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Full text of "Páginas locas [microform]"

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MÉXICO 

Tip.  cLa  Ilustración  he  México.» 

SEMINARIO  NUM.  R. 

1903 


Propiedad  cditoríat  asi*t;iir:ida  loníoime  íí  la  ley. 


PRIMERA  PARTE. 


HOJAS  DISPERSAS 


Te  creí  sueño;  y  en  el  santuario 
Del  imposible 
Te  coloqué, 

Y  al  pi¿  de  tu  ara,  sin  esperanza. 

Huérfana  el  alm» 
Triste  dejé. 

V  el  imposible  tomó  tina  forní». 

Bajó  la  Diosn 
Del  pedestal. 
Al  rió  sus  alas,  tom  >  mi  alma 
V  nos  perdimos 
Kn  Uj  ideal. 


N*   te  acuerdas? 

Del  hosqu?  en  la  espesura 
1  Cual  gorgeaban  los  pájaros  cantores 
Mirando  tu  her>nusura 
Y  oyéndome  decir  tantos  amores  I 


V 


jQué  cuchichear  el  de  las  hojas  suaves  I 
Qué  pensativas  se  ponían  l.is  flores 
'  cómo  hacían  escándalo  las  aves  I 


Parloteaba  en  voz  baja  el  arroyuelo, 
Y  el  sol,  que  una  día  lema  te  ceñíj. 
Acaso  por  mirarte  detenía 
Su  voladora  cuadriga  en  el  ciela 


III. 

Amor  I qué  dulce  palabra  I 

Parece  que  de  improviso 
Al  pronunciarla,  nos  abre 
Sus  puertas  el'  Paraíso. 
Si  quien  la  sueña,  delira. 
Si  quien  la  balbute,   canta. 
Si  quien  la  dice,  levanta 
Una  nota  que  suspira 
Con  música  más  suave 


Que  el  sonido  de  U  lira 
O  que  1  s  trinos  del  ave. 
Hay  en  ella  sentimiento» 
Hay  en  ella  inspiración. 

Y  no  sé  qué  v;^o  acento 
De  tristeza  y  de  pación 

Que  hace  temblar  conmovidas 
Las  fibras  más  escondidas 
Del  inquieto  corazón. 

La  vida,  esta  rapidez 
Que  no8  arrastra  en  la  tierra, 
Este  minuto  que  encierra 
Niñez,  juventud,  vejez ; 
¿Cómo  puede  ser  bastante 
A  la  expansión  infinita 
Que  para  su  am  jr  gigante 
Ll  corazón  necesita? 

Que  I Lo  eterno  en  un  instante  ? 

Lo  inmenso  en  lo  tan  pequeño? 
Kn  la  muerte  lo  inmortal? 
La  real  dad   en  un  sueño? 
Kl  cielo  en  lo  terrenal? 

Oh  !  yo  quisiera quisiera 

Que  en  la  espuma  de  lus  tilas. 
Que  en  la  ráfaga  ligera 
Del  olor  de  las  corolas. 
Que  en  las  alas  de  la  nube. 
Que  en  las  del  cóndor  serene» 
Que  cerca  los  astros  sube. 
Que  en  las  del  rápido  trueno 
Se  perdiera  el  alma  mía, 
Para  sentir  la  grandeza 
De  embriagarme  en  la  poesío 
De  la  gran  Naturaleza, 

Y  así,  como  en  iin  abrazo 
ideal,  sublime  y  bendito 
Abarcar  la  creación 

En  el  amor  inñnitu 

Que  llevo  en  mi  corazón  I 


IV. 

No  podíamos  hablar  :  oido  atento 
Escucnaba,  y  un  ojo  vigilante 
Nos  miraba  constante. 
Pero  supimos  vernos  un  m  imento; 
Y  un  beso,  nada  más  de  pensamiento, 
Te  mandé  con  la  brisa. 

Le  recibiste  entre  tus  labios  rojos..., 

¿rorqué,  sino,  bajáronse  tus  ojos 


Y  estremeció  tu  boca  una  soiiiisa 
y  se  cubrió  tu  frente  de  sonrojos? 


V. 

Como  para  et  mundo  un  cielo, 
Como  para  el  cie;o  un  sol. 
Cual  Dios,  que  no  lo  sena 
Si  lo  pudieran  ser  d  's. 
Así  para  nuestras  almas 
Kxiste  solo  un  amor, 
Que  por  único  y  por  g  ande 
Ks  sol,  es  cielo  y  es  Dios 


VI. 

;Cómo  puede  la  alondra  del  valle 

Que  pasa  ligera 
Kn  pos  de  t'tro  clima,  d   dar  que  sus  flore» 

Le  da  pr.maveía? 
Cómo  pueden  las  flores  que  se  abren 

AI  beso  del  día 
Du.'iar  que  el  sol  de  oro,  su  amante  celeste. 

Su  luz  les  envía "il 
¿Cómo  el  sol,  que  en  ciel )  !:•  mano 

Divina  suspende, 
J>udar  puede  que  el  Dios  de  los  mundos 

Sus  rayos  enciende? 
¿f^ómo  fiuedo  dudar  que,  infelice, 

De  no  verte  muero? 

Y  tu  ¿cómo  puhdes»  pedazo  del  alma. 
Dudar  que  te  quiero?. . . . 


VII. 

Un  colibrí  revolando 
Kn  torno  de  fresca  rosa 
Kn  sueños  anoche  vi: 

Pero  advertí  despertando 
Que  la  rosa  era  tu  boca 
Y  mi  beso  el  colibrL 


Yin. 

En  medio  al  ancho  mar,  soberbia  roca 
Se  yergue  entre  la  bruma : 

A  sus  pies  se  sacude  ruda  y  loca 
La  turbulenta  espuma. 

La  azota  el  huracán,  del  rayo,  torva 


Allí  chispea  la  lumbre, 

Y  el  dr^dn  Tempestad  su  dorso  encorra 

Erizado  en  la  cumbre. 

La  roca  altiva  se  levanta  en  tanto 
Al  beso  de  la  nube, 

Y  es  cuanto  ruje,  de  sus  triunfos  canto 

Que  de  sus  plantas  sube 

Así,  mi  vida,  nuestro  amor  sea  roca 
Que  altiva  se  levante» 

Y  deja  que  &  sus  pies  la  envidia  loca 
Ruja  impotente  y  nuestros  triunfos  cante. 


IX. 

Te  he  dado  toda  mi  vida 
Te  he  dado  toda  mi  alma. 
Todo  cuanto  soy  te  di ; 
Y  aun  no  he  podido  pagarte 
\jO  que  tú  me  has  dado  á  mí. 


X. 

Bésame  con  el  beso  de  tu  boca» 
Cariñosa  mitad  del  alma  mía; 
Un  solo  beso  el  corazón  invoca 

Que  la  dicha  de  dos me  matarÍJ  í 

Un  beso  nada  más!.  ...Ya  su  perfume 
Ku  mi  alma  derramándose,  l.i  embriaga» 

Y  mi  alma  por  tu  beso  se  consume, 

Y  p  r  mis  labios  impaciente  vaga, 
júntese  con  la  tuya  I Ya  no     uedo 

Lejos  tenerla  de  tus  labios  rojos 

Pronto!. .  .dame  tus  labios!.  ..teng  -  miedo 
\  »•;  ver  i.i,  i  cerca  tus  divinos  ojos ! 

Hay  un  cielo,  mi  bien,  en  tus  abrazos. 
Siento  de  dicha  el  corazón  opreso. . . . 
Oh!  s  sténme  en  la  vi, ia  de  tus  braz>t 
l*ara  que  no  me  mates  con  tu  beso  I 


XI. 

Lres  un  cielo  completo: 
Con  sus  estrellas— tus  ojos. 
Con  su  noche — tus  cabellos. 
Su  aurora— tus  labios  rojos, 

Y  su  tempestad— tus  celos, 

Y  sus  rayo>— tus  enojos 


XII. 

Como  fugíz  relámpago  que  el  ^cno 

De  lu  nube  ra>g6. 
Así  también  por  tu  pupila  negra 
:Una  mira  la  inmensa  airave/ó. 

A  lu  luz  del  relámpago  lutstael  fondo 

Del  cielo  ver  creei. , . . 
Forque  á  la  luz  de  tu  mirad.»  el  alma 
H<ista  el  fondo  del  alma,   nu  te  ví  ?.. 


XIII. 

Te  crceí  muerta,  y  en  et  sudario 

De  mis  recuerdos 

Te  amortaje ; 
Y  al  ludo  tuyo — .  ;,no  la  mataste? — 

También  ya  muerta 

Mi  alma  dejé. 
Fero  al  juntarse  diéronsc  un  beso!  — 

Resucitaste, 

Ke-iucité. 


XIV, 

Qué^ mi  cfír:izón  despierta? 

Y  va,  sacudiendo  altivo 
K!  i)oIvo  de  su  fé  muerta. 
Se  alza  cun  la  herida  abierta 
IVro  palpitante  y  vivo'í 

;Aun  otra  ilusión  me  inspira? 
;,Aun  vibrarán  en  mi  lira 
Las  canciones  del  amor?. .  - . 
¿Para  hallar  otra  mentira? 
:  Para  bailar  otro  dolor? 


XV. 

¿Y  para  qué  sentir?.  . .  .Dótule  se  lanza 
Sedienta  todavía 

Con  sus  alas  \a  rotas  la  Esperanza? 

Kl  sol  que  alumbra  la  existencia  mía, 
Sin  color,  sin  belleza,  sin  fulgores 
En  el  ocaso,  pálido,  se  pierde .... 

Dejad  al  corazón  con  sus  dolüre.s, 

(.^ue  suspire,  que  llore,  que  se  acuerde. 


XVI. 

Vuelve  Á  mi  cora2Ón,  queda  esconiiidLi 
Ilusión  iinpositilc  de  mi  vida. 
Ternura  de  poeta,  pación  loca: 
Si  no  has  de  üer  dtcliusa  iii  creída, 
Vive  en  mi  corazón,  auierc  en  mi  boca. 


XVII. 

Me  acueido. . .  .Kra  la  noche  :  el  ciclo  nos  veía 
Con  s\i  mirada  de  astros.  La  b<5veda  sombría 

Kra  un  inmenso  templo, 

Kl  sacerdote.  Dios., 
Ante  Él  tu  íé  me  diste,  ante  1^1  te  dt  la  mía.  . . . 

Quedaron  desposada-^ 

Las  alnias  de  tos  dos. 

l'cro  hoy  la  noche  es  negra;  la  bóveda  enlutada 
h.y-  una  inmensa  tumba. — Jiurió  mí  desposada, 

Ferdiiíse  en  lo  infinito 

Ll  alma  de  mi  amor. 
Kl  templo  cst.i  desierto,  la  lámpara  apagada, 
V,  soto,  cu  las  tinieblas  solloza  mi  dolor. 


xvin. 


Kl  án;;<:l  de  la  tarde,  muerto  el  tii¿ 
Las  gotah  de  sus  alas  en  las  Hores 
Sacude,  y  paite  anee  la  noche  umbri 

Así  el  ángel  ideal  de  mis  amores, 
(.\ibiertü  de  inmortal  melancolía, 
^iis  alas  sacudió,  tendió  su  vuelo, 
V  anchándome  en  lágrima-^  el  alma 
Ante  la  realidad  volvióse  al  cielo. 


XIX. 


ILillárons»-  mis  ojos  con  otros  o¡f»s  bello*:, 
Kl  beso  de  una  virgen  pasó  pc'r  mis  ral-filos 

\  el  corazón  alegre 

Se  penetró  de  luz. 
Oopués  vino  la  noche,  la  noche  sin  huero."*, 
Oí  dentro  mi  pecho  sollo/os  tustimeros.  . . . 

Mi  corazón  estaba 

Cla\ado  en  una  cru¿ 


n 


XX. 

Ko  mf  oít'íí/t'«.-  decía  tu  trinitaria, 

Y  nunca  te  olvidé. 
Vives  dentro  de  mi  alma  funeraria. 
Única,  inolvidable,  solitaria. 
Como  la  duda  cuando  huy<5  la  íc. 


XXI. 

Kn  medio  de  las  ruinan  pavurosai 
iJe  un  convento  que  yace  solírario 

Kn  un  valle  desierto. 
Dicen  que  por  la  noche  \aíía  errante, 
-Arrastrando  su  pálido  suduriu. 

El  fantasma  de  un  muerto. 

Amedrenta  ch  l^i-fiombra  la  pavura 

De  su  pase-^ii  ruido; 
V  gime,  y  á  |oJejos,  espantado, 

1-1  eco  lejlnevuelve  ^u  gemido. 

Así  en  mi  concón,  que  ne^Kciendo 
Kstá  una  rfoche  fiíneracirfy  >erta, 
Vaga  el  espectro,^||ífí  amor,  gimiendo 
Knú'e  las  ruínaüpR^u  dicha  muerta. 


Knii'e 


XXII. 


Un  un  abrazo  inmenso  confundo  mis  amores 
Mujeres  de  delicias,  muieres  de  dolores. 

Mi  cielo  de  placeres. 

Mi  mundo  de  dolor. 
Mis  labios  están  hartos  de  lágrima-^  y  besos. 
Y  aun  tiene  sed  el  alma  de  locos  embelesos. 

Kn  dónde  está  la  dicha'' 

Kn  dónde  está  el  amor? 

xxiu. 

J^uvcntud,  juventud! no  te  maldigo, 

Pero  mis  creencias  y  mi  amor  burlaste. ... 
Como  harapos  dejados  á  un  mendigo 
Ucscncanlos  tan  solo  me  deja>te. 


XXIV 

Kn  un  i\pm^  yo  fuí  como  la  estrofa 
Ardien^;,  ^tfda,  fuigorosa.  inquieta 


14 

Que  arroja  con  sus  luuros  f-1  poeta 
Al  pi¿  de  la  hf  i  mustiru 
Que  idolatrando  ota. 

Ahora  soy  como  el  eco  lastimero 
De  un  adiós  que  se  pierde  en  el  oh  ido: 
soy  ui)  inmenso  corazón  herido 

<¿ue  nada  -^chre  el  mundo 

Ni  nndií*  rntar'i. 


XXV. 

Moriste,  sí,  moristf.   Y  sí  un  f^emído 
Te  dio  por  vez  postrer  mi  alma  lloru>a. 
Después  iu  noche  del  etrrno  uUidu 
i  (.'ayo  sobre  tu  f(i»>a- 

lamás  te  conocí. . .  .No  sé  tu  nombre  ! 
Pasión,  llanto,  placer. . .  Jo  olvido  todo; 
Que  nu  vale  la  lágrima  de  un  httmbrr 
Tu  corazíín  de  ¡od.,. 
Vo  no  sé  perdonar.    Nu  nit-  lué  dada 
Del  Hombre-Dios  la  voluntad  sublime, 
^"  iHi  es  mi  alma  por  tí  crucificada 

Quien  perdonu  y  r   dime. 
;  Maldita  sea  la  l/i^nnia  que  vierta 
f  or  un  recuerdo  para  siempre  inf:>^t^,  1 
Que  en  mi  boca  la  Icn^jua  quede  \ciij 

(^adá  vez  que  le  llame  ! 
;Quc  si  pena  tan  vil  yo  no  sofoco 
Tu  la  primera  en  el  escarnio  seas  I 
¡Que  al  recordarte  rn  mi  cerebro  loco 

Kstallrn  las  idesL^l 
;Que  si  otra  \e/  esta  pasión  me  vence, 
V  mi  labio  otra  vez  tu  labio  toca. 
Cada  caricia  tuya  me  avergüenze 

Y  me  manche  tu  bocal 
\'  sea  maldito  el  corazón  que  un  día 
Tan  grande  y  noble  te  adoraba  necio!. . . , 
Inmenso  era  el  amor  que  te  tenía!. . . . 

Mayor  es  mi  desprecio. 


XXVI. 

He  conocido  una  mujer  tan  bella. 

Que  su  faz  parecía 
El  mismo  cielo  cuando  eii  él  destella 

l.a  luz  del  claro  día; 
Pero  era  noche  sin  ninguna  estrella 

Kl  alma  que  tenía. 


>3 

XXVII. 

Pasa  gentil  y  saludó  risueña, 

Con  aire  indiferente. 
Saludé  y  sonreí. . . .  Los  dos  estábamos 

Delante  de  la  gente. 
¿Quién  pudo  adivinar  un  sufriniicnto 

Kn  su  risueña  calina?. . . . 
¿Quién  la  temible  tempestad  que  había 

K.n  el  fondo  d<'  mi  alma?. . . . 

XXVÍII. 

Llevas  en  tu  htrmosura  la  ufanía. 
En  tu  labio  sonrisa  y  alegría, 
Kn  tu  dulce  mirar  fascinación. . . . 
[Lá&tima  que  en  tu  pecho,  vida  mía. 
No  Urvcs  ror;uyn! 


XXIX 

Después  de  los  calores  del  estío 
Llega  el  otoño  trisie, 
Y  el  invierno,  por  fin,  yerto  y  somhrio 
Tal  es  la  le>  de  todo  lo  que  existe. 

Y  así  pasa  en  el  alma ; 
Después  de  mucho  amor,  mucho  desvío 
Tra-s  de  ¡a  recia  tempestad  la  calnu. 

Hoy  en  el  corazón  tenemos  fríj : 
Llcgii  para  nosotros  ese  invierno 
De  que  nos  oUidamos  ui  jurarnos 
.Aquel  amor  eterno. 


XXX. 

«  —  Te  amo,  te  adoro,  de  pasión  me  muero»- 
Tc  dije  ha  tiempo;  mas  cun  gesto  esguivo 
Contestaste  sin  preámbulo  :  — «No  quieru.i» 
V  ahora  que  ;»ahes  que  por  otra  vivo 

¡Me  dices  que  me  quieres!.  •  ■  ■  . 
¡Cómo  sois  de  graciosas  las  mujeres! 

Huye  la  sombra  así  del  que  la  sigue. 
Mas  á  aquel  que  la  huye,  le  persigue. 


XXXL 

Por  tus  caricias  te  diera  un  mundo, 
V  por  tus  besos  te  diera  un  sol. 


,Qué  no  te  diera  si  te  ama  tar.t^, 
(^>iic  no  le  diera  mi  norazón? 


De  veras,  diine,  me  dicnis  miiLho}' 

Tú  sabes  cuánto  te  quiei  o  yo ! 

Mas  deja  mundos  y  deja  soles, 

1  >ame  dinero que  eso  es  mejor. 


XXXII. 

Mariposas  brillantes 

Ln  lontananza 
bon  los  vagos  ensuefifís 

De  la  esperanza. 
jAy  si  corréis  tras  ellas, 

Almas  ansiosas. . . . 
l.os  niño>^  nunca  cojeo 

L.as  mariposas. 

Y  si  á  cogerlas  llci;an. 

Quédales  sol  > 
I  )c  sus  brillantes  alas 

Kl  polvo  de  oro: 
Cumo  queda  el  recuerdo 

Del  bien  perdido 
Cus-ndo  esperanza  y  dicha 

Ñus  han  huido. 

Que  las  almas  son  rosns  : 
1.a  dicha  y  la  esperanza 
Son  maripoí>as. 


XXXIII 

I,a  noche  de  los  trópit  os  sombría 
Negra  es  como  ti  dol<jr,  pero  tan  bella 
Que  íMite  el  negro  esplendor  qut-  viste  ella 
Es  menos  bello  el  expleitdor  del  día. 

Así  enlutada  tú,  pálida  nifa. 
Mejor  la  luz  de  tu  beldad  destella. 
Como  brífla  mejor  la  blanca  estrella 
En  el  crespón  de  la  tiniebla  fría. 

Negro  tu  velo  es,  negra  la  hcrm  sa 
Diadema  del  cabello  en  tu  cabeza. 
Negros  tus  ojos  de  mirar  de  Dios  , 

Y  llevada  con  regia  gentileza 
Negra  también  tu  vest  dura  airosa. . . . 
Ks  un  a.^t>u  en  la  noche  tu  belleza! 


»7 

xxxiv 

(BCQI'FR.» 


¿Calor  en  tus  labios  tojos 
Sientes  si  te  veo,  mi  amada? 
Ks  (jue  el  alma  enamorada 
Como  te  liahla  <  'ni  los  ujus 
Te  besa  ion  la  mirada. 


XXXV. 


kíVpido  al  mar  se  precipita  el  río. 
Así  tu  amor  dulcísimo  en  el  mío. , , . 
Dices  bien,  mi  adorada,  dices  bien. 
y.n  el  mar  de  mi  amor,  de  cada  ola 
Kn  la  amar^iura  atroz,  tú  eres  la  sola 
Dulzura  ansiada  que  por  fin  hall^. 

Sí,  mi  amor  es  un  mar.    Por  eso  un  d'u 
Sacudióle  frenética  y  bravia 
l.a  inmensa  tem   t  stati  de  la  pasión. 
Del  sufrimiento  el  ienebrr>so  \  elo 
i'ubrió  su  sol,  ennejíreció  su  cirio 
Y  el  rayo  destrozó  mi  corazón. 

Sí,  mi  amor  es  un  mar.   Mas  hoy  suv  ulas 
Keftejan  las  tranquilas  aureolas 
1  >e  un  sol  de  paz,  de  dichas  y  placer. 
Si,  mi  amor  es  un  mar,  pero  está  en  calma; 
I-.n  él  navega  cariñosa  tu  alma. 
Por  eso  el  ciclo  se  refleja  en  el. 


xxxvi. 


Después  que  me  dejaste  ¿no  sentiste 

Algo  que  te  seguía? 
Después  que  me  dejaste  muda  y  triste 

Te  sigue  el  alma  mía. 

Al  mirarla  pasar  tras  tu  pisada 
En  las  sendas  desiertas, 

Huye  el  ave  de!  árbol  espantada 
Y  caen  la-  flores  muertas. 


Al  mirarla  pasar,  sombra  gimiente 
Inclinada  d  tus  huellas. 

Hay  algo  que  solkjza  en  el  ambientt 
Y  opaca  las  otrellas. 


Detiene  fatigada  el  paso  íik  ierlo, 
T  en  la  profunda  calma 

Oye  gemir  la  noche  y  el  desierto 
Al  ver  tan  triste  un  alma. 


XXXVII. 


si  eres  ángel,  Amor,  tiende  tus  alas 

Y  llévame  en  tu  vtieln  vagabundo 
Lejos  -lejos  de  aquí!  -  \'a  estoy  cansado 
De  los  tristes  amores  de  est*-  inundo. 

Yo  necesito  amar  y  ser  amado 
l'or  una  alma  celeste  que  inc  entienda, 
i^iie  lo  sublime  del  amor  comprenda, 
(^uc  arranque  mi  alma  dfl  manchado  suelo, 

Y  que  la  puriñque,  que  la  encienda 

Y  cun  su  santo  amor  la  lleve  al  cielo! 


XXXVIII. 


En  su  curso  voluble  la  Fortuna 
ToiIo  cuanto  me  diera  me  quitó; 

Y  la  Miseria  pálida  y  hambrienta 
Al  dintel  de  mi  puerta  se  sentó. 

Y  llegó  la  Amistad— la  que  en  un  día 
Ll  festín  de  mis  dichas  presidió 

V  aunque  la  dije  «ven.»  ella,   espant.tda 
Al  ver  aquel  espectro  se  aleió. 

Amor  llegó  también.    Sellé  mi  labio 
Porque  temí  que  se  alejara  Am-  r  ; 
l*ero  él  sin  vacilar,  bañado  en  lágrimas, 
Vino  á  mí  pre>urnsü. . . .  v  me  :  bra/i''. 

V  la  .Miseria  pálida  y  hambrienta 
Que  al  dintel  de  nii  puerta  se  sentó. 
A  la  lu'/  de  aquel  ángel  que  Uuiaba 
Ella. . .  .¡la  horrible  arpía!— se  embelleció. 


XXXIX. 


I.uz  de  mí  valle,  aurora  de  mi  cielo. 
Apenas  en  el  velo 

Que  tiende  la  alborada  en  el  espacio 
Derramas  tu  soberbia  pediería 
De  ópalo  y  'gualda,  de  rubí  y  topacio, 


>9 

Cuando  c\  sol,  que  escondía 

Su  frente  tras  el  monte. 

Surge. . .  .y  de  luz  se  llena  el  horizonte, 

Y  vibra  el  éter  y  fulgura  el  día 

S\i  melena  de  fuego  destrenzada 
Del  Infinito  al  poderoso  aliento. 
Sr  deshace  en  esplendida  cascada 
De  átomos  de  oro  y  luz.  por  la  argentada 
Clípula  del  sereno  fií  mámenlo. 

lil  monte  azul  dcsliica  en  la  llanura 
\-'A  en  rme  zafiro  de  su  cumbre, 
y  así  como  el  rubor  de  u:ia  hermosura^ 
Del  Citlaltépetl  e  i  la  nieve  pura 
juega  el  rubí  de  su  jiurpúrea  lumb  e. 

La  luna,  en  tanto,  solitaria  y  fría, 
( "orno  un  ojo  envidioso 
Que  S  contemplar  li  dicha  se  resiste. 
Vé  (le  lejos  el  astro  luminoso 
Y,  sol  espectro,  envuelve  su  agonía 
Kntre  las  brumas  del  ocas  )  triste. 


XL. 


¡Qué  dulce  es  el  hogar!  Lleno  de  sombra 

Mi  corazón  traía. 
Crucé  el  dintel  de  mi  modesta  casa 
V  jcuán  hermoso  fulgiiniha  el  día! 
¡  Qué  bueno  es  el  hogar  !  Amargas  iras 

Me  anegaban  el  nlma, 
Pero  al  besar  las  canas  de  mi  madre. 
Llené  mi  pecho  de  perdón  y  calma 

;Qué  tierno  esel  hogar!  ( )h;  cuántas  lagrimal 

Kn  cariño  infinitas. 
Sobre  mi  frente  pálida  cayeron 
Dulcísimas,  temblantes  y  benditas  ! 

(Qué  santo  es  el  hognr!  Quizá  mi  labio 

Kl  existir  maldijo, 
Pero  lloré,  y  creí  con  toda  mi  alma 
Cuando  mi  santa  madre  me  bendijo 

XLI. 

Triste  es  la  tarde,  sin  luz  el  cielo. 
Niebla  que  pasas  ¿adonde  vas? 


-Solo  Dios  sabe  mi  íncerto  vuelo. 
-Niebla  ¿qué  eres? 

—Sombra  no  mas. 


La  noche  llega,  la  flor  se  aduerme. 
Brisa  que  pasas  con  lento  giro. 
¿Adonde  vuelas? 

— Voy  á  perderme. 
Brisa?  qué  eresf 

íoy  un  suspiro. 


Es  alta  n»che :  grato  beleño 
Cierra  mis  ojo«,  y  en  lontananza 

Un  ángel  blanco  miro  en  mi  sueño 

Ángel,  ¿quién  eres? 

—Soy  la  Esperanaa. 


Así  es  la  vida:  niebla  pasajera 
Que  cruza  vagabunda  por  la  esfera. 
Deshaciéndose  en  vaga  lontananza ; 

Y  nuestra  dicha,   frágil  é  indecisa. 
Un  suspiro  que  pasa  con  la  brisa, 
Y  sueño  nada  mas  nuestra  esperanza. 


XLII. 


Duerme. ...  Y  el  ángel  del  Señor,  sus  a" as 

1  legando  silencioso. 
Vela  su  sueño,  el  sueño  de  la  virgen 

Inocente  y  dichoso. 

Duerme,  y  el  ángel  que  su  sueño  vela 

Junto  á  ella  se  coloca ; 
Mas  llega  Amor  callado,  de  puntilLis» 

Con  el  dedo  en  la  boca. 

¿Qué  murmura  al  oído  de  la  virgen 

Que  elia,  q    iza  soñando. 
Entrr  los  brazos  del  amor  sonríe. 
Mientras  el  ángel  que  vel<$  su  sueño 
Se  aleja  sollocandoP. . . . 

XUII. 

Bajo  la  sacra  bóveda  del  templo 

Donde  humea  el  incensario 


Y  el  oro  resplandece,  si  levanto 

Mi  ruego  solitario» 
Mi  alma  es  quien  habla  á  Dios  en  el  santuario. 

Pero  en  medio  del  bosque,  en  el  desierto 
Donde  vive  la  palma, 

0  á  la  crilla  del  mar,  áó  resplandece 
.Naturateza  en  tempestad  6  en  calma, 

tls  Dios  quien  habla  á  mi  alma. 

XLIV. 

Amo  la  Ciencia! El  esplendor  sagrado 

Que  en  su  frente  de  Diosa  reverbera 
Kn  sed  ardiente  el  corazón  altera, 

Y  ante  su  ara  me  tiene  prosternado. 

To  sé  que  hasta  su  gloria  el  vuelo  osado 
Kl  espíritu  tiende  en  su  carrera. 
Per    llegar  allí  jamás  espera 
El  que  á  mí  pur  el  cielo  me  fué  dado. 

Baste  á  la  religión  que  te  profeso, 
Diosa  de  la  Verdad,  numen  bendito. 
De  amarte  y  de  cantarte  el  embeleso. 

El  poder  de  tu  amor  es  infinito. . . . 

1  Deja,  Ciencia  inmortal,  un  solo  beso 
Sobre  la  humilde  frente  de  un  proscrito! 

XLV. 

Cuando  después  del  fatigoso  día 
Vengo  paz  á  buscar  bajo  mí  techo 
En  los  brazos  del  sueño,  hay  un  fantasma 
Que  se  sienta  á  la  orilla  de  mi  lecho 

En  vano  quiero  separar  mis  ojos 
De  aquel  espectro  que  de  luto  viste  ; 

Allí  está,  siempre  esiá Siempre  me  mira 

Inmóvil,  mudo,  pavoroso,  triste. 

V  cae  sobre  mi  espíritu  el  espanto ; 
Pero  evitar  no  puedo  su  presencia. 
Porque  esc  triste  espectro  de  mis  noches 
Está  en  mi  propio  ser es  mi  conciencia. 

XLVI. 

Un  viaje  por  un  mar  de  tempestades 


Eti  la  vida  mortal ;  Ui  tiimha  es  puerto. 

Morir  es  regresar  á  niiestia  patria 

No  se  drbe  llorar  pur  los  ijiic  han  muerto. 


XLVII. 


Herniíou.  \  Cíimu  iticinprc,  fugitiva, 
A  mi  ladu  un  Instante  el  raudo  \uelo 

Detuvo  compasiva 
La  Lsptrr;inza  feliz,  hija  del  ciclo. 

A  la  pálida  frente  del  poeta 

Sus  labios  acercil la  encontró  fría 

Como  la  frente  lúgubre  de  un  muerto. 
Huscó  en  sus  ojos  lágrimas,  y  estaban 
Mas  secos  que  la  arena  del  desierto: 
'locó  su  pecho  ansiosa 
V  buscó  el  corazón estaba  yerto. 

Kntonces  la  b>speranza,  hiia  del  cielo. 
Lanzó  un  suspiro  y  prosiguió  su  vuelo. 


De  ella  en  pt>s,  nielancólicu  y  sombrío 
Con  vuelo  triste  v  lento 
(_>tro  ángel  se  acercó    >u  vestidura 
Kra  más  negra  tiue  la  noche  oscura 

Y  de  él  en  t  irno  sollozaba  el  viento. 

Llegó,  y  la  frente  helada 
Peí  poeta  besó  c<m  el  cariño 
Con  que  en  la  frent ;  del  dormido  niño. 
Deja  sus  besos  el  amor  materno. 

Y  descansóla  hieg  )  en  su  regazo 
Como  para  d   rmlrel  sueño  <;ierno. 

Desde  entonces  reclino  mi  cal>eza 
En  el  legazo  maternal  y  tierno 
Del  ángel  funeral  de  la  Tristeza. 


XLMII. 


Hasta  de  quejas  y  cobarde  llanto! 
Si  el  hombre  es  el  p.-na  lo  de]  destino. 
Ten. pie  su  corazón  en  el  quebranto 
Y  prosiga  impasible  su  camino. 
Sufrir  y  hacer  sufrir— tal  es  su  suerte. 
;,  Porqué?— Sabrá  el  arcano 


Cuando  verdugo  y  mártir  de  su  hermano, 
IJamc  i  las  puertas  de  la  negra  muerte. 


XLIX. 


La  tierra,  el  aire  azul,  el  claro  día. 
Tu  p"mpa,  tu  esplendor.  Naturaleza, 
¿Qué  son  sino  e   magníñco  regazo 
Dunde  llora  del  hombre  la  tristeza? 

Y  ese  cielo  tan  bello  con  sus  soles, 
Sus  noches  de  oro  y  sus  serenas  calmas. 
¿No  es  un  ojo  <iue  mira  indiferente 
La  eterna  tempestad  de  nu  stras  a  mas- 


Amo  la  no  he.   El  corazón  ;.nsía 

Sus  sombras  y  su  ca  ma. 
l*ara  el  mundo  y  los  h*  mbres  es  el  día 

La  noche  para  el  alma. 
Cubrir  parece  el  tenebroso  velo 

Un  mundo  que  no  ex  sie. 
Kl  pens:imiento  se  lev.inta  al  cielo 
l'rofundamente  religioso  y  triste  ; 

V  flr»ta  y  vaga  y  se  el  i  ata  y  sube 

Has  a  el  dosel  inmenso, 
<.'omn  en  el  temp'o  la  sagrada  nube 
Del  perfum;tdo  incienso. 

Ante  el  cíelo,  en  la  sombia,  so  itaiio 

S  ento  que  csp'  ro  y  creo; 
Kl  cielo  de  la  noche  es  el  santuario, 

Señrir,  donde  te  veo. 
Cada  astro,  de  tu  nombre  es  una  Ittr;». 

Cada  rumor  te  n'imbia, 
Allí  me  hablas.  Señor,  allí  penetra 

Tu  espíritu,  mi  sombra. 

Alondra  de  lo  inmenso,  tiende  el  alma 
í'us  vuelos  vagabundos, 

V  se  pierde,  y  se  pierde  en  la  honda  caima 

V  el  eterno  silencio  de  los  mundos 

¿Donde  entonces  están  la  tierra  triste. 

El  hombre  y  su  delito? 
El  mundo  de  los  hombres  ya  do  existe . . , , 
Estoy  s<5  o  con  Dios  en  lo  infinit<í. 

Sn  emnes  van  las  horas  y  tranquilas: 


?4 
Y  en  tanto  que  así  veo 
Me  miran  cintilando  esas  pupilas 
Que  Ihimanios  estrellas,  desde  el  ciclo. 


LI. 


No  so^-  mas  qnc  mi  sombra.  Ya  estoy  muf  rto' 

Lo  siento  en  esta  calma 
Que  hay  en  todo  mi  ser:  es  un  desierto 

Lo  que  llevo  en  el  alma. 
Tanto  he  querido,  y  con  pasión  tan  toca. 
Que  dejé,  sin  seiit'rlo  en  mi  embeleso, 
1.  n  poco  de  mi  vida  en  cada  hora. 
Un  pedazo  de  mi  alma  en  cad  .  beso. 


LIL 


No  mas  vida,  Señor,  ya  no  más  vida  í 
Cuando  sangraba  aun  el  alma  hertda 

Me  nutría  mi  pesar. 
Ahora  no  sufro  ya,  no  pido  nada ; 
Pero  tengo,  Señor,  mi  alma  cansad» 
Y  quiero  reposar. 


SEGUNDA  PARTE. 

COMPOSICIONES  VARIAS. 


CRIO    KN  TI. 


¿Quién  dice  que  no  crco'í. .  .ftQ:i¡én  hasta  elfondo 

Del  escondido  corazón  penetra.-' 

Kn  el  fondo  del  mío,  letra  por  letra, 

Kscrita  se  halla  esta  palabra:  Dios. 

Cuando  era  niño  mi  inocente  labio 

Al  p:é  del  ara  lalbutió  esc  nombre, 

Dospiiés  el  alm  i  férvida  del  hombre 

F.sciito  en  t>das  partes  le  encontró. 

Y  no  solo  creo  en  tí.  Dios  de  los  mtindo^. 
Cuando  miro  en  la  gran  Naturaleza 
Un  reflejo  no  mas  de  esa  grandeza 
Que  un  átomo  de  luz  hace  del  s  '1 ; 
No  solo  cuando  el  alma  arrebatada 
En  el  vértigo  audaz  del  pensamiento. 
Como  en  alas  del  ravo,  el  firmamento 
Sondea  temblando  de  sagrado  horror; 

No  tan  solo.  Señor,  si  oigo  en  el  trueno 
Que  rasgando  el  nublado  centellea 
Kl  rodar  de  tu  carro  que  pasea 
Llevando  por  corcel  la  tempestad ; 
No  solo  cuando  miro  del  relámpago 
F.n  la  rápida  luz  fúlgida  y  roja 
La  rauda  chispa  que  al  pusar  arroja 
Ese  carro  á  la  negra  inmensidad  ; 

No  solo  entonces  ere  ),  no  solo  entdncei 
Mi  espíritu.  Seño  ,  te  ve  y  te  siente.... 
Esto  que  pone  pálida  mi  frente. 
Esto  que  abraza  mi  cerej^ro  así. 
Esta  llama  invisible  y  misteriosa. 
Escondida  en  nn  átomo  de  tierra, 

Y  que  lo  eterno  y  lo  inflnito  encierra 
F^sta  mi  alma.  Señor  ¿no  habla  de  tí? 

¿No  habla  de  tí.  Señor,  eso  inefable 

Y  que  parece  descender  del  ciel  \ 
Cuando  el  alma  infeliz  halla  el  consuelo 
Que  no  encuentra  en  la  tierra  un  gran  dol  >r* 
¿No  habla  de  tí.  Señor,  la  voz  solemne 

Que  siempre  se  levant »  en  la  conciencia? 
:  Ao  en  el  ara  divina  de  la  ciencia 
La  verdad  tus  mísierios  colocó? 


¿No  habU  de  tí  la  c&udÍUu  ¡totirisa 

Y  la  mirada  angélica  del  niño. 

Y  pí  casto  beso  del  primer  can  ño, 

Y  ia  santa  ternura  pateinarr 

¿Qué  no  me  hablan  de  lí,  D^o*  de  los  bu-no;, 
t,u  i  elocuente  voz  cada  mañana, 
1.US  bendiciones  de  mi  madre  anciana, 
^iintificando  mi  tranquilo  hogar'r 

Señor,  tu  ercü  mi  Diosí  Tú  bien  lo  saben. 
Ki  corazón  de  un  hijo  no  es  ateo; 
;.iJómo  no  te  he  de  creer  cuando  te  veo 

Y  te  siento  en  mi  propio  corazón? 
^eñor,  tu  eres  mi  D¡  s!  Per(»  es  mi  alma, 
\o  mis  cantares,  lu  que  á  tí  levanto. . . . 
La  palabra  mortal  no  es  para  tanto, 

Que  es  un  átomo  el  hombre. . .  .y  tú  eres  Dio*! 


rus  VKRSOS. 

Kos:lv  y  estrellas  pai  a  tí ! . . . .  Las  rosas 
l^'ai'a  alfombrarle  et  suco, 

Y  tas  blaiu  US  estrellas  lumíno-a-* 
Para  dar  á  tu  sien  flores  del  cielo. 

I  ero  no,  rosa-*  no tus  labios  rojos 

Há  idas  las  harían, 

Y  ante  la    u;;  de  tus  divinos  ojos 

I  .AS  e>trellas,  mi  vida,  iqué  serían?. . . , 

Tú  cantas,  y  la  biísa  estremecida 

Las  alas  pliega  inquietas 

¿(,^>ué  estrofa  de  ánKet  descendió  ^.eidids 
Al  arpa  celestial  de  los  poetas? 

l'tierdas  tiene  la  tuya  tan  vibrantes 

Y  ricas  cual  r.inguna: 
Dulces  como  el  hablar  do  dos  amante- 
Que  se  besan  al  ray<»  de  la  luii  i. 

rio:  es  tu  corazón,  sus  notas  bellas 

Aroma  son  por  eso; 
Tu  alma  es  un  firmamento,  y  son  estiell:i:< 
Kre^  el  mismo  aninr  y  son  lu  beso. 

¿Que  son  mis  cantos  ante  tí? Dispt*i  os 

'I'i,-  lindo  sus  despojos. 
Que  no  hay  nixs  versos  que  tus  dulces  \ersOi, 
Lomo  no  hay  mas  luceros  que  tus  ojoi 

Llena,  embriaga  mi  ser  con  el  sonoro 
Kitmo  de  am  )i   que  e   halas! 


Deja,  mi  arcángel,  qut  tus  vei-sos  ile  oro 
Me  arrebaten  al  cielo  entre  sus  alas. 


NITCIAK. 

En  el  regazo  frío 
Oel  arroyo  que  cruza  la  floresta, 
Feliz  abandonaba 

Su  hermosa  desnudez  el  amor*  mío 
A  la  hora  calurosa  de  la  siest  t. 
Kl  agua  que  temblaba 
Al  s.-ntirla  en  su  seno,  la  ceñía 
Llon  voluptuoso  abrazo»  y  la  besaba. 
V  á  su  contacto  de  placer  gemía 
Con  arrullo  tan  suave  y  deleitoso, 
L'omo  el  del  labio  virginal  opreso 
Por  el  férvido  labio  del  espo>o 
Al  contacto  nupcial  del  primer  beso. 

I^a  honda  libera  desparci;L  iii;;ando 
l.a  cascada  gentil  de  su  cabello, 
Que  luego  en  ri/os  de  ébano  flotando 
liajaba  por  su  cuello. 
\'  cual  ruedan  las  gotas  de  rocío 
Kn  los  frescos  botones  de  las  rosas, 
l*or  el  seno  desnudo,  así  rodaban 
l^as  Ilotas  temblorosas. 
'X'esoro  del  amor  el  más  precioso 
Eran  aquellas  perlas, 
puánto  no  dieía  el  labio  codicioso 
Trtmul     de  placer  por  recogerla>  ! 
¿Cuál  destacLiha  su  marfil  turgente 
t-.n  la  honda  semióscura  y  tnisparenic 
Aquel  seno  bellísimo  de  Diosa! 
Así  del  cisne  la  nevada  p  uma 
En  el  turbio  cristal  de  la  corriente. 
Así  deslumbradora  y  esplenilenie 
Venus  rasga-ido  la  marina  espuma  1 


Después,  en  el  tranquilo 
Agreste  cenador,  discreto  asilo 
Del  íntimo  festín,  lán^uidam  Mite 
Reclinaba  en  mi  pecho  cariñosa 
La  desmayada  frente ; 
En  >uave  palidez  ya  conver:ida 
La  color  que  ante>>  fuera,  deliciosa, 
Didce  matiz  de  nacarada  rii<n 
Que  la  lluvia  mn'jó.    Mudos  los  labi()s 
De  amor  estaban  al  acento  blando. . . . 
¿Para  qué  la  palabia  si  las  almas 


Se  estaban  en  los  ojos  adorando? 
Si  eT  rápido  latido 
<^ue  et  albo  sen.>  levanta    hacía. 
Decíate  al  corazón  lo  que  tan  solo 
Kbriu  de  dicha  el  corazón  oía? 


Salimos,  y  la  luna  vacamente 
Blanqueaba  ya  el  espacio. 
Perdidas  en  el  éter  trasparente 
Como  pálidas  chispas  de  topai  io 

Las  estrellas  brill  .han las  e^tre|]as 

<^ue  yo  querido  habría 

l'ara  forma'  con  ellas 

Cna  corona  á  la  adorada  niia. 

Kn  mi  hombro  su  cabeza y  silenciosi 

Porque  idioma  no  tienen  los  dichosos. 
Nos  miraban  p:isar  estiemccidas 
1,:ls  encinas  del  bf  stiue.  en  donde  apena-- 
l.áiigiiidamentf  sus[>irul>',i  el  viento, 
(..■onm  en  las  horns  iU-1  amor  serenas 
Dulce  suspira  el  4:(*-a/(^n  ccnlfHto. 

Ardiente  eii  mí  Diejílla  de  su  alientiJ 
Sentía  el  soplo  suavísimo,  y  sus  ojos 
Muy  cerca  de  mis  ojos,  y  tan  cerca 
Mi  ávido  labio  <le  sus  lab;us  rojos, 
ijue  i-aiula  y  palpitant  ■ 
Mariposa  de  aanor  el  alma  loca 
l-!n  las  alas  de  un  beso  fugitivo 
l'uí'  á  posarse  en  el  cáliz  dr.  su  lioca. . . . 

;.l'orqué  la  Itina  .sc  ocultó  un  iii^tanie 
\   (ie  los  viejos  árboles  caía 
lúa  sombra  nupcial  afioiti/ante? 
Kl  astro  con  sus  ojns  de  diamante 
Al  través  dr I  tolla)e  ;^iiné  veía?. . . , 


lodo  callaba  en  derredor,  dfscrei.i: 
Kl  bosque  fué  el  saniunrio 
De  un  misterio  de  amor,  y  sol  '  el  bosijuc 
í.iuardará  en  el  recinto  solitario 
De  sus  plácidas  prutas  el  secieio 
Dulce  ele  ese  him-  neo,  cuyos  instante^ 
'lomar  en  siglrjs  el  recuerdo  tiuiso.    . . 

,;(,>uién  se  puede  oKidar  de  haber  robad  ' 
Sti  tínica  hfírn  ri'-  am  -i  al  I  a  aí«o"-.  . . . 


A  UNA  I'ÜETISA. 

l?onio  celeste  rocío 
Kii  los  pétalo'  dispersos 
De  rosa  que  ajó  el  estío. 
Así  derrama  su>  verso-i 
Til  i:üra/<5n  en  el  mí(). 

¿Cómo  no  te  he  dr  querer? 
;t,ómo  no  te  he  tie  adorar. 
Si  hay  un  mundo  de  placer 
ln  el  plácido  cantar 
Ue  tus  lahios  df  ninjerT 

¡Qne  lú  no  me  amas!   I    'eiitia- 
iQuiL-n  presta  á  tu  inspii  ación 
\'oz  que  tan  tierna  suspirad 
;Quién,  sino  Amor,  una  lira 
lia  puesto  rn  tu  cora/ón? 

Por  eso  la  Poesía 
Ha  bañado  en  ambrosía 
Ksos  tus  labios  rnocsos, 
i^orulc  tiene  el  alma  nua 
La  nidada  de  sus  besos. 

^No  Amor  encenció  tus  ojo^? 
;^No  abrazó  tu  cora^-'n? 
;.No  dio  á  tu  írente  souroins 
Y  ruso  en  tus  labios  mio!» 
Kl  beso  de  la  pasión  1^ 

l'ues  ¿cómo  te  negaría 
)■  1  u'xnto  seductor 
iJc  los  versos,  alma  mía. 
Si  la  dulce  poesía 
Ks  idioma  dül  amor? 

Amor  en  el  alma  canta 
Vat^as  estrofas  sín  nombre, 
Pero  de  dulzura  tanta 
Que  culi    porque  la  espanta 
I. a  tosca  lengua  del  hombre. 

Y  por  eso  busca  ansioso 
Kl  idioma  melodioso 
De  los  Dioses,  y  por  eso 
Lo  ha  dejado. . . .  ¡  Amor  dirhoso ! 
Kn  tus  labios,  beso  á  beso. 


Habíame  usí*  siemire  asíl 
Ueja  que  tienda  su  vuelo 
El  alma  lejos  de  aquí. 
Déjame  sdñar  el  cielo 
Cuando  esté  (unto  de  tí 

Deja  que  beba  en  tu  aliento 
C'oii  lo  dulce  de  tu  acento 
I  u  inteiiüo  de  m  pasión  . 

Y  que  ame  vo  tu  tulentu 
(.orno  amo  tu  corazón. 

?'ue  en  esos  momento^  h  rilo* 
an  gratos  á  la   memoria  - 
Kn  que  juego  tus  cabellos, 
Fresint.i  sentir  en  ello> 
Una  guirnalda  de  gluí  ia, 

Que  si  es  nú  encanto  soñarte 

Y  mirarte  mí  embeleso. 
Sea  mi  delicia  escucharte 

Y  dulces  versos  ahogarte 
Kn  los  murmullo-  d  -l  beso. 

Hablante  as',  sicnipie  así! 
Deja  que  tieníla  su  vue^o 
Kl  alma  lejos  de    quí.  . . . 
Deja  que  sucñ  ■■  en  el  cielo 
Cuando  esic  junto  d'-  tí. 


NUKSTRO  ADIÓS. 

Si  no  sabía  llorar  !. . .  .Jamás  su  trente 
Se  dobló  á  los  pesares. 
Fuésiemp'e  la  beldad  inditerei'te. 
La  Diosa  á  recibir  acostumbrada 
Incienso  de  alabanza  en  sus  altares. 

Amor  junto  ú  ella,  humilde. 
I.as  alas  plegó  inquietas, 

Y  repitió  á  su  oído,  suplicante, 
Kl  cántico  de  amor  de  los  poetas. 

Y  acxso  e'  aura  fría 

De  la  noche,  besando  sus  cabellos. 
Kn  un  vago  soUozo  le  traía 
Una  voz  de  ultra  umb.i  en  que  gemía 
Kl  adiós  prostrinicr  de  alguno  de  elli  s. 

Mas  no  sabía  llorar. . . . 

Y  aqut-lla    ai 
Una  tarde  sin  lu/,  triste  y  lluvifts.i. 


Inclinú  la  cabeza,  sÜenci  sa. 
Así  como  lüs  blandas  florecitlas 
Que  hirió  la  tempestad.  Los  solieranos 
Ojos  cubrióse  con  entrambas  manos 

Y  el  llanto  desbordó  pur  sus  mejillas. 

Lloraba,  si,  lloraba!. . .  .De  roditlx<í 
Yo  tra'^pasado  de  dolor  le  hablaba, 
Pero  ella  no  me  oía, 
Callaba,  sollozaba,  se  moría!.... 
Solo  sentí  su  mano  que  temblaba 
Desesperada  al  apretar  la  mía. 

Kra  aquel  nuestro  adiós.  Era  el  momento 
Solemne  de  pasióu  y  de  t  >rmcnto 
De  un  amor  inmortal    Kran  dos  ainius 
Locamente  estrechadas  en  el  fuerte 
Nupcial  abrazo  de  una  sola  vithi, 
Que  separaba,  haciéndolas  pecUuos, 
i-a  mano  inexorable  de  la  suerte 
L  on  el  fiínebre  adiós  tic  la  pa  tida. 

Y  lloraba  en  mis  brazos. . .  .y  U  -raba 
Con  tan  triste  y  profundo  ciesctmsuclu, 
Que  en  tan  lúgubre   larde  p   recía 
<Juc  al  mirarla  1  orar,  lio  aba  el  t  icio, 

Y  que  por  ella  se  enlutaba  el  día. 

Y  mojaba  la  lluvia  su  semblante, 
Su  semblante  tan  píilido  y  tan  bello, 

Y  el  viento  de  la  tarde  sollozante 
Afeitaba  en  desorden  su  c;ibel  o. 

\'t)  le  hablaba,  le  hablaba. . .  .no   me  oía. . . . 
Solamente  su  mant)  temblorosa 
Se  estrechaba  convu^a  ron  la   mía. 

Am  fué  nuestro  adiós.  . .  .Toda  mi  alma 
Dejé  en  sus  labios  con  pasión  upresos, 

Y  me  traje  hi  suya  que  beI)icron 

Kn  su-s  ardientes  l.'*u;rimas  mi^  beso>. 


N(J!....NOTK  D:G0  ADIÓS. 

¿Porqué  vienes  así,  mi  enamorada 
Ciíando  dormido  estoy?  Cuando  con  lazos 
Invisibles  el  sueñ  >  ata  mis  bra/os 
Y  no  puedo  apretait ;  al  corazón? 
íPorqné  vienes  así,  cuando  mis  labios 
Cierra  el  sueño  también,  y  busco  ansio  o 
Sin  poderle  encontrar,  el  cariñoso 
Ar*-iit'i  "oii  que  te  habla  mi  pasión? 


.^3 

¿l*orqiic  vienes  A  mí?. , .  .¡i.SaWrs  arjiso 
Qtie  son  las  de  la  noche  las  herm()sas 
Horas  de  las  estrellas  misteriosas, 

Y  estrella  del  amor  surges  también, 
rcirque  sabes  que  la  hora  de    los  sueñoít 
Ks  la  hora  en  que  los  íingeles  sin  nomlre 
Vienen  del  cielo  á  visitar  al  homI)re, 

Y  algo  del  cielo  á  derramar  en  t-V'. 

¿Porqué  vienes  á  mí,   pálida  mía, 
t'on  tus  ojos  de  amor  sobre  mis  ojos, 

Y  con  temblor  de  besos  en  los  rojos 
Labios  que  apagan  en  los  míos  la  \ñ¿? 
¿Porqué  son  tan  dolientes  tus  abra;  oí"' 
¿Porqué  tanto  sollozo  y  duelo  t-^nio. 

Y  al  besarme  me  mojas  con  tu  llanto, 

Y  solo  sabes  la  palabra  «adiós:».  . . . 


No  es  un  adiós  el  que  al  partir  te  dejo. 

Llorosa  vida  mía, 
Qne  adiós  es  la  tristísima  palabra 

De  la  ausencia  sombría. 

Que  adiós  es  el  sollozo  que  se  arraiira 

Del  corazón  herido. 
Que  adiós  es  el  saludo  de  la  mutne. 

La  cifra  del  olvido. 

No,  no  te  digo  adiós!. . , .  Para  nosotro'* 

Palabra  tal  no  existe 
La  boda  de  las  almas  es  cternn 

Cuando  amor  l:ts  asiste. 

Y  lo  que  llaman  en  el  iniinili  auienria. 

Distancia,  despedida. 
Para  aquellos  no  es  que  solo  forman 

Una  alma  y  una  vida. 

Para  aquellos  «o  es  que  al  fuego  vtv<^ 
De  los  labios  impresos. 

Cual  nosotros  sus  almas  desposaran 
En  tálamo  de  besos. 

No,  no  te  digo  adiós. . .  .;.Qui*  n  de  •*:  nu 
Se  ausenta  y  se  dt-spide? 

¿CY>ino  puedo  á  mi  propio  pcnsamíeiito 
Decir  que  no  me  olvide? 

Ne  se  mira  sin  luz,  y  sin  ambiente 
KI  pecho  fc  sofoca; 


34 

Y  mi  \mi  sr  n  tim  ojos,  y  mi  aliente 
Lo  besos  de  tu  boca. 

\o  «oy  tan  ora/iW!,  y  tú  erci 

Su  «angie  y  su  latido, 

¿Ctfmo  á  mi  propio  corazón  pudiera 
Dejaren  c!  olvido? 

Idénticas,  mezcladas,  confundidas 
Cuai  la  Uama  y  su  tu/. 

Nuestras  alm  s  ni  saben,  siendo  una. 
Si  eres  yo,  si  soy  tú. 


t  yo 


'  veré  sin  mirada. 
Que  DO  llevar  dentro  de  mi  alma,  eterna. 
£1  alma  carifiosa  de  mi  amada. 


ETKRNAMENTK. 

Anoche  te  soAaba.  vida  luía. 

Estaba  i<olo  y  triste  en  mi  apusento, 
Escribía. . .  .no  sé  qué  :  mas  era  ¡ilgo 
De  ternura,  de  amor,  de  sentimienu^. 
Porque  pensaba  en  tí.  Quizá  buscaba 
La  palabra  más  fiel  para  decirte 
La  inñnita  pasión  con  que  te  amaba. 

iJe  pront  ,  silenciosa 
l'na  figur.    blanca  y  vupttn  sa 
A  mi  lad»  llegó. . .  .Sentí  en  mi  ruello 
Posarse  dulcemente 
Un  brazo  cariñoso,  y  por  mi  frente 
Kesbatar  una  trenza  de  cube  lo 
Sentí  sobre  mis  labios 
KJ  puro  sopbi  de  un  aliento  b':  ndo: 
Alcé  los  ojos  y  encontré  los  ti  \os 
Que  me  es'abnn  dulcísimos  mirando. 
Pero  estaban  tan  cerca  que  srntít 
Kn  yo  no  sé  qué  plácido  de^mayo, 
(^ue  en  la  luz  inefable  de  su  layo 
l-.DtrabM  toda  tu  alma  hasta  tu  mía. 

Después,  largo,  suave 

Y  rumoroso  apenas,  vn  mi  frente 
Un  bes    melancólico  imprimiste  : 

V  con  dulce  sonrisa  de  ¡risteza. 
Kesbalaiidn  tu  mano  en  mi  c;il  eza. 
En  voz  qtteda.  muy  queda  me  dijivte: 


—  «  Me  esrrilics  v  rsiás  trislr 
Pori(ue  me  rrces  auspntc,  pobre  anii^o. 
;Pero  no  sabe >  ya  que  elcrnamcute 
Aunque  lejos  esté,  vivo  contigof  —  » 


Y  .li  despertar  c!c  tan   herm<'So  sueño 
Sen ü' en  mi  corazíín  plácida  calma; 
Y  me  dije  :  es  verdad. . .  .«eicrnitm'  uto.  . 
;.Cómo  puede  jamás  estar  ausente 
La  que  vive  inmortal  dentro  del  alma? 


VKN!, 


¿Me  visita  tu  cspíriiu,  amor  mío? 
Yo  no  lo  s¿;  pero  tu  imagen  bella 
Vino  á  mi  lado  y  en  el  mundo  vago 
Del  sueño  anoche  deliré  con  ella. 

Era  L'hapultepec»  y  la  ancha  sombra 
Del  canoso  Ahuehuetl  nos  daba  abrigo. 
La  luna  lena  i  uminaba  el  bosque 

Y  efttábamos,  mi  vida,  sin  testigo. 

Tú  sabes  lo  demás.  . . .  KI  alma  mía 
Kn  su  fiebre  de  amor  feliz  y  loca, 
A  cada  beso  tuyo  adonizaba 
Kncl  nido  de  amores  de  tu  boca. 

Oh,  ven  mi  dcsposa<!a!  En  el  r.  m:«je 
Kl  rayo  de  la  luna  desfal  rcc, 
Y'  Amor,  el  mismo  Amor,  tálamo  hiando 
Kn  las  hojas  cai-as  nrís  ofrece 

Llegan  allí,  perdidos  en  las  brisas 
Que  cargado  de  aromas  atraviesan, 
Arrulh  s  de  torcaces  que  se  Laman, 
Suspiros  de  las  hojaa  que  se  besan. 

Oh,  ven  I. ..¿Adonde  estás?...  Envíame  loe: 
Rn  el  aire  que  pasa  tus  caricias. 
Que  yo  en  ei  aire  beberé  tus  besos 

Y  mi  alma  embriagaré  con  sus  delicias. 

Ven  á  la  gruta  en  aue  al  placer  anida; 
Kl  viejo  bcsqne  temblari  de  amores, 
Suspirarán  de  amor  todas  las  brisas 

Y  morirán  de  amor  todas  las  flores. 


Ahogarán  los  rumores  nuestros  besos, 
No^  darSn  su  cortina  los  follajes, 

Y  arrullarán  tu  sueño  entre  mis  brazos 
I>us  himnos  de  los  pájaros  salvajes. 

Y  á  la  luz  iiulecisa  de  la  luna, 
Allá  á  lo  lejos,  y  de  sí  celosa. 
La  antigua  Diana,  de  los  viejos    bosques, 
Piosacaida,  vacará  medrosa. 

La  noche  azul  nos  brinda  su  misterio 

Y  templo  el  bos({ue  á  nuestro  amor  ofrece; 
Mi  alma  te  busca,  mi  pasión  te  espera 

Y  ebrio  de  amor  mi  corazón  fallece  I 

Oh,  ven,  mi  scduccií'Hi,  mi  cariñosa. 
Ven  á  la  gruta  en  que  el  placer  anida. 

Que  la  dicha  no  mata y  si  me  mata 

Con  solo  un  boeo  volveré  á  la  vidal 


^LARIA. 

F,n  dónde,  en  dónde  estás?.. .Tiembla  en  las  alas 
Del  viento  de  la  noche  este  gemido 
De  mi  eterno  sufrir. .  ..Pálida  sombra 
Del  ángel  de  mi  amor,  ¿-  orqué  te  has  ido? 
Pavoro>ia  en  mi  espíritu  es  la  noche, 
Mas  no  te  espante  su  profundo  duelo; 

\  en  á  mi  lado,  ven! y  con  la  aurora 

Ángel  de  luz,  te  volverás  al  cielo 

Mas  ahora  ven!  Disipa  la  tiniebla 
Que  enluta  el  corazón,  y  con  tu  imagen 

Y  los  recuerdos  de  la  antigua  dicha 
Las  negias  horas  del  insomnio  í-uebla. 
Sobre  el  labio  de  un  muerto 

De  la  Vi'-ión  el  ósculo  palpite, 

Y  al  mundo  del  amor  por  un  Ínstame 
Kl  corazón  cadáver  resucite 

Al  soplo  cariñ,oso  de  tu  aliento 
^^ujer  de  mi  dolor  y  mi  alegría, 
Ksi)íritu  de  luz  del  pensamiento, 
;,En  dónde  estás,  María! 


Aquí  estás,  junto  á  mí Tu  forma  blanca 

Se  dibuja  en  la  s  mbra 

i'uando  del  labio  trémulo  se  arrania 

Kl  profu'ido  sollozo  que  te  nombra. 

Aquí  estás,  melancólica  Maria. 

'l'an  pálida  de  amor,  tan  dulce  y  bella 


37 

Como  en  los  cielos  al  morir  el  día 
Sob  e  lu  frente  de  la  tarde  umbría 
Lágrima  de  oro  la  primer  estrella. 
Aquí  estás,  compañera  silenciosa 
Del  alma  enamorada, 
í 'omo  el  misterio  de  la  noche,  hermosa. 
Como  la  misma  luz,  inmaculada. 

Del  Destino  en  las  aras 
Kl  alma  te  eligió  por  compañera: 

;.Kn  que  mundo  encontraras 

( >uien  lo  infinito  de  mi  amor  te  diera* 


Kra  el  instante  en  que  á  vivir  apenas 
Se  despertaba  el  corazón  creyente, 
Kn  que  cambia  por  rosas  y  verbenas 
La  diosa  Juventud  en  nuestra  frente 
De  la  infancia  las  muertas  azucenas, 
V.  hirviente  de  placer  ofrece,  loca, 
l",l  cáliz  de  la  vida  á  nuestra  boca- 

Era  la  aurora,  el  esplendente  día 
Del  alma  en  primavera. 
Sediento  ya  mi  corazón  se  abría 
A  ese  inmenso  raudal  de  poesía 
Que  trae  consigo  la  ilusión  primera. 

Y  ya  impaciente,  soñador,  poeta. 
Con  loco  afán,  con  esperanza  inquieta, 
Kbrio  de  mi  ternura 

Y  entre  mis  propios  sueños  indeciso, 
lítiscaba  la  pasión  y  la  hermosura. 
La  Kva  gentil,  enamorada  y  pura 
Del  mundo  en  el  risueño  Paraíso. 

Kra  la  vida!  La  embriaguez  celeste 
I)e  aire,  de  luz  y  libertad  que  lanza 
Al  ave  joven  de  su  nido  agreste. 
La  aparición  primer  de  la  Esperanza 
Kn  el  sendero  mágico  de  flores 
Del  alma  juventud,  con  su  diadema 
De  ardientes  resplandores. 
Kra  la  vida!  la  encanttda  copa 
Rebosando  promesas  y  delicias. 
Conquistas  y  placeres, 
Torrentes  de  suspiros,  de  caricias 

Y  de  trémulos  besos  de  mujeres  I 

Hora  de  inmensa  Inzl  En  ese  instant* 


Hija  suprema  del  amor  del  dtci 

Y  del  sueño  de  mi  alma  delirante, 
A  mí  llegaste»  celestial  María, 

Y  c  nmovido,  deslumhrado,  ciego 
i^ise  á  tus  pi^s  mí  vida,  palpitante 
l>el  infinito  amor  del  alma  mia. 

Y  de  mi  corazón  sobr     mi  Tra 
iJesató  sus  raudales  de  ternura 
La  inspiración  en  que  encendió  mi  pecho 
Ll  sereno  esplendor  de  tu  hermosura. 

tras  tan  bella,  que  al  mirar  tus  ojos 
Temblaba  el  corazón,  y  se  sentía 
<  >ue  dentro  el  alma  se  ponía  de  hinojos 

Kn  éxtasis  de  amor Eras  tan  bella, 

í^ue  al  verte  parecía 

<,>ue  asomaba  una  estrella, 

Y  que  esa  estrella  derramaba  el  día. 

;(^on  qué  pasión  te  amél  ¡Con  qnédeliitn 
'l'ftmaba  entre  mis  manos 
Tu  frente  mol  ncólica  de  lirio, 
Pura  besar  tus  ojos  soberanos! 
¡  (Zómo  te  idolatré ! . . .  Mi  vida  entonces 
Kra  un  perpetu  >  abrazo 
De  mi  alma  con  la  dicha 
En  el  nido  de  amor  de  tu  regazo. 

Jamás,  jamás  en  el  lní;r«!o  suelo 

Tal  dicha  tuvo  nombre 

¿Te  acuerdas  de  esas  noches  en  que  el  i  telu 
Miraba  un  ángel  adorar  á  un  hombre* 

Temblaba  mi  alma  en  tu  divin:»  boca, 
Kntre  nis  brazos  te  llamaba  mí;i. 

Y  muriendo  de  amor,  llorando  loca. 
Yo  besaba  tus  lágrimas,  Mari  ! 

Y  de  ventura  y  de  pasión  perdidos. 
Kn  un  abrazo  delirante  presos. 
Ocultamos  los  rostros  confundidos 
Kmpapadt>s  en  lágrimas  y  besi>s! 

Al  grito  del  am  r,  grilo  sublime 
Nuestras  férvidí  s  almas  desposam'  s 


Ahí  qué  se  hicieron  nuestras  dichas,  dime?. 
Para  siempre  después  nos  sepaiamos — 


39 

Tero  yo  le  llamaba,  te  espcr;tba 
Porque  mi  i.  orazón  se  me  moría. . . . 
¿Con  qué  i   mensa  ternura  sollozaba 
K-ste  nombre  de  arcángeles «María!» 

Y  luego  le  escuchaba  en  los  céfiros, 

Y  respiraba  en  ellos 

Kl  ámbar  de  tu  aliento  y  tus  cabellos 
Con  el  vago  rumor  de  tus  suspiros. 

Y  demandaba  á  la  creación  entera 
La  inmortal  compañera  de  mi  suerte 

Y  me  sentía  morir. . . .  Forquc  la  muerte 
No  era  perder  la  vida  pasajera, 

Nu  era  dejar  el  mufl>„o. . .  .era  no  verte. 


Hoy  en  la  triste  calma 
De  m:s  ]n>onines  noches,  silenciosa 
Sient  >  venir    u  imagen  cariñosa 
A  la  infinita  soledad  del  alma. 
Conmigo  estás  aquí  porque  has  oido 
I,a  voz  de  mi  dolor. . .  .Uh!  si  supieras 
Cuánto,  cuánto,  mi  bien,  he  panecido! 

t'omo  náufraga  tabla  destrozada 
Va  mi  existencia,  sola, 
Al  viento  del  dolor  abandonada 
iJel  mundo  ama. go  en  la  funesta  ola. 

Marchitas  ya  las  flores  de  mi  vida, 
Ya  de-hujadas  por  el  llanto  mío. 
Heme  aqtu' con  el  alma  descreiua. 
Con  la  oper.  nza  de.  amor  perdida 
Viendo  avanzar  el  porvenir  sombrío. 
Murió  con  mi  esp  ranza  mi  deseo. 
Los  Dioses  que  adoré  me  abandonaron, 

Y  en  el  hogar  del  corazón  ateo 
Ni  las  cenizas  de  mi  fé  quedaron. 

Ha  mucho  tiempo  que  mi  vida  es  triste. 
Que  busco  el  aislamiento, 
Que  de  luto  se  viste 

Ki)  la  sombra  de  mi  alma  el  pensamiento; 
Que  llevo  oculto  en  mentirosa  calma 
Un  coraz'n  en  ruinas, 

V  una  alma i  pobre  alma  1 

Coronada  de  lúgubres  espinas. 

Temprano  ¡ay!  encontraron 
Mis  creencias  en  el  mundo 
Ll  Gólgota,  la  cruz  en  que  expiraron 
Kntre  escarnio  y  baldón Ansia  sublime 


Sintiendo  de  lo  grunde  y  de  lo  bueno 
¡«Acngn  sed>!  — gritó  el  :.lma,  y  le  Uevaruii 
Cáliz  (le  hiél  hasta  los  bordes  lleno. 

Mi  espíritu  ha  vagado  por  desiertos 
í-in  camino  ni  luz,  mudos,  sombríos, 
C  m)  los  campos  en  que  están  los  muertos. 
Como  la  noche  de  los  duelos  míos. 

V  tú  ya  no  camin;is  á  mi  lado, 
Kstoy  solo,  tan  sol"  »,uc  me  espanta 
l,a  senda  pavorosa 

i^or  donde  arrastro  mi  cansada  planta. 
Nada  en  mí  derredor. . .  .ante  mis  ojos 
I, a  inmensa  sok-tUid  del  mundo  triste, 

Y  dentro  el  corazón  como  un  gemido 
Que  no  c   lia  jamás,  el  dolorido 
Acento  de  tu  adiós  cuando  pu)  tiste 

;Poniué  dejaime  en  la  espantosa  calma 
De  lo  que  ya  no  existe? 
l'orqué  diviuo  ctjrazón  de  mi  alma 
Tu  espíritu  de  vida  no  me  asiste? 
¿1  «iiqué  ii.e  desamparas,  mi  María? 
>i  que  limera  deseas 
/  MHircirme  ven  en  mi  agon.'a 

Y  te  diré  al  morir Bendita  seas  I 

Sí,  ven quiero  morir!  Pálida  sombra 

Del  án  :fl  de  mi  amor,  me  vuy  contigo. . . . 
Aire  de  lib*  itad  ! . . .  .ya  no  »  siás  preso 
Kspíritu  intei.z  ! . . .  .alaría. . . .  te  sigo. . . . 
Aquí  está. . .  .toda  mi  alma. ..  .en  este  beso!. 


Palidece  mi  lámpara.    I  s  de  día 
He  soñado  el  delirio  de  mi  :imoi  ; 
La  noche  se  refugia  al  .  una  in.ii. 
Con  su  sombra  la  iniúgen  ii^;  .,  aiía... 


Volvamos  á  la  vida  y  al  tlolor. 
KN   MI    HOGAR. 


I  Oh  santa  madre  mía! 
Aun  jmetio  at  liespertjr  \i<n   hn- 


Santificar  mi  tralíajoso  día 

Con  mi  beí.0  primer  sobre  tus  i  anas; 

Y  sentir  que  t.í  mano  carii)us;i 
Resbala  en  mis  cabellos. 
Acaso  por  secar,  madre  heiidiía. 

La  humedad  de  tus  lágiimas  en  ellos. 

Porque  tú  lo  comprendes,  tú  1  -  sabes 
Aunque  no  te  lo  diga,  madre  mía; 
N     soy  feliz,  padezco. ..  .Hay  en  mi  alma 
Kl  callado  sufrir  de  la  ag  nía. 
Tú  ío  sabes,  lo  sabes.  - .  .y  por  eso. 
Presintiendo  de  mi  alma  los  enojos, 
Al  dcspiendersc  de  tu  labio  el  beso. 
Se  desprende  una  got .  d     tus  ojos. 

¿Que  Kiera  yo  sin  ti"f  ¿Dón-Ic  en*  ontrara 
Mi  pobre  \  ida  cariñoso  ahí  !.:<»? 
¿Quién  con  mis  breves  alej;i  íasjíd/araV 
¿Quién  me  buscaia  por  Uu.ar  conmigo "í 
¿Quién  me  tliera  valor,  iju-én  uie  a  entara 
En  esta  eterna  lucha  con  la    uerte'.' 
¿Quién  con  su  san  o  amor  du.ciiicara 
I  sta  alma  entristecida  hasta  la  nuierte? 
¿Qué  religiosa  voz  de  mi  concien»  ia 
l,a  negra  duda  ahuyentaría  bastarda? 
¿Kn  donde  viera  >o  sin   tu  presencia 
Al  ángel  cariñoso    e    .li  guarda: 

Madre,  mi  eterno  amo  ,  tú  que  Irvantas 
hÁ  espíritu  á  Dios  en  tu  plegaria. 
Mujer  bendita  de  palabras  santas, 
Ángel  de  mi  existencia  solitaria; 
Ruega  reza  por  mil  La  íé  sublime 
Que  arde  en  tu  corazón  iJios  la  bendijo; 
l.l  rue^o  de  la  madre  es  quien  redime 

Y  purilu  a  el  corazón  del  hijo. 

Tú  eres  mi  fé,  mí  amparo,  mi  consuelo; 
Cuando  á  tus  pies  arrodillarme  veas, 
Ks  que  demando  mi  perdón  :d  ciclo 

Y  me  lo  da  por  tí Bendi.a  seas! 

FLORA. 

ttN   1;N  ALBl'M. 


Me  acuerdo;  era  la  tarde,  en  el  instante 
Lleno  de  amor  en  que  la  luz  decrece, 
Y  en  remoto  confín  la  fulgurante 
Irente  de  oro  del  sol  desaparece. 
Mas  la  postrera  ráfaga  del  día 


•f2 

Flotando  eir  el  c.^prcio, 

T.n  la  trunquilii  atrntísfera  tendi'a 

i.a  claiidud  serena  «.  el  topacio. 

De  pn^nto  en  los  senderos  perfumado» 
Del  jardín,  á  mis  ojos  estau»iudos, 
Kégia,  gentil,  airosa 
^un  el  >erenu  aspecto  de  una  Diosa 
Una  beldad  pasó.  Per    tan  bcUu» 
'l'an  seductora,  virginal  y  pura, 
^ue  toda  la  herinisura 
<^ue  cube  en  la  mujer,  estaba  cu  etliu 

Negro  como  La  noche  era  el  suave 

Oleaje  Ue  su  pek>, 

Kran  iistrt»s  negrísimos  sus  ojos, 

Un  ciclo  era  aquel  rostro,  y  de  ese  cielo 

La  aurora  estaba  entre  sus  labios  rojos. 

lodo  ante  su  mirada  sonreía. 
Todo  á  su  derredor  se  i.uminabar 
Y  que  iban  parecía 
Las  flores  Á  brotar  donde  pisaba. 

PaS(5. . .  -y  las  rosas  »e  doblaron  tristes, 
^uizá  envidiosas  de  hermosura  tinta, 
i^ui/á  paia  besar  la  leve  hucila 
(^ue  dejaba  cu  los  céspedes  su  planta. 

Pas6 y  la  azul  TÍoleta 

Que  entre  las  hojas  tímida  se  asoma. 
Ante  la  Diosa  su  incensario  suave 
Abrió,  y  el  aire  se  impregnó  de  aromx 

Pasó y  las  arrras  de  la  tarde  errantes 

Al  besar  su  cabello  suspiraron, 

Pa**ó. . .  .y  las  aves  en  su  alcázar  de  hojas 

Kl  coro  de  sus  trinos  desataron. 

Pasó,  y  "en  torno  de  ella  voladores. 
Enamorados  de  tan  puras  galas, 
1.a  invisible  legión  de  los  Amores 
Un  dosel  le  formaba  con  sus  alas. 

En  tanto  el  sol,  que  en  la  purpúrea  zona 
De  las  nubes  de  ocaso  se  escondía. 
De  oro  y  de  luz  &  la  beldad  ceñía 
Con  su  rayo  postrer  una  corona, 
Vna  corona  que  llevar  debía. 

Porque  aquella  mujer  de  Paiaíso 


V^ue  i  mis  OJOS  paso  tan  seductora 
A  la  lu2  del  crepúsculo  indeciso, 
fclru  la  icina  de  lus  bellas. . . .  Flora. 


COLON. 

<SCHILI.KK.) 

Marcha. ..  .marcha  Colon  !  Y  si  ese  mundo 
Que  pides  al  misterio  del  océano 
No  ha  sido  creado  auri,  de  entre  las  olas 
1-n  premio  de  tu  audacia 
I.c  hará  surgir  la  Omnipotente  mano. 
Porque  existe  en  la  gran  Xaturale/u 
Kl  eterno  Criador,  que  de  su  arcano 
Levantando  portento-  de  belleza. 
Sabe  cumplir  en  toda  su  grandeya. 
Las  promesas  del  g-'nio  soberano. 


ODA  A  LA  PATRLV. 

5  DK  ^L\YO  DE  1862. 

Atoemos  nuestro  libaro  en  la  cumbre 
Lsplendorosa  de  granito  y  nieve 
Del  excelso  volcán,  á  donde  raudo 
Lntre  el  fulgor  de  la  celeste  lumbre 
'Jan  sc)to  el  cóndor  á  degar  se  atreve  ; 
Donde  la  nube  se  desgarra  el  seno 
Í*ara  vibrar  el  rayo 

Y  hacer  rodar  en  el  abismo  el  trueno. 
Alcemos,  sí,  bajo  la  arcada  inmensa 
JJel  cielo  tropical  y  sobre  el  ara 
Diamantina  del  Ande 

Kl  augusto  penden  de  la  victoria, 

Cjue  aun  mereciera  pedestal  más  grande 

La  ensena  de  la  l'atria  y  de  la  Gloria! 

Oh  santo  nombre  de  la  Patria!.  ..Lscuda 
Con  tu  prestigio  inmenso 
Ksta  mi  auda;;  palabra,  tan  desnuda 
]-)e  elocuencia  y  vigor;  haz  que  vibrante 
.Al  pie  de  tus  altares  sl-  levante, 

Y  sea  como  la  nube  del  incienso 
Ante  el  ara  de  Dios;  ha¿  que  resuene 
Potente,  y  en  su  vuelo 

<'ím  tu  renombre  los  espacios  llene 

Y  cubra  el  mundo  y  se  levante  al  cielo! 


' 


Ayer— ftigaz  iiiiiuito  que  ;i  la  Historia 
Araba  de  pusa:    cu   las  serenas 

Y  desliinib  antes  alas  de  la  tlloria — 
Ayer  en  la   ignora   a 

Cumbre  de  una  co  ina  que  ceñía 
Una  cinta  de  frágiles  almenas 

Y  pobre  artillería. 

Kl  inejicaTiu  p-aliellón  flotaba 

llajo  un  ciclo  de  brumas 

Co'iio  en  La  frente  del  guerrero  azteca 

Kico  1  enacho  tle  vistosas  plumas. 

Mas  no  flotaba  al  beso  voluptuoso 

De  las  brisas  del  trópico. . .  .crujía 

Al  sopk»  tempestuoso 

De  un  hiir;it  :ui  de  niueitc,   y  se  tendí» 

Su  lun:i  tricolor,  como  del  íris 

Soiire  1,1  frente  negra  de  los  cielos 

La  diadema  se  obtenía 

Cuando  Inuendo  flamígera  sacude 

Su  nielrna  ile  rayos  la  tormenta! 

Y  f  rii  timltiéu  un  íris  de  esperanza 
Aqu   I  sat;       lo  pabellón  erguido 

Ant  ■  el  genio  k-roz  de  la   matanza. 
Aquella  enseña  del  derecho  herido 
Alzánil  >se  terrible  á  la  venganza. 
Allí  del  Mundo  de  Colón  los  ojo> 
Se  fijaban  severos,  centellando 
l)c  impaciencia,  de  cólera  y  enojos. 

Y  quién  sabe   si  aiíadas 
Allá  desde  los  picus  solitarios 
l)e  la  alta  cordillera,  silen^  iusas, 
blnvueltas  en  sus  (  álidos  sudarios, 
\)v  nuestro-  héroes  muertos  asomaban 
1  assombia--  c  pectrales 

Y  elGuadalnp'-  atónitas  miraban. 

Kl  iJuadalupi-. . .  .1  )stenta  en  sus  laderas 
De  la  patria  las  bélicas  leg'ones; 
Brillan  las  arm^-^,  tlot  m  l..s  banderas, 

Y  se  mezcla  al  Todar  de  los  can  -nes 
Kl  toque  del  clarín,  la  \(íz  de  mando 

Y  el  lelincho  marcial  de  los  bridones. 

V  nuis  allá,  cruzando  la  llanura, 
Henchidas  de  arríjgancia. 
ieiidiendo  al  sol  1  is  alas  voladuras, 
I,as  imperiales  águilas  de  Fraiu.ia 
Conduciendo  las  huestes  inva'-oras. 


45 

l-.as  hueítcs  sin  rival.  En  sus  pendoacs 
Cien  y  cien  veces  derramó  laureles 
Propicia  la  victoria ; 
Soldados  favorit()>  d  ■    :i  ^luria, 
Kn  los  campcjs  di'  I^iropu  mis  corceles 
Han  dejado  una  tiuelta  ensim^rentada 
\'  i  icn  veces  su>  página  la  Hist  'ria 
Abrió  5  la  punta  de  su  atroz  espada. 

Kllas  son  y  avanzan. . .  .¡Uios  supremo  1 
Ah  !  ¿Qué  va  íi  ser  de  nuestra    pohre  tierra 
Ante  esos  semidioses  de  la  guerra?. ... 
¿Que  va  á  ser  del  soldado  mejicano, 
Soldado  humilde  sin  laurel  ni  pompa 
De  esos  titanes  al  tremendo  empuje?... 

¿Qué  va  'i  ser?. . .  .Ved  lo  ya 

Suena  la  tmi 
Si  día  la  bala,  la  metralla  nije, 
Se  avanzan  con  furor  los  butalloacs. 
Se  chocan  los  guerreros. 
Se  desgarran  flotando  los  pendones, 
Oiijen  tintos  en  sangre  los  aceros, 
liemlila  la  cumbre,  tiembla  la  llanura 
Al  estruendo  mortal  de  1 1  pelea, 

Y  de  lium<j  y  polvo  en   la  tinicbía  oscura 
Kl  cañón  formidable  centellea! 

¡Icrrible  batallar!  Potcnt'-  rabia 
Ue  insensato  furor  ebrio  de  sangre; 
Kesiín  de  la  venganza, 
Kn  que  solo  resuena  pavoinj-o 
Kl  s.  Ivaje  rujir  de  la  matnn/a; 
En  í]ue  iiera  la  vida 
Se  escapa  palpitante  por  la  I  erida 
Del  corazón  imlómito,  que  aun  late 
Kncendidii  en  las  iras  tlel  combate. 
Instante  de  terror  y  de  grandeza, 
Kn  qne  el  débil  en  bravo  se   convierte 

Y  se  buce  león  el  corazón  del  fuerte, 

Y  convulsa  la  vida  se  desgarra 

Y  se  guz  i  el  Horror  y  rie  la  Muerte. 

Terribk'  batallar!  Golpe  por  golpe. 
Furor  sobre  furor,  vida  por  vida 

Y  Sanóle  nada  mas Allí  el  renombre 

Del  francés  vencedor  y  su  pericia 
Contra  el  derecho  trasformado  en  hombre 

Y  armado  de  justicia, 
lerriides  tas   legiones, 

(nal  de  la  mar  las  olas  turbulentas 
(¿ue  flajela  «1  furor  de  1;ls  tormentas. 


46 

Se  encuentran  y  se  chocan  y  se  rompen 
Feroces  y  sangrientas ! 

Y  ¿es  verdad?.. .es  verdad?.  ...Los  invencibles. 
Los  t^ue  cejar  no  pueden, 

J^os  tigres  de  Inkerman  y  Solferino 
Aquí,  blanca  la  faz»  perdido  el  tino 

Y  con  miedo  en  el  a  nía. . .  .retroceden?. . , . 

^En  dónde  está  su  incontrastable  arrojoj- 
;fc,n  d(Snde  su  furor  armípotentey 
¿D(5  el  llegar  y  vencer  que  suyo  haría 
Inmóvil  de  terror  el  continente? 
'Las  águi  as  francesas 
N'o  midieron,  cruzando  el  Océano, 
Cuanto  eres,  Libertad,  grande  y  potente 
üajo  el  inmcn-^o cielo  americano:. . . . 

Soberbias  le  arrojaron  sus  legiones; 

Y  viéndolas  llegar,  en  tu  mirada 
Las  iras  del  ultraje   centeiluron  '. 
Relámpagos  los  golpes  de  tu  espada 
Kl  rayo  de  la  muerte  fulminaron  ; 
Sangrienta  charca  abrióse  tu  pisada. 
Nada  su  rabia  de  leones  pudo, 

Y  ante  tu  fueite  es  udo 

lillas. . .  .las  invencibles. . .  .se  estrellaron t 

Y  tres  veces  así ! ... .  del  Guadalupe 
t^nedaron  las  laderas 

J)e  pálidos  cadáveres  regadas, 

Y  de  france-a  sangre 

Y  sangre  mejicana  ¡ay!  empapadas. 

Y  cuando  el  sol  de  Anáhuac  esplendente 
Bajaba  al  occidente, 

Ki  ángel  tutelar  de  la  victoria 
Voló  á  arrancarle  su  postreru  Favo, 
Bañó  con  el  de  Méjico  la  Irente 
Sellándola  de  gloria, 

Y  con  letras  de  sol  CINCO  DK  MAVO 
Tara  ios  siglos  esc»ibió  en  la  Historia! 

Kntonces.  ..tú  lo  sabes.  Puebla  mía, 
I  Oh  Puebla,  cuyo  nombre  bendecidu 
Knsalzar  como  quiero  nunca  supe  I . . . , 
'l'u  nombre  para  siempre  esclarecido 
I-a  Francia  lo  aprendíóen  el  estampido 
L)el  cañón  que  tronaba  en  liuadalupe! 

Cayó  sse  nombre  cr  la  soberbia  Europa 


47 

Con  el  ruido  triunfal  de  una  victoria; 

Cayó  vestido  con  el  ampo  de  oro 

Del  sol  de  Mayo  que  alu.iibró  tu  gloria  t 

Desde  entonces,  a'líi,  bajo  e'  sereno 
Dosel  de  auroras  que  (lesplei;a  oriente. 
Envuelta  en  olas  de  oro  por  la  lumbre 
De  aquesc  sol  triunfal,  y  coronada 
Con  el  lauro  que  el  tiempo  no  destrona» 
Del  Guadalupe  yérgue>c  en  la  cumbre 
La  tigura  inmortal  de  /uiagoza. 


Las  águilas  frantesus  que  algún  día 
Tendieron  sobie  el  mundo 
Kbrias  de  triunfos  las  potentes  alas. 
Llevando  entre  sus  garras  las  banneías 
Vencidas  y  hechas  trizas 
De  naciones  ;Utivas  y  guerreras; 
1-as  águüas  que  guiaron  la  fortuna 
Sangrienta  de  los  tieros  líuna,  arte. 
No  posaron  su  vuelo  victorioso 
Dcspucs,  del  Guadalupe  en  ei  baluarte. 

Y  queda  allí,  soberbio  monum(;ntu 
De  patriotismo  y  g  oria, 
Vistiendo  cou  la  sangre  no  lavada 
La  púrpura  triunfal  de  su  victoria. 

Allí  queda  á  su  plarta  la  esforzada 
Guerrera  de  Aloyac,  Puebla  la  bella. 
La  tic-ra  de  mi  i  ogar,  que  guarda  altiva 
Cual  cicatrices  que  la  gloria  sella, 
Sus  calles  destrozadas, 
Sus  lotos  muros,  sus  deshecho»  lares, 

Y  en  pie  las  ruinas  de  sus  grandes  templos 
Por  la  bala  francesa  acribilladas, 
KIocuente  padrón  del  heroismo 

Y  del  patrio  denuedo, 
Página  de  la  Histoiia 

Del  mejicano  corazón  sin  miedo! 

Allí  queda  la  invicta 
Amazona  mostrando  cual  trofeo 
La  palpitante  herida  del  combate, 
Por  la  cual,  ante  p1  sol,  como  en  el  roto 
Pecho  de  los  guerreros  de  Xirteo 
Se  vé  el  valiente  corazón  que  late. 

Allí  queda  ese  fuerte  de  los  libres 
Ante  cuyo  granito  la  soberbia 


4» 

De  los  nunca  veíicidos  se  destroza; 
Allí  queda  esc  campo  de  pelea 
Donde  hollaron  las  cruces  de  Crimea 
Los  cascos  del  corcel  de  Zaragoza! 

i  Allí  quedas,  mi  Puebla!  Y  si  algún  día 
Arroja  el  extranjero 
El  grito  de  la  guerra  ú  tu  muralla, 
■  Remif  va  tu  osad.a, 
V'ibra  (le  nuevo  ci  matador  acero. 
Desata  el  huracán  de  la  metralla, 
Fulmina  Mera  de  hi  muerte  el  rayo; 
Y  la  sangre  dei  camp.»  de  b.italla 
La  seque  aun  otra  vez  la  esplendorosa 
Lumbre  de  gloiia  de  tu  sol  de  Mayo! 


CHUZ. 

(EN    UN    ÁLBUM). 

Colocan  las  hermosas  en  su  cueno 

La  cruz  de  la  oración, 
En  su  pecho  los  hombres,  al  costado, 

l,a  i:ru/  de  distinci(')n  ; 
Mas  yo  sé  de  una  «cruz»  de  quien  es  sitio 

'l'an  solo  el   corazón, 
Y  que  de  Amor  en  el  altar  hermoso 

Merece  adoración. 


KVA. 

Era  la  sesta  aurora.    Todavía 
El  ámbito  profundo 
Del  éter  el  Fiat  lux  estremecía; 
tra  el  serencj  despertar  del  mundo 
Ku  la  niñez  del  tiempo. 

Amanecía, 

Y  del  Criador  la  ma  o  soberana 
Ceñía  con  gasas  de  topacio  y  rosa 
Como  la  casta  frente  de  una  esposa 
l..a  trente  sideral  de  ta  mañana. 

Rodaban  en  la  atmósfera  ligera 
Las  ola^  de  oro  de  la  luz  j  rimera, 

V  I  vantando  púdiLu  sus  velos 

La  Primavera,  deslumbrante  en  galas. 
Iba  en  los  campos  \  írgenes  del  suelo 
Regando  flores  al  batir  sus  atas. 


Kl  nioiue  azul,  su  cumbre  de  granito 
Dejando  acarivi:ir  por  los  celajes, 
L>esplcgal)a  en  los  valles  de  esmeralda 
La  exulieruiite  falda 
iJe  sus  viiguntes  árboles  salvajes. 

V  cortinas  de  móviles  follajes. 
Cascadas  dt*  \erdura 
Cayendo  en  los  h   rrancos, 
Abiijíaban  en  sombras  y  frescura 
Cí  rutas  que  festonaban   capiichosas 
Rosas   purpiueas  y  jazmines  blancos. 

h'A  denso  bosque  presintiendo  el  día 
Poblaba  su  arboleda  de  rumores, 
Kl  a^tia  alegre  y    jufiuetona  huía  , 
l'.nlre  lañasv  juncos  ttnnh  adores, 
h.\  íintífl  de  la  noche  saiudía 
Las  si"tas  de  sus  alas  en  las  flores, 

V  flotaba  la  Aurora  en  el  espacio 
Knviielta  en  sus  cendales  d^*  topacio, 

y.TZk  ia  hora  nupcial.   Dormía  la  tierra 
Como  un;»  virgen  liajo  el  casto  v»rlo, 

V  el  rcgm  sol  al  scjrprenderla,  amante. 
Para  be^arlu  i  uminaba  el  cielo. 

Kra  la  hora  nupcial,  'l'odas  las  olas 
De  los  I  ios,  ríe  1:ls  fuentes  y  los  mares 
Kii  un  ( oro  inefable  preludiaban 
Ün  liiinr»  del  C  antar  de  los  Cantares. 
Kl  incier. so  sagrado  del  perfume 
Ixhalaíln  de  toda>  las  corolas 
h  U'laba  derramado  t  n  los  celiros, 
Que  al  iiimor  de  sus  alas  ensayaban 
Un  conciei  i')  de  bcsu    y  sus])iros  ; 
y  cuantas  a\cs  tle  can<)i.>  acento 
Se  pieideii  en  ¡as  diáfanas  rcLiiones, 
Desat;indo  el  raudal  de  sus  canciones 
Inundaban  de  músicas  el  viento. 

Kia  la  hora  nupcial.  Naturaleza 
De  salir  del  c  ios  aun  deslumbrada, 
Ktiia  de  juventud  y  de  belleza, 
Viiy.nal  y  sagrada, 
Velííndíise  en  misterio  y  poesía 
Sobre  el  tálamo  en  rosas  de  la  tierra 
Al  Hombre  se  ofrecía. 

Kl  Homíjre. ..  .Allá  en  el  fondo 
iJas  secreto  del  bosque,  dó  la  sombra 
Kra   mas  tibia  del  gentil  palmero, 
^'  mas  nudlida  la  mn-üosn  iWtombra 


50 

Y  mas  rico  y  fragante  el  limonero; 
Donde  mas  lindas  se  tupían  las  flures 

Y  llevaba  la  brisa  mas  aromaíi, 
1.a  tueiite  más  rumures, 

Y  trinaban  mejor  los  ruiseñores 

Y  lloraban  más  dulce  las  palomas  ; 
Uó  más  bellos  tendía 

^us  velos  el  crepúsculo  indeciso, 

Allí  el  Hombre  dormía. 

Aquel  era  su  hogar,  el  Taraíso. 

El  mundo  inmaculado 
Se  mostra'Ju  ai  nacer  grande  y  sereno; 
Dios  miraba  lo  criado 

Y  veía  que  cía  bueno. 

üañado  en  csplend  r,  lleno  de  aurora. 
Da  aquel  instante  en  la  sagrada  calma, 
A  la  sombra  doiniido  de  la  palma 

Y  del  ics'peU  llorido  en  el  rega/o 
Kstaba  Adán,  la  varonil  cabeza 
Km  el  rubustu  brazo, 

Y  esparcida  á  la  brisa  juguetona 
La  melena  gentil ;  pero  la  altiva 
l-'rcnte  predestinada  á  la  corona. 
La  noble  taz  augusta  de  belleza, 
Kn  medio  de  su  sueño  revelaban 
¡Severa  y  melancólica  tristeza. 

'  )reaba  sus  cabellos  el  céfiro, 

ülaudumcii  e  su  pecho  respiraba, 

k*eTO  algo  como  el  soplo  del  suspiro 

Por  su  labio  pagaba. 

¿SufríaV. . .  .fcn  aquel  retiro 

Solo  el  Criador  con  el  dormido  estaba. 

Kra  el  hombre  primer,  era  el  momento 
Primero  de  su  \ida,  y  ya  su  labio 
Bosquejaba  la  voz  del  sufrimiento. 
La  inmensa  vida  palpitaba  en  torno, 

Pero  él  esta  a  >ol   El  aislamiento 

Xiasforniuba  en  proscrito  al  soberano. 

Entonces  el  Cria.lor  tendiósu  mano 

Y  el  costado  de  Adán  tocó  un  instante. 


Suave,  indecisa,  sideral,  flotante 
Como  el  leve  vapor  de  las  espumas. 
Cual  blanco  rayo  de  la  luna  errante 
)-n  un  girón  perdido  de  las  brumas; 
Emanación  ca-^tísima  y  serena 
Del  cáliz  virginal  de  la  azucena. 


Perla  v  viente  de  la  hermosa  :»urora» 
Ampo  de  hu  del  venidero  día 
Condensado  en  la  forma  voluptosa 
IJe  un  nuevo  ser  que  vida  recibía. 
Una  blanca  figura  luminosa 
Alzóse  junto  á  Adán Adán  dormía, 

i  La  primera  mujer!  Fúlgido  cielo 
Que  b;iñó  con  su  lumbre 
1.a  mañana  primer  de  las  mañanas, 
¿Viste  luego  en  la  vasta  muchedumbre 
De  las  hijas  humanas 
Aluuna  mSs  gentil,  niSs  hechicera» 
Mas  ideal  que  la  mujer  primera? 

La  niis.i.a  mano  que  vistió  la  tierra 
De  azules  horizontes. 
Los  campos  de  esmeralda, 

Y  de  n  eve  la  cumhre'de  los  montes, 

Y  de  verde  oscnríüimo  su  falda: 

1-a  que  en  las  ohis  de  la  mar  sombría 
Alza  penachos  de  biillaiite  esput^a, 

Y  corona  de  urco-íris  y  de  bruma 
La  catarata  rüpida  y  biavía; 

La  que  tiñc  con  uiágici  s  colores 
Las  plumas  de  las  aves  y  las  fiores; 
l-.a  que  tan  bellos  pinta  esos  celajes 
De  oro  y  ó[íaIo  y  púrpura,  que  forman 
Del  cielo  de  la  tarde    os  paisüjcs ; 
La  que  cuelga  en  el  éter  crista  ino 
El  globo  opaco  de  la  !una  fría, 

Y  en  el  zenit  es  léndido  levanta 
La  corona  del  sol  que  lanza  el  día ; 
La  que  al  tender  el  trasparente  velo 
Del  ancho  firmamento,  c  mo  rastros 
De  sus  dedos  de  luz  dejó  en  el  cielo 
VjI  polvo  fulgoroso  de  los  astros  ; 
La  mano  que  en  la  gran  n^ituraeza 
Pródiga  vierte  perennal  hechi/o. 
La  del  eterno  Dios  de  la  belleza 
|Oh  pimera  mujer  .  .  .   esa  te  hizoí 
La  didce  palidez  de  la  nzucena 
Que  se  abre  con  la  aurora 

X   -1  casto  rayo  de  la  luna  llena 

Dejaron  en  su  faz  encantadora 

La  pureza  y  la  sitz.  Los  frescos  labios 

Como  la  rosa  purpurina  roj<.s, 

Bsa  mirada  en  que  fulgura  el  a'ma 

En  los  rasgados  y  brillantes  ojos 

Y  por  el  albo  cuello, 
Voluptuoso  crespón  de  sus  hechizos, 
I^a  opulenta  cascada  del  cabello 
Cayendo  en  olas  de  flotantes  rizos. 


--"Sr""" 


Su  casta  dcMiiulc/ iiiini:iKiI>a., 
Su  labiu  sonreía. 
Su  alienlM  perfumaba, 

Y  el  mirar  de  siis  ojos  encendía 
Una  incfuble  luz  que  se  mezclaba 
Al  albor  del  cirepúsculo  i  .deciso  .... 
Eva  era  el  alm  i  en  flor  del  Paraíso. 

Y  de  ctla.  en  derredor,  rica  la  vida 
Se  agitaba  dicht  sa; 
Naturaleza  toda,  palpitante. 
Como  á  la  virgen  tremida  el  amante 
La  envolvía  cariñosa. 
Las  hojas  le  cant.il)an 
La  canción  del  susurro  melodiox». 
Al  compá-.  d  •  las  fuentes  que  rodaban 
Su  raudal  cii>lalini)  y  sonoras  . 
Kn  torno  lns  céfiros  voladores 
^u  cabello  empapaban  con  aromas, 
Suspiralían  pasando  los  rum   res 

Y  trinaban  mejor  los  ruiseño.e"., 

Y  lloraban  más  dulce  las  palonixs, 
Kn  tanto  que  las  rosas  y  los  n  -r  io>, 
Húmedos  ya  con  el  celesto  riei;o. 
Temblando  ásu  presencia. 

Su  pié  bañaban  con  fragante  esencia 

Y  se  inclinaban  á  besarle  luego. 

Iba  á  salir  el  >ol ;  ;imanecia, 

Y  á  la  plácida  sombra  del  palmero 
Tranquilo  Adán  dormí;», 

Su  frente  magestuosa  acariciaba 
J-.l  ala  de  la  í>risa  que  pasaba 
^    su  labio  cntieabierto  sonreía. 

Eva  le  contem    laba 
Sobre  el  inquieto  c<jraz6n   as  manos. 
Húmedos  y  cargados  de  ternura 
Los  ya  lánguidos  ojos  soberanos  ; 

Y  poco  á  poco,  trémula,  agitada, 
Sinti  lulo  dentro  el  seno  comprimido 
Del  corazón  el  férvido  latido, 
Sintiendo  que  potente,  irresistible. 
Algo  inefable  que  en  su  ^ér  había 
Sobre  los  labios  del  gentil  dormido 
Los  suyos  atraía. 

Inclinóse  sobre  él. . . . 

Y  de  improviso 
Se  oyó  el  ruido  de  un  beso  palpitante. 
Se  estremeció  de  amor  el  Paraíso 

T  alzó  su  frente  el  sol  en  ese  instante. 


A  IjVS  señoritas  AtlRAMOM'L, 

Cuando  en  un  día  de  proscripción  y  duelo 
En  busca  ya  de  playas  extranjeras 
\)c  Cuba  abandonasteis  las  praderas. 
El  sol  de  fuego  y  el  bridante  cielo. 

Sin  duda  que  en  amargo  desconsuelo, 
Viéndoos  partir,  lloraron  sus  riberas» 

Y  al  deciros  ADIÓS,  en  sus  palmeras 
Gimió  la  brisa  del  nativo  sucio, 
porque  si  Cuba  es  concha  dt-   los  mares. 
Vosotras  sois   sus  perlas  más   valiosas; 
Si  Cuba  es   un  jardín  entre  palmaras, 
Vo-iotras  sois  sus  flores  más    hermosas, 

Y  Si  ..mor  levantara  sus  altares 
De  esos  altares  os  hiciera  diosas. 


A  LA  SOCIEDAD  LITERARIA 

«Rodríguez  Calvan.» 

Óyeme  juvenrud ! 

Callo  en  mi  labio 
El    himno    de  alabanza' 

Y  abro  mi  coraz  n  en  donde  gruado 
La  voz  de  la  amistad  y  la  confianza. 
Me  llamaste  á  tu  seno  y  he  venido 
pobre  (.ie  lo  que  esperas; 

Mas  si  jamás  talento  he  poseído. 

Aún  guarda  el  corazón  envejecido 

Algo  de  sus  lejanas  prima\eras. 

A'iii  el  fuego  divino 

Que  enciende  en  esa  edad  la  fantasía, 

\  alumbra  el  pensamiento, 

Como  alumbra  el  inmenso  firmamento 

El  rayo  de  oro  del    naciente   dia. 

Aun  ese  fuego  deja 

Su  chispa  postrimer  enardecida 

Dentro  de  un  corazó  i  que  ya  se  aleja 

De  los  confines  de  la  edad  florida, 

1  >entro  de  un  corazón  que  van  enfriando 

I  ..is  nieblas  de  la  tarde  de  la  vida. 

Esa  chispa  se  aviva,  y  i  su  fuego 
El  ánima  se  inquieta, 

Y  yo  su  impulso  irresistible  sigo, 
IVaycndo,  mas  que  el  canto  del  poeta, 
I.Li  mana  cariñosa  del  amigo. 


54 

l)c)a,  pues  que  cu  las  cuerdas  silcncíosaik 
]>et  arpa  abandonada 
Busque  yo  his  antiguas  armonus. 
Que  acaso  se  llevaron  para  siempre 
LaK  blandas  auras  de  mis  bellos  días. 

Deja  un  instante  que  á  tus  puertas  llame. 
Dichosa  juventud  t  Deja  que  aliente 
Tu  atmtSsíera  de  luz,  tu  ambiente  libre, 

Y  que  á  tu  hogar  mi  corazón  caliente 
Que  á  tu  festín  primaveral  me  siente 

Y  que  mi  canto  i_on  los  tuyos  vibre. 

Que  también  como  tú,  cuando  mis  horas 
K^taban  alumbradas  touavía 
Por  el  beso  de  luz  de  sus  auroras, 

Y  ta  ilusión  y  la  esperanza  ardiente 
Lanzaban  tentadoras 

Una  nube  de  sueños  á  mi  frente. 
Sentí  que  abrazador  el  pensamiento 
Kl  raquítico  cráneo  me  rompía, 

Y  el  águila  audaz  de  poderoso  aliento 
Kn  poa  de  libertad  y  firmamento 

Sus  al;is  impacientes  sacudía. 

Entonces,  como  ¡ú,  sintiendo  estrecho 
A  la  ansiosa  mirada  el  horizonte 

Y  al  agitado  corazón  el  pecho, 

Soñé  otro  muudo  tras  el  patrio  monte, 
Utro  aire  azul  tras  el  paterno  techo, 

Y  en  al-  s  del  amor  y  la  conñanza 
Busqué  otra  inspiración  á  mis  cantares» 
Otra  felicidad  á  mi  esperanza. 

Otro  incógnito  Dios  á  mis  altares, 

Otro  umor  á  mi  amor! 

Febril  empeño 
Mi  mente  enardecia 
£n  pos  del  mundo  que  forjó  mi  sueño. 

Kl  mundo  de  mi  loca  fantasía. 
Mi  mundo  de  poeta, 
bu  pedazo  de  cielo  que  se  abría 
>,n  lu  reglón  del  alma  mas  secreta. 
Un  enjambre  de  sueños  voladores 
Kn  torno  de  dos  almas  cariñosas, 

Y  del  alba  a  los  tibios  resplandores 
Un  escondido  tálamo  de  rosas 
i'ara  el  sueño  nupcial  de  loi  amores; 
Un  cáliz  desbordado  de  embriagueces. 
De  inmortales  delicias. 

Un  lorrente  de  besos,  de  supiros. 

De  lágrimas  de  amor  y  de  caricias ! 


56 

K!  mundo  del  placer  y  1 1  ventura 
Al  arru'lo  del  arpa  enamorada 
Ante  el  ara  gentil  de  1 1  hermosura; 

Y  más  allá,  la  fulgurante  Dios.i, 
Eterno  y  sant  >  amor  del  pensamiento. 
La  gloria,  señalando  majestuosa 

Su  corona  de  e  trellas  al  talento! 

Y  el  triunfo  austero  de  la  s  era  ciencia 
Kn  la  uiímpic.i  frente  pensad  ra 
Del  hombre-rey,  alzando  brilladora 
Una  aureola  inm  ital,  la  inteligencial 

Y  la  lucha,  ekcombatc  misterioso 
Que  el  alma  varonil  li  .ra  al  destino 
13c  ta  vida  en  el  camp  >  tenebroso; 

Y  -a  conquista,  la  cstiuendoüa  t.ima 
Arrujando  en  sus  cánticos  un  nombre 
Al  porvenir,  heraldo  que  proclama 
J-as  victorias  del  hombre  ; 

Y  la  ciencia,  el  poder,  la  gloría,  el  triunfo, 
'lodo  ese  grupo  del  ideal  sagrado 

Que  enciende  nuestras  almas 

Y  á  combate  perpítuo  las  convida. 
Agitando  ■   agníhcas  sus  palmas 

Kn  torno  al  g  adiador  ensangrentado 
Vcmedor  en  las  luchas  de  Li  vida!. . . . 

\Oh  espíen  Jor  de  los  sueños  vagabundos 
Que  el  espíritu  abrasan,  tú  le  en<  umbras 
Al  través  de  los  soles  y  los  mundos 
"Y  sol  también  el  universo  a  umbras! 


Todo  eso  en  su  risueña  lontananza. 
Todo  eso  en  los  unibra  es  de  la  vida 
Pintaba  ante  mis  ojos  la  c-peranza.  ..• 

Culpa  no  es  suya  si  salió  mentida, 

Pero  tú,  juventud,  sueña,  delira, 
Kspera  y  ambic  oiia! 
La  gloria  del  talento  no  es  mentira 
Y  es  esa  gloria  la  mejor  corona  I 

* 

Y  vosotras,  vosotras,  las  gentiles 
Hijas  del  Atoyac,  cuyos  hechizos 
Acaso  adivinaron 
Los  que  á  Puebla  en  un  tiempo 
La  TIERRA  DK  LOS  ANGELES  llamaron» 
Vosotras  sois  las  flores 
Del  mágico  pensil  de  los  amores. 
Música  es  vuestra  voz,  y  ambrosía 
Son  esos  labios  húmedos  y  rojos ; 
Como  et  briüante  sol  encieadc  el  db 


S6 

Amor  enciende  vuestros  lindo»  ojos 
¿Quim  al  veros,  de  vos  no  se  enunioraí 
¿Qu¿  suspiro  hasta  vos  no  se  levaiun? 
Qué  coriiz(>ii  vuestro  desdén  no  lloiu? 
¿Qué  trovudor  vuestra  beldad  no  canta? 
¿(Juicn  en  sueños  no  mira  vuestra '^onihra? 
:  t^hiicn  no  quisiera  &  vuestras  planta>  bellas 
TendíT  como  una  alfombra 
Ramilletes  de  rosas  y  de  estrellas? 
¿No  tiembla  acaso  el  alma  estremecida 
A\  e--o  nada  más  de  vuestro  nombre? 
-No  sois  del  alma  la  mitad  querida, 
L;is  dulces  compañeras  de  la  vida. 
La  sangre,  el  ser,  el  corazón  del  hombre?. . . , 


l'ues  si  todo  losoi-i ;  si  el  ciclo  quiso 
(}ue  el  hombre  por  vosotras  olvidara 
Kl  jardín  celestial  del  Paraíso; 
Si  madre  ó  promet-da 
Siempre  las  dueñas  sois  de  nuestra  vida, 
I  Ab.id,  abrid  al  rayo  de  la  cien  :ia. 
C  nio  la  flor  al  sol  su  cá.iz  de  oro. 
Vuestra  hermosa  y  f  liz  inteb^eticia! 
De  nada  sirve  incógn  t  »  el  tesón». 
La  perla  más  preciosa  nada  vale 
Si  siempre  oculta  entre  s.i  concha  vive, 

Y  solo  pedernal  es  el  diamiinte 
Si  luz  y  pulimento  no  recibe. 
Acreciente  ei  sa  jer  vuestra  valía. 
En  el  joyel  osténtese  la  perhi, 

Biil  e  eldiamante  con  la  luz  del  díi 

Y  al  ceñir  vuestr  s  frentes  ruborosas, 
Donde  tienen  >u  asiento 
También  la  inspiración  y  el  talento. 
Los  laureles  se  mezclen  con  las  rosus. 
Vuestro  es  del  hombre  <  I  cora-ón.  ..que  os  rinda 
También  el  pensamiento. 

Completad  sobre  su  ama  la  victoria, 
"Y  ya  que  sois  su  dicha,  sed  su  orgullo. 
Ya  que  sois  su  destino,  sed  su  gloria! 

¡  Dichosa  juventud,  sueña,  delira, 

Kspera  y  amb  ciona ! 

La  gloria  del  talento  no  es  mentira 

Y  es  es:i  gl  ria  la  mejor  corona ! 

;  Dichosa  juventud,  álzate,  avanza! 
El  sol  del  porvenir  con  sus  reflejos 
Alumbra  tu  esperanza ! . . . . 

Kn  tanto  el  sol  que  i.uminiS  ta  mía 
Esconde  all-t  &    o  lejos 
£n  las  nieblas  de  ocaso  su  agonía. 


índice. 

I*PARTK.. 

HOJAS  DISPERSAS 

7  Te  creí  sueño. 

7  Nii  te  acuerdas? 

7  Amor!  (]ue  dulce  palabra. 

8  No  podiamoü  hablar, 
y  Como  para  el  mundo. 

9  ¿Como  puede  la  alondrsx 
9  Un  colibrí. 

9  Kn  medio  rl  ancho  mar 

10  Te  he  dado, 
lo       Bésamr. 

10  Eres  un  cielo. 

11  Como  fugaz  relímpago. 
II        le  creí  mu-rta. 

''  Q''^^- •• -nii  corazón  ttespierta. 

11  V  para  qué  .sentir! 

12  Vuelve  á  mi  corazón 
12  Me  acuerdo. 

12  Kl  ángel  de  la  tarde. 

12  lia  Líronse  mis  ojos. 
i_!  Ni)  me  olvides. 

13  Ijn  medio  de  las  ruina». 
íS  t-n  un  abrazo  inmenso. 

13  Juventud,  juventud. 
¡i  Kn  un  tiempo  yo  fui. 
1+  -Moriste. 

14  He  conoi.ido. 

15  Pasd  gentil, 
lí  Llevas  en  tu   hermosura. 

IJespues  de  los  calores. 

Te  amo,  te  a  oro. 

Por  tus  caricias. 

Mariposas  brillan  es. 

I.a  noche  de  los  trópicos. 

Calor  en  tus  labios. 

KSpidoal  mar. 

Después  que  me  dejaste 

Si  eres  ángel. 

I'^n  su  curso  voluble 

I.uzde  mi  valle. 

Qué  dulce  es  el  hogar  1 

Triste  es  la  tarde. 

Duerme. 

Bajo  la  sacra  bóveda. 

Amo  la  ciencia. 

Ciiaiulo  desjuics. 

Un  viaje  por  un  mar. 


22  Hcrmiisa,  y  como  siemp  c. 

2B  Hasta  de  quejas. 

«3  1^  t  erra,  el  aire  azul. 

i»;-í  Amo  ta  noche, 

24  No  soy  mas  que  mi  sofmbra. 

■¿^  N*  más  vida 

2*  PARTK, 

COMPOSICIONES  VARIAS. 


a6 

Creo  en  ti 

'7 

Tus  versos. 

28 

Nupcial. 

30 

A  una  Poetisa. 

31 

Nuestro  adiós. 

32 

No,  no  te  digo  adiós. 

34 

Eternamente. 

35 

Ven! 

36 

Mari». 

«o 

En  mi  hogar. 

41 

Flora. 

43 

Colón. 

43 

Uda  á  la  Patria. 

48 

Ciuz.  En  un  álbum. 

48 

Eva. 

53 

A  las  Señoritas  .'V^ramonte. 

53 

A  la  Sociedad  «Rodríguez  Galvin