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MÉXICO
Tip. cLa Ilustración he México.»
SEMINARIO NUM. R.
1903
Propiedad cditoríat asi*t;iir:ida loníoime íí la ley.
PRIMERA PARTE.
HOJAS DISPERSAS
Te creí sueño; y en el santuario
Del imposible
Te coloqué,
Y al pi¿ de tu ara, sin esperanza.
Huérfana el alm»
Triste dejé.
V el imposible tomó tina forní».
Bajó la Diosn
Del pedestal.
Al rió sus alas, tom > mi alma
V nos perdimos
Kn Uj ideal.
N* te acuerdas?
Del hosqu? en la espesura
1 Cual gorgeaban los pájaros cantores
Mirando tu her>nusura
Y oyéndome decir tantos amores I
V
jQué cuchichear el de las hojas suaves I
Qué pensativas se ponían l.is flores
' cómo hacían escándalo las aves I
Parloteaba en voz baja el arroyuelo,
Y el sol, que una día lema te ceñíj.
Acaso por mirarte detenía
Su voladora cuadriga en el ciela
III.
Amor I qué dulce palabra I
Parece que de improviso
Al pronunciarla, nos abre
Sus puertas el' Paraíso.
Si quien la sueña, delira.
Si quien la balbute, canta.
Si quien la dice, levanta
Una nota que suspira
Con música más suave
Que el sonido de U lira
O que 1 s trinos del ave.
Hay en ella sentimiento»
Hay en ella inspiración.
Y no sé qué v;^o acento
De tristeza y de pación
Que hace temblar conmovidas
Las fibras más escondidas
Del inquieto corazón.
La vida, esta rapidez
Que no8 arrastra en la tierra,
Este minuto que encierra
Niñez, juventud, vejez ;
¿Cómo puede ser bastante
A la expansión infinita
Que para su am jr gigante
Ll corazón necesita?
Que I Lo eterno en un instante ?
Lo inmenso en lo tan pequeño?
Kn la muerte lo inmortal?
La real dad en un sueño?
Kl cielo en lo terrenal?
Oh ! yo quisiera quisiera
Que en la espuma de lus tilas.
Que en la ráfaga ligera
Del olor de las corolas.
Que en las alas de la nube.
Que en las del cóndor serene»
Que cerca los astros sube.
Que en las del rápido trueno
Se perdiera el alma mía,
Para sentir la grandeza
De embriagarme en la poesío
De la gran Naturaleza,
Y así, como en iin abrazo
ideal, sublime y bendito
Abarcar la creación
En el amor inñnitu
Que llevo en mi corazón I
IV.
No podíamos hablar : oido atento
Escucnaba, y un ojo vigilante
Nos miraba constante.
Pero supimos vernos un m imento;
Y un beso, nada más de pensamiento,
Te mandé con la brisa.
Le recibiste entre tus labios rojos...,
¿rorqué, sino, bajáronse tus ojos
Y estremeció tu boca una soiiiisa
y se cubrió tu frente de sonrojos?
V.
Como para et mundo un cielo,
Como para el cie;o un sol.
Cual Dios, que no lo sena
Si lo pudieran ser d 's.
Así para nuestras almas
Kxiste solo un amor,
Que por único y por g ande
Ks sol, es cielo y es Dios
VI.
;Cómo puede la alondra del valle
Que pasa ligera
Kn pos de t'tro clima, d dar que sus flore»
Le da pr.maveía?
Cómo pueden las flores que se abren
AI beso del día
Du.'iar que el sol de oro, su amante celeste.
Su luz les envía "il
¿Cómo el sol, que en ciel ) !:• mano
Divina suspende,
J>udar puede que el Dios de los mundos
Sus rayos enciende?
¿f^ómo fiuedo dudar que, infelice,
De no verte muero?
Y tu ¿cómo puhdes» pedazo del alma.
Dudar que te quiero?. . . .
VII.
Un colibrí revolando
Kn torno de fresca rosa
Kn sueños anoche vi:
Pero advertí despertando
Que la rosa era tu boca
Y mi beso el colibrL
Yin.
En medio al ancho mar, soberbia roca
Se yergue entre la bruma :
A sus pies se sacude ruda y loca
La turbulenta espuma.
La azota el huracán, del rayo, torva
Allí chispea la lumbre,
Y el dr^dn Tempestad su dorso encorra
Erizado en la cumbre.
La roca altiva se levanta en tanto
Al beso de la nube,
Y es cuanto ruje, de sus triunfos canto
Que de sus plantas sube
Así, mi vida, nuestro amor sea roca
Que altiva se levante»
Y deja que & sus pies la envidia loca
Ruja impotente y nuestros triunfos cante.
IX.
Te he dado toda mi vida
Te he dado toda mi alma.
Todo cuanto soy te di ;
Y aun no he podido pagarte
\jO que tú me has dado á mí.
X.
Bésame con el beso de tu boca»
Cariñosa mitad del alma mía;
Un solo beso el corazón invoca
Que la dicha de dos me matarÍJ í
Un beso nada más!. ...Ya su perfume
Ku mi alma derramándose, l.i embriaga»
Y mi alma por tu beso se consume,
Y p r mis labios impaciente vaga,
júntese con la tuya I Ya no uedo
Lejos tenerla de tus labios rojos
Pronto!. . .dame tus labios!. ..teng - miedo
\ »•; ver i.i, i cerca tus divinos ojos !
Hay un cielo, mi bien, en tus abrazos.
Siento de dicha el corazón opreso. . . .
Oh! s sténme en la vi, ia de tus braz>t
l*ara que no me mates con tu beso I
XI.
Lres un cielo completo:
Con sus estrellas— tus ojos.
Con su noche — tus cabellos.
Su aurora— tus labios rojos,
Y su tempestad— tus celos,
Y sus rayo>— tus enojos
XII.
Como fugíz relámpago que el ^cno
De lu nube ra>g6.
Así también por tu pupila negra
:Una mira la inmensa airave/ó.
A lu luz del relámpago lutstael fondo
Del cielo ver creei. , . .
Forque á la luz de tu mirad.» el alma
H<ista el fondo del alma, nu te ví ?..
XIII.
Te crceí muerta, y en et sudario
De mis recuerdos
Te amortaje ;
Y al ludo tuyo — . ;,no la mataste? —
También ya muerta
Mi alma dejé.
Fero al juntarse diéronsc un beso! —
Resucitaste,
Ke-iucité.
XIV,
Qué^ mi cfír:izón despierta?
Y va, sacudiendo altivo
K! i)oIvo de su fé muerta.
Se alza cun la herida abierta
IVro palpitante y vivo'í
;Aun otra ilusión me inspira?
;,Aun vibrarán en mi lira
Las canciones del amor?. . - .
¿Para hallar otra mentira?
: Para bailar otro dolor?
XV.
¿Y para qué sentir?. . . .Dótule se lanza
Sedienta todavía
Con sus alas \a rotas la Esperanza?
Kl sol que alumbra la existencia mía,
Sin color, sin belleza, sin fulgores
En el ocaso, pálido, se pierde ....
Dejad al corazón con sus dolüre.s,
(.^ue suspire, que llore, que se acuerde.
XVI.
Vuelve Á mi cora2Ón, queda esconiiidLi
Ilusión iinpositilc de mi vida.
Ternura de poeta, pación loca:
Si no has de üer dtcliusa iii creída,
Vive en mi corazón, auierc en mi boca.
XVII.
Me acueido. . . .Kra la noche : el ciclo nos veía
Con s\i mirada de astros. La b<5veda sombría
Kra un inmenso templo,
Kl sacerdote. Dios.,
Ante Él tu íé me diste, ante 1^1 te dt la mía. . . .
Quedaron desposada-^
Las alnias de tos dos.
l'cro hoy la noche es negra; la bóveda enlutada
h.y- una inmensa tumba. — Jiurió mí desposada,
Ferdiiíse en lo infinito
Ll alma de mi amor.
Kl templo cst.i desierto, la lámpara apagada,
V, soto, cu las tinieblas solloza mi dolor.
xvin.
Kl án;;<:l de la tarde, muerto el tii¿
Las gotah de sus alas en las Hores
Sacude, y paite anee la noche umbri
Así el ángel ideal de mis amores,
(.\ibiertü de inmortal melancolía,
^iis alas sacudió, tendió su vuelo,
V anchándome en lágrima-^ el alma
Ante la realidad volvióse al cielo.
XIX.
ILillárons»- mis ojos con otros o¡f»s bello*:,
Kl beso de una virgen pasó pc'r mis ral-filos
\ el corazón alegre
Se penetró de luz.
Oopués vino la noche, la noche sin huero."*,
Oí dentro mi pecho sollo/os tustimeros. . . .
Mi corazón estaba
Cla\ado en una cru¿
n
XX.
Ko mf oít'íí/t'«.- decía tu trinitaria,
Y nunca te olvidé.
Vives dentro de mi alma funeraria.
Única, inolvidable, solitaria.
Como la duda cuando huy<5 la íc.
XXI.
Kn medio de las ruinan pavurosai
iJe un convento que yace solírario
Kn un valle desierto.
Dicen que por la noche \aíía errante,
-Arrastrando su pálido suduriu.
El fantasma de un muerto.
Amedrenta ch l^i-fiombra la pavura
De su pase-^ii ruido;
V gime, y á |oJejos, espantado,
1-1 eco lejlnevuelve ^u gemido.
Así en mi concón, que ne^Kciendo
Kstá una rfoche fiíneracirfy >erta,
Vaga el espectro,^||ífí amor, gimiendo
Knú'e las ruínaüpR^u dicha muerta.
Knii'e
XXII.
Un un abrazo inmenso confundo mis amores
Mujeres de delicias, muieres de dolores.
Mi cielo de placeres.
Mi mundo de dolor.
Mis labios están hartos de lágrima-^ y besos.
Y aun tiene sed el alma de locos embelesos.
Kn dónde está la dicha''
Kn dónde está el amor?
xxiu.
J^uvcntud, juventud! no te maldigo,
Pero mis creencias y mi amor burlaste. ...
Como harapos dejados á un mendigo
Ucscncanlos tan solo me deja>te.
XXIV
Kn un i\pm^ yo fuí como la estrofa
Ardien^;, ^tfda, fuigorosa. inquieta
14
Que arroja con sus luuros f-1 poeta
Al pi¿ de la hf i mustiru
Que idolatrando ota.
Ahora soy como el eco lastimero
De un adiós que se pierde en el oh ido:
soy ui) inmenso corazón herido
<¿ue nada -^chre el mundo
Ni nndií* rntar'i.
XXV.
Moriste, sí, moristf. Y sí un f^emído
Te dio por vez postrer mi alma lloru>a.
Después iu noche del etrrno uUidu
i (.'ayo sobre tu f(i»>a-
lamás te conocí. . . .No sé tu nombre !
Pasión, llanto, placer. . . Jo olvido todo;
Que nu vale la lágrima de un httmbrr
Tu corazíín de ¡od.,.
Vo no sé perdonar. Nu nit- lué dada
Del Hombre-Dios la voluntad sublime,
^" iHi es mi alma por tí crucificada
Quien perdonu y r dime.
; Maldita sea la l/i^nnia que vierta
f or un recuerdo para siempre inf:>^t^, 1
Que en mi boca la Icn^jua quede \ciij
(^adá vez que le llame !
;Quc si pena tan vil yo no sofoco
Tu la primera en el escarnio seas I
¡Que al recordarte rn mi cerebro loco
Kstallrn las idesL^l
;Que si otra \e/ esta pasión me vence,
V mi labio otra vez tu labio toca.
Cada caricia tuya me avergüenze
Y me manche tu bocal
\' sea maldito el corazón que un día
Tan grande y noble te adoraba necio!. . . ,
Inmenso era el amor que te tenía!. . . .
Mayor es mi desprecio.
XXVI.
He conocido una mujer tan bella.
Que su faz parecía
El mismo cielo cuando eii él destella
l.a luz del claro día;
Pero era noche sin ninguna estrella
Kl alma que tenía.
>3
XXVII.
Pasa gentil y saludó risueña,
Con aire indiferente.
Saludé y sonreí. . . . Los dos estábamos
Delante de la gente.
¿Quién pudo adivinar un sufriniicnto
Kn su risueña calina?. . . .
¿Quién la temible tempestad que había
K.n el fondo d<' mi alma?. . . .
XXVÍII.
Llevas en tu htrmosura la ufanía.
En tu labio sonrisa y alegría,
Kn tu dulce mirar fascinación. . . .
[Lá&tima que en tu pecho, vida mía.
No Urvcs ror;uyn!
XXIX
Después de los calores del estío
Llega el otoño trisie,
Y el invierno, por fin, yerto y somhrio
Tal es la le> de todo lo que existe.
Y así pasa en el alma ;
Después de mucho amor, mucho desvío
Tra-s de ¡a recia tempestad la calnu.
Hoy en el corazón tenemos fríj :
Llcgii para nosotros ese invierno
De que nos oUidamos ui jurarnos
.Aquel amor eterno.
XXX.
« — Te amo, te adoro, de pasión me muero»-
Tc dije ha tiempo; mas cun gesto esguivo
Contestaste sin preámbulo : — «No quieru.i»
V ahora que ;»ahes que por otra vivo
¡Me dices que me quieres!. • ■ ■ .
¡Cómo sois de graciosas las mujeres!
Huye la sombra así del que la sigue.
Mas á aquel que la huye, le persigue.
XXXL
Por tus caricias te diera un mundo,
V por tus besos te diera un sol.
,Qué no te diera si te ama tar.t^,
(^>iic no le diera mi norazón?
De veras, diine, me dicnis miiLho}'
Tú sabes cuánto te quiei o yo !
Mas deja mundos y deja soles,
1 >ame dinero que eso es mejor.
XXXII.
Mariposas brillantes
Ln lontananza
bon los vagos ensuefifís
De la esperanza.
jAy si corréis tras ellas,
Almas ansiosas. . . .
l.os niño>^ nunca cojeo
L.as mariposas.
Y si á cogerlas llci;an.
Quédales sol >
I )c sus brillantes alas
Kl polvo de oro:
Cumo queda el recuerdo
Del bien perdido
Cus-ndo esperanza y dicha
Ñus han huido.
Que las almas son rosns :
1.a dicha y la esperanza
Son maripoí>as.
XXXIII
I,a noche de los trópit os sombría
Negra es como ti dol<jr, pero tan bella
Que íMite el negro esplendor qut- viste ella
Es menos bello el expleitdor del día.
Así enlutada tú, pálida nifa.
Mejor la luz de tu beldad destella.
Como brífla mejor la blanca estrella
En el crespón de la tiniebla fría.
Negro tu velo es, negra la hcrm sa
Diadema del cabello en tu cabeza.
Negros tus ojos de mirar de Dios ,
Y llevada con regia gentileza
Negra también tu vest dura airosa. . . .
Ks un a.^t>u en la noche tu belleza!
»7
xxxiv
(BCQI'FR.»
¿Calor en tus labios tojos
Sientes si te veo, mi amada?
Ks (jue el alma enamorada
Como te liahla < 'ni los ujus
Te besa ion la mirada.
XXXV.
kíVpido al mar se precipita el río.
Así tu amor dulcísimo en el mío. , , .
Dices bien, mi adorada, dices bien.
y.n el mar de mi amor, de cada ola
Kn la amar^iura atroz, tú eres la sola
Dulzura ansiada que por fin hall^.
Sí, mi amor es un mar. Por eso un d'u
Sacudióle frenética y bravia
l.a inmensa tem t stati de la pasión.
Del sufrimiento el ienebrr>so \ elo
i'ubrió su sol, ennejíreció su cirio
Y el rayo destrozó mi corazón.
Sí, mi amor es un mar. Mas hoy suv ulas
Keftejan las tranquilas aureolas
1 >e un sol de paz, de dichas y placer.
Si, mi amor es un mar, pero está en calma;
I-.n él navega cariñosa tu alma.
Por eso el ciclo se refleja en el.
xxxvi.
Después que me dejaste ¿no sentiste
Algo que te seguía?
Después que me dejaste muda y triste
Te sigue el alma mía.
Al mirarla pasar tras tu pisada
En las sendas desiertas,
Huye el ave de! árbol espantada
Y caen la- flores muertas.
Al mirarla pasar, sombra gimiente
Inclinada d tus huellas.
Hay algo que solkjza en el ambientt
Y opaca las otrellas.
Detiene fatigada el paso íik ierlo,
T en la profunda calma
Oye gemir la noche y el desierto
Al ver tan triste un alma.
XXXVII.
si eres ángel, Amor, tiende tus alas
Y llévame en tu vtieln vagabundo
Lejos -lejos de aquí! - \'a estoy cansado
De los tristes amores de est*- inundo.
Yo necesito amar y ser amado
l'or una alma celeste que inc entienda,
i^iie lo sublime del amor comprenda,
(^uc arranque mi alma dfl manchado suelo,
Y que la puriñque, que la encienda
Y cun su santo amor la lleve al cielo!
XXXVIII.
En su curso voluble la Fortuna
ToiIo cuanto me diera me quitó;
Y la Miseria pálida y hambrienta
Al dintel de mi puerta se sentó.
Y llegó la Amistad— la que en un día
Ll festín de mis dichas presidió
V aunque la dije «ven.» ella, espant.tda
Al ver aquel espectro se aleió.
Amor llegó también. Sellé mi labio
Porque temí que se alejara Am- r ;
l*ero él sin vacilar, bañado en lágrimas,
Vino á mí pre>urnsü. . . . v me : bra/i''.
V la .Miseria pálida y hambrienta
Que al dintel de nii puerta se sentó.
A la lu'/ de aquel ángel que Uuiaba
Ella. . . .¡la horrible arpía!— se embelleció.
XXXIX.
I.uz de mí valle, aurora de mi cielo.
Apenas en el velo
Que tiende la alborada en el espacio
Derramas tu soberbia pediería
De ópalo y 'gualda, de rubí y topacio,
>9
Cuando c\ sol, que escondía
Su frente tras el monte.
Surge. . . .y de luz se llena el horizonte,
Y vibra el éter y fulgura el día
S\i melena de fuego destrenzada
Del Infinito al poderoso aliento.
Sr deshace en esplendida cascada
De átomos de oro y luz. por la argentada
Clípula del sereno fií mámenlo.
lil monte azul dcsliica en la llanura
\-'A en rme zafiro de su cumbre,
y así como el rubor de u:ia hermosura^
Del Citlaltépetl e i la nieve pura
juega el rubí de su jiurpúrea lumb e.
La luna, en tanto, solitaria y fría,
( "orno un ojo envidioso
Que S contemplar li dicha se resiste.
Vé (le lejos el astro luminoso
Y, sol espectro, envuelve su agonía
Kntre las brumas del ocas ) triste.
XL.
¡Qué dulce es el hogar! Lleno de sombra
Mi corazón traía.
Crucé el dintel de mi modesta casa
V jcuán hermoso fulgiiniha el día!
¡ Qué bueno es el hogar ! Amargas iras
Me anegaban el nlma,
Pero al besar las canas de mi madre.
Llené mi pecho de perdón y calma
;Qué tierno esel hogar! ( )h; cuántas lagrimal
Kn cariño infinitas.
Sobre mi frente pálida cayeron
Dulcísimas, temblantes y benditas !
(Qué santo es el hognr! Quizá mi labio
Kl existir maldijo,
Pero lloré, y creí con toda mi alma
Cuando mi santa madre me bendijo
XLI.
Triste es la tarde, sin luz el cielo.
Niebla que pasas ¿adonde vas?
-Solo Dios sabe mi íncerto vuelo.
-Niebla ¿qué eres?
—Sombra no mas.
La noche llega, la flor se aduerme.
Brisa que pasas con lento giro.
¿Adonde vuelas?
— Voy á perderme.
Brisa? qué eresf
íoy un suspiro.
Es alta n»che : grato beleño
Cierra mis ojo«, y en lontananza
Un ángel blanco miro en mi sueño
Ángel, ¿quién eres?
—Soy la Esperanaa.
Así es la vida: niebla pasajera
Que cruza vagabunda por la esfera.
Deshaciéndose en vaga lontananza ;
Y nuestra dicha, frágil é indecisa.
Un suspiro que pasa con la brisa,
Y sueño nada mas nuestra esperanza.
XLII.
Duerme. ... Y el ángel del Señor, sus a" as
1 legando silencioso.
Vela su sueño, el sueño de la virgen
Inocente y dichoso.
Duerme, y el ángel que su sueño vela
Junto á ella se coloca ;
Mas llega Amor callado, de puntilLis»
Con el dedo en la boca.
¿Qué murmura al oído de la virgen
Que elia, q iza soñando.
Entrr los brazos del amor sonríe.
Mientras el ángel que vel<$ su sueño
Se aleja sollocandoP. . . .
XUII.
Bajo la sacra bóveda del templo
Donde humea el incensario
Y el oro resplandece, si levanto
Mi ruego solitario»
Mi alma es quien habla á Dios en el santuario.
Pero en medio del bosque, en el desierto
Donde vive la palma,
0 á la crilla del mar, áó resplandece
.Naturateza en tempestad 6 en calma,
tls Dios quien habla á mi alma.
XLIV.
Amo la Ciencia! El esplendor sagrado
Que en su frente de Diosa reverbera
Kn sed ardiente el corazón altera,
Y ante su ara me tiene prosternado.
To sé que hasta su gloria el vuelo osado
Kl espíritu tiende en su carrera.
Per llegar allí jamás espera
El que á mí pur el cielo me fué dado.
Baste á la religión que te profeso,
Diosa de la Verdad, numen bendito.
De amarte y de cantarte el embeleso.
El poder de tu amor es infinito. . . .
1 Deja, Ciencia inmortal, un solo beso
Sobre la humilde frente de un proscrito!
XLV.
Cuando después del fatigoso día
Vengo paz á buscar bajo mí techo
En los brazos del sueño, hay un fantasma
Que se sienta á la orilla de mi lecho
En vano quiero separar mis ojos
De aquel espectro que de luto viste ;
Allí está, siempre esiá Siempre me mira
Inmóvil, mudo, pavoroso, triste.
V cae sobre mi espíritu el espanto ;
Pero evitar no puedo su presencia.
Porque esc triste espectro de mis noches
Está en mi propio ser es mi conciencia.
XLVI.
Un viaje por un mar de tempestades
Eti la vida mortal ; Ui tiimha es puerto.
Morir es regresar á niiestia patria
No se drbe llorar pur los ijiic han muerto.
XLVII.
Herniíou. \ Cíimu iticinprc, fugitiva,
A mi ladu un Instante el raudo \uelo
Detuvo compasiva
La Lsptrr;inza feliz, hija del ciclo.
A la pálida frente del poeta
Sus labios acercil la encontró fría
Como la frente lúgubre de un muerto.
Huscó en sus ojos lágrimas, y estaban
Mas secos que la arena del desierto:
'locó su pecho ansiosa
V buscó el corazón estaba yerto.
Kntonces la b>speranza, hiia del cielo.
Lanzó un suspiro y prosiguió su vuelo.
De ella en pt>s, nielancólicu y sombrío
Con vuelo triste v lento
(_>tro ángel se acercó >u vestidura
Kra más negra tiue la noche oscura
Y de él en t irno sollozaba el viento.
Llegó, y la frente helada
Peí poeta besó c<m el cariño
Con que en la frent ; del dormido niño.
Deja sus besos el amor materno.
Y descansóla hieg ) en su regazo
Como para d rmlrel sueño <;ierno.
Desde entonces reclino mi cal>eza
En el legazo maternal y tierno
Del ángel funeral de la Tristeza.
XLMII.
Hasta de quejas y cobarde llanto!
Si el hombre es el p.-na lo de] destino.
Ten. pie su corazón en el quebranto
Y prosiga impasible su camino.
Sufrir y hacer sufrir— tal es su suerte.
;, Porqué?— Sabrá el arcano
Cuando verdugo y mártir de su hermano,
IJamc i las puertas de la negra muerte.
XLIX.
La tierra, el aire azul, el claro día.
Tu p"mpa, tu esplendor. Naturaleza,
¿Qué son sino e magníñco regazo
Dunde llora del hombre la tristeza?
Y ese cielo tan bello con sus soles,
Sus noches de oro y sus serenas calmas.
¿No es un ojo <iue mira indiferente
La eterna tempestad de nu stras a mas-
Amo la no he. El corazón ;.nsía
Sus sombras y su ca ma.
l*ara el mundo y los h* mbres es el día
La noche para el alma.
Cubrir parece el tenebroso velo
Un mundo que no ex sie.
Kl pens:imiento se lev.inta al cielo
l'rofundamente religioso y triste ;
V flr»ta y vaga y se el i ata y sube
Has a el dosel inmenso,
<.'omn en el temp'o la sagrada nube
Del perfum;tdo incienso.
Ante el cíelo, en la sombia, so itaiio
S ento que csp' ro y creo;
Kl cielo de la noche es el santuario,
Señrir, donde te veo.
Cada astro, de tu nombre es una Ittr;».
Cada rumor te n'imbia,
Allí me hablas. Señor, allí penetra
Tu espíritu, mi sombra.
Alondra de lo inmenso, tiende el alma
í'us vuelos vagabundos,
V se pierde, y se pierde en la honda caima
V el eterno silencio de los mundos
¿Donde entonces están la tierra triste.
El hombre y su delito?
El mundo de los hombres ya do existe . . , ,
Estoy s<5 o con Dios en lo infinit<í.
Sn emnes van las horas y tranquilas:
?4
Y en tanto que así veo
Me miran cintilando esas pupilas
Que Ihimanios estrellas, desde el ciclo.
LI.
No so^- mas qnc mi sombra. Ya estoy muf rto'
Lo siento en esta calma
Que hay en todo mi ser: es un desierto
Lo que llevo en el alma.
Tanto he querido, y con pasión tan toca.
Que dejé, sin seiit'rlo en mi embeleso,
1. n poco de mi vida en cada hora.
Un pedazo de mi alma en cad . beso.
LIL
No mas vida, Señor, ya no más vida í
Cuando sangraba aun el alma hertda
Me nutría mi pesar.
Ahora no sufro ya, no pido nada ;
Pero tengo, Señor, mi alma cansad»
Y quiero reposar.
SEGUNDA PARTE.
COMPOSICIONES VARIAS.
CRIO KN TI.
¿Quién dice que no crco'í. . .ftQ:i¡én hasta elfondo
Del escondido corazón penetra.-'
Kn el fondo del mío, letra por letra,
Kscrita se halla esta palabra: Dios.
Cuando era niño mi inocente labio
Al p:é del ara lalbutió esc nombre,
Dospiiés el alm i férvida del hombre
F.sciito en t>das partes le encontró.
Y no solo creo en tí. Dios de los mtindo^.
Cuando miro en la gran Naturaleza
Un reflejo no mas de esa grandeza
Que un átomo de luz hace del s '1 ;
No solo cuando el alma arrebatada
En el vértigo audaz del pensamiento.
Como en alas del ravo, el firmamento
Sondea temblando de sagrado horror;
No tan solo. Señor, si oigo en el trueno
Que rasgando el nublado centellea
Kl rodar de tu carro que pasea
Llevando por corcel la tempestad ;
No solo cuando miro del relámpago
F.n la rápida luz fúlgida y roja
La rauda chispa que al pusar arroja
Ese carro á la negra inmensidad ;
No solo entonces ere ), no solo entdncei
Mi espíritu. Seño , te ve y te siente....
Esto que pone pálida mi frente.
Esto que abraza mi cerej^ro así.
Esta llama invisible y misteriosa.
Escondida en nn átomo de tierra,
Y que lo eterno y lo inflnito encierra
F^sta mi alma. Señor ¿no habla de tí?
¿No habla de tí. Señor, eso inefable
Y que parece descender del ciel \
Cuando el alma infeliz halla el consuelo
Que no encuentra en la tierra un gran dol >r*
¿No habla de tí. Señor, la voz solemne
Que siempre se levant » en la conciencia?
: Ao en el ara divina de la ciencia
La verdad tus mísierios colocó?
¿No habU de tí la c&udÍUu ¡totirisa
Y la mirada angélica del niño.
Y pí casto beso del primer can ño,
Y ia santa ternura pateinarr
¿Qué no me hablan de lí, D^o* de los bu-no;,
t,u i elocuente voz cada mañana,
1.US bendiciones de mi madre anciana,
^iintificando mi tranquilo hogar'r
Señor, tu ercü mi Diosí Tú bien lo saben.
Ki corazón de un hijo no es ateo;
;.iJómo no te he de creer cuando te veo
Y te siento en mi propio corazón?
^eñor, tu eres mi D¡ s! Per(» es mi alma,
\o mis cantares, lu que á tí levanto. . . .
La palabra mortal no es para tanto,
Que es un átomo el hombre. . . .y tú eres Dio*!
rus VKRSOS.
Kos:lv y estrellas pai a tí ! . . . . Las rosas
l^'ai'a alfombrarle et suco,
Y tas blaiu US estrellas lumíno-a-*
Para dar á tu sien flores del cielo.
I ero no, rosa-* no tus labios rojos
Há idas las harían,
Y ante la u;; de tus divinos ojos
I .AS e>trellas, mi vida, iqué serían?. . . ,
Tú cantas, y la biísa estremecida
Las alas pliega inquietas
¿(,^>ué estrofa de ánKet descendió ^.eidids
Al arpa celestial de los poetas?
l'tierdas tiene la tuya tan vibrantes
Y ricas cual r.inguna:
Dulces como el hablar do dos amante-
Que se besan al ray<» de la luii i.
rio: es tu corazón, sus notas bellas
Aroma son por eso;
Tu alma es un firmamento, y son estiell:i:<
Kre^ el mismo aninr y son lu beso.
¿Que son mis cantos ante tí? Dispt*i os
'I'i,- lindo sus despojos.
Que no hay nixs versos que tus dulces \ersOi,
Lomo no hay mas luceros que tus ojoi
Llena, embriaga mi ser con el sonoro
Kitmo de am )i que e halas!
Deja, mi arcángel, qut tus vei-sos ile oro
Me arrebaten al cielo entre sus alas.
NITCIAK.
En el regazo frío
Oel arroyo que cruza la floresta,
Feliz abandonaba
Su hermosa desnudez el amor* mío
A la hora calurosa de la siest t.
Kl agua que temblaba
Al s.-ntirla en su seno, la ceñía
Llon voluptuoso abrazo» y la besaba.
V á su contacto de placer gemía
Con arrullo tan suave y deleitoso,
L'omo el del labio virginal opreso
Por el férvido labio del espo>o
Al contacto nupcial del primer beso.
I^a honda libera desparci;L iii;;ando
l.a cascada gentil de su cabello,
Que luego en ri/os de ébano flotando
liajaba por su cuello.
\' cual ruedan las gotas de rocío
Kn los frescos botones de las rosas,
l*or el seno desnudo, así rodaban
l^as Ilotas temblorosas.
'X'esoro del amor el más precioso
Eran aquellas perlas,
puánto no dieía el labio codicioso
Trtmul de placer por recogerla> !
¿Cuál destacLiha su marfil turgente
t-.n la honda semióscura y tnisparenic
Aquel seno bellísimo de Diosa!
Así del cisne la nevada p uma
En el turbio cristal de la corriente.
Así deslumbradora y esplenilenie
Venus rasga-ido la marina espuma 1
Después, en el tranquilo
Agreste cenador, discreto asilo
Del íntimo festín, lán^uidam Mite
Reclinaba en mi pecho cariñosa
La desmayada frente ;
En >uave palidez ya conver:ida
La color que ante>> fuera, deliciosa,
Didce matiz de nacarada rii<n
Que la lluvia mn'jó. Mudos los labi()s
De amor estaban al acento blando. . . .
¿Para qué la palabia si las almas
Se estaban en los ojos adorando?
Si eT rápido latido
<^ue et albo sen.> levanta hacía.
Decíate al corazón lo que tan solo
Kbriu de dicha el corazón oía?
Salimos, y la luna vacamente
Blanqueaba ya el espacio.
Perdidas en el éter trasparente
Como pálidas chispas de topai io
Las estrellas brill .han las e^tre|]as
<^ue yo querido habría
l'ara forma' con ellas
Cna corona á la adorada niia.
Kn mi hombro su cabeza y silenciosi
Porque idioma no tienen los dichosos.
Nos miraban p:isar estiemccidas
1,:ls encinas del bf stiue. en donde apena--
l.áiigiiidamentf sus[>irul>',i el viento,
(..■onm en las horns iU-1 amor serenas
Dulce suspira el 4:(*-a/(^n ccnlfHto.
Ardiente eii mí Diejílla de su alientiJ
Sentía el soplo suavísimo, y sus ojos
Muy cerca de mis ojos, y tan cerca
Mi ávido labio <le sus lab;us rojos,
ijue i-aiula y palpitant ■
Mariposa de aanor el alma loca
l-!n las alas de un beso fugitivo
l'uí' á posarse en el cáliz dr. su lioca. . . .
;.l'orqué la Itina .sc ocultó un iii^tanie
\ (ie los viejos árboles caía
lúa sombra nupcial afioiti/ante?
Kl astro con sus ojns de diamante
Al través dr I tolla)e ;^iiné veía?. . . ,
lodo callaba en derredor, dfscrei.i:
Kl bosque fué el saniunrio
De un misterio de amor, y sol ' el bosijuc
í.iuardará en el recinto solitario
De sus plácidas prutas el secieio
Dulce ele ese him- neo, cuyos instante^
'lomar en siglrjs el recuerdo tiuiso. . .
,;(,>uién se puede oKidar de haber robad '
Sti tínica hfírn ri'- am -i al I a aí«o"-. . . .
A UNA I'ÜETISA.
l?onio celeste rocío
Kii los pétalo' dispersos
De rosa que ajó el estío.
Así derrama su> verso-i
Til i:üra/<5n en el mí().
¿Cómo no te he dr querer?
;t,ómo no te he tie adorar.
Si hay un mundo de placer
ln el plácido cantar
Ue tus lahios df ninjerT
¡Qne lú no me amas! I 'eiitia-
iQuiL-n presta á tu inspii ación
\'oz que tan tierna suspirad
;Quién, sino Amor, una lira
lia puesto rn tu cora/ón?
Por eso la Poesía
Ha bañado en ambrosía
Ksos tus labios rnocsos,
i^orulc tiene el alma nua
La nidada de sus besos.
^No Amor encenció tus ojo^?
;^No abrazó tu cora^-'n?
;.No dio á tu írente souroins
Y ruso en tus labios mio!»
Kl beso de la pasión 1^
l'ues ¿cómo te negaría
)■ 1 u'xnto seductor
iJc los versos, alma mía.
Si la dulce poesía
Ks idioma dül amor?
Amor en el alma canta
Vat^as estrofas sín nombre,
Pero de dulzura tanta
Que culi porque la espanta
I. a tosca lengua del hombre.
Y por eso busca ansioso
Kl idioma melodioso
De los Dioses, y por eso
Lo ha dejado. . . . ¡ Amor dirhoso !
Kn tus labios, beso á beso.
Habíame usí* siemire asíl
Ueja que tienda su vuelo
El alma lejos de aquí.
Déjame sdñar el cielo
Cuando esté (unto de tí
Deja que beba en tu aliento
C'oii lo dulce de tu acento
I u inteiiüo de m pasión .
Y que ame vo tu tulentu
(.orno amo tu corazón.
?'ue en esos momento^ h rilo*
an gratos á la memoria -
Kn que juego tus cabellos,
Fresint.i sentir en ello>
Una guirnalda de gluí ia,
Que si es nú encanto soñarte
Y mirarte mí embeleso.
Sea mi delicia escucharte
Y dulces versos ahogarte
Kn los murmullo- d -l beso.
Hablante as', sicnipie así!
Deja que tieníla su vue^o
Kl alma lejos de quí. . . .
Deja que sucñ ■■ en el cielo
Cuando esic junto d'- tí.
NUKSTRO ADIÓS.
Si no sabía llorar !. . . .Jamás su trente
Se dobló á los pesares.
Fuésiemp'e la beldad inditerei'te.
La Diosa á recibir acostumbrada
Incienso de alabanza en sus altares.
Amor junto ú ella, humilde.
I.as alas plegó inquietas,
Y repitió á su oído, suplicante,
Kl cántico de amor de los poetas.
Y acxso e' aura fría
De la noche, besando sus cabellos.
Kn un vago soUozo le traía
Una voz de ultra umb.i en que gemía
Kl adiós prostrinicr de alguno de elli s.
Mas no sabía llorar. . . .
Y aqut-lla ai
Una tarde sin lu/, triste y lluvifts.i.
Inclinú la cabeza, sÜenci sa.
Así como lüs blandas florecitlas
Que hirió la tempestad. Los solieranos
Ojos cubrióse con entrambas manos
Y el llanto desbordó pur sus mejillas.
Lloraba, si, lloraba!. . . .De roditlx<í
Yo tra'^pasado de dolor le hablaba,
Pero ella no me oía,
Callaba, sollozaba, se moría!....
Solo sentí su mano que temblaba
Desesperada al apretar la mía.
Kra aquel nuestro adiós. Era el momento
Solemne de pasióu y de t >rmcnto
De un amor inmortal Kran dos ainius
Locamente estrechadas en el fuerte
Nupcial abrazo de una sola vithi,
Que separaba, haciéndolas pecUuos,
i-a mano inexorable de la suerte
L on el fiínebre adiós tic la pa tida.
Y lloraba en mis brazos. . . .y U -raba
Con tan triste y profundo ciesctmsuclu,
Que en tan lúgubre larde p recía
<Juc al mirarla 1 orar, lio aba el t icio,
Y que por ella se enlutaba el día.
Y mojaba la lluvia su semblante,
Su semblante tan píilido y tan bello,
Y el viento de la tarde sollozante
Afeitaba en desorden su c;ibel o.
\'t) le hablaba, le hablaba. . . .no me oía. . . .
Solamente su mant) temblorosa
Se estrechaba convu^a ron la mía.
Am fué nuestro adiós. . . .Toda mi alma
Dejé en sus labios con pasión upresos,
Y me traje hi suya que beI)icron
Kn su-s ardientes l.'*u;rimas mi^ beso>.
N(J!....NOTK D:G0 ADIÓS.
¿Porqué vienes así, mi enamorada
Ciíando dormido estoy? Cuando con lazos
Invisibles el sueñ > ata mis bra/os
Y no puedo apretait ; al corazón?
íPorqné vienes así, cuando mis labios
Cierra el sueño también, y busco ansio o
Sin poderle encontrar, el cariñoso
Ar*-iit'i "oii que te habla mi pasión?
.^3
¿l*orqiic vienes A mí?. , . .¡i.SaWrs arjiso
Qtie son las de la noche las herm()sas
Horas de las estrellas misteriosas,
Y estrella del amor surges también,
rcirque sabes que la hora de los sueñoít
Ks la hora en que los íingeles sin nomlre
Vienen del cielo á visitar al homI)re,
Y algo del cielo á derramar en t-V'.
¿Porqué vienes á mí, pálida mía,
t'on tus ojos de amor sobre mis ojos,
Y con temblor de besos en los rojos
Labios que apagan en los míos la \ñ¿?
¿Porqué son tan dolientes tus abra; oí"'
¿Porqué tanto sollozo y duelo t-^nio.
Y al besarme me mojas con tu llanto,
Y solo sabes la palabra «adiós:». . . .
No es un adiós el que al partir te dejo.
Llorosa vida mía,
Qne adiós es la tristísima palabra
De la ausencia sombría.
Que adiós es el sollozo que se arraiira
Del corazón herido.
Que adiós es el saludo de la mutne.
La cifra del olvido.
No, no te digo adiós!. . , . Para nosotro'*
Palabra tal no existe
La boda de las almas es cternn
Cuando amor l:ts asiste.
Y lo que llaman en el iniinili auienria.
Distancia, despedida.
Para aquellos no es que solo forman
Una alma y una vida.
Para aquellos «o es que al fuego vtv<^
De los labios impresos.
Cual nosotros sus almas desposaran
En tálamo de besos.
No, no te digo adiós. . . .;.Qui* n de •*: nu
Se ausenta y se dt-spide?
¿CY>ino puedo á mi propio pcnsamíeiito
Decir que no me olvide?
Ne se mira sin luz, y sin ambiente
KI pecho fc sofoca;
34
Y mi \mi sr n tim ojos, y mi aliente
Lo besos de tu boca.
\o «oy tan ora/iW!, y tú erci
Su «angie y su latido,
¿Ctfmo á mi propio corazón pudiera
Dejaren c! olvido?
Idénticas, mezcladas, confundidas
Cuai la Uama y su tu/.
Nuestras alm s ni saben, siendo una.
Si eres yo, si soy tú.
t yo
' veré sin mirada.
Que DO llevar dentro de mi alma, eterna.
£1 alma carifiosa de mi amada.
ETKRNAMENTK.
Anoche te soAaba. vida luía.
Estaba i<olo y triste en mi apusento,
Escribía. . . .no sé qué : mas era ¡ilgo
De ternura, de amor, de sentimienu^.
Porque pensaba en tí. Quizá buscaba
La palabra más fiel para decirte
La inñnita pasión con que te amaba.
iJe pront , silenciosa
l'na figur. blanca y vupttn sa
A mi lad» llegó. . . .Sentí en mi ruello
Posarse dulcemente
Un brazo cariñoso, y por mi frente
Kesbatar una trenza de cube lo
Sentí sobre mis labios
KJ puro sopbi de un aliento b': ndo:
Alcé los ojos y encontré los ti \os
Que me es'abnn dulcísimos mirando.
Pero estaban tan cerca que srntít
Kn yo no sé qué plácido de^mayo,
(^ue en la luz inefable de su layo
l-.DtrabM toda tu alma hasta tu mía.
Después, largo, suave
Y rumoroso apenas, vn mi frente
Un bes melancólico imprimiste :
V con dulce sonrisa de ¡risteza.
Kesbalaiidn tu mano en mi c;il eza.
En voz qtteda. muy queda me dijivte:
— « Me esrrilics v rsiás trislr
Pori(ue me rrces auspntc, pobre anii^o.
;Pero no sabe > ya que elcrnamcute
Aunque lejos esté, vivo contigof — »
Y .li despertar c!c tan herm<'So sueño
Sen ü' en mi corazíín plácida calma;
Y me dije : es verdad. . . .«eicrnitm' uto. .
;.Cómo puede jamás estar ausente
La que vive inmortal dentro del alma?
VKN!,
¿Me visita tu cspíriiu, amor mío?
Yo no lo s¿; pero tu imagen bella
Vino á mi lado y en el mundo vago
Del sueño anoche deliré con ella.
Era L'hapultepec» y la ancha sombra
Del canoso Ahuehuetl nos daba abrigo.
La luna lena i uminaba el bosque
Y efttábamos, mi vida, sin testigo.
Tú sabes lo demás. . . . KI alma mía
Kn su fiebre de amor feliz y loca,
A cada beso tuyo adonizaba
Kncl nido de amores de tu boca.
Oh, ven mi dcsposa<!a! En el r. m:«je
Kl rayo de la luna desfal rcc,
Y' Amor, el mismo Amor, tálamo hiando
Kn las hojas cai-as nrís ofrece
Llegan allí, perdidos en las brisas
Que cargado de aromas atraviesan,
Arrulh s de torcaces que se Laman,
Suspiros de las hojaa que se besan.
Oh, ven I. ..¿Adonde estás?... Envíame loe:
Rn el aire que pasa tus caricias.
Que yo en ei aire beberé tus besos
Y mi alma embriagaré con sus delicias.
Ven á la gruta en aue al placer anida;
Kl viejo bcsqne temblari de amores,
Suspirarán de amor todas las brisas
Y morirán de amor todas las flores.
Ahogarán los rumores nuestros besos,
No^ darSn su cortina los follajes,
Y arrullarán tu sueño entre mis brazos
I>us himnos de los pájaros salvajes.
Y á la luz iiulecisa de la luna,
Allá á lo lejos, y de sí celosa.
La antigua Diana, de los viejos bosques,
Piosacaida, vacará medrosa.
La noche azul nos brinda su misterio
Y templo el bos({ue á nuestro amor ofrece;
Mi alma te busca, mi pasión te espera
Y ebrio de amor mi corazón fallece I
Oh, ven, mi scduccií'Hi, mi cariñosa.
Ven á la gruta en que el placer anida.
Que la dicha no mata y si me mata
Con solo un boeo volveré á la vidal
^LARIA.
F,n dónde, en dónde estás?.. .Tiembla en las alas
Del viento de la noche este gemido
De mi eterno sufrir. . ..Pálida sombra
Del ángel de mi amor, ¿- orqué te has ido?
Pavoro>ia en mi espíritu es la noche,
Mas no te espante su profundo duelo;
\ en á mi lado, ven! y con la aurora
Ángel de luz, te volverás al cielo
Mas ahora ven! Disipa la tiniebla
Que enluta el corazón, y con tu imagen
Y los recuerdos de la antigua dicha
Las negias horas del insomnio í-uebla.
Sobre el labio de un muerto
De la Vi'-ión el ósculo palpite,
Y al mundo del amor por un Ínstame
Kl corazón cadáver resucite
Al soplo cariñ,oso de tu aliento
^^ujer de mi dolor y mi alegría,
Ksi)íritu de luz del pensamiento,
;,En dónde estás, María!
Aquí estás, junto á mí Tu forma blanca
Se dibuja en la s mbra
i'uando del labio trémulo se arrania
Kl profu'ido sollozo que te nombra.
Aquí estás, melancólica Maria.
'l'an pálida de amor, tan dulce y bella
37
Como en los cielos al morir el día
Sob e lu frente de la tarde umbría
Lágrima de oro la primer estrella.
Aquí estás, compañera silenciosa
Del alma enamorada,
í 'omo el misterio de la noche, hermosa.
Como la misma luz, inmaculada.
Del Destino en las aras
Kl alma te eligió por compañera:
;.Kn que mundo encontraras
( >uien lo infinito de mi amor te diera*
Kra el instante en que á vivir apenas
Se despertaba el corazón creyente,
Kn que cambia por rosas y verbenas
La diosa Juventud en nuestra frente
De la infancia las muertas azucenas,
V. hirviente de placer ofrece, loca,
l",l cáliz de la vida á nuestra boca-
Era la aurora, el esplendente día
Del alma en primavera.
Sediento ya mi corazón se abría
A ese inmenso raudal de poesía
Que trae consigo la ilusión primera.
Y ya impaciente, soñador, poeta.
Con loco afán, con esperanza inquieta,
Kbrio de mi ternura
Y entre mis propios sueños indeciso,
lítiscaba la pasión y la hermosura.
La Kva gentil, enamorada y pura
Del mundo en el risueño Paraíso.
Kra la vida! La embriaguez celeste
I)e aire, de luz y libertad que lanza
Al ave joven de su nido agreste.
La aparición primer de la Esperanza
Kn el sendero mágico de flores
Del alma juventud, con su diadema
De ardientes resplandores.
Kra la vida! la encanttda copa
Rebosando promesas y delicias.
Conquistas y placeres,
Torrentes de suspiros, de caricias
Y de trémulos besos de mujeres I
Hora de inmensa Inzl En ese instant*
Hija suprema del amor del dtci
Y del sueño de mi alma delirante,
A mí llegaste» celestial María,
Y c nmovido, deslumhrado, ciego
i^ise á tus pi^s mí vida, palpitante
l>el infinito amor del alma mia.
Y de mi corazón sobr mi Tra
iJesató sus raudales de ternura
La inspiración en que encendió mi pecho
Ll sereno esplendor de tu hermosura.
tras tan bella, que al mirar tus ojos
Temblaba el corazón, y se sentía
< >ue dentro el alma se ponía de hinojos
Kn éxtasis de amor Eras tan bella,
í^ue al verte parecía
<,>ue asomaba una estrella,
Y que esa estrella derramaba el día.
;(^on qué pasión te amél ¡Con qnédeliitn
'l'ftmaba entre mis manos
Tu frente mol ncólica de lirio,
Pura besar tus ojos soberanos!
¡ (Zómo te idolatré ! . . . Mi vida entonces
Kra un perpetu > abrazo
De mi alma con la dicha
En el nido de amor de tu regazo.
Jamás, jamás en el lní;r«!o suelo
Tal dicha tuvo nombre
¿Te acuerdas de esas noches en que el i telu
Miraba un ángel adorar á un hombre*
Temblaba mi alma en tu divin:» boca,
Kntre nis brazos te llamaba mí;i.
Y muriendo de amor, llorando loca.
Yo besaba tus lágrimas, Mari !
Y de ventura y de pasión perdidos.
Kn un abrazo delirante presos.
Ocultamos los rostros confundidos
Kmpapadt>s en lágrimas y besi>s!
Al grito del am r, grilo sublime
Nuestras férvidí s almas desposam' s
Ahí qué se hicieron nuestras dichas, dime?.
Para siempre después nos sepaiamos —
39
Tero yo le llamaba, te espcr;tba
Porque mi i. orazón se me moría. . . .
¿Con qué i mensa ternura sollozaba
K-ste nombre de arcángeles «María!»
Y luego le escuchaba en los céfiros,
Y respiraba en ellos
Kl ámbar de tu aliento y tus cabellos
Con el vago rumor de tus suspiros.
Y demandaba á la creación entera
La inmortal compañera de mi suerte
Y me sentía morir. . . . Forquc la muerte
No era perder la vida pasajera,
Nu era dejar el mufl>„o. . . .era no verte.
Hoy en la triste calma
De m:s ]n>onines noches, silenciosa
Sient > venir u imagen cariñosa
A la infinita soledad del alma.
Conmigo estás aquí porque has oido
I,a voz de mi dolor. . . .Uh! si supieras
Cuánto, cuánto, mi bien, he panecido!
t'omo náufraga tabla destrozada
Va mi existencia, sola,
Al viento del dolor abandonada
iJel mundo ama. go en la funesta ola.
Marchitas ya las flores de mi vida,
Ya de-hujadas por el llanto mío.
Heme aqtu' con el alma descreiua.
Con la oper. nza de. amor perdida
Viendo avanzar el porvenir sombrío.
Murió con mi esp ranza mi deseo.
Los Dioses que adoré me abandonaron,
Y en el hogar del corazón ateo
Ni las cenizas de mi fé quedaron.
Ha mucho tiempo que mi vida es triste.
Que busco el aislamiento,
Que de luto se viste
Ki) la sombra de mi alma el pensamiento;
Que llevo oculto en mentirosa calma
Un coraz'n en ruinas,
V una alma i pobre alma 1
Coronada de lúgubres espinas.
Temprano ¡ay! encontraron
Mis creencias en el mundo
Ll Gólgota, la cruz en que expiraron
Kntre escarnio y baldón Ansia sublime
Sintiendo de lo grunde y de lo bueno
¡«Acngn sed>! — gritó el :.lma, y le Uevaruii
Cáliz (le hiél hasta los bordes lleno.
Mi espíritu ha vagado por desiertos
í-in camino ni luz, mudos, sombríos,
C m) los campos en que están los muertos.
Como la noche de los duelos míos.
V tú ya no camin;is á mi lado,
Kstoy solo, tan sol" »,uc me espanta
l,a senda pavorosa
i^or donde arrastro mi cansada planta.
Nada en mí derredor. . . .ante mis ojos
I, a inmensa sok-tUid del mundo triste,
Y dentro el corazón como un gemido
Que no c lia jamás, el dolorido
Acento de tu adiós cuando pu) tiste
;Poniué dejaime en la espantosa calma
De lo que ya no existe?
l'orqué diviuo ctjrazón de mi alma
Tu espíritu de vida no me asiste?
¿1 «iiqué ii.e desamparas, mi María?
>i que limera deseas
/ MHircirme ven en mi agon.'a
Y te diré al morir Bendita seas I
Sí, ven quiero morir! Pálida sombra
Del án :fl de mi amor, me vuy contigo. . . .
Aire de lib* itad ! . . . .ya no » siás preso
Kspíritu intei.z ! . . . .alaría. . . . te sigo. . . .
Aquí está. . . .toda mi alma. .. .en este beso!.
Palidece mi lámpara. I s de día
He soñado el delirio de mi :imoi ;
La noche se refugia al . una in.ii.
Con su sombra la iniúgen ii^; ., aiía...
Volvamos á la vida y al tlolor.
KN MI HOGAR.
I Oh santa madre mía!
Aun jmetio at liespertjr \i<n hn-
Santificar mi tralíajoso día
Con mi beí.0 primer sobre tus i anas;
Y sentir que t.í mano carii)us;i
Resbala en mis cabellos.
Acaso por secar, madre heiidiía.
La humedad de tus lágiimas en ellos.
Porque tú lo comprendes, tú 1 - sabes
Aunque no te lo diga, madre mía;
N soy feliz, padezco. .. .Hay en mi alma
Kl callado sufrir de la ag nía.
Tú ío sabes, lo sabes. - . .y por eso.
Presintiendo de mi alma los enojos,
Al dcspiendersc de tu labio el beso.
Se desprende una got . d tus ojos.
¿Que Kiera yo sin ti"f ¿Dón-Ic en* ontrara
Mi pobre \ ida cariñoso ahí !.:<»?
¿Quién con mis breves alej;i íasjíd/araV
¿Quién me buscaia por Uu.ar conmigo "í
¿Quién me tliera valor, iju-én uie a entara
En esta eterna lucha con la uerte'.'
¿Quién con su san o amor du.ciiicara
I sta alma entristecida hasta la nuierte?
¿Qué religiosa voz de mi concien» ia
l,a negra duda ahuyentaría bastarda?
¿Kn donde viera >o sin tu presencia
Al ángel cariñoso e .li guarda:
Madre, mi eterno amo , tú que Irvantas
hÁ espíritu á Dios en tu plegaria.
Mujer bendita de palabras santas,
Ángel de mi existencia solitaria;
Ruega reza por mil La íé sublime
Que arde en tu corazón iJios la bendijo;
l.l rue^o de la madre es quien redime
Y purilu a el corazón del hijo.
Tú eres mi fé, mí amparo, mi consuelo;
Cuando á tus pies arrodillarme veas,
Ks que demando mi perdón :d ciclo
Y me lo da por tí Bendi.a seas!
FLORA.
ttN 1;N ALBl'M.
Me acuerdo; era la tarde, en el instante
Lleno de amor en que la luz decrece,
Y en remoto confín la fulgurante
Irente de oro del sol desaparece.
Mas la postrera ráfaga del día
•f2
Flotando eir el c.^prcio,
T.n la trunquilii atrntísfera tendi'a
i.a claiidud serena «. el topacio.
De pn^nto en los senderos perfumado»
Del jardín, á mis ojos estau»iudos,
Kégia, gentil, airosa
^un el >erenu aspecto de una Diosa
Una beldad pasó. Per tan bcUu»
'l'an seductora, virginal y pura,
^ue toda la herinisura
<^ue cube en la mujer, estaba cu etliu
Negro como La noche era el suave
Oleaje Ue su pek>,
Kran iistrt»s negrísimos sus ojos,
Un ciclo era aquel rostro, y de ese cielo
La aurora estaba entre sus labios rojos.
lodo ante su mirada sonreía.
Todo á su derredor se i.uminabar
Y que iban parecía
Las flores Á brotar donde pisaba.
PaS(5. . . -y las rosas »e doblaron tristes,
^uizá envidiosas de hermosura tinta,
i^ui/á paia besar la leve hucila
(^ue dejaba cu los céspedes su planta.
Pas6 y la azul TÍoleta
Que entre las hojas tímida se asoma.
Ante la Diosa su incensario suave
Abrió, y el aire se impregnó de aromx
Pasó y las arrras de la tarde errantes
Al besar su cabello suspiraron,
Pa**ó. . . .y las aves en su alcázar de hojas
Kl coro de sus trinos desataron.
Pasó, y "en torno de ella voladores.
Enamorados de tan puras galas,
1.a invisible legión de los Amores
Un dosel le formaba con sus alas.
En tanto el sol, que en la purpúrea zona
De las nubes de ocaso se escondía.
De oro y de luz & la beldad ceñía
Con su rayo postrer una corona,
Vna corona que llevar debía.
Porque aquella mujer de Paiaíso
V^ue i mis OJOS paso tan seductora
A la lu2 del crepúsculo indeciso,
fclru la icina de lus bellas. . . . Flora.
COLON.
<SCHILI.KK.)
Marcha. .. .marcha Colon ! Y si ese mundo
Que pides al misterio del océano
No ha sido creado auri, de entre las olas
1-n premio de tu audacia
I.c hará surgir la Omnipotente mano.
Porque existe en la gran Xaturale/u
Kl eterno Criador, que de su arcano
Levantando portento- de belleza.
Sabe cumplir en toda su grandeya.
Las promesas del g-'nio soberano.
ODA A LA PATRLV.
5 DK ^L\YO DE 1862.
Atoemos nuestro libaro en la cumbre
Lsplendorosa de granito y nieve
Del excelso volcán, á donde raudo
Lntre el fulgor de la celeste lumbre
'Jan sc)to el cóndor á degar se atreve ;
Donde la nube se desgarra el seno
Í*ara vibrar el rayo
Y hacer rodar en el abismo el trueno.
Alcemos, sí, bajo la arcada inmensa
JJel cielo tropical y sobre el ara
Diamantina del Ande
Kl augusto penden de la victoria,
Cjue aun mereciera pedestal más grande
La ensena de la l'atria y de la Gloria!
Oh santo nombre de la Patria!. ..Lscuda
Con tu prestigio inmenso
Ksta mi auda;; palabra, tan desnuda
]-)e elocuencia y vigor; haz que vibrante
.Al pie de tus altares sl- levante,
Y sea como la nube del incienso
Ante el ara de Dios; ha¿ que resuene
Potente, y en su vuelo
<'ím tu renombre los espacios llene
Y cubra el mundo y se levante al cielo!
'
Ayer— ftigaz iiiiiuito que ;i la Historia
Araba de pusa: cu las serenas
Y desliinib antes alas de la tlloria —
Ayer en la ignora a
Cumbre de una co ina que ceñía
Una cinta de frágiles almenas
Y pobre artillería.
Kl inejicaTiu p-aliellón flotaba
llajo un ciclo de brumas
Co'iio en La frente del guerrero azteca
Kico 1 enacho tle vistosas plumas.
Mas no flotaba al beso voluptuoso
De las brisas del trópico. . . .crujía
Al sopk» tempestuoso
De un hiir;it :ui de niueitc, y se tendí»
Su lun:i tricolor, como del íris
Soiire 1,1 frente negra de los cielos
La diadema se obtenía
Cuando Inuendo flamígera sacude
Su nielrna ile rayos la tormenta!
Y f rii timltiéu un íris de esperanza
Aqu I sat; lo pabellón erguido
Ant ■ el genio k-roz de la matanza.
Aquella enseña del derecho herido
Alzánil >se terrible á la venganza.
Allí del Mundo de Colón los ojo>
Se fijaban severos, centellando
l)c impaciencia, de cólera y enojos.
Y quién sabe si aiíadas
Allá desde los picus solitarios
l)e la alta cordillera, silen^ iusas,
blnvueltas en sus ( álidos sudarios,
\)v nuestro- héroes muertos asomaban
1 assombia-- c pectrales
Y elGuadalnp'- atónitas miraban.
Kl iJuadalupi-. . . .1 )stenta en sus laderas
De la patria las bélicas leg'ones;
Brillan las arm^-^, tlot m l..s banderas,
Y se mezcla al Todar de los can -nes
Kl toque del clarín, la \(íz de mando
Y el lelincho marcial de los bridones.
V nuis allá, cruzando la llanura,
Henchidas de arríjgancia.
ieiidiendo al sol 1 is alas voladuras,
I,as imperiales águilas de Fraiu.ia
Conduciendo las huestes inva'-oras.
45
l-.as hueítcs sin rival. En sus pendoacs
Cien y cien veces derramó laureles
Propicia la victoria ;
Soldados favorit()> d ■ :i ^luria,
Kn los campcjs di' I^iropu mis corceles
Han dejado una tiuelta ensim^rentada
\' i icn veces su> página la Hist 'ria
Abrió 5 la punta de su atroz espada.
Kllas son y avanzan. . . .¡Uios supremo 1
Ah ! ¿Qué va íi ser de nuestra pohre tierra
Ante esos semidioses de la guerra?. ...
¿Que va á ser del soldado mejicano,
Soldado humilde sin laurel ni pompa
De esos titanes al tremendo empuje?...
¿Qué va 'i ser?. . . .Ved lo ya
Suena la tmi
Si día la bala, la metralla nije,
Se avanzan con furor los butalloacs.
Se chocan los guerreros.
Se desgarran flotando los pendones,
Oiijen tintos en sangre los aceros,
liemlila la cumbre, tiembla la llanura
Al estruendo mortal de 1 1 pelea,
Y de lium<j y polvo en la tinicbía oscura
Kl cañón formidable centellea!
¡Icrrible batallar! Potcnt'- rabia
Ue insensato furor ebrio de sangre;
Kesiín de la venganza,
Kn que solo resuena pavoinj-o
Kl s. Ivaje rujir de la matnn/a;
En í]ue iiera la vida
Se escapa palpitante por la I erida
Del corazón imlómito, que aun late
Kncendidii en las iras tlel combate.
Instante de terror y de grandeza,
Kn qne el débil en bravo se convierte
Y se buce león el corazón del fuerte,
Y convulsa la vida se desgarra
Y se guz i el Horror y rie la Muerte.
Terribk' batallar! Golpe por golpe.
Furor sobre furor, vida por vida
Y Sanóle nada mas Allí el renombre
Del francés vencedor y su pericia
Contra el derecho trasformado en hombre
Y armado de justicia,
lerriides tas legiones,
(nal de la mar las olas turbulentas
(¿ue flajela «1 furor de 1;ls tormentas.
46
Se encuentran y se chocan y se rompen
Feroces y sangrientas !
Y ¿es verdad?.. .es verdad?. ...Los invencibles.
Los t^ue cejar no pueden,
J^os tigres de Inkerman y Solferino
Aquí, blanca la faz» perdido el tino
Y con miedo en el a nía. . . .retroceden?. . , .
^En dónde está su incontrastable arrojoj-
;fc,n d(Snde su furor armípotentey
¿D(5 el llegar y vencer que suyo haría
Inmóvil de terror el continente?
'Las águi as francesas
N'o midieron, cruzando el Océano,
Cuanto eres, Libertad, grande y potente
üajo el inmcn-^o cielo americano:. . . .
Soberbias le arrojaron sus legiones;
Y viéndolas llegar, en tu mirada
Las iras del ultraje centeiluron '.
Relámpagos los golpes de tu espada
Kl rayo de la muerte fulminaron ;
Sangrienta charca abrióse tu pisada.
Nada su rabia de leones pudo,
Y ante tu fueite es udo
lillas. . . .las invencibles. . . .se estrellaron t
Y tres veces así ! ... . del Guadalupe
t^nedaron las laderas
J)e pálidos cadáveres regadas,
Y de france-a sangre
Y sangre mejicana ¡ay! empapadas.
Y cuando el sol de Anáhuac esplendente
Bajaba al occidente,
Ki ángel tutelar de la victoria
Voló á arrancarle su postreru Favo,
Bañó con el de Méjico la Irente
Sellándola de gloria,
Y con letras de sol CINCO DK MAVO
Tara ios siglos esc»ibió en la Historia!
Kntonces. ..tú lo sabes. Puebla mía,
I Oh Puebla, cuyo nombre bendecidu
Knsalzar como quiero nunca supe I . . . ,
'l'u nombre para siempre esclarecido
I-a Francia lo aprendíóen el estampido
L)el cañón que tronaba en liuadalupe!
Cayó sse nombre cr la soberbia Europa
47
Con el ruido triunfal de una victoria;
Cayó vestido con el ampo de oro
Del sol de Mayo que alu.iibró tu gloria t
Desde entonces, a'líi, bajo e' sereno
Dosel de auroras que (lesplei;a oriente.
Envuelta en olas de oro por la lumbre
De aquesc sol triunfal, y coronada
Con el lauro que el tiempo no destrona»
Del Guadalupe yérgue>c en la cumbre
La tigura inmortal de /uiagoza.
Las águilas frantesus que algún día
Tendieron sobie el mundo
Kbrias de triunfos las potentes alas.
Llevando entre sus garras las banneías
Vencidas y hechas trizas
De naciones ;Utivas y guerreras;
1-as águüas que guiaron la fortuna
Sangrienta de los tieros líuna, arte.
No posaron su vuelo victorioso
Dcspucs, del Guadalupe en ei baluarte.
Y queda allí, soberbio monum(;ntu
De patriotismo y g oria,
Vistiendo cou la sangre no lavada
La púrpura triunfal de su victoria.
Allí queda á su plarta la esforzada
Guerrera de Aloyac, Puebla la bella.
La tic-ra de mi i ogar, que guarda altiva
Cual cicatrices que la gloria sella,
Sus calles destrozadas,
Sus lotos muros, sus deshecho» lares,
Y en pie las ruinas de sus grandes templos
Por la bala francesa acribilladas,
KIocuente padrón del heroismo
Y del patrio denuedo,
Página de la Histoiia
Del mejicano corazón sin miedo!
Allí queda la invicta
Amazona mostrando cual trofeo
La palpitante herida del combate,
Por la cual, ante p1 sol, como en el roto
Pecho de los guerreros de Xirteo
Se vé el valiente corazón que late.
Allí queda ese fuerte de los libres
Ante cuyo granito la soberbia
4»
De los nunca veíicidos se destroza;
Allí queda esc campo de pelea
Donde hollaron las cruces de Crimea
Los cascos del corcel de Zaragoza!
i Allí quedas, mi Puebla! Y si algún día
Arroja el extranjero
El grito de la guerra ú tu muralla,
■ Remif va tu osad.a,
V'ibra (le nuevo ci matador acero.
Desata el huracán de la metralla,
Fulmina Mera de hi muerte el rayo;
Y la sangre dei camp.» de b.italla
La seque aun otra vez la esplendorosa
Lumbre de gloiia de tu sol de Mayo!
CHUZ.
(EN UN ÁLBUM).
Colocan las hermosas en su cueno
La cruz de la oración,
En su pecho los hombres, al costado,
l,a i:ru/ de distinci(')n ;
Mas yo sé de una «cruz» de quien es sitio
'l'an solo el corazón,
Y que de Amor en el altar hermoso
Merece adoración.
KVA.
Era la sesta aurora. Todavía
El ámbito profundo
Del éter el Fiat lux estremecía;
tra el serencj despertar del mundo
Ku la niñez del tiempo.
Amanecía,
Y del Criador la ma o soberana
Ceñía con gasas de topacio y rosa
Como la casta frente de una esposa
l..a trente sideral de ta mañana.
Rodaban en la atmósfera ligera
Las ola^ de oro de la luz j rimera,
V I vantando púdiLu sus velos
La Primavera, deslumbrante en galas.
Iba en los campos \ írgenes del suelo
Regando flores al batir sus atas.
Kl nioiue azul, su cumbre de granito
Dejando acarivi:ir por los celajes,
L>esplcgal)a en los valles de esmeralda
La exulieruiite falda
iJe sus viiguntes árboles salvajes.
V cortinas de móviles follajes.
Cascadas dt* \erdura
Cayendo en los h rrancos,
Abiijíaban en sombras y frescura
Cí rutas que festonaban capiichosas
Rosas purpiueas y jazmines blancos.
h'A denso bosque presintiendo el día
Poblaba su arboleda de rumores,
Kl a^tia alegre y jufiuetona huía ,
l'.nlre lañasv juncos ttnnh adores,
h.\ íintífl de la noche saiudía
Las si"tas de sus alas en las flores,
V flotaba la Aurora en el espacio
Knviielta en sus cendales d^* topacio,
y.TZk ia hora nupcial. Dormía la tierra
Como un;» virgen liajo el casto v»rlo,
V el rcgm sol al scjrprenderla, amante.
Para be^arlu i uminaba el cielo.
Kra la hora nupcial, 'l'odas las olas
De los I ios, ríe 1:ls fuentes y los mares
Kii un ( oro inefable preludiaban
Ün liiinr» del C antar de los Cantares.
Kl incier. so sagrado del perfume
Ixhalaíln de toda> las corolas
h U'laba derramado t n los celiros,
Que al iiimor de sus alas ensayaban
Un conciei i') de bcsu y sus])iros ;
y cuantas a\cs tle can<)i.> acento
Se pieideii en ¡as diáfanas rcLiiones,
Desat;indo el raudal de sus canciones
Inundaban de músicas el viento.
Kia la hora nupcial. Naturaleza
De salir del c ios aun deslumbrada,
Ktiia de juventud y de belleza,
Viiy.nal y sagrada,
Velííndíise en misterio y poesía
Sobre el tálamo en rosas de la tierra
Al Hombre se ofrecía.
Kl Homíjre. .. .Allá en el fondo
iJas secreto del bosque, dó la sombra
Kra mas tibia del gentil palmero,
^' mas nudlida la mn-üosn iWtombra
50
Y mas rico y fragante el limonero;
Donde mas lindas se tupían las flures
Y llevaba la brisa mas aromaíi,
1.a tueiite más rumures,
Y trinaban mejor los ruiseñores
Y lloraban más dulce las palomas ;
Uó más bellos tendía
^us velos el crepúsculo indeciso,
Allí el Hombre dormía.
Aquel era su hogar, el Taraíso.
El mundo inmaculado
Se mostra'Ju ai nacer grande y sereno;
Dios miraba lo criado
Y veía que cía bueno.
üañado en csplend r, lleno de aurora.
Da aquel instante en la sagrada calma,
A la sombra doiniido de la palma
Y del ics'peU llorido en el rega/o
Kstaba Adán, la varonil cabeza
Km el rubustu brazo,
Y esparcida á la brisa juguetona
La melena gentil ; pero la altiva
l-'rcnte predestinada á la corona.
La noble taz augusta de belleza,
Kn medio de su sueño revelaban
¡Severa y melancólica tristeza.
' )reaba sus cabellos el céfiro,
ülaudumcii e su pecho respiraba,
k*eTO algo como el soplo del suspiro
Por su labio pagaba.
¿SufríaV. . . .fcn aquel retiro
Solo el Criador con el dormido estaba.
Kra el hombre primer, era el momento
Primero de su \ida, y ya su labio
Bosquejaba la voz del sufrimiento.
La inmensa vida palpitaba en torno,
Pero él esta a >ol El aislamiento
Xiasforniuba en proscrito al soberano.
Entonces el Cria.lor tendiósu mano
Y el costado de Adán tocó un instante.
Suave, indecisa, sideral, flotante
Como el leve vapor de las espumas.
Cual blanco rayo de la luna errante
)-n un girón perdido de las brumas;
Emanación ca-^tísima y serena
Del cáliz virginal de la azucena.
Perla v viente de la hermosa :»urora»
Ampo de hu del venidero día
Condensado en la forma voluptosa
IJe un nuevo ser que vida recibía.
Una blanca figura luminosa
Alzóse junto á Adán Adán dormía,
i La primera mujer! Fúlgido cielo
Que b;iñó con su lumbre
1.a mañana primer de las mañanas,
¿Viste luego en la vasta muchedumbre
De las hijas humanas
Aluuna mSs gentil, niSs hechicera»
Mas ideal que la mujer primera?
La niis.i.a mano que vistió la tierra
De azules horizontes.
Los campos de esmeralda,
Y de n eve la cumhre'de los montes,
Y de verde oscnríüimo su falda:
1-a que en las ohis de la mar sombría
Alza penachos de biillaiite esput^a,
Y corona de urco-íris y de bruma
La catarata rüpida y biavía;
La que tiñc con uiágici s colores
Las plumas de las aves y las fiores;
l-.a que tan bellos pinta esos celajes
De oro y ó[íaIo y púrpura, que forman
Del cielo de la tarde os paisüjcs ;
La que cuelga en el éter crista ino
El globo opaco de la !una fría,
Y en el zenit es léndido levanta
La corona del sol que lanza el día ;
La que al tender el trasparente velo
Del ancho firmamento, c mo rastros
De sus dedos de luz dejó en el cielo
VjI polvo fulgoroso de los astros ;
La mano que en la gran n^ituraeza
Pródiga vierte perennal hechi/o.
La del eterno Dios de la belleza
|Oh pimera mujer . . . esa te hizoí
La didce palidez de la nzucena
Que se abre con la aurora
X -1 casto rayo de la luna llena
Dejaron en su faz encantadora
La pureza y la sitz. Los frescos labios
Como la rosa purpurina roj<.s,
Bsa mirada en que fulgura el a'ma
En los rasgados y brillantes ojos
Y por el albo cuello,
Voluptuoso crespón de sus hechizos,
I^a opulenta cascada del cabello
Cayendo en olas de flotantes rizos.
--"Sr"""
Su casta dcMiiulc/ iiiini:iKiI>a.,
Su labiu sonreía.
Su alienlM perfumaba,
Y el mirar de siis ojos encendía
Una incfuble luz que se mezclaba
Al albor del cirepúsculo i .deciso ....
Eva era el alm i en flor del Paraíso.
Y de ctla. en derredor, rica la vida
Se agitaba dicht sa;
Naturaleza toda, palpitante.
Como á la virgen tremida el amante
La envolvía cariñosa.
Las hojas le cant.il)an
La canción del susurro melodiox».
Al compá-. d • las fuentes que rodaban
Su raudal cii>lalini) y sonoras .
Kn torno lns céfiros voladores
^u cabello empapaban con aromas,
Suspiralían pasando los rum res
Y trinaban mejor los ruiseño.e".,
Y lloraban más dulce las palonixs,
Kn tanto que las rosas y los n -r io>,
Húmedos ya con el celesto riei;o.
Temblando ásu presencia.
Su pié bañaban con fragante esencia
Y se inclinaban á besarle luego.
Iba á salir el >ol ; ;imanecia,
Y á la plácida sombra del palmero
Tranquilo Adán dormí;»,
Su frente magestuosa acariciaba
J-.l ala de la í>risa que pasaba
^ su labio cntieabierto sonreía.
Eva le contem laba
Sobre el inquieto c<jraz6n as manos.
Húmedos y cargados de ternura
Los ya lánguidos ojos soberanos ;
Y poco á poco, trémula, agitada,
Sinti lulo dentro el seno comprimido
Del corazón el férvido latido,
Sintiendo que potente, irresistible.
Algo inefable que en su ^ér había
Sobre los labios del gentil dormido
Los suyos atraía.
Inclinóse sobre él. . . .
Y de improviso
Se oyó el ruido de un beso palpitante.
Se estremeció de amor el Paraíso
T alzó su frente el sol en ese instante.
A IjVS señoritas AtlRAMOM'L,
Cuando en un día de proscripción y duelo
En busca ya de playas extranjeras
\)c Cuba abandonasteis las praderas.
El sol de fuego y el bridante cielo.
Sin duda que en amargo desconsuelo,
Viéndoos partir, lloraron sus riberas»
Y al deciros ADIÓS, en sus palmeras
Gimió la brisa del nativo sucio,
porque si Cuba es concha dt- los mares.
Vosotras sois sus perlas más valiosas;
Si Cuba es un jardín entre palmaras,
Vo-iotras sois sus flores más hermosas,
Y Si ..mor levantara sus altares
De esos altares os hiciera diosas.
A LA SOCIEDAD LITERARIA
«Rodríguez Calvan.»
Óyeme juvenrud !
Callo en mi labio
El himno de alabanza'
Y abro mi coraz n en donde gruado
La voz de la amistad y la confianza.
Me llamaste á tu seno y he venido
pobre (.ie lo que esperas;
Mas si jamás talento he poseído.
Aún guarda el corazón envejecido
Algo de sus lejanas prima\eras.
A'iii el fuego divino
Que enciende en esa edad la fantasía,
\ alumbra el pensamiento,
Como alumbra el inmenso firmamento
El rayo de oro del naciente dia.
Aun ese fuego deja
Su chispa postrimer enardecida
Dentro de un corazó i que ya se aleja
De los confines de la edad florida,
1 >entro de un corazón que van enfriando
I ..is nieblas de la tarde de la vida.
Esa chispa se aviva, y i su fuego
El ánima se inquieta,
Y yo su impulso irresistible sigo,
IVaycndo, mas que el canto del poeta,
I.Li mana cariñosa del amigo.
54
l)c)a, pues que cu las cuerdas silcncíosaik
]>et arpa abandonada
Busque yo his antiguas armonus.
Que acaso se llevaron para siempre
LaK blandas auras de mis bellos días.
Deja un instante que á tus puertas llame.
Dichosa juventud t Deja que aliente
Tu atmtSsíera de luz, tu ambiente libre,
Y que á tu hogar mi corazón caliente
Que á tu festín primaveral me siente
Y que mi canto i_on los tuyos vibre.
Que también como tú, cuando mis horas
K^taban alumbradas touavía
Por el beso de luz de sus auroras,
Y ta ilusión y la esperanza ardiente
Lanzaban tentadoras
Una nube de sueños á mi frente.
Sentí que abrazador el pensamiento
Kl raquítico cráneo me rompía,
Y el águila audaz de poderoso aliento
Kn poa de libertad y firmamento
Sus al;is impacientes sacudía.
Entonces, como ¡ú, sintiendo estrecho
A la ansiosa mirada el horizonte
Y al agitado corazón el pecho,
Soñé otro muudo tras el patrio monte,
Utro aire azul tras el paterno techo,
Y en al- s del amor y la conñanza
Busqué otra inspiración á mis cantares»
Otra felicidad á mi esperanza.
Otro incógnito Dios á mis altares,
Otro umor á mi amor!
Febril empeño
Mi mente enardecia
£n pos del mundo que forjó mi sueño.
Kl mundo de mi loca fantasía.
Mi mundo de poeta,
bu pedazo de cielo que se abría
>,n lu reglón del alma mas secreta.
Un enjambre de sueños voladores
Kn torno de dos almas cariñosas,
Y del alba a los tibios resplandores
Un escondido tálamo de rosas
i'ara el sueño nupcial de loi amores;
Un cáliz desbordado de embriagueces.
De inmortales delicias.
Un lorrente de besos, de supiros.
De lágrimas de amor y de caricias !
56
K! mundo del placer y 1 1 ventura
Al arru'lo del arpa enamorada
Ante el ara gentil de 1 1 hermosura;
Y más allá, la fulgurante Dios.i,
Eterno y sant > amor del pensamiento.
La gloria, señalando majestuosa
Su corona de e trellas al talento!
Y el triunfo austero de la s era ciencia
Kn la uiímpic.i frente pensad ra
Del hombre-rey, alzando brilladora
Una aureola inm ital, la inteligencial
Y la lucha, ekcombatc misterioso
Que el alma varonil li .ra al destino
13c ta vida en el camp > tenebroso;
Y -a conquista, la cstiuendoüa t.ima
Arrujando en sus cánticos un nombre
Al porvenir, heraldo que proclama
J-as victorias del hombre ;
Y la ciencia, el poder, la gloría, el triunfo,
'lodo ese grupo del ideal sagrado
Que enciende nuestras almas
Y á combate perpítuo las convida.
Agitando ■ agníhcas sus palmas
Kn torno al g adiador ensangrentado
Vcmedor en las luchas de Li vida!. . . .
\Oh espíen Jor de los sueños vagabundos
Que el espíritu abrasan, tú le en< umbras
Al través de los soles y los mundos
"Y sol también el universo a umbras!
Todo eso en su risueña lontananza.
Todo eso en los unibra es de la vida
Pintaba ante mis ojos la c-peranza. ..•
Culpa no es suya si salió mentida,
Pero tú, juventud, sueña, delira,
Kspera y ambic oiia!
La gloria del talento no es mentira
Y es esa gloria la mejor corona I
*
Y vosotras, vosotras, las gentiles
Hijas del Atoyac, cuyos hechizos
Acaso adivinaron
Los que á Puebla en un tiempo
La TIERRA DK LOS ANGELES llamaron»
Vosotras sois las flores
Del mágico pensil de los amores.
Música es vuestra voz, y ambrosía
Son esos labios húmedos y rojos ;
Como et briüante sol encieadc el db
S6
Amor enciende vuestros lindo» ojos
¿Quim al veros, de vos no se enunioraí
¿Qu¿ suspiro hasta vos no se levaiun?
Qué coriiz(>ii vuestro desdén no lloiu?
¿Qué trovudor vuestra beldad no canta?
¿(Juicn en sueños no mira vuestra '^onihra?
: t^hiicn no quisiera & vuestras planta> bellas
TendíT como una alfombra
Ramilletes de rosas y de estrellas?
¿No tiembla acaso el alma estremecida
A\ e--o nada más de vuestro nombre?
-No sois del alma la mitad querida,
L;is dulces compañeras de la vida.
La sangre, el ser, el corazón del hombre?. . . ,
l'ues si todo losoi-i ; si el ciclo quiso
(}ue el hombre por vosotras olvidara
Kl jardín celestial del Paraíso;
Si madre ó promet-da
Siempre las dueñas sois de nuestra vida,
I Ab.id, abrid al rayo de la cien :ia.
C nio la flor al sol su cá.iz de oro.
Vuestra hermosa y f liz inteb^eticia!
De nada sirve incógn t » el tesón».
La perla más preciosa nada vale
Si siempre oculta entre s.i concha vive,
Y solo pedernal es el diamiinte
Si luz y pulimento no recibe.
Acreciente ei sa jer vuestra valía.
En el joyel osténtese la perhi,
Biil e eldiamante con la luz del díi
Y al ceñir vuestr s frentes ruborosas,
Donde tienen >u asiento
También la inspiración y el talento.
Los laureles se mezclen con las rosus.
Vuestro es del hombre < I cora-ón. ..que os rinda
También el pensamiento.
Completad sobre su ama la victoria,
"Y ya que sois su dicha, sed su orgullo.
Ya que sois su destino, sed su gloria!
¡ Dichosa juventud, sueña, delira,
Kspera y amb ciona !
La gloria del talento no es mentira
Y es es:i gl ria la mejor corona !
; Dichosa juventud, álzate, avanza!
El sol del porvenir con sus reflejos
Alumbra tu esperanza ! . . . .
Kn tanto el sol que i.uminiS ta mía
Esconde all-t & o lejos
£n las nieblas de ocaso su agonía.
índice.
I*PARTK..
HOJAS DISPERSAS
7 Te creí sueño.
7 Nii te acuerdas?
7 Amor! (]ue dulce palabra.
8 No podiamoü hablar,
y Como para el mundo.
9 ¿Como puede la alondrsx
9 Un colibrí.
9 Kn medio rl ancho mar
10 Te he dado,
lo Bésamr.
10 Eres un cielo.
11 Como fugaz relímpago.
II le creí mu-rta.
'' Q''^^- •• -nii corazón ttespierta.
11 V para qué .sentir!
12 Vuelve á mi corazón
12 Me acuerdo.
12 Kl ángel de la tarde.
12 lia Líronse mis ojos.
i_! Ni) me olvides.
13 Ijn medio de las ruina».
íS t-n un abrazo inmenso.
13 Juventud, juventud.
¡i Kn un tiempo yo fui.
1+ -Moriste.
14 He conoi.ido.
15 Pasd gentil,
lí Llevas en tu hermosura.
IJespues de los calores.
Te amo, te a oro.
Por tus caricias.
Mariposas brillan es.
I.a noche de los trópicos.
Calor en tus labios.
KSpidoal mar.
Después que me dejaste
Si eres ángel.
I'^n su curso voluble
I.uzde mi valle.
Qué dulce es el hogar 1
Triste es la tarde.
Duerme.
Bajo la sacra bóveda.
Amo la ciencia.
Ciiaiulo desjuics.
Un viaje por un mar.
22 Hcrmiisa, y como siemp c.
2B Hasta de quejas.
«3 1^ t erra, el aire azul.
i»;-í Amo ta noche,
24 No soy mas que mi sofmbra.
■¿^ N* más vida
2* PARTK,
COMPOSICIONES VARIAS.
a6
Creo en ti
'7
Tus versos.
28
Nupcial.
30
A una Poetisa.
31
Nuestro adiós.
32
No, no te digo adiós.
34
Eternamente.
35
Ven!
36
Mari».
«o
En mi hogar.
41
Flora.
43
Colón.
43
Uda á la Patria.
48
Ciuz. En un álbum.
48
Eva.
53
A las Señoritas .'V^ramonte.
53
A la Sociedad «Rodríguez Galvin