  besos  cubriría 
La  leve  huella  que  tu  planta  deja? 

¿Qué  por  oir  en  cariñoso  acento 
Mi  pobre  nombre  entre  tus  labios  rojos. 
Para  escucharte  detendré  mi  aliento, 
Para  mirarte  me  pondré  de  hinojos  ? 

¿Qué  por  sentir  en  mi  dichosa  frente 
Tu  dulce  labio  con  pasión  impreso, 
Te  diera  yo,  con  mi  vivir  presente. 
Toda  mi  eternidad...  por  sólo  un  beso? 


Pero  si  tanto  amor,  delirio  tanto. 
Tanta  ternura  ante  tus  pies  traída, 
Empapada  con  gotas  de  mi  llanto, 
Formada  con  la  esencia  de  mi  vida  ; 

Si  este  grito  de  amor,  íntimo,  ardiente, 


—  32  — 

No  llega  á  ti...  si  mi  pasión  es  loca, 
Perdona  los  delirios  de  mi  mente, 
Perdona  las  palabras  de  mi  boca. 

Y  ya  no  más  mi  ruego  sollozante 
Irá  á  turbar  tu  indiferente  calma... 
Pero  mi  amor  hasta  el  postrer  instante 
Te  daré  con  las  lágrimas  del  alma. 


AMEMONOS 


Buscaba  mi  alma  con  afán  tu  alma, 
Buscaba  yo  la  virjen  que  mi  frente 
Tocaba  con  su  labio  dulcemente 
En  el  febril  insomnio  del  amor. 

Buscaba  la  mujer  pálida  y  bella 
Que  en  sueño  me  visita  desde  niño, 
Para  partir  con  ella  mi  cariño, 
Para  partir  con  ella  mi  dolor. 

Como  en  la  sacra  soledad  del  templo 
Sin  verá  Dios  se  siente  su  presencia, 
Yo  presentí  en  el  mundo  tu  existencia, 
Y,  como  á  Dios,  sin  verte,  te  adoré. 

Y  demandando  sin  cesar  al  cielo 
La  dulce  companera  de  mi  suerte, 
Muy  lejos  yo  de  ti,  sin  conocerte 
En  la  ara  de  mi  amor  te  levanté. 

No  preguntaba  ni  sabia  tu  nombre. 
¿En  dónde  iba  á  encontrarte  ?  Lo  ignoraba; 
Pero  tu  imajen  dentro  el  alma  estaba. 
Más  bien  presentimiento  que  ilusión. 

Y  apenas  te  miré...  tú  eras  el  ánjel 
Compañero  ideal  de  mi  desvelo, 

La  casta  virjen  de  mirar  de  cielo 

Y  de  la  frente  pálida  de  amor. 

Y  la  primera  vez  que  nuestros  ojos 
Sus  miradas  magnéticas  cruzaron, 

Sin  buscarse,  las  manos  se  encontraron 

Y  nos  dijimos  «  le  amo  »  sin  bablar. 


;ji.lL.^t-..A^.; 


¡í.  ■.■e¿¡uíÍjÚti!Í¿ÍL:j.,.^    -    '-  ■' i  átirs^^n'i-ití'li 


*> 


—  3i  — 

Un  sonrojo  puiísimo  en  tu  frente, 
Algo  de  palidez  sobre  la  mía, 

Y  una  sonrisa  que  hasta  Dios  subía... 
Así  nos  comprendimos...  nada  más. 

¡  Amémonos,  mi  bien!  En  este  mundo 
Donde  lágrimas  tañías  se  derraman, 
Las  que  vierten  quizá  los  que  se  aman 
Tienen  yo  no  sé  que  de  bendición. 
I  Amémonos,  mi  bien  !  Tiendan  sus  alas 
Dos  corazones  en  dichoso  vuelo; 
Amar  es  ver  el  entreabierto  cielo 

Y  levantar  el  alma  en  asunción. 
Amar  es  empapar  el  pensamiento 

En  la  fragancia  del  Edén  perdido  ; 
Amar  es...  amar  es  llevar  herido 
Con  un  dardo  celeste  el  corazón. 
Es  locar  los  dinteles  de  la  gloria. 
Es  ver  tus  ojos,  escuchar  tu  acento. 
En  el  alma  sentir  el  firmamento 

Y  morir  á  tus  pies  de  adoraci<Jn. 


»i-.-. 


PASÍ(J> 


¡  Habíame  !  Oii.e  lu  vo/.,  eco  del  cielo,    ' 
Sobre  la  lieiia  por  do  (¡tiicr  me  siga... 
Con  tal  de  oir  Lii  voz,  nada  me  importa 
Que  el  desdén  en  lii  labio  me  maldiga. 

¡Mírame  I...  Tus  miradas  me  quemaron, 
Y  tengo  sed  de  ese  mirar,  cierno... 
Por  ver  tus  ojos,  que  se  abrase  mi  alma 
De  esa  mirada  en  el  celeste  infierno. 

¡Ámame  !...  Nada  soy...  pero  lu  diestra 
Sobre  mi  írenle  pálida  un  instante, 
Puede  hacer  del  e-clavo  arrodillado 
El  hombre  rev  de  corazón  ii-^'ante. 


Tú  pasas...  y  la  tierra  voluptuosa 
Se  estremece  de  amor  bajo  tus  huellas, 
Se  entibia  el  aire,  se  perfuma  ol  prado 

Y  se  inclinan  á  verle  las  estrellas. 
Quisiera  ser  la  sombra  de  la  noche 

Para  verte  dorniir  sola  y  tranquila, 

Y  luego  serla  aurora...  y  despertarte 
Con  un  beso  de  luz  en  la  pupila. 

Soy  tuyo,  me  posees...  un  solo  átomo 
No  hay  en  mi  ser  (jue  para  ti  no  sea  : 
Dentro  mi  corazón  eres  latido, 

Y  dentro  mi  cerebro  eres  idea. 


¿  ^■■.   ^  ,^  ^.'¿  ÜW  ,: 


1 


'^:^^:n^  _^KT.\yi;T:t^-i''J  *.^-T  W^'^ 


a()  — 


¡  Oh  !  por  mirar  tu  frente  pensativa 

Y  pálido  de  amores  tu  semblante; 
Por  sentir  el  aliento  de  tu  boca 
Mi  labio  acariciar  un  solo  instante; 

Por  estrechar  tus  manos  virjinales 
Sobre  mi  corazón,  yo  de  rodillas, 

Y  devorar  con  mis  trementes  besos 
Lágrimas  de  pasión  en  tus  mejillas; 

Yo  te  diera...  no  sé...  ¡no  tengo  nada!... 
—  El  poeta  es  mendigo  de  la  tierra  — 
i  Toda  la  sangre  que  en  mis  venas  arde  ! 
¡  Todo  lo  grande  que  mi  mente  encierra ! 


* 


Mas  no  soy  para  ti...  ;  Si  entre  tus  brazos 
La  suerte  loca  me  arroja  un  día, 
Al  terrible  contacto  de  tus  labios 
Tal  vez  mi  corazón...  se  rompería ! 

Nunca  será...  Para  mi  negra  vida 
La  inmensa  dicha  del  amor  no  existe... 
Sólo  nací  para  llevar  en  mi  alma 
Todo  lo  que  hay  de  tempestuoso  y  triste. 

Y  quisiera  morir...  ¡  pero  en  tus  brazos. 
Con  la  embriaguez  de  la  pasión  más  loca, 
Y  que  mi  ardiente  vida  se  apagara 
Al  soplo  de  los  besos  de  tu  boca ! 


•J^.Uk^. 


EN  EL  BAÑO 


Alegre  y  sola  en  el  recodo  blando 
Que  forma  entre  los  árboles  el  río, 
Al  fresco  abrigo  del  ramaje  umbrío 
Se  está  la  niña  de  mi  amor  bañando. 

Traviesa  con  las  ondas  jugueteando 
El  busto  saca  del  remanso  frío, 
Y  ríe  y  salpica  de  glacial  rocío 
El  blanco  seno,  de  rubor  temblando. 

Al  verla  tan  hermosa,  entre  el  follaje 
El  viento  apenas  susurrando  jira. 
Salta  trinando  el  pájaro  salvaje, 

El  sol  más'poco  á  poco  se  retira; 
Todo  calla...  y  Amor,  entre  el  ramaje, 
Á  escondidas  mirándolo,  suspira. 


V. 


Pasionarias. 


/.  ^^*.if'i^-..%^r^.tar*^lx^ 


L;ta¿,  ■>»■■■ 


GUANDO  ME  DEJAS 


«  No  le  apartes  de  mí.  Cuando  me  dejas 
Mi  corazón  suspende  su  latir, 
Me  ausento  de  mí  mismo  si  le  alejas, 
.  Todo  mi  corazón  se  va  tras  ti . 

Se  van  mis  ojos  tras  tu  grata  sombra, 
Sueña  mi  oído  con  tu  dulce  voz, 
El  labio  calla,  el  corazón  te  nombra, 

Y  mi  vida  suspéndese  veloz. 

Mas  apenas  escucho  la  armonía 
Del  leve  paso  de  tu  pie  jentil, 
Despierta  conmovida  el  alma  mía 

Y  siento  que  la  vida  vuelve  á  mí.  » 

Porque  te  amo  con  todos  los  amores 
Que  darse  puedan  bajo  el  cielo  azul; 
Como  se  aman  las  aves  y  las  flores, 
Como  se  aman  los  cielos  y  la  luz. 

Como  se  ama  la  ilusión  perdida. 
Como  se  ama  la  dicha  que  pasó, 
Como  aman  cuantos  aman  en  la  vida, 
Con  todos  los  amores  te  amo  yo. 

;  Ámala!  dijo  Dios,  cuando  me  daba 
Tan  rico  de  ternura  el  corazón, 

Y  yo  sin  conocerte  te  buscaba 
Con  la  mística  fe  de  mi  ilusión. 

Y  te  buscaba  mi  deseo  sin  calma, 

Y  preguntaba  al  mundo,  como  áDios: 
¿En  dónde  mi  alma  encontrará  su  alma? 


» iiÍMlifliM''f  a'l-V.Tí '  ■•  -I  i 


—  39  — 

¿Dónde  mi  amor  encontrará  su  amor? 

¿Me  oíste?...  No  lo  sé;  mas  como  estrella 
Éntrela  sombra,  aparecer  te  vi. 
/  Te  amo  !  me  dijo  tu  mirada  bella, 

Y  todo  el  cielo  descendió  hasta  mí. 
Y  me  sonrió  tu  labio  cariñoso, 

De  inmensa  dicha  el  corazón  jimio, 

Y  un  beso  mudo,  largo,  tembloroso 
Nuestras  férvidas  almas  desposó. 


aJíiSbÁÉiaíiiiimÉIÍÉÁ 


TARDE  SERENA 


Esta  vida  ¿  es  don  del  cielo 
Que  debemos  bendecir? 
¿Ó  venimos  á  este  suelo 
Para  llorar  y  morir? 
¡  Don  del  cielo  !  ¿  Por  que  no? 
Alzo  mi  frente  y  comtenplo 
Que  el  universo  es  un  templo 
Que  el  Criador  se  levantó. 

¡  Es  tan  azul  el  espacio, 
El  aire  tan  trasparente, 
Lleva  la  larde  en  su  frente 
Tantas  gasas  de  topacio  ! 

El  horizonte  dilata 
Su  franja  azul  á  lo  lejos, 
Azul  como  los  espejos 
Del  golfo  que  le  retrata. 

Blancos  penachos  de  espuma 
Ajita  la  mar  sonora, 
Y  la  onda  se  tuerce  y  llora 
Bajo  su  manto  de  bruma. 

Allá  por  el  valle  umbrío, 
Como  una  cinta  de  acero, 
Pasa  lijero,  lijero, 
Sonando  apenas,  el  río, 

Y  llevando  en  el  cristal 
Escamado  de  sus  olas 
Las  deshojadas  corolas 
De  las  flores  del  juncal. 

Todo  en  el  bosque  es  aromas, 


-^íX-,  .tJt.'í..  t..    í.^.  J_í:»^-7.*.?..:l.*it  ^-^<  -.j.¿_     •  ..-i:.  Arf.  i 


■  "^  «;í'-,r-^*^i'^  •  " 


—  41  — 

Todo  solemne  murmullos, 

Y  músicas  y  arrullos 

De  brisas  y  de  palomas. 

Y  se  va  apagando  el  día, 

Y  va  suspirando  el  viento, 

Y  se  llena  el  pensamiento 
Con  la  ¡majen  de  María. 

¡  Qué  dicha  la  de  sentir 
Dulce,  profunda,  secreta, 
Una  pasión  de  poeta 
Imposible  de  decir  ! 

Pasión  á  un  tiempo  nacida 
Al  cambiar  una  mirada, 
Como  ninguna  sentida. 
Como  ninguna  premiada, 

¡Qué  dicha  la  de  soñar 
En  este  mísero  suelo 
Con  una  virjen  del  cielo 

Y  junto  á  ella  despertar! 

Y  en  voluptuoso  sopor, 
En  su  regazo  adormido, 
Oir  el  suave  latido 

Que  está  murmurando  Auior 

¡Amor!  ¡Palabra  divina! 
Parece  que  de  improviso 
AI  pronunciarla  nos  abre 
Sus  puertas  el  Paraíso  ! 
Si  quien  la  sueña  delira. 
Si  quien  la  balbute  canta, 
Si  quien  la  dice  levanta 
Una  nota  que  suspira 
Con  música  más  suave 
Que  el  sonido  de  la  lira 
Ó  que  los  trinos  del  ave. 

Hay  en  ella  sentimiento, 
Hay  en  ella  bendición. 


•íÉfe 


-■i'-jiii^¿f*íl._ 


—  42  — 

Y  no  se  qué  vago  acento 
De  tristeza  y  de  pasión, 
Que  hace  vibrar  conmovidas 
Las  fibras  más  escondidas 
Del  ardiente  corazón. 

La  vida,  esta  rapidez 
(jue  nos  arrastra  en  la  tierra, 
Este  minuto  que  encierra 
Niñez,  juventud,  vejez; 
¿  Cómo  puede  ser  bastante 
Á  la  expansión  infinita 
Que  para  su  amor  jigante 
El  corazón  necesita? 
¡Qué!...  ¿Lo  eterno  en  un  instante? 
¿Lo  inmenso  en  lo  que  es  pequeño? 
¿En  la  muerte  lo  inmortal? 
¿La  realidad  en  su  sueño? 
¿El  cielo  en  lo  terrenal? 

¡Oh!  yo  quisiera,  quisiera 
Que  en  la  espuma  de  las  olas, 
Que  en  la  ráfaga  lijera 
Del  olor  de  las  corolas, 
Que  en  las  alas  de  la  nube, 
Que  en  las  del  cóndor  sereno 
Que  cerca  los  astros  sube. 
Que  en  las  del  rápido  trueno 
Se  perdiera  el  alma  mía... 
Para  sentir  la  grandeza 
De  embriagarme  en  la  poesía 
De  la  gran  naturaleza  ; 

Y  así,  como  en  un  abrazo 
Ideal,  sublime  y  bendito. 
Abarcar  la  Creación 

lín  el  amor  infinito 
Que  llevo  en  mi  corazón. 


.aa>«ÉiillllHÍlMIÉiÉillÉÍÉlMMMd^jktilufeb<C.ftikJ> 


NUPCIAL 


En  el  regazo  frío 
Del  remanso  escondido  en  la  floresta, 
Feliz  abandonaba 

Su  hermosa  desnudez  el  amor  mío 
En  la  hora  calurosa  de  la  siesta. 
El  agua  que  temblaba 
Al  sentirla  en  su  seno,  la  ceñía 
Con  voluptuoso  abrazo  y  la  besaba, 
y  á  su  contacto  de  placer  jemía 
Con  arrullo  tan  suave  y  deleitoso, 
Como  el  del  labio  virjinal  opreso 
Por  el  férvido  labio  del  esposo 
Al  contacto  nupcial  del  primer  beso. 

La  onda  lijera  desparcía  jugando 
La  cascada  jentil  de  su  cabello, 
Que  luego  en  rizos  de  ébano  flotando 
Bajaba  por  su  cuello; 
Y  cual  ruedan  las  gotas  de  rocío 
En  los  tersos  botones  de  las  rosas, 
Por  el  seno  desnudo  así  rodaban 
Las  gotas  temblorosas. 
Tesoro  del  amor  el  más  precioso 
Eran  aquellas  perlas ; 
¡Cuánto  no  diera  el  labio  codicioso 
Trémulo  de  placer  por  recojerlas  ! 
¡  Cuál  destacaba  su  marfil  turjente 
En  la  onda  semi-oscura  y  trasparente 
Aquel  seno  bellísimo  de  diosa! 


.    ■■'  .-.«^-.ja^..-  i^:».<i..v.oj— ü.^t-.,;..'i.;..-^,z^¿¡.- jg  i>li¡e"'  aMJfti- 


■  Yiir  i' Máir  i'tifi 


r-.y 


í  Así  del  cisne  la  nevada  pluma 
En  el  turbio  cristal  de  la  corriente, 
Así  deslumbradora  y  esplendente 
Venus  rasgando  la  marina  espuma! 


» ♦ 


Después,  en  el  tranquilo 
Agreste  cenador,  discreto  asilo 
Del  íntimo  festín,  lánguidamente 
Sobre  mí  descansaba  cariñosa 
La  desmayada  frente, 
En  suave  palidez  ya  convertida 
La  color  que  antes  fuera,  deliciosa, 
Leve  matiz  de  nacarada  rosa 
Que  la  lluvia  mojó.  Mudos  los  labios 
De  amor  estaban  al  acento  blando  ; 
¿Para  qué  la  palabra  si  las  almas 
Se  estaban  en  los  ojos  adorando  ? 
¡Si  el  férvido  latido 
Que  el  albo  seno  palpitar  hacía 
Decíale  al  corazón...  lo  que  tan  sólo 
Ebrio  de  dicha  el  corazón  oía? 


* 


Salimos,  y  la  luna  vagamente 
Blanqueaba  ya  el  espacio. 
Perdidas  en  el  éter  trasparente 
Como  pálidas  chispas  de  topacio 
Las  estrellas  brillaban...  las  estrellas 
Que  yo  querido  habría 
Para  formar. con  ellas 
Una  corona  á  la  adorada  mía. 
En  mi  hombro  su  cabeza,  y  silenciosos 
Porque  idioma  no  tienen  las  dichosos, 
Nos  miraban  pasar  estremecidas 


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ÍÁMiJ^'ál. ■%..'.      '  nMJ 


—  45  — 

Las  encinas  del  bosque,  en  donde  apenas 
Lánguidamente  suspiraba  el  viento, 
Como  en  las  horas  del  amor  serenas 
Dulce  suspira  el  corazón  contento. 

Ardiente  en  mi  mejilla  de  su  aliento 
Sentía  el  soplo  suavísimo,  y  sus  ojos 
Muy  cerca  de  mis  ojos,  y  tan  cerca 
Mi  ávido  labio  de  sus  labios  rojos, 
Oue  rauda  y  palpitante 
Mariposa  de  amor  el  alma  loca. 
En  las  alas  de  un  beso  fujitivo 
Fué  á  posarse  en  el  cáliz  de  su  boca... 

¿Por  qué  la  luna  se  ocultó  un  instante 
Y  de  los  viejos  árboles  caía 
Una  sombra  nupcial  agonizante? 
Rl  astro  con  sus  ojos  de  diamante 
Al  través  del  follaje  ¿qué  veía?... 

Todo  callaba  en  derredor,  discreto. 
El  bosque  fué  el  santuario 
De  un  misterio  de  amor,  y  sólo  el  bosque 
Guardará  en  el  recinto  solitario 
De  sus  plácidas  grutas  el  secreto 
De  aquella  hora  nupcial,  cuyos  instantes 
Tornar  en  siglos  el  recuerdo  quiso... 

¿Quién  se  puede  olvidar  de  haber  robado 
Su  única  hora  de  amor  al  Paraíso? 


-■■^'^'■^^- 


'■  4Wf  «F'Tí'.'; 


TU  SOL 


;,  I'or  quó  indeciso  tu  vuelo. 
Ya   va  ii  la  tierra,  ya  al  cielo? 

Busca  UQ  sol 

I.  Rauírrz. 


Y  no  buscaste  un  sol,  no  ;  le  tenías 
Dentro  tu  corazón,  y  ya  el  instante 
De  su  feliz  oriente  presentías. 


¡Ese  sol  era  Amor !  Astro  fecundo 
Que  el  corazón  inflama 

Y  con  su  fuego  iluminando  el  mundo 
Como  un  sol  en  el  alma  se  derrama. 
Ante  él  los  sueños  de  la  fe  benditos, 
Las  blancas  ilusiones,  la  esperanza 

Y  del  alma  la  virjen  poesía, 

Todo  en  enjambre  celestial  se  lanza 
Á  hacer  en  torno  al  corazón  el  día. 


Así  también  el  sol  del  firmamento 
Fúljido  al  asomar.  La  flecha  de  oro 
De  su  rayo  primer  ras^a  el  espacio. 
En  el  pálido  azul  del  éter  vago 
Las  últimas  estrellas 
Cintilan  en  sus  limbos  de  topacio. 
Tiemblan,  se  apagan  tímidas...  y  luego 
El  astro  rey  desde  el  confín  profundo 
Sacude  sobre  el  mundo 
Su  cabellera  espléndida  de  fuego. 


:';c-"'^r'*i  :,  .•  .  ■-      '    »  .  ■     ■     -    "■■     ■    ->y--''*Ar^-'.'V'. '■■"  r;    ■■■■■    .  >«-Trr--.Vrí~^  >-''"'^¿-'TT-- 


—  47  — 

Como  bocas  amantes 
Que  se  aprestan  al  beso  voluptuosas, 
Entreabren  palpitantes 
Su  incensario  de  púrpura  las  rosas. 
Las  brisas  se  levantan 
A  despertar  los  pájaros  dormidos 
En  el  tibio  regazo  de  sus  nidos, 

Y  ellos,  alegres,  despertando  cantan. 

Y  cantando  despiertan 

El  inquieto  rumor  de  los  follajes, 

Y  el  bosque  todo,  saludando  al  día, 
Desata  la  magnífica  armonía 

De  sus  himnos  solemnes  y  salvajes. 


Y  todo  es  vida  rebosando  amores 

Y  todo  amores  rebosando  vida. 
Desde  el  trémulo  seno  de  las  flores 
Cargadas  de  rocío ; 

Desde  el  murmullo  del  cristal  del  río; 

Y  el  retumbo  soberbio  de  los  mares ; 
Desde  la  excelsa  cumbre  de  los  montes 

Y  el  azul  de  los  anchos  horizontes 
Hasta  la  inmensidad  del  firmamento, 
Es  lodo  luz,  perfumes  y  cantares, 

Es  todo  amor,  y  vida  y  movimiento. 


Tu  sol,  el  de  tu  amor,  por  mucho  tiempo 
Dentro  de  tu  alma  retardó  su  oriente ; 
Por  mucho  tiempo  su  divino  rayo 
No  iluminó  sobre  tu  rejia  frente  / 

Las  lindas  flores  de  tu  rico  mayo. 
Por  mucho  tiempo  en  vano  la  belleza 
Te  revistió  de  sus  preciosas  galas, 
Y  en  torno  de  tu  espléndida  cabeza 
Impaciente  el  Amor  batió  sus  alas. 


ij^^íúíük -.r  .'  ^  ..límli' íi."i;:a'¿1<íkí> 


—  48  — 

Por  mucho  tiempo  así. 

Llegó  el  momento, 
La  ansiada  aurora,  el  despertar  fecundo ; 

Y  lú  lo  sabes  bien...  dentro  de  mi  alma 
Ante  el  sol  de  tu  amor,  alzóse  un  mundo. 

El  mundo  de  mi  loca  fantasía, 
Mi  mundo  de  poeta, 
Un  pedazo  de  cielo  que  se  abría 
En  la  región  del  alma  más  secreta, 
Un  enjambre  de  sueños  voladores 
En  torno  de  dos  almas  cariñosas, 

Y  del  alba  a  los  tibios  resplandores 
Un  escondido  tálamo  de  rosas 

Para  el  sueño  nupcial  de  los  amores. 
Un  cáliz  desbordado  de  embriagueces, 
De  inmortales  delicias, 
Un  torrente  de  besos,  de  suspiros, 
De  lágrimas  de  amor  y  de  caricias. 

¡Ah!  ¿dónde  estaba  de  mi  lira  ardiente 
La  orgullosa  canción  que  supe  un  día? 
¿üó  la  palabra  que  bañado  en  fuego 
Al  oído  feliz  de  la  belleza 
En  otro  tiempo  modular  sabía? 
¿Dó  las  llores  jentiles  que  el  poeta 
Al  pasar  la  Hermosura  derramaba 
Con  musa  fácil,  juvenil  é  inquieta? 

¿Dónde  estaba  mi  audacia  en  otro  tiempo, 
En  otro  tiempo  tan  feliz  y  loca?... 
Ante  el  sol  del  amor  que  vi  en  tus  ojos, 
Cayó  á  tus  pies  mi  adoración  de  hinojos. 
Mi  alma  tembló,  y  enmudeció  mi  boca. 


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t^&^\  r  ■    ■  Jfc-i'^    .i.'iilJA .*^- ' 


BAJO  LAS  PALMAS 


Morena  por  el  sol  del  mediodía 
Que  en  llama  de  oro  fúljido  la  baña, 
Es  la  agreste  beldad  del  alma  mía, 
La  rosa  tropical  de  la  montaña. i 

Dióle  la  selva  su  belleza  ardiente, 
Dióle  la  palma  su  gallardo  talle; 
En  su  pasión  hay  algo  del  torrente 
Que  se  despeña  desbordado  al  valle. 

Sus  miradas  son  luz,  noche  sus  ojos, 
La  pasión  en  su  rostro  centellea, 

Y  late  el  beso  entre  sus  labios  rojos 
Cuando  desmaya  su  pupila  hebrea. 

Me  tiembla  el  corazón  cuando  la  nombro, 
Cuando  sueño  con  ella  me  embeleso, 

Y  en  cada  flor  con  que  su  senda  alfombro 
Pusiera  una  alma  como  pongo  un  beso. 

Allá  en  la  soledad,  entre  las  flores. 
Nos  amamos  sin  fin  á  cielo  abierto, 

Y  tienen  nuestros  férvidos  amores 
La  inmensidad  soberbia  del  desierto. 

Ella,  la  rejia,  la  beldad  altiva 
Soñadora  de  castos  embelesos, 
Se  doblega  cual  tierna  sensitiva 
Al  aura  ardiente  de  mis  locos  besos. 

Y  tiene  el  bosque  voluptuosa  sombra, 
Profundos  y  selvosos  laberintos, 

Y  grutas  perfumadas,  con  alfombra 
De  eneldos,  y  tapices  de  jacintos. 

Y  palmas  de  soberbios  abanicos 


-¡■■-^^^.-.■■'-«^t,^.^-..?  ^  :.-..  -/....■^^^Jija»:. 


¡„^MB£¿¿ 


V"^' 


—  50  — 

Mecidos  por  los  vientos  sonorosos, 
Aves  salvajes  de  canoros  picos 

Y  lejanos  torrentes  caudalosos. 

Los  naranjos  en  flor  que  nos  guarecen 
Perfuman  el  ambiente,  y  en  su  alfombra 
Un  tálamo  los  musgos  nos  ofrecen 
De  las  gallardas  palmas  á  la  sombra. 

Por  pabellón  tenemos  la  techumbre 
Del  azul  de  los  ciclos  soberano. 

Y  por  antorcha  de  himeneo  la  lumbre 
Del  espléndido  sol  americano. 

Y  se  oyen  tronadores  los  torrentes 

Y  las  aves  salvajes  en  concierto, 
En  tanto  celebramos  indolentes 
Nuestros  libres  amores  del  desierto. 

Los  labios  de  los  dos,  con  fuego  impresos, 
Se  dicen  el  secreto  de  las  almas  ; 
Después...  desmayan  lánguidos  los  besos... 

Y  á  la  sombra  quedamos  do  las  palmas. 


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BESOS 


PRIMER   BESO 

—  «  La  luz  de  ocaso  moribunda  toca 
Del  pinar  los  follajes  tembladores, 
Suspiran  en  el  bosque  los  rumores 
Y  las  tórtolas  jimen  en  la  roca. 

Es  el  instante  que  el  amor  invoca; 
Ven  junto  á  mí;  te  sostendré  con  flores 
Mientras  roban  volando  los  Amores 
El  dulce  beso  de  tu  dulce  boca.  »  — 

La  virjen  suspiro  :  sus  labios  rojos 
Apenas  yo  te  amo  murmuraron, 
Se  entrecerraron  lánguidos  los  ojos, 

Los  labios  ;i  los  labios  se  juntaron, 
Y  las  frentes,  bañadas  de  sonrojos, 
Al  peso  de  la  dicha  se  doblaron. 


II 


UN  BESO  NADA   MAS 

Bésame  con  el  beso  de  tu  boca, 
Cariñosa  mitad  del  alma  mía, 
Un  solo  beso  el  corazón  invoca, 


-•---"••-^•''-■>''^-'->------- ■•■-  ■■ '-    '■'''-■^¡'■•-•-■',,tí'f~,r-Mi''^lliíiiiii\Í1¡táláÍtltálÉSí¿tílíÍí  '    1 


—  52  — 

Que  la  dicha  de  dos...  me  mataría. 

¡  Un  beso  nada  más!...  Ya  su  perfume 
En  mi  alma  derramándose,  la  embriaga; 

Y  mi  alma  por  tu  beso  se  consume 

Y  por  mis  labios  impaciente  vaga. 

¡  Júntese  con  la  tuya!...  Ya  no  puedo 
Lejos  tenerla  de  tus  labios  rojos... 
¡Pronto!...  ¡  dame  tus  labios!...  ¡tengo  miedo 
De  ver  tan  cerca  tus  divinos  ojos! 

Hay  un  cielo,  mujer,  en  tus  abrazos; 
Siento  de  dicha  el  corazón  opreso... 
¡  Oh  !  ¡  sostenme  en  la  vida  de  tus  brazos 
Para  que  no  me  mates  con  tu  beso  ! 


III 


EN  EL  JARDÍN 

Ella  estaba  turbada  y  sonreía, 
Él  le  hablaba  en  la  sombra  á  media  voz ; 
Solo  estaba  el  jardín,  y  la  algazara 
Del  baile  se  escapaba  del  salón. 

Al  través  de  las  hojj^s  las  estrellas 
Lanzaban  temblorosas  su  fulgor... 
Yo  no  sé  cómo  fué,  mas  sin  pensarlo 
Se  encontraron  los  labios  de  los  dos. 

Y  encontrarse  los  labios  cariñosos 
De  dos  que  se  aman  con  inmenso  amor, 
Es  sentir  que  dos  almas,  que  dos  vidas 
Se  confunden  en  una  y  van  a  Dios. 


1  Sonrisa  de  mujer,  tú  eres  aurora  I 
¡  Beso  de  la  mujer,  tú  eres  un  sol !... 
¡  Qué  dulces  son  tus  besos,  vida  mía  ! 
¡  Qué  hermoso  es  el  amor ! 


tía  I    -m'^r--  — — --^'V^iiMfc*'-^    -  -M^. .  .,.»..-.^~j.  ..-L^  ..^..i-^L.--^.-  ■i.-.t-L-.....>:t.¿.¿':^..i>^.ji-v^...- 


—  53  — 


IV 


TU  CABELLERA 


Déjame  ver  tus  ojos  de  paloma 
Cerca,  tan  cerca  que  me  mire  en  ellos; 
Déjame  respirar  el  blondo  aroma 
Que  esparcen  destrenzados  tus  cabellos. 

Déjame  así,  sin  voz  ni  pensamiento. 
Juntas  las  manos  y  á  tus  pies  de  hinojos, 
Embriagarme  en  el  néctar  de  tu  aliento, 
Abrasarme  en  el  fuego  de  tus  ojos. 

Pero  te  inclinas. ..  La  cascada  entera 
Cae  de  tus  rizos  luengos  y  espesos... 
¡  Escóndeme  en  tu  negra  cabellera 
Y  déjame  morir  bajo  tus  besos  ! 


EL  BESO  DEL  ADIÓS 

Era  el  instante  del  adiós  :  callaban, 
Y  sin  verse  las  manos  se  estrechaban 

Inmóviles  los  dos. 
Almas  que  al  separarse  se  rompían, 
Temblando  y  sin  hablarse  se  decían  : 
«  He  aquí  el  instante  del  postrer  adiós.  » 

Doliente  como  el  ánjel  del  martirio 
Ella  su  frente  pálida  de  lirio 
Tristísima  dobló; 
Quiso  hablar,  y  el  sollozo  comprimido 
Su  pecho  desgarró  con  un  jemido 
Que  el  nombre  idolatrado  sofocó. 

Y  luego  con  afán,  con  ansia  loca 
Tendió  sus  manos  y  apretó  su  boca 
.  Á  la  frente  de  él. 


A^.-to.v.«.nifc.>^.'';.-.^'i. ■,,,;.!.. „.L.,;.ú«-':.. I*. 'v  .■•>^:  ;•,  "ii-hiiir,^riitiiwmirir;i*'i rr  . 


—  54  — 

Fué  un  largo  beso  trémulo...  y  rodaba 
De  aquellos  ojos  que  el  dolor  cerraba 
Copioso  llanto  de  infinita  hiél. 

Él  lo  sintió  bañando  sus  mejillas, 

Y  cayó  conmovido  de  rodillas... 

Sollozaban  los  dos. 

Y  en  un  abrazo  delirante  presos 
Confundieron  sus  lágrimas,  sus  besos, 

Y  se  apartaron...  sin  decirse  adiós. 


VI 


EL  ULTIMO  BESO 

Empujé,  vacilando  como  un  ebrio, 
La  entrecerrada  puerta. 
Había  en  la  estancia  jontes  que  lloraban, 
Y  en  medio  de  los  cirios  funerarios 
Ella...  ¡  mi  vida  !...  muerta. 

Pálido  mármol  que  esculpió  la  Muerte 

Con  sn  mano  de  hielo. 
La  hermosura  terrestre  de  la  virjen 
Del  abierto  sepulcro  por  la  entrada 
Se  iluminaba  con  la  luz  del  cielo. 

Llegué,  me  arrodillé...  y  aquel  jemido 
Que  lanzó  mi  alma  loca 
Hizo  temblar  la  llama  de  los  cirios... 
Después...  no  supe  más...  Un  beso  eterno 
Clavó  á  su  frente  mi  convulsa  boca. 

Todo  el  llanto  de  mi  alma,  el  duelo  inmenso, 

¡Oh  niña!  de  perderte, 
Estaba  en  ese  beso  de  la  tumba... 
¿  Te  lo  llevó,  verdad,  llegando  al  cielo 

El  ánjel  de  la  muerte? 


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ADIOSES 


NUESTRO   ADIüS 

i  Si  no  sabía  llorar  ! . . .  Jamas  su  frente 
Se  dobló  á  los  pesares. 
Fué  siempre  la  mujer  indiferente, 
La  diosa  á  recibir  acostumbrada 
Incienso  de  alabanza  en  sus  altares. 

Amor  junto  ú  ella  humilde 
Las  alas  plegó  inquietas, 

Y  repitió  á  su  óido  suplicante 

El  cántico  de  amor  de  los  poetas. 

Y  acaso  el  aura  fría 

De  la  noche  besando  sus  cabellos. 
En  un  vago  sollozo  le  traía 
Una  voz  de  ultratumba  en  que  jemía 
El  adiós  postrimer  de  alguno  de  ellos. 

Mas  no  sabía  llorar. . . 

Y  aquella  tarde, 
Una  tarde  sin  luz,  triste  y  lluviosa, 
Inclinó  la  cabeza  silenciosa 
Así  como  las  blandas  ílorecillas 
Que  hirió  la  tempestad.  Los  soberanos 
Ojos  cubrióse  con  entrambas  manos 

Y  el  llanto  desbordó  por  sus  mejillas. 

Lloraba,  sí,  lloraba...  de  rodillas 
Yo  traspasado  de  dolor  le  hablaba, 


—  5G  — 

Pero  ella  no  me  oía; 
¡  Callaba,  sollozaba,  se  moría  !... 
Sólo  sentí  su  mano  que  temblaba 
Desesperada  al  estrecharla  mía. 

Era  aquel  nuestro  adiós.  Era  el  momento 
Solemne  de  pasión  y  de  tormento 
De  un  amor  inmortal.  Eran  dos  almas 
Locamente  estrechadas  en  el  fuerte 
Nupcial  abrazo  de  una  sola  vida, 
Que  separaba,  haciéndolas  pedazos, 
La  mano  inexorable  de  la  suerte 
Con  el  fúnebre  adiós  de  la  partida. 

Y  lloraba  en  mis  brazos;  y  lloraba 
Con  tan  triste  y  profundo  desconsuelo, 
Que  en  tan  lúgubre  tarde  parecía 

Que  al  mirarla  llorar  lloraba  el  cielo 

Y  que  por  ella  se  enlutaba  el  día. 

Y  mojaba  la  lluvia  su  semblante, 
Su  semblante  tan  pálido  y  tan  bello, 

Y  el  viento  de  la  tarde  sollozante 
Ajilaba  en  desorden  su  cabello. 

Yo  le  hablaba,  le  hablaba...  no  me  oía... 
Solamente  su  mano  temblorosa 
Se  estrechaba  convulsa  con  la  mía. 

Así  fué  nuestro  adi(')S...  Toda  mi  alma 
Dejé  en  sus  labios  con  pasión  opresos, 

Y  me  traje  la  suya,  que  bebieron 

En  sus  ardientes  lágrimas  mis  besos. 


NO...  NO  TE  DIGO  ADIÓS 

¿Por  qué  vienes  así,  mi  enamorada. 


íiriiiiiiiíii  ri»i<iiiij^>Bii<iiif  1ÍI 


".<T,' 


—   5/   — 

Cuando  dormido  estoy?  ¿  Cuando  con  lazos 
Invisibles  el  sueño  ala  mis  brazos 

Y  no  puedo  apretarte  al  corazón? 
¿Por  qué  vienes  así  cuando  mis  labios 
Cierra  el  sueño  también,  y  busco  ansioso 
Sin  poderle  encontrar,  el  cariñoso 
Acento  con  que  te  babla  mi  pasión? 

¿Por  qué  vienes  así?...  ¿Sabes  acaso 
Que  son  las  de  la  noclie  las  bermosas 
Horas  de  las  estrellas  misteriosas, 
Y,  estrella  del  amor,  surjes  también? 
¿Por  qué  sabes  que  la  bora  de  los  sueños 
Es  la  bora  en  que  los  ánjeles  sin  nombre 
Bajan  del  cielo  íi  visitar  al  bombre 
Con  su  ala  de  oro  á  protejer  su  sien? 

¿Por  qué  vienes  así,  pálida  mía, 
Con  tus  ojos  de  amor  sobre  mis  ojos, 

Y  con  temblor  de  besos  en  los  rojos 
Labios  que  apagan  en  el  mío  la  voz  ? 
¿Por  qué  son  tan  dolientes  tus  abrazos? 
¿Por  qué  tanto  sollozo  y  duelo  tanto, 

Y  al  besarme  me  mojas  con  tu  llanto, 

Y  sólo  sabes  la  palabra  adiós? 


No  es  un  adiós  el  que  mi  voz  te  deja, 

Llorosa  vida  mía. 
Que  adiós  es  la  tristísima  palabra 

De  la  ausencia  sombría. 

Que  adiós  es  el  sollozo  que  se  arranca 

Del  corazón  berido. 
Que  adiós  es  el  saludo  de  la  muerte, 

La  cifra  del  olvido. 


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■■  ;    .  -  ■  •    f.  ■  ■..-•■ 

—  58  — 

• 

1  No,  no  te  digo  adiós !  Para  nosotros 

Palabra  tal  no  existe; 
La  boda  de  las  almas  es  eterna 

Cuando  amor  las  asiste. 

Y  lo  que  llaman  en  el  mundo  ausencia, 

Distancia,  despedida, 
Para  aquellos  no  son  que  solo  forman 
Una  alma  y  una  vida. 

Para  aquellos  no  son  que,  al  fuego  vivo 

De  los  labios  impresos, 
Cual  nosotros  sus  almas  desposaron 

En  tálamio  de  besos. 

No,  no  te  digo  adiós...  ¿Quién  de  sí  mismo 

Se  ausenta  y  se  despide  ? 
Cómo  puedo  a  mi  propio  pensamiento 

Decir  que  no  me  olvide? 

No  se  mira  sin  luz,  y  sin  ambiente 
El  pecho  se  sofoca, 

Y  mi  luz  son  tus  ojos,  y  mi  aliento 

Los  besos  de  tu  boca. 

Yo  soy  tan  sólo  corazón,  y  tú  eres 

Su  sangre  y  su  latido, 
¿  Cómo  á  mi  mismo  corazón  pudiera 

Dejar  en  el  olvido? 

Idénticas,  mezcladas,  confundidas 

Cual  la  llama  y  su  luz. 
Nuestras  almas  no  saben  siendo  una 

Si  eres  yo,  si  soy  tú. 

Y  antes  yo  pensaré  sin  pensamiento 

Y  veré  sin  mirada, 


■  Jl? 


—  59  — 

Que  no  llevar  dentro  de  mi  alma,  eterna, 
El  alma  cariñosa  de  mi  amada. 


DESPEDIDA 

Cuando  aún  ayer...  ¡ayer!...  enajenado 
Reposaba  en  mi  pecho  lu  cabeza, 

Y  mirando  tus  ojos,  extasiado, 
Olvidaba  en  tu  labio  nacarado 
Con  besos  y  sonrisas  mi  tristeza ; 

¿Cómo  entonces  pensar  que  llegaría 
Esta  hora  de  dolor,  negra,  sin  nombre, 
Que  del  alma  las  fuentes  abriría, 

Y  en  lágrimas  de  hiél,  lágrimas  de  hombre, 
Tu  frente  inmaculada  bañaría?.... 

Ayer...  ayer,  bañaban  los  amores 
Tu  semblante  con  púdicos  sonrojos; 
Hoy...  ya  borran  tan  plácidos  colores 
La  mortal  palidez  de  los  dolores 

Y  el  llanto  inagotable  de  tus  ojos. 

Es  muy  breve  la  vida  pasajera 
Para  que  con  mi  amor  todo  te  ame; 
Mas  en  la  eternidad  mi  alma  te  espera... 
Dame  el  último  adiós...  tus  labios  dame... 

Y  acuérdate  de  mí  cuando  me  muera. 


Si  en  este  instante  de  supremo  duelo, 
Si  en  esta  inolvidable  despedida 
Una  gota  cupiera  de  consuelo. 
La  tendría  para  llenar  mi  vida  : 
Un  beso  y  una  lágrima...  ¡Hasta  el  cielo! 


""'-"  •  "'"iimS  JiiMiiiáiiitiiifliKifiiHiif.'irir    í  Tiifi-"-"  -^  ■■.¿---ii-rnV  ¿fniifiiíiii'lg¡te 


—  60  — 


ADlüS    A   JALAPA. 


Tierra  de  bendición,  tierra  querida, 
Para  siempre  quizá  de  ti  me  alejo, 

Y  con  mi  adiós  te  dejaría  mi  vida 
Pues  que  del  alma  la  mitad  te  dejo. 

Adiós  tu  azul  y  trasparente  cielo, 

Y  la  sombra  nupcial  de  tus  palmares, 

Y  allá  de  tus  confines  tras  el  velo 
La  línea  opaca  de  los  vagos  mares. 

Adiós,  Jalapa,  lánguida  paloma 
Que  reposa  á  la  marjen  de  la  fuente, 
Entre  los  bosques  de  fragante  aroma, 
Al  ruido  sonoroso  del  torrente. 

El  ánjel  de  la  noche  misterioso 
Bajo  su  negro  pabellón  de  estrellas 
Te  besa  con  el  beso  del  esposo, 
Abre  sus  alas  y  te  aduerme  en  ellas. 

Y  la  aurora  te  encuentra  todavía 
Envuelta  en  los  cendales  de  la  niebla, 
Hasta  que  te  despierta  la  armonía 
Con  que  el  zenzontli  tu  recinto  puebla. 

Eres  grata  y  jentil  como  la  palma 
Del  desierto  en  la  arena  abrasadora, 
Fuente  á  do  llega  enamorada  el  alma 
La  sed  á  mitigar  que  la  devora. 

Por  eso  te  idolatra  quien  te  mira, 

Y  no  te  olvida  quien  de  ti  se  aleja, 

Y  en  cada  adiós  que  el  corazón  suspira 
Algo  del  mismo  corazón  te  deja. 


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Tlf"  >■'<'*  "^-^^^  .' 


61 


¡Cuántas  veces  al  rayo  de  tu  luna 
Cercado  de  mis  dulces  ilusiones, 
He  soñado  la  gloria  y  la  fortuna 
Al  arrullo  de  amor  de  mis  canciones! 

¡  Cuántas  veces  sintiendo  por  mi  frente 
Los  besos  de  tu  brisa  perfumada, 
Algo  divino  descendió  á  mi  mente 
Iluminando  el  ánima  turbada  ! 

¡  Cuántas  veces  entonces  el  arpa  mía 
Cayó  á  mis  plantas  impotente  y  rota... 
Que  decir  á  los  hombres  no  sabía 
La  voz  del  cielo  que  en  tus  auras  flota! 

¡Cuántas  veces  también  el  alma  quiso 
Al  verte  á  ti,  jardín  de  las  delicias,' 
La  mujer  sin  rival  del  Paraíso 
Para  morir  de  amor  con  sus  caricias  ! 

Y  la  encontré  tal  vez...  y  vi  su  sombra 
En  el  misterio  de  la  noche  en  calma... 
Una  mujer...  ¡mi  boca  no  la  nombra 
Pero  la  llevo  aquí,  dentro  del  alma! 

¡Una  mujer!....  la  crió  mi  fantasía, 
La  soñó  mi  ilusión,  mi  amor  ansióla, 
La  encontré,  la  adoré,  la  llamé  mía, 
Y  en  mi  alma  vive  refuljente  y  sola. 

Única  fe  que  el  corazón  cautiva, 
Yo  la  idolatro  con  mi  vida  entera, 
Con  inmensa  pasión  mientras  que  viva, 
Con  infinito  amor  cuando  me  muera. 

Pasionakias*  4 


if  JL  .^•i^l-^all'.^-.^tí.-í.^it^'í.^^^ 


«■^  . , 


—  62  — 

Y  te  dejo  también,  luz  de  mi  cielo, 
Única  flor  de  mi  desierta  vida; 
Solo  y  perdido  en  apartado  suelo 
¿Qué  liará  mi  alma  entre  los  dos  partida? 

Sin  ti  ¿qué  seré  yo?...  Sombra  que  vaga 
En  medio  de  la  noche  del  desierto, 
Lámpara  de  esperanza  que  se  apaga, 
Corazón  ¡ay!  en  desamparo  muerto. 

Guando  esté  lejos  de  tus  ojos  bellos, 
Ojos  divinos  que  por  mí  lloraron, 
Acuérdate  ¡  ay !  que  con  pasión  en  ellos 
Mis  labios  tantas  lágrimas  secaron... 

Acuérdate  ¡  ay  I  que  con  la  fe  del  niño 
Me  entrego  de  tu  amor  á  la  confianza, 
Que  es  la  vida  de  mi  alma  tu  cariño 
Y  el  alma  de  mi  vida  tu  esperanza. 

Acuérdate  ¡  ay  !  que  tu  celeste  nombre 
Le  solloza  mi  labio  balbuciente. 
Que  mi  primera  lágrima  de  hombre 
Al  decirte  mi  adiós,  cae  en  tu  frente... 


Adiós,  Jalapa,  búcaro  de  rosas, 
Manantial  á  la  sombra  de  la  palma, 
Rejión  de  los  ensueños,  de  las  diosas, 
Y  de  las  dichas  que  idolatra  el  alma. 

Quédate,  adiós,  encantadora  tierra 
De  mi  fe,  de  mi  amor,  de  mi  ventura... 
Hondo  sollozo  mi  garganta  cierra 
Al  decirte  el  adiós  de  mi  ternura. 

Acaso  ya  jamás...  jamás  —  ¡quién  sabe  I 
Á  verte  volveré,  suelo  querido; 
Tal  vez  mi  vida  solitaria  acabe 
Lejos,  muy  lejos  de  mi  Edén  perdido. 


Tfii      I '        í'iMífrii  •  I    ^^^^ 


IXkArtit:^  '^r^ie 


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—  63  — 

Adiós,  la  última  vez,  tierra  querida, 
Nido  primaveral  de  mis  amores, 
Que  vuelva  á  verte...  y  á  encontrar,  perdida, 
Una  modesta  tumba,  entre  tus  flores. 


Amos. 

Adiós  para  siempre,  mitad  de  mi  vida, 
Una  alma  tan  sólo  teníamos  los  dos; 
Mas  hoy  es  preciso  que  esta  alma  divida 
La  amarga  palabra  del  último  adiós. 

¿Porqué  nos  separan?  ¿No  saben  acaso 
Uue  pasa  la  vida  cual  pasa  la  flor? 
Cruzamos  el  mundo  como  aves  de  paso... 
Mañana  la  tumba  ¿por  qué  hoy  el  dolor? 

¿La  dicha  secreta  de  dos  que  se  adoran 
Enoja  á  los  cielos,  y  es  fuerza  sufrir? 
¿Tan  sólo  son  gratas  las  almas  que  lloran 
Al  torvo  destino?...  ¿La  ley  es  morir?... 

¿  Quién  es  el  destino ?. . .  Te  arroja  á  mis  brazos, 
En  mi  alma  te  imprime,  te  infunde  en  mi  ser, 
Y  bárbaro  luego  me  arranca  á  pedazos 
El  alma  y  la  vida  contigo...  ¿porqué? 

Adiós...  es  preciso.  No  llores...  y  parte. 
La  dicha  de  vernos  nos  quitan  no  más; 
Pero  un  solo  instante  dejar  de  adorarte, 
Hacer  que  te  olvide  ¿lo  pueden?...  ¡Jamás! 

Con  lazos  eternos  nos  hemos  unido; 
En  vano  el  destino  nos  hiere  á  los  dos. . . 
¡  Las  almas  que  se  aman  no  tienen  olvido, 
No  tienen  ausencia,  no  tienen  adiós ! 


-LiAiUic^iuUiútr^ii^^^^.;^.'^!;' '.  '.^.  :,>.-.! ^_>  ^-    if  ' 'fVi  ii'íYñTMiÉi'iifi'ríri'lftÉ'fíi'1"  -    rHatnMtMíttlli-  -  .j.*^ 


u  1^ 


AUSENCIA 


¡Quién  me  diera  tomar  tus  manos  blancas 
Para  apretarme  el  corazón  con  ellas, 

Y  besarlas...  besarlas,  escuchando 
De  tu  amor  las  dulcísimas  querellas! 

i  Quién  me  diera  sentir  sobre  mi  pecho 
Reclinada  tu  lánguida  cabeza, 

Y  escuchar,  como  enantes,  tus  suspiros, 
Tus  suspiros  de  amor  y  de  tristeza! 

¡  Quién  me  diera  posar  casto  y  suave 
Mi  cariñoso  labio  en  tus  cabellos, 

Y  que  sintieras  sollozar  mi  alma 
En  cada  beso  que  dejara  en  ellos! 

¡  Quién  me  diera  robar  un  solo  rayo 
De  aquella  luz  de  tu  miraren  calma, 
Para  tener  al  separarnos  luego 
Con  que  alumbrar  la  soledad  del  alma! 

¡Oh!  quién  me  diera  ser  tu  misma  sombra. 
El  mismo  ambiente  que  tu  rostro  baña, 
Y,  por  besar  tus  ojos  celestiales. 
La  lágrima  que  tiembla  en  tu  pestaña, 

Y  ser  un  corazón  todo  alegría, 
Nido  de  luz  y  de  divinas  flores. 
En  que  durmiese  tu  alma  de  paloma 
El  sueño  virjinal  de  sus  amores. 


i.atJU^^i/at^^,^.L'¿->^.t-.-j/:?t.i>v-^. ■;:..:.  .,,--l.;a.-5  ..M;,oii,u.t^-.i-v«:?./-fc 


■l..d.,  Lj.'.t„*»-  ■■ 


\ 


)0    


Pero  en  su  triste  soledad  el  alma 
Es  sombra  y  nada  más,  sombra  y  enojos... 
<.Cuándo  esta  noche  de  la  negra  ausencia 
Disipará  la  aurora  de  tus  ojos  ?. . . . 


4. 


^¿.¿..yii.A-¿..¿t,:r.-^¿-aw..-::.„,/.^  .^^--^   í:.^.'íJi-  -■-■rj^.^r.. 


SONANDO 


Anoche  te  soñaba,  vida  mía. 
Estaba  solo  y  triste  en  mi  aposento, 
Escribía...  no  sé  qué;  mas  era  algo   . 
De  ternura,  de  amor,  de  sentimiento, 
Porque  pensaba  en  ti.  Quizá  buscaba 
La  palabra  más  fiel  para  decirte 
La  infinita  pasión  con  que  te  amaba. 

De  pronto,  silenciosa, 
Una  figura  blanca  y  vaporosa 
Á  mi  lado  llegó...  Sentí  en  mi  cuello 
Posarse  dulcemente 
Un  brazo  cariñoso,  y  por  mi  frente 
Resbalar  una  trenza  de  cabello. 
Sentí  sobre  mis  labios 
El  puro  soplo  de  un  aliento  blando, 
Alcé  mis  ojos  y  encontré  los  tuyos 
Que  me  estaban,  dulcísimos,  mirando. 
Pero  estaban  tan  cerca  que  sentía 
En  yo  no  sé  qué  plácido  desmayo. 
Que  en  la  luz  inefable  de  su  rayo 
Entraba  toda  tu  alma  hasta  la  mía. 

Después,  largo,  suave 

Y  rumoroso  apenas,  en  mi  frente 
Un  beso  melancólico  imprimiste, 

Y  con  dulce  sonrisa  de  tristeza 
Resbalando  tu  mano  en  mi  cabeza 
En  voz  baja,  muy  baja,  me  dijiste  : 


-''"-"■"■^■^  fi      i    'MiiMAihiÉliiiiii    lMtk'iéíi'r-^''-''-^-''-'''^'-'~^-'---'''^''-'-'-'-^'-'i)U^)mAiiii\'^KfV  .ir-^JalLA». 


—  67  — 

—  «  Me  escribes  y  estás  triste 
Porque  me  crees  ausente,  pobre  amigo ; 
Pero  ¿no  sabes  ya  que  eternamente 
Aunque  lejos  esté,  vivo  contigo?  » 


Y  al  despertar  de  tan  hermoso  sueño 
Sentí  en  mi  corazón  plácida  calma; 
Y  me  dije :  es  verdad...  ¡  eternamente !... 
¿Gomo  puede  jamás  estar  ausente 
La  que  vive  inmortal  dentro  del  alma? 


:.r.  •*.--:■  ,_,iL.. 


■f 


TU  IMAJBN 


Tu  imajen  vino  á  visitarme  en  sueños; 
Sentí  un  aliento  acariciar  mi  frente, 
Y  luego  un  labio  trémulo  y  ardiente 
Que  buscaba  mi  labio...  y  desperté. 
La  sombra  nada  más,  la  triste  sombra, 
La  muda  soledad,  la  negra  calma 
Imajen  de  la  noche  de  mi  alma, 
Esto  tan  sólo  al  despertar  hallé. 

j  Ah !  Si  en  la  noche  de  la  triste  ausencia 
No  me  sonriera  la  esperanza  hermosa 
De  que  en  tu  seno,  vírjen  cariñosa. 
El  sueño  de  la  dicha  he  de  dormir; 
Yo  me  hundiera  en  mi  lóbrega  tristeza 
Hasta  llegar  al  seno  de  la  muerte; 
Porque  no  puedo  ya  vivir  sin  verte, 
Porque  amar  y  estar  lejos,  es  morir. 

Pero,  al  menos,  tú  sabes  que  te  amo 
Con  un  amor  que  la  Creación  llenara, 
Con  un  amor  que  el  ánjel  envidiara 
Si  no  fueras  un  ánjel  tú  también. 
Si  dueño  fuera  de  la  lierra  toda, 
La  tierra  toda  ante  tus  pies  pusiera... 
Si  fuera  Dios...  ¡bástalos  cielos  diera 
Por  sólo  un  beso  en  tu  divina  sien! 

Mis  noches  son  para  soñar  tu  imajen, 
Tu  imajen  es  para  encantar  mi  vida, 


'^-'•'-"■"- '-Tilín    "     lílllÉiniii 


—  60  — 

Mi  vida  para  ti,  virjen  querida, 

Y  tú  para  mi  eterna  adoración. 
Tú,  caricia  dulcísima  del  alma, 
Tú,  beso  de  los  cielos  desprendido 

Y  en  medio  de  mis  lágrimas  caído 
Aquí,  dentro  mi  mismo  corazón. 

¡Oh!  ven  á  mí!  Mi  vida  solitaria 
Se  acaba,  se  consume  en  el  hastío  ; 
Necesito  de  ti,  dulce  bien  mío. 
Necesito  de  ti  para  vivir. 
Es  tu  sombra  la  luz  de  mi  camino, 
Sin  ti  me  siento  el  corazón  ateo; 
Me  estoy  muriendo  porque  no  te  veo. 
Porque  amar  y  estar  lejos,  es  morir. 

;  ©h!  si  me  amas  también,  si  también  lloras ; 
Si  á  tu  lado  buscándome  suspiras; 
Si  sientes  este  fuego  que  me  inspiras, 
Alma  de  mi  alma  enamorada,  ¡ven! 
Vena  mi  pecho,  si  en  el  tuyo  viva 
Ardiendo  está  de  la  pasión  la  hoguera!... 
¡Oh!   ¡ven  á  mí !  mi  corazón  te  espera, 
Que  ardiendo  está  mi  corazón  también. 

Te  veo  en  mi  sueño...  ¡Y  en  mi  sueSo,  loco, 
Temblando  el  alma  de  pasión,  te  llamo! 

Y  te  grito...  te  grito...  ¡  que  te  amo! 

¡  Que  soy  tu  dueño,  que  tu  esclavo  soy: 
¡  Que  instante  tras  instante  de  mi  vida. 
Del  corazón  latido  tras  latido, 
Para  volar  á  ti  se  han  desprendido, 

Y  que  sin  vida,  que  sin  alma  estoy! 

Te  llamo  en  sueños...  y  venir  te  siento... 
El  ruido  de  tu  paso  me  estremece, 

Y  mi  frente  abrasada  palidece 


—  70  — 

I 

Al  eco  idolatrado  de  tu  voz. 

Y  siento  que  te  acercas...  que  tu  aliento 
Ardiente  y  suave  mi  mejilla  toca, 

Y  que  juntas  tu  boca  con  mi  boca... 

Y  despierto...  con  fiebre  el  corazón. 

¡  Ven !...  ¡  y  una  dicha  buscaré  suprema 
Para  pagarte  la  que  t\i  me  dieres, 
Inundaré  tu  vida  de  placeres, 
Incendiaré  de  amor  tu  corazón  ! 

Y  entonces,  cuando  loco,  de  tus  labios 
Bebiendo  eslé  torrentes  de  delicias, 

¡  Mátame,  por  piedad,  con  tus  caricias  1 
MíUame  entre  tus  brazos...  de  pasión  ! 


üiiÍA-.:L¿L^-^t.-:../.^..iim*i^h^.  :^-^.  —■^^'..■;¿-..-.'-'--fci...^<t:-^^._.t-,;..>^-.f^.>.-:.^l.'-^.'*--.^  -./■fa.>..^.¿:-.l.^.-:'¿.^'.. 


"''^-•^'"■" 


A  ROSARIO 


i  Qué !...  ¿  porque  nada  el  porvenir  rae  guarde 
Buscaré,  luchador  desfallecido, 
KI  rincón  solitario  del  olvido 
Para  morir  allí  triste  y  cobarde? 

]  Jamás,  mi  corazón,  jamás  !...  Aún  arde 
Bajo  tu  dura  nieve  comprimido 
El  fuego  de  un  volcán.  No  estás  vencido, 
y  para  combatir  jamás  es  tarde. 

Lucharé  y  venceré.  Todo  se  inmola 
Ue  amor  ante  el  esfuerzo  temerario; 
Y  en  mi  alma,  del  amor  bajo  la  aureola, 

Gomo  Dios  en  el  ara  del  santuario, 
bella,  serena,  indestructible  y  sola 
Resplandece  la  imajen  de  Rosario. 


i,..^.:.^.— !'.-,...^y.'-/.^.i¿.-..r:-va-.,  ^  .y-V^.  ■.-•:t^i>iTlfi-,-iti¿i,  '■' --*-'-J.-w„--,-a:.-?<^'.  f,  -'---i':- -•}iiíii^-'fiii 


P" 


VEN 


¿  Me  visita  tu  espíritu,  amor  mío? 
Yo  no  lo  sé;  pero  tu  imajen  bella 
Yino  á  mi  lado,  y  en  el  mundo  vago 
Del  sueño,  anoche  deliré  con  ella. 

Era  Chapultepec,  y  la  ancha  sombra 
Del  canoso  ahuehuetl  nos  daba  abrigo, 
La  luna  llena  iluminaba  el  bosque 

Y  estábamos,  mi  vida,  sin  testigo. 

Tú  sabes  lo  demás...  El  alma  mía 
En  su  fiebre  de  amor  feliz  y  loca, 
Á  cada  beso  tuyo  agonizaba 
En  el  nido  de  amores  de  tu  boca. 

¡  Oh,  ven,  mi  desposada  I  Kn  el  ramaje 
El  rayo  de  la  luna  desfallece, 
Y'  Amor,  el  mismo  Amor,  tálamo  blando 
En  las  hojas  caídas  nos  ofrece. 

Llegan  allí,  perdidos  en  las  brisas 
(jue  el  bosque  perfumadas  atraviesan, 
Arrullos  de  torcaces  que  se  llaman, 
Suspiros  de  las  hojas  que  se  besan. 

¡  Oh,  ven  !...  ¿  Adonde  estás  ?...  Envíame  loca 
En  el  aire  que  pasa  tus  caricias, 
Que  yo  en  el  aire  beberé  tus  besos 

Y  mi  alma  embriagaré  con  tus  delicias. 


—  73  - 

Ven  á  la  gruta  en  que  el  placer  anida , 
El  viejo  bosque  temblará  de  amores, 
Suspirarán  de  amor  todas  la  brisas 

Y  morirán  de  amor  todas  las  flores. 

Apagará  tus  besos  el  susurro 
Del  aura  que  suspira  en  los  follajes, 

Y  arrullarán  tu  sueño  entre  mis  brazos 
Los  himnos  de  los  pájaros  salvajes. 

Y  á  la  luz  indecisa  de  la  luna 
Allá  á  lo  lejos,  y  de  ti  celosa, 
La  antigua  Diana,  de  los  viejos  bosques 
Diosa  caída,  vagará  medrosa. 

La  noche  azul  nos  brinda  su  misterio 

Y  templo  el  bosque  á  nuestro  amor  ofrece  ; 
Mi  alma  te  busca,  mi  pasión  te  espera 

Y  ebrio  de  amor  mi  corazón  fallece. 

¡  Oh,  ven,  mi  seducción,  mi  cariñosa! 
Ven  á  la  gruta  en  que  el  placer  anida, 
Que  la  dicha  no  mata...  y  si  me  mata 
Tú  con  tus  besos  me  darás  la  vida. 


Pasionarias. 


-/:-.. l^i.ut^ui-..  í_  i  -   '^ "     lí'r     11  tVi-Tñ-r-ÍT ••;  'V  I  i'i  ""  ■VtiinaháAraithA  ■ 


■■^T:' 


NUESTRO  AMOR 


En  medio'el  ancho  mar  soberbia  roca 
Se  yergue  entre  la  bruma  ; 

En  torno  se  sacude  ruda  y  loca 
La  turbulenta  espuma. 

La  azota  el  huracán ;  del  rayo  torva 
Allí  chispea  la  lumbre, 

Y  el  Dragón-Tempestad  su  dorso  encorva 
Erizado  en  la  cumbre. 

La  roca  inmóvil  se  levanta  en  tanto 
Al  beso  de  la  nube, 

Y  es,  cuanto  ruje,  de  su  triunfo  el  canto 
Que  de  sus  plantas  sube. 

Así,  Rosario,  nuestro  amor  sea  roca 
Que  inmóvil  se  levante  ; 

Y  deja  que  á  sus  pies  la  envidia  loca 
Ruja  impotente  y  nuestro  triunfo  cante. 


•"■"'■'■■''''^iMftírnM-^ii  • 


HORAS  DISPERSAS 


1 


Escucha,  dulce  niña, 
Que  pides  al  poeta 
Te  diga  de  sus  versos 
La  inspiración  secreta. 

Suspiros  ahoga  el  labio 
Que  brota  el  corazón, 
Suspiros  que  son  ayes 
De  incógnito  dolor. 

Lágrimas  que  los  ojos 
Suben  <i  humedecer 
Y  vuelven  en  el  alma 
\rdientes  á  caer. 

Palabras  que  no  deben 
Los  labios  pronunciar 

Si  aquella  á  quien  se  dicen 
No  sabe  qué  es  amar. 

Mis  versos  son  las  flores 
Nacidas  de  mi  llanto; 
De  mis  suspiros  brotan 
Las  notas  de  mi  canto. 

Entre  esas  flores  tristes, 
En  ese  vago  acento. 


»».>^i.n>i.  -tK^-^-'(.¿,,;ji¡.  ,¿jMft.ii 


i.,  -^¿¿I^L^, .  .       ;  'Éi-riV  -i^íftí^úaá 


—  76  — 

Palpita  todo  un  mundo 
De  amor  y  sentimiento. 

La  voz  que  se  levanta 
En  mi  alma  solitaria 
Tiembla  como  un  sollozo, 
Porque  es  una  plegaria. 

Llena  de  lo  imposible 
Está  mi  mente  loca, 
De  lágrimas  y  besos 
Sedienta  está  mi  boca. 

Amaba  la  esperanza, 
Hoy  el  recuerdo  adoro, 
Amor  supremo  y  triste, 
Mi  culto  y  mi  tesoro. 

Soñaba  todo  un  mundo 
De  amor  y  de  grandeza, 
Hoy  en  la  vida,  solo, 
Me  muero  de  tristeza. 

Ignoro  mi  destino, 
Ignoro  lo  que  quiero, 
Tan  sólo  sé  que  sufro. 
Tan  sólo  sé  que  muero. 

Tú  no  comprendes,  niña, 
Lo  que  mis  versos  son... 
Tampoco  Ella  comprende 
Lo  que  es  mi  corazón. 


II 

Vuelve  á  mi  corazón,  queda  escondida, 
Ilusión  imposible  de  mi  vida, 


iVitliliJiUaáÉtl'lW*   ilÜiMiMftilÉIII' IIMlli  '■    ÍÉ»"  •■"-'^'-''-  -■'■^■■'■^'-'  ■-^'  •-■■-■--'-•^i^káiKjMITTtt  (il  fiWr.^-Tilíl^fr 


~~  n  — 


Ternura  de  poeta,  pasión  loca... 
Si  no  has  de  ser  dichosa  ni  creída, 
Vive  en  mi  corazón,  calla  en  mi  boca. 


111 

¿.  (Jué  dice  la  ola 
Que  va  perdida? 

—  Dice¿  no  oyes? 
Yo  soy  la  vida. 

I  Y  qué  la  rosa 
Gala  de  un  día  ? 

—  ¿  No  la  oyes  ?  dice  : 
Soy  la  alegría. 

¿Y  la  ave  en  busca  ' 
De  otra  rejión? 

—  ¿No  va  diciendo 
Soy  ilusión''^ 

¿  Y'  aquel  lucero 
Que  no  se  alcanza? 

—  ¿  No  dice  acaso 
Soy  esperanza'^ 

¿  Y  estas  tinieblas 
En  que  me  pierdo? 

—  ¿  Ñolas  conoces? 
Son  tu  rexiierclo. 

¿  \  este  sollozo 
De  mi  dolor? 

—  Tú  bien  lo  sabes, 
Ese  es  tu  amor. 


-i  :     .,v, -.^■;.':.-i.^^ra    "-^^-tW    '         Mlftiir  ■ 


'  -S^í^-K 


78  — 


IV 


Soy  una  voz  de  lágrimas  que  cuenta 
La  historia  de  un  amor  sin  esperanza, 
Soy  el  jemido  trémulo  que  lanza 
Kl  alma  sin  fe  ya. 

Soy  el  recuerdo  de  una  dicha,  espectro 
üel  alma  en  las  ruinas  escondido, 
Soy  un  inmenso  corazón  herido 
Que  nadie  curará. 


Halláronse  mis  ojos 
Con  otros  ojos  helios, 
El  heso  de  una  virjen 
Pasó  por  mis  cahellos, 

V  penetró  en  mi  alma 

Y  la  llenó  de  luz. 

Después...  vino  la  noche 
l>a  noche  sin  luceros; 
Uí  dentro  mi  pecho 
Sollozos  lastimeros... 
Mi  corazón  estaha 
Clavado  en  una  cruz. 


VI 

Mariposas  celestes 
En  lontananza, 
Son  los  vagos  ensueños 
De  la  esperanza. 


'" *-  -'■m   li  ■-•|ll''-1l    -■'•'■^'■'•-'■■'^-^■^    -^^  t^^x.....^*.  .. ^  ■/■■,.  ...._,..,<r,^  i  r.v.i,«¿ai.,.- 


'--■ViT-    :--. '  vi'-^    <■ 


■v  f!^f^^  rJ^W^'' 


—  79  — 

Ay  si  corréis  tras  ellas, 
Almas  ansiosas ; 

Los  niños  nunca  cojen 
Las  mariposas. 

Y  si  á  cojerlas  llegan, 

Quédales  sólo 
üe  sus  brillantes  alas 

El  polvo  de  oro ; 
Como  queda  el  recuerdo 

üel  bien  perdido, 
Cuando  esperanza  y  dicha 

Nos  han  huido. 

Que  las  almas  son  rosas  ; 
La  dicha  y  la  esperanza 
Son  mariposas. 


VII 


¿Cómo  puede  la  alondra  del  valle 
Que  pasa  lijera 
Kn  pos  de  otro  clima,  dudar  que  sus  flores 
Le  da  primavera? 

¿Cómo  pueden  las  flores  que  se  abren 
Al  beso  del  día, 
Dudar  que  el  sol  de  oro,  su  amante  celeste. 
Su  luz  les  envía? 

¿Cómo  el  sol  que  en  el  cielo  la  mano 
Divina  suspende. 
Dudar  puede  que  el  Dios  de  los  astros 
Sus  rayos  enciende  ? 

¿Cómo  puedo  dudar  que  infelice 
De  no  verte  muero? 


ifaMfiilllBi^ítiilVti'tff''^-'^'^"-'^*--''  ■■»•-'■'■'''■«---■■■'■■-■  ■-«^f¿l¿¿|^i:■^;¿a»^;/^■■-,'     ^ '  ■'¡It  'íiar-iAtliTi  rf^"  - 


-  80  — 

¿Y  tú  cómo  puedes,  pedazo  del  alma, 
¿Dudar  que  te  quiero? 


VIII 

LA    NI.N\ 

Si  no  te  enoja,  poeta, 
Mi  curiosa  pretensión, 
Quisiera  leer  una  hoja 
Del  álbum  del  corazón. 

EL    I»OKTA 

Pero,  niña,  si  es  un  libro 
(Jue  ni  divierte  ni  alegra, 
Un  libro  en  que  cada  página 
Es  una  página  negra. 
Cuando  á  vivir  empezamos 
Son  blancas  las  hojas  todas. 
Después  vamos  escribiendo 
Coplas,  sonetos  y  odas. 
Hay  pajinas  que  son  versos 
De  música  deliciosa, 
Ütras  que  son  elejías, 
Y  otras  muchas  que  son....  prosa. 

LA   NLNA 

Mas  la  pajina  primera 

;.  No  es  la  del  amor  quizás  ? 

EL    HOETA 

Es  la  portada  del  libro. 
El  prólogo...  nada  más. 


JLwi.  ■.■.:■^a^.■^^^:■¿.l-:.-..^.^.6^,-.t^.r^^   ^J¿'  — 


"^*"^'--^--'--**'-^->*  ■t  ii^"ka.t;Ajl 


■.:^~-  --,T.-ii---¡»ri.'^ 


—  81 


LA   NINA 


¡  La  esperanza  es  tan  querida ! 
Y  cuando  por  lin  se  alcanza... 


KL    l'OETA 

Es  una  pajina  rota 

La  que  habla  de  la  esperanza. 

LA  NLÑA 

¿Pero  la  gloria,  ese  lauro 
Á  cuya  conquista  arroja 
Todo  su  ser  el  poeta? 

EL  l'OETA 

No  hay  en  mi  libro  esa  hoja. 

LA  NIÑA 

Pero  al  menos  la  memoria 
De  haberse  querido  tanto, 
La  pajina  de  la  dicha... 

EL    POETA 

Está  borrada  con  llanto. 


LA  NLÑA 

Triste  es,  poeta,  tu  callada  historia, 

EL   POETA 

Siempre  de  luto  el  corazón  está. 


a. 


/'i       Jiü»:::;.,.i.i  ^..1-..  ^L-^í'A:^  1  .;.;:!!i "f   I   ir%'tfiiiiiiÉiíhiahiiÍÍyil;f*Tf'-r'<ÍMÍÍIÉMÉitiiB^  inrn 


—  82  — 


LA    NINA 


¿No  hay  siquiera  fiiííaz  en  tu  memoria 
VA  sueño  de  una  dicha  transitoria?... 


i:l  i'oeta 
¡  La  dicha!...  Ni  soñarla  puedo  ya. 

IX 

¿Qué?...  ¿mi  corazón  despierta 
Y  ya  sacudiendo  altivo 
El  polvo  de  su  fe  muerta 
Se  alza,  con  la  herida  abierta 
Pero  palpitante  y  vivo? 

¿Aún  otra  ilusión  me  inspira? 
¿  Aún  brotarán  en  mi  lira 
Las  canciones  del  amor?... 
¿Para  hallar  otra  mentira? 
¿Para  hallar  otro  dolor? 

\ 

Como  para  el  mundo  un  cielo, 
Como  para  el  cielo  un  sol, 
Cual  Dios,  que  no  lo  sería 
Si  lo  pudieran  ser  dos, 
Así  para  nuestras  almas 
Existe  sólo  un  amor 
Oue  por  i'inico  y  por  íírande 
Es  sol,  es  cielo  y  es  Dios. 

XI 

Te  he  dado  toda  mi  vida, 
Te  he  dado  toda  mi  alma, 


¿^¿.jwt^-^.i.AJ-11-tiliiá.^iA^^.^v.f.— ^a^'^.r  w_.v.    -.^i|ii|.¿iá¿>/¿rri  irf'iM  ■  I     -^i^iMtl 


^    ilr^"llhn¿iJrlá¿i?/*WTi  iffíin*  -  4..»£ 


—  83  — 

Todo  cuanto  soy  te  di; 

Y  aún  no  he  podido  pagarte 

Lo  que  tú  me  has  dado  á  mí. 

Xlf 

El  alma  que  en  la  mirada 
Es  caricia  y  embeleso, 
Se  hace  suspiro,  y  temblando 
Penetra  al  alma  en  un  beso. 

XIII 

Triste  es  la  tarde,  sin  luz  el  cielo. 
Niebla  que  pasas,  ¿adonde  vas? 
—  Sólo  Dios  sabe  mi  incierto  vuelo. 
Niebla,  ¿qué  eres? 

—  Sombra  no  miis. 


La  noche  llega,  la  llor  se  aduerme. 
Brisa  que  pasas  con  lento  jiro, 
¿Adunde  vuelas? 

—  Voy  á  perderme, 
üime,  ¿qué  eres? 

—  Soy  un  suspiro. 
Es  alta  noche  :  grato  beleño 

Cierra  mis  ojos,  y  en  lontananza 
Un  ánjel  blanco  miro  en  mi  sueño. 
Ánjel,  ¿quién  eres? 

—  Soy  la  esperanza. 


Así  es  la  vida;  niebla  pasajera 
(Jue  cruza  vagabunda  por  la  esfera 


;..  ..^.-t  .■.A.._,  .Vi^^'->-:^í..¿.^.}iP 


—  84  — 

Deshaciéndose  en  vaga  lontananza. 
Y  nuestra  dicha,  frújil  é  indecisa, 
Un  suspiro  que  pasa  con  la  brisa, 
y  sueño  nada  más  nuestra  esperanza 

XIV 

Allá  cuando  era  joven,  el  alma  en  lírimavera, 
Soñando  ya  en  amarte,  mi  dulce  cojíipañera, 

Se  desbordaba  en  flores 

Y  músicas  de  amor. 
El  aura  de  la  vida  unjía  mi  cabellera 
Con  el  celeste  aroma  de  la  esperanza  en  ílor. 

Entonces,  una  noche...  el  cielo  nos  veía 
Con  su  mirada  de  astros;  la  bóveda  sombría 

Era  un  inmenso  templo. 

El  sacerdote,  Dios. 
Ante  él  tu  fe  me  diste,  ante  él  te  di  la  mía  : 
Quedaron  desposadas  las  almas  de  los  dos. 

Pero  hoy...  lanoche  esnegra.Lab(jveda  enluta- 
Es  una  inmensa  tumba...  Murió  mi  desposada, [da 

Perdióse  en  lo  infinito 

El  alma  de  mi  amor. 
El  templo  está  desierto,  la  lámpara  apagada, 
Y,  solo,  en  las  tinieblas  solloza  mi  dolor. 

XV 

Tú  no  supiste  nunca 
Lo  que  es  el  sentimiento 
Inmenso,  de  ternura 
Que  guarda  el  corazón. 
¿De  qué  me  sirve  el  alma? 
¿De  qué  mi  pensamiento?... 
Yo  soy  una  hoja  seca 
Llevada  del  turbión. 


■rMllÉf^  illll'W -'■■"-'•■    —  ■    -"^"•''^-^"-■'^'--^"--"-"■-'^  ■^k.:^>.....¿^..^^MjL.¿^^^A     .  •■:    . 


—  8o  — 

En  el  ingrato  nfiiindo 
Mi  vida  es  una  ola 
(Jue  no  hallará  mas  playa 
Do  pueda  descansar. 
Que  una  cercana  tumba 
Abandonada  y  sola, 
Do  nadie  irá  su  llanto 
De  amor  ú  derramar. 


XVI 

Bajo  la  sacra  bóveda  del  templo 

Donde  humea  el  incensario 
Y  el  oro  resplandece,  si  levanto 

Mi  ruego  solitario, 
El  alma  habla  ;'i  su  Dios  en  el  santuario. 

Pero  en  medio  del  bosque,  en  el  desierto 
Donde  vive  la  palma 
(.)  á  la  orilla  del  mar,  do  resplandece 
Naturaleza  en  tempestad  ó  en  calma, 
Es  Dios  quien  habla  al  alma. 

XVII 

Cuando  después  del  fatigoso  día 
Vengo  paz  á,  buscar  bajo  mi  techo 
En  los  brazos  del  sueño,  hay  un  fanlasma 
Que  se  sienta  á  la  orilla  de  mi  lecho. 

En  vano  quiero  separar  mis  ojos 
De  aquel  fantasma  que  de  luto  viste ; 
Allí  está,  siempre  esta,  siempre  me  mira 
Inmóvil,  mudo,  pavoroso,  triste. 

Y  cae  sobre  mi  espíritu  el  espanto  ; 
Pero  evitar  no  puedo  su  presencia, 


- :.  ■^■^-i'i-a.ijv..-..^ ..■■:■-:■  ...g-..,...^:.-,...-, ._'.,.  ---»   '^^£¿#r|lj|tiiii¡lia'tlt'    'i    "llY  ¿¿ftii   í 


-  80  —  • 

Porque  ese  triste  espectro  de  mis  noches 
Kslú  en  mi  propio  ser...  es  mi  conciencia. 

XVI II 

Corazón,  ¿qué  es  lo  que  quieres? 
Amor,  dolores,  placeres, 
Ya  de  todo  te  sacié, 

Y  sin  embargo  ¡te  mueres, 

Y  no  sabes  ni  de  qué!... 

XIX 

En  un  abrazo  inmenso  confundo  mis  amores, 
Mujeres  de  delicias,  mujeres  de  dolores, 
Mi  infierno  de  placeres. 
Mi  ciclo  de  dolor. 

Mis  labios  ostún  hartos  de  lágrimas  y  besos. 

Y  aún  tiene  sed  el  alma  de  no  sé  qué  embelesos. . . 

¿En  dónde  está  la  dicha? 
¿En  d('>nde  está  el  amor? 

XX 

Sondead  la  tierra,  y  en  el  seno  oscuro 
Donde  guarda  el  abismo  su  tesoro, 
Envuelto  en  su  ropaje  de  granito, 
En  tosca  piedra  encontraréis  el  oro. 

Sondead  el  mar.. .  Las  olas  turbulentas 
Se  ajitan  con  furor  por  esconderla, 
Pero  bajad  al  fondo  del  Océano 

Y  allá,  en  su  concha,  encontraréis  la  perla. 

Sondead  el  cielo,  y  en  lo  más  remoto. 
Donde  tan  sólo  Dios  deja  su  rastro. 


Lk.  2.--i.^.i    ^.-l- ■-£a¿:..A¿a.A.J..^.„:^»,j:.-N^-_^ 


I  ' 

¿iS  irí¿iMd'i>>iiAffi"TViíHr<iin(if  liíir 


—  87  — 

Del  infinito  en  la  perpetua  noche, 
Mundo  de  luz,  encontraréis  el  astro. 

Sondead  el  corazón,  hasta  ese  fondo 
Donde  temblando  la  conciencia  entra. 

Y  de  su  abismo  en  la  tiniebla  impura 

Decidme,  ¿qué  se  encuentra?... 

XXI 

¡  (Jué  dulce  es  el  hogar!  Lleno  de  sombra 
Mi  corazón  traía. 
Crucé  el  umbral  de  mi  modesta  casa 

Y  ¡cuan  hermoso  fulguraba  el  día  ! 

;Qué  bueno  es  el  hogar!  Amargas  iras 
Me  anegaban  el  alma, 
l*ero  al  besar  las  canas  de  mi  madre 
Llené  mi  pecho  de  perdón  y  calma. 

¡  Qué  tierno  es  el  bogar!  ¡  ( ih  !  cuántas  bigrimas 
VjU  carino  infinitas, 
Sobre  mi  frente  pálida  cayeron 
Dulcísimas,  temblantes  y  benditas. 

¡  Qué  santo  es  el  hogar!  Quizá  mi  labio 
El  existir  maldijo, 
Pero  lloré,  y  creí  con  toda  mi  alma 
Cuando  mi  santa  madre  me  bendijo. 

\Xl\ 

Tú  que  pasas  ruidosa  ydeslumbrante 
En  carro  de  oro,  entre  el  aplauso  inmenso 
De  la  turba  servil  y  el  incienso 
Con  que  falaz  lisonja  te  importuna, 

¿Quién  eres,  cortesana? 
—  Soy  la  reina  del  mundo,  la  Fortuna. 


•*-""*■-  ''T-il  •iViTfeii'níi'lÍT  -  V 


,o=>-iv.fe-it-i.^;x.^'':     -  :  ^ 


—  88  —    • 

Y  tú,  pálida  virjen,  tan  hermosa, 
Que  vas  a  pié,  descalza  y  olvidada, 
Ue  estrellas  y  de  espinas  coronada. 
Vuelta  la  espalda  á  la  fortuna  impía, 

¿Quién  ei'cs,  dulce  virjen? 
—  Hija  del  cielo  soy,  la  Poesía. 

XXIII 

¡  Qué  bosque  tan  feraz  !  Y  cuan  profuso 
En  sombras,  en  misterio  y  en  reposo! 
i  Cómo  cantan  las  aves  y  cuál  rueda 
El  agua  fresca  su  raudal  copioso  ! 


Por  falta  de  unas  gotas  de  esa  agua, 
Y  de  algo  de  esa  sombra,  en  el  desierto 
Jadeante,  sin  vigor,  desesperado 
Cae  el  viajero  muerto. 


Ved  esa  caja  en  el  rincón  oculta 
De  mísero  desván...  ¡  cuánto  tesoro  ! 
Tiemblan  las  manos  del  avaro,  y  ruedan 
Los  diamantes  revueltos  con  el  oro. 


Por  falta  nada  más  de  una  moneda 
De  ese  tesoro  por  que  tantos  jimen, 
Pálida  al  lupanar  la  virjen  llama, 
Y  marcha  ol  hombre  al  crimen. 


Estremece  la  bóveda  del  templo 
Del  órgano  la  voz,  grave  y  severa. 


.í^lILíZa. 


—  89  — 

Y  el  alma  del  creyente,  conmovida, 
En  su  éxtasis  ve  á  Dios,  ruega  y  espera. 


Por  falta  de  una  chispa,  de  una  sola 
De  esa  divina  fe,  paz  y  consuelo, 
El  hombre  en  su  dolor  a  Dios  olvida 
Y  hasta  se  niega  el  cielo. 


XXIV 

Hermosa  y,  como  siempre,  fujitiva, 
Á  mi  lado  un  instante  el  raudo  vuelo 

Detuvo  compasiva 
La  Esperanza  feliz,  hija  del  cielo. 

Posó  su  dulce  labio  en  la  sombría 
Pálida  frente  del  poeta  triste 

Y  la  encontró  apagada,  seca  y  fría 
Como  la  frente  del  que  ya  no  existe. 
Buscó  en  sus  ojos  lágrimas,  y  estaban 
Áridos  cual  arena  del  desierto  ; 

Tocó  su  pecho  ansiosa 

Y  buscó  el  corazón...  estaba  muerto. 

Entonces  la  Esperanza,  hija  del  cielo. 
Lanzó  un  suspiro  y  prosiguió  su  vuelo. 


De  ella  en  pos,  nieianct'flico  y  sombrío, 
Con  vuelo  triste  y  lento 
Otro  ánjel  se  acercó.  Su  vestidura 
Era  más  negra  que  la  noche  oscura 
Y  de  él  en  torno  sollozaba  el  viento. 
La  frente  inanimada  del  poeta 
Besó  también,  pero  con  tal  cariño 


j^)t.'..^U.,..í,j^j^f^,-:,-y.->,..:  .^la-yj-:-»;.  v.^----..-:-   .¡¿^¿a 


—  90  — 

Cual  si  fuese  una  madre  que  adurmiese 
Kn  el  regazo  del  amor  su  niño. 

Y  luego  con  afán  siempre  materno, 
En  su  seno  de  sombras  descansóla 
Como  para  dormir  el  sueño  eterno. 

Desde  entonces  reclino  mi  cabeza 
Kn  el  regazo  maternal  y  tierno 
Del  ánjei  funeral  de  la  Tristeza. 

El  viejo  sol  en  su  inmortal  carrera 
Ha  alumbrado  al  monarca  y  al  guerrero, 
Al  sabio,  y  al  artista  y  al  poeta, 
Al  rico  altivo,  al  sacerdote  austero. 

Ha  alumbrado  al  apóstol  y  al  creyente, 
.M  inocente,  al  mártir  y  al  justo, 

Y  basta  al  mismo  Hombre-Dios  en  la  figura 
Santa  y  hermosa  de  Jesús  augusto. 

Cuanto  viviente  ser  dentro  sus  siglos 
íia  triste  y  vasta  humanidad  encierra, 
Ha  visto  el  viejo  sol...  y  no  ha  encontrado 
L'n  solo  hombre  feliz  sobre  la  tierra. 

\.\Vl 

¡  (Jué  hermoso  brilla  el  sol !  Desque  amanece 
Hasta  que  cae  soberbio  en  el  ocaso 
Fecunda,  vivifica  y  resplandece. 
Pero  el  homi)re  infeliz,  paso  tras  paso, 
Sin  saber  donde  vajimey  padece; 
Juguete  miserable  del  acaso 
Todo  le  engaña,  le  escarnece  y  hiere 
Hasta  que  rolo  se  doblega  y  muere. 


t,..».../-f..>^..!,-W..a.^-^:...;^V/.  .¿>.aJ.».t..-^/<.>— .'^\--.     ...    c- 


91 


XXVIf 


He  gozado...  si  goce  es  la  locura 
De  soñar  lo  imposible, 
Y  creerlo  realizado,  y  estrellarse 
Contra  algo  infame,  estúpido  ó  risible. 

lie  sufrido...  No  sé  desde  qué  liora 
Mi  martirio  comienza, 
Pero  sé  que  he  llorado,  y  que  llorando. 
De  mi  propio  dolor  tuve  vergüenza. 

¡  Vergüenza  de  encontrarme  arrodillado 
Ante  ídolos  de  lodo, 
Vergüenza  de  la  farsa  de  la  vida, 
Vergüenza  délos  hombres...  y  de  todo! 

Ilusión,  amistatl,  amor...  locuras 
Por  que  el  hombre  delira, 
Venid  para  escupiros  á  la  cara 
\í[  solo  nombre  que  tenéis...  ¡  Montira! 


XXVIII 

No  soy  masque  mi  sombra...  ya  estoy  muerto. 
Lo  siento  en  esta  calma 
Oue  hay  en  todo  mi  ser.  Es  un  desierto 
Lo  que  llevo  en  el  alma. 

Tanto  he  querido  y  con  pasión  tan  loca 
(Jue  dejé,  sin  sentirlo  en  mi  embeleso, 
Un  poco  de  mi  vida  en  cada  boca, 
Un  pedazo  de  mi  alma  en  cada  beso. 


7*11  t,  fiitrMJáir  ifrtii  ¿)'^■^^-^■"^^^- 


r  .■ 


/. 


—  92  — 


XXIX 


;  No  más  vida.  Señor,  ya  no  más  vida 
Guando  lloraba  el  alma  dolorida 

Me  nutría  mi  pesar. 
Ahora  no  sufro  ya,  no  deseo  nada; 
Pero  tengo,  Señor,  mi  alma  cansada 
Y  quiero  reposar, 

XXX 

Un  viaje  por  un  mar  de  tempestades 
Es  id  vida  mortal ;  la  tumba  es  puerto. 
Morir  es  regresar  á  nuestra  patria... 
No  se  debe  llorar  por  los  que  han  muerto. 


riiíiHlhiál  íil'lll  n-'H-J^^^fe^--^-^..    .A.'.»^.'  — .•■<<- ^-   ■:¿->»-  ■■\-x.L^-,..,.:r^.M^,^  ^.    ■.■.ftAtic"^.,.-.!  ■•.^-afc-.h-rtli: 


SEGUNDA    PARTE 


GUIRNALDA 

COMPOSICIONES   1Í.SCRITAS   EN    VARIOS  ALBUMS) 


Los  versos  son  las  flores  que  el  alma  del  poeta 
De  la  jentil  Belleza  derrama  en  el  altar; 
Yo  cuelgo  de  mi  lira  guirnaldas  de  violeta 
Y  á  vuestros  pies,  hermosas,  las  vengo  á  deshojar. 


.'M^úkk.  _  .>^:^  ÍiLXí:^'jí:tc.^.iL\-  ^¿:<í.^'\^^     U.>,t.r  _}    r^.'*^  .£ :.  iti.  #j:.'1       i     i     rflJMOtif  Ti  "lil'ihnl  I      -  ^.        £-«.--. 


LA  FORTUNA 

Á  ROSARIO   P. 


En  su  curso  voluble  la  Fortuna 
Todo  cuanto  me  diera  me  quib); 

Y  la  Miseria  pálida  y  hambrienta 
Al  umbral  de  mi  puerta  se  sentó. 

Y  llegó  la  Amistad  —  la  que  en  un  día 
El  festín  de  mis  dichas  presidió  — 

Y  aunque  la  dije  ven,  ella,  espantada 
Al  ver  aquel  espectro,  se  alejó. 

Amor  llegó  también...  Sellé  mi  labio, 
Porque  temí  que  se  alejara  Amor; 
Pero  el  sin  vacilar,  bañado  en  lágrimas, 
Vino  A  mí  presuroso...  y  me  abrazó. 

Y  la  Miseria  pálida  y  hambrienta 
Oue  al  umbral  de  mi  puerta  se  sentó. 

Á  la  luz  de  aquel  ánjel  que  lloraba, 
Klla...  i  la  horrible  arpía!....  se  embelleció. 


.;^^  :..á£j;ü1Lí..:  ...    .■^.:-m...-Í¿.^.,  ..^..<^...  .^íuL.^x:^^i^:^¡.í\  w  ■■ .. 


J¡-*_- 


*  '.  *-^ 


LAS  FLORES 

Á  RAMONA 


Las  llores  son  un  emblema 
Del  mundo  del  sentimiento, 
Son  álbum  del  pensamiento 
Kn  sus  horas  de  ilusión; 
Son  pajinas  en  perfume 
Por  dos  almas  descifradas, 
Son  estrofas  no  cantadas 
Del  poema  del  corazón. 

En  una  flor  recuerdos 
El  corazón  atesora ; 
Sobre  sus  pétalos  llora 
Su  soledad  el  dolor; 
Dulce  enigma  comprendido 
Tan  sólo  por  los  amores  : 
Quien  no  comprende  las  llores 
Tampoco  sabe  de  amor. 

Dios  á  la  mujer  formando 
Completó  su  Paraíso ; 
Tal  vez  con  las  llores  quiso 
Completar  á  la  mujer. 
¡  (Jué  bellas  son  en  su  frente  ! 
¡  Qué  envidia  dan  en  su  seno  ! 
¡  Qué  activo  dulce  veneno 
Dan  en  ellas  á  beber! 

Los  mirtos  dicen  amores. 
La  altiva  rosa  belleza, 


^muikáíeiáaMtkiuirá^^^ 


■V  áí'á-?fiírffl  -¿.I 


Tí»'-  .'-7   ":  ■  -  ■   '."«fff^ 


■'•  / '■' :;"J^i  •"    ,^aT 


—  06  — 

Y  la  azucena  pureza 

Y  recuerdo  el  myosolís. 
Algo  dice  en  una  tumba 
La  doliente  cineraria, 

Y  la  yedra  paiietaria 
Que  borda  la  ruina  gris. 

Y  ¡cuánto  es  para  el  amante 
La  primer  flor  anhelada 
Uue  una  mano  idolatrada 
Furtivamente  le  dio ! 
Si  en  sus  pétalos  de  seda 
El  labio  ardiente  se  posa. 
Insaciable  mariposa 
Del  néctar  de  la  pasión  ; 

Si  encanta  con  sus  colores, 
Si  embriaga  con  su  perfume, 
Si  se  marchita  y  consume 
Apretada  al  corazón. 
Es  que  en  su  cáliz  esconde 
Aliento  de  la  que  se  ama, 

Y  perfume  que  derrama 
Eu  sus  besos  la  pasión. 

Es  que  á  los  ojos  cerrados 
Del  alma  en  amores  presa, 
Esa  flor  es  la  promesa 
De  eterna  felicidad. 
Es  una  voz  silenciosa 
Que  está  diciendo  te  adoro  : 
Nudo  de  la  red  de  oro 
En  que  dos  almas  están. 

Almas  locas  que  no  saben 
Al  simbolizar  la  crencia 
Del  amor  en  la  existencia 


i^at¿' 


!íp.rr%"r.- 


—  97  — 

Efímera  de  una  flor, 
Que  su  dicha,  su  esperanza, 
Su  placer  y  alegría 
Flores  son...  y  dura  un  día 
La  primavera  de  amor. 


Y  la  seca  llor  guardada 
(Jue  el  tiempo  cruel  descolora, 
Reliquia  tal  vez  de  un  hora 
Que  vale  una  eternidad  ; 
Sombra  de  flor  que  no  tiene 
De  lo  que  fué  más  que  el  nombre, 
Cual  los  recuerdos  del  hombre 
Del  alma  en  la  soledad; 

Fantasma  de  una  esperanza. 
-Mudo  adiós  del  bien  perdido, 
Del  naufrajio  en  el  olvido 
Único  resto  quizá, 
¿  No  encierra^  triste  despojo 
Sin  perfume  ni  belleza, 
La  poesía  de  la  tristeza, 
La  relijión  del  pesar  ? 


Sí ;  las  flores  simbolizan 
Las  fugaces  alegrías 
Que  arrancamos  á  los  días 
De  la  bella  juventud. 
Después  tan  sólo  nos  quedan 
Memorias  de  amor  benditas.. 
Hojas  de  flores  marchitas 
Que  caen  en  el  ataúd. 

Pasionarias. 


[i-fc  ár'.¿V^'^il'^.¡i'i':..f>ih  ..'-J.  ■fiit.^Fr.irfli.lf"-      -.  ..- -«..J.j:^»**^^ 


\yr   '  •  .  --.,      -•...-   ^.'■^^^■vrry^^^-'e'^^'fl':^^^!^!^ 


LIRIO 


A   HOSAIUO  II. 


Muy  pocas  ílores  de  ¡lusióii  dejaron 
En  mi  alma  borrascosa  los  pesares; 
Mas  las  pocas  fragantes  que  quedaron 
Permite  que  las  deje  en  tus  altares. 

Te  traigo  de  amistad  candido  lirio: 
Si  en  él  encuentras  una  acerba  gota, 
Perdónala...  es  la  sangre  de  martirio 
Que  de  mi  pecho  atormentado  brota. 

Hirió  mi  corazón  el  desencanto, 
De  mi  ventura  deshojó  la  palma, 

Y  en  la  amargura  de  infortunio  tanto 
Secóse  á  fuerza  de  llorar  el  alma. 

Nublado  el  horizonte  de  la  vida, 
Borróse  el  porvenir  en  lontananza, 

Y  su  tallo  dobló  descolorida 

Y  marchita  la  ilor  de  la  esperanza. 

Tan  sólo  melancólica  y  aislada 
La  triste  flor  de  los  recuerdos  brota. 
Como  brota  la  hierba  descuidada 
Del  algún  sepulcro  entre  la  piedra  rota. 

Mas  no  ese  despojo  cinerario, 
No  es  la  flor  del  recuerdo  y  el  martirio 


-.j-,  >.,.]j^  ■i.i.v-»-  :.!.       ....'i^'x  rf-íL^    *».  -  ^  ....-  ';;jiL.^)L;<  ..j;:*.,'«ai't^K:.-^<' .  .*M'>.  >.  J  .  •  ■^  ^r  i^^^iff- .  -. 


—  99  — 

La  que  te  ofrece  el  corazón,  Rosario, 
Es  de  amistad  el  apacible  lirio. 

Lleva  en  su  cáliz  toda  la  ternura 
Oue  agotar  no  pudieron  los  pesaros: 
Y  pues  tiene  de  tu  alma  la  blancura, 
l'ermite  que  la  deje  en  tus  altares. 


-■"  —  A  itfiMlJÉiF—- •'-^-•-"'^■-'-"■rir  tíitttmááH 


SENSITIVA 


A    liLADALUPK. 


—  «  ¿Por  qué  estás  como  yo,  pálida  y  sola? 
¿  También  para  las  flores  hay  dolor? 

¿  Cómo  mi  corazón,  es  tu  corola 
Copa  de  llanto,  solitaria  flor?  »  — 

Así  una  virjen  bella  y  pensativa 
Á  quien  la  pena  el  corazón  hirió. 
Dijo  á  la  misteriosa  sensitiva, 
y  una  lágrima  en  ella  derramó. 

Lágrima  de  mujer,  gota  sagrada 
Que  el  arcánjel  debiera  recojer, 
Perla  del  alma,  sangre  inmaculada 
Del  mártir  corazón  de  la  mujer. 

Cayó...  la  sensitiva  estremecida 
Sus  pétalos  vivientes  recojió, 
Y  la  pálida  virjen  dolorida 
Suspiró  con  tristeza  y  murmuró  : 

—  «  ¿Tan  amargo  es  mi  llanto  que  una  gota 
Basta  á  apagar  la  vida  de  una  flor? 

¿  Cómo  el  raudal  que  de  mi  pecho  brota 
¡  Ay  1  no  apaga  el  recuerdo  de  mi  amor? 

¿Por  qué  no  extingue  de  mi  ser  la  llama 
El  incesante  soplo  del  pesar? 


rlniiV'  lii''*^*^"  '^'''■^^■'-~^'^.■^■'1  II  -  I  ■VjiitÉi-V"T''iiii'il  [-■••••-*-'-*'^—  "■^-"^'•''.¿fftoWa'-iaíritv 


—  101  — 

¿Por  qué  no  muere  el  corazón  que  ama 
Su  lágrima  primer  al  devorar? 

¡Dichosa  flor!  moriste  á  la  primera 
Ráfaga  del  pesar...  En  mi  aflicción 
Dichoso  ya  también  si  se  rompiera 
Mi  existencia  al  romperse  mi  ilusión. 

Que  cuando  quiso  con  pasión  el  alma, 
Y  lo  que  quiso  para  siempre  fué, 
Vivir  es  ya  morir...  mas  sin  la  calma 
Que  la  tumba  promete  al  padecer. 

Mas  otras  veces  —  ¡  he  llorado  tanto  !  — 
Otras  veces  mis  lágrimas  vertí 
Sobre  otras  flores,  y  jamás  mi  llanto 
Marchitara  esas  flores  como  A  ti. 

¿Eres  un  cáliz  de  dolor  que  encierra 
Gotas  de  llanto  que  ofrecer  á  Dios? 
Pero  todas  las  flores  de  la  tierra 
Son  pocas  al  raudal  del  corazón. 

¿Quién  eres  tú  de  lánguida  corola? 
¿  Amaste  y  te  olvidaron,  pobre  flor  ? 
Dímelo...  que  también  pálida  y  sola 
Soy  una  sensitiva  del  amor.  »  — 


LA    SENSITIVA 

—  ('  Soy  el  alma  misteriosa 
De  mis  hermanas  las  flores,     • 
Imajen  de  esos  amores 
Qui  vivieron  un  ayer  : 
Ifija  de  un  rayo  de  aurora 
En  un  día  de  primavera, 
Es  mi  vida  una  quimera 
Como  tus  sueños,  mujer, 

6, 


.jZ.^  ,^i:^^t^-jS>L.i/-i¿,':.,..,:,J^^^:^:..i^i^  lililí "ímirtBill'  '  ^^^¡¿¡¿¿iiigíi, 


—  102  — 

Yo  soy  como  la  esperanza 
(jue  cuando  se  toca,  muore; 

Y  In  lágrima  me  hiere 
Como  te  hiere  el  amor. 
No  es  tu  lágrima  el  rocío 
(Jue  en  mí  derrama  la  nocho, 

Y  ha  lastimado  mi  hroche 
Como  tu  seno  el  dolor. 

Tu  alma  y  yo  somos  dos  llores 
Uue  tienen  la  misma  historia  : 
También  yo  tuve  mi  gloria 
Como  tuviste  tu  amor. 
Ucbes  á  tu  amor  el  llanto 

Y  yo  á  tu  llanto  la  muerte... 
Una  misma  es  nuestra  suerte, 
¡  Pobre  mujer!...  ¡  l'obre  ilor! 

Por  los  céfiros  mecida. 
Por  la  luz  engalanada, 
l*or  los  cantos  arrullada 
üe  las  aves  del  pensil, 
lis  mi  vida  un  paraíso, 
Un  pensamiento  risueño, 
l'.s  ol  c.xtasis  de  un  sueño. 
lis  amar...  ¡es  ser  feliz  ! 

Pero  es  dicha  de  un  instante 
üe  tu  lánguida  pupila 
Ilueda  abrasada  y  tranquila 
La  gola  que  me  mató. 
Y  en  vano  el  cielo  fulgura. 
\^n  vano  las  aves  cantan, 
Cielo  y  aves  no  levantan 
Mi  corola...  ¡pobre  flor! 

Así  la  mujer  hermosa, 
Flor  de  los  cielos  querida. 


■-*'**^"-i^'^*^**^''»-'*^-— ■•  »-    ■--  '■^-'    •--■^  ^..^■^-'  -.^---l^v  .  .-■-.,■■  -l^^-.^Jl^. 


—  103  — 

Sensitiva  desprendida 
De  las  manos  del  Señor, 
Trae  ú  la  tierra  del  ll.nilo 
Su  corola  de  belleza. 
El  rocío  (le  su  pureza 

Y  el  perfume  de  su  amor. 

Y  por  ensueños  mecida. 
Del  amor  enamorada, 
Por  los  himnos  arrullada 
Del  mundo  que  ve  ante  sí. 
Es  su  vida  un  paraíso, 
Un  pensamiento  risueño, 
Es  el  éxtasis  de  un  sueño, 
j'^s  amar...  ¡  es  ser  feliz! 

Pero  es  dicha  de  un  instante : 
Con  su  llama  abrasadora 
Amor  su  pecho  devora. 
Amor  consume  su  ser. 

Y  en  vano  son  las  promesas 
De  la  mentida  esperanza... 
¿  (Juién  ;i  realizar  alcanza 
Tu  ilusión...  pobre  mujer?... 

Somos  dos  flores  hermanas 
Hijas  del  amor  del  cielo  ; 
No  comprenden  nuestro  duelo. 
Ni  comprenden  nuestro  amoi-. 
Por  siempre  cierro  mis  hojas. 
Por  siempre  tu  llanto  trunca... 
La  dicha  no  vuelve  nunca... 
;  Pobre  mujer  !  —  ¡  l'obre  llor!  >^  - 

Así  dijo  la  tierna  sensitiva, 
Sobre  su  muerto  tallo  se  dobló: 

Y  la  pálida  virjen  pensativa 
Dejó  en  ella  una  lágrima  furtiva 

Y  triste  y  en  silencio  se  ahije». 


^.^,^..^-^^.,~t.:.^i.,-¡^-:-C,^^^^,,..,t..: 


riiüíiiiiiiiirtiimíí  • 


RAMILLETE 


A    REMROIOS. 


Símbolo  de  tu  candida  belleza 
Son  las  flores,  Remedios,  que  te  envío; 
Tu  alma,  como  su  cáliz,  es  pureza, 
Limpio,  como  tu  llanto,  su  rocío. 

Virjen  hermana  de  las  llores  bellas 
(Jue  bordan  y  perfuman  la  campiña. 
Deja  que  la  amistad  teja  con  ellas 
Fresca  guirnalda  que  tu  frente  ciña. 

Algún  ánjel  quizá,  niña  querida, 
Sobre  ti  tiende  con  amor  su  palma, 
(Jue  es  una  rosa  blanca  desprendida 
De  los  jardines  del  Edén  tu  alma. 


Para  tu  dulce  corazón,  amores. 
Para  tu  planta,  rosas  sin  abrojos... 
Y  para  mí...  para  mis  pobres  flores. 
Una  mirada  de  tus  negros  ojos. 


É  .    láüÉÉaiüiÉtri'i üátÉÜiiiii ,|,j-......i..>-i- --^— •    —  -,...^.  ■.¿.v^^vi--¿a^¿;.-^-¿.*t.-.-^^--.:.^i.^.'T.'^.  . 


PASIONARIA 

Á    ÁNGELA 


Perdióse  ya  la  dicha  de  mi  vida 
Y  del  alma  pasó  la  primavera... 
¿  Qué  flor  entonces  dejaré  caída 
De  tu  álbum  en  la  pajina  primera? 


Yo  fui  la  mitad  de  un  alma 
Buscando  su  otra  mitad, 
Gomo  se  busca  la  calma 

Y  la  sombra  de  la  palma 
En  ardiente  soledad. 

En  un  tiempo  el  alma  mía, 
Alondra  que  tiende  el  vuelo 
Bañada  en  la  luz  del  día, 
Sus  ricas  alas  perdía 
En  el  zafiro  del  cielo. 

Soñé  pedir  á  la  gloria 
La  vida  para  mi  nombre, 

Y  que  en  mi  piedra  mortuoria 
Arrojase  una  memoria, 
Acaso  una  flor,  el  hombre. 

Soñé,  al  destello  indeciso 
De  un  crepúsculo  nupcial, 


¿;.,-..:«^.<-áa;^--;.l,t-¿,  •■■    :,  ¿.^-^^v-Vij»  y-¿'   ■■-^    .y.  ;^,,      :r^]A;..     ..í^Ul:-L.       ¿ÜJ-..-. 


—  106  — 

Aparecer  de  improviso 
La  mujer  de  Paraíso 
Olio  flotaba  en  mi  ideal. 

La  mujer  cuya  belli  /u 
Ilumina  la  Creación, 
La  mujer  toda  terneza. 
La  mujer  cuya  pureza 
Santifica  el  corazón. 

La  mujer  á  cuya  planta 
Se  pone  el  alma  de  alfombra, 
La  mujer  única  y  santa, 
La  mujer  que  no  se  nombra 
Pero  que  siempre  so  canta... 

Y  esa  mujer  yo  la  vi 
Cuando  la  dicha  soñó; 
Kl  alma  toda  la  di, 

V  su  imajen  está  aquí, 

Y  con  ella  moriré. 

Era  su  faz  mi  embeleso. 
iM'a  su  nombre  Alma  mía; 
Donde  su  planta  ponía, 
Mi  pensamiento  en  im  beso 
Adorándola  caía. 

Soñé  el  placer  indecible 
üe  que  ese  arcánjel  visible 
Me  embriagase  con  su  amor. 
Soñé  la  dicha  imposible 
En  la  tierra  del  dolor. 


¿Era  sólo  una  creación 
De  mi  loca  fantasía, 


"'-   —  ''^Hit'A'  li'jii  iMli^J   liV    ■-"--■-^itr-  --Mi,^,V«^-.— ^-fe■wJ  ■-..^¿y-:  --'■.t^.^:.  ^■¿.Jíi.i^ 


—  107  — 

De  mi  amante  corazón?... 
¿Era  el  alma  que  se  abría 
En  su  aurora  de  ilusión? 

¿Era  un  sueño?...  Mas  despieiLo 
Adórelo  que  soñaba... 
Mi  corazón  está  muerto 
Desque  en  el  mundo  desierto 
No  encontré  lo  que  buscaba. 


l'or  eso  voy  del  mundo  en  la  corriente 

Cual  hoja  solitaria. 
Triste  es  mi  vida,  pálida  mi  fronte, 

Y  si  fuera  una  llor  mi  alma  doliente 

Sería  la  Pasionaria  : 

Una  ilur  de  tristeza  y  desconsuelo 
Que  apenas  ha  vivido 

Y  levantado  su  corola  al  cielo, 

Y  ya  barre  sus  hojas  por  el  suelo 
El  viento  del  olvido. 


Perdóname.  Buscaba  un  pensamiento, 
Anjela,  que  dejar  en  esta  hoja, 
Y  el  jemido  del  alma  en  su  tormento 
Es  i  ay !  tan  sólo  lo  que  el  alma  arroja. 

Perdóname  la  nota  dolorida 
Oue  exhalara  mi  lira  lastimera. 
Perdóname  esta  lágrima  caída 
De  tu  álbum  en  la  pajina  primera. 


v.J»> 


fchi-ltii' 


i<"í'ltrfT'YJinii'n  II    11  nir    ' 


^^¿¿tníátíMaíüáí, 


ROCÍO 

\    TAZ 


Guando  se  va  la  noche, 
Sus  lágrimas  hermosas 
Sobre  las  flores  deja 
En  gotas  sin  color  ; 
Pero  al  romper  el  alba 
Se  tornan  luminosas 
En  perlas  cristalinas, 
Corona  de  la  flor. 

Así  mis  pobres  versos 
Sin  brillo  ni  frescura 
De  tu  álbum  en  las  hojas 
Á  derramarse  van ; 
Mas  si  les  dan  tus  ojos 
La  luz  de  su  hermosura, 
Las  perlas  más  preciosas 
De  la  amistad  serán. 


Mmaü^ 


¡í' ikiááiiái  ¡  II  -|i-->  ■^^■^■^"■-'~' — •  -.  --  -^-'■^■'"'■^■^"^-•■--im&iiirii-itfJiitfiiMiÉÉ 


FLORES  MARCHITAS 

(Á  EMILIA) 


Primer  rayo  de  luz,  primera  rosa, 
Primer  canto  del  ave  en  primavera, 
Suspiro  de  una  lira  melodiosa 
Es  de  tu  álbum  la  pajina  primera. 

La  arpa  de  la  poetisa  resonando 
Allí  vertió  dulcísima  sus  galas, 
Blandas  como  el  rumor  que  al  ir  volando 
Los  anjeles  producen  con  sus  alas. 

Este  libro  comienza  como  el  día, 
Con  trinos  de  ave  y  esplendor  de  aurora ; 
Después  de  su  magnífica  armonía, 
¿Qué  ha  de  decir  mi  corazón,  señora? 


Yo,  que  he  dejado  olvidada 
Y  de  lágrimas  bañada 
La  lira  del  corazón 
En  la  tumba  idolatrada 
De  mi  postrer  ilusión; 

Yo,  pobre  alma  dolorida 
Que  atrás  dejando  va  ya 
Los  verjeles  de  la  vida, 
Hoja  en  el  viento  perdida 
Que  no  sabe  donde  va; 
Pasionarias. 


¿ ■^. ..-«■>,  - ^ Y iili*i  !'-■**  •■»■'"-■- "  •--  •- """  - ■  ■'  '^■''- -^'•-'^•'■.'•■¡•¿íjUí.-íLáíkíii^ 


K.  -  ;r^3^ 


—  110  — 

Desheredado  de  amores, 
Sin  fe  ni  consolación 
En  un  valle  de  dolores... 
¿Dónde  ha  de  cojer  sus  flores 
Mi  desierto  corazón?... 


Pero  ¿qué  importa,  Emilia,  que  la  nota 
Que  exhala  para  ti  mi  lira  rota 
Sea  triste  como  el  alma  sin  amor, 
Si  al  través  del  crespón  de  mi  tristeza 
Mirando  estoy  tu  poética  belleza 
Como  se  ve  tras  de  la  niebla  el  sol?... 


Mis  pobres  rimas  ante  ti  al  ponerlas 
Son  flores  ya  marchitas  entre  abrojos, 
Pero  fragantes  tú  puedes  hacerlas 
Con  la  mirada  de  tus  negros  ojos. 

La  más  pálida  flor  tiene  colores 
Guando  el  sol  con  su  rayo  la  abrillanta... 
Sean  tus  ojos  un  sol  para  las  flores 
Que  vine  á  deshojar  ante  tu  planta. 


■U^««Jli  ri  I  iilMI— É<1  II    r  iii  11  iht-  -     ■  '^  ■'-•-■     "■■ 


ABROJOS 

(Á  rosa) 


Como  dulce  canción  vaga  y  hermosa 
Que  lejos  se  oye  en  la  nocturna  calma, 
Así  el  eco  de  tu  arpa  melodiosa 
Oí  en  la  triste  soledad  del  alma. 

Trino  de  alondra,  murmurar  de  río, 
Canto  en  el  tierno  suspirar  bañado 
De  un  pecho  de  mujer,  limpio  rocío 
Sobre  la  flor  del  corazón  regado; 

Eso  es  tu  canto.  Besa  nuestro  oído 
Y  el  corazón  á  los  ensueños  lanza, 
Porque  en  sus  notas  trémulas  perdido 
Va  el  acento  feliz  de  la  esperanza. 

Mas  si  gotas  esparce  de  ambrosía 
El  ritmo  de  tu  arpa  vibradora, 
Digno  de  su  gratísima  armonía 
No  tengo  nada  que  ofrecer,  señora. 


Corazón  que  el  llanto  moja, 
Corazón  que  se  deshoja 
Al  embate  del  dolor, 
De  este  álbum  para  la  hoja 
¿  En  dónde  hallar  una  flor? 


itlu.lt..'.,.,  :,  .;i f„,t,.,  -..I  .ifilirt.:- ..  .-.  -^.jijj^y,  -^j»..^  .^V-^^^-^.^.-^■^^.^^¿^JA*,a^l■i^^,>J»í:i-l¿^- -^^ 


—  112  — 

¿Dónde  encontrar  el  amblante 
Hecho  de  brisa  olorosa, 
De  blanca  luz  trasparente 
Que  envuelve  tan  dulcemente 
En  los  jardines  la  rosa  ? 

Si  tuviera  el  alma  mía 
De  inspiración  el  tesoro, 
Ilusiones,  poesía, 
¡Cuántas  mariposas  de  oro 
Para  la  rosa  tendría! 

¡Cómo  entonces  la  envolviera 
El  beso  de  primavera 
En  una  nube  de  aroma! 
¡Con  qué  cariño  la  diera 
Sus  arrullos  la  paloma! 

iMas  mi  musa  silenciosa 
No  ha  querido,  en  sus  enojos, 
Que  pueda  dar  otra  cosa 
Para  el  álbum  de  una  Rosa 
Mas  que  lo  que  doy...  abrojos. 


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REMINISCENCIAS 

(Á  eujenia). 


Pobre  amiga,  pues  que  lloras, 
Pues  que  la  vida  sombría 
En  ti  derrama  sus  horas 
De  negra  melancolía  : 

Pues  te  hieren  los  pesares, 
Y  ha  pasado  tu  contento 
Como  la  espuma  en  los  mares, 
Gomo  la  nube  en  el  viento ; 

Permite,  sí,  que  recoja 
Mi  buena  amistad  sencilla 
Esa  lágrima  que  moja 
Tu  macilenta  mejilla. 

El  corazón  del  poeta 
En  su  solitaria  calma, 
Es  una  copa  secreta 
De  las  lágrimas  del  alma. 

La  tuya  vierte  sus  perlas. 
Yo  no  merezco  guardarlas, 
Pero  quiero  recojerlas 
Porque  quisiera  cantarlas. 

Que  también  el  alma  mía 
Coronada  está  de  abrojos, 


■■v.  .tj^-i..  ^v .. w¿.  ■■.■.. ,L-..-jii^.'\i .■■^.- ....  '^j'^í-r-'^'--'itiM\ii'i!liílíáií¡iiiÉÍitiiimi    i'iiiit  tajiOr''-^ ■■''-■  '■^-■■'■■- 


—  114  — 

También  he  sentido  un  día 
Humedecerse  mis  ojos. 

Porque  también  he  querido, 
Porque  también  he  adorado, 

Y  lo  que  amaba  he  perdido, 

Y  también  soy  desgraciado. 

Yo  he  sentido  la  congoja 
Del  corazón  que  revienta, 
En  ese  llanto  que  moja 
Tu  mejilla  macilenta. 

¡Cómo  se  llora  sonriendo! 
¡Cómo  se  habla  sollozando! 
¡Cómo  se  vive  muriendo 

Y  se  muere  recordando! 

Sé  lo  que  es,  al  adorarse 
Con  infinita  pasión, 
Decirse  adiós...  y  arrancarse 
Pedazos  del  corazón. 

En  ese  adiós  sin  segundo 
Se  va  la  existencia  entera, 

Y  queda  desierto  el  mundo 
Sin  el  alma  compañera. 

Todo  es  sombras  y  abrojos, 
Todo  noche,  todo  nada. 
Desque  falta  a  nuestros  ojos 
La  vida  de  su  mirada. 

Y  nuestro  ser  languidece. 
El  alma  huérfana  llora. 
La  esperanza  se  entristece; 
Sólo  el  recuerdo  se  adora. 


h'  ■iiiiiijii  nantriiir^ -"*--■  -  '-'--     iH  fi<ViiiB-iM<IÍliÉtf¿iáti  üf'<t''t 


—  lio  — 

Y  mientras  la  negra  ausencia 
Nos  enluta  el  corazón, 
Vivimos  una  existencia 
üe  recuerdo  v  de  visión. 


Escucho  una  voz  querida 
Que  cariñosa  me  nombra, 
Miro  pasar  una  sombra... 
Es  su  sombra  y  es  su  voz. 
Ese  suspiro  que  vaga 
En  el  ambiente  perdido. 
Es  un  eco  desprendido 
De  su  tristísimo  adiós. 

El  ánjel  que  en  sueño  veo 
Es  Ella  que  viene  á  verme. 
Cuando  mi  párpado  duerme 

Y  vela  mi  corazón 

Es  EUn,  mi  cariñosa, 
Cuya  alma  viene  angustiada 
Á  vagar  enamorada 
En  torno  de  mi  prisión. 

Sus  ojos  están  marchitos, 
Está  jimiendo  su  pecho, 

Y  su  corazón  deshecho 
Á  fuerza  de  padecer. 
Es  la  mitad  de  mi  alma, 

Y  siente,  sí,  mi  quebranto, 
Como  siento  yo  su  llanto 
En  mi  corazón  caer. 


Perdona,  Eujenia,  si  al  cantar  tus  lágrimas 
Con  las  de  mi  ánjel,  triste,  las  mezclé. 


.,..>.-, ■  ..^AL^^.^.¿.^.~^^.^.^;.i=^:.^.:i.J.¿!iyJtJ^'. 


?  —  116 


No  hay  un  consuelo  en  mis  palabras  áridas, 
Soy  infeliz...  y  consolar  no  sé., 

Pero  comprendo  tu  alma  melancólica, 
Comprendo  su  doliente  viudedad, 
Y  son  mis  versos  como  flores  pálidas 
Que  prende  en  tus  cr  spones  la  amistad. 


á 


EL  ALMA  EN  FLOR 

(Á  EULALIA). 


La  juventud  sus  encantadas  puertas, 
Jentil  Eulalia,  útu  pisada  abrió, 

Y  la  aurora  de  abril  en  que  despiertas 
Sus  espléndidas  rosas  te  ciñó. 

Hoy  corona  tu  frente  la  belleza, 
En  tu  seno  ílorece  la  ilusión, 

Y  no  sabes  lo  que  es  esa  tristeza 
Que  marchita  y  enferma  el  corazón. 

Mas  óyeme  :  si  sabes  lo  que  vale 
Un  alma  virjinal,  un  alma  en  flor, 
No  dejes,  no,  que  jenerosa  exhale 
El  celeste  perfume  de  su  amor. 

Que  las  almas  en  flor  ¡aj!  se  deshojan 
Al  soplo  abrasador  de  la  pasión^ 

Y  el  llanto  en  que  los  párpados  se  mojan 
Cae  en  gotas  de  fuego  al  corazón. 

Deja  tus  bellas  ilusiones  de  oro 
Dormir  en  el  regazo  del  candor; 
Un  día  vendrá  que  viertas  su  tesoro 
En  el  raudal  de  verdadero  amor. 

Hoy,  Eulalia,  si  sabes  lo.que  tienes 
Con  tu  abril,  tu  beldad  y  tu  alma  en  flor. 
Oye...  no  lleves  tan  preciosos  bienes 
Á  quemarse  en  la  hoguera  del  amor. 

7. 


üliáÉttÍkuA£¿ir 


VIVIR 

(Á  carmen). 


¿Sabes,  Carmen,  qué  es  vivir? 
Es  nacer  para  soñar, 

Y  tras  de  breve  dormir 
Despertar  para  sentir, 

Y  sentir  para  llorar. 

Sentir  que  se  va  muriendo 
En  el  alma  la  ilusión, 
Que,  hojas  del  árbol  cayendo, 
Así  se  van  desprendiendo 
Las  crencias  del  corazón. 


* 


Es  la  dicha  fugaz  iris 
Que  pintan  en  lontananza, 
Engaños  de  la  esperanza, 
Mentiras  del  porvenir. 

Y  como  el  iris  del  cielo 
Es  tan  sólo  una  quimera  : 
El  alma  que  reverbera 
Sus  fulgores,  como  el  sol. 

Y  la  esperanza  es  un  ave 
Oue  por  atraernos  canta, 
Y  al  acercarnos  la  espanta 
De  nuestro  paso  el  rumor. 


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—  119  — 

El  amor,  fiebre  del  alma, 
Locura  de  un  solo  día, 
Relámpago  de  alegría 
En  la  nube  del  dolor. 

Apenas  el  alma  sueña, 
Apenas  vibra  el  latido. 
Lo  que  era  amor  es  olvido, 
Lo  que  era  dicha,  pesar. 

De  los  anhelos  del  alma, 
De  la  fe  del  sentimiento. 
Del  mundo  del  pensamiento 
¿Sabes  lo  que  queda  al  fm?... 

Un  fantasma  de  esperanza, 
El  adiós  del  bien  perdido, 
Y  triunfante  del  olvido 
El  recuerdo  funeral. 

El  recuerdo,  triste  sombra 
Que  al  irse,  implacable,  deja 
Cada  goce  que  se  aleja 
Rodando  á  la  eternidad. 

Que  de  todo  lo  que  ama 
En  esta  existencia  el  hombre, 
Tan  sólo  le  queda...  un  nombre 
Del  alma  en  la  soledad. 


Ninguno  puede  aclarar 
El  enigma  del  vivir. 
Tal  vez  vivir  es  dormir 
Y  morir  es  despertar. 


■^^  ¡t^-.  i¿¿..t:j^f.'Ui¿Á.-.<i^.j:..^./a  -^•.-..^¿■.  .jaifa.^-.i.¿?-,^,.,..:A.  .       _  . .  _ Jü 


"1 


AMISTAD 

(Á  amta). 


Abro  mi  corazón,  de  allí  recojo 
La  dulce  flor  de  la  amistad  sincera, 

Y  blanca  y  perfumada  la  deshojo 
De  tu  álbum  en  la  pajina  primera. 

Hoy  en  la  vida  juntos  nos  hallamos; 
Pero  es  un  viaje  rápido  la  vida, 

Y  cuando  adiós  por  siempre  nos  digamos 
Te  quedará  esta  flor  en  despedida. 


Dicen  que  todo  pasa  y  todo  muere, 
Que  todo  en  este  mundo  es  ¡ay!  mentira... 
Mentira  es  olvidar  cuando  se  quiere 
Con  esta  fe  que  tu  amistad  inspira. 

¿Cómo  dar  al  olvido  aquellas  horas 
En  que,  escuchando  tu  afectuoso  acento, 
Palabras  recojí  consoladoras 
Llenas  de  intelijencia  y  sentimiento  ? 

Pálido,  mudo,  con  la  frente  triste, 
Velando  mi  dolor  en  falsa  calma 
Tú  me  encontraste...  y  comprender  supiste 
El  secreto  de  lágrimas  del  alma. 

Y  como  madre  que  al  mimado  niño 
Consuela  al  mismo  tiempo  que  aconseja, 


■V-tii  -^.  ■■r'-!»-->A  ■jí.^l^C-\^.¿t.i,  n>-^»-,'|''.i'||,-Áir.y,-|.i:fc^....,:¿ — -"•.^^«'■'-■'-^  iif  ii-Miifi     „ 


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—  121  — 

Así  tu  santo,  fraternal  cariño 

Trata  á  mi  corazón  cuando  se  queja. 

De  mi  destino  sobre  el  mar  incierto 
Al  estallar  la  tempestad  violenta, 
Mi  alma  encontró  tu  corazón  abierto 
Gomo  el  ave  su  nido  en  la  tormenta. 

Á  él  me  refujio.  La  amistad  más  pura 
Allí  me  ofrece  cariñoso  abrigo, 
Y  siento,  aunque  bañada  de  amargura. 
Tranquila  el  alma,  porque  está  contigo. 

Amé  el  amor.  Mi  juvenil  anhelo 
Amor  y  sólo  amor  quiso  en  la  tierra... 
Ignoraba  el  tesoro  de  consuelo 
Que  la  amistad  de  la  mujer  encierra. 

Si  dado  fuera  á  mis  cansados  ojos 
La  dicha  de  llorar,  hermana  mía, 
Tú  sabes  que  ese  llanto,  sin  sonrojos, 
En  tu  seno  no  más  le  vertería. 

Que  dulce  sombra  de  tranquila  palma 
Para  el  que  rinde  la  mortal  fatiga. 
Así  es  en  el  desierto  para  mi  alma 
Tu  jeneroso  corazón  do  amiga. 


¡Ah!  cuando  solo,  en  apartado  suelo, 
Apure  el  cáliz  de  mi  negra  suerte, 
Á  tu  memoria  deberé  consuelo 
Sedienta  el  alma  de  volver  á  verte. 

Y  á  verte  volveré...  ¡Dulce  esperanza! 
Que  para  amigos  cual  nosotros  dos, 
No  puede  el  corazón  tener  mudanza, 
Ni  el  tiempo  olvido,  ni  la  ausencia  Adiós  1 


■^a  -  ■'*•"  ■-■g..yMW  ■(«■■  ."^Há-.-t  ..  --J^.':-ft'--i--'^J,f 'vKy.v^^*»^''-'-  J..-^.to!t?..«-.-    ■  '-  -  i»».    ,  ,J^--.-  ■¿A-:  ..»  í. 


ADIÓS 

(Á  lola). 


Dicen,  hermosa  niña,  que  dejas  tus  hogares, 
La  tierra  de  las  flores,  del  agua  y  los  palmares, 

La  de  perenne  abril. 
I  Adiós!  y  que  los  ánjeles  del  alma  tutelares 

Sus  alas,  cariñosos, 

Extiendan  sobre  ti. 

Que  Dios  en  tu  camino  derrame  bendiciones, 
Que  encuentres  á  tu  paso  amantes  corazones, 

Y  ñores  á  tus  pies. 
En  torno  ú  ti  volando  las  castas  ilusiones 

Los  sueños  de  la  dicha 

Derramen  en  tu  sien. 

Apenas  te  conozco;  apenas  he  escuchado 
Tu  acento  melodioso ;  apenas  he  mirado 

Tus  ojos  de  querub; 
Como  visión  celeste  de  uri  sueño  idolatrado 

Que  pasa  por  el  alma, 

Así  pasaste  tú. 

Mas, pues  te  doyelnombregratísimodeamiga, 
Como  lejano  beso  del  corazón  te  siga 

Kl  eco  de  mi  voz ; 
Y  porque  no  me  olvides,  dulcísimo  te  diga 

¡Adiós,  quizá  por  siempre, 

Hermosa  Lola...  adiós! 


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srrELLA 

(Á  clemkntina). 


El  sol  está  muriendo.  De  ocaso  en  las  rejiones 
Revueltos  los  celajes  do  cárdeno  arrebol, 
Fantásticos  se  tienden,  so  rasgan  en  festones, 

Y  cuelgan  en  el  éter,  espléndidos  jirones 
Que  deja  al  desgarrarse  la  púrpura  del  sol. 

Y  callan  los  ruidos,  y  se  alzan  los  rumores, 

Y  pueblan  de  los  campos  la  quieta  soledad. 
Ocultos  en  las  hojas,  alados  trovadores. 

En  los  encinos  altos  están  los  ruiseñores 
Sus  trinos  ensayando  de  amor  y  libertad. 

El  ave  retardada  el  aire  cruza  á  solas. 
Suspira  el  viento  apenas  las  hojas  al  mover, 
Callada  está  la  fuente,  dormidas  van  las  olas, 

Y  doblan  desmayadas  las  flores  sus  corolas 
El  manto  de  los  sueños  la  noche  al  extender. 


En  tanto  allá  en  el  cielo,  cual  lágrima  divina 
Del  éter  de  zaüro  caída  en  el  tisú. 
Asoma  tan  hermosa  la  estrella  vespertina. 
Como  será  la  perla  que  ruede,  Clementina, 
Del  cielo  de  tus  ojos  cuando  llorares  tú. 


ta,i>¿..i.-¿.i.:;¿':. 


—  124 


Estrella  de  la  tarde,  corona  luminosa 
De  la  sagrada  noche,  diamante  del  Señor, 
¿Porqué  buscan  las  almas  tu  lumbre  misteriosa? 
¿Acaso  te  ha  encendido  la  mano  Poderosa 
Porque  en  el  cielo  tenga  su  lámpara  el  amor? 

¡Qué  pálida,  qué  bella  cintilas  y  resbalas 
J*or  las  etéreas  cumbres  do  lo  ignorado  está!... 
No  sé  que  vaga  y  triste  tranquilidad  exhalas, 
?]spíritu  —  quién  sabe  —  que  llevas  en  tus  alas 
Del  alma  enamorada  los  éxtasis  quizá. 

Si  eres  ¡  oh  dulce  estrella  I  la  lámpara  arjenlina 
Uue  enseña  de  la  dicha  las  sendas  al  amor, 
Alumbra  los  senderos  que  sigue  Clementina; 
Y  como  casto  lirio,  ante  tu  luz  divina 
Se  abra  para  la  dicha  su  corazón  en  llor. 


iitrf  I  jifi  1 1 'ii  Mít'  iirt'n'i.m^áiiJh-iij.ii-^-'-  ••-'■'•-'-  "■' '  '-'--^   '■ 


EL  ANJEL  DEL  HOGAR 

(Á   ENRIQUE), 


Una  madre  me  dio  el  cielo ; 
Y  cuando  pequeño  fui 
Mi  cuna  no  tuvo  ánjel... 
Estaba  mi  madre  allí, 

Y  era  tan  dulce  su  acento, 
Eran  sus  ojos  tan  bellos, 
Tan  blanda  la  cabecera 

Que  me  daban  sus  cabellos; 

"  Tan  dichosa  su  sonrisa, 
Tan  profundo  su  embeleso, 
Tan  tiernamente  inefable 
Sobre  mis  ojos  su  beso  ; 

Que  yo  ¡feliz!  no  sentía 
Que  dejaba  al  despertar 
Á  los  ánjeles  del  sueño 
Por  el  ánjel  del  hogar. 

Y  así  pasaron,  pasaron 
De  mi  inocencia  las  horas. 
Cual  pasaría  bajo  el  cielo 
Una  procesión  de  auroras. 

Hasta  que  llegó  el  momento 
De  separarnos  los  dos, 


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126  — 


Y  al  hijo  la  dulce  madre 
Puso  al  amparo  de  Dios. 

Y  quedó  sola  mi  madre, 
Sola  y  triste  en  el  hogar, 
Donde  el  eco  de  mi  nombre 
Se  escuchaba  sollozar. 

Aquellos  ojos  queridos 
Que  en  mis  ojos  se  miraban, 
Con  lágrimas  se  dormían, 
Con  lágrimas  despertaban. 

Lágrimas  que  debería 
Secar  de  rodillas  yo, 
Lágrimas,  madre  querida, 
Que  yo  no  merezco,  no. 

Que  ingrato  en  tanto  buscaba 
La  dicha  lejos  de  ti... 
Perdón,  madre  de  mi  vida... 
Tú  sabes  cómo  volví. 

Volví,  sí.  ¡  Qué  dulce  llanto 
El  volverse  á  ver  arranca ! 
¡  Mas  tu  frente  estaba  pálida, 
Tu  cabeza  estaba  blancal 

Que  mi  ausencia  desdichada 
Tu  corazón  lastimó, 

Y  el  pesar  de  mis  pesares 
Tu  cabello  emblanqueció... 

Juventud,  locos  placeres, 
Ilusiones  mundanales, 
¿  Valéis  una  sola  gota 
De  los  ojos  maternales? 


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—  127  — 

Sania  madre,  ídolo  mío, 
Mi  culto,  mi  única  fe, 
¡Con  qué  dolor  á  tus  plantas 
Confuso  me  arrodillé!... 

¡Cómo  ¡perdón!  te  gritaba 

Y  sollozaba  tu  nombre ! 

¡  Cómo  mojaba  tus  canas 
Con  mis  lágrimas  de  hombre! 

¡  Cómo  las  tuyas  bañando 
Mi  rostro...  y  mi  corazón, 
Derramaban  en  mi  vida 
El  bautismo  del  perdón ! 

;En  pago  de  mis  errores, 
En  pago  de  mis  agravios, 
Bendiciones  y  consuelos 
Sólo  me  dieron  tus  labios  !... 

Y  desde  entonces,  mi  madr3, 
Tú  lo  sabes...  un  altar 
Levanté  dentro  mi  alma 

Para  el  únjel  de  mi  hogar. 

Y  mi  madre  es  mi  carino, 
Mi  fe,  mi  orgullo,  mi  amor; 

Y  porque  la  tengo,  creo 
En  tu  bendición,  Señor. 


Enrique,  tú  en  la  inocencia 
No  comprendes  todavía 
Lo  que  es  esa  Providencia 
Que  llamamos  Madre  mía. 


mX  ^.kÍJt.^  íj^tLj:: 


•TSísr 


—  128  — 

Y  pues  el  cielo  te  ha  dado 
Una  tan  buena  y  tan  bella, 
Cuanto  amor  hay  encerrado 
En  tu  alma,  dáselo  á  ella. 

Ese  ánjel  que  en  tus  ensueños 
Ves,  que  se  inclina  á  besarte, 
Es  ella  que  de  tus  sueños 
Las  horas  viene  á  robarte. 

(jue  para  amor  como  el  suyo 
Es  una  vida  bien  poca, 

Y  por  cada  beso  tuyo 
Otra  te  diera  su  boca. 

Alma  á  su  alma  prendida 
Eres,  con  lazo  de  flores, 

Y  la  vida  de  su  vida, 

Y  el  amor  de  sus  amores. 

Ámala,  no  por  el  cielo, 
Ámala,  no  por  deber, 
Sino  porque  ella  es  consuelo, 

Y  vida  y  santo  placer. 

Y  en  el  alma,  desde  niño, 
Levanta  el  místico  altar 
De  un  infinito  cariño 

Para  el  ánjel  del  hogar. 


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EL  GRIJALYA 

(Á    LA    SRA.    DE    torre) 


No  soy  de  aquella  tierra.  No  tengo  mis  hogares 
Á  la  tranquila  sombra  que  dan  los  platanares 
Allá  donde  el  Grijalva  dilata  su  raudal. 
Mis  campos  paternales,  primaveral  alfombra 
De  flores  y  esmeralda,  se  tienden  á  la  sombra 
De  una  soberbia  tienda  de  zafir  y  cristal. 

El  rejio  Citlallépelt.  ¿  Le  conocéis,  señora  ? 
Yo  vi,  cuando  era  niño,  los  velos  de  la  aurora 
Tender  sobre  su  frente  magnífico  dosel, 
Bañarle  en  luz  de  rosa  por  un  instante...  y  luego. 
Diadema  de  los  mundos  chispeante  de  oro  y  fuego, 
El  sol  americano  alzarse  sobre  él. 

Y  en  la  serena  tarde,  cuando  con  lento  paso 
Bajaba  á  los  abismos  remotos  del  Ocaso 
Su  frente  en  un  sudario  de  nubes  á  esconder. 
Entonces  el  destello,  ya  tibio,  de  su  lumbre, 
Iba  á  besar  muriendo  la  solitaria  cumbre 
Déla  Montana  estrella,  como  en  adiós  postrer. 

Mas  yo  no  he  conocido,  señora,  los  umbríos 
Bosques  de  vuestra  tierra,  allí  donde  los  ríos 
Se  aduermen  al  salvaje  susurro  del  manglar; 
No  he  visto  aquellas  grutas  de  musgo  tapizadas 
Donde  á  la  tibia  sombra  que  dan  las  enramadas 
La  falda  de  las  selvas  convida  á  descansar. 


wffiÉÉMiit^illiiiiiift'  ii--'"""  ■^^-«-     iiiVi     .|iiiiif->^'"""'-^'**i^^g'^'^''^'^      .     - 


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—  130  — 

^  Allá  en  los  florestales  tranquilos  y  desiertos, 
No  oí  cómo  celebran  con  dulcidos  conciertos 
Los  pájaros  errantes  su  agreste  libertad. 
No  oí  cómo  á  lo  lejos  en  el  espacio  vagan, 

Y  en  el  rumor  del  bosque  suspiran  y  se  apagan 
Los  ruidos  misteriosos  de  la  honda  soledad. 

No  he  vi-stü,  pensativo,  bajo  el  amate  umbrío, 
Los  pálidos   cristales  de  vuestro  patrio  río 
Que  «  pasan,  pasan,  pasan  »...  y  siempre  pasarán. 
No  he  visto  cómo  inclinan  las  húmedas  corolas 
Sobre  el  temblante  espejo  de  las  movibles  olas 
Las  flores  que  bordando  sus  márjenes  están. 

¡  El  férvido  Grijalval !  E^^pléndido  monarca 
Del  bosque  y  la  llanura,  que  cruza  su  comarca 
Tendiendo  en  el  desierto  su  manto  de  zafir. 
Su  manto  que  retrata  celajes  y  arreboles, 

Y  en  cuyas  ondas  brilla,  como  un  collar  de  soles 
Entre  un  olún  de  espuma,  la  lumbre  del  cénit. 

Allí,  en  la  clara  noche,  oyendo  la  armonía 
Solemne  de  sus  aguas,  la  virjen  Poesía 
Quizá  plegó  sus  alas,  un  cántico  lanzó; 

Y  su  eco,  del  Grijalva  flotando  en  los  rumores, 
En  la  arpa  melodiosa  que  pulsan  sus  cantores 
Sus  notas  más  hermosas,  dulcísima  dejó. 

¡  Que  pase  el  rey  soberbio  del  bosque  y  el  desierto. 
De  trémulos  follajes  por  el  dosel  cubierto. 
Besado  por  las  flores  que  moja  su  cristal! 
Que  pase  entre  los  himnos  grandiosos  de  la  selva... 
Hasta  que  como  al  hombre  la  eternidad,  envuelva 
El  piélago  insondable  su  pródigo  raudal. 


:.  ^  ■^..■:.  j..:^.>.-^-^L,,     -«■-ii'i'.iirtHliliiill  ililltir '•'"'■^'"■■'■-^''"°- 


131 


* 


Señora,  cuando  lejos  de  Méjico  la  hermosa, 
Al  lado  del  que  os  ama  feliz  y  dulce  esposa 
Las  aguas  del  Grijalva  mirando  estéis  correr, 
Si  de  lejana  tierra,  cabe  del  patrio  río 
Os  hablan  los  recuerdos...  oid  también  el  mío. 
¡  Quién  sabe  si  ya  nunca  tornémonos  ú  ver !... 


I  it^éiriidiiii'^^'''--'-' '■'íiitriiíiimiiÉigiíÉÉiÉfiif'ii¿riiMi'¿im'iri ii i    ir 


LA  YOZ  DEL  ARPA 

(Á  ROSALINDA) 


Derrama  en  mi  alma  triste 
De  tu  arpa  vibradora 
El  inefable  acorde, 
La  música  de  amor. 
Hay  algo  allá  en  el  fondo 
Del  corazón,  que  llora, 

Y  tiene  sed  de  lágrimas 
Mi  férvido  dolor. 

¿No  sabes  que  tu  arpa 
Encierra  en  sus  sonidos 
La  voz  de  los  recuerdos 
Que  idolatrando  voy? 
¿No  sabes  cuántos  rostros 
Hermosos  y  queridos 
Se  acercan  á  mirarme 
Guando  escuchando  estoy? 

¿  No  sabes  á  qué  abismo 
De  amor  y  de  tristeza 
Al  eco  de  tu  arpa 
Desciende  el  corazón  ? 

Y  que  si  bajo  entonces 
Doliente  mi  cabeza. 

Es  porque  pasa  en  mi  alma 
Su  pálida  visión?... 


'^'■■^'■''       _  ■_,  .. ._^^«^^jc...i.. .j...,/_  ^'-   .-Ar-^„-.-.í....iju:.^..j,5.lv„-a..jí3k!yfa„, 


^.^-i^s'J.'.^-.a 


—  133  — 

No  sabes  de  quién  hablo ; 
La  historia  no  has  oído 
De  mi  postrera  dicha, 
De  mi  primer  dolor; 
No  sabes  que  en  las  ruinas 
Del  alma  hay  escondido 
El  tétrico  fantasma 
De  mi  primer  amor. 


Derrama  en  mi  alma  triste 
De  tu  arpa  vibradora 
El  inefable  acorde, 
La  música  de  amor  ; 
Hay  algo  allá  en  el  fondo 
Del  corazón,  que  llora, 
Y  quiere  voz  de  lágrimas 
Para  llorar  mejor. 


N 


l'ASIONARIAS. 


■..^.  -■■  :^u^:.:,X.^^i.^..í::i2iÁJiLííbÍ¿e¿i^. 


tí-JÍ. 


■?'""^ 


LAS  DOS 

(ELVIRA  Y  ELISA) 


Tierna  como  las  llores,  suave  como  el  aroma, 
Con  la  mirada  dulce  que  tiene  la  paloma, 
De  un  anjel  con  el  rostro,  do  un  ánjel  con  la  voz, 
llosa  de  Italia  blanca,  ensueño  de  poeta. 
Sombra,  recuerdo  vivo  de  la  jentilJulieta, 
Elvira,  así  sois  vos. 

Y  pálida  y  ardiente,  soberbia  de  belleza. 
Deslumbradora  alzando  la  espléndida  cabeza, 
Siéndolos  ojos  noche  y  la  mirada  sol, 
Ondina  del  Adriático  que  lleva  en  la  garganta 
La  voz  apasionada  del  alma  cuando  canta... 
Elisa,  así  sois  vos. 

Guando  las  dos  beldades  se  juntan  como  hermanas 
Y  forman  las  dos  voces  una  celeste  voz, 
Del  arte  y  la  belleza  jentiles  soberanas 
Entonces  sois  las  dos. 


iiiiitriiiii  k'     I  II  >i  i'-  -^j'-'-.-^"^'^--^'--'^  — ^'  -íjt'^ j  jL>L<ilá!tt 


i  -íjí'^  j.jLht'ilá!!! 


ORFANDAD 

(Á  MARÍA) 


¡Cuánto  es  triste  pensar  en  tu  destino, 
Pobre  niña  que  vas  por  lu  camino 

Sin  bicnliechora  luz; 
Atrás  dejando,  en  sus  sepulcros  yertos, 
Yacer  el  polvo  de  tus  padres  muertos 
Hajo  la  negra  cruz  I 

Tú  juegas,  pobre  niña,  tú  sonríes; 
Cual  linda  mariposa  entre  alelíes 

Por  la  existencia  vas. 
Aún  no  hieren  tu  planta  los  abrojos, 
Aún  no  saben  de  lágrimas  tus  ojos, 
Es  tu  alma  toda  paz. 

En  tus  ojos  purísimos  aún  tienes 
Algo  del  cielo  azul  de  donde  vienes, 

Paloma  de  candor. 
Toda  inocencia,  hoy  eres  todavía 
Hermana  de  los  ánjeles,  María, 

La  hija  del  Señor. 

iMas  ¡  ay  pobre  ánjel!  cuando  el  mundo  infame 
En  tu  inocente  corazón  derrame 

Su  veneno  mortal ; 
Cuando  bañada  en  lágrimas,  María, 
Exclames  sollozando  ¡Madre  mía! 
Y  madre  no  hallarás 


1^       tmit¿É^^:^'i.:^.--ii.--L-i^.^.j.::  -..^  :.:>.u¿,,_v„-..;-,,.t^¡-|iin  iHI  Éiii'  lirtíÉliafcMÍÉÍÉÉIiÍÍÍÍIiiBt  i 


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—  130  — 

¡Ay!  una  madre...  corazón  que  adora 
Sin  cansarse  jamás.  ¡Dolor  que  llora 

Nuestro  mismo  dolor; 
Almaá  nuestra  alma  por  el  cielo  unida, 
Entrañable  pedazo  de  la  vida, 

Único  santo  amor!... 

Una  madre  es  así...  y  así  la  mía... 
Y  no  la  tienes  tú,  pobre  María; 

No  bay  únjel  en  tu  bogar... 
¿Quién  te  la  puede  dar  sobre  la  tierra? 
Cuanto  tesoro  el  universo  encierra 

No  la  puede  comprar.  .  . 


Dios,  que  al  pájaro  errante  da  la  espiga, 
Y  cuida  de  la  alondra,  de  la  bormiga, 

Y  de  la  flor  de  abril; 
Dios  el  clemente,  el  bondadoso,  el  Padre, 
Es  un  inmenso  corazón  de  madre 
Y'  el  cielo  te  dará...  la  tiene  allí. 


.iJ:_ 


r¿'  uX^i-f  i 


LA  ULTIMA  FLOR 

(Á  mañuela) 


Ultima  llor...  para  tus  hojas  secas 
Tiene  el  recuerdo  su  secreto  llanto... 
Quizá  serán  las  lágrimas  postreras 
Del  corazón  que  padeciera  tanto, 

Lltima  llor...  Naciste  con  el  día. 
Abriste  al  cielo  la  jentil  corola, 
Fuiste  el  amor  del  sol  y  de  la  brisa... 
Hoy  yaces  triste,  marchitada  y  sola. 

También  yo  tuve  el  cielo  de  unos  ojos, 
Los  suspiros  de  un  alma  enamorada, 
Las  caricias  de  un  ánjel...  mi  tesoro... 
Los  besos  de  su  boca  idolatrada. 

Su  mano  resbalaba  en  mis  cabellos, 
Reposaba  en  su  seno  mi  cabeza, 

Y  secando  su  llanto  con  mis  besos, 

Se  embriagaba  mi  amor  en  su  belleza. 

P'scuchaba  su  voz,  canto  suave. 
Inefable  murmullo  desprendido 
De  un  coraz(3n  de  fuego,  palpitante, 
Que  me  daba  latido  por  latido. 

Y  la  llamaba  entre  mis  brazos  mía, 

Y  muriendo  de  amor,  la  acariciaba, 


8. 


iMÍtriVi»íi%tifc'l  m  V»l1Érfi  I  I  'II  i'  i  ■■'■■■--—•■■  •■^- "•■=■'■' ^''■•':^'^ 


V 


—  138  — 


f:  Y  muriendo  de  amor,  dábame  vida 

í^  El  beso  que  mis  labios  abrasaba  . 


La  dicha  de  la  vida  es  una  rosa 
Que  se  seca  también  y  se  marchita; 
Deshojóse  la  flor...  quedó  el  aroma... 
Dulce  memoria  de  mi  amor  bendita. 


MJÍi'n  i---^"-''»^'' ■-* — ""  -*-- "" -^--.^     -  ■    ■i-.i.  .-..cl-j.-r  »u  ki'^.f-\'t.¡. 


:.      .'.L..Y    .,/»»■  J, 


LAS  GRACIAS 

(ÁLBUM  DE  LAS  SEÑORITAS  B. 


Las  Gracias,  ¿  dónde  están  ?  Las  busco  en  vano. 
Esas  Gracias  de  Teócrilo  y  Virjilio 
Que  amenizaban  el  festín  pagano 

Y  sah'an  á  danzar  en  el  idilio, 

¿  En  dónde  encontraré?  ¿,  Por  qué  no  acude, 
Alguno  de  los  dioses  en  mi  auxilio? 

Esto  dije  en  un  tiempo;  mas  no  pude 
Por  entonces  hallar  el  grupo  hermoso 
Á  quien  la  griega  tradición  alude. 
Era  el  caso  en  verdad  dificultoso, 

Y  ya  desesperaba,  cuando  quiso 
Mi  destino  voluble  y  caprichoso 
Arrojarme  al  umbral  de  un  Paraíso. 


¡  Jalapa  la  jentil !  Vaso  de  llores 
(]uyo  aroma  en  el  céfiro  indeciso 
Es  un  filtro  dulcísimo  de  amores 
Que  embriaga  el  corazón,  que  le  enardece, 
Y  arrancándole  penas  y  dolores 
La  ardiente  copa  del  placer  le  ofrece. 

Jalapa  la  jentil,  grato  recinto 
Donde  la  ríente  Flora  se  adormece 
En  su  lecho  de  rosas  y  jacinto. 
Mientras  le  dan  su  incienso  los  aromas 


ilÉlVí-"  ■  lállirihlMtf'lliV  I  I  "-■  ■ " ..— ¿tl.a.:.i.i^.A»MÍi&ifiilMlldlÍfatta.T.  >,,;>ifc,^.^aM¡¿ 


—  IW  — 

Y  en  medio  del  hojoso  laberinto 
Le  regalan  su  arrullo  las  palomas. 

Alcázar  de  las  aves  y  las  llores, 
Tierra  de  promisión,  ¿  de  dimde  tomas 
El  hechizo  inmortal  de  tus  primores, 
La  gracia  sin  rival  de  tus  mujeres, 
La  férvida  pasión  de  sus  amores  ? 

Escondido  rincón  de  los  placeres, 
Mansión  primaveral  de  la  Poesía, 
¿  Quién  alcanza  á  decir  lo  que  tú  eres? 
¿  Quién  alcanza  á  pintar  la  luz  del  día? 

Jalapa  de  mi  amor,  ¡  Cuan  seductora 
Te  ofreces  á  mi  ardiente  fantasía ! 

Quién  de  ti,  si  te  ve,  no  se  enamora  ? 

Quién,  si  te  ama  cual  yo,  de  ti  se  olvida  ? 

Quién,  si  cual  yo  te  deja,  no  te  llora? 
Allí  el  recuerdo  de  mi  amor  se  anida, 
Allí  embriagó  mis  ojos  la  hermosura, 
Allí  de  flores  se  cubrió  mi  vida. 
Aún  oye  el  corazón  en  su  locura. 
Como  un  suspiro  melodioso  y  blando, 
La  cariñosa  voz  de  la  ternura 
Dentro  de  mi  alma  penetrar  llorando. 
¡  En  la  negra  pestaña  veo  las  perlas 
De  aquellos  ojos  que  besé  temblando^ 
Temblando  de  pasión,  al  recojerlas  ! 

Allí  mi  inspiración  ansió  atrevida 
Alas  y  extensicm  para  tenderlas 
Por  los  gloriosos  campos  de  la  vida. 
Allí  mi  lira  juvenil  y  loca 
Lanzó  feliz  su  vibración  sentida, 
Allí  la  vida  parecióme  poca 
Para  amar  y  sentir...  ¡  Allí  he  saciado 
De  besos  y  de  lágrimas  mi  boca  !... 


\^'l^^t»^  aIj  ^  .  .j^±<mZ^  .&^w__      .•  *    '.-- J>  y    ÍA..^    j^'  .-.fi..jt^...-A.-.  ..  '■ :k<^ 


i 


—  141  — 

Allí... 

—  ¿  Pero  las  Gracias,  desdichado. 
De  que  quisiste  hablar  ?  — 

;  Ay  !  es  muy  cierto, 
Mas  el  dulce  recuerdo  idolatrado 
(jue  guarda  el  corazón,  hall<')le  abierto, 
Y  sin  pensarlo  se  escapó  impaciente 
De  aquel  pasado  al  venturoso  huerto. 
¿  Quién  no  se  acuei-da  de  la  dicha  ausente? 
¿  Quién  de  la  fría  razón  sin  el  auxiüo 
Puede  decir  al  corazón  «  detente  ?  d 


Las  Gracias  inmortales  de  Virjilio 
Que  amenizaban  el  festín  pagano 

Y  salían  á  danzar  en  el  idilio, 
Derrocado  el  olimpo  soberano 
Se  refujiaron  lindas  y  risueñas 
En  un  rincón  del  suelo  mejicano 

Y  se  apellidan  hoy  las  jalai'Eñas. 


'■■'•"^      .-^— ■«  V>-.  .J«»...^^.-t^V-.-      .~.^.:.^.,.W..<..U^.J->..-^  ^■— _         ■  ,¿k.^ 


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LAS  DIOSAS 

(Á    LAS  SEÑORITAS  AGUAMONTE) 


Cuando  en  un  día  de  proscripción  y  duelo, 
En  busca  ya  de  playas  extranjeras, 
De  cuba  abandonasteis  las  praderas, 
El  sol  de  fuego  y  el  brillante  cielo; 

Sin  duda  que  en  amargo  desconsuelo 
Yiéndoos  partir  lloraron  sus  riberas, 

Y  al  deciros  adiós  en  sus  palmeras 
Jimio  la  brisa  del  nativo  suelo. 

Porque  si  Cuba  es  concha  de  los  mares, 
Vosotras  sois  sus  perlas  más  hermosas; 
Si  Cuba  es  un  jardín  entre  palmares, 

Vosotras  sois  sus  flores  más  preciosas  ; 

Y  si  Amor  levantara  sus  altares. 
De  esos  altares  os  hiciera  Diosas. 


i'iii'ii  -líii'iiÉJÉM'rfr'     -  if'-'i'i  ii'l¡flÍMtt%lii'íi#'  itrliifJftírfctArri'ili  ,r/»  'MI  i'iilil 


PiOSARIO 


Cuando  hizo  Dios  ,i  la  mujer  primera 
Tan  bella  la  encoutr(j  que  hacerle  quiso 
Un  presente  de  amor  que  digno  fuera 
üe  su  beldad,  y  dióle  el  Paraíso. 

Era  digno  esle  don  de  la  hermosura. 
Del  sol  á  los  primeros  resplandores 
Dios  despertó  del  bosque  en  la  espesura 
El  mundo  de  las  aves  y  las  flores. 

Allí  tendió  parala  planta  inquieta 
De  Eva  feliz  vagando  en  la  arboleda, 
El  blando  musgo,  la  jentil  violeta 

Y  el  jacinto  de  pétalos  de  seda, 

Y  derramó  en  las  brisas  empapadas 
En  la  nube  sutil  de  los  aromas, 

El  distante  rumor  de  las  cascadas 

Y  el  cercano  arrullar  de  las  palomas. 

Y'  puso  claras  fuentes  do  pudiera 
Eva  mirar  su  espléndida  hermosura, 

Y  tender  su  ílotante  cabellera 

Cual  manto  de  oro  sobre  la  onda  oscura. 

Y  dilató  á  sus  ojos  extasiados 

El  bosque  umbroso,  la  campiña  amena  ; 

Y  más  allá  los  montes  escarpados, 

Y  la  atmósfera  azul,  limpia  y  serena. 


■A>;i.;:..w.ikja¿.^iú¿fc:-;.^KX^.-,>.^.w >...-.  - -----  üiJl'ri'iifit'iT  i  i'ini'i 


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—  144  — 

Luz,  riqueza,  esplendor,  bienes  sin  nombre 
Dióle  el  Señor  á  la  mujer  primera  ; 
Después  de  D¡os¿  qué  le  quedaba  al  hombre 
Quedar  á  su  divina  compañera  ? 

Nada...  y  todo.  La  sangre  jenerosa 
Que  ya  en  su  altivo  corazón  ardía, 
Aquella  vida  mística  y  hermosa 
Que  en  los  jardines  del  Edén  nacía. 

Y  su  alma,  la  inmortal,  la  chispa  viva 
tjue  enciende  Dios  en  la  terrena  escoria, 
La  siempre  soñadora  por  cautiva 

De  eternos  goces  y  de  eterna  gloria. 

Eva  al  mirar  la  gran  Naturaleza 
Tan  rica,  tan  fecunda  y  tan  hermosa, 
Á  Dios  alzó  la  atónita  cabeza 

Y  le  sonrió  bellísima  y  dichosa. 

Pero  al  mirar  al  hombre,  estremecida, 
Presintiendo  de  amor  los  dulces  lazos, 
Suspiró  ruborosa  y  conmovida 

Y  al  blanco  seno  se  cruzó  los  brazos. 

Y  dicha  y  vida  y  alma,  y  el  portento 
Del  Paraíso  ante  su  esposa  bella. 
Todo  el  hombre  lo  dio  por  el  tormento 
De  amarla  mucho  y  de  llorar  con  ella. 

Así  nació  el  amor.  Dios  no  lo  quiso  : 
Oyó  el  hombre  su  voz  aterradora 

Y  traspuso  el  dintel  del  Paraíso 
En  pos  déla  primera  pecadora. 

Así  nació  el  amor  á  la  hora  impía 
En  que  Dios  indignado  castigaba. 


—  145  — 

En  que  Satán  gozoso  sonreín, 
Callaba  el  hombre  y  la  mujer  lloraba. 

Por  eso  amor  en  el  Edén  nacido 
En  una  hora  fatal  de  encanto  y  duelo, 
Es  siempre  un  ánjel  al  nacer  herido 
Por  la  celosa  cólera  del  cielo. 

Por  eso  cual  reptil  la  desconfianza 
Se  abriga  en  pechos  del  amor  ya  presos, 

Y  tiembla  dentro  el  alma  la  esperanza 

Y  se  mojan  con  lágrimas  los  besos. 


Amor  nacido  en  el  lindero  triste 
Que  separa  el  Edén  del  mundo  yerto, 
¿  Te  acuerdas  de  las  dichas  que  perdiste  ? 
¿  Aún  respiras  las  llores  de  tu  huerto  ? 

¿  Te  acuerdas  cuál  jimio  bajo  las  palmas 
De  aquel  beso  primer  el  eco  tierno? 
¿Presientes  la  ventura  de  las  almas 
En  las  caricias  de  su  amor  eterno  ? 

Quién  sabe,  pobre  Amor  ;  alma  y  materia 
Tú,  como  el  hombre,  del  Edén  proscrito 
Envuelto  en  idealismo  y  en  miseria 
Reclamas  como  patria  lo  infinito. 

Yo  sólo  sé  que  hay  goce  en  tus  pesares 

Y  que  en  todos  lus  goces  hay  tormento  , 
Que  Deidad  implacable,  en  tus  altares 
Humea  del  hombre  el  corazón  sangriento. 

Sólo  sé  que  por  ti,  ya  inobediente 
Se  puso  el  hombre  con  su  Dios  en  guerra, 

Y  que  amargó,  proscrito  y  delincuente. 
Con  su  primera  lágrima  la  tierra. 

Pasionarias.  9    . 


■rtiH^i  Oiílli-llÉflIi'^fi 


—  140  — 

Mas  sé  también  que  si  de  mí  delante 
Dios  pusiera  otro  Edén  y  me  lo  diera, 
¡  Sin  ver...  sin  vacilar  un  soloinstante 
Por  la  mujer  que  adoro  lo  perdiera  1 


-''"•^'-■'i^iftirMii  i*-J- '-^^'■^'■•-     íi-iáTíiifjii'iií  ti'i     rin'«''ii?l  f^iíi'''lt 


ASUNCIÓN 


¿  Te  acuerdas  de  su  adiós  ?  Hay  un  instante 
En  la  revuelta  historia  de  la  vida 
Que  el  alma  que  adoró  jamás  olvida, 
Yes  el  instante  del  postrer  adiós. 
Las  manos  que  se  estrechan,  que  se  aprietan 
Convulsas  con  presión  desesperada, 
Las  lágrimas  que  empañan  la  mirada, 
Los  sollozos  que  tiemblan  en  la  voz  ; 

La  palidez  que  los  semblantes  cubre, 
El  íntimo  dolor  de  los  abrazos, 
Todo  quiere  decir  que  hecho  pedazos 
Y  agonizando  el  corazón  está. 
Todo  quiere  decir  que  nuestra  vida, 
La  vida  toda  de  nuestra  alma  entera 
Está  en  otra  alma,  dulce  compañera 
Que  siempre  unida  á  nuestra  suerte  va. 

Este  mundo  es  tan  triste  ;  esta  jornada 
De  la  cuna  al  sepulcro  es  tan  sombría. 
Que  un  alma  siempre  sola  no  podría 
Soportar  la  fatiga  del  vivir. 
Así  lo  quiere  Dios.  Penas  y  goces 
Debemos  compartir  á  los  que  amamos, 
Para  dicha  mayor  cuando  gozamos, 
Para  mejor  consuelo  en  el  sufrir. 

Una  alma  que  está  sola,  que  no  tiene 
Ni  una  pálida  luz  entre  su  sombra. 


•ItiMí  ii-iÉM^'i¿»ia1i    'ii.    lililí -«M  ri-ii  i><     i"f-  lifiiliiÉÉÉriiÉiÉfÉ"    iiiTiiiifiÜIÉMhi'r't 


N^• 


—  148  — 

Que  á  nadie  espera,  que  á  ninguno  nombra, 
Que  no  tiene  ¡  infeliz  !  por  quien  llorar  ; 
Que  ante  un  recuerdo,  para  siempre  amado, 
Temblando  de  emoción  no  se  despierta, 
¿  No  es  verdad  que  es  un  alma  que  está  muerta 
Pues  la  vida  del  alma  es  solo  amar? 

Feliz  quien  ama,  aunque  el  dolor  impío 
Su  triste  sombra  al  corazón  arroje, 

Y  tempestuosa  la  pasión  deshoje 
La  pasajera  flor  de  la  ilusión. 
Feliz  quien  ama,  sí  ;  felices  ojos 
Los  que  saben  llorar  por  el  ausente  ; 
Feliz  el  alma  que  sufriendo  siente 

Que  otra  alma  la  acompaña  en  su  aflicción. 

La  dicha  es  nada  más  el  sueño  de  oro 
Del  infortunio  en  la  mezquina  tierra  ; 
Pero  cuanta  es  posible  no  la  encierra 
Mas  que  el  amor,  que  goza  en  padecer, 
Feliz,  bella  Asunción,  quien  mucho  ama 

Y  llena  con  su  amor  una  existencia ; 
Feliz  quien  logra  tras  amarga  ausencia 
La  inmensa  dicha  de  volverse  á  ver. 


...;jáá&L. 


J^ifiWi'riti'i''^ ■aaüiVfi  '**  '■* 


\kdaim.. 


,.^^. 


MARGARITA 


Allá  cuando  fui  joven,  seductora 
La  Musa  del  amor  y  la  belloza 
Vino  hacia  mí  coqueta  y  tentadora, 
Ante  mis  ojos  desplegó  sus  galas, 

Y  cubriendo  un  inslanto  mi  cabeza 
Con  la  májica  sombra  de  sus  alas, 
De  una  lira  tan  pol)ie  cual  la  mía 
Arrancó  inspiradora 

Raudales  de  pasión  y  de  armonía. 

Yo  era  joven,  la  musa  era  coqueta 
Gomo  bella  mujer,  y  sus  favores 
Prodigíjme  indiscreta. 
Entonces,  por  acaso,  fui  el  poeta 
Cantor  de  la  hermosura  y  los  amores, 

Y  en  sus  ardientes  aras 

Quemé  mi  incienso  y  esparcí  mis  llores 

Mas  hoy,  pese  ú  mi  estrella, 
En  vano  busco  á  la  jentil  doncella 
Musa  jentil  de  mis  tempranos  días. 
Me  deja...  ya  no  tengo  para  ella 
Juventud,  esperanza  ni  alegiías. 
Inconstante  v  voluble  me  abandona, 
De  entre  mis  brazos,  pérfida,  se  .^alva, 
Arranca  de  mis  sienes  su  corona. 
La  espanta  mi  aislamiento, 
Mis  ojos  ciegos,  mi  cabeza  calva, 
Y  encontrar  á  mi  lat^o,  torva,  fría, 


■.-< 


^->.;^t^.>.^^..a, -..,..■,.  ■■.^■>.-A¿¿,>A-;^4^t«iL.u^.:^:.>;.-¿jl¿.  y  y  -jt.-i 


—  150  — 

Pálido  huésped  de  los  mustios  años 
En  que  el  otoño  de  la  vida  empieza, 
La  musa  funeral  de  la  tristeza, 
Del  tedio  y  los  amargos  desengaños. 

Así,  pues,  adorable  Margarita, 
Margarita  preciosa  cual  las  perlas, 
Margarita  jentil  como  las  flores, 
Más  bella  y  exquisita 
Que  el  diamante  de  vividos  fulgores; 
¿Qué  te  puedo  decir,  mi  dulce  hermana, 
Que  digno  de  ti  sea, 
Que  digno  sea  de  tu  beldad  temprana? 
¿Qué  te  puedo  decir,  amiga  mía, 
Si  tengo  el  alma  de  tristezas  llena 

Y  está  rota  mi  lira,  y  ya  no  suena 

«  Gomo  en  un  tiempo  cuando  Dios  quería?  » 

Nada  te  digo  ya...  calle  el  poeta 
Que  no  sabe  cantar  como  merece 
La  grata  seducción  de  la  hermosura, 

Y  que  en  pálidos  versos  sólo  ofrece. 
Sin  color  ni  frescura, 

Despojos  de  una  lira  que  envejece. 

Mas  no  envejece  el  corazón  nacido 
Para  amar  y  sentir  constantemente, 

Y  que  sentir  y  amar  siempre  ha  sabido 
Cariñoso  y  ardiente. 

Y  es  él,  mi  corazón,  á  quien  escucho 
Guando  te  digo,  aunque  en  humilde  prosa. 
Pues  por  hacerlo  en  verso  ya  no  lucho  : 

¡  Margarita  jentil,  flor  primorosa, 
Paloma  del  hogar,  perla  preciosa, 
Margarita  de  amor...  te  quiero  mucho! 


'db&^r->.'  ^JjúÉiíí!.. 


ISABEL 


¡Isabel,  Isabel...  quiero  cantarte! 
Mas  ¿qué  puedo  decir  en  tu  alabanza 
S%eres  más  dulce  tú  que  la  esperanza, 
Si  eres  más  bella  tu  que  la  ilusión? 
¿Si  pensando  que  te  hablo,  me  parece 
Que  me  miran  tus  ojos  de  querube, 
Y  la  palabra  que  á  mi  labio  sube 
Tímida  retrocede  al  corazón?.... 


Yo,  pobre  trovador  de  los  recuerdos 
De  mi  alma  en  el  dolor  envejecida, 
Cantor  de  las  tristezas  de  mi  vida 
En  pos  de  un  sueño  de  imposible  amor", 
Yo,  que  las  flores  de  mi  dicha  puras 
Perderse  vi  del  mundo  en  la  corriente, 
¿Ofreceré  para  ceñir  tu  frente 
Las  pálidas  adelfas  del  dolor?... 

No ;  yo  pregunto  al  corazón  tu  nombre, 
Y  tu  nombre  levanta  en  mi  memoria, 
Hermosa  como  el  sueño  de  la  gloria, 
Tu  seductora  imajen,  Isabel. 
Ella  del  corazón  en  la  tiniebla 
Encenderá  la  llama  inspiradora, 
Hará  brotar,  destello  de  la  aurora, 
En  un  desierto  flores  de  verjel. 

Yo  soy  un  soñador,  un  visionario: 
Cuando  en  la  sombra  de  la  noche  velo 


•'••l'"iliii  ■Íf-'^  '■  -•—'-.—  -'-■-■■■■ -'■^V.---:-¿g — '-Éri"'iAÉ<ttT>-''i"i  ijííiirti 


'  '■m1^iAiíS¡m]\'ikituf]m 


»*  jTT^n^txy  \i   ' 


Miro  tal  voz  imájones  dol  cielo 
Kl  mundo  de  mi  monto  atravesar, 
Son  del  sueño  las  vírjones  ideales, 
Pálidas,  melancólicas  y  bollas... 
Si  te  pareces,  Isabel,  ;'i  ellas, 
¿Cómo  puedo  tu  sombra  bosquejar? 

¿Qué  decir  de  la  májica  sonrisa 
Oue  vaga  dulce  entre  tus  labios  rojos? 
¿Qué  decir  de. tus  f>jos,  si  tus  ojos 
Son  en  tu  faz  como  en  el  cielo  el  sol?         « 
¿Qué  decir  de  tu  frente  soberana? 
¿(Jué  decir  de  tu  poética  belleza, 
Si  mirando  tu  espléndida  cabeza 
Se  piensa  en  los  arc;injelcs  de  Dios? 

Si  lo  que  puede  Dios  pudiera  el  hombre, 
Con  estrellas  trenzara  tus  cabellos, 

Y  luminosa  tejería  con  ellos 
Guirnalda  de  luceros  á  tu  sien. 
Horizontes  de  luz  y  de  zafiro 

A  tu  mirada  de  ánjel  abriría, 

Y  tu  senda  feliz  alfombi-aría 
Con  las  rosas  [)erdidas  del  Edén. 

Y  poblara  la  sombra  de  tus  noches 
(^on  vision(!s  de  arcánjeles  risueños, 

Y  tendería  para  velar  tus  sueños 
Sus  blaiujuísimas  alas  sobre  ti; 

Y  arrojara  del  mundo  los  pesares, 

Y  la  tierra  llenara  de  ale^j^ría, 
Porque  nunca  una  lágrima  sombría 
Marcliitara  tus  labios  de  rul)í. 


Isabel,  Isabel...  (Jtiise  cantarte... 
Mas  ¡  rómpanse  las  cuerdas  de  mi  lira! 


>  -u :.  ^  *¿J&átímlAt  Lá^  i  1 


1.,: 


El  que  tus  ojos  una  vez  admira 
El  alma  loca  sentirá  después. 
Corona  celestial  es  tu  hermosura... 
¡Que  la  dicha  sus  llores  le  entreteja! 
Yo...  nada  soy...  pero  fjue  ponga  deja 
El  alma  entre  mis  versos  á  tus  pies. 


■  .■:« •.-    :^^-^,.i^.\'.^ 


ROSA 


Dulce  cantora  de  Atoyac,  levanta 
Al  suave  ritmo  de  tu  lira  de  oro 
De  tu  almo  verso  el  revolar  canoro 

Y  como  el  ave  en  la  enramada,  canta. 

Voz  de  pasión  en  femenil  garganta 
Ya  que  tiemble  feliz  en  un  te  adoro. 
Ya  que  se  moje  en  escondido  lloro, 
Al  son  de  un  arpa  cual  la  tuya,  encanta. 

Así  como  ia  aurora  entre  las  flores 
Va  esparciendo  sus  gotas  cristalinas, 
De  esa  tu  arpa  derrama  los  primores 

En  tantos  corazones  que  fascinas, 

Y  olvida  entre  el  aplauso  y  sus  loores 
Que  eres  Rosa  y  te  cercan  las  espinas. 


•r.     ,tjaiÉiM>Éti^      .,  L^:....- ,.      ■•■    ■    .  ,....:-^v:.-.^-..^^\^c-.,,^;-.    ..^.;^i  JLj:-:^— .:..-:i^-:.--.:'J.,,-'i. 


LUISA 


Anoche,  al  dejarte, 
Tu  imajeii  preciosa 
Flotaba  en  mi  mente, 
Tan  pura  y  Iiermosa 
Cual  Ilota  en  un  sueno 
Celeste  visión. 
Tu  frente  miraba 
Tan  limpia  y  serena, 
Tu  pálida  frente 
Color  de  azucena, 
La  frente  de  un  ánjel 
Que  está  en  oración. 

Miraba  tus  ojos, 
Tus  ojos  de  estrellas, 
Que  tienen  miradas 
Tan  dulces  y  bellas, 
Cual  rayo  de  luna 
Tendido  en  la  mar. 
Miraba  esa  vaga 
Perenne  sonrisa 
(jue  olvida  en  tu  boca 
De  púrpura,  Luisa, 
El  ánjel  del  sueño 
Tu  labio  al  besar. 

Miraba  todo  esto, 
Finjiendo  mi  mente 
Que  el  mundo  es  eí  turbio 


.        ..i^..v  ..''  ■.■..■:-^-.-.-.. .    .;.■., ¿y.-  •     ,,¿..,.^t^^jJí:^-^:..'^'„^^ílL,-lií:. 


—  \m  — 

Raudal  del  torrente,' 

Y  tú,  ílor  sencilla 
Que  al  marjen  crec¡<'). 

¡  (Jué  nunca  sus  aguas 
Do  amargas  congojas 
De  tu  aliíKi  de  liiio 
Se  lleven  las  hojas!... 
En  ese  torrente 
Mi  fe  se  perdió. 

¡Feliz  si  no  sabes 
Lo  fiue  es  en  la  vida 
Sentir  toda  el  alma 
De  amor  encendida, 
Poblada  de  sueños, 
Radiante  de  le ! 
Tener  ¡jensamientos 
Que  abrasan  la  frente, 
Sentir  la  esperanza 
De  dicha  impaciente, 
Vivir  delirando, 
Soñar...  no  sé  qué. 

Oir  en  el  agua 
Que  corre,  un  lamento, 
Oir  un  suspiro 
Que  pasa  en  el  viento, 
Diciendo  fugaces 
Ln  vida  es  amor. 

Y  oyendo  ese  nombre 
Mirar  las  estrellas, 

Y  ver  que  en  el  cielo 
Escribe  con  ellas 

La  misma  palabra 
La  mano  de  Dios. 


-^"^— '^•-•^  ■■>■ 


..  ■  ^^,;_J•.^.¿.^á-^.-.w^^^-.)^t„■^:. 


—  157  — 

Pnsar  do  la  noche 
Las  horas  calladas 
Finjiciido  en  la  sombra 
Visiones  amadas, 
También  mnrrniirando 
La  vida  es  amor ; 

Y  cnlrc  ellas  la  virjen, 
La  virjen  bendita 
One  arroja  en  el  alma 
Pasi<'»n  infinita, 

Pasión  qne  es  nn  nur.ido 
De  dicha  y  dolor. 

Amor  con  delirio, 
(](tn  loca  terneza, 

Y  huérfano  y  solo 
Moiir  de  tristeza. 
Sin  una  esperanza 
De  dicha  quizá; 
Tan  sólo  adorando 
La  santa  memoria 
De  nn  sueño  inefable 
De  amor  y  de  gloria, 
Oue  un  tiempo  gozamos 

Y  no  volverá. 


¡  Feliz  si  no  sabes!... 
Mas  no;  quien  ignora 
Lo  que  es  el  insomnio 
Del  alma  que  llora 
Tristezas  celestes, 
Pesares  de  amor; 
Quien  nunca  recuerda 
Placeres  perdidos, 
Quien  triste  no  guarda 
Secretos  queridos, 


"^■^—■^-^•tnÉkh-átiit-wiiti  I  ri  ■'tiíii  •"  ■■■■-^'■Vf  ii"  Tiifti  iTiáiiMii  .  A.:.j\..t¿:, 


—  158  — 

Ni  vive  adorando 
Su  propio  dolor; 

Es  sólo  una  sombra 
Que  cruza  la  vida, 
Estéril,  errante, 
Mezquina,  perdida, 
Cerebro  sin  mente, 
Pupila  sin  luz... 
¡  Amar  es  el  alma 
Lanzar  al  delirio. 
Bañarse  en  la  dicha 
Sufriendo  el  martirio, 
Alzarse  á  los  cielos 
Clavado  en  la  cruz  ! 


¡  Oh  pálida  Luisa, 
Si  encuentras  acaso 
Un  alma  enclavada 
De  amor  en  la  cruz. 
Viajera  divina 
Que  cruzas  de  paso, 
Sé  su  íínjel  de  amores. 
Sé  su  ánjel  de  luz! 


^   :^...^A^    ^^^»-1.tJt^¿ 


^A^¡..,nA:¿..Jh.A.-:.'M 


LUZ 


¡  Luz  es  todo  lo  bello  !  Luz  la  aurora, 
Ráfaga  de  oro  tras  la  noche  umbría, 

Y  la  antorcha  del  sol  deslumbradora 
Sobre  la  tierra  destellando  día. 

Luz  es  la  luna  solitaria  y  blanca, 
Confidente  del  alma  en  sus  dolores, 
Luz  la  brillante  lágrima  que  arranca 
Del  virjen  corazón  pena  de  amores. 

Luz  el  insomnio  de  la  mente  inquieta, 
Cuando  la  casta  virjen  Poesía 
Viene  a  besar  la  frente  del  poeta 

Y  á  verter  en  su  arpa  melodía. 

Luz  es  el  alma  en  que  el  amor  enciende 
Por  vez  primera  su  celeste  llama ; 
De  luz  las  alas  que  soberbio  tiende 
Un  pensamiento  que  la  gloria  inflama. 

Y  luz  es  la  existencia,  fatuo  fuego 
Que  de  la  sombra  de  la  cuna  brota, 
Brilla  un  instante  y  desparece  luego 
De  los  sepulcros  en  la  noche  ignota. 

Y  luz  del  porvenir  es  la  esperanza, 
Luz  del  alma  la  fe,  luz  de  la  vida 
Estos  sueños  de  amor  y  venturanza 
Tras  los  que  corre  el  anima  perdida. 


^-'■"  -■'•■''•iiÉV'iffiíii'íif^i-''^-^----^'-'"^---'''-'-  -*-  '  '■^-'■■^■''-■"'■'  ■-•  ^■^-^liÉfiTir'i'i'arín'if  '     itiriii  TiiÉafíitfi"  '-  -^''-  ■ 


160  — 


Y  luz  es  tu  beldad  ¡  oh  Luz  más  bella 
Que  la  vaga  ilusión  que  me  enamora! 
Luz,  arcánjel  que  pasas,  Luz,  estrella 
En  la  noche  del  alma  que  le  adora. 

Yo  te  amo,  sí,  fantasma  de  mis  sueños, 
Con  el  amor  ideal  de  mis  delirios, 
Yo,  soñador  de  arcánjeles  risueños 

Y  vi rj enes  más  puras  que  los  lirios. 

Como  á  ellas  te  amo,  sí;  que  como  ellas 
l"]res  himno,  perfume,  melodía; 

Y  si  no  te  coronan  las  estrellas, 

De  tus  miradas  se  desprende  el  día. 

Estrella  de  beldad,  si  Luz  te  llamas 
Es  porque  llevas  en  tu  frente  aurora, 
Porque  la  luz  (\ue  con  mirar  derramas 
Alumbra  el  coraz(')n,  y  le  enauíora. 

Mujer  de  bendición,  inolvidable, 
Realizada  creación  del  pensamiento, 
¡  Nunca  á  mi  labio  dejare  que  le  hable. 
Nunca,  ilusión,  te  deshará  mi  aliento ! 

Como  la  estrella  en  el  azul  perdida 
Que  se  mira,  se  adora  y  no  se  alcanza, 
Así,  mi  Luz,  estrella  de  mi  vida, 
Te  idolatra  de  lejos  mi  esperanza. 


■"lili   I   .'¿'^■"■^■■'  '•^'  '^•^:--  ^-  . '-..r-  ...-». -Jfttia'i-k 


DOLORES 


Dolores,  ])ella  Dolores, 
¿  Quién  este  nombre  le  dio? 
Te  soñaron  los  Amores 

Y  de  estrellas  y  de  flores 
Dios,  sonriendo,  te  furmó. 

Dio  á  tu  frente  la  pureza 

Y  el  color  del  azahar, 

Y  tu  lánguida  cabeza 
Coronó  con  la  belleza  : 

Ser  hermosa  ¿no  es  reinar? 

Son  tus  labios  ambrosía, 
Tus  palabras  melodía, 
Tus  sonrisas  arrebol; 
En  tu  rostro  luce  el  día, 
En  tus  ojos  brilla  el  sol. 

Dolores,  bella  Dolores, 
¿Ouién  este  nombre  te  dio? 
Si  le  crearon  los  Amores, 
¿  Qué  dolor,  qué  sinsabores 
Tu  presencia  no  ahuyentó? 

Bien  hayas  tú,  la  galana, 
La  bellísima  entre  mil, 
La  más  linda  ílor  poblana 
Que  descuella  soberana 
De  esta  tierra  en  el  pendil. 


t.— -.ii: ,^...i..^A.:,:-^. "'•'^•iiñrMÉÉtiiliiáiíiÉiiilfiÉnitii         'n'iii'i'iiiBÜl'iir^tffl-'  ■^•■-■'''■^ 


—  1G2  — 

Bien  haya  la  soñadora, 
La  de  dulce  inspiración, 
Cuyas  notas  cuando  llora 
Son  las  perlas  de  la  aurora 
En  la  flor  del  corazón. 

Que  huyen  al  viento  dispersos 
Los  duelos  del  padecer, 
Oyendo  cual  brotan  versos 
Dulces,  sonoros  y  tersos 
Los  labios  de  una  mujer. 

Bien  hayas  tú,  la  preciosa, 
La  bellísima  entre  mil, 
Luz  de  aurora,  perla  hermosa, 
Sueño  de  oro,  blanca  rosa, 
De  la  vida  en  el  abril. 

Y  pues  te  llamas  Dolores 
Sélo  en  el  nombre  no  más; 
Para  ti...  tan  sólo  flores, 
Dichas,  encantos,  amores... 
Pero  lágrimas...  jamás. 


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JENOVEYA 


Sola  y  oculta  en  el  rincón  del  huerto 
Exhala  su  perfume  la  violeta; 
Sola  se  queja  en  escondida  grieta 
Jentil  paloma  en  el  pensil  desierto. 

Sola,  del  cielo  en  el  confín  incierto, 
Brilla  y  derrama  inspiración  secreta 
Esa  estrella  querida  del  poeta 
Que  resplandece,  cuando  el  sol  ha  muerto. 

Así  violeta  de  fragante  aroma 
Que  perfuma  los  místicos  altares, 
Solitaria  y  dulcísima  paloma 

Ajena  de  este  mundo  á  los  azares 
Y  blanca  estrella  que  apacible  asoma, 
Eres  tú;  Jenoveva,  en  tus  hogares. 


i  -..^  J.-.'  ■^>'-'.v.fc  Áíj  ■• . 


iiitliiWT'íirv  ■  •*     'íii-riiiifeÉfiriirii'- 


CATALINA 


—  «  l\'itiia,  fiímilia,  Iiogar...  ¿qué  os  habéis 
(Jiiedó  la  patria  tras  los  anchos  mares,     [hecho? 
Destruyó  el  infortunio  mis  hogares 
Cual  pobre  nido  el  huracán  deshecho; 

¡  Mi  familia,  mi  amor!...  Aquí  en  mi  pecho 
Con\erlí  sus  sepulcros  en  altares, 
Y  he  llorado...  he  llorado  mis  pesares 
Huérfana  ¡  ay  I  bajo  extranjero  techo.  »  — 

Así  te  vi  exhalar  en  hondo  duelo 
Quejas  que  al  Dios  del  desterrado  claman, 
Hija  preciosa  del  cubano  cielo. 

Llanto  tus  ojos  con  razón  derraman; 
Mas  tu  patria,  tu  hogar  en  este  suelo, 
Está  en  el  corazón  de  los  que  le  aman . 


r.gg.  :^    ■  i^.ato-^-  ^      .*  .  ■  ^.i.-.  ¿¿a.  '^  ^  •>  íijíí.:^-,j¿.  ...  -      n  !'■"■■'•     r-  ¡"Hinn  r     .^L .  v^^i  ^■.■. 


Líáil¿ú-..jm 


FÚNEBRES 


LA.  DESPOSADA  DE  LA  MUERTE 

CORONA  FÚNEBRE 
De  la  Señoi'u  Ana  María  de  la  Serna  y  L'umpbcll  de  Thomas 


Coronaban  su  frente  todavía 
Los  castos  azahares, 
El  velo  de  la  esposa  la  cubría 
Y  la  nupcial  antorcha  despedía 
Su  misteriosa  luz  en  los  altares. 

Amor,  engalanado,  jubiloso. 
Sus  alas  recojiendo, 
Aún  estaba  con  aire  victorioso 
En  los  labios  el  dedo,  y  malicioso 
Ante  la  puerta  del  hogar  sonriendo ; 

Y  aún  ebrio  con  la  dicha  de  su  suerte 
En  tan  felices  lazos 
El  esposo  dormía,  cuando  la  muerte 
Llamó  impaciente,  penetró,  y  ya  inerte, 
La  arrancó  sin  piedad  de  entre  sus  brazos. 

Trocóse  el  beso  sobre  el  labio  muerto 
En  lúgubre  quejido; 
El  Ánjel  del  amor,  pálido  y  yerto, 


-~-'    '  ■^'^'iiirt<iit''iiáií-ífliiiVi'i.i-ii''.^i"  i'ii'/á;  /■--■-'-■  :..'ci.'---:.:i-^--^-^.:'  itJti¿iu-ü'J¡U^' f . .  .    .  , 


—  IGG  — 

Las  alas  ajitó  con  vuelo  incierto 

Y  entre  sus  labios  sofocó  un  jemido. 

El  soplo  helado  del  espectro  rudo 
Apagó  temerario 
La  lámpara  nupcial...  está  ya  mudo 

Y  desierto  el  hogar;  en  el  desnudo 
Tálamo,  nada  más  queda  un  sudario. 

¡  Ah  1  ¡  todo  en  vano  fué,  todo  !  ;  Ventura, 
Juventud  y  riqueza, 
Virtud,  amor,  talento  y  hermosura. 
Todo  de  un  soplo  se  perdió  en  la  oscura 
Noche,  en  que  la  honda  eternidad  empieza! 


¡  Pero  no  la  lloréis  1...  No,  sin  ruido 
¿Habéis  su  vaga  sombra 
Á  vuestro  lado  alguna  vez  sentido? 
¿No  llega  sin  rumor  ú  vuestro  oído 
Una  voz  como  de  ánjeles  que  os  nombra? 

Es  Ella;  está  invisible,  mas  no  ausente. 
Deja  un  instante  el  cielo 
Por  venirte  á  traer,  madre  doliente, 
Con  invisibles  besos  en  tu  frente 
La  inefable  caricia  del  consuelo. 

¡  No  la  lloréis!  Celeste  mariposa, 
La  noche  del  desierto 
Atravesó  fugaz  y  luminosa; 
Ahora  vaga  feliz  de  rosa  en  rosa 
Por  los  jardines  del  divino  huerto. 

No  la  lloréis...  ¡  feliz!  Bodas  mejores 
Para  esas  almas  bellas 
Hace  el  Dios  de  los  místicos  amores. 
Son  en  el  mundo  efímeras  las  flores 
Y  eternas  en  el  cielo  las  estrellas. 


iifUaáÉMíiií  iii'itiihli'iiiii"  fi    'ii  ri"iii' m 


.       illf  a  ir  ir  ig-  iii  ilii  'riii>l'1>  I 


'  -fiililíiliíl  iiiM 


EN  LA  TUMBA  DE  LA  SEÑORITA  CARMEN  Z. 


Venid,  y  llores  derramad  y  llanto 
Sobre  esta  tumba.  La  que  aquí  reposa, 
En  el  jardín  del  mundo  fué  una  rosa, 

Y  así  como  las  rosas,  se  agostó. 
El  ánjel  tenebroso  de  la  muerte 
Tendió  sobre  ella  su  terrible  vuelo, 

Y  se  durmió  soñando  con  el  cielo, 

Y  en  el  cielo  con  Dios  se  despertó. 


>ii-  Yii'tiina'r^"'-^-'--— •"•■^' ■■-^'•-^■'-   -■■•— -:--— -'-^'■^"-'>j»i¿aM*i^™fe'^ --^ 


MANUEL  OGARANZA 


Cuando  ante  el  lienzo,  virjen  todavía, 
Inmóvil  el  artista  se  quedaba, 
La  frente  erguida,  la  mirada  ardiente 

Y  en  la  mano  el  pincel,  bella,  ríente 
Hasta  él  la  diosa  inspiración  bajaba, 
Dejaba  un  beso  rápido  en  su  frente, 

Y  tomando  la  mano  en  que  temblaba 
El  pincel,  ya  mojado  en  la  paleta, 
Arrojaba  en  el  lienzo  del  artista 

Las  creaciones  del  alma  del  poeta. 

Así  con  la  osadía 
Del  espíritu  en  que  arde  y  centellea 
La  llama  esplendorosa  de  la  idea, 
La  inspiración  magnífica  del  arte, 
Robó  ücaranza  su  fulgor  al  día, 
Su  sombra  al  bosque,  su  zafir  al  cielo, 

Y  su  honda  palidez  y  desconsuelo 
Al  rostro  de  la  virjen  conmovida 

Que  ve,  con  llanto  que  del  alma  brota, 
La  imajen  j  ay!  de  su  Ilusión  perdida 
En  la  azucena  que  se  inclina  rota. 

Quedan  allí  los  acabados  cuadros 
De  su  fácil  pincel.  Naturaleza, 
Gomo  una  virjen  que  el  amor  conquista 

Y  se  deja  robar  por  el  amante 
Beso  tras  beso  en  lánguida  pereza, 


--■^  ■»■■■..■■■ »,  ^l■■^.   .^^_^..,-^..^,--..fai..^-.  .y.-^      ..^.^.¡iíi^^'.Uc^^.tüs  ,.x.¿í^ 


—  169  — 

Se  dejaba  robar  el  artista 

Sus  secretos  de  luz  v  de  belleza. 


Un  solo  cuadro,  artista,  no  acabaste. 
El  cuadro  de  tu  vida  transitoria. 
¡Qué  triste  y  qué  incompleto  le  dejaste  I 
Al  través  de  la  gasa  mortuoria 
Que  le  cubre,  se  mira  inmaculada 
Brillar  como  la  luz  de  una  alborada 
La  hermosa  luz  de  tu  temprana  gloria. 
Á  su  tenue  fulgor,  símbolo  triste 
Del  abandono  cruel  y  del  tormento 
Que  en  el  mundo  acompañan  al  talento, 
Se  ve  una  cruz  ;  sencilla  y  aún  reciente. 
La  corona  caída  de  tu  frente 
Enlaza  de  esa  cruz  los  negros  brazos, 
Y  al  pié  de  aquella  cruz  tan  triste  y  sola. 
Tu  májico  pincel  hecho  pedazos... 

Lo  demás  es  la  sombra,  la  terrible 
Sombra  que  viene  del  sepulcro  abierto, 
La  sombra  pavorosa 
En  donde  duermes  ya,  pálido  muerto, 
Sin  aplauso,  sin  pompa,  sin  testigos; 
La  sombra  de  esa  noche  sin  mañana 
Donde  llegar  no  pueden 
Los  pobres  ruidos  de  la  gloria  humana; 
Mas  donde  acaso  llegue 
El  sollozante  adiós  de  tus  amiiros... 


PASIONAr.lAS-  ^" 


■  . '-?>iiL'- -  -  ■  ^" • ->■!  >■'..  v^  .-^::fe  .. :j.vi-i¿.-".»^--   '  -^  »    ^«.i.  ■.j.iji,.:a«.,.Li^j^. 


TERCERA   PARTE 


TRADUCCIONES.    IMITACIONES 

i" 

COMPOSICIONES  VARIAS 


APARICIÓN 

(VÍCTOR    IIUGO} 

He  visto  un  ánjel  blanco.  Sobre  mi  sien  tendía 
Sus  alas  deslumbrantes  :  su  frente  en  la  sombría 
Tiniebla  de  la  noche  miré  desparecer. 

—  «¿  Qué  es  lo  que  buscas,  ánjel,  en  lanocturna  calma? 
Le  dije ;  y  respondióme : 

—  «  Yovengoportualma. »  — 
Entonces  tuve  miedo,  porque  era  una  mujer. 

—  ¡  Oh !  déjame  mi  alma !  —  gritéle  suplicante. 
¿  Adonde  te  la  llevas,  incógnito  habitante 
De  yo  no  sé  qué  mundo?... 

Y  nada  respondió. 

—  ¿Te  llevarás  mi  alma  al  emprender  el  vuelo ; 


■It-  I,/.-  ■!  ... . ,  >.>i.¿  V  ■-  '.,-k  A  A.-:.  ..vtL.;^m:i-  ¿iw.'--  .  .U^t'-^-.^TL'-  :Jiit*dtiLí¿ii<.i^: 


r 


—  172  — 

Y  qué  á  mi  pobre  vida  le  quedará  en  el  suelo? 
El  ánjel  se  callaba...  El  cielo  se  enlutó. 

—  Viajero  de  los  cielos,  yo  quiero  conocerte. 
¿  Acaso  eres  la  vida  ?...  ¿  Acaso  eres  la  muerte  ? 
El  ánjel  se  hizo  negro,  y  dijo  : 

—  «  Soy  Amor,  » 
Pero  su  faz  de  sombra  más  bella  era  que  el  día ; 
Brillaban  sus  pupilas  entre  la  niebla  iría, 

Y  vi  tras  de  sus  alas  los  astros  del  Señor. 


üáiiúiL^^iHiak^MiÉlifiyteiÉJ 


■'^^— 


iati.!  i-iVii  ~*-^-  -'  --'-'■•'■'^■¡'^■^■^'■f'iiWril'ii'ititÉiil 


■'*aK;;rví^^^"i"y 


YO  AMO 

(ALFREDO  DE  MUSSET) 


/  Yo  dmo!  Es  la  palabra  melodiosa 
Que  al  viento  arroja  la  Creación  entera, 
Á  las  aves  del  bosque, 
Al  arroyo  que  cruza  la  pradera. 

/  Yo  amo  !  Será  el  postrero 
Triste  suspiro  que  la  tierra  lance, 
Cuando  cayendo  en  la  perpetua  noche 
El  hondo  arcano  de  su  fin  alcance. 

/  Yo  amo!  También  vosotras, 
Blancas  estrellas  que  la  noche  viste. 
También  cantáis  en  la  sagrada  esfera 
Esta  palabra  encantadora  y  triste. 
La  más  pequeña  de  vosotras  quiso 
De  la  creación  en  el  supremo  instante, 
Buscar  en  los  espacios  sin  medida 
Al  sol  hermoso,  su  inmortal  amante; 

Y  la  amorosa  estrella 
Á  los  espacios  se  lanzó  profundos ; 
Pero  también  enamorada  de  ella 
Otra  fué  en  pos... 

Y  desde  aquel  momento 
En  marcha  están  los  mundos 
Alredor  del  inmenso  firmamento. 


10. 


Aliti¿Íiaiitoa<et^.<i^.:y.^„:¿..^^.i.^a.4¿.;¿Á¿:iii.f,a^G..  :¿.i...^ik 


^f!T\^^'i 


¡DESPIERTA!. 

(VÍCTOR  nuGo) 


Ya  brilla  la  aurora  y  aún  no  abres  tu  puerta. 
Al  beso  del  aura  la  flor  está  abierta 
¿.  Y  aún  duermes  y  sueñas,  anjélica  flor? 
Yo  te  amo  y  te  canto,  señora,  despierta... 
Despierta,  mi  vida,  que  es  hora  de  amor. 

Despierta  señora, 
Y  escucha  al  cantor. 
Que  canta  y  que  llora 
Su  trova  de  amor. 

Están  á  tu  puerta  llamando,  alma  mía, 
Dulcísimas  voces  de  blando  rumor; 
La  aurora  te  dice  :  Abrid,  soy  el  día. 
El  pájaro  canta  :  Ye  soy  armonía. 
Y  mi  alma  suspira  :  Yo  soy  el  amor. 

¡  Despierta ! ...  Es  la  hora 
Del  ave  y  la  flor. 
Del  alma  que  llora 
Sedienta  de  amor. 

¡  Arcánjel,  te  adoro  I  ¡  Mujer,  yo  te  amo  ! 
Mitades  de  un  alma  nacimos  los  dos ; 
Por  eso  á  tu  vida  mi  vida  reclamo, 
Por  eso  te  canto,  por  eso  te  llamo, 
Por  eso  nos  junta  la  mano  de  Dios. 


'-'^.'...  '- -'"4g<^-' III  ••i-'il  -    m--''-^-''-'--'^*-'*..   S  ••<' ^■' '''•'-  ■-"-'""'-"'^'•■^"^'''■■•■''  •-' 


i'iiTÍiií-'iTi'ilÍ)iJÍ 


—  17o  — 

Despierta,  señora 
Ya  cesa  el  cantor, 
Ya  pasa  la  aurora... 
Mas  queda  el  amor. 


Lt^'K.JÍi^<iit:i 


^.->     •     _lí^  jVi'LtA.ii-J-íL^-JílJC 


''  -'•  y-'^JiíÉiiiiáihíi 


TO   JENNY 

.  (lord  byron). 


Hay  una  virjen  de  alma  cariñosa, 
Tan  tiernamente  al  corazón  unida, 
Que  separar  su  vida  de  mi  vida 
Fuera  lo  mismo  que  romper  las  dos. 

Hay  un  semblante  pálido  y  hermoso 
Que  siempre  miro,  porque  está  en  mi  alma, 
Y  que  en  la  sombra  de  la  noche  en  calma 
Vela  con  mi  ánjel  cuando  duermo  yo. 

Hay  unos  negros  ojos,  adormidos 
Á  la  sombra  ideal  de  la  pestaña. 
Cuya  mirada  celestial  empaña, 
La  tristeza  dulcísima  de  amar. 

Ojos  que  buscan  en  los  ojos  míos 
El  idioma  del  alma  silencioso, 
Ojos  dichosos  si  me  ven  dichoso, 
Ojos  que  lloran  si  me  ven  llorar. 

Hay  la  flor  de  una  boca  purpurina 
Que  tan  sólo  mis  labios  han  opreso... 
Allí  temblaba  el  inefable  beso 
Del  alma  casta  en  su  primer  amor. 

Hay  una  voz  más  grata  á  mis  oídos 
Que  el  eco  de  una  música  del  cielo, 


ll     i       ÍMIfilflIll  .  ^       "■    II  ir-«"iltiiii'iÉiilÉlflrf*fÍf'ii'   HiWü' 


-ii;;L.-vú'.3 


.V 


—  177  — 

Voz  de  vaga  ilusión,  voz  de  consuelo 
Para  el  alma  cansada  de  dolor. 

Hay  un  cabello  derramado  en  rizos 
Que  entreteje  mi  mano  cariñosa, 
Una  cabeza  lánguida  y  hermosa 
Que  dulcemente  desmayando  va. 

Hay  un  seno  de  amor,  tibio  y  tranquilo, 
Donde  reclino  pálida  mi  frente 
Cuando  la  copa  del  dolor,  ardiente. 
El  alma  mártir  apurando  está. 

Hay  un  amor  tan  grato  como  el  sueño 
Que  tuviera  un  arcánjel  en  la  gloria, 
Un  amor  para  el  mundo  sin  historia. 
Un  amor  que  no  sé  cómo  llamar. 

Dos  vidas  que  antes  de  encontrarse  fueron 
Mitades  de  una  alma  desprendidas, 
Hoy,  al  hallarse,  para  siempre  unidas, 
¿Quién  las  puede  de  nuevo  separar? 

Dos  corazones  hay  que  á  un  tiempo  mismo 
Palpitan  de  placer  ó  se  entristecen, 
Y  cuanto  más  en  adorarse  crecen 
Mas  ávidos  se  sienten  de  pasión. 

Dos  almas  de  ventura  tan  suprema, 
Que  cruel,  al  separarlas,  la  fortuna... 
¿  Al  separarlas  ?. . .  ¡  No  ! . . .  sólo  son  una 
Que  eterna  vive  de  su  eterno  amor. 


l1Éiyfliái¡iÍÍiiiTÉÍr#>ífií'^''-'^¿^'J^-'''  -"^-^^■-^■■^'^'¿"«^-  ,         '  .       ; J 


ANOCHE 

(VÍCTOR     IIUGO) 


Ayer,  el  blando  soplo  del  aura  déla  noche 
De  las  agrestes  flores  que  tarde  abren  su  broche 
Llevaba  hasta  nosotros  el  embriagante  olor. 
La  noche  iba  cayendo,  los  ruidos  se  adormían, 
Las  alas  de  la  sombra  tranquilas  envolvían 
En  su  palacio  de  hojas  al  pájaro  cantor. 

El  aire  estaba  tibio ;  su  ráfaga  lijera, 
En  ola  de  perfumes  traía  de  la  pradera 
Cual  de  invisibles  bocas  besándose  el  ruuiur. 

Y  leves  susurrábanlas  hojas  de  las  palmas; 
Nupcial  era  la  sombra...  Allí  de  nuestras  almas 
Abriós3  á  las  estrellas  la  misteriosa  flor. 

Yo  estaba  junto  á  ella,  su  mano  entre  mis  manos, 
Perdidos  en  la  noche  sus  ojos  soberanos, 
En  mi  hombro  reclinada  la  pensativa  sien. 
La  hablaba  en  voz  muy  baja ;  porque  era  la  hora  santa 
En  que  algo  que  va  al  cielo  del  alma  se  levanta, 

Y  la  mirada  al  cielo  levántase  también. 

La  noche  suspiraba;  besábanse  las  palmas; 
El  estrellado  cielo  estaba  en  nuestras  almas, 
Flotaba  en  los  espacios  el  alma  del  Amor... 

Y  al  asomar  el  blanco  crepúsculo  del  día, 
Me  dije  recordando  la  imajen  de  María : 
He  visto  entre  la  sombra  el  ánjel  del  Señor. 


•■¿^BíÉÍLÍ^'./^^-  .,^1r.  .,  g,  ffJjtr'ftiiÉÁ'AíitiliL-itfr  •|n(V/iiVii|-,iirB^^  .^H 


EL  ARPA 

(LORD    BYRON) 


Triste  el  ánima  está.  Busca  en  el  arpa, 
En  el  arpa  de  Heber,  esos  jemidos 
De  la  vibrante  cuerda,  tan  queridos 
Á  mi  ya  fatigado  corazón. 
Si  ha  quedado  siquier  una  esperanza 
En  el  fondo  de  mi  alma  sin  ventura, 
Despertará  consoladora  y  pura 
Al  eco  de  la  triste  vibración. 

Si'ha  quedado  una  lágrima  postrera 
En  mis  áridos  ojos  escondida, 
Ruede  por  la  mejilla  enflaquecida 
Y  ya  mi  corazón  no  abrasará. 
Pero  quiero  una  música  muy  triste... 
Triste  como  el  rumor  de  ese  jemido 
Que  exhala,  con  su  llanto,  en  el  olvido 
Un  corazón  sin  esperanza  ya. 

Triste  como  el  sollozo  con  que  damos 
Á  la  ilusión  de  amar  la  despedida, 
Triste  como  la  lágrima  vertida 
Por  el  recuerdo  del  amor  primer. 
Está  llena  de  lágrimas  el  alma, 
Necesita  llorar...  ¡  .\h  I  si  no  llora. 
Esta  angustia  cruel  que  la  devora 
Acabará  con  mi  candado  ser. 


^^■-'■'-'^--*-'/#irtfiiMf  1 1  ■'■-■'■  "*•■'-"  t  TT»  xmriirüiH'MffiiÉái 


I 

—  180  — 

Tanto  ha  ya  que  alimento  mis  pesares 
Aquí  en  la  soledad  del  alma  mía  ; 
Tanto  ha  ya  que  padezco  en  la  sombría 
Noche  de  mi  existencia  funeral ; 
Que  ya  es  tiempo  que  cesen  mis  dolores... 
Á  sufrir  más  mi  corazón  no  alcanza  I 
O  que  brote  en  el  alma  una  esperanza 
Al  influjo  de  tu  arpa  celestial. 


■*"-'^'*-''''i-ii{iiiiÍ'VifUi<fáftii>'i'iirÉiiiMl"  ■ii-'inii^^.  JA-,.,- j-i.->;'..j.>:.fV.-.^l-u..  .-...-■.  ':'';>¿- 


MAS 

CCANTO   SLAVO ! 


Mirando  los  tumbos  de  la  ola  bravia 

La  niña  decía  : 
—  «  ¿  Hay  algo  mus  vasto  que  el  vasto  Océano  ? 
¿.  Hay  algo  querido  aún  más  que  un  hermano  ? 

¿  Hay  algo  más  dulce 

(Juizá  que  la  miel  ?  »  — 

Y  un  pez  le  responde,  saliendo  á  la  orilla : 

—  c(  ¡  Oh  nina  sencilla  ! 
El  cielo  es  más  vasto  que  el  vaslo  Océano  ; 
Se  quiere  al  amante  aún  más  (\\:c  al  liciinano, 

Y  un  beso  es  más  dulce 

One  loda  la  miel.  »  — 


Pasio.nahias.  ÍÍ 


•jiintlhá'il  «j     ■^'-«^■'A*-<~'-^    -    .¿«-^irlll^Ji  Jf  ■     ill  ¿J-----.  W:.-  ¿'X;   . 


íiir'ii'iiTiialÉMMfl 


í  1 


¡SIEMPRE  AMAll!... 

(ali'keuo  di.  musset)  . 


...  ¿  (Jué  me  importa  la  muerte  '!...  <".  que  la  vida  ?. 

¡  (Juiero  aiuar  y  de  amor  palidecer  ! 

Tan  solo  por  un  beso,  yo  daría 

La  idea  que  siento  en  mi  cerebro  arder. 

¡  Quiero  por  mi  mejilla  enflaquecida 
De  la  pasión  las  lág'rimas  sentir  ! 
¡  Quiero  gozar  la  ine.xplicable  dicha 
De,  por  amar  con  frenesí,  sufrir  ! 

Quiero  contar  que  herido  de  un  engaño 
Juró  no  amar  mi  corazón  jamás... 
Y  ahora  es  el  juramento  que  hago 
No  vivir  un  instante  sin  amar. 

Corazón  desbordado  de  amargura, 
¡  Despójate  de  orgullo  y  de  desdén  ! 
Jtasga  ya  la  mortaja  que  te  enluta, 
Vuelve  ú  la  vida  y  al  amor  también. 

Después  de  haber  sufrido  —  es  el  destino  — 
¡  Ay!  es  preciso  sin  cesar  sufrir; 
Después  de  haber  amado  ¡  ay !  es  preciso 
¡  Amar...  y  siempre  amar...  hasta  morir  ! 


^■■.:.i..^,    ..^.^        .     :.^  ^.i.jt  .    :.^,:^A-i\..:.^Já:i^.-^-^.J^-^.... 


EL  SILFO 

'vícTfiíi  III  i;t' 


Estaba  la  noche  muv  necia,  niuv  fría 
y  ya  moribunda  la  liu  del  hogar 
Tras  góticos  vidrios  apenas  lucía. 
Adentro  una  niña...  ¿  velaba  .'  /.  dormía?.. 
.\lguno  por  fuera  llamaba  al  cri-tal. 

—  «  Soy  en  la  límpida  esfera 
El  hijo  vago  y  risueño 
Del  sol  y  la  primavera, 
Un  silfo...  menos  que  un  sueño. 
Soy  el  espíritu  errante 
Que  desprende  del  rocío 
La  mañana  al  despertar, 
Soy  del  éter  habitante. 
Y  en  la  noche,  por  el  frío. 
Soy  el  huésped  del  hogar. 

Esta  tardo,  entre  las  llores, 
Una  pareja  dichosa 
Estaba  hablando  de  amores 
En  voz  baja  y  cariñosa. 
Yo  de  muy  cerca  la  oía  : 
Cuando  de  pronto  en  un  beso 
Que  su  palabra  cortó, 
Gojieron  una  ala  mía.. 
Y'  aún  estaba  yo  allí  preso 
Guando  la  noche  llegó. 


"-"'''-•''--' III  «i iHát'lllÉ'iíil'lBl   fV-':^--'-~--^--|-||  "liifirialr^-''-^'^-^^''"^-^""'-'  iJÉ'árni'i         ir 


■s;  rv-r^i»-". 


—  185  — 

Es  ¡  ay  !  demasiado  larde 
Para  que  yo  entre  á  mi  broche. 
Estoy  solo...  soy  cobarde... 
¡  Ábreme  por  esta  noche ! 
Deja  que  duürma  en  tu  lecho, 

Y  cuando  vierta  la  aurora 
Su  luz  primera,  me  iré, 
Tendré  lugar  muy  estrecho, 

Y  te  prometo,  señora, 
Que  muy  poco  ruido  haré. 

Mis  hermanos  han  hallado 
Un  albergue  en  el  rocío  ; 
Solo  y  futirá  me  he  quedado... 
Tengo  miedo... y  tengo  frío. 
¿Adonde  encontrar  mi  broche? 
No  hay  una  luz  en  el  cielo, 
En  los  campos  una  ílor. .. 
¡  Ábreme  por  esta  noche  ! 
No  tengas  ningún  recelo... 
¡  Si  yo  soy...  todo  candor  ! 

¡  Ábreme  I  Sus  densos  flancos 
Pavorosa  la  liniebla 
•De  horribles  espectros  blancos 

Y  negros  fantasmas  puebla. 
Entre  el  follaje  sombrío 
Como  lívidas  miradas 

Los  fuegos  fatuos  se  ven  ; 

Y  sobre  el  agua  del  río 
Claridades  azuladas 
Lívidas  flotan  también. 

¡  Ábreme,  señora  mía  ! 
Porque  en  los  campos  desiertos, 
Tras  la  colina  sombría 
Están  bailando  los  muertos. 


u 


üi&í&ál  ^it^jt^^^  c  ^■■■K-l^lfAiaitSitábíí 


—  485  — 

A  sus  almas  desveladas 

Da  la  noche  pavorosa 

Un  sudario  de  vapor. 

Si  esas  fantasmas  heladas 

Por  divertirse,  á  su  fosa 

Me  arrebataran...  ,  qué  horror! 

Si  desoyes  mi  jemido, 
;,  Buscaré  los  musgos  viles 

Y  disputaré  su  nido 
Miserable  ú  los  reptiles? 

¡  Ábreme  por  un  momento! 
Son  cariñosos  mis  ojos 

Y  mi  palabra  de  miel. 
Sé  remedar  el  acento 

Que  oye,  con  dulces  sonrojos 
La  niña,  de  su  doncel. 

Además...  ¡  soy  tan  hermoso! 
•  Si  vieras  temblar  lucientes 
Mis  alas  al  sol  radioso 
Blancas,  puras,  trasparentes!... 
Tengo  los  bellos  colores 
Dellirio  que  me  escondía 
Del  tenebroso  capuz, 

Y  se  disputan  las  flores 

-Mi  aliento,  todo  ambrosía, 

Y  mi  cuerpo,  todo  luz. 

La  lijera  mariposa 
Es  pesada  junto  á  mí, 

Y  sin  perfume  la  rosa 
Ni  belleza  el  colibrí, 
Guando  de  gala  vestido 
Con  reflejos  de  topacios 

Y  zafiro  brillador, 

Voy  en  la  luz  escondido 


K  a^ .-■-...■  :'-.■■  ■>■-->  ■.-->.¿t>f|,.j,.,,|  T,r   ■''■I ^f¿f,',i|¡*t^  All -jMilitÜmillíAMT'^Y  lili 


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—  ISG  — 

Visitando  mis  palacios 
Como  rey,  de  llor  en  ílor. 


Mas  ¡  ay  !  ¡  en  vano  te  imploro  !. 
Aquí  nada  tengo  mío, 
Ni  mis  corolas  de  oro, 
i\i  mis  copas  de  rocío. 
Yo  te  las  diera,  señora, 
Porque  abrieras  tu  ventana 
Un  instante  para  mí ; 

Y  no  que  vendr.'i  la  aurora 

Y  triste  verá  mañana 
Oue  ante  tu  puerta  morí. 

En  cambio  del  hospedaje 
(Jue  en  esta  noche  me  dieres, 
De  una  hada  ¿  quieres  el  traje  ? 
;.  El  velo  de  un  ánjel  quieres? 
Haré  de  tu  noche,  día; 

Y  sin  que  corte  el  desvelo 
Tu  deleite  embriagador, 
Pasará  tu  fantasía 

De  los  ensueños  del  cielo 
.\  los  ensueños  de  amor. 

Pero  en  vano  está  mi  aliento 
Empañando  tu  vidriera. 
;.  Crees  que  pérfido  mi  acento 
l^a  voz  do  un  amante  fuera  ? 
Xo  soy  más  que  Silfo  errante 
\  quien  lejos  de  su  broche 
Un  ósculo  aprisionó, 
Pero  no  soy  un  amante... 
¡  Ábreme  por  esta  noche  ! 
Porque  soy  el  Silfo  yo.  "  — 


L#V^Ií]¿jidR.'MiÉii: 


J  ^   J 


—   187  — 


El  Silfo  lloiaha.  De  pronto,  sonora, 
Cual  dulce  reclamo  del  alma  que  llora, 
Se  alzó  una  voz  triste,  que  luego  calló. 

Qué  voz  era  aquella? 

La  niña,  sin  miedo, 
Abrió  la  ventana  muy  quedo,  muy  quedo... 
Mas  nadie  ha  sabido  si  al  Silfo  la  abrió. 


>c:^-,.^v.J.w.c:^^s. ..  v^,-,  ^,iL¿.    •■  ..L.-J.:..^.-j^-i^-'ll.l-.-' 


COLON 

(sCUILLEIi) 


¡  Marcha,  marcha,  Golóa  !  Y  si  ese  mundo 
Que  p'ulcs  al  mistorio  del  Océano 
No  ha  sido  criado  aún,  de  entre  las  olas 
En  premio  de  tu  audacia 
Le  hará  surjir  la  omnipotente  mano. 
Porque  existe  en  la  gran  naturaleza 
El  eterno  Criador,  que  de  su  arcano 
Levantando  portentos  de  belleza, 
Sabe  cumplir  en  toda  su  grandeza 
Las  promesas  deljenio  soberano. 


•^^-^--- 


u^^^üL. 


^íi^-:ú  '  -¿W*-»-'.'  . 


MIRANDO  AL  CIELO 

(VÍCTOR  UUGO) 


El  Último  destello  da  la  tarde 
Moría  en  Ocaso,  Pálidas  y  bellas 
Unas  tras  otras  salpicando  iban 
El  manto  de  la  noche  las  estrellas. 
Dulcemente  en  mi  pecho  reclinada, 
Tan  pálida  y  hermosa  como  ellas, 
Mi  lánguida  María, 
En  voz  muy  baja,  cariñosa  y  triste. 
Sonriendo  me  decía  :  .       • 

—  <(  ¿  Qué  buscan  tus  miradas  en  el  cielo  ? 
¿No  estoy  aquí  ?  ;.  no  te  amo  ? 
Por  mirar  las  estrellas  no  me  miras, 
Ni  escuchas  que  te  llamo. 
j  Oh !  vuelve  ú  mí  tus  ojos  ; 
Deja  á  los  cielos  en  su  eterna  calma; 
No  los  mires  ya  más...  ¡  Mira  mi  alma!  » 

«  En  esa  oscuridad  en  donde  apenas 
El  tímido  lucero  se  divisa, 
¿  Qué  encontrarás  que  valga  nuestro  beso  ? 
¿  Qué  encontrarás  que  valga  mi  sonrisa  ? 
Qué  miras  en  los  astros?... 
¿  Las  miradas  de  amor  son  menos  bellas  ? 
Alza  el  velo  de  mi  alma 
¡  Cuan  llena  está  de  estrellas  !  » 

11. 


I  rüiijiii  inMi'rin'ili'nl'-'-'"^  -■-'-"'-'  ,»- ■■'-''--'■/^^.-^^-^f^-*^ 


—  100  — 

«  ¡  Cuántos  soles  I  Escucha  :  cuando  amamos 
Llevamos  en  el  alma  un  firmamento. 
El  sol  divino  del  amor,  alumbra 
Con  inefable  luz  el  pensamiento. 

Y  cuando  la  dulcísima  tristeza 
Hija  callada  del  amor  la  cubre, 

En  medio  de  esa  noche,  la  esperanza 

Y  los  recuerdos  adorados,  brillan 
Como  esos  astros  que  tu  vista  alcanza. 
La  abnegación,  el  sacrilicio,  el  llanto, 
Más  bellos  son  que  Venus  cuando  asoma 
De  la  montaña  sobre  el  pico  agreste. 
Croe  mi  palabra...  el  firmamento  es  nada; 
El  cielo  de  mi  alma  es  más  celeste.  ■' 

«  Bello  es  mirar  los  astros  que  tachonan 
De  las  sombras  magníficas  el  manto  ; 
Bella  es  el  alba  y  la  Creación  es  bella  ; 
Mas  nada  tiene  el  inefable  encanto 
De  amarse  con  pasión.  El  mejor  fuegOj 
La  llama  más  espléndida  y  sagrada 
Es  aquella  que  cambian  en  silencio 
Dos  almas,  en  la  luz  de  una  mirada.  » 

<(  Vale  más  un  amor  correspondido 
En  un  rincón  humilde  de  la  tierra, 
Que  todos  esos  ignorados  soles 
En  que  el  Eterno  su  secreto  encierra. 
Dios,  el  padre  del  hombre, 
Que  al  hombre  siempre  lo  mejor  ha  dado, 
Puso  lejos  de  él  el  vasto  cielo... 
La  mujer,  á  su  lado. 
Ama  y  vive,  nos  dice  donde  quiera 
Su  acento  soberano ; 
Ama  y  vive,  mortal :  es  tu  t/estino  ; 
Lo  demás,  es  mi  aixano.  » 


—  lí)l  — 

(( ¡  Amemos  !  lie  aquí  lodo.  Dios  lo  quiere. 
Deja  esos  rayos  pálidos  que  doran 
La  rejiún  de  la  sombra...  Más  hermosos 
Los  verás  en  los  ojos  que  te  adoran. 
Amar  es  comprender  toda  la  vida 

Y  presentirlo  eterno. 

El  verdadero  amor  siempre  ha  juntado 
Alma  más  grande  á  corazón  más  tierno.  » 

«  Ven  ¡oh  mi  amor!  ¿No  escuchas 
Una  música  vaga  que  suspira 
Á  nuestro  derredor?  Naturaleza 
Se  cambia  en  una  lira 

Y  nuestro  amor  celebra...  ¡Oh  dueño  mío, 
Vaguemos  entre  el  musgo  y  el  rocío  ! 

Ya  no  me  des  enojos, 

No  más  mires  al  ciclo... 

Estoy  celosa  de  él...  ¡mira  mis  ojos  I  »  — 

Con  voz  muy  baja,  cariñosa  y  triste, 
Así  hablaba  mi  pálida  María. 
Brillaba  el  astro,  suspiraba  el  viento, 
La  flor  su  copa  de  perfume  abría 

Y  blanqueaba  la  luna  el  firmamento. 

Tranquila  soledad  de  mi  retiro. 
Astros,  noche  de  amor,  tímidas  llores, 
¿Adonde  se  perdió  tanto  suspiro? 
¿Qué  se  hicieron,  decidme,  mis  amores? 

¡  (jué  triste  es  el  destino!  Aquel  instante, 
Eternamente  al  corazón  querido, 
Pasó  como  los  otros...  ¡  Y  quién  sabe 
Si  para  Ella  perdióse  en  el  olvido!... 


....  .i .,.s.^!^.í^ju^.,,^^^í.^^L^,^;;:í,^á:,SAi¿ti:^ ^J^:.  '^""'-'•■^'^-.  f  im,.-  ■  ■      n    . 


.^^. 


FRÍO 

(canto  noiiEMio) 


La  tarde  era  triste, 
La  nievo  caía, 
Su  blanco  sudario 
Los  campos  cubría ; 
Ni  un  ave  volaba, 
Ni  oíase  rumor. 

Apena  nn  la  nieve 
Dejando  su  huella, 
Pasaba  muy  triste, 
Muy  pálida  y  bella, 
La  niña  que  ha  sido 
Del  valle  la  flor. 

Llevaba  en  el  cinto 
Su  pobre  calzado  ; 
Su  hermano  pequeño 
(Jue  marcha  á  su  lado 
Le  dice  :  —  «  ¿No  sienten 
La  nieve  tus  pies?  » 

«  Mis  pies  nada  sienten  » 
Responde  con  calma  — 
«  El  frío  que  yo  siento 
Le  llevo  en  el  alma; 
Y  el  frío  de  la  nieve 
Más  duro  no  es.  » 


''•^-  '^'    "--'  •  -'-     -"  **-?  JCl^^  ■••-  ^  '  j£^*.^L.  *^itim.Sf^rL£u.£Á 


—  103  — 

Y  dice  el  pequeño 
Qiio  helado  tirita  : 
—  «  Más  frío  que  el  de  nieve! 
¿Cuál  es,  hcrmanita? 
¡No  hay  otro  que  pueda 
Decirse  mayor  I...  » 

—  a  Aquel  que  de  muerte 
Las  almas  taladre; 
A(|uel  que  en  el  alma 
Me  puso  mi  madre, 
El  día  que  á  mi  esposo 
Me  unió  sin  amor.  »  — ■ 


.,a....  — ■^ti-¡ni^,i|ii  Yi'iiiil(iilii¿irii^iiiii  (iigiriiTri»iitili¿fiittáÍÜÉBÍ»táiifcB(ftÉiaiMáte 


> 


■^f^ 


Gl.ICERE 

(llUlíAClO) 


Ilc'iiia  (le  Pafos  y  de  Gnido,  Ycniís, 
Deja  de  Chipre  el  encanlado  sillo, 

Y  ven  aquí,  donde  Glicere  llene 
De  placer  y  de  amor  niájico  asilo. 

Y  que  las  gracias  de  cintura  suelta, 

Y  que  las  ninfas  de  semblante  lindo, 

Y  el  que  alegra  los  años  juveniles 
Grato  y  feliz  amor,  vengan  contigo. 

De  Júpiter  el  hijo  y  de  Semele, 

Y  los  deseos  er('ilicos  aún  vivos, 
Quieren  que  entregue  el  corazón  cansado 
Á  los  amores  que  juzgué  perdidos. 

Y  me  abraso  por  ti,  rubia  Glicere, 

Y  me  enamora  tu  semblante  altivo, 

Y  de  tu  tez  la  nieve  inmaculada 
Como  el  mármol  de  Paros  terso  y  lino. 

Y  me  enamora  tu  habla  melodiosa, 
Tu  continuo  reir  piovocativo, 

Y  de  tus  ojos  húmedos  el  fuego, 

Y  tu  destién  también  y  tu  capricho. 

Venus  me  sigue  por  doquier,  me  sigue; 
Conmigo  va,  detiénese  conmigo, 
Kn  contacto  de  fuego  á  mí  se  acerca, 
Domina  mi  razón  y  mi  albedrío. 

Y  ya  no  más  contra  el  feroz  excita, 


■'-^^<.^--' 


.^a^^'  :MLMd^.'i^úA:j..'»ÁjJái^.^v.l.la¿^Jtr'i£^^^^  ''^'i    riSSfci-iüif-rM'ii''i  il"ñ 


>..  A-MtLt^ 


^ 


—  lí)o  — 

Ni  contra  el  parlo,  huyendo  tan  temido, 
Mi  lira  tiene  cuerdas. . .  Ya  no  sabe 
Sino  de  amoríos  deleitosos  himnos. 
Apresúrate  y  ven,  rubia  Glicero. 
Apresúrale  y  ven  al  lado  mío, 
Trayendo  de  marfil  la  dulce  lira 
Grata  como  el  aliento  del  coliro; 

Y  ;i  modo  de  las  hijas  de  Laconia 
El  sedoso  cabello  recojido. 

¡Ven,  Glicere  gentil!  A  mí  te  acerca 
Gomo  enantes  feliz;  cese  el  desvío. 
Te  quiero  junto  á  mí  más  impetuosa 
Que  las  férvidas  olas  del  Adriático 
Guando  en  el  golfo  de  (^alabi'in,  Eolo, 
Las  ajitacon  áspero  ruido. 

Mientras  del  lobo  perseguido  sea 
El  balador  cordero,  y  el  mariuo 
Tema  de  Orion  el  tormentoso  inllujo, 

Y  acaricien  los  trémulos  celirus 
De  Apolo  la  dorada  cabellera, 

Te  daré  por  tu  amor  el  amor  mío. 

¡  Qué  resuene  el  festín  grato  á  los  Dioses! 
¿Dónde  la  flauta  está  de  IJerecinto? 
¿Qué  hace  el  oboe  junio  á  la  lira  muda? 
llosas  traedme  del  jardín  vecino, 

Y  resalte  en  la  nieve  de  mis  canas 
De  su  corona  el  purpurino  brillo. 
Saca  del  fondo  de  la  cueva,  esclavo, 
El  sécubo  oloroso,  envejecido, 

Y  en  la  cercana  fuente  me  refresca 
La  ánfora  esbelta  de  falerno  rico. 

En  tanto  yo  celebraré  á  Neptuno  ; 

Y  escucharán  también  plácidos  himnos 


■Jt>-;^-.l.j.-.a¡',jl¿.-y..,.lv;^J^f,..,^¡,i  ,^^W^ 


■■•  ..T'rr; 


-    líH)  — 

Las  Nereidas  de  verde  cabellera, 
Mientras  ofreces  de  tu  lira  el  ritmo 
Á  las  flechas  de  Diana  y  ;i  Latona. 
Luego  mis  cantos  alzaré  contigo 
Á  quien  reina  en  las  Cíclades,  y  vuela 
En  un  carro  por  cisnes  conducido  ; 

Y  nuestro  himno  final  será  á  la  noche, 
Del  misterio  nupcial  mudo  testigo. 

¡  Ea !  colocad  sobre  el  altar  de  césped, 
Junto  íi  la  copa  del  sagrado  vino, 
,  Esclavos,  el  incienso  y  la  verbena. 
Tributemos  el  culto  merecido, 

Y  la  caliente  sangre  de  la  víctima 
Haga  acepto  ú  la  Diosa  el  sacrificio. 


lililitfii-    ■   I  iiiÉáHiii'Iil'ri'i''' fililí" -'-"■•■'•''^"^  -' —-^•'    ~--^^'     '-'••-'■'^'  'iiii'iflBf-V« 


HELOISA 

(e.  gUINKl) 


...Sí,  me  acuerdo;  llamábame  Heloisa 
Guando  él  también  llamábase  Abelardo. 


Los  cielos,  esos  cielos  sin  medida, 
No  son  tan  vastos  que  encerrar  pudieran 
El  infinito  amor  del  alma  mía. 
Del  claustro  las  baldosas  funerales 
Mi  seno  no  enfriarían...  está  encendiiia 
La  llama  de  mi  amor;  bajo  la  muerte 
Mi  imposible  esperanza  aún  está  viva. 
¡Cuántas  veces  en  medio  déla  noche, 
Allá  en  mi  celda  solitaria  y  fría. 
Levantóme  á  abrazar  ¡oh  mi  Abelardo! 
Tu  sobra  tan  hermosa  y  tan  querida... 
Sobre  tu  corazón  está  mi  cielo, 
Tú  eres  mi  fe,  mi  relijión,  mi  guía, 

Tú  mi  Cristo  también ¿no  soy  acaso. 

Esposo  de  mi  amor,  tu  prometida?... 
Nuestra  tumba  será  mi  Paraíso  ; 

Y  para  siempre  allí,  no  quiero  el  día. 

¡  Que  mis  huesos  se  junten  á  tus  huesos, 
Tu  ceniza  se  mezcle  á  mi  cenizal... 

Y  eternamente  así,  para  nosotros 

No  baya  resurrección...  no  haya  otra  vida 


'^■otl'iáLasmi.íiiui.^^í^iC^.  ;j^..^.,^,^J;i:....¿:r^..^.  lÉI  Hiliil'ir'-    '^^^''^-'^ 


«   ',' 


™ ' 


JULIETA 

'\V.     SIIAKESI'EARE) 


;0h  noche,  ven  ú  mí!  Trae  ú  Romeo, 

Noche  querida  y  triste; 
Virjon  sagrada  de  la  ÍVente  negra 
Que  ya  juntos  nos  viste. 

¡  Oh  noche,  ven  ¡'i  mí !  ¡  Trae  ;'i  Momeo ! 

Y  de  tu  niebla  fría 

¡  Luz  y  calor  será !...  ¡  Que  su  presencia 
Haga  en  la  noche,  día ! 

;  üh  noche,  vena  mí...  ¡Trae  á  Uomeo 

Y  entre  tu  densa  bruma 
Como  la  nieve  brillará,  del  cuervo 

Sobre  la  negra  pluma. 

¡  Oh  noche,  ven  á  mí!...  ¡Trae  á  Romeo! 

Y  su  ceniza  fría, 

¡  Cuando  llegue  ú  morir,  dispersa  en  astros, 
Te  alumbre  como  el  día  ! 


■  ,,w-¿».-t.-^  ,>.'.-.^    ■...•,■..  .1^  ■■JtA-..".'i-. ..:--■: 


< .  --í» 


FRANGESCA 

(dante) 


«  La  íierra  en  donde  vi  la  luz  primera 
Es  vecina  del  golfo  on  que  suspende 
VA  Po,ya  fatigado,  su  carrera. 

Amor,  que  sin  sentir,  en  Taima  prende, 
Á  óste  prendó  del  don,  quearrehatado 
íMc  fué  de  modo  que  aún  aquí  me  ofende. 

Amor,  que  obliga  á  amar  al  que  es  amado. 
Juntónos  álos  dos  con  red  tan  fuerte 
Oue  para  siempre  ya  nos  ha  ligado. 

Amor  hiriónos  con  terrible  suerte  ; 

Y  está  Caín  de  entonces  esperando 

Aquí  al  perverso  que  nos  dio  la  muerte.  » 

Pababras  tan  dolientes  escuchando 
Incliné  sobre  el  pecho  la  cabeza, 

Y  ¿en  qué  —  dijo  el  Poeía  —  estás  pensando"? 

Y  respondí  movido  de  tristeza  : 
¡  Ay  de  mí!  ¡Cuánto  bello  pensamiento, 
Cuánto  sueño  de  amor  y  de  terneza 

Los  condujeron  al  fatal  momento  ! 

Y  vuelto  á  ellos —  ¡  Oh  Francescal  —dije, 
Al  corazón  me  llega  tu  bimento ; 


.^f  sv«* 


'/ r-^  ■-yw^^p^^S^^^'^' 


—  ¿00  — 

Y  de  tal  modo  tu  dolor  me  aflije, 
Que  las  lágrimas  bafian  mi  semblante. 
Pero  tu  triste  vozá  mí  dirije, 

Y  dime  de  qué  modo,  en  cual  instante, 
Cuando  tan  dulcemente  suspirabais, 

Y  en  el  fondo  del  alma,  vacilante, 

Tímido  aún  vuestro  deseo  guardabais; 
¿Dime  de  qué  manera  inesperada 
Os  reveló  el  Amor  que  os  adorabais? 

Ella  me  respondió  :  —  ¡Desventurada! 
¡  No  hay  pena  más  aguda,  más  impía, 
One  recordar  la  dicha  ya  pasada 

En  medio  de  la  bárbara  agonía 
De  un  presente  dolor!...  y  esa  tortura 
La  conoce  muy  bien  el  que  te  guía. 

Mas  ya  que  tu  piedad  saber  procura 
El  cómo  aquel  amor  rasgó  su  velo. 
Llorando  te  diré  mi  desventura. 

Leíamos  con  quietud  y  grato  anhelo 
De  Lanceloto  el  libro  cierto  día, 
Solos  los  dos  y  sin  ningún  recelo. 

Mas  en  tanto  leíamos,  sucedía 
Que  dulces  las  miradas  se  encontraban, 

Y  la  color  del  rostro  se  perdía. 

Un  solo  punto  nos  venci(').  Pintaban 
CíJmo,  de  la  ventura  en  el  exceso, 
En  los  labios  amados  apagaban 


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feí-*  ."í-üiSi 


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—  ZOI- 
LOS labios  del  amante,  con  un  beso, 
La  dulce  risa  que  á  gozar  provoca  ; 
Y  entonces  éste,  queá  mi  lado  preso 

Para  siempre  estará,  con  ansia  loca 
Hizo  en  su  frenesí  lo  que  leía... 
Temblando  de  pasión  besó  mi  boca... 

Y  no  leímos  míís  en  aquel  día. 


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OFELIA 

(W.  SHAKESPEARE —    IIAMLET) 


Estaba  sola;  enLn»,  lomó  mi  mano, 
Con  fuerza  la  estrechó, 

Y  con  la  otra  apretándose  la  frente, 
Gomo  si  fuera  á  dibujar  mi  rostro 

De  hito  en  hito,  en  silencio,  me  miró. 

Así  permaneció  por  mucho  tiempo, 
Así  permaneció... 
Febril,  de  pronto,  sacudió  mi  brazo; 

Y  dos  veces  y  tres,  la  frente  lívida, 
Siniestra  y  triste,  levantó  y  bajó. 

Y  de  lo  más  impenetrable  y  hondo 
Del  corazón,  oí 

Oue  un  suspiro  lanzó...  pero  suspiro 
Que,  rompiéndole  el  pecho,  iba  ú  morir 

Y  luego,  de  mi  lado  lentamente 
Alejarse  le  vi... 

Pero  vuelta  la  faz  sobre  la  espalda, 
Su  camino  sin  ver,  pasó  la  puerta, 
Los  ojos  fijos,.,  fijos...  sobre  mí... 


*íl,i-''Ív.-¿.     íi'...    I' 


.:¡¿JtlLt. 


^•lwa.,vltfáMit/il¿Jiifc'^<¿Í¿lt¿Mil>t8M«tlÍt 


CORO  J)K  LOS  liSniUTU^ 

'(.itnrriii:;  —  fausto, 


¡Despareced,  arcadas  de  la  sombra  ! 

Y  tras  el  roto  velo, 

La  claridad  dulcísima  sonría 
En  el  zafir  espléndido  del  cielo. 

Y  que  pasen  las  nubes  fujitivas, 

Y  que  pasen  sus  rastros, 
Dejando  cintilar,  pálidos  soles, 
Con  tibio  rayólos  pequeños  astros. 

Bellezas  del  ideal,  hijas  del  ciclo 
Que  sueña  la  esperanza, 
Cerrad  en  torno  del  jenlil  mancebo 
El  jiro  voluptuoso  de  la  danza. 

Destrenzad  la  rizada  cabellera. 
Desatad  la  cintura, 
Despojaos  de  la  túnica  que  encubre 
La  ardiente  desnudez  de  la  hermosura  ; 

Y  dejadla  caer  allá  del  prado 
En  el  boscaje  verde, 

Donde  á  la  hora  lasciva  de  la  siesta 

La  pareja  de  amor  entra...  y  se  pierde. 

¡  Oh  la  tierna  verdura  de  los  sotos ! 
;  Oh  brazos  de  las  vides ! 


loii.i:  ■-.'.■■c;..^,^?,ii^<.A j:.' ni^r.  .,.--■-  ;^:c±i\t^  -j.-:. . 


^ÍW^'. 


—  2üi  — 

¡  Oh  myosolis  azul  que  en  la  ribera 
Está  diciendo  al  corazón  «  No  olvides!  » 

Amontona  la  viña  sus  racimos, 
Se  alegran  los  hogares, 
El  vino  salla  en  espumosas  olas 

Y  la  púrpura  corre  en  los  lagares. 

Criaturas  del  Señor,  almas  aladas, 
¡  Tended  el  raudo  vuelo  ! 
Allá  á  lo  lejos,  horizontes  de  oro, 
Islas  de  amor  confinan  con  el  cielo. 

Todo  allí  es  libertad,  risas  y  juegos 
En  la  campestre  alfombra, 

Y  por  las  noches,  al  brillar  los  astros, 
Los  misterios  nupciales  de  la  sombra. 

Espíritus  de  amor  los  pasos  guían 
De  tantos  amadores, 
\  la  tranquila,  luminosa  cumbre 
De  la  colina  rebosando  en  llores. 

¡  Criaturas  del  Señor,  id  á  la  vida! 
Hay  flores  en  el  suelo... 
Cortadlas...  y  mirad  para  vosotras 
Una  estrella  de  amor,  lija  en  el  cielo. 


'¿^.¿¿ít. 


■  ■'-   "-    ■  '*-^-'  -'-  '^lí  h  iriil  1 1-  •■'--^  -  -«--"y  -  n-Wfl  £i  i  •  r..^--.¿-4..  J 


CANCIÓN 

(u.  iieineI  ' 


i  Que  hay  en  mis  versos  veneno  I.. 
Eso  dices...  ¿Cómo  no 
Si  de  veneno  llenaste 
Mi  vida  y  mi  corazón? 

¡  Que  hay  en  mis  versos  veneno  !. 
\  ¿cómo  no  haberlo,  di, 
Si  en  mi  alma  llevo  serpientes 
Y  además  te  llevo  á  li? 


PASIUNAIÍIAS.  í« 


¡¿•üáñmm-  '-■■•■^■''■■-'■'•-■■'^•*-'  '■'-^■•■■*-'^-^^ 


V 


UN  ASTRO 

(VÍCTOK   UUGO) 


Una  tierra  infeliz,  áspera  y  dura 
Donde  trabajan  tristes  los  vivientes 
Empapadas  las  almas  de  amargura 

Y  de  sudor  las  abatidas  frentes  : 
Campos  de  sol  y  estériles  arenas 

Que  en  cambio  de  trabajo  y  de  quebranto 

Á  una  raza  maldita  dan  apenas 

Pan  miserable  que  humedece  el  llanto  : 

Los  hijos  del  oprobio  engrandeciendo  ; 

Orgullosas  ciudades  delincuentes 

De  donde  las  virtudes  van  huyendo 

Y  las  manos  torciéndose  dolientes ; 
El  orgullo  infernal  hallando  abrigo 
Lo  mismo  del  magnate  bajo  el  techo 
Que  dentro  del  tugurio  del  mendigo; 
El  odio  y  el  dolor  en  cada  pecho  : 
Sobre  las  cumbres  las  espesas  nieblas  ; 
La  inocencia  y  justicia  prostituidas, 

La  muerte,  espectro  ciego,  en  las  tinieblas 
Riendo  feroz  y  arrebatando  vidas  ; 
Aquí  las  soledades  abrasantes, 
Allá,  del  polo  los  eternos  hielos, 
Océanos  que  rebraman  espumantes 
Escupiendo  su  cólera  á  los  cielos; 

Y  todas  las  pasiones  enjendrando 
Todos  los  males,  todos  los  dolores; 
Las  grutas  n  las  fieras  abrigando, 


—  207  —  1 

Ocultando  ú  los  áspides  las  llores; 
Continentes  cubiertos  de  humo  y  ruido 
Donde  la  guerra  infame  centellea: 
Luto,  crimen  y  llantos  y  rujido 
Salvaje  del  furor  de  la  pelea; 
Pueblos  que  se  desgarran  palpitantes 
Del  odio  de  Salún,  de  rabia  y  celo, 
Sangrientos,  rencorosos,  blasfemantes... 

;  Y  todo  esto  es  un  astro  allá  en  el  cielo? 


-■^T»:-!- 


FELICIDAD 


r  (lamartink) 

F 

t. 


Como  es  blanca  la  pajina  ofrecida 
A  mis  versos  aquí  por  lu  amistad, 
Blanco  es  también  el  libro  de  tu  vida; 
Si  lo  pudiera  yo,  niña  querida, 
En  él  escribiría  :  Felicidad. 


VARIANTE 

Blanca  es  la  hoja 
Por  ti  ofrecida 
Aquí  á  los  versos 
De  la  amistad; 
Blanco  eslú  el  libro 
Aún  de  tu  vida... 
Si  lo  pudiese, 
Virjen  querida, 
En  él  pusiera  : 
Felicidad. 


•ff  "•"  "     ''•fittt'i'ii-  '  ■  '    ■       :  .->.■_■.*...  r  .--.^■-..- :;■.  .■..'■'.^ .,- íJüi-'-T^ .-, 


i... 


EN  LA  PATRIA 

(m.  iiartman) 


La  dulce  claridad  de  la  mañana 

Apareciendo  ya, 
En  la  (ierra  cubierta  de  rocío 

Veía  reflejar. 
Estaba  yo  sentado  do  una  casa 

En  el  modesto  umbral, 
Ei'a  aquella  la  casa  de  mi  madre, 

Aquel  era  mi  hogar. 
Las  ventanas  cerradas  y  las  puertas 

Me  puse  á  contemplar; 
y  corrían  por  mi  rostro  muchas  lágrimas, 

y  corrían  más  y  más. 
Estaba  yo  á  la  puerta  de  mi  casa 

Y  no  quería  llamar  ; 
No  quería  interrumpir  el  blando  sueno, 

El  sueño  matinal, 
De  aquellos  ojos,  cielo  de  los  míos, 

Que  tantas  veces  ¡  ay  ! 
Que  tantas  veces,  sólo  por  mi  causa 

Lloraron  sin  cesar. 
Dicen  que  el  sueño  tregua  de  las  penas 

Que  aílijen  al  mortal, 
Fuerza  da  al  corazón  para  que  pueda 

Más  penas  soportar; 
Que  el  dulce  sueño  que  mi  santa  madre 

Aún  disfrutando  está. 
Fuerza  la  dé  esta  vez  para  la  dicha 

De  verme  al  despertar ! 

12. 


.:;_i^t.,--h-.;a:>-..;.i-f._,j^  ...  ^j!'.¿,..,.^,.,^  Jj  tmiJttiiiriiBM'fliíAl  "rt  .      -   i'i  i  li  miÉIi  ilIriJl'"-'  _«- ■> 


;.77^'  <  ■.         ■      --.-  -.•-->■;-.-*-.,•'     .  ■■•VT'--  V.\ 


ÚU)  — 


V  lleno  el  cora7j'»n  de  una  ternura 

Uue  no  puedo  explicar, 
Con  los  ojos  mojados,  y  temblando 

liesaba  aquel  umbral. 
Porque  en  aquel  umbral  en  que  mi  labio 

Posaba  con  afán, 
El  polvo  de  las  plantas  de  mi  madre 

Aún  estaba  quizás. 
En  este  mismo  umbral  los  aüijidos 

Detiónensc  ;'i  buscar 
Para  sus  corazones,  esperanza, 

Para  sus  labios,  pan. 
j  Cuántas  veces  he  visto  de  mi  madre 

La  ardiente  caridad, 
La  dádiva  celeste  del  consuelo 

Á  su  óbolo  agregar-! 
¡  Oh!  si  me  ha  sido  grato,  de  la  vida 

En  la  lucha  mortal, 
Sufrir  por  los  que  sufren,  y  mi  llanto, 

A  los  que  lloran  dar  : 
Si  he  podido  llegar  al  sacrificio, 

Al  martirio  quizá. 
Por  los  que  sufren,  temblorosos  miembros 

Del  Cristo  celestial  : 
Yo  sé  á  quien  debo  por  haberlo  hecho 

Mi  gratitud  alzar ; 
Yo  sé  á  quien  debo  que  jamás  en  mi  alma 

Se  entibíela  piedad. 
Si  las  chispas  de  amor  que  hay  en  mi  pecho 

No  han  de  morir  jamás. 
Yo  se  de  que  alma  vienen  á  la  mía, 

Y  yo  sé  de  que  hogar. 


, -w  .-..«■?.  ..¿. —  ^  ^¿.::.^<L^.  ...■it^.  .^...'  ¿i'iii.ikijíiSTiiriÉitL'ájh.i  .'•■<i-ii¿)vV'i;ti  V; 


211  — 


Yo  canlo  á  la  mujer  santa  y  sencilla 

(Jiie  ignora  en  sii  bondad 
¡Cuánto  en  su  corazón  hay  do  sublime! 

¡  Cuáuto  de  celestial! 
Yo  canto  ;'i  la  mujer  que  se  llenara 

De  asombro  sin  igual, 
Si  llegara  ú  saber  que  sus  virtudes 

Ouiero  glorificar. 
Canto  ¿  mi  mismo  corazón,  mi  madre. 

El  ánjel  del  hogar; 
Y  tiembla  mi  alma  de  ternura,  y  siento 

Mis  lágrimas  rodar, 


-■^'^•'"'^-liriiilriÉfif*,--!'--^'-'"  ■"'^■■'^----"'-■-'■"''^'-•^'•'-•--^^ 


IFT^ft^T^!  'i  •  ^■r."   ,  ■'■ífJJm^J'.V^' 


SONABA 

(ueine). 


Soñaba  yo  :  mis  párpados  henchidos 

De  lágrimas  sentía; 
Soñé  que  estabas  en  la  tumba,  muerta, 

y  muerta  te  veía... 
Era  un  sueño  no  más,  pero  despierto 

Lloraba  todavía. 

Estaba  yo  soñando,  y  por  la  cara 

El  llanto  me  corría ; 
Soñé  que  te  arrancaba  de  mi  lado 

Alguno,  vida  mía... 
Era  un  sueño  no  más,  pero  despierto 

Lloraba  todavía. 

Soñaba  yo...  Me  ahogaban  los  sollozos, 

El  llanto  me  bebía... 
Estaba  yo  sonando  que  me  amabas, 

¡Soñando  que  eras  mía! 
Era  un  sueño  no  más,  no  más  un  sueño 
Y  lloro,  más  que  nunca,  todavía. 


-i  r-'  f  i, 


MALICIA 


liMlTAClüX    DE    VITORELLI 


Supe  que  al  primer  destello 
Oiie  lanza  al-miindo  la  aurora, 
Te  levantaste,  señora, 
Inquieta  de...  no  sé  qué. 

Supe  que  á  la  hora  terrible 
En  que  el  alto  sol  abrasa, 
Te  saliste  de  tu  casa 
Buscando...  yo  no  sé  qué. 

Supe  que  en  tu  faz  hermosa 
Echando  un  discreto  velo, 
To  fuiste  ú  mirar  el  cielo 
Allí...  donde  no  se  ve. 

Supe... 

—  Mas  ¿quieres  decirme 
Ouién  le  informó  de  ese  modo?... 
Malicia,  que  sabe  todo, 
Malicia,  que  todo  ve. 


....e,,..¿  -..._:  ^  .L,w.^ja.;^  «^j.^^..  A  -:■  ■(  .;,wa -,^  ■:¿^r,;.¿a.;.^¿..a:.S-i:,  ~  . 


•  AfP;'->!.'T"^«r' 


LAS  FURIAS 

(lessing^ 


—  <(  Mis  Furias  están  ya  viejas  y  torpes.  » 
Plulún  dijo  ;i  Mercurio,  mensajero 
Que  se  halla  de  los  Dioses  al  servicio. 
—  «  Necesito  cambiarlas  :  ve  á  la  tierra 

Y  búscame  tres  mozas 

Lozanas  y  capaces  del  oficio.  »  — 

Desde  luego  Mercurio,  dilijente, 
El  coturno  con  alas 
Como  pudo  calzóse  prontamente, 

Y  atravesando  las  etéreas  salas, 
Lijero  y  volador  como  ninguno 
Á  la  tierra  subi('>. 

La  diosa  Juno, 
Poco  tiempo  después,  á  su  doncella, 
Esto  es,  su  camarista,  Iris  la  bella. 
También  le  dijo  :  —  «  Mira  :  Citerea, 
Con  mengua  del  honor  de  las  mujeres, 
Se  jacta  de  que  ya  no  hay  en  el  mundo 
Ninguna  de  ellas  que  su  fiel  no  sea 

Y  que  culto  no  rinda  á  los  placeres. 

Para  burlarme  de  ella  y  del  Dios  ciego 
Baja  á  la  tierra  luego 
Ytraeme,  por  lo  menos,  tres  doncellas; 
Mas...  doncellas...  ¿entiendes? 
Enteramente  castas  todas  ellas.  » 


^Jk»,-   ..         .ftjífc---.  •      .:        ,...:./..'i.v»,. 


—  '2Vi  — 

Iris  partió  también.  Valle  y  montaña, 
Alcázar  y  cabana, 

Ciudad,  pueblo,  aldchucla  y  aun  ermita, 
Todo  lo  rejistró  la  pobrecita; 
Mas  jayl  que  todo  en  vano, 

Y  paso  ú  paso,  y  mano  sobre  mano, 
Gansada  y  triste  regresó  sólita. 

—  « ¡G(jmo!. . .  ¿es  posible?. . .  ¿sola?  —  gi-ilú Juno 
Mirándola  llegar,  con  faz  airada  — 

¡Oh  virtud!  ¡oh  pureza!...  ¿Conque  nada?  » 

Iris  le  dijo  :  «  Nada,  ¡qué  oportuno 
Hubiera  sido  el  viaje  más  temprano! 
Estuviera  cumplido 
¡  Üh  Diosa!  tu  mandato  soberano; 
Hubiérate  traído 
Lo  que  tú  me  pediste...  tres  doncellas. 

Las  encontré  en  verdad;  y  eran  de  aquellas 
Que  nunca  conocieron  un  amante, 
(Jue  jamás  le  pusieron, 
Jamás,  á  hombre  ninguno  buen  semblante; 
Ni  en  sus  glaciales  senos 
Consintieron  la  llama  devorante 
De  amorosa  pasión...  ni  mucho  menos. 
Tres  doncellas,  en  fin  (sin  que  esto  alarde 
Sea  de  mi  ojo  certero), 
Purísimas,  castísimas,  sin  pero, 
Como  tú  las  querías...  Mas  llegué  larde.  » 

—  «  ¿Cómo  tarde?  )) 

—  Mercurio  en  ese  instante 
Para  el  flero  Plulón  las  embargaba. 
—  «  ¡Eso  no  puede  ser!...  ¡Cuando  pensaba 
Vengar  yo  de  su  sexo  las  injurias!... 

Y  ¿para  qué  las  quiere?  » 

—  Para  Furias. 


■    :,...  .^    ■-    ^j.i;,,.,,  .I¿.  ,fi-|»YV).l->  .•/.:•  >V..fa».. 


JAMAS 

(CAMI'OAMOH)- 


¡Adiós,  mi  bien  I  Es  el  postrer  instante... 
Pero  seca  en  tu  pálido  semblante 
¡Ay!  ese  llanto  que  vertiendo  estás, 
Lejos  me  voy,  tristísimo  y  errante, 
Mas  no  te  olvida  el  corazón  jamás. 

—  ¿Jamás? 

¡Jamás,  mi  bien!  La  noche  de  la  ausencia 
Enlutará  mi  huérfana  existencia 

Y  tú  mi  corazón  no  alumbrarás; 
Kn  vez  de  tu  dulcísima  presencia 
Tu  bella  imajen  miraré  no  más. 

—  ¿No  más? 

¡No  más,  mi  bien!  Levanta  tu  cabeza, 
Déjame  ver  tu  pálida  belleza 
Aún  otra  vez...  la  postrimer  quizás. 
De  éste  tu  adiós  supremo  la  tristeza 
¡Ay!  ¿cómo  ingrato  olvidaré  jamás? 

—  ¿Jamás? 

¡Jamás,  mi  bien!  En  mi  alma,  donde  quiera, 
Hasta  el  instante  de  mi  luz  postrera, 
La  inolvidable,  la  única  serás... 

Y  tú  ¿me  llorarás  cuando  me  muera? 
¿En  mí  tan  sólo  pensarás  no  más? 

—  No  más. 


, 'Jt^sivl Jl I. ^^..jáiiUSkiíua'.i'^i'. ./..-. 'iL^ ^vxv^akA .^¡l^Iíl^ÍíJ:/^:^'. «v* '  -^  >-  ■  :      -'■■..■  -jr-r>¿,  ^. 


&,¿!fhJ^má3¿^fL;J 


—  217  — 

¡No  más,  mi  bien!  Del  querubín  el  canto 
Es  la  palabra  que  diciendo  estás... 
¡Adiós!...  un  beso...  ¡Beberé  tu  llanto! 
—  ¿Te  olvidarás  de  la  que  te  ama  tanto?... 
—  ¡Jamás,  mitad  del  corazón,  jamás! 


Pasionarias.  13 


iii«aiirrrn>'-'-'""'^-''>--  *-."■--'.■  -'-^-•"-■'"'•^-^■''•■^'faiitafiáíiifiiíiiii  .  --'- ^ ■^-¿^.■..■j.'^.. 


LA  ORACIÓN 

(flaubert). 


Por  la  mañana  en  el  desierto  inmenso 
Humeaba  el  arenal,  y  sus  vapores 
Se  alzaban  cual  las  nubes  del  incienso. 
Luego,  en  la  larde,  cuando  el  sol  moría 
De  Ocaso  entre  los  tibios  esplendores, 
De  oro  y  de  fuego  deslumbrantes  flores 
En  el  madero  de  la  cruz  ponía. 

Y  por  la  noche,  cuando  ya  la  oscura 
Majestad  de  la  sombra  acrecentaba 
El  solemne  pavor  de  la  llanura 

Y  de  estrellas  el  cielo  se  llenaba; 
Cuando  tan  sólo  se  escuchaba  incierto 
Es(3  rumor  apenas  percibido 

Que  parece  el  suspiro  del  desierto 

En  su  infinita  soledad  dormido; 

Entonces  á  mi  espíritu  perdido 

En  su  éxtasis  de  fe,  le  parecía 

Que  ese  vago  rumor,  que  la  honda  noche, 

Y  el  silencio,  los  seres,  y  las  cosas;... 
Naturaleza  toda  que  yacía 

En  tal  recojimiento, 

Mientras  oraba  sobre  el  polvo  frío 

De  mi  lóbrega  gruta,  se  Juntaban, 

Se  juntaban  á  mí  para  llevarte 

Mi  alma  y  mi  fe  con  mi  oración,  ¡Dios  mío!.. 


>.-JÍ  ■^-¡.J^^^J..L.i^~M.^,-X¿gl¿^,,i:i.>.^ 


—  219  — 

¿Y  ahora?...  Plegarias,  asunciones 
Del  alma  áDios,  extáticas  visiones 
Que  llenaban  de  júbilo  mi  pecho, 
Trasportes  del  espíritu  en  el  santo 
Fervor  de  la  oración...  ¿qué  os  habéis  hecho?. 


L¿^ ,...A:iki*áijár..Ma^.A/Ji-¿.;,>,..>.u^.-i  ■■,. ■jáig'Míiá-'-  •-'■"^•■■'-^^'^- ■-^■'¿^ 


LA  ESFIiNJE 

(jieine). 


Por  el  antiguo  bosque  del  encanto, 
Del  vago  ensueño  y  del  misterio  asilo, 
Caminaba  al  azar  y  sin  espanto. 

Su  blando  aroma  derramaba  el  tilo 
Y  de  inefable  paz  mi  alma  llenaba 
Del  alta  luna  el  esplendor  tranquilo. 

Profundo  era  el  silencio  que  reinaba  ; 
Pero  de  pronto  acarició  mi  oído 
La  música  de  una  ave  que  cantaba. 

Era  el  canoro  ruiseñor,  hundido 
En  la  blanda  espesura  de  las  hojas 
(Jue  cantaba,  volando,  junto  al  nido, 

Los  goces  del  amor  y  sus  congojas. 
Pero  aquel  su  volar  era  tan  triste 
Como  el  suspiro,  corazón,  que  arrojas 

Recordando  la  dicha  que  perdiste  ; 
Mientras  que  tan  alegre  era  el  lamento 
Cual  tu  esperanza  cuando  niño  fuiste. 

Así  es  que  al  escuchar  aquel  acento 
Tan  triste  y  tan  alegre  á  un  tiempo  mismo, 
Levantarse  sentí  en  mi  pensamiento, 


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—  221  — 

Como  del  vago  fondo  de  nn  abismo, 
Esperanzas,  recuerdos  y  tristezas 
Con  mis  viejos  ensueños  de  idealismo. 

Siguiendo  entre  las  bravas  asperezas 
Do  aquella  hermosa  selva,  vi  que  erguía 
Un  castillo,  sobre  áridas  malezas 

Su  vieja  torre  en  ruinas,  y  sombría. 
En  las  almenas  de  zarzal  cubiertas 
Ningún  viviente  ser  aparecía. 

Las  ventanas  cerradas  y  las  puertas 
Estaban,  y  silencio  pavoroso 
Reinaba  en  torno  de  las  cosas  muertas, 

Como  si  aquel  recinto  misterioso 
La  misma  muerte  hubiérase  escojido 
Para  el  horrible  hogar  de  su  reposo. 

Ni  una  voz,  ni  un  acento,  ni  un  jemido 
Era  aquello  la  ausencia  de  la  vida 
En  el  silencio  eterno  del  olvido. 


Del  castillo  á  la  puerta  derruida 
Y  en  granito  durísimo  tallada 
La  misteriosa  Esfinje  vi  tendida. 


Era  su  aspecto  horrible  á  la  mirada, 
Pero  atractivo  ;i  la  ánima  medrosa. 
Con  cuerpo  estaba  de  león  formada 

Y  rostro  y  seno  de  mujer  hermosa, 
De  mujer  hermosísima.  Brillaba 
Su  pupila  salvaje  y  voluptuosa 

Con  sensual  embriaguez,  y  desmayaba, 
Mientras  el  beso  del  placer  ardiente 
En  su  labio  de  piedra  palpitaba. 


-:^:.-/¿:.'üi^^:.:Ji¿^.^^-     : 


—  222  — 

Sintió  terror  el  ánima  tremente, 
Pero  al  par  que  terror  sintió  contento. 
Entonce  el  ruiseñor  cantó  impaciente 

Y  ya  no  pude  resistir...  Violento 
Á  la  Esíinje  di  un  beso,  y  mi  alma  loca 
Presa  quedó  de  aquel  encantamiento. 

Porque  vida  y  acción  cobró  la  roca, 
La  Esíinje  suspiró  con  embeleso, 

Y  con  sed  ardientísima  en  mi  boca, 

¡  Bebió  toda  la  llama  de  mi  beso  !.. . 

Y  yo  sentí  que  mi  postrer  instante 
Se  me  escapaba  entre  sus  brazos  preso. 

Pues  mientras  que  convulsa,  jadeante 
De  voluptuosidad  me  acariciaba. 
Mi  carne  estremecida  y  palpitante 

Con  sus  garras  de  fiera  destrozaba, 

Y  entre  horribles  dolores  y  delicias 
Sin  nombre  y  sin  igual,  me  aniquilaba. 

¡  Oh  de  la  muerte  vividas  primicias  ! 
¡  Oh  martirio  sin  fin,  oh  goce  eterno  ! 
¡  Oh  lágrimas  mezcladas  con  caricias! 

■  Qué  suspiro  tan  lúgubre  y  tan  tierno ! 
¡  Qué  éxtasis  de  placer  en  la  agonía! 
i  Qué  cielo  disfrutado  en  el  infierno! 

En  tanto  que  la  garra  me  rompía 
La  carne,  y  penetraba  hasta  mis  huesos, 
Yo  de  placer  y  de  dolor  moría 

Al  contacto  monstruoso  de  sus  besos... 
Y  cantó  el  ruiseñor  allá  en  la  oscura 
Soledad  de  los  árboles  espesos: 


L.:^^'^^  W  ..¿»>-^.:r.-.-L;- : Jj:^¿á¿^.-¿.t^-^x^V,^i-fe^ ,■; -    ^.¿,  ¿„ .|4nlÍlJrt     r ■ '  ■ 


—  223  — 

—  «  ¡Oh  secreto  del  cielo  y  de  natura ! 
¡  Oh  amor,  oh  bella  Esílnje  !  ;.  por  qué  enlazas 
En  tu  seno  el  placer  á  la  tortura  ? 

¿  Por  qué  con  garra  el  corazón  abrazas? 
¡  Oh  inexplicable  Amor,  Esíinje  hermosa! 
¿  Por  qué  cuando  acaricias  despedazas  ! 

¿  Cual  es,  di,  la  palabra  misteriosa 
Que  el  hondo  enigma  de  tu  ser  esconde  ? » 
Cesó  el  canto,  La  Esíinje  pavorosa 
En  piedra  convertida,  no  responde. 


■'I  nnJÉIMÉHilM  [  ii  II  |f-->^.»-¿-.i^t->?«.~  -!■-■''-■'■.  -.-■■■<■->-       iT  iWWÍ- r'iháfliMBií 


COMPOSICIONES  VARIAS 


AL  PIE  DE  JA  CRUZ 

A    MI    MADRE,    LA    SEÑ'OBA    DOÑA    llIONISIA    M.    DE    FLORES. 


Abrasa  el  sol  la  flor  en  la  llanura 

Y  la  palma  jentil  en  el  desierto  ; 

Y  tibia  el  agua  del  Jordán  oscura 
Rueda  á  la  soledad  del  Lago  Muerto. 

Ni  un  rumor  en  los  quietos  olivares, 
Ni  un  reptil  que  se  arrastre  por  la  senda ; 

Y  busca  el  agareno  en  sus  aduares 
La  tibia  sombra  de  la  móvil  tienda. 

No  períuman  la  brisa  los  aromas 
Que  exhala  el  cinamomo  y  el  aloe  ; 
Mudas  están  y  tristes  las  palomas 
Allá  en  los  terebintos  de  Siloe. 

Á  lo  lejos,  perdida  en  el  incierto 
Vapor  del  arenal  que  vibra  y  crece, 
Cual  inmóvil  fantasma  del  desierto 
La  ciudad  del  Profela  resplandece. 

Y  más  y  más  el  sol  su  luego  envía 
Á  la  hora  sofocante  de  la  siesta, 


■ . .    .  ...^ 


irfMIÉÉáttÉiStiÉiíÉUIIttieikUikla^dáiidl 


—  225  — 

Y  más  se  abrasan  al  calor  del  día 
Kl  campo,  la  ciudad  y  la  floresta. 


Mas  de  aquella  colina  allá  en  la  cumbre 
Se  levanta  confuso  vocerío, 

Y  se  ajila  feroce  muchedumbre 
Cual  las  olas  del  piélago  bravio. 

Es  un  pueblo  que  vil  y  obcecado 
Su  cobarde  furor  viene  escupiendo 
Á  un  hombre,  que,  desnudo,  desgarrado, 
Pendiente  de  una  cruz,  está  muriendo. 

Es  el  Gólgota  aUí.  Su  árida  cima 
Que  ya  tantos  patíbulos  ha  visto, 
Parece  con  horror  ver  á  Solima 
La  negra  cruz  al  soportar  de  Cristo. 

Hijo  del  hombre,  en  el  ingrato  mundo 
Do  reposar  no  tuvo  su  cabeza  ; 
Jimio  bajo  el  olivo,  moribundo, 

Y  el  cáliz  apuró  de  la  tristeza. 

Hoy  ceñido  de  bárbaros  abrojos, 
Desfigurado,  pálido,  temblando. 
De  lo  alto  de  la  cruz  torna  los  ojos 

Y  en  vano  /  tengo  sed !  está  clamando. 

¡  Sed,  el  que  da  la  lluvia  á  las  corolas 

Y  hace  vagar  las  nubes  en  el  viento ! 

¡  Sed  el  que  ajita  de  la  mar  las  olas 

Y  el  agua  dividi('>  del  firmamento  ! 

Y  sangre  nada  más  su  labio  moja  ; 
Levanta  al  cielo  su  mirar  sombrío, 

Y  clama  con  la  voz  de  la  congoja  ¡ 
Por  qué  me  abandonaste,  Padre  mío  ? 

13. 


—  220  — 

Y  va  ú  morir.  El  ánjel  de  la  muerte 
Se  acerca  ya  con  pavoroso  vuelo... 
Y  es  el  Increado,  el  Hacedor,  el  Fuerte, 
El  hijo  eterno  del  Señor  del  ciólo.     .     . 


* 


Y  en  torno  á  la  cruz,  rujiendo 
Estaba  el  pueblo  sin  fe; 

Iba  el  sol  palideciendo, 
El  Hijo  estaba  muriendo, 
La  Madre  llorando  al  pié. 

Era  madre,  y  en  su  frente, 
Gota  tras  gota  sentía 
Caer  la  sangre  caliente 
Del  Hijo  en  la  cruz  pendiente, 
(Jue  por  el  hombre  moría. 

Y  aquella  sangre  caída 
Las  entrañas  abrasaba 
De  Madre  tan  allijida, 
Que  de  dolores  transida 
Juntas  las  manos  alzaba. 

Y  ora  cuíil  dardo  acerado 
En  su  corazón  clavado 
Aquel  dolor  sin  segundo..*. 

¡  El  Hijo  crucificado, 

La  Madre  sola  en  el  mundo  ! 


Pálida  virjen  María, 
Madre  mártir  de  Jesús 


^.L.:/-  .  i|i|ti¡atail¿ii  I     I  ••|t~-^^---'-— ^-•-^-•-■-  i-'iiiiii'iaivir^  '••■•"'--^•*°"-^'-''-"  ^■rthiiiiliV'i'liriil* 


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i 


227  — 


Y  madre  también  ¡  ay  !  mía, 
¿  Cómo  contar  tu  agonía 
Llorando  al  pió  de  la  cruz  ? 


¿Tú  llorando,  Virjen  bella, 
Cuando  ha  besado  tu  huella 
El  ánjel  que  dijo  «  Eres, 
»  Bendita  entre  las  mujeres, 
»  ¡  Oh  purísima  doncella  !  » 

Cuando  ha  llevado  tu  seno 
A  Aquel,  de  quien  es  el  día 
Súlo  un  reflejo,  que  envía 
De  su  semblante  sereno 
Sobre  la  tierra  sombría : 

¿  Cuando  ceñirán  tu  frente 
Los  luceros  diamantinos, 
Cuando  el  querub  esplendente 
Se  inclinará  reverente 
Ante  tus  ojos  divinos  ?... 

¿  Cuando  la  tierra  que  habitas, 

Y  éstas  las  razas  precitas 
Por  las  que  el  Hijo  se  inmola 
De  tus  lágrimas  benditas 

No  valen  ¡  ay  !  una  sola?... 

¿Tú  llorando  en  tanto  duelo 
(]úmo  en  el  mundo  no  hay  dos; 

Y  no  hay  para  ti  consuelo, 

Y  eres  la  Reina  del  cielo, 

Y  eres  la  Madre  de  Dios?.     .     . 


Se  iba  el  sol  oscureciendo  ; 
Y  en  torno  á  la  cruz,  rujiendo 


ÍtfilÍÉÍllirrtl>iiilrr  iríiiii'ii¿a'i--i'ÉÍI  r-'-  ■■^•^-  " -''-"  ^■--■'•''^■- ■'-'-^^''^■•"■^■^'''■'"''^""^^MÉfciir  .t  "^'f' iti  ^  . 


'T>v>r.; 


—  228  — 

Seguía  el  pueblo  sin  fe  : 
Jesús  estaba  muriendo, 
La  Madre  llorando  al  pié. 

Jemían  en  las  heredades 
Las  tórtolas  quejumbrosas, 

Y  roncas  las  tempestades 
Resonaban  pavorosas 

En  las  negras  soledades. 

Las  tinieblas  se  palpaban, 
Mujían  los  mares  airados, 
Los  cielos  abandonaban 
Los  ánjeles,  y  lloraban 
En  torno  ú  la  cruz  cercados. 

Y  las  tinieblas  surcaron 
Lívidos  rayos  inciertos, 

Y  las  piedras  se  chocaron, 

Y  de  sus  tumbas  alzaron 
Su  atónita  faz  los  muertos. 

Y  las  lejiones  de  ánjeles  dolientes 
(Jue  rodeaban  el  Gólgota  temblaron  ; 
Y  sollozando,  sus  divinas  frentes 
Con  sus  alas  velaron. 

Envuelto  en  la  tiniebla  centellante 
El  eterno,  severo  y  solitario, 
Su  mirada  terrible  en  ese  instante 
Apartó  del  Calvario. 

Entonces  ¡En  tus  manos  me  encomiendo ! 
Con  grande  voz  el  Redentor  jimio  ; 
Vibró  su  espada  el  querubín  tremendo... 

;  Todo  se  consumó  ' 


'  iiMifcÉimM>ÉÍ'itJaÉiáiÉ^^ÉÉítaiMáMaiiiaiÉiia'Bíiitrii' II I > i   I 


LA  CRUZ 


A    TIRSO    11.     CüHDODA. 


Hace  diez  y  ocho  siglos,  humillado 
Y  Heno  el  mundo  de  terror  veía 
Como  Roma  triunfal  le  conducía 
Al  rudo  carro  de  su  gloria  atado. 

Hace  diez  y  ocho  siglos  ignorado 
Del  mundo  que  su  fe  no  conocía, 
Un  hombre  en  el  patíbulo  moría 
Gomo  vil  criminal  crucificado. 

Diez  y  ocho  siglos  ha...  Tras  gloria  tanta 
Besó  Roma  imperial  el  polvo  inmundo 
Del  bárbaro  feroz  bajo  la  planta  ; 

Mientras  la  cruz  del  Cristo  moribundo 
Entre  el  cielo  y  la  tierra  se  levanta 
Sobre  el  inmenso  pedestal  del  mundo. 


MAl^ETí  DOT.OROSA 


l>  I,  r  G  A  I!  I  A 


A    MI   llIíRMANA   MARINA 


Virjen  del  infortunio,  doliente  iMadre  mía, 
En  busca  de  consuelo  me  postro  ante  tu  altar. 
Mi  espíritu  está  triste,  mi  vida  está  sombría, 
Pasaron  sobre  mi  alma  las  olas  del  pesar. 

Estoy  en  desamparo,  no  tengo  quien  me  acoja  ; 
Hay  horas  en  mi  vida  de  bárbara  aflicción, 

Y  solo...  siempre  solo,  no  tengo  quien  recoja 
Las  lágrimas  secretas  que  llora  el  corazón. 

Es  cierto  que  del  mundo  en  la  corriente  impura 
Cayeron  deshojadas  las  rosas  de  mi  fe. 
Que  en  pos  de  mis  fantasmas  de  juvenil  locura 
Corriendo  delirante,  Señora,  te  olvidé. 

Qué  me  cegó  el  orgullo  satánico  del  hombre, 

Y  en  mi  ánima  turbada  la  duda  penetró; 

Y  se  olvidó  mi  labio  de  pronunciar  tu  nombre, 

Y  de  mi  mente  loca  tu  imajen  se  -borró. 

Es  cierto...  ¡pero  escucha!...  üeniño  te  adoraba, 
Al  pié  de  tus  altares  mi  madre  me  llevó... 
Llorando,  arrodillada,  la  historia  me  contaba 
Del  Gólgota  tremendo  cuando  Jesús  murió. 

Y  vi  sobre  tu  rostro  la  angustia  y  el  quebranto, 
Caía  sobre  tu  frente  la  sombra  de  una  cruz. 


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-  -  .i-.    .,  ^.y  ■:.  iiiiaiiiiÉÍiiiiÍriiiifMii  iT~rti"n-lritftilnii 


—  231  — 

Tus  lágrimas  rodaban  y  negro  era  lu  manto... 
Todo  de  un  cirio  pálido  á  la  siniestra  luz. 

Entonces  era  niño,  no  comprendí  tu  duelo; 
Pero  le  amé,  Señora,  ¡  tú  sabes  que  le  amé  1 
Que  dulce,  inmaculado,  alzábase  hasta  el  cielo 
El  infantil  acento  de  mi  sencilla  fe. 

Por  esa  fe  de  niño,  por  el  ardiente  ruego 
Que  al  lado  de  mi  madre  con  ella  repelí, 
¡Virjen,  del  infortunio,  cuando  á  tus  plantas  llego, 
Virjen  del  infortunio,  apiádate  de  mí! 

Tú  miras.  Reina  augusta,  la  senda  que  cruzamos  : 
Con  llanto  la  regaron  jeneracioncs  cien 
Á  nuestra  vez  nosotros  con  llanto  la  regamos, 

Y  lasque  vienen  luego  la  regarán  también. 

Á  nuestro  paso  vamos  dejando  en  sus  abrojos 
Pedazos  palpitantes  del  roto  corazón  ; 

Y  andamos...  y  andamos.,  .y no  hallan  nuestros  ojos 
Ni  tregua  á  la  jornada,  ni  tregua  á  la  allicción. 

Mas  tú  eres  la  esperanza,  la  luz  y  el  consuelo, 
Tus  ojos  levantados  suplican  al  Señor, 
Tus  manos  están  juntas  en  dirección  al  ciclo... 
Tú  ruegas  por  nosotros,  ¡  oii  Madre  del  dolor ! 

En  busca  de  consuelo  yo  vengo  á  tus  altares 
Con  alma  entristecida  y  amargo  corazón  ; 

Y  pongo  ante  tus  ojos,  Señora,  mis  pesares, 

Y  en  lágrimas  se  baña  la  voz  de  mi  oración. 

No  mires  que  olvidando  lu  imajen  y  tu  nombre 
Al  viento  de  este  mundo  mis  creencias  arrojé. 
Acuérdate  del  niño  y  olvídate  del  hombre... 
Mi  frente  está  en  el  polvo...  perdóname...  pequé... 


í',hifí«rMfÍM-^'-^'   ■"■   ■^.--^'■"'i^-^-^-'i-'^^^'a.^i**^'..^ 


—  :>32  — 

¡  Oh !  por  mi  fe  de  niño,  por  el  ferviente  ruego 
Que  al  lado  de  mi  madre  con  ella  repelí, 
Virjen  de  los  Dolores,  cuando  ú  tus  plantas  llego. 
Virjen  délos  Dolores,  ¡  apiádate  de  mí! 


<Éi— ¿ÉirfirtiliÜl^üri  iMi    'ii I      -■     -'--i^-— I-" -'■•■■'■  -■   ■  ».  ^j.¿:L,.,¿:.^.j...iig4iLy. 


i¿tt..^í,.i,^!ie.Jlii.-- 


EVA 

Á  HOSARIO   DE  LA    IMÍÑA. 


Era  la  sexta  aurora.  Todavía 
El  ámbito  profundo 
Del  éter,  oX  Fíat- lux  estremecía; 
Era  el  sereno  despertar  del  mundo 
Del  tiempo  en  la  niñez. 

Amanecía, 

Y  del  Criador  la  mano  soberana 
Ceñía  con  gasas  de  topacio  y  rosa, 
Como  la  casta  frente  de  una  esposa. 
La  frente  virjinal  de  la  mañana. 

Rodaban  en  la  atmósfera  lijera 
La  olas  de  oro  de  la  luz  primera, 

Y  levantando  púdica  su  velo 
Primaverajentil,  rica  de  galas, 

Iba  en  los  campos  vírjenes  del  suelo 
Regando  flores  al  batir  sus  alas. 

El  monte  azul,  su  cumbre  de  granito 
Dpjando  acariciar  por  los  celajes 
Dispersos  en  el  éter  infinito, 
En  campos  desplegaba  de  esmeralda 
La  exuberante  falda 
De  sus  bosques  tranquilos  y  salvajes. 
X  cortinas  de  móviles  follajes, 
Cascada  de  verdura 


II''    ir  i'1[    ■       •■  "    ir       -I      ■       -      -•-•''•■-'-■-     I--  I    i^f     '   y.,Sitf'jMWj||||^¿.jf-.>»-.'..>:-.;i.     ■ 


—  234  — 

Cayendo  en  los  barrancos, 
Daban  sombra  y  frescura 
Á  grutas  que  fragantes  tapizaban 
Rosas  purpúreas  y  jazmines  blancos. 

El  denso  bosque  presintiendo  el  día 
Poblaba  su  arboleda  de  rumores, 
El  agua  alegre  y  juguetona  huía 
Entre  cañas  y  juncos  tembladores. 
El  ánjel  de  la  niebla  sacudía 
Las  gotas  de  sus  alas  en  las  llores, 

Y  flotaba  la  Aurora  en  el  espacio 
Envuelta  en  sus  cendales  de  topacio. 

Era  la  hora  nupcial.  Dormía  la  tierra 
Como  una  virjen  bajo  el  casto  velo, 

Y  el  rejio  sol  al  sorprenderla  amante 
Para  besarla,  iluminaba  el  cielo. 

Era  la  hora  nupcial.  Todas  las  olas 
De  los  ríos,  de  las  fuentes  y  los  mares 
En  un  coro  inefable  preludiaban 
Un  ritmo  del  Cantar  de  los  Cantares. 
El  incienso  sagrado  del  perfume 
Exhalado  de  todas  las  corolas, 
Flotaba  derramado  en  los  céfiros 
Que  al  rumor  de  sus  alas  ensayaban 
Un  concierto  de  besos  y  suspiros  ; 

Y  cuantas  aves  de  canoro  acento 
Se  pierden  en  las  diáfanas  rejiones, 
Inundaban  de  músicas  el  viento 
Desatando  el  raudal  de  sus  canciones. 

Era  la  hora  nupcial.  Naturaleza, 
De  salir  del  caos  aún  deslumbrada, 
Ebria  de  juventud  y  de  belleza, 
Virjinal  y  sagrada. 


■■■  ^ >c.:.ui.L^^.....ai«i¿£Li-^...V «I.- .^^  1. ■^- ...^ ...-.^^Wflp -y-.-' iTiiiii;-,- i^-'-Jí-^-l~:^J^^j¿-.  ■  "'■^^irriif i  iiÉiflih 


—  235  — 

Velándose  en  misterio  y  poesía, 
Sobre  el  tálamo  en  rosas  de  la  tierra 
Al  Hombre  se  ofrecía. 

¡El  Hombre!...  Allá  en  el  fondo 
Más  secreto  del  bosque,  do  la  sombra 
Era  más  tibia  del  jentil  palmero, 

Y  más  mullida  la  musgosa  alfombra 

Y  mas  rico  y  fragante  el  limonero; 
Donde  más  lindas  se  tupían  las  (lores 

Y  llevaba  la  brisa  más  aromas, 
La  fuente  más  rumores, 

Y  trinaban  mejor  los  ruiseñores, 

Y  lloraban  más  dulce  las  palomas; 
Do  más  bellos  tendía 

Sus  velos  el  crepúsculo  indeciso. 
Allí  el  Hombre  dormía, 
Aquel  era  su  hogar,  el  Paraíso. 

El  mundo  inmaculado 
Se  mostraba  al  nacer  grande  y  sereno ; 
Dios  miraba  lo  criado 

Y  veía  que  era  bueno. 

Bañado  en  esplendor,  lleno  de  aurora, 
De  aquel  instante  en  la  sagrada  calma 
Á  la  sombra  dormido  de  la  palma, 

Y  del  césped  florido  en  el  regazo 
Estaba  Adán,  la  varonil  cabeza 
En  el  robusto  brazo, 

Y  esparcida  á  la  brisa  juguetona 
La  melena  jentil ;  pero  la  altiva 
Frente  predestinada  á  la  corona. 
La  noble  faz  augusta  de  belleza 
En  medio  de  su  sueño,  revolaban 
Severa  y  melancólica  tristeza. 

El  aura  matinal  en  blando  jiro 


'-.  ..,¿£^-.»L..',-. ''       f   'lY''     n«'V    fu  'lil'fe '>Vri'i  t'lÉf"'-^'    '-'^' -^   -     ->.^^¿ie. 


—  236  — 

Su  frente  acariciaba,  y  suavemente 

Su  pecho  respiraba 

Pero  algo  como  el  soplo  de  un  suspiro 

Por  su  labio  entreabierto  resbalaba. 

¿Sufría?...  En  aquel  retiro 

Sólo  el  Criador  con  el  dormido  estaba. 

Era  el  hombre  primer,  era  el  momento 
Primero  de  su  vida,  y  ya  su  labio 
Bosquejaba  la  voz  del  sufrimiento. 
La  inmensa  vida  palpitaba  en  torno, 
Pero  él  estaba  solo.  El  aislamiento 
Trasformaba  en  proscrito  al  soberano... 
Entonces  el  Criador  tendió  su  mano 
Y  el  costado  de  Adán  tocó  un  instante. 


Suave,  indecisa,  sideral,  ílolanle, 
Como  el  leve  vapor  de  las  espumas. 
Cual  blanco  rayo  de  la  luna,  errante 
Enun  jinJn  de  tenebrosas  brumas, 
Emanación  castísima  y  serena. 
Del  cáliz  virjinalde  la  azucena. 
Perla  viviente  de  la  aurora  hermosa. 
Ampo  de  luz  del  venidero  día 
Condensado  en  la  forma  voluptuosa 
De  un  nuevo  ser  que  vida  recibía, 
Una  blanca  figura  luminosa 
Alzóse  junto  á  Adán...  Adán  dormía. 

¡La  primera  mujer!  Fúljido  cielo 
Que  bañó  con  su  lumbre 
La  mañana  primer  de  las  mañanas, 
¿Viste  luego  en  la  vasta  muchedumbre 
De  las  hijas  humanas 
Alguna  más  jentil,  más  hechiceía, 
Más  ideal  que  la  mujer  primera  ? 


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I 


—  237  — 

La  misma  mano  que  vistió  la  tierra 
De  azules  horizontes, 
Los  campos  de  esmeralda, 

Y  de  nieve  la  cumbre  de  los  montes 

Y  de  verde  oscurísimo  su  falda  ; 

La  que  en  las  olas  de  la  mar  sombría 
Alza  penachos  de  brillante  espuma, 

Y  corona  de  arco-iris  y  de  bruma 
La  catarata  rápida  y  bravia ; 

La  que  tiñe  con  májicos  colores 
Las  plumas  de  las  aves  y  las  flores: 
La  que  tan  bellos  pinta  esos  celajes 
De  oro  y  ópalo  y  púrpura  que  forman 
Del  cielo  de  la  tarde  los  paisajes ; 
La  que  cuelga  en  el  éter  cristalino 
El  globo  opaco  de  la  luna  fría 

Y  en  el  zenit  espléndido  levanta 
La  corona  del  sol  que  lanza  el  día; 
La  que  al  tender  el  trasparente  velo 
Del  ancho  firmamento,  como  rastros 
De  sus  dedos  de  luz  dejó  en  el  cielo 
El  polvo  fulgoroso  de  los  astros; 

La  mano  que  la  gran  naturaleza 
Pródiga  vierte  perennal  hechizo, 
La  del  Eterno  Dios  de  la  belleza, 
¡  Oh  primera  mujer...  esa  te  hizo  1 

La  dulce  palidez  de  la  azucena 
Que  se  abre  con  la  aurora 

Y  el  casto  rayo  de  la  luna  llena. 
Dejaron  en  su  faz  encantadora 

La  pureza  y  la  luz.  Los  frescos  labios 
Gomo  la  rosa  purpurina,  rojos, 
Esa  mirada  en  que  fulgura  el  alma 
En  los  rasgados  y  brillantes  ojos, 

Y  por  el  albo  cuello, 
Voluptuoso  crespón  de  sus  hechizos, 


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—  238  — 

La  opulenta  cascada  del  cabello 
Cayendo  en  olas  de  flotantes  rizos. 

Su  casta  desnudez  iluminaba, 
Su  labio  sonreía, 
Su  aliento  perfumaba 
Y  el  mirar  de  sus  ojos  encendía 
Una  inefable  luz  que  se  mezclaba 
Del  albor  al  crepúsculo  indeciso... 
Eva  era  el  alma  en  flor  del  Paraíso. 

Y  de  ella  en  derredor,  rica  la  vida 
Se  ajitaba  dichosa ; 
Naturaleza  toda  palpitante, 
Como  á  la  virjen  trémula  el  amante 
La  envolvía  cariñosa. 
Las  brisas  y  las  hojas  le  cantaban 
La  canción  del  susurro  melodioso 
Al  compás  de  las  fuentes  que  rodaban 
Su  raudal  cristalino  y  sonoroso  ; 
En  torno  cefirillos  voladores 
Su  cabello  empapaban  con  aromas, 
Suspiraban  pasando  los  rumores 

Y  trinaban  mejor  los  ruiseñores 

Y  lloraban  más  dulce  las  palomas; 
En  tanto  que  las  rosas  extasiadas, 
Húmedas  ya  con  el  celeste  riego, 
Temblando  de  cariño  ásu  presencia 
Su  pié  bañaban  de  fragante  esencia 

Y  se  inclinaban  á  besarle  luego. 

Iba  á  salir  el  sol ,  amanecía, 

Y  á  la  plácida  sombra  del  palmero 
Tranquilo  Adán  dormía ; 

Su  frente  majestuosa  acariciaba 
El  ala  de  la  brisa  que  pasaba 

Y  su  labio  entreabierto  sonreía. 


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—  239  —     . 

Eva  le  contemplaba 
Sobre  el  inquieto  corazón  las  manos, 
Húmedos  y  cargados  de  ternura 
Los  ya  lánguidos  ojos  soberanos; 
Y  poco  á  poco,  trémula,  ajitada, 
Sintiendo  dentro  el  seno,  comprirnido 
Del  corazón  el  férvido  latido. 
Sintiendo  que  potente,  irresistible. 
Algo  inefable  que  en  su  ser  había 
Sóbrelos  labios  del  jentil  dormido 
Los  suyos  atraía. 
Inclinóse  sobre  él... 

Y  de  improviso 
Se  oyó  el  ruido  de  un  beso  palpitante, 
Se  estremeció  de  amor  el  Paraíso... 

;  Y  alzó  su  frente  el  sol  en  ese  instante ! 


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•Í^IVI^- 


A  LOS  QUE  ESTUDIAN 


¡  Atrás  quedad,  los  viejos  horizontes 
Que  en  círculo  mezquino 
Cercáis  la  intelijencia 
Y  sublime  volar  del  pensamiento ! 
¡Atrás  quedad!  El  campo  de  la  ciencia 
Tiene  la  inmensidad  del  firmamento. 


El  espíritu  es  luz.  ¡Dejad  que  brille 
Disipando  la  sombra  que  rodea 
Á  la  sacra  Verdad!  ¡Dejad  que  vuele 
En  su  ala  de  relámpago  la  idea ! 

¿Quién  encadena  á  estúpido  sosiego, 
Á  lánguido  desmayo 
Las  águilas  del  trópico,  que  tienen 
Para  mirar  el  sol  ojos  de  fuego 

Y  alas  que  cruzan  la  rejión  del  rayo?... 

¡  Y  es  águila  del  alma  el  pensamiento 
Que  el  sol  de  la  verdad  busca  anhelante, 

Y  que  quiere  en  sus  jiros  vagabundos, 
Chispa  de  Dios  flamíjera  y  errante, 
Perderse  en  lo  infinito  de  los  mundos! 

¿Á  dónde  llegará? 

Naturaleza 
Es  un  libro  sellado  de  misterio 
Cuyas  profundas  pajinas  empieza 
El  hombre  á  deletrear.  De  su  camino 


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—  VA  — 

En  el  rápido  paso 

Cada  jeneración  descifra  apenas 

Algunas  letras,  de  misterio  llenas,  '  "^- 

Y  se  hunde  de  la  tumba  en  el  Ocaso. 

Mas  la  conquista  de  la  edad  que  muere 
Es  el  tesoro  de  la  edad  que  nace. 
No  es  la  ciencia  relámpago  que  hiere 
Un  instante  la  vista  y  se  deshace; 
Sino  el  astro  inmortal,  la  estrella  fija 
Que  en  la  serena  frente  de  los  siglos 
Inapagable  encienden 
Mil  ráfagas  de  luz  que  se  condensan. 
Ráfagas  que  alumbrando  se  desprenden 
De  los  grandes  espíritus  que  piensan. 

¡  La  gloria  allí!  Constelación  fuljente 
Oue  deja  en  su  trascurso  fujitivo 
De  cada  edad  el  ama  intelijente, 
Única  aureola  con  que  puede  altivo 
Un  siglo  ilustre  coronar  su  frente. 


Tras  esa  aureola  camináis,  hermanos ; 
Vosotros,  los  cerebros  en  que  bulle 
Mariposa  de  luz  la  fantasía. 
Ansiosa  de  tender  sus  alas  de  oro 
En  campos  inundados  por  el  día. 
Vosotros,  operarios  impacientes 
Que  secáis  á  la  hoguera  del  estudio 
El  frescor  juvenil  de  vuestras  frentes: 
Obreros  del  saber,  cuya  faena 
Comienza  con  la  aurora, 
Sembradores  ahora 
Del  jeneroso  grano  de  la  ciencia. 
Segadores  mañana 
De  los  frutos  del  alma  intelijencia. 

Pasionarias.  14 


--«^?Av¿-LJa'-^^T-^--^^-"  ''■^-  iil 'BTililBÉriÉaMiMliílif" 


—  242  — 

Sois  nuestra  juventud,  arca  sagrada 
Do  con  amor  guardamos 
La  fe  del  Porvenir  idolatrada. 
Sois  en  este  momento 
La  mano  que  entreteje,  siderales, 
De  la  Patria  á  los  lauros  inmortales 
Las  flores  luminosas  del  talento. 
Sois  el  alma  dormida  en  el  regazo 
De  la  casta  ilusión,  nido  de  flores, 
Soñando  en  el  abrazo 
De  la  virjen  ideal  de  los  amores. 
Sois  el  ardiente  corazón  mecido 
Del  ensueño  en  la  nube  transitoria ; 
¡  Sed  también  el  espíritu  encendido 
En  la  ambición  sublime  de  la  gloria ! 

¡  Alentad  nuestra  fe !  ¡  Rasgad  el  velo 
Que  el  horizonte  patrio  descolora; 
Alzad  en  el  oriente  de  su  cielo 
Vuestra  frente  de  aurora ! 

Y  no  sintáis  vuestros  felices  días 
Del  fatigoso  estudio 
Ir  consumiendo  en  la  vijilia  quieta... 
Acaso  valen  más  vuestros  desvelos 
Que  los  sueños  febriles  del  poeta. 

Los  sueños  del  poeta  son  estrellas 
De  tan  remoto  cielo,  que  se  apagan 
Apenas  cuando  nacen ; 
Efímeras  centellas 
Que  de  la  vida  entre  la  niebla  vagan 
Y  que  al  soplo  del  mundo  se  deshacen. 

¡No  desmayéis!  Sus  pajinas  benditas 
Os  abre  la  Creación  :  buscad  en  ellas 
La  luz  de  la  Verdad.  Están  escritas 


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—  243  — 

En  el  oro  inmortal  de  las  estrellas. 
Del  volcán  en  las  lavas  seculares, 
En  el  pórfido  oculto  de  la  roca, 
En  el  abismo  ignoto  de  los  mares, 
üel  vapor  comprimido  en  la  potencia, 
En  la  centella  eléctrica  del  rayo, 

Y  en  el  cáliz  de  esencia 

De  las  flores  purísimas  de  mayo! 

No  descanséis  en  la  obra  del  creyente, 
En  buscar  como  el  pan  de  cada  día 
El  pan  de  la  verdad  á  vuestra  mente. 
Ola  es  la  vida  que  á  perderse  corre 
Del  sepulcro  en  la  bruma, 
El  paso  por  el  mundo  es  una  oleada, 

Y  los  goces  del  mundo  son  espuma. 
Que  sea  vuestro  vivir  linfa  serena 
Que  el  campo  del  estudio  fertilice. 
Que  haga  brotar  el  fruto  de  la  ciencia 
La  paz  en  el  hogar  de  la  conciencia 

Y  fama  que  después  inmortalice. 

Sois  la  esperanza  en  flor  de  nuestra  gloria. 
El  mañana  feliz  que  ambicionamos; 
Dejadnos  por  memoria 
Flores  de  ciencia  que  ceñir  podamos 
Á  la  serena  frente  de  la  Historia. 
Obreros  del  saber,  ¡prended  la  ciencia 
Gomo  un  ala  de  luz  al  pensamiento, 

Y  con  ella  lanzad  la  intelijencia 
Á  iluminar  el  mundo 

Y  titán  á  escalar  el  Armamento! 

¡Hijos  del  porvenir,  dejad  que  vuele 
En  su  ala  de  relámpago  la  idea 

Y  á  su  excelso  fulgor  iluminaos! 

¡Reine  la  Ciencia!  ¡Que  el  Progreso  sea!... 
¡Y  al  hacerse  la  luz,  rasgúese  el  caos ! 


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LA  DIVA  ANJELA 


Ánjela  ,  te  escuché.  El  alma  mía 
De  arrobamiento  presa, 
Al  beso  de  tu  voz  se  estremecía 
Gomo  al  beso  del  céfiro  la  hoja, 
Como  la  cuerda  que  vibrando  arroja 
Al  viento  su  armonía. 

¡Ánjela,  te  escuché!  Sobre  mi   frente 
Se  abrió...  no  sé  qué  cielo; 
Cruzaron  el  ambiente 
Rumores  de  alas  en  lijero  vuelo ; 

Y  cual  chispa  que  arrastra  el  torbellino, 
Me  arrebataste  en  el  raudal  sonoro, 

En  el  ritmo  divino 

De  la  cascada  de  tus  notas  de  oro. 

¿Á  dónde  mi  alma  fué?  —  Flotó  dormida 
Del  ensueño  magnífico  en  la  nube. 
Dejó  la  triste  playa  de  la  vida, 

Y  en  vaga  lontananza 

Sonrió  á  la  dicha,  y  reposó  en  el  seno 
Del  únjel  inmortal  de  la  esperanza. 

Después...  vinieron  en  tropel  confuso 
Memorias  vagas  de  lejanos  días. 
Del  corazón  las  deshojadas  rosas. 
El  coro  de  las  almas  cariñosas 
Que  en  otro  tiempo  apellidaba  mías. 


itirJtifaiiÉiiiii  ir-  •  ■  ] ,-■-  '''"-^■''^-  '''''-^^"■^■'''  '"  •■  "-■-■'■'^'-•i»¿-^>-*»^''----"---<^--^-'--'^ 


—  24o  — 

Tal  vez  sentí  sobre  mi  frente  triste 
El  beso  venerando 
De  un  padre  que  no  existe  ; 
Tal  vez  sentí  por  mi  mejilla  ardiente 
El  tibio  llanto  de  mi  madre  ausente, 
¡Madre  del  ama  que  dejé  llorando!.. 

Quizá  cuando  sonaba 
Tu  nota  lastimera, 
Pálida  ante  mi  espíritu  pasaba, 
Ánjel  caído,  mi  ilusión  primera. 
La  primera  mujer,  Eva  nacida 
Del  alma  virjinal  entre  las  flores 
En  la  casta  alborada  de  la  vida. 
La  mujer  de  mi  amor  y  mis  dolores 
Por  siempre  amada  y  para  siempre  ida. 

El  mundo  todo  dolorido  y  vago 
De  sombras  melancólicas  y  amantes 
Que  en  la  memoria  ilota; 
Los  pálidos  semblantes 
Que  á  verme  vienen,  cuando  triste  y  solo, 
Árido  llanto  el  corazón  me  brota; 
Todos  los  ecos  del  pasado,  tristes, 
En  la  memoria  de  mi  amor  dormidos, 
Rumores  de  suspiros  y  de  besos, 
Ayes  de  adiós,  dol  ama  desprendidos, 
Y  que  quedaron  en  el  alma  impresos... 

Todo  al  influjo  de  tu  voz,  señora, 
Súbito  despertó... 

El  alma  mía 
Vivió  siquier  un  hora 
La  vida  de  mis  sueños : 
Sentimiento,  idealismo,  poesía. 


i4. 


J>iifa-¿;r>ajt¿-x  -■^~---^*:^'--¡^':'^\á'^t¡iiri'Ér-ñt^iÉk¡    .  .      ¿fi  n  É'tltihá jáÍlfcÉ¿i¿ifH 


r  =^"-^í 


■T^ 


—  24G  — 

Suena  lii  voz...  las  frentes  palidecen, 
Algo  inefable  el  corazón  oprime, 
Y  con  un  llanto  de  emoción  sublime 
Los  ojos  que  te  miran,  se  humedecen. 
Tu  voz  es  el  ruido, 
El  trémulo  susurro  melodioso 
Del  céfiro  perdido 

De  árbol  en  árbol  en  el  bosque  hojoso. 
Es  la  música  errante  en  las  espumas 
Del  arroyo  que  plácido  resbala; 
El  trino  alegre  que  batiendo  el  ala 
Lanzan  las  aves,  al  huir  las  brumas. 
Tu  voz  es  la  delicia 
Del  corazón  que  siente  como  el  mío, 
Tan  blanda  como  el  soplo  que  acaricia 
Los  pálidos  nenúfares  del  río. 
Es  vibración  que  Ilota 
Del  arpa  de  oro  del  querub  nacida, 
Incomparable  nota 
Del  alma  soñadora  desprendida. 
Es  la  estrofa  divina  que,  soñando, 
Acaso  un  únjel  á  tu  oído  canta, 
Y  que  al  mundo  repites,  despertando 
Con  músicas  del  cielo  en  la  garganta. 

Bandada  de  arjentinas  vibraciones, 
Aves  celestes  por  el  mundo  errantes, 
Tus  májicas  canciones 
Caen  en  los  corazones 
Gomo  chorro  de  perlas  y  diamantes. 

Tu  voz  es  poesía 
Del  alma  en  la  embriaguez  de  la  ternura. 
Torrente  de  dulzura, 
Cascada  de  armonía, 
inspiración  felice  de  poeta, 


■tlr-jÉf  ■«  "ii  II  .  ■lat^iriatfiftÉiii-iiíiiib'  ■^" -'-""■  ¿mil  iíiirir  -i'i.'  "i  i'm  '  i'-tírt  i 


—  247  — 

Suspiro  de  Desdémona  y  Julieta, 
Inefíible  deliriü  de  Lucía! 

Voz  de  los  seres  que  adorando  viven 

Y  la  palabra  del  amor  ignoran; 
(jiista  plegaria  que  confían  al  cielo 
Vírjenes  almas  que  en  secreto  adoran; 
Verbo  supremo,  misterioso  y  blando 
One  dulce  se  desprende 

Uel  corazón  al  corazón  hablando; 
Suspiro  de  ánjel  que  al  pasar  resbalas 
Por  el  alma  del  hombre 

Y  al  cielo  le  remontas  en  tus  alas; 
Canto  sublime  de  Anjcla,  ¡  dilata 
Tu  ráfaga  armoniosa!... 

Y  al  perderse  en  el  éter  cristalino 
En  donde  el  sol  del  trí'ipico  flamea, 
Ese  canto  magníllco,  divino, 
Himno  á  la  gloria  de  mi  Patria  sea! 


,.-t-i,^r^.-.-t>>^ ;..■>«  ,..-^,^  ■■■■  ■■■'-=v-^^rtjVfi:V||iiTiaimiiTii'-fiÉÉrit  r    -  iii^riniiijááiarTiirt''  - 


EN  UNA  DISTRIBUCIÓN 

DE   PREMIOS   Á    LAS    ESCUELAS   MUNICIPALES. 


¡Salve,  dulce  niñez  I 

Ha  mucho  tiempo 
Que  las  sendas  dejé  primaverales 
De  la  infancia  jenlil,  entre  los  lirios 
De  mis  queridos  campos  paternales. 
El  sol  que  alumbra  mi  existir  ahora 
No  es  ¡ay!  el  de  la  aurora, 
No  el  que  bañó  mi  juvenil  cabeza 
Coronada  de  sueños  y  de  flores. 
No  el  bello  sol  de  mis  primeros  años; 
Sino  el  opaco  sol  de  los  dolores, 
De  la  inmensa  tristeza 

Y  de  los  incurables  desengaños. 

Por  eso  al  verte  aquí,  niñez  querida, 
Á  mi  alma  conmovida 
Viene  el  recuerdo  de  mi  edad  de  niño, 

Y  al  son  del  arpa,  cuanto  triste  rudo. 
Con  supremo  cariño, 

¡Niñez,  dulce  niñez,  yo  to  saludo! 


Cuando- bate  jentil  la  primavera 
Las  alas  de  sus  brisas  melodiosas, 
Flora  derrama  su  festón  de  rosas 
>!{')  En  el  verde  tapiz  de  la  pradera. 


I  i'i'ii  i'iii  n'^ÍMÜÉri"  •     ^^^■•""■i-^-^—^^-   .■-.^:--^-^.  r^.,,.-.-.  :,i.;-.,\..jí.^áilimiia 


—  249  — 

Tibia  la  aurora  sus  cendales  rojos 
Desplega  tras  el  monte, 

Y  va  tendiendo  á  los  atentos  ojos 
Su  inmensa  faja  azul  el  horizonte. 
Entonces  en  el  aire  trasparente 
Más  limpia  se  destaca  la  montaña, 
Brillan  más  los  cristales  de  la  fuente 

Y  es  más  puro  y  balsámico  el  ambiente 
Que  respira  el  labriego  en  su  cabana. 

Entonces,  ¡  con  qué  plácida  delicia 
Absorta  la  mirada 
Resbala  su  caricia 
Del  cielo  por  la  bóveda  arjentada, 
Por  el  vago  perfil  del  horizonte 
Oue  entre  la  niebla  pálida  se  pierde. 

Y  por  la  franja  del  cercano  monte 

Y  de  los  campos  por  la  alfombra  verde ! 

El  viento  mece  con  vaivén  sonoro 
La  rica  mies  en  que  el  labriego  espera 
Opimo  fruto  en  las  espigas  de  oro. 


Así  al  mirarte  aquí,  niñez  querida. 
Débil  planta  de  amor  y  de  esperanza, 
Levantada  en  el  campo  de  la  vida. 
Rica  de  porvenir  y  de  confianza, 

Y  abriendo  ya  la  tierna  intelijencia 
Al  fecundante  rayo 

De  ese  sol  del  espíritu,  la  ciencia; 

Así  al  mirar  tan  pura  y  floreciente 

Tu  dulce  primavera, 

El  corazón  presiente 

De  tu  saber,  para  mi  patria,  el  fruto 

Y  su  sacro  laurel  para  tu  frente. 


lÉJtifffl  I  i"''-  -^"' "  "  -"•^- •■  -   ■'^' -^■^.,.JiL~-::-i.:^1^:i<íáiíia..^-ii^^-^: 


—  250  — 

A  vosotros  los  niños  ignorados, 
Flores  humildes  de  mi  patrio  suelo, 
Á  vosotros  los  niños  desgraciados, 
Á  vosotros  que  vais  desheredados, 
Está  ofreciendo  el  Porvenir  su  cielo. 

Hijos  de  la  pohreza 
(Jue  mora  en  el  hogar  del  artesano, 
Cuya  cuna  mecieron  la  tristeza, 
El  hambre,  el  desaliento, 
El  fatigado  trabajaren  vano... 
Vosotros,  arrojados  por  la  suerte 
Al  antro  de  ignorancia  donde  jimen 
Las  víctimas  del  fuerte, 
Á  ser  la  presa  inerte 
Del  infortunio,  del  dolor,  del  crimen; 
¡Vosotros,  levantaos!  Ante  la  puerta 
Estáis  del  porvenir  vaga  y  oscura, 
Pero  tomad  la  lámpara  divina 
Que  os  ofrece  el  saber;  su  sacra  llama 
Todo  sendero  lóbrego  ilumina. 

Hijo  del  proletario 
Que  la  miseria  oprime. 
Ha  sido  la  ignorancia  tu  calvario  ; 
Mas,  como  el  Evanjelio,  el  silabario 
De  la  abyección  redime. 

Trabajad,  estudiad.  Trabajo  y  ciencia 
Las  llaves  son  del  porvenir  del  hombre; 
Haced  rica  de  luz  la  intelijencia 

Y  rico  haréis  de  lustre  vuestro  nombre. 

Y  esta  madre  inmortal,  esta  sagradíf 
Dulce  tierra  de  amor,  Patria  bendita, 
Á  cuyo  nombre  el  corazón  palpita 

Y  el  brazo  débil  se  trasforma  en  fuerte. 


'  •miÍÉitiii 


iMUibÚ^lMfedMkáiaMIiütaUÉMáÉ 


A'<É¿fc'ÍiiJn'1Ti>''" 


—  -251  — 

Por  cuya  gloria  en  el  combate  rudo 

Aun  el  cobarde  desafía  la  muerte; 

Esta  madre  jentil  ¿no  tiene  acaso 

Lauros  para  la  frente  del  artista, 

Premios  para  el  talento 

IJue  los  secretos  del  saber  conquista? 

¿No  elevará  con  orgulloso  anhelo 

La  gloria  de  sus  grandes, 

Como  elevan  sus  cúspides  al  cielo 

Los  montes  de  cristal  do  nuestros  Andes? 

¡Oh,  la  dulce  niñez!  Flor  de  inocencia 
(Jue  en  rico  fruto  te  abrirás  mañana, 
¿No  sabes  que  con  oro  de  la  ciencia 
Se  teje  la  corona  soberana 
De  la  alma  intelijencia? 


Y  vosotras,  vosotras,  dulces  ninas. 
Hijas  también  del  llanto  y  la  pobreza, 
Que  lleviíis  en  el  alma  la  pureza 
De  la  modesta  llor  de  las  campiíias; 
A'^osotras,  mariposas  virjinales 
(Jue  sacudiendo  el  ala  voladora 
Revoláis  en  un  campo  de  rosales 
Al  tibio  rayo  de  la  casta  aurora ; 
Corazones  cerrados  por  sencillos 
Del  mundo  triste  á  las  amargas  penas, 
Espíritus  de  paz  y  de  alegría. 
Alondras  cuyo  vuelo 
Parece  todavía 
Los  confines  buscar  del  patrio  suelo; 

Vosotras  sois  ahora 
La  perla  del  hogar,  la  ílor  temprana 
Entreabierta  á  los  besos  de  la  aurora, 


liiaiÉfiitrit'iV  -iriUiJinrílinrin'"- '-  •"•  — •-^■'•' " — ■■■'■^-^^^'■^■^—i-  ■ 


Pero  ya  la  mujer  seréis  mañana. 

Kntonces,  más  que  el  hombre, 

Seréis  el  porvenir,  pues  seréis  madres; 

Y  el  alma  de  una  madre  es  el  santuario 
Donde  el  hijo  cree  en  Dios,  el  relicario 
De  su  primera  fe.  Tiene  en  sus  manos, 
Cual  blanda  cera,  el  corazón  del  niño, 

Y  con  la  santa  fuerza  del  cariño 
Todos  sus  sentimientos  se  le  imprimen. 
Ella  es  quien  pone  el  jermen  escondido 
De  la  virtud  ó  el  crimen. 

Le  nutre  con  la  sangre  de  su  pecho 

Y  también  con  su  espíritu ;  endereza 
Así  del  cuerpo  el  indeciso  paso 
Gomo  el  del  alma  que  á  vivir  empieza  j 
Ella  hará  de  ese  espíritu  fecundo 
Donde  todo  se  imprime, 

Según  como  le  inílame, 

Ó  el  alma  hermosa  de  Platón  sublime, 

(3  el  alma  negra  de  Nerón  infame, 

En  la  vida  del  hombre  se  reileja 

Gomo  en  cristal  pulido, 

Grimen,  virtud,  indiferencia,  olvido, 

Lo  que  la  madre  en  la  del  niño  deja... 

Héroes  criaban  las  madres  espartanas 

Y  mártires  y  santos  las  cristianas. 

¡  Tal  es,  mujer,  tu  noble  sacerdocio, 
Tal  la  augusta  misión  de  tu  existencia, 
Madre  del  hombre-rey,  seno  fecundo, 
Para  poder  amamantar  el  mundo, 
Junta  á  tu  corazón  tu  intelijencia  ! 


¡  Oh  la  dulce  niñez  de  las  escuelas, 
Tan  humilde  á  la  vez  y  tan  querida, 


dikií^:.^i.  «;,aijt<t  ft^-    V  ...  ■  -iJ^i  ..II.  !i  u^;-«i/i^,^  ^^-íüí 


—  áo3  — 

Tiende  tus  alas  con  altivo  vuelo, 
Que  el  alma  de  la  tierra  desprendida 
Por  el  estudio,  se  levanta  al  cielo! 

¡  Hijos  del  pueblo,  idolatrad  la  ciencia, 
De  la  ignorancia  disipad  el  caos, 
Y  á  la  luz  del  estudio  conquistaos 
Otro  pan,  otro  sol,  otra  existencia! 


í>ASIOXARIAS¿ 


11^ 


,iiü<;>:>iátUiiiíJuBb¡auabi 


.    .-..j^j— . 


LA  CIENCIA 


A    MI   MAESTRO   EN    l'illMEUAS  LETHAS,    S^   D.    ANDRÉS 

HiLESIAS. 


La  ciencia  es  el  Flal-Lux.  Yerbo  fecundo 
Que  rasgando  la  noche 
Del  espíritu  humano,  le  deslumhra  ; 

Y  cual  brotara  de  la  sombra  el  mundo 
A  la  voz  del  Eterno,  así  su  rayo 

Una  creación  al  pensamiento  alumbra. 

El  alma  por  la  ciencia  iluminada 
Despiértase  del  Orbe  á  la  poesía, 
Como  al  beso  de  amor  la  desposad;), 
Como  la  tierra  despertó,  besada 
Por  la  fecunda  luz  del  primer  día. 

Ciencia,  antorcha  de  Dios,  que  sacudiendo 
Tus  vividos  rellcjos. 
En  el  hondo  horizonte  de  los  siglos 
Alumbras  las  edades,  y  á  lo  lejos 
Iluminas  los  faros  de  la  gloria 
En  las  remotas  cumbres  de  la  historia  ; 

Ciencia,  rayo  de  luz,  ráfaga  hermosa 
De  la  diadema  del  Señor  caída, 
Ala  en  que  se  levanta  poderosa 
El  alma,  del  instante  de  la  vida 

Y  en  lo  infinito  piérdese  radiosa. 


l'<.^i,'i^  ^J".^^L.,^ , .»  a^  -■  ,x^~alir.:.-r^.~W:^-:  ■/.>. »..,  ..^.A- .kL.A 


■f>.\:¿r»¿;>ll^..;aLi..^ 


—  253  — 

Ciencia,  mirada  audaz,  allá  siguiendo 
En  los  abismos  del  vacío  profundos 
De  los  cometas  pálidos  los  raslros, 
Rasgando  la  cortina  de  los  mundos 
Por  saber  el  misterio  de  los  astros. 

Desprende  el  rayo  de  la  nube  ardiente 

Y  mudóle  encadena; 

Y  esa  sierpe  de  fuego  que  terrible 
Rasga  el  nublado  y  el  coníin  atruena, 
Hoy  sumisa,  obediente, 

Lleva  en  un  hilo  de  metal  ilexible 
Del  hombre  la  palabra  intelijente. 

¿Dónde  está  la  distancia?  Entre  la  espuma 
De  las  salvajes  olas  del  Atlante, 
Fiero  corcel  del  mar,  su  crin  de  bruma 
Sacudiendo  el  vapor  pasa  triunfante. 
Alma  que  infunde  á  la  materia  el  hombre, 
Con  indomable  empuje 
El  vasto  espacio  devorando,  ruje, 
Atrás  deja  los  ríos, 
Traspone  las  montañas, 
Los  bosques,  los  desiertos  y  los  valles... 
¡  Paso  libre  al  vapor  !  ¡  En  las  entrañas 
Del  Acuizingo  se  abrirá  sus  calles  ! 
Ante  esa  faja  caprichosa  y  leve 
Que  se  pierde  en  los  mares 
Y'  se  rasga  al  cruzar  las  sementeras. 
No  existen  valladares 
Y  se  acercan  amigas  las  fronteras. 
¡Paso  libre  al  vapor!  Símbolo  escaso 
Eldeljenio  del  hombre,  que  anhelante 
Marcha  gritando  :  «  ¡  Paso  ! 
«  La  voz  del  Porvenir  es/  Adelanlc  !  » 

Sí,  la  ciencia  es  la  luz.  En  vano  el  cielo 
Pretende  deslumhrar  el  ojo  humano 


.  ^^..-.j....^.,..-.  ¿^■....    .l-.^.^:-,.,...^^  i..a^i..^>»a.  , 


—  2o()  — 

Con  sil  íViljido  sol,  ó  en  denso  velu 

De  negras  sombras  esconder  su  iircano  : 

En  vano  el  mar  sus  olas 

Sobre  el  bajel  desplomará ;  la  tierra, 

En  su  seno  fecundo, 

La  edad  en  vano  guardará  del  mundo  ; 

Del  libro  de  la  ciencia  prodijioso 

Pajinas  son  las  sombras  del  abismo, 

Y  allí  la  Jeología 
Encontrará  el  bautismo 

De  la  Creación  en  su  primero  día. 

En  vano  donde  quier  naturíileza 
Ocultará  el  tesoro 

De  los  secretos  mil  de  su  grandeza, 
Desde  el  cortejo  de  sus  astros  de  oro 
Hasta  la  pobre  llor  de  la  maleza, 
itey  de  lo  criado,  el  hombre  se  levanta 
De  pié  sobre  su  imperio. 
Su  corona  es  un  sol,  la  intelijencia, 

Y  sacude  la  antorcha  de  la  ciencia 

Y  se  rasgan  los  velos  del  misterio... 

¡La  gloria  es  del  saber!  Cual  se  levantan 
Del  Ejipto  en  las  mudas  soledades 
Las  jigantes  pirámides,  erguidas 
En  eternos  cimientos, 
En  la  extensión  así  de  las  edades 
Se  levantan  soberbios  monumentos 
Al  jenio  del  saber;  y  ante  su  basa 
El  siglo  llega,  se  arrodilla...  y  pasa. 

Grecia  vive  magniíica  en  la  Historia 
Con  el  recuerdo  de  oro 
Del  arte  y  la  poesía; 
Aún  parece  que  oímos  el  sonoro 
Idioma  de  Tucídides  y  Homero 


í^  ■■ ,.  ^    -'■  '-• 


—  2o7  — 

Brotando  en  armonía, 
Y  contemplamos  á  Platón  severo 
Sentado  en  Sunio,  meditando  á  solas 
Sn  grandiosa  república,  soñada 
Al  estruendo  solemne  de  las  olas. 

Roma  también.  Pasaron  sus  lejiones 
Con  su  pompa  marcial  y  sus  laureles, 
Trotaron  de  Marico  los  corceles, 
En  los  templos  de  Júpiter,  del  solio 
Se  eclipsó  el  esplendor,  y  ni  las  sombra> 
Ue  los  Césares  guarda  el  Capitolio. 
Se  ausentaron  los  Dioses  y  los  reyes, 
Pero  ante  el  mundo,  Roma 
(Juedó  inmortalizada  por  sus  leyes. 

¡  La  gloria  es  del  saber !  ¡  De  él  es  el  mundo  1 
¡  De  él  ese  rico  porvenir  naciente 
Cuyos  albores  reflejarse  miro, 
Hermana  Juventud,  sobro  tu  frente! 


') 


¡  Oh  grata  Juventud,  vivida  aurora 
Que  ardiente  llegas  prometiendo  el  día 
De  la  paz  bienhechora 
Al  turbio  cielo  de  la  patria  mía  ; 
Juventud,  manantial  de  inspiraciones, 
Alma  toda  alborada  en  que  se  ajita 
Un  enjambre  de  nobles  ambiciones; 
Foco  de  vida,  nido  de  esperanza. 
Corazón  de  la  Patria  en  que  palpita 
La  fe  en  el  porvenir  y  la  confianza, 
Tú  eres  fuerza  y  poder  !  Tú  eres  el  brazo 
En  que  la  Patria  buscará  su  apoyo 
Para  seguir  altiva  su  camino, 
Y  reposar  al  íin  en  el  regazo 
Del  ánjel  tutelar  de  su  destino. 


iiMf  ■itniriS'iiii"  I ' '  ■•*-ri-"ínniÉitii''TÍ^'*'''-^"-'"^  "      '  "■' 


—  258  — 

Vida  la  dieron  nuestros  padres  héroes, 
Lauros  y  libertad  dióle  la  guerra  ; 
¡  Que  la  paz  y  el  saber  la  den  la  dicha  ! 

Y  el  poder  de  esa  dicha  en  ti  se  encierra. 

t 

¡  (Jue  el  ánjel  del  Progreso 
Traiga  ú  mi  Patria  su  divino  beso  ! 

Y  con  él  al  unjir  sus  sienes  bellas, 
Encuentre,  Juventud,  que  salpicaste 
Su  oliva  y  sus  laureles  con  estrellas  ! 


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MI  MADRE 

k    LA    SKÑOnA   DOÑA  MARCIARITA   LIJOÍÍENA  DE  PEÑA. 


¡  Oh  santa  madre  mía  ! 
Aún  puedo  al  despertar  por  las  mañanas 
Santificar  mi  trabajoso  día 
Con  mi  beso  primer  sobre  tus  canas ; 
Aún  puedo  con  el  alma  cariñosa 
Sentir  como  resbala  temblorosa 
Tu  mano  en  mis  cabellos, 
Acaso  por  secar,  madre  piadosa, 
La  humedad  de  tus  lágrimas  en  ellos. 

Porque  ti'i  lo  comprendes,  tú  lo  sabes 
Aunque  no  te  lo  diga,  madre  mía  ; 
No  soy  feliz...  padezco.  Hay  en  mi  alma 
El  callado  sufrir  de  la  agonía. 
Tú  lo  sabes,  lo  sabes,  y  por  eso. 
Presintiendo  de  mi  alma  las  congojas, 
Al  estampar  sobre  mi  frente  un  beso. 
Sin  quererlo,  con  lágrimas  la  mojas. 


¿  Oué  fuera  yo  sin  ti  ?  ¿  Dí'mde  encontrara 
Mi  triste  vida  cariñoso  abrigo  ? 
¿  Quién  con  mis  breves  júbilos  gozara  ? 
¿  Quién  me  buscara  por  sufrir  conmigo? 

¿  Quién  me  diera  valor?  ¿  quién  me  alentara 
En  esta  lucha  eterna  con  la  suerte  ? 


V. 


—  260  — 

¿Quién  si  no  la  evanjélica  matrona 
A  quien  llamó  Jesús  la  mujer  fuerte  ? 

i  Qué  relijiosa  voz,  de  mi  conciencia 
Huir  hiciera  la  impiedad  bastarda  ? 
¿  En  dónde  viera  yo  sin  tu  presencia 
Al  ánjel  cariñoso  de  mi  guarda  ? 

Madre,  tú  eres  la  fe.  Cuando  en  el  templo 
Mujer  de  los  dolores,  solitaria 
Levantas  tu  oración,  es  el  querube 
Quien  recoje  tus  lágrimas  y  sube 
Con  ellas  al  Eterno  tu  plegaria. 

Y  es  ella,  tu  oración,  tu  fe  sublime, 
Tu  fe  de  madre  que  el  Señor  bendijo, 
La  que  bañada  en  lágrimas  redime 

Y  purifica  el  coraz(')n  de  tu  hijo. 

Tú  eres  piedad  y  dulce  fortaleza  ; 
Como  el  ánjel  que  al  Hijo  sostenía, 
Tú  levantas  del  polvo  mi  cabeza, 

Y  también  me  sostienes,  madre  mía, 
Cuando  apuro  en  mis  horas  de  tristeza 
Mi  desbordado  cáliz  de  agonía, 
Cuando  siento  que  herido  de  la  suerte 
Mi  espíritu  eslá  triste  hasta  la  muerte. 

Tu  voz  cristiana,  fervorosa  y  santa. 
Que  habla  con  Dios  y  ú  la  oración  invita. 
Del  santuario  de  tu  alma  se  levanta 
Inspirada,  dulcísima  y  bendita. 
Quizá  la  duda  con  su  noche  impía 
Mi  fatigado  pensamiento  puebla; 
Pero  hablas...  y  se  va,  como  la  niebla 
Ante  la  suave  claridad  del  día. 

Tú  eres,  madre,  la  copa  de  consuelo 
Con  que  la  fibra  del  pesar  se  calma, 


riii'naiUiMJ'"-'^-  --*•--'''-•■■-''  ■-^—'--■^^^■-^•J^^'í^'.^^-. 


) 


—  2G1  — 

Y  brillas  como  ol  iris  en  el  cielo 
Tras  la  deshecha  tempestad  del  alma. 
Madre,  tú  eres  amor,  amor  bendito, 
Amor  siempre  inmortal,  amor  sin  nombre, 
El  único  en  que  encuentra  un  infinito 
VA  insaciable  corazón  del  hombre. 

¡Siempre  tú,  sólo  tú  I...  ¡Si  me  arrancara 
Este  mi  corazón  que  siento  grande 
Porque  tú  estás  en  61,  y  le  arrojara 
Al  viento  en  mil  pedazos. 
En  cada  uno  grabada  se  encontrara 
La  imajen  de  mi  madre  entre  mis  brazos! 

¡  Siempre  tú,  no  más  tú !  Une  en  mi  existencia 
Sólo  tú  eres  bondad,  bien  y  consuelo  ; 
Sombra  de  ánjel  al  mundo  descendida 
Para  en  sus  alas  conducirme  al  cielo; 
Fe  de  mi  creencia,  luz  de  mis  ideas. 
Mitad  nunca  de  mi  alma  desprendida. 
Mi  ser,  mi  amor,  mi  adoración,  mi  vida, 
Miídre,  imajen  de  Dios,  ;  bendita  seas! 


io. 


^^■■^.u^^.  ^,..->  t^--'-'-' ■■~-s.',-rf'i¡-|.,  ¡-¡f  ¿¡.^.rwv.ig.,'  liiriiii'rfijAi'ií'iriTlrfiBiiiiiiiift'-fti  'i    i  rrii  '"llMiir 


armonía 


¡Salve  á  la  juventud!  Tienda  en  el  oler 
Sus  blancas  alas  salpicadas  de  oru 
Kl  ánjel  inmortal  de  la  Poesía, 
Arranque  altivo  del  laúd  sonoro 
El  divino  raudal  de  su  armonía, 

Y  al  batir  de  sus  alas  rumorosas, 
Cual  gotas  luminosas 
Desprendidas  del  cielo  trasparente, 
Derrame,  juventud,  sobre  tu  frente 
Una  lluvia  de  lirios  y  de  rosas. 

¡Salve  á  ti,  juventud  !  ¡  Nobles  coronas 
l*repare  el  porvenir  para  tus  sienes, 
Pues  á  buscar  la  gloria  que  ambicionas 
Al  sacro  templo  de  las  arles  vienes. 
Salve  á  ti,  juventud,  que  W  levantas 
Sonriendo  á  la  victoi'ia, 

Y  con  paso  atrevido  te  adelantas 
Por  las  sendas  difíciles  del  Arte 
Al  oasis  encantado  de  la  gloria! 


* 


El  arte...  una  creación.  Guando  el  Eterno 
Á  la  nada  sombría 
Arrojó  su  jenésica  palabra, 
El  verbo  resonando 
En  los  abismos  del  no  ser  profundos, 
Como  arena  lanzada  por  el  viento 


—  Í263  -^ 

Regó  en  el  firmamento 

El  polvo  diamanlino  de  los  mundos. 

Y  en  vasta  muchedumbre 

Los  mundos  levantaron  su  armonía, 
VA  sol  un  rayo  de  su  viva  lumbre 
Lanzí»  á  la  tierra  y  se  produjo  el  día. 
Se  cubrieron  los  campos  de  verdura, 
De  bosque  el  monte,  de  cristal  el  río, 
De  pájaros  y  llores  la  espesura, 
De  plata  y  de  zalir  el  mar  bravio. 
De  topacio  la  atmósfera  encendida, 
La  nube  de  arreboles, 

Y  palpitó  la  tierra  estremecida 
Como  al  beso  de  amor  la  prometida 
Al  espléndido  beso  de  sus  soles. 

La  gran  naturaleza 
Era  un  templo  sin  nombre 
Alzado  del  Eterno  á  la  grandeza, 

Y  sacerdote  de  este  templo,  el  hombre. 

Y  criador  á  su  vez,  el  hombre  ansioso 
Descorrió  el  ancho  velo 

En  que  natura  su  secreto  encierra. 
Desde  la  inmensa  estrella,  flor  del  cielo, 
Hasta  la  ílor,  estrella  de  la  tierra. 

Prestó  su  oído  y  escuchó  en  el  viento 
El  inquieto  rumor  de  los  follajes. 
De  la  paloma  tímida  el  acento. 
El  trino  de  los  pájaros  salvajes. 
La  voz  desenfrenada  del  torrente 
Desbordando  del  cauce  que  le  oprime, 
El  estruendo  soberbio  de  los  mares, 

Y  todo  ese  himno  místico  y  sublime, 
Ese  eterno  cantar  de  los  cantares 
Que  al  nacer  y  morir  de  cada  día 


ifc'llitiÉhÉIÍIÍlÉ''rtTiV-iV  ■  if¡iiirfi.ii1HJ<fr«'''-.iiii-|iiíi  .ju,- -■■■-■'■ -i-^-- >-^^->í-    -./j^.r i.i.aai¿'---i.-.-:Aad-:Ú  .    ■  -  ■  (iljr ['jájillí    JfliSÍ'i 


■S^f' 


—  204  — 

La  tierra  entera  al  Hacedor  envía ; 

Y  de  esas  notas  vagas  y  dispersas 

Hizo  el  hombre  una  voz...  crió  la  armonía. 

Y  la  música  fué...  Voz  de  las  almas, 
Plegaria  del  amor,  suspiro  errante 
(jue  en  las  alas  de  un  ánjel  invisible 
Palpita  y  llega  al  corazón  amante. 
¿Quién  al  oir  la  grata  melodía 
Que  oyera  en  otro  tiempo,  conmovido 
No  parece  sentir  lo  que  ha  sentido 
En  sus  perdidas  horas  de  alegría  ? 
¿Quién  al  indujo  de  una  voz  cantando 
No  siente  levantarse  dentro  el  alma 
La  voz  de  algún  recuerdo  sollozando  ? 

Primera  cita  del  amor,  querellas 
De  un  labio  suplicante  que  nos  nombra, 

Y  ú  la  luz  de  las  trémulas  estrellas 

La  faz  de  un  ánjel  pálido  en  la  sombra. 
Palabras  en  voz  baja  entrecortadas 
Por  la  caricia  férvida,  embelesos, 
Silencios  de  la  dicha,  y  desmayadas 
Sonrisas  llenas  de  aleteo  de  besos. 
El  himno  de  las  dichas  que  pasaron, 
Las  frases  que  temblando  se  dijeron, 
Juramentos  que  luego  se  olvidaron, 
Suspiros  que  en  el  aire  se  perdieron  ; 
Anhelos  de  ambición,  sueños  de  gloria, 
Gritos  del  corazón  desesperado, 
Aplauso  atronador  de  la  victoria, 
Trasportes  del  espíritu  lanzado 
Al  mundo  del  ideal, . .  todo  se  ajita, 
Despierta,  canta,  se  estremece  y  jime 
Cuando  embriagado  el  corazón  palpita 
Bajo  tu  ala  bendita, 
i  Diosa  jentil  de  h\  armonía  sublime ! 


—  205  — 

La  música  es  la  nota  vagabunda 
Del  alma-Amor  que  en  el  espacio  flota 

Y  da  la  vida  y  la  creación  fecunda ; 
La  música  es  la  alondra  fujitiva 

De  los  jardines  del  Edén  divino, 

Que  sobre  el  alma  al  desplegar  su  vuelo, 

Le  deja  con  su  trino 

El  eco  blando  de  la  voz  del  cielo. 

El  arte  es  creación.  ¡Gloria  á  lu  cmpeHo, 
Artista  juventud,  la  que  ambicionas 
El  corazón  alzar  y  el  pensamiento 
Á  esa  rejión  feliz  donde  la  idea 
Brillando  en  las  creaciones  del  talento 
Nuevas  obras  inspira  y  nuevas  crea. 

Y  llegarás  allí,  pues  que  en  tu  seno 
Tienes,  sacerdotisa  intelijenle, 
También  ;'i  la  mujer,  alma  que  sueña, 
Fe  que  no  muere,  corazón  que  siente. 
Espíritu  celeste  que  derrama, 
Con  esa  fe  que  el  corazón  anhela. 
El  sacro  fuego  que  la  vida  inflama 

Y  el  entusiasmo  en  cuya  viva  llama 
La  inspiración  al  infinito  vuela. 

El  arte  es  creación...  ¡Tiende  ese  vuelo 
Espíritu  inmortal,  hijo  del  cielo, 
Alma  del  hombre!  ¡El porvenir  es  tuyo, 
El  mundo  es  tu  palacio, 
Tuya  la  tierra  y  la  creación  entera, 
Tuyo  el  tiempo  también  y  el  espacio, 

Y  más  allá  la  eternidad  te  espera! 
Riega  doquier  las  luminosas  flores 
Del  arte,  resplandor  de  la  belleza, 

Del  hombre  entre  las  obras  portentosas ; 
Puebla  con  ellas  la  mansión  que  habitas. 


■^iiéÉiiíúÁiLitJLiéMJluááiiiiUkiíá 


^^\ 


-tw? 


—  266  — 

Y,  obra  de  Dios,  ante  Él  álzate  grande 

De  Dios  entre  las  obras  infinitas. 

De  tu  jenio  inmortal  con  el  tesoro 

Engalana  la  gran  Naturaleza, 

Gomo  engalana  con  diadema  de  oro 

Un  rey  ú  la  mujer  de  su  terneza. 

La  soberbia  armonía 

Arrúllela  de  tu  himno  de  victoria, 

Y  encuentre  altiva  el  esplendor  del  día 

En  el  sol  sin  ocaso  de  tu  gloria! 


iijdiaiiy^K..^ 


.,  ■/; 


'"•   ■•  -~"i-i ' atrV  1  I f*  -*■  ■^•'--^-  ■■^•''  '"•  ■»■'' ' - ■  -  ■'  -*■''  '"i''^- 


A  LOS  íMNÜS 

(en   una   1LNC1(').\    hK    rilEMIOS^i 


l-lstaba  la  tierra 
Desnuda  y  vacía, 
Inmensa  tendía 
Sil  noche  d  caos, 

Y  alzando  la  Nada 
Allí  su  palacio 

Ni  tiempo  ni  espacio 
Había...  sólo  Dios. 

INI  as  /  J/tígasi'f  dijo 
La  boca  sagrada, 
llasgóse  la  nada, 
Surjió  la  creaci<in; 

Y  Dios  tendió  el  cielo 
Dejando  por  rastros 
Sus  dedos  los  astros, 
Sus  manos  el  sol. 


Las  aguas  llenaron 
El  cóncavo  abismo. 
La  tierra  el  bautismo 
Primer  recibió ; 
Se  alzaron  los  montes, 
Se  hundieron  los  valles, 
El  agua  sus  calles 
Corriendo  se  abrió. 


—  268  — 

Las  aves  cantaron, 
Se  abrieron  las  ílores, 
y  trinos  y  olores 
Se  alzaron  al  par, 
(Juedando  la  tierra 
Tan  pura  y  hermosa 
Cual  virjen  esposa 
Que  llega  al  altar. 

Que  toda  era  bella 

Y  espléndida  toda; 
Sus  galas  de  boda 
Vistióla  el  Señor. 
Azul  y  con  gasas 
De  nubes,  por  velo 
La  dio  el  vasto  ciehj 
De  suave  esplendor. 

(]on  verdes  praderas, 
Con  bosques  umbríos, 
Con  diáfanos  ríos 
La  quiso  vestir, 

Y  luego  ciñóla 

Cual  cinto  de  ondinas 
Las  ondas  marinas 
De  plata  y  zafir. 

Por  manto  de  noche 
La  di(')  esa  tiniebla 
Que  borda  y  que  puebla 
La  flor  sideral ; 

Y  eterna  diadema 
Del  cielo  en  la  fren  le, 
Del  sol  esplendente 
La  llama  triunfal. 

Dios  hizo  la  tierra 
De  encantos  tan  llena 


.  J..I jj'- '—■'■>----(>»,,  .-Jiiiiii''^^' ■  -'-'^~v^¿.-:--N 


•  ■       I    I 


—  209  — 

Que  viéndola  buena 
Al  hombre  la  dio; 
Y  haciéndolo  de  olla 
Señor  soberano, 
Propicio  su  mano 
Sobre  olla  tendió. 


Kl  da  á  las  campiñas 
La  lluvia  fecunda, 
Los  prados  inunda 
De  grato  verdor; 
Él  llena  las  brisas 
üe  aromas  suaves, 
Él  vistes  las  aves, 
Él  pinta  la  llor. 

Él  da  á  los  insectos 
Las  húmedas  hierbas, 
Las  ondas  acerbas 
Al  rápido  pez, 
Al  pájaro  errante 
Entreabre  la  espiga, 

Y  deja  á  la  hormiga 
Su  grano  de  mies. 

Él  da  sonorosa 
Lu  música  al  río, 
Á  la  hoja  rocío. 
Sustento  al  reptil; 
Él  truena  en  el  rayo, 
Retumba  en  las  olas, 

Y  está  en  las  corolas 
Del  lirio  jentil. 

Él  surca  el  nublado 
Con  sierpes  de  lumbre. 


-. -'■^'■t..¿-"-j--^iriif"i|iiitfcrfiiiiitot'iiiÉf¿iiiÉiirfíi' í  iTiiiiiiiiÉaÉiÉíi 


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—  270  — 

Enciende  en  la  cumbre 
Del  monte  el  volcán; 

Y  tiende  del  iris 
Las  franjas  remolas 
Tras  nubes  que  rotas 

Y  prófugas  van. 

* 
♦  * 

Dios  hizo  la  tierra 
De  encantos  tan  llena, 
Que  viéndola  buena 
Al  hombre  la  dio. 

Y  al  hombre,  su  dueño, 
Le  dio  jeneroso 

El  don  más  pi-ecioso, 
La  prenda  mejor. 

Dióle  algo  más  rico 
Que  el  mar  y  la  tierra, 
Dióle  algo  que  encierra 
En  sí  la  Creación; 
Más  alto  que  el  astro, 
Más  raudo  que  el  vuelo, 
Más  vasto  que  el  cielo. 
Más  bello  que  el  sol. 

Le  dio  pensamiento, 
»  Le  dio  intelijencia, 
Le  dio  la  conciencia, 
Le  dio  el  corazón ; 
Le  dio  cuanto  grande 
Su  espíritu  alcanza 
Á  hacerle  semblanza 
É  imajen  de  Dios. 

Y  el  hombre,  ¡  insensato! 
¿  Irá  por  la  vida 


—  271  — 

Cual  hoja  caída 
De  efímera  flor  ? 
¿  Cual  grano  de  arena, 
Cual  copo  de  espuma, 
Cual  rápida  pluma 
Que  el  \iento  Hevú? 

¿  Irá  sin  objeto, 
Sin  luz  ni  camino, 
A  ignoto  destino 
l'erdido  al  azar? 
Cerebro  sin  mente, 
Pupila  sin  fuego, 
Sonámbulo  ciego, 
¿  Sin  alma?...  ¡  jamás! 

Espíritus  libres 
Tranquilos  y  bellos, 
Serenos  destellos 
De  un  fuego  inmortal, 
Vosotros  los  niños. 
Las  almas  de  aurora. 
Celajes  que  aún  dora 
La  luz  matinal  : 

Allí  á  nuestros  ojos 
Se  extiende  bendito 
YA  campo  infinito 
Del  alma  saber ; 
Allí  es  donde  loma 
Su  fe  la  conciencia, 
Allí  están  la  Ciencia, 
La  luz  y  el  poder. 

La  ciencia  —  sabedlo 
La  Ciencia  es  victoria; 
Camina  la  Gloria 


-,xw,».v,¿^  iiiiii-i. II»  iti.mi i-i-Ai,tij.»¡-j;fMf-i.f^^«'^*J^-^*'J^*'<''*'*'^ 


TWV" 


—  272  — 

Siguiéndola  en  pos. 
i  La  Ciencia  es  el  ala 
Flamíjera  y  santa 
(Jue  al  hombre  levanta 
Del  polvo  hasta  Dios! 

Allí  están  sus  palmas, 
Allí  están  sus  bienes, 
Ceñid  vuestras  sienes 
Con  lauro  triunfal; 

Y  sed  nuestro  orgullo, 

Y  sed  nuestra  gloria, 
Dejando  á  la  Historia 
Henombre  inmortal. 


_"*l,-i,-^-  A. 


EL  ARTI8TA 


¡  Dadle  aire,  luz,  espacio...  Tended  anle  su  visla 

De  un  horizonle  de  oro 

La  vaga  inmensidad! 
¡  Dejadle  libre  y  grande!  Dejadle...  es  el  Artista; 
Su  numen  es  el  jenio,  su  sueño  la  conquista, 

Y  tiene  dos  amores  : 

La  Gloria  y  la  Beldad. 

De  niño,  cuando  sólo  resbala  por  la  frente 

El  fuego  casto  y  suave 

Del  beso  maternal, 
Su  frente  de  poeta,  ya  pálida  y  ardiente, 
Estaba  pensativa...  Poblábase  su  mente 

De  imájenes  y  sueños 

De  un  mundo  celestial. 

La  aurora,  el  sol  de  fuego,  la  misteriosa  calma 

De  la  sagrada  noche, 

Los  astros  del  Señor; 
La  brisa  (jue  sacude  las  hojas  de  la  palma, 
La  sombra  y  el  silencio,  hablaban  ú  su  alma 

En  un  idioma  vago 

De  dichas  y  de  amor. 

Le  habló  con  sus  rumores  la  selva  centenaridj 

Le  habló  con  su  murmullo 

La  brisa  del  pinar; 
Y  en  la  remota  playa,  ardiente  y  solitaria, 
Oyó  cómo  entonaban  magnífica  plegaria 


iim  iiiiiiar«-i"i  í?iTiiii'*iffiiii^iiiVíiiiiií'<iiiBÍÉiiSÉÍÜiÉ  -      ''   n  '"  i^flüj-s  r  iiié'iVií'i  . 


—  -21 't  — 

[^os  vicnlus  y  las  olas, 
Los  tumbos  de  la  mar. 

Y  alzó  su  frente  altiva  bañada  por  el  día, 

En  fuego  la  mirada, 
En  fuego  el  corazón; 

Y  cuando  al  mundo  quiso  decii'  lo  (juc  sentía, 

Una  arpa  entre  sus  manos,  temblando  de  armonía, 
Para  cantar  su  alma 
De  súbito  encontró. 

Anií')...  cantó  la  dicha...  Después...  vino  el  tormento. 

Amor  ¿  no  eres  acaso 

Del  corazón  la  cruz?... 
Pero  es  para  el  artista  fecundo  el  sufiiniicnto; 
Allí  la  ciencia  aprende  del  grande  sentimiento, 

De  aquella  triste  sombra 

Despréndese  la  luz. 

Él  es  el  alma  inmensa.  La  humanidad  entera 

Palpita  en  el  misterio 

De  sn  alto  corazón  ! 
Es  el  latido  de  ella;  por  ella  cree  y  espera, 
Por  ella  sufre  y  llora,  por  ella  desespera, 

Por  ella  del  martirio 

Levántase  hasta  Dios. 

Así  cruza  el  poeta  la  senda  de  la  vida. 

La  paz  de  la  ventura 

No  se  hizo  para  él. 
Le  ignora  la  fortuna,  el  porvenir  le  olvida, 
Pero  su  frente  triste  y  pálida  va  unjida 

Con  yo  no  sé  que  beso 

De  cielo  en  su  laurel. 

¿  Qué  importa  á  su  gran  alma  la  dicha  transitoria 
Deloro,  la  fortuna 


:  ..1.  ■■    .■i,...v ...■,. ,^'W.'¿,.^  a. -j  ..,|  i-||- iiiiiiÉiitÉr  lÉiii 


—  27o  — 

Y  el  rápido  placer?... 
Kscrila  con  la  cifra  de  bronce  de  la  Historia 
Tal  vez  al  mundo  deja  la  pajina  de  gloria 

(Jue  el  golpe  de  la  suerte 

No  puede  ya  romper. 


¡  Dadle  aire,  luz,  espacio!  ¡  Tended  ante  su  vista 

De  un  horizonte  de  oro 

La  vaga  inmensidad ! 
¡  Dejadle  libre  y  grande!  Dejadle...  es  el  Artista, 
Su  numen  es  el  jenio,  su  sueño  la  conquista, 

Y  tiene  dos  amores  : 
La  Gloria  y  la  Beldad. 

¡  Dejad  que  su  alma  suene,  dejad  que  su  alma  espere 

Y  que  su  vuelo  tienda 
Del  ideal  en  pos! 

La  gloria  de  sus  sueños  es  gloria  que  no  muere... 
Espíritu  sublime  que  lo  inünito  quiere, 

Está  lejos  del  mundo 

Porque  se  acerca  á  Dios. 


í\ 


I A  LAS  ARMAS 


¡  No  tenemos  mas  rey  que  las  leyes, 
No  tenemos  los  libres  señor ! 
¡  Uue  con  sangre  se  liña  de  reyes 
Nuestro  bello  pendón  tricolor! 

¿  Hasta  cuándo  en  vil  ocio,  hasta  cuándo 
Yaceréis,  mejicanos,  dormidos? 
¿  Hasta  cuándo  seréis  tan  sufridos 
Uue  se  os  pueda  venir  á  insultar? 
¡  No  de  paz,  no  de  fiestas  y  danzas 
Es  esta  hora  que  pasa  tremenda... 
Aquí  mismo,  en  la  patria,  su  tienda 
Ha  venido  el  Trances  á  plantar ! 

¡  Á  las  armas!  Oid  cuál  resuenan 
De  conquista  los  burras  salvajes... 
¿  Hasta  cuándo  vengáis  los  ultrajes? 
¿  Para  cuándo  queréis  el  valor? 
El  que  lleva  en  su  pecho  grabada 
De  la  patria  la  imajen  querida, 
Nunca  piensa  que  juega  la  vida. 
Sólo  piensa  que  gana  el  honor. 

Sólo  piensa  cuando  entra  en  la  lucha 
Que  el  oprobio  al  cobarde  le  queda; 
Sólo  busca  lugar  en  que  pueda 
La  ancha  espada  mortífera  hundir. 
Sólo  sabe,  ya  tinto  en  su  sangre. 
Que  morir  por  el  niño,  la  anciana, 


\ 


\-.--¿.,    .  ■-::  ..itg.'.  ■     ,,.,.._  ■.;.^  .,-,-.-^v.,      ;.^!     ;  .Ir  ■       „;..?  -:       v  i-  >;'"  .L^,..;.....Li..,iói 


—  ^77  — 

Por  la  madre,  la  esposa,  la  Iieiiiiana, 
Por  su  Dios  y  su  hogar...  ¡  no  es  morir  1 

¡  Es  cumplir  por  la  patria  bendita 
La  misión  más  sublime  del  hombre; 
Es  quiz.á  bautizar  con  su  nombre 
Una  pajina  de  oro  triunfal; 
Es  vivir  como  vive  la  Fama, 
Es  vivir  como  vive  la  Gloria, 
Ks  comprar  á  la  excelsa  Victoria 
El  derecho  de  ser  inmortal! 

¡  Á  las  armas!  ¡  J-^l  grito  de  guerra 
Como  el  trueno  los  ámbitos  llene, 

Y  del  Jila  al  Grijalva  resuene, 
Del  Pacífico  al  Golfo  también  ! 

¡  Y  cual  llama  de  incendio  que  el  soplo 
De  impetuoso  huracán  arrebata, 
Como  tromba  que  el  rayo  desata. 
Se  desplome  la  guerra  doquier  ! 

¡  Á  las  armas !  ¡  Los  montes,  los  valles. 
Las  ciudades  vomiten  guerreros !... 
¡  Luz  nos  den  en  el  día  los  aceros, 

Y  en  las  noches  alumbre  el  cañón  ! 

Y  que  corra  la  sangre  agostando 
Flor  y  mies  en  la  vasta  campiña... 
Cuando  el  agua  de  rojo  se  tina 
Ya  podremos  lavar  el  baldón. 

¡  No  haya  paz !  i  El  ílamíjero  incendio 
Del  combate  la  atmósfera  abrase ; 
Cada  pecho  que  el  hierro  traspase, 
Multiplique  en  los  otros  la  fe  ! 
¡  Y  no  quede  un  pedazo  de  tierra 
Que  no  moje  la  sangre  enemiga... 
¡Si  es  preciso,  no  quede  quien  diga 
De  nosotros  :  la  Patria  aquí  fué! 

Pasio.nahias.  16 


•iiíiiáli'''ii'riiiii;titn«ii«in.ii.irii>'i.''--  ■*  ■''•-■-'■'•  ■  ■■'■  ■-  --.-■.-'- 


i^-TOKr' 


—  278  — 

¡  Sí!...  ¡  primero  se  tornen 
Las  ciudades  en  mudos  desiertos, 

Y  los  campos  se  cubran  de  muertos, 

Y  la  patria  perezca  en  luchar. 
Que  sumisos  á  un  amo  extranjero 
Ofrecer  nuestra  carne  á  su  vara, 
De  vergüenza  taparnos  la  cara 

Y  cual  pobres  mujeres  llorar !... 

Nuestro  sol  es  el  sol  de  los  libres, 
Nuestro  suelo  es  un  suelo  de  bravos; 
Pero  si  hay  corazones  de  esclavos, 
Si  hay  traidores...  ¡  maldígalos  Diosl 
El  traidor  no  es  hermano...  va  solo, 
Es  Caín  vagabundo  y  proscrito; 
Dios  escribe  en  su  frente  :  ¡maldilo! 

Y  sus  hijos  le  ven  con  horror. 


¡  Oh  mi  Patria!  ¡  En  un  tiempo  la  lucha 
Sin  piedad  á  tus  hijos  diezmaba; 
Sangre  propia  tu  seno  chorreaba, 
Sangre  extraña  tu  espada  también. 
En  un  tiempo,  con  mano  terrible 
La  melena  real  sacudiste 
Del  ibero  León,  y  la  oiste 
Ya  vencido  rujir  á  tus  pies!... 

¿Cómo  es  que  hoy  ú  tu  frente  divina 
El  baldón  por  el  galo  se  escupe? 
¿  Quién  de  Puebla  arrasó  el  Guadalupe? 
¿  Quién  el  sol  de  tu  Mayo  apagó?... 
¡  Á  las  armas  !  Doquier  el  incendio 
De  la  guerra  tus  campos  alumbre, 
Y  retiemblen  la  costa  y  la  cumbre 
Al  feroce  tronar  del  cañón. 


•  "r'r     •'     I  lÉitíini    "1  -y  ..'■■•■    '  '■-<íí-';-a¿ihirii'r.         ........  :i-».'^a.—..J- ;-■■,-.  ..^  -■■"■->■  K^»..¿a>,.'.«iii.jja 


—  279  — 

i  Á  las  armas!  ¡  El  sol  de  la  Patria 
No  vea  más  nuestra  triste  vergüenza  ! 
¡  Es  preciso  que  Méjico  venza, 

Y  en  el  nomljre  de  Dios,  vencerá ! 

¡  Al  cadalso,  á  la  tumba,  al  oprobio 
Rodarán  el  monarca  y  vasallos... 

Y  sus  cascos  pondrán  los  caballos 
En  la  sacra  corona  imperial! 

¡  No  tenemos  más  rey  que  las  leyes, 
No  tenemos  los  libres  señor, 
Ni  aquí  tienen  más  trono  los  reyes 
Que  el  cadalso  sin  gloria  ni  honor ! 


.±^»aj.-^-t.^-.>;í--,^  ---lÉ'liiMi  'iiliÍ[i'*'''--"^'-''-'-tiatHñi'ii>ttiM>ririniii     ''irijíii 


.Trr* 


ODA  A  LA  PATRIA 

(cinco  de  mayo  de  1802) 


Alcemos  nuestro  h'ibaro  on  la  cumbre 
Esplendorosa  de  granito  y  nieve 
Del  excelso  volcán,  a  donde  raudo 
Entre  el  fulgor  de  la  celeste  lumbre 
Tal  sólo  el  cóndor  ú  llegar  se  atreve ; 
Donde  la  nube  se  desgarra  el  seno 
Para  vibrar  el  rayo 

Y  hacer  rodar  en  el  abismo  el  trueno. 
Alcemos,  sí,  bajo  la  arcada  inmensa 
Del  cielo  tropical  y  sobre  el  ara 
Diamantina  del  Ande 
El  augusto  pendt'»n  de  la  victoria, 
(Jue  aún  mereciera  pedestal  más  grande 
La  enseña  do  la  Patria  y  de  la  íiloria  ! 


¡Oh  santo  nombre  de  la  Patria!...  Escuda 
Con  tu  prestijio  inmenso 
Esta  mi  audaz  palabra  tan  desnuda 
De  elocuencia  y  vigor;  haz  que  vibrante 
Al  pié  de  tus  altares  se  levante, 

Y  sea  como  la  nube  del  incienso 
Ante  el  ara  de  Dios ;  haz  que  resuene 
Potente,  y  en  su  vuelo 

Con  tu  renombre  los  espacios  llene, 

Y  cubra  al  mundo  y  se  levante  al  cielo  ! 


2S1 


* 


Ayer  —  fugaz  minuto  que  .i  la  Historia 
Acaba  de  pasar  en  las  serenas 

Y  deslumbrantes  alas  do  la  Tlloria  — 
Ayer  en  la  ignorada 

(jumbre  de  una  colina  que  ceñía 
Una  cinta  de  frájiles  almonas 

Y  pobre  artillería. 

El  mejicano  pabelhni  llotaba 

Bajo  un  cielo  de  brumas, 

Como  en  la  frente  del  guerrero  azteca 

Mico  penacho  de  vistosas  plumas. 

Mas  no  flotaba  al  beso  voluptuoso 

De  las  brisas  del  trópico  ;  crujía 

Al  soplo  tempestuoso 

De  un  huracán  do  mu(M-to,  y  so  tendía 

Su  lona  tricolor,  como  del  iris 

Sobre  la  frent(»  negra  de  los  ciclos 

La  diadema  se  ostenta 

Cuando  huyendo  ílamijera  sacude 

Su  melena  de  rayos  la  tormenta. 

Y  era  también  un  iris  de  esperanza 
Aquel  sagrado  pabellón  erguido 
Ante  el  jenio  feroz  de  la  mantanza. 
Aquella  enseña  del  derecho  herido 
Alzándose  terrible  á  la  venganza. 
Allí  del  mundo  de  Colón  los  ojos 
Severos  se  lijaban,  centelleando 
De  impaciencia,  de  cólera  y  enojos. 

Y  quién  sabe  si  airadas 

Allá  desde  los  picos  solitarios 
De  la  alta  cordillera,  silenciosas, 
Envueltas  en  sus  pálidos  sudarios, 
De  nuestros  héroes  muertos  asomaban 


if. 


*-j . 


iTriiÉJ'iilMy^^''''-"'---'''-'-  ■'^■'¿-^.-^-■■.-^•^^J^'"^-  L.j.:,.--Jtc-- r  I  M  \ímÁímáttr\ 


•«7^-.  "  ■-•-'.-       j      \     .2^~  '.-*^K-.- rr-  y^^:Tr--r-.'~^''-v!_fi 


^  282  — 

|-.  Las  sombras  espectrales 

Y  el  Guadalupe  atónitas  miraban. 


¡  El  Guadalupe!...  Ostenta  en  sus  laderas 
De  la  Patria  las  bélicas  lejiones, 
Ikillan  las  armas,  flotan  las  banderas 

Y  se  mezcla  al  rodar  de  los  cañones 
El  loque  del  clarín,  la  voz  de  mando 

Y  el  relincho  marcial  de  los  bridones. 

Y  más  allá,  cruzando  la  llanura, 
Henchidas  de  arrogancia. 
Tendiendo  al  sol  las  alas  voladoras 
Las  imperiales  águilas  de  Francia 
Conduciendo  las  huestes  invasoras. 

Las  huestes  sin  rival.  En  sus  pendones 
Cien  y  cien  veces  derramó  laureles 
Propicia  la  Victoria; 
Soldados  favoritos  de  la  Gloria, 
^  En  los  campos  de  Europa  sus  corceles 

Han  dejado  una  huella  ensangrentada   ,  - 

Y  cien  veces  sus  pajinas  la  Historia 
Abrió  á  la  punta  do  su  atroz  espada. 

Ellos  son  y  avanzan...  ¡  Dios  Supremo! 
i  Ah !  ¿qué  va  á  ser  de  nuestra  pobre  tierra 
Ante  esos  semidioses  de  la  guerra?... 
¿Qué  va  ú  ser  del  soldado  mejicano, 
Soldado  humilde,  sin  laurel  ni  pompa, 
De  esos  titanes  al  tremendo  empuje? 

¿  Qué  va  á  ser?...  Vedlo  ya... 

Suena  la  trompa, 
Silba  la  bala,  la  metralla  ruje. 
Se  avanzan  con  furor  los  batallones, 
Se  chocan  los  guerreros, 


'-Ü&JL^'."  :^¿.'^jatlriÍ/Sf,.  •-'-—■•     •    .■<.-.■-.    ■        -Vi''",.^'-./'  •   -i,."ti.i.-  -~.-,:-^ÍÜtk  . 


—  283  — 

Se  desgarran  flotando  los  pendones. 
Crujen  tintos  en  sangre  los  aceros, 
Tiembla  la  cumbre,  tiembla  la  llanura 
Al  estruendo  mortal  de  la  pelea, 

Y  de  humo  y  polvo  en  la  tiniebla  oscura 

El  cañón  formidable  centellea!  , 

¡  Terrible  batallar!  Potente  rabia 
De  insensato  furor  ebrio  de  sangre ;  ' 

Festín  de  la  venganza 
En  que  sólo  resuena  pavoroso 
El  salvaje  rujir  de  la  matanza; 
En  que  fiera  la  vida 
Se  escapa  palpitante  por  la  herida 
Del  corazón  indómito  que  aún  late 
Encendido  en  las  iras  del  combate  ; 
Instante  de  terror  y  de  grandeza 
En  que  el  débil  en  bravo  se  convierte 

Y  se  hace  león  el  corazón  del  fuerte;  / 

Y  convulsa  la  vida  se  desgarra, 

Y  se  goza  el  Horror  y  ríe  la  Muerte  !     .  , 

¡Terrible  batallar  !  Golpe  por  golpe, 
Furor  contra  furor,  vida  por  vida 

Y  sangre  nada  más  :  allí  la  fama 
Del  francés  vencedor  y  su  pericia 
Contra  el  derecho  trasformado  en  pueblo 

Y  armado  de  justicia... 
Terribles  las  lejiones 

Cual  de  la  mar  olas  turbulentas 

Que  flajela  el  furor  de  las  tormentas,  "  ■■: 

Se  encuentran  y  se  chocan  y  se  rompen  ;.  í^^ 

Feroces  y  sangrientas !...  ;.      ,- 

y 

¿Y  es  verdad...  es  verdad?...  Los  invencibles, 
Los  que  cejar  no  pueden, 
Los  tigres  de  Inkerman  y  Solferino,  ':'^ 


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—  i>84  — 

¿Aquí  blanca  la  faz,  perdido  el  tino 

Y  con  miedo  en  el  alma...  retroceden? 

¿En  dónde  está  su  incontrastable  arrojo  ? 
¿En  dónde  su  furor  armipotente? 
¿  Do  el  llegar  y  vencer  que  suyo  haría 
Inmóvil  de  terror  el  Continente? 
Las  águilas  francesas 
¿No  midieron,  cruzando  el  Océano, 
Cuánto  eres,  Libertad,  grande  y  potente 
Bajo  el  inmenso  cielo  americano?... 

Soberbias  te  arrojaron  sus  lejiones  ; 

Y  viéndolas  llegar,  en  tu  mirada 
Las  iras  del  ultraje  centellearon; 

Y  vibrando  relámpagos  tu  espada 
Sus  golpes  matadores 

El  rayo  de  la  muerte  fiiliuinaron; 
Sangrienta  charca  ai)n('>se  tu  pisada. 
Nada  su  rabia  de  leones  pudo 

Y  ante  tu  fuerte  escudo 

Ellos,  los  invencibles...  se  estrellaron! 

¡  Y  tres  veces  así !...  Del  Guadalupe 
Quedaron  las  laderas 
De  pálidos  cadáveres  sembradas, 

Y  de  francesa  sangro 

Y  sangre  mejicana  ¡  ay!  empapadas. 

Y  cuando  el  sol  de  Auáhuac  esplendente 
Bajaba  al  Occidente, 
El  ánjel  tutelar  de  la  Victoria 
Voló  á  arrancarle  su  postrero  rayo, 
Bañó  con  él  de  Méjico  la  frente 
Sellándola  de  gloria 

Y  con  letras  de  sol  Cinco  de  Mayo, 
Para  los  siglos  escribió  en  la  Historia 


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—  28o  — 

Entonces...  lú  lo  sabes,  Puebla  mía, 
¡  Oh  Puebla  1  cuya  heroica  bizarría 
Nunca  ensalzar  como  merece  supe  ; 
Tu  nombre,  sepultado  en  el  olvido, 
Aprendiólo  la  Francia  al  estampido 
Del  cañón  que  tronaba  en  Guadalupe. 

Cayí)  ese  nombre  en  la  soberbia  Europa 
Con  el  ruido  triunfal  de  una  victoria, 
Cayó  vestido  con  el  ampo  de  oro 
Del  sol  de  Mayo  que  alumbri'i  tu  gloria. 

Desde  entonces,  allá,  bajo  el  sereno 
Dosel  de  auroras  que  desplega  Oriente, 
Envuelta  en  olas  de  oro  por  la  lumbre 
De  aquese  sol  triunfal,  y  coronado 
Con  el  lauro  que  el  tiempo  no  destroza, 
Del  Guadalupe  yérguese  en  la  cumbre 
La  figura  inmortal  de  Zaragoza ! 


* 


Las  águilas  francesas  que  algún  día 
Tendieron  sobre  el  mundo 
Ebrias  do  triunfos  las  pótenles  alas 
Llevando  entre  sus  garras  las  banderas 
Vencidas  y  hechas  trizas 
De  naciones  altivas  y  guerreras ; 
Las  águilas  que  guiaron  la  fortuna 
Sangrienta  de  los  fieros  Bonaporte, 
No  posaron  su  vuelo  victorioso 
Después,  del  (iuadalupe  en  el  baluartí'. 
Y  queda  allí  soberbio  monumento 
De  patriotismo  y  gloria, 
Vistiendo  con  la  sangre  no  lavada 
La  púrpura  Iriunfal  de  su  victoria. 


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—  280  — 


Allí  queda  á  su  planta  la  esforzada 
Guerrera  de  Aloyac,  Puebla  la  bella, 
La  tierra  de  mi  hogar  que  guarda  altiva 
Cual  cicatrices  que  la  gloria  sella, 
Sus  rotos  muros,  sus  deshechos  lares, 
Sus  calles  destrozadas, 

Y  en  pié  las  ruinas  de  sus  grandes  templos 
Por  la  bala  francesa  acribilladas  ; 
Elocuente  padrón  del  heroísmo 

Y  del  patrio  denuedo, 
Pajina  de  la  historia 

Del  mejicano  corazón  sin  miedo. 

Allí  queda  la  invicta 
Amazona  mostrando  cual  trofeo 
La  palpitante  herida  del  combate, 
Por  la  cual,  anle  el  sol,  como  en  el  rolo 
Pecho  de  los  guerreros  de  Tirteo 
Se  ve  el  valiente  corazón  que  late. 

Allí  queda  ese  fuerte  de  los  libres 
Ante  cuyo  granito  la  soberbia 
De  los  nunca  vencidos  se  destroza; 
¡  Allí  queda  ese  campo  de  pelea 
Donde  hollaron  las  cruces  de  Crimea 
Los  cascos  del  corcel  de  Zaragoza! 

j  Allí  quedas,  mi  Puebla!  Y  si  algún  día 
Arroja  el  extranjero 
El  grito  de  la  guerra  á  tu  muralla, 
,  Renueva  tu  osadía, 
Vibra  de  nuevo  el  matador  acero, 
Desata  el  huracán  de  la  metralla, 
Fulmina  fiero  de  la  muerte  el  rayo, 

Y  la  sangre  del  campo  de  batalla 

La  seque  aún  otra  vez  la  esplendorosa 
Lumbre  de  gloria  do  tu  sol  de  Mayo ! 


ÍL.  í^mí^ÜJíl^Jc  't>hj  ..^p.  iV—.  .üíAit . 


A  LOS  ALUMNOS  DEL  COLEJIO  DEL  ESTADO 

(DIRTRIBLT.KjN   hE   PRKMIOs) 


Cuando  allá  en  los  conlines  de  la  Historia, 
En  la  aurora  del  mundo, 
Cuando  el  tiempo  era  niño  todavía 

Y  al  Hágase  fecundo 

Del  Eterno,  la  gran  naturalc/a 
Sus  pompas  virjinalcs  revestía; 
Cuando  el  hombre  salvaje 

Y  de  pieles  cubierto, 
Vagaba  confundido 

Con  las  fieras  sin  nombre  del  desierto  ; 
Guando  tenía  que  compartir  el  fruto 
Del  árbol  con  los  pájaros  errantes 

Y  disputar  al  bruto 

Los  restos  de  su  presa,  palpitantes  ; 

Guando  el  sol  del  estío 

Fuego  lanzando  en  la  rejión  serena 

Y'  calcinando  la  desnuda  arena  ^ 

Abrasábale  impío, 

Y  le  azotaba  el  huracán  violento, 

Y  le  mojaba  jélida  la  lluvia, 

Y  le  punzaba  el  frío; 
Cuando  en  la  playa,  á  solas, 
Contemplaba  con  ojos  espantados 
Los  mares  irritados 

Alzar  bramando  sus  tremendas  olas; 
Guando  dentro  su  choza  que  temblaba 
Él  temblaba  también,  de  miedo  yerto, 


tíáfíJÁrt  i-  ,■:  ni\tí-,.'i,   -I-  :'i-  in  ,"'i"',\.t  ■-';'  Ti  '■-iniífjr  «r  i\{A  i\'- "  ■-'■-■-^■^■"-  itlfnirit'l  r 


—  ->88  — 

Al  escuchar  el  liueno  que  rodaba 

Y  ver  llamear  incierto 

El  relámpago  pálido,  alumbrando 
La  pavorosa  noche  del  desierto ; 
Cuando  ciego  y  estúpido,  infelice. 
Con  fatigado  paso 
Iba  el  hombre  al  acaso 

Y  solo  en  la  Creación...  solo  en  la  vida, 
Solo  con  sus  dolores  sin  medida, 
Solo  con  su  miseria, 

Gomo  la  bestia  doblegada  al  suelo 
Por  el  peso  mortal  de  la  materia ;  ' 
Cuando  su  mente  oscura 
Ciego  abortaba  el  pensamiento  vago, 

Y  no  daba  á  sus  lágrimas  dulzura 
Ue  la  esperan/a  el  cariñoso  halago  ; 
Cuando  sin  ilusiones  ni  deseo 

Se  arrastraba  en  el  polvo  hasta  el  olvido, 
El  corazón  ateo, 
En  liniebla  el  espíritu  perdido, 
Errante,  débil,  infeliz  y  bravo. 

Entonce,  en  esa  hora, 
Era  Naturaleza  la  señora, 
¡  El  Hombre...  era  el  esclavo!... 


* 


Mas  hoy  que  no  hay  sobre  la  vasta  tierra 
Ningún  poder  que  su  poder  resista, 
(Jue  es  para  él  cada  obstáculo  una  guerra 
Y  entonces  cada  guerra  una  contiuista ; 
Hoy  que  el  íiero  Océano, 
Sacudiendo  su  crin  de  olas  rujientes, 
Sólo  es  para  (^1  humano 
Corcel  en  que  cabalga  soberano 
Visitando  los  anchos  continentes  ; 
Hoy  que  da  á  la  palabra 


■  >'ii  '  iii>M¿iiifcÉfrti"^"-  ^- -'*■  ^'-^'i—-^.-y   -•  --'^--'lili^lÉ^^»^ll''^lnli^''l^  ■■ 


X.   I 


—  289  — 

El  vuelo  del  relámpago,  y  la  idea 
Rápida  como  el  rayo,  por  el  mundo 
En  las  alas  del  rayo  se  pasea ; 
Hoy  que  señala  su  corriente  al  río, 
Que  enlaza  las  montañas, 

Y  las  hace  escuchar,  estremecidas. 
El  grito  del  vapor  en  sus  entrañas ; 
Hoy  que  ya  del  profundo 

Abismo  de  la  tierra  abrió  las  puertas, 

Y  ha  preguntado  á  las  edades  muertas 
El  jénesis  del  mundo  ; 

Hoy  que  sintiendo  en  su  fecunda  mente 
Del  infinito  la  atracción  suprema 
Arroja  al  cielo  su  pensar  ardiente, 
Deja  atrás  la  rejión  de  las  centellas 

Y  navega,  burbuja  intelijente, 

En  el  mar  sin  confín  de  las  estrellas ; 
Hoy  que  su  alma  ideal,  chispa  sagrada 
Por  el  Dios  encendida 
No  cabe  en  el  instante  de  la  vida, 

Y  despreciando  la  mezquina  nada 
No  ve  en  la  tumba  abierta 

Al  paso  del  proscrito 

Más  que  la  oscura  puerta 

Que  conduce  á  otro  mundo...  el  infinito; 

Hoy  que  encierra  saber  su  pensamiento 

Amor  su  corazón,  fe  su  conciencia, 

Que  tierra  y  firmamento 

Alumbra  con  su  ciencia, 

Y  que  á  sus  plantas  el  error  enclava 

Y  que  le  acerca  á  Dios  su  inteligencia, 

¡  El  Hombre  es  rey...  Naturaleza,  esclava  I 

*  ♦ 

El  hombre  es  rey.  l-^a  Creación  hermosa 
Como  una  virjen  al  amor  rendida 

Pasionarias.  17 


■**^"^-t-^^'^'-''^--"-¿»ii.i»  iiiii- ',  ^'Jitnití^átii^i^íiámÉÍSik 


-   290  — 

Le  rodea  cariñosa, 

Y  le  briiula  en  su  seno,  voluptuosa, 
La  copa  de  misterio  de  la  vida. 

La  copa  del  saber  en  que  se  esconde 
Del  Creador  el  secreto  soberano, 

Y  cuyo  néctar  al  tocar  el  labio, 
Hace  un  hijo  de  Dios  del  ser  humano. 
(Jue  la  Ciencia,  centella  desprendida 
De  la  inmensa  mirada  del  Eterno, 

Y  en  el  humano  espíritu  caída, 
Desde  la  triste  sombra  de  este  suelo 
Rasgando  la  liniebla  de  la  vida 

Le  alumbra  el  mundo  y  le  señala  el  cielo. 

Tú  eres,  Ciencia,  del  mundo  la  señora, 
;  Para  ti  los  laureles  y  las  palmas, 

Y  los  himnos  del  arpa  vibradora 

Y  el  culto  de  las  almas! 

;  Para  ti  los  perfumes  y  las  flores, 
Para  ti  lo  mejor  de  la  existencia... 
Si  sólo  vive  el  corazón  de  amores 
Sólo  vive  el  espíritu  de  ciencia! 


¡  Oh  grata  juventud  !  Alma  de  aurora 
Que  vibra  estremecida 
Como  una  lira  melodiosa  y  blanda 
Á  los  primeros  soplos  de  la  vida; 
Dulce  jeneración  en  primavera 
Á  quien  deslumhra  el  esplendor  del  día. 
En  quien  derrama  la  ilusión  primera, 
Como  una  lluvia  matinal  de  flores, 
La  inefable  pasión  de  los  amores, 
La  esperanza,  la  dicha,  la  poesía 
Y  todos  los  ensueños  seductores 
De  la  májica  edad  de  la  alegría  ; 


-^- *■  "*^'- liiV  lili  ir  ■'-"■■-*■-  'iiú¿KitÉáMiií'úá  \v'ii\'íiA'  r'i'n'    • 


—  291  — 

Juventud,  porvenir  que  se  levanta, 
Sangre  que  hierve,  corazón  que  late, 
Guerrera  que  se  apresta 
Segura  de  los  triunfos  al  combate ; 
Sacerdotisa  eterna  de  la  idea 
Que  en  la  ara  de  la  Ciencia 
Ala  diosa  Verdad,  en  holocausto 
Consagras  lo  mejor  de  la  existencia  ; 
Hermana  juventud,  ¡  álzate  grande! 
¡  Alcanza  las  conquistas  del  talento, 
Y  vuele  á  la  Verdad  tu  pensamiento 
Como  el  soberbio  cóndoro  del  Ande 
Al  espléndido  sol  del  firmamento! 


^u^-í^-^L  „-     ..,..■■■.    :;¿.„.,.-.^.:.^^..>t'^-^.-./-.y»^'aj¿.arjÉiiiaJ4Éiiiitt-..^--t. 


EN  LA  EXPOSICIÓN  INDUSTRIAL  DE  PUEBLA 

(velada   ARTÍSTICO-LITEHAHIA, 
PEDICADA    AL    T.ENERAL   ULISES    GRAM') 


Hay  un  ailisla...  ¡  Dios!  Tendió  su  cielo 
Y,  cual  polvo  caído  de  sus  huellas, 
Derramó  en  los  espacios  infinitos 
Un  reguero  de  mundos...  las  estrellas. 

Habló,  dijo  :  /  la  luz!  y  la  sonora 
Voz  que  la  inmensidad  estremecía, 
Del  caos  huyendo  desprendió  la  aurora 

Y  de  la  aurora  desprendióse  el  día. 

VA  día,  la  vasta  luz,  el  torbellino 
De  átomos  de  oro  que  al  tender  su  vuelo 
Por  los  campos  del  éter  cristalino 
Encienden  con  su  polvo  diamantino 
El  esplendor  magnífico  del  cielo. 
El  día,  pompa  del  sol,  rejio  atavío, 
Beso  de  luz  que  deja  en  las  corolas 
El  trémulo  diamante  del  rocío, 

Y  chispeando  en  la  cresta  de  las  olas 
Tiende  un  collar  de  soles  en  el  río. 

El  día  que  viste  de  esplendor  la  tierra, 
De  iris  la  flor,  de  púrpura  el  celaje 

Y  en  penachos  de  perlas  desparrama 
Las  olas  del  Atlántico  salvaje. 


•■'^•''  ■-"■'^'-  '    i-  :  ■j-j.a-g^-^-.j-viV'— ''^--T--»-'  ■    ^'--  ■•■üiiJÉ^li'  ■■•■|>-'^'-^"'-i-- 


—  293  — 

El  día  que  enciende  con  su  llama.de  oro 
De  la  ancha  tierra  el  perfumero  inmenso 
Para  que  suba  al  Dios  de  las  alturas 
Entre  música,  flores  y  aromas 
El  himno  universal  de  las  criaturas. 

* 

Á  la  espléndida  luz  del  primer  día 
La  tierra,  que  de  amor  se  estremecía, 
Desplegó  sus  soberbios  horizontes, 
Puso  en  calma  sus  mares  turbulentos, 
Hundió  sus  valles,  levantó  sus  montes. 
Hizo  soplar  suavísimos  los  vientos 
Cargados  de  perfumes  y  rumores, 
Y  al  extender  del  bosque  la  espesura, 
Pobló  la  soledad  de  la  llanura 
Con  torrentes  y  pájaros  y  flores. 

Y  en  medio  de  esta  luz,  de  esta  armonía. 
De  este  nido  de  amor,  de  este  embeleso, 
El  hombre  despertóse  acariciado 
Por  el  fuego  nupcial  del  primer  beso. 

Abrió  sus  ojos,  y  el  divino  rayo 
Del  sol  que  aparecía. 
Ante  sus  ojos,  se  veló  un  instante, 
Que  más  bella  que  el  mundo  que  nacía, 
Más  esplendente  que  la  luz  del  día 
Era  la  imajen  que  tenía  delante. 

Eva,  la  flor  de  Dios,  la  seductora 
Creación  del  primer  sueño,  la  doncella 
Formada  en  el  regazo  de  la  aurora 
Para  sus  bodas  con  Adán,  aquella 
Que  ya  en  el  Paraíso  tentadora 
Cuando  apenas  nacía, 


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—  294  — 

Rival  de  Dios  después  sobre  la  tierra 
En  el  alma  del  hombre  se  alzaría. 

Adán  creía.  Los  cielos  asombrados 
Con  Dios  á  solas  conversar  le  oyeron 
Del  Edén  en  los  huertos  perfumados, 

Y  en  torno  de  él  para  guardarle  vieron 
La  lejión  de  los  ánjeles  alados. 

Adán  creía;  pero  olvidó  un  instante 
La  cara  de  su  Dios,  y  en  su  locura 
De  Eva  al  mirar  bellísimo  el  semblante 
Se  arrodilló  temblando  y  palpitante 
Ante  el  divino  sol  de  la  hermosura. 

Sintió  en  su  alma  otro  Dios,  desconocido, 
Pero  hermoso  también,  también  supremo, 
También  Creador  y  grande  sin  medida; 
El  Dios-Amor  incontrastable  y  fuerte, 

Y  al  presentirle  idolatró  la  vida, 

Y  por  gozarle  desdeñó  la  muerte. 

Amó,  y  su  pecho  se  bañó  en  ternura, 

Y  desbordó  en  su  labio  la  dulzura 
De  Eva  al  decir  el  delicioso  nombre; 
Ciñó  su  talle  con  jentil  abrazo, 
Reclinó  la  cabeza  en  su  regazo 

Y  olvidado  de  Dios,  quiso  ser  hombre. 

Y  Dios  celoso  le  arrojó  irritado 
Del  profanado  Edén  sobre  la  tierra, 
De  la  hermosa  mujer  acompañado; 
Le  arrojó  á  la  expiación  y  á  la  guerra 
Con  todo  lo  creado. 

Y  el  hombre  se  encontró  desconocido 
En  la  vasta  Creación  ;  ánjel  caído 
Ausente  de  su  Dios,  por  un  instante 
En  los  umbrales  del  Edén  perdido 


-■¿..-■■1,-L-  f.^^ti.^-¿-^^..»....j:.  ....-¿■-^^  ■L-:l.>-:.^^u->.....— «<1-/ '  -:  : 


—  21)5  — 

Quizá  lloró,  quemando  fiijiliva 
La  lágrima  primera  su  semblante; 
¡  Mas  luego  irguióse  su  cabeza  altiva, 
Lanzó  al  remoto  cielo  una  mirada, 
Abarcó  luego  la  desierta  tierra, 
Y  al  sentir  en  su  mente  el  pensamiento, 
En  su  brazo  el  vigor,  y  el  ardimiento 
En  su  jigante  corazón,  lanzóse 
Contra  la  hostil  Naturaloz¡i  en  guerra! 


II 


Y  de  entonces  acá,  siglo  tras  siglo, 
Infatigable  luchador  el  hombre 
Viene  escribiendo  su  triunfante  nombre 
En  el  libro  inmortal  de  las  edades. 
Humilló  de  las  fieras  la  bravura, 
Con  su  trabajo  fecundó  la  tierra 

Y  tapizó  de  mieses  la  llanura. 
Derramó  en  el  desierto  las  ciudades. 
Dominó  con  sus  torres  el  espacio 

Y  levantó,  soberbio,  su  palacio 
Junto  al  templo  erijido  á  sus  deidades. 

En  vano  el  mar,  rujiendo  de  coraje 
Al  sentir  en  su  espalda  la  barquilla, 
Su  crin  de  espuma  sacudió  salvaje 

Y  reventó  su  turbulento  oleaje 

En  las  quietas  arenas  de  la  orilla. 
Presintiendo  del  hombre  el  poderío 
En  su  contra  llamó  las  tempestades, 
Hizo  rodar  el  trueno  en  el  vacío, 
Abrió  en  la  inmensidad  sus  soledades 
De  hondo  misterio  y  de  terror  sombrío... 
Todo  en  vano... 

¿  No  veis  allá  á  lo  lejos 


II  •    •  I  -íiikaÉ  mú\  JVTii  II  tÉÍiiri  Afc^#  a'f  tfh  '  "-■i  A,mí\t»  I  til  ir  í'Jnm  i  r  iintf  ■■hmilÉfcfiifc 


—  296  — 

Sobre  las  olas  de  rizada  espuma, 
Del  magnífico  sol  á  los  reflejos, 
Tenderse  al  aire  cual  gallarda  pluma, 
Blanco  penacho  de  indecisa  bruma?... 
¡  Es  el  vapor!  Su  pabellón  de  gloria 
Proteje  al  hombre  sobre  el  mar  perdido; 
La  inmensidad,  el  huracán,  el  trueno, 
La  tempestad  flamíjera,  han  huido... 
Dragones  de  la  mar  ya  no  la  guardan  : 
El  mar  eslá  vencido. 

Vencido  está  como  lo  eslá  la  tierra, 
Cuyas  entrañas  al  trabajo  abiertas 
Prodigan  el  tesoro 
Inagotable  de  sus  venas  de  oro, 

Y  en  cuyos  senos  el  saber  profundo 
Ha  hecho  decir  á  las  edades  muertas 
El  misterioso  jénesis  del  mundo. 
Vencido,  como  está  Naturaleza 

Á  quien  arranca  dilijente  el  sabio 
Secretos  de  poder  y  de  grandeza... 

¿  Qué  es  esa  chispa  que  en  la  nube  oscura 
Con  ímpetu  violento 
Lanza  el  trueno,  y  fulgura,  y  centellea? 
En  el  cielo  es  el  rayo,  entre  los  hombres 
Es  el  dócil  corcel  del  pensamiento 
y  lleva  en  su  relámpago  la  idea. 

¡  Tú  eres,  Ciencia,  del  mundo  la  señora! 
¿  Cómo  no  dominar  las  tempestades, 
La  centella  y  el  piélago  bravio, 
Cuando  al  sol  detuviste  en  su  carrera, 

Y  fijándole  allí  tu  poderío 
Arrojaste  á  la  tierra  triunfadora 
A  trazar  voladora 

Su  curva  jigantesca  en  el  vacío?.. 


¡L^^^.ji'.i^'^'-^^-^^-^^;^^  ...l"-— ■^■..;  *!-,*  ,  .*..^..,--^^.^v..t^ 


itá¿£i:j,:j^... 


—  207  — 

¡Oh  Ciencia,  tú  eres  grandeza! 
Por  ti,  sólo  por  ti,  pudiera  el  hombre 
Levantando  orgulloso  la  cabeza 
Llamarse  hijo  de  Dios.  Tú  eres  la  llama 
Que  nuestro  frájil  ser  inmortaliza, 

Y  transformando  en  sacerdote  al  hombre 

Y  en  templo  la  Creación,  le  diviniza. 

Tú  eres  vida  inmortal.  Contigo  el  arle 
Crece  y  vive  también.  ¿  No  ha  trasformado 
La  tienda  que  las  tribus  vagabundas 
Alzaban  del  desierto  en  las  arenas 

Y  las  rústicas  aras  pastorales 

En  los  sagrados  pórticos  de  Atenas 

Y  de  Cristo  en  las  santas  catedrales? 
¿  No  del  cincel  á  los  prodijios  raros 
Bajar  hizo  á  los  griegos  pedestales 
Los  magníficos  dioses  del  Olimpo 

Á  dar  vida  á  los  mármoles  de  Paros?... 

¡El  Arle  es  jenio,  inspiración,  grandeza! 
El  mismo  Dios  le  teje  sus  coronas... 
El  Arte  es  Rafael  robando  al  cielo 
El  rostro  anjelical  de  sus  Madonas; 
¡  Miguel  Ángel  arrancando  al  suelo 
Ancha  mole  de  pórfido  y  granito, 

Y  arrojando,  pujante, 

De  San  Pedro  la  cúpula  jigante 
Á  la  rejión  azul  del  infinito! 

El  Arte  es  esa  Italia  de  Rossini 
Inundando  la  tierra  de  armonía. 
Es  el  cisne  de  Pésaro  exhalando 
En  un  himno  del  cielo  su  agonía ; 
Es  Ánjela,  nuestra  Ánjela  llevando 
En  el  canoro  y  musical  gorjeo 
De  su  dulce  garganta  mejicana, 

17. 


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—  298  — 

Al  espléndido  alcázar  europeo 
El  trino  de  la  alondra  americana! 


¡  Y  en  tanto  que  la  Ciencia  es  la  grandeza 
Del  hombre,  hijo  de  Dios ;  mientras  el  Arte 
Derrama  el  esplendor  de  la  belleza 
En  las  obras  del  jenio,  y  se  levanta 
Rival  de  la  jentil  Naturaleza, 
He  aquí  la  Industria  que  también  se  acerca 
Al  festín  de  la  Gloria  y  la  Conquista, 
Y  el  himno  hermoso  de  los  triunfos  canta! 

¡Gloria  al  sabio  inmortal,  gloria  al  artista! 
Pero  gloria  también  al  artesano. 
Trabajador  fecundo 
Que  lleva  humilde  en  su  callosa  mano 
Algo  también  del  porvenir  del  mundo. 
Gloria  al  obrero,  al  hombre  del  trabajo, 
Al  hijo  del  taller,  al  que  constante 
En  su  obra  de  adelanto  redentora. 
Quizá  del  mundo  ante  la  faz  mañana 
Alto,  muy  alto  con  su  afán  levante 
El  nombre  de  esta  tierra  mejicana. 


III 


Patria,  nido  de  amor,  grupo  de  flores, 
Que  besa  el  sol  y  que  enamora  el  día. 
Santuario  de  la  fe  de  mis  mayores, 
Tierra  de  la  beldad  y  los  amores, 
É  incomparable  amor  del  alma  mía  ; 
Hogar  del  corazón,  patria  del  alma, 
Méjico  la  jentil,  virjen  azteca. 
Como  Venus  nacida  de  las  olas, 


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—  2í)9  — 

Envuelta  como  Venus  en  la  espuma, 

Y  robada  al  amor  de  Moctezuma 
Por  las  audaces  manos  españolas; 
Tierra  del  Anahuac,  huerto  florido 
Que  en  el  Edén  de  América  descuellas 
Con  tu  cielo  de  azul  y  de  arreboles, 
Donde  brillan  tan  fúljidos  los  soles 

Y  tiemblan -tan  amantes  las  estrellas; 
Tierra  de  promisión,  tan  seductora 
Con  tus  bosques,  tus  lagos,  tus  verjeles, 
Tus  montes  de  oro,  tu  tapiz  de  rosa> ; 

Y  tus  sabios,  tus  poetas  y  guerreros, 

Y  tus  hijas  con  ojos  de  luceros 
Que  parecen  mujeres  y  son  diosas ; 
Patria  del  corazón,  quiero  que  te  amen 
Así  cual  te  amo  yo,  cuantos  te  miren ; 

¡  Quiero  que  bella  sin  rival  te  llamen 

Y  grande  te  respeten  y  te  admiren! 

He  aquí  un  huésped  ilustre.  Viene  anillo 
Un  pueblo  á  visitar,  un  pueblo  hermano 
Que  de  su  gloria  y  su  valor  testigo, 
Al  saludarle  con  aplauso  ufano 
No  mira  en  él  al  grande  presidente 
Sino  al  gran  ciudadano, 
Al  brazo  varonil,  fuerte  y  potente 
Que  más  allá  del  turbulento  Bravo 
Hizo  pedazos  con  terrible  espada 
La  afrentosa  cadena  del  esclavo! 

¡  Salud  al  redentor  del  oprimido, 

Y  salud  á  la  América  potente. 

Rival  de  Europa  tras  los  anchos  mares, 

Á  la  tierra  de  Hidalgo  y  de  Bolívar 

De  Washington,  de  Lincoln  y  de  Juárez! 

i  Que  de  la  Unión  en  el  extenso  cielo 
Brillen  siempre  gloriosas  sus  estrellas; 


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—  300  — 

Y  el  águila  soberbia  mejicana 
Independiente,  libre,  soberana, 
Vuele  tan  alto  como  brillan  ellas! 

¡  Que  multiplique  América  sus  grandes 

Y  le  prodigue  el  porvenir  coronas, 
Mientras  alcen  su  cúspide  los  Andes 

Y  ruede  su  cristal  el  Amazonas! 

¡  Que  grande,  bello,  espléndido,  fecundo 
Levante  Dios  con  su  potente  mano 
De  las  playas  de  luz  americanas, 
Para  alumbrar  la  libertad  del  mundo, 
El  sol  de  las  Repúblicas  hermanas! 


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PINTURA  AL  PASTEL 


¡  Lúslima  que  en  verdad  no  sea  de  Lola 
La  cara  anjelical  que  lleva  puesta! 
Pero  es  suya  no  más  porque  le  cuesta, 
Como  dice  el  soneto  de  Arjensola. 

Agregúese  á  esto  la  tremenda  cola, 
El  alto  puíF,  la  enmarañada  cresta, 
Y  dígame  cualquiera  si  no  es  ésta 
Una  muchacha  que  se  pinta  sola. 

Mancha  ninguna  su  beldad  empaña ; 
Mas  yo,  aunque  dicen  que  por  ella  muero, 
No  la  quisiera  ver  cuando  se  baña; 

Y  sólo  pide  á  Dios  mi  amor  sincero 
Que  el  viento  no  se  lleve  su  castaña, 
Ni  le  caiga  en  el  rostro  un  aguacero. 


•"•|  T  nifÉlfirSttil  WMtf'--- ■■'■'■■  '"■•■   •'■ f'i    I   11  lllliirtlIlVftl  ■Tífl      mñ        "ifltÜfl"!' 


EN  EL  ALBÜM  DE  PEPE 


¿La  amaste?...  Pues  olvídala.  Esla  vida 
De  bienes  duraderos  tan  escasa, 
Amando  y  olvidando  se  nos  pasa 
Y  cuanto  más  se  vive  más  se  olvida. 

Una  pasión  es  fiebre  que,  homicida, 
Se  nos  mete  cual  Pedro  por  su  casa 
Dentro  del  corazón,  y  nos  le  abrasa... 
No  hay,  pues,  que  dar  á  la  pasión  cabida. 

La  mujer  es  un  ánjel,  no  lo  niego; 
Pero,  Pepe,  la  Biblia  es  testimonio 
De  que  la  echaron  del  Paraíso  luego  : 

Estaba  en  relación  con  el  Demonio, 
Y,  como  no  han  quebrado,  á  pensar  llego 
Que  ya  hasta  contrajeron  matrimonio. 


lÉ'ir'  Mlifciti'ii  »».^^.'..  ,,--.,.-¿i.i..  |,i.i¿'¡,.  ff^   •■  i-.i^.-'v.  '^  •-i.j-rMtiinC'r     i' ii-i-iit^~ (n  ii  ' 


JUANITA 


Mirad  á  Juana  ;  su  cintura  es  leve, 
Blanquísima  su  frente  sin  mancilla, 

Y  envidiará  el  carmín  de  su  mejilla 
La  fresca  rosa  que  favonio  mueve. 

¿Quién  temerario  á  resistir  se  atreve 
El  dulce  fuego  que  en  sus  ojos  brilla? 
¿Quién  temblando  de  amor  no  se  arrodilla 

Y  besa  el  polvo  de  su  planta  breve  ? 

Todo  cuanto  natura  en  esta  tierra 
Ha  prodigado  á  la  belleza  humana, 
En  Juanita  no  hay  duda  que  se  encierra : 

Mas  ¡  ay !  que  esa  beldad  tan  soberana, 
Queriendo  escribir  guerra  pone  r/erra 

Y  firma  al  pié  de  sus  cartilas  :  Guana. 


^.•-.  jJiA  ^.t  -•%■••. .     ^^.^.  kj!.i .... ..   ■  -  •■  ■    ■•■      ■>       -^.r. .  -   ■  ■-  ^.  --  <Jtiáí..f>-:^.>-'>_  ■■■■ :        ,  _  ■--'  .--..áífa^-vf  ^- .::--ir-^"x:¿u -i 


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EN  UN  EJEMPLAR  DE  LA  «  DIVINA  COMEDIA 


La  «  Divina  Comedia  »  es  el  poema 
De  ese  mundo  escondido  en  la  secreta 
Sombra  del  corazón,  infierno  y  cielo, 
Pecado  y  expiación,  perdón  y  calma  ; 
Y  Dante  es  sólo  el  hombre  hecho  poeta 
Errante  en  los  abismos  de  su  alma. 


Jtkhí'ÉiJiÉí.  .1^       "iMSÉIii    i''"         i'       .  i--^'-- <■'-■■: '--   ^^...t.i..:..  >-...■  j^-.-..i:j.tL2í:i;ka..¿j»—''^.i'.'.,  :■:!......:_  J 


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A  LA  SOCIEDAD  LITERARIA 


«    P.ODRIGUEZ    GALVAN    » 


¡  Óyeme,  juventud! 

Callo  en  mi  labio 
El  himno  de  alabanza, 

Y  abro  mi  corazón,  en  donde  guardo 
La  voz  de  la  amistad  y  la  confianza. 

Me  llamaste  á  tu  seno,  y  he  venido 
Pobre  de  lo  que  esperas ; 
Mas  si  jamás  talento  he  poseído, 
Aún  guarda  el  corazón  envejecido 
Algo  de  sus  lejanas  primaveras. 

Aún  el  fuego  divino 
Que  enciende  en  esa  edad  la  fantasía 

Y  alumbra  el  pensamiento, 

€omo  alumbra  el  inmenso  firmamento 
El  rayo  de  oro  del  naciente  día; 
Aún  ese  fuego  deja 
La  última  de  sus  chispas  encendida 
Dentro  de  un  corazón  que  ya  se  aleja 
De  los  confines  de  la  edad  florida. 
Dentro  de  un  corazón  que  van  enfriando 
Las  nieblas  de  la  tarde  de  la  vida. 

Esa  chispa  se  aviva,  y  á  su  fuego 
El  ánimo  se  inquieta, 

Y  yo  su  impulso  irresistible  sigo. 


( 


—  30G  — 

Trayendo,  más  que  el  canto  del  poeta, 
La  mano  cariñosa  del  amigo. 

Deja,  pues,  que  en  las  cuerdas  silenciosas 
Del  arpa  abandonada 
Busque  yo  las  antiguas  armonías. 
Que  acaso  se  llevaron  para  siempre 
Las  blandas  auras  de  mis  bellos  días. 

Deja  un  instante  que  á  tus  puertas  llame, 
¡  Dichosa  juventud!  Deja  que  aliente 
Tu  atmósfera  de  luz,  tu  ambiente  libre, 

Y  que  a  tu  hogar  mi  corazón  caliente, 
Que  á  tu  festín  primaveral  me  siente 

Y  que  mi  canto  con  los  tuyos  vibre. 

Que,  también  como  tú,  cuando  mis  horas 
Estaban  alumbradas  todavía 
Por  el  beso  de  luz  de  sus  auroras, 

Y  la  ilusión  y  la  esperanza  ardiente 
Lanzaban  tentadoras 

Una  nube  de  sueños  ú  mi  frente, 
Sentí  que  abrasador  el  pensamiento 
El  raquítico  cráneo  me  rompía, 

Y  águila  audaz  de  poderoso  aliento. 
En  pos  de  libertad  y  firmamento 
Sus  alas  impacientes  sacudía. 

Entonces,  como  tú,  sintiendo  estrecho 
Á  la  ansiosa  mirada  el  horizonte 

Y  al  ajitado  corazón  el  pecho, 

Soñé  otro  mundo  tras  el  patrio  monte, 
Otro  aire  azul  tras  el  paterno  techo, 

Y  en  alas  del  amor  y  la  confianza 
Busqué  otra  inspiración  á  mis  cantares. 
Otra  felicidad  á  mi  esperanza, 

Otro  incógnito  Dios  á  mis  altares. 


I 


—  307  — 

¡  Otro  amor  a  mi  amor !... 

Febril  empeña 
Mi  mente  enardecía 
En  pos  del  mundo  que  forjó  mi  sueño. 

«  i  El  mundo  de  mi  loca  fantasía, 
Mi  mundo  de  poeta, 
Un  pedazo  de  cielo  que  se  abría 
En  la  rejión  del  alma  más  secreta, 
Un  enjambre  de  sueños  voladores 
En  torno  de  dos  almas  cariñosas, 

Y  del  alba  á  los  tibios  resplandores 
Un  escondido  tálamo  de  rosas 
Para  el  sueño  nupcial  de  los  amores; 
Un  cáliz  desbordado  de  embriagueces, 
De  inmortales  delicias, 

Un  torrente  de  besos,  de  suspiros, 

De  lágrimas  de  amor  y  de  caricias!  »... 

I  El  mundo  del  placer  y  la  ventura 
Al  arrullo  del  arpa  enamorada 
Ante  el  ara  gentil  de  la  hermosura; 

Y  más  allá,  la  fulgurante  Diosa, 
Eterno  y  santo  amor  del  pensamiento, 
La  Gloria,  señalando  majestuosa 

Su  corona  de  estrellas  al  talento! 

Y  el  triunfo  austero  de  la  sacra  Ciencia 
En  la  olímpica  frente  pensadora 

Del  hombre-rey,  alzando  brilladora 
Una  aureola  inmortal  :  ¡  la  intelijencia  I 

Y  la  lucha,  el  combate  misterioso 
Que  el  alma  varonil  libra  al  destino 
De  la  vida  en  el  campo  tenebroso ; 

Y  la  conquista,  la  estruendosa  fama 
Arrojando  en  sus  cánticos  un  nombre 


MtiimiMt''  'niitilíV'-  ■"■•-'''■■-^■'■-'■•'-"'^■^^■-■'-'" '■■ 


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—  308  — 

Al  porvenir,  heraldo  que  proclama 
Las  victorias  del  hombre. 

Y  la  Ciencia,  el  Poder,  la  Gloria,  el  Triunfo, 
Todo  ese  grupo  del  ideal  sagrado 
Que  enciende  nuestras  almas 
Y  á  combate  perpetuólas  convida, 
Ajitando  magníficas  sus  palmas 
En  torno  al  gladiador  ensangrentado, 
Vencedor  en  las  luchas  de  la  vida... 

¡  Oh  esplendor  de  los  sueños  vagabundos 
Que  el  espíritu  abrasan,  tú  le  encumbras 
Al  través  de  los  soles  y  los  mundo¿5 
Y,  sol  también,  el  universo  alumbras! 


Todo  eso  en  su  risueña  lontananza. 
Todo  eso  en  los  umbrales  de  la  vida 
Pintaba  ante  mis  ojos  la  esperanza... 
Culpa  no  es  suya  si  salió  mentida. 

¡Pero  tú,  juventud,  sueña,  delira, 
Espera  y  ambiciona  ! 
j  La  gloria  del  talento  no  es  mentira 
Y  es  esa  gloria  la  mejor  corona! 


Y  vosotras,  vosotras,  las  jentile^ 
Hijas  del  Atoyac,  cuyos  hechizos 
Acaso  adivinaron 
Los  que  á  Puebla  en  un  tiempo 
La  tierra  de  ¡os  ánjeles  llamaron; 
Vosotras  sois  las  llores 
Del  májico  pensil  de  los  amores. 


i-      I  I  t  •  'nliMláMi  "finmiilií  '■■''  —  -"-¿■'^^-^■'a.'-^'''--  .-^^^i^r^i  .  |jti,|]iyi|,  rj 


Úl^ 


—  309  — 

Música  es  vuestra  voz,  y  ambrosía 

Son  esos  labios  luimedos  y  rojos; 

Gomo  el  brillante  sol  enciende  el  día 

Amor  enciende  vuestros  lindos  ojos. 

¿Quién  al  veros,  de  vos  no  se  enamora? 

¿Qué  suspiro  hasta  vos  no  se  levanta? 

¿Qué  corazón  vuestro  desdén  no  llora? 

¿Qué  trovador  vuestra  beldad  no  canta? 

¿Quién  en  sueños  no  mira  vuestra  sombra? 

¿Quién  no  quisiera  á  vuestras  plantas  bellas 

Tender  como  una  alfombra 

Ramilletes  de  rosas  y  de  estrellas? 

¿  No  tiembla  acaso  el  alma  estremecida 

Al  eco  nada  más  de  vuestro  nombre? 

¿No  sois  del  ama  la  mitad  querida, 

Las  dulces  compañeras  de  la  vida, 

La  sangre,  el  ser,  el  corazón  del  hombre?... 

Pues  si  todo  lo  sois  ;  si  el  cielo  quiso 
Que  el  hombre  por  vosotras  olvidara 
El  jardín  celestial  del  Paraíso  ; 
Si  madre  ó  prometida 
Siempre  las  dueñas  sois  de  nuestra  vida, 
¡Abrid,  abrid  al  rayo  de  la  Ciencia, 
Gomo  la  flor  al  sol  su  cáliz  de  oro. 
Vuestra  hermosa  y  feliz  inlelijencia  ! 
De  nada  sirve  incógnito  el  tesoro, 
La  perla  más  preciosa  nada  vale 
Si  siempre  oculta  entre  su  concha  vive, 

Y  sólo  pedernal  es  el  diamante 
Si  luz  y  pulimento  no  recibe. 
Acreciente  el  saber  vuestra  valía, 
En  el  joyel  osténtese  la  perla, 

¡  Brille  el  diamante  con  la  luz  del  día  I 

Y  al  ceñir  vuestras  frentes  ruborosas, 
Donde  tienen  su  asiento 

También  la  inspiración  y  el  talento, 


taMMJBlMÉr^iTW'^hftitf  ¿lli¿táiMilt¥i- Jii'íiiih-Mllftii ifci»  ii1iS- ■ '-  ■—  -'■-'''■ 


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—  SIG- 
LOS laureles  se  mezclen  con  las  rosas. 
Vuestro  es  del  hombre  el  corazón...  que  os  rinda 
También  el  pensamiento; 
Completad  sobre  su  alma  la  victoria, 

Y  ya  que  sois  su  dicha,  sed  su  orgullo, 
Ya  que  sois  su  destino,  ¡  sed  su  gloria 

¡Dichosa  juventud,  sueña,  delira, 
Espera  y  ambiciona!... 
La  gloria  del  talento  no  es  mentira 

Y  es  esa  gloria  la  mejor  corona ! 

¡  Dichosa  juventud,  álzate,  avanza, 
El  sol  del  porvenir  con  sus  reflejos 
Alumbra  tu  esperanza !... 

En  tanto  el  sol  que  iluminó  la  mía 
Esconde  allá  á  lo  lejos 
En  las  nieblas  de  ocaso  su  agonía. 


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CUARTA  PARTE 


INSOMNIOS 


Las  lágrimas  vertidas 

Del  alma  alivian  la  agonía  secreta  : 
He  aqní  mis  versos,  lágrimas  sentidas, 
Lágrimas  melancólicas  caídas 
Del  alma  solitaria  del  poeta. 


:..-.i.^.-i;f.i^..-A-<¿tÁa:,,/-.  if^'-f¿{f  liiiiiiiiiliiriyTi'JÉ^iii        -.ríin  inrJMriiáiiiratii 


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LA  NOCHE 

(Á   JUAN    lí.    IIÍJAR    Y   UARO) 


L'áme  du  poete,  ame  (l'omlire  et  d'amour, 
C'ost  une  fleur  dos  niiits  qui  s'épiínoiiit  aux  étoiles» 
V.  Higo. 

¡Salve,  noche  sagrada!  Cuando  tiendes 
Desde  el  éter  profundo 
Bordada  con  el  oro  de  los  astros 
Tu  lóbrega  cortina  sobre  o!  mundo; 
Guando,  vertiendo  la  urna  de  la  sombra, 
Con  el  blando  rocío  do  los  beleños 
Vas  derramando  en  la  Creación  dormida 
Las  negras  flores  de  los  vagos  sueños, 
El  fúnebre  silencio,  y  la  honda  calma 
Que  á  los  misterios  del  no  ser  convida. 
Entonces,  como  flor  de  las  tinieblas, 
Para  vivir  en  ti,  se  abre  mi  alma. 

Hermosa  eres,  ¡  oh  noche  ! 
Hermosa  cuando  límpida,  serena, 
Rivalizando  con  el  mismo  día, 
Rueda  tu  luna  llena. 
Joya  de  Dios,  en  la  rejión  vacía. 
Hermosa  cuando  opaca, 
Esa  luna,  ya  triste,  se  reclina 
En  la  arjenlada  nube 
Que  apenas  melancólica  ilumina, 
Tan  apacible  en  su  divina  calma 
Que,  viéndola,  los  ojos  se  humedecen 
Y  sin  saber  por  qué,  suspira  el  alma. 


m...-.-^.!,..  .   )||¡ ¡fti¡^-^.r.ja.  ..  -  ^'-    ■^í.:..:  .'. .- :-.W>  ■A.-.'-  j  lá^aíf  vJl».  J^-  '->¿11-| 


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313 


Hermosa  cuando  negra 


Como  el  seno  del  caos,  la  eterna  sombra. 

Insondable  y  desierta, 

Chispea  de  estrellas,  que  alumbrar  parecen 

Pálidos  cirios,  á  la  tierra  muerta. 

¡  Y  más  hermosa  aún,  cuando  ajitando 

Su  densa  cabellera  de  tinieblas 

Trenzadas  con  el  rayo,  la  tormenta 

Borra  los  astros,  y  fulgura  y  brama, 

Y  azotando  los  cielos  con  la  llama 

Del  relámpago  lívido,  revienta!... 

Entonces,  sólo  entonces,  al  aliento 
Del  huracán  que  ruje  embravecido, 
Al  rasgar  la  centella  el  firmamento, 
Al  estallar  el  trueno,  es  cuando  siento 
Latir  mi  corazón,  latir  henchido 
De  salvaje  embriaguez...  Quieren  mis  ojos 
Su  mirada  cruzar  fiera  y  sombría 
Con  la  mirada  eléctrica  del  rayo 
Fatídica  también!...  ¡Mi  pecho  ansia 
Aspirar  en  tu  atmósfera  de  fuego 
Tu  aliento,  tempestad!...  ¡  Y  que  se  pierda 
La  ardiente  voz  de  mi  ajilado  seno 
En  la  explosión  magnífica  del  trueno! 

¡  Quiero  sentir  que  mi  cabello  azota 
La  ráfaga  glacial;  quiero  en  mi  frente 
Un  beso  de  huracán,  y  que  la  lluvia 
Venga  á  mezclar  sus  golas  con  la  gota 
En  que  tal  vez  mi  párpado  reviente! 

Noche  de  tempestad,  noche  sombría, 
¿Acaso  tú  no  eres 

La  imajen  de  lo  que  es  el  alma  mía? 
Tempestad  de  dolores  y  placeres, 
Inmenso  corazón  en  agonía... 

Pasionarias.  18 


-I  I  ii-lÉ'liillit'-'— '■'  .^t--''-  -■i»-'iA»^»l^.¿a¿¡iiiihiAi¿kh>t^-J«fcJ 


—  31  i  — 

También  así,  como  en  sereno  cielo 
©e  blanca  luz  y  fúljidas  estrellas, 
Miré  pasar  en  delicioso  vuelo. 
Como  esas  nubes  que  arjentó  la  luna, 
Fantásticas  y  bellas 
Mis  quimeras  de  amor  y  de  fortuna. 

Y  así  también  de  pronto,  la  tiniebla 
Mis  astros  apagó,  rasgó  la  nube 
Cárdeno  rayo  en  explosión  violenta, 

Y  en  mi  alma  desataron 

El  dolor  y  la  duda  su  tormenta. 

¿Quién  como  yo  sintió?  ¿Quién  de  rodillas 
Cayó  temblando  de  pasión  ante  Ella'í 
¿Quién  sintiendo  correr  por  sus  mejillas 
El  llanto  del  amor,  en  ese  llanto 
Mojó  los  besos  que  dejó  en  su  huella? 
¿Quién  como  yo,  mirando  realizada 
La  ansiada  dicha  que  alcanzó  el  empeño, 
Al  irla  á  disfrutar  vio  disiparse 
En  la  sombra,  en  la  nada, 
La  mentira  de  un  sueño? 
¿  Quién  de  la  vida  al  seductor  banquete 
Llegó  jamás  con  juventud  más  loca? 
La  copa  del  festín  ¿  quién  más  acerba 
Apartó  de  su  boca? 
¿  Quién  como  yo  ha  sentido 
Para  tanto  dolor  el  seno  estrecho, 

Y  de  tanto  sollozo  comprimido 
Dolerle  el  corazón  dentro  del  pecho  ? 
¿Quién  á  despecho  de  su  orgullo  de  hombre 
Ha  sentido  cual  yo,  del  alma  rota 

Brotar  la  acerba  gota 

De  un  escondido  padecer  sin  nombre  ? 

¿Quién  soñador  maldito, 

Al  quemar,  como  yo,  sus  Dioses  vanos, 

Por  sofocar  del  corazón  el  grito 


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—  315  — 

Se  apretó  el  corazón  con  ambas  manos? 
¿Quién  como  yo,  mintiendo  indiferencia, 

Y  hasta  risas  y  calma, 
Atraviesa,  tan  sólo,  la  existencia 
Con  una  tempestad  dentro  del  alma  ? 

¿  Quién  busca,  como  yo,  tus  muertas  horas' 
¡Oh  noche!  y  tus  estrellas, 
Finjiendo  que  son  ellas 
Las  lágrimas  de  luz  con  que  tú  lloras? 
¿Quién  ama  como  yo  tu  sombra  muda. 
Tu  paz  de  muerte,  y  el  silencio  grave 
Á  quien  la  voz  de  los  misterios  diste, 

Y  tus  suspiros  que  las  auras  llevan, 

Y  tu  mirada  de  luceros  triste? 

Mi  alma  es  la  flor,  la  flor  de  las  tineblas. 
El  cáliz  del  amor  y  los  dolores, 

Y  se  abre  ¡  oh  noche  !  en  tu  regazo  frío, 

Y  espera,  así  como  las  otras  flores. 
Tu  bienhechor  rocío. 

Hijo  yo  del  dolor,  tu  negra  calma 
Es  el  mejor  abrigo 
Para  ver  en  la  sombra,  sin  testigo, 
Una  noche  en  el  cielo,  otra  en  el  alma. 


..■."■-...■■:.  ?.fa-.r-L  .'i' '^  ■  'ir'iJiBii!h¿''ia^   ii^'"'-''^'^'*'''i¡ik'ir'¿ii^b'i     "  i    "i  MirtliiÉlhíiÜt  n'iíii 


MIS  SOMBRAS 

(Á    MI    HERMANO    AGUSTÍN) 


Dous  fantomcs!  o'est  l;"i  que  je  rcvo  dans  l'ombre 

Quils  viennent  tour  a  tour  m'entendrc  et  me  parler. 

V.  Hugo. 

Es  la  hora  melancólica  y  serena 
De  la  alta  noche.  En  apacible  calma 
Brilla  la  luna,  y  á  lo  lejos  suena 
Música  alegre  que  entristece  el  alma. 

Música  de  placer  para  el  dichoso 
Que  dulces  esperanzas  atesora; 
Música  para  mí  como  el  sollozo 
De  un  solitario  corazón  que  llora. 

¡Lleglad...  llegad,  tristezas  de  la  vida! 
Y  aunque  en  llanto  mis  párpados  se  bañen, 
Que  en  la  honda  noche  de  mi  fe  perdida 
Las  sombras  de  mis  dichas  me  acompañen. 

En  el  tranquilo  rayo  de  la  luna 
Imájenes  de  amor  lleguen  flotantes, 
Bañándome  al  pasar,  una  por  una. 
Con  la  serena  luz  de  sus  semblantes. 

Miradlas...  Ya  se  acercan,  agrupadas, 
Melancólicas,  vagas,  doloridas 
De  los  que  amo  las  sombras  adoradas. 
Las  memorias  de  mi  alma  tan  queridas. 


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—  317  — 

Imajen  de  mi  madre  cariñosa, 
¿Vienes  á  visitarme,  madre  mía?... 
¿Quién  te  dijo  que  á  esta  hora  silenciosa 
Aquí  en  mi  triste  soledad  sufría?... 

¿Sabes  que  tengo  el  corazón  opreso? 
¿  Te  escuchaste  llamar  del  hijo  ausente, 
Y  vienes  á  dejar  tu  santo  beso 
Como  una  bendición  sobre  mi  frente?... 

¡  Compañera  de  infancia,  hermana  mía, 
Tu  dulce  sombra  con  amor  recoja 
Esta  profunda  lágrima  sombría 
Queá  la  mejilla  el  corazón  arroja! 


Y  tú,  sangre  del  alma,  mi  consuelo, 
Flor  de  mi  vida  solitari.i  y  triste 
Á  quien  amé  con  ilusión  del  cielo 
Alma  del  corazón...  ¿también  veniste?... 


Y  vosotras,  mis  ánjeles  perdidos, 
Las  que  adoró  mi  corazón  creyente, 
Las  que  al  pasar  dejasteis  suspendidos 
Tantos  sueños  de  amor  sobre  mi  frente; 

Mujeres  de  mi  amor,  las  cariñosas 
Creaciones  del  placer  y  la  fortuna, 
Llegad...  llegad  flotantes  y  hermosas 
Al  tibio  rayo  de  la  casta  luna. 

Recuerdos  todos  de  mis  bellas  horas, 
Locas  memorias  de  mis  locos  días, 
Venid...  y  recojed  consoladoras 
En  vuestras  alas  las  tristezas  mías. 

18. 


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—  318  — 

¡  Mirad  mi  corazón  !  Le  ha  consumido 
Esta  fiebre  de  amar  nunca  saciada ; 
En  pos  de  un  imposible  ha  envejecido, 
En  pos  de  un  sueño...  que  será  la  nada. 

¡Venid,  sombras,  venid!  Yo  necesito 
En  estas  horas  en  que  sufro  tanto 
Algo  consolador,  algo  bendito 
Á  cuyo  amparo  derramar  mi  llanto. 

¿Es  que  ya  nada  el  corazón  alcanza 
Del  porvenir  en  la  extensión  desierta?... 
¿Gayó  también  la  flor  de  mi  esperanza 
¡  Ay !  en  la  tumba  de  mi  dicha  muerta?... 

Yo  no  sé  lo  que  busco,  lo  que  anhelo, 
Yo  no  comprendo  lo  que  mi  alma  quiere; 
Tan  sólo  sé  que  en  el  ingrato  suelo 
Lleno  de  vida  el  corazón  se  muere... 

Que  hay  en  el  alma  idealidad  sublime 

Y  realidad  vulgar  sobre  la  tierra; 

Y  que  del  mundo  la  estrechez  oprime 
Al  corazón  que  lo  infinito  encierra. 

Que  hasta  que  vaya  á  reposar  tranquilo 
En  el  negro  sepulcro  mi  cabeza, 
Irá  conmigo  á  mi  postrer  asilo, 
Amiga  inseparable,  la  Tristeza. 


fUíiMAi^iSbiiiinrWi^rfiV**'     ti'  I  ii«ir^«Éii'ii*   hf'^-^'^'WiiM»    I   B  •''-'^- *—  -"-"^  •   '"••• 


HORAS  NEGRAS 


....     Sangrando  está  mi  fierida. 
¡  He  amado  á  esta  mujer! 

I.  M.  Altamiraxo, 

Escúchame,  mujer  : 

Tiembla  mi  labio 
Sin  poderte  nombrar...  ¿Cuál  es  el  nombre 
Bastante  infame,  sí,  para  el  agravio 
De  pisotear  el  carazón  de  un  hombre? 
¡Escúchame,  mujer!  ¡Yo  necesito 
Arrojar  á  tu  frente  mancillada, 
Del  corazón  que  te  adoró  maldito 
La  envenenada  sangre,  y  que  á  tu  pecho 
Penetre  el  hondo  grito 
Del  alma  inexorable  en  su  despecho  I... 

Mas  si  del  seno  herido 
El  veneno  llevara  la  voz  mía, 
Y  su  acento  llegara  hasta  tu  oído, 
¡Ese  acento,  mujer,  te  mataría! 


Pero  no,  tú  no  sufres,  tú  no  puedes- 
Ni  siquiera  sufrir...  Si  formidable 
Hiende  el  rayo  los  robles  soberanos^ 
Jamás  ha  herido  el  tallo  miserable 
De  la  rastrera  flor  de  los  pantanos. 


<r 


Deshojaste  la  flor  de  mis  amores 
Por  ceñir  á  tus  sienes 
La  corona  nupcial...  Entre  las  flores- 


fc.>^-r— ■■     .       ■..:  K^í;-..,.,.  .^.,ür^-:,,i,^^\..^i..Í7i,.:'-..i^^irtiai/ÍB^^ 


'^^ 


—  320  — 

Castas  del  azahar,  tu  linda  frente 

Has  escondido  todavía  caliente 

Del  beso  voluptuoso 

Del  amante  de  ayer...  ¿Qué  importa  eso? 

Esta  noche,  en  el  tálamo,  el  esposo 

Su  huella  borrará  con  otro  beso. 

Esta  noche  tu  seno 
Que  el  oro  compra  y  al  placer  se  vende, 
Despojarás  de  las  nupciales  galas,. . 
Mientras  que  vela,  de  sonrojo  lleno, 
Su  faz  el  ánjel  del  amor,  y  tiende 
De  ti  muy  lejos  con  rubor  sus  alas. 

Pero,  ¿qué  importa  el  virjinal  tesoro? 
¿  Qué  la  dicha  de  amar  y  ser  amada, 
Si  á  rico  precio  de  oro 
Vendió  la  desposada 
El  alma,  la  belleza  y  el  decoro?... 

¿No  tendrás  un  magnífico  atavio, 
Sedas  que  crujan,  fúljidos  diamantes, 
Y  lujo  y  vanidad  y  poderío? 
¿  No  cubrirán  las  gasas  y  las  perlas 
La  desnudez  del  corazón  vacío 
Que  todo  lo  vendió  para  tenerlas  ? 
El  reflejo  de  tu  oro  poderoso 
¿No  encenderá  de  dichas  los  fulgores 
En  el  fondo  de  tu  alma  tenebroso 
Donde  murió  la  luz  de  los  amores? 
¿No  apagarás  acaso  en  el  ruido 
De  tu  vida  opulenta 
Esta  mi  voz  postrer,  este  crujido 
De  un  corazón  amargo  que  revienta? 


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'. -¿.0>.'^-.j».  ,  -■ 


—  321  — 

(Jyeme  :  no  es  amor  esta  tristeza. 
Brotan  malezas  de  la  peña  rota, 
Rompiste  el  corazón,  y  la  maleza 
Hoy  de  los  odios  en  sus  quiebras  brota. 

Si  alguna  vez  en  tu  vivir  sombrío, 
Al  encontrar  mi  nombre  en  tu  memoria, 
Por  divertir  tu  hastío 
Recordaste  mi  historia, 

Y  ya  sin  corazón  reiste  del  necio 
Que  te  elevó  de  adoración  un  trono, 
Acuérdate,  mujer...  no  te  desprecio 
Porque  no  te  perdono. 

Manchando  de  tu  vida  la  limpieza 
Arrancaste  de  mi  alma  la  esperanza 

Y  arrojaste  á  mi  frente  la  tristeza... 
Te  pagaré  mi  deuda  de  venganza. 

Reprobo  del  amor,  y  descreído. 
Con  el  alma  sombría, 
Iré  á  buscar  á  mi  dolor  olvido 
En  el  vértigo  loco  de  la  orjía. 

Y  cuando  esté  mi  juventud  marchita, 

Y  rugada  mi  sien  y  ya  en  sosiego 
Esté,  que  inmenso  de  pasión  palpita. 
Salvaje  corazón  de  llanto  y  fuego ; 
Entonces  ¡oh  la  bella  desposada  ! 

Á  buscarte  vendré...  ¡  como  en  un  día !... 
Tu  alma  es  un  alma  vil  y  profanada, 

Y  digna  de  ella  encontrarás  la  mía. 

Te  espantarás  de  tu  obra,  tú  á  quien  plugo 
Que  todo  lo  que  es  bueno  en  mí  muriera^ 
Temblarás  ante  mí,  tú,  mi  verdugo, 

Y  á  mis  pies,  lastimera, 

Me  darás  de  tus  ayes  el  encanto, 


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—  322  — 


La  dicha  me  darás  de  tus  dolores, 

Y  al  rumor  delicioso  de  tu  llanto 
Yo  te  hablaré  ¡  feliz  !  de  mis  amores, 
¡  Entonces  te  diré  cómo  se  ama, 

Te  diré  de  las  almas  la  tormenta, 
Cómo  la  pena  el  corazón  inflama, 
Cómo  la  pena  el  corazón  revienta!... 

No  me  podrás  huir...  Iré  á  arrancarte 
De  entre  los  brazos  del  esposo  mismo, 

Y  con  risa  satánica  á  lanzarte 

Á  la  negra  abyección  en  que  me  abismo. 


¡Oh  rayos  de  mis  sueños  de  venganza, 
Cuánto  al  alma  halagáis  desesperada!... 
Más  si  á  lanzaros  mi  poder  no  alcanza, 
¿Qué  importan  á  la  bella  desposada? 

Sí,  ¿qué  le  importa  mi  delirio  ciego. 
Qué  le  importan  mis  bárbaros  pesares, 
Si  de  mi  hoguera  no  marchita  el  fuego 
Su  corona  de  blancos  azahares?... 
¿  Qué  le  importa  llegando  á  los  altares 
Hollar  sobre  sus  gradas,  desdeñosa, 
Mi  destrozado  corazón  sangriento?... 

¿Qué  te  importa,  mujer?... 

Por  si  te  alegras. 
He  dejado  que  lleve  mi  lamento 
Algo  de  sombra  de  mis  horas  negras. 


t^n/'-i    ■-■r'^vrf  «iiahl>.i'»t-Ai%  "'i^fii' j -^  '¿-:-^.ifc  ■.»-... .«    -^  <^'i.-.^»s.  .^Ji^- »*-.W^.L¿f,'7'*  ' 


MARÍA 

(Á    MANUEL   DE    OLAGUIBEL) 


I).,'  luce  incDi'onat;». 
María,  |)routa  sccndiste  :il  iiiio  ilolorc. 
Tassu. 

Del  rolo  corazón  en  las  ruinas 
Solloza  mi  dolor...  Y  á  su  jemido 
Resucitada  y  pálida  despierta 
De  las  cenizas  de  mi  dicha  muerta 
j  Ay  !  la  memoria  de  mi  amor  perdido. 

¡  Trae  la  visión  que  mi  dolor  ansia 
Insomnio  del  dolor!...  ¡  Trae  el  delirio 
Y  la  ventura  de  mi  fe  de  un  día!... 
Ánjel  de  mi  pasión  y  mi  martirio, 
¿En  dónde  estás,  María?... 


Aquí  estás,  junto  á  mí.  Tu  forma  blanca 
Se  dibuja  en  la  sombra 
Cuando  del  labio  trémulo  se  arranca 
El  profundo  sollozo  que  te  nombra. 
Aquí  estás,  melancólica  María, 
Tan  pálida  de  amor,  tan  dulce  y  bella 
Gomo  en  los  cielos  al  morir  el  día 
Sobre  la  frente  de  la  tarde  umbría 
Lágrima  de  oro  la  primer  estrella. 
Aquí  estás,  compañera  silenciosa 


■        ■/ 


"^TTTiWA""- 


'^^m^ 


324  — 


Del  alma  enamorada, 

Como  el  misleiiio  de  la  noche,  hermosa, 

Como  la  misma  luz,  inmaculada. 

Del  deslino  en  las  aras 
El  alma  te  elijió  por  compañera; 
¿En  qué  mundo  encontraras 
Quien  lo  infinito  de  mi  amor  te  diera?.. 


Era  el  instante  en  que  á  vivir  apenas 
Se  despertaba  tú  corazón  creyente, 
Cuando  cambia  por  rosas  y  verbenas 
La  Diosa  Juventud  en  nuestra  frente 
De  la  infancia  las  muertas  azucenas. 

Era  la  aurora,  el  esplendente  día 
Del  alma  en  primavera. 
Sediento  ya  mi  corazón  se  abría 
Á  ese  inmenso  raudal  de  poesía 
Que  trae  consigo  la  ilusión  primera. 

Y  ya  impaciente,  soñador,  poeta. 
Con  loco  afán,  con  espeíanza  inquieta. 
Ebrio  de  ny  ternura 

Y  entre  mis  propios  sueños  indeciso, 
Buscaba  la  pasión  y  la  hermosura. 
La  Eva  jentil,  enamorada  y  pura 
Del  mundo  en  el  risueño  Paraíso. 

¡Era  la  vida!  La  embriaguez  celeste 
De  aire,  de  luz  y  libertad  que  lanza 
Al  ave  joven  de  su  nido  agreste. 
La  aparición  primer  de  la  Esperanza 
En  los  senderos  májicos  de  flores 
De  la  alma  juventud  con  su  diadema 
De  ardientes  resplandores. 


'':.:.'.. .í  ^«HtiaEJí-^A   -. 


—  325  — 

¡Era  la  vida!  ¡La  encantada  copa 
Rebosando  promesas  y  delicias, 
Conquistas  y  placeres, 
Torrentes  de  suspiros,  de  caricias 

Y  de  trémulos  besos  de  mujeres!... 

¡  Hora  de  bendición  1  En  ese  instante, 
Hija  suprema  de  la  luz  del  día 

Y  del  sueño  de  mi  alma  delirante. 
¡  Á  mí  llegaste,  celestial  María!... 

Y  conmovido,  deslumbrado,  ciego 
Puse  á  tus  pies  mi  corazón  de  fuego 
Mi  juventud  de  vida  palpitante 

Y  la  inmensa  pasión  del  alma  mía! 

Y  de  mi  corazón  sobre  mi  lira 
Desbordó  sus  raudales  de  ternura 
La  inspiración  en  que  encendió  mi  pecho 
El  sereno  esplendor  de  tu  hermosura. 

Eras  tan  bella  que  al  mirar  tus  ojos 
Temblaba  el  corazón,  y  se  sentía 
Algo...  yo  no  sé  qué...  como  si  el  alma 
Se  arrodillara  y  te  adorase  muda 
En  éxtasis  de  amor...  Eras  tan  bella, 
Que  al  verte  parecía 
Que  asomaba  una  estrella 

Y  que  esa  estrella  derramaba  el  día! 

¡  Con  qué  pasión  te  amé !  ¡  Con  qué  dehrio 
Tomaba  entre  mis  manos 
Tu  frente  melancólica  de  lirio 
Para  besar  tus  ojos  soberanos ! 
¡  Cómo  te  idolatré !  ¡  Mi  vida  entonces 
Era  un  perpetuo  abrazo 
De  mi  alma  con  la  dicha 
En  el  nido  de  amor  de  tu  regazo  ! 

Pasionarias.  19 


—  326  — 

Jamás,  jamás  en  el  ingrato  suelo 
Tal  dicha  tuvo  nombre... 
¿  Te  acuerdas  de  esas  noches  en  que  el  cielo 
Miraba  un  ánjel  adorar  á  un  hombre? 
Temblaba  mi  alma  en  tu  divina  boca, 
Entre  mis  brazos  te  llamaba  mía, 

Y  muriendo  de  amor,  llorando  loca, 
Yo  besaba  tus  lágrimas,  ¡  María! 

¡  Y  de  ventura  y  de  pasión  perdidos,. 
En  un  abrazo  delirante  presos. 
Ocultamos  los  rostros  confundidos 
tlmpapados  en  lágrimas  y  besos!.., 

¡Á  tu  grito  de  amor,  grito  sublime. 

Nuestras  férvidas  almas  desposamos  !... 

¡  Ah  !  ¿qué  se  hicieron  nuestras  dichas,  dime?. 

Para  siempre,  después,  nos  separamos. 
• 

Pero  yo  le  llamaba,  te  esperaba, 
Porque  mi  corazón  se  me  moría... 
¡Con  qué  inmensa  ternura  sollozaba 
Este  nombre  de  arcánjeles  :  Maria  !' 

Y  luego  de  los  céQros  errantes 

Yo  le  escuchaba  en  los  volubles  jiros, 

Y  respiraba  en  ellos 

El  ámbar  de  tu  aliento  y  tus  cabellos 
Con  el  vago  rumor  de  tus  suspiros. 

Y  demandaba  á  la  Creación  entera 

La  inmortal  compañera  de  mi  suerte, 

Y  me  sentía  morir...  Porque  la  muerte 
No  era  perder  la  vida  pasajera, 

No  era  dejar  el  mundo...  era  no  verte. 


Hoy  en  la  triste  calma 
De  mis  insomnes  noches,  silenciosa 


■ ■■    ^_    >*( ;Ji.'-J.-' u_^..*( 


—  327  — 

Siento  venir  tu  imajen  cariñosa 
Á  la  callada  soledad  de  mi  alma. 
Conmigo  estás  aquí  porque  has  oído 
La  voz  de  mi  dolor...  ¡  Oh!  ¡  si  supieras 
Cuánto...  cuánto,  mi  bien,  he  padecido! 

Como  náufraga  tabla  destrozada 
Va  mi  existencia,  sola, 
Al  viento  del  dolor  abandonada 
Del  mundo  ingrato  en  la  funesta  ola. 

Marchitas  ya  las  flores  de  mi  vida, 
Ya  deshojadas  por  el  llanto  mío, 
Heme  aquí  con  el  alma  descreída, 
Con  la  esperanza  del  amor  perdida 
Viendo  avanzar  el  provenir  sombrío. 
Murió  con  mi  esperanza  mi  deseo, 
Los  Dioses  que  adoré  me  abandonaron, 

Y  en  o  I  hogar  del  corazón  ateo 
Ni  las  cenizas  de  mi  fe  quedaron. 

Ha  mucho  tiempo  que  mi  vida  es  triste. 
Que  busco  el  aislamiento, 
Que  de  luto  se  viste 

En  la  sombra  de  mi  alma  el  pensamiento: 
Que  llevo  oculto  en  mentirosa  calma 
Un  corazón  en  ruinas, 

Y  un  alma...  ¡  pobre  alma! 
Coronada  de  lúgubres  espinas. 

Temprano  ¡ay!  encontraron 
Mis  creencias  en  el  mundo 
El  Gólgota,  la  cruz  en  que  espiraron 
Entre  escarnio  y  baldón...  Ansia  sublime 
Sintiendo  de  lo  grande  y  de  lo  bueno. 
/  Tengo  sed  !  —  gritó  el  alma,  ¡  y  le  llevaron 
Cáliz  de  hiél  hasta  los  bordes  lleno !... 


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—  328  — 

Mi  espíritu  ha  cruzado  por  desiertos 
Sin  camino  ni  luz,  mudos,  sombríos 
Como  los  campos  en  que  están  los  muertos, 
Como  la  noche  de  los  duelos  míos. 

Tú,  mi  ánjel,  no  caminas  á  mi  lado ; 
Estoy  solo,  tan  solo  que  me  espanta 
La  senda  pavorosa 
Por  donde  va  mi  fatigada  planta. 
Nada  en  mi  derredor;  ante  mis  ojos 
La  inmensa  soledad  del  mundo  triste, 

Y  dentro  el  corazón,  como  unjemido 
Que  no  calla  jamás,  el  dolorido 
Acento  de  tu  adiós  cuando  partiste. 

¿Por  qué  dejarme  en  la  espantosa  calma 
De  un  mundo  para  mí  yerto  y  vacío? 
¿Por  qué,  divino  corazón  de  mi  alma. 
Tu  espíritu  de  amor  no  asiste  al  mío? 
¿Por  qué  me  desamparas,  mi  María? 
¿Qué  muera  loco  de  sufrir  deseas? 
Pues  ven  á  sonreirme  en  mi  agonía 

Y  te  diré  al  morir:  ¡Bendita  seas! 

Ámame  y  moriré...  ¡mas  ven  conmigo! 
Pondré,  al  morir,  mi  espíritu  en  tus  ojos... 
Mas  ¿por  qué  me  abandonas  si  te  sigo 
Miserable  arrastrándome  de  hinojos?... 


Palidece  mi  lámpara.  Es  de  día. 
He  soñado  el  delirio  de  mi  amor ; 
La  noche  se  refujia  al  alma  mía. 
Con  su  sombra  la  imajen  de  María. 

Volvamos  á  la  vida  y  al  dolor. 


'l¿^'--^.^   ■       -_.,        -,  r-JÍÉlM^:. 


MI  PADRE  MUERTO 

(Á  MI  HERMANO  LUIS) 


Disperato  dolor  che'l  cnor  mi  preme!., 

Dáxte. 

¡  Gracias,  gracias,  Señor. . .  Me  has  dado  llanto 
í  he  llorado  por  fin...  gracias,  Dios  mío ! 
¡  Un  pobre  corazón  que  sufre  tanto. 
Un  pobre  corazón  que  está  vacío 
De  esperanza  y  de  fe,  necesitaba 
Para  no  reventar  en  mil  pedazos 
Reventar  en  el  llanto  que  le  ahogaba!... 

¡Gracias  aún  otra  vez,  porque  tu  oído 
Abriste  ¡  oh  Dios !  á  mi  aflicción ...  Y  has  hecho 
Que  al  romper  los  sollozos  de  mi  pecho 
Haya  mis  propias  lágrimas  bebido ! 
¡Gracias,  inmenso  Dios,  gracias!... 

"  Y  ahora 
¡Apura,  corazón,  el  hondo  cáliz 
Del  inmenso  pesar  que  te  devora  ! 
¡  Solo,  ante  Dios,  en  tu  dolor  sin  nombre 
Inagotable  llora 

Las  más  acerbas  lágrimas  del  hombre, 
Y  á  ese  viento  que  jime,  á  esas  tinieblas 
En  que  flota  el  pavor,  á  ese  callado 
Espantable  caso  del  infinito, 
Arroja  delirante, 
Desesperado  corazón,  tu  grito  ! 


..^     J(f_  _    •\.->.-.J,,. '/,»..?«!\;<áiíi5»¿illii¿'.;; 


—  330  — 

¡Hora  de  los  misterios,  noche  amiga, 
Deja  que  el  alma  mártir 
Tu  soledad  bendiga!... 
Sólo  tú  tienes  para  mí  consuelo, 
Si  así  puede  llamarse 
Hundirse  en  tanto  duelo, 
Remover  los  pedazos  doloridos 
Del  roto  corazón,  y  abandonarse 
Al  amargo  placer  de  sus  jemidos... 

¡  Hay  algo  de  la  tumba  que  yo  amo 
En  tu  tremenda  calma, 
Hay  algo  de  la  muerte  entre  tu  sombra, 

Y  tengo  triste  hasta  la  muerte  el  alma  ; 
Toda  ella  es  amargura, 

Indecible  dolor  jamás  sentido, 
Noche  en  la  noche  misma,  más  oscura 
Que  el  negro  manto  en  la  Creación  tendido !. 

Ayer  era  feliz...  y  lo  ignoraba... 
Ayer  era  feliz...  En  mis  hogares 
La  dulce  paz  de  la  virtud  moraba, 

Y  mucho  tiempo  hacía 

Que  á  su  umbral  no  llegaban  los  pesares, 
Sino  que  en  cada  sol,  una  alegría 
El  Señor  de  los  buenos  les  enviaba 
Gomo  el  pan  celestial  de  cada  día. 

De  mi  padre  la  frente 
Iba  cubriendo  apenas 
La  primer  nieve  de  la  edad,  luciente, 
Como  el  pico  elevado 
De  la  montaña,  el  hielo. 
Para  significar  inmaculado 
La  ya  cercana  vecindad  del  cielo. 

Y  allí,  sobre  esa  frente  veneranda, 
Cual  rayo  oculto  que  en  serena  tarde 


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—  331  — 

De  la  pérfida  nube  se  desprende 

Y  la  alta  encina  hiende, 

Del  mismo  modo  la  desgracia  impía 
Vibró  su  rayo  de  dolor  y  muerte, 

Y  en  menos  ¡  ay !  de  lo  que  dura  un  día, 
Sin  el  adiós  siquier  de  la  agonía 

La  sacra  vida  quebrantó  del  fuerte 


Era  un  sueño  ¿es  verdad?...  Estaba  loco... 
¡Oh!  ¡decidme  que  no  es  cierto, 
Que  no  ha  podido  ser  que  delirante 
Golpease  mi  cabeza 
Sobre  la  tumba  de  mi  padre  muerto  !.. 

¿Puede  acaso  morir  quien  da  la  vida?... 
¿De  un  mismo  corazón  puede  una  parte 
Caer  en  la  tumba  mientras  otra  existe? 

Y  Tú,  que  nos  ordenas  adorarte, 

Y  Padre  y  Justo  y  Bienhechor  llamarte, 
Dios  de  inmensa  bondad...  ¿tú lo  quisiste?... 

¡Padre,  mi  padre,  escúchame,  responde!... 
—  i  Horrible  desvarío !  — 
¿Es  esto  un  athúd?...  ¿aquí  se  esconde 
El  autor  de  mi  vida?  ¿aquí,  Dios  mío?... 
¿Aquí  donde  se  estrella 
Convulsa  de  dolor  el  alma  loca, 

Y  besos  tantos  con  sollozo  inmenso. 
Con  desesperación  deja  mi  boca?... 

¡  Dejadme...  porque  quiero  entre  mis  brazos 
Estrechar  su  cadáver...  Estrecharle 

Y  con  mi  propia  vida  reanimarle 
Sobre  mi  corazón  hecho  pedazos!... 
¡Un  beso  más  en  su  serena  frente. 


.1/-- 


I"  r 


—  332  — 

Un  beso  más  en  su  cabello  cano !... 
¿Queréis  que  el  corazón  se  me  reviente?... 
¡  Yo  no  le  vi  morir...  estaba  ausente... 
No  me  bendijo  á  mí  su  sania  mano! 

¡  Al  cerrarse  sus  ojos  no  me  vieron, 
Buscóme  su  alma,  me  llamó...  y  no  estaba  !. 
¡Mis  labios  en  los  suyos  no  bebieron 
El  suspiro  postrer...  ni  recojieron 
La  lágrima  que  dicen  que  rodaba 
Única  por  su  faz,  cuando  sus  ojos 
En  el  eterno  sueño  se  durmieron  [ 

¡Oh!  ¡dejadme  llorar  I...  ¡Acaso  el  grito 
De  las  entrañas  mismas  arrancado 
Del  corazón  de  un  hijo,  es  infinito  !... 
i  Quizá  traspase  la  mortuoria  losa 
Y  á  través  de  la  tumba  y  del  olvido 
Llegue  á  la  eternidad  donde  reposa 
El  pedazo  del  alma  más  querido!... 

I  Es  mi  postrer  adiós...  el  que  la  muerte 
No  quiso  que  te  diera,  padre  mío^ 
Ni  me  lo  dieras  tú...  cuando  por  verte 
Un  instante  brevísimo  siquiera, 
Al  féretro  sombrío 
Donde  duermes,  mi  padre,  te  siguiera  !... 


¡Mas  calla,  corazón,  rómpele  y  calla!.... 
¿Quién  traduce  en  palabras  el  crujido 
De  un  alma  de  hijo  que  al  dolor  estalla?... 
El  féretro  está  allí...  ¡Dios  lo  ha  querido!... 


Sombra  bendita  de  mi  padre  muerto. 
Heme  aquí  sollozando  y  de  rodillas. 


'i.^-.'i-  i_i... .     -•■Jiiflinini  liiTi      I     lili  -r   i  íl'fatViMV  i  in>  ^ti  i  i  Tu  «'^^aftlitni^-ii'i  . 


''■■''  ■  .'.'■;-  .  "     -  -^  - 

• 

—  333  — 

Empapadas  en  llanto  las  mejillas  / 

Y  de  honda  herida  el  corazón  abierto... 
Huérfano,  en  mi  dolor  no  pido  al  cielo 
El  alivio  mezquino  del  consuelo; 

Sólo  quiero  tenerte,  padre  mío, 
En  amor,  en  espíritu,  en  imajen 
De  mi  recuerdo  en  el  altar  sombrío. 

Y  hasta  el  instante  en  que  también  sucumba, 
Con  mi  amor  y  mis  llantos  esconderte 

En  la  secreta  tumba 

Del  alma  entristecida  hasta  la  muerte. 


19. 


.- ' '  ■•  ■■•'■  ig».-j'.^.  -■ 


A  MEDIA  NOCHE 

(Á  JUAN  DE   DIOS  PEZA) 


>e  frappc-t-on  pas  ;i  nía  porte  ? 
■     ....■.•.*•••••* 
llieu  puissant  I  tout  nion  coips  fríssonne. 
Qui    vieut  ?    qui   in'appelle  ?    —    Personne. 

A.    DE  Ml'SSET. 

Era  la  noche ;  y  en  mi  estancia  lóbrega 

Crecía  la  oscuridad. 
Chisporroteaba  pálida  mi  lámpara  ' 

Agonizando  ya, 
Y  derramaban  sus  reflejos  lívidos  [! 


Siniestra  claridad. 
Afuera,  el  viento  mis  ventanas,  áspero, 

Hacía  rechinar ; 
Azotaba,  cayendo  con  estrépito, 

La  lluvia  mi  cristal, 

Y  al  rasgar  con  su  espada  de  relámpago 

El  caos  la  tempestad, 
Inmenso  grito  de  dolor  y  cólera 

Del  cielo  herido  ya, 
Ronco  rodaba  por  el  ancha  bóveda 

El  trueno  funeral, 

Y  temblaba  la  tierra  y  más  horrísono 

Bramaba  el  huracán. 

Yo  estaba  solo,  y  en  mi  estancia  lóbrega 

Crecía  la  oscuridad. 
Al  fulgor  instantáneo  del  relámpago, 

En  rápido  zig-zag, 


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—  335  — 

Figuras  mil  en  los  oscuros  ángulos 

Parecían  asomar, 
Y  por  el  muro  en  escuadrón  fantástico, 

En  enjambre  fugaz, 
Sombras,  bosquejos  y  perfiles  rápidos 

De  contorno  infernal, 
Garas  terribles  y  á  la  par  ridiculas 

Miraba  yo  pasar. 

Sonaron  doce  campanadas  lúgubres, 

Y  la  última  al  vibrar. 
En  silencio  y  de  súbito  mi  lámpara 

Apagóse... 

¿Quién  va  ?... 
¿Quién  á  estas  horas  á  mi  puerta,  insólito, 

Así  puede  llamar? 
Nadie...  Es  el  viento  que  empujó  colérico 

Las  puertas  al  pasar. 
Mas  ¿quién  se  queja?...  Qué  lamento  tétrico 

Es  ese,  funeral? 
¡  Se  diría  que  del  seno  de  algún  féretro 

Ha  venido  ese  ay !... 
Nadie...  Es  el  viento  que  en  sus  alas  rápidas 

Trajo  un  eco...  No  más. 

No  llueve  ya.  Desenfrenada  y  prófuga 

La  tormenta  allá  va. 
Y  entre  los  rotos  nubarrones  lóbregos 

La  luna  al  asomar. 
Tiene  yo  no  sé  qué  de  cadavérico, 

De  torvo  y  espectral, 
Como  de  un  muerto  la  pupila  hórrida 

Su  disco...  Mas  ¿quién  va? 
He  visto  la  cortina  de  aquel  ángulo 

Á  alguno  levantar... 
Oigo  un  paso  lijero,  suave,  rápido... 

¿Quiénes?...  ¿quién  llega?....  ¡Ahí... 


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—  336  — 

Inmóvil,  negro,  pavoroso,  fúnebre, 

Sentado  en  nn  sitial, 
Un  bulto  informe,  junto  á  mí,  fatídico. 

Está  en  la  oscuridad. 
Quiero  gritar,...  mas  mi  garganta  anúdase 

Y  no  puedo  gritar, 

Tiembla  mi  carne,  y  llénase  mi  espíritu 
De  pánico  mortal... 

La  Sombra,  negra  en  la  tiniebla,  fúnebre, 

En  el  sitial  está; 
Nada  de  humano,  sin  figura,  tétrica. 

Sin  contorno  ni  faz, 
Sin  ojos...  pero  yo  siento  fatídica 

Su  mirada  espectral 
Helada  y  pavorosa  hasta  la  médula 

De  mis  huesos  entrar... 
¿Quién  eres?  —  digo,  con  la  lengua  trémula 

¿Quién  eres,  por  piedad?... 

Y  se  cambia  la  sombra  en  una  lívida 

Y  vaga  claridad. 

Es  una  forma  de  mujer  anjélica 
Pero  difunta  ya  ; 

Y  veo  un  rostro  de  virjen...  ya  muy  pálido, 

Tras  un  velo  nupcial ; 

Y  la  conozco...  y  mis  miradas  ávidas 

Devorándola  están, 
Cuando  los  muertos  y  cerrados  párpados 

Comenzó  á  levantar... 
Un  soplo  helado  pasa  por  mi  espíritu 

Y  ya  no  supe  más... 


^^tÜmáÉKiíaiá^k 


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gf^TÍ^»"" 


—  337  — 

El  blanco  rayo  de  la  aurora  fúljido 

Me  encontró  al  despertar 
Arrodillado,  y  con  la  frente  pálida 

Caída  en  el  sitial. 
Y  murmurando  con  los  labios  trémulos 

El  nombre  celestial 
De  aquella  mártir  de  mi  amor,  dulcísima^ 

Que  ha  tanto  tiempo  ¡  ay ! 
Á  la  sombra  del  sauce  melancólica 
Durmiendo  el  sueño  de  la  muerte  está. 


;,4a*.a. 


OEJIA 

(al  SR.  IGNACIO  M.  ALTAMIRANO). 


Oh  !  que  n'ai-je  aussi,  moi,  des  buisers  qui  dévorent, 
Des  caresses  qui  font  inourir  ! 

V.  Huco. 

¡  Ven,  cortesana  !...  ¡  Abrásame  en  delicias ! 
Quiero  las  tempestades  del  placer, 
Tropicales,  frenéticas  caricias 
Con  que  reanime  mi  cansado  ser. 

El  fuego  del  deleite  reverbera 
En  tu  pupila  brilladora...  ¡ven! 
En  la  férvida  llama  de  esa  hoguera 
Quiero  quemarme  el  corazón  también. 

¡  Prendan  el  fuego  del  deseo  tus  ojos, 
Alumbren  tus  miradas  el  festín, 
Mis  labios  beban  en  tus  labios  rojos 
Ansia  perpetua  de  placer  sin  fin! 

Del  bacanal  en  el  discorde  ruido 
Pase  el  mañana  con  el  triste  ayer... 
¿Qué  importa  al  corazón  lo  que  hayas  sido?... 
Eres  hermosa...  ¡  Bésame,  mujer  ! 

Beldad  de  los  festines,  en  tu  seno 
Quizá  mi  corazón  olvidaré 
Mi  corazón  de  tempestades  lleno, 
El  corazón  imbécil  con  que  amé. 


^» -•*?%!?"  *"' 


—  339  — 

Sí,  ¡bésame,  mujer  !...  Dame  el  olvido 
Que  busco  en  la  demencia  del  festín... 
Entre  besos  y  copas  aturdido, 
¿Qué  me  importa  la  dicha  que  perdí? 

¡Llenad  las  copas  ;  que  desborde  el  vino! 
¡Hay  algo  aquí  que  necesito  ahogar; 
Que  pase  por  el  alma  un  torbellino 

Y  barra  en  ella  cuanto  en  ella  hay  I 

i  Miserable  de  mil  ¿cómo  no  puedo 
Ahogarte  con  mis  manos,  corazón?... 
Venid,  bebamos...  porque  tengo  miedo 
De  volver  á  eso...  que  llamáis  razón. 

¡Bebed,  amigos!  La  existencia  es  sueño, 

Y  mentira  de  un  sueño  es  la  mujer; 
De  sus  caricias  al  letal  beleño 
Soñemos  la  mentira  del  placer. 

¡Bebed,  amigos  !  Si  al  vivir  soñamos, 
¿  Despertaremos  al  morir  quizá  ?... 
¿Qué  será  despertar?...  Y  bien...  ¡bebamos!... 
¡  Qué  importa  lo  que  traiga  el  más  allá!... 

Arde  mi  frente  —  es  un  volcán  —  \  me  abraso  1 
¡  Oh  si  llegara  de  mi  vida  el  fin  !... 
¡Dame  un  beso,  mujer...  Llenad  mi  vaso!... 
¡Qué  grato  es  el  arrullo  de  un  festín!... 


Llena,  Mercedes,  la  apurada  copa; 
Bebamos...  hasta  el  fin...  así...  vacía. 
Y  ahora...  ¡desgarra  la  importuna  ropa. 
Desnuda  el  seno  al  beso  de  la  orjía! 


, 


340  — 

Mitiga  de  esa  lámpara  la  llama 
Porque  quiere  un  crepúsculo  el  placer, 
El  misterio  nupcial  que  se  derrama 
Del  velo  de  la  sombra  en  la  mujer. 

Destrenza  tu  magnífico  cabello  >* 

Sobre  la  desnudez  de  tus  hechizos  ;  '^ 

i  Cómo  seducen  en  contraste  bello 
Tan  blancos  hombros  y  tan  negros  rizos  I 

¡Qué  bella  estás,  Mercedes!  ¡Me  sofoca 
El  vértigo  letal  de  las  delicias, 
Tus  besos  de  mujer  queman  mi  boca. 
La  angustia  del  placer  son  tus  caricias  1 

i  Mujer,  mujer!...  Hay  fiebre  en  tus  abrazos,, 
Fiebre  en  tus  labios  con  furor  impresos... 
¡Hurrah,...  laorjía!...  ¡  El  choque  de  los  vasos 
Sea  la  música  ardiente  de  los  besos  ! 


Basta...  pa«ó.  Tu  frenesí  y  el  mío 
Apaga  el  tedio  con  su  mano  helada; 
Fantasma  del  placer,  en  el  hastío 
Escondes  la  vergüenza  de  tu  nada. 

Siempre  en  la  copa  del  placer  el  tedio. 
Siempre  en  la  copa  del  amor  el  duelo  ; 
Para  el  alma  ya  enferma  no  hay  remedio^ 
Para  un  maldito  corazón  no  hay  cielo. 

Y  en  vano  el  llanto  con  la  pena  crece... 
¿  De  qué  sirven  las  lágrimas  mezquinas 


fiMiiir'Ír>ÉiV'ii'Mii    i' iiiiitiyriMJb'iai'ii    •- ■"    '--.■->■■   ■  •^— iji^in.;ij''rfrifíHi'int>rii>i-r 'i    .^¡-mj^^., 


"¡W  .>i^'.-i7^  . 


—  341  — 

Si  el  recuerdo  verdugo  se  guarece 
Del  roto  corazón  en  las  ruinas?... 

¿  De  qué  sirve  el  amor,  chispa  que  el  ciela 
Prende  en  el  alma  y  lo  ilumina  todo, 
Si  en  vez  de  alzarse,  se  rebaja  el  suelo 
Gomo  reptil  para  arrastrarse  en  lodo  ? 

¡  El  amor,...  el  amor  !  ¡  Ah  !  hubo  un  día 
En  que  su  llama  encandeció  mi  ser, 
En  que  se  alzó  dentro  del  alma  mía, 
Rival  del  mismo  Dios,  una  mujer. 

Y  á  Dios  negué  mi  culto,  mi  creencia, 
Y  ante  ella  —  ¡  miserable !  me  postré . .. 

Disfrazada  de  un  ánjel  de  inocencia 
Era  una  meretriz  la  que  adoré... 


¿Conoces  la  embriaguez  de  una  sonrisa? 
¿De  un  suspiro  el  deleite  sobrehumano  ? 
¿Cómo  la  hoja  al  aliento  de  la  brisa 
Ha  temblado  al  contacto  de  una  mano  ? 

Lleno  de  turbación  ¿  has  recojido 
Tu  sentir,  tu  pensar  y  tu  alma  entera 
Para  ponerlo  todo  en  el  oído 

Y  oir  de  un  paso  la  armonía  lijera  ?... 

¿  Has  escuchado  al  corazón  violento 
Cómo  en  cada  latir  á  su  Dios  nombra  ?... 
¿  Te  ha  desvelado  el  eco  de  un  acento  ? 
¿Besaste  el  muro  en  que  pasó  una  sombra?. 

¿"Y  presentiste  el  cielo  en  todo  eso, 

Y  de  rodillas,  pálido,  caíste, 


■-.   -JL^ 


—  342  — 

Sobre  tus  labios  al  sentir  un  beso?... 
Dime  ¿has  amado  así...  y  aborreciste  ?. 


Así  amé  y  hoy  detesto...  Y  roto  hubiera 
El  corazón  mezquino  tanto  duelo, 
Si  el  vino  de  la  orjía  no  escupiera 
Á  esa  memoria  del  perdido  cielo... 


¡  Oh !  la  vida...  la  vida  es  una  orjía ; 
De  llanto  y  hiél  ante  la  copa  llena, 
Siéntese  en  el  festín  de  la  alegría 
Espectro  el  corazón,  ebrio  de  pena  ; 

¡Suene  el  laúd  y  se  desparzan  flores!... 

Y  agonizando  del  placer  en  brazos, 
Escupamos  la  cara  á  los  dolores 

Con  la  sangre  del  alma  hecha  pedazos... 

¿No  es  mejor  levantar  á  los  placeres 
Un  insolente  altar,  á  pleno  día, 

Y  llamar...  por  su  nombre  á  las  mujeres, 

Y  saber  lo  que  son,  en  una  orjía ; 

Que  envilecer  el  alma  y  estrecharla 
Á  un  pobre  culto  que  jamás  la  encierra, 

Y  á  todo  su  pesar,  arrodillarla 
Ante  mezquinos  ídolos  de  tierra  ?... 

¡  Oh  !  si  el  alma  es  la  luz,  la  llama  santa 
Que  al  soplo  del  Señor  queda  encendida, 
¿Por  qué  no  de  este  fango  se  levanta 
En  que  yace  tan  ruin  y  envilecida? 


' '■■^  - -lir'i      lililí  I  ^*****"-*' -'     '    -  ^-  "--J^^ 


—  343  — 

¿  Dónde  está  el  Dios  que  enalteció  su  hechura 

Y  vio  su  imajen  complacido  en  ella  ? 
Empapada  de  infamia  y  amargura 
Está  la  tierra  que  el  humano  huella. 

¡  Dios...  el  Señor!...  Su  maldición  escrita 
Está  en  mi  frente  doblegada  al  suelo... 
Desde  esta  tierra  de  pasión  maldita 
No  alcanzo  á  verle  en  su  dichoso  cielo. 

Incomprensible  Ser,  cuando  te  invoco, 
¿Es  que  te  busco?...  ¿que  tus  iras  temo?... 
Yo  no  lo  sé...  Perdóname  si  loco 
En  el  delirio  del  sufrir  blasfemo. 

Dios  de  mi  madre  en  quien  ayer  creía, 
¿  No  eres  ya  tú  mi  Dios  ?... 

¡Mi  labio  calla, 

Y  al  frenético  trueno  de  la  orjia 
Mi  carcajada  de  dolor  estalla!... 


¡  Oh!  yo  bien  sé  que  si  dijera  al  mundo 
Lo  que  el  dolor  desesperado  calla. 
Si  dejara  escapar  el  ¡  ay !  profundo 
Del  tempestuoso  corazón  que  estalla ; 

Sí,  yo  bien  sé  que  reprobo  y  blasfemo 
La  austera  sociedad  me  llamaría, 
Y  del  llanto  de  fuego  en  que  me  quemo 
El  corazón,  la  sociedad  reiría. 

La  sociedad...  la  sociedad...  Perdida 
Meretriz  que  de  Diosa  se  disfraza... 
Al  través  de  mi  copa  enardecida 
La  veo  pasar  con  su  risible  traza. 


• ■■■■•^■'^'  ■■^~ 


—  344   — 

Con  su  rico  tesoro  de  pobreza, 
Con  el  llanto  y  dolor  de  sus  placeres; 
Veo  fealdad  al  través  de  su  belleza, 
Al  través  de  sus  ánjeles...  mujeres. 

Los  hombres  con  su  honor  y  su  decoro. 
Con  su  virtud  las  púdicas  doncellas... 
Ellos  no  tienen  más  honor  que  el  oro, 
Oro  que  compra  la  virtud  de  ellas. 

¿  En  dónde  está  el  Poeta,  sacerdote 
Implacable  y  severo  de  la  idea. 
Que  en  tu  carne  crujir  haga  el  azote, 
Oh  sociedad  hipócrita  y  atea  ? 

El  poeta  para  ti  sólo  es  un  paria; 
Pero,  ignorado  Prometeo  del  suelo 
En  su  alma  lleva  inmensa  y  solitaria 
La  sacra  lumbre  que  robara  al  cielo. 

El  poeta,  el  soñador,  el  rey  proscrito, 
Hijo  del  pensamiento  y  la  visión. 
Cruza  la  tierra  y  marcha  al  infinito 
Á  solas  con  su  ideal  en  la  Creación. 

En  alas  de  sus  sueños  vagabundos, 
Espíritu  de  amor,  va  de  él  en  pos, 
Y  rota  la  cortina  de  los  mundos 
Le  busca  allí  donde  se  busca  á  Dios. 


¡Hurrah!...  ¡bebed  !...  En  la  imposible  senda 
De  la  vida,  tocamos  con  lanada; 
Levantemos,  viajeros,  nuestra  tienda, 
Y  pongamos  ya  ün  ala  jornada. 


■■.^::^.^V  ■  V-;.    ■-  -.^Juac^  - 


L 


-^^■':' 


—  345  — 

¡Hurrah!...  ¡bebed!  En  deliciosos  lazos 
El  importuno  día  nos  halle  presos... 
¡Hurrah!...  ¡bebed!...  ¡El  choque  de  los  vasos 
Sea  la  música  ardiente  de  los  besos! 

]  Vino ! . . .  ¡más  vino  aún  ! . . . 

¡  Aquí  está  el  día... 
Sol  que  la  tierra  miserable  alegras, 
Al  opacar  las  luces  de  la  orjía 
Tornas  las  horas  de  mi  vida  negras  ! 


kís¡¿v.  ,■■       ■S-'.iJtífcíí'iüE. 


LAS  ESTRELLAS 

(al    SR.    ANTONIO   FERNÁNDEZ    MERINO). 


¿Sois  pupilas  de  Dios,  blanras  estrellas ' 

Amo  la  noche;  el  corazón  ansia 
Sus  sombras  y  su  calma. 
Para  el  mundo  y  los  hombres  es  el  día, 
La  noche  y  su  misterio  para  el  alma. 

Cubrir  parece  el  tenebroso  velo 
Un  mundo  que  no  existe, 
El  pensamiento  se  levanta  al  cielo 
Profundamente  religioso  y  triste. 

Errante  vaga  y  se  dilata  y  sube 
Hasta  el  dosel  inmenso, 
Como  en  los  templos  del  Señor  la  nube 
Aromática  y  pura  del  incienso. 

Que  templo  es  la  Creación,  templo  bendito 
Del  Dios  de  los  mortales ; 
Llena  su  inmensidad  el  infinito 
Y  se  sienta  el  Misterio  en  sus  umbrales. 

¿Dónde  está  Dios?  —  pregúntase  burlando 
El  hombre  miserable 
Del  torpe  mundo  en  el  turbión  nefando  — 
¿  Dónde  está  Dios  ?  ¡  Que  se  revele  y  hable  I 

Y  es  verdad,  es  verdad...  á  la  impureza 
Y  al  orgullo  del  hombre 
Esconde  al  parecer  Naturaleza 
La  presencia  de  Dios  y  hasta  su  nombre. 


¿Í-ÍL-V.-.^-.I -  --^•-¿C«— r..  ._  .      .       -^  ■_     ^      L      -^  -    ■^^-*..*v    ^..-^.^..A^-     ■-.     -    ^     ^    ..,<        


M    ,m,miMÉ¿Í^ 


p^^^P^JWZ'-. 


—  347  — 

¿Dónde  está  Dios?  —  Dejad  vuestros  salones 
Do  alumbra  esa  bujía 
Que  parece  que  ve  nuestras  pasiones 

Y  tiembla  y  se  avergüenza  ante  ia  orjía. 

Dejad  la  cárcel  y  el  estrecho  muro 
De  la  ciudad  ruidosa, 

Y  la  vista  tended  al  cielo  oscuro 
Donde  reina  la  Noche  silenciosa. 

Allí  su  trono  está.  Dulces  y  bellas 
Cual  flores  de  topacio, 
Cintilan  temblorosas  las  estrellas 
En  los  oscuros  campos  del  espacio. 

-    Mundos  de  oro  y  de  luz  ruedan  sin  nombre 

En  aparente  calma, 
Gomólos  sueños  del  amor  del  hombre 
En  la  infinita  soledad  de  su  alma. 

Pero  Dios  está  allí...  Yo  le  he  buscado 
Al  pié  de  los  altares, 
Yo  su  nombre  magnífico  he  escuchado 
En  el  ronco  retumbo  de  los  mares. 

Yo,  cuando  aurora  sus  celajes  tiende 
Del  cielo  americano 
En  el  diáfano  azul,  quien  los  enciende 
Creo  que  es  de  Dios  la  luminosa  mano. 

Está  en  la  soledad,  cuando  Natura, 
Al  parecer  inerme, 
Bajo  las  alas  de  la  niebla  oscura 
En  el  regazo  de  la  Noche  duerme. 

Yo  he  sentido  pasar  cual  de  su  aliento 
La  llama  abrasadora, 
En  la  tormenta  que  dispersa  al  viento 
La  lejión  de  las  nubes  voladora. 


ijjdSt. 


—  348  — 

Y  cuando  tempestad  en  lo  iníinilo 
Flamíjera  pasea, 
Paréceme  leer  su  nombre  escrito 
Del  rayo  en  el  zig-zag  que  centellea; 

Pero  nunca  te  vi,  nunca.  Dios  mío, 
Gomo  al  tender  su  velo 
La  noche  en  las  llanuras  del  vacío  ; 
La  tierra  olvido  y  me  remonto  al  cielo. 

Ante  él,  entre  la  sombra,  solitario 
Siento  que  espero  y  creo ; 
El  cielo  de  la  noche  es  el  santuario 
Mi  Dios,  mi  eterno  Dios,  donde  te  veo. 

Cada  astro,  de  tu  nombre  es  una  letra. 
Cada  rumor  te  nombra; 
Allí  me  hablas,  Señor,  allí  penetra 
Tu  incomprensible  espíritu  mi  sombra. 

Alondra  de  lo  inmenso  tiende  el  alma 
Sus  vuelos  vagabundos, 

Y  se  pierde,  y  se  pierde  en  honda  calma 

Y  el  eterno  silencio  de  los  mundos. 

¿Dónde  entonces  están  la  tierra  triste, 
El  hombre  y  su  delito? 
El  mundo  de  los  hombres  ya  no  existe... 
Estoy  solo  con  Dios  en  lo  infinito. 


Solemnes  van  las  horas  y  tranquilas ; 
Y  en  tanto  que  así  velo, 
Me  miran  cintilando  esas  pupilas 
«Que  llamamos  estrellas,  desde  el  cielo. 


■■jt-jrAig^-L^; -'--.i   iyÉihfc.í»iiii'.    ■-^■^■'^    ■■'^'"'■■^"■'■•--'-■^'■''-^•' *  -•■•|iiirñ'i>l''lftariil    . 


índice 


PkÓLOGO VII 


PRIMERA   PARTE 

E\  alma  «n  primavera '1 

Juventud 2 

Ecos. . .  i 8 

Visión 12 

Mi  sueño 13 

Mi   ánjel 15 

A  una  enlutada 19 

Noche  de  luna 22 

Creatura  bella  blanco  vcsüta 24 

Pensar.  Amar 26 

Adoración 30 

Amémonos 33 

Pasión 35 

En  el  baño 37 

Cuando  me  dejas 38 

Tarde  serena 40 

Nupcial 43 

Tu  sol 46 

Bajo  las  palmas 49 

Besos.  —  Primer  beso 51 

Un  beso  nada  m.'is 51 

En  el  jardín 52 

Tu  cabellera 53 

El  beso  del  adiós 53 

El  último  beso 54 

Adioses.  —  Nuestro  adiós 55 

No...  no  te  digo  adiós 56 

Despedida 59 

Adiós  á  Jalapa 60 

Pasionarias.  20 


'  (imíítuiti t'-jf I 


—  :}o()  — 

Adiós <>3 

Ausencia <>4 

Soñando 06 

Tu  iinajen. (38 

Á  Rosario 71 

Ven 72 

Nuestro  amor . .  74 

Hojas  dispersas 75 


SEGUNDA   PARTE 

Guirnalda \Y.i 

La  fortuna.  —  .1  Rosario  I' í)4 

Las  flores.  —  .1  liamona 9a 

Lirio.  —  .1  fíosario  II 98 

Sensitiva.  —  A  (juadalupc 100 

llamillcte.  —  A  Tlcniedios 104 

Pasionaria.  —  A   Anjela 105 

Rocío.  —  -í  Paz 108 

Flores  marchitas.  —  A  Emilin 109 

Abrojos.  —  Á  ¡iosd 1 10 

Reminiscencias.  —  .1  Eujenin 113 

El  alma  on  flor.  —  .t  Eulalia 117 

Vivir.  —  ,1  Carmen 118 

Amistad.  —  -1  Añila 120 

Adiós.  —  .1  Lola 122 

Stella.  —  A  Clementina 12-3 

El  ánjel  del  hogar.  —  .1  Enrique 125 

El  Grijalva.  —  Á  la  Sra.  de  Torre 129 

La  voz  dol  arpa.  —  .1  Rosalinda 132 

Las  dos.  —  Elvira  y  Elisa 134 

Orfandad.  —  .1  Alaria 135 

La  última  flor.  —  .1  Manuela 13" 

Las  Gracias.  —  Álbum  de  las  SeTiorilas  R'" 139 

Las  Diosas.  —  .1  las  Señorilas  Agramontc 142 

Rosario 1 43 

Asunción 147 

Margarita 149 

Isabel 151 

Rosa 154 

Luisa 155 

Luz 1,^¡) 

Dolores l(jl 

Jenovcva 163 

Catalina 1G4 


iÜü-i'*-^^^»"';', ,'..-  .A--    ','^sü^j. 


lio  I  — 


FÚNEBRES 


La  desposada  de  la  muerte.  —  Corojia  fínichre  <lf  la  Scíiura 

Ana  Muría  de  lo  Serna  y  Campbell  de  Tilomas 165 

En  la  tumba  de  la  Señorita  Carmen  Z «IGG 

Manuel  Ocaranza 168 


tehcí:i{a  parte 

Traducciones  é  imitaciones 

Aparición.  —  Víctor  lluf/u 171 

Yo  amo .  —  A Ifredo  de  Mnssel 173 

¡ Despierta...  !  —  Víctor  Ha/jO 174 

To  Jenny.  —  Loi-d  Ih/ron 17C 

Anoche.  —  Víctor  ¡luyo 178 

El  arpa.  —  l.ord  Byron 179 

Más.  —  Cunto  Slavo 181 

¡  Siempre  amar  !...  Alfredo  de  Mus.sel 182 

El  silfo.  —   \'íctor  IIu',0 183 

Colón.  —  Sc/iiller 188 

Mirando  al  cielo.  —  Víctor  Huyo 189 

Frió.  —  Canto  Bohem  ¡o 192 

Glicere.  —  llorado 194 

Heloisa.  —  E.  Qiiinet 197 

Julieta.  —  IV.  Sliake^/ieare 198 

Francesca.  —  Dante 199 

Ofelia.  —   W.  Shakespeare.  —  {Hamlet] 202 

Coro  de  los  espíritus.  —  Horllte.  —  (Fausto) 203 

Canción.  —  //.  Heine 206 

Un  astro.  —    Víctor  Huyo 206 

Felicidad.  —  Lamartine 208 

En  la  patria.  —  M.  Hartmonn 209 

Soñaba.  —  Ileine 212 

Malicia.  —  Imitación  </<?  Vítor elli 213 

Las  furias.  —  Letminy 214 

Jamás.  —  Campoamor 216 

La  oración.  —  FlaulierI 218 

La  csfinje.  —  lleine 220 

Composiciones  varias 

.\1  pié  de  la  Cruz.  —  Á  )ni  madre,  la  Señora  Doña  Dioni- 

sia  M.  de  Flores 224 


;  ■>  >■?&<..-.■'. >^wj>-:«-i. 


■  <«F^"-/  »T,-Tfc ;' 


—  :íq2  — 

La  cruz.  —  A  Tirso  H .  Córdoba.. i'i'J 

Máter  dolorosa.  —  Plegaria.  —  A  mi  liennana  Marina. . . .  230 

Eva.  —  A  Rosario  de  la  Peñn 23$ 

Á  los  ((ue  estudian 240 

La  diva  Ánjela 2i4 

Y.n  una  distribución  de  premios  á  las  Escuelas  municipales.  248 
La  Ciencia.  —  A  mi  maestro  en  primeras  hlras,  Sr.  I).  An- 
drés Iglesias 254 

Mi  madre.  —  .1  /a  Señora  Doña  Margarita  Llerena  de  Peña.  259 

Armonía 262 

Á  los  niños.  —  En  una  función  de  premios 267 

El  artista 273 

¡  Á  las  armas ! 276 

Oda  á  la  patria.  —  Cinco  de  Mayo  de  1802 280 

Á  los  alumnos  del   Colejio  del  Estado.  —  Distrihueión  de 

premios 287 

En  la  Exposición  industrial  de  Puebla.  —  Velada  artislico- 

literaria,  dedicada  al  .lenernl  Ulises  Grant 292 

Pintura  al  pastel 301 

En  el  álbum  de  Pope 302 

Juanita 303 

En  un  ejemplar  de  la  ■.   Divina  Comedia  >< 304 

A  la  Sociedad  Literaria  «  Rodríguez  Galván  » 305 


CU.VHTA  P.VHTK 

Insomnios 311 

La  noche.  —  Á  Juan  tí.  lujar  y  Ilaro 312 

Mis  sombras.  —  A  mi  hermano  Agustín 316 

Horas  negras 319 

María.  —  A  Manu  el  de  Olaguiftel 323 

Mi  padre  muerto.  —  A  mi  Itermano  Luis 329 

Á  media  noche.  —  .1  Juan  de  Dios  Peza 334 

Orjía.  —  Al  Señor  Ignacio  M.  Allamirnno 338 

Las  estrellas.  —  A/  Señor  Antonio  Fernández  Merino. . . .  346 


¿789-89.  —  Vcracruz-Méjico,  imprenta  de  Ramón-Lainé. 


■■-        ■--    -         ■•^--      ■      ^ -- :^-i^áti«a-^