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Full text of "Anales del Museo Nacional de México"

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ARCH.4i:OLOGV    AND    ETHNOLOGY 

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CHARLES  P,  BOWÜITCH 

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(CUiíOf  1B63) 

Recened    Decemb6r  29>  1930# 

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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  Y 


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ANALES 


DEL 


Museo  Nacional  de  México 


SEGUNDA  ÉPOCA 


TOMOV 


MÉXICO 

Imprenta  del  Museo  Nacional 

1908 


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SBGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


DICCIONARIO 


DE 


MITOLOGÍA  NAHOA, 

POR  EL  Lie.  CECILIO  A.  RÓBELO. 


O 

(Continúa.) 


Con  el  propósito  que  hemos  ma- 
nifestado en  otros  artículos,  de  dar 
á  conocer  el  precioso  Códice  Ma- 
GLiABEccHiANO,  apeuas  leído  por  al- 
gunos eruditos,  ponemos  á  continua- 
ción lo  que  dice  sobre  Ochpanistli, 

«Esta  figura  e  fiesta  Uamauan  los 
«yndios  Vch  paniztli.  q  quiere  dezir 
«barrimiento.  por  q  en  ella  ponian 
«al  demonio,  q  ellos  llaman  toci  q 
«quiere  dezir  nuestra  agüela  vna 
v^irrv-'  «escoba  en  la  mano,  en  esta  fiesta 
«sacreficauan  yndias.  enlos  cues,  q 
«estañan,  enfrente  de  los  caminos, 
«hazían  grandes  bailes  y  borra  che- 
«ras,  y  estas  yndias  q  sacre  f  ícauan 
«las  desollauan.  y  otras  vestían  sus 
«pellejos  para  bailar  delante  este 
«demonio.» 

El  día  último  de  esta  veintena  se 
hacía  fiesta  á  la  diosa  Xochiquetsa- 
lli;  pero  se  hablará  de  ella  al  tratar 
de  esta  diosa. 

La  figura  del  mes  Ochpamstli  en 
los  jeroglíficos  es  una  escoba,  sím- 
bolo de  la  ceremonia  de  barrer  el 
templo  y  los  caminos.  Los  tlaxcal- 
tecas pintaban  una  mano  con  la  e.<^- 
coba. 

Oohpantli.   Véase   Ochpaniztli. 


Ofiolatría.  Culto  á  las  serpien- 
tes.  Véase  Coatl. 

Olin  ó  XTliiL  Hule,  goma  elásti- 
ca; metafóricamente  significaba 
«movimiento,»  por  la  suma'  elasti- 
cidad de  esta  substancia. 

En  la  religión  era  simbólico  cho- 
rreado sobre  los  papeles,  ó  en  mar- 
cas en  los  carrillos  y  sienes  de  las 
víctimas  y  aun  de  los  dioses.  En 
estos  casos  empleaban  el  vocablo 
olin  en  su  significación  directa.  Pe- 
ro cuando  observaron  los  astróno- 
mos que  el  sol  se  presentaba  en  el 
horizonte,  durante  el  curso  del  afto, 
en  diversos  puntos,  á  este  fenóme- 
no lo  llamaron  olin,  significando 
«movimiento;»  pero  como  habían 
observado  que  los  movimientos 
eran  cuatro,  los  dos  puntos  equinoc- 
ciales y  los  dos  solsticiales,  los  lla- 
maron nahuiolin,  y  compuesta  la 
palabra,  nauholin,  «los  cuatro  mo- 
vimientos» del  sol. 

Ya  sea  porque  el  olin  era  objeto 
empleado  en  el  culto;  ya  porque  sim- 
bolizaba un  fenómeno  del  sol,  el  dios 
Tonatiuh;  ya  sea  por  ambas  causas, 
lo  hicieron  dios  también,  y  lo  colo- 
caron como  uno  de  los  signos  de  los 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


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meses  ó  veintenas,  pues  era  el  17.** 
día  de  la  veintena  y  primero  de  la 
13.*  trecena  del  TonalamatL 

Cuando  al  Olin  le  tocaba  ser  4.° 
día,  que  era  en  la  2.*  trecena  del  To- 
nalamatl,  entonces  el  nombre  del 
día  nahui  olin,  coincidía  con  el  nom- 
bre del  fenómeno  solar,  nauholin,  y 
se  hacía  gran  fiesta  en  honor  del  sol. 
( Véase  Nahui  Olin  y  Nauholin.) 

La  figura  del  Olin  en  los  jeroglí- 
ficos es  el  sol,  Olin  Tonatiuh. 

Olin  Metztli  {Olin,  movimiento; 
metstli,  luna:  «Movimiento  de  la  lu- 
na. »  Chavero  emplea  el  vocabloO/m- 
emetstli;  pero  no  es  correcto,  por- 
que la  e  que  está  después  de  la  n  no 
es  elemento  déla  palabra.)  Chavero 
cree  que  así  como  observaron  los 
nahoas  los  movimientos  del  sol  y 
crearon  el  Olin  Tonatiuh  6  Nauholin, 
así  también  observaron  los  de  la  lu- 
na y  formaron  el  Olin  Metstli,  que  él 
llama  impropiamente  Olinemetstli 
Funda  su  opinión:  l.^enque observó 
en  el  Códice  del  Tonalamatl  las  fi- 
guras de  dos  buhos  que  semejan  en 
su  posición  la  cruz  del  Nauholin,  y 
no  le  cupo  duda  de  que  á  este  sím- 
bolo se  refería  uno  de  los  buhos,  pe- 
ro-que  el  otro,  de  color  obscuro,  no 
podía  tener  la  misma  significación, 
y  le  ocurrió  que  así  como  había  un 
Olin  del  sol,  era  posible  que  hubie- 
se otro  de  la  luna;  y  lo  confirmó  en 
su  opinión  el  natural  pensamiento 
de  que,  si  los  nahoas  observaron  el 
curso  anual  del  sol,  con  más  razón 
debieron  observar  el  de  la  luna,  que 
tiene  menor  duración,  que  se  repi- 
te varias  veces  en  un  año,  y  que 
abraza  mayor  extensión  en  el  hori- 
zonte; 2,^  en  que  en  el  Códice  Bor- 
GiANO  se  ve  repetido  varias  veces 
el  símbolo  del  Olin  Metstli,  de  for- 
ma siempre  igual  y  determinada, 


que  consiste  eh  una  cruz  de  San  An- 
drés, siempre  blanca  en  las  pintu- 
ras, cuyos  brazos  están  separados 
por  un  ángulo  menor  que  el  del  Nau- 
holin, y  debajo  del  cruzamiento  de 
las  aspas  hay  un  semicírculo  ó  figu- 
ra semejante,  que  parece  represen- 
tación de  la  misma  luna,  y  á  ocasio- 
nes se  le  agregan  las  vírgulas  del 
humo,  propias  de  este  astro;  y  3.<*  en 
que  en  el  Códice  Fejer  Vary  el  Olin 
Metstli  está  representado  con  una 
cruz  de  ángulos  mayores  que  el 
Nauholin^  en  cuyo  centro  se  ve  un 
masatly  ciervo,  signo  de  la  luna,  y  á 
la  derecha  está  el  vaso  azul,  símbo- 
lo del  mismo  astro. 

OloliuquL  (Deriv.  de  ololoa,  cu- 
brir, rodear,  envolver:  «Que  cubre, 
envuelve,  etc.»)  Un  vegetal  narcóti- 
co, ó  hipnótico.  Sahagún,  hablando 
de  las  hierbas,  dice:  «Hay  una  yerba 
«que  se  llama  coatlxoxouhqui  (coa- 
•xoxouhgui:  culebra  azul)  y  cría 
«una  semilla  que  se  dice  ololiuhqui; 
«esta  semilla  emborracha  y  enlo- 
«quece,  danla  por  bebedizos  para 
«hacer  dafto  álos  que  quieren  mal, 
«y  los  que  la  comen  paréceles  que 
«ven  visiones  y  cosas  espantables: 
«danla  á  comer  ó  á  beber  los  hechi- 
«ceros  ó  los  que  aborrecen  á  algu- 
«nos  para  dañarlos. » 

Ximénez  dice:  «Es  la  ololiuqui 
«una  yerbíi  retorzida  que  lleua  las 
«o jas  thenues,  verdes,  de  figura  de 
«corazón,  tiene  los  tallos  redondos 
«thenues  y  delgados,  las  flores  blan- 
«cas,  larguillas,  cassi  como  redon- 
«das  y  muy  semejantes  al  culantro, 
«donde  le  vino  el  nombre: «  planta  de 
«o jas  redondas.» 

Según  Vetancourt,  el  ololiuhqui, 
por  otro  nombre,  coaxihuitl,  «hierba 
de  las  culebras,»  lo  tomaban  los  sa- 
cerdotes para  entrar  en  cierto  es- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


lado  de  visión  y  recibir  respuesta  á 
sus  dudas. 

Sobre  este  punto  es  más  explícito 

Ximénez,  pues  dice:  « antigua- 

«mente  los  sacerdotes  de  los  ydo- 
«los  que  querían  tratar  con  los  de- 
«monios  y  tener  respuestas  de  sus 
«dudas,  comían  desta  planta  pa- 
«ra  tomarse  locos,  y  para  ver  mil 
«fantasmas,  que  se  les  presentauan, 
«ponían  delante,  en  lo  cual  no  dexa 
«de  ser  esta  planta  (semejante)  al 
«solano  maniaco  de  dioscorides;  no 
«será  grande  yerro  (texar  de  dezir 
«aquí  donde  naze  pues  importara 
«muy  poco  que  esta  yerba  no  se  es- 
«criuiera  aquí  ni  aun  que  los  espa- 
«ñoles  la  conocieran.» 

Latín  técnico:  Ipomcea  sidcefolia. 
Chois.— El  vulgo  la  llama  «Pascua.» 

Orne  AcatL  (Orne,  dos;  acatl^  ca- 
ña: «Dos  Cafta.)  Dos  Cafta.  El  signo 
Acath  «Caña,*  que  es  el  XIII  de  las 
veintenas  ó  meses,  es  Orne  Cuautli, 
«Dos  (día)  Cafia,»  en  la  veintena 
Toxcath  6  sea  la  5.*  del  primer  año 
de  los  Tlalpilli,  y  era  el  segundo 
día  de  la  8.*  trecena  del  Tonalamatl, 
y  seguía  siendo  Orne  Acatl  de  la 
8.^  trecena,  18  veces  en  un  Tlalpilli, 
6  sea  en  un  período  de  13  años  so- 
lares. 

Acatl  era  también  uno  de  los  cua- 
tro nombres  con  que  distinguían  los 
años,  y  era  Orne  Acatl,  «Dos  (año) 
Caña,»  en  el  primer  Tlalpilli  del  ci- 
clo de  52  años. 

Los  que  nacían  en  el  día  Orne 
Acatl  eran  afortunados. 

Hemos  dicho  en  el  artículo  Ce 
Acatl  que  todas  las  fechas  ó  días  del 
Tonalamatl  los  personificaban  y 
adoraban  como  dioses,  y  á  algunos 
lesteníangran  veneración  hastafor 
mar  su  imagen  y  erigirles  templos. 
Orne  Acatl  ú  Offtacatl,  como  dicen 


los  cronistas,  era  un  dios  muy  ve- 
nerado. 

Se  le  consideraba  como  el  numen 
de  los  regocijos.  Cuando  los  seño- 
res principales  daban  algún  convi- 
te, ó  celebraban  alguna  fiesta,  sa- 
caban del  templo  la  imagen  de  es- 
te dios  y  la  ponían  en  el  sitio  de  la 
reunión,  y  creían  que  quedaban  ex- 
puestos á  una  desgracia  si  dejaban 
de  hacerlo. 

Los  que  peligraban  en  algún  via- 
je, ofrecían  ir  á  visitar  el  templo  de 
Orne  Acatl  y  hacerle  sacrificios 
de  incienso  y  papel. 

En  la  fiesta  de  Orne  Acatl  hacían 
la  imagen  del  dios,  y  alguno  de  sus 
devotos  llevábala  á  su  casa  para 
atraer  sus  bendiciones  y  para  que  le 
multiplicase  su  hacienda;  y  cuando 
esto  acontecía,  reteníala  y  no  la  que- 
ría dejar.  El  que  quería  dejar  á  la 
imagen  se  esperaba  á  que  otra  vez 
reinase  el  mismo  signo,  y  entonces 
la  llevaba  adonde  la  había  tomado. 

Sahagún  dice  que  si  los  quedaban 
algún  convite  no  llevaban  á  su  casa 
la  imagen  de  Omacatl,  creían  que  el 
dios  se  enojaba  y  se  le  aparecía  al 
dueño  del  convite,  en  sueños,  y  que  lo 
reprendía  y  reñía  diciéndole:  «Tú, 
« mal  hombre,  porque  no  me  has  hon- 
«rado  como  convenía,  sabe  que  yo 
«te  dejaré,  yo  me  apartaré  de  tí,  y 
«tú  me  pagarás  muy  bien  la  injuria 
«que  has  hecho.»  Agrega  Sahagún 
que  cuando  el  dios  se  enojaba  mu- 
cho, mostraba  su  enojo  mezclando 
pelos  ó  cabellos  en  la  comida  para 
dar  pena  á  los  convidados  y  deshon- 
ra al  dueño  del  convite;  y  además, 
cuando  comulgaban  en  la  fiesta  del 
dios  se  enfermaban,  y  cuando  co- 
mían ó  bebían,  añuscábanse  (se 
atragantaban)  con  la  comida  ó  bebi- 
da no  pudiendo  tragarla;  y  cuando 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


andaban,  se  tropezaban  y  caían  á 
menudo. 

La  fiesta  á  este  dios  la  hacían  de 
noche,  y  comulgaban,  á  cuyo  efec- 
to, los  principales  y  los  calpixque, 
mayordomos  del  templo,  hacían  de 
la  masa,  llamada  tsodlli,  una  figu- 
ra de  un  hueso  redondo,  largo  y 
grueso  y  lo  llamaban  «hueso  de 
OmacatL»  Antes  de  comulgar  co- 
mían y  bebían  pulque;  y,  al  amane- 
cer, á  un  indio  que  representaba  al 
dios,  le  punzaban  la  barriga  hasta 
lastimarlo,  y  en  seguida  repartían 
la  figura  ó  «hueso  de  Omacatl,^  di- 
vidida en  tres  partes,  y  comía  cada 
uno  lo  que  le  cabía.  Los  que  comul- 
gaban quedaban  obligados  á  pro- 
veer todo  lo  necesario  para  la  fies- 
ta de  Omacatl  en  el  próximo  año. 

«La  imagen  de  este  numen— dice 
*Sahagún— era'comounhombreque 
«está  sentado  sobre  un  haz  de  jun- 
«cias:  tenía  la  cara  manchada  de  ne- 
«gro  y  blanco:  una  corona  de  papel 
«apretada  á  la  frente,  con  una  ven- 
«da  larga  y  ancha  de  diversos  cólo 
«res,  la  que  estaba  anudada  acia  el 
«colodrillo,  con  una  lazada  que  pa- 
«recían  borlas:  tenía  revuelto  á  la 
«corona  unas  cuentas  de  chalchivi- 
*tes  (^r/ia/c/r/Aw///;  esmeralda);  tenía 
-t puesta  una  manta  á  manera  de  red, 
«con  que  estaba  cubierto:  una  fran- 
« ja  ancha  donde  estaban  sembradas 
«unas  flores  tejidas  en  la  misma 
«franja:  tenía  una  rodela  junto  á  sí, 
«de  la  que  le  colgaban  unas  borlas 
«anchas  por  la  parte  de  abajo,  y  en 
«la  mano  derecha  un  cetro  donde 
«estaba  una  medalla  redonda  ahu- 
«jerada  á  manera  de  clarabolla.  Es- 
«taba  asentada  de  canto  sobre  una 
«mesa  redonda,  y  en  lo  alto  tenía 
«un  chapitel  piramidal,  á  este  cetro 
«llamaban  tlachialia,  que  quiere  de- 


«cir  miradero,  porque  encubría  la 
«cara  con  la  medalla,  y  miraba  por 
«la  clarabolla.» 

Ningún  autor  moderno  ha  hecho 
la  descripción  de  Oniacatl,  y  hemos 
copiado  el  retrato  que  hace  Saha- 
gún,  para  darlo  á  conocer  al  común 
de  los  lectores. 

Orne  AtL  (Orne,  dos;  Atl,  agua: 
«Dos  Agua.»)  Dos  Agua.  El  signo 
Atl,  «Agua,»  que  es  el  DC  de  las 
veintenas  ó  meses,  es  Orne  Atl,  «Dos 
(día)  Agua,»  en  la  veintena  Tepeil- 
huitl,  ó  sea  la  43.*  del  primer  afto  de 
los  Tlalpilli,  y  era  el  2.^  día  de  la  20.* 
trecena  del  Tonalatnatl,  y  seguía 
siendo  Orne  Atl  de  la  20.*  trecena, 
18  veces  en  cada  Tlalpilli. 

Los  que  nacían  en  este  día  no  te- 
nían agüeros  buenos  ni  malos:  era 
un  día  indiferente. 

Orne  Calli  (Orne,  dos;  calli,  ca- 
sa: «Dos  Casa.»)  Dos  Casa.  El  sig- 
no Calli,  que  es  el  III  de  las  veinte- 
nas ó  meses,  es  Orne  Calli,  «Dos 
(día)  Casa,»  en  la  veintena  Teotleco, 
ó  sea  la  12.*  del  afto,  y  era  el  segun- 
do día  de  la  18.*  trecena  del  Tona- 
lamatl,  y  seguía  siendo  Orne  Calli, 
de  la  18.*  trecena,  18  veces  en  cada 
Tlalpilli, 

Los  que  nacían  en  este  día  no  te- 
nían ni  adversa  ni  propicia  suerte: 
era  un  día  indiferente. 

Calli  era  también  uno  de  los  cun- 
tro  nombres  con  que  se  distinguían 
los  aftos,  y  era  Orne  Calli,  «Dos  (año) 
Casa,»  en  el  3er.  Tlalpilli,  ó  sea  el 
28.^  afio  del  ciclo  de  52. 

OmecihuatL  (Orne,  dos;  dhuatl, 
mujer:  «De  los  dos  la  mujer.»)  Véa- 
se Ometecutli. 

Orne  CipactlL  COme,  dos;  cipac- 
tli,  espadarte,  ó  cocodrilo,  como  tra- 
duqe  Seler  ^n  el  Códice  Fejer  Va- 
ry:  —  «Dos  Espadarte  ó  cocodrilo.») 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


Dos  Cocodrilo  ó  Espadarte.  El  sig- 
no Cipactli^  que  es  el  I  de  las  vein- 
tenas ó  meses,  es  Orne  Cipactli,  «Dos 
(día)  Espadarte,»  en  la  veintena  7b- 
sostonth',  ó  sea  la  3.^  del  año,  y  era 
el  2.°  día  de  la  4.^  trecena  del  Tona- 
lamatl,  y  seguía  siendo  Orne  Cipac- 
tli de  la  4.^  trecena,  18  veces  en  ca- 
da Tlalpilli. 

Los  agüeros  para  los  que  nacían 
en  este  día,  eran  los  que  correspon- 
den á  Ce  Xóchitl.  (V.) 

Orne  Coatí.  (Orne,  dos;  coatí,  cu- 
lebra: «Dos  Culebra.»)  Dos  Culebra. 
El  signo  coatí,  que  es  el  V  de  las 
veintenas,  es  Orne  Coatí,  «Dos  (día) 
Culebra,»  en  la  veintena  Hueyte- 
cuilhuitl,  ó  sea  la  8.^  del  aflo,  y  era 
el  2.*^  día  de  la  12.^  trecena  del  Tona- 
lamatl,  y  seguía  siendo  Orne  Coatí 
de  la  12.**  trecena,  18  veces  en  cada 
Tlalpilli. 

Este  día  era  indiferente  para  los 
que  nacían  en  él. 

Orne  Cozcacuautli.  (Orne,  dos; 
coscacuautli,  águila  de  collar:  «Dos 
Águila  de  collar. » )  Dos  Águila  de  co- 
llar. El  signo  Coscacuautli,  que  es 
el  XVI  de  las  veintenas,  es  Orne 
Coscacuautli,  "Dos  (día)  Águila  jde 
collar,»  en  el  mes  Teotleco,  ó  sea  el 
8.*^  del  aflo,  y  era  el  2P  día  de  la  19.« 
trecena  del  Tonalamatl,  y  seguía 
siendo  Orne  Coscacuautli  de  la  19.^ 
trecena,  18  veces  en  cada  Tlalpilli. 

Los  que  nacían  en  este  día  tenían 
una  suerte  indiferente. 

Orne  Cuautli.  ;Ome,  dos;  Cuau- 
tli,  águila:  «Dos  Águila.»)  Dos  Águi- 
la. El  signo  Cuautli.  que  es  el  XV 
de  las  veintenas,  es  Orne  Cuautli, 
«Dos  (día)  Águila,»  en  el  mes  Aca- 
hualco,  6  sea  el  1.*^  del  año,  y  era  el 
2.^  día  de  la  2.^  trecena,  y  seguía 
siendo  Orne  Cuautli,  18  veces  en  ca- 
da Tlalpilli. 


Los  agüeros  para  los  que  nacían 
en  este  día,  eran  los  que  correspon- 
den al  día  Ce  Ocelotl.  (V.) 

Orne  Cuetzpalin.  (Orne,  dos; 
Cuetspalin,  lagartija:  «Dos  Lagar- 
tija.») Dos  Lagartija.  El  signo  Cuets- 
palin,  que  es  el  4.°  de  las  veintenas, 
es  Orne  Cuetspalin,  «Dps  (día)  lagar- 
tija,» en  el  mes  Xocohuetzi,  ó  sea  el 
10.^  del  año,  y  era  el  2.^  día  de  la  15." 
trecena  del  Tonalamatl,  y  seguía 
siendo  Orne  Cuetspalin,  18  veces  en 
cada  Tlalpilli,  en  la  misma  15.^  tre- 
cena. 

Este  día  era  indiferente  para  el 
porvenir  de  los  que  nacían  en  él. 

OmeEhecatl.  (Orne,  dos;  ehecatl, 
viento:  «Dos  Viento.»)  Dos  Viento. 
El  signo  Ehecatl,  que  era  el  II  de 
las  veintenas,  era  Orne  Ehecatl, 
«Dos  (día)  Viento,»  en  el  mes  Acá- 
huaico,  ó  sea  el  1^  del  año,  y,  por 
consiguiente,  era  el  2.°  día  de  la  pri- 
mera trecena  del  Tonalamatl,  y  se- 
guía siendo  Orne  Ehecatl,  18  veces 
en  cada  Tlalpilli,  en  la  misma  1.* 
trecena. 

Los  agüeros  para  los  que  nacían 
en  este  día,  eran  los  que  correspon- 
den al  día  Ce  Cipactli.  (V.) 

Orne  Itzcuintli.  (Ome,  dos;  its- 
cuintli,  perro:  «Dos  Perro.»)  Dos 
Perro.  El  signo  Itscuintli,  que  era 
el  X  de  las  veintenas,  era  Orne  Its- 
cuintli,  «Dos  (día)  Perro,»  en  el  mes 
Ochpanistli,  ó  sea  en  el  1 1.^  del  año, 
y  era  el  2.°  día  de  la  17.''*  trecena  del 
Tonalamatl,  y  seguía  siendo  Orne 
Itscuintli,  18  veces  en  cada  Tlalpi- 
lli, en  la  misma  décima  séptima  tre- 
cena. 

Los  que  nacían  en  este  día  no  te- 
ñí a  n  adversa  ó  próspera  suerte, 
pues  el  signo  Ome  Itscuintli  era  in- 
diferente. 

Orne  Malinalli.  (Orne,  dos;  Mali, 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


nalli,  escoba:  «Dos  Escoba.»)  Dos 
Escoba.  El  signo  Malinalli,  que  era 
el  XII  de  las  veintenas,  era  Orne  Ma- 
linalli, -«Dos  (día)  Escoba,»  en  el  mes 
Tecuilhuitontli,  6  sea  el  7P  del  año, 
y  era  el  2.°  día  de  la  11.*  trecena  del 
primer  Tonalamatl,  y  seguía  sien- 
do Orne  Malinalli,  18  veces  en  cada 
Tlalpilli  en  la  11  .*  trecena. 

Los  que  nacían  en  este  día  engen- 
draban muchos  hijos,  y  ninguno  de 
ellos  se  lograba,  pues  todos  morían 
antes  de  tiempo. 

Ome  Mazatl.  (Orne,  dos;  masatl, 
ciervo  ó  venado:  «Dos  Venado.») 
Dos  Venado.  El  signo  Masatl,  que 
era  el  IP  de  las  veintenas,  era  Orne 
Masatl,  «Dos  (día)  Venado,»  en  el 
mes  HueitoBOBtli,  ó  sea  el  4.®  del 
aflo.  y  era  el  2P  día  de  la  6.®  trecena 
del  primer  Tonalamatl,  y  seguía 
siendo  Ome  Masatl,  18  veces  en  ca- 
da Tlalpilli,  en  la  6.*  trecena. 

Era  un  día  mal  afortunado  y  des- 
venturado, pues  el  que  en  él  nacía 
era  temeroso,  cobarde  y  espantadi- 
zo, de  cualquiera  cosa  se  azoraba 
y  temblaba.  (Sah.) 

Ome  Miqíiiztli.  (Ome,  dos;  Mi- 
quisili,  muerte:  «Dos  Muerte.») Dos 
Muerte.  El  signo  Miquistli,  que  era 
el  VI  de  las  veintenas,  era  Ome  Mi 
qiÜBtli,  «Dos  (día)  Muerte,»  en  el 
mes  Etsalcualistli,  ó  sea  el  6.°  del 
año,  y  era  el  2P  día  de  la  9.*  trece- 
na del  primer  Tonalamatl, y  seguía 
siendo  Ome  Miquistli,  18  veces  en 
cada  Tlalpilli,  en  la  9.*  trecena. 

Los  que  nacían  en  este  día  tenían 
muy  adversa  suerte. 

Ome  Ocelotl.  (Ome,  dos;  Ocelotl, 
tigre:  «Dos  Tigre.»)  Dos  Tigre.  El 
signo  Ocelotl,  que  era  el  XIV  de  las 
veintenas,  era  Ome  Ocelotl,  «Dos 
(día)  Tigre,»  en  el  mes  Tosostontli, 
6  sea  el  3.^  del  año,  y  era  el  2P  día 


de  la  5.*  trecena  del  primer  Tona- 
lamatl, y  seguía  siendo  Ome  Ocelotl, 
18  veces  en  cada  Tlalpilli,  en  la  5.* 
trecena. 

Este  día  lo  reputaban  mal  afortu- 
nado para  los  que  nacían  en  él  por- 
que estaba  consagrado  á  Quetzal- 
coatí  (Sah,) 

Ome  Olin.  (Ome.  dos;  Olin,  mo- 
vimiento: «Dos  Movimiento.»)  Dos 
Movimiento  (del  sol).  El  signo  Olin, 
que  era  el  XVII  de  las  veintenas, 
era  Ome  Olin,  «Dos  (día)  Movimien- 
to,» en  el  mes  Xocohuetai,  6  sea 
el  lO.o  del  afio,  y  era  el  2P  día  déla 
16.*  trecena  del  1er.  Tonalamatl, 
y  seguía  siendo  Ome  Olin,  18  ve- 
ces en  cada  Tlalpilli,  en  la  16.*  tre- 
cena. 

Era  indiferente  el  Ome  Olin,  pa- 
ra la  suerte  de  los  que  nacían  en  él. 

Ome  Ozomatli.  {Ome,^o^\  Ozo- 
matli,  mona:  «Dos  Mona.»)  Dos  Mo- 
na El  signo  Ozomatli,  que  era  el 
XI  de  las  veintenas,  era  Ome  Ozo- 
matli, «Dos  (día)  Mona,»  en  el  mes 
Tlaxochimaco,  ó  sea  el  9.^  del  aflo, 
y  era  el  2P  día  de  la  14.*  trecena  del 
primer  Tonalamatl,  y  seguía  sien- 
do Ome  Ozomatli,  18  veces  en  cada 
Tlalpilli,  en  la  14.*  trecena. 

Ni  próspera,  ni  adversa  suerte 
ofrecía  este  día  á  los  que  nacían  en 
él,  pues  era  indiferente. 

Ome  QuiahuitL  (Ome, dos;  Quia- 
huitl,  lluvia:  «Dos  Lluvia.»)  Dos 
Lluvia:»  El  signo  Quiahuitl,  que  era 
XIX  de  las  veintenas,  era  Ome  Quia- 
huitl, «Dos  (día)  Lluvia,»  en  el  mes 
Etzalcualiztli,  6  sea  el  6.^  del  año, 
y  era  Ome  Quiahuitl,  «Dos  (día)Llu- 
via,»  en  la  10.*  trecena  del  1er.  To- 
nalamatl, 18  veces  en  cada  Tlalpi- 
lli, en  la  10.*  trecena. 

Este  día  era  próspero  para  los 
que  nacían  en  él. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


Orne  Tecpatl.  {Orne,  dos;  tecpatl, 
pedernal:  «Dos  Pedernal»)  Dos  Pe- 
dernal. El  signo  Tecpatl,  que  era  el 
XVIII  de  las  veintenas,  era  Orne 
Tecpatl,  «Dos  (día)  Pedernal,»  en  el 
mes  Hueitecuilhuitl,  6  sea  el  8.**  del 
aflo,  y  era  el  2P  día  de  la  13.^  trece- 
na del  ler.  Tonalamatl,  y  seguía 
siendo  Orne  Tecpatl.  18  veces  en 
cada  Tlalpilli,  en  la  13  *  trecena. 

Este  día  era  indiferente  para  los 
que  nacían  en  él. 

Ometecutli.  (Orne,  dos;  tecutli, 
señor:  «De  los  dos,  el  seflor.»)  El 
Supremo  Creador  de  todas  las  co- 
sas. Así  como  los  cristianos  inven- 
taron la  Trinidad,  los  nahoas  in- 
ventaron la  Dualidad,  Viendo  que 
todo  en  la  naturaleza  se  reproduce 
por  un  par,  creyeron  lógico  hacer 
par  á  su  primera  divinidad,  y  por 
eso  llamaron  á  Dios,  Omeyotl,  «Dua- 
lidad,» y  á  una  persona  de  esta 
dualidad  la  llamaron,  Ometecutli, 
«De  los  dos,  el  seflor,»  esto  es,  el  va- 
rón; y  á  la  segunda  persona,  Omeci- 
Jtuatl,  «De  los  dos,  la  mujer. v 

Orozco  y  Berra  dice:  que  Omete- 
cutli significa  «Dos  veces  caballe- 
ro ó  sefior,»  y  que  Omecihuatl  sig- 
nifica «Dos  veces  seflora. » 

Chavero  dice:  que  Ometecutli sig- 
nifica  «Dos  señores»  ó  «Seflor  dos,» 
lo  cual  quiere  decir,  en  su  concepto, 
que  el  creador  nahoa  era  tmo  y  dos 
á  un  mismo  tiempo,  uno,  como  la 
primera  divinidad,  dos  para  produ- 
cir todo  lo  creado ;  de  modo  que  un 
sólo  ser  era  al  mismo  tiempo  dos, 
lo  cual  no  se  puede  explicar  de  mejor 
manera  que  comparándolo  con  la 
idea  de  la  trinidad  cristiana. 

Ni  Orozco  ni  Chavero  tienen  ra- 
zón en  la  exposición  de  sus  ideas  so- 
bre la  naturaleza  del  Ometecutli  y  la 
significación  de  su  nombre.  Basta- 


rá, en  general,  para  demostrarlo, 
que  « dos  veces  »  no  se  dice  en  me- 
xicano ome,  sino  oppa,  de  suerte 
que  el  nombre  debería  ser  Oppate- 
cutli,  y  el  de  Omecihuatl,  respecti- 
vamente, Oppacihuatl.  Orozco  ad- 
mite la  dualidad  de  personas,  no 
más  que  á  cada  una  le  atribuye  do- 
ble carácter,  pues  á  la  una  la  llama 
«dos  veces  sefior,»  y  á  la  otra  «dos 
veces  seflora,»  de  modo  que  en  lu- 
gar de  referir  el  ome*  dos,  á  la  dua- 
lidad, lo  refiere  á  cada  persona.  No 
fué  éste  el  concepto  de  los  nahoas. 
Chavero  no  admite  la  dualidad  de 
personas,  sino  que  á  una  sola  le 
atribuye  doble  carácter,  el  de  dios 
y  el  de  creador,  así  es  que  el  ome, 
dos ,  lo  refiere  á  los  caracteres ,  no 
á  la  dualidad  de  personas,  y  siendo 
así,  el  Ometecutli  no  se  puede  expli- 
car comparándolo  con  la  trinidad 
cristiana,  como  dice  Chavero,  pues 
en  ésta  hay  tres  personas  y  un  so- 
lo dios,  y  en  la  idea  de  Chavero  hay 
una  persona  y  un  dios. 

La  idea  de  los  nahoas,  como  he- 
mos dicho  antes,  fué  la  de  represen- 
tar á  la  divinidad  en  un  connubio 
de  varón  y  hembra,  llamando  al  uno 
tecutli.  «sefior,»  y  á  la  otra,  cihuatl, 
«mujer; »  y  este  dualismo  no  lo  con- 
cretaron á  la  Suprema  Divinidad, 
sino  que  la  extendieron  dando  á  ca- 
da dios,  casi  siempre,  una  diosa  pa- 
ra formar  el  par;  así  vemos  que 
existían  Mictlantecutli  y  Mictlanci- 
kuail,  Tlaltecutli  y  Tlalcihuatl,  etc., 
etc.  Cuando  los  nahoas  querían  dis- 
tinguir los  diversos  caracteres  de 
un  dios,  ó  sus  distintas  funciones, 
entonces  sí  empleaban  los  numera- 
les oppa,  dos  veces;  yeippa,  tres  ve- 
ces; etc..  etc.,  y  así  llamaban  Na- 
ppatecutli,  «cuatro  veces  sefior,»  á 
un  dios  coadjutor  de  Tlaloc,  que 


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ANALES  DEL  MUSEO    NACIONAL. 


presidía  los  cuatro  puntos  cardi- 
nales. 

Los  nahoas  colocaban  á  Órnete- 
cutli  y  á  Omecihuatl  en  la  región 
más  alta  de  los  cielos,  que  llama- 
ban Omeyocan.  (V.)  «Lugar  de  la 
Dualidad.»  Pintábanlos  en  una  so- 
la figura,  sentada  en  un  icpallivQR]^ 
adornado  de  riquísimas  plumas  y  de 
los  símbolos  de  la  luna  y  de  la  es- 
trella vespertina,  y  tenía  sobre  la 
frente,  en  su  tocado,  el  signo  de 
la  luz.  Poníanle  detrás,  para  repre- 
sentar su  nombre  en  jeroglífico,  un 
copilli  ó  corona  real,  queriendo  así 
expresar  que  era  el  dios  principal, 
el  rey  de  los  dioses.  (Chav.) 

La  primera  obra  del  Ometeculli 
fué  la  creación  de  los  Cielos  (V.)  y 
la  segunda,  la  tierra.  Estas  crea- 
ciones están  representadas  en  el 
Códice  Vaticano.  Sentado  el  dios 
en  su  icpalli  y  con  el  atavío  que 
hemos  descrito;  tiene  el  rostro  de 
su  color  natural  y  las  manos  ama- 
rillas para  expresar  su  dualidad, 
pues  en  los  jeroglíficos  se  usa  el 
color  natural  al  representar  á  los 
hombres  y  el  amarillo  para  las  mu- 
jeres, y  á  sus  pies  están  las  figuras 
que  representan  los  cielos  creados; 
y  en  la  pintura  de  la  creación  de  la 
tierra  está  ésta  con  la  figura  de  un 
cuadrado  con  su  color  propio  y  bro- 
tando de  ella  las  plantas  que  pro- 
duce. 

Ometectitli  y  su  compañera  Ow^- 
aAw«//,  aunque  númenes  supremos, 
tenían  cada  uno  su  alter  ego,  que 
eran,  Tonacatecutli  (V.)  para  el  dios, 
y  Tonacacihuatl  para  la  diosa.  El 
nombre  de  aquellos  expresa  la  do. 
minación  absoluta  del  Universo,  y 
el  de  éstos  una  de  las  múltiples  fun- 
ciones que  se  atribuían  á  los  prime- 
ros, denotando  con  más  especiali- 


dad el  dominio  sobre  todas  las  pro- 
ducciones de  la  tierra;  pero  uno  y 
otro  intervenían  en  la  creación  de  los 
seres  racionales:  Ometecutli\?í  dis- 
ponía como  Dualidad  suprema,  y 
la  ponía  en  ejecución,  bajo  el  nom- 
bre de  Tonacatecutli,  ayudado  de  va- 
rios coadjutores.  Los  toltecas  creían 
que  los  nuevos  seres  eran  forma- 
dos en  el  más  alto  de  los  cielos  por 
la  Dualidad  creadora,  y  de  allí  ve 
nían  á  tomar  su  puesto  en  el  vien- 
tre de  la  madre :  por  esto  dice  Sa- 
hagún:  «Decían  que  de  aquel  gran 
«Señor  dependía  el  ser  de  todas  co- 
«sas,  y  que  por  su  mandado,  de  allá 
«venía  la  influencia  y  calor  con  que 
«se  engendraban  los  niños  ó  niñas 
«en  el  vientre  de  sus  madres.»— Es- 
to está  pintado  en  la  página  XIII 
del  Códice  Hamy,  pues  se  vé  á  la 
criatura,  ya  formada,  bajar  sobre 
la  mujer  carnal  para  que  se  cumplie- 
se de  tal  modo  la  preñez  por  ordena- 
ción de  lo  alto.  Te^catlipoca  pre- 
sencia y  preside  el  acto  del  parto, 
tal  vez  como  numen  de  la  Provi- 
dencia. En  la  lámina  22  del  Códice 
Mayer  está  Tonacatecutli  iniciando 
la  modelación  del  ser  con  la  forma- 
ción de  la  boca  por  donde  debe  to- 
mar el  alimento,  modelando  la  boca 
con  un  punzón,  é  introduciendo  por 
ella  el  alimento. 

Ometecutli  y  Ometecihuatl  tuvie- 
ron muchos  hijos,  el  padre  dirigía 
á  los  varones,  y  la  madre  á  las  hem- 
bras. La  Omecihuatl  dio  á  luz  un 
tecpatl,  pedernal,  de  lo  cual  admi- 
rados y  espantados  los  hijos,  acor- 
daron arrojarlo  á  la  tierra;  cayó  el 
pedernal  en  Chicomostoc,  siete  cue- 
vas, y  al  golpe  brotaron  mil  seis- 
cientos dioses.  Después  de  algún 
tiempo  que  éstos  vivieron  en  la  tie- 
rra, enviaron  un  mensajero  á  la  ma- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


dre  para  que  le  dijese  que  ya  es- 
taban caídos,  les  diese  licencia  para 
crear  hombres  que  les  sirvieran,  y 
que  les  diese  la  industria  para  for- 
marlos. La  diosa  contestó  que  lo 
tenía  á  bien,  que  ocurrieran  á  Mic- 
tlantecntli,  Seflor  del  infierno,  que 
le  pidiesen  un  hueso  ó  ceniza  de  los 
muertos  de  otras  edades,  sobre  lo 
cual  se  sacrificarían ,  y  saldrían  un 
hombre  y  una  mujer  que  se  multi- 
plicarían después.  Traída  esta  res- 
puesta por  77o/// , Gavilán,  se  reunie- 
ron en  consejo  los  dioses,  y  deter- 
minaron que  Xolotl  fuese  al  infierno 
á  pedir  los  huesos,  y  le  previnieron 
que  por  cuanto  que  era  doblado  y 
caviloso  el  seflor  del  Mictlan  mira- 
se no  se  arrepintiera  después  de 
hecha  la  dádiva.  Marchó  Xolotl  á 
cumplir  el  mandato,  y  obtuvo  el 
hueso  y  ceniza ;  mas  luego  que  es- 
tuvieron en  sus  manos,  echó  á  huir 
á  toda  carrera;  pero  seguido  por 
Mictlantecutli,  tropezó  y  rompió  el 
hueso,  que  era  de  una  braza;  reco- 
gió como  pudo  los  pedazos  y  llegó 
á  la  presencia  de  los  dioses,  quie- 
nes pusieron  los  desiguales  frag- 
mentos en  un  lebrillo,  se  sacaron 
sangre  del  cuerpo  que  echaron  so- 
bre las  astillas ,  y  á  los  cuatro  días 
salió  un  nifio;  repitiendo  la  misma 
operación,  á  los  otros  cuatro  días  sa- 
lió una  ñifla,  y  los  dieron  á  crear  al 
mismo  Xolotl,  el  cual  los  crió  con 
leche  de  cardos.  Los  hombres  son 
de  diversas  estaturas,  porque  el 
hueso  que  dio  Mictlantecutli  se  rom- 
pió, al  tropezar  Xolotl,  en  pedazos 
desiguales. 

En  nuestro  poema  «Los  Cuatro 
Soles,»  aludiendo  al  mito  de  Órnete- 
cutli,  decimos  lo  siguiente: 

El  Gran  Ometecutli^  en  Omeyocan, 
Morada  de  placer  y  de  riquezas, 


Con  Omecihnatl,  su  inmortal  consorte, 
Formó  los  cíelos  de  la  obscura  nada, 
Para  que  moren  los  finitos  seres 
Que  al  mundo  habrán  de  dar  luz  y  la  vida. 

(Sigue  la  descripción  de  la  crea- 
ción de  los  cielos,  que  puede  verse 
en  el  artículo  Cielos.) 

CitlaUonac,  lucero  refulgente, 
Hermoso  dios  que  mora  en  Omeyocan, 
Con  Citlalctieitl,  «el  faldellín  de  estrellas,» 
Se  une  en  consorcio  con  amor  fogoso 

Y  crea  los  dioses  que  en  el  cíelo  viven. 

I     fA  Ometecutli  se  le  daba  tam- 
bién el  nombre  de  Citlaltoi^a  ó  Ci- 

TLALATONA  f  V.  )  V  d  OmECIHUATL  Cl 
de     ClTLALCURlTL    Ó  CiTLALICUEVE. 

IfV.-) 

t 

Mas  una  vez,  al  alumbrar  la  diosa, 
Nació  un  tajante  y  relumbroso  tecpatl; 

Y  al  ver  los  dioses  á  tanto  raro  hermano, 
Arrójanlo  indignados  de  la  altura ; 
Cuando  á  caer  sobre  la  tierra  llega 

El  duro  pedernal,  mil  y  seiscientos 
Héroes  ó  dioses  del  lugar  brotaron, 

Y  el  Gran  Chicomostoc  ó  «Siete  Cuevas,» 
Albergue  fué  de  aquellos  celestiales. 

,  Viéndose  solos  en  su  nuevo  mundo. 
Pues  ya  los  hombres  perecido  habían 
Por  el  Tletonatiuh,  y  aun  infecunda 

Y  desierta  se  hallaba  el  ancha  tierra, 
Acordaron  mandar  una  embajada 
Solicitando  de  su  augusta  madre 

El  don  precioso  de  crear  vivientes, 
Para  formar  con  ellos  servidumbre. 
A  Tlotli,  gavilán,  le  confirieron 
De  embajador  el  eminente  cargo. 
La  diosa  respondió  con  voz  severa. 
Que  si  abrigaban  sentimientos  nobles 

Y  pensamientos  de  su  origen  dignos, 
Su  afán  constante,  su  único  deseo 
Debieran  ser  vivir  eternamente 

Con  sus  hermanos  en  el  alto  empíreo ; 
Mas  pues  gustaban  del  terráqueo  globo, 
Que  acudieran  al  dios  de  los  infiernos, 
Al  señor  del  Mictldn,  y  le  pidieran 
Huesos  de  muerto,  con  su  propia  sangre 
Regáranlos,  que  al  fin  producirían 
Al  hombre  y  la  mujer,  progenitores 
De  pueblos  y  comarcas  del  Auahitac. 


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10 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Y  le  advirtió  la  diosa  al  emisario 

Que  el  que  fuera  al  Mictlán  muy  cauto  fuera, 
Porque  el  dios  infernal,  arrepentirse 
Después  pudiera,  y  le  quitaba  el  hueso. 
Al  intrépido  Xólotl  cupo  en  suerte 
Marchar  á  las  regiones  del  infierno 
Para  el  hueso  pedir,  y  en  los  umbrales 
Del  antro  apenas  se  posó  su  planta, 
Cuando  al  encuentro  le  salió  el  Tcciitli: 
En  breve  arenga  la  embajada  expuso 
El  numen  terrenal,  y  el  fiel  custodio 
Del  fúnebre  Mictlnit  donóle  un  hueso: 
La  dádiva  en  sus  manos  viendo  Xólotl, 
De  allí  se  aparta,  y  en  veloz  carrera 
Hacia  la  tierra  con  ardor  retorna : 
Aunque  el  dios  infernal,  en  pos  del  héroe 
Presuroso  corrió,  no  le  dio  alcance, 

Y  á  su  mansión  volvióse  enfurecido; 
Pero  en  su  fuga  el  terrenal  tropieza, 
Al  suelo  cae,  y  suelta  su  reliquia, 

Y  el  hueso  se  rompió,  se  hizo  pedazos ; 
Con  cuidado  recoge  los  fragmentos 

Y  hacia  la  tierra  su  camino  sigue 
Impávido  Xólotl,  y  á  sus  hermanos 
Entrega  los  pedazos  desiguales: 
En  un  tecáxitl  de  bruñida  piedra 
Echaron  las  astillas  con  gran  celo, 

Y  las  regaron  con  su  propia  sangre ; 
A  la  cuarta  mañana  salió  un  niño; 
Volvieron  á  regar,  y  á  los  tres  dias 
Una  niña  surgió  del  hondo  cáxitl. 
Del  mismo  Xólotl  bajo  la  custodia 
Los  dos  niños  quedaron  en  su  infancia, 

Y  con  leche  que  extraJQ  de  los  cardos 
Alimento  les  dio  muy  saludable: 
Crecieron  los  infantes,  y  si-  raza 
Pronto  pobló  la  solitaria  tierra. 

De  los  hombres  la  altura  es  diferente, 
Porque  también  lo  fueron  los  pedazos 
Del  hueso  que  rompió  Xólotl  huyendo. 

Chíivero  dice  que  los  nahoas  no 
concibieron  á  dios  como  un  ser  es- 
piritual, y  que  el  dios  creador  Ome- 
tecutli  no  era  más  que  el  sol  con  el 
nombre  de  Tonacatecutli,  Nosotros 
no  sustentamos  esa  opión,  y  nos  re- 
servamos el  combatirla  en  el  artícu- 
lo Tloquc  Nahuaque;  por  ahora  sólo 
diremos  que  Tonacatecutli,  sea  ó 
no  sea  el  sol,  no  era  más  que  el 
coadjutor  de  Ometecutli,  el  vSupre- 
mo  Creador. 


Ometochnappatecutli.  (Ome- 
tochtli,  Dos  Conejo;  Nappatectitli, 
«Cuatro  veces  señor:  «El  Dos  Co- 
nejo cuatro  señor.»)  Nombre  de  un 
sacerdote  que  tenía  el  cargo  de 
aprestar  lo  necesario  para  la  fiesta 
de  la  veintena  TepeühtiitL 

Ometochpantecatl.  {Ometochtli, 
Dos  Conejos;  Pantecatl,  Panteai, 
habitante  de  Pantlan:  «El  Dos  Co- 
nejo panteca.»)  Nombre  del  sacer- 
dote que  tenía  el  cargo  de  procurar 
el  vino  ( pulque )  que  se  gastaba  en 
la  fiesta  de  la  veintena  Panqucsa- 
listli. 

Ometochpapaztac.  (Ometochtli, 
Dos  Conejo;  pápate  tac,  que  expri- 
me, que  saca  el  jugo:  «Dos  Conejo 
exprimidor.»)  Nombre  del  sacerdo- 
te que  tenía  el  cargo  de  preparar 
el  vino  (pulque)  que  se  gastaba  en 
la  casa  del  Rey  y  en  la  fiesta  de  la 
veintena  Tozostli,  en  la  que  bebían 
hombres  y  mujeres,  niños  y  niñas. 

Ometochtli.  (Orne,  dos;  tochtli, 
conejo:  «Dos  Conejo.»)  El  signo/oc//- 
///,  que  era  el  VIII  de  las  veintenas, 
era  Onie  Tochtli,  «Dos  (día)  Cone- 
jo,» en  el  mes  Tlacaxipehualiztli, 
ó  sea  el  2/'  del  año,  y  en  la  3.^  tre- 
cena del  primer  Tonalanmtl,  y  se- 
guía siendo  Orne  Tochili,  18  veces 
en  cada  Tlalpilli,  y  en  la  3.^  tre- 
cena. 

Los  que  nacían  en  este  día  te- 
nían el  agüero  de  ser  borrachos.  Pe- 
ro sobre  este  augurio  debe  oírse  al 
P.  Sahagún,  cuyas  descripciones 
acerca  de  los  borrachos  son  dignas 
de  figurar  entre  los  Caracteres  de 
La  Bruyere. 

Dice  así: 

«Decían  que  cualquiera  que  nacía 
en*  este  signo  (Orne  Tqchtli)  sería 
borracho,  inclinado  á  beber  vino 
(pulque),  y  no  buscaría  otra  cosa  si- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


11 


no  el  vino,  y  en  despertando  á  la 
mañana  lo  bebería,  solo  ansiaría  por 
embriagarse,  y  así  cada  día  andaría 
borracho,  y  aun  lo  bebería  en  ayu- 
nas, y  en  amaneciendo,  luego  luego 
iría  á  las  casas  de  los  taberneros 
pidiéndoles  por  gracia  de  beber,  y 
estos  tales  no  pueden  sosegar  sin 
beber,  y  no  les  hace  mal,  ni  les  da 
asco  aunque  sean  heces  del  vino  con 
moscas  y  pajas,  pues  así  lo  beben, 
y  si  no  tienen  con  que  comprarlo, 
con  la  manta  ó  el  maxtle  que  se  vis- 
ten, mercan  el  licor,  y  asi  después 
vienen  á  ser  pobres,  y  no  pueden 
dejar  de  beber  ni  lo  pueden  olvidar, 
ni  un  solo  día  pueden  estar  sin  em- 
borracharse, y  andan  cayéndose  lle- 
nos de  polvo  y  bermejos,  y  todos 
espeluzados,  descabellados  y  muy 
sucios,  y  no  se  lavan  la  cara  aunque 
se  caigan  lastimándose  é  hiriéndo- 
se en  ella,  ó  en  las  narices,  ó  en  las 
piernas  ó  rodillas,  ó  se  les  quiebran 
las  manos  ó  los  pies  &c.:  no  los  tie- 
nen en  nada  aunque  estén  llenos  de 
golpes  y  heridas  de  caerse,  por  an- 
darse borrachos,  ni  se  les  da  nada, 
y  tiémblanles  las  manos,  y  cuando 
hablan  no  saben  lo  que  dicen,  ha- 
blan como  borrachos,  y  dicen  pala- 
bras afrentosas  é  injuriosas,  repren- 
diendo y  difamando  á  otros  y  dando 
ahullidos  y  voces,  y  diciendo  que 
son  hombres  valientes:  y  andan 
bailando  y  cantando  á  voces  y  á 
todos  menosprecian,  y  no  tienen  co- 
sa ninguna,  y  arrojan  piedras,  y  to- 
do lo  que  se  les  viene  á  las  manos 
y  andan  alvorotando  á  todos,  y  en 
las  calles  impiden  y  estorban  á  los 
que  pasan,  y  hacen  ser  pobres  á  sus 
hijos,  y  los  espanta  y  ahuyenta,  y 
no  se  echa  á  dormir  quietamente, 
sino  que  anda  inquieto  hasta  que 
se  ha  cansado,  y  no  se  acuerda  de 


I  lo  que  será  necesario  en  su  casa, 
'  para  hacer  lumbre,  y  para  las  otras 
cosas  que  son  menester;  mas  sola- 
I  mente  procura  de  emborracharse, 
'  y  asi  está  su  casa  muy  sucia  y  llena 
de  estiércol,  y  polvo  ó  salitre,  y  no 
hay  quien  la  barra  y  haga  lumbre; 
su  casa  está  obscura  con  pobreza, 
y  no  duerme  en  ella,  sino  en  casas 
agenas,  y  no  se  acuerda  de  otra  co- 
sa sino  de  la  taberna,  y  cuando  no 
halla  el  vino,  y  no  lo  bebe,  siente 
gran  pesadumbre  y  tristeza,  y  anda 
de  acá  para  allá  buscando  el  vino; 
y  si  en  algunas  casas  entrando  es- 
tán algunos  borrachos  bebiendo  vi- 
no, huélgase  de  ello  y  reposa  su  co- 
razón, y  asiéntase  reposando  y  hol- 
gándose con  los  borrachos,  y  no  se 
acuerda  de  salir  de  allí,  y  si  le  con- 
vidan á  beber  vino  en  alguna  casa, 
luego  se  levanta  y  de  buena  gana 
va  corriendo,  porque  ya  ha  perdido 
la  vergüenza,  y  es  desvergonzado 
y  no  teme  á  nadie;  por  esta  causa 
todos  le  menosprecian  por  ser  hom- 
bre infamado  públicamente,  y  todos 
le  tienen  hastío  y  aborrecimiento; 
nadie  quiere  su  conversación  porque 
confunde  todos  los  amigos,  y  ahu- 
yenta á  los  que  estaban  juntos  y 
déjanlo  solo,  porque  es  enemigo  de 
los  amigos,  y  dicen  que  nació  en  tal 
signo  que  no  se  puede  remediar,  3' 
todos  desesperan  de  él  diciendo  que 
se  ha  de  ahogar  en  algún  arroyo  ó 
laguna,  ó  se  ha  de  despeñar  en  al- 
guna barranca,  ó  le  han  de  robar 
algunos  salteadores  todo  lo  que  tie- 
ne, y  está  desnudo,  y  demás  de  es- 
to, hace  el  borracho  muchas  desver- 
güenzas, como  de  echarse  con  mu- 
jeres casadas,  ó  hurtarse  cosas  age- 
nas, ó  saltar  por  las  paredes,  ó  hacer 
fuerza  á  algunas  jóvenes  ó  retozar 
con  ellas,  y  hace  todo  esto  porque 


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12 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


está  borracho  y  fuera  de  su  juicio, 
y  en  amaneciendo  cuando  se  levan- 
ta, tiene  la  cara  hinchada  y  disfor- 
me, y  no  parece  persona:  anda  siem- 
pre voceando,  y  al  que  no  es  muy 
dado  al  vino,  hácele  mal  cuando  se 
emborracha,  y  hácele  mal  á  los  ojos 
y  á  la  cabeza,  y  no  se  levanta;  mas 
duerme  todo  el  día,  y  no  tiene  gana 
de  comer,  sino  mucho  hastío  de  ver 
la  comida,  y  con  dificultad  vuelve 
en  sí.» 

Habla  después  el  mismo  P.  Sa- 
hagún  *^De  diversas  maneras  de  bo- 
rrachos,^ y  dice* 

«Mas  decían  que  el  vino  se  llama 
centBontotochtli(Centsontotochtin), 
que  quiere  decir  cuatrocientos  co- 
nejos, porque  tienen  muchas  y  di- 
versas maneras  de  borrachería:  á 
algunos  borrachos  por  razón  del  sig- 
no en  que  nacieron,  el  vino  no  les 
es  perjudicial  ó  contrario.  En  embo- 
rrachándose luego  se  caen  dormi- 
dos ó  ponense  cabizbajos,  asenta- 
dos y  recogidos:  ninguna  travesura 
hacen  ni  dicen,  y  otros  comien- 
zan á  llorar  tristemente  y  á  sollo- 
zar, y  córrenles  las  lágrimas  por 
los  ojos  como  hilos  de  agua.  Otros 
luego  comienzan  á  cantar,  y  no 
quieren  oir  hablar  cosas  de  bur- 
las, mas  solamente  reciben  conso- 
lación en  cantar.  Otros  borrachos 
no  cantan,  sino  luego  comienzan  á 
parlar,  y  á  hablar  consigo  mismo, 
ó  á  infamar  á  otros,  ó  decir  algunas 
desvergüenzas  contra  algunos,  y  á 
entonarse  y  decir  ser  de  los  mas  prin- 
cipales honrados,  y  menosprecian  á 
todos,  y  dicen  afrentosas  palabras, 
y  álzanse  y  mueven  la  cabeza,  di- 
ciendo que  son  ricos,  y  reprendien- 
do á  otros  de  pobreza,  y  estimán- 
dose mucho,  como  soberbios  y  re- 
beldes en  sus  palabras,  y  hablando 


recia  y  ásperamente,  moviendo  las 
piernas  y  dando  de  coces;  y  cuando 
están  en  su  juicio,  son  como  mudos 
y  temen  á  todos,  son  temerosos  y 
escúsanse  con  decir,  estaba  borra- 
cho, no  se  lo  que  me  dije;  sospechan 
mal,  y  hácense  sospechosos  y  mal 
acondicionados:  entienden  las  cosas 
al  revés,  y  levantan  falsos  testimo- 
nios á  sus  mujeres,  diciendo  que 
son  malas  &c.,  y  si  alguno  habla, 
piensa  que  murmura  de  él;  si  algu- 
no ríe,  piensa  que  se  burla  de  él,  y 
así  riñe  con  todos  sin  razón,  y  sin 
tener  por  qué.  Esto  hace  porque  es- 
tá trastonado  del  vino;  y  si  es  mu- 
ger  la  que  se  emborracha,  luego  se 
cae  asentada  en  el  suelo,  encogidas 
las  piernas,  y  algunas  veces  estién- 
delas en  el  suelo,  y  si  está  muy  bo- 
rracha, desgréñase  los  cabellos  y 
está  toda  desmechada,  y  duérmese 
teniendo  revueltos  todos  los  cabe- 
llos &c.  Todas  estas  maneras  de 
borrachos  ya  dichos,  decían  que 
aquel  borracho  era  su  conejo,  6  la 
condición  de  su  borrachez,  ó  el  de- 
monio que  en  él  estaba.  Si  algún 
borracho  se  despeñó  ó  se  mató  de- 
cían aconejose,  y  porque  el  vino  es 
de  diversas  maneras  le  llaman  ce7t- 
tsontotochtli  (cent^ontotochtin)  ,<\\XQ 
son  cuatrocientos  conejos,  como  si 
dijesen,  que  el  vino  hace  infinitas 
maneras  de  borrachos;  y  mas  de- 
cían, que  cuando  entraba  el  signo 
Umetochtli(Ometochtli),  hacían  fies- 
ta al  dios  principal  de  los  dioses  del 
vino,  que  se  llamaba  Isquitecatl,y> 
El  signo  Tochtli,  era  uno  de  los 
cuatro  nombres  con  que  distinguían 
los  años,  y  era  Orne  Tochtli,  «Dos 
(año)  Conejo,»  en  el  4.^  Tlalpilli,  y, 
por  consiguiente,  era  el  41.°  año  del 
ciclo  de  52  año¿. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


13 


* 


Hemos  dicho  en  los  artículos  Ce 
Acatl  y  Chicóme  Coatí  que  los  díae 
de  las  trecenas  eran  considerados 
como  divinidades,  y  algunos  eran 
tan  venerados,  que  les  erigían  tem- 
plos y  adoraban  sus  imágenes  en 
los  altares.  Ometochtli  pertenecía 
á  estos  últimos.  Tenía  un  gran  san- 
tuario en  los  Llanos  de  Apan,  lla- 
mado Ometochco,  hoy  Ometusco, 
que  es  una  riquísima  hacienda  de 
pulque. 

Ometochtli  era  el  dios  del  vino  y 
de  los  jugadores.  Fué  divinizada 
esta  fecha  del  2.*^  día  de  la  3.-^  tre- 
cena, porque  en  ese  día  se  hacía  la 
fiesta  á  Izquitecatl,  el  segundo  de 

los  dioses  del  vino.  « adereza- 

«ban  este  día  su  imagen  —dice  Sa- 
«hagún—  y  ofrecíanle  cosas  de  co- 
«mida,  y  cantaban  y  tañían  delante 
«de  él,  y  en  el  patio  de  su  Cu,  po- 
«nían  tinajón  de  pulcre,  y  henchían- 
le le  los  que  eran  taberneros  hasta 
«reverter,  é  iban  á  beber  todos  los 
«que  querían.  Tenían  unas  copas 
«con  que  bebían  los  taberneros,  é 
«iban  cebando  el  tinajón  de  manera 
«que  siempre  estaba  lleno;  princi- 
« pálmente  hacían  esto  los  que  de 
«nuevo  habían  cortado  el  maguey. 
«La  primera  aguamiel  que  sacaban 
«la  llevaban  á  la  casa  de  este  Dios 
«como  primicias.» 

Se  hacía  una  fiesta  particular  á 
Ometochtli  en  la  S.^  trecena;  pero 
no  conocemos  el  pormenor  de  las 
ceremonias,  pues  sólo  supimos  su 
existencia  porque  Gama,  descri- 
biendo varias  mesas  del  sacrificio, 
dice:  «Esta  mesa  cuadrada  de  tres 
«varas  por  lado,  sustentada  por  cua 


«tro  animales  y  con  otras  tantas  es- 
«caleras  para  subir  á  ella,  estaba 
«destinada  al  dios  del  vino  Orne- 
«^tochtli,  en  el  sacrificio  que  se  le 
«hacía  en  la  octava  trecena  del  7b- 
o^nalamatl . ...» 

Duran,  que  pinta  á  los  mexicanos 
como  muy  aficionados  al  juego  y  á 
las  apuestas,  y  uniendo  el  juego  con 
la  embriaguez,  dice  que  los  jugado- 
res ponían  jarros  de  licor  á  su  lado 
y  que  tenían  por  dios  á  Ometochtli, 


Llamábase  Ometochtli 'd\  gran  sa- 
cerdote de  Tezcatzoncatl,  dios  de 
la  bebida. 

Dábase  también  el  nombre  de 
Ometochtli  á  los  sacerdotes  de  otros 
dioses  del  vino;  pero,  para  distin- 
guirlos, se  une  al  nombre  del  dios, 
como  Omelochpantecatl  (V.),  Orne- 
tochpapaztac  (V.),  y  otros. 

Ometochtli  iyauhqueme.  (Ome- 
tochtli, Dos  Conejo;  /,  su;  yahuitl, 
color  moreno;  quemitl,  camisa;  c, 
que  tiene:  «Dos-Conejo  que  tiene 
su  camisa  morena.»)  Era  el  vicario 
del  gran  sacerdote  de  Tezcatzon- 
catl. 

Omeyehualiztli.  (Ome,  dos;  ye- 
hualistli,m'drch'd:  «Marcha  de  dos,» 
fig.  «Matrimonio.»)  Unión  de  dos 
personas.  Chavero  aplica  el  voca- 
blo á  la  unión  del  sol  y  de  la  estre- 
lla vespertina  cuando  se  juntan  en 
el  horizonte,  el  sol  al  ponerse  y  la 
estrella  al  salir. 

Omeyocan.  fOmeyotl,  dualidad; 
can.  lugar:  «Lugar  de  la  dualidad.») 
El  cielo  donde  residían  Ometecutli 
y  Omecihuatl,  la  dualidad  creadora 
de  los  dioses  y  del  mundo.  Creían 
que  era  un  lugar  de  delicias. 

4 


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14 


ANALES  DEL  MUSEO    NACIONAL. 


Chavero  dice  que  Omeyocan  sig- 
nifica dos  lugares  ó  lugar  dos.  Pa- 
ra la  primera  significación  basta- 
ría decir  Omecan,  que  no  sería  mu^ 
castizo,  y  para  la  segunda  sería  ne- 
cesario decir  icomccan.  El  elemen- 
to a'o//  del  vocablo  para  nada  lo  tie- 
ne en  cuenta  Chavero,  siendo  así 
que  es  el  que  convierte  al  cardinal 
orne,  dos,  en  el  abstracto  omeyotl, 
dualidad. 

Omexochitl.  (Orne,  dos;  xochitl, 
flor:  «Dos  flor.»)  Dos  flor.  El  signo 
Xóchitl,  que  era  el  XX  de  las  vein- 
tenas, era  Orne  Xóchitl,  «  Dos  (día) 
flor,»  en  el  mes  Hueitosoztli,  ó  sea 
el  4.^  del  año,  y  en  la  1:^  trecena  del 
1er.  Tonalamatly  y  seguía  siendo 
Orne  Xóchitl  18  veces  en  cada  Tlal- 
pilliy  y  en  la  7.^  trecena. 

Los  que  nacían  en  este  día  tenían 
mala  ventura,  pues,  como  dice  Sa- 
hagún,  «todas  las  casas  de  este  sig- 
no eran  de  mala  digestión. > 

Omichicahuaztli.  (Omilt,  hueso; 
chicahuaztli,  sonaja: «Sonaja  de  hue- 
so.») Instrumento  músico  de  hueso 
con  entalladuras  transversales  al 
eje  y  paralelas  entre  sí,  para  tocarlo 
á  mañero  de  güiro.  A  los  sonidos 
producidos  por  frotamiento  en  este 
instrumento,  llamaban  los  españo- 
les «música  de  hueso.»  (Vcdse  Chi- 
cahuaztll) 

Omiteotl.  [Omití,  hueso;  teotl, 
dios:  «Dios  de  hueso,»  esto  es,  «Dios 
esqueleto.»)  En  la  teogonia  de  Fr. 
Bernardino  se  dice  que  Tonacalc- 
cutli  y  su  mujer  Tonacacihuatl ,  par 
divino  supremo  creador,  tuvieron 
cuíitro  hijos:  Tlatlauhqui  Tescatli- 
poca,  Yayauqui  Tcscatlipoca,  Que- 
tsalcoatl,  y  el  cuarto,  Omiteotl,  que 
nació  sin  carnes  ó  con  sólo  los  hue- 
sos en  forma  de  esqueleto.  Agrega 
Fr.  Bernardino  que  á  este  Omiteotl 


adoraron  los  mexicanos  bajo  el  nom  • 
bre  de  Huitsilopochtli.  Narra  des- 
pués el  mismo  fraile  cómo  crearon 
los  cuatro  dioses  el  mundo,  en  el 
transcurso  de  1276  años,  y  acaba  por 
decir:  «Para  complemento  de  la 
«creación,  Huitsilopochtli  \\6  re- 
« vestirse  de  carne  su  esqueleto.» 

Opochpa  TonatiulL  (Opochtli, 
izquierdo;  />«,  en;  Tonatiuh,  el  Sol, 
«A  la  izquierda  del  Sol.»)  Nombre 
que  daban  al  Sur.  Al  sol  lo  conce- 
bían los  indios  (y  nosotros  también) 
con  figura  humana,  y  creían  que  su 
disco  era  la  cara,  por  lo  cual  daban 
al  Oriente  el  nombre  de  Tonatiuh 
ixco,  reducido  por  contracción  á 
Tonatixco  (hoy  Tonatico:  pueblo 
cercano  á  Teñan cingo),  «en  la  cara 
del  sol;»  considerándolo,  pues,  como 
un  rostro,  al  aparecer  por  el  Orien- 
te, la  parte  izquierda  quedaba  del 
lado  del  Sur. 

Opochtli.  (Zurdo.)  Dios  de  la  pes- 
ca. Creíanlo  de  la  red  y  de  los  otros 
instrumentos  de  pesca,  por  lo  que 
los  pescadores  lo  veneraban  como 
á  su  protector.  También  le  atribuían 
la  invención  de  los  remos  para  re- 
mar, y  de  los  lazos  para  coger  aves. 

La  naturaleza,  figura  y  culto  de 
este  dios  los  conoceremos  oyendo 
á  Sahagún.  Dice  asi: 

«Este  dios  llamado  Opuchtli,  le 
contaban  con  los  dioses  que  se  lia 
maban  Tlaloques,  que  quiere  decir 
habitadores  del  paraíso  terrenal 
aunque  sabían  que  era  puro  hom 
bre.  Atribuíanle  la  invención  de  las 
redes  para  pescar,  y  también  un 
instrumento  para  matar  peces,  que 
le  llamaban  minacachalh\  que  es  co- 
mo fisga,  aunque  no  tiene  sino  tres 
puntas  (hoy  los  indios  la  llaman 
fisga)  en  triángulo  comotr  idente, 
con  que  hiere  á  los  peces,  y  también 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


15 


con  él  matan  aves.  Cuando  hacían 
fiesta  á  este  dios  los  pescadores  y 
gente  del  agua  que  tienen  sus  gran- 
gerías  en  las  aguas  (al  cual  tenían 
por  dios),  ofrecíanle  cosas  de  comer 
y  vino,  de  lo  que  ellos  usaban  que 
se  llamaba  uctli  (octli),  y  por  otro 
nombre  se  llama  pulque:  también 
le  ofrecían  caflas  de  maíz  verdes,  y 
flores  y  cañas  de  humo  que  llaman 
yielt  (yetl),  é  incienso  blanco  que 
llaman  copalli,  y  una  yerba  olorosa 
que  se  llama  yiauhtli  {yauhtli),  y 
sembraban  delante  de  él  como  cuan- 
do se  echan  juncos  cuando  se  hace 
procesión.  Usábase  también  en  esta 
solemnidad  de  unas  sonajas  que 
iban  en  unos  báculos  huecos  que  so- 
naban como  cascabeles  ó  casi:  sem- 
braban también  delante  de  él  un  maíz 
tostado  que  llaman  mumuchtli,  que 
es  una  manera  de  maíz  que  cuando 
se  tuesta  rebienta  y  descubre  el 
meollo,  y  se  hace  como  una  flor  muy 
blanca:  decían  que  estos  eran  gra- 
nizos, los  cuales  son  atribuidos  á  los 
dioses  del  agua.  Los  viejos  sátra- 
pas (sacerdotes)  que  tenían  cargo  de 
este  dios,  y  las  viejas,  decíanle  los 
cantares  de  su  loor.  La  imagen  de 
este  dios  es  un  hombre  desnudo  y 
teñido  de  negro  todo  y  la  cara  par- 
dilla tirante  á  la  pluma  de  la  codor- 
niz: tenía  una  corona  de  papel  de  di- 
versas colores  compuesta  á  manera 
de  rosa,  que  las  unas  ojas  sobrepu- 
jaban á  las  otras,  y  encima  tenía  un 
penacho  de  plumas  verdes  que  sa- 
lían de  una  borla  amarilla.  Colga 
ban  de  esta  corona  unas  borlas  gran 
des  y  largas  acia  las  espaldas:  tenía 
una  estola  verde  cruzada,  á  manera 
de  las  que  se  ponen  los  sacerdotes 
cuando  dicen  misa:  traía  ceñidos 
unos  papeles  verdes  que  le  colga- 
ban hasta  las  rodillas:  unas  sanda- 


lias blancas:  en  la  mano  izquierda 
traía  una  rodela  teñida  de  colorado, 
y  en  el  medio  de  este  campo  una 
flor  blanca  con  cuatro  ojas  á  mane- 
ra de  cruz,  y  de  los  espacios  de  las 
hojas  salían  cuatro  puntos  que  eran 
también  ojas  de  la  misma  flor:  te- 
nía un  cetro  en  la  mano  derecha  co- 
mo un  cáliz,  y  de  lo  alto  de  él  salía 
como  un  casquillo  de  saetas.» 

Opanolin.  (Oppa,  dos  veces;  olin, 
I  movimiento:  «Dos  movimientos.») 
Nombre  que  da  Chavero  al  doble 
movimiento  del  planeta  Venus:  uno, 
como  estrella  vespertina,  otro  como 
matutina.  No  hemos  visto  el  voca- 
blo en  ningún  autor,  y  creemos  que 
sería  más  propio  emplear  la  pala- 
bra Omeolin,  «Dos  Movimientos,» 
como  se  emplea  la  Nauholin  ó  Na- 
¡mi  Olin,  y  no  Nappaolin,  para  ex- 
presar los  cuatro  movimientos  del 
sol. 

Dice  el  mismo  Chavero  que  para 
significar  los  dos  períodos  matutino 
y  vespertino  de  Venus,  necesitaron 
los  nahoas  un  signo  doble,  y  que  és- 
te consiste  en  dos  cruces,  que  son  de 
forma   griega,   para    distinguirlas 
de  las  más  ó  menos  abiertas  de  San 
Andrés  del  sol  y  de  la  luna;  y  que 
¡  por  esto  vemos  siempre  á  Quetsal- 
j  coatí  adornado  con  dos  cruces,  que 
i  es  la  estrella  (el  planeta)  con  sus  dos 
I  movimientos,  con  sus  dos  períodos. 
Origen  del  calendario.  Véa- 
se CiPACTLI. 

Origen  de   los  dioses.  Véase 
Cosmogonía. 

Osa  mayor.  En  uno  de  los  diver- 
sos períodos  de  la  creación  del  mun- 
do, Quetsalcoatl  dio  un  gran  golpe 
con  un  bastón  á  Tescatlipoca,]o  de 
rribó  del  cielo  al  agua,  y  se  puso  á 
ser  sol  en  lugar  de  su  contrario.  Al 
caer  Tescatlipoca  en  el  agua,  se  con 


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16 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


virtió  en  tigre,  lo  cual  atestigua  en 
el  cielo  la  constelación  de  la  Osa 
Mayor,  el  tigre  TescatUpoca,  que 
sube  á  lo  alto  del  cielo  para  descen- 
der eri  seguida  al  mar.  (Véase  Cos- 
mogonía.) 

Otomitl.  Es  muy  incierto  el  ori- 
gen de  este  mito. 

Fray  Bernardino,  en  su  Códice, 
dice  que  un  año  llovió  tan  reciamen- 
te, que  todo  se  cubrió  con  el  agua, 
los  maceguales  se  transformaron 
en  peces,  y  el  cielo  cayó  sobre  la 
tierra;  que  vista  tan  grande  destruc- 
ción, los  cuatro  dioses  (hijos  de  7b- 
nacatecutli.  creadores  del  mundo) 
abrieron  cuatro  caminos  por  debajo 
de  la  tierra  para  salir  á  la  superfi- 
cie superior;  crearon  cuatro  hom- 
bres llamados  Oiomitl,  Itzcoatl,  Ib- 
maliyatl  y  Tenochtli;  Tescatlipoca 
se  convirtió  en  el  grande  árbol  lla- 
mado Tescacíiahuitl,  y  Quetsalcoatl 
en  el  Quet^alhuexotl;  y  con  los  ár- 
boles, hombres  y  dioses  reunidos 
alzaron  el  cielo,  poniéndolo  como 
ahora  está. 

Según  los  mexicanos,  la  filiación 
y  distribución  de  las  razas  fué  ésta: 
Istacmixcoatl  (V.)  de  su  mujer  Ilam- 
cticye  (V.)  tuvo  seis  hijos,  el  último 
de  los  cuales  fué  Otomitl,  que  se 
subió  á  las  montañas  cercanas  á 
México,  y  levantó  las  poblaciones 
de  XilotepeCp  Tollan  y  Otompan.  Go- 
mara, refiriéndose  á  la  raza  descen- 
diente de  este  Otomitl,  dice:  «esta 
«es  la  mayor  generación  de  toda  la 
«tierra  de  Anahiiac;  la  cual  allende 
«de  ser  muy  diferente  en  la  habla, 
«andan  los  hombres  chamorros  (que 
«traían  la  cabeza  esquilada).» 

En  el  Códice  Zumárraga  se  dice 
que  en  los  períodos  de  la  creación 
del  mundo,  Camuxtle  (V.)  dio  con 
un  bastón  sobre  una  peña  y  brota- 


ron al  golpe  cuatrocientos  chichi- 
mecas  otomíes,  que  futron  los  po- 
bladores de  la  tierra  antes  de  los 
mexicanos. 

EIP.  Sahagún,  sin  referirse  á  nin- 
guno de  los  mitos  que  acabamos  de 
exponer,  dice:  «El  vocablo  Otomitl, 
«que  es  el  nombre  de  los  otomíes, 
«tomáronlo  de  su  caudillo,  el  cual 
«se  llamaba  Otón,  y  así  sus  hijos, 
«sus  descendientes  y  vasallos  que 
«tenía  á  cargo,  todos  se  llamaron 
<^Otomies  y  cada  uno  en  particular 
«se  decía  Otomitl.^ 

Según  lo  expuesto  por  Sahagún, 
Otón,  el  caudillo,  fué  un  hombre  y 
no  un  dios  ó  hijo  de  dioses. 

Chavero  dice  que  Otomitl  es  un 
patronímico  de  Otompan.  En  el  ar- 
tículo que  sigue  veremos  que,  al 
contrario,  Otompan  es  derivado  de 
Otomitl. 

Otompa.  (Otomitl,  otomí;  pa,  en 
donde:  «En  ó  donde  (están)  los  oto- 
míes).»  Fué  la  última  población  fun- 
dada por  otomíes.  Siendo  rey  de  los 
acolhuas  Techotlala,  en  1380,  se  le 
rebelaron  los  bárbaros  otomíes  de 
Xaltocan,  Xilotepec  y  otros  pueblos; 
pero  el  rey  acolhua,  aliado  con  los 
tepanecas,  los  derrotó  y  los  obligó 
á  abandonar  sus  hogares,  allanando 
todos  sus  pueblos.  Un  gran  grueso 
de  fugitivos  tomó  el  rumbo  de  Chi- 
conauhtla  y  fué  á  caer  en  el  ejérci- 
to de  Techotlala;  perseguidos  hasta 
Tetzontepec,  se  vio  que  era  una 
muchedumbre  de  mujeres,  niños  y 
ancianos,  á  los  cuales,  compadeci- 
do el  rey  acolhua,  los  recibió  con 
benignidad,  y  les  dio  para  poblar 
una  provincia,  que  desde  entonces 
se  llamó  Otompa,  «Donde  (moran) 
los  otomíes.» 

Si  Chavero  hubiera  tenido  pre- 
sente la  anterior  relación  del  histo- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


17 


fiador  Ixtlilxochtü,  no  hubiera  di- 
cho lo  siguiente:  *cY  es  curioso  que 
«los  Otomíes  tomaran  este  su  nom- 
«bre  de  una  de  las  ciudades  para 
«cuya  defensa  servían  contra  ellos 
«mismos,  muy  principalmente,  las 
«pirámides  y  las  señales  de  Veitioa- 
<^can  (Teleohuacan),  Hablamos  de 
«la  cercana  ciudad  de  Ottumwa  y 
«usamos  de  esta  ortografía  porque 
«con  ella  encontramos  otra  pobla- 
«ción  en  lowa.  Pues  más  tarde, 
«cuando  los  nombres  de  todas  estas 
«ciudades  tomaron  forma  nahoa, 
«tornóse  en  Otompan,  y  como  en 
«aquella  sazón  llegase  á  ser  el  cen- 
«tro  de  la  raza,  por  entonces  mal- 
« trecha  y  lanzada  de  su  capital,  de 
«este  nombre  hicieron  los  tolteca  el 
«patronímico  Otomitl,  que  á  su  vez 
«tradujeron  por  otomí  los  españo- 
«les.» 

Muchos  errores  hay  en  este  pá- 
rrafo: El  Otumwa  de  lawa  nada  tie- 
ne que  ver  con  Otompa,  pues,  como 
hemos  visto  en  Ixtlilxochitl,  este 
nombre  se  dio,  en  1380,  á  la  provin- 
cia que,  por  compasión,  les  dio  el 
rey  Techotlala  á  los  restos  de  oto- 
míes  rebelados  en  Xilotepec  y  otros 
pueblos.  Otomitl  no  se  derivó  de 
Otompa,  sino,  al  contrario,  Otompa 
de  Otomitl,  como  Mexicapa  se  deri- 
va de  Mexicatl  y  Tlaxcatecapa  de 
Tlaxcalla.  No  fueron  los  toltecas 
los  que  le  dieron  nombre  á  Otompa, 
pues  en  1380  ya  no  existían  los  tol- 
tecas. Otomitl  no  es  patronímico, 
sino  gentilicio.  Por  último,  Otompa 
no  fué  el  centro  de  la  raza  otomí, 
sino  el  último  albergue  de  aquella 
raza  en  el  reino  de  Acolhuacan. 

Hemos  visto  que  Otomitl  fué  el 
sexto  hijo  de  Ixtacmixcoatl  y  de 
Ilancueitl.  También  hemos  visto  que 
aun  golpe  que  dio  Camaxtle  en  una 


peña,  brotaron  cuatrocientos  oto- 
míes.  Por  último,  en  la  tradición 
más  antigua,  hemos  visto  que  Oto- 
mitl  fué  uno  de  los  cuatro  hombres 
que  creó  Tescatlipoca  para  que  le 
ayudaran  á  levantar  el  cielo  que  se 
había  caído  sobre  la  tierra  después 
del  diluvio.  ¿Podrá  creer  Chavero 
que  estas  tradiciones  y  mitos  son 
posteriores  á  la  fundación  de  Otom- 
pa, de  donde,  según  él,  se  derivó 
Otomitl? 

Otontecutli.  {Otomitl,  otomí;  te- 
ctítli, señor:  «Señondelos  otomíes.») 
Según  Sahagún,  ájk-uiy  de  los  dos 
dioses  que  adoraí?linTos  otomíes, 
el  cual  había  sido  su  primer  señor 
ó  caudillo.        '     ^ 

OxitL  ( Etimífíogía  desconocida. 
Se  ha  convertido  en  el  aztequismo 
Ojite.)  Especie  de  ungüento,  com- 
puesto con  la  trementina,  é  inven- 
tado, según  los  mexicanos,  por  la 
diosa  TBapotlatenan.  El  P.  Saha- 
gún, hablando  de  la  diosa,  dice.  «Es- 
«ta  diosa  que  se  llamaba  T^aputla 
^tena,  porque  se  decía  que  había 
«nacido  en  el  pueblo  de  Tsaputla, 
«por  que  fué  la  primera  que  inven- 
«tó  la  resina  que  se  conoce  con  el 
«nombre  de  uxitl^  que  es  un  aceite 
«sacado  por  artificio  de  la  resina 
«del  pino,  que  aprovecha  para  sa- 
«nar  muchas  enfermedades  (las  enu- 
<f^mera  y  agrega)  y  como  esta  mu- 
«ger  debió  ser  la  primera  que  halló 
«este  aceite,  contáronla  entre  las 
«diosas,  y  hacíanla  fiesta  y  sacrifi- 
«cios  aquellos  que  venden  y  hacen 
«este  aceite.»  [Véase  Tzapotlate- 

NAN  y  XíPE.) 

Oxipe.  Véase  Xipe. 

Ozomoco.  Véase  Cipactli. 

Ozomatli.  (Etim.  incierta.)  Mona. 
Nombre  del  XI  día  de  las  veintenas 
llamadas  vulgarmente  meses. 

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18 


ANALES  DEL   MUSEO   NACIONAL. 


En  los  jeroglíficos  se  figura  Oso- 
matli  con  la  cabeza  de  un  mono. 

Le  extraña  á  Orozco  y  Berra  que 
los  nahoas,  que  vinieron  del  Norte, 
adoptaran  en  su  calendario,  como 
signo  de  un  día  del  mes,  al  mono, 
siendo  así  que  tales  cuadrumanos 
no  son  propios  de  aquella  región. 
Al  hablar  del  Ehecatonatiuh  que  los 
hombres  se  convirtieron  en  monas 
(osomatlt).  Es  indudable  que  ese  mi- 
to dio  origen  á  que  los  naohas  tri- 
butaran culto  á  los  monos  y  se  les 
diera  un  lugar  en  el  calendario,  cu- 
yos días  ó  nombres  que  los  distin- 
guían eran  reputados  divinidades. 
El  Barón  de  Humboldt  se  inclina  á 
creer  que  los  trastornos  causados 
por  el  cataclismo  geológico  obliga- 
ron á  los  monos  á  hacer  incursio- 
nes en  las  montañas  de  Anahuac. 
Esta  opinión  nos  explica  el  mito  de 
la  transformación  de  los  hombres 
en  monas,  pues  los  hombres  que 
sobrevivieron  al  cataclismo,  no  ha- 
biendo conocido  antes  á  aquellos 
cuadrumanos  y  viendo  su  semejan- 
za con  el  hombre,  creyeron  que  los 
hombres  desaparecidos  se  habían 
convertido  en  monos. 

Orozco  y  Berra,  aunque  encuen- 
tra natural  la  observación  del  sabio 
Humboldt,  cree  que  la  idea  azteca 
se  refiere  á  alguna  transformación 
mitológica,  y  cita  en  su  apoyo  las 
tradiciones  quichees,  según  las  cua- 
les, los  genios  crearon  unos  seres 
de  palo,  la  carne  de  los  hombres  de 
corcho,  la  de  las  mujeres  de  cora- 


zón de  espadaña;  salieron  broncos, 
idiotas,  no  quisieron  alabar  á  los 
dioses  creadores,  por  lo  que  fueron 
destruidos.  En  apoyo  de  esta  tra- 
dición, cita  á  la  letra  el  pasaje  de 
Ximénez,  de  Las  historias  del  ori- 
gen de  los  indios,  que  dice  así:  «Se- 
xenal de  esta  gente  son  los  monos 
«que  ahora  andan  por  los  montes  y 
«por  eso  quedaron  por  señal,  por- 
«que  solo  fueron  de  palo,  hechos  por 
«el  creador,  y  el  mono  por  eso  se 
«parece  al  hombre,  porque  es  se- 
«ñal  de  otro  género  de  hombres  he- 
«chos  de  palo.» 

¿Qué  hubiera  dicho  Darwin  de  es- 
tas tradiciones  quichees?  Tal  vez 
lo  afirmarían  en  su  hipótesis  de  que 
el  hombre  desciende  del  mono. 

Oztopilin.  (Etim.  incierta.)  Bas- 
tón consagrado  al  dios  Tlaloc,  he- 
cho de  un  junco  largo,  redondo  y 
grueso,  revestido  de  papeles,  te- 
niendo á  varias  alturas  verticilos  y 
bandas  colgantes  hechas  de  lo  mis- 
mo, y  goteadas  de  ulin  (hule).  Es- 
te bastón  era  insignia  característi- 
ca de  Tlaloc,  y  de  otros  númenes 
acuáticos. 

En  la  fiesta  Hueitoso^tli  se  hacía 
una  procesión  desde  México  al  mon- 
te Tlalocan,  en  laque  llevaban  á  un 
niño  para  sacrificarlo  en  la  cima 
del  monte,  en  honor  de  Tlaloc.  El 
que  cargaba  al  niño  llevaba  en  la 
mano  el  oztopilin.  Así  se  vé  en 
la  pintura  de  la  página  XXV  del 
Códice  Borbónico  interpretada  por 
Paso  y  Troncoso. 


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SEGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


19 


Pachtecatl.  (Derivado  de  Pach- 
tlan»  nombre  de  im  pueblo:  «Natu- 
ral ó  habitante  de  Pachtlan.»J  Era 
un  ministro  auxiliar  del  sacerdote 
Ometochtli.  «Hacían  cierta  ceremo- 
«nia  —dice  Sahagún—  con  el  vino 
«que  llamaban  Teuoctli  (Teooctli, 
«Vino  de  dios»)  al  tiempo  que  ha- 
«bían  de  hacer  sus  oficios,  de  esta 
«ceremonia  era  el  principal  Pach- 
«secatl  (Pachtecatl.)  Este  tenía  cui- 
«dado  de  los  vasos  en  que  bebían 
«los  cantores,  de  traerlos,  de  darlos 
«y  recogerlos,  y  de  henchirlos  de 
«aquel  vino  que  también  llamabíin 
^^Macuiluctli (niacuiloctli,  «cinco  vi- 
«nos»)  y  ponía  doscientas  tres  ca- 
«ñas,  de  las  cuales  sonaba  ima  ahu- 
«gerada,  y  cuando  las  tomaban,  el 
«que  acertaba  con  aquella,  bebía 
«él  solo,  y  no  más:  esto  se  hacía 
«después  del  oficio  de  haber  can- 
«tado.» 

Pachtli.  (Derivado  de  pachoa, 
que,  entre  otras  significaciones,  tie- 
ne las  de  «aproximarse  mucho  á  al- 
guno,» «apretarse  contra  otro,»  las 
cuales  dan  idea  del  parasitismo,  de 
suerte  que  pachtli  es  la  [planta] 
«parásita.»)  Heno,  planta  parásita 
que  se  cría  en  los  árboles,  muy  par- 
ticularmente en  los  ahuehuetes.  La 
empleaban  los  indios  en  las  cere- 
monias del  culto,  para  adornar  los 
templos  y  coronar  á  los  sacerdotes 
y  á  los  ídolos.  ( Véase  Pachtontli.) 

Pachtontli  (Diminutivo  de  pach- 
tli, heno.)  Nombre  que  daban  á  la 
veintena  ó  mes  Teotleco.  (V.)  «Lla- 
«mar  con  este  nombre  á  la  veintena 


«—dice  Paso  y  Troncoso—  es  indi- 
«cio  de  que  ya  era  tiempo  de  que 
«hubiera  la  planta  en  los  árboles.» 
( Véase  Pachtli.) 

Painalton.  (Apócope  de  Painal- 
tontli,  diminutivo  de  Painal,  apó- 
cope de  Painalli,  «corredor  veloz,» 
derivado  de  Paina,  correr  ágil  y 
velozmente.)  Nombre  del  vicario 
del  dios  de  la  guerra  Huitmlopoch- 
tli;  era  el  mensajero  de  la  muerte 
que  excitaba  en  los  combates  á  la 
matanza. 

Orozco  y  Berra  dice  que  era  her- 
mano menor  de  Huitsilopochtli.  No 
lo  hemos  visto  en  ninguna  teogonia 
como  tal  hermano. 

En  los  casos  de  un  acometimien- 
to repentino  de  los  enemigos,  los 
sacerdotes  tomaban  la  imagen  del 
dios  en  unas  andas,  y  echaban  á 
correr  por  las  calles  y  al  rededor  de 
la  ciudad,  parándose  en  ciertos  lu- 
gares para  hacer  sacrificios  de  co- 
dornices y  de  hombres.  Esta  cere- 
monia equivalía  á  tocar  á  rebato, 
pues  todos  los  guerreros  estaban 
obligados  á  tomar  las  armas,  para 
acudir  al  lugar  amenazado.  Era, 
pues,  Painalton  el  numen  de  la  gue- 
rra de  sorpresas  y  de  emboscadas. 

Sahagún  dice  que  Painal,  siendo 
hombre,  era  adorado  por  dios,  y  des- 
pués de  decir  que  salía  en  persona 
á  mover  á  la  gente  para  que  con  toda 
prisa  saliese  á  verse  con  los  ene- 
migos, agrega:  «Después  de  muer- 
«to,  la  fiesta  que  le  hacían  era,  que 
«uno  de  los  sátrapas  (sacerdotes) 
«tomaba  la  imagen  de  este  Paynal, 


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20 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«compuesto  con  ricos  ornamentos 
«como  Dios,  y  hacían  una  proce- 
«sión  con  él  bien  larga,  y  todos  iban 
«corriendo  á  más  correr,  así  el  que 
«le  llevaba,  como  los  que  le  seguían. 
«En  esto  representaban  la  prisa  que 
«muchas  veces  es  necesaria  para 
«resistir  á  los  enemigos,  que  sin  sa- 
«berlo  acometen  haciendo  celadas.» 

En  la  veintena  Panquet^alistli 
hacían  los  mercaderes  una  gran 
fiesta  en  la  que  figuraba  como  nu- 
men principal  Painalton,  el  cual,  re- 
presentado por  un  sacerdote,  mien- 
tras se  llevaba  al  templo  á  las 
víctimas,  salía  corriendo  de  Te- 
nochtitlan  á  Tlaltelolco,  pasando 
por  Nonoalco  y  Popotla,  iba  á  Ma- 
catzintamalco,  Chapultepec  y  Maza- 
tlan,  y  volviendo  por  el  camino  de- 
recho á  Xoloc  entraba  en  México. 
Al  llegar  Painal  á  algunos  de  estos 
lugares,  le  sacrificaban  algunos  es- 
clavos. Mientras  duraba  esta  pro- 
cesión, los  esclavos  que  iban  «1  ser 
sacrificados  en  el  templo  mayor,  se 
dividían  en  dos  bandos  y  hacían  es- 
caramuzas, armados  de  garrotes  y 
de  dardos  de  pedernal,  y  se  mata- 
ban, y  si  alguno  caía  ca\itivo,  lo  ma- 
taban y  le  sacaban  el  corazón,  ten- 
didos sobre  un  teponaztli.  Luego 
que  el  atalaya  del  templo  veía  que 
volvía  el  dios,  daba  voces  claman- 
do: «¡Ah  mexicanos!  no,  no  peleéis 
más,  cesad  de  luchar  que  ya  viene 
el  señor  Paynal.^  Oída  esta  voz,  se 
desbarataba  la  guerra.  (Véase  Pan- 
quetzaliztll) 

PanquetzcUiztli.  (Pantli,  bande- 
ra; quelsaliBtli,  levantamiento,  de- 
rivado de  quet^a,  levantar,  enhies- 
tan* Levantamiento  de  banderas,» 
esto  es,  el  acto  de  enarbolarlas.) 
Nombre  de  la  15.^  veintena  ó  mes. 
Los  númenes  que  la  presidían  y  á 


quienes  se  dedicaban  las  fiestas 
eran  los  de  la  guerra,  Huitsilopoch- 
tli,  Tlacahuepancuexcotsin  y  Pai- 
nalton. El  primer  día  del  mes  dos 
estatuas,  una  de  Huitsilopochtli  y 
la  otra  de  Tlacahuepan,  con  ciertos 
granos  amasados  con  sangre  de  ni- 
ños, y  en  lugar  de  huesos  les  po- 
nían ramas  de  acacia.  Colocaban 
I  estas  estatuas  en  el  altar  principal 
'  del  templo,  y  los  sacerdotes  las  ve- 
laban toda  la  noche.  Al  día  siguien- 
te, bendecían  los  ídolos  y  una  can- 
tidad de  agua  de  la  especial  que  se 
guardaba  en  el  templo  para  rociar 
al  rey  después  de  electo.  Acabada 
la  consagración  de  las  estatuas,  em- 
pezaba un  baile  de  hombres  y  mu- 
jeres, que  se  repetía  todos  los  días 
del  mes,  durante  tres  ó  cuatro  horas 
diarias.  Los  cuatro  días  anteriores 
á  la  fiesta,  ayunaban  los  dueños  de 
los  prisioneros  que  habían  de  ser 
sacrificados,  á  los  cuales  se  escogía 
un  tiempo  antes  y  se  les  pintaba  el 
cuerpo  de  varios  colores.  El  día  en 
que  se  celebraba  la  fiesta  hacían 
en  la  mañana  una  larga  y  solemne 
procesión.  La  precedía  un  sacer- 
dote, alzando  en  la  mano  una  sier- 
pe de  madera,  llamada  espamitl, 
«bandera  de  sangre,»  y  era  la  insig- 
nia de  los  dioses  de  la  guerra,  y  lo 
seguía  otro  llevando  un  estandarte 
de  los  que  se  servían  en  la  guerra; 
otro  sacerdote  cargaba  la  imagen 
del  dios  Painalton,  seguían  las  víc- 
timas, los  sacrificadores  y  el  pue- 
blo. Se  dirigía  la  procesión  desde 
el  templo  mayor  al  barrio  de  Tco- 
tlachco,  «Juego  de  pelota  de  los  dio- 
ses,» y  allí  sacrificaban  dos  prisio- 
neros de  guerra  y  algunos  esclavos 
comprados;  seguían  á  Tlatelolco,  á 
Popotla,  á  Chapultepec,  y  á  otros 
lugares"  y  barrios  de  la  ciudad,  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


21 


volvían  al  templo;  allí  ponían  la 
imagen  de  Painalton  y  el  estandar- 
te sobre  el  altar  de  Huitmlopochtli. 
El  rey  incensaba  la  estatua  de  ma- 
sa del  dios,  y  hacían  otra  procesión 
al  rededor  del  templo,  la  que  con- 
cluía con  el  sacrificio  de  los  prisio- 
neros y  esclavos  que  quedaban,  que 
se  hacía  al  anochecer.  Aquella  no- 
che velaban  los  sacerdotes,  y  al  día 
siguiente,  por  la  mañana,  llevaban 
la  estatua  de  masa  de  Huitsilopoch- 
tli  á  una  gran  sala  que  había  en  el 
recinto  del  templo;  y  allí,  sin  más 
testigos  que  el  rey,  los  cuatro  sa- 
cerdotes principales  y  los  cuatro 
superiores  de  las  casas  de  educa- 
ción, el  sacerdote  Queísalcoatltini- 
ba  un  dardo  á  la  estatua  y  la  atra- 
vesaba de  parte  á  parte.  Decían 
entonces  que  había  muerto  su  dios, 
y  uno  de  los  sacerdotes  sacaba  el 
corazón  á  la  estatua  y  se  lo  daba  á 
comer  al  rey.  El  cuerpo  lo  dividían 
en  dos  partes,  una  para  los  tlate- 
lolcas  y  la  otra  para  los  mexicanos. 
Esta  la  dividían  en  cuatro  partes 
para  los  cuatro  barrios  de  la  ciudad, 
y  cada  una  de  ellas,  en  tantos  peda- 
cilios  cuantos  hombres  había  en  el 
barrio.  Las  mujeres  no  comían  de 
aquella  pasta.  Esta  ceremonia  se 
llamaba  Teocualo.  «Dios  comido.» 
No  dicen  las  crónicas  lo  que  se  ha- 
cía con  la  estatua  del  otro  dios. 

En  este  mes  había  mucha  efusión 
de  sangre,  por  las  penitencias  que 
hacían  los  sacerdotes  y  los  dueños 
de  los  cautivos  que  se  sacrificaban, 
y  por  el  gran  número  de  éstos. 

Mendieta,  aludiendo  á  estos  sa- 
crificios, dice:  «Mayormente  hacían 
este  universal  sacrificio  y  mortan- 
dad de  todos  los  esclavos  de  guerra, 
en  una  muy  grande  y  solemne  fies- 
ta que  tenían  por  la  más  principal 


de  todas,  y  la  llamaban  Panque- 
tsaliztli.  Y  antes  que  comenzasen 
tan  cruel  sacrificio,  hacían  proce- 
sión al  ídolo  VBilopuchtli  en  Méxi- 
co, en  esta  manera:  vestido  el  Papa 
de  sus  insignias,  y  los  cardenales 
(digamos)  con  él,  luego  por  la  ma- 
ñana tomaba  el  mismo  Papa  el  di- 
cho ídolo,  y  á  más  andar  ó  á  correr, 
y  los  demás  sacerdotes  tras  él,  iban 
á  Tenayuca,  que  dista  de  México 
dos  leguas,  y  de  allí  volvían  á  Ta- 
cuba,  que  del  dicho  lugar  dista  otras 
dos:  y  de  allí  á  Cuyoacan  otras  dos, 
y  de  allí  daban  vuelta  para  México 
que  hay  otras  dos  leguas:  de  suer- 
te que  era  medio  día  ó  más  cuando 
allí  llegaban.  Y  si  el  ídolo  no  se  le 
caía,  era  buena  señal:  y  si  se  le  caía 
teníanla  por  mala.  De  manera  que 
puesto  el  ídolo  en  su  lugar,  comen- 
zaban la  matanza  con  mucha  dili- 
gencia, y  hasta  la  noche  despacha- 
ban los  que  tenían  de  guerra.» 

Es  curiosa,  aunque  exigua,  la  des- 
cripción que  del  Panquetsalistli 
hace  el  intérprete  del  Códice  Ma- 
GLiABEccHiANO  XIII,  hoy  NutíülL 
Dice  así:  «Esta  fiesta  llamauan  los 
yndios  pan  q  zalizti,  q  era  la  ma- 
yor fiesta  de  su  año.  en  ella  cele 
brauan  al  demonio  q  ellos  llama- 
uan V^izilopoxtli  que  era  de  sus  dio- 
ses amigo  de  tezca  tepocatl  (Tezca 
tlipoca).  llamase  la  fiesta  ypan  qza- 
liztli  por  q  en  ella  ponían  al  uici- 
lopochtli  encima  de  la  cabeza  vna 
cosa  ancha  q  ellos  llaman  pamitl 
(bandera),  de  color  azul,  los  yndios 
llaman  texutli.  y  vestíanlo  de  papel 
pintado  y  vna  rrodela  de  cuero  en 
la  mano,  en  esta  fiesta  era  grandís- 
sima  la  multitud  de  gente  que  se  sa- 
crif icaua  en  mexico  délos  que  auían 
preso  de  taxcala  y  guaxocingo  » 

Clavigero  dice  que  llamaban  al 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mes  PanqnetsaliBtli ,  «Enarbola- 
miento  de  bandera  ó  estandarte,» 
porque  en  la  procesión  llevaba  un 
sacerdote  el  estandarte  de  la  gue- 
rra. 

El  Códice  Nuttall  atribuye  el 
nombre,  como  lo  hemos  visto,  á  que 
ponían  'kHuitsilopochtli  en  la  cabe- 
za un  pamitl,  una  bandera. 

Según  otros  autores,  en  este  mes 
enarbolaban  banderas  en  los  árbo- 
les frutales,  y  á  esto  se  debe  el  nom- 
bre del  mes. 

Nosotros  creemos  que  todo  lo  re- 
lativo á  enarbolamiento  de  bande- 
ras estaba  subordinado  al  acto  de 
ponerle  á  Huitmlopochtli  una  ban- 
derita  en  la  cabeza,  como  se  dice 
en  el  Códice  Nuttall. 

En  este  mes  se  ocupaban  en  re- 
parar los  linderos  y  los  vallados  de 
los  campos. 

La  figura  de  este  mes,  según  Cla- 
vigero,  era  un  pedazo  del  estandar- 
te mexicano,  para  significar  el  que 
se  llevaba  en  la  solemne  procesión 
de  Huitmlopochtlt. 

Según  Chavero,  el  símbolo  de 
veintena  era  una  bandera  ó  Hui- 
tBÜopochtli  armado  en  guerra.  Así 
está  figurada  en  el  Códice  Nu- 
ttall. 

Hace  observar  Chavero  que  es 
de  extrañarse  que  siendo  HtiUzüo- 
pochtli  la  principal  deidad  de  los 
mexicanos,  no  estuviera  compren- 
dida su  fiesta  en  los  260  días  que 
forman  el  Tonalamatl,  sino  20  días 
después,  esto  es,  en  el  segundo  7b- 
nalamatl  del  Tlalpüli;  y  dice  que 
en  vano  se  buscaría  la  explicación 
de  tal  extrañeza,  si  no  se  supiera 
que  Hiiiisilopochtli  era  la  estrella 
de  la  mañana  en  la  teogonia  astro- 
nómica. 

Con  este  dato  da  la  explicación 


siguiente:  «El  año  ritual  de  doscien- 
tos setenta  días  se  formó  conside- 
rando el  tiempo  en  que  la  estrella 
de  la  tarde  está  perfectamente  visi- 
ble, y  adunando  á  eso  la  combina- 
ción de  los  números  simbólicos  su- 
periores 13  y  20.  Pero  los  mexicanos 
observaron  que  doscientos  sesenta 
días  no  era  el  período  exacto  de  la 
estrella  de  la  tarde;  los  astrónomos 
modernos  le  dan  cuarenta  semanas 
ó  doscientosochentadías;  pues  bien, 
los  mexica,  bajo  el  mismo  cálculo, 
dejaron  catorce  veintenas,  ó  sean 
esos  doscientos  ochenta  días  para 
la  estrella  de  la  tarde,  y  pusieron 
en  la  decimaquinta  la  fiesta  de  la 
de  la  mañana.» 

No  creemos  que  esté  en  lo  cierto 
Chavero.  Difiriendo  el  período  de 
280  días  del  año  solar  en  85  días, 
resulta  que  cada  año  va  separándo- 
se de  la  veintena  PanquetsalistUy 
y,  por  consiguiente,  no  coincide  la 
fiesta  con  la  aparición  de  la  estre- 
lla. Si  tal  aparición  fuera  la  causa 
de  la  fiesta,  ésta  debía  ser  movible 
como  lo  es  aquélla;  y  entonces  en 
el  primer  Tlalpüli  habría  diez  y 
seis  fiestas,  y  todavía  sobrarían 
265  días  para  el  segundo  Tlalpüli, 
¿Por  qué  á  un  suceso  variable  le  ha- 
bían de  asignar  una  fiesta  fija  y  no 
movible  como  él? 

Otra  es  la  causa  de  la  celebración 
de  la  fiesta  á  HuitBÜopochtli  en  la 
veintena  Panquetsalijstli.  No 
será  en  vano,  como  dice  Chavero, 
buscar  la  explicación,  y  la  vamos  á 
encontrar  en  uno  de  los  Códices 
más  auténticos  y  sabiamente  inter- 
tado. 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
página  XXXIV  del  Códice  Borbó- 
nico, dice:  «El  mes  Panquetzaliz- 
TLi  Y  su  numen.  La  primera  parte 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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se  debe  leer  en  el  borde  superior,  y 
consta  solamente  de  dos  f  iugras  que 
dan  la  concordancia  de  dos  fechas, 
pues  cada  figura  representa  una  fe- 
cha: de  año  y  de  mes  respectiva- 
mente. La  figura  de  la  izquierda  es 
del  año  secular  Omeacatl  ó  dos  ca- 
ñas, encerrada  dentro  de  un  cuadro 
con  marco,  según  los  mexicanos 
acostumbraban  hacerlo  tratándose 
de  fechas  de  año:  el  símbolo  anual, 
acatl,  viene  reunido  á  dos  círculos, 
cada  uno  de  color  diferente,  signi- 
ficando todo  junto  que  los  aconteci- 
mientos registrados  en  esta  página 
tuvieron  lugar  en  el  año  dos  Cufias. 
La  figura  de  la  derecha  es  de  un 
templo  puesto  de  perfil,  encima  del 
cual  hay  una  bandera  coronada  por 
un  vasillo,  de  donde  penden  largos 
papeles:  delante  de  las  gradas  del 
templo  está  dibujado  un  numen, 
también  de  perfil,  que  vuelve  las  es- 
paldas al  templo:  la  bandera  es  de- 
terminativa del  mes  Panquetsalis- 
tli:  el  numen  es  VitsU-opochtli,  pa- 
trono de  los  mexicanos,  festejado 
en  el  dicho  mes;  y  gráficamente  vie- 
ne á  expresar  todo  junto  que  aque- 
lla era  la  solemne  celebración  del 
dios  de  la  guerra.»  Después  de  des- 
cribir Paso  y  Troncoso  la  librea  del 
dios  y  de  hacer  varias  disquisicio- 
nes sobre  la  etimología  de  su  nom- 
bre, agrega: 

«Reuniendo  las  varias  figuras, 
del  año  á  la  izquierda,  y  del  mes 
con  el  numen  á  la  derecha,  obten- 
dríamos esta  lectura:»  En  el  año 
^Omeacatl  y  en  el  mes  Panquetsa- 
^  lis  tli,  celebraban  los  mexicanos  el 
«natalicio  de  Vitsil-opochtli.» 

Con  los  pasajes  preinsertos  no 
queda  duda  que  la  fiesta  del  mes 
Panquetsaliztli,  en  honor  de  Hui- 
tsilopochtli,  se  celebraba  en  conme- 


moración de  su  nacimiento,  verifi 
cado  en  dicho  mes,  en  Cohuatepec, 
donde  lo  dio  á  luz  Coallicue,  quien 
lo  concibió  sin  obra  de  varón.  Así 
se  explica  que  la  fiesta  fuera  fija,  y 
no  movible,  como  tendría  que  ha- 
berlo sido  si  se  hubiera  relacionado 
con  las  apariciones  de  la  estrella 
matutina. 

En  el  Códice  Borbónico,  además 
de  la  fiesta  á  Htiitmlopochtli,  apare- 
ce en  el  mes  Panquetzalistli  la  ce- 
lebración del  Fuego  Nuevo.  En  el 
artículo  respectivo  explicaremos  la 
diferencia  que  se  advierte  entre  ese 
y  los  otros  calendarios. 

PantecatL  (Gentilicio  derivado 
de  Pantlan.)  Era  uno  de  los  cuatro- 
cientos dioses  de  los  borrachos.  La 
desinencia  gentilicia  en  los  nombres 
de  algunos  dioses  de  la  embriaguez, 
en  opinión  de  Paso  y  Troncoso,  quie- 
re decir  que  habían  clasificado  las 
embriagueces,  no  sólo  por  la  di  ver 
sidad  de  sus  efectos  en  el  borracho, 
sino  también  según  los  procedimien- 
tos empleados  para  el  caso  en  di- 
versas localidades.  Algunos  AA. 
reputan  á  Pantecatl  marido  de 
Moyahuel  (V.),  la  inventora  del  pul- 
que entre  Huistotin,  y  como  el  des- 
cubridor de  la  yerba  ocpactli,  «me- 
dicina del  pulque,»  con  la  que  hacían 
fermentar  la  aguamiel.  En  el  mes 
Panquetzalistli  hacían  á  este  dios 
una  fiesta  particular. 

Pantitlan.  (PantU\  bandera;  //- 
tlan,  entre:  «Entre  las  banderas.») 
Un  resumidero  que  había  en  la  la- 
guna de  México,  cerca  de  Tepetsin- 
go,  hoy  «Peñón  de  los  baños.» 

En  el  MS.  de  Tezozomoc  se  lee: 
«En  medio  de  la  laguna  mexica- 
«na,  detrás  de  un  peñol  que  llama- 
«ban  Tepetsinco  y  echaban  en  un  ojo 
«de  agua  que  corre  por  las  venas  y 


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ANALES   DEL   MUSEO   NACIONAL. 


«entrañas  de  la  tierra  que  llaman 
Pantitlan,  que  hoy  día  está  y  pa- 
«rece  estacada  á  la  redonda  con  es- 
« tacas  muy  gruezas,  y  allí  echaban 
«cuando  había  hambre,  ó  no  llovía, 
«á  los  nacidos  blancos,  que  de  puro 
«blancos  no  ven,  y  á  las  personas 
«que  tenían  señales,  como  es  decir 
«la  cabeza  partida,  ó  dos  cabezas, 
«que  á  estos  llamaban  y  llaman  hoy 
«día  los  naturales  tlacaistalli  yon- 
<^tecueBComayo,  cuerpos  inocentes, 
«las  plantaban  en  las  paredes  del 
«templo  de  Huitzilopochtli,  en  las 
«tres  paredes  de  dentro.» 

Cuando  el  rey  Ahuitzotl  sacrificó 
80,000  prisioneros,  al  dedicar  el  tem- 
plo al  dios  HtiitBilopochtli,  (año 
1487),  los  desperdicios  de  las  vícti- 
mas con  los  intestinos  fueron  arro- 
jados en  Pantitlan. 

El  P.  Sahagún,  describiendo  una 
fiesta  que  se  hacía  á  los  Tlaloques, 
dice  que  mataban  las  víctimas,  les 
arrancaban  los  corazones  y  al  día 
siguiente  los  iban  á  echar  á  la  lagu- 
na: «Llegados  —dice—  con  todas 
«sus  ofrendas  y  con  los  corazones 
«de  los  muertos,  metíanse  en  una 
«canoa  grande  que  era  del  rey,  y 
«luego  comenzaban  á  remar  con 
«gran  priesa:  los  remos  de  ella,  to- 
«dos  iban  teñidos  de  azul,  y  man- 
«chados  con  Ulli.  Llegados  al  lugar 
«donde  se  había  de  hacer  la  ofren- 
«da,  el  cual  se  llamaba  Pantitláit, 
«metían  la  madera  entre  muchos 
«maderos  que  allí  estaban  hincados 
«en  cerco  de  un  sumidero  que  allí 
«había  q.e  llamaban  aoBtoc  (en  la 
«cueva  del  agua).  Entrado  éntrelos 
«maderos,  luego  los  Sátrapas  (sa- 
«cerdotes)  comenzaban  á  tocar  sus 
«cornetas,  y  caracoles  puestos  de 
/«pies  en  la  proa  de  la  canoa,  y  da- 
«ban  al  principal  de  ellos  la  olla 


«con  los  corazones:  echábalos  lue- 
«go  en  medio  de  aquel  espacio  que 
«estaba  entre  los  maderos,  que  era 
«aquel  que  tomaba  aquella  cueva 
«donde  el  agua  se  sumía.  Dicen  que 
«echados  los  corazones  se  alboro- 
«taba  el  agua  y  hacía  olas  y  espu- 
«mas:  arrojados  los  corazones  en  el 
«agua  echaban  también  las  piedras 
«preciosas  y  los  papeles  de  la  of  ren- 
«da,  á  los  cuales  llamaban  ieteoitl: 
«atábanlos  en  lo  alto  de  los  made- 
«ros  q.e  allí  estaban  hincados,  y 
«también  colgaban  algunos  de  los 
«chalchivites  y  piedras  preciosas 
«en  los  mismos  papeles.  Acabado 
«todo  esto  salíanse  de  entre  los  ma- 
«deros,  y  luego  un  Sátrapa  tomaba 
«un  incensario  á  manera  de  coco  y 
«ponía  en  él  cuatro  de  aquellos  pa- 
«peles  que  llamaban  letevitl,  y  en- 
«cendíalos,  y  estando  ardiendo  ha. 
«cía  un  ademán  de  ofrenda,  acia 
«donde  estaba  el  sumidero,  y  luego 
«arrojaba  el  incensario:  practicado 
«esto  volvía  la  canoa  acia  tierra,  y 
«comenzaban  á  remar  y  á  aguijar 
«acia  fuera  donde  llaman  Tetama- 
<f^calco,  que  este  era  el  puerto  de  las 
«canoas,  luego  todos  se  bañaban  en 
«el  mismo  lugar;  de  allí  llevaban  la 
«canoa  adonde  solían  la  guardar.» 

Como  al  rededor  del  sumidero 
había  unos  maderos  hincados,  se- 
gún dice  Sahagún,  y  como  los  pa- 
peles de  la  ofrenda  los  ataban  de 
lo  alto  de  los  maderos,  por  esto  lla- 
maban pantli,  bandera,  á  tales  ma- 
deros, y  por  ser  muchos  los  que 
circundaban  el  resumidero  y  meter 
la  canoa  entre  ellos,  llamarían  al 
lugar  Pantitlany  «Entre  las  bande- 
ras.» Después  se  dio  el  nombre  de 
Pantitlan  á  los  resumideros. 

Panoaya.  (Panoa,  impers.  de  pa- 
ño, pasar  un  río,  vadearlo;  y  an.  lu- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


25 


gar  en  que  se  ejecuta  la  acción  del 
verbo:  «Lugar  donde  se  pasa  el  río,» 
«Vado.»)  Uno  de  los  nombres  del 
río  Panuco  (Tamaulipas),  cuya  co- 
marca se  llamó  Panutla  y  Pantlan. 

Sahagún,  hablando  del  origen  de 
los  mexicanos,  dice:  «Estos  tales 
«son  advenedizos  porque  vinieron 
«de  las  provincias  de  los  Chichime- 
^cas,  y  lo  que  hay  que  contar  de  es- 
«tos  Mexicas,  es  lo  siguiente: 

«Ha  años  sin  cuenta  que  llegaron 
«los  primeros  pobladores,  á  estas 
«partes  de  la  Nueva  España  que  es 
«casi  otro  mundo,  y  viniendo  con 
«navios  por  la  mar  aportaron  al 
«puerto,  que  está  acia  el  norte;  y 
«porque  allí  se  desembarcaron  se 
«llamó  Panutla  quasi  PanoaiafPa- 
o^noayan),  lugar  por  donde  llegaron 
«los  que  vinieron  por  la  mar,  y  al 
«presente  se  dice,  aunque  corrup- 
«tamente  Pantlán,  y  desde  aquel 
«puerto  comenzaron  á  caminar  por 
«la  ribera  de  la  mar,  mirando  las 
«sierras  nebadas,  y  los  volcanes, 
«hasta  que  llegaron  á  la  provincia 
«de  Guatemala;  siendo  guiados  por 
«su  sacerdote,  que  llevaba  consi- 
«go  su  dios  de  ellos,  con  quien  siem- 
«pre  se  aconsejaba  para  lo  que  ba- 
rbián de  hacer  y  fueron  á  poblar 
«en  7«woaw¿:A«w,  donde  estuvieron 
«mucho  tiempo,  y  nunca  dejaron 
«de  tener  sus  sabios,  ó  adivinos 
«que  se  decían  amoxoaque  que 
«quiere  decir  hombres  entendidos 
<^en  las  pinturas  antiguas,  los  cua- 
«les  aunque  vinieron  juntos,  pero 
«no  se  quedaron  con  los  demás  en 
^Tamoanchan;  porque  dejándolos 
«allí,  se  tornaron  á  embarcar,  y  lle- 
« varón  consigo  todas  las  pinturas 
«que  habían  traído  de  los  ritos,  y 
«de  los  oficios  mecánicos,  y  antes 
«que  se  partiesen,  primero  les  hi- 


«cierou  este  razonamiento:  Sabed: 
<^que  manda  nuestro  señor  dios,  que 
^os  quedéis  aquí  en  estas  tierras  de 
«las  cuales  os  hace  se /I  ores,  y  os  da 
<^posesion,  el  cual  vuelve  d  donde 
«^vino  y  nosotros  con  él;  pero  va  se 
«para  volver  y  tornar  d  os  visitar 
«cuando  fuere  ya  el  tiempo  de  acá- 
«bar se  el  mundo;  y  entre  tanto  vo- 
'^sotros  estaréis  en  estas  tierras,  es- 
«perandoley  poseyéndolas,  y  todas 
«las  cosas  contenidas  en  ellas,  por- 
«que  para  tomarlas  y  poseerlas  ve- 
«nisteis  por  acá,  y  así  quedaos  en 
«buena  hora,  y  nosotros  nos  vamos 
«con  nuestro  seflordios.»  «Y  asi  se 
«partieron  con  su  dios  que  llevaban 
«envuelto,  en  un  envoltorio  de  man- 
«tas,  y  siempre  les  iba  hablando, 
«y  diciendo  lo  que  habían  de  hacer;  y 
«fueronse  acia  el  oriente,  llevando 
«consigo  todas  sus  pinturas,  donde 
«tenían  todas  las  cosas  de  antigua 
«lias,  y  de  los  oficios  mecánicos: 
«y  de  estos  sabios  no  quedaron  más 
« de  cuatro  con  esta  gente  que  quedó, 
«pues  se  decían  Oxomoco,  Cipactli. 
«Tlaltetecui,  Xochicaoaca,  los  cua- 
«les  después  de  idos  los  demás  sa- 
«bios,  entraron  en  consulta,  donde 
«trataron  lo  siguiente: » 

Esta  tradición  debe  haber  tenido 
origen  de  alguna  de  las  pinturas 
que  mandó  quemar  Itscoatl,  rey  de 
México,  para  que  no  viniesen  á  ma- 
nos del  vulgo,  y  fuesen  menospre- 
ciadas. 

Panuco.  Río  del  Estado  de  Ta- 
maulipas, en  Tampico.  La  tradición 
que  hemos  transcripto  en  el  artícu- 
lo Panoaya,  la  reproduce  su  mismo 
expositor,  el  P.  Sahagún,  al  hablar 
de  Panuco;  pero  como  ésta  tiene 
grandes  diferencias  en  algunos  pun- 
tos respecto  de  aquélla,  la  inserta- 
mos á  la  letra  para  que  sea  del  to- 

7 


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26 


ANALES  DEL  fifUSEO    NACIONAL. 


do  conocido  el  origen  de  las  prime- 
ras tribus  nahoas. 

Dice  Sahagún:  «Del  origen  de  es- 
«ta  gente,  la  relación  que  dan  los 
«  Vregeves  (?),  es  que  por  el  mar  vi- 
«nieron  de  hacia  el  norte,  y  cierto 
«es  que  vinieron  algunos  vasos  (na- 
«ves);  de  manera  que  no  se  sabe  co- 
«mo  eran  labrados,  sino  que  se  con- 
«getura  por  una  fama  que  hay  que 
«tienen  todos  estos  naturales  que  sa- 
«lieron  de  siete  cuevas,  que  estas 
«siete  cuevas,  son  los  siete  navios  ó 
«galeras  en  que  vinieron  los  prime-  ' 
«ros  pobladores  de  esta  tierra,  se- 
«gún  se  colige  por  congeturas  ve- 
«risimiles.  La  gente  primero  vino 
«á  poblar  esta  tierra  de  acia  laFlori- 
«da,  y  vino  costeando  y  desembarcó 
«en  el  puerto  de  Panuco  que  ellos 
«llaman  Panco,  que  quiere  decir  lu- 
«gar  donde  llegaron  los  que  pasaron 
«el  ygua.  Esta  gente  venía  en  de- 1 
«manda  del  Paraíso  terrenal,  y' 
«traían  por  apellido  tamoanchan, 
«que  quiere  decir  buscamos  nueslra  | 
o  casa,  y  poblaban  cerca  de  los  más  I 
«altos  montes  que  hallaban.  En 
«el  venir  acia  el  medio  día  á  bus- 
«car  paraíso  terrenal  no  erraban,  i 
«porque  opinión  es  de  los  que  saben  | 
«que  está  debajo  de  la  línea  equi- 
«noccial,  y  en  pensar  q.e  es  algún 
«altísimo  monte  tampoco  yerran, 
«porque  así  lo  dicen  los  escritores, 
«que  el  paraíso  terrenal  esta  deba- 
« jo  de  la  línea  equinoccial,  y  que  es 
«un  monte  altísimo  que  llega  su 
«cumbre  cerca  de  la  luna  (¡Oh  sane- 
«¿a  simplicüasl).  Parece  que  ellos 
«ó  sus  antepasados  tuvieron  algún 
«oráculo  acerca  de  esta  materia, 
«ó  de  Dios  ó  del  demonio,  ó  tradición 
«de  los  antiguos,  que  vino  de  mano 
«en  mano  hasta  ellos.  Ellos  busca- 
«ban  lo  que  por  vía  humana  no  se 


«puede  hallar,  y  nuestro  Señor  Dios 
«pretendía  que  la  tierra  despoblada 
«se poblase;  para  que  algunos  desús 
«descendientes,  fuesen  á  poblar  el 
«paraíso  celestial,  como  ahora  lo  ve- 
«mos  por  experiencia;  mas,  ¿para 
«que  me  detengo  en  contar  adivi- 
«nanzas?  pues  es  ciertísimo  que  es- 
«tas  gentes  todas,  son  nuestros  her- 
«manos  procedentes  del  tronco  de 
«Adán  como  nosotros,  son  nuestros 
«prójimos  á  quien  somos  obligados 
«á  amar  como  á  nosotros  mismos 
<^quid  quid  sit.>> 

Continúa  hablando  el  V.  Sahagún 
de  las  aptitudes  de  los  indios  para 
las  artes  mecánicas  y  liberales  y 
para  las  ciencias  y  de  su  habilidad 
para  el  cristianismo,  y  concluye  di- 
ciendo: «Cierto  parece  que  en  estos 
« nuestros  tiempos,y  en  estas  tierras, 
«y  con  esta  gente,  ha  querido  N.  S. 
»Díos,  restituir  á  la  iglesia  lo  que 
«el  demonio  le  ha  robado  en  Ingla- 
«terra,  Alemania  y  Francia,  en  Asia 
«y  Palestina,  de  lo  que  le  quedamos 
«muy  obligados  de  dar  gracias  á  N. 
«S.,  y  trabajar  fielmente  en  esta  su 
«nueva  España.»  (Véase  Panoaya.) 

El  fervoroso  franciscano  incu- 
rrió en  muchos  errores  en  el  pasaje 
preinserto;  pero  son  del  orden  filo- 
lógico, étnico  y  geográfico;  y  no  nos 
ocuparemos  en  dilucidarlos,  porque 
formarían  asunto  ajeno  á  la  índole 
de  este  libro. 

Papa.  Pap AHUAQUES.  —Muchos 
cronistas  usaron  la  palabra  Papa 
para  designar  á  los  sacerdotes  me 
xicanos,  y  creyeron  que  esa  palabra 
era  una  reminiscencia  del  nombre 
que  dan  los  católicos  al  supremo 
jefe  de  su  iglesia.  Chavero  trató  de 
deshacer  este  error;  pero  no  acer- 
tó á  dar  el  verdadero  origen  de  la 
palabra. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


27 


Dice  lo  siguiente:  «El  Calendario 
«de  París  trae  en  esta  veintena  (^7/- 
*titl)  dos  datos  curiosos  relativos ' 
«al  sacerdocio.  Pone  una  cabeza  con 
«una  máscara  negra,  y  tiene  la  si- 
«guiente  anotación:  Estos  están  de- 
<ídicados  al  ídolo  para  papas,  son 
^los  segundos  hijos  de  los  Señores. 
«A  más  del  hecho  que  se  relaciona 
«con  la  dedicación  al  templo  del  sa- 
«cerdocio  de  los  hijos  segundos  de 
«los  principales  de  México,  encon- 
« tramos  á  los  sacerdotes  con  el  nom- 
«bre  de  papas,  y  esto  merece  expli- 
«cación.  Los  primeros  cronistas 
«usan  mucho  de  esa  palabra,  y  tam- 
«bién  ha  sido  argumento  para  sos- 
«tener  la  predicación  del  Evangelio  I 
«á  los  antiguos  indios.  El  señor' 
«Orozco  cree  encontrar,  en  esto,  re 
«lación  con  los  papas  irlandeses  que 
«antiguamente  aportaron  al  nor- 
«te  de  nuestro  continente;  pero  á 
«más  de  lo  poco  lógico  de  sacar  argu- 
«mentos  de  la  semejanza  de  una  pa- 
« labra,  la  verdadera  no  era  papa 
«sino  papahuaque,  corrompido  en 
«aquélla  por  los  cronistas,  y  por 
«cierto  que  es  palabra  de  explica- 
«ción  sencillísima.  Sabemos  que  los  I 
«sacerdotes  se  untaban  la  cabellera  1 
«con  la  sangre  de  las  victimas,  y  así 
«era  un  conjunto  de  sucias  y  grue- 
«sas  greñas.  Para  encontrar  nom- 
«bre  á  esos  pegujones  de  pelo  los 
«compararon  acertadamente  con  el 
•heno, pachtlt;  esta  voz,  en  su  forma 
«plural  papachti,  quedó  significan- 
« do  guedeja,  y  de  ahí  se  derivó /)«/>«- 
*huaque,  guedejudo,  según  puede 
«verse  en  vocabulario  de  Molina. 
«Gran  distancia  hay  por  cierto  de 
«cosa  tan  sencilla  á  hipótesis  tan 
«aventuradas.* 
•  Si  hubiera  leído  Chavero,  en  el  vo- 
cabulario de  Molina,  veintiocho  pala- 1 


bras  después  de  papachtli,  habría 
encontrado  la  verdadera  estructura 
del  vocablo  papahuaque,  del  que  se 
formó  por  abreviación,  papa  y  que 
ha  dado  origen  á  tantos  errores. 

En  efecto,  papahuaque,  es  plu- 
ral de  papahua,  que  se  compone  de 
papatli,  «cabellos  enhetrados  y  lar- 
gos de  los  ministros  de  los  ídolos» 
(Mol.);  y  de  hua,  desinencia  que 
expresa  tenencia  ó  posesión,  y  se 
traduce  por  «el  que  tiene;»  así  es 
que papahuagtie  significa:  «los  que 
tienen  los  cabellos  enhetrados  (en- 
marañados) y  largos  de  los  minis- 
tros de  los  ídolos.» 

En  nuestro  diccionario  de  azte- 
quismos,  ya  habíamos  dicho  lo  si- 
guiente: 

Papas.— Nombre  que  dieron  al- 
gunos Cronistas  á  los  sacerdotes 
mexicanos.  Bemal  Díaz  del  Casti- 
llo, en  su  Verdadera  Historia  de  la 
Conquista,  hablando  de  la  llegada 
de  Cortés  á  Campeche,  dice:  « . .  . . 
«y  luego  en  aquel  instante  salieron 
«de  otra  casa,  que  era  su  adorato- 
«rio,  diez  Indios  que  traían  las  ro- 
«pas  de  algodón  largas,  y  blancas, 
«y  los  cabellos  muy  grandes  llenos 
«de  sangre,  y  muy  revueltos  los 
«unos  con  los  otros,  que  no  se  les 
«pueden  esparcir,  ni  peynar,  si  no 
«se  cortan,  los  cuales  eran  Sacer- 
« dotes  de  los  ídolos,  que  en  la  Nue- 
«va  España  comunmente  se  llaman 
«  Papas  y  así  los  nombraré  de  aquí 
«adelante:  y  aquellos  Papas  nos  tra- 

« jeron  zahumerios »  El  buen 

Bemal  Díaz  ha  de  haber  creído  que 
el  nombre  de  Papas  tenía  alguna 
relación,  aunque  casual,  con  el  Pa- 
pa de  Roma.  Nada  de  eso.  Los  na- 
turales llamaban  á  sus  sacerdotes 
papahuaque,  plural  de  papahua, 
que  se  compone  de  papatli,  quede- 


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28 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


ja  Ó  vedija,  y  por  eso  Molina,  dice: 
<^Papatli,  cabellos  enhetrados  y  lar- 
gos de  los  ministros  de  los  ídolos,» 
y  de  hua,  que  tiene;  y  significa: 
los  que  tienen  quedejas;»  así  es 
que  los  famosos  Papas  de  Bernal 
Díaz  no  eran  masque  «losquedeju- 
dosómechudos.» 

Papalotl. — Mariposa.  Las  mari- 
posas nocturnas  estaban  dedicadas 
á  Mictlanteculli,  dios  de  las  tinie- 
blas. Las  mariposas  eran  símbolo 
del  movimiento,  y  por  esto  solían 
pintar  el  Nanholin  en  forma  de  ma- 
riposa; y  por  esto  también  eran  sím- 
bolo de  los  dioses  del  camino,  Tía- 
cotontli  y  Zacatontli.  Dos  maripo- 
sas adornan  el  tocado  de  la  diosa 
XochiquetBalli,  en  una  lámina  del 
Códice  Borgia. 

Papantzin. — Princesa  mexicana, 
hermana  de  Moteuczuma  II.  Entre 
los  prodigios  que  se  observaron  al- 
gunos años  antes  de  la  aparición  de 
los  españoles,  y  que  presagiaron  la 
Conquista,  ninguno  fué  más  asom- 
broso que  la  resurrección,  después 
de  cuatro  días  de  muerta,  de  la  prin- 
cesa Papantzin,  y  el  anuncio  que 
le  hizo  á  su  hermano  Moteuczuma 
del  fin  de  su  imperio,  que  había  de 
ser  destruido  por  los  españoles. 

Aunque  es  muy  sucinta  la  rela- 
ción que  de  esta  maravilla  hace  Sa- 
hagún,  y  aunque  omite  decir  que  la 
Papantzin  era  hermana  del  rey, 
la  insertamos,  porque  la  tradición, 
en  su  punto  principal,  ha  de  ha- 
ber sido  la  más  fresca,  pues  la  re- 
cibió Sahagún  de  los  hijos  de  in- 
dios contemporáneos  del  suceso. 
Después  insertaremos,  como  lo  han 
hecho  todos  los  historiadores  mo- 
dernos, la  relación  de  Clavigero, 
quien  la  tomó  de  Torquemada  y  la 
amplió  con  vista  del  testimonio  ju- 


rídico que  del  suceso  se  envió  á 
España. 

Dice  Sahagún:  «Acaeció  otra  se- 
«ñal  en  este  tiempo  de  Mocthecuso- 
^nta  que  una  muger  de  México  Te- 
<^nuchtitlan,  murió  de  una  enferme- 
«dad,  que  fué  enterrada  en  el  patio, 
«y  encima  de  su  sepultura  pusieron 
«una  piedra;  la  cual  resucitó  des- 
«pués  de  cuatro  días  de  su  muer- 
«te,  de  noche  con  grande  miedo,  y 
«espanto  de  los  que  se  hallaron 
«allí,  porque  se  abrió  la  sepultura,  y 
«las  piedras  derramáronse  lejos,  y  la 
«dicha  muger  que  resucitó  fué  á  ca- 
«sa  de  Mocthecusoma,  y  le  contó  to- 

«do  lo  que  había  visto,  y  le  dijo 

«La  causa  porque  he  resucitado  es, 
«para  decirte,  que  en  tu  tiempo  se 
«acabará  el  señorío  de  México,  y  tú 
«eres  último  señor  porque  vienen 
«otras  gentes,  y  ellas  tomarán  else- 
«ñorío  de  la  tierra  y  poblarán  á  Mé- 
«xico.  Y  la  dicha  muger  que  resu- 
«citó  después,  vivió  otros  veintiún 
«años  y  parió  otro  hijo.» 

El  editor  de  Sahagún  declara  que 
su  relación  está  adulterada,  y  reco- 
mienda que  se  lea  la  de  Clavigero, 
la  cual  debe  tenerse  por  cierta,  pues 
que  fué  formada  con  vista  de  las 
averiguaciones  judiciales  hechas  de 
orden  de  la  Corte  de  España. 

Clavigero,  con  un  criterio  indig- 
no de  un  jesuíta,  creía  que  el  diablo 
se  hacía  adorar  por  los  pueblos  del 
Anáhuac  y  que  él  fué  el  que  predi- 
jo los  grandes  sucesos  que  debían 
ocurrir  como  presagios  de  la  Con- 
quista; pero  que  Dios  los  anunciaba 
también  para  preparar  á  los  indios 
á  admitir  la  predicación  evangélica. 
Antes  de  referir  la  resurrección  de 
la  Papantsin,  expone  las  considera- 
ciones siguientes: 

« tampoco  puedo  dudar 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


29 


de  las  tradiciones  que  existían  entre 
los  mexicanos,  acerca  de  la  próxi- 
ma ruina  de  aquel  imperio,  de  re- 
sultas de  la  venida  de  gentes  ex- 
trañas, que  se  apoderarían  de  toda 
la  tierra.  No  ha  habido  en  todo  el 
país  de  Anáhuac  una  sola  nación, 
culta  ó  inculta,  que  no  haya  admi- 
tido aquella  creencia,  como  lo  prue- 
ban las  tradiciones  verbales  de  las 
unas  y  las  historias  de  las  otras.  Es 
imposible  adivinar  el  primer  origen 
de  una  opinión  tan  general,  pero. . . . 

aquel  maligno  espíritu,  que  no  cesa 
de  espiar  en  toda  la  tierra  las  ac- 
ciones de  los  mortales,  pudo  fácil- 
mente conjeturar  los  progresos 
marítimos  de  los  pueblos  de  Orien- 
te, el  descubrimiento  del  Nuevo 
Mundo,  y  una  parte  de  los  grandes 
sucesos  q.e  allí  debían  ocurrir;  y 
no  es  inverosímil  que  los  predijese 
á  la  nación  consagrada  á  su  culto, 
para  confirmar,  con  la  misma  pre- 
dicción del  porvenir,  la  errónea  per- 
suación  de  su  pretendida  divinidad. 
Pero  si  el  demonio  pronosticaba  fu- 
turas calamidades  para  engañar  á 
aquellos  miserables  pueblos,  el  pia- 
dosísimo autor  de  la  verdad  las 
anunciaba  también  para  disponer 
sus  espíritus  á  la  admisión  del  Evan- 
gelio. El  suceso  q.e  voy  á  referir 
en  confirmación  de  esta  verdad,  fué 
público  y  estrepitoso,  ocurrido  en 
presencia  de  dos  reyes  y  de  toda  la 
nobleza  mexicana.  Hallábase,  ade- 
más, representado  en  algunas  pin- 
turas de  aquella  nación  (también  la 
aparición  de  la  Guadalupe  ha  figu- 
rado y  figura  en  muchas  pinturas, 
y  sin  embargo,  el  católico  Icazbal- 
ceta  demostró  que  había  sido  un 
embuste)  y  de  él  se  envió  un  testi- 
monio jurídico  á  la  corte  de  Espa- 


ña» (también  de  la  aparición  de  la 
Guadalupana  se  enviaron  testimo- 
nios Jurídicos  á  Roma). 

Ahora  sigue  la  relación  del  suce- 
so MEMORABLE  DE  UNA  PRINCESA  ME- 
XICANA. 

*Papant3Ín,  princesa  mexicana, 
y  hermana  de  Moteuczoma,  se  ha- 
bía casado  con  el  gobernador  de 
Tlatelolco:  muerto  éste,  permane- 
ció en  su  palacio  hasta  el  año  de  1509, 
en  que  murió  también  de  enferme- 
dad natural.  Celebráronse  sus  exe- 
quias con  la  magnificencia  corres- 
pondiente al  esplendor  de  su  naci- 
miento, con  asistencia  del  rey  su 
hermano  y  de  toda  la  nobleza  de 
ambas  naciones.  Su  cadáver  fué  se- 
pultado en  una  cueva  ó  gruta  sub- 
terránea, que  estaba  en  los  jardines 
del  mismo  palacio,  próxima  á  un 
estanque  en  que  aquella  señora  so- 
lía bañarse,  y  la  entrada  se  cerró 
con  una  piedra  de  poco  peso.  El  día 
siguiente,  una  muchacha  de  cinco 
á  seis  años,  que  vivía  en  el  palacio, 
tuvo  el  capricho  de  ir  desde  la  ha- 
bitación de  su  madre  á  la  del  mayor- 
domo de  la  difunta,  que  estaba  más 
allá  del  jardin;  al  pasar  por  el  es- 
tanque vio  á  la  princesa  sentada  en 
los  escalones  de  éste,  y  oyó  que  la 
llamaban  con  la  palabra  cocoton,de 
la  que  se  sirven  en  aquel  país  para 
llamar  y  acariciar  á  los  niños.  La 
muchacha,  que  por  su  edad  no  era 
capaz  de  reflexionar  en  la  muerte 
de  la  princesa,  y  pareciéndole  que 
ésta  iba  á  bañarse,  como  lo  tenía 
de  costumbre,  se  acercó  sin  recelo, 
y  la  princesa  le  dijo  que  fuese  á  lla- 
mar á  la  mujer  del  mayordomo. 
Obedeció  en  efecto;  mas  esta  mu- 
jer, sonriendo  y  haciéndole  cariños, 
le  dijo:  «Hija  mía,  Papantsin  ha 
«» muerto  y  ayer  la  hemos  enterra- 

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30 


ANALES   DEL   MUSEO   NACIONAL. 


«do.»  Mas  como  la  muchacha  insis- 
tió, y  aun  la  tiraba  del  traje,  que 
allí  llaman  huepilli,  ella,  más  por 
complacerla  que  por  creer  lo  que  le 
decía,  la  siguió  al  sitio  á  que  la  con- 
dujo; y  apenas  llegó  á  presencia  de 
aquella  señora,  cayó  al  suelo  horro- 
rizada y  sin  conocimiento.  La  mu- 
chacha avisó  á  su  madre,  y  ésta,  con 
otras  dos  mujeres,  acudieron  á  so 
correr  á  la  del  mayordomo;  mas  al 
ver  á  la  princesa,  quedaron  tan  des- 
pavoridas, que  también  se  hubieran 
desmayado  si  ella  misma  no  les  hu- 
biera dado  ánimo,  asegurándoles 
que  estaba  viv^'i.  Mandó  por  ellas 
llamar  al  mayordomo,  y  le  encargó 
que  fuese  á  dar  noticia  de  lo  ocu- 
rrido al  rey  su  hermano;  pero  él  no 
se  atrevió  á  obedecerla,  porque  te- 
mió que  el  rey  no  diese  crédito  á 
su  noticia,  y,  sin  examinarla,  lo  cas- 
tigase con  su  acostumbrada  severi- 
dad. «Id,  pues,  á  Tezcoco— le  dijo 
la  princesa— y  rogad  en  mi  nombre 
al  rey  NezahualpilU  que  venga  á 
verme.»  Obedeció  el  mayordomo, 
y  el  rey  no  tardó  en  presentarse.  A 
la  sazón,  la  reina  había  entrado  en 
uno  de  los  aposentos  de  palacio.  Sa- 
ludóla el  rey  lleno  de  temor,  y  ella 
le  rogó  que  pasase  á  México,  y  di- 
jese al  rey  su  hermano  que  estaba 
viva,  y  que  necesitaba  verlo  para 
descubrirle  algunas  cosas  de  suma 
importancia.  Desempeñó  Nezahual- 
pilU su  comisión,  y  Moteuczoma 
apenas  podía  creer  lo  que  estaba 
oyendo.  Sin  embargo,  por  no  faltar 
al  respeto  debido  á  su  aliado,  fué 
con  él  y  con  muchos  nobles  mexi- 
canos á  Tlaltelolco,  y  entrando  en 
la  sala  donde  estaba  la  princesa,  le 
preguntó  si  era  su  hermana.  «Yo 
«soy,  señor— respondió  ella— vues- 
«tra  hermana  Papantmn,  la  misma 


«que  habéis  enterrado  ayer:  estoy 
«viva  en  verdad,  y  quiero  manifes- 
«taros  lo  que  he  visto,  porque  os 
«importa.»  Dicho  esto,  se  sentaron 
los  dos  reyes,  quedando  todos  los 
demás  en  pié,  maravillados  de  lo 
que  veían.  Entonces  la  princesa  vol- 
vió á  tomar  la  palabra  y  dijo:  «Des- 
-pués  que  perdí  la  vida,  ó  si  esto  os 
« parece  imposible,  después  que  que- 
"áé  privada  de  sentido  y  movimien- 
«to,  me  hallé  de  pronto  en  una  vas- 
«ta  llanura,  á  la  cual  por  ninguna 
aparte  se  descubría  término.  En 
«medio  observé  un  camino,  que  se 
«dividía  en  varios  senderos,  y  por 
«un  lado  corría  un  gran  río  cu3^as 
«aguas  hacían  un  ruido  espantoso. 
«Queriendo  echarme  á  él,  para  pa- 
usar á  nado  á  la  orilla  opuesta,  se 
«presentó  á  mis  ojos  un  hermoso 
«joven,  de  gallarda  estatura,  vesti- 
«do  con  un  ropaje  largo,  blanco  co- 
«mo  la  nieve  y  resplandeciente 
«como  el  sol.  Tenía  dos  alas  de  her- 
«mosas  plumas  y  llevaba  esta  señal 

•  en  la  frente  (al  decir  esto  la  prin- 
«cesa,  hizo  con  los  dos  dedos  la  se- 

♦  ñal  de  la  cruz),  y  tomándome  por 
«la  mano,  me  dijo:  Detente  aun  no 
*es  tiempo  de  pasar  este  río.  Dios 
*te  ama,  aunque  tú  no  lo  conoces.— 
«De  allí  me  condujo  á  las  orillas  del 
«río,  en  las  que  vi  muchos  cráneos 
«y  huesos  humanos,  y  oí  gemidos 
«tan  lastimeros  que  me  movieron 
«á  compasión.  Volviendo  después 
«los  ojos  al  río,  vi  en  él  unos  bar- 
reos grandes  y  en  ellos  muchos 
«hombres,  diferentes  á  los  de  estos 
«países  en  traje  y  color.  Eran  blan- 
«cos  y  barbudos,  tenían  estandar- 
«tes  en  las  manos  y  yelmos  en  la 
«cabeza.  Dios— me  dijo  entonces  el 
^joven— quiere  que  vivas  á  fin  de 
*que  des  testimonio  de  las  revolu- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


31 


«dones  que  van  á  sobrevenir  en  es- 
^tos  países.  Los  clamores  que  has 
^oído  en  estas  márgenes,  son  de  las 
<^  almas  de  tus  antepasados  que  vi- 
<^ven  y  vivirán  siempre  atormenta- 
<^dos  en  castigo  de  sus  culpas.  Esos 
^hombres  que  ves  venir  en  los  bar- 
<^cos,  son  los  que  con  las  armas  se 
^liarán  dueños  de  estas  regiones,  y 
<^con  ellos  vendrá  también  la  noti- 
<^cia  del  verdadero  Dios,  Creador 
^del  cielo  y  de  la  tierra.  (No  más 
faltó  que  le  dijera:  -cuyo  hijo  pade- 
ció debajo  del  poder  de  Poncio  Pi- 
lato.»)  Cuando  se  haya  acabado  la 
«guerra  y  promulgado  el  batió  que 
«lava  los  pecados,  tti  serás  la  pri- 
«mera  que  lo  reciba  y  guíe  con  su 
«  ejemplo  á  todos  los  habitantes  de  es- 
tíos países.— Dicho  esto  desapare- 
ce ció  el  joven,  y  yo  me  encontré  res- 
«tituída  á  la  vida;  me  alcé  del  sitio 
*en  que  yacía,  levanté  la  lápida  del 
«sepulcro  y  salí  al  jardín,  donde  me 
«encontraron  mis  domésticos.» 

'Atónito  quedó  Moteuczoma  al 
oír  estos  pormenores;  turbada  su 
mente  con  los  más  tristes  pensa- 
mientos, se  levantó  y  se  dirigió  á 
un  palacio  que  tenía  para  los  tiem- 
pos de  luto,  sin  hablar  á  su  herma- 
na, ni  al  Rey  de  Texcoco,  ni  á  nin- 
gún otro  de  los  que  lo  acompaña- 
ban, aunque  algunos  aduladores, 
para  tranquilizarlo,  procuraron  per- 
suadirle que  la  enfermedad  que  ha- 
bía padecido  la  princesa,  le  había 
trastornado  el  sentido.  No  quiso 
volver  á  verla,  por  no  afligirse  de 
nuevo  con  los  melancólicos  presa- 
gios de  la  ruina  de  su  imperio.  La 
princesa  vivió  muchos  años  des- 
pués, enteramente  consagrada  al 
retiro  y  á  la  abstinencia.  Fué  la  pri- 
mera que  en  el  aflo  1524  recibió  en 
Tlaltelolco  el  sagrado  bautismo,  y 


se  llamó  desde  entonces  Doña  Ma- 
ría Papantzin.  En  los  años  que  so- 
brevivió á  su  regeneración,  fué  un 
perfecto  modelo  de  virtudes  cristia- 
nas, y  su  muerte  correspondió  á  su 
vida  y  á  su  maravillosa  vocación  al 
cristianismo.» 

Torquemada,  después  de  referir 
la  resurreción  de  la  Papantmn,  di- 
ce: «Esta  historia  se  sacó  de  pin  tu- 
rras antiguas  y  se  envió  por  escri- 
«to  á  España  y  fué  cosa  muy  cierta 
«entre  los  antiguos  y  Doña  María 
•  Papan  muy  conocida  en  este  pue- 
«blo,  y  es  de  creer  que  así  sucedie- 
ra pues  así  se  platicaba.» 

Llama  la  atención  que  habiendo 
vivido  el  P.  Sahagún  en  el  conven- 
to de  Tlaltelolco,  y  pocos  años  des- 
pués de  la  conquista,  hable  tan  su- 
perficialmente del  suceso  maravi- 
lloso, y  no  haga  mención  de  que  la 
Papantsin  era  hermana  del  Rey, 
pues  hemos  visto  que,  al  referir  el 
suceso,  dice  simplemente:  «Aconte- 
ció que  una  mujer  de  México  murió, 
etc.v  ¿Cómo  podía  ocultarse  á  Sa- 
hagún que  esa  mujer  era  hermana 
de  Moteuczuma? 

Orozco  y  Berra,  con  más  sano 
criterio  que  el  del  jesuíta  Clavige- 
ro,  dice:  «En  nuestro  parecer,  es- 
«te  caso  maravilloso,  si  está  bien 
«autenticado,  se  resuelve  admitien- 
« do  un  caso  de  catalepsia ;  en  cuanto 
«á  la  relación  de  la  enferma,  qui- 
«tadas  las  variantes  añadidas  des- 
«pués  por  la  tradición,  va  confor- 
«me  con  la  idea  que  entonces  fer- 
« mentaba  en  los  ánimos  acerca  de 
«la  venida  de  los  hombres  blancos 
«y  barbudos:  no  se  puede  extrañar 
«la  mención  de  la  cruz,  que  les  era 
«conocida.» 

Papaztac.  (Abreviación  de  Pa- 
pastactsocaca  ó  más  bien  Papach- 


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32 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tactsocacUy  derivado  de  pachtli,  he 
no,  á  juzgar  por  el  jeroglífico  que 
de  este  nombre  trae  el  Códice  Nu- 
TTALL,  que  es  un  ramo  de  pachíli. 
Es  muy  incierta  la  etimología  y  aun 
la  significación  del  nombre.)  Uno 
de  los  cuatrocientos  dioses  de  los 
borrachos.  Fué  uno  de  los  seis  in- 
ventores del  pulque  en  Tamo  an- 
chan. Lo  festejaban  en  el  mes  Te- 
peilhtiitl,  matando  en  su  honor  un 
cautivo  en  el  44.^  edificio  del  tem- 
plo mayor  en  México,  llamado  Cen- 
tsontotochtininteopan.  (V.) 

Mataban  al  cautivo  de  día,  no  de 
noche— dice  Sahagún. 

El  Códice  Nuttall  le  consagra 
una  lámina  á  este  dios,  y  dice  de  él: 
«Esta  fiesta  esdun  demonio  q  está 
aquí  q  se  llama  papaztac  q  era  vnos 
de  quatro  cientos  dioses  borrachos, 
que  los  yndios  tenían  de  diversos 
nombres,  pero  en  común,  se  llama- 
van  todos  totochti  {totochtin)  q  quie- 
re dezir  conejos,  y  quando  los  yndios 
tenían  segado  e  cogidos  sus  mayzes 
se  emborrachaban  y  bailauan  invo- 
cando á  este  demonio,  y  á  otros  des- 
tos  quatro  cientos  e  ansí  de  las  f  igu- 
güras  q  van  adelante  hazían  lo 
mismo.* 

Patolli.  (Colorín.)Nombrequele 
daban  á  un  juego  los  mexicanos,  que 
consistía  en  colocar  tres  señales  en 
fila  en  lo  que  servía  de  tablero,  del 
modo  siguiente:  pintaban  en  un  pe- 
tate, según  Duran,  un  olin;  segián 
Clavigero,  dos  líneas  diagonales  y 
dos  trasversales,  y  según  el  Códi- 
ce Nuttall,  dos  horizontales  y  dos 
perpendiculares,  paralelas,  y  den- 
tro de  ellas  otras  divisiones,  que, 
según  Chavero,  estaban  arregladas 
á  los  períodos  cronológicos;  se  ju- 
gaba con  unos  frijoles  que  tenían 
pintados  unos  puntos  para  marcar 


los  números  que  se  ganaban;  los  de 
un  partido  empleaban  cinco  colori- 
nes, que  daban  nombre  al  juego,  y 
los  del  contrario,  cinco  piedritas 
azules.  Antes  de  empezar  el  juego 
hacían  oración  y  pedían  fortuna  á 
los  frijolillos  y  al  petate  como  si  fue- 
ran dioses,  y  cuando  jugaban,  juntá- 
base al  rededor  gran  gentío  de  apos- 
tadores  y  curiosos.  Para  arrojar 
los  patolli,  restregábanlos  prime- 
ro entre  las  manos  y  los  arrojaban 
sobre  el  petate  invocando  á  la  dei- 
dad Macuilxochitl,  «Cinco  Flor,» 
protectora  especial  de  ese  juego. 
Los  jugadores  de  profesión  anda- 
ban cargando  su  petate  debajo  del 
brazo  y  con  los  patolli  atados  en  un 
lienzo. 

En  la  lámina  60  del  Códice  Nu- 
ttall está  ^\nt?íá^,\^  Macuilxochitl, 
á  su  frente  la  cruz  del  patolli»  jun- 
to á  éste,  dos  jugadores,  y  junto  á 
cada  uno  de  ellos  un  curioso;  de  la 
boca  de  uno  de  los  jugadores  salen 
dos  vírgulas  para  significar  que  di- 
ce tener  dos  tantos,  y  del  de  la  otra, 
tres  vírgulas,  significando  que  ya 
tiene  tres  en  raya,  y  que,  por  lo  mis 
mo,  ya  ganó  el  juego.  El  jeroglífico 
de  la  diosa  está  representado  por 
cinco  circulitos,  macuilli,  y  por  una 
flor,  Xóchitl,  El  intérprete  del  Có- 
dice, dice: 

«Este  es  juego  q  los  yndios  tenían 
y  llamauanle  patole  (patolli)  q  es 
como  juego  de  dados,  encima  de  un 
petate  pintado.  En  la  figura  siguien- 
te, y  estos  q  ansi  destos  juegos  son 
maestros  invoca  van  al  demonio, 
q  ellos  llamavan  macuil  xuchitl.  q 
quiere  dezir  cinco  Rosas  e  ynvo- 
cavale  para  q  les  diese  dcha  para 
ganar.  » 

Penates.  Como  los  romanos,  te- 
nían los  mexicanos  y  todos  los  na- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


33 


hoas  sus  dioses  domésticos,  repre- 
sentados por  ídolos.  Llamábanlos 
Tepitoton,  (dioses)  pequeftitos.  Los 
reyes  debían  tener  seis  en  sus  casas, 
igual  número  los  caudillos,  cuatro 
los  nobles  y  dos  los  plebeyos.  En  los 
caminos  y  calles  los  había  con  pro- 
fusión 
Penitencias.  Véase  Neyolcoco- 

LIZTLI. 

Picietl.  Tabaco  ordinario,  cuya 
planta  es  más  pequefta  que  la  cuauh- 
yeíL  Tabaco  macuchi.— Mro//a«« 
rustica.  L. 

Según  las  opiniones  populares,  el 
picietl  era  el  cuerpo  de  la  diosa  Ci-  \ 
huacoatl;  y  por  esto  tenían  á  la  dio- 
sa como  abogada  en  las  curaciones 
que  hacían  con  esta  yerba,  y  la  in- 
vocaban con  el  nombre  de  Picietl. 

Piedra  de  Acúleo.  Pareciéndo- 
le  pequeño  á  Moteuczoma  II  el 
cuauhxicalli  del  templo  mayor  pa- 
ra sacrificar  á  los  prisioneros  que 
había  hecho  en  una  guerra  contra 
los  tecuantepecanos,  dio  órdenes 
para  labrar  otro  más  grande.  Cante- 
ros y  entalladores  salieron  en  bus- 
ca de  la  piedra,  y  la  encontraron 
de  las  medidas  justas  en  el  cerri- 
llo de  Acúleo,  señorío  de  Chalco.  Sa- 
cada de  su  asiento  y  labrada,  acudió 
inmenso  gentío  con  sogas,  palancas 
é  ingenios  á  fin  de  llevarla  á  Méxi- 
co. Fueron  los  sacerdotes,  incensa- 
ron la  piedra,  sacrificáronle  codor- 
nices y  la  cubrieron  con  papeles, 
gotas  de  ulin  (hule)  y  de  copal;  dan- 
zantes y  cantores  debían  ir  delante 
por  el  camino,  acompañados  de  bu- 
fones y  chocarreros  representando 
farsas  y  diciendo  chanzas  y  donai- 
res al  pueblo.  Terminados  los  pre- 
parativos, la  multitud  tiró  de  las  so- 
gas; mas  con  gran  sorpresa  la  roca 
no  se  movió,  y  las  cuerdas  se  re- 


ventaron cual  frágiles  hilos.  Mandó 
Moteuczoma  que  se  unieran  los  de 
Acolhuacan  á  los  trabajadores,  y 
más  felices,  arrastraron  la  piedra 
hasta  Tlapechucan.  Al  continuar  el 
trabajo  al  siguiente  día,  fué  imposi- 
ble arrancar  la  piedra  del  sitio,  y  se 
resistió  así  dos  días  enteros.  Avi- 
sado el  emperador,  hizo  llamar  á 
los  otomíes;  y  cuando  todos,  arman- 
do gran  vocería,  tiraban  fuertemen- 
te de  las  sogas,  salió  una  voz  del 
interior  de  la  piedra,  y  dijo:  «Mise- 
«rable  gente  y  pobre  y  desventura- 
«da,  ¿para  qué  porfiáis  á  me  que- 
«rer  llevar  á  la  ciudad  de  México? 
«Mirad  que  vuestro  trabajo  es  en 
«vano,  y  yo  no  he  de  llegar,  ni  es 
«mi  voluntad;  pero  pues  que  tanto 
«porfiáis,  estirad,  que  yo  iré  hasta 
«donde  á  mi  me  pareciere,  por  vues- 
«tro  mal.»  Después  de  aquel  prodi- 
gio, que  dejó  atónito  al  pueblo,  la 
piedra  se  dejó  mover  cual  objeto  1¡- 
jero  hasta  Tlapitzahuayan.  Traída 
de  refresco  la  gente  de  Azcapozal- 
co,  la  piedra  habló  por  segunda  vez 
repitiendo  lo  que  había  dicho,  y 
añadió:  «ya  no  soy  menester  allá, 
«porque  ya  está  determinada  otra 
«cosa,  la  cual  es  divina  voluntad  y 
«determinación:  que  no  quiera  él 
«hacer  contra  ella:  que  ¿para  queme 
«lleva?  para  que  mañana  esté  caí- 
«da  y  menospreciada  por  ahí,  y  avi- 
«sadle  que  ya  se  le  acaba  su  man- 
«do  y  oficio,  que  presto  lo  verá,  y 
«experimentará  lo  que  ha  de  venir 
«sobre  él,  á  causa  de  que  se  ha  que- 
«rido  hacer  más  que  el  mismo  Dios, 
«que  tiene  determinadas  estas  co- 
«sas:  y  así,  dejadme,  porque  si  paso 
«adelante  será  por  vuestro  mal.» 
Sin  arredrarse,  Moteuczoma  man- 
dó proseguir  la  empresa,  y  la  roca 
se  dejó  llevar  fácilmente  hasta  Te- 


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31 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


chico,  junto  á  Itztapalapan,  y  luego 
hasta  Atocititlan,  ya  dentro  de  la 
calzada,  en  donde  fué  recibida  por 
los  moradores  de  la  ciudad  con  mú- 
sica, bailes,  sahumerios,  rosas  y 
estrepitosa  alegría.  Estando  el  pe 
druzco  encima  del  puente  de  Xo- 
loc,  quebráronse  con  estrépito  las 
vigas  y  se  precipitó  la  masa  al  fon- 
do del  foso,  arrastrando  tras  sí  gran 
número  de  gente  con  algunos  de  los 
sacerdotes  oficiantes  El  emperador 
hizo  llevar  los  mejores  buzos  de  los 
lagos,  los  cuales,  aunque  porfia- 
ron buscando  en  el  fondo  del  agua, 
no  encontraron  la  roca  ni  rastro  de 
ella:  alguno  opinó  porque  se  habría 
vuelto  á  su  primitivo  asiento,  y,  en 
efecto,  fueron  algunos  á  Acúleo  y 
la  vieron  en  su  antiguo  lugar,  ro- 
deada de  las  sogas  rotas,  con  los 
papeles,  copal,  uli  y  manchas  de 
sangre  del  sacrificio :  fué  Moteuc- 
zuma  á  verla,  y  sobre  ella,  para  con- 
tentarla, sacrificó  algunos  cautivos. 
—  (Duran,  Tesosomoc) 

Orozco  y  Berra,  explicando  el 
prodigio,  dice :  —  «  Evidentemente 
está  fundada  esta  relación  en  las 
dificultades  que  debió  presentar  la 
traslación  de  una  mole  de  gran  pe- 
so, que  se  dejaba  tratar,  fácil  ó  di- 
ficultosamente, según  el  terreno 
por  donde  la  pasaban  y  los  medios 
empleados  en  ello;  se  explica  la  ro 
tura  del  puente,  porque  no  era  so- 
brado resistente,  y  si  la  piedra  no 
fué  encontrada  por  los  buzos,  es  que 
la  gravedad  la  hizo  hundir  en  el 
fango  del  fondo  de  la  laguna.  Los 
demás  pormenores  son  fabulosos, 
acreditados  después  entre  el  vulgo, 
con  creces  y  comentarios.  Y  no  hay 
por  qué  maravillarse  de  esto,  pues, 
como  atinadamente  observa  el  Sr. 
D.  Femando  Ramírez,  abundan  en 


la  historia  del  Antiguo  Mundo  men- 
ciones de  objetos,  que  ya  se  hacen 
pesados  de  manera  que  no  pueden 
ser  removidos,  ya  se  trasladan  por 
su  voluntad  de  un  punto  á  otro,  ya 
hablan  como  seres  racionales  dan- 
do respuestas  y  prediciendo  el  por- 
venir. La  humanidad,  en  todos  los 
tiempos  y  en  todos  los  mundos,  ima- 
ginando lo  prodigioso  y  lo  descono- 
cido.» 

Pillahuana.  (Abreviación  de  pi- 
llahuanalistli:  pilli,  niño  ó  niña; 
tlahuanali^tli,  embriaguez,  borra- 
chera, derivado  de  tlahuana.emhO' 
rracharse:  «Borrachera  de  niños.») 
En  una  fiesta  que  hacían  cada  cua- 
tro años,  en  el  que  correspondía  á 
nuestro  bisiesto,  agujereaban  las 
orejas  á  los  muchachos  y  mucha- 
chas y  les  daban  de  beber  pulque 
sus  padrinos,  esto  es,  los  que  los  ha- 
bían tenido  con  las  manos  durante 
la  horadación,  hasta  embriagarlos. 

El  Códice  Nuttall,  describiendo 
las  fiestas  del  mes  Hueipachtli,  ha- 
ce mención  de  la  Pilhuana  ó  Pilla- 
huana. en  los  términos  siguientes: 

« y  en  este  mesmo  día  cele- 

brauan  otra  fiesta  q  sellamaua  pi- 
launa  quiere  dezir  borra  chera  de 
los  niños  por  q  en  ella,  los  niños 
bailauan  con  las  niñas,  y  el  vno  al 
otro  se  dauan  abeuer  hasta  embo- 
rracharse y  des  cometían  el  vno  al 
otro  sus  fealdades,  y  fornicios  estos 
yndios  eran  ya  grandezillos.  de  nue- 
ve ó  diez  años  esta  vella  q  ría  nose 
usaua  vniuersalmente.  sino  en  los 
tlalhuicas  q  son  tierras  llanas  de 
Regadío,  do  calienta  el  sol.»  En  la 
pintura  están  dos  niños,  hombre  y 
mujer,  bailando  y  con  una  jicara  de 
pulque  en  la  mano,  de  la  que  están 
bebiendo.  Preside  el  acto  la  diosa 
Xochiquetsalli. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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Piltzintecutli  (PiltBtntli,  m- 
ño;  teciítli,  señor:  «Señor,  protector 
de  los  niños,»  ó  «Señor  niño.»)  Hi- 
jo de  Oxomoco  y  de  Cipactonal.  Co- 
mo fué  el  primer  hijo  de  éstos,  que 
fueron  los  primeros  padres  del  gé- 
nero humano,  le  faltaba  mujer,  y  los 
dioses  le  dieron  una  formada  de 
los  cabellos  de  Xochiquetsal.  Era  el 
custodio  y  guardador  de  los  niños 
nacidos  en  matrimonio,  principal- 
mente de  los  nobles.  Pintábanle  de 
poca  edad  y  hermoso.  Presidía,  en 
imión  de  otros  dioses,  la  VI  y  la 
XIV  trecenas. 

Los  habitantes  del  reino  de  Xa- 
lixco  y  de  otros  señoríos  adyacen- 
tes adoraban  á  Piltzintecutli,  el 
«niño  dios,»  ó  el  «dios  niño,»  el  cual 
se  apareció  á  Cuanameti  en  las  lia- 
nuras  de  Ixtlahuacan  Nepantlatli. 
Tenía  la  figura  de  niño.  Enseñaba 
á  sus  devotos  que  había  en  el  cielo 
im  dios  creador  de  todas  las  cosas; 
que  el  cielo  era  de  plata  y  había  en 
él  muchos  plumajes  y  piedras  pre- 
ciosas, y  que  allí  vivía  una  señora 
que  jamás  envejecía,  de  la  cual  ha- 
bían tomado  carne  los  hombres.  A 
ese  dios  niño  atribuían  la  invención 
de  los  arcos  y  de  las  flechas  con 
que  se  defendían  de  sus  enemigos. 
También  era  el  Dios  de  los  tempo- 
rales. Era  el  numen  principal  de 
los  acaponeta. 

Pochteca.  (Plural  de  pochtecatl, 
comerciante,  traficante.)  Merca- 
deres, traficantes.— Había  pochte- 
ca ambulantes  que  recorrían  los 
tianquistli  6  mercados,  y  obraban 
por  su  propia  cuenta.  Las  expe- 
diciones á  países  remotos  se  or- 
ganizaban en  grandes  caravanas. 
Al  efecto,  se  reunían  en  Tlatelol- 
co  cuantos  querían  ser  de  la  partida; 
elegían  un  jefe  bajo  cuyo  mando  se 


ponían;  y  reunidos  en  la  casa  de  és- 
te, tomaban  las  últimas  determi- 
naciones y  consumían  un  convi- 
te que  les  hacía.  Fijábase  la  parti- 
da para  un  día  de  signo  fausto,  y  el 
mejor  era  el  Ce  CohuatL  A  media 
noche  invocaban  al  sol,  como  dios 
fuego,  á  Tlaltecutlij  dios  tierra,  y  á 
Yacateculli,  señor  nariz,  el  que  va 
por  delante,  el  que  guía,  ó  por  otro 
nombre,  Yacacoliuqui,  el  de  la  na- 
riz curva,  que  era  el  dios  de  los 
mercaderes;  ofrecían  codornices  al 
sol,  papeles  goteados  con  w// derre- 
tido, y  se  sacaban  sangre  de  la  len- 
gua y  de  las  orejas.  También  invo- 
caban á  Zacatsontli  y  á  Tlacotson- 
th\  dioses  del  camino. 

Caminaban  apoyándose  en  im 
báculo  de  palo  negro,  liso  y  sin  nu- 
dos, llamado  xonecuilli,  imagen  de 
Yacatecutli,  y  un  mosqueador  gran- 
de, tsacuilhuastli,  de  plumas,  pa- 
pel ó  madera  delgada.  Formando 
largas  hileras  uno  tras  otro,  ren- 
dían las  jornadas  de  costumbre,  y 
por  la  noche  reunían  todos  los  bácu- 
los enhiestos,  atándolos  por  el  me- 
dio con  una  cinta,  y  durante  la  no- 
che se  sacaban  sangre,  dos  ó  tres 
veces,  ante  aquellos  palos. 

Mientras  duraba  el  viaje,  los  pa- 
rientes de  los  mercaderes  que  que- 
daban en  la  población,  no  se  lavaban 
la  cabeza,  aun  cuando  se  podían  ba- 
ñar, sino  de  ochenta  en  ochenta  días. 
Si  tenían  noticia  de  haber  fallecido 
alguno  en  el  camino,  hacían  las 
exequias,  y  después  de  cuatro 
días  se  lavaban  la  cabeza.  Si  pere- 
cía en  guerra,  porque  á  veces  eran 
recibidos  los  pochteca  hostilmente 
en  algunos  lugares,  hacían  su  esta- 
tua con  rajas  de  ocotl,  ocote  ó  pino, 
y  la  quemaban,  cual  si  se  tratara 
de  soldados.  Si  moría  accidental- 


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36 


ANALES  DEL  MUSEO    NACIONAL. 


mente  en  el  camino  un  pochtecatl, 
sus  compañeros  ponían  al  cadá- 
ver su  tentetl,  «piedra  del  labio,»  y 
demás  insignias;  pintábanle  de  ne- 
gro los  ojos  y  de  colorado  el  rede- 
dor de  la  boca;  atábanle  fuertemente 
á  un  cacaxtli,  armazón  para  cargar 
en  la  espalda,  y  lo  dejaban  de  pie, 
arrimado  á  un  palo  hincado  en  tie- 
rra, en  lo  alto  de  alguna  montaña; 
ahí  se  consumía  el  cuerpo  y  decían 
que  no  había  muerto,  sino  que  ha- 
bía ido  á  morar  al  sol. 

Cuando  regresaban  del  viaje,  en- 
traban de  noche  en  la  población  y 
esperaban  los  días  prósperos,  co- 
mo Ce  Calli  6  Chicóme  Calli;  daban 
un  convite  á  sus  parientes  y  ha- 
cían ofrendas  y  sacrificios  ÁXinh- 
tecutli  y  á  Yacatecutli,  —  (Sahag., 
Torquem.) 

Hay  mucho  que  decir  sobre  los 
pochtecUy  pues  Sahagún  ocupa  14 
capítulos  del  libro  IX,  hablando  de 
ellos;  pero  nosotros  nos  hemos  li- 
mitado á  exponer  lo  que  tiene  rela- 
ción con  la  mitología. 

Pochtlan.  Era  el  49^  edificio  de 
los  78  en  que  estaba  dividido  el 
templo  mayor  de  México.  Era  un 
monasterio  donde  vivían  los  sacer- 
dotes que  oficiaban  en  el  templo  de 
Yacatecutli,  dios  de  los  mercaderes. 

Popocatepetl.  (Popoca,  que  hu- 
mea; tepetl,  monte:  «Monte  que 
humea.»)  El  gran  volcán  de  Puebla. 
Era  reverenciado  como  dios.  Su 
fiesta  era  celebrada  en  el  mes  Teo- 
tleco  ó  Pachtontli.  Hacían  unos  ce- 
rritos  de  masa  de  bledos,  y  cada 
uno  én  su  casa  los  ponía,  colocando 
en  medio  uno  más  grande,  que  era 
el  Popocatepetl.  A  estos  cerritos  les 
hacían  caras  con  ojos  y  les  ponían 
diversos  adornos;  hacían  también 
arbolitos  de  los  cuales  colgaban  he- 


no y  los  ponían  en  todas  las  cercas. 
Arrojaban  después  maíz  á  los  cua- 
tro vientos,  de  cuatro  colores,  ne- 
gro, blanco,  amarillo  y  entreverado. 
Al  fn  de  la  fiesta  organizaban  una 
solemne  danza,  en  que  todos  iban 
vestidos  con  traje  talar  blanco  y  en 
él  pintados  corazones  y  manos 
abiertas,  significando  que  pedían 
buena  cosecha  porque  ya  era  el  tiem- 
po; y  asi  andaban  con  bateas  de  palo 
y  jicaras  grandes,  como  pidiendo  li- 
mosna á  sus  dioses.  Llevaban  en 
la  danza  dos  esclavas  jóvenes,  her- 
manas, las  cuales  tenían  pintadas 
en  la  falda  imas  tripas  retorcidas, 
significando  la  una  el  hambre,  y  la 
otra  la  hartura,  y  á  ambas  las  sa- 
crificaban. A  las  imágenes  de  los 
montes— dice  Duran  que  dos  días 
les  servían  comida  en  trastecitos, 
como  á  niños,  y,  al  fin  de  la  fies- 
ta, con  un  tsotBopastli  (instrumento 
para  tejer),  como  si  fuera  el  cuchi- 
llo del  sacrificio,  los  herían  intro- 
duciéndolo en  la  masa,  y  les  saca- 
ban el  corazón  y  lo  entregaban  al 
amo  de  la  casa;  despedazaban  en 
seguida  los  cerros,  y  se  los  comían 
con  gran  reverencia  como  si  fuera 
la  carne  de  los  dioses.  La  concu- 
rrencia se  entregaba  á  comer  y  á 
beber  á  honra  de  las  deidades  muer- 
tas, llamadas  tepeme,  «montes.»  — 
Mientras  esto  pasaba  en  las  casas, 
los  sacerdotes  buscaban  en  los  mon- 
tes las  ramas  más  irregulares  en 
curvas,  que  llamaban  coat^in,  «cule- 
brita,»  las  llevaban  á  los  templos, 
las  revestían  con  masa  de  bledos,  les 
ponían  ojos  y  boca,  y  hacían  las  mis- 
mas ceremonias  que  con  los  cerros; 
al  sacrificarlas  como  lo  habían  he- 
cho con  éstos,  daban  á  comer  la 
masa  á  los  cojos,  á  los  tullidos,  á  los 
mancos  y  contrahechos,  quienes 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


37 


quedaban  con  la  obligación  de  pro- 
porcionar el  tsoallí,  masa  de  ble- 
dos, en  el  siguiente  aflo.  Después 
de  todo  esto,  dice  Torquemada  que 
inmolaban  cuatro  mujeres  que  to- 
maban el  nombre  de  Tepechoch,  Ma- 
tlalcuae,  Xochitecatl  y  Mayahueh  y 
un  hombre,  MinahuaiL  Se  cree  que 
estos  nombres  son  los  de  las  divini- 
dades de  las  montañas.  Sahagún 
dice  que  la  Mayahuel  era  imagen  de 
los  maguelles  y  que  Milnahuatl  era 
la  imagen  de  las  culebras. 

Sahagún,  al  describir  las  fiestas 
del  mes  Tepeilhuitl  en  honor  de  los 
montes,  no  hace  mención  especial 
del  Popocatepetl.  Sólo  al  hablar  de 
las  alturas  y  bajuras  dice:  «Hay 
«uno  (monte)  muy  alto  que  humea, 
«que  se  llama  Popocatepetl,  que 
«quiere  decir  monte  que  humea,  es 
«monstruoso  y  digno  de  ver,  y  yo 
«estuve  encima  de  él.» 

Poyauhtecatl.  (Derivado  de  Fo- 
yauhtlan.)  El  volcán  de  Orizaba. 
Era  uno  de  los  montes  más  venera- 
dos. Los  que  padecían  enfermeda- 
des procedentes  de  frío,  hacían  su 
imagen  y  le  hacían  votos  y  ofren- 
das.   (^F(^a5^  Po Y AUHTLAN.) 

Poyaiüitlan.  (Poyahui,  aclarar- 
se, hacerse  ligeras  las  nubes;  tlan, 
cerca  ó  junto:  «Donde  se  aclaran  y 
aligeran  las  nubes.»)  Nombre  espe- 
cial que  se  daba  á  la  región  alta  de 
Ahuüisapan  (Orizaba)  por  las  nu- 
bes claras  y  ligeras  de  las  cimas  de 
las  montañas.  A  la  más  alta,  que 
es  el  volcán,  llamaban  el  Poyauh- 
tecatl, esto  es,  de  Poyauhtlan  — 
Nombre  del  5.^  edificio  de  los  78  que 
comprendía  el  templo  mayor  de 
México.  Allí  ayunaban  los  gran- 
des sacerdotes  Toteuctlamaca:^qui 
y  Tlalocantlenamacac y  y  hacían  pe- 
nit encía  cada  cuatro  días  é  incen- 


saban á  las  imágenes  que  allí  es- 
taban. 

PozonaltepetL  (Posonalli,  es- 
puma; tepetl,  monte:  «Monte  de  la 
espuma  ó  espumoso.»)  Nombre  del 
monte  en  que  Mayahuel  y  otros  dio- 
ses descubrieron  el  pulque. 

Presagios.  Las  tribus  nahoas,  y 
muy  particularmente  los  tezcoca- 
nos  y  los  mexicanos,  tenían  la  tra- 
dición de  que  unos  hombres  blan- 
cos y  barbados  habían  de  venir  del 
Oriente,  solos,  ó  guiados  por  Que- 
tsalcoatl,  á  destruir  sus  reinos  y  á 
tomar  posesión  de  sus  tierras.  No 
sólo  el  vulgo,  sino  los  nobles  y  aun 
los  reyes  daban  crédito  á  esa  tra- 
dición, y  la  juzgaban  confirmada 
siempre  que  algún  fenómeno  natu- 
ral, pero  que  ellos  no  podían  expli- 
carse á  la  luz  de  su  escasa  ciencia, 
venía  á  herir  su  exaltada  imagina- 
ción. Se  inventaban  también  mucha  s 
fábulas  á  que  el  vulgo  daba  entero 
crédito,  y  cada  día  se  afirmaba  más 
y  más  la  tradición,  hasta  que,  por 
último,  obtuvo  plena  confirmación 
con  el  desembarco  de  los  españoles 
en  las  costas  del  Golfo. 

Presentaremos  aquí  los  principa- 
les sucesos  que  se  consideraron  por 
nobles  y  plebeyos  como  presagios 
de  la  venida  de  los  conquistadores 

Como  primer  presagio  relatado 
en  la  historia,  aparece  el  prodigio 
conocido  con  el  nombre  de  Mixpa- 
mitl,  «Bandera  de  nube.»  Según 
Torquemada,  «fué  una  llama  defue- 
«go,  notablemente  grande  y  res- 
«plandeciente,  hecha  en  figura  pira- 
«midal,  á  la  manera  de  una  grande 
«hoguera,  la  cual  parecía  estar  cla- 
«vada  en  medio  del  cielo  teniendo 
«su  principio  en  el  suelo,  de  don- 
«de  comenzaba,  de  grande  anchor, 
«y  desde  el  pié  iba  adelgazando  en 

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38 


ANALES  DEL   MUSEO   NACIONAL. 


«la  forma  dicha,  y  echaba  centellas 
«en  tanta  espesura  q.e  parecían 
«chispas  de  pólvora  encendida,  la 
«cual  empezaba  á  aparecer  en  el 
«Oriente  á  la  media  noche  y  iba  su- 
«biendo  con  el  movimiento  del  cie- 
«lo  hacia  la  parte  del  Poniente,  de 
«manera  que  cuando  salía  el  sol, 
«llegaba  al  puesto  donde  él  está  al 
«medio  dia,  y  cuando  salía  el  sol 
«perdía  su  resplandor  (como  todas 
«las  demás  estrellas),  y  se  desapa- 
«recía,  hasta  que  la  noche  siguiente  ¡ 
«volvía  á  aparecer  en  el  mismo  lu- 
«gar  y  en  la  misma  hora.  Esto  du- 
«ró  por  espacio  de  un  año  cada  no- 
«che. ...» 

El  Mixpamitl  apareció  en  los 
años  de  1508  á  1509.— Orozxo  y  Be- 
rra cree  que  aquello  fué  una  erup- 
ción del  volcán  Popocatepetl,  á 
juzgar  por  las  descripciones  y  pin- 
turas, y  que  los  intérpretes  de  los , 
Códices  no  supieron  darse  cuenta  I 
del  fenómeno. 

El  Mixpamitl  no  dejaba  sosegar 
el  ánimo  inquieto  del  emperador 
Moteuczoma,  quien,  si  en  él  mira- 
ba una  señal  infausta,  no  atinaba  á 
darle  significación.  Consultó  á  sus 
astrólogos  y  adivinos,  pero  ningu- 
no pudo  satisfacer  sus  dudas.  Re- 
cordó entonces  el  gran  saber  de  iV¡p- 
zahualpilli,  rey  de  los  acolhuas,  y 
le  envió  mensajeros  rogándole  que 
fuese  á  México.  Nezahualpilli,  en- 
tre otras  cosas,  le  dijo:  — «No  qui- 
«siera  inquietar  tu  ánimo;  pero  ten- 
«go  que  darte  cuenta  de  una  cosa 
«extraña  y  maravillosa  que  ha  de 
«acontecer  en  tu  tiempo,  y  es  que 
«de  aquí  á  muy  pocos  años,  nues- 
«tras  ciudades  serán  destruidas  y 
«asoladas,  nosotros  y  nuestros  hi- 
«jos  muertos,  y  nuestros  vasallos 
«apocados  ó  destruidos,  y  para  más 


«verificarlo  que  te  digo,  esmuy  cier- 
«to  que  jamás  que  quisieres  hacer 
«guerra  á  los  huexotsinca,  tlaxcal- 
«teca  6  cholulteca,  alcanzarás  vic- 
«toria;  y  más  te  digo,  que  antes 
«de  muchos  días,  verás  por  el  cielo 
«señales  que  serán  pronósticos  de 
«lo  que  te  digo;  y  no  por  eso  te  des- 
«asosiegues  ó  inquietes,  que  lo  que 
«ha  de  suceder  es  imposible  huille 
«el  rostro;  pero  de  una  cosa  me  sien- 
«to  muy  consolado,  que  yo  ya  no 
«veré  estas  calamidades,  porque 
«mis  días  son  ya  muy  breves,  y  á 
«esta  causa  quise,  antes  que  mue- 
«ra,  dejarte  este  aviso  como  á  hijo 
«mío  muy  querido.» 

Aunque  Moteuczoma  quedó  con- 
fuso, mirando  ser  llegado  el  cum- 
plimiento de  las  profecías  de  Que- 
tsalcoatl,  dice  Torquemada  que 
para  oponerse  á  los  decretos  del 
hado,  inventó  su  superstición  jugar 
á  la  pelota  la  verdad  del  pronósti- 
co. Nx)  sólo  aceptó  Nezahualpilli  el 
juego,  sino  que  apostó  su  reino  en- 
tero de  Acolhuacan  contra  tres  ga- 
llos (huexolotl,  guajolotes )  de  Mo- 
teuczoma, de  los  cuales,  si  ganaba, 
no  tomaría  más  que  los  espolones. 
Idos  al  t lacheo,  juego  de  pelota,  ga- 
nó Moteuczoma  dos  rayas  seguidas, 
de  las  tres  á  que  el  juego  estaba 
concertado;  alborozado  con  la  suer- 
te, dijo  á  su  contrario:  «Paréceme, 
señor  Nezahualpilli,  que  me  veo 
ya  señor  de  los  aculhua,  como  lo 
soyde  los  mexicanos.»  Alo  cual  res- 
pondió Nezahualpilli:  «Yo,  señor, 
os  veo  sin  señorío,  y  que  acaba  en 
vos  el  reino  mexicano,  porque  me 
da  el  corazón  que  han  de  venir  otros 
que  á  vos  y  á  mí  y  á  todos  nos  qui- 
ten nuestro  señorío,  y  porque  lo 
creáis  así  como  os  lo  tengo  dicho, 
pasemos  adelante  con  el  juego  y  lo 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


39 


veréis.»— Nezahualpilli  ganó  suce- 
sivamente las  tres  rayas,  y  el  gusto 
exagerado  del  orgulloso  Moteuczo- 
ma  trocóse  en  profunda  mortifica- 
ción. 

Los  AA.  no  atribuyen  á  don  de 
profecía  todo  lo  dicho  por  Nezahual- 
pilli  á  Moteuczoma,  sino  á  que  tenía 
ya  noticia  de  la  llegada  de  los  hom- 
bres blancos  á  las  costas  de  Amé- 
rica, pues  Alonso  de  Ojeda  y  Diego 
de  Nicuesa  habían  puesto  la  planta 
en  el  Darien  el  aflo  anterior,  1509,  y 
había  habido  otros  encuentros  en- 
tre naturales  y  conquistadores,  y 
comunicados  estos  hechos  de  pue- 
blo en  pueblo  se  hicieron  notorios 
por  las  vías  de  Yucatán  y  de  Xoco- 
nochco  por  medio  de  los  merca- 
deres, y  Nezahualpilli  los  recogió 
atentamente.  Como  rumores,  tales 
hechos  eran  de  dominio  público,  y 
en  boca  del  vulgo  tomaban  formas 
aterradoras  y  fantásticas,  relacio- 
nadas con  las  antiguas  profecías  de 
Quetsalcoatl.  Sólo  el  receloso  Mo- 
teuczoma aparentaba  ignorar,  ó  no 
quería  admitir  lo  que  para  los  de- 
más era  notorio. 

Obrando,  según  este  estado  de  su 
ánimo,  mandó  Moteuczoma  consul- 
tar á  im  famoso  adivino  de  la  cor- 
te, ofreciéndole  grandes  riquezas  si 
lo  sacaba  de  la  aflicción  y  duda  en 
que  lo  había  dejado  el  rey  de  Tez- 
coco.  El  nigromántico,  con  mucha 
entereza,  le  respondió  que  era  ver- 
dad cuanto  Nezahualpilli  había  pro- 
nosticado. Enfurecido  el  rey,  man- 
dó que  le  derribasen  al  mago  la  casa 
haciendo  de  ella  su  sepultura. 

Nezahualpilli,  como  una  de  las 
señales  de  verdad  de  sus  pronósti- 
cos sobre  la  venida  de  otros  hom- 


bres, le  había  dado  á  Moteuczoma 
la  de  que  no  volvería  á  triunfar  en  la 
guerra  contra  los  tlaxcaltecas.  No 
obstante  esto,  mandó  un  ejército 
contra  Tlaxcala,  para  ejercitarse 
en  la  guerra  sagrada.  La  derrota  de 
los  mexicanos  fué  completa,  pues 
apenas  llevaron  á  México  ochenta 
prisioneros.  Indignado  el  injusto 
Moteuczoma,  no  permitió  ninguna 
solemnidad  en  honra  de  los  muer- 
tos en  la  guerra;  mandó  tusar,  co- 
mo á  gente  que  no  había  hecho  ha- 
zaña alguna,  á  todos  los  capitanes, 
caballeros  y  guerreros  distinguidos 
que  de  la  guerra  volvieron;  los  pri- 
vó de  sus  armas  y  divisas;  les  pro- 
hibió usar  mantas  y  calzado  fino,  y 
les  negó  la  entrada  en  el  palacio 
real;  todo  esto  por  espacio  de  un 
año  y  bajo  pena  de  la  vida  en  caso 
de  desobediencia. 


El  año  de  1510  hubo  un  eclipse 
de  sol;  y  este  fenómeno,  que  siempre 
les  causaba  espanto  (  Véase  Eclip- 
ses), lo  vieron  en  esa  ocasión  como 
un  terrible  presagio. 

« 

4c    4c 

Una  noche  incendióse  la  capilla 
del  templo  de  Huitsilopochtli,  sin 
que  se  pudiera  asignar  alguna  cau- 
sa natural  del  incendio.  El  fuego 
brotaba  del  centro  de  las  maderas 
con  tal  fuerza,  que  aunque  los  cus- 
todios del  templo  dieron  voces  lla- 
mando á  la  gente  y  acudió  ésta,  el 
agua  arrojada  por  la  multitud  avi- 
vaba más  las  llamas,  en  vez  de  ex- 
tinguirlas, y  el  santuario  entero 
quedó  destruido. 


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40 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Pocos  días  después,  una  noche  llu- 
viosa se  incendió,  en  el  barrio  de 
Zonmolco,  el  teocalli  de  Xiuhtecuíli, 
el  dios  del  fuego,  y  quedaron  con- 
sumidas las  maderas. 


* 

Torqucmada,  hablando  de  los  pre- 
sagios, dice:  «El  cuarto  pronóstico 
aconteció  de  día  claro,  y  fué  una  co- 
meta que  cayó  hacia  la  tierra,  que 
tenía  tres  cabezas,  una  cola  muy 
larga,  y  puede  ser  ésta  la  que  He- 
rrera dice  haberse  visto  de  día  y 
con  sol;  pero  no  fueron  muchas,  si- 
no una  sólo,  y  es  verdad  que  comen- 
zó en  el  Poniente  y  fué  corriendo 
hacia  al  Oriente,  despidiendo  de  sí, 
muchas  centellas  de  fuego;  y  de  la 
novedad  de  esta  cometa,  hubo  gran 
espanto  entre  todos  los  que  le  vie- 
ron.»— Los  A  A.  están  conformes  en 
que  el  fenómeno  no  fué  ni  pudo 
ser  un  cometa,  sino  la  caída  de  un 
aerolito. 


causa  del  alzamiento,  según  Tor- 
quemada,  fué  que  los  hechiceros, 
«en  un  lugar  que  ellos  tenían  cava- 
«do  en  la  tierra,  á  manera  de  pozue- 
«lo,  donde  adivinaban,  vieron  unos 
«hombres  barbados,  armados  y  á 
«caballo,  y  que  los  caballos  estaban 
«enjaezados  y  con  pretales  de  cas- 
« cábeles,  y  que  los  mexicanos  iban 
«detrás  de  ellos,  cargados  con  hua- 
«cales  y  otros  instrumentos  de  ser- 
«vicio;  de  lo  cual  coligieron  la  ruina 
«próxima  del  imperio  mexicano,  he- 
«cha  por  aquella  gente  valerosa, 
«que  los  había  de  avasallar  y  ren- 
«dir.» 


* 


«El  año  de  1511  apareció  en  el 
«aire— dice  Torquemada— un  gran 
«pájaro,  á  manera  de  paloma  tor- 
«caz,  con  cabeza  de  hombre,  que  pro- 
«nosticaba  la  velocidad  con  que 
«venían  los  que  los  habían  de  des- 
«aposesionar  de  sus  reinos.» —A 
este  pájaro  lo  llamaron  tlacahui- 
lotl,  «paloma-hombre.» 


a 


El  presagio  más  admirable  fué  la 
resurrección  de  una  princesa,  her- 
mana de  Moteuczoma,  la  cual  luego 
que  resucitó  habló  á  su  hermano  y 
al  rey  Nezahualpilli  y  les  dijo  que 
había  visto  á  los  hombres  blancos 
y  barbudos  que  habían  de  conquis- 
tar sus  reinos.  (Véase  Papantzin.) 


* 
*  * 


Los  de  Cuetlachtla  rehusaron  pa- 
gar el  tributo  á  Moteuczoma,  y  die- 
ron muerte  á  los  recaudadores.  La 


«Este  mismo  año  (1511)  — dice 
«Torquemada  — cayó  una  columna 
«de  piedra,  grande,  junto  al  tem- 
«pío  de  Hm't^üopochllí,  sin  saber 
«de  donde  había  venido,  solo  se  su- 
«po  el  haberla  visto  caer.»— Debe 
haber  sido  algún  aerolito. 


«Por  este  tiempo — sigue  dicien- 
«do  Torquemada— hacia  la  mar  del 
«Norte  se  anegaron  los  tuzapane- 
«cas  con  un  diluvio,  que  por  ellos 
«pasó  y  asoló  sus  tierras.» 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


41 


«En  el  pueblo  de  Tecualoya,  en 
«un  lugar  llamado  Teyahualco,— 
«continúa  diciendo  Torquemada  — 
«cogieron  un  ferocísisimo  animal 
«de  muy  horrenda  y  espantosa  he- 
« chura.» 


«En  Tetzcuco  — acaba  por  decir 
«Torquemada  — se  vino  del  campo 
«una  liebre,  y  entrándose  por  la  ciu- 
•cdad  se  metió  en  las  casas  del  rey, 
«y  no  paró  hasta  llegar  corriendo  á 
«lo  mas  interior  de  su  palacio,  y  que- 
«riéndola  matar  sus  criados,  dijo  el 
«rey  Nezahualpilli:  dejadla,  no  la 
«matéis,  que  esa  dice  la  venida  de 
«otras  gentes,  que  se  han  de  entrar 
«por  nuestras  puertas,  sin  resisten- 
«cia  de  sus  moradores.» 


*  * 

A  estos  presagios  debe  agregar- 
se el  de  la  Piedra  habladora.  (Véase 
Piedra  de  Aculco.) 

Sahagún,  después  de  referir  al- 
gunos de  los  prodigios  menciona- 
dos, dice:  «El  quinto  fué,  que  la  la- 
«guna  de  México,  sin  hacer  viento 
«ninguno,  se  levantó:  parecía  que 
«hervía  y  saltaba  en  alto  el  agua, 
«é  hízose  gran  tempestad  en  la  lagu- 
«na;  las  olas  batieron  en  las  casas 
«que  estaban  cerca,  y  derrocaron 
«muchas  de  ellas:  tuviéronlo  por 
«milagro,  porque  ningún  viento  co- 
«rría.» 


« en  aquellos  días— dice  Sa- 

«hagún  — oyeron  voces  en  el  aire 
«como  de  ima  muger  que  andaba 
«llorando  y  decía  de  esta  manera: 
«/0/r,  hijos  míos,  ya  estamos  dpun- 
^to  de  perdernos!  otras  veces  de- 
«cía:  ¡Oh,  hijos  míos!  ¿d  donde  os 
oillevaré?* 

* 

« ....  los  pescadores  ó  cazadores 
«del  agua,  tomaron  en  sus  redes  una 
«ave  del  tamaño  y  color  de  una  gru- 
«lia,  la  cual  tenía  en  medio  de  la 
«cabeza  un  espejo.  Esta  fué  hasta 
«entonces  cosa  nunca  vista,  y  así 
«lo  tuvieron  por  milagro,  y  luego  la 
«llevaron  á  Mocthecusoma  que  es- 
«taba  en  su  palacio,  en  una  sala  que 
«llaman  Tlillancalmecac,  esto  era 
«después  de  medio  día:  Mocthecu- 
*3oma  miró  el  ave  y  el  espejo  que 
«tenía  en  la  cabeza,  el  cual  era  re- 
«dondo  y  muy  pulido;  y  mirando  en 
«él,  vio  las  estrellas  del  cielo,  los 
«mastelejos  que  ellos  llaman  ma- 
«imalcas tu  (mamalhuastlij,  y  Mo- 
<^thecusoma  espantóse  de  esto,  y 
«apartó  la  vista  haciendo  semblan- 
«te  de  asombrado  y  tornando  á  mi- 
«rar  al  espejo  que  estaba  en  la  ca- 
«beza  del  ave,  vio  en  él  gente  de  á 
«caballo  que  venían  todos  juntos  en 
«gran  tropel  todos  armados,  y  vien- 
«do  esto  se  espantó  mas,  y  luego 
«envió  á  llamar  á  los  adivinos  y  as- 
«trólogos  en  cosas  de  agüeros,  y 
«preguntóles:  ¿qué  es  esto  que  aquí 
«me  ha  aparecido?  ¿qué  quiere  de- 
«cir?  y  estando  así  todos  espanta- 
«dos,  desapareció  el  ave,  y  todos 
«quedaron  espantados,  y  no  supie- 
«ron  decir  nada.» 

11 


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42 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


* 


« aparecieron  en  muchos  lu- 

«gares — sigue  diciendo  Sahagún— 
«hombres  con  dos  cabezas,  y  tenían 
«no  mas  de  un  cuerpo:  llevábanlos 
«á  que  los  viese  Mocthecusoma  en 
«su  palacio,  y  en  viéndolos  luego 
«desaparecían  sin  decir  nada.» 


4> 
4c    « 


Orozco  y  Berra,  refiriéndose  á  al- ' 
gxmos  de  los  prodigios  anteriores, 
dice:  ' 

«No  son  los  pueblos  de  México  los  , 
inventores  exclusivos  de  estas  pa- 
trañas; la  historia  del  Viejo  Mundo 
abunda  en  estas  consejas,  admiti- 
das p.  el  vulgo  con  tanta  mayor 
fe,  cuanto  mas  absurdas  y  fantásti- 
cas son.— Largamente  refierejose- 
fo  los  pronósticos  que  precedieron 
á  la  toma  de  Jerusalen;  las  cróni- 
cas de  España  relatan  los  portentos 
acaecidos  antes  de  la  invasión  de 
los  moros,  y  así  de  otras  muchas 
naciones.  Todavía  hoy,  entre  los 
pueblos  civilizados,  por  motivos  li- , 
víanos,  se  acredita  una  fábula,  sin 
faltar  mentirosos  é  ilusos  que  se  di- 
gan testigos  presenciales.» 

Pulque.  Licor  fermentado  que 
extraían  y  extraen  los  indios  del 
maguey.  Parecerá  que  este  artícu- 
lo es  ajeno  á  la  mitología,  y  sólo  del 
dominio  de  la  tradición  ó  de  la  his- 
toria; pero  si  los  nahoas  ú  otra  raza 
contemporánea  deificaron  á  los  in- 
ventores ó  descubridores  del  pul- 
que, entonces  ya  tiene  afinidad  con 
la  mitología.  En  efecto,  el  P.  Saha- 
gún, hablando  de  las  peregrinacio- 
nes de  las  tribus  nahoas,  refirién- 


dose á  los  anahuacmixtecas,  dice: 
«Estos  mismos  inventaron  el  modo 
de  hacer  el  vino  de  la  tierra:  era 
mujer  la  que  comenzó  y  supo  pri- 
mero ahugerar  los  maqueyes  para 
sacar  la  miel  de  que  se  hace  el  vi- 
no, y  llamábase  mai  uo  el  (Maya- 
huel),  y  el  que  halló  primero  las  rai- 
ces que  echan  en  la  miel  se  llamaba 
Pantecatl.  Los  autores  del  arte  de 
saber  hacer  el  pulcre  así  como  se 
hace  ahora,  se  decían  Tepustecatl, 
Quatlapanqui,  Tliloa,  Papastactso- 
caca,  todos  los  cuales  inventaron 
la  manera  de  hacer  el  pulcre  en  el 
monte  llamado  Chichínauhta,  y  por- 
que el  dicho  vino  hace  espuma, 
también  llamaron  al  monte  Poposo- 
naltepetl,  q.  quiere  decir  monte 
espumoso.  Hecho  el  vino  convida- 
ron los  dichos  á  todos  los  principa- 
les viejos  y  viejas,  en  el  monte  que 
ya  está  referido,  donde  dieron  de  co- 
mer á  todos  y  de  beber  el  vino  que 
ya  habían  hecho,  y  á  cada  uno  es- 
tando en  el  banquete,  dieron  cuatro 
tazas  de  vino,  y  á  ninguno  cinco  por- 
que se  emborrachasen,  y  hubo  un 
cuexieca  que  era  caudillo  y  señor 
de  los  Cuextecas  que  bebió  cinco 
tazas  de  él,  echó  por  ahí  sus  max- 
tles  (se  quitó  el  taparrabo)  descu- 
briendo sus  vergüenzas,  de  lo  cual 
los  dichos  inventores  del  vino,  co- 
rridos y  afrentándose  mucho,  se 
juntaron  todos  para  castigarle,  em- 
pero como  lo  supo  el  cuexteca,  de 
pura  vergüenza  se  fué  huyendo 
de  ellos,  y  los  demás  que  entendían 
su  lenguaje,  y  fuéronse  hacia  Pa- 
nutla  de  donde  ellos  habían  venido, 
que  al  presente  se  dice  Pantlan,  y 
los  españoles  le  dicen  Panuco;  y  en 
llegando  al  puerto  no  pudieron  ir 
adelante,  por  lo  cual  allí  poblaron, 
y  son  los  que  al  presente  Toociome, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


43 


que  quiere  decir  en  mexicano  too- 
ampohoan  ftotohuampohuanj, nues- 
tros prójimos.» 

Estos  inventores  del  pulque  Ma- 
yahuel,  Paníecail,  Papas  tac,  Tliloa, 
Cuatlapanqui  y  Tepustecatl  (V.) 
eran  dioses  pertenecientes  á  los 
Centsontotochtin  (V.),  «cuatrocien- 
tos conejos.»  En  el  Códice  Nuttall 
están  distintamente  retratados  los 
cinco  primeros. 

Los  mexicanos,  según  Chimal- 
pain,  en  su  peregrinación,  por  el 
año  1200,  descubrieron  el  pulque. 

«Cuentan  los  campesinos — dice 
Chavero  —  que  hay  un  animalito,  á 
manera  de  rata  ó  tuza,  que  por  ins- 
tinto natural  raspa  el  tronco  del 
maguey  con  su  trompa,  que  tiene 
cierta  forma  como  de  cuchara;  en 
el  lugar  raspado  va  brotando  y  de- 
positándose el  jugo  ó  aguamiel  de 
la  planta,  y  vuelve  el  animalito  á 
beberse  el  licor.  Dicen  que  los  in- 
dios aprendieron  de  ese  animal  á 
hacer  el  pulque.  La  verdad  es  que 
de  la  misma  manera  producen  el 
aguamiel,  que  después  extraen  ab- 
sorviéndola  con  unos  calabazos  lar- 
gos que  llaman  acocotes  y  fermen- 
tándola en  unas  tiras  de  cuero.» 

Aunque  verdaderamente  perte- 


nece á  la  historia,  pondremos  aquí, 
como  complemento  del  artículo,  la 
leyenda  tolteca  sobre  la  invención 
del  pulque: 

Bajo  el  reinado  de  Tecpancaltsin, 
un  noble  tolteca  Wdim^áoPapantsin 
descubrió  y  preparó  el  pulque  ó  ju- 
go fermentado  de  maguey,  y  como 
un  singular  presente,  lo  ofreció  al 
monarca,  por  mano  de  su  hija  Xo- 
chül,  joven  pudorosa  y  agraciada, 
de  la  que  el  rey  se  enamoró  con 
locura.  Por  medio  de  personas  de 
confianza  hizo  saber  su  amor  á  la 
doncella,  logrando  su  correspon- 
dencia y  que  se  le  entregara,  siendo 
el  fruto  de  esta  unión  Meconetsin, 
«  el  hijito  del  maguey. »  — Según Vey- 
tia,  el  presente  ó  regalo  hecho  por 
Xóchitl  á  TecpancaltBin,  no  fué  un 
jarro  de  pulque,  como  escribe  D. 
Carlos  M.  Bustamante,  adulterando 
(como  lo  hace  observar  D.  José  Se- 
gura) el  texto  de  Sahagún,  pues  el 
citado  historiador  dice:  «Llevaba 
en  las  manos  un  azafate  y  en  él  al- 
gunos regalos  comestibles,  siendo 
el  principal  un  jarro  de  miel  de  ma- 
guey. ^ 

Para  la  etimología  de  la  palabra 
pulque,  véase  mi  Diccionario  de  As- 
tequismos. 


Q 


Quecholli.  Nombre  del  14.^  mes 
ó  veintena  del  año.  Antes  de  hablar 
de  sus  fiestas  y  de  sus  númenes, 
hablaremos  de  su  significación  y 
sinonimia,  para  lo  cual  transcribi- 
remos lo  que  sobre  esto  ha  escrito 
Paso  y  Troncoso,  en  lo  cual  hay 
mucho  nuevo  y  todo  muy  exacto. 


«Se  ha  traducido  de  varias  mane- 
ras—dice el  sabio  intérprete  del  Có- 
dice Borbónico — el  nombre  del  mes. 
Rectamente  quiere  decir  «movi- 
miento (olli)  del  cuello  (quechtli^J, 
denominación  equivalente  al  signi- 
ficado más  completo  de  «(ave)  de 
cuello  flexible,»  por  tener  cuello 


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44 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


largo  el  ave  designada  con  ese  nom- 
bre. Los  léxicos  traducen  el  voca- 
blo descriptivamente  por  «ave  de 
pluma  rica,»  en  atención  á  la  belle- 
lleza  de  su  plumaje.  Se  cree  que  sea 
la  Espátula  ó  Platalea  ajaja,  una 
zancuda:  debo  advertir  que  los  in- 
dios no  la  pintan  con  exactitud, 
lo  cual  no  es  extraño,  porque  su  es- 
critura figurativa  era  simbólica  y 
por  lo  mismo  incorrecta  en  la  for- 
ma; generalmente  la  dibujan  de  pa- 
tas cortas,  dándole  á  veces  el  as- 
pecto de  Palmípeda,  como  en  el  Ca- 
lendario DE  Mr.  Boban;  pero  en  el 
Códice  Land,  salvo  la  longitud  de 
patas  y  cuello,  aparece  con  otros  dos 
caracteres  principales,  y  con  uno 
de  los  hábitos  que  la  distinguen; 
viéndose  ante  todo  que  no  es  pal- 
mípeda, porque  tiene  cuerpo  grá- 
cil y  separados  los  dedos:  aparece 
además  con  pico  de  espátula  y  her- 
moso color  de  rosa  en  su  cuerpo, 
que  toma  el  tinte  carmin  en  la  base 
de  alas  y  cola;  observándose  que  co- 
me un  pescado,  y,  como  sí  no  fue- 
ra ello  suficiente  para  indicar  sus 
costumbres  acuáticas,  la  represen- 
taron los  indios  á  los  pies  de  Tlaloc, 
numen  principal  de  las  aguas,  que 
allí  se  halla  bajo  una  especie  de  do- 
sel hecho  de  nubes:  creo  ha  de  ser 
ésta  la  representación  simbólica 
más  genuina  del  ave,  que  aprecia- 
ron ellos  á  tal  grado,  que  le  dedi- 
caron una  de  las  veintenas  de  su 
año.  Propiamente  se  llamaba  feo- 
quecholli  6  tlauhquecholli  que  han 
traducido  «pluma  divina»  ó  «pluma 
bermeja,»  dándole  á  qtiecholli  sig- 
nificación de  «pluma;»  pero  por  ser 
el  ave  más  abundante  en  las  regio- 
nes orientales  respecto  de  México, 
y  por  haber  allí  costumbre  de  su- 
primir la  /  final,  los  autores  la  traen 


escrita  con  ese  defecto:  teoquechol 
6  tlauhquechoL* 

En  ima  nota  á  este  pasaje,  dice  el 
mismo  Paso  y  Troncoso: 

«Otros  le  llaman  tlapal-astatl 
6  «garza  teñida,»  substituyéndose 
aquí  el  vocablo  quecholli  con  otros 
elementos  que  nos  indican  el  méto- 
do empleado  por  los  indios  para 
clasificar  por  aproximación  á  los 
animales  que  iban  conociendo  y  ob- 
servando: en  este  caso  atinaron  por 
haber  puesto  al  quecholli  cerca  de 
las  garzas.  Por  eso  el  símbolo  de  la 
pluma  doble,  que  menciono  en  se- 
guida, corresponde  alguna  vez  al 
vocablo  astatl,  como  en  el  jeroglí- 
fico de  Asta-a— pan,  «encima  del 
agua  de  la  garza,»  del  Códice  llama- 
do Mendocino.» 

Continúa  el  texto  de  Paso  y  Tron- 
coso: 

«Según  todo  lo  dicho,  el  mes  re- 
cibe su  nombre  de  aquel  animal, 
pero,  tomando  á  la  parte  por  el  todo, 
lo  aplicaban  también  al  plumaje  con 
que  se  adornaban  la  cabeza 

Translaticiamente  han  hecho  del 
nombre  del  mes  diversas  traduc- 
ciones: quien  dice  que  significa  lo 
mismo  que  mitl  ó  flecha,  lo  cual 
no  es  verdad,  naciendo  esta  confu- 
sión de  que  hacían  flechas  en  una 
de  las  dos  fiestas  en  que  habían  sub- 
dividido  el  mes,  para  ir  á  cazar  en 
la  2.^  fiesta  correspondiente  al  otro 
medio  mes;  quien  afirma  que  signi- 
fica tanto  quecholli  como  «fiesta  de 
caza,»  lo  cual  tampoco  tiene  valor 
lingüístico,  y  es  nueva  confusión 
dependiente  de  que,  al  comenzar  la 
2.^  mitad  del  mes,  tenían  lugar  los 
ritos  de  la  caza.  Acomodándonos  á 
tales  antecedentes,  bien  podríamos 
llamar  á  la  1.^  decena  del  mes  «fies- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


45 


ta  de  las  flechas,»  y  á  la  2.*  decena 
«fiesta  de  la  caza,»  si  los  indios  no 
les  hubieran  impuesto  dos  nom- 
bres más  característicos,  conser- 
vando en  ambos  la  denominación 
común  Quecholli,  y  agregando  algo 
relativo  al  día  de  mayor  solemm- 
dad  en  una  y  en  otra  fiesta,  pues  á 
la  de  la  I  *  decena  le  decían  Tlaco 
Quecholli  ó  «la  mitad  del  mes  Que- 
cholli,»  porque  su  día  más  solemne 
era  el  décimo  del  mes;  y  á  la  fiesta 
de  la  2.^  decena  la  nombraban  Que- 
cholli tlami,  que  significa  «el  mes 
Quecholli  acaba,»  porque  también 
la  celebraban  con  mayor  solemni- 
dad en  el  último  día  de  la  veintena.» 

Hasta  aquí  paso  y  Troncoso.  Sal- 
vo el  respeto  que  debemos  á  este 
maestro,  haremos  una  observación 
á  la  etimología  que  ha  dado  á  Que- 
cholli, Si  el  segundo  elemento  de  la 
palabra  fuera  olin,  «movimiento,» 
como  él  dice,  el  vocablo  debería  ser 
Quecholin,  pues  no  hay  razón  para 
que  pierda  olin  la  final  n,  como  no 
la  pierde  en  nahuiolin  6  nauholin. 
Si,  como  escriben  todos  los  auto- 
res, el  vocablo  es  quecholli  ó  que- 
chulli,  el  segimdo  elemento  es  ollió 
ulliy  «hule»  y,  figuradamente,  «lo 
elástico;»  y  así  conviene  también  al 
ave  de  que  se  trata,  pues  su  cuello 
se  mueve  como  si  fuera  elástico  ó 
de  hule. 

El  P.  Sahagún,  hablando  de  las 
aves,  dice: 

«Hay  otra  ave  que  se  llama  tlauh- 

*  quechol  ó  tenquechol,  vive  en  el 
«agua  y  es  como  pato:  tiene  los  pies 
«como  éstos,  anchos  y  colorados, 
«también  el  pico  es  colorado  y  como 

*  paleta  de  boticario  que  ellos  llaman 

*  espátula:  tiene  un  tocadillo  en  la 
«cabeza  colorado,  el  pecho,  barri- 
«ga,  cola,  espalda,  alas,  y  los  codos 


'de  éstas,  del  mismo  color  muy  fi- 
«no;  el  pico  y  los  pies  son  amarillos 
^(al  principio  dijo  que  colorados): 
«dicen  que  esta  ave  es  el  príncipe  de 
«las  garzotas  blancas  que  se  juntan 
«á  él  donde  quiera  que  le  ven.» 

Según  Clavigero,  le  dieron  al  mes 
el  nombre  de  Quecholli,  porque  era 
la  estación  en  que  aparecía  en  las 
orillas  del  lago  el  hermoso  pájaro 
llamado  así  por  ellos,  y  por  muchos 
europeos,  flamenco. 

Según  Duran,  Quecholli  significa 
«flecha arrojadiza;»  Veytia  dice  que 
es  el  pavo  real;  Torquemada,  que  el 
francolín  ó  flamenco;  pero  el  Dr. 
Jesús  Sánchez  ha  hecho  la  observa- 
ción de  que  el  tlauhquechol  6  que- 
cholli  es  la  espátula  color  de  rosa 
(Platalea  aiaia  de  Linneo),  y  que 
pasa  todos  los  años  en  el  mes  de  no- 
viembre, de  los  países  septentrio- 
nales al  Valle  de  México. 

Los  númenes  ó  dioses  de  la  vein- 
tena ereínAíixcoatl,Tlamatsincatl  é 
laquitecatL  A  la  fiesta  en  honra  de 
Mixcoatl  precedían  cuatro  días 
de  ayuno  riguroso  y  general,  con 
efusión  de  sangre,  durante  los  cua- 
les se  hacían  las  flechas  y  dardos 
para  provisión  de  las  armerías,  y 
unas  saetillas,  que  con  cierta  can- 
tidad de  lefia  de  pino  y  algunas 
viandas,  colocaban  sobre  los  sepul- 
cros de  sus  parientes  y  después  las 
quemaban.  Sahagún  dice:  «...  .y  los 
«días  que  entendían  en  hacer  estas 
«saetas,  nadie  dormía  con  su  mu- 
«ger  ni  bebía  pulcre.»— Terminado 
el  ayuno,  salían  á  una  caza  general 
que  se  hacía  en  un  monte  inmedia- 
to, llamado  Zacapan.  «El  día  que 
«llegaban  á  esta  ladera  — dice  Sa- 
«hagún  — descansaban  allí  aquella 
«noche,  en  sus  cabanas  de  heno,  ha- 
«cían  hogueras  para  dormir  en  la 

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46 


ANALES  DEL  BCUSEO  NACIONAL. 


«misma,  otro  día  de  mañana,  almor- 
«zaban  todos,  y  aderezábanse  luego 
«para  la  caza:  ceñíanse  sus  mantos 
«á  los  lomos,  y  poníanse  todos  en 
«montería :  todos  llevaban  arcos  y 
«saetas,  é  íbanse  juntando  poco  á 
«poco  acorralando  la  caza,  que  eran 
«ciervos,  liebres,  conejos,  y  coyotes. 
«Cuando  ya  estaba  junta  la  caza, 
«arremetían  todos,  y  tomaba  cada 
«uno  lo  que  podía:  pocos  animales 
«de  aquellos  se  escapaban,  ó  casi 
«ninguno.» 

En  efecto,  dada  la  señal  de  la  ca- 
cería, los  cazadores,  que  habían  ro- 
deado la  falda  del  cerro,  subían 
corriendo  con  grande  gritería  y  es-  i 
truendosos  alaridos,  y  en  tan  buen 
orden  y  tan  apretados,  que  era  im- 
posible se  les  escapase  una  sola  pie- 
za de  caza.  Así  iban  subiendo  tam- 
bién todos  los  animales  del  cerro  y 
pugnando  por  salir  de  aquel  cerco; 
y  ahí  era  de  ver  como  entre  el  bu- 
llicio y  la  algazara  mataban  y  fle- 
chaban y  tomaban  á  mano  venados, 
liebres,  conejos,  leones,  comadre- 
jas, ardillas,  culebras,  y  en  fin,  toda 
clase  de  caza,  á  la  que  con  su  es- 
truendo y  arremetida  iban  arro- 
jando hasta  la  coronilla  del  cerro. 
Concluida  la  cacería,  llevaban  con 
grandes  demostraciones  de  júbilo 
todos  los  animales  que  cogían,  y  los 
sacrificaban,  en  México, á  MixcoatL 
El  rey  asistía,  no  sólo  al  sacrificio, 
sino  á  la  caza. 

En  el  sexto  día  del  mes  daban  los 
aderezos  de  papel  á  los  esclavos 
que  habían  de  matar  á  honra  del 
dios  Tlamalsincatl  y  del  dios  Is- 
quiiecatL  Los  que  hacían  el  pulque 
compraban  á  estos  esclavos  y  los 
sacrificaban  á  los  dioses  menciona- 
dos, que  eran  de  los  de  la  embria- 
guez. También  mataban  en  honra 


de  estos  dioses  á  muchas  mujeres, 
adornadas  también  con  papeles,  co- 
mo si  fueran  esposas  de  los  núme- 
nes. Los  Calpixque  6  mayordomos 
compraban  á  dos  esclavos  que  sa- 
crificaban á  Mixcoatl  y  á  su  mujer 
Coatlicue,  Sahagún  describe  el  sa- 
crificio en  los  términos  siguientes: 
«Llegada  la  fiesta  que  era  el  último 
día  de  este  mes,  daban  una  buelta 
á  todos  los  que  habían  de  morir, 
trayéndolos  en  procesión  por  el  re- 
dedor del  Cu.  (V.)  Después  los  lle- 
vaban á  la  casa  del  Calpulco,  y  allí 
los  hacían  velar  toda  la  noche.  A 
esta  hora  y  delante  del  fuego,  cor- 
tábanles los  cabellos  de  la  coroni- 
lla, luego  los  esclavos  quemaban 
sus  hatos,  que  eran  una  banderilla 
de  papel,  su  manta,  y  su  maxtle,  y 
sus  vasos  que  tenían  para  beber, 
todo  lo  hacían  ceniza  allí  en  el  Cal- 
pulco, y  las  mugeres  también  que- 
maban todos  sus  hatos  y  alhajas,  su 
petaquilla  y  sus  husos,  y  demás  ins- 
trumentos de  que  se  valen  para  te- 
jer: todas  estas  baratijas  las  que- 
maban las  mismas  personas  cuyas 
eran ;  decían  que  todas  estas  alha- 
jas se  las  habían  de  dar  en  el  otro 

mundo  después  de  su  muerte 

en  amaneciendo  los  llevaban  al  lu- 
gar de  la  muerte,  subíanlos  por  las 
gradas  del  Cu  á  cada  uno  dos  man- 
cebos, porque  no  desmayasen  ni  ca- 
yesen, y  otros  dos  los  bajaban  des- 
pués de  muertos,  á  cada  uno  de 
ellos  le  llevaban  una  bandera  de  pa- 
pel delante,  cada  uno  de  estos  escla- 
vos iba  con  esta  compañía.  Cuando 
subían  por  las  gradas  del  Cu,  lle- 
vaban delante  de  todos  cuatro  cau- 
tivos atados  de  pies  y  manos.  A 
cada  uno  llevaban  cuatro,  dos  por 
los  pies,  y  dos  por  los  brazos;  con- 
ducíanlos boca  arriba  y  llegados 


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SCGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


47 


arriba  echábanlos  sobre  el  tajón  y 
abríanlos  los  pechos  y  sacábanlos 
el  corazón.  Subíanlos  de  esta  ma- 
nera en  significación  que  eran  co- 
mo ciervos  que  iban  atados  á  la 
muerte,  los  demás  esclavos  iban 
por  su  pie.  Muertos  todos  estos,  ma- 
taban á  la  postre  á  la  imagen  del 
dios  Mixcoatl:  las  mugeres  matá- 
banlas en  otro  Cu,  que  llamaban 
Coatlan  antes  que  á  los  hombres,  y 
las  mugeres  cuando  subían  las  gra- 
das, unas  cantaban,  otras  gritaban, 
y  otras  lloraban;  iban  llevándolas 
por  los  brazos  algunos  hombres,  por- 
que no  desmayasen,  y  después  que 
las  habían  muerto,  no  las  arroja- 
ban por  las  gradas  abajo,  sino  que 
las  descendían  rodando  poco  á  po- 
co. Estaban  abajo  cerca  del  lugar 
donde  espetaban  cabezas  dos  mu- 
jeres Viejas  que  llamaban  Teiaamu 
que  (V.):  tenían  junto  á  sí  imas  jica- 
ras con  tamales,  y  una  salza  de 
molli  en  una  escudilla,  y  en  descen- 
diendo á  los  que  habían  muerto,  lle- 
vábanlos donde  estaban  aquellas 
viejas,  y  ellas  metían  en  la  boca  á  ca- 
da uno  de  los  muertos  cuatro  bo- 
cadillos de  pan  mojados  en  la  sal- 
za, y  rociábanlos  las  caras  con  unas 
hojas  de  cafta  mojadas  en  agua  cla- 
ra: luego  les  cortaban  las  cabezas 
los  que  tenían  cargo  de  esto,  y  las 
espetaban  en  los  varales  que  esta- 
ban pasados  por  unos  maderos  co- 
mo en  lancera.  Así  se  acababa  la 
fiesta,  y  se  iban  todos  á  sus  casas.» 
Hemos  copiado  á  la  letra  este  pa- 
saje de  Sahagún,  porque  Chavero 
dice  que  los  mexicanos  no  hacían 
fiesta  religiosa  en  el  mes  Quechollí, 
y  con  el  pasaje  preinserto  se  evi- 
dencia lo  contrario.  El  mismo  Cha- 
vero,  consecuente  con  su  asevera- 
ción, no  hace  mérito  de  ningxmas 


de  las  ceremonias  descripias  por 
Sahagún,  y  hace  una  relación  deta- 
llada de  la  fiesta  que  en  este  mes 
hacían  los  de  Tlaxcalla  y  Huexo- 
tzinco  al  dios  Camaxtle,  patrono  de 
los  cazadores. 

El  Códice  Nuttall  dice  del  mes 
Quecholli  lo  siguiente: 

«Esta  fiesta  Uamauan  los  yndios 
q  chulé  (quechollí)  q  quiere  dezir 
saeta  que  por  otro  nombre  llaman 
mitl.  por  que  en  ella  hazian  muchas 
saetas  y  con  ellas  y  con  arcos,  bai- 
lauan  este  día  delante  el  demonio 
q  se  llamaua  mizcoatl  (Mixcoatl).  y 
deste  nombre  deste  demonio  senon 
bran  algunos  principales  como  por 
ditado  en  el  pueblo,  y  luego  otro 
día  siguiente  y  van  á  caza  con  estas 
saetas,  y  quatro  días  antes  ayuna- 
van  asoló  pan  y  agua,  sin  comer 
axi  ni  otra  cosa,  vna  vez  al  día.  ha- 
zia  alanoche  aeste  demonio  pinta- 
uan  los  ojos  negros,  y  vno  como 
palo  blanco  porlasnarizes.  yenla 
mano  vn  palo  labrado  como  gara- 
uato  q  ellos  llaman  uan  mix  coatí 
xono  quitl  (yhuan  Mixcoatl  xone- 
cuillij.» 

El  símbolo  religioso  de  esta  vein- 
tena es  el  quecholli  ó  un  manojo  de 
pltunas.  En  algunas  pinturas,  como 
en  el  Códice  Nuttall,  es  el  mismo 
Mixcoatl. 

QuetzalcoatL  Dios  del  viento.— 
«Son  tantas  las  fábulas  y  ficciones 
que  los  indios  inventaron  cerca  de 
sus  dioses,  y  tan  diferentemente  re- 
latadas en  diversos  pueblos,  que  ni 
ellos  se  entienden  entre  sí  para  con- 
tar cosa  cierta,  ni  habrá  hombre 
que  les  tome  tino.»— Esto  que  dice 
el  P.  Mendieta,  tratándose  de  los 
dioses  en  general,  es  muy  aplicable, 
particularmente,  cuando  se  trata  de 
la  personalidad  de  Quetsalcoatl. 


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48 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Este  ser  misterioso  aparece  co- 
mo dios,  hijo  del  Ser  Supremo  y  her- 
mano de  otros  dioses,  ó  como  hijo 
único  de  otro  dios,  habido  en  la  dio- 
sa Chtmalma,  Se  presenta  otras  ve- 
ces como  astro,  siendo  la  estrella 
vespertina.  A  veces  aparece  como 
hombre,  venido  de  tierras  extrañas, 
ya  como  sacerdote  islandés,  ya  co- 
mo apóstol  judío,  pues  muchos  sos- 
tienen que  fué  Sto.  Tomás,  el  discí- 
pulo que  dudó  de  la  resurrección 
de  Jesús  Nazareno,  que  vino  á  pre- 
dicar el  Evangelio  á  los  países  de 
América;  ya,  por  último,  como  após- 
tol venido  de  las  Indias  orientales 
con  la  misión  de  propagar  el  cris- 
tianismo. Como  hombre,  unos  po- 
nen su  reinado  en  Tollan,  otros  en 
Cholollan;  pero  en  todas  partes  apa- 
rece como  un  santo  y  como  un  sa- 
bio, según  veremos  después. 

Nosotros  creemos  que  Quetsal- 
coatí  fué  un  extranjero,  venido  de 
quién  sabe  dónde,  que  hizo  grandes 
beneficios  á  los  indios,  y  que  des- 
pués de  muerto  ó  de  desaparecido, 
los  pueblos  nahoas,  agradecidos  y 
admirados,  lo  deificaron,  convir- 
tiéndolo en  un  mito,  como  lo  hacían 
los  romanos  con  algunos  de  sus 
emperadores.  Pero  nuestra  opinión 
no  tiene  bases  firmes  para  que  se 
considere  como  la  solución  del  pro- 
blema de  la  personalidad  de  Que- 
tsalcoatl;  así  es  que  reproducire- 
mos en  este  artículo,  á  la  letra,  ó  en 
extracto,  todo  lo  que  sobre  tan  dis- 
cutido numen  escribieron  los  princi- 
pales autores  antiguos,  y  los  juicios 
de  los  historiadores  modernos. 


I 


Según  el  Códice  Zumárraga,  lla- 
mado también  MS.  de  Fr.  Bernar- 


DiNO,  habitaban  en  el  treceno  cielo 
los  dioses  Tonacatecutli  y  Tonaca- 
cihuatl,  su  mujer.  Cielos  y  núme- 
nes aparecen  los  primeros,  sin  de- 
cirse de  donde  traen  principio.  El 
par  divino  tuvo  cuatro  hijos:  Tía- 
tlauhqui  Tescatlipoca,  Yayauhqui 
Tescatlipoca,  Quetsalcoatl  y  Hui- 
tsilopochtli.  Seiscientos  años  per- 
manecieron inactivos  los  dioses, 
hasta  que  al  fin  de  aquel  período  se 
reunieron  los  cuatro  hijos  á  fin  de 
determinar  lo  que  había  de  hacerse. 
Conferenciando,  cometieron  el  des- 
empeño á  Quetsacoatl  y  á  Huitsüo- 
pochtli.  La  primera  obra  de  los 
dioses  creadores  fué  el  fuego,  y  en 
seguida  un  medio  sol  que  alumbra- 
ba poco.  Crearon  después  al  hom- 
bre Oxomoco  y  á  la  mujer  Cipac- 
tonal.  Crearon  el  infierno,  é  hicieron 
señores  de  él  á  Mictlantecutliy  á  su 
mujer  Mictlancihuatl:  luego  crea- 
ron los  cielos,  además  del  treceno 
ya  existente.  Reunidos  en  seguida 
los  cuatro  dioses,  formaron  el  agua, 
y  le  dieron  por  señores  á  Tlaloc- 
cantecutliy  á  su  esposa  Chalchiuh- 
icueye.  Los  cuatro  dioses,  por  últi- 
mo, hicieron  un  gran  pez  dentro  del 
agua,  llamado  Cipactli,  que  fué 
transformado  en  la  Tierra,  con  su 
dios  Tlaltecutli.  Mirando  los  cua- 
tro dioses  que  el  medio  sol  alum- 
braba poco,  quisieron  completarlo, 
y,  al  efecto,  Tescatlipoca  se  convir- 
tió en  sol,  y  permaneció  siéndolo 
676  años,  al  fin  de  los  cuales  Que- 
tsalcoatl  le  dio  con  un  bastón,  le  de- 
rribó al  agua,  y  él  se  trasformó  en 
el  astro  luminoso.  Quetsalcoatl  du- 
ró  hecho  sol  otros  676  años;  pero 
Tescatlipoca  le  dio  una  coz,  lo  de- 
rribó del  cielo,  y  levantó  tan  gran- 
de viento  que  se  lo  llevó  á  él  y  á 
los  waí*^A«a/// (indios  plebeyos),  los 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


49 


cuales  se  volvieron  monos.  Tlalo- 
cantecutli  tomó  el  lugar  de  sol,  y 
alumbró  364  años.  Al  fin  de  esta 
edad,  Quetsalcoatl  llovió  fuego  del 
cielo,  quitó  de  sol  á  Tlaloc  y  puso 
en  su  lugar  á  su  esposa  Chalchiu- 
hicueye,  la  que  duró  como  astro  312 
años.  En  el  postrero  de  estos  años 
llovió  tan  reciamente,  que  todo  se 
cubrió  con  el  agua;  las  gentes 
se  transformaron  en  peces,  y  el  cie- 
lo cayó  sobre  la  tierra.  Vista  tan 
gran  destrucción,  los  cuatro  dioses 
abrieron  cuatro  caminos  por  deba- 
jo de  la  tierra  para  salir  á  la  super- 
ficie superior:  crearon  cuatro  hom- 
bres llamados  Otomiil,  Itscoatl,  Ib- 
maliyatl  y  Tenoch,  Teacatlipoca  se 
convirtió  en  el  gran  árbol  llamado  \ 
tescacuahuitl,  y  Quetsacoatl  en  el , 
quetsalhuexotl;  y  con  los  árboles, 
hombres  y  dioses  reunidos  alzaron  | 
el  cielo,  y  lo  pusieron  como  ahora  I 
está.  Tonacatecutli,  por  esta  acción,  I 
hizo  á  sus  hijos  señores  del  cielo  y  ; 
de  las  estrellas.  El  camino  por  el  I 
que  Tescatlipoca  y  Quetsalcoatl  p^á- 1 
saron  por  la  esfera  es  la  Vía  Lác- 1 
tea,  y  allí  tienen  su  asiento.  Cator-  j 
ce  años  después  reuniéronse  las  I 
cuatro  divinidades  á  fin  de  formar 
un  sol,  así  para  que  alumbrase  la 
tierra^  como  para  que  comiese  co-  i 
razones  y  bebiese  sangre.  Para  reu- 
nir esta  ofrenda  hicieron  la  guerra, 
la  cual  duró  tres  años,  y  para  que  ! 
hubiese  gente  de  que  el  sol  comie- 1 
se,  Teacatlipoca  creó  cuatrocientos 
hombres  y  cinco  mujeres,  los  cua- 
les, quedando  vivos,  fueron  trasla- 
dados al  doceno  cielo.  Reunida  ya 
la  comida  del  sol,  los  dioses  ayu- 
naron, se  sacaron  sangre  de  las  ore- 
jas y  del  cuerpo,  y,  encendido  un 
gran  fuego,  Quetsalcoatl  arrojó  en 
él  á  su  hijo,  el  cual  fué  hecho  sol; 


Tlaloc  arrojó  también  á  su  hijo, 
cuando  el  fuego  no  estaba  tan  inten- 
so, y  salió  hecho  luna,  cenicienta  y 
obscura  á  causa  del  estado  de  la 
hoguera. 

En  este  Códice,  como  se  ha  visto, 
aparece  Quetsalcoatl  como  dios 
creado,  pero,  al  mismo  tiempo,  como 
dios  creador  de  otros  dioses  y  del 
mundo,  de  suerte  que  es  un  dios  pri- 
mitivo, que  nada  tiene  de  humano; 
así  es  que  no  se  concibe,  cómo,  si 
fué  un  hombre  deificado,  pudieron 
remontarlo  hasta  antes  de  la  Crea- 
ción. En  la  cosmogonía  de  los  soles 
se  ve  que  Quetsalcoatl  aparece  en 
antagonismo  con  su  hermano  Tes- 
catlipoca,  formando  ambos  una  es- 
pecie de  dualidad,  en  que  aquél  re- 
presenta el  genio  deJ  bien,  y  éste  el 
del  mal.  En  esta  cosmogonía  se  di- 
ce que  Quetsalcoatl  arrojó  á  su  hijo 
á  una  hoguera  y  que  se  convirtió  en 
sol;  pero  no  se  dice  quién  hubo  este 
hijo  y  cuál  era  su  nombre.  En  otro 
lugar  del  Códice  se  dice  que  el  hijo 
lo  tuvo  sin  concurso  de  mujer,  pe- 
ro no  se  menciona  su  nombre. 

Sólo  en  este  Códice  se  atribuye  á 
Quetsalcoatl  un  origen  puramente 
divino,  pues  aun  cuando  en  otros 
aparece  como  hijo  de  Istacmix- 
coath  este  personaje  tan  pronto  fi- 
gura como  dios,  como  como  un  vie- 
jo que  vivía  en  Chicomostoc,  según 
veremos  en  el  número  siguiente: 


II 


El  P.  Mendieta,  hablando  de  la 
genealogía  de  los  indios,  dice: 

«Cerca  de  la  dependencia  y  ori- 
gen de  los  indios  que  poblaron  esta 
Nueva  España,  comienzan  á  contar 
y  tomar  principio  de  sus  generacio- 

13 


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50 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


nes  de  un  viejo  anciano  iBÍacniix- 
cohuatl,  q.e  residía  en  aquellas  sie- 
te cuevas  llamadas  Chicomostoc ,  de 
cuya  mujer  llamada  Ilancuey,  dicen 
que  hubo  seis  hijos» 

Los  enumera,  y  señala  las  nacio- 
nes de  que  fueron  progenitores. 
(Véase  Iztamixcoatl )  y  contimía 
diciendo: 

«El  mismo  viejo  Istacmixcohuatl, 
padre  de  los  sobredichos,  hubo  de 
otra  mujer  llamada  Chimalrnatl 
(V.),  un  hijo  que  se  llamó  Quetsal- 
coatl.  Este  salió  hombre  honesto  y 
templado,  comenzó  á  hacer  peniten- 
cia de  ayuno  y  disciplinas,  y  á  pre- 
dicar (según  se  dice)  la  ley  natural:  j 
y  así  enseñó  por  ejemplo  y  por  pa- 
labra el  ayuno,  en  esta  tierra  antes 
no  usado,  sino  que  desde  este  tiem- 
po comenzaron  algunos  á  ayunar, 
y  después  se  fué  aumentando  el 
uso  del  ayuno,  q.e  guardaban  estos 
indios  en  su  infidelidad  con  excesi- 
vo rigor.  Este  Quetsalcoatl  no  fué 
casado,  antes  dicen  que  vivió  casta 
y  honestamente.  El  dicen  que  co- 
menzó el  sacrificio  de  sacar  sangre 
de  las  orejas  y  de  la  lengua,  no  por 
servir  al  demonio  (según  se  en- 
tendía), mas  por  penitencia  (aun- 
que necia)  contra  el  vicio  de  oír  y 
hablar,  y  después  el  demonio  lo 
aplicó  á  su  culto  y  servicio.  A  este 
Quetsalcoatl  tuvieron  los  indios  de 
esta  Nueva  España  por  uno  de  los 
principales  de  sus  dioses,  y  llamá- 
ronle dios  del  aire,  y  por  todas  par- 
tes le  edificaron  templos,  y  levan- 
taron su  estatua,  y  pintaron  su  fi- 
gura.» 

En  otro  lugar,  hablando  de  los 
dioses,  dice: 

«En  las  provincias  principales  de 
esta  Nueva  España,  demás  del  sol 
que  era  general  dios  para  todos. 


tuvo  cada  una  su  dios  particular  y 
principal  á  quien  sobre  todos  los  de- 
más reverenciaban  y  ofrecían  sus 
sacrificios,  como  México  á  Vsilo- 
puchtli.  que  los  españoles  por  lo  no 
poder  bien  pronunciar  llamaron 
ocho  lobos  ó  Fr/r/7o6o5  (tampoco  el 
P.  Mendieta  lo  no  pudo  bien  pro- 
nunciar); en  Tezcuco  á  Tezcatlipu- 
ca;  en  Tlaxcalla  á  Camaxtli,  y  en 
Cholula  á  Quesalcoatl,  y  estos  sin 
duda  fueron  hombres  famosos  q.e 
hicieron  algunas  hazañas  señala- 
das ó  inventaron  cosas  nuevas  en 
favor  y  utilidad  de  la  república,  ó 
porque  les  dieron  leyes  ó  reglas  de 
vivir,  ó  les  enseñaron  oficios,  ó  sa- 
crificios, ó  algunas  otras  cosas  que 
les  parecieron  buenas  y  dignas  de 
ser  satisfechas  con  obras  de  agra- 
decimiento, como  leemos  que  los  ro- 
manos y  otras  naciones  por  estos 
mismos  respetos  solían  levantar  es- 
tatuas á  los  tales  hombres,  y  algu- 
nos de  ellos  fueron  adorados  por 

dioses 

ellos  vinieron  de  la  parte 

del  poniente,  de  la  generación  que 
se  dice  de  los  chichimecos.  Fueron 
grandes  y  esforzados  capitanes,  y 
tan  valerosos,  que  señorearon  por 
grado  ó  por  fuerza  aquellas  pro- 
vincias de  México,  Tezcuco  y  Tlax- 
calla, cuyos  naturales  habitado- 
res eran  entonces  los  otomíes,  q.e 
es  una  nación  de  otra  lengua  y  de 
menos  policía,  y  de  estos  no  se  sa- 
be de  donde  tuvieron  origen,  por- 
que no  se  tiene  noticia  que  vinieran 
de  otra  parte,  aunque  es  verdad 
que  vinieron,  según  nuestra  fe,  pe- 
ro no  se  sabe  de  donde.  El  dios  ó 
ídolo  de  Cholula,  llamado  Quetsal- 
coath  fué  el  mas  celebrado  y  tenido 
por  mejor,  y  mas  digno  sobre  los 
otros  dioses,  según  la  reputación 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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de  todos.  Este,  según  sus  historias 
(aunque  algunos  digan  que  de  Tula) 
vino  de  las  partes  de  Yucatán  á  la 
ciudad  de  Cholula.  Era  hombre 
blanco,  crecido  de  cuerpo,  ancha  la 
frente,  los  ojos  grandes,  los  cabe- 
llos largos  y  negros,  la  barba  gran- 
de y  redonda;  á  este  canonizaron 
por  sumo  dios  y  le  tuvieron  grandí- 
simo amor,  reverencia  y  devoción, 
y  le  ofrecieron  suaves,  devotísi- 
mos y  voluntarios  sacrificios  por 
tres  razones:  la  primera,  porque  les 
enseñó  el  oficio  de  la  platería  que 
nunca  hasta  entonces  se  había  sa- 
bido ni  visto  en  esta  tierra,  de  que 
mucho  se  jactaron  los  vecinos  na- 
turales de  aquella  ciudad:  la  segun- 
da, porque  nunca  quiso  ni  admitió 
sacrificios  de  sangre  de  hombres  ni 
de  animales,  sino  de  pan  y  de  rosas 
y  flores,  y  de  perfumes  y  olores: 
la  tercera,  porque  vedaba  y  prohi- 
bía con  mucha  eficacia  la  guerra, 
robos  y  muertes  y  otros  daños  que 
se  hacían  unos  á  otros.  Lóase  tam- 
bién mucho  este  Quetsalcoatl  de 
que  fué  castísimo  y  honestísimo, 
y  en  muchas  cosas  moderatísimo: 
era  en  tanta  manera  reverencia- 
do, tenido  y  visitado  con  votos  y 
peregrinaciones  de  todos  estos  rei- 
nos por  aquellas  prerrogativas,  que 
aun  los  enemigos  de  la  ciudad  de 
Cholula  se  prometían  de  ir  allí  en 
romería,  y  cumplían  sus  promesas 
y  devociones,  y  venían  seguros,  y 
los  señores  de  las  otras  provincias 
y  ciudades  tenían  allí  sus  capillas  y 
oratorios,  y  sus  ídolos  ó  simulacros; 
y  solo  este  entre  todos  se  llamaba 
señor  por  excelencia,  de  suerte  que 
cuando  juraban  ó  decían  por  nues- 
tro señor,  se  entendía  por  Quesal- 
coatí,  y  no  por  otro  alguno,  aunque 
había  otros  muchos  que  eran  dioses 


muy  estimados;  todo  esto  por  el 
amor  grande  que  le  tenían  por  las 
tres  razones  arriba  dichas;  y  en  su- 
ma porque  en  la  verdad  el  señorío 
de  aquél  fué  suave  y  no  les  pidió  en 
servicio  cosas  penosas  sino  ligeras, 
y  les  enseñó  las  virtuosas,  prohi- 
biéndoles las  malas  y  dañosas  mos- 
trando aborrecerlas;  de  donde  pa- 
rece claro  que  los  indios  q.e  hacían 
sacrificios  de  hombres,  no  lo  ha- 
cían de  voluntad,  sino  por  el  gran 
miedo  que  tenían  al  demonio  por  las 
amenazas  que  les  hacía,  que  los 
había  de  destruir  y  dar  malos  tem- 
porales y  muchos  infortunios  si  no 
cumplían  lo  que  les  tenía  mandado 
y  recibido  ellos  en  costumbre.  Afir- 
man de  Quetsalcoatl  que  estuvo 
veinte  años  en  Cholula,  y  estos 
pasados,  se  volvió  por  el  camino 
por  do  había  venido,  llevando  con- 
sigo cuatro  mancebos  principales 
virtuosos  de  la  misma  ciudad,  y 
desde  Guazacualco  los  tomó  á  en- 
viar, y  entre  otras  doctrinas  que 
les  dio,  fué  que  dijesen  á  los  veci- 
nos de  la  ciudad  de  Cholula  que  tu- 
viesen por  cierto  que  en  los  tiempos 
venideros  habían  de  venir  por  la 
mar  de  hacia  donde  sale  el  sol  unos 
hombres  blancos,  con  barbas  largas 
como  él,  y  que  serían  señores  de 
aquellas  tierras,  y  que  aquellos  eran 
sus  hermanos,  y  los  indios  siempre 
esperaron  q.e  se  había  de  cumplir 
aquella  profecía,  y  cuando  vieron 
venir  á  los  cristianos  luego  los  lla- 
maron dioses  hijos  y  hermanos  de 
Quetsalcoatl,  aunque  después  que 
conocieron  y  experimentaron  sus 
obras,  no  los  tuvieron  por  celes- 
tiales.» 

En  el  pasaje  preinserto  de  Men- 
dieta  llama  la  atención  que,  contra 
el  común  sentir  de  cronistas  é  his- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


toriadores,  asegure  que  Quetsal- 
coatí  no  haya  ido  de  Tollan  á  Cho- 
lula,  sino  que  aquí  vino  de  Yucatán. 
Por  lo  demás,  el  retrato  que  hace 
de  él  y  costumbres  que  le  atribuye, 
están  conformes  con  las  descripcio- 
nes de  todos  los  autores. 


III 

El  P.  Sahagún,  hablando  de  los 
dioses,  dice: 

«Este  Quetsalcoatl  aunque  fué 
hombre,  teníanlo  por  dios,  y  decían 
que  barría  el  camino  á  los  dioses 
del  agua,  y  esto  adivinaban,  porque 
antes  que  comienzan  las  aguas,  hay 
grandes  vientos  y  polvos,  y  por  es- 
to decían  que  Quetsalcoatl  dios  de 
los  vientos,  barría  los  caminos 
de  los  dioses  de  las  lluvias,  para 
que  viniesen  á  llover—Los  atavíos 
con  que  lo  aderezaban  eran  los  si- 
guientes: una  mitra  en  la  cabeza, 
con  un  penacho  de  plumas,  que  lla- 
man qíietsalli:  la  mitra  era  man- 
chada como  cuero  de  tigre:  la  cara 
tenía  teñida  de  negro  y  todo  el  cuer- 
po: tenía  vestida  una  camisa  como 
sobrepelliz  labrada,  y  no  le  llegaba 
mas  de  hasta  la  cinta :  tenía  unas 
oregeras  de  turquezas,  de  labor  mo- 
sayco:  tenía  un  collar  de  oro,  de  que 
colgaban  unos  caracolitos  mariscos 
preciosos.  Llevaba  á  cuestas  por 
divisa  un  plumaje,  á  manera  de  lla- 
mas de  fuego:  tenía  mas,  unas  cal- 
zas desde  la  rodilla  abajo  de  cue- 
ro de  tigre,  de  las  cuales  colgaban 
unos  caracolitos  mariscos:  te- 
nía unas  sandalias  teñidas  de  ne- 
gro, revuelto  con  margarita:  tenía 
en  la  mano  izquierda  una  rodela, 
con  una  pintura  con  cinco  ángulos, 
que  llaman  el  Joel  del  viento.  En  la 


mano  derecha  tenía  un  cetro  á  ma- 
nera de  báculo  de  obispo,  muy  la- 
brado de  pedrería,  pero  no  era  largo 
como  el  báculo,  parecía  por  donde 
se  tenía  como  empuñadura  de  es- 
pada: era  este  el  gran  sacerdote 
del  templo.» 

La  descripción  que  hace  Sahagún 
de  los  atavíos  de  Quetsalcoatl  no 
corresponde  á  las  pinturas  de  los 
Códices,  pues  en  el  Códice  Nuttall 
hay  tres  retratos  de  este  numen, 
distintos  entre  sí,  y  sólo  el  de  la  lá- 
mina 61  tiene  algunas  semejanzas 
con  el  de  Sahagún.  En  el  Códice 
Fejer  Vary  está  pintado  muchas 
veces  el  dios,  y  todas  de  diversa 
manera.  En  los  Códices  Vaticano 
y  BoRGiANO  sucede  lo  mismo.  Es- 
tas diferencias  revelan  que  no  en 
todos  los  pueblos  vestían  al  dios  la 
misma  librea,  ó  que  en  un  mismo 
pueblo  le  ponían  diversas,  según 
era  la  advocación,  como  sucede  en- 
tre los  cristianos  con  la  imagen  de 
María,  madre  de  Jesús,  que,  como 
dice  el  P.  Ripalda,  « no  es  más  q.e 
una  sola,  mas  se  le  llama  por  diver- 
sos nombres  (y  se  viste  conforme  á 
ellos)  para  significar  los  diversos 
beneficios  q.e  de  su  mano  recibi- 
mos. .  .   » 

IV 

El  Códice  Nuttall  pinta  á  Que- 
tsalcoatl en  las  láminas  34,  61  y  62. 
En  la  primera  se  ocupa  de  él  con 
motivo  de  la  fiesta  que  se  le  consa- 
graba en  el  mes  Etsalcua lis tlt\  (V.) 
y,  al  describirla,  dice:  « el  de- 
monio que  en  ella  se  honrraua  era 
quezal  coatí,  q  quiere  dezir  culebra 
de  pluma  Rica,  era  este,  dios  del 
ayre  y  dezían  ser  amigo  ó  pariente 
de  otro  que  se  llamaua  tlaloc  y  her- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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mano  de  otro  q.  se  llamaua  xubotl 
(¿).  el  qual  ponen  en  los  juegos  de 
pelota,  pintado  ó  de  bulto, ...» 

En  la  cosmogonía  del  Códice  Zu- 
mArraga  hemos  visto  que  Quetsal- 
coatí  y  Huit¿:ilopochtli  crearon  á 
Tlaloc;  así  es  que  éste  no  fué  pa- 
riente de  aquél,  aunque  sí  puede 
haber  sido  su  amigo,  como  dice  el 
intérprete  del  Códice  Nuttall. 

En  la  lámina  61  se  ocupa  el  intér- 
prete de  la  genealogía  del  dios  y  de 
la  significación  de  su  nombre,  y 
dice: 

«Este  demonio  era  uno  de  los  dio- 
ses q  los  yndios  tenían,  su  nombre 
era  q  zalcoatl.  que  quiere  dezir  plu 
ma  de  culebra,  este  tenían  por  dios 
del  ayre.  este  pintauan.  la  cara  de 
la  nariz  abaxo  de  madera  como  una 
trompa,  pordo  soplaua  al  ayre.  q 
ellos  dezían  que  era  del  dios  yenci- 
ma  de  la  cabeza  le  ponían  una  co- 
roza de  cuero  de  tigre,  y  della  salía 
por  penacho  un  hueso  delqual  col- 
gaua  mucha  pluma,  de  patos  de  la 
tierra  que  ellos  llamauan  xumutl.  y 
enfin  estaua  del  pico,  atado  vn  pa- 
jaro que  se  llama  vicicili  (huitaitsi- 
Un),  quando  se  celebraua  lafiesta. 
los  yndios  ofrecían  á  este  ydoJo. 
Ayutli  (calabazas)  q  son  vnos  me- 
lones de  la  tierra,  este  dizen  que 
fué  hijo  de  otro  dios  q  llaman  mic- 
rlan  tecutli.  que  es  señor  del  lugar 
de  los  muertos,  yes  de  otro  y  dolo 
q  llaman  xulutl  (Xolotl)  q  quiere 
dezir  vn  modo  de  pan  q  ellos  tienen 
hecho  debledos  y  mahiz.» 

En  la  lámina  62  refiere  el  intér- 
prete un  suceso  tan  sucio  como  ra- 
ro, que  no  hemos  visto  en  ninguna 
historia  ni  crónica.  Dice  así: 

«Este  demonio  q  aquí  esta  pinta- 
do dizen  q  hizo  vna  gran  fealdad 
nefanda  q  este  zalcoatl.  estando  la- 


vándose tocando  con  sus  manos  el 
miembro  viril,  hecho  (echó)  desi  la 
simiente,  y  la  arronjo  encima  de 
una  piedra,  y  alli  nazio  el  morcie- 
lago  al  qual  enviaron  los  dioses  q 
mordiese  a  una  diosa,  q  ellos  lla- 
mauan suchiqzal  (Xochiquetsal)  q. 
quiere  dezir  Rosa,  q  le  cortase  de  vn 
bocado  lo  q  tiene  dentro  del  miem- 
bro femíneo  y  estando  ella  dur- 
miendo lo  corto  y  lo  traxo  delante 
de  los  dioses  y  lo  lañaron  y  del  agua 
que  dello  de  Ramaron  salieron  Ro- 
sas q  no  huelen  bien,  y  después  el 
mismo  morcielago  llevo  aquella 
Rosa  al  mictlan  tecutli.  y  alia  lo 
lauo  otra  vez.  y  del  agua  dello  salió 
salieron  rosas  olorosas,  q  ellos  lla- 
man súchiles  por  deribacion  desta 
diosa,  q  ellos  llaman  suchi  quezal, 
yansi  tienen  q  las  Rosas  olorosas 
vinieron  del  otro  mundo,  de  casa 
de  esteydoloq  ellos  llaman  mictlan 
tecutli.  y  las  que  no  huelen  dizen  q 
son  nacidas  desde  el  principio  en 
esta  tierra.» 

Aquí  aparece  Quetsahoatl  como 
hijo  de  Mictlantecuili,  y  en  la  teo- 
gonia del  Códice  ZumArraga  lo  he- 
mos visto  como  creador  de  este 
dios  y  de  su  mujer  Míctlancihuatl. 
El  intérprete  del  Códice  Nuttall, 
de  una  manera  indeterminada,  po- 
ne en  contacto  á  Quetsalcoatl  con 
Xolotl,  y  aun  parece  que  dice  que 
fué  su  hijo;  pero  la  única  afinidad 
que  hay  entre  estos  dos  númenes 
es  que  ambos  eran  los  dioses  patro- 
nos del  juego  de  pelota  ó  tlachtli, 
pues  los  dos  están  pintados  en  los 
edificios  en  que  se  jugaba  á  la  pe- 
lota. 

V 

Las  fiestas  que  se  hacían  en  ho- 
nor de  Quetsalcoatl  están  descritas 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


en  los  meses  Etsalcualistli  y  Te- 
cuilhuitontli.  (V.) 


VI 

Hasta  aquí  hemos  visto  á  Que 
tBalcoatl  como  dios  creado  y  crea- 
dor y  como  hombre  deificado  por 
su  virtud  y  su  sabiduría.  Vamos 
ahora  á  dar  á  conocer  sus  acciones 
sabias  y  virtuosas. 

El  P.  Sahagún,  en  un  capítulo  cu- 
yo rubro  es :  Dase  noticia  de  quien 
era  Quetzalcoatl,  otro  Hércules, 
gran  nigromántico,  donde  reinó  y 
de  lo  que  hiso  cuando  se  fué»  dice: 

^Quetzalcoatl  fué  estimado  y  te- 
nido por  dios,  y  lo  adoraban  de  tiem- 
po antiguo  en  Tulla,  y  tenía  un  Cu 
muy  alto  con  muchas  gradas  y  muy 
angostas  que  no  cabía  un  pie,  y  es- 
taba siempre  echada  su  estatua,  y 
cubierta  de  mantas,  y  la  cara  q.e  te- 
nía era  muy  fea,  y  la  cabeza  era  lar- 
ga y  barbudo,  y  los  vasallos  que 
tenía  eran  todos  oficiales  de  artes 
mecánicas,  y  diestros  para  labrar 
las  piedras  verdes  que  se  llaman 
chalchivites  (chalchihuitlj,  y  tam- 
bién para  fundir  plata;  y  hacer  otras 
cosas;  y  estas  artes  todas  tuvieron 
principio  y  origen  del  dicho  Que- 
tzalcoatl, y  tenía  unas  casas  he- 
chas de  piedras  verdes  preciosas,  y 
otras  hechas  de  plata,  otras  hechas 
de  concha  colorada  y  blanca,  otras 
hechas  todas  de  tablas,  otras  he- 
chas de  turquezas,  y  otras  hechas 
de  plumas  ricas;  y  los  vasallos  que 
tenía  eran  muy  ligeros  para  andar 
y  llegar  adonde  ellos  querían  ir,  y 
se  llamaban  Tlanquacemilhitime,  y 
hay  una  sierra  que  se  llama  Tsa- 
tBitepetl  (hasta  ahora  así  se  nom- 
bra) en  donde  pregonaba  un  pre- 


gonero para  llamar  á  Jos  pueblos 
apartados,  los  cuales  distan  mas  de 
cien  leguas  q.e  se  nombra  Anaoac 
(Anahuac)  y  desde  allá  oían  y  en- 
tendían el  pregón,  y  luego  con  bre- 
vedad venían  á  saber,  y  oir  lo  q.e 
mandaba  el  dicho  Quetzalcoatl  y 
mas  dicen,  que  era  muy  rico  y  q.e 
tenía  todo  cuanto  era  menester  y 
necesario  de  comer  y  beber,  y  que 
el  maiz  era  abundantísimo,  las  (Ca- 
labazas muy  gordas  de  una  braza 
en  redondo,  y  las  mazorcas  de  maiz 
eran  tan  largas  que  se  llevaban 
abrazadas,  y  las  cañas  de  bledos 
eran  muy  largas,  y  gordas,  y  q.e 
subían  por  ellas  como  por  árboles: 
y  que  sembraban  y  cogían  algodón 
de  todas  colores  naturales  que  así 
se  nacían.  Y  mas  dicen,  que  en  el 
dicho  pueblo  de  Tulla  se  criaban 
muchas  y  diversas  clases  de  aves 
de  pluma  rica  y  colores  diversas 
que  se  llaman  xiuhtototl ,quet salto- 
totl,  zacuan,  y  tlauhquechol,  y  otras 
aves  que  cantaban  dulce  y  suave- 
mente, y  mas  reñía  el  dicho  Que- 
tzalcoatl todas  las  riquezas  del 
mundo  de  oro  y  plata,  y  piedras 
verdes,  y  mucha  abundancia  de  ár- 
boles de  cacao  de  diversas  colores 
q.e  se  llaman  xochicacaotl,  y  los  di- 
chos vasallos  de  Quetzalcoatl  esta- 
ban muy  ricos  y  no  les  faltaba  cosa 
alguna»  y  no  comían  las  mazorcas 
desde  pequeñas,  sino  que  con  ellas 
calentaban  los  baños  como  con  le- 
ña. También  dicen  que  el  dicho  Que- 
tzalcoatl hacía  penitencia  punzan- 
do sus  piernas  y  sacando  la  sangre 
con  que  manchaba  y  ensangrentaba 
las  puntas  de  maguey,  y  se  lavaba 
á  la  media  noche  en  una  fuente  que 
se  llama  xicapoya,  y  esta  costum- 
bre y  orden  tomaron  los  sacerdotes 
de  los  ídolos  mexicanos » 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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Si  bien  es  cierto  que  refiere  Sa- 
hagún,  en  el  pasaje  preinserto,  ac- 
tos de  Quetsalcoatl  en  que  se  mues- 
tra sabio  y  virtuoso,  ninguno  de 
esos  actos  lo  hace  aparecer  como 
Hércules,  según  dijo  en  el  rubro  del 
capítulo.  Tampoco  dice  una  pala- 
bra de  lo  quehiso  cuando  se  fué.  No 
corresponde,  pues,  el  sumario  del 
capítulo  con  lo  contenido  en  él.  Por 
las  inmensas  riquezas  que  le  atri- 
buye, podía  haberlo  comparado  con 
el  rey  Salomón;  tan  fabulosas  son 
unas  como  otras. 


VII 

No  da  Sahagún  ningunos  porme- 
nores del  gobierno  de  QuetBalcoatl 
en  Tula,  sino  que  después  de  las 
generalidades  que  expone  en  el  ca- 
pítulo que  insertamos  en  el  párrafo 
anterior,  trata  De  cómo  se  acabó  la 
fortuna  de  Quetsalcoatl,  y  vinieron 
contra  él  otros  tres  nigrománticos, 
y  de  las  cosas  que  hicieron,  y  dice: 

«Vino  el  tiempo  en  que  acabase 
la  fortuna  de  Quetsalcoatl  y  de  los 
Tultecas,  pues  se  presentaron  con- 
tra ellos  tres  nigrománticos,  llama- 
dos Vitmlopuchtli  (Huitsilopochtli), 
Titlacaoan  (Titlacahuan)  y  Tlaca- 
bepan  (TlacahuepanJ,  los  cuales  hi- 
cieron muchos  embustes  en  Tulla, 
y  el  Titlacaoan  comenzó  primero  á 
fabricar  una  superchería  porque  se 
volvió  como  un  viejo  muy  cano,  y 
bajo  esta  figura  fué  á  casa  de  Que- 
tsalcoatl  diciendo  á  los  pajes  de  és- 
te: quiero  ver  y  hablar  al  rey:  ellos 
le  dijeron  quita  allá,  vete  viejo,  que 
no  le  puedes  ver  porque  está  enfer- 
mo, y  le  dejarás  enojado  y  con  pe- 
sadumbre: entonces  dijo  el  viejo, 
yo  le  tengo  de  ver:  respondieron  los 


pajes,  aguardaos,  y  así  fueron  á  de- 
cir á  dicho  Quetsalcoatl  de  como 
venía  un  viejo  á  hablarle,  y  dije- 
ronle:  señor,  nosotros  echábamosle 
fuera  para  que  se  fuese,  y  no  quie- 
re diciendo  q.e  os  ha  de  ver  por 
fuerza.  Quet^alcoatl  dijo:  éntrese 
acá,  y  venga  q.e  lo  estoy  aguardan- 
do muchos  días  há.  Luego  llamaron 
al  viejo  y  entró  éste  adonde  estaba 
Quetsalcoatl  y  di  jóle:  ¿hijo,  cómo 
estáis?  aquí  tengo  una  medicina  pa- 
ra que  la  bebáis:  di  jóle  Quetsalcoatl 
respondiendo,  en  horabuena  ven- 
gáis viejo,  que  ya  ha  muchos  días 
que  os  estoy  aguardando:  preguntó 
el  viejo  Á  Quetsalcoatl,  ¿cómo  estáis 
de  vuestro  cuerpo  y  salud?  respon- 
dióle Quetsalcoatl,  estoy  muy  indis- 
puesto, y  me  duele  todo  el  cuerpo, 
las  manos  y  los  pies  no  los  puedo 
menear;  di  jóle  el  viejo  al  rey,  señor 
veis  aquí  la  medicina  que  os  traigo 
es  muy  buena  y  saludable,  y  se  em- 
borracha quien  la  bebe,  si  quisiereis 
beber  emborracharos  ha,  y  sanaros 
ha,  y  ablandaros  ha  el  corazón,  y 
acordárseos  ha  los  trabajos  y  fati- 
gas de  la  muerte,  ó  de  nuestra  vida: 
Quetsalcoatl  respondió:  ¡o  viejo! 
¿adonde  me  tengo  de  ir?  el  viejo  le 
dijo :  por  fuerza  habéis  de  ir  á  Tu- 
llantlapallan, donde  está  otro  viejo 
aguardándoos,  él  y  vos  hablareis 
entre  vosotros,  y  después  de  vues- 
tra vuelta  estaréis  como  mancebo, 
y  aun  os  volvereis  otra  vez  como 
muchacho.  Quetsalcoatl  oyendo  es- 
tas palabras  moviósele  el  corazón, 
y  tornó  á  decir  el  viejo  á  Quetsal- 
coatl, señor  bebed  esa  medicina: 
respondióle  Quetsalcoatl,  no  quie- 
ro beber:  instóle  el  viejo  diciendo: 
bebedla  señor,  porque  si  no  la  bebéis 
después  se  os  ha  de  antojar,  ó  á  lo 
menos  ponéosla  en  la  frente,  y  be- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


bed  tantita:  Quetsalcoatl  gustó  y 
probóla,  y  después  bebióla  diciendo 
¿qué  es  esto?  parece  ser  cosa  muy 
buena  y  sabrosa,  ya  me  sanó  y  qui- 
tó la  enfermedad,  ya  estoy  bueno, 
otra  vez  le  dijo  el  viejo,  señor  be- 
bedla  otra  vez  porque  es  muy  bue- 
na, y  estaréis  mas  sano :  Quetsal- 
coatl  bebióla  otra  vez  de  que  se 
emborrachó,  y  comenzó  á  llorar  tris- 
temente, y  se  le  ablandó  el  corazón 
para  irse,  y  no  se  le  quitó  del  pen- 
samiento lo  que  tenía  por  el  engaño 
3^  burla  que  le  hizo  el  dicho  nigro- 
mántico viejo:  la  medicina  que  be- 
bió el  dicho  Quetsalcoatl  era  vino 
blanco  de  la  tierra  hecho  de  mague- 
yes que  se  llaman  Teometl  (Maguey 
de  dios).» 

Algunos  autores  creen  que  el  pa- 
saje preinserto  es  una  alegoría  bajo 
la  cual  se  encarece  el  mérito  del 
Pulque,  que  trastorna  la  cabeza  y 
mueve  los  afectos  del  ánimo,  según 
la  pasión  dominante.  Como  el  rei- 
nado de  Quetsalcoatl  en  Tulla  exis- 
tió, según  las  tradiciones,  en  los 
primeros  años  de  la  fundación  de 
la  ciudad,  y  como  la  invención  del 
pulque  fué  en  el  período  del  penúl- 
timo rey,  que  fué  Tecpancaltsin^vQ- 
sulta  un  anacronismo  en  el  ofrecí 
miento  que  hacía  Titlacahuan  á 
Quetsalcoatl  del  pulque,  ó  no  era 
pulque  la  medicina  que  lo  obligó  á 
beber.  Prescindiendo  de  esto,  el  pa- 
saje es  tan  obscuro,  que  no  se  com- 
prende cuál  haya  sido  el  propósito 
del  nigromántico,  ni  la  burla,  ni  mu- 
cho menos  que  el  sabio  Quetsal- 
coatl se  haya  dejado  engañar.  En 
los  pasajes  siguientes  ya  se  com- 
prende algo  más  la  lucha  sostenida 
entre  Quetsalcoatl  y  los  nigromán- 
ticos. 


VIII 

En  los  seis  capítulos  siguientes 
al  preinserto,  refiere  Sahagún  con 
el  nombre  de  embustes  una  multi- 
tud de  daños  que  causaron  los  ni- 
grománticos á  los  tulanos  ó  tulte- 
cas  para  hostilizar  á  Quetsalcoatl; 
pero  omitimos  su  inserción,  porque 
su  contenido  puede  verse  en  los  ar- 
tículos Titlacahuan,  Tlacahuepan 

y  TOBELLO. 


IX 

Después  de  referir  Sahagún  to- 
dos los  males  que  con  sus  embustes 
hicieron  los  nigrománticos  á  los  ha- 
bitantes de  Tulla,  para  hostilizar  á 
Quetsalcoatl,  se  ocupa  De  la  huida 
de  QuETZALCOATL  para  Tlapallan, 
y  de  las  cosas  que  por  el  camino 
hiso,  y  dice: 

«Otros  muchos  embustes  acaecie- 
ron á  los  tultecas  por  habérseles 
acabado  la  fortuna,  y  Quetsalcoatl 
teniendo  pesadumbre  por  ellos 
acordó  de  irse  de  Tulla,  á  Tlapa- 
llan, é  hizo  quemar  todas  las  casas 
que  tenía  hechas  de  plata  y  de  con- 
cha, y  mandó  enterrar  otras  cosas 
muy  preciosas  dentro  de  las  sie- 
rras ó  barrancos:  con  virtió  los  árbo- 
les de  cacao  en  otros  árboles  que  se 
llaman  misquitl  (mesquite),  y  de- 
más de  esto  mandó  á  todos  los  gé- 
neros de  aves  de  pluma  rica,  que 
se  llaman  Quetsaltototl  y  Tlauh- 
quechol  que  se  fuesen  delante,  y 
fuéronse  hasta  Anaoac  (Anahuac 
Xicallanco:  la  costa  de  Veracruz), 
que  dista  mas  de  cien  leguas.  Que- 
tsalcoatl comenzó  á  tomar  el  cami- 
no y  partirse  de  Tulla,  y  así  se 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


57 


fué:  llegó  á  un  lugar  que  se  llama 
Quauhtitlan.  donde  estaba  un  árbol 
grande,  y  grueso  y  largo;  arrimóse 
á  él,  pidió  á  los  pajes  un  espejo  y 
se  lo  dieron,  miróse  la  cara  en  él 
y  dijo:  ya  estoy  viejo. ...  y  enton- 
ces nombró  al  dicho  lugar  Veve- 
quauhiitlan  (Huehuecuauhtitlan): 
luego  tomó  piedras  con  que  apedreó 
el  árbol,  y  todas  las  piedras  que  ti- 
raba las  metía  dentro  del  árbol,  y 
por  muchos  tiempos  así  estaban 
y  parecían,  y  todos  las  veían  desde 
arriba  hasta  el  suelo:  así  iba  cami- 
nando Quetsalcoatl,  é  iban  delante 
tañéndole  flautas.  Llegó  á  otro  lu- 
gar en  el  camino  donde  descansó, 
y  se  sentó  en  una  piedra,  y  puso  las 
manos  en  ella,  y  dejó  las  señales  de 
las  manos  en  la  misma.  Estando 
mirando  acia  Tulla  comenzó  á  llo- 
rar, y  las  lágrimas  que  derramó, 
cabaron  y  horadaron  la  dicha  pie- 
dra donde  estaba  llorando  y  des- 
cansaba.» 

Sigue  hablando  Sahagún  De  las 
señales  que  dejó  en  las  piedras  he- 
chas con  las  palmas  de  las  manos 
y  con  las  nalgas  donde  se  asenta- 
ba, y  dice: 

oiQuetsalcoatl  puso  las  manos  to- 
cando á  la  piedra  grande  donde  se 
asentó,  y  dejó  señales  de  las  pal- 
mas de  sus  manos  en  la  misma  pie- 
dra, así  como  si  pusiera  las  manos 
en  lodo,  que  ligeramente  se  queda- 
ran señaladas;  también  dejó  seña- 
les de  las  nalgas  en  la  dicha  piedra, 
y  estas  señales  parecen  y  se  ven 
claramente,  y  entonces  nombró  el 
dicho  lugar  Temacpalco  (V.)  y  se 
levantó.  Y  yéndose  de  camino  llegó 
á  otro  lugar  que  se  llama  Tepanoa- 
ya,  por  donde  pasa  un  río  grande  y 
ancho;  Quetsalcoatl  mandó  hacer 
y  poner  una  puente  de  piedra  en 


aquel  río,  y  por  ella  pasó,  y  se  lla- 
mó el  lugar  Tepanoaya,  (V.)  Conti- 
nuando el  camino  llegó  á  otro  lugar 
que  se  llama  Coahpa,  (V.)  en  donde 
los  nigrománticos  vinieron  á  en- 
contrarse con  él,  por  impedirle,  que 
no  se  fuese  mas  adelante  diciendo 
al  Quetsalcoatl  ¿a  donde  os  vais?— 
¿Por  qué  dejasteis  vuestro  pueblo? 
¿A  quien  lo  encomendasteis?  ¿Quien 
hará  penitencia?  y  Quetsalcoatl  res- 
pondiendo á  los  dichos  nigromán- 
ticos di  joles:  en  ningima  manera 
podéis  impedir  mi  ida,  por  fuerza 
tengo  de  irme;  y  los  nigrománticos 
tornaron  á  preguntar  á  Quetsal- 
coatl,  ¿á  donde  os  vais?  y  él  les  res- 
pondió diciendo,  3'^o  me  voy  hasta 
Tlapallan.  ¿á  que  os  vais  allá?  di- 
jeron los  nigrománticos,  y  él  res- 
pondió, vinieron  á  llamarme  y  llá- 
mame el  sol:  á  lo  que  respondieron 
entonces,  idos  en  hora  buena;  pero 
dejad  todas  las  artes  mecánicas  de 
fundir  plata  y  labrar  piedras  y  ma- 
dera, pintar,  y  hacer  plumajes  y 
otros  oficios;  todo  se  lo  quitaron  los 
nigrománticos  á  Quetsalcoatl,  y  él 
comenzó  á  echar  en  una  fuente  to- 
das las  joyas  ricas  que  llevaba  con- 
sigo, y  por  lo  que  fué  llamada  la 
dicha  fuente  Coscoapa,  (V.)  y  ahora 
se  llama  Coahapa.  Prosiguiendo  su 
camino  Quet.salcoatl ,  llegó  á  otro 
lugar  que  se  llama  Cochtoca,  adon- 
de vino  otro  nigromántico  y  encon- 
tróse con  él  diciendole:  ¿á  donde  os 
vais?  y  Quetsalcoatl  le  dijo:  yo  me 
voy  á  Tlapallan,  á  lo  que  el  nigro- 
mántico respondió,  en  hora  buena  os 
vayáis,  pero  bebed  ese  vino  que 
os  traigo:  no  lo  puedo  beber  ni  gus- 
tar un  tantico  dijo  Quetsalcoatl,  y 
dijo  el  nigromántico,  por  fuerza  lo 
habéis  de  beber  y  gustar  un  poqui- 
to, porque  á  ninguno  de  los  vivos 

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58 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


debo  de  darlo,  y  A  todos  emborra- 
cho, ea,  pues,  bébelo;  Quetaalcoatl 
tomó  el  vino  y  lo  bebió  con  una  ca- 
ña, y  en  tomándolo  se  emborrachó 
y  durmióse»  y  cuando  despertó  mi- 
rando á  una  y  otra  parte,  sacudía 
los  cabellos  con  la  mano,  y  enton- 
ces fué  llamado  el  Xxxg'áv  Cochtoca.y> 

Sigue  hablando  Sahagún  De  co- 
mo de  frío  se  le  murieron  todos  sus 
pages  á  QuETZALCOATL  en  la  pasa- 
da de  entre  las  dos  sierras,  el  Vol- 
can (Popocatepetl),  y  la  Sierra  ne- 
vada (Iztaccihuatl),  y  de  otras  ha- 
sañas  suyas,  y  dice: 

«Yéndose  de  camino  Quetzal- 
coatí,  mas  adelante  al  pasar  entre 
las  dos  sierras  del  Volcan  y  de  la 
Sierra  nevada,  todos  sus  pages  que 
eran  enanos  y  corcobados  que  le 
iban  acompañando,  se  le  murieron 
de  frío,  y  el  sintió  mucho  la  muer- 
te de  los  pajes,  y  llorando  muy 
tristemente,  cantando  su  lloro  y  sus- 
pirando, miró  la  otra  Sierra  neva- 
da que  se  nombra  Poyauhtecatl,  (V.), 
que  está  junto  á  Tecamachalco,  y 
así  pasó  por  todos  los  lugares 
y  pueblos,  y  puso  muy  muchas  se- 
ñales en  las  sierras  y  caminos  de 
su  tránsito.  Mas  cuentan,  que  Que- 
taalcoatl se  andaba  holgando,  y  ju- 
gando en  una  sierra,  y  encima  de 
ella  se  asentó,  y  venia  bajándose 
asentado  hasta  el  suelo,  y  bajo  déla 
sierra  y  así  lo  hacía  muchas  veces. 
Cuentan  también  que  en  otro  lugar 
hizo  poner  un  juego  de  pelota  he- 
cho de  piedras  en  cuadro,  donde 
solían  jugar,  que  se  llama  tlachíli, 
y  en  el  medio  del  juego  puso  una 
señal  ó  raya  q.e  se  dice  tlecotl,  y 
donde  hizo  la  raya  está  abierta  la 
sierra  muy  profundamente.  En  otro 
lugar  tiró  con  una  saeta  á  un  árbol 
grande  que  se  llama  pochutl  (po- 


chotl:  seiba),  y  la  saeta  era  también 
un  árbol  que  se  llama  pochutl,  y 
atravesóle  con  ella,  y  así  está  hecha 
una  cruz;  mas  dicen  que  Quetzal- 
coatí  hizo  y  edificó  unas  casas  de- 
bajo de  la  tierra,  que  se  llaman  mic- 
tlancalco  (en  las  casas  de  la  mansión 
de  los  muertos),  é  hizo  poner  una 
piedra  grande  que  se  mueve  con  el 
dedo  menor:  dicen  que  cuando  hay 
muchos  hombres  que  quieren  me- 
near la  piedra,  que  no  se  mueve 
aunque  sean  muy  muchos.  Hay 
otras  cosas  notables  q.e  hizo  Que- 
tsacoatl  en  muchos  pueblos,  y  dio 
todos  los  nombres  á  las  sierras, 
montes  y  lugares.  En  llegando  á  la 
ribera  de  la  mar,  mandó  hacer  una 
balsa  formada  de  culebras  que  se 
llama  coatlapechtli,  y  en  ella  entró 
y  asentóse  como  en  una  canoa,  y 
así  se  fué  por  la  mar  navegando, 
y  no  se  sabe  como,  y  de  que  mane- 
ra llegó  á  Tlapallan.*  (Véase  Coa- 

TZACUALCO.) 


El  P.  Mendieta  dice  que  Quetaal- 
coatl no  reinó  en  Tulla,  sino  en  Cho- 
lula,  y  el  P.  Sahagún  lo  hace  rey  de 
Tulla  y  ni  mención  hace  de  Cholu- 
la;  pues  aun  cuando  en  el  prólogo 
al  libro  8.**  de  su  obra,  habla  de  Cho- 
lula,  no  dice  que  haya  reinado  en 
ella  Quetaalcoatl,  ni  siquiera  que 
hubiera  estado  allí,  porque  la  fun- 
dación de  esa  ciudad  la  atribuye  á 
los  que  huyeron  de  Tulla  y  después 
de  la  marcha  de  Quetaalcoatl  á  Tla- 
pallan.  El  pasaje  dice  así: 

«Según  que  afirman  los  viejos  en 
cuyo  poder  estaban  las  pinturas  y 
memorias  de  las  cosas  antiguas,  los 
que  primeramente  vinieron  á  po- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


59 


blar  esta  tierra  de  Nueva  España, 
vinieron  de  acia  el  norte  en  deman- 
da del  paraíso  terrenal:  traían  por 
apellido  Tamoancha .  y  es  lo  que  aho* 
ra  dicen  Tictemoatochan,  que  quiere 
decir  buscamos  nuestra  casa  natu- 
ral: por  ventura  inducidos  de  algún 
oráculo,  que  alguno  de  los  muy  es- 
timados entre  ellos  habia  recibido 
y  divulgado,  que  el  paraíso  terre- 
nal está  acia  el  mediodía  como  es 
verdad  según  casi  todos  los  que 
escriben  que  está  debajo  de  la  línea 
equinoccial,  y  poblaban  cerca  de 
los  mas  altos  montes  que  hallaban, 
por  tener  relación  que  es  un  monte 
altisimo,  y  es  así  verdad.  Estos  pri- 
meros pobladores  (según  lo  mani- 
fiestan los  antiquísimos  edificios 
que  ahora  están  muy  patentes)  fue- 
ron gente  robustísima;  sapientísi- 
ma, y  belicosísima.  Entre  otras  co- 
sas muy  notables  que  hicieron,  edi- 
ficaron una  ciudad  fortísima  en 
tierra  muy  opulenta,  de  cuya  felici- 
dad y  riquezas,  aun  en  los  edificios 
destruidos  de  ella,  hay  grandes 
indicios.  A  esta  ciudad  llamaron 
Tulla  que  quiere  decir:  lugar  de 
fertilidad  y  abundancia,  y  aun  aho- 
ra se  llama  asi,  y  es  lugar  muy  ame- 
no y  fértil.  En  esta  ciudad  reinó 
muchos  afios  un  rey  llamado  Que- 
tsalcoatl,  gran  nigromántico,  é  in- 
ventor de  la  nigromancia,  y  la  dejó 
á  sus  descendientes;  fué  extrema- 
do en  las  virtudes  morales.  Está  el 
negocio  de  este  reino  entre  estos 
naturales,  como  el  del  rey  Artus 
entre  los  ingleses.  (Arturus,  rey  de 
Inglaterra,  de  quien  dice  la  conseja, 
según  Cervantes,  que  anda  por  el 
mundo  en  figura  de  Cuervo ,  y  al- 
gún  día  recobrará  su  primitiva  for- 
ma y  reino,)  Fué  esta  ciudad  des- 
truida y  este  rey  ahuyentado:  dicen 


que  caminó  acia  el  oriente,  y  que 
se  fué  acia  la  ciudad  del  sol  llama- 
da Tlalpallan,  y  fué  llamado  del 
sol.  Dicen  que  es  vivo,  y  que  ha  de 
volver  á  reinar  y  á  reedificar  aque- 
lla ciudad  que  le  destruyeron,  y  así 
hoy  día  lo  esperan.  Y  cuando  vino 
D.  Fernando  Cortes  pensaron  que 
era  él,  y  por  tal  le  recibieron  y  tu- 
vieron, hasta  que  su  conversación 
y  la  de  los  que  con  él  venían  los 
desengañó.  (El  editor  de  Sahagún, 
en  una  nota,  dice  con  mucha  justi- 
cia: Dígase  mejor,  hasta  que  sus 
adulterios,  sus  robos,  escándalos  y 
abominaciones  de  él  y  de  los  suyos, 
desengañaron  á  los  indios,)  Los 
que  de  esta  ciudad  huyeron,  edifi- 
caron otra  muy  próspera  que  se 
llama  Cholulla,  á  la  cual  por  su 
grandeza  y  edificios,  los  españoles 
en  viéndola  la  pusieron  Roma  por 
nombre.  Parece  que  el  negocio  de 
estas  dos  ciudades  llevaron  el  ca- 
mino de  Troya  y  Roma,» 


XI 

Hablando  Sahagún  de  los  Tolte- 
cas,  dice: 

« adoraban  á  un  solo 

señor  que  tenían  por  Dios,  al  cual 
llamaban  Quelsalcoatl,  cuyo  síi.cer- 
dote  tenía  el  mismo  nombre,  el  cual 
era  muy  devoto  y  aficionado  á  las 
cosas  de  su  Dios,  y  por  esto  era  te- 
nido en  mucho  entre  ellos;  y  así  es 
que  lo  que  les  mandaba  lo  hacían, 
y  cumplían,  y  escedían  de  ello,  y  les 
solía  decir  muchas  veces,  que  ha- 
bía un  solo  señor  y  dios  que  se  decía 
Quetsalcoatl,  y  que  no  quería  mas 
que  culebras  y  mariposas  que  le 
ofreciesen  y  diesen  en  sacrificio;  y 
como  los  dichos  tultecas  en  todo  lo 


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60 


ANALBS  I>£L  MUSEO  NACIONAL 


creían,  y  obedecían,  y  no  eran  me- 
nos aficionados  á  las  cosas  divinas 
que  su  sacerdote,  y  muy  temerosos 
de  su  dios,  ejecutaban  sus  órdenes. 
Finalmente  fueron  persuadidos  y 
convencidos  por  el  dicho  Quetsal- 
coatí  para  que  saliesen  del  pueblo 
de  Tulla,  y  así  salieron  de  allí  por 
su  mandado,  aunque  ya  estaban  allí 
mucho  tiempo  había  poblados,  y  te- 
nían hechas  lindas  y  suntuosas  ca- 
sas de  su  templo  y  de  sus  palacios, 
que  habían  sido  edificadas  con  har- 
ta curiosidad  en  el  pueblo  de  Tulla 
y  en  todas  partes  y  lugares  donde 
estaban  derramados,  poblados  y 
muy  arraigados  los  dichos  tultecas, 
con  muchas  riquezas  que  tenían. 
Al  fin  se  hubieron  de  ir  de  allí,  de- 
jando sus  casas,  sus  tierras,  su  pue- 
blo y  sus  riquezas,  y  como  no  las 
podían  llevar  todas  consigo,  mu- 
chas dejaron  enterradas,  y  aun  aho- 
ra algunas  de  ellas  se  sacan  debajo 
de  la  tierra,  y  cierto,  no  sin  admi- 
ración de  primor  y  labor;  y  asi  cre- 
yendo y  obedeciendo  á  lo  que  di- 
cho Quetsalcoatl  les  mandaba,  hu- 
bieron de  llevar  por  delante  aunque 
con  trabajo,  sus  mugeres  é  hijos, 
enfermos,  viejos  y  viejas,  y  no  hu- 
bo ninguno  que  no  le  quisiese  obe- 
decer, porque  todos  se  mudaron 
luego  que  él  se  salió  del  pueblo  de 
Tulla  para  irse  á  la  región  que  lla- 
man Tlapallan,  donde  nunca  mas 
pareció  el  dicho  QuetsalcoatL* 

Sigue  Sahagún  describiendo  el 
carácter,  costumbres  y  trajes  de 
los  Tultecas,  y  acaba  con  decir: 

•  Como  eran  vivos  y  hábiles,  en 
breve  tiempo  con  su  diligencia,  ad- 
quirieron riquezas  que  decían  les 
daba  su  dios  y  señor  Quetsalcoail, 
y  así  se  decía  entre  ellos  que  el  que 
en  breve  tiempo  se   enriquecía, 


que  era  hijo  de  Quelsalcoatl 

Resta  por  decir  que  to- 
dos los  que  hablan  claro  la  lengua 
mexicana,  que  les  llaman  nahoas, 
son  descendientes  de  los  tultecas, 
y  fueron  de  los  que  se  quedaron  y 
no  pudieron  seguir  á  Quetsalcoatl, 
como  fueron  los  viejos  y  viejas,  en- 
fermos, ó  las  paridas,  ó  que  de  su 
voluntad  se  quedaron.» 

La  Mitología  y  la  Historia  no  es- 
tán de  acuerdo  sobre  la  destruc- 
ción del  reino  de  Tula.  Según  Ix- 
tlilxochitl,  el  historiador  más  auto- 
rizado de  los  toltecas,  el  reino  se 
fundó  en  el  siglo  VIII  de  la  era  vul- 
gar y  fué  destruido  en  el  siglo  XII, 
y  la  causa  de  su  destrucción  fué  la 
guerra  que  los  Régulos  de  Xalisco 
provocaron  á  Topiltsin,  el  último 
rey,  hijo  de  Tecpancaltsin,  que  to- 
mó por  esposa  á  Xóchitl,  la  famosa 
descubridora  del  pulque.  La  guerra 
duró  tres  años,  y  los  toltecas  queda- 
ron destruidos  totalmente.  En  todo 
este  lapso  de  tiempo  no  aparece 
Quetsalcoatl,  ni  como  rey  ni  como 
sacerdote,  y  antes  de  la  guerra  no 
hay  memoria  de  ninguna  emigra- 
ción y  abandono  de  la  ciudad;  así 
es  que  el  éxodo  del  pueblo  junta- 
mante  con  Quetsalcoatl,  es  una  pu- 
ra fábula. 

XII 

El  P.  Clavigero,  después  de  ex- 
tractar todo  lo  que  Sahagún  escribió 
sobre  Queisalcoatl,  y  que  nosotros 
hemos  copiado  á  la  letra,  dice  algo 
más  de  que  no  hace  mención  el 
franciscano,  que  completa  la  vida 
del  personaje,  y  que  nos  da  á  cono- 
cer su  mansión  en  Cholula  y  el  ori- 
gen del  culto  de  que  allí  fué  objeto. 
Dice  así: 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


61 


« los  mexicanos  creían 

que  el  pontificado  de  Quetsalcoatl 
(en  Tula)  había  sido  tan  feliz,  como 
los  Griegos  fingían  el  reino  de  Sa- 
turno, al  que  también  fué  semejan- 
te en  el  destierro,  pues  hallándose 
rodeado  de  tanta  prosperidad,  y  que- 
riendo Tescatlipoca  (el  Titlacahuan 
de  Sahagún),  no  sé  por  qué  razón, 
arrojarlo  de  aquel  país,  se  le  apare- 
ció en  figura  de  un  viejo,  y  le  dijo  que 
la  voluntad  de  los  dioses  era  que  pa- 
sase al  reino  de  Tlapalla,  y  al  mis- 
mo tiempo  le  presentó  una  bebida, 
de  la  que  QuetBalcoatl  bebió  con  la 
esperanza  de  adquirir  por  su  medio 
la  inmortalidad  á  que  aspiraba;  pe- 
ro apenas  la  hubo  tomado,  sintió 
tan  vivos  deseos  de  ir  á  Tlapalla, 
que  se  puso  inmediatamente  en  ca- 
mino, acompañado  de  muchos  sub- 
ditos, los  cuales  lo  fueron  obse- 
quiando con  músicas  durante  el 
viaje.  Cuando  llegó  á  Cholula,  lo 
detuvieron  aquellos  habitantes  y 
le  confiaron  las  riendas  del  gobier- 
no. Contribuyó  mucho  á  la  estima- 
ción que  de  él  hacían  los  Cholulte- 
cas,  además  de  la  integridad  de  su 
vida  y  de  la  suavidad  de  sus  moda- 
les, la  aversión  que  mostraba  á  toda 
clase  de  crueldad,  tanto  que  no  po- 
día oír  hablar  de  guerra.  A  él  de- 
bían los  Cholultecas  el  arte  de  la 
fundición,  en  que  tanto  se  distin- 
guieron después,  las  leyes  con  que 
desde  entonces  se  gobernaron,  los 
ritos  y  las  ceremonias  de  su  reli- 
gión, y,  según  otros,  el  arreglo  del 
tiempo  y  del  calendario. 

«Después  de  haber  estado  veinte 
años,  en  Cholula,  determinó  conti- 
nuar su  viaje  al  reino  imaginario 
de  Tlapallan,  conduciendo  consigo 
cuatro  nobles  y  virtuosos  jóvenes. 
En  la  provincia  marítima  de  Coatza- 


cualco  los  despidió,  y  por  su  medio 
mandó  decir  á  los  Cholultecas  que 
estuviesen  seguros  de  que  dentro 
de  algún  tiempo  volvería  á  regirlos 
y  á  consolarlos.  Los  Cholultecas 
dieron  á  aquellos  jóvenes  el  gobier- 
no, en  consideración  al  cariño  que 
les  profesaba  Quetzalcoatl,  de  los 
cuales  unos  contaban  que  habia  des- 
aparecido, otros  que  había  muerto 
en  la  costa.  Como  quiera  que  sea, 
aquel  personaje  fué  consagrado  dios 
por  losToltecas  de  Cholula,  y  consti- 
tuido protector  principal  de  su  ciu- 
dad, en  cuyo  centro  le  construyeron 
un  alto  monte,  y  sobre  él  un  santua 
rio.  Otro  monte  con  su  templo  le  fué 
erigido  en  Tula.  De  Cholula  se  pro- 
pagó su  culto  por  lodos  aquellos  paí- 
ses, donde  era  venerado  como  dios 
del  aire.  Tenía  templos  en  México 
y  en  otros  lugares:  aun  algunas  na- 
ciones enemigas  de  Cholula  tenían 
en  aquella  ciudad  templos  y  sacer- 
dotes dedicados  á  su  culto  y  de  to- 
das partes  acudían  allí  gentes  en  ro- 
mería, á  hacerle  oración  y  á  cumplir 
votos.  Los  Cholultecas  conservaban 
con  mucha  veneración  unas  piedre- 
cillas  verdes,  bien  labradas,  que  de- 
cían habían  pertenecido  á  su  numen 
favorito.  Los  Yucatecos  se  gloria- 
ban de  que  sus  señores  descendían 
de  Quetzalcoatl.  Las  mujeres  esté- 
riles se  encomendaban  á  él  para  ob- 
tener la  fecundidad.  Eran  grandes  y 
célebres  las  fiestas  que  se  le  hacían, 
especialmente  en  Cholula,  en  elTVo- 
xihuith  ó  año  divino,  á  las  que  pre- 
cedía un  riguroso  ayuno  de  ochen- 
ta dias,  y  espantosas  austeridades 
de  los  sacerdotes  consagrados  á  su 
culto.  Decían  que  Quetzalcoatl  ba- 
rría el  camino  al  dios  de  las  aguas, 
porque  en  aquellos  países  precede 
siempre  el  viento  á  la  lluvia.» 

16 


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62 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


XIII 

Existía  la  tradición  de  que  Que- 
t3alcoatl  había  arreglado  el  tiempo 
y  formado  el  calendario.  Lo  más 
explícito  entre  los  historiadores  so- 
bre este  punto,  es  lo  que  dice  Men- 
dieta: 

«Para  tractar— escribe  en  su  His- 
toria Eclesiástica  Indiana— á^  las 
fiestas  que  estos  indios  hacían  á  sus 
dioses  es  de  saber  que  tenían  su  ca- 
lendario por  donde  se  regían,  y  te- 
nían señalados  sus  días  del  año  pa- 
ra cada  uno  de  los  diablos  á  quien 
hacían  fiesta  y  celebrabran,  así  co- 
mo nosotros  tenemos  dedicado  un 
día  en  tal  ó  cual  mes  á  cada  uno  de^ 
los  santos.  Que  en  esto  parece  haber 
tomado  el  maldito  demonio  oficio  de 
mona,  procurando  que  su  babilónica 
y  infernal  iglesia  ó  congregación 
de  idólatras  y  engañados  hombres, 
en  los  ritos  de  su  idolatría  y  adora- 
ción diabólica  remedase  el  orden 
que  para  reconocer  á  su  dios  y  reve- 
renciar á  sus  santos  tiene  en  cos- 
tumbre la  Iglesia  católica  (El  oficio 
de  mona  lo  hicieron  los  Católicos, 
que  tomaron  el  calendario  pagano 
de  los  Romanos  y  lo  adaptaron  á 
la  iglesia.  El  calendario  de  los  in- 
dios tiene  el  mérito  de  ser  original 
y  el  más  perfecto  para  el  cómputo 
del  tie>npo.)  Y  dando  relación  los  in- 
dios viejos  del  principio  y  funda- 
mento que  tuvo  este  su  calendario, 
contaban  una  tonta  ficción,  como  son 
las  demaá  que  creían  cerca  de  sus 
dioses.  Dicen  que  como  sus  dio- 
ses vieron  haber  ya  hombre  criado 
en  el  mundo,  y  no  tener  libro  por 
donde  se  rigiese,  estando  en  tierra 
de  Cuernavaca  en  cierta  cueva  dos 
personajes,  marido  y  muger,  del 


número  de  los  dioses,  llamados  por 
onmbre  él  Oxomoco  y  ella  Cipac- 
tonal,  consultaron  ambos  á  dos  so- 
bre esto.  Y  pareció  á  la  vieja  sería 
bien  tomar  consejo  con  su  nieto 
Quetzalcoatl,  que  era  el  ídolo  de 
Cholula,  dándole  parte  de  su  pro- 
pósito. Parecióle  bien  su  deseo,  y 
Ja  causa  justa  y  razonable:  de  ma- 
nera q.e  altercaron  los  tres  sobre 
quién  pondría  la  primera  letra  ó  sig- 
no del  calendario.  Y  en  fin  tenien- 
do respeto  á  la  vieja  acordaron  de 
le  dar  la  mano  en  lo  dicho.  La  cual 
andando  buscando  que  pondría  al 
principio  del  dicho  calendario,  topó 
en  cierta  cosa  llamada  Cipactli»  que 
la  pintan  á  manera  de  sierpe,  y  di- 
cen andar  en  el  agua,  y  que  le  hizo 
relación  de  su  intento,  rogándole  tu- 
viese por  bien  ser  puesta  ó  asenta- 
da por  primera  letra  ó  signo  del 
tal  calendario;  y  consintiendo  en 
ello,  pintáronla  y  pusiéronle  ce  Ci- 
pactli, que  quiere  decir  «una  sier- 
pe.» El  marido  de  la  vieja  puso  dos 
cañas,  y  el  nieto  tres  casas  &c.,  y 
de  esta  manera  fueron  poniendo 
hasta  trece  signos  en  cada  plana,  en 
reverencia  de  los  autores  dichos  y 
de  otros  dioses  que  en  medio  de  ca- 
da plana  tenían  los  indios,  pintados 
y  muy  asentados  en  este  libro  del 
calendario,  que  contenía  trece  pla- 
nas, y  en  cada  plana  trece  signos, 
los  cuales  servían  también  para  con- 
tar los  días,  semanas,  meses  y  años; 
porque  ya  que  los  dichos  signos  no 
llegaban  al  número  cumplido  de  los 
trescientos  y  sesenta  y  cinco  días 
que  tenían  como  nosotros,  tornaban 
del  principio  hasta  donde  se  cum- 
pliesen; y  porque  sus  meses  eran 
diez  y  ocho,  á  veinte  días  cada  mes, 
hacían  trescientos  y  sesenta  días..» 
Continúa  el  P.  Mendieta  expli- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


63 


cando  la  estructura  del  calendario. 
En  el  pasaje  preinserto  llama  la 
atención  que  Quetsalcoatl  sea  nie- 
to de  Oxomoco  y  Cipactli  ó  Cipacto- 
nal.  En  ninguna  de  las  teogonias 
más  autorizadas  hemos  visto  esa 
genealogía.  En  cuanto  á  la  cueva 
en  que  se  dice  fué  formado  el  ca- 
lendario, diremos  que  en  el  camino 
de  Cuemavaca  á  Yautepec,  en  un 
lugar  llamado  Coatlan,  están  escul- 
pidas las  imágenes  de  Oxomoco  y 
Cipacíonal,  en  el  respaldo  de  una 
barranca.  Tal  vez  á  este  lugar  se 
refiere  el  P.  Mendieta. 


XIV 

Considerado  como  personaje  his- 
tórico, Quetsalcoatl  aparece  en  la 
Crónica  del  P.  Duran  como  Topil- 
tsifiy  el  último  rey  tolteca,  ó  como 
Huemac,  gra.n  sacerdote  tolteca;  pe- 
ro ya  antes  hemos  dicho  que  en  la 
historia  de  Tula  por  Ixtlilxochitl,  no 
se  hace  mención  de  tal  personaje, 
ni  puede  haberse  confundido  con 
Topiltsin.  porque  éste  sostuvo  la 
guerra  cuyo  final  fué  la  destruc- 
ción de  Tula,  y  de  QuetBalcoatl  di- 
cen todos  los  historiadores  que  odia- 
ba la  guerra,  y  algunos  agregan  que 
cuando  se  hablaba  de  ella,  se  tapa- 
ba los  oídos. 


XV 

Extractando  á  Torquemada,  dice 
Orozco  y  Berra: 

«Establecido  que  estuvo  el  reino 
de  ToUan,  aparecieron  en  la  pro- 
vincia de  Panuco  algunas  personas 
vestidas  de  trajes  talares,  cubier- 
tas las  cabezas;  sin  reencuentro  de 


guerra,  y  antes  bien  recibidas  y  fes- 
tejadas por  todas  partes,  atravesa- 
ron de  la  costa  al  interior  de  las 
tierras,  llegando  al  fin  á  ToUan,  en 
donde  se  les  admitió  con  la  mayor 
benevolencia.  Los  recien  llegados 
eran  extranjeros,  sabían  labrar  los 
metales  y  las  piedras  preciosas,  el 
cultivo  de  la  tierra  y  multitud  de 
otras  industrias,  por  lo  cual  se  les 
tenía  en  grande  estima  y  se  les  ha- 
cía honra.  El  jefe  de  los  extranje- 
ros era  Quetzalcoatl.  «Era  hombre 
«blanco,  crecido  de  cuerpo,  ancha 
«la  frente,  los  ojos  grandes,  los  ca- 
«bellos  largos  y  negros,  la  barba 
«grande  y  redonda.»  Casto,  muy 
amigo  de  la  paz,  pues  se  tapaba  los 
oídos  cuando  se  hablaba  de  la  gue- 
rra, inteligente  y  justo,  sabedor  de 
las  ciencias  y  en  las  artes,  con  su 
ejemplo  y  su  doctrina  predicó  una 
nueva  religión,  inculcando  el  ayu- 
no, la  penitencia,  el  amor  y  el  res- 
peto á  la  divinidad,  la  práctica  de 
la  virtud,  el  desprecio  al  crimen. 
Su  predicación  encontró  en  los  tu- 
lanos  inmenso  número  de  proséli- 
tos, llegando  á  ser  el  pontífice  de  su 
culto.  Entonces  gozó  Tollan  de  una 
edad  abundante  y  próspera,  cual 
la  del  reinado  de  Saturno.  Sabio, 
sacerdote,  legislador  y  taumatur- 
go, nadie  como  él  era  querido  y  re- 
verenciado.» 

Extractando  á  Sahagún,  continúa 
diciendo: 

«Mudable  es  la  fortuna  en  este 
mundo,  y  la  de  Quetzalcoatl  amen- 
guó al  cabo.  El  dios  Tezcatlipoca 
bajó  del  cielo  por  el  hilo  de  una  ara- 
ña, tomó  la  forma  de  un  anciano, 
presentándose  en  la  casa  de  su  ene- 
migo; rechazado  primero,  admitido 
después,  le  intimó  al  pontífice  aban- 
donara la  ciudad,  persuadiéndole  á 


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64 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


fuerza  de  ruegos  tomara  del  vino 
blanco  de  la  tierra,  sacado  del  teo- 
metí:  resistió  el  sabio,  pero  vencido 
por  las  súplicas,  saboreó  el  pérfido 
licor  y  se  embriagó.  La  vista  de  su 
falta  le  produjo  en  el  pueblo  gran 
descrédito. 

«Tezcatlipoca,  por  otros  nombres 
Titlacahuan  y  Tlacahuepan,  se  con- 
virtió en  un  indio  forastero,  que, 
desnudo  y  bajo  la  denominación  de 
Tohueyo,  se  sentó  á  vender  aji  ver- 
de en  el  mercado  de  Tollan.  Hue- 
mac,  rey  de  los  tulanos,  tenía  una 
hija  doncella  muy  hermosa,  la  cual 
acertó  á  distinguir  al  Tohueyo, 
y  antojósele  tanto  que  enfermó  de 
amores.  Para  curarla,  pues  se  mo- 
ría, fué  preciso  buscar  al  Tohue- 
yo, traerle  al  palacio,  vestirle  y 
dársele  por  esposo.  Matrimonio  tan 
desigual  disgustó  á  los  vasallos, 
quienes  prorrumpieron  en  destem- 
pladas murmuraciones.  A  fin  de 
acallar  el  disgusto  público, Huemac 
determinó  deshacerse  de  su  impor- 
tuno yerno ;  envióle  á  la  guerra  de 
Coatepec,  ordenando  secretamente 
á  sus  capitanes  le  hicieran  perecer. 
En  la  batalla  dejaron  abandonado 
al  Tohueyo  con  los  pajes,  enanos  y 
cojos;  mas  cuando  el  enemigo  los 
acometió,  pelearon  con  tanto  brío 
que  salieron  vencedores.  Fué  in- 
dispensable que  Huemac  y  los  tu- 
lanos salieran  á  recibir  al  plebeyo 
con  gran  fiesta  poniéndole  las  ar- 
mas quetsalapancayotl  y  el  xiuh- 
chimalli,  divisas  de  los  triunfado- 
res. Para  solemnizar  el  triunfo,  Ti- 
tlacahuan reunió  una  gran  multitud 
para  cantar  y  bailar;  entretúvo- 
los hasta  la  media  noche,  en  que  los 
danzantes  se  despeñaban  en  el  ba- 
rranco texcallauhco,  convirtiéndo- 
se en  piedras:  en  figura  de  un  va- 


liente guerrero  tequihua  dio  muerte 
á  muchos  guerreros.  Bajo  la  forma 
de  Tlacahuepan  ó  Acoxcoch,  sen- 
tado en  el  mercado,  hacía  bailar  un 
muchacho  sobre  la  palma  de  la  ma- 
no (Huitzilopochtli  era  el  mucha- 
cho); la  gente,  por  ver  el  prodigio, 
se  apiñaba  al  rededor,  y  empuján- 
dose unos  á  otros  morían  ahogados 
y  acoceados.  Tanto  se  repitió  el 
mal  que  mataron  al  brujo  á  pedra- 
das; mas  el  cuerpo  se  corrompió 
derramándose  la  peste  en  el  pue- 
blo. No  se  dejaba  sacar  el  cadáver, 
tanto  era  el  peso  que  tenía;  vencido 
por  un  canto  se  dejó  llevar  al  mon- 
te, no  sin  muchísimas  muertes,  pues 
rompiéndose  una  soga,  la  gente  asi- 
da á  ella  perecía  al  caer. 

«Funestos  presagios  de  ruina  se 
veían  por  todas  partes.  Volaba  no 
distante  de  la  tierra  el  Istaccuix- 
tu,  pasado  con  unafJecha;  la  sierra 
de  Zacapan  arrojaba  llamas  por  la 
noche;  llovieron  piedras,  y  cayó 
del  cielo  una  gran  piedra  á  la  cual 
llamaron  techcatl,  sobre  la  cual  sa- 
crificaban á  los  que  querían  morir. 
A  la  peste  siguió  el  hambre,  falta- 
ron los  mantenimientos,  y  los  que 
se  encontraban  eran  mortíferos. 

«Tanto  arreciaron  las  calamida- 
des, que  Quetzalcoatl  resolvió 
abandonar  á  Tollan;  ninguna  súpli- 
ca le  detuvo,  poniéndose  en  camino 
ne  compañía  de  sus  parciales.  Que- 
mó sus  casas,  sepultó  sus  riquezas, 
dio  libertada  los  pájaros,  y  precedi- 
do de  músicos  flautistas  para  entre- 
tener su  pena,  se  alejó  para  siempre 
de  la  ingrata  ciudad.  Detenido  dos 
veces  en  el  tránsito  por  los  ruegos 
de  sus  sectarios,  no  mudó  de  pro- 
pósito; aseguraba  ir  á  Tlapallan,  al 
llamado  de  su  señor  é  iba  á  ver 
al  sol.» 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


65 


Sigue  refiriendo  los  prodigios  que 
fué  obrando  en  el  camino,  y  que  he- 
mos visto  ya  en  Sahagún,  y  conti- 
núa diciendo: 

« abandonado  de  casi  todos, 

logró  por  fin  llegar  á  Cholollan. 
Recibido  con  amorosa  hospitalidad, 
pudo  reposar  tranquilo,  predicando 
y  estableciendo  su  doctrina.  Algún 
tiempo,  casi  por  veinte  años,  per- 
maneció en  la  ciudad  santa  desem- 
peñando un  papel  de  pontífice,  has- ' 
ta  que  al  cabo  miró  desvanecerse  I 
su  felicidad  como  la  vez  primera.  I 
Sus  jurados  enemigos,  los  tulanos, ' 
vinieron  con  poderoso  ejército  con- 
tra él,  al  rumor  de  los  aprestos, 
Quetzalcoatl  abandonó  á  Cholollan,  | 
con  cuatro  de  sus  discípulos  se  di- 1 
rigió  á  la  costa  del  Golfo,  y  llegado  | 
á  la  mar,  en  la  boca  de  Coatzacual- ' 
co,  bien  se  metió  por  las  aguas  que 
le  abrían  paso,  ya  tendió  su  capa 
que  le  sirvió  de  barca,  ya  finalmen- 
te construyó  de  culebras  una  balsa, 
coatlapechtli,  y  metiéndose  en  ella 
se  fué  navegando,  hasta  desapare- 
cer.» 

Hasta  aquí  acaba  el  extracto  de 
Sahagún,  aunque  muy  alterado  y 
aun  falseado,  pues  Sahagún  dice, 
según  hemos  visto,  que  con  excep- 
ción de  los  viejos,  de  los  enfermos 
y  de  las  paridas,  todos  los  tulanos 
marcharon  en  pos  de  Quelsalcoall 
cuando  se  salió  de  Tula,  y  Orozco 
dice  que  los  tulanos  lo  persiguieron 
y  hasta  le  llevaron  la  guerra  á  Cho- 
lula.  No  puede  ser  más  flamante  la 
contradicción. 

Extractando  á  Torquemada,  con- 
tinúa Orozco  diciendo:  «Los  tula- 
nos  tomaron  y  talaron  á  Cholollan 
apoderándose  del  país  circunveci- 
no. Esto  no  obstante,  los  de  la  ciu- 
dad santa    deificaron  á    Quetzal- 


coatl,eligiéndoley  adorándole  como 
su  principal  dios;  los  de  Tollan,  á  su 
ejemplo,  rindieron  honores  divinos 
á  su  jefe,  elevándole  á  los  altares 
bajo  los  nombres  de  Tezcatlipoca, 
Titlacahuan  y  Tlacahuepan.» 

Esto  último  es  uno  de  los  errores 
crasos  que  los  AA.  han  advertido 
en  Torquemada;  y  llama  la  aten- 
ción que  Orozco  se  limite  á  expo- 
nerlo y  no  lo  haya  impugnado. 

Sahagún,  que  bebió  en  fuentes 
puras,  nos  dice  que  QuelBalcoatl 
salió  voluntariamente  de  Cholula  y 
no  obligado  por  los  tulanos.  Nos 
dice  también  que  los  discípulos  de 
Quetsalcoatl,  después  de  haberlo 
acompañado  hasta  Coaísacualco, 
siguieron  gobernando  en  Cholula. 
Nos  dice,  por  último,  que  los  tula- 
nos  erigieron  á  Quetzalcoatl  un 
monte  con  su  templo,  y  no  dice  que 
haya  sido  bajo  el  nombre  de  Tezca- 
tlipoca. Ante  las  aseveraciones  de 
Sahagún  no  merece  crédito  la  rela- 
ción de  Torquemada. 

Hechos  los  extractos  anteriores, 
discurre  Orozco  y  Berra,  por  su 
cuenta,  del  modo  siguiente: 

«Respecto  á Quetzalcoatl, á  quien 
encontraremos  segunda  vez  en  Yu- 
catán, examinémosle  en  sus  diver- 
sos aspectos.  Como  dios,  sólo  es  un 
hombre  deificado;  es  de  la  misma 
ralea  que  su  enemigo  Tezcatlipoca. 
El  antagonismo  de  ambos,  como 
divinidades,  tiene  su  asiento  en  las 
observaciones  astronómicas.  Que- 
tzalcoatl es  el  planeta  Venus;  Tez- 
catlipoca, la  luna.  Los  diversos  as- 
pectos de  los  dos  planetas,  su  alter- 
nativo aparecimiento  hacia  la  tarde 
ó  la  mañana,  dan  motivo  á  sus  com- 
bates y  á  sus  respectivos  venci- 
mientos. Su  antagonismo  religioso 
es  fácil  de  comprender.    Quetzal- 

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66 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


coatí  predica  en  Tollan  una  nueva 
doctrina,  triunfa  de  pronto  y  se  ha- 
ce el  pontífice  de  su  religión.  Tez- 
catlipoca  y  sus  parciales,  represen- 
tantes del  culto  nacional,  vencidos 
al  principio,  se  hacen  luego  pode- 
rosos; desacreditan  al  taumaturgo, 
y  logran  por  fin  hacerlo  abandonar 
la  ciudad,  le  persiguen  en  su  refu- 
gio de  Cholollan,  alcanzando  arro- 
jarle definitivamente  del  pais.  La 
guerra  civil  y  religiosa  que  en  To- 
llan sobrevino,  fué  parte  para  la 
destrucción  de  la  monarquía  tolte- 
ca,  y  para  que  los  sectarios  del  hom- 
bre blanco  tuvieran  que  huir  á  Yu- 
catán. 

«Como  civilizador,  Quetzalcoatl 
introduce  en  el  país  las  artes  útiles 
y  de  ornato;  la  agricultura,  la  me- 
cánica, el  tejido,  el  labrado  de  los 
metales  y  de  las  piedras  preciosas, 
constituyen  sus  más  ricos  presen- 
tes: la  excelencia  de  los  artefactos 
es  tan  palpable,  que  para  ponderar 
á  los  artífices  se  escoge  la  palabra 
tolteca. 

«Como  profeta,  predijo  Quetzal- 
coatl que  andando  el  tiempo  ven- 
drían por  el  lado  del  Oriente  unos 
hombres  blancos  y  jparbudos  como 
él,  quienes  se  apoderarían  irremi- 
siblemente del  país,  derrocando  del 
solio  á  los  monarcas,  de  su  altar  á 
los  dioses,  plantando  entre  los  hom- 
bres una  nueva  doctrina.  La  profe- 
cía arraigó  profundamente  en  los 
ánimos,  y  grandes  y  pequeños  te- 
nían fe  en  su  cumplimiento.  Por  es- 
pacio de  algunas  generaciones  los 
padres  juntaban  á  sus  hijos,  y  sa- 
bed, les  decían,  que  vendrá  una  gen- 
te barbuda,  cubierta  la  cabeza  co- 
mo unos  como  apastli  (lebrillo  ó 
barreño),  semejantes  á  los  coberto- 
res de  las  trojes,  vestidos  de  colo- 


res, y  cuando  vengan  cesarán  las 
guerras,  se  abrirá  el  mundo  á  to- 
das partes  y  todo  se  andará  y  co- 
municará. 

«Como  predicador  y  pontífice,  en- 
señó nueva  ley,  con  prácticas  de 
muchos  puntos  semejantes  á  las 
cristianas,  dejando  derramado  el 
culto  de  la  cruz.»  (Véase  Cruz.) 


XVI 

El  mismo  Orozco  y  Berra  cita  el 
pasaje  siguiente  de  Rafn: 

« los  escandinavos  durante 

«los  siglos  X  y  XI,  descubrieron  y 
«visitaron  una  gran  parte  de  las 
«costas  orientales  de  la  América 
«del  Norte,  y  cada  quien  se  conven- 
«cerá  de  que  las  relaciones  entram- 
«bos  países  subsistieron  durante 
«los  siglos  siguientes.  El  hecho 
«esencial  es  cierto  é  incontesta- 
«ble.» 

Orozco,  fundándose  en  la  aseve- 
ración preinserta  de  Rafn,  que,  á 
su  vez,  está  apoyada  en  documen- 
tos irrefragables,  dice:  «De  esta 
verdad  sacamos,  que  Quetzalcoatl 
es  un  misionero  islandés.  Se  nos 
dirá  que  esto  no  pasa  de  una  supo- 
sición; concedemos;  pero  el  supues- 
to presenta  tanta  congruencia  en 
su  abono,  que  no  parecerá  descabe- 
llado admitirle  ni  defenderle.  El 
tiempo  de  los  descubrimientos  de 
los  escandinavos  coincide  con  la 
época  en  que  el  gran  legislador  se 
presentó  en  Tollan.  Los  extranje- 
ros aportaron  á  nuestro  país  por  la 
parte  de  Panuco,  es  decir,  por  las 
costas  orientales  frecuentadas  en- 
tonces por  los  navegantes  islande- 
ses, expedición  voluntaria  ó  casual, 
es  evidente  que  los  extranjeros  lle- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


67 


garon,  internándose  al  interior,  bien 
deliberadamente,  bien  imposibilita- 
dos para  seguir  su  viaje.  Eran  blan- 
cos y  barbados,  como  en  realidad  lo 
son  los  de  su  raza,  reconociéndo- 
lo así  las  tradiciones  nahoas.  Ves- 
tían traje  diverso,  trayendo  Que- 
tzalcoatl  la  túnica- sembrada  de  cru- 
ces; los  escandinavos  de  aquellas 
épocas  eran  católicos.  Descubre  el 
jefe  su  carácter  sacerdotal  en  su 
vida  casta  y  abstinente,  en  su  amor 
á  la  paz,  en  las  costumbres  y  virtu- 
des que  se  le  atribuyen.  Sus  predi- 
caciones están  en  consonancia  con 
su  origen  y  carácter  religioso;  in- 
troduce el  culto  de  la  cruz,  doctri- 
nas y  prácticas,  que,  aunque  ya  des- 
figuradas, dejan  reconocer  la  filia- 
ción cristiana. 

«Notables  se  hicieron  los  extran- 
jeros no  sólo  por  el  milagro  de  su 
llegada,  por  su  aspecto  y  atavíos, 
sino  también  por  sus  predicaciones 
y  por  las  enseñanzas  que  derrama- 
ban perfeccionando  las  ciencias  y 
las  artes:  pertenecían  á  pueblos  más 
adelantados  en  civilización,  el  sa- 
cerdote debía  poseer  mayores  co- 
nocimientos que  sus  compañeros. 
Dieron  reglas  para  el  cultivo  de  la 
tierra,  para  labrar  los  metales,  pu- 
lir las  piedras  preciosas,  no  sabe- 
mos cuantas  cosas  más.  Quetzal- 
coatí  corrigió  el  calendario 

el  cómputo 

mexicano,  que  no  es  otro  que  el  tol- 
teca  corregido  por  Quetzalcoatl,  se 
deriva  directamente  del  calendario 
juliano.  En  efecto,  es  el  año  de  365 
días,  con  im  día  intercalar  constan- 
te por  cada  cuatro  años.  Los  es- 
candinavos contaban  el  día  desde 
el  orto  del  sol,  y  así  lo  contaron  los 
nahoas.  «Los  antiguos  escandina- 
« vos  — dice  Rafn— dividían  el  hori- 


«zonte  en  ocho  playas  ó  rincones 
«del  mundo:  una  revolución  del  sol  ^ 
«se  dividía  también  en  ocho  partes 
«iguales  determinadas  por  la  mar- 
«cha  aparente  del  astro.»  Esta  es 
la  misma  división  del  día  en  ocho 
partes  empleada  por  los  mexica.  De 
la  misma  procedencia  viene  la  adop- 
ción de  las  cuatro  estaciones,  y  la 
doctrina  de  los  cuatro  elementos, 
aire,  tierra,  agua  y  fuego,  represen- 
tados por  los  cuatro  símbolos  anua- 
les tochtli,  calli,  acatl  y  tecpatl.  Si 
el  sistema  juliano  no  está  comple- 
to, es  decir,  si  no  son  iguales  en  nú- 
mero los  meses  y  los  días  que  los 
componen,  y  falta  la  semana  de  sie- 
te días,  la  razón  es  obvia;  la  correc- 
ción vino  á  efectuarse  sobre  el  pri' 
mitivo  sistema  del  Tonalamatl  ó 
sean  los  períodos  de  260  días,  com- 
binando el  antiguo  con  el  nuevo 
cómputo.  Por  estos  trabajos  astro- 
nómicos, Quetssalcoatl  fué  identifi- 
cado con  el  planeta  Venus. 

«Los  dogmas  católicos  no  se  con- 
servaron puros,  porque  no  preva- 
lecieron completamente  en  ToUan; 
la  reacción  idólatra,  de  donde  vie- 
ne el  antagonismo  religioso  de  Tez- 
catlipoca  ó  Titjacahuan,  venció  al 
nuevo  culto,  y  al  recoger  la  tradi- 
ción los  herederos  de  la  civilización 
tolteca,  la  desnaturalizaron  mez- 
clándola á  sus  distintas  creencias; 
las  transformaron  para  adaptarlas 
á  sus  costumbres.  De  aquí  las  mo- 
dificaciones en  las  órdenes  monás- 
ticas de  monjes  y  monjas,  en  las 
instituciones  religiosas,  en  la  admi- 
nistración de  lo  que  pudieran  lla- 
marse los  sacramentos. 

«Arrojado  Quetzalcoatl  de  To- 
Uan, bien  que  el  mismo  amenazara 
con  que  vendrían  en  su  defensa  los 
hombres  de  su  raza;  bien  que  sus 


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ANALES  DEL   MUSEO   NACIONAL. 


parciales  lo  prometieran  como  cosa 
*  segura;  bien  que  fuera  inducción 
del  pueblo,  esperando  que  si  aque- 
llos extranjeros  habían  venido  por 
Oriente,  otros  podrían  presentarse 
por  el  mismo  rumbo;  lo  cierto  es 
que  quedó  firmemente  acreditada 
la  profecía,  de  que  hombres  blan- 
cos y  barbados  se  presentarían  por 
donde  nace  el  sol.  En  la  forma  que 
lo  presentamos,  el  hecho  nada  tie- 
ne de  sobrenatural  ni  profético. 

«Quetzalcoatl  permaneció  algún 
tiempo  en  Cholollan,  arrojado  de 
nuevo  de  aquella  ciudad,  se  dirigió 
á  Yucatán,  donde  tomó  el  nombre 
de  Kukulcan,  de  idéntico  significa- 
do que  Quetzalcoatl.  Allá  predicó 
sus  doctrinas,  sostenidas  después 
por  los  emigrantes  tol tecas,  refu- 
giados en  la  península  después  de 
la  destrucción  de  Tollan.  De  aquí 
que  se  encuentren  también  en  Yu- 
catán la  cruz  y  las  instituciones 
cristianas:  el  reinado  de  Kukulcan 
y  de  sus  sectarios  fué  allá  más 
pacífico  y  duradero;  por  eso  sus 
creencias  entre  los  maya  dejaron 
más  claras  y  profundas  huellas. 
Acreditóse  igualmente  la  promesa 
de  los  hombres  blancos  y  barbados; 
entonces  las  decantadas  profecías 
de  los  sacerdotes  mayas  nada  tie- 
nen de  incomprensible  ni  extraor- 
dinario; son  simplemente  el  recuer- 
do de  una  creencia,  el  eco  de  los 
presentimientos  populares,  persis- 
tentes de  una  manera  sólida  así  en 
Yucatán  como  en  México;  la  dife- 
rencia, que  allá  le  cantaban  los  sa- 
cerdotes á  los  creyentes,  aquí  le  re- 
petían los  ancianos  á  sus  familias. 

«Procediendo  los  nahoas  como 
todos  los  pueblos  semicivilizados, 
así  que  transcurrió  cierto  tiempo,  el 
agradecimiento   público  deificó  la 


memoria  del  gran  reformador.  Co- 
mo astrónomo  le  había  puesto  en  el 
planeta  Venus,  como  á  ser  superior 
le  llevó  al  cielo  mitológico,  hacién- 
dole uno  de  sus  principales  'dioses. 
Entonces  la  imaginación  adornó  la 
vida  del  hombre  con  todas  las  ma- 
ravillas que  corresponden  al  nu- 
men: entonces  se  produjeron  los 
milagros,  los  hechos  extraordina- 
rios, que  sólo  eran  los  hechos  co- 
munes extendidos  á  medidas  sobre- 
naturales. 

«Tal  es  nuestro  Quetzalcoatl.  Ad- 
mitirlo no  repugna  á  la  razón.  Na- 
da tiene  de  inverosímil;  no  se  apoya 
en  nada  maravilloso  ni  fantástico; 
la  explicación  es  llana,  natural,  sir- 
ve para  resolver  multitud  de  pro- 
blemas hasta  aquí  insolubles  por  el 
carácter  de  portento  que  se  les  atri- 
buye. Preténdese  que  para  aclima- 
tar en  un  país  los  principios  religio- 
sos, es  precisa  una  invasión  en  toda 
forma:  concedemos  el  principio,  en 
los  casos  en  que  se  trata  de  extirpar 
un  culto  para  sustituirle  con  otro; 
pero  es  falso  en  todas  las  ocasiones 
q.e  sólo  ofrecen  doctrinas  mezcla- 
das. Lo  observó  ya  Humboldt,  bas- 
ta un  pequeño  número  de  personas 
ilustradas  para  introducir  en  un 
país  profundos  cambios  en  el  or- 
den religioso  y  político,  y  tal  es  el 
caso  de  Quetzalcoatl.  Siguióse 
del  corto  número  de  predicado- 
res que  los  cambios  fueran  parcia- 
les, que  se  vea  la  civilización  euro- 
pea sólo  representada  en  ciertos 
puntos  y  no  en  totalidad,  como  ma- 
lamente pudiera  pretenderse.» 

XVII 

Quetsalcoatl,  el  pontífice  blanco 
y  barbado,  civilizador,  taumaturgo. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


69 


en  el  mito  monogenista  de  los  na- 
hoas  hijo  de  Istacmixcoatl  y  de 
Chimalma,  y  por  lo  mismo  medio 
hermano  de  los  americanos  y  ex- 
tranjeros, venido  por  el  mar  á  las 
costas  de  Panuco,  admitido  después 
en  Tollan,  fué  pontífice  de  la  reli- 
gión que  enseñaba,  tan  semejante  á 
la  cristiana.  Personaje  real,  el  amor 
público  lo  declaró  dios.  En  este  sen- 
tido es  sinónimo  de  Ce  Acatl.  (V.) 

XVIII 

Chavero,  al  ocuparse  de  Quetsal- 
coatí,  empieza  por  explicar  el  sim- 
bolismo de  este  personaje,  y  así  lo 
da  á  conocer  bajo  los  diversos  as- 
pectos que  se  le  atribuyen.  Si  no  son 
exactas  todas  sus  interpretaciones^ 
hay  que  confesar  que  son  muy  in- 
geniosas. 

«Ya  hemos  visto  — dice  Chavero 
—que  en  la  leyenda  nahoa  Tonaca- 
tecutli  y  Tonacacihuatl,  el  sol  y  la 
tierra,  tuvieron  por  hijos  á  Que t sal- 
coatí  y  Tescatlipoca,  Quetsalcoatl 
es  la  estrella  de  la  tarde.  Como  á 
los  helenos  llamó  la  atención  el  lu- 
cero de  la  mañana,  que  brotaba  de 
las  ondas  del  mar  que  al  oriente  te 
nían,  así  les  llamó  á  los  nahoas  ha- 
bitadores del  Pacífico  el  astro  ves- 
pertino que  flotaba  en  las  olas  del 
horizonte.  Su  luz,  reflejando  en 
el  movedizo  oleaje,  debió  hacerlo 
aparecer  como  brillante  culebra,  y 
al  deificarlo  le  líamaron  Quetsal- 
coatí.  Compónese  esta  voz  de  coatí, 
culebra,  y  quetsalli,  pluma  del  her- 
moso pájaro  quetzal,  que  también 
se  toma  en  la  acepción  de  bello.  De 
manera  que  el  nombre  significa  cu- 
lebra preciosa,  y  para  escribirlo  je- 
roglíficamente se  pintaba  una  cule- 
bra con  plumas. 


«Encontramos  en  los  jeroglíficos 
diversas  maneras  de  representar  á 
este  dios;  pero  las  creemos  de  épo- 
cas posteriores  á  la  nahoa.  Las  pri- 
meras debieron  ser  la  fonética,  de 
que  acabamos  de  hablar,  y  la  sim- 
bólico-figurativa,  que  consiste  en 
un  círculo  adornado  del  cual  sale  la 
luz  de  la  estrella.  En  el  Museo  exis- 
te una  piedra  á  manera  de  mitra  en 
que  el  símbolo  está  repetido  cuatro 
veces,  lo  que  se  relaciona  con  lo  q.e 
Sahagún  nos  cuenta  de  ese  astro, 
pues  decían  los  indios  q.e  al  salir 
hace  cuatro  arremetidas,  á  las  tres 
luce  poco  y  se  vuelve  á  esconder,  y 
á  la  cuarta  sale  con  toda  su  clari- 
dad y  sigue  su  curso. 

«A  propósito  de  esta  estrella  di- 
ce la  tradición  que  primero  hicie- 
ron los  dioses  un  medio  sol  que  es 
Quetsalcoatl,  manera  expresiva  de 
significar  que  su  brillo  es  menor 
que  el  del  astro  del  día.  Así  mu- 
chas veces  vemos  á  Qnetsalcoatl 
con  un  medio  sol,  como  en  la  pintu- 
tura  del  Ehecatonatiuh,  y  otras  na- 
da más  ponían  el  medio  sol  para 
significarlo. 

«  TcBcatlipoca  es  la  luna.  Cuando 
por  primera  vez  y  sin  precedente 
en  los  autores  lo  dijimos,  púsose  en 
duda;  mas  después  se  aceptó  aún 
por  el  mismo  señor  Orozco.  Que  es 
la  luna,  lo  manifiesta  el  significado 
de  su  nombre:  espejo  negro  que  hu- 
mea, y  lo  expresa  su  jeroglífico  en 
la  primera  trecena  del  Tonalamatl. 
Allí  se  ve  el  círculo  del  astro,  ro- 
deado de  unas  lengüetas  amarillas, 
que  son  la  representación  jeroglífi- 
ca del  humo.  Era,  pues,  idea  de  los 
nahoas  que  la  luna  humeaba,  acaso 
por  la  vaguedad  que  á  ocasiones 
tiene  su  luz,  ó  porque  humo  negro 
parece  á  veces  la  parte  no  alum- 

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70 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


brada  del  astro  que  se  percibe  al  re- 
flejo. 

«Para  los  nahoas  el  dios-astro 
principal  era  el  sol,  que  se  confun- 
día con  el  fuego,  y  se  tomaba  en  el 
creador  Ometecutli:  la  luna  y  la 
estrella  eran  todavía  astros  secun- 
darios; pero  desde  aquella  época 
empezó  á  formarse  la  leyenda  as- 
tronómica de  su  lucha,  que  tanto  in- 
fluyó después  en  los  destinos  de  la 
raza. 

«Cuenta  la  leyenda  (  V.  Cosmogo- 
nía) que  hecho  medio  sol  QuetsaU 
coatí,  como  quiera  que  no  alumbrase 
lo  bastante,  TeBcatlipoca,  la  luna, 
se  convirtió  en  sol.  Dice  textual- 
mente la  tradición:  «Los  cuatro 
«dioses  vieron  como  el  medio  sol 
«que  estaba  criado  alumbraba  po- 
«co  y  dijeron  que  se  hiciese  otro 
«medio  para  que  pudiese  alumbrar 
«bien  toda  la  tierra.  Y  viendo  esto 
<^Tescatlipoca  se  hizo  sol,  al  cual 
^pintan  como  nosotros.*  En  efecto, 
el  sol  y  la  estrella  de  la  tarde  tie- 
nen como  astros  forma  convencio- 
nal; pero  si  la  luna  lo  tiene  como 
dios,  cuando  como  astro  se  la  con- 
sidera, se  le  pinta  de  espejo  hu- 
meante, tal  como  está  en  el  Tona- 
lamatl.  Se  ve  el  círculo  que  repre- 
senta el  espejo  encuadrado  en  dos 
circunferencias  concéntricas,  la 
primera  roja,  para  expresar  que  es 
un  astro  que  da  luz,  y  la  segunda 
amarilla  y  adornada  con  las  len- 
güetas simbólicas  del  humo;  enton- 
ces es  la  luna  llena.  El  jeroglífico 
del  Tonalamatl  es  muy  expresivo, 
pues  una  mancha  curva  forma  en 
el  círculo  lunar  la  semejanza  del 
creciente,  y  una  faja  parecida  cor- 
ta la  cara  del  dios  y  atraviesa  su 
ojo,  que  es  de  figura  de  estrella,  es 
decir,  un  pequeño  círculo  mitad  ro- 


jo y  mitad  blanco,  manera  siempre 
usada  en  la  escritura  nahoa  para 
significar  un  astro.   En  diversas 
pinturas  se  ve  claramente  repre- 
sentado el  cuarto  creciente,  y  sola- 
mente en  las  puramente  astronómi- 
cas se  usan  las  figiu-as  simbólicas. 
«Pues  bien,  desde  que  Tescatli- 
poca  se  hizo  sol,  comienza  la  lucha 
de  la  luna  y  la  estrella  de  la  tarde. 
Ya  es  entonces  Tescatlipoca  la  lu- 
na llena  dominando  en  el  cielo  toda 
la  noche,  pues  sabido  es  que  en  esa 
i  época  de  su  evolución  sale  á  las 
I  seis  de  la  tarde  y  se  pone  á  las  seis 
¡  de  la  mañana.  Así,  esta  primera 
I  victoria  de  Teíscatlipoca  sobre  Que- 
tsalcoatly  se  refiere  á  la  época  en 
I  que  los  nahoas,  habitadores  de  las 
¡  costíis  del  Pacífico,  veían  a  la  es- 
'  trella  de  la  tarde  hundirse  en  el 
j  mar  por  el  poniente,  mientras  la  lu- 
I  na  llena  se  levantaba  en  el  oriente 
I  y  dominaba  el  cielo  toda  la  noche. 
I     «Pasado  el  tiempo  y  hecha  la  re- 
volución de  la  estrella,  de  manera 
que  desapareciendo  en  la  noche  se 
veía  en  la  mañana,  casi  en  la  auro- 
ra, debía  observarse  el  fenómeno 
opuesto:  la  luna  llena,  que  durante 
la  noche  había  dominado  el  firma- 
mento, desaparecía  en  el  poniente 
al  comenzar  el  día,  mientras  se  le- 
vantaba en  el  oriente  la  estrella:  á 
su  vez  Quetsalcoatl  vencía  á  Tes- 
catlipoca.  Tal  es,  en  efecto,  la  se- 
gunda explicación  astronómica  de 
la  tradición  cosmogónica  que  dice 
que  Quetsalcoatl  fué  sol  y  dejólo 
de  ser  Tescatlipoca,  porque  le  dio 
con  un  gran  palo  y  lo  derribó  en  el 
agua. 

«Pues,  además,  por  esta  lucha  se 
explican  en  la  misma  tradición  los 
soles  cosmogónicos.  Dice,  en  efec- 
to, que  primero  había  un  medio  sol. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


71 


Quetsalcoatl,  que  apenas  alumbra- 
ba; pero  que  Tescatlipoca  se  hizo 
sol  y  fueron  creados  los  gigantes. 
Es  la  primera  edad,  la  de  los  gran- 
des paquidernos.  Pero  pasado  cier- 
to tiempo,  Quetsalcoatl  dio  un  palo 
á  Tescatlipoca  y  lo  derribó  en  el 
agua:  allí  éste  se  hizo  tigre  y  salió 
á  devorar  á  los  quinametsin.  Aquí 
tenemos,  al  fin  de  la  primera  épo- 
ca, el  Atonatiuh  simbolizado  en  la 
caída  de  Tescatlipoca  en  el  agua. 
La  destrucción  de  los  paquidermos 
y  la  edad  de  las  cavernas  ó  Ehe- 
catonatiuh,  se  representan  con  la 
metamorfosis  de  Tescatlipoca  en  el 
tigre  que  sale  á  devorar  á  los  qui- 
nametsin.  Entonces  Tescatlipoca 
dio  una  coz  á  Quetsalcoatl  y  lo  de- 
rribó y  quitó  de  ser  sol.  Tercera 
época,  el  Tletonatiuh;  y  es  el  sig- 
nificado de  la  lucha  astronómica, 
fin  del  período  matutino  de  la  es- 
trella y  principio  de  su  nueva  revo- 
lución doble.  Así  los  nahoas,  siem- 
pre dados  al  simbolismo,  adunaban 
sus  tradiciones  y  leyendas.» 

No  es  muy  satisfactoria  la  expli- 
cación de  Chavero  aplicándola  al 
simbolismo,  porque  en  la  leyenda 
cosmogónica  que  le  sirve  de  base 
para  sus  interpretaciones,  se  dice 
que  Tlaloc  y  Chalchiuhicueye  fueron 
también  sol  después  de  Tescatlipo- 
ca y  de  Quetsalcoatl,  y  no  les  aplica 
ningún  símbolo  en  la  lucha  astronó- 
mica ni  en  la  leyenda  de  los  Cuatro 
Soles.  Además,  muchos  autores  in- 
terpretan al  tigre  Tescatlipoca  por 
la  constelación  de  la  Osa  Mayor, 
que  en  nuestras  latitudes  descien- 
de del  cielo  y  se  sumerge  en  el  mar. 
Por  último,  siendo  Tescatlipoca  la 
Osa  Mayor,  no  puede  ser  la  luna,  y 
viceversa. 


XIX 

Continúa  Chavero  exponiendo 
otra  genealogía  de  Quetsalcoatl,  y 
dice: 

<tChimalma,  en  la  leyenda,  es  la 
madre  de  Quetsalcoatl.  Torquema- 
da  da  cuenta  de  esta  tradición:  en 
ella  se  dice  que  Quetsalcoatl  era 
hijo  del  ídolo  Camaxtli,  que  tuvo 
por  mujer  á  Chimalma  y  de  ella 
cinco  hijos.  Otros  decían  que  an- 
dando barriendo  Chimalma  halló 
una  piedra  verde  de  Chalchihuitl  y 
se  la  tragó;  de  lo  que  resultó  en  cin- 
ta y  que  tuviese  por  hijo  á  Quetsal- 
coatl. Como  veremos  más  adelante. 
Camaxtli  entre  los  teochichimeca 
ó  tlaxcalteca  es  el  sol,  el  fuego  crea- 
dor. La  madre  es  Chimalma,  la  tie- 
rra. Y  en  efecto,  al  hundirse  el  sol 
por  el  poniente,  reposando  sobre  la 
tierra  como  en  cariñoso  abrazo, 
brota  entre  el  crepúsculo  la  estre- 
lla de  la  tarde  cual  si  naciera  de  los 
amores  de  sol  y  tierra.» 

Creemos  que  en  este  connubio  de 
sol  y  tierra  hay  más  poesía  que  ver- 
dad, porque  Venus,  esto  es,  Véspe- 
ro, la  mayor  parte  de  los  días  de  su 
período  aparece  en  el  cielo  antes 
que  el  sol  se  ponga,  quiere  decir,  que 
nace  antes  de  que  el  sol  abrace  ca- 
riñosamente á  la  tierra. 

Continúa  Chavero:  «Como  Coa- 
tlicue  y  Chimalma  son  la  misma 
deidad,  el  mismo  astro  tierra,  en 
otras  leyendas  se  sustituye  el  pri- 
mer nombre  al  segundo.  Coatlicue, 
la  madre  de  Quetsalcoatl,  la  de  la 
enagua  de  culebras,  la  diosa  tierra, 
está  representada  en  el  más  her- 
moso ídolo  que  tiene  el  Museo  Na- 
cional, en  el  que  se  ostenta  magní- 


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72 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


fice  y  grandioso  en  el  centro  de  su 
patio.» 

XX 

Hemos  visto  que  Orozco  no  lleva 
á  Qtietsalcoatl  de  Coatsacualco  á 
Tlapallan,  sino  que  lo  hace  inmi- 
grar á  Yucatán,  donde  toma  el  nom- 
bre de  Kukulcan^ 

Veamos  lo  que  sobre  esto  dice 
Chavero: 

« pero  antes  tratemos 

de  Kukulcan,  Este  nombre  no  es 
más  que  la  traducción  literal  de 
QuetBalcoatl,  pues  Kukul  significa 
emplumado,  y  can,  culebra;  y  aun- 
que Ordóftez,  convirtiendo  en  Cu- 
chul-chan,  trata  de  buscarle  otra 
etimología  en  la  lengua  tzendal,  lo 
cierto  es  que  en  quiche  se  llama  la 
misma  deidad  Gucuniats,  que  tam- 
bién es  traducción  literal  de  Que- 
tsalcoatl:  todo  lo  cual  prueba  que 
fué  una  deidad  extraña  introduci- 
da en  la  civilización  del  Sur,  que 
tradujo  su  nombre  á  diversas  len- 
guas.» 

Sigue  hablando  Chavero  del  dios 
nahoa,  y  dice: 

«Este  dios  nahoa  es  el  de  más 
reputación  en  nuestra  antigua  teo- 
gonia; acaso  porque  sus  sacerdotes, 
que  llevaban  su  mismo  nombre,  fue- 
ron los  más  bien  organizados  de  su 
clase,  lo  que  les  daba  cierta  superio- 
ridad, y  aun  les  proporcionó  el  triun- 
fo varias  veces  en  sus  grandes  lu- 
chas religiosas.  Llamó  también  la 
atención  de  nuestros  cronistas  ese 
mito,  por  la  circunstancia  extraña 
de  que  lo  vieran  pintado  con  dos 
cruces,  el  oppanolin,  para  ellos  des- 
conocido, y  de  aquí  el  que  Sigüenza 
inventase  el  primero,  que  fué  el 
apóstol  Tomás  que  pasó  á  este  ocnti- 


[  mente.  Pero  el  tal  dios  no  es  más 
I  que  la  estrella  de  la  tarde,  es  Vés- 
I  pero  de  los  poetas,  la  Aphrodite  de 
I  los  helenos;  que  es  una  y  dos,  por- 
I  que  unas  veces  brilla  en  el  occiden- 
I  te  al  comenzar  la  noche,  y  otra  épo- 
'  ca  en  el  oriente  poco  antes  de  que 

el  sol  aparezca.  Y  esta  dualidad  fué 
1  precisamente  el  origen  de  su  nom- 
I  bre,  pues  aparecía  no  como  una,  si- 
'  no  como  dos  estrellas  gemelas,  por 
I  lo  que  se  la  llamó  coatí,  que  quiere 
I  decir  gemelo,  lo  mismo  que  cule- 
i  bra,  de  donde  hemos  hecho  nuestra 

palabra  coate;  y  se  le  calificó  con  el 
I  adjetivo  quetsalli,  pájaro  hermoso 
I  que  simboliza  la  belleza.  Así  Que- 

t^alcoatl  significa  propiamente  el 

gemelo  hermoso,  pero  también  quie- 
■  re  decir  culebra  con  plumas,  y  este 
I  era  el  único  modo  posible  de  repre- 
'  sentarla  jeroglíficamente.  Por  esto, 
I  siguiendo  el  jeroglífico,  tradujeron 
'  el  nombre,  al  adoptar  á  la  deidad 
'  los  quiches,  por  Gucumats,y  los  ma- 
'  yas  por  Kukulcan,» 


XXI 

El  mismo  Chavero,  tratando  del 
origen,  progresos  y  estado  definiti- 
vo de  prosperidad  del  reino  de  Tu- 
la, hasta  llegar  á  ser  la  nueva  me- 
trópoli de  la  raza  nahoa,  dice:  «Un 
suceso  imprevisto  iba  á  cambiar  su 
modo  de  ser:  Veamos  la  leyenda  pa- 
ra comprender  después  la  verdad 
j  histórica.»  Y  siguiendo  los  Anales 

'  DE  CUAUHTITLAN,  dice: 

i  «  Ce  acall,  895.  Se  refiere  y  se  di- 
ce que  en  este  mismo  año  una  caña, 
I  nació  Quetsalcoatl:  fué  llamado  el 
'  pontífice  Topiltsin,  nuestro  hijo,  ce 
¡  acatl.  Su  madre  fué  Chimalma,  que 
!  se  tragó  una  piedra  preciosa,  chal- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


73 


chihuitl,  y  de  ahí  tuvo  á  Queísal- 
coail.  Se  dice  que  QuetBalcoatl  bus- 
có á  su  padre,  cuando  ya  era  más 
prudente,  pues  había  cumplido  nue- 
ve años.    Dicen   que  preguntó:— 
¿En  dónde  está  mi  padre?  quiero 
conocerlo,  quiero  verle  el  rostro.  Y 
le  respondieron:— Ha  muerto;  ya  no 
existe;  ahí  está  sepultado.  Entonces 
Quetsalcoatl  se  dirigió  á  su  sepul- 
cro, y  se  puso  á  llorar.  Después  ¡ 
comenzó  á  cavar  y  á  sacar  los  hue- 
sos, y  cuando  los  halló,  los  llevó  á  t 
enterrar  á  su  propio  palacio,  en  un  | 
panteón  perfectamente  bruñido. 

«En  el  íiño  ometochtli,  922,  llegó 
Quet&alcoatl  á  Tollantzinco.  Allí 
permaneció  cuatro  años,  y  de  tablas 
y  hierbas  construyó  una  casa  de , 
penitencia  para  orar  y  ayunar.  Vi- 
no á  salir  por  Cuextlan,  pasó  el 
agua  sobre  un  madero. 

«5  ra///— 925  — En  este  año  los 
tolteca,  muerto  Ilhuitlmaitl,  fueron 
á  traer  á  Quetsalcoatl,  y  lo  nombra- 
ron por  su  jefe  en  el  gobierno  de 
ToUan,  nombrándolo  igualmente  su  ' 
gran  sacerdote. 

«  Orne    acatl—  935  —  Topiltsin    ce 
acatl,  Quetsolcoail  murió  en  este 
año  en  Tollan  Coluacan.  Se  cuenta  ' 
que  había  formado  sus  casas  de 
oración,  penitencia  y  ayuno.  Eran ' 
cuatro:  la  primera  era  de  madera 
pintada  de  verde;  la  segunda  era  de  | 
coral;  la  tercera  era  de  caracoles,  y  '■ 
la  cuarta  de  plumas  preciosas.  En 
ellas  oraba,  ayunaba  y  hacía  peni- ! 
tencia.  A  la  media  noche  descendía 
á  las  aguas  en  el  lugar  llamado . 
Atecpan  amochco,  aguas  reales,  y  | 
dirigía  sus  súplicas  al  cielo,  sentán- 
dose en  un  rosal  espinoso  y  dete- 
niéndose en  él.  Imploraba  á  Citlal-  I 
cueyey  la  de  la  cauda  de  estrellas, 
la  vía  láctea;  á  Tonacatecutli,  el  sol,  | 


y  á  su  mujer  Tonacacihuail;  á  Ycb- 
tlaquenqui,  la  estrella  roja,  y  á  Tía- 
llamanac  y  Tlallixcatl,  que  brillan 
sobre  la  tierra  y  en  ella  se  hunden, 
las  cuales  eran  deidades  que,  según 
sabía,  habitaban  en  nuevos  cielos, 
Chiuchnauchnopaniuchcan,  Luego 
se  iba  á  una  montaña  á  fabricar  pie- 
dras verdes,  azules,  preciosas  y 
escogidas,  y  recibía  en  cambio  tur- 
quesas, las  piedras  verdes  chalchi- 
huitly  muy  apreciadas,  y  coral;  y  ca- 
zaba en  el  valle  culebras,  aves  y 
mariposas.  Se  dice  que  él  fué  tam- 
bién quien  descubrió  la  verdadera 
riqueza,  nectiiltonolistli;  las  esme- 
raldas,, c/ía/cA/^w///;  las  turquesas, 
teoxiuhtli;  el  coral,  tapachtli;  el  oro, 
teocuitla  coBtic;  la  plata,  teocuiila 
istac;  las  preciosas  plumas,  quetsal- 
lij  y  las  azules,  xiuhtoiotl.  y  las  ro- 
jas, tlauhquechol ,  y  las  amarillas, 
sacuan,  y  las  tornasoladas,  tsinis- 
can,  y  las  conchas  y  los  hermosos 
tejidos.  Era  un  gran  tolteca  que 
hizo  en  la  tierra  y  en  el  agua  cosas 
prodigiosas. 

«Y  también  se  sabía  que  en  su 
tiempo,  él  mismo  descubrió  el  licor 
que  causa  un  éxtasis  de  placer,  y 
la  sabrosa  bebida  del  cacao. 

«Y  en  el  tiempo  en  que  vivía  Que- 
tsalcoatl,  fundó  y  comenzó  un  tem- 
plo que  está  en  Coatlquetsalli,  y  no 
lo  concluyó  para  manifestar  su  gran- 
deza. Cuando  vivía,  no  se  presen- 
taba públicamente,  pues  casi  siem- 
pre se  hallaba  en  silencio  y  retiro, 
bien  guardado  en  las  sombras  del 
templo,  en  donde  había  puesto,  pa- 
ra que  evitaran  el  que  se  le  distra- 
jera, á  los  pregoneros  tecpotihtin, 
quienes  tenían  especial  cuidado  de 
abrir  y  cerrar  las  habitaciones  y  sa- 
las de  oficios.  Tenía  en  varios  lu- 
gares palacios  obscuros  ó  nebulosos 

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74 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


en  que  se  encerraba  excusándose  de 
todos.  Había  el  Chalchiuhpetlatl 
del  tapices  de  piedras  preciosas,  el 
QuetBalpetlatl  de  tapices  de  plumas 
preciosas,  el  Teocuitlapetlatl  de 
tapices  de  oro,  y  el  Inesahualcal, 
casa  de  ayuno  y  de  penitencia. 

«Se  dice  también  y  se  refiere, 
que  cuando  Quetsalcoatl  vivía,  mu- 
chas veces  los  demonios  quisieron 
engañarlo,  porque  jamás  quiso  ma- 
tar en  sacrifico  á  los  tolteca,  pues 
amaba  á  los  vasallos  como  á  hijos, 
y  sólo  sacrificaba  víboras,  aves  y 
mariposas  que  había  cazado  en  el 
valle.  Y  se  dice  y  se  refiere  que  los 
demonios  enfadados  de  esto  co- 
menzaron á  escarnecerlo  y  á  bur- 
larse de  él,  y  que  entonces  prome- 
tieron mortificarlo;  que  él  quiso 
escaparse  y  que  así  lo  hizo. 

«  Ce  acatl  —  947— En  este  año  mu- 
rió Quetsalcoatl,  y  se  dice  que  se 
fué  á  Titilan  Tlapallan,  y  allí  mu- 
rió. 

«Luego  se  dice  de  qué  modo  se 
fué  Quetsalcoatl  cuando  no  quiso 
obedecer  á  los  demonios,  ni  matar 
y  sacrificar  á  los  hombres.  Cuentan 
que  los  mismos  demonios  acoiídaron 
llamar  á  uno  llamado  Tescatlipoca, 
á  Ihuimecatl,  el  dios  que  protegía 
las  relaciones  de  los  pueblos,  y  á 
Tolíecath  y  les  dijeron:— Es  necesa- 
rio que  tengáis  aquí  lugar  como  ciu- 
dadanos y  viváis  aquí^nismo.  En- 
tonces Tcscatlipoca  é  Ihuimecatl 
dijeron:— Parece  que  el  pueblo  ob- 
serva el  modo  con  que  vivimos; 
hagamos  vino  de  maguey,  se  lo 
daremos  á  beber,  y  embriagado 
con  él  se  perderá. — Y  luego  dijo 
Te^catltpoca:  —M^SLYohevao^  con  ali- 
mento y  demás  auxilios  á  visitar  á 
Quet.^alcoatl  y  llevémosle  su  ima- 
gen.—Inmediatamente  se  encami- 


nó Tescatlipoca  llevando  envuelto 
un  espejo  con  un  conejo  de  uno  y 
otro  lado,  y  luego  que  llegó  adon- 
de estaban  los  guardas  de  Quetsal- 
coatl,  les  dijo:— Avisad  al  Sacerdote 
que  ha  venido  un  joven  á  enseñar- 
le su  imagen.— Los  guardas  del  pa- 
lacio entraron  á  participárselo  á 
Quetaalcoatl,  Entonces  el  Sacerdote 
preguntó:— ¿Cuál  es  esa  imagen 
mía?— El  joven  se  resistió  á  ense- 
ñarles cosa  alguna  á  los  guardas, 
diciéndoles:— Yo  no  vine  á  veros 
á  vosotros,  entraré  y  la  enseñaré  á 
Quetaalcoatl.— Los  guardas  entra- 
ron y  dijeron:— Señor  n^iestro,  el 
joven  no  nos  quiere  enseñar  na- 
da, y  sólo  dice  que  él  mismo  entrará 
y  con  el  mayor  respecto  os  dirá  y 
manifestará  su  objeto.— Entonces 
dijo  el  sacerdote:— Dejadlo  entrar. 
«  Tescatlipoca  entró,  saludó  y  di- 
jo:—Señor  y  gran  Sacerdote,  te  ven- 
go á  enseñar  ¿i  Quetaalcoatl  que  lle- 
va una  caña,  es  tu  cuerpo,  tu  propia 
carne. — Quetaalcoatl  contestó:— 
¿De  dónde  vienes?  ¿estarás  muy 
cansado?  bien  venido  seas,  ¿cuál 
es  mi  imagen?  muéstramela  para 
que  yo  la  vea. — El  joven  dijo:— Se- 
ñor y  Sacerdote  mío,  vengo  del  ce- 
rro de  Nonoalco,  y  soy  vuestro  ser- 
vidor y  subdito.  Mira,  pues,  tu  ima- 
gen.—  Luego  le  dio  el  espejo  y  le 
dijo:— Reconócete,  señor,  que  así 
saldrás  de  tu  propia  carne,  como  tu 
imagen  sale  del  espejo.— Luego  que 
se  vio  Quetaalcoatl,  se  arrojó  es- 
pantado y  dijo:— ¿Cómo  es  posible 
que  mis  subditos  y  pueblos  me  vean, 
y  contemplen  con  calma?  ¿no  de- 
berán con  razón  huir  de  mí?  ¿cómo 
podrá  permanecer  entre  ellos  un 
hombre  cuyo  cuerpo  está  lleno  de 
pudrición,  su  cara  de  arrugas,  y  to- 
da su  figura  espantosa?  No  me  ve- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


75 


rán  ya  más  mis  vasallos.  Aquí  per- 
maneceré para  siempre. 

«Salió  Tescatlipoca  y  dijo  á  los 
tolteca:— No  es  tan  grande  vues- 
tra desventura,  que  iréis  por  todas 
partes.— Y  volvió  á  ver  á  Quetsal- 
coatl  y  le  dijo:— Sal  y  que  te  vean 
tus  subditos,  te  arreglaré  y  asearé 
para  que  te  vean.— El  contestó:— 
Prepara  y  haz  todo  lo  que  dices. 
—Luego  los  artistas  le  hicieron 
unos  agujeros  y  le  pusieron  barba. 
Lo  llevaron  á  la  fuente  Apaneca- 
yauhtli,  lo  asearon;  tomó  pinturas 
y  con  la  roja  se  pintó  los  labios;  to- 
mó color  amarillo  y  con  él  se  hizo 
curvas  en  la  frente;  se  pintó  la  cara 
de  color  verde  y  se  adornó  con  plu- 
mas de  quetzal.  Concluido  todo,  le 
presentaron  el  espejo,  y  se  alegró 
mucho,  y  decidió  mostrarse  á  sus 
subditos. 

«Entonces  los  artistas  dijeron  á 
Ihuim€catl:—Y2i  hemos  ido  á  sa- 
car á  Quetsalcoatl.^Ihuimecatl  se 
unió  con  Toliecatl  y  se  fueron  á  Xo- 
nacapayocan,  y  se  les  juntaron  los 
vecinos  de  Maxtlaton,  y  los  tolteca, 
y  allí  se  pusieron  á  hervir  hierbas 
quelites,  tomate,  chile,  ejotes  y  elo- 
tes. Hecha  la  comida,  hicieron  una 
horadación  á  los  magueyes  que  es- 
taban cerca  de  ellos,  de  donde  re- 
sultó un  líquido  que  á  los  cuatro 
días  de  conservado  hizo  espuma  y 
se  fermentó.  Se  dirigieron  después 
á  Tollan,  donde  residía  Quetsal- 
coatí,  llevando  el  quilitl,  la  comida 
que  tenían  preparada,  y  el  octli,  el 
pulque.  Llegados  allí,  suplicaron 
que  les  permitiesen  ver  y  hablar  á 
Quetsalcoatl;  pero  los  guardas  no 
consintieron.  Suplicaron  dos  y  tres 
veces,  y  otras  tantas  fueron  recha- 
zados. Al  fin  los  guardas  del  pala- 
cio les  preguntaron  de  dónde  iban 


y  de  qué  pueblos  eran,  y  ellos  res- 
pondieron que  eran  de  Tlamacaz- 
catepec  y  de  ToJtecatepec.  Lue- 
go que  oyó  esto  Quetsalcoatl,  mandó 
que  entraran.  Habiendo  entrado,  lo 
saludaron  y  le  entregaron  la  comi- 
da que  llevaban  preparada.  Des- 
pués de  que  comió  le  rogaron  que 
bebiese,  persuadiéndolo  de  que  no 
se  moriría  con  esa  bebida.  Quetzal- 
coatí  les  dijo:— No  la  puedo  tomar 
porque  estoy  enfermo,  porque  es 
una  bebida  que  hace  perder  el  jui- 
cio, y  acaso  me  haga  morir.— Ellos 
le  suplicaron  que,  ya  que  no  podía 
tomarla,  á  lo  menos  la  probase  con 
él  dedo,  y  así  sabría  lo  deliciosa  y 
penetrante  que  era,  y  vería  cuánto 
vigor  daba  al  ánimo.  Probó,  en 
efecto,  con  el  dedo,  Quetsalcoatl,  y 
quedó  muy  persuadido  de  que  era 
cierto  lo  que  le  habían  dicho,  y  co- 
mo le  gustó  dijo  á  sus  guardas  que 
bebiesen  también.  El  demonio  en- 
tonces le  dijo:— Con  las  cuatro  to- 
mas no  se  muere.— Así  es  que  le 
sirvieron  por  quinta  vez  en  honor 
de  su  autoridad;  y  habiéndole  gus- 
tado bebió  en  gran  cantidad.  Luego 
se  desvaneció  y  se  puso  como  muer- 
to; se  ensimismó  y  sintió  placeres 
raros  y  dulcísimos  goces.  Se  de- 
leitaba en  indecible  bienestar,  y 
quiso  que  todos  bebiesen.  Y  estan- 
do todos  ebrios,  le  dijeron  á  Otie- 
tsalcoatl: — Sacerdote  nuestro,  can- 
ta; este  es  tu  canto;  levanta  tu  canto. 
—Y  luego  levantó  Quetsalcoatl  la 
voz,  y  cantó  de  esta  manera:— Mi 
palacio  de  plumas  ricas,  mi  templo 
de  caracoles;  dicen  que  los  voy  á 
dejar.  ¡Ay,  ay,  ay! 

«Contento  ya  por  el  licor.  Que- 
tsalcoatl  dijo:— Id  á  traer  á  la  seño- 
ra Quetzalpetlatl,  que  anima  mi  vi- 
da, para  que  ambos  nos  embriague- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


mes.  — Inmediatamente  partieron  ' 
los  guardas  del  palacio  á  Tlamac- 
chuayan  en  tierra  de  los  nonoalcas, 
y  dijeron  á  Quet^alpetlat I :— Nues- 
tro, grande  y  noble  señora,  venimos 
por  tí;  el  gran  sacerdote  Quetsal- 
coatí  nos  manda  que  te  llevemos, 
pues  ha  determinado  que  lo  acom- 
pañes.—Ella  respondió:— Está  bien, 
marchemos.— Luego  que  llegó  se 
sentó  junto  á  Quetsalcoatl,  y  le  die- 
ron á  beber  el  licor  por  cuatro  ve- 
ces, y  la  quinta  fué  por  su  autori- 
dad. Embriagada  ya,  Ihuimecatl  y 
Toltecatl  se  pusieron  á  cantar.  Y 
tembloroso  levantó  su  voz  Quetsal- 
coatí,  cantando:— Querida  esposa 
mía,  Quetsalpetlatmn,  gocemos  to- 
mando este  licor.  ¡Ay,  ay,  ay! 

«Por  haberse  embriagado,  ya  na- 
da hablaron  con  sentido  y  razón. 
Quetsalcoatl  ya  no  fué  á  hacer  las 
abluciones;  ya  no  hizo  penitencia  ni 
se  recogió  en  su  oratorio.  Con  la 
embriaguez  se  quedaron  dormidos. 
Mas  al  amanecer  despertaron,  se 
pusieron  tristes  y  se  comprimió  su 
corazón.  Qtietsalcoatl  dijo:— Me  he 
embriagado,  he  delinquido;  nada  po- 
drá quitar  la  mancha  que  ha  obs- 
curecido mi  nombre.— Y  se  puso  á 
entonar  un  canto  de  profunda  tris- 
teza, acompañado  de  sus  guardado- 
res. Quetsalcoatl  dijo  al  acompa- 
ñamiento que  en  las  antesalas  es- 
taba, y  á  los  demás  circunstantes: 
—Dejad  que  me  alivie  un  poco;— y 
se  sentó  en  un  trono  elevado.  Mor- 
tificado con  crueles  remordimien- 
tos de  lo  que  había  pasado,  la  an- 
gustia de  su  tristeza  y  su  vergüenza 
no  tenían  medida.  Nadie  se  atrevió 
á  consolarlo  ni  á  alentarlo;  él  se 
acogió  al  dios,  y  ante  él  lloró. 

«Después  les  dijo:— Es  preciso 
que  yo  abandone  la  ciudad;  id  pron- 


to y  decid  que  construyan  mi  habi- 
tación sepulcral,  tepetlacalli.—La,- 
braron  luego  una  loza  para  tal  ob- 
jeto, y  cuando  estuVo  labrada  y 
concluida  tendieron  en  ella  á  Que- 
tBalcoatl.  Habiendo  pasado  cuatro 
días  de  enterrado  en  el  sepulcro,  se 
levantó  y  dijo  á  los  guardas  del  pa- 
lacio:— Ocultad  los  regocijos  que 
hemos  tenido;  esconded  todas  nues- 
tras riquezas,  y  manifestad  con- 
tento y  alegría.— Obedecieron  los 
guardas  y  ocultaron  las  riquezas  en 
el  baño  del  palacio  de  Queísalcoatl, 
Atecpanamochco.  Al  irse  Quetsal- 
coatí  se  paró  y  llamó  á  todos  sus 
servidores,  lloró  con  ellos,  y  se  fue- 
ron á  Tlillan  Tlapallan  Tlatlayan, 
y  allí  volvió  á  llorar  Quet^alcoatl  y 
á  entristecerse  mucho.  Y  ninguno 
se  acercó  á  él  para  consolarlo,  ni  lo 
detuvo  en  su  marcha. 

«En  el  mismo  año  ce  acatl  llegó 
Quet^alcoatl  al  mar,  al  agua  que 
está  junto  al  firmamento,  teo  apa- 
nilhuicaalenco ,  y  vio  en  el  agua  su 
imagen,  su  hermoso  rostro.  Y  se 
adornó  con  todas  sus  riquezas  y 
se  arrojó  en  la  hoguera.  Luego  se 
escondió  en  el  lugar  llamado  Tla- 
tlayan.  Se  dice  que  cuando  comen- 
zó á  arder  se  levantaron  sus  ceni- 
zas y  aparecieron  á  presenciar  el 
sacrificio  las  aves  más  hermosas, 
como  el  tlauhquechol  rojo,  el  xtuh- 
tototl  azul,  el  tsiniscan  tornasola- 
do, el  ayouan^  el  tosneneme,  el  allo- 
mecochome  y  otros  muchísimos  pá- 
jaros preciosos.  Luego  que  se  con- 
sumió en  la  hoguera,  salió  de  las 
cenizas  de  su  corazón  su  espíritu 
en  forma  de  estrella  y  subió  al  cie- 
lo; y  dicen  los  viejos  que  esa  estre- 
lla es  el  lucero  de  la  mañana,  y  por 
eso  llaman  á  Quetsalcoatl  tlahuits- 
calpantecutli.  el  señor  que  brilla  en 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


77 


los  campos  sobre  las  casas.  Y  di- 
cen que  cuando  murió,  no  pareció 
luego  en  el  cielo,  porque  fué  á  visi- 
tar el  infierno»  y  á  los  siete  días  sa- 
lió el  lucero  grande  y  Quetsalcoatl 
fué  divinizado. 

«También  sabían  que  esta  estre- 
lla, en  ciertos  días,  influía  mucho 
sobre  las  gentes.  Si  se  presentaba 
en  día  ce  dpactli,  era  de  mal  agüe- 
ro para  los  ancianos;  si  en  ce  ocelotl, 
ce  masath  ó  ce  xochitl,  lo  era  para 
los  niños;  si  en  ce  acatl,  para  los 
señores;  si  en  ce  quiahuitl,  impedía 
que  lloviese;  si  en  ce  olin,  era  mal 
signo  para  los  solteros;  y  si  en  ce 
atl,  era  de  buen  agüero  para  todos. 

Y  de  esta  manera  hiere  á  las  estre- 
llas antiguas,  y  todas  caminan  jun- 
tas á  la  manera  de  tigre  manchado, 
ocelotl, 

«Así  refieren  minuciosamente  los 
ancianos  lo  que  pasó  en  el  año  ce 
acatl,  y  cómo  en  él  murió  Quetsal- 
coatl  después  de  sesenta  y  dos  años. 

Y  aquí  termina  la  historia  de  Que- 
tsalcoatl.» 

«He  aquí  la  leyenda  — dice  Cha- 
vero— una  de  las  más  hermosas  que 
nos  ha  legado  la  antigüedad,  y  en 
la  que  los  tolteca  mezclaron  sus 
ideas  astronómicas,  religiosas  é 
históricas.» 

Hace  observar  Cha  vero  que  sien- 
do la  leyenda  parto  de  la  imagina- 
ción, la  mayor  ó  menor  poesía  de 
los  pueblos  la  cambia  y  modifica: 
un  mismo  hecho  se  relata  con  dife- 
rentes episodios  más  ó  menos  com- 
plicados; y  el  que  no  ve  una  sola 
verdad  en  el  fondo,  se  confunde  y 
cree  ver  hechos  diversos  donde  no 
hay  más  que  uno  sólo.  Así  sucedió 
con  la  leyenda  de  Quetsalcoatl, 
pues  hay  otra  (la  que  copiamos  de 
Sahagún)  en  que  figura  un  nigro-  ' 


mante  Titlacahuan,  que  no  es  otro 
que  el  mismo  Tescatlipoca.  Sucede 
también  con  la  leyenda,  que  si  es 
comprensible  para  la  generación 
que  presenció  los  hechos  á  que  se 
refiere  y  en  ella  no  ve  más  que  un 
simbolismo,  cuando  transcurren 
muchos  años,  las  nuevas  generacio- 
nes creen  este  simbolismo  como 
verdad  histórica,  y  se  persuaden  de 
que  los  hechos  pasaron  como  dice 
la  leyenda,  y  que  han  de  pasar  co- 
mo ella  los  predice. 

Guiado  por  este  criterio,  explica 
Chavero  la  leyenda  de  Quetsalcoaíl 
del  modo  siguiente: 


XXII 

«El  simbolismo  astronómico  de 
la  leyenda  de  Quetsalcoaíl  viene  á 
confirmar  por  completo  ideas  que 
antes  manifestamos  y  que  fuimos 
los  primeros  que  á  hacerlo  nos  atre- 
vimos. Los  nahuas  fueron  natural- 
mente afectos  al  simbolismo.  He- 
mos visto  cómo  de  la  primera  luz 
del  cielo  hicieron  á  Cipactli  (V.),  3^ 
de  la  tierra  á  Oxomoco,  é  hicieron 
nacer  de  su  unión  el  Nahui-Ollin  y 
el  Tonalamatl,  la  flecha  del  tiempo 
y  el  calendario.  De  Cipactli  hicie- 
ron su  primer  día  del  año,  porque 
era  la  primera  luz;  y  por  ser  Xochi- 
tonal  el  último  día  del  año,  como 
imagen  del  fin  de  la  vida,  hicieron 
de  él  el  monstruo  que  devoraba  á 
los  muertos  cuando  al  fin  llegaban 
al  Mictlan.  Comenzaron  á  contar 
sus  años  religiosos  por  los  movi- 
mientos de  la  estrella  de  la  tarde, 
y  por  eso  hicieron  de  Quetsalcoaíl 
un  medio  sol,  y  con  medio  sol  á  la 
espalda  lo  representan  en  el  jero- 
glífico del  Códice  Vaticano.  Toma- 

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78 


ANALES    DEL   MUSEO   NACIONAL. 


ron  en  cuenta  después  los  movi- 
mientos de  la  luna,  y  como  ésta 
alumbra  más,  hicieron  un  sol  ente- 
ro de  TeBcatlipoca,  Y  al  fin,  al  com- 
binar el  religioso  con  el  año  solar, 
hicieron  un  verdadero  sol,  el  Tona- 
tttih.  Hemos  visto  también,  siguien- 
do la  leyenda  del  Códex  Zumárra- 
ga,  que  las  diversas  posiciones  de  la 
luna  y  de  la  estrella  de  la  tarde 
dieron  origen  á  las  fingidas  luchas 
de  Qtietsalcoatl  y  Tescatlipoca,  y 
esta  misma  fábula,  expresada  de  i 
manera  más  brillante,  se  encierra  | 
en  la  leyenda  de  la  muerte  de  Que- 
tzalcoatl. 

« Vemos,  en  efecto,  á  Quetzalcoatl, 
rey  y  señor,  viviendo  en  su  palacio, 
como  parece  la  estrella  de  la  tarde 
reina  y  señora  en  el  palacio  de  los 
cielos.  7£'sí:a////)0í:«, que  quiere  ven- 
cer su  poderío,  va  á  verlo  llevando  , 
un  espejo  redondo  que  tiene  un  co- 1 
nejo.  Tczcatlipoca  es  la  luna,  y  tam- 
bién es  la  luna  el  espejo  redondo  al 
cual  los  dioses  aventaron  un  cone- 
jo, causa  de  las  manchas  del  astro 
de  la  noche.  Espántase  al  verlo,  i 
porque  comienza  la  lucha  de  la  es- ' 
trella  en  el  poniente  y  de  la  luna 
en  el  oriente.  Pero  Quetzalcoatl  se 
adorna  de  plumas  y  colores  y  la  es- 
trella de  la  tarde  no  queda  aún  ven- 
cida. Es  preciso  que  Tczcatlipoca 
vuelva  con  la  bebida  embriagante; 
y  entonces  Quetsalcoail  hace  lla- 
mar á  su  esposa  Quetzalpetlatl,  se 
embriagan  y  ambos  se  duermen. 
Quetsalpetlaíl  es  la  estera  precio- 
sa; los  nahoas  figuraban  la  tierra 
en  forma  de  un  cuadrilátero  dividi- 
do en  pequeños  cuadros,  lo  que  se- 
mejaba una  estera,  peilatl.  Cuando 
los  nahoas  moraban  á  orillas  del 
Pacífico,  la  estrella  de  la  tarde  se 
hundía  en  las  ondas  del  mar:  cuan- 


do vivían  en  Tollan,  el  mar  próxi- 
mo á  ellos  quedaba  por  el  oriente, 
y  la  estrella  de  la  tarde  al  desapa- 
recer, como  que  temblaba  y  se  hun- 
día en  la  tierra  y  ambas  se  dormían 
en  el  sueño  de  la  noche.  Quetsal  es 
una  pluma  verde,  Quetsalpetlatl 
es  la  verde  tierra.  Por  eso  en  otras 
variantes  de  la  leyenda,  la  amante 
de  Quetsalcoatl  es  Xóchitl,  flor,  la 
tierra  florida.  Por  eso  en  uno  de  los 
cuadretes  de  la  Piedra  del  Sol  se 
ve  junto  al  peilatl,  símbolo  de  la 
tierra,  el  medio  sol  Quetsalcoatl, 
unidos  como  los  dos  amantes  de  la 
fábula  de  Tollan. 

*Quctsalcoatl  permanece  en  el 
sepulcro  dentro  de  la  tierra  cuatro 
días,  y  después  aparece  en  la  orilla 
del  mar.  Simboliza  esto  el  tiempo 
que  transcurre  entre  la  época  en  que 
brilla  como  estrella  de  la  tarde  y  el 
día  en  que  aparece  como  lucero  de 
la  mañana,  sin  que  se  le  vea  en  ese 
espacio  porque  se  oculta  en  los  fue- 
gos del  sol.  Quetsalcoatl  llega  al 
tcoapan-ilhtiicaatcnco,  al  mar  que 
se  junta  con  el  firmamento,  y  en  el 
agua  ve  su  imagen,  su  hermoso  ros- 
tro. Es  ya  la  estrella  de  la  mañana 
que  parece  salir  en  el  oriente,  que 
sobre  él  brilla  reflejando  en  sus 
aguas  su  plácida  luz;  pero  el  sol  se 
aproxima,  la  aurora  convierte  las 
nubes  en  una  roja  hoguera,  y  Que- 
tBcücoatl  se  arroja  en  ella;  es  la  es- 
trella de  la  mañana  que  desaparece 
en  las  llamas  del  sol  esplendoroso; 
y  salen  de  la  hoguera  los  pájaros 
mas  hermosos:  son  las  aves  de  los 
bosques  que  con  trinos  y  gorgeos 
saludan  el  nuevo  día.  Quetsalcoatl 
muere,  deja  de  ser  la  estrella  de  la 
mañana;  pero  de  las  cenizas  de  su 
corazón  brota  el  lucero;  mas  este 
lucero  no  brilla  en  el  firmamento 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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sino  siete  días  después:  el  espacio 
en  que  está  en  los  fuegos  del  sol  y 
que  tarda  en  pasar  de  estrella  de  la 
mañana  á  estrella  de  la  tarde.  Con- 
fesemos que  los  nahoas  no  cedie- 
ron en  poesía  y  en  imaginación,  y 
en  su  exacta  observancia  de  los  mis- 
terios de  la  Naturaleza,  ni  á  los 
mismos  pueblos  helenos.» 

Después  de  esta  brillante  inter- 
pretación, que  mucho  debe  acercar- 
se á  la  verdad,  trata  Chavero  de 
averiguar  lo  que  se  desprende  de  la 
leyenda  respecto  á  la  personalidad 
de  Quetsalcoatl,  y  dice: 


XXIII 

«La  primera  cuestión  que  ha  traí- 
do á  maltraer  á  cronistas  é  histo- 
riógrafos, es  indagar  quién  era  Qtie- 
tBalcoatL  Un  autor  alemán  ha  nega- 
do su  existencia:  es  el  medio  más 
sencillo  de  resolver  las  cuestiones. 
Brasseur  creyó  ver  en  él  nada  más 
que  un  simbolismo  de  la  formación 
de  la  tierra :  este  otro  medio  no  es 
tan  sencillo,  pero  es  tan  inútil  como 
el  anterior  para  resolver  la  cues- 
tión. Quetsalcoatl  fué  un  personaje 
que  existió  realmente  en  el  siglo  X, 
y  que  gobernó  Tollan  en  la  época 
de  su  mayor  prosperidad.  Lo  de- 
muestran la  tradición  constante  y 
unánime  de  aquellos  pueblos,  los 
jeroglíficos  y  los  anales  que  fijan 
hasta  los  años  precisos  de  su  reina- 
do: todas  estas  son  pruebas  que  de- 
terminan una  personalidad  que  no 
puede  tener  un  ser  imaginario.  El 
P.  Duran  supone  que  uno  de  los 
apóstoles  predicó  el  Evangelio  en 
estas  regiones.  García  habla  de  san- 
to Tomás;  Becerra  Tanco  encuen- 
tra que  Quetsalcoatl  y  Tomás  sig- 


nifican lo  mismo;  Sigüenza  y  Gón- 
gora  afirmó  ya  que  Quetsalcoatl  fué 
el  apóstol  santo  Tomás,  que  predi- 
có el  Evangelio  á  los  indios.  Fúndase 
tal  opinión  primeramente  en  haber 
encontrado  los  españoles  el  culto 
de  la  cruz  en  diversas  partes  del 
continente.  El  padre  Vasconcelos 
habla  de  las  huellas  del  Santo  en  el 
Brasil.  Fray  Joaquín  Bruho,  en  su 
Historia  del  Peni,  al  hablar  de  la 
cruz  de  Huatulco,  dice  que  fué  entre- 
gada por  santo  Tomás.  El  mismo 
Vasconcelos  habla  de  la  cruz  de 
Cozumel,  y  dice  que  la  tenían  por 
dios  de  la  lluvia,  y  que  no  había 
pueblo  vecino  que  no  tuviese  su 
cruz.  Torquemada  dice  que  bajo 
el  tercer  reinado  de  Tollan  lle- 
garon por  el  lado  del  Panuco  unos 
hombres  blancos  y  barbados,  que 
usaban  trajes  largos  á  manera  de 
sotanas,  y  que  debieron  ser  irlan- 
deses (islandeses),  y  que  Quetsal- 
coatl era  su  caudillo.  Burgoa  habla 
de  la  cruz  de  la  Mixteca,  y  tenemos 
además  las  de  Tepic  y  Querétaro. 
Muy  conocido  es  el  relieve  del  Pa- 
lemke,  y  se  encuentra  la  cruz  en 
varios  ídolos  de  Nicaragua.  En 
nuestros  jeroglíficos  se  encuentra 
la  cruz  en  la  bolsa  en  que  los  sacer- 
dotes llevaban  el  copalli,  en  los 
adornos  de  Quetsalcoatl;  y  noso- 
tros hallamos  un  dibujo  de  un  ba- 
rro del  Palemke  que  representa  á 
un  hombre  fijado  en  una  cruz.  En 
algunas  fiestas  de  Cholollan  y  Tlax- 
calla  se  crucificaba  á  la  víctima  y 
se  le  asaeteaba.  Tenemos  en  los 
jeroglíficos  el  árbol  en  forma  de 
cruz,  que  se  quiebra  y  chorrea  san- 
gre. Los  nahuas  llamaban  á  la  cruz, 
Tonacacuahuitl  6  madero  de  nues- 
tra carne,  y  Quiahuitsiteotl  6  dios 
délas  lluvias.  Esta  es,  en  resumen, 


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80 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


la  primera  prueba  de  que  Quetsal- 
coatí  fué  un  cristiano  que  vino  á 
predicar  el  Evangelio.  Unos  lo 
creen  santo  Tomás,  el  doctor  Mier 
piensa  que  es  el  santo  Tomás  de 
Meliapor,  el  señor  Orozco  opina 
que  fué  simplemente  un  obispo 
cristiano  que  llegó  con  las  primeras 
expediciones  á  América. 

«Veamos  la  segunda  prueba:  la 
semejanza  del  rito  con  algunas  ce- 
remonias cristianas.  Tenían  el  re- 
cuerdo del  diluvio,  pues  según  los 
cronistas  éste  era  el  Atonatiuh; 
igualmente  el  de  Eva,  pues  á  ella  re- 
ferían la  Cihtiacoatl,  Presentaban 
al  templo  á  los  recién  nacidos,  los 
bautizaban  por  inmersión,  y  entre 
los  totonaca  los  circuncidaban.  Ha- 
cían la  famosa  comunión  con  el 
cuerpo  de  Huitzilopochtli,  y  co- 
mían la  carne  de  los  sacrificados 
teniéndola  por  carne  del  dios.  Se 
confesaban  de  sus  pecados  al  dios 
Tezcatlipoca.  Tenían  en  sus  fiestas 
solemnes  procesiones.  Creían  en  el 
infierno,  Mictlan,  y  en  el  limbo  de 
los  niños,  lo  mismo  que  en  el  paraí- 
so Tlalocan.  Tenían  su  diablo,  Tla- 
catecolotl,  y  sus  diablas,  cihuapi- 
piltsin,  que  aparecían  por  las  sie- 
rras. Tenían  sus  dioses  abogados 
del  agua  y  de  las  enfermedades,  sus 
nigrománticos,  hechiceros  y  brujos, 
y  sus  días  nefastos.  Celebraban  la 
conmemoración  de  los  difuntos. 
Usaban  ayunos,  abstinencias  y  sa- 
crificios de  sus  cuerpos,  y  extre- 
mada devoción  sacrificándole  el 
trabajo  y  aún  la  persona.  Tenían 
organizado  su  sacerdocio  por  jerar- 
quías y  recibían  las  primicias  para 
sus  dioses.  Creían  en  la  destruc- 
ción del  mundo  por  genios  maléfi- 
cos, los  tBitzime,  En  fin,  decían  que 
Quetsalcoatl  era  blanco,  rubio  y 


barbado,  y  que  usaba  traje  talar 
sembrado  de  cruces,  rojas  ó  negras, 
y  le  pintaban  con  una  manera  de 
mitra  y  con  una  especie  de  báculo 
en  la  mano. 

«Constituyen  la  tercera  prueba 
las  profecías  que  el  vaSs^vcíoQuetsal' 
coatí  hizo  de  que  vendrían  por  el 
oriente  hombres  blancos  y  barba- 
dos, y  que  él  volvería  con  ellos; 
profecías  que  se  confirman  en  la  ci- 
vilización del  Sur  por  Jos  grandes 
sacerdotes  Nahau  Pee  y  Chilan  Ba- 
lam.» 

Chavero  no  admite  ninguna  de 
las  anteriores  opiniones,  pues  dice: 

«Perdónennos  los  antiguos  cro- 
nistas; pero  ni  Quetsalcoatl  fué  san- 
to Tomás,  ni  un  obispo  cristiano  del 
siglo  X,  ni  se  predicó  el  Evangelio 
á  los  pueblos  de  raza  nahoa.  Va- 
mos á  demostrarlo.» 


XXIV 

Comienza  por  las  profecías,  y 
dice: 

«Todos  los  pueblos  de  la  antigüe- 
dad han  tenido  taumaturgos,  que, 
viendo  las  miserias  de  la  humani- 
dad, la  inmoralidad  de  las  costum- 
bres y  las  desgracias  de  los  pue- 
blos, han  augurado  la  venida  de 
dioses  mejores;  y  las  naciones  que 
sufren,  acogen  esas  profecías  como 
esperanzas  de  mejorar  su  triste 
condición.  Todos  los  pueblos  han 
tenido  su  Mesías  y  han  esperado 
su  venida.  Además,  no  se  ha  com- 
prendido la  leyenda  de  la  vuelta  de 
QiietBalcoatl:  es  todavía  un  simbo- 
lismo astronómico.  Cuando  se  em- 
briaga con  Quetsalpetlatl;  cuando 
en  amoroso  abrazo,  estrella  de  la 
tarde  y  tierra  se  duermen  en  el  sue- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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ño  de  la  noche,  dice  la  leyenda  que 
Quetsalcoatl  se  fué  á  Titilan  Tía- 
pallan  Tlatlayan.  Mucho  ha  hecho 
discurrir  este  lugar  á  los  historia- 
dores; y  ha  sido  parte  para  que  no 
haya  faltado  quien  con  este  motivo 
nos  mudase  el  imperio  tlapalteca 
del  Norte  al  Sur.  Titilan  quiere  de- 
cir lugar  negro  y  Tlatlayan  ó  Tía- 
Hayan  debajo  de  la  tierra;  y  los  tol-  ¡ 
teca  creían  que  la  estrella  de  la  i 
tarde  al  desaparecer  se  hundía  en ! 
el  lugar  negro  debajo  de  la  tierra, . 
como  creían  que  el  sol  durante  la 
noche  estaba  debajo  de  la  misma 
tierra  en  la  mansión  de  los  muer- 
tos. Y  como  el  occidente,  por  donde 
desaparecía  la  estrella  de  la  tarde, 
era  el  rumbo  en  que  estaba  Tlapa- 
llan,  agregaban  este  nombre  para 
distinguirlo  del  lugar  en  que  des- 
aparecía la  estrella  de  la  mañana.  I 
A  éste  solamente  le  llamaban  Tía-  ¡ 
tlayan,  deba/o  de  la  tierra.  Causa 
de  pena  era  la  desaparición  de  la 
estrella  de  la  tarde  para  los  nahoas, 
y  por  eso  aseguraban  siempre  que 
Qtíetsalcoatl  debía  volver  á  apa- 
recer por  el  oriente.  Este  mito,  co 
mo  todos  los  demás  referidos,  fué 
tomando  una  consistencia  real  ayu- 
dado por  las  luchas  religiosas  de  que 
vamos  á  hablar,  y  convirtióse  en 
profecía  y  creencia,  y  fué  después 
del  transcurso  de  los  años  tenido 
por  indudable  verdad. 

«Más  grave  parece  la  razón  de  la 
semejanza  de  los  ritos,  pero  nega- 
mos esa  semejanza  si  no  es  en  aque- 
llo en  que  por  su  naturaleza  misma 
de  ser  religiones  se  parecen  todas. 
Los  cronistas  empeñados  en  que  el 
Evangelio  se  había  predicado  por 
toda  la  tierra,  por  su  espíritu  cris- 
tiano, amontonaron  los  mayores  ab- 
surdos en  sus  crónicas.  Sigüenza  se 


empeñaba  en  encontrar  la  confu- 
sión de  las  lenguas  en  el  jeroglífico 
de  la  peregrinación  de  los  azte- 
cas, de  que  después  nos  ocupare- 
mos, cuando  allí  no  se  trata  sino  de 
la  salida  de  los  emigrantes  de  un 
pueblo  que  está  á  las  orillas  del  la- 
go, muy  cerca  de  la  ciudad  de  Mé- 
xico. El  padre  Duran  afirma  que  la 
pirámide  de  Cholollan  se  fabricó 
después  del  diluvio  para  salvarse 
en  ella  en  caso  de  que  la  calamidad 
se  repitiese:  ¡y  la  pirámide  como 
escalón  enano  está  al  pié  del  gigan- 
tesco Popocatepetl,  que  parece  to- 
car el  cielo  con  su  frente  de  nieve! 
Veytia  quiere  que  la  fábula  del 
mosquito  sea  el  milagro  de  Josué. 
Así  el  espíritu  cristiano  de  los  his- 
toriadores rebuscaba  en  las  tradi- 
ciones de  los  nahoas  recuerdos  del 
relato  bíblico,  y  quiso  encontrar  las 
prácticas  del  catolicismo  ¡en  el  cul- 
to del  feroz  y  sanguinario  HuitsUo- 
pochtli!  Examinemos  las  ceremo- 
nias origen  del  error;  el  bautismo. 
La  dedicación  de  los  recién  nacidos 
á  los  dioses  es  propia  de  todas  las 
religiones:  al-  niño  se  le  constituía 
guerrero  del  dios  Huitmlopochtli,  y 
para  que  pelease  por  él,  se  le  arma- 
ba de  una  rodela  y  cuatro  flechas. 
¿Es  este  el  espíritu  del  sacramento 
del  bautismo?  Al  niño  no  se  le  bau- 
tizaba por  el  sacerdote,  sino  que  se 
bañaba  por  la  partera.  ¿Es  esta  la 
forma  del  sacramento?  En  algunas 
partes  se  le  circuncidaba,  y  no  á  la 
manera  de  los  judíos.  ¿Un  apóstol 
ó  un  obispo  cristiano  habrían  pre- 
dicado la  circuncisión?  Pasemos  al 
matrimonio.  No  hay  siquiera  cere- 
monia religiosa:  se  ata  el  ayatl  del 
hombre  al  huipilli  de  la  mujer.  En 
muchas  partes  existía  la  poligamia. 
¿Esta  es  la  unión  cristiana  y  éste  el 

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82 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


modo  de  llevar  á  cabo  el  sacramen- 
to? El  enterramiento  cristiano  ¿es 
esa  serie  de  papeles  que  se  ponían 
al  muerto  para  que  atravesase  peli- 
gros imaginarios?  ¿Acaso  el  poner- 
le alimento  para  que  no  tuviese 
hambre  en  la  otra  vida?  ¿El  ente- 
rrarlo con  sus  mantas  y  joyas  para 
que  en  otro  mundo  se  vistiese  y 
adornase?  ¿El  sacrificar  á  sus  cria- 
dos para  que  allá  les  sirviesen?  ¿Son 
las  preces  cristianas  esos  sacrifi- 
cios repetidos  de  tiempo  en  tiempo 
por  cuatro  años?  ¿Es  la  inmortali- 
dad cristiana  del  alma  el  ir  los 
soldados  al  sol,  otros  hombres  feli- 
ces álos  jardines  del  Tlaloccan,  y  la 
multitud  á  perecer  sin  más  pena  y 
más  premio  en  el  Mictlan?  ¿Es  el 
limbo  de  los  niños  no  bautizados 
ese  delicioso  lugar  á  que  iban  to- 
dos los  niños  muertos,  y  en  donde 
se  mantenían  del  árbol  que  goteaba 
leche,  hasta  que  volvían  á  la  vida? 
¿Y  el  purgatorio  tan  esencial  en  el 
cristianismo,  y  el  juicio  final  y  la 
resurrección  de  la  carne?  Si  algún 
cristiano  predicó  el  cristianismo  á 
los  indios  fué  un  cristiano  que  no 
creía  en  el  Credo. 

«Jesús  dijo:  «Confesaos  los  unos 
á  los  otros;»  y  el  sacerdocio  cristia- 
no estableció  la  confesión  auricular 
con  el  sacerdote,  y  de  esta  confe- 
sión resultaba  la  remisión  de  los 
pecados.  Los  nahoas  no  conocían 
esta  remisión  y  decían  sus  faltas 
solamente  al  ídolo  de  Tescatlipoca, 
porque  creían  que  todo  lo  oía  y  todo 
lo  sabía.  ¿Es  éste  el  sacramento? 
Comían  el  cuerpo  de  Huitsilopoch- 
tli  hecho  de  bledos,  pero  ni  idea  te- 
nían de  la  transmutación.  Como  el 
cautivo  sacrificado  representaba  al 
dios  con  cuyos  arreos  se  le  ador- 
naba, decían  que  comían  el  cuerpo 


del  dios  cuando  comían  la  carne  de 
la  víctima.  ¿Sería  acaso  este  cani- 
balismo el  sacramento  cristiano? 
Tenían  procesiones  como  todos  los 
pueblos,  y  procesiones  que  termi- 
naban en  danzas.  Había  como  con- 
ventos de  monjas;  pero  no  había  la 
reclusión  y  castidad  perpetuas.  De 
allí  salían  las  doncellas  á  casarse. 
Había  jerarquía  sacerdotal  porque 
en  todas  las  religiones  la  hay;  pero 
el  sacerdote  no  tenía  que  ser  céli- 
be, pues  conocemos  aun  el  nombre 
de  la  esposa  de  Tenoch;  y  el  orden 
no  imprimía  carácter,  pues  sabe- 
mos que  Moteczuma  dejó  de  ser 
gran  sacerdote  para  pasar  á  empe- 
rador. 

«Los  sacerdotes  intervenían  en 
todo,  porque  era  su  interés;  cobra- 
ban primicias,  rentas  y  tributos,  y 
sacaban  provecho  de  todas  las  ce- 
remonias, porque  los  sacerdotes  de 
todos  los  cultos  han  sido  siempre 
grandes  financieros;  pero  nada  trae 
su  origen  del  cristianismo.  Los  que 
han  dicho  que  la  bárbara  religión 
de  los  mexica  se  derivó  de  ese  ori- 
gen han  ofendido  al  Evangelio. 

^Más  importante  parece  á  prime- 
ra vista  el  argumento  de  la  cruz,  á 
cuyo  culto  se  une  la  llegada  en  el 
siglo  X  de  un  hombre  blanco,  bar- 
bado y  que  usaba  un  traje  asaz  ex- 
traño. 

«Comencemos  por  hacer  constar 
que  la  cruz  ha  sido  motivo  de  culto 
especial  en  los  pueblos  más  anti- 
guos anteriores  al  cristianismo.  En 
el  Egipto,  en  China,  en  Rusia,  en- 
tre los  hebreos,  entre  los  druidas, 
en  los  misterios  de  Mitra,  entre  los 
germanos  y  pueblos  del  Norte;  lue- 
go el  culto  de  la  cruz  no  es  una  con- 
secuencia de  la  predicación  del 
Evangelio.  En  el  Nuevo  Mundo  se 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


83 


encontró  la  cruz  en  el  Canadá,  en  el 
Perú,  en  Cozumel,  en  Huatulco, 
en  Salinas,  en  Chuquiavo,  en  Nue- 
va Granada,  en  el  Palemke,  en  Metz- 
titlan,  y  en  otros  muchos  lugares;  y 
como  todos  estos  lugares  correspon- 
den á  países  muy  apartados  unos  de 
otros,  con  civilizaciones  y  religio- 
nes muy  diferentes,  sería  absurdo 
decir  que  un  Qtíet^alcoatl  cristiano 
las  introdujo.  Además,  sabemos  el 
significado  de  la  cruz  del  Palemke 
y  sus  congéneres;  y  por  lo  mismo 
no  han  podido  ser  introducidas  por 
el  Quetsalcoatl  cristiano.  El  perso- 
naje blanco  y  barbado  que  introdu- 
ce un  nuevo  culto,  aparece  en  muy 
diferentes  partes,  lo  que  prueba 
que  no  es  un  ser  real,  ó  que  fue- 
ron diferentes  reformadores  de  las 
antiguas  religiones,  pero  no  un  Que- 
tsalcoatl  cristiano.  En  el  Brasil  ha- 
bía la  tradición  de  hombres  blancos 
y  barbados,  uno  de  ellos  llamado 
Sumé,  que  predicó  la  nueva  doctri- 
na. Ovalle  dice  que  en  Chile  había 
una  tradición  semejante.  En  Cuma- ' 
né  tenían  el  culto  de  la  cruz,  y  Ca- 1 
lancha  habla  de  una  en  forma  deas- 1 
pa  dentro  de  un  cuadro.  Los  jesuí- 1 
tas  encontraron  el  culto  de  la  cruz 
en  el  Paraguay,  introducido  por  Su- ! 
mé  ó  Zumé:  desde  el  Paraguay  has- 
ta Tarifa  le  llamaban  Pay  Tumé. 
En  el  Perú  tenemos  la  predicación 
de  Tumé.  Tuapac  les  dejó  la  cruz  de 
Carabuco  y  dicen  que  la  labró  en  el 
Brasil  y  que  la  llevó  cargando  mil 
doscientas  leguas.  Este  Tuapac,  Ti- 
ci viracocha  y  Viracocha  son  tres 
personajes  misteriosos,  sin  duda 
tres  reformadores.  Adoraban  á  un 
dios  que  se  llamaba  Pachacamac; 
no  tenía  efigie  y  le  construyeron  un 
famoso  templo.  Nadie  podrá  creer 
que  todos  estos  personajes  son  el 


Quetsalcoatl  de  Tollan.  Para  nos- 
otros no  están  oscuras  dos  invasio- 
nes religiosas  en  los  pueblos  de  la 
América  del  Sur:  una  de  la  civili- 
zación maya-quiché  por  los  zama 
ó  zumé,  y  otra  posterior  de  los  na- 
hoas,  como  lo  significan  los  mismos 
nombres  de  origen  nahoa  muy  cla- 
ro, y  algunos  de  ciudades  de  esas 
regiones.  Creemos  importante  ha- 
cer constar  que  el  rey  Atahualpa 
no  tenía  idea  del  cristianismo. 

♦  Respecto  de  las  cruces  de  Mé- 
xico —  dice  Cha  vero  —  ya  hemos  ex- 
plicado lo  que  expresan.»  (Véase 
Cruz.) 
Continúa  hablando  Chavero: 
«¿Qué  era  la  cruz,  y  qué  referen- 
cia tenía  á  los  árboles  cruciformes? 
El  señor  Orozco  lo  ha  dicho:  era  el 
árbol  de  la  inteligencia.  Humboldt 
lo  comprendió:  era  el  Nahui-Ollin, 
Los  mayas  lo  decían:  era  el  dios  de 
la  lluvia.  Y  nosotros  hemos  dicho 
más:  era  una  de  las  manifestaciones 
del  sol  y  de  sus  benéficos  efectos 
en  las  lluvias;  por  eso  llamaban  á 
la  cruz  Tonacacuahuitl,  árbol  de 
Tonacatecutli,  árbol  del  sol.  En  la 
cruz  del  Palemke  se  ve  la  flecha  del 
sol.  La  cruz  era  el  árbol  del  sol,  la 
deidad  de  las  lluvias.  Fijémonos  en 
esta  sola  idea:  la  religión  cristiana 
se  distingue  de  las  muchas  religio- 
nes que  han  tenido  el  culto  de  la 
cruz,  en  que  éstas  adoraban  la  cruz 
sola,  y  aquella  tiene  el  Crucifijo,  y 
en  ella  es  la  cruz  símbolo  de  reden- 
ción. Pues  bien,  los  nahuas  no  tu- 
vieron el  Crucifijo,  ni  para  ellos  fué 
la  cruz  símbolo  de  redención,  sino 
simplemente  deidad  de  las  aguas, 
y  símbolo  de  los  grandes  períodos 
cronológicos.  Se  ve  que  ni  la  cruz 
prueba  el  cristianismo  entre  los  in- 
dios.» 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


XXV 

«¿Quién  era  entonces  Quetsal- 
co«//?— pregunta  Cha  vero.— Antes 
de  resolverlo,  veamos  el  estado 
religioso  deTollan  cuando  él  apare- 
ció. Vahemos  dicho  qué  sucede  con 
los  pueblos  cuando  la  religión  que 
profesan  es  muy  antigua,  que  no 
ven  ya  en  el  simbolismo  su  antigua 
significación,  sino  que  los  hechos 
que  refiere  se  tornan  hechos  reales 
y  positivos,  y  los  dioses  se  persona- 
lizan, digámoslo  así,  en  los  ídolos. 
A  esta  ley,  que  no  ha  podido  eludir 
ningún  pueblo,  tuvieron  necesaria- 
mente que  ceder  los  tolteca.  ToBca- 
tlipoca  y  Quetsalcoatl,  á  fuerza  de 
ser  dioses  con  figuras  reales  que  los 
representaban,  dejaron  de  ser  as- 
tros para  la  multitud.  La  lucha 
astronómica,  para  el  pueblo  que  no 
podía  comprenderla,  se  convirtió 
en  verdadera  lucha  religiosa.  Cada 
dios  tenía  su  sacerdocio;  y  ya  se  sa- 
be hasta  donde  llega  la  rivalidad 
sacerdotal,  aun  en  nuestros  días. 
Además,  comenzaron  los  sacrifi- 
cios humanos;  y  todo  hace  presu- 
mir que  de  preferencia  en  el  culto 
de  TeBcaÜipoca.  Sabemos  ya  que 
se  sacrificaba  en  la  nueva  siembra 
un  criminal  á  Tonacatecutli,  Acaso 
la  proximidad  á  los  tarascos,  los 
otonca  y  otras  tribus  bárbaras,  fué 
parte  para  la  introducción  de  los 
sacrificios.  El  ídolo  TcBcatlipoca 
era  la  piedra  negra  y  de  aspecto  fe- 
roz; todo  era  terrible  en  su  culto,  y 
sin  duda  en  él  comenzaron  los  sa- 
crificios. Que  éstos  existían  antes 
de  Quetsalcoatl  lo  prueba  el  elogio 
que  de  él  hace  la  crónica,  dicien- 
do que  nunca  quiso  sacrificar  á  sus 
subditos  los  tolteca,  sino  mariposas, 


aves  y  culebras  que  cogía  en  los 
montes. 

«Creemos  que  á  esa  época  debe 
referirse  el  sacrificio  gladiatorio 
que  representa  una  de  las  pinturas 
de  M.  Aubin,  porque  era  el  sacri- 
ficio más  natural  y  más  confor- 
me con  las  creencias  nahoas,  como 
que  es  representación  de  la  lucha  de 
Tescatlipoca  y  Quetsalcoatl,  de  la 
luna  y  de  la  estrella  de  la  tarde.  Y 
no  nos  llama  la  atención  que  esté 
en  la  parte  superior  la  figura  de 
Tonacatecutli,  el  sol,  porque  sólo  en 
honor  del  sol  se  hacía  el  sacrifi- 
cio gladiatorio.  Si  se  observan  con 
atención  las  dos  figuras  que  en  la 
pintura  representan  el  sacrificio 
gladiatorio,  se  verá  que  la  que  está 
atada  á  la  piedra  cuauhxicalli,  es 
imagen  de  Tescatlipoca,  la  luna. 
Rostro  y  vestido  son  de  color  blan- 
co como  los  rayos  del  astro  de  la 
noche;  debajo  del  rostro  se  le  ve  di- 
bujada claramente  una  media  luna; 
tiene  por  tocado  el  i^tli  y  las  nava- 
jas del  sacrificio;  y  mientras  en  una 
mano  empuña  la  macuahuitl  para 
la  lucha,  en  la  otra  sostiene  el  es- 
tandarte y  el  espejo  de  Tescatlipo- 
ca.  La  otra  figura  representa  á 
Quetsalcoatl,  que  lleva  la  máscara 
sagrada.  La  parte  descubierta  de 
su  rostro,  sus  manos  y  sus  pies,  es- 
tán untados  con  el  negro  ulli  de  los 
sacerdotes  y  de  los  dioses,  y  lleva 
en  la  cabeza  el  tlapollini  de  plumas 
de  quetzal.  Cubre  toda  su  figura 
con  una  piel  de  tigre,  porque,  co- 
mo hemos  visto  en  la  crónica,  de- 
cían los  nahoas,  con  su  gran  imagi- 
nación poética,  que  la  estrella  de  la 
mañana  arrastraba  en  pos  de  sí  á 
todas  las  estrellas,  y  el  cielo  sem- 
brado de  éstas,  como  de  manchas 
de  luz,  les  parecía  como  una  piel  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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tigre,  por  lo  que  á  Quetsalcoatl  le 
pintaban  con  figura  de  ocelotl.  Tie- 
ne éste  en  una  mano  su  macuahuitl 
para  la  lucha,  y  en  la  otra  un  chi- 
malli,  en  el  cual  se  ve  el  símbolo 
de  la  estrella  de  la  mañana,  idénti- 
co á  como  se  representa  en  un  mo- 
numento de  piedra  del  Museo.  Po- 
demos, pues,  decir  que  el  sacrificio 
gladiatorio  se  estableció  en  repre- 
sentación de  la  lucha  astronómica 
de  Tescatlipoca  y  Quetsalcoatl,  y 
que  por  lo  mismo  debió  ser  uno  de 
los  primeros  sacrificios  introduci- 
dos en  la  religión  nahoa.  Como  este 
es  un  estudio  completamente  nue- 
vo, y  nada  se  halla  sobre  la  materia 
en  cronistas  é  historiadores,  lo  expo- 
nemos con  temor,  aunque  nos  figura  • 
mos  que  no  vamos  descaminados.» 

En  el  sacrificio  gladiatorio  siem- 
pre era  vencido  é  inmolado  el  cau- 
tivo que  estaba  atado  en  la  piedra. 
No  podía,  pues,  este  cautivo  repre- 
sentar á  Tescath'poca ,  la  luna  lle- 
na, que  siempre  vencía  á  Quetsal- 
coatl,  la  estrella  de  la  tarde,  que  se 
iba  ocultando  en  el  horizonte  á  me- 
dida que  iba  ascendiendo  la  luna. 
¿Cómo  podía  ser  que  el  vencido  as- 
tronómicamente fuera  el  vencedor 
en  el  sacrificio?  Creemos,  pues,  que 
va  descaminado  Chavero  en  esta 
representación.  Si,  por  el  contra- 
rio, dijera  que  Quetsalcoatl,  el  lu- 
chador libre,  representaba  á  la  es- 
trella de  la  mañana,  entonces  sí  se 
concibe  que  el  cautivo  atado  á  la 
piedra  sea  Tescatlipoca,  porque 
la  Venus  matutina,  con  su  esplen- 
dorosa luz,  opaca  á  la  de  la  luna,  si 
no  es  que  ésta  se  pone  cuando  aqué- 
lla sale.  Pero  en  este  caso  el  sím- 
bolo no  sirve  de  prueba,  como  pre- 
tende Chavero. 

Continúa  éste  diciendo: 


XXVI 

«Según  los  Anales,  Quetsalcoatl 
nació  en  el  año  895.  En  el  año  922, 
á  los  veintisiete  de  edad,  llegó  á 
Tollantzinco,  y  permaneció  hacien- 
do vida  austera  cuatro  años.  En  el 
año  925,  á  los  treinta  de  edad,  fué 
nombrado  monarca  y  gran  sacer- 
dote de  Tollan.  El  año  935,  á  los 
cuarenta  de  edad  y  diez  de  reinado, 
murió  QuetBalcoatl.  Se  dice  que  vi- 
no á  salir  por  Cuextlan,  pasando  el 
agua  sobre  un  madero,  ó,  segCln 
otra  tradición,  por  un  puente.  Se 
dice  también  que  era  blanco  y  bar- 
bado, y  que  usaba  una  túnica  sem- 
brada de  cruces  rojas  ó  negras. 
¿Pudo  Quetsalcoatl  ser  algún  obis- 
po, algún  cristiano  irlandés  de  los 
que  primero  descubrieron  la  costa 
de  nuestro  continente?  Examine- 
mos la  cuestión.  Rafn  se  ocupa  de 
esos  descubrimientos,  y  después 
de  él  Beauvois,  con  mayores  datos, 
en  nuestro  concepto.  Las  noticias 
de  Rafn  no  lo  prueban.  Hasta  982 
no  se  descubrió  la  Groenlandia.  En 
986  Herinlson  aportó  casualmente 
al  continente  americano  muy  al 
norte.  El  año  1000,  Leift  descubrió 
Litla  Hclluland,  que  es  Terranova, 
y  bajó  hasta  Markland,  hoy  Nueva 
Escocia.  Thorvald,  el  año  1002,  ba- 
jó hasta  el  Vinland,  región  en  que 
se  encuentra  el  lugar  que  ocupa 
Nueva  York,  y  los  viajes  posterio- 
res no  pasan  del  Vinland.  Estas 
noticias  nos  dan  dos  consecuen- 
cias precisas:  primera,  los  descu- 
brimientos no  pasaron  de  la  región 
que  hay  entre  Nueva  York  y  Was- 
hington; era  imposible  que  uno  de 
esos  descubridores  fuera  Quetsal- 
coatl  que  aparece  en  nuestras  re- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


giones;  segunda:  siendo  el  primer 
descubrimiento  en  982,  era  más  im- 
posible aún,  pues  Quetsalcoatl  mu- 
rió en  935.  Si  recurrimos  á  otros 
datos  que  los  de  Rafn,  las  sagas 
nos  los  proporcionan.  AreMarsson 
llega  á  la  gran  Irlanda  ó  Irland  it 
Mikla,  hoy  el  Canadá,  y  allí  le  bau- 
tizan; pero  este  suceso  no  puede 
ser  anterior  al  año  999.  La  desapa- 
rición de  Bioeern  no  puede  ser  an- 
tes de  988.  El  viaje  de  Gudhleif  fué 
en  1030.  Ninguno  de  estos  hechos 
puede  referirse  á  Quetsalcoatl  que 
es  anterior. 

«Parece  que  no  hay  duda  de  que 
Hvitramaanland  estaba  habitada 
por  los  papas,  cristianos  irlande- 
ses; pero  éstos  no  se  habían  comu- 
nicado con  el  Sur,  que  ocupaban 
los  trogloditas  skroelings,  todavía 
cuando  la  excursión  de  Gudhleif  en 
el  siglo  XI.  Finalmente,  y  esto  es 
decisivo,  el  cristianismo  no  fué  pre- 
dicado en  la  misma  Islanda  sino 
hasta  981  por  el  obispo  Federico  y 
Thorvald  Kodrasson.  Por  lo  tanto 
el  Quetsakoail  que  murió  en  935 
no  pudo  ser  cristiano  y  menos  un 
obispo. 

«Quedan  dos  puntos  por  resol- 
ver: Quetsalcoatl  llega  por  Cuex- 
tlan  que  da  al  lado  del  mar,  y  es 
blanco,  barbado  y  usa  un  traje  ex- 
traño, talar  y  sembrado  de  cruces 
rojas  ó  negras. 

«La  aparición  por  Cuextlan  ó  por 
el  Panuco,  como  quieren  otros  cro- 
nistas, no  es  una  objeción,  y  se 
explica  fácilmente.  Absurdo  sería 
creer,  como  parece  indicarlo  Tor- 
quemada,  que  los  papas  irlande- 
ses, que  tan  sólo  buscaban  un  lugar 
de  retiro,  emprendiesen  navegacio- 
nes para  predicar  su  fe;  más  natural 
hubiera  sido  que  tratasen  de  con- 


vertir á  sus  vecinos  los  skroelings, 
á  la  raza  primitiva  monosilábica, 
acaso  los  esquimales ;  y  se  ve  por 
las  tradiciones  que  no  se  ocuparon 
de  eso.  Además,  el  argumento  de 
comparación  de  fechas  no  pue- 
de contestarse.  En  esto  se  confunde 
también  el  personaje  histórico  con 
el  mito  astronómico.  liemos  visto 
que  como  desaparecía  la  estrella 
de  la  tarde  por  el  occidente,  en  cu- 
yo rumbo  estaba  Tlapallan,  decían 
que  Quetsalcoatl,  á  su  muerte,  se 
había  ido  para  allá:  pues  de  la  mis- 
ma manera,  como  Cuextlan  estaba 
al  oriente  de  Tollan,  y  en  ese  rum- 
bo nacía  la  estrella  de  la  mañana, 
decían  que  por  ahí  había  venido 
Quetsalcoatl.^ 

(Este  argumento  es  muy  débil, 
porque  por  Cuextlan  ó  por  Panuco 
no  sólo  se  dice  que  vino  Quetsal- 
coatl, sino  con  él  otros  muchos  cu- 
yos nombres  da  Sahagún,  entre 
ellos,  Cipac tonal,  Oxomoco,  Tcpos- 
tecatl  y  otros  dioses;  y  estos  no  po- 
dían ser  la  estrella  de  la  mañana.) 
Continúa  hablando  Chavero: 
«En  cuanto  al  hombre  blanco  y 
barbado,  debemos  decir  que  también 
de  los  tolteca  se  dice  que  eran 
blancos  y  barbados.  Las  razas  in- 
feriores con  que  se  encontraron, 
ellos  pueblos  del  Norte  y  por  lo 
mismo  más  desarrollados  y  más 
hermosos,  debieron  tomar  como  ti- 
po de  belleza  su  color  más  claro 
y  su  ma\^or  abundancia  de  barba,  y 
atribuir  estas  particularidades  á  to- 
dos los  personajes  superiores  para 
ellos.  Nadie  sostendrá  que /////ys/Vo- 
pochtlt  ersiun  europeo;  y  sin  embar- 
go lo  figuraban  también  con  barba. 
Se  ve,  pues,  que  el  color  y  la  bar- 
ba no  son  una  prueba.  En  cuan- 
to al  traje  talar  sembrado  de  cru- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


87 


ees,  no  pudo  ser  el  de  los  papas, 
que  era  blanco,  pero  sin  cruces.  La 
historia  no  nos  cuenta  que  algún 
pueblo  ó  sacerdocio  cristiano  usara 
ese  traje.  Además,  desconfiamos 
del  relato  de  Torquemada :  no  en- 
contramos á  Quetsalcoall  con  ese 
traje  en  los  jeroglíficos.  En  el  Có- 
dice Vaticano  está  en  medio  de  las 
nubes  rosadas  de  la  aurora  como 
estrella  de  la  mañana;  está  desnu- 
do, llevando  solamente  un  maxtli 
6  ceñidor,  y  á  la  espalda  un  lienzo 
angosto  con  dos  cruces,  cuyos  cua- 
tro brazos  son  de  igual  tamaño:  en 
otro  jeroglífico  está  enteramente 
desnudo,  y  las  dos  cruces  están  en 
su  tocado.  Algunas  veces  se  le  re- 
presenta con  ima  especie  de  mitra; 
pero  la  mitra  era  muy  antigua  en 
la  civilización  del  Sur,  como  puede 
verse  en  el  relieve  de  la  cruz  del 
Palemke. 

«Sise  observa  la  leyenda genuina 
y  primitiva  se  verá  que  en  ella 
nada  se  dice  respecto  á  que  Que- 
tsalcoall introdujese  el  culto  de  la 
cruz:  en  las  mismas  profecías  se 
habla  de  que  Quetsalcoall  volvería 
por  el  oriente,  pero  sin  hacer  nin- 
guna referencia  á  la  cruz.  Los  auto- 
res de  segunda  mano,  sin  duda  por 
haber  visto  las  dos  cruces  en  el  je- 
roglífico de  Quetsalcoall,  y  para  ex- 
plicar el  culto  de  la  cruz  entre  los 
antiguos  indios,  fueron  los  que  in- 
trodujeron la  idea  de  que  él  fué  el 
que  trajo  dicha  adoración,  sacan- 
do de  aquí  un  argumento  en  fa- 
vor de  la  pretendida  predicación 
del  Evangelio.  La  verdad  es  que 
era  difícil  la  explicación  de  las  dos 
cruces  de  Quetsalcoall,  y  no  ha- 
bríamos dado  en  ella  si  no  nos  hu- 
biésemos fijado  últimamente  en  uno 
de  los  más  preciosos  ídolos  que  tie- 


ne el  Museo  de  México.  Es  una  ca- 
beza colosal  de  serpentina  admira- 
blemente pulida  y  labrada.  Que  se 
refiere  al  calendario  no  cabe  duda, 
pues  los  glifos  y  cintas  que  tiene  en 
el  tocado  lo  demuestran,  así  como 
las  conchas  con  sus  divisiones  en 
un  todo  semejantes  á  otras  que  tie- 
ne un  monumento  de  la  cuenta  del 
tiempo,  también  de  serpentina,  que 
es  de  nuestra  propiedad.  Tiene  la 
cabeza  las  orejeras  en  forma  de  dis- 
co, que  se  ven  siempre  en  la  cara 
del  sol,  y  de  ellas  salen  dos  rayos 
de  las  dos  distintas  figuras  que  tie- 
nen los  de  la  Piedra  del  sol.  El  be- 
zote que  le  cuelga  de  la  nariz  es  en 
un  todo  semejante  á  las  orejeras  y 
forma  la  lengua  de  luz  del  astro. 
En  los  carrillos  tiene  también  dos 
adornos  triples  que  en  su  parte  su- 
perior consisten  en  dos  discos,  den- 
tro de  los  cuales  hay  dos  cruces  de 
brazos  iguales,  las  que  no  cabe  du- 
da de  que  representan  el  Nahui- 
Ollin,  pues  tienen  entre  sus  aspas 
cuatro  puntos.  Como  elNahui-Ollin 
representa  las  cuatro  posiciones 
del  sol  en  el  año,  es  decir,  el  curso 
solar  completo,  ya  se  viene  clara- 
mente en  conocimiento  de  lo  que 
representan  las  dos  cruces  del  je- 
roglífico de  Quetsalcoall,  y  aun  las 
de  la  cabeza  del  Museo.  Una  cruz 
es  un  curso  del  astro;  pero  Quetsal- 
coall, como  estrella  de  la  tarde,  tie- 
ne un  curso  de  260  días  ó  un  año 
religioso  de  los  nahoas,  y  como  es- 
trella de  la  mañana  tiene  otro  cur- 
so de  260  días  ú  otro  año  del  Tona- 
lamatl,  y  por  eso  es  ponerle  dos 
cruces.  Se  ve,  pues,  que  Quetsal- 
coall no  introdujo  el  culto  de  la  cruz 
cristiana.  Las  cruces  que  se  encon- 
traron sabemos  ya  que  eran  el  dios 
de  las  lluvias  ó  el  árbol  del  5o/;mas 


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88 


ANALES   DEL  MUSEO   NACIONAL. 


nunca  un  símbolo  de  redención  ni 
la  cruz  del  Cristo.  El  Quetsalcoatl 
cristiano,  como  leyenda,  es  un  tipo 
admirable;  pero  la  historia  no  pue- 
de admitirlo.» 

Estamos  conformes  con  esta  con- 
clusión de  Chavero;  pero  no  cree- 
mos exacta  la  interpretación  que 
hace  de  las  dos  cruces  del  jeroglí- 
fico de  QueisalcoatL  Ningún  signo 
del  Nahui-Olin,  en  los  Códices,  tie- 
ne la  figura  de  cruz  perfecta  grie- 
ga, como  las  que  tiene  Quetzal- 
coatí;  siempre  forma  ese  signo,  dos 
ángulos  agudos  y  dos  obtusos,  de 
suerte  que  nunca  tiene  la  figura 
de  cruz,  la  cual  tiene  cuatro  ángu- 
los rectos.  Mas  suponiendo  que  las 
cruces  de  Quetsalcoatl  sean  el  sig- 
no del  Nahtii-Olin,  éste  representa 
exclusivamente  los  cuatro  movi- 
mientos del  sol  en  el  año  de  365 
días;  así  es  que  en  el  jeroglífico 
de  Quet^alcoatl  representaría  dos 
años  solares  y  no  dos  años  del  To- 
nalamatl  ó  sea  dos  períodos  de  260 
días  de  la  estrella  de  la  tarde.  Ade- 
más, ¿qué  objeto  tenía  representar 
dos  períodos  de  la  estrella?  Para 
representar  á  Quetsaicoatl  bastaba 
un  período,  y  eso  con  signo  espe- 
cial, que  no  se  confundiera  con  el 
del  sol.  Es  verdad  que  para  los  mo- 
vimientos de  la  luna  y  de  la  estre- 
lla de  la  tarde  han  introducido  sig- 
nos especiales,  el  olinemetstli  para 
la  primera,  que  es  una  cruz  de  San 
Andrés,  y  para  la  segunda  el  oppa- 
nolin,  que  es  la  cruz  griega;  pero 
si  el  de  la  luna  está  comprobado 
con  algunas  pinturas  del  Códice 
Borgiano  y  con  otra  del  Códice  Fe- 
jervary,  no  sucede  lo  mismo  con  el 
de  la  estrella  de  la  tarde,  que  sólo 
ha  sido  introducido  é  interpretado 
por  Chavero  como  oppanolin,  para 


explicar  las  cruces  de  Quet^alcoatl; 
pero  no  tiene  en  su  apoyo  ningvma 
otra  interpretación  autorizada  de 
los  expositores  de  los  Códices.  Ade- 
más, Chavero  dice  que  las  dos  cru- 
ces del  jeroglífico  de  Quetsalcoatl 
significan  dos  años  del  Tonala- 
malí  ó  sea  dos  períodos  de  260  días, 
y  al  explicar  el  oppanolin  (HisL  de 
México,  pág,  155)  dice  que  repre- 
senta sus  dos  movimientos  y  sus 
dos  períodos,  esto  es,  como  estrella 
matutina  y  como  estrella  vesperti- 
na. Si  una  cruz  sola,  el  oppanolin, 
representa  los  dos  movimientos, 
¿para  qué  le  ponen  dos  cruces  á 
QtietBalcoatl?  El  barón  de  Hum- 
boldt  cree  que  la  cruz  griega  re- 
presenta los  cuatro  puntos  cardi- 
nales, y  esta  representación  es  más 
admisible  que  la  del  oppanolin; 
pero  ni  así  se  explica  la  significa- 
ción de  las  dos  cruces  de  Quetzal 
coatí. 
Continúa  hablando  Chavero: 


XXVII 

<^QuetBalcoatl  no  era  más  que  un 
sacerdote  nahoa  reformador  de  la 
religión  y  fundador  de  una  secta 
numerosa.  Fué  un  gran  pontífice  y 
un  gran  rey.  Si  una  religión  se  exa- 
gera, y  más  si  en  ella  comienzan 
los  sacrificios  bárbaros  á  que  el 
pueblo  no  está  aún  acostumbra- 
do, viene  naturalmente  la  reforma. 
Frente  al  terrible  culto  de  Tesca- 
tlipoca  debió  parecer  dulcísimo  el 
de  Quetsalcoatl,  que  conservaba  su 
candor  primitivo.  La  estrella  de  la 
tarde,  desapareciendo  amorosa  tras 
el  sol»  y  el  lucero  de  la  mañana,  per- 
diéndose en  las  nubes  de  oro  de  la 
aurora,  cuando  todo  es  regocijo  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


89 


alegría  en  la  Naturaleza,  no  podían 
inspirar  pensamientos  lúgubres.  La 
reforma  quiso  naturalmente  traer 
al  poder  al  sacerdocio  de  QuetBal- 
coatl  para  oponerlo  al  terrible  cul- 
to de  Tescatlipoca.  Contribuyó  fe- 
lizmente que  el  gran  sacerdote  de 
Quetsalcoatl  era  en  aquella  sazón 
un  joven  hermoso,  pues,  según  los 
Anales,  tenía  treinta  afíos,  y  el  cual 
vivía  en  castidad  y  en  austera  pe- 
nitencia en  Tollantzinco.  Se  llama- 
ba Ceacatl  Topiltsin,  teniendo  el 
primer  nombre  sin  duda  del  año  en 
que  nació,  pues  el  día  ó  el  año  del 
nacimiento  daban  generalmente  el 
nombre.  Como  sacerdote  del  dios 
Quetsalcoatl  tenía  este  otro  nom- 
bre, como  también  era  costumbre 
en  aquellos  pueblos.  Fué  su  gobier- 
no benéfico,  y  en  él  se  introdujo  la 
reforma  religiosa,  haciendo  preva- 
lecer el  inocente  culto  antiguo,  pues 
de  él  se  dice  que  jamás  quiso  sacri- 
ficar hombres,  sino  mariposas  y  cu- 
lebras que  cogía  en  el  campo.  Era 
el  verdadero  padre  de  sus  subditos, 
pues  se  cuenta  que  como  á  hijos  los 
quería.  Fué  su  reino  la  época  de 
mayor  prosperidad  de  los  tolteca, 
y  por  eso  á  él  se  refieren  metafóri- 
camente las  invenciones  de  todas 
las  artes,  el  conocimiento  de  la  agri- 
cultura y  de  la  minería,  y  aun  el 
descubrimiento  del  jugo  del  ma- 
guey. Por  eso  metafóricamente  se 
ha  dicho  que  el  extranjero  Quetsal- 
coatl introdujo  esos  adelantos  des- 
conocidos de  los  nahoas.  No:  los 
nahoas,  ya  de  muy  atrás,  desde  el 
antiguo  y  poderoso  imperio  tlapal- 
teca,  sobresalían  en  las  artes  y  en 
las  ciencias.  Muéstranlo  su  admi- 
rable calendario,  superior  al  Julia- 
no y  aún  al  Gregoriano,  que  lo  tomó 
en  cuenta;  las  ruinas  de  su  porten- 


tosa arquitectura;  los  preciosos  ob- 
jetos de  cerámica  que  en  ellas  se 
encuentran,  y  aún  sus  mismos  mi- 
tos religiosos,  producto  de  su  obser- 
vación y  de  su  poesía.  Absurdo  se- 
ría sostener  que  los  tolteca  no  co- 
nocieron la  agricultura  hasta  que 
se  las  enseñó  Quetsalcoatl,  cuando 
los  nahoa  habían  sido  un  pueblo 
esencialmente  agrícola;  que  de  él 
aprendieron  la  minería,  cuando  las 
tribus  más  antiguas  ya  trabajaban 
el  cobre,  y  cuando  precisamente  en 
la  región  tolteca  no  había  minera- 
les. ¿Cómo  pudo  el  supuesto  extran- 
jero inventar  el  licor  del  maguey, 
planta  abundantísima  en  la  región 
de  los  meca  que  de  él  traía  su  nom- 
bre, y  cuando  el  viejo  dios  Tlaloc 
derivaba  el  suyo  precisamente  del 
de  ese  licor,  octli?  ;Cómo  pudo  en- 
señarles el  arte  de  la  platería,  su- 
perior la  de  los  nahoas  á  la  del  Vie- 
jo Mundo?  ¿Cómo  á  tejer  el  algodón 
y  la  pluma,  si  esos  tejidos  ni  se  co- 
nocían del  otro  lado  del  Atlántico? 
¿Cómo  la  arquitectura,  si  ni  los  pa- 
pas de  Irlanda,  ni  escandinavos,  ni 
islandeses  podían  presentar  monu- 
mentos como  los  todavía  hoy  admi- 
rados de  esas  regiones?  Pero  esta 
civilización  había  llegado  á  su  ma- 
yor grado  en  Tollan  en  el  reinado 
de  Quetsalcoatl;  se  habían  confun- 
dido ya  los  prodigios  de  las  dos 
grandes  civilizaciones,  y  por  eso  la 
leyenda,  siguiendo  el  lenguaje  que 
siempre  usa,  lo  llama  su  inventor. 
«Es  asombrosa  la  precisión  con 
que  la  leyenda,  en  pocas  palabras, 
nos  pinta  aquel  estado  de  adelanto. 
Los  palacios  de  Quetsalcoatl  esta- 
ban tapizados,  ya  de  riquísimas 
plumas,  ya  de  concha  y  corales,  ya 
de  oro.  Inventaba  ya  el  licor  del 
maguey,  ya  el  sabroso  jugo  del  ca- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


cao,  manifestando  así  los  prodigios 
de  la  agricultura.  Los  de  la  mine- 
ría se  expresaban  diciendo  que  iba 
á  la  montaña  á  fabricar  piedras  ver- 
des y  azules,  y  recibía  turquesas  y 
esmeraldas  de  otras  región  es,  expre- 
sión del  desarrollo  del  comercio. 
Asi,  ciencias,  artes,  industria,  agri- 
cultura, minería  y  comercio,  todo 
contribuía  bajo  el  gobierno  de  Que- 
tsalcoatl é,h3,cer  de  ToUan  el  empo- 
rio de  la  civilización  nahoa. 

«Pero  su  obra  más  grande  no  fué 
llenar  de  palacios  y  templos  su  ciu- 
dad, no  fué  el  hacerla  la  más  rica 
y  poderosa  de  su  época,  no  fué  el 
inundarla  de  ciencia  y  bienestar, 
sino  que  estando  ya  convertida  por 
sus  ritos  bárbaros  en  una  sociedad 
de  fieras,  volvió  á  hacer  de  ella  una 
nación  de  hombres.  Más  hermoso 
que  como  estrella  de  la  mañana,  es 
Quetsalcoatl  como  reformador. 

«Nadie  debió  atreverse  á  varón 
tan  superior,  y  por  eso  la  crónica 
nos  dice  que  á  los  diez  años  de  rei- 
nado murió  en  el  poder. 

«Motivo  de  duda  nos  presenta  la 
crónica,  puesto  que  después  nos 
vuelve  á  hablar  de  otra  muerte 
trágica  de  Queisalcoatl  á  los  doce 
años,  en  el  ce  acatl,  9 Al.  Fácil  es  la 
explicación.  Subió  Quefsalcoatl  al 
trono  por  un  movimiento  irresisti- 
ble popular,  nacido  de  la  admiración 
de  sus  virtudes  y  del  odio  al  culto 
bárbaro  entonces  entronizado.  Se 
le  nombró  rey  y  gran  sacerdote  de 
Tollan,  y  se  sustituyó  la  monarquía 
con  la  teocracia.  A  la  muerte  de  un 
rey  hubiera  recibido  el  poder  el  hi- 
jo del  rey:  á  la  del  sumo  sacerdote  ¡ 
dcbia  recibirlo  otro  sumo  sacerdote,  ^ 
otro  Qííctsakoatl  que  debiera  soste- 
ner la  reforma  de  su  antecesor.  La 
teocracia  continuó  doce  años  más. 


«Pero  toda  reforma  produce  una 
reacción,  que  si  no  se  atrevió  á  levan- 
tarse en  vida  de)  gran  reformador, 
porque  los  grandes  caracteres  siem- 
pre se  imponen,  se  alzó  en  armas  in- 
mediatamente después  de  su  muer- 
te; esto  está  probado  con  una  admi- 
rable concordancia  de  fechas. 

«Hemos  visto  antes  cómo  los  me- 
ca invadieron  la  península  maya. 
Parece  que  los  reyes  de  raza  mix- 
ta ó  nahoa  adoptaron  el  nombre  de 
Totoxihuitl,  pájaro  precioso,  ó,  se- 
gún la  corrupción  maya,  Ttitul  Xiu. 
Pues  bien,  más  tarde  vuelve  á  apa- 
recer el  dominio  délos  Ttitul  Xiu  de 
los  nahoas,  y  es  el  rey  Ajehuitok, 
Ahuizotl,  y  fundan  á  Uxmal,  y  allí, 
ya  no  conquistadores  absolutos,  si- 
no aliados  á  los  reyes  de  Chichen 
Itza  y  de  Mayapan,  gobiernan  dos- 
cientos años.  Pío  Pérez  fija  la  épo- 
ca de  la  llegada  de  los  nahoas  en 
el  año  de  936;  Brasseur  quiere  que 
sea  el  de  981.  Poco  importa  esa  di- 
ferencia. Ella  nos  da  un  precioso 
dato,  que  bien  podría  retardarse 
algunos  años  con  la  otra  fecha.  En 
981  empieza  la  nueva  invasión  na- 
hoa en  la  península  maya;  esto 
acusa  que  á  la  muerte  de  Quetsal- 
coatí  había  comenzado  en  el  reino 
de  Tollan  la  guerra  civil  religiosa 
y  que  habían  principiado  las  emi- 
graciones de  aquellos  pueblos,  hu- 
yendo de  los  desastres  de  la  guerra. 
En  9vS5  muere  Quetsalcoatl,  y  en 
981  encontramos  á  los  fugitivos  tol- 
teca  haciendo  con  su  ciencia,  de 
Uxmal,  ciudad  tan  prodigiosa,  que 
sus  ruinas  son  hoy  nuestro  asombro. 
Según  los  datos  de  Cogolludo,  los 
señores  de  Mayapan  son  los  coco- 
mes,  los  creyentes  de  Cuculcan  6 
QuetzalcoaÜ.  En  la  lucha  con  los 
partidarios  del   dios    TcBcatlipoca, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


91 


para  conservar  su  culto,  huyen  los 
del  dios  Quet^alcoatl.  Así,  la  lucha 
simbólica  de  los  dos  astros  se  había 
convertido  en  realidad:  la  religión 
nahoa  pasó  desde  ese  día  á  ser  his- 
tórica, cuando  hasta  entonces  no 
había  sido  sino  astronómica. 

«De  esa  primera  lucha  civil  hay- 
claros  vestigiosen  laleyenda.  Jí^^ca- 
tlipoca,  para  destruir  á  Quetsalcoatl, 
se  une  con  Toltecatl  é  Ihuimecatl. 
Tescatlipoca  dice  que  sus  subditos 
van  de  Nonoaltepec.  Los  emisarios 
que  envía  son  Coyotl,  Tnahuatl  é 
Inamantecatl.  Llegan  en  su  marcha 
á  Xonacapayocan  y  los  recibe  il/«a:- 
tlaton,  y  cuando  son  pregimtados, 
dicen  que  van  de  TlamacaBcatepec 
y  Tollantepec.  ¿Quién  no  ve  aquí  á 
los  partidarios  de  la  vieja  religión 
buscando  alianzas  contra  la  refor- 
ma? Ellos  dicen  que  son  de  Tollanie- 
pee,  la  ciudad  de  los  tolteca,  y  de 
Tlamacaseatepee .  la  ciudad  de  los 
sacerdotes.  Son  el  viejo  sacerdocio 
y  el  pueblo  fanático  que  se  levantan, 
llaman  en  su  auxilio  á  los  nonoalca 
y  á  los  ihuimeca  ó  meca  de  plumas, 
que  habían  conservado  la  vieja  reli- 
gión en  el  país  de  los  meca,  y  por 
eso,  sin  duda,  habla  Veytia  de  régu- 
los de  Xalizco;  llegan  á  Xonaca- 
payocan y  encuentran  un  aliado  en 
Maxtla.  Mandan  los  emisarios,  cuyo 
nombre  nos  da  la  leyenda,  y  comien- 
za la  guerra.  A  los  doce  años  la 
segunda  teocracia  estaba  vencida; 
pero  el  viejo  Sacerdocio  no  se  había 
hecho  del  poder:  los  tolteca  habían 
elegido  rey.  La  lucha  entre  la  reac- 
ción y  la  reforma  no  se  había  deci- 
dido: estaba  aplazada. 

«La  monarquía  continuó,  desde 
el  año  947  al  1046,  por  un  siglo:  en- 
tonces volvió  á  emprenderse  la  lu- 
cha que  ya  no  podía  ser  sino  de 


completa  destrucción  ó  de  entera 
victoria.  Veamos  lo  que  dice  la 
crónica.  La  crónica  estáde  tal  mane- 
ra complicada  en  esta  parte,  que 
creíamos  que  la  teocracia  de  Hue- 
mac  había  sido  anterior  á  la  nueva 
de  Qtietsalcoatl,  y  que  con  ésta  ha- 
bía terminado  el  reino  de  Tollan. 
Pero  concordando  los  diversos  da-  . 
tos  resulta  que  al  parecer  la  religión 
vieja  se  había  sobrepuesto  durante 
los  últimos  años  de  la  monarquía,  y 
que  entonces  hubo  un  nuevo  levan- 
tamiento en  favor  de  la  reforma, 
en  favor  de  Quetsalcoall.  La  lucha 
volvía  á  comenzar.  Tuvo  esto  lugar 
en  el  año  9  tochtli,  1046:  á  la  muerte 
del  rey  Tlilcoatsin,  y  parece  que 
ayudados  por  Tos  chalca  de  Xicco, 
los  tolteca  trajeron  al  gran  sacerdo- 
te de  Quetsalcoatl  al  trono  y  al  su- 
mo poder  sacerdotal.  Entonces  co- 
menzó la  tercera  teocracia  de  To- 
llan y  la  segunda  de  Quetsalcoatl. 
Seguiremos  llamando,  como  la  cró- 
nica, Quetsalcoatl  al  jefe  supremo, 
nombre  que  recibía  del  dios  de  cu- 
yo culto  era  sumo  sacerdote.  La 
guerra  civil  se  ensangrentó:  de- 
dicados los  hombres  á  la  guerra, 
los  campos  fueron  abandonados,  y 
en  el  año  7  tochtli,  1070,  comenzó  la 
espantosa  hambre  de  siete  años,  que 
fué  parte  principal  para  la  destruc- 
ción del  reino  y  emigración  de  los 
tolteca  á  otras  regiones.  En  el  año 
1080  pone  Cogolludo  la  llegada  á 
Mayapan  de  los  cocomes  llevando 
el  culto  de  Cuculcan  6  Quei^alcoatl. 
Los  sacrificios  sangrientos  tuvieron 
grandes  creces.  Como  represalia 
tomábase  á  los  hijos  de  los  caudillos 
para  sacrificarlos.  La  guerra  civil 
y  religiosa  había  durado,  desolán- 
dolo todo,  hasta  el  año  8  tochtli, 
1110. 


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92 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


«Parece,  por  las  noticias  vagas 
y  confusas  de  la  crónica,  que  en  es- 
te afto  de  1110  fué  al  fin  vencida  la 
reforma,  expulsados  los  Quetj&al- 
coatí,  y  que  triunfando  la  religión 
vieja,  fué  electo  rey  y  sumo  sacer- 
dote Huemac,  nombre  que,  como 
hemos  visto,  se  daba  al  jefe  del  cul- 
•  to  antiguo,  cuya  principal  deidad 
era  Tescatlipoca.  En  ese  año  lle- 
gan á  Tollan  los  bárbaros,  aliados 
de  Huemac  para  el  triunfo.  La  cró- 
nica les  da  los  nombres  del  demo- 
nio: Tlacatecolotl  é  Ixcuiname,  y 
dice  que  salieron  por  Cuextlan,  lo 
que  hace  presumir  la  alianza  de  los 
cuexteca.  Entronizóse  el  culto 
bárbaro  con  la  cuarta  teocracia  y 
segunda  del  culto  viejo.  Comenza- 
ron á  asolar  los  pueblos  vecinos  pa- 
ra tomar  cautivos  que  sacrificar  á 
su  dios.  A  los  partidarios  del  culto 
de  Quetsalcoatllos  persiguieron 
sin  descanso.  Arrojados  de  Tollan 
se  refugiaron  en  Teotihuacan; 
perseguidos  allí  buscaron  asilo  en 
Cholollan:  de  allí  también  fueron 
lanzados.  Los  hemos  visto  llegar  á 
fundar  ciudades  en  la  península  ma- 
ya: en  otras  partes  se  iban  estable- 
ciendo, y  ellos  son  los  fundadores 
de  Xicalanco,  preciosa  y  riquísima 
región  que  se  extendía  desde  Ta- 
basco  hasta  Xaltipan. 

«El  reino  de  Tollan  se  debilitaba 
día  á  día:  el  hambre,  la  peste,  las 
numerosas  y  continuas  emigracio- 
nes, todo  acababa  con  él.  Mil  funes- 
tos presagios  anunciaban  su  ruina 
y  por  fin  el  año  13  acatl,  1115,  los 
antiguos  aliados,  los  bárbaros,  vien- 
do que  el  reino  estaba  de  sazón  para 
hacer  de  él  su  presa,  se  precipitaron 
á  su  conquista  y  destrucción.  La 
guerra  comenzó  en  Nextalpan  al 
norte  de  Tollan.  Se  ensangrentó  ho- 


rriblemente la  lucha:  los  prisione- 
ros que  de  una  y  otra  parte  se  co- 
gían eran  inmediatamente  sacrifi- 
cados. La  batalla  continuó  hasta 
Texcalapan:  allí  fué  hecho  prisio- 
nero un  otomí  que  se  hallaba  pre- 
parando armas  en  Atoyac  y  fué  de- 
sollado. Dice  el  cronista  que  de 
entonces  data  el  feroz  sacrificio  lla- 
mado Tlacaxipehualistli.  En  el  año 
ce  tecpatl,  1116,  quedó  destruida  la 
nación  tolteca. 

«Vimos  á  los  emigrantes  bajar  de 
la  región  tlapalteca  á  fines  del  siglo 
VI,  fundar  bajo  la  teocracia  que  los 
había  guiado  en  su  viaje,  el  reino 
poderoso  de  Tollan,  conquistan- 
do los  señoríos  de  Teotihuacan  y 
Cholollan;  los  hemos  visto  enton- 
ces, practicando  su  religión  primiti- 
va, hacer  de  las  pirámides  de  Teoti- 
huacan altares  al  sol  y  á  la  luna,  sus 
dioses  Tonacatectitli  y  Tescatlipo- 
ca,  y  de  la  de  Cholollan  templo  de 
Quetsalcoatl,  la  estrella  de  la  tar- 
de; hemos  visto  cómo  la  lucha' sim- 
bólica y  astronómica  de  Tescatli- 
poca  y  Quetsalcoatl  se  convirtió  en 
contienda  de  cultos;  cómo  Ce  acatl 
Queísalcoatl  emprendió  la  reforma 
religiosa  contra  el  rito  de  Tescatli- 
poca,  que  en  bárbaro  se  había  con- 
vertido, y  cómo  la  reacción  trajo  la 
guerra  civil  entre  los  tolteca,  mu- 
dando la  antigua  lucha  astronómi- 
ca en  lucha  histórica;  hemos  visto  á 
los  partidarios  de  QuetBalcoatl  hu- 
yendo á  regiones  remotas,  y  triun- 
fante al  fin  el  culto  sanguinario  de 
Tczcatlipoca;  pero  al  alcanzar  éste 
la  victoria,  los  bárbaros  destru- 
yen la  ciudad,  saquean  y  reducen  á 
escombros  templos  riquísimos  y  lu- 
josos palacios,  roban  las  esmeral- 
das, las  turquesas,  el  oro  y  las  plu- 
mas de  Quetsal  de  los  magnates. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


93 


y  con  la  gran  ciudad  desaparece 
la  religión  primitiva;  la  religión  se 
torna  histórica;  Quetsalcoatl  y  Tes- 
catlipoca  son  las   grandes  deida- 
des de  toda  lucha  posterior;  los 
partidarios  de  ésta  han  perdido  la 
gran  ciudad,  pero  han  triunfado  en 
la  contienda  del  culto,  y  sus  ideas 
dominarán  en  el  culto  sucesivo;  los 
de  aquél,  al  ser  expulsados,  convier- ! 
ten  en  histórica  la  profecía  astronó- 1 
mica,  y  ofrecen  que  volverán  por  el ' 
oriente:  así  se  planteábala  cuestión  i 
de  lo  porvenir. 

«El  gran  sacerdote  Huemac,  al 
salir  deToUan  con  sus  últimos  par- ! 

tidarios,  se  dirigió  á  Xaltocan 

después  de  atravesar  por 

Chapultepec,  llegaron  á  Culhuacan, 
y  allí  los  emigrantes,  dejando  el  go- 
bierno teocrático,  eligieron  rey  á 
Nauhyotl.  En  el  año  chicóme  tochtlt, 
1122,  viéndose  Huentac  abandona- 
do de  todos  los  tolteca,  se  ahorcó  de 
una  cuerda  en  Chapultepec,  en  el 
lugar  llamado  Ctncalco.» 

La  interpretación  simbólica  que 
de  Quetsalcoatl  ha  hecho  Chavero 
(R,  I.  P.  Acaba  de  morir,  ayer,  24  de 
octubre  de  1906)  en  la  disertación 
preinserta,  presentá;idolo,  como 
dios,  la  estrella  vespertina,  y  co- 
mo hombre,  uno  de  los  reyes  de  To- 
Uan;  esa  interpretación,  repetimos, 
es  muy  ingeniosa,  y  mientras  no  se 
impugne  con  razonamientos  funda- 
dos en  la  historia,  debe  admitirse 
como  la  más  cercana  á  la  verdad. 

Según  Chavero,  Quetsalpetlatl 
era  esposa  de  Quetsalcoatl,  pues 
dice:  «Embargada  ya  (por  la  em- 
«briaguez),  Ihuimecatl  y  Tolte- 
•caí/  se  pusieron  á  cantar.  Y  tem- 
«bloroso  levantó  su  voz  Quetsal- 
•coaíl,  cantando:— Querida  esposa 
«mía,  Quetsalpeílatsin,  gocemos  to- 


«mando  este  licor.  ¡Ay,  ay,  ay!»  En 
los  Anales  de  Cuauhtitlan  se  dice: 

« hizo  llamar  á  su  hermana 

«mayor  llamada  Queí^alpetlatl  pa- 

«ra  tomar  parte  en  el  desorden » 

La  copla  que  cantó  Quetsalcoatl 
antes  de  que  llegara  su  hermana, 
según  los  Anales,  es  ésta: 

Quetzal,  Quetzal  no  callt, 
Zacuan  no  calli  tapach 
No  calli  nic  ya  cahuaz 
Au  ya  au  ya  Quilmach 

Traducida,  dice: 

«De  pluma  rica  mi  casa, 
De  zacuan  mi  casa  de  coral, 
Dizque  la  voy  á  dejar. 
Ya,  ya,  ya dizque.» 

A  juzgar  por  esta  copla,  hay  que 
confesar  que  entre  tantas  habilida- 
des que  atribuyen  á  Quetsalcoatl, 
no  tenía  la  de  la  poesía. 


XXVIII 

En  México  se  tributaba  solemne 
culto  á  Quetsalcoatl,  como  astro, 
como  dios;  pero  el  pueblo  lo  adora- 
ba como  el  personaje  deificado,  3' 
en  este  concepto  esperaban  su  vuel- 
ta, en  carne  mortal,  por  el  oriente. 

Su  templo  estaba  en  el  sitio  com- 
prendido entre  el  Cuacuautlinchan , 
«Su  casa  de  los  Águilas,»  y  la  ac- 
tual calle  de  las  Escalerillas,  tras 
de  la  Catedral.  Se  elevaba  sobre 
una  pirámide  de  un  solo  cuerpo,  á 
la  cual  se  subía  por  gradas,  y  era 
un  edificio  redondo  cubierto  con  un 
chapitel  labrado  á  manera  de  techo 
de  paja,  con  puerta  estrecha  y  que 
figuraba  la  boca  de  una  serpiente 
feroz,  con  sus  ojos,  dientes  y  colmi- 

24 


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ANALES  ÜEL  MUSEO  NACIONAL. 


líos,  poniendo  espanto  en  el  cora- 
zón de  quienes  se  acercaban. 

Chavero  hace  observar  que  el  po- 
co cuidado  de  comparar  los  dife- 
rentes textos  ha  hecho  que  no  se 
comprenda  la  identidad  del  templo 
de  Qtietj^alcoatl  con  el  Ilhuicati 
Han  de  Sahagún,  el  cual  se  ha  to- 
mado por  una  verdadera  columna, 
porque  el  cronista,  á  causa  de  la  for- 
ma cilindrica  de  aquél,  lo  llama  una 
columna  gruesa  y  alta,  donde  estaba 
pintada  la  estrella  ó  lucero  de  la 
mañana,  y  sobre  la  columna  un  cha- 
pitel hecho  de  paja.  Agrega  Sa- 
hagún que  delante  de  esta  colum-^ 
na  y  esta  estrella,  mataban  cauti- 
vos cada  año  al  tiempo  que  apare- 
cía aquel  planeta. 

Dice  Chavero  que  este  templo 
daba  su  frente  hacia  las  Escaleri- 
llas, y  tenía  un  patio  mediano,  don- 
de el  día  de  su  fiesta  se  hacían 
grandes  bailes  y  regocijos  y  muy 
graciosas  farsas  y  representacio- 
nes, para  lo  cual,  en  medio  de  aquel 
patio,  había  un  pequeño  teatro  de 
treinta  pies  en  cuadro,  muy  encala- 
do, y  que  en  las  fiestas  enramaban 
y  aderezaban  galanamente,  cercán- 
dolo de  arcos  vistosos  de  toda  cla- 
se de  rosas  y  rica  plumería,  colgan- 
do á  trechos  muchos  diferentes  pá- 
jaros y  conejos  y  otras  cosas  agra- 
dables á  la  vista:  ahí,  después  de 
que  al  rededor  de  aquel  teatro  bai- 
laban los  señores  con  sus  más  vis- 
tosos y  bizarros  atavíos,  salían  los 
representantes;  y  la  crónica  conser- 
va el  recuerdo  de  la  farsa  de  un  ba- 
boso que  se  fingía  muy  enfermo, 
mezclando  muchas  graciosas  pala- 
bras y  dichos  con  que  hacía  mover 
la  gente  á  risa;  y  otra  de  dos  ciegos 
y  dos  legañosos  que  tenían  una 
muy  chistosa  contienda,  moteján- 


dose con  muy  donosos  dichos.  Ha- 
bía también  la  farsa  del  acatarra- 
do, quien  fingía  fortísimas  toses 
con  ademanes  exagerados;  y  la  del 
moscón  y  el  escarabajo,  saliendo 
los  representantes  vestidos  al  na- 
tural de  estos  animales,  el  uno  ha- 
cieiído  zumbido  como  mosca  y 
diciendo  mil  gracias,  y  el  escara- 
bajo metiéndose  en  la  basura.  To- 
do esto  entre  los  mexicanos  era  de 
mucha  risa  y  contento. 


XXIX 

Aun  cuando  en  los  pasajes  prein- 
sertos de  Chavero  se  dice  algo  so- 
bre que  Quetzalcoatl  no  sólo  fué 
un  cristiano  que  predicó  el  Evange- 
lio en  México,  sino  el  mismo  após- 
tol Santo  Tomás,  que,  cumpliendo 
con  el  precepto  de  Jesús  Nazareno 
ásus  apóstoles,  de  que  fueran  á  pre- 
dicar el  Evangelio  por  todo  el  mun- 
do, se  dirigió  al  continente  que  des- 
pués había  de  llamarse  América;  sin 
embargo,  como  las  disquisiciones 
sobre  este  punto  han  ocupado  á  es- 
critores ilustres,  ya  en  pro,  ya  en 
contra,  nos  pi:oponemos  tratarlo  con 
mayor  amplitud  para  que  los  lecto- 
res conozcan  á  fondo  la  cuestión, 
que  si  no  es  interesante,  sí  es,  por 
lo  menos,  muy  curiosa. 

El  P.  Duran  fué  el  primero  que 
dijo  que  un  apóstol  había  predicado 
el  Evangelio  en  estas  regiones;  Be- 
cerra Tanco  encontró  que  Quetsal- 
coatl  y  Tomás  significan  lo  mismo; 
y  el  jesuíta  Sigüenza  y  Góngora 
afirmó  que  Quelsalcoall  fué  el  após- 
tol santo  Tomás,  que  predicó  el 
Evangelio  á  los  indios.  No  hemos 
tenido  á  la  vista  el  MS.  de  Sigüen- 
za, titulado  Fénix  de  Occidente^  en 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


95 


que  trata  el  jesuíta  de  la  cuestión; 
así  es  que  no  insertaremos  en  este 
artículo  ningún  párrafo  de  tan  ex- 
traña obra.  Pero  otros  escritores 
de  los  siglos  XVII  y  XVIII  opina- 
ron como  Sigtienzíi,  y  entre  ellos  el 
Lie.  Don  Ignacio  Borunda.  Por  ge- 
neroso donativo  del  sabio  obispo  de 
Cuernavaca,  Monseñor  Planearte, 
llegó  á  nuestras  manos  la  obra  de 
Borunda,  titulada  Clave  General 
de  GerogUficos  Americanos,  obra 
manuscrita  á  fines  del  siglo  ante- 
pasado, y  perdida  para  la  bibliogra- 
fía mexicana,  y  aún  ignorada  por 
algunos  de  nuestros  historiadores, 
hasta  que  el  duque  Loubat,  ese  mo- 
derno lord  Kingsborough,  la  exhu- 
mó desglosándola  de  la  causa  que 
se  le  instruyó  al  mal  aventurado 
fraile  dominico  Servando  Teresa 
de  Mier  por  el  peregrino  sermón 
que  predicó,  diciendo  que  la  imagen 
de  la  Virgen  de  Guadalupe  se  había 
aparecido  en  la  capa  de  santo  To- 
más y  no  en  la  tilma  del  indio  Juan 
Diego,  y  que  fué  el  origen  de  sus 
innumerables  desventuras. 

Aunque  sentimos  regocijo  con  la 
adquisición  de  este  libro,  no  nos  de- 
jamos seducir  por  su  título,  porque 
sustentamos  la  convicción  de  que  no 
hay  clave  general  ó  llave  maestra 
para  abrir  las  herrumbrosas  cerra- 
duras del  clausurado  santuario  de 
los  jeroglíficos;  y  continuando  la 
metáfora,  diremos  que  los  que  han 
alcanzado  á  vislumbrar  los  tesoros 
que  se  ocultan  bajo  las  bóvedas  de 
tan  grandioso  templo,  lo  han  conse- 
guido asomándose  por  las  ventanas 
de  la  tradición  de  la  historia,  del 
idioma  y  de  la  fisiografía.  Sin  em- 
bargo, recorrimos  con  avidez  las  pá- 
ginas del  libro,  abrigando  la  espe- 
ranza de  disipar  algunas  de  nues- 


tras dudas,  ó  de  confirmar  varias 
interpretaciones  que  hemos  expues- 
to como  propias.  Si  en  algo  vimos 
•satisfechas  nuestras  esperanzas,  no 
lo  fué  en  verdad  en  lo  que  tiene  re- 
lación con  la  identidad  entre  el  após- 
tol Tomás  y  Quelzalcoatl,  No  bas- 
taría extractar,  ni  aún  transcribir 
pasajes  de  Borunda,  para  que  fue- 
ran entendidos  por  los  lectores.  Se- 
rá necesario  que  la  transcripción 
vaya  precedida  de  una  sucinta  ex- 
plicación de  la  índole  de  la  obra  y 
de  la  obsesión  que  dominó  el  ánimo 
del  autor  al  tiempo  de  escribirla. 

Hemos  dicho  que  Sigüenza  y  Gón- 
gora  escribió  una  obra  que  tenía  por 
título  Fénix  de  Occidente,  para  pro- 
bar que  santo  Tomás  apóstol  había 
predicado  el  Evangelio  en  México. 
Ya  entre  los  viejos  cronistas  se  ha- 
bía manifestado  el  empeño  de  en- 
contrar entre  los  mexicanos  las  tra- 
diciones bíblicas  y  conocimiento  del 
cristianismo.  En  el  jeroglífico  de  la 
peregrinación  azteca  pretendían 
encontrar  el  diluvio  de  Noé,  la  con- 
fusión de  las  lenguas  en  la  torre  de 
Babel  y  la  dispersión  en  la  llanura 
de  Sunar.  Fábrega,  el  intérprete  del 
Códice  Borgiano,  vio  en  las  pintu- 
ras de  los  indios  referencias  al  pa- 
raíso y  al  pecado  original.  Boturini, 
Veytia  y  el  mismo  sabio  Gama  ha- 
blan del  conocimiento  que  los  na- 
hoas  habían  tenido  de  la  detención 
del  sol  por  Josué,  y  del  eclipse  acae- 
cido en  la  muerte  de  Jesucristo,  sin 
preocuparse,  como  lo  hace  observar 
un  historiador,  de  que  cuando  era 
de  día  en  el  hemisferio  en  que  se  su- 
ponían pasados  esos  hechos,  era  de 
noche  en  éste,  y  no  podía  saberse  lo 
que  al  sol  le  estaba  pasando.  Nin- 
gún partidario  fué  tan  fiel  á  tan  erró- 
neas enseñanzas  como  el  Lie.  Bo- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


runda,  y  fundó  y  sustentó  sus  estó- 
lidas doctrinas  en  la  interpretación 
que  hizo  de  los  jeroglíficos  que  se 
observan  en  las  tres  piedras,  que  él 
llama  peñascos,  que  se  encontra- 
ron en  el  subsuelo  de  la  plaza  de 
Armas  de  México,  en  la  última  dé- 
cada del  siglo  XVIII.  Esas  piedras, 
que  trastornaron  el  juicio  del  Lie. 
Borunda,  son:  la  estatua  colosal  de 
la  diosa  Teoyaomicqui,  conocida  hoy 
con  el  nombre  de  Coatlicue,  «la  que 
tiene  su  falda  de  culebras;»  la  co- 
nocida con  el  nombre  de  Calenda- 
rio Asleca;  y  el  Cuauhxicalli  de  Ti- 
soc,  vulgarmente  llamada  «Piedra 
de  los  sacrificios.»  Estas  tres  pie- 
dras están  en  el  Museo  Nacional. 

De  estos  tres  peñascos,  el  prime- 
ro fué  para  el  Lie.  Borunda  un  ra- 
diógrafo  de  los  rayos  X  de  Róen- 
gen,  pues  con  su  auxilio  penetró  su 
mirada  hasta  el  siglo  I  de  la  Era 
Cristiana,  y  alcanzó  á  ver  al  após- 
tol santo  Tomás  atravesando  los 
océanos  á  pie  enjuto,  ó  empleando 
su  capa  á  guisa  de  barquilla,  hasta 
poner  sus  plantas  en  las  playas  de 
la  Patagonia;  lo  ve  después  inter- 
narse por  las  Pampas,  ascender  á 
las  cumbres  de  los  Andes  y  tomar 
reposo  en  las  altiplanicies  del  Cuz- 
co, donde  se  convierte  en  Inca  y  da 
principio  á  su  tarea  de  predicar  el 
Evangelio;  cuando  los  ascendien- 
tes de  Atahualpa  se  mostraron  ob- 
servantes de  la  nueva  religión,  pro- 
siguió su  camino  y,  subiendo  y  ba- 
jando por  las  escarpadas  serranías 
del  Ecuador,  de  Nicaragua  y  de 
Cuauhtemallan,  llegó  al  territorio 
donde  hoy  se  encuentran  las  ruinas 
de  Mictla  y  de  Palemke,  y  predicó  de 
nuevo  el  Evangelio;  profundiza  más 
la  mirada  el  clarividente  y  ve  al  san- 
to apóstol  llegar  al  corazón  del  Ana- 


huac,  donde  encuentra  establecida 
una  gran  nación;  pero  no  en  el  fon- 
do del  Valle  llamado  hoy  de  Méxi- 
co, sino  en  las  asperezas  de  la  se- 
rranía del  Sur,  cerca  de  Axochco 
(A  jusco),  y  allí  su  predicación  es  pro- 
digiosa, pues,  convertido  en  Que- 
tsalcoatl,  «culebra  preciosa,»  des- 
truye antiguas  religiones,  enseña  la 
cristiana,  funda  templos  y  estable- 
ce la  ¡Eucaristía!  Pero  ¿omo  en  el 
An^huac  no  había  trigo  ni  uvas,  no 
adoptó  las  especies  de  pan  y  vino, 
sino  que  con  semillas  de  bledos  ha- 
cían una  estatua  de  Jesucristo,  y 
después  de  adorarla,  se  la  comían 
los  fieles. 

(Esta  ceremonia  la  encontraron 
en  uso  los  conquistadores;  pero  la 
estatua  ya  no  representaba  á  Jesu- 
cristo, sino  á  HuitBilopochtliy  y  la 
llamaban  los  mexicanos  Teocualo, 
^Dios  comido.^) 

Según  Borunda,  veinte  .años  em- 
pleó santo  Tomás  en  su  predicación 
en  América,  y  él  fué  el  que  enseñó 
á  los  toltecas,  que  fundaron  Tollan 
en  el  siglo  VIII,  á  bañarse,  á  traba- 
jar el  oro  y  la  plata,  el  arte  culinario 
y  el  de  la  medicina.  Antes  de  mar- 
charse del  Anahuac,  previendo  la 
apostasía  de  los  pueblos  converti- 
dos, escondió  en  varias  cuevas  las 
imágenes  de  Jesús  y  de  María  que 
les  había  pintado  ó  esculpido  á  los 
nahoas  cristianos,  y  esas  imágenes 
fueron  las  que  se  aparecieron  des- 
pués de  la  Conquista,  y  que  hoy  se 
veneran  en  Chalma,  en  Ameca,  en 
Guadalupe,  en  Tlaltenango  y  en  tan- 
tos otros  lugares.  El  Señor  de 
Chalma  es,  según  opina  Borunda, 
la  deidad  que  depués  llamaron  los 
mexicanos  Tlaaolteotl,  la  diosa  del 
estiércol  y  de  la  basura,  esto  es,  la 
Venus  cloacina  de  los  romanos.  La 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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última  mirada  de  Borunda,  siguien- 
do al  santo  apóstol,  se  dirige  á  Xi- 
callanco;  allí  lo  ve  embarcarse  en 
el  esquife  en  que  había  venido,  esto 
es,  en  su  capa,  y  dirigirse  á  la  isla 
de  Cozumel,  donde  implanta  unas 
cruces,  como  último  testimonio  de 
su  advenimiento  á  la  futura  Amé- 
rica. 

La  tradición,  la  historia,  la  crono- 
logía, el  idioma,  todo  se  opone  á  las 
apocalípticas  interpretaciones  del 
famoso  Borunda;  pero  él  se  desem- 
baraza de  estos  obstáculos  decla- 
rando urbi  et  orbi  que  la  tradición 
era  falsa,  porque  los  nahoas  após- 
tatas habían  ocultado  todas  las  ver- 
dades; que  la  historia  adolecía  de 
los  mismos  errores,  porque  sus 
autores  ignoraban  también  la  ver- 
dad; que  los  cómputos  cronológicos 
eran  inexactos,  porque  el  Tonala- 
matl  (calendario)  tolteca  y  el  mexi- 
cano tenían  por  punto  de  partida 
una  época  falsa;  y,  por  último,  que 
el  idioma  no  había  revelado  las 
augustas  y  siintas  verdades  de  los 
primeros  siglos  del  cristianismo, 
porque  tenía  un  sentido  alegórico 
que  se  había  escapado  á  la  penetra- 
ción de  los  Olmos,  de  los  Molina,  de 
los  Sahagún  y  de  todos  los  nahua- 
tlatos que  se  distinguieron  entre 
los  misioneros.  Para  dar  ejemplo 
de  las  extravagancias  á  que  some- 
tió Borunda  el  idioma  náhuatl,  en 
su  afán  de  comprobar  el  paso  de 
santo  Tomás  por  la  tierra  de  Cuau- 
temoc  y  de  Nezahualcoyotl,  mos- 
traremos al  lector  las  etimologías 
que  atribuye  á  las  palabras  Tisatl 
y  Tomatl,  de  que  se  han  formado 
los  aztequismos  tisar  y  tomate,  ob- 
jetos de  todos  conocidos: 

«De  este  absorvente  (el  tisatl)— 
«dice  Borunda — es  sabida  su  apli- 


«cacion  á  curaciones  de  Azedías, 
«Lombrices  y  otras  enfermedades, 
«pero  no  en  el  estado  de  inexplica- 
«ble  atenuación  y  divisivilidad,  co- 
«mo  lo  instruyen  las  aguas  en  que 
«se  anotó  disuelta  con  el  distintivo 
^tisatl,  Agua  atl,  de  Médico  tisitl.^ 
Ese  médico  no  es  otro  sino  santo 
Tomás. 

Del/owrt/^dice:  «De  esta  produc- 
«cion  usan  los  naturales  en  sus  ali- 
«mentos,  especialmente  para  amor- 
«tiguar  el  ardor,  ó  acrimonia  del 
«Pimiento  CA////,  pero  asándolas  pri- 
«mero  en  las  brasas;  y  siendo  sabido 
«que  su  jugo  es  lenitivo,  ya  en  dolo- 
«res  de  Garganta,  ya  en  ardores  dti 
«espaldas  y  de  ríñones,  y  ya  en  otras 
«dolencias.  Si  el  distintivo  tomatl 
«se  descompone,  resulta  agua  atl, 
«itom  de  Tomé.  Esto  es,  agua  de  To- 
más.* ¿Risum  tcneatis ? 

Conocidas  ya,  por  lo  que  hemos 
expuesto,  la  índole  de  la  obra  «Cla- 
ve General  de  Geroglíficos  Ameri- 
canos,» y  la  obáesíón  que  dominó 
el  espíritu  de  su  autor,  daremos  á 
conocer  un  pasaje  relativo  á  Que- 
tzalcoatl  para  acabar  de  confirmar 
las  extravagancias  de  Borunda. 

Dice  Borunda:  « cuando 

«se  hazía  algún  llamamiento  en  el 
«Reyno  para  lo  que  aquél  (Santo 
«Tomás  ó  Quet'salcoatl)  mandaba, 
«se  subía  el  Pregonero  en  aquella 
«Sierra  TsatHtepec,  y  sus  vozes  se 
«oían  por  más  de  Cien  Leguas  has- 
«ta  las  costas  del  Mar.— Aquí  se 
«nota  haverse  traducido  al  Predi- 
«cador  por  Pregonero  t^asini,  el 
«que  grita,  y  por  ello  tratada  tam- 
«bien  aquella  tendida  cumbre  de  la 
«grande  Mole  donde  se  hizo  el  prin- 
«cipal  asiento  para  extensión  del 
«Cristianismo,  de  Tsatsitepec ,  en 
«  C,  cerro  tepetl,  para  predicar  ó  gri- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«tar  tsatsi.  Asimismo  se  advierte 
«extendida  desde  él  la  Misión  has- 
«ta  las  costas,  y  tratado  por  ella  al 
«mismo  Apóstol  de  Padre  de  Cu- 
^luacan,  ó  País  can^  que  se  inclina 
<cCulua,  como  lo  está  el  continente 
«para  ambos  mares,  permanecien- 
«do  en  la  costa  del  Sur  el  distintivo 
«Culiacan,  ó  acaecimiento  que  ins- 
«truie  en  la  era  nacional  el  segun- 
«do  Monumento  (peñasco)  hallado.» 
Qm  potest  capere  capiat. 

No  intentaremos  combatir  el 
error  capital  de  la  obra  de  Borun- 
da;  ya  el  sabio  Nigromante,  con 
mano  maestra  y  sobra  de  sal  ática, 
confundió  á  los  sostenedores  del 
peregrino  advenimiento  del  após- 
tol Didimus  á  las  tierras  descubier- 
tas por  Cristóbal  Colón.  En  uno  de 
los  párrafos  siguientes  insertare- 
mos los  puntos  principales  de  la  di- 
sertación de  D.  Ignacio  Ramírez, 
de  muy  pocos  conocida  y  de  no  fá- 
cil adquisición.  En  el  párrafo  si- 
guiente daremos  á  conocer  la  diser- 
tación escrita  por  Fr.  Servando 
Teresa  de  Mier,  que  es  un  fiel  tra- 
sunto de  las  doctrinas  de  Borunda, 
aunque  en  lenguaje  más  inteligible. 


XXX 

Dice  el  fraile  dominicano: 
«Apenas  los  Españoles  se  acer- 
caron en  1519  al  continente  de  Amé 
rica,  desembarcando  en  Cozumel 
junto  á  Yucatán,  hallaron  muchas 
cruces  dentro  y  fuera  de  los  tem- 
plos, y  en  un  patio  almenado  pues- 
ta una  cruz  grande,  en  cuyo  con- 
torno hacían  procesión  pidiendo  á 
Dios  lluvias,  y  á  todas  las  venera- 
ban con  grande  devoción.  De  ellas 
se  hallaron  en  todo  Yucatán,  aun 


sobre  el  pecho  de  los  muertos  de 
antiguo  sepultados.  De  aquí  vino 
que  los  Españoles  le  empezaron  á 
llamar  N.  España.  En  tal  relación 
convienen  todos  unánimes. 

«Herrera  dice  que  Gomara  cuen- 
ta que  algunos  Españoles  pensaron 
que  quizá  huyendo  de  los  moros  al- 
gunos de  sus  antepasados  irían  por 
allí,  pero  que  él  no  lo  cree;  y  aun- 
que en  otra  parte  dice  que  no  se 
pudo  saber  de  dónde  les  habían  ve- 
nido á  los  Indios  las  cruces  y  tanta 
devoción  con  ellas,  bien  pudo  sa- 
lir de  esta  duda  porque  imprimió  su 
historia  en  1553,  y  desde  1527  el 
Adelantado  Francisco  de  Montejo 
comenzó  la  conquista  de  Yucatán, 
y  en  algunas  provincias  que  le  re- 
cibieron pacíficamente,  especial- 
mente en  Tutulxin,  cuya  cabeza 
esMini(141eguasdedonde ahora  es 
Mérida),  se  entendió  que  pocos  años 
antes  que  llegaran  los  Castellanos 
un  Indio  principal  sacerdote  llama- 
do Chilam-Cambal,  tenido  entre 
ellos  por  gran  profeta,  dijo  que  den- 
tro de  breve  tiempo  iría  de  acia 
donde  nace  el  sol  gente  barbada  y 
blanca,  que  llevarían  levantada  la 
señal  de  la  cruz  que  les  mostró,  á 
la  cual  no  podrían  llegar  sus  dio- 
ses, y  huirían  de  ellos,  y  que  esta 
gente  había  de  señorear  la  tierra,  y 
que  dejarían  sus  ídolos  y  adorarían 
un  solo  Dios,  á  quien  aquellos  hom- 
bres adoraban.  Hizo  tejer  una  man- 
ta de  algodón,  y  dijo  que  de  aque- 
lla manera  había  de  ser  el  tributo 
que  se  había  de  pagar  á  aquellas 
gentes,  y  mandó  al  Sr.  de  Mini  que 
se  llamaba  Mochauxin,  que  ofre- 
ciese aquella  manta  á  los  ídolos  pa- 
ra que  estuviese  guardada,  y  la  se- 
ñal de  la  Cruz  hizo  hacer  de  piedra, 
y  la  puso  en  los  patios  de  los  tem- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


99 


píos  adonde  fuese  vista,  diciendo 
que  aquel  era  el  árbol  verdadero 
del  mundo,  y  por  cosa  muy  nueva 
la  iban  á  ver  muchas  gentes,  y  la 
veneraban  desde  entonces.  Y  es- 
ta fué  la  causa  que  preguntaron  á 
Francisco  Hernández  de  Córdova, 
si  iban  de  donde  nacía  el  sol,  y  cuan- 
do fué  el  adelantado  Montejo,  y  los 
Indios  echaron  de  ver  que  se  hacía 
tanta  reverencia  á  la  Cruz,  tuvie- 
ron por  cierto  lo  que  les  había  di- 
cho su  profeta  Chilamcambal. 

«Herrera  queda  muy  satisfecho 
con  esta  relación,  como  si  no  fuera 
disparate  haber  ido  allá  los  Espa- 
ñoles en  tiempo  de  los  moros,  como 
poner  un  profeta  que  mande  ofre- 
cer dones  á  los  ídolos.  Profetas  ver- 
daderos entre  los  idólatras  sólo  pu- 
dieron ocurrir  á  los  Españoles,  que 
á  cada  paso  los  encontraban  en  In- 
dias por  el  cuento  de  las  Sibilas  y 
la  historia  de  Balan.  Pero  está  de- 
mostrado que  las  predicciones  de 
las  Sibilas  fueron  una  ficción  pia- 
dosa de  los  primitivos  Cristianos, 
y  así  donde  el  Misal  Romano  lee  en 
la  secuencia  de  difuntos  teste  Da- 
vid cum  Sibilla,  substituyó  el  Pari- 
siense: crucis  expandens  vexilla. 
Balan  así  como  Job,  aunque  no  eran 
Israelitas,  eran  siervos  del  verda- 
dero Dios  que  adoraban,  aunque  el 
primero  prevaricase  para  dar  un 
mal  consejo. 

«Aun  dado  el  caso  de  un  mal  pro- 
feta, en  un  caso  de  extraordinaria 
providencia,  no  era  para  el  de  Yu- 
catán, porque  tendríamos  muchos 
que  admitir,  cuyas  profecías  á  es- 
tilo oriental  produjo  Montemayor 
en  su  historia  de  Yucatán  con  sus 
nombres  y  los  tiempos  en  que  exis- 
tieron. Pero  esos  serían  sacerdotes 
ó  sabios  que  en  diferentes  tiempos 


recordaron  la  primitiva  de  Chilam- 
Cambal,  la  cual  es  la  más  larga, 
célebre  y  conocida:  y  se  engaña 
mucho  Herrera;  ó  los  que  se  lo  con- 
taron, en  decir  que  existiera  pocos 
años  antes  de  la  conquista;  porque 
los  Indios,  según  dicho  Montema- 
yor, le  daban  cuatro  edades  de  an- 
tigüedad y  ajustada  la  cuenta,  vie- 
ne á  ser  en  los  primeros  siglos  de 
la  Iglesia.  Es  verdad  que  Monte- 
mayor  (conviene)  en  que  no  era  su 
nombre  Chilam-Cambal,  porque  él 
vio  escrito  Chilan -Balan,  y  no  ad- 
vierte que  esta  novedad  contra  el 
testimonio  de  todos  los  autores  es- 
pañoles  es  una  corrupción  mani- 
fiesta por  la  semejanza  de  letras 
para  aludir  al  profeta  Balan,  y  aca- 
baría de  convencerse,  si  supiera  que 
Chilam  Cambal  en  lengua  Chinesa 
significa  Santo  Tomás.  Y  no  hay 
que  admirarse,  de  que  venga  á  traer 
de  China  la  interpretación,  porque 
haré  ver  que  de  ella  vino  la  voz  del 
evangelio  á  las  Américas;  así  como 
el  calendario  mexicano,  que  dicen 
les  trajo  el  predicador,  es  casi  idén- 
tico al  de  los  tártaros  Chineses,  y 
la  lengua  mexicana  está  llena  de 
palabras  Chinas.  Desde  luego  con 
sólo  leer  en  el  viaje  de  lord  Macar- 
nei  las  terminaciones  de  los  mag- 
nates de  aquel  imperio,  se  verá  que 
son  las  mismas  de  los  mexicanos 
con  la  partícula  reverencial  ístn, 
etc.,  etc. 

«Tenemos  mejores  testimonios 
en  Remesal  histor.  de  Chiapa,  ¡ib. 
V,  cap.  7,  cuando  el  santo  Obispo 
de  Chiapa  llegó  á  Campeche  el  año 
1544,  de  paso  para  su  obispado  con 
religiosos  Dominicos.  «No  sólo  ave- 
«riguaron^  ellos  lo  mismo  que  Mon- 
«tejo,  sino  que  los  Indios  se  bauti- 
«zaban  todos  sin  falta,  dando  al 


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100 


ANALES   DEL  MUSEO   NACIONAL. 


«bautismo  el  nombre  de  renascen- 
«cia,  como  Jesucristo  lo  llama  en  el 
«Evangelio:  nisi  quis  renatus  fue- 
^rit  ex  aqtia,  etc.:  y  que  lo  recibían 
«con  las  mismas  ceremonias  que 
«los  Cristianos  hasta  imponiendo 
«el  lienzo  blanco,  y  con  exorcismos, 
«ayunando  antes  tres  días  los  pa- 
«dres,  y  guardando  continencia 
«ocho  días  después,  y  confesando-  i 
«se  los  que  eran  grandecillos  como  ! 
«en  la  primitiva  Iglesia  los  catecú- 
«menos.  Y  todos  usaban  la  confe- 
«sión  y  otras  muchas  ceremonias 
«de  la  Iglesia.» 

«El  Santo  Obispo  envió  á  visitar 
en  su  nombre  á  un  clérigo  Francis- 
co Hernández,  perito  en  la  lengua, 
y  éste  le  escribió:  que  habiéndoles 
preguntado  por  su  creencia  anti- 
gua respondieron,  que  creían  en  la 
Trinidad  á  cuyas  personas  daban  ' 
los  verdaderos  nombres  en  su  len- 
gua, con  perfecto  conocimiento  del 
resto  de  la  religión  de  Jesucristo, 
en  cuya  memoria  ayunaban  el  vier- 
nes, día  de  su  muerte,  y  veneraban 
á  su  madre  virgen:  que  aquella 
doctrina  venía  de  padres  á  hijos  de 
tiempos  antiguos  en  que  vinieron 
20  hombres  y  el  principal  de  ellos 
se  llamaba  Cozas,  los  cuales  man- 
daban que  se  confesasen  las  gentes 
y  ayunasen.  El  Santo  Obispo  refie- 
re todo  esto  y  más  en  su  historia 
apologética  de  los  Indios,  como  pue- 
de leerse  en  Remesal  ubi  supra  y 
en  Torquemada,  y  concluye  el  Obis- 
po: «En  la  tierra  del  Brazil  que  po- 
«seen  los  Portugueses  se  imagina 
«hallarse  rastro  de  Santo  Tomas 
«apóstol,  y  parece  haber  sido  en 
«Yucatán  nuestra  santa  fe  sabida 
«Ciertamente  esta  tierra  y  reyno 
«da  á  entender  cosas  mas  especia- 
«les  y  dé  mayor  antigüedad  que  en 


«otras  partes  de  las  Indias,  por  las 
«grandes,  admirables  y  excesivas 
«maneras  de  edificios  y  letreros  de 
«ciertos  caracteres  que  en  ninguna 
«otra  parte  se  hallan.  Finalmente, 
«secretos  son  estos  que  sólo  Dios 
«los  sabe.» 

«Hanse  averiguado  muchos  de 
estos  después  del  tiempo  del  Santo 
Obispo,  pues  quien  leyere  las  Cró- 
nicas del  Brasil,  especialmente  del 
P.  Manuel  de  Nóbrega,  verá  que  allí 
conservaron  hasta  el  nombre  de  Je- 
sús y  María  y  el  de  Santo  Tomé  que 
les  había  predicado.  Apenas  los  Es- 
pañoles pusieron  el  pie  en  las  ribe- 
ras del  Río  de  la  Plata,  que  el  Co- 
misario de  San  Francisco,  que  fué 
destinado  con  otros  cuatro  religio- 
sos para  ella,  no  pudiendo  entrar 
en  el  río  fué  al  puerto  de  D.  Rodri- 
go, que  hoy  llaman;  dice  él,  de  S. 
Francisco,  y  escribe  á  un  consejero 
de  Indias  desde  allí  en  \P  de  Mayo 
año  de  1538:  que  los  cristianos  fue- 
ron recibidos  como  ángeles  de  los 
Indios,  de  quienes  averiguó  que 
cuatro  años  antes  había  habido  allí 
un  profeta  llamado  Eguiara,  que  les 
anunció  que  presto  llegarían  allí 
Cristianos,  hermanos  de  Santo  To- 
mé á  bautizarlos,  y  no  les  hiciesen 
mal,  y  así  les  hacían  infinito  bien: 
y  dice,  que  halló  que  en  los  canta- 
res que  les  enseñó  á  los  Indios  man- 
daba que  se  guardasen  los  manda- 
mientos y  otras  muchas  cosas  de 
los  Cristianos.  Ellos  pues  referían 
su  cristianismo  á  Santo  Tomé,  y  él 
mismo  sería  el  Eguiara  que  dice 
haber  precedido  cuatro  años,  y  se- 
rían cuatro  edades  como  en  Yuca- 
tan,  si  no  fué  algún  sacerdote  que 
recordase  la  profecía. 

«En  una  palabra,  que  un  hombre 
venerable,  barbado,  blanco,  pelo  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


101 


barba  larga,  con  un  báculo,  predicó 
en  toda  America  una  ley  santa,  y 
el  ayuno  de  40  dias,  y  levantó  cru- 
ces que  los  Indios  adoraban,  y  les 
anunció  que  vendrían  del  Oriente 
hombres  de  su  misma  religión  á  en- 
señarlos y  dominarlos,  es  un  hecho 
tan  constante  en  todas  las  historias 
que  han  escrito  los  Españoles,  no 
menos  que  en  los  geroglificos  Me- 
xicanos y  Quipos  Peruanos,  que  es 
necesario  creerlo,  ó  abandonarse  á 
un  ciego  pirronismo.  El  Viracocha 
barbado  del  Perú,  no  era  otra  cosa, 
y  del  tuvieron  los  Incas  la  Cruz  que 
guardaban  con  veneración  en  su  Pa- 
lacio, y  la  predicción  de  que  irían 
gentes  barbadas  y  blancas:  y  por 
eso  llamaron  á  los  Españoles  viraco- 
chas: y  aun  conservaron  el  nombre 
de  Sto.  Tomé,  pues  por  eso  á  nues- 
tros Sacerdotes  llamaron  Paytumes 
ó  padres  Tomes,  aunque  á  los  su- 
yos llamaban  Moanes.  Sta.  Cruz  de 
la  Sierra  llamóse  asi,  porque  los  In- 
dios les  presentaron  una  que  con- 
servaban con  veneración  grabada 
en  una  piedra.  No  necesito  decir 
mas  porque  hasta  de  Garcilazo 
consta  que  por  semejantes  tradicio- 
nes se  sujetaron  los  Peruanos  sin 
efusión  de  sangre  á  los  Españoles 
(¿Y  la  alevosa  matanza  que  hiso 
Pisarro  de  la  nobleza  Peruana?  ¿  Y 
el  cobarde  asesinato  de  Atahual- 
pa?),  según  les  estaba  mandado  de 
antiguo  por  sus  Incas. 

«En  México  la  turbación  de  Mo- 
teuhzoma,  sus  consultas  con  el  rey 
de  Tezcuco  luego  que  Juan  de  Gri- 
jalva  arribó  por  la  primera  vez  á  la 
costa  de  N.  España,  los  regalos  que 
envió  á  Cortés,  etc.  no  provinieron 
sino  de  la  misma  profecía  ó  tradi- 
ción, con  que  esperaban  á  su  anti- 
guo predicador  Quetsalcohuatl,  ó 


gentes  de  su  religión.  Es  necesario 
leer  sobre  esto  á  Torquemada.  Y 
dice  Boturini,  que  vio  en  los  gero- 
glificos de  los  Mexicanos,  que  pun- 
tualmente llegó  Cortés  en  el  mismo 
año  y  carácter  ce  acatl  en  que  ellos 
aguardaban  á  Quetsalcohuatl:  de 
suerte  que  cuando  Cortés  llegó,  no 
era  la  dificultad  de  reconocerle 
como  Señor,  sino  de  saber  si  era  él 
mismo  ó  venian  de  su  parte,  pues  en 
muchas  señales  convenían,  aunque 
la  crueldad  y  rapacidad  de  los  Es- 
pañoles agena  de  Quetsalcohuatl 
los  detenia.  A  probar  que  Cortés  lo 
era  para  someterse  á  él  se  dirigie- 
ron todos  los  discursos  de  Maxiz- 
catzin  en  el  Senado  de  Tlaxcala. 
Sobre  explorar  esto  rodaron  todas 
las  conferencias  de  Moteuhzoma 
con  Cortés,  como  consta  de  todos 
los  historiadores,  pues  Moteuhzoma 
no  se  intitulaba  sino  teniente  de 
Quetsalcoatl,  y  todo  el  arte  de  Cor- 
tés estaba  en  persuadirle  que  el  rey 
de  España  era  este.  Asi  le  escríbe 
en  su  primera  carta  á  Carlos  V.:  yo 
le  respondi  d  todo  lo  que  me  dixo 
satisfaciendo  aquello  que  me  pare- 
ció que  convenia,  especialmente  en 
hacelle  creer  que  V.  M.  era  d  quien 
ellos  esperaban.  Engañado  asi  Mo- 
teuhzoma juntó  los  reyes  y  señores 
de  su  imperio,  y  arengándoles  con 
la  misma  tradición  que  sabían  y  es- 
taba escrita  en  sus  monumentos,  se 
reconoció  por  feudatario  del  supues- 
to Quetsalcohuatl.  Y  no  solo  en  cada 
reyno  del  interior  se  halló  la  misma 
tradición  de  gentes  del  oriente  que 
debían  de  venir,  aun  en  las  Antillas 
se  encontró  la  misma,  y  por  eso  en 
todas  partes  se  les  recibió  como 
una  raza  santa,  sino  que  contradí- 
cíendolo  después  con  sus  costum- 
bres, los  Indios  se  recelaban  de  ha- 

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102 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


ber  sido  engañados,  y  testifican  los 
Misioneros  que  no  cesaban  de  ex- 
plorar si  sabían  sus  antiguallas,  3" 
de  preguntarles  en  México,  donde 
era  Huehuetlapallan,  adonde  se  ha- 
bia  ido  Quetsalcohuatl? 

«Ningún  misionero  de  los  que  han 
escrito  hasta  hoy  ha  dexado  de 
apuntar  los  vestigios  claros  del  cris- 
tianismo que  encontraban  hasta  en- 
tre las  tribus  sal vages,  de  cuyos  tes- 
timonios pudiera  formar  un  grueso 
volumen.» 

(Hace  la  enumeración  de  todos 
los  Cronistas  é Historiadores  de  los 
primeros  siglos  de  la  Conquista.)  I 

«Que  Quetzalcohuatl  fuese  Sto.  | 
Tomas,  lo  sostuvo  el  celebre  mate- ; 
matico  é  historiador,  cosmógrafo  1 
mayor  de  las  Indias,  D.  Carlos  de  | 
Sigüenza  y  Góngora  en  su  obra  in- 
titulada —Fénix  del  Occidente  el  ¡ 
apóstol  Santo  Tomas,  El  canónigo  I 
Uribe  en  su  dictamen  sobre  el  ser- 1 
mon  del  Dr.  Mier  dice,  que  creia  se  ¡ 
quedó  esta  obra  solo  intentada;  y 
yo  creo  que  necesitaba   estudiar  | 
mas,  y  hubiera  leido  en  la  libra  as-  ' 
tronómica  de  dicho  autor,  que  la 
imprimió  en  México  el  Factor  del 
rey:  que  este  enumerando  en  el  pró- 
logo las  obras  de  Sigüenza  con  dis- 
tinción de  las  completas  y  comen- 
zadas, pone  entre  aquellas  la  del 
Fénix  y  da  un  analysis  de  ella,  por 
el  qual  sabemos  que  Quetsalcohuatl 
era  su  Sto.  Tomas.   El  mismo  Si- 
güenza en  el  prologo  de  su  Paraiso 
Occidental  la  cita  como  acabada, 
sino  que  no  salia  á  luz  por  falta  de 
medios.  Al  mismo  tiempo,  esto  es, 
mediado  el  siglo  pasado,  un  Jesuí- 
ta Mexicano  escribió  en  Manila  la  — 
Historia  del  verdadero  Quetzal - 
cohuatl  el  apóstol  Sto.  Tomé. 

«Del  mismo  parecer  fué  el  famo- 


so Becerra  Tanco  en  su  Historia 
de  Guadalupe,  cuyo  voto  por  ser 
de  un  tan  gran  maestro  de  lengua 
Mexicana  es  de  un  grave  peso.  Bo- 

turini prometió  probar  lo  mis 

mo  con  los  muchos  documentos  que 
sobre  esto  habia  recogido  en  su 
museo.  Por  su  muerte  y  encargo 
trató  de  escribir  la  nueva  historia 
el  caballero  Beytia, y  lo  desem- 
peñó bastante  bien  en  esta  parte 

Es  verdad  que  Clavigero no  le 

sigue  en  esta  opinión.  Pero  no  se 
debe  hacer  caso  de  lo  que  dice  en 
italiano,  porque  habiendo  el  Jesuíta 
español  Diosdado,  á  quien  comu- 
nicaba con  su  mesa  su  obra,  dela- 
tádola  al  Consejo  de  Indias,  este 
no  quiso  conceder  su  impresión  en 
castellano  á  pesar  de  las  instan- 
cias del  cronista  Muñoz;  y  para 
hacerla  pasar  en  italiano  dedicada 
á  la  Universidad  de  México,  Clavi- 
gero recortó  y  añadió  notas  con- 
tra su  texto  y  contra  Casas:  flaque- 
za que  Dios  le  castigó,  me  decian 
en  Roma  los  ex -Jesuítas  america- 
nos, y  no  llegó  á  recibir  el  grado 
de  D.or  ni  el  regalo  que  le  envió  la 
Universidad.  No  obstante,  al  refe- 
rirse á  la  Crónica  de  Tehuantepec 
por  el  Dominicano  Burgoa,  en  que 
apoya  la  predicación  de  Sto.  To- 
mas, indica  lo  que  él  no  se  atrevia 
á  decir.  Finalmente  ha  sostenido  el 
mismo  dictamen  el  celebre  antiqua- 
rio  y  gran  lengua  Mexicana  Lic.do 
Borunda,  abogado  respetable  car- 
gado de  familia,  á  quien  el  mal  Ar- 
zobispo Haro  despojó  de  su  obra 
MSS.  y  arruinó  incluyéndole  en  su 
escandaloso  edicto  contra  el  D.or 
Mier.  Entre  sus  papeles  estaba  la 
Clave  Historial  y  la  mayor  pérdi- 
da que  podría  sufrir  nuestra  litera- 
tura.» 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


103 


(A  esta  obra  nos  hemos  referido 
en  el  párrafo  anterior  dando  d  co- 
nocer su  asunto  é  índole;  y  si  el  se- 
cuestro que  de  ella  hiso  el  arzobispo 
Haro  arruinó  d  Borunda,  la  litera- 
tura no  sufrió  gran  pérdida,  como 
dice  el  Dr,  Mier;y  por  eso,  al  editar- 
la en  1898  el  opulento  duque  Lou- 
bat,  dijo  que  solamente  la  publicaba 

d   título   de  CURIOSIDAD    HISTÓRICA.) 

«Entre  las  maniobras  inicuas  con 
que  se  trató  de  perder  á  este  (al 
Dr.  Mier),  habiendo  pedido  el  fis- 
cal del  consiejo  pasase  su  sermón 
á  censura  de  la  Academia  de  la 
historia,  el  venal  secretario  del 
consejo  Cerda  le  pasó  todo  lo  que 
era  contra  el  D.or  Mier,  para  obligar- 
la á  condenarle,  suprimiendo  la  de- 
fensa que  este  había  presentado.  Y 
á  fin  que  de  palabra  no  pudiese  ins- 
truir á  los  Académicos,  se  le  suscitó 
una  intriga  fraylesca  para  que  estu- 
viese arrestado.  Entonces  el  predi- 
cador escribió  una  disertación,  en 
que  probaba  la  predicación  del 
Evangelio  por  Sto.  Tomas  ó  Que- 
tsalcohuaíl,  y  reducía,  toda  la  mito- 
logía Mexicana,  especialmente  la  del 
tiempo  de  los  Tultecas  ó  de  los  dio- 
ses llamados  Tlaloques,  (esto  es, 
del  paraíso)  á  Dios,  Jesu-Cristo,  su 
Madre,  Sto.  Tomas,  y  sus  discípulos, 
ó  mártyres  que  murieron  en  la  per- 
secución de  Huemac.  Esta  diserta- 
ción la  envió  con  algunos  libros  al 
célebre  D.or  Traggia,  cronista  real 
de  Aragón,  conocidísimo  por  sus 
obras  en  la  república  literaria, ...  el 
qual  habló  asi  resueltamente  en 
plena  Academia:  «Confesemos  de 
«buena  fe  que  no  sabemos  una  pala- 
«bra  de  antigüedades  americanas: 
el  D.or  Mier  me  ha  enviado  algu- 
nos libros  con  una  disertación  digna 
de  ser  presentada  aquí  y  de  darle 


lugar  á  su  autor:  y  aseguro  á  V.  S. 
que  si  para  sostener  la  predicación 
de  Santiago  en  España,  tuviésemos 
la  décima  parte  de  las  pruebas  que 
tienen  los  americanos  para  defender 
la  de  Sto.  Tomas  en  America,  can- 
taríamos el  triunfo.»  Este  sabio  aca- 
démico defendió  no  solo  el  sermón 
del  D.or  Mier,  sino  la  obra  de  Bo- 
runda,  y  su  dictamen  fue  el  que 
aprobó  la  Academia,  que  en  cuer- 
po examinó  en  mas  de  siete  meses 
el  asunto,  casi  sin  ocuparse  de  otra 
cosa  en  cada  sesión. 

«¡Que  lástima  que  el  miedo  haya 
impedido  en  México  dar  sobre  este 
punto  las  instrucciones  competentes 
al  sabio  barón  de  Humboldt,  y  que 
éste  dando  á  luz  en  una  edición  tan 
magnifica  las  antigüedades  Mexi- 
canas, y  la  historia  de  Quetsalco- 
huatl,  la  copie  literalmente  con  las 
equivocaciones  de  los  antiguos  mi- 
sioneros, y  gaste  su  esquisita  eru- 
dición en  buscar  un  pueblo  adorador 
de  culebras  para  comparar  el  Me- 
xicano! Ya  se  había  intentado  con- 
fundir á  los  Indios  con  los  Judíos, 
porque  teniendo  aquellos  la  historia 
de  estos  en  sus  escritos  simbólicos, 
con  la  antigüedad  se  confundió  la  de 
los  unos  con  la  de  los  otros,  como 
se  nota  á  cada  paso  en  Torquemada, 
y  que  sacaron  muchas  leyes  y  prác- 
ticas de  ella,  ó  quiza  del  Cristia- 
nismo. Ahora  se  querrá  volver  á 
la  cantilena,  porque  los  Judíos 
llegaron  á  adorar  la  serpiente  de 
metal  que  Moyses  levantó  en  el 
desierto:  y  si  la  cosa  llega  á  manos 
de  Dupuy,  qué  sé  yo  donde  iremos 
á  parar.  Con  que  es  menester  decir 
algo  sobre  esta  culebrería. 

«¿De  dónde  consta  que  los  Mexi- 
canos adoraban  las  culebras?  Es 
claro,  me  responderán:  porque  0«^- 


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104 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tsalcohuath  dios  general  del  Aná- 
huac,  quiere  decir:  culebra  emplu- 
majada;  la  entrada  de  su  templo  fi- 
guraba una  boca  de  culebra;  las  ha- 
bía grabadas  en  el  gran  muro  que  ro- 
deaba e]  templo  de  México:  otra  ha- 
bía alrededor  del  calendario,  que  di- 
cen haberles  trahido  aquel  dios;  los 
lugares  donde  él  estuvo  y  levantó 
Santuarios  se  llamaron  Cohuatepec 
ó  Coaiepec  esto  es,  en  el  monte  de 
la  culebra.  Adoraban  á  la  Cihuaco- 
huatl  ó  muger  culebra,  llamada 
también  Coatlaniona,  esto  es,  nues- 
tra madre  es  la  madre  de  las  cule- 
bras, la  qual  veneraban  como  madre 
de  todas  las  gentes  del  Anahuac, 
y  de  su  dios  Huitsilopochtli.  Se  ado- 
raban también  Chicomecohuatl,  6 
siete  culebras.  Los  sacerdotes  de  la 
Diosa /^^w/^w/ se  llamaban  coatlan, 
cocomes  ó  cocohua,  esto  es,  culebras; 
y  á  solos  ellos  era  permitido  lavar- 
se en  la  fuente  Coapan  (Coaapan),  6 
agua  de  las  culebras.  Y  si  el  barón 
de  Humboldt  en  lugar  de  escribir 
Huasacualco  ó  Guatzacualco,  hubie- 
ra sabido  que  el  nombre  verdadero 
era  Coataacoalco,  hubiera  dicho  que 
significa  donde  se  esconde  la  cule- 
bra, porque  alli  se  embarcó  y  des- 
apareció Qtietsalcohuall.  ...  Si  hu- 
biese sabido  que  no  Guatuzco  ni 
Huatuzco,  sino  Cuatulco  se  llama  el 
otro  puerto  donde  estuvo  aquel,  hu- 
biera podido  traducir  donde  es  ado- 
rada la  culebra.  (El  nombre  propio 
no  es  Cuatulco,  como  dice  el  Dr.  Mier, 
sino  Cuauhtochco,  que  significaría  En 
el  conejo  de  árbol, »  esto  es,  «  Ardi- 
lla,i>)  En  una  palabra:  asi  como  Mo- 
teuhsoma  se  intitulaba  teniente  de 
Qtietsalcohuall,  asi  su  virrey  ó  pri- 
mer magistrado  de  México  sin  ape- 
lación se  llamaba  Cohuacihuatl,  y 
todo  el  imperio  se  llamaba  Colhua- 


can,  que  Boturini  traduce:  pays  de 
las  culebras.  Con  lo  que  en  efecto 
parece  México  el  pays  mas  culebre- 
ro y  enculebrinado  del  mundo. 

«Pero  yo,  que  he  estudiado  bien 
la  mytología  Mexicana,  tomo  á  Tor- 
quemada,  que,  aunque  disparatada- 
mente como  todos  los  AA.  Españo- 
les, trae  la  mas  completa  que  se  ha- 
ya dado  á  luz,  y  me  entro  desde  lue- 
go, sin  el  miedo  que  tuvieron  los 
soldados  de  Cortés,  por  la  boca  de 
serpiente  que  figuraba  la  boca  del 
templo  de  Quetsalcohuatl,  y  que  era 
en  CholúlBi(CkolollanJ  el  mayor  tem- 
plo de  todo  el  Anahuac,  ó  por  me- 
jor decir  una  soberbia  pyrámide  que 
hasta  hoy  existe  como  una  montaña 
de  un  cuarto  de  legua  de  base.  ¿Y 
qué  encuentro?  un  anciano,  blanco, 
rubio,  con  pelo  y  barba  largos,  su  tú- 
nica blanca  larga  hasta  los  pies  y 
ceñida,  su  capa  blanca  sembrada  de 
cruces  coloradas,  todo  precioso,  cal- 
zado de  sandalias,  corona  abierta 
en  la  cabeza,  y  encima  de  ella  una 
especie  de  mitra  ó  tiara  que  Tor- 
quemada  llama  almete  ó  bonete  alto 
y  redondo,  mas  ancho  de  arriba  que 
de  abaxo,  al  qual  anciano  tenían  re- 
costado en  señal  de  que  lo  estaban 
aguardando. 

«El  que  haya  visto  como  yo  los 
Obispos  Griegos,  ó  sepa  quales  son 
las  vestiduras  é  insignias  de  los  Obis- 
pos orientales,  conocerá  al  momen- 
to que  este  es  un  Obispo  del  orien- 
te. De  allá  vino  según  su  historia, 
compareciendo  por  la  California 
(aunque  Torquemada  dice  que  llegó 
á  Tula  (Tollan)  habiendo  desembar- 
cado en  Panuco)  unos  dicen  con  14 
y  otros  con  7  discípulos  vestidos 
hasta  los  pies  con  túnicas  y  capas 
judías,  modelo  de  las  de  los  Indios, 
que  en  sus  fiestas  solían  arremedar 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


105 


todo  aquel  ropage.  No  trageron  mu- 
geres,  ni  jamas  tuvo  ninguna  Qtie- 
Isalcohuatlf  que  fue  continentisimo. 
Este  fue  gran  Sacerdote  en  Tula  y 
desde  alli  envió  sus  discipulos  á 
predicar  en  Huaxyacac,  y  otras  pro- 
vincias una  nueva  y  santa  ley.  El 
derribaba  los  ídolos,  prohibia  los 
sacrificios  que  no  fueran  de  pan, 
flores  é  inciensos,  aborrecía  las  gue- 
rras, enseñaba  la  penitencia,  el  ayu- 
no de  40  ó  70  dias,  y  les  dio  noticia 
de  Tsenteotl,  Huitmlopochtli  y  To- 
nacayohua,  que  después  diré 
quienes  fueron.  El  traxo  las  cru- 
ces como  las  que  en  Cuatulco,  en 
Tlaxcala,  en  Tehuantepec,  y  otras 
muchas  partes  hallaron  los  espa- 
ñoles  Se  cree  de  su  tiempo  la 

formada  de  yerbas  siempre  ver- 
de en  Tepique,  que  han  cantado 
tanto  los  poetas  americanos,  en  la- 
tín y  castellano. 

«Perseguido  por  el  rey  de  Tula 
que  había  apostatado  de  su  religión, 
y  muertos  en  su  persecución  parte 
de  sus  discipulos,  y  no  estando  aun 
fundado  México,  pasó  á  la  orilla  de 
su  lago  hasta  Cholula  ó  grande  Tu- 
la, donde  estuvo  algunos  años.  Pero 
no  cesando  la  persecución  del  rey 
Huemac,  que  vino  con  un  exército 
sobre  Cholula,  sefuéÁCoatsacualco, 
donde  se  embarcó  para  Onohual- 
co(esto  es  Yucatán),  enviando  pa- 
ra aquella  4  discipulos  que  se  la 
dividieron  para  gobernarla.  Des- 
pués volvió  á  visitar  sus  discipulos, 
que  no  queriendo  ya  volver  con  él 
al  oriente  por  hallarse  bien  y  casa- 
dos en  el  pays,  se  volvió  solo  á  Hue- 
huetlapallan,  dexandoles  dicho  en 
todas  partes  que  otros  hermanos  su- 
yos ó  de  su  religión  vendrían  á  ense- 
ñarlos, y  al  cabo  los  dominarían:  so- 
bre cuyo  suceso  les  dio  muchas  seña- 


les, que  todas  se  cumplieron  con  la 
llegada  de  los  Españoles.  Tal  es  en 
compendio  la  historia  del  célebre 
Quet^alcohuatl  que  trae  Torquema- 
da  en  muchas  partes  de  su  Monarq. 
Ind.^ 

(Se  vé  desde  luego  que  el  Dr,  Mier 

no  tuvo  á  la  vista  los  Anales  de 

CuAUHTiTLAN  que  hettios  transcrito 

en  los  párrafos  preinsertos  de  Cha- 

'  vero.) 

«Si  de  su  templo  voy  al  de  la  Ci- 
hua-cohuatl,  ó  mujer  culebra,  me 
encuentro  con  una  virgen  blanca  y 
rubia,  que  sin  lesión  de  su  virgini- 
dad parió  por  obra  del  cielo  al  Se- 
ñor de  la  corona  de  espinas  teo- 
huitsnahuac,  la  cual  estaba  vestida 
á  la  manera  de  Quetsalcohuatl,  y 
por  eso  la  llamaban  también  Cohua- 
t licué;  sino  que  la  túnica  cueitl  es- 
taba esmaltada  de  piedras  precio- 
sas, símbolo  de  su  virginidad,  y  por 
eso  le  decían  Chalchiuhtlicue,  y  el 
manto  era  azul  Matlalcueye  y  sem- 
brado de  estrellas  Citlacue  (Citlali- 
cue)  (adviértase  que  Citlalin,  estre- 
lla, es  palabra  chinesa),  y  por  otro 
nombre  se  llamaba  Tonacayokua, 
esto  es,  madre  ó  señora  del  que  ha 
encarnado  entre  nosotros,  asi  como 
llamaban  á  las  cruces  tonacayuitl 
(tonacacuahuitl),  árbol  del  que  en- 
carnó entre  nosotros,  pues  nacayo 
significa  encarnar  (¡mentira!).  Esta 
diosa,  dice  Torquemada,  prohibía  y 
detestaba  los  sacrificios  humanos.» 

(El  Dr.  Mier,  siguiendo  d  su  maes- 
tro el  Lie.  Borunda,  destrona  el 
idioma  náhuatl  para  alcanzar  el  fin 
que  se  propone.  Véanse  los  nom- 
bres que  cita,  en  los  artículos  res- 
pectivos de  este  diccionario.) 

Es  inútil  cansarse  en  andar  bus- 
cando culebras  por  los  templos  ado- 
radas como  dioses.  No  encontrare- 

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106 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mos  Otra  que  una  de  palo,  la  qual 
llevaban  por  delante  como  pendón 
ó  bandera,  que  por  eso-llamabanJ?^- 
panistli  (Espamitl),  en  ciertas  pro- 
cesiones precedidas  por  el  sacerdo- 
te que  representaba  ^  Quetsalco- 
huatl,  asi  como  nosotros  llevamos 
la  cruz.  Y  como  esta  no  va  en  nues- 
tras procesiones,  sino  para  indicar 
que  aquella  ceremonia  pertenece  á 
la  religión  de  Jesu-Cristo,  la  culebra 
no  era  sino  geroglifico  indicativo  de 
que  la  que  hacian  pertenecía  á  la 
religión  de  Quetsalcohuatl;  y  por 
lo  mismo  grababan  culebras  al  re- 
dedor de  los  templos;  pero  aquella 
culebra  no  era  adorada  en  ningún 
altar  ni  capilla,  aunque  habia,  dice 
Torquemada,  un  lugar  donde  se 
guardaba. 

«Todo  el  error  proviene  del  raro 
empeño  de  traducii*  cohuatl  ó  coatí 
por  culebra,  significando  igual  y 
más  usadamente  mellizo.  Esta  úl- 
tima palabra  no  la  oiría  el  barón 
de  Humboldt  en  N.  España,  sino 
á  algún  europeo  ó  americano  mui 
instruido,  porque  todos  los  demás 
no  usan  sino  la  palabra  coate,  para 
significar  gemelo;  y  ya  yo  estu- 
diaba Teología,  quando  supe  que 
lo  mismo  significaba  mellizo;  pero 
nunca  damos  el  nombre  de  coates  á 
las  culebras :  y  aunque  es  cierto  que 
en  lengua  mexicana  también  se  lla- 
man estas  asi,  no  se  sabe,  si  de  los 
mellizos  humanos,  que  son  bastan- 
te comunes  en  N.  España  y  debie- 
ron nombrar  primero,  se  hizo  tal 
nombre  sinónimo  de  las  culebras, 
porque  precisamente  paren  melli- 
zos ó  al  revez.  (Sise sabe,  porque  to- 
dos los  diccionaristas  ponen  coATi^y 
culebra,  como  significación  funda- 
mental, y  gemelo  como  metafórica 
ó  translaticia.)  Lo  cierto  es  que  en 


la  lengua  mexicana  no  hay  otra 
palabra  para  significar  mellizos  sino 
coatL  Asi  lo  vierte  también  el  dic- 
cionario de  Molina  que  es  el  usual 
y  común.  (Lo  vierte  Molina,  pero  en 
sentido  translaticio),  y  el  mismo 
Torquemada  que  vierte  cihua-co- 
huatl  mujer  culebra,  dice  cap.  31, 
del  lib.  6.^:  una  de  las  diosas  de  que 
estos  naturales  de N,  España  hacían 
mucho  caudal  era  Cihuacohuatl  que 
quiere  decir  muger  culebra,  y  de- 
cian  que  paria  siempre  gemelos  ó 
crias  de  dos  en  dos.  Esta  muger 
ó  diosa,  según  la  etimología  de  este 
nombre,  dice  el  P.  Sahagun  que  fue 
Eva,  la  cual  parió  gemelos  siempre 
(;que  Caín  y  Abel^serían  gemelos?): 

I  porque  Cihuacohuatl  quiere  decir 
la  muger  que  parió  dos  criaturas 

juntamente  y  pues  d  los  gemelos,  ó 

I  que  son  de  un  parto  los  llaman  Coco- 
hua,  como  si  dixesen  culebras  de  la 
muger  culebra,  y  la  daban  por  ma- 
dre de  todas  estas  gentes,  habiendo 
parido  sin  acceso  de  varón  ( si  era 
Eva,  ¿qué  sucedió  con  Adán?  Santo 
Tomás  no  hubiera  predicado  fal- 
seando el  Génesis),  de x ando  de  ha- 
cer relación  del  primer  padre  del 
mundo.  A  vuelta  de  mil  dislates, 
Torquemada  apunta  siempre  la  ver- 
dad, y  es  que  la  llamaban  virgen  me- 
lliza,  Coatlantona  madre  de  los 

I  mellizos,  y  Mixcohuatl  pare  melli- 
zos  (¡qué  barbaridad!  significa  Cu- 
lebra de  nube),  por  otro  nombre, 
según  el  mismo  en  otra  parte,  Omc- 
cihuatL  que  él  traduce  dos  mu- 
geres,  asi  como  á  Quetsalcohuatl  lla- 
maban Ometochtli  que  él  traduce 
dos  hombres  (significa:  dos  (día)  co- 
nejo). Es  decir  que  sus  nombres  en 
la  inteligencia  de  los  Indios,  eran  de 
mellizo  y  melliza. 
'<Aun  pienso — dice  el  mismo  Dr- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


107 


Mier,  en  una  nota— que  por  las  des- 
gracias que  les  sucedieron  por  la 
persecución  de  los  mellizos  ó  To- 
mases de  Tula,  les  quedó  la  supers- 
tición que  cuenta  Torq.  1. 6.  cap.  48.: 
«Tenían  que  cuando  la  muger  pa- 
«re  dos  criaturas  de  un  vientre. . . . 
« había  de  morir  el  padre  ó  la  ma- 
«dre.  Y  el  remedio  que  el  demo- 
«nio  les  daba  era  que  matasen  al 
« uno  de  los  mellizos;  á  los  quales  en 
«su  lengua  llaman  Cocohua  que 
«quiere  decir  culebras,  porque  di- 
«cen,  que  la  primera  muger  que  pa- 1 
« rió  dos  llamaban  Cohuatl,  que  sig- 
«nifica  culebra;  y  de  aqui  es  que 
«nombraban  culebras  á  los  melli- 1 
« zos,  y  decían  habían  de  comer  á 
«  su  padre  ó  madre,  sí  no  matasen  al ! 
«uno  de  los  dos.»  ; 

Continúa  el  texto  del  Dr.  Mier. 

«Ahora  bien,  ¿qué  significa  7b- ! 
mas?  Puede  significar  abismo  de 
profundísimas  aguas;  pero  su  sig- 
nificado propio  y  común  por  la  raíz 
tam,  es  el  de  mellizo,  en  griego  Dy- 
dimus;  y  este  nombre  griego  era  el 
que  se  daba  con  mas  frecuencia  á 
Sto.  Tomas  entre  los  cristianos,  se- 
gún el  evangelio:  Thomas  qui  dici- 1 
tur  Dy  dimus.  Conque  si  el  nombre  ' 
de  Tomas  se  conservó  en  el  Brasil 
y  en  otras  partes  de  America,  y  las 
señas  que  del  conservaron  y  de 
sus  operaciones,  convienen  exacta- 
mente con  las  que  cuentan  los  Me- 
xicanos de  su  QuetBalcohuatl,  Cocol- 
can  ó  Cosas,  etc.,  que  significa  lo 
mismo  que  Tomas,  esto  es,  mellizo, 
¿por  que  no  hemos  de  traducirlo  por 
esta  palabra,  y  nos  hemos  de  ir  á 
enculebrinar  contra  el  tenor  de  la 
historia  y  del  sentido  común?  Mas 
diré:  no  se  puede  traducir  Quetsal- 
cohuatl  culebra  empluma  jada,  como 
practica  Torquemada,  porque  en- 


tonces no  diría  Quetsalcohuatl,  si- 
no Cohoquetsal  (Este  nombre  no  sig- 
nifica nada).  Los  mexicanos,  á  ma- 
nera que  todas  las  naciones  del 
Oriente,  traducían  los  nombres 
siendo  significativos  en  su  lengua, 
y  aun  necesitaban  hacerlo  asi,  por- 
que el  significado  les  daba  el  carác- 
ter geroglifico  con  que  lo  escribían 
ó  por  sí  ó  por  su  sinónimo  y  corre- 
lativo, ó  por  el  significado  de  las 
partes,  que  mediante  una  elisión 
entraban  á  componer  el  vocablo. 
Asi  significando  Zo/o//  ojo,  con  pin- 
tar éste  al  lado  de  un  hombre,  se 
lee  que  es  el  emperador  de  los  Teo- 
chichimecas  Xolotl,  y  significan- 
do Coyotl  coyote  ó  adive,  en  pin- 
tando la  cabeza  de  este  con  la  boca 
abierta,  al  lado  de  otra  figura  hu- 
mana, se  lee  que  este  es  del  empe- 
rador de  los  Acolhuas  Netzahualcó- 
yotl, que  significa  coyote  hambrien- 
to, porque  anduvo  asi  y  en  los  mon- 
montes,  cuando  los  Tecpanecas 
tiranizaron  su  reyno. 

«Lo  primero  pues  que  harían  á  la 
llegada  de  Sto.  Tomas,  seria  inda- 
gar el  significado  de  su  nombre,  y 
sabiendo  que  era  el  de  mellizo,  pin- 
tarían al  lado  de  su  figura  una  cu- 
lebra, que  es  el  sinónimo:  y  como 
quetzal  es  un  plumero  precioso  (co- 
mo después  explicaré),  poniéndolo 
sobre  ella,  se  leería  QuelzalcohuatL 
Aun  pienso  que  retuvieron  en  Cho- 
lula,  donde  moró  mas  tiempo,  el  otro 
significado  mas  remoto  de  Tomas, 
esto  es,  abismo  de  profundísimas 
aguas;  y  de  aqui  no  solo  el  venerar- 
le como  dador  de  las  lluvias,  sino 
la  tradición,  que  descascarando  su 
templo  en  Cholula,  manarían  rau- 
dales de  agua  que  inundarían  todo: 
amenaza  que  hicieron  los  Cholulte- 
cas  quando  fue  Cortes,  y  de  que  intí- 


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108 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


midados  los  Tlaxcaltecas  no  quisie- 
ron entrar  con  este  (no  entraron  por- 
que el  Señor  de  Cholula  le  suplicó  á 
Cortés  que  los  dejar  a  fuer  a  de  la  ciu- 
dad. BernalDíaz)  en  aquella  ciudad 
que  era  la  Roma  de  los  Nahuatlacas, 
y  tenia  tantos  templos  como  dias  el 
año;  pero  el  significado  que  todos 
retuvieron  comunmente,  fue  el  de 
mellizo  ó  coatí,  y  Á  él  hacian  alusión 
en  toda  su  mitología,  religión  y  go- 
bierno, que  por  referirse  á  Quetsal- 
cohuatl  era  teocrático,  ni  mas  ni 
menos  que  los  Cristianos  de  Sto.  To- 
mé descubiertos  en  la  Asia,  no  sólo 
se  glorian  de  tener  este  nombre,  si- 
no de  aludir  á  él  en  todo.  ¿Quanto 
mas  los  Mexicanos  que  lo  reveren- 
ciaban por  su  padre  común,  señor, 
fundador  y  maestro,  y  en  Cholula 
le  llamaban  por  antonomasia  Nues- 
tro Señor,  Toteotl?» 

(Nuestro  Señor  se  dice  en  mexica- 
no Toteuc.  Teotl,  significa  Dios.) 

«Todo  en  efecto  aludia  en  el  Ana- 
huac  á  este  varón  célebre.  Luego 
que  perseguida  su  religión  por  Hue- 
mac  (mano  grande)  que  quiso,  dice 
Torquemada,  hacerse  adorar  por 
Dios,  se  fue  á  un  monte,  que  de 
su  nombre  se  llamó  Cohuatepec, 
montaña  de  Tomas  (Cohuatepec  sig- 
nifica: <íEn  el  monte  de  la  culebra»). 
A  Huehuetoca,  donde  hoy  es  ej  des- 
agüe de  México,  se  le  dio  este  nom- 
bre, porque  alli  les  dijo:  llámenme 
viejOy  esto  es,  presbytero,  nombre 
que  usaban  los  antiguos  Obispos,  y 
con  que  se  firmaban  los  apostóles: 
Joannes  5^ww/or  firma  S.  Juan.  En 
otro  lugar  tiró  unas  piedras  aun  ár- 
bol en  que  se  clavaron,  y  de  ahi  se 
llamó  Cuautitlan.  (El  nombre  es 
Cuauhtitlan  y  significa:  «Entre  los 
árboles.»)  Luego  gravó  su  mano  en 
una  piedra,  que  Torquemada  dice 


vio  todavía,  y  hasta  hoy  se  llama  el 
lugar  TemacpalcOy  palma  de  la  ma- 
no en  la  piedra.  Luego  llegó  á  Cho- 
lollan,  adonde  por  fin  persiguién- 
dole entró  Huemac  con  un  exercito, 
y  él  se  embarcó  para  Campeche  y 
las  Islas  en  Coat^acoalco,  que  des- 
de entonces  se  llamó  donde  se  es- 
conde el  melliso  (la  culebra).  En  otro 
puerto  donde  estuvo  alli  cerca,  pu- 
so una  Cruz  grande,  de  cuya  made- 
ra, dicen  los  escritores,  no  hallar- 
se árbol  30  leguas  en  contorno,  la 
qual  habiendo  intentado  quemar- 
la el  Ingles  Drac,fue  llevada  ala  ca- 
tedral de  Oaxaca,  donde  se  venera. 

De  tal  cruz  vino  el  nombre  al  lu- 
gar de  Cuatulco,  ó  donde  es  adorado 
el  palo  (ya  dijimos  arriba  lo  que  sig- 
nifica Cuatulco):  alli  cerca,  según 
Calancha,  se  veia  grabado  en  una 
peña  el  retrato  de  Sto.  Tomas  con 
su  nombre  escrito  en  letras.» 

(Algtín  fraile  hiso  esa  superche- 
ría. Lástima  que  Calancha  no  haya 
dicho  de  qué  alfabeto  eran  las  le- 
tras.) 

«En  la  persecución  del  cristianis- 
mo fueron  martirizados  siete  discí- 
pulos de  Quetsalcohuatl  y  esos  son 
los  que  Torquemada  llama  Chico- 
mecohuatl  ó  siete  mellizos,  que  lue- 
go llama  diosa,  todo  sin  pies  ni  ca- 
beza.» 

Chicomecohuatl  era  el  séptimo 
día  de  ta  7.^  trecena,  en  el  mes  Tex- 
CATL.  Por  hacérsele  fiesta  á  la  dio- 
sa de  los  mantenimientos,  se  le  dio 
el  nombre  de  Chicomecohuatl;  así 
es  que  Torquemada  tienerasón.yel 
Dr.  Mier  es  el  que  no  tiene  pies  ni 
cabera.) 

«La  cabeza  de  uno  de  ellos,  que 
debió  de  ser  el  principal,  mandó 
echar  Huemac  en  la  laguna  de  Mé- 
xico: y  en  una  isleta  de  ella  se  sal- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


109 


varen  los  cristianos,  que  del  nom- 
bre de  Cristo  ó  Mecsí,  esto  es,  ungi- 
do, llamaron  Mécsico  á  su  ciudad,  y 
el  que  la  gobernaba  era  á  nombre  de 
Quetsalcohuatl,  como  su  teniente.» 
(¡Cuánta  mentira!  Véase  México.) 

-cEl  templo  que  luego  levantaron 
fué  al  rededor  de  la  cabeza  del  már- 
tir, á  quien  llaman  los  escritores 
Copil,  que  Veytia  traduce  hijo  del 
mellizo,  y  puede  traducirse  mellizo 
principal.  (¡Cuántos  errores!  Véase 
Copil.)  El  lugar  de  su  sepulcro,  di- 
cen Torquemada  y  Acosta,  que  se 
conservó  hasta  la  Conquista  con 
gran  veneración.  Ya  probé  en  una 
nota  que  el  nombre  México  signifi- 
ca donde  es  adorado  Cristo,  porque 
Mecsi  lo  significa,  y  dixe  también 
que  este  por  otro  nombre  se  llama- 
ba teohuitBnahuac  señor  de  la  co- 
rona de  espinas.  Ahora  añado,  que  el 
obispo  de  México,  ó  gran  sacerdote 
(Hueiteopixquin)  se  le  llamaba 
HuitJ5nahuateohHat^in,elvenGrc\ble 
ministro  del  Señor  de  la  corona  de 
espinas,  y  su  coadjutor  ó  vicario 
general  Mexica-teohuatsin,  ven.e 
ministro  del  Señor  Cristo;  asi  como 
el  templo  se  llamaba  Huitsnahua- 
teo-calli,  casa  de  Dios,  ó  del  Señor 
{teocalli  ^s  vocablo  enteramente 
griego)  de  la  corona  de  espinas:  y 
á  eso  aludia  también  según  ellos  la 
corona  que  llevaban  en  la  cabeza  á 
exemplode  Qaetsalcohuatl,  porque 
á  los  sacerdotes  se  les  decian  tsen- 
tson-huitsnahuac,  los  que  tienen 
la  corona  de  espinas  formada  con  el 
pelo  de  cada  uno:  (cómo  se  hubiera 
re/áo  Netzahualcóyotl  con  esta  tra- 
ducción! Véase  Centzon  huitzna- 
HUAc)  asi  como  los  cristianos  de 
Sto.  Tomé  en  el  oriente  llevaban  el 
pelo  cortado  en  forma  de  Cruz. 

«Es  cosa  admirable  como  toda  la 


I  mitología  Mexicana  se  explica  á 
consecuencia  del  Cristianismo,  en 
traduciendo  á  Quet&alcohuatl  por 
Sto.  Tomas,  y  mucho  mejor  la  his- 
toria de  este,  que  Torquemada  ya 
confunde  con  la  de  los  Tultecas, 
ya  la  separa,  ya  la  da  por  verdade- 
ra y  legitima  en  su  primer  tomo: 
ya  después  le  parece  en  el  2.^  lle- 
na de  fábulas,  inverosimilitudes 
y  absurdos,  porque  ya  se  ve,  en 
errando  el  objeto  de  una  pintura 
historiada,  se  cuentan  mil  despro- 
pósitos. Pero  como  él  conserva  los 
nombres  que  no  se  pueden  errar, 
porque  los  dan  los  geroglíficos,  y 
Gomara,  Acosta  y  otros  muchos, 
que  lograron  mejores  intérpretes, 
escriben  también  la  historia  de  Que- 
tsalcohuatl.yo  meatreveria  á  dar  su 
historia  seguida  en  que  nada  se  en- 
cuentre que  no  sea  digno  de  un  após- 
tol, y  me  serviria  de  comprobante  el 
mismo  Torquemada  en  su  mala  tra- 
ducción, porque  por  ella  se  conoce 
el  geroglífico  que  preexistia,  y  que 
se  explicaría  fácilmente,  en  supo- 
niendo que  se  hablaba  de  un  predi- 
cador del  Evangelio  en  los  prime- 
ros siglos.» 

«Solo  me  resta  explicar:  que 
significa  el  quetzal,  puesto  que  co- 
A//a// signifique  mellizo  ó  Tomás;  có- 
mo del  Cristianismo  pasaron  los  Me- 
xicanos á  una  idolatría  tan  absurda; 
y  por  donde  vino  á  América  su  após- 
tol ó  predicador.  Comienzo  por  lo 
último  y,  digo:  que  si  fue  el  apóstol 
Sto.  Tomas,  no  puedo  menos  que 
maravillarme  de  que  Cristianos  me 
hagan  con  sobre  cejo  esta  pregun- 
ta. Si  Jesu-Cristodióálos  apostóles 
don  de  milagros  y  de  lenguas  para 
extender  el  evangelio,  ¿les  negaría 
los  conocimientos  geográficos  in- 
dispensables, y  mas  quando  según 

28 


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lio 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


la  tradición  eclesiástica  lo  primero 
que  hicieron  fue  dividirse  el  mun- 
do por  suertes,  para  partirse  cada 
uno  á  cumplir  con  el  precepto  de  su 
maestro  de  anunciar  el  evangelio 
en  todo  el  universo?  (¿Qué  también 
irían  á  los  demás  planetas?)  ¿De 
donde  sacarla  S.  Clemente,  succe- 
sor  de  S.  Pedro,  el  conocimiento  del 
otro  mundo,  del  que  habla  en  su 
epístola  á  los  Corintios?  Si  según 
las  Actas  de  los  Apostóles,  á  cada 
paso  que  daban,  el  espíritu  del  Señor 
les  decía  por  donde  y  adonde  habían 
de  ir  dentro  de  la  Judea  que  cono- 
cían: si  dice  á  S.  Felipe  que  fuese  por 
camino  de  Gaza  y  luego  que  se  jun- 
te al  carro  del  Eunuco  de  la  reina  de 
Candace  para  catequizarle,  y  des- 
de Gaza  es  arrebatado  por  los  ayres 
hasta  Azoto,  270  estadios,  para 
evangelizar  á  los  Filisteos:  ¿habría 
mayor  dificultad  para  enviar  un 
apóstol  á  la  mayor  parte  del  mun- 
do? Habiéndose  partido,  concluye 
su  Evangelio  S.  Marcos,  predicaron 
en  todas  partes,  cooperando  el  se- 
ñor y  confirmando  su  predicación 
con  milagros. 

«Pero  conozco  el  siglo  en  que  es- 
toy, y  no  los  necesitamos.  Se  sabe 
que  entre  America  y  Asía  solo  me- 
dia un  corto  estrecho,  helado  la  ma- 
yor parte  del  año,  y  que  era  muy 
fácil  pasar  en  barcas  fó  en  trineo,  ó 
patinando),  como  lo  pasaron  los  ru- 
sos para  establecer  su  America 
Rusa.  Los  discípulos  que  trsixoQue- 
tsalcohuatl,  según  los  mexicanos, 
eran  hombres  habilísimos,  que 
les  enseñaron  las  artes,  y  sin  duda 
eran  peritos  en  la  náutica,  pues  Que- 
tBalcohuatl  se  embarcó  aun  lado  de 
Vera  Cruz  para  Campeche  y  las  is- 
las, y  en  Tehuantepec  para  el  Sur. 
En  mi  juventud  leí  un  libro  escrito 


en  Cantón  de  China,  donde  un  In- 
gles, cuyo  nombre  no  puedo  acor- 
darme, demonstraba  que  en  los  6 
primeros  siglos  de  la  Iglesia  huvo 
un  comercio  corriente  entre  la  Ame- 
rica y  China.  El  anotador  de  Carli 
trae  también  pruebas  de  que  en  el 
siglo  bP  había  comercio  entre  Méxi- 
co y  la  China,  y  puntualmente  en  ese 
siglo  pone  Torquemada  la  venida 
de  Quetsalcohuatl  á  N.  España.» 

(Si  asi  fué,  Sto.  Tomás  vino  á  Mé- 
xico ó  d  Tula  cuando  ya  tenía  ¡cua- 
trocientos años!) 

«Entonces  no  seria  el  apóstol  Sto. 
Tomas,  se  me  dirá.  Que  el  apóstol 
de  las  Amerícas  se  llamaba  Tomas, 
para  mí  es  absolutamente  fuera  de 
duda.  Que  fuese  el  apóstol  Sto.  To- 
mas depende  de  averiguar  la  épo- 
ca en  que  vino  Quetsalcohuatl,  ave- 
riguación que  no  puedo  hacer  ahora 
por  falta  de  libros,  pues  no  tengo  á 
la  mano  sobre  Indias  sino  á  Torque- 
mada y  Remesal,  y  todo  lo  demás 
va  á  cuenta  de  mi  memoria:  pero 
pues  un  hombre  tan  profundamen- 
te sabio  en  antigüedades  Mexica- 
nas como  Sigüenza,  lo  confundió 
con  Sto.  Tomas,  no  debió  de  hallar 
dificultad  en  la  época.  El  sabio  as- 
trónomo Gama  que  tenia  un  discer- 
nimiento tan  fino,  y  ha  dexado  MSS. 
la  antigua  historia  de  los  mexica- 
nos, habrá  zanjado  este  punto.  De 
Torquemada  para  épocas  antiguas 
no  puede  uno  fiarse,  porque  confun- 
de el  calendario  Astronómico  con  el 
Divinatorio,  prueba  de  que  no  en- 
tendía aquel  y  á  veces  trae  épocas 
contradictorias.  En  esta  misma  épo- 
ca de  Quetsalcohuatl,  dice  que  vino 
poco  después  de  la  llegada  de  los 
Tultecas,  y  antes  había  confundido 
á  éstos  con  los  discípulos  de  aquel, 
porque  Tultecas  quiere  decir  artif  i- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


111 


ees  sabios:  y  diciendo  de  estos  que 
trahian  túnicas  bJancas,  de  los  otros 
dice  que  las  trahian  negras.  Bey- 
tia  dice  que  huvo  dos  predicadores, 
uno  en  el  5  ó  6  siglo,  y  otro  anterior, 
que  fué  doce  años  después  de  la 
muerte  de  Cristo,  según  un  eclip- 
se que  él  calcula  ser  el  mismo  que 
aconteció  en  su  muerte,  eclipse 
que  en  esa  muerte,  dice  Benedicto 
14,  ponen  también  losChineses.  Yo 
no  me  fio  de  tales  cálculos. 

«La  verdad  es,  que  yo  encuentro 
gravísimas  dificultades  en  que  fue- 
se el  apóstol,  salvo  que  se  confun- 
diesen las  cosas  del  primero  con 
las  del  2P  predicador,  si  lo  hubo. 
Lo  primero,  porque  no  está  del  todo 
demostrado,  que  Sto.  Tomas  predi- 
case en  China.  Las  pruebas  que  da 
Fr.  Gregorio  Garcia,  y  es  la  rela- 
ción que  sacada  de  los  archivos  del 
Imperio,  dieron  los  Chinos  á  su  Em- 
peratriz, y  ya  citamos,  no  puede  con- 
venir al  apóstol,  pues  el  Tomas  de 
que  hablan  dio  imágenes  de  la  Tri- 
nidad, de  Cristo,  de  la  Virgen,  etc. 
y  los  apostóles  no  daban  imágenes: 
porque  eso  de  las  imágenes  de  la 
Virgen  pintadas  por  S.  Lucas,  me- 
dico que  han  convertido  como  en 
pintor  de  familia,  está  mui  en  qües- 
tion,  y  parecen  ser  del  siglo  1 1  ó  12 
del  pintor  Lucas  de  Florencia,  lla- 
mado el  santo,  que  por  devoción 
se  destinó  á  pintarlas,  y  las  daba 
de  valde.  Las  historias  del  Pilar  y  de 
Loreto  están  desacreditadas  entre 
los  mejores  críticos.  También  Que- 
tsalcohuail  dio  imágenes  en  Ame- 
rica, ydeéldecian  los  de  Campeche 
tener  una  piedra  triangular  por  don- 
de explicaban  la  Trinidad  que  co- 
nociam  mui  bien,  y  en  cuyo  nombre 
se  bautizaban  todos,  y  nadie  se  po- 
día casar  sin  estar  bautizado. 


«Más,  Quetsalcohuatl  instituyó 
Monges  en  N.  España,  que  segim 
Acosta  hadan  los  tres  votos  de  po- 
breza, obediencia  y  castidad,  ocu- 
pándose dia  y  noche  de  la  salmodia, 
y  sallan  á pedir  limosna  de  que  vi- 
vían, con  sus  túnicas  blancas,  bra- 
zos cruzados,  y  cabeza  inclinada, 
con  mucha  humildad.  Y  los  mon- 
ges no  comenzaron  hasta  el  siglo 
4.*^  á  lo  menos  con  esas  formalida- 
des. Coronas  en  la  cabeza  tampo- 
co comenzaron  en  tiempo  de  los 
apostóles,  y  aun  después  no  las  hu- 
bo en  los  primeros  siglos,  sino  las 
que  llamaron  de  S.  Pablo,  y  era 
el  pelo  cortado  en  derredor  sobre  la 
frente  y  orejas  en  memoria  de  la  co- 
rona de  espinas  etc.  Las  vestiduras 
de  Quetsalcohuatl  eran  de  un  Obis- 
po oriental,  y  no  las  usaban  los  apos- 
tóles. Las  vestiduras  de  los  Obis- 
pos de  N.  España,  especialmente  de 
los  del  reyno  de  Oaxaca,  y  provin- 
cias Mixtecas,  eran  idénticas  á  las 
de  nuestros  Obispos  con  todos  sus 
Pontificales  hasta  mitra  forma- 
da con  plumas  verdes  de  Que- 
tóa/// exquisitamente  labradas,  y 
los  Sacerdotes  usaban  todos  en  las 
funciones  de  Iglesia  roquetes  ó  so- 
brepellices. Las  cruces  no  comen- 
zaron á  ser  objeto  publico  de  vene- 
ración sino  después  que  en  tiempo 
de  Constantino  dexaron  de  ser  un 
instrumento  de  suplicio.  Los  Obis- 
pos del  Anahuac,  aunque  elegidos  en 
Oaxaca  por  elección  popular  como 
á  los  principios  de  la  Iglesia,  eran 
consagrados  con  oleo,  como  lo  era 
también  el  Emperador  de  México, 
y  en  tiempo  de  los  apostóles  solo 
se  usó  la  imposición  de  las  manos. 
En  fin,  la  continua  salmodia  por  las 
diversas  horas  del  dia  y  de  la  noche 
que  resonaba  en  los  templos  de  Me- 


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112 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


xico,  y  el  aparato  de  arcedianos, 
chantres,  tesoreros,  Maestrescue- 
las, que  todo  había  en  sus  catedra- 
les, no  son  cosa  del  tiempo  de  los 
apostóles.  Los  Obispos  de  N.  Es- 
paña en  Mechoacan,  México  y  la 
Mixteca,  á  pesar  de  usar  de  tres 
lenguas  esencialmente  diferentes, 
se  llamaban  Papas  (VéaseJ  como  to- 
dos los  Obispos  del  mundo  antigua- 
mente, hasta  que  creo  Inocencio  3.° 
mandó  dárselo  á  solo  el  de  Roma,  y 
hoy  lo  usan  los  Obispos  de  Oriente; 
pero  no  lo  usaban  los  Apostóles.  Y 
cierto  no  sé  de  donde  pudo  venir 
tal  nombre  á  los  Obispos  Mexicanos, 
(Papa  viene  del  griego  papp as,  pa- 
dre, lo  ntismo  que  VAVk,  formado  por 
onomatopeya  de  las  primeras  voces 
que  articulan  los  nifios)  sino  de  Que- 
tsalcohuatly  pues  aunque  esa  pala- 
bra griega  se  halla  en  las  lenguas 
del  Perú  para  decir  padre,  en  la  len- 
gua mexicana  á  éste  se  le  áic^  tata, 
y  á  la  madre  nana,  y  Papa  no  sig- 
nifica nada.»  (Sí significa;  véase  el 
articulo  respectivo.) 

«El  rito  de  la  Pascua  en  México  ó 
de  la  Santa  cena  y  Misa  (no  hay 
que  escandalizarse,  porque  la  habia) 
era  enteramente  oriental.  Al  mismo 
tiempo  puntualmente,  dice  el  P.  Sa- 
hagun,  que  nosotros  celebramos  la 
pascua,  celebraban  los  Mexicanos 
la  suya  después  de  un  ayuno  de  40 
dias,  en  que  ayunaban  absteniéndo- 
se de  carne,  vino,  especias,  y  uso  del 
matrimonio.  Precedía  á  la  celebra- 
ción de  la  Pascua  una  penitencia  pu- 
blica. El  lector  recuerde,  que  enton- 
ces se  reconciliaban  antiguamente 
en  la  Iglesia  los  penitentes  públicos. 
Luego  se  bendecía  solemnemente 
agua  que  se  guardaba,  como  toda- 
vía practicamos  hoy  los  Católicos 
el  sábado  santo,  en  que  antigua- 


mente se  daba  el  bautismo  solemne. 
De  ahi  hacian  de  sus  semillas  la  es- 
tatua de  su  dios  Huitsilopochtli  (no 
de  otro),  la  qual  precisamente  ha- 
bia de  ser,  dice  Torquemada,  amasa- 
da en  la  capilla  del  Sor.  de  la  corona 
de  espinas,  y  de  alli  la  llevaban  con 
grande  música  al  altar  principal,  ve- 
lando toda  la  noche  como  los  Cristia- 
nos antiguos.  Entonces  llegaba  todo 
el  pueblo  á  hacer  su  ofrenda,  y  luego 
venian  los  Sacerdotes  y  consagra- 
ban la  estatua:  y  advierte  Torque- 
mada usaban  de  esta  palabra  consa- 
gración, y  que  desde  aquel  momento 
ya  la  miraban  como  la  misma  carne 
y  huesos  de  su  dios  Huitsilopochtli. 
(No  más  le  faltad  Torquemada  decir 
que  consagraban  pulque  y  lo  consi- 
deraban sangre  de  Huitzilopoch- 
TLi.  Tal  vcB  se  le  olvidó  á  Quetzal- 
coATL  enseñarles  la  consagración 
del  pulque,  sin  advertir  que  Huitzi- 
LOPocHTLi  resultaba  anémico.)  Sa- 
cábanle por  el  dia  en  una  solemní- 
sima procesión  (ha  de  haber  sido 
la  del  Corpus  de  los  cristianos) y  y 
á  la  tarde  el  Sacerdote  que  presidia 
la  procesión,  y  era  necesariamente 
el  que  representaba  á  Quetsalco- 
huatl,  tiraba  un  dardo  con  punta 
de  lanza  al  corazón  de  la  estatua, 
lo  que  decían  era  matar  á  su  dios 
para  comerlo:  y  esta  era  la  señal  de 
repartirlo,  llevando  de  ella  4  diá- 
conos con  roquetes  á  las  parro- 
quias de  los  cuatro  barrios  de  la 
ciudad  para  dar  la  comunión  al  pue- 
blo, la  cual  llamaban  teocualo:  dios 
es  comido,  y  los  Totonacas  Toyolia- 
yatlacuatl;  manjar  de  nuestra  vida, 
y  lo  recibían  con  mucha  devoción, 
compunción  y  lagrimas,  teniendo 
cuidado  no  cayese  en  tierra  la  me- 
nor mihaja,  y  habia  de  ser  en  ayuno 
natural;  para  lo  que  aquel  dia  se  es- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


113 


condia  en  todo  el  pays  la  agua  de 
los  niños,  que  también  comulgaban. 
En  fin,  el  Obispo  hacia  un  sermón 
con  que  terminaba  la  función,  dice 
Acosta,  en  quien  esta  aun  mejor  con- 
tada toda  esta  ceremonia  que  en  Tor- 
quemada.  Para  no  dejamos  dudar 
á  que  se  aludia,  en  esto,  en  una  de 
estas  funciones  ponian  á  un  hombre 
en  una  cruz,  y  á  otro  puesto  sobre 
una  cruz  pequeña  daban  con  una 
caña  en  la  cabeza. 

«Quien  sabe  los  ritos  litúrgicos 
del  oriente  y  sabe  que  el  pan  de  mil 
figuras  simbólicas  se  amasa  en  el 
oriente  en  una  capilla;  se  le  lleva  en 
procesión  para  el  altar  mayor  con  tal 
aparato  y  devoción  que  escandaliza 
á  los  latinos;  que  hasta  para  repar- 
tir la  comunión,  la  señal  es  clavar 
con  un  dardo  en  figura  de  lanza  el 
pan,  como  que  esto  significa  la  líin- 
zada  que  dio  á  Cristo  el  centurión 
(¿noLonginos?);  que  antiguamente 
comulgaban  los  niños,  etc.,  etc.:  co- 
noce al  momento  que  esta  era  una 
Misa  oriental.  Y  si  nuestros  misio- 
neros no  dieron  en  ello,  fue  por  su 
ignorancia  de  aquellos  ritos.  Tam- 
poco, sin  estar  advertido  un  latino, 
creería  que  era  Misa  la  que  celebran 
los  Griegos,  y  mucho  menos  los 
Coptos  y  Etiopes.  En  una  palabra: 
el  ayunar  en  México  y  Cholollan  la 
septuagésima,  punto  de  que  han  he- 
cho un  capital  de  su  cisma  los  grie- 
gos, porque  los  latinos  solo  ayunan 
40  dias:  el  seguir  en  los  cómputos  del 
diluvio,  no  la  Vulgata  sino  los  70  de 
que  usa  la  Iglesia  Griega  acaba 
de  confirmar  que  su  predicador  era 
oriental. 

«Haciéndome  todas  estas  dificul- 
tades sospechar,  que  nuestro  To- 
mas no  era  el  apóstol,  me  dediqué 
á  estudiar  los  autores  Portugueses, 


como  Barros  y  otros  que  cita  Gar- 
cía, sobre  las  cosas  de  la  India  per- 
tenecientes á  Sto.  Tomas,  de  que 
han  escrito  largamente  por  su  cuer- 
po, cruz  y  memorias  halladas  en 
Meliapor,  ciudad  de  Coromandel.  Y 
en  sus  historias  hallé  en  el  5.**  ó  6.^ 
siglo  otro  Sto.  Tomas,  Obispo,  suc- 
cesor  suyo,  Judío  helenista  también 
como  el  apóstol,  (esto  es,  Hebreos 
que  hablaban  griego  con  idiotismos 
hebreos)  tan  celebre  como  él  por  su 
predicación  y  milagros:  del  qual  el 
Breviario  ó  Santoral  de  la  Iglesia 
Syriaca  tiene  largas  lecciones,  en 
que  se  refiere  como  pasó  á  predicar 
á  la  China,  y  á  otras  regiones  bárba- 
ras y  remotas,  haciendo  muchos 
prodigios.  Este  sin  duda  debe  ser 
Quetsalcohuatl,  Chilamcambal  en 
lengua  Chincsa,  que  traxo  sin  duda 
discipulosChinos.  Los  grandes  edi- 
ficios de  Mictlan,  Campeche,  etc. 
que  se  atribuyen  á  los  discípulos  de 
Quetsalcohuatl  son  mui  parecidos  á 
los  Chineses. 

«Ahora  entra  la  esplicacion  de  la 
palabra  quelsal,  que  compone  el 
nombre  de  Quetsalcohuail.  Es  pala- 
bra sincopada  ó  elidid'dfapocopadaj 
de  Quetsal-li,  especie  nueva  del 
género  Psiitacus,  descrita  por  el  na- 
turalista Lallave,  y  dedicada  con 
el  nombre  de  Psittacus  Mosiño  á 
este  otro  natural  ist a  Mex icano  de  es- 
te nombre,  su  compañero  en  la  com- 
posición de  la  Flora  Mexicana,  el 
qual  trajo  aquel  paxaro  de  las  sel- 
vas de  Goatemala,  donde  se  cria.  Su 
color  es  verde  esmeralda  preciosí- 
simo, y  sus  plumas,  de  que  tiene 
tres  muí  grandes  por  cola,  eran  tan 
apreciadas,  que  tenia  pena  de  muer- 
te quien  los  mataba.  Las  damas  hoy 
las  estiman  muchísimo.  Cuando  se 
le  coge  pierde  las  plumas  de  la  cola 

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114 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


con  la  pesadumbre.  Su  nombre  era 
un  distintivo  de  aprecio,  lo  daban 
á  un  paxarito  de  dulce  canto  que, 
UamanQueísalíoíotl,  y  para  alabar 
una  doncella  honesta  y  hermosa,  la 
solían  llamar  pluma  de  Quetsalli, 

«Por  eso  Boturini  traduce  á  Que- 
tzal en  el  predicador,  páxaro  de 
pluma  rica,  y  en  general  traducen 
los  A  A.  á  Qtietsalcohuatl:  precioso 
mellizo.  Bastaba,  para  darle  el  nom- 
bre de  Quelsal  que  simboliza  la 
virginidad,  su  continencia  tan  cele- 
brada, que  los  sacerdotes  de  Cho- 
lula  en  su  Septuagésima  se  exhor- 
taban á  ella  diciendo :  que  era  ver- 
güenza no  poder  abstenerse  de  sus 
mugeres  en  tan  poco  tiempo,  quando 
su  Señor  Quetsalcohuail  nunca 
tuvo  ninguna.  La  virginidad  era  tan 
preciada  de  los  Mexicanos  que  moria 
sin  falta  por  haber  violado  la  suya 
alguna  de  sus  innumerables  Monjas, 
y  el  encontrar  sin  ella  á  la  despo- 
sada disolvía  el  matrimonio. 

«El  autor  de  la  historia  del  ver- 
dadero Quetsalcohuatl  dice:  que  co- 
mo entre  los  católicos  la  aureola 
que  se  pinta  á  los  Santos  es  la  se- 
ñal de  serlo,  el  Quetsal  ó  plumero 
era  indicio  ó  geroglif  ico  de  lo  mismo 
entre  los  Mexicanos:  y  que  por  eso 
Huitm'lopochtli tenísi  en  la  mano  de- 
recha una  cruz  formada  con  cinco 
globos  de  pluma:  así  como  el  pintar 
rayos  al  rededor  de  la  cara  y  zar- 
cillos en  las  orejas,  era  geroglifico 
de  divinidad,  que  solo  ponían  á  la 
imagen  de  dios :  y  que  si  el  sumo 
sacerdote  llevaba  zarcillos,  era  por 
ser  ministro  suyo.  La  explicación 
es  ingeniosa,  y  aunque  me  acuerdo 
que  quando  la  leí,  deseaba  mayo- 
res comprobantes  que  los  que  apun- 
taba el  autor,  pudo  tomarse  este 
símbolo  de  que  la  mitra  de  los  Obis- 


pos era  formada  de  plumas  de  Que- 
tsalli.  Dice  Torquemáda,  que  con- 
servaban en  Cholula  ciertas  esme- 
raldas como  reliquias  de  Quetsal- 
cohuatl,  y  una  de  ellas  tenía  primo- 
rosamente entallada  una  cabeza  de 
mano  (ha  de  ser  mono).  Esta  es  ge- 
roglifico de  que  debía  volver  de 
países  extraños. 

«Beytía  no  vio  á  dicho  autor,  y 
dando  la  traducción  de  Quetsalco- 
huatl  por  precioso  mellizo,  añade 
que  el  haberle  apropiado  el  sobre- 
I  nombre  de  Quetzal  alude  á  alguna 
cosa  especial,  y  que  algo  significa 
estar  colgada  del  pico  de  una  ave 
la  celebre  cruz  de  Sto.  Tomas  ha- 
llada en  Meliapor. 

«Acerca  de  esta  ave  varios  AA. 
Portugueses  escriben  que  es  una  pa- 
loma; pero  los  demás  que  es  un 
pavo.  Este,  según  ellos,  es  el  gero- 
glifico de  Meliapor,  que  eso  signi- 
fica, y  dicen  que  tenia  su  Obispo 
guardadas  con  gran  veneración  y 
aprecio  unas  láminas  de  metal,  en 
que  estaba  escrita  la  donación  que 
hizo  el  rey  Síngamo  á  Sto.  Tomas 
de  unas  tierras  para  Iglesia,  y  por  el 
reverso,  en  señal  de  aceptación  por 
parte  del  Sto.,  figurado  un  pavo 
por  ser  el  geroglifico  de  Meliapor.... 
Ahora  digo  yo,  que  nuestro  Sto.  To- 
mas se  titularía  de  Meliapor,  como 
todos  los  Obispos  del  Oriente  del 
lugar  de  sus  sillas,  y  asi  firmaban 
en  los  Concilios,  Cirilo  de  Alexan- 
dría,  Juan  de  Constantinopla,  etc., 
3^  los  Indios  traducirían  Meliapor 
por  su  significado  de  pavo,  escri- 
biendo y  sustituyendo,  no  el  común, 
sino  su  precioso  Quetsalli,  de  cu- 
yas plumas  usaría  la  mitra  como 
en  efecto  se  la  pintaban  también  á 
su  imagen,  y  el  qual  páxaro,  aun- 
que los  naturalistas  lo  pongan  aho- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


115 


ra  en  el  genero  Psittacus  6  de  pa- 
pagallo,  allá  no  pasa  sino  por  ser 
el  pavo  Real  de  la  America  del 
Norte. 

«EJ  lector  escoja  de  estas  inter- 
pretaciones, mientras  que  yo  paso 
por  fin  á  responder  como  pudieron 
pasar  los  Mexicanos  del  cristianis- 
mo á  los  sacrificios  y  una  idolatría 
tan  absurda.  Y  respondo  lo  1.°  que 
todo  eso  está  ponderado  en  extre- 
mo. Lo  2.°  que  asi  como  la  grosera 
idolatría  de  los  Egipcios,  y  de  alli 
de  los  Griegos  y  los  Romanos,  pro- 
vino de  la  ruda  ó  equivocada  inter- 
pretación de  su  antigua  escritura 
geroglifica,  asi  pudo  provenir  en 
los  Indios  de  la  mala  interpretación 
de  la  suya,  en  la  qual  tenian  escri- 
tas las  divinas  escrituras,  y  de  la 
siniestra  interpretación  de  la  doc- 
trina Evangélica.  ¿Que  absurdos  y 
fábulas  increíbles  no  han  deducido 
los  Judic^  de  las  Escrituras  y  tradi- 
ciones! ¡  Que  despropósitos,  horro- 
res y  excesos  no  derivaron  de  ellas 
y  de  la  doctrina  apostólica,  los 
Gnósticos,  Nicolaitas,  Corintianos, 
Ebionitas,  Maniqueos  y  otros  here- 
ges  antiguos!  ¿De  donde  si  no  de  la 
mala  interpretación  del  antiguo  tes- 
tamento, ó  mala  aplicación  de  sus 
máximas  al  nuevo,  han  venido  con 
los  diezmos  y  primicias,  las  gue- 
rras de  religión,  las  matanzas  he- 
chas en  America,  y  los  quemaderos 
de  la  Inquisición?  ¡Que  cuadro  de 
abusos  no  se  podría  presentar  tan 
horroroso  como  el  de  los  Mexica- 
nos! ¿El  Mahometismo  no  es  una 
rama  estraviada  del  cristianismo? 
¿Y  el  pueblo  menudo  católico  no  es 
un  idolatra  material  generalmente 
por  su  ignorancia,  pues  lo  es  tener 
mas  devoción  con  unas  imágenes 
que  con  otras,  poniendo  en  aquellas 


su  confianza  como  si  residiese  en 
alguna  de  ellas  virtud  alguna,  ó 
Dios  pudiese  prendarse  mas  de  las 
oraciones  que  se  le  dirigen  ante 
una  pintura,  que  ante  otra? 

«¿Cuanto  mas  debia  suceder  en- 
tre los  Indios,  que  carecían  de  le- 
tras alfabéticas,  que  desde  el  naci- 
miento de  la  religión  sufrieron  una 
persecución  tan  cruel  para  exter- 
minarla, que  gimieron  muchos  años 
fugitivos  y  encerrados  entre  las  jun- 
cias y  espadañas  de  la  laguna  de 
México,  ya  tributarios  de  los  Tepa- 
necas  de  Atzcatpozalco,  ya  de  los 
Teochichimecas  de  Tezcoco,  que 
por  fin  los  dominaron,  y  hablan  de 
introducir  su  religión  dominante? 
¿No  vimos  en  la  Francia,  católica, 
18  siglos,  hacerse  con  la  revolución 
un  tránsito  á  la  idolatría  y  hasta  el 
ateísmo?  Me  era  muí  fácil  hacer  ver 
como  por  todos  aquellos  medios  fue 
alterándose  la  religión  entre  los 
Mexicanos:  algo  dixe  ya  del  origen 
de  los  sacrificios  humanos  de  una 
mala  interpretación  de  la  máxima 
cristiana  de  que  Dios  no  quiera  si- 
no corazones  ardientes.  Acaso  se 
agregó,  (quando  por  la  persecución 
del  Cristianismo  creyeron  haberlos 
castigado  Dios  con  peste  y  seque- 
dad) el  empeño  de  aplacarle,  imi- 
tando á  los  martyres,  que  se  ofre- 
cían gustosos  á  la  muerte  como 
aceptísima  á  los  ojos  de  Dios:  pues 
procuraban  que  las  víctimas  fuesen 
voluntarias,  alzando  los  ojos  al  cie- 
lo, y  otras  alusiones  semejantes  á 
martyrio,  y  martyrio  de  mellizos. 
Tal  vez  mucho  de  ello  nació  de  la 
opinión  de  que  Quetsalcohuatl  be- 
bía sangre  y  se  comía  un  niño;  opi- 
nión que  nació  de  la  creencia  de  los 
católicos  sobre  la  eucaristía;  impu- 
tación contra  los  Cristianos  primi- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


tivos  tan  creida  en  el  antiguo  mun- 
do, que  por  ella  resonó  mil  vezes 
el  anfiteatro  Romano  con  el  grito: 
Christiani  ad  bestias;  y  que  quedó 
tan  esparcida  entre  los  gentiles  del 
nuevo  mundo,  que  una  de  las  razo- 
nes que  mas  hacian  valer  muchos 
quando  la  llegada  de  los  Españo- 
les, para  dudar  que  fuesen  Quetsal- 
cohuatl  ó  sus  discípulos,  era  que  no 
bebian  sangre  ni  comian  niños. 

«Todos  los  ritos  é  historia  de  los 
Mexicanos  están  aludiendo  tan  cla- 
ramente á  ritos  y  pasages  del  anti- 
guo y  nuevo  testamento,  que  los 
AA.  Españoles  lo  han  notado  á  ca- 
da paso:  y  el  viaje  de  los  Mexicanos 
al  Anahuac  es  tan  idéntico  al  de 
Israel  por  el  desierto,  que  en  la  1.* 
edición  de  Torquemada  se  supri- 
mió, y  para  restituirlo  en  la  2.^ 
véanse  las  salvas  que  tuvo  que  ha 
cer  el  editor  en  su  prólogo  Por  eso 
Mocteuhzoma  habiendo  oido  toda 
la  doctrina  que  produxo  Cortés  so- 
bre la  creación  del  mundo  y  reli- 
gión Cristiana,  le  respondió,  que 
estaban  acordes  en  todo  con  la  doc- 
trina de  sus  mayores:  y  el  mismo 
Cortés  escribe  en  su  primera  carta 
al  Emperador  Carlos  5.*^,  que  quan- 
do emprendió  derribar  los  ídolos  le 
dixo  el  de  México:  nosotros  con  el 
transcurso  del  tiempo  habernos  ol- 
vidado ó  trastornado  la  doctrina  de 
nuestro  Señor  Quetsalcohuatl,  tú 
que  vienes  ahora  de  su  Corte  y  la 
tendrás  mas  presente,  ve  diciendo 
lo  que  debemos  tener  y  creer,  y  nos- 
otros lo  haremos  todo.  Por  lo  qual 
y  otras  muchas  cosas,  no  cesa  Acos- 
ta  de  decir,  que  estaba  abierta  la 
puerta  para  haber  introducido  el 
evangelio  en  America  sin  ninguna 
efusión  de  sangre. 

«Pero  vuelvo  á  decir,  que  los  Es- 


pañoles y  misioneros  empeñados 
en  no  ver  sino  al  diablo  aun  en  las 
cruces,todo  lo  endiablaron  sin  escrú- 
pulo; y  recogiendo  los  ritos  y  creen- 
cias de  las  diferentes  provincias,  y 
por  haber  quemado  las  bibliotecas, 
informándose  del  vulgo  necio,  que 
entre  los  católicos  daria  también 
de  nuestra  creencia  una  relación 
endiablada,  hicieron  una  pepitoria 
insoportable.  Desde  que  los  Espa- 
ñoles llegaron  á  N.  España,  y  se  vie- 
ron incensar,  y  llamar  teotli  ó  teutli, 
dieron  en  que  los  tenian  por  dioses, 
y  oyendo  esta  palabra  los  misione- 
ros aplicada  hasta  á  los  montes, 
todo  se  les  volvió  dioses  y  diosas. 
Podian  reflexionar  que  ellos  incen- 
saban la  imagen  de  su  rey,  á  sus 
sacerdotes,  y  á  todos  los  que  asis- 
ten á  sus  misas  y  oficios  solemnes. 
Entre  los  Mexicanos  se  incensaba 
á  los  Embaxadores  como  personas 
sagradas  é  inviolables,  y  por  tales 
se  dieron  ellos.  Llamáronles  teotli, 
porque  asi  llamaban  á  sus  magistra- 
dos y  á  los  caballeros  de  sus  4  orde- 
nes militares,  como  puede  verse  en 
Torquemada,  aunque  este  escribe 

Tecuchlli  como  Motecutsuma 

Pero  teotl  ó  teutl  no  significa  dios 
sino  por  antonomasia  como  Señor 
entre  nosotros,  y  su  significado  es 
el  de  Señor.  Aun  es  frasismo  suyo 
para  expresar  lo  excelente  en  cada 
género:  asi  al  pimiento,  que  ellos 
llaman  Chilli,  si  es  mui  rico  llaman 
teo-chilli,  y  los  mestizos,  frasean- 
do á  su  exemplo  en  Castellano,  pa- 
ra expresar,  por  exemplo,  im  mu- 
lato  que  se  levanta  sobre  su  esfe- 
ra, dicen,  que  es  un  Señor  mulato, 
un  aguardiente  mui  fuerte.  Señor 
aguardiente  etc.,  como  en  la  Euro- 
pa noble  y  gentil.  Los  Indios  siem- 
pre que  mentaban  á  Dios,  era  aña- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


117 


diendo  al  íeotlipalnemohuani,  el  que 
da  vida,  Ipalnemohualoni,  esto  es, 
el  Señor  por  quien  vivimos;  que 
es  la  frase  de  S.  Pablo:  in  quo  vivi- 
mus,  movemur  et  sumas, r> 

(Es  un  error  del  Dr.  Mier  creer 
que  teotl  y  tecutli  significan  lo  mis- 
mo. Teotl  significa  «Dios,»  y  Tecu- 
tli significa  «Señor.»  Tecutli,  por 
metátesis,  se  convierte  en  Teuctli, 
y  esta  palabra  confundió  el  Dr. 
Mier  con  Teotl,  y  por  eso  dice  Teo- 
tu  ó  Teutli.  El  frasismo  á  que  se 
refiere  de  teo-chilli,  «Seftor  Chile,» 
es  inexacto,  pues  en  teo-chilli  y  en 
otros,  no  significa  teotl,  señor,  sino 
dios  ó  divino,  así  dicen  teo-comitl, 
«olla  de  dios,»  ó  «divina,»  nombre 
que  le  daban  á  la  biznaga,  porque 
estaba  consagrada  al  culto;  decían 
también  teo-tlalli,  «tierra  de  dios, » al 
desierto,  porque  no  estando  habita- 
do por  el  hombre,  concebían  que  só- 
lo dios  estaba  en  él.)  (  Véase  Troti..) 

«El  que  entrase  á  las  Iglesias  ca- 
tólicas sin  entender  su  religión  y 
lengua,  pensaría  que  teniamos  tan- 
tos dioses  como  imágenes;  y  según 
las  diferencias  de  nombres,  figuras 
y  advocaciones  que  damos  á  Cris- 
to y  su  madre,  los  multiplicaría  á  mi- 
llares: y  no  dudaría  atribuir  divini- 
dad á  los  santos,  viéndolos  sobre 
los  altares,  dedicados  templos  á  su 
nombre,  dados  á  ellos  patronazgos 
de  ciudades  y  villas,  protección  á 
cada  uno  contra  ciertas  enferme- 
dades, para  ciertas  cosas,  y  á  favor 
de  ciertos  gremios;  con  la  circuns- 
tancia de  que  en  tal  parte  su  ima- 
gen es  mas  milagrosa  que  en  otra. 
Con  todo  lo  qual  nos  daría  por 
idólatras  extravagantes  y  desatina- 
dos, y  asi  lo  hacen  los  protestantes. 
Pues  ni  mas  ni  menos  hicieron  los 
Españoles  con  los  Indios:  aunque  al 


fin  los  misioneros  se  fueron  aper- 
cibiendo del  error,  y  ya  convenían, 
según  Torquemada,  en  que,  á  lo 
menos  las  diosas  que  ellos  llaman 
de  las  aguas,  no  eran  sino  una,  que 
es  la  misma  virgen  mellisa  de 
que  hemos  hablado. 

«Pero  no  la  adoraban  por  Diosa, 
ni  huvo  tales  diosas  entre  ellos;  y 
asi  Torquemada  á  la  misma  ya  lla- 
ma dios,  ya  diosa,  sin  saber  lo  que 
se  decía:  pues  los  Indios  distinguían 
muí  bien  á  dios  de  los  santos  en  los 
nombres,  en  las  oraciones,  y  en  el 
culto.  El  mismo  dice,  que  solo  se 
arrodillaban  y  postraban  ante  la 
representación  de  Tescatlipuca  que 
era  su  mayor  dios,  puro  espíritu;  y 
que  á  solo  á  este,  y  á  ningún  otro, 
ni  á  HuitmlopochtUM  llamaban  Ti- 
tlacahua;  y  que  le  dirigían  esta  ora- 
ción: O  Z)/05  todo  poderoso,  que  dais 
vida  á  los  hombres,  que  os  llamáis 
Titlacahua  (esto  es,  cuyos  esclavos 
somos),  hacedme  esta  tan  señalada 
merced  de  darme  todo  lo  necesario 
y  goBar  de  vuestra  clemencia,  sua- 
vidad y  delectación:  haved  miseri- 
cordia de  mí,  abrid  las  munos  de 
vuestra  piedad  y  usadla  conmigo. 
Y  dice  en  otra  parte,  que  todas  sus 
oraciones  terminaban  con  Mayiuh, 
hágase  asi,  como  nosotros  con 
amen.  «Dicen  de  él,  prosigue,  que 
«lo  sabe  y  vé  todo,  y  que  da  las  en- 
«fermedades  contagiosas  en  castí- 
«go  de  los  pecados.  Llamábanle 
«MoyocayatBin,  el  que  hace  quanto 
«quiere,  porque  á  su  voluntad  no 
«podía  resistirse,  y  decían  ser  po- 
«deroso  para  destruir  cielo  y  tie- 
«rra.  Llamábanle  telpuchtli  que 
«quiere  decir  joven,  porque  es  eter- 
«no.  Otros  nombres  tenin  este  Tet.^- 
^catlipuca>  y  se  ve  que  todos  sig 
níficaban  diversos  atributos  de  la 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


divinidad:  este  mismo  nombre  sig- 
nifica espejo  resplandeciente,  ó  don- 
de todo  se  ve,  speculum  sine  macu- 
la, como  llama  á  Dios  la  Escritu- 
ra.» (Tezcatlipoca  sólo  significa: 
«Espejo  negro  que  humea.») 

« Teo-Huits-lopochtli,  y  no  Huitzi- 
lopochtli,  según  interpreta  Borun- 
da,  es  decir:  el  señor  de  la  espina  ó 
herida  en  el  costado  izquierdo  de 
quien  le  mira:  y  este  dice  Torque- 
mada  es  el  mismo  Mee  si  que  traxo 
á  los  Aztecas,  dándoles  el  nombre 
Mecsicanos  quando  les  mandó  un- 
girse las  caras  con  cierto  ungüen- 
to,...  .y  asi  celebraban  su  fiesta  to- 
dos embijados  y  ungidos:  prueba 
todo  de  que  Mecsi  significa  ungido  ó 
Cristo:  por  otro  nombre  Tco-ílaloc, 
ó  Señor  del  paraíso,  (Tlal-oc  signifi- 
ca «vino  ó  licor  de  la  tierra,»  esto  es, 
«lluvia,»  que  es  el  vino  que  bebe  la 
tierra;  y  deificando  la  lluvia  hicie- 
ron al  dios  Tlaloc,  y  al  lugar  de  su 
residencia  en  el  cielo  lo  llamaron 
Tlaloccan,  «lugar  de  Tlaloc, >*  esto 
es,  lugar  de  la  lluvia,  que  los  misio- 
neros tradujeron  arbitrariamente 
«paraíso.»  Al  dios  lo  llamaban  losln- 
dios  Tlaloccantecuíli,  «Señor  del 
Tlaloccan),  y  por  otro  Señor  de  la  co- 
rona de  espinas,  como  está  dicho. 
Los  Tlaxcaltecas  le  llamaban  Ca- 
maxtle  ó  señor  desnudo  (Véase 
Camaxtle),  como  está  en  la  cruz. 
Tenia  una  en  la  mano  formada  con 
cinco  globos  de  pluma:  asi  como  se 
encuentra  en  otra  Cruz  pintada  de  fi- 
nísimo azul  con  los  cinco  globos 
blancos,  en  la  sierra  casi  inaccesible 
de  Mesiitlan  desde  tiempo  tan  in- 
memorial, que  por  tener  al  lado 
pintada  la  luna  en  Mexicano  Mestli, 
dio  nombre  al  lugar  de  Mestitlan, 
esto  es,  junto  á  la  luna.  Ya  está  dicho 
como  aseguraban  que  tenia  natu- 


raleza humana  y  divina,  y  había  na- 
cido de  una  virgen  santa  y  devota 
sin  lesión  de  su  virginidad,  llamada 
Coatlicue  (Antes  de  Huitzilopochtli 
ya  habia  parido  400  hijos)  (V.)»  que 
lo  parió  en  el  monte  Coatepec  de  Tu- 
la: alusión  todo  á  que  fue  dado  á  co- 
nocer en  el  tiempo  de  los  Tultecas 
por  Quetsalcohuatl.  Tor quemada, 
dice:  «Tuvieron  noticia  de  la  encar- 
nación, y  lo  explicaban  por  una  me- 
táfora diciendo,  que  uno  como  ovillo 
de  plumas  baxo  del  cielo,  y  ponién- 
dolo ella  baxo  su  cintura,  parió  á 
Huitzilopochtli  ya  hecho  varón  per- 
fecto etc.»  (En  lugar  de  la  etcétera 
debió  el  Dr.  Mier  seguir  copiando  d 
Torquemada  para  que  el  lector  su- 
piera que  HuitBilopochtli,  luego  que 
nació  mató  d  sus  400  hermanos;  pe- 
ro desaparecía  la  virginidad  de 
Coatlicue,  y  se  descubría  la  mentira 
del  Dr.  Mier.)  Su  imagen  indicaba  los 
mismos  atributos  que  nosotros  da- 
mos á  Jesu  Cristo,  y  aun  explicada 
según  Torquemada  nada  presenta 
que  no  sea  digno  de  un  Dios.»  (¿Qué 
matar  d  sus  hermanos,  apenas  na- 
cido, serd  digno  de  un  Dios?) 

«Dios  puro  espíritu  y  Omnipoten- 
te, Dios  hombre,  y  su  madre  virgen, 
son  los  Tlaloques  ó  dioses  del  tiem- 
po de  los  Tultecas  dados  á  conocer 
por  Quetzalcohuatl,  y  añadiendo  á 
este  como  Santo  y  sus  discípulos 
mártires,  á  esto  viene  á  reducirse, 
si  bien  se  explica  todo,  toda  la  Mi- 
tología Mexicana aunque  los 

Españoles  se  han  empeñado  en  ha- 
cer diablos,  y  aun  en  hallar  los  dio- 
ses de  los  Romanos.  Esta  compa- 
ración no  me  parece  razonable:  por- 
que por  exemplo  dice  Torquemada: 
«que  la  diosa  Tlasolteotl  corres- 
«ponde  á  Venus,  porque  quiere  de- 
«cir  diosa  de  la  basura,  y  que  de  ella 


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SEGUNDA  e:POCA.  TOMO  V. 


119 


•eran  mui  devotas  las  personas  des- 
«honestas;  pero  no  era,  dice,  por  que 
«patrocinase  como  la  Venus  anti 
«gua  sus  impurezas,  sino  para  te- 
«nerla  propicia  á  fin  de  obtener  per- 
«don  de  este  pecado.»  ¿Y  que  tiene 
que  ver  esto  con  Venus?  La  idola- 
tría de  los  Mexicanos  era  mas  lim- 
pia: jamas  adoraron  los  vicios  ni  á 
ninguno  que  los  hubiese  tenido,  di- 
ce Dávila  Padilla,  y  dice  bien.» 

(Sólo  una  obsesión  ó  el  ánimo  de- 
liberado de  engafiar  d  sus  lectores 
puede  haber  inducido  al  Dr.  Mier  d 
asentar  las  aseveraciones  que  hace 
en  el  pdrrafo  que  precede. 

(Los  Tlaloques  no  eran  dioses,  si- 
no ministros  ó  servidores  del  dios  , 
Tlaloc,  que  preparaban  las  lluvias 
y  las  tempestades,  y  que  quebrando 
cántaros  hacían  los  truenos  y  los 
rayos.  (Véase  Tlaloques.)  \ 

(Los  Toltecas  no  adoraron  á\ 
Huitzilopochtli»  ni  mención  hacen  de  \ 
él  en  su  Mitología. 

(No  sólo  Coatlicue  parió  ^Huitzi- 
lopochtli sin  obra  de  varón,  tam- 
bién la  diosa  Chimalma  {  V.)  parió , 
á  Quetzalcohuatl /)or  virtud  del  cié-  \ 
lo—segtm  la  teogonia  nahoa—y  de  \ 
esto  no  dice  nada  el  Dr.  Mier,  y  hace 
bien,  porque  le  resultaban  ¡dos  Je- 
sucristos!) 

Continua  el  Dr.  Mier: 

«En  fin,  ¿por  que  hemos  de  llamar 
idólatras  y  no  Cristianos  á  los  in- 
dios de  Yucatán,  que  todos  estaban 
bautizados  en  nombre  de  la  Trini- 
dad, y  veneraban  las  cruces?  (Aquí 
debemos  creer  al  Doctor  Mier  bajo 
su  palabra  honrada^  porque  no  cita 
á  ningtín  autor  en  apoyo  del  bau- 
tismo en  nombre  de  la  Trinidad.) 

¿Por  qué  hemos  de  llamar  idóla- 
tra al  Emperador  Netsahualcoyotl, 
que  prohibió  los  sacrificios  huma- 


nos, y  levantó  templos  al  dios  crea- 
dor? ¿Por  que  hemos  de  llamar  idó- 
latras á  los  Totonacas  y  Mixtecas, 
que  sobre  estar  bautizados,  (como 
todos  los  Nahuatlacas  y  Mexicanos, 
ofrecidos  por  eso  á  Quetsalcohuatl 
desde  esta  ceremonia  á  los  ocho 
dias  de  nacidos)  no  ofrecían  sacri* 
ficio  ninguno  humano,  y  adoraban 
á  Tzenteotl,  que  Torquemada  ya  lla- 
ma Dios,  ya  Diosa,  ya  Dioses,  y 
no  quiere  decir  sino  el  verdadero 
Dios?* 

(No  es  exacto  esto  til  timo.  Tam- 
bién Orosco  y  Berra,  con  la  escri- 
tura Tzinteotl,  traduce  ^Dios  origi- 
nal,^ esto  es,  <t el  primer  dios.* 

(Pero  nohaytalTzenteoüniTzin- 
teotl,  el  nombre  propio  es  Centeotl 
ó  Cinteotl,  que  se  compone  de  cen- 
tu  ó  cintli,  <íma3orca  de  maís,*  y 
teotl,  ^dios  ó  diosa,*  y  significa: 
«Dios  ó  diosa  del  maís.* 

(El error  délos  autores ,  que  llegó 
hasta  OroBco  y  Berra,  provino  de 
que  escrita  la  palabra  Tzinteotl, 
tomaron  el  primer  elemento  tzin- 
tli,  que,  cuando  es  prefijo  en  un  vo- 
cablo, significa:  «el  ojo  del  saluo- 
nor,*  dice  Molina,  el  ano,  el  fundi- 
llo, y  figuradamente,  fundamento, 
cimiento,  origen,  etc.  y  chocándo- 
las d  los  autores  tomar  la  significa- 
ción fundamental  ó  primitiva,  y  de- 
cir: «el  dios  ano,»  «el  dios  fundillo ,* 
tomaron  las  significaciones  trans- 
laticias,  y  unos  dijeron:  «el  dios  fun- 
damento,* otros:  «el  primer  dios,* 
«el  dios  original,*  como  dice  Oroz- 
co  y  Berra,  y  «el  verdadero  dios,* 
como  traduce  el  Dr.  Mier.  Pero  re- 
ducida la  palabra  á  su  verdadera 
escritura,  Centeotl  no  es  más  que 
«el  dios  ó  ¡a  diosa  del  maís;*  y  así 
se  vé  en  los  Códices  llevando  ma- 
zorcas de  maíz  en  la  mano,  ó  á  sus 


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120 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


adoradores  presentándoselas.) 
(Véase  Centeolt.) 

Continúa  el  Dr.  Mier: 

«El  mismo  (Torquemada)  dice, 
que  este  dios,  que  confunde  con  la 
Tonacayohua,  prohibia  y  detestaba 
los  sacrificios;  y  sus  monges  eran  se- 
gún él,  los  mas  exemplares  castos 
y  penitentes,  ocupados,  en  escribir 
la  historia:  <^A  esta  diosa  miraban 
«con  suma  reverencia,  y  sus  res- 
<^puestas  tenian  por  oráculo  divino, 
«y  mas  que  otros  eran  señalados 
«los  sacerdotes  de  su  culto  y  servi- 
«cio:  y  que  esta  diosa  no  quisiese 
«sacrificios  de  hombres  no  sé  que 
«sea  ni  tampoco  lo  entiendo,  porque 
«esto  de  querer  unos  uno,  y  otros 
«otro  son  para  mi  adivinanzas.^ 

«¿Que  ha  de  ser  sino  que  habia 
diferentes  cultos  y  religiones,  asi 
como  él  mismo  pone  los  religiosos 
observantes  del  orden  de  Quetsal- 
cohuatl,  y  estos  monges  del  verda- 
dero Dios,  que  llama  en  otra  parte 
Coatlan  ó  mellizos,  los  quales  no  se 
juntaban  con  los  demás  ni  para  la- 
varse? Habia  también  fuera  de  los 
monges  Congregaciones  seculares 
de  Tezcatlipuca,  Dios  Omnipotente, 
puro  espíritu,  todo  exemplar  y  vir- 
tuoso; y  cierto  no  se  exhortarla  me- 
jor en  nuestro  Cristianismo  á  las 
vírgenes  destinadas  á  los  monaste- 
rios, que  se  exhortaba  á  las  suyas 
en  su  ingreso  al  Orden  de  Quetsal- 
coatí.» 

(Olvida  ó  ignora  el  Dr.  Mier  que 
Tezcatlipoca/«^  el  perseguidor  en- 
carnizado de  Quetzalcoatl, /)W¿?5 
aquílopone  como  «Dios  omnipoten- 
te, «puro  espíritu,  todo  ejemplar  y 
«virtuoso;»  de  suerte  que  el  dios 
cristiano  que  predicaba  Quetzal- 
coñü  fué  su  perseguidor.) 

«En  México  el  verdadero  Dios  te- 


nia templo  aparte,  y  adonde  ahora 
está  N.  Sra.  de  Guadalupe,  que  es 
en  Tepeyacac  (esto  es  lugar  junto  al 
cerro,  el  qual  se  llamaba  Tonan(V.) 
ó  de  nuestra  madre)  habia  templo 
sobre  el  cerrillo  (para  sustituirlo 
inventaron  los  misioneros  la  Apa- 
rición de  la  Virgen  de  Guadalupe, 
cuya  superchería  descubrió  el  ca- 
tólico D.  Joaquín  Icasbalceta)  de- 
dicado á  la  tsenteotenantzin,  que 
se  traduce  asi:  la  apreciable  madre 
nantm'n,  que  está  en  el  cerro  tepe  ti. 
es  la  madre  del  verdadero  Dios 
Tsenteotl.  (Todo  esto  es  una  mistifi- 
cación del  Dr.  Mier.  No  hubo  tal  dio- 
sa. El  nombre  genuino  es  Teteoinan- 
tzin,  que  significa:  «Su  madre  de 
los  dioses  f»  y  cuyo  origen,  que  es  his- 
tórico, constituye  un  atroz  crimen 
de  los  sacerdotes  mexicanos.  Véase 
Teteoinan  y  Tocl)  Su  fiesta  princi- 
pal se  celebraba  en  el  solsticio  hi- 
berno, dia  de  Sto.  Tomas,  y  era  tal 
la  devoción  con  ella,  que  nadie  pasa- 
ba junto  al  cerrillo,  según  Torque- 
mada, sin  subir  á  ofrecer  en  su  ara 
las  flores  que  por  alli  podia  hallar. 
«Otro  templo  tenia  la  misma,  co- 
mo patrona  de  las  aguas,  (pues  lo 
eran  todos  los  Tlaloques  venerados 
en  los  montes)  en  Otancapulco 
(Otoncapulco),  y  habiéndose  en 
aquel  templo  salvado  los  Españoles 
de  Cortés  en  la  triste  noche  que  sa- 
lieron de  México,  atribuyéndolo  á 
milagro  de  la  virgen,  pusieron  alli 
despees,  según  Torquemada,  una 
imagen  que  llamaron  N.  Sra.  de  las 
Victorias  (Acosta  dice  que  del  Soco- 
rro por  el  que  recibieron)  y  después 
llamaron  de  los  remedios.  Como 
el  Ayuntamiento  de  México  fue  el 
que  edificó  la  capilla,  puso  alli  des- 
pués capellán,  á  pesar  de  los  fran- 
ciscanos que  antes  la  custodiaban.» 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


121 


Aquí  termina  la  disertación  del 
Dr.  Mier,  y,  al  calce,  su  editor,  D. 
Carlos  M.  Bustamante,  dice: 

«Tal  es  la  famosa  Disertación  del 
sabio  P.  Mier,  que  con  razón  se  ha 
celebrado  en  Europa.  Ruego  á  sus 
lectores  que  llamando  á  ecsamen  to- 
do cuanto  ha  dicho  el  P.  Sahagun  en 
los  libros  precedentes, hagan  unco- 
tejo  con  todas  sus  relaciones,  y  sin 
duda  hallarán  en  dicha  Disertación, 
sino  la  verdad  demostrada,  á  lo  me- 
nos una  cosa  que  se  acerca  á  ella,  y 
satisface  y  aquieta.  Parece  que  se 
cae  la  venda  de  los  ojos  y  se  entra 
en  el  País  de  un  mundo  desconocido, 
penetrando  por  enmedio  de  los  arca- 
nos del  antiguo  Pueblo  Mexicano. 
¡Cuanto  mas  no  avanzarían  los  eru- 
ditos en  esta  materia  si  tuviésemos 
ala  mano  la  Clave  historial  del 
Lie.  Borunda!  Mucho  se  ha  decla- 
mado contra  la  ignorancia  y  barba- 
rie del  Sr.  Zumdrraga,  que  privó  á 
la  historia  de  sus  mas  preciosos  do- 
cumentos haciendo  quemar  los  ar- 
chivos de  Tezcoco  en  la  plaza  del 
Tlaltelolco  (ElSr.  Icasbalceta,  en  su 
obra  ^Zumárraga,^  vindicó  al  obis- 
po de  tan  tremendo  cargo):  ¿mas 
acaso  es  inferior  la  necedad  de  su 
succesor  el  Sr.  NúñcB  de  Haro  qui- 
tándonos de  la  mano  la  Clave  de 
oro  con  que  podríamos  abrir  el 
pequeño  resto  de  la  historia  antigua 
que  nos  había  quedado?  Compárese 
siglo  con  siglo,  y  resultará  mas  vi- 
tuperable la  conducta  del  Sr,  Haro; 
siquiera  Zumdrraga  era  animado 
del  loable  deseo  de  estinguir  la  Ido- 
latría que  creyó  estuviese  consig- 
nada en  los  antiguos  manuscritos 
de  Tezcoco.  Pero  Ntiñez  de  Haro 
¿qué  creía  en  esta  Clave  que  se  to- 
mó invadiendo  la  propiedad  priva- 
da de  Borunda?  ¡Ah!  vergüenza  da 


decirlo creyó  que  podría  por 

medio  de  ella  persuadirse  la  veni- 
da de  Sto.  Tomás  Apóstol,  y  los  Es- 
pañoles tenían  por  el  mayor  agra- 
vio que  se  dijera  que  otros  antes 
que  ellos'  habían  planteado  y  anun- 
ciado la  religión  de  Jesucristo  en 
este  suelo:  solo  reconocían  por  sus 
Apóstoles  á  los  Corteses,  Pizarros 
y  Alvarados  (¡á  cual  mds  bandi- 
do!) y  cuando  la  conducta  criminal  de 
estos  demostraba  á  toda  luz  ó  que  la 
ignoraban  de  todo  punto,  ó  que  obra- 
ban directa  y  escandalosamente 
contra  ella.  Tales  desórdenes  pro- 
duce siempre  el  odio  á  las  naciones, 
y  todo  se  sacrifica  en  las  aras  de 
este  monstruo.» 

(En  cuanto  á  la  utilidad  y  mérito 
de  la  obra  de  Borunda,  «Clave  de 
Oro,»  y  cuya  perdida  tanto  lamenta 
D.  Carlos  M.  Bustamante,  véase  lo 
que  sobre  dicha  obra  dijimos  en  el 
párrafo  XXIX  de  este  artículo.) 


XXXI 

Ofrecimos  en  el  párrafo  XXIX 
de  este  artículo  insertar,  por  ser 
poco  conocida  y  de  difícil  adquisi- 
ción y  como  complemento  á  la  his- 
toria de  Quetsalcoatl,  la  magnífica 
disertación  escrita  por  D.  Ignacio 
Ramírez  (El  Nigromante)  para 
combatir  á  los  que  desde  hace  tres 
siglos  están  sosteniendo  que  Sto. 
Tomás,  apóstol  de  Jesucristo,  ú  otro 
de  los  fundadores  del  cristianismo, 
vino  á  predicar  esa  religión  á  Amé- 
rica antes  de  que  fuera  descubierta 
por  Colón. 

Cumpliendo  con  ese  ofrecimien- 
to, hacemos  la  siguiente  transcrip- 
ción: 


31 


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122 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


«Artículo  I. 

«Desde  hace  más  de  tres  siglos  se 
está  escribiendo  que  uno  de  los  fun- 
dadores del  cristianismo  se  anti- 
cipó á  Colon  en  su  famoso  descu- 
brimiento; esa  leyenda  se  sostiene 
todavía,  puesto  que  nosotros  mis- 
mos hemos  publicado  la  disertación, 
por  cuyo  medio  un  eclesiástico  se 
empeña  en  probar  el  paseo  de  To- 
más, el  mellizo,  por  el  Nuevo  Mun- 
do. El  interés  histórico  nos  com- 
promete á  formular,  con  breves  pa- 
labras, nuestra  opinión  sobre  tan 
extraña  materia. 

«Si  constase,  como  un  hecho,  la 
presencia  en  América  de  un  judío, 
por  los  años  que  trascurrieron  des- 
de Nerón  hasta  Vespasiano,  noso- 
tros guardaríamos  silencio  y  deja- 
ríamos á  los  eruditos  la  tarea  de 
acumular  mil  y  mil  particularida- 
des á  las  consecuencias  probables 
ó  verosímiles  de  una  aventura  tan 
extraordinaria;  pero  los  defensores 
de  esa  historieta  parten  de  suposi- 
ciones y  de  datos  muy  dudosos  para 
deducir  un  prodigio;  y  la  crítica  his- 
tórica protesta  contra  ese  método, 
al  cual  debemos  numerosos  y  perju- 
diciales errores:  fijemos  la  cues- 
tión; ella  atestiguará  que,  á  los  sa- 
bios y  á  los  ignorantes,  no  nos  es  da- 
do resolverla  de  un  modo  positivo. 

«Muy  posible  es  que  repetidas  ve- 
ces, en  el  trascurso  de  los  siglos, 
hayan  venido  del  Viejo  Mundo,  náu 
f  ragos,  comerciantes,  colonos  y  has- 
ta invasores  á  las  inmensas  playas 
de  la  América;  tenemos  esapersua- 
cion.  Pero  hoy  se  trata  de  saber  si 
por  los  años  en  que  Jerusalem  fué 
arruinada  vino  á  estos  países  un 
sectario  judío  y  dejó  huellas  de  su 


tránsito,  una  huella  tan  profunda 
que  todavía  puede  ser  descubierta 
por  el  historiador  y  por  el  filósofo; 
en  resumen,  pues  que  el  campo  es- 
tá sembrado  nomas  de  conjeturas, 
el  problema  es  buscar  sobre  éstas 
los  vestigios  que  racionalmente  pu- 
do haber  dejado,  en  aquellas  cir- 
cunstancias, el  descarriado  viaje- 
ro. Ya  nuestros  lectores  compren- 
derán que  no  podemos  conocer  la 
influencia  de  Tomás  sin  investigar 
las  intenciones  que  traia;  y  su  mi- 
sión sólo  puede  explicarse  por  las 
ideas  político-religiosas  de  su  tiem- 
po y  de  su  patria;  y  por  la  clase 
de  civilización  que  entonces  flore- 
cía en  las  principales  poblaciones 
del  misterioso  continente. 

«El  historiador  de  los  judíos,  que 
precisamente  vivía  en  aquella  épo- 
ca, tratando  de  las  sectas  que  exis- 
tían en  su  nación,  nos  dice:  «Ya 
hace  algunos  siglos  que  están  di- 
vididos en  las  tres  sectas  de  esenia- 
nos,  saduceos  y  fariseos,  los  judíos 
que  cultivan  la  sabiduría  nacional. 
Los  fariseos  tienen  su  origen  hacia 
la  guerra  de  los  macabeos;  el  lazo 
que  los  une  es  muy  sencillo;  seve- 
ridad de  costumbres;  crencia  en  el 
destino,  con  la  circunstancia  de  que 
Dios  les  ha  permitido  consentir 
en  lo  que  sucede  ó  protestar  contra 
esos  hechos  inevitables  cuando  son 
malos;  declaran  inmortales  las  al- 
mas, y  susceptibles,  por  lo  mismo, 
de  castigo  ó  de  premio,  según  el  uso 
que  han  hecho  de  aquella  especie  de 
albedrío;  y  siendo  muy  pegados  á  la 
ley  y  á  las  prácticas  del  culto  ex- 
temo, se  han  hecho  necesarios  y 
respetables  para  el  pueblo.  Los  sa- 
duceos opinan  que  el  cuerpo  y  el 
alma  se  extinguen  simultáneamen- 
te; son  pocos,  pero  influentes.  Los 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


123 


esenianos  tienen  excelentes  cos- 
tumbres; llevan  vida  común;  no  tie- 
nen esclavos,  porque  sería  un  aten- 
tado contra  la  igualdad  natural;  no 
tienen  mujeres  para  vivir  tranqui- 
los; son  trabajadores;  y  los  princi- 
pales de  entre  ellos  cuidan  de  la 
salud,  alimentación,  etc.,  de  los  de- 
mas.  En  otras  naciones  hay  sectas 
iguales  á  la  última.»  Así,  en  resu- 
men, se  explica  Josef o;  y,  si  acepta- 
mos como  suyas  las  palabras  si- 
guientes y  otras  exparcidas  en  su 
obra,  nos  da  una  ¡dea  de  varias 
sectas  socialistas  y  de  los  progre- 
sos que  la  filosofía  hacia  en  los  des- 
cendientes de  Moisés,  vistiéndose 
de  un  traje  judío  en  Alejandría  y 
disimulando  su  impaciencia,  sus  es- 
peranzas y  rencores  contra  la  do- 
minación romana.  Entretanto,  se- 
gún Tácito,  los  judíos,  en  Roma, 
se  entregaban  á  un  culto  impío;  y  es 
un  hecho  que,  descubierto,  fueron 
desterrados. 

«Ya  estos  datos  son  bastantes  pa- 
ra manifestarnos  que,  bajo  una 
aparente  sumisión  á  la  ley  y  á  los 
profetas,  fermentaba  una  asombro- 
sa diferencia  en  las  opiniones  y  en 
las  tendencias  judías;  pero  semejan- 
te situación  era  de  todo  el  imperio 
romano:  en  cada  nación  el  patriotis- 
mo se  mostraba  fanático  por  sus 
tradiciones  para  salvarse  en  aquel 
universal  naufragio;  pero  las  ideas 
de  una  civilisMición  superior  ha- 
bían depositado  sus  larvas  en  aque- 
llas tablas,  y  el  oleaje  descubrió  en 
ellas  la  polilla. 

«Lo  que  caracterizaba  al  pueblo 
judío,  y  lo  que  le  hizo  sobrevivir  á 
pesar  de  su  impotencia,  fué  la  ener- 
gía con  que  entonces  la  opinión  le- 
vantó sobre  todas  las  preocupacio- 
nes un  pensamiento  vulgar  que  en 


otras  épocas  no  había  servido  sino 
de  asunto  á  la  poesía.  Cautiva  la  na- 
ción, en  Babilonia,  recordó  que  en 
otros  tiempos  un  caudillo  la  habia 
salvado  de  una  más  horrible  servi- 
dumbre; y  esperó  la  venida  de  Moi- 
sés segundo.  Después,  la  situación 
de  ese  pueblo,  aunque  con  diversas 
fases,  se  parecía  á  la  decadencia;  y 
los  poetas  cantaron  el  porvenir  se- 
ñalando entre  las  nubes  de  la  espe- 
ranza al  redentor  deseado.  La  bri- 
llante aparición  de  los  Ma  cábeos  hi- 
zo posible  la  venida  de  un  Mesías; 
el  despotismo  de  los  romanos  la  hizo 
necesaria;  los  cantos  se  transfor- 
maron en  profecías;  y  el  judaismo 

¡  asumió  una  nueva  forma,  pues  dejó 
de  ser  una  historia  para  convertirse 
en  una  promesa:  cuando  en  el  uni- 
verso se  establecía  el  cesarismo,  la 
religión  de  Moisés  se  trasformaba 
ne  mesianismo;  el  pueblo  entero,  ar- 
mado con  la  ley  y  los  profetas,  se  pu- 
so á  esperar  un  libertador. 

«Los  que  esperan  con  ansia  una 
revolución  acaban  por  acaudillarla 
ó  por  ser  sus  cómplices:  entre  los 
judíos,  los  ilustrados  se  atuvieron 
á  las  intrigas  palaciegas  para  me- 

,  jorar  su  suerte;  pero  el  pueblo  si- 
guió los  senderos  conocidos;  insu- 
rrecciones, ya  solapadas,  ya  paten- 
tes; éstas  se  ahogaron  en  sangre; 
las  primeras  buscándose  auxiliares 
en  todos  los  desgraciados,  no  sal- 
varon á  Jerusalem,  pero  la  cambia- 

I  ron  por  Roma!  Mientras  unos  anun- 
ciaban al  Mesías,  otros  osaban  pre- 
sentarse con  ese  nombre;  todos  su- 
cumbieron. ¿Hasta  dónde  hubiera 
llegado  el  espíritu  de  imitación? 
No  es  fácil  preverlo.  Pero  un  gran- 
de acontecimiento  vino  á  cambiar 
rápida,  y  necesariamente  el  giro  de 

I  las  ideas:  la  nación  fué  destruida. 


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124 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«Sobre  las  ruinas  del  templo»  ante 
los  dioses  triunfantes  del  paganis- 
mo y  en  medio  de  las  familias,  que 
encadenadas  marchaban  á  Roma, 
donde  las  esperaba  la  esclavitud  y 
la  muerte,  no  era  posible  que  todos 
siguiesen  alimentando  la  esperanza 
de  un  vengador,  ni  el  restableci- 
miento de  la  raza  de  David  y  de  su 
gloria;  el  Mesías  ya  no  podia  en- 
contrarse entre  los  hombres  sino 
en  el  cielo;  el  Mesías  entonces  fué 
un  Dios. 

«Pero  mientras  una  parte  del  pue- 
blo se  dedicó  con  entera  fe  á  espe- 
rar la  venida  de  la  divinidad,  otros 
muchos  dijeron  que  ese  Mesías  es- 
piritual, ese  Dios  incógnito,  ya  se 
habia  presentado  entre  los  hom- 
bres; y  se  comenzó  á  escribir  su 
historia;  y  entonces  apareció  el  cris- 
tianismo. 

«Así  es  que,  en  más  de  medio  si- 
glo, desde  Augusto  hasta  Vespasia- 
no,  en  la  Judea,  con  muy  pocas  ex- 
cepciones, no  ha  habido  sino  cre- 
yentes en  la  ley  y  en  los  profetas;  y 
todos  esos  creyentes  esperaban  un 
caudillo  que  los  librase  del  pesado 
yugo  de  los  romanos.  Cuando  los 
oprimidos  perdieron  la  esperanza, 
parte  de  ellos  se  aliaron  con  los 
oprimidos  de  otras  naciones,  y  en- 
tre todos  hicieron  salir  de  los  sal- 
mos y  de  la  filosofía  alejandrina, 
el  Mesías  cristiano,  redentor  del 
mundo. 

«Insistimos  sobre  estas  ideas  por- 
que ellas  nos  revelan  cuáles  po- 
drían ser  las  que  se  movían  en  la 
cabeza  de  Tomás,  cuando  con  in- 
ciertos pasos  abandonó  para  siem- 
pre su  patria.  Si  lo  suponemos  sa- 
lido de  ella  antes  que  Jerusalem  su- 
cumbiese, no  le  debemos  conside- 
rar sino  como  un  Judío  completo; 


apegado  á  la  ley  y  á  los  profetas, 
esperando  un  vengador  para  su  pue- 
blo y  contra  los  romanos;  más  ó 
menos  comunista;  santificador  del 
sábado;  creyendo  que  cada  enfer- 
medad encubría  un  demonio  y  cada 
curación  médica  era  un  milagro;  y 
llevando  acaso  vivos  los  recuerdos 
de  algún  rabí  pacífico  que  á  pesar  de 
su  elocuencia  profética  y  de  sus 
costumbres  esenianas  fué  víctima 
de  su  entusiasmo  mesiánico  por  ha- 
ber confundido  en  sus  ataques  á  las 
sectas  poderosas  y  á  los  orgullosos 
romanos. 

«Sigamos  á  Tomás  en  su  camino- 
por  la  Persia  á  la  India  Oriental, 
hasta  la  China:  entónces^no  se  via- 
jaba en  ferrocarril,  ni  en  buque  de 
vapor;  el  aventurero  judío  bien  pu- 
do gastar  diez  años  en  estas  pere- 
grinaciones; y  antes  de  cumplir  cua- 
renta probablemente  no  habia  de- 
jado el  Viejo  Mundo.  Mientras  el 
misionero  judío  recorrió  países  so- 
metidos á  los  romanos  y  acaso  ex- 
plotados por  algunas  colonias  ju- 
días, debió  haber  conservado  vivas 
las  imágenes  de  la  ley,  de  los  profe- 
tas de  las  penalidades  de  su  nación 
y  de  las  injusticias  romanas;  habla- 
ría por  todas  partes  de  su  Mesías. 

«Pero  de  repente  la  escena  cam- 
bió. Más  allá  del  Ganges  y  de  las 
montañas  del  Tibet,  se  presentó  á 
sus  ojos  un  pueblo  tan  grande,  tan 
opulento,  tan  ilustrado  como  el  ro- 
mano; entre  los  chinos  nadie  se  ocu- 
pa ni  de  César,  ni  de  Herodes,  ni  de 
los  profetas,  ni  de  los  fariseos,  ni 
de  los  esenianos,  ni  del  Mesías.  En 
los  negocios  políticos  ninguno  com- 
prende lo  que  no  le  interesa.  Demos 
que  Tomás  se  criase  algunas  simpa- 
tías; ¿podría  llevarse  quinientos  chi- 
nos para  que  lanzasen  de  la  judea  á 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


125 


los  romanos?  Ni  se  diga  que  se  con- 
formaba con  predicar  la  buena  nue- 
va. ¿Qué  buena  nueva?  Para  los  ju- 
díos era  la  libertad;  para  los  chinos 
era  un  negocio  ajeno. 

«Sigamos  al  apóstol  por  el  Pacífi- 
co ó  por  cualquiera  otro  camino 
hasta  la  América;  pero  ¿cómo  se 
encontraban  entonces  las  poblacio- 
nes del  Nuevo  Continente? 

«Antes  de  entrar  en  este  examen, 
para  prevenir  las  más  ligeras  ob- 
jeciones, debemos  asegurar  que  no 
tenemos  inconveniente  en  conside- 
rar á  Tomás  como  lo  que  se  llama 
por  lo  común  un  cristiano  primiti- 
vo; haremos  más,  supondremos 
que  vino  á  la  América  después  de 
la  ruina  de  Jerusalem,  y  cuando 
comenzaban  á  publicarse  las  histo- 
rias, que  llamaban  evangelios.  Aun 
en  esta  suposición,  Tomás  pierde 
muy  poco  de  su  carácter  judío;  con- 
servar las  opiniones  que  antes  he- 
mos manifestado,  agregándoles  al- 
gunas interpretaciones  místicas  y 
la  aseveración  de  un  Mesías  recien 
aparecido  y  desaparecido.  No  habia 
tenido  tiempo,  para  seguir  el  movi- 
miento de  la  teología  alejandrina; 
y,  como  cristiano,  se  parecía  más 
al  Cristo  de  San  Mateo,  que  al  Me- 
sías del  autor  del  Apocalipsis.  Ese- 
niano,  ebionita  ó  cristiano,  siempre 
en  el  fondo  era  un  judío  circunciso, 
y  el  nuevo  culto  se  confundía  en  su 
imaginación  con  las  necesidades  de 
la  patria. 

«También  declararemos, para  con- 
cluir este  artículo,  que  hasta  ahora 
consideramos  las  aventuras  de  To- 
más como  las  de  un  hombre  de  la 
especie  conocida.  Al  terminar  nues- 
tras observaciones  presentaremos 
la  cuestión  á  la  luz  de  los  milagros. 


«Artículo  II. 

«Hemos  seguido  al  apóstol  Tomás 
al  través  del  Asia  y  del  Pacifico 
hasta  la  América;  según  otra  le- 
yenda desembarcó  por  Panuco;  y  en- 
tonces debemos  suponer  que  de  la 
Palestina  pasó  á  Grecia,  sea  dando 
una  vuelta  por  la  Asia  menor,  sea 
tocando  á  la  África  en  Alejandría; 
después  visitaría  el  centro  del  im- 
perio romano;  y  para  descubrir  el 
Nuevo  Mundo  tendría  necesidad  de 
viajar  por  las  islas  británicas,  ó  tal 
vez  por  la  Noruega:  de  todos  modos, 
su  educación  judaica,  ya  un  poco 
trastornada  por  las  ideas  revolu- 
cionarias que  fermentaban  en  su 
nación,  tuvo  necesidad  de  cambiar 
en  medio  de  nuevos  y  poderosos 
elementos  sociales. 

«Sea  de  esto  lo  que  fuere,  ya  que 
con  Tomás  llegamos  al  más  prolon- 
gado de  los  continentes,  esforcé- 
monos por  presentar  en  un  cuadro 
aproximado  los  elementos  sociales 
que  hace  diez  y  nueve  siglos  tenían 
por  teatro  la  entonces  ignorada  tie- 
rra de  los  aztecas;  lo  conocido  nos 
llevará  á  lo  desconocido. 

«La  tierra  americana  es  fecunda 
en  idiomas;  la  mayor  parte  de  ellos, 
aunque  agostados,  vegetan  todavía, 
y  pueden  florecer  con  un  mediano 
cultivo.  En  esas  lenguas  observa- 
mos dos  circunstancias  caracte- 
rísticas: identidad  en  la  construc- 
ción; diferencia  orgánica  en  las  ra- 
dicales. 

«La  construcción  dominante,  com- 
parada con  la  que  sirve  de  base  á 
las  demás  lenguas  del  mundo,  nos 
manifiesta  que  el  origen  lógico  del 
lenguaje  es  uno  mismo;  la  nece- 
sidad de  unir  á  cada  sensación  una 

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126 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


palabra:  fenómeno  orgánico,  en  sí 
mismo  inesplicable,  pero  de  fecun- 
dísimas aplicaciones. 

«Para  nosotros,  es  más  interesante 
la  consideración  de  la  diferencia 
que  notamos  en  la  pronunciación 
y  en  las  raices  de  todos  estos  idio- 
mas; de  esa  diferencia  inferimos 
que  los  unos  no  provienen  de  los 
otros;  y  concluimos  que  cada  lengua 
que  consta  de  raices  peculiares  es 
primitiva,  porque  cuando  es  com- 
puesta de  otros  idiomas  lo  descu- 
bre en  lo  complicado  de  su  meca- 
nismo y  en  la  diversidad  de  sus 
elementos.— Primera  observación; 
los  principales  idiomas  mexicanos 
son  primitivos. 

«Pero  ¿qué  quiere  decir  un  idioma 
primitivo?  Que  no  se  ha  formado 
por  la  fusión  con  otro  idioma,  sino 
que  su  desarrollo  lo  ha  sacado  de 
sus  propios  elementos:  así  el  azteca, 
el  otomí,  el  tarasco,  el  zapoteca  y 
otros,  que  abundan  sin  salir  de  lo 
que  ahora  llamamos  la  República 
mexicana. 

«Partiendo  de  este  dato,  tan  cier- 
to como  seguro,  y  además  sencillo, 
no  encontramos  en  la  historia  de 
la  humanidad  sino  una  época  en  que 
puedan  formarse  idiomas  primi- 
tivos, puesto  qué,  suponiendo  á  ca- 
da nación  con  su  idioma  propio,  los 
subsecuentes  no  se  forman  sino  por 
la  fusión  de  los  elementales;  esos 
idiomas  primitivos  nacen,  pues,  con 
las  razas  humanas,  tienen  las  mis- 
mas  fechas  que  los  hombres,  se 
pierden  en  la  memoria  de  los  tiem- 
pos: esta  es  la  regla  segunda. 

«¿Dónde  nacería  probablemente 
el  idioma  mexicano,  la  lengua  natu- 
ral? Los  idiomas  primitivos  que  co- 
nocemos, nunca  han  florecido  sino 
en  el  lugar  de  su  nacimiento;  cuan- 


do la  guerra,  el  comercio  ó  cualquie- 
ra circunstancia  poderosa  los  lle- 
va fuera  de  su  patria,  sufren  las 
trasformaciones  necesarias  para 
acomodarse  á  los  idiomas  por  don- 
de atraviesan  y  á  las  lenguas  de  los 
puntos  donde  se  fijan,  y  se  convier- 
ten en  idiomas  secundarios  y  com- 
puestos; por  otra  parte,  siempre  de- 
jan una  huella  en  su  camino,  y  en 
el  suelo  de  su  procedencia  algu- 
nas raíces.  Los  idiomas  americanos 
nacieron  poco  más  ó  menos  en  el 
terreno  donde  florecen. —-Tercera 
regla. 

«Los  idiomas  primitivos  se  valen 
de  los  rasgos  característicos  de  las 
localidades,  para  designarlas;  esto 
se  prueba  por  un  examen  imparcial 
de  las  etimologías.  También  debe- 
mos agregar  la  necesidad  lógica  de 
ese  sistema;  cuando  no  conocemos 
el  nombre  de  un  lugar,  ni  parti- 
mos de  un  sistema  que  nos  preocupe, 
á todo  cerro,  llamamos  cerro,  y  á  toda 
fuente,  fuente;  si  en  un  cerro  hay 
siete  fuentes,  lo  llamamos  el  cerro 
de  las  siete  fuentes.  Siguiendo  esta 
inspiración  de  la  naturaleza,  habría 
graves  inconvenientes  en  dar  á  las 
localidades  el  nombre  de  los  in- 
dividuos, porque  esto  nos  induciría 
en  error;  por  ejemplo  aun  cerro  vol- 
cánico podemos  llamarlo  humean- 
te cerro,  Popocatepetl;  pero  si  á 
un  cerro  no  humeante  lo  llamamos 
chimalpopocatepetl,  el  pueblo  tra- 
duciría, monte  que  humea  y  tiene  un 
escudo,  monte  del  escudo  humean- 
te, siendo  así  que  nosotros  hubié- 
ramos querido  llamarlo  cerro  del 
emperador  Chimalpopoca,  Cuarta 
regla:  los  idiomas  primitivos  tienen 
un  sistema  para  pintar  las  cosas,  y 
otra  clave  para  pintar  las  personas, 
ó  los  seres  vivientes. 


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SEGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


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«Todas  las  palabras  y  frases  de 
los  idiomas  primitivos  entran  en  el 
círculo  del  lenguaje  vulgar,  aun 
cuando  sean  peculiares  á  ciertas 
profesiones,  porque  los  signos  de 
las  ideas  se  encuentran  al  alcance 
de  los  oidos  y  de  los  ojos  de  todo 
el  mundo;  ni  es  necesario  en  esos 
casos,  ni  es  posible,  el  misterio.  Pe- 
ro en  todas  las  sociedades  primiti- 
vas, cuando  se  vuelven  numerosas 
y  florecen,  llega  un  momento  en  que 
aparecen  clases  privilegiadas 
que  siempre  comienzan  por  inven- 
tar un  tecnicismo,  ó  dialecto,  des- 
conocido enteramente  para  el  vul- 
go; las  principales  de  esas  clases 
son  los  sacerdotes  y  los  jueces,  que 
dan  origen  ala  teología  y  á  la  juris- 
prudencia. Parece  increíble,  pero 
está  comprobado;  la  teología  abra- 
za las  ciencias  naturales,  como  la 
geología,  la  astronomía,  la  botáni- 
ca y  la  medicina;  y  la  jurisprudencia 
inventa  los  sistemas  abstractos  co- 
mo la  lógica,  la  moral,  los  diversos 
matices  del  derecho  y  la  metafísi- 
ca. Quinta  regla:  los  idiomas  de  las 
principales  naciones  americanaspo- 
seian  los  términos  técnicos  de  la 
jurisprudencia  y  teología  primiti- 
vas. En  efecto,  no  se  pueden  expli 
car  los  fenómenos  naturales  sin  ob- 
servaciones convertidas  en  teorías, 
ni  se  puede  exigir  la  responsabilidad 
á  los  jueces  sin  sujetar  sus  actos  á 
principios;  todo  esto  es  ciencia  y 
tecnicismo. 

«Tal  era  el  estado  en  que  se  en- 
contraban las  naciones  del  Nuevo 
Mundo  cuando  fueron  descubiertas; 
nadie  puede  poner  en  duda  los  datos 
que  sobre  esa  ilustración  conser- 
vamos todavía.  Pero  hé  aquí  que 
se  nos  presenta  otra  cuestión  de 
cuyo  resultado  está  pendiente  Santo 


Tomás  para  realizar  sus  teorías 
revolucionarias;  ¿hace  dos  mil  aflos 
existían  en  América  naciones  tan 
civilizadas  como  las  que  encontra- 
ron los  españoles  hace  cuatro  siglos? 
No  poseemos  sobre  esto  datos  de 
los  que  comunmente  se  llaman  his- 
tóricos; los  frailes  estiran  hasta 
donde  se  les  antoja,  hasta  el  paraí- 
so, lo  poco  que  supieron  de  los  an- 
tiguos habitantes;  no  nos  conservan 
ningxma  tradición  sin  desfigurarla; 
la  mayor  parte  de  sus  noticias  nos 
extravian;  ¿qué  hacer  para  recons- 
truir ese  esqueleto  gigantesco  que 
se  sepultó  destrozado  entre  los  es- 
combros de  la  conquista?  Subir  co- 
mo siempre,  de  lo  conocido  á  lo  des- 
conocido; y  pues  nos  consta  que  ese 
esqueleto  perteneció  á  la  raza  huma- 
na, y  no  es  un  fósil  antidiluviano 
y  de  una  especie  perdida,  podemos 
designar  su  tamaño  y  sus  ocupa- 
ciones hace  dos  mil  años,  cuando 
llevaba  innumerables  siglos  de  exis- 
tencia; la  raza  americana  es,  por 
lo  menos,  tan  antigua  como  la  asiá- 
tica y  la  africana. 

«El  hombre  existe  en  sociedades 
pequeñas  y  en  sociedades  numero- 
sas; en  las  pequeñas  suele  llegar  á 
un  alto  grado  de  ilustración,  pero 
también  con  frecuencia  se  mantie- 
ne en  la  barbarie.  Las  sociedades 
numerosas  no  son  posibles  sin  ele- 
mentos complicados  que  suponen 
una  civilización  superior  por  de- 
fectuosa quesea.  ¿Cómo  se  forman 
las  sociedades  numerosas?  Unas  por 
elementos  artificiales  y  otras  es- 
pontáneamente. Las  primeras  son 
hijas  del  acaso,  la  conquista,  el 
comercio,  las  colonias,  y  por  lo  mis- 
mo su  duración  es  efímera,  y  cuando 
desaparecen  no  puede  uno  presumir 
su  existencia  sino  por  los  monu- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


mentes  que  la  destrucción  se  com- 
place en  respetar  sobre  los  terrenos 
estériles;  así  vemos  multitud  de  rui- 
nas sembradas  sobre  la  América. 

«Pero  la  naturaleza  ha  preparado 
algunos  puntos  con  tal  abundan- 
cia de  elementos  vitales  para  las 
asociaciones  humanas,  que  osada- 
mente podemos  afirmar  no  sólo  que 
esos  lugares  siempre  han  estado 
poblados,  sino  que  constantemente 
han  servido  de  centros  para  las  tri- 
bus y  naciones  dotadas  con  elemen- 
tos más  humildes.  Lo  que  ha  sido 
la  China,  la  India  oriental  y  la  Per- 
sia  en  la  Asia;  lo  que  el  Egipto  en 
África;  y  lo  que  la  Grecia  y  la  Ita- 
lia en  Europa,  han  sido  para  el  Nue- 
vo Continente  la  región  ocupada  por 
los  Estados  Unidos  hacia  sus  dos 
extremidades,  del  Atlántico  y  del 
Pacífico;  la  faja  que  se  extiende 
desde  Jalisco  y  Michoacan,  pasando 
por  México  y  Tlaxcala  hasta  la 
Huasteca;  el  grupo  de  valles  y  mon- 
tañas encerrados  entre  los  istmos 
de  Panamá  y  Tehuantepec;  y  la 
cuna  afortunada  de  los  incas.  En 
estos  cuatro  semilleros  de  nacio- 
nes debemos  observar  que  en  la  re- 
gión de  los  Estados  Unidos  el  terre- 
no permite  cierta  espansion  á  las 
tribus,  y  la  facilidad  de  escapar  por 
la  inmigración  á  la  conquista.  No 
así  en  los  otros  puntos,  sobre  todo, 
en  el  centro  mexicano  y  en  el  cen- 
tro guatemalteco;  las  naciones  no 
podían  vivir  entre  ellas  con  perpe- 
tua independencia;  después  de  una 
lucha  más  o  menos  heroica,  tenían 
que  ser  conquistadoras  ó  conquis- 
tadas. Y  en  verdad  que  esta  influen- 
cia del  fatalismo,  primer  dios  nací- 
do  en  esas  tierras,  es  lo  único  que 
se  ve  y  se  toca  en  los  datos  confu- 
sos que  llamamos  historia  de  Mé- 


xico. Toltecas,  Cichimecas,  pobla- 
dores de  Cholula,  habitantes  de 
Chalco,  tlaltelolcos,  mexicanos, 
tlaxcaltecas,  y  otras  cien  tribus  di- 
versas, aunque  acabaron  haciendo 
escursiones  por  un 'espacio  de  qui- 
nientas leguas,  no  tuvieron  portea- 
tro  de  su  aparición  y  hazañas  pro- 
bables, sino  una  zona  de  sesenta  le- 
guas; acaso  solo  los  valles  de  Mé- 
xico y  de  Puebla,  y  algunas  veces 
las  sierras  circundantes. 

«Estas  consideraciones  echan  por 
tierra  la  supuesta ///s/or/a  Antigua 
de  México.  En  todos  los  libros  sobre 
la  materia  se  establece,  casi  como 
un  dogma,  que  hace  más  de  mil  años 
vinieron  los  toltecas  hablando  la 
lengua  náhuatl;  que  hace  poco  me- 
nos de  mil  años  vinieron  al  Anahuac 
los  Chichimecas  hablando  la  len- 
gua náhuatl,  que  después,  durante 
quinientos  años,  fueron  llegando, 
acompañados  á  veces  con  otras  na- 
ciones muy  diversas,  los  tlaxcalte- 
cas, tlaltelolcos,  huexocincas,  etc. 
y  principalmente  los  mexicanos,  ha- 
blando todas  esas  últimas  naciones 
la  lengua  náhuatl.  Entre  mil  difi- 
cultades que  claman  contra  la  ve- 
rosimilitud de  semejante  fábula, 
hay  una  sola  que  apuntaremos  al 
juicio  de  nuestros  lectores;  la  emi- 
gración de  las  solas  tribus  que  ha- 
blaban el  mexicano  duró,  según  mu- 
chos autores,  dos  mil  años.  Supon- 
gamos mil;  esto  quiere  decir,  que 
en  la  región  ocupada  por  los  Esta- 
dos Unidos  existió  durante  mil  años, 
por  lo  menos,  una  nación  que  habla- 
ba la  lengua  náhuatl;  y  fué  tan  nu- 
merosa como  lo  acreditaría  la  fe- 
cundidad con  que  mandaba  sus  co- 
lonias hacia  las  bases  del  Popocate- 
petl  y  del  Ixtacíhuatl.  Una  nación 
de  esa  clase  no  desaparece  sin  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


129 


SUS  hijos  lejanos  puedan  señalar  sus 
sepulcros.  Resultado,  y  es  el  sexto, 
las  naciones  de  la  América  deben 
considerarse  autóctonas,  es  decir, 
como  formadas  sobre  el  terreno  que 
ocupaban  al  tiempo  de  la  conquista; 
sus  peregrinaciones,  á  no  ser  por 
el  comercio  y  la  guerra,  no  pasa- 
rían de  los  términos  de  un  valle  ó 
de  un  grupo  de  valles;  y  en  México, 
la  lengua  náhuatl  se  llamaba  así 
por  ser  la  antigua. 

«Autorizados  por  las  deduciones 
anteriores,  podemos  concluir  con 
esta  verdad  histórica:  la  América, 
hace  dos  mil  años,  se  encontraba 
sobre  poco  más  ó  menos,  con  los 
mismos  centros  de  población  y  de 
civilización  que  tenia  cuando  la  des- 
cubrieron los  españoles.  Adopta- 
mos esta  teoría,  no  solamente  por 
ser  conforme  A  los  hechos,  sino 
porque  es  la  más  favorable  para  ex- 
plicar la  influencia  que  sobre  una  ci- 
vilización conocida  pudo  ejercer  un 
judío  doblemente  desconocido.  No 
podemos  suponer  á  los  americanos 
con  mayor  ilustración;  y  si  nos  los 
figuramos  á  todos  en  plena  bar- 
barie, la  leyenda  caería  por  la  abso- 
luta falta  de  datos.  Los  que  nos  su- 
ministran los  mismos  defensores 
de  Tomás  son  datos  aztecas  para 
México,  y  de  una  sociedad  tan  ade- 
lantada como  la  de  Moctezuma. 

«Así  es  que,  para  mayor  claridad, 
supongamos  á  Tomás  con  sus  ideas 
judías  y  un  poquito  revoluciona- 
rias, y  mucho  modificadas  por  la 
impresión  variada  que  debe  haber 
recibido  en  las  naciones  extrañas 
por  donde  habia  pasado;  suponga- 
mos al  apóstol  como  llovido  del  cie- 
lo por  los  años  en  que  los  españoles 
descubrieron  al  Nuevo  Mundo;  figu- 
rémonoslo  cuando  Ahuizotl  iniciaba 


su  reinado  por  la  consagración  del 
famoso  templo  de  Huitzilopochtli. 
Mientras  el  joven  monarca  se  pre- 
paraba para  nuevas  expediciones, 
recorre  sus  jardines  donde  florecen 
las  plantas  más  exquistas  de  to- 
das las  zonas;  suele  variar  sus  pla- 
ceres jugando  á  la  pelota;  organiza 
los  elementos  de  próximas  victorias 
en  sus  cuarteles;  en  una  espléndida 
canoa  recorre  el  lago  donde  resue- 
nan todavía  los  cantos  de  Netza- 
hualcóyotl, y  bajo  los  auspicios  de 
la  ciencia  levanta  un  dique  podero- 
roso  para  desafiar  las  inundacio- 
nes; arregla  el  mercado  inmenso  de 
Tlaltelolco;  vigila  las  observacio- 
nes astronómicas;  edifica  palacios; 
y  lleva  la  justicia  hasta  una  seve- 
ridad que  desde  entonces  lleva  su 
nombre:  lo  que  decimos  de  Ahui- 
zotl pudiéramos  referir,  con  varia- 
ciones, sobre  el  carácter  de  cual- 
quier emperador  americano. 

«Tomás  ha  podido  pasar  desaper- 
cibido mientras  aprendía  el  idioma 
azteca;  lo  habla  á  su  satisfacción  y  se 
exhibe.  Se  suelta  predicando;  ¿qué 
y  á  quiénes?  ¿Se  dirige  á  los  escla- 
vos como  hacían  todos  los  revolu- 
cionarios en  los  primeros  siglos  de 
los  Césares?  Pero  en  el  imperio  ro- 
mano la  mitad  de  los  esclavos  per- 
tenecía á  naciones  civilizadas;  mu- 
chos de  ellos  eran  hombres  instrui- 
dos; y  á  la  mayor  parte  se  les  po- 
día conmover  en  nombre  de  la  re- 
ligión y  de  la  patria;  y  aun  era  fá- 
cil guiarlos  con  la  antorcha  de  la 
filosofía.  En  México  no  habia  más 
que  ilotas,  parias,  víctimas  para 
los  sacrificios.  Una  predicación  á 
esos  hombres  llevaría  á  Tomás  des- 
de el  primer  día  al  banquillo  de  los 
criminales. 

«Pero  las  revelaciones  de  Tomás 
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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


sobre  su  origen  y  sus  miras  llama- 
ban la  atención  de  los  magistrados; 
ocurrían  éstos  al  emperador,  y  el 
reo  se  presentaba  en  la  corte. 

«Sacerdotes,  generales,  sabios, 
jueces,  lo  más  florido  de  la  nación 
cerca  al  rey  mexicano,  estudia  la 
cara  del  judio;  ven  algo  de  extraño 
en  su  traje,  aunque  con  las  apa- 
riencias de  la  moda  azteca;  se  sor- 
prenden al  oirlo  hablar  como  cual- 
quier chinampero;  y  el  monarca 
impaciente,  aunque  de  buen  humor, 
comienza  el  interrogatorio,  pasan- 
do la  conversación  sobre  poco  más 
ó  menos  en  estos  términos:  ¿quién 
eres?  ¿de  dónde  vienes?  ¿qué  haces 
aqui?  ¿qué  consejos  son  esos  que 
has  dado  á  mis  vasallos? 

«—Me  llaman  Tomás,  alias  el  coa- 
te; nací  en  la  Judea,  nación  que  está 
á  muchas  leguas  de  esta  tierra;  mi 
patria  es  pequeña  y  está  subyuga- 
da por  una  nación  poderosísima; 
en  nuestros  libros  sagrados  nos 
prometen  los  sabios  un  libertador; 
algunos  de  mis  paisanos  esperan 
todavía  que  ese  héroe  venga;  otros 
creen  que  ya  vino,  pero  nos  lo  ma- 
taron: yo  pertenezco  á  estos  últi- 
mos creyentes. 

«—¿Es  decir  que  y  a  nada  esperas? 

« —Sí  espero;  los  que  piensan  como 
yo  creen  que  nuestro  libertador  ven- 
drá muy  pronto  de  entre  los  muer- 
tos á  salvar  á  los  judíos;  pero  mu- 
chos de  nosotros  creemos  que  ese 
libertador  murió  para  que  los  peca- 
dores de  todas  las  naciones  nos  sal- 
vásemos en  la  tierra  y  en  el  cielo. 

«—¿Qué  quiere  decir  salvarse  en 
el  cielo? 

«—Vivir  después  de  muertos  en 
el  cielo. 

«—¿Cómo  se  consigue  eso? 

«—Circuncidándose,  celebrando 


la  Pascua,  ayunando,  haciendo  peni  - 
t  encía. 

«Después  de  algunas  explicacio- 
nes sobre  este  punto,  Ahuizotl  ob- 
serva: 

« —Todo  eso,  sobre  poco  más  ó 
menos,  nosotros  lo  hacemos,  menos 
la  circuncisión;  ¿es  necesaria? 

« — Cuando  dejé  mi  tierra  comen- 
zaba á  suprimirse  con  objeto  de  ga- 
nar prosélitos. 

«—Entonces  ¿qué  nos  falta  á  nos- 
otros para  pertenecer  á  los  tuyos? 

«  —Que  crean  vdes.  en  la  ley  y  en 
los  profetas. 

«—¿Cómo  podemos  hacer  eso? 

«  —Leyendo  en  este  libro.  Saca  el 
apóstol  unos  rollos  usados.  Curio- 
sidad general.  Explicaciones  sobre 
la  lectura  y  escritura;  y  desde  en- 
tonces, si  no  matan  al  apóstol,  se 
perfecciona  el  sistema  de  los  jero- 
glíficos. 

«—Y  bien,  continúa  Ahuizotl,  ¿có- 
mo has  venido  y  cuál  es  tu  objeto? 

«—Disperso  por  la  destrucción  de 
mi  patria  he  recorrido  muchas  na- 
ciones anunciándoles  que  en  este 
libro  y  en  las  noticias  que  les  daré 
sobre  el  libertador  que  ha  muerto, 
tengo  para  todos  los  hombres  las 
llaves  del  reino  de  los  cielos. 

«—Has  visto  nuestra  religión  y 
nuestras  costumbres;  qué  piensas 
de  ellas? 

«—Que  todos  los  dioses  de  vdes. 
son  enemigos  del  hombre,  son  uno 
sólo,  que  llaman  Satán  en  mi  tierra. 

«—¿Y  qué  debemos  hacer  con 
ellos? 

« — ¡Destruirlos,  quemarlos! 

«Escándalo  general.  El  monarca 
se  contiene  y  los  demás  lo  imitan. 

« —¿En  las  naciones  por  donde  has 
pasado  han  destruido  á  sus  dioses? 

« — Unas  cuantas  personas  en  se- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


131 


creto;  pero  los  magistrados,  gene- 
ralmente, cuando  lo  han  sabido  me 
han  perseguido  á  muerte. 

«—Mira,  con  tal  que  no  hables 
contra  los  dioses  te  perdono;  irás  á 
mi  oficina  de  historia  para  que  me- 
jores mis  jeroglíficos,  pues  los  tu- 
yos me  llaman  la  atención  por  pe- 
queños, y  por  la  facilidad  con  que 
dicen  tantas  cosas.  Dejaremos  por 
hoy  á  Tomás  instalado  en  el  palacio. 

«Hace  mil  ochocientos  afios,  con 
un  emperador  más  afable  que  Ahui- 
zotl  no  pudiera  el  judío  salir  mejor 
librado;  en  sus  viajes  habia  ganado 
tolerancia  y  experiencia;  veamos 
cómo  representa  su  papel  sobre  una 
escena  desconocida:  nosotros  lo  se- 
guiremos, ya  apele  á  los  recursos 
de  la  prudencia,  ya  tenga  las  pre- 
tensiones de  triunfar  con  el  arma 
desconocida  del  milagro. 


«Artículo  III. 

«Un  extranjero,  revelando  á  los 
mexicanos  la  existencia  de  otros 
continentes  y  otras  naciones,  debió 
ser  un  objeto  de  curiosidad  y  al  mis- 
mo tiempo  de  simpatías  y  de  sospe- 
chas; pero  Tomás,  con  su  carácter 
apostólico,  en  cualquiera  época  y  en 
cualquiera  población  de  la  Améri- 
ca, provocaba  la  vigilancia  de  la 
autoridad,  la  conspiración  del  sacer- 
docio y  las  calumniosas  hablillas  de 
la  muchedumbre. 

«Vino,  si  vino,  hace  mil  ochocien- 
tos años ;  pero,  continuaremos  su- 
poniéndolo en  la  corte  de  Ahuizotl. 
Por  muy  obstinado  que  fuera  para 
conservar  sus  opiniones  y  costum- 
bres judaicas,  debió  comprender, 
tarde  ó  temprano,  que  en  su  obra 
revolucionaria  nada  podia  adelan- 


tar si  no  comenzaba  por  establecer 
sólidamente  algunos  cimientos. 

«Como  judío  y  mesianista,  en  su 
religión  se  aproximaba  ^1  deísmo ; 
pero  ¿era  posible  que  un  hombre 
solo  consiguiera  en  la  corte  de  los 
aztecas  lo  que  Jesucristo  y  sus  após- 
toles y  sus  partidarios  no  lograron 
en  la  Judea  y  no  consiguieron  des- 
pués, por  medio  de  sus  sucesores 
en  el  mundo  romano,  sino  apode- 
rándose de  las  legiones  romanas  y 
asaltando  el  trono  de  los  Césares? 
Demencia  hubiera  sido  en  Tomás 
consentir  un  solo  momento  en  que 
su  mano,  derribando  el  ídolo  de 
Huitzilipoxtli,  llegaría  á  colocar 
la la  ¿qué?  ni  sabría  qué  colo- 
car sobre  la  inmensa  pirámide  de 
la  plaza  de  los  aztecas.  No  hay  dio- 
ses que  resistan  tanto  como  los  ído- 
los. 

«Tomás,  como  moralista,  sabía 
por  experiencia  que  en  todas  las 
naciones  se  reconocen  y  observan 
ciertos  principios  sociales;  que  es 
la  exageración  de  los  preceptos  lla- 
mados divinos  lo  que  conduce  á  los 
hombres  ala  crueldad,  á  la  supers- 
tición y  al  fanatismo;  así  es  que,  en 
el  fondo  nada  tenia  que  enseñar  á 
los  mexicanos.  El  cristianismo,  es 
verdad,  apareció  como  una  secta 
estoica  y  comunista;  pero  si  predi- 
caba el  menosprecio  del  orgullo  y 
del  dolor,  era  porque  se  dirigía  á 
esclavos  que  debían  regenerarse 
santificando  su  propio  abatimiento; 
si  predicaba  la  abolición  de  la  pro- 
piedad, era  porque  los  sectarios  na- 
da poseían  como  señores:  en  Méxi- 
co ninguno  hubiera  comprendido 
estos  principios,  porque  ni  la  filo- 
sofía los  había  explicado,  ni  llegaba 
á  sospecharlos  la  abyección  de  las 
clases  desvalidas.   Tomás,  por  lo 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mismo,  estaba  en  el  caso  de  vulga- 
rizar la  lectura  de  sus  libros  y  pro- 
vocar una  expedición  al  Viejo  Mun- 
do, únicas  puertas  por  donde  podian 
entrar  los  colaboradores  y  los  pro- 
sélitos. 

«¡Tentativas  inútiles!  Los  mexi- 
canos entonces,  lo  mismo  que  ahora, 
á  pesar  de  que  tenemos  mayores 
intereses  y  mejores  conocimientos, 
la  raza  dominante  en  los  valles  ele- 
vados vio  siempre  en  la  costa  un  ce- 
menterio y  en  la  mar  un  monstruo 
tan  caprichoso  como  irritable.  En 
cuanto  al  sistema  geroglíf ico,  fácil 
era  descubrir  cuánto  se  amoldaba 
á  las  formas  del  lenguaje  y  á  las 
personas  instruidas.  Una  página  en 
geroglíficos  contiene  en  la  misma 
figura  la  ilustración  y  el  texto;  un 
chapulín  sobre  un  monte,  da  la  for- 
ma y  el  nombre  de  Chapultepec;  es- 
to es  admirable  para  un  idioma,  pa- 
ra una  elocuencia,  para  una  poesía, 
que  se  desarrollan  en  una  variada 
procesión  de  imágenes.  Las  partes 
secundarias  delaoracicyi  en  los  idio- 
mas primitivos,  aparecen  modifi- 
cando los  objetos  y  los  grupos  prin- 
cipales; Xóchil  da  de  beber  al  mo- 
narca, se  representa  de  un  modo 
claro  con  dos  personajes.  Todo  es 
visible  y  todo  aparece  en  acción.  La 
misma  ciencia  se  complace  en  ese 
lenguaje  pintoresco,  porque  fuera 
de  que  nuestros  signos  matemáti- 
cos no  son  mas  que  geroglíficos, 
cualquiera  mapa  del  cielo  no  nece- 
sita de  nuestra  escritura  para  que- 
dar explicado;  y  por  esos  procedi- 
mientos ha  llegado  la  astronomía 
hasta  las  sublimidades  del  calen- 
dario. 

«La  ley  era  la  costumbre  ó  la  vo- 
luntad expresa  y  jerárquicamente 
subordinada  de  los  mandarines. 


«La historia,  ó  se  representaba  en 
los  ídolos  y  en  los  monumentos,  ó 
bien  se  trasmitía  oralmente  por  el 
canto  y  el  baile. 

«Los  demás  conocimientos  no  eran 
sino  secretos  de  profesión;  el  médi- 
co enseñaba  al  médico,  el  alfarero 
á  su  aprendiz,  el  chinampero  al  chi- 
nampero, y  las  madres  enseñaban 
la  costura  á  sus  hijas. 

«No  comprenderían,  es  verdad,  la 
teoría  del  Verbo^  como  la  soñó  San 
Juan  y  como  Platón  la  había  reve- 
lado; pero  los  pueblos  primitivos  no 
llegan  por  abstracciones  á  ningún 
sistema,  ni  tienen  simpatías  por  los 
misterios  apocalípticos:  la  metafí- 
sica y  la  alegoría  son  los  últimos  en- 
gendros de  las  naciones  envejeci- 
das. 

«Tomás,  hombre  de  mundo,  des- 
confió de  sus  convicciones,  y  sin 
embargo,  no  abandonó  sus  costum- 
bres; en  su  tierra,  todo  personaje 
místico  debía  ser  curandero.  Hé  aquí 
un  punto  de  contacto  entre  los  cris- 
tianos primitivos  y  los  pueblos  poco 
civilizados;  todos  ellos  creen  que 
las  enfermedades  son  obras  del 
diablo,  son  los  estragos  que  causa 
el  genio  del  mal  encerrándose  en  el 
cuerpo  humano:  según  esta  teoria, 
el  remedio  es  muy  sencillo;  contra 
un  espíritu  malo,  un  espíritu  bueno. 
El  milagro  y  la  hechicería  tienen  el 
mismo  origen.  Hé  aquí  á  Tomás 
apelando  á  los  milagros;  entonces 
fué  comprendido,  porque  entre  los 
aztecas,  además  de  los  médicos  po- 
sitivistas, existían  otros  peritísimos 
para  derrotar  á  los  genios  maléfi- 
cos por  medio  de  una  influencia  mis- 
teriosa. Tomás  en  este  caso  fué  uno 
de  tantos  curanderos. 

«Ya  se  ve  que  un  hombre  que  aca- 
ba por  entregarse  á  una  profesión 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


133 


desacreditada,  no  puede  conquistar 
un  trono,  y  está  condenado  desde  an- 
tes de  morir,  á  un  perpetuo  olvido. 

«Los  españoles,  viniendo  veinte  ó 
treinta  años  después,  apenas  encon- 
trarían un  leve  rastro  de  un  hom- 
bre semejante.  ¿Pues  qué  seria  si 
ese  hombre  se  hubiera  presentado 
hace  diez  y  ocho  siglos?  La  dificul- 
tad todavía  es  mayor  si  seguimos 
el  sistema  histórico  á  que  se  suje- 
tan los  apasionados  por  esa  leyen- 
da, esto  es,  si  consentimos  en  que 
las  razas  aztecas  han  venido  humil- 
des y  derrotadas  de  naciones  des- 
conocidas. Entonces  todo  lo  que  no 
sea  explicar  el  origen  de  cada  tri- 
bu, es  un  absurdo,  puesto  que  has- 
ta sus  mismos  dioses  y  sus  héroes 
primitivos,  saliendo  de  su  cuna,  pa- 
ra olvidarla  en  extrañas  peregrina- 
ciones, no  pueden  probar  su  proce- 
dencia, porque,  no  debemos  olvidar- 
lo, los  montes,  los  rios,  los  mares, 
son  los  mejores  testigos  á  que  ocu- 
rre la  historia;  y  la  nuestra  no  sabe 
donde  encontrar  esos  testigos. 

«Pero  ya  que  hemos  mencionado 
los  milagros,  no  los  dejemos  pasar 
sin  una  observación  concluyente. 
Milagro  es  la  intervención  expresa 
y  determinada  de  la  divinidad  en 
un  suceso.  Nosotros  no  sabemos  que  ; 
la  divinidad  haya  intervenido  de  un 
modo  expreso  en  los  negocios  de  la 
América;  menos  sabemos  que  haya 
intervenido  por  medio  de  Tomás; 
ni  siquiera  es  probable  que  To- 
más anduviera  por  estos  rumbos; 
siendo  esto  así  y  concediendo  la  ve- 
nida de  Tomás,  todavía  no  nos  per- 
suadirá nadie  que  hizo  un  solo  mila- 
gro, puesto  que  no  hizo  el  único  que 
hubiera  sido  racional,  convertir  al 
cristianismo  á  estas  naciones  igno- 
radas. 


«¿Por  qué  tanta  saña  contra  To- 
más? Porque  esa  teoría  es  muy 
perjudicial  para  la  historia.  Desde 
que  los  frailes  la  inventaron,  como 
el  complemento  de  otra  más  vasta, 
con  el  objeto  de  probar  que  todas 
las  naciones  provienen  de  Adán  y 
y  Eva,  y  que  todas  deberán  ser  re 
dimidas  por  el  Mesías  que  en  tiempo 
de  los  Mac ab eos  inventaron  los 
poetas  judíos  para  su  tierra;  desde 
que  esos  hombres  piadosos  quisie- 
ron que  un  apóstol  predicase  aquí 
el  cristianismo  de  la  Edad  Media, 
y  desde  que  sustituyeron  ídolos  con 
imágenes  parecidas  en  el  sexo  y 
las  atribuciones;  esto  es,  en  el  es- 
pacio de  tres  siglos,  los  fastos  me- 
xicanos no  se  buscan  en  los  monu- 
mentos de  la  naturaleza  y  del  arte, 
sino  en  las  crónicas  de  los  conven- 
tos. Los  escritores  no  se  atreven  á 
levantar  el  vuelo  para,  sin  perder  de 
vista  el  magnífico  espectáculo  del 
Nuevo  mundo,  ni  las  razas  que 
viven  entre  nosotros,  ni  los  monu- 
mentos que  duermen  en  los  bos- 
ques, preguntar  á  la  naturaleza: 
¿por  qué  la  raza  americana  nunca 
pasó  los  mares  como  conquistadora 
y  comerciante?  ¿por  qué  si  algunos 
extranjeros  llegaban  á  sus  costas, 
no  lograban  mover  ni  su  curiosi- 
dad ni  su  codicia?  ¿y  hasta  dónde  pu- 
dieron elevarse  con  sus  elementos 
propios? 

«Estas  y  otras  investigaciones  no 
son  posibles  sin  hacer  antes  un  in- 
ventario escrupuloso  de  lo  que  po- 
sitivamente conocemos;  separar  al 
fraile  del  monumento; buscarla  cla- 
ve del  geroglífico;  analizar  los  idio- 
mas; reconstruir  al  indígena  inde- 
pendiente y  conquistador,  con  el  es- 
queleto del  indígena  subyugado  ó 
errante:  comparar  la  organización 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


social  de  México  con  la  de  Tlaxcala 
y  la  de  los  mayas  y  la  de  los  perua- 
nos; buscar  el  hombre  y  no  la  teoría; 
clasificar  como  en  la  botánica:  nada 
de  esto,  repetimos,  es  posible  sin  sa- 
crificar los  cuentos  de  la  dispersión 
de  las  razas,  de  la  predicación  de 
Tomás;  y  la  interpretación  mística 
de  Huitzilopoxtli  y  de  las  leyendas 
nacionales. 

«Insistimos  en  que  á  pesar  de  esas 
visitas  de  viajeros  extraviados  y  de 
colonos  tímidos,  las  naciones  ame- 
ricanas formándose  durante  mu- 
chos siglos  se  han  levantado  hasta 
la  civilización  sin  un.  solo  modelo 
extraño;  nada  hay  en  ellas  de  asiá- 
tico, africano  ni  europeo,  sino  las 
coincidencias  naturales  por  las  cua- 
les un  mont,e  se  parece  á  otro  mon- 
te, un  rio  á  otro  rio,  una  ave  á  otra 
ave:  la  combinación  de  elementos 
por  todas  partes  es  la  misma.  Co- 
mencemos por  estudiar  la  Améri- 
ca, como  si  no  existiera  otro  conti- 
nente. 

«Artículo  IV. 

«El  cristianismo,  en  su  origen, 
es  para  nosotros  uno  de  tantos  mi- 
tos revolucionarios  ó  masónicos 
que  florecieron  sobre  las  ruinas  de 
la  república  romana:  estamos  per- 
suadidos de  que  la  semilla  no  voló 
sobre  el  Nuevo  Continente,  pues 
aunque  el  viento  la  condujera  en 
las  alas  del  naufragio,  su  germen  no 
se  desarrollaría  por  falta  de  un  abo- 
no propicio.  Santo  Tomás,  ó  Quetzal- 
cohuatl  nos  sirve  de  pretexto  para 
fijar  los  fundamentos  de  la  nación 
azteca,  que  guarda  su  historia  en  la 
lengua  náhuatl  y  en  los  monumen- 
tos que  se  escondieron  á  las  atroci- 
dades de  la  conquista. 


«Hemos  asegurado  que,  mientras 
no  se  levanten  pruebas  concluyen- 
tes,  los  mexicanos  deben  conside- 
rarse como  auctoctonos  de  los  va- 
lles que  se  extienden  desde  Tula 
hasta  la  falda  occidental  del  Citla- 
tepetl;  si  los  creyésemos  emigrados 
de  una  tierra  remota,  más  bien  bus- 
cariamos  su  cuna  entre  Oaxaca  y 
Guatemala  que  en  las  regiones  de 
la  Alta  California  ó  de  los  vastos  la- 
gos y  poderosos  rios  que  hoy  ocu- 
pan los  principales  Estados  Unidos. 

«Mil  consideraciones  §e  agolpan 
en  apoyo  de  esta  conclusión;  por 
ahora  nos  limitaremos  á  dos  ó  tres 
observaciones  que  no  desdicen  de 
la  altura  á  que  ha  llegado  la  cien- 
cia de  la  historia. 

«Quetzalcohuatl,  Cohuatl  signifi- 
ca culebra  y  mellizo;  su  significación 
genera]  y  primitiva  es  culebra: 
mientras  no  se  presente  alguna  cir- 
cunstancia en  la  palabra  compues- 
ta ó  en  la  frase  Cohuatl,  no  es  más 
que  serpiente.  Su  raiz  significa  co- 
sa encorvada,  una  curva,  en  lo  cual, 
acaso  casualmente  coincide  con  las 
raíces  de  copa,  caverna,  cielo,  coelo, 
culo,  círculo,  el  contorno  de  un  hue- 
co, y  otras  palabras  de  origen  aria- 
no.  Quetsalli,  nombre  de  una  ave 
de  colores  brillantes,  donde  domi- 
nan el  verde  y  el  azul;  nombre  de 
las  plumas  de  esa  ave;  término  fi- 
gurado, común  á  la  elocuencia  y  á 
la  poesía,  para  manifestar  lo  rico, 
lo  hermoso,  lo  espléndido,  y  también 
para  lo  que  se  mueve  con  majestad 
y  pompa:  véanse  la  mayor  parte  de 
los  discursos  y  poesías  que  se  con- 
servan en  Sahagun  y  otros  autores. 
Quetsalcohuatl  es  culebra  con  plu- 
mas brillantes.  En  sentido  propio 
pudiera  aplicarse  á  lo  que  llama- 
mos dragón;  pero  este  reptil  no  tie- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


135 


ne  plumas  brillantes,  ni  siquiera 
plumas,  no  posee  sino  membranas. 
Quetsalcohuatl,  por  lo  mismo,  no 
puede  tomarse  sino  como  una  joya 
del  estilo  figurado;  en  efecto,  se 
aplica  al  aire,  al  aire  en  movimien- 
to, al  viento.  El  aire  se  mueve  co- 
mo una  culebra,  azul  con  relación 
al  cielo,  verde  sobre  la  yerba;  co- 
rre y  vuela;  es  una  serpiente  volan- 
te, Quetzalcohuatl. 

«Pero  sea  el  aire  ó  Santo  Tomás, 
los  mexicanos  formaron  la  palabra 
en  México,  en  el  Anahuac,  y  no  en 
el  Norte  de  la  América,  más  bien  al 
Sur  del  Popocatepetl,  puesto  que  to- 
dos los  autores  convienen  en  que 
la  raíz  quet3  ha  provenido  por  lo 
menos  de  Oaxaca,  donde  vuela  to- 
davía por  los  bosques  el  ave  des- 
lumbradora que  prestaba  sus  bri- 
llantes plumas  á  la  poesía  de  los 
mexicanos.  Si  Santo  Tomás  hubie- 
ra aparecido  en  la  línea  que  del  Es- 
te al  Oeste  cruza  por  el  lago  salado 
para  venir  después  en  persona  ó  co-  i 
mo  un  recuerdo  á  las  regiones  del  ¡ 
Anahuac,  podria  haberse  llamado  | 
cohuatl,  porque  en  todas  partes  hay  i 
culebras,  pero  no  quetsatl,  á  no  ser  | 
que  supongamos  que  hace  dos  mil 
años  más  allá  de  Nuevo  México  se 
adornaban  con  plumas  llevadas  de 
la  tiera  de  los  zapotecas. 

«Hé  aquí  cómo  la  misma  palabra 
Quetzalcohuatl  nos  descubre  la  re- 
gión en  que  ha  sido  producida:  pues 
todavía  más;  si  el  viento  hubiese 
tenido  un  nombre  de  origen  extran- 
jero, ó  venido  de  las  regiones  se- 
tentrionales  en  la  supuesta  pere- 
grinación de  los  aztecas,  ese  aire, 
ya  apacible,  ya  en  movimiento,  por 
la  razón  poderosa  que  contribuyó 
á  deificarlo,  hubiera  conservado  la 
palabra  primitiva,  que  se  hubiera 


adherido  tenazmente  al  ídolo  y  á 
sus  altares.  El  viento  es  Quetsalco- 
huatl; el  viento  ha  sido  bautizado 
en  el  Anahuac;  los  mexicanos,  en 
fin,  residían  cerca  de  donde  se  mue- 
ve el  quetzatl,  cuando  conocieron 
el  viento  y  tuvieron  necesidad  de 
nombrarlo.  Nacieron  cerca  de  quet- 
zalli.  Sobre  todo,  ninguna  influencia 
trasatlántica  ni  trasoceánica  se  des- 
cubre en  esa  denominación  que  ha 
venido  á  trastornar  la  crítica  histó- 
rica del  que  se  llama  Nuevo  Conti- 
nente. 

«Para  confirmar  las  reflexiones 
expuestas  y  el  origen  anahuacense 
de  las  tribus  que  hablan  la  lengua 
náhuatl,  pudiéramos  citar  muchos 
ejemplos ;  á  pesar  de  la  sobriedad  no 
podemos  omitir  uno  de  los  más 
notables. 

«Pero  antes  desvaneceremos  una 
objeccion:  la  palabra  eheca  signifi- 
ca también  aire  en  movimiento;  pe- 
ro siempre  supone  el  aire  movién- 
dose con  alguna  fuerza  notable,  ya 
sea  como  en  la  inspiración,  ya  sea 
como  en  los  huracanes:  eheca  es  el 
soplo,  es  un  viento  relativo;  mien- 
tras Quetsalcohuatl  es  el  aire  de  un 
modo  absoluto,  es  un  fenómeno  de 
la  naturaleza  deificado. 

«Reanudando  nuestros  ejemplos 
de  auctoctonia,  vemos  que  la  tradi- 
ción llamada  de  las  épocas,  es  una 
de  las  más  antiguas  entre  los  me- 
xicanos; se  relaciona  con  la  teogo- 
nia, con  la  teología,  con  la  historia 
y  con  el  calendario;  en  ese  sistema, 
atestiguado  por  numerosos  monu- 
mentos en  la  lengua  y  en  los  gero- 
glíf icos,  figura  á  cada  paso  el  tigre 
mexicano  Ocelotl.  Ocelo-tonatiuh,  ó 
sol  de  los  tigres,  y  así  en  otras  mu- 
chas expresiones.  Entre  tanto,  no 
vemos,  por  ejemplo,  figurar  al  oso. 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ni  al  cíbolo;  y  eso  que  en  la  sierra, 
entre  Durango  y  Sinaloa,  hay  algu- 
nos osos,  y  no  faltan  los  ocelots.  To- 
davía nos  ocurre  otra  reflexión  más 
importante;  en  mexicano  abundan 
los  nombres  para  los  animales  de 
lago  y  de  rio;  pero  entre  sus  gero- 
glíficos  no  figuran  ni  en  sombra, 
los  monstruos  marinos;  esa  ballena, 
ese  cachalote  y  esas  otras  precio- 
sidades de  la  mar,  que  engendran 
la  mitad  de  la  mitología  en  las  cos- 
tas, no  aparecen  ni  como  un  recuer- 
do en  los  mitos  aztecas,  donde  no 
se  olvidan  ni  los  temblores  ni  la 
lava. 

«Sobradas  nubes  envuelven  la  cu- 
na de  los  mexicanos;  ¿para  qué  bus- 
carla en  regiones  desconocidas?  En 
este  suelo  que  ellos  ocuparon  y  que 
no  abandonan  todavía,  crece  el  ma- 
guey que  les  fué  tan  caro,  humean 
los  volcanes  que  ellos  adoraban,  se 
desplegan  las  flores  que  ellos  re- 
trataron con  ingeniosas  palabras,  y 
el  sol  sigue  un  camino  que  se  atre- 
vieron á  fijar  sobre  la  piedra;  po- 
demos poseer  su  idioma,  estudiar 
sus  costumdres  y  arrancar  del  sue- 
ño á  esos  geroglíficos,  que  en  su 
sonambulismo  nos  murmuran  los  se- 
cretos de  siglos  remotos:  pidamos 
un  auxilio  á  la  ciencia;  y  aunque 
Santo  Tomás  desaparezca  indigna- 
do, evoquemos  en  su  verdadero  se- 
pulcro á  Xóchitl  la  voluptuosa,  á 
Huitzilipoxtli  el  cruel  3^  á  Quetzal- 
cohuatl  que  ya  reposa,  ya  vuela  en- 
tre el  cielo  y  la  tierra,  reflejándo- 
los en  su  plumaje. 

«Artículo  V. 

«Ya  que  no  es  histórica  ni  verosí- 
mil la  venida  de  un  fundador  del 
cristianismo  al  Nuevo  Continente;  y 


ya  que  es  probable  que,  asiáticos  y 
europeos,  y  acaso  africanos  y  oceá- 
nicos, han  visitado  las  costas  de 
la  América,  de  suma  importancia 
es  investigar  si  en  la  raza  náhuatl 
se  conservan  vestigios  de  las  na- 
ciones remotamente  civilizadas  en 
el  Viejo  Mundo:  nos  limitaremos 
por  ahora  á  los  datos  del  lenguaje; 
y,  para  interpretarlos,  comenzare- 
mos por  algunas  observaciones  so- 
bre el  estado  social  de  las  tribus  az- 
tecas. 

«Exóticas  éstas,  ó  bien  originarias 
del  terreno  que  poseen  todavía,  ja- 
más conocieron  la  vida  pastoril;  y 
se  nos  presentan  simultáneamente 
como  cazadoras,  agrícolas  é  indus- 
triales; es  decir,  que  tampoco  debe- 
mos considerarlas  como  marinas. 
Su  ignorancia  sobre  dos  estados, 
muy  marcados  en  la  civilización 
asiática  y  europea,  nos  autoriza  á 
formular  no  sólo  consecuencias  ne- 
gativas,sino  principios  de  grandes  y 
luminosas  aplicaciones  en  la  inves- 
tigación sobre  las  relaciones  inter- 
nacionales de  las  razas  que  flore- 
cieron desde  los  siglos  más  lejanos 
en  nuestra  patria. 

« La  edad  pastoril,  en  la  mayor  par- 
te del  Asia  y  en  no  pequeña  de  la 
Europa,  sirvió  de  cuna  á  las  cien- 
cias, á  las  artes,  á  la  religión  y  á  la 
poesía;  y  en  muchos  puntos  se  con- 
serva luchando  con  los  progresos 
de  que  se  envanecen  las  actuales 
generaciones.  Pastores  fueron  los 
primeros  que  osaron  trasladar  su 
redil  á  los  campos  de  las  estrellas; 
pastores,  los  que  inventaron  la  agri- 
cultura, la  carpintería  y  la  construc- 
ción de  edificios  y  la  fecunda  apli- 
cación de  los  metales;  pastores  los 
que  convirtieron  los  caprichos  del 
lenguaje  figurado  en  mitos  y  leyen- 


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SEQUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


137 


das  que  la  filosofía  descubre  entre 
los  velos  del  santuario;  y  pastores 
inventaron  la  música,  el  verso,  la 
danza,  la  epopeya,  la  oda,  la  trage- 
dia y  esos  idilios  de  varias  formas 
que  todavía  nos  cautivan,  aun  en 
medio  de  las  ciudades  donde  nos 
parecen  imposibles  las  situaciones 
y  costumbres  que  el  poeta  retrata. 
El  buey,  el  cordero,  la  cabra,  el  as- 
no, el  caballo,  el  carro,  la  leche,  el 
pasto,  forman  la  mitad  del  simbo- 
lismo en  los  idiomas  vulgares  y 
técnicos  de  todas  esas  razas  que 
siempre  se  han  impuesto  á  las  de 
mas  como  un  modelo. 

•La  navegación  ha  formado  tam- 
bién un  mundo  aparte:  el  hombre  de 
mar  tiene  todos  los  instintos  del  pi- 
rata; artista,  repone  su  buque  y  aun 
lo  improvisa;  guerrero,  se  entrega 
fácilmente  al  pillaje;  científico,  es- 
tudia los  astros,  los  vientos  y  las 
corrientes  de  los  mares;  comercian- 
te, facilita  cambios  en  los  efectos  y 
la  tolerancia  en  las  costumbres:  los 
marineros,  cuando  no  viven  aisla- 
dos, fácilmente  se  civilizan,  con- 
quistando en  una  expedición  feliz 
la  riqueza,  el  poder  y  la  gloria. 

«Fueron,  sin  duda,  muy  débiles  y 
bárbaras  las  colonias  europeas  que 
lograron  establecerse  en  el  Nuevo 
Mundo,  cuando  ni  penetraron  al  in- 
terior de  la  tierra,  ni  comunicaron 
á  las  tribus  comarcanas  el  arte  del 
timón  y  de  la  vela. 

«Pero,  sobre  todo,  ningún  extran- 
jero poderoso  debe  haber  visitado 
las  tribus,  siempre  civilizadas,  que 
rodeaban  el  Popocatepetl  y  el  Ixtla- 
cihuatl,  cuando  nada  pudieron  ha- 
cer para  enseñarles  á  domesticar 
algunas  especies  de  animales.  Y  no 
se  crea  que  todo  esto  procedió  de 
indiferencia  de  parte  de  los  recien 


venidos;  porque  es  mas  fácil  olvi- 
dar uno  su  religión  y  su  ciencia  en 
una  tierra  extraña,  que  los  placeres 
y  necesidades  que  á  los  procedi- 
mientos de  los  pastores  deben  su 
origen.  El  arado,  por  lo  menos,  ates- 
tiguarla su  venida.  Por  lo  que  toca 
á  la  navegación,  ¿no  es  verdad  que 
esos  supuestos  colonos  tenian 
que  cultivarla,  como  que  de  ella  de- 
pendía su  salud  y  el  regreso  á  las 
playas  remotas  de  la  patria? 

«Faltaban,  no  lo  negamos,  entre 
nosotros,  animales  susceptibles  de 
una  vida  doméstica;  pero,  ¿don- 
de vemos  un  remedo  de  los  árabes 
ni  de  los  circasianos?  Pues  sobraban 
islas  adonde  el  comerciante  fuese 
en  busca  de  cambios,  ¿dónde  vemos 
naves  siquiera  como  las  que  con 
dujeron  á  los  griegos  á  las  arenas 
de  Troya?  ¡Ninguno  de  los  aventu- 
reros era  herrero! 

«Sea  de  esto  lo  que  fuere,  y  dando 
como  notorio  que  los  habitantes  del 
Nuevo  Mundo  jamás  abandonan  la 
costumbre  de  la  caza,  hasta  bauti- 
zar muchos  pueblos  con  el  nombre 
de  Mazatlan,  tierra  de  venados,  in- 
vestiguemos cuáles  fueron  las  plan- 
tas que  pudieron  aconsejarles  la 
agricultura  y  por  consiguiente  las 
artes  y  el  agrupamiento  en  ciuda- 
des más  ó  menos  populosas.  El  maíz 
y  el  maguey  pueden  disputarse  esa 
gloria ;  el  maíz  aunque  espontáneo 
en  la  tierra  caliente,  exije  un  culti- 
vo más  cuidadoso  á  proporción  que 
es  más  frió  el  terreno  que  recibe  su 
semilla  y  el  ambiente  que  la  fecun- 
da. Sin  embargo,  nosotros  vemos 
en  el  maguey  el  elemento  civiliza- 
dor que  obligó  á  los  cazadores  á 
cuidar,  si  no  á  cultivar,  un  campo, 
y  á  colocar  en  torno  de  la  siembra 
sus  imperfectos  jacales.  El  maguey 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


rinde  fácilmente  su  agua  azucara- 
da; una  vez  probada  ésta  debió  ha- 
cerse una  necesidad  y  un  regalo; 
conservada,  se  convierte  en  pulque; 
las  bebidas  espirituosas,  en  lo  físi- 
co y  en  lo  moral,  son  revoluciona- 
rias para  los  humanos:  en  todas  par- 
tes la  embriaguez  abre  una  era 
memorable  por  medio  de  sus  más 
felices  invenciones.  La  leyenda  de 
Xóchitl  no  es  un  documento  seguro 
para  fijar  la  época  de  aquel  civili- 
zador descubrimiento;  pero  sí  con- 
serva en  sus  pormenores  la  auten- 
ticidad de  que  la  raza  que  habla  el 
náhuatl,  situada  en  la  zona  del  ma- 
guey, desde  muy  temprano  apren- 
dió á  explotarlo  colocando  en  sus 
siembras  las  bases  de  la  agricultura 
y  de  la  industria.  Los  siglos  en  que 
esto  pasó,  deben  ser  tanto  más  re- 
motos, cuanto  que  se  refieren  á  la 
raza  tolteca,  es  decir,  á  la  nación 
más  antigua  de  donde  procedieron 
los  aztecas.  Para  formarnos  una 
idea  de  la  antigüedad  de  esa  fami- 
lia, que  podemos  calificar  de  prehis- 
tórica, detengámonos  en  unas  bre- 
ves observaciones.  Fuera  de  que  los 
mexicanos  consideraban  todo  lo  que 
poseían  en  idioma,  religión,  artes, 
costumbres,  civilización,  como  una 
herencia  de  los  tultecas;  este  nom- 
bre es  para  nosotros  una  revelación, 
si  lo  estudiamos  en  el  mismo  terre- 
no donde  fué  inventado.  Comence- 
mos por  Toluca;  lugar  donde  se  pro- 
duce el  tule,  hacia  el  tule.  Ahora 
no  hay  tule  en  las  inmediaciones  de 
aquella  población;  ni  hay  vestigios 
de  pequeños  lagos.  Pero  si  obser- 
vamos la  laguna  de  Lerma,  es  se- 
guro que  ella,  en  una  época  remo- 
tísima, se  extendió  hasta  la  base 
de  laTeresona;  por  eso  la  población 
estaba  en  las  lomas.  Para  formar- 


nos una  idea  de  la  cantidad  de  agua 
que  estuvo  entonces  represada,  fi- 
jémonos, por  ahora,  en  una  circuns- 
tancia, y  es  que  el  lago  de  Ateneo 
no  tiene  más  salida  que  el  rio  de 
Lerma,  cuyo  desembocadero  está 
adelante  de  San  Blas,  en  el  Pacífi- 
co. Ese  rio  ha  tenido  en  la  hacienda 
de  la  Huerta,  por  Temascalcingo,  un 
elevado  cerro  por  muralla;  poco  á 
poco  las  aguas  han  socavado,  reba- 
jado el  dique,  hasta  que  vencida 
la  presa,  los  valles  de  Toluca  y  de 
Ixtlahuaca,  aparecieron  desnudos. 
Entre  tanto,  necesario  era  que  la 
Laguna  de  Lerma  se  extendiese  has- 
ta la  llanura  que  hoy  ocupan  los  to- 
luqueños.  Toluca  es,  por  lo  mismo, 
un  pueblo  primitivo.  Iguales  re- 
flexiones pueden  hacerse  sobre  Tu- 
la y  Tulancingo;  tanto  más  cuanto 
que  abundan  en  el  teiTitorio  de  la 
República  ejemplos  de  valles  que  no 
quedaron  en  seco  sino  por  la  labo- 
riosa excavación  que  en  cerros  ele- 
vadísimos  hicieron  las  aguas:  así 
sucedió  en  el  valle  de  Jaumave,  en 
Tamaulipas. 

«Resultan  dos  principios  de  todo 
lo  expuesto:  primero,  las  poblacio- 
nes que  deben  al  tule  su  denomina- 
ción y  que  no  están  inmediatas  á 
lagunas  conocidas,  son  antiquísi- 
mas; y  segundo,  el  tule  fué  un  ele- 
mento de  civilización  tan  poderoso 
que  ha  dado  su  nombre  á  una  de 
nuestras  naciones  primitivas. 

«El  nopal  tiene  también  títulos  po- 
derosos para  reclamar  su  influen- 
cia en  la  civilización  de  la  raza  ná- 
huatl. El  nopal,  el  maguey,  el  maíz 
y  el  tule,  cuatro  fuentes  de  bienes- 
tar, pueden  considerarse  como  so- 
bradas para  inspirar  la  idea  del  ho- 
gar y  de  la  agricultura  á  las  tribus 
que  antes  se  mantenían  sólo  de  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


139 


caza:  habían  encontrado  un  lecho, 
un  pan,  manjares  deliciosos,  bebi- 
das saludables  á  veces  y  siempre 
animadoras,  hilo  para  sus  tejidos  y 
todas  las  invenciones  que  embelle- 
cen la  vida  doméstica.  Desde  en- 
tonces la  mujer  tuvo  una  represen- 
tación social  y  un  santuario;  y  desde 
la  servidumbre  pasó  á  ser  flor  y  rei- 
na, obsequiando  á  los  poetas  y  á  los 
monarcas  con  una  bebida  misterio- 
sa.» 

duetzalhuexotl.  (Quetsalli,  plu- 
maje hermoso,  y  metafóricamente, 
cosa  preciosa;  huexotl,  sauce: 
«Sauce  precioso.»)  Árbol  en  que  se 
convirtió  Queisalcoatl  para  ayudar  ! 
á  Tescatlipoca,  convertido  á  su  vez 
en  el  árbol  tescacuahuitl,  á  levantar 
el  cielo  que  cayó  sóbrela  tierra  por 
un  cataclismo.  { Véase  Cosmogonía.) 
Verdaderamente  Quetsalhuexotl 
significa  mitológicamente  el  «Sau- 
ce-QuetsakoatL* 

duetzalli.  (Abreviación  de  que- 
tsaltototl,  comp.  de  tototl,  ave,  pá- 
jaro, y  de  quel^alli,  pluma  larga, 
verde  y  rica;  fig.,  cosa  brillante, 
hermosa,  límpida;  y  significa:  «Pá- 
jaro de  plumaje  verde,  largo  y  her- 
moso.») 

Hermoso  pájaro  que  vive  en  Gua- 
temala y  Chiapas,  de  plumaje  ver- 
de tornasolado,  que  empleaban  los 
grandes  señores  en  sus  insignias  y 
adornos.— Se  emplea  la  palabra 
quetsalli  como  adjetivo,  significan- 
do: «brillante,  resplandeciente,  lím- 
pido, hermoso,  precioso.»— El  ilus- 
tre Llave,  en  una  nota  á  su  descrip- 
ción ornitológica  del  quetsaltototl, 
dice: — «Creemos  que  la  palabra  me- 
«xicana  quetsalli  viene  á  ser  un 
«abstracto  equivalente  á  brillante, 
«resplandeciente,  fino,  delicado,  y 
«nos  fundamos  en  que  quetsalchal- 


^chí'huítl  significa  piedra  preciosa 
«azul  ó  verde;  quetsalistli,  la  esme- 
«ralda;  y  quetsalhuexotl  equivale 
«á  sauce  fino  y  delicado.» 

Mociño  dice  que  la  Expedición 
Botánica,  de  que  él  formó  parte, 
había  mandado  una  cantidad  sufi- 
ciente de  plumas  de  quetsaltototl 
para  adornar  con  ellas  un  vestido 
que  se  presentó  á  la  reina  María 
Luisa,  esposa  de  Carlos  IV,  la  cual 
lo  conservaba  como  una  presea. 
(Véase  en  w/ Diccionario  de  Azte- 
QUisMos  las  palabras  Cuesal  jy  Que- 
SAL  y  la  nota  correspondiente,)  He- 
mos querido  dar  á  conocer  amplia- 
mente la  voz  Quetsalli,  porque  ella 
forma  el  primer  elemento  de  Que- 
tsalcoatl,  nombre  de  una  estrella, 
del  dios  de  los  vientos  y  de  un  rey  de 
Tollan  (Tula),  astro,  mito  y  per- 
sonaje que  han  dado  lugar  á  innu- 
merables disquisiciones  que  toda- 
vía hoy  no  han  llegado  á  su  tér- 
mino. 

duetzalmalin.  (Abreviación  de 
Quetsalntalinalli:  quetsalli,  precio- 
so; Malinalli,  nombre  de  una  diosa 
(V.):  «Hermosa  ó  preciosa  Malina- 
lli.*J  Era  una  figura  fantástica  que 
domina  en  la  novena  trecena  del 
Tonalamatl,  significando  la  vegeta- 
ción lozana,  ó  el  mayor  crecimien- 
to de  las  plantas. 

Quetzalpetlatl.  (Quetsalli,  pre- 
cioso; petlatl,  estera  (petate):  «Es- 
tera preciosa.»)  Según  unos,  era  es- 
posa de  Quetsalcoatl;  según  otros, 
hermana.  En  los  Anales  de  Cuauh- 
titlan,  refiriendo  la  persecución 
que  hizo  Tescatlipoca  á  Quetsal- 
coatl en  Tollan,  llegando  al  pasaje 
en  que  lo  embriaga  con  pulque  has- 
ta hacerlo  desatinar,  se  dice: 

«Contento  ya  por  el  licor.  Que- 
^tsalcoatl  dijo:— Id  á  traer  á  la 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«señora  Quetsalpetlatl,  que  anima 
«mi  vida,  para  que  ambos  nos  em- 
«briaguemos.— Inmediatamente 
«partieron  los  guardias  del  palacio 
«á  Tlamacchuayan  en  tierra  de  los 
«nonoalca,  y  dijeron  á  Qtietsalpe- 
«//a//;— Nuestra  grande  y  noble 
«señora,  venimos  por  ti;  el  gran  sa- 
«cerdote  Quetsalcoatl  nos  manda 
«que  te  llevemos,  pues  ha  determi- 
«nado  que  lo  acompañes.— Ella  res- 
«pondió:— Está  bien,  marchemos. 
«—Luego  que  llegó  se  sentó  junto 
«á  Quetsalcoatl,  y  le  dieron  á  be- 
«ber  el  licor  por  cuatro  veces,  y  la 
«quinta  fué  por  su  autoridad.  Em- 
«briagadaya,  Ihuimecatly  Toltecatl 
«se  pusieron  á  cantar.  Ytembloro- 
«so  levantó  su  voz  Quetsalcoatl 
«cantando:  — Querida  esposa  mía 
oíQueísalpetlatjsin, gocemos  toman- 
«do  este  licor.  ¡Ay,  ay,  ay!  — Por 
«haberse  embriagado  ya  nada  ha- 
«blaron  con  sentido  y  razón.» 

Esto  es  todo  lo  que  se  dice  en  la 
historia  y  en  la  mitología  acerca  de 
Quetsalpetlatl,  Algunos  A  A.,  al 
hacer  alusión  á  este  pasaje,  ponen 
á  Quetsalpetlatl  como  hermana  de 
QuetsalcoatL 

Quetzaltototl.  (Véase  Quetza- 
lll)  Era  el  ave  predilecta  de  Que- 
tsalcoatl, que  la  llevaba  en  su  to- 
cado, según  se  observa  en  la  página 
XXVI  del  Códice  Borbónico,  pin- 
tura de  la  veintena  Etsalcualistli, 

auiahuitl.  Lluvia.  El  19.«  día  ó 
signo  de  la  veintena  ó  mes.  Su  re- 
presentación jeroglífica  consiste  en 
una  nube  de  la  cual  se  desprenden 
gotas  de  agua.  En  algunas  pintu- 
ras la  escritura  gráfica  del  signo 
es  la  imagen  de  Tlaloc,  dios  de  la 
lluvia.  Era  el  9.**  de  los  señores  de 
la  noche. 

Quiahnitl-TeotL  Dios-Lluvia. 


La  lámina  37  del  Códice  de  Viena 
representa  un  árbol  cruciforme  con 
la  particularidad  de  que  de  su  raíz 
destila  sangre.  Algunos  AA.  han 
sostenido  que  este  árbol  era  una 
reminiscencia  de  la  muerte  de  Je- 
sucristo en  la  Cruz;  y  de  aquí  han 
tomado  argumento  para  sostener 
que  el  apóstol  Santo  Tomás  ú  otro 
fundador  del  cristianismo  predi- 
có en  Anahuac  el  Evangelio.  Pero 
otros  AA.  han  dicho  que  ese  árbol 
llora-sangre  es  el  árbol  de  la  vida 
por  el  que  circula  la  sangre,  y  se 
apoyan  en  que  las  flechas  acatl  ó 
rayos  de  sol  que  en  él  se  ven,  y  el 
dios  creador  Xiuhtletl  que  ostenta 
en  su  parte  superior  manifiestan 
también  la  vitalidad;  de  suerte  que 
es  un  símbolo  pleonástico,  por  de- 
cirlo así,  de  la  vida,  de  la  genera- 
ción, de  la  producción  y  del  alimen- 
to. Chavero,  por  la  interpretación 
de  la  pintura  á  que  nos  venimos  re- 
firiendo, y  de  la  de  la  lámina  57, 
del  mismo  Códice,  dice  que  los  ár- 
boles cruciformes,  al  convertirse 
en  árboles  de  la  vida,  se  confun- 
dieron con  el  nahui-olin,  y  adqui- 
rieron todas  sus  significaciones,  y 
representó,  entre  otras,  las  cuatro 
estaciones,  y  como  la  sucesión  or- 
denada de  éstas  trae  las  aguas,  que 
es  agente  importantísimo  de  la  pro- 
ducción de  los  campos,  quedó  tam- 
bién la  cruz  de  dios  de  las  lluvias, 
y  por  eso  los  toltecas  la  llamaron 
Qm'ahuítl-íeotl,  «Dios  de  la  lluvia» 
ó  «Dios  lluvia.» 

Quiahuiztecatl.  (Quiahuistlan, 
uno  de  los  barrios  de  Tlaxcalla;  te- 
catl,  desinencia  gentilicia:  «El  na- 
tural ó  morador  de  Quíahuistlan.*) 
Uno  de  los  nombres  que  daban  á 
Tlaloc. 

Paso  y  Troncoso  traduce:  «el  se- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


141 


ñor  de  la  lluvia;»  pero  esto  no  es 
correcto,  pues  para  que  hubiera  tal 
significación,  el  nombre  debería  ser 
Quiauhtecatl,  suponiendo  que  tecatl 
pudiera  traducirse  por  «señor,»  co- 
mo arbitrariamente  lo  hacen  algu- 
nos AA.;  pues  el  nombre  debería 
ser,  correctamente:  Quiahuitl-tecu- 
tu  6  Qutauhíecutlt  ó  Quiauhteuctli, 
«Señor  de  la  lluvia.» 

Qiiilaztli.  (Etim.  desconocida, 
Chavero  dice  que  significa  «garza 
verde;»  pero  no  estamos  de  acuer- 
do con  esta  significación,  porque, 
suponiendo  que  el  primer  elemento 
sea  quilith  hierba,  y  que  signifique 
«verde,»  por  serlo  la  hierba,  el  se- 
gundo elemento  debería  ser  astatl, 
«garza,»  y  no  astli,  que  nada  signi- 
fica. Es  verdad  que  astatl  se  em- 
plea en  algunas  palabras*  bajo  la 
forma  as,  como  en  Asilan;  pero, 
no  obstante,  no  creemos  que  en 
Quilastli  esté  en  esa  forma,  porque 
no  hay  garzas  verdes,  y  además, 
porque  en  ningún  códice  pictórico 
está (3«/7a^/// representada  poruña 
garsa  verde.)  Creen  muchos  AA. 
que  era  uno  de  los  nombres  de  la 
CihuacoatL  (V.) 

Era  también  el  nombre  de  una 
hechicera.  Narrando  el  P.  Duran 
leyendas  sobre  sucesos  acaecidos  á 
los  mexicanos  en  su  larga  peregri- 
nación del  Chicomostoc  al  Valle, 
dice:— «Venia  con  los  emigrantes 
la  mujer  llamada  Quilastli,  grande 
hechicera  que  sabia  tomar  la  for- 
ma de  diferentes  animales.  Estan- 
do de  caza  los  capitanes  Mixcoatl 
y  Xiuhnel,  vieron  posada  sobre  un 
gran  cactus  una  águila  caudal;  al 
querer  disparar  sus  flechas,  habló 
el  ave  diciéndoles:  — «Para  burla- 
«ros,  capitanes,  basta  lo  hecho,  no 
«me  tiréis  que  yo  soy  vuestra  her- 


mana y  de  vuestro  pueblo.»  Enojá- 
ronse los  capitanes  de  que  les  hu- 
biese burlado,  y  dijéronle  que  era 
digna  de  muerte  por  la  burla  que 
les  había  hecho.  Ella  les  respondió 
que  si  querían  matarle  que  hicie- 
sen su  poder,  mas  que  algún  día  se 
la  pagarían;  ellos  no  la  respondie- 
ron y  f  uéronse,  y  ella  se  quedó  en 
su  árbol  y  cada  cual  con  su  desa- 
brimiento. 

En  otro  lugar  dice:  —«Hecho  ya 
tiempo  de  partir  por  orden  de  su 
Oráculo»  llegaron  á  otro  lugar,  lla- 
mado Chimalco,  donde  estuvieron 
seis  años,  y  al  5.^  de  su  llegada  á 
él,  acordándose  la  Hechicera  Qui- 
lastli de  la  pesadumbre  que  huvo 
entre  ella  y  los  dos  Capitanes  ya 
dichos  en  la  mansión  pasada,  hizo 
memoria  del  agravio  recibido,  en 
el  Tunal,  donde  quisieron  matarla; 
y  vistiéndose  de  la  usansa  de  Gue- 
rra, se  fué  á  ellos  y  pensando  ame- 
drentarlos, les  dijo:  «Ya  me  cono- 
«ceis,  que  soy  Quilastli,  y  debéis 
«pensar,  que  la  contienda  que  con- 
«migo  tenéis,  es  semejante  á  la  que 
«pudierais  tener,  con  alguna  otra 
«mugercilla  vil,  y  de  poco  ánimo,  y 
«si  asi  lo  pensáis,  vivís  engañados, 
«porque  yo  soy  Esforzada  y  Varo- 
«níl,  y  en  mis  Nombres  echareis  de 
«ver  quien  soi,  y  mi  grande  esfuer- 
«zo;  porque  si  vosotros  me  conocéis 
«por  Quilastli  (que  es  el  nombre 
«común  con  que  me  nombráis)  yo 
«tengo  otros  cuatro  nombres  con 
«que  me  conozco,  el  uno  de  los  cua- 
«íes  es  Cohuacihuatl,  que  quiere 
«decir  Muger  Culebra;  el  otro,  Cuau- 
^cihuatl,  Muger  Águila;  el  otro, 
oiYaocihuatl,  Muger  Guerrera;  el 
«cuarto,  Tsitsimicihuatl,  que  quíe- 
«re  decir  Muger  Infernal,  y  según 
«las  propiedades  que  se  íncluien 

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142 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«en  estos  cuatro  nombres,  veréis 
«quien  -soi  y  el  poder  que  tengo,  y 
«el  mal  que  puedo  haceros;  y  si  que- 
«reis  poner  á  prueba  de  las  manos 
«esta  verdad,  aqui  salgo  al  desa- 
«fio.»  Los  dos  esforzados  Capita- 
nes, no  temiendo  las  arrogantes  pa- 
labras, con  que  Quilaztli,  quiso  ate- 
rrorizarlos, respondieron:  «Si  tú 
«eres  tan  Valerosa  como  te  has 
«pintado,  nosotros  no  lo  somos  me- 
«nos;  pero  eres  Muger,  y  no  es  ra- 
«zon,  que  se  diga  de  nosotros,  que 
«tomamos  Armas  contra  Mugeres,» 
y  sin  hablarla  mas,  se  apartaron  de 
ella,  afrentados  de  ver,  que  una 
Muger  los  desafiaba,  y  callaron 
el  caso,  porque  no  se  supiese  en  el 
Pueblo.» 

Que  esta  leyenda  se  refería  á  un 
suceso  importante  en  la  vida  de  los 
aztecas,  no  puede  dudarse,  pues  la 
conservaba  no  sólo  la  tradición,  si- 
no también  la  pintura  jeroglífica. 

Algunos  AA.  creen  que  esta  le- 
yenda se  refiere  al  conflicto  habido 
con  las  sacerdotizas  para  separar-  ¡ 
las  de  la  participación  inmediata  de 
un  culto  en  que  tantas  y  tan  profun- 
das variaciones  se  habían  verifi- 
cado. 

Chavero  comprende  que  la  fábu- 
la de  Quila3tli  y  los  primeros  hom- 
bres sacrificados  durante  la  pere- 
grinación de  los  aztecas,  se  refieren 
á  la  rebelión  de  los  que  no  quisie- 
ron aceptar  la  innovación  religiosa, 
sino  que  querían  conservar  la  reli- 
gión de  los  animales,  que  habían  to- 
mado de  Michuacan. 

Quilastli  era  también  el  nombre 
de  un  anticuario  que  vivía  en  Xo- 
chimilco,  en  tiempo  de  Moteuczu- 
ma  II.  Cuando  Grijalva,  en  1519, 
arribó  á  la  costa  del  Golfo,  tuvo  no- 
ticia de  ello  Moteuczuma  II,  y  pre- 


ocupado por  las  profecías  de  los  an- 
tiguos sobre  la  venida  de  extran- 
jeros al  Anahuac,  por  el  lado  del 
Oriente,  consultó  á  los  sabios,  á  los 
sacerdotes,  á  los  hechiceros  y  á  to- 
dos los  instruidos  en  las  cosas  an- 
tiguas, sobre  si  aquellas  gentes  que 
habían  desembarcado  en  playas  me- 
xicanas eran  los  extranjeros  profe- 
tizados. Después  de  haber  escucha- 
do diversas  opiniones  de  los  per- 
sonajes que  se  habían  consultado, 
recordó  Tlillancalqui,  gran  digna- 
tario de  la  Corte,  que  existía  en  Xo- 
chimilco  un  venerable  anciano,  lla- 
mado Quilastli^  muy  entendido  en 
cosas  antiguas;  de  orden  del  empe- 
rador marchó  por  él  y  le  trajo  á  pa- 
lacio. Quilastli  enseñó  sus  papeles 
y  dijo:— «que  á  esta  tierra  habían 
«de  aportar  unos  hombres  que  ha- 
«bian  de  venir  caballeros  en  un  ce- 
«rro  de  palo,  y  que  había  de  ser  tan 
«grande  que  en  él  habían  de  caber 
«muchos  hombres,  y  que  les  había 
«de  servir  de  casa,  y  que  en  él  ha- 
«bian  de  comer  y  dormir,  y  que  en 
«sus  espaldas  habían  de  guisar  la 
«comida  que  habían  de  comer,  y 
«que  en  ella  habían  de  andar  y  ju- 
«gar  como  en  tierra  firme  y  recia, 
«y  que  estos  habían  de  ser  hombres 
«barbados  y  blancos,  vestidos  de  di- 
«ferentes  colores,  y  que  en  sus  ca- 
«bezas  habían  de  tener  unas  cober- 
«turas  redondas  (se  refiere  princi- 
«pálmente  d  los  sombreros,  d  los 
«cuales  dieron  por  nombre  cua  apaz: 
«QM?i\tí^cabesa,  apaztli,  lebrillo:  «le- 
«brillo  de  la  cabesa,*)  y  juntamente 
«con  estos  habían  de  venir  otros 
«caballeros  en  bestias  á  manera  de 
«venados  (los  caballos),  y  otros  en 
«águilas  que  volasen  como  el  vien- 
«to,  y  que  éstos  habían  de  poseer  es- 
ata  tierra  y  poblar  todos  los  pueblos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


143 


«de  ella,  y  que  se  habían  de  multi- 
^plicar  en  gran  número,  y  que  de 
«éstos  había  de  ser  el  oro  y  la  pla- 
«ta  y  piedras  preciosas,  y  ellos  lo 
«habían  de  poseer,  y  porque  creas 
«que  lo  que  digo  es  verdad,  cátalo 
«aquí  pintado;  la  cual  pintura  me 
«dejaron  mis  antepasados.»  Sacó 
entonces  una  pintura  muy  vieja  en 
la  cual  constaban  los  pormenores 
de  que  había  hablado.  Al  ver  la  ab- 
soluta semejanza  con  las  pinturas 
que  le  habían  traído  de  las  cosas  de 
la  costa,  Moteuczuma  lloró  y  se  an- 
gustió rendido  á  la  fuerza  de  la  evi- 
dencia: «Has  de  saber,  hermano 
*  Quilas  tli— le  dijo — que  ahora  veo 
«que  tus  antepasados  fueron  ver- 
«daderos  sabios  y  entendidos,  por- 
«que  esos  que  traes  pintados,  no 
«hace  muchos  días  que  aportaron  á 
«esta  tierra  hacia  donde  nace  el  sol» 
«y  venían  en  esa  casa  de  palo  que 
«tú  señalas,  y  vestidos  en  esa  mis- 
«ma  manera  y  colores  que  esa  pin- 
«tura  demuestra,  y  porque  sepas 
«que  los  hice  pintar,  cátalos  aquí, 
«pero  una  cosa  me  consuela,  que 
«yo  les  envié  un  presente  y  les  en- 
«vié  suplicar  que  se  fuesen  no- 
«ra  buena,  y  ellos  me  obedecieron 
«y  se  fueron,  y  no  sé  si  han  de  tor- 
«nar  á  volver.»  El  viejo  Quilas tli 
le  respondió:— «¿Es  posible,  pode- 
«roso  señor,  que  viniesen  y  que  se 
«fuesen?  Pues  mira  lo  que  te  quie- 
«ro  decir,  y  si  lo  que  te  digo  no  fue- 
«se  asi,  quiero  que  á  mi  y  á  mis  hijos 
«y  generación  borres  de  la  tierra  y 
«nos  aniquiles  y  mates  á  todos, 
«y  es,  que  antes  de  dos  años,  y  á 
«mas  tardar  de  tres,  que  vuelvan 
«á  esta  tierra,  porque  su  venida  no 
«fué  sino  á  descubrir  el  camino  y  á 
«saberlo,  para  tomar  á  venir,  y  aun- 
«que  te  dijeron  que  se  volvían  á  su 


«tierra,  no  lo  creas,  que  ellos  no  lle- 
«garan  allá,  antes  se  han  de  volver 
«de  la  mitad  del  camino.»— Seme- 
jante declaración  no  agradó  á  Mo- 
teuczuma; sin  embargo,  recompen- 
só ampliamente  á  Quilas Ui  y  lo  re- 
tuvo á  su  lado  para  aprovechar  sus 
consejos. 

dnütamalli.  (Quilitl.  hierba  co- 
mestible, quelite;  tamalli,  especie 
de  bollo  cocido,  tamal:  «Tamales  de 
quelites.»)  La  comida  ritual  de  la 
fiesta  de  la  veintena  Hueytecuil- 
huitl,  que  consistía  en  una  especie 
de  bizcochos  de  legumbres,  con  lo 
que  significaban  que  éstas  se  ha- 
bían producido  ya  por  el  beneficio 
de  las  lluvias  bien  entradas  en  aque- 
lla época. 

duinametzin.  (Plural  de  quina- 
metli,  gigante.)  Nombre  que  han  da- 
do diversos  autores  á  los  primeros 
habitantes  de  México,  que  se  supo- 
ne fueron  destruidos  por  los  ulme- 
cas  y  los  xicalancas. 

Mendieta  dice: 

«Hallóse  en  la  memoria  de  los  in- 
dios viejos  cuando  fueron  conquis- 
tados de  los  españoles,  que  en  esta 
Nueva  España  en  tiempos  pasados 
hubo  gigantes,  como  es  cosa  cierta. 
Porque  en  diversos  tiempos  des- 
pués que  esta  tierra  se  ganó,  se  han 
hallado  huesos  muy  grandes.  El  P. 
Fr.  Andrés  de  Olmos,  tratando  de 
esto,  dice  que  él  vio  en  México  en 
tiempo  del  virey  D.  Antonio  de  Men- 
doza, en  su  propio  palacio,  ciertos 
huesos  del  pié  de  un  gigante  que 
tenían  casi  un  palmo  de  alto,  en- 
tiéndese de  los  osesuelos  de  los  de- 
dos del  pié.  Y  yo  me  acuerdo  que 
al  virey  D.  Luis  de  Velasco,  el  vie- 
jo, le  llevaron  otros  huesos  y  mue- 
las de  terribles  gigantes.  Y  medio 
gigantes  en  nuestro  tiempo  los  ha 


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144 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


habido;  uno  en  el  pueblo  de  Cuer- 
navaca,  que  tenía  tres  varas  de  me- 
dir menos  una  cuarta  en  alta.  Y  á 
éste  lol^Uevaron  muchas  veces  á  Mé- 
xico, y  iba  en  la  procesión  de  Cor- 
pus Christi  y  con  darle  muchos  de 
comer,  vino  á  morir  de  hambre  en 
su  pueblo  de  Cuerna  vaca.  Otro  mo- 
zo hubo  en  Tecalli,  y  pienso  que  mas 
alto,  aunque  mas  delgado  de  cuer- 
po, porque  el  primero  era  bien  for- 
nido y  proporcionado.  Y  á  este  de 
Tecalli  también  lo  llevaron  á  Méxi- 
co por  cosa  rara  y  monstruosa:  y 
vuelto  á  su  tierra  murió  en  breve 
tiempo.» 

En  la  Cosmogonía  del  Códice  Zu- 
márraga  se  dice  que  los  dioses  crea- 
ron los  gigantes,  que  perecieron  en 
la  catástrofe  del  Atonatiuh,  y  Cha- 
vero  cree  que  el  hombre  colosal  que 
aparece  tendido  en  la  lámina  del 
Códice  Vaticano,representa  la  des- 
trucción de  los  gigantes  por  el  di- 
luvio ó  Atonatiuh, 

Veytia  dice  que  cuando  los  ul- 
mecas  y  xicalancas,  hombres  veni- 
dos del  mar,  poblaron  los  fértiles 
valles  y  montañas  de  Tlaxcalla, 
Huexotzinco,  Cholollan  y  el  territo- 
rio que  hoy  ocupa  Puebla,  encontra- 
ron en  las  riberas  del  Atoyac  gigan- 
tes, que,  como  brutos,  vivían  des- 
nudos y  suelto  y  desgreñado  el  ca- 
bello, comiendo  carne  cruda  de  aves 
y  fieras  y  frutas  y  yerbas  silvestres, 
cazando  las  aves  con  flechas  y  las 
fieras  con  gruesas  porras  de  ramas 
que  desgajaban  de  los  árboles;  que 
eran  crueles  y  soberbios  y  muy  da- 
dos á  la  embriaguez,  pues  sabían 
sacar  de  la  planta  del  maguey  el 
jugo  del  pulque; que  se  contabaque 
á  pesar  de  ser  tan  bárbaros  los  gi- 
gantes, recibieron  de  paz  á  los  fo- 
rasteros y  les  permitieron  poblar 


en  sus  tierras,  mas  sujetándolos  al 
pago  de  cuantiosos  tributos  y  á  ve- 
jaciones tales,  que  llegó  el  momen- 
to de  no  poderlos  sufrir  más  y  de 
acabar  con  ellos;  que  para  conse- 
guir esto  último,  les  prepararon  un 
banquete,  y  cuando  los  vieron  ebrios 
y  tirados  por  el  suelo  acabaron  con 
todos  en  un  día,  y  quedaron  libres 
de  la  esclavitud,  y  señores  de  la 
tierra.  Según  el  cálculo  de  Veytia, 
acaeció  esto  hacia  el  año  107  de 
nuestra  era. 

Chavero  da  de  esta  leyenda  vul- 
gar y  la  más  aceptada  por  los  cro- 
nistas, la  siguiente  explicación,  en 
su  concepto,  muy  sencilla.  Los  gi- 
gantes, quinametmn,  son  el  pueblo 
autóctono,  los  otomíes,  que  indis- 
cutiblemente ocupaban  esa  región 
desde  los  primeros  tiempos  y  que 
vivían  en  estado  salvaje,  mientras 
que  los  ulmecas  pertenecían  á  una 
raza  civilizada  y  eran  de  costum- 
bres bárbaras  y  dados  á  la  embria- 
guez, porque  ya  sabían  extraer  del 
maguey  el  octli  6  pulque. 

En  la  historia  geológica  de  nues- 
tro territorio  tiene  la  muerte  de  los 
gigantes  distinta  significación  de 
la  que  le  atribuye  la  fábula.  Dice 
á  este  proposito  Chavero:— «Los 
grandes  yacimientos  de  huesos 
fósiles,  que  en  muchísimos  lugares 
se  encuentran,  acreditan  que  hubo 
un  tiempo  en  que  abundaron  aquí 
los  cuadrúpedos  conocidos  en  el 
Viejo  Mundo,  y  entre  ellos  los  gran- 
des paquidermos.  Cuando  llegaron 
los  españoles,  los  indios  ni  siquie- 
ra conservaban  recuerdo,  ya  no 
solamente  de  los  elefantes,  ni  aun 
de  las  vacas,  caballos  y  demás  cua- 
drúpedos domésticos.  Pues  bien,  los 
nahoas  habían  colocado  la  destruc- 
ción de  esos  cuadrúpedos,  y  espe- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


145 


cialmente  la  de  los  gigantescos 
quinametsin,  en  la  catástrofe  del 
Atonatiuh .  Nada  más  lógico  que  el 
que  los  mares,  inundándolas  tierras, 
los  hubieran  hecho  perecer;  y  no 
ha  faltado  sabio  que  haya  hecho  la 
profunda  observación  de  que  la  se- 
paración de  los  continentes  (por  el 
hundimiento  de  la  Atldntida)  dejó  el 
nuestro  tan  angosto,  que  no  corres- 
pondía ya  á  las  necesidades  vitales 
de  los  grandes  paquidermos,  que 
por  esta  circunstancia  perecieron.» 

Quinto  Sol.  Además  de  los  cua- 
tro soles  que  se  explican  en  los  ar- 
tículos Atonatiuh,  Ehecatonatiuh, 
Tletonatiuh  y  Tlaltonatiuh,  que 
fueron  cuatro  grandes  épocas,  cada 
una  de  las  cuales  terminaba  por  un 
cataclismo;  además  de  ellos,  repeti- 
mos, los  nahoas  contaban  un  quinto 
sol  ó  sea  otra  edad  del  mimdo  que 
no  había  acabado. 

Gomara,  sobre  esto,  dice:— «Del 
quinto  sol,  que  al  presente  tienen, 
no  dicen  de  qué  manera  se  ha  de 
perder;  pero  cuentan  cómo,  acabado 
el  cuarto  sol,  se  oscureció  todo  el 
mundo,  y  estuvieron  en  tinieblas 
veinticinco  años  continuos;  y  que 
á  los  quince  años  de  aquella  espanto- 
sa oscuridad,  los  dioses  formaron 
un  hombre  y  una  mujer,  que  luego 
tuvieron  hijos,  y  donde  á  diez  años 
apareció  el  sol  recién  criado  y  naci- 
do en  dia  de  conejo;  y  por  eso  traen 
la  cuenta  de  sus  años  desde  aquel 
dia  y  figura.  Así  que,  contando  de 
entonces  hasta  el  año  de  1552,  ha 
su  sol  ochocientos  y  cincuenta  y 
ocho  años;  por  manera  que  há  mu- 
chos años  que  usan  de  escritura 
pintada;  y  no  solamente  la  tienen 
desde  ce  tochtli,  que  es  con^ienzo  del 
primer  año,  mes  y  dia  del  quinto 
sol,  mas  también  la  usaban  en  vida 


de  los  otros  cuatro  soles  perdidos 
y  pasados;  pero  dejábanlas  olvidar, 
diciendo  que,  con  el  nuevo  sol, 
nuevas  debían  ser  todas  las  otras 
cosas.  También  cuentan  que,  tres 
dias  después  que  apareció  este 
quinto  so),  se  murieron  los  dioses.» 

Orozco  y  Berra  resta  de  1552,  año 
en  que  escribía  Gomara,  ochocientos 
cincuenta  y  ocho  años,  y  resulta  694, 
año  de  la  era  cristiana  en  que  los 
mexicanos  empezaron  á  contar  el 
quinto  sol  ó  más  bien  su  quinta 
época  cronológica;  y  hace  observar 
el  mismo  Orozco  que  este  comienzo 
cabía  dentro  de  la  época  histórica, 
y  de  esto  deduce  que  el  cuarto  sol 
no  terminó  por  una  catástrofe,  sino 
por  algún  acontecimiento  notable 
para  aquellos  pueblos.  El  aconteci- 
miento notable  fueron  los  terremo- 
tos. (Véase  Tlaltonatiuh.)  Según 
el  cómputo  que  hace  Orozco,  el 
quinto  sol  tuvo  principio  el  año  694, 
vigésimo  séptimo  del  reinado  de 
Chalchiuhtlatonac,  rey  de  ToUan,  y 
cree  que  el  suceso  conmemorado  en 
el  mito  fué  la  dedicación  de  las  pi- 
rámides de  Teotihuacan  (Teteohua- 
can)  al  Sol  y  á  la  Luna,  f  Véase  Teo- 
tihuacan.) 

Ligando  el  quinto  sol  con  los  cua- 
tro anteriores,  resulta  la  cronología 
de  los  pueblos  del  Anahuac  enla- 
zada de  una  manera  cierta,  entre  los 
tiempos  cosmogónicos  y  los  histó- 
ricos, contando  en  esta  forma: 

/  íecpatl.  Creación  del  mundo: 
principio  del  tiempo. 

4, 008  años  del  mundo.  El  diluvio: 
fin  de  Atonatiuh  y  principio  de  la 
segunda  época. 

8,018  del  mundo.  Acabamiento 
del  sol  Ehecatonatiuh:  empieza  la 
tercera  época. 

12, 828  del  mundo.  Concluye  el  sol 

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146 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Tletonatiuh:  comienza  el  cuarto  pe- 
ríodo. 

17, 334  del  mundo.  En  el  orden 
cronológico  IVcalli,  y  coincide  con 
el  primer  año  de  la  era  cristiana. 

18, 028  del  mundo.  VIII  tochtli, 
694  de  Jesucristo,  fin  del  cuarto  sol 
Tlaltonatiuh:  inicial  del  quinto 
sol:  dedicación  de  las  pirámides  de 
Teotihuacan  al  sol  y  á  la  luna. 


18, 855.  Edad  del  mundo  contada 
por  los  mexicanos  el  año  ///  calli, 
152J,  en  que  la  ciudad  de  México 
quedó  sometida  por  los  castellanos. 

duitzetzelohua.  El  que  esparce, 
el  que  cierne;  fig.  el  que  da,  el  libe- 
ral. Nombre  que  daban  al  áiosNap- 
patecutlt  {V.)/porque  era  liberal  pa- 
ra conceder  bienes. 


Rana.  Parece  que  este  batracio 
fué  objeto  de  culto  entre  los  tolte- 
cas,  pues  Ixtlilxochitl  en  su  crónica 

del  rey  Mitl,  dice:  « hizo  gran- 

«des  templos  y  otras  cosas  memora- 
«bles,  y  edificó  entre  los  templos  que 
«hizo  uno  de  la  Rana,  diosa  del  agua, 
«muy  hermosísimo  templo;  todos 
«sus  aderezos  eran  de  oro  y  piedras 
«preciosas,  y  la  rana  era  de  esmeral- 
«da,  la  cual  los  españoles  que  vi- 
«nieron  á  esta  tierra  la  alcanzaron 
«y  dieron  buena  cuenta  de  ella.» 

Ritos.   «Todos  los  ministerios 
relativos  al  culto— dice  Clavigero— 
se  dividían  entre  los  sacerdotes. 
Los  unos  eran  sacrificadores,  y  los 
otros  adivinos;  unos  compositores, 
y  otros  cantores  de  himnos.  Entre 
estos,  unos  cantaban  de  dia,  y  otros 
de  noche.  Los  había  para  cuidar  la 
limpieza  de  los  templos  y  del  ornato 
de  los  altares ......  Cuatro  veces 

al  dia  incensaban  á  los  ídolos,  esto 
es,  al  amanecer,  á  medio  dia,  al 
anochecer  y  á  media  noche.  Esta 
última  ceremonia  se  hacia  por  el 
sacerdote  á  quien  tocaba  el  turno, 
pero  con  asistencia  de  los  ministros 
mas  condecorados  del  templo.  Al 
sol  incensaban  nueve  veces,  cuatro 


de  dia  y  cinco  de  noche.  El  perfu- 
me de  que  usaban  era  copal,  ó  alguna 
otra  resina  olorosa;  pero  en  ciertas 
fiestas  se  servían  de  chapopotli  6 

betún  judaico Los  sacerdotes, 

ó  al  menos  algunos  de  ellos,  se  teñían 
diariamente  el  cuerpo  con  tinta 
hecha  del  hollín  de  ocotl,  que  era 
una  especie  de  pino  bastante  aro- 
mático: sobre  aquella  costra  se  po- 
nían ocre  ó  cinabrio,  y  todas  las 
noches  se  bañaban  en  los  estanques 

del  recinto  del  templo » 

« Ademas  de  la  unción  ordinaria  de 
tinta,  usaban  otra  extraordinaria 
y  mas  abominable,  siempre  que  ha- 
cían sacrificios  en  las  cimas  de  los 
montes  y  en  las  cavernas  tenebrosas 
de  la  tierra.  Tomaban  una  buena 
cantidad  de  insectos  venenosos,  co- 
mo escorpiones,  arañas  y  gusanos, 
y  aun  de  culebras  pequeñas;  que- 
mábanlos en  uno  de  los  hogares  del 
templo,  y  amasaban  sus  cenizas  en 
un  mortero  con  hollín  de  ocotl.  con 
tabaco,  con  la  yerba  ololiuhqui,  y 
con  algunos  insectos  vivos.  Presen- 
taban en  vasos  pequeños  esta  dia- 
bólica confección  á  sus  dioses,  y 
después  se  ungían  con  ella  todo  el 
cuerpo.  Después  arrostraban  con 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


147 


denuedo  los  mayores  peligros,  per- 
suadidos de  que  no  podrían  hacer- 
les ningún  mal,  ni  las  fieras  de  los 
bosques,  ni  los  insectos  mas  malé- 
ficos. Llamaban  á  aquella  untura 
teopatli,  es  decir,  medicamento  di- 
vino, y  la  creian  eficaz  contra  toda 
clase  de  enfermedades;  por  lo  que 
solian  darla  á  los  enfermos  y  á  los 
niños.  Los  muchachos  de  los  semi- 
narios eran  los  encargados  de  reco- 
ger los  bichos  necesarios  para  su 
composición;  por  lo  que,  acostiun- 
brados  desde  pequeños  á  aquel  ofi- 
cio, perdían  el  miedo  á  los  anima- 
les venenosos,  y  los  manejaban  sin 
escrúpulo.  Servíanse  también  del 
teopatli  para  los  encantos,  y  de  otras 
ceremonias  supersticiosas  y  ridicu- 
las, juntamente  con  cierta  agua  que 
bendecían  á  su  modo,  particular- 
mente los  sacerdotes  del  dios  Ixli- 
tlon.  De  esta  agua  daban  á  los  en- 
fermos. Los  sacerdotes  practicaban 
muchos  ayunos  y  austeridades;  no 
se  embriagaban  jamas,  antes  bien 
raras  veces  bebían  vino  (pulque). 
Los  de  Tescatsoncatl,  después  de 
terminado  el  canto  con  que  celebra- 
ban á  sus  dioses,  echaban  cada  dia 
al  suelo  trescientas  tres  cañas,  nú- 
mero correspondiente  al  de  los  can- 
tores; entre  ellas  habla  una  aguje- 
reada; cada  uno  tomaba  la  suya;  y 
aquel  á  quien  tocaba  la  agujereada, 
era  el  único  que  podía  beber  vino. 


Durante  el  tiempo  que  empleaban 
en  el  servicio  del  templo,  se  abste- 
nían de  tocará  otra  muguer  queá  la 
legítima,  afectando  tanta  modestia 
y  compostura,  que  cuando  encon- 
traban casualmente  á  otra  cual- 
quiera, bajaban  los  ojos  para  no  mi- 
rarla. Cualquiera  esceso  de  incon- 
tinencia era  severamente  castiga- 
do en  los  sacerdotes.  El  sacerdote 
que  en  Teotihuacan  estaba  convicto 
de  haber  faltado  á  la  castidad,  era 
entregado  al  pueblo,  que  lo  mataba 
de  noche  á  palos.  En  Ichcatlan  el 
sumo  sacerdote  estaba  obligado  á 
vivir  siempre  en  el  templo,  y  á  abs- 
tenerse de  toda  comimicacion  con 
mugeres.  Si  por  su  desgracia  falta- 
ba á  ese  deber,  moría  irremisible- 
mente, y  se  presentaban  sus  miem- 
bros sangrientos  á  su  sucesor,  para 
que  le  sirviesen  de  ejemplo.  A 
los  que  por  pereza  no  se  levantaban 
para  los  ejercicios  nocturnos  de  la 
religión,  bañaban  la  cabeza  con 
agua  hirviendo  6  les  perforaban 
los  labios,  ó  las  orejas;  y  los  que  re- 
incidían en  esta  ó  en  otra  culpa, 
morían  ahogados  en  el  lago,  des- 
pués de  haber  sido  arrojados  del 
templo,  en  la  fiesta  que  hacían  al 
dios  de  las  aguas  en  el  sexto 
mes  del  año.  Los  sacerdotes  vivían 
ordinariamente  en  comunidad,  bajo 
la  vigilancia  de  algunos  superiores.» 


Sacerdotes.  Los  mexicanos  te- 
nían muchos  sacerdotes  de  distinto 
orden  jerárquico  y  de  variadísimas 
funciones  en  su  culto  idolátrico. 

Los  de  alta  jerarquía  eran  los  si- 
guientes: ilí?x/í:a/^oAw«/^/>í,  HuitS' 


nahuacteohuatsin,  Ontetochtsin, 
Epcoacuacuiltsin ,  Moloncoteohua , 
Centeotsin  6  Gnteotsin,  Atempateo- 
huatsin,  Tlapiscatsin,  Tsapotla- 
teohuatsin,  Tecammateohua,  Teaca- 
tsoncatl,  Ometochtomixauh,Acaíoa' 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


omeioc htli,  Cuaílapanquiometoch- 
tu,  Tlühuaometochtli,  Ometochpan- 
tecatl,  Ometochnappatemtlí ,  Orne- 
tochpapastac,  Ixcosauhcatsonntol- 
coteohua,  Tlalcolcuacuüli,  Tecpan- 
tsincateohua ,  Epcoacuacuiltecpic  - 
toton,  Ixtlilcoteohtía,  Aticpacteo- 
huatsinxochipilli,  Atlixeliuhteo- 
huaopochtli,  Xipecopicoteohua, 
Pochtlanteohuayacatecutli ,  Ch  in  - 
conquiauhpoctlan,  Ixquitlanteo- 
huatsin,  Taapotlateohuatsin,  Chai- 
chiuhycucacaíonalcuacuilli,  Acol- 
ahuacatlacolmistli,  Tollanteohua,  y 
la  sacerdotiza  Cihuacuacuilistacci' 
htiatL 

En  los  artículos  respectivos  del 
diccionario  se  explica  la  etimología 
de  los  nombres  de  los  sacerdotes  y 
las  funciones  que  desempeñaba  ca- 
da uno  de  ellos. 

«A  la  muchedumbre  de  los  dioses 
y  de  los  templos  mexicanos,— dice 
Cía vigero— correspondía  el  número 
de  los  sacerdotes,  y  la  veneración 
con  que  se  miraban,  no  era  inferior 
al  culto  supersticioso  de  las  divini- 
dades. El  número  prodigioso  de  sa- 
cerdotes que  había  en  el  imperio, 
se  puede  calcular  por  el  de  los  que 
residían  en  el  templo  mayor,  pues 
subia,  según  los  historiadores,  á 
cinco  mil.  No  debe  estrañarse,  pues 
solo  los  consagrados  al  dios  Tesca- 
Uoncatl  en  aquel  sitio,  eran  cua- 
trocientos. Cada  templo  tenia  un 
cierto  número  de  ministros,  por 
Jo  que  no  sería  temeridad  asegu- 
rar que  no  había  menos  de  un  mi- 
llón en  todo  el  imperio.  Contribuían 
á  su  multiplicación  el  sumo  respeto 
con  que  eran  tratados,  y  el  alto  ho- 
nor anexo  al  servicio  de  las  divini- 
dades. Los  señores  consagraban  sus 
hijos  á  porfía  por  algún  tiempo,  al 
servicio  de  los  santuarios:  la  noble- 


za inferior  empleaba  los  suyos  en 
las  funciones  esteriores,  como  lle- 
var leña,  atizar  y  conservar  el  fue- 
go, y  otras  análogas;  persuadidos 
unos  y  otros  de  que  era  la  mayor 
distinción  con  que  podían  conde- 
corar á  sus  familias. 

« Los  gef  es  supremos  de  to- 
dos eran  los  dos  sumos  sacerdotes,  á 
quienes  llamaban  Teotecutli,  señor 
divino,  y  Hueyteopixqui,  gran  sa- 
cerdote (gran  custodio  de  Dios). 
Aquella  alta  dignidad  no  se  conferia 
sino  á  las  personas  mas  ilustres, 
por  su  nacimiento,  por  su  probidad, 
y  por  su  inteligencia  en  las  ceremo- 
nias religiosas.  Los  sumos  sacerdo- 
tes eran  los  oráculos  que  los  reyes 
consultaban  en  los  mas  graves  ne- 
gocios del  estado,  y  nunca  se  em- 
prendía la  guerra  sin  su  consenti- 
miento. Ellos  eran  los  que  ungían 
á  los  reyes  después  de  su  elección, 
los  que  abrían  el  pecho  y  arranca- 
ban el  corazón  á  las  víctimas  hu- 
manas en  los  mas  solemnes  sacri- 
ficios. El  sumo  sacerdote  era  siem- 
pre en  el  reino  de  Acolhuacan  el  hijo 
segundo  del  rey 

« ....  La  insignia  de  los  sumos  sa- 
cerdotes de  México  era  una  borla 
de  algodón  pendiente  del  pecho,  y 
en  las  fiestas  grandes  usaban  trages 
muy  adornados,  en  que  se  veían  las 
insignias  del  numen,  cuya  fiesta  ce- 
lebraban  

«Después  de  esta  suprema  digni- 
dad sacerdotal,  la  mas  elevada  era 
la  del  MexicoteohuatBin  (V),  que  el 
mismo  gran  sacerdote  conferia. 

«En  cada  barrio  de  la  capital,  y  lo 
mismo  puede  creerse  de  las  otras 
ciudades,  había  un  sacerdote  pre- 
eminente, que  era  como  el  párroco  de 
aquel  distrito,  á  quien  tocaba  diri- 
gir allí  las  fiestas  y  los  otros  actos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


149 


religiosos.  Todos  estos  ministros 
dependían  del  Mexicdteohuatsin.* 

A  los  sacerdotes  daban,  como  die- 
ron hasta  fines  del  siglo  pasado  á 
los  sacerdotes  católicos,  el  nombre 
de  Teopixqui,  «Custodio  de  Dios,»  y 
en  tono  reverencial,  Teopixcatzin, 
del  que  se  formó  elaztequismo  Teo- 
piscachi,  muy  usado  por  los  indios 
hasta  mediados  del  siglo  pasado  en 
los  alrededores  de  México. 

Saoerdotizas.  El  sacerdocio  no 
era  propiedad  exclusiva  del  sexo 
masculino,  pues  había  mujeres  que 
ejercían  aquellas  funciones.  Incen- 
saban los  ídolos,  cuidaban  del  fue- 
go sagrado,  barrían  el  templo,  pre- 
paraban la  oblación  de  comestibles 
que  se  hacía  diariamente  y  la  pre- 
sentaban en  el  altar;  pero  no  podían 
hacer  sacrificios,  y  estaban  exclui- 
das de  las  primeras  dignidades  sa- 
cerdotales. Entre  ellas  había  algu- 
nas consagradas  desde  la  niñez  por 
sus  padres;  otras,  en  virtud  de  al- 
gún voto  que  hacían  por  enferme- 
dad, ó  para  obtener  un  buen  casa- 
miento, ó  para  implorar  de  los  dio- 
ses la  prospertdad  de  sus  familias, 
servían  en  el  templo  por  espacio  de 
uno  ó  dos  aflos.  La  consagración 
de  las  primeras  se  hacía  del  modo 
siguiente:  cuando  nacía  la  niña,  la 
ofrecían  sus  padres  á  alguna  divi- 
nidad, y  avisaban  al  sacerdote  del 
barrio,  y  éste  al  Tecpanteohuatsin, 
que  era  el  superior  de  los  semina- 
rios. Después  de  dos  meses,  la  lle- 
vaban al  templo  y  le  ponían  en  las 
manos  una  granadilla  y  un  incen- 
sario con  un  poco  de  copal,  para 
significar  su  futuro  destino.  Cada 
mes  reiteraba  su  visita  al  templo, 
y  la  oblación,  juntamente  con  las  de 
algunas  cortezas  de  árbol,  para  el 
fuego  sagrado.  Cuando  la  niña  lle- 


gaba á  la  edad  de  cinco  años,  la  en- 
tregaban sus  padres  al  Tecpanteo- 
huatsin,  y  éste  la  ponía  en  un  se- 
minario, donde  la  instruían  en  la 
religión,  en  las  buenas  costumbres 
y  en  las  ocupaciones  propias  de  su 
sexo.  Con  las  que  entraban  á  ser- 
vir por  algún  voto  particular,  lo 
primero  que  hacían  era  cortarles  el 
cabello.  Las  unas  y  las  otras  vivían 
con  mucho  recogimiento,  silencio  y 
retiro,  bajo  la  vigilancia  de  sus  su- 
perioras  y  sin  tratar  con  hombres. 
Algunas  se  levantaban  dos  horas 
antes  de  media  noche,  y  otras  al 
rayar  el  día,  para  atizar  y  avivar  el 
fuego,  y  para  incensar  á  los  ídolos; 
y  aunque  asistían  algunos  sacerdo- 
tes á  la  misma  ceremonia,  había 
una  separación  entre  ellos,  forman- 
do los  hombres  un  ala  y  las  muje- 
res otra,  aquéllos  y  éstas  á  la  vista 
de  sus  superiores,  para  que  no  hu- 
biese el  menor  desorden.  Todas  las 
mañanas  preparaban  las  oblacio- 
nes de  comestibles  y  barrían  el  atrio 
inferior  del  templo.  Los  ratos  que 
les  dejaban  libres  sus  ocupaciones 
religiosas,  los  empleaban  en  hilar 
y  tejer  hermosas  telas,  para  vestir 
á  los  ídolos  y  adornar  los  altares. 
La  continencia  de  estas  doncellas 
era  el  objeto  del  esmero  particular 
de  sus  superioras.  Cualquier  deli- 
to de  este  género  era  imperdonable. 
Si  quedaba  oculto,  la  delincuente 
procuraba  aplacar  la  cólera  de  los 
dioses  con  ayunos  y  austeridades, 
pues  temía  que  en  castigo  de  su 
culpa  se  le  pudriesen  las  carnes. 
Cuando  la  doncella  consagrada  des- 
de su  infancia  al  culto  de  los  dio- 
ses llegaba  á  la  edad  de  diez  y  sie- 
te años,  que  era  en  la  que  por  lo 
común  se  casaban,  sus  padres  le 
buscaban  marido,  y  estando  ya  de 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


acuerdo  con  él,  presentaban  al  Tec- 
panteohuatsin,  en  platos  curiosa- 
mente labrados,  un  cierto  número 
de  codornices  y  cierta  cantidad  de 
copal,  de  flores  y  de  comestibles, 
con  un  discurso  en  que  le  daban 
gracias  por  el  esmero  que  había 
puesto  en  la  educación  de  su  hija, 
y  le  pedían  licencia  de  llevarlo  con- 
sigo. Aquel  personaje  respondía 
con  otra  arenga,  concediendo  el 
permiso  que  se  le  pedía,  y  exhor- 
tando á  la  joven  á  la  perseveran 
cia  en  la  virtud  y  al  cumplimiento 
de  las  obligaciones  del  matrimonio. ' 
(Clav.)  La  sacerdotiza  más  distin- 
guida era  la  llamada  Cuacuiti^tac- 
cihuatl. 

Sacramentos.  Los  que  han  sos- 
tenido que  Santo  Tomás  predicó  el 
Evangelio  en  Anahuac,  aducen  co- 
mo uno  de  sus  argumentos  el  que 
en  las  ceremonias  del  culto  de  los  i 
indios  había  algunas  que  no  eran 
sino  reminiscencia  de  los  sacramen- 
tos cristianos,  que  se  habían  desfi- 1 
gurado  desde  la  apostasía  que  ha- 
bían hecho  de  la  religión  predica- 
da por  Santo  Tomás  bajo  el  nom- 
bre de  Quetsalcoatl  Pero  Chavero, 
combatiendo  la  opinión  de  la  preten- 
dida predicación,  niega  que  algunos 
ritos  nahoas  hayan  sido  los  sacra- 
mentos de  la  Iglesia  cristiana.  Refi- 
riéndose al  bautismo,  dice:— «La  de- 
«dicación  de  los  recién  nacidos  á  los 
«dioses  es  propia  de  todas  las  reli- 
«giones:  al  niño  se  le  constituía  gue- 
«rrero  del  dios  Huítsüopochtli,yp3,- 
«ra  que  pelease  por  él,  se  le  arma- 
«ba  de  una  rodela  y  cuatro  flechas. 
^¿Es  éste  el  espíritu  del  sacramen- 
«to  del  bautismo?  Al  niño  no  se  le 
«bautizaba  por  el  sacerdote,  sino 
«que  se  le  bañaba  por  la  partera. 
«;Esésta  la  forma  del  sacramento? 


«En  algunas  partes  se  le  circunci- 
«daba,  y  no  á  la  manera  de  los  ju- 
«díos.  ¿Un  apóstol  ó  un  obispo  cris- 
«tiano  habrían  predicado  la  circun- 
«cisión?» 

Refiriéndose  al  matrimonio,  dice: 

«No  hay  siquiera  ceremonia  reli- 
♦  giosa:  se  ata  el  ayatl  (ayate)  del 
«hombre  al  *«/>//// (güipil)  de  la  mu- 
«jer.  En  muchas  partes  existía  la 
«poligamia.  ¿Esta  es  la  unión  cris- 
«tiana  y  éste  el  modo  de  llevar  á  ca- 
«bo  el  sacramento?* 

En  cuanto  á  la  confesión,  dice: 

«Jesús  dijo:  «Confesaos  los  unos 
«á  los  otros;»  y  el  sacerdocio  cris- 
«tiano  estableció  la  confesión  auri- 
«cular  con  el  sacerdote,  y  de  esta 
«confesión  resultábala  remisión  de 
«los  pecados.  Los  nahoas  no  cono- 
«cían  esta  remisión  y  decían  sus 
«faltas  solamente  al  ídolo  de  Tesca- 
o^tlipoca,  porque  creían  que  todo  lo 
«oía  y  todo  lo  sabía.  ¿Es  éste  el  sa- 
«cramento?» 

En  cuanto  á  la  comunión,  sobre 
la  cual  hacen  tanto  hincapié  los  cro- 
nistas, dice: 

«Comían  el  cuerpo  de  Huitsilo- 
i^pochtli  hecho  de  bledos,  pero  ni 
«idea  tenían  de  la  transmutación. 
«Como  el  cautivo  sacrificado  re- 
»presentaba  al  dios  con  cuyos 
«arreos  se  le  adornaba,  decían  que 
«comían  el  cuerpo  del  dios  cuando 
«comían  la  carne  de  la  víctima.  ¿Se- 
«ría  acaso  este  canibalismo  el  sa- 
«cramento  cristiano?» 

Entre  los  cronistas,  el  P.  Mendie- 
ta  admite  los  sacramentos  en  la  re- 
ligión de  los  nahoas;  pero  no  los  atri- 
buye á  la  predicación  de  Sto.  To- 
más, sino  á  sugestiones  del  demo- 
nio. Oigamos  su  curioso  relato: 

«No  se  contentaba  el  demonio, 
«enemigo  antiguo,  con  el  servicio 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


151 


«que  estos  flos  indios)  le  hacían  en 
«la  adoración  de  cuasi  todas  las 
«criaturas  visibles,  haciéndole  de 
«ellas  ídolos,  asi  de  bulto  como  pin- 
«tados,  sino  que  demás  de  esto  los 
«tenia  ciegos  en  mil  maneras  de  he- 
«chicerias,  execramentos  y  supers- 
«ticiones.  Y  hablando  primero  de 
«los  execramentos  que  ordenó  en  su 
«iglesia  diabólica,  en  competencia 
«con  los  santos  Sacramentos  que 
«Cristo  nuestro  Redentor  dejó  ins 
«tituidos  para  remedio  y  salud  de 
«sus  fíeles  en  la  Iglesia  católica; 
«por  el  contrario,  para  perdición  y 
«condenación  de  los  que  le  creye- 1 
«sen,  dejó  el  demonio  esto  tras  sus  ' 
«señales  y  ministerios  que  pare- 
«ciesen  imitará  los  verdaderos  mís- 
«teríos  de  nuestra  redención.  En- 
«tre  los  cuales  el  primero  era  á  ma- , 
«ñera  de  baptismo,  y  hacíase  de  es- 
«ta  manera:  cuando  nacía  el  niño  ¡ 
«ó  niña,  dende  á  ciertos  días  llama- 
«ban  una  vieja,  y  en  el  patio  de  la 
«casa,  ó  donde  le  parecía,  rociaba 
«ó  lavaba  el  niño  ciertas  veces  con 
«vino  de  lo  que  usaban  y  usan  en  , 
«esta  tierra  (pulque),  y  otras  tantas  , 
«lo  lavaban  con  agua,  y  poníanle 
«el  nombre,  y  con  la  tripa  del  hom- 
«blígo  hacían  ciertas  ceremonias.  ^ 
«Estos  nombres  tomábanlos  de  los 
«ídolos  ó  de  las  fiestas  que  en  aque- 
«llos  signos  caían,  y  á  veces  de 
«aves  y  animales  y  de  otras  cosas 
«insensatas,  como  se  les  antojaba. 
«Mas  ya  cuasi  del  todo  han  dejado 
«estos  nombres  antiguos,  después 
«que  se  baptizan  con  nombres  de 
«santos  para  ser  cristianos.  Circun- 
« cisión  usaban  los  de  una  provín- 
«cia  llamados  totonaques,  en  esta 
«forma:  que  á  los  veintiocho  ó  vein- 
« tí  nueve  dias  que  había  nacido  la 
«criatura,  la  llevaban  al  templo, 


«y  si  era  varón,  el  sacerdote  sumo  y 
«el  segundo  en  dignidad  lo  tendían 
«sobre  una  grande  y  lisa  piedra  ó 
«losa  que  para  el  efecto  tenían,  y 
«tomando  el  capullito  del  miembro 
«viril  se  lo  cortaban  á  cercen  con 
«cierto  cuchillo  de  pedernal.  Y 
«aquello  que  cortaban  quemábanlo 
«y  hacíanlo  cenizas.  Y  á  las  ñiflas 
«en  lugar  de  circuncisión,  los  di- 
«chos  dos  sacerdotes  con  sus  pro- 
«píos  dedos  las  corrompían,  man- 
« dando  á  las  madres  que  llegando 
«la  niña  á  los  seis  años  renovasen 
«con  los  dedos  el  mismo  corrompi- 
«miento  que  ellos  habían  comenza- 
«do.  /Cosa  abominable  é  indigna  de 
«oírse,  y  uso  de  gente  mas  que  bes- 
«tial.» 

Refiriéndose  á  la  confesión,  dice: 

«También  tenían  alguna  manera 
«de  confesión  delante  de  sus  dio- 
«ses;  no  porque  pensasen  alcanzar 
«perdón  ni  gloria  después  de  muer- 
«tos  (porque  todos  ellos  tenían  por 
«muy  cierto  el  infierno);  pero  ha- 
«cían  este  género  de  penitencia  an- 
«te  sus  ídolos,  porque  no  estuviesen 
«enojados,  ni  en  este  mundo  los 
«maltratasen,  ó  privasen  de  lo  tem- 
«poral,  y  porque  no  les  descubrie- 
«sen  sus  pecados,  por  donde  caye- 
« sen  en  infamia  con  los  hombres.  Al 
«gunos  (se  dijo)  que  hacían  peniten- 
«cia  para  alcanzar  su  mal  deseo 
«carnal  con  la  persona  que  les  agra- 
«daba;  y  para  esto  hacían  cierto  he- 
«chizo  con  ciertas  flores,  y  lo  po- 
«nian  en  cierta  parte  para  conse- 
«guir  su  mal  intento.» 

Hablando  del  matrimonio,  dice  el 
mismo  Mendieta  lo  siguiente: 

«Cerca  del  matrimonio  tenían  en 
«él  sus  ceremonias,  atando  las  ves- 
«tiduras  de  marido  y  muger.  y  en 
«el  pedir  de  la  moza  con  sus  pre- 


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152 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«sentes.  Ya  que  se  la  daban  acom- 
«paftada  (según  era  la  persona), 
«ciertos  días  no  había  de  llegar 
«á  ella,  sino  que  ayunaba  y  servia  á 
«sus  ídolos,  ante  los  cuales  (duran - 
«te  el  término  de  las  bodas)  hacían 
«sus  ofrendas.  Y  sí  llegaba  á  ella 
«antes  de  los  días  que  acostumbra- 
«ban  abstenerse,  tenían  por  cierto 
«que  les  había  de  suceder  mal.  Y 
«para  saber  sí  habían  de  avenirse 
«bien  entre  marido  y  mujer,  recu- 
«rrian  al  libro  del  calendario,  mí- 
«rando  sí  cuadraban  los  signos  en 
«que  habían  nacido.  Los  grados  que 
«guardaban  para  no  casar,  era  con 
«madre,  hija,  madrastra,  hermana 
«y  manceba  del  padre,  y  la  hija  de 
«la  tal:  los  demás  no  los  evitaban.» 

Sobre  la  Eucaristía,  dice  el  mis- 
mo franciscano  lo  siguiente: 

«También  usaban  alguna  mane- 
«ra  de  comunión  ó  recepción  de  sa 
«cramento,  y  es  que  hacían  unos 
«ídolitos  chiquitos  de  semilla  de 
«bledos  ó  cenizos,  ó  de  otras  yer- 
«bas,  y  ellos  mismos  se  los  recibían, 
«como  cuerpo  ó  memoria  de  sus  dio- 
«ses.  Otros  dicen  que  á  una  yerba 
«que  llaman />/c/W/  (y  los  españoles 
«llaman  tabaco)  la  tenían  algunos 
«por  cuerpo  de  una  diosa  que  nom- 
«braban  cihuacouatl  y  á  esta  causa 
«(puesto  que  sea  algo  medicinal)  se 
«debe  tener  por  sospechosa  y  pelí- 
•grosa,  mayormente  viendo  que 
«quita  el  juicio  y  hace  desatinar  al 
«que  la  toma.  Comunión  tenían  tam- 
«bien  los  totonaques,  en  esta  forma: 
«que  de  tres  en  tres  años  mataban 
«tres  niños,  y  sacábanles  los  cora- 
«zones,  y  de  la  sangre  que  de  allí 
«salía,  y  de  cierta  goma  que  llaman 
««///,  que  sale  de  un  arbolen  gotas 
«blancas,  y  después  se  vuelve  ne- 
«gra  como  pez,  y  de  ciertas  semí- 


«llas,  las  primeras  que  salían  en 
«una  huerta,  que  en  sus  templos  te- 
«nían,  hacían  una  confección  y  ma- 
«sa.  Esta  tenían  por  comunión  y 
«cosa  santísima,  con  orden  y  pre- 
«cepto  que  de  seis  en  seis  meses 
«los  hombres  de  veinticinco  años 
«habían  de  comulgar,  y  las  muge- 
«res  de  diez  y  seis.  Llamaban  á  es- 
«ta  masa  Toyollytlaqual,  que  quíe- 
«re  decir:  -manjar  de  nuestra  al- 
«ma.» 

Sacriñcios.  El  empleo  más  im- 
portante del  sacerdocio,  la  principal 
función  del  culto  de  los  mexicanos, 
eran  los  sacrificios  que  hacían,  ya 
para  obtener  alguna  gracia  del  cie- 

,  lo,  ya  para  darle  gracias  por  los  be- 
neficios recibidos. 
Clavigero  dice: 
«Omitiría  de  buena  gana  el  tratar 

;  «de  este  asunto  (de  los  sacrificios), 
«sí  las  leyes  de  la  historia  me  lo 
«permitiesen,  para  evitar  al  lector 
«el  disgusto  que  debe  producirle  la 

i  «relación  de  tanta  abominación  y 
«crueldad;  pues  aunque  apenas  hay 
«nación  en  el  mundo  que  no  haya 
«practicado  aquella  clase  de  sacri- 
«ficios,  difícilmente  se  hallará  una 
«que  los  haya  llevado  al  esceso  que 
«los  Mexicanos.» 

No  se  sabe  qué  sacrificios  practi- 
caban los  toltecas.  Los  chichi- 
mecas  ,  mientras  no  tuvieron  ídolos, 
templos  y  sacerdotes,  no  practica- 
ron sacrificios  de  hombres,  y  sólo 
ofrecían  á  sus  dioses,  el  sol  y  la  lu- 
na, yerbas,  frutas,  flores  y  copal. 
A  estos  pueblos  no  se  les  ocurrió 
sacrificar  víctimas  humanas,  sino 
hasta  que  dieron  el  ejemplo  los  me- 
xicanos, «borrando — dice  un  autor 
—entre  las  naciones  convecinas,  las 
primeras  ideas  inspiradas  por  la 
naturaleza.»  También  los  mexíca- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


153 


nos,  mientras  no  formaron  nación, 
fueron  sobrios  en  los  sacrificios  hu- 
manos, porque  no  tenían  prisione- 
ros ni  podían  adquirir  esclavos. 
Sin  embargo,  en  su  peregrinación, 
en  Colhuacan  y  en  Xochimilco,  du- 
rante su  esclavitud,  practicaron  ho- 
rrendos sacrificios;  y  sobre  todo,  el 
consumado  en  la  hija  del  Señor  de 
Colhuacan,  que  dio  origen  á  la  Te- 
teoinan  (V.)»  les  imprimió  el  sello  de 
crueldad  con  que  se  distinguieron 
después. 

«Los  sacrificios— dice  Clavige- 
«ro— variaban  con  respecto  al  nú- 
«mero,  al  lugar  y  al  modo,  según 
«las  circunstancias  de  la  fiesta.  Por 
«lo  común,  abrían  el  pecho  á  las 
«victimas;  per©  algunas  otras  eran 
«ahogadas  en  el  lago,  otras  morían 
«de  hambre,  encerradas  en  las  ca- 
«vernas  en  que  enterraban  á  los 
«muertos,  y  otras  finalmente  en  el 
«sacrificio  gladíatorio.»  (No  hace 
íPiención  Clavigero  de  los  que  mo- 
rían desollados.  Véase  Tlacaxípe- 
hualistli,)  «El  lugar  en  que  mas  co- 
« munmente  se  consumaban  aquellas 
«atrocidades,  era  el  templo,  en  cuyo 
«atrio  superior  estaba  el  altar  des- 
« tinado  á  los  sacrificios  ordinarios. 
«El  del  templo  mayor  de  México, 
«era  de  una  piedra  verde,  jaspe 
«probablemente,  convexa  en  la  par- 
«te  superior,  de  cerca  de  tres  pies 
«de  alto,  de  otro  tanto  de  ancho  y  de 
«cinco  pies  de  largo.  Los  minis- 
«tros  ordinarios  del  sacrificio  eran 
«seis  sacerdotes,  el  principal  de  los 
«cuales  era  el  Topiltsin,  cuya  dig- 
«nidad  era  preeminente  y  heredita- 
«ria;  mas  en  cada  sacrificio  tomaba 
«el  nombre  de  la  divinidad  en  cuyo 
«honor  se  hacía.  Vestíase  para 
«aquella  función  un  trage  rojo,  de 
«hechura  de  escapulario,  y  adorna- 


«do  con  flecos  de  algodón:  en  la  ca- 
«beza  llevaba  una  corona  de  plu- 
«mas  verdes  y  amarillas;  en  las 
«orejas  pendientes  de  oro  y  piedras 
«verdes  (quizás  esmeraldas),  y  en 
«el  labio  superior  otro  pendiente  de 
«una  piedra  azul.  Los  otros  cinco 
«ministros  estaban  vestidos  de  tra- 
«ges  blancos,  de  la  misma  forma,  y 
«bordados  de  negro:  tenían  los  ca- 
« bellos  sueltos;  la  frente  ceñida  de 

I  «correas,  y  adornada  con  ruedas 
«de  papel  de  varios  colores,  y  todo 
«el  cuerpo  pintado  de  negro.  Estos 

I  «desapiadados  ministros  se  apode- 
«raban  de  la  víctima,  la  llevaban 
«desnuda  al  atrio  superior  del  tem- 
«plo,  y  después  de  haber  indicado 
«álos  circunstantes  el  ídolo  á  quien 
«se  hacia  el  sacrificio,  para  que  lo 
«adorasen,  la  extendían  sobre  el 

\  «altar.  Cuatro  sacerdotes  asegura- 
«ban  al  infeliz  prisionero  por  los 
«pies  y  los  brazos,  y  otro  le  afírma- 
«ba  la  cabeza  con  un  instrumento 
«de  madera,  hecho  en  figura  de 
«sierpe  enroscada,  el  cual  le  entra- 
«ba  hasta  el  cuello;  y  como  el  altar 
«era  convexo,  según  hemos  dicho, 
«quedaba  el  cuerpo  arqueado,  le- 
«vantado  el  pecho  y  el  vientre,  é 
«incapaz  de  hacer  la  menor  resís- 
«t encía.  Acercábase  entonces  el  ín- 
«humano  Topiltmn  y  con  un  cuchi- 
«11o  agudo  de  pedernal,  le  abría 
«prestísimamente el  pecho,  le arran- 
«caba  el  corazón,  y  todavía  palpi- 
«tante,  lo  ofrecía  al  sol  y  lo  arrojaba 
«á  los  pies  del  ídolo;  lo  ofrecía  des- 
«pues  al  mismo  ídolo  y  lo  quemaba, 
«mirando  con  veneración  las  cení- 
«zas.  Sí  el  ídolo  era  gigantesco  y 
«cóncavo,  solían  introducirle  el  co- 
«razon  en  la  boca  con  una  especie 
«de  cuchara  de  oro.  También  solían 
«untar  con  sangre  de  las  víctimas 

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154 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«los  labios  del  ídolo,  y  la  cornisa  de 
«la  entrada  del  templo.  Si  la  vícti- 
«ma  era  prisionero  de  guerra,  le 
«cortaban  la  cabeza,  para  conser- 
« varia,  como  ya  hemos  dicho,  y  pre- 
«cipitaban  el  cuerpo  por  las  esca- 
«leras  al  atrio  inferior,  donde  lo 
«tomaba  el  oficial  ó  soldado  que 
«lo  habia  hecho  prisionero,  y  lo  lie- 
«vaba  á  su  casa,  para  cocerlo  y 
«condimentarlo,  y  dar  con  él  un 
«banquete  á  sus  amigos.  Si  no  era 
«prisionero  de  guerra,  sino  esclavo 
«comprado  para  el  sacrificio,  su 
«amo  tomaba  el  cadáver  del  altar, 
«y  se  lo  llevaba  para  el  mismo  obje- 
«to,  comian  tan  solo  las  piernas,  los 
«muslos  y  los  brazos,  y  quemaban 
«lo  demás,  ó  lo  reservaban  para 
«mantener  las  fieras  de  las  casas 
«reales.  Los  Otomites  hacian  á  la 
«víctima  pedazos,  y  vendían  éstos 
«en  el  mercado  público.  Los  Zapo- 
« tecas  sacrificaban  los  hombres  á 
«los  dioses,  las  mugeres  á  las  dio- 
«sas,  y  los  niños  á  ciertos  númenes 
«pequeños.  Tal  era  el  modo  mas 
«ordinario  de  sacrificar,  con  algu- 
«ñas  circunstancias  mas  bárbaras, 
«como  veremos  después;  pero  te- 
«nian  otras  especies  de  sacrificios, 
«que  solo  se  celebraban  en  ciertas 
«ocasiones.  En  la  fiesta  de  Teteoi- 
<^nan,  la  muger  que  representaba 
«esta  diosa  era  decapitada,  mién- 
«tras  otra  muger  la  sostenía  en  sus 
«hombros.  En  la  de  la  llegada  de 
«los  dioses,  las  víctimas  morían  en 
«las  llamas.  En  una  de  las  fiestas 
«que  hacian  á  Tlaloc,  le  sacrifíca- 
«ban  dos  niños  de  ambos  sexos, 
«ahogándolos  en  el  lago.  En  otra 
«fiesta  del  mismo  dios  compraban 
«tres  muchachos  de  seis  ó  siete 
«años,  y  encerrándolos  con  abomi- 
«nable  inhumanidad  en  una  caver- 


«na,  los  dejaban  morir  de  hambre  y 
«horror. 

«Acerca  del  número  de  víctimas 
«que  se  sacrificaban  anualmente, 
«nada  podemos  asegurar,  por  ser 
«muy  diversas  las  opiniones  de  los 
«historiadores.  El  número  de  veinte 
«mil,  que  es  el  que  parece  acercar- 
«se  mas  á  la  verdad,  comprende 
«todos  los  hombres  sacrificados  en 
«el  imperio,  y  no  me  parece  exage- 
«rado;  pero  si  se  limita  á  los  niños, 
«ó  á  las  víctimas  sacrificadas  tan 
«solo  en  el  monte  Tepeyacac  (el  ce- 
^rríto  de  la  villa  de  Guadalupe),  6 
«en  la  capital,  como  quieren  algu- 
«nos,  lo  creo  enteramente  invero- 
«símil.  Es  cierto  que  no  habia  nú- 
«mero  fijo  de  sacrificios,  sino  pro- 
«porcionado  al  de  prisioneros  que 
«se  hacian  en  la  guerra,  á  las  ne- 
«cesidades  del  estado,  y  ala  calidad 
«de  las  fiestas,  como  se  vio  en  la 
«dedicación  del  templo  mayor  de 
«México,  que  fué  cuando  la  cruel- 
«dad  de  los  Mexicanos  traspasólos 
«límites  de  la  verosimilitud.  Lo 
«cierto  es  que  eran  muchos,  porque 
«las  conquistas  de  los  Mexicanos 
«fueron  rapidísimas,  y  en  sus  fre- 
« cuentes  guerras  no  procuraban 
«tanto  matar  enemigos,  cuanto  ha- 
«cerlos  prisioneros  para  los  sacri- 
«f icios.  Si  á  estas  víctimas  se  aña- 
«den  los  esclavos  que  compraban 
«con  el  mismo  objeto,  y  los  delin- 
«cuentes  destinados  á  expiar  de 
«aquel  modo  sus  crímenes,  hallare- 
«mos  un  número  algo  mayor  que  el 
«que  señala  el  Sr.  Las  Casas,  de- 
«masiado  propenso  á  excusar  á  los 
«americanos  de  los  escesos  de  que 
«los  acusaban  los  españoles.  Los 
«sacrificios  se  multiplicaban  en 
«los  años  divinos  y  mucho  mas 
«en  los  seculares. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


155 


«Acostumbraban  los  Mexicanos 
«en  sus  fiestas  vestir  á  la  víctima 
«con  el  mismo  ropajey  adornarla  con 
«las  mismas  insignias  que  se  atri- 
«buian  al  dios  en  cuyo  honor  se 
«sacrificaba.  Así  paseaba  toda  la 
«ciudad,  pidiendo  limosna  para  el 
«templo,  en  medio  de  una  guardia 
«de  soldados,  para  que  no  se  esca- 
«pase.  Si  se  escapaba,  sacrificaban 
«en  su  lugar  al  cabo  de  la  guar- 
«dia,  en  pena  de  su  descuido.  Ceba- 
«baná  estos  desventurados,  como 
«nosotros  hacemos  con  algunos  ani- 
«males. 

«No  se  limitaba  á  esta  clase  de 
«víctimas  la  religión  mexicana:  ha- 
«cianse  también  de  varias  especies 
«de  animales.  Sacrificaban  á  Hui- 
«tzilopochtli  codornices  y  espara- 
« vanes;  á  Mixcoatl,  liebres,  conejos, 
«ciervos  y  coyotes.  Al  sol  inmola- 
«ban  todos  los  dias  codornices.  Ca- 
«da  dia,  al  salir  aquel  astro,  estaban 
«en  pié  muchos  sacerdotes,  con  el 
«rostro  vuelto  hacia  Levante,  cada 
«uno  con  una  codorniz  en  la  mano; 
«y  al  despuntar  el  disco  del  planeta, 
«lo  saludaban  con  música,  cor- 
«taban  la  cabeza  á  los  pájaros  y  se 
«los  ofrecían.  Después  incensaban 
«al  sol,  con  gran  estrépito  de  ins- 
«trumentos  músicos. 

«Ofrecían  también  á  sus  dioses, 
«en  reconocimiento  de  su  dominio, 
«varias  especies  de  plantas,  flores, 
«joyas,  resinas  y  otros  objetos  ina- 
«nimados.  A  Tlaloc  y  á  Coatlicue 
«presentaban  las  primicias  de  las 
«flores,  y  á  Centeotl  las  del  maíz. 
«Las  oblaciones  de  pan,  de  jtnasas 
«y  de  otros  manjares,  eran  tan 
«cuantiosas,  que  bastaban  á  saciar 
«á  todos  los  ministros  del  templo. 
«Cada  mañana  se  veían  al  pié  de 
«los  altares  innumerables  platos  y 


«escudillas,  calientes  todavía,  á  fin 
«de  que  su  vapor  llegase  á  las  na- 
«rices  del  ídolo,  y  fuese  alimento 
«de  los  dioses  inmortales. 

«Pero  la  oblación  mas  frecuente 
«era  de  copal.  Todos  incensaban 
«diariamente  á  sus  ídolos;  así  que, 
«el  incensario  era  mueble  indispen- 
«sable  en  la  casa.  Usaban  incensar 
«hacia  los  cuatro  puntos  cardinales, 
«los  sacerdotes  en  los  templos,  los 
«padres  de  familia  en  sus  moradas, 
«y  los  jueces  en  los  tribunales, 
«cuando  iban  á  fallar  una  causa 
«grave,  civil  ó  criminal.  Esta  cere- 
«monia  no  era  en  aquellos  pueblos 
«un  acto  puramente  religioso,  sino 
«también  un  obsequio  civil  que  ha- 
«cían  á  los  magnates  y  á  los  emba- 
«jadores. 

«La  crueldad  y  la  superstición  de 
«los  Mexicanos  sirvieron  de  ejem- 
«plo  á  todas  las  naciones  que  con- 
« quistaron  y  á  las  inmediatas  á  sus 
«dominios,  sin  otra  diferencia  que 
«la  de  ser  menor  entre  ellas  el  nú- 
«mero  de  aquellos  abominables  sa- 
«crif icios,  y  de  practicarlos  con  al- 
«gunas  ceremonias  particulares. 
«Los  Tlaxcaltecas,  en  una  de  sus 
«fiestas,  ataban  á  un  prisionero  á 
«una  cruz  alta,  y  lo  mataban  á  fle- 
« chazos;  en  otras  ocasiones  ataban 
«á  la  víctima  á  una  cruz  bajá  y  la 
«mataban  á  palos.» 

«Eran  célebres  los  inhumanos  y 
espantosos  sacrificios  que  de  cua- 
tro en  cuatro  años  celebraban  los 
cuauhtitlaneses  al  dios  del  fuego.  El 
dia  antes  de  la  fiesta  plantaban  seis 
árboles  altísimos  en  el  atrio  inferior 
del  templo,  sacrificaban  dos  escla- 
vas, les  arrancaban  el  pellejo,  y  les 


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156 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


sacaban  los  huesos  de  los  muslos.  Al 
día  siguiente  se  vestían  dos  sacer- 
dotes de  los  de  mas  dignidad  con 
aquellos  sangrientos  despojos,  y 
con  los  huesos  en  la  mano,  bajaban 
á  paso  lento  y  profiriendo  agudos 
gritos,  por  las  escaleras  del  templo. 
El  pueblo  agolpado  al  pié  del  templo, 
repetía  en  alta  voz:  «Hé  aquí  á  nues- 
tros dioses  que  se  acercan.»  Cuando 
llegaban  los  sacerdotes  al  atrio 
inferior,  comenzaban  al  son  de  ins- 
trumentos un  baile  que  duraba  ca- 
si todo  el  día.  Entre  tanto  el  pue- 
blo sacrificaba  tan  gran  número  de 
codornices,  que  á  veces  llegaban  á 
ocho  mil.  Terminadas  estas  cere- 
monias, los  sacerdotes  llevaban  seis 
prisioneros  á  lo  alto  de  los  árboles, 
y  atándolos  á  ellos,  bajaban;  pero 
apenas  habían  llegado  al  suelo,  ya 
habían  perecido  aquellos  desgra- 
ciados, con  la  muchedumbre  de  fle- 
chas que  les  tiraba  el  pueblo.  Los 
sacerdotes  subían  de  nuevo  á  los 
árboles,  para  desatar  á  los  cadáve- 
res, y  los  precipitaban  desde  aque- 
lla altura.  Al  punto  les  abrían  el 
pecho,  y  les  sacaban  el  corazón, 
según  el  uso  general  de  aquellos 
pueblos.  Así  estas  víctimas  huma- 
nas, como  las  codornices,  se  distri- 
buían entre  los  sacerdotes  y  los 
nobles  de  la  ciudad,  para  que  sir- 
viesen en  los  banquetes,  con  que 
daban  fin  á  tan  detestable  solem- 
nidad. » —(Clavig,) 

En  cuanto  al  origen  de  los  sacri- 
ficios entre  los  mexicanos,  hay  que 
decir  algo  más  de  lo  expuesto  por 
Clavigero  en  el  primer  párrafo  pre- 
inserto. 

En  la  Tira  de  la  Peregrinación 


de  los  aztecas  se  encuentra  la  pri- 
mera alusión  á  los  tremendos  sa- 
crificios humanos.  El  oficiante  es  el 
sacerdote  Aacatl,  caudillo  de  la  tri- 
bu: la  primera  víctima  está  tendida 
sobre  una  biznaga  (huitsnahuac), 
lleva  en  la  frente  las  plumas,  señal 
del  holocausto,  teñidas  boca  y  bar- 
ba según  el  uso  conservado  des- 
pués, todo  lo  cual  índica  que  la 
víctima  fué  escogida  en  la  tribu 
misma.  La  segunda  víctima  está 
colocada  sobre  una  planta  arbores- 
cente de  huisache  (^/rw/.rar/r/w>),  lleva 
los  arreos  convencionales  de  la  tris- 
te ceremonia;  pero  la  mancha  sobre 
los  ojos  índica  procedencia  extra- 
ña, el  pez  dice  su  nombre,  era  (mi- 
chuaca)  natural  de  Michoacan.  El 
tercer  sacrificado,  también  sobre 
una  biznaga,  es  igualmente  extran- 
jero; el  nombre  compuesto  del  chi- 
malli  con  los  cuatro  puntos,  es  el 
gentilicio  nahuatlaca.  Suministra- 
ron, pues,  las  ofrendas  la  tribu  emi- 
grante y  los  pueblos  moradores  de 
las  cercanías:  los  nombres  de  las 
víctimas,  y  Ja  indicación  de  los  ve- 
getales no  dejan  duda  alguna;  los 
emigrantes  estaban  en  Michuacan. 

Orozco  y  Berra,  al  hacer  la  in- 
terpretación de  este  pasaje,  se  pre- 
gunta. «¿Aquel  legislador  y  pontí- 
«fice  Aacatl  fué  el  inventor  de  estas 
«horribles  ejecuciones,  ó  son  la 
«manifestación  de  una  práctica  an- 
«tigua?»  y  se  responde:  «Nos  inclí- 
«namos  á  creer  que  aquella  fué  la 
«vez  primera  en  que  se  consumó  el 
«crimen,  y  cargamos  sobre  el  feroz 
«caudillo  la  responsabilidad  de  la 
«abominable  institución.» 

Después  de  consumados  estos 
horrendos  sacrificios,  fué  cuando 
Huitsilopochtli  cambió  el  nombre 
de  aztecas  en  el  de  mexicanos,   ó 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


157 


propiamente  hablando,  en  el  de  Me- 
citin. 

La  segunda  alusión  á  los  sacrifi- 
cios humanos  pertenece  también  á 
la  Peregrinación. 

El  año  677  llegaron  los  mexica- 
nos á  ToUan  (hoy  Tula  de  Hidalgo), 
y  fijaron  su  morada  en  el  vecino 
cerro  de  Cohuatepec,  donde  perma- 
necieron 19  años.  Tula  era  á  la  sa- 
zón capital  de  los  toltecas.  Aunque 
los  mexicanos  hablaban  la  misma 
lengua,  eran  menos  civilizados 
que  los  toltecas  y  profesaban  reli- 
gión diferente,  y  por  lo  mismo  no 
pudieron  confundirse. 

Los  emigrantes  erigieron  altar  y 
colocaron  en  él  el  tabernáculo  del 
dios,  y  se  acamparon  hacia  los  cua- 
tro puntos  cardinales.  El  dios,  para 
darles  idea  del  sitio  que  les  desti- 
naba, mandó  á  los  sacerdotes  que 
represaran  el  cercano  río,  y  hecho 
así,  las  aguas  se  extendieron  por 
la  llanura  hasta  formar  un  lago  en 
cuyo  centro  formaba  una  isla  Co- 
huatepec. El  lago  se  llenó  de  abun- 
dante pesca  y  de  multitud  de  aves 
acuáticas;  brotaron  en  la  cuenca 
carrizales  y  plantas  lacustres;  las 
orillas  eran  de  césped  esmaltado  de 
flores;  á  los  árboles  de  la  ribera 
acudían  pájaros  innumerables  pin- 
tados hermosamente  y  cantores; 
verdaderamente  era  un  paraíso.  A 
la  vista  de  lugar  tan  ameno,  aquel 
pueblo  de  cerviz  dura  determinó 
quedarse  ahí  y  no  pasar  adelante; 
en  vano  fueron  las  amonestaciones 
de  los  sacerdotes  para  que  prosi- 
guiesen su  camino.  Iracundo  el  dios, 
y  mirándosele  el  rostro  airado  y 
feo,  exclamó:  «¿Quién  son  éstos  que 
«así  quieren  traspasar  y  poner  ob- 
«jeción  á  mis  determinaciones  y 
«mandamiento?  ¿Son  ellos,  por  ven- 


«tura,  mayores  que  yo?  Decidles 
«que  yo  tomaré  venganza  de 
<  ellos,  antes  de  mañana,  porque  no 
«se  atrevan  á  dar  parecer  en  lo  que 
«yo  tengo  determinado,  y  sepan  to- 
«dos  que  á  mí  solo  han  de  obede- 
'cer, 9 -^(Códice  Ramires.) 

A  media  noche  oyóse  un  gran 
ruido  que  heló  de  espanto  á  los  me- 
xicanos: venida  la  mañana,  se  des- 
cubrió á  los  fautores  de  la  rebelión 
tirados  por  el  suelo,  abiertos  los 
pechos,  sacados  los  corazones,  que 
se  había  comido  el  dios:  la  misma 
suerte  cupo  á  la  mujer  Coyolxauh- 
qui,  instigadora  del  pecado.  Rom- 
piéronse los  diques  del  tío,  volvió 
el  agua  á  su  cauce,  desaparecieron 
el  lago  y  sus  maravillas,  agostá- 
ronse y  perecieron  las  plantas;  se- 
cándose el  suelo  perdió  sus  galas, 
y  el  campo  quedó  yermo  y  sombrío 
como  antes:  la  ilusión  se  había  des- 
vanecido. A  tremenda  falta,  tre- 
mendo castigo.— (Durdn,  Torq,J 

Cuando  los  mexicanos  cayeron 
en  esclavitud  de  Coxcox,  señor  de 
Culhuacan  (año  834  E.  V.),  se  em- 
peñó una  guerra  entre  los  culhuas 
y  los  xochimilcas.  «Cuando  se  hizo 
«saber  esta  guerra  dijo  el  señor 
«Coxcoxtli:  Y  los  mexicanos,  ¿don- 
«de  se  hayan?  Vengan  al  momen- 
«to.  Llamados,  se  presentaron  ante 
«el  rey,  quien  les  dijo:  Venid  pronto 
*  todos  y  sabed:  los  xochimilca  nos 
«han  puesto  guerra,  y  quiero  y 
«os  concedo  que  cuantos  caballeros 
^^aprehendáis,  sean  vuestros  cauti- 
«vos.  Entonces  los  mexica  contesta- 
«ron:  Está  muy  bien,  señor  nuestro, 
«mas  prestadnos  óregaladnosvues- 
«tras  rodelas  y  vuestras  langas. 
«Respondió  el  rey:  No  puede  ser  eso, 
«así como  estáis,  caminareis.^  — 
(Anáglifo  de  Aubin.JEl  objeto  dees- 

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158 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


ta  determinación  fué  sacar  indefen- 
sos á  los  mexicanos  para  que  pere- 
cieran á  manos  de  los  xochimilcas. 
Afligidos  los  mexicanos,  implo- 
raron el  auxilio  de  su  dios,  y  Hui- 
tzilopochtli  los  consoló  prometién- 
doles salir  victoriosos  con  la  in- 
dustria que  les  diera.  Hicieron  es- 
cudos con  carrizos  mojados,  previ- 
nieron largos  palos  en  forma  de 
lanza  que  les  servirían  tanto  para 
ofender  como  para  saltar  fosos  y 
zanjas;  concertaron  entre  sí,  no  co- 
ger ni  maniatar  á  los  prisioneros, 
sino  cortarles  la  oreja  derecha  que 
recogerían  en  talegas,  y  para  esta 
operación  llevaron  navajas  de  obsi- 
diana .  Los  culhuas  ganaron  la  ba- 
talla con  el  auxilio  de  los  mexi- 
canos. Vueltos  los  guerreros  de  la 
pelea  y  puestos  en  presencia  de 
Coxcox,  cada  quien  hizo  alar- 
de de  sus  hazañas;  los  mexicanos 
aparecieron  con  las  manos  vacías, 
y  se  burlaron  de  ellos,  y  los  de- 
nostaron llamándolos  cobardes  y 
para  nada.  Entonces  sacaron  de  de- 
bajo de  las  ropas  las  talegas  en  que 
las  cortadas  orejas  venían,  y  po- 
niéndolas delante  del  rey,  le  dije- 
ron:—«Estos  presos  que  están  aquí 
«presentes,  casi  todos  son  cautivos 
«nuestros,  y  si  no  mirad  sus  orejas 
«que  se  las  cortamos;  y  así  como  tu- 
« vimos  poder  para  cortárselas,  lo 
«tuvimos  también  para  maniatar- 
«los;  pero  por  no  ocuparnos  en  esto, 
«y  seguir  mas  libremente  el  alcan- 
«ce  los  dejamos  para  que  vosotros 
«los  maniatarais  y  aprehendierais; 
«y  pues  primero  vinieron  á  nuestras 
«manos  que  á  las  vuestras,  mas  es 
«gloria  nuestra  esta  presa  que 
«vuestra.» — (Torquem,)  Las  tale- 
gas contenían  cuatro  xiquipilli  (sa- 
cos de  8,000)  de  orejas,  con  lo  que 


rey  y  guerreros  tuvieron  que  ca- 
llar desconcertados,  y  formaron 
elevado  concepto  de  la  astucia  y 
del  valor  de  sus  esclavos.  Pero  los 
mexicanos,  entre  tantos  cortados  de 
las  orejas,  cogieron  cuatro  prisio- 
neros, que  ocultamente  encerraron 
en  una  casa  de  Contitlan.  (Aquí  va 
lo  pertinente  á  los  sacrificios,)  A 
fin  de  celebrar  la  victoria,  erigieron 
un  altar,  montostli,  y  colocaron  en  él 
á  Huitzilopochtli;  fueron  luego  á 
invitar  al  rey  Coxcox  para  que  asis- 
tiera á  la  fiesta  que  preparaban,  y 
le  pidieron  que  también  les  diera 
ofrenda  para  su  numen:  Contestó 
el  rey  diciendo:  «Muy  bien:  habéis 
«merecido  mucho;  vayan  los  sacer- 
«dotes  á  honrar  vuestros  altares.» 
A  media  noche  entraron  los  sacer- 
dotes de  Culhuacan  y  pusieron  si- 
lenciosamente sobre  el  altar  un 
trapo  sucio,  en  el  que  iban  envuel- 
tos estiércol,  cabellos  y  im  pájaro 
bobo,  todo  escupido,  y  se  retiraron 
mudos  y  orgullosos.  Acercáronse 
los  mexicanos,  contemplaron  los 
despreciables  é  inmundos  obje- 
tos, arrojáronlos  lejos  de  sí,  los 
sustituyeron  sobre  el  ntontostli  con 
un  cuchillo  de  itjstli  (obsidiana),  y 
la  hierba  olorosa  llamada  acxoyatl, 
y  consignaron  cuidadosamente  en 
la  memoria  semejante  afrenta.  El 
rey  Coxcox  asistió  á  la  fiesta,  más 
por  burla  que  por  honra  á  los  escla- 
vos. Los  mexicanos  recibieron  al 
rey  y  á  sus  culhua  con  estudiadas 
exterioridades;  vestidos  con  sus 
mejores  ropas  danzaron  los  bailes 
guerreros  de  la  tribu,  practicaron 
con  ostentación  las  ceremonias  de 
su  culto,  y  cuando  más  entretenidos 
estaban  los  huéspedes,  sacaron  á 
los  prisioneros  xochimilcas,  hicié- 
ronlos  bailar  un  rato,  los  derribaron 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


159 


delante  del  altar,  les  pusieron  enci- 
ma el  tlecuahuitl,  un  madero  en- 
cendido, les  arrancaron  los  cora- 
zones, que,  palpitantes  y  vahando, 
los  ofrecieron  á  la  divididad.  Aquel 
atroz  espectáculo  llenó  de  terror 
el  ánimo  de  los  culhuas;  el  despre- 
cio á  sus  esclavos  se  trocó  en  miedo. 
El  rey  Coxcox  dijo:  «¿Quiénes  son 
«estos  inhumanos?  Parecen  no  ser 
«gentes:  echadlos  de  aquí.»  Inme- 
diatamente los  hicieron  correr.— 
(Aubin,  Torguem.J 

Antes  de  fundar  á  México-Te- 
nochtitlan,  consumaron  el  más  te- 
rrible de  los  sacrificios  humanos, 
inmolando  en  su  altar  á  la  hija  del 
mismo  rey  de  Culhuacan;  pero  pa- 
ra no  desflorar  tan  tremenda  leyen- 
da, hacemos  aquí  punto  omiso  de 
ella,  y  remitimos  al  lector  al  artí- 
culo Teteoinan. 

Tenían,  además,  los  mexicanos  la 
costumbre  de  herirse  algunas  par- 
tes del  cuerpo,  como  ofrenda  á  sus 
dioses,  del  mismo  modo  que  los 
cristianos  se  mortificaban  con  el 
silicio  y  la  disciplina.  A  este  sacar- 
se sangre  del  cuerpo,  acción  pres- 
crita con  mucha  frecuencia  en  el 
ritual,  llaman  los  autores  sacrificar- 
se. El  origen  de  este  autosacrif icio 
fué  el  siguiente: 

Moteuczoma  Ilhuicamina  envió 
embajadores  al  señor  de  Cuetlax- 
tla,  pidiéndole  caracoles  y  conchas 
grandes,  hicoteas  (tortugas)  vivas, 
y  de  las  cosas  curiosas  que  en  la 
ribera  de  la  mar  se  crían,  para  ser- 
vicio de  los  dioses.  Cuando  llegaron 
los  embajadores  á  Cuetlaxtla,  esta- 
ban allí  algunos  tlaxcaltecas,  ene- 
migos acérrimos  de  México,  y  les  di  • 
jeron  á  los  señores  cuetlaxtecas: — 
«¿Porqué  se  han  de  atrever  los  me- 
«xicanos  á  vosotros,  á  veniros 


«á  pedir  caracoles  y  otras  cosas? 
«¿Sois,  por  ventura,  sus  vasallos? 
«¡Qué  menosprecio  es  este  tan  gran- 
«de  y  osadía!  Matadlos  y  ciérrese- 
«les  el  camino  y  no  pasen  acá  más 
«ellos  ni  otros.*— (burdn,)  Admi- 
tieron los  de  la  costa  el  pérfido  con- 
sejo, dieron  muerte  á  los  embaja- 
dores y  á  cuantos  mercaderes  na- 
hoas  encontraron  en  sus  tierras, 
y  colmaron  de  presentes  á  los  tlax- 
caltecas, quienes,  después  de  ofre- 
cerles socorro  en  caso  de  guerra, 
retomaron  á  sus  tierras  ricos  y 
contentos. 

Sabida  la  noticia  eñ  México,  que- 
dó resuelta  inmediatamente  la  gue- 
rra. Pero  antes  de  marchar  á  cam- 
paña, por  consejo  del  rey  Motecu- 
zoma,  adoptaron  el  uso,  perpetuado 
después,  del  sacrificio.  Los  guerre- 
ros fueron  delante  de  Huitzilopoch- 
tli,  y  con  espinas  de  biznaga  (^Aw//^- 
nahuac)  y  púas  de  maguey  se  pica- 
ron y  sacaron  sangre  de  las  orejas, 
en  honra  y  reverencia  del  numen;  de 
la  lengua,  para  alcanzar  venganza 
y  victoria  contra  los  enemigos;  de 
los  molledos  de  los  brazos,  para  ad- 
quirir esfuerzo  y  valentía  á  fin  de 
coger  y  traer  muchos  prisioneros. 
—{Crón.  Mexic.) 

* 
*  « 

Aun  cuando  hemos  visto  ya  lo 
relativo  al  número  de  víctimas  hu- 
manas, en  los  párrafos  preinsertos 
de  Clavigero,  pondremos  aquí  lo 
expuesto  sobre  el  mismo  asunto  por 
otros  autores,  para  pleno  conoci- 
miento de  la  materia. 

El  Sr.  Zumárraga,  primer  obis- 
po de  México,  en  su  carta  de  12  de 
Junio  de  1531,  dirigida  al  capítulo 
general  de  su  orden,  dice  que    en 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


aquella  sola  capital  se  sacrificaban 
anualmente  veinte  mil  víctimas  hu- 
manas. 

Gomara  dice  que  el  número  de 
los  sacrificios  llegaba  á  cincuenta 
mil. 

Acosta  escribe  que  había  días 
que  en  diversos  puntos  del  imperio 
mexicano  se  sacrificaban  cinco  mil, 
y  en  alguno  también  veinte  mil. 

Otros  creyeron  que  sólo  en  el 
monte  Tepeyacac  (cerrito  de  la  vi- 
lla de  Guadalupe)  se  sacrificaban 
veinte  mil  á  la  diosa  Tonantzin. 

Torquemada,  citando,  aunque  in- 
fielmente, la  carta  del  obispo  Zu- 
márraga,  dice  que  se  sacrificaban 
anualmente  veinte  mil  niños. 

Las  Casas,  en  su  impugnación 
del  sangriento  libro  del  Dr.  Sepúl- 
veda,  limita  los  sacrificios  huma- 
nos á  tan  corto  número,  que  ape- 
nas da  lugar  á  creer  que  fuesen  diez, 
ó  cuando  más  ciento. 

El  P.  Clavigero,  aludiendo  á  las 
cifras  citadas,  dice:  «No  dudo  que 
«todos  estos  escritores  exageran: 
«Las  Casas  por  defecto,  y  los  de- 
«más  por  esceso.» 

Refiriéndose  á  Las  Casas,  dice: 
«No  sé  por  qué  el  Sr.  Las  Casas, 
«que  en  sus  escritos  se  vale,  contra 
«los  conquistadores,  del  testimonio 
«del  Sr.  Zumárraga  y  de  los  pri- 
«meros  religiosos,  los  contradice 
«cuando  tratan  del  número  de  sa- 
«crif icios.»  Pero  en  otro  lugar  ma- 
nifiesta el  motivo  que  tenía  el  V. 
P.  Las  Casas,  pues  dice:  «Si  á  es- 
«tas  víctimas  (los  prisioneros  de 
«guerra)  se  añaden  los  esclavos  que 
«compraban  con  el  mismo  objeto, 
«(para  sacrificarlos)  y  los  delin- 
« cuentes  destinados  á  expiar  de 
«aquel  modo  sus  crímenes,  hallare- 
«mos  un  número  algo  mayor  que  el 


«que  señala  el  Sr.  Las  Casas,  de- 
«masiado  propenso  á  excusar  á  los 
«americanos  de  los  escesos  de  que 
«los  acusaban  los  españoles.» 

Sacrificio  gladiatorio.  Nombre 
que  dieron  los  españoles  á  un  céle- 
bre sacrificio  humano  al  que  sólo 
se  destinaban  los  prisioneros  más 
afamados  por  su  valor.  Era,  pues, 
considerado  como  un  sacrificio  hon- 
roso. Hé  aquí  cómo  lo  describe  Cla- 
vigero: 

«Habia  cerca  del  templo  mayor 
«de  las  ciudades  grandes,  en  un  si- 
«tio  capaz  de  contener  una  inmen- 
«sa  muchedumbre  de  gente,  un  te- 
«rraplen  redondo,  de  ocho  pies  de 
«alto,  y  sobre  él  una  gran  piedra 
«redonda,  semejante  á  las  de  moli- 
«no,  pero  mucho  mayor,  de  casi 
«tres  pies  de  alto,  lisa  y  adornada 
« con  algunas  figuras.  Sobre  esta  pie- 
«dra,  que  ellos  llamaban  Tetnalacatl 
«(V.),  ponían  al  prisionero,  armado 
«de  rodela  y  espada  corta,  y  ata  do  al 
«suelo  por  un  pié.  Con  él  subia  á  pe- 
«lear  un  oficial  ó  soldado  mexicano, 
«á  quien  daban  mejores  armas  que 
«las  del  prisionero.  Cada  cual  pue- 
«de  figurarse  los  esfuerzos  que  ha- 
«ria  aquel  infeliz  para  evitar  la 
«muerte,  y  los  que  emplearía  su  con- 
«trario  para  no  perder  su  reputa- 
«cion  militar,  delante  de  tan  gran 
«número  de  testigos.  Si  el  prisione- 
«ro  quedaba  vencido,  acudía  inme- 
«diatamente  el  sacerdote  llamado 
«Cftalchiutepeftua,  y  muerto  ó  vi- 
«vo  lo  llevaba  al  altar  de  los  sacri- 
«f  icios  comunes,  donde  le  abría  elpe- 
«cho,  y  le  arrancaba  el  corazón.  El 
«vencedor  era  aplaudido  de  la  mu- 
«chedumbre,  y  recompensado  por 
«el  rey  con  alguna  insignia  militar. 
«Pero  si  el  prisionero  vencía  á  aquel 
«y  á  otros  seis,  que  según  el  con- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


161 


«quistador  anónimo  subían  á  pelear 
«sucesivamente con  él,  se  le  conce- 
«dia  la  vida,  la  libertad  y  todo  cuan- 
«to  le  hablan  quitado,  y  se  volvia 
«lleno  de  gloria  á  su  patria.  Elmis- 
«mo  autor  refiere  que  en  una  bata- 
«11a  que  dieron  los  Cholultecas  ásus 
«vecinos  los  Huexotzingos,  el  prin- 
«cipal  señor  de  Cholula  se  empefió 
«de  tal  modo  en  la  refriega,  que  ha- 
«biéndose  alejado  de  los  suyos,  fué 
«hecho  prisionero  y  conducido  á 
«Huexotzinco:  que  puesto  sobre  la 
«piedra  del  sacrificio,  venció  á  los 
«siete  combatientes  que  se  reque- 
«rian  allí  para  declarar  la  victoria; 
«pero  los  Huexotzingos,  previen- 
«do  el  daño  que  podría  hacerles  un 
«enemigo tan  animoso,  si  le  conce- 
«dian  la  libertad,  le  dieron  muerte, 
«contra  la  costumbre  universal,  y 
«desde  entonces  quedaron  infames 
«álos  ojos  de  todas  aquellas  nacio- 
«nes.» 

La  preinserta  descripción  del  P. 
Clavigero  da  una  idea  general  del 
Sacrificio  gladiatorio,  pero  muy  in- 
completa. La  que  trae  Cha  vero  es 
muy  interesante  por  los  detalles  cu- 
riosos que  contiene.  Dice  así:  «Otra 
manera  de  sacrificar,  que  también 
creemos  antigua,  cuando  menos  de 
la  época  de  los  tolteca,  es  el  sacri- 
ficio gladiatorio.  Conformes  están 
los  autores  en  que  consistía  en  atar 
al  cautivo  de  un  pie  por  medio  de 
una  cuerda  al  centro  de  la  piedra 
de  sacrificios.  La  primera  de  que 
tenemos  noticia  es  el  temalacatl  la- 
brado en  tiempo  de  Moteczimia  II- 
huicamina,  en  la  cual  estaban  pinta- 
das las  victorias  alcanzadas  contra 
los  tepaneca.  Aunque  por  el  nom- 
bre parece  que  era  redonda,  y  así  lo 
creen  los  autores  hasta  el  señor 
Orozco,  y  Duran  lo  dice,  él  mismo 


habla  de  que  tenía  braza  y  media  de 
ancho  y  la  llama  mesa,  lo  cual  su- 
pone una  forma  cuadrada.  (¿Qué no 
habría  mesas  redondas  entonces?) 
La  pintura  jeroglífica  así  la  repre- 
senta, con  sus  cuatro  escaleras  pa- 
ra subir  á  ella,  porque  estaba  á  la 
altura  de  un  hombre.  Creemos  com- 
binar ambas  figuras  explicando  que 
la  piedra  era  redonda,  pero  embuti- 
da en  una  construcción  cuadrada, 
y  así  parece  percibirse  en  la  misma 
pintura. 

«Una  vez  atado  por  el  pie  el  cau- 
tivo, embijado  de  yeso,  con  la  ca- 
beza emplumada  y  unas  plumas 
blancas  atadas  al  cabello  de  la  co- 
ronilla y  tiznado  al  rededor  de  los 
pái'pados  y  los  labios,  le  daban  unas 
pelotas,  un  escudo  ó  chimalli  y  una 
macana  de  palo  con  plumas  en  vez 
de  pedernales.  Estaba  desnudo  de 
cuerpo,  con  sólo  un  maxtli  (tapa- 
rrabo) de  amatl  (papel)  pintado. 

«  Colocaban  para  esta  ceremonia 
á  los  cautivos  como  siempre,  en  la 
empalizada  de  las  calaveras,  llama- 
da Tsompantli,  y  á  los  sacrificado - 
res  también  en  lo  alto  del  Teocalli 
en  el  lugar  nombrado  Yopico.  De 
los  sacrif  icadores,  uno  vestía  el  tra- 
je de  Huitsilopochtli,  el  segundo  el 
de  Quetsalcoatl,  el  tercero  el  de  To- 
ci,  el  cuarto  el  de  Yopi»  el  quinto  el 
de  Opochtsin,  el  sexto  el  de  Totee 
y  el  séptimo  el  de  Itspapalotl;  ha- 
bía, además,  un  guerrerero  tigre, 
un  guerrero  águila  y  un  guerrero 
león;  todos  ricamente  vestidos,  con 
plumas  y  joyeles  y  armados  de  es- 
cudo durísimo  y  cortante,  macuá- 
huitl.  Sentábanse  en  asientos  de 
madera  de  tsapotl  bajo  una  en- 
ramada hecha  de  rosas  y  ramas  del 
mismo  taapotl,  adornada  con  las 
insignias  de  los  dioses,  á  la  cual 

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162 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


llamaban  Tsapocalli.  El  sumo  sa- 
cerdote se  colocaba  en  lugar  reser- 
vado sólo  para  él,  vestido  con  el 
suntuoso  traje  de  las  grandes  cere- 
monias, con  plumas  altas  en  la  mi- 
tra, anchos  brazaletes  de  oro,  de 
los  cuales  salían  resplandecientes 
plumas  azules  y  verdes,  y  llevando 
en  la  diestra  un  cuchillo  de  obsi- 
diana llamado  itsctiahuac.  El  sumo 
sacerdote  tomaba  ese  día  los  nom- 
bres de  Yohualahuay  Totee,  el  pri- 
mero en  representación  del  firma- 
mento y  el  segundo  en  la  de  la  com- 
binación cronológica  de  los  cuatro 
astros.  Bajaba  solemnemente  las 
gradas  del  templo,  daba  dos  vuel- 
tas á  la  piedra  del  sacrificio  y  la 
bendecía,  y  era  él  quien  ataba  al 
cautivo,  volviéndose  al  trono.  Uno 
de  los  viejos  sacerdotes  que  de  león 
andaba  vestido,  era  quien  le  da- 
ba las  cuatro  pelotas  de  oeotl  y  á 
beber  el  licor  de  los  dioses  para 
que  tuviese  ánimo .  Antes  de  la  pe- 
lea bailaban  y  cantaban  al  son  del 
teponastli  y  el  huehuetl  los  viejos 
músicos  tecuacuiltin  (tecuacuicuil- 
tin). 

«Bajaba  luego  el  sacrificador  que 
había  de  combatir  bailando  y  can- 
tando, y  rodeaba  dos  ó  tres  veces 
la  piedra  haciendo  movimientos  con 
el  chimalli  y  el  tnacuahuitl.  En  lo 
general  era  un  guerrero  tigre,  se- 
gún se  ve  en  los  jeroglíficos,  y  co- 
munmente los  cuatro  combatientes 
sacrif icadores  dos  eran  tigres  y  dos 
águilas,  y  león  el  que  ataba  al  cau- 
tivo. Este  contestaba  á  los  movi- 
mientos del  sacrificador  dando  es- 
truendosas voces  y  silvos  y  gran- 
des saltos  y  palmadas  en  los  mus- 
los, y  levantando  manos  y  rostro 
al  cielo  se  bajaba  después,  tomaba 
sus  armas,  las  mostraba  en  ofreci- 


miento al  sol  y  se  preparaba  al 
combate. 

«Como  el  sacrificio  gladiatorio 
era  fiesta  tan  principal,  no  sólo  asis- 
tía el  pueblo  al  patio  del  templo  pa- 
ra contemplarlo  y  el  sacerdocio  lo 
miraba  de  lo  alto  del  teoealli,  sino 
que  el  tecuhtli,  todos  los  principales 
y  los  yaoywque  concurrían  á  la 
fiesta  é  invitaban  á  los  tecuhtli  de 
otros  pueblos Disponíase- 
Íes  para  que  presenciasen  la  cere- 
monia uno  á  manera  de  mirador 
muy  curiosamente  aderezado  de 
rosas  y  ramos,  con  los  cuales  es- 
taban hechas  muchas  labores  y  ce- 
nefas de  vistosos  colores.  Estaban 
los  señores  vestidos  de  lujosas  man- 
tas, con  guirnaldas  de  oro  á  la  ca- 
beza, y  hermosos  plumajes  á  las 
sienes,  brazaletes,  bezotes,  oreje- 
ras y  nariceras  de  oro  y  piedras, 
con  ramos  de  variadas  y  olorosas 
flores,  sentados  en  altos  sitiales  fo- 
rrados de  cueros  de  tigre  y  som- 
breados por  amoscadores  de  gran- 
des y  vistosísimas  plumas,  con  los 
cuales  les  hacían  aire  esclavos  lu- 
josamente ataviados. 

«Dada  la  señal  del  combate,  diri- 
gíase á  la  piedra  el  sacrificador,  y 
el  cautivo  comenzaba  por  lanzarle 
las  pelotas  de  palo  de  ocotl  (ocote), 
que  aquél  se  quitaba  con  la  rodela. 
Se  guíase  la  lucha,  el  sacrif  icador  con 
su  arma  cortante,  ya  acercándose, 
ya  alejándose,  atacando  por  todos 
lados  al  cautivo;  mientras  que  el 
arma  de  éste  era  de  madera  sola  y 
más  hecha  para  defenderse,  y  ata- 
do por  un  pie,  no  podía  pasar  de 
cierto  radio  ni  perseguir  á  su  com- 
batiente. Y  sin  embargo,  había  al- 
gunos tan  diestros  que  cansaban  á 
dos  y  tres  contrarios  antes  de  que  los 
venciesen.  Pero  no  bien  estaba  he- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


163 


rido  el  cautivo  en  cualquiera  parte 
del  cuerpo,  salían  cuatro  sacerdo- 
tes embijados  de  negro,  con  las  ca- 
belleras largas  y  trenzadas  y  ves- 
tidas unas  como  casullas,  y  llevan- 
do á  la  víctima  al  cuauhxicalli  le 
sacaban  el  corazón.» 

Chavero  cree  que  el  sacrificio 
gladiatorio  era  representación  de 
la  lucha  de  Tescatlipoca  y  Quetsal- 
coatí,  de  la  luna  y  de  la  estrella  de 
la  tarde.  Cree  que  el  cautivo  era 
imagen  de  Tescatlipoca,  la  luna;  y 
funda  su  creencia  en  que  el  rostro 
y  vestido  del  cautivo,  en  las  pintu- 
ras, son  de  color  blanco  como  los 
rayos  de  la  luna,  en  que  debajo  del 
rostro  se  le  ve  dibujada  claramente 
una  media  luna,  y  en  que  mientras 
en  una  mano  empuña  la  macuahuitl 
para  la  lucha,  en  la  otra  sostiene  el 
estandarte  y  el  espejo  de  Tescatli- 
poca; y  sigue  su  explicación  dicien- 
do que  el  sacrif icador  ó  combatien- 
te libre  representa  á  Quetsalcoatl, 
la  estrella  de  la  tarde,  entre  otras 
cosas,  porque  está  vestido  con  piel 
de  tigre,  y  decían  los  nahoas  que  la 
estrella  de  la  mañana  arrastraba  en 
pos  de  sí  á  todos  las  estrellas,  y  el 
cielo,  sembrado  de  ellas  como  de 
manchas  de  luz,  les  parecía  como 
una  piel  de  tigre,  por  lo  que  á  Que- 
tsalcoatl lo  pintaban  con  figura  de 
ocelotl.  Concluye  Chavero  diciendo 
que  como  este  estudio  es  nuevo,  y 
nada  se  halla  sobre  la  materia  en 
cronistas  é  historiadores,  lo  expo- 
ne con  temor,  aunque  se  figura  que 
no  va  descaminado.  Nosotros  no  es- 
tamos conformes  con  las  opiniones 
de  Chavero,  y  en  el  artículo  Que- 
TZALCOATL,  párrafo  XXIX,  hemos 
expuesto  algunas  observaciones 
combatiéndolas. 
Santo  Tomás.  Entre  losMS.  que 


poseía  el  sabio  jesuíta  don  Carlos 
de  Sigüenza  y  Góngora,  fué  encon- 
trado uno  que  tenía  por  título  Fé- 
nix de  Occidente;  este  manuscrito 
no  era  obra  del  jesuíta,  sino  una 
colección  de  materiales  que  reunió 
un  padre  Duarte  para  probar  que 
Santo  Tomás  apóstol  había  predi- 
cado el  Evangelio  en  México.  Ya 
entre  los  viejos  cronistas  se  había 
manifestado  el  empeño  de  encon- 
trar entre  los  mexicanos  las  tradi- 
ciones bíblicas  y  conocimiento  del 
cristianismo.  En  el  jeroglífico  de 
la  peregrinación  azteca  pretendían 
encontrar  el  diluvio  de  Noe,  la  con- 
fusión de  las  lenguas  en  la  torre  de 
Babel  y  la  dispersión  en  la  llanura 
de  Seenar.  Fábrega,  el  intérpre- 
te del  Códice  Borgiano,  vio  en  las 
I  pinturas  de  los  indios  referencias  al 
j  paraíso  y  al  pecado  original.  Botu- 
rini,  Veytia  y  el  mismo  sabio  Ga- 
ma, hablan  del  conocimiento  que 
los  nahoas  habían  tenido  de  la  de- 
tención del  sol  por  Josué  y  del  eclip- 
se acaecido  en  la  muerte  de  Jesu- 
cristo, sin  preocuparse,  como  lo 
hace  observar  un  historiador  moder 
no,  de  que  cuando  era  de  día  en  el 
hemisferio  en  que  suponían  pasa- 
dos esos  hechos,  era  de  noche  en 
éste,  y  no  podía  saberse  lo  que  al 
sol  le  estaba  pasando.  Ningún  par- 
tidario fué  tan  fiel  á  tan  erróneas 
j  enseñanzas  como  el  Lie.  Borunda, 
y  fundó  y  sustentó  sus  estólidas 
doctrinas  en  la  interpretación  que 
hizo  de  los  jeroglíficos  que  se  ob- 
servan en  las  tres  piedras  que  él  lla- 
ma peñascos,  que  se  encontraron  en 
el  subsuelo  de  la  plaza  de  Armas  de 
México  en  la  última  década  del  si- 
glo XVIII.  Esas  piedras,  que  tras- 
tomaron  el  juicio  del  Lie.  Borunda, 
son:  la  estatua  colosal  de  la  diosa 


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164 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Teoyaomicqui,  conocida  hoy  con  el 
nombre  de  Coatlicue,  «la  que  tiene 
su  falda  de  culebras;»  la  conocida 
con  el  nombre  de  Calendario  Aste- 
ca  6  Piedra  del  Sol  y  el  Cuauhxicalli 
de  Tisoc,  vulgarmente  llamada 
«Piedra  de  los  Sacrificios.»  Estas 
tres  piedras  están  en  el  Museo  Na- 
cional. 

De  estos  tres  peñascos,  el  prime- 
ro fué  para  el  Lie.  Borunda  un  ra- 
diógrafo  de  los  rayos  X  de  R5en- 
gen,  pues  con  su  auxilio  penetró  su 
mirada  hasta  el  siglo  I  de  la  Era 
Cristiana,  y  alcanzó  á  ver  al  após- 
tol Santo  Tomás  atravesando  los 
océanos  á  pie  enjuto,  ó  empleando 
su  capa  á  guisa  de  barquilla,  hasta 
posar  sus  plantas  en  las  playas  de 
la  Patagonia;  lo  ve  después  inter- 
narse por  las  Pampas,  ascender  á 
las  cumbres  de  los  Andes  y  tomar 
reposo  en  las  altiplanicies  del  Cuz- 
co, donde  se  convierte  en  Inca,  y 
da  principio  á  su  tarea  de  predicar 
el  evangelio;  cuando  los  ascendien- 
tes de  Atahualpa  se  mostraron  ob- 
servantes de  la  nueva  religión,  con- 
tinuó su  camino  y,  subiendo  y  ba- 
jando por  las  escarpadas  serranías 
del  Ecuador,  de  Nicaragua  y  de 
Cuauhtemallan,  llegó  al  territorio 
donde  hoy  se  encuentran  las  rui- 
nas de  Palemke  y  predicó  de  nue- 
vo el  Evangelio;  profundiza  más  la 
mirada  el  clarividente,  y  ve  al  san- 
to apóstol  llegar  al  corazón  del  Ana- 
huac,  donde  encuentra  estableci- 
da una  gran  nación;  pero  no  en  el 
fondo  del  Valle  llamado  hoy  de  Mé- 
xico, sino  en  las  asperezas  de  la  se- 
rranía del  Sur,  cerca  de  Axochco 
(Ajusco),  y  allí  su  predicación  es 
prodigiosa,  pues,  convertido  en  Que- 
tsalcoatl,  destruye  antiguas  religio- 
nes, enseña  la  cristiana,  funda  tem- 


plos y  establece  ¡la  Eucaristía!  pero 
como  en  el  Anahuac  no  había  trigo 
ni  uvas,  no  adoptó  las  dos  especies 
de  pan  y  vino,  sino  que  con  semi- 
lla de  bledos  hacían  una  estatua  de 
Jesucristo,  y  después  de  adorarla, 
se  la  comían  los  fieles.  Según  Bo- 
runda, veinte  años  empleó  Santo 
Tomás  en  su  predicación  en  Amé- 
rica, y  él  fué  el  que  enseñó  á  los 
Toltecas  ¡en  el  siglo  VIII !  á  bañar- 
se, á  trabajar  el  oro  y  la  plata,  el  arte 
culinario  y  el  déla  medicina.  Antes 
de  marcharse  del  Anahuac,  previen- 
do la  apostasía  de  los  pueblos  con- 
vertidos, escondió  en  varias  c\ievas 
las  imágenes  de  Jesús  y  de  María 
que  les  había  pintado  ó  esculpido 
á  los  nahoas  cristianos;  y  esas  imá- 
genes son  las  que  fueron  apare- 
ciendo después  de  la  Conquista, 
y  que  hoy  se  veneran  en  Chalma, 
Ameca,  Guadalupe,  Tlaltenango  y 
en  otros  tantos  lugares.  El  Señor  de 
Chalma  es,  según  opina  Borunda, 
la  diosa  que  después  llamaron  los 
mexicanos  Tlaaolteotl,  la  diosa  del 
estiércol  ó  de  la  basura,  esto  es,  la 
Venus  cloacina  de  los  romanos.  La 
última  mirada  de  Bonmda,  siguien- 
do al  santo  apóstol,  se  dirige  á  Xi- 
calanco,  allí  lo  ve  embarcarse  en  el 
esquife  en  que  había  venido,  esto  es, 
en  su  capa  y  dirigirse  á  la  isla 
de  Cozumel,  donde  implanta  unas 
cruces,  como  último  testimonio  de 
su  advenimiento  á  la  América. 

La  tradición,  la  historia,  la  crono- 
logía, el  idioma,  todo  se  opone  á  las 
apocalípticas  interpretaciones  del 
famoso  Borimda;  pero  él  se  desem- 
baraza de  estos  obstáculos  decla- 
rando urhi  et  orbi  que  la  tradición 
era  falsa,  porque  los  nahoas  após- 
tatas habían  ocultado  todas  las  ver- 
dades; que  la  historia  adolecía  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  T^MO  V. 


165 


los  mismos  errores,  porque  sus  au- 
tores ignoraban  también  la  verdad; 
que  los  cómputos  cronológicos  eran 
inexactos,  porque  el  Tonalamatl 
(calendario)  tolteca  y  mexicano  te- 
nían por  punto  de  partida  una  épo- 
ca falsa;  y,  por  último,  que  el  idioma 
no  había  revelado  las  augustas  y 
santas  verdades  de  los  primeros  i 
siglos  del  cristianismo,  porque  te- ' 
nía  un  sentido  alegórico  que  se  i 
había  escapado  á  la  penetración  j 
de  los  Olmos,  de  los  Molina,  de  los 
Sahagún  y  de  todos  los  nahuatla- 
tos que  se  distinguieron  entre  los  | 
Misioneros.  Para  dar  ejemplo  de  | 
las  extravagancias  á  que  sometió 
Borunda  el  idioma  náhuatl,  en  su  I 
afán  de  comprobar  el  paso  de  San- 
to Tomás  por  la  tierra  de  Cuaute- 1 
moc  y  de  Nezahualcoyotl,  mostra- 
remos al  lector  las  etimologías  que  | 
atribuye  á  las  palabras  TÍ3atlyT0' 
matl,  de  que  se  han  formado  los 
aztequismos  «Tizar»  y  «Tomate,» 
objetos  de  todos  conocidos. 

«De  este  absorvente  (el  tizatl)— 
«dice  Borunda— es  sabida  su  apli- 
«cacion  á  curaciones  de  Azedías, 
«Lombrices,  y  otras  enfermedades; 
«pero  no  en  el  estado  de  inexplica- 
«ble  atenuación  y  divisibilidad,  co- 
«mo  lo  instruyen  las  aguas  en  que 
«se  encontró  disuelta  con  el  distin- 
«tivo  tisatl.  Agua  atl,  de  Médico 
«//a//.»— Este  médico  no  es  otro  si- 
no Santo  Tomás. 

Del  tomate  dice:  «De  estaproduc- 
«cion  usan  los  naturales  en  sus  ali- 
«mentos,  especialmente  para  amor- 
ío tiguar  el  ardor,  ó  acrimonia  del 
«Pimiento  C/?////^  pero  asándola  pri- 
«mero  en  las  brasas;  y  siendo  sa- 
«bido  que  su  jugo  es  lenitivo,  ya  en 
«dolores  de  garganta,  ya  en  ardores 
«de  espaldas  y  de  riftones,  y  ya  en 


«otras  dolencias.  Si  el  distintivo  to- 
^tnatl,  se  descompone,  resulta  agua 
«úf//,  tom  de  Tomé.»  Esto  es,  agua 
de  Tomás,  ¿Rissum  teneatis? 

No  intentaremos  combatir  el  error 
capital  de  la  obra  de  Borunda;  ya 
el  omnisciente  iV/^rowfl«/^(  Lie.  D- 
Ignacio  Ramírez),  con  mano  maes- 
tra y  sobra  de  sal  ática,  confundió 
á  los  sostenedores  del  peregrino 
advenimiento  del  apóstol  Didimus 
á  las  tierras  descubiertas  por  Cris- 
tóbal Colón.  (Véase  su  Disertación 
en  el  párrafo  XXXI  del  artículo 

QUETZALCOATL.) 

Sepulcros.  El  P.  Clavigero  es  el 
que  da  noticias  más  minuciosas  so- 
bre el  sepelio  de  los  indios,  así  es 
que  al  resumen  que  él  hace  sobre 
la  materia  nos  referimos  en  este 
artículo.  Las  cenizas  de  sus  muer- 
tos las  enterraban  los  indios  unas  ve- 
ces cerca  de  algún  templo  ó  altar, 
otras  en  el  campo,  y  otras  en  los  lu- 
gares sagrados  de  los  montes  don- 
de solían  hacer  los  sacrificios.  No 
tenían,  pues,  sitios  determinados 
para  enterrar  los  cadáveres.  En  las 
torres  de  los  templos  depositaban 
las  cenizas  de  los  reyes  y  de  los  se- 
ñores principales,  aunque  el  histo- 
riador Solís  afirma  que  las  cenizas 
de  los  reyes  las  depositaban  en 
Chapultepec;  pero  Clavigero  dice 
que  esta  aseveración  es  falsa  y  con- 
traria á  la  deposición  de  Cortés, 
de  Bernal  Díaz  y  de  otros  testigos 
oculares.  Junto  á  las  pirámides  de 
Teotihuacan  había  innumerables 
sepulcros.  Los  de  los  que  se  ente- 
rraban enteros  eran  unas  huesas 
profundas  y  el  cadáver  estaba  sen- 
tado sobre  un  icpalli  ó  silla  baja, 
con  los  instrumentos  de  su  arte  ó 
profesión.  El  militar  se  enterraba 
con  un  escudo  y  su  espada;  la  mu- 

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ANALES  ftEL  MUSEO   NACIONAL. 


jer,  con  un  huso,  una  escoba  y  una 
jicara,  xicalli, los  ricos  con  oro  y 
joyas,  y  todos  con  gran  provisión 
de  comestibles  para  el  largo  viaje 
que  iban  á  emprender.  Los  con- 
quistadores españoles,  como  las 
hienas  desentierran  á  los  muertos 
para  devorarlos,  excavaban  las  se- 
pulturas de  los  indios  para  apode- 
rarse del  oro  que  contenían,  y  en- 
contraron grandes  cantidades.  Cor- 
tés dice  en  una  de  sus  cartas,  que 
en  una  entrada  que  hizo  en  la  ca- 
pital, durante  el  asedio,  los  soldados 
hallaron  oro  por  valor  de  doscien- 
tas cuarenta  onzas,  en  un  sepulcro 
que  había  en  la  torre  del  templo. 

Los  chichimecas  enterraban  sus 
muertos  en  las  cuevas  de  los  mon- 
tes; pero  cuando  se  civilizaron  adop- 
taron los  ritos  y  costumbres  de  los 
acolhuas  ó  tezcocanos,  que  casi 
eran  las  mismas  de  los  mexicanos. 

Los  mixtecas  conservaron  en  par- 
te los  usos  antiguos  de  los  chichi- 
mecas;  pero  se  singularizaron  en  al- 
gunas cosas.  Cuando  se  enfermaba 
alguno  de  sus  señores,  hacían  ora- 
ciones públicas,  votos  y  sacrificios 
por  su  salud.  Si  sanaba,  había  gran- 
des regocijos;  si  moría,  continua- 
ban hablando  de  él,  como  si  aun  es- 
tuviese vivo:  ponían  delante  del  ca- 
dáver uno  de  sus  esclavos,  lo  ves- 
tían con  la  ropa  de  su  señor,  le 
cubrían  el  rostro  con  una  máscara 
y  por  espacio  de  un  día  le  hacían 
los  mismos  honores  que  solían  ha- 
cer al  difunto.  A  media  noche  se 
apoderaban  cuatro  señores  del  ca- 
dáver para  sepultarlo  en  algún  bos- 
que ó  cueva,  especialmente  la  que  se 
creía  ser  la  puerta  del  paraíso,  y,  al 
volver,  sacrificaban  al  esclavo  y  le 
ponían  en  una  huesa  con  los  adornos 
é  insignias  de  su  efímera  autoridad, 


pero  sin  cubrirlo  de  tierra.  Cada 
año  se  hacía  una  fiesta  del  últi- 
mo señor  que  había  muerto,  en  la 
cual  se  celebraba  su  nacimiento,  pe- 
ro de  su  muerte  no  se  hablaba  ja- 
más. 

Los  zapotecas  embalsamaban  el 
cadáver  del  señor  principal  de  su 
nación. 

SoL  ( Véase  Tonatiuh.) 

Supersticiones.  « No  se  conten- 
taba el  demonio,  enemigo  antiguo- 
dice  el  P.  Mendieta—  con  el  servi- 
cio que  estos  (los  indios)  le  hacían 
en  la  adoración  de  cuasi  todas  las 
criaturas  visibles,  haciéndole  de 
ellas  ídolos,  así  de  bulto  como  pin- 
tados, sino  que  además  de  esto,  los 
tenía  ciegos  de  mil  maneras  de  he- 
chicerías, excecramentos  y  supers- 
ticiones.» 

Después  de  describir  las  ceremo- 
nias en  que  hace  consistir  los  sacra- 
mentos de  los  indios,  dice:  «  Brujos 
y  brujas  también  decían  que  las  ha- 
bía, y  que  pensaban  se  volvían  en 
animales,  que  (permitiéndolo  Dios, 
y  ellos  ignorándolo)  el  demonio  les 
representaba.  Decían  aparecer  en 
los  montes  como  lumbre,  y  que  esta 
lumbre  de  presto  la  veían  en  otra 
parte  muy  lejos  de  donde  primero 
se  había  visto.  El  primero  y  santo 
obispo  de  México  tuvo  preso  auno  de 
estos  brujos  ó  hechiceros  que  se  de- 
cía Ocelotl,  y  lo  desterró  para  Es- 
paña, por  ser  muy  perjudicial,  y  per- 
dióse la  nao  cerca  del  puerto  y  no 
se  supo  más  de  él.  El  santo  varón 
Fr.  Andrés  de  Olmos,  prendió  otro 
discípulo  del  sobredicho,  y  teniéndo- 
lo en  la  cárcel,  y  diciendo  el  mismo 
indio  á  dicho  padre,  que  su  maestro 
se  soltaba  de  la  cárcel  cuando  que- 
ría, le  dijo  el  Fr.  Andrés,  que  se  sol- 
tase él  si  pudiese;  pero  no  lo  hizo 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


167 


porque  nopudo.Viníendoálos  agüe- 
ros que  tenían,  digo  que  eran  sin 
cuento.  Creían  en  aves  nocturnas, 
especialmente  en  el  buho  (tecolotl, 
de  que  se  ha  formado  el  aztequismo 
«tecolote»);  y  en  los  mochuelos  y  le- 
chuzas y  otras  semejantes  aves.  So- 
bre la  casa  que  se  asentaban  y  can- 
taban, decían  era  señal  que  presto 
había  de  morir  alguno  de  ella.  Tam- 
bién tenían  los  mismos  agüeros  en 
encuentros  de  culebras  y  alacranes, 
y  de  otras  muchas  sabandijas  que 
andan  rastreando  por  la  tierra,  y  en- 
tre ellas  de  cierto  escarabajo  que 
llaman  pinauistli.  Tenían  asimis- 
mo que  cuando  la  mujer  paría  dos 
criaturas  de  un  vientre,  había  de  mo- 
rir el  padre  ó  la  madre.  Y  el  reme- 
dio que  el  demonio  les  daba,  era  que 
matasen  á  alguno  de  los  mellizos,  ú 
los  cuales  en  su  lengua  llamaban 
cocona  (á  los  dos  los  llamaban  así, 
á  uno  solo,  lo  llamaban  coatí  y  de  don- 
de se  formó  el  aztequismo  « coate  » 
ó  «cuate»),  que  quiere  decir  «cule- 
bras,» porque  dicen  que  la  primera 
mujer  que  parió  dos,  se  llamaba 
Coatí,  que  significa  culebra.  (La  ra- 
zón ha  de  haber  sido  porque  las  cu- 
lebras vivíparas  paren  dos.)  Y  de 
aquí  es  que  nombraban  culebras  á 
los  mellizos,  y  decían  que  habían  de 
comer  á  su  padre  ó  madre,  sino  ma- 
tase al  uno  de  los  dos.  Cuando  tem- 
blaba la  tierra  donde  había  mujer 
preñada,  cubrían  de  presto  las  ollas 
ó  las  quebraban,  porque  no  movie- 
se. Decían  que  el  temblar  de  la  tierra 
era  señal  de  que  se  había  de  acabar 
presto  el  maíz  de  las  trojes.  Si  per- 
dían alguna  cosa,  hacían  ciertas  he- 
chicerías con  unos  maíces,  y  mira- 
ban en  un  lebrillo  de  agua,  y  dicen 
que  allí  veían  al  que  lo  tenía,  y  la 
casa  donde  estaba;  y  si  era  cosa  vi- 


va, allí  les  hacían  entender  si  era  ya 
muerta  ó  viva.  Para  saber  si  los  en- 
fermos habían  de  morir  ó  sanar  de 
la  enfermedad  que  tenían,  echaban 
un  puñado  de  maiz  lo  más  grueso 
que  podían  haber,  y  lanzábanlo  siete 
ú  ocho  veces,  como  lanzan  los  da- 
dos los  que  los  juegan,  y  si  alguno  de 
los  granos  quedaba  enhiesto,  decían 
que  era  señal  de  muerte.  Tenían  por 
el  consiguiente  unos  cordeles,  he- 
cho de  ellos  un  manojo  como  llavero 
donde  las  mujeres  traen  colgadas 
las  llaves,  lanzábanlos  en  el  suelo, 
y  si  quedaban  revueltos,  decían  que 
era  señal  de  muerte.  Y  si  alguno  ó 
algunos  quedaban  extendidos,  te- 
níanlo por  señal  de  vida,  diciendo: 
que  ya  empezaba  el  enfermo  á  ex- 
tender los  pies  y  las  manos.  Si  al- 
guna persona  enfermaba  de  calen- 
turas recias,  tomaban  por  remedio 
hacer  un  perrillo  de  masa  de  maíz, 
y  poníanlo  en  una  penca  de  maguey, 
que  es  el  cardón  de  donde  sacan  la 
miel,  y  sacábanlo  por  la  mañana  al 
camino,  y  decían  que  el  primero  que 
por  allí  pasaba  llevaría  la  enferme- 
dad del  paciente  pegada  en  los  zan- 
cajos. Tenían  por  mal  agüero  el 
temblar  los  párpados  de  los  ojos,  y 
mucho  pestañear.  Cuando  estaban 
al  fuego  y  saltaban  las  chispas  de  la 
lumbre,  temían  que  venía  alguno  á 
inquietarlos,  y  así  decían:  Aquin 
yehuitSy  que  quiere  decir:  «ya  viene 
alguno»  ó  «¿quien  viene?»  A  los  ni- 
ños cuando  los  trasquilaban  les  de- 
jaban la  guedeja  detrás  del  cogote 
que  llaman  ^Wo^ypioch  («su  piocha,» 
de  donde  se  formó  el  aztequismo 
«piocha»),  diciendo  que  si  se  la  qui- 
taban enfermaría  y  peligraría.  Y. 
esto  hoy  día  lo  usan  muchos  sin  ma- 
la intención,  mas  de  por  el  uso  que 
quedó,  y  por  ventura  otras  cosas 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


de  las  dichas,  sino  que  no  las  vemos 
como  estas  del  piochtli  que  no  se 
puede  encubrir.  Otros  innumera- 
bles agüeros  tenían  que  sería  nun- 
ca acabar  quererlos  contar  y  poner 
por  escrito.» 

El  P.  Sahagún,  bajo  el  nombre  de 
agüeros  ó  pronósticos,  trata  de  los 
medios  que  empleaban  los  indios  ó 
se  les  ofrecían,  antes  de  la  Conquis- 
ta (y  después),  para  adivinar  las  co- 
sas futuras;  y  estos  presagios  bien 
pueden  considerarse  también  como 
supersticiones,  y  á  ese  título  extrac- 
taremos aquí  las  principales. 

I.  Cuando  alguno  oía  bramar  en 
el  monte  á  alguna  fiera,  ó  cuando 
escuchaba  algún  sonido  que  zumba- 
ba en  la  montaña  ó  en  el  valle,  creía 
que  en  breve  le  sucedería  alguna 
desgracia  en  su  persona,  ó  en  sus 
parientes,  ó  en  su  casa,  ó  que  mori- 
ría en  la  guerra  ó  de  enfermedad,  ó 
que  caería  en  esclavitud  él  ó  algu- 
no de  sus  hijos.  El  que  tal  agüero 
sufría,  iba  en  busca  de  un  tonal- 
pouhqui,  adivino,  para  que  se  lo 
aclarara.  Este  adivino  consolaba  y 
esforzaba  al  espantado,  diciéndole: 
«Hijo  mío  pobrecito,  pues  que  has 
«venido  á  buscar  la  declaración  del 
«agüero  que  viste,  y  veniste  á  veer 
«el  espejo  donde  está  la  aclaración 
«de  lo  que  te  espanta,  sábete  que  es 
«cosa  adversa  y  trabajosa  lo  que 
«significa  este  agüero;  esto  no  es 
«porque  yo  lo  digo,  sino  porque  así 
«lo  dejaron  dicho  y  escrito  nuestros 
«viejos  y  antepasados;  por  tanto,  la 
«significación  de  tu  agüero  és  que 
«te  has  de  ver  en  pobreza  y  en  tra- 
« bajos,  ó  que  morirás.  Por  ventura 
«está  ya  enojado  contra  tí  aquel  por 
«quien  vivimos,  y  no  quiere  que  vi- 
«vas  mas  tiempo.  Espera  con  ánimo 
«lo  que  te  vendrá,  porque  así  ^stá 


«escrito  en  los  libros  de  que  usamos 
«para  declarar  estas  cosas  á  quie- 
«nes  acontecen;  y  no  soy  yo  el  que 
«te  pongo  espanto  ó  miedo,  que  el 
«mismo  Señor  Dios  quiso  que  esto 
«te  acontesiese  y  viniese  sobre  tí,  y 
«no  hay  que  culpar  al  animal,  por- 
«que  él  no  sabe  lo  que  hace,  pues 
«carece  de  entendimiento  y  de  ra- 
«zon;  y  tu  pobrecito  no  debes  cul- 
«par  á  nadie,  porque  el  signo  en  que 
«naciste  tiene  consigo  estos  azares, 
«y  ha  venido  ahora  á  verificarse  en 
«tí  la  maldad  del  signo  de  tu  naci- 
«miento.  Esfuérzate  porque  por  ex- 
«periencia  )o  sentirás:  mira  que  ten- 
«gas  buen  ánimo  para  sufrirlo,  y 
«entre  tanto,  llora  y  haz  penitencia. 
«Nota  k)  que  ahora  te  diré  que  ha- 
«gas  para  remediar  tu  trabajo:  haz 
«pues  penitencia,  busca  papel  para 
«que  se  apareje  la  ofrenda  que  haz- 
«de  hacer;  cómpralo  é  incienso  blan- 
«co,  y  í;///  f  hule),  y  las  otras  cosas 
«que  sabes  son  menester  para  esta 
«ofrenda.  Después  que  hayas  pre- 
« venido  todo  lo  necesario,  vendrás 
«taldiaque  es  oportuno,  para  hacer 
«la  ofrenda  que  es  menester  al  se- 
«ñor  dios  del  fuego.  Entonces  ven- 
«drás  á  mí,  porque  yo  mismo  dis- 
«pondré  y  ordenaré  los  papeles  y 
«todo  lo  demás  en  los  lugares,  y  en 
«el  modo  que  ha  de  estar  para  ha- 
«cer  la  ofrenda:  yo  mismo  lo  tengo 
«de  ir  á  encender  y  quemar  en  tu 
«casa.»  Tal  era  la  respuesta  que  da- 
ban los  adivinos. 

II.  El  segundo  agüero  lo  sacaban 
del  canto  de  un  ave  que  llamaban 
Oactli  Oacton.  Si  el  ave  cantaba 
como  quien  se  ríe,  el  canto  era  de 
buen  agüero,  porque  parecía  que  á^- 
cía.  yeccan,  yeccan,  que  quiere  decir 
buen  tiempo,  buen  tiempo,  y  no  te- 
mían que  les  sobreviniera  algún 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO    V. 


169 


mal,  antes  bien  se  alegraban  al  oírle, 
porque  esperaban  que  algo  favora- 
ble les  había  de  suceder.  Pero  cuan- 
do el  ave  cantaba  como  quien  se  ríe 
recio  y  á  carcajadas,  como  si  tuvie- 
ra gran  regocijo,  entonces  el  agüero 
era  malo,  y  los  qué  habían  oído  al 
ave,  enmudecían  y  aún  se  desma- 
yaban, porque  esperaban   enfer- 
marse ó  morir  en  breve,  ó  caer  en 
cautiverio  en  el  lugar  adonde  iban. 
Si  los  caminantes  que  oían  el  can> 
to  del  ave,  eran  mercaderes  ^poch- 
teca),  decían  entre  sí:  «Algún  mal 
«nos  ha  de  venir,  alguna  avenida 
«de  algún  rio  ó  creciente  nos  ha  de 
«llevar  á nosotros,  ó  á  nuestras  car- 
«gas,  ó  habemos  de  caer  en  manos 
«de  algunos  ladrones  que  nos  han  de 
«robar,  ó  saltear;  ó  por  ventura  al- 
«guno  de  nosotros  ha  de  enfermar, 
«ole  hemos  de  dejar  desamparado;  ó 
«por  ventura  nos  han  de  comer  bes- 
«tias  fieras,  ó  nos  ha  de  atajar  al- 
«guna  guerra  para  que  no  podamos 
«pasar.»   Cuando  se  comunicaban 
entre  sí  sus  temores,  el  jefe  ó  prin- 
cipal de  los  mercaderes,  sin  dejar 
de  caminar,  les  decía  para  esforzar- 
los: «Hijos  y  hermanos  míos,    no 
«conviene  que  ninguno  de  nosotros 
«se  entristezca  ni  desmaye,  porque 
«el  agüero  que  habéis  oído  ya  lo  te- 
«niamos entendido  cuando  partimos 
«de  nuestras  casas,  y  de  nuestros 
«parientes,  y  sabíamos  que  venia- 
«mos  á  ofrecernos  á  la  muerte,  y 
«sus  lágrimas  y  lloros  que  en  nues- 
«tra  presencia  derramaron,  bien  las 
«vimos,  porque  se  acordaron  y  nos 
«dieron  á  entender  que  por  ventu- 
«ra  en  algún  despoblado,  ó  en  algu- 
«na  montaña  ó  barranca  habían  de 
«quedar  nuestros   huesos,  y  sem- 
«brarse  nuestros  cabellos,  y  derra- 
«marse  nuestra  sangre,  y  esto  nos 


«ha  venido,  y  no  conviene  que  na- 
«die  se  haga  de  pequeño  corazón 
•  como  si  fuese  muger  temerosa  y 
«flaca.  Aparejaos  como  varones  pa- 
«ra  morir:  orad  á  nuestro  señor 
«dios,  no  curéis  de  pensar  en  nada 
«de  esto,  porque  en  breve  sabremos 
«por  esperiencia  lo  que  nos  ha  de 
«acontecer:  entonces  lloraremos  to- 
«dos,  porque  esta  es  la  gloria  y  fa- 
«ma  que  hemos  de  dar,  y  dejar  á 
«nuestros  mayores  señores  y  los 
«mercaderes  nobles  y  de  gran  es- 
«tima  de  donde  descendemos;  por- 
«que  no  somos  nosotros  los  primeros 
«ni  los  postreros  á  quienes  estas  co- 
« sas  han  acontecido,  que  muchos  an- 
«tes  que  nosotros,  y  á  muchos 
«después  de  nosotros  lesacontece- 
«rán  semejantes  casos,  pues  por 
« esto  esforzaos  como  valientes  hom- 
«bres,  hijos  míos.»  Donde  quiera 
que  llegaban  á  dormir  aquel  día,  ya 
fuese  debajo  de  un  árbol,  ó  debajo 
de  una  peña  ó  en  alguna  cueva,  lue- 
go juntaban  todos  sus  bordones  ó  ca- 
ñas que  llevaban,  y  los  ataban  todos 
juntos  en  una  gavilla,  y  decían  que 
aquellos  topiles,Rsí  atados  eran 
la  imagen  de  su  dios  Yacatecutli,  y 
después  con  gran  humildad  y^  reve- 
rencia, delante  del  dios,  se  herían 
las  orejas  hasta  derramar  sangre,  y 
se  agujereaban  la  lengua  pasando 
por  ella  mimbres,  los  cuales,  ensan- 
grentados, los  ofrecían  á  la  gavilla 
de  báculos,  y  hacían  propósito  de  re- 
cibir con  paciencia,  por  honra  de  su 
dios,  cualquier  cosa  que  les  aconte- 
ciese. De  allí  adelante  no  curaban 
de  pensar  más  en  que  alguna  cosa 
les  había  de  acontecer  adversa  por 
el  agüero  que  habían  oído  del  ave 
llamada  Oaclli,  y  pasando  el  térmi- 
no de  aquel  agüero,  si  ninguna  cosa 
les  acontecía,  consolábanse,  toma- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ban  aliento  y  esfuerzo,  porque  su 
espanto  no  tuvo  efecto;  pero  algu- 
nos de  la  compañía  todavía  iban  con 
temor;  y  así  ni  se  alegraban,  ni  ha- 
blaban, ni  admitían  consuelo,  .é  iban 
como  desmayados  y  pensativos,  me- 
ditando que  si  no  les  había  acaeci- 
do algo  de  lo  que  pronosticaba  el 
canto  del  ave,  podía  acontecerles 
después,  y  se  mantenían  dudosos, 
porque  el  agüero  era  indiferente  á 
bien  y  á  mal. 

III.  Cuando  alguno  oía  de  noche 
golpes  como  los  de  un  leñador  so- 
bre los  árboles,  lo  juzgaban  de  mal 
agüero,  al  cual  llamaban  tocalte- 
píiBtlí  (yohualteptislli),  que  signifi- 
ca hacha  nocturna.  «Generalmente 
«este  ruido  se  oía  al  primer  sueño  i 
«de  la  noche,  cuando  todos  duermen 
«profundamente,  y  ningún  ruido  de 
«gente  suena.»  Este  sonido  lo  oían 
los  tlamacasque,  sacerdotes,  que 
iban  á  ofrecer  de  noche  cañas  y  ra- 
mos de  pino.  Acostumbraban  ha- 
cer esta  penitencia  en  lo  más  pro- 
fundo de  la  noche  y  presentaban  las 
ofrendas  en  los  lugares  señalados 
en  los  montes;  y  cuando  oían  gol- 
pes como  de  quien  hiende  un  made- 
ro con  hacha ,  espantábanse  y  lo  to- 
maban por  mal  agüero,  pues  creían  | 
que  esos  golpes  eran  ilusión  del 
dios  TeBcatlipoca  con  los  que  es- 
pantaba y  burlaba  á  los  que  anda- 
ban de  noche.  Cuando  el  que  oía  | 
los  golpes  era  hombre  esforzado  y  ! 
valiente  ó  ejercitado  en  la  guerra, 
no  huía,  sino  que  seguía  el  sonido  ; 
de  los  golpes,  y  cuando  veía  algún  ! 
bulto  como  de  persona,  corría  tras 
él  hasta  alcanzarlo,  lo  asía  y  averi- 
guaba quién  ó  qué  cosa  era.  Decían 
que  el  que  lograba  asir  el  bulto, 
con  dificultad  podía  detenerlo,  así 
es  que  tenía  que  correr  gran  rato  , 


andando  á  la  sacapella,  de  acá  pa- 
ra allá.  Repentinamente  se  fingía 
cansado  el  fantasma,  y  esperaba  al 
que  lo  seguía,  y  se  presentaba  á 
éste  como  un  hombre  sin  cabeza, 
con  el  pescuezo  cortado  como  un 
tronco,  el  pecho  abierto  con  dos 
puertecitas  que  abría  y  cerraba,  y 
el  acto  de  cerrarlas  producía  los 
golpes  que  se  habían  oído.  Cuando 
el  que  lo  seguía  lograba  alcanzarlo; 
le  metía  la  mano  en  el  pecho  y  lo  asía 
del  corazón  y  tiraba  de  él  como  si 
se  lo  fuera  á  arrancar.  En  esta  pos- 
tura, le  demandaba  una  merced,  co- 
mo riquezas,  salud  ó  valor  en  la  gue- 
rra para  hacer  muchos  cautivos. 
El  fantasma  les  daba  á  algunos  lo 
que  pedían,  y  á  otros  lo  contrario, 
pues  estaba  en  manos  de  Tescatli- 
poca  dar  lo  que  quisiere,  próspero 
ó  adverso.  Al  responder  á  la  de- 
manda el  fantasma,  les  decía:  «Gen- 
«til  y  valiente  hombre,  amigo  mío, 
«fulano  déjame,  ¿qué  me  quieres? 
«que  yo  te  daré  lo  que  quisieres,»  y 
«la  persona  á  quien  esta  fantasma 
«habíale  aparecido  decíale:— «No  te 
«dejaré  que  ya  te  he  cazado,»  y  la 
«fantasma  dábale  una  punta  ó  espi- 
«na  de  maguey,  diciéndole. . . .  «Ca- 
«ta  aquí  esta  espina,  déjame;v  pe- 
ro el  que  había  asido  al  fantasma 
del  corazón,  si  era  valiente  y  animo- 
so no  se  conformaba  con  una  espi- 
na, y  no  lo  soltaba  hasta  que  le  da- 
ba tres  ó  cuatro  espinas.  Estas  eran 
señal  de  prosperidad  en  la  guerra, 
haciendo  tantos  cautivos  cuantas 
espinas  había  recibido,  y  de  que  se- 
ría además  reverenciado  por  sus  ri- 
quezas, honores  é  insignias  de  va- 
liente guerrero.  El  que  le  arrancaba 
el  corazón  al  fantasma,  echaba  á 
correr  y  se  escondía  con  él,  lo  guar- 
daba envuelto  y  atado  con  algunos 


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SBGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


171 


lienzos,  y^  en  la  mañana  del  día  si- 
guiente lo  desenvolvía  y  miraba 
que  era  lo  que  había  arrancado;  y 
si  encontraba  una  pluma  floja,  al- 
godón ó  espinas  de  maguey,  señal 
era  de  buena  ventura;  y  si  hallaba 
en  el  envoltorio  carbones,  ó  algún 
andrajo  ó  pedazo  de  manta  roto  ó 
sucio,  conocía  que  le  vendría  mise- 
ria y  adversidad.  Si  el  espantado 
por  el  fantasma  era  cobarde,  ni  la 
perseguía,  ni  iba  tras  ella,  sino  que 
temblaba  de  miedo,  se  echaba  á 
gatas  porque  no  podía  correr  ni  an- 
dar, y  sólo  pensaba  en  que  le  iba  á 
suceder  alguna  desgracia  de  enfer- 
medad, muerte,  ó  pobreza. 

IV.  Cuando  oían  cantar  en  el  te- 
cho de  su  casa  ó  en  un  árbol,  al  te- 
colotl  (buho),  se  atemorizaban  y 
creían  que  á  ellos,  ó  á  los  parientes, 
ó  á  su  casa  les  vendría  algo  adver- 
so, como  enfermedad,  muerte,  mi- 
seria, fuga  de  sus  esclavos,  asola- 
miento de  su  casa  que  quedaría 
convertida  en  muladar,  y  pensaban 
que  de  su  familia  y  de  su  casa  di- 
rían: «En  este  lugar  vivió  una  per- 
«sona  de  mucha  estima,  veneración 
«y  curiosidad,  y  ahora  no  están  si- 
«no  solas  las  paredes;  no  hay  me- 
«moria  de  quien  aquí  vivió.»  El  que 
oía  el  canto  del  tecolote  acudía  in- 
mediatamente á  consultar  á  un  to- 
nalpouhqui,  adivino,  como  hase  di- 
cho al  tratar  del  primer  agüero, 
para  que  le  dijese  lo  que  había  de 
hacer. 

Los  españoles  con  motivo  de  es- 
te mal  agüero,  decían,  y  todavía  se 
dice  hoy: 

cEl  tecolote  canta 
Y  el  indio  muere; 
No  será  verdad, 
Pero  sucede.» 


D.  Carlos  M.  Bustamante,  en  una 
nota  al  pasaje  de  Sahagún,  dice: 
«Aun  creen  los  indios  en  este  agüe- 
«ro  y  lo  tienen  por  tan  cierto,  que  hay 
«un  adagio  que  dice: 

cEl  tecolote  canta 
cel  indio  muere, 
cello  es  abuso, 
cpero  sucede.» 

V.  También  el  grito  de  la  lechu- 
za lo  tomaban  los  indios  por  mal 
agüero,  sobre  todo  si  chirreaba  dos 
ó  tres  veces  sobre  el  techo  de  la 
casa,  y  si  en  ella  había  algún  en- 
fermo, tenían  por  seguro  que  iba 
á  morir,  pues  consideraban  á  la  le- 
chuza como  mensajera  de  Mictlan- 
tecutli,  el  dios  señor  de  la  mansión 
de  los  muertos,  que  iba  y  venía  al 
infierno,  y  por  eso  lo  llamaban 
Yautequihua,  «mensajera  del  dios  y 
de  la  diosa  del  infierno.»  Si  cuando 
chirreaba  la  lechuza,  percibían  que 
escarbaba  con  la  uñas,  el  que  la 
oía,  si  era  hombre,  le  decía:  «está 
«quedo,  bellaco  ojihundido,  que  hi- 
«ciste  adulterio  á  tu  padre;»  y  si 
era  mujer,  le  decía:  «vete  de  ahí 
«puto,  haz  ahugerado  el  cabello  con 
«que  tengo  de  beber  allá  en  el  inf  ier- 
*no,  antes  de  esto  no  puedo  ir.» 
Creían  que  con  este  exorcismo  in- 
jurioso, pero  ininteligible,  evita- 
ban el  mal  agüero,  pues  ya  no  es- 
taban obligados  á  acudir  al  llama- 
miento del  dios  de  los  muertos. 

VI.  Cuando  veían  que  una  coma- 
dreja ó  mostolilla  entraba  á  su  casa, 
ó  se  les  atravesaba  á  su  paso  en  el 
camino  ó  en  la  calle,  también  se  es- 
pantaban los  indios,  pues  creían  que 
si  emprendían  algún  viaje,  caerían 
en  manos  de  los  ladrones,  ó  los 
matarían,  ó  que  les  levantarían  fal- 
so testimonio,  «por  esto  ordinaria- 


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172 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«mente  — dice  Sahagún--los  que 
«encontraban  con  este  anímale  jo, 
«les  temblaban  las  carnes  de  mie- 
«do,  y  se  estremecían,  y  se  les  es- 
«peluzaban  los  cabellos;  algunos  se 
«ponían  yertos  ó  pasmados,  por 
«tener  entendido  que  algún  mal  les 
«habia  de  acontecer.»— A  la  coma- 
dreja la  llamaban  los  indios  cusa- 
iftatli, 

VIL  La  gente  muy  rústica  toma- 
ba por  mal  agüero  el  que  un  conejo 
entrara  á  la  casa.  Temían  que  ca- 
yeran ladrones  en  la  casa,  ó  que  al- 
guno de  ella  se  ausentara  y  fuera 
á  esconderse  en  un  bosque  ó  en 
una  barranca.  Luego  iban  á  consul- 
tar al  adivino,  como  se  ha  dicho  al 
hablar  del  primer  agüero,  para  que 
se  los  declarase. 

También  en  España,  en  el  siglo 
XVI,  había  una  preocupación  se- 
mejante. D.  Quijote,  al  entrar  en  su 
aldea,  tomó  mal  agüero  de  ver  huir 
una  liebre  que  se  agazapó  debajo 
de  los  pies  del  rucio. .  .  .  Mal  uní 
sigptum,  malum  signuní— dice  Don 
Quijote— //^6r^  huye,  galgos  la  si- 
guen, Dulcinea  no  parece. .  .  . 

VIII.  Cuando  entraba  á  la  casa 
de  alguno,  ó  éste  encontraba  una 
sabandija  llamada  pinahuiztli,  lo 
tomaban  por  seftal  de  próxima  en- 
fermedad, ó  de  que  serían  afrenta- 
dos ó  avergonzados,  y,  para  eludir 
cualesquiera  de  estos  peligros  ha- 
cían lo  siguiente.  Hacían  en  el  suelo 
dos  rayas  en  cruz,  tomaban  al  anima- 
lejo,  lo  ponían  en  medio  de  las  rayas, 
lo  escupían,  y  luego  le  decían:  ¿á 
qué  has  venido?  quiero  ver  á  qué  has 
venido;  y  luego  se  ponían  d  mirar 
acia  qué  parte  se  iría  aquella  sa- 
bandija; si  se  dirigía  al  norte,  era 
señal  segura  de  que  iba  á  morir  el 
hombre  que  la  había  mirado;  y 


si  tomaba  otro  rumbo,  creían  que 
no  era  cosa  de  muerte  el  encuentro, 
sino  de  algún  infortunio  de  poca 
importancia,  y  le  decían  al  anímale- 
jo:  anda  vete  donde  quisieres,  no  se 
me  da  nada  de  ti,  ¿he  de  andar  pen- 
sando por  ventura  en  lo  que  qui- 
sieres decir?  ello  se  parecerá  antes 
de  mucho,  no  me  curo  de  //....  to- 
maban después  la  sabandija,  la 
ponían  en  la  división  de  los  cami- 
nos y  allí  la  dejaban;  algunos  la  en- 
sartaban por  medio  del  cuerpo  con 
un  cabello  y  la  ataban  á  un  árbol,  y 
si  al  día  siguiente  no  la  encontra- 
ban allí,  se  atemorizaban,  pues  es- 
peraban algún  mal;  pero  si  la  encon- 
traban en  el  lugar  que  la  habían  ata- 
do, se  consolaban  y  ya  no  temían 
mal  alguno,  escupían  al  animalejo 
ó  le  echaban  un  poco  de  pulque,  á 
lo  que  llamaban  emborracharlo. 

El  P.  Sahagún,  describiendo  el 
pinahuistli  dice:  «Esta  sabandija 
«es  de  hechura  de  araña  grande,  y 
«el  cuerpo  grueso,  tiene  color  ber- 
«mejo  y  en  partes  obscuro  de  negro 
«casi  es  tamaña  como  un  ratonci- 
«11o,  no  tiene  pelos,  es  lampiña.» 

Molina,  en  su  diccionario,  dice: 
^pinaustli.  Escarabajo  que  tenían 
por  mal  agüero.» 

IX.  Cuando  un  epatU  zorrillo,  cu- 
ya orina  es  muy  hedionda,  entraba 
en  una  casa  ó  paría  en  algún  aguje- 
ro dentro  de  ella,  lo  tomaban  por 
ma  1  agüero,  y  creían  que  el  dueño 
de  la  casa  moriría,  porque  ese  ani- 
mal no  suele  parir  en  casa  alguna, 
sino  en  el  campo,  entre  los  maiza- 
les, entre  las  piedras,  ó  entre  los 
magueyes  y  nopales.  Tomaban  á 
este  animal  por  el  dios  Tescatlipo- 
ca,  así  es  que  cuando  expelía  la  ma- 
teria hedionda  por  la  orina,  por  el 
estiércol  ó  por  la  ventosidad,  de- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


173 


cían:  Tescatlipoca  ha  ventoseado. 
¿Quién  no  ha  olido  el  pedo  del  zorri- 
llo? Sin  embargo,  oigamos  la  curio- 
sa relación  del  P.  Sahagún:  «Tie- 
«ne  la  propiedad  este  anímale  jo, 
«que  cuando  topan  con  él  en  casa  ó 
«fuera,  no  huye  mucho,  sino  anda 
«zancadillando  de  acá  para  allá;  y 
«cuando  el  que  le  persigue  va  ya 
«cerca  para  asirle,  alza  la  cola,  y 
«arrójale  á  la  cara  la  orina  ó  aquel 
«humor  que  lanza  muy  hediondo; 
«pero  tan  recio,  como  si  lo  echase 
«con  ima  geringa,  y  dicho  humor 
«cuando  se  esparce,  parece  de  mu- 
«chos  colores  como  el  arco  del  cie- 
«lo,  y  donde  dá  aquel  hedor  tan  im- 
«preso,  que  jamás  se  puede  quitar, 
«ó  á  lo  menos  dura  mucho;  ya  dé 
«en  el  cuerpo;  ya  en  la  vestidura,  y 
«es  el  hedor  tan  recio  y  tan  intenso, 
«que  no  hay  otro  tan  vivo,  ni  tan  pe- 
«netrativo,  ni  tan  asqueroso  con  que 
«compararlo.» 

D.  Carlos  M.  Bustamante,  en  una 
nota  al  pasaje  preinserto,  dice:  «Tie- 
«ne  ademas  mucha  electricidad,  de 
«modo  que  en  las  tinieblas  de  la  no- 
«che  el  chisguete  de  orines  que  arro- 
«ja  es  de  chispas  pequeñas  y  fosfo- 
«ricas.»  Por  esto  el  vulgo  dice  que 
^mea  lumbre.* 

Continúa  la  relación  de  Sahagún: 

«Cuando  este  hedor  es  reciente, 
«el  que  le  huele  no  ha  de  escupir, 
«porque  dicen  que  si  escupe  como 
«asqueando,  luego  se  vuelve  cano  to- 
«do  el  cabello;  por  esto  los  padres  y 
«madres  amonestaban  á  sus  hijos 
«é  hijas,  que  cuando  oliesen  este  he- 
«dor  no  escupiesen,  mas  antes 
«apretasen  los  labios.  Si  este  ani- 
«malejo  acierta  con  su  orina  á  dar 
«en  los  ojos,  ciega  al  que  lo  re- 
«cibe » 

X.  También  era  para  los  indios 


de  muy  mal  agüero  encontrar  en  la 
casa  hormigas,  ranas,  sapos,  ó  ra- 
tones llamados  tesauhquitnichtmn, 
«ratoncillo  espantoso.»  Creían  que 
algún  malévolo  ó  envidioso  los  ha- 
bían echado  dentro  de  la  casa  para 
que  les  acaeciese  enfermedad,  ó 
muerte,  ó  pobreza,  ó  desasosiego, 
pues  estos  males  auguraba  la  pre- 
sencia de  tales  animales;  y  luego 
iban  á  consultar  á  un  adivino 

XI.  Cuando  de  noche  veían  estan- 
tiguas, esto  es,  visi(Mies  y  fantas- 
mas, no  se  inquietaban  mucho,  por- 
que las  creían  ilusiones  ó  aparicio- 
nes del  dios  Tescatlipoca.  Pero  al- 
gunos lo  tomaban  por  mal  agüero, 
y  temían  morirse  ó  caer  en  cautive- 
rio. Cuando  el  que  veíala  estantigua 
era  soldado  valiente,  procuraba 
asirla  y  le  pedía  espinas  de  maguey, 
que  comunicaban  valor  y  fortaleza, 
y  le  prometían  hacer  en  la  guerra 
tantos  cautivos  cuantas  espinas 
había  recibido.  Cuando  el  que  veía 
la  visión  era  un  hombre  simple  y  de 
poco  saber,  se  contentaba  con  escu- 
pirla ó  con  arrojarle  una  suciedad; 
y  éste  no  recibía  ningún  bien,  sino 
algunas  adversidades .  Cuando  era 
medroso  ó  pusilánime  el  que  encon- 
traba al  fantasma,  perdía  las  fuer- 
zas, se  le  secaba  la  boca,  enmudecía, 
y  procuraba  alejarse,  y  mientras 
iba  andando  sentía  que  el  fantasma 
lo  iba  persiguiendo  para  cogerlo  por 
detrás,  y  al  llegar  á  su  casa,  abría 
precipitadamente  la  puerta,  entra- 
ba, cerraba  con  violencia,  y,  á  gatas, 
pasaba  sobre  los  que  estaban  dur- 
miendo, lleno  de  espanto  y  de  pa- 
vor. 

XII.  Había  otros  fantasmas,  ilu- 
siones también  de  Tescatlipoca, . . . 
no  tienen  pies  ni  cabesa,  las  cuales 
andan  rodando  por  el  suelo,  y  dan- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


do  gemidos  como  enfermo  — dice 
Sahagún.  A  estos  fantasmas  los  lla- 
maban Tlacanexquimüli,  (V.)  Siem- 
pre las  tomaban  por  mal  agüero,  y 
esperaban  morir  en  breve  en  la  gue- 
rra ó  de  enfermedad,  ó  sufrir  algún 
contratiempo.  Los  soldados  viejos 
no  temían  encontrarse  con  estas  vi- 
siones,  antes  bien  salían  á  buscar- 
las, y  luego  que  las  veían  procura- 
ban asirse  de  ellas,  y  les  decían: — 
«¿quién  eres  tú?  habíame,  mira  que 
«no  dejes  de  hablar,  pues  ya  tengo 
«asida  y  no  te  tengo  de  soltar.»  Y 
esto  lo  repetía  varias  veces,  andan- 
do el  uno  con  el  otro  á  la  sacapella, 
y  después  de  haber  luchado  mu- 
cho, ya  cerca  de  la  mañana  hablaba 
el  fantasma  y  decía:  —  «Déjame, 
«que  me  fatigas,  dime  lo  que  quie- 
«res  y  dártelo  hé;»  y  el  soldado  res- 
pondía, diciendo:  « ¿qué  me  has  de 
«dar?»  y  contestaba  el  fantasma: 
«cata  aquí  una  espina,»  y  el  solda- 
«do  le  decía:  no  la  quiero,  ¿para  qué 
«es  una  espina  sola?  no  vale  nada;» 
y  aunque  le  daba  dos,  tres  ó  cuatro 
espinas,  no  lo  soltaba  hasta  que  le 
daba  tantas  cuantas  él  quería,  y 
le  decía  el  fantasma:  «  doite  toda  la 
«riqueza  que  deseas  para  que  seas 
«próspero  en  el  mundo.»  El  solda- 
do soltaba  á  la  visión  y  se  iba  muy 
satisfecho. 

XIII.  También  veían  de  noche 
otros  fantasmas  diversos.  En  los 
muladares,  cuando  iban  á  exonerar 
el  cuerpo,  solía  aparecerse!  es  una 
mujer  enana,  que  llamaban  cuüla- 
patón  ó  cuitlapachton.  (V.)  Era  una 
mujercita,  con  el  pelo  largo  hasta 
la  cintura,  y  con  andar  de  pato.  El 
que  veía  á  esta  enana,  si  quería  co- 
gerla, no  podía,  porque  luego  des- 
aparecía, y  tomaba  á  aparecerse  en 
otra  parte  casi  junto  á  él,  y  si  otra 


vez  tentaba  á  asirla,  escabullíasele, 
y  siempre  que  lo  procuraba,  queda- 
ba burlado,  y,  por  fin,  dejaba  de  por- 
fiar. 

Se  les  aparecía  también  de  no- 
che un  fantasma  en  forma  de  cala- 
vera, les  saltaba  golpeándoles  las 
pantorrillas,  ó  iba  tras  ellos  saltan- 
do y  haciendo  gran  ruido.  Si  se  pa- 
raba el  perseguido,  se  paraba  tam- 
bién ella,  y  si  se  esforzaba  en  co- 
gerla, ya  que  la  iba  á  tomar,  volábale 
dando  un  gran  salto  á  otra  parte,  y 
así  seguían,  él  persiguiéndola  y  ella 
dando  saltos,  hasta  que  el  persegui- 
dor se  cansaba  y  lleno  de  miedo  se 
iba  á  su  casa. 

Solía  aparecérseles  un  fantasma 
en  forma  de  cadáver  tendido  y  amor- 
tajado y  dando  lastimeros  gemidos. 
Los  valientes  que  trataban  de  co- 
ger á  este  muerto,  sólo  tomaban  un 
terrón  ó  pedazo  de  césped.  Este 
muerto,  que  era  de  muy  mal  agüero, 
era  una  transformación  de  Tesca- 
tlipoca. 
También  creían  queTezcatlipoca 

j  se  transformaba  en  el  animal  lla- 
mado coyotl,  coyote  ó  adive,  que  se 

i  paraba  en  los  caminos,  como  ata- 

I  jando  á  las  gentes,  para  advertir- 
les que  si  seguían  aquel  camino  les 

'  acaecería  desgracia. 

Por  último,  el  oír  silbar  un  pito 
en  la  montaña  era  signo  cierto  de 
próxima  desgracia. 


Además  de  los  agüeros  que  que- 
dan explicados,  que  podemos  lla- 
mar precortesianos  ó  anteriores  á 
la  conquista,  tuvieron  después  los 
indios  y  los  mestizos,  y  tienen  aún 
otros  muchos  que  sería  largo  enu- 
merar. Sólo  referiremos  el  del  sal- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


175 


ta-pared.  Se  cree  que  cuando  este 
pajarillo  se  presenta  en  las  casas  á 
comer  araftas  ó  gusanos  y  á  purifi- 
car la  atmósfera  devorando  los  in- 
sectos que  en  ella  pululan,  viene  á 
anunciar  con  su  canto  á  los  maridos 
que  su  mujer  está  amancebada  y  le 
es  infiel;  así  es  que  cuando  los  pa- 
jaritos empiezan  á  chiflar  saltando 
en  las  paredes,  las  mujeres  tiem- 
blan y  apedrean  al  pajarito  para 
ahuyentarlo. 

En  cambio,  los  que  gimen  en  las 
cárceles  consideran  al  salta-pared 
como  ave  de  buen  agüero,  pues  su 
alegre  canto  sobre  los  altos  muros 
de  la  prisión  es  anuncio  de  la  próxi- 
ma libertad  de  algún  reo. 

El  P.  Sahagún,  después  de  hablar 
de  los  agüeros,  trata  de  las  abusio- 
nes, pero  antes  dice:  «Aunque  los 
«agüeros  y  abusiones  parecen  ser 
«de  un  mismo  linage;  pero  los  ago- 
«reros  por  la  mayor  parte  atribu- 
«yen  á  las  criaturas  lo  que  no  hay 

«en  ellas Las  abusiones 

«son  al  revés,  pues  que  toman  á  ma- 
«la  parte  las  impresiones  ó  influen- 
«cias  que  son  buenas  en  las  criatu- 

«ras Y  porque  los  agüeros  y 

«las  abusiones  son  muy  vecinos, 
«pongo  este  tratado » 

Esta  consideración  de  Sahagún  y 
la  definición  que  de  abusión  trae  el 
diccionario  castellano,  diciendo  que 
es  «agüero  ó  superstición,»  nos  han 
decidido  á  tratar  de  las  abusiones 
en  este  artículo.  De  ellas  explica- 
remos las  principales,  porque,  co- 
mo dice  Sahagún,  «...  no  están 
« todas  las  abusiones  de  que  usan  mal, 
«porque  siempre  van  multiplicán- 
«dose  estas  cosas  que  son  malas,  y 


«hallarán  así  del  uno  como  del  otro 
«algunas  que  no  están  aquí  pues- 
«tas.» 

Creían  que  el  que  olía,  orinaba  ó 
pisaba  la  flor  llamada  omixochítl, 
«flor  de  hueso,»  por  tener  este  co- 
lor, padecería  almorranas. 

Creían  también  que  la  mujer  que 
olía  la  flor  llamada  cuetlaxochitl,  ó 
se  sentaba  sobre  ella  ó  la  pisaba, 
contraía  la  enfermedad  llamada 
también  cuetlaxochitl,  que  consis- 
tía en  im  padecimiento  del  clítoris. 
Las  madres  advertían  á  sus  hijas 
que  no  oliesen  la  tal  flor,  ni  se  sen- 
tasen sobre  ella,  ni  aun  la  pisa- 
sen. La  cuetlaxochitl,  «flor  de  cue- 
ro curtido,»  por  su  color  y  consis- 
tencia, según  Sahagún,  tiene  hojas 
de  un  árbol  muy  coloradas. 

Decían  los  viejos  que  las  flores 
que  se  componen  de  otras  muchas, 
los  ramilletes,  con  que  bailan  y  dan 
á  sus  convidados,  no  deben  olerse 
en  el  centro,  porque  éste  está  reser- 
vado al  dios  TeBcatlipoca,  y  que  los 
hombres  sólo  pueden  oler  la  orilla. 

Acostumbraban  antes  de  echar 
el  maíz  en  la  olla  para  cocerlo,  re- 
sollar sobre  él  para  darle  ánimo  y 
que  no  temiera  los  hervores. 

El  que  veía  maíz  regado  en  el 
suelo,  estaba  obligado  á  recogerlo 
para  no  hacerle  injuria,  pues  creían 
que  si  no  lo  hacían,  se  quejaba  el 
maíz  delante  de  Dios  diciéndole: 
Señor j  castigad  d  éste  que  me  vio 
derramado  y  no  me  recogió,  ó  dad- 
le hambre  porque  no  me  menospre- 
cie. 

Decían  también  que  el  que  pasa- 
ba sobre  algún  niño  que  estaba 
sentado  ó  acostado,  le  quitaba  la 
virtud  de  crecer  y  siempre  que- 
daría pequeftito,  y  para  impedir  es- 
to, volvían  á  pasar  sobre  él  en  sen- 


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176 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tido  contrario.  A  esta  abusión  la 
llamaban  tecuencholhuilistli,  que 
significa  la  acción  de  pasar  sobre 
alguno. 

Si  alguno  comía  en  la  olla  so- 
peando en  ella  ó  tomando  con  la 
mano  la  comida,  sus  padres  le  de- 
cían: si  otra  ves  haces  esto,  nunca 
serás  venturoso  en  la  guerra,  ni 
nunca  cautivarás  á  nadie. 

Si  bebían  los  hermanos  y  el  me- 
nor bebía  primero,  el  mayor  le  decía: 
no  bebas  primero  que  yo,  porque  si 
bebes,  no  crecerás  mas,  sino  que- 
darte has  como  estas  ahora,  A  esta 
abusión  la  llamaban  atlilistli,  que 
sólo  significa  la  acción  de  beber 
agua,  aunque  Sahagún  diga  que  sig- 
nifica «beber  el  menor  antes  del 
mayor.» 

Cuando  se  pegaba  un  tamal  en 
la  olla  al  estar  cociéndose,  decían 
que  el  que  lo  comía,  si  era  hombre» 
no  dispararía  con  acierto  las  flechas, 
y  si  mujer,  nunca  pariría  bien,  por- 
que se  le  pegaría  el  niño  adentro. 

Cuando  cortaban  el  ombligo  á  los 
recién  nacidos,  si  era  varón,  le  da- 
ban el  ombligo  á  un  soldado  para 
que  lo  llevara  al  lugar  donde  daban 
las  batallas,  porque  creían  que 
con  esto  el  niño  sería  aficionado  á 
la  guerra;  y  si  el  recién  nacido  era 
mujer,  enterraban  el  ombligo  cer- 
ca del  tlecuilli,  el  hogar,  porque  así 
sería  la  niña  adicta  á  la  familia  y 
á  estar  en  la  casa  y  entendida  y  di- 
ligente para  preparar  la  comida. 

Para  que  las  mujeres  en  cinta  ó 
preñadas  pudieran  andar  de  noche 
en  la  calle  sin  estar  expuestas  á 
ver  fantasmas,  creían  que  debían 
llevar  un  poco  de  ceniza  en  el  seno 
ó  en  la  cintura  junto  á  la  piel. 

Cuando  una  mujer  visitaba  á  una 
recién  parida  y  llevaba  niños,  al  lle- 


gar á  la  casa,  iba  al  tlecuilli  6  bra- 
cero, tomaba  ceniza  y  con  ella  les 
frotaba  las  sienes  y  las  coyunturas. 
Creían  que  si  no  hacían  esto,  se  les 
debilitarían  las  coyunturasy  les  cru- 
jirían al  moverse. 

Cuando  temblaba  la  tierra,  toma- 
ban á  los  niños  con  ambas  manos 
oprimiéndoles  las  sienes  y  los  le- 
vantaban en  alto.  Creían  que  si  no 
hacían  esto,  no  crecerían  los  niños 
y  se  los  llevaría  el  terremoto. 

Cuando  temblaba  la  tierra,  ha- 
cían un  buche  de  agua  y  rociaban 
sus  alhajas  y  los  postes  y  umbrales 
de  las  puertas  para  que  el  temblor 
no  se  llevase  las  casas.  Para  avi- 
sar que  temblaba  la  tierra,  daban 
de  gritos  y  se  golpeaban  la  boca 
con  la  mano. 

Decían  que  el  hombre  que  ponía 
un  pie  sobre  el  tenamastli,  sería  des- 
dichado en  la  guerra,  pues  no  po- 
dría huir  y  caería  en  manos  de  sus 
enemigos.  Por  esto  los  padres  pro- 
hibían á  sus  hijos  que  pusiesen  los 
pies  sobre  un  tenamastli.  Dan  este 
nombre  á  cada  una  de  las  tres  pie- 
dras que  se  ponen  en  el  tlecuilli  ó 
fogón,  sobre  las  cuales  se  colocan 
las  ollas,  comales,  etc.,  en  que  se 
cuecen  los  alimentos. 

Cuando  al  echar  la  tortilla  de  maíz 
sobre  el  comal,  quedaba  doblada, 
era  señal  de  que  alguno  iba  á  llegar 
á  la  casa;  y  si  la  molendera  era  ca- 
sada y  el  marido  estaba  ausente, 
era  señal  de  que  iba  á  llegar  el  ma- 
rido. 

Decían  que  al  que  lamía  el  meta- 
te, meilatl,  se  le  caerían  pronto  los 
dientes  y  las  muelas;  y  por  esto 
los  padres  prohibían  á  sus  hijos  que 
lamiesen  los  metates. 

Decían  que  el  que  se  arrimaba  á 
los  postes,  sería  mentiroso,  por- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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que  los  postes  lo  son,  y  hacen  men- 
tirosos á  los  que  se  arriman  á  ellos; 
y  por  esto  los  padres  prohibían  á 
sus  hijos  que  se  arrimaran  á  los 
postes. 

Decían  que  las  jóvenes  que  co- 
mían estando  de  pie,  no  se  casarían 
en  su  pueblo,  sino  en  un  lugar  ex- 
traño; y  las  madres  no  permitían 
que  sus  hijas  comiesen  paradas. 

Donde  había  una  mujer  recién 
parida,  no  quemaban  en  el  fogón 
los  olotes,  ó  sea  el  corazón  de  las 
mazorcas  del  maíz,  porque  decían 
que  el  recién  nacido  se  pondría  pe- 
coso y  cacarizo;  y  cuando  había 
necesidad  de  quemar  los  tales  olo- 
tes, lo  hacían  pasándolos  primero 
por  la  cara  del  niño;  pero  sin  tocar- 
le la  piel. 

La  preñez  de  las  mujeres  daba 
ocasión  á  mil  preocupaciones. 

La  mujer  preñada  no  había  de 
ver  ahorcar  á  ningún  reo,  porque  si 
lo  veía,  nacía  el  niño  con  una  soga 
de  carne  en  la  garganta. 

Las  preñadas  se  abstenían  de  ver 
al  sol  y  á  la  luna  durante  un  eclip- 
se, porque  si  lo  veían,  nacía  el  niño 
con  los  labios  partidos;  á  tal  niño  lo 
llamaban  tencua,  «labio  comido.» 
Todavía  hoy  subsiste  este  error: 
cuando  ven  á  un  niño  con  los  la- 
bios partidos  dicen: ....  se  lo  comió 
el  eclipse.  Otros  creen  que  la  luna 
los  maltrata,  y  huyen  de  ella  cuan- 
do está  llena.  Para  evitar  las  pre- 
ñadas el  daño  de  los  eclipses  en  sus 
hijos,  se  ponían  en  el  seno  una  na- 
vaja de  obsidiana  á  raíz  de  la  carne. 

Si  la  preñada  mascaba  chicle,  de- 
cían que  el  niño  padecería  moze- 
zuelo  ó  sea  embarazo  en  la  respi- 
ración, de  que  moriría;  y  esta  en- 
fermedad la  causa  también  el 
sacarles  de  la  boca  la  teta  repen- 


tinamente cuando  están  mamando, 
pues  lastímase  el  paladar  y  luego 
queda  mortal. 

Decían  que  si  la  mujer  embara- 
zada andaba  mucho  de  noche,  el 
niño  saldría  muy  llorón;  y  si  el  pa- 
dre era  el  que  andaba  y  se  le  había 
aparecido  algún  fantasma,  la  cria- 
tura padecería  mal  de  corazón.  Pa- 
ra evitar  estos  daños,  la  mujer 
cuando  salía  se  ponía  en  el  seno 
unas  chinas,  ó  ceniza,  ó  un  poco  de 
estafiate,  y  los  hombres  se  ponían 
también  chinas  ó  un  poco  de  taba- 
co silvestre. 

Los  mercaderes,  y  especialmen- 
te los  que  vendían  mantas,  conser- 
vaban en  su  poder  una  mano  de 
mona,  porque  creían  que  con  ella 
venderían  pronto  su  mercancía. 
Cuando  no  vendían  las  mantas,  si- 
no que  las  volvían  á  la  casa,  ponían 
entre  ellas  unas  vainas  de  chile, 
porque  creían  que  dándoles  á  cenar 
chile,  las  venderían  todas  al  día 
siguiente. 

Los  jugadores  de  pelota  ponían 
el  metlatl  (metate)  y  el  comalli  (co- 
mal) boca  abajo  en  el  suelo,  y  el 
metlapilli  (meclapil)  lo  colgaban  en 
un  rincón,  y  creían  que  con  esto  no 
perderían  en  el  juego. 

En  la  casa  donde  abundaban  los 
ratones,  ponían  fuera  el  metlapilli 
(meclapil)  para  que  cayesen  en  las 
ratoneras,  pues  creían  que  el  me- 
clapil les  avisaba  donde  estaban 
las  trampas. 

Creían  que  cuando  los  ratones 
roían  en  una  casa  los  petates,  los 
chiquihuites,  ó  los  tompeates,  era 
porque  en  la  casa  vivía  una  mujer 
amancebada.  Si  le  roían  las  naguas 
á  la  mujer  casada,  era  señal  de 
que  le  era  infiel  al  marido,  y  si  le 
roían  el  ayate  ó  manta  al  marido, 

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178 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


era  indicio  de  que  él  era  el  adúl- 
tero. 

Si  se  acercaba  al  nido  de  una  ga- 
llina un  hombre  calzado  con  cacles, 
decían  que  los  pollos  no  nacerían, 
ó  saldrían  enfermizos  y  mori- 
rían pronto;  y  para  evitar  este  da- 
fto,  ponían  junto  á  los  nidos  de  las 
gallinas  unos  cacles  viejos. 

Cuando  en  una  casa  había  una  ga- 
llina en  el  nido,  si  vivía  en  ella  al- 
gún amancebado,  ó  á  ella  entraba, 
los  pollos  se  morían  al  nacer  y 
caían  patas  arriba.  Esto,  que  llama- 
ban tlasolmiqui,  «muerto  por  man- 
cilla,» era  señal  de  mancebía. 

Si  al  tejer  una  tela,  ya  fuese  pa- 
ra manta,  ya  para  tmncueitl,  (chin- 
cuil  ó  chincuete),  ó  ya  para  huipilli 
(güipil),  se  aflojaba  de  una  parte 
más  que  de  otra,  decían  que  la  per- 
sona á  quien  se  destinaba,  era  de 
mala  vida,  y  que  se  parecía  en  que 
la  tela  se  paraba  bisconada.  (?) 

Los  que  tenían  sementera  de 
maíz,  de  frijoles,  de  chía,  ó  de  chi- 
le, luego  que  empezaba  á  caer  gra- 
nizo, sembraban  ceniza  en  el  patio 
de  su  casa. 

Para  que  no  entraran  los  brujos 
á  las  casas,  ponían  dentro  de  un 
cajete  con  agua  un  cuchillo  de  ob- 
sidiana y  lo  colocaban  detrás  de  la 
puerta,  y  de  noche,  en  el  patio. 
Decían  que  los  brujos  veían  su  ima- 
gen en  el  agua,  y  que,  al  verse  con 
el  cuchillo,  huían  y  no  volvían  á  la 
casa.  Después  de  la  Conquista 
creían  ahuyentar  á  los  brujos  ro- 
deándolos de  mostaza,  ó  trazándo- 
les una  raya  de  carbón. 

Creían  que  si  comían  algo  que 
hubieran  roído  los  ratones,  serían 
víctimas  de  un  falso  testimonio  de 
robo,  adulterio,  ú  otro  delito. 

Cuando  se  cortaban  las  uñas  las 


echaban  en  el  agua  para  que  les  cre- 
cieran bien  por  influjo  del  animal 
llamado  ahuitaotl,  que  gustaba  mu- 
cho de  comérselas  (Véase  mi  Dic- 
cionario DE  AZTEQUISMOS.) 

Cuando  estornudaban  creían  que 
alguien  hablaba  mal  de  ellos. 

Cuando  comían  ó  bebían  delante 
de  algún  niño  que  estuviese  en  la 
cuna,  le  ponían  en  la  boca  un  poco 
de  lo  que  comían  ó  bebían.  Y  esto 
hacían  para  que  cuando  comiese  ó 
bebiese  el  niño,  no  le  diese  hipo. 

Decían  que  el  que  comía  de  noche 
caña  verde  de  maíz,  tendría  dolor 
de  muelas  ó  de  dientes;  y  creían 
evitar  el  daño  calentando  las  cañas 
en  el  fogón. 

Cuando  se  quebraba  un  madero 
de  los  que  sostenían  la  casa,  temían 
que  se  enfermara,  ó  muriera  algimo 
de  la  propia  casa. 

Cuando  al  estar  moliendo  el  maíz, 
se  quebraba  el  metate,  era  señal  de 
que  moriría  la  molendera  ó  alguno 
de  la  casa. 

Cuando  alguno  acababa  de  cons- 
truir su  casa,  convidaba  á  sus  pa- 
rientes y  vecinos,  y  en  su  presencia 
sacaba  fuego  nuevo  frotando  dos 
maderos,  según  acostumbraban.  Si 
tardaba  mucho  tiempo  en  brotar  el 
fuego,  decían  que  la  habitación  se- 
ría desdichada  y  penosa  y  si  el  fuego 
salía  presto,  era  señal  de  que  la  casa 
sería  buena  y  apacible. 

Creían  que  si  un  coatí,  gemelo, 
estaba  cerca  de  un  baño  caliente,  se 
enfriaría  el  agua,  y  más,  si  el  ge- 
melo era  el  que  se  iba  á  bañar.  Para 
impedir  esto,  el  mismo  gemelo  mo- 
jaba con  su  mano  cuatro  veces  las 
paredes  del  baño,  y  el  agua  se  calen- 
taba demasiado. 

Decían  que  si  un  gemelo  entraba 
donde  había  tochomitl  (tochomite, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


179 


pelo  de  conejo),  se  dañaría  el  color 
y  la  tela  saldría  manchada,  sobre 
todo ,  si  el  tochomite  era  colorado. 
Para  impedir  este  dafto,  dábanle  á 
beber  al  mellizo  un  poco  de  agua 
de  la  con  que  teñían. 

También  decían  que  si  entraba 
un  gemelo  adonde  estaban  haciendo 
tamales,  le  hacía  mal  de  ojo  á  la 
olla  y  á  los  tamales,  pues  que  éstos 
no  se  cocerían  aunque  estuviesen 
en  el  fuego  todo  el  día,  y  saldrían 
ametalados  ó  á  medio  cocer.  Para 
evitar  esto,  obligaban  al  mellizo  á 
que  hiciera  fuego  echando  lefia  ba- 
jo la  olla.  Si  echaban  los  tamales 
dentro  de  la  olla  delante  del  coate, 
este  tenía  que  echar  un  tamal  para 
que  todos  se  cocieran. 


Cuando  mudaban  dientes  los  ni- 
ños, sus  padres  los  echaban  en  un 
agujero  de  ratón,  porque  creían  que 
si  no  lo  hacían  así,  no  les  nacerían 
los  nuevos  dientes  á  los  muchachos. 
Esto  lo  hacen  hoy,  no  sólo  los  in- 
dios, sino  las  mujeres  mejor  edu- 
cadas; pero  lo  hacen,  no  por  abusión, 
sino  por  simple  costumbre. 

Dice  el  P.  Sahagún  que  las  supers- 
ticiones mencionadas  son  como  una 
sarna  que  daña  á  la  fe  católica. 
Nosotros  creemos  que  sólo  es  una 
urticaria  que  daña  al  que  la  padece, 
pues,  como  dice  D.  Carlos  M.  Busta- 
mante,  es  digno  de  compasión  este 
pueblo  que  viviría  atemorizado 
con  tal  cúmulo  de  errores  que  le  ha- 
ría molesta  y  empalagosa  la  vida. 


Tamoanohan.  Nada  ó  muy  poco 
se  sabe  de  la  significación  de  esta 
palabra,  pues  los  cronistas  é  histo- 
riadores no  están  de  acuerdo  en 
lo  que  han  expuesto  sobre  ella;  y 
porque  uno  de  éstos  dice  que  es  el 
Paraíso  y  que  vinieron  en  busca  de 
él  al  Anahuac  los  primeros  pobla- 
dores, nos  ocupamos  del  Tamoan- 
chan  en  este  diccionario,  pues  más 
bien  parece  un  mito  que  un  hecho 
ó  lugar  históricos. 

El  P.  Sahagún  dice:  «Según  que 
«afirman  los  viejos  en  cuyo  poder 
«estaban  las  pinturas  y  memorias 
«de  las  cosas  antiguas,  los  que  pri- 
« meramente  vinieron  á  poblar  áes- 
«ta  tierra  de  Nueva  España,  vinie- 
«ron  de  acia  el  norte  en  demanda 
«del  paraíso  terrenal:  traían  por 
«apellido  Tamoancha,  y  es  lo  que 


«ahora  dicen  Tictemoatochan,  que 
«quiere  decir  buscamos  nuestra  ca- 
^sa  natural:  por  ventura  inducidos 
«de  algún  oráculo,  que  alguno  de 
«los  muy  estimados  entre  ellos  ha- 
«bía  recibido  y  divulgado,  que  el 
«paraíso  terrenal  está  acia  el  me- 
«diodía,  como  es  verdad  según  casi 
«todos  los  que  escriben,  que  está 
«debajo  de  la  linea  equinoccial,  y 
«poblaban  cerca  de  los  mas  altos 
«montes  que  hallaban,  por  tener 
«relación  que  es  un  monte  altísimo, 
«y  es  asi  verdad.»  Según  Sahagún, 
estos  primeros  pobladores  funda- 
ron á  Tulay  áCholula  y  entre  ellos 
vino  Quetsalcoatl,  las  cuales  ase- 
veraciones son  falsas,  como  lo  han 
demostrado  escritores  posteriores. 
( Véase  Quetzalcoatl.) 
Por  la  interpretación  déla  lámina 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


XXIII  del  Códice  Telleriano,  se 
viene  en  conocimiento  de  que  7a- 
moanchan,  el  Paraíso,  era  el  lugar 
de  la  residencia  de  la  diosa  de  los 
amores,  Xochiquetsalli ,  y  de  que 
allí  estaba  el  árbol  Xochitlicacan 
(V.),  cuyas  flores  cogidas  ó  sólo  to- 
cadas hacían  fieles  y  dichosos  ena- 
morados. Tan  guardada  estaba 
por  su  corte,  compuesta  de  genios 
femeninos  y  de  enanos,  que  hom- 
bre alguno  podía  verla,  lo  cual  no 
evitaba  que,  valiéndose  desús  ser- 
vidores, mandara  embajada  á  los 
dioses  que  codiciaba.  En  esta  in- 
terpretación, Tamoanchan  es  un  pu- 
ro mito,  como  el  del  paraíso  bíblico. 
Según  una  de  las  mejores  tradi- 
ciones, ha  aftos  sin  cuenta,  que  los 
primeros  pobladores  vinieron  en 
navios  por  la  mar  y  desembarca- 
ron en  la  costa  que  se  llamó  Panu- 
tla.ó  Panoayan,  conocida  hoy  por 
Panuco  (del  Estado  de  Tamaulipas), 
caminaron  por  la  ribera  de  la  mar, 
guiados  por  un  sacerdote  que  traía 
al  dios,  hasta  la  provincia  de  Gua- 
temala, y  fueron  á  poblar  en  Ta- 
moanchan. Vivieron  aquí  mucho 
tiempo  con  sus  sabios  ó  adivinos 
amoxoaque.  (V.)  Estos  sabios  no 
permanecieron  en  Tamoanchan, 
pues  tomaron  á  embarcarse  lleván- 
dose el  dios  y  las  pinturas,  hacien- 
do promesa  de  volver  cuando  el 
mundo  se  acabase.  En  la  colonia 
quedaron  sólo  cuatro  de  los  Amo- 
xoaque,  Oxomoco,  Cipactonal,  Tlal- 
tetecui  y  Xochicahua.  (V.) 

Tamoanchan  estaba,  según  esta 
tradición,  cerca  de  Teotihuacan, 
pues  los  moradores  de  aquél  venían 
áhacer  sacrificios  á  este  segundo  lu- 
gar, en  donde  construyeron  las  dos 
grandes  pirámides  dedicadas  des- 


pués al  sol  y  á  la  luna.  Estos  colo- 
nos de  Tamoanchan  inventaron  ha- 
cer el  pulque.  (Véase  Mayahuel.) 

Orozco  y  Berra,  refiriéndose  á 
esta  tradición,  dice  que  esos  pri- 
meros pobladores  que  desembarca- 
ron en  Panuco,  fueron  islandeses 
de  los  que  descubrieron  la  Améri- 
ca en  el  siglo  X,  que  traían  por 
caudillo  á  un  obispo  católico  islan- 
dés, quien  figuró  después  en  Ana- 
huac  con  el  nombre  de  QuetsaU 
coatí,  Pero  Chavero  combatió  esta 
opinión  victoriosamente.    (Véase 

QUETZALCOATL.) 

Orozco  y  Berra  hace  observaí 
que  los  términos  de  la  relación  que 
precede,  conducen  fácilmente  á  un 
error,  pues  puede  creerse,  y  algu- 
nos lo  han  creído,  que  Tamoanchan 
estaba  situado  al  sur,  más  adelan- 
te de  la  provincia  de  Guatemala, 
siendo  así  que  después  se  dice  que 
Tamoanchan  fué  edificado  á  poca 
distancia  de  Teotihuacan,  es  decir, 
dentro  ó  no  muy  lejos  del  Valle  de 
México.  Para  no  incurrir  en  tal 
error,  dice  que  la  verdadera  mane- 
ra de  entender  el  relato  es,  que 
fundado  Tamoanchan,  de  ahí  sa- 
lieron los  emigrantes  por  las  cos- 
tas hacia  Guatemala. 

Chavero,  después  de  decir  cómo 
se  establecieron  las  civilizaciones 
en  la  región  quiche  y  en  la  penín- 
sula maya  por  las  teocracias  de  Vo- 
tan y  de  Zamna,  agrega:  «La  faja 
de  tierra  entre  la  Mesa  central  y 
el  Golfo  llamábase  primitivamen- 
te Tamoanchan.  Conservaban  la 
tradición  de  la  raza  los  habitan- 
tes de  esa  región,  de  haber  veni- 
do en  barcas  por  el  oriente,  y  como 
esatierra  sirviese  de  paso  al  inte- 
rior llamáronla  los  mexicanos  Pa- 
noiaya,  Paatlanó  Panuco,  de  Pan- 


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SBGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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///,  puente, T»  (Esta  etimología  no  es 
exacta.  No  llamaron  á  la  tierra 
Panuco,  sino  al  río  que  conserva 
todavía  el  nombre  y  está  situado  en 
Tampico.  Véase  Panuco.)  Da  en 
seguida  el  mismo  autor*  la  en  su 
concepto  probable  etimología  de 
Tamoanchan,  en  un  idioma  que  no 
es  el  náhuatl,  sino  una  mezcla  del 
huaxteco  y  del  maya,  y  acaba  por 
decir  que  el  Tamoanchan  estaba  á 
lo  largo  de  la  costa  del  Golfo,  si  bien 
la  raza  se  había  extendido  á  la  re- 
gión quiche  y  á  la  península  maya. 

El  P.  Ríos,  interpretando  la  lámi- 
na XXIII  del  Códice  Telleriano  Re- 
mense,  de  que  hemos  hablado  arri- 
ba, dice:  «tamoancha  oxuchitlyca- 
«can,  quiere  dezir  en  romance  alli 
•es  su  casa  donde  avaxaron  y  don- 
«de  están  sus  rrosas  levantadas. 

«Este  lugar  que  se  dice  tamoan- 
«cha  y  xuchitlycacan,  es  el  lugar 
«donde  fueron  criados  estos  dio- 
«ses  q  ellos  tenían  q  casi  es  tanto 
«como  dezir  El  parayso  terrenal  y 
*asy  dizen  q  estando  estos  dioses 
«en  aquel  lugar  se  desmandavan  en 
«cortar  rosas  y  ramas  de  los  arvo- 
«les,y  q  por  esto  se  enojo  mucho  el 
«tonaceteuctli  y  la  muger  tonacaci- 
«uatl  y  q  los  echo  de  aquel  lugar 
«y  asy  vinieron  unos  a  la  tera  y 
«otros  al  infierno  y  estos  son  los 
«q  a  ellos  ponen  los  temores.»  En 
esta  interpretación  del  fraile  domi- 
nico se  trasluce  desde  luego  la  ten- 
dencia de  la  época  de  encontrar  en 
las  pinturas  de  los  indios  pasajes 
bíblicos.  El  P.  Ríos,  en  la  lámina 
que  interpreta,  nos  da,  aunque  muy 
desfigurada,  intencionalmente,  la 
leyenda  de  Adán  y  Eva  en  el  Paraí- 
so terrenal.  Los  dioses  de  los  in- 
dios merecieron  más  la  expulsión, 
porque  cortaban  muchas  flores  y 


ramas,  estropeaban  el  jardín,  mien- 
tras que  nuestros  primeros  preten- 
didos padres  sólo  se  comieron  una 
manzana. 

Resulta  de  todo  lo  expuesto  que 
el  Tamoanchan  más  bien  aparece 
como  un  mito  ininteligible,  que  co- 
mo un  lugar  geográfico  fijo  ó  un 
suceso  histórico  averiguado;  y  nos 
confirma  en  esta  opinión  la  diver- 
gencia de  ellas  en  Chavero:  des- 
pués de  decir  en  México  á  Través 
de  los  Siglos  que  el  Tamoanchan 
era  la  costa  del  Golfo,  diez  y  seis 
años  después  en  su  obra  Los  Dioses 
Astronómicos  de  los  Antiguos  Me- 
xicanos, dice  que  el  Tamoanchan 
estaba  en  la  Vía  Láctea  y  que  era 
el  Tlaloccan  ó  sea  la  morada  del 
dios  Tlaloc;  y  se  funda,  para  hacer 
esta  aseveración,  en  que  los  dioses, 
según  las  teogonias,  habían  sido 
creados  en  la  Vía  Láctea,  y  dicien- 
do el  P.  Ríos,  según  hemos  visto, 
que  los  dioses  fueron  creados  en 
Tamoanchan,  luego  este  lugar  es- 
taba en  la  Vía  Láctea. 

Teaaltiani  (Te,  alguno;  altiani, 
que  bafla,  limpia:  «el  que  bafta  ó 
limpia  á  alguno.»)  Nombre  que  le 
daban  al  dios Nappatecutli,(V .) por- 
que  sabía  perdonar  las  injurias  que 
se  le  hacían,  esto  es,  bafiaba  y  lim- 
piaba las  almas  con  el  perdón. 

Teatlahuiani.  (Te,  alguno; atla- 
huiani,  de  atlahuia,ahogñr:  «el  que 
ahoga áalgimo,  el  ahogador.»)  Nom- 
bre que  le  daban  á  Tezcatzoncatl, 
dios  de  la  embriaguez,  porque  á  ve- 
ces ahogaba  á  sus  devotos. 

Teatzelhuianl  (Te,  alguno;  t^el- 
huiani,  rociar  con  agua:  «el  que  ro- 
cía á  alguno  con  agua.»)  Nombre  que 
daban  al  dios  Nappatecu  tli,  por- 
que se  compadecía  de  los  infelices. 

Tecammateohua.  Sacerdote  de 
46 


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182 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


la  diosa  del  fuego:  tenía  á  su  cargo  | 
aprestar  las  teas  para  hacer  ha  i 
chones,  almagre,  tinta,  calzado,  tra- 
jes y  caracoles  mariscos,  todo  pa- 
ra la  fiesta  de  la  diosa.  ' 

Teccalco.  (Tecpan,  palacio;  ca- , 
///,  casa;  co,  en:  «En  la  casa  de  pa- 1 
lacio.)»  Era  el  17.°  edificio  del  tem- ' 
pío  mayor  de  México.  En  este  Ju- 1 
gar  quemaban  vivos  cada  año  á  un  \ 
gran  número  de  cautivos,  arroján- 
dolos auna  gran  hoguera,  en  la  fies- 
ta de  Teotleco, 

Teccizcalco.  (Teccistli^  caracol; 
calliy  casa;  co,  en:  «En  la  casa  de 
los  caracoles.»)  Era  el  22.^  edificio 
del  templo  mayor.  Era  un  oratorio 
todo  cubierto  de  conchas  y  caraco- 
les, é  inmediata  estaba  una  casa  á 
la  que  se  retiraba  el  rey  de  México 
á  hacer  sus  oraciones  y  ayunos. 

Allí  solían  matar,  por  devoción  y 
en  días  no  señalados,  á  algunos  cau- 
tivos. 

Teoiuhtlazque.  (Pl.  de  tecmh- 
tlaaquif  comp.  de  tecihuitl,  grani- 
zo; tlasqui,  der.  de  ilasa,  rechazar: 
«el  que  rechaza  el  granizo.»)  He- 
chiceros que  con  sortilegios  desha- 
cían las  nubes  de  granizo  para 
evitar  su  daño  en  los  maizales,  ó 
para  enviar  el  nublado  á  los  desier- 
tos ó  á  las  tierras  no  sembradas. 

Tecolotl.  (Tecolote:  azteq.)  Era 
reputado  por  los  nahoas  como  ave 
de  mal  agüero  (Véase  Supersticio- 
nes), y  así  lo  consideraba  también 
el  valeroso  y  culto  pueblo  de  Roma 
pagana.  Hubo  ocasión  de  hacerse  la 
expiación  ó  lustración  de  la  capi- 
tal del  mundo,  sólo  porque  había 
entrado  un  buho  (tecolote)  al  capi- 
tolio. Btíko  funebris  et  máxime 
abominatus  publicé  precipui  auspi- 

ciis capítol lü  cellam  ipsam  in- 

travit,  Sex,  Papellio  Isíro,  L,  Peda- 


nio  coss.  propter  quod  nonis  Mar- 
tics  urbs  lústrala  est  eo  anno. 
(Plinio.) 

Unos  tecolotes  decidieron  el  éxi- 
to de  una  batalla  que  Moteuczoma  I 
libró  á  los  chalcas  para  vengar  la 
muerte  de  Ezhuahuacatl,  su  tercer 
hermano. 

La  víspera  de  la  batalla,  durante 
la  noche,  cuando  los  vigilantes  ha- 
cían la  ronda  para  no  ser  sorpren- 
didos, se  oyó  el  chirrido  de  dos 
tecolotes,  cual  si  comenzaran  pre- 
guntándose y  respondiéndose. 

Dijo  uno:  tiacan,  ttacan  (esfor- 
zado, esforzado). 

Respondió  el  otro:  nocne,  nocne 
(interjección  de  ira),  y  se  callaron. 

Por  segunda  vez  interrumpió 
uno:  tetec,  tetec  (cortar,  cortar). 

Contestó  el  otro:  gollo,  gollo  (co- 
razones, corazones),  y  quedaron  de 
nuevo  en  silencio. 

Por  tercera  vez  se  escuchó:  que- 
techpol,  quetechpol  chiquil  (gargan- 
ta, garganta  sangrienta). 

Y  respondió  el  otro:  chalca,  chai- 
ca;  y  no  se  volvió  á  oír  más. 

La  nueva  se  divulgó  por  el  cam- 
po de  los  mexicanos  hasta  llegar  al 
emperador,  quien  comunicó  al  ejér- 
cito que  los  pájaros  agoreros,  por 
orden  del  dios,  anunciaban  la  vic- 
toria; menos  avisados  los  chalcas, 
tomaron  las  palabras  de  los  teco- 
lotes en  mal  agüero,  y  f  laqueándo- 
les el  ánimo  se  dieron  por  vencidos. 

Entonces  y  ahora,  en  el  canto  de 
las  aves,  en  el  sonido  de  las  campa- 
nas, en  los  murmurios  del  agua  y 
en  otros  ruidos,  la  preocupación  dis- 
tingue, á  veces,  ciertas  palabras 
conformes  al  estado  de  exaltación 
del  ánimo. 

Tecomapiloa.  (Tecomatl,  (teco- 
mate: azteq.),  especie  de  vasija  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


183 


barro  ó  del  epicarpo  de  algunos  fru- 
tos; piloa,  colgar:  «que  cuelga  te- 
comate.») Nombre  de  una  especie 
de  teponastli.  Sahagún  lo  describe 

en  los  términos  siguientes:  « á 

«lasmugeres  ibanlas  tañendo  unte- 
«ponaztli,  que  no  tenia  mas  que  una 
«lengua  encima,  y  otra  debajo,  y 
«en  la  de  abajo  llevaba  colgada  una 
«jicara  en  que  suelen  beber  agua, 
«y  así  suena  mucho  mas  que  los  que 
« tienen  dos  lenguas  en  la  parte  de 
«arriba,  y  ninguna  abajo.  A  este 
«teponaztli  llamaban  tecomapiloa, 
«llevábale  uno  debajo  del  sobaco 
«tañéndole,  por  ser  de  esta  mane- 
«ra  hecho.» 

TecpatL  (Etimología  desconoci- 
da.) Pedernal  ó  sílice.  Era  signo  del 
décimo  día  del  mes,  uno  de  los  cua- 
tro nombres  de  los  años,  bajo  la  de- 
nominación de  tecpa-xihuitl  (año 
pedernal),  y  segundo  de  los  compa- 
ñeros de  la  noche.  El  tecpatl  era  uno 
de  los  dos  símbolos  del  dios  del  fue- 
go, Xiuhtecutli  Tletl,  (V.)  por  ser  el 
más  antiguo  procedimiento  de  sa- 
car chispas  por  el  choque  contra  el 
pedernal. 

El  tecpatl  tiene  un  origen  divino: 
los  dioses  supremos  Ometecutli  y 
su  mujer  Omecihuatl  moraban  so- 
bre el  undécimo  cielo;  tuvieron  mu- 
chos hijos;  el  padre  dirigía  á  los 
varones,  y  la  madre  á  las  hembras. 
La  Omecihuatl  dio  á  luz  un  tecpatl, 
de  lo  cual,  espantados  y  admira- 
dos los  hijos;  decidieron  arrojar- 
lo á  la  tierra;  cayó  el  pedernal  en 
Chicomosítoc,  «Siete  Cuevas,»  y 
al  golpe  brotaron  mil  seiscientos 
dioses  ó  diosas.  Estos  seres  supe- 
riores, después  de  algún  tiempo, 
enviaron  un  mensajero  á  su  madre 
para  que  le  dijese  que,  ya  que  esta- 
ban caídos,  les  diese  licencia  para 


crear  hombres  que  fuesen  sus  ser- 
vidores, y  que  les  diese  la  industria 
de  formarlos.  La  diosa  contestó  que 
ocurriesen  al  Mictlantecutli,  «Señor 
de  la  mansión  de  los  muertos,»  que 
le  pidiesen  un  hueso  ó  cenizas  de 
un  muerto,  que  se  sacrificaran  so- 
bre esto,  esto  es,  que  le  echasen 
sangre  de  su  cuerpo,  y  que  nace- 
rían un  hombre  y  una  mujer,  los  que 
se  multiplicarían  en  seguida.  Traí- 
da esta  respuesta  por  Tlotli,  «Ga- 
vilán,» determinaron  los  dioses  que 
Xolotl  fuese  al  Mictlan  á  pedir  el 
hueso,  y  le  advirtieron  que,  siendo 
el  Tecutli  muy  caviloso,  podía  arre- 
pentirse de  haber  hecho  la  dádiva. 
Llegado  Xolotl  al  Mictlan,  obtuvo 
el  hueso  y  cenizas,  y  luego  que  los 
tuvo  en  sus  manos,  huyó,  pero,  per- 
seguido por  el  dios,  tropezó  y  rom- 
pió el  hueso,  recogió  los  pedazos  y 
llegó  á  la  presencia  de  los  dioses. 
Estos  pusieron  los  desiguales  frag- 
mentos en  un  lebrillo,  se  sacaron 
sangre  del  cuerpo,  la  echaron  sobre 
las  astillas  y  á  los  cuatro  días  sa- 
lió un  niño;  de  nuevo  echaron  san- 
gre y  á  los  cuatro  días  salió  una  ni- 
ña. Xolotl  crió  á  los  niños  con  le- 
che de  cardo. 

En  este  hermoso  mito  todos  los 
AA.  han  visto  la  creación  del  fue- 
go. Al  choque  del  celeste  tecpatl 
(símbolo  del  fuego)  contra  la  tierra, 
brotan  los  dioses  terrenales,  es  de- 
cir, las  ciencias  y  las  artes.  Los  hi- 
jos del  pedernal  fecundan  con  su 
sángrelas  cenizas  de  los  muertos,  y 
aparecen  los  progenitores  del  gé- 
nero humano  viviendo  nueva  vida, 
al  contacto  de  los  beneficios  del  po- 
deroso elemento. 

Dados  el  origen  del  fuego  y  sus 
inmensos  beneficios,  tenía  que  ser 
divinizado  el  pedernal,  y  así  vemos 


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184 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


que  los  nahoas  tenían  al  Teotecpatl, 
«Dios  pedernal. «Presidía  la  vigési- 
ma trecena  del  Tonalamatl.  Repre- 
senta un  hombre  de  medio  cuerpo 
abajo,  con  un  cendal  á  la  cintura,  y 
de  aquí  á  arriba  la  forma  conveni- 
da del  tecpatl,  teniendo  en  el  inte- 
rior un  rostro  de  perfil  y  rematan- 
do en  los  brazos,  cuyas  manos  em- 
puñan el  cuchillo  sagrado,  simboli- 
zando el  sacrificio  de  las  víctimas 
humanas. 

^\  tecpatl  tenía  varias  relaciones: 
como  cuchillo  de  pedernal  se  reía 
ciona  con  el  Ehecatonatiuh,  (V.)  y 
en  los  jeroglíficos  simbolizaban  los 
nahoas  los  grandes  vientos  con  pe- 
demales,  tecpatl,  para  significar 
que  el  aire  cortaba  como  navaja: 
con  relación  á  las  estaciones,  repre- 
senta la  Primavera,  estación  de  los 
grandes  vientos:  aplicado  á  los  cua- 
tro puntos  cardinales,  representa 
el  Norte:  por  último,  con  relación  á 
los  cuatro  elementos,  se  aplica  el 
tecpatl  al  aire. 

Según  Cha  vero,  el  tecpatl  repre- 
senta á  Venus,  como  estrella  de  la 
mañana,  y  sus  rayos  de  luz,  y  ex- 
presa el  ciclo  de  260  afios;  la  pri- 
mera aserción  la  funda  en  haber 
observado  en  el  Códice  Oxford  que 
una  serie  de  tecpatl  marca  el  ca- 
mino seguido  por  el  astro;  y  la  se- 
gunda, en  el  pasaje  siguiente:  «Ten- 
«go  un  sello  de  barro— dice— -que 
«en  la  parte  inferior  tiene  la  cruz 
«de  brazos  iguales,  propia  de  Ve- 
«nus,  y  encima  una  pirámide  de  c}os 
«pisos,  invertida,  y  cuyo  piso  ma- 
«yor  está  dividido  en  dos  por  una 
«línea.  Los  adornos  de  esta  pirá- 
*mide  invertida  le  asemejan  una 
«especie  de  cara  de  tigre.  Sobre 
«ella  está  repetido  cinco  veces  el 
«símbolo  del  sol  y  de  su  ciclo  me- 


«xica  de  52  años;  lo  que  produce  el 
«de  260  años.» 

Divinizado  el  tecpatl  como  pro- 
ductor del  fuego  y  como  instru- 
mento de  los  sacrificios  humanos, 
fué  objeto  de  ferviente  culto  Teo- 
tecatl,  y  se  le  erigieron  templos. 
El  más  suntuoso  era  el  Tecpatsinco, 
en  el  pueblo  del  mismo  nombre, 
hoy  Tepalcingo,  del  Estado  de  Mo- 
relos.  Los  frailes  agustinos  susti- 
tuyeron á  Teotecpatsin  con  una  ima- 
gen de  Jesús  Nazareno,  y  allí  acu- 
den en  romería,  año  por  año,  el  4** 
viernes  de  cuaresma,  millares  de 
indios  de  muy  lejanas  tierras,  y 
vestidos  con  sus  atavíos  de  hace 
400  años,  bailan  y  cantan  delante 
del  nuevo  tecpatl, 

TecuacuillL  (Tetl,  piedra;  cua- 
cuilli,  (V.):  ^cuacuilli  de  piedra.*) 
Nombre  que  daban  á  cierta  clase 
de  ídolos.  Suponían  los  nahoas  que 
los  dioses  estaban  en  las  cumbres 
de  los  montes,  y  como  los  montes  ó 
cerros  naturales  son  el  albergue  de 
las  nubes,  para  dar  á  los  templos  ó 
cerros  hechos  amano  todo  el  aspec- 
to de  las  montañas  donde  las  nubes 
se  asientan,  los  coronaban  de  al- 
menas, cada  una  de  las  cuales  era 
una  nube.  A  estas  almenas  las  de- 
signaban con  el  nombre  de  mixte- 
cuacuilli,  «ídolo  de  nube,»  de  míx- 
tu,  nuhe.y de tecuacuütí.  ídolo.  Lla- 
maban en  general  tecuacuilli  á  los 
ídolos  de  piedra  que  representaban 
dioses  cuyo  togado  del  cabello  te- 
nía una  forma  especial.  También 
daban  este  nombre  á  los  sacerdo- 
tes de  tales  ídolos. 

El  P.  Sahagún  dice  que  el  tecua- 
cuilli era  una  especie  de  cura,  pues 
hablando  de  las  mujeres  que  ser- 
vían en  el  templo,  dice:  «Había  tam- 
«bien  en  los  templos  mugeres  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA,  TOMO  V. 


185 


«desde  pequeñas  se  criaban  allí,  y 
«era  la  causa  que  por  su  devoción 
«sus  madres  siendo  muy  chiquillas 
«las  prometían  al  servicio  del  tem- 
«dol,  y  siendo  de  veinte  ó  cuarenta 
«dias  las  presentaban  al  que  tenia 
«cargo  de  esto  que  le  llamaban  71?- 
«^«acw////,  que  eran  como  cura. . . .» 
Tecuciztecatl.  (Etim.  incierta.) 
Dios  que  se  convirtió  en  la  Luna. 
Remí  Simeón  dice  que  es  el  dios  de 
la  luna.  Aunque  ya  hablamos  de  la 
creación  de  la  Luna  en  el  artículo 
Cosmogonía,  reproduciremos  aquí 
lo  conducente  para  conocer  al  dios 
Tecucistecatl.  Dice  á  este  propósito 
Sahagún:  «Decían  que  antes  que 
«hubiese  día  en  el  mundo,  que  se  jun- 
«taron  los  dioses  en  aquel  lugar  que 
«se  llama  Teutioacan  (Teteohuacan, 
«hoy  San  Juan  Teotihuacán)  dijeron 
«los  unos  á  los  otros;  dioses,  ¿quien 
'^tendrá  cargo  de  alumbrar  el  mun- 
o^do?  luego  á  estas  palabras  respon- 
«dió  un  dios  que  se  llamaba  Tecucis- 
^tecali,  y  dijo:  «  Yo  tomo  á  cargo  de 
^alumbrar  el  mundo: ^  Luego  otra 
«vez  hablaron  los  dioses  y  dijeron: 
^¿quien  será  otro  mas?  al  instante 
«se  miraron  los  unos  á  los  otros,  y 
«conferian  quien  sería  el  otro,  y  nin- 
«guno  de  ellos  osaba  ofrecerse  á 
«aquel  oficio,  todos  temian,  y  se 
«excusaban.  Uno  de  los  dioses  de 
«que  no  se  hacia  cuenta  y  era  bu- 
«boso,  no  hablaba,  sino  que  oía  lo 
«que  los  otros  dioses  decían:  los 
«otros  habláronle  y  dijéronle:  sé  tú 
«el  que  alumbres  bubosito,  y  él  de 
«buena  voluntad  obedeció  á  lo  que 
«le  mandaron  y  respondió: « En  mer- 
«ced  recibo  lo  que  me  habéis  man- 
«dado,  sea  así»  y  luego  los  dos  co- 
«menzaron  á  hacer  penitencia 
«cuatro  dias.  Después  encendieron 
«fuego  en  el  hogar  el  cual  era  he- 


«cho  en  una  pefta  que  ahora  llaman 
^teutescalli  (peñasco  divino).  El 
«dios  llamado  Tecucistecatl  todo  lo 
«que  ofrecía  era  precioso,  pues  en 
«lugar  de  ramos  ofrecía  plumas  ri- 
«cas  que  se  llaman  manquetsalli 
«(?):  en  lugar  de  pelotas  de  heno, 
«ofrecía  pelotas  de  oro:  en  lugar  de 
«espinas  de  maguey  ofrecía  espinas 
«hechas  de  piedras  preciosas:  en 
«lugar  de  espinas  ensangrentadas, 
«ofrecía  espinas  hechas  de  coral  co- 
•lorado,  y  el  copal  que  ofrecía  era 
«muy  bueno.  El  buboso,  que  se  11a- 
«maba  Nanaoatsin,  en  lugar  de 
«ramos  ofrecía  cañas  verdes  ata- 
«das  de  tres  en  tres,  todas  ellas  lie- 
«gabán  á  nueve:  ofrecía  bolas  de 
«heno  y  de  espinas  de  maguey,  y 
«ensangrentábalas  con  su  misma 
«sangre,  y  en  lugar  de  copal,  ofre- 
«cia  las  postillas  de  las  bubas.  A 
«cada  uno  de  estos  se  les  edificó 
«una  torre  como  monte;  en  los  mis- 
«mos  montes  hicieron  penitencia 
«cuatro  noches  y  ahora  se  llaman 
«estos  montes  tsaqualli,  están  am- 
«bos  cerca  el  pueblo  de  S.  Juan 
«que  se  llama  Teuhtioacan.  De  que 
«se  acabaron  las  cuatro  noches*  de 
«su  penitencia,  esto  se  hizo  al  fin  ó 
«al  remache  de  ella,  cuando  la  no- 
«che  siguiente  á  la  media  noche  ha- 
«bian  de  comenzar  á  hacer  sus  ofi- 
«cíos,  antes  un  poco  de  la  mediania 
«de  ella,*  díeronle  sus  aderezos  al 
«que  se  llamaba  Tecuciztecatl .  á  sa- 
«ber:  un  plumaje  llamado  astaco- 
^mitl  (olla  de  garza),  y  una  jaqueta 
«de  lienzo,  y  al  buboso  que  se  11a- 
«maba  Nanaoatsin,  tocáronle  la 
«cabeza  con  papel  que  se  llama 
<<amatsontli  (cabellos  de  papel),  y 
«pusiéronle  una  estola  de  papel, 
«y  un  maxtli  (cendal)  de  lo  mismo. 
«Llegada  la  media  noche,  todos  los 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«dioses  se  pusieron  en  derredor  del 
«hogar  que  se  llama  teutexcalli.  En 
«este  ardió  el  fuego  cuatro  días: 
«ordenáronse  los  dichos  dioses  en 
«dos  rendes,  unos  de  la  una  parte 
«del  fuego,  y  otros  de  la  otra,  y  lue- 
«go  los  dos  sobredichos  se  pusieron 
«delante  del  fuego,  y  las  caras  acia 
«él,  en  medio  de  los  dos  rendes  de 
«los  dioses,  los  cuales  todos  estaban 
«levantados,  y  luego  hablaron  y 
«dijeron  á  Tecuciatecatl:  «¡Ea  pues 
«Tecuciztecatl!  entra  tú  en  el  fue- 
«go»  y  él  luego  acometió  para  echar- 
«se  en  él;  y  como  el  fuego  era  gran- 
«de  y  estaba  muy  encendido,  sintió 
«la  gran  calor,  hubo  miedo,  y  no 
«osó  echarse  en  él  y  volvióse  atrás. 
«Otra  vez  tomó  para  echarse  en  la 
«hoguera  haciéndose  fuerza,  y  lle- 
«gándose  se  detuvo,  no  osó  arrojar- 
«se  en  la  hoguera,  cuatro  veces 
«probó;  pero  nunca  se  osó  echar. 
«Estaba  puesto  mandamiento  que 
«ninguno  probase  mas  de  cuatro 
«veces.  De  que  hubo  probado  cua- 
«tro  veces,  los  dioses  luego  habla- 
«ron  á  Nanaoatzin,  y  dijéronle. . . . 
«¡Ea  pues  Nanaoatsin!  prueba  tú; 
«y  como  le  hubieron  hablado  los 
«dioses,  esforzóse  y  cerrando 
«los  ojos,  arremetió,  y  echóse  en  el 
«fuego,  y  luego  comenzó  á  rechi- 
«nar  y  respendar  en  el  fuego,  como 
«quien  se  asa.  Como  vio  Tecuciste- 
^catl,  que  se  había  echado  en  el 
«fuego  y  ardia,  arremetió  y  echóse 
«en  la  hoguera.»  Sigue  diciendo  Sa- 
hagún  que  después  entraron  en  la 
hoguera  un  águila  y  un  tigre  y  con- 
tinúa diciendo:  «Después  que  ambos 
«se  hubieron  arrojado  en  el  fuego, 
«y  que  se  habían  quemado,  luego  los 
«dioses  se  sentaron  á  esperar  á  que 
«prontamente  vendría  á  salir  el  Na- 
^naoat3Ín.  Habiendo  estado  gran 


«rato  esperando,  comenzóse  á  po- 
«ner  colorado  el  cielo,  y  en  todas 
«partes  aparedó  la  luz  del  alba.  Di- 
«cen  que  después  de  esto  los  dioses 
«se  hincaron  de  rodillas  para  espe- 
«rar  por  donde  saldría  Nanaoatsin 
«hecho  sol:  miraron  á  todas  partes 
«volviéndose  en  derredor,  mas  nun- 
«ca  acertaron  á  pensar  ni  á  decir  á 
«que  parte  saldría,  en  ninguna  co 
sa  se  determinaron:  algunos 
pensaron  que  saldría  de  la  parte 
del  Norte,  y-paráronse  á  mirar  acia 
él:  otros  acia  medio  día,  á  todas 
partes  sospecharon  que  había  de 
salir,  porque  por  todas  partes  ha- 
bía resplandor  del  alba;  otros  se 
pusieron  á  mirar  acia  el  Oriente, 
y  dijeron,  aquí  de  esta  parte  ha  de 
salir  el  sol.  El  dicho  de  estos  fué 
verdadero:  dicen  que  los  que  mi- 
raron acia  el  Oriente,  fueron 
Quetsalcoatl,  que  también  se  lla- 
ma Ecatl,y  otro  que  se  llama  7b- 
tec,  y  por  otro  nombre  Anaoatly- 
te  cu  y  por  otro  nombre  Tlatlavic- 
tescatlipuca,  y  otros  que  se  llaman 
Miniscon,  que  son  innumerables, 
y  cuatro  mugeres,  la  primera  se 
llama  Tiacapan,  la  segunda  Teicu, 
la  tercera  Tlacocoa,  la  cuarta  Xo- 
coyotl;  y  cuando  vino  á  salir  el 
sol,  pareció  muy  colorado  y  que  se 
contoneaba  de  una  parte  á  otra,  y 
nadie  lo  podía  mirar,  porque  qui- 
taba la  vista  de  losojos....y  después 
salió  la  luna  en  la  misma  parte 
del  Oriente  á  par  del  sol:  primero 
salió  el  sol  y  tras  él  la  luna;  por  la 
orden  que  entraron  en  el  fuego 
por  la  misma  salieron  hechos  sol 
y  luna.  Y  dicen  los  que  cuentan 
fábulas,  ó  hablillas,  que  tenían 
igual  luz  con  que  alumbraban,  y 
de  que  vieron  los  dioses  que  igual- 
mente resplandecían,  habláronse 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


187 


«otra  vez  y  dijeron:  (Oh  dioses!  ¿co- 
«mo  será  esto?  ¿será  bien  que  va- 
«yan  á  la  par?  ¿será  bien  que  igual- 
«mente  alumbren?  Y  los  dioses  die- 
«ron  sentencia  y  dijeron:  «Sea  de 
«esta  manera.  Y  luego  uno  de  ellos 
«fué  corriendo,  y  dio  con  un  cone- 
« jo  en  la  cara  á  Tecucistecatl,  y  os- 
«cureciole  la  cara,  ofuscóle  el  res- 
«plandor,  y  quedó  como  ahora  está 
«su  cara.  Después  que  hubieron sa- 
«lido  ambos  sobre  la  tierra  estuvie- 
«ron  quedos  sin  moverse  de  un  lu- 
«gar  el  sol,  y  la  luna;  y  los  dioses 
«otra  vez  se  hablaron  y  dijeron. 
«¿Como  podemos  vivir?  no  se  me- 
«nea  el  sol,  ¿hemos  de  vivir  entre 
«los  villanos?  muramos  todos  y  ha- 
«gámosle  que  resucite  por  nuestra 
«muerte,  y  luego  el  aire  se  encargó 
«de  matar  á  todos  los  dioses,  y  ma- 
« tolos,  y  dicese  que  uno  llamado 
^Xolotl,  rehusaba  la  muerte,  y  dijo 
«á  los  dioses:  ¡Oh  dioses!  no  muera 
«yo,  y  lloraba  en  gran  manera  de 
«suerte  que  se  le  hincharon  los  ojos 
«de  llorar,  y  cuando  llegó  á  él  el 
«que  mataba,  echó  á  huir  y  escon- 
«diose  entre  los  maizales,  y  convir- 
«tiose  en  pie  de  maíz  que  tiene  dos 
«caflas,  y  los  labradores  le  llaman 
^Xoloil,  y  fué  visto  y  hallado  entre 
«los  pies  del  maíz:  otra  vez  echó 
«á  huir  y  se  escondió  entre  los  ma- 
«guéyes,  y  convirtióse  en  maguey 
«que  tiene  dos  cuerpos  que  se  lla- 
«man  mexolotl:  otra  vez  fué  visto, 
«y  echó  á  huir,  y  metióse  en  el 
«agua  y  hízose  pez  que  se  llama 
^Axolotl,  y  de  allí  le  tomaron  y  le 
«mataron;  y  dicen  que  aunque  fue- 
«ron  muertos  los  dioses,  no  por  eso 
«se  movió  el  sol;  y  luego  el  viento 
«comenzó  á  zumbar  y  á  ventear  re- 
« clámente,  y  él  le  hizo  moverse  pa- 
«ra  que  anduviese  su  camino;  y  des- 


«pues  que  el  sol  comenzó  á  caminar, 
«la  luna  se  estuvo  queda  en  el  lu- 
*gar  donde  estaba.  Después  del  sol, 
♦comenzó  la  luna  á  andar,  de  esta 
«manera  se  desviaron  el  uno  del 
«otro  y  así  salen  en  diversos  tiem- 
«pos,  el  sol  dura  un  dia,  y  la  luna 
«trabaja  en  la  noche  ó  alumbra  en 
«ella.» 

Orozco  y  Berra,  interpretando  la 
hermosa  y  al  parecer  extravagan- 
te leyenda  que  precede,  dice  que 
Tecuciztecatl  representa  la  casta 
sacerdotal,  rica  y  poderosa,  y  Na- 
nahuatzin,  al  pueblo  pobre  que  an- 
siaba la  nueva  civilización. 

Chavero  difiere  de  esta  opinión, 
pues  dice  que  la  leyenda  es  la  ma- 
nifestación de  que  el  nuevo  culto 
se  impuso  por  la  conquista  y  por  la 
fuerza  de  las  armas;  y  para  probar 
su  aserción  dice: «...  todo  es  lógico 
«en  la  leyenda,  todo  conforme 
♦con  lo  que  pudo  y  debió  suceder. 
«Y  también  es  muy  importante  ha- 
«cer  el  estudio  de  los  dos  persona- 

« jes  que  enastrosse  convirtieron 

«Fijémonos  en  el  significado  de  las 
*«  palabras:  Náhuatl,  el  nahoa,  el  de 
«la  raza  á  que  los  tolteca  pertene- 
«cían,  hace  su  plural  nanahua,  los 
«nahoas,  y  agregando  la  termina- 
«ción  reverencial  tsin,  natural  en 
«los  vencedores,  tenemos  Nana- 
*huat3in,  los  seftores  nahoas,  los 
«tolteca,  la  raza  conquistadora. 
«Estos  que  vienen  de  peregrinar, 
«maltratados  y  pobres,  como  llegan 
«las  razas  conquistadoras,  comolle- 
«garon  los  bárbaros  del  Norte  al  co- 
« razón  de  Europa,  se  representan 
«por  el  buboso,  y  ofrecen  espinas 
«de  maguey.  Como  es  la  raza  que 
«impone  el  nuevo  culto,  es  la  que  se 
«arroja  decidida  á  la  hoguera,  y 
«hecha  sol,  recibe  por  altar  la  más 


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188 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«alta  pirámide,  el  Tonatiuh  Itza 
«cual.  El  otro  personaje  es  Tecucis- 
^tecali,  la  personificación  de  la  raza 
«vencida.  7Vr«w^  quiere  decir  abue- 
«los:ací7m  significa  abuelas;  tecatl 
«es  el  nombre  del  habitante  de  un 
«pueblo.  No  se  usa  la  partícula  reve- 
«rencial  í-a^mpues  jamás  los  honores 
«y  las  glorias  son  para  los  vencidos. 
«El  nombre  todo  significa:  el  habi- 
«tante  de  la  tierra  de  nuestros  abue- 
«los  (y  de  ¡nuestras  abuelas!  debe- 
«ría  haber  agregado  Chavero),  es 
«decir,  los  nonoalca  de  Teotihua- 
«cán.  Están  en  su  ciudad  podero-  i 
«sa  y  rica  y  suntuosas  son  sus  ofr en- ' 
«das;  pero  no  aceptan  la  nueva  re- 
«ligión.  Tecuci&tecatl  cuatro  veces  i 
«se  dirige  á  la  hoguera  y  otras  tan- 
«tas  retrocede:  solamente  cuando 
«ve  á  Nanahuatsin  arrojarse  en ' 
«ella,  cuando  los  nahoas  ya  han  im- 
«puesto  la  nueva  religión,  es  cuan- 1 
«do  él  se  arroja,  cuando  acepta  la  j 
«ley  nueva  y  eso  mediante  la  inter- 
«vención  de  la  conquista  armada. 
«Estas  vacilaciones  de   Tecuciste-  \ 
*catl  concuerdan  con  la  muerte  de 
«los  viejos  dioses  para  que  camine 
«el  culto  nuevo,  con  la  triple  resis- 
«tencia  de  Xolotl.  Pero  los  adeptos  ¡ 
«que  no  tuvieron  la  primera  fe  no  t 
«merecen  tantos  honores  como  el 
«pueblo  que  impuso  el  culto;  y  así ; 
^Tecucistecatl  no  es  sol,  sino  que  | 
«en  luna  se  convierte,  y  por  altar 
«le  toca  la  pirámide  más  baja,  el  i 
«Meztli  Itzacual.»  ! 

No  estamos  conformes  conlaopi-  ¡ 
nión  de  Chavero.  Toda  su  argumen-  ' 
tación  está  minada  por  su  base;  la  i 
funda  principalmente  en  la  etimo- 
logía de  los  nombres  de  los  dioses 
que  se  arrojaron  al  fuego  par  a  con- 
vertirse en  sol  y  en  luna;  pero  esas 
etimologías  son  inexactas.  La  de 


Nanahuatsin  véase  en  el  artículo 
respectivo.  En  cuanto  á  la  de  Tecu- 
cistecatl,  no  tiene  por  elementos  ni 
tecume  significando  abuelos,  ni  cid- 
tin.  Tecume  no  es  palabra  castiza 
en  el  idioma  náhuatl,  porque  tecu- 
tu,  que  es  el  primer  elemento  del 
nombre,  no  hace  el  plural  tccumi,  si- 
no tetecutin,  y  no  significa  «abue- 
lo,»  sino  «caballero,»  «principal,» 
«noble,»  «seftor,»  etc.,  etc;  cicitinsí 
es  plural  de  cttlt,  abuela,  pero  no  es 
el  segundo  elemento  del  nombre, 
porque  si  lo  fuera,  éste  sería  Tecu- 
cicitecatl  6  Tecucitecatl^y  en  ningu- 
no de  estos  nombres  aparece  la  3 
de  cist  siendo  así  que  no  hay  razón 
para  que  se  pierda  en  la  composi- 
ción. Además,  «tierra  de  nuestros 
abuelos»  se  dice  en  náhuatl  Toco- 
collan,  compuesto  de  to,  nuestro, 
cocolli,  abuelo,  y  lan,  variante  de 
tlan,  junto  á,  y,  por  extensión,  lu- 
gar, tierra,  etc.,  y  el  gentilicio  deri- 
vado de  este  nombre  es  Tococote- 
catl.  Se  ve,  pues,  que  las  etimologías 
explicadas  por  Chavero  no  son  co- 
rrectas, y,  por  consiguiente,  no  pue- 
den servir  de  fundamento  á  la  in- 
terpretación que  da  á  la  leyenda  ó 
mito  de  que  se  trata.  Veamos  aho- 
ra nosotros  la  etimología  de  Tecu- 
cistecatl:  es  gentilicio  de  TecuciS' 
tlan,  que  se  compone  de  tecutli,  se- 
ñor, de  cistli,  madre,  y  de  tlan,  lu- 
gar; y  significa:  «Lugar  de  (donde 
está)  la  madre  del  señor.»  ¿Quién 
es  este  «señor?»  Tescatlipoca, 
¿quién  es  la  «madre?»  la  Luna.  La 
Luna  es  la  madre  de  Tescatlipoca; 
Así,  pues,  Tecudstecatl  era  el  natu- 
ral del  lugar  de  la  madre  del  señor 
Tescatlipoca.  La  leyenda  lo  que  nos 
muestra  es  una  lucha  religiosa  en- 
tre Tescatlipoca  y  Quetsalcoatl,  en 
la  que  vence  éste,  no  por  la  fuerza 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


189 


ó  la  conquista,  como  dice  Chavero, 
sino  por  la  predicación,  como  dice 
Orozco  y  Berra,  pues  los  toltecas 
sólo  fueron  guerreros  cuando  fue- 
ron destruidos.  Dice  Sahagún  que 
cuando  los  dioses  vieron  que  el  sol 
no  se  movía,  resolvieron  morir,  y 
que  los  mató  el  aire.  Antes  dijo  que 
Quetsalcoatlteníatambién  por  nom- 
bre Ehecatl,  el  Aire;  luego  el  mata- 
dor, el  triunfador  en  la  lucha  reli- 
giosa fué  Quetsalcoatlf  y  el  venci- 
do, el  derrotado  fué  Tescatlipoca, 
pues  aun  cuando  su  representante 
Tecucistecatl  se  arrojó  á  la  hogue- 
ra, lo  hizo  después  de  Nanahuatsín; 
y  aunque  aquél,  al  salir,  resplande- 
cía tanto  como  éste,  un  partidario 
de  Quetsalcoatl  le  dio  un  golpe  en 
la  cara  con  un  conejo,  y  lo  oscure- 
ció, y  quedó  convertido  en  la  páli- 
da luna,  lo  cual  significa  que  el  cul- 
to antiguo  subsistió,  pero  muy  páli- 
do, muy  degenerado.  Por  último, 
Xolotl,  de  los  dioses  de  TeBcaltipo- 
ca,  con  su  triple  fuga  y  metamorfo- 
sis para  escapar  de  la  muerte,  re- 
presenta á  los  recalcitrantes  de  la 
antigua  religión,  que,  para  ejercer 
su  culto,  tenían  que  huir  y  que 
ocultarse  de  los  fieles  creyentes  de 
Quetsalcoatl. 

Dice  Chavero,  y  con  razón:  «No 
«se  encuentra  ni  en  los  Vedas,  ni 
«en  Hesiodo,  leyenda  más  hermosa, 
«astronómica  é  histórica  á  la  vez, 
«como  el  nacimiento  del  sol  y  de 
«la  luna  cuando  la  muerte  de  los 
«viejos  dioses  de  Teotihuacán.» 

Siglos  después  triunfa  Tescatlipo- 
ca  sobre  Quetsalcoath  y  se  forma 
una  leyenda  más  confusa  y  más 
complexa,  en  la  que  apenas  se  dis- 
tingue el  mito  del  fenómeno  astro- 
nómico, y  ambos  del  suceso  histó- 
rico. Véase  Quetzalcoatl. 


Con  motivo  de  la  relación  que  he- 
mos visto  hace  Sahagún  de  la  triple 
metamorfosis  de  Xóloll,  en  xolotl, 
(solóte),  en  mexolotl  (mesolote)  y  en 
axolotl  (ajolote),  diremos  algo  muy 
curioso,  que  hará  comprender  el  sen- 
tido de  varias  palabras  mexicanas 
en  que  entra  en  composición  xolotl, 
y  que,  castellanizadas,  forman  hoy 
verdaderos  aztequimos.  Luego  que 
el  pueblo  se  apoderó  del  mito  de 
Xolotl,  esto  es,  de  sus  transforma- 
ciones, lo  desfiguró  multiplicando 
éstas,  y  convirtió  al  personaje  en  un 
Proteo  mexicano:  visitaba  á  las 
cocineras,  y  entonces  se  llamaba 
texolotl  (tejolote);  se  metía  á  los 
corrales,  y  se  convertía  enhuexolotl 
(guajolote);  por  último,  de  una  gente 
boba  ó  tonta ,  decían  que  tenía  me- 
tido á  Xolotl,  y  la  llamaban  xolopilli 
(solopil),  estúpido.  Conocido  el  mito, 
fácil  es  comprender  el  sentido  de 
las  palabras  en  que  entra  en  com- 
posición Xolotl. 

Tecnencholhiiiliztli,  (Te-cuem- 
ckolhuia,  «pasar  sobre  alguno.») 
Una  de  tantas  supersticiones  que 
tenían  los  indios.  Decían  que  el 
que  pasaba  sobre  algún  niño  que 
estaba  acostado  ó  sentado,  le  quitaba 
la  virtud  de  crecer,  y  se  quedaría 
pequeftito;pero  también  decían  que 
podía  remediarse  el  mal  volviendo 
á  pasar  sobre  el  nifto  en  sentido  con- 
trario. 

TecuilhuitontlL  (Tecutli,  señor; 
ilhuitl,  fiesta;  tontli,  expresión  de 
diminutivo:  «Fiestecita  de  los  Se- 
ñores.») Nombre  de  la  séptima 
veintena  ó  mes  del  año.  La  fiesta 
se  hacía  en  honor  de  la  diosa  Huis- 
tocihuatl,  la  diosa  de  la  sal.  La  vís- 
pera de  la  fiesta  había  un  gran  baile 
de  mujeres,  que  danzaban  en  círculo, 
asiéndose  á  una  cuerda  vestida  de 

48 


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190 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ñores.xochimecatl,  y  con  guirnaldas 
de  istauhyatl  (estafiate  ó  ajenjo)  en 
la  cabeza.  En  el  centro  del  círculo 
estaba  una  mujer  prisionera  vestida 
como  la  diosa.  Acompañaban  el  bai- 
le con  canto,  bajo  la  dirección,  uno 
y  otro,  de  dos  sacerdotes  viejos  y 
de  alta  dignidad.  Duraba  el  baile 
toda  la  noche,  y  á  la  mañana  si- 
guiente empezaba  el  de  los  sa- 
cerdotes, que  duraba  todo  el  día,  y 
se  interrumpía  con  el  sacrificio  de 
algunos  prisioneros.  Los  sacerdotes 
vestían  con  mucha  decencia  y  lie 
vaban  en  las  manos  hermosos  cent- 
poalxochitl  (cempasúchiles) .  Al 
ponerse  el  sol,  se  hacía  el  sacrificio 
de  la  prisionera,  y  acababa  la  fiesta 
con  grandes  banquetes. 

Todo  el  mes— dice  Clavigero— era 
de  gran  alegría  para  los  mexicanos. 
En  él  se  ponían  la  mejor  ropa,  da- 
ban frecuentes  bailes  y  tenían  gran- 
des diversiones  en  los  jardines.  Las 
poesías  que  cantaban  eran  de 
amores  ó  de  otros  asuntos  agrada- 
bles. Los  plebeyos  iban  á  cazar  á 
los  montes,  y  los  nobles  hacían  jue- 
gos y  ejercicios  militares,  ó  en  el 
campo,  ó  con  barcos  en  el  lago. 

Estas  alegrías  de  la  nobleza — di- 
ce él  mismo  Clavigero— dieron  al 
mes  el  nombre  de  Tecuilhuitl,  «fiesta 
de  los  señores, »  y  de  Tecuilhuitontli, 
«fiesta  pequeña  de  los  señores,» 
porque  era  pequeña,  comparada  con 
la  del  mes  siguiente. 

Paso  y  Troncoso,  interpretando 
la  lámina  XXVII  izquierda  del 
Códice  Borbónico,  que  representa 
la  veintena  de  que  se  trata,  dice: 
«El  nombre  (Tecuilhuitontli)  signi- 
fica «fiesta  pequeña  del  Señor.»  En 
cuanto  al  motivo  para  llamarla 
«fiesta  pequeña  del  Señor,»  cambian 
las  opiniones:  quién  dice  que  por 


ser  precursora  de  la  siguiente,  que 
llevaba  igual  nombre,  pero  se  lla- 
maba «grande,»  á  ésta  le  decían 
«pequeña;»  ó  por  no  ser  tan  solem- 
ne y  más  breves  los  ritos,  ó  también 
porque  servía  como  de  preparación 
para  la  otra;  y  más  agregan:  que 
se  pasaba  la  veintena  en  convites  y 
festejos  que  mutuamente  se  hacían; 
ahora  bien,  como  el  único  festejo 
que  la  pintura  nos  declara  es  el  del 
juego  de  pelota  que  se  hacía  dentro 
del  cercado  llamado  tlachtli,  es  indu- 
dable que  aquél  debía  ser  el  qu^ 
principalmente  usaron  entonces;  pe- 
ro los  autores  ni  palabra  dicen  del 
asunto,  y  es  que  un  pasatiempo  tan 
digno  de  conservarse  y  en  que  tanto 
lucían  sus  habilidades  los  jugadores, 
fué  perseguido  y  extirpado  como 
idolátrico,  al  grado  que  ni  memoria 
queda  en  nuestro  país  de  lo  que  aque- 
llo era:  los  indios  por  temor  ó  ma- 
licia, y  los  misioneros  por  ignoran- 
cia ó  exceso  de  celo  religioso,  ca- 
llaron la  ceremonia;  y  si  este  Códice 
tan  interesante  no  la  revelara, 
ignoraríamos  lo  que  principalmente 
pasaba  en  este  mes,  su  rito  más 
importante.»  Sigue  Paso  y  Troncoso 
describiendo  el  tlachtli  ó  juego  de 
pelota  y  todo  lo  principal  que  al 
juego  y  á  los  jugadores  toca,  que 
nosotros  omitimos  por  haberlo  tra- 
tado en  el  artículo  Juegos  (V.);  y 
acaba  por  explicar  los  personajes 
que  los  jugadores  representan,  que 
son  cuatro  dioses,  á  saber:  Cinteotl, 
Ixtlilton,  Quetsalcoatl  y  Cihua- 
coatL 

Como  se  habrá  visto  en  lo  expues- 
to en  el  pasaje  de  Paso  y  Troncoso, 
éste  difiere,  en  la  etimología  del 
nombre  de  la  veintena,  de  lo  ex- 
puesto por  Clavigero,  pues  aquél 
dice  que    Tecuilhuitontli  significa 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


191 


«Fiestecita  del  Seftor,»  mientras 
que  éste  asienta  que  significa  «Fies- 
tecita de  los  Seflores.»  Nosotros 
hemos  seguido  la  opinión  de  Clavi- 
gero,  porque  la  funda  diciendo  que 
los  nobles,  esto  es,  los  «Señores,» 
hacian  «fiestas»  y  diversiones  de 
todo  el  mes:  era,  pues,  la  «fiesta 
de  los  Señores;»  y  Paso  y  Troncoso 
ni  contradice  esta  opinión  ni  dice  á 
qué  «Señor»  se  hacía  la  fiesta;  así 
es  que  su  etimología  carece  de  funda- 
mento, tanto  más,  cuanto  que  la 
fiesta  no  se  hacía  á  ningún  «Señor,» 
sino  á  una  «Señora,»  como  hemos 
visto,  á  la  diosa  Huistocihuatl. 

En  los  jeroglíficos  del  año  se  re- 
presenta este  mes  con  figuras  dan- 
zantes, aludiendo  á  los  bailes  que 
en  él  se  hacían,  y  con  una  lanceta, 
símbolo  de  la  penitencia  con  que  se 
preparaban  para  la  función  del  si- 
guiente mes.  Los  tlaxcaltecas  re- 
presentaban este  mes  con  la  cabe- 
za de  un  joven  con  flores  en  la  ma- 
no, ó  con  la  diosa  HuictocihuatL 

En  el  día  de  la  fiesta  de  este  mes 
les  era  permitido  salir  á  las  muchas 
mujeres  de  los  señores  polígamos, 
las  cuales  se  juntaban  y  andaban 
por  la  calle  con  guirnaldas  en  la  ca- 
beza, y  trajes  lujosos  y  aderezos 
galanos,  recibiendo  festejos  y  re- 
quiebros de  los  jóvenes  y  señores 
principales,  si  bien  guardadas  por 
la  vigilancia  de  ayos  corcobados  y 
amas  ancianas  y  cuidadoras.  A  es- 
te propósito  dice  Chavero:  «Si  pu- 
« diéramos  hacer  una  comparación 
«con  esa  fiesta,  diríamos  que  era  á 
«modo  de  inocente  carnaval  sin  dis- 
«fraz.» 

El  Códice  Nuttall,  explicando  su 
intéprete  la  lámina  36,  trae  lo  si- 
guiente acerca  de  la  veintena  Te- 
cuilhuitontli: 


«Esta  fiesta  sellamaua  tecuil 
«huitl  (Tecuilhuitl),  En  el  qual  He- 
«vavan  los  mancebos  enlos  hon- 
«bros  al  demonio,  vestido  como  pa- 
«pagayo.  ya  vn  carro,  enforrado  de 
«hojas  y  caña  de  maiz.  tañiendo 
«flautas,  y  otros  dixtos  (distintos 
«(?))  instrumentos  delante  del  y  en 
«la  mano  ledauan  vncetro  de  plu- 
«ma.  q  ellos  Uamauan  yolotopilli.  q 
«quiere  dezir  corazón  vara  el  de- 
«monio  q  se  festejaua  aqui.  se  11a- 
«maua  tlazopilli  q  quiere  dezir  pre- 
« ciado  señor.» 

Como  se  ve,  en  el  Códice  Nuttall 
no  se  hace  mención  de  las  fiestas, 
ritos  y  ceremonias  de  que  hablan 
todos  los  AA.;  pero  ni  éstos  hacen 
alusión  al  tal  dios  Tlasopillí.  Lo 
único  que  podría  justificarse  con 
este  lugar  del  Códice,  sería  la  eti- 
mología de  Paso  y  Troncoso,  de 
«fiestecita  del  Señor,»  pues  el  tecu- 
tu,  «señor,»  sería  Tlaaopilli;  pero 
es  muy  extraño  que  ningún  autor 
se  refiera  á  este  dios,  señor,  ó,  co- 
mo dice  el  intérprete,  «demonio,»  á 
quien  se  dedicaba  la  fiesta,  á  no 
ser  que  el  calendario  que  se  inter- 
preta en  el  Códice  no  sea  mexica- 
no, sino  de  otro  pueblo,  ó  que  esa 
fiesta  se  haya  cambiado. 

TeciiilhuitL  Véase  Hueytecuil- 

HUITL.) 

Teouxcalli.  Nombre  del  4.*^  edi- 
ficio de  los  78  en  que  estaba  divi- 
dido el  templo  mayor  de  México. 
Había  en  él  muchos  ídolos,  y  allí  se 
recogía  el  rey  ó  señor  cuatro  días 
para  prepararse  á  las  fiestas  so- 
lemnes, ayunando,  haciendo  peni- 
tencia é  incensando  á  los  dioses. 

El  destino  que  tenía  este  edificio 
nos  induce  á  creer  que  el  nombre 
correcto  era  Tecucalli:  te  cutí  i, 
señor,  rey;  calli,  casa:  «casa  del  se- 


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192 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ñor;»  y  tanto  más  creemos  esto, 
cuanto  que  Tecuxcalli  significa  «Se- 
ñor cocido  ó  hervido,»  significación 
extravagante  en  el  caso  de  que  se 
trata. 

Tecziztli.  (Etim,  incierta,) 
Caracol.  Lo  empleaban  los  indios 
como  trompeta  en  las  fiestas  reli- 
giosas. 

Techalotl.  (Etinu  incierta,)  Es- 
pecie de  ardilla.  El  Códice  Nuttall, 
en  su  lámina  64,  trae  la  imagen  de 
un  dios,  cuyo  jeroglífico  es  un  te- 
chalotl, y  dice  de  él  lo  siguiente: 
«Este  demonio  tenian  ellos  por  dios 
«y  llamáuase  techalotl  q  quiere  de- 
«zir  un  animal  como  zorrilla  q  tie- 
«nen  su  morada  entre  las  piedras 
«en  cuevas  éste  no  es  de  los  qua- 
«trocientos  dioses  borrachos.»  Es- 
ta advertencia  la  hace  el  intérpre- 
te del  Códice,  porque  su  librea  ó  ata- 
vío es  parecida  á  la  de  los  dioses 
borrachos  que  describe  en  láminas 
anteriores.  Ningún  autor  habla  de 
este  dios. 

TechcatL  Piedra  en  que  se  sa- 
crificaba á  las  víctimas  humanas 
en  el  sacrificio  común  ú  ordinario. 
La  del  templo  mayor  de  México 
era  im  trozo  de  roca  verde,  de  dos 
varas  de  largo,  una  tercia  de  ancho, 
y  de  altura  como  hasta  la  cintura 
de  un  hombre,  disminuyendo  de  al- 
to á  bajo  en  forma  piramidal  has- 
ta rematar  en  un  pequeño  espacio; 
la  figura  estaba  apropiada  para 
que  la  víctima,  tendida  de  espaldas 
encima,  quedara  con  las  piernas, 
brazos  y  cabeza  colgantes,  levan- 
tado en  arco  el  pecho  y  bien  tirante 
la  piel. 

El  techcatl  del  templo  de  Texco- 
co  lo  describe  Pomar  muy  sucinta- 
mente diciendo:  « y  al  un  lado 

«de  él  (del  patio)  hacia  la  puerta  del 


'  aposento  mayor  de  Huitsilopoch- 
«///(estaba)  una  piedra  levantada 
«de  una  vara  de  alto,  con  lo  alto  de 
«ella  al  talle  de  un  cofre  tumbado 
«que  llamaban  techcatl  donde  sa- 
«crificaban  los  indios.» 

Sahagún  dice  que  en  el  teocalli 
mayor  de  México  los  techcatl  eran 
dos,  cada  uno  frontero  de  los  dos 
santuarios  de  Huitsilopochtli  y  de 
Tlaloc,  y  tan  cerca  de  la  escalera, 
que  con  facilidad  se  podían  arrojar 
por  ella  los  cadáveres,  de  lo  que  re- 
sultaba que  del  tajón  hasta  abajo 
había  constantemente  un  regajal  de 
sangre. 

Chavero  dice  que  el  techcatl  que 
estaba  frenteá//iw//£r//o/)oc/í///tenía 
la  forma  de  una  deidad  con  la  ca- 
beza inclinada,  de  modo  que  el  sa- 
crificio se  hacía  sobre  su  espalda, 
y  que  esa  deidad  era  la  Coyolxauh- 
qui. 

En  su  obra  «Los  Dioses  Astro- 
nómicos de  los  Antiguos  Mexica- 
nos,» asienta  el  mismo  Chavero  que 
el  techcatl  era  símbolo  del  phalus, 
falo,  ó  miembro  viril,  y  que  ese  sim- 
bolismo tuvo  por  objeto  ocultar  al 
pueblo  el  culto  al  miembro  viril, 
que  sólo  representaban  los  sacer- 
dotes al  natural  en  las  pinturas  de 
los  Códices.  El  pasaje  relativo  es 
el  siguiente: 

«El  simbolismo,  es  decir,  la  ocul- 
tación del  phalus  al  pueblo,  subti- 
tuyéndolo  por  una  representación 
alegórica,  se  encuentra  también  en 
el  techcatl.  Cuando  en  mi  Historia 
Antigua  de  México  (pág.  431)  ha- 
blaba yo  de  la  opinión  de  Brasseur, 
quien  suponía  Falos  colosal  el  pi- 
lar redondo  y  roto  de  la  Casa  del 
Gobernador  en  Uxmal,  decía:  «Nos- 
«otros  nos  contentamos  con  creér- 
melo piedra  de  sacrificios.»  Brasseur 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


193 


y  yo  teníamos  razón.  El  techcatl  es 
la  piedra  de  los  sacrificios,  y. es  al 
mismo  tiempo  la  representación  del 
phalus.  Para  comprobar  este  pun- 
to, en  nuestro  concepto  muy  inte- 
resante, expliquemos  qué  era  el 
techcatl,  y  qué  objeto  tenía  y  en  qué 
se  le  empleaba.  Molina  lo  describe: 
« Techcatl:  piedra  sobre  que  sacri- 
«ficauan  y  mataban  hombres  de- 
«lante  de  los  ídolos.»— Sahagún  lo 
describe  diciendo  que  los  indios  sa- 
crificaban á  sus  víctimas  sobre  una 
piedra  llamada  techtecatl,  la  cual 
tenía  de  altura  de  tres  á  cuatro  pal- 
mos, y  de  anchura  palmo  y  medio 
en  cuadro.  Por  esta  incompleta  des- 
cripción creeríase  que  el  techcatl 
era  cuadrado;  pero  afortunadamen- 
te Duran  nos  da  una  exacta  des- 
cripción. Dice  que  el  techcatl  «era 
una  piedra  puntiaguda  questaua 
frontera  de  la  puerta  de  la  cámara 
donde  estaua  el  ydolo  tan  alta  que 
daua  á  la  cintura  y  tan  puntiaguda 
que  hechado  de  espaldas  encima 
della  el  que  hauia  de  ser  sacrifica- 
do, se  doblaua  de  tal  suerte  que  en 
dejando  caer  el  cuchillo  encima  del 
pecho,  con  mucha  facilidad  se  ha- 
bría vn  hombre  por  medio  como 
una  granada.»  A  mayor  abunda- 
miento, en  las  pinturas  que  Duran 
acompañó  á  su  Historia,  está  re- 
presentado el  sacrificio  y  la  figura 
del  techcatl.  Allí  se  ve  que  su  for- 
ma era  circular  y  cónica  y  una  ver- 
dadera representación  del  phalus. 
Pero  esta  cuestión  se  resuelve,  en 
nuestro  concepto,  con  la  pintura 
sexta  del  Códice  Borgiano.  . .  .En 
ella  la  figura  colocada  en  la  parte 
superior  de  la  derecha,  sobre  cuyo 
pecho  se  está  sacando  el  fuego,  se 
ve  tendida  en  un  techcatl,  en  la 
nnisma  postura  que  describe  Duran, 


y  ese  techcatl  es  el  Cipactli,  es  de- 
cir, el  firmamento.  Podremos,  pues, 
decir  que  el  techcatl  era  la  repre- 
sentación del  phalus  y  del  fuego 
creador.  El  simbolismo  era  profun- 
do. En  el  gran  Teocalli,  entre  las 
dos  estatuas  del  Huehueteotl,  sig- 
nificación del  Ometecutli,  estaba 
colocado  el  phalus  techcatl,  expre- 
sión de  su  poder  creador,  y  sobre 
él  sacrificaban  los  sacerdotes  las 
víctimas  consagradas  álos  dioses.» 
No  seguiremos  á  Chavero  en  su 
prolija  elucubración  sobre  el  pha- 
lus, pues  lo  expuesto  nos  basta  por 
la  relación  que  tiene  con  e\  techcatl. 
Sólo  diremos  que  si  algunos  tech- 
catl representaron  el  phalus,  no  fué 
ese  símbolo  el  que  tuvo  desde  un 
principio,  pues  los  tol tecas,  de 
quienes  lo  tomarían  los  mexicanos, 
le  atribuían  un  origen  celestial  y 
por  ende  divino.  Sahagún,  narran- 
do la  lucha  religiosa  entre  Quetsal- 
coatl  y  Tescatlipoca,  precursora  de 
la  ruina  de  Tollan,  dice:  «Funes- 
«tos  presagios  de  ruina  se  veían 
«por  todas  partes.  Volaba  no  dis- 
«tante  de  la  tierra  el  Ixtaccuixtli, 
«pasado  con  una  flecha;  la  sierra  de 
«Zacapec  arrojaba  llamas  por  la 
«noche;  llovieron  piedras,  y  cayó 
o^del  cielo  una  gran  piedra  á  la  cual 
^llamaron  techcatl,  sobre  la 
^cual  sacrificaban  á  los  que  querían 
morir. y>  No  puede  ser  más  explícito 
ni  más  verisímil  el  origen  del  techcat, 
explícito,  porque  se  da  su  nombre  y 
se  señala  su  empleo,  el  sacrificio, 
aunque  voluntario,  pues  los  tolte- 
cas  no  sacrificaban  víctimas  huma- 
nas; verisímil,  porque  esa  piedra 
caída  del  cielo,  ha  de  haber  sido  al- 
gún aerolito,  que,  en  aquellos  tiem- 
pos y  para  aquellas  gentes,  ha  de 
haber  sido  un  milagro,  una  mani- 

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194 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL, 


f  estación  directa  de  los  dioses  para 
invitarlas  al  sacrificio;  pero  no 
creemos  que  ese  aerolito  haya  te- 
nido la  figura  de  un  miembro  viril. 

Techialll  (Te.  alguno;  chialli, 
derivado  de  chía,  atender,  obser- 
var: «El  que  atiende  áalguno.»)Era 
el  77^  edificio  de  los  78  que  com- 
prendía el  teocalli  mayor  de  Méxi- 
co. Era  una  capilla  en  que  ofrecían 
las  caftas  de  AcxoyatL 

No  se  comprende  el  sentido  eti- 
mológico de  la  palabra  con  la  sig- 
nificación de  ésta. 

Techichi.  r  Teth  piedra;  chichi, 
perro:  «Perro  de  piedra,»  tal  vez  por 
el  color.)  Especie  de  perro  que  no 
ladraba  y  que  era  comestible.— Pa- 
ra que  los  muertos  llegaran  al  Mic- 
Han,  «mansión  de  los  muertos,»  te- 
nían que  hacer  un  largo  viaje.  El 
muerto  había  de  pasar  primera- 
mente por  el  río  llamado  Apaño- 
htiayan.  (V.)  Necesitaba,  para  atra- 
vezarlo,  del  auxilio  de  un  perrillo, 
techichi.  Para  esto  hacían  llevar  al 
difunto  un  perrito  de  pelo  bermejo, 
al  que  ponían  al  pescuezo  un  hilo 
flojo  de  algodón.  Contaban  que 
cuando  el  difunto  llegaba  á  la  ori- 
lla del  Apanohuayan,  si  el  perro 
lo  conocía  por  su  amo,  lo  pasaba  á 
cuestas  nadando,  y  que  por  eso  los 
naturales  criaban  á  este  efecto  di- 
chos perrillos;  lo  que  hacían  con  los 
de  color  bermejo,  pues  los  de  pelo 
blanco  ó  negro  no  pasaban  el  río, 
porque  el  de  pelo  blanco  decía:  yo 
me  lavéy  y  el  de  pelo  negro:  estoy 
manchado. 

Chavero  cree  que  esta  leyenda 
popular  acredita  su  origen  nahoa, 
pues  en  México  sólo  había  el  perro 
itzcuintli,  y  el  techichi  es  el  precio- 
so perrillo  con  pelo,  de  nuestra  fron- 
tera, conocido  por  de  Chihuahua. 


No  creemos  que  éste  haya  sido  el 
techichi f  pues  todos  los  autores  con- 
vienen en  que  era  mudo;  y  bien  sa- 
bido es  que  los  perritos  chihuahue- 
ños  son  muy  ladradores. 

Techimaltini.  (Deriv.  de  techi- 
maltia,  cubrir  á  alguno  con  un  es- 
cudo; proteger.)  Uno  de  los  nom- 
bres que  daban  al  dios  Tescailipoca, 

I  considerado  como  protector  de  los 

I  hombres. 

Tehuacan.   Véase  Teohuacan. 
Tehuehuetl.  Nombre  que  daban 
á  una  peña  adonde  se  retiraban,  co- 

I  mo  ermitaños,  á  hacer  penitencia. 
(Véase  Yappan.) 

I  Teicu.  í^7(?,  de  alguno; /cw///,  her- 
mano ó  hermana  menor:  «hermano 
ó  hermana  menor  de  alguien.»)  La 
segunda  de  las  cuatro  hermanas  de 
Ixcuina  ó  Tlasolteotl,  diosa  de  los 
placeres  carnales.  Fué  una  de 
las  mujeres  que  esperaban  con  otros 

I  dioses  la  salida  del  sol  por  el  orien- 

I  te  cuando  fué  creado  en  Teotihua- 
can.  (Véase  Tecuciztecatl.) 

TelpochcalU.  (Telpochtli  ó  Tel- 
puchtli,  joven,  mancebo;  calli,  casa: 

¡  «Casa  de  los  jóvenes.»)  Especie  de 
colegio  destinado  á  los  jóvenes  de  la 
clase  media,  donde  se  les  enseña- 
ba particularmente  los  conocimien- 
tos civiles.  Estaban  dirigidos  por 
jefes  llamados  Telpuchtlato.  Pintá- 
banse el  cuerpo  de  negro,  á  excep- 
ción del  rostro,  vestían  el  maxtlatl 
(mastate,  taparrabo),  y  por  todo 
abrigo  la  manta  llamada  c/a/ca- 
ayatl,  de  pita  torcida  de  maguey, 
en  forma  de  red  floja  y  rala;  era 
éste  el  distintivo  de  estos  cole- 
gios civiles.  Los  alumnos  guarda- 
ban continencia;  si  alguno  cometía 
falta  con  mujer,  los  superiores  lo 
castigaban  mesándole  los  cabe- 
llos y  dándole  de  golpes  con  fuer- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


195 


tes  leños,  al  compás  de  duras  amo- 
nestaciones. Los  ociosos  ó  incorre- 
gibles eran  castigados  por  mano  de 
sus  superiores  con  quemarles  el 
cabello;  la  falta  de  este  adorno  era 
una  afrenta.  Estaban  obligados  á 
reparar  los  teocalli,  acarreando  pa- 
ra ello  los  materiales.  Trabajaban 
en  común  tierras  y  heredades  para 
su  sustento.  En  materias  religiosas 
guardaban  los  ayunos  y  hacían  pe- 
nitencias sacrificándose  el  cuerpo. 
Terminaban  los  trabajos  hacia  la 
puesta  del  sol;  retirábanse  enton- 
ces á  sus  casas,  bañábanse,  se  pin- 
taban de  nuevo  el  cuerpo  de  negro, 
exceptuando  el  rostro,  poníanse 
distintivos  y  adornos  los  que  ya  los 
habían  alcanzado,  se  dirigían  en  se- 
guida al  cuicacalco,  «Casa  del  can- 
to,» donde  permanecían  hasta  la 
media  noche  cantando  y  bailando, 
y  después  se  iban  á  dormir  al  co- 
legio. 

Según  se  colige  de  la  relación  del 
P.  Sahagún,  aquella  pureza  de  cos- 
tumbres no  rezaba  con  todos  los 
alumnos  igualmente;  los  niños  esta- 
ban sujetos  á  rigorosa  disciplina; 
mas  para  los  mancebos  que  habían 
ido  á  la  guerra,  principalmente  si 
habían  ganado  algún  ascenso,  aque- 
lla disciplina  se  relajaba  algún  tan- 
to, como  consecuencia  de  la  vida 
disipada  del  soldado.  A  estos  se  les 
permitía  tener  mancebas  y  se 
les  daba  licencia  para  ir  á  dormir  á 
sus  casas.  La  embriaguez  era  cas- 
tigada con  pena  de  muerte.  De 
aquellos  seminarios  se  retiraban 
para  casarse;  y  para  lograr  su  sepa- 
ración daban  al  Telptichtlato  diez  ó 
doce  mantas  grandes,  llamadas 
cuachtli  (cuascles);  el  superior  les 
hacía  un  largo  razonamiento  reco- 
mendándoles sus  deberes.  Otros 


alumnos  había  que  permanecían  en 
el  colegio  aún  contra  su  voluntad, 
hasta  que  una  orden  del  rey  los 
dejaba  libres. 

Chavero,  tratando  de  señalar  las 
diferencias  entre  el  Calmecac  y  el 
Telpuchcalco ,  dice  que  el  Calmecac 
era  uno  solo  y  estaba  en  el  templo 
mayor;  los  sacerdotes  daban  en  él 
la  educación,  y  sus  mancebos  se 
sujetaban  á  la  jurisdicción  del  sacer- 
docio, que  podía  condenarlos  aún  á 
muerte.  Enseñábanse  allí  las  cien- 
cias, que  eran  patrimonio  exclusivo 
del  templo;  su  objeto  principal  era 
formar  ministros  de  sus  dioses;  pe- 
ro se  daba  como  accesoria  la  ins- 
trucción militar.  El  Telpuchcalco 
tenía  por  objeto  principal  la  instruc- 
ción en  las  cosas  de  guerra,  aunque 
por  la  conexión  que  había  entre  el 
sacerdocio  y  el  poder  guerrero  se 
hacían  también  ejercicios  religio- 
sos. En  las  pinturas  de  los  Códices 
se  manifiesta  esta  diferencia  po- 
niendo negros  el  cuerpo  y  el  rostro 
de  los  mancebos  del  Calmecac,  y 
únicamente  el  cuerpo  de  los  del  Tel- 
puchcalli. 

En  cada  uno  de  los  cuatro  calpti- 
lli  mayores  había  un  Telpuchcalli, 
según  Bandelier,  citado  por  Chave- 
ro; pero  siguiendo  las  indicaciones 
de  Sahagún,  es  de  creerse  que  cada 
calpulli  menor  tenía  uno  y  que  por 
lo, tanto  eran  veinte  los  de  la  ciudad 
de  México. 

Telpochtlato.  (Telpochtli,  joven, 
mancebo;  tlato,  apócope  de  tlatoani, 
el  que  habla,  y  f ig.  señor,  goberna- 
dor, príncipe,  y,  en  general,  el  su- 
perior: «director  ó  superior  de  los 
mancebos.)  Nombre  que  se  daba  al 
director  ó  superior  de  los  colegios 
llamados  Telpochcalco,  (V.) 

Telpochtiliztli  (Juventud,  de- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


riv.  de  telpochtli,  joven.)  Orden  reli- 
giosa instituida  en  honor  de  TeBca- 
tlipoca,  considerado  como  el  Tel- 
pochtli,  joven,  por  excelencia.  Sólo 
entraban  en  ella  los  jóvenes  y  los 
niños.  No  vivían  consagrados  en 
monasterio,  sino  en  sus  casas,  y 
sólo  se  reunían  de  noche  en  im  edi- 
ficio del  barrio;  seadmitían  hombres 
y  mujeres,  los  cuales  andaban  ves- 
tidos galana  y  pulidamente.  Niflos 
y  niñas  eran  ofrecidos  por  sus  pa- 
dres á  la  orden;  cuando  llegaban  á 
la  edad  requerida,  acudían  á  la  con- 
gregación á  la  puesta  del  sol,  y  asi- 
dos de  las  manos  mozos  y  mozas, 
tañían,  cantaban  y  bailaban  á  hon- 
ra del  dios,  hasta  la  media  noche, 
presididos  por  un  principal  que  les 
enseñaba  y  doctrinaba.  Nada  pasa- 
ba allí  contra  las  buenas  costum- 
bres, pues  la  menor  falta  contra  la 
castidad  quedaba  castigada  con 
la  muerte  irremisiblemente.  (No 
eran  asi  las  ágapas  de  los  cristia- 
nos, en  que  las  mujeres  se  conver- 
tían en  felatrices,)  Los  alumnos  no 
tenían  otra  obligación  que  la  dicha, 
y  permanecían  en  el  gremio  hasta 
que  se  casaban.  (Torquem.) 

Telpochtli.  (Etim.  incierta.) 
Mancebo,  joven.  Era  uno  de  los  nom- 
bres que  daban  á  Tescaltipoca,  pnes 
decían  los  indios  que  por  ser  ver- 
dadero dios  este  numen,  nunca  en- 
vejecía, conservaba  su  vigor  y  fuer- 
zas, no  se  cansaba,  y  caminaba  más 
aprisa  que  los  otros  dioses  cuando 
venían  á  la  fiesta  del  mes  Teotleco 
(V.),  pues  llegaba  dos  días  antes,  es- 
to es,  en  el  IS^'  del  mes. 

Chavero,  que  cree  descubrir  en 
todos  los  mitos  algún  símbolo,  dice, 
á  propósito  del  Telpochtli  por  ex- 
celencia, lo  siguiente: 

«La  personalidad  de  Tezcatlipo- 


^ca  y  de  la  luna  en  él,  se  ve  con 
«claridad  en  cuanto  del  dios  se  re- 
« feria.  Cuando  como  aparición  se 
«presentaba,  hablaba  tomando  for- 
«ma  humana,  y  sabía  y  alcanzaba 
«los  secretos  que  en  la  noche  se 
«ocultan:  entonces  le  llamaban  Tel- 
<>ipuchtli,  porque  aparecía  como  her- 
«moso  mancebo.  {Véase  Telpoch- 
tiliztll) 

Temacpalco.  [Tetl,  piedra;  mac- 
palli,  palma  de  la  mano:  -En  las 
palmas  de  la  mano  de  piedra.»)  En 
su  fuga  de  ToUan  á  Coatzacoalco, 
Quetzalcoatl  fué  haciendo  prodi- 
gios y  dejando  huellas  que  revela- 
ban su  gran  poder  ó  divinidad.  Sa- 
hagún,  refiriendo  estos  prodigios, 
dice: 

o^Quetsalcoatl  puso  las  manos  to- 
« cando  á  la  piedra  grande  donde  se 
«asentó,  y  dejó  señales  de  las  pal- 
«mas  de  sus  manos  en  la  dicha 
«piedra,  así  como  si  pusiera  las  ma- 
«nos  en  lodo,  que  ligeramente  se 
«quedaran  señaladas;  también  dejó 
«señales  de  las  nalgas  en  la  misma 
«piedra  donde  se  había  sentado,  y 
«estas  señales  parecen  y  se  ven 
«claramente,  y  entonces  nombró  el 
«dicho  lugar:  Temacpalco,  y  se  le- 
«vantó.» 

Torquemada,  refiriendo  el  prodi- 
gio anterior,  es  más  explícito  que 
Sahagún,  pues  señala  el  lugar  don- 
de estaba  Temacpalco;  dice  así: 

« llegó  (Quetsalcoatl)  á  otro 

«(lugar),  que  es  vn  Cerro  junto  del 
«Pueblo  de  Tlalnepantla,  dos  le- 
«guas  de  esta  Ciudad  de  México, 
«donde  se  sentó  en  vna  piedra,  y 
'puso  las  manos  en  ella,  y  las  de- 
«jó  estampadas,  que  hasta  el  dia  de 
«oi  se  vén  las  señales  de  todo  en 
« ella;  y  tienen  por  cosa  mui  averi- 
« guada  los  moradores  convesinos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


197 


«de  este  Lugar,  averias  hecho  Que- 
« tffalcohuatl,  y  yo  lo  he  preguntado, 
«con  particular  inquisición;  y  así 
•  «me  la  han  certificado,  demás  de  te- 
«nerlo  escrito  con  mucha  puntuali- 
«dad;  de  mui  fidedignos  Autores,  y 
«así  se  llamó  entonces  aquel  Lugar, 
«y  se  llama  de  presente  Teniacpal- 
*co»  que  quiere  decir,  en  la  palma 
«de  la  mano.» 

Borun da,  aludiendo  al  pasaje  pre- 
inserto, dice:  «Aunque  ya  no  se 
«conoce  tal  monumento,  no  es  de  ex- 
«traflar  que  sabiendo  algunos  de 
«los  naturales  principales  su  alu- 
« sion,  lo  ocultasen  quando  ya  ad- 
« vertían  que  lo  admiraban  los  es- 
« pañoles.» 

Temacpallitotique.  (Plural  de 
temacpalitotiqui,  derivado  át  te- 
macpalitotia,  robar  á  alguno  con  as- 
tucia ó  por  medio  de  encantamien 
tos.)  Hechiceros  que  se  entregaban 
al  pillaje,  robando  á  los  vecinos  en 
sus  propias  casas,  de  noche,  y  em- 
pleando sortilegios  que  los  asegu- 
raban de  la  impunidad.  Reunidos 
quince  ó  veinte,  formaban  la  ima- 
gen de  Cecoatl  ó  Quetsalcoatl:  an- 
tes se  habían  provisto  del  brazo  iz- 
quierdo, del  codo,  ó  la  mano  de  una 
mujer  muerta  en  el  primer  parto, 
tomado  á  hurto;  cantando  y  bailan 
do  (itotia)  se  dirigían  á  la  casa  que 
iban  á  robar,  llevando  por  delante 
uno  de  ellos  la  imagen  de  Cecoatl, 
y  otro  con  el  brazo  de  la  muerta 
puesto  al  hombro.  Llegados,  gol- 
peaban con  el  brazo  mágico  el  sue- 
lo del  patio  y  el  umbral  de  la  puer- 
ta de  entrada;  bastaba  aquello  para 
que  los  habitantes  fingiesen  dormir 
roncando,  ó  se  quedaran  inmóviles 
como  amortecidos.  Los  ladrones  en- 
cendían teas,  reunían  los  víveres,  y 
se  ponían  á  comerlos  muy  despa- 


cio; se  entregaban  á  excesos  con 
las  mujeres;  apañaban  los  objetos 
de  su  gusto,  hacían  los  líos,  y  se 
echaban  á  huir.  Sólo  entonces  sa- 
bían despertar  los  durmientes,  llo- 
rar y  dar  voces.  Costumbres  ex- 
trañas, que  más  parecen  consenti- 
das que  impuestas;  efecto  necesario 
de  la  estúpida  superstición  á  que 
estaba  entregado  el  pueblo. 

Los  hechiceros,  en  general,  eran 
despreciados  y  perseguidos;  sin 
abrigo  en  las  casas  y  entre  las  fa- 
milias^ vivían  aislados  y  en  cons- 
tante pugna  con  la  comunidad.  Se 
vengaban  de  aquel  despego  hacien- 
do maleficios,  según  su  particular 
encono,  ó  solicitados  por  persona 
extraña  contra  enemigo  particular. 
Según  el  vulgo,  podían  transfor- 
marse en  todo  género  de  animales 
y  conocían  los  conjuros  y  palabras 
mágicas.  Hacían  sus  encantamien- 
tos por  cuatro  noches  seguidas,  en 
que  reinaran  signos  infaustos,  pro- 
curando á  todo  trance  acercarse  á 
la  casa  de  quien  debía  ser  malefi- 
cado.  El  agredido,  para  defenderse, 
ponía  cardos  en  puertas  y  venta- 
nas, y  si  era  animoso,  daba  contra 
el  hechicero,  le  arrancaba  los  ca- 
bellos de  la  coronilla  de  la  cabeza 
y  le  dejaba  libre,  pues  era  indefec- 
tible que  con  aquello  perecería;  pa- 
ra esto,  era  indispensable  que  el  he- 
chicero no  hubiera  tomado  algún 
objeto  de  la  casa,  pues  en  semejan- 
te caso  se  salvaba  de  la  muerte. 

Temalacatl.  fTetl,  piedra;  mala- 
catl,  huso;  malacate,  como  azte- 
quismo:  «Malacate  de  piedra.»)  Una 
de  las  tres  clases  de  piedras  desti- 
nadas al  sacrificio  de  víctimas  hu- 
manas. 

En  el  Temalacatl  sólo  se  verifica- 
ba el  Sacrificio  Gladiatorio.  ,{V.) 

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198 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Motecuzoma  I,  en  el  año  1459,  in- 
ventó esta  manera  de  sacrificio  pa- 
ra estrenar  el  templo  mayor  de 
México,  y,  al  efecto,  convocó  á 
los  canteros  de  Coyohuacan  ( Co- 
yoacán)  y  Azcaputzalco,  y  cuenta 
el  P.  Mendieta  que  les  hizo  decir: 
«Maestros,  el  nuestro  señor  manda 
«que  se  haga  una  piedra  grande  y 
«redonda,  la  cual  se  ha  de  llamar 
«  Temalacatl,  que  quiere  decir  rue- 
«da  de  piedra,  en  la  haz  de  la  cual 
«han  de  estar  pintadas  las  guerras 
«que  tuvimos  con  los  tepanecas,  la 
«cual  escultura  quiere  que  sea  per- 
«petua  memoria  de  aquella  admi- 
« rabie  hazaña;  y  ruegoos  que  cele- 
«breis  vuestros  nombres  y  ensal- 
«ceis  vuestro  nombre  y  eterna  me- 
« moría ,  en  que  vaya  muy  bien 
«labrada  y  con  toda  la  brevedad 
«posible.»  Los  maestros  dijeron 
«que  les  placía  de  lo  hacer,  y  hus- 
meando una  gran  piedra,  que  tenía 
<de  ancho  braza  y  media,  la  alla- 
«naron,  y  en  ella  pintaron  la  guerra 
«de  Azcaputzalco,  muy  bien  escul- 
«pida,  y  acabáronla  en  tan  breve 
«que  no  tardaron  muchos  días, 
«cuando  dieron  aviso  al  rey  de  que 
«la  piedra  del  sacrificio  estaba  aca- 
«bada,  el  cual  mandó  que  se  le  hi- 
«ciese  un  poyo  (zócalo)  alto  donde 
«se  pusiese,  y  así  se  hizo  im  poyo 
«alto,  y  encima  del  la  mandaron  po- 
«ner,  que  señorease  (dominase)  un 
«estado  de  hombre.» 

Tezozomoc,  refiriéndose  á  este  Te- 
malacatly  dice:  «Esta  dicha  piedra  se 
«ve  en  la  esquina  de  la  casa  de  un  ve- 
«cino,  hijo  de  un  conquistador; 
«y  la  piedra  del  sacrificio  está  hoy 
«junto  á  la  iglesia  mayor  de  la  ciu- 
«dad  de  México.»  Fr.  Bernardino,  en 
su  manuscrito  citado  por  Orozco  y 
Berra,  dice:  «En  el  año  136  déla fun- 


«dacion  de  México  (1459),  hizo  mote 
«guma  el  viejo  vna  rrodela  de  pie- 
«dra  la  qual  sacó  rrodrigo  gomez 
«que  estaba  enterrada  á  la  puerta 
«de  su  casa  la  qual  tiene  un  agujero 
«en  medio  y  es  muy  grande  y  aquel 
«agujero  ponían  los  que  tomavan 
«en  la  guerra  atados  que  no  podían 
«mandar  sino  los  brazos  y  davanle 
«vna  rrodela  y  un  espada  de  palo  y 
«venían  tres  hombres  uno  vestido 
«como  tigre  otro  como  león  y  otro 
«como  águila  y  peleavan  con  él  hi- 
«riéndole  luego  tomaban  un  nava- 
«jon  y  le  saca  van  el  corazón  y  asi 
«sacaron  los  nava  jones  con  la  pie- 
«dra   debajo  de  aquella    piedra 

«rredonda  y  muy  grande » 

Acabado,  como  dijimos,  el  Tema- 
lacatl, y  terminados  los  preparati- 
vos para  la  fiesta  del  estreno,  con- 
vidóse, no  sólo  á  los  reyes  aliados  y 
señores  de  los  pueblos  vecinos,  si 
no  también  á  los  de  las  poblaciones 
remotas.  Llegado  el  día,  aquellos 
huéspedes  fueron  colocados  en  unos 
miradores  hechos  de  ramas  olorosas 
y  flores.  En  el  lugar  llamado  Yopi- 
co  fué  formado  el  tsapotlacalli,  casa 
de  ramas  de  zapote,  con  flores  y 
divisas,  y  bancos  del  mismo  zapo- 
te :  aquí  tomaron  asiento  los  sacri- 
ficadores,  vestidos  con  los  arreos 
de  los  dioses  Huilsilopochtli,  Que- 
tsalcoatl,  Tocí,  Yopi,  Opochlsin,Its- 
papaloíl,  Totee  y  otros;  junto  á  ellos 
tomaron  lugar  los  mantenedores  del 
campo,  armados  de  sus  armas  y 
adornados  con  sus  insignias,  en  tra- 
jes de  león,  tigre  ó  águila.  Para 
aquel  sacrificio,  los  sacerdotes  se 
habían  ejercitado  en  la  piedra  pin- 
tada, y  los  guerreros,  escogidos  en- 
tre jóvenes  de  los  tepuchcalli,  ha- 
bían sido  industriados  de  ante- 
mano. Los  prisioneros,  encerrados 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


199 


días  antes  en  el  cuauhcalli,  fueron 
sacados  y  puestos  junto  al  isotn- 
pantli,  desnudos  y  cubiertos  sólo 
con  el  maytlatl,  pintado  todo  el 
cuerpo  de  blanco  con  tisatl,  los  pár- 
pados y  labios  teñidos  de  rojo,  ata- 
do el  pelo  en  la  coronilla  de  la  ca- 
beza con  un  manojo  de  plumas  blan- 
cas; los  hicieron  bailar  un  rato  al 
sonido  del  lúgubre  Tlapatihuehuelt, 

Salieron  al  último  los  sacerdotes 
principales  y  se  acomodaron  en  un 
lugar  prominente,  regado  con  ho- 
jas de  zapote  y  flores.  Los  tecua- 
cuiltin  (V.)  pusieron  el  gran  atam- 
bor,  ácuyo  rededor  cantaron  y  bai- 
laron. El  sacerdote  mayor,  lujosa- 
mente ataviado,  se  adelantó  lle- 
vando en  las  manos  el  gran  cuchillo 
negro  llamado  itscuahua  (que  tiene 
la  cabeza  de  obsidiana),  y  tomó 
asiento  en  singular  lugar.  (Dur., 
Tezoz.) 

Siguieron  después  los  combates, 
que  hemos  ya  descrito  en  el  artícu- 
lo Sacrificio  Gladiatorio. 

En  este  género  de  sacrificio  es- 
taba establecido  que  si  el  prisione- 
ro vencía  á  siete  de  sus  mantene- 
dores, se  le  ponía  en  libertad  y  se 
le  colmaba  de  honores  y  presentes; 
pero  en  la  fiesta  del  estreno,  de  que 
venimos  hablando,  todos  los  gue- 
rreros cautivos  pasaron  por  el  com- 
bate personal  y  fueron  sacrifica- 
dos en  seguida. 

Chavero  deriva  el  nombre  tema- 
lacatl  de  los  movimientos  que  ha- 
cía á  manera  de  huso  (malacate) 
el  cautivo  atado  en  la  piedra,  y  del 
agujero  por  donde  pasaba  la  cuer- , 
da  para  atarlo  y  que  estaba  en  el  | 
centro. 

TemazcaltecL  (Tentascalli,  ba- 
ño de  vapor,  temazcal;  teci,  abue- 
la, y.  fig.  abogada,  patrona:  «abo- 


gada de  los  temazcales  ó  bafios  de 
vapor. >)  La  diosa  Teteoinan  ó  Toci 
(V.)  «era  adorada  por  los  que  tie- 
«nen  en  sus  casas  bafios  ó  temaz- 
«calis— dice  Sahagún— -y  todos 
«ponían  la  imagen  de  esta  diosa  en 
«los  bafios  y  llamábanla  Temascal- 
^ieciy  que  quiere  decir  abuela  de 
«los  bafios. » Bajo  esta  advocación,  el 
ídolo  tenía  la  boca  y  barba  tefiidas 
de  ulli,  en  el  rostro  unos  parches  de 
lo  mismo;  un  paflo  atado  en  la 
cabeza  con  las  puntas  para  la  es- 
palda, con  unas  plumas  á  manera 
de  llamas;  la  camisa  y  faldellín 
blancos;  en  una  mano  una  escoba 
y  en  la  otra  una  rodela  con  una  cha- 
pa de  oro. 

Paso  y  Troncoso  dice  que  al  te- 
maacálli  lo  llamaban  también  xo- 
chicallty  «casa  de  flores,»  y  que  en- 
tonces á  la  TemaBcalteci  la  llama- 
ban Xochicaltsin. 

También  á  la  Temascalteci  le  dan 
la  forma  reverencial  Temascaltmn, 
en  vez  de  Temascaltecitsin,  y  de 
ese  non>bre  se  deriva  el  del  pue- 
blo Tema.^calt3Ínco,  hoy  Temazcal- 
cingo. 

En  la  lámina  77  del  Códice  Nut- 
tall  está  pintada  la  deidad  de  los 
iemascalli  en  una  pared  de  uno  de 
éstos;  pero  el  intérprete  no  le  da  el 
nombre  de  Temascalteci,  pues  dice: 

«Esta  es  vna  figura  délos  baiios 
«délos  yndios  q  ellos  llaman 
«temazcale  do  tienen  puesto  vn 
«yndio  alapuerta  que  era  a  bogado 
«délas  enfermedades  y  quando  al- 
«gun  enfermo  y  va  alos  baños,  ofre- 
«cianle  encienso  que  ellos  llaman 
«cópale,  aeste  y  dolo  y  tefiianse  el 
«cuerpo  de  negro  en  veneración 
«del  ydolo  que  ellos  llaman  tezca  te- 
«pocatl  ques  vno  desús  mayorales 
«dioses.  Vsauan  en  estos    vanos 


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200 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«Otras  vella  q  rías  nefandas  hazian, 
«q  es  bañarse  muchos  yndios  oyn- 
«dias  desnudos  encueros  y  come- 
«tian  dentro  gran  fealdad  y  pecado 
«en  est ébano.» 

Ningún  autor  habla  del  dios  Tes- 
catepocatly  así  es  que  creemos  que 
el  nombre  está  mal  escrito  y  que  ha 
de  ser  Tescatlipoca ,  tanto  más 
cuanto  que  el  intérprete  dice  que 
era  uno  de  los  dioses  mayores,  entre 
los  cuales  se  cuenta  á  Tescatlipoca, 
y  ninguna  mención  se  hace  de  Tes- 
catepocatl. 

Temilco.  (Tetl,  piedra;  milli, 
sementera;  co^  en:  «En  la  cementera 
de  piedras  ó  pedregosa.»)  Lugar 
próximo  á  Citlaltepec,  donde  había 
un  agua  donde  crecían  grandes  y 
hermosas  juncias.  A  ese  lugar  iban 
á  traerlas  los  sacerdotes  de  México 
para  adornar  los  templos  en  la 
fiesta  que  se  celebraba  el  primer 
día  de  la  veintena  Etaalcualiatli. 

Temiminaloyan.  (Te,  algimo;  mi- 
mínalo  f  voz  imper.  de  mimina,a,sae- 
tear;  yan,  lugar  en  que  se  verifica 
la  acción  del  verbo:  «Lugar  en  que 
asaetean  á alguno.)»  Lugar  por  don- 
de tenían  que  pasar  los  muertos 
para  llegar  al  Mictlan,  y  donde  eran 
asaeteados. 

Templos.  Los  Mexicanos  y  los 
otros  pueblos  de  Anahuac  — dice 
Clavigero— tenían,  como  todas  las 
naciones  cultas,  templos  ó  luga- 
res destinados  al  ejercicio  de  su 
religión,  donde  se  reunían  para  tri- 
butar culto  á  sus  dioses  é  implorar 
su  protección. 

Daban  al  templo  el  nombre  de 
teocalli:  teotl,  dios,  callí,  casa:  «ca- 
sa de  dios.»  También  le  llamaban 
teopan:  teotl,  dios,  pan,  en:  «En 
(donde  está)  dios.»  Después  de 
la  Conquista  dieron  estos  mismos 


nombres,  con  mayor  propiedad,  á 
los  templos  erigidos  en  honor  del 
verdadero  dios. 

La  ciudad  y  el  reino  de  México 
empezaron  por  la  fábrica  del  tem- 
plo de  Huitsilopchtli  6  sea  Mcxitli 
(el  verdadero  nombre  fué  Mecí- 
tli:  véase  Fundación  de  México), 
de  donde  tomó  su  nombre  la  ciu- 
dad. Este  edificio  fué  desde  luego 
una  pobrecabafia.  Amplióla  Itscoail, 
primer  rey  conquistador  de  aquella 
nación;  su  sucesor,  Motecuzoma  I, 
fabricó  un  nuevo  templo,  en  que 
había  indicios  de  magnificencia;  fi- 
nalmente, Ahuitzotl  construyó  y 
dedicó  aquel  vasto  edificio  que  ha- 
bía sido  planteado  por  su  antecesor 
Tízoc;  y  éste  fué  el  santuario  que 
tanto  celebraron  los  españoles  des- 
pués de  haberlo  arruinado. 

No  entra  en  nuestro  plan  descri- 
bir el  templo  mayor;  sólo  diremos 
que  ocupaba  el  centro  de  la  ciudad 
y  comprendía,  con  otros  templos  y 
edificios  anexos,  todo  el  sitio  que 
hoy  ocupa  la  catedral,  parte  de  la 
plaza  mayor,  parte  de  las  calles  y 
casas  de  las  inmediaciones;  y  el 
muro  que  rodeaba  aquel  lugar,  for- 
mando cuadro,  era  tan  grande,  que 
dentro  de  su  recinto  cabía,  según  H. 
Cortés,  un  pueblo  de  quinientos  ho- 
gares. En  el  espacio  que  mediaba 
entre  el  muro  exterior  y  el  templo, 
además  de  una  plaza  para  los  bai- 
les religiosos,  había  78  edificios, 
entre  templos  de  otros  dioses,  co- 
legios de  sacerdotes,  seminarios  de 
jóvenes  de  ambos  sexos,  y  conven- 
tos de  sacerdotizas  y  monjas.  En 
los  artículos  respectivos,  según  sus 
nombres,  hablamos  de  cada  uno  de 
los  78  edificios. 

Además  del  templo  mayor  y  de  los 
edificios  que  contenía,  había  otros, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


201 


esparcidos  en  diversos  puntos  de  la 
ciudad.  El  número  de  los  de  la  ca- 
pital, comprendiendo  los  más  pe- 
queños, según  algunos  autores,  no 
bajaba  de  dos  mil,  entre  los  cuales 
siete  ú  ocho  eran  los  mayores;  pero 
sobre  todos  se  alzaba  el  de  Tlalte- 
lolco,  consagrado  también  á  Hui- 
tsilopochüi. 

Fuera  de  México,  los  templos  más 
célebres  eran  los  de  Texcoco,  Cho- 
lula  y  Teotihuacan.  (V.) 

El  número  de  los  templos  de  to- 
do el  imperio  mexicano,  según 
Torquemada,  era  de  más  de  cua- 1 
renra  mil;  pero  Clavigero  cree  que  < 
pasaban  de  este  número,  si  se  cuen- 
tan los  pequeños,  pues  no   había 
lugar  habitado  sin  su  templo,  ni  ¡ 
pueblo  de  alguna  extensión  que  no  i 
tuviese  muchos.  \ 

No  contenta  la  superstición  de 
aquellos  pueblos  con  tan  gran  nú- 
mero de  templos  construidos  en  las 
ciudades  y  villas,  había  muchos  al- 
tares en  las  cimas  de  los  montes, 
en  los  bosques  y  en  los  caminos, 
para  excitar  donde  quiera  la  idóla- 
tra devoción  de  los  viandantes  y 
para  celebrar  sacrificios  á  los  dio- 
ses de  los  montes  y  á  los  otros  nú- 
menes campestres. 

Para  completar  la  materia  de 
este  artículo  y  para  familiarizar  á 
los  lectores  con  el  ingenuo  y  candi- 
do estilo  del  P.  Mendieta,  inser- 
tamos aquí  algunos  párrafos  del 
capítulo  sobre  los  templos. 

«La  manera  de  los  templos  que ; 
estos  indios— dice  el  franciscano- 
edificaban  á  sus  dioses,  nunca  fué 
vista  ni  creo  que  oída  en  la  Escri- 
tura si  no  es  en  el  libro  de  Josué, 
que  hace  mención  de  un  grande  al- 
tar que  edificaron  las  tribus  de  Ru 
ben  y  de  Gad  y  el  medio  tribu  de 


Manasies,  cuando  después  de  con- 
quistada la  tierra  de  promisión,  á 
la  vuelta  que  se  volvían  á  sus  ca- 
sas y  posesión,  edificaron  cerca  del 
Jordán,  Altare  infintíce  magnitudi- 
nis,  un  altar  de  infinita  grandeza. 
De  esta  manera  eran  los  de  esta 
tierra.  Y  pues  aquel  solo  es  tan 
nombrado  en  la  divina  Escritura, 
bien  será  aquí  hacer  mención  de 
tantos  y  tan  grandes  como  hubo  en 
esta  tierra  que  fueron  infinitos,  pa- 
ra memoria  de  los  que  á  ella  vinie- 
ren en  lo  de  adelante:  porque  ya 
cuasi  todos  los  templos  antiguos  es- 
tan  por  el  suelo. ...  En  todos  los 
pueblos  de  los  indios  se  halló  que 
en  lo  mejor  del  lugar  hacían  un 
gran  patio  cuadrado,  que  tenía  de 
esquina  á  esquina  cerca  de  un  tiro 
de  ballesta  en  los  grandes  pueblos 
y  cabeceras  de  provincias;  y  en 
los  medianos  pueblos  obra  de  un  ti- 
ro de  arco;  y  en  los  menores,  menor 
patio;  y  cercábanlo  de  pared  dejan- 
do sus  puertas  á  las  calles  y  caminos 
principales,  que  todos  los  hacían 
que  fuesen  á  dar  al  patio  del  demo- 
nio. Y  por  honrar  más  los  templos, 
sacaban  los  caminos  por  cordel,  muy 
derechos,  de  una  ó  dos  leguas,  que 
era  cosa  de  ver  desde  lo  alto  como 
venían  de  todos  los  menores  pue- 
blos y  barrios  los  caminos  endere- 
zados al  patio  del  templo  mayor, 
porque  nadie  pasase  sin  hacer  su 
acatamiento  y  reverencia  ó  algún 
sacrificio  de  su  persona  sacándose 
sangre  de  las  orejas  ó  de  otra  par- 
te. En  lo  más  eminente  de  este  pa- 
tio hacían  una  cepa  cuadrada  con- 
forme al  pueblo  que  era Esta 

cepa,  ora  fuese  grande,  ora  chica, 
toda  lo  henchían  de  pared,  yendo 
echando  sus  lechos  uno  sobre  otro, 
y  subiendo  la  obra  ybase  metien- 

51 


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202 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


do  adentro,  de  manera  que  cuando 
llegaban  arriba,  de  cuarenta  bra- 
zas de  planta,  se  habían  enangos- 
tado obra  de  las  siete,  ó  poco  me- 
nos, de  cada  parte  por  causa  de 
unos  relejes  que  iban  haciendo  al 
principio  de  la  obra,  de  braza  y  me- 
dia, ó  de  dos  brazas  cada  relej  en 
alto.  Y  á  la  parte  de  occidente  de- 
jaban las  gradas  por  do  subían.  Y 
hacían  arriba  en  lo  alto  dos  grandes 
altares,  allegándolos  hacia  el  orien- 
te, que  no  quedaba  más  espacio  de 
cuanto  se  podía  andar  de  tras 
de  ellos.  El  uno  de  los  altares  á  la 
mano  derecha,  y  el  otro  á  la  izquier- 
da. Y  cada  uno  por  sí  tenía  sus  pa- 
redes y  casa  cubierta  con  capilla. 
Esto  de  los  dos  altares  era  en  los 
grandes  templos,  que  en  los  peque- 
ños no  había  más  que  un  altar.  Y 
cada  uno  de  estos  altares  de  los 
grandes  pueblos  tenía  tres  sobra- 
dos, uno  sobre  otro,  de  mucha  altu- 
ra, y  cada  capilla  de  éstas  se  anda- 
ba á  la  redonda.  Delante  de  estas 
capillas,  á  la  parte  del  poniente,  á 
do  estaban  las  gradas,  había  harto 
espacio,  y  allí  se  hacían  los  sacri- 
ficios. En  los  mismos  patios  de  los 
pueblos  principales  había  otras,  ca- 
da doce  ó  quince  iglezuelas  ó  tem- 
plillos  de  la  misma  forma,  unos 
ma3-ores  que  otros.  Y  en  cada  uno 
de  ellos  no  había  mas  de  una  capi- 
lla y  un  altar.  Y  para  cada  uno  ha- 
bía sus  salas  y  aposentos  do  estaban 
los  ministros  y  servidores  del  de- 
monio, que  no  era  poca  gente  la  que 
allí  se  ocupaba,  y  en  traer  agua  y 
leña,  porque  ante  todos  estos  alta- 
res braseros  que  toda  la  noche  ar-- 
dían,  y  lo  mismo  en  las  salas.  Y 
ellas  y  los  templos  eran  muy  bien 
encalados  y  limpios,  había  en  ellos 
algunos  hortezuelos  de  árboles  y 


flores.  En  los  mas  de  estos  grandes 
patios  había  un  otro  templo,  que 
después  de  levantada  aquella  cepa 
acababan  con  una  pared  redonda  y 
alta,  cubierta  con  un  chapitel,  y  es- 
te templo  era  dedicado  al  dios  del 
aire,  q\xella,m2iba,n QuetsalcoaÜ.  No 
se  contentaba  el  demonio  con  los 
templos  ó  teucales  (teocalis)  ya  di- 
chos, sino  que  en  un  mismo  pueblo, 
en  cada  barrio,  y  aun  en  cada  rin- 
cón (como  dicen)  patios  pequeños 
á  do  había  tres  ó  cuatro  teucales,  y 
en  otros  solo  uno.  Y  en  los  mogo- 
tes y  cerrojones  y  lugares  emi- 
nentes, y  por  los  caminos,  y  entre 
los  maizales  había  otros  muchos  de 
ellos,  pequeños. ...  Y  parecían  y 
abultaban  en  los  pueblos  que  era 
cosa  de  ver.  Y  sobre  todos  hicieron 
ventaja  en  toda  la  tierra  los  de  Tez- 
cuco  y  México,  aunque  en  grande- 
za otros  los  excedieron.  Los  indios 
de  Cholula,  dando  en  la  locura  de 
los  de  la  Torre  de  Babel,  quisieron 
hacer  uno  de  estos  teucales  ó  tem- 
plo de  los  dioses  que  excediese  en 
altura  á  las  mas  altas  sierras  de 
esta  tierra  (aunque  bien  cerca  las 
tienen  bien  altas,  como  es  el  volcan 
que  echa  humo  (PopocatepeÜ),  y 
la  sierra  nevada  que  está  junto  á  él 
(iMtaccihuatl),  y  la  de  Tlaxcala  (Ma- 
tlálcueye,  hoy  la  Malinchi,)  y  para 
este  efecto  comenzaron  á  plantarla 
cepa  que  hoy  día  tiene  al  parecer 
de  planta  un  tiro  de  ballesta,  con 
haberse  desboronado  y  deshecho 
mucha  parte  de  ella,  porque  era 
de  mas  anchura  y  longitud  y  mucho 
mas  alta.  Y  andando  en  esta  obra 
(según  los  viejos  contaban)  los  con- 
fundió Dios,  aunque  no  multipli- 
cando las  lenguas  como  á  los  otros, 
sino  con  una  terrible  tempestad  y 
tormenta,  cayendo  entre  otras  co- 


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SBGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


203 


sas  una  gran  piedra  en  figura  de  sa 
po  que  los  atemorizó.  Y  teniéndolo 
por  prodigio  y  mal  agüero,  cesaron 
de  la  obra,  y  la  dejaron  hasta  hoy. 
Junto  al  pueblo  de  Teotihuacan 
hay  muchos  templos  ó  teucales  de 
estos,  y  en  particular  imo  de  mu- 
cha grandeza  y  altura,  y  en  lo  alto 
de  él  está  todavía  tendido  un  ído- 
lo de  piedra  que  yo  he  visto,  y  por 
ser  tan  grande  no  ha  habido  mane- 
ra para  lo  bajar  de  allí  y  aprove- 
charse de  él.» 

(El  Inspector  y  Conservador  de 
Monumentos  antiguos,  Sr.  Leopol- 
do Baíres,  bajó  el  {dolo,  y  hoy  se 
encuentra  en  el  patio  del  Museo  Na- 
cional), 

A  raíz  de  la  Conquista  fueron 
destruidos  todos  los  templos  de 
México,  pues  dice  Sahagún,  testigo 

ocular:  « y  á  los  hijos  de  los 

«plebeyos,  los  enseñábamos  en  el 
«patio  (del  Convento)  la  doctrina 
«cristiana;  juntábase  gran  copia  de 
«ellos,  y  después  de  haberse  ense- 
« fia  do  un  rato,  iba  uno  ó  dos  frailes 
« con  ellos,  y  subíanse  en  un  Cu  (tem- 
•plo,)  y  derrocábanlo  en  pocos 
«días,  y  así  se  derrocaron  en  poco 
«tiempo  todos  los  Cues,  pues  no 
«quedó  señal  de  ellos,  y  otros  edifi- 
«cios  de  los  ídolos  dedicados  á  su 
♦  servicio.» 

TenahuatiliztU.  (Derivado  de  te- 
nahuatia, .  citar,  emplazar:  «Cita- 
ción, emplazamiento.»)  Nombre  que 
le  daban  á  la  veintena  Ochpanistli, 
Fué  impuesto  este  nombre— dice 
Paso  y  Troncoso— por  una  costum- 
bre militar,  pues  en  tal  fiesta,  por 
«mandato»  del  monarca,  se  hacía 
«emplazamiento  y  citación»  de 
cuantos  habían  servido  en  la  gue- 
rra y  de  los  que  habían  llegado  á 
la  edad. suficiente  para  tomar  las 


armas  por  primera  vez;  y  hacían 
todos,  en  presencia  del  jefe  del  Es- 
tado, un  alarde,  ó  pasaban  revista, 
como  diríamos  en  nuestros  tiem- 
pos, dándoseles  insignias,  divisas 
y  armas,  conforme  á  sus  catego- 
rías y  condiciones. 

Tenochu  (Teotl,  piedra;  nochtli, 
tuna:  «Tuna  de  piedra.»  Daban  es- 
te nombre  á  la  tunita  colorada  por 
su  dureza,  que  la  hace  parecer  de 
piedra.)  Nombre  del  segundo  hijo 
de  Istacmixcoatl.  (V.)  La  historia 
presenta  al  personaje  como  caudi- 
llo de  los  aztecas  en  su  peregrina- 
ción, y  la  Mitología  lo  hace  descen- 
der de  un  dios,  y  resulta  un  ana- 
cronismo estupendo.  Esto  mismo 
sucede  con  otros  personajes  huma- 
nos á  quienes  después,  para  glori- 
ficarlos, les  dan  un  origen  divino. 

El  gobierno  teocrático  de  Tenoch 
duró  desde  1269  hasta  1363.  En  1325 
fundó  la  ciudad  de  México,  que  lle- 
vó el  sobrenombre  de  Tenochtitlan, 
en  honor  del  caudillo. 

TenoohL  Uno  de  los  cuatro  pri- 
meros hombres  creados  por  los 
dioses  después  del  cataclismo  del 
Atonatiuh,  y  con  cuyo  auxilio  res- 
tituyeron á  la  Tierra  á  su  primiti- 
va posición,  separándola  del  cielo. 
( Véase  Cosmogonía.) 

Tenochtitlan.  Sobrenombre  de 
la  ciudad  de  México,  dado  en  honor 
de  su  caudillo  Tenoch,  quien  la  fun- 
dó en  1325.  (Véase  Fundación  de 
México.) 

Tentemic.  (Tentli,  labio;  temic, 

(?)   Uno  de  los  cuatro  dioses 

varones,  propios  de  los  moradores 
de  Metztitlan.  (V.) 

TentetL  (Tentli, labio;  tetl,  piedra: 
«piedra  del  labio,»  bezote.)  Adorno 
que  se  usaba  en  una  horadación  he- 
cha en  el  labio  inferior.  General - 


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204 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mente  era  de  figura  cilíndnca,  que 
tenía  en  un  extremo  un  apéndice 
convexo,  propio  para  adaptarse  por 
aquella  curvatura  á  los  dientes;  el 
otro  extremo  salía  por  la  horada- 
ción del  labio,  y  tenía  un  plumerito 
de  plumas  de  colibrí  para  hacerlo 
vistoso.  Esta  forma  se  conoce  vul- 
garmente con  el  nombre  de  som- 
hreritos,  porque  se  parecen  á  los 
de  copa  alta.  Algunos  rematan  en 
punta,  y  otros  semejan  un  diente 
canino.  Los  más  prolongados  y  de 
berilo  eran  de  reyes  y  grandes  se- 
ñores; los  azules,  de  los  sacerdo- 
tes; los  de  obsidiana,  de  los  guerre- 
ros; los  de  cristal  de  roca,  de  la 
servidumbre  real. 

Teoamoxtll  (^7>o//,  dios;  amox- 
tli,  libro:  «libro  de  dios  ó  divino.») 
Un  cronista  de  los  toltecas  dice: 
«Subió  al  trono  Ixtlilcuechahuac  el 
VII  acatl,  719.  Pero  antes  de  cum- 
plir su  período,  el  astrólogo  Hue- 
man  juntó  todas  las  historias  que 
tenían  los  toltecas  desde  la  crea- 
ción del  mundo  hasta  en  aquel  tiem- 
po, y  las  hizo  pintar  en  un  libro  muy 
grande,  en  donde  estaban  pintados 
todos  sus  trabajos  y  persecuciones, 
prosperidades  y  buenos  sucesos, 
reyes  y  señores,  leyes  y  buen  go- 
bierno de  sus  pasados,  sentencias 
antiguas  y  buenos  ejemplos,  tem- 
plos, ídolos,  sacrificios,  ritos  y 
ceremonias  que  ellos  usaban,  astro- 
logia,  filosofía,  arquitectura  y  de- 
más artes  así  buenas  como  malas, 
y  un  resumen  de  todas  las  cosas  de 
ciencia  y  sabiduría,  batallas  prós- 
peras y  adversas,  y  otras  muchas 
cosas,  é  intituló  este  libro  llamán- 
dole Teoamoxtli,  que  bien  interpre- 
tado quiere  decir,  diversas  cosas  de 
dios  y  libro  divino;  los  naturales 
llaman  ahora  á  la  Sagrada  Escritu- 


ra Teomoxtli,  por  ser  casi  del  mis- 
mo modo,  principalmente  en  lo  de 
las  persecuciones  y  trabajos  de  los 
hombres.»  Tal  enciclopedia  no  ha 
sido  conocida  por  ninguno. 

Teoatl.  (Teotl,  dios;  ath  agua: 
«Agua  de  Dios.»)  Uno  de  los  nom- 
bres que  daban  los  nahoas  al  mar. 

Orozco  y  Berra  dice:  «Llamábase 
«el  mar  Teotl,  no  en  sentido  de  dios, 
«sino  agua  maravillosa  enprofun- 
*didad  y  grandes  a,-» 

TeooallL  (Teotl,  dios;  calli,  casa: 
«Casa  de  Dios.») Nombre  quedaban 
á  los  templos.  ( Véase  Templos.) 

TeocalzaoatL  (Teocalli,  templo; 
Bacatl,  zacate:  «Zacate  de  los  tem- 
plos. » )  Nombre  que  daban  á  una  es- 
pecie de  heno  con  que  hacían  los 
techos  de  los  adoratorios. 

Paso  y  Troncoso  cree  que  lo  em- 
pleaban también  en  autosacrificios 
para  horadarse  la  lengua  en  las 
fiestas  en  que  se  observaba  este 
rito. 

Teocipactli.  El  dios  Cipactli,  Di- 
ce Cía  vigero  que  los  mexicanos  lla- 
maban á  Noé  Cipactli  y  Coxcox. 
Esto  debe  entenderse  del  hombre 
de  la  pareja  que  se  salvó  en  la  ca- 
tástrofe del  Atonatiuh,  ó  «Sol  de 
agua,»  que  los  cronistas  considera- 
ron como  el  pretendido  diluvio  uni- 
versal. 

Teocomitl.  (Teotl,  dios;  cotnitl, 
olla: « Olla  de  dios  ó  divina. » )  Nombre 
que  daban  á  una  pefia  que  había  en 
el  templo  de  Tlaxcala,  en  la  que  sa- 
crificaban á  una  esclava  en  favor 
ú  honor  de  Mixcoatl:  tomaban  los 
sacerdotes  en  peso  á  la  esclava  y 
daban  con  su  cuerpo  cuatro  golpes 
en  la  peña,  quedando  así  aturdida; 
degollábanla  después  y  escurrían 
su  sangre  sobre  la  misma  peña. 

Al  hablar  Paso  y  Troncoso  de  es- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


205 


te  cruel  sacrificio,  dice  que  la  «biz- 
naga» se  llama  en  mexicano  Teoco- 
mitl,  y  cita  en  su  apoyo  im  pasaje 
de  la  obra  Plantas  de  la  Nueva  Es- 
paña, escrita  por  el  Dr.  F.  Her- 
nández, donde  se  describen  varias 
especies  bajo  el  mismo  nombre  ge- 
nérico: el  tepenexcomitl,  «olla  ceni- 
cienta de  cerro,»  el  hueycomitl, 
«olla  grande,»  y  el  teocomith  «olla 
divina.»  — En  este  pasaje,  comith 
«olla,»  es  el  nombre  genérico;  teo- 
comitl  es  una  de  las  especies  y  no 
el  género,  como  dice  Paso  y  Tron- 
coso.  El  nombre  genérico  y  funda- 
mental de  la  «biznaga,»  en  mexica- 
no, es  huitsnahuac  (V.).  (planta) 
«rodeada  de  espinas,»  por  las  mu- 
chas que  cubren  su  superficie.  Por 
la  semejanza  que  este  cactus,  sa- 
cado de  su  cepa,  tiene  con  una  olla, 
lo  llamaron  metafóricamente,  co- 
mitl, que  significa  «olla.»  Cuando 
la  «biznaga»  era  muy  grande,  la  lla- 
maban «olla  grande,»  hueycomitl; 
cuando  tenía  la  figura  de  las  ollas 
en  que  se  cuece  el  nextamalli  (hoy 
nixtamal,  como  aztequismo),  le 
llamaban  nexcomitl,  y  como  esta 
clase  de  «biznaga»  era  silvestre  ó 
del  cerro,  la  llamaban  tepenexco- 
mitl;  por  último,  había  una  clase 
de  «biznaga,»  cuyas  espinas  em- 
pleaban en  los  autosacrificios,  y 
por  esto  la  consideraban  como  sa- 
grada ó  divina,  y  la  llamaron  teoco- 
mitl,  y  de  la  planta  que  producía 
las  espinas  hicieron  el  dios  Huits- 
nahuac.  La  pefia  del  templo  de 
Tlaxcala,  de  que  hablamos  al  prin- 
cipio, ha  de  haber  tenido  la  figura 
de  la  «biznaga»  teocomitl,  y  por  es- 
to ha  de  haber  llevado  ese  nombre. 
La  «biznaga»  hizo  funciones  de 
teckcatl  6  mesa  de  sacrificios  cuan- 
do Huitmlopochtli  ordenó,  durante 


la  peregrinación  azteca,  que  se  sa- 
caran los  corazones  de  aquellos  pe- 
regrinantes que  habían  merecido 
castigo;  y  tal  vez  desde  entonces 
se  consideró  la  «biznaga»  como 
planta  sagrada,  y  por  eso  se  le  lla- 
mó teocomitl. 

Paso  y  Troncoso  dice  que  Mix- 
coatí  presidía  sobre  la  planta  de  la 
«biznaga,»  y  le  sirve  de  fundamen- 
to para  esta  aseveración  el  folio  4 
vuelta  del  Códice  Nuttall,  pues  di- 
ce: «En  aquel  folio  están  dibujadas 
«cuatro  mantas,  y  una  lleva  la  ins- 
«cripción  siguiente:  manta  de  mis- 
<^coatl,  su  cenefa  es  azul ;  el  campo 
«interior  blanco,  y  en  él  se  desta- 
«can  cinco  biznagas:  cuatro  en  los 
«ángulos  y  una  en  el  centro;  ver- 
«des,  floridas,  espinosas,  y  pre- 
« sentándose  como  plantas  comple- 
«tas,  en  cuanto  que  trae  cada  una 
«su  raíz,  entintada  de  rojo;  color 
«que  generalmente  usaban  los  in- 
«dios  para  esa  parte  del  vegetal....» 

Teocoylehualoyan.  {Etim,  in- 
cierta,) Uno  de  los  lugares  por  don- 
de tenían  que  pasarlos  muertos  pa- 
ra llegar  al  Mictlan.  (V.)  Allí  un  ti- 
gre le  comía  el  corazón,  y  caía  en 
el  río  Apanuiayo.  (V.) 

Teocozauhco.  (Teotl,á\o^^  el  sol; 
cosauhqui,  amarillo;  co,  en:  «En 
(donde  está)  el  dios  amarillo,  el 
sol.*)  Uno  de  los  trece  cielos.  Cha- 
vero  traduce  el  vocablo:  «mansión 
amarilla  del  sol;»  pero  no  es  correc- 
ta la  versión,  porque  el  adjetivo 
coBauhqui  se  refiere  al  único  sus- 
tantivo que  hay  en  la  palabra,  que 
es  teotL  (Véase  Cielos,  Ilhuicatl.) 

Teocuahuitl.  (Teotl,  dios;  cua- 
huitl,  palo,  madero:  «madero  divi- 
no.») El  aparato  con  que  sacaban 
fuego  los  sacerdotes  en  algunas 
fiestas,  se  componía  de  dos  made- 

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206 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


ros.  uno  perforante,  y  otro  que  ha- 
cía veces  de  yesca,  y  era  como  la 
hembra,  de  donde  brotaba  el  fuego. 
Este  era  un  palo  muy  seco,  al  que 
llamaban  teocuahuitl,  «madero  di- 
vino,» por  ser  éste  el  nombre  gené- 
rico de  la  madera  de  donde  lo  sa- 
caban. 

Teocualo.  (Teotl,  dios;  c««/o,  par- 
tic,  pas.  de  cua,  comer:  «Dios  comi- 
do.») En  la  fiesta  de  la  veintena 
Panquetsalistli  formaban  los  sa- 
cerdotes una  estatua,  del  tamaño 
natural,  del  dios  Huitsilopochtli  y 
de  su  precursor  Painalton.  Formá- 
banlas con  masa  de  semilla  de  ble- 
dos, y  en  lugar  de  huesos  les  po- 
nían ramas  de  acacia.  Una  vez 
formadas,  poníanlas  con  grandes 
ceremonias  en  su  altar,  y  las  vela- 
ban toda  la  noche  los  sacerdotes. 
Al  día  siguiente  bajaban  la  estatua 
de  Huitsilopochtli  á  una  sala  espe- 
cial, y  entraban  en  ella  un  sacerdo- 
te llamado  Quetsalcoath  jefe  del 
Calmecac,  el  rey  de  México,  un  sa- 
cerdote especial  de  Huitsilopochtli, 
otros  cuatro  sacerdotes  y  cuatro 
rectores  de  los  seminarios;  de  mo- 
do que  estaban  representados  el  po- 
der civil,  el  sacerdotal  y  el  guerre- 
ro en  sus  diversas  clases.  Tomaba 
entonces  el  Quetsalcoatl  un  tla- 
cochtli  dardo,  y  arrojándolo  al  ído- 
lo le  atravesaba  el  pecho,  con  lo 
cual  caía.  Entraban  en  seguida  to- 
dos los  sacerdotes,  uno  tomaba  el 
corazón  de  la  deidad  y  lo  daba  al 
tectitli,  rey,  y  los  otros  repartían 
el  cuerpo  á  los  calpulli,  iglesias 
de  los  barrios,  en  donde  por  migajas 
lo  comían  los  hombres,  especial- 
mente los  guerreros  y  los  mance- 
bos. A  este  acto,  en  que  algunos 
autores  han  visto  reminiscencias  de 
la  eucaristía  de  los  Cristianos,  lo 


llamaban  Teocualo,  «Dios  es  co- 
mido.» 

Teocuaque.  (Plural  de  teocua,  el 
que  come  á  dios :  «los  comedores  de 
dios.»)  Los  mancebos  que  celebra- 
ban el  Teocualo  (V.),  esto  es,  que 
comían  el  cuerpo  de  Huitailopoch- 
tu,  se  obligaban  á  servir  un  afio,  y 
todas  las  noches  encendían  y  gas- 
taban gran  cantidad  de  lefia,  que 
eran  más  de  dos  mil  palos  y  teas 
que  les  costaban  diez  mantas  gran- 
des. Además,  cada  uno  estaba  obli- 
gado á  pagar  una  manta  grande  y 
cinco  pequeñas,  cien  mazorcas  de 
maíz  y  un  cesto  en  grano  de  la  mis- 
ma semilla.  Cuando  ya  iban  á  cum- 
plir el  año,  pagaban  otro  tributo  de 
seis  mantas  pequeñas  para  comprar 
teas  y  leña.  Por  último,  tenían  que 
aprestar  todo  lo  necesario  para  la- 
var el  ídolo  de  Huitsilopochtli,  Es- 
ta ceremonia  se  practicaba  á  media 
noche  en  un  lugar  que  se  llamaba 
Ayauhcalco  (V.),  y  después  de 
una  solemne  procesión.  El  teohua, 
ó  sacerdote  del  ídolo,  tomaba  el 
agua  con  una  jicara  de  calabaza 
pintada  de  azul,  cuatro  veces,  y  la 
ponía  adelante  con  cuatro  cañas 
verdes,  y  le  lavaba  la  cara  y  todo 
el  cuerpo,  y  después  de  lavado,  un 
sacerdote,  que  vestía  el  atavío  del 
dios,  cargaba  la  estatua  y  la  lleva- 
ba otra  vez,  acompañado  de  tafie- 
dores  de  flauta,  y  la  colocaba  en  su 
templo.  Hecho  esto,  se  salían  todos 
y  se  iban  á  sus  casas;  y  de  esta  ma- 
nera terminaban  el  servicio  y  peni- 
tencia de  los  que  comían  el  cuerpo 
de  Huitsilopochtli,  á  quienes  lla- 
maban teocuaque  de  aquel  año. 
¡Desgraciadas  víctimas  de  la  codi- 
cia sacerdotal !  Dice  Sahagún: « 

«y  los  que  no  podían  pagar  y  que 
«se  sentían  muy  agraviados  del  di- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


207 


«che  tributo  se  ahuyentaban:  algu- 
«nos  determinábanse  á  morir  en  la 
«guerra  en  poder  de  sus  ene- 
amigos » 

TeooaauhquetzaliztlL  (Teotl, 
dios,  divino,  sagrado;  cuahuith  ma- 
dera, lefia;  quetsalistli,  derivado  de 
quetsa,  salir,  llevar:  «la  acción 
de  salir  á  recoger  la  lefia  sagrada 
y  de  llevarla  á  los  templos.»)  Espe- 
cialmente daban  este  nombre  á  la 
ofrenda  de  lefia  que  hacían  los 
guerreros  para  que  se  quemara  en 
el  templo  de  Tlacahuepancuex- 
cot3Ín  todo  el  tiempo  que  permane- 
cían en  la  guerra. 

Teocuioani  (Tetol,  dios;  cuicani, 
el  que  canta  ó  cantor,  derivado  de 
cuica,  cantar:  «Dios  cantor,»  ó  «Can- 
tor de  dios,  ó  divino.»)  Nombre  que 
daban  á  un  monte  que  está  al  sur 
del  volcán  Popocatepetl.  Le  daban 
ese  nombre,  porque  siendo  áspero 
y  muy  alto,  en  su  cumbre  se  forman 
recias  tempestades,  y  se  hace  oír 
con  espanto  el  ronco  retumbo  del 
rayo. 

En  la  cumbre  había— dice  el  P. 
Duran— una  casa  llamada  Ayauh- 
callif  casa  de  descanso  y  sombra  de 
los  dioses,  con  un  ídolo  muy  rico 
de  piedra  verde,  del  tamafio  de  un 
muchacho  de  ocho  afios,  el  cual  fué 
motivo  de  porfiadas  guerras  entre 
los  convecinos,  y  luego  desapareció 
á  la  venida  de  los  espafioles. 

Teochinco.  (Ortografía  y  étimo- 
logína  iciertas.)  Un  teocalli  que  ha- 
bía en  el  recinto  del  templo  mayor 
de  México,  donde  cada  año  se  sa- 
crificaba un  cautivo  vestido  como 
el  dios  de  la  embriaguez.  Ometoch- 
tli,  cuando  tocaba  este  signo  ó  fe- 
cha. 

Teohaa.  (Teotl,  dios;  hua,  desi- 
nencia que  connota  tenencia  ó  po- 


sesión: «el  que  tiene  ó  posee  á 
dios.»)  Nombre  genérico  que  se  da- 
ba á  los  sacerdotes  y  ministros  del 
culto. 

Por  antonomasia  se  llamaba  teo- 
hua  y  reverencialmente  teohuatsin 
á  un  sacerdote  de  Huitsilopochtli, 
que  tenía  el  cargo  de  anunciar  la 
llegada  de  los  dioses  en  la  fiesta 
Teotleco,  y  el  de  asaetear  la  imagen 
del  dios  en  el  Teocualo. 

Teohnaoan.  (Teohua  (V.),  sacer- 
dote; can,  lugar:  «Lugar  de  sacerdo- 
tes.») Pueblo  principal  que  hoy 
pertenece  al  Estado  de  Puebla,  y  es 
conocido  con  el  nombre  de  Tchua- 
can  y  muy  afamado  por  sus  aguas 
medicinales. 

En  el  templo  mayor  de  ese  lugar 
habitaban— dice  Cía vigero— cuatro 
sacerdotes  célebres  por  la  austeri- 
dad de  su  vida.  Vestíanse  como  la 
gente  pobre;  su  comida  se  reducía 
á  un  pan  de  maíz  de  dos  onzas,  y 
su  bebida  á  un  vaso  de  atolin  (ato- 
le), que  era  un  brebaje  hecho  con  el 
grano  del  maíz.  Cada  noche  vela- 
ban dos  de  ellos  y  pasaban  la  noche 
cantando  himnos  á  sus  dioses,  in- 
censando los  ídolos  cuatro  veces  en 
la  noche  y  derramando  su  propia 
sangre  en  los  hogares  del  templo. 
El  ayuno  era  continuo  en  los  cua- 
tro afios  que  duraba  aquella  vida, 
excepto  en  un  día  de  fiesta  que 
había  cada  mes,  y  en  el  cual  les  era 
lícito  comer  cuanto  querían;  mas 
para  cada  fiesta  se  preparaban  con 
la  acostumbrada  penitencia,  perfo- 
rándose las  orejas  con  espinas  de 
maguey  y  pasándose  por  los  agu- 
jeros hasta  sesenta  pedazos  de  ca- 
fias  de  diferentes  tamafios.  Pasados 
los  cuatro  afios  entraban  otros  cua- 
tro sacerdotes  á  ejercer  la  misma 
vida,  y  si  antes  de  expirar  el  tér- 


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208 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mino  moría  uno  de  ellos,  lo  substi- 
tuía otro,  á  fin  de  que  nunca  faltase 
el  número.  Era  tan  grande  la  fama 
de  aquellos  sacerdotes,  que  hasta  los 
mismos  reyes  de  México  los  vene- 
raban; ¡pero  desgraciado  del  que 
faltaba  á  la  continencia!  pues  si  des- 
pués de  una  menuda  indagación  se 
hallaba  ser  cierto  el  delito,  era 
muerto  á  palos,  quemado  su  cadá- 
ver y  las  cenizas  esparcidas  al 
viento. 

Teohiütznahuac.  (Teoíl, dios;  na- 
huac,  al  rededor,  y  adjetivado:  cer- 
cado, rodeado;  huitstli,  espina: « Dios 
rodeado  de  espinas.»)  El P.  Servan- 
do Teresa  de  Mier,  siguiendo  á  Si- 
güenza  y  Góngora,  á  Veytia  Jr  al 
extravagante  Borunda,  escribió  una 
disertación  en  la  que  sostiene  que 
el  Cristianismo  fué  predicado 
aquí,  en  Anahuac,  por  Sto.  Tomás, 
bajo  el  nombre  de  Quetsalcoatl,  y, 
como  consecuencia  de  tan  absurda 
tesis,  sostiene  también  que  la  reli- 
gión de  los  mexicanos,  por  haber 
apostatado  los  antecesores  de  éstos, 
se  había  convertido  en  una  sombra 
del  Cristianismo,  y  que  sus  dioses 
eran  reminiscencias  de  los  perso- 
najes cristianos.  A  este  propósito 
trae  el  párrafo  siguiente: 

«Si  de  su  templo  (el  de  QtietsalcO' 
^huatl)  voy  al  de  la  Cihua-cohuatl 
«ó  muger  culebra,  me  encuentro  con 
«una  virgen  blanca  y  rubia,  que  sin 
«lesión  de  su  virginidad  parió  por 
«obra  del  cielo  al  Señor  de  la  coro- 
«na  de  espinas  Teohuitsnahuac,  la 
«cual  estaba  vestida  á  la  manera 
«de  Quetsalcohuatl,  y  por  eso  le  11a- 
«maban  también  Cohuatlicue;  sino 
«que  la  túnica,  cueitl  estaba  esmal- 
«tada  de  piedras  preciosas,  símbo- 
«lo  de  su  virginidad,  y  por  eso  le 
«decían  Chalchihuit licué,  y  el  man- 


« to  era  azul  Matalcueye,  y  sembrado 

«de  estrellas  Citlacue y  por 

«otro  nombre  se  llamaba  Tonaco- 
^yohua,  esto  es,  madre  del  que  ha 

«encamado  entre  nosotros, 

«pues  nacayo  significa  encarnar.» 

Según  el  P.  Mier,  la  Cihuacohuatl 
era  la  Virgen  María,  y  Teohuitsna- 
huac  era  Jesucristo.  Sólo  le  faltó 
decimos  quién  fué  el  Padre  Eter- 
no, quién  el  Espíritu  Santo,  y  quién 
San  José,  pues  Sto.  Tomás,  al  pre- 
dicar el  Cristianismo,  no  ha  de  ha- 
ber omitido  á  tales  personajes. 

El  Teohuitsnahuac  no  era  más 
que  el  cactus  llamado  «biznaga»  que 
fué  deificado  por  los  indios  co- 
mo objeto  de  que  se  servían  en  su 

culto.  (^PVaS^  HUITZNAHUAC,TEOCO- 
MITL  Y  QuETZALCOATL  doftde  cstd  la 
Disertación  del  P.  Mier,) 

TeoicpallL  (Teotl,  dios;  icpalli, 
asiento,  silla:  «la  silla  del  dios.»)  El 
tabernáculo  en  que  los  aztecas  car- 
gaban á  su  dios  Huitsilopochtli 
durante  su  peregrinación.  A  este 
propósito  dice  Cía vigero:  «...  Ue- 
«garon  á  Hueicolhuacan,  llamado 
«actualmente  Culiacan,  lugar  situa- 
«do  sobre  el  golfo  de  California  á 
«los  24íí°  donde  permanecieron 
«tres  años.  Es  probable  que  fabri- 
« casen  alli  casas  y  cabanas  para  su 
«alojamiento,  y  que  sembrasen  para 
«su  sustento  los  granos  que  consi- 
«go  llevaban. . . .  Allí  formaron  una 
«estatua  de  madera,  que  represen- 
«taba  á  Huitsilopochtli,  numen 
«protector  de  la  nación,  á  fin  de 
«que  los  acompañase  en  su  viaje. 
«Hicieron  también  una  silla  de  jun- 
«cos  y  cañas  para  conducirlo,  á  la 
«que  dieron  el  nombre  de  Teoicpa- 
^lli  (silla  de  dios),  y  eligieron  los 
«sacerdotes  que  debían  llevarlo  en 
«hombros,  que  eran  cuatro  á  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


209 


«vez. ...  y  al  acto  de  llevarlo  Ha- 
cinaron Neomama,-»  (Debe  ser  Teo- 
mama:  cargar  á  Dios,) 

Orozco  y  Berra,  en  su  errónea  in- 
terpretación de  la  Tira  de  la  pere- 
grinación de  los  Aztecas,  di- 
ce:«  los  Azteca  dejaron  la  isla 

«el  año  Itecpatl,  648,  poniéndose  en 
«marcha  (según  lo  dice  el  xocpalli 
«ó  huella  del  pié  desnudo)  hacia 

«Colhuacan Asilos  emigran- 

«tes,  salidos  de  Chapalla  pasaron 
«por  tierras  del  actual  Estado  de 
«Xalisco,  y  precisados  por  el  curso 
«del  río  Tolotlan,  se  detuvieron  en 
«Culiacan,  del  Estado  de  Guana jua- 
«to.  En  una  oquedad  ó  gruta  del 
«cerro,  sobre  im  altar  de  yerbas, 
«colocaron  á  su  divinidad  Huitsi- 
*lopochtli. . . .  Colocado  el  dios  en 
«la  gruta  de  Teoculhuacan,  habló 
«repetidas  veces. . . .  Verificóse 
«una  teofania.  Huitsilopochtli  pi- 
«dió  se  le  erigiera  tabernáculo,  se 
«constituyera  un  sacerdocio,  y  nom- 
«bró  personas  que  en  hombros  lo 
«llevaran  durante  la  peregrina- 
«cion:. . . .  Llamábase  el  tabemácu- 
«lo  Teoicpalli,  silla  de  dios; » 

Se  habrá  observado,  comparando 
los  textos  de  Clavigero  y  de  Oroz- 
co y  Berra,  que  difieren  notable- 
mente en  muchos  puntos,  y  muy 
especialmente  en  la  situación  de  los 
lugares.  Clavigero  pone  á  Culhua- 
can  ó  Hueiculhuacan  en  el  gol- 
fo de  California,  y  Orozco  lo  sitúa 
en  el  Estado  de  Guanajuato.  Clavi- 
gero pone  el  punto  de  partida  de 
los  aztecas  más  allá  del  Golfo 
de  California,  y  Orozco  los  hace  sa- 
lir de  una  isla  del  lago  de  Chápala, 
en  Xalisco.  Clavigero  tiene  en  su 
apoyo  el  común  sentir  de  los  AA. 
que  le  precedieron,  mientras  que 
la  opinión  de  Orozco  es  original  su- 


ya y  ninguno  la  ha  seguido,  antes 
bien  la  han  combatido.  Véanse  los 
artículos  Culiacan,  Aztlan  y  Chi- 
coMozToc,  en  los  que  discutimos  al- 
gunas opiniones  de  Orozco  y  Berra 
y  de  Chavero. 

Teoiztac.  (Teotl,dios\istacM^n' 
co:  «El  Dios  blanco;»  pero  si  la  c  de 
istac  se  toma  como  posposición,  sig- 
nificando «en,»  entonces  significa. 
«En  (donde  está)  el  dios  blanco,») 
el  tercer  cielo  creado  por  el  Orne- 
tecutli,  el  Ser  Supremo.  Su  prime- 
ra obra  como  Creador  fueron  los 
cielos.  La  primera  pintura  del  Có- 
dice Vaticano  representa  esta  crea- 
ción. Está  el  Ometecutli  (V.)  en  la 
parte  superior,  sentado  en  un  icpa- 
lli  real,  adornado  de  riquísimas  plu- 
mas y  de  los  símbolos  de  la  luna  y 
de  la  estrella  de  la  tarde,  teniendo 
sobre  la  frente,  en  su  tocado,  el 
signo  de  la  luz,  con  el  rostro  de  su 
color  natural  y  las  manos  amarillas, 
para  expresar  su  dualidad  y  los  dos 
sexos,  pues  en  los  jeroglíficos  se 
usa  el  color  natural  al  representar 
á  los  hombres  y  el  amarillo  para  las 
mujeres.  El  primer  cielo  creado  es 
el  que  está  inmediatamente  debajo- 
del  dios  y  en  el  lado  derecho  de  la 
pintura,  se  llama  Teotlatlauhco, 
«En  (donde  está)  el  dios  rojo.»  Este 
cielo  está  pintado  de  rojo,  y  hay  en 
él  los  signos  de  los  rayos  de  luz, 
para  expresar  que  la  primera  crea- 
ción fué  el  fuego.  Inmediatamente 
debajo  de  él  está  el  segundo  cielo 
creado,  que  se  llama  Teocosauhco, 
«En  (donde  está)  el  dios  amarillo.» 
Es,  en  efecto,  de  ese  color,  también 
con  rayos,  y  expresa  la  creación 
del  dios  amarillo,  que  es  el  Sol.  El 
tercer  cielo  creado  es  blanco,  con 
rayos,  y  sigue  á  la  izquierda  en  la 
parte  superior;  se  llama  Teoistac, 

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210 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«En  (donde  está)  el  dios  blanco,»  y 
expresa  la  creación  de  la  estrella 
de  la  tarde,  Véspero. 

Teoiztactlachpanqiii.  (Teotl , 
dios;  istcíc,  blanco;  tlachpanqui,  el 
que  barre  algo:  «Dios  blanco  que 
barre.»)  Nombre  que  daban  á  la 
constelación  zodiacal  del  Escor- 
pión, presidiendo  la  13.^  trecena  del 
Tonalamatl.  En  general  llamaban 
á  esta  constelación  Colotl,  alacrán 
ó  escorpión,  el  mismo  nombre  adop- 
tado en  la  ciencia  astronómica  de 
los  pueblos  primitivos  del  mundo. 

Te.omfitina.  (Teotl,  dios;  mama, 
cargar:  «El  acto  de  cargar  á  Dios.») 
En  la  Peregrinación  Azteca,  al  sa- 
lir de  Hueicolhuacan,  ordenó  Hui- 
t^ilopochtli  que  le  formaran  un 
tabernáculo,  teoicpalli,  constituyó 
un  sacerdocio,  y  nombró  personas 
que  en  hombros  lo  llevaran  duran- 
te la  peregrinación.  A  este  acto  de 
llevar  cargando  al  dios  lo  llamaron 
Teomama.  (Véase  Teoicpaia.1.) 

Teometl.  (Teotl,  dios;  metí,  ma- 
guey: «Maguey  de  dios  ó  divino.») 
Nombre  que  daban  al  maguey  que 
produce  el  pulque  de  mejor  calidad, 
•tal  es  el  de  los  Llanos  de  Apan.  Del 
pulque  del  teometl— dice  Sahagún— 
le  dio  de  beber  Tescatlipoca,  dis- 
frazado de  nigromante,  á  Quetzal- 
coATL  para  hacerlo  cometer  des- 
aciertos, una  vez  borracho. 

Teonnappa.  (Teotl,  dios;  nappa, 
cuatro  veces:  «Cuatro  veces  dios.*) 
Así  se  llamaba  el  dios  del  fuego, 
Xiuhtecutli,  con  relación  á  los  cua- 
tro puntos  cardinales.  Bajo  esta 
advocación  lo  veneraban  los  mer- 
caderes caminantes,  sangrándose 
y  arrojando  gotas  á  Jos  cuatro  vien- 
tos. 

Teonenemi.  (Teo-nenemi,  mar- 
char como  dioses.)  Nombre  que  da- 


ban á  los  sacerdotes  que  salían  de- 
México é  iban  al  cerro  de  Huixa- 
chtlan  á  encender  el  fuego  nuevo 
en  la  fiesta  del  Xiuhmolpilli. 

Paso  y  Troncoso,  interpretando 
la  lámina  XXXIV  del  Códice  Bor- 
bónico, trae  una  explicación  que  da 
una  idea  clara  de  la  significación 
del  vocablo.  Dice  así:  «La  2.*  sec- 
«ción  del  cuadro  se  desarrolla  en 
«una  parte  del  borde  inferior  y  en 
«todo  el  borde  izquierdo,  donde  se 
«han  pintado  siete  personajes,  que 
«debían  ser  otros  tantos  sacerdotes 
«vestidos  de  dioses,  y  que  caminan 
«en  procesión  siguiéndose  unos  á 
«otros,  y  llevando  cada  uno  un  haz 
«de  teas,  atado  con  cuerdas  y  ador- 
«nado  de  papeles,  que  sujeta  con 
«ambos  brazos.  Por  ser  el  haz  bas- 
«tante  largo,  aunque  no  habrá  sido 
«muy  pesado,  se  comprende  que  la 
«marcha  de  los  dioses  no  podía  ser 
«sino  lenta;  y  así  nos  dicen  los 
«autores  que,  á  principios  de  la  no- 
«che,  puesto  ya  el  sol,  comenzaban 
«á  caminar  en  dirección  al  cerro  de 
^It^tapalapan,  para  ir  á  enceder  en 
«su  cumbre,  á  la  media  noche  pre- 
«cisa,  el  fuego  nuevo,  con  el  cual 
«renovaban  los  indios  el  pacto  con 
«sus  númenes,  y  recibían  la  gracia 
«de  52  aftos  más  de  vida,  concedi- 
«dos  á  ellos  y  á  sus  descendientes. 
«A  la  marcha  grave  y  pausada  de 
«los  dioses  llamaban  Teunenemi, 
«caminan  como  el  dios,»  traduc- 
«ción  recta  y  literal  del  vocablo. .  » 

Teonexquimilli.  (Teotl,  dios; 
nextli,  ceniza;  quimilli,  lío,  bulto: 
«bulto  de  ceniza  dios.»  Boturini 
traduce:  bulto  ceniciento,  bulto  de 
oscuridad  y  neblina,  dios  sin  pies 
ni  cabera,)  Era  uno  de  los  nombres 
que  tenía  Tlasolteotl.  (V.)  Según 
Orozco  y  Berra  presidía  la  duodé- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


211 


cima  trecena  del  Tonalamatl;  pero 
Paso  y  Troncoso,  en  su  explicación 
del  Tonalamatl  no  hace  mención 
de  él.  Según  Chavero,  era  el  no- 
veno de  los  Yoalteuctín  (V.)  ó  acom- 
pañados de  la  noche,  y  representa 
la  negra  noche,  la  noche  misma. 

TeooctlL  (Teotly  dios;  octli,  vino, 
el  pulque:  «vino  ó  pulque  divino.») 
Bebida  que  tomaban  los  cantores 
en  ciertas  ceremonias  religiosas,  y 
que  se  propinaba  á  algunos  cauti- 
vos al  ser  sacrificados. 

A  propósito  de  lo.  primero  dice 
Sahagún: 

«El  Vmetochtsin  (Ometochtmn) 
era  como  maestro  de  todos  los  can- 
tores, que  tenían  cargo  de  cantar 
en  los  cues  (templos),  tenía  cuenta 
de  que  todos  viniesen  á  hacer  sus 
oficios  á  ellos.  Hacían  cierta  cere- 
monia con  el  vino  que  llamaban 
Teuvctli  (Teooctli)  al  tiempo  que 
habían  de  hacer  sus  oficios,  de  esta 
ceremonia  era  el  principal  Pachte- 
catl.  Este  tenía  cuidado  de  los  va- 
sos en  que  bebían  los  cantores,  de 
traerlos  y  darlos  y  recogerlos,  y 
de  henchirlos  de  aquel  vino  que 
también  llamaban  Macuiluctli  (Ma- 
cuil'OCtli,  cinco  vino),  y  ponía  dos- 
cientas tres  cañas,  de  las  cuales  so- 
naba una  ahugerada,  y  cuando  las 
tomaban,  el  que  acertaba  con  aque- 
lla, bebía  él  solo,  y  no  mas:  esto  se 
hacía  después  del  oficio  de  haber 
cantado.» 

A  propósito  de  lo  segundo,  ya  he- 
mos dicho  hablando  del  Sacrificio 
Gladiatorio,  (V.)  que  el  sacerdote 
viejo  llegábase  á  los  prisioneros  y 
tomando  uno  le  colocaba  sobre  el 
Temalacatl,  atándole  por  un  pie  con 
la  soga  centsonmecatl,  cuatrocien- 
tas cuerdas,  que  salía  por  el  agujero 
del  centro  de  la  piedra;  que  aquel 


infeliz  estaba  desnudo,  que  para 
darle  ánimo  le  presentaban  en  una 
xicalli,  jicara,  la  bebida  nombrada 
teooctli,  y  él  tomaba  la  vasija,  la 
presentaba  á  los  cuatro  puntos  car- 
dinales, y  bebía  el  líquido  chupán- 
dolo con  una  caña  hueca, 

Tal  vez  el 

teooctli  lo  producía  el  teometl. 

Teopan.  (Teotl,  áios\pan,  en:  «En 
donde  está  dios.»)  Templo.  (Véase 
Teocalli.) 

Teopatli.  (Teotl,  dios; />a///,  medi- 
cina, remedio:  «Medicina  divina.») 
Ungüento  que  usaban  los  sacerdo- 
tes cuando  iban  á  sacrificar  á  los 
montes  ó  cuevas  para  librarse  de 
las  fieras;  y  también  se  usaba  co- 
mo medicina  en  varias  enfermeda- 
des. 

También  empleaban  los  totona- 
cos un  teopatli  6  «unción  divina,» 
especial  para  ungir  en  la  cabeza  á 
su  sumo  sacerdote.  Esta  unción  se 
componía  de  ulin,  hule,  y  de  san- 
gre de  niños  sacrificados,  según 
Torquemada. 

Teopixqui  (Teotl,  dios;  pixgui, 
derivado  de  pia,  custodiar  guardar: 
•custodio  de  dios.»)  Nombre  genéri- 
co que  daban  á  los  sacerdotes.  Re- 
verencialmente,  el  nombre  se  con* 
vierte  en  Teopixcatsin,  de  donde 
se  formó  el  aztequismo  tiopiscachi, 
nombre  que  dieron  los  indios  con- 
versos á  los  sacerdotes  cristianos, 
y  que  equivale  á  «padrecito.»  El  jefe 
de  los  sacerdotes  se  llamaba  huei- 
teopixqui;  huey,  grande;  teopixqui, 
sacerdote:  «gran sacerdote.» 

Teoquechol.  (Véase  Quecholi.) 

Teotecpatl.  (Véase  Tecpatl.) 

Teotetl.  (Teotl,  dios;  tetl,  piedra: 
«piedra  divina.»)  La  piedra  de  que 
estaba  hecha  la  estatua  ó  ídolo  de 
Tescatlipoca,  en  México.— A  este 


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212 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


propósito  dice  Clavigero:  «Su  prin- 
cipal ídolo  era  de  teotetl  (piedra  di- 
«vina),  que  es  una  piedra  negra  y 
«reluciente,  semejante  al  mármol 
«negro,  y  estaba  vestido  de  gala.» 

Sigue  haciendo  la  descripción  del 
ídolo,  que  se  verá  en  el  artículo 
Tescatlipoca. 

Orozco  y  Berra  dice:  «En  México 
«la  estatua  de  Tescailipoca  era  de 
«obsidiana,  la  cual  por  esta  causa, 
«además  de  su  nombre  itstlise  Ha- 
«maba  teotetl,  piedra  divina;  en  los 
«demás  lugares  era  de  palo.» 

Teoteuctli.  (Metátesis  de  teote- 
cuta,  comp.  de  teotl,  dios;  tecutli, 
señor:  «Señor  de  dios.»)  El  sumo 
sacerdote  con  poder  superior  sobre 
todo  el  sacerdocio.  Se  distinguía 
por  la  bola  de  algodón  que  al  pecho 
llevaba  colgando.  En  Texcoco  y  ¡ 
Tlacopan  (Tacuba)  un  hermano  ¡ 
del  rey  era  el  Teotecutli;  en  Méxi- 
co era  electo  el  más  noble,  virtuo- 
so y  entendido  de  los  sacerdotes, 
aunque  sin  duda  se  escogía  perso- 
na de  la  casa  real.  El  Teotecutli  pa- 
rece consagrado  particularmente  á 
las  cosas  civiles;  era  consejero  del 
rey;  sin  su  aprobación  no  se  decla- 
raba la  guerra;  ungía  al  rey  electo; 
en  las  grandes  y  solemnes  festivi- 
dades era  el  sacrificador. 

Entre  los  totonacos  el  teotecutli 
era  escogido  entre  los  seis  minis- 
tros más  virtuosos,  y  era  ungido  en 
la  cabeza  con  im  ungüento  com- 
puesto de  ulin  y  de  sangre  de  ni- 
ños sacrificados. 

En  cuanto  al  nombre,  Chavero 
dice: 

«El  título  de  Tecutli  lo  usaban  los 
«reyes:  eran  los  señores  de  sus  súb- 
«ditos.  El  gran  sacerdote  tomó  por 
«título  Teotecutli,  é[  señor  del  dios. 
«No  solamente  tomó  para  síelmis- 


«mo  dictado  de  los  reyes  sino  que 
«se  llamó  el  señor  del  dios,  publi- 
« cando  así  su  supremacía,  pues  los 
«reyes  no  eran  más  que  señores  de 
«hombres  sujetos  como  siervos  á 
«la  divinidad.» 

No  creemos  exacto  el  concepto 
de  Chavero.  Tecutli  no  significa 
etimológicamente  «señor,»  no  con- 
nota idea  de  dominio.  Los  frailes 
misioneros  tradujeron  tecutli  por 
•señor,>  porque  observaron  que  lle- 
vaban este  título  las  personas  cons- 
tituidas en  dignidad  ó  poder,  como 
eran  los  reyes  y  los  sacerdotes;  pe- 
ro desconocieron  la  significación 
directa  ó  fundamental,  que  es  la 
etimológica.  Tecutli  se  compone  á^ 
te,  algimo,  persona,  y  de  cutli,  deri- 
vado de  cui,  que,  entre  varias  sig- 
nificaciones, tiene  la  de  recibir,  aco- 
ger, y,  figuradamente,  proteger,  así 
es  que  tecutli  es  el  que  recibe,  aco- 
ge ó  protege  á  alguno,  á  una  perso- 
sona.  Los  reyes  y  grandes  señores 
tenían  por  misión  recibir,  acoger  y 
proteger  á  sus  subditos,  y  por  eso 
se  les  llamaba  tetecutin,  plural  de 
tecutli.  Los  sacerdotes  tenían  tam- 
bién esa  misión;  pero  á  ellos  les  ve- 
nía de  dios,  como  sus  ministros  que 
eran,  y  por  eso  el  sumo  sacerdote, 
que  era  el  constituido  en  dignidad 
en  la  religión,  esto  es,  en  las  cosas 
de  dios,  se  llamaba  Teotecutli,  es  de- 
cir, el  tecutli  de  dios,  de  las  co- 
sas divinas,  á  diferencia  del  rey  ó 
gran  señor  de  las  cosas  humanas. 

Clavigero  traduce  Teotecutli  «Se- 
ñor divino. »  Nos  parece  que  se  acer- 
ca á  la  idea  que  acabamos  de  ex- 
poner. 

TeotL  { Te  es  un  pronombre  que 
se  refiere  exclusivamente  á  las  per- 
sonas, á  diferencia  de  tía,  que  se 
refiere  á  las  cosas;  así  los  verbos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


213 


transitivos  van  siempre  precedidos 
del  prefijo  te  6  tía,  tecua,  comer  á 
alguno;  tlacua,  comer  algo,  alguna 
cosa;  ahora  bien,  otl  es  una  desi- 
nencia con  la  que  se  forman  subs- 
tantivos abstractos,  que  tienen  la 
significación  del  nombre  á  que  se 
junta;  así  de  tatli,  padre,  se  forma 
tayotl,  paternidad;  de  //////,  tinta  ne- 
gra, se  forma  tlilloth  negrura;  de 
teopixqui,  sacerdote,  sale  teopixca- 
yotl,  sacerdocio;  del  mismo  modo, 
de  tCy  persona,  se  forma  teotl,  per- 
sonalidad, dios,  porque  dios  es  la 
persona  por  excelencia.  ¿Y  todavía 
se  dirá  que  los  nahoas  no  tenían 
idea  abstracta  de  Dios?  Remí  Si- 
meón dice  que  Teotl  se  deriva  de 
teuctlt.  Esto  es  inadmisible.  Véase 
el  artículo  Teoteuctli,  donde  se 
explica  la  etimología  de  teuctli,  que 
no  es  más  que  la  transposición  ó 
metátesis  de  tecutli.  Dios  es  el 
Teuctli  ó  Tecutli  por  excelencia  con 
relación  á  los  hombres;  pero  en  sí, 
independientemente  de  aquéllos,  es 
la  persona  abstracta,  la  plenitud 
déla  personalidad:  r<?o//j. Dios,  dio- 
sa. Plural  Teteo,  Dioses,  diosas. 

El  P.  Acosta— -dice  Clavigero— 
se  maravilla  de  que  teniendo  idea 
los  mexicanos  de  la  existencia 
de  un  Ser  Supremo,  Creador  del 
cielo  y  de  la  tierra,  carezcan  de  una 
voz  correspondiente  al  Dios  de  los 
españoles,  al  Deus  de  los  latinos, 
al  Theos  de  los  griegos,  al  El  de  los 
hebreos,  al  Alah  de  los  árabes;  por 
lo  que  los  predicadores  se  han  vis- 
to obligados  á  servirse  del  nombre 
español.  Pero  si  este  autor  hubiese 
tenido  alguna  idea  de  la  lengua 
mexicana,  hubiera  sabido  que  lo 
mismo  significa  el  Teotl  de  aquel 
idioma,  que  el  Theos  de  los  griegos, 
y  que  la  razón  que  tuvieron  los  pre- 


dicadores para  servirse  de  la  voz 
Dios,  no  fué  otra  que  su  excesivo 
escrúpulo,  pues  así  como  quemaron 
las  pinturas  históricas  de  los  mexi- 
canos, sospechando  ^n  ellas  algu- 
na superstición,  de  lo  que  se  queja 
con  razón  el  mismo  Acosta,  así  tam- 
bién desecharon  el  nombre  Teotl, 
porque  había  servido  para  signifi- 
car los  falsos  númenes  que  aque- 
llos pueblos  adoraban.  Pero,  ¿no 
hubiera  sido  mejor  adoptar  el  ejem- 
plo de  S¿m  Pablo,  que,  hallando  en 
Grecia  adoptado  el  nombre  Theos 
para  expresar  unos  dioses  mucho 
más  abominables  que  los  de  los 
Mexicanos,  no  sólo  se  abstuvo  de 
obligar  á  los  griegos  á  adorar  el  El 
ó  el  Adonai  de  los  hebreos,  sino  que 
se  sirvió  de  la  voz  nacional,  hacien- 
do que  desde  entonces  en  adelante 
se  entendiese  por  ella  un  Ser  infi- 
nitamente perfecto,  supremo  y  eter- 
no?» 

Conformes  estamos  con  lo  ex- 
puesto por  el  sabio  jesuíta,  excep- 
tuando su  opinión  de  que  el  Teotl 
náhuatl  significa  lo  mismo  que  el 
Theos  de  los  griegos.  Ya  hemos 
visto  que  Teotl  connota  la  idea  de 
la  personalidad  absoluta;  y  el  Theos 
no  es  sino  el  Teut  de  los  celtas,  que 
expresa  generación,  creación,  de 
modo  que  Theos  es  el  Creador,  el 
Generador. 

Así  como  los  cristianos,  inspirán- 
dose en  mitologías  de  la  India,  con- 
cibieron á  Dios  trino  y  uno,  del 
mismo  modo  los  nahoas  concibie- 
ron á  Teotl  dual  y  uno,  varón  y 
hembra,  marido  y  mujer.  A  esta 
dualidad  la  llamaron  Omeyotl,  y  al 
lugar  ó  cielo  en  que  moraba,  lo  lla- 
maron Omeyocan,  «mansión  de  la 
dualidad.»  El  varón  de  esta  Duali- 
dad tenía  el  nombre  de  Ometecu- 

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214 


ANALES  OEJL  MUSEO  NACIONAL. 


tu,  y  la  hembra  mujer  el  de  Ome- 
cihuatL  La  Omeyotl  ó  Dualidad  creó 
una  generación  de  divinidades,  y 
en  éstos  se  confunden  los  sexos 
hasta  no  saber  á  cuál  pertenecen, 
como  sucede  con  Mixcoatl  y  con 
Centeotly  que  unas  veces  son  consi- 
derados como  varones,  y  otras  co- 
mo mujeres,  pues  la  mitología  nos 
los  presenta,  ya  como  dioses,  ya 
como  diosas. 

Orozco  y  Berra  dice  que  en  la  re- 
ligión nahoa  se  ven  unidos,  un  dios 
incorpóreo,  invisible,  creador  y  sus- 
tentador del  universo,  con  dos  dio- 
ses al  parecer  increados,  padres  de 
una  generación  de  divinidades.  No 
lo  creemos  así.  El  dios  incorpóreo, 
invisible,  creador  y  sustentador  del 
universo  es  la  Oweyo//,  la  Dualidad, 
del  mismo  modo  que  en  la  Trini- 
dad cristiana  se  encuentra  la 
Unidad.  Estos  llaman  al  Ser  Supre- 
mo, Trino  y  Uno,  y  aquéllos,  los 
nahoas,  lo  llaman  Dual  y  Uno. 

Se  ha  hecho  observar  por  algu- 
nos autores  que  la  religión  nahoa, 
desde  las  ideas  más  abstractas  des- 
ciende hasta  las  concepciones  más 
groseras  en  las  ofrendas  consagra- 
das á  la  materia  animada  é  inani- 
mada: los  númenes  son  y?i  podero- 
sos espíritus,  hombres  deificados, 
el  pez  ó  la  rana,  los  astros,  la  fres- 
ca fuente  y  el  monte  sombrío:  ya 
un  dios  único  preside  sobre  el  mun- 
do, ya  se  juzga  indispensable  que 
un  numen  dirija  cada  una  de  las  i 
ciencias,  de  las  artes,  de  las  ocupa- 1 
ciones  de  la  vida,  de  las  acciones  I 
en  la  existencia  presente  y  futura. , 

Pero  otros  autores  han  hecho  ob- 
servar que  en  las  mitologías  grie- 
ga y  romana  se  encuentra  el  mis- 
mo fenómeno,  y  con  contrastes 
repugnantes  y  abominables:  Palas 


inspirando  las  ciencias,  y  Venus  los 
placeres  camales;  Apolo  iluminan- 
do á  los  poetas,  y  Baco  encendiendo 
á  los  borrachos;  los  vicios  deifica- 
dos á  la  par  que  las  virtudes;  y  so- 
bre todo,  Júpiter,  el  Ser  Supremo, 
ofendiendo  á  su  casta  esposa,  y 
arrastrándola  á  crueles  venganzas, 
con  sus  múltiples  adulterios. 

Chavero  afirma  que  la  palabra 
teotl  no  expresaba  un  dios  espiri- 
tual, y  lo  sustenta  diciendo: 

«Según  todos  los  vocabularios 
significa  dios;  pero  no  el  ser  espi- 
ritual y  único.  Era  más  bien  nom- 
bre genérico  de  las  divinidades  de 
los  mexicas:  y  así  tenían  á  Centeotl 
deidad  del  maiz,  á  Tlasolteotl  diosa 
de  la  inmundicia,  y  á  otras  muchas. 
A  los  muertos  los  llamaban  también 
teotl, y  decían  teotl  fulano  ó  dios  fu- 
lano. En  la  escritura  jeroglífica  re- 
presentaban la  palabra  teotl  por  un 
sol.  De  manera  que  esta  voz  teotl 
nunca  daba  la  idea  de  un  ser  espiri- 
tual y  único;  era  nombre  común  apli- 
cado á  todas  las  deidades,  y  si  se 
personificaba  en  el  sol,  era  por  lo 
mismo  representación  de  un  ser 
material.» 

Ya  hemos  visto  que  la  Omeyotl, 
la  «Dualidad,»  creó  una  generación 
de  seres  que  no  fueron  los  hombres, 
y  que  se  llamaron  dioses  por  su  pro- 
cedencia inmediata  del  Dios  Supre- 
mo. Fueron  como  los  Ángeles  de 
los  judíos  y  de  los  cristianos,  seres 
intermedios  entre  Dios  y  los  hom- 
bres, que  participaban  de  la  natu- 
raleza divina,  y  que  por  sus  fun- 
ciones para  con  la  humanidad  se 
reputan  dioses,  pues  custodian  á  los 
hombres,  los  guían,  los  premian  y 
los  castigan.  También  en  muchas 
religiones  se  da  el  nombre  de  dio- 
ses á  los  muertos  y  aun  á  los  vivos; 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


215 


tal  era  el  fin  de  las  apoteosis  entre 
los  griegos  y  los  romanos;  y  tales 
son  también  las  canonizaciones  de 
los  Santos  que  hace  la  Iglesia  ca- 
tólica, pues,  si  no  los  llama  dioses, 
sí  les  atribuye  el  poder  de  Dios, 
puesto  que  resucitan  muertos,  y  co- 
mo taumaturgos  violan  todas  las 
leyes  naturales.  Así  en  la  religión 
de  los  nahoas,  los  dioses  secunda- 
rios, los  creados  por  la  Omeyotl, 
son  los  ministros  de  ella;  los  dos 
Tescatlipoca,  Quetsalcoatl  y  Htii- 
tsüopochtli  fueron  los  encargados 
para  la  creación  del  mundo  visible, 
y  otros  fueron  destinados  á  su  con- 
servación; tales  fueron  los  que  go- 
bernaban los  vientos,  las  aguas  y 
el  fuego,  como  Ehecatl,  Tlaloc,  Chai- 
chiuicueye  y  Xiuhtecutli;  y  los  que 
cuidaban  de  los  animales  y  de  los 
mantenimientos,  como  Mi x coatí, 
Amimül,  Xilomen  y  Chicomecoatl. 
En  fin,  como  pueblos  politeístas, 
deificaron  á  los  mismos  seres  na- 
turales, como  animales,  montes, 
aguas,  vientos  y  frutos  de  la  tierra; 
pero  sin  perder  la  idea  del  Ser  Su- 
premo. 

Es  verdad  que  en  la  escritura  je- 
roglífica representaban  con  un  sol 
la  palabra  teotl;  pero  no  porque 
creyeran  que  el  sol  era  el  Ser  Su- 
premo, sino  porque  entre  las  crea- 
turas  visibles  era  para  ellos  la  más 
grande  manifestación  del  Dios  in- 
visible, como  lo  ha  sido  para  todos 
los  pueblos,  pues  da  calor,  luz,  vi- 
da á. todos  los  seres.  Nunca  pudie- 
ron los  nahoas  concebir  al  sol  como 
el  supremo  dios,  pues  en  su  cosmo- 
gonía figura  como  creatura  que 
aparecía  y  desaparecía;  en  el  prin- 
cipio fué  sol  el  dios  Tescatlipoca; 
desapareció  éste,  y  lo  fué  el  dios 
Quetsalcoatl;  y  lo  fueron  después 


sucesivamente  Tlaloc  y  su  esposa 
Chalchiutlícue;  por  último,  en  la 
dedicación  de  las  pirámides  de  Te- 
teohuacan  (hoy  Teotihuacán,)  fué 
sol  Nanahuatsin,  uno  de  los  1600 
dioses  que  nacieron  del  pedernal 
que  dio  á  luz  ía  Omecihuatl  y  que  los 
dioses  celestiales,  sus  hermanos, 
arrojaron  á  la  tierra.  Todos  estos 
mitos  simbolizan  el  fuego,  en  el  cie- 
lo, concentrado  en  el  sol,  y  en  la 
tierra,  bajo  la  forma  de  pedernal, 
tecpatl;  pero  en  todos  ellos,  apare- 
ce el  Fuego,  Xíutecutli  tletl,  como 
creatura  que  procede  de  la  Ome- 
yotl, y  no  como  el  Ser  Supremo. 
Además,  todas  las  teogonias  na- 
hoas nos  dicen  que  la  Omeyotl  te- 
nía su  mansión,  el  Omeyocan  en  los 
cielos  superiores,  y  ponen  el  fuego, 
al  sol,  en  los  inferiores,  con  el  pla- 
neta Venus.  Parafraseando  esta 
teogonia  hemos  dicho  en  nuestro 
opúsculo  Los  Cuatro  Soles: 

El  Gran  Ometecutli,  en  Omeyocan, 
Morada  de  placer  y  de  riquezas, 
Con  Omecihuatl^  su  inmortal  consorte, 
Formó  los  cielos  de  la  obscura  nada, 
Para  que  moren  los  finitos  Seres 
Que  al  mundo  habrán  de  dar  luz  y  la  vida. 
TeotlatlauchcOf  mansión  del  dios  del  fuego, 
Cielo  esplendente  de  rojiza  lumbre, 
Salió  el  primero  de  la  mente  increada 
Para  alumbrar  el  anchuroso  espacio,  (1) 
El  Teocosauhco,  el  amarillo  fuego 
El  cielo  donde  el  sol  su  luz  difunde 
Con  que  ilumina  espléndida  la  esfera. 
Ardoroso  surgió  del  alto  empíreo:(2) 


(1)  Teo-tlatlauh-co  se  compone  de  tcotl,  dios, 
tlatlauhqui,  rojo,  co,  en,  donde:  «En  ó  donde  el 
dios  rojo;»  pero,  perifraseando  el  concepto,  signi- 
fica «mansión  del  dios  rojo,  del  dios  del  fucfiro.» 
La  creación  del  Teotlatlauhco  equivale,  en  la 
cosmogonía  nahoa,  á  la  creación  de  la  Luz  en  el 
Génesis  de  Moisés 

(2)  Teocoaauhco  se  compone  de  tcotl,  dios,  co- 
aauhqui,  amarillo,  co,  en,  donde,  «donde  el  dios 
amarillo;»  pero,  por  perífrasis,  significa  «mansión 
del  dios  amarillo.»  La  creación  del  Teocosauhco 
es  la  creación  de  la  nebulosa  ígnea  de  que  se 
formó  el  sol. 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Véspero  su  mansión  tiene  en  Teoietac  (3) 

Do  blanca  luz  difunde  rutilante. 

Estos  tres  cielos  forman  el  Teteocan.  (4) 


En  apoyo  de  su  tesis  sigue  dicien- 
do Chavero: 

«Tan  cierto  es  esto,  que  los  pri- 
meros frailes  no  encontraron  en  la 
lengua  mexicana  palabra  que  ex- 
presara la  idea  de  su  Dios,  y  usaron 
en  sus  escritos  de  la  misma  voz  cas- 
tellana Dios.» 

Es  de  estrañarse  que  el  historia- 
dor Chavero  emplee  este  argumen- 
to; ¿pues  qué  le  fué  desconocido  el 
pasaje  que  hemos  transcrito  del  P. 
Clavigero?  No  fué  porque  no  encon- 
traran palabra  propia,  sino  «que  la 
«razón  que  tuvieron  los  predicado- 
«res — dice  el  jesuíta—  paraservir- 
«se  de  la  voz  Dios,  no  fué  otra  que 
«su  excesivo  escrúpulo,  pues  así  co- 
«mo  quemaron  las  pinturas  históri- 
«cas  de  los  mexicanos,  sospechan- 
«do  en  ellas  alguna  superstición,  así 
«desecharon  también  el  nombre 
<^teotl,  porque  había  servido  para 
«significar  los  falsos  númenes  que 
«aquellos  pueblos  adoraban.» 

Si  los  misioneros  hubieran  sido 
filólogos  y  hubieran  penetrado  has- 
ta la  etimología  de  Teotl,  se  habrían 
persuadido  de  que  era  el  nombre 
más  propio  para  significar  al  Ser 
Supremo,  invisible  é  inmaterial. 

Aducet  ambién  Chavero,  como  ar- 
gumento, el  queMotolinia,  al  tratar 


(3)  Teoistac  se  compone  de  teotl,  dios,  istac, 
blanco;  la  c  final  hace  veces  de  la  posposición 
co,  en,  donde:  «donde  el  dios  blanco,»  y,  por  pe- 
rífrasis, significa  «mansión  del  dios  blanco.»  Aquí 
el  dios  es  la  estrella  de  la  tarde.  Como  los  na- 
hoas,  en  este  caso,  no  le  dan  nombre  especial, 
hemos  empleado  en  el  verso  la  palabra  poética 
I  Yspero. 

(4)  Teteo-  can  se  compone  de  íeíeo,  dios,  plural 
de  íeoíl.  dios,  y  de  can,  lugar:  «morada  de  los 
dioses»  Pero  de  los  dioses  creados,  porque  del 
increado,  la  Omcyotl,  es  el  Omvyocan,  los  cielos 
superiores. 


de  la  predicación  del  Evangelio  á 
los  indios,  refiere  cómo,  ante  todo, 
preciso  fué  darles  á  entender  quién 
es  Dios  vivo.  Todopoderoso,  sin 
principio  ni  fin,  creador  de  todas  co- 
sas, lo  cual  revela  que  no  tenían  an- 
tes esa  concepción  espiritual;  y  di- 
ce también  Chavero  que  Mendieta 
afirma  que  los  indios  no  alcanza- 
ron á  conocer  á  Dios. 

Estas  aseveraciones  de  Motolinia 
y  de  Mendieta  lo  que  prueban  es  que 
no  llegaron  á  comprender  la  teogo- 
nia de  los  nahoas,  ni  mucho  menos 
la  etimología  de  Teotl,  Dios.  Sin  ele- 
varse hasta  la  Omeyotl,  basta  cono- 
cer los  diversos  nombres  que  le  da- 
ban á  Tí?-^^^///^©^^,  para  convencer- 
se de  la  altísima  concepción  que 
tenían  de  un  Ser  superior  á  todo  lo 
creado.  En  las  oraciones  que  le  di- 
rigían, le  decían:  —«Tú  eres  invisi- 
«ble  y  no  palpable,  bien  así  como  la 
«noche  y  el  aire.»  Lo  consideraban 
eterno,  alma  del  universo,  señor  de 
la  tierra,  gobernador  del  mundo,  se- 
ñor de  las  batallas  y  de  las  riquezas. 
«Penetráis  con  una  vista  las  piedras 
« — le  decían  en  sus  oraciones—  vien- 
«do  lo  que  dentro  está  escondido,  y 
«por  la  misma  razón  veis  y  enten- 
«déis  lo  que  está  dentro  de  nuestros 
«corazones,  y  veis  nuestros  pensa- 
«mientos.»  Si  tales  conceptos  tenían 
de  un  dios  creado,  como  fué  Tesca- 
tlipoca,  ¿cuáles  no  atribuirían  al 
Creador  del  Universo,  á  la  Omeyotl? 

Es  verdad  que  también  le  decían 
« . . . .  vuestro  padre  y  madre,  de  to- 
«dos  los  dioses,  el  dios  antiguo,  que 
«es  el  dios  del  fuego  que  está  en 
«medio  de  las  flores,  y  enmedio  del 
«albergue  cercado  de  cuatro  pare- 
«des,  y  está  cubierto  con  plumas 
«resplandecientes  que  son  como 
«alas.» 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


217 


Ya  hemos  visto  en  la  Cosmogonía 
que  Tescatlipoca  fué  el  primer  sol, 
y  por  eso  le  dicen  que  su  padre  fué 
el  fuego;  pero  también  hemos  visto 
que  el  fuego  Teotlatlauhqui  fué  el 
primer  dios  creado  por  la  Omeyotl 
y  lo  colocó  en  el  cielo  Teotlatlauhco. 

Sucedía  también  entre  las  multi- 
tudes de  los  indios  lo  que  pasa  en 
las  muchedumbres  de  los  católicos, 
que  el  culto  lo  tributan  á  Jesucristo, 
á  la  Virgen  María  y  á  los  Santos,  y 
no  se  acuerdan  del  Padre  Eterno,  ni 
menos  del  Espíritu  Santo;  así  entre 
los  indios,  su  culto  se  refería  á  los 
dioses  visibles,  al  dios  del  fuego, 
al  dios  del  aire,  á  los  dioses  de 
las  aguas,  á  los  de  los  animales,  á  los 
de  las  mieses;  y  sólo  los  sacerdotes 
se  acordaban  de  la  Omeyotl,  del  Ser 
Supremo.  Y  entre  esos  sacerdotes 
ha  de  haber  habido  algunos,  como 
entre  los  católicos,  incapaces  de  en- 
tender los  misterios  de  su  religión. 
Hemos  preguntado  á  algunos  sa 
cerdotes  católicos,  y  no  de  misa  y 
olla,  qué  cosa  es  la  unión  hipostá- 
iica  de  que  habla  el  P.  Ripalda  al  ex- 
plicar Ips  misterios,  y  nos  han  con- 
testado confesando  su  ignorancia. 

En  cuanto  á  la  afirmación  de 
Mendieta  de  que  los  indios  no  cono- 
cieron á  Dios,  está  en  contradicción 
con  lo  que  dice  en  la  página  88  de 
su  Hist.  Ecles.  Indiana,  donde  ase- 
gura que  á  la  divinidad  invisible  le 
decían:  ^Moyocuyatsinayacoquiyo- 
^cux,  ayac  oquipic,  que  quiere  decir 
«que  nadie  lo  creó  ó  formó,  sino  que 
«él  solo  por  su  autoridad  y  por  su 
«voluntad  lo  hace  todo.»  Es  verdad 
que  dice  también  Mendieta  que  lo 
anterior  se  lo  aplicaban  al  sol;  pero 
tal  afirmación  es  absurda,  y  lo  que 
revela  es  que  Mendieta,  no  sabien- 
do que  adoraban  á  un  Dios  invisi- 


ble, creía  que  se  dirigían  al  sol,  que 
era  el  dios  visible  que  más  adora- 
ban. Sin  embargo,  le  repugnaba  que 
al  sol  dirigieran  conceptos  tan  es- 
pirituales, pues  acaba  por  decir: 
«Aunque  se  puede  creer  que  esta 
«manera  de  hablar  les  quedó  de 
«cuando  sus  muy  antiguos  antepa- 
«sados  debieron  tener  natural  y  par- 
«ticular  conocimiento  del  verdade- 
«ro  Dios,  teniendo  creencia  en  que 
«Dios  había  criado  el  mundo,  y  era 
«Señor  de  él  y  lo  gobernaba.  Por- 
«que  antes  que  el  capital  enemigo 
«de  los  hombres  y  usurpador  de  la 
«reverencia  que  á  la  verdadera  dei- 
«dad  es  debida,  corrompiese  los  co- 
«razones  humanos,  no  hay  dubda 
«sino  que  los  pasados,  de  quien  es- 
«tas  gentes  tuvieron  su  dependen- 
«cia,  alcanzaron  esta  noticia  de  un 
«Dios  verdadero;  como  los  religio- 
«sos  que  con  curiosidad  lo  inquirie- 
«ron  de  los  viejos  en  el  principio 
«de  su  conversión,  lo  hallaron  por 
«tal  en  las  provincias  del  Pirú  (Pe- 
«rú)  y  de  la  Verapaz,  y  de  Guati- 
«mala,  y  de  esta  Nueva  España.  Pe- 
«ro  los  tiempos  andando,  y  faltando 
«gracia  y  doctrina,  y  añadiendo  los 
«hombres  pecados  á  pecados,  por 
«justo  juicio  de  Dios,  fueron  estas 
«gentes  dejadas  ir  por  los  caminos 
«errados  que  el  demonio  les  mostra- 
«ba,  como  en  las  demás  partes  del 
«mundo  acaeció  á  casi  toda  la  ma- 
«sa  del  género  humano,  de  donde 
«nació  el  engaño  de  admitir  la  mul- 
«titud  de  los  Dioses.»  No  puede  ser 
más  explícita  la  confesión  del  P. 
Mendieta:  «Al  principio  los  indios 
tuvieron  idea  del  Dios  verdadero; 
después  la  perdieron.»  Esta  última 
parte  es  falsa,  porque  las  teogonias 
de  los  indios  conservan  la  idea;  las 
preces,  recogidas  por  Sahagún,  la 

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218 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


demuestran;  y  los  viejos  conversos 
que  hablaron  con  los  religiosos  te- 
nían noticia  de  esa  creencia:  luego 
no  estaba  perdida. 

Resumiendo:  los  indios  ño  cono- 
cían al  Dios  Trino  y  Uno  de  los  cris- 
tianos, ni  al  Jehová  de  los  judíos, 
que  eran  los  que  les  enseñaban  los 
frailes  misioneros;  pero  sí  conocían 
á  un  Ser  Supremo,  Dual  y  Uno,  Crea- 
dor del  Universo,  eterno  é  invisible. 

Orozco  y  Berra,  no  obstante  el 
conocimiento  profundo  que  tenía  de 
las  obras  de  los  cronistas  antiguos 
que  dijeron  que  los  indios  no  cono- 
cían á  Dios,  dice  lo  siguiente: 

«En  la  confusión  de  la  mitología 
«revuelta  y  extravagante,  se  mira 
«descollar  la  creencia  en  la  unidad 
«de  Dios.  En  la  lengua  mexicana, 
i^Teotl  corresponde  á  la  idea  abs- 
«tracta  Dios  (/y  que  no  conoció  la 
^etimología!).  Con  esa  palabra  dis- 
«tinguían  un  Ser  Supremo,  invisible 
«y  eterno,  al  cual  no  representaban  : 
«en  forma  alguna.»  (Véase  Tloque  i 
Nahuaque,  Ídolos.)  I 

Teotlale.  (Teotlalli,  tierra  de 
dios;  ^,  que  tiene:  «El  que  tiene  la 
tierra  de  dios.»  Llamaban  teotlalli, , 
«tierra  de  dios,»  á  los  desiertos,  á 
los  valles  profundos  y  solitarios.) 
Uno  de  los  nombres  que  daban  á 
Dios,  que  equivale  á  «Señor  de  los 
desiertos,  de  las  tierras  solitarias,» 
dando  á  entender  que  sólo  él  habi- 
taba y  dominaba  en  ellos.  Aun  pue- 
blo situado  en  un  gran  desierto  lo 
llamaban  Teotlalco,  Teotlalpan.  Ge- 
neralmente Teotlale  va  acompaña- 
do de  la  palabra  Matlahua,  que  se 
compone  de  matlatl,  red,  y  de  hua, 
expresión  de  tenencia  ó  posesión, 
y  significa:  «el  que  tiene  red;»  pero 
no  alcanzamos  á  percibir  el  sentido 
de  las  dos  voces  juntas  Teotlale-Ma- 


tlahua.  También  se  le  une  la  pala- 
bra Tepehua,  que  se  compone  de 
tepetl,  monte,  y  de  hua,  expresión 
de  tenencia  ó  posesión,  y  significa: 
«poseedor  de  montes.»  Así,  pues,  el 
nombre  completo  es  Teotlale-Ma- 
tlahua-Tepehtia,  «Señor  del  desier- 
to. Señor  de  las  redes,  Señor  de  los 
montes.» 
Teotlatlauhco.  [Véase  T e o i z- 

TAC.) 

TeotlachtlL  (Véase ]\yEGo%.) 
Teotlachco.  ( Véase  Juegos.) 
Teotlalpan.  ( Teotlalli,  tierra  de 
dios;  pan,  en:  «En  tierra  de  dios  » 
Véase  Teotlale.)  El  10.^  edificio 
de  los  78  que  comprendía  el  tem- 
plo mayor  de  México.  Era  un  huer- 
tecillo  cercado,  con  riscos  hechos 
á  mano,  y  en  ellos  magueyes  y  ar- 
bustos, que  nacen  en  tierra  frago- 
sa. En  la  fiesta  del  mes  Quecholi, 
de  ahí  partía  una  procesión  para  ir 
á  cazar  á  la  tierra  de  Zacatepec. 

Paso  y  Troncoso  dice  que  este 
edificio  tal  vez  estaría  dedicado  al 
Septentrión,  por  ser  teotlalpan  uno 
de  los  varios  nombres  que  daban  á 
ese  punto  cardinal.  Dice  también 
que  el  lugar  más  apropiado  para 
enseñar  el  oficio  de  cazador,  tra- 
tándose de  principiantes,  era  el 
Teotlalpan,  y  que  por  los  ritos  que 
allí  hacían,  no  es  remoto  que  haya 
sido  escuela  de  caza,  comenzando 
por  la  de  cerbatana,  en  que  tan  dies- 
tros eran  los  indios. 

Torquemada  dice  que  el  edificio 
Teotlalpan  era  un  templo  consa- 
grado á  Mixcoatl,  dios  de  la  caza; 
y  refiriéndose  á  la  fiesta  y  proce- 
sión que  allí  le  hacían  en  la  vein- 
tena Quecholi,  agrega  que  termina- 
da la  fiesta,  el  rey  y  la  nobleza 
salían  al  cerro  Zacatepec,  á  cuatro 
leguas  al  S.  de  la  ciudad,  lo  rodea- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


219 


ban,  y  ojeando  en  seguida,  hacían 
reunir  la  caza  en  el  lugar  donde  de 
antemano  habían  colocado  los  la- 
zos; tomaban  de  los  animales  los 
que  les  parecían,  para  sacrificar- 
los al  numen,  y  el  resto  lo  dejaban 
vivo  para  que  se  fuera  libre  por  ris- 
cos y  montañas. 

Hemos  dejado  para  el  fin  la 
transcripción  del  pasaje  de  Saha- 
gún  relativo  á  Teotlalpan,  porque 
tenemos  que  hacer  algunas  obser- 
vaciones sobre  la  etimología  del 
nombre,  y  quisimos  que  antes  se 
viera  la  escritura  del  vocablo  adop- 
tada por  todos  los  AA. 

Dice  Sahagún: 

«El  10.°  edificio  (del  templo)  se 
«llamaba  Teutlalpan,  que  quiere 
«decir  tierra  fragosa:  era  un  bos- 
«quecillo  cercado  con  cuatro  pare- 
«des  como  un  corral  en  el  cual  es- 
«taban  riscos  hechos  á  mano,  y  en 
«ellos  plantados  arbustos  que  na- 
«cen  en  tierra  fragosa,  como  son 
«magueyes  pequeñuelos,  y  otros 

«que  se  llaman  tmoactli »  Sigue 

describiendo  lo  relativo  á  la  fiesta 
que  allí  se  hacía,  de  la  que  ya  he- 
mos hablado. 

Como  se  ve  en  el  párrafo  prein- 
serto, la  etimología  del  nombre  no 
es  la  que  han  dado  los  autores. 
Como  los  cronistas  antiguos,  y  par- 
ticularmente Sahagún,  confundían 
la  o  con  la  «,  parece,  á  primera  vis- 
ta, que  escribió  Teu  en  lugar  de 
Teo;  pero  como  dice  inmediatamen- 
te que  la  palabra  significa  tierra 
fragosa,  se  advierte  desde  luego 
que  no  usó  la  palabra  teotl,  sino  teu- 
tu  ó  teuhtli,  y,  por  consiguiente,  la 
palabra,  primer  elemento  de  la  voz, 
es  teuhtlalli,  «tierra  de  polvo  ó  se- 
ca,» y  entonces  significa  todo  el 
nombre  «en  ó  sobre  tierra  seca  ó 


polvosa,»  y  no  «tierra  fragosa,»  co- 
mo dice  Sahagún,  pues  esto  se  di- 
ce tehuihuitstlalli.  No  obstante  es- 
to, atendida  la  pericia  de  Sahagún 
en  el  idioma  náhuatl,  surge  la  duda 
sobre  si  la  voz  es  Teotlalpan  ó 
Teuhtlalpan.  Nosotros  nos  inclina- 
mos á  lo  primero,  porque  todos  los 
AA.  adoptaron  esa  escritura,  y  por- 
que, como  hemos  visto  que  dice  Pa- 
so y  Troncoso,  el  lugar  ha  de  haber 
estado  dedicado  al  Septentrión,  al 
cual  se  llamaba  también  Teotlalpan, 

Clavigero  dice  que  al  distrito  lla- 
mado Teotlalpan  (tierra  de  los  dio- 
ses) se  le  ha  de  haber  dado  este 
nombre  porque  ha  de  haber  sido 
una  posesión  religiosa.  No  lo  cree- 
mos así,  porque  ya  hemos  visto  en 
el  articulo  Teotlale  lo  que  significa 
Teotlalli.  A  las  posesiones  religio- 
sas ó  de  los  templos  les  llamaban 
Teocallalli  y  Calpullalli  y  á  los 
pueblos  situados  en  esas  posesio- 
nes les  daban  los  nombres  de  Teo- 
callalpan  y  Calpullalpan. 

Teotleco.  Teteoeco.  { Teotl,  dios; 
eco,  llegó:  «Llegó  el  dios.»  El  se- 
gundo nombre:  teteo,  dioses,  plural 
de  teotl,  dios;  eco,  llegaron,  vinie- 
ron: «Llegaron  los  dioses.»)  Nom- 
bre del  12.°  mes  ó  veintena  del  año. 
Celebraban  la  llegada  ó  venida  de 
los  dioses.  Ningún  autor  dice  adon- 
de se  habían  ido  ó  de  donde  venían. 

Sahagún,  hablando  de  este  mes, 
dice  que  á  los  quince  días  de  la 
veintena  los  muchachos  adornaban 
con  ramas  los  altares  y  oratorios, 
tanto  los  de  las  casas  como  los  de 
los  caminos,  por  lo  que  los  recom- 
pensaban con  maíz;  que  el  día  diez 
y  ocho  llegaba,  con  apariencia  de 
mancebo,  Titlacuhuan,  que  era  el 
primero  en  venir,  porque,  siendo 
joven  y  recio,  caminaba  mejor;  que 


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220 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


en  esa  noche  ofrecían  comida  en  su 
templo,  y  todos  comían  y  bebían  y 
se  regocijaban,  especialmente  los 
viejos  y  las  viejas  que  bebían  pulque 
por  la  llegada  del  dios,  y  creían 
que  con  este  regocijo  le  laA^aban  los 
pies;  que  el  día  veinte  del  mes  era 
la  gran  fiesta,  porque  entonces  lle- 
gaban todos  los  dioses;  que  en  la 
vigilia  de  ese  día  hacían,  encima  de 
un  petate  de  maíz  hacinado,  un 
montecillo  muy  tupido,  de  la  forma 
de  un  hueso;  que  en  ese  montecillo 
imprimían  los  dioses  la  pisada  de 
un  pie  en  señal  de  que  habían  lle- 
gado; que  el  sacerdote  principal  ve- 
laba toda  la  noche,  é  iba  y  venía  pa- 
ra mirar  cuando  apareciera  la  pisa- 
da; que  luego  que  la  veía  daba  vo- 
ces diciendo:  «ha  llegado  ya  nuestro 
Señor,»  que  entonces  los  demás  sa- 
cerdotes tocaban  caracoles,  trom- 
petas y  otros  instrumentos,  oídos 
los  cuales  por  el  pueblo,  acudía  la 
muchedumbre  á  ofrecer  de  nuevo 
comida  en  todos  los  templos,  y  se 
regocijaban  otra  vez  lavando  los 
pies  de  los  dioses,  comiendo  y  be- 
biendo; que  al  día  siguiente  llegaban 
los  dioses  más  viejos,  porque  an- 
daban menos  por  ser  viejos;  que 
en  este  día  sacrificaban  muchos 
cautivos  arrojándolos  vivos  á  una 
gran  hoguera,  á  cuyo  rededor  bai- 
laban algunos  mancebos  disfraza- 
dos de  monstruos. 

En  otro  lugar,  detallando  más  las 
ceremonias  de  la  fiesta,  dice  el  pro- 
pio Sahagún  que  á  la  inedia  noche 
del  día  veinte  molían  xm  poco  de 
harina  de  maíz,  y  hacían  un  mon- 
toncillo  de  ella  bien  tupido,  en  la 
forma  de  un  queso,  y  lo  ponían  so- 
bre un  petate  para  que  allí  queda- 
ran señaladas  las  pisadas  de  los 
dioses.   Antes  había  dicho  que  el 


montecillo  era  de  maíz  y  en  forma 
de  un  hueso.  Sigue  diciendo  que  el 
primer  dios  que  llegaba  era  Tla- 
mataincatl  6  Telpuchtli,  que  era 
Tescatlipoca;  y  que  los  que  llega- 
ban el  último  día,  por  ser  viejos, 
eran  Yacatecutli  y  Xiuhtecutli;  por 
último,  dice  que  sobre  el  altar  en 
que  estaba  la  hoguera  donde  arro- 
jaban vivos  á  los  cautivos,  andaba 
bailando  un  mancebo  aderezado 
con  una  cabellera  de  cabellos  lar- 
gos, con  un  plumaje  de  plumas  ri- 
cas y  con  una  corona,  y  llevaba  á 
cuestas  otro  plumaje  y  un  conejo 
seco  en  él,  y  cuando  echaban  al- 
gún cautivo  en  el  fuego,  silvaba 
metiéndose  un  dedo  en  la  boca,  como 
acostumbran  los  indios;  que  otro 
mancebo  estaba  disfrazado  de  mur- 
ciélago, llevaba  unas  sonajas,  he- 
chas como  cabezas  de  adormideras 
grandes,  y  con  ellas  hacía  son;  que 
luego  que  acababa  el  sacrificio  de 
los  cautivos,  los  sacerdotes  se  po- 
nían en  procesión  y  subían  trabados 
de  las  manos  á  la  hoguera,  daban 
una  vuelta  lentamente  al  rededor 
de  ella,  y  bajaban  corriendo,  se  de- 
sasían de  las  manos,  casi  á  fuer- 
za, y  algunos  caían,  unos  de  bru- 
ces, y  otros  de  lado,  al  cual  juego 
llamaban  matlahuicoa,  «acompa- 
ñarse en  la  escalera.» 

Hemos  preferido  la  relación  de 
Sahagún,  porque  es  la  más  exacta 
y  detallada,  atendido  su  origen, 
que  fué  la  voz  viva  de  los  viejos  que 
presenciaron  la  Conquista,  pues  los 
autores  posteriores  difieren  en  mu- 
chos pxmtos. 

Clavigero  dice  que  para  observar 
la  pisada  de  los  dioses,  á  medida 
que  iban  llegando,  extendían  deba- 
jo de  la  puerta  del  santuario  una  es- 
tera de  palma,  petate,  y  sobre  ella 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


221 


esparcían  harina  de  maíz.  Sahagún 
dice  que  era  un  montecillo  de  ma- 
sa de  maíz,  en  forma  de  queso. 
También  dice  Clavigero  que  con  los 
niños  practicaban  una  ceremonia 
supersticiosa,  para  preservarlos  del  | 
mal  que  temían  les  hiciese  uno  de 
los  dioses,  pues  les  pegaban  con  j 
trementina  muchas  plumas  en  los 
hombros,  en  los  brazos  y  en  las 
piernas.  Sahagún  hace  mención  de 
esta  ceremonia,  pero  no  dice  con 
que  fin  se  practicaba. 

Paso  y  Troncoso,  interpretando 
la  lámina  XXXI  del  Códice  Borbó-  | 
Nico,  hace  una  larga  y  curiosa  des- 
cripción de  la  fiesta  de  la  veintena 
Teotleco,  que  él  cree  que  debió  lla- 
marse con  propiedad  Teteoeco,  «ve- 
nida ó  llegada  de  los  dioses,»  por- 
que no  sólo  llegaba  un  dios,  sino  j 
varios.  Dice  que  los  númenes  de  la  i 
veintena  eran  XocMquetsalli,  Tez-  \ 
catlipocay  Huilsilopochtli,  aunque  I 
debían  de  serlo  todos  los  dioses; 
pero  la  pintura,  con  la  concisión 
propia  de  los  procedimientos  grá- 
ficos, no  declara  sino  dos.  En  sen- 1 
tir  de  un  autor,  dice  el  mismo  Pa- , 
so  y  Troncoso,  era  Huitsilopochtli 
quien  imprimía,  en  la  noche  del  20  ^ 
día  del  mes,  la  pisada  que  indicaba 
la  venida  de  todos  los  dioses,  me- 
nos el  mancebo  Telpochtli,  llegado 
antes,  y  los  viejos  que  habían  de 
llegar  después,  y  que  por  eso  se  ve 
figurar  en  la  parte  superior  de  la 
pintura,  como  representante  de  los 
demás  dioses.  En  el  resto  de  la  lá- 
mina hay  una  ceremonia  muy  apa- 
ratosa, del  sacrificio  de  una  moza; 
pero  cree  Paso  y  Troncoso  que  esta 
ceremonia,  ó  es  una  de  las  del  mes 
anterior  que  ha  pasado  á  éste,  ó  se 
trata  de  un  rito  diverso  correspon- 
diente al  nuevo  mes. 


Nosotros  creemos  que  el  sacrifi-' 
cío  de  la  moza  se  hacía  en  honor  de 
Xochiquetsalli,  que,  como  dice  el 
mismo  Paso  y  Troncoso,  era  uno 
de  los  númenes  del  mes. 

Este  mes  se  llamaba  también 
Pachlontli,  «Heno  pequeño;»  y  con 
esta  denominación,  como  principal, 
habla  de  él  el  intérprete  del  Códice 
NuTTALL,  dándole  también,  inciden- 
talmente,  el  nombre  de  Teotleco.  En 
la  pintura  está  una  pirámide  trun- 
cada, á  cuya  cima  se  sube  por  esca- 
leras de  muchas  gradas  que  es- 
tán salpicadas  de  sangre;  á  la  iz- 
quierda de  la  pirámide  está  una  es- 
pecie de  horno,  tlecalli,  casa  del 
fuego,  en  cuya  boca  está  tirado  un 
hombre  ensangrentado  que  acaba 
de  arrojar  al  fuego  un  sacerdote 
que  se  halla  enfrente;  de  la  boca 
del  sacerdote  salen  dos  vírgulas, 
expresión  de  las  palabras  proferi- 
das por  el  sacerdote;  y  en  Ja  boca 
del  horno  hay  cinco  vírgulas,  sím- 
bolo de  los  gritos  de  la  víctima. 

El  texto  dice: 

«Esta  fiesta  llamauan  los  yndios 
pachtli.  q  es  vnas  yemas  pardillas, 
como  cor  delejos  enmaraynados. 
los  quales  los  yndios  cuelgan  délos 
Rosales,  para  q  allí  crecen  muy 
largas  y  grandes,  y  hazen  enlos  are- 
tos  guir  naldas.  dellos  para  la  ca- 
bera, el  demonio  q  enesta  fiesta  se 
celebraua  era  te<;ca  tepoca.  que  quie- 
re dezir  espejo  ahumeador.  y  sacre 
ficauan  yndios.  echándolos  biuos 
enel  fuego,  yalgunos  se  escapauan 
y  huyan,  yesta  el  sacri  ficadero  de 
gradas  altas,  porlas  quales  subían 
los  q  avian  desacreficar  hasta  a 
Riba,  poresto  otros  llaman  esta 
fiesta,  teu  tleco.  quequiere  dezir  su- 
bida adiós,  yenesta  fiesta  celebra- 
uan  otro  demonio,  q  sedezia  ome 

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222 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tuchtli  que  es  eldios  délas  borra 
cheras.» 

Como  uno  de  los  nombres  de  es- 
te mes  ersL Pachtlt.henOyó Packton- 
tu,  heno  pequeño,  la  figura  del  mes 
en  los  jeroglíficos  era  una  mata  de 
heno.  Se  le  dio  este  nombre  al  mes 
porque  durante  él  la  planta  estaba 
pequeña,  y  al  mes  siguiente,  en  que 
ya  estaba  crecida,  se  llamaba //ím^*- 
pachtli,  heno  grande. 

Teotexcalli  (Teotl,  dios:  texca- 
lli,  peñasco  de  lava,  pues  texcalli 
se  compone  de  tetl.  piedra^  y  de 
txcallt,  cosa  hervida,  cosa  cocida; 
la  lava  no  es  más  que  la  piedra  hir- 
viente  que  vomitan  los  volcanes  en 
erupción:  «Peñasco  de  lava  divi- 
no.») Peña  que  existía  en  Teteohua- 
can  (hoy  Teotihuacán),  donde  los 
dioses  encendieron  una  hoguera 
que  ardió  cuatro  días  y  cuatro  no- 
ches, y  en  la  que  se  arrojaron  Na 
nahtixitmn  y  Tecucistecail  para  sa- 
lir con verf  idos  en  sol  y  en  luna  res- 
pectivamente. (Véase  Nanahuat- 
ziN  y  Tecuciztecatl.) 

Tecüamacazque.  (Teotl,  dios; 
tlamacasque,  sacerdotes,  plural 
de  tlamacasqui,  sacerdote  ó  minis- 
tro: «Sacerdotes  del  dios.»)  Nombre 
que  dieron  á  los  cuatro  elegidos  pa- 
ra que  cargaran  al  dios  Huitsüo- 
pochtlien  su  teoicpalli,  en  la  peregri- 
nación azteca.  Después  se  dio  este 
nombre  á  los  sacerdotes  en  gene- 
ral. (Véase  Teoicpalli,  Teomama, 
Tlamacazqui.) 

Teotlecuilli.  (Teotl,  dios,  divi- 
no; tlecm'lli,  fuego  recogido,  hogar, 
brasero:  «brasero  divino.»)  Brasero 
que  había  en  algunos  templos,  que 
servía  para  quemar  á  las  víctimas 
humanas.  El  P.  Duran  lo  describe 

así:  « vn  gran  fogón  questaua 

«en  vna  pieza,  questaua  frontero 


«de  la  pieza  donde  estaua  la  diosa 

^(Cihuacoatl.) quatro  dias  y  no 

«ches  no  hadan  otra  cossa  sino  ce- 
«bar  aquel  bracero  ó  fogón  con  le- 
«ña  de  cocina:  este  bracero  era 
«labrado  de  piedras  muy  labradas 

«en  el  suelo  de  aquella  pieza lo 

«alié  pintado  en  una  pintura  á  pro- 
«piado  á  esta  diosa.»  En  otro  lugar 
dice:  «lo  hallé  pintado  en  un  viejo 
«V  antiguo  papel  lleno  de  tantas  y 
«feas  figuras  de  demonios,  que  me 
«puso  espanto.* 

Paso  y  Troncoso  cree  que  ese 
viejo  y  antiguo  papel  puede  haber 
sido  el  Códice  Borbónico;  pero  ad- 
vierte que  el  teotlecuilli  que  está  en 
la  página  XXXIV  está  dedicado 
á  la  fiesta  del  fuego  nuevo,  y  no  á 
la  diosa  Cihuacoail,  como  el  del  que 
habla  Duran.  En  efecto.  Duran  cla- 
ramente dice  que  el  teotecuilli  de 
que  él  habla  estaba  en  el  Tlillan, 
(V.)  y  que  los  quemados  en  él  eran 
cuatro,  en  honor  de  Cihuacoail. 

Teotzoalli.  {Teotl,  dios;  tsoalli, 
masa  de  bledos:  «masa  divina.») 
Masapanes  ó  tamales  que  ofrecían 
á  los  dioses  en  algunas  fiestas. 

El  intérprete  del  Códice  Nuttall, 
explicando  la  fiesta  Xocohuet3i,  di- 
ce: «... .  levantauan  vn  árbol,  muy 
alto  en  cuya  cunbre.  estaua  senta- 
do vn  yndio.  al  qual  subiendo,  otros 
yndios.  y  trepando  por  vnos  corde- 
les q  est  auan  atados  al  árbol,  de- 
rribaban dealli  abaxo  al  questaua 
a  Riva  y  le  tomavan  vnos  tamales 
que  ellos  llaman  teugoalle  (teo- 
tzoalli) q.  quiere dezir  pan  de  dios, 
y  por  tomar  avno  mas  q  otro,  lo  de 
rribaban.  abaxo.  do  los  yndios  se 
matauan.  portomar  dello  como  pan 
bendito,  y  des  pues  echauan  enel 
fuego  al  q  derribauan.  del  árbol....» 

Teoxihuitl.  (Teotl, dios'yxihuitl. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


223 


año:  «año  de  dios  ó  divino.») Daban 
este  nombre  al  año  cuyo  signo  era 
lochtli,  conejo.  Ningún  autor  dice 
por  qué  le  daban  este  nombre.  Nos- 1 
otros  creemos  que  ha  de  haber  si- 1 
do  porque  era  el  primer  año  del  ci- 
clo de  52  años.  Había  trece  «años 
divinos»  ó  teoxihuitl  en  cada  ciclo. 

Clavigero  dice  que  las  fiestas 
anuales  eran  más  solemnes  en  el 
Teoxihuitl,  Entonces  eran  más  nu- 
merosos los  sacrificios,  más  abun- 
dantes las  oblaciones  y  más  solem- 
nes los  bailes,  especialmente  en 
Tlaxcalla,  Huexotzinco  y  Cholollan. 

Teoyaomioqui.  r^<?í)^/,  dios  ó  dio- 
sa; yaotl,  enemigo  en  la  guerra; 
micqui,  muerto:  «Diosa  de  los  ene- 
migos muertos  en  la  guerra.»)  Nom- 
bre que  le  daban  á  la  diosa  Cihua- 
coatí,  considerada  como  diosa  que 
recoge  las  almas  de  los  muertos  en 
la  guerra. 

Orozco  y  Berra  traduce  el  nom- 
bre: «morir  en  la  guerra  divina, 
en  defensa  de  los  dioses.»  Esta  in- 
terpretación no  puede  admitirse  ni 
como  perífrasis,  ni  como  paráfra- 
sis, pues  se  convierte  el  nombre 
substantivo  de  la  diosa  en  verbo,  y 
en  verbo  cuya  acción  no  ejecuta  la 
diosa,  sino  los  muertos. 

La  Teoyaomicqui  completaba  la 
dualidad  de  los  dioses  de  la  guerra; 
su  oficio  era  recoger  las  almas  de 
los  muertos  en  las  batallas  religio- 
sas, y  las  de  los  prisioneros  sacri- 
ficados á  los  dioses. 

Gama  dice  que  á  ella  invocaban 
y  dirigían  sus  votos  y  sacrificios 
los  señores  y  gente  militar,  no  sólo 
en  el  templo  donde  se  veneraba, 
sino  dentro  de  sus  propias  casas, 
cuidando  los  parientes  de  aquellos 
soldados,  ya  que  estaban  prontos  á 
salir  de  ellas,  de  barrer  y  limpiar 


bien  todas  las  piezas,  componerlas 
y  sahumarlas  con  el  incienso  sacro, 
que  era  del  copal  mismo  que  ofre- 
cían en  el  templo,  á  cuya  ceremonia 
daban  el  nombre  de  Tlachpahualis- 
tli,  (V.) 

Hemos  dicho  que  la  Teoyaomicqui 
recogía  las  almas  de  los  muertos 
en  las  batallas  religiosas.  Esto  de- 
manda una  explicación. 

Los  mexicanos,  acolhuas  y  tepa- 
necas  tenían  concertada  una  gue- 
rra religiosa  contra  los  deTlaxcala, 
Huexotzinco  y  Cholollan.  Era  su 
objeto  tener  víctimas  frescas  para 
los  dioses;  y  por  esto  se  llamaba 
guerra  florida,  religiosa,  sagrada, 
contra  los  enemigos  de  casa. 

En  esta  guerra  era  en  la  que  la 
Teoyaomicqui  recogía  las  almas  de 
los  muertos;  pero  entonces  forma- 
ba una  dualidad  con  Huitsilopoch- 
tu,  el  cual  tomaba  el  sobrenombre 
de  Teoyaotlatohua,  (V.) 

De  estos  dos  dioses  hicieron  una 
constelación  que  imperaba  en  la  XV 
trecena  del  TonalamatL  Gama  dice 
que,  como  astros,  estos  dos  dioses 
tienen  ornamentos  diferentes  de  las 
figuras  que  los  representaban  en 
la  tierra,  menos  deformes  (como 
que  los  fingían  ya  separados  de  la 
tierra  y  colocados  en  el  cielo),  aun- 
que siempre  afeados  con  los  atri- 
butos que  les  suponían. 

La  descripción  que  hace  es  la  si- 
guiente: 

«Allí  aparece  Teoyaotlatohua 
Huitsilopochtli  con  el  rostro  des- 
cubierto y  con  la  boca  abierta  en 
acción  de  que  está  hablando,  con 
sólo  medio  cuerpo,  y  el  resto  en 
forma  de  una  especie  de  banco:  tie- 
ne en  la  cabeza  un  penacho  de  plu- 
mas, y  en  el  cerebro  otro  que  forma 
la  figura  de  un  timbal,  que  también 


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224 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


remata  en  plumas.  Del  mismo  ce- 
rebro le  bajan  unos  adornos  que  le 
cubren  la  espalda:  sus  brazos  se 
semejan  á  unos  troncos  con  ramas, 
y  de  la  cintura  le  nacen  unas  yer- 
bas, que  parte  de  ellas  cae  sobre  el 
banco. 

«Enfrente  de  esta  figura  está  Teo- 
yaomicqui,  desnuda  y  cubierta  con 
solo  un  cendal,  parada  sobre  una 
basa  ó  porción  de  pilastra;  la  cabe- 
za separada  del  cuerpo  arriba  del 
cuello,  con  los  ojos  vendados,  y  en 
su  lugar  dos  víboras  ó  culebras, 
que  nacen  del  mismo  cuello. 

«Entre  estas  dos  figuras  está  un 
árbol  de  flores  partido  por  medio, 
al  cual  se  junta  un  madero  con  va- 
rios atravesaños,  y  encima  de  é) 
una  ave,  cuya  cabeza  está  también 
dividida  del  cuerpo.  Se  ve  también 
otra  cabeza  de  ave  dentro  de  una  ji- 
cara, otra  de  sierpe,  una  olla  con  la 
boca  para  abajo  saliendo  de  ella 
la  materia  que  contenía  dentro,  cu- 
ya figura  parece  ser  la  que  usaban 
para  representar  el  agua.» 

Teoyaotlatohua.  (Etim.  incierta 
por  el  elemento  tlatohua.)  Nom- 
bre que  daban  ú,Huitmlopochtli  co- 
mo compañero  de  la  diosa  Teoyao- 
micqui  formando  dualidad.  Chavero 
dice  que  el  Caballero  Boturini,  que 
descubió  tantos  y  tan  apreciables 
manuscritos  de  la  antigüedad  in- 
diana (hablando  de  Huitsilop  ocktlij, 
refiere  otro  de  sus  nombres,  que  es 
Teoyaotlatohua,  que  tanto  suena, 
como  nuncio,  ó  jefe  principal  que 
dispone  y  publica  la  guerra  divina, 
el  cual  iba  siempre  acompañado  de 
Teoyaomicqtii.  (Véase  Teoyaomic- 

QUI.) 

Tepanoayan.  (Tetl,  piedra;  pa- 
noayan,  lugar  por  donde  se  pasa  un 
río,   puente:  «Puente  de  piedra.») 


Perseguido  Quetsalcoatl  por  Tes- 
catlipoca,  salió  huyendo  de  Tula; 
y  en  su  camino  á  Cholula  y  de  ahíá 
Coatzacualco,  fué  haciendo  prodi- 
gios. Llegó  á  un  lugar  donde  había 
un  río  caudaloso  y  ancho,  y  mandó 
hacer  un  puente  de  piedra  y  lo  pa- 
só. Desde  entonces  se  llamó  el  lu- 
gar Tepanoayan. 

Tepanteohua.  (Tepantli,  pared; 
teohua,  sacerdote:  «sacerdote  de 
pared;»  en  sentido  metafórico:  «sa- 
cerdote colateral,  auxiliar.»  Reve- 
rencialmente,  Tepanteohuatsin.) 
Uno  de  los  coadjutores  del  Mexi- 
coteohuatsin.  Tenía,  además,  en  par- 
ticular, el  cuidado  de  la  buena 
crianza  y  del  buen  régimen  de  los 
que  se  educaban  en  los  colegios, 
por  todas  las  provincias  sujetas  á 
México. 

Tepapaoa.  (Te,  alguno;  papaca, 
lavar:  «el  que  lava  ó  limpia  á  algu- 
no.») Sobrenombre  del  dios  Nappa- 
tecutli,  porque  sabía  perdonar  las 
injurias  que  se  le  hacían,  y  quedaba 
limpio  ó  lavado  el  pecador. 

Tepaxoch.  ("Jet/)»//,  pedernal; 
xochtli,  brotante:  «Pedernal  brotan- 
te.») Una  de  las  diosas  propias  de 
los  indios  de  Metstitlan. 

Tepechoch.  (Etim.  incierta.) 
Nombre  de  una  de  las  cuatro  muje- 
res que  sacrificaban  en  la  fiesta 
del  mes  Tepeilhuitl.  (V). 

Tepeilhuitl.  (Tepetl,  monte;  i7- 
huitl,  fiesta:  *fiestatíelos  montes,>) 
Nombre  del  13.*^  mes  ó  veintena  del 
año  mexicano.  Adoraban  durante 
aquella  veintena  las  imágenes  de  to- 
dos y  cada  uno  de  los  montes  emi- 
nentes de  todo  el  país.  Hacían  unos 
montecillos  de  papel,  sobre  los  cua- 
les ponían  sierpes  de  madera,  raí- 
ces de  árboles  y  unos  idolillos  cu- 
biertos con  maza  particular,  llama- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


225 


dos  Ehecaíotoniin  (Vientecillos). 
Ponían  todas  estas  cosas  sobre  los 
altares  y  las  adoraban  como  imá- 
genes de  los  dioses  de  los  montes, 
cantándoles  himnos,  ofreciéndoles 
copal  y  manjares.  Las  víctimas  que 
se  sacrificaban  en  esta  fiesta  eran 
cinco,  un  hombre,  Milnahuaih  y 
cuatro  esclavas,  Tepoxoch,  Matlal- 
hue,  Xochtecatl  y  Mayahuel.  Ves- 
tíanlas de  papel  de  color,  cubierto 
de  resina  elástica,  y  las  llevaban  en 
andas  procesionalmente  otras  mu- 
jeres muy  ataviadas,  hasta  donde 
las  habían  de  matar,  y  las  sacrifica- 
ban después  del  modo  ordinario. 

Entrando  en  detalles  de  la  fiesta 
y  explicación  del  simbolismo,  dice 
Sahagún:  «Cubrían  de  masa  de  ble- 
dos unos  palos  que  tenían  hechos 
como  culebras  y  hacian  unas  imá- 
genes de  montes  fundadas  sobre 
unos  palos  hechos  á  manera  de 
niñas,  que  llamaban  Ehecatontin..,. 
Hacian  estas  imágenes  á  honra  de 
los  montes  altos  donde  se  juntan  las 
nubes,  y  en  memoria  de  los  que  ha- 
blan muerto  en  agua,  ó  heridos  de 
rayo,  y  de  los  que  no  se  quemaban 
sus  cuerpos,  sino  que  los  enterra- 
ban. Estos  montes  hacíanlos  sobre 
unos  rodeos  ó  roscas,  hechas  de  he- 
no atadas  con  zacate,  y  guardában- 
los de  un  año  para  otro.  En  la  vi- 
gilia de  esta  fiesta,  llevaban  á  lavar 
estas  roscas  al  rio  ó  á  la  fuente,  y 
cuando  las  llevaban,  ibanlos  tañen- 
do con  unos  pitos  de  barro  cocido, 
ó  con  unos  caracoles  mariscos.  La- 
vábanlos en  unas  casas  ú  oratorios, 
que  estaban  hechas  á  la  orilla  del 
agua,  que  se  llama  aiauhcallt,  y  el  la- 
vatorio lo  hacian  con  unas  hojas  de 
cañas  verdes.  Algunos  los  lavaban 
con  el  agua  que  pasaba  junto  á 
su  casa:  en  acabándolos  de  lavar. 


volvíanlos  á  su  casa  con  la  misma 
música,  y  luego  hacian  sobre  ellos 
las  imágenes  de  los  montes,  como 
está  dicho.  Algunos  hacian  estas 
imágenes  de  noche,  antes  de  ama- 
necer, ya  cerca  del  día.  La  cabeza 
de  cada  un  monte  tenia  dos  caras, 
una  de  persona,  y  otra  de  culebra: 
untaban  la  cara  de  persona  con  ulli 
derretido,  y  hacian  unas  tortillas 
pequeftuelas  de  masa  de  bledos 
amarillos,  y  poníanlos  en  las  meji- 
llas de  la  cara  de  persona Tam- 
bién á  las  imágenes  de  los  muertos 
las  ponían  sobre  aquellas  roscas  de 
zacate,  y  luego  en  amaneciendo  co- 
locaban estas  imágenes  en  sus  ora- 
torios, sobre  unos  lechos  de  espa- 
dañas, ó  de  juncias Puestos 

allí,  luego  }os  ofrecían  comida,  ta- 
males, y  mazamorra  ó  cachuela, 
(fritura  de  hígado  y  corazón)  hecha 
de  gallina  ó  de  carne  de  perro,  y 
luego  los  incensaban  echando  in- 
cienso en  una  wano  de  barro  cocido, 
como  cuchara  grande,  llena  de  bra- 
sas: á  esta  ceremonia  llamaban  ca- 
lonac,  y  los  ricos  cantaban  y  bebían 
pulcre  á  honra  de  estos  dioses  y  de 
sus  difuntos.» 

Refiriéndose  á  las  cuatro  muje- 
res que  hemos  dicho  que  mataban, 
dice  el  propio  Sahagún:  «Venida  la 
hora  del  sacrificio  ponían  en  las  li- 
teras á  las  mugeres,  y  al  hombre 
que  habían  de  morir,  y  subíanlos  á 

lo  alto  del  cu  (templo) y  uno 

á  uno  echábanlos  sobre  el  tajón  de 
piedra:  abríanlos  los  pechos  con  el 
pedernal  y  les  sacaban  los  corazo- 
nes que  ofrecían  al  dios  Tlaloc, 
Luego  descendían  los  cuerpos  tra- 
yéndolos  rodando  por  las  gradas 
abajo  mas  poco  á  poco,  y  teniéndo- 
los con  las  manos,  y  llegando  abajo 
llevábanlos  al  lugar  donde  coloca- 

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226 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ban  las  cabezas,  allí  se  las  cortaban, 
y  las  espetaban  por  las  sienes  en 
unos  varales  que  estaban  echados 
como  en  la  cerca.  Los  cuerpos  lle- 
vábanlos á  los  barrios  de  donde  ha- 
blan salido,  y  otro  dia  que  se  llama- 
ba íexinilo  (?)  los  hadan  pedazos  y 
comian.  También  entonces  despe- 
dazaban las  imágenes  de  los  mon- 
tes en  todas  las  casas,  que  los  ha- 
blan hecho,  y  los  pedazos  subíanlos 
á  los  tlapancos  para  que  se  secasen 
al  sol,  é  íbanlos  comiendo  cada  dia 
poco  á  poco,  y  con  los  papeles  con 
que  estaban  aderezadas  aquellas 
imágenes  de  los  montes,  cubrían 
aquellos  rodeos  de  zacate,  sobre 
que  los  hablan  puesto,  y  colgában- 
los de  las  vigas  cada  uno  en  el  ora- 
torio que  tenía  en  su  casa.» 

Los  númenes  de  esta  veintena 
eran  Xochiquetsalli,  Tlaloc  y  Nap- 
patecutli. 

A  este  mes  llamaban  también 
Pachtli  6  Hueipachtli,  (V.)  y  con 
este  nombre  lo  describe  el  intérpre- 
te del  Códice  Nuttall. 

Chavero  dice  que,  sorprendidos 
sin  duda  por  la  inmensa  grandio- 
sidad de  las  montañas  de  eterna 
nieve,  llamadas  Istaccihuatl  y  Po- 
pocatepetl,  en  dioses  las  tornaron 
los  mexicanos;  que  la  fiesta  princi- 
pal de  la  veintena  se  hacía  al  Po- 
pocatepetl,  (V.)  y  la  describe  así: 
«La  ceremonia  del  día  era  hacer 
cerritos  de  masa  de  bledos,  y  cada 
uno  en  su  casa  los  ponía,  colocando 
en  medio  uno  más  grande,  que  era 
el  volcán.  A  estos  cerritos  les  ha- 
cían caras  con  ojos  y  les  ponían  di- 
versos adornos;  á  más  hacían  arbo- 
lillos  de  los  cuales  colgaban  heno 
y  los  colgaban  también  por  todas 
las  cercas.  Arrojaban  después  maíz 
á  los  cuatro  vientos,  de  cuatro  co- 


lores, negro,  blanco,  amarillo  y  en- 
treverado, y  concluía  la  fiesta  con 
solemnísima  danza,  en  que  todos 
iban  vestidos  con  traje  talar  blan- 
co y  en  él  pintados  corazones  y 
manos  abiertas,  significando  que 
pedían  buena  cosecha  porque  ya 
era  tiempo;  y  así  andaban  con  ba- 
teas de  palo  y  jicaras  grandes  como 
pidiendo  limosna  á  sus  dioses.  Lle- 
vaban en  la  danza  á  dos  esclavas, 
hermanas  jóvenes;  las  cuales  te- 
nían pintadas  en  la  falda  unas  tri- 
pas retuertas,  significando  la  una 
el  hambre,  y  la  otra  la  hartura,  y  á 
ambas  las  sacrificaban.» 

La  figura  del  mes  Tepeithuitl,  en 
la  escritura  jeroglífica,  era,  como  la 
del  mes  Teotleco,  un  poco  de  heno, 
pachtli,  aludiendo  á  los  nombres 
que  también  llevaban  de  Pachtontli 
y  Hueipachtí,  (V.) 

Tepeme.  (Plural  de  tepetl,  cerro 
ó  monte . )  Los  montes  fueron  obje- 
to de  adoración  entre  los  mexica- 
nos, como  lo  acabamos  de  ver  en  el 
artículo  TepeilhuitL  Las  montañas 
llamaron  siempre  la  atención  de  los 
pueblos.  En  La  cima  de  las  grandes 
alturas,  á  la  vista  del  despejado  y 
ancho  horizonte,  el  alma  se  siente 
como  desprendida  de  las  cosas  te- 
rrenales; más  cercano  ahí  del  cielo, 
el  hombre  se  figura  que  podría  ha- 
blar con  Dios  cara-á  cara.  Lugares 
son  á  propósito  para  levantar  alta- 
res y  templos;  la  oración  y  el  in- 
cienso pueden  subir  pronto  y  sin 
obstáculo  hasta  la  bóveda  del  cielo. 
Por  eso  los  mexicanos  tenían  teoca- 
liten  todas  las  cumbres,  en  los  puer- 
tos de  sus  sierras,  en  las  eminen- 
cias de  los  camhios,  á  donde  devo- 
tos ó  cansados  caminantes  hacían 
sus  preces  y  sacrificios. 

Dice  Sahagún  que  á  los  montes 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


227 


los  consideraban  como  una^especie 
de  vasos,  de  tierra  por  fuera,  llenos 
por  dentro  de  agua,  que  pueden 
romperse  y  anegar  la  tierra.  En  su 
centro  habitaba  Tepeyolotli.  (V.) 
Las  montañas  principales  recibían 
formal  adoración;  estaban  personi- 
ficadas en  un  ídolo  con  lugar  en  los 
teocalli,  propias  oraciones  y  vícti- 
mas. El  Istaccihuatl  (V.)  tenía  fies- 
ta en  México  y  en  una  gruta  en  su 
falda;  el  Popocatepetl  estaba  en  el 
mismo  caso.  La  diosa  Matlalctieye 
(V.),  montaña  cerca  de  Tlaxcala,  era 
la  querida  de  Tlaloc,  dice  Muñoz 
Camargo.  En  la  misma  región  está 
el  Tlapaltecatl.  (V.)  A  éste  y  á  la 
Matlalcueye  les  hacían  fiesta  los 
pueblos  de  la  comarca.  Al  Sur  del 
volcán  está  el  Teocuícani[Y.)y  «Dios 
cantor,»  porque  siendo  áspero  y 
muy  alto,  en  su  cumbre  se  forman 
recias  tempestades,  haciéndose  oír 
con  espanto  el  ronco  trueno  del  ra- 
yo. Hay  otros  muchos  montes  como 
el  Huixachtlan  ó  Itztapalapan,  que 
no  es  de  mucha  altura,  pero  muy 
venerado  por  celebrarse  en  su  cum- 
bre la  ceremonia  secular  del  fuego 
nuevo.  La  fiesta  anual  era  celebra- 
da en  la  cumbre  de  los  más  afama- 
dos montes;  pero  era  de  rito  no  re- 
petirse dos  veces  seguidas  en  un 
mismo  monte. 

Tepeyolotli.  (Tepetl,  cerro  ómon- 
te:  yolotli,  corazón:  «Corazón  del 
monte.»)  El  dios  de  los  montes. 
Creían  que  los  montes  eran  una  es- 
pecie de  vasos,  de  tierra  por  fuera, 
llenos  por  dentro  de  agua,  que  pue- 
den romperse  y  anegar  la  tierra, 
pues  de  ellos  brotan  los  manantia- 
les y  nacen  los  ríos;  y  así,  ponían  en 
su  centro  una  imagen  de  Tlaloc  pa- 
ra representar  el  Tepeyolotli,  cora- 
zón del  monte. 


Era  el  Tepeyolotli  el  octavo  Se- 
ñor de  la  Noche,  y  lo  consideraban 
como  el  Eco,  pues  en  el  silencio 
nocturno  los  sonidos  se  repercuten, 
y  representaba  la  voz  de  la  noche. 
Tal  es  la  opinión  del  intérprete  del 
Códice  Vaticano. 

Orozco  y  Berra  cree  que  Tepeyo- 
lotli, como  señor  de  la  noche,  debe 
corresponder  á  una  estrella;  pero 
no  lo  hemos  encontrado  con  esta 
representación  en  ningún  tratado 
de  Dioses  Astronómicos  Mexicanos. 

Tepictli.  (Pequeño.)  Nombre  que 
daban  á  las  imágenes  de  los  mon- 
tes, que  hacían  en  la  fiesta  del  mes 
Atemostli,  (V.)  Hacían  estas  imá- 
genes ó  estatuitas  con  tsoalli,  ma- 
sa de  bledos,  les  ponían  por  dientes 
pepitas  de  calabaza,  y  por  ojos,  fri- 
joles ayecotlis,  frijoles  gordos.  Co- 
locaban las  estatuitas  en  el  altar, 
les  hacían  ofrendas  y  las  adoraban, 
y  les  tocaban  y  cantaban.  Después 
las  abrían  por  el  pecho  con  un  tso- 
tsopastli,  instrumento  que  emplean 
las  mujeres  para  apretar  la  trama 
de  la  tela;  les  sacaban  el  corazón, 
les  cortaban  la  cabeza,  se  repartían 
el  cuerpo  y  se  lo  comían,  y  los  ador- 
nos los  quemaban  en  el  patio  de  la 
casa. 

Tepitoton.  (Plural  de  te  pitón, 
pequeño:  «Pequeñuelos.»)  Era  el 
nombre  que  daban  á  los  dioses  do- 
mésticos. Equivalían  á  los  Penates 
de  los  romanos.  De  estos  ídolos 
debían  de  tener  seis  en  su  casa  los 
reyes  y  los  caudillos,  cuatro  los  no- 
bles, y  dos  los  plebeyos.  En  los  ca- 
minos y  calles  los  había  con  profu- 
sión, lo  mismo  que  en  los  campos 
y  los  montes,  pues  los  considera- 
ban  como  los  custodios  ó  guarda- 
dores de  todas  las  cosas. 

Tepopochhuiliztli.  (Subst.  deri- 


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228 


ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


vsidodetepopochhuia,  que  significa 
«sahumar  ó  incensar  á  alguno:» 
«Sahumerio.»)  Uno  de  los  nombres 
que  le  daban  al  mes  ó  veintena 
Toxcatl. 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
lámina  XXVI  del  Códice  Borbóni- 
co, dice  que  este  nombre  obedece 
á  que  en  la  fiesta  del  mes  se  incen- 
saba con  profusión.  En  la  pintura 
se  observ^a  que  están  incensando  á 
los  númenes,  á  las  dignidades  del 
Estado,  y  hasta  al  pueblo  y  escla- 
vos. La  ceremonia  era  tan  general 
en  aquella  fiesta,  que  desde  muy 
temprano  salían  de  lugar  sagrado 
sahumadores  enviados  expresa- 
mente, quienes,  de  casa  en  casa, 
iban  incensando,  no  sólo  á  los  mo- 
radores, sino  á  la  casa  misma  des- 
de los  umbrales,  y  luego  á  todos  y 
cada  uno  de  los  objetos  en  ella  con- 
tenidos, por  insignificantes  que  fue- 
ran. 

Tepoztecatl.  (Nombre  gentili- 
cio derivado  de  Tepostlan:  «Te- 
pozteco,»  oriundo  ó  perteneciente 
al  pueblo  de  Tepoztlan.)  Era  el  dios 
de  TepOBilan,  Uno  de  los  dioses  de 
los  borrachos.  El  P.  Sahagún  enu- 
mera doce  númenes  de  la  embria 
guez,  y  entre  ellos  coloca  en  déci- 
mo lugar  á  Tepostecatl. 

Casi  todos  los  dioses  de  los  bo- 
rrachos tienen  nombre  gentilicio, 
pues  acaba  con  la  desinencia /^ca//; 
y  sobre  esto  dice  Paso  y  Troncoso 
que  quiere  decir  que  habían  clasi- 
ficado las  embriagueces,  no  sólo 
por  la  diversidad  de  sus  efectos  en 
el  borracho,  sino  también  según  los 
procedimientos  empleados  para  el 
caso  en  diversas  localidades. 

En  una  antiquísima  leyenda  que 
nos  ha  conservado  el  P.  Sahagún, 
se  dice  que  unos  ulmecas  del  Ta- 


moanchan,  entre  los  cuales  estaban 
Mayahuel,  mujer,  y  Pantecatl,  hom- 
bre, inventaron  hacer  el  pulque,  la 
mujer,  raspando  los  magueyes  y 
extrayendo  el  aguamiel,  y  el  hom- 
bre, hallando  las  raíces  que  en  ella 
se  echan  para  fermentarla.  Sigue 
diciendo  la  leyenda  que  después 
llegaron  á  hacer  el  pulque  á  per- 
fección Tepostecath  Cuatlapanqui, 
Tliloa  y  Papantacsocaca,  en  el  mon- 
te Chichinauhia,  que  llamaron  des- 
pués Poposonaltepetl,  «Monte  es- 
pumoso, »  por  la  espuma  que  hace 
el  pulque.  Si,  pues,  Tepostecatl  era 
ulmeca  que  vino  del  Tamoanchan, 
no  fué  oriundo  de  Tepostlan,  sino 
que  los  naturales  ó  moradores  de 
este  pueblo,  que  todavía  son  muy 
borrachos,  lo  proclamaron  como  su 
dios,  del  mismo  modo  que  los  de/^- 
qm'tlan,  Pantlan,  Tollan,  etc.,  adop- 
taron otros  númenes,  y  les  dieron 
respectivamente  los  nombres  gen- 
tilicios de  Isquitecatl,  Pantecatl, 
Toltecatl,  etc.  Surge  de  aquí  una 
cuestión:  ¿cómo  se  llamaban  estos 
dioses  ú  hombres  deificados  antes 
de  que  fueran  afiliados  por  los  pue- 
blos cuyo  nombre  llevan?  Nadie  lo 
ha  dicho. 

El  Códice  Nuttall,  que  trae  las 
figuras  de  trece  dioses  de  los  bo- 
rrachos, refiriéndose  al  Teposte- 
catl, dice:  «Esta  es  vna  figura  de 
«vna  gran  vella  q  ría  q  vn  pueblo 
«q  se  dize  tepuztlan.  tenia  por  rrito 
«yera  q  quando  algún  yn  dio  moría 
«borracho,  los  otros  deste  pueblo 
«hazian  gran  fiesta  con  hachas  de 
«cobre,  con  q  cortan  lalefta  enlas 
«manos,  este  pueblo  es  parde  yau- 
«tepeque.  vasallos  del  S.^*"  Marques 
«del  Valle.» 

El  jeroglífico  del  dios  y  del  pue- 
blo es  una  hacha  de  cobre,  tepoztli, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


229 


significando  figuradamente  que  los 
moradores  eran  hacheros,  cortado- 
res de  leña;  y  todavía  se  dedican  á 
este  ejercicio. 

En  un  altísimo  monte  de  la  parte 
norte  del  pueblo,  se  encuentra  una 
gran  pirámide  escalonada,  que 
designan  con  el  nombre  de  «  Casa  del 
Tepozteco,»  traducción,  sin  duda, 
del  nombre  mexicano  Tepostecaca- 
lliy  siendo  el  del  lugar  Tepoztecacah 
co^esto  es,«En  (donde  está)  el  templo 
áQTepOBtecatl.r^  Durante  siglos,  des- 
pués de  la  Conquista,  permaneció 
el  templo  abandonado  y  siendo  obje- 
to de  espanto  supersticioso  para  los 
moradores  del  pueblo,  que  apenas 
alzaban  la  vista  para  mirarlo,  pues 
creían  que  el  dios  se  paseaba  en 
aquellas  alturas  tomando  diversas 
formas  de  fantasmas.  Estas  apari- 
ciones del  numen  las  atribuían  á  la 
indignación  que  le  había  causado 
que  uno  de  los  frailes  fundadores 
del  templo  católico  que  existe  en 
el  pueblo,  había  arrojado  su  ídolo 
desde  lo  alto  del  monte  hasta  la 
base,  y  se  había  hecho  mil  pedazos. 
A  medida  que  ha  ido  penetrando  la 
civilización  en  ese  pueblo,  ha  ido 
despareciendo  el  terror  supers- 
ticioso que  les  inspiraba  la  Casa  del 
Teposteco,  y  hoy  sólo  los  macehua- 
les  se  dejan  sobrecoger  por  el  temor 
á  la  vista  del  monumento.  Sin  em- 
bargo, anualmente  se  celebra  una 
fiesta  en  la  que  se  declama  un  diálo- 
go en  idioma  náhuatl,  entre  el  Tepoz- 
tecatl  y  sus  vasallos,  representado 
aquél  por  un  indio  que  viste  la  li- 
brea del  dios,  y  éstos,  por  indios 
vestidos  de  macehuales. 

El  original  náhuatl,  del  diálogo 
entre  el  TepOBtecatl  y  los  vasa- 
llos, es  el  siguiente: 


TepOBtecatl. 
Aquin  amehuantin  nican  anhuata 
que  quetmel  amo  antetlapaloque 
zan  anhual  cocalactaque  que  o  mitz- 
cuintotontin.  Quen  huel  ima  nahuia 
in  paqui  ni  cochi  zencahuel  ante  co- 
chizoloque.  zenca  huel  antecoch- 
pazoloque.  Ma  xihualla  tehuatl  in 
ti  Cuauhnahuacatl,  ¿tlen  ipampa  ti 
nechtemoa? 

Vasallo. 
Ehecatepetlicpac  chañe,  temollo 
Cuauhnahuac,  tlen  ipampa  ti  nech- 
tenehua,  ¿tle  amo  achi  ti  momotia 
ti  caqui  notenzo,  no-tlatol?  axcan 
onihualla  tlalli  tetli  timitz  cuepaco, 
ihuan  tlalli  tetli  timitz  popolloco, 
nic  nochicahua  noyolo  nehuatl  ni  al- 
tepecaconetl  ni  mahuiztic  ni 
yectic. 

TepOBtecatl. 

Quemach  huetl  ima,  quemach 
huel  icuac  in  nican  nic  notlalhui- 
quixtillilia  nic  nolhuitmulilia  in  te- 
mahuiz  tlacatiliz  in  nonantzin. 
Ichpuchtli  Maliatzine,  cahuel  oncan 
nechmomaquiliztica  in  no  ayo  chi- 
cahualiz  in  no  ayotlapallihuiz  nic 
nochicahua  noyolo  tlenica  tinechte- 
moa  xihualla  in  ti   Yauhtepecatl? 

Vasallo. 
Ehecatepetlicpac  chañe. . .  (Repite 
lo  dicho  por  el  primer  vasallo.) 

TepOBtecatl. 
Cahuel  nican  nech  yahualotica 
nahui  no  tepeme  chicóme  tlacomu- 
lli,  ihuan  chicóme  tlamimilloli  ihuan 
chicóme  tlatelli  no  ayo  chicahualiz 
ihuan  no  ayo  tlapalihuiz  nic  nochi- 
cahua no  yolo  ma  xihualla  tehuatl 
ti  Tlayecapa  tlen  nica  tenechtemoa. 

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230 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Vasallo. 
Ehecatepetlicpac  chañe. . .  (Repite 
lo  dicho  por  el  primer  vasallo.) 

TepOBtecatL 
Cahuel  que  oquimotalhui  yehua- 
tzin  tuamtzin  teoyotzintli  zihua  teo- 
tzintli  tetlazotzin,  cahuel  neli  ho  - 
mo  tlacatitzino  Ichpuch  chichiltzin- 
tli  metztli,  o  quiomo  xopepechtitzino 
ihuan  matlactli  ihuan  orne  cicitlal- 
tin  o  quimo  xochi  icpacuiltitzino 
homo  tlacempanahuilito  ompa  il- 
huicac  ihuan  nican  tlalticpac  ihuan 
mohuiampace  manahuac  nic  nochi- 
cahua  noyolo  ma  xihualla  tehuatl 
in  ti  Huaxtepecatl  tlen  ipampa  ti 
nechtemoa? 

Vasallo. 
Ehecatepetlicpac  chañe . . .  (Repi- 
te lo  dicho  por  el  primer  vasallo.) 

Tepoztecatl. 
Quemach  huel  ima  quemach'huel 
icuac  in  nican  nic  nolhuitomililia 
nic  nol  hui  quixtililia  nic  tlatlalua- 
mictilia  in  tetlacatiliztzin  nonan- 
tzin  Ichpuchtli  Maliatzine  teoyotzin- 
tli zihuapil  Ichpuchtli  hica  no  nican 
motenetzinoa  in  chicapatzintli  te 
chalchi  cente  conetzin  cenca  teoyo- 
tica  yectililoni  hicatzinco  in  teo  te 
tatzin,  teotl  te  piltzin  ihuan  teotl 
teoyo  y  yotzin  ce  teoyotzintli  teoyei- 
ticatzintli  que  qu'ích  in  teteotzitzin- 
tin  quemach  amique  ilhuicac  ihuan 
nican  tlalticpac  ihuan  icnohuiampa 
cemanahuactli  nic  mochicahua  no 
yollo  maxihualla  tehuatl  ti  Tlalma- 
nacatl  tlen  ipampa  te  nechte- 
moa? 

Vasallo. 

Ehecatepetlicpac  chañe  . . .  (Repi- 
te lo  dicho  por  el  primer  vasallo.) 


Tepostecatl. 

Tía  xihualacan  nican  no  nahuac, 
tía  xicaquican  tlen  huel  no  tenyo  ya 
amech  ilhuiz  ¿tle  amo  achicahua 
antlatlanque  ye  nepa  ye  hueca  a 
mech  hual  anilitiquiz  amo  tlaltepo- 
naz  amo  tlalpanhuehue  icuac  a  ma- 
huiltiaya  ampapactaya  amo  centla- 
machtitaya  ma  xiquin  hual  tzotzo- 
nilican  in  pinahuiz. 

(Los  vasallos  se  despiden  pasan- 
do uno  por  uno  y  diciendo  lo  si- 
guiente:) 

Ehecatepetlicpac  chañe,  cahuel 
onic  itohuallaque  timo  mati  no 
iquin  omomatia  axcan  onihuala 
no  tlapopolhuilico  nican  nonpanoti- 
quiza  que  ñame  ce  tlaztalotl  ilhui- 
cac tlahui  ihuan  tlalticpac  tlexitoni. 

Hemos  copiado  el  original  con 
todos  sus  errores  de  sintaxis  y  de 
ortografía.  Nuestro  estimado  ami- 
go D.  Bernardino  de  J.  Quiroz  ha 
hecho  ]a  siguiente 

Traducción. 
Teposteco. 
¿Quiénes  son  ustedes  que  han  ve- 
nido aquí?  ¿Cómo  no  saludan?  no 
más  se  vinieron  metiendo  cual  pe- 
rritos. ¿Cómo  es  esto,  cuando  por 
donde  quiérame  regocijo  y  duermo 
tranquilo?  Son  demasiado  quitado- 
res  del  sueño  y  desveladores.  Ven 
tú,  Cuernavaquense,  ¿por  qué  me 
buscas? 

Vasallo. 
Habitante  de  las  alturas  del  ce- 
rro del  aire,  eres  buscado  por  Cuer- 
na vaca,  ¿por  qué  me  mencionas? 
Qué,  no  te  acobardas  más  porque 
oyes  mi  voz  y  mis  palabras?  Hoy 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


231 


vine  á  convertirte  en  tierra  y  pol- 
vo, y  como  tierra  y  polvo  disolver- 
te, esfuerzo  mi  corazón;  yo,  herede- 
ro de  pueblos,  soy  soberano  y  noble. 

Teposteco, 
¡Qué  casualidad,  que  ahora  suce- 
de esto!  cuando  aquí  festejo  y  ani- 
verso  el  nacimiento  de  mi  madre  la 
Virgen  María;  en  verdad,  aquí  me 
da  el  esfuerzo  y  valentía  de  mi  co- 
razón. ¿Con  qué  objeto  me  buscas? 
ven  tú,  que  eres  Yautepequense. 

Vasallo, 
Habitante  de  Ecatepeticpac»  eres 
buscado  por  Yautepec,  etc.,  etc. 

Teposteco, 
En  verdad  aquí  me  rodean  cuatro 
cerros,  siete  rincones,  siete  lomas 
y  siete  vertientes,  que  son  mi  po- 
der y  mi  valor;  me  esfuerzo;  ven  tú, 
que  eres  Tlayacapa,  ¿con  qué  obje- 
to me  nombras? 

Vasallo. 
Habitante  de  Ecatepeticpac,  eres 
buscado  por  Tlayacapa,  etc.,  etc. 

Tepostecatl. 
En  verdad  como  lo  dijo  Dios  que 
sería  la  madre  de  Dios,  su  querido 
hijo,  pues  verdad  es  que  nació  de 
esta  Virgen  Purísima,  á  quien  al- 
fombró sus  plantas  la  luna  y  se  lau- 
reó con  una  guirnalda  de  doce  es- 
trellas, esplendió  superabundante- 
mente  allá  en  el  cielo,  en  la  tierra  y 
en  todo  lugar.  Esfuerzo  mi  corazón 
(esto  me  da  valor).  Ven  tú,  que  te 
titulas  Huaxtepequense,  ¿por  qué 
me  buscas? 

Vasallo. 
Habitante  de,  etc.,  etc. 


Teposteco. 

¡Qué  acontecimiento,  que  no  es 
antes,  ni  después,  sino  hoy  que  me 
regocijo,  celebro  y  aniverso  el  na- 
cimiento de  mi  madre  la  Virgen 
María,  y  que  es  Purísima,  con  el  te- 
soro de  su  único  divino  hijo,  digna 
de  todo  con  Dios  Padre,  Dios  Hijo 
y  Dios  Espíritu  Santo,  tres  perso- 
nas distintas  y  un  solo  Dios,  así  en 
los  cielos,  en  la  tierra  y  en  todo  lu- 
gar! Esto  anima  mi  corazón.  Ven 
tú,  que  te  dices  Tlamanalca,  ¿por 
qué  me  buscas? 

Vasallo. 
Habitante,  etc.,  etc. 

Teposteco. 
Vengan  Uds.  á  mi  presencia  y 
oigan  lo  que  con  mi  propia  voz  les  di- 
ré: ¿Qué  triunfaron  en  alguna  par- 
te, allá  en  remotos  tiempos,  cuando 
á  mi  paso  (tránsito)  pasé  á  quitar- 
les (recogerles)  sus  teponaxtles  y 
sus  tambores,  cuando  jugaban  y  se 
alegraban  todos  reunidos?  Tóquen- 
les  sin  vergüenza,  ta,  ta,  ta,  te,  te, 
te,  ti,  ti,  ti,  tom,  tom,  tom. 

Cada  uno. 
Habitante,  etc.,  etc.,  etc.  En  ver- 
dad creía  yo  que  como  eres  pode- 
roso, así  yo  lo  era;  hoy  vine  á  pedir 
perdón  pasando  como  una  ráfaga 
de  la  luz  de  la  aurora  cuando  va  á 
amanecer. 

Nosotros,  combinando  los  con- 
ceptos del  original  (que  nos  ha  pa- 
recido una  invención  estúpida  de 
algún  fraile  dominico  del  Convento 
de  Tepoztlán)  con  la  versión  caste- 
llana, hemos  hecho,  en  gracia  de  la 
verdad,  la  siguiente 


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232 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


PARÁFRASIS. 

Tkpoztecatl. 

Es  en  verdad  raro 

Tkpoztecatl. 

Que  en  aqueste  día 

¿Quiénes  sois  vosotros 

En  que  yo  celebro 

Los  aquí  venidos, 

La  feliz  venida 

Que  sin  saludarme 

De  la  Virgen  Madre 

Llegáis  cual  perrillos 

Que  nació  Purísima, 

Que  entran  á  las  casas 

Vengas  tú  ahora 

Sin  que  sean  sentidos? 

Y  á  nuestra  alegría 

¿Y  esto  hacéis  vosotros, 

Quitarle  pretendas 

Mientras  yo  tranquilo 

Su  fase  festiva. 

Duermo  gratamente 

Yo  también  me  esfuerzo 

Y  me  regocijo? 

Con  gran  valentía; 

Vos  quitáis  el  sueño. 

Mi  esfuerzo  lo  eleva 

Y  si  yo  vigilo. 

La  Virgen  María. 

Es  que  desveláis 

Y  tú,  de  Yautepec, 

Al  que  está  dormido. 

¿Cuál  es  tu  misiva? 

Y  ¿qué  buscas  tú, 

De  Cuauhnahuac  hijo? 

Vasallo. 

De  Ehecatepetlicpac. 

En  la  altura  vives. 

Vasallo. 

Vengo  yo  á  buscarte. 

De  Ehecatepetlicpac.  1 

¿Por  qué,  pues  me  dices 

En  la  altura  vives, 

Que  si  yo  te  busco, 

Y  si  yo  te  busco, 

Como  ya  lo  hiciste? 

¿Cuáles  son  tus  fines 

¿Miedo  no  te  infunde 

Al  llamarme  ahora. 

El  tono  terrible 

Como  ya  lo  hiciste? 

Con  que  á  mis  palabras 

;Qué  no  te  acobardan 

Mis  labios  revisten? 

Mis  palabras  firmes 

Y  escuchar  mi  voz 

De  acento  terrible? 
Que  eres  polvo  y  tierra 

Hoy  vengo  á  decirte, 
Pues  que  en  tierra  y  polvo 

Voy  á  convertirte. 
Tengo  gran  esfuerzo, 

Al  que  no  resistes. 
De  pueblos  soy  dueño. 

Soberano  insigne, 

Y  también  soy  noble 

De  valiosa  estirpe  2 


1  Ehecatepetlicpac  se  compone  de  ehecatl,  ai- 
re; tepetl,  cerro;  icpac,  sobre;  y  signifíca:  «Sobre 
el  cerro  del  aire.»  Es  en  donde  está  el  templo 
del  Tepoztecatl,  vulgarmente  llamado  «Casa  del 
Tepozteco,»  traducción  de  TepoBtecacalco.  Abajo 
del  templo:  el  cerro  se  llama  Ehecatepetl,  «Ce- 
rro del  Aire.» 

2  Como  se  ve,  en  el  original  y  en  la  traducción, 
la  contestación  de  los  vasallos  es  una  misma:  pe- 
ro en  la  Paráfrasis,  para  evitar  la  monotonía 
hemos  cambiado  el  principio  y  el  fin  del  relato, 
conservando  el  pensamiento  capital. 


Que  eres  polvo  y  tierra 
Hoy  vengo  á  decirte, 

Pues  que  en  tierra  y  polvo 
Voy  á  convertirte. 

Soy  muy  esforzado, 

Y  no  me  resistes; 
Mando  en  muchos  pueblos 

Cual  Señor  insigne; 
Soy  de  noble  cuna 

Y  de  egregia  estirpe. 

Tepoztecatl. 
Cuatro  cerros  tengo  en  tomo, 

Y  siete  pozos  que  asustan 
Por  sus  obscuros  abismos 

Que  la  muerte  al  alma  auguran, 

Y  tengo  siete  vertientes:  3 
En  esto  mi  poder  se  funda. 
Ello  mi  valor  aumenta, 

Y  mis  fuerzas  asegura. 

Tú,  que  en  Tlayacapa  moras, 
Dime,  ¿para  qué  me  buscas? 

3  Se  describe  la  topografía  de  la  región  que  cir- 
cunda al  Ehecatepetl. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


233 


Vasallo. 
De  Ehecatepetlicpac 

En  la  altura  vives. 
¿Para  qué  te  busco? 

¿Ignorarlo  finges? 
Tú  muy  bien  lo  sabes 

¿Por  qué  no  lo  dices? 
¿Es  que  te  amedrentan 

De  mi  voz  terrible 
El  vibrante  acento 

Y  palabras  firmes? 
Que  eres  polvo  y  tierra 

Hoy  vengo  á  decirte, 
Pues  que  en  tierra  y  polvo 

Voy  á  convertirte. 
De  mi  corazón 

Ninguno  resiste 
El  valor  y  fuerza 

Que  lo  hacen  temible. 
Yo  tengo  vasallos, 

Soy  Señor  insigne. 
Mi  alcurnia  es  muy  noble 

E  ilustre  mi  estirpe. 

Tepoztecatl. 
En  verdad,  en  verdad  que  Dios  lo  dijo: 
Que  de  una  Virgen  nacería  su  Hijo; 

Y  así  nació,  pues  que  su  Madre  pura 
Es  en  el  cielo  candida  creatura: 
Adorna  su  cabeza  una  guirnalda 

Con  doce  estrellas  de  color  de  gualda, 

Y  la  luna  á  sus  pies  sirve  de  alfombra, 

Y  un  coro  celestial  la  canta  y  nombra 
La  bendita  entre  todas  las  mujeres, 
Después  de  Dios,  la  grande  entre  los  seres 

Siento  gran  esfuerzo  en  mi  corazón,  I 

La  Virgen  lo  eleva  en  esta  ocasión. 

Tú,  de  Huaxtepec  morador  felice, 
¿Qué  es  lo  que  tu  labio  ahora  me  dice? 

Vasallo. 
De  Ehecatepetlicpac 

En  la  altura  vives. 
Lo  que  tú  no  ignoras 

Mi  labio  te  dice 
¡Tal  vez  me  interrogas 

Sintiéndote  firme! 
¿Qué  no  desfalleces. 

Cobarde,  al  oírme? 
¿De  mi  voz,  no  tiemblas, 

Al  tono  terrible? 
Que  eres  polvo  y  tierra 

Hoy  vengo  á  decirte. 


Pues  que  en  tierra  y  polvo 

Voy  á  convertirte. 
En  mi  gran  valor 

Mi  fuerza  consiste. 
De  pueblos  soy  dueño. 

Señor  invencible; 
Mi  cuna  fué  de  oro. 

No  de  pobre  mimbre. 

Tepoztecatl, 
Profunda  pena  me  causa 
Que  tales  cosas  me  digas 
Ahora  que  celebro  ufano 
La  Navidad  de  María* 
De  la  Santa  Trinidad 
El  amor  y  la  delicia; 
Pues  fué  tan  linda  creatura 
Del  Padre  Eterno  la  Hija, 
De  Jesucristo  la  Madre, 
La  Madre  tierna  y  purísima, 

Y  del  Espíritu  Santo 

La  Esposa  dulce  y  bendita; 

Y  estos  tres  un  solo  Dios 
Verdadero  significan. 

En  los  cielos,  en  la  tierra. 
En  esta  y  en  la  otra  vida. 
Hoy  mi  corazón  se  esfuerza, 

Y  lo  alienta  mi  María. 

Lo  que  quieres,  Tlalmanalcatl, 
Presto  tu  labio  me  diga. 

Vasallo. 
De  Ehecatepetlicpac 

Én  la  altura  vives. 
Sabes  lo  que  quiero 

¿Por  qué  tú  me  exiges 
Que  yo  te  lo  diga? 

¿Cuáles  son  tus  fines? 
Mis  duras  palabras 

De  acento  terrible, 
Mi  voz  estruendosa. 

Que  ahora  percibes, 
¿No  doblegan  tu  ánimo? 

¿No  te  ponen  triste? 
Pues  que  tú  lo  quieres. 

Presto  vas  á  oírme. 
Que  eres  polvo  y  tierra,  1 


1  Todos  los  vasallos  le  dicen  al  Tepoztecatl  que 
<íes  polvo  y  tierra,  porque  en  tierra  y  polvo  lo 
van  á  convertir. 9  Esto  alude  sin  duda  al  hecho 
de  que  los  frailes  fundadores  del  Convento  cris- 
tiano del  pueblo  de  Tepoztlan  arrojaron  el  ídolo 
de  piedra  del  Tepostecatl  desde  la  altura  del  ce- 
rro, y  al  caer  en  la  base  se  hizo  pedazos.  Si  esto 

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234 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Hoy  vengo  á  decirte, 
Pues  en  tierra  y  polvo 

Vengo  á  convertirte. 
Mi  esfuerzo  es  muy  grande; 

Tú  no  lo  resistes. 
Tributos  valiosos 

Mis  pueblos  rae  rinden, 
Soy  rico,  soy  fuerte, 

Mi  cuna  es  de  príncipe. 

Tepoztecatl. 
A  todos  los  vasallos. 
Acercaos  á  mi  presencia 
Y  escuchad  con  atención 
Lo  que  sabréis  brevemente 
Proferido  por  mi  voz. 
¿Alcanzasteis  algún  triunfo 
En  vuestra  fértil  mansión. 
Cuando  en  los  remotos  tiempos 
Tuve,  á  mi  paso,  ocasión 
De  quitaros  á  porfía 
Teponaztli  y  atambor. 
Cuando  jugabais  alegres 
En  gratísima  reunión?  1 

Tocad  en  los  instrumentos 
Sin  reparo,  alegre  son. 
(Tocan  el  teponaztli  y  el  tambor.) 

Cada  uno. 
(Pasando  frente  al  Tepoztecatl) 
Del  Cerro  del  Aire 

En  la  cumbre  moras. 
Eres  poderoso, 

Y  lo  he  visto  ahora, 
Y  creí  yo  serlo 

Para  tu  derrota; 
Mas  mi  error  descubro 

Y  perdón  implora 
Mi  alma  arrepentida, 

•  Que  se  encuentra  sola, 
Pasando  cual  ráfaga 

De  la  luz  de  la  aurora 
Cuando  amaneciendo 

Espléndida  brota. 

En  la  penúltima  década  del  siglo 
pasado,  por  iniciativa  nuestra,  se 
hizo  una  exploración  en  el  monu- 

fué  así,  ccómo  es  que  los  vasallos  se  arrepienten 
de  haberlo  amenazado,  lo  proclaman  poderoso  y 
le  piden  perdón? 

1  Ni  en  la  historia,  ni  en  la  mitolofría,  ni  en  la 
tradición,  hemos  encontrado  alf>:o  que  explique 
dónde,  cuándo  y  con  qué  motivo  les  quitó  el  Te- 
poatecatl  á  sus  vasallos  el  teponaztli  y  el  tambor. 


mentó  y  se  llegó  á  descubrir  en  su 
base  un  hipogeo,  cuya  importancia 
no  pudo  conocerse  entonces.  Pero 
algunos  años  después,  el  Ingeniero 
D.  Francisco  Rodiiguez,  oritmdo 
del  lugar,  y  hoy  ex-Subdirector  del 
Museo  Nacional,  hizo  la  exploración 
muy  detenida,  encontró  ídolos  y 
objetos  varios,  que  extrajo,  y  con 
ellos  formó  un  pequeño  museo  que 
se  instaló  en  la  casa  municipal;  des- 
cubrió, en  los  muros  del  hipogeo, 
pinturas,  en  su  mayor  parte  crono- 
gráficas,  que,  estudidas  cuidadosa- 
mente, revelarán  acaso  un  Tonala- 
matl  6  un  Tonalpohualli.  Varios 
americanistas  han  visitado  el  monu- 
mento, entre  ellos,  los  sabios  Savi- 
lle,  Seler  y  Mrs.  Nuttall,  y  han  sa- 
cado copias  de  las  pinturas;  pero 
aun  no  han  dado  á  conocer  el  estu- 
dio que  hayan  hecho. 

Conocido  el  valor  arqueológico 
del  TepOBlecacalli,  el  Gobierno  fe- 
deral lo  puso  bajo  la  vigilancia  del 
Inspector  y  Conservador  de  Monu- 
mentos, D.  Leopoldo  Batres,  quien 
bajo  los  cuidados  del  vigilante 
inmediato,  D.  Bernardino  Vera- 
zaluce,  ha  construido  un  camino  que 
facilita  la  ascención  al  templo,  y 
continúa  el  estuido  arqueológico 
del  monumento. 

Tequechmecaniani.  (Te,  alguno; 
quechtli,  cuello,  pescuezo;  mecania- 
ni,  el  que  cuelga,  partic.  activo  de 
mecania,  colgar  con  mecate,  deri- 
vado de  mecatl,  lazo,  mecate:  «El 
ahorcador,  el  estrangulador.») 
El  Ahorcador.  Nombre  que  le  da- 
ban á  TescatsoncaÜ,  dios  de  la  em- 
briaguez, aludiendo  á  que  los  borra- 
chos congestionados  parece  que  se 
les  ahorca. 

Tequihuaque.  (Plural  de  teqtd- 
hua,   guerrero,   valeroso:   «Gue- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  Y. 


235 


rreros.»)  Nombre  que  daban  á  los 
sacerdotes  que  habían  ido  á  la  gue- 
rra y  hecho  muchos  cautivos  Se 
distinguían  de  los  demás  porque 
llevaban  el  cabello  atado  en  forma 
de  copete  sobre  la  coronilla,  á  los 
lados  las  borlas  que  llamaban  tlail- 
piloni,  grandes  bezotes  cilindricos, 
collar  y  mastates  galanos:  los  llama- 
ban tlamacastequihuaque ,  «sacer- 
dotes diestros  en  la  guerra.»  Guia- 
ban las  danzas  en  algunas  fiestas. 

Tesaba.  Nombre  que  daban  los 
Acaxees  (V.)  á  sus  ídolos. 

Tetamazulco.  (Tetl,  piedra;  ta- 
masulin,  sapo;  co,  en:  «En  (donde 
está)  el  sapo  de  piedra.») 

Lugar  que  marcaba  el  Oriente, 
como  punto  cardinal,  en  la  ciudad 
de  México.  Marcaban  con  exacti- 
tud los  cuatro  puntos  cardinales,  con 
relación  á  la  ciudad.  Estos  cuatro 
puntos  son  ahora  conocidos  por  una 
relación  del  P.  Sahagún,  quien,  se- 
gún Pa.so  y  Troncoso,  hablando  de 
la  esclava  que  sacrificaban  como, 
semejanza  de  la  diosa  Xilonen  en 
el  mes  Hueitecuilhuitl,  dice  que 
la  llevaban  antes  á  cuatro  lugares 
para  que  ofreciera  incienso,  y  agre- 
ga: «El  uno  de  estos  lugares  se  lla- 
maba Tetamasulco ,  el  otro  Necoci- 
xecan,  el  otro  Atenchicalcan ,  el 
cuarto  se  llamaba  Xoloco:  estos  cua- 
tro lugares  donde  ofrecían  eran  en 
reverencia  de  los  cuatro  caracteres 
de  la  cuenta  de  los  aftos.»  Para  fi- 
jar el  lugar  donde  estaba  Tetama- 
sulco,  se  vale  el  mismo  Paso  y 
Troncoso  de  otro  pasaje  de  Saha- 
gún, en  el  cual,  hablando  de  un  ca- 
ñón abandonado  por  los  Españoles 
durante  la  expugnación  de  México 
en  el  patio  del  templo  mayor,  dice: 
«de  allí  lo  tomaron  los  indios  y  lo 
«echaron  en  una  agua  profimda  que 


«llamaban  Tetamasulco,  que  está 
«cabe  el  monte  que  se  llama  Tepe- 
*tmnco,  donde  están  los  baños.»  Ese 
es  el  Oriente. 

Tetatzin.  Dice  Chavero  que  en- 
tre los  mexicanos  tenía  grande  im- 
portancia el  dios  del  fuego,  y  por 
eso  lo  llamaban  Señor  en  grado  su- 
perlativo, pues  á  sus  nombres  co- 
munes agregaban  los  de  «Cuatro 
veces  Señor,»  «Nueve  veces  Se- 
ñor,» y,  por  último,  que  le  llama- 
ban Tetatsin,  que  quiere  decir  «Dios 

i  Padre.»  No  es  exacto  esto  último. 
Tetatsin  se  compone  de  teta,  que, 
á  su  vez,  se  compone  de  te,  algu- 
no, y /a///,  padre,  el  padre  de  alguno, 
padre,  en  general;  y  de  t3in,  que 

I  expresa  reverencia,  cariño,  etc.,  de 
suerte  que  tetatsin  significa:  «pa- 
drecito.*  Como  se  ve,  no  entra  Dios 
para  nada  en  el  vocablo.  «Dios  Pa- 
dre» se  dice  Teotatli,  y  reverencial- 

I  mente,  Teotatmn, 

Teteohuacan.  (^r<?/^o,  dioses,  plu- 
ral de  teotl,  dios;  hua,  expresión  de 

I  tenencia  ó  posesión;  can,  lugar:  «lu- 
gar que  tiene  á  los  dioses,»  «Mo- 

!  rada  de  los  dioses. » —Hoy,  adultera- 
da la  palabra,  se  dice  Teotihuacán. 
—Betancourt  traduce:  «lugar  donde 
se  adoran  los  dioses;»  según  Veytia: 
«habitación  de  los  dioses.»  Orozco 

I  y  Berra  dice:— «Nos  atrevemos  á 
«decir  que  la  palabra  está  forma- 
«da  de  teotl,  dios;  la  ligadura  ti;  hua, 
«partícula  denotativa  de  posesión; 
«y  del  afijo  can,  lugar:  lugar  de 
o^los  poseedores  de  dioses;  lugar 
^de  los  que  adoran  dioses.^ 

Esa  ligadura  ti,  que  acepta  como 
tal  Orozco  y  Berra,  es  la  que  ha 
desfigurado  la  palabra,  y  no  se  ne- 
cesita para  nada,  pues  existe  el  vo- 
cablo Teohua,  «el  que  tiene  á  dios, 
sacerdote,»  y  su  estructura  es  per- 


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236 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


f  ecta  sin  que  se  haya  hecho  uso  de 
la  tal  ligadura.— Sahagún  dice  que 
el  nombre  del  lugar  es  Teutioacan 
(hoy  Teotihuacan)  que  quiere  decir 
Veitioacan  ó  lugar  donde  hacen  se- 
ñales. La  etimología  no  justifica  es- 
ta interpretación.)  Pueblo  prehistó- 
rico, donde,  á  pocos  kilómetros  de 
distancia,  se  encuentran  aún  dos 
grandes  pirámides,  dedicada  una 
al  sol  y  la  otra  á  la  luna,  llamadas 
por  esto,  la  primera,  Tonatiuhitsa- 
cualliy  y  la  segunda,  Met^tlitsacua- 
lli.  El  origen  de  estos  monumen- 
tos se  pierde  en  la  obscuridad  de 
los  tiempos.  Sahagún  atribuye  la 
erección  de  estas  pirámides  á  los 
ulmecas,  venidos  de  Tamoanchan 
(V.)  y  dice  que  en  el  pueblo  se  ele- ' 
gía  á  los  que  habían  de  gobernar  | 
á  los  demás,  y  que  en  las  pirámi- 
des se  enterraba  á  los  principales 
y  señores,  sobre  cuyas  sepulturas 
se  mandaban  hacer  túmulos  de  tie- 
rra, que  se  veían  todavía  en  su  tiem- 
po, y  que  parecían  montecillos  he- 
chos á  mano,  y  que  también  se  no- 
taban los  hoyos  de  donde  sacaron 
las  piedras  ó  peñas  de  que  se  hicie- 
ron los  túmulos;  y  que  los  que  hi- 
cieron al  sol  y  á  la  luna,  son  como 
grandes  montes  edificados  á  mano, 
que  parecen  ser  naturales  y  no  lo 
son,  y  que  parece  ser  cosa  indeci- 
ble, asegurar  que  son  edificadas  á 
mano,  y  que  lo  «son  ciertamente, 
«porque  los  que  los  hicieron  enton- 
«ces  eran  gigantes.» 

A  juicio  de  Orozco  y  Berra,  las 
pirámides  de  Cholula  y  de  Teoti- 
huacan pertenecen  á  una  misma 
época  histórica,  á  la  civilización 
extinguida  en  que  tomaron  parte 
los  mayasprimitivos,á  tiempos  que 
se  remontan  á  varios  siglos  ante- 
riores á  la  era  cristiana.  Las  gran- 


des moles— dice  el  mismo  Orozco 
—revelan  un  pensamiento  de  or- 
gullo y  de  grandeza,  indica  su  eje- 
cución im  pueblo  numeroso,  cons- 
tituido bajo  un  régimen  social  muy 
adelantado,  aunque  despótico;  los 
artífices  habían  hecho  progresos  en 
el  arte  de  construir,  supuestos  los 
materiales  allí  aprovechados,  y  no 
les  eran  extraños  ciertos  conoci- 
mientos que  sólo  pertenecen  á  las 
naciones  cultas,  ya  que  supieron 
orientar  las  bases:  si  la  mecánica 
era  desconocida  á  los  trabajadores, 
debieron  haber  gastado  luengos 
años  antes  de  terminar  su  labor. 
Por  otra  parte,  obras  tan  costosas 
en  esfuerzos  individuales  colecti- 
vos no  pudieron  ser  emprendidas 
ni  acabadas  por  una  tribu  errante, 
que  detenida  en  un  punto  de  su  iti- 
nerario tuviera  el  antojo  de  dejar 
una  señal  de  su  tránsito,  y  una  vez 
puesta,  prosiguiera  su  peregrina- 
ción. Las  grandes  construcciones 
son  indicio  de  arraigo  en  el  suelo. 
Es,  pues,  casi  seguro —continúa 
Orozco— que  cuando  la  pirámide 
estuvo  concluida,  y  sobre  su  pla- 
taforma superior  se  alzó  el  ara  del 
dios,  una  gran  ciudad  se  extendía 
á  su  derredor,  tal  vez  la  capital  de 
un  señorío  poderoso.  Las  poblacio- 
nes se  perdieron  en  el  olvido ,  lle- 
vándose sus  divinidades,  para  nos- 
otros sin  nombre,  quedando  por  úni- 
co recuerdo  las  inmensas  pirámi- 
des que  sustentaban  los  santuarios 
venerandos. 

Fundándose  Orozco  y  Berra  en 
las  consideraciones  precedentes, 
inpugna  la  opinión  de  autores  cé- 
lebres, de  que  las  pirámides  de  Teo- 
tihuacan hayan  sido  erigidas  por 
los  toltecas;  y  á  este  propósito  dice: 

«Consultando  los  autores  de  más 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


237 


nota,  parecen  convenir  en  que  la 
f  Abrica  de  esos  monumentos  se  de- 
be á  los  toltecas.  Torquemada  se 
separa  de  la  opinión  común,  y  la 
atribuye  á  los  totonacos.  Los  tol- 
tecas no  levantaron  obras  de  esta 
clase,  y  sabemos  estar  ya  construi- 
das cuando  llegaron  á  ToUan.  Dos 
pensamientos  constantes  hallamos 
en  nuestros  escritores  de  historia 
antigua;  amoldar  á  fuerza  de  inge- 
nio la  cronología  mexicana  en  la 
bíblica;  desechar  toda  tribu  ante- 
rior á  las  naciones  históricas,  atri- 
buyendo, por  consecuencia,  todas 
las  ruinas  de  origen  dudoso  á  los 
toltecas.  De  aquí  la  mayor  parte 
de  esas  conclusiones  aventuradas, 
con  que  se  extravían  y  deslucen  las 
grandes  prendas  de  hombres  tan 
distinguidos  como  Torquemada, 
Veytia  y  Clavigero.» 

De  las  diversas  descripciones 
que  se  han  hecho  de  las  Pirámi- 
des, tomamos  la  del  Barón  de  Hum- 
boldt,  por  ser  la  más  detallada.  Di- 
ce así : 

«El  grupo  de  las  pirámides  deTeo- 
tihuacán  está  en  el  Valle  de  Mé- 
xico, ocho  leguas  á  N.  O.  de  la  ca- 
pital, en  una  llanura  nombrada 
Micoatl  6  camino  de  los  muertos 
(el  nombre  mexicano  es  Miccaotli), 
Obsérvanse  allí  dos  grandes  pirá- 
mides dedicadas  al  Sol  (Tonatiuh) 
y  á  la  Luna  (Metstli),  rodeadas  de 
muchos  centenares  de  pequeñas 
pirámides,  formando  calles  dirigi- 
das exactamente  de  N.  á  S.  y  de  E. 
á  O.  De  los  dos  grandes  Teocalli, 
mide  el  uno  55  y  el  otro  44  metros 
de  elevación  perpendicular;  la  ba- 
se del  primero  tiene  208m  de  largo, 
de  donde  resulta  que  el  Tonatiuh 
Itsacual,  según  las  medidas  practi- 
cadas por  el  Sefior  Oteiza  en  1803, 


es  más  alto  que  el  Micerino  ó  la 
tercera  de  las  tres  grandes  pirámi- 
des de  Diyzed  en  Egipto,  y  la  lon- 
gitud de  la  base  casi  igual  á  la  de 
Cephren.  Las  pirámides  menores 
que  rodean  las  casas  del  sol  y  de 
la  luna,  cuentan  tan  sólo  de  9  á  lOm 
de  elevación,  y,  según  la  tradición 
indígena,  sirvieron  de  sepulcro  á 
los  jefes  de  las  tribus.  Al  rededor 
de  Cheops  y  de  Micerino  en  Egip- 
to, se  distinguen  también  ocho  pe- 
queñas pirámides  colocadas  simé- 
tricamente, paralelas  á  las  fases 
de  las  mayores.  Los  dos  Teocalli  de 
Teotihuacán  tenían  cuatro  pisos 
principales,  subdivididos  cada  uno 
en  escalones  cuyas  aristas  son  to- 
davía visibles:  el  núcleo  es  de  ba- 
rro revuelto  con  piedrecillas,  y  está 
revestido  de  una  capa  de  tetsontli 
6  amigdalódea  porosa.  Esta  cons- 
trucción recuerda  una  de  las  pirá- 
mides egipcias  de  Sahara,  de  seis 
pisos,  y  según  la  relación  de  Poco- 
cke,  es  un  montón  de  cantos  y  de  ar- 
gamasa, revestidos  exteriormente 
de  piedras  brutas.  En  la  cumbre  de 
los  grandes  teocalli  mexicanos  ha- 
bía dos  estatuas  colosales  del  sol  y 
de  la  luna,  de  piedra  y  con  lámina  de 
oro,  quitadas  por  los  soldados 
de  Cortés.  Cuando  el  obispo  Zumá- 
rraga,  religioso  franciscano,  em- 
prendió destruir  lo  relativo  al  culto, 
ala  historia  y  alas  antigüedades  de 
los  pueblos  indígenas  de  América, 
hizo  romper  los  ídolos  de  la  llanu- 
ra de  Micoatl  (Miccaotli).  Se  des- 
cubren aún  los  restos  de  la  escale- 
ra construida  de  grandes  piedras 
talladas,  que  antiguamente  condu- 
cía á  la  plataforma  del  teocalli.» 

En  cuanto  á  la  destrucción  délos 
ídolos  del  sol  y  de  la  luna  por  el 
obispo  Zumárraga,  podría  ser  sos- 

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238 


ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


pechosa  de  falsedad  la  aseveración 
de  Humboldt;  pero  la  aleja  de  toda 
duda  el  jesuíta  Clavigero,  de  quien, 
siendo  sacerdote  católico,  podría 
creerse  que  ocultara  el  hecho  de  la 
destrucción,  que  lo  negara,  ó,  por 
lo  menos,  que  lo  disculpara,  pero 
no  hizo  ninguna  de  las  tres  cosas, 
pues  sencillamente  dice: 

«Estos  vastos  edificios,  que  sir- 
vieron de  modelo  á  los  demás  tem- 
plos de  aquel  país,  estaban  consa- 
grados uno  al  sol  y  otro  á  la  luna, 
representados  en  dos  ídolos  de 
enorme  tamaño,  hechos  de  piedra 
y  cubiertos  de  oro.  El  del  sol  tenía 
una  gran  concavidad  en  el  pecho, 
y  en  ella  la  imagen  de  aquel  pla- 
neta (astro  debería  ser),  de  oro  fi- 
nísimo. 

«Los  conquistadores  se  aprove- 
charon del  metal,  y  los  ídolos  fue- 
ron hechos  pedazos  por  orden  del 
primer  obispo  de  México;  pero  los 
fragmentos  se  conservaron  hasta 
fines  del  siglo  pasado  y  aun  quizás 
hay  algunos  todavía.» 

En  estos  grandes  monumentos, 
según  la  mitología  de  los  pueblos 
nahoas,  se  verificó  una  de  las  crea- 
ciones del  sol  y  de  la  luna  en  época 
incierta,  pero  muy  remota.  Oroz- 
co  y  Berra  dice  que  fué  la  creación 
del  quinto  sol;  pero  no  da  prueba 
ninguna  de  ello,  pues  aunque  repro- 
duce la  leyenda  de  Sahagún,  éste 
no  señala  época  ninguna,  antes  bien 
emplea  términos  que  dan  á  enten- 
der que  fué  la  primera  creación  del 
sol. 

Este  hecho  grandioso,  que  no  acu- 
sa verdaderamente  la  creación  del 
sol,  es,  en  opinión  de  los  autores, 
el  mito  conmemorativo  de  la  crea- 
ción de  una  nueva  religión,  la  as- 
trola  tría;  y  nada  más  conforme  al 


triunfo  obtenido  contra  los  anti- 
guos dioses,  que  erigir  templos  co- 
losales á  los  dioses  triunfantes. 

El  mito  de  la  creación  del  sol  y 
de  la  luna  en  Teteohuacan,  véase  en 
los  artículos  Cosmogonía,  Nana- 
HUATZiN  y  Tecuciztecatl. 

No  está  lejano  el  día  del  renaci- 
miento de  los  Tsacualli  de  Teteo- 
huacan, El  Gobierno  de  la  Unión, 
por  conducto  del  Ministro  de  Bellas 
Artes,  ha  ordenado  la  reparación  de 
las  pirámides,  y  hace  algunos  años 
que  bajo  la  hábil  dirección  de  mi  es- 
timado amigo  eí  Sr.  Don  Leopoldo 
Batres,  Inspector  de  Monumentos 
Arqueológicos  Nacionales,  se  está 
llevando  á  cabo  la  exploración  y 
reedificación  de  las  pirámides.  Con 
los  objetos  preciosos  encontrados 
en  sus  hipogeos  se  formará  un  Mu- 
seo en  un  salón  de  100  metros  de 
longitud,  por  25  de  ancho  y  8  de  al- 
tura. Las  obras  deben  estar  con- 
cluidas el  año  de  1910  para  celebrar 
en  aquel  lugar  la  sesión  del  Congre- 
so de  Americanistas,  el  16  de  Sep- 
tiembre del  año  de  1910,  primer 
centenario  de  la  proclamación  de  la 
Independencia,  hecha  por  el  Cura 
Hidalgo. 

Teteoinnan.  (Teteo,  dioses,  plural 
de  teotl,  dios;  in,  su;  nantli,  madre: 
^Su  (la)  madre  de  los  dioses.»)  Esta 
diosa,  cuyo  origen  no  es  celestial, 
sino  terrestre,  pues  si  no  miente  la 
historia  fué  hija  de  un  señor  ó  ré- 
gulo de  Colhuacan,  fué  deificada 
por  orden  de  Huitmlopochtli  (esto 
ya  no  es  histórico),  mediante  un  ho- 
rrendo sacrificio,  que,  como  dice 
Clavigero,  no  se  puede  oír  sin  es- 
panto. 

De  las  relaciones  que  los  autores 
han  hecho  de  este  tremendo  suceso, 
ninguna  más  interesante,  por  el  es- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO    V. 


239 


tilo  en  que  está  escrita,  que  la  publi- 
cada hace  muchos  años,  y  casi  des- 
conocida, por  D.  Ignacio  Ramírez, 
el  (Nigromante),  Dice  así: 

(No  pudimos  á  última  hora  tener 
á  la  mano  el  articulo  del  Nigroman- 
te, y  lo  substituimos  con  la  relación 
del  P,  Clavigero:) 

«En  honor  de  esta  funesta  divi- 
nidad (Huitsilopochtli)  hicieron  por 
aquel  tiempo  (á  raíz  de  la  fundación 
de  México)  un  horrendo  sacrificio, 
que  no  se  puede  oír  sin  espanto. 
Mandaron  al  caudillo  de  Colhuacan 
una  embajada,  rogándole  que  les 
diese  alguna  de  sus  hijas,  para  con- 
sagrarla como  madre  de  su  dios 
protector,  significándole  ser  esta 
una  orden  expresa  de  aquel  mimen, 
para  exaltarla  á  tan  sublime  jerar- 
quía. El  caudillo  envanecido  con  la 
esperanza  de  tener  una  hija  deifica- 
da, ó  quizás  atemorizado  con  las 
desgracias  que  podrían  sobreve- 
nirle, si  desobedecía  á  un  dios,  con- ' 
cedió  á  los  mexicanos  lo  que  le  pe- 
dían, tanto  mas  fácilmente,  cuanto 
que  no  preveía  lo  que  iba  á  suceder. 
Los  mexicanos  condujeron  con  gran 
júbilo  aquella  noble  doncella  á  su 
ciudad;  pero  apenas  llegó,  mandó 
el  demonio,  según  dicen  los  histo- 
riadores, que  le  fuese  sacrificada,  j'^ 
desollada  después  de  muerta,  y  que 
con  su  pellejo  se  vistiese  alguno 
de  los  principales  jóvenes  de  la  na- 
ción. Fuese  en  efecto  orden  del  de- 
monio, ó  lo  que  es  mas  verosímil, 
cruel  invención  de  aquellos  bárba- 
ros sacerdotes,  lo  cierto  es  que  el 
plan  se  ejecutó  puntualmente.  Con- 
vidado el  caudillo  por  los  mexica- 
nos á  la  apoteosis  de  su  hija,  fué  á 
ser  espectador  de  aquella  gran  fun- 
ción, y  uno  de  los  adoradores  de  la 
nueva  divinidad.  Entró  en  el  san- 


tuario, donde  al  lado  del  ídolo  esta- 
ba en  pié  el  joven,  vestido  con  la 
sanguinosa  piel  de  la  víctima;  pero 
la  obscuridad  no  le  permitió  ver  lo 
que  pasaba.  Pusiéronle  en  la  ma- 
no un  incensario,  y  un  poco  de  co- 
pal, á  fin  de  que  hiciese  las  cere- 
monias del  culto;  pero  habiendo  vis- 
to á  la  luz  de  la  llama  que  hizo  el 
copal,  aquel  horrible  espectáculo, 
se  le  conmovieron  de  dolor  las  en- 
trañas, y  arrebatado  por  violentos 
afectos,  salió  gritando  como  un  lo- 
co, y  mandando  á  su  gente  que  toma- 
se venganza  de  tan  bárbaro  atenta- 
do: mas  no  se  atrevieron  á  obede- 
cerle, sabiendo  que  inmediatamente 
hubieran  sido  oprimidos  por  la  mu- 
chedumbre; con  lo  que  el  desconso- 
lado padre  se  volvió  á  su  casa,  á 
llorar  su  infortunio  todo  el  resto  de 
su  vida.  Su  infeliz  hija  fué  diosa,  y 
madre  honoraria,  no  solo  de  Huitsi- 
lopochtli, sino  de  todos  sus  dioses, 
que  es  lo  que  significa  el  nombre  de 
Teteoinan,  con  el  cual  fué  desde  en- 
tonces conocida  }''  reverenciada.  Ta- 
les fueron  en  aquella  nueva  ciudad 
los  principios  del  bárbaro  sistema 

de  religión » 

La  Teteoinnanse  llamaba  también 
Toci  (V.),  «Nuestra  Abuela.»  La  ex- 
plicación de  estos  nombres  es  muy 
sencilla:  los  hombres  eran  hijos  de 
los  dioses,  y  siendo  nuestra  deidad,  • 
madre  de  todos  los  númenes,  resul- 
taba para  la  humanidad  « abuela. « 
Pero  desempeñaba  todavía  funcio- 
nes más  complicadas:  era  quien 
producía  los  temblores,  y  de  aquí 
el  nombre  Tlaliyolo  (V.)  ó  «el  cora- 
zón de  la  tierra;»  patrocinaba  tam- 
bién á  los  médicos,  adivinos  y  suer- 
tistas,  de  donde  le  vino  su  nombre 
Yoalticitl  (V.),  «la  médica  de  la  no- 
che;» y  como  uno  de  los  principales 


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240 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


recursos  terapéuticos  de  aquella 
clase  consistía  en  los  baños  de  va- 
por ó  de  temascal,  llamábase  tam- 
bién por  ese  motivo  Temascalteci 
(V.)  6  «abuela  de  los  baños.»  Por  úl- 
timo, aunque  pueden  salir  de  los 
nombres  anteriores  y  de  varias 
funciones  de  la  diosa  otras  deno- 
minaciones, sólo  haremos  mérito  de 
una  que  pasó  también  al  templo 
donde  se  le  daba  culto  en  las  afue- 
ras de  la  ciudad  de  México,  y  que 
se  llamaba  Cihuateocalli  6  «casa 
de  la  diosa  (mujer)  ó  femenil,»  por- 
que al  numen  le  decían  Cihuateotl, 
y  con  este  nombre  sacrificaban  du- 
rante la  festividad  una  esclava  en 
honra  suya. 

Clavigero  hace  observar  que  ca- 
si todos  los  escritores  españoles 
confunden  á  Teteoinnan  con  Tonan 
ó  Tonantsíftf  que  son  realmente  dis- 
tintas. (V.) 

La  fiesta  de  esta  diosa  Teteoinnan 
y  Toci  se  celebraba  en  el  mes  Och- 
panistli,  (V.)  Los  tlaxcaltecas  le 
daban  un  culto  particular,  y  las  la- 
vanderas la  miraban  como  á  su  pro- 
tectora. 

Celebraban  una  segunda  fiesta 
en  honor  de  la  diosa,  en  el  último 
mes  Iscalli,  de  la  que  nada  se  sabe 
—dice  Clavigero—  sino  la  práctica 
ridicula  de  levantar  en  el  aire  por 
•  las  orejas  á  los  muchachos,  cre- 
yendo que  de  este  modo  llegarían 
á  una  alta  estatura.  Los  médicos 
no  sólo  la  califican  de  ridicula,  sino 
de  peligrosa  para  la  salud  de  los 
niños. 

Borunda,  en  su  extravagante  em- 
peño de  relacionar  la  religión  de 
los  mexicanos  con  el  culto  cristiano, 
dice  que  Teteoinnan  es  una  adulte- 
ración de  Teteuinnan,  «Madre  de  sus 
Señores,»  que  es  la  misma  que  lla- 


maban también  Teotenantsin,  que 
traduce:  «la  apreciada  Madre  Nan- 
tsin,  que  está  en  la  sierra/^//, es  la 
del  Señor  teotli;»  y  después  de  es- 
tas estólidas  interpretaciones,  agre- 
ga que  la  Virgen  de  Guadalupe  se 
le  apareció  al  indio  Juan  Diego  en 
el  Tepeyac  para  desterrar  de  ese 
lugar  á  la  Teotenantsin,  y  ser  ella 
entre  los  indios  la  verdadera  Madre 
de  Dios,  que  se  dio  á  conocer  con 
nombre  mexicano. 

A  este  propósito  dice: 

«D.  Luis  Becerra  por  sola  la  ca- 
«rencia  de  flf  y  de  ^  en  este  idioma 
«(el  náhuatl),  advertía  no  aver  po- 
«dido  pronimciar  Juan  Diego,  á 
«quien  se  manifestaba  la  Madre  de 
«Dios,  ni  su  tio  Juan  Bernardino,  á 
«quien  sanó  la  Señora,  el  distintivo 
«de  Guadalupe  que  se  dio  á  la  Vir- 
«gen  María.  Infería  que  pudo  aver 
«dicho  Tequatlanopeuh,  lo  que  tra- 
«ducía  por  la  que  tuvo  origen  en  la 
«cumbre  de  las  peñas,  como  que  en- 
«tre  ellas  la  vio  Juan  Diego  la  pri- 
«mera  y  cuarta  vez.  Pero  ni  el  or- 
«den  de  las  partes  de  estecompues- 
«to  es  conforme  á  los  del  idioma, 
«ni  la  traducción  que  se  le  dio,  fal- 
«ta  en  una  de  las  mismas  partes,  lo 
«instruye  alusivo  á  aquella  nación, 
«sino  al  lugar  del  culto  primitivo 
«de  la  sagrada  imagen;  lo  que  jun- 
«tamente  descubre  aver  hallado 
«aquel  escritor,  esta  parte  de  latra- 
«dicion  mal  expresada  anotó  uno 
«de  los  primeros  manuscritos.  Por- 
«que  el  connotante  o  de  todo  prete- 
«rito  Perfecto,  como  peu,  de  pena 
«comenzar  se  expresa  al  principio 
«del  compuesto:  y  así  el  de  este 
<^otecuatlanpeu,  la  que  comenzó 
^opeu,  debajo  ó  tlani,  de  la  cumbre 
^cuaitl,  de  la  piedra,  ó  sierra  tetl, 
«lo  que  resulta  acorde  con  el  valor 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  Y. 


241 


«de  los  Monumentos  que  ya  se  des- 
«  cubren.» 

Sigue  Boninda  examinando  el 
nombre  mexicano  que  tal  vez  le  dio 
á  la  Virgen  el  indio  Juan  Bernardi- 
no;  pero  hacemos  gracia  al  lector 
de  tan  abstrusa  disquisición. 

Es  de  extrañarse  que  el  Lie.  Bo- 
runda,  autor  tan  erudito,  haya  ig- 
norado que  Guadalupe  fué  nombre 
que  trajeron  los  conquistadores  de 
España,  pues  á  los  que  intervinieron 
en  la  farsa  de  la  aparición  en  el  Te- 
peyac  no  les  ocurrió  inventar  un 
nombre  apropiado  para  la  Virgen 
aparecida.  Si,  como  dice  Becerra, 
la  imagen  les  pareció  rara  por  lo 
desconocida,  por  la  clase  de  sus 
adornos  y  por  la  clase  de  pintura, 
¿cómo  fué  que  no  le  pusieron  un 
nombre  desconocido  también  y  que 
significara  el  milagro  del  suceso? 
Guadalupe  es  una  píilabra  híbrida 
que  parece  significar  «Río  de  lo- 
bos.», 

Teteopoalti.  (Teteo,  dioses,  plu- 
ral de  teotlf  dios;  poaltt,  consagra- 
do, dedicado,  derivado  de  poa,  de- 
dicar, consagrar:  «los  (niños)  con- 
sagrados á  los  dioses.»)  Nombre  que 
daban  á  los  niños  sacrificados  á  los 
llaloque  en  la  fiesta  que  hacían 
los  matlatzincas  en  honor  de  Mix- 
coatl.  En  esa  fiesta  bajaban  al 
Cuauhxicalco  los  niños  que  sacri- 
ficaban, de  quienes  decían  que  vi- 
vían con  los  dioses  de  las  aguas 
en  suma  gloria  y  celestial  alegría, 
y  asistían  en  persona  cada  año, 
escoltados  por  la  gran  serpiente 
Xiuhcoatl,  pintada  de  diversos  co- 
lores. 

Tetlamman  (hoy  Tetlama).  (Eti- 
mología incierta,)  Nombre  del  tem- 
plo y  Calmecac  de  la  diosa  Chantico 
(V.),  en  el  templo  mayor  de  México. 


Según  Sahagún,  era  Tetlaman  el 
27.**  edificio  de  los  78  en  que  estaba 
dividido  el  templo  mayor  de  Méxi- 
co. Allí  el  servicio  de  los  sacerdo- 
tes era  de  día  y  de  noche. 

Cerca  de  las  ruinas  de  Xochicalco 
hay  un  pueblo  llamado  Tetlama. 
Tal  vez  allí  estuvo  el  Calmecac  per- 
teneciente al  maravilloso  templo 
Xochicalli,  pues  entre  los  indios 
hay  la  tradición  de  que  el  templo  y 
el  actual  pueblo  se  comunicaban 
por  un  largo  hipogeo. 

Tetlan.  (Tetl,  piedra;  tlan.  junto 
á:  «Junto  á  la  piedra.»)  Dios  del 
pueblo  de  Tetlan,  del  señorío  de  To- 
nalá.  Lo  representaban  en  figura 
de  hombre  teniendo  una  piedra  en 
la  mano.  Siendo  el  numen  del  pue- 
blo, los  moradores  de  éste  usaban 
como  arma  principal  la  honda  y  la 
piedra.  Elnombre  del  dios  y  del  pue- 
blo han  de  tener  su  origen  en  el  fe- 
nómeno natural  que  describe  Mota 
Padilla  del  modo  siguiente:  «A  la 
«orilla  del  pueblo,  á  la  parte  orien- 
«tal,  por  donde  pasa  el  arroyo,  exis- 
«tía  un  grande  y  grueso  peñasco  de 
«cerca  de  tres  varas  de  elevación 
«y  dos  y  media  de  diámetro,  sobre 
«otros  de  menos  mole,  apoyados  en 
«puntos  diamantinos  y  en  tan  fiel 
«paralelo  y  en  tal  proporción  y 
equilibrio,  que  tocada  la  piedra 
«con  un  dedo  se  movía,  y  aplicada 
«la  potencia  de  tres  caballos  per- 
«manecía  inmóvil,  no  excluyendo 
«esta  potencia  la  de  diez  ó  más.» 

El  pueblo  de  Tetlan  —  dice  Oroz- 
co  y  Berra—  fué  trasladado  poco 
después  de  la  Conquista  á  San  Jo- 
sé de  Analco;  la  piedra  quedó  movi- 
ble en  su  sitio,  respetada  por  los 
dueños  del  predio,  hasta  que  ha- 
biendo pasado  á  las  manos  de  un 
bárbaro  propietario,  por  evitar  el 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tránsito  de  los  curiosos  la  destruyó 
en  1853  por  medio  de  la  pólvora. 

Tetlateahuitz.  (?)  (Etimología 
incierta.)  Nombre  que  daban  á  los 
que  apadrinaban  á  los  niftos  en  la 
operación  de  agujerearles  las  ore- 
jas en  el  mes  Iscalli,  nacidos  en  los 
cuatro  años  anteriores.  (Véase  Iz- 
calll) 

Tetlazolmictiliztli.  (Te,  alguno; 
tlasolli,  suciedad;  mictilistli,  muer- 
te, el  acto  de  matar:  «Muerte  de  al- 
guno por  suciedad.»)  Nombre  que 
daban  á  los  pecados  graves  que  co- 
metían las  doncellas  que  se  educa- 
ban en  el  Calmecac,  Cuando  alguna 
se  encontraba  culpable,  ocultábalo 
cuidadosamente,  mas  no  sin  sentir 
la  aprensión  de  que  sería  descu- 
bierta, porque  los  dioses  en  castigo 
harían  que  se  les  pudriesen  las  car- 
nes, y  morirían  de  esta  podredum- 
bre ó  suciedad,  tetlasolmictilia. 

Tetlepantlazque.  (Te,  alguno; 
tlepan,  sobre  el  fuego;  tlasque,  de- 
rivado de  tlasa,  arrojar:  «los  que 
arrojan  á  alguno  al  fuego.»)  Tres 
individuos  de  alta  estatura  y  gran 
fuerza  que  ayudaban  á  los  sacerdo- 
tes á  arrojar  á  las  víctimas  á  la  gran 
hoguera  que  encendían  en  la  fiesta 
del  mes  Xocohuetsi.  (V.)  También 
los  auxiliaban  vistiendo  ó  adornan- 
do el  madero  Xocotl  (V.),  con  pa- 
peles. 

Tetlimonamiquiyan.  (Tetl,  pie- 
dra; /,  su;  monamiquiyan,  encuen- 
tro, presión,  derivado  de  monami- 
qui,  encontrarse,  chocarse:  «Su 
(el)  encuentro  ó  choque  de  las  pie- 
dras.») Cuando  los  toltecas  em- 
pezaron á  ofrecer  víctimas  huma- 
nas á  sus  dioses,  en  ciertos  días  del 
año  sacrificaban  á  jonacatecutli 
el  mayor  de  los  criminales  que  á 
las  manos  podían  haber,  haciéndole 


pedazos  en  medio  de  dos  piedras 
que  chocaban  una  con  otra  por  me- 
dio de  un  artificio.  A  esto  llamaban 
Tetlimonamiquiyan,  «  el  encuentro 
de  las  piedras.» 

Tetzahuitl.  Espanto.  Nombre 
que  daban  los  mexicanos  á  su  dios 
Huitsilopochtli.  Sahagún  dice: 

€  Vitsilopuchtli  también  se  11a- 
«maba  Tétzavitl  por  razón  que  de- 
«cían  que  la  dicha  Coatlycue  (su 
«madre)  se  empreñó  de  una  peloti- 
«11a  de  pluma,  y  no  se  sabia  quien 
«fué  su  padre.»  {Véase  Tetzauh- 

CONETL.) 

TetzauhcihuatL  (Tetsahuitl, 
espanto;  cihuaíl,  mujer:  «Mujer  es- 
pantosa.») Eran  unas  diosas  que 
vivían  en  el  segundo  cielo,  destina- 
das á  bajar  y  comerse  á  los  hom- 
bres cuando  fuera  el  fin  del  mun- 
do: eran  puros  esqueletos. 

El  nombre  propio  es  el  plural 
Tesauhcihuame,  (  Véase  Tzitzimi- 

ME.) 

Tetzauhconetl.  (Tetsakuitl,  es- 
pa,nto;conetl,  hijo:  «Hijo  del  espan- 
to.») En  algunas  tribus  bárbaras, 
muerto  el  señor,  su  hijo  tomaba  por 
esposas  á  las  mujeres  y  mancebas 
de  su  padre  que  no  habían  tenido 
sucesión;  esta  alianza  era  llamada 
por  los  pueblos  civilizados  Tetsa- 
huith  cosa  espantosa,  y  á  la  prole, 
Tetaatihconetl,  hijos  de  espanto. 

Tetzauhquimichtzin.  (Teisa- 
huitl,  espanto;  quimichin,  ratones; 
tsin,  diminutivo  reverencial:  «Ra- 
toncito espantoso.»)  Hablando  Sa- 
hagún de  las  supersticiones  de  los 
indios,  dice:  «Cuando  alguno  veía 
que  en  su  casa  se  criaban  hormigas 
y  habia  hormigueros  de  ellas,  lue- 
go tomaba  mal  agüero,  teniendo  en- 
tendido,  que  aquello  era  señal  que 
habían  de  tener  persecución  los  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  Y. 


243 


aquella  casa  de  parte  de  algún  ma- 
lévolo ó  envidioso,  porque  tal  fama 
había,  que  las  hormigas  que  se  cria- 
ban en  casa,  eran  significación  de 
lo  arriba  dicho,  ó  que  los  envidio- 
sos ó  malévolos  los  echaban  dentro 
de  casa  por  mal  querencia,  ó  por 
hacer  mal  á  los  moradores  deseán- 
doles enfermedad  ó  muerte,  ó  po- 
breza ó  desasociego El  mismo 

mal  agüero  tomaban  cuando  alguno 
veía  en  su  casa  ciertos  ratoncillos 
que  tienen  unos  chillidos  distintos 
de  los  otros,  y  desasociegan  la  casa: 
llaman  á  estos  tetsauhqutmichsin^y^ 

Tetzauhteotl.  (Tetsahuitl,  es- 
panto; téotl,  dios:  «Dios  de  espan- 
to ó  espantoso.»)  Al  nacer  Huitmlo- 
pochtli  de  Coatlicueye,  mató  á  sus 
hermanos  los  Centsonhuitsnahuac 
(V.)  para  vengar  el  agravio  que  ha- 
bían hecho  á  su  madre.  Este  suceso 
consternó  á  todos  los  hombres,  que 
desde  entonces  lo  llamaron  Tetsa- 
huitl,  «Espanto,»  y  Tetsauhteotl, 
«Dios  espantoso.» 

TetzompantlL  (Véase  Tzom- 
PANTLi.)  Era  el  33.°  edificio  de  los 
78  que  comprendía  el  templo  ma- 
yor de  México.  En  él  espetaban  las 
cabezas  de  los  cautivos  que  allí  sa- 
crificaban, cada  202  días,  en  honor 
de  los  dioses  llamados  Omacante. 
(Véase  Ome  Acatl.) 

Texochimaco.  (T^,  alguno  ú  otro; 
Xóchitl,  flor;  maco,  impersonal  de 
maca,  da:  «Se  dan  flores  á  alguno.») 
Uno  de  los  nombres  del  mes  Tía- 
xochimaco.  (V.) 

Texoxoctli.  (Tetl,^i^áv?i\xoxoC' 
tu,  azul  verdoso:  «Piedra  azul  ver- 
dosa.») Piedra  que  ponían  á  los 
muertos  en  la  boca.  Sobre  esto  di- 
ce Sahagún:— «. . .  .al  tiempo  que 
«se  morían  los  señores  y  nobles, 
«los  metían  en  la  boca  una  piedra 


«verde  {Chalchivitl)  y  en  la  boca  de 
«la  gente  baja  metían  una  piedra 
«que  no  era  tan  preciosa  y  de  po- 
«co  valor,  que  se  dice  texoxoctli ^  ó 
«piedra  de  navaja,  la  que  dice  que 
«ponían  por  corazón  del  difunto. ..» 

Teyocoyani.  (Te,  alguno;  yoco- 
yani,  partic.  de  yocoya,  crear,  for- 
mar: «Creador.») 

Era  uno  de  los  nombres  que  da- 
ban á  Tescatlipoca,  considerándolo 
como  creador  de  los  hombres. 

Tezcaapan.  (Tescatl,  espejo;  atl, 
agua;  pan,  en:  «En  el  agua  de  es- 
pejo ó  como  espejo.»)  Era  el  31.<*  de 
los  78  edificios  que  comprendía  el 
templo  mayor  de  México,  «...era  una 
«fuente  como  alberca,— dice  Saha- 
«gún— (en)  que  se  bañaban  los  que 
«hacían  penitencia  por  voto:  acos- 
«tumbraban  muchos  de  hacer  pe- 
«nitencia  ciertos  meses,  ó  un  año 
«sirviendo  á  los  cues  (templos)  ó 
«dioses  á  quien  tenían  devoción, 
«estos  se  lavaban  de  noche  en  esta 
«fuente.» 

Tezcacalco.  (Tescatl,Qsipe]o\ca- 
lli,  casa;  co,  en:  «En  la  casa  de  los  es- 
pejos.») Era  el  20.°  edificio  de  los 
78  que  comprendía  el  templo  ma- 
yor de  México.  Sus  muros  estaban 
cubiertos  de  espejos.  Sahagún  di- 
ce que  era  un  oratorio  donde  esta- 
ban las  estatuas  de  los  llamados 
omacamo  (Ome  Acame),  y  que  allí 
mataban  algunos  cautivos,  aunque 
no  cada  año. 

Tezcacoactlacochcalco.  (Tesca- 
coatí,  culebra  resplandeciente  co- 
mo espejo;  c,  en;  tlacochtli,  dardo, 
flecha;  calli,  casa;  co,  en:  «En  la 
casa  de  los  dardos  de  la  culebra 
reluciente.»)  Era  el  75.**  edificio  de 
los  78  que  comprendía  el  templo 
mayor  de  México.  Allí  se  deposita- 
ban los  dardos  y  flechas  para  el 


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244 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tiempo  de  la  guerra.  Algunos  años 
mataban  allí  esclavos  por  devoción. 

TezcacoatL  (Tescatl,  espejo; 
coatlj  culebra:  «Culebra-espejo.») 
Culebra  que  tenía  muy  limpia  la 
piel  y  relumbraba  como  espejo. 
Daban  este  nombre,  en  sentido  me- 
tafórico, á  cada  una  de  las  dos  es- 
clavas, representantes  de  Xochi- 
quetaatli,  en  la  fiesta  del  mes 
Hueypachtli.  (V.) 

Escogían  dos  jóvenes  vírgenes  y 
hermosas;  las  llevaban  con  regoci- 
jados bailes  al  Cuauxicalli,  y  para- 
das encima,  les  daban  los  sacerdo- 
tes cuatro  jicaras  con  maíz  blanco, 
amarillo,  morado  y  negro,  que  ellas 
sucesivamente  esparcían  á  los  cua- 
tro vientos,  arrojándolo  con  la  ma- 
no como  quien  siembra:  la  multitud 
se  arrojaba  á  recogerlo,  dándose 
por  muy  contento  quien  se  hacía 
de  dos  granos,  que  sembraba  para 
cosechar  de  la  simiente  bendita. 
Entre  tanto,  andaba  el  baile,  y  en  el 
centro  de  la  danza  estaba  un  sa- 
cerdote en  pie  mostrando  en  la  ma- 
no alta  y  en  un  paño  el  cuchillo  del 
sacrificio,  usado  exclusivamente  en 
aquella  ceremonia.  Las  dos  vícti- 
mas eran  sacrificadas,  mas  con  las 
piernas  cruzadas  para  atestiguar 
su  estado  limpio. 

Tescacoatl  se  llamaba  el  indio 
que  en  un  quimilli  cargaba  á  Hui- 
tsilopochtli  en  la  peregrinación  az- 
teca ( Véase  Teomama). 

Tezcatlachco.  (Tescatl,  espejo; 
tlachtli,  juego  de  pelota;  co,  en:  «En 
el  juego  de  pelota  de  los  espejos.») 
Era  el  32.**  edificio  de  los  78  que  com- 
prendía el  templo  mayor  de  Méxi- 
co. Había  allí  un  juego  de  pelota. 

Tezcatlipoca.  (El  nombre  pro- 
pio es  Tesca-tlil-poca;  tescatl,  es- 
pejo; tliltic,  negro;  poca,  que  hu- 


mea: «Espejo  negro  humeante.») 
Este  dios,  que  Sahagún  llama  el 
Júpiter  mexicano,  es  con  Quetsal- 
coatl  y  Huitsilopochtli,  el  más  no- 
table de  la  Mitología  Nahoa,  y  muy 
especialmente  de  la  mexicana.  Su 
origen  lo  encontramos  en  el  Códi- 
ce ZumArraga,  conocido  también 
con  el  nombre  de  J/S.  de  Fray  Ber- 
nardino.  En  este  Códice  se  dice  que 
Tonacatecutli  y  su  mujer  Tanaca- 
cihuatl  habitaban  en  el  treceno  cie- 
lo, y  no  habían  tenido  principio:  que 
este  par  divino  tuvo  cuatro  hijos, 
Tlatlauhqui  Teacatlipoca,  que  na- 
ció todo  colorado;  Yayaühqui  Tes- 
catlipoca,  quien  nació  negro;  era 
el  principal  de  sus  hermanos,  esta- 
ba en  todo  lugar,  sabía  todos  los 
pensamientos,  conocía  los  corazo- 
nes, lo  llamaban  Moyocoya,  «que 
«hace  todas  las  cosas  sin  que  otro 
«le  vaya  á  la  mano,»  y  según  este 
nombre  no  lo  sabían  pintar  sino 
como  aire:  el  tercer  hijo  fué  Que- 
tsalcoatl;  el  cuarto  fué  Omiteotl,  por 
otro  nombre  InaquiBCoatl,  que  na- 
ció sin  carnes  ó  con  solo  los  huesos 
en  forma  de  esqueleto,  y  á  este 
adoraron  los  mexicanos  con  el 
nombre  de  Huitsilopochtli, 

Como  se  ve  en  el  párrafo  ante- 
rior, hubo  dos  dioses  con  el  nombre 
de  Tescatlipocay  uno  tlatlauhqui» 
«colorado,»  y  el  otro  yayaühqui, 
«negro  ó  moreno».  Del  primero, 
ningimo  vuelve  á  hablar  de  él,  aca- 
so por  ser  el  dios  principal  deTlax- 
calla  y  de  Huexotzinco,  donde  le 
tributaban  culto  con  el  nombre  de 
Camaxtle,  así  es  que  todo  lo  que 
se  dice,  en  códices,  crónicas  é  his- 
torias de  Tescatlipoca,  se  refiere  al 
yayaühqui,  negro  ó  moreno.  Sin 
embargo,  la  creación  del  mundo  les 
fué  encomendada  á  los  cuatro  dío- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


245 


ses,  aunque  Teacailipoca  yayaüh- 
qui  y  Quetjsalcoatl  fueron  los  prin- 
cipales creadores.  ("F^os^  Cosmogo- 
nía.) 

El  P.  Sahagún,  hablando  del  ori- 
gen de  los  dioses,  dice:— «El  Dios 
llamado  TeBcatlipoca  era  tenido  por 
verdadero  dios  é  invisible,  el  cual 
andaba  en  todo  lugar,  en  el  cielo,  en 
la  tierra  y  en  el  infierno,  y  temian 
que  cuando  andaba  en  la  tierra  mo- 
vía guerras,  enemistades  y  discor- 
dias, de  donde  resultaban  muchas 
fatigas  y  desasosiegos:  decían  que 
él  n\ismo  incitaba  á  unos  contra 
otros  para  que  tuviesen  guerras,  y 
por  esto  le  llamaban  Necocyautl, 
que  quiere  decir,  sembrador  de  dis- 
cordias de  ambas  partes,  y  decían 
él  solo  ser,  el  que  entendía  en  el  re- 
gimiento del  mundo,  y  que  él  solo 
daba  las  prosperidades  y  riquezas, 
y  que  él  solo  las  quitaba  cuando  se 
le  antojaba.» 

La  fiesta  principal  en  honor  de 
este  dios  se  hacía  en  el  mes  Tox- 
catl.  (V.) 

Torquemada  dice  que  sólo  se 
arrodillaban  y  postraban  ante  la  re- 
presentación de  Tescatlipoca,  que 
era  su  mayor  dios,  puro  espíritu,  y 
que  sólo  á  éste  y  á  ningún  otro,  ni  á 
Hüitsilopochllile  llamaban  Titlaca- 
hua  (V.),  y  que  le  dirigían  esta  ora- 
ción: 

«O  dios  todo  Poderoso,  que  dais 
«vida  álos  Hombres,  que  os  llamáis 
*Titlacahua,  (esto  es,  cuyos  escla- 
«vos  somos)  hacedme  esta  tan  se- 
«flalada  merced  de  darme  todo  lo 
«necesario,  para  el  sustento  de  la  vi- 
«da,  así  del  comer,  como  del  beber, 
«y  go<;ar  de  vuestra  clemencia  y 
«suavidad,  y  delectación,. . . .  aved 
«misericordia  de  mi,. . . .  abrid  las 
«manos  de  vuestra  misericordia,  y 


«usadla  conmigo.»  Y  agrega  que  to- 
das las  oraciones  terminaban  con 
Mayiuh,  «hágase así,»  como  los  cris- 
tianos con  Amén. 

El  P .  Clavigero  es  el  que  mejor 
caracteriza  á  este  dios  misterioso: 
«Este  era  el  dios  mayor,  - -dice— 
que  en  aquellos  países  se  adoraba 
después  del  dios  invisible,  ó  Supre. 
mo  Ser.  Su  nombre  significa  espejo 
reluciente  {y ?i  hemos  visto  que  no  es 
exacto  el  calificativo),  y  su  ídolo  te- 
nia uno  en  la  mano.  Era  el  dios  de 
la  providencia,  el  alma  del  mundo, 
el  creador  del  cielo  y  de  la  tierra, 
y  el  señor  de  todas  las  cosas.  Re- 
presentábanlo joven,  para  dará  en- 
tender que  no  envejecia  nunca,  ni 
se  debilitaba  con  los  afios.  Creían 
que  premiaba  con  muchos  bienes  á 
los  justos,  y  castigaba  á  los  vicio- 
sos con  enfermedades  y  otros  hia- 
les.  En  las  esquinas  de  las  calles 
había  asientos  de  piedra,  para  que 
este  dios  descansase  cuando  quisie- 
se, y  á  ninguno  era  lícito  sentarse  en 
ellos.  Decían  algunos  que  había  ba- 
jado del  cielo  por  una  cuerda  he- 
cha de  telarañas;  que  había  perse- 
guido y  arrojado  de  aquel  país  á 
Quet^alcoatl,gvaxí  sacerdote  de  Tu- 
la, que  después  fué  colocado  tam- 
bién en  el  número  de  los  dioses.» 

Su  ídolo  principal  se  llamaba  Teo- 
tetl.  (V.) 

La  fiesta  principal  de  Tescatlipo- 
ca  la  describe  Clavigero  en  los  tér- 
minos siguientes: 

«El  quinto  mes,  que  principiaba 
ell7  de  mayo,  era  casi  todo  festivo. 
La  primera  fiesta,  una  de  las  cua- 
tro principales  de  los  mexicanos, 
era  la  que  hacían  á  su  gran  dios 
Tescatlipoca,  Diez  días  antes  se 
vestía  y  adornaba  un  sacerdote  co- 
mo estaba  representado  aquel  nú- 

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246 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


men,  y  salia  del  templo  con  un  ra- 
mo de  flores  en  la  mano,  y  una  f lau- 
tilla  de  barro,  que  daba  un  son 
agudísimo.  Después  de  haber  vuel- 
to el  rostro,  primero  á  Levante  y 
después  á  los  otros  tres  puntos  car- 
dinales, tocaba  con  fuerza  aquel 
instrumento,  y  tomando  del  suelo 
un  poco  de  polvo,  lo  llevaba  á  la 
boca,  y  lo  tragaba.  Al  oir  el  son  del 
instrumento,  todos  se  arrodillaban. 
Los  que  habian  cometido  algún  cri- 
men, llenos  de  espanto  y  conster- 
nación, rogaban  llorando  al  dios, 
que  les  perdonase  su  culpa,  y  que 
no  permitiense  fuese  descubierta 
por  los  hombres:  los  militares  le 
pedian  valor  y  fuerza,  para  comba- 
tir con  los  enemigos  de  la  nación, 
grandes  victorias  y  muchos  prisio- 
neros para  los  sacrificios ;  y  todo 
el  pueblo,  repitiendo  la  ceremonia 
de  tragar  el  polvo,  imploraba  con 
amargo  llanto  la  clemencia  de  los 
dioses.  Repetíase  el  toque  de  la 
flauta  todos  los  otros  dias  que  pre- 
cedían á  la  fiesta.  El  dia  antes,  los 
nobles  llevaban  un  nuevo  trage  al 
ídolo,  del  cual  lo  vestían  inmedia- 
tamente los  sacerdotes,  guardan- 
do el  viejo  como  reliquia  en  un  ar- 
ca del  templo:  después  lo  adorna- 
ban de  ciertas  insignias  particula- 
res de  oro  y  plata,  y  plumas  her- 
mosas, y  alzaban  el  portalón  que 
cerraba  siempre  el  ingreso  del  tem- 
plo, á  fin  de  que  todos  los  circuns- 
tantes viesen  y  adorasen  la  imagen. 
Llegado  el  dia  de  la  fiesta,  el  pue- 
blo concurría  al  atrio  inferior  del 
templo.  Algunos  sacerdotes,  pinta- 
dos de  negro,  y  vestidos  como  el 
ídolo,  lo  llevaban  sobre  una  litera, 
que  los  jóvenes  y  doncellas  ceñían 
con  cuerdas  gruesas,  hechas  de  hi- 
leras de  granos  de  maíz  tostado,  y  de 


ellas  se  le  hacia  un  collar  y  una  guir- 
nalda. Esta  cuerda,  símbolo  de  la 
sequedad,  que  era  muy  temida  en- 
tre aquellas  gentes,  se  llamaba  Tox- 
catl,  nombre  que  por  aquella  razón 
se  dio  al  mes.  Todos  los  jóvenes  y 
doncellas  del  templo,  y  los  nobles, 
llevaban  hileras  semejantes  al 
cuello  y  á  las  manos.  De  allí  salían 
en  procesión  por  el  atrio  inferior,  cu- 
yo pavimento  estaba  cubierto  de 
flores  y  yerbas  fragantes:  dos  sacer- 
dotes incensaban  al  ídolo,  que  otros 
llevaban  en  hombros.  En  tanto  el 
pueblo  estaba  de  rodillas,  azotán- 
dose las  espaldas  con  cuerdas  grue- 
sasy  anudadas.  Terminada  la  proce- 
sión, y  con  ella  la  disciplina,  vol- 
vían á  colocar  el  ídolo  en  el  altar, 
y  hacíanle  copiosas  oblaciones 
de  oro,  joyas,  flores,  plumas,  ani- 
males y  manjares,  que  preparaban 
las  doncellas  y  otra  mujeres,  dedi- 
cadas por  voto  particular  á  servir 
el  templo  en  aquellos  dias.  Las  don- 
cellas llevaban  en  procesión  aque 
líos  platos,  conducidas  por  un  sacer- 
dote de  alta  jerarquía,  vestido  de 
un  modo  estravagante,  y  los  jóve- 
nes los  distribuían  en  las  habita- 
ciones de  los  otros  sacerdotes,  á 
quienes  estaban  destinados.  Hacía- 
se después  el  sacrificio  de  la  víctima 
que  representaba  al  dios  Tescatlipo- 
ca.  Este  era  el  joven  mejor  parecido 
y  mas  bien  conformado  de  todos  los 
prisioneros.  Escogíanlo  un  año  an- 
tes, y  durante  todo  aquel  tiempo  iba 
vestido  con  ropa  igual  á  la  del  ído- 
lo. Paseaba  libremente  por  la  ciu- 
dad, aunque  escoltado  por  una  bue- 
na guardia,  y  era  generalmente  ado- 
rado como  imagen  viva  de  aquella 
divinidad  suprema.  Veinte  dias  an- 
tes de  la  fiesta,  aquel  desgraciado 
se  casaba  con  cuatro  hermosas  don- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


247 


celias,  y  en  los  cinco  últimos  le  da- 
ban comidas  opíparas,  prodigándo- 
le ademas  toda  clase  de  placeres. 
El  dia  de  la  fiesta  lo  conducian  con 
gran  acompañamiento  al  templo; 
pero  antes  de  llegar,  despedianá  sus 
mugeres.  Acompañaba  al  ídolo  en  la 
procesión,  y  á  la  hora  del  sacrificio 
lo  extendían  en  el  altar,  y  el  gran 
sacerdote  le  abría  con  gran  reve- 
rencia el  pecho  y  le  sacaba  el  cora- 
zón. Su  cadáver  no  era  arrojado 
por  las  escaleras  como  el  de  las 
otras  víctimas,  sino  llevado  en  bra- 
zos de  los  sacerdotes  al  pié  del  tem- 
plo, y  allí  decapitado.  El  cráneo  se 
ensartaba  en  el  Tsompantli,  donde 
se  conservaban  todos  los  de  las 
víctimas  sacrificadas  á  Tescatlipo- 
r«;mas  las  piernas  y  brazos,  coci- 
dos y  condimentados,  se  enviaban 
alas  mesas  de  los  señores.  Después 
del  sacrificio  había  un  gran  bai- 
le de  los  colegiales  y  nobles  que 
habían  asistido  á  la  fiesta.  Al  po- 
nerse el  sol,  las  doncellas  del  tem- 
plo hacían  otra  oblación  de  pan 
amasado  con  miel.  Este  pan,  con 
no  sé  que  otra  cosa,  se  ponía  delan- 
te del  altar  y  servia  de  premio  á 
los  jóvenes  que,  en  la  carrera  que 
hacían  por  las  escaleras  del  templo, 
salían  victoriosos.  También  se  les 
galardonaba  con  ropas,  y  eran  muy 
festejados  por  los  sacerdotes  y  por 
el  pueblo.  Dábase  fin  á  la  fiesta,  li- 
cenciando de  los  seminarios  á  los 
jóvenes  y  doncellas  que  estaban  en 
edad  de  casarse.  Los  que  se  queda- 
ban, los  ultrajaban  con  espresiones 
satíricas  y  burlescas,  y  les  tiraban 
haces  de  juncos  y  otras  yerbas, 
echándoles  en  cara  el  abandonar  el 
servicio  de  los  dioses  por  los  pla- 
ceres del  matrimonio.  Los  sacer- 
dotes les  permitían  estos  escesos, 


como  desahogos  propios  de  la  edad. » 

Tescatlipoca  tenía  tantos  nom- 
bres como  oficios:  Yoalehecatl  Men- 
tó de  la  noche;  Titlacahuan,  somos 
tus  siervos  y  esclavos;  Moyocoya- 
tsift,  el  que  hace  quanto  quiere;  Tel- 
pochtlí,  mancebo,  porque  el  tiempo 
no  pasaba  por  él  ni  nunca  enveje- 
cía; Yaoll,  enemigo;  y  otros  muchos, 
como  Necociaumonenequi,  Teyoco- 
yani,  Techimatini,  Moquequeloa  y 
Necahualpilli,  (  Véase  la  significa- 
ción de  estos  nombres  en  los  artícu- 
los respectivos.) 

Como  ha  podido  observarse,  el 
mito  de  Tescatlipoca  es  una  mezcla 
de  ideas  encontradas:  la  unidad, 
la  dualidad  y  la  pluralidad;  el  espí- 
ritu y  la  materia;  el  hombre  y  el 
dios;  el  bien  y  el  mal,  ya  en  lucha, 
ya  perfectamente  unidos.  En  la  te- 
rrible lucha  con  Quetsalcoatl  en 
Tollan,  es  la  encarnación  de  un  dios 
tirano  en  un  sacerdote  cruel. 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
lámina  XXX  del  Códice  Hamy,  en 
que  está  representada  la  ceremonia 
del  Motepuliso  (V.),  dice  que  uno  de 
los  dioses  que  allí  figuran  es  Xipe 
Totee,  que  representa  al  sol,  con  el 
nombre  de  Tescatlipoca  Tlatlauh- 
qui,  «Espejo  rojo  que  humea,»  nom- 
bre que  le  impusieron,  sin  duda, 
por  el  aspecto  del  sol  cuando  que- 
da cercano  al  horizonte. 

En  esta  interpretación  de  Paso  y 
Troncoso  creemos  que  hay  dos  con- 
fusiones: la  primera,  llamar  á  Totee 
Tescatlipoca,  y  la  segunda,  llamar 
Tlatlauhqui  al  Vayauhqui,  que  fué 
en  los  primeros  días  del  mundo  el 
que  alumbró  como  sol,  según  he- 
mos visto  en  el  artículo  Cosmogo- 
nía. En  el  artículo  Totec  tratare- 
mos esta  cuestión. 

Cha  vero,  tratando  en  su  obra 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Los  Dioses  Astronómicos  de  los 
Antiguos  Mexicanos,  de  demos- 
trar que  el  fuego  Xiuhtecutli 
Tletl  es  el  dios  creador  de  todos  los 
dioses,  cita  en  su  apoyo  varias  in- 
terpretaciones hechas  por  los  PP. 
Ríos  y  Fábrega  de  algunas  pintu- 
ras de  los  Códices  Vaticano  y  Bor- 
GiANO,  y  especialmente  la  del  mes 
Quecholi,  y  acaba  por  decir: 

«Resiuniendo,  las  pinturas  cita- 
das nos  dan  á  conocer  lo  siguiente: 
el  fuego  creador,  obrando  sobre  la 
vía  láctea,  la  desgarró,  y  de  su  ma- 
teria cayeron  en  el  espacio  cuatro 
astros,  que  fueron:  Ceacatl  ó  Ve- 
nus, Achitometlxacopancalqui  ó  el 
Sol,  Mixcohuatl  6  Marte,  y  Tesca- 

ilipoca  ó  la  Luna 

Y  estos  cuatro  astros  fueron  los 
que  sirvieron  á  los  nahuas  para  for- 
mar su  cronología,  y  los  deificaron 
Estudiando  bien  su  sinonimia  teo- 
gónica,  se  encontrará  en  ellos  la 
mayor  parte  de  las  deidades  del 
panteón  mexica.» 

No  estamos  conformes  con  el  re- 
sumen que  hace  Chavero.  No  cree- 
mos que  Mixcohuatl  sea  Marte,  ni 
que  las  revoluciones  de  Marte  y  de 
la  Luna  hayan  sido  tomadas  en 
cuenta  para  la  cronología  nahua. 
Pero  la  discusión  de  estos  puntos 
exige  un  estudio  que  no  haremos 
ni  en  éste  ni  en  los  artículos  respec- 
tivos, por  falta  de  tiempo  y  de  Có- 
dices que  necesitaríamos  tener  á  la 
vista.  Sí  creemos  que  la  Vía  láctea, 
bajo  los  nombres  de  Mixcoal  ó  Mix- 
cohuatl y  de  iBtacmixcoatl,  es  el 
origen  de  la  mitología  nahoa;  pero 
no  porque  haya  sido  desgarrada  por 
éi  fuego,  como  dice  Chavero,  pues  el 
fuego  procede  de  la  Vía  láctea,  sino 
por  procesos  cosmogónicos  desco- 
nocidos para  nosotros,  y  acaso  vis- 


.i 


lumbrados  por  los  Laplace  nahoas. 
También  creemos  que  Tescatlipoca 
es  la  personificación  de  la  Luna, 
pues  ésta  es  el  «espejo  obscuro  que 
humea,»  durante  el  día,  y  tlatlauh- 
qui,  «roja,»  en  el  mes  de  abril,  la  que 
también  nosotros  llamamos  «  Luna 
roja  de  abril,»  y  yayauhqui  «more- 
na,» en  los  demás  meses.  Tal  vez 
esto  nos  explique  por  qué  en  la  cos- 
mogonía del  MS,  de  Fr.  Bernar di- 
no  se  dice  que  el  Tescatlipoca  Ya- 
yauhqui figura  más  en  la  mitología 
que  el  Tlatlauhqui. 

El  extravagante  Lie.  Borunda, 
que,  como  hemos  dicho  en  varios 
artículos,  se  empeñó  en  demostrar 
que  la  religión  cristiana  fué  predi- 
cada en  Anahuac  por  un  apóstol  cris- 
tiano, tratándose  de  Tescatlipoca 
comete  la  mayor  de  sus  extrava- 
gancias, pues  propala  urbi  et  orbi 
que  Tescatlipoca  fué  el  mismo  Je- 
sucristo. Ya  hemos  dicho  en  otro 
lugar  (Véase  Santo  Tomás)  que  pa- 
ra sostener  su  tesis  general  de  la 
predicación  del  Evangelio  en  Méxi- 
co, falsea  la  historia,  inventa  la 
mitología,  y  trastorna  la  lengua  ná- 
huatl. Para  dar  á  conocer  la  mayor 
de  sus  extravagancias  y  para  pro- 
bar la  verdad  de  nuestros  asertos, 
insertaremos  algunos  párrafos  de 
la  obra  de  tan  estólido  autor,  y  lo 
hacemos  con  tanto  más  empeño 
cuanto  que  dicha  obra  es  descono- 
cida, aun  entre  los  eruditos. 

Dice  así: 

«Pero  como  la  segunda  mies  á  que 
se  refirió  la  parábola  de  las  zizañas, 
explicó  su  mismo  Inventor  Jesucris- 
to á  sus  discípulos  cuando  le  pidie- 
ron se  las  manifestase  «que  es  la 
consumación  del  siglo,»  conserva- 
ron también  los  Naturales  la  tradi- 
ción circunstanciada  de  la  persona 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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que  en  el  cap.  20,  lib.  6°  de  la  Mo- 
narquía, se  escribió  erróneamente 
Tescatlipuca  traduciéndose  del  mis- 
mo modo  por  espejo  resplandecien- 
te, quando  nohaital///>«<:a  en  este 
idioma.  Y  si  es  propia  de  él  la  ex- 
presión Texcaltelpucatl  Mancebo 
sin  axs?ír  telpucatl,  del  peñasco  tex 
callij  á  que  alude  la  anotación  texca 
subsistente  al  pie  de  aquel  demin- 
yo,  desquiciado  de  su  inmediata 
cordillera.  Aquel,  pues,  tuvieron 
por  increado,  invisible  y  alma  del 
Mundo,  refiriendo  que  cuando  apa- 
reció y  hablaba  con  los  hombres, 
era  á  semejanza  de  hombre,  sabía 
y  alcanzaba  sus  secretos,  ser  pode- 
roso para  destruir  los  Cielos  y  la 
tierra  quando  quisiese,  teniéndole 
todavía  al  tiempo  de  la  Conquista, 
puesto  en  las  encrucixadas  y  divi- 
siones de  las  calles,  un  asiento  ó  si- 
lla de  piedra,  que  aquel  escritor 
copiaba  momostli,  pero  que  el  idio- 
ma lo  instruie  momostle,  significa- 
tivo de  cosa  diaria  ó  symbolo  de 
inmensidad  y  continua  presencia, 
pues  el  asiento  es  yeyantli  6  tlali- 
loyan.  En  la  misma  relación  se  le 
ponía  por  synónimo  ichialoca  tra- 
,duciendolo  por  donde  se  espera 
quando  es  ichialoccan,  en  dos  luga- 
res occan,  es  el  esperado  chialli  suio 
i,  ó  el  Juicio  final  con  separación  de 
Justos  y  de  reprobos.  También  re- 
feria el  mismo  escritor  que  le  lla- 
maban moyocoyatsin  traduciéndolo 
por  el  que  haze  quanto  quiere, 
quando  escrito  sin  error  es  antoyo- 
cayotain  que  aun  su  significación 
de  pavellon  de  mosquitos,  la  ad- 
vierte alegórica  su  compuesto,  del 
reverenciable  camino  otsin,  suio  /, 
está  ca,  donde  el  mosquito  moyotl 
que  es  el  del  Ayre,  por  el  qual  de- 
saparecía según  la  misma  tradición, 


que  también  le  llamaba  telpuchtli 
mancebo,  aunque  no  porque  apare- 
ciese solamente  como  tal,  y  curio- 
samente vestido  según  lo  entendía 
aquel  compilador,  sino  por  no  casa- 
do como  lo  usa  el  idioma.» 

«Que  el  alegorizado  texcalteltip- 
chitl,  era  el  mismo  Jesucristo,  que 
aparecía  visible  á  los  mortales  para 
manifestarles  cumplidas  las  verda- 
des que  les  avia  enseñado  durante 
su  vida  una  de  las  de  la  parábola 
uitslupuchtle,  alterada  en  que  ano- 
tó á  la  tradición  que  se  le  dio  de  a  ver 
nacido  en  las  señales,  que  entendi- 
das por  el  estylo  del  idioma  con- 
cuerdan  con  las  symbólicas  del 
Juicio  final  el  nacer  no  solamente 
se  expresa  por  tlacati,  sino  también 
por  tlalticpackisa:  y  asi  cuando  la 
tradición  asentaba  uítslupuchíle, 
ó  tlaltícpakisa,  era  para,  instruir  en 
sus  compuestos,  que  el  que  tiene  á 
la  izquierda  espina,  salió  okts  de 
encima  de  la  tierra  ilatlipac,  enton- 
ces era  quando  se  refería  que  traía 
en  la  mano  izquierda  una  Rodela, 
que  se  escribió  tehuehuelli,  el  pode- 
roso huelli.  Señor  teutli,  la  Rodela 
ó  escudo  es  chimalli,  symbólica  de 
la  Santa  Cruz,  y  esta  de  nuestra  Re- 
dempcíon.  Que  en  la  derecha  tenia 
un  dardo  ó  vara  larga  de  color  azul. 
Tal  mano  es  symbólica  de  la  Om- 
nipotencia, como  la  vara  de  la  Jus- 
ticia, y  su  color  del  que  presenta  á 
nuestra  vista  el  Cielo,  como  que  de 
el  tratado  de  Sion  por  el  profeta 
David  V.  3.  salmo  9,á  semejanza  de 
aquel,  donde  por  su  altura  y  según 
expresaron  los  antiguos  Filósofos 
al  Olimpo  de  casa  del  Omnipotente, 
embiará  el  Señor  la  vara  de  su  vir- 
tud, ó  poder.  Siendo  notable  como 
el  uso  que  hazen  los  Juezes  natura- 
les mexicanos  de  la  vara  alta  seña- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


lada  en  su  cima  con  la  Santa  Cruz, 
quando  el  distintivo  de  esta  insig- 
nia de  Justicia  aunque  anotan  á  las 
que  las  traen  por  topile,  el  que  tie- 
ne lo  principal  pile,  nuestro  to  que 
era  la  práctica  execucion,  ó  exerci- 
cio  de  aquel  atributo.» 

Pocos,  ó  ninguno  de  los  lectores 
han  de  haber  visto  claro  en  los  os- 
curos aunque  ingeniosos  conceptos 
de  Borunda.  Los  que  tengan  nocio- 
nes del  idioma  náhuatl  deberán  ha- 
berse admirado  de  la  tergiversación 
que  hace  de  las  palabras  para  que 
tengan  la  significación  que  cuadra 
á  sus  propósitos. 

TezcatzoncatL  (Tescatl,  espejo; 
tsontli,  cabellos;  catl,  que  es:  «el  que 
tiene  la  cabellera  como  espejo,  esto 
es,  reluciente.»  No  se  percibe  el  sen- 
tido del  nombre  por  su  etimología.) 
Era  el  dios  principal  del  vino  ó  de 
la  embriaguez.  Tenía  once  herma- 
nos, una  mujer,  Mayahuel,  ó  sea  el 
maguey  divinizado;  los  diez  hom- 
bres, eran,  Pantecatl,  á  quien  repu- 
taban marido  de  Mayahuel,  por  ser 
la  raíz  que  al  pulque  echaban  para 
darle  más  fuerza,  Tepostecatl,  Pa- 
pastac,  ToioltecaiL  Tlilhua,  Yiauh- 
tecali,  Toltecatl ,  Tlalecavohua, 
Colhuacatsincatl,  Is¿quitecatl.  Los 
nombres  de  estos  hermanos  eran 
los  de  bebidas  fermentadas,  cuyos 
elementos  revelan  ya  el  inventor, 
ya  el  lugar,  ya  la  denominación  de 
algunos  licores. 

Este  dios  tenía  templo  especial  y 
á  su  servicio  cuatrocientos  sacer- 
dotes, que  algunos  autores  llaman 
Centsontotochtin,  « Cuatrocientos 
conejos;»  pero  este  es  un  error,  por- 
que tal  nombre  significa  las  diver- 
sas clases  de  borrachos  que  hay, 
como  lo  dice  expresamente  el  P. 
Sahagún.  Oigámoslo: 


«El  vino  ó  pulcre  de  esta  tierra, 
siempre  en  los  tiempos  pasados  lo 
tuvieron  por  malo,  por  razón  de  los 
malos  efectos  que  de  el  se  causan; 
porque  los  borrachos  unos  de  ellos 
se  despeñan,  otros  se  ahorcan,  otros 
se  arrojan  á  la  agua,  donde  se  aho- 
gan, otros  matan  á  otros  estando 
ebrios,  y  todos  estos  defectos  los 
atribuían  al  dios  del  vino  y  al  vi- 
no, y  no  al  mal  uso  del  borracho;  y 
mas  tenían,  que  el  que  hablaba  mal 
de  este  vino  ó  murmuraba  de  él,  le 
había  de  acontecer  algún  desastre: 
lo  mismo  decían  de  cualquiera  bo- 
rracho, que  si  alguno  murmuraba 
de  él,  ó  le  afrentaba,  aunque  dijese 
ó  hiciese  mil  bellaquerías,  decían 
que  habían  de  ser  por  ello  castiga- 
dos, porque  decían  que  aquello  no 
lo  hacía  él,  sino  el  dios,  ó  por  mejor 
decir  el  diablo  que  estaba  en  él,  que 
era  este  Tescatsoncatl,  6  alguno  de 
los  otros.  De  lo  arriba  dicho  se  co- 
lige claramente,  que  no  tenían  por 
pecado  aquello  que  hacían  estando 
borrachos,  aunque  fuesen  gravísi- 
mos, y  aun  se  conjetura  con  harto 
fundamento,  que  se  emborrachaban 
por  hacer  lo  que  tenían  en  su  vo- 
luntad, y  que  no  les  fuese  imputado 
á  culpa,  y  se  saliesen  con  ello  sin 
castigo;  y  aun  ahora  en  el  cristia- 
nismo hay  algunos  ó  muchos  que 
se  excusan  de  sus  pecados,  con  de- 
cir que  estaban  borrachos  cuando 
los  hicieron.» 

«Mas  decían,  que  el  vino  se  llama 
cent3ontotochtli,(centsontotolchtin) 
que  quiere  decir  cuatrocientos  co- 
nejoSy  porque  tienen  muchas  y  di- 
versas maneras  de  borrachería:  á 
algunos  borrachos  por  razón  del  sig- 
no en  que  nacieron,  el  vino  no  les  es 
perjudicial  ó  contrario.  En  embo- 
rrachándose luego  se  caen  dormidos 


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SEGUNDA  SPOCA.  TOMO  V. 


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Ó  pónense  cabizbajos,  asentados  y 
recogidos:  ninguna  travesura  hacen 
ni  dicen,  y  otros  comienzan  á  llorar 
tristemente  y  á  sollozar,  y  corren- 
les  las  lágrimas  por  los  ojos  como 
hilos  de  agua.  Otros  luego  comien- 
zan á  cantar,  y  no  quieren  parlar  ni 
oír  cosas  de  burlas,  mas  solamente 
reciben  consolación  en  cantar. 
Otros  borrachos  no  cantan,  sino  lue- 
go empiezan  á  parlar,  y  á  hablar 
consigo  mismo,  ó  á  infamar  á  otros, 
ó  decir  algimas  desvergüenzas  con- 
tra algunos,  y  á  entonarse  y  decir 
ser  de  los  mas  principales  honrados, 
y  menosprecian  á  todos,  y  dicen 
afrentosas  palabras,  y  álzanse  y 
mueven  la  cabeza,  diciendo  que  son 
ricos,  y  reprendiendo  á  otros  de  po- 
breza, y  estimándose  mucho,  como 
soberbios  y  rebeldes  en  sus  pala- 
bras, y  hablando  recia  y  áspera- 
mente, moviendo  las  piernas  y  dan- 
do de  coces;  y  cuando  están  en  su 
juicio  son  comomudosy  temená  to- 
dos, son  temerosos  y  excúsanse  con 
decir,  estaba  borracho j  no  sé  lo  que 
me  dije;  sospechan  mal  y  hácense 
sospechosos  y  mal  acondicionados: 
entienden  las  cosas  al  revés,  y  le- 
vantan falsos  testimonios  á  sus  mu- 
geres,  diciendo  que  son  malas  &c., 
y  si  alguno  habla,  piensa  que  mur- 
mura de  él;  si  alguno  ríe,  piensa 
que  se  burla  de  él,  y  así  ríñe  con 
todos  sin  razón,  y  sin  tener  porqué. 
Esto  hace  porque  está  trastornado 
del  vino;  y  si  es  muger  la  que  se  em- 
borracha, luego  se  cae  asentada  en 
el  suelo  encogidas  las  piernas,  y  al- 
gunas veces  estiéndelas  en  el  suelo, 
y  si  está  muy  borracha,  desgréña- 
se los  cabellos,  y  está  toda  desme- 
chada, y  duérmese  teniendo  revuel- 
tos todos  los  cabellos,  &c.  Todas  es- 
tas maneras  ya  dichas  de  borrachos, 


decían  que  aquel  borracho  era  su 
conejo,  6  la  condición  de  su  bora- 
chez,  6  el  demonio  que  en  él  esta- 
ba. Si  algún  borracho  se  despeñó 
ó  se  mató,  decían  aconejóse,  y  por- 
que el  vino  es  de  diversas  mane- 
ras, le  llaman  centsontotochtli,  que 
son  cuatrocientos  conejos,  como  si 
dijesen  que  el  vino  hace  infinitas 
maneras  de  borrachos.» 

Hasta  aquí  el  P.  Sahagún,  cuya 
descripción  de  los  borrachos,  por  su 
ingenua  verdad,  puede  figurar  en- 
tre los  Caracteres  de  la  Bruyere. 

Además  de  la  fiesta  fija  que  se 
hacía  en  honor  de  Tescatsóncath 
en  la  veintena  Tepeilhuitl  (V.),  ha- 
cían otra  movible  en  el  segundo  día 
de  la  tercera  trecena  del  Tonala- 
matl,  que  era  el  Orne  tochtli,  «Dos 
conejo,  y  por  esto  el  dios  Tesca- 
tponcatl  se  llama  igualmente  Orne- 
tochtli.  (V.) 

Los  sacerdotes  de  Tescatsoncatl, 
después  de  terminado  el  canto  con 
que  celebraban  á  los  dioses  del  vi- 
no, echaban  cada  día  al  suelo  tres- 
cientas tres  cañas,  número  corres- 
pondiente al  de  los  cantores;  entre 
ellas  había  una  agujereada;  cada 
uno  tomaba  la  suya,  y  aquél  á  quien 
tocaba  la  agujereada,  era  el  único 
que  podía  beber  pulque. 

El  intérprete  del  Códice Nuttall, 
en  la  lámina  54,  trae  la  imagen 
de  este  dios;  pero  lo  único  que  dice 
en  el  texto  es  lo  siguiente: 

«Este  demonio  es  de  los  dichos 
(dioses  del  vino)  y  se  dize  Tezca 
zongal.» 

A  Tescatsoncatl  le  daban  otros 
nombres  análogos  á  los  efectos  del 
vino,  como  Tequechmecaniani  (V.), 
«el  que  ahorca,»  y  Teatlahuiani 
«(V.),  el  que  aniega.» 

Tezoa.  (Véase  Tozoztia.) 


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ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


TezcacuahiiitL  (Tezcatl,  espejo; 
cuahuitl,  árbol:  «árbol-espejo,»  ó 
«de  los  espejos.»)  Gran  árbol  en  que 
se  convirtió  Tescatlipoca  para,  en 
unión  de  Quetsalcoail,  convertido 
en  quetsalhuexotl, \eva,ntíír  al  cielo 
que  había  caído  sobre  la  tierra  des- 
pués del  diluvio  ó  Atonatiuh,  «Sol 
de  Agua.»  Tal  vez  el  nombre  del  ár- 
bol se  refiere  al  dios,  árbol  Tesca- 
tlipoca, y  no  al  espejo  simplemente. 
(Véase  Cosmogonía.) 

Tiacapan.  (El  primer  nacido,  de- 
rivado de  tiacauh,  principal,  fuer- 
te.) Nombre  que  daban  á  la  mayor 
de  las  cuatro  hermanas  de  Tlasol- 
teotl,  diosa  de  los  placeres  camales. 

Sahagún  dice:  «Esta  diosa  (la  de 
los  placeres  camales)  tenía  tres 
nombres:  el  uno  era  Tlaculteotl,  que 
quiere  decir  la  diosa  de  la  carnali- 
dad (diosa  de  la  basura).  El  segim- 
do  nombre  era /rcw/«a.  Llamábanla 
este  nombre  porque  decían  que  eran 
cuatro  hermanas,  la  primera  era  pri- 
mogénita ó  hermana  mayor,  que  lla- 
maban Tiacapan:  \dL  segunda  era 
hermana  menor,  que  llamaban  Teicu 
(V.):  la  tercera  era  la  de  enmedio, 
la  cual  llamaban  Tlaco  (V.):  la  cuar- 
ta érala  menor  de  todas,  que  llama- 
ban Xucotsin.  (V.)  Estas  cuatro  her- 
manas decían  que  eran  las  diosas 
de  la  carnalidad.  En  los  nombres 
bien  significa  á  todas  las  mugeres 
que  son  aptas  para  el  acto  camal.» 

En  nuestro  concepto,  los  nombres 
de  las  hermanas  no  significan  sino 
el  orden  de  su  nacimiento. 

Estas  cuatro  hermanas  fueron  las 
únicas  mujeres  que,  en  unión  de  al- 
gunos dioses,  señalaron  el  Oriente, 
como  el  lugar  por  donde  había  de 
salir  Nanahuaisin,  convertido  en 
sol.  (Véase  Cosmogonía,  Nanahua- 
TzíN  y  Tecuciztecatl.) 


TiUaoahuan.  (Ti-tlaca-hua, 
«nosotros  hombres  suyos.»  Los  auto- 
res traducen:  translaticiamente : 
nosotros  esclavos  suyos.)  Uno  de  los 
nombres  que  daban  á  Tescatlipoca, 
—Sahagún,  hablando  de  la  estima- 
ción en  que  tenían  los  mexicanos  al 
dios  Tescatlipoca,  dice:  «El  dios  que 
se  llamaba  Titlacaoan,  decían 
que  era  criador  del  cielo  y  de  la  tie- 
rra y  era  todopoderoso,  el  cual  da- 
ba á  los  vivos  todo  cuanto  era  me- 
nester de  comer,  beber  y  riquezas; 
y  el  dicho  Titlacaoan  era  invisible,  y 
como  obscuridad  y  aire,  y  cuan- 
do aparecía  y  hablaba  algún  hom- 
bre, era  como  sombra,  y  sabia  los 
secretos  que  tenían  en  los  corazo- 
nes, por  lo  que  le  clamaban  y  roga- 
ban diciendo:  «/OA  dios  todopodero- 
so que  dais  vida  d  los  hombres,  y 
que  os  llamáis  Titlacaoan!  hacedme 
merced  de  darme  todo  lo  necesario 
para  comer,  beber  y  gosar  de  vues- 
tra suavidad  y  delectación,  porque, 
vivo  con  gran  trabajo  y  necesidad 
en  este  mundo;  habed  misericordia 
de  mí,  porque  estoy  tan  pobre  y  des- 
nudo,  y  trabajo  por  serviros,  y  por 
vuestro  servicio  barro,  limpio,  y 
pongo  lumbre  en  esta  pobre  casa, 
donde  estoy  aguardando  lo  que  me 
quisiereis  mandar,  ó  haced  que  lue- 
go me  muera  y  acabe  esta  vida  tan 
trabajosa  y  miserable,  para  que  des- 
canse y  huelgue  mi  cuerpo, i* 

«Y  mas,  decían,  que  este  dios  da- 
ba á  los  vivos  pobreza,  miseria  y 
enfermedades  incurables  y  conta- 
giosas de  lepra,  bubas,  gota;  sama 
é  hidropesía,  las  cuales  enfermeda- 
des mandaba  cuando  estaba  enoja- 
do con  los  que  no  cumplían  y  que- 
brantaban el  voto  y  penitencia,  á 
que  se  obligaban  de  ayunar,  ó  si 
dormían  con  sus  mugeres,  ó  las  mu. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


253 


geres  con  sus  maridos  ó  amigos,  en 
el  tiempo  del  ayuno.  Y  los  dichos 
enfermos  estando  muy  penados 
y  agraviados,  clamaban  rogando  y 
diciéndole:  «¡Oh dios  que  os  llamáis 
*  Titlacaoan/ hsicedme  merced  de 
«quitarme  esta  enfermedad  que  me 
«mata,  que  yo  no  haré  otra  cosa  si- 
«no  enmendarme:  si  yo  fuere  sano  de 
«esta  enfermedad,  hagoos  voto 
«de  serviros,  y  buscar  la  vida,  y  si 
«yo  ganare  algo  por  mi  trabajo,  no 
«lo  comeré  ni  gastaré  en  otra  cosa 
«sino  que  por  honraros  haré  una 
«fiesta  y  banquete  para  bailar  en 
«esta  pobre  casa>  y  el  enfermo  de- 
sesperado que  no  podía  sanar,  re- 
ñía enojado  y  decia:  «/O  Tifia- 
*caoan!  pues  hacéis  burla  de  mí, 
¿por  qué  no  me  matáis?  y  algunos 
enfermos  sanaban  y  otros  se  mo- 
rían.» 

Titlacahuan  patrocinaba  á  los 
enamorados. 

La  fiesta  principal  se  la  hacían 
en  el  mes  ToxcatL  (V.) 

El  intérprete  del  Códice Nuttall, 
describiendo  la  fiesta  que  en  el  mes 
Toxcail  hacían  en  honor  de  Tesca- 

tlipoca,  dice:  « llamanlo  por 

«otro  nonbre.  tiüacauan,  que  quie- 
re dezir  de  quien  somos  esclavos, 
ya  este  se  a  tribuyen  los  bailes  y 
cantares,  y  rosas  y  traer  bezotes, 
y  plumajes  ques  la  cosa  qellos  mas 
estiman,  en  esta  fiesta. ...» 

Tiachcauh.  (Ti~ach-cauh,  «pri- 
mero en  tiempo,»  «mayor  en  edad.») 
Nombre  que  daban  en  el  Telpuchca- 
lli  al  joven  alumno  encargado  de 
enseñar  á  los  adolescentes  el  mane- 
jo de  las  armas. 

Tiempo,  (el)  Llamábanlo  los  na- 
hoas  cahuitl,  que,  en  composición 
en  las  palabras,  se  convierte  en 
cauh. 


La  primera  división  del  tiempo, 
á  todos  perceptible,  es  el  período 
que  transcurre  desde  la  salida  del 
sol  en  el  oriente,  hasta  la  nueva  sa- 
lida inmediata:  este  período  se  di- 
vide también  naturalmente  en  dos 
partes:  la  prímera,  mientras  el  sol 
alumbra  desde  que  aparece  en  el  ho- 
rizonte hasta  que  desaparece  en 
el  poniente;  la  segunda,  durante  el 
tiempo  que  el  sol  no  se  vé.  Llama- 
mos á  la  primera  día,  y  los  nahoas 
la  llamaban  tonalli;  á  la  segunda  le 
decimos  noche,  y  los  nahoas  le  de- 
cían yohualli.  Y  así  como  nosotros 
para  el  arreglo  de  la  vida  diaria  sub- 
dividimos  el  día  en  espacios  de  se- 
senta minutos,  que  son  las  horas, 
ellos  también  hicieron  su  división. 
Respecto  de  los  períodos  del  día,  di- 
vidían éste  en  cuatro  partes  princi- 
pales, que  eran:  desde  el  nacimien- 
to del  sol  hasta  el  medio  día;  desde 
el  medio  día  hasta  el  ocaso  del  sol; 
desde  éste  hasta  la  media  noche, 
y  desde  ella  hasta  el  orto  siguiente 
del  sol.  Llamaban  al  principio  del 
día  Iquisa  Tonatiuh,  al  medio  día 
Nepantla  Tonatiuh,  al  ocaso  Ona- 
qui  Tonatiuh  y  á  la  media  noche 
Yohualnepantla.  Subdividían  cada 
uno  de  estos  intervalos  en  dos  par- 
tes iguales,  que  correspondían 
próximamente  á  las  nueve  de  la  ma- 
ñana, á  las  tres  de  la  tarde,  nueve 
de  la  noche  y  tres  de  la  mañana, 
cuando  suponían  que  estaba  el  sol 
en  su  media  distancia  entre  los  pun- 
tos de  su  orto  y  medio  día,  del  me- 
dio día  y  del  ocaso,  de  éste  y  la 
media  noche,  y  de  ésta  y  del  orto 
del  siguiente  día.  Estos  medios  in- 
tervalos no  tenían  nombre  particu- 
lar, ni  los  demás  períodos  del  día. 
y  sólo  señalaban  el  lugar  del  cielo 
en  que  se  hallaba  el  sol,  para  expre- 

64 


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254 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


sar  la  hora  diciendo  ia  teotl,  aquí  el 
dios,  ó  el  sol.  Los  períodos  de  la 
noche  se  regulaban  por  las  estre- 
llas. 

Estas  divisiones  y  subdivisiones 
del  tiempo  están  confirmadas  en  las 
pinturas  y  relieves  de  la  Piedra  del 
Sol,  del  cuauhxicalli  de  Tízoc, 
del  Códice  Borgiano  y  de  varios 
vasos  en  cuyos  fondos  se  encuentran 
soles  circuidos  de  aspas  y  de  fle- 
chas que  marcan  los  períodos  diur- 
nos y  nocturnos,  que  dan  las  si- 
guientes divisiones  del  día  natural: 
ionalli  y  yohualli,  día  y  noche;  el 
día  solar  repartido  en  mañana  y 
t^ráit^  yohuatBinco  y  teotlac,  llamán- 
dose el  medio  día  nepantlatonatiuh, 
y  la  media  noche  yohualnepantla: 
la  maftana  se  dividía  en  dos  perío- 
dos; en  otros  dos  la  tarde;  en 
otros  dos  desde  la  puesta  del  sol 
hasta  la  media  noche,  y  en  otros  dos 
desde  la  media  noche  hasta  \h  sali- 
da del  sol;  subdividiéndose  estos 
nuevos  períodos  por  mitad,  en  ocho 
horas  de  noventa  de  nuestros  mi- 
nutos para  el  día,  y  en  otras  ocho 
horas  para  la  noche;  siendo  ésta  la 
división  civil  y  de  que  usaba  el  pue- 
blo; finalmente,  había  la  subdivi- 
sión astronómica  en  medias  horas  j 
y  cuartos  de  hora,  quedando  diez  y 
seis  de  las  primeras  para  el  día,  i 
y  diez  y  seis  para  la  noche,  y  de  la 
misma  manera  treinta  y  dos  de  los  I 
segundos.  ' 

Siendo  diez  y  seis  los  períodos 
completos  ú  horas,  ocho  para  el  día 
y  ocho  para  la  noche,  los  hacían 
presidir  por  diez  y  seis  dioses  que 
tenían  influencia  especial  en  ellos. 
Estas  deidades  son: 

Xiuhtletl,  que  dominaba  en  la  pri- 
mera hora  del  día,  en  que  se  sacri- 
ficaban codornices  y  se  incensaba 


al  sol,  pues  este  dios,  que  era  el  del 
fuego,  venía  á  ser  una  de  las  mani- 
festaciones del  dios  sol; 

Miquisyaotl,  enemigo  de  muerte 
ó  mortal,  símbolo  de  Tescatlipoca; 

Chalchiuhcueye M  diosa  del  agua; 

Nahui  Olin,  el  sol,  terminaba  al 
medio  día; 

Tlasolteotl,  la  Venus  impúdica; 

Mictlantecutli,  el  dios  de  los  muer- 
tos, en  que  el  mismo  sol  va  á  con- 
vertirse, pues  concluía  hacia  nues- 
tras tres  de  la  tarde,  en  que  el  sol 
comienza  visiblemente  á  declinar; 

Chicomecohtiatl,  símbolo  de  la 
Tierra; 

Tlaloc,  dios  de  la  lluvia;  cuando 
la  noche  se  aproxima,  y  en  cuyo  cie- 
lo aparece  la  luna; 

Qtietsalcoatl,  la  estrella  vesper- 
tina; en  la  primera  hora  de  la  noche, 
hacia  nuestras  seis  de  la  tarde,  que 
entonces  brilla  en  el  horizonte; 

Citlalcueye,  la  Vía  láctea; 

Oxomoco,  representación  de  la 
noche; 

Yohualtecutli,  dios  que  presidía 
la  noche,  que  era  la  estrella  rojti 
que  conocemos  con  el  nombre  de 
Aldebarán; 

Tonacatecutli ,  el  dios  creador; 
porque  comenzaba  á  acercarse  el 
nuevo  día; 

Tonatiuk,  el  sol,  como  anuncio  de 
su  vuelta; 

Cipactli,  símbolo  de  la  luz  (?)  se- 
gún Chavero; 

Tlahuitspancaltecutli,  la  estrella 
de  la  mañana  que  á  la  aurora  bri- 
lla sobre  la  Tierra. 

No  era  de  poca  importancia  la 
divinidad  que  á  cada  hora  presidía, 
pues  creían  en  la  buena  ó  mala  ven- 
tura que  auguraban  los  tonalpouh- 
^«^(V.)  tomando  en  cuenta  el  signo 
del  día,  su  acompañado  y  el  sig- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


256 


no  de  la  hora (Gam.,  Oroz., 

Chav.) 
Tierra,  (la)  (Véase  Tlaltecu- 

TLI.) 

TilpotonquL  (Adulteración 
que  emplea  Sahagún  de  tlilpoton- 
qui:  tliltic,  negro;  potonqui,  odo- 
rífero, apestoso:  nombre  de  una 
hierba.)  Sobrenombre  que  daban  á 
Quetsalcoatl  en  el  Telpuckcalli 
cuando  los  padres  ofrecían  á  siis 
hijos.  No  se  percibe  la  razón  del  ca- 
lificativo, aplicado  á  Quetsalcoatl 

TitioL  (Plural  de  ticitl,  médico, 
agorero,  hechicero,  etc.)  Nombre 
que  daban  á  las  mujeres  que  pedían 
á  las  novias.  Los  autores  las  lla- 
man «casamenteras.»  Cuando  se 
celebraba  el  matrimonio,  las  titici 
ataban  la  manta  del  novio  con  el 
huipílltde  la  novia;  y  este  era  el  ac- 
to solemne,  el  símbolo  de  que  que- 
daban unidos. 

TititL  (La  etimología  de  esta  pa- 
labra es  muy  incierta,  aunque  ha 
sido  muy  discutida.)  El  común  de 
los  autores  traduce  «nuestro  vien- 
tre,» formando  to-ititl,  to,  nuestro, 
/////,  vientre;  y  por  síncopa  /-/////. 
Pero  pugna  con  las  reglas  de  la 
composición  de  los  pronombres  po-  ¡ 
sesivos,  como  lo  hace  observar  Pa- 1 
so  y  Troncoso,  aunque  no  lo  expli-  j 
ca.  En  efecto,  cuando  el  pronombre 
posesivo  se  junta  con  nombre  que 
empieza  por  i,  y  el  pronombre  ter- 
mina en  o,  se  pierde  la  /  y  se  con- 
serva la  o  del  pronombre;  ejemplo: ' 
noxiy  mi  pie,  por  nixi;  asi  nuestro  : 
vientre,  sería  toti  y  no  ////,  ni  menos  | 
//////;  pues  si  bien  es  cierto  que  \ 
los  nombres  acabados  en  //,  cuando 
se  unen  á  pronombres  posesivos, 
convierten  la  //  en  uh,  como  «  mi  flor, » 
noxochiuh,  se  exceptúan  de  esta  re- 
gla, íxitl,  pie,  cA/rA///,  saliva,  ititl. 


vientre,  y  otros,  que  pierden  la  //,. 
pero  no  la  convierten  en  uh;  así  es 
que  el  vocablo  correcto  sería  toti, 
nuestro  vientre. 

Clavijero,  en  una  nota  dice:  «León 
«dice  que  Tititl  significa  nuestro 
«vientre:  los  que  saben  la  lengua 
«mexicana  echarán  de  ver  que  este 
«nombre  seria  un  gran  solecismo.» 

En  el  nombre  Tititl  no  hay  vicio  de 
construcción  ó  de  sintaxis,  sino 
de  texicología,  y  por  consiguiente, 
el  nombre  Tititl,  significando  «nues- 
tro vientre,»  no  sería  un  solecismo, 
sino  un  barbarismo. 

Clavigero,  por  su  cuenta,  dice  que 
Tititl  significa  «el  espeluzno  que  en 
ese  mes  ocasiona  el  frío;»  pero  no 
funda  su  aserto  en  ninguna  consi- 
deración filológica. 

Chavero,  que  no  conoció  las  ob- 
servaciones que  preceden,  ni  pudo 
hacerlas  por  sí  mismo,  porque  no 
conocía  á  fondo  la  estructura  del 
idioma  náhuatl,  después  de  enume- 
rar algunas  etimologías  que  no 
acepta,  acaba  por  decir:  «La  verda- 
«dera  interpretación  de  Tititl,  es 
«vientre,  y  vamos  á  explicarla  por 
«el  símbolo  religioso  de  la  veintena 
«y  de  las  ideas  teogónicas  de  los 
«mexica.» 

Con  ese  símbolo  y  con  esas  ideas 
teogónicas  levanta  un  edificio  mo- 
numental, pero  que  carece  de  ci- 
miento, y  se  derrumba  con  un  so- 
plo, con  hacer  decir  á  un  indio  me- 
xicano las  palabras  «vientre,» 
«nuestro  vientre,»  ititl  6  teiti,  por  la 
primera,  y  toti,  por  la  segunda.  No 
es  posible  admitir  que  los  sabios 
autores  del  Calendario,  al  dar  nom- 
bre á  la  veintena,  hayan  cometido 
un  barbarismo,  en  el  que  hoy  no  in- 
curre el  último  de  los  maceguales. 

Insertamos  á  continuación  el  pa- 


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256 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


saje  de  Chavero  para  que  se  vea 
que  su  opinión  es  insostenible,  no 
sólo  por  la  falta  de  fundamentos  fi- 
lológicos, sino  también  por  la  de 
mitológicos,  que  son  los  que  él  in- 
voca principalmente. 

«Recordemos  —  dice — que  repo- 
saban (las  ideas  teogónicas)  en  la 
dualidad,  y  no  sólo  en  la  de  dos  se- 
res diversos  ó  diferentes,  sino  tam- 
bién en  la  de  dos  distintos  que  en 
realidad  eran  una  misma  persona. 
Así  tenemos  las  dualidades  diferen- 
tes Tlaloc  y  Chalchiuhcueye,  Cipac- 
tli  y  Oxomoco,  Mictlantecutli  y 
Mictlancihuatl  y  Tonacaíecutli 
y  Tonacacihuatl;  pero  en  \  éstas  se 
forman  las  dualidades  distintas,  7b- 
nacatecutli  y  Mictlantecutli,  porque 
ambos  dioses  son  el  sol  de  día  y  de 
noche,  y  Tonacacihuatl  y  Mictlan- 
cihuatl, que  son  la  misma  tierra. 
Pero  la  dualidad  por  distinción 
opuesta  á  la  dualidad  por  diferen- 
cia se  percibe  principalmente  en  el 
Ometecutli  ó  señor  dos,  que  es  uno 
y  dos  al  mismo  tiempo,  y  que  como 
mujer  es  Omecihuatl.  Esta  tiene  ne- 
cesariamente todos  los  atributos  de 
aquél,  porque,  como  él,  es  el  prin- 
cipio creador.  Aquél,  como  fuego, 
es  el  dios  viejo,  ésta  es  Ilamatecu- 
tli,  la  señora  vieja;  aquél  es  el  pa- 
dre de  los  dioses,  ésta  es  Tonan, 
nuestra  madre;  á  aquél  se  le  pone 
con  el  adorno  especial  de  Xiuhtletl, 
y  á  ésta  se  le  representa  con  el  mis- 
mo. Por  oposición  aquél  es  dios  de 
la  vida,  y  á  ésta  se  le  coloca  por  ca- 
beza una  calavera;  aquél  crea,  y 
ésta  lleva  el  escudo  con  las  tempes- 
tades y  empuña  el  agua  destructo- 
ra. Ambos  son  uno  porque  el  Ser 
Supremo  crea  y  destruye,  y  ésta  es 
la  protectora  tierra  de  donde  naci- 
mos y  á  donde  vamos  á  parar,  es 


7/////^  nuestro  vientre;  es  Omeci- 
huatl, porque  los  mexica  quisieron 
dedicar  sus  últimas  veintenas  al 
Señor  uno  y  dos;  y  por  eso  en  su  fi- 
gura femenil  es  símbolo  de  la  déci- 
ma séptima,  y  en  algunas  pinturas 
la  unión  de  Mixcoatl  y  Xochique- 
tsalli  que  da  la  misma  idea. 

«Por  eso  el  intérprete  del  Códice  Te- 
lleriano  llama  á  la  deidad  de  la  vein- 
tena la  Mixcoatl,  haciendo  femeni- 
no á  este  dios,  y  por  eso  se  ven  en 
el  cielo  del  jeroglífico  de  Duran  dos 
figuras,  las  cuales  no  son  dos  niños 
que  se  estiran,  sino  la  deidad  dos, 
el  Ometeculli.» 

Las  conclusiones  de  Chavero  pro- 
vi  enen  de  proposiciones  falsas.  En 
ninguna  teogonia  hemos  visto  que 
la  Omecihuatl  sea  la  Tierra,  ni  pue- 
de serlo,  porque  la  Omecihuatl  con 
Ometecutli  son  creadores,  y  la  tie- 
rra es  creatura,  y  ni  aun  creada  in- 
mediatamente por  \di  dualidad,  sino 
por  los  hijos  de  ésta,  que  son  los 
dos  Tescatlipoca,  Quetsalcoatly 
Omiteotl,  que  tuvieron  el  encargo 
de  crear  el  mundo  (Véase  Cosmo- 
gonía). La  unión  de  Mixcoatl  con 
Xochiguetsalli  tampoco  representa 
á  la  Omeyotl  ó  Dualidad,  porque 
ambos  fueron  creaturas  y  nunca 
creadores,  y,  además,  Mixcoatl 
no  es  más  que  Tescatlipoca  que  tomó 
ese  nombre  cuando  levantó  el  cielo 
de  la  tierra  después  del  Atonatiuh, 
por  haber  seguido  en  esa  operación 
el  camino  de  la  Via  láctea,  que  es 
lo  que  representa  Mixcoatl,  «Cule- 
bra de  nube,»  que  es  la  apariencia 
que  tiene  para  nosotros  esa  gran 
nebulosa.  Mas  suponiendo  que  la 
Omecihuatl,  6  la  Mixcoatl,  ó  la  Xa- 
chiquetsalli  fueran  la  Tierra,  y  ad- 
mitiendo que  ésta  sea  «nuestro 
vientre,»  porque  de  ella  nacimos  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


257 


á  ella  volvemos  muertos,  sería  en 
mexicano  Toti  y  no  TititL 

Torquemada  traduce  Tititl  por 
«tiempo  apretado. » Gama  da  por  tra- 
ducción «rebuscar  después  de  la 
cosecha.»  Duran  dice  que  significa 
«estirar.»  Paso  y  Troncoso,  hacien- 
do hincapié  en  esta  significación, 
dice:  ^Durdn,  al  decir  que  significa 
«estirar,»  ayuda  bastante  á  descu- 
brir el  vocablo  de  donde  sacó  sin 
duda  su  etimología,  el  cual  creo  es 
titic-anUf  notándose  que  lo  tradujo 
sólo  á  medias,  pues  por  completo 
quiere  decir  «estirar  (ana)  lo  enco- 
gido ó  arrugado  (titic),^  y  del  últi- 
mo componente  parece  venir  el  nom- 
bre del  mes,  porque  titic  tiene  la 
forma  de  adjetivo,  y  substantiván- 
dolo resultaría  tititl,  «el  encogido,» 
•el  arrugado,»  sobreentendiéndose 
«mes  ó  tiempo.»  Creyó  tal  \tz  Du- 
ran que  significaba  «estirar»  por- 
que la  escritura  figurativa  expresa 
tal  acción  en  varios  calendarios  em- 
blemáticos, pintando  una  mano  que 
estira  un  objeto  por  medio  de  una 
cuerda,  pero  en  este  caso  el  nom- 
bre, para  los  indios,  era  un  recurso 
mnemónico  con  el  que  llegaban  al 
complemento  ideológico  «lo  enco- 
gido, lo  arrugado.»  Si  le  llamaban 
así  (ó  también  apretado),  por  ser 
tiempo  de  fríos,  como  quiere  Tor 
quemada,  ó  si,  por  el  muñen  del 
mes,  la  vieja  Hamateuctli  (á  quien 
representaban  con  arrugas),  le  ha- 
bían puesto  el  tiempo  arrugado  y 
encogido,  es  cosa  que  no  se  atina 
bien;  pero  lo  que  hay  de  cierto  es 
que  el  sacerdote  que  quemaba  la 
troje  de  la  diosa,  hecha  de  teas,  lle- 
vaba, dice  Sahagún,  atados  á  los 
pies  como  cascabeles  unas  pezu- 
ñas de  ciervo,  y  esas  pezuñas  son 
las  que  resultan  estiradas  en  el  ca- 


lendario de  Bován,  por  la  mano  que 
aferra  una  cuerda,  y  representan, 
según  esto,  el  complemento  ideoló- 
gico «lo  encogido;»  así  es  que  la  ac- 
ción de  estirar  despertaba  la  idea  de 
lo  encogido,  titic,  por  medio  de  la 
cual  llegábase  al  substantivo  Tititl. » 

Concluye  Paso  y  Troncoso  su 
erudita  exposición,  diciendo:  «En  el 
estado  actual  de  nuestros  conoci- 
mientos, no  me  ocurre  otra  explica- 
ción; mas  no  dudo  que  se  halle  ó 
que  se  presente  más  tarde  por  sí 
misma  y  casualmente,  como  sucede 
tantas  veces.» 

También  nosotros  deseamos  otra 
explicación,  porque  la  anterior  nos 
parece  muy  alambicada. 

Tilitl  era  el  decimoséptimo  mes 
del  año  solar.  En  este  mes  se  cele- 
braba fiesta  en  honor  de  la  diosa 
Ilamatecutli  (V .)y  la  «Señora  Vieja.» 
Escogían  una  prisionera  que  la  re- 
presentaba y  la  vestían  como  el 
ídolo,  hacíanla  bailar  sola  al  com- 
pás de  una  canción  que  cantaban 
unos  sacerdotes,  y  permitíanle  afli- 
girse por  su  próxima  muerte,  lo  que 
en  los  otros  prisioneros  se  creía  ser 
de  mal  agüero.  El  día  de  Ja  fiesta, 
al  ponerse  el  sol,  los  sacerdotes, 
adornados  con  las  insignias  de  va- 
rios dioses,  la  sacrificaban  del  mo- 
do ordinario,  cortábanle  la  cabeza, 
y  tomándola  en  las  manos  uno  de 
ellos,  empezaba  á  bailar  y  otros  lo 
seguían.  Los  sacerdotes  corrían  por 
las  escaleras  del  templo,  y  al  día  si- 
guiente se  divertía  el  pueblo  co- 
rriendo por  las  calles  y  golpeando 
con  sacos  de  heno  á  todas  las  mu- 
jeres que  encontraba. 

En  el  Códice  Nuttall,  al  tratar 
el  intérprete  del  mes  Tititl,  dice 
que  la  fiesta  se  hacía  en  honor  de 
la  diosa  Cihuacoatl,  y  no  describe  la 

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258 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


fiesta  de  que  hemos  hecho  mención 
en  honor  de  Ilamateuctli,  sino  sólo 
las  de  fiestas  á  los  muertos.  No  es- 
traftamos  que  no  haga  mención  de 
la  diosa  Ilamateuctli,  porque  en  su 
sinonimia  entra  la  Cihuacoatl  (V.) 
También  Paso  y  Troncoso  al  hablar 
de  Tititl,  pone  como  numen  de  la 
veintena  á  Cihuacoatl,  Tales  dife- 
rencias en  cuanto  alas  fiestas  apo- 
yan la  conjetura  de  que  el  calendario 
del  Códice  Hamy,  de  que  es  intérpre- 
te Paso  y  Troncoso,  y  el  del  Códice 
NuTTALL,  aunque  nahoas,  no  son  el 
mismo  calendario  que  explica  el  P. 
Sahagún.  Mas  sea  de  esto  lo  que 
fuere,  no  omitiremos  las  descrip- 
ciones del  Códice  Nuttall,  dignas 
de  ser  conocidas  por  su  novedad  y 
por  la  llaneza  de  estilo  de  su  intér- 
prete. 

Refiriéndose  á  la  lámina  número 
45,  en  que  está  pintada  la  diosa  Ci- 
huacoatl, dice  el  intérprete: 

«Esta  fiesta  se  llamaua  tititl .  las 
dos  silabas  breues.  el  demonio  q  en 
ella  se  festejauasedezia  ciua  coatí, 
q  quiere  dezir  muger  culebra  enesta 
fiesta  celebrauan  lafiesta  délos  fi- 
nados. E  sushonrras  eran  desta ma- 
nera, q  tomauan  Vn  manojo  de  ocotl. 
q  en  España  se  llama  tea.  y  Vestían- 
le con  Vna  manta,  ocamisa  si  era  mu- 
ger el  finado.  Vestíanle  consus  na- 
guas, yponianle  delante  escudillas 
o  puchiros.  yotras  cosas  de  casa, 
y  siera  señor  y  Valiente  hombre 
Vestíanle  Vna  mantaRicaymastel, 
y  be<;!ote.  y  Vn  manojo  detea  y  el 
be<;!0te  era  de  Vna  caña  de  ámbar,  o 
de  cristal  q  ellos  llaman  tecacatl.  q 
sesolian  poner  quando  bebían,  obai- 
lauan  en  los  aretos  colgados  de  Vn 
agujero  q  tenían  hecho  eni^ima  de 
labarba.  enel  labyo  y  poníanle  sus 
plumajes,  atados  al  colodrillo  q 


ellos  llaman  tlal  piloni  y  muchos 
perfumes,  y  sentauanle  en  Vn  peta- 
te, sobre  su  igui  pal.  yponian  allí 
mucha  comida,  y  conbidauan  alli  a 
los  prencipales.  y  desponian  fuego 
a  la  tea,  y  qmauasetodopuanto  alli 
tenían  puesto,  y  esta  memoria  q 
cada  Año  les  hazian.  sus  hijos  opa- 
rientes  llamauan  quixebilotia.  q 
quiere  dezir  q  poniana  su  figura  o- 
memoria. 

En  la  lámina  72  están  pintadas  to- 
das las  cosas  que  describe  en  la  pá- 
gina 44,  cuyo  texto  acabamos  de  in- 
sertar. Entre  la  comida  está  una 
cazuela  con  un  antebrazo  humano. 

El  texto  de  la  pintura  es  el  si- 
guiente: 

«Esta  es  Vna  figura  dequando  los 
yndios  hazian  memoria  desús  fina- 
dos enla  fiesta  q  llaman  tititl.  como 
antes  enla  misma  fiesta,  es  dicho 
déla  figura  de  aquel,  de  quien  se 
hazla  memoria,  era  como  laq  aquí 
está  puesta,  ques  lasiguiente.  y  po- 
níanle en  la  nariz,  vna  cosa  depapel 
azul  q.  ellos  llaman  yacaxuitl.  q 
quiere  dezir  nariz  de  yeua.  y  por  de- 
tras delacara.  la  qual  es  de  ma- 
dera, lehin  chían  de  pluma  dega- 
llína.  de  lo  menudo  blanco,  y  por  pe- 
nacho leponían  vna  vara  colgando 
della  Vnos  papeles  q  ellos  llaman 
amatl  y  en  la  cabe<pa  portocado.  le 
yervas  que  ellos  llaman  malí  malí 
(malinalli)  y  del  colodrillo  le  salía 
otro  penacho  quellos  llaman  panto- 
lote  ques  de  papel,  y  por  las  espaldas 
lleno  de  papeles  y  su  be<pote  e  al 
cuello  le  colgaua  porjoyel  vn  ani- 
malíUo  q  ellos  llaman  Tílotl.  y  el 
joyel  llaman  xalo  cuz  catlyera  de 
papel  pintado,  y  vnavara  Revestida 
de  papel  amanera  de  cruzes  y  de- 
baxo  vna  carga  de  pliegos  de  papel 
y  cacao,  comida,  y  delante  de  dos  o 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


259 


tres  ornas  yndios  q  sentados  can- 
tauan  y  taftian  convn  atabal  qellos 
llaman  vevetl  lasves  vocales  y  esto 
hazian  cada  Año  hasta  quatro  años, 
después  de  la  muerte  del  difimto  y 
nomas.» 

Paso  y  Troncoso  describe  minu- 
ciosamente estas  ceremonias  fune- 
rarias; pero  omitimos  su  relación 
porque,  para  entenderla,  se  necesita 
tener  á  la  vista  las  láminas  XXXV 
y  XXVI  del  Códice  Borbónico  que 
él  interpreta. 

La  figxira  del  mes  Tititl,  en  las 
pinturas,  es  la  de  dos  ó  tres  lefios 
atados  con  una  cuerda,  y  una  mano 
que  tirando  fuertemente  de  ella, 
aprieta  los  leños.  Clavigero  dice 
que  con  esta  figura  se  significa  la 
compresión  que  en  ese  mes  ocasiona 
el  frío.  Ya  hemos  visto  en  la  discu- 
sión de  la  etimología  de  Tititl  lo  que, 
según  Paso  y  Troncoso,  significa 
ese  estiramiento. 

Clavigero  dice  que  en  este  mes  se 
celebraba  fiestaáií//rí/«í«/^rwf//, 
dios  del  infierno,  con  sacrificio  noc- 
turno de  un  prisionero,  y  la  segunda 
de  Yacatecutli,  dios  de  los  mercade- 
res; pero  Sahagún  no  hace  mención 
de  estas  fiestas. 

Tihuitochan.  Orozco  y  Berra, 
interpretando  un  pasaje  de  la  pin- 
tura de  la  Peregrinación  Asteen, 
quiere  que  los  mexicanos,  después 
de  haber  permanecido  mucho  tiem- 
po en  el  Valle  después  de  la  apo- 
teosis de  la  Teteoinan  ó  Toci,  hayan 
vuelto  al  lugar  de  donde  salieron, 
esto  es,  á  Aztlan.  Ninguno  ha  apo- 
yado esta  rara  opinión  de  Orozco, 
así  es  que  sólo  nos  ocupamos  de  ella 
en  este  lugar  para  darla  á  conocer 
y,  sobre  todo,  para  explicar  el  sen- 
tido de  las  palabras  que  encabezan 
este  artículo. 


Orozco,  después  de  citar  algunas 
opiniones  de  D.  Femando  Ramírez, 
que  no  confirman  la  suya,  cita  un 
pasaje  de  Torquemada,  diciendo:  Si 
ocurrimos  á  la  tradición  hallare- 
mos: (Aquí  empiesa  Torquemada) 
«el  fundamento  que  tuvieron,  para 
«hacer  esta  Jornada,  y  ponerse  en 
«ocasión  de  este  tan  largo  camino 
«fue,  que  dicen  fabulosamente,  que 
*un  Pajaro  se  les  apareció  sobre  vn 
« Árbol  muchas  'veces:  el  qual  can- 
utando j  repetía  vn  chillido,  que  ellos 
«se quisieron  persuadir,  á  que  decía: 
^Tihui,  que  quiere  decir:  Yd  va- 
<ímos',  y  como  esta  repetición,  fué 
^por  muchos  dias,  y  muchas  veces, 
«vno  de  los  mas  Sabios  de  aquel  Li- 
«nage,  y  Familia,  llamado  Huitziton, 
«reparó  en  ello,  y  considerando  el 
«caso,  parecióle  asir  de  este  Canto, 
«para  fundar  su  intención,  diciendo, 
«que  era  llamamiento,  que  alguna 
«Deidad  oculta,  hada,  por  medio  del 
«canto  de  aquel  Pajaro;  y  por  tener 
«Compañero,  y  Coadjutor  en  sus 
«intentos,  dio  parte  de  ello  á  otro, 
«llamado  Tecpatzin,  y  dijole:  Por 
«ventura,  no  adviertes  aquello,  que 
«aquel  Pajaro  nos  dice?  Tecpatzin, 
«le  respondió,  que  no:  A  lo  qual 
«Huitziton,  dijo:  Lo  que  aquel  Paja- 
«ro  nos  manda  es,  que  nos  vamos 
«con  él,  y  asi  conviene,  que  le  obe 
«dezcamos,  y  sigamos.  Tecpatzin, 
«que  atendió,  á  lo  mismo,  que  Hui- 
«tziton,  de  el  Canto  del  Pajaro,  vino 
«en  el  mismo  parecer,  y  los  dos  jun- 
«tos,  lo  dieron  d  entender  al  Pueblo; 
«los  quales,  persuadidos  á  la  ven- 
«tura  grande  que  los  llamaba,  por 
«lo  mucho,  que  de  ella  supieron  en- 
« carecer  los  dos,  movieron  las  Ca- 
«sas,y  dejaron  el  Lugar,  y  siguieron 
«la  fortuna,  que  en  lo  por  venir,  les 
«estaba  guardada.» 


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260 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Para  hacer  más  pertinente  á  su 
propósito  el  canto  del  pájaro,  cita 
Orozco  un  pasaje  de  D.  Femando 
Ramírez,  que  reproducimos  noso- 
tros porque  en  él  está  completa  la 
etimología.  Dice  así: 

« existe  una  avecilla  á  que  los 

«mexicanos  dan  hoy  el  nombre  de 
^  Tihuitochan,  porque  dicen  que  en  su 
«canto  pronuncian  claramente  estas 
«palabras,  que  literalmente  tradu- 
«cidas  quieren  decir: 'z;awos  ánues- 
oítra  casa.» 

En  efecto,  las  palabras  mexicanas 
son:  tíhm\  vamos,  to,  nuestra,  chan- 
tu,  casa. 

Hay  otras  aves  en  el  Valle  de 
México  que  también  pronuncian  la 
palabra  mexicana  tihtii,  y  son  el  ti- 
grillo y  las  agachonas. 

El  pasaje  interpretado  por  Orozco 
lo  ha  sido  de  diversas  maneras  por 
los  autores .  La  pintura  representa  un 
cerro  en  cuya  cima  está  un  pájaro 
con  varias  vírgulas  que  le  salen  del 
pico,  signo  del  canto.  Pues  bien,  unos 
dicen  que  el  cerro  es  el  Arakat  de 
los  mexicanos,  donde  se  detuvo  el 
arca  después  del  diluvio;  otros  creen 
que  el  pájaro  es  la  paloma  que  salió 
del  Arca  de  Noé  y  volvió  anunciando 
que  había  cesado  el  diluvio;  Hum- 
boJdt  interpreta  la  pintura  diciendo 
que  representa  la  confusión  de  las 
lenguas  en  la  torre  de  Babel  y  la 
dispersión  de  los  hombres.  Esto 
mismo  había  expuesto  antes  Clavi- 
gero. 

Nosotros,  adhiriéndonos  á  la  opi- 
nión de  Chavero,  creemos  que  la 
pintura  representa  la  salida  de  los 
aztecas  de  Colhuacan,  hoy  Culia- 
can,  en  el  Estado  de  Sinaloa,  y  no 
de  Colhuacan  del  Valle,  como  dice 
Orozco.  El  pájaro  con  su  canto  bien 
puede  haber  persuadido  áHuitziton 


y  á  Tecpantzin  para  abandonar  Az- 
tlan  y  Colhuacan  y  hacer  la  famosa 
peregrinación. 

Tlaaltiltzin.  (Tlaaltilli,  lavado, 
bañado,  deriv.  de  tla-altia,  bañar, 
lavar  alguna  cosa;  tsin,  desinencia 
reverencial:  «el  lavadito  ó  bañadi- 
to.)  Nombre  que  daban  los  merca- 
deres á  un  esclavo  que  sacrificaban 
en  la  festividad  que  hacían  en  la 
veintena  Panquetsalistli,  Para  es- 
ta fiesta  compraban  entre  todos  los 
mercaderes  un  esclavo,  al  que  lla- 
maba Tlaaltilsin,  «lavadito,» 
porque  para  purificarlo  de  la  servi- 
dumbre lo  bañaban  dos  veces  con 
el  agua  de  los  dioses  á  fin  de  que 
pudiese  representeirú.  Quetsalcoatl, 
deidad  principal  de  los  mercaderes, 
pochteca.  El  esclavo  debía  ser  sano 
y  hermoso  de  rostro  y  cuerpo;  y  una 
vez  lavado,  cuarenta  días  antes  de 
la  fiesta,  le  vestían  con  el  traje  del 
dios,  poniéndole  la  mitra,  una  más- 
cara de  pico  de  pájaro  con  dientes, 
el  joyel,  los  zarcillos  de  oro,  los  cae- 
tu,  el  ntaxtli,  el  báculo  y  el  chima- 
lli  propios  de  la  deidad,  y  durante 
ese  tiempo  lo  reverenciaban  como 
si  fuese  el  mismo  Quetsalcoatl,  y  le 
llevaban  con  guarda  y  mucha  gen- 
te que  le  hacía  compañía.  En  la 
noche  lo  enjaulaban  para  que  no  se 
huyese,  y  en  la  mañana  le  daban 
de  comer  muy  bien,  le  ponían  rosas 
en  las  manos  y  collares  de  flores  en 
el  cuello,  lo  sacaban,  é  iba  cantan- 
do y  bailando,  por  toda  la  ciudad. 
Nueve  dias  antes  iban  dos  viejos 
sacerdotes  á  notificarle  el  día  de 
su  muerte.  Si  tal  noticia  lé  causaba 
tristeza,  como  esto  fuera  de  mal 
agüero,  le  daban  una  jicara  de  ca- 
cahuaatl,  agua  de  cacao,  batido  con 
las  navajas  del  sacrificio,  pues  pen- 
saban que  con  esta  bebida,  itspaca- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


261 


latí,  se  embriagaba  y  le  tornaba  la 
alegría. 

Para  el  día  de  la  fiesta  invitaban 
álos  mercaderes  principales.  Iban  á 
Tochtepec  á  convidar  á  los  comer- 
ciantes tlaltelolca,  que  allí  residían. 
Pasábase  el  día  en  convites  y  danzas, 
y  á  la  medianoche,  después  de  hacer 
al  esclavo  mucha  honra  de  copa- 
///y  música,  sacrificábanlo  en  lo  alto 
del  teocalli,  arrancábanle  el  corazón 
y  ofrecíanlo  á  la  Luna,  Tescatlipoca, 

Lanzaban  en  seguida  el  cuerpo 
muerto  por  las  gradas,  y  bajaba  ro- 
dando hasta  el  apetlac  del  patio  del 
teocalli.  De  ahí  lo  levantaban  é  iban 
á  guisarlo  para  comerlo  en  el  ban- 
quete á  que  asistían  todos  los  mer- 
caderes, y  mientras  amanecía  y  se 
guisaba  el  sacrificado,  danzaban  los 
pochteca  al  rededor  de  una  gran 
lumbrada  que  en  el  mismo  templo 
se  encendía. 

Tlacahuepan.  (Tlacatl,  hombre; 
huepantli,  madero  ó  viga  largos: 
«hombre  largo  como  viga.»)  Nom- 
bre de  un  hermano  menor  de  Huitm- 
lopochtli.  Lo  adoraban  también  co- 
mo dios  de  la  guerra,  especialmente 
enTezcoco.  En  México  recibía  ado- 
ración en  el  teocalli  X\íxm?iáo  HtiilB- 
nahuacealpulliy  donde  se  hacía  su 
estatua  de  masa,  á  semejanza  de 
su  hermano  ( Véase  Teocualo).  Si 
la  guerra  se  emprendía  para  con- 
quistar alguna  provincia  ó  con  otro 
particular  motivo,  los  guerreros 
iban  á  los  montes  á  traer  leña,  pre- 
sentábanla á  los  sacerdotes  del  tem- ' 
pío,  á  fin  de  que  ardiera  en  el  fuego 
perpetuo  todo  el  tiempo  que  la  expe- 
dición durara,  y  el  rey  hacía  al-  \ 
gunos  sacrificios  ante  las  estntuas 
de  los  dos  hermanos,  HuilBilopoch- 
tu  y  Tlacahuepan.  | 

Entre  las  mistificaciones  y  prodi- 


gios que  hizo  Tescatlipoca  para  hos- 
tilizar á  Quetsalcoatl  en  Tollan,  re- 
fieren los  autores  la  de  que  bajo  la 
forma  de  Tlacahuepan,  sentado  en 
el  mercado,  hacía  bailar  á  un  mu- 
chacho sobre  la  palma  de  la  mano 
(el  muchacho  era  Huitsilopochili), 
y  la  gente,  por  ver  el  prodigio,  se 
apiñaba  al  rededor,  y  empujados 
unos  contra  otros,  morían  ahogados 
y  acoceados. 

Tlacahueyac.  (Tlacatl,  hombre; 
hueyac,  grande:  «hombre  grande, » 
«gigante.»)  A  semejanza  de  ciertas 
creencias  modernas,  los  mexica- 
nos admitían  la  comunicación  con 
los  espíritus.  Multitud  de  fantas- 
mas ó  visiones  aparecían  en  la  obs- 
curidad de  la  noche,  causando 
miedo,  presagiando  calamidades, 
repartiendo  alguna  vez  el  bien.  Uno 
de  estos  fantasmas  era  el  Tlacahue- 
yac, que  se  les  aparecía  en  figura  de 
gigante.  fF¡^as^  Supersticiones.) 

Tlacahuilotl.  (7  laca  ti,  hombre; 
huilotl,  paloma:  «hombre  paloma.») 
Desde  que  se  anunció  la  llegada  de 
los  Españoles  á  la  costa  de  Maya- 
pan  ( hoy  Yucatán )  Moteuczuma  y 
su  corte  y  todo  el  pueblo  empeza- 
ron á  ver  en  el  cielo,  en  los  aires  y 
en  las  aguas  fenómenos  raros  que 
tomaron  por  pronósticos  de  la  ve- 
nida de  los  hombres  de  Oriente,  que 
les  había  profetizado  Quetzalcoatl, 
como  invasores  y  destructores  del 
Anahuac.  Torquemada,  que  hace 
una  larga  relación  de  estos  sucesos 
prodigiosos,  trae  el  siguiente: « Apa- 
« recio  en  el  aire  un  gran  pájaro,  á 
«manera  de  paloma  torcaz,  con 
«cabeza  de  hombre,  que  pronosti- 
«caba  la  velocidad  con  que  venían 
«los  que  los  habían  de  desaposesio- 
«nar  de  sus  reinos.»  A  este  pájaro 
con  cabeza  de  hombre  llamaron 

66 


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262 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


! 
Tlacahuilotl.  Aquellos  espíritus' 

acobardados— dice  Orozco  y  Berra 

—miraban  los  hechos  bajo  el  falso 

prisma  de  sus  sentimientos. 

Tlacanexquimilli.  (Tlacath 
hombre;  nextli,  ceniza;  quimült,  qui- 
mil, envoltorio,  bulto:  «hombre  co- 
mo bulto  de  ceniza.»)  A  semejanza 
de  ciertas  creencias  modernas,  los 
mexicanos  admitían  la  comunica- 
ción con  los  espíritus.  Multitud  de 
fantasmas  ó  visiones  aparecían  en 
la  obscuridad  de  la  noche,  causando 
miedo,  presagiando  calamidades, 
repartiendo  alguna  vez  el  bien.  Uno 
de  estos  fantasmas  era  el  Tlaca- 
nexquimilli, bulto  de  ceniza,  que, 
envuelto  como  un  cadáver  en  suda- 
rios cenicientos,  iba  rodando  por 
el  suelo. 

«Habia  otros  fantasmas,  ilusiones  | 

«de  Tescatlipoca 

« no  tienen  pies  ni  cabera,  i 

«/«5  cuales  andan  rodando  por  el  i 
«suelo f  y  dando  ,i( émidos  como  en- ! 
«fermo. »   Esto  dice  Sahagún  ref  i-  ■ 
riéndose  al  Tlacanexquimilli.  A  es  j 
te  fantasma  siempre  lo  tomaban' 
por  mal  agüero,  y  esperaban  morir  j 
en  breve  en  la  guerra,  ó  de  enfer- 1 
medad,  ó  sufrir  algún  contratiem- 
po. Los  soldados  viejos  no  temían 
encontrarse  con  esta  visión,  antes 
bien  salían  á  buscarla;  y  luego  que 
la  veían  procuraban  asirse  de  ella, 
y  le  decían:— «¿quién  eres  tú?  há- 
«blame,  mira  que  no  dejes  de  ha- 
«blar,  pues  ya  te  tengo  asida  y  no 
«te  tengo  de  soltar.»  Y  esto  lo  re- 
petía varias  veces,  andando  el  uno 
con  el  otroá  lasacapella,  y  después 
de  haber  luchado  mucho,  ya  cerca  de 
la  mañana,  hablaba  el  fantasma  y 
decía:— «Déjame  que  me  fatigas, 
«dime  lo  que  quieres  y  dártelo  hé:» 
luego  respondía  el  soldado  y  decía: 


«¿qué  me  has  de  dar?»  respondía  la 
fantasma:  «cata  aquí  una  espina:» 
respondía  el  soldado:  «no  la  quiero, 
«¿para  qué  es  una  espina  sola?  no 
«vale  nada»  y  aunque  le  daba  dos  ó 
tres,  ó  cuatro  espinas,  no  la  queria 
soltar  hasta  que  le  diese  tantas 
cuantas  él  queria;  y  cuando  se  las 
daba,  hablaba  la  fantasma  dicien- 
do: «doite  toda  la  riqueza  que  de- 
«seas  para  que  seas  próspero  en  el 
«mundo.»  El  soldado  soltaba  á  la 
visión  y  se  iba  muy  satisfecho. 

Como  el  Tlacanexquimilli  era 
una  ilusión  del  dios  Tescatlipoca 
que  se  comunicaba  con  los  hombres 
bajo  la  forma  de  hombre  sin  pies 
ni  cahesa,  como  dice  Sahagún,  cuan- 
do no  se  les  aparecía  y  hacían  alu- 
sión á  él,  entonces  le  llamaban  Teo- 
nexquimilli,  esto  es,  «el  dios  (que 
se  aparece  bajo  la  forma  de)  bulto 
de  ceniza.» 

Tlacamichin.  (Tlacatl,  hombre; 
michin,  pez  ó  pescado:  «hombre  pez 
ó  pescado.»)  Sahagún  dice  que  los 
peces  del  mar  son  tlacamichin.  Su 
pasaje  es  curioso  y  dice  á  la  letra: 
«Los  pezes  de  la  mar  son  tlacami- 
<^chi,  quiere  dezir  pezes  grandes,  y 
«que  andan  en  la  mar,  que  son  bue- 
«nos  de  comer:  estos  pezes  grandes 
«comen  á  los  pequeños. » 

Hemos  querido  fijar  la  significa- 
ción de  tlacamichin,  por  Ir  relación 
que  tiene  con  la  mitología.  En  el 
Atonatiuh,  «Sol  de  agua,»  que  está 
considerado  como  el  pretendido  di- 
luvio universal,  aunque  no  fué,  á  la 
luz  de  la  ciencia,  sino  un  diluvio  lo- 
cal, los  hombres  se  convirtieron  en 
peces.  En  la  pintura  del  Códice  Va- 
ticano, que  representa  el  Atonatiuh, 
está  el  símbolo  atl,  «agua;»  dentro 
del  agua  se  distingue  el  símbolo 
calli,  casa,  con  un  hombre  sacan- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


263 


do  el  brazo  y  la  cabeza,  para  signifi- 
car la  sumersión  de  los  edificios  y 
sus  moradores;  se  ven  nadando  dos 
peces,  y  dice  el  intérprete:  «no  tan- 
«to  porque  estos  sean  los  habitan- 
«tes  del  líquido  elemento,  cuanto 
«porque,  según  la  tradición,  los 
«hombres  quedaron  convertidos  en 
^Tlacamichin,  personas  pescados.» 
(Véase  Atonatiuh.) 

Tlacaocelotl.  (Tlacatl,  hombre 
ó  persona;  oceloilMgve:  «tigre  hom- 
bre ó  persona.»)  Uno  de  los  nom- 
bres de  Tescatlipoca,  Lo  represen- 
taban con  un  tigre  que  tiene  un 
penacho  de  plumas  ricas,  pues  pa- 
rece que  simbolizaba  la  fuerza  gue- 
rrera. Orozco  y  Berra  cree  que 
pertenecía  á  una  constelación  cuyo 
nombre  se  le  escapa.  Reinaba  este 
mito  en  la  tercera  trecena  del  Tona- 
lamatl,SL\xnque  también  se  le  da  allí 
el  nombre  de  Tlatocaocelotl.  (V.) 

Tlacatecolotl.  (Tlacatl,  hombre; 
tecolotl,  buho,  tecolote:  «hombre  bu- 
ho» esto  es,  hombre  que  para  hacer 
maleficios  se  trasformaba  en  teco- 
lote.) Clavigero  dice:  «Creían  que 
había  un  espíritu  maligno,  enemigo 
del  género  humano,  al  que  daban  el 
nombre  de  Tlacatecolotl,  ó  ave  noc- 
turna racional,  y  decían  que  mu- 
chas veces  se  dejaba  ver  de  los 
hombres,  para  hacerles  daño  ó  es- 
pantarlos.» Pero  Sahagún,  en  el  ru- 
bro del  capitulo  en  que  trata  astro- 
lógicamente del  signo  Cequiahuitl, 
ya  había  dicho,  dos  siglos  antes: 
«Es  de  notar  que  este  vocablo  Tla- 
^cateculotly  propiamente  quiere  de- 
«cir  nigromántico  ó  brujo:  impropia- 
«mente  se  usa  por  diablo, » 

Los  nahoas  no  tenían  idea  del  fan- 
tástico diablo  de  los  cristianos:  to- 
dos los  males  y  bienes  que  recibían 
los  atribuían  á  los  dioses. 


En  el  texto  del  capítulo  mencio- 
nado dice  Sahagún  que  los  que  na- 
cían en  el  dia  Ceqtríahuitl  serían 
Tlacatecolotl f  esto  es,  nigrománticos 
embaidores  ó  hechiceros,  y  agre- 
ga: — «  y  que  se  transfigura- 

«ban  en  animales,  y  decían  palabras 
«para  hechizar  á  las  mugeres,  y  pa- 
«ra  inclinar  los  corazones  á  lo  que 
«quisiesen,  y  para  otros  maleficios; 
«y  para  esto  alquilaban  á  los  que 
«querían  hacer  mal  á  sus  enemigos, 
«y  les  deseaban  la  muerte.  Hacían 
«sus  encantamientos  de  noche  por 
«el  espacio  de  cuatro:  escogíanlas 
«en  signo  mal  afortunado,  iban  á 
«las  casas  de  aquellos  á  quienes 
«querían  dañar  de  noche,  y  á  las 
«veces  allá  los  prendían,  porque 
«aquellos  á  quienes  iban  á  malefi- 
«ciar,  si  eran  animosos,  asechában- 
«los  y  arrancábanles  los  cabellos 
«de  la  coronilla  de  la  cabeza,  y  con 
«esto  en  llegando  á  su  casa  morían, 
«y  algunos  decían  que  se  remedia- 
«ban  si  tomasen  prestado  algo  de 
«aquella  casa,  como  agua,  ó  fuego, 
«ó  algún  vaso,  y  aquel  que  habia 
«arrancado  los  cabellos  si  era  avisa- 
«do,  velaba  todo  aquel  dia  para  que 
«nadie  sacase  cosa  ninguna  de  su 
«casa,  ni  prestada,  ni  de  otra  mane- 
«ra,  y  así  moría  aquel  nigromán- 
«tico.  Estos  tales  nunca  tenían  pla- 
«cer  ni  contento,  siempre  andaban 
«mal  vestidos,  y  de  mal  gesto,  nin- 
«gun  amigo  tenían,  ni  entraban  en 
«casa  de  nadie,  ni  ninguno  les  que- 
«ria  bien; » 

Esta  es  la  pintura  de  1  Tlacateco- 
lotl, que,  como  se  ve,  no  puede  ser 
el  diablo,  porque  el  diablo,  según  los 
cristianos,  es  inmortal. 

Tlacatelpochtli  (  Tlacatl,  hom- 
bre; telpochtU,  virgen,  doncel: 
«hombre  virgen.»)  Nombre  que  da- 


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264 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ban  los  indios  de  Tianquismanalco 
al  dios  T^scatlipoca,  que  Fr.  Martín 
de  León  traduce  «mancebo  virgen.» 
Lo  representaban  como  un  hermoso 
joven ,  cubierto  con  una  piel  de  ve- 
nado, en  memoria  de  un  penitente 
que  desde  niño  vivió  en  las  laderas 
del  volcán  Popocatepetl.  Ha  de  ha- 
ber sido  una  especie  de  Juan  el  Bau- 
tista de  la  Biblia. 

TlacatetehuitL  (Tlacatl,  hombre, 
persona;  tetehuitl,  papel  blanco  te- 
ñido denegro,  de  que  hacían  bande- 
ras para  algunas  fiestas:  «persona 
que  lleva  el  tetehuttl.*)  Nombre  que 
daban  á  un  niño  que  sacrificaban  en 
la  fiesta  de  la  veintena  Huey  Tosos- 
tu,  en  honor  de  Tlaloc,  á  quien  re- 
presentaba ,  y  que  iba  vestido  con 
los  papeles  llamados  ama -tetehuitl. 

Tlacatlaolli.  (Tlacatl,  hombre; 
tlaolli,  maíz:  «hombre  maíz.»)  Nom- 
bre que  daban  á  los  cautivos  que  sa- 
crificaban en  una  fiesta  de  la 
veintena  llamada  Tlacaxipehualis- 
tu.  (V.)  Dábanles  este  nombre  por- 
que después  de  desollados  los 
cadáveres,  los  entregaban  á  los  que 
los  habían  cautivado,y  éstos  los  lle- 
vaban á  sus  casas ,  los  guisaban,  ó 

como  dice  Sahagun :  « cocían 

«aquella  carne  con  maíz,  y  daban  á 
«cada  uno  (de  los  convidados)  un  pe- 
«dazo  de  ella  en  una  escudilla  ó  ca- 
«jete  con  su  caldo,  y  su  maíz  cocido, 
«y  llamaban  aquella  comida  Tlaca- 
*tlaolli: » 

Don  Carlos  María  Bustamante,  en 
una  nota  al  pasaje  preinserto,  dice: 

«Hoy  se  subroga  esta  comida  en 
«Michoacan  y  Guana  jua  tocón  cabe- 
«za  de  puerco  y  maíz  que  llaman  po- 
«Boli.  Cuando  ven  algún  hombre 
«tonto  dicen :  ¡O  qué  buena  cabeza 
«para  wn  pojsoli.^ 

Tlacatl.  Aunque  este  artículo  no 


tiene  relación  con  la  mitología,  lo 
hemos  puesto  porque  la  palabra  tla- 
catl entra  en  composición,  como  ele- 
mento principal,  en  los  vocablos  ex- 
plicados ó  definidos  en  artículos 
anteriores,  y  queremos  dar  á  cono- 
cer la  amplia  significación  que  tie- 
ne en  el  idioma  náhuatl,  y,  al  efecto, 
transcribiremos  lo  que  sobre  tlacatl 
dijo  el  P.  Sahagún,  tratando  de  per- 
sonas generosas.  Dice  el  beneméri- 
to franciscano  lo  siguiente:  «Este 
«nombre  Tlacatl  quiere  decir  perso- 
«na  noble,  generosa,  ó  magnífica:  y 
«su  compuesto  que  es  alacatl  fatla- 
*catlj,  es  contraditorio,  significa 
«persona  vil  y  de  baja  suerte,  y  los 
«compuestos  de  tlacatl  que  se  com- 
«ponen  con  nombres  numerales,  sig- 
«nifican  persona  común,  como 
«diciendo  cetlacatl,  una  persona, 
«hombre  ó  muger,  unte  tlacatl,  dos 
« personas,  hombres  ó  mugeres,  y  di- 
«ciendo  cuixtlacatl,  quiere  decir,  es 
«persona  vil  3^  de  baja  suerte:  y  cuan- 
«do  dicen  cacencatlacatl  quiere  de- 
«cir,  es  persona  muy  de  bien,  es 
«noble,  ó  es  muy  generosa.» 

Tlacaxipehualiztli.  (Tlacatl, 
hombre,  xipehualÍBtli,  desollamien- 
to :  «desoUamiento  de  hombre  ó  per- 
sona.») Nombre  de  la  segunda 
veintena  del  año.  En  el  la  hacían  fies- 
ta al  dios  Xipe  Totee  (V.)  sacrificán- 
dole prisioneros,  que,  después  de 
muertos,  los  arrojaban  los  sacerdo- 
tes por  las  escaleras  del  templo,  y, 
al  llegar  al  patio,  tomaban  los  cua- 
cuacuiltin  los  cuerpos,  los  desolla- 
ban y  entregaban  á  sus  dueños, 
quienes  los  comían  con  sus  convi- 
dados. Con  los  pellejos  de  las  vícti- 
mas se  vestían  unos  sacerdotes,  se 
ponían  encima  los  adornos  y  librea 
del  dios  Xipe,  y  salían  á  las  calles  á 
simular  luchas  con  algunos  de  los 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


265 


guerreros,  y  así  andaban  varios  días 
hasta  que  apestaban  los  pellejos  de 
los  muertos. 

Los  dueños  de  los  cautivos  cuan- 
do los  llevaban  al  templo  donde  los 
habían  de  sacrificar,  llevábanlos  por 
los  cabellos,  «y  cuando  los  subían— 
«dice  Sahagún— por  las  gradas  del 
«Cu (templo)  algunos  de  los  cautivos 
«desmayaban,  y  sus  dueños  los  su- 
«bian  arrastrando  por  los  cabellos 
«hasta  el  tajón  donde  habían  de  mo- 
«rir.» 

Parece  que  el  origen  de  esta  fies- 
ta fué  el  desoUamiento  de  la  prin- 
cesa colhuacana,  de  la  que  hicieron 
la  Teteoinan.  (V.) 

Clavigero  dice  que,  después  de  la 
fiesta  principal,  sacrificaban  á  los 
que  habían  robado  plata  ú  oro, 
los  cuales,  por  las  leyes  del  reino, 
estaban  condenados  á  aquel  supli- 
cio. 

Sahagún  no  hace  mención  de  es- 
tas víctimas;  pero  sí  dice  que  mata- 
ban á  otros  cautivos,  según  parece, 
en  el  Sacrificio  Gladiatorio  (V.),  á 
juzgar  por  la  descripción  siguiente: 
«Después  de  lo  arriba  dicho  mata- 
«ban  otros  cautivos,  y  peleando  con 
«ellos,  y  estando  ellos  atados  por 
«medio  del  cuerpo  con  una  soga  que 
«salía  por  el  ojo  de  una  muela  (pie- 
«dra  redonda  como  las  de  molino), 
«y  era  tan  larga  que  podía  andar 
« por  toda  la  circunferencia  de  lapie- 
«dra,  dábanle  sus  armas  con  que  pe- 
«lease,  y  venían  contra  él  cuatro  con 
«espadas  y  rodelas,  y  uno  á  uno  se 
«acuchillaban  con  él  hasta  que  le 
«vencían.» 

Para  formamos  idea  cabal  del 
desoUamiento  de  hombres,  hay  que 
oír  á  Mendieta. 

Dice  el  franciscano:  «En  la  dicha 
«fiesta,  y  en  otra  alguna  particular, 


«acostumbraban  desollar  los  tales 
«sacrificados  cortado  el  cuero  como 
«quien  desuella  cabrones  para  odres 
«colgando  manos  y  pies  del  mismo 
«cuero  desollados,  y  algunos  sacer- 
« dotes  del  templo  los  vestían  sobre 
«sus  carnes .  y  por  devoción  ó  va- 
«lentía  los  tenían  así  veinte  días,  y 
«andaban  saltando  y  gritando  por 
«las  calles  con  ellos,  y  algunas  mu- 
«geres  con  sus  niños,  por  devoción, 
«se  les  llegaban  y  dábanles  un  pe- 
«llizco  en  el  ombligo  del  cuero  del 
«muerto.  Y  con  las  uñas  (que  siem- 
«pre  las  traían  muy  largas)  cortaban 
«algo  de  allí,  y  teníanlo  como  reli- 
%quia,  y  guardábanlo,  ó  lo  comían  ó 
«daban  al  niño.  Y  cuando  se  venían 
^'á  desnudar  aquellos  cueros,  con 
«gran  trabajo  los  desechaban  de  sí, 
«porque  á  los  veinte  días  ya  los  te 
«nían  secos  y  pegados  á  sus  carnes.» 

¡No  se  concibe  cómo  han  podido 
existir  esas  crueles  y  asquerosas 
prácticas  religiosas! 

El  P-  Duran  dice  que  la  fiesta  Tla- 
caxipehualistlis^  hacía  en  honra  de 
la  trinidad  representada  por  Xipe, 
Totee  y  Tlatlauhcatescatl.  No  hay 
tal  trinidad,  porque  todos  los  A  A. 
convienen  en  que  Xipe  y  Totee  emn 
un  solo  dios. 

El  mismo  Duran,  después  de  ha- 
cer la  descripción  de  la  fiesta,  agre- 
ga que  los  sacerdotes,  vestidos  con 
los  pellejos  de  las  víctimas,  que  re- 
presentaban á  los  númenes,  se 
repartían  hacia  los  cuatro  puntos 
cardinales;  que  en  señal  de  su  poder 
llevaban  asidos  como  presos  algu- 
nas personas;  que  poco  después  reu- 
nían aquellas  divinidades  y  las 
ataban  unas  con  otras  ligando  la 
pierna  izquierda  del  uno  con  la  de- 
recha del  otro,  del  pie  á  la  rodilla, 
y  así  paseaban  aquel  día,  sustentan - 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


dose  los  unos  con  los  otros  como  me- 
jor podían;  que  esta  práctica  tenía 
por  objeto  simbolizar  que  todos  los 
dioses  no  eran  más  que  uno  sólo, 
«que  todo  era  un  poder  y  una  unión, » 
en  consonancia  con  sus  ideas  teoló- 
gicas acerca  de  la  unidad  y  de  la 
pluralidad  reunidas. 

El  intérprete  del  Códice  Nuttal, 
explicando,  en  la  lámina  34  la  fies- 
ta Tlacaxipehualistli»  no  se  refiere 
á  la  fiesta  principal,  sino  á  la  que  ha- 
cían sacrificando  á  un  cautivo  que 
desollaban  después  de  haber  lucha- 
do, atado  al  Temalacatl,  con  un  gue- 
rrero Ocelotl.  Pero  la  descripción  es 
graciosa  y,  aunque  extravagante, 
trae  algo  nuevo;  así  es  que  la  repro- 
ducimos aquí,  como  lo  hemos  hecho 
con  las  otras  veintenas:  —  «Esta  fi- 
gura es  de  la  fiesta  q.  los  yndios 
llamauantlacaxipeualizti  la  V.  vo- 
cal q.  quiere  dezir  desollame  y  come- 
reisme.  por  q  en  ella  matauan  vno 
qllamauan.TotodecifJo/^rjoxipen. 
(Xipe)  q  es  este  mismo  deste  modo, 
qste  primero,  qsta  atado,  auna 
rueda,  de  piedra  q  ellos  llaman,  te- 
mala  catli.  (Temalacatl)  al  qual  ata- 
do ledauan  vn  palo  enlamano.  mui 
valiente,  yotroyndio  sobreuestido 
de  un  pellejo  detigre  salia  aelcono- 
tropalo  en  la  mano,  yeste  palo  era 
lleno  de  nauajas.  ydauanse  losdos. 
hasta  q  el  yndiosueltomata  alata- 
doylc  de  sollaua.  y  des  pues  vestido, 
el  cuero  del  muerto  baylaua.  del- 
ante el  demonio,  q  llamauan.  tlaca- 
teu  tezca  tepocatl  (TlacateoUscatlil- 
poca)  yel  q  abia  de  pelear,  ayunaua 
quatro  dias  y  se  ensayaua  muchos 
dias  antes,  para  pelear  con  el  atado, 
yofrecia  muchos  sacrificios  aeste 
demonio,  para  q  lediese  Vitoria.» 

La  pintura  representa  el  Sncriji- 
cío  Gladiatorio.  (V.) 


En  las  pinturas,  como  jeroglífico 
de  la  veintena,  ponían  una  figura 
que,  á  primera  vista,  parece  un  pa- 
bellón; pero  Clavigero  cree  que  es 
más  bien  una  piel  humana  mal  di- 
bujada, para  expresar  lo  que  signi- 
fica el  nombre  Tlacaxipehualistli, 
que  daban  al  mes,  y  quiere  decir  de- 
sollamiento  de  hombres,  con  alusión 
al  bárbaro  rito  de  desollar  las  víc- 
timas humanas  después  de  muer- 
tas. 

En  Tlaxcala  llamaban  á  este  mes 
Coatihm'tl,  «fiesta  de  la  culebra,»  ó 
fiesta  general,  dice  Clavigero,  y  lo 
representaban  con  la  figura  de  una 
sierpe  enroscada  en  torno  de  un 
abanico  y  de  un  ayacaxtli. 

En  los  Códices  hay  varios  símbo- 
los de  la  veintena:  Totee  armado  en 
son  de  guerra;  una  piel  humana  y 
sobre  ella  un  macuahuiih  un  pantli 
y  un  chimalli:  otT?ís  veces,  media  fi- 
gura del  mismo  Totee,  y  al  mismo 
con  el  cetro  de  Xiuhiletl,  sentado  en 
icpallí  de  conchas  y  canillas  de 
muerto. 

Tlaco.  (Medio,  mitad.)  Una  de  las 
hermanas  de  Tlasolteotl,  la  de  en- 
medio,  (Véase  Tiacapan.) 

Tlaoocoa.  (Apócope  de  ilacocoa- 
ní,  partic.  act.  de  tlacocoa,  comprar 
muchas  cosas:  «la  gran  comprado- 
ra.») Una  de  las  cuatro  mujeres  que, 
en  unión  de  algunos  dioses,  acerta- 
ron á  señalar  el  punto  del  cielo  por 
donde  debía  salir  el  sol  cuando  fué 
creado  en  Teotihuacan.  (Véase  Tía- 
capan,  Tecuciztecatl.) 

TlacochcalcatL  (Tlacochtli,  fle- 
cha, dardo;  calli,  casa;  caíZ,  desinen- 
cia que  expresa  estancia:  «el  que 
está  en  la  casa  de  las  flechas.»)  El 
encargado  del  Tlacochcalco.  (V.) 

Tlacochoalco.  ( Tlacochtli, tXecYvx, 
dardo;  calli,  casa;  co,  en:  «En  la  ca- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


267 


sa  de  las  flechas.»)— Era  el  21.^  edi- 
ficio de  los  78  que  comprendía  el 
templo  mayor  de  México.  Refirién- 
dose á  él  el  P.  Sahagún,  dice.  « . . . . 
«en  esta  casa  guardaban  gran  can- 
«tidad  de  dardos  parala  guerra,  era 
«como  casa  de  armas:  en  este  lugar 
«mataban  algunos  cautivos,  y  lo  ha- 
«cian  de  noche,  no  tenian  dia  sefia- 
«lado  para  matarlos,  smo  cuando 
«querían.» 

También  el  edificio  69.°  era  un 
ílacochcalco,  y  dice  Sahagún  de  él: 
«  ...  en  ella  (en  la  casa)  estaba  una 
«estatua  del  dios  Macuitotec:  aquí  á 
«honra  de  este  dios  mataban  cauti- 
«vos  en  la  fiesta  de  Panquetsalis- 

Tlacotontli.  (Tlacotl,  vara;  tontli, 
exp.  de  diminutivo:  varilla  ó  jari- 
Ua.»)  En  unión  de  Zara/o«/// esdios 
de  los  viajes,  residente  en  los  ca- 
minos.) En  la  página  83  del  Códice 
NüTTALL  hay  una  pintura,  sobre 
la  que  nada  dice  el  intérprete,  pero 
Paso  y  Troncoso  la  describe  como 
un  camino  barrido,  á  cuyos  lados 
están  los  númenes  Tlacotontli  y  Za- 
catontli,  á  los  que  simbolizan  las 
mariposas.  En  la  pintura  no  hay 
ninguna  mariposa:  dos  víboras  de 
cascabel  separadas  paralelamente 
forman  el  camino;  á  los  lados  del 
camino  está  el  suelo  cubierto  de  za- 
cate, y  arriba  de  una  víbora  están 
dos  plantas  con  hermosas  hojas 
verdes  y  grandes  flores  rojas,  y 
abajo  de  la  otra  culebra  sólo  está 
un  ramo  de  las  mismas  flores  rojas, 
pero  en  botón. 

Remí  Simeón  llama  el  primer  nu- 
men Tlacotsontli:  tlacotl,  vara; 
tsontli,  cabellos:  «cabellos  de  vara.» 
Pero  no  se  percibe  el  sentido  etimo- 
lógico con  relación  al  dios,  ni  á  la 
pintura. 


Los  Fóchteca,  mercaderes,  tribu- 
taban culto  especial  á  estos  dioses. 
La  víspera  de  los  grandes  viajes 
hacían  muchas  ceremonias,  y  entre 
ellas  la  de  cortar  varios  papeles  en 
diversas  formas,  gotearlos  con  uli 
derretido  formando  ó  dibujando  una 
cara,  que  decían  era  la  del  sol  fue- 
go. Con  estos  papeles  cubrían  du- 
rante las  noches  el  báculo  con  que 
caminaban,  y  que  adoraban  como 
dios.  Los  papeles  que  cortaban  en 
honra  de  los  númenes  Tlacotontli  y 
Zacatontli  tenían  la  figura  de  ma- 
riposas, según  dice  Sahagún,  y  á  es- 
te pasaje  se  ha  de  referir  Paso  y 
Troncoso  al  decir  que  las  maripo- 
sas eran  símbolo  de  tales  númenes. 

TlachialonL  (Mirador,  observato- 
rio, derivado  de  tlachia,  ver,  obser- 
var, mirar.)  El  cetro  que  empufta  el 
dios  Xiutecutli.  (V.)  Era  una  chapa 
de  oro  redonda,  agujereada  por  en- 
medio,  y  sobre  ella  un  remate  de 
dos  globos,  uno  mayor  y  otro  me- 
nor, con  una  punta  sobre  el  menor. 
Llamaban  á  este  cetro  Tlachialoni, 
mirador,  porque  con  él  ocultaba  la 
cara  y  miraba  por  el  agujero  de  en- 
medio  de  la  chapa  de  oro. 

TlachihualtepetL  (Tlachihualli, 
creatura,  obra,  cosa  hecha  á  mano; 
tepetl,  cerro:  «cerro  hecho  á  mano,») 
Nombre  del  cerro  en  que  estaba  el 
templo  de  Quetsalcoatl,  en  Cholula. 
Llamáronlo  Tlachihualtepetl  para 
distinguirlo  de  los  cerros  ó  montes 
naturales  en  que  edificaban  un 
templo. 

Tlachpanaliztli.  (Barredura,  el 
acto  de  barrer,  derivado  de  chpana 
nitla,yo  barro  alguna  cosa.)  Los  pa- 
rientes de  los  soldados  y  gente  mi- 
litar, ya  que  estaban  próximos  á 
marchar  á  la  guerra,  cuidaban  de 
limpiar  bten  y  barrer  todas  las  pie- 


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268 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


zas  de  la  casa,  componerlas  y  za- 
humarlas con  el  incienso  sacro,  que 
era  del  copal  mismo  que  ofrecían 
en  el  templo.  Esta  ceremonia,  que 
llamaban  tlachpanalistli,  la  practi- 
caban en  honor  de  la  diosa  Teoyao- 
micquiy  que  era  la  que  recogía  las 
almas  de  los  muertos  en  las  bata- 
llas religiosas,  y  las  de  los  prisio- 
neros sacrificados  á  los  dioses. 

TlachtLL  (Etimología  desconoci- 
da,} El  iuego  de  pelota,  que,  entre 
los  mexicanos,  era  sagrado.  (Véase 
Juegos.) 

Tlaelcuani.  /^  Ha ^///,  suciedad, 
todo  género  de  porquería;  cuani,  que 
come,  deriv.de  cua,  comer:  •  Come- 
dora de  porquerías.»)  Uno  de  los 
nombres  quedaban  ala  Tlazoltcotl 
(V.),  la  Venus  mexicana.  «El  tercer 
nombre  de  esta  diosa— dice  Saha- 
«gún— es  Tlaelqüani,  que  quiere 
«decir  comedora  de  cosas  sucias, 
«esto  es,  que  según  decían  las  mu- 
«geres  y  hombres  carnales,  confe- 
«saban  sus  pecados  á  estas  diosas 
«cuanto  quiera  que  fuesen  torpes  y 
«sucias,  que  ellas  los  perdonaban. 
«También  decían,  que  esta  diosa  ó 
«diosas  tenían  poder  para  provocar 
«á  lujuria,  y  para  inspirar  cosas  car- 
«nales,  y  para  favorecer  los  torpes 
«amores,  y  después  de  hechos  los 
«pecados  decían  que  tenían  tam- 
•  bien  poder  para  perdonarlos,  y  á 
«limpiar  de  ellos  perdonándolos,  si 
«los  confesaban  á  sus  Sátrapas  (sa- 
«cerdotes).» 

(También  muchos  sacerdotes  ca- 
tólicos persuaden  á  sus  hijas  de 
confesión  de  que  ellos  pueden  per- 
dorAarles  los  pecados  torpes  que 
cometan  con  ellos). 

Tlahuahuanaliztli.  (Derivado  de 
tlahuahuana,  rayar,  señalar:  «la  ac- 
ción de  rayar.»)  Daban  este  nom- 


bre al  acto  de  señalar  con  el  arma 
hiriendo  ó  rasguñando  al  prisio- 
nero que  ataban  en  el  Temalacail 
en  el  Sacrificio  Gladiatorio.  (V.) 

El  P.  Duran,  describiendo  el  Sa- 
crificio Gladiatorio  (V .\  dice:  «Este 
combate  (el  del  prisionero  atado  al 
Temalacatl  con  un  guerrero)  du- 
raba hasta  que  los  presos  se  acaba- 
ban de  sacrificar,  los  cuales  todos 
habían  de  pasar  por  aquella  cere- 
monia, á  la  cual  ceremonia  llama- 
ban tlahuahuanalistli,  que  quiere 
decir  señalar  ó  arrasgufiar  señalan- 
do con  espada  y  hablando  nuestro 
modo  es  dar  toque  esgrimiendo  con 
espadas  blancas,  y  asi,  el  que  salía 
al  combate,  en  dando  toque  que  sa- 
liese sangre  en  pie,  en  mano,  ó  en 
cabeza,  ó  en  cualquier  parte 
del  cuerpo,  luego  se  hacia  afuera 
y  tocaban  los  instrumentos  y  sacri- 
ficaban al  herido. ...» 

Tlahuitzin.  Mujer  del  penitente 
Yappan,  á  quienes  cortó  la  cabe- 
za Yaoyotl  por  haber  violado  el  úl- 
timo la  peña  Tehuihuetl  por  folgar 
con  Tlasolteotl,  y  fueron  converti- 
dos por  los  dioses  en  alacranes. 
(Véase  Yappan.) 

Tlahuizcalpan.  (Tlahuiscalli,  el 
alba,  la  aurora;  pan,  en;  «en  la 
aurora.»  Nombre  de  la  estrella  ma- 
tutina. Venus.  Cuando  murió  Que- 
tsalcoatl  se  convirtió  en  esta  estrella 
ó  planta,  3'  le  llamaron  Tlahuiscal- 
pantecutli,  «Señor  de  la  Aurora,»  ó, 
«como  dice  Torquemada,  «Señor  de 
«la  mañana  cuando  amanece,  y  lo 
«mismo  es  señor  de  aquella  claridad, 
«cuando  anochece.»  Su  templo,  en 
el  mayor  de  México,  se  llamaba 
Ylhuicatitlan,  (V.)  También  le  tribu- 
taban culto  en  el Huitsompantli.íV .) 
Le  hacían  los  sacrificios  cuando 
aparecía  en  el  cielo. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO    V. 


269 


Decían  los  antiguos,  según  Ixtli- 
xochitl,  que  Quetsalcoatl  no  se  con- 
virtió en  la  estrella  matutina  luego 
que  murió,  pues  se  fué  á  visitar  la 
mansión  de  los  muertos,  y  á  los  sie- 
te días  salió  el  lucero  grandey  Que- 
tsalcoatl  fué  divinizado. 

También  decían  los  antiguos  que 
Tlahuiscalpantecutli  en  ciertos  días 
influía  mucho  sobre  la  gente.  Si  se 
presentaba  en  día  ce  cipactli  era  de 
mal  agüero  para  los  ancianos;  si  en 
ce  ocelotto,  ce  masatl,  ó  ce  xochitl, 
lo  era  para  los  niños;  si  en  ceacath  pa- 
ra los  señores;  si  en  ce  qtíiahuitl,- 
impedía  que  lloviese;  si  en  ce  olin, 
era  mal  signo  para  los  solteros;  y 
si  en  ce  atl,  era  de  buen  agüero  pa- 
ra todos.  Y  de  esta  manera  hiere  á 
las  estrellas  antiguas,  y  todas  ca- 
minan juntas  á  la  manera  del  ti- 
gre manchado,  ocelotl. 

Tal  es  el  dios  de  los  crepúscu- 
los. 

Tlaitlanini.  (Derivado  de  Tlani, 
pedir,  interceder:  «intercesor.»)  Uno 
de  los  nombres  de  Nappateculli, 
porque  intercedía  por  los  que  le  pe- 
dían mercedes. 

Tlalchitonatíuh.  (Tlalchi,  hacia 
abajo,  comp.  de  tlalli.  tierra,  y  de 
chi,  hacia;  tonatiuh,  el  sol:  «Reu- 
nión del  sol  y  de  la  tierra.»)  El  Có- 
dice Telleriano  presenta  ala  tie- 
rra en  figura  humana,  sin  cabeza, 
con  dos  manos  levantadas  hacia 
arriba  y  otras  dos  hacia  abajo,  te- 
niendo en  la  parte  inferior  á  la  mi- 
quistli,  la  muerte,  para  señalar  la 
mansión  de  los  muertos.  En  la  par- 
te superior  se  descubre  el  sol  con 
los  arreos  de  Tlaloc  dando  á  enten- 
der el  conjunto  el  movimiento  del 
astro.  El  intérprete  del  Códice  dice: 
—«este  es  el  escalamiento  ó  calor 
«que  da  el  sol  á  la  tierra  y  así  di- 


«cen  que  cuando  el  sol  se  pone  que 
«va  á  alumbrar  á  los  muertos  » 

El  Sol  al  hundirse  en  el  Ocaso, 
tal  es  el  Tlalchitonatíuh. 

Tlaliyolo.  (77a///,  tierra;  /^su;jvo- 
lotli,  corazón:  «su  corazón  de  la  tie- 
rra.») Nombre  que  daban  á  la  diosa 
Toct  ó  Teteoinan  cuando  la  conside- 
raban como  productora  de  los  terre- 
motos ó  temblores  de  tierra. 

Tlalolc.  (Tlalli,  tierra;  octli,  vino, 
licor:  «el  vino  de  la  tierra,»  esto  es, 
lo  que  bebe  la  tierra,  la  lluvia.) 

El  dios  de  las  aguas;  pero  de  las 
aguas  del  cielo,  á  diferencia  de  Chal- 
chiuhicueye,  que  es  la  diosa  de  las 
aguas  de  la  tierra,  esto  es,  délos  ma- 
res, ríos,  lagos  y  fuentes.  Tlaloc  es 
la  lluvia  divinizada.  Llamábanlo 
fecundador  de  la  tierra  y  protector 
de  los  bienes  temporales,  y  creían 
que  residía  en  las  más  altas  monta- 
ñas, donde  se  forman  las  nubes,  y 
acudían  á  las  alturas  para  implorar 
su  protección. 

En  cuanto  al  origen  de  esta  dei- 
dad, la  mitología  es  un  caos.  En  el 
MS,  de  Fr.  Bernardino  ó  Códice 
ZuMÁRRAGA,  tratando  del  origen  del 
Universo,  se  dice  que  los  cuatro  her- 
manos Tlatlauhqui  TcBcatlipoca,  Ya- 
yauhqui  TcBcatlipoca,  Quet^ahoatl 
y  Omiteotl,  hijos  de  la  Omeyotl  Orne- 
tecutli  y  Omecihuatl,  fueron  encar- 
gados por  esta  Dualidad,  de  crear 
el  mundo  y  á  los  dioses  subalternos, 
y  entre  sus  grandes  obras,  dieron 
al  agua  organización  particular,  y 
formaron  á  Tlaloccantecutli  y  á  su 
esposa  Chalchiuhicueye,  declarados 
dioses  del  líquido  elemento ;  que  es- 
tos númenes  moraban  en  un  apo- 
sento de  cuatro  compartimientos, 
en  medio  de  los  cuales  había  un 
gran  patio  con  cuatro  grandes  es- 
tanques llenos  de  aguas  diversas, 

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270 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


la  primera  buena  para  los  panes  y 
simientes,  la  otra  que  anubla  las 
plantas,  la  tercera  que  las  hiela,  la 
última  improductiva  y  que  las  seca; 
que  Tlaloc  hizo  multitud  de  minis- 
tros de  pequeño  tamaño,  los  cuales 
habitaban  los  cuatro  compartimien- 
tos; que  armado  cada  uno  de  una 
alcancía  y  un  palo,  cuando  se  les 
manda  ir  á  un  lugar,  toman  del  agua 
que  se  les  ordena,  y  la  vierten  en 
forma  de  lluvia  para  regar  la  tierra; 
que  estos  ministros  pigmeos  pro- 
ducen el  trueno  quebrando  con  los 
palos  las  alcancías;  y  que  el  rayo 
se  produce  cuando  alguno  de  los 
tiestos  de  las  ánforas  celestes  cae 
del  cielo,  y  hiere  á  algún  mortal. 

En  el  citado  Códice  se  lee  que, 
creado  el  mundo,  los  mismos  dioses 
se  convirtieron  sucesivamente  en 
sol  para  alumbrar  el  mundo.  El 
primer  sol  fué  Tezcatlipoca;  pero 
después  de  676  años,  QtietBalcoatl 
le  dio  un  golpe  con  un  bastón,  lo 
derribó  del  cielo  al  agua  y  se  puso 
á  ser  sol.  Al  caer  Tescatlipoca  en 
el  agua,  se  convirtió  en  tigre,  lo 
cual  atestigua  en  el  cielo  la  conste- 
lación de  la  Osa  Mayor,  el  tigre 
Tczcatlipoca  que  sube  á  lo  alto  del 
cielo  para  descender  en  seguida  al 
mar.  Transcurridos  otros  676  años, 
el  gran  tigre  Tezcatlipoca  dio  una 
gran  coz  al  sol  Quetzalcoatl,  con  lo 
cual  lo  derribó  del  cielo,  y  Tlaloc- 
canteculli  quedó  transformado  en 
sol,  y  alumbró  364  años,  al  fin  de  los 
cuales  Quetzalcoatl  lo  quitó  del  ofi- 
cio de  sol  y  colocó  en  su  lugar  á  su 
esposa  Chalchiuhicueye 

Ya  hemos  visto  en  otro  lugar  que 
estos  diversos  soles  marcaron  suce- 
sivas épocas  geológicas;  los  soles 
Tlaloc  y  Chalchiuhüue,  y  edioses  del 
agua,  presidieron  la  época  de  las 


inundaciones,  y  al  fin  del  sol  Chai- 
chiuhicueye  se  verificó  el  diluvio, 
llamado  por  los  nahoas,  Atonatiuh, 
«Sol  de  Agua.» 

Ixtlilxochitl  dice  que  Tlaloc  era 
la  divinidad  más  antigua,  de  la  cual 
se  decía  que  había  sido  un  poderoso 
rey  de  los  gigantes,  quíname » y  que 
Quetsalcoatl  y  Tescatlipoca  pertene- 
cían á  los  tiempos  modernos.  Según 
Fr.  Bemardino,  Quetsalcoatl  y  Tes- 
catlipoca  fueron  creadores  de  Tía- 
loe,  y  según  Ixtlilxochitl,  este  fué 
más  antiguo  que  los  últimos.  De 
esta  contradicción  nace  la  obscuri- 
dad y  confusión  del  origen  del  mito. 

Al  lugar  donde  suponían  que  se 
formaba  la  lluvia,  esto  es,  el  «vino 
de  la  tierra,»  le  llamaron  los  nahoas 
Tlaloccan,  y  al  numen  que  residía 
allí,  Tlaloccantecutli,  «Señor  del  lu- 
gar del  vino  de  la  tierra.»  Los  cro- 
nistas traducían  Tlaloccan  por 
«Paraíso,»  en  oposición  al  Mictlan, 
mansión  de  los  muertos,  que  ellos 
tradujeron  «Infierno.)»  Así  como  en 
el  Mictlan  se  esconde  el  sol,  en  el 
Tlaloccan  la  luna,  y  así  como  el  fue- 
go crea  al  sol,  Tlaloc  ó  el  agua  es 
padre  de  la  luna. 

Pintaban  á  Tlaloc  en  figura  de  un 
hombre  bien  formado,  con  diadema 
de  plumas  blancas  y  verdes  y  ador- 
no de  plumas  verdes  y  rojas;  el  pelo 
largo  caído  sobre  la  espalda;  gar- 
gantilla verde ;  túnica  azul  adorna- 
da de  una  red  con  flores  en  los  ex- 
tremos de  las  mayas;  los  brazos 
desnudos  con  pulseras  de  chalchi- 
huí'tl,  y  desnudas  también  las  pier- 
nas con  abrazaderas  de  oro  en  las 
pantorrillas  y  cae/// azules;  en  lama- 
no  izquierda  el  chimalli  azul,  profu- 
samente adornado  de  plumas  rojas, 
azules,  verdes  y  amarillas,  y  en 
la  diestra   una   lámina  de  oro  y 


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SBGUNOA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


271 


rojo  aguda  y  ondulante  que  repre- 
senta el  rayo;  el  cuerpo  untado  con 
el  negro  ulli  sacramental,  y  toda  la 
figura  levantándose  entre  las  alme- 
nas de  un  templo.  Se  vé  siempre  el 
rostro  de  este  dios  cubierto  con  una 
máscara  sagrada  que  le  es  especial: 
tiene  los  ojos  azules  y  por  cejas 
unas  curvas  azules  que  bajan  en 
su  extremidad  y  se  encorvan  des- 
pués hacía  arriba,  y  de  su  labio  sa- 
len los  dientes  largos  y  agudos.  Los 
ojos  simbolizan  las  nubes,  y 
los  dientes  expresan  las  lluvias  y  los 
rayos. 

En  una  pintura  del  Códice  Bor- 
GiANO  se  ve  á  Tlaloc  en  la  casa  ó 
calli  de  la  luna;  tiene  delante  dos 
vasos  sagrados  con  pies  azules,  el 
azul  es  el  color  jeroglífico  del  agua 
y  de  la  luna;  el  dios  está  sentado  en 
la  silla  señorial,  y  en  su  tocado,  y 
en  su  ojo  se  ve  el  signo  de  la  luna. 
Ya  hemos  dicho  que  los  nahoas 
creían  que  la  luna  andaba  en  el  cie- 
lo de  las  lluvias,  de  donde  se  des- 
prendían las  nubes.  Es,  pues,  íntima 
la  relación  entre  la  luna  y  Tlaloc, 

En  el  Códice  Nuttall,  lámina  29, 
está  Tlaloc  sentado  en  un  simple 
banco  azul  y  tiene  los  arreos  que 
hemos  visto  en  el  primero,  y  en  la 
mano  derecha  empuña  una  especie 
de  chimalli,  con  los  símbolos  del 
agua,  de  los  rayos  y  de  la  luna,  y 
en  la  parte  superior  una  hermo- 
sa flor  roja  con  cuatro  pétalos.  El 
intérprete  de  este  Códice  pone  la 
pintura  en  el  mes  Acahuallo,  y  de 
la  deidad  sólo  dice:  «En esta  fiesta 
«sacrificauan  niños,  el  demonio  se 
«llama  Tlaloc  en  mexicano,  aho- 
«gauan  en  canoas  estos  niños.» 

Nunca  podía  verse  el  rostro  de 
los  dioses,  y  por  eso  lo  tenían  cu- 
bierto con  una  máscara.  La  de  Tla- 


loc es  muy  característica;  es  un  ojo 
circular  rodeado  por  una  curva  par- 
ticular, que  en  la  parte  inferior  se 
prolonga  hacia  abajo,  para  encor- 
varse de  nuevo  hacia  arriba;  lleva 
una  encía  roja,  de  la  cual  se  des- 
prenden unos  dientes  largos,  y  cur- 
vos y  agudos.  Esta  máscara  espe- 
cial aparece  en  los  jeroglíficos,  ya 
como  el  nombre  del  dios,  ya  como 
el  símbolo  de  la  lluvia,  y  es  la  que 
empuña  á  guisa  de  escudo  el  Tlaloc 
del  Códice  Nuttall,  de  que  acaba- 
mos de  hablar. 

En  algunas  pinturas  empuña  Tla- 
loc con  la  mano  derecha  una  ser- 
piente, llamada  ehecacoatl.  Sobre 
esta  serpiente  dice  Paso  y  Tronco- 
so:  «La  culebra  de  Tlaloc  es  lo  que 
«llamamos  en  castellano  manga  de 
^nube,  y  en  mexicano  ecacoayo  mix- 
^tli  ó  por  contracción  ecacoatl,  y 
«que  sería  más  propio  llamar  mix- 
<icoatl:  de  la  combinación  entre  am- 
«bas  ideas  ha  surgido  el  mexicanis- 
«mo  culebra,  que,  tratándose  de 
«tiempo  nublado  y  tempestuoso, 
«quiere  decir  *nube  con  torbellino,* 
«La  culebra  en  manos  de  Tlaloc 
«simboliza  lo  mismo,  según  entien- 
«do,  y  también  la  nube  con  granizo, 
«y  más  generalmente,  la  nube  tem- 
«pestuosa.* 

No  estamos  conformes  con  la  idea 
de  Pasoy  Troncoso  de  que  ala  «cu- 
lebra» ó  «manga  de  agua»  se  le 
llame  mixcoatl  y  no  ehecacoatL  «cu- 
lebra del  aire.»  Mixcoatl,  «Culebra 
de  nube,»  es  una  divinidad,  y  no  es 
una  nube  cualquiera,  sino  la  F/a 
láctea,  que  tiene  la  apariencia  de 
nube,  y  que  los  nahoas  llamaban 
tRxnbién I^tacmixcoatl,  «Culebra  de 
nube  blanca.»  Sería  necesario,  para 
distinguir  una  culebra  de  otra,  lla- 
mar á  la  « manga  ó  culebra  de  agua, » 


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272 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tlilmixcoatl,  «culebra  de  nube  ner 
grá;»  y  aun  así,  no  correspondería 
el  nombre  á  la  naturaleza  del  fenó- 
meno, porque  la  nube  «culebra  de 
agua»  se  forma  á  impulsos  del  vien- 
to, es  un  torbellino  en  que  el  aire 
juega  el  papel  principal;  así  es  que 
el  nombre  de  los  nahoas  fué  muy 
apropiado,  ehecacoath  «culebra  del 
aire,»  ó  ehecayocoatl ,  «culebra 
aireada.»  No  cabe  duda  que  los  na- 
hoas comprendieron  la  naturaleza 
del  meteoro. 

Tlaloc  tenía  su  adoratorio  en  el 
templo  mayor  de  México ,  en  lugar 
preeminente.  Dice  Sahagún  que  en 
lo  alto  del  templo  había  una  torre, 
que  era  la  más  alta  de  todas,  y  es- 
taba dividida  en  lo  alto,  de  manera 
que  parecía  ser  dos,  y  tenía  dos  ca- 
pillas ó  altares,  cubierta  cada  una 
con  su  chapitel,  y  en  la  cumbre  te- 
nía cada  una  de  ellas  sus  insignias 
ó  divisas  distintas;  que  en  uno  de  los 
altares  estaba  la  estatua  de  Huí- 
tsilopochtli,  y  en  el  otro  la  imagen 
del  dios  Tlaloc,  y,  por  último,  que  de- 
lante de  cada  adoratorio  estaba 
un  techcatly  que  era  la  piedra  de  los 
sacrificios. 

Además  de  este  templo  había  otro, 
llamado  Epcoatl  (V.);  pero  éste  no 
sólo  estaba  dedicado  á  Tlaloc,  sino 
también  á  sus  ministros  los  Halo- 
que,  de  los  que  hablaremos  des- 
pués. 

La  fiesta  principal  en  honor  de 
Tlaloc  se  hacía  en  el  mes  Acahual- 
co  (V.)  y  le  sacrificaban  principal- 
mente niños  en  la  lactancia  y  donce- 
llas de  tierna  edad,  ahogándolos  en 
los  lagos  ó  matándolos  en  la  cum- 
bre de  los  montes.  Dice  un  autor 
que  si  los  niños  lloraban  cuando 
eran  conducidos  al  sacrificio,  se 
alegraban  los  sacerdotes  y  los  cir- 


cunstantes, pues  aquellas  lágrimas 
eran  agüero  de  que  el  año  sería 
abundante  en  lluvias.  ¡A  cuántos 
errores  conducen  las  religiones  re- 
veladas! Esas  gentes  sí  cumplían, 
sin  saberlo,  con  el  pretendido  pre- 
cepto que  se  le  atribuye  á  Jesucris- 
to: Habréis  de  odiar  d  vuestros  pa- 
dres y  d  vuestros  hermanos  y  d 
vuestros  hijos  si  queréis  estar  con- 
migo  al  lado  de  mi  padre  que  estd 
en  los  cielos.  Se  necesitaba  odiar  á 
los  inocentes  niños  para  alegrarse 
de  su  dolorido  llanto  al  ser  condu- 
cidos al  sacrificio;  y  era  odio  lo  que 
revelaba  su  alegría,  porque  cuando 
no  lloraban  los  maldecían  y  maltra- 
taban. 

Un  hecho  histórico  revela  la  an- 
tigüedad del  culto  á  Tlaloc. 

En  tiempos  muy  remotos  se  veía 
la  estatua  del  dios  en  la  cumbre  de  la 
alta  montaña,  llamada  hoy  toda- 
vía Tlaloc,  no  lejos  de  Texcoco,  de 
piedra  pómez  en  figura  de  un  hom- 
bre sentado  sobre  una  loza  cuadra- 
da, delante  de  la  cual  había  un  va- 
so en  el  que  los  devotos  ponían  ulli 
y  toda  clase  de  alimentos,  para  dar 
gracias  después  de  la  cosecha.  Ne- 
hualpilli  c'dTñhió  esta  estatua  por 
otra  de  piedra  negra;  mas  destro- 
zada por  un  rayo,  y  tomando  el  su- 
ceso como  castigo  de  la  profana- 
ción cometida,  fué  vuelta  la  primi- 
tiva á  su  asiento,  deteniéndola  con 
tres  clavos  de  oro  uno  de  los  bra- 
zos que  se  le  había  roto.  El  obispo 
Zumárraga  hizo  llevar  á  México  el 
reverenciado  numen,  y  mandó  ha- 
cerlo pedazos.  Esta  relación  se  le 
debe  á  Torquemada. 

Creemos  que  el  Tlaloc  del  Códice 
NuTTALL  es  copia  de  la  estatua  que 
estaba  en  la  montaña  de  Tlaloc. 
(Véase  Tlaloctlamacasqui.J 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


273 


Tlaloccan.  f  Véase  Ti. ai^oc.) 

Tl€docayotl.  Tlaloccan  (V.)  y 
yoíl,  desinencia  que  expresa  perte- 
nencia: «perteneciente  al  Tlaloc- 
can.*) Nombre  que  daban  al  viento 
del  Este  ú  Oriente,  y  decían  que 
Quetsalcoatl,  dios  de  los  vientos,  lo 
enviaba  de  ese  rumbo.  «. . . .  no  es 
«viento  furioso  —  dice  Sahagún— 
«cuando  él  sopla  no  impele  á  las  ca- 
«noas  á  andar.» 

Tlaloctlamacazqui.  (Véase para 
la  etimología  Tlaloc,  Tlaloccan  y 
Tlamacazqu  .)  Con  este  nombre  d  es- 
cribe el  P.  Sahagún  al  dios  Tlaloc, 
en  los  curiosos  términos  siguientes: 

«Este  dios  llamado  Tlatoctla- 
^macasquieni  el  dios  de  las  lluvias: 
«decian  que  él  daba  las  lluvias  pa- 
«ra  que  regasen  la  tierra,  mediante 
«la  cual  lluvia  se  criaban  todas  las 
«yerbas,  árboles»  y  frutos  y  mante- 
«nimientos:  también  decian  que  él 
«enviaba  el  granizo  y  los  relámpa- 
«gos,  y  rayos,  y  las  tempestades  del 
«agua,  y  los  peligros  de  los  rios  y 
«de  la  mar.  En  llamarse  Tlaloclla- 
^macasqm fquiert  decir  que  es  dios 
«que  habita  en  el  Paraiso  terrenal, 
«y  que  dá  á  los  hombres  los  manteni  - 
«mientos  necesarios  para  la  vida 
«corporal. ...» 

Tlaloque.  (Plural  de  Tlaloc.  (V.) 
Nombre  que  daban  á  dioses  que  es- 
taban subalternados  á  Tlaloc  para  la 
ejecución  de  los  diversos  fenóme- 
nos meteorológicos,  como  la  lluvia, 
el  trueno,  el  rayo,  los  ciclones,  las 
culebras  de  aire  ó  mangas  de  agua. 

T/aloc  (V.)  y  su  esposa  Chalchiuh  • 
icueye  moraban  en  un  aposento  de 
cuatro  compartimientos,  en  medio 
de  los  cuales  había  un  gran  patio 
con  cuatro  grandes  estanques  lle- 
nos de  aguas  diversas,  la  primera 
buena  para  los  panes  y  alimentos;  la 


otra  que  anubla  las  plantas,  la  ter- 
cera que  las  hiela,  la  última  impro- 
ductiva, y  que  las  seca.  Tlaloc  hizo 
multitud  de  ministros  de  pequeño 
tamaño,  los  cuales  habitaban  en 
los  cuatro  compartimientos,  arma- 
do cada  uno  de  una  alcancía  y  de 
un  palo;  cuando  seles  mandaba  ir  á 
algún  lugar,  tomaban  del  agua  que 
se  les  ordenaba,  y  la  vertían  en  for- 
ma de  lluvia  para  regar  la  tierra; 
el  trueno  se  produce  porque  los  mi- 
nistros pigmeos  quiebran  con  los 
palos  las  alcancías;  el  ra3'^o  es,  cuan- 
do alguno  de  los  tiestos  de  las  án- 
foras celestes  cae  del  cielo,  y  hiere 
á  algún  mortal.  Estos  ministros 
creados  por  Tlaloc  eran  los  Tlalo- 
que. Su  número  es  infinito.  Hablan- 
do el  P.  Sahagún  de  algunos  dioses 
imaginarios,  dice:— «Todos  los 
•  montes  eminentes,  especialmente 
«donde  se  arman  nublados  para  11o- 
«ver,  imaginaban  que  eran  dioses, 
«á  los  cuales  todos  llamaban  Tlalo- 
<tques,  y  á  cada  uno  de  ellos  ha- 
«cian  su  imagen  según  la  idea  que 
«tenian  de  los  tales.  Tenían  tam- 
«bien  imaginación  de  que  ciertas 
^enfermedades,  las  cuales  parece 
«que  son  enfermedades  de  frió,  pro* 
«cedían  de  los  montes,  ó  que  aque- 
«llos  montes  tenian  poder  para 
«sanarlas,  por  lo  que  aquellos  á 
«quienes  estas  enfermedades  aco- 
«metian,  hacían  voto  de  hacer  fies- 
«ta  y  ofrenda  á  tal  ó  á  tal  monte 
«de  quien  estaba  mas  cerca,  ó  con 
«quien  tenia  mas  devoción.  Tam 
«bien  hacían  semejante  voto  aque 
«líos  que  se  veían  en  algún  peligre 
«de  ahogarse  en  el  agua  de  los  ríes 
«ó  de  la  mar.» 

Orozco  y  Berra,  explicando  \if 
pluralidad  de  los  Tlaloque,  dice 
«El  dios  era  uno  y  muchos  al  mis 

69 


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274 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


mo  tiempo,  supuesta  ser  conocidas 
multitud  de  divinidades  subalter- 
nas bajo  la  palabra  plural  Tlaloqne. 
En  tiempo  de  lluvias,  hacia  la  ma- 
ñana comienzan  á  acumularse  las 
nubes  en  la  cumbre  de  las  altas 
montañas;  al  medio  dia  empiezan  á 
extenderse,  é  impelidas  después 
por  los  vientos  reinantes  van  á  de- 
satarse en  lluvias  en  los  vecinos 
valles;  este  fenómeno  meteorológi- 
co, explicado  por  el  consorcio  de 
la  tierra  y  del  agua,  daba  lugar  á  la 
creencia  de  ser  los  montes  la  ha- 
bitación de  los  tlaloque,  de  haber 
tantos  tlaloqtíe  cuantos  puntos  de 
acumulación  de  nubes,  de  la  adora- 
ción de  las  montañas  y  de  que  este 
culto  se  confundiera  alguna  A'-ez  con 
el  de  los  tlaloque  » 

Se  hacían  varias  fiestas  á  los  tla- 
loque; pero  la  más  solemne  la  cele- 
braban en  el  mes  Atlacahualco,  el 
primero  del  año.  La  describe  el  P. 
Sahagún  en  los  términos  siguientes: 
«Para  esta  fiesta  buscaban  muchos 
niños  de  pecho  comprándolos  á  sus 
madres;  escogian  aquellos  que  te- 
nian  dos  remolinos  en  la  cabeza,  y 
que  hubiesen  nacido  en  buen  signo: 
decian  que  estos  eran  mas  agrada- 
bles sacrificio  á  estos  dioses,  para 
que  diesen  agua  en  su  tiempo.  A  es- 
tos niños  llevaban  á  matar  á  los 
montes  altos  donde  ellos  tenían 
hecho  voto  de  ofrecer:  á  unos  de 
fe  11  os  sacaban  los  corazones  en 
aquellos  montes,  y  á  otros  en  cier- 
tos lugares  de  la  laguna  de  México. 
El  un  lugar  llamaban  Tepetsingo, 
monte  conocido  que  está  en  la  la- 
guna, y  á  otros  en  otro  monte  que 
se  llama  Tetepulco  en  la  misma  la- 
guna; y  á  otros  en  el  remolino  de 
la  laguna,  que  llamaban  Pantitlan. 
Gran  cantidad  de  niños  mataban 


cada  año  en  estos  lugares,  y  des- 
pués de  muertos  los  cocían  y  co- 
mían. En  esta  misma  fiesta  en  to- 
das las  casas  y  palacios  levantaban 
unos  palos  como  barales,  en  las 
puntas  de  los  cuales  ponían  unos  pa- 
peles llenos  de  gotas  de  ulli,  y  á 
estos  papeles  llamaban  Amátete- 
uitl:  esto  hacían  á  honra  de  los  dio- 
ses de  la  agua.» 

Después  enumera  y  nombra  Sa- 
hagún los  montes  en  que  sacrifica- 
ban á  los  niños,  que  eran:  Cuauchte- 
petl,  junto  á  Tlaltelolco;  Yoaltecatl, 
cerca  de  Guadalupe;  Tepetsinco, 
frontero  á  Tlaltelolco;  Poyauhtla, 
en  los  términos  de  Tlaxcalla;  Cocotl. 
junto  á  Chalco "Ateneo;  Yauhque- 
me,  junto á  Tacubaya.  Después  sigue 
diciendo:- -«A  estos  tristes  niños 
antes  que  los  llevasen  amatar,  ade- 
rezábanlos con  piedras  preciosas, 
con  plumas  ricas,  y  con  mantas  y 
maxtles  muy  curiosas  y  labradas, 
y  con  cotaras  muy  labradas  y  muy 
pulidas,  y  poníanlas  unas  alas  de  pa- 
pel como  ángeles,  y  teñíanles  las 
caras  con  aceyte  de  Ulli;  enmedío 
de  las  mejillas  les  ponían  unas  ro- 
dajitas  de  blanco,  y  los  colocaban 
en  unas  andas  muy  aderezadas  con 
plumas  ricas,  y  con  otras  joyas  va- 
liosas, y  llevándolos  en  las  andas, 
íbanlos  tañendo  con  flautas  y  trom- 
petas que  ellas  usaban,  y  por  don- 
de los  llevaban  toda  la  gente  llora- 
ba. Cuando  llegaban  con  ellos  á  un 
oratorio  que  estaba  junto  á  Tepe- 
tzinco  de  la  parte  del  occidente,  al 
cual  llamaban  Tococan,  los  tenían 
allí  toda  una  noche  velando,  y  can- 
taban los  cantares  los  sacerdotes 
de  los  ídolos  porque  no  durmiesen,  y 
cuando  ya  llevaban  á  los  niños  á  los 
lugares  donde  los  habían  de  matar, 
si  iban  llorando  y  echando  muchas 


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SBGVNOA  ^:Pt>CA.  TOMO  V. 


^75 


lágrimas,  alegrábanse  los  qu«  los 
veían  llorar,  porque  decian  qu-e  era 
señal  de  que  llovería  muy  presto;  y 
si  topaban  en  el  camino  con  algún 
hidrópico  teníanlo  por  mal  agüero  y 
decian -que  dios  impedían  la  Ihtvia. 
Si  alguno  de  los  ministros  del  tem- 
plo, y  otros  que  llamaban  Quaqua- 
"vilti  (Cuacuacuiltin,  V.),  y  los  vie- 
jos, se  volvían  á  sus  casas  y  no  lle- 
gaban donde  habían  de  matar  los 
niños,  teníanlos  por  infames  é  in- 
dignos de  ningún  oficio  público,  de 
ahí  en  adelante  llámanlos  mocauh- 
que,  que  quiere  decir  dejados. y> 

TlalpillL  (Derivado  de  tla-lpia, 
ligar,  unir  alguna  cosa,  comp.  de 
tía,  algo,  alguna  cosa,  y  de  ilpia,  li- 
gar, unir,  anudar,  etc.  Ualpüli  sig- 
nifica, pues,  «ligado,»  «unido,»  etc.) 
Daban  este  nombre  á  cada  una  de 
las  cuatro  fracciones  de  13  años  en 
que  estaba  dividido  el  ciclo  de  52 
años.  El  conjunto,  la  unión,  la  liga 
de  13  años  era  el  Tlalpilli  de  los 
mexicanos.  Esta  liga  de  años  no  era 
arbitraria;  reconocía  por  origen  la 
coincidencia  del  primer  día  del  año 
solar  de  365  días  con  el  primer  día 
del  año  de  Venus,  de  260  días.  Así 
es  que  cada  trece  años  el  primer 
día  de  la  1.^  veintena  era  también 
primer  día  de  la  1.*  trecena,  y  am- 
bos llevaban  el  signo  Ce  Cipactli. 
Como  los  días  llevan  numeración 
trecenal,y  ésta  no  cabe  exactamen- 
te ni  en  los  veinte  días  del  mes  ni 
en  los  360  del  año,  suprimidos  los  5 
nemoníenti  (V.),  el  numeral  de  Ci- 
pactli va  cambiando  en  el  principio 
de  las  veintenas  y  de  los  años;  y  so- 
lamente se  encuentra  con  el  nu- 
meral 1,  cada  trece  veintenas  y  cada 
trece  años.  Por  esto  dice  Chavero 
que  entre  los  mexicanos  el  tlalpilli 
de  trece  años  vino  á  ser  el  período 


perfecto  de  la  combinación  de  los 
días,  y  en  él  entraban  completos  18 
tonalamaU  de  á  doscientos  sesenta 
días.  (Véase  Calendario.) 

Tlalpil<mi.(Derivadoderta  4pia. 
ligar,  atar;  «liga,  atadero.»)  Adorno 
con  borlas  con  que  se  ataban  el  pe- 
lo sobre  la  coronilla  de  la  cabeía, 
en  ciertas  ceremonias  religiosas 

Tlaltecayohua.  (Elim.  incierta,) 
Uno  de  los  doce  dioses  principales 
de  los  cuatrocientos  que  tenían  los 
borrachos. 

Lo  único  que  se  sabe  de  él,  es  lo 
que  dice  el  intérprete  del  C<3díce 
NuTTALL,  explicando  la  lámina  55. 
Dice  así: 

«Este  demonio  sellamaua.  tlatega- 
yoa.  Enel  qual  areito  q  aeste  seha- 
zia.  y  va  delante  vn  yndio.  vestido 
vn  pellejo  de  mona  q  ellos  llaman 
ensulengua  cu<;umate  (osomatli). 

TlaltecutU.  (Tlalli.  la  Tierra;  te- 
ctitli,  señor:  «El  Señor  Tierra.») 
Los  cuatro  dioses  encargados  de 
crear  el  mundo  {  Fi^os^  Cosmogonía) 
por  el  Ser  Supremo  Ontotecutli,  des- 
pués de  crear  el  fuego,  los  cielos  y  el 
agua,  crearon  la  Tierra,  dándole 
el  carácter  de  un  dios  bajo  el  nom- 
bre de  TlaltecutU,  «Señor-Tierra.» 

Los  mexicanos,  como  el  mundo 
antiguo,  consideraban  á  los  seres 
con  relación  á  cuatro  elementos: 
tierra,  aire,  agua  y  fuego,  y  los  ado- 
raban,considerándolos  como  dioses, 
además  de  los  cuerpos  celestes. 
Como  diosa  figuraban  la  tierra  en 
una  rana  fiera,  con  bocas  llenas  de 
sangre  en  todas  las  coyunturas,  pa- 
ra representar  que  todo  lo  comía  y 
tragaba.  Ya  hemos  dicho  que  don- 
de quiera  que  se  muestran  las  re- 
producciones bajo  algún  aspecto, 
la  razón  incipiente  las  asemeja  á  las 
generaciones  de  los  seres,  forman- 


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^6 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


do  dualidades  de  hombre  y  de  mu- 
jer. Tlaltecutli  era  el  dios  varón  de 
de  este  elemento:  á  este  «Señor 
Tierra»  lo  reverenciaban  con  gran- 
des sacrificios  y  ofrendas.  La  prin- 
cipal reverencia  que  en  su  honor 
se  practicaba,  era  tomar  del  polvo 
con  el  dedo  mayor  de  la  mano  y  lle- 
varlo á  la  boca;  se  hacía  en  memoria 
del  nacimiento  y  muerte  de  los  hom- 
bres. El  memento  homo  guia  ptilvis 

est de  los  católicos,  es  una 

sombra  de  aquella  práctica  de  los 
nahoas. 

«La  tierra  negando  sus  frutos  — 
dice  el  P.  Duran  — presenciando  la 
muerte  de  los  seres  y  encerrando 
sus  despojos  en  su  seno,  desnu- 
do de  su  verdor  durante  el  invierno, 
presenta  una  faz  angustiosa  y  dura; 
mientras  su  fertilidad  abundosa,  el 
nacimiento  constante  de  nuevos  in- 
dividuos, la  reaparición  de  las  plan- 
tas en  la  primavera,  la  ofrecen  como 
blanda  y  amorosa:  de  aqui  conside- 
rarla como  madre  y  madrastra  al 
mismo  tiempo.» 

Estas  ideas  opuestas  se  encerra- 
ban en  la  Chicomecoatl  (V.),  diosa 
de  la  germinación  de  las  plantas, 
pues  bajo  este  nombre  era  el  numen 
de  la  esterilidad  y  del  hambre,  mien- 
tras en  el  de  Chalchitihcihtiatl  (V.), 
presidía  á  la  abundancia  y  al  rego- 
cijo: era  el  bien  y  el  mal  en  una  sola 
pieza. 

Tlaltecutli  era  el  dios  vengador 
del  adulterio. 

Tlaltetecuin.  ( llalli,  tierra;  tete- 
cuini,  el  que  golpea,  el  que  hace  rui- 
do: no  se  percibe  el  sentido  etimo- 
lógico del  nombre.)  Dios  de  la  me- 
dicina. Era  sobrenombre  del  dios 
Ixtlilton  (V.),  «Cara  negrita»  ó  «Ne- 
grillo.» 

Tlalticpaque.  (Tlal-t  icpactli.  el 


mundo;  con  la  partícula  que,  pos- 
puesta, significa:  «Señor  del  mun- 
do;» y  Paredes  lo  trae  como  reve- 
rencial en  la  forma  siguiente:  Teott 
catlalticpaquecatsintli,  «el  verda- 
dero Dios  es  Señor  de  la  tierra.»  La 
estructura  etimológica  no  corres- 
ponde ala  significación  del  vocablo, 
claramente,  pues  llalli  es  «tierra j^ 
é  icpac  «encima,»  «sobre;»  la  par- 
tícula <7«^  no  tiene  significación  nin- 
guna, de  suerte  que  «Señor»  no  se 
sabe  de  donde  viene.)  Nombre  que 
daban  al  Ser  Supremo. 

Chavero,  para  quien  los  indios  no 
tenían'  idea  de  un  dios  espiritual, 
dice  que  Tlalticpaque  era  nom- 
bre que  daban  al  sol,  significando 
« el  que  envía  la  luz  á  la  tierra , »  y  que 
como  astro  vino  especialmente  á  ser 
el  señor  del  día.  Con  esta  explica- 
cación  de  Chavero  se  percibe  con 
más  claridad  el  sentido  etimológico 
de  la  palabra. 

Tlaltonatiuh.  (Tlalli,  tierra,  /o- 
natiuh,  el  sol:  «Sol  de  tierra.»)  La 
cuarta  de  las  cuatro  edades  de  la 
Tierra,  según  los  nahoas.  Esta  edad 
está  representada  en  un  jeroglífico 
del  Códice  Vaticano,  número  3738. 
Hay  una  diosa  que  baja  del  cielo,  es 
la  Xochique llalli,  la  diosa  de  las 
alegrías  y  de  los  amores  castos;  la 
tierra  está  pintada  de  color  rosado, 
como  si  de  rosas  estuviese  tapiza- 
da; brotan  por  donde  quiera  flores 
y  frutos,  y  la  diosa  misma  al  bajar 
se  columpia  en  ramas  verdes,  orna- 
das de  rosas.  En  lugar  del  par  des- 
nudo que  se  salva  en  las  catástro- 
fes del  Atonatiuh  y  del  Ehecatona- 
tiuh,  vense  aquí  hombres  y  mujeres 
vistosamente  vestidos  con  adornos 
de  ramas,  que  alegres  hablan,  lle- 
vando en  las  manos  flores  y  bande- 
ras, como  en  señal  de  fiesta. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


277 


El  P.  Ríos,  intérprete  del  Códice 
Vaticano  citado,  llama  al  Tlaltona- 
tiuhEtá  delli  capelli  neri,  «Edad  de 
los  cabellos  negros.» 

Orozco  y  Berra,  siguiendo  á  la 
mayor  parte  de  los  cronistas,  atri- 
buye la  cuarta  edad  á  una  catástro- 
fe que  sufrió  la  humanidad  por  el 
hambre;  de  suerte  que  la  pintura 
no  representa,  como  en  los  tres  so- 
les anteriores,  el  momento  en  que 
se  inicia  la  calamidad,  sino  al  con- 
trario, la  época  en  que  termina,  y 
por  eso  la  diosa  aparece  muy  rego- 
cijada y  llena  de  adornos  en  la  pin- 
tura del  Códice. 

Chavero  no  admite  que  el  cuarto 
sol  ó  la  cuarta  edad  haya  termina- 
do poruña  catástrofe,  y  en  apoyo  de 
su  aseveración  dice  lo  siguiente: 
«No  es,  no  podía  ser  la  representa- 
ción (de  la  pintura)  del  fin  del  cuar- 
to sol,  que  debía  terminar  precisa- 
mente por  una  catástrofe.  Ninguna 
explicación  lógica  podría  darse  de 
que  todos  los  soles,  hasta  el  quinto, 
encerraban  necesariamente  la  idea 
de  una  calamidad,  y  que  sólo  el 
cuarto  había  sido  indultado  de  tan 
terrible  destino. 

«Hay  que  buscarle,  pues,  su  ver- 
dadera conclusión  al  cuarto  sol;  y 
nótese  que  se  llamó  sol  de  tierra, 
porque  lo  terminó  una  calamidad 
histórica;  lo  que  ha  hecho  suponer 
inocentemente  á  algunos  cronistas 
que  pudo  concluir  la  cuarta  edad 
por  terremotos.  Si  buscamos  suce- 
sos históricos,  encontramos  al  fin 
del  siglo  VI,  la  destrucción  del  im- 
perio tlapalteca;  pero  los  tolteca  no 
podían  considerar  este  aconteci- 
miento como  una  catástrofe;  fué, 
por  el  contrario,  el  origen  de  su  na- 
cionalidad. Además,  lo  habrían  se- 
ñalado en  sus  jeroglíficos. 


«Pero  nace  el  sol  en  Teotihuacán, 
y  parece  que  hay  razón  para  con- 
tar desde  él  el  quinto  sol.  Mas  nóta- 
se como  raro  que  tal  quinto  sol  no  se 
hubiese  puesto  en  los  anales  jero- 
glíficos. Debemos,  pues,  buscar  una 
nueva  causa  á  este  nuevo  sol,  y  la 
vamos  á  encontrar  en  el  orgullo  de 
los  mexicanos. 

«En  el  año  1116  se  desmoronó  el 
imperio  tolteca,  representante  en- 
tonces déla  antigua  raza  nahoa:  los 
reinos  del  Norte  habían  desapare- 
cido, y  de  aquella  bizarra  y  pode- 
rosa civilización  no  quedaba  más 
muestra  que  Tollan.  La  destrucción 
de  la  ciudad  puso  en  peligro  la  exis- 
tencia de  toda  la  raza :  fué  para  ella 
calamidad  tan  grande  como  sus  an- 
teriores destrucciones  por  el  agua,  el 
aire  y  el  fuego.  Ya  no  fueron  los 
elementos  los  agentes  de  la  desgra- 
cia, fueron  las  pasiones  humanas, 
desatadas  furias  que  hacen  más  da- 
ño que  los  desatados  elementos. 
Ya  no  bajó  del  cielo  la  causa  de  las 
catástrofes:  engendróse  en  la  tierra, 
en  el  corazón  de  los  mismos  hom- 
bres; y  por  eso  se  llamó  á  este  sol 
el  sol  de  tierra,  Tlaltonatiuh.  Los 
mexicanos,  pueblo  esencialmente 
orgulloso,  habían  querido  tener  su 
dios  propio,  y  haciéndose  un  dios  de 
su  jefe  Huitsilopochtli,  lo  pusieron 
sobre  los  demás  dioses  de  la  raza. 
Habían  querido  tener  una  ciudad 
propia,  y  la  levantaron  sobre  las 
aguas  del  lago,  y  la  hicieron  señora 
de  su  imperio  y  de  sus  conquistas. 
Como  la  raza  tolteca  era  la  repre- 
sentante de  la  más  grande  y  más 
antigua  civilización,  quisieron  apa- 
recer sus  herederos,  y  modificando 
su  cronología,  como  veremos  más 
adelante,  dieron  por  principio  á  su 
viaje  el  año  de  la  destrucción  de  To- 

70 


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278 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Han.  Quisieron  en  su  orgullo  que 
ésta  fuera  una  nueva  era  para  toda 
la  raza,  é  inventaron  un  quinto  sol. 
La  calamidad  del  cuarto  era  la  des- 
trucción de  Tollan,  la  nueva  era,  su 
peregrinación;  el  día  en  que  conclu- 
yera el  quinto  sol,  el  sol  mexica,  de- 
bía acabarse  definitivamente  el 
mundo.  No  negamos  que  los  texcu- 
canos,  pueblo  orgulloso  también  y 
rival  de  México,  quisieran  á  su  vez 
tener  un  quinto  sol;  que  les  parecie- 
ra humillante  aceptar  el  mexica,  y 
que  ya  formada  la  fábula  de  Teoti- 
huacan,  tomaran  este  suceso  como 
principio  de  la  nueva  era.  Asíse  ex- 
plica el  texto  de  Gomara,  quien  lo 
tomó  de  Motolinía  aún  con  el  error 
de  cálculo.  Y  así  es  cómo  verdade- 
ramente se  vienen  á  concordar  las 
opiniones  encontradas  del  Señor 
Orozco  y  la  nuestra. 

«De  todas  maneras,  la  dedicación 
de  las  pirámides  de  Teotihuacan  y 
Cholollan  fué  un  gran  suceso  en  la 
historia  de  la  raza  nahoa;  fué  el 
triunfo  de  sus  ideas  religiosas,  la 
perfección,  digámoslo  así,  de  su  con- 
quista. La  vieja  civilización  del  Nor- 
te se  planteaba  en  el  centro,  de  ma- 
nera enérgica  y  segura.  La  primera 
teocracia  de  Tollan,  el  primer  Hue- 
mac,  había  cumplido  su  gran  misión 
en  el  centro  mismo,  en  el  corazón  del 
país.  La  civilización  del  Sur,  dos  ve- 
ces vencida  por  los  ameca  y  ulmeca, 
lo  estaba  ya  definitivamente  y  para 
siempre.  La  raza  del  Sur,  como  to- 
das las  demás,  olvidando  sus  viejos 
orígenes,  pretendería  en  lo  de  ade- 
lante y  como  un  gran  honor  descen- 
der de  los  tolteca.  El  sol  que  se  le- 
vantó sobre  el  t^actíalli  de  Teoti 
huacan  inundó  con  sus  rayos  de  oro 
todos  los  pueblos  de  las  viejas  civi- 
lizaciones.» 


No  creemos  que  el  cuarto  sol  ten- 
ga relación  alguna  con  la  dedica- 
ción de  las  pirámides  de  Teotihua- 
can, pues  este  último  suceso  fué 
anterior  á  toda  civilización  que  ha- 
ya dejado  huellas  en  la  historia,  y 
se  le  ha  atribuido  á  los  toltecas 
por  la  falta  de  conocimiento  de 
otra  civilización  anterior  y,  como 
dice  Chavero,  por  orgullo  de  la  ra- 
za nahoa,  y  particularmente  de  su 
último  representante,  los  Mexica- 
nos. Además,  el  gran  suceso  de  la 
dedicación  de  las  pirámides,  no  mar- 
ca una  época  como  las  que  repre- 
sentan los  soles,  señaladas  con  un 
cataclismo  geológico  ó  meteoroló- 
gico, sino  una  nueva  era  de  tras- 
cendencia moral,  pues  significa  el 
triunfo  religioso  de  una  raza  sobre 
otra.  En  los  códices  pictóricos  no 
hay  ninguna  relación  entre  ambos 
sucesos;  ni  los  intérpretes  han  he- 
cho alusión  alguna  á  la  dedicación 
de  Teotihuacan  al  hablar  del  cuarto 
sol.  El  P.  Ríos  dice  que  hubo  una 
lluvia  de  sangre,  que  se  secaron  las 
mieses  y  que  los  pueblos  fueron 
asolados  por  el  hambre,  y  que  no  pe- 
reció la  humanidad  entera,  sino 
que  sobrevivieron  muchas  parejas. 
¿Qué  tienen  que  ver  estos  fenóme- 
nos meteorológicos  ó  de  cualquiera 
otro  orden  físico,  con  el  triunfo 
religioso  acaecido  y  conmemora- 
do en  Teotihuacan?  El  P.  Ríos  no 
le  da  al  suceso  más  que  el  carácter 
de  una  catástrofe  material,  produ- 
cida por  la  naturaleza,  y  le  da  el 
nombre  de  «Edad  de  los  cabellos 
negros,»  para  dar  á  entender  que 
era  la  más  joven,  la  última  edad,  en 
oposición  al  Atonatiuh,  «Sol  de 
agua.»  que  llamó  Tsonistac,  «Cabe- 
llos blancos,»  para  significar  que 
era  la  más  vieja,  la  primera.  La 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


279 


lluvia  de  sangre,  origen  de  la  ca- 
tástrofe, la  supone  el  P.  Ríos  por  el 
color  de  rosa  del  fondo  de  la  pintu- 
ra. No  nos  parece  fundada  la  suposi- 
ción, porque,  si  la  pintura  represen- 
ta el  fin  de  la  catástrofe,  y  no  su 
principio,  el  color  de  rosa  represen- 
tará la  aurora  de  los  días  en  que 
volvió  el  buen  tiempo;  y  esto  es 
tanto  más  probable  cuanto  que 
los  indios  representaban  la  lluvia 
con  gotas  de  agua  caídas  de  lo  al- 
to, y  para  representar  una  lluvia  de 
sangre  fácil  les  era  pintar  de  rojo 
las  gotas  de  agua.  Además,  no  es 
extraño  que  los  indios  y  aun  el  mis- 
mo intérprete  hayan  creído  que  llo- 
vió sangre,  pues  hoy  mismo  el  vul- 
go califica  de  lluvia  de  sangre  á  las 
que  se  forman  con  agua  colorada, 
de  lo  cual  los  sabios  han  dado  la 
explicación  atribuyendo  el  color  al 
polvo  rojo  producido  por  erupcio- 
nes volcánicas  ó  por  otras  cau- 
sas meramente  naturales.  Esas  llu- 
vias teñidas  de  polvo  rojo  ó  de  otro 
color  producen  la  destrucción  de  las 
mieses  y  la  muerte  por  asfixia  de 
los  animales  y  de  los  hombres,  co- 
mo se  ha  visto  últimamente  en  la 
isla  de  la  Martinica. 

Los  signos  cronográf  icos  que  se 
encuentran  en  la  pintura  del  Códi- 
ce acusan  5206  años  como  duración 
del  cuarto  sol. 

En  un  poema  que  publicamos  con 
el  nombre  de  «Los  Cuatro  Soles,» 
describimos  el  Jíaltonatiuh  del  mo- 
do siguiente: 

Después  de  muchos  siglos  de  ventura; 
Cuando  la  humanidad  sobre  la  tierra 
Esparcida  se  hallaba  cual  los  astros 
En  el  espacio  inmenso  de  los  cielos; 
Cuando  comarcas,  pueblos  y  ciudades 
Poderosas  se  alzaban  en  Anáhuac, 
Como  Palenque,  üxmal  y  Xochiaalco; 


Cuando  el  vixtoti  en  la  feliz  Cholollan 
Altísima  pirámide  levanta, 

Y  cuando  el  bronco  y  pertinaz  tarasco 
Sus  colosales  ydkatas  erige; 
Entonces  ¡ay!  cual  la  oriental  Palmira 
En  ruinas  se  convierten  las  ciudades 

Y  perecen  también  sus  moradores. 
La  Centeotl,  la  Ceres  del  nahoa, 

La  que  el  maíz  produce  en  abundancia, 
Vuelve  airada  la  faz  á  los  humanos, 

Y  con  fuego  que  brota  de  sus  ojos 
Las  mieses  tuesta  y  quema  las  praderas. 
Apiztli  asoladora  se  propaga 

Desde  el  Mictlampa,  donde  mora  el  Cierzo, 
Hasta  el  Hniztlan,  del  Ábrego  guarida; 

Y  recorre  también,  llevando  horrores, 
Desde  el  Tlalocan,  donde  el  sol  se  asoma, 
Hasta  el  umbroso  y  triste  Cihuatlampa: 
Del  hambre  en  pos  camina  la  Miquiztli, 

Y  su  guadaña  fiera,  cortadora 
Segando  va  la  vida  del  anciano, 
Del  niño  y  la  mujer  en  su  miseria. 

Los  hombres  quedan  en  tormento  horrible 
Esperando  exalar  su  último  aliento; 

Y  cuando  juzgan  que  su  fin  se  acerca. 
Las  ías  de  los  dioses  los  azotan 

Con  nuevo  padecer  que  ya  ni  sienten: 
Fatigados  los  dioses  que  en  sus  hombros 
La  gran  mole  soportan  de  la  tierra. 
Sin  fuerza  y  sin  vigor,  que  ya  les  faltan, 
Vacilantes,  apenas  la  sostienen, 

Y  la  sacuden  grandes  terremotos; 

Al  hombre  en  su  dolor  no  lo  amedrenta 
La  nueva  plaga  que  sus  males  dobla. 
Sino  tranquilo  y  plácido  se  pone 
Cuando  la  tierra  se  abre  y  se  lo  traga. 
Apiadada  la  diosa  de  la  gente 
Que  sobrevive  á  tan  terribles  males. 
Vagando  por  los  campos  y  los  montes 

Y  de  la  mar  por  solitarias  playas. 
Desciende  del  empíreo,  más  serena; 
Es  la  Centeotl  con  otros  atributos; 
Xochiqnetzalli,  la  festiva  diosa. 
La  del  amor  y  grandes  alegrías. 
Baja  empuñando  entretejidas  ramas 
De  hierbas  y  de  flores,  y  la  tierra 
Con  su  hálito  sagrado  fertiliza; 

En  breve  tiempo  esmáltanse  los  prados 
Con  flores  brillantísimas  y  amenas; 
Del  árbol  cuelgan  sazonados  frutos, 
Se  cuaja  en  el  nopal  la  fresca  tuna, 
Suave  néctar  destilan  los  magueyes: 
Las  milpas  se  sazonan  en  los  campos, 

Y  de  tlaoltsin  rebosan  los  tzincolotl; 
Los  dioses  fatigados  que  soportan 


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280 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


De  la  tierra  la  inmensa  pesadumbre, 
Por  otros  vigorosos  se  cambiaron: 
En  otra  Arcadia  convirtióse  Anáhuac. 
Tlaltonatiuh,  terrible  «sol  de  t¡erra,^ 
Tal  fue  el  nombre  que  dieron  los  nahoas 
A  la  funesta  edad  en  que  murieron 
Acosados  por  hambre  encrudecida, 
O  agobiados  por  fuertes  terremotos. 

Tlalxicco.  (Tlalli,  tierra;  xicili, 
ombligo,  fig.  centro;  co,  en:  «En  el 
centro  de  la  tierra.»)  Era  el  IP  edi- 
ficio de  los  78  que  comprendía  el 
templo  mayor  de  México.  Dice  Sa- 
hagún  que  en  el  mes  de  Tititl  ma- 
taban á  un  cautivo  en  honra  de  Mic- 
tlantecutli;  que  después  de  sacrifi- 
cado por  el  sacerdote  llamado  77/- 
llantlenamacac,  éste  incendiaba  la 
estatua  del  dios,  y  que  todo  esto  lo 
hacían  de  noche. 

Se  dio  tal  nombre  al  templo,  por- 
que estaba  consagrado  al  di(5s  Mic- 
tlantecutli,  «Señor  de  la  mansión 
de  los  muertos,»  ó,  como  traduje- 
ron los  misioneros,  «del  infierno.» 
Decían  que  esta  mansión  estaba  en 
el  centro  de  la  tierra,  y  de  ahí  el 
nombre  de  Tlalxicco. 

Paso  y  Troncoso  lleva  más  ade- 
lante la  interpretación:  «Cuando  al 
«7.^  edificio  del  templo  mayor,  ado- 
«ratorio  de  Mictlantecutli,  se  le  11a- 
«ma  tlalxiccOy  que  significa  «en  el 
«ombligo  de  la  tierra,»  daban  á  en- 
«tender  sin  duda  los  indios  que  las 
«tinieblas  eran  propias  de  lasbaju- 
«ras  ó  profundidades  del  mundo, 
«ya  que  la  forma  de  ombligo  es  la 

«de  hondonada »    No,   los 

indios  no  tuvieron  en  cuenta  la 
forma  del  ombligo,  sino  su  situa- 
ción en  el  cuerpo,  para  darle  la 
significación  figurada  de  «centro;» 
ni  tampoco  que  el  lugar  obscuro, 
Xictli,  ombligo,  significa  «centro,» 
como  l^ontli,  cabello,  significa  «ci- 


ma,» «altura;»  cuiilapilli,  cola,  sig- 
nifica «extremidad;»  yacatl,  nariz, 
significa  «punta;»  tentli,  labio,  sig- 
nifica «orilla,»  «borde*»  todas  son 
significaciones  figuradas.  En  este 
sentido  se  dice  Tepeyacac,  Nariz 
de  los  cerros,  al  cerro  delantero  de 
una  cordillera;  Atentli,  Labio  del 
agua,  á  la  orilla  de  un  lago;  Amah 
cuitlapilli.  Cola  de  los  amates,  al 
lugar  donde  acaban  los  amates;  y 
Tlalxictli,  ombligo  de  la  tierra,  al 
centro  de  la  tierra. 

Borunda,  con  su  extravagante 
criterio  cree  que  Tlalxicco  es  el  in- 

infierno,  pues  dice:  « el  dis- 

«tintivo  de  la  situación  del  Infierno 
«es  el  ^  Tlalxicco,  T^  dentro,  co,  de  la 
«oquedad  céntrica,  sictli,  de  la  tie- 
«rra.  tlalli,  advertida  en  lugares 
«volcánicos.» 

Tlalxiotentioa.  (Tlalli,  tierra; 
xictli,  ombligo,  fig.  centro;  tentli, 
labio,  fig.  orilla;  tica,  en:  «en  la  ori- 
lla del  centro  de  la  tierra.»)  Nom- 
bre que  daban  al  dios  Fuego,  ó 
más  bien  á  la  mansión  que  ocupaba. 
Suponían  que  Mictlantecutli  mora- 
ba en  el  centro  de  la  tierra,  Tlal- 
xicco (V.),  y  que  el  Fuego  estaba  en 
la  orilla  de  esta  mansión,  tlalxic- 
tentica.  Visltunbraron  la  hipótesis 
áel  fuego  central,  que  hoy  sustenta 
la  ciencia. 

Tlamacazque.  (Plural  de  Tlatna- 
casqui,  partic.  act.  de  tla-maca,  dar 
alguna  cosa,  servir:  «Servidores.») 
Los  sacerdotes  ó  ministros  de  los 
ídolos. 

Clavigero,  hablando  de  las  órde- 
nes religiosas,  dice: 

«Entre  las  diferentes  órdenes  ó 
«congregaciones  religiosas  de  hom- 
«bres  y  de  mugeres,  merece  parti- 
«cular  mención  la  de  Quetzalcoatl. 
«En  los  colegios  ó  monasterios  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


281 


«uno  y  otro  sexo,  dedicados  á  este  ¡ 
«imaginario  numen,  se  observaba 
«una  vida  extraordinariamente  rígi- 
«da  y  austera.  El  hábito  deque  usa- 
«ban  eramuyhonesto:bañábanseto- 
«dos  á  media  noche,  y  velaban  has- 
«ta  dos  horas  antes  del  dia,  cantando 
«himnos  á  su  dios,  y  ejercitándose 
«en  varias  penitencias.  Tenian  li- 
«bertad  de  ir  á  los  montes  á  cual- 
«quiera  hora  del  dia  y  de  la  noche, 
*á  derramar  su  propia  sangre:  pri- 
«vilegio  de  que  gozaban,  en  virtud 
«de  su  gran  reputación  de  santidad. 
«Los  superiores  de  los  monasterios 
«tomaban  también  el  nombre  de 
«Quetzalcoatl,  y  tenían  tanta  auto- 
«ridad,  que  á  nadien  visitaban  si  no 
«es  al  rey»  en  casos  extraordinarios. 
«Estos  religiosos  se  consagraban 
«en  la  infancia.  El  padre  del  niño 
«convidaba  á  comer  al  superior,  el 
«cual  enviaba  en  su  lugar  á  uno  de 
«sus  subditos.  Este  le  presentaba 
«el  nifto  y  él  tomándolo  en  brazos, 
«lo  ofrecía,  pronunciando  una  ora- 
«cion  á  Quetzalcoatl,  y  le  ponía  al 
«cuello  un  collar  que  debia  llevar 
«hasta  la  edad  de  siete  años.  Cuan- 
«do  cumplía  dos  años,  le  hacia  el 
«superior  una  incisión  en  el  pecho, 
«la  cual,  como  el  collar,  era  la  se- 
«ñal  de  su  consagración.  Cumplidos 
«los  siete  años,  entraba  en  el  mo- 
«nasterio,  después  de  haber  oido  de 
«sus  padres  un  largo  discurso,  en 
«que  le  recordaban  el  voto  hecho 
«por  ellos  á  Quetzalcoatl,  y  lo  ex- 
«hortaban  á  cumplirlo,  á  observar 
«las  buenas  costumbres,  á  obede- 
«cer  á  sus  superiores,  y  á  rogar  á 
«los  dioses  por  los  autores  de  su  vi- 
«da  y  por  toda,  la  nación.  Esta  ór- 
«den  se  llamaba  Tlamacaxcayotl, 
«y  sus  individuos  Tlamacaxques.^ 
En  la  falda  del  volcán  Popocate- 


petl  hay  un  rancho  llamado  Tlama- 
cas.  Este  nombre  es  una  abrevia- 
ción de  tlamacascalco»  «En  la  casa 
de  los  sacerdotes.»  En  la  cima  del 
volcán  tributaban  culto  al  dios  Po- 
pocatepetl;  pero  no  pudiendo  vivir 
los  sacerdotes  en  la  cumbre  por  im- 
pedírselo el  frió  y  las  tempestades 
de  nieve;  fijaron  su  morada  en  la  fal- 
da de  la  montaña,  y  sólo  subían  á 
la  cima  en  los  días  de  fiesta  cele- 
brada en  honor  del  monte.  ( Véase 
Sacerdotes). 

Tlamacaztotontin.  (Plural  de 
TlamacastontliyQomp.  de  Hamacas- 
que{V.)  y  de  tontli,  diminutivo  des- 
pectivo:«Ministrillos.»)Ministros  in- 
feriores de  los  templos.  Especie  de 
acólitos;  sacristanejos,  como  di- 
ce Sahagún. 

Tlamalzinco.  (Tlantaísm,e\  dios 
líamatBincatl;  co,  en:  « En  (donde 
está)  TlamatBincatl.*)  Era  el  Z\P 
edificio  de  los  78  que  comprendía 
el  templo  mayor  de  México.  En  él 
se  tributaba  culto  al  dios  TI  ama- 
tsincatl.  (V.) 

Tlcunatecutlí.  Algunos  autores 
hablan  de  persona  diciendo  que  es 
una  diosa.  No  hay  tal  diosa.  El  voca- 
blo es  una  errata  de  la  obra  de  Saha- 
gún (Tomo  1 ,  pág.  73)  en  la  que  se  da 
tal  nombre  á  la  diosa  Ilamatecutli. 

TlamatzinoatL  (Tla-ma,  cazar, 
cautivar,  coger  algo  con  la  mano; 
tsíntli,  expresión  reverencial;  cali, 
que  es:  «Cazador cito.»)  Era  el  nom- 
bre que  le  daban  á  TeBcallipoca  en 
la  fiesta  que  hacíaná  los  dioses  en  el 
mes  Teotleco.  (V.)  Con  este  nombre 
le  hacían  fiesta  también  en  los  me- 
ses Quecholi  y  Toscall.  (V.) 

Orozco  y  Berra  dice  que  era  dios 
de  los  matlatzincas,  y  Remí  Simeón 
dice  que  era  el  dios  de  la  guerra. 
Ninguna  de  las  dos  aseveraciones 

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ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


es  exacta,  pues  Sahagún,  que  trata 
extensamente  de  este  dios,  no  le  da 
tales  caracteres.  Los  de  Tlaxcalla, 
Huexotzinco  y  Cholula  lo  confun- 
dían con  Camaxtle  y  con  Mixcoatl, 
y  por  eso  se  le  dio  el  nombre  de 
«Cazador.» 

Tlanamaoao.  (Abreviación  de 
tlanamacani,  partic.  act.  de  tla-na- 
maca,  vender  algo:  «Vendedor.») 
Sahagún  divide  á  los  ministros  de 
los  templos  en  tres  clases:  la  pri- 
mera, tlamasfto,  «es  como  acólito» 
—  dice;  la  segunda,  tlaniacasqui, 
«que  es  como  diácono;»  la  tercera, 
tlanamacac,  «que  es  sacerdote.»  No 
se  percibe  el  sentido  etimológico  de 
la  palabra,  pues  no  se  comprende 
cómo  eran  vendedores  los  sacerdo- 
tes. Paso  y  Troncoso  habla  de  un 
sacedote  llamado  ílenamacac,  comp. 
de  tlet,  fuego,  y  de  namacac,  el  que 
vende:  «vendedor  de  fuego.»  Pero 
éste  era  un  sacerdote  destinado  al 
servicio  del  dios  Mictlantecutli,  y  su 
nombre  no  aparece  como  genérico, 
sino  muy  especial;  así  es  que  no 
puede  decirse  que  haya  sido  el  nom- 
bre común  de  los  sacerdotes,  y  que 
el  tlamacac  de  Sahagún,  que  copia 
Orozco  y  Berra,  haya  sido  una  erra- 
ta. Queda,  pues,  en  duda  qué  era 
lo  que  vendían  los  sacerdotes,  ó 
por  qué  se  les  llamaba*  vendedores. » 

TlancuaoemiL  (Plural  de  tlan- 
cuacemilhuitl:  tlancua,  cerrar,  apre- 
tar los  dientes;  cemilhuitl,  un  día: 
«que  cierran  ó  aprietan  los  dientes 
un  día  entero.»)  Servidores  de  Que- 
tsalcoatL,  que  eran  muy  reputados 
por  su  ligereza,  pues  corrían  un  día 
entero  sin  tomar  descanso.  Lo  de 
cerrar  los  dientes  debe  tener  en  el 
vocablo  una  significación  figurada 
aludiendo  á  que  corriendo  todo  el 
día  no  abrían  los  dientes  para  comen 


y  por  lo  mismo,  los  tenían  cen-ados, 
ó  bien,  que  durante  la  carrera  lle- 
vaban los  dientes  cerrados  tlancua. 

El  P.  Sahagún,  refiriendo  quien 

era  Quetsalcoatl,  dice  « y  los 

«vasallos  que  tenía  eran  muy  lige- 
«ros  para  andar  y  llegar  adonde 
«ellos  querían  ir,  y  se  llamaban 
^Tlanquacemühitime . ...» 

Tlanempopoloa.  (Disipar,  des- 
truir, prodigar:  «que  es  largo  en  el 
dar  y  conceder.»)  Uno  de  los  nom- 
bres que  daban  á  Tescatlipoca,  alu- 
diendo á  que  era  liberal  para  con- 
ceder bienes. 

Tlanexquimilli  ( Véase  Tlaca- 
nexquimilll) 

TlapalaztatL  (Clapalli,  color,  co- 
sa pintada;  astatl.  garza:  «garza  de 
color.»)  Nombre  que  le  dan  algunos 
autores  á  la  hermosa  ave  tlauhque- 
choli  ó  Quecholi.  Como  un  mes  lle- 
va el  nombre  de  esta  ave,  hay 
que  tener  presente  esta  sinonimia 
para  no  caer  en  confusión.  Paso  y 
Troncoso  hace  observar  con  este 
motivo  que  los  indios  atinaron  en 
su  clasificación  al  poner  al  quecho- 
li cerca  de  las  garzas  astatL 

Tlapalihiii.  (Derivado  de  tlapa- 
lli,  color,  en  sentido  figurado.)  Nom- 
bre que  daban  á  los  jóvenes  cuan- 
do se  casaban,  dando  á  entender 
que  ya  era  fuerte,  robusto,  nubil. 

Tlapaltecatl.  (Gentilicio  deriva- 
do de  Tlapalla.  Orozco  y  Berra  tra- 
duce: «Señor  de  muchos  colores;» 
pero  es  errónea  la  traducción.  Equi- 
vale á  decir  toltecail,  «Señor  de 
muchos  tules;»  as  tecali,  «Señor 
de  muchas  garzas.»)  Nombre  de  un 
monte  en  la  comarca  de  Tlaxcala, 
reverenciado  como  dios .  Estaba  re- 
presentado, como  otros  montes,  por 
un  ídolo  en  el  templo,  y  tenía  sus 
oraciones  y  víctimas  particulares. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


283 


Tlapixcatzin.  (Reverencial  de 
tlapixqui,  guardián,  custodio,  deri- 
vado de  tla-pia  guardar  alguna  co- 
sa.) Maestro  de  capilla,el  cual  no  sólo 
disponía  la  música,  sino  que  dirigía 
el  canto  y  corregía  á  los  cantores. 
Sahagún  dice  que  era  una  especie  de 
Chantre.  Como  el  chantre  es  una 
dignidad  en  las  catedrales,  más  bien 
debe  compararse  el  Tlapixcaisin 
con  el  Sochantre,  que  es  el  que  en- 
seña y  corrige  á  los  cantores  en  las 
catedrales. 

TlatellL  (^Etim.  desconocida. 
(Montículo,  túmulo  y,  en  general, 
cualquiera  construcción  cónica  ó 
piramidal  pequeña. 

Chavero,  describiéndolas  pirámi- 
des de  Teotihuacan,  dice  que 
sobre  los  muros  que  circundan  la 
pirámide  del  sol  hay  once  tlaltelli, 
y  agrega  que  tlaltelli significa  mon- 
tón de  tierra,  lo  cual  no  es  exacto, 
porque,  aun  cuando  el  vocablo  fue- 
ra tlal-telli,  el  segundo  elemento 
ielli  por  sí  solo  no  tiene  significa- 
ción ninguna.  Montón  de  tierra  se 
dice  tlaltelolotli, 

Tlatlauhquioenteotl.  (Tlaila- 
huqui,  colorado,  rojo,  centli,  mazor- 
ca de  maíz;  teotl,  dios:  «Dios  del 
maíz  colorado.»)  Los  indios  no  só- 
lo tenían  á  la  Centeotl  como  diosa 
del  maíz,  sino  que  crearon  en  su  mi- 
tología un  numen  especial  para  ca- 
da clase,  según  su  color.  Para  el 
maíz  rojo  ó  colorado  invocaban  á 
Tlatlauhquicenteotl;  para  el  blanco, 
á  Istaccenteotl;  y  para  el  morado  ó 
prieto,  á  Yayauhquicenteotl. 

Tlatlazaliztli.  (Derivado  de  tía- 
tlasa.  arrojar  algo:  «Arrojamiento, 
el  acto  de  tirar  alguna  cosa.»)  Ce- 
remonia común  que  consistía  en 
que  ninguno  comiese  sin  que  pri- 
mero se  arrojase  al  fuego  un  bo- 


cado de  lo  que  había  de  comer. 
(Sah.) 

Tlatoyahualiztli.  (Derivado  de 
tlatoya,  derramar,  verter  alguna 
cosa:  Derramamiento,  versión.») El 
acto  de  derramar  ó  verter  alguna 
cosa.  Sahagún,  tratando  de  las 
ofrendas  que  hacían  los  mexica- 
nos á  los  dioses,  dice:  ^  Tenían  otra 
«ceremonia  también  común,  quena- 
«die  habia  de  beber  pulcre  (pulque) 
«sin  que  primero  se  derramase  un 
«poco  á  la  orilla  del  hogar,  y  cuan- 
«do  quiera  que  encetaban  alguna 
«tinaja  de  pulcre,  primero  echaban 
«en  un  lebrillo  cantidad  de  él,  y  po- 
«nian  un  lebrtllo  cerca  del  fuego: 
«de  allí  tomaban  con  un  vaso,  y  de- 
«rramaban  al  canto  del  hogar  á  cua- 
«tro  partes  un  vaso  de  aquel  pul- 
«cre,  y  hecho  esto  bebían  los  con- 
« vidados,  y  antes  de  esto  nadie  usa- 
«ba  beber:  esto  llamaban  Tlatoia- 
^oalistliy  que  quiere  decir  lihatio 
«(libación),  ó  gustamiento.»  Ya  he- 
mos visto  que  etimológicamente  só- 
lo significa  «el  acto  de  derramar  ó 
verter  un  líquido.» 

Tlatzontequiloyan.  (Tsantequi- 
lo,  se  juzga  voz  imprs.  de  tsonte- 
qui,  juzgar,  yan,  que  expresa  el  lu- 
gar donde  se  ejecuta  la  acción  del 
verbo:  «donde  se  juzga.»)  Tribunal, 
palacio  de  justicia. 

Tlauquechol.  fTlahuitl, almagre, 
color  rojo;  ave  de  este  nombre,  Qiíe- 
cholli.)  (Véase  Quecholli.) 

Tlaxapochcaloo.  (Tlaxapochtli, 
fosa,  agujero;  calli,  casa;  co,  en:  «en 
la  casa  de  las  fosas.»)  Nombre  de  la 
cuarta  casa  que  tenía  Quetsalcoatl 
en  Tollan.  Le  llamaban  el  templo 
del  pesar  y  del  arrepentimiento,  y 
á  él  mandaban  á  los  hombres  delin- 
cuentes y  de  mala  vida,  inmorales  y 
de  hablar  obsceno. 


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284 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Los  tres  primeros  templos  eran: 
Cacuaucalli,  Xccahualcalco  y  Coa- 
calco. 

Tlaxoohimaco.  (Tía,  algo;  Xó- 
chitl, flor;  maco,  se  da;  voz  imperso- 
nal del  verbo  maca,  dar:  «se  dan  flo- 
res á  algo.*  En  el  Códice  Nuttall 
áiice  Moxochimaco  ,foYm?i  recíproca 
del  verbo  wacflr^ y  significa:  «ellos  se 
dan  flores  unos  á  otros. »  En  el  catálo- 
go de  Boturini  se  lee  Nexochimaco, 
forma  impersonal  recíproca,  y  signi- 
fica: «se  dan  flores  irnos  á  otros.» 
Por  último,  el  P.  Carocci  emplea  la 
forma  Texochimaco,  que  literalmen- 
te significa:  «se  dan  flores  á  otro  ó 
á  otros.»  Paso  y  Troncoso  dice  que 
la  primera  forma,  Tlaxochimaco, 
es  la  más  generalmente  usada,  la 
más  propia  y  la  más  digna  de  cono- 
cerse. No  juzgamos  que  sea  la  más 
propia,  pues,  como  dice  el  mismo  Pa 
so  y  Troncoso,  envuelve  un  pleonas- 
mo, porque  estando  regido  Xóchitl, 
flor,  por  el  verbo  transitivo  maca, 
dar,  debió  suprimirse  el  prefijo  tía, 
alguna  cosa.  Además,  las  flores  se 
dan  á  alguien,  y  no  á  algo,  y  bajo  es- 
te aspecto  es  más  propia  la  forma 
Texochimaco,  «sedan  flores á algu- 
no. »  Ahora,  si  las  flores  se  las  daban 
entre  sí  los  indios  en  la  fiesta,  re- 
sultan también  propias  las  otras 
dos  formas,  Moxochimaco  y  Nexo- 
chimaco.) 

Tlaxochimaco  era  el  noveno  mes 
del  año  solar.  Lo  llamaban  también 
Miccailhuitontli,  (V.) 

En  este  mes  se  celebra  la  segun- 
da fiesta  de  Huitzilopochtli,  en  la 
cual,  además  de  las  ceremonias  or- 
dinarias, adornaban  con  flores,  no 
sólo  los  ídolos  de  los  templos,  si- 
no también  los  de  las  casas,  y  de  ahí 
vino  el  nombre  de  Tlaxochimaco  y 
los  demás  que  hemos  explicado.  La 


noche  antes  de  la  fiesta  se  emplea- 
ba en  preparar  las  viandas  que  al 
día  siguiente  comían  con  gran  al- 
gazara y  regocijo.  Los  nobles  de 
ambos  sexos  bailaban  poniéndose 
las  manos  en  los  hombros  recípro- 
camente. Este  baile,  que  duraba  to- 
do el  día,  terminaba  con  el  sacrifi- 
cio de  algunos  prisioneros. 

También  se  celebraba  en  este 
mes,  con  sacrificios,  la  fiesta  de 
Yacatecutli,  dios  de  los  mercade- 
res. 

Sahagún,  describiendo  con  su  gra- 
cioso lenguaje  la  fiesta  que  se  ha- 
cía al  dios  de  la  guerra,  dice:  «La 
«noche  antes  de  esta  fiesta,  ocupá- 
«banse  todos  en  matar  gallinas  y 
^perros  para  comer,  en  hacer  ta- 
« males  y  otras  cosas  concernientes 
«á  la  comida.  Luego  de  mañanita  el 
«día  de  esta  fiesta,  los  Sátrapas  de 
«los  Ídolos  componían  con  muchas 
«flores  á  Vitsilopuchtli,  y  después 
«de  compuesta  la  estatua  de  este 
«dios,  componían  las  estatuas  de  los 
«otros  dioses  con  guirnaldas  y  sar- 
«tales  y  collares  de  flores,  y  luego 
«componían  todas  las  otras  estatuas 
«de  los  Calpules  y  Telpuchcales. 
«en  las  casas  de  los  Calpixques  y 
«principales,  y  macehuales,  todos 
«componían  las  estatuas  que  tenían 
«en  sus  casas  con  flores.» 

Describiendo  la  fiesta,  dice: 

«Adornadas  las  estatuas  de  todos 
«los  dioses,  luego  comenzaban  áco- 
«mer  aquellas  viandas  que  tenían 
«aparejadas  de  la  noche  pasada,  y 
«dende  á  un  poco  después  de  comer 
«comenzaban  una  manera  de  baile 
«ó  danza,  en  la  cual  los  hombres 
«nobles  con  mugeres  juntamente 
«bailaban  asidos  de  las  manos,  y 
«abrazados  los  unos  con  los  otros, 
«echados  los  brazos  sobre  el  cuello. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


285 


«No  danzaban  á  manera  de  areyto, 
«ni  hacían  los  meneos  como  en  el 
«areyto,  sino  que  iban  paso  á  paso 
«al  son  de  los  que  tañían  y  canta- 
«ban,  los  cuales  estaban  todos  en  pie 
«apartados  un  poco  de  los  que  baila- 
«ban.  cerca  de  un  altar  redondo  que 
♦llaman  nmniustli. 

«Duraba  este  cantar  hasta  la  no- 
«che,  no  solo  en  los  patios  de  los  cues 
«pero  en  todas  las  casas  de  los 
«principales  y  macehuales  taftian 
«y  cantaban  con  gran  voceria  has- 
«ta  la  noche,  y  los  viejos  y  viejas 
«bebian  el  uctli;  pero  no  ningún 
«mancebo  ni  moza  y  si  alguno  lo 
«bebia,  castigábanlo  reciamente.» 

En  otro  lugar  describe  más  mi- 
nuciosamente la  fiesta,  refiriendo 
los  preparativos  y  el  modo  con  que 
terminaba.  «Dos  dias  antes  quelle- 
«gase  esta  fiesta  toda  la  gente  se 
«derramaba  por  los  campos  y  mai- 
«sales  á  buscar  flores,  de  todas  ma- 
«neras,  así  silvestres  como  campeci- 
«  ñas,  de  las  cuales  unas  se  llamaban 
^acocoxtichitl ,  vüsitsUocoxtíchitl , 
^tepe,  ccmpoalxuchitl,  nextamal- 
^xuchiil,  tlacoxtichül ,  otras  se  11a- 
«man  oceloxuchitL  cacaloxuchitl 
^ocoxuchitl  ó  aiocoxuchitl ,  quauh- 
^eloxuchttl.  xüoxuchül,  tlaccacalo- 
'íxuchitl,  cempoalxuchitl,  aílactieco- 
^nan:  otras  se  llaman  tlapalaüecue' 
<^conany  atBatsa  mulxtichitl;  y  te- 
«niendo  juntas  muchas  de  estas 
«flores,  juntábanlas  en  la  casa  del 
«Cú,  donde  se  hacia  esta  fiesta,  allí 
«se  guardaban  aquella  noche,  y  lue- 
«go  en  amaneciendo,  las  ensartaban 
«en  sus  hilos,  ó  mecatejos:  tenién- 
«dolas  ensartadas  hacían  sogas 
«gruesas  de  ellas,  torcidas  y  lar- 
«gas,  y  las  tendían  en  el  patio  de 
«aquel  Cú,  presentándolas  á  aquel 
«dios,  cuya  fiesta  hacían.   Aquella 


«misma  tarde,  la  vigilia  de  la  fies- 
«ta,  todos  los  populares  hacían  ta- 
« males,  y  mataban  gallinas  y  perri- 
«llos,  y  pelaban  las  gallinas  y  cha- 
«muscaban  los  perrillos,  y  todo  lo 
«demás  que  era  menester  para  el  día 
«siguiente.  Toda  esta  noche  sin 
«dormir  se  ocupaban  en  aparejar 
«estas  cosas.  Otro  día  muy  de  ma- 
«ñana  que  era  la  fiesta  de  Vit^üo- 
*puchtlí\  los  Sátrapas  ofrecían  áes- 
«te  mismo  ídolo  flores,  incienso,  y 
«comida,  y  adornábanlo  con  sarta- 
«les  y  guirnaldas  de  rosas:  habíen- 
«do  compuesto  esta  estatua  de  Vi- 
<^t3Ílopuchtli  con  flores,  y  presen- 
«tádole  muchas,  muy  artificiosa- 
«mente  hechas  y  muy  olorosas, 
«hacían  lo  mismo  con  todas  las  es- 
« tatúas  de  todos  los  otros  dioses 
«por  todos  los  cues,  y  luego  en  to- 
«das  las  casas  de  los  señores  y 
«principales  aderezaban  con  flores 
«á  los  ídolos  que  cada  uno  tenia,  y 
«los  presentaban  otras  flores  po- 
«niéndoselas  delante,  y  toda  la  otra 
«gente  popular  hacía  lo  mismo  en 
«sus  casas.  Acabado  de  hacer  lo  dí- 
«cho,  luego  comenzaban  á  comer  y 
«beber  en  todas  las  casas  de  chicos, 
«grandes  y  medíanos.  Llegando  á 
«la  hora  del  medio  día,  luego  co- 
«menzaban  un  areyto  muy  pompo- 
«so  en  el  patio  del  mismo  Vit'si- 
^lopHchtli,  en  el  cual  los  mas  va- 
«líentes  hombres  de  la  guerra,  que 
«se  llamaban  unos  otomin,  otros 
<^quaquachicli,  guiaban  la  danzíi,  y 
«luego  tras  ellos  iban  otros  que  se 
«llaman  Tequioaque,  y  tras  ellos 
«otros  que  se  llaman  Telpuchia' 
^que,  y  tras  ellos  otros  que  se  11a- 
«man  Tiachcaoan,  }'' luego  los  man- 
-ccebos  que  se  llaman  Telpupu- 
uhti.  También  en  esta  danza  en- 
« traban  mugeres,  mozas  publicas, 

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286 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«é  iban  asidas  de  las  manos  una 
«muger  entre  hombres,  y  un  hom- 
«bre  entre  dos  mugeres  á  manera 
«de  las  danzas  que  se  hacen  en  Cas- 
«tillala  vieja  entre  la  gente  popular, 
«y  danzaban  culebreando  y  cantan- 
«do,  y  los  que  hacian  el  son  para  la 
«danza,  y  los  que  regian  el  canto,  es- 
«taban  juntos  arrimados  á  un  altar 
«redondo  que  llamaban  momustli. 
«En  esta  danza  no  hacian  adema- 
«nes  ningunos  con  los  pies,  ni  con 
«las  manos,  ni  con  las  cabezas,  ni 
«hacian  vueltas  ningunas,  mas  de 
«ir  con  pasos  llanos,  al  compás  del 
«son  y  del  canto  muy  despacio,  na- 
«die  osaba  hacer  ningún  bullicio,  ni 
«atravesar  por  el  espacio  donde  dan- 
«zaban.  Todos  los  danzantes  iban  i 
«con  gran  tiento  de  modo  que  no 
«hiciesen  alguna  disonancia  los  que 
«iban  en  la  delantera,  que  era  la 
«gente  mas  ejercitada  en  la  gue- 
«rra:  llevaban  echado  el  brazo  por 
«la  cinta  de  la  muger  como  abra- 
«zándola,  los  otros  que  no  eran  ta- 
«les,  no  tenian  licencia  de  hacer  es- 
«to.  A  la  puesta  del  sol  cesaba  el 
«areyto,  y  se  iban  todos  para  sus 
«casas,  lo  mismo  hacian  en  cada  ca 
«sa  cada  uno  delante  de  sus  dio- 
«ses:  habia  gran  ruido  en  todo  el 
«pueblo,  por  razón  de  los  cantares, 
«y  del  tañer  de  cada  familia.  Los 
«viejos  y  viejas  bebian  vino,  y  em 
«borrachábanse;  y  reñian  unos  con 
«otros  á  voces,  y  otros  se  jactaban 
«de  sus  valentías  quehabian  hecho 
«cuando  mozos.» 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
página  XXVIII  del  calendario  del 
Códice  Borbónico,  en  que  está  la  pin- 
tura de  la  veintena  Tlaxóchimaco, 
hace  notar  que  entre  los  personajes 
que  allí  figuran,  se  encuentra  uno 
vistosamente  adornado  de  plumas. 


que  él  sospecha  que  es  un  caballe- 
ro del  sol,  y  añade  que  si  así  fuere, 
habría  en  la  pintura  un  nuevo  sim- 
bolismo del  segundo  tránsito  del 
sol  por  el  zenit  de  México,  que  cae 
72  días  después  del  primero;  es  de- 
cir, que  poniendo  el  primer  paso  ze- 
nital  á  mediados  del  mes  Tochcatt, 
el  2.^  paso  coincidirá  con  los  prime- 
ros días  del  mes  Tlaxockimaco,  te- 
niendo en  cuenta  la  diferencia  de 
diez  días,  no  corregida  aún  por 
Gregorio  XIII.  Para  entender  la 
conjetura  de  Paso  y  Troncoso,  hay 
que  insertar  todo  el  pasaje  relati- 
vo. Dice  así: 

« una  ceremonia  del  mes 

« Tlaxoximako,  repetida  en  Xokotl 
^uetfi,  confirma  esta  conjetura.  Co- 
«menzando  el  l.^^iban  al  monte, cor- 
«taban  un  árbol  muy  alto,  lo  despo- 
« jaban  de  sus  ramas,  dejándole  sólo 
«el  renuevo  superior;  traíanlo  arras- 
«trando,  lo  ponían  enhiesto  en  el 
«patio  del  templo,  y  lo  tenian  allí 
«por  todo  el  mes,  dando  al  madero 
«el  nombre  de  xokotl,  hasta  que,  la 
«vigilia  de  la  siguiente  fiesta,  lo  de- 
« jaban  caer  poco  á  poco,  y  esto  da- 
«ba  nombre  al  mes  inmediato,  Xo- 
•kotl  uetfi.  El  tiempo  que  duraba 
«enhiesto  aquel  árbol  sin  ramas, 
«coincidía  precisamente  con  el  2.^ 
«tránsito  del  Sol  por  el  zenit  de  Mé- 
«xico,  época  en  la  cual,  como  he  di 
« cho  en  otro  de  mis  estudios  (Anales 
€  Museo,  Méx.,  11-337),  el  astro  del 
«dia,  según  la  tradición  recogida 
«por  el  P.  Ríos,  venia  de  nuevo  á 
t favorecerá  los  habitantes  de  Ana- 
^uac:  como  lo  mantenían  enhiesto 
«una  veintena,  tendrían  ocasión  de 
«observar  que,  á  medio  dia,  eseár 
«bol,  que  hacia  las  veces  de  un  ver- 
«dadero  gnomon,  echaba  primero 
«la  sombra  para  el  Sur,  cuando  la 


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SEGUNDA  KPOCA.  TOMO  V. 


287 


«declinación  boreal  del  Sol  era  ma- 
«yor  que  la  altura  del  polo  de  Méxi- 
«co;  luego,  en  cierto  dia,  observa- 

•  rian  que  no  daba  sombra  meridia- 
«na;  y  en  el  siguiente  comprobarían 

♦  ya  que  caia  de  nuevo  la  sombra 
«para  el  Norte;  fenómeno  que,  sal- 
«vo  en  aquellos  72  dias  corridos 
«entre  los  dos  pasos  zenitales,  ten- 
«drían  la  certidumbre,  por  observa- 
«ciones  anteriores,  de  que  se  repetía 
« en  los  otros  293  dias,  hasta  comple- 
«tar  los  365  del  año.  Hallábase  de 
«nuevo  el  Sol  en  su  propia  casa, 
«que  ponian  ellos  al  Sur;  y,  cuando 
«no  les  quedaba  ninguna  duda  de 
«haberse  cumplido  el  fenómeno, 
«tanto  por  la  persistencia  de  la 
«sombra  meridiana  con  el  Norte, 
«como  por  el  crecimiento  diario  en 
«dimensión  de  la  misma  sombra, 
«creian  llegado  el  momento  de  de- 
«rribar  á  Xokoll,  y  de  hacer  la  so- 
«lemne  fiesta  del  Fuego  levantan- 
«do  de  nuevo  aquel  mástil .» 

Chavero,  al  hablar  de  la  veintena 
Tlaxochimaco,  no  hace  mención  de 
la  fiesta  principal  que  se  hacía  en 
honor  de  Huüailopochíli ,  según  he- 
mos visto  en  Sahagún,  sino  que  se 
refiere  á  la  fiesta  que  se  hacía  en 
conmemoración  de  los  muertos.  Es 
verdad  que  se  hacía  esa  fiesta,  pero 
no  en  México,  sino  entre  los  totona- 
cos y  tlaxcaltecas,  y  por  eso  ellos 
llamaban  al  mes  Miccailhuitontli. 
(V.)  Concluye  Chavero  diciendo 
que  TVrtJcorA/wrtco  significa  «estera 
de  flores»  ó  «tierra  florida»  y  da 
por  razón  el  que  en  ese  tiempo 
(agosto)  los  campos  y  los  árboles  es- 
tán llenos  de  flores.  Desde  junio 
está  todo  florido.  Para  que  tuviera 
el  nombre  tales  significaciones,  de- 
bería ser  Xochiilalco  ó  Xochipetluco, 
Esa  partícula    tía  ha   confundido 


mucho  á  los  autores  que  han  pro- 
fundizado el  idioma  náhuatl;  cuan- 
do no  le  dan  la  significación  de 
tierra,  le  atribuyen  la  de  petate,  co- 
mo lo  hace  en  este  caso  Chavero. 

El  intérprete  del  Códice  Nuttall, 
al  empezar  á  explicar  la  lámina  37, 
le  da  á  la  veintena  el  nombre 
de  Miccailhuitontli;  pero  después 
dice: 

« otros  llaman    esta   fiesta 

«moxuchimaca.  por  q  enella  Ro- 
«deauan  de  guirnaldas  de  Rosas,  al 
«demonio  a  este  tezca  tepocatl » 

En  la  lámina  está  pintado  Tilla- 
cahuan,  sentado  en  un  icpalli  de 
madera;  tiene  en  la  mano  izquierda 
una  flor  cuyo  aroma  inhala,  y  en 
la  derecha  un  panchimalli:  del  cue- 
llo pende  una  guirnalda  de  nueve 
flores  amarillas  y  tres  blancas,  que 
llega  al  suelo,  pasa  al  lado  derecho 
del  icpalli,  cae  sobre  los  pies  del 
numen,  y  la  última  flor  toca  la  ex- 
tremidad del  panchimalli. 

La  figura  del  mes  en  las  pinturas 
es  la  de  un  cadáver  amortajado  y 
la  de  un  grupo  de  indios  que  arras- 
tran una  viga.  Lo  primero  se  refie- 
re á  la  fiesta  de  los  muertos,  que, 
como  hemos  visto,  se  celebra  en 
algunas  partes;  lo  segundo  alude  á 
la  fiesta  que  se  celebraba  en  la  vein- 
tena siguiente,  llamada  Xocohuetsi 
(V.),  pues  desde  la  veintena  Tlaxo- 
chimaco  cortaban  el  madero  lla- 
mado Xocotl  y  lo  conducían  al  lu- 
gar destinado  para  la  celebración 
de  la  fiesta.  Los  tlaxcaltecas  re- 
presentaban al  mes  en  las  pinturas 
con  una  calavera  pequeña  y  dos  ca- 
nillas, simbolizando  la  fiesta  consa- 
grada á  los  niños  muertos. 

Tlazolouacuilli  (Tlasolteotl,  la 
diosa  de  la  lujuria;  cuacuilli  (V.): 
«Sacerdote  de  Tlazolteotl.)  Nombre 


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288 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


de  sacerdotes  especiales  de  Tlazol- 
teotl,  diosa  de  la  lujuria.  En  plural 
Tlasolteocuacuacuiltin, 

Tlazolcuani.  (Tlasolli,  basura, 
cosas  sucias;  ctíani,  partic.  act.  de 
cua,  comer:  «comedora  de  cosas 
sucias.»)  Tercer  nombre  que  daban 
á  Tlazol íeoll,  la  diosa  de  la  lujuria. 
Le  daban  este  nombre,  no  porque 
materialmente  comiera  cosas  su- 
cias, sino  porque  los  deshonestos  y 
lujuriosos  le  confesaban  sus  peca- 
dos torpes,  que  ella  les  perdonaba; 
y  porque  oía  las  torpezas  de  los 
hombres,  se  decía  que  las  comía. 
Así  se  desprende  del  siguiente  pa- 
saje de  Sahagún: 

«El  tercer  nombre  de  esta  diosa 
«es  Tlaelqüani,  que  quiere  decir 
«^comedora  de  cosas  sucias,  esto  es, 
«que  según  decían  las  mugeres  y 
«hombres  carnales,  confesaban  sus 
«pecados  á  estas  diosas  cuanto 
«quiera  que  fuesen  torpes  y  sucias, 
«que  ellas  los  perdonaban.» 

Tlazolteomioqui.  (Tla^olleoll, 
la  diosa  de  la  lujuria;  micqtii,  muer- 
to: «muerto  de  Tlasolteotl,^)  Nom- 
bre que  daban  á  los  que  mataban 
por  adúlteros:  si  el  muerto  era 
hombre,  lo  llamaban  Tla^olteotla- 
paliuhqiii,  al  que  aplastaban  la  ca- 
beza con  una  loza  por  Tlasolteotl; 
si  era  mujer,  la  llamaban  Tlasol- 
teoteotlcihuatl,  mujer  liviana. 

Tlazolteotlapaliuhqui.  ( Véase 
TlaBolteonticqui.) 

Tlazolteotl.  (Tía,  cosa;  boIU,  vie- 
jo, usado,  gastado:  «cosa  vieja, >»  y 
figur.  «basura,»  «suciedad,»  «in- 
mundicia;» teotl,  diosa:  «Diosa  de  la 
basura,  de  la  inmundicia,»  etc.)  La 
Venus  de  los  mexicanos. 

El  P.  Sahagún  pone  por  rubro  al 
capítulo  XII  del  libro  I.*"  de  su  obra, 
lo  siguiente:  «Que  trata  de  la  diosa 


«de  las  cosas  carnales,  la  cual  llama- 
«ban  Tlaqultcutl,  ó  sea  otra  Venus. 
«Y  sigue  diciendo: 

«Esta  diosa  tenia  tres  nombres: 
el  uno  era  Tlaculteutl,  que  quiere 
decir  la  diosa  de  la  carnalidad.  El 
segundo  nombre  es  Ixctiina.  Llamá- 
banla este  nombre  porque  decían 
que  eran  cuatro  hermanas,  la  pri- 
mera era  primogénita  ó  hermana 
mayor,  que  llamaban  Tiacapan;  la 
segunda  era  hermana  menor,  que 
llamaban  Teicu:  la  tercera  era  la  de 
enmedio,  la  cual  llamaban  Tlaco:  la 
cuarta  era  la  menor  de  todas,  que 
llamaban  Xucotmn.  Estas  cuatro 
hermanas  decían  que  eran  las  dio- 
sas de  la  carnalidad.  En  los  nom- 
bres bien  significa  á  todas  las  mu- 
jeres que  son  aptas  para  el  acto 
carnal.  El  tercer  nombre  de  esta 
diosa  es  Tlaelqüani^  que  quiere  de- 
cir comedora  de  cosas  sucias;  esto 
es,  que  decían  las  mugeres  y  hom- 
bres carnales,  confesaban  sus  pe- 
cados á  estas  diosas  cuanto  quiera 
que  fuesen  torpes  y  sucias,  que  ellas 
los  perdonaban.  También  decian, 
que  esta  diosa  ó  diosas  tenían  po- 
der para  provocar  á  lujuria,  y  para 
inspirar  cosas  carnales,  y  para  favo- 
recer los  torpes  amores,  y  después 
de  hechos  los  pecados  decian  que 
tenían  también  poder  para  perdo- 
narlos, y  á  limpiar  de  ellos  per- 
donándolos, si  los  confesaban  á  sus 
Sátrapas,  que  eran  los  adivinos  que 
tenían  los  libros  de  las  adivinanzas, 
y  de  las  venturas  de  los  que  nacen,  y 
de  las  hechicerías  y  agüeros,  y  de 
las  tradiciones  de  los  antiguos,  que 
vinieron  de  mano  en  mano  hasta 
ellos;  pues  de  que  el  penitente  de- 
terminaba de  se  confesar,  iba  luego 
á  buscar  alguno  de  los  ya  dichos, 
delante  de  quien  se  solían  confe- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


289 


sar,  y  decíanle:  Señor,  quer ríame 
llegará  Dios  todopoderoso,  y  que  es 
amparador  de  todos  (el  cual  se  lla- 
maba Yoalliehccatlosteestescatlipo- 
ca),  querría  hablar  en  secreto  mis  pe- 
cados. Oído  esto  el  Sátrapa  decía- 
le: seáis  muy  bien  venido,  hijo,  que 
lo  que  decís  que  queréis  hacer,  para 
vuestro  bien  y  provecho  es.  Dicho 
esto,  miraba  luego  el  libro  de  las 
adivinanzas,  que  se  llamaba  Tona- 
lamaíl,  para  por  él  saber  qué  día  se 
ría  mas  oportuno  para  aquella  obra: 
y  habiendo  visto  el  dia  que  conve- 
nia, decíale:  para  tal  dia  vendréis, 
porque  entonces  reina  buen  signo 
para  que  esto  se  haga  próspera- 
mente. Llegado  el  dia  que  le  habia 
mandado  que  volviese»  el  penitente 
compraba  un  petate  nuevo,  incien- 
so blanco  que  llamaban  copalli  y 
leña  para  el  fuego  en  que  se  habia 
de  quemar  el  copalli;  y  si  el  peni- 
tente era  persona  principal,  ó  pues- 
ta en  dignidad,  el  Sátrapa  iba  á  su 
casa  para  confesarle  (ó  por  ventu- 
ra el  penitente,  aunque  fuese  prin- 
cipal, iba  á  la  casa  del  Sátrapa;,  lle- 
gado, barría  muy  bien  el  lugar  don- 
de se  habia  de  tender  el  petate  nuevo 
para  ponerse  sobre  él  el  confesor, 
y  luego  encendían  fuego,  y  echaba 
el  copal  en  el  fuego  el  Sátrapa,  y 
hablaba  al  fuego  y  decíale:  «Vos  se- 
«flor,  que  sois  el  padre  y  la  madre 
«de  los  dioses,  y  sois  el  mas  anti- 
«guo  dios,  sabed  que  es  venido  aquí 
«este  vuestro  vasallo,  este  vuestro 
«siervo,  y  viene  llorando,  viene  con 
«gran  tristeza,  y  viene  con  gran  do- 
«lor;  y  esto  es  porque  se  conoce  ha- 
«ber  errado,  haber  resbalado  y  tro- 
mpezado, y  encontrado  con  algunas 
«suciedades  de  pecados,  y  con  al- 
«gunos  graves  delitos  dignos  de 
«muerte,  y  de  esto  viene  muy  pena- 


I 


«do  y  fatigado.  Señor  nuestro  muy 
«piadoso,  que  sois  amparador  y  de- 
«fensor  de  todos,  recibid  á  peniten- 
«cia,  oíd  la  angustia  de  este  vuestro 
«siervo  y  vasallo.»  Acabada  esta 
oración,  el  Sátrapa  volvíase  al  pe- 
nitente y  le  hablaba  de  esta  mane- 
ra: «Hijo,  has  venido  á  la  presencia 
«del  dios  favorecedor  y  amparador 
«de  todos:  venís  te  á  publicarle  tus 
«interiores  hedores  y  pudredum- 
«bres:  vienes  á  abrirle  los  secretos 
«de  tu  corazón,  mira  que  no  te  des- 
«peftes,  mira  que  no  te  despeñes  ni 
«estraviesmintiendoen  la  presencia 
«de nuestro  señor,  desnúdate,  hecha 
«fuera  todas  tus  vergüenzas  en  pre- 
«sencia  de  N.  Sr.,  el  cual  se  llama 
«  Yoalliehectla,  esto  es,  Tescatlipoca, 
«Es  cierto,  que  estás  delante  de  él 
«aunque  no  eres  digno  de  verle,  ni 
«aunque  él  no  te  hable  porque  es 
«invisible  y  no  palpable,  pues  mi- 
«ra  como  vienes,  que  corazón  traes, 
«no  dudes  de  publicar  tus  secretos 
«en  su  presencia,  cuenta  tu  vida, 
«relata  tus  obras  de  la  misma  ma- 
guera que  hiciste  tus  escesos  y  of  en- 
«sas:  derrama  tus  maldades  en  su 
«presencia,  cuenta  con  tristeza  á 
«N.  S.  Dios,  que  es  favorecedor  de 
«todos,  y  tiene  abiertos  los  brazos, 
«y  está  aparejado  para  abrazarte 
«y  para  tomarte  á  cuestas:  mira  que 
«no  dejes  nada  por  vergüenza  ni  por 
«flaqueza.»  Oído  esto  el  penitente, 
luego  hacía  juramento  de  decir  la 
verdad  de  la  manera  que  ellos  usa- 
ban jurar,  tocando  la  tierra  con  la 
mano,  y  lamiendo  lo  que  se  le  había 
pegado,  y  luego  echaba  copail  en  el 
fuego,  que  era  otro  juramento  acer- 
ca de  decir  la  verdad,  y  luego  se 
sentaba  delante  del  Sátrapa,  y  por- 
que le  tenia  como  por  imagen  vica- 
rio de  Dios,  comenzábale  á  hablar 

73 


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290 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


de  esta  manera. « ¡O  Sr.  nuestro  que 
á  todos  recibes  y  amparas,  oye  mis 
hediondeces  y  pudredumbres!  En  tu 
presencia  me  desnudo  y  echo  fuera 
todas  mis  vergüenzas  cuantas  he 
hecho:  no  te  son  por  cierto  ocultas 
las  maldades  que  he  cometido,  por- 
que todas  las  cosas  te  son  manifies- 
tas y  claras.»  Dicho  esto,  luego  co- 
menzaba á  decir  sus  pecados  por  el 
mismo  orden  que  los  hizo,  con  toda 
claridad  y  reposo,  como  quien  dice 
un  cantar  muy  despacio  y  muy  pro- 
nunciado, y  como  quien  va  por  un 
camino  muy  derecho,  sin  desviar  á 
una  parte  y  á  otra,  y  acabando 
de  decir  todo  lo  que  había  hecho, 
comenzaba  luego  á  hablar  el  Sátra- 
pa diciendo  de  esta  manera:  «Hijo, 
«has  hablado  delante  de  nuestro  Sr. 
«Dios  diciendo  delante  de  él  tusma- 
« las  obras;  ahora  también  en  su  nom- 
«bre  te  quiero  decir  loque  eres  obli- 
«gado  á  hacer.  Cuando  descienden 
«á  la  tierra  las  diosas  llamadas  O- 
^vapipilti,  6  cuando  se  hace  la  f  ies- 
«ta  de  las  diosas  de  la  carnalidad 
«que  se  llaman  Yxtuiname,  ayuua- 
«rás  cuatro  dias  afligiendo  tu  estó- 
«mago  y  tu  boca,  y  llegado  el  día 
«de  la  fiesta  de  estas  diosas  Yxtui- 
itname,  luego  de  maftana  ó  en  ama- 
«neciendo  para  que  hagas  la  peni- 
«tencia  convenible  por  tus  pecados, 
«pasarás  la  lengua  por  el  medio 
«de  parte  á  parte  con  algunos  mim- 
«bres  que  se  llaman  teucalcacatl,  6 
€tlacotl,  y  si  mas  quisieres  pasarlas, 
«has  por  las  orejas  lo  uno  de  dos,  y 
«esto  harás  en  penitencia  y  satisfac- 
«cion  de  tu  pecado,  no  por  via  de 
«merecimiento  sino  en  penitencia 
«del  mal  que  hiciste:  traspasarás  la 
«lengua  por  el  medio,  con  alguna 
«espina  de  maguey,  y  después  por 
«el  mismo  ahujero  pasarás  losmim- 


«bres,  pasarás  cada  una  pordelan- 
«te  tu  cara,  y  acabando  de  sacarla 
«arrojarla  has  tras  de  tí  acia  las  es- 
«paldas,  y  si  quisieres  de  todas  ellas 
«hacer  una,  atándolas  todas  la  una 
«con  la  otra,  ora  sean  cuatrocien- 
«tas  ú  ochocientas  las  que  hubieres 
«de  sacar  por  la  lengua;  haciendo 
«esto  se  te  perdonan  las  suciedades 
«que  hiciste.»  Y  si  no  tiene  muchos 
ni  graves  pecados  el  penitente  dí- 
cele  el  Sátrapa  delante  de  quien  se 
confiesa:  «Hijo,  ayunarás,  fatiga- 
rás tu  estómago  con  hambre,  y  tu 
boca  con  sed,  comiendo  sola  una 
vezal  medio  dia,  y  estos  cuatro  dias; 
ó  le  mandaba  irás  á  ofrecer  papeles 
á  los  lugares  acostumbrados  y  ha- 
rás imágenes,  cubrirás  con  ellos  las 
imágenes  que  llevares  hechas  se- 
gún tu  devoción,  y  harás  en  su  pre- 
sencia la  ceremonia  acostumbra- 
da de  cantar  y  bailar  en  su  presen- 
cia.» O  le  decia:  «Has  ofendido  á 
Dios  emborrachándote,  conviénete 
satisfacer  al  dios  del  vino  llamado 
Totochti»  y  cuando  fueres  á  hacer 
esta  penitencia,  irás  de  noche,  irás 
desnudo  sin  que  lleves  ninguna  otra 
cosa  sino  un  papel  delante  y  otro 
detras,  para  cubrir  tus  partes  ver- 
gonzosas; y  cuando  hecha  tu  ora- 
ción te  volvieres,  los  papeles  con 
que  vas  ceñido  detras  y  delante, 
arrojarlos  has  delante  de  los  dio- 
ses que  allí  están.»  Acabada  la 
confesión  y  recibida  la  peniten- 
cia, íbase  para  su  casa  y  procuraba 
de  nunca  mas  volver  á  hacer  aque- 
llos pecados  de  que  se  había  confe- 
sado, porque  decían  que  si  otra  vez 
reincidían  en  los  pecados.no  tenia  re- 
medio. No  hacían  esta  confesión 
sino  los  viejos,  por  graves  pecados 
como  son  adulterios,  &c.,y  la  razón 
porque  se  confesaban  era  por  librar- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


291 


sédela  penatemporal  que  estaba  se- 
ñalada á  los  que  caían  en  tales  pe- 
cados, por  librarse  de  no  recibir 
pena  de  muerte,  ó  machucándole  la 
cabeza,  ó  haciéndola  tortilla  entre 
dos  grandes  piedras.  Es  de  saber 
que  los  Sátrapas  que  oían  los  peca- 
dos, tenían  gran  secreto,  que  jamás 
decian  lo  que  hablan  oído  en  la  con- 
fesión, porque  tenían  que  no  lo  ha- 
bían oido  ellos,  sino  su  dios,  delante 
de  quien  solo  se  descubrían  los  peca- 
dos: no-^e  pensaba  que  hombre  los 
hubiese  oído,  ni  á  hombre  se  hubie- 
sen dicho,  sino  á  Dios.» 

Hemos  transcrito  todo  el  pasaje 
de  Sahagún,  para  que  se  vea  la  di- 
ferencia radical  que  había  entre  la 
Venus  de  los  romanos  y  la  Tlasol- 
teotl  de  los  mexicanos,  no  obstante 
ser  ambas  las  diosas  de  las  cosas 
camales  ó  de  la  lujuria.  Torquema- 
da  comprendió  muy  bien  esta  dife- 
rencia, pues  dice:  «Que  la  diosa 
« lía&olteotl  corresponde  á  Venus, 
«porque  quiere  decir  diosa  de  la  ba- 
«sura,  y  que  de  ella  eran  muy  devo- 
«tas  las  personas  deshonestas;  pero 
«no  era— agrega— porque  patroci- 
«nase,  como  la  Venus  antigua,  sus 
«impurezas,  sino  para  tenerla  pro- 
«picia,  á  fin  de  obtener  perdón  de 
«este  pecado.»  El  P.  Mier,  haciendo 
hincapié  sobre  este  punto,  dice: 

«La  idolatría  de  los  mexicanos  era 
«mas  limpia,  jamas  adoraron  los  vi- 
«cios,  ni  á  ninguno  que  los  hubiese 
«tenido.»  Estas  palabras  las  toma 
de  Dávila  Padilla. 

Tlasolteotl  era  el  7P  seftor  acom- 
pañado de  la  noche.  (  Véase  Yohual- 
TEcuTLi.)  Sobre  esto  dice  Chavero: 
«La  noche  es  á  propósito  para  la 
«deshonestidad,  y  esa  diosa  era  por 
«lo  mismo  símbolo  nocturno.» 

El  extravagante  Borunda,  inter- 


pretando los  jeroglíficos  de  las  dos 
piedras  encontradas  en  el  subsuelo 
de  la  Plaza  de  Armas  de  México,  á 
fines  del  siglo  XVIII,  se  propuso  de- 
mostrar que  la  religión  cristiana 
había  sido  predicada  por  Santo  To- 
más en  el  Anahuac,  que  habían 
apostatado  los  indios,  pero  que  en  su 
religión  idolátrica  había  muchos 
dioses  y  muchas  prácticas  desfigu- 
radas del  Cristianismo.  Consecuen- 
te con  su  propósito,  al  hablar  de 
Tlasolteotl,  dice: 

«Otra  de  las  Alegorías  regiona- 
les se  refería  también  á  la  Imagen 
de  Jesucristo  crucificado,  tratado  de 
nasolteutl,  Señor  teutl  de  la  bro- 
za,  o  vasura  del  mayz  tlasoli,  como 
que  en  el  Monumento  primeramen- 
te ahora  hallado  se  figura  el  año  de 
la  era  Nacional  por  de  singular  es- 
terilidad que  no  dexó  grano,  sino 
aquella  vasura,  y  la  propia  Data  re- 
sulta en  el  segundo  Monumento 
acorde  con  la  señal  de  la  cruz  con- 
tenida en  el  primero,  aver  sido  la 
de  la  Crucifixión  del  Salvador  del 
Mundo.  El  escritor  de  la  Monarquía, 
cap.  32  de  su  lib.°6.°  lo  entendía  por 
sus  erróneas  traducciones  alusivo 
á  la  antigua  Venus  por  la  aplicación 
translativa  que  se  daba  al  f rasismo, 
que  refirió  sin  conocer  su  valor  en 
las  siguientes  clausulas  «Estos  In- 
«dios  Mexicanos  tenían  entre  sus 
«falsos  Dioses,  uno  que  le  Uamauan 
« Tlafolteutl»  que  quiere  dezir  Dios 
«del  estiércol,  o  de  la  vasura,  el 
«cual  aplicaban  á  los  pecadores  su- 
«cios  y  camales:  de  manera  que  era 
«esta  la  Diosa  Venus,  que  en  otros 
«tiempos  celebraron  los  barbaros  y 
«vestíales  hombres  del  Mundo 

«Esta  es  la  Venus  antigua,  y  en- 
«tre  estos  Indios  fue  Tlafolteutl, 
^Diosa  del  Estiércol,  y  muí  bien« 


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292 


ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


«denominada  de  este  nombre,  por- 
«que  Diosa  de  amores  y  sensuali- 
«dades  ¿que  puede  ser,  sino  Diosa 
«sucia,  puerca  y  tiznada?  Pues  el 
«acto  que  se  le  atribuye  es  sucio  y 
«puerco,  y  lleno  de  toda  manzilla, 
«y  fealdad.  Verdad  sea  que  estos  In- 
«dios  usaban  de  la  adoración  de  es- 
«ta  Diosa  Tlafolteuil  diferentemen- 
«te  que  los  antiguos,  porque  la  ado- 
«ravan  en  orden  de  tenerla  propicia 
«para  el  perdón  de  los  pecados car- 
« nales  y  deshonestos,  que  aunque 
«mentian  en  esto, no  era  tan  grande 
«su  pecado,  como  el  de  los  quelate- 
«nian  por  Diosa  de  sus  torpezas. 
«Eran  mui  devotos  de  esta  falsa  Dio- 
«sa  Tlagolteutl  las  personas  cama- 
«les,y  la  hazian  sacrificios  y  ofren- 
«das,  porque  les  perdonase  sus  pe- 
«cados  camales  y  feos,  y  que  no  los 
«castigase  por  ellos  según  lo  mas  ó 
«menos  de  sus  culpas.» 

«Las  emociones  que  sienten  las 
gentes  que  ocurren  al  Santuario  de 
Chalma  á  hazer  allí  las  confesiones 
generales  de  su  vida,  son  las  que 
entienden  á  vista  de  aquel  insigne 
Cruzif ixo,  ser  el  representativo  del 
Señor  de  la  vasura  ó  que  limpia  sus 
conciencias,  y  en  un  llano  antes  de 
llegar  al  Santuario,  los  Indios  se 
desnudan  y  revuelcan  en  el  zacate 
y  me  han  dicho  españoles  creen  se 
les  perdonan  sus  pecados,  y  me 
parece  que  el  zacate  en  que  se  re- 
vuelcan lo  atan  después  y  lo  que- 
man.» 

Según  lo  expuesto  por  Borunda,  la 
diosa  Tlasolteotl  era  adorada  en  un 
teocalli  de  Chalma,  y  su  imagen  fué 
reemplazada  por  una  de  Jesús  cru- 
cificado, puesta  por  los  frailes  agus- 
tinos en  el  santuario  que  erigieron 
á  raíz  de  la  Conquista,  y  al  queacu- 
'  den  todavía  millares  de  indios,  en 


romerías  venidas  de  los  pueblos  más 
lejanos.  (Véase  Chalma.) 

TlazopillL  (Tlasotli,  querido, 
preciado; /)////,  hijo:  «Hijo  precia- 
do.» Paso  y  Troncoso  traduce  «Se- 
ñor preciado.»  No  es  aceptable  esta 
traducción,  porque  pilli,  aunque 
significa  «noble,»  es  connotando 
la  idea  de  dependencia,  pues  los 
nobles  son  servidores  de  los  reyes, 
esto  es,  dependen  de  ellos;  y  esto 
pugna  con  la  idea  de  señor.  Pilli 
connota  bien  la  idea  de  hijo,  porque 
pilli  viene  de  piloa,  colgar,  depen- 
der, ser  apéndice  de  una  cosa;  así 
es  que  pilli,  hijo,  cuelga,  digámos- 
lo así,  depende  de  sus  padres;./)////, 
paje,  depende  de  los  nobles  á  cuyo 
servicio  está;  metlapilli,  es  la  mano 
del  metate,  depende  de  él;  mapilli 
y  xopilli,  dedos  de  la  mano  y  del 
pie,  respectivamente,  son  comple- 
mento, apéndice  de  la  mano  y  del 
pie.  En  ninguno  de  estos  casos  pue- 
de acomodarse  la  idea  de  «señor;» 
al  contrario,  queda  excluida.  Ade- 
más, la  idea  de  « señor, »  y,  sobre 
todo,  refiriéndose  á  dioses,  se  ex- 
presa por  lecutlió  su  metátesis  teuc- 
tli;  asi  vemos  que  se  dice  Tonaca- 
tecutli,  Mictlantecutli y  Tláltecutli, 
etc.,  etc.)  Dios  cuya  fiesta  se  cele- 
braba en  la  veintena  Tecuilhuitl. 
Poco  ó  nada  se  sabría  de  este  dios, 
si  no  lo  encontráramos  en  el  Códi- 
ce NuTTALL.  El  intérprete,  expli- 

I  cando  la  pintura  35,  dice: 

«Esta  fiesta  se  llamaua.  tecuil 

,  «huitl.  En  el  qual  llevavan  los  man- 
«zebos.  enlos  honbros  al  demonio. 
«Vestido  como  papagayo,  ya  vnca- 
«rro.  Enforrado  de  hojas  y  caña  de 
«mahiz.  tañiendo  flautas  y  otros  div- 
«sos  instrumentos  delante  del  Yenla 
«manóle  dauan  Vn^etro  depluma,  q 
«ellos  llamauan  yolo  topiti.  q  quie- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


293 


«re  decircorazon  Vara,  el  demonio 
«que  se  festejaua  aqui.  sellamahua 
«tlago  pilli  q  quiere  dezir  preciado 
«señor.» 

Nada  nos  dicen  las  teogonias  so- 
bre el  origen  de  este  dios,  de  suerte 
que  no  se  sabe  de  quién  fué  « hijo 
preciado,*  como  lo  expresa  la  eti- 
mología de  su  nombre. 

Paso  y  Troncoso  cree  que  Chico- 
mexochitl  y  TlaBOpilli  constituyen 
una  personalidad  ligada  con  Cen- 
ieotl.  En  el  calendario  del  Códice 
Borbónico  figuran  en  la  veintena 
Tecuilhuitontli  los  númenes  Q^e- 
tsalcoali,  Cihuucoall,  Centeotl  é  Ix- 
ililtsin,  y  Qorcid  en  el  Códice  Nut- 
TALL,  en  la  misma  veintena  figura 
como  único  numen  Tlasopilli,  de  ahí 
viene,  sin  duda,  que  Paso  y  Tronco- 
so  crea  que  el  último  se  pueda  con- 
fundir con  Centeoll  y  que  constitu- 
ya una  personalidad  ligada  con  el 
mismo  dios.  Tal  vez  sea  así,  y  por 
esto  es  desconocida  la  genealogía 
de  Tlasopilli;  sin  embargo,  los 
arreos  é  insignias  de  una  y  otra 
deidad  son  muy  diversos. 

TleccQco.  (Tletl,  lumbre,  fuego; 
calli,  casa;  co,  en:  «En  la  casa  de 
la  lumbre.»)  Era  el  17.°  edificio  de  los 
78  que  comprendía  el  templo  mayor 

de  México.  « era  un  Cú  (templo) 

«—dice  Sahagún— donde  cada  afio 
«echaban  vivos  en  un  gran  montón 
«de  fuego  muchos  cautivos  en  la 
«fiesta  que  se  llamaba  Teutleco,  y  ha- 
«  cian  los  Sátrapas  (sacerdotes)  aque- 
« Ha  ceremonia  que  se  llamaba  anta- 
^tlavitsoa  (amatlahuitaoa).^ 

Tlecuahiiitl.  (Tleth  lumbre,  fue- 
go; cuahuitl,  madero,  palo:  «made- 
ro de  lumbre,»  «tizón.»)  Llámase 
así  el  madero  que  encendían  por 
frotamiento  para  sacar  el  fuego. 
(Véase  Mamalhuaztli.) 


Tlemaitl.  {Tletl ,  fuego;  maitl, 
mano:  «fuego  manual»)  Nombre  que 
daban  á  una  especie  de  incensarios 
en  que  quemaban  el  copal  y  otras 
resinas  aromáticas.  «Eran  unas  cu- 
«charas  grandes— dice  Sahagún— 
«agujeradas,  llenas  de  brasas,  y  los 
«astiles  largos,  delgados,  rollizos  y 
«huecos,  y  tenían  unas  sonajas  den- 
«tro,  y  el  remate  era  una  cabeza  de 
«culebra.»  Algunas  veces  movían 
los  mangos  para  que  sonaran  las 
sonajas. 

Tlemoyotl.  (Tletl,  fuego,  lum- 
bre; woyo//,  mosquito:  'Mosquito  de 
la  lumbre.»  Su  significación  direc- 
ta es  «chispa.»  Es  una  de  las  con- 
notaciones más  preciosas  del  idio- 
ma náhuatl.  La  chispa,  al  despren- 
derse de  la  lumbre,  parece  que 
vuela,  como  el  mosquito;  hace  rui- 
do, como  el  mosquito;  quema,  como 
el  mosquito  pica;  causa  ardor  su 
quemadura,  como  lo  causa  elpique- 
te  del  mosquito.)  Los  indios  daban 
culto  al  fuego,  en  términos  genera- 
les, por  sus  efectos,  de  los  cuales 
inspiraban  unos  amor,  y  otros  cau- 
saban temor,  según  el  sencillo  len- 
guaje de  los  indios.  Entre  los  que 
inspiraban  temor  debe  ponerse  el 
efecto  que  causaba  el  fuego  cuando 
saltaban  chispas  de  la  lumbre,  pues 
temían  que  alguno  los  había  de  ve- 
nir á  inquietar,  y  decían:  ¿Aquinye 
huitB?q\xe  quiere  decir:  ¿Quién  vie 
ne  ya? 

Tratando  Paso  y  Troncoso  de  la 
Consagración  del  Fuego  Nuevo,  al 
interpretar  la  pintura  central  de  la 
página  XXXIV  del  Códice  Borbó- 
nico, dice:  «De  las  opiniones  popu- 
« lares,  es  una  de  las  más  interesan- 
«tes,  y  viene  pintada  en  el  Códice 
«NuTTAL  (folio  86),  viéndose  allí  el 
«hogar  de  donde  saltanslas  chiaps, 

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294 


.ANALES  DKL  MUSEO  NACIONAL- 


«Ó  centellas  de  fuego,  y  el  asombro 
«que  causa  el  fenómeno  ádos  su  je- 
itos, quienes,  extendiendo  los  bra 
«zos,  expresan  bien  el  miedo  que 
*les  domina.  Pero  lo  más  instructi- 
«vo  no  es  esto,  sino  que  las  figuras 
«nos  dan  la  frase  que  sirve  para 
«exponer  el  cuadro  clara  y  concl- 
usamente, por  un  procedimiento  in- 
«dicado  ya  en  mi  opúsculo  (pág. 
«  XIV).  Si  en  castellano  quisiéramos 
«expresar  con  brevedad  lo  que  allí 
«pasa,  diríamos  así:  «Saltan  las  chis- 
«pas>  en  mexicano  la  chispa  se  di- 
«ce  tleímoyotl,q\ie  literalmente  sig- 
«nifica  «mosquito  de  fuego,»  y  con 
«esta  forma  vienen  dibujadas  las 
«dos  chispas  de  la  derecha,  donde 
«se  nota  una  cabeza  como  de  insec- 
«to,  y  varias  ramas  laterales  que 
«simulan  sus  6  patas  Detrás  de  las 
«dos  chispas  viene  pintado  un  pe- 
«rro,  xtxt\  lo  que  se  conoce  por  el 
«cerco  negro  que  rodea  su  ojo;  y 
«el  animal  está  en  actitud  de  aco- 
«meter  á  las  centellas,  como  si- 
«guiéndolas:  el  tema  verbal  corres- 
«pondiente  á  seguir  es  toka,  y,  jun- 
«tando  estos  2  elementos  fonéticos 
«con  el  vocablo  de  arriba,  resulta  la 
«siguiente  lectura:  tlenioyotl  xixi- 
^toka,  que  quiere  decir  «saltan  mu- 
«chas  chispas,'  pues  xixitoka  es 
«tema  verbal,  frecuentativo,  de  xi- 
^toni,  «salta,»  }'  á  tlentoyotl,  siendo 
«singular,  le  da  la  significación 
«de  plural.  Véase  como  puede 
«ayudar  el  conocimiento  de  la  len- 
«gua  en  la  interpretación  de  los  ge- 
«roglíficos  indianos. . .  Bajo  forma 
«de  tlemoyotl,  pero  más  perfecta, 
«viene  pintada  la  llama  en  las  pá- 
«ginas  IX,  XVIIl  y  XIX  de  nuestro 
«Códice  Hamy,  lo  cual  entiendo 
«querrá  decir  que  aquel  fuego  es 
«propenso  á  lanzar  chispas.  Apa- 


«rece  también  el  tlemoyotl  en  el 
«contorno  del  disco  solar,  sobre  una 
«preciosa  manta  pintada  en  el  folio 
«3  frente,  del  Códice  Nuttall,  y 
«cuya  inscripción  es  *tilmatl,o 
«manta,  tonativ,  o  sol,»  lo  cual  atri- 
«buyeal  Sol-fuego  propiedades  cen- 
«telleantes  probablemente;  y  ade- 
«más  nos  explica  el  atrevimiento 

•  de  aquel  mosquito  que,  según  la 
«tradición  indiana,  picó  al  Sol  para 

•  que  caminase:  debía  ser  de  la  cia- 
rse de  los  mosquitos  de  fuego,  ya 
«familiarizados  con  el  padre  de  la 
«luz,  por  vivir  en  lo  que  hoy  llama 
«mos  la  corona  y  cromo-esfera.» 

Tlenamac.  (Tletl,  fuego,  lum- 
bre; nawacac,  que  vende:  «vende- 
dor de  lumbre.»)  Nombre  de  los  sa- 
cerdotes que  vendían  la  lumbre  en 
un  edificio  llamado  Titilan  Calme- 
cac  (V.)  «Parece  que  la  distribución 
«de  la  lumbre  — dice  Paso  y  Tron- 
«coso— ya  en  la  solemnidad  delfue- 
«go  nuevo,  ya  en  las  circunstancias 
«comunes  de  la  vida  constituía  para 
«los  templos  una  renta.»  Y  agrega: 
«No  esclarecen  los  autores  el  asun- 
«to,  que,  bien  estudiado,  sería  tema 
«de  gran  interés.» 

Tletlaxoni.  ^Tletl,  fuego;  tlaxo- 
ni,  que  arroja,  deriv.  de  tías  a,  arro- 
jar: «el  que  arroja  el  fuego.»)  Nom- 
bre que  daban  al  madero  perforante 
del  tlecuahuitlf  en  la  ceremonia  de 
producir  el  fuego  nuevo  al  fin  de  ca- 
da siglo  y  en  otras  ocasiones  so- 
lemnes. 

Paso  y  Troncoso  traduce  libre- 
mente el  vocablo  tletlaxoni,  dicien- 
do: «el  instrumento  con  que  searro- 
« ja  ó  empuja  el  fuego,»  y  agrega:  «y 
«es  aplicable  más  bien,  como  se  vé, 
«al  palillo  perforante:  el  2.^  nombre, 
*tlekuaHÍtl,  al  contrario,  aunque 
«significa  rectamente  <^palo  de  fue- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


295 


«¿^0,»  también  quiere  decir  ^tisón,* 
«esto  es,  madero  que  se  quema,  y, 
«en  este  sentido,  es  aplicable  al  palo 
«seco  que  hacíalas  veces  de  yesca.» 
Hace  esta  distinción,  porque  algu- 
nos autores  aplicaban  los  dos  nom- 
bres separadamente  al  aparato  en- 
tero, llamado  mamalhuastli.  (V.) 

Tletonatíuh.  (Tletl,  fuego;  tona- 
tiuh,  el  sol:  «Sol  de  fuego.»)  La  ter- 
cera de  las  cuatro  edades  de  la  Tie- 
rra, según  los  nahoas.  Esta  edad 
está  representada  en  un  jeroglífico 
del  Códice  Vaticano,  número  3738. 
El  conjunto  de  la  pintura  semeja  la 
forma  de  una  olla,  comitl.  Sus  dos  la- 
dos son  fajas  curvas  que  en  sus  cua- 
dros de  colores  alternados,  terro- 
zo  y  amarillo,  simbolizan  los  cam- 
pos; y  los  puntos  de  estos  cuadra- 
dos y  las  hojas  que  de  ellos  brotan, 
significan  que  la  tierra  estaba  cul- 
tivada y  producía  frutos.  Los  intér- 
pretes creen  que  el  estar  pintada  la 
tierra  en  figura  de  olla  y  de  color 
rojo,  da  la  idea  de  que  se  llenó  de 
fuego.  En  la  parte  interior  está  una 
gruta  y  en  ella  la  pareja  de  hom- 
bre y  mujer  que  se  salva  de  la  ca- 
tástrofe y  representa  á  la  humani- 
dad; á  derecha  é  izquierda  se  ve  el 
símbolo  calli,  casa,  unido  á  la  re- 
presentación figurativa  de  la  hierba 
ó  sembrado.  Como  los  dos  lados  de 
la  figura  principal  son  dos  fajas 
de  campos  sembrados,  han  creído 
los  intérpretes  que  se  quiso  signi- 
ficar que  cuando  sucedió  esta  ca- 
tástrofe, la  tierra  producía  frutos 
en  abundancia,  y  en  las  casas  y  las 
huertas  de  la  parte  interior  se  ex- 
presa que  el  fuego  destruyó  las  ciu- 
dades y  los  campos. 

Un  dios  baja  de  la  parte  superior 
de  la  pintura:  es  el  dios  de  los  fue- 
gos volcánicos.  El  círculo  de  donde 


sale  es  rojo,  y  parece  figurar  un 
cráter  formado  por  dos  circunfe- 
rencias concéntricas  de  piedras  ne- 
gras y  amarillas.  El  rostro  del  dios 
es  terrible  y  amenazador.  En  las 
manos  tiene,  como  lanzándolo  sobre 
la  tierrra,  una  especie  de  estandar- 
te, compuesto  de  dos  hileras  de  tec- 
patl,  pedernal,  piedras  volcánicas, 
y  una  lluvia  amarilla  de  lava  y 
fuego.  A  la  espalda  trae  un  gran 
tecpatl  rojo,  color  con  que,  según 
los  autores,  se  ve  pintado,  como  ex- 
presión del  fuego  ardiente.  Tiene 
el  dios  una  cauda  amarilla  de  fuego, 
en  la  que  se  ven  los  símbolos  de  los 
relámpagos  y  de  los  truenos.  El 
dios  es  de  color  amarillo,  y  la  pareja 
que  se  salva  en  la  gruta,  y  que  está 
en  empeñada  conversación,  es  del 
mismo  color.  Representando  esta 
catástrofe  la  época  en  qu^  se  pro- 
dujeron multitud  de  erupciones  cu- 
yos rastros  se  contemplan  por  todo 
nuestro  país — dice  Chavero  —  la 
atmósfera  estaba  cargada  de  vapo- 
res sulfurosos,  y  el  sol  y  todos  los 
objetos  debían  verse  amarillentos. 
Por  eso  la  pareja  que  se  salva  en  la 
gruta  está  pintada  de  color  amari- 
llo. En  esta  gruta  d^  salvación,  co- 
mo en  las  del  Atonatiuh  y  del  Ehe- 
catonatiuh,  el  fondo  es  rojo,  repre- 
sentando siempre  que  allí  se  con- 
servó el  fuego  del  hogar.  El  fondo 
verde  de  la  gruta  parece  manifes- 
tar, con  ese  color  fresco  de  los  bos- 
ques, que  no  llegó  allí  el  incendio 
de  la  tierra,  y  como  no  tiene  el  sig- 
no de  la  salida,  que  es  la  boca  de 
una  serpiente,  de  suponer  es  — di- 
ce un  autor  — que  se  haya  querido 
representar  una  gruta  subterránea. 
Al  rededor  de  la  gruta  se  ven  tres 
aves,  y  de  ahí  vino  la  tradición  de 
que  los  hombres  se  habían  conver- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


tido  en  pájaros.  «Examinándolas 
«con  cuidado, — dice  Chavero— ve- 
«mos  que  la  que  se  halla  á  la  dere- 
«cha  de  la  gruta  y  la  superior  de  la 
«izquierda  vuelan  hacia  arriba, 
«abriendo  los  picos  como  si  grita- 
«ran,  y  manifestando  en  su  actitud 
«que  huyen  espantadas  del  fue- 
«go  que  cae  del  cielo  é  inunda  la 
«tierra.  Esta  idea  se  confirma  con 
« la  figura  de  la  tercera  ave,  que  baja 
«muerta,  con  las  alas  sin  movimien- 
«to,  con  la  cabeza  hacia  el  suelo  y 
«salida  la  lengua.  Llama  verdade- 
«ramente  la  atención  la  manera 
«clara  con  que  los  antiguos  indios 
«sabían  describir  una  gran  catastro- 
«fe,  aún  en  sus  detalles,  usando  ape- 
«nas  de  líneas  sencillísimas,  de  muy 
«corto  número  de  figuras  y  de  unos 
«cuantos  colores.» 

En  una  de  las  tradiciones  se  lla- 
ma á  esta  época  Quiatonatíuh,?ídul' 
teración  de  Quiauhtonatiuh ,  que 
quiere  decir  solamente  «Sol  de  llu- 
via,^ aún  cuando  se  refiere  á  lluvia 
de  fuego.  Agrega  esta  tradición  que 
tomó  este  nombre  del  día  nahui- 
quiahuitl,  en  que  cayó  una  lluvia  de 
fuego  y  se  propagó  el  incendio  con 
una  lluvia  de  ceniza,  que  llovió  fue- 
go y  arena,  por  cuya  causa  se  que- 
mó é  hirvió  la  piedra,  se  formaron 
peñascos  y  las  rocas  coloradas  lla- 
madas tesontli.  Esta  tradición  del 
códice  tolteca  confirma  de  manera 
grandiosa  la  interpretación  de  la  pin- 
tura del  Códice  Vaticano:  la  catás- 
trofe fué  producida  por  innúmera 
bles  erupciones  volcánicas  que  tu- 
vieron lugar  en  nuestro  territorio, 
y  cuyas  huellas  se  encuentran  por 
todas  partes  donde  quiera  que  se  di- 
rija el  paso,  desde  la  espléndida 
cuenca  de  nuestro  Valle  de  México 
hasta  las  grietas  inmensas  de  Aten- 


quique,  y  desde  allí  hasta  el  anti- 
guo hervidero  de  montañas  de  Gua- 
temala. 

Chavero,  admirado  de  la  anterior 
tradición  tolteca,  exclama:  «¡Mag- 
«nífica  imagen  de  las  erupciones! 
«la  lluvia  de  fuego,  de  arena  y  de 
«cenizas;  la  piedra  que  hervía,  las 
«corrientes  de  lava,  que,  endureci- 
«das  por  el  frío  de  los  siglos,  forman 
«por  todas  partes,  y  á  las  puertas 
«de  la  misma  capital,  nuestros  ex- 
«tensos  pedregales;  las  rocas  rojas 
«formadas  por  el  tesontli,  que  es  una 
«lava;  todo,  todo  es  una  manifesta- 
«ción  clara  y  expresiva  de  la  época 
«de  las  erupciones;  todo  confirma 
«como  argumento  irresistible  que 
«los  soles  de  los  nahoas  eran  eda-  • 
«des  cosmogónicas,  verdaderas  ca- 
«tástrofes  para  su  raza,  cuyo  re- 
«cuerdo  conservaban  grabado  de 
«un  modo  indeleble  en  la  gran  bi 
«blioteca  de  la  memoria  de  los  pue- 
«blos.»  - 

Los  signos  cronográf  icos  que  se 
encuentran  en  la  pintura  del  Códi- 
ce acusan  4804  años  como  duración 
del  tercer  sol  ó  edad  de  la  Tierra. 

A  esta  edad  ó  sol  lo  llamaron 
también,  con  mucha  propiedad,  Tle- 
quiahuitl,  «Lluvia  de  fuego.»  (Ríos, 
Clav..  Oroz.  y  Chav.) 

En  un  poema  que  publicamos  con 
el  título  de  «Los  Cuatro  Soles»  des- 
cribimos el  Tletonatiuh,  en  los  tér- 
minos siguientes : 


«Vuelven  los  hombres  á  poblar  la  tierra 

Y  ésta  á  brindar  sus  flores  y  sus  frutos: 
La  nueva  humanidad  goza  de  lleno 

De  los  placeres  que  la  vida  ofrece; 

Y  pasa  el  tiempo,  y  se  amontonan  siglos, 

Y  no  hay  memoria  del  dolor  pasado. 
Empero  el  dios  que  rige  á  los  mortales, 
Desde  el  Teteocan  su  mirada  fija 
Sobre  la  tierra,  y  otra  vez  resuelve 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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Que  el  hombre  muera  y  apurar  el  mundo. 
Xiuhtec{4tletl,  el  dios  de  los  volcanes, 
Es  el  enviado  del  celeste  empíreo 
Para  cumplir  la  voluntad  suprema: 
Amarillo  se  toma  el  claro  cielo 
Por  los  vapores  que  el  azufre  exhala 
De  los  volcanes  en  el  hondo  abismo: 
Cuando  el  calor  ya  ahogaba  á  los  mortales, 
Aparece  en  el  cielo  el  dios  terrible, 
Vistiendo  cauda  de  amarilla  lumbre 
Formada  por  relámpago  perenne, 
Sañudo  el  rostro,  con  las  manos  llenas 
De  tecpatl  destructor  que  al  viento  arroja; 

Y  entre  fragor  de  truenos  y  de  rayos 
Se  aleja  de  la  tierra  y  vuelve  al  cielo. 
Apenas  hubo  el  numen  ascendido 

A  su  feliz  mansión,  ígneos  torrentes 
De  los  volcanes  por  el  cráter  surgen 

Y  ardiente  lava  por  la  falda  corre; 
Del  cielo  caen  raudales  de  ceniza. 
Lluvias  de  fuego  y  de  caliente  arena, 

Y  en  la  tierra  la  dura  roca  hierve: 
Urgidos  de  terror  huyen  los  hombres 

Y  con  ellos  también  los  animales; 
Mas  la  pálida  muerte  se  apodera 

De  todo  el  que  respira  aquel  ambiente. 
Apiadados  los  dioses  de  infelices 
Que  acaso,  como  Lot,  fueron  virtuosos. 
En  aves  voladoras  los  cambiaron, 

Y  huyeron  de  la  muerte  en  raudo  vuelo. 
La  frígida  intemperie  de  los  siglos 

Al  fin  endureció  la  ardiente  lava, 

Y  quedaron  tendidas  las  corrientes 
Desde  los  picos  que  rodean  el  Valle 
Hasta  las  hondas  grietas  de  Atenquique, 

Y  desde  allí,  veloces  serpenteando, 
Hasta  la  sierra  hirviente  en  Guatemala: 
Entonces  se  formaron  en  el  Valle 

Los  negros  pedregales  que  circundan 
A  Tlalpan  y  Mixcoac,  y  por  Ayotla 
Las  grandes  masas  de  teaontli  rojo: 
El  Popocatepetl,  el  Xinantecatl, 
El  pedregoso  Axochco,  el  Citlaltepetl, 
En  los  extensos  valles  que  dominan 
Quedaron  desde  entonces  de  atalaya. 
También  en  esta  vez  una  pareja. 
En  subterránea  cueva  guarecida. 
Por  milagro  salvóse  de  la  muerte. 

Y  el  Anahuac  pobló:  la  vida  torna, 

Y  brotan  frutas  de  la  fértil  tierra. 
Tletonatinh,  ardiente  «sol  de  fuego,» 
Llamóse  el  espantoso  cataclismo. 

Tlexictli  (Tletl,  fuego,  lumbre; 
xictli,  ombligo:  «ombligo  de  la  lum- 


bre.») En  la  fiesta  que  se  hacía  á 
Huitsilopochtli  el  día  chicóme  atl 
del  mes  Toxcatl,  todos  los  que  asis- 
tían á  la  solemnidad  llevaban  in- 
censarios de  barro  y  cierta  cantidad 
de  resinas  para  quemarla  é  incen- 
sar al  dios,  y  todas  las  brasas  que 
servían  en  aquella  ceremonia,  se 
ponían  después  en  un  gran  caldero. 
A  este  depósito  llamaban  Tlexictli. 
Creemos  que  se  emplea  la  palabra 
xictli,  ombligo,  en  el  sentido  figu- 
rado de  «centro.»  «el  centro  de  la 
lumbre.» 

Tleyancuic.  (Tletl,  fuego;  jyaw- 
cuic,  nuevo:  «Fuego  nuevo.»)  Nom- 
bre que  daban  ala  solemne  ceremo- 
nia de  encender  lumbre,  después 
de  apagados  todos  los  hogares,  al 
fin  de  cada  ciclo  de  52  años,  en  el 
cerro  de  Htiitsachtlan  del  puebol 
de  Itstapalapan. 

Tlilapan.  (Tliltic,  negro,  a;  atl, 
agua;  pan,  en:  «En  elagua negra.») 
Era  el  11.^  edificio  de  los  78  que 
comprendía  el  templo  mayor  de  Mé- 
xico. «  . . . .  era  una  fuente  como  al- 
•  berca,— dice  Sahagún— y  por  estar 
*el  agua  profunda  parecía  negra. 
«En  esta  fuente  se  bañaban  los  Sá- 
«trapas  (sacerdotes)  de  noche  los 
«días  que  ayunaban  en  preparación 
«de  las  fiestas  que  eran  cuatro  días 
«en  cada  mes,  estos  eran  como  vi- 
«gilia  de  la  fiesta.  En  habiéndose 
«bañado,  incensaban  el  Cú  (templo) 
«de  Mixcoatl,  y  en  acabando  de  in- 
«sensar  allí,  iban  á  su  monasterio.» 

Tlilhua.  (Tlilli,  tinta  negra;  hua, 
desinencia  que  expresa  tenencia  ó 
posesión:  «el  que  tiene  tinta.»)  Uno 
de  los  dioses  de  la  embriaguez.  La 
diosa  Mayahuel  inventó  el  pulque, 
según  Sahagún,  siendo  la  primera 
que  sacó  la  aguamiel,  raspando  los 
magueyes;  Pantecatl  descubrió  las 

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ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


hierbas  con  que  fermenta  el  pulque, 
y  Tlilhua  6  Tlüoa,  como  escriben 
los  cronistas,  en  unión  de  sus  her- 
manos Tepostecatl,  Cuauhtlapan- 
qui  y  PapatBtacsocaca,  perfeccio- 
nó la  bebida.  El  jeroglífico  del 
nombre  de  Tlilhua,  en  el  Códice 
NuTTALL,  es  un  tecomate  amarillo 
lleno  de  un  líquido  negro  en  fer- 
mentación. Tal  vez  inventó  un  pul- 
que negro,  que  no  ha  llegado  á  nues- 
tro conocimiento,  y  á  eso  alude  tal 
vez  el  nombre  del  dios.  El  intér- 
prete del  Códice  Nuttal  escribe 
el  nombre  tlilchuaci;  pero  creemos 
que  es  una  cacografía,  porque  el 
segundo  elemento  chuaci  ó  chuasi 
no  significa  nada. 

Tlillan.  (Tlülic, negrOy  a;  lian,  va- 
riante de  lian,  junto  á:  «Junto  á  lo 
negro»ó«Enlanegrura.»)Eraell2.° 
edificio  de  los  78  que  comprendía  el 
templo  mayor  de  México.  De  él  di- 
ce Sahagún:— « ....  era  un  oratorio 
«hecho  á  honra  de  la  diosa  Civa- 
^coatl:  en  este  edificio  habitaban 
«tres  Sátrapas  que  servían  á  esta 
«diosa,  la  cual  visiblemente  se  les 
«aparecía,  y  residía  en  aquel  lugar, 
«y  de  allí  visiblemente  salía  para 
«ir  adonde  quería;  cierto  es  que  era 
«el  demonio  en  forma  de  aquella 
«muger.» 

Orozco  y  Berra  describe  el  Tli- 
llan en  los  términos  siguientes: 
«Había  en  el  patio  del  gran  teocalli 
una  pieza  de  unos  setenta  pies  de 
largo  y  treinta  de  ancho  llamada 
Tlillan,  lugar  de  negrura,  porque 
no  tenía  por  donde  recibir  luz  algu- 
na; entrábase  sólo  por  una  puerta 
tan  pequeña  que  era  menester  pe- 
netrar á  cuatro  pies,  y  tenia  su  un- 
tepuerta  para  que  se  conservara 
completa  oscuridad.  Aquí  estábala 
imagen  de  la  diosa  Cihuacoatl  ó 


Qtiilastli,  y  arrimados  por  las  pare- 
des los  idolillos  grandes  y  chicos 
consagrados  á  los  montes:  ahí  sólo 
se  permitían  la  entrada  los  sacer- 
dotes particulares  y  ancianos  con- 
sagrados á  la  diosa.» 

Veinte  días  antes  de  la  fiesta  del 
mes  Hueitecuilhuitl,  gran  fiesta  de 
los  señores,  escogían  una  esclava, 
que  con  los  arreos  blancos  de  Ci- 
huacoatl representaba  á  la  diosa, 
aunque  bajo  el  nombre  de  Xilowen; 
traíanla  de  boda  en  boda  y  de  festín 
en  festín,  presentándola  en  los  mer- 
cados, y  procurando  que  estuviera 
siempre  alegre,  dándole  á  beber  del 
pulque  ó  de  ciertas  bebidas  místi- 
cas. Llegado  el  día  de  la  solemni- 
dad, ponían  á  la  esclava  delante  de 
la  puerta  del  Tlillan,  con  tanta  re- 
verencia como  á  la  diosa  misma. 

Frontero  estaba,  labrado  curiosa- 
mente con  piedras,  teotlecuilli ,  bra- 
sero ó  fogón  divino;  cuatro  días  antes 
habían  alimentado  ahí  los  sacerdo- 
tes un  gran  fuego,  con  madera  de 
encina,  de  modo  que  aquel  día  es- 
taba encendido  y  caliente  como  un 
gran  horno.  Estaban  ya  preparados 
cuatro  prisioneros  de  guerra;  cua- 
tro sacerdotes  tomaban  á  uno  de 
aquellos  por  manos  y  pies,  levantá- 
banle en  peso,  cuatro  veces  le  daban 
enviones  al  aire  y  luego  le  arroja- 
ban al  brasero;  sacábanle  antes  que 
acabase  de  morir  y  le  sacrificaban 
por  el  método  ordinario,  tendiendo 
el  cuerpo  delante  de  la  diosa.  Prac- 
ticaban lo  mismo  con  los  cuatro  pri- 
sioneros, tendiendo  los  cuerpos  jun- 
tos y  unidos,  á  lo  cual  llamaban  el 
estrado  de  presos.  Tocaba  entonces 
su  turno  á  la  diosa,  la  cual  era  ten- 
dida sobre  aquel  estrado  y  degollá- 
banla recogiendo  la  sangre  en  un 
lebrillo,  sacándole  después  el  cora- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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zón;  éste  lo  daban  á  la  estatua  de 
Cihuacoatl  y  con  la  sangre  rociaban 
todos  los  dioses  del  Titilan,  las  pa- 
redes y  el  fuego  del  hogar  ardien 
te.  Los  cuerpos  de  los  cautivos  eran 
entregados  á  sus  dueños,  á  fin  de 
que  celebrasen  el  convite  místico. 
(Véase  Cihuacoatl  y  Hueytecuil- 

HUITL.) 

TliUancalcatl.  (Tlillan  (V.),  ne- 
grura; calli,  casa;  catl,  que  está:  «el 
que  está  en  la  casa  de  la  negrura.») 
El  jefe  supremo  del  Tlillan.  (V.)  Era 
á  la  vez  uno  de  los  cuatro  conseje- 
ros del  rey  de  México. 

Tlillancalmecac.  (Tlillan  (V.); 
calmecac  (V.):  «El  Calmecaíl  del  Tu- 
llan,) Monasterio  ó  convento  donde 
vivían  los  sacerdotes  del  Tlillan. 
Junto  al  Tlillan  estaban  los  aposen- 
tos de  los  sacerdotes,  llamados  te- 
cuacuiltin,  como  los  idolillos  ence- 
rrados, y  delante  una  pieza  en  que 
dos  de  ellos,  mudándose,  mantenían 
el  fuego  perpetuo  y  recibían  las  fre 
cuentes  oblaciones  de  los  fieles.  Ca- 
da ocho  días  una  diputación  de  estos 
sacerdotes  acudía  al  rey,  avisándole 
que  la  Cihuacoatl  tenía  hambre,  y 
para  que  se  le  aplacase  recibían  un 
cautivo  de  guerra.  Moría  éste  den- 
tro del  Tlillan,  arrancándole  un  pe- 
dazo de  muslo,  cual  si  en  verdad  la  ' 
diosa  lo  hubiera  comido.  Si  pasaban  i 
los  ocho  días  sin  la  ordinaria  ración, 
para  motejar  á  los  señores  por  su 
falta  de  celo,  tomaban  los  sacerdo- 
tes una  cuna,  ponían  el  cuchillo  del 
sacrificio,  al  que  llamaban  el  hijo  de  \ 
Cihuacoatl,  entregándola  á  una  in-  ¡ 
día  de  confianza;  ésta  iba  al  tian-  \ 
qui8tli,y  escogiendo  á  la  vendedora  I 
más  rica,  le  rogaba  le  guardara  su  ! 
niño  mientras  volvía.  Aceptado  el  | 
encargo,  llegado  el  tiempo  de  retí-  j 
rarse,  y  mirando  que  ni  la  madre  | 


tomaba  ni  chistaba  el  niño,  la  mer- 
cadera  registraba  la  cuna,  y  encon- 
trando el  cuchillo,  admirada  en  rea- 
lidad ó  bien  industriada,  pregonaba 
que  la  Cihuacoatl  era  venida  y  ha- 
bía dejado  á  su  hijo  para  mostrar  el 
hambre  que  tenía.  Entonces  acudían 
los  sacerdotes  llorando,  llevándose 
con  gran  reverencia  su  cuchillo. 
Tlillancalqui    (Véase  Tlillan- 

CALCATL.) 

Tlillatl.  (Tliltic,  cosa  negra;  ail, 
agua:  «agua  negra.»)  Agua  sagrada 
con  que  se  curaba  á  los  niños.  La 
aplicación  de  esta  agua  como  me- 
dicina, ya  fuera  en  el  templo,  ya  en 
la  casa  del  enfermo,  constituía  una 
gran  ceremonia.  El  P.  Sahagún,  ha- 
blando del  dios  Ixtlilton  (V.),  des- 
cribe la  ceremonia  diciendo: 

«A  este  dios  (Ixtlilton)  hacíanle 
«un  oratorio  de  tablas  pintadas  co- 
«mo  tabernáculo  donde  estaba  su 
«imagen.  En  este  oratorio  ó  templo, 
«habia  muchos  lebrillos  y  tinajas  de 
«agua,  todas  estaban  tapadas  con 
«tablas  ó  comales:  llamaban  á  esta 
«agua  tlilalt,  que  quiere  decir  agua 
«negra,  y  cuando  algún  niño  enfer- 
«maba,  llevábanle  al  templo  ó  ta- 
«bernáculo  de  este  dios  Ixtlilton, 
«y  abrían  una  de  aquellas  tinajas,  y 
«dábanle  de  beber  al  niño  de  la 
«misma  y  con  ella  sanaba;  y  cuan- 
«do  alguno  quería  hacer  la  fiesta  de 
«este  dios  por  su  devoción,  llevaba 
«su  imagen  á  su  casa.  Esta  no 
«era  de  bulto  ni  pintada,  sino  que  era 
«uno  de  los  Sátrapas  que  se  vestía 
«los  ornamentos  de  este  dios,  y 
«cuando  le  llevaban  íbanle  incen- 
«sando  delante  con  humo  de  copal, 
«hasta  que  llegaba  esta  imagen  á 
«la  casa  del  que  habia  de  hacerle 
«fiesta  con  danzas  y  cantares,  como 
«ellos  usaban Con  esto  iban 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«cantando  con  gran  concierto  to- 
«dos,  y  con  voces  muy  sonoras,  los 
«loores  de  aquel  dios  á  quien f este- 
ajaban,  y  lo  mismo  usan  ahora  aun- 
«que  dirijído  de  otra  manera:  ende- 
«rezan  los  meneos  con  tenencias  y 
«atavíos  conforme  á  lo  que  cantan, 
«porque  usan  diversísimos  meneos, 
«y  muy  diversos  tonos  en  el  cantar; 
«pero  todo  muy  agraciado  y  aun 
«muy  místico.  El  bosque  delaidola- 
*tHa  no  está  talado.  Llegada  como 
«está  dicho,  la  imagen  de  este  dios  á 
«la  casa  del  que  la  festejaba,  lo  pri- 
«mero  que  hacían  era  comer  y  be- 
«ber,  después  de  lo  cual  comen- 
«zaban  la  danza  y  cantar  del  dios 
«á  quien  celebran.  Después  que  es- 
«te  dios  habia  bailado  con  los  otros 
«gran  rato,  entraba  dentro  de  la  ca- 
«sa,  á  la  bodega  donde  estaba  el 
<^pulcre  ó  vino,  que  ellos  usaban  en 
«muchas  tinajas,  todas  tapadas  con 
«tablas  ó  comales  embarrados,  las 
«cuales  habia  cuatro  dias  que  esta- 
«ban  tapadas.  Este  dios  abría  una 
«ó  muchas,  y  á  este  abrimiento  11a- 
«maban  tlaiacaxapotla  que  quiere 
«decir,  este  vino  es  nuevo:  hecho 
«este  abrimiento,  él  y  los  que  le 
«acompañaban  bebían  de  aquel  vi- 
«no,  y  salíanse  fuera  al  patio  de  la 
«casa  donde  se  hacía  la  función  y 
«iban  donde  estaban  las  tinajas  del 
«agua  negra,  que  eran  dedicadas  á 
«él,  y  habían  estado  cerradas  cua- 
«tro  dias;  abríalas  este  mismo  que 
«era  la  imagen  de  este  dios,  y  si 
«después  de  abiertas  estas  tinajas, 
«parecía  en  alguna  de  ellas  algu- 
«na  suciedad,  como  alguna  pajuela, 
«ó  cabello,  ó  pelo  ó  carbón,  luego 
«decían,  que  el  que  hacia  la  fiesta 
«era  hombre  de  mala  vida,  adúlte- 
«ro  ó  ladrón,  ó  dado  al  vicio  carnal, 
«y  entonces  le  afrentaban  con  de- 


«cirle  que  alguno  de  aquellos  vicios 
«estaba  en  él,  ó  que  era  sembrador 
«de  discordias  ó  de  zizafias,  afren- 
«tábanle  en  presencia  de  todos;  y 
«cuando  aquel  que  era  la  imagen 
«de  este  dios,  salía  de  aquella  casa, 
«dábanle  mantas,  las  cuales  llama- 
«ban  ixquen,(\Me  quiere  decir  aber- 
«tura  de  la  cara,  porque  quedaba 
«avergonzado  aquel  que  habia  he- 
«cho  la  fiesta  si  alguna  falta  se  ha- 
«Uaba  en  la  agua  negra». 

TlilpotonquL  ( Tlilt¿c,negro;  po- 
tonguí,  oloroso,  apestoso:  «negro  y 
oloroso.»  Es  el  nombre  de  una  plan- 
ta medicinal  contra  los  tumores.) 
Sobrenombre  que  daban  á  Qtietsal- 
coatl.  No  hemos  podido  averiguar 
el  origen  de  este  sobrenombre.  Re- 
verencíalmente:  Tlilpotoncatsin. 

Tloque  Nahuaque.  E  x  p  r  e  s  i  ón 
con  que  se  significa  á  Dios  como 
Ser  Supremo.  El  P.  Sahagún,  sin 
hacer  mención  de  la  palabra  mexi- 
cana, expresa  su  connotación  en  los 
términos  siguientes:  «También  co- 
nocían, sabían  y  decían,  que  habia 
doce  cielos,  donde  en  el  mas  alto 
estaba  el  gran  Señor  y  su  muger: 
á  aquel  le  llamaban  Ometecutli,  que 
quiere  decir  dos  veces  Señor,  y  á  su 
compañera  le  llamaban  Omecioatl, 
que  quiere  decir  dos  veces  Señora, 
los  cuales  dos  asi  se  llamaban,  para 
dar  á  entender  que  ambos  enseño- 
reaban sobre  los  doce  cielos,  y  so- 
bre la  tierra.  Decían  que  de  aquel 
gran  Señor  dependía  el  ser  de  todas 
las  cosas,  y  que  por  su  mandado, 
de  allá  venía  la  influencia  y  calor, 
conque  se  engendraban  los  niños  9 
niñas  en  el  vientre  de  sus  madres.» 

D.  Carlos  M.  Bustamante,  editor 
de  la  obra  de  Sahagún,  en  una  nota 
al  pasaje  preinserto,  dice:  «En  la 
palabra  Teotloquenahuaque  con  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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llaman  á  la  Suprema  Divinidad,  se  ' 
encierra  una  definición  semejante  á 
la  que  dá  S,  Pablo:  aquel  por  quien 
vivimos,  nos  movemos  y  ecsistimos. 
No  puede  darse  idea  mas  precisa, ' 
verdadera  y  hermosa. »  El  preceder 
á  las  palabras  tloquenahuaque  el 
vocablo  Teotl  es  una  invención  de 
Bustamante,  pues  las  palabras  por 
sí  solas  dan  la  idea  de  Dios.  Es  co- 
mo bi  dijéramos  en  castellano  Dios  ' 
Ser  Supremo. 

A  juzgar  por  el  pasaje  de  Sa-  \ 
hagún,  los  indios  llamaban  Tloque-  \ 
nahuaque  al  Dios  Único  y  Supremo, ' 
concebido  así  por  ellos  desde  antes 
de  su  conversión,  pues  era  nombre 
que  le  daban  ios  toltecas  á  Ometecu- 
tu  y  á  Omecihuati,  Omeyotl.  la  Dua- 
lidad  Suprema,   equivalente  á   la 
Trinidad  de  los  cristianos.  No  opi- 
nan lo  mismo  todos  los  autores,  co- 
mo veremos  después. 

El  P.  Molina,  en  su  gran  Vocabu- 
lario Mexicano,  que  escribió  en  la 
sexta  década  del  siglo  XVI,  dice: 

<  Tloque  nahuaque.  cabe  quien  es- 
ta el  ser  de  todas  las  cosas,  con- 
seruandolas  y  sustentándolas:  y  di- 
zese  de  ntro- señor  dios.»  A  juzgar 
por  las  últimas  palabras  de  Molina, 
el   vocablo,  aunque  mexicano,  se 
aplicaba  al  dios  de  los  cristianos  i 
y  no  al  de  los  indios,  pues  de  otro 
modo  el  Franciscano  Molina  no  hu- ; 
biera  dicho  «nuestro  señor  dios.>  j 
Tenemos,  pues,  á  Sahagún  y  á  Moli- 
na, dos  frailes  franciscanos,  contem- 1 
poráneos,  que  opinan  de  contraria 
manera  sobre  la  aplicación  del  vo- 
cablo. • 

El  P.  Clavigero,  hablando  de  los  ! 
dogmas  religiosos   de  los   indios, 
dice:  i 

«Tenían  alguna  idea,  aunque  im-  ¡ 
perfecta,  de  un  Ser  Supremo,  abso- 1 


luto,  independiente,  á  quien  creían 
debía  tributarse  adoración  y  temor. 
No  tenían  figura  para  representar- 
lo, porque  lo  creían  invisible,  ni  le 
daban  otro  nombre  que  el  genérico 
de  Dio^.  que  en  su  lengua  es  Tcoil, 
algo  mas  semejante  en  el  sentido 
que  en  la  pronunciación,  al  Titeos 
de  los  griegos;  pero  usaban  de  epi 
tetos  sumamente  expresivos  para 
significar  la  grandeza  y  el  poder  de 
que  lo  creían  dotado.  Llamábanlo 
Ipalnemoani,  esto  es,  aquel  por 
quien  se  vive;  y  Tloque  Nahuaque, 
esto  es,  aquel  que  tiene  todo  en  sí. 
Pero  el  conocimiento  y  el  culto  de 
esta  Suma  Esencia,  estaban  o.scu- 
recidos  por  la  multitud  de  númenes 
que  inventó  su  superstición.» 

Aunque  no  de  una  manera  tan  ex- 
plícita como  Sahagún,  atribuye  el 
uso  del  nahuaque  aplicado  al  dios 
supremo  de  los  indios,  y  no  al  que 
les  dieron  á  conocer  los  misioneros. 

El  intérprete  del  Códice  Telle- 
RiANo,  explicando  la  lámina  I  de  la 
segunda  parte,  le  da  á  Tonacatecu- 
tu  «que  era  el  dios  que  dicen  que 
hizo  el  mundo,»  entre  otros  nom- 
bres, el  de  Tloque  Nahuaque.  Aun- 
que no  fué  éste  el  creador  del  mun- 
do, ó  si  lo  fué,  tiene  la  misma  per- 
sonalidad de  Ometecutli,  resulta  que 
el  nombre  se  le  aplica  como  Ser  Su- 
premo. 

Orozco  y  Berra,  exponiendo  la 
teogonia  y  la  cosmogonía  de  los  in- 
dios, dice: 

«En  la  confusión  de  aquella  mito- 
logía revuelta  y  extravagante,  se 
mira  descollar  la  creencia  en  la  uni- 
dad de  Dios.  En  la  lengua  mexica- 
na Teotl  corresponde  á  la  idea  abs- 
tracta Dios.  Con  e.sa  palabra  dis- 
tinguían un  ser  supremo,  invisible 
y  eterno,  al  cual  no  representaban 

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ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


en  forma  alguna.  Decíanle  Tloqtie 
Nahuaque,  aquel  que  tiene  todo  en 
sí  ó  el  Creador  de  todas  las  co- 
sas  »  Esta  doctrina  la  tomó  de 

Ixtlilxochitl,  el  historiador  de  los 
toltecas. 

En  otro  lugar,  el  mismo  Orozco  y 
Berra  apunta  la  etimología  del  nom- 
bre, diciendo:  «Destas  dos  proposi- 
*  clones  tloc  y  nahua  se  forman  dos 
«nombres  de  Dios  tlocque  y  nahua- 
<^quc.  Aquel  apud  quem  sunt  omnia, 
«ó  qui  est  iuxta  omnia.» 

Chavero  niegaquelos  indios  mexi- 
canos, y  aun  los  nahoas  en  general, 
hayan  tenido  una  idea  clara  y  exac- 
ta de  un  dios  espiritual,  tal  cual  es 
el  de  los  cristianos,  y  antes  afirma 
que  eran  materialistas,  pues  reco- 
nocían como  Ser  Supremo  al  Fue- 
go. En  su  obra  México  á  través  de 
los  siglos,  apuntó  estas  ideas  y  las 
amplió  hasta  darles  el  carácter  de 
teoría  teogónica  en  su  nueva  obra. 
Los  Dioses  astronómicos  de  los  an 
tignos  mexicanos. 

Uno  de  los  más  fuertes  argumen- 
tos que  encontró  el  autor  citado  con- 
tra sus  afirmaciones,  fué  el  voca- 
blo Tloquenahuaqtie  con  su  conno- 
tación umversalmente  admitida  de 
un  dios  espiritual;  pero  para  des- 
truir el  argumento,  hizo  una  nueva 
afirmación  diciendo  que  el  nombre 
atribuido  á  Dios  Tloquenahuaque , 
fué  un  neologismo  en  el  idioma  ná- 
huatl, inventado  por  los  misioneros 
para  dar  á  conocer  á  los  indios  el 
verdadero  dios. 

Vamos  á  transcribir  la  diserta- 
ción de  Chavero  y  á  hacer  las  ob- 
servaciones que  su  lectura  nos  su- 
giera, para  que  el  lector  se  adhiera 
á  la  opinión  que  juzgare  más  pro- 
bable sobre  si  los  nahoas  fueron 
espiritualistas  ó  materialistas  res- 


pecto de  la  naturaleza  de  la  Supre- 
ma Deidad. 

Dice  Chavero: 

«La  creación  nahua,  y  con  ella 


la  teogonia  y  la  cosmogonía  mexi- 
cas,  están  representadas  en  la  pri- 
mera pintura  del  Cód  ce  Vaticano. 
Según  el  intérprete,  el  lugar  donde 
reside  la  deidad  creadora  se  llama 
Omeyocan,  y  esta  deidad  Ometecuh- 
tli.  Omeyocan  significa  lugar  dos,  y 
Ometecuhtli  señor  dos.  Los  nahuas, 
al  ver  cómo  todo  se  produce  en  la 
naturaleza  por  un  par,  hicieron  á  su 
creador  una  dualidad.  Siguiendo 
esta  idea  de  la  dualidad,  le  dieron 
á  Ometecuhtli  por  compañera  á  la 
diosa   Omecihuatl,  cuyo   nombre 

¡  quiere  decir  mujer  dos.  El  intérpre- 

\  te  del  Códice  Vaticano  refiere  que 

I  todos  los  dioses  tenían  mujer,  no 
para  usar  del  matrimonio,  sino  so- 

I  lamente  por  compañía:  lo  cual  cowjl 
firma  la  idea  de  la  dualidad  religio- 
sa de  los  nahuas.  Sahagún  coloca 

I  la  residencia  de  estas  deidades 
creadoras,  es  decir,  el  Omeyocan,  so- 
bre los  nueve  cielos.» 

Comienza  Chavero  su  estudio  por 
una  errónea  interpretación  de  la 
significación  de  los  nombres  Orne- 

,  tecutli,  Omecihuatl  y  Omeyocan. 

'  Para  demostrarlo,  repetiremos 
aquí,  ampliándolo,  lo  que  hemos  di- 

'  cho  sobre  la  etimología  de  estas  pa- 
labras en  los  artículos  respectivos. 

I  «Señor  dos,*  «Mujer  dos»  y  «Lu- 
gar dos»  no  significan  nada,  no  dan 

I  idea  ni  de  los  dioses  ni  del  lugar 
donde  residen.  Cada  una  de  esas 

'  significaciones  no  es  más  que  un  so- 

I  lecismo,  por  la  concordancia  de  un 

'  nombre  en  singular  con  el  adjetivo 
plural.  Comprendiendo  esto  los  auto- 
res, entre  ellos  Orozco  y  Berra  y  el 
mismo  Chavero,  le  han  dado  otra 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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significación  á  tales  nombres,  y  han 
dicho  que  Omelecuili  es  «Dos  veces 
Señor,»  Omecihuath  «Dos  veces  Se- 
ñora» y  Omeyocan,  «Lugar  de  los 
dos.»  Esta  interpretación  ya  signi- 
fica algo;  pero  también  es  errónea. 
Orne  nunca  significa  «dos  veces,» 
pues  para  esta  expresión  hay  el  nu- 
meral oppa,  de  suerte  que  los  nom- 
bres de  los  dioses  deberían  ser  Op- 
patecutli,  OppacihuaÜ.  Además, 
teniendo  los  nahoas  un  dios  que  se 
llama  Nappateciitli,  «Cuatro  veces 
señor»  (V.),  un  dios  inferior,  ¿sería 
creíble  que  á  su  deidad  suprema  la 
llamasen  «Dos  veces  Señor»?  Que- 
daría reducido  el  Ser  Supremo  á  la 
mitad  de  un  dios  inferior.  Es,  pues, 
inadmisible  la  segunda  interpreta- 
ción de  los  nombres  de  que  estamos 
tratando.  Veamos  ahora  cuál  es  su 
verdadera  significación.  Omeyocan 
se  compone  de  omeyoil,  «dualidad,» 
substantivo  abstracto  derivado  de 
orne  y  dos,  como  en  castellano  se  de- 
riva dualidad  de  dual,  y  éste  de 
dos,  en  latín  dúo;  y  se  compone 
de  can,  «lugar;»  de  suerte  que  sig- 
nifica «lugar  de  la  dualidad,»  esto 
es,  donde  mora  y  reside.  Esta  dua- 
lidad la  componen  OmetecutliyOme' 
cihuaíl,  que  son  nombres  sincopa- 
dos de  Omeyotecutli,  el  Señor,  esto 
es,  el  varón  de  la  dualidad,  y  de 
Omeyocihuatl.\?í  mujer  de  la  duali- 
dad. Como  los  indios  conocían  la  pa- 
labra Omeyoil  en  el  nombre  de  la 
morada  de  los  dos  dioses,  Omeyo- 
can,a.\  hablar  de  cada  uno  de  ellos, 
ya  no  lo  empleaban,  sino  que,  sin- 
copando las  palabras,  decían  Ome- 
tecutli,  Omecihuatl  y  sin  riesgo  de 
confundir  estas  palabras  con  otras, 
pues  ya  hemos  visto  que  no  tienen 
las  significaciones  que  les  han  atri- 
buido los  cronistas. 


No  podían  creer  que  significaban 
«Dos  señores,»  porque  esto  se  dice 
Ometecutin,  en  -plural ;  ni  «Dos  Mu- 
jeres,» porque  esto  se  dice  Omeci- 
huame,  en  plural  también.  Tampo- 
co podían  darles  la  significación  de 
«Dos  veces  señor»  y  «Dos  veces 
mujer,»  porque  ya  hemos  visto  que 
esto  se  dice  en  mexicano  Oppate  - 
cutli  y  OppacihuaÜ. 

Fijada  en  nuestro  concepto  la  eti- 
mología de  los  dos  númenes  que 
forman  la  Omeyoil,  «Dualidad,»  de 
la  teogonia  nahoa,  seguimos  exami- 
nando el  estudio  de  Chavero.  Con- 
tinúa diciendo: 

«Importante  es  averiguar  la  na- 
turaleza de  esta  divinidad  creado- 
ra. Para  ello  será  preciso  buscaren 
las  pinturas  jeroglíficas  una  repre- 
sentación gráfica  del  Ometecuhtli, 
del  dios-dos.  La  tenemos  en  el  Có- 
dice DE  Oxford.  En  su  lámina  X  es- 
tá representado  el  cosmos  nahua,  y 
debajo  de  éste  y  como  sustentándo- 
lo, se  ve  una  figura  compuesta  de  dos 
cabezas  rojas  enteramente  iguales, 
las  cuales  descansan  sobre  el  sím- 
bolo del  agua.  En  el  razonamiento 
que  el  Señor  hacía  á  sus  hijos  cuan- 
do llegaban  á  la  edad  de  la  discre- 
ción, pone  Sahagún  las  siguientes 
frases:  «los  coloca  al  lado  del  dios 
del  fuego,  que  es  padre  de  todos  los 
dioses ,  que  reside  en  el  alberjt^ue 
del  agua,  y  entre  las  flores,  que 
son  las  paredes  almenadas,  envuel- 
to entre  unas  nubes  de  agua.  Este 
es  el  antigo  dios  que  se  llama  ^jya 
mictlan  y  Xiuhtecuhtli. ...»  Tales 
palabras  nos  dan  mucha  luz. 

"La  deidad  doble  del  Códice  de 
Oxford,  es  el  fuego  que  reside  en 
el  agua;  y  bien  lo  manifiesta  su  co- 
lor rojo.  Es  el  padre  de  todos  los 
dioses,  porque  es  el  creador.  Y  por 


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304 


ANA1.ES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ser  el  primero,  se  le  llama  el  anti- 
guo dios,  el  dios  viejo,  HuehueteotL 
El  mismo  Sahagún  dice  que  al  dios 
del  fuego  le  llamaban  VeveteutL  es 
decir,  el  dios  antiguo,  y  que  todos 
le  tenían  por  padre,  Torquemada 
también  lo  llama  HuehueteotL  dios 
viejo  y  antiguo.  Así,  los  nahuas 
creían  que  el  creador  de  todas  las 
cosas  era  el  elemento  fuego.  Éste, 
además,  era  eterno,  pues  hemos  vis- 
to cómo  por  otro  nombre  se  llama 
Ayamictlan.  Esta  palabra  significa 
lo  que  nunca  muere,  lo  que  nunca 
perece,  lo  eterno. » 

No  hay  inconveniente  en  admitir 
que  las  figuras  del  Códice  Oxford, 
á  que  alude  Chavero,  sean  el  dios 
del  fuego,  y  creemos  que  el  pasa- 
je de  Sahagún  confirma  la  represen- 
tación de  la  pintura;  pero  nada  de 
esto  demuestra  que  el  fuego  sea  el 
Ometecutli,  esto  es,  el  Ser  Supremo, 
el  numen  espiritual.  Leyendo  todo  el 
capítulo  de  Sahagún,  se  advierte 
que  no  señala  al  dios  del  fuego, 
Xiuhtecutli,  Ayamictlan,  Huehue- 
teotl,  como  Ser  Supremo,  Creador 
Universal,  sino  como  un  dios  gran- 
de, infinito  y  el  más  antiguo.  El 
padre,  al  exhortar  á  sus  hijos,  se  re- 
fiere en  todo  el  discurso  al  dios  su- 
premo, espiritual,  llamado  Ometecu- 
tli,  pues  al  llegar  á  las  palabras 
que  cita  Chavero,  dice: « . . .  .  porque 
«tuvo  por  bien  nuestro  señor  dios 
«de  hacerlos  esta  merced  y  no  por 
«sus  merecimientos,  ó  bien  los  dá 
<^habilidad  para  merecer  la  silla  y 
«estrado  del  señorío,  y  regimiento 
«del  pueblo  ó  provincia,  y  pone  en 
«sus  manos  el  cargo  de  regir  y  go- 
«bernar  la  gente  con  justicia  y  rec- 
«titud,  y  los  coloca  al  lado  del  dios 
<í  del  fuego,  que  es  el  padre  de  todos 
^los  dioses,  que  reside  en  el  alber- 


«gue  de  la  agua.  ...,.>  ¿Quién  pone 
al  lado  del  dios  del  fuego  á  los  hom- 
bres escogidos?  El  Ser  Supremo,  el 
dios  espiritual,  la  Omeyotl  de  Orne- 
tecutli  y  Omecihuatl.  Que  Sahagún 
llama  al  Fuego  el  padre  de  los  dio- 
ses; sí,  de  los  dioses  creados,  puesto 
que  antes  ha  hablado  de  otro  dios 
superior;  que  lo  llama  Huehueteotl, 
el  dios  viejo,  sí,  el  más  viejo,  el  más 
antiguo  de  los  dioses  creados;  que 
lo  llama  Ayamictlan,  que  nunca 
muere,  sí,  pero  esto  significa  que  es 
infinito,  no  que  es  eterno,  como  dice 
Chavero.  Además,  todos  los  con- 
ceptos que  campean  en  la  exhor- 
tación transcrita  por  Sahagún,  de 
justicia,  de  merecimiento,  de  miseri- 
cordia, etc.,  etc.,  no  pueden  refe- 
rirse á  un  dios  material  como  es  el 
Fuego,  sino  á  su  dios  espiritual,  que 
es  el  representado  por  la  Omeyotl. 
Por  último,  se  dice  por  Sahagún  y 
se  pinta  en  el  Códice  Oxford  que  el 
dios  del  fuego  tiene  su  albergue  so- 
bre las  aguas,  esto  es,  en  uno  de 
tantos  cielos  creados  por  Orne  tecu- 
tli, y  éste  reside  sobre  los  nueve 
cielos,  esto  es,  fuera  de  la  Creación; 
luego  éste  es  el  Ser  espiritual.  Los 
nahoas,  pues,  creían  que  el  elemen- 
to fuego  era  el  creador  de  todas  las 
cosas;  pero  de  las  cosas  materiales; 
y  eso  lo  creemos  también  hoy  todos 
nosotros,  en  el  sentido  de  que  tt  • 
dos  los  seres  materiales  entrañan 
el  elemento  fuego,  como  lo  ense- 
ña el  sistema  cosmogónico  de  La- 
place. 
Prosigue  el  mismo  Chavero: 
«Los  nahuas  no  concebían  un 
creador  espiritual,  sino  una  mate- 
ria creadora,  el  fuego:  materia  eter- 
na que  todo  lo  produce,  que  conser- 
va todo  y  todo  lo  renueva.  Tal  idea 
corresponde  perfectamente  al  esta- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


305 


do  sociológico  de  nuestros  antiguos 
pueblos.  Y  sin  embargo,  creyérase 
lo  contrario  al  leer  cuanto  los  ero- ' 
nistas  dicen  del  Tloque  Nahuaque, 
otro  nombre  dado  por  ellos  al  dios 
creador.  Veamos  algunas  de  sus  i 
opiniones. 

«Ixtlilxochitl,  ponderando  las 
grandes  virtudes  de  Nezahualco- 
yotl,  dice  en  la  undécima  Relación 
de  las  noticias  de  los  Pobladores, 
que  ese  rey  alcanzó  á  saber  y  de- 
claró cómo  después  de  nueve  cie- 
los estaba  el  creador  de  todas  las 
cosas  y  un  solo  dios  verdadero,  á 
quien  puso  por  nombre  tloque  Na- 
huaque;  y  en  su  Historia  Chichi- 
meca  agrega  que  edificó  al  dios  in- 
cógnito y  creador  de  todas  las  co- 
sas, una  torre  altísima  formada 
de  nueve  sobrados,  significación  de 
los  nueve  cielos,  y  sobre  ellos  un 
remate  matizado  de  negro  y  estre- 
llado por  la  parte  de  afuera,  y  en- 
gastada en  oro,  pedrería  y  plumas 
preciosas  por  la  parte  de  adentro; 
3^  que  este  templo  estaba  dedicado 
al  dios  referido,  y  no  conocido  ni 
visto  hasta  entonces,  sin  ninguna 
forma  ni  figura.  Si  hubiéramos  de 
creer  á  este  historiador,  no  queda- 
ría duda,  los  aculhuas  habían  alcan- 
zado el  conocimiento  de  un  dios  es- 
piritual semejante  al  cristiano;  pero 
debemos  desconfiar  de  su  relato 
por  dos  motivos:  el  primero,  que  Ix- 
tlilxochitl  trata  de  sublimar  áNeza- 
hualcoyotl,  y  hacerlo  superior  por 
sus  ideas  y  conocimientos  á  todos 
los  demás  personajes  de  nuestra 
Historia  antigua;  el  segundo,  que  es 
achaque  de  nuestros  viejos  cronis- 
tas, principalmente  en  los  del  siglo 
XVII,  buscar  conexiones  entre  las 
creencias  de  los  indios  y  las  cristia- 
nas, para  lo  cual  adulteraron  aqué- 


llas. Esto  los  indujo  á  sostener  que 
en  remotos  tiempos  se  había  pre- 
dicado el  Evangelio  en  estas  regio- 
nes. Se  buscó  la  semejanza,  la  cual 
no  existe  por  cierto,  entre  los  ritos 
del  bautismo  y  el  matrimonio  prac- 
ticados por  los  mexicas  y  los  usa- 
dos por  los  católicos;  y  con  otros 
argumentos  igualmente  falsos,  cre- 
yeron ver  los  mismos  escritores  de 
aquellos  tiempos  en  la  teogonia  na- 
hua,  las  huellas,  aun  no  bien  borra- 
das, de  la  teología  apostólica. 

«Pero  la  misma  forma  de  la  torre 
levantada  por  Nezahualcoyotl,  y  el 
nombre  de  Chililitli  que  le  da  Ixtlil- 
Xóchitl,  nos  indican,  no  su  dedica- 
ción á  un  ser  espiritual,  sino  la  re- 
presentación del  sabeísmo  de  los 
nahuas.  Los  nueve  sobrados  ó  pi- 
sos significaban  los  nueve  cielos, 
como  dice  el  historiador  texcucano; 
y  el  chapitel  ó  remate  era  represen- 
tación del  Omeyocan.  Mr.  Brington, 
con  gran  perspicacia,  encontró  la 
etimología  de  esta  palabra  Chilili' 
tu.  Segnn  él,  se  compone  del  ver- 
bo chia  ó  chilla j  velar,  y  del  nombre 
//////,  negrura  ú  obscuridad.  Agre- 
ga, con  justicia,  que  probablemente 
se  usaba  la  torre  para  el  estudio 
del  firmamento  en  la  noche.  Era  en 
realidad  un  observatorio  astronó- 
mico. Por  lo  mismo,  el  Chililitli 
no  da  la  idea  del  conocimiento  de 
un  ser  espiritual,  sino  del  culto  ma- 
terial de  los  astros,  del  sabeísmo  de 
los  nahua.  Sahagún,  en  su  descrip- 
ción del  gran  Teocalli  de  México, 
menciona  un  edificio  llamado  CAZ- 
lilico:  en  él  sacrificaban  víctimas  á  la 
media  noche  del  día  chicunahuie- 
hecatl,en  la  fiesta  de  Atlacahualco. 
Aquí  vemos  igualmente  un  culto 
astronómico.» 

Ya  hemos  visto  en  la  discusión 
77 


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306 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


del  pasaje  anterior,  que  sobre  Hue-  ¡ 
hueteotl  6  Xiuhtecutli,  dios  del  fue- 
go, numen  material,  había    otro' 
dios  espiritual,  la  Omeyotl;  así  es  i 
que  no  haremos  hincapié  en  la  ase- 
veración   que  hace  Chavero  en  el 
primer  párrafo  del  pasaje  preinser- 
to, al  decir  que  los  nahuas  no  conce-  i 
bían  un  creador  espiritual. 

Nosotros  no  creemos,  como  dice 
Ixtlilxochitl,    que    Nezahualcoyotl 
alcanzó  á  saber  y  declaró  cómo  i 
después  de  nueve  cielos  estaba  el  | 
creador  de  todas  las  cosas  y  un  so- 1 
lo  dios  verdadero.  | 

Loque  creemos  es  que  Nezahual- 1 
coyotl  lo  que  hizo  fué  proclamar 
esta  verdad,  conocida  ya  por  los 
toltecas,  ponerle  nombre  á»ese  dios  ¡ 
y  edificarle  un  templo,  el  Chililitli. ! 
Chavero  desconfía  de  la  relación  de  ' 
Ixtlilxochitl  porque,   éste,   como ' 
de  la  misma  raza  aculhua  de  Neza- 
hualcoyotl,  trata  siempre   de   en- 1 
grandecerlo.  No  niega  Chavero  la  ; 
existencia  del  Chililitli,  pero  no  le 
concede  el  carácter  de  templo,  sino  : 
el  de  simple  observatorio  astronó- , 
mico,  y  funda  su  aseveración  en  la 
etimología  que  da  Brington  del  nom- 
bre, la  cual  no  es  exacta,  pues  la  es- 1 
tructura  que  se  le  atribuye  á  la  ' 
palabra  no  cuadra  con  la  índole  del  | 
idioma  náhuatl;  y  tan  es  así,  que 
Brington  señala  los  elementos  que, 
á  su  juicio,  forman  la  palabra;  pero 
no  da  el  nombre  inglés  que  debe  re- 
sultar de  tales  elementos,  ni  Cha- 
vero  da  el  nombre  castellano.  Ade- 
más, en  mexicano,  observatorio  as- 
tronómico se  áice:  Ilhuicachialoyan, 
compuesto  de  ilhuicatl;  el  cielo,  chia- 
lo,  se  ve,  se  mira,  y  yan,  donde: 
«Donde  se  mira  el  cielo.»  Sise  quie- 
re concretar  la  significación  á  la 
observación  de  los  astros,  se  em- 


plea la  palabra  Citlalchialoyan.  por- 
que citlalin  es  «estrella.» 

La  existencia  de  una  capilla  en  el 
templo  mayor  de  México,  llamada 
chililico,  de  que  habla  Chavero  ci- 
tando á  Sahagún,  en  nada  favorece 
su  tesis,  antes  bien  le  es  adversa, 
porque  se  ve  que  el  nombre  chilili- 
tli es  aplicable  á  un  templo,  y  no 
exclusivamente  á  un  observatorio 
astronómico.  Además,  Sahagún  no 
dice  que  el  Chililico  haya  servido  de 
observatorio,  sino  de  lugar  don- 
de se  tributaba  culto  á  los  dioses, 
puesto  que  allí  se  les  sacrificaban 
víctimas  humanas.  La  circunstan- 
cia de  que  estos  sacrificios  se  hi- 
cieran á  media  noche,  tampoco  fa- 
vorece la  tesis  de  Chavero,  porque 
en  muchos  de  los  edificios  compren- 
didos en  el  recinto  del  templo  ma- 
yor, se  consumaban  también  en  al- 
tas horas  de  la  noche. 

Sigue  diciendo  Chavero: 

«Torquemada  dice  que  los  indios 
llamaron  á  los  que  tuvieron  por  dio- 
ses supremos,  Tloque  Nahuaque,  lo 
cual  significa  par  en  quien  está  el 
ser  de  todas  las  cosas:  es  decir,  la 
dualidad  nahua,  dualidad  excluyen- 
te  de  la  unidad  y  de  la  trinidad  cris- 
tianas. Y  agrega:  «que  si  pomo  son 
debidos  á  Dios  estos  nombres  y 
atributos,  supieran  aplicarlos  al  que 
lo  es  verdadero,  fueran  muy  discre- 
tos.» Con  lo  cual  Torquemada  cor- 
ta de  raíz  las  suposiciones  de  un 
ser  espiritual  como  creador  en  la 
teogonia  nahua.» 

¿Qué  autoridad  tiene  Torquema- 
da para  afirmar  que  no  atribuían  á 
un  dios  supremo,  causa  de  las  cau- 
sas, la  connotación  de  las  palabras 
Tloque  Nahuaque?  Sahagún,  Po- 
mar, Ixtlilxochitl  y  otros  cronistas 
están  contestes  en  que  con  estas 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


307 


palabras  significaban  á  un  dios  es- 
piritual. Todos  los  críticos  han  con- 
siderado á  Torquemada  como  falto 
de  juicio  y  lleno  de  contradicciones  \ 
en  sus  relatos;  ¿y  le  vamos  á  con- 
ceder á  él  más  autoridad  que  á  los 
cronistas  é  historiadores  citados? 

No  tiene  razón  Chavero  al  decir 
que  Torquemada  cortó  de  raíz  las 
suposiciones  de  un  ser  espiritual. 
Ese  ser  existía  en  la  mente  de  los 
nahoas,  era  la  Ow^3'o// creadora. 
Continúa  hablando  Chavero: 
«Las  verdaderas  ideas  de  los  in- 
dios se  desprenden  del  discurso  de 
Maxixcatzin  á  Cortés,  discurso  con- 
servado por  Muñoz  Camargo;  aun 
cuandodela  transcripción  hecha  por 
Herrera,  quiera  deducir  Fábrega  lo 
contrario.  Debe  sospecharse  con 
buen  fundamento  que  Muñoz  Ca- 
margo, pues  se  llamaba  español  y 
cristiano,  aunque  era  mestizo  des- 
cendiente de  tlaxcaltecas,  nos  pre- 
sentaría á  éstos  conviniendo  sin 
condiciones  á  las  exigencias  reli- 
giosas de  Cortés;  y  sin  embargo,  en 
su  relato,  Maxixcatzin  dice  con  ener- 
gía: que  nos  derribes  y  desbarates 
nuestros  ídolos,  que  son  semejanza 
de  nuestros  dioses,  á  los  cuales 
adoramos  y  reverenciamos  de  tan- 
tos siglos  atrás  nosotros  y  nues- 
tros antepasados,  que  con  tanta  re- 
ligión observaron  y  guardaron  el 
culto  de  ellos:  ¿cómo  quieres  tú  que 
con  tanta  facilidad  los  dejemos,  y 
consintamos  que  con  tus  violentas 
y  sacrilegas  manos  te  dejemos  pro- 
fanar los  dioses  que  en  tanto  te- 
nemos y  estimamos?»  Si  los  indios 
ilustrados  no  podían  menos  de 
comprender,  que  los  ídolos  de  pie- 
dra y  de  palo  eran  obra  de  ma- 
nos de  hombres,  creíanlos  seme- 
janza de  sus  dioses  y  llamaban  sa- 


crilego á  Cortés  porque  intentaba 
derribarlos,  ¿en  dónde  está  aquí  la 
idea  cristiana?  Por  el  contrario, 
Maxixcatzin  agrega  que  si  alguien 
se  atreviese  á  tocar  á  sus  dioses, 
no  se  habría  comenzado  á  poner  poi 
obra,  cuando  ellos  todos  se  indig- 
narían contra  todo  el  mundo,  y  lo 
destruirían  y  volverían  por  su  pro- 
pia causa  y  deidad;  y  cuando  vie- 
sen que  los  menospreciaban,  envia- 
rían hambres  y  pestes,  y  el  sol,  la 
luna  ydemás  estrellas  relumbrantes 
se  enfadarían  y  ya  no  mostrarían 
más  su  luz  ni  claridad.  Lejos  de 
percibir  una  idea  espiritual  en  estos 
conceptos,  descúbrese  una  religión 
materialista  basada  en  el  culto  de 
los  astros.» 

El  discurso  de  Maxizcatzin  á  Cor- 
tés, de  que  tanto  mérito  hace  Cha- 
vero,  se  lo  dirigiría  hoy  im  católico 
y  aún  sacerdote  á  cualquier  deísta  ó 
libre  pensador  que  pretendiera  des- 
truir en  un  templo  las  imágenes  de 
Jesucristo,  ó  de  la  Virgen  María,  ó 
de  los  Santos,  y  no  por  esto  po- 
dría decirse  que  los  católicos  no  re- 
conocen y  confiesan  á  un  dios  espi- 
ritual. Los  indios  adoraban  á  los 
ídolos  como  los  católicos  tributan 
culto  á  los  Santos  y  á  Jesús  Naza- 
reno, sin  que  por  ello  crean  que  son 
los  mismos  dioses  ó  los  hombres 
santificados,  sino  su  semejanza,  co- 
mo dijo  Maxixcatzin  á  Cortés,  ó  su 
imagen,  como  dicen  los  católicos. 
Estos  no  sólo  no  consentirían  en  la 
destrucción  de  la  Virgen  de  Guada- 
lupe, pero  ni  aún  en  que  fuera  cam- 
biada por  otra  pintada  por  Rafael 
de  Sanzio,  no  obstante  que  un  cató- 
lico sabio  y  de  buena  fe, D.Joaquín 
Icazbalceta,  demostró  hasta  la  evi- 
dencia que  no  había  sido  aparecida 
en  el  Tepeyac,  sino  pintada  por  vm 


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308 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


indio  llamado  Marcos.  Por  eso  Igna- 
cio Altamirano  dijo:  «El  culto  á  la 
Guadalupana  dejará  de  existir  en 
México  cuando  haya  desaparecido 
el  último  de  los  mexicanos.»  ¿Y  va- 
mos á  decir  por  esta  idolatría  á  la 
virgen  india,  que  México  no  tiene 
idea  del  verdadero  Dios?  Los  pue- 
blos circunvecinos  de  los  Santua- 
rios de  Chalma,  de  los  Remedios, 
del  Sacromonte,  de  los  Ángeles  y  de 
otros  innumerables  que  dejaron  es- 
parcidos los  misioneros,  á  raíz  de  la 
Conquista,  en  todo  el  territorio  de 
la  Nueva  España,  esos  pueblos,  re- 
petimos, se  levantarían  en  guerra 
santa,  si  se  tratara  de  substituir  las 
feas  imágenes  de  los  Santos  que  en 
sus  templos  son  tan  veneradas.  Que 
Maxixcatzin  creyera  que  el  sol,  la 
luna  y  todos  los  astros  dejarían  de 
enviarles  su  luz  si  consentía  en  el 
desacato  que  proponía  Cortés,  nada 
tiene  de  extraño.  Los  tlaxcaltecas, 
como  todos  los  pueblos  nahuas, 
eran  politeístas,  y  adoraban  á  los 
astros;  pero  este  culto  no  excluía  la 
creencia  en  un  ser  supremo,  crea- 
dor de  esos  mismos  astros,  como  se 
observa  en  sus  teogonias. 

Y  no  se  diga  que  en  México  acae- 
cerían tales  rebeliones  porque  la 
masa  de  los  pueblos  es  proveniente 
de  los  antiguos  indios  idólatras;  no, 
lo  mismo  sucedería  en  la  culta  Fran- 
cia y  en  la  católica  España.  Si  á  la 
masa  cristiana  francesa  se  le  pro- 
pusiera la  desaparición  ó  la  substi- 
tución de  la  Virgen  de  Lourdes, 
ahogaría  en  las  piscinas  milagrosas 
del  Santuario  al  que  bajo  cualquier 
forma  intentara  tamaño  desacato. 
Si  á  los  aragoneses,  en  España,  se 
les  hiciera  la  misma  proposición 
acerca  de  la  Pilar ica,  serían  capa- 
ces de  encender  de  nuevo  los  hor- 


nillos de  la  Inquisición  para  reducir 
á  cenizas  al  autor  de  semejante  idea. 
¿Y  vamos  por  esto  á  decir  que  en 
Francia  y  en  España  se  desconoce 
la  idea  del  verdadero  Dios?  Tuvo, 
pues,  razón  el  P.  Fábrega  en  que- 
rer deducir  lo  contrario  de  la  opi- 
nión de  Chavero. 

Continúa  diciendo  Chavero  que 
el  P.  Fábrega  alega  en  pro  de  sus 
opiniones  las  palabras  de  la  alocu- 
ción de  Nezahualpilli  á  Moteuczu- 
ma  cuando  éste  fué  elevado  al  se- 
ñorío de  México,  las  cuales  son: 
« Dios  Omnipotente  y  Creador, » pero 
Chavero  dice  que  estas  palabras  las 
puso  el  cronista  Acosta  en  su  rela- 
ción, adulterando  el  original  de  don- 
de tomó  la  alocución,  que  es  el  Có- 
dice Ramírez,  en  el  cual  sólo  se  dice: 
«el  ako  y  poderoso  señor.»  Estas 
palabras  dan  la  idea  de  vm  dios  su- 
premo, y  Acosta  lo  que  hizo  fué  pa- 
rafrasearlas para  evidenciar  más 
la  idea.  Hace  observar  Chavero 
que  Nezahualpilli,  en  la  misma  alo- 
cución, amonesta  á  Moteucziunaque 
en  la  noche  se  salga  á  observar  las 
estrellas  para  que  conozca  sus  sig 
nos  y  sus  influencias,  y  que  tenga 
en  cuenta  el  lucero  de  la  mañana,  y 
á  su  salida  se  bañe,  se  unja  con  el 
betún  sagrado,  y  ofrezca  incienso  y 
sacrificios  á  los  dioses.  De  todo  esto 
deduce  Chavero,  que  los  mexica 
nos  tenían  una  religión  puramente 
materialista. 

En  cuanto  á  la  observación  de  las 
estrellas  para  conocer  sus  signos  y 
sus  influencias,  sólo  diremos  que 
los  astrólogos  de  la  Edad  Media  te- 
nían la  misma  ocupación  todas  las 
noches  y  con  el  mismo  objeto,  y  sin 
embargo,  eran  católicos,  esto  es,  con- 
fesaban un  dios  espiritual.  En  cuan- 
to á  ofrecer  incienso  y  sacrificios  á 


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SEGUNDA  EFüCA.  TOMO  V. 


309 


los  dioses,  ya  hemos  dicho  que  los 
indios  eran  politeístas,  y  si  adoraban 
á  los  astros,  este  culto  no  excluía  la 
idea  de  un  Ser  Supremo:  el  Tloque- 
nahuaque. 

Continúa  Chavero: 

«Cuando  en  esto  pienso,  y  obser- 
vo que  la  deidad  Tloque  Nahuaque 
no  está  citada  en  los  primeros  cro- 
nistas, padres  de  nuestra  Historia, 
antójaseme  voz  inventada  después 
de  la  Conquista,  como  teopixque  y 
otras,  para  expresar  la  idea  del  Dios 
cristiano.  Que  los  primeros  frailes 
y  cronistas  inventaron  nuevas  pa- 
labras mexicanas,  para  expresar 
ideas  nuevas,  de  los  indios  descono- 
cidas, se  comprueba  con  el  siguiente 
pasaje  de  Fábrega:  «No  se  ha  pro- 
curado transmitir  el  nombre  mexi- 
cano antiguo,  que  debe  expresar 
esta  corrupción  de  la  naturaleza 
propagada  por  vía  de  la  generación; 
bien  es  que  tenemos  un  vocablo 
compuesto  por  el  P.  Juan  de  Tovar, 
misionero  Jesuíta  nativo  de  Texco- 
co  y  perito  en  aquella  lengua:  es 
tlacatuntilistlatlacolli,  es  decir,  pe- 
cado origen  de  los  pecados  de  los 
hombres.»  Pues  bien,  cualquiera,  si 
encuentra  sin  este  antecedente  esa 
palabra  en  algún  libro  mexicano  del 
siglo  XVI,  creerá  lógicamente  que 
los  indios  tenían  conocimiento  del 
pecado  original. 

«Argumento  más  serio  es  la  re- 
ferencia hecha  por  Pomar  á  canta- 
res antiguos.  En  efecto,  hallamos 
el  nombre  de  Tloque  Nahuaque  en  el 
cantar  VIII  de  la  colección  de  Bring- 
ton,  quien  lo  traduce  la  Causa  de 
Todo.  En  sus  notas  da  Brington  la 
siguiente  interpretación  de  ese  vo- 
cablo: «/«  tloque  in  nahuaque:  esta 
expresión,  aplicada  por  los  antiguos 
nahuasásu  más  alta  divinidad,  está 


I  atribuida  por  algunos  á  Nezahual- 
1  coyotl;  se  compone  de  dos  postpo- 
I  siciones:  tloc  y  nahuac,  que  unidas 
I  dan  la  idea  de  aquel  á  quien  están 
presentes  y  en  quien  están  inmanen- 
^  tes  todas  las  cosas  que  tienen  vida.... 
Este  epíteto  se  aplicaba  en  los  tiem- 
pos antiguos  ala  suprema  divinidad 
Tonacateotl:  Véase  el  Codex  Telle- 
'  riano-Remense  en  Kingsborough, 
vol.  V,  página   107.»   Según   esta 
I  interpretación,  la  voz  Tloque  Nahua- 
que expresaría  una  idea  espiritual. 
A  su  vez  Remí  Simeón  ía  traduce: 
^el  que  está  cerca  de  las  cosas,»  lo 
cual  también  presentaría  una  con- 
cepción inmaterial. 

«Pero  si  el  argumento  de  los  can- 
tares impresiona  á  primera  vista, 
I  no  deja  por  eso  de  ser  especioso . 
!  Desde  luego  es  dudosa  la  autenti- 
i  cidad  de  tales  poesías,  ó  más  bien, 
!  han  llegado  á  nosotros  adulteradas, 
I  y  en  ellas  están  mezcladas  lasnue- 
I  vas  ideas  europeas  á  las  viejas  in- 
dias. Los  cantares  se  transmitían 
de  memoria  en  el  Calmecac;  y  Sa- 
hagún  nos  cuenta  cómo  en  él  ense- 
naban á  los  muchachos  «todos  los 
versos  de  cantos  para  cantar,  que 
se  llamaban  cantos  divinos,  los  cua- 
les versos  estaban  escritos  en  sus 
libros  por  caracteres.»  No  se  con- 
serva ni  se  conoce  ninguno  de  estos 
libros  jeroglíficos:  cuando  los  can- 
tares se  escribieron  con  la  escritu- 
ra europea  después  de  la  Conquista, 
ó  fueron  obras  posteriores,  imita- 
ciones de  las  antiguas,  ó  reminis- 
cencias de  éstas  con  adulteraciones 
de  ideas  y  de  palabras  nuevas.   El 
mismo  Mr.  Brington,  después  de  ci- 
tar mi  opinión  contraria  á  la  auten- 
ticidad absoluta  de  los  cantares, 
conviene  en  que  la  final  decisión 
sobre  su  antigüedad,  resultará  de 

78 


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310 


ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


un  examen  especial  de  los  pensa- 
mientos que  encierran  y  del  lengua- 
je conque  están  expresados;  y  que 
se  observa  en  algunos  cantares,  á  su 
juicio  anteriores  á  la  Conquista,  la 
introducción  de  alusiones  posterio- 
res, hechas  por  quienes  los  escri- 
bieron, para  no  aparecer  sospecho 
sos  de  heréticos. 

« Después  de  estas  frases  de  Bring- 
ton,  crece  la  sospecha  de  que  haya  | 
sido  introducido  en  los  cantares  co- ; 
mo  neologismo  el  vocablo  Tloque 
Nahuaque.  Parece  confirmarlo  la 
traducción  que  le  da  Molina,  quien 
es,  sin  duda,  la  mayor  autoridad  co- 
nocida para  la  buena  interpretación 
de  la  lengua  náhuatl.  En  su  voca- 
bulario de  1571  dice:  «  Tloque  Na- 
huaque. Cabe  quien  está  el  ser  de 
todas  las  cosas,  conservándolas  y 
sustentándolas:  y  dízese  de  nuestro 
señor  dios.»  No  puede  ser  esto  más 
claro  en  boca  de  un  fraile  cristia-  \ 
no:  dícese  de  nuestro  señor  dios,  no 
del  dios  de  los  indios  idólatras,  si- 
no del  dios  que  adoraba  Molina.  El 
fraile  francisco  jamás  habría  llama- 
do nuestro  señor  dios  á  una  deidad 
pagana,  aun  cuando  hubiese  sido 
concepción  espiritual  y  elevadí- 
sima. 

«¿Pero  cómo  y  cuándo  se  intro- 
dujo este  nuevo  vocablo?  Tras  lar-  ! 
gas  investigaciones  hemos  creído 
encontrarlo  al  fin.  En  un  escritor  I 
anterior  á  Molina,  en  la  gramática  \ 
mexicana  del  P.  Olmos,  hallamos 
por  primera  vez  la  palabra  Tloque  I 
Nahuaque,  En  el  capítulo  octavo  ! 
trata  el  autor  de  las  formas  meta- 
fóricas del  mexicano;  y  al  efecto 
pone  frases  castellanas,  y  en  segui- 
da de  cada  una  su  traducción  en  di- 
cha forma  metafórica.  Estas  frases 
son  ejemplos  para  aprender  bien  el 


mexicano,  y  sus  ideas  no  correspon- 
den, por  lo  mismo,  á  antiguas  de  los 
indios,  sino  á  las  que  querían  ex- 
presar los  españoles  en  este  idio- 
ma: V.  g.  «La  Iglesia  de  Dios  es  re- 
verenciada, donde  está  todo  el  bien 
y  se  oye  la  consolación  del  ánima.» 
«Prometiónos  Dios  la  gracia,  si  lo 
obedecemos.»  «Levantóle  el  Señor 
y  sublimóle  no  siendo  nada.»  «Ab 
eterno  sabe. Dios  y  tiene  determi- 
nado lo  que  ha  de  ser  de  cada  uno 
y  lo  que  le  ha  de  dar.»  Pues  bien: 
entre  estas  frases  de  sentido  cris- 
tiano indiscutible,  y  que  no  corres- 
ponden á  la  ideología  de  los  indios, 
se  encuentra  la  siguiente:  «Dios  se- 
ñor y  creador  y  gobernador  de  todo, 
que  ensalza  y  humilla.»  Para  tradu- 
cir esto  metafóricamente,  emplea 
Olmos  nada  menos  de  cuarenta  y 
tres  palabras.  Las  primeras  son 
Tloque  Nahuaque.  Desde  entonces 
quedaron  para  expresar  la  idea  de 
divinidad.  Los  cronistas  de  segun- 
da mano  las  encontraron  ya  hechas, 
y  las  aplicaron  á  las  deidades  in- 
dias. Y,  en  fin,  Ixtlilxochitl  dióles 
por  inventor  á  Nezahualcoyotl,  en 
su  ahinco  de  mostrarlo  como  perso- 
naje extraordinario.» 

No  negamos  que  los  primeros  cro- 
nistas y  frailes  inventaron  nuevas 
palabras  mexicanas  para  expresar 
ideas  nuevas,  de  los  indios  desco- 
nocidas, como  era  la  idea  del  Dios 
cristiano;  pero  no  creemos  que  en- 
tre esos  neologismos  se  encuentre 
Tloque  Nahuaque.  Si,  pues,  inventó 
la  palabra  Nezahualcoyotl,  debe  te- 
nerse como  vocablo  anterior  á  la 
Conquista,  mientras  no  se  demues- 
tre de  una  manera  indudable  que  no 
fué  inventado  por  el  rey  acolhua. 
Ya  hemos  visto  que  la  prueba  que 
aduce  Cha  vero  es  muy  débil,  pues 


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SKGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


311 


el  ahinco  que  le  atribuye  á  Ixtlilxo- 
chitl  de  hacer  aparecer  á  Nezahual- 
coyotl  como  hombre  extraordina- 
rio, podría  haberle  inspirado  la  idea 
de  que  había  proclamado  al  dios 
verdadero,  pero  no  la  de  ponerle  un 
nombre  que  había  de  saber  que  ha- 
bía sido  formado  después  de  la  Con 
quista.  Hace  Chavero  tal  hincapié 
en  este  argumento,  que  señala  como 
autor  del  neologismo  al  P.  Olmos, 
fundándose  en  que  en  la  Gramática 
Mexicana  pone  ejemplos  del  len- 
guaje metafórico,  y  entre  ellos  pone 
una  frase  en  que  se  encuentra  el 
vocablo  Tloquenahuaque.  No  todos 
esos  ejemplos  entrañan  neologis- 
mos, sino  que  los  pone  el  P.  Olmos 
para  dar  á  conocer  las  excelencias 
del  idioma  náhuatl,  con  cuyo  voca- 
bulario y  con  cuyos  giros  se  podrían 
expresar  las  ideas  más  abstractas 
de  la  nueva  religión.  Además,  es 
tan  alta  la  concepción  que  envuelve 
el  nombre  de  Tloquenahuaque,  y  tan 
rara  su  estructura,  dos  preposicio- 
nes en  plural,  que  no  creemos  que 
haya  sido  formada  por  Olmos,  ni  por 
ningún  otro  misionero  ó  cronista, 
sino  por  un  profundo  filólogo  indio, 
como  se  cree  que  lo  fué  Nezahualco- 
yotl.  Dice  Chavero  que  los  prime- 
ros cronistas  no  emplearon  la  pala- 
bra Tloquenahaque,  porque  todavía 
no  había  sido  inventada.  No,  no  es 
esa  la  razón.  Era  tan  culta,  tan  me- 
tafísica, tan  singular  esa  palabra, 
que  sólo  la  han  de  haber  empleado 
en  el  lenguaje  hierático  y  poético, 
que  no  estaba  al  alcance  del  vulgo, 
sino  de  los  sacerdotes  y  de  los  poe- 
tas. Debe  haber  sucedido  con  esta 
palabra  lo  que  con  el  nombre  Jeo- 
vah  con  que  designaban  á  Dios  los 
judíos  ó  israelitas,  que,  en  su  ori- 
gen, no  fué,  según  los  exégetas,  más 


que  el  conjunto  de  las  cinco  vocales 
i  e  o  u  a,  palabra  que  no  podía  sig- 
nificar otra  cosa  más  que  á  Dios,  y 
que  sólo  podía  pronunciarse  por  los 
levitas  y  con  grandes  ceremonias. 
El  argumento  más  fuerte  en  que 
apoya  su  tesis  Chavero,  es,  sin  du- 
da, lo  que  dice  Molina  en  su  Voca- 
bulario, quien,  después  de  dar  la 
significación  de  Hoque  Nahuaque, 
agrega:  « dizese  de  ntro.  se- 
ñor dios.»  Con  estas  palabras  lo 
que  parece  que  se  da  á  entender 
es  que  el  nombre  fué  inventado  pa- 
ra aplicarlo  exclusivamente  al  dios 
de  los  cristianos;  pero  no  lo  cree- 
mos así;  lo  que  sucedió  fué  que  los 
misioneros  no  encontraron  en  el  ná- 
huatl palabra  más  propia  para  dar 
á  conocer  á  los  indios  al  verdadero 
dios,  y  la  adoptaron  y  emplearon 
después  exclusivamente  para  ha- 
blar del  dios  cristiano.  Es  verdad 
que  los  primeros  cronistas  no  em- 
plearon el  Tloquenahuaque  para 
significar  al  dios  ó  dioses  de  los  me- 
xicanos; pero  si  no  usaron  la  pala- 
bra, sí  emplearon  su  significación; 
así  vemos  en  Sahagún  que  dice: 

« También  conocían,  sabían  y 

decían,  que  habia  doce  cielos,  donde 
en  el  más  alto  estaba  el  gran  Señor 
y  su  muger:  á  aquel  le  llamaban 
Ometecutli,  que  quiere  decir  dos  ve- 
ces Señor,  y  á  su  compañera  le  lla- 
maban Omecioall,  que  quiere  decir 
dos  veces  Señora,  los  cuales  dos  así 
se  llamaban,  para  dar  á  entender 
que  ambos  enseñoreaban  sobre  los 
doce  cielos,  y  sobre  la  tierra.  De- 
cían que  de  aquel  gran  Señor  de- 
pendía el  ser  de  todas  las  cosas,  y 
que  por  su  mandado,  de  allá  venía 
la  influencia  y  calor,  con  que  se  en- 
gendraban los  niños  ó  niñas  en  el 
vientre  de  sus  madres.» 


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312 


ANA1.ES  DEL  MUSEO  NAClONAi. 


( Véase  al  principio  de  este  artícu- 
lo nuestro  comentario  al  pasaje  pre- 
inserto.) 

No  es  para  Chavero  argumento 
de  gran  fuerza  contra  su  opinión,  el 
que  se  desprenda  del  hecho  de  que 
en  los  antiguos  cantos  de  los  indios, 
anteriores  á  la  Conquista,  se  en- 
cuentre el  nombre  Tloque  Nahua- 
que  aplicado  al  Ser  Supremo,  pues 
dice  que  aún  suponiendo  que  los 
cantos  fueran  auténticos,  al  colec- 
cionarlos los  frailes  los  adultera- 
ron introduciendo  en  ellos  nuevas 
palabras  é  ideas  europeas  sobre  la 
Divinidad  y  entre  esas  palabras  es- 
tá la  de  Tloquenahuaque. 

Brington,  el  traductor  inglés  de 
algunos  de  esos  cantos,  confiesa 
que  fueron  adulterados  por  los  frai- 
les al  transcribirlos  con  el  alfabeto 
europeo,  pero  sin  que  perdieran  su 
fondo  original  de  poesía  y  de  ideal 
religioso  que  los  distingue  y  carac- 
teriza como  obra  literaria  de  los 
antigtios  tiempos.  Habiendo  sido  in- 
ventada la  voz  Tloquenahuaque— 
dice  Chavero— por  Olmos,  escritor 
posterior  á  la  Conquista,  no  pudo 
encontrarse  en  los  cantos,  anterio- 
res; así  es  que  fué  introducida  en 
ellos  por  el  fraile  colector  ó  por  otro 
cualquiera.  Ya  hemos  visto  que  es- 
te razonamiento  de  Chavero  no  tie- 
ne la  fuerza  demostrativa  que  él  le 
atribuye. 

No  sólo  la  palabra  Tloquenahua- 
que es  la  que  da  idea  en  los  antiguos 
cantos  de  un  dios  espiritual,  sino  los 
altos  pensamientos  que  en  ellos  cam- 
pean sobre  la  virtud,  sobre  anhelos 
del  corazón  y  sobre  la  existencia  de 
otro  mundo,  cosas  todas  que  no  pue- 
den referirse  al  Fuego,  sino  á  un 
dios  inmaterial;  y  ninguno  de  los 
frailes  de  aquella  época  juzgará 


por  los  escritos,  que  nos  han  deja- 
do, era  capaz  de  llevar  á  cabo  tan 
ímproba  como  hermosa  labor. 

Para  que  el  lector  se  forme  ima 
idea,  aunque  imperfecta,  de  la  índole 
de  los  Antiguos  Cantos  Mexicanos, 
insertamos  á  continuación  la  pará- 
frasis que  hemos  hecho  del  canto 
primero,  que  en  el  original  náhuatl 
se  llama  Cuica  Peuhcayotl.  Princi- 
pio de  los  cantos: 

PARÁFRA.SIS. 

I 

Mi  ardiente  anhelo,  mi  pesar  profundo 
Es  encontrar  un  sitio  donde  pueda 
Cortar  hermosas  y  fragantes  flores. 
¿A  quién  preguntaré?  ¿quién  mí  deseo 
Podrá  cumplir  con  su  respuesta  sabia? 
Imaginaos  que  mi  pregunta  llevo 
Al  pájaro  que  zumba  en  los  jardines, 
Esmeralda  tremante  de  los  aires, 
Al  hermoso  y  brillante  colibrí; 
Imaginaos  también  que  yo  interrogo 
A  la  ágil  y  dorada  mariposa; 
Mas  ellos  me  dirán:  «Sabemos  donde 
«Fragantes  flores  recoger  podrás 
«Si  tú  las  buscas  en  el  bosque  obscuro 
«Do  florece  el  laurel,  donde  el  tsinitzcan, 
«Alegre  mora,  ó  si  tomarlas  quieres  - 
«En  la  selva  do  vive  el  tlauqtiechool,* 
Allí,  al  cortarlas,  mojarán  mi  mano 
Las  claras  gotas  de  sutil  rocío; 
Allí  las  flores  estarán  crecidas, 
Mis  ojos  las  verán,  si  ya  brotaron, 
En  mi  halda  las  pondré,  y  presuroso. 
Saludaré  con  ellas  á  los  niños 

Y  llenaré  á  los  nobles  de  alegría. 

II 

Al  vagar  en  el  bosque  casi  escucho 
Que  al  dulce  canto  de  las  flores  bellas 
Responden  con  su  voz  las  mudas  rocas; 

Y  que  las  aguas,  que  lucientes  corren 

Y  que  murmuran  en  la  suave  arena, 
Les  responden  también;  y  que  la  fuente 
Canta,  se  estrella,  y  á  cantar  retoma; 

Y  que  el  centzontli,  en  la  enramada  umbría, 
En  concierto  vibrante  y  melodioso 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


313 


Con  el  agreste  y  fiero  coyatotolt, 
En  dulce  canto  les  suele  contestar; 

Y  escucho  con  placer  aves  canora^ 
Que  esparcen  en  redor  dulces  gorjeos 
Con  que  bendicen  á  la  buena  tierra. 

III 

Entonces  exclamé:— Oh  mis  amados, 
El  vuelo  detened  por  escucharme, 
Xo  os  cause  pena;  venid  á  oírme, 
Pájaros  que  zumbáis  en  la  floresta. 
—¿A  quién  se  ha  de  buscar,  noble  poeta? 
Yo  les  pregunto:—  ¿las  fragantes  flores 
Con  que  pueda  alegrar  á  mis  amigos,' 
En  dónde  están,  dónde  podré  buscarlas? 
En  suave  canto  me  responden  ellas: 
—Aquí,  oh  cantor,  te  enseñaremos  presto 
Con  lo  que  puedas  verdaderamente 
A  los  nobles,  tus  buenos  compañeros. 
Causar  placer,  y  su  ánimo  alegrar. 

iV 

Al  fértil  sitio  de  un  ameno  valle 
Me  conduron  ejellas  con  presteza; 
Un  sitio  floreciente,  do  el  rocío 
Con  brillante  esplendor  se  esparce  en  torno; 
Allí  vi  varias  perfumadas  flores. 
Muy  dulces,  empapadas  de  rocío, 

Y  como  arco-iris  en  redor  dispuestas 
«Arranca— me  dijeron— las  que  quieras; 
«Plegué  al  cielo,  oh  cantor,  que  ellas  te  ale- 

(gren 
«Y  haz  con  ellas  ofrenda  á  tus  amigos 
«Que  regocijo  encuentren  en  la  tierra.» 


En  mi  halda  coloqué  preciosas  flores. 
Delicadas  y  dulces,  deliciosas; 

Y  dije  para  mí:— «jCómo  no  se  hallan 
«En  este  sitio  gentes  de  mi  pueblo! 

«¡Si  estuvieran  aquí  I»— Y  entonces  quise 
A  su  encuentro  salir  para  anunciarles 
Que  grato  regocijo  encontrarían 
Con  las  variadas  y  olorosas  flores; 
Que  podrían  escoger  muy  dulces  cantos 

Y  en  la  tierra  alegrar  á  los  amigos, 

Y  á  los  grandes  y  nobles  solazar. 


Y  luego,  yo  el  cantor,  todas  las  flores 
Del-  sitio  recogí,  para  ponerlas 


En  la  cabeza  de  los  grandes  nobles, 

Y  cubrirlos  con  ellas,  y  en  sus  manos 
Graciosos  ramilletes  colocarles. 
Presuroso  me  alcé,  y  un  canto  digno 
Entoné  con  mi  voz,  glorificando 

A  los  grandes  y  nobles  de  la  tierra 
Ante  la  faz  del  Hacedor  Supremo, 
Donde  no  se  conoce  servidumbre 

Vil 

¿Dónde  podré  cortar  las  bellas  flores? 
¿Cómo  llegar  á  la  florida  tierra, 
A  la  tierra  fecunda  do  no  hay  siervos, 
Donde  es  desconocida  la  aflicción? 
Si  aquí  logramos  encontrar  el  sitio. 
Es  cuando  el  alma  se  somete  á  Dios. 
Aquí  en  la  tierra  se  entristece  mi  alma, 

Y  se  conturba  de  dolor  punzante, 
Cuando  yo,  mísero  cantor,  recuerdo 
Que  mi  planta  posé,  solo,  en  el  sitio 
Donde  se  cortan  las  fragantes  flores. 

Y  exclamé  con  dolor:— «No  está  en  la  tierra 
«El  bello  sitio  de  olorosas  flores 
«Extraña  es  la  región  de  la  alegría. 
«¿Qué  encontramos  en  la  tierra  bueno? 
«¡Otra  vida,  en  verdad,  hay  mas  allá! 
«Que  el  cielo  me  conceda  la  ventura 

«De  vivir  más  allá,  donde  los  pájaros 
«Xos  dejen  escuchar  su  dulce  canto; 
«Donde  se  aprende  á  conocer  las  flores, 
«Las  dulces  flores,  deliciosas,  buenas, 
«Que  blandamente  pueden  embriagar.» 

El  americanista  Brington  hace 
del  canto  anterior  el  siguiente  aná- 
lisis: 

«El  canto  es  una  alegoría  que  re- 
trata la  vida  interior  del  poeta.  Por 
las  flores  que  supone  buscar,  debe 
entenderse  los  cantos  que  desea 
componer.  Pregúntase  á  sí  mismo 
dónde  hay  que  buscar  la  inspiración 
poética,  y  la  respuesta  es  la  misma 
dada  por  Wordsworth,  que  es  en 
las  grandes  y  bellas  escenas  de  la 
naturaleza  á  donde  el  poeta  debe 
dirigirse  para  elevar  su  espíritu  á 
las  más  encumbradas  alturas  del 
arte.  Pero  esta  exaltación  trae  con- 
sigo la  honda  pena,  de  hacer  per- 

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314 


ANA1.ES  DEL  MUSEO  NACiONAi.. 


der  su  encanto  á  las  alegrías  ordi- 
narias. Como  en  los  cuentos  de  la 
Edad  Media,  el  que  una  vez  era  ad- 
mitido en  el  país  de  las  hadas,  no 
volvía  á  sentir  el  deseo  de  volver 
allí,  así  el  poeta  aspira  á  otras  con- 
diciones de  existencia,  donde  el  es- 
píritu divino  del  canto  le  eleve  para 
siempre  sobre  las  pruebas  y  mez- 
quindades de  la  vida  terrenal.» 

Después  de  este  delicado  análisis 
afiadeMr.  Brington:  «No  hay  ningún 
«signo  de  influencia  en  este  poema, 
«y  probablemente  procede  de  un 
«origen  anterior  á  la  Conquista.» 
Después  del  análisis  que  del  canto 
hace  el  distinguido  americanista,  y 
de  su  explícita  aseveración  de  que 
en  el  principio  de  los  cantos  no  hay 
ningún  signo  de  influencia  cris- 
tiana, ¿podrá  concederse  algún  va- 
lor á  la  argumentación  de  Chavero 
con  que  pretende  probar  que  los  in- 
dios no  tuvieron  idea  de  un  dios 
inmaterial? 

Aquí  deberíamos  poner  término 
á  las  objeciones  que  hemos  opues- 
to á  la  doctrina  de  Chavero;  pero 
aduce  nuevos  argumentos,  después 
de  expresar  su  convicción  de  que  ha 
probado  completamente  que  los  me- 
xicanos tenían  por  Dios  Creador  al 
Fuego,  y  esos  nuevos  argumentos 
deben  contestarse,  porque  tienen 
apariencia  de  verdad. 

Dice  Chavero: 

«Tuvieron,  pues,  los  mexicas,  y 
creo  haberlo  comprobado  suficiente- 
mente, por  dios  creador  al  elemen- 
to material  fuego,  al  cual  llamaban 
Xiuhtecuhtlitletl;  y  por  comprender 
la  generación  sino  por  medio  de  un 
par,  decíanle  también  Onieiecuhtli. 
Este  era  el  diosantiguo,  el  primero, 
el  HuehucteotL* 

Nunca  tuvieron  los  mexicanos  á 


Xiuhtecutlitletl  como  dios  supremo, 
pero  ni  como  uno  de  los  dioses  ma- 
yores. El  P.  Sahagún,  en  el  capítulo 
XIII  del  libro  1.^  pone  este  rubro: 
«Que  trata  de  los  dioses  que  son 
«MENORES  en  dignidad  que  los  arri- 
«ba  dichos,  y  el  primero  de  estos 
«es,  el  que  llaman  Xiuhtecutli:  es 
«otro  Vulcano.^ 

Con  este  pasaje  de  Sahagún  que- 
da demostrado  que  el  Fuego  no 
sólo  no  era  el  primero,  pero  ni  el 
último  de  los  primeros  dioses.  ¿Po- 
día habérsele  ocultado  á  Sahagún, 
que  habló  con  los  viejos  mexicanos, 
la  preeminencia  del  dios,  si  realmen- 
te la  hubiera  tenido? 

Hemos  visto  que  Sahagún  habla 
de  Ometecutli como  de  la  deidad  su- 
prema, y  acabamos  de  ver  que,  en 
su  concepto,  Xiuhíecutli  era  uno  de 
los  dioses  inferiores;  luego  no  pue- 
den ser  una  misma  individualidad 
Ometecutli  y  Xiuhtecutli,  como  lo 
cree  Chavero. 

Tratando  de  reforzar  su  tesis, 
continúa  diciendo  Chavero: 

«¿Pero  pudieron  los  indios  for- 
marse desde  luego  esta  creencia,  la 
cual  supone  ya  una  abstracción  de 
espíritus  adelantados?  La  historia 
nos  responde  que  no.  Los  chichime- 
cas  tenían  por  dios  y  padre  al  sol; 
y  cuando  llegaron  al  Valle  del  Ana- 
huac,  no  sabían  hacer  fuego,  vivían 
de  la  caza  y  comían  la  carne  cruda. 
En  la  reciente  expedición  hecha  por 
nuestro  colega  el  P.  Gerste,  á  las 
montañas  de  la  Taraumara,  en  don- 
de viven  todavía  los  indios  la  vida 
troglodita  primitiva,  encontró  como 
deidades  de  aquellas  tribus  al  sol 
padre  y  á  la  tierra  madre 

«El  fuego  del  sol  y  el  fuego  del 
hogar,  esos  dos  grandes  elementos 
de  la  vida,  debieron  crear  el  culto  del 


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SEGUNDA  ÉPOCA,  TOMO  V. 


315 


fuego  allá  en  las  estufas  de  las  ca- 
sas grandes.  Por  abstracción  natu- 
ral y  lógica,  formaron  su  primera 
deidad  del  elemento  fuego.  Él  da- 
ba su  calor  al  sol,  su  luz  á  los  astros 
y  su  vida  á  la  tierra:  el  fuego  fué  el 
dios  creador. 

«Pero  si  alguna  duda  nos  quedara, 
el  mismo  Códice  Vaticano  nos  la 
resolvería.  Por  regla  general,  las 
deidades  mexicas  se  distinguen  por 
sus  atributos  bien  conocidos,  sin 
que  se  les  agregue,  como  cuando  de 
personas  ó  de  lugares  se  trata,  el 
signo  jeroglífico  de  su  nombre.  Co- 
mo excepción,  una  de  las  figuras  de 
Queisalcoail  lleva  ala  espalda,  uni- 
do por  una  línea,  para  denotar  que  ' 
á  ella  se  refiere,  el  signo  ce  acatl,  el ' 
cual  es  uno  de  sus  nombres.  En  los  , 
jeroglíficos  esa  línea  une  el  nombre  I 
á  la  persona.  Pues  bien,  en  la  lámi- 1 
na  I  del  Códice  Vaticano,  hay  un 
signo  jeroglífico  unido  por  tal  línea  | 
á  la  figura  del  dios  creador:  luego 
expresa  su  nombre.  El  signo  es  una 
corona  ó  copilli  azul  y  verde:  am- , 
bos  colores  corresponden  en  mexi- 
cano á  la  palabra  xihuitl;  y  q\  copi- 
lli en  la  lectura  jeroglífica,  como  en 
el  nombre  de  Moctezuma,  da  la  voz 
tecuhlli.   Por  lo  tanto,  este  signo  | 
nos  da  completamente  la  voz  Xinh- 
tecuhtli.  No  puede,  pues,  caber  du- 
da: los  mexicas  tenían  por   dios 
creador  al  fuego.» 

Los  indios  semisalvajes,  como  los 
chichimecas  que  vinieron  al  Valle  i 
de  Anahuac,  y  los  salvajes,  como 
los  que  moraban  en  las  fronteras  de  \ 
la  Nueva  España,  no  pudieron  for-  ¡ 
marse  la  creencia  del  dios  inmate-  i 
ria);  pero  los  indios  civilizados  que 
formaron  naciones,  como  los  tolte 
cas,  los  acolhuas  y  los  mexicanos  , 
sí  pudieron  formársela,  pues  tuvie- 


ron altísimas  abstracciones  de  es- 
píritu, como  lo  revelan  su  idioma, 
sus  plegarias  y  sus  cantos.  Ya  he- 
mos dicho  que  esos  pueblos,  como 
politeístas,  adoraban  á  los  elemen- 
tos y  á  los  astros;  pero  sin  queá  nin- 
guno de  estos  dioses  lo  considera- 
ran comp  el  Creador.  Al  Fuego, 
como  elemento,  lo  temían— dice  Sa- 
hagún— porque  los  quemaba,  y  lo 
amaban  porque  les  guisaba  sus  vian- 
das. Al  sol  lo  adoraban  no  como  re- 
presentación esplendente  del  fuego, 
sino  como  autor  de  la  vida  en  la 
tierra,  y  nunca  le  daban  alguno  de 
los  nombres  del  fuego,  sino  el  suyo 
propio,  Tonaiiuh  (V.),  y,  sin  embargo 
de  esa  gran  adoración,  no  lo  juzga- 
ban como  dios  Creador,  sino  como 
creatura;  y  así  vemos  en  las  cosmo- 
gonías que  los  primeros  dioses,  hi- 
jos de  Omeyotl,  lo  creador,  y  des- 
pués los  mismos  dioses  se  convir- 
tieron en  sol,  y,  por  último,  un  bubo- 
so. Nanahuaísin  (V.),  fué  el  último 
sol,  creado  en  Teteohuacan.  (V.) 

La  pintura  del  Códice  Vaticano 
está  muy  lejos  de  resolver,  como 
dice  Cha  vero,  la  última  duda,  y  an- 
tes bien  revela  que  el  dios  creador 
es  Ometecutli,  el  cual,  según  hemos 
visto,  es  distinto  de  Xiutecutli.  El 
copilli  ó  corona  real  es  el  jeroglífico 
ideográfico  de  tecutli,  «señor,»  pe- 
ro los  colores  azul  y  verde  no  son 
símbolos  del  fuego.  Sólo  los  pirotéc- 
nicos producen  flamas  y  chispas 
azules  y  verdes.  El  símbolo  natural 
del  fuego  es  el  color  rojo  y  lo  ha  si- 
do siempre.  Si  el  copilli  de  la  pin- 
tura del  Vaticano  fuera  rojo,  podría 
aceptarse  la  idea  de  Chavero.  Los 
colores  azul  y  verde  del  copilli  re- 
presentan en  la  pintura  al  cielo  y 
á  la  tierra;  al  cielo,  por  ser  azul,  y  á 
la  tierra,  por  ser  verde  por  la  vege- 


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316 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


tación;  así  es  que  ese  jeroglífico  lo 
que  significa  es:  «  Seftor  de  cielo  y 
tierra,»  esto  es,  el  Creador  del  Uni- 
verso. En  el  artículo  XinhlecutltYe- 
remos  que  este  nombre,  por  sí  sólo, 
no  denota  al  dios  del  fuego,  y  que 
por  eso  agregan  al  nombre  el  de 
Tletl,  «fuego,»  «lumbre.»   . 

Si,  pues,  tenían  los  nahoas,  y  en- 
tre éstos,  particularmente  los  mexi- 
canos y  los  acolhuas,  la  idea  de  un 
dios  inmaterial,  lógico  es  creer  que 
empleaban  palabras  apropiadas  pa- 
ra significarlo;  y  entre  estas  pala- 
bras la  que  mejor  expresaba  la  al- 
tísima idea  era  la  de  Tloquenahua- 
que;  pues  la  de  Teotl,  no  obstante 
su  muy  abstracta  connotación,  se- 
gún se  vé  en  el  artículo  respectivo, 
se  aplicaba  á  todos  los  númenes  ó 
dioses  y  aun  á  los  muertos,  se  con- 
virtió en  un  vocablo  genérico,  como 
sucedió  con  Deus  entre  los  roma- 
nos, pues  á  los  Césares  muertos  los 
deificaban. 


* 


Oportunidad  nos  ofrece  este  ar- 
tículo para  extendernos  un  poco 
más  sobre  el  concepto  que  tenían 
los  indios  (las  clases  elevadas)  del 
Ser  Supremo,  en  medio  de  sus  prác- 
ticas idolátricas,  concepto  que  no 
corresponde  al  d\os  fuego,  como 
lo  creyó  y  sostuvo  Chavero. 

1 . — En  una  oración  dirigida  á  Tes- 
catlipoca,  le  dicen: 

«¡Oh  valeroso  señor  nuestro  de- 
«bajo  de  cuyas  alas  nos  ampara- 
«mos,  defendemos  3^^  hallamos  abri- 
«go!  tú  eres  invisible  y  no  palpable, 
«bien  así  como  la  noche  y  el  aire.» 

Al  Fuego  no  le  podían  decir  in- 
visible, porque  es  lo  más  visible  en 
el  universo,  ni  tampoco  impalpa- 
ble, porque  es  el  cuerpo  que  deja 


más  huellas  cuando  se  toca.  Si,  pues, 
á  Teacatlipoca  le  decían  impalpable 
é  invisible,  era  porque  lo  conside- 
raban superior  como  numen  ^Xiuh- 
tecutlitletl  al  fuego;  luego  no  era 
el  fuego  el  Ser  Supremo. 

2.— En  la  misma  oración,  pidien- 
do que  cese  una  peste  que  asóla  al 
pueblo,  dicen: 

«¡Oh  señor  nuestro  todopoderoso, 
misericordioso  y  nuestro  amparo! 
dado  que  vuestra  ira  y  vuestra  in- 
dignación, saetas  y  piedras,  han  gra- 
vemente herido  á  esta  pobre  gen- 
te, sea  esto  castigo  como  de  pa- 
dre ó  madre  que  reprehenden  á  sus 
hijos  tirándoles  de  las  orejas,  pe- 
llizcándolos en  los  brazos,  azotán- 
dolos con  ortiga,  y  derramando  so- 
bre ellos  agua  muy  fría;  y  todo  esto 
se  hace  para  que  se  enmienden  en 
sus  mocedades  y  niñerías;  pues  ya 
es  así  que  vuestro  castigo  y  vuestra 
indignación  se  ha  enseñoreado,  y 
ha  prevalecido  sobre  estos  vuestros 
siervos,  sobre  esta  pobre  gente;  bien 
así  como  las  gotas  del  agua,  que 
después  de  haber  llovido  sobre  los 
árboles  y  cañas  verdes,  tocándo- 
les el  aire,  caen  sobre  los  que  están 
debajo  de  ellas.  ¡Oh  señor  humafií- 
simol  bien  sabéis  que  la  gente  po- 
pular es  como  niños,  que  después 
de  haber  sido  azotados  y  casti- 
gados, lloran  y  sollozan,  y  se  arre- 
pienten de  lo  que  han  hecho.  Por 
ventura  ya  estas  gentes  pobres 
por  razón  de  vuestro  castigo,  llo- 
ran, suspiran,  y  se  reprenden  á  sí 
mismos,  y  están  murmurando  de 
sí:  en  vuestra  presencia  se  acusan 
y  tachan  sus  malas  obras,  y  se  cas- 
tigan por  ellas.  ¡Señor  nuestro  hu- 
manísimo, piadosísimo,  nobilísimo, 
y  preciosísimo!  baste  ya  el  castigo 
pasado,  y  seales  dado  término  para 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


317 


SU  enmienda:  sean  acabados  aquí, 
sino  otra  vez  cuando  ya  no  se  en- 
mendaren: perdonadlos  y  disimulad 
sus  culpas;  cese  yá  vuestra  ira  y 
vuestro  enojo,  recojedla  yá  dentro 
de  vuestro  pecho  para  que  no  haga 
mas  daño:  descanse  yá,  y  recójase 
vuestro  coraje  y  enojo,  que á  la  ver- 
dad de  la  muerte  no  se  pueden  es- 
capar ni  huir  para  ninguna  parte. 
Debemos  tributo  á  la  muerte,  y  sus 
vasallos  somos  cuantos  vivimos  en 
el  mundo;  este  tributo  todos  le  pa- 
gan á  la  muerte,  nadie  dejará  de 
seguirla  porque  es  vuestro  mensa- 
gero  á  la  hora  que  fuere  enviado, 
pues  que  esta  muerte  tiene  hambre 
y  sed  de  tragar  á  cuantos  hay  en  el 
mundo,  y  es  tan  poderosa  que  na- 
die se  le  podrá  escapar:  entonces 
todos  serán  castigados  conforme  á 
sus  obras.» 

¡Qué  propia,  qué  sencilla  y  qué 
hermosa  compara,ción  la  del  pueblo, 
semejante  á  los  niños  azotados  y 
llorosos  y  arrepentidos.  Si  no  co- 
piáramos el  texto  de  Sahagún,  tan 
verídico,  creeríamos  que  las  últi- 
mas palabras  preinsertas  eran  una 
suplantación  de  algún  fraile  fanáti- 
co y  mendaz.  Toda  la  oración  pa- 
rece el  salmo  del  Miserere  de  Da- 
vid. 

3.— En  la  oración  que  dirigían  los 
sacerdotes  á  Tescatlipoca  pidiéndo- 
le que  favoreciese  al  pueblo  contra 
sus  enemigos,  entre  otras  preces 
muy  delicadas,  como  dice  Sahagúji, 
se  encuentra  ésta: 

«En  conclusión,  lo  que  ruego  á 
V.  M.,  que  sois  nuestro  señor  hu- 
manísimo, y  nuestro  emperador  in- 
victísimo és,  que  tengáis  por  bien 
que  los  que  murieron  en  esta  gue- 
rra, sean  recibidos  con  entrañas  de 
piedad  y  de  amor  de  nuestro  pa- 


dre el  sol,  y  de  nuestra  madre  la 
tierra,  porque  vos  solo  vivís  y  rei- 
náis, y  sois  nuestro  señor  humaní- 
simo.» 

Aquí  se  ve  que  el  sol,  no  obstan- 
te ser  una  representación  esplén- 
dida del  fuego,  aparece  muy  inferior 
á  Tescatlipoca;  así  es  que  ésta  es 
una  nueva  prueba  de  que  el  fuego 
no  era  el  Ser  Supremo,  como  asien- 
ta Chavero. 

4.— En  la  oración  que  hacían  pi- 
diendo inspiración  para  el  Señor  ó 
Rey  que  habían  elegido,  hay  el  si- 
guiente pasaje,  cuya  interpreta- 
ción genuina  excluye  el  Fuego  de 
la  dignidad  de  Ser  Supremo,  aun- 
que á  primera  vista  aparece  lo 
contrario;  dice  así: 

«Sabemos  señor  humanísimo,  que 
nuestros  caminos  y  obras  no  están 
tanto  en  nuestra  mano,  como  en  la 
del  que  nos  mueve.  Si  alguna  co- 
sa aviesa  ó  mal  hecha  hiciere,  en  la 
dignidad  que  le  habéis  dado,  y  en 
la  silla  en  que  lo  habéis  puesto  que 
es  vuestra,  donde  está  tratando  los 
negocios  populares,  como  quien  la- 
ba  cosas  sucias,  con  agua  muy  clara 
y  muy  limpia,  en  la  cual  silla  y  dig- 
nidad tiene  el  mismo  oficio  de  la- 
bar  vuestro  padre  y  madre,  de  todos 
los  dioses,  el  dios  antiguo,  que  es  el 
dios  del  fuego  que  está  en  medio  de 
las  flores,  y  en  medio  del  alber- 
gue cercado  de  cuatro  paredes,  y 
está  cubierto  con  plumas  resplan- 
decientes que  son  como  alas.» 

Las  palabras  «dios  del  fuego»  de- 
ben entenderse  por  Creador  del  fue- 
go, pues  de  lo  contrario  sería  el  dios 
fuego.  Ese  creador  del  fuego  es  la 
Omeyotl,  la  «Dualidad,»  Ometecutli 
y  Omecihuatl;  y  por  eso  en  la  ora- 
ción se  le  diceá  Tescatlipoca  «vues- 
tro padre  y  vuestra  madre»  y  «de 

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318 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


todos  dioses,»  pues  en  la  Teogonia 
hemos  visto  que  Tescaiíipoca  es  hijo 
de  la  Omeyotl,  Además,  ¿es  creíble 
que  las  preces  se  hayan  dirigido  al 
dios  fuego,  tratándose  de  cosas  de 
otra  vida,  y  que  sólo  se  refieren  á  la 
moral  y  á  la  inteligencia?  No,  esas 
preces  están  dirigidas  al  dios  crea- 
dor del  fuego,  al  dios  que  nos  mue- 
ve la  voluntad;  que  es  la  Omeyotl, 
la  que  tiene  su  albergue  en  medio 
de  las  flores,  y  como  está  pintado  en 
la  lámina  del  Códice  Vaticano,  de 
que  arriba  nos  hemos  ocupado.  Por 
último,  hemos  visto  que  Sahagún 
coloca  al  Fuego,  á  Xiuhtecutli,  en- 
tre los  dioses  inferiores;  ¿cómo  po- 
dría ser  que  fuera  el  padre  de  Tes- 
ca////>ora  y  de  todos  los  dioses?  Lue- 
go ese  dios  del  fuego  á  quien  se  in- 
voca en  la  oración,  es  el  dios  que  lo 
creó,  es  la  Omeyotl,  la  «Dualidad.» 

5.— En  la  amonestación  que  el  pa- 
dre hacía  á  su  hija  cuando  entraba 
á  la  pubertad,  le  decía: 

«Mira  que  no  te  deshonres  á  ti 
misma:  mira  que  no  afrentes  á  nues- 
tros antepasados  los  señores  y  go- 
bernadores: mira  no  hagas  alguna 
vileza:  mira  repito  que  eres  noble 
y  generosa.  Ves  aquí  la  regla  que 
has  de  guardar  para  vivir  bien  en 
este  mundo,  entre  la  gente  que  en  él 
vive:  mira  que  eres  muger.  Nota  lo 
que  has  de  hacer:  de  noche  y  de  dia 
debes  orar  muchas  veces,  y  suspi- 
rar al  dios  invisible  é  impalpable 
que  se  llama  Yoalliehecatl:  demán- 
dale con  clamores,  y  tendidos  los 
brazos  en  el  secreto  de  tu  recogi- 
miento.» 

Yoalli^s  la  noche  obscura,  y  Ehe- 
catl  es  el  aire,  invisible  la  una,  é  im- 
palpable el  otro.  ¡Qué  propia  compa- 
ración para  connotar  con  dios  in- 
material! 


*  * 


Todos  los  pasajes  preinsertos  es- 
tán tomados  de  la  Historia  General 
de  las  cosas  de  Nueva  España  del 
P.  Sahagún,  autor  muy  verídico,  in- 
capaz de  adulterar  los  textos  que 
oralmente  le  comunicaban  los  in- 
dios viejos,  y  que  él  y  los  indios 
niños  que  se  educaban  en  Tlaltelol  • 
co  escribían  en  castellano.  El  P.  Sa 
hagún  no  escribió  su  historia  por 
curiosidad,  ni  con  objeto  científico, 
sino  para  dar  á  conocer  á  los  misio- 
neros y  á  sus  sucesores  la  verdad 
desnuda  sobre  religión,  moral,  as- 
trología,  costumbres  y  usos  domés- 
ticos, para  que  los  sacerdotes  cató- 
licos los  conocieran,  y  ya  en  el  pul- 
pito, ya  en  el  confesionario,  pudie- 
ran condenar  las  prácticas  idolátri- 
cas y  las  abusiones  y  supersticiones. 
Todo  esto  lo  dice  muy  ampliamente 
el  mismo  Sahagún  en  la  Introduc- 
ción al  primer  libro  de  su  historia, 
en  los  términos  siguientes: 

«El  médico  no  puede  acertada- 
mente aplicar  las  medicinas  al  en- 
fermo, sin  que  primero  conozca  de 
que  humor,  ó  de  que  causa,  pro- 
cede la  enfermedad;  de  manera,  que 
el  buen  médico  conviene  sea  doc- 
to en  el  conocimiento  de  las  medi- 
cinas, y  en  el  de  las  enfermedades, 
para  aplicar  conveniblemente  á  ca- 
da enfermedad  la  medicina  contra- 
rigí:  puesto  que  los  predicadores  y 
confesores,  médicos  son  de  las  al- 
mas para  curarlas  enfermedades  es- 
pirituales, conviene  que  tengan 
esperiencia  de  las  medicinas  y  de 
las  enfermedades  espirituales:  el 
predicador,  de  los  vicios  de  la  repú- 
blica, para  enderezar  contra  ellos 
su  doctrina,  y  el  confesor,  para  sa- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


319 


ber  preguntar  lo  que  conviene,  y 
saber  entender  lo  que  dijeren  tocan- 
te á  su  oficio:  conviene  mucho  se- 
pan lo  necesario  para  ejercitar  sus 
oficios:  ni  conviene  se  descuiden  los 
ministros  de  ésta  conversión,  con 
decir  que  entre  esta  gente  no  hay- 
mas  pecados  de  borracheras,  hurto 
y  carnalidad;  pues  otros  muchos  pe- 
cados hay  entre  ellos  muy  mas  gra- 
ves, y  que  tienen  gran  necesidad  de 
remedio.  Los  pecados  de  la  idola- 
tría y  ritos  idolátricos, y  supersticio- 
nes idolátricas  y  agüeros,  y  abusio- 
nes y  ceremonias  idolátricas,  no  son 
aun  perdidas  del  todo.  Para  predi- 
car contra  estas  cosas,  y  aun  para 
saber  si  las  hay.  es  menester  saber 
como  las  usaban  en  tiempo  de  su 
idolatría,  que  por  ifalta  de  no  saber 
esto,  en  nuestra  presencia  hacen 
muchas  cosas  idolátricas  sin  que  lo 
entendamos,  y  dicen  algunos  escu- 
sándolos,  que  son  boberías  ó  niñe- 
rías, por  ignorar  la  raíz  de  donde 
salen,  (que  es  mera  idolatría,  y  los 
confesores  ni  se  las  preguntan,  ni 
piensan  que  hay  tal  cosa,  ni  saben 
el  lenguage  para  preguntárselos,  ni 
aun  los  entenderán  aunque  se  lo 
digan).  Pues  porque  los  ministros 
del  evangelio  que  succederán  á  los 
que  primero  vinieron  en  la  cultura 
de  esta  nueva  viña  del  Señor,  no 
tengan  ocasión  de  quejarse  de  los 
primeros,  por  haber  dejado  á  oscu- 
ras las  cosas  de  estos  naturales  de 
esta  nueva  España, . . . .  » 

Dados  estos  antecedentes,  no  hay 
fundamento  para  sospechar  que  en 
las  oraciones  y  exhortaciones  que 
transcribe  Sahagún  haya  influencia 
cristiana;  y  la  conclusión  es,  que  los 
mexicanos  tenían  la  concepción  de 
un  dios  inmaterial,  que  no  podía  ser 
Xiuhtecutli  tletl,  sino  la  OmeyotL 


Vamos  á  concluir  este  artículo 
con  lo  que  debíamos  haber  comen- 
zado, con  la  etimología  de  la  pala- 
bra, siguiendo  el  orden  que  hemos 
observado  en  los  demás  artículos; 
pero  en  el  presente  hemos  querido 
que  el  lector  conozca  primero  las 
diversas  opiniones  de  los»  cronistas 
é  historiadores  sobre  la  significa- 
ción y  origen  de  la  palabra  para  que 
pueda  darse  cuenta  exacta  de  su 
connotación. 

Tloque  Nahuaque  se  compone  de 
las  preposiciones  tloc  y  nahuaque  en 
plural;  la  primera  significa  «cerca, 
con,  al  lado,»  y  la  segunda,  «cer- 
ca, al  rededor.»  Con  la  originalidad 
de  poner  en  plural  estas  preposi- 
ciones y  á  veces  posposiciones,  se 
forma  con  ellas  un  substantivo  que 
significa:  «el  que  está  cerca,  con,  al 
lado,  al  rededor  délas  cosas,»  y  co- 
mo esto  sólo  le  corresponde  á  Dios, 
concretaron  la  palabra  á  significar 
solamente  á  Dios,  á  la  deidad  su- 
prema. La  forma  plural  no  se  refie- 
re á  la  persona,  pues  que  significa- 
ría dioses,  sino  á  las  casas,  y  por 
eso  la  traducción  es:  «el  que  está 
cerca,  con,  al  lado,  al  rededor  de 
todas  las  cosas,  cuya  connotación 
explica  Molina  con  la  perífrasis  que 
emplea  en  su  Vocabulario:  «cabe 
«quien  está  el  ser  de  todas  las  co- 
«sas,  conservándolas  y  sustentán- 
«dolas.»  Aunque  tloque  y  nahua- 
que significan  separadamente  la 
misma  cosa,  y  aparece  el  vocablo 
compuesto  redundante,  sin  embar- 
go, esta  redundancia  le  da  mayor 
intensidad  á  la  significación.  Haya 
sido  Nesahualcoyotl,  ó  haya  sido 
algún  fraile  misionero  el  inventor 
de  esta  palabra,  la  invención  fué 
felicísima  y  demuestra  á  la  vez  la 
riqueza  de  elementos  del  idioma 


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320 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


náhuatl  para  expresar  Jas  ideas  más 
abstractas. 

TlotlL  Gavilán  ó  halcón.  Men- 
dieta  y  Torquemada  dicen  que  los 
dioses  adorados  en  Teotihuacan 
eran  animales;  pero  sóio  hacen  men- 
ción de  dos,  de  tlotli,  gavilán,  y  de 
citli,  liebre.  El  primero  figura  en 
dos  pasajes  mitológicos,  por  cierto 
muy  importantes,  y  en  ambos  co- 
mo embajador. 

Mendieta,  hablando  de  cómo  fué 
creado  el  sol,  dice:  «criado  ya,  pues, 
el  hombre,  y  habiendo  multiplica- 
do, traia  ó  tenia  cada  uno  de  los 
dioses  ciertos  hombres,  sus  devo- 
tos y  servidores,  consigo.  Y  como 
por  algimos  años  (según  decían)  no 
hubo  sol,  ayuntándose  los  dioses  en 
un  pueblo  que  se  dice  Teutiuacan, 
que  está  seis  leguas  de  México,  hi- 
cieron un  gran  fuego,  y  puestos  los 
dichos  dioses  á  cuatro  partes  de 
él,  dijeron  á  sus  devotos  que  el  que 
mas  presto  se  lanzase  de  ellos  en 
el  fuego,  llevaría  la  honra  de  ha- 
berse criado  el  sol,  porque  al  pri- 
mero que  se  echase  en  el  fuego, 
luego  saldría  sol;  y  que  uno  de 
ellos,  como  mas  animoso,  se  aba- 
lanzó y  arrojó  en  el  fuego,  y  ba- 
jó al  infierno;  y  estando  esperan- 
do por  donde  había  de  salir  el  sol, 
en  el  tanto,  dicen,  apostaron  con 
las  codornices,  langostas,  mari- 
posas y  culebras,  que  no  acerta- 
ban por  donde  saldría;  y  los  unos 
que  por  aquí,  los  otros  que  por  alli: 
en  fin,  no  acertando,  fueron  conde- 
nados á  ser  sacrificados;  lo  cual 
después  tenían  muy  en  costumbre 
de  hacer  ante  sus  ídolos:  y  final- 
mente salió  el  sol  por  donde  había 
de  salir,  y  detúvose,  que  no  pasaba 
adelante.  Y  viendo  los  dichos  dio- 
ses que  no  hacia  su  curso,  acorda- 


ron de  enviar  á  Tlotli  por  su  men- 
sajero, que  de  su  parte  le  dijese  y 
mandase  hiciese  su  curso;  y  él  res 
pondió  que  no  se  mudaría  del  lugar 
donde  estaba  hasta  haberlos  muerto 
y  destruido  á  ellos;  de  la  cual  res- 
puesta, por  una  parte  temerosos,  y 
por  otra  enojados,  uno  de  ellos,  que 
se  llamaba  CitU\  tomó  un  arco  y 
tres  flecha^  y  tiró  al  sol  para  le 
clavar  la  frente:  el  sol  se  abajó  y 
asi  no  le  dio:  tiróle  otra  flecha  la 
segunda  vez  y  hurtóle  el  cuerpo,  y 
lo  mismo  hizo  ala  tercera:  y  enoja- 
do el  sol  tomó  una  de  aquellas  fle- 
chas y  tiróla  al  Citli.  y  enclavóle  la 
frente,  de  que  luego  murió.  Viendo 
esto  los  otros  dioses  desmayaron, 
pareciendoles  que  no  podrían  pre- 
valecer contra  el  sol :  y  como  des- 
esperados, acordaron  de  matarse 
y  sacrificarse  todos  por  el  pecho;  y 
el  ministro  de  este  sacrificio  fue 
Xolotl,  que  abriéndolos  por  el  pe- 
cho con  un  navajon,  los  mató  y  des- 
pués se  mató  á  sí  mismo.» 
i  Véase  Citli,  Teteohuacan.) 

El  segundo  pasaje  en  que  figura 
Tlotli  es  imo  de  los  más  importan- 
tes de  la  antropogenesis  nahoa. 
Aunque  ya  hemos  hecho  la  relación 
de  él  en  otros  artículos,  la  repro- 
ducimos en  éste  para  dar  á  conocer 
ampliamente  el  original  estilo  del 
P.  Mendieta.  Dice  así : 

«Pero  ya  que  en  diversas  mane- 
ras cada  provincia  daba  su  relación 
por  la  mayor  parte  venían  á  con- 
cluir que  en  el  cíelo  había  un  dios  lla- 
mado Citlalatonac;  y  una  diosa 
llamada  C///a//c«^;  y  que  la  diosa  pa- 
rió un  navajon  ó  pedernal  (que  en 
su  lengua  llaman  tecpcatl),  de  lo  cual 
admirados  y  espantados  los  otros 
sus  hijos,  acordaron  de  echar  del 
cíelo  al  dicho  navajon,  y  asi  lo  pu- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


321 


sieron  por  obra.  Y  que  cayó  en  cier- 
ta parte  de  la  tierra,  donde  de- 
cían Chicomoztoc,  que  quiere  decir 
«siete  cuevas. »  Dicen  salieron  de  él 
mil  y  seiscientos  dioses  (^n  que 
parece  querer  atinar  á  la  caida  de 
los  malos  ángeles,)  los  cuales  dicen 
que  viéndose  así  caídos  y  desterra- 
dos, y  sin  algún  servicio  de  hom- 
bres, que  aun  no  los  había,  acorda- 
ron de  enviar  un  mensajero  á  la 
diosa  su  madre,  diciendo  que  pues 
los  había  desechado  de  si  y  des- 
terrado, tuviese  por  bien  darles  li- 
cencia, poder  y  modo  para  criar 
hombres,  para  que  con  ellos  tuvie- 
sen algún  servicio.  Y  la  madre  res- 
pondió: que  si  ellos  fueran  los  que 
debían  ser,  siempre  estuvieran  en 
su  compañía;  mas  pues  no  lo  mere- 
cían y  querian  tener  servicio  acá  en 
la  tierra,  que  pidiesen  al  Mtctlan 
Tecutli,  que  era  el  sefior  ó  capitán 
del  infierno,  que  les  diese  algún 
hueso  ó  ceniza  de  los  muertos  pa- 
sados, y  que  sobre  ello  se  sacrifi- 
casen, y  de  allí  saldrían  hombre  y 
mujer  que  después  fuesen  multi- 
plicando. Que  parece  querer  atinar 
al  diluvio,  cuando  perecieron  los 
hombres,  teniendo  no  haber  queda- 
do alguno.  Oída,  pues,  la  respuesta 
de  su  madre  (que  dicen  les  trajo 
Tlotlí,  que  es  «gavilán,»  entraron  en 
consulta,  y  acordaron  que  uno  de 
ellos,  que  se  decía  Xolotl,  fuese  al 
infierno  por  el  hueso  y  ceniza,  avi- 
sándole que  por  cuanto  el  dicho 
Mictlan  Tecutli,  capitán  del  infierno, 
era  doblado  y  cabiloso,  mírase  no 
se  arrepintiese  después  de  dado  lo 
que  se  le  pedia.  Por  lo  cual  le  con- 
venia dar  luego  á  huir  con  ello,  sin 
aguardar  mas  razones.  Hízolo  Xo- 
lotl de  lo  misma  manera  que  se  le 
encomendó;  que  fué  al  infierno  y  al- 


canzó del  capitán  MíctlanTecuili,  el 
hueso  y  ceniza  que  sus  hermanos 
pretendían  haber,  y  recibido  en  su  s 
manos,  luego  dio  con  ello  á  huir.  Y 
el  Mictlan  Tecutli,  afrentado  de  que 
asi  se  le  fuese  huyendo,  dio  á  correr 
tras  él,  de  suerte  que  por  escapar- 
se Xolotl,  tropezó  y  cayó,  y  el  hue- 
so, que  era  de  una  braza,  se  le  que- 
bró y  hizo  pedazos,  unos  mayores 
y  otros  menores;  por  lo  cual  dicen, 
los  hombres  ser  menores  unos  que 
otros.  Cogidas,  pues,  las  partes 
que  pudo,  llegó  donde  estaban  los 
dioses  sus  compañeros,  y  echado 
todo  lo  que  traia  en  un  lebrillo  ó 
barreñon,  los  dioses  y  diosas  se  sa- 
crificaron sacándose  sangre  de  to- 
das partes  del  cuerpo  ( según  des- 
pués los  indios  lo  acostumbraban)  y 
el  cuarto  día  dicen  salió  un  niño; 
y  tornando  á  hacer  lo  mismo,  al  otro 
cuarto  día  salió  la  niña:  y  los  die- 
ron á  criar  al  mismo  Xolotl,  el  cual 
los  crío  con  la  leche  de  cardo.» 
(Véase  Omecihual  y  Xolotl.) 

Tloxipeuhoa.  (Creemos  que  es 
adulteración  de  Toxipeuhca,  va- 
riante de  Toteucxipe.)  (V.)  Dios  de 
los  plateros  y  de  los  lapidarios.  Unos 
y  otros  le  dedicaban  para  que  fueran 
desollados  vivos  á los  que  les  habían 
hurtado  alhajas  de  oro  y  plata  ó  pe- 
drería; y  los  llevaban  á  su  templo 
arrastrándolos  por  los  cabellos. 

Tooi.  (TOf  nuestro,  a;  citli,  abue- 
la: «Nuestra  abuela.»)  Hemos  visto 
que  había  una  diosa  llamada  Tete- 
vinan,  «Su  madre  de  los  Dioses.» 
Siendo  los  hombres  hijos  de  los  dio- 
ses, natural  era  que  la  madre  de 
éstos  fuera  la  abuela  de  aquéllos; 
así  es  que  cuando  se  habla  de  esta 
diosa  con  relación  á  los  dioses,  se 
le  llama  Tetevinan,  y  cuando  con 
relación  á  los  hombres,  Toct. 

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322 


ANALES  DEL   MUSEO  NACIONAL. 


Tenía  otras  denominaciones,  pues 
desempeñaba  funciones  muy  com- 
plicadas: era  quien  producía  los 
temblores,  y  de  aquí  el  nombre 
Tlalli  iyollo  ó  « el  corazón  de  la  tie- 
rra;» patrocinaba  también  á  los  mé- 
dicos, adivinos  y  suertistas,  de  don- 
de le  vino  su  nombre  Yoaltísiíl,  «la 
médica  de  la  noche;»  y  como  uno 
de  los  principales  recursos  terapéu- 
ticos de  aquella  clase  consistía  en 
los  baños  de  vapor  ó  de  lemascal, 
llamábase  también  por  ese  motivo 
Temaskaltesi  ó  « abuela  de  los  ba- 
ños;» carácter  con  el  cual  se  nos 
presenta  en  el  Códice  Nuttall» 
quedando  allí  bajo  forma  de  busto 
y  coronando  la  puerta  de  la  casa  de 
baños.  Por  último,  aunque  pueden 
salir  de  los  nombres  anteriores,  y 
de  varias  funciones  de  la  diosa, 
y  de  su  misma  librea  otras  denomi- 
naciones, aquí  haré  mérito  de  una 
tan  sólo,  que  pasó  también  al  tem- 
plo donde  se  le  daba  culto  en  las 
afueras  de  la  ciudad,  y  que  se  lla- 
maba Ziuateo-kalli  ó  «casa  de  la 
deidad  femenil,»  porque  al  numen 
le  decían  Ziuateotl,  y  con  este 
nombre  sacrificaban  durante  la 
festividad  una  esclava  en  honra  su- 
ya. Su  fiesta  se  celebraba  solemne- 
mente, en  su  templo  de  México,  en 
el  mes  Ochpanistli.  Los  tlaxcalte- 
cas le  tributaban  un  culto  especial, 
y  las  labanderas  la  miraban  como 
á  su  protectora. 

Aunque  en  México  se  encontraba 
una  imagen  de  la  diosa,  tenía  tem- 
plo particular  en  el  lugar  donde 
ahora  se  alza  el  Santuario  de  Nues- 
tra Señora  de  Guadalupe,  cerca  del 
pequeño  teocalli  llamado  Cihuateo- 
calli,  teocalli  de  las  mujeres,  situa- 
do en  el  extremo  de  la  calzada  que 
por  el  Norte  salía  de  la  Ciudad; 


llamábase  aquel  sitio  Tocitlan,  yun- 
to á  Tocí.  El  templo,  si  tal  puede 
decirse,  consistía  en  «  cuatro  made- 
«ros  hincados,  puestos  en  cuadro, 
«que  cada  uno  tenia  á  mas  de  vein- 
«te  y  cinco  brazos  de  alto  y  de  grue- 
«so  que  dos  hombres  no  los  podían 
*bien  abrazar:  en  la  cumbre  de  es- 
«tos  cuatro  palos  estaba  hecho  un 
«andamio,  y  sobre  el  andamio 
«un  buhio  de  paja  con  que  estaba 
«cubierto.  En  cuanto  al  ídolo,  era 
«una  figura  de  mujer  anciana,  con 
«la  media  cara  blanca,  que  era  de 
«las  narices  para  arriba  y  de  las 
«narices  para  abajo  negra.  Tenia 
«una  cabellera  de  mujer  cogida  á 
«su  uso,  y  encima  de  ella  unas  gue- 
« dejas  de  algodón,  pegadas  como 
«una  corona»  hincados  á  los  lados 
«de  la  misma  cabellera  unos  bezos 
«con  sus  mazorcas  de  algodón  hila- 
«do  en  ellos,  de  las  puntas  de  estos 
«bezos,  colgaban  unos  copos  de  al- 
«godon  cardado.  En  la  una  mano 
«tenia  una  rodela  y  en  la  otra,  una 
«escoba:  al  colodrillo  le  tenían  pues- 
«to  un  plumaje,  de  plumas  amari- 
«llas;  tenia  una  camisa  corta,  con 
«una  orla  al  cabo  de  algodón  por  hi- 
«lar,  y  sus  enaguas,  todo  el  vestido 
«blanco:  estaba  este  ídolo  puesto  en 
«aquella  pieza,  siempre  en  su  altar, 
«sin  guarda  de  sacerdote,  ni  otra 
«gente  que  la  guardase.» 

Verificábanse  los  sacrificios  en 
la  honra  de  la  Toci,  en  manera  sin- 
gular. Hincaban  en  tierra  cuatro 
grandes  maderos  gruesos  y  de  trein- 
ta brazas  de  altura,  formando  un 
cuadro;  de  alto  á  abajo  atravesaban 
otros  maderos  horizontales,  for- 
mando con  los  otros  una  especie  de 
escalas.  Los  sacrif  icadores,  con  mi- 
tras de  papel  en  la  cabeza,  pintados 
con  yeso  los  ojos,  labios,  molledos  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


323 


muslos,  con  banderas  de  papel  co- 
locadas por  el  cuerpo,  subían  por 
los  atravesaños,  colocándose  en  el 
remate  amarrados  á  los  palos  para 
no  caer.  Cuatro  ministros  se  apode- 
raban de  la  victima  haciéndola  tre- 
par por  las  escalas;  si  tenía  miedo 
ó  se  resistía,  punzábanle  las  asen- 
taderas, con  púas  de  maguey:  lle- 
gada á  la  parte  superior,  apartá- 
banse los  ministros  conductores  y 
los  sacerdotes  amarrados  en  los 
palos  la  empujaban  hasta  hacerla 
caer,  con  lo  cual  se  hacía  pedazos 
contra  el  suelo;  allí  caída,  otros  mi- 
nistros la  degollaban,  recogiendo  la 
sangre  en  un  lebrillo  adornado  con 
plumas  encarnadas,  el  cual  lleno  de 
sangre  era  colocado  delante  de  la 
diosa.  (DurAn.) 

Llamábase  el  tablado  de  la  diosa 
Tocicuahuitl,  y  en  él  había  una  lum- 
bre de  noche,  que  servía  de  faro  á 
los  caminantes,  para  encontrar  el 
principio  de  la  calzada.  (Duran.) 
Los  huexotxinca.  por  motivos  que 
no  es  del  caso  referir,  vinieron  de 
secreto  una  noche  y  pusieron  fuego 
al  tablado  de  la  Toci.  Parece  que 
nada  fué  notado  por  los  veladores 
nocturnos,  supuesto  que  al  día  si- 
guiente sólo  se  encontraron  en  el 
sitio  un  montón  de  ceniza  y  algunos 
carbones.  Tenochtitlan  entero  que- 
dó horrorizado  de  aquel  desacato, 
no  reconoció  límites  la  cólera  del 
emperador  y  para  castigar  en  al- 
guien y  de  pronto  la  maldad,  mandó 
poner  en  prisión  á  los  sacerdotes 
de  la  diosa,  llenó  el  suelo  de  la  cár- 
cel de  algunos  fragmentos  de  obsi- 
diana para  que  se  hiriesen  las  car- 
nes, dándoles  de  comer  poco  á  fin 
de  que  muriesen  lentamente:  todos 
los  días  iban  á  afearles  su  descuido 
en  haber  dejado  quemar  el  templo. 


Practicáronse  sin  fruto  exquisi- 
tr.s  diligencias  para  descubrir  á  los 
autores  del  crimen,  hasta  que  los  de 
Tlaltelolco  participaron  que  uno 
de  los  prisioneros  tlaxcalteca  ha- 
bía declarado  que  los  huexotzinca 
habían  ido  á  Tlaxcala á  vanagloriar- 
se del  hecho;  por  sólo  aquel  dicho  se 
les  declaró  culpables.  El  templo  de 
la  Toci  quedó  levantado  sobre  cua- 
tro maderos  más  altos  y  mejores  que 
los  destruidos,  colocáronse  sobre  el 
tablado  abundantes  joyas  y  pre- 
seas, quedando  en  vela  del  templo 
guardas  y  sacerdotes:  las  víctimas 
para  el  estreno,  naturalmente  se 
designaron  de  Huexotmnco.  El  ejér- 
cito de  los  aliados  marchó  á  la  pro- 
vincia, penetró  por  tierra  de  Atlixco, 
cayendo  con  fiero  empuje  sobre  los 
sacrilegos.  Duró  la  batalla  varios 
días,  pues  en  balde  pidieron  los  hue- 
xotzinca, según  los  pactos  de  la 
guerra  florida,  cesaran  los  comba- 
tes; llevaban  orden  los  tenochca 
de  traer  un  número  determinado  de 
prisioneros,  y  mientras  no  le  com- 
pletaron, pelearon  y  pelearon  sin 
dárseles  nada  por  las  inmensas  pér- 
didas de  los  suyos:  completa  la  cuen- 
ta tornaron  á  México,  entrando  con 
los  honores  triunfales.  De  los  des- 
venturados prisioneros,  á  los  unos 
desollaron  vivos,  trayendo  por  las 
calles  los  cueros  como  en  la  fiesta 
del  tlacaxipehuatistli;  dieron  á  los 
otros  sacrificios  de  fuego,  que  co- 
mo recordaremos,  consistía  en  que 
cuatro  ministros  tomaban  á  la  vic- 
tima por  los  pies  y  las  manos,  la 
ponían  sobre  las  llamas  del  brasero 
divino,  dábanle  tres  movimientos  de 
alto  á  abajo,  soltándolo  al  cuarto 
meneo  en  la  lumbre,  de  donde  me- 
dio quemada  y  antes  de  espirar  la 
llevaban  al  techcatl  para  sacarle  el 


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324 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


corazón.  El  resto  de  los  cautivos 
fueron  conducidos  al  nuevo  templo 
de  la  Toci,  para  ser  aspados  y  asae- 
teados en  el  Tocicuahuitl,  según  ha- 
bía inventado  el  emperador. 

Los  huexotzinca  estuvieron  aten- 
tos con  lo  que  hacían  á  sus  compa- 
triotas, y  una  vez  terminado  el  sa- 
crificio, convidaron  respetuosa- 
mente á  Motecuhsoma  á  la  fiesta 
que  iban  á  hacer  á  su  dios  Camax- 
tle:  no  asistió  el  emperador,  aunque 
envió  representantes  suyos.  Los 
huexotzincas  desplegaron  en  aque- 
lla un  gran  lujo,  como  en  emulación 
de  los  mexica,  y  un  refinamien- ! 
to  de  crueldad  propio  para  la  ven- 1 
ganza;  los  prisioneros  tenochca,  mu- ' 
chos,  y  entre  ellos  muy  distinguidos  j 
capitanes,  perecieron  á  semejanza 
de  lo  acontecido  en  México,  unos  de- 
sollados vivos,  otros  en  el  sacri- 
cio  común,  los  demás  aspados  y 
asaeteados.  Cuando  sus  enviados 
vinieron  á  contar  á  Motecuhzoma 
lo  que  habían  visto,  se  contentó  con  ' 
responder  tranquilamente  «¿Qué  os 
«parece  esto?  para  eso  nacimos  y  pa- 
«ra  eso  salimos  al  campo,  y  esta  i 
«es  la  muerte  bienaventurada  de  que 
«nuestros  antepasados  nos  dejaron 
«noticia  y  tan  encomendada.»  Man- 
dó repartir  regalos  á  cuantos  se  ha- 
bían distinguido  en  la  pelea  y  prin- 
cipalmente á  los  tlaltelolca.  (Du- 
ran.) 

Aun  cuando  en  el  artículo  Teteoi- 
nan  hemos  dado  á  conocer  el  ori- 
gen de  la  teofanía  de  la  Toci,  tan 
íntimamente  ligada  con  la  historia 
de  los  mexicanos,  sin  embargo, 
transcribiremos  aquí  lo  que  el  Có- 
dice Ramírez  refiere  acerca  de  tan  i 
original  como  terrible  mitografía, ' 
y  de  su  trascendencia  en  la  funda- 
ción de  México. 


«Estando  en  paz  y  sosiego  Htd- 
tsilopuchtli,  Dios  de  los  mexicanos, 
viendo  el  poco  provecho  que  se  le 
seguía  de  sus  intentos  con  tanta  paz, 
dijo  á  sus  viejos  y  ayos:  —  necesidad 
tenemos  de  buscar  una  mujer,  la 
cual  se  ha  de  llamar  la  mujer  de 
la  discordia,  y  ésta  se  ha  de  llamar 
mi  agüela  en  el  lugar  donde  hemos 
de  ir  á  morar,  porque  no  es  este  el 
sitio  donde  hemos  de  hazer  nuestra 
habitación,  más  atrás  queda  el 
asiento  que  os  tengo  prometido  y 
es  necesario  que  la  ocasión  de  de- 
jar este  que  agora  habitamos  sea 
con  guerra  y  muerte  y  que  empe- 
cemos á  levantar  nuestras  armas, 
arcos,  flechas,  rodelas,  y  espadas  y 
demos  á  entender  al  mundo  el  va- 
lor de  nuestras  personas.  Comen- 
zad, pues'á  apercibiros  de  las  cosas 
necesarias  para  vuestra  defensa  y 
ofensa  de  nuestros  enemigos,  y  bús- 
quese  luego  medio  para  que  salga- 
mos deste  lugar;  y  sea  este  que, 
luego  vais  al  Rey  de  Culhuacan,  y 
le  pidáis  su  hija  para  mi  servicio, 
el  qual  luego  os  la  dará,  y  esta  ha 
de  ser  la  mujer  de  la  discordia  co- 
mo adelante  veréis.— Los  mexica- 
nos, que  siempre  fueron  obedientí- 
simos  á  su  Dios,  fueron  luego  al 
Rey  de  Culhuacan,  y  proponiendo 
su  embajada  viendo  que  le  pedían 
la  hija  para  Reina  de  los  mexica- 
nos y  abuela  de  su  Dios,  como  cob- 
dicia  desto  diósela  sin  dificultad,  á 
la  qual  los  mexicanos  llevaron  con 
toda  la  honra  posible  con  mucho 
contento  y  regocijo  de  ambas  par- 
tes assi  de  los  mexicanos  como  los 
de  Culhuacan,  y  puesta  en  su  trono 
luego  aquella  noche  habló  el  ídolo 
á  sus  ayos  y  sacerdotes  diziendo- 
les:— Ya  os  avisé  que  esta  mujer 
había  de  ser  la  de  la  discordia  en- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


325 


tre  vosotros  y  los  de  Culhuacan,  y 
para  lo  que  yo  tengo  determinado 
se  cumpla,  matad  á  esa  moza  y  sa- 
crificadla  á  mi  nombre  á  la  qual 
desde  hoy  tomo  por  mi  madre:  des- 
pués de  muerta  desollarla  heis  toda 
y  el  cuero  vestírselo  á  uno  de  los 
principales  mancebos  y  encima  ves 
tirse  de  los  demás  vestidos  mujeri- 
les de  la  moza,  y  convidareis  al  Re\'^ 
su  padre  que  venga  á  hacer  adora- 
ción á  la  diosa  su  hija  y  á  ofrecerle 
sacrificio:— Todo  lo  qual  se  puso 
por  obra  (y  esta  es  la  que  después 
los  mexicanos  tuvieron  por  diosa 
que  en  el  libro  de  los  sacrificios  se 
llama  Toa\  que  quiere  decir  (mies- 
ira  agüela).  Llamaron  luego  al  Rey 
su  padre  para  que  la  viniese  á  ado- 
rar según  el  ídolo  lo  habia  manda- 
do, aceptó  e!  Rey  el  convite,  y  jun- 
tando sus  principales  y  Señores  les 
dijo  que  juntasen  muchas  ofrendas 
y  presentes  para  ir  á  ofrecer  á  su 
hija  que  era  ya  Diosa  de  los  mexi- 
canos, ellos  teniéndolo  por  cosa 
muy  justa,  juntaron  muchas  y  di- 
versas cosas  acostumbradas  en  sus 
ofrendas  y  sacrificios,  y  saliendo 
con  todo  este  aparato  con  su  Rey, 
vinieron  al  lugar  de  los  mexicanos, 
los  quales  los  recibieron  y  aposenta- 
ron lo  mejor  que  pudieron,  dando 
les  el  parabién  de  su  venida:  des- 
pués que  hubieron  descansado,  me- 
tieron los  mexicanos  el  indio  que  es- 
taba vestido  con  el  cuero  de  la  hija 
del  Rey  al  aposento  del  ídolo  Hui- 
tsilopuchtli,  y  poniéndolo  á  su  lado, 
salieron  á  llamar  al  Rey  de  Culhua- 
can y  padre  de  la  moza,  diziendole: 
— Sefior,  si  eres  servido,  bien  puedes 
entrar  á  ver  á  nuestro  Dios  y  á  la 
Diosa  tu  hija,  y  hazerles  reverencia 
offreciéndoles  tus  offrendas.  —  El 
Rey  teniéndolo  por  bien  se  levantó 


y  entrando  en  el  aposento  del  ídolo, 
comenzó  á  hazer  grandes  ceremo- 
nias y  á  cortar  las  cabezas  de  mu- 
chas codornices  y  otras  aves  que  ha- 
bía llevado  haziendo  su  sacrificio 
dellas,  poniendo  delante  de  los  dio- 
ses muchos  manjares,  incienso  y 
flores  y  otras  cosas  tocantes  á  sus 
sacrificios,  y  por  estar  la  pieza  obs- 
cura novia  á  quien  ni  delante  de 
quien  hazian  aquellos  sacrificios, 
hasta  que  tomando  un  brasero  de 
lumbre  en  la  mano,  según  la  indus- 
tria que  le  dieron,  echo  encienso  en 
el  y  comenzando  á  ensensar  se  en- 
cendió de  modo  que  la  llama  aclaró 
el  lugar  donde  el  ídolo  y  el  cuero  de 
su  hija  estaba,  y  reconociendo  la 
crueldad  tan  grande,  cobrando  gran- 
dísimo horror  y  espanto  soltó  de  la 
mano  el  ensensario  y  salió  dando 
grandes  voces  diziendo:~Aqui, 
aqui  mis  vasallos  los  de  Culhuacan, 
contra  una  maldad  tan  grande  como 
estos  mexicanos  han  cometido,  que 
han  muerto  mi  hija  y  desollándola, 
vistieron  el  cuero  á  un  mancebo  á 
quien  me  han  hecho  adorar:  mueran 
y  sean  destruidos  los  hombres  tan 
malos  y  de  tan  crueles  costumbres; 
que  no  quede  rastro  ni  memoria  de 
ellos;  demos  fin  dellos,  vasallos 
mios.— Los  mexicanos  viendo  las 
razones  que  el  Rey  de  Culhuacan 
daba  y  el  alboroto  en  que  á  sus  va- 
sallos ponia,  los  quales  ya  mano  á 
las  armas,  los  mexicanos  como  gen 
te  que  estaba  ya  sobre  aviso,  se  re- 
tiraron metiéndose  con  sus  hijos  y 
mujeres  por  la  laguna  adentro,  to- 
mando el  agua  por  reparo  contra  los 
enemigos,  pero  los  de  Culhuacan 
dando  aviso  en  su  ciudad  salió  toda 
la  gente  con  mano  armada  y  com 
batiendo  á  los  mexicanos  los  metie- 
ron tan  adentro  de  la  laguna,  que 

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326 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


casi  perdían  pié,  por  cuya  causa  las 
mujeres  y  nifios  levantaron  gran 
llanto,  mas  no  por  eso  los  mexica- 
nos perdieron  el  ánimo,  antes  esfor- 
zandose mas  comenzaron  á  arrojar 
contra  sus  enemigos  muchas  varas 
arro  jadizf  is  como  fisgas,  con  las  qua- 
les  los  de  Culhuacan  recibieron  mu- 
cho detrimento,  de  suerte  que  se  co- 
menzaron tí  retirar,  y  assi  los  me- 
xicanos comenzaron  á  salir  de  la 
laguna  y  á  tornar  á  ganar  tierra, 
yéndose  á  reparar  á  un  lugar  á  la 
orilla  de  la  laguna  que  se  dice  Ista- 
palapan,  y  de  alli  pasaron  á  otro 
lugar  llamado  Acalmutitlan  por 
donde  entraba  un  gran  rio  á  la  la- 
guna tan  hondo  que  no  lo  podían 
vadear,  y  assi  hicieron  balsas  con 
las  mismas  fisgas  y  rodelas  y  yer- 
bas que  por  alli  hallaron,  y  con  ellas 
pasaron  las  mujeres  y  niños  de 
la  parte  del  rio,  y  habiendo  passa- 
do  se  metieron  por  un  lado  de  la  la- 
guna entre  unos  cañaverales,  espa- 
dazas  y  carrizales  donde  pasaron 
aquella  noche  con  mucha  angustia» 
trabajo  y  aflicción  y  llanto  de  las 
mujeres  3' niños,  pidiendo  que  les  de- 
jasen morir  allí,  que  ya  no  querían 
mas  trabajos.  E¡  Dios  Huitsilo- 
puchtli,  viendo  la  angustia  del  pue- 
blo, habló  aquella  noche  á  sus  ayos 
y  díjoles  que  consolassen  á  su  gen- 
te y  la  animassen,  pues  todo  aque- 
llo era  para  tener  después  mas  bien 
y  contento;  que  descansassen  ago- 
ra en  aquel  lugar.  Los  sacerdotes 
consolaron  al  pueblo  lo  mejor  que 
pudieron,  y  assi  algo  aliviados  con 
la  exortación,  todo  aquel  día  gasta- 
ron en  enjugar  sus  ropas  y  rodelas, 
edificando  un  baño  que  ellos  llaman 

temasicalli Hicieron  este  baño 

en  un  lugar  que  está  junto  á  esta 
ciudad  llamado  Mexicalt^inco  don- 


de se  bañaron  y  recrearon  algún 
tanto;  de  alli  pasaron  á  otro  lugar 
llamado  Istacalco  que  está  mas  cer- 
ca de  la  ciudad  de  México,  donde 
estuvieron  algimos  días;  después 
pasaron  á  otro  lugar  á  la  entrada 
de  esta  ciudad  donde  agora  está  una 
hermíta  de  San  Antonio  (hoy  calza- 
da de  San  Antonio  Abad,  al  sur  de 
la  ciudad);  de  aqui  entraron  en  un 
barrio  que  agora  es  de  la  ciudad  lla- 
mado San  Pablo  (al  sureste  de  la 
ciudad),  donde  parió  una  de  las  se- 
ñoras mas  principales  de  su  campa- 
ña, por  cuya  causa  hasta  hoy  se  lla- 
ma este  sitio  Mixiuhtlan  (Mixiuh- 
can)  que  significa  lugar  del  parto. 
Desta  suerte  y  con  este  estilo  se  fué 
metiendo  poco  á  poco  su  ídolo  al  si- 
tio en  que  pretendía  se  edificasse  su 
gran  ciudad  que  ya  deírte  lugar  es- 
taba muy  cerca.» 

A  la  Toci,  reverencialmente,  se 
le  llama  Tocitsin. 

Tociouahuill.  (^ Toa,  diosa  llama- 
da así;  cuahuiU,  árbol,  madero:  «ár- 
bol de  la  Toci.*)  Nombre  que  daban 
al  tablado  ó  altar  dedicado  á  los  sa  • 
crificíos  que  se  hacían  en  honor  de 
Toci,  (V.) 

Tocitlan  ó  Tocititlan.  (Toci,  dio- 
sa llamada  así;  tlan  6  tillan,  junto 
á:  «Junto  á  la  Toci,^)  Nombre  del 
lugar  en  que  estaba  un  templo  con- 
sagrado á  la  diosa  Toci.  Era  el  lu- 
gar en  que  hoy  se  encuentra  la  Co- 
legiata de  Guadalupe,  la  supuesta 
virgen  aparecida  al  indio  Juan  Die- 
go. (Véase  Tocl) 

Toohancalqui.  (Tochtli,  conejo; 
ami,  cazar;  calli,  casa;  qui,  el  que: 
«el  que  está  en  la  casa  de  la  caza 
de  conejos.»)  Guerrero  que  auxilió 
á  Huit3ilopochtli  en  su  lucha  con 
sus  hermanos  los  CenlBonhuisna- 
huac.    El  fué  el  que  mató  con  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


327 


xiuhcoatl  á  Coyolxauhqui,  instiga- 
dora de  la  lucha. 

Toohinoo.  (^7oc///w,  variante  de  7o- 
chtli,  coneio;  co,  en:  «En  (donde 
se  adora)  el  conejo.»)  Era  el  9.^  edi- 
ficio de  los  78  que  comprendía  el 
templo  mayor  de  México.  Era  un 
teocalli  bajo,  cuadrado  y  con  esca- 
lones por  los  cuatro  lados;  estaba 
dedicado  al  dios  del  vino,  Ometoch- 
tli,  en  honor  del  cual  inmolaban  ca- 
da año  un  cautivo  vestido  con  la  li- 
brea del  dios.  Comoá  los  dioses  del 
vino  los  llamaban  Totochtin,  «Cone- 
jos,» á  Ometochtli.  que  era  el  princi- 
pal, le  llamaron  Tochin,  «Conejo.» 

Clavigero  llama  á  este  Dios  7b- 
cA/wco,  confundiendo  el  nombre  de 
la  deidad  con  el  de  su  templo. 

Toohtepec.  Hoy  Tuxtepec.  (Véa- 
se TOCHTLI.) 

Toohtli.  (Etimol.  desconoc.)  Co- 
nejo. Era  el  nombre  del  primer  afto 
de  los  cuatro  que,  alternando  trece 
veces,  formaban  el  cielo  mexicano 
de  52  años.  Era  también  el  nom- 
bre del  8.^  día  de  las  veintenas  del 
calendario,  llamadas  vulgarmente 
meses.  En  los  jeroglíficos  se  re- 
presenta con  la  figura  entera  del 
animal,  ó  sólo  con  la  cabeza  con  las 
orejas  muy  enhiestas. 

Según  Chavero,  el  tochtli  repre- 
sentaba á  la  tierra;  acatl,  al  sol;  tec- 
paily  á  la  estrella  de  la  tarde,  y  ca- 
lli,  á  la  luna. 

En  la  cosmogonía  del  Códice  Zu- 
MÁRRAGA,  al  hablar  de  la  creación 
del  sol  y  de  la  luna,  en  Teteohua- 
can,  se  dice: 

«Y  dicen  los  que  cuentan  fábulas 
ó  hablillas,  que  tenían  igual  luz  con 
que  alimibraban,  y  de  que  vieron 
los  dioses  que  igualmente  resplan- 
decían, habláronse  otra  vez  y  dije- 
ron: «¡Oh  dioses!  ¿como  será  ésto? 


¿será  bien  que  vayan  á  la  par?  ¿se- 
rá bien  que  igualmente  alumbren?» 
Y  los  dioses  dieron  sentencia  y  di- 
jeron: «Sea  de  esta  manera,»  y  lue- 
go uno  de  ellos  fue  corriendo,  y  dio 
con  un  conejo  en  la  cara  á  Tecucijs- 
tecatl,  y  escurecióle  la  cara,  ofus- 
cóle el  resplandor,  y  quedó  como 
ahora  está  su  cara.» 

Esta  fábula,  con  muchas  varian- 
tes, la  encontramos  en  diversos 
pueblos. 

Entre  los  antiguos  se  hallaba  ya 
muy  arraigada  la  creencia  de  que 
la  luna  presentaba  el  aspecto  de  un 
rostro  humano. 

El  mismo  Plutarco  escribió  un  li- 
bro para  combatir  esa  opinión  y 
demostrar  que  los  rasgos  huma- 
nos que  en  el  disco  lunar  se  veían 
no  eran  otra  cosa  que  una  ilusión 
de  nuestra  vista  fatigada  que  pone 
claros  y  sombras  donde  sólo  existe 
una  absoluta  uniformidad. 

Pero  lo  más  singular  es  que  mu- 
chos otros  pueblos  veían  en  la  luna 
la  imagen  de  una  liebre  sentada  y 
con  las  orejas  tiesas. 

La  fantasía  popular  añadía  una 
mano  de  mortero  manejada  por  el 
animal  con  las  patas  delanteras.  De 
esta  forma  se  ve  representada  la 
luna  en  los  trajes  bordados  de  an  • 
tiguos  principes  chinos. 

De  China  se  propagó  esta  leyen- 
da á  la  India,  y  en  los  libros  de  fá- 
bulas de  este  país,  las  manchas  de 
la  luna  se  llaman  sa-sa,  que  quie- 
re decir  liebre  ó  conejo.  Por  la  mis- 
ma razón,  en  sánscrito  la  luna  lleva 
los  nombres  de  MarigadahBa  (por- 
tadora de  corzo)  ó  de  Sa'Sabhril 
(portadora  de  liebre).  Idéntica  creen- 
cia se  encuentra  entre  los  pueblos 
más  diversos,  en  Ceylán,  Tartaria, 
Mongolia,  Hotentocia,  etc. 


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328 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


En  este  último  existe  sobre  ella  ¡ 
una  tradición  muy  original.  La  lu-  ¡ 
na  envió  un  día  á  los  hombres,  por 
medio  de  la  liebre,  el  siguiente  men- 
saje: Lo  mismo  que  yo  muero  y 
renazco,  vosotros  moriréis  para  re- 
nacer después.  Pero  el  animal  cam- 1 
bió  la  frase  y  en  vez  de  ella  dijo:  | 
«lo  mismo  que  muero  y  no  renazco, 
vosotros  moriréis  para  no  rena- 
cer.» 

Furiosa  la  luna,  hirió  á  la  liebre 
en  el  hocico  y  ésta  á  su  vez  saltó  al 
rostro  de  la  luna  y  con  sus  uñas  la 
hizo  las  manchas  que  en  ella  se  ven. 

Los  chinos  dicen  también  que  en 
el  disco  lunar  hay  un  hombre  que  | 
por  una  gran  falta  fué  condenado  i 
á  derribar  un  árbol,  suplicio  que  ja- 
más tendrá  fin,  porque  los  cortes  i 
hechos  en  el  tronco  se  cierran  ape- 
nas abre  otros  nuevos.  i 


Ln  palabra  tochili  entra,  como 
elemento  principal,  en  la  composi- 
ción de  muchos  nombres  geográfi- 
cos, como  Tuchtla  (hoy  Tu x tía), 
Tochtepec  ó  Tuchtepec  (hoy  Tuxte- 
pec),  Ometochco  (hoy  Ometusco), 
Tochinchan,  etc.,  etc. 

Como  tochtli  ó  tuchtli  era  entre 
los  indios  el  tipo  de  los  cuadrúpe- 
dos pequeños,  muchos  de  éstos  lle- 
van su  nombre,  acompañado  de  otro 
que  los  caracteriza,  y  fórmanse  es- 
pecies distintas;  así,  por  ejemplo, 
de  cuauhtochtlíy  ardilla,  se  compone 
cuahuitl,  árbol,  y  de  tochtli,  cone- 
jo: «conejo  de  los  árboles;  ayotoch- 
///,  armadillo,  se  compone  de  ayotli, 
tortuga,  y  de  tochtli,  conejo:  «cone- 
jo-tortuga,» aludiendo  á  la  concha 
que  lo  cubre;  y  de  estos  nombres 


se  forman  otros  geográficos,  como 
Cuauhtochco  (hoy  Huatusco),  y ^43/0- 
tochco. 

El  Lie.  Borunda,  á  propósito  de 
tochtli  y  de  los  nombres  geográfi- 
cos en  que  entra  en  composición, 
dice  lo  siguiente: 

«Como  el  hueso  también  es  sym- 
bolo  de  duración,  y  el  conejo  de  ha- 
bitadores en  Cuevas,  y  algunos  pi- 
cachos verticales  iguales,  y  vistos 
á  distancia  competente  se  aseme- 
jan á  las  orejas  del  conejo,  se  trató 
á  algunas  de  las  serranías  que  los 
presentan  de  Tuchtepec,  dentro  c, 
de  la  sierra  tepetl,  del  conejo  tuch- 
tli, advirtiendose  juntamente  liber- 
tadas algunas  personas  en  cuevas, 
en  aquella  era  memorable,  é  ins- 
truiendo  el  número  de  las  de  nues- 
tro norte  en  este  valle,  el  de  las 
muelas  figuradas  al  hilo  del  tor- 
zal de  los  costados  en  este  Monu- 
mento, y  las  muelas  de  los  labios 
del  cangrejo  en  ambas  frentes,  el  nú- 
mero de  las  sobrevivientes  á  la  ori- 
lla de  la  serranía  de  Sur.  En  ella 
permanece  la  anotación  nacional 
Tuchtepec  referida  á  su  mas  eleva- 
da mole,  con  relación  á  su  lado  me- 
ridional, en  distrito  de  Sempoala, 
la  de  Ometuchco,  dentro  co  del  co- 
nejo tluchtli,  dos  orne  todavía  com- 
puesto de  que  está  el  maguey  metí, 
en  el  Camino  otli,  ó  symbolíca  pre- 
dicción de  aquel  suceso  de  la  era 
nacional,  alusivo  á  la  aniquilación 
de  la  embriaguez  con  averse  co- 
locado allí  en  tierra  llana  dos  pi- 
cachos de  serranía.  En  distrito 
del  vulgarizado  Chautla  también 
permanece  la  de  Nauítuchco,  den- 
tro co,  del  conejo  tuchtli,  quatro 
nauí;  todavía  compuesto  de  que  lo 
suio  i,  es  la  mollera  ímu,  symbolí- 
ca de  la  memoria,  y  acercándose  en 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


329 


aquella  situación  los  extremos  de 
quatro  serranias.» 

Es  admirable  el  talento  que  des- 
pliega Borunda  para  interpretar  el 
idioma  náhuatl,  desfigurándolo, 
siempre  que  así  le  conviene  para 
apoyar  sus  raras  doctrinas  ó  sus 
extravagantes  simbolismos.  Las 
etimologías  que  nos  da  de  Ttichte- 
pec,  de  Omeiuchco  y  Nahuitochco 
son  falsas;  Tuchtepec  se  compone  de 
tochtli  6  iuchtli,  conejo,  de  tepetl, 
cerro,  y  de  c,  en,  y  significa  simple- 
mente: «En  el  cerro  del  conejo. 
Ometuchco  se  compone  de  Ometuch' 
tu,  nombre  de  un  dios  (V.),  y  de  co, 
en,  y  significa:  «En  donde  está,  se 
venera)  el  diob  Ometochtli;  y  éste 
se  compone  de  Orne,  dos, y  de  tuch- 
tu,  conejo,  y  significa:  «Dos  (día) 
Conejo,  pues  tal  dios  no  es  más  que 
una  fecha  del  Tonalamatl.  Del  mis- 
mo modo  Nahuitochco  significa 
-< Donde  íestá)  e\  dios  NahuitochtU,» 
pues  también  es  otra  fecha  del  7b- 
nalanmtl,ú,  saber,  «Cuatro  (día)  Co- 
nejo.» 

Cuando  los  nahoas  daban  á  un 
lugar  el  nombre  de  orejas  de  algún 
animal,  no  sólo  ponían,  como  dice 
Borunda,  el  nombre  del  animal,  sino 
también  el  de  orejas;  así  tenemos  un 
lugar  llamado  Coyonacasco,  com- 
puesto de  coyotl,  coyote,  de  nacas- 
tu,  oreja,  y  de  co,  en,  y  significa, 
«En  orejas  de  coyote.»  Del  mismo 
modo,  al  lugar  llamado  ^Orejas  de 
conejo,»  por  haber  dos  picachos 
que  afectaran  la  figura  de  las  orejas 
de  un  conejo,  le  decían  Tochnacasco. 

Tohueyo.  (Etimología  descono- 
cida.) Texcatlipoca  en  su  persecu- 
ción á  Quetsalcoatl  y  á  los  toltecas 
en  general  (V.  Quetzalcoatl;,  bajo 
el  nombre  de  Titlacaiman  (V.),  se 
convirtió  en  un  indio  forastero  (to- 


hueyo), que  desnudo,  y  bajo  la  de- 
nominación de  Tohueyo,  se  sentó  á 
vender  ají  verde  en  el  mercado  de 
Tollan.  Huentac,  rey  de  los  tula- 
nos,  tenía  una  hija  doncella  muy 
hermosa,  la  cual  acertó  á  distinguir 
al  Tohueyo,  y  antojósele  tanto  que 
enfermó  de  amores.    Para  curarla, 
pues  se  moría,  fué  preciso  buscar 
el  Tohueyo,  traerle  al  palacio,  ves- 
¡  tirle  y  dársele  por  esposo.   Matri- 
j  monio  tan  desigual  disgustó  á  los 
I  vasallos,  quienes  prorumpieron  en 
destempladas  murmuraciones.    A 
fin  de  acallar  el  disgusto  público, 
Huemac  determinó  deshacerse  de 
su  importuno  yerno;  envióle  á  la 
guerra  de  Coatepec,  ordenando  se- 
cretamente á  sus  capitanes  le  hi- 
j  cieran  perecer.   En  la  batalla  deja- 
ron abandonado  al  Tohueyo  con  los 
!  pajes,  enanos  y  cojos;  mas  cuando 
I  el  enemigo  los  acometió,  pelearon 
I  con  tanto  brío,  que  salieron  vence- 
'  dores.  Fué  indispensable  que  Hue- 
mac y  los  tulanos  salieran  á  recibir 
I  al  plebeyo  con  gran  fiesta  ponién- 
!  dolé  las  armas  quetsalapanecayotl 
I  y  el  xiuhchimalli,  divisas  de  los 
triunfadores.  Las  artes  de  Titlaca- 
huan  habían  traído  el  descrédito  á 
Quetsalcoatl  y  á  su  amigo  el  rey 
Huemac. 

Para  solemnizar  al  triunfo,  Titla- 
cahuan  reunió  una  gran  multitud 
para  cantar  y  bailar,  entretúvolos 
hasta  la  media  noche,  en  que  los 
danzantes  se  despeñaban  en  el  ba- 
rranco texcallauhco,  convirtiéndo- 
se en  piedras. 

El  P.  Sahagún  hace  la  relación 
de  estos  sucesos  3^  de  otros  del  7b- 
hueyo;  pero  esa  relación,  aunque 
desfigurada  por  escrúpulos  de  pu- 
dor por  el  editor  D.  Carlos  María 
Bustamante,  está  tan  llena  de  natu 

83' 


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330 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


ralidad  y  de  gracia,  que  no  hemos 
podido  resistir  al  deseo  de  insertar- 
la para  delectación  del  lector.  De- 
bemos advertir  que  Sahagún  Jlama 
al  Tohueyo  Tobeyo. 

Dice  así: 

•  Otro  embuste  hizo  Titlacaoan, 
pues  se  volvió  y  convirtió  en  un  in- 
dio forastero  y  se  llamó  Tobeyo. 
Presentóse  desnudo  todo  el  cuerpo 
como  solian  andar  los  de  su  gene- 
ración: andava  hendiendo  axi  (ó 
chile)  verde  y  se  asentó  en  el  mer- 
cado enfrente  del  palacio  de  Venmc 
que  era  señor  de  los  tultecas  en  lo 
temporal,  porque  Qiíetsalcoail  era 
como  sacerdote  y  no  tenía  hijos. 
Vemac  tenía  una  hija  muy  hermo- 
sa, y  por  tal  codiciábanla  los  tulte- 
cas para  casarse  con  ella,  pero  él  no 
quiso  dársela.  Esta  miró  acia  el 
mercado  y  vio  al  Tobeyo  totalmente 
desnudo,  agradóse  de  él  y  antojó- 
sele,  porque  el  amor  que  por  él  to- 
mó hizo  que  se  le  hinchase  todo  el 
cuerpo.  Supo  su  padre  Vemac  co- 
mo estaba,  y  preguntó  á  las  donce- 
llas que  le  cuidaban  ¿qué  mal  tiene 
mi  hija?  Ellas  respondieron,  señor 
de  esta  enfermedad  fué  la  causa 
Tobeyo  que  andaba  desnudo,  vues- 
tra hija  vio  y.  .  .  y  está  mala  de 
amores.  Oídas  estas  palabras  por 
Vemac,  dijo. .  . .  ¡Ea  tultecas!  bus- 
cadme  al  Tobeyo  que  por  aquí  anda 
vendiendo  axi  verde;  buscáronlo 
por  todas  partes,  y  no  pareció:  su- 
bió un  pregonero  á  la  sierra  que  se 
llama  Tzatsiiepac,  y  pregonó  di- 
ciendo. . .  Tultecas,  si  hallareis  un 
Tobeyo  que  por  aqui  anda  vendien- 
do axi  verde,  traedlo  ante  el  señor 
Vemac,  y  le  buscaron  en  todas  par- 
tes y  no  le  hallaron,  y  así  vinieron 
á  decirlo  al  Rey:  después  pareció 
Tobeyo  asentado  en  el  mercado 


donde  antes  habia  estado  vendien- 
do axi  verde,  y  como  le  hallaron 
avisáronselo  luego  á  Vemac  quien 
dijo,  traédmelo  acá  presto:  puesto 
á  su  presencia  preguntóle  ¿de  dón- 
de sois?  respondióle  Tobeyo,  yo  soy 
forastero,  vengo  por  aqui  á  vender 
axi  verde.  Di  jóle  Vemac»  ¿porque 
no  os  ponéis  un  maxtli  y  cubris  con 
la  manta?  á  lo  que  respondió  To- 
beyo, tenemos  esta  costumbre  en 
nuestra  tierra.  Vemac  le  dijo. . . . 
,  Vos  habéis  agradado  á  mi  hija,  y 
la  habéis  de  sanar:  Tobeyo  respon- 
dió, de  ninguna  manera  señor,  pue- 
de ser  esto,  antes  matadme,  yo 
quiero  morir  porque  no  soy  digno 
de  oir  estas  palabras  viniendo  por 
aquí  á  buscar  la  vida  vendiendo  axi 
verde.  Vemac  di  jóle,  por  fuerza  ha- 
béis de  sanar  á  mi  hija,  no  tengáis 
miedo.  Tomáronle  luego  para  la- 
varle y  tresquilarle,  y  le  tiñeron 
todo  el  cuerpo  con  tinta,  y  pusié- 
ronlo un  maxtli  cubriéndole  con 
una  manta,  y  df  jóle  Vemac,  anda  y 
entra  á  ver  á  mi  hija  allá  dentro 
donde  la  guardan,  hízolo  así,  Tobe- 
yo durmió  con  ella  de  que  luego  fué 
sana  y  buena,  y  de  esta  manera 
Tobeyo  fue  yerno  del  señor  Ve- 
mac* 

Refiere  en  seguida  Sahagún  el 
enojo  que  causó  á  los  toltecas  el  ca- 
samiento de  Tobeyo  con  la  hija  de 
Huemac,  y  lo  que  hicieron  los  tol- 
tecas. 

Dice  así: 

«Después  de  cumplido  y  hecho  el 
matrimonio  del  Tobeyo  con  la  hija 
del  señor  Vemac,  los  tultecas  co- 
menzaron á  enojarse  y  decir  pala- 
bras injuriosas  y  afrentosas  contra 
éste  diciendo  entre  sí:  ¿por  qué  el 
señor  \  ^emac  casó  su  hija  con  un  7b- 
I  beyo?  Como  Vemac  hubiese  enten- 


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SEGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


331 


didoy  oído  las  palabras  afrentosas 
que  contra  él  decían  los  tultecas, 
llamóles  diciendo:  venid  acá,  yo  hé 
entendido  todas  las  palabras  inju 
riosas  que  habéis  dicho  contra  mí 
por  amor  de  mi  yerno  que  es  un  To- 
beyo,  yo  os  mando,  que  le  llevéis  di 
simuladamente  á  pelearla  guerra  de 
Cacatepecy  Coaiepec,  para  que  le  ma- 
ten nuestros  enemigos.  Oyendo  es- 
tas palabras  de  I  'emac,  los  tultecas 
se  armaron  y  juntaron,  y  fueron  á 
la  guerra  con  muchos  peones,  y  con 
el  yerno  de  Vewac,  y  en  llegando  al 
lugar  de  la  pelea,  ocultáronle  al  di- 
cho Tobeyo  para  aguardar  á  los  ene 
migos,  con  los  pages,  enanos  y  co- 
jos: después  de  haber  hecho  esto, 
(que  es  ardid  que  ellos  solían  tener, 
y  hacen  en  la  guerra)  los  dichos 
tultecas  fueron  á  pelear  contra 
los  enemigos  de  Coaiepec,  y  Tobeyo 
decía  á  los  pages  enanos  y  cojos.  «No 
tengáis  miedo,  esforzaos,  porque  á 
todos  nuestros  enemigos  hemos  de 
matar,  y  los  mas  enemigos  de  Coa- 
iepec prevalecían  persiguiendo  y 
venciendo  á  los  tultecas,  los  cuales 
huían  delante  de  aquellos,  y  esca- 
pándose de  las  manos  de  estos,  astu- 
ta y  engañosamente  los  tultecas,  de- 
jaron al  dicho  Tobeyo  solo  enterrado 
con  los  dichos  pages,  huyéndose  de 
los  enemigos,  y  habían  pensado  que 
estos  matarían  á  Tobeyo  con  los  pa- 
ges, porque  estaba  solo  con  ellos, 
viniéronse  luego  y  dijeron  á  Vemac: 
señor  ya  hemos  dejado  á  vuestro 
yerno  Tobeyo  solo  en  la  guerra  con 
los  pages,  en  poder  de  los  enemigos: 
Vemac  luego  que  oyó  lo  que  habían 
hecho  los  tultecas  con  su  yerno, 
holgóse  mucho  pensando  que  ya  era 
muerto,  porque  tenia  gran  vergüen- 
za de  tener  tal  yerno,  forastero  y 
Tobeyo,  Cuando  este  estaba  sote- 


rrado, miraba  á  los  enemigos  y  de- 
cía á  los  pages,  no  tengáis  miedo,  ya 
se  llegan  contra  nosotros  los  ene- 
migos, y  yo  sé  que  los  tengo  de  ma- 
tar todos.  Levantóse  y  salió  contra 
los  de  Coaiepec  y  Cacaiepec,  y  per- 
siguiéndoles, mató  un  sin  número. 
Llegó  á  noticia  del  señor  Vemac,  de 
lo  que  se  espantó  y  pesóle  mucho, 
y  llamó  á  los  dichos  tultecas  di- 
ciéndoles:  «vamos  á  recibir  á  mi  yer- 
no:» así  fueron  todos  á  su  encuen- 
tro con  el  señor  Vemac,  llevando 
consigo  unas  armas  ó  divisas  que 
se  llaman  queisalapanecayull,  y  ro- 
delas que  se  llaman  xiuhchimalli: 
vistiéronlo  con  ellas  en  señal  de 
triunfo  y  premio,  y  recibiéronlo  bai- 
lando y  tañéndole  las  flautas,  y  can- 
tando con  los  dichos  pages  con  mu- 
cha victoria  y  alegría.  Los  tultecas 
en  llegando  al  palacio  de  Vemac, 
emplumáronle  la  cabeza  y  tiñéronle 
todo  el  cuerpo  con  color  amarillo,  y 
la  cara  con  color  colorado,  y  lo  mis- 
mo á  los  pages :  este  es  el  regalo 
que  solían  hacer  á  los  que  venían 
triunfantes  de  la  guerra.  Después 
le  dijo  el  señor  Vemac  á  su  yerno, 
ahora  ya  estoy  contento  de  lo  que 
habéis  hecho,  y  también  lo  están  los 
tultecas:  muy  bien  te  has  portado 
con  los  enemigos,  descansa  y  re- 
posa.» 

Por  último  refiere  Sahagún  la  ma- 
tanza que  hizo  el  Tobeyo  entre  los 
toltecas  mientras  cantaban  y  bai- 
laban. 

Dice  así: 

Otro  embuste  hizo  el  dicho  nigro- 
mántico que  se  llamaba  Tíilacaoan 
después  de  haber  peleado  y  venci- 
do á  los  dichos  enemigos,  porque 
estando  emplumado  todo  el  cuerpo 
con  la  pluma  rica  que  se  llama  /o- 
civiil,  mandó  que  danzasen  y  baila- 


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332 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


sen  todos  los  tultecas,  é  hizo  vo- 
cear á  un  pregonero  en  la  sierra  de 
tsatziiepec  diciendo,  que  todos  los 
indios  forasteros  viniesen  á  una 
fiesta  á  danzar  y  bailar,  y  luego  vi- 
nieron muy  muchos  indios  sin  nú- 
mero á  Tulla:  en  juntándose  todos 
fué  el  dicho  Titlacaoan  á  un  lugar 
que  se  llama  texcalapa,  con  toda  la 
gente  que  no  se  podía  contar,  así 
mancebos  como  de  mozas,  y  comen- 
zó á  bailar,  danzar,  y  cantar  el  di- 
cho nigromántico  Tttlacaoantvíñexí- 
do  el  atambor,  y  tpda  la  gente  asi- 
mismo, comenzaba  á  bailar  y  hol- 
garse mucho,  cantando  el  verso  que 
cantaba  el  dicho  nigromántico.  Can- 
taba cada  versoálos  que  danzaban, 
y  luego  comenzaban  todos  á  repetir 
el  mismo  verso,  aunque  no  sabian 
de  memoria  el  cantar.  Mantuvié- 
ronse en  este  regocijo  hasta  cerca 
de  la  media  noche  que  se  llamaba 
tlatlapit3ali3pa,  y  porque  era  muy 
mucha  la  gente  que  danzaba,  empu- 
jábanse unos  á  otros,  y  muchos  de 
ellos  caían  despeñándose  en  el  ba- 
rranco del  río  que  se  llama  texcal- 
tlauhco.  y  se  convertían  en  peñas: 
en  el  dicho  río  había  una  puente  de 
piedra,  y  el  nigromántico  quebróla 
y  todos  los  que  iban  á  pasar  por  ella 
caíanse  y  despeñábanse  en^  el  río.  y 
se  convertían  en  piedras.  Nada  de 
esto  que  hacia  el  nigromántico,  sen- 
tían ni  miraban  los  dichos  tultecas, 
porque  estaban  como  borrachos  sin 
seso,  y  todas  las  veces  que  baila- 
ban y  danzaban,  como  se  empujaban 
unos  á  otros,  despeñábanse  en  el 
agua.» 
Tollan.  (  Véase  T:\:\.\.)  I 

Tolnahuac.  (  Tollin,  tule,  juncia;  | 
nahtinc,  al  rededor:  «rodeado  de  tu- 1 
les  ó  juncias.»)  Era  el  70.*^  edificio  " 
de  los  78  que  comprendía  el  templo  I 


mayor  de  México.  Era  un  tem- 
plo consagrado  á  la  Miquistli, 
-Muerte,»  y  allí  le  sacrificaban  cau- 
tivos cada  260  días,  cuando  era  Ce 
Miquistli  (V.)  en  el  Tonalamatl. 

Tolotzin.  Dios  de  los  matlatzin- 
cas.  (Véase  Toluca.)  Parece  que  el 
dios  Coltsin,  que  adoraban  los  cul- 
mas  y  que  dio  nombre  al  lugar  lla- 
mado Colhuacan,  es  el  mismo  Tolo- 
tsin,  (  Véase  Coltzin.) 

ToltecatL  (Derivado  gentilicio  de 
Tollan:  «Tolteca.»)  Era  uno  de  los 
dioses  de  la  embriaguez.  (Véase  Te- 
pozTECATL  y  Centzontotochtin.) 

El  intérprete  del  Códice  Nuttall, 
explicando  la  lámina  52,  dice:  «Es- 
te es  otro  de  los  mismos  q.  dixe  de 
los  beodos  y  su  nombre  era  tulte- 
gate.»  (Toltecatl.) 

Toltecatl  era  nombre  gentilicio 
de  los  oriundos  de  Tollan,  y,  por  la 
pericia  de  éstos  en  las  artes  y  ofi- 
cios, llegó  á  ser  sinónimo  de  hábil 
artífice. 

Toluca.  Ponemos  este  artículo, 
meramente  filológico,  por  la  rela- 
ción que  tiene  el  nombre  del  lu- 
gar con  el  dios  Tolotzin. 

El  Sr.  Orozco  y  Berra  dice,  «  To- 
locan  ó  Tolucan  propiamente  quie- 
re decir:  lugar  de  los  Toluca,^ 

Para  que  tuviera  esa  significa- 
ción, el  nombre  debería  ser  Toloca- 
pa  ó  Tolucapa,  como  se  dice  Mexi- 
capa,  Tlaxcaltecapa,  &.  &.  Toluca, 
por  sí  solo,  como  nombre  gentilicio, 
significa  simplemente  los  tolucas  ó 
tolucos,  como  Mexica,  los  mexica- 
nos; Tlaxcaltecas  los  tlaxcaltecas; 
Chalca,  los  chalquenos. 

Continua  diciendo  el  Sr.  Orozco: 
«La  palabra  está  expresada  por  una 
«cabeza  inclinada  (se  refiere  al  je- 
^rogUfico,  signo  del  verbo  toloa,bíX' 
«jar  ó  inclinar  la  cabeza,  resultan - 


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SBGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


333 


«do  Tolo-can  (de  sonido  igual  al 
«apetecido),  lugar  en  que  se  inclina 
«la  cabeza.»  Tolo-can  no  puede  sig- 
nificar «lugar  en  que  se  inclina  la 
cabeza.»  Para  que  signifique  esto, 
su  estructura  debería  ser  Toloayan, 
compuesto  de  toloa,  voz  imperso- 
nal del  verbo  toloa,  inclinar  la  ca- 
beza, y  de  yan,  seudoposposición 
que  expresa  el  lugar  donde  se  eje- 
cuta la  acción  del  verbo. 

El  Sr.  Dr.  Pefiafiel  dice:  «El  je- 
roglífico se  compone  de  una  cabe- 
za inclinada,  sóbrela  terminación  te- 
pee, estofaos  signos  dicen  solamen- 
te, lugar  ó  asiento  de  la  tribu  toluca, » 
En  todo  caso  sería  «lugar  de  los  to- 
loas  ó  toluas,  como  Culuacan  signi- 
fica lugar  de  los  coluas.» 

El  Sr.  Eufemio  Mendoza  dice: 
«Lugar  de  reverencia.»  La  forma 
figurativa  de  la  escritura  jeroglífi- 
ca, esto  es,  la  cabecita  inclinada, 
autoriza  esta  interpretación.  Reve- 
rencia se  dice,  en  mexicano,  entre 
otros  términos,  tolololistli,  y  agre- 
gando la  posposición  can»  lugar,  se 
formará  el  nombre  Tololíacan, 
el  cual,  por  sinalefa  que  impone  la 
eufonía,  puede  perder  la  sílaba  lis, 
y  convertirse  en  Tolo-can.  No  obs- 
tante esto,  no  estamos  conformes 
con  esta  interpretación,  porque  la 
inclinación  ó  abajamiento  de  cabeza 
que  expresa  el  verbo  toloa,  no  es 
propiamente  el  acto  de  reverencia 
que  impone  la  religión,  el  respeto 
ó  la  cortesía,  sino  el  acto  material 
de  bajar  la  cabeza;  y  no  es  verisí- 
mil que  se  hubiera  empleado  este 
término,  tololistli,  cuando  hay  los 
muy  apropiados,  netlancuacololia- 
tu,  nexicololistli,  tomahuitilistli, 
teixtililifftli,  los  cuales  expresan 
adoración,  respeto,  cortesía. 

El  Sr.  Olaguíbel  se  muestra  par- 


tidario de  la  interpretación  de  Men- 
doza, y  á  ese  propósito  dice:  «La 
existencia  de  los  templos  toltecas 
que  asegura  Boturini,  confirma  la 
traducción  del  Sr.  Mendoza:  «lugar 
de  reverencia,»  y  á  eso  conspira  el 
nombre  del  cerro  que,  inmediato  á 
Toluca,  se  levanta  por  el  rumbo 
Norte;  Tolochi,  corrupción  de  To- 
lotsin,  según  se  lee  en  los  títulos 
de  posesión  de  la  ciudad,  cuyo  nom- 
bre indica  doble  reverencia,  por  la 
raíz  tolo,  y  por  la  partícula  tsin, 
del  estilo  reverencial.» 

El  cerro  Tolochi,  corrupción  de 
Tolotsin,  nos  va  á  servir  de  guía 
para  encontrar  la  verdadera  signi- 
ficación de  Toloca  ó  Toluca.  En  ese 
cerro  debe  haber  habido  un  templo 
tolteca  de  los  que  habla  Boturini,  y 
en  él  debe  haberse  tributado  culto 
á  un  Dios  que  tenía  la  cabeza  incli- 
nada, y  esto  se  confirma  con  el  je- 
roglífico, que  consiste  en  un  cerro, 
lepetl,  en  cuya  cima  está  una  cabe- 
cita  inclinada.  Ahora  bien,  este  dios 
debe  haber  sido  conocido  con  el 
nombre  ó  advocación  de  «el  inclina- 
do de  cabeza,»  lo  cual  se  expresa 
en  mexicano  con  la  palabra  tolo, 
participio  pasivo,  con  funciones  de 
adjetivo,  del  verbo  toloa,  inclinar  ó 
bajar  la  cabeza;  pero  como  se  trata 
de  un  dios,  no  lo  han  de  haber  lla- 
mado simplemente  Tolo»  sino  Tolo- 
/.er/w^reverencialmente,  como  lo  ha- 
cían con  los  dioses  los  reyes,  los 
superiores,  etc.,  etc.  Tal  debe  ser  el 
origen  del  nombre  del  cerro,  que, 
geográficamente  debe  llamarse:  To- 
lotsinco,6  Tolotepetl,  ó  Tolocan,sig' 
ni fi cando  respectivamente:  «En 
donde  está  el  dios  Tolo,*  ó  «Ce- 
rro del  dios  7b/0;»  ó  «Lugar  del  dios 
Tb/o,»  esto  es,  «del  dios  que  tiene 
inclinada  la  cabeza.»  La  formación 

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334 


ANALBS  DEL  MUSBO  NACIONAL 


del  Último  nombre,  Tolocan,  basta- 
ría para  dar  por  terminada  la  dis- 
cusión de  esta  etimología,  para  los 
que  creen  que  la  escritura  genuina 
del  nombre  es  Tolocan;  pero  como 
nosotros  no  lo  creemos  así,  sino  que 
la  escritura  primitiva  fué  Toloca  6 
Toluca,  ampliaremos  nuestras  ex- 
plicaciones para  poner  punto  á  la 
discusión. 

Hemos  dicho  que  tolo,  «inclinado 
de  cabeza,»  es  un  participio  pasi- 
vo del  verbo  toloa,  inclinar  ó  bajar 
la  cabeza;»  ahora  agregaremos  que 
estos  participios  acabados  en  o, 
cuando  tienen  funciones  de  adjeti- 
vo y  se  refieren  á  personas,  suelen 
tomar  qm,  al  final;  así  es  que  «in- 
clinando la  cabeza , » lo  mismo  se  dice 
tolo,  que  toloqui.  Al  dios  de  que  tra- 
tamos, según  esto,  se  le  llamaría: 
Tolo;  6  Toloqui,  Tolotsin  6  Toloca- 
tsin,  revereúcialmente.  Ya  vimos 
cómo  se  formaron  nombres  geográ- 
ficos de  Tolo,  veamos  ahora  cómo 
se  puede  formar  de  Toloqui,  Es  re- 
gla del  idioma  náhuatl  que  los  nom- 
bres acabados  en  qui,  al  entrar  en 
composición,  convierten  el^«/en  ca; 
V.  g.:  de  cocoxqui,  enfermo,  se  for- 
ma cocoxcacalli,  hospital,  casa  de 
enfermos:  según  esta  regla,  al  en- 
trar Toloqui  en  composición  con  te- 
pee,  que  es  el  signo  del  lugar  del 
jeroglífico,  se  formará  Tolocatepec; 
pero  hay  otra  regla  gramatical  que 
establece  que  cuando  una  palabra, 
al  convertirse  en  nombre  de  lugar, 
tenga  por  última  sílaba  una  pospo- 
sición, no  se  añade  la  que  corres- 
pondería al  nombre  geográfico;  y 
haciendo  veces  de  posposición,  en 
este  caso  la  palabra  tepec  se  supri- 
me y  queda  el  nombre  en  la  forma 
de  Toloca,  por  ser  posposición  la  úl- 
tima sílaba  ca,  y  queda  significan- 


do: «En  (donde  está)  el  dios  Tolo  ó 
Toloqui,  esto  es  «el  inclinado  de  ca- 
beza.» La  variante  Toluca  procede 
de  que  los  indios  confunden  la  o  con 
la  u,  sobre  todo  cuando  está  repe- 
tida en  la  palabra. 

Después  de  algún  tiempo  de  ha- 
ber escrito  el  artículo  que  precede, 
leímos  un  pasaje  del  P.  Sahagún,  en 
que  se  dice:  «....los  ntallatsincacvXú' 
vaban  la  tierra  y  adoraban  al  dios 
Collsin,  al  cual  sacrificaban  vícti- 
mas humanas  retorciéndolas  den- 
tro de  una  red  de  pescar.»  La  lec- 
tura de  este  pasaje  vino  á  afirmar- 
nos en  nuestras  conjeturas,  pues 
con  él  queda  mostrada  su  exactitud 
de  un  modo  indiscutible.  En  efecto, 
Colisin  se  compone  de  collic,  torci- 
do, derivado  de  coloa,  torcer  lo  de- 
recho, encorvar,  y  de  Isin,  sufíjo 
que  expresa  reverencia,  cariftoó  di- 
minución; y  significa:  «El  dios  tor- 
cido,» «el  torcidito.»  Si  se  observa 
el  jeroglífico,  se  verá  que  la  incli- 
nación de  la  cabecita  que  está  en  la 
cima,  no  es  en  sentido  recto,  sino 
hacia  un  lado,  como  la  persona  que 
sufre  de  torticoli  ó  torcedura  del 
cuello.  De  todos  modos,  esta  torce- 
dura  le  hace  inclinar  al  dios  la  ca- 
beza, y  por  eso  le  han  de  haber  lla- 
mado también  Tolo  ó  Tolotsin.  «El 
inclinado  de  cabeza,»  y  de  esta  de- 
nominación, que  ha  de  haber  sido 
más  popular,  puesto  que  le  dio  nom- 
bre al  cerro  donde  estaba  el  teocalli, 
Tolotsin  ó  TolotepeCy  provino  la 
de  Toloca  ó  Toluca  dada  al  pueblo 
circunvecino. 

Otra  preciosa  enseñanza  encon- 
tramos en  el  pasaje  de  Sahagún* 
Dice  el  erudito  fraile  que  á  Coltain 
le  sacrificaban  víctimas  humanas 
retorciéndolas  dentro  de  una  red  de 
pescar.  La  red  en  el  idioma  náhuatl 


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SBGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


335 


se  llama  matlatl;  pero  como  era  ob- 
jeto consagrado  al  culto,  porque 
servía  de  instrumento  de  los  sacri- 
fícios,  su  denominación  debía  ser 
reverencial,  y  de  allí  es  que  se  le 
llamara  matlatain,  redecilla  ó  red 
sagrada.  Este  objeto  sagrado  ma- 
tlatsin,  sirvió  después  para  deno- 
minar la  comarca  en  que  se  hacía 
uso  de  tales  sacrificios,  y  por  eso 
se  llamó  Mailatsinco  al  valle  de  7b- 
luca,  matlatzinca  á  sus  habitantes. 
Esta  asociación  de  ideas  que  pro- 
ducen el  nombre  del  dios  Coltsin  y 
el  renombre  del  instrumento  de  los 
sacrificios  que  le  estaban  consagra- 
dos, da  origen  al  jeroglífico  dipton- 
go, como  lo  llama  el  Sr.  Pefiafíel, 
del  cerro  con  una  cabecita  inclina- 
da, en  la  cima,  y  de  las  redes  en  la 
parte  inferior. 

Los  nombres  del  dios,  el  de  la  red, 
y  los  de  las  comarcas,  deben  haber 
sido  puestos  por  los  tóltecas,  que  ha- 
blaban el  idioma  náhuatl  y  que  fun- 
daron el  templo,  según  dice  Boturi- 
ni,  pues  los  matlatzincas  hablaban 
otro  idioma,  que  se  conserva  aún 
en  algunos  pueblos  del  Estado  de 
México.  Los  matlatzincas  fueron 
sometidos  á  México  por  el  rey  Axa- 
yacatl,  quien  tuvo  un  hijo  que  se  lla- 
mó Matlatsincaltain,  Los  mexica- 
nos que  recogieron  las  tradiciones 
tóltecas,  trasmitieron  después  los 
nombres  nahoas,  pues  los  matla- 
tzinca, daban  nombres  muy  distin- 
tos en  su  idioma,  al  dios,  al  cerro, 
al  pueblo  y  á  la  comarca. 

Tomamacpalitotíque.  ( To-maitl, 
nuestra  mano,  macpalitotiqie,  en- 
cantadores, derivado  de  mucpalito- 
tía,  encantar,  comp.  de  macpalli, 
palma  de  la  mano  y  de  itotia,  bailar. 
No  corresponde  exactamenet  la 
significación  de  la  palabra  á  su  es- 


tructura.) Hechiceros  que  se  apode- 
raban aun  á  viva  fuerza  del  cadáver 
de  una  mujer  muerta  de  parto,  para 
cortarle  el  brazo  izquierdo  con  ma- 
no y  todo  para  entrar  á  robar  á  las 
casas  sin  resistencia  de  sus  mora- 
dores, pues  quedaban  aturdidos  ó 
encantados  á  la  vista  de  la  mano  de 
la  muerta.  Sahagún  explica  estos 
robos  del  modo  siguiente. 

«También  procuraban  unos  he- 
chiceros que  se  llamaban  tomamac- 
palitotique  de  hurtar  el  cuerpo  de 
esta  difunta,  para  cortarle  el  brazo 
izquierdo  con  la  mano,  porque  para 
hacer  sus  encantamientos  decían, 
que  tenía  virtud  el  brazo  y  mano, 
para  quitar  el  ánimo  de  los  que  es- 
taban en  la  casa  donde  iban  á  hur- 
tar, pues  de  tal  manera  los  desma- 
yaban, que  ni  podían  menearse  ni 
hablar,  aunque  veían  lo  que  pasa- 
ba.» 

Tomás.  (Santo.)  (Véase  Santo 
Tomás.) 

Tomiyauh.  (Etimología  incier- 
ta Remí  Simeón  dice  que  se  com- 
pone de  to,  nuestro;  y  de  miahuatl, 
flor  del  maíz,  y  traduce:  «Nues- 
tra flor  de  maíz.»  No  estamos  con- 
formes con  esta  etimología  ni  con  la 
traducción.  Miahuatl,  en  composi- 
ción con  el  posesivo  /o,  se  convierte 
en  miahua,  y  el  nombre  debería  ser 
Totmahua.  Es  verdad  que  w/'aAwa//, 
tiene  por  variante  miyahuatl,  pero 
ni  aun  así  es  correcta  la  palabra, 
pues  debería  ser  Totniyahua.  En 
cuanto  á  la  traducción  miahuatl  no 
significa  «flor  del  maíz»  sino  «espi- 
ga del  maíz.»  Miahuaxochitl  es  la 
que  significa  «flor  delmaíz.«  Ade- 
más « Flor  del  maíz »  es  un  nombre 
propio  de  una  diosa,  y  no  de  un  dios, 
y  menos  si  es  numen  de  la  embria- 
guez. Nosotros  aventuramos  la  si- 


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336 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


guíente  etimología: /ow/yo,  vellu- 
do, yauh,  el  que  va.  Nombre  de  un 
dios  de  la  embriaguez,  cuya  fiesta 
se  celebraba  en  el  mes  TepeilhuitL 
Tenía  un  sacerdote  dedicado  á  su 
servicio,  llamado  Omeiochtli-Tomi' 
yauh, 

Paso  y  Troncoso  dice  á  propósito 
de  este  dios  lo  siguiente: 

«  No  deja  de  ser  extraño  que  dos 
númenes  acuáticos,  Tomiyauh  y 
Nappateuktli,  tengan  afinidades 
con  los  dioses  del  vino  por  llevar 
sus  ministros  el  nombre  de  Orne- 
toxili:  como  son  los  dos  patrones 
de  ciertos  vegetales,  podemos  infe- 
rir que  sacaran  substancias  embria-  \ 
gantes  de  las  dichas  plantas.»  I 

Tona.  Nombre  que  le  da  Saha- 1 
gún  á  la  Tonan  6  Tottantsin.  (V.) 

TonacacuahuitL  (Síncopa  de  to-  i 
nacayocuahuitl  comp.  de  tonaca-  i 
yoil,  calor,  vida,  y  de  cuahuitl,  ár- 
bol: «árbol  de  la  vida.»  Para  la 
completa  inteligencia  de  esta  eti- 
mología véase  Tonatiuh.)  Ixtlilxo- 
chitl  dice  que  los  toltecas  llamaban 
á  la  Cruz  Tonacayotl,  « Árbol  de  la 
vida.»  (  Véase  Cruz),  y  Orozco  y 
Berra  lo  hace  extensivo  hasta  á  los 
aztecas,  pues  dice  «Los  aztecas  usa- 
ban palabra  propia  en  su  idioma 
para  significar  la  cruz,»  y  se  funda 
en  el  siguiente  pasaje  de  Torque- 
mada :  «  A  esta  cruz,  como  no  le  sa- 
«bian  el  nombre,  llamaron  los  in- 
«dios  Tonacacuahuitl,  que  quiere 
«decir,  madero  que  da  el  sustento 
«de  nuestra  vida;  tomada  la  etimo- 
«logía  del  maíz,  que  llaman  tonaca- 
*yuil,  que  quiere  decir:  cosa  de 
«nuestra  carne,  como  quien  dice,  la 
«cosa  que  alimenta  nuestro  cuer- 
«po.»  Después  del  pasaje  preinser- 
to dice:  «  Veytia,  si  bien  confundien- 
do los  significados,  aquí  corregidos. 


llama  al  signo  Tonacacuahuitl,  palo 
de  la  fertilidad  ó  de  la  abundancia; 
Quiahuitsiieotl,  dios  de  sus  lluvias; 
Chicahualisteotl,  dios  fuerte  6  pode- 
roso.» (Véase  Cruz  y  Tonatiuh.) 

Tonaoaoaaahtitlan.  (Tonaca- 
cuahuitl (V.),  y  titlan,  entre:  «Entre 
los  árboles  de  la  vida  ó  sustento.) 
Región  paradisiaca,  morada  de  To- 
nacatecutli  (Tonacayotl,  vida,  sus- 
tento; tecutli,  seftor:  «  El  Señor  del 
sustento  de  la  vida.»)  Cha  vero  y 
otros  autores  dicen  que  el  nombre 
se  compone  de  to,  nuestro,  a;  nacatl, 
carne;  tecutli,  señor,  y  traducen: 
«  Señor  de  nuestra  carne.  *  Véase  la 
impugnación  de  esta  etimología  en 
el  artículo  Tonatiuh. 

Tonaoateouüi  (Tonacayotl, y  i^^^ 
sustento;  tecutli,  señor:  «El  seftor 
de  la  vida,  del  sustento.»  í^F¿a5^ To- 
natiuh.) Este  mito  ha  causado  gran 
confusión  entre  los  autores.  Orozco 
y  Berra,  con  vista  del  MS.  de  Fr. 
Bernardino,  dice:  «Antes  de  la  exis- 
tencia del  Universo,  sólo  había  el 
cielo  decimotercero,  en  el  cual  vi- 
vían el  dios  Tonacatecuhtli  y  su  es- 
posa Tonacacihuatl,  por  otro  nom- 
bre Xochiquetsal :  no  reconocían 
origen,  era  el  principio  de  la  crea- 
ción.» 

En  otro  lugar  dice  el  mismo  Oroz- 
co y  Berra: 

«Nada  hemos  visto  todavía  acer- 
ca del  origen  de  los  dioses  y  del 
mundo.  Según  tm  antiguo  manus- 
crito, habitaban  en  el  treceno  cielo 
los  dioses  Tonacatecutli,  y  Tonaca- 
cihuatl su  mujer:  cielos  y  númenes 
aparecen  los  primeros,  sin  decirse 
de  dónde  traen  principio.» 

Orozco  y  Berra,  en  los  pasajes 
preinsertos,  está  en  lo  verdadero, 
pues  Tonacatecutli  y  su  esposa  7b- 
nacacihuatl  son  los  dioses  creado- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


337 


res,  el  Ser  Supremo;  pero  omitió 
decir  que  esta  pareja  divina  es  la 
misma  que  Omeiecutliy  OmecihuatL 
la  Omeyotl,  la  Dualidad  creadora. 

Chavero,  que  no  concede  ninguna 
idea  de  espiritualidad  á  los  nahoas, 
después  de  narrar  la  creación  de 
los  cielos  por  Ometecuhtli,  dice: 

«Ahora  bien,  ¿el  creador  nahoa 
era  un  ser  espiritual?  Sería  mucho 
exigir  de  un  pueblo  que  vivía  en  los 
primeros  años  de  la  humanidad.  El 
creador  Ometecuhtli  era  el  sol:  la 
religión  nahoa  era  esencialmente 
astronómica. 

En  efecto,  si  se  compara  la  figu- 
ra de  Ometecuhtli  con  la  que  tiene 
el  Sol  Tonacatecuhíli  en  varias  pin 
turas,  se  observará  que  es  la  misma. 
Así  se  ve  en  el  Códice  Borgiano,  en 
el  cuadro  que  representa  la  crea- 
ción del  Cipactli.  Es  el  mismo  dios 
con  el  mismo  copilli  detrás,  signi- 
ficando que  es  el  seflor  de  los  otros 
dioses,  con  los  mismos  atributos  y 
con  igual  forma;  pero  allí  es,  según 
Fábrega,  el  Tonacatecuhtli,  el  se- 
ñor de  nuestra  carne,  la  primera 
criatura  convertida  en  creador,  ó 
más  bien,  el  creador  siendo  la  pri- 
mera criatura  de  sí  mismo.  Las  dos 
figuras  son  iguales  porque  los  na- 
hoas creían  que  todo  lo  había  for- 
mado el  sol;  pero  no  comprendían 
que  la  unidad  pudiese  crear,  y  en- 
tonces, haciendo  del  mismo  sol  una 
idea  abstracta,  se  forjaron  un  crea- 
dor de  él,  que  tenía  al  mismo  tiem- 
po los  dos  sexos,  que  era  uno  y  dos, 
y  que  no  dejaba  de  ser  el  mismo 
sol.  Por  eso  cuando  querían  repre- 
sentar al  Tonacatecuhtli  no  le  po- 
nían las  manos  amarillas  para  que 
expresase  un  solo  sexo;  y,  por  el 
contrario,  lo  pintaban  con  ellas 
cuando  había  de  significar  el  poder 


creador  de  ambos  sexos,  el  dios  dos, 
el  Ometecuhtli, 

« Tonacatecuhtli,  que  es  el  nombre 
del  sol  cuando  á  su  vez  es  creador  de 
las  otras  criaturas,  significa  el  se- 
ñor de  nuestra  carne  6  el  seflor  que 
nos  alimenta.  Los  nahoas  compren- 
dían los  efectos  benéficos  del  sol 
sobre  las  sementeras  y  sobre  todos 
los  seres  de  la  tierra  y  le  atribuían 
con  razón  la  virtud  vivificadora  que 
expresaban  con  su  nombre. 

«Para  significar  el  sol  como 
astro,  de  su  nombre  de  Tonacate- 
cuhtli formaron  Tonatiuh,  Lo  re- 
presentaban entonces  por  un  círcu- 
lo, porque  el  astro  se  manifiesta  re- 
dondo á  la  vista,  y  hacia  la  circun- 
ferencia repartían  simétricamente 
y  alternados,  unos  signos  en  figura 
de  A  y  otros  en  forma  de  aspas. 
Tenemos  ya  al  sol  creador  con  el 
nombre  de  Ometecuhtli,  como  vivi- 
ficador con  el  de  Tonacatecuhtli  y 
como  astro  con  el  de  Tonatiuh.  La 
figura  de  éste  se  ve  en  la  Piedra 
del  sol.» 

En  otro  lugar  el  mismo  Chavero, 
después  de  hablar  de  la  forma- 
ción de  los  tres  astros  principales, 
el  sol,  la  luna  y  la  estrella  matutina 
y  vespertina,  dice: 

«Pasemos  al  cuarto  astro  nahoa 
y  al  cuarto  elemento,  la  tierra.  Si 
el  sol  era  el  Tonacatecuhtli,  el  se- 
ñor de  nuestra  carne,  el  que  nos  ali- 
menta, la  tierra,  para  formar  con  él 
el  Ometecuhtli,  era  Tonacacihuatl, 
la  mujer  de  nuestra  carne,  la  ali- 
mentadora  de  la  humanidad:  el  sol 
da  vida  con  su  fuego  á  la  tierra,  y 
ésta  produce  los  frutos  y  las  cose- 
chas. La  tierra,  como  esposa  de 
Tonacatecuhtli,  es  la  madre  de  O- 
pactliy  el  día,  y  de  Oxomoco,  la  no- 
che.» 

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J 


338 


ANALBS  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


En  los  pasajes  preinsertos  de  Cha- 
vero  sólo  hay  dos  verdades.  La  pri- 
mera, que  la  dualidad  de  Omeiecuh- 
tu  y  de  Omecihuatles  la  misma  que 
la  de  Tonacatecuhtli  y  Tonacaci 
huatl,  son  el  Ser  Supremo,  el  dios 
creador;  la  segunda,  que  la  primera 
dualidad  es  la  creadora,  y  la  segun- 
da es  la  vivificadora,  la  conserva- 
dora, la  que  sustenta;  y  estas  funcio- 
nes determinan  el  cambio  de  nom- 
bre, de  Ow^/^cwA/// en  Tonacatecuh- 
tli, y  de  Omecihuatl,  en  Tonacaci- 
huatl.  En  lo  demás  de  la  exposición 
de  Chavero  hay,  en  nuestro  concep- 
to, muchos  errores.  No  es  cierto  que 
los  nahoas  no  hayan  tenido  idea  de 
un  dios  espiritual,  ni  tampoco  es 
cierto  que  el  sol  fuera  Ometecuhtli;  y 
de  ambos  puntos  hemos  hablado  ex- 
tensamenteen  el  artículo  TloqueNa- 
huaque.  También  es  inexacto  que 
Tonacatecuhtli  y  Tonatiuh  tengan  el 
mismo  origen  etimológico,  y  de  esto 
nos  ocuparemos  en  el  artículo  Tona- 
tiuh. Tonacacihuatl  no  es  la  Tierra, 
pues  no  siendo  Tonacatecuhtli  el  Sol, 
no  puede  ser  su  esposa  la  Tierra. 
Además,  Tonacacihuatl  es  creadora, 
y  la  Tierra  es  creatura.  ( Véase  Tla- 
LLi.)  Hay  otros  errores  en  la  expo- 
sición de  Chavero,  de  los  que  no  nos 
ocupamos,  por  no  ser  pertinentes  á 
la  materia  de  que  tratamos. 

El  más  sagaz  de  los  intérpretes 
de  Códices  pictóricos,  Paso  y  Tron- 
coso,  determiníi  con  gran  precisión 
la  personalidad  de  Tonacatecuhtli  y 
Tonacacihuatl,  y  sus  acertos  y  con- 
clusiones nos  han  servido  de  guía 
para  señalar  los  errores  de  Chavero. 

Dice  que  Tonacatecuhtli,  supremo 
Dios,  significa  «El  señor  de  nuestro 
mantenimiento,»  y  que  Tonacaci- 
huatl significa,  en  sentido  recto,  la 
mujer  de  nuestra  carne  ó  cuerpo,» 


y  en  sentido  translaticio  «la  diosa 
de  nuestra  sustancia  ó  manteni- 
miento,» y  que  habitaban  un  lugar 
de  delicias  llamado  Tocacuauhtitlan 
(V.),  «Vergeles  donde  hay  todas  ma- 
neras de  árboles,  flores  y  frutos,» 
y  dominaban  sobre  todas  las  pro- 
ducciones de  la  tierra.  Dice  tam- 
bién el  mismo  autor  que  dos  de  los 
nombres  de  la  gran  diosa  eran  Xo- 
chiquetsali,  numen  de  las  flores  y 
Chicomecoatl,  numen  de  los  frutos; 
lo  cual  quiere  decir  que  los  atribu- 
tos dominantes  de  la  diosa  madre 
se  repartían  entre  aquellas  otras 
dos  entidades  de  orden  secundario, 
pues  que  había  de  la  primera,  A'o- 
chiquetsalli,  á  la  segunda,  Chicome- 
coatl,  una  relación  de  dependencia 
que  bien  se  revela  por  medio  del 
idioma  cuando  al  fruto  se  le  da 
el  nombre  de  Xochicualli,  «lo bueno, 
lo  sustancioso,  lo  que  se  come  de  la 
flor.»  Cree  Paso  y  Troncoso  que 
Centeotl  no  era  más  que  un  repre- 
sentante de  Tonacatecuhtli  en  el  or- 
den de  los  frutos,  y  que  en  el  orden 
de  las  flores  tenían  por  coadjutor  á 
Chicomexochitl,  *siete  flor,»  el  cual 
daba  las  grandezas  del  mundo,  se- 
gún el  Códice  Ríos,  y  los  manteni- 
mientos, según  el  Códice  Nuttall, 
pues  que  le  dedicaban  los  cascaro- 
nes de  los  huevos  de  donde  habían 
salido  pollos,  para  darle  las  gracias 
por  la  merced  que  les  había  hecho 
en  darles  cría.  Por  último,  fundán- 
dose en  una  lámina  del  Códice  Ríos, 
Tonacatecuhtli  era  el  mismo  Omete- 
cuhtli, y  la  facultad  creadora  se  dis- 
tribuía entre  la  deidad  principal  y 
su  coadjutor  Chicomexochitl ,  pues 
el  primero  creaba  los  seres  racio- 
nales y  los  mandaba,  ya  formados, 
al  vientre  de  la  madre,  y  el  coadju- 
tor desempeñaba  las  funciones  más 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


339 


modestas  creando  los  seres  irracio- 
nales. 

Tonacayahua.  (Tonaccayotl,  sus- 
tento, alimento,  vida;  hua,  que  tiene: 
«Lla  que  tiene  nuestro  sustento,  que 
nos  mantiene.»)  Nombre  que  le  da- 
ban á  Centeotl,  diosa  de  la  tierra  y  del 
maíz.  En  México  tenía  cinco  tem- 
plos; y  se  le  hacían  tres  fiestas  en 
los  meses  tercero,  octavo  y  undéci- 
mo; pero  ninguna  nación  la  reve- 
renció tanto  como  los  totonacas, 
que  la  veneraban  como  su  principal 
protectora  y  le  edificaron  un  templo 
en  la  cima  de  un  alto  monte,  servi- 
do por  muchos  sacerdotes  exclusi- 
vamente consagrados  á  su  culto.  La 
miraban  con  gran  afecto  porque 
creían  que  no  gustaba  de  víctimas 
humanas,  sino  que  se  contentaba 
con  el  sacrificio  de  tórtolas,  codor- 
nices, conejos  y  otros  animales,  que 
le  inmolaban  en  gran  cantidad.  Es- 
peraban que  ella  los  libertaría  final- 
mente del  tiránico  yugo  de  los  otros 
dioses,  los  cuales  los  obligaban  á 
sacrificarle  tantos  hombres.  Pero 
los  mexicanos  eran  de  distinta  opi- 
nión, y  en  sus  fiestas  derramaban 
mucha  sangre  humana. 

El  Dr.  Mier,  siguiendo  á  Borunda, 
dice  que  la  Tonahua  era  la  Virgen 
María,  madre  de  Jesucristo,  y  hace 
la  exposición  siguiente: 

«Si  de  su  templo  (el  de  Quetsal- 
coatí)  voy  al  de  la  Cihna-cohuatl  ó 
muger  culebra,  me  encuentro  con 
una  virgen  blanca  y  rubia,  que  sin 
lesión  de  su  virginidad  parió  por 
obra  del  cielo  al  Señor  de  la  Coro- 
na de  espinas  teohuitsnahuac,  la 
cual  estaba  vestida  á  la  manera  de 
Quetsalcokuail,  y  por  eso  la  llama- 
ban también  Cohuatlicue,  sino  que 
la  túnica  cueitl  estaba  esmaltada  de 
piedras  preciosas,  símbolo  de  su 


virginidad,  y  por  eso  le  decían  Chai- 
chihuitlicue,  y  el  manto  era  azul  Ma- 
tlalcueyc,  y  sembrado  de  estrellas 
Citlacue  (adviértase  que  citlalin,  es- 
trella, es  palabra  Chinesa)  y  por 
otro  nombre  se  llamaba  Tonacaya- 
hua, esto  es,  madre  ó  seflora  del 
que  ha  encamado  entre  nosotros, 
así  como  llamaban  á  las  cruces  to- 
nacaymtl,  árbol  del  que  encarnó  en- 
tre nosotros,  pues  nacayo  significa 
encarnar.  Esta  diosa,  dice  Torque- 
mada,  prohibía  y  detestaba  los  sa- 
crificios humanos.»  Nacayo  signi- 
fica «carnudo,  carnoso,»  y  no  encar- 
nar, como  dice  el  Dr.  Mier. 

Tonalamatl.  (Tonalli,  día;  amatl, 
papel:  «Papel  de  los  días,»  Calen- 
dario.) Es  un  modo  especial  de  com- 
putar el  tiempo  que  sólo  se  halló 
empleado  en  algunos  pueblos  de 
América  antes  de  la  Conquista.  Era 
un  período  de  tiempo  de  260  días 
dividido  en  20  partes  de  13  días  cada 
una,  llamadas  trecenas,  y  de  ambos 
factores  20  X  13  resultaba  el  pro- 
ducto 260.  Los  nahoas  llamaban  á 
este  cómputo  Cemilhuitlapohualis- 
tli,  cuenta  de  las  fiestas  ó  días  ri- 
tuales. 

En  cuanto  á  su  origen,  decían 
los  mexica  que  los  inventores  fue- 
ron Cipactonal  y  su  mujer  Oxotno- 
co,  razón  por  la  cual  les  ponían  en* 
medio  de  los  libros  en  que  las  figu- 
ras estaban  escritas.  El  P.  Men- 
dieta  trae  una  descripción  minucio- 
sa de  la  formación  del  Tonalamatl. 
Dice  así:  «Para  tratar  de  las  fiestas 
I  que  estos  indios  de  la  Nueva  Espa- 
ña (en  especial  los  de  México,  Tex- 
cuco  y  Tlaxcala)  hacían  á  sus  dio- 
ses, es  de  saber  cuanto  á  lo  primero, 
que  tenían  su  calendario  por  donde 
se  regían,  y  tenían  señalados  sus 
días  del  año  para  cada  uno  de 


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340 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


los  diablos  á  quien  hadan  fiesta  y 
celebraban,  asi  como  nosotros  te- 
nemos dedicado  su  dia  en  tal  ó  tal 
mes  á  cada  uno  de  los  santos.  Que 
en  esto  parece  haber  tomado  el  mal- 
dito demonio  oficio  de  mona,  procu- 
rando que  su  babilónica  y  infernal 
iglesia  ó  congregación  de  idólatras 
y  engañados  hombres,  en  los  ritos 
de  su  idolatría  y  adoración  diabóli- 
ca remedase  (en  cuanto  ser  pudie- 
se) el  orden  que  para  reconocer  á  su 
dios  y  reverenciar  á  sus  santos  tie- 
ne en  costumbre  la  iglesia  católica. 
Y  dando  relación  los  indios  viejos 
del  principio  y  fundamento  que  tu- 
vo este  su  Calendario,  contaban  una 
tonta  ficción,  como  son  las  demás 
que  creian  cerca  de  sus  dioses.  Di- 
cen que  como  sus  dioses  vieron  ha- 
ber ya  hombre  criado  en  el  mundo, 
y  no  tener  libro  por  donde  se  rigie- 
se, estando  en  tierra  de  Cuernava- 
ca  en  cierta  cueva  dos  personajes, 
marido  y  mujer,  del  número  de  los 
dioses,  llamados  por  nombre  Oxo- 
moco  y  ella  Cipactonal,  consultaron 
ambos  A  dos  sobre  esto.  Y  pareció 
á  la  vieja  seria  bien  tomar  consejo 
con  su  nieto  Quetsalcoaíl,  que  era 
el  Ídolo  de  Cholula  (como  arriba  se 
dijo),  dándole  parte  de  su  propósito. 
Parecióle  bien  su  deseo,  y  la  causa 
justa  y  razonable:  de  manera  que 
altercaron  los  tres  sobre  quien  pon- 
dria  la  primera  letra  ó  signo  del  tal 
calendario.  Y  en  fin,  teniendo  res- 
peto á  la  vieja,  acordaron  de  le  dar 
la  mano  en  lo  dicho.  La  cual  andan- 
do buscando  qué  pondría  al  princi- 
pio del  dicho  calendario,  topó  en 
cierta  cosa  llamada  Cipactli,  que  la 
pintan  á  manera  de  sierpe,  y  dicen 
andar  en  el  agua,  y  que  le  hizo  re- 
lación de  su  intento,  rogándole  tu- 
viese por  bien  ser  puesta  y  asenta- 


da por  primera  letra  ó  signo  del  tal 
calendario;  y  consintiendo  en  ello, 
pintáronla  y  pusieron  ce  Cipactli 
que  quiere  decir  «una  sierpe.»  El 
marido  de  la  vieja  puso  dos  cañas, 
y  el  nieto  tres  casas,  &c.,  y  de  esta 
manera  fueron  poniendo  hasta  tre- 
ce signos  en  cada  plana,  en  reveren- 
cia de  los  autores  dichos  y  de  otros 
dioses  que  enmedio  de  cada  plana 
tenían  los  indios,  pintados  y  muy 
asentados  en  este  libro  del  calen- 
dario, que  contenia  trece  planas,  y 
en  cada  plana  trece  signos,  los  cua- 
les servian  también  para  contar  los 
dias,  semanas,  meses  y  años:  por- 
que ya  que  los  dichos  signos  no  lle- 
gaban al  número  cumplido  de  los 
trescientos  y  sesenta  y  cinco  que  te- 
nian  como  nosotros,  tomaban  del 
principio  hasta  donde  se  cumplie- 
sen; y  porque  sus  meses  eran  diez 
y  ocho,  á  veinte  dias  cada  mes,  ha- 
cían trescientos  y  sesenta  dias,  y  á 
los  cinco  que  quedaban  tenian  por 
aciagos  ó  de  agüeros,  por  ser  fuera 
del  número  cumplido  y  llamábanlos 
nemontemi,  que  quiere  decir:  «que 
caen  de  balde  y  sin  ser  menester.» 

En  cuanto  al  modo  de  intercalar 
el  Tonalamatl  en  el  año  solar  y  de 
formar  con  las  trecenas  los  tlalpilli 
ó  periodos  de  13  años,  véase  el  ar- 
tículo Calendario. 

Orozco  y  Berra  cree  que  los  za- 
potecas  fueron  los  autores  del  7b- 
nalamatl,  y  que  de  ellos  lo  tomaron 
los  nahoas,  aunque  inventaron  la  fá- 
bula que  hemos  visto  en  Mendieta, 
para  atribuirse  ellos  la  formación 
del  Tonalamatl,  el  cual  entre  los 
zapotecas  tenía  el  nombre  de  pije  6 
piyé.  Chavero  opina,  y  nos  adheri- 
mos á  su  opinión,  que  los  sacerdo- 
tes toltecas  fueron  los  autores  de  tal 
Calendario,  y  opina  también  que  no 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


341 


fué  el  primitivo,  esto  es,  que  no  fué 
el  primer  modo  de  computar  el  tiem- 
po, y  para  ello  aduce  las  razones  si- 
guientes: 

«Encontrados  los  puntos  solsti- 
ciales, habían  encontrado  también 
ios  nahoas  el  año  solar,  es  decir, 
el  períododetiempoque  empleaba  el  j 
astro  para  volver  al  punto  del  pri- 
mer solsticio;  lo  que  hace  suponer 
que  los  nahoas  comenzaban  su  año 
por  el  solsticio  de  invierno.  En  este  ¡ 
sentido  e?  exacto  el  sistema  del  se- 
ñor Orozco.  Por  tal  procedimiento,  ¡ 
los  nahoas  no  necesitaron  para  lle- 
gar al  año  solar,  como  otros  pue- 
blos, tomar  antes  en  consideración 
los  períodos  de  la  luna.  j 

•  El  año  solar  nahoa  fué  al  princi- 1 
pió  de  365  días  completos,  y  éste  i 
era  entonces  el  año  civil  y  el  año 
astronómico. Boturinidicequenues- 1 
tros  antiguos  pueblos  tuvieron  cua- 1 
tro  calendarios:  el  del  aña  natural,  | 
que  fué  el  más  antiguo;  después  se 
formaron  el  astronómico  y  el  cro- 
nológico, que  tuvieron  por  objeto 
dirigir  la  agricultura  y  arreglar  los 
días  del  año,  y  que  finalmente  se  for- 
mó el  calendario  ritual.  Nos  parece 
confusa  la  división  de  Boturini  y 
creemos  alcanzar  mayor  claridad 
reduciendo  los  calendarios  á  tres,  ó 
más  bien  los  años  de  los  nahas.  Los 
primeros  fueron  los  años  astronó- 
mico y  civil,  ambos  de  365  días,  y 
naturalmente  confundidos  al  prin- 
cipio; pero  diferenciábase  patente- 
mente de  ambos  el  año  ritual,  com- 
puesto por  los  sacerdotes  y  que  sola 
mente  constaba  de  260  días.  A  la  pin- 
tura jeroglífica  en  que  se  consigna- 
ba este  ritual,  se  la  llamaba  entre  los 
mexicanos  Tonalamatl  6  papel  de 
los  días;  y  por  extensión  se  dice  tam- 
bién Tonalamatl  al  año  de  260  días. 


Algunos  escritores,  y  entre  ellos 
el  señor  Orozco,  creen  que  éste 
fué  el  año  primitivo  nahoa,  y  que  de 
él  se  pasó  al  solar.  No  encontramos 
ninguna  razón  en  que  apoyar  esa 
aseveración:  al  contrario,  la  falta 
de  culto  éntrelos  nahoas  y  el  redu- 
cirse éste  á  la  adoración  del  sol, 
debió  darles  desde  muy  temprano, 
por  la  observación  necesaria  de  es- 
te astro,  el  conocimiento  de  su  cur- 
so anual.  Además,  pueblo  agricultor 
el  nahoa ,  su  primer  interés  estaba  en 
observar  las  estaciones  del  año  so- 
lar. El  ritual  supone  gran  desarro- 
llo en  el  culto  y  por  lo  tanto  es  pos- 
terior: aun  nos  atreveríamos  á  su- 
poner que  fué  formado  en  la  región 
tolteca  en  que  el  sacerdocio  tomó 
mayor  incremento.  Pero  sucedió 
que  más  tarde  se  combinaron  el  año 
de  260  y  el  de  365  días,  y  prevale- 
cieron los  elementos  del  primero: 
de  aquí  vino  la  confusión  y  que  no 
conozcamos  las  divisiones  primiti- 
vas del  año  solar.» 

Continúa  Chavero  explicando  la 
formación  de  )a  veintena  ó  mes  del 
año  solar.  (Véase  Veintena),  3^ 
agrega: 

«Formados  los  veinte  días,  base 
del  año  civil,  los  sacerdotes  nahoas 
inventaron  un  año  religioso  combi- 
nando sus  números  simbólicos  20  y 
13,  los  que  multiplicados  les  dieron 
im  período  de  260  días.  Este  perío- 
do, que  llamamos  Tonalamatl,  no 
se  dividió  en  veintenas,  porque  en- 
tonces se  habría  confundido  con  las 
del  año  civil,  sino  que  se  compu- 
so de  veinte  trecenas,  en  las  cuales 
corrían  trece  veces  los  veinte  días, 
poniendo  en  cada  una  á  los  días  un 
número  progresivo  de  orden.  En  el 
año  civil  no  había  que  numerar  los 
días,  pero  se  tenía  necesidad  de  dis- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAI.. 


linguir  cada  una  de  las  veintenas 
con  nombre  diferente;  mientras  que 
en  el  ritual,  como  por  la  numera- 
ción el  mismo  signo  no  se  repetía 
con  el  mismo  número  en  todo  el 
aflo,  no  era  preciso  poner  nombres 
á  las  trecenas.  Así  es  que  se  han 
equivocado  los  autores  al  decir  que 
el  Tonalamatl  se  compone  de  trece 
meses  de  á  veinte  días,  pues  no  se 
tomaban  en  él  en  cuéntalas  veinte- 
nas; su  verdadera  composición  era 
de  veinte  trecenas.» 

En  seguida  hace  mención  de  la 
lámina  que  encabeza  el  Códice  Fe- 
jERVARY,quees  un  calendario  com- 
pleto ritual  y  astronómico,  en  la 
cual  aparece  Totee,  dios  del  tiempo, 
rodeado  de  los  veinte  signos  de 
los  días,  y  después  de  cada  sig- 
no hay  doce  puntos  ó  numerales, 
que,  unidos  al  signo  correspondien- 
te, lo  repiten  trece  veces,  haciendo 
con  todos  ellos  el  periodo  de  vein- 
te trecenas  ó  260  días,  y  agrega: 

«Ahora  bien,  para  que  se  com- 
prenda claramente  esta  ingeniosa 
combinación,  vamos  á  poner  en  se- 
guida las  dos  primeras  trecenas  y 
la  última  del  Tonalamatl  nahoa. 

Primera  trecena. 

1.  Acatl. 

2.  OcelotL 

3.  Cuatihtli, 

4.  Coscacuanhtli, 

5.  Ollin. 

6.  Tecpatl. 

7.  Qtiiahuitl. 

8.  Xóchitl, 

9.  Cipactli. 

10.  Ehccatl. 

11.  Cali  i. 

12.  Cuctspallin. 

13.  CohuatL 


«Aquí  tenemos  que  hacer  dos  ob- 
I  servaciones:  primera,  que  para  re- 
,  ferirse  á  cualquier  día  se  cita  con 
I  su  numeral,  pues  así  se  sabe  á  qué 
I  trecena  corresponde,  y  no  se  con- 
I  funde  con  los  otros  doce  días  del 
!  mismo  signo  del  año  ritual,  y  se- 
gunda, que  como  la  numeración  só- 
lo llega  á  trece  y  los  días  son  vein- 
te, hay  que  comenzar  la  segunda. 
I  trecena  aplicando  el  número  1  al  dé  - 
cimocuarto  día,  hasta  llegar  a.1 
vigésimo,  al  que  le   corresponda 
el  número  7,  y  volver  á  contar  los 
días  poniendo  al  primero  el  número 
8,  y  así  sucesivamente  repitiendo 
trece  veces  los  veinte  días  y  apli> 
candóles  veinte  veces  la  serie     <jt^ 
trece  numerales. 

Segunda  trecena. 

1.  Miquistli. 

2.  Masatl. 

3.  TochtlL 

4.  Atl. 

5.  Itscuintli. 

6.  Osomatli. 

7.  Malinalli, 

8.  Acatl 

9.  OcelotL 

10.  Cuauhtli, 

11.  CoscacuauhtlL 

12.  Ollin. 

13.  TecptL 

«Siguiendo  así  el  orden  si»- 
vo  de  días  y  de  numerales,  tei 
mos  la 

Última  trecena. 

1.  Xoxitl. 

2.  Cipactli. 

3.  Ehecatl. 

4.  Calli, 


í 

íi 

P 

ií 

} 

X 


suentei 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


343 


5.  Cuetspallin, 

6.  Cohuatl. 

7.  Miquis  tu. 

8.  Maaatl. 

9.  Tochili. 

10.  Atl, 

11.  Itscuintli, 

12.  Osomatli. 

13.  Malinalli. 

«Creo  que  con  esto  se  compren- 
derá la  combinación  de  las  trece- 
nas y  de  los  días  que  les  corres- 
ponden.» 

Pasa  después  el  mismo  autor  á 
investigar  cuál  ha  podido  ser  el  ori- 
gen del  afto  de  260  días,  único  y  no 
parecido  á  otro  en  ningún  pueblo 
ni  edad,  y  cuál  la  causa  de  su  divi- 
sión en  trecenas,  período  también 
completamente  original,  y  dice: 

«Boturini  dice  que  esta  división 
en  trecenas  viene  de  que  los  indios 
dividían  los  movimientos  de  la  luna 
en  dos  tiempos:  el  primero,  á  que 
llamaron  desvelo,  desde  la  salida 
del  sol  hasta  la  oposición,  y  el  se- 
gundo, llamado  sw^^o,  hasta  que  en 
su  entender  se  acostaba  la  luna  por 
la  mañana,  y  agrega  que  cada  uno 
de  estos  períodos  era  de  trece  días. 
Gama  lo  confirma  diciendo  que  las 
trecenas  representaban  los  movi- 
mientos diarios  de  la  luna,  desde 
que  aparecía  xiespués  de  la  conjun- 
ción hasta  poco  después  del  pleni- 
lunio; á  cuyo  intervalo,  en  que  se 
ve  de  noche  sobre  el  horizonte,  lla- 
maba ixto3olÍBtli,  y  desde  que  co- 
menzaba á  desaparecer  de  noche 
hasta  cerca  de  la  conjunción,  en  que 
se  veía  de  día  en  el  cielo,  le  decían 
cochiliztli,  por  suponer  que  enton- 
ces dormía  de  noche.  El  señor  Orpz- 
co  acepta  el*  sistema  y  lo  explica  di- 
ciendo que  trece  es  la  mitad  de  los 


días  que  la  luna  es  visible  á  la  vis- 
ta desnuda,  hecha  abstración  délos 
días  en  que  desaparece  poco  antes 
y  poco  después  de  la  conjunción.* 

Chavero  después  de  hacer  un  es- 
tudio de  lo  que  llamaban  los  indios 
csueño  de  la  luna,»  Cochilistli  {y)^ 
y  «desvelo  de  la  luna,»  Ixtosolistli 
(V),  declara  que  es  inadmisible  sa- 
car la  trecena  del  período  lunar. 
Seguimos  nosotros  esta  opinión. 

A  continuación  dice  Chavero: 

«Si  las  revoluciones  de  la  luna  no 
influyeron  en  la  formación  de  este 
calendario,  como  no  habían  influí- 
do  en  la  del  año  solar,  no  sucedió 
lo  mismo  con  el  período  de  la  es- 
trella de  la  tarde,  que  fué  su  ver- 
dadera base,  según  relato  de  Moto- 
Unía.  Dice  éste  que  el  tiempo  en 
que  se  ve  brillar  á  esta  estrella  en  el 
poniente,  después  del  ocaso  del 
sol,  es  de  doscientos  sesenta  días  y 
que  de  ahí  se  formó  este  año  espe- 
cial. No  creemos,  como  algunos  au- 
tores, que  este  período  fuese  el  re- 
sultado de  cálculos  astronómicos: 
fué  efecto  por  una  parte  de  la  ob- 
servación de  los  días  en  que  la  es- 
trella brillaba  con  toda  claridad,  y 
por  la  otra,  de  la  combinación  de 
sus  números  simbólicos,  pues  repe- 
tidas veces  observamos  que  los  sa- 
cerdotes sujetaban  los  mismos 
hechos  históricos  á  cifras  cronoló- 
gicas fijas  y  pudiéramos  decir  ca- 
balísticas. 

«Esta  es  una  de  las  particula- 
ridades que  más  distingue  á  la 
cronología  nahoa,  pues  es  la  única 
fundada  en  el  período  de  la  estrella 
de  la  tarde.  Se  comprende,  desde 
luego,  que  los  sacerdotes  de  Que- 
tsalcoatl  inventaron  este  calendario 
ritual,  y  es  de  suponer  que  tuvo  su 
origen  en  la  región  tolteca  en  que 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


se  desarrolló  más  y  en  donde  domi- 
nó el  culto  de  ese  dios,  como  lo  de- 
mostrarán hechos  posteriores.  De 
aquí  nació  un  nuevo  mito:  Quelsal- 
coatl  aparece  ahora  como  autor  del 
calendario,  cuando  antes  hemos 
visto  que  lo  eran  Cipactli  y  Oxomo- 
co,  Pero  atendido  el  diverso  origen 
de  ambos  mitos,  podemos  explicar 
su  contradicción  aparente.  Cipactli 
y  Oxomoco  son  origen  de  la  crono- 
logía y,  por  consiguiente,  del  aflo 
solar,  y  Quetsalcoatl  lo  fué  del  ri- 
tual.» / 

Esta  opinión  de  Chavero,  funda- 
dada  en  la  doctrina  de  Motolinía, 
sólo  es  aceptable  á  falta  de  otra 
mejor,  pues  no  es  exacto  que  la  es- 
trella vespertina,  ni  menos  la  ma- 
tutina, tengan  un  período  igual  á 
260  días;  y,  por  consiguiente,  13X 
20  no  tienen  relación  con  los  perío- 
dos de  la  estrella,  como  no  lo  tie- 
nen tampoco  con  los  movimientos 
de  la  luna. 

Aunque  en  el  artículo  Calenda- 
rio hemos  hablado  de  la  estructura 
del  Tonalamatl,  ampliaremos  aquí 
la  materia,  para  que  se  conozca 
perfectamente  su  organización. 

Sabemos  ya  que  se  componía  de 
los  veinte  días  repetidos  trece  ve- 
ces; pero  los  días  no  se  contaban  to- 
dos con  su  numeración  progresiva 
deunoá  veinte, sino  portrecenasde 
uno  á  trece,  lo  cual  producía  vein- 
te trecenas;  que  un  mismo  signo 
no  se  repitiera  con  el  mismo  nume- 
ral en  los  doscientos  sesenta  días, 
y  que  cada  uno  de  los  veinte  for- 
mara alternativamente  principio  de 
trecena.  Esto  y  lo  primero  produ- 
cían una  fiesta  religiosa  al  princi- 
pió  de  cada  trecena,  y  que  tocase  á 
cada  signo  la  suya  en  todo  el  pe- 
ríodo del  Tonalamatl.  Lo  segundo 


daba  por  resultado  el  que  durante 
los  doscientos  sesenta  días  no  se 
repitiese  un  signo  con  el  mismo  nu- 
meral; de  este  modo,  dado  cualquier 
día,  se  encontraba  inmediatamente 
á  qué  veintena  tocaba. 

Para  esto  bastaba  recordar  que 
los  trece  primeros  días  tenían  los 
trece  numerales  sucesivos  en  la 
primera  trecena,  y  los  otros  siete 
los  de  la  segunda;  y  que  cada  sig- 
no recorría  una  serie  que  comen- 
zando en  su  numeral  propio  alter- 
naba el  orden  de  1  á  7  con  el  de  8 
á  13. 

Así  se  forma  en  las  veinte  trece- 
nas la  tabla  de  los  días  trecenales, 
inserta  en  el  artículo  Calendario 
RELIGIOSO  de  este  diccionario. 

La  formación  de  esta  tabla  es  muy 
sencilla:  una  vez  escrita  la  prime- 
ra serie,  se  van  poniendo  debajo  los 
números  inmediatos.  Así,  dado  el 
día  6  acaíl,  sabemos  en  seguida  que 
pertenecía  á  la  décimatercera  vein- 
tena ó  sea  el  mes  Htíeypachtli. 

Tonalpohualli.  (Tonalli,á\2íypo- 
hualli,  cuenta:  «Cuenta  de  los  días.») 
Nombre  que  se  daba  al  cómputo  de 
los  días  de  que,  según  los  indios,  se 
componían  los  períodos  vespertino 
y  matutino  del  planeta  Venus,  y  es- 
taba destinada  dicha  cuenta  al 
cómputo  de  Tonalamatl,  (V.) 

Tonalpouhque.  (Plural  de  To- 
nalpotihqui,  comp.  de  tonalli,  día, 
y  de  pouhqui,  el  que  cuenta;  deriva- 
do de  pohua,  contar:  «el  que  cuenta 
los  días,»  y  translaticiamente,  «adi- 
vino,» «decidor  de  horóscopos,»  por- 
que éstos  tenían  en  cuenta  los  días 
del  mes  y  de  la  trecena  para  adivi- 
nar ó  predecir  la  buena  ó  mala  for- 
tuna.) «El  que  sabe  conocer  la  fortu- 
na de  los  que  nacen,»  así  tradujeron 
los  primeros  historiadores  al  tonal- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


345 


pouhqm.  Después  de  que  nacía  un 
niño  y  de  que  sus  padres  recibían 
las  felicitaciones  y  regalos  de  los  pa- 
rientes y  amigos,  buscábase  en  se- 
guida á  uno  de  los  adivinos,  tonal- 
pouhqut.  Preguntaba  la  hora  del  na- 
cimiento, las  circuntancias  que  lo 
habían  acompañado;  consultaba  el 
Tonalamatl  y  las  pinturas  astroló- 
gicas, levantaba  la  figura  como  los 
antiguos  astrólogos  europeos,  y 
bien  considerada,  atendido  el  signo 
predominante  en  la  hora,  la  influen- 
cia de  la  deidad  r  einante  en  la  tre- 
cena y  las  demás  circunstancias, 
decía  la  buena  ó  mala  ventura,  pro- 
nosticando, según  sus  cuentas,  bie- 
nes ó  males.  El  bautismo  se  hacía 
cuatro  días  después,  mas  si  el  as- 
trólogo encontraba  que  aquél  era  día 
de  signo  infausto,  se  trasladaba  al 
próximo  feliz;  por  su  adivinanza  re- 
cibía algún  regalo,  y  si  en  suerte  le 
tocaba  formar  el  horóscopo  de  un 
hijo  de  rey,  seguro  estaba  de  que- 
dar rico  para  toda  su  vida. 

Orozco  y  Berra,  explicando  los  fi- 
nes del  Calendario  Ritual  ó  Tonala- 
matl, dice: 

« Este  calendario  era  ritual,  as- 
trológico y  adivinatorio.  Sólo  le  en- 
tendían los  sacerdotes  y  los  agore- 
ros. Los  tlantacasqui,  después  de 
arreglar  las  fiestas,  las  anunciaban 
al  pueblo  para  su  cumplimiento,  al 
principio  de  cada  trecena,  á  seme- 
janza de  lo  que  los  sacerdotes,  ro- 
manos practicaban  en  las  calendas. 
Las  personas  dedicadas  á  su  estu- 
dio y  práctica  se  llamaban  tonal- 
pouhque,  sortílego  ú  hombre  que 
dice  la  buena  ventura.  El  modo  de 
proceder  era  casi  idéntico  al  de  los 
astrólogos  judiciarios;  con  la  hora 
del  día  del  nacimiento  de  una  per- 
sona acudían  al  libro  adivinatorio; 


y  consultado  el  signo  reinante,  el 
estado  que  guardaban  los  planetas 
y  su  recíproco  influjo,  levantaban 
la  figura,  deducían  el  horóscopo, 
prediciendo  las  virtudes  y  vicios 
del  individuo,  los  sucesos  que  le  es 
taban  reservados  en  lo  futuro.  Da- 
ban este  pronóstico  escrito  á  los 
padres  del  infante,  quienes  le  con- 
servaban diligentemente,  y  des- 
pués le  entregaban  á  éste  para  que 
le  llevara  siempre  consigo.  El  ha- 
do, sin  embargo,  no  era  inflexible 
como  entre  los  griegos,  para  quie- 
nes un  hecho  debía  cumplirse  aun- 
que se  pusieran  los  medios  de  evi- 
tarle; la  mala  predicción  sólo  servía 
á  los  mexica  de  aviso  saludable, 
supuesto  que  el  sino  podía  ser  con- 
trarrestado^por  una  educación  acer- 
tada, por  ofrendas  y  sacrificios  á 
los  dioses.  De  esta  manera,  el  inf e- 
\\7.  nacido  en  condiciones  aciagas  no 
debía  ser  de  precisión  malo;  la  so- 
ciedad no  le  tenía  como  enemigo 
indefectible,  mirándole  sólo  como  á 
un  enfermo  quien  se  debiera  aten- 
der y  curar.  Grande  opinión  goza- 
ban entre  el  pueblo  los  tonalpouh- 
que,  como  que  se  les  tenía  en  con- 
cepto de  sfiber  el  porvenir.» 

No  deben  confundirse  los  tonal- 
pouhque  con  los  hechiceros  ó  nigro- 
mantes, pues  que  éstos  desprecia- 
dos y  perseguidos,  sin  abrigo  en 
las  casas,  vivían  aislados  y  escon- 
didos, y  en  constante  pugna  con  la 
comunidad. 

Curiosa  es  la  narración  que  de  la 
misión  de  los  tonalpohque,  en  los 
nacimientos,  hace  el  P.  Sahagún,  y 
aunque  de  ella  extractamos  el  pri- 
mer párrafo  de  este  artículo»  vamos 
á  insertarla  á  la  letra,  para  vulgari- 
zar la  preciosa  historia  del  vene- 
rable franciscano,  tan  poco  conoci- 

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346 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


da  aun  entre  las  personas  cultas. 
Dice  así: 

«Después  de  haberse  dado  á  luz 
la  criatura,  luego  procuraban  de  sa- 
ber el  signo  en  que  habia  nacido, 
para  saber  la  ventura  que  habia  de 
tener;  á  este  propósito  iban  luego  á 
buscar  y  á  hablar  al  adivino  que  se 
llama  Tonalpouhqui,  que  quiere  de- 
cir, el  que  sabe  conocer  la  fortuna 
de  los  que  nacen.  Primeramente  este 
adivino  preguntaba  la  hora  en  que 
habia  nacido,  y  el  que  iba  á  buscar- 
le se  la  decia:  luego  el  adivino  re- 
volvía los  libros  y  buscaba  el  signo, 
según  la  relación  del  que  iba  á  in- 
formarle: luego  preguntaba  si  habia 
nacido  de  noche  ó  de  dia,  ó  si  ha- 
bia nacido  á  la  media  noche:  si  habia 
nacido  antes  de  ella,  contaba  el  sig- 
no que  reinaba  en  el  dia  pasado;  y 
si  habia  nacido  después  de  la  media 
noche,  se  atribuía  al  signo  que  de- 
cían regia  en  el  dia  siguiente  des- 
pués de  aquella  media  noche;  pero 
si  nacía  en  el  punto  de  ella,  atribuía 
el  nacimiento  de  la  criatura  á  am- 
bos caracteres  del  dia  pasado,  y  al 
dia  que  venia  partían  por  el  medio, 
y  si  nacía  cerca  del  dia  ó  después 
de  nacido  el  sol,  atribuía  el  naci- 
miento al  carácter  que  regia  en 
aquel  dia,  y  á  los  demás  que  lleva- 
ba consigo.  Después  que  el  adivino 
era  informado  de  la  hora  en  quena- 
ció  la  criatura,  miraba  luego  en  sus 
libros  el  signo  en  que  nació,  y  to- 
das las  casas  ó  caracteres  de  dicho 
que  son  trece,  y  el  signo  es  mal 
afortunado,  por  ventura  alguna  de 
las  trece  casas  que  están  contiguas 
á  este  signo. 

Si  es  de  buena  fortuna  ó  la  se- 
ñala buena,  hablaba  á  los  padres  de 
la  criatura,  y  á  los  viejos  y  viejas, 
y  decíales:   «En  buen  signo  nació 


I  vuestro  hijo:  será  señor  ó  senador, 
I  rico  ó  terrible  hombre,  ó  será  beli- 
I  coso,  y  en  la  guerra  valiente  y  es- 
I  forzado:  tendrá  dignidad  entre  los 
I  que  mandan  la  milicia:  será  mata- 
I  dor  y  vencedor;»  ó  por  ventura  les 
I  decia:  «No  nació  en  buen  signa  el 
nifio,  nació  en  signo  desastrado;  pe- 
ro hay  alguna  razonable  casa  que 
'  es  de  la  cuenta  de  este  signo,  la  cual 
j  templa  y  abona  la  maldad  de  su 
I  principal,  y  luego  les  señala  el  dia 
¡  en  que  habia  de  bautizar,  y  decía: 
I  «De  aquí  á  cuatro  días  se  bautiza- 
I  rá:»  y  si  del  todo  el  signo  no  es  con- 
I  trario,  y  no  tiene  alguna  casa  que 
le  abone,  anunciábalos  de  la  fortu- 
na que  tendría  el  niño,  porque  le  na- 
ció en  signo  mal  afortunado,  y  que 
su  fortuna  mala  no  se  podía  reme- 
diar, y  decia:  «Lo  que  acontecerá  á 
esta  criatura  és,  que  será  vicioso, 
carnal  y  ladrón:  su  fortuna  es  des- 
venturada: todos  sus  trabajos  y  ga- 
nancias se  volverán  en  humo,  por 
mucho  que  trabaje,  se  afane  y  ate- 
sore: ó  será  perezoso  y  dormilón;  ó 
les  decía  que  sería  gran  borracho; 
ó  les  decia  poco  vivirá  sobre  la  tie- 
rra: ó  les  decia  mirad,  que  está  su 
signo  indiferente,  medio  bueno  y 
medio  malo:  luego  buscaba  un  dia 
que  fuese  favorable,  y  no  le  bauti- 
zaban al  cuarto  dia:  hecho  todo  esto 
se  hacia  el  bautismo,  en  algún  dia 
que  fuese  favorable,  ó  en  uno  de  los 
doce  que  se  cuentan  en  el  primer 
carácter.  Al  adivino  por  esta  adi- 
vinanza le  daban  de  comer  y  de  be- 
ber, y  algunas  mantas  y  muchas 
cosas,  como  gallinas,  y  una  carga 
de  comida. » 

También  en  los  matrimonios  in. 
tervenian  los  Tonalpouhque,  pues 
cuando  se  celebraban  entre  jóvenes 
que  se  educaban  en  el  Telpuchca- 


\ 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


347 


/// (V.)  ó  en  el  Calmecac  (V.)  las  for- 
malidades previas  eran,  que  el  pa- 
dre del  mancebo,  pues  jamás  la 
doncella  ni  su  familia  solicitaban  el 
matrimonio,  reunía  á  los  parientes 
para  pedirles  consejo;  y  aceptábala 
idea  del  enlace  y  escogida  la  joven 
con  quien  debía  hacerse  el  casa- 
miento, se  llamaba  al  hijo  y  se  le 
hacia  saber  la  resolución.  Si  aca- 
so éste,  aun  estaba  en  alguna  de 
las  casas  de  educación,  se  pre- 
paraba una  comida,  y  si  era  en  el 
Telpuchcalli  se  invitaba  al  Telpuch- 
Hato,  para  lo  que  se  disponían  los 
cañutos  con  tabaco  y  una  hacha 
de  cobre.  Como  en  todos  los  actos  de 
la  vida  eran  los  mexica  ceremonio- 
sos y  dados  á  discursos,  uno  de  los 
parientes  dirigía  la  palabra  al  jefe 
de  los  mancebos  pidiendo  la  licen- 
cia para  el  matrimonio.  El  Telpuch- 
Hato  tomaba  el  hacha  de  cobre  y  se 
retiraba,  con  lo  que  se  entendía  su 
consentimiento  y  el  rescate  del 
joven. 

Llamábase  en  seguida  á  los  to- 
nalpouhque  para  que  por  los  signos 
del  mancebo  y  de  la  doncella  esco- 
gida viesen  el  agüero  del  proyecta- 
do matrimonio.  Si  resultaba  infaus- 
to, se  abandonaba  el  proyecto.  En  el 
caso  contrario,  los  Tonalpouhque 
señalaban  por  los  agüeros  día  pro- 
picio para  el  matrimonio,  escogien- 
do alguno  de  los  días  acatl,03oma- 
tli  cipactli,  cuauhtli  ó  calli 

Tonalteuctin.  fTonallt\  día;  teuc- 
/m,  plural  de  teuctli,  señor:  «Los  Se 
ñores  de  los  días.»)  Además  de  los 
nombres  délos  días  de  la  veintena, 
tenían  las  trecenas  del  Tonalamatl 
un  nombre  particular,  que  era  el  de 
algunos  dioses.  A  estos  númenes  era 
-á  los  que  llamaban  Tonalteuctin, 
«Señores,  Dueños  ó  Acompañados 


de  los  días,»  paní  distinguirlos  de 
los  «Señores  de  la  noche,»  de  los 
cuales  hablaremos  en  el  artículo 
Yohualteuctin. 

Los  Señores  de  los  días  eran  los 
siguientes: 

1.  Xiutecutli, 

2.  Tlaltecutli. 

3.  Chalchiutlicue. 

4.  Tonatiuh. 

5.  Tlasolteotl. 

6.  Mictlantecutli. 

7.  Centeotl. 

8.  Tlalocantecutli. 

9.  Quetsalcoatl, 

10.  Tescatlipoca. 

11.  Chalmecatecutli. 

12.  TlahuÍBcnlpanteuctli, 

13.  Citlalicue. 

La  serie  parece  monótona  por- 
que se  repite  en  todas  las  trecenas 
en  los  mismos  lugares;  pero  esto  es 
precisamente  lo  que  nos  revela  cuan 
importante  era  la  serie  completa  en 
sus  funciones,  pues  aquellos  13  nú- 
meros representaban  para  los  in- 
dios exactamente  lo  mismo  que  va- 
le para  nosotros  la  nomenclatura 
de  los  siete  días  de  nuestra  sema- 
na. Sobre  esto  dice  Paso  y  Tron- 
coso  interpretando  el  Códice  Bor- 
bónico: Decimos  por  ejemplo  Lu- 
nes por  la  Luna,  Martes  por  Marte, 
Miércoles  por  Mercurio,  etc.,  etc., 
es  decir,  aplicamos  á  los  días  de  la 
semana  los  nombres  de  las  deida- 
des planetarias  del  Gentilismo.  Los 
indios,  repitiendo  su  serie  de  13  nú- 
meros, nos  revelan,  por  medio  del 
interesante  Códice  que  tenemos  á 
la  vista,  que  también  ellos  distin- 
guían los  nombres  de  ciclo  de  días, 
que  no  era  de  7,  ó  semana  ó  Septe- 
nario como  entre  nosotros,  sino  de 


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348 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


13  Ó  Trecenario,  por  medio  de  otros 
tantos  nombres  ó  númenes  ó  dei- 
dades que  consideraban  de  influen- 
cia superior.  Y  para  que  las  analo- 
gías todavía  sean  más  acentuadas, 
vemos  que,  así  como  varias  deida- 
des grecorromanas  tenían  aves  de 
predilección  con  las  cuales  andaban 
casi  siempre;  por  ejemplo,  Júpiter 
con  el  águila^  Juno  con  el  pavo  real, 
Venus  con  la  paloma,  etc.  etc.,  los 
númenes  indianos  gustaban  tam- 
bién de  acompañarse  con  ciertas 
aves:  los  dioses  del  fuego  y  de  la 
tierra  con  dos  especies  del  colibrí, 
uitsitBtlin;  el  dios  del  aire  con  el 
gallipavo  uexolotl;  el  Sol  ó  Tona- 
tiuh  con  la  codorniz,  sollin;  el  se- 
ñor delinf  iemo^  Miktlanteuktlt,  con 
la  lechuza,  xixtli;  Teskailipoca, 
dios  de  la  Providencia,  con  el  buho, 
tekoloil;  y  así  los  demás  de  la  lista, 
con  excepción  de  Zinteotl,  dios  de 
los  mantenimientos,  que  no  se  jun- 
taba con  ave  ninguna;  pero  que 
gustaba  de  la  compañía  de  otro  ha- 
bitante de  las  regiones  aéreas,  la 
maLviposs.  ó  papalotl.  Terminaré  re- 
firiéndome á  sus  funciones  para  de- 
cir: que  los  númenes  de  cada  uno 
de  los  días  del  trecenario  represen- 
taban probablemente  los  13  ciclos, 
ó  mejor  dicho  mansiones,  pues  en 
la  lista  vemos  figurar  á  las  cuatro 
deidades  que  presidían  sobre  las 
zonas  de  la  Región  elementar  (tal 
como  la  llamaban  los  antiguos  en 
el  Viejo  Mundo);  esto  es:  Xiuhteuk- 
tli,  dios  del  fuego;  Tlalteuhktli,  dios 
de  la  tierra;  XalxiUikue,  diosa  del 
agua,  y  Ketsalkoatl-Ehekatl,  dios 
del  aire.» 

Tonantzin.  (To,  nuestro,  a,  nan- 
tli,  madre;  tBin,  expresión  de  amor 
ó  reverencia:  «Nuestra  Madrecita,» 
«Nuestra  adorada  Madre.»)  Nom- 


bre antonomásico  que  daban  á  la 
Cenieotl,  la  diosa  del  maíz.  El  te- 
mor al  hambre  inspiraba  á  los  in- 
dios tanta  reverencia. 

Sahagún,  llamándola  Tona,  dice 
de  esta  diosa: 

^  A/  mes  decimoséptimo  llamaban 
TititL  En  este  hadan  fiesta  á  una 
diosa  que  llamaban  Tlamatecutli, 
y  por  otro  nombre  Tona,  y  por  otro 
Coscamiauh:  d  honra  de  esta  diosa 
mataban  una  muger,  y  de  que  le 
habian  sacado  el  corason,  cortában- 
le la  cabera  y  hacían  areyto  con  ella. 
El  que  iba  delante  llevaba  la  cabe- 
Ba  por  los  cabellos  en  la  mano  de- 
recha, haciendo  sus  ademunes  de 
baile, y^ 

Detallando  la  fiesta  de  la  diosa, 
continúa  diciendo: 

«A  esta  muger  que  mataban  en 
esta  fiesta,  componíanla  con  los 
atavíos  de  aquella  diosa,  cuya  ima- 
gen tenía,  que  se  llamaba  Ylama- 
tecutli,  y  por  otro  nombre  Tona,  que 
quiere  decir  nuestra  madre.  Esta 
muger  así  compuesta  con  los  ata- 
víos, que  están  puestos  en  la  histo- 
ria, bailaba  sola,  hacíanla  el  son 
unos  viejos,  y  bailando  suspiraba  y 
lloraba  acordándose  que  había  de 
morir.  Pasando  el  medio  día,  com- 
poníanse los  Sátrapas  con  los  or- 
namentos de  todos  los  dioses,  é 
iban  delante  de  ella,  y  subíanla  al  cú 
donde  había  de  morir.  Echada  so- 
bre el  tajón  de  piedra  sacábanle  el 
corazón,  y  cortábanle  la  cabeza:  to- 
maba luego  uno  de  aquellos  que  iba 
adornado  como  dios,  delantero  de 
todos,  y  llevándola  de  los  cabellos 
hacían  areyto  con  ella:  guiaba  el  que 
la  llevaba  en  la  mano  derecha,  y  ha- 
cía sus  ademanes  de  baile  con  ella.» 

Clavigero,  hablando  de  esta  dio-  * 
sa,dice: 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


349 


«  Tonantsin,  nuestra  madre,  era, 
según  creo,  la  misma  diosa  Cen- 
teotl,  de  que  ya  he  hablado.  Su  tem- 
plo estaba  en  un  monte,  á  tres 
millas  de  México,  hacia  el  Norte,  y 
á  él  acudian  de  tropel  los  pueblos á 
A^enerarla  con  un  número  estraor- 
dinarío  de  sacrificios.  En  el  dia  es- 
tá al  pié  del  mismo  monte  el  mas 
famoso  santuario  del  Nuevo  Mundo, 
dedicado  al  verdadero  Dios,  á  donde 
van  gentes  de  los  países  más  re- 
motos á  venerar  la  celebérrima  y 
prodigiosa  imagen  de  la  Virgen 
Santísima  de  Guadalupe,  trasfor- 
mándose  en  propiciatorio  aquel  lu- 
gar de  abominación,  y  difundiendo 
abundantemente  sus  gracias  el  Se- 
ñor en  favor  de  los  hombres,  en  el 
sitio  bañado  con  la  sangre  de  sus 
abuelos.» 

Borunda,  después  de  decir  que 
los  misioneros  fundaron  santuarios 
católicos  en  los  lugares  donde  ad- 
virtieron que  los  indios  adoraban 
de  antiguo  á  ídolos,  dice : 

«  Uno  de  los  propios  lugares,  es- 
tá en  la  serranía  de  nuestro  Norte, 
donde  según  la  memoria  copiada 
por  aquel  escritor  se  adoraba  á  To- 
nan,  y  del  cual  referia  también  D. 
Luis  Bezerra  en  el  párrafo  undéci- 
mo de  los  tocantes  á  prueba  de  las 
apariciones  de  la  Virgen  María  á 
Juan  Diego,  « es  también  tradición 
«irrefragable,  y  constaba  de  las  Pin- 
« turas  históricas,  que  en  el  tiempo 
«del  Gentilismo,  dnban  los  Idolatras 
«culto  en  el  cerrillo,  que  se  decía 
«  Tepeyac,  y  hoy  de  Guadalupe,  y  en 
«el  lugar  que  se  apareció  por  tres 
«vezes  la  Virgen  María  Señora 
«nuestra,  á  el  Indio  Juan  Diego,  á 
«una  diosa  que  llamaban  Teotenan- 
^tsin,  que  es  lo  mismo  que  Madre 
«de  los  Dioses:  y  por  otro  nombre 


Toci,  que  significa  nuestra  Abue- 
la.» 

Borunda  confunde  lastimosamen- 
te á  la  Tonantsin  con  la  Teteoinan 
ó  Tociy  que,  como  hemos  visto  en 
los  artículos  respectivos,  son  dei- 
dades muy  diferentes. 

El  P.  S.  Teresa  de  Mier,  inspi- 
rándose en  Borunda,  y  en  apoyo  de 
su  tesis  de  que  la  religión  cristiana 
fué  predicada  en  el  Anahuac  desde 
los  primeros  siglqs  de  la  Iglesia, 
hablando  de  la  TonantBin,  dice: 

«En  México  el  verdadero  Dios  te 
nía  templo  aparte,  y  adonde  ahora 
está  N.  Señora  de  Guadalupe  que  es 
Tepeyacac  (esto  es  lugar  junto  al 
cerro,  el  cual  se  llamaba  Tonan  ó 
de  nuestra  madre)  había  templo  so- 
bre el  cerrillo  dedicado  á  la  tscn- 
teotenantmn,  que  se  traduce  así:  la 
apreciable  madre  nants/ñ.  quo  está 
en  el  cerro  tepetl,  es  la  madre  del 
verdadero  Dios  tsenteotL  Su  fiesta 
principal  se  celebraba  en  el  solsti- 
cio hiberno,  dia  de  Sto.  Tomás,  y 
era  tal  la  devoción  con  ella,  que  na- 
die pasaba  junto  al  cerrillo,  según 
Torquemada,  sin  subir  á  ofrecer  en 
su  ara  las  flores  que  por  allí  podia 
hallar.» 

El  P.  Mier,  como  su  maestro  Bo- 
runda, desfigura  ó  destroza  el  idio- 
ma náhuatl  para  probar  sus  asertos 
de  la  predicación  evangélica  pre- 
histórica en  estas  regiones. 

Tsenteotenantsin  es  una  palabra 
caprichosa  del  P.  Mier.  La  pala- 
bra propia  es  Centeotonantsin,  «la 
diosa  del  maíz,  nuestra  madrecita.» 
Decir  que  Centeotl  ,ha,]o  la  forma  de 
Tsenteotl,  significa  «el  verdadero 
dios,»  es  la  ma^^or  de  las  adultera- 
ciones filológicas.  «Verdadero  dios» 
se  dice  en  mexicano  Nelteotl. 

Tonaüco.  (Adulteración  de  To. 
88 


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350 


ANALES  DEL  MUáEO  NACIONAL. 


natixco:  Tonatiuh,  el  sol;  ixtli,  cara; 
co,  en:  «En  la  cara  del  sol.»)  Nom- 
bre de  un  pueblecillo  cercano  á  Te 
nancingo.  Al  sol  lo  concebían  los 
indios  con  figura  humana,  y  creían 
que  su  disco  era  la  cara,  por  lo  cual 
daban  al  Oriente  el  nombre  de  7b- 
natiuh  ixco,  reducido  por  contrac- 
ción á  Tonatixco,  «el  sitio  de  la  ca- 
ra del  sol,»  y  por  corrupción,  á  7b- 
natico;  considerándolo,  pues,  como 
un  rostro,  al  aparecer  por  el  Orien- 
te, la  parte  izquierda  quedaba  del 
lado  del  Sur,  y  la  parte  derecha 
del  lado  del  Norte.  Por  esto  llama- 
ban á  la  región  del  Sur  opochpa  To- 
naiíuh,  «la  izquierda  del  sol,»  y  á  la 
región  del  Norte  iyecampa  Tona- 
tiuh, «su  derecha  del  sol.» 

Borunda,  en  su  afán  de  falsear  el 
idioma  náhuatl,  dice:  Tonatíuhixco, 
al  frente  ixco,  del  camino  utli,  que 
hace  calentar  tonatia. 

Tonatiuh.  (El  malogrado  mexi- 
cano Macario  Torres,  en  su  precio- 
so opúsculo  «Estudios  gramatica- 
les sobre  el  Náhuatl,»  dice: 

«Cuando  dos  verbos  están  com- 
puestos con  la  partícula  //.  el  pri- 
mero se  conserva  invariable  y  ad- 
quiere una  significación  gerundiva, 
y  el  segundo,  de  quien  está  regido, 
es  el  que  se  conjuga.  Para  verificar 
la  unión,  se  coloca  el  verbo  ante- 
cedente en  el  pretérito  perfecto  de 
indicativo,  número  singular,  sin  el 
signo  o  y  suprimiendo  la  c  final,  ca- 
so de  que  en  ella  termine.  Sólo  itta 
transforma  su  pretérito  en  its  y 
pati,enpac.  Ejemplos:  nichocatine- 
mi,  vivo  llorando,  titlacuaticá,  es- 
tás comiendo,  tiquimitzcaté,  los 
estamos  viendo;  cochtihuallauh, 
viene  durmiendo ;  etc. 

El  verbo  del  fin  no  se  altera,  ex- 
cepto yauh  y  onoc   que  siempre 


pierden  las  dos  primeras  letras,  v 
g.;  tlacuatiuh  va  comiendo;  choca- 
tiuh,  va  llorando;  huetscatíuh,  va 
riendo;  tonatiuh,  va  alumbrando.» 
En  una  nota  al  pasaje  preinserto 
dice  el  mismo  autor: 

«He  aquí  demostrada  con  eviden- 
cia la  etimología  del  nombre  dado 
por  los  mexicanos  al  sol.  In  tona- 
tiuh se  traduce  sin  dificultad  el  que 
va  alumbrando,  y  esa  palabra  está 
formada  con  toda  sujeción  á  las  re- 
glas gramaticales,  pues  el  pretérito 
perfecto  de  tona  es  tonac,  y  según 
lo  expuesto  en  el  número  164,  pier- 
de la  c  final  en  la  composición  de 
que  se  viene  tratando. 

«No  sucede  lo  mismo  con  la  voz 
tonacatecuhtli .  de  donde  el  Sr.  Al- 
fredo Chavero  pretende  derivar 
aquel  nombre,  siguiendo  á  otro 
autor  más  ó  menos  respetable.  (Dic- 
ción. Geog.  y  Estadist.  cit.  art.  «Ca- 
lendario Azteca,»  §8.^)  En  primer  lu- 
gar, tonacatecuhtli  es  un  disparate, 
puesto  que  la  palabra  nacatl  es  una 
de  las  que  en  composición  con  im 
pronombre  posesivo  no  solo  pierde 
la  ti  sino  también  la  vocal  antece- 
dente, y  así  se  dice  nonac,  monac, 
tonac:  mi  carne,  tu  carne,  nuestra 
carne.  En  segundo  lugar,  la  misma 
palabra  está  muy  mal  empleada 
porque  tanto  ella  como  ontitl,  hue- 
so, yestli,  sangre,  tlalhuatl,  nervio, 
etc.,  no  sirven  para  designar  las 
partes  integrantes  del  cuerpo:  en 
su  lugar  se  emplean  los  derivados 
nacayotl,  omiyotl,  yesotl,  tlalhua- 
yatl,  etc.,  de  manera  que  la  expre- 
sión nuestra  carne,  esto  es,  la  que 
compone  nuestros  cuerpos,  no  se 
traduce  tonac,  sino  tonacayo.  «Si 
con  el  nombre  nacatl  digo  nonac, 
mi  carne,  inac  in  chichi,  la  carne 
del  perro,  hablo  de  la  carne  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


351 


compré  ó  es  mía  por  otro  título,  y  de 
Jo  que  está  destinada  para  que  co- 
ma el  perro;  pero  para  significar 
carne,  sangre,  etc.,  de  mi  propio 
cuerpo,  ó  la  propia  del  cuerpo  de 
otro  cualquiera  animal,  sirven  di- 
chos nombres  uacayo,  etc.»  Alda 
ma,  Arte  de  la  leng.  mex.,  §  68  del 
Sup. 

•^  Observaremos,  por  último,  que 
el  nombre  Tonacayotecuhtlió  Tona- 
catecuhtli,  como  quiere  el  Sr.  Cha- 
vero,  es  un  epíteto  forzadísimo  pa- 
ra dar  á  entender  que  al  sol  debe- 
mos nuestro  ser;  y  por  otra  parte 
es  del  todo  inverosímil  que  ese  epí- 
teto se  haya  desfigurado  tanto  has- 
ta convertirse  en  Tonatiuh. 

Alfane  vient  ¿^'equus  san  donte, 
Mais  ilfaut  avotier  aussi 
Qu'en  venant  de  lá  jusqu'ici 
II  a  bien  changé  de  route. 

El  que  va  alumbrando,  el  Sol.  En 
la  historia  de  este  astro  como  mito 
hay  mucho  de  confuso,  Destruido 
cuatro  veces,  fué  formado  una  quin- 
ta; bajo  este  aspecto  es  una  criatu- 
ra secundaria  y  sin  poder,  no  es  una 
divinidad.  Luego  aparece  que  los 
númenes  tomaron  su  lugar  por  al- 
gún tiempo,  recibiendo  una  especie 
de  santificación.  Le  encontramos 
al  fin  elevado  á  la  altura  de  los  dio- 
ses, en  una  de  las  categorías  más 
encumbradas.  Todo  indica  una 
mezcla  de  ideas,  de  distintas  épo- 
cas y  de  diversas  procedencias, 
formando  un  cuerpo  abigarrado:  mi- 
tos cosmogónicos,  rituales  ó  astro- 
nómicos. 

En  su  última  faz,  el  sol  era  teni- 
do por  creador  de  todas  las  cosas  y 
causa  de  ellas,  extendiéndose  su 
culto  por  muy  gran  parte  del  nuevo 


continente.  Aunque  tenía  diversos 
nombres,  por  excelencia  se  le  lla- 
maba Teotl;  el  apellido  Tonatiuh, 
significando  un  accidente,  quiere 
decir,  el  que  va  resplandeciendo. 
Cuando  en  Teotihuacan  murieron 
los  dioses,  dejaron  á  sus  devotos 
las  mantas  con  .que  se  cubrían; 
aquellos  sectarios  tomaron  palos, 
les  hicieron  una  muesca  donde  pu- 
sieron una  piedra  preciosa  por  co- 
razón, y  los  envolvieron  primero 
con  pieles  de  culebra  ó  tigre  y  en 
seguida  con  las  mantas:  estos  bultos 
se  llamaron  tlaquimilloli.  Tris- 
tes y  apenados  vagaban  los  de- 
votos hasta  que  uno  de  ellos  llegó  á 
la  orilla  del  mar;  tres  veces  se  le 
apareció  Tescatlipoca,  previniéndo- 
le al  fin,  fuese  al  sol  y  trajese  can- 
tores é  instrumentos  para  hacerle 
fiesta.  Las  ballenas,  las  tortugas  y 
las  sirenas  formaron  un  puente  so- 
bre la  mar,  y  el  devoto,  cantando  un 
canto  hermoso,  llegó  al  astro  y  le 
dio  cuenta  de  su  cometido.  Previ- 
no el  sol  á  los  que  con  él  estaban, 
que  no  respondiesen  al  cantar  del 
mensajero,  porque  quienes  tal  hi- 
cieran, aquél  se  los  llevaría  consigo: 
no  obstante  la  prevención,  como  el 
canto  era  melifluo,  algunos  respon- 
dieron, y  él  se  vino  con  ellos  á  la 
tierra,  trayendo  el  huehuetl  y  el  te- 
ponaxtli.  Comenzaron  de  nuevo  las 
fiestas,  los  bailes  y  los  cantares  á 
los  muertos  dioses.  En  esta  rela- 
ción continúa  el  mito  de  Teotihua- 
can; los  sectarios  de  las  divinida- 
des, derrocados  por  el  culto  del  sol, 
vagan  mucho  tiempo  ocultando  su 
rito  proscripto,  hasta  que  pueden 
de  nuevo  practicarle  poniéndose 
en  contacto  con  los  prosélitos  del 
astro. 
Representaban  los  mexicanos  el 


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352 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


astro  con  varias  círculos  concéntri- 
cos, divididos  en  ocho  partes  con 
unas  aspas  triangulares,  haciendo 
relación  á  sus  movimientos  aparen- 
tes y  á  la  división  del  tiempo.  Ave- 
ces ofrece  en  el  centro  un  rostro  de 
frente  con  una  gr^n  lengua  salien- 
te de  la  boca,  como  en  la  piedra  vul- 
garmente llamada  Calendario;  otras 
el  rostro  está  de  perfil  y  sin  lengua, 
como  en  el  Tonalamatl;  las  más 
veces  no  aparece  la  cara,  como  en 
el  Cuanhxicalli  de  Tízoc  y  en  las 
pinturas  de  los  Códices. 
'^Estando fija  la  tierra,  el  sol  gira- 
ba al  derredor  de  ella.  Los  guerre- 
ros muertos  sobre  el  campo  de  ba- 
talla iban  á  morar  á  la  casa  del  sol, 
en  el  lugar  de  Oriente:  por  esto  se 
llamaba  ese  punto  cardinal  Tlalo- 
can,  paraíso.  Las  mujeres  muertas 
en  el  primer  alumbramiento  subían 
á  la  categoría  de  diosas  bajo  el  nom- 
bre de  Macihuaquesque,  entrando 
en  el  número  de  las  mujeres  celes- 
tiales denominadas  Cihuapipiltin,  é 
iban  á  habitar  también  la  casa  del 
sol,  aunque  hacia  el  Occidente,  pun- 
to que  por  esto  era  llamado  Cihua- 
Hampa.  Al  disponerse  á  salir  por 
Oriente  el  Tonal  t'uh  en  s\i  curso 
diurno,  los  guerreros  celestes  apres- 
taban sus  armas  y  corrían  á  su  en- 
cuentro armando  estruendo  y  dan- 
do voces;  se  le  ponían  delante,  y 
con  pelea  de  regocijo  le  llevaban 
hasta  ponerle  en  la  mitad  más  alta 
del  cielo,  el  cual  llamaban  Nepan- 
tlatonatitih.  Recibíanlo  en  aquel 
punto  las  Macihuaqu€3que,?irm?íá2íS 
y  con  regocijos  guerreros;  entre- 
gábanle los  hombres,  y  se  esparcían 
en  seguida  por  el  cielo  y  sus  jardi- 
nes á  chupar  las  flores  hasta  el  si- 
guiente día.  Las  diosas  celestes  po- 
nían al  Tonatiuh  en  imas  andas  de 


plumas  de  quetsalli,  llamadas  que- 
tffalapanecahuitl,  lo  tomaban  en 
hombros  unas,  precediendo  las  otras 
dando  voces  de  alegría,  y  haciendo 
fiesta:  así  bajaban  de  lo  alto  hasta 
llegar  al  Cihuallampa.  Allí  salían 
á  encontrar  al  Tonatiuh  los  del  in- 
fierno; porque  cuando  en  la  tierra 
comienza  la  noche,  en  el  infierno 
empieza  el  día:  entonces  los  muer- 
tos despiertan,  se  levantan,  corren 
al  encuentro  del  astro,  y  lo  condu- 
cen silenciosos  hasta  ponerlo  en  el 
Oriente.  En  tanto  las  Macihuaques- 
que  bajan  á  la  tierra,  buscan  los 
instrumentos  para  tejer  y  labrar,  se 
aparecen  á  vsus  perdidos  esposos  y 
les  regalan  las  obras  de  sus  manos. 

El  TlalcMíonatíuh,  reunión  del 
sol  y  la  tierra,  en  el  Códice  Telle 
RiANO,  presenta  á  la  tierra  en  figura 
humana,  sin  cabeza,  con  dos  manos 
levantadas  hacia  arriba  y  dos  hacia 
abajo,  teniendo  en  la  parte  inferior 
el  miquistli  para  señalar  la  mansión 
de  los  muertos.  En  dicha  parte 
se  descubre  con  los  arreos  de  77a- 
loc,  dando  á  entender  el  conjunto,  el 
movimiento  del  astro.  Según  el  in- 
térprete, « este  es  el  escalamiento, 
ó  calor  que  da  el  sol  á  la  tierra,  y 
así  dicen  que  cuando  el  sol  se  pone 
que  va  á  alumbrar  á  los  muertos.» 

En  cuanto  dios,  el  sol  recibía  ado- 
raciones durante  los  días  y  las  no- 
ches. Al  amanecer  lo  recibían  los 
sacerdotes  del  templo  mayor  con 
su  estruendosa  música  de  tambo- 
res, bocinas  y  caracoles,  sacrifi- 
cándole codornices,  arrancándoles 
la  cabeza  y  ofreciéndole  la  sangre: 
en  el  resto  del  día  tenía  consagra- 
das preces  é  incienso.  Su*templose 
llamaba  Cuauhxicalco,  y  el  rey  pa- 
ra asistir  á  las  fiestas  tenía  el  edi- 
ficio particular  dicho.  Hueycuauh- 


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SSGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


353 


xicalco.  Existía  una  orden  de  caba- 
lleros que  reconocía  por  patrono 
al  astro;  eran  todos  nobles,  y  si 
bien  eran  casados  tenían  morada 
particular  en  el  templo  mayor  llama- 
da Cuacuauhtin  inchan,  casa  ó  ma- 
driguera de  las  águilas.  Ahí  había 
una  imagen  del  sol  pintada  sobre 
lienzo;  que  se  mostraba  al  pueblo 
por  los  sacerdotes  cuatro  veces  en 
'  el  día  y  en  la  noche.  Dos  veces 
en  el  año,  cuando  en  el  orden  suce- 
sivo de  los  días  tocaba  al  signo 
nahui  ollin,  tenía  lugar  un  sacrifi- 
cio con  muy  particulares  ceremo- 
nias, precedido  de  un  muy  riguro- 
so ayuno,  y  en  que  sólo  tomaban 
parte  inmediata  aquellos  valerosos 
caballeros.  Fiestas  solemnes  se  ve- 
rificaban en  el  solsticio  de  invierno. 
La  que  se  hacía  en  el  templo  de/or- 
taccenteoíl,  dios  de  las  mieses  blan- 
cas, era  precedida  de  un  ayuno  de 
cuarenta  días,  sacrificándose  á  los 
leprosos  y  contagiados. 

Los  eclipses  de  sol  constaban  en 
las  pinturas  jeroglíficas,  represen- 
tados por  el  signo  ideográfico  íeoil, 
con  una  mancha  redonda  y  negra, 
más  ó  menos  amplia,  según  la  in- 
tensidad del  fenómeno.  Fiesta  prin- 
cipal se  hacía  bajo  la  denominación 
de  Netonatiuhcualo,  el  infelis  sol 
comido,  y  tenía  lugar  cada  200 ó  300 
días,  f  Fíí^s^Tloque  Nahuaque.) 

Tonatiuhiqtuizayan.  [Tonatiuh, 
el  sol;  /,  su;  quisayan,  lugar  donde 
sale:  «su  salidero  del  sol.»)  El  Orien- 
te. Borunda,  empeñado  siempre  en 
atribuir  á  las  palabras  mexicanas 
etimologías  alteradas,  y  muchas 
veces  fantásticas.  oiTonatiuhiqui- 
sayariy  salidero  Kisayan,  suio,  /,al 
camino  utli,  que  haze  Calentar  to- 
nalt'a.*  No  hay  nada  de  utlt  ú  otli, 
camino,  en  la  palabra  Tonatiuh  (V.) 


Tonatiuhinanianayan.  (Tona- 
tiuh, el  sol;  /,su;  nemanayan,  lugar 
donde  se  levanta  algo:  «lugar  don- 
de se  levanta  el  sol.»)  El  Oriente. 
Borunda,  en  su  afán  de  desfigurar 
el  idioma,  dice:  Tonatiuh-hinema- 
nayan,  tendedero  manayan,  suio  / 
(quitando  el  error  de  e),  que  á  lo 
suios  in,  haze  calentar  Tonatia:  To- 
natiuhixco,  al  frente  ixco,  del  ca- 
mino «///,  que  haze  calentar /o  «íi- 
tia.»  No  acertamos  á  comprender 
porqué  Borunda  llama  al  Oriente  el 
«tendedero  del  sol.»  Además,  «ten- 
dedero» se  dice  en  mexicano  asol- 
huayan. 

Tooaltepúztli.  (Esta  palabra  la 
trae  el  P.  Sahagún;  pero  por  la  sig- 
nificación que  le  atribuye,  se  viene 
en  conocimiento  de  que  es  una 
errata  de  imprenta.  La  palabra  ge- 
nuina  es  yooaltepustli,  con  la  orto- 
grafía moderwd,  yohualtepostli:  yo- 
hualli,  noche;  tep0!2tliy  cobre,  y,  por 
metonimia,  «hacha»  «hacha  de  la 
noche  ó  nocturna.»)  Uno  de  los 
agüeros,  que  tenían  los  indios.  El 
P.  Sahagún,  tratando  de  los  agüe- 
ros, dice: 

«Cuando  alguno  de  noche  oía  gol- 
pes como  de  quien  corta  leña,  to- 
maban mal  agüero:  á  este  llamaban 
tooalteptistli,  que  quiere  decir  ha- 
cha nocturna.  Por  la  mayor  parte 
este  sonido  se  oía  al  primer  sueño 
de  la  noche,  cuando  todos  duermen 
profundamente,  y  ningún  ruido  de 
gente  suena.  Oían  este  sonido  los 
que  de  noche  iban  á  ofrecer  cañas 
y  ramos  de  pino,  los  cuales  eran 
ministros  del  templo,  llamados  Tla- 
maca^ques.  Estos  tenían  por  cos- 
tumbre de  hacer  este  ejercicio  ó  pe- 
nitencia en  lo  más  profundo  de  la 
noche,  y  entonces  presentaban  es- 
tas ofrendas  en  los  lugares  acos- 
98 


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354 


ANALES  DEL  MUSEO   NACIONAL. 


tumbrados  de  los  montes  comarca- 
nos, y  cuando  oían  golpes  como  de 
quien  hiende  madero  con  hacha,  (lo 
cual  de  noche  suena  lejos,  estrepi- 
tosamente) espantábanse  de  aque- 
llos golpes,  y  tomaban  mal  agüero, 
pues  decían  que  estos  golpes  eran 
ilusión  de  Tescatlipuca,  con  que  es 
pautaba  y  burlaba  á  los  que  anda- 
ban de  noche,  y  cuando  esto  oía  al- 
gún hombre  animoso,  esforzado  y 
egercitado  en  la  guerra  no  huía;  mas 
antes  seguía  el  sonido  de  los  gol- 
pes, hasta  ver  que  cosa  era,  y  cuan- 
do veía  algún  bulto  de  persona, 
corría  á  todo  correr  tras  él  hasta 
asirle,  y  averiguar  que  cosa  era. 
Dicese  que  el  que  asía  á  esta  fan 
tasma,  con  dificultad  podía  aferrar 
se,  y  así  corrían  gran  rato  andando 
á  la  sacapella  de  acá  para  allá. 
Cuando  ya  se  fingía  cansada  la  fan- 
tasma, esperaba  al  que  la  seguía,  y 
entonces  parecía  á  esta  que  era  un 
hombre  sin  cabeza,  que  tenia  corta- 
do el  pescuezo  como  un  tronco,  y 
el  pecho  abierto,  y  tenia  á  cada  par- 
te como  una  portecilla  que  le  abría 
y  cerraba,  juntándose  en  el  medio;  y 
al  cerrar  decían  que  hacían  aquellos 
golpes  que  se  oían  lejos,  y  aquel 
á  quien  había  aparecido  esta  fan- 
tasma, ora  fuese  algún  soldado  va- 
liente, ó  algún  Sátrapa  del  templo 
animoso.  En  asiéndola  y  conocién- 
dola por  la  abertura  del  pecho,  veía- 
le el  corazón,  y  asíale  de  él  como 
que  se  le  arrancaba  tirando.  Estan- 
do en  esto  demandaba  á  la  fantas- 
ma que  le  hiciese  alguna  merced, 
ó  le  pedia  alguna  riqueza,  ó  esfuer- 
zo y  valentía  para  cautivar  en  la 
guerra  á  muchos,  y  á  algunos  dá 
balos  la  fantasma  esto  que  pedían, 
y  á  otros  no  se  los  daba  sino  lo  con- 
trario como  pobreza,  miseria,  y  ma- 


la ventura,  y  así  decían  que  estaba 
en  mano  de  Tescatlipuca  dar  cual- 
quiera cosa  que  quisiese,  adversa  ó 
próspera:  y  la  fantasma  respondien- 
do á  la  demanda  decía  de  esta  ma- 
nera. «Gentil  y  valiente  hombre, 
amigo  mío,  fulano  déjame,  ¿qué  me 
quieres?  que  yo  te  daré  lo  que  qui- 
sieres» y  la  persona  á  quien  esta 
fantasma  le  había  aparecido  decía- 
la. «No  te  dejaré,  que  ya  te  he  ca- 
zado» y  la  fantasma  dábale  una  pun- 
ta ó  espina  de  magey,  diciéndole. 
«Cata  aquí  esta  espina,  déja- 
me»; y  el  que  tenia  á  la  fantasma 
asida  por  el  corazón,  si  era  valien- 
te y  esforzado,  no  se  contentaba 
con  una  espina,  y  no  le  dejaba  has- 
ta que  no  le  daba  tres  ó  cuatro  es- 
pinas: estas  eran  señal  de  que  se- 
ría próspero  en  la  guerra,  y  tomaría 
tantos  cautivos  cuantas  espinas  re 
cíbia,  y  que  sería  ademas  reveren- 
ciado en  este  mundo  con  riquezas, 
honras  é  insignias  de  hombre  va- 
liente. También  se  decía  que  el  que 
asía  del  corazón  á  la  fantasma,  y 
se  le  arrancaba  de  presto  sin  de- 
cirle nada,  echaba  á  huir  con  él  y 
se  escondía  y  guardaba  con  gran 
diligencia,  envolviéndole  y  atando 
fuertemente  con  algunos  paños;  y 
después  á  la  mañana,  desenvolvía- 
le y  miraba  que  era  aquello  que  ha- 
bía arrancado,  y  si  veía  alguna  co- 
sa buena  en  el  paño,  como  es  plu- 
ma floja  ó  algodón,  ó  algunas  es- 
pinas de  maguey,  de  una  ó  dos,  te- 
nia señal  que  le  había  de  venir  bue- 
na ventura,  y  prosperidad;  y  si  por 
ventura  hallaba  en  el  paño  carbo- 
nes ó  algún  andrajo,  ó  pedazo  de 
manta  roto  y  sucio,  en  esto  conocía 
que  le  había  de  venir  mala  ventura 
y  miseria.  Si  aquel  que  oía  estos 
golpes  nocturnos  era  algún  hombre 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


355 


de  poco  ánimo  j  cobarde,  ni  la  per- 
seguia,  ni  iba  tras  ella,  sino  tem- 
blaba y  cortábase  de  miedo,  echá- 
base á  gatas  porque  ni  podia  co- 
rrer ni  andar,  ni  pensaba  otra  cosa, 
mas  de  que  alguna  desgracia  le  ha- 
bia  de  venir  por  razón  del  mal  agüe- 
ro que  habia  oído.  Comenzaba  lue- 
go á  temer  que  le  habia  de  venir 
enfermedad  ó  muerte,  ó  alguna  des- 
ventura de  pobreza  y  trabajos  por 
razón  de  aquel  mal  agüero.» 

Topia.  (Parece  derivado  de  toplt\ 
ídolo  ó  efigie  de  una  divinidad.) 
Nombre  de  una  sierra  entre  Duran- 
go  y  Sinaloa.  El  origen  de  este  nom- 
bre es  mitológico.  El  misionero  Fer- 
nando de  Santarén,  escribiendo  á  su 
provincial,le  dice:  «La provincia  de 
*  Topia  tomó  el  nombre  de  una 
«tradición  fabulosa,  muy  semejante 
«á  la  de  las  metamorfosis  de  los 
«griegos.  Dicen  que  una  india  anti- 
«gua  de  este  nombre  se  convirtió 
«en  piedra,  que  hoy  ellos  veneran  en 
«forma  de  «jicara,»  que  llaman 
«en  su  idioma  topta,  de  donde  to- 
«mó  el  nombre  el  valle » 

Topiltzin.  (To,  nuestro;  püli,  hi- 
jo; tsintli,  expresión  de  diminutivo 
afectuoso:  «Nuestro  hijito.»)  En  la 
Cosmogonía  de  Fr.  Bernardino  ó  Có- 
dice DE  ZuMÁRRAGA  se  dice  que  Pil- 
taintli  (V.)  fué  el  primer  hijo  de  la 
1.*  pareja  humana  y  que  no  tenien- 
do mujer,  los  dioses  le  formaron  una 
de  un  cabello  de  Xochiquetealli.  Es 
más  poética  esta  fábula  que  la  que 
hace  salir  á  Eva  de  una  costilla 
de  Adán. 

Beaumont,  en  su  Crónica  de  Mi- 
chuacan,  dice  que  muchos  pueblos 
del  hoy  Estado  de  Jalisco,  adoraban 
á  Piltsintli,  el  «dios  niño,»  el  cual 
se  le  apareció  á  Cuanameti  en  las 
llanuras  de  Ixtlahuacan  Nepantla- 


tli,  en  figura  de  niño,  enseñando  á 
sus  devotos  que  había  en  el  cielo  un 
dios  creador  de  todas  las  cosas;  que 
el  cielo  era  de  plata,  y  había  en  él 
muchos  plumajes  y  piedras  precio- 
sas; que  allí  vivía  una  señora  que 
jamás  envejecía,  de  la  cual  habían 
tomado  carne  los  hombres;  que  ese 
niño- dios  les  había  dado  los  arcos 
y  las  flechas  para  defenderse  de  sus 
enemigos.  Este  Piltsintlt,  llamado 
también  PiltBintecutliy  «Señor  ni- 
ño,» malamente  traducido  «Señor  ó 
dios  de  los  niños,»  era  el  dios  pro- 
tector de  las  siembras  de  temporal. 

Con  el  nombre  Topiltzin  distin- 
guían los  mexicanos  al  primero  de 
los  seis  sacerdotes  que  ejecutaban 
el  sacrificio  ordinario  de  las  víc- 
timas. Sobre  esto  dice  Clavigero: 
«Los  ministros  ordinarios  del  sacri- 
ficio eran  seis  sacerdotes,  el  prin- 
cipal de  los  cuales  era  el  7o/)/7- 
/^/«,cuya  dignidad  era  preeminente 
y  hereditaria;  mas  en  cada  sacrificio 
tomaba  el  nombre  de  la  divinidad 
en  cuyo  honor  se  hacía.  Vestíase 
para  aquella  función  con  un  trage 
rojo,  de  hechura  de  escapulario  y 
adornado  con  flecos  de  algodón:  en 
la  cabeza  llevaba  una  corona  de  plu- 
mas verdes  y  amarillas;  en  las  ore- 
jas pendientes  de  oro  y  piedras  ver- 
des, (quizás  esmeraldas),  y  en  el  la- 
bio superior  otro  pendiente  de  una 
piedra  azul.  Los  otros  cinco  minis- 
tros estaban  vestidos  de  trages 
blancos,  de  la  misma  forma  y  bor- 
dados de  negro:  tenían  los  cabellos 
sueltos;  la  frente  ceñida  de  correas, 
y  adornada  con  ruedas  de  papel  de 
varios  colores,  y  todo  el  cuerpo  pin- 
tado de  negro.  * 

Nosotros  creemos  que  el  Topil- 
tmn,  nombre  del  primer  ministro  sa- 
crificador,  no  tiene  nada  que  ver 


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356 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


con  el  numen  Piltsintli  óPilisinte- 
cutli,  sino  que  el  nombre  de  aquél 
se  compone  de  topüli,  vara,  hasta, 
lanza  y  de  tiintli,  expresión  de  re- 
verencia. Al  ministro  de  la  justicia 
ó  alguacil  le  llamaban  topile  «el  que 
tiene  la  vara»  por  ser  ésta  el  sím- 
bolo de  la  justicia,  y  porque  mate- 
rialmente la  tenía.  Pues  bien,  el  sa- 
cerdote sacrificador  ha  de  haber  si- 
do considerado  como  el  alguacil 
mayor  en  los  sacrificios,  y  era  desig- 
nado por  metonimia  con  el  nombre 
de  la  vara  ó  símbolo  de  la  justicia, 
topilli,  y  reverencialmente  Topil- 
isin. 

Tota.  (To,  nuestro;  tatli,  padre, 
que  en  composición  con  pronom- 
bre posesivo,  pierde  la  sílaba  ///; 
«Nuestro  Padre.»)  Nombre  que  da- 
ban al  Fuego  cuando  lo  veneraban 
como  padre  de  los  dioses.  ( Véase 

HUEHUETEOTL,  TlOQUE    NaHUAQUE, 

ToNATiuH  y  Totec.) 

Totee.  (El  nombre  propio  es  To- 
teen 6  Toteue:  to,  nuestro,  tecutli,  se- 
ñor, que  en  composición  con  pro- 
nombre posesivo,  pierde  la  sílaba 
tlif  y  que,  por  metátesis  se  convier- 
te Qxiteuc:  «Nuestro  Señor.»)  Elnom- 
bre  completo  de  este  numen  es  Xi- 
petotenc  «Nuestro  Señor  desollado.» 
Sahagún,  refiriéndose  á  este  dios, 
dice: 

«Este  dios  era  honrado  de  aque- 
llos que  vivían  á  la  orilla  de  la 
mar,  y  su  origen  lo  tuvo  en  Zapo- 
Han,  pueblo  de  Xalisco.  Atribuían 
á  este  dios  las  enfermedades  si- 
guientes. Primeramente  las  virue- 
las, las  apostemas  que  se  hacen  en 
el  cuerpo,  y  la  sarna:  también  las 
enfermedades  de  los  ojos,  como  es  el 
mal  que  procede  de  mucho  beber, 
y  todas  las  demás  que  se  causan  en 
los  ojos:  todos  los  que  eran  enfer- 


mos de  alguna  de  las  enfermedades 
dichas,  hacían  voto  á  este  dios  de 
vestir  su  pellejo  cuando  se  hiciese 
su  fiesta,  la  cual  se  llama  Tlacaxi- 
pealistlif  ó  sea  d  e  s  o  1 1  a  miento  de 
hombres.» 

Describiendo  al  numen,  dice  el 
mismo  P.  Sahagún: 

«La  imagen  de  este  numen  es  á 
manera  de  un  hombre  desnudo,  que 
tiene  en  un  lado  teñido  de  amari- 
llo, y  el  otro  de  leonado:  tiene  la 
cara  labrada  de  ambas  partes  á  ma 
ñera  de  una  tira  angosta  que  (rae 
desde  la  frente  hasta  la  quijada:  en 
la  cabeza,  á  manera  de  un  capillo 
de  diversos  colores,  con  unas  bor- 
las que  cuelgan  acia  las  espaldas. 
Tiene  vestido  un  cuero  de  hombre: 
los  cabellos  tranzados  en  dos  par 
tes  y  unas  orejas  de  oro:  está  ceñi- 
do con  unas  faldetas  verdes,  que  le 
llegan  hasta  las  rodillas,  con  unos 
caracolillos  pendientes:  tiene  unas 
cotaras  ó  sandalias,  y  una  rodela 
de  color  amarillo,  con  un  remate  de 
colorado  todo  al  rededor:  y  tiene  un 
cetro  con  ambas  manos,  á  manera 
del  cáliz  de  adormidera,  donde  tie- 
ne su  semilla,  con  un  casquillo  de 
saeta  encima  empinado.» 

La  fiesta  de  este  dios  la  celebra- 
ban el  primer  día  de  la  segunda 
veintena  del  año,  llamada  Tlaca- 
xipehualixtli ,  « Desollamiento  de 
hombres.»  Sahagún  la  describe  en 
los  términos  siguientes. 

«En  ella  hacían  como  un  juego  de 
cañas,  de  manera,  que  el  un  bando 
era  de  parte  de  este  dios  ó  imagen  del 
dios  Totec,  y  éstos  todos  iban  ves- 
tidos de  pellejos  de  hombres,  que  ha- 
bían muerto  y  desollado  en  esta  fies- 
ta, todos  recientes  y  corriendo  san- 
gre: los  del  bando  contrario  eran  los 
soldados  valientes  y  osados,  y  per- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


357 


senas  belicosas  y  esforzadas,  que  no 
tenían  en  nada  la  muerte,  osados  y 
atrevidos  que  de  su  voluntad  salían 
á  combatir  con  los  otros:  allí  los 
unos  con  los  otros  se  ejercitaban  en 
el  ejercicio  de  la  guerra,  perseguían- 
se hasta  su  puesto,  y  de  allí  volvían 
huyendo  hasta  su  propio  puesto; 
acabado  este  fuego,  aquellos  que 
llevaban  los  pellejos  de  los  hombres 
vestidos  que  eran  de  la  parte  de  este 
dios  Totee,  ibanse  por  todo  el  pue- 
blo y  entraban  en  las  casas,  deman- 
dando que  les  diesen  alguna  limos- 
na por  amor  de  aquel  dios.  En  las 
casas  donde  entraban,  hacíanlos 
sentar  sobre  unos  hacecillos  de  ho- 
jas de  tsapotes,  y  echábanlos  al  cue- 
llo unos  sartales  de  mazorcas  de 
maíz,  y  otros  sartales  de  flores  que 
iban  desde  el  cuello  acia  los  soba- 
cos, y  poníanle  guirnaldas,  y  dában- 
les á  beber  pulque,  que  es  su  vino. 
Si  algunas  mugeres  enfermaban  de 
estas  enfermedades  arriba  dichas, 
en  la  fiesta  de  este  dios  ofrecían 
sus  ofrendas  según  que  habían  vo- 
tado.» 

Según  Torquemada,  Xippe  y  7b- 
tec  era  dios  de  los  plateros;  le  reve- 
renciaban, porque  tenían  por  averi- 
guado, que  á  los  que  no  le  hacían 
los  afligía  con  enfermedades  de 
ojos,  apostema  y  sarna. 

Boturini  dice  que  el  nombre  del 
dios  era  Oxipe,  dios  del  desolla- 
miento,  síncopa  de  Tloxipcuca  á 
quien  los  plateros  dedicaban  los  de- 
sollados, por  haberles  hurtado  al- 
hajas de  oro  y  plata,  6  pedrería  lle- 
vándolos antes  á  su  templo  arras- 
trados por  los  cabellos.  Filológica- 
mente no  está  autorizada  la  llamada 
síncopa  por  Boturini,  que,  propia- 
mente, sería  una  aféresis.  (Véase 
Tloxipeuca.) 


Después  de  lo  expuesto  por  los 
autores  citados,  inspirados  todos, 
más  ó  menos,  en  el  P.  Sahagún,  causa 
extrafleza  lo  conceptuado  por  Cha- 
vero  acerca  de  la  deidad  Toteuc,  He 
aquí  su  rara  exégesis: 

«Tres  son  los  astros  que  sirvie- 
ron á  los  nahoas  para  la  formación 
de  su  cronología,  los  tres  de  que  he- 
mos hablado;  y  bajo  este  aspecto, 
de  la  unión  de  los  tres  formaron  un 
nuevo  dios  llamado  Totee.  Su  nom- 
bre quiere  decir  literalmente  nues- 
tro señor,  como  si  pretendieran  ex- 
presar que  era  el  principal  de  los 
dioses.  No  es  oportuno  el  que  tra- 
temos extensamente  de  él  ahora: 
nos  basta  en  este  momento  consig- 
nar su  existencia  y  su  significación 
astronómica.  Siendo  el  sol  el  astro 
nahoa  por  excelencia,  á  veces  se 
personifica  en  él;  pero  si  quisiéra- 
mos dar  de  pronto  una  idea  aproxi- 
mada de  esta  nueva  concepción  teo- 
gónica,  diriamos  que  Totee  era  el 
tiempo.» 

En  apoyo  de  esta  interpretación 
y  ampliándola,  dice  Chavero: 

«Por  primera  vez  nos  encontra- 
mos con  el  dios  Totee  ó  Toteuh, 
como  otros  le  llaman.  Dice  Sahagún 
que  la  imagen  de  este  numen  es  á 
manera  de  un  hombre  desnudo  que 
tiene  un  lado  teñido  de  amarillo  y 
el  otro  de  leonado,  que  tiene  la  ca- 
ra labrada  de  ambas  partes  en  una 
tira  angosta  que  cae  de  la  frente  á 
la  quijada,  y  lleva  en  la  cabeza  una 
especie  de  eapillo  de  diversos  colo- 
res, con  unas  borlas  que  le  cuelgan 
hacia  las  espaldas;  que  por  vestido 
lleva  un  cuero  de  hombre;  que  usa 
los  cabellos  trenzados  en  dos  par- 
tes y  orejeras  de  oro;  que  está  ce- 
ñido con  unas  faldetas  verdes  que 
le  llegan  á  la  rodilla,  con  unos  ca- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


racolillos  pendientes;  con  cotaras  ó 
sandalias,  rodela  amarilla  con  un  re- 
mate de  rojo  todo  alrededor  y  un 
cetro  que  sostiene  con  ambas  ma- 
nos. El  padre  Duran  dice  que  este 
ídolo,  con  ser  uno,  era  adorado  de- 
bajo de  tres  nombres  que  eran  Tb- 
tec.XipeyTlatlauhquitescatl.  Agre- 
ga que  Totee  quiere  decir  señor  es- 
pantoso y  terrible  que  pone  temor; 
Xipe  es  hombre  desollado  y  maltra- 
tado, y  Tlatlauhquitescatl  significa 
espexo  de  resplandor  encendido. 
Observa  el  cronista,  y  esto  es  im- 
portante, que  no  era  esta  deidad 
particular  que  celebraban  única- 
mente en  algunas  partes,  sino  que 
se  le  hacía  fiesta  universal  en  toda 
la  tierra  y  todos  la  solemnizaban 
como  á  dios  universal ;  y  asi  le  te- 
nían templo  especial  y  muy  suntuo- 
so y  era  al  que  hacían  mayor  núme- 
ro de  sacrificios  de  hombres.  Re- 
fiere Duran  que  la  figura  de  este 
ídolo  era  de  piedra,  del  alto  de  un 
hombre,  con  la  boca  abierta  como 
quien  estaba  hablando  y  que  mos- 
traba tener  vestido  un  cuero  de 
hombre  sacrificado,  colgando  las 
manos  del  cuero  á  las  muñecas.  En 
la  mano  derecha  llevaba  un  báculo 
con  unas  sonajas,  y  en  la  izquierda 
una  rodela  de  plumas  amarillas  y 
rojas,  de  la  cual  salía  una  bandere- 
ta  encarnada  con  plumas  en  el  ex- 
tremo: cubría  su  cabeza  con  una  tia- 
ra roja  también,  ceñida  con  una  cin- 
ta del  mismo  color,  y  á  las  espaldas 
tenía  colgada  otra  tiaria  con  tres 
banderetas  de  las  que  colgaban 
tres  cintas  todas  rojas,  á  honor  de 
los  tres  nombres  de  este  ídolo.  Lle- 
vaba puesto  siempre  un  gran  max- 
tli  que  salía  del  cuero  que  lo  cubría. 
Y  así  está,  en  efecto,  en  las  pinturas 
del  Atlas  de  Duran. 


«¿Qué  dios  era  éste  que  se  llama- 
ba nuestro  señor,  amo  ó  rey?  Totee 
es  compuesto  de  to,  nuestro,  y  te- 
cuhtli,  señor  ó  rey.  El  otro  nombre, 
Xipe  ó  desollado,  nada  nos  explica 
de  pronto;  pero  así  como  á  la  pro- 
creación precede  el  desoUamiento 
del  xipintli,  se  simbolizó  el  poder 
creador  del  dios  con  el  tlacaxipe- 
huali3tli,y  se  significó  con  su  nom- 
bre Xipe,  El  tercer  nombre,  Tíatlauh- 
quiteseatl,  quiere  decir  espejo 
rojo,  y  si  observamos  que  á  la  luna 
se  le  llama  Teseatlipoea,  espejo  ne- 
gro que  humea,  por  el  color  y  va- 
guedad de  su  disco,  comprendere- 
mos sin  dificultad  que  el  espejo  rojo 
es  el  disco  del  sol.  Tenemos,  pues,  la 
explicación  de  los  tres  nombres 
de  la  deidad:  como  dios  que  preside 
en  el  firmamento,  es  nuestro  señor 
Totee;  como  astro,  su  disco  rojo  es 
Tlatlauhquiteseatl,  y  como  poder 
creadores  Xipe.* 

«No  puede  caber  duda  de  que  To- 
tee principalmente  representa  al 
sol;  pero  así  como  eipactli  significa 
su  primera  luz  alumbrando  la  tie- 
rra que  salía  del  caos,  eoail,  el  tiem- 
po, atl,  el  fuego  y  la  cronología,  y 
aeatl,  los  rayos  del  astro,  ahora  To- 
tee viene  á  expresar  el  período  cro- 
nológico del  sol,  pero  en  combina- 
ción con  los  de  la  luna  y  la  estrella 
de  la  tarde.  Para  explicamos  más 
claramente  diremos  que  el  sol  en- 
tra en  los  signos  diurnos  de  la  si- 
guiente manera :  por  su  luz  es  ei- 
paetli,  por  su  calor  es  aeatl,  por  su 
movimiento  absoluto  con  el  cual 
crea  el  tiempo,  es  eoatl,  y  por  su  pe- 
ríodo cronológico  es  atl,  tomando 
el  nombre  de  Totee  cuando  relaciona 
este  período  al  de  los  otros  astros. 

«Tenemos  sobre  este  punto  la  es- 
cultura más  preciosa  que  posee 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


359 


nuestro  Museo  Nacional:  y  para  ex- 
plicarlo, refirámonos  á  la  figura  de 
este  dios  en  uno  de  los  cuadros  je- 
roglíficos del  Códice  Borgiano.  El 
dios  está  sentado  en  teoicpalli;  su 
cuerpo  es  rojo  como  su  rostro  que 
apenas  cubre  la  máscara  sagrada, 
porque  es  el  dios  bermejo,  Tlatlauh- 
quitescatl:  lo  adornan  astros,  el 
cuauhtlt,  símbolo  de  la  luna,  y  los 
de  Quetsalcoatl  y  la  tierra;  tiene 
por  ilalpollim  el  signo  del  xtuhntol' 
pilli;  en  vez  de  mitra  lleva  el  capillo 
de  que  habla  el  cronista,  todo  ador- 
nado de  conchas,  y  en  la  mano  iz- 
quierda empuña  una  pierna  de  águi- 
la. Esta  misma  deidad  se  ve  en  va- 
rias pinturas  jeroglíficas  con  algu- 
nas modificaciones.  En  el  tonala- 
matl  del  Códice  Vaticano  tiene  el 
mismo  color  rojo  del  cuerpo,  empu- 
ña en  la  diestra  la  pierna  de  águila 
y  una  xochitl  en  la  siniestra;  lleva 
el  mismo  tocado,  y  por  adornos  el 
ollineme3tli  y  la  cruz  de  Quetsal- 
coatl. Se  le  ve  además  en  las  pintu- 
ras 53, 60  y  66  del  Códice  Borgiano. 
Algunas  veces,  para  expresar  el 
curso  ó  camino  del  astro  en  la  for- 
mación del  período  cronológico,  se 
pone  á  Totee  con  un  báculo  y  un  qui- 
tnilli,  ó  carga  de  la  espalda,  á  la  ma- 
nera que  para  caminar  usan  aún 
nuestros  indios. 

^Los  mismos  atributos  que  en  es- 
tos jeroglíficos  se  ven  en  la  hermosa 
cabeza  colosal  de  diorita  del  Mu- 
seo Nacional.  La  parte  frontal  de 
su  capillo  está  formada  de  cintas 
que  se  figuran  con  rayas  labradas, 
y  sobre  esas  cintas  hay  trece  con- 
chas con  nueve  rayas  cada  una;  de  i 
la  misma  manera  está  formada  la  ' 
parte  posterior  del  tocado  que  cae 
hasta  el  cuello,  y  en  ella  hay  veinte 
conchas :  el  adorno  de  la  parte  su- 


perior de  la  cabeza  se  compone  de 
tres  ruedas  concéntricas  de  glifos, 
ocho  en  la  primera,  catorce  en  la 
segunda  y  veinticuatro  en  la  terce- 
ra; de  ésta  sale,  cayendo  hacia  la 
izquierda,  un  hermoso  colgajo  que 
termina  en  seis  glifos.  Sumados  és- 
tos nos  dan  los  cincuenta  y  dos  años 
del  ciclo,  como  las  conchas,  los  pe- 
períodos  de  trece  y  veinte  días  y 
los  nueve  acompañados.  Hay  otros 
dos  colgajos  pequeños  con  un  glifo 
cada  uno,  que  terminan  en  cuatro 
glifos,  y  el  capillo  tiene  varias  ra- 
yas cronológicas  en  el  colgajo  que 
se  combinan  con  las  de  la  cinta 
que  va  de  derecha  á  izquierda  bajo 
los  glifos.  En  las  mejillas  tiene  dos 
círculos  con  las  dos  cruces  de  Que- 
tsalcoatl; de  su  nariz  penden  tres 
rayos  de  difente  forma  represen- 
tando la  luz  de  los  tres  astros,  y  tie- 
ne en  cada  orejera  un  círculo  con 
dos  rayos.  La  cinta  que  se  entrela- 
za en  la  cabeza  es  el  cuerpo  de  una 
culebra  cuya  cabeza  se  ve  en  la  par- 
te inferior  unida  al  signo  del  agua, 
atl,  símbolo  del  período  cronológi- 
co. Representa,  pues,  esa  escultura, 
la  combinación  de  los  períodos  cro- 
nológicos de  los  tres  astros,  y  por 
lo  mismo  es  el  dios  Totee 

«Pero  veamos  cómo  se  relacionó 
esta  deidad  con  la  destrucción  de 
los  tolteca.  Hemos  hablado  de  las 
cuatro  casas  de  oración  áe  Quetsal- 
coatl y  de  las  penitencias  que  ha- 
cía, lo  cual  está  representado  en 
una  pintura  del  Códice  Vaticano. 
Se  ve,  en  efecto,  á  Quetsalcoatl  so- 
bre un  teocalli  cuyas  gradas  están 
manchadas  de  sangre,  atravesadas 
sus  piernas  con  espinas  de  maguey 
en  señal  de  penitencia,  y  delante 
del  cual  se  han  puesto  como  ofren- 
das las  púas  y  un  tlemaitl  en  que  se 


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360 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


le  quema  copal.  Detrás  de  él  están  , 
las  cuatro  casas  de  oración  ó  tem- 1 
píos:  en  el  primero  ayunaban  los 
sacerdotes;  estaba  adornado  de 
puntos  y  flores,  cornisa  y  colum- 
nas de  color  rojo,  y  se  llamaba  Ca- 
quancallí.  El  segundo  servía  para 
el  ayuno  común;  tenía  cuatro  alme- 
nas, y  se  llamaba  Xecahualcalco.  El  I 
tercero  era  templo  del  temor  y  la  ! 
serpiente,  y  se  entraba  en  él  con  los 
ojos  inclinados  al  suelo:  era  el  Coa- 
calco.  El  cuarto  era  el  templo  del 
pesar  y  del  arrepentimiento,  y  á  él 
mandaban  á  los  hombres  delincuen- 1 
tes  y  de  mala  vida,  inmorales  y  de  ; 
hablar  obsceno:  le  nombraban  Tía- 1 
xapocalco.  j 

«Busquemos  el  sentido  astronó- 
mico de  la  pintura.  La  deidad  que 
está  sobre  el  t^ocallt,  á  la  cual  se 
ofrecen  sacrificios  y  se  quema  co- 
pal en  el  tlemaitl,  es  Quetsalcoatl, 
es  la  estrella  de  la  tarde  que  nace. 
Se  conoce  al  dios  en  su  mitra,  en  su 
báculo,  en  las  cruces  y  en  el  símbo- 
lo del  viento.  Tiene  cuatro  radios 
rojos,  porque  ya  hemos  visto  que  le 
tenían  por  un  medio  sol,  pues  á  éste 
le  pintaban  con  ocho  rayos.  Detrás 
de  las  cuatro  casas  ó  templos  hay 
cuatro  signos,  que  son  acatl  ó  csl- 
ña,  CM^/^/)a/// ó  lagartija,  tecpatl  ó 
pedernal,  y  masatl  6  venado:  los 
cuales  ya  sabemos  que  respecti- 
vamente corresponden  á  los  astros, 
sol,  tierra,  estrella  de  la  tarde  y  lu- 
na. Los  cuatro  templos  que  están  á 
su  frente,  tienen  igual  correspon- 
dencia: el  templo  con  las  tres  fle- 
chas corresponde  al  sol,  el  de  las 
dos  flores  á  la  tierra,  el  de  las  dos 
almenas  rojas  á  la  estrella,  y  el  de 
los  círculos  blancos  á  la  luna. 

«A  la  pintura  inmediata  del  códi- 
ce nos  encontramos  con  Totee.  Dice 


el  intérprete  que  este  Jo/^c:  fué  gran 
pecador,  que  estuvo  en  la  casa  del 
dolor  llamada  Tlaxipeuhcalco,  en 
donde  había  completado  su  peni- 
tencia. Subióse  á  continuarla  sobre 
las  espinas  de  maguey  de  la  mon- 
taña que  hablaba,  Catcitepetl,  y  allí 
clamaba  reprobando  fuertemente  á 
su  pueblo  de  ToUan,  llamándolos 
á  la  penitencia  porque  habían  come- 
tido grandes  crímenes  y  olvidado 
el  servicio  de  sus  dioses  y  los  sa- 
crificios, entregándose  á  toda  clase 
de  placeres. 

«Lleva  el  dios  una  lanza  roja  y 
está  vestido  con  una  piel  amarilla 
de  hombre,  con  signos  como  yugos; 
tiene  maxtli  rojo  con  puntas  blan- 
cas, mitra  roja,  escudo rojoy  amari- 
llo y  bandera  amarilla  con  plumas 
rojas.  Sencilla  es  la  expresión  de  es- 
ta pintura.  Después  de  la  estrella 
Quetsalcoaíl  y  del  año  ritual  que 
le  corresponde,  aparece  el  sol  Totee 
y  se  forma  el  calendario  combina- 
do con  los  períodos  cronológicos  de 
los  tres  astros.  Históricamente  sig- 
nifica la  lucha  del  sacerdocio  del 
antiguo  culto  de  los  sacrificios  con- 
tra la  reforma  de  QuetsalcoatL 
«A  la  pintura  siguiente  se  ve  el  jero- 
glífico de  Tollan,  y  debajo  á  un  hom- 
bre colosal  tendido  y  con  I  os  intes- 
tinos de  fuera,  del  cual  tira  con  cor- 
deles un  grupo  de  hombres.  Decían 
que  era  figura  del  pecado  maca- 
xoquemtqui,  que  lo  veía  en  sueños 
Totee,  y  que  incitaba  al  pueblo  pa- 
ra que  lo  llevase  lejos  de  la  ciu- 
dad; que  quisieron  llevarlo  con 
cuerdas,  pero  que  los  que  tiraban 
cayeron  en  una  gran  profundidad 
porque  aquéllas  se  rompieron,  y  ahí 
quedaron  muertos.  Es  un  símbolo 
de  la  peste  y,  en  general,  de  las  ca- 
lamidades todas  que  se  contaba  ha- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


361 


bían  precedido  á  la  destrucción  de 
Tollan. 

«En  la  pintura  siguiente  se  ve  á 
Quetsalcoatl  siguiendo  á  Totee:  va 
tras  ellos  un  grupo  de  gente.  Dice 
el  intérprete  que  los  dos  maestros 
de  la  penitencia  con  los  tolteca  ino- 
centes se  pusieron  en  camino  y  fue- 
ron á  poblar  otros  países;  que  en- 
contraron dos  montañas  unidas,  y 
según  unos  las  atravesaron,  y  según 
otros  allí  murieron.  La  significa- 
ción astronómica  de  este  jeroglífico 
se  relaciona  con  los  movimientos  de 
la  estrella  de  la  tarde  en  relación 
con  el  sol.  Aparece  la  estrella  Que- 
tsakoai I  y  aparece  el  sol  Totee:  am- 
bos caminan  juntos,  como  se  ve  en 
la  pintura,  porque  juntos  empiezan 
y  siguen  el  calendario  ritual  y  el 
astronómico;  pero  el  período  de  la 
estrella  de  la  tarde  es  más  corto 
que  el  anual  del  sol,  concluye  an- 
tes que  éste  el  Tonalantatl;  y  por 
eso  Quetsaleoatl  y  los  que  le  siguen 
aparecen  muriendo  entre  las  dos 
montañas  invertidas,  pues  se  recor- 
dará que  en  el  camino  del  Mictlan 
había  dos  cerros  que  se  chocaban 
entre  sí  y  por  donde  pas.aban  los 
muertos.  Así  es  que,  muerta  la  es- 
trella de  la  tarde,  encontramos  á 
Qtietsalcoatl  en  la  pintura  siguiente, 
en  el  cielo  azul  y  rosado  de  la  auro- 
ra, que  renace  como  estrella  de  la 
mañana;  y  como  de  la  combinación 
del  movimiento  del  sol  y  de  los  dos  de 
la  estrella  nació  el  admirable  calen- 
dario tolteca,  se  sigue  en  el  códice 
el  TonalamalL 

«Refiere  el  intérprete  la  última 
pintura  á  la  fábula  del  viaje  de  Que- 
Isalcoatl  á  Tlapallan,  su  desapari- 
ción y  la  profecía  de  su  vuelta.  La 
significación  histórica  es  la  des 
trucción  de  Tollan  y  la  peregrina- 


ción de  los  satélites  y  partidarios 
I  del  culto  de  Quetsalcoalt,  que  hu- 
yendo de  la  guerra  civil  ó  arroja- 
dos por  el  partido  vencedor  del  cul- 
to enemigo,  y  más  tarde,  alejándo- 
se los  que  aún  quedaban  en  Tollan 
por  la  destrucción  de  ésta,  se  fue- 
ron á  la  región  del  Sur  llevando  su 
civilización,  su  culto  y  su  dios.» 

Toda  la  interpretación  de  Chave- 
ro  no  ha  producido  el  efecto  de  un 
pedazo  de  cristal  visto  en  el  calei- 
doscopio, convertido  en  una  com- 
plexa y  hermosa  estrella  pentago- 
nal. Toteuc,  en  nuestro  concepto, 
no  es  sino  el  dios  Tescatlipoca,  y  á 
tlatlauhquip  enemigo  de  Quetsal- 
eoatl,yese  título  influye  en  el  desti- 
no de  los  toltecas.  Si  tuviéramos 
en  este  libro  las  pinturas  del  Códi- 
ce Vaticano  que  interpreta  Chave- 
ro,  seríamos  más  explícitos  para 
fundar  nuestra  opinión. 

Los  sostenedores  de  la  predica- 
ción prehistórica  del  Evangelio  en 
las  regiones  del  Anáhuac  ven  en  7b- 
teuc  á  Jesús  Nazareno  padeciendo 
entre  los  judíos.  Borunda  afirma 
que  Toteue  es  una  obscura  reminis- 
cencia de  la  persona  áe  Jesucristo, 
Las  circunstancias  de  que  llamaran 
los  indios  al  numen  Nuestro  Señor, 
y  de  que  lo  designaran  con  el  cali- 
ficativo de  el  desollado,  son  los  fun- 
damentos de  tan  peregrina  opinión. 
El  mismo  Borunda  y  el  P.  Mier  creen 
que  Huitsilopochtli  era  una  repre- 
sentación de  Jesucristo;  así  es  que 
para  estos  autores  Huitmlopoehtliy 
Toteue  eran  una  misma  personaba- 
jo  diversa  advocación. 

Totectamacazqui  (Toteue, 
«Nuestro  Señor;»  tlamaeazqui,  sa- 
cerdote: «Sacerdote  de  Nuestro  Se- 
ñor.») Era  el  sumo  sacerdote  de  los 
que  servían  á  Huitsilopoehtli. 

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3bJ 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Totoloque.  Juego  de  a<^ar,  al  que 
se  dedicaban  los  grandes  señores. 

Bernal  Díaz  habla  de  este  jue- 
go en  que  solía  divertirse  el  rey 
Moteuczoma, durante  su  prisión, con 
el  conquistador  Cortés,  y  que,  se 
gún  él  dice,  se  llamaba  totoloque. 
Tiraba  desde  lejos  aquel  rey  cier- 
tas pelotillas  de  oro  muy  lisas,  á 
unos  pedazos  del  mismo  metal  que 
se  ponían  por  blanco,  y  el  primero 
que  hacía  cinco  puntos,  ganaba  al- 
gunas joyas,  que  era  lo  que  se  atra- 
vesaba. En  éste,  como  en  todos  los 
juegos,  invocaban  al  numen  protec- 
tor de  los  jugadores.  (  Véase  Jue- 
gos.) 

Toxcatl.  El  P.  Duran  en  su  his- 
toria (II,  pp.  101,  102,  279)  afirma 
que  significa  «soga  de  maíz  tosta- 
do» y  «cosa  seca,»  ó  metafórica- 
mente «sequedad,»  para  lo  cual  se 
apoya  en  el  verbo  toxkahuia,  que 
quiere  decir  «secar  de  sed.»  Pasoy 
Troncoso,  á  propósito  de  esta  eti- 
mología, dice: 

«Conviene  advertir  que  toxkauia 
se  deriva  de  Toxkatl  y  no  este  vo- 
cablo de  aquél:  es  un  caso  análogo 
al  de  nuestro  verbo  agostarse  ó  «se- 
carse las  hierbas,»  que  trae  su  ori- 
gen de  Agosto,  y  bien  sabemos  que 
la  etimología  del  último  nombre  no 
exprésala  sequedad.»  Era  el 5.** mes 
ó  veintena  del  calendario  mexicano. 
Tenía  por  numen  á  Tescatlipoca. 
Casi  todo  el  mes  era  festivo.  La  pri- 
mera fiesta,  una  de  las  cuatro  prin- 
cipales de  los  mexicanos,  era  la  que 
hacían  á  su  gran  dios  Tescatlipoca. 
Diez  días  antes  se  vestía  y  adorna- 
ba un  sacerdote  como  estaba  repre- 
sentado aquel  numen,  y  salía  del 
templo  con  un  ramo  de  flores  en  la 
mano  y  una  flautilla  de  barro,  que 
daba  un  son  agudísimo.  Después  de 


haber  vuelto  el  rostro,  primero  á 
levante  y  después  á  los  otros  tres 
puntos  cardinales,  tocaba  con  fuer- 
za aquel  instrumento,  y  tomando 
del  suelo  un  poco  de  polvo,  lo  lleva- 
ba á  la  boca  y  lo  tragaba.  Al  oír  el 
son  del  instrumento,  todos  se  arro- 
dillaban. Los  que  habían  cometido 
algún  crimen,  llenos  de  espanto  y 
consternación,  lloraban  rogando  al 
dios  que  les  'perdonase  su  culpa  y 
que  no  permitiese  fuese  descubier- 
ta por  los  hombres:  los  militares  le 
pedían  valor  y  fuerza  para  comba- 
tir con  los  enemigos  de  la  nación, 
grandes  victorias  y  muchos  prisio- 
neros para  los  sacrificios;  y  t<>do  el 
pueblo,  repitiendo  la  ceremonia  de 
tragar  el  pol  vo,imploraba  con  amar- 
go llanto  la  clemencia  de  los  dioses. 
Repetíase  el  toque  de  la  flauta  to- 
dos los  otros  días  que  precedían  á 
la  fiesta.  El  día  antes,  los  nobles  lle- 
vaban un  nuevo  traje  al  ídolo,  del 
cual  lo  vestían  inmediatamente  los 
sacerdotes,  guardando  el  viejo  co- 
mo reliquia  en  un  arca  del  templo: 
después  lo  adornaban  de  ciertas  in- 
signias particulares  de  oro  y  plata 
y  plumas  hermosas,  y  alzíiban  el 
portalón  que  cerraba  siempre  el  in- 
greso del  templo,  á  fin  de  que  todos 
los  circunstantes  viesen  y  adorasen 
la  imagen.  Llegado  el  día  de  la  fies- 
ta, el  pueblo  concurría  al  atrio  in- 
ferior del  templo.  Algunos  sacer- 
dotes, pintados  de  negro  y  vestidos 
como  el  ídolo,  lo  llevaban  sobre 
una  litera,  que  los  jóvenes  y  donce- 
llas ceñían  con  cuerdas  gruesas, 
hechas  de  hileras  de  granos  de  maíz 
tostado  y  de  ellas  se  le  hacía  un 
collar  y  una  guirnalda.  Esta  cuerda, 
símbolo  de  la  sequedad,  que  era 
muy  temida  entre  aquellas  gentes, 
se  llamaba  To.rrr///,  nombre  que  por 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


363 


aquella  razón  se  dio  al  mes.  Todos 
los  jóvenes  y  doncellas  del  templo 
y  los  nobles,  llevaban  hileras  seme- 
jantes al  cuello  y  á  las  manos.  De 
allí  salían  en  procesión  por  el  atrio 
inferior,  cuyo  pavimento  estaba  cu- 
bierto de  flores  y  hierbas  fragantes: 
dos  sacerdotes  incensaban  al  ídolo, 
que  otros  llevaban  en  hombros.  En 
tanto  el  pueblo  estaba  de  rodillas, 
azotándose  las  espaldas  con  cuer- 
das gruesas  y  anudadas.  Terminada 
la  procesión  y  con  ella  la  disci- 
plina, volvían  á  colocar  el  ídolo  en 
el  altar,  y  hacíanle  copiosas  obla- 
ciones de  oro,  joyas,  flores,  plumas, 
animales  y  manjares,  que  prepara- 
ban las  doncellas  y  otras  mujeres, 
dedicadas  por  voto  particular  á  ser- 
vir el  templo  en  aquellos  días.  Las 
doncellas  llevaban  en  procesión 
aquellos  platos,  conducidas  por  un 
sacerdote  de  alta  jerarquía,  vestido 
de  un  modo  extravagante,  y  los  jó- 
venes lo  distribuían  en  las  habita- 
ciones de  los  otros  sacerdotes,  á 
quienes  estaban  destinados. 

Hacíase  después  el  sacrificio  de 
la  víctima  que  representaba  al  dios 
TeBcallipoca.  Este  era  el  joven  me- 
jor parecido  y  más  bien  conforma- 
do de  todos  los  prisioneros.  Esco- 
gíanlo un  año  antes,  y  durante  todo 
aquel  tiempo  iba  vestido  con  ropa 
igual  á  la  del  ídolo.  Paseaba  libre- 
mente por  la  ciudad,  aunque  escol- 
tado por  una  buena  guardia,  y  era 
generalmente  adorado  como  ima- 
gen viva  de  aquella  divinidad  su- 
prema. Veinte  días  antes  de  la  fies- 
ta, aquel  desgraciado  se  casaba 
con  cuatro  hermosas  doncellas  y  en 
los  cinco  últimos  le  daban  comi- 
das opíparas,  prodigándole  además 
toda  clase  de  placeres.  Él  día  de  la 
fiesta  lo  conducían  con  gran  acom- 


pañamiento al  templo;  pero  antes 
de  llegar,  despedían  á  sus  mujeres. 
Acompañaba  al  ídolo  en  la  proce- 
sión, y  á  la  hora  del  sacrificio  lo 
extendían  en  el  altar  y  el  gran  sa- 
cerdote le  abría  con  gran  reveren- 
cia el  pecho  y  le  sacaba  el  corazón. 
Su  cadáver  no  era  arrojado  por  las 
escaleras,  como  el  de  las  otras  víc- 
timas, sino  llevado  en  brazos  de  los 
sacerdotes  al  pie  del  templo  y  allí 
decapitado.  El  cráneo  se  ensartaba 
en  el  Tsonpantli,  donde  se  conser- 
vaban todos  los  de  las  víctimas  sa- 
crificadas á  TeBcailipoca;  mas  las 
piernas  y  brazos,  cocidos  y  condi- 
mentados, se  enviaban  á  las  mesas 
de  los  señores  Después  del  sacri- 
ficio había  un  gran  baile  de  los  co- 
legiales 3^  nobles  que  habían  asis- 
tido á  la  fiesta.  Al  ponerse  el  sol, 
las  doncellas  del  templo  hacían  otra 
oblación  de  pan  amasado  con  miel. 
Este  pan,  con  no  se  qué  otra  cosa, 
se  ponía  delante  del  altar  y  servía 
de  premio  á  los  jóvenes  que.  en  la 
carrera  que  hacían  por  las  escale- 
ras del  templo,  salían  victoriosos. 
También  se  les  galardonaba  con  ro- 
pas y  eran  muy  festejados  por  los 
sacerdotes  y  por  el  pueblo.  Dábase 
fin  á  la  fiesta  licenciando  de  los  se- 
minarios á  los  jóvenes  y  doncellas 
que  estaban  en  edad  de  ca.sarse. 
Los  que  se  quedaban,  los  ultraja- 
ban con  expresiones  satíricas  y  bur- 
lescas, y  les  tiraban  haces  de  jun- 
cos y  otras  hierbas,  echándoles  en 
cara  el  abandonar  el  servicio  de  los 
dioses  por  los  placeres  del  matri- 
Ifconio.  Los  sacerdotes  les  permi- 
tían estos  excesos,  como  desahogos 
propios  de  la  edad. 

La  segunda  fiesta  que  se  cele- 
braba en  este  mes  Toxcatl,  era  la 
primera  fiesta  de  Hnitsüopochtli. 


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364 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Fabricaban  antes  los  sacerdotes  la 
estatua  de  aquel  dios,  de  la  altura 
regular  de  un  hombre.  Hacíanle  las 
carnes  de  la  masa  de  Tsohuatli, 
que  era  un  grano  de  que  solían  ha- 
cer uso  en  sus  comidas;  los  huesos, 
de  manera  de  mizquitl  ó  acacia. 
Vestíanlo  con  ropas  de  algodón;  de 
maguey  y  con  un  manto  de  plumas. 
Le  ponían  sobre  la  cabeza  un  para- 
sol de  papel,  adornado  de  plumas 
hermosas,  y  sobre  él  un  cuchillo  de 
pedernal  ensangrentado.  En  el  pe- 
cho le  fijaban  una  plancha  de  oro: 
en  el  vestido  se  veían  muchas  figu- 
rillas que  representaban  huesos  y 
hombres  descuartizados,  con  lo  que 
significaban  el  poder  de  aquel  dios 
en  las  batallas,  ó  la  terrible  vengan- 
za, que,  según  su  mitología  tomó  de 
los  que  conspiraron  contra  el  honor 
y  la  vida  de  su  madre.  Colocaban 
la  imagen  en  una  litera  dispuesta 
sobre  cuatro  sierpes  de  madera, 
que  llevaban  los  cuatro  oficiales 
más  distinguidos  del  ejército,  desde 
el  sitio  en  que  se  había  hecho  la  es- 
tatua hasta  el  altar.  Muchos  jóve- 
nes, formando  círculo  con  unas  fle- 
chas que  agarraban,  los  unos  por  la 
punta  y  los  otros  por  el  mango,  pre- 
cedían á  la  litera,  llevando  un  gran 
pedazo  de  papel,  en  que  probable- 
mente irían  representadas  las 
acciones  gloriosas  del  dios,  las  que 
ellos  cantaban  al  mismo  tiempo  al 
son  de  instrumentos  músicos. 

Llegado  el  día  de  la  fiesta,  se  ha- 
cía por  la  mañana  un  gran  sacrifi- 
cio de  codornices,  que  echaban  al 
pie  del  altar,  después  de  cortarla? 
las  cabezas.  El  primero  que  sacri- 
ficaba era  el  rey,  después  los  sacer- 
dotes y  en  seguida  el  pueblo.  De 
tan  gran  muchedumbre  de  aves, 
una  parte  se  condimentaba  para  la 


mesa  del  rey,  otra  para  los  sacer- 
dotes y  el  resto  se  guardaba  para 
otra  ocasión.  Todos  los  que  asis- 
tían ala  solemnidad  llevaban  insen- 
sarios  de  barro  y  cierta  cantidad  de 
resina,  para  quemarla  é  insensar  á 
su  dios;  y  todas  las  brazas  que  ser- 
vían en  aquella  ceremonia,  se  po- 
nían después  en  un  gran  caldero  lia 
mado  Tlexictli.  Por  esta  circuns- 
tancia daban  á  la  fiesta  el  nombre 
de  incensar  á  Huitsilopochtli,  Se- 
guía inmediatamente  el  baile  de 
las  doncellas  y  de  los  sacerdo- 
tes. Las  doncellas  se  tefíían  el  ros- 
tro y  llevaban  plumas  encarnadas 
en  los  brazos;  en  la  cabeza  guirnal- 
das de  granos  de  maíz  tostado  y  en 
I  las  manos  unas  cañas  con  bande- 
I  rolas  de  algodón  y  papel.  Los  sa- 
I  cerdotes  se  teñían  el  rostro  de  ne- 
!  gro;  en  la  frente  unas  ruedas  de  pa- 
j  peí  y  se  untaban  con  miel  los  labios; 
cubríanse  las  partes  obscenas  con 
I  papel,  y  cada  uno  llevaba  en  la  ma- 
no un  cetro  que  terminaba  en  una 
'  flor  y  en  un  globo  de  plumas.  So- 
bre el  borde  del  hogar  del  fuego  sa- 
grado, bailaban  dos  hombres,  car- 
gados con  una  jaula  de  pino.  Duran- 
te el  baile,  los  sacerdotes  tocaban 
de  cuando  en  cuando  el  suelo  con 
los  cetros,  en  actitud  de  apoyarse 
en  ellos.  Todas  estas  ceremonias 
tenían  su  particular  significación,  y 
el  baile,  por  causa  de  la  fiesta  en 
que  se  hacía,  se  llamaba  Toxcacho- 
cholla.  En  otro  sitio  separado  bai- 
laban los  cortesanos  y  los  militares. 
Los  instrumentos  músicos,  que 
en  los  otros  bailes  ocupaban  el  cen- 
tro, en  aquél  estaban  fuera  del  círcu- 
lo, de  modo  que  se  oyese  el  son,  sin 
ver  á  los  que  lo  hacían. 

Un  año  antes  se  escogía,  con  la 
víctima  de  íe^catlipoca,  el  prisio- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


365 


ñero  que  debía  ser  sacrificado  á 
Huitsilopochtli  y  le  daban  el  nom- 
bre de  Yxteocale,  que  quiere  decir, 
sabio  señor  del  cielo.  Los  dos  se  pa- 
seaban juntos  todo  el  año,  con  esta 
diferencia,  que  adoraban  al  de  Tes- 
catlipoca,  y  no  al  de  HuitsilopochtU, 
En  el  día  de  la  fiesta  vestían  al  pri- 
sionero con  un  primoroso  ropaje 
de  papel  pintado  y  le  ponían  en  la 
cabeza  una  mitra  de  plumas  de 
águila,  con  un  penacho  en  la  pun- 
ta. En  la  espalda  llevaba  una  red 
y  sobre  ella  una  bolsa,  y  con  este 
atavío  tomaba  parte  en  el  baile  de 
los  cortesanos.  Lo  más  singular 
de  este  prisionero  era  que  él  mis- 
mo debía  señalar  la  hora  de  su  muer- 
te. Cuando  le  parecía,  se  presenta- 
ba á  los  sacerdotes,  en  cuyos  brazos, 
y  no  en  el  altar,  le  rompía  el  sacri- 
ficador  el  pecho  y  le  sacaba  el  co- 
razón. Terminado  el  sacrificio,  em- 
pezaban los  sacerdotes  el  baile,  que 
duraba  todo  el  resto  del  dia,  inte- 
rrumpiéndolo tan  solo  para  incen- 
sar al  ídolo.  En  esta  misma  fiesta 
hacían  los  sacerdotes  una  pequeña 
incisión  en  el  pecho  y  en  el  vientre 
á  todos  los  niños  nacidos  un  año 
antes.  Este  era  el  carácter  ó  distin- 
tivo con  que  la  nación  mexicana 
se  reconocía  especialmente  consa- 
grada al  culto  de  su  dios  protector, 
y  esta  es  la  razón  que  tuvieron  al- 
gunos escritores  para  creer  que  la 
circuncisión  estaba  en  uso  entre 
aquellas  gentes.  Pero  si  acaso  prac- 
ticaban esta  ceremonia  los  yucate- 
cos y  los  totonacas,  no  así  los  me- 
xicanos, ni  ninguna  otra  nación  de 
imperio.  (Clavigero,  Orozco  y  Be- 
rra, Paso  y  Troncoso.) 

Alo  expuesto  por  los  AA.  citados 
debemos  agregar  algo  de  lo  que  di- 
ce Sahagún,  de  la  veintena  Toxcatl, 


pues  aquellos  omitieron  algunas 
circunstancias  que  son  dignas  de 
ser  sabidas  por  tratarse  de  la  prin- 
cipal de  todas  las  fiestas.  Dice  Sa- 
hagún: 

«Al  quinto  mes  llamaban  toxcatl. 
En  este  mes  hadan  fiesta  y  pascua 
á  honra  del  principal  dios  llamado 
Te^catlipoca,  por  oiroT\ombv(t  Tlita- 
caoan,  por  otro  Ynutl,  por  otro  Tel- 
ptichitl  y  por  otro  TlamantsincatL 
En  esta  fiesta  mataban  un  man- 
cebo muy  acabado  en  disposición, 
al  cual  habían  mantenido  por  espa- 
cio de  un  año  en  deleites:  decían  que 
era  la  imagen  de  Tescatlipoca, 
Muerto  el  mancebo  que  estaba  de 
un  año  regalado,  luego  ponían  otro 
en  su  lugar  para  chiquearlo  por  es- 
pacio de  otro  año,  y  de  estos  tenían 
muchos  guardados,  para  que  luego 
succediese  otro  al  que  habia  muer- 
to. Escogíanlos  entre  todos  los 
cautivos  los  mas  gentiles  hombres, 
y  teníanlos  guardados  los  Calpix- 
ques: ponían  gran  diligencia  en  que 
fuesen  los  mas  hábiles  y  mas  bien 
dispuestos  que  se  pudiesen  haber, 
y  sin  tacha  ninguna  corporal.  Al 
mancebo  que  se  criaba  para  matar- 
le en  esta  fiesta,  enseñábanle  con 
gran  diligencia  que  ^supiese  bien 
tañer  una  flauta,  y  tomar  y  traer 
las  cañas  de  humo  y  las  flores  se- 
gún que  se  acostumbra  entre  los 
principales  y  palaciegos;  enseñá- 
banle asimismo  á  ir  chupando  el  hu- 
mo, y  oliendo  las  flores,  andando 
como  se  acostumbra  entre  los 
principales,  y  entre  gente  de  corte. 
Estos  mancebos  estando  aun  en  el 
poder  de  los  calpixques»  antes  que 
se  publicasen  por  destinados  pa- 
ra morir,  tenian  gran  cuidado  los 
mismos  calpixques  de  enseñarlos 
toda  buena  crianza  en  hablar  y  en 

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366 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


saludar  á  los  que  encontraban  por 
la  calle,  y  en  todas  las  otras  cosas 
de  buenas  costumbres;  porque  cuan- 
do ya  eran  señalados  para  morir 
en  la  fiesta  ae  este  dios  por  aquel 
año  en  que  ya  se  sabía  de  su  muerte, 
todos  los  que  le  veían  le  tenían  en 
gran  reverencia,  y  le  hacían  gran- 
de acatamiento,  y  le  adoraban  be- 
sando la  tierra:  y  si  por  el  buen  tra- 
tamiento que  le  hacían  engordaba, 
dábanle  á  beber  agua  mezclada  con 
sal,  para  que  se  parase  cenceño. 
Luego  que  este  mancebo  era  desti- 
nado para  morir  en  la  fiesta  de  es- 
te dios,  comenzaba  á  andar  tañen- 
do su  flauta  por  las  calles,  llevando 
flores  y  caña  de  humo.  Tenia  liber- 
tad de  noche  y  de  día,  de  andar  por 
todo  el  pueblo,  y  andaban  con  él 
acompañándole  siempre  ocho  pa- 
ges  ataviados  á  manera  de  los  de 
palacio.  En  siendo  dado  á  conocer 
este  mancebo  para  ser  sacrificado 
en  la  pascua,  luego  el  señor  le  ata- 
viaba con  atavíos  curiosos  y  pre- 
ciosos, porque  ya  le  tenia  como  en 
lugar  de  dios,  y  envíjábanle  todo  el 
cuerpo  y  la  cara,  emplumábanle 
la  cabeza  con  plumas  blancas  de 
gallina  pegadas  con  resina,  criaba 
los  cabellos  basta  la  cinta  después 
de  haberle  ataviado  de  ricos  ador- 
nos, poníanle  una  guirnalda  de  flo- 
res que  llaman  ixquixuchitl,  y  un 
sartal  largo  de  las  mismas,  carga- 
do desde  el  hombro  al  sobaco  de  am- 
bas partes:  poníanle  también  en  las 
orejas  un  ornamento  como  sarcillos 
de  oro,  y  al  cuello  un  sartal  de 
piedras  preciosas:  colgábanle  un 
joyel  de  una  piedra  preciosa  blan- 
ca, que  colgaba  hasta  el  pecho:  po- 
níanle un  barbote  largo,  hecho  de 
caracol  marisco:  llevaba  en  las  es- 
paldas un  ornamento  como  bolsa  de 


un  palmo  en  cuadro,  de  lienzo  blan- 
co con  sus  borlas  y  flocadura:  po- 
níanle también  en  los  brazos  enci- 
I  ma  de  los  codos,  y  en  las  morcillas 
\  de  los  brazos,  unas  axórcas  de  oro 
j  en  ambos  brazos:  colocábanle  tam- 
!  bien  en  las  muñecas  unos  sartales 
de  piedras  preciosas  que  ellos  lla- 
man niacuextli,  que  le  cubrían  ca- 
si todas  las  muñecas  hasta  el  co- 
i  do:  cubríanle  con  una  manta  rica 
I  hecha  á  manera  de  red,  con  una //o- 
j  cadura  muy  curiosa  por  las  orillas: 
I  poníanle  también  ceñido  una  pieza 
I  de  lienzo  muy  curiosa,  que  ellos  usa- 
ban para  cubrir  las  partes  bajas  que 
llamaban  maxtlatl:  las  estremida- 
des  de  este  maxtlatl  eran  muy  la- 
bradas, de  tanta  anchura,  como  un 
palmo  de  todo  el  ancho  del  lienzo: 
colgaban  estas  estremidades  por  la 
parte  delantera,  casi  hasta  la  rodi- 
lla: poníanle  también  unos  cascabe- 
les de  oro  en  las  piernas,  que  iba 
sonando  por  doquier  que  iba:  po- 
níanle unas  colaras  muy  pintadas  y 
curiosas,  que  las  llamaban  oceluna- 
cace;  de  esta  manera  ataviaban  á 
este  mancebo  que  habían  de  ma- 
tar en  esta  fiesta.  Estos  eran  los 
adornos  del  principio  del  año:  vein- 
te días  antes  de  llegar  á  esta  fiesta, 
mudábanle  las  vestiduras  con  que 
hasta  allí  había  hecho  pompa,  y  la- 
vábanle la  tintura  que  hasta  allí  so- 
lía traer,  y  casábanle  con  cuatro 
doncellas,  con  las  cuales  tenía  con- 
versación aquellos  veinte  días  que 
le  restaban  de  vida,  y  cortábanle 
los  cabellos  á  la  manera  que  los  usa- 
ban los  capitanes:  atábanselos  co- 
mo una  borla  sobre  la  corona  de  la 
cabeza,  con  una  franja  curiosa:  po- 
níanle en  aquella  atadura  de  los  ca- 
bellos dos  borlas  con  sus  botones, 
hechas  de  pluma,  y  oro.  tochontitl, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


367 


muy  curiosas,  que  ellos  llamaban  ! 
astaxelli.  Las  cuatro  doncellas  que  , 
le  daban  por  sus  mugeres,  también  | 
eran  criadas  en  mucho  regalo  para 
aquel  efecto,  y  las  ponían  los  nom- 
bres de  cuatro  diosas:  á  la  una  Ha- 1 
maban  Xochiquel^atl,  á  la  otra  Xi- 
lonen,  á  la  tercera  Atlatonan,  y  á  ; 
la  cuarta  Vixtocioatl.  Cinco  diasan- ' 
tes  de  llegar  á  la  fiesta  donde  ha- 1 
bian  de  sacrificar  á  este  mancebo, 
honrábanle  como  á  dios.  El  seftor 
se  quedaba  solo  en  su  casa,  y  todos  ¡ 
los  de  la  corte  le  seguian,  y  se  ha  ; 
cian  solemnes  banquetes  y  areytos  ; 
ó  bailes,  con  muy  ricos  atavíos.  El 
primer  dia  le  hacían  fiesta  en  el  ba- ' 
rrio  que  llaman  Tecanman:  el  se- , 
gundo  donde  se  guardaba  la  imagen  j 
de   Tescatlipoca:  el  tercero  en  el 
montecillo:  el  cuarto  que  se  llama 
Tepeisinco  que  está  en  la  laguna  //- ' 
quioaMUtlulpia,  antlalcuyajnicon'  \ 
tlalpia,  itoci.  El  cuarto  en  otro  mon  • ' 
tecillo  que  está  también  en  la  lagu- 
na que  se  llama  Tepepulco.  Acaba- 
da esta  cuarta  fiesta  poníanlo  en  ¡ 
una  canoa  en  que  el  rey  solia  an- , 
dar,  cubierta  con  su  toldo,  y  con  él 
ásus  mugeres  que  le  iban  consolan- 
do, y  partiendo  de  Tepepulco,  nave- 
gaban acia  una  parte  que  se  llama  | 
tlapisaoaian,  que  es  cerca  del  cam- ' 
po  de  Ij^tapalapan^  que  va  acia  , 
Cha  Ico,  donde  está  un  montecillo  i 
que  se  llama  Acaquilpan,  Olcoalte-  \ 
pee:  en  este  lugar  le  dejaban  sus  | 
mugeres  y  toda  la  otra  gente,  y  se 
volvían  para  la  ciudad:  solamente  le  ; 
acompañaban  aquellos  ocho  pages 
que  habían  andado  con  él  todo  el  año. 
Llevábanlo  luego  á  un  Cu  pequeño 
y  mal  aliñado  que  estaba  á  orilla 
del  camino,  y  fuera  de  poblado,  dis- 
tante de  la  Ciudad  una  legua  ó  casi. 
Llegado  á  las  gradas  del  Cú,  él 


mismo  se  subía  por  ellas  arriba,  y 
en  la  primera  grada  hacia  pedazos 
una  de  las  flautas  con  que  habia  ta- 
ñido en  el  tiempo  de  prosperidad, 
en  la  segunda  rompía  otra,  *y  en  la 
tercera  otra,  y  así  las  acababa  to- 
das subiendo  por  las  gradas.  Lle- 
gando arriba  á  lo  mas  alto  del  Cú, 
estaban  aparejados  los  Sátrapas, 
que  le  habían  de  matar,  y  tomában- 
le y  echábanle  sobre  el  tajón  de 
piedra,  y  teniéndole  por  los  pies  y 
por  las  manos,  y  por  la  cabeza,  echa- 
do de  espaldas  sobre  el  tajón,  el  que 
tenia  el  cuchillo  de  piedra  metíase- 
le  por  los  pechos  con  un  gran  gol- 
pe, y  tornándole  á  sacar,  metía  la 
mano  por  la  cortadura  que  habia 
hecho  el  cuchillo,  y  arrancábanle  el 
corazón  que  ofrecía  luego  al  sol.  De 
esta  manera  mataban  á  todos  los 
que  sacrificaban:  á  este  no  le  echa- 
ban por  las  gradas  abajo  como  á  los 
otros,  sino  que  le  tomaban  cuatro 
hombres,  y  bajábanle  luego  al  patio, 
y  allí  le  cortaban  la  cabeza  y  la  es- 
petaban en  un  palo  que  llamaban 
tsompantli.  Así  acababa  su  vida  es- 
te infeliz  que  habia  sido  regalado  y 
honrado  por  espacio  de  un  año.  De- 
cían que  esto  significaba  que  los  que 
tienen  riquezas  y  deleites  en  su  vi- 
da, al  cabo  de  ella  han  de  venir  á 
terminar  en  pobreza  y  dolor.  En  es- 
ta misma  fiesta  hacían  de  masa  que 
se  llama  tsoalli,  la  imagen  de  Vi- 
tsilopoctli  tan  alta  como  un  hom- 
bre hasta  la  cinta,  y  en  el  Cú  que 
llamaban  Vitsnaoc,  hacían  para  po- 
nerla im  tablado:  los  maderos  de  él 
eran  labrados  como  culebras,  y  te- 
nían las  cabezas  atadas  cuatro  par- 
tes del  tablado,  contrapuestas  las 
unas  á  las  otras,  de  manera  que 
acia  todas  cuatro  partes  habia  colas 
y  cabezas.  A  la  imagen  que  hacian 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


poníanle  por  brazos  unos  palos  de 
mitsquith  y  luego  lo  henchían  todo 
de  aquella  masa,  hasta  hacer  un  bul- 
to de  un  hombre;  hacían  esto  en  la 
casa  donde  siempre  se  guardaba 
la  imagen  de  Vitsilopuchtli.  Aca- 
bada de  hacer,  componíanla  lue- 
go con  todos  los  atavíos  de  este 
dios,  vestíanle  una  xaqueta  de  tela 
labrada  de  besos  de  hombres,  cu- 
bríanle con  una  manta  de  nequen 
de  tela  muy  rala,  poníanle  en  la  ca- 
beza una  corona  á  manera  de  escri- 
ño que  venía  justa  á  Ja  cabeza,  y  en 
lo  alto  ibase  ensanchando  labrada 
la  pluma.  Sobre  papel  del  medio  de 
ella  salía  un  mástil,  también  labra- 
do de  pluma,  y  en  lo  alto  del  mástil 
estaba  engerido  un  cuchillo  de  pe- 
dernal á  manera  de  hierro  del  an- 
cón ensangrentado  hasta  el  medio: 
cubríanle  otra  manta  ricamente  la- 
brada de  pluma  rica.  Tenia  esta 
manta  en  el  medio  una  plancha  de 
oro  redonda  hecha  de  martillo:  aba- 
jo ponían  unos  besos  hechos  de  tsoa- 
lli  cerca  de  los  pies  de  la  imagen,  y 
cubríalos  la  misma  manta  que  te 
nía  cubierta  en  la  cual  estaban  la- 
brados los  besos,  y  miembros  de 
una  persona  despedazada.  A  es- 
ta manta  labrada  de  esta  manera 
llamaban  Tlaqnaquallo .  Otro  orna- 
mento hacían  para  honra  de  este 
dios,  que  consistía  en  un  papelón 
que  tenia  veinte  brazas  en  largo, 
y  una  de  ancho,  y  un  dedo  de 
grueso.  Este  papelón  lo  llevaban 
muchos  mancebos  recios  delante 
de  la  imagen  asidos  de  una  parte 
y  de  otra  del  papelón,  y  todos  de- 
lante de  la  imagen;  y  porque  el  pa- 
pelón no  se  quebrase,  llevábanle 
entablado  con  unas  saetas  que  ellos 
llamaban  ieumill,  las  cuales  tenían 
plumas  en  tres  partes  junto  al  cas- 


quillo,y  en  el  medio,  y  al  cabo,  iban 
estas  saetas  una  debajo,  y  otra  en- 
cima del  papel;  tomábanlas  dos, uno 
de  una  parte, y  otro  de  otrajlleván- 
dolas  asidas  ambas  juntas  con  las 
manos,  y  con  ellas  apretaban  el  pa 
pelón  una  por  encima,  y  otra  por 
debajo.  Acabada  de  componer  esta 
imagen  de  la  manera  ya  dicha,  al- 
zaban el  tablado  sobre  que  estaba 
puesta  muchos  capitanes,  y  hom- 
bres de  guerra,  y  unos  de  una  parte 
y  otros  de  otra  íbanla  llevando  co- 
mo en  andas,  y  delante  de  ella  iba 
el  papelón,  y  todos  los  que  le  lleva- 
ban iban  en  procesión  cantando  sus 
cantares  del  mismo  dios,  y  bailando 
delante  de  él  con  grande  areyto. 
Llegando  al  Cú  donde  le  habían  de 
subir,  llevaban  con  unas  cuerdas 
atado  el  tablado  por  las  cuatro  es- 
quinas, y  asían  de  las  cuerdas  pa- 
ra subirle  de  manera  que  fuese  muy 
llano,  y  que  á  ninguna  parte  se  acos- 
tase la  imagen,  y  los  que  llevaban 
el  papelón  subían  delante,  y  los  que 
llegaban  primero  á  lo  alto  comen- 
zaban á  cojer  el  papel  enrollándole, 
asi  como  iban  subiendo  iban  enro- 
llando con  gran  tiento  para  que  no 
se  quebrase,  ni  rompiese;  y  las  sae- 
tas ibanlas  sacando  y  dábanlas  á 
quien  todas  juntas  las  tuviese  he- 
chas un  haz.  En  llegando  arriba  la 
imagen,  poníanle  en  su  lugar,  ó  si- 
lla donde  había  de  estar,  y  el  pape- 
lón que  ya  estaba  enrollado  atában- 
le muy  bien  porque  no  se  tornase  á 
desenrollar,  y  poniansele  delante 
del  tabladillo  en  que  estaba  la  ima- 
gen. Después  de  haber  asentado  el 
tabladillo  sobre  que  estaba  la  ima- 
gen en  lo  alto  de  Cú,  (y  puesto  el 
papelón  enrollado  junto  al  tablado,) 
bajábanse  todos  los  que  le  habían 
subido,  y  solamente  quedaban  allá 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


369 


los  que  la  habían  de  guardar,  que 
eran  los  Sátrapas  de  los  ídolos. 
Cuando  lo  acababan  de  subir  que 
era  á  puestas  del  sol,  hacían  ofren- 
das á  la  imagen  de  tamales,  y  otras 
comidas.  Otro  día  en  amaneciendo, 
cada  uno  hacia  ofrenda  en  su  casa 
de  comida  á  la  imagen  del  mis- 
mo VitsHopuchtli,  que  tenia  en  su 
casa,  y  todos  ofrecían  sangre  de 
codornices  delante  de  la  imagen  que 
habían  puesto  en  el  Cú.  Primero  co- 
menzaba el  señor,  que  arrancaba  la 
cabeza  á  cuatro  codornices  que  ofre- 
cía al  ídolo  recien  puesto,  luego 
ofrecían  los  Sátrapas,  y  después  to- 
do el  pueblo,  y  en  arrancando  la  ca- 
beza á  la  codorniz  arrojábanla  de- 
lante del  ídolo;  allí  andaba  revo- 
leando hasta  que  se  moría,  y  los 
escuderos  y  hombres  de  guerra  del 
rey  cogían  las  codornices  después 
de  muertas,  y  hacíanlas  pelar,  asar 
y  salar,  y  dividíanlas  entre  sí:  par- 
te de  ellas  tocaba  al  señor»  prime- 
ramente á  los  principales,  y  luego 
á  los  Sátrapas,  y  después  á  los  es- 
cuderos: todos  llevaban  braseros,  y 
en  el  Cú  encendían  lumbre  y  hacían 
brasa:  llevaban  también  copalli.y 
sus  incensarios  de  barro  como  ca- 
sos ahugerados  y  muy  labrados  que 
ellos  llamaban  tlemaitl;  llevaban 
también  copal  de  todas  maneras,  é 
iban  procediendo  en  las  ceremonias 
del  servicio  de  aquel  dios.  Los  Sá- 
trapas llegando  á  cierto  punto,  to- 
maban brasas  en  sus  incensarios,  y 
echaban  allí  el  copal  ó  incienso,  é 
incensaban  acia  la  imagen  de  Vitsi- 
lopuchtli,  que  poco  antes  habían 
puesto  en  el  Cú.  No  solamente  en 
este  lugar  se  hacía  esta  ceremonia, 
sino  también  en  todas  las  casas 
por  sus  dueños  de  ellas,  é  incensa- 
ban á  todas  las  estatuas  de  los  dio 


ses  que  en  dichas  casas  tenían;  des- 
pués acabando  de  incensar,  echaban 
las  brasas  en  un  hogar  redondo  dos 
palmos,  ó  casi  alto  de  tierra,  que  es- 
taba enmedío  del  patio,  al  cual  lla- 
maban tlexictli.  En  esta  fiesta  to- 
das las  doncellas  se  afeitaban  las 
caras,  y  componían  con  pluma  co- 
lorada los  brazos,  y  las  piernas,  y 
llevaban  todas  unos  papeles  pues- 
tos en  unas  cañas  tendidos  que  lla- 
maban tetelvitl;  el  papel  era  pinta- 
do con  tinta.  Otras  que  eran  hijas 
de  señores,  ó  de  personas  ricas  no 
llevaban  papel,  sino  unas  mantas 
delgadas  que  llamaban  canaoc;t^vcí- 
bien  las  mantas  iban  pintadas  de 
negro,  á  manera  de  virgulas  á^  alto 
á  bajo,  llevando  en  las  manos  estas 
cañas,  con  sus  papeles,  ó  mantas  al- 
tas, andaban  la  procesión  con  la 
otra  gente  á  honra  de  este  dios,  y 
también  bailaban  estas  doncellas 
con  sus  cañas  y  papeles  asidas  am- 
bas manos  en  derredor  del  fogón, 
sobre  el  cual  estaban  dos  escuderos 
teñidas  las  caras  con  tinta,  y  traían 
acuestas  unas  como  jaulas  hechas 
de  tea,  en  las  orillas  de  las  cuales 
iban  incadas  en  unas  banderitas  de 
papel,  y  llevánbanlas  acuestas  no 
asidas  de  la  frente  como  las  largas 
de  los  hombres,  sino  atadas  á  los 
peches,  como  suelen  llevar  las  car- 
gas las  mugeres.  Estas  al  rededor 
del  fogón  en  lo  alto  guiaban  la  dan- 
za de  las  mugeres,  bailando  al  mo- 
do que  ellas  lo  hacen.  .También  los 
Sátrapas  del  templo  bailaban  con 
sus  compañeros  unos  y  otras  bai- 
lando saltaban,  y  llamaban  á  este 
baile  ioxcachocholoa.  que  quiere  de- 
cir saltar,  ó  bailar,  en  la  fiesta  de 
Toxcatl.  Llevaban  los  Sátrapas 
unas  rodajas  de  papel  en  las  fren- 
tes fruncidas  á  manera  de  rosas. 

93 


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370 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Todos  los  Sátrapas  llevaban  emplu- 
madas las  cabezas  con  pluma  blan- 
ca de  gallina,  y  los  labios»  y  prime- 
ramente de  los  rostros  enmelados, 
de  manera  que  relucía  la  miel  sobre 
la  tinta  de  la  cara,  la  cual  siem- 
pre traían  teñida  de  negro.  Los  Sá- 
trapas llevaban  unos  paños  meno- 
res que  ellos  usaban  de  papel,  que 
llamaban  amasmaxtli,  y  en  las  ma- 
nos llevaban  unos  cetros  de  pal- 
ma, en  la  punta  de  los  cuales  iba  una 
flor  de  pluma  negra  por  remate  del 
cetro,  y  en  lo  bajo  una  bola  también 
de  pluma  negra  por  remate  del  mis- 
mo cetro.  A  este  llamaban  cuitla- 
cuchtli,  por  razón  de  la  bola  que  lle- 
vaba abajo  en  el  remate:  La  parte 
por  donde  llevaban  asidos  estos  ce- 
tros iba  envuelto  con  un  papel  pin- 
tado de  listas,  ó  rayas  negras,  y 
cuando  estos  iban  danzando  llega- 
ban al  suelo  con  el  cetro  como  sus- 
tentándose con  él,  según  los  pasos 
que  iban  dando;  y  los  que  hacían  el 
son  para  bailar  estaban  dentro  de 
una  casa  que  llamaban  calpulco, 
de  manera  que  no  se  vían  los  unos 
á  los  otros,  ni  los  que  bailaban  á 
los  que  tañían,  ni  los  que  tañían 
á  los  que  bailaban.  Estos  que  ta- 
ñían estaban  todos  sentados:  enme- 
dio  ellos  estaba  colocado  el  atabal, 
y  todos  tañían  sonajas  y  otros  ins 
trumentos  que  ellos  usan  en  los 
areytos.  Toda  Ja  gente  del  palacio, 
y  aun  la  de  guerra,  viejos  y  mozos, 
danzaban  en  otras  partes  del  patio 
trabados  de  las  manos  y  culebrean- 
do, á  manera  de  las  danzas  que  los 
populares  hombres  y  mugeres  ha- 
cen en  Castilla  la  vieja:  entre  estos 
también  danzaban  las  mugeres  don- 
cellas, afeitadas  y  emplumadas  de 
pluma  colorada  todos  los  brazos  y 
todas  las  piernas,  y  llevaban  en  las 


cabezas  puestos  unos  capillejos, 
compuestos  en  lugar  de  flores,  con 
maíz  tostado  que  ellos  llaman  mo- 
ffiochttl,  qxxecsída  grano  es  como  una 
flor  blanquísima.  Estos  capillejos 
eran  á  la  manera  que  los  capille- 
jos de  flores  que  usan  las  mosas  en 
campos  de  Castilla  por  mayo.  Lle- 
vaban también  unos  sartales  de  lo 
mismo,  colgados  desde  el  hombro, 
hasta  el  sobaco  de  ambas  partes.  A 
este  modo  de  danzar  llaman  tlanaoa» 
que  quiere  decir  abrazado;  quina- 
oain  Vitsilopochtli,  abrazar  á  Vi- 
tzilopuchtli:  todo  esto  se  hacia  con 
gran  recato  y  honestidad;  y  si  algu- 
no hablaba  ó  miraba  deshonesta- 
mente, luego  le  castigaban,  porque 
bian  personas  puestas  que  velaban 
sobre  esto.  Estos  bailes  y  danzas  du- 
raban hasta  la  noche.  Cuando  por 
espacio  de  un  año  regalaban  al  man- 
cebo que  arriba  se  dijo  era  imagen 
de  Tlitacaoan,  y  le  mataban  en  el 
principio  de  esta  fiesta,  juntamente 
criaban  otro,  que  llamaban  Yx teu- 
cali, y  por  otro  nombre  Tlácabepam, 
y  por  otro  Teicauhtsin,  y  andaban 
ambos  juntos,  aunque  á  este  no  le 
adoraban  como  al  otro,  ni  le  tenían 
en  tanto.  Acabadas  todas  las  fies- 
tas ya  dichas,  y  regocijos  y  cere- 
monias, al  cabo  mataban  á  este 
Tlácabepam,  el  cual  era  imagen  de 
Viisilopochtli:  paní  haberle  de  ma- 
tar, componíanle  con  unos  papfeles 
todos  pintados  con  unas  ruedas  ne- 
gras, y  le  ponían  una  mitra  en  la 
cabeza  hecha  de  plumas  de  águila, 
con  muchos  penachos  en  «apunta, 
y  en  medio  de  los  penachos  lleva- 
ban un  cuchillo  de  pedernal  enhies- 
to, y  teñido  la  mitad  con  sangre:  iba 
adornado  este  pedernal  con  plumas 
coloradas:  llevaba  en  las  espaldas 
un  ornamento  de  un  palmo  en  cua- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


371 


dro,  hecho  de  tela  rala,  al  cual  llama- 
ban icuechin,  atadas  con  unas  cuer- 
das de  algodón  á  los  pechos,y  encima 
del  cuechin  llevaba  una  taleguilla 
que  llamaban  patoxin.  Llevaba 
también  en  uno  de  los  brazos  otro 
ornamento  de  pellejo  de  bestia  fiera 
á  manera  del  manípulo,  que  se  usa 
en  la  misa,  y  á  este  llamaban  ima- 
tacax.  Llevaba  asimismo  unos  cas- 
cabeles de  oro,  atados  á  las  piernas, 
como  los  llevan  los  que  bailan:  ador- 
nado de  este  modo,  danzaba  con  los 
otros  en  esta  fiesta,  y  en  las  dan- 
zas plebeyas  iba  delante  guiando. 
Este,  él  mismo  y  de  su  voluntad,  y 
á  la  hora  que  quería,  se  ponia  en  las 
manos  de  los  que  le  habian  de  ma- 
tar. Aquellos  Sátrapas  que  les  te- 
nian  para  cuando  los  mataban,  los 
llamaban  Tlatlacaanalti;  en  las  ma- 
nos de  estos  le  cortaban  los  pechos 
y  le  sacaban  el  corazón,  y  después 
le  cortaban  la  cabeza,  y  la  espeta- 
ban en  el  tsotnpantli,  junto  á  la  del 
otro  mancebo  de  que  dijimos  al 
principio.  Este  mismo  dia  los  Sá- 
trapas del  templo  daban  unas  cu- 
chilladas con  navaja  de  piedra  á  los 
niños  y  niftas  en  el  pecho,  estóma- 
go, y  en  los  morcillos  de  los  brazos. 
y  en  las  muñecas.  Parece  que  estas 
señales  eran  como  hierro  ó  marca  del 
demonio,  con  que  herraba  á  sus  obe- 
jas,y  los  que  ahora  toda via  hacen  es- 
tas señales  no  carecen  de  mácula  de 
idolatría,  si  después  del  bautismo  las 
recibieron.  Cada  año  en  esta  fiesta 
señalaban  á  los  niños  y  niñas  con 
estas  señales.» 

La  figura  de  este  mes  era  una  ca- 
beza humana  con  un  collar,  para  re- 
presentar las  sartas  del  maíz  tos- 
tado que  se  ponían  al  cuello,  y  con 
las  cuales  adoraban  también  al  ído- 
lo de  Tescatlipocn,  por  lo  que  el  mes 


se  llamaba  Toxcatlpoca,  como  ya  se 
ha  dicho. 

El  Códice  Nuttall  con  su  len- 
guaje peregrino,  dice  del  mes  Tox- 
catl  lo  siguiente: 

Esta  es  la  fiesta  q.  llamauan  los 
yndios.  Toxcatl  el  agento  enla  ul- 
tima era  gran  fiesta,  por  q.  el  demo- 
nio que  enella.  secelebraua.sellama- 
ua  Tezca  tepocatl.  q.  quiere  dezir 
espejo  humeador.  era  elmayor  délos 
mayores  desús  dioses,  q.  ellos.  Re- 
uerenciauan.  llamanlo  por  otro 
nombre,  titlacauan.  q.  quiere  dezir 
de  quien  somos  esclauos.  ya  este  se 
atribuyen  los  bailes  y  cantares,  y  ro- 
sas ytraer  be<;íotes.  y  plumajes  ques 
lacosa  q.  ellos  mas  estiman,  en  esta 
fiesta,  cortauan  las  lenguas,  yle- 
dauan  lacarne  dellas  al  demonio,  y 
hazian  tamales,  déla  semilla  délos 
bledos,  y  del  mahiz.  que  ellos  llaman 
cuerpo  de  sudios.  y  estos  tamales 
comían  congran  fiesta. » 

En  el  Códice  Borbónico,  tan  ma- 
gistralmente  interpretado  por  Paso 
y  Troncoso,  se  da  á  la  veintena 
Toxcatl  el  nombre  de  Tepopochhui- 
lilisíli,  que  no  es  más  que  un  subs- 
tantivo abstracto  verbal  derivado 
de  tepopoxhuia,  que  significa  «sa- 
humar ó  incensar  á  otro; » el  substan- 
tivo significa  «sahumerio»  y  la 
ceremonia  era  tan  general  en  aque- 
lla fiesta  que,  desde  muy  temprano, 
salían  del  lugar  sagrado  sahuma- 
dores enviados  expresamente,  quie- 
nes, de  casa  en  casa  iban  incensan- 
do, no  sólo  á  los  moradores,  sino  á  la 
casa  misma  desde  los  umbrales,  y 
luego  á  todos  y  á  cada  uno  de  los 
objetos  en  ella  contenidos,  por  in- 
significantes que  fueran. 

Toxoaohooholla.  (Toxcatl,  mes 
llamadoasí(V-);cAocAo//a,  abundan- 
cial  de  chocholli,  pata  de  venado,  y, 


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372 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


figuradamente,  salto:  «Saltos  en 
la  fiesta  de  Toxcath). 

Nombre  que  daban  al  baile  que 
hacían  en  la  veintena  Toxcaíl,  en 
honor  de  Huitsilopochtli.  En  este 
baile  saltaban  los  bailarines  como 
venados  en  actitud  de  huir,  y  de  a- 
quí  el  nombre  del  baile.  Clavigero 
dice  del  baile: 

« Seguia  inmediatamente  el 

baile  de  las  doncellas  y  de  los  sa- 
cerdotes. Las  doncellas  se  teñian 
el  rostro  y  llevaban  plumas  encar- 
nadas en  los  brazos;  en  la  cabeza, 
guirnaldas  de  granos  de  maíz  tos- 
tados, y  en  las  manos  unas  cañas 
con  banderolas  de  algodón  y  papel. 

«Los  sacerdotes  se  teñian  el  ros- 
tro de  negro;  en  la  frente  se  ponían 
unas  ruedas  de  papel,  y  se  untaban 
con  miel  los  labios;  cubríanse  las 
partes  obsenas  con  papel,  y  cada 
uno  llevaba  en  la  mano  un  cetro 
que  terminaba  en  una  flor  y  en  un 
globo  de  plumas.  Sobre  el  borde  del 
hogar  del  fuego  sagrado,  bailaban 
dos  hombres,  cargados  con  una  jau- 
la de  pino.  Durante  el  baile,  los  sa- 
cerdotes tocaban  de  cuando  en  cuan- 
do el  suelo  con  los  cetros,  en  ac- 
titud de  apoyarse  en  ellos.  Todas 
estas  ceremonias  teninn  su  particu- 
lar significación,  y  el  baile,  por  cau- 
sa de  la  fiesta  en  que  se  hacia  se 
llamaba  Toxcachocholla.^ 

ToxcanetoctiliztlL  (Toxcatl, 
mes  llamado  así  (V.);  netoctilisili, 
el  acto  de  esconderse:  «El  escondi- 
miento en  la  fiesta  de  Toxcatl.) 

Nombre  que  le  daban  al  baile  que 
hacían  los  noble  en  la  fiesta  Toxcall, 
en  honor  de  Tescatlipoca.  En  este 
baile  simulaban  esconderse  unos 
de  otros. 

Toxiuhmolpia.  (Toxihtiiil  ,r\\3i^%- 
tro  año;  molpia,  atar  ó  ligar:  liga- 


dura ó  atadura  de  nuestros  años.») 
El  común  de  los  autores  está  con- 
forme en  que  los  indios  daban  el 
nombre  de  Toxiuhmolpia  al  fin  de 
cada  ciclo  de  52  años,  porque,  al 
llegar  A  su  término  se  unían  los 
cuatro  tlalpilli  de  trece  años  cada 
uno,  que  formaban  el  ciclo. 

Clavigero  da  el  nombre  de  7o- 
xiuhmolpia?í\  final  de  dos  ciclos,  es- 
to es,  de  104,  lo  cual  nos  parece 
impropio  porque  al  fin  del  primer 
ciclo  se  habían  atado  ó  ligado  ya 
los  años. 

A  este  período  de  104  años  llama- 
ban los  indios  huehtietilistli,  «ve- 
jez,» esto  es,  edad  vieja. 

ToyaUayatlaouaL  r  To,  nuestro; 
yoli,  vida;  tlacualh\comidíx:  manjar 
de  nuestra  vida.»)  Nombre  que  da- 
ban los  totonacos  al  Tcocualo,  (V.) 

Tozoztli.  ( Véase  Hueytozoztli.) 

Tozoztontli  (ToBOstli,  vigila  ó 
velación,  tonili,  expresión  de  dimi- 
nutivo: pequeña  velación  ó  vigilia.» 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la  pá- 
gina XXIV  del  Códice  Borbónico, 
á  propósito  de  este  nombre,  dice  lo 
siguiente: 

«El  mes  TocogxoNTLi.  Numen: 
Tlalok.  Significa  su  nombre  «la  pe- 
queña Velación,»  de  to^oliQÍli,  con- 
traído en  tocofíli,  velación  y  el  sufi- 
jo diminutivo  tontli:  algunos  le  lla- 
man Tocoífintli.  que  quiere  decir  lo 
mismo,  y  otros  TofOfili,  que  simple- 
mente significa  velación:  la  sinoni- 
mia, pues,  casino  cambia.  No  así  las 
etimologías,  ya  que  se  han  dado  para 
el  nombre  las  dos  que  siguen:  «pun- 
zadura» y  «ayuno.»  El  idioma  ñolas 
justifica;  pero  sí  las  ceremonias  de 
punzar  niños  y  de  ayunar,  que  se 
practicaban  durante  el  mes:  para  la 
L*  etimología,  la  prueba  fundada  en 
el  emblema  del  pájaro  punzíido,  tiene 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


373 


Otra  explicación  que  á  su  tiempo  da- 
ré. Tal  vez  los  autosacrif  icios  y  ayu- 
nos venían  acompañados  de  vela- 
ción ó  privación  de  sueño:  lo  que  se 
Silbe  de  cirto  es  que  la  fiesta  era  pre- 
paración de  la  siguiente,  durante  la 
cual  mataban  niños  al  amanecer  y 
andaban  buena  parte  de  la  noche 
visitando  templos  con  hachas  en- 
cendidas; ceremonias  en  las  cuales 
forzosamente  debían  de  velar.— Es 
tan  poco  lo  que  nos  expresa  la  pin- 
tura, que  se  dirá  en  unas  cuantas 
palabras,  pues  limítase  á  represen- 
tar la  ofrenda  del  ama-teteuitl  so- 
bre la  falda  de  un  monte  y  á  los  peis 
del  ídolo  77a/o*  puesto  dentro  de  su 
santuario:  el  numen  queda  vestido 
de  papeles  goteados  y  untados  de 
ule,  como  el  del  mes  Atl  kaualo,  y 
lleva  la  mayor  parte  de  los  arreos 
que  allá  pueden  verse;  pero  en  el 
ropaje  prepondera  el  color  azul,  y 
aun  el  sobrado  del  templo  tiene 
grandes  rectángulos  pintados  del 
mismo  color,  propio  de  las  aguas, 
por  las  cuales  hacían  rogación  al 
dios.  Éste  queda  sentado  y  empu- 
ña también  el  rayo.  Nada  más  con- 
viene agregar;  porque  no  trae  más 
la  pintura.» 

Clavigero,  suscintamente  habla 
de  este  mes,  y  dice: 

«En  el  mes  tercero,  que  empeza- 
ba el  7  de  Abril,  se  celebraba  la  se- 
gunda fiesta  de  Tlaloc,  con  el  sacri- 
ficio de  algunos  niños.  Las  pieles 
de  las  víctimas  sacrificadas  á  Xtpe, 
en  el  mes  anterior,  se  llevaban  en- 
tonces procesionalmente  á  un  tem- 
plo llamado  Xopico,  que  estaba 
dentro  del  recinto  del  templo  mayor, 
y  se  depositaban  en  una  caverna 
que  habia  en  él.  En  el  mismo  mes, 
los  xochimanqueses  ó  mercaderes 
de  flores,  celebraban  la  fiesta  de  su 


diosa  Coatlicue  y  le  presentaban 
ramilletes  primorosos.  Antes  que 
se  hiciese  la  oblación,  á  nadie  era 
lícito  oler  aquellas  flores.  Todas 
las  noches  de  este  mes  velaban  los 
ministros  de  los  templos  y  hacían 
grandes  hogueras,  por  lo  que  se  lla- 
mó To^osionlli  ó  pequeña  vigilia.» 

El  P.  Sahagún,  refiriéndose  al 
mes  de  que  se  trata,  dice: 

*Al  tercer  mes  llamaban  Tosoz- 
tontli:  en  el  primer  dia  de  est  emes 
hadan  fiesta  al  dios  llamado  Tlaloc, 
que  es  dios  de  las  pluvias.  En  esta 
fiesta  mataban  muchos  niños  so- 
bre los  montes»  ofrecianlos  en  sa- 
crificio ueste  dios  y  d  sus  compañe- 
ros, para  que  les  diesen  agua.* 

«En  esta  fiesta  ofrecían  las  primi- 
cias de  las  flores,  que  aquel  año 
primero  nacían  en  el  Cú,  llamado 
yopíco,  y  antes  que  las  ofreciesen 
nadie  osaba  oler  flor  alguna. 

«Los  oficiales  de  las  flores  que  se 
llamaban  Sochimanque,h'dci'dn  fies- 
ta á  su  diosa  llamada  Coatlycue, 
y  por  otro  nombre  Coatlantona. 

«También  en  este  mes  se  desnu- 
daban los  que  traían  vestidos  los 
pellejos  de  los  muertos,  que  habían 
desollado  el  mes  pasado,  é  ibanlos 
á  echar  en  una  cueva  en  el  Cú,  que 
llamaban  tópico;  esto  lo  hacían  en 
procesión  y  con  muchas  ceremonias, 
iban  hediendo  como  perros  muertos, 
y  después  que  los  habian  dejado, 
se  lavaban  con  muchas  ceremonias. 
Algunos  enfermos  hacian  voto  de 
hallarse  presentes  áesta  procesión, 
por  sanar  de  sus  enfermedades,  y 
dicen  que  algunos  sanaban. 

«Los  dueños  de  los  cautivos  con 
todos  los  de  su  casa,  hacian  peni- 
tencia veinte  días,  que  ni  se  baña- 
ban, ni  se  lavaban  hasta  que  se 
ponían  los  pellejos  de  los  cautivos 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


muertos:  en  la  cueva  arriba  dicha 
decían  que  hacían  penitencia  por 
sus  cautivos. 

«Después  que  habían  acabado  la 
penitencia,  bañábanse  y  lavábanse, 
y  convidavan  á  todos  sus  parien- 
tes y  amigos,  y  dábanles  comidas,  y 
hacían  muchas  ceremonias  con  los 
huesos  de  los  cautivos  muertos. 

Todos  estos  dias  hasta  llegar  al 
mes  que  viene,  se  ejercitaban  en 
cantar  en  las  casa  que  llamaban 
ctitcatlacalli,  y  no  bailaban  sino  que 
se  estaban  sentados:  cantaban  á  loor 
de  sus  dioses;  otras  muchas  cere- 
monias se  hacían  en  esta  fiesta. . .» 

«ElCócidiceNuttall,  con  el  ori- 
ginal estilo  que  emplea  su  intérpre- 
te, dice: 

«Esta  figura  es  delafiesta  del  de 
monio.  q  los  yndios  Ikimauan  \,0(;07. 
tli  yel  demonio  aquien  segelebraua. 
esta  fiesta,  se  llamaua.  Chai  chuíte 
q  por  q  leponian  alcuello.  un  collar, 
de  es  meraldas.  q  ellos  llamauan 
ChalChuitl.y  losqenesta  fiesta  sa- 
crificauan.  tlaca  tete  uitl.  que  era  ni- 
ños yof regían  mucho  copal,  ypapel  y 
camas  de  mahiz.  mas  en  esta  fiesta 
sacrif  icauan  vna  yndía.  yesta  yndia. 
se  ataua  loscabellos.  alarredonda. 
enfigura  del  demonio,  que  estaua 
de  aquel  arte  yes  de  notar,  que  cu- 
esta fiesta  sesacrificauan  los  niños 
pequeños,  ylas  mugeres  niñas ytan- 
bien  Rezien  na<^idos.  ylos  ponían 
nonbres  como  los  xpianos  al  batis- 
mo.  aunque  este  punto,  esta  puesto 
en  otra  parte,  de  las  fiestas  siguien- 
tes, nose  haze  sino  enesta.  yen  es 
ca  fiesta  dauan  decomer  asus  pa- 
rientes, y  el  q  una  vez  era  asi  ofre- 
cido, nose  ofregiamas.  llamauan  es- 
ta fiesta:  tlicoque  pipil  tontli  ydau 
an.al  demonio,  q  sellamaua.yc^eu.  te- 
utl.  tamales  yotras  cosas  decomer.» 


A  propósito  de  Ja  figura  con  que 
representaban  en  sus  pinturas  al 
mes  Tozos:tontli,  dice  Clavigero: 

«La  figura  del  mes  es  la  de  un 
pájaro  sobre  una  lanceta.  La  lance- 
ta significa  el  derramamiento  de 
sangre  que  hacian  en  las  noches 
de  este  mes;  pero  no  sabemos  la 
significación  del  pájaro.» 

Tozpalatl.  (Tos tli,  perico  amari- 
llo; pali,  pintado;  aih  agua:  «Agua 
pintada  de  amarillo. » )  Era  el  68.^  edi- 
ficio de  los  78  que  comprendía  el  tem- 
plo Mayor  de  México.  Sahagún  di- 
ce que  era  una  fuente  muy  preciada 
que  manaba  en  el  mismo  lugar;  que 
de  ella  tomaban  agua  los  sacerdo- 
tes; y  que  cuando  se  hacía  la  fiesta 
de  Huitzilopochtli  y  otras,  la  gente 
bebía  en  esa  fuente  con  gran  devo- 
ción. Bustamante,  Don  Carlos,  dice: 

Esta  fuente  de  que  dice  Clavigero 
que  tenía  muy  buena  agua,  se  segó 
cuando  los  españoles  arruinaron  el 
templo,  volvióse  á  abrir  en  el  año 
de  1528  en  la  plazuela  del  Marques 
que  \ioy\VAVC\Siñ  Empedr adulo  "próQ.- 
simo  á  la  Catedral:  hasta  aquí  Cla- 
vigero. Debo  advertir  á  mis  lecto- 
res, que  esta  fuente  aunque  segada 
está  marcada  en  la  calle  con  una 
losa  chica,  que  se  ve  saliendo  déla 
banqueta  como  quien  vá  á  la  calle 
de  Tacuba,  á  veinte  pasos  de  distan 
cía:  pasa  por  donde  está  el  colegio 
de  los  infantes.  Téngase  esto  pre- 
sente por  si  algún  día  faltare  el  agua 
en  México  por  asedio  de  enemigos. 

Trecena  ó  Trecenario.  Nombre 
que  dieron  los  Cronistas  á  cada  uno 
de  los  20  períodos  de  13  días  que 
formaban  en  conjunto  el  Calenda- 
rio Ritual  ó  Adívinario,  que  los  in- 
dios llamaban  Tonalamatl,y  que  se 
componía  de  260  días :  20  X  13zi260. 

Como  hemos  visto  en  el  artículo 


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SEGUNDA  ÉPOCA.   lOMO    V. 


•i/Ó 


Calendario,  el  Tonalamatl  estaba  I 
incrustado,  digamos  así,  en  el  año  de  , 
360  días  que  forman  las  diez  y  ocho  ' 
veintenas.  De  esta  conbinación  re- 
sultaba que  en  el  primer  año  coinci- 
dían los  260  días  del  Tonalamatl  con 
los  260  primeros  días  del  afto  co- 
rriente, del  cual  sobraban  100  días,  I 
desde  el  primero  de  los  cuales  co- 
menzaba á  correr  el  segundo  Tofia-  ¡ 
/^Wí3f// que  concluía  á  los  160  días  del  j 
año  corriente;  así  sucesivamente  iba  ¡ 
variando  la  diferencia  de  días  entre 
los  dos  años,  esto  es,  el  Tonalamatl 
y  el  civil  ó  corriente,  y  sólo  pasa- 
dos  trece  años  volvían  á  coincidir 
el  corriente  y    el  Tonalamatl,  co- 
menzando el  día  1.*^  de  ambos  con  ce 
cipactli.  Este  conjunto  de  trece  años 
formaba  el  Tlalpilli,  y  cuatro  Tlal- 
pilli  formaban  el  ciclo  de  52  años. 

Conocida  la  estructura  del  Tona- 
lamatl, pondremos  en  seguida  el  pri- 
mero que  correspondía  al  primer 
año  de  cada  Tlalpilli, 

Cada  trecena  tenía  númenes,  ó 
deidades  que  la  presidía.  Los  Códi- 
ces varían  en  la  asignación  de  estos 
númenes,  pues,  por  ejemplo,  Cha- 
vero  señala  los  del  Tonalamatl  del  j 
Códice  Vaticano,  y  Paso  y  Tron- 
coso  señala  y  describe  los  del  Có  | 
DICE  Borbónico.  Nosotros  pondré-  ¡ 
mos  al  principio  de  cada  trecena  las 
deidades  Á  que  se  refiere  Chavero, 
y  al  fin ,  las  de  que  trata  Paso  y  , 
Troncoso  en  la  interpretación  del 
Códice  citado. 

Primera  Trecena. 
Númenes:  Quetzalcoatl  y  Chai- 
chiuhtUcue. 

I.  Cipactli.  ; 

11.  Ehecatl.  ' 

III.  Calli.  \ 

IV.  Cuctzpallin. 


V.  Coatí. 

VI.  Miquiztli, 
VII.  Mazatl. 
VIII.   Tochtli. 

IX.  Atl. 

X.  Itscnintli. 

XI.  Ozamatli. 
XII.  Malinalli, 
XIU.  AcaiL 

Númenes,  según  Paso  y  Tronco- 
so:  Tonacatectitli  y  TonacaxihuatL 

Segunda  Trecena. 
Tezcatlipoca  en  su  forma  de  luna 
y  en  figura  de  Tetlahuacan, 

I.  Ocelotl. 
II.  Cnauhtli. 

III.  Cozcactiatihtli, 

IV.  Olin. 
V.  Tecpatl. 

VI.  Quiahuitl. 
VII.  Xóchitl. 
VIH.  Cipactli. 
IX.  Ehecatl. 
X.  Calli. 
XI.  Cuetzpalin^ 
XII.  Coatí. 
.   Xlll.  Miquictli. 

Quetzalcoatl. 

Tercera  Trecena. 
El  mismo  Tezcatlipoca  con   Tla- 
tocaocclotl  ó  Tcotlamacasqui. 
I.  Maza  ti. 

II.  Xóchitl. 

III.  Atl. 

IV.  Ilzcuintli. 
V.  Ozamatli. 

VI.  Malinalli. 

Vil.  Acatl. 

VIII.  Ocelotl. 

IX.  Cuaiüitli. 

X.  Cozcacuanhtli. 

XI.  Olin. 

XII  Tecpatl. 

Xlll.  Quiahuitl. 


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376 


ANALES  DEL  MUSEO    NACIONAL 


Teskatlipoca  y  Ketsalcoatl.  El  1.^ 
vestido  completamente  de  piel  de 
tigre;  pero  reconocible  por  los  dos 
espejos  que  despiden  humo:  uno  so- 
bre la  oreja  y  otro  debajo  del  pie 
que  apoya  su  planta  sobre  la  tierra; 
el  cual  pie  falta  y  queda  substituido 
por  el  espejo  mismo:  es  el  numen 
principal  del  trecenario,  y  está  en 
semigenuflexión.  Delantero  queda 
Ketsalcoatl  en  pie,  revestido  de  sus 
principales  arreos,  de  los  cuales  tan 
sólo  señalaré  la  oreja  corniforme 
(tsikolinhki  nakoxili)  y  el  joyel  del 
viento  (eheka-ko^katl)  del  cual  se 
ve  un  hermoso  modelo  en  el  folio  3 
vuelta  del  Códice  Nuttall  (Maglia- 
bechiano  XIII.  II,  3),  aunque  atri- 
buido falsamente  allí  á  Tescatlipo- 
ca.  En  este  trecenario  Ketsalcoatl 
es  el  penitente,  protector  de  las  em- 
barazadas y  paridas:  el  acto  del  par- 
to es  comparado  en  el  mismo  cua- 
dro con  un  combate  seguido  del 
cautiverio  de  la  criatura;  represen- 
tando los  demás  objetos  que  allí  se 
ven,  ofrendas  y  sacrificios  y  ritos 
cuya  explicación  me  reservo  para 
la  Exposición  razonada. 

Cuarta  Trecena. 
Macuilxochitl. 
I.  Xóchitl. 
II.  Cipaclli, 

III.  Ehecatl. 

IV.  Callt. 

V.  Cueispalin. 
VI.  CoalL 
VIL  Miqtiistli, 
VIII.  Mazail, 
IX.  Tochtli. 
X.  Atl. 

XI.  It^cninÜi.  • 
XII.  Osomatlí, 
XIII.  Malinalli. 

Ucuekoyoil  y  Makuilxuxitl. 


Aquél  está  pintado  como  numen 
del  canto;  con  las  manos  empuña  un 
ramillete  florido  y  una  sonaja  (aya- 
kaxtli);  pero  son  sus  emblemas  prin- 
cipales  el  cordel  ó  mekatl  en  diade- 
ma y  collar,  y,  sobre  todo,  el  joyel  al 
cuello,  hermosamente  representado 
también  sobre  una  de  las  mantas 
pintadas  en  el  Códice  Nuttall,  lla- 
mándosela en  aquel  sitio  «manta  de 
oyoyl  (creo  debe  leerse  koyotl),  y  su 
cordel.»  Un  personaje  secundario  y 
vestido  con  la  librea  de  Makuilxu- 
xitl, en  el  acto  de  tañer  un  tambor 
de  piel,  ueuetl,  queda  frente  al  nu- 
men principal;  está  sentado  en  ele- 
gante sillón  de  respaldo,  ikpalli,  y, 
además  de  la  pintura  de  la  cara,  ca- 
racterística del  dios,  nos  revela,  por 
su  diadema,  collar  y  cordel  iguales 
á  los  de  Ueuekoyoll,  que  Makuilxu- 
xitl no  sólo  es  numen  del  juego,  si- 
no también  del  canto  y  aun  del  baile, 
confirmándose  todo  ello,  tanto  con 
esta  página  de  nuestra  pintura,  co- 
mo con  dos  láminas  del  Códice  Nu- 
ttall en  que  preside  aquel  numen 
al  juego  del  patolli  como  deidad 
principal,  y  á  los  cantos  y  bailes  co- 
mo deidad  secundaria,  según  aquí 
está.  El  símbolo  primoroso  del  can- 
to, de  gran  dimensión  y  adornado 
de  labor  mosaica,  se  destaca  sobre 
la  parte  superior  del  cuadro;  y  la 
tortuga  de  oro.  emblema  de  los  ins- 
trumentos músicos,  sobre  la  parte 
inferior. 

Quinta  Trecena. 
Chalchicuelle  con  Tlazolteotl. 
I.  Acatl, 
II.  Ocelotl. 

III.  Cuauhtli. 

IV.  Cozcacuauhtli. 
V.  Olin. 

VI.   Tecpatl. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


377 


VIL  Quiahuitl. 

VIII.  Xóchitl 
IX.  Cipactli. 
X.  Ehecatl. 
XI.  Calli, 

XII.  Cuetspalin. 

XIII.  Coatí 

Xalxiuitlikue  La  diosa  del  agua, 
Xalxiuitl  ikuey  preside  sola  sobre 
todo  el  trecenario,  bien  que  se  re- 
pita en  dos  parte  del  cuadro  la  dia- 
dema de  su  compañera  Tlasolteotl, 
diosa  del  amor  carnal;  pero  la  dio- 
sa misma  no  aparece.  La  divinidad 
acuática  bien  muestra  sus  funcio- 
nes especiales  cuando  se  nos  pre- 
senta en  la  pintura  sentada  encima 
de  las  aguas,  apoyándose  los  pies  de 
su  escabel  sobre  una  corriente  del 
elemento  líquido  que  aquí  se  mani- 
fiesta como  destructor  de  los  seres 
humanos  y  de  sus  bienes,  á  los  cua- 
les arrebata  con  ímpetu.  Xalxiuitl 
ikue  bien  muestra  por  su  librea  que 
tiene  parentezco  íntimo  con  los  Tía- 
loke,  dioses  de  la  lluvia,  siendo  muy 
semejantes  á  los  de  aquéllos  los 
grandes  adornos  de  papel,  pintados 
y  salpicados  de  hule  que  de  su  dia- 
dema pendan,  ó  se  apoyan  sobre  su 
espalda. 

Sexta  Trecena. 
I^ltzintecnhtli  é  Ixco^auhqui  6 
Tezauhteotl, 

I.  Miquistli. 
II.  Masatl. 

III.  Tochtli. 

IV.  Atl 

V.  Itscuintli. 

VI.  Osomatli. 

VII.  Malinalli. 

VIII.  Acatl, 

IX.  Ocelotl 

X.  Cuauhtli. 

XI.  Coscacuauhtli. 


XII.  Olin. 

XIII.  Tecpatl 

Tonatiuh  y  Tlawatsinkatl.  Tene- 
mos dos  númenes  principales  en  es- 
te período.  Tonatiuh  está  en  semi- 
genuflexión  á  la  derecha,  y  se  le  re- 
conoce por  el  joyel  de  su  diadema, 
igual  enteramente  al  que  se  ve  con 
frecuencia  sobre  la  frente  del  Sol, 
según  se  puede  comprobar  exami- 
nando los  adornos  del  numen  en  las 
cuartas  casillas  de  la  serie  parada 
horizontalmente,  ya  no  en  esta  pá- 
gina; pero  sí  en  la  ma3^or  parte  de  las 
que  forman  el  cicloadivinatorio  77a- 
matsincatl, uno  délos  sinónimos  de 
Teskatlipoca,  queda  enfrente  y  á  la 
izquierda:  viene  de  viaje,  con  los 
bastones  de  camino  descansando 
sobre  su  hombro,  y  desciende  con 
majestad  por  la  falda  de  una  mon- 
taña. Que  también  es  Teskatlipoca 
lo  muestra  perfectamente  su  íilta 
diadema  salpicada  con  estrellas,  y 
sobre  todo,  el  espejo  que  despide 
humo  y  queda  sobre  su  oreja;  pero 
que  sea  más  particularmente  dios 
de  la  caza  ó  Tlamatsinkatl  nos  lo 
están  diciendo  el  venablo  y  la  chi- 
ta ó  matlakaualli  que  se  ven  sobre 
su  cabeza  y  son  emblemáticos  de 
aquel  ejercicio:  si  alguna  sombra 
de  duda  nos  quedase,  con  ver  las 
piezas  de  caza  cogidas  en  trampa  y 
con  lazo,  que  aparecen  sobre  la  fal- 
da de  la  montaña,  se  disiparía.  To- 
davía confirman  lo  mismo  esos  dos 
personajes  humanos,  de  tamaño  di- 
minuto, que  se  ven  abajo  y  á  la  de- 
recha, uno  de  los  cuales  tiene  la 
diadema  señoril  ó  ro/)////,  queda  sen- 
tado, y  ofrece  la  caña  de  la  flecha 
á  los  4  puntos  cardinales:  el  otro 
viene  caminando  para  encontrar  al 
primero,  y  las  armas  de  la  caza, 
como  son  arco  y  aljaba  de  flechas, 

93 


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378 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


quedan  entre  los  dos.  La  montaña 
se  ve  bañada  por  los  rayos  del  as- 
tro del  día  y  está  entintada  de  ama- 
rillo completamente. 

Séptima  Trecena. 
Htieytlaloc  y  Chalchmhilicue  ó 
Xopancallihtieytlaloc. 
I.  Quiahuitl, 
II.  XochitL 

III.  Cipactli. 

IV.  EhecatL 
V.  Calli. 

VI.  Cuelzpalin. 

VII.  Coatí. 
VIII.  MiquiBtli. 

IX.  Manatí 
X.  TochtlL 

XI.  Atl, 

XII.  Itscuinili. 
XIII.  Ozomatli. 

Los  dioses  Tlaloke  6  deidades  de 
las  lluvias.  Aparecen  aquí  el  dios 
principal,  Tlalok,  á  la  izquierda,  y 
uno  de  sus  ministros  á  la  derecha, 
los  dos  en  semigenuflexión :  aquél 
apoyado  contra  un  cerró,  de  cuya 
base  brota  impetuosa  corriente  que 
arrastra  en  su  curso  á  un  ser  huma- 
no, lo  cual  es  prueba  de  que  tiene 
aquí  también  efecto  destructor.  El 
cerro,  con  el  dios  principal  junto,  in- 
dican el  origen  de  la  lluvia  en  los 
montes  por  medio  de  las  nubes:  el 
ministro  del  frente  viene  á  ser  sim- 
ple agente  de  la  lluvia,  cuyo  em- 
blema empuña  con  la  mano  derecha. 
En  la  parte  baja  del  cuadro,  y  á  la 
izquierda,  se  ve,  de  tamaño  reduci- 
do, al  sacerdote  de  Aiikpak  calki 
ciuatl,  «ó  la  mujer  que  tiene  casa 
encima  del  agua,»  probablemente  la 
misma  Xalxiuiil  ikuc,  cuya  librea 
lleva:  decían  los  indios  que  la  diosa 
era  hermana  de  los  Tlaloke  y  es  ló- 
gico verlos  acompañados  entre  sí. 


Octava  Trecena. 
Ometochtli  y  Xochimeichpochtli, 
dioses  del  pulque. 
I.  Malinalli. 
II.  Acail. 

III.  Ocelotl, 

IV.  Cuauhtli. 

V.  Coscactianhtli. 
VI.  Olin. 

VIL  Tecpatl. 

VIII.  Quiahuitl. 
IX.  Xóchitl. 
\         X.  Cipactli. 
I        XI.  Eltecall. 
\       XII.  Calli. 

XIII.  Cuctspalin. 

Mayauel  y  Xuxipilli.  La  diosa  del 
miigviey,Afayauel,ó  el  maguey  mis- 
!  mo  divinizado,  según  dictamen  de 
algunos,  preside  como  numen  prin- 
cipal: creo  que  aquí  se  trata  del  ma- 
guey elevado  á  la  categoría  divina, 
ya  que  sólo  distinguimos  el  busto  de 
Mayauel  descBLnsRndo  sobre  las  pen- 
cas de  la  planta,  colocada  en  primer 
término  á  la  izquierda.  El  persona- 
je secundario  está  enfrente  y  á  la 
derecha:  el  yollotopilli,  ó  bastón  de 
corazones  ensartados,  indica  ser 
este  numen  Xuxipilli,  sinónimo  de 
aquel  Makuilxuxitl  ya  citado  en  el 
cuarto  trecenario.  Que  tenía  este 
dios  de  doble  nombre  afinidad  con 
los  de  la  embriaguez  nos  lo  dicen 
dos  láminas  del  Códice  Nuttall,  la 
1.*  con  la  manta  de  Ometoxtlió  «dos 
conejos,*  dios  del  vino,  formada  por 
barras  negras  y  rojas  alternadas: 
la  2.*  en  que  se  ven  las  mismas  ba- 
rras sobre  el  escudo  de  Makuilxu- 
xitl. Deba j  3  de  los  númenes  en  la 
parte  inferior  del  cuadro  hay  dos 
seres  humanos:  uno  cata  el  oktli  ó 
vino  de  maguey:  otro  lleva  en  la 
mano  la  banderilla  de  los  destina- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


:s79 


dos  al  sacrificio.  El  símbolo  de  la 
noche  puesto  en  la  parte  superior 
del  cuadro  está  expresando  que  una 
parte  de  los  ritos,  por  lo  menos, 
eran  nocturnos. 

Novena  trecena 
Quetsalcoatl  y  Quetsalma, 
I    Coa/l. 
II.  Miquíjstli. 
IIL  MasatL 
IV.  Tochtli. 
V.  AtL 
VI.  Itsmintli. 
VIL  Osomatli. 
VIII.  Malinalli, 
IX.  Acail. 
X.  Ocelotl, 
XI.  Cuauhtli. 
XII.  Coscacunnhtli. 
XITI.  Olin. 

Tlauiskalpan  tcuktli  y  Xiuhteuk- 
ili. 

El  primero  es  dios  del  crepúscu- 
lo: y  podemos  comprobar  que  tiene 
relación  con  Ketsalkoatl  y  los  luce 
ros  crepusculares,  observando  que 
lleva  como  emblema  en  el  escudo 
del  colodrillo,  kueskuxteximalli,  al 
gallipavo,  uexolotl,  ave  favorita  del 
dios  del  aire  y  que  siempre  leacom 
pafta  en  las  novenas  casillas  de 
todos  los  trecenarios.  Entre  los  pies 
del  dios  crepuscular  brota  la  ráfa- 
ga del  fuego  que  separa  entre  sí  á 
los  dos  númenes.  El  dios  del  fuego, 
Xiuhteuktli,  queda  caracterizado 
por  tres  emblemas  principales:  el 
ave  azul  ó  xiuhtototh  sobre  la  fren 
te  la  culebra  de  fuego  xiuhkoatl,  á 
las  espaldas;  y  el  joyel  de  escalones, 
símbolo  del  hogar  ó  brasero //¿'/few/- 
///,  encima  del  pecho.  Al  pie  del 
cuadro  se  ven  las  joyas  más  precia- 
das, que  sin  duda  se  iban  preparan- 
do ya  para  calentarlas  al  sol  en  el 


trecenario  siguiente:  aparecen  allí 
la  diadema  ó  copilli,  las  nariceras, 
yakatetl;  las  orejeras,  nakoxili;  y 
el  joyel  especial  que  se  llamaba.ro- 
lokoakatl,  Al  crepúsculo  preceden 
ó  siguen  las  tinieblas  y  por  eso  ve- 
mos detrás  del  dios  crepuscular  á  la 
arafia,  símbolo  de  Miktlanteuktli, 
dios  del  infierno,  según  una  lámina 
del  Códice  Nuttall,  creyendo  los 
indios  que  había  en  aquella  man- 
sión obscuridad  perpetua. 

Decima  Trecena. 
Mictlafitecuhtli  y  Teotlamacazqtii. 
I.  Tecpatl. 
II.  Quiahtiitl. 

III.  Xochiil. 

IV.  apactli, 
V.  EhecaiL 

VI.  Calli. 
VIL  Cuetzpalin. 
VIIL  CoatL 

IX.  Miquhili 

X.  Masatl. 
XI.  Tochtli. 

XII.  Atl. 

XIIL  ItcCuinilL 

Tonatiuh  y  Miktlanteitktli. 

Aquí  se  trata  del  sol  que  va  á 
alumbrar  á  los  muertos,  como  lo  di- 
cen: la  calavera  que  adorna  el  es- 
cudo puesto  á  la  espalda  del  dios; 
la  figura  humana  que  hunde  arri- 
ba la  cabeza  en  tierra,  símbolo  de  la 
ocultación  del  astro  en  las  entra- 
ñas de  la  tierra;  y  la  araña  que  re- 
presenta á  Miktlanleotl  dios  de  las 
tinieblas.  El  sol  está  colocado  á  la 
izquierda,  y  frente  á  élMiktlanteuk- 
tli,  dios  de  los  muertos,  cuyo  cuer- 
po es  un  esqueleto.  Arriba  de  am- 
bos vemos  el  emblema  de  la  noche, 
expresando  que  los  ritos  son  noc- 
turnos. Entre  los  dos  queda  la  cu- 
caña ó  el  árbol  hincado  en  el  agua, 


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380 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


que  se  sabe  dedicaban  al  dios  lla- 
mado Tota  ó  nuestro  padre,  que  no 
era  sino  el  fuego,  aquí,  alusivo  al 
sol.  Las  joyas  preparadas  en  el  tre- 
cenario anterior  y  enumeradas  allí, 
se  asoleaban  en  éste,  y  por  eso  las 
vemos  en  la  parte  baja  del  cuadro, 
de  uno  y  de  otro  lado  de  la  cucaíla. 

Undécima  Trecena. 
Tonaiiuh con  Tlatocaocelotly  Tía- 
tocaxolotL 

I.  Osomaili, 
II.  MalinallL 

III.  Acatl, 

IV.  Oceloll. 
V.  Cuauhtli, 

VI.  Coscacuatihtli, 
VIL  Olin, 
VIII.   Tecpatl. 
IX.  Quiahuitl. 
X.  Xóchitl, 
XI.  Cipactli. 
XII.  Ehecatl, 
XIII.  Calli. 
Pantekatl, 

Era  uno  de  los  dioses  de  la  em- 
briaguez, y  tiene  algunos  de  sus  ca 
racteres  generales,  como  son:  la  na- 
ricera  en  forma  de  media  luna;  la 
cara  teñida  de  dos  colores  y  con  dos 
manchas  en  las  mejillas;  el  joyel  de 
hierbas  pendientes  del  collar,  y  el 
hacha  de  obsidiana,  tiztopalli.  Aquí 
tiene  también  alguno  de  los  arreos 
deKets^alkoatl:  la  diadema  plegada 
en  zig  -zíigy  el  moño  de  dobles  pun- 
tas redondas  que  lo  corona;  y  si  nos 
atenemos  á  una  lámina  del  Códice 
NuTTALL,  las  analogías  todavía  son 
mas  íntimas.  Pues  en  ella  tiene  P«/í- 
tekatl  el  eheka-koskatl  en  el  escu- 
do; el  bastoncillo  corvo  de  figura  de 
báculo  y  el  pajarillo  ketsallt  pen- 
diente de  un  adorno  de  la  diade- 
ma: diríase  que  uno  era  semejanza 


ó  ministro  del  otro,  y  quizá  Pan- 
tekatl  representante  de  la  embria- 
guez de  Ketsalkoatl  que  causó  su 
ruina.  Acompañan  al  numen  de 
los  animales  simbólicos  de  la  clase 
guerrera  que  llamaban  los  aztecas 
Kíiauhtin-ocelotin,  águilas-tigres. 
Separando  al  numen  principal,  de 
sus  acompañantes,  hay  un  círculo 
en  cuya  mitad  izquierda  están  los 
símbolos  dé  las  estrellas,  y  en  la 
mitad  opuesta  los  rayos  del  sol:  re- 
presenta, según  creo,  al  día  com- 
pleto dividido  en  dos  mitades:  no- 
che y  día,  expresando,  sin  duda,  que 
los  ritos  eran  diurnos  y  nocturnos 
á  la  vez. 

Duodécima  Trecena. 
Teonexquimilli»    Tlasotteotl  con 
Tlaltecuhtli. 

I.  Cuetspalin. 

II.  Coatí. 

III.  Miquistli. 

IV.  Masatl. 
V.  Tochtli. 

VI.  AtL 
VII.  Itscuintli. 
VIII.  Osomatli, 
JX.  Malinalli, 
X.  Acatl. 
XI.  OcelotL 
XII.  CuauhtlL 
XIII.  Coscacuauhtlt. 
Itstla  olíuhki,  dios  del  yelo;  co- 
mo el  yelo  mismo,  blanco;  de  quien 
decían  los  indios  que  reinaba  por 
120  días  ó  6  veintenas  completas, 
entrando  en  el  mes  Oxpanistli  pa- 
ra salir  en  el  mes  Tititl:  sin  duda 
por  eso  vemos  que  con  la  mano  em- 
puña un  manojo  de  escobas,  símbo- 
lo propio  del  mes  Oxpanistli.  Su 
adorno  característico  es  la  montera 
curva  revestida  de  puntas  tan  agu- 
das como  los  dientes  de  una  sierra, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


381 


y  los  escudetes  de  papel,  de  cuyo 
centro  sale  una  larga  punta  y  que 
son  característicos  de  MiktlanteMk- 
tli,  señor  de  los  muertos:  todo  para 
expresar  simbólicamente  que  corta 
la  cera  y  mata  el  yelo.  El  símbolo 
de  la  noche  arriba,  parece  indicar 
que  los  ritos  eran  nocturnos:  domi- 
nando el  numen  eran  castigados  los 
adúlteros,  como  el  cuadro  lo  expre- 
sa con  harta  vivacidad. 

Décimatercia  Trecena. 

Teoistlactlachpanqui  y  Queísal- 
huexolocuauMil. 
I.  Olin, 
II.  Tecpatl, 

III.  QuiahuüL 

IV.  Xóchitl, 

V.  Cipactli. 
VI.  Ehecatl. 

VIL  Calli. 

VIII.  Cuetspalin, 
IX.  Coatí, 
X.  Miqui^tli. 
XI.  Masatl. 
XII.  Tochtli, 

XIII.  Atl. 

Ixkuina  y  Teskatlipoka.  La  dio- 
sa del  amor  carnal.  Tlasolteotl,  11a- 
nnábase  también  Ixkuina,  y,  con  uno 
ú  otro  nombre,  dominaba  en  este  pe- 
ríodo, donde  bien  se  manifiesta  el 
resultado  del  acto  carnal  en  el  par- 
to que,  con  ingenuidad  pueril,  ha 
trazado  el  artista  mexicano  en  este 
cuadro.  La  diosa,  dibujada  de  fren- 
te, cosa  rarísima  en  las  pinturas  in- 
dianas, está  sentada  en  tierra  con 
las  piernas  abiertas  y  enteramente 
separadas,  para  facilitar  el  acto 
que  se  va  cumpliendo.  El  producto 
del  parto,  adornado  con  la  librea  de 
la  diosa  misma,  nace  de  la  madre 
desprendiéndose  debajo  de  una  tú- 


nica, con  que,  por  honestidad,  está 
cubierto  el  vientre  de  la  parturiente. 
Los  indios  creían  que  los  nuevos  se- 
res eran  formados  en  el  más  alto 
de  los  cielos  por  la  Dualidad  crea- 
dora y  de  allí  venían  á  tonjar  su 
puesto  en  el  vientre  de  la  madre: 
eso  mismo  está  pintado  en  el  cua- 
dro donde,  arriba,  ^e  ve  á  la  criatu- 
ra ya  formada,  bajar  sobre  la  mu- 
jer carnal  para  que  se  cumpliese 
de  tal  modo  la  preñez  por  ordena- 
ción de  lo  alto.  Teskatlipoka,  con  su 
compote  de  estrellas,  con  su  espejo 
que  arroja  humo;  revestido  con  el 
plumaje  de  una  ave  rapaz  llamada 
uaktli,  presencia  y  preside  al  acto 
del  parto,  como  numen  de  la  Pro- 
videncia, sin  duda,  por  ser  ésta  su 
función  más  elevada. 

Décimacuarta  Trecena. 
Nahui  ollin,  chicuey  Malinalli  y 
Piltsintecuhtli, 

I.  Itncuintli, 
II.  Osomatli. 

III.  Malinalli. 

IV.  Acatl. 
V.  Ocelotl. 

VI.  Cuauhtli. 
VIL  CoBcacuauhtli. 
VIH.  Olin, 
IX.  Tecpatl. 
X.  Qtiiahuill, 
XI.  Xóchitl. 
XII.  Cipactli. 
XIII.  Ehecatl. 

Xipe  Totek  acompañado  de  la 
culebra  emplumada  de  donde  tomó 
su  nombre  Ketsalkoatl.  El  numen 
principal,  en  semigenuflexión  tie- 
ne á  la  vez  arreos  de  Xipe  Totek 
I  (la  piel  del  desollado)  y  de  Teskatli- 
poka  (el  espejo  humeante    arriba 
,  de  la  oreja);  lo  cual  queda   expli- 
'  cado  por  la  sinonimia  de  la  dei- 

96 


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382 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


dad,  que  se  llamaba  también  Tlatla- 
tiik  Teskatlipoka,  el  espejo  humean- 
te de  haz  roja.  El  reptil  empluma- 
do, su  acompañante,  devora  á  un 
ser  humano,  probablemente  de  vida 
irregular,  ya  que  junto  á  él  se  halla 
la  culebra  de  dos  cabezas,  makiz- 
koatl,  signo  de  los  malsines. 

Décimaquinta  Trecena. 

Teoyaotlatohua  Huitsilopochili  y 
Teoyaofffiqtu. 

I.  Calli. 
II.  Cnetspalin, 

III.  Coatí. 

IV.  Miquis íli. 
V.  Masan, 

VI.  Tochtli, 
VIL  Atl. 
VIII.  Itsctiintli. 
IX.  Osomatli. 
X.  Malinalli, 
XI.  Acatl, 
XII.  OcelotL 
XIII.  Cuatihtli. 

ItBpapalollM  mariposa  de  nava- 
jas, deidad  de  muy  mal  agüero: 
aquí  está  dibujada  más  bien  como 
ave  que  como  mariposa,  y  tiene 
uñas  de  águila  en  manos  y  pies, 
mostrando  estas  últimas  tan  sólo 
cuando  se  aparecía.  Está  delante 
del  árbol  singular,  puesto  en  el  si- 
tio llamado  Xuxitl  ikakan  y  que 
reputaban  de  mala  ventura  por  ha- 
berse quebrado  de  orden  divina,  fe- 
nómeno que  no  sólo  se  registra  en 
este  lugar  como  referido  á  los  tiem- 
pos fabulosos  de  la  formación  del 
calendario,  sino  que  se  repite  con 
el  mismo  fatalismo,  y  siempre  de 
orden  de  un  numen  superior,  en 
tiempos  históricos,  quedando  ano- 
tado el  suceso  en  los  anales  de  la 
nación  azteca. 


Décimasexta  Trecena 
Ollin   Tonaiiuh,    Tlalooc  Olina- 
mestli  y  Citlalcueye, 
I.  Coscacuauhtli. 
II.  Olíii. 

III.  Tecpail, 

IV.  Qtiiahniil 
V.  Xóchitl. 

VI.  Ctpactli. 

VII.  EhecatL 

VIH.  Calli. 
IX.  Ctietspalin. 
X.  Coatí. 
XI.  Miquistli. 

XII.  Mazatl. 

XIII.  Tochtli. 

Xolotl  y  Tlalxitonatiuh. 

El  cuadro  es  del  mayor  interés, 
pues  en  él  está  pintado  el  mundo  en- 
tero, circundado  por  las  aguas  que 
se  juntan  con  el  cielo,  ilhuika-atU 
aquí  representada  por  un  marco  de 
agua  que  rodea  todo  el  cuadro,  y  en 
cuya  parte  superior  están  las  estre- 
llas del  firmamento,  dibujadas  con 
sus  diversas  magnitudes,  brillantez 
y  aspecto.  Dentro  del  marco  se  ven, 
frente  á  frente,  Tonatiuh  ó  el  sol, 
creador  de  las  cosas  naturales,  y 
Xolotl,  creador  de  las  cosas  mons- 
truosas. Este  último  viene  vestido 
con  arreos  de  Ketsalkoatl:  el  eheka- 
hoskatlRl  pecho,  la  orejera  cornifor- 
me, la  diadema  plegada  en  zigzag, 
y  hasta  las  puntas  arredondadas  del 
mastate  de  papel,  son  adornos  em- 
blemáticos del  dios  del  aire.  No  es 
menos  interesante  la  zona  del  Sol 
bajo,  significado  propio  del  vocablo 
Tlalxitonatiuh,  por  lo  cual  aparece 
allí  el  Sol  tocando  á  la  Tierra,  que 
tiene  abiertas  sus  fauces  como  para 
tragárselo,  viéndose  detrás  del  Sol 
á  un  difunto  amortajado,  el  cual  lle- 
va la  máscara  de  Tlalok,  simbolis- 


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SEGUNDA  EFOCA.  TOMO  V. 


•383 


mo  doble  para  expresar  que  cuando 
baja  el  Sol  se  acerca  á  la  región  de 
los  muertos,  y  por  su  contacto  con 
la  Tierradesprendevaporesque  for- 
marán nubes  y  ocasionarán  las  llu- 
vias, de  las  cuales  Tlalok  es  numen. 

Decimoséptimo  Trecenario 
Ahuilteoil  y  QueiBalhuexocuanh- 
tli. 

I.  Atl. 
II.  It'BCtiintU. 

III.  Osomaili. 

IV.  Malinalli, 
V.  Acatl. 

VI.  OceloiL 
VII.  Cuauhili, 
VIII.  Cozcacnauhtli. 

IX.  Olin. 
X.  Tecpatl. 

XI.  QuiahtiiiL 

XII.  Xoclnil. 
XIII.  Cipactli. 

Teskatlipoka  vestidocon  el  pluma- 
je del  pavo,  adornado  de  piedras  fi- 
nas ó  chalchihuites f  por  lo  cual  se 
ha  dado  á  la  deidad  el  nombre  com- 
plexo de  Xaixiuhtotoli'Teskatlipo- 
ka.  El  dios  de  la  Providencia  tiene 
dos  arreos  esenciale.s:  el  copete  de 
estrellas  y  el  espejo  humoso;  pero 
{I  la  espalda  lleva  un  adorno  de  pa- 
peles igual  enteramente  al  que  pin- 
tan á  Tlalok,  y  es  que  aquí  la  dei- 
dad se  acompaña  del  signo  Atl  y 
preside  sobre  las  aguas  preciadas, 
que  cata,  bebiéndolas  de  una  gran 
tinaja  que  tiene  cerca.  Uno  de  sus 
devotos,  pintado  de  tamaño  redu- 
cido, viene  á  ofrecerle  copal  que 
trae  dentro  de  un  zurrón. 

Decimoctava  Trecena. 
Pillsintecnhili,  TUwolteotl  y  Xo- 
chiquetsalli. 
I.  Ehccail 


II.  Calli, 

III.  Cuet^palin. 

IV.  Coatí, 

V.  Miquistli. 

VI.  Masatl. 
VIL   Tochtli. 

VIII.  Atl. 
IX.  Itscuintli, 
X.  Osomatli. 
XI.  Malinalli, 

XII.  Acatl. 
XIII.  Ocelotl. 

Xantiko,  llamada  también  Kua- 
A*o/o//ysutemplo  Tetlanman.  Aquí 
está  pintada  con  anterioridad  á  su 
transformación  en  lobo,  que  cuenta 
la  tradición,  y  que  cae  dentro  de  su 
trecenario  en  el  día  Xiconauitzkuin- 
tli  ó  nueve  perros,  cuyo  nombre  le 
quedó.  Su  compañero  es  un  peniten- 
te bien  caracterizado  en  algunos  ca- 
lendarios con  los  arreos  de  Ketsal- 
koatl  y  su  sinónimo  Ze  Akatl,  dis- 
tintivos que  aquí  faltan.  Como  em- 
blema de  la  diosa  y  á  su  espalda 
preséntanse  los  elementos  del  agua 
y  del  fuego,  atl,  tlaxinoli,  entrecru- 
zados, lo  cual  es  símbolo  de  la  gue- 
rra y  de  las  disenciones. 

Decimonona  Trecena. 

Tlatocaocelotl  y  Xochiquetsalli. 

I.  Cuauhtli. 
II.  Coscacuauhtli. 

III.  Olin. 

IV.  Tecpatl. 
V.  Qtiiahtiitl. 

VI.  Xóchitl. 

VII.  Cipactli. 
VIII.  Ehecatl. 

XI.  Calli. 
X.  CuetBpalin. 
XI.  Coatí. 
XII.  Miquistli. 

XIII.  Mazatl. 


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384 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Xuxtketsallt,  y  Teskatlipoka  La 
diosa  Xuxiketsalliy  hermosa  de  apa- 
riencia, queda  sentada  frente  á  Tes- 
katlipoca,  el  cual  está  en  cuclillas 
y  vestido  con  la  piel  de  un  animal 
manchado.  El  fué,  según  la  tradi- 
ción, quien  la  incitó  á  pecar;  y  por 
eso  presiden  ambos  el  acto  carnal, 
representado  arriba  y  á  la  derecha, 
con  la  sencilla  naturalidad  de  los 
pueblos  primitivos;  pero  cubierto 
por  honestidad  con  una  gran  man- 
ta: la  pecadora,  en  otras  pinturas, 
claramente  lleva  los  atributos  de 
Xuxiketsalli.  Un  juego  de  pelota, 
tlaxtli,  que  también  arriba  está,  nos 
deja  ver  el  ansiado  momento  de  ir 
á  pasar  la  pelota  por  una  de  las  pie- 
dras redondas  perforadas  dispues- 
tas en  él,  determinando  con  el  cho- 
que un  surtimiento  de  agua,  fenó- 
meno, según  parece,  propio  de  todo 
choque,  y  cerca  del  cual  tendré  que 
insistir  en  otro  lugar  y  con  otro  moti- 
vo, porque  paréceme  que  compren- 
de una  generalización  del  choque 
y  de  los  movimientos  que  deter- 
mina. 

Tesauhteotl  Huitsilopochtli  con 
el  signo  Teotecpail. 
I.  Tochtli, 
II.  All, 

III.  Itzcuintli. 

IV.  OBomatli, 
V.  Malinalli. 

VI.  Acatl. 

Vil.  Ocelotl. 
VIII.  Cuauhtli. 

IX.  Coscacíiauhtli. 
X.  Olin, 

XI.  Tecpatl. 
XII.  Quiahuül. 
XIII.  Xóchitl. 

It.^tapaltotek  y  Xiuhtetiktli.  El 
primero,  vestido  con  la  piel  de  un 


desollado,  tiene  por  montera 
un  enorme  navajón,  ancho,  de  obsi- 
diana roja,  teñido  de  sangre,  que 
nos  revela  cómo  hay  relación  ínti- 
ma entre  la  divinidad  Xipetotek  y  el 
acompañado  de  la  noche;  Itstli.  El 
dios  Totek  viene  caminando  y  em- 
puña con  una  mano  el  gran  bastón 
ó  sonajero  de  forma  de  lanza  con  el 
cual  comunmente  se  le  pinta.  Su 
compañero  el  dios  del  fuego  Xiuh- 
tetiktli  está  en  semigenuflexión  y 
sus  adornos  también  son  caracte- 
rísticos: el  xiuhtototl  sobre  la  fren- 
te; éixiuhkoatl'k  las  espaldas;  el  jo- 
yel de  forma  de  tlekuülí,  al  pecho; 
arreos  enumerados  ya  en  la  exposi- 
ción de  la  página  IX,  y  á  los  cuales 
agrégase  aquí  otro,  especial  del  nu- 
men cuando  es  acompañado  de  la 
noche:  Las  dos  cañas  que  coronan 
su  tocado.  Circunstancia  singular: 
que  hayan  dado  los  indios  como  dei- 
dades al  último  trecenario  de  la 
cuenta  de  los  días.  Tonal poualli,\os 

\  dos  primeros  acompañados  de  la 
noche,  Xiuhteuktli  é  Itstli,  para 
mostrar,  sin  duda, la  relación  íntima 
y  á  la  vez  invariable  que  hay  en  sus 

,  cómputos  entre  las  cuentas  presidi- 
das por  los  3  números  sagrados  9, 

I  13  y  20,  de  la  cual  tendré  que  ha- 
blar en  la  sección  que  sigue. 

Como  se  ha  visto,  los  números 
que  presiden  las  trecenas  no  son 
idénticos  en  todas  ellas;  y  esto  de- 
be atribuirse  á  que  los  Calendarios 
ó  Tonalamatl  examinados  por  Cha- 
vero  y  Paso  y  Troncoso  pertenecie- 
ron ó  á  diversos  pueblos,  ó  á  uno 
mismo  en  diversas  épocas.  Además, 
los  números  de  la  primera  y  segun- 
da trecenas  del  Códice  Borbónico, 
no  existen  en  dicho  Códice,  pues 
dice  Paso  y  Troncoso  que  le  faltan 
esas  páginas,  y  que  él,  porconjetu- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


385 


ras,  las  supuso  en  dichas  hojas,  y 
creyó  que  las  deidades  que  las  pre- 
sidían eran  Tonacatecuhtli  y  Tona- 
caxihuatl. 

Triadeoatérides.  Nombre  que 
han  dado  algunos  autores  alas  Tre- 
cenas. Es  un  neologismo  formado 
con  elementos  del  idioma  grie- 
go, con  el  que  quisieron  significar 
Trece  días,  pero  la  estructura  de  la 
palabra  no  obedece  á  las  reglas  de 
la  composición  de  palabras  grie- 
gas, pues  la  desinencia  ^nV/^5  no  ex- 
presa la  palabra  día,  pues  en  grie- 
go día  es  hémera,  como  se  observa 
en  ephemérides,  así  es  que,  en  el 
neologismo  debería  decirse  Tríade- 
cahemérídes. 

Tributos  Imposibles.  Después 
de  haber  formado  los  mexicanos  el 
núcleo  de  la  que  después  fué  pode- 
rosa capital  de  Anahuac,  nombraron 
su  primer  rey,  pero  el  tirano  Tezo- 
zomoc  que  reputaba  sus  esclavos 
á  los  aztecas,  se  ofendió  altamen- 
te por  ello,  y  siguiendo  el  dicta- 
men de  sus  consejeros,  no  sólo  do- 
bló el  tributo  que  aquéllos  pagaban, 
sino  que  les  impuso  otros  nuevos 
cuya  realización  pareció  imposible 
á  los  mexicanos.  Aquí  se  observa 
que  la  historia  de  los  primeros  años 
deMéxico—Tenochtitlan— se  trans- 
forma en  mitológico,  bien  sea  por 
que  los  orgullosos  aztecas  hayan 
inventado  sucesos  imposibles,  ó 
bien,  porque  la  tradición  haya  des- 
figurado los  hechos  y  convertído- 
los  en  mitos. 

Bajo  este  concepto  vamos  á  hacer 
la  relación  de  los  tributos  imposi- 
bles, pues  que  la  historia  no  puede 
admitir  prodigios  que  hoy  sólo  se 
atribuyen  á  los  fakires  de  la  India. 

El  Tributo  que  pagaban  los  me- 
xicanos, que  consi.stía  en  peces,  ra 


ñas  y  legumbres,  dispuso  el  tira- 
no Tezozomoc  que  fuera  doblado, 
y  además  que  presentarían  cierto 
número  de  sauces  y  sabinas  creci- 
dos y  para  plantar  en  donde  se  or- 
denara, y  un  campo  flotante  sobre 
las  aguas,  llevando  sembrado  maíz, 
chile,  frijoles,  calabazas  y  huautlí. 
Notificados  los  mexicanos  que- 
daron en  la  mayor  aflicción,  su- 
puesto que  los  árboles  preciso  era 
sacarlos  de  tierras  de  sus  enemi- 
gos, y  formar  la  sementera  flotan- 
te les  parecía  imposible.  Infundió- 
les valor  Acamapitli,  quedando 
completamente  tranquilos  al  día 
siguiente,  al  saber  por  boca  del  sa- 
cerdote Ocolcaltzin  haber  hablado 
Huitzilopochtli  la  noche  preceden- 
te en  estos  términos:  «Visto  he  la 
«aflicción  de  los  mexicanos  y  sus 
-lágrimas:  di  les  que  no  se  aflijan 
«ni  reciban  pesadumbre,  que  yo  los 
«sacaré  á  paz  y  á  salvo  de  todos 
«esos  trabajos:  que  acepten  el  tri- 
«buto;  y  dile  á  mi  hijo  Acamapic 
«que  tenga  buen  ánimo  y  que  lleve 
«las  sabinas  y  los  sauces  que  les 
«piden,  y  hagan  la  balsa  y  siem- 
•  bren  en  ella  todas  las  legumbres 
«que  les  piden,  que  yo  lo  haré  todo 
«fácil  y  llano.»  Era. el  consejo  de 
la  prudencia;  obedecer  y  callar  en 
espera  de  tiempo  propicio.  Pagóse 
doblíido  el  tributo,  quedaron  plan- 
tados los  árboles  en  donde  á  los  te- 
paneca  plugo,  y  fué  el  huerto  flotan- 
te con  las  semillas  crecidas  y  bien 
logradas.  De  entonces  data  la  in- 
vención de  \^schínanpa,(\vnt  de  tan- 
to alvio  fueron  después  á  los  de  te- 
nochtitlan,  para  siembra  de  plantas 
y  flores,  careciendo,  como  carecían, 
de  tierras  para  el  cultivo.  Espantado 
Tezozomoc  de  ver  realizadas  cosas 
á  su  parecer  imposibles,  creció  en 

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386 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


SU  ánimo  el  concepto  que  de  sus 
esclavos  tenía,  no  obstante  lo  cual 
quiso  quebrantar  su  entereza  por 
todo  linaje  de  caprichos.  Pidió  aho- 
ra que  en  la  chinampa  le  trajesen  no 
sólo  las  semillas  salidas  á  punto,  si- 
no también  un  pato  y  una  garza  em- 
pollando en  tal  manera,  que  los  po- 
llitos picaran  el  cascarón  y  en  su  pre- 
sencia salieran.  Recibieron  el  man- 
dato losdeTenochtitlan  con  aparen* 
te  tranquilidad,  por  estar  en  presen- 
cia de  sus  amos;  pero  de  regreso  A 
Tenochtitlan  tornaron  ala  aflicción 
y  lágrimas.  Ococaltst'n  recibió  aún 
la  revelación  de  Huüsilopochili, 
quien  dijo:  «Padre  mío  no  tengáis 
«temor  ni  os  espanten  amenazas: 
«dile  á  mi  hijo  el  rey  que  yo  sé  lo 
«que  conviene:  que  lo  deje  á.  mi 
«cargo;  que  yo  sé  lo  que  se  ha  de  ha- 
«cer;  que  haga  lo  que  le  mandan,  que 
•  esas  cosas  son  para  en  pago  de 
«su  sangre  y  vidas;  y  entended 
«que  con  eso  se  las  compramos  y 
«ellos  serán  muertos  ó  esclavos  an- 
«tes  de  muchos  años.  Sufran  mishi- 
«jos  y  padezcan  agora  de  presente 
«que  su  tiempo  les  vendrá.»  Era  por 
entonces  resignación  forznda,  con 
promesas  de  venganza  feroz  y 
completa.  Cumplióse  lo  pedido  á 
la  medida  del  deseo  del  tepaneca. 
Tezozomoc  pedía  cada  año  nuevo 
capricho,  y  en  uno  de  ellos  exigió 
un  ciervo  vivo,  el  cual  no  podía  ser 
habido  mas  de  en  las  montañas  dis- 
tantes y  en  tierra  enemiga.  Prove- 
yó el  dios  á  esta  nueva  exigencia, 
haciendo  aparecer  un  venado  vivo 
en  Tetecpilco.  lugar  cercano  á 
Huitzilopochco  (Churubusco),  el 
cual  por  esta  causa  se  nombró  Ma- 
zatla. 

Tula.  Es  tan  remota  y  tan  exi- 
gua la  historia  del  pueblo  que  fun- 


dó la  Ciudad  de  Tula  (Tollan)  que 
es  muy  difícil  dejar  de  confundir 
los  hechos  propiamente  históricos, 
de  los  fabulosos  ó  mitológicos.  Así 
vemos  que  el  P.  Sahagún,  tratando 
de  fijar  lahistoria  de  la  fundación  de 
Tula,  se  da  de  bruces  con  la  mito- 
logía. En  la  parte  que  trata  el  re- 
ferido Sahagún  del  Gobierno  de  los 
pueblos  antiguos,  dice: 

«Según  que  afirman  los  viejos  en 
cuyo  poder  estaban  las  pinturas  y 
memorias  de  las  cosas  antiguas,  los 
que  primeramente  vinieron  á  po- 
blar á  esta  tierra  de  Nueva  Espa- 
ña, vinieron  de  acia  el  norte  en  de- 
manda del  paraíso  terrenal:  traían 
por  apellido  Tamoancha,  y  es 
lo  que  ahora  dicen  Ttcíemoaíochan, 
que  quiere  decir  buscamos  nuestra 
casa  natural:  por  ventura  induci- 
dos de  algún  oráculo,  que  alguno  de 
los  muy  estimados  entre  ellos  ha- 
bía recibido  y  divulgado,  que  el  pa- 
raíso terrenal  está  acia  el  medio  dia, 
como  es  verdad  según  casi  todos 
los  que  escriben,  que  está  debajo 
de  la  linea  equinoccial,  y  poblaban 
cerca  de  los  mas  altos  montes  que 
hallaban,  por  tener  relación  que  es 
un  monte  altísimo,  y  es  así  verdad. 
Estos  primeros  pobladores  [según 
lo  manifiestan  los  antiquísimos  edi- 
ficios que  ahora  están  muy  paten- 
tes] fueron  gente  robustísima,  sa- 
pientísima, y  belicosísima.  Entre 
otras  cosas  muy  notables  que  hi- 
cieron, edificaron  una  ciudad  fortí- 
sima  en  tierra  muy  opulenta,  de  cu- 
ya felicidad  y  riquezas,  aun  en  los 
edificios  destruidos  de  ella,  hay 
grandes  indicios.  A  esta  ciudad  lla- 
maron Tula  que  quiere  decir:  Iti- 
i^ar  de  fertilidad  y  abundancia,  y 
aun  ahora  se  llama  así,  y  es  lugar 
muv  ameno  v  fértil.  En  esta  ciudad 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


387 


reinó  muchos  años  un  rey  llamado 
Otéetsalcoatl,  gran  nigromántico,  é 
inventor  de  la  nigromancia,  y  la  de 
jó  á  sus  descendientes,  hoy  dia  la 
usan;  fué  estremado  en  las  virtudes 
morales.  Está  el  negocio  de  este 
reino  entre  estos  naturales,  como  el 
del  rey  Artus  entre  los  ingleses. 
Fué  esta  ciudad  destruida,  y  este 
rey  ahuyentado:  dicen  que  caminó 
acia  el  oriente,  y  que  se  fué  acia  la 
ciudad  del  sol  llamada  Tlahallan, 
y  fué  Mamado  del  sol.  Dicen  que 
es  vivo,  y  que  ha  de  volver  á  rei- 
nar y  á  redificar  aquella  ciudad  que 
le  destruyeron,  y  así  hoy  día  le  es- 
peran. Y  cuando  vino  D.  Fernan- 
do Cortes  pensaron  que  era  él,  y 
portal  le  recibieron  y  tuvieron,  has- 
ta que  su  conversación  y  la  de  los 
que  con  él  venían  los  desengañó  » 

Borunda  hace  mención  de  Tula, 
si  no  con  relación  á  la  mitología  na- 
hoa,  sí  refiriéndose  á  Huitmlopoch- 
tu  y  á  Quetsalcoaíl,  pero  no  como 
númenes  propios  de  los  indios,  sino 
como  remembranza  de  la  religión 
cristiana,  simbolizando  á  Jesucris 
to  y  á  Santo  Tomás  Apóstol,  como 
predicador  del  evangelio  en  la  re- 
gión en  que  se  encuentra  la  ciudad 
de  Tula  (Tollan).  El  oscurísimo  pa- 
saje de  Borunda  relativo  á  esos 
personajes  dice  á  la  letra: 

*.  .  .  la  Procesión  hasta  afuera  de 
los  Barrios  de  la  Ciudad  el  dia  ante- 
rior á  aquella  distribución,  según  el 
cap.  38,  lib.  6.^  de  la  Monarquía. 
Aun  al  comenzarse  la  Alegoría  del 
21  del  propio  Lib.°,  se  prevenía  que 
entre  los  naturales,  h-^sta  el  tiempo 
de  conquista,  unos  creían  ser  Uitm- 
lopochtli  puro  espíritu,  y  otros  que 
fué  nacido  de  Muger,  refiriendo  es- 
tos últimos,  que  junto  á  la  ciudad 
de  Tula,  mui  grande  en  el  Gentilis- 


mo, hai  una  sierra  llamada  Coate- 
pee.  La  advertencia  de  aquella  an- 
tigua magnitud  de  tal  Población 
significativa  de  abundante  en  enea 
tulli,  juntamente  con  la  cercanía  de 
la  Sierra  que  se  cita,  se  fundó  en  la 
distancia  que  hoy  se  observa  en- 
tre ella  y  el  Pueblo  conocido  por 
Tula,  que  será  como  de  cinco  leguas 
por  su  visual  dirección,  mediando 
entre  ambos  puntos  una  grande  ve- 
ga,que  su  natural  nivelación  la  ma- 
nifiesta antiguo  vaso  de  Laguna,  y 
permaneciendo  aun  entre  españoles 
el  distintivo  que  la  Nación  tratada 
por  los  mismos  de  otomi,  y  la  más 
antigua  Pobladora  en  aquel  terri 
torio  según  el  Monumento  segun- 
damente  ahora  hallado,  dá  á  la  que 
se  asentó  por  Sierra,  y  esDémingo, 
significativo  de  Agua  del  Adive,  ó 
coyotl  mexicano.  Pero  asi  ese,  co- 
mo el  de  tuni  significativo  de  Ban- 
co en  el  mismo  Idioma  de  aquel 
País,  y  alusivo  á  la  configuración 
plana  en  ki  cima  de  la  mole  á  que 
se  refiere,  y  mayor  que  la  de  su 
basa,  ó  anotación  conservada  en 
una  pequeñísima  Población  de  ella, 
por  su  lado  occidental  donde  per- 
manece una  célebre  Imagen  de  ori- 
gen ignorado,  y  representativa  de 
Jesucristo  en  ecce  homo,  y  en  el 
de  Sur  otra  Población  distinguida 
en  Idioma  de  Mexicanos  por  Mis- 
kiauala,  abundante  de  púa  auatl, 
de  acacia  Miskitl  y  la  vulgarizada 
por  Tesca,  al  pie  de  su  Norte,  com- 
prueban la  identidad  del  Lugar  de 
la  tradición,  con  vestigio  de  anti- 
quísimo edificio  en  la  propia  cima, 
tratada  cap.  24  del  citado  lib.^  de 
Tzatsitepec,  en  c,  sierra  tepetl,  pa- 
ra gritar  tsatm,  ó  alusión  á  lo  que 
ya  instruie  la  misma  Alegoría. 
«La  anotación  Co^/^/>é'rno  tradu- 


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388 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


cida  en  el  mismo  cap.®,  sino  por 
sierra  de  la  culebra,  siendo  la  de 
esta  común  al  gemelo,  porque  ella 
pare  mellizos,  concuerda  con  la  del 
contexto  de  que  en  ella  hazía  su  mo- 
rada una  muger  Coatlicue,  asentada 
por  faldellín  de  la  Culebra,  pero 
conforme  al  compuesto,  que  la  ena- 
gua ciieitl,  suia  /,  es  la  del  Gemelo 
coatí f  alusiva  á  la  túnica  que  ya  se 
expresará  por  su  symbólico  distin- 
tivo. Es  también  de  notar  que  la 
morada  ó  mansión  se  significa  por 
leloayan,  y  se  entiende  también 
por  lugar  de  Gente  de  asiento,  pero 
que  su  compuesto  lo  descubre  con- 
tinuo de  agua  ayan.  que  es  el  Ca- 
mino otli,  del  diligente  yel,  perma- 
neciendo en  la  halda  de  sur  de  aquel 
extraño  banco  peñascoso,  un  mui 
escaso,  y  no  corriente  manantial,  á 
que  alude  la  agua  del  Adive  Demin- 
yó.  ó  animal  con  propiedades  de  li- 
gero, gritón,  astuto,  y  de  valor. 

«Al  mismo  tiempo  se  conservó 
con  el  Camino  de  la  agua,  apropia- 
do á  persona  diligente,  memoria  se- 
mejante á  la  que  Juan  de  Betanzos, 
Intérprete  de  naturales  del  Perú, 
adquirió  de  ellos  para  la  Historia 
que  escribió  de  orden  de  D.  Antonio 
de  Mendoza,  Virrey  de  aquel  Rey- 
no,  bajo  el  titulo  de  narración  de  los 
Incas,  y  quien  part.  1.^,  cap.  2.®, 
asentó,  averse  metido  en  el  Mar  jun- 
to á  Puerto  viejo,  con  dos  compa- 
ñeros, caminando  por  él  sin  barca 
como  si  estuviera  en  tierra,  un  hom- 
bre blanco  y  barbado,  que  en  el  mis- 
mo Reyno,  y  en  el  distrito  de  Cacha, 
Provincia  de  Canas,  á  diez  y  ocho 
leguas  del  Cusco,  avia  apagado  con 
dos  ó  tres  golpes  el  fuego  que  avía 
prendido  en  una  cordillera,  donde 
permanecen  piedras  quemadas  por 
espacio  de  un  qu^rto  de  legua,  y 


siendo  lo  demás  verde  y  con  Yerba, 
o  suceso  acaecido  quando  muchos 
de  aquellos  naturales  se  dirigían  en- 
furecidos  contra  el  á  matarle, 
viendo  entonces  bajar  aquel  fuego 
del  cielo,  que  les  hizo  arrojar  las  fle- 
chas, y  pidiendo  perdón  postrados 
en  tierra,  movieron  á  aquel  varón  á 
apagarlo,  y  gravaron  después  su 
estatua  en  piedra  de  cinco  varas  de 
largo,  y  una  de  ancho. 

«Aun  previniendo  D.  Luis  Beze- 
rra  en  el  tercero  párrafo  de  su  ad- 
vertencia acerca  del  día  en  que  de- 
be celebrarse  la  aparición  de  la 
Insigne  Imagen  de  María  Santísima, 
que  veneramos  bajo  el  título  de 
Guadalupe;  «que  el  Apóstol  Santo 
«Tomas  sin  duda  fue  el  que  predi- 
«có  el  Santo  Evangelio  á  las  Nacio- 
«nes  de  este  Reyno,  mucho  antes 
«de  la  fundación  de  esta  Ciudad,  en 
«la  de  Tilla,  ó  como  dicen  los  natu- 
«rales  Tollan,  de  que  vi  pintura  y 
«tradición,  que  no  puede  aplicarse  á 
«otro  del  Apostolado,  por  averse 
«conservado  su  apellido  Didimus 
\  «etc,»  todavía  no  ministraba  el  na- 
cional equivalente  al  latino  de  que 
I  usó.  De  no  expresarlo,  fué  motivo 
\  el  no  aver  conocido  la  composición 
y  sentido  figurado  del  Idioma,  en- 
contrando al  mismo  tiempo  por  di- 
ficultad en  la  tradición  inserta  en 
la  Monarquía  de  F.  Juan  de  Torque- 
mada,  que  antes  avia  citado,  adver- 
tirse, cap.  24,  lib.  6.^,  traducido  á 
Qnetsalcoatl  por  plumage,  de  cule- 
bra, ó  culebra  que  tiene  plumage,  y 
que  ella  se  cría  en  la  Providencia  de 
Xícalanco, que  está  en  la  entrada  del 
Reyno  de  lucatan  yendo  de  la  de 
Tabasco  El  distintiva  que  conser- 
va tal  Provincia  es  t\  vulgariza- 
do Usumasinlla .  en  lugar  del  Me- 
xicano, Uusuntaintlan,  entre  inllan 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


389 


monos  uHSumaiin»  como  que  allí 
abundan,  y  tratada  en  los  primeros 
manuscritos  de  Xicalanco,  signifi- 
cativo de  que  en  lo  interno  de  ella 
co.  coge  ana»  al  vaso  xiccale  sxtnáo 
hasta  ho3'  habitada  por  la  Nación 
Uaxtecatl,  distinguida  en  aquellos 
por  xiccalacatl;  ó  Pais  donde  se 
cría  el  Dragón  alado,  con  grito,  ca- 
veza,  y  pluma  en  ellii  de  Loro,  y 
cuerpo  de  vivora,  anidante  en  hue- 
cos de  Palmas,  y  causando  luego  la 
muerte  á  quien  muerde. 

«Su  distintivo  ketzalcoatl,  se  con- 
fundió con  el  del  Apóstol  Keisal- 
coua,  el  que  se  apodera,  ó  domina, 
denotado  en  el  ua,  como  el  Pes- 
cador michua,  o  que  se  apodera ««f 
del  Pescado  mtchtn,  asi  aquel  del 
dragón  ketsalcoatl.  En  los  manus 
critos  de  que  se  Compuso  aquel  ca- 
pítulo, se  referia  por  Quetsalcuatl 
al  que  fué  gran  Sacerdote  en  Tula, 
donde  tuvo  templo  sumptuoso  con 
muchas  gradas,  tan  angostas,  que 
no  cabía  un  pie  en  ellas.  Esta  par- 
te de  la  tradición  así  expresada,  to- 
davía quedó  en  un  sentido  ambiguo, 
y  mas  acomodable  á  templo  dedica- 
do á  Qetsalcoua,  como  que  se  le  re- 
fería en  el  de  Dios,  y  no  en  el  de 
Sefior,  y  quando  las  gradas  mencio- 
nadas son  las  de  los  tabernáculos, 
como  el  de  aquel  templo  que  hizo 
fabricar  al  verdadero  Dios,  y  á  su 
inmaculada  Madre  sobre  la  cima 
Deminyó,  el  mencionado  Apóstol. 
Aquel  dragón  ketsalcoatl,  vivora 
coatí,  sobresaliente,  ó  vistosa  ket- 
salli,  en  alusión  á  su  plumage,  no 
solamente  no  le  ofendía,  sino  que  le 
exterminó  hasta  aquella  costa,  de 
que  era  symbólica  la  caveza  de  Mo- 
na, figurada  en  una  esmeralda  ket- 
aalitatli,  con  que  se  representó  en 
piedra  tan  firmé  y  de  color  de  es- 


peranza, el  Lugar  por  donde  predi- 
xo  á  estas  Naciones  se  las  avia  de 
bolver  á  instruir  en  las  verdades 
que  tanto  afanó  para  radicaren, 
ellas;  pues  al  Rio  de  Tabasco  apor 
tó  después  de  siglos  el  conquista- 
dor de  las  mismas,  aun  antes  que  al 
Puerto  de  Veracrruz.  S.  Marc.  cap. 
16.  V.  18,  referia  lo  que  Jesucristo 
I  dixo  á  sus  Discípulos  después  de  la 
'  resurrección:  «quitarán  las  serpien- 
I  tes,»  verificado  también  material- 
mente por  S.  Pablo,  cap.  28,  de  los 
I  hechos  de  los  apóstoles.» 
I  Ixtlixochitl,  descendiente  de  los 
toltecas,  es  el  que  más  ha  escrito 
sobre  la  historia  de  ese  pueblo;  pe- 
ro como  lo  hizo  cuando  ya  estaba 
convertido  al  cristianismo  y  bajo 
li  influencia  de  los  frailes  católicos, 
su  pretendida  historia  no  es  más 
que  un  tejido  de  verdades  y  menti- 
ras en  que  con  dificultad  pueden 
describirse  aquéllas.  En  dicha  his- 
toria los  fenómenos  geológicos  es- 
tán revestidos  con  un  carácter 
mitológico  con  lo  que  se  pretendió 
'  darles  á  dichos  fenómenos  gran  se- 
mejanza con  los  sucesos  bíblicos  en 
cuanto  al  origen  de  la  humanidad. 
Según  el  historiador  tolteca,  el 
Tloque  Nahuaque  creó  el  mundo  y 
cuantas  cosas  existen;  formó  tam- 
bién un  hombre  y  una  mujer,  de 
quienes  desciende  el  género  huma- 
no. Fué  creado  el  mundo  ei  año  ce 
tecpatl,  punto  de  partida  del  cóm- 
puto cronológico.  Transcurridos 
treinta  y  tres  ciclos  mexicanos,  en 
otro  afto  ce  iecpatl  correspondiente 
á  1717  de  la  creación,  sobrevinieron 
copiosísimas  lluvias,  que  anega- 
ron la  tierra  subiendo  el  agua  sobre 
las  montañas  más  altas  caxtolmo- 
lectli  ó  sean  quince  codos;  perecie- 
ron los  hombres,  salvándose  unos 

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39<) 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


pocos  dentro  de  un  topílipetlacalli 
ó  arca  cerrada.  Esta  primera  época 
se  llamó  Atonatiuh  6  sol  de  agua. 
Multlipicadas  las  gentes  construye- 
ron un  sacualli,  torre  alta  y  fuerte, 
para  preservarse  de  otro  diluvio; 
pero  al  mejor  tiempo  se  les  muda- 
ron las  lenguas,  dispersándose  los 
artífices  en  todas  direcciones. 

Siete  tultecacon  sus  esposas,  que 
entre  sí  se  entendían,  atravesando 
ríos  y  montañas,  viviendo  en  las  gru- 
tas, no  sin  pasar  grandes  trabajos, 
después  de  caminar  dos  ciclos  llega 
ron  auna  tierra  que  les  parecióagra- 
dable,  en  donde  fundaron  la  ciudad 
de  Huehuetlapallan.  Tlapallan, 
nombre  derivado  de  Üapalli;  cosa 
teñida  ó  color  para  pintar,  signifi- 
ca Roja  ó  Bermeja,  y  Huehuetlapa- 
llan es  la  antigua  ó  vieja  Tlapallan. 
Fundaron  esta  ciudad  520  años  des- 
pués del  diluvio,  en  año  también  ce 
tecpatly  lo  que  fija  el  2237  de  la  crea- 
ción; no  se  sabe  el  lugar  en  que 
existió,  aunque  conjeturan,  guiados 
por  sólo  la  semejanza  de  nombre, 
que  fué  hacia  las  costas  del  mar 
Rojo  ó  de  Cortés,  á  orillas  del  río 
Colorado,  como  si  ambas  denomi- 
naciones no  fueran  de  impresión 
muy  moderna. 

Los  tolteca  se  habían  multiplica- 
do, cuando  cumplidos  otros  1716 
años  después  del  diluvio,  siempre 
en  el  carácter  í:^  tecpatl,^^  decir,  en 
el  3433  del  mundo,  sobrevinieron 
recios  huracanes  que  lo  destruye- 
ron todo,  quedando  salvas  algunas 
personas  que  lograron  guarecerse  ! 
en  las  grutas.  Esta  segunda  edad 
se  llamó  Ehccaionatiuh  6  sol  de  aire. 
Al  salir  del  abrigo,  los  toltecas  vie- 
ron que  sus  hermanos  se  habían  con- 
vertido en  monos;  el  sol  y  la  luna 
habían  sido  tirados  por  el  viento. 


Ignórase  cómo  fueron  repuestos  los 
astros  luminosos;  sábese  sí,  que  el 
ocho  tochtli,  1347  años  después  de 
los  hunicanes,  4779  del  mundo,  el 
sol  se  estuvo  quedo  en  el  cielo  por 
espacio  de  un  día:  mirándole  un 
mosquito  le  dijo:  «Señor  del  mundo, 
«¿por  que  estas  tan  suspenso  y  pen- 
osa ti  vo,  y  no  haces  tu  oficio  como  te 
«es  mandado?  ¿Qué,  quieres  destruir 
•  el  mundo  como  sueles?*  Otras  ra- 
zones añadió  mas  mirando  que  no 
le  hacía  caso,  picóle  en  una  pierna, 
con  lo  que  el  sol  prosiguió  su  sem- 
piterna marcha. 

Treinta  ciclos  después  de  los  hu- 
racanes, siempre  en  año  ce  iecpatl, 
lo  que  nos  conduce  al  4993  del  mun- 
do, la  tierra  se  vio  sacudida  por  re- 
cios terremotos,  abriéronse  profun- 
das grietas,  y  los  volcanes  derra- 
maron sus  lavas  incandescentes: 
este  conflicto  de  la  naturaleza  hizo 
perecer  la  mayor  parte  de  los  qui- 
nametin  ó  gigantes,  mermando  con- 
siderablemente á  los  tulteca  y  á  sus 
convecinos  los  chichimeca.  Llama- 
ron á  esta  tercera  edad  Tlaltonatiuh, 
sol  de  tierra.  Dos  ciclos  después, 
año  5097  del  mundo,  los  sabios  y  as- 
trólogos se  reunieron  en  Huehue- 
tlapallan á  fin  de  reunir  y  arreglar 
las  noticias  tocantes  á  su  histo- 
ria, la  cuenta  3'  arreglo  del  tiempo 
por  años,  meses,  semanas  y  días, 
ajustando  el  cómputo  con  el  equi- 
noccio é  introduciendo  el  bisiesto. 
A  los  ciento  sesenta  y  seis  años  de 
la  corrección,  ó  v5263  del  mundo,  en 
año  diez  calli,  se  eclipsaron  el  sol  y 
la  luna,  tembló  reciamente  la  tie- 
rra, se  quebrantaron  las  peñas;  aun- 
que los  hombres  no  resintieron  ca- 
lamidad alguna:  «lo  cual  ajustada 
«esta  cuenta  con  la  nuestra,  viene 
«á  ser  el  mismo  tiempo  cuando  Cris- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


391 


«to  Nuestro  Señor  padeció,  y  dicen, 
«que  á  los  primeros  días  del  año.» 
Admitiendo  este  cómputo,  el  diez 
calli  corresponde  al  33  de  Jesucris- 
to; el  cuatro  calli,  primero  de  la  era 
cristiana,  es  el  5231  del  mundo; 
la  corrección  del  calendario  fué  el 
ce  tecpaíl  antes  de  Jesucristo. 

Con  excepción  del  piquete  del 
mosquito  en  la  pierna  del  sol,  toda 
la  tradición  mitológica  es  una  gro- 
sera y  absurua  parodia  del  génesis 
de  Moisés.  Con  este  motivo  Orozco 
y  Berrra,  efiriéndose  á  Txtlixochitl, 
dice: 

«Estos  soles  cosmogónicos  tan  di- 
versos de  los  que  narran  las  pintu- 
ras texcocanas,  que  tan  conocidas 
debían  ser  de  Ixtlilxochitl,  presen- 
tan una  marcada  intención  de 
conformarse  con  la  cronología  bí- 
blica. Veytia,  de  la  escuela  de  Ix- 
tlilxochitl, lleva  adelante  el  intento, 
no  sólo  dislocando  las  datas,  sino 
dándolas  tortura  en  el  lecho  de  Pro- 
custo, hasta  hacerlas  caber  de  ma- 
nera que,  á  poca  diferencia,  confor- 
man con  el  diluvio  universal,  la 
confusión  de  las  lenguas,  la  disper- 
sión de  las  gentes,  el  milagro  de 
Josué  cuando  paró  el  sol  y  la  muer- 
te del  Salvador.  Sorprendente  y 
hermoso  fuera  esto,  siendo  cierto; 
mas  no  tier\e  otro  fundamento  que 
los  deseos  de  la  piedad. 

No  nos  atreveremos  á  tachar  á 
Ixtlilzochitl  de  mala  fé:  sus  dichos 
pueden  hallar  disculpa  por  dos  ra- 
zones. La  primera,  que  los  ancianos 
que  le  informaron,  convertidos  al 
cristianismo,  mezclaron  sin  preten- 
derlo, las  antiguas  á  nuevas  doctri- 
nas. La  segunda,  que  siendo  muy 
peligrosa  en  su  época  la  sospecha 
de  idolatría  que  pesaba  sobre  la  ra- 
za indígena,  maestros  y  discípulos 


tuvieron  que  mostrarse  católicos  en 
lo  relativo  á  religión,  para  que  ba- 
jo esta  salvaguardia  pasaran  des- 
apercibidas las  relaciones  históri- 
cas. Si  Ixtlilxochitl  dijo  estrictamen- 
te la  verdad,  entonces  no  cabe  otra 
explicación,  sino  que  estas  tradicio- 
nes tuvieron  origen  en  los  tiempos 
de  Quetzalcoatl.» 

Una  vez  establecidos  en  Tollan, 
los  emigrantes  de  Huehuetlapallan, 
su  culto  á  la  divinidad  era  la  astro- 
latría,  pues  consistía  en  la  adora- 
ción del  sol,  luna  y  estrellas;  per- 
sonificaban la  fuerza  fecundante 
del  sol  en  Tonacatecuhtli,  señor  del 
sustento,  hacíanle  ofrendas  de  flo- 
res, frutos,  y  algunas  veces  anima- 
les: se  entiende  por  algunos  pasa- 
jes que  adoraban  también  al  fuego. 
Esta  primera  religión,  nacida  de  la 
observación  de  los  astros,  les  con- 
dujo á  admitir  doce  cielos,  sobre  el 
más  alto  de  los  cuales  vivían  Órnete- 
cnhtliy  Omecihuatl,  su  mujer,  seño- 
res de  los  doce  cielos  y  de  la  tierra. 

«Decían  que  de  aquel  gran  señor 
«dependía  el  ser  de  todas  las  cosas, 
«y  que  por  su  mandado  de  allá  ve- 
«nían  la  influencia  y  calor  con  que 
«se  enjendraban  los  niños  ó  niñas 
«en  el  vientre  de  sus  madres.» 
Siempre  la  personificación  del  ca- 
lor fecundante.  Este  deísmo,  mez- 
clado con  la  astrolatría,  al  contac- 
to de  los  pueblos  moradores  del  va- 
lle, se  fué  transformando  en  politeís- 
mo, en  que  confundieron  las  creen- 
cias zoolátrícas  de  Teotihuacan  con 
las  idolátricas  de  las  demás  tribus. 
TI  aloe  ó  Tlalocatecuhtli,  aparece 
como  la  divinidad  más  antigua,  de 
la  cual  se  dice  que  fué  un  poderoso 
rey  de  los  (\mnümi¿ún\,Quei sulcoatl 
y  Tes^catlipoca  pertenecen  á  tiem- 
pos modernos. 


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392 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Al  principio  los  holocaustos  eran 
pacíficos:  después  sacrificaban  ca- 
da año  á  Tlaloc  cinco  doncellitas  de 
tierna  edad,  alas  cuales  sacaban  los 
corazones  para  ofrecerlos  al  ído- 
lo, enterrando  los  cuerpos.  En  cier- 
tos tiempos  del  año  ofrecían  al  To- 
nacatecuhtli  el  mayor  de  los  crimi- 
nales que  alas  manos  podían  haber, 
haciéndole  pedazos  en  medio  de  dos 
piedras  que  chocaban  una  contra 
otra  por  medio  de  un  artificio:  llama- 
ban á  esto  Teilimonamiquian,  el  en- 
cuentro de  las  piedras.  «Los  sacer- 
« dotes  traían  unas  túnicas  blancas 
«y  otras  negras  que  les  llegaban 
«hasta  el  suelo,  con  sus  capillas  con 
«que  se  tapaban  las  cabezas,  el  cabe 
«lio  largo,  entrenzado,  que  llegaba 
«hasta  las  espaldas,  y  los  ojossiem- 
«pre  los  traían  bajos  y  humildes, 
«descalzos  al  tiempo  de  sus  ayunos, 
«y  cuando  estaban  en  el  templo  po- 
«cas  se  calzaban  si  no  era  cuando 
«iban  fuera  y  jornada  larga;  eran 
«castos,  no  conocían  mujeres,  ha- 
«cían  ciertas  penitencias  cada  vein- 
«te  días,  cuando  entraban  el  mes  y 
«año;  hablaban  poco  enseñaban  á 
«los  niños  y  mancebos  á  buenas 
«costumbres  y  modos  de  vivir,  ar- 
«tes  buenas  y  malas.» 


*  * 


Hay  un  suceso  prehistórico  erró- 
neamente atribuido  á  los  toltecas, 
y  es  la  erección  de  los  tsacualli  6 
pirámides  de  Teotihuacan.  Este 
error  ha  provenido  de  la  confusión 
que  se  advierte  en  las  relaciones 
hechas  por  Sahagiin  y  por  Mendie- 
ta  en  lo  relativo  á  dichas  pirámides. 
Los  toltecas  lo  que  hicieron  fué  de- 
dicar las  pirámides  á  sus  dioses  los 
astros,  particularmente  al  sol  y  á 


la  luna;  pero  esos  monumentos  se- 
taban  ya  levantados  desde  tiempo 
inmemorial,  y  consagrados  por  pue- 
blos anteriores  á  los  toltecas,  á  los 
dioses  animales  pues  el  culto  era 
zoolátrico,  según  se  observa  en  las 
mismas  relaciones  de  Sahagún  y 
Mendieta. 

En  los  artículos  Nanahuatzlv, 
Tecuciztecatl  y  Teotihuacan  he- 
mos hecho  la  inserción  de  las  rela- 
ciones de  los  historiadores  mencio- 
nados, así  es  que  en  esos  lugares  po- 
drá verlos  el  lector  y  aquí  solamente 
pondremos  á  la  letra  la  relación  del 
CóDi'^E  Zumárraga,  por  ser  poco 
conocida. 

En  el  Códice  Zumárraga.  bajo  el 
título  de  Como  fue  fecho  el  sol,  se  lee: 
«En  el  trezeno  año  deste  segundo 
«cuento  de  treze,  que  es  en  el  año 
«de  veynte  y  seis  después  del  dilu- 
«bio,  visto  que  estaba  acordado  por 
«los  dioses  de  hazer  sol  y  auia  fe- 
«cho  la  guerra  para  dalle  de  comer, 
«quiso  quiipalcoatl  (debe  ser  Que- 
*tsalcoatl)  que  su  hijo  fuese  sol,  el 
«qual  tenia  á  él  por  padre,  y  no  te- 
«nia  madre,  y  también  quiso  que 
i^tlalocatecli  (Tlaloc)  dios  del  agua, 
«hiziese  á  su  hijo  del  y  de  chalchui- 
«tli  (Chalchiuhtlicue)  que  es  su  mu- 
«ger,  luna,  y  para  lo  hazer  ayuna- 
«ron,  no  comiendo  fasta.  . . .,  y  sa- 
«cáronse  sangre  de  las  orejas,  y  por 
«esto  ayunauan,  y  se  sacavan  san- 
«gre  de  las  orejas  y  del  cuerpo  en 
«sus  oraciones  y  sacrificios,  y  esto 
«fecho,  el  qui^alcoatl  tomó  á  su  hijo 
«y  lo  arrojó  en  vna  grande  lumbre,  y 
«de  allí  salió  fecho  sol  para  alum- 
«brar  la  tierra,  y  después  de  muer- 
«ta  la  lumbre,  vino  talocatecli  y  echó 
«á  su  hijo  en  la  ^eniza,  y  salió  fecho 
<cluna,  y  por  esto  parece  senizienta 
«y  escura;  y  en  este  postrero  año 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


393 


«deste  treze  comenzó  á  alumbrar 
«el  sol,  porque  fasta  entonces  hauia 
«sido  noche,  y  la  luna  comentó  á 
«andar  tras  él,  y  nunca  le  alcanza, 
«y  andan  por  el  aire  sin  que  lleguen 
«á  los  cielos.» 

Las  leyendas  de  Sahagún,  de 
Mendieta  y  del  Códice  Zumárraga 
aparecen  ininteligibles  y  á  primera 
vista  absurdas;  pero  el  estudio  pro- 
fundo de  algunos  autores  moder- 
nos ha  demostrado  que  esos  mitos 
son  el  símbolo  de  grandes  aconteci- 
mientos que  determinaron  la  trans- 
formación y  aun  destrucción  de 
pueblos  y  de  instituciones,  sobre 
todo,  religiosas. 

Chavero  con  grande  ingenio  y  en 
el  lenguaje  poético  que  correspon- 
de al  asunto,  ha  dado  la  mejor  in- 
terpretación de  esas  leyendas.  Di- 
ce así. 

«Todos  los  pueblos  primitivos, 
al  contemplar  los  grandes  espec- 
táculos de  la  Naturaleza,  han  in- 
ventado hermosísimas  fábulas  que 
sorprenden  la  imaginación,  y 
que  tienen  no  sabemos  qué  senci- 
llez encantadora  que  subyuga  el 
ánimo.  Nos  presentan  á  los  astros, 
al  día  y  á  la  noche,  á  los  ríos  y  las 
montañas,  al  fuego  y  á  la  lluvia, 
como  seres  reales  que  viven,  y  se 
aman  ó  se  odian,  pero  teniendo 
siempre  personalidad  propia.  En 
toda  religión  antigua  hay  algo  de 
antropomorfismo.  Max  Müller  atri- 
buye esto  á  la  primitiva  pobreza 
de  los  idiomas:  sin  tener  íiún  pala- 
bras suficientes  para  expresar  las 
ideas  abstractas,  sino  únicamente 
los  objetos  materiales  y  las  necesi- 
dades y  costumbres  primeras  de  la 
vida,  todo  lo  materializan  para  po- 
der explicarlo.  De  aquí  debemos 
deducir,  que  todo  mito  que  de  tal 


manera  se  expresa,  pertenece  á  las 
ideas  primeras  de  un  pueblo.  Así  se 
ve  que  la  tradición  del  Códex  Qu- 
márraga  sobre  el  nacimiento  del 
sol  y  de  la  luna,  es  la  vieja  que  de 
los  nahoas  se  derivaba.  En  esta 
tradición  el  sol  es  hijo  de  Quetzal- 
coatí,  y  no  tiene  madre.  Quetsalcoatl 
es  la  estrella  Venus,  el  lucero  que 
sale  de  las  tinieblas  al  concluir  la 
noche,  y  alumbra  en  el  oriente  po- 
co antes  que  el  sol  brote  esplendo- 
roso. Es  como  su  guía,  como  el  as- 
tro anunciador  de  su  radiante  apa- 
rición. Todas  estas  ideas  tenían 
que  expresarse  en  lengua  rudimen- 
taria de  los  nahoas,  de  esta  sencilla 
manera:  el  sol  es  hijo  de  Quetsal- 
coatl.  Pero  como  el  sol  nace  en  me- 
dio de  nubes  de  roja  púrpura  que 
semejan  un  incendio  en  el  cielo,  y 
en  las  tardes  sepone  entre  las  llamas 
aparentes  de  otro  incendio  deslum- 
brador, de  aquí  vino  el  expresar  la 
magnificencia  del  nacimiento  del 
sol,  diciendo  que  Quetsalcoatl  tomó 
d  su  hijo,  y  lo  arrojó  en  una  gran- 
de lumbre,  y  allí  salió  fecho  sol  pa- 
ra alumbrar  la  tierra.  Nada  más 
natural,  nada  más  primitivo  en  la 
teogonia  nahoa.  A  su  vez  la  luna 
es  hija  de  Tlaloc,  el  dios  de  las  llu- 
vias, y  de  Chalchicueye,  la  diosa  de 
las  aguas.  Los  nahoas  dividían  el 
firmamento  en  trece  cielos,  y  colo- 
caban en  el  de  las  nubes,  en  el  Tla- 
locan,  á  la  luna,  ya  por  su  color 
pálido,  ya  por  que  en  sus  movimien- 
tos trae  las  aguas  sobre  la  tierra, 
ya  porque  á  la  vista  está  tan  próxi- 
ma como  las  nubes,  entre  las  cua- 
les aparece  cuando  con  rayos  de 
plata  las  desgarra.  Y  como  su  color 
es  blanco  y  ceniciento,  habiéndole 
dado  por  cuna  al  sol  una  hoguera 
resplandeciente,  diéronsela  á  la  lu- 

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394 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


na  en  las  apagadas  cenizas  de  esa 
hoguera.  Todo  esto  se  ve  lógico, 
natural  y  sencillo,  y  fueron  éstas 
las  ideas  sobre  el  nacimiento  de  los 
dos  astros,  muchos  siglos  antes  del 
suceso  de  Teotihuacan. 

«Esta  fábula  vino  á  confundirse 
con  el  acontecimiento  histórico  de 
la  conquista  de  Teotihuacan,  y  á 
dar  origen  á  la  nueva  fábula  que 
nos  relatan  Sahagún  y  Mendieta. 
Conqmstada  la  ciudad  bajo  la  pri- 
mera teocracia  de  Tollan,  y  en  el 
mismo  año  de  la  fundación  en  ésta 
del  poder  tolteca,  debió  ser  el  pri- 
mer cuidado  de  los  sacerdotes  im- 
poner su  religión  á  los  vencidos,  le- 
vantando sus  deidades,  el  sol  y  la 
luna,  sobre  las  grandiosas  pirámi- 
des de  la  ciudad  conquistada.  He- 
mos dicho  que  en  la  religión  de  los 
nonoalca  tenían  culto  y  adoración 
los  animales.  Si  no  bastara  el  reía 
to  del  Popol  Vuh  en  que  los  dioses 
tienen  nombres  de  animales,  los  di- 
bujos del  palacio  de  Chichén  Itzá, 
los  mil  idolillos  de  figuras  de  ani- 
males que  en  las  cavernas  de  aque- 
llas regiones  se  encuentran,  nos 
bastaría  para  comprender  la  rela- 
ción de  Mendieta.  Dice  que  los  dio- 
ses se  pusieron  á  contemplar  por 
dónde  saldría  el  sol,  y  que  aposta- 
ron las  codornices,  langostas,  ma- 
riposas y  culebras.  El  dios  que  man- 
dan por  mensajero  al  sol  para  que 
se  mueva,  es  Tlotli,  el  gavilán,  y  el 
dios  que  le  arroja  las  flechas  esC/- 
///,  la  liebre.  El  sol  aquí  nace  tam- 
bién de  una  hoguera,  siguiendo  la 
tradición  primitiva;  pero  al  nacer 
se  mueren  los  dioses.  Es  la  religión 
nueva  manifestada  por  la  consagra 
ción  de  las  pirámides,  que  destru- 
ye la  vieja  idolatría;  pero  no  la 
destruye  desde  luego;  el  sol  no  anda» 


y  mata  primero  á  Ciíli  con  una  de 
las  flechas  que  le  había  arrojado;  y 
cuando  ya  se  mueve  el  sol  triun- 
fante, Xololl  mata  á  los  demás  dio- 
ses y  se  da  la  muerte.  Se  transpa- 
renta  la  terrible  lucha  religiosa  en- 
tre la  teocracia  vencedora  que  impo- 
nía su  religión  y  los  vencidos  que 
defendían  á  sus  antiguos  dioses. 
Han  luchado  desesperadamente 
contra  el  dios  nuevo;  tres  veces 
Citli  le  ha  arrojado  sus  flechas  y 
los  dioses  van  muriendo  uno  en 
pos  de  otro,  y  quedando  Xolotl, 
hasta  que  se  da  la  muerte.  Esto  ha- 
ce suponer  que  Xolotl  era  su  prin- 
cipal dios,  y  que  á  abandonar  su 
culto  se  resistieron  más  los 
nonoalca.  El  relato  de  Sahagún  lo 
confirma  plenamente.  El  aire  Eche- 
catl,  Quetsalcoatl,  la  estrella  de 
la  mañana  anuciadora  del  sol,  de  la 
nueva  era,  de  la  nueva  ley,  mata  á 
los  dioses;  pero  Xolotl  huye  y  se 
convierte  en  pie  de  maíz,  que  tiene 
dos  cañas;  encontrado,  huye  de  nue- 
vo, y  se  torna  en  maguey,  que  tie- 
ne dos  cuerpos,  mexolotl;  y  al  fin 
vuélvese  Axolotl,  animal  del  agua, 
y  entonces  perece.  Se  ve  la  lucha 
religiosa  tremenda  y  dilatada:  no 
fué  la  obra  de  un  día;  la  nueva  re- 
ligión se  impuso  tras  largos  com- 
bates. Por  eso,  para  que  anduviese 
el  sol,  para  que  triunfara  definiti- 
vamente la  nueva  creencia,  tuvie- 
ron que  morir  los  dioses  viejos;  y 
ya  el  viento  empujó  al  sol  para  que 
anduviese,  ya  las  flechas  de  Citli, 
ya  el  mosquito  en  la  fábula  de  Vey- 
tia  y  Boturini. 

« Y  el  dios  Xolotl  nos  da  la  confir- 
mación en  sus  metamorfosis  de  lo 
que  hemos  dicho  de  las  dos  prime- 
ras religiones  de  la  raza  primitiva, 
la  de  las  plantas  y  la  de  los  animales. 


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SEGUNDA  RPOCA.  TOMO  V 


395 


La  raza  monosilábica  adora  el  mai- 
zal Yólotl;  los  meca,  mezcla  de  esa 
raza  y  de  la  nahoa,  lo  convierten  en 
el  doble  maguey,  en  el  dios  Mexo- 
loll,  al  unirse  á  la  raza  del  Sur;  la 
nueva,  los  nonoalca,  tórnanlo  en 
animal,  AxolotL'y  viene  al  fin  la  ra- 
zíi  pura  nahoa,  y  concluyendo  con 
lo  que  para  ella  eran  idolatrías, 
coloca  en  la  mayor  de  las  pirámi- 
des al  sol,  á  su  gran  dios  Tonacate 
cuhtli. 

«En  el  relato  de  Sahagún  se  apli- 
ca por  completo  la  fábula  nahoa  an- 
tigua á  la  dedicación  de  las  pirámi- 
des significada  por  elnacimiento  del 
sol  y  de  la  luna.  Dos  personajes  se 
arrojan  á  la  hoguera,  Nanahuatsin 
y  Tecuctslecatl:  pero  para  dar  la  ex- 
plicación de  las  manchas  de  la  luna, 
aquí  los  dos  se  arrojan  en  la  hogue- 
•  ra,  ardiente,  y  los  dos  astros  salen 
con  igual  luz:  es  preciso  que  los  dio- 
ses le  lancen  á  la  luna  un  conejo  al 
rostro,  y  entonces  palidece,  y  queda 
con  las  manchas  que  la  vemos.  Es 
pléndida  es  en  esta  fábula  la  mag- 
nificencia con  que  el  firmamento 
espera  la  salida  del  sol:  espéranla 
Qtielzalcoall,  que  es  la  estrella  de 
la  mañana;  Totee  que  aquí  se  con- 
funde con  Tescatlipoca,  y  en  este 
caso  la  misma  luna;  Mimixcoa,  las 
culebras  de  nubes,  que  son  innume- 
rables, y  son  las  estrellas  de  las  ne- 
bulosas; y  cuatro  mujeres  que  guar- 
dan el  cielo  de  las  constelaciones. 
Todo  el  firmamento,  resplandecien- 
te de  luz  y  de  hermosura,  está  es- 
perando un  solo  instante:  la  salida 
del  sol.  Parece  que  los  astros,  co- 
mo en  deslumbradora  comitiva,  que 
preside  por  mas  bello  el  lucero  del 
alba,  se  dirigen  al  oriente,  puerta 
del  palacio  del  día,  á  recibir  al  mo- 
narca de  los  cielos  paní  palidecer 


ímte  él  y  apagar  sus  fuegos  en  el 
océano  de  llamas  del  sol. 

«Hasta  aquí  la  parte  astronómi- 
ca, que  es  la  misma  primitiva  de 
los  nahoas,  más  adornadas  de  imá- 
genes, si  se  quiere,  pero  conservan- 
do aquella  sencillez  de  los  prime- 
ros pueblos,  que  ni  los  mayores 
poetas  han  podido  igualar.  El  resto 
del  relato  es  la  parte  histórica.  He- 
mos visto  que  la  dedicación  de  las 
pirámides  hace  nacer  en  Teotihua- 
can  el  culto  del  sol  y  de  la  lunu;  que 
hubo  que  emprenderse  dilatada  lu- 
cha para  vencer  á  la  religión  vieja, 
y  que  sus  dioses  fueron  muriendo 
poco  á  poco,  siendo  el  culto  del  dios 
Yólotl,  el  más  resistente.  Pero  aun 
más  nos  dice  la  leyenda,  pues 
además  de  los  dos  personajes  que 
en  astros  debían  convertirse,  arro- 
járonseá  la  hoguera  el  ^gwW'Acuauh 
tu  y  el  tigre  ocelotl:  sin  ellos  no 
se  hace  la  transformación.  En  el 
manuscrito  de  Boturini,  el  águila 
baja  del  cielo,  y  de  entre  las  llamas 
de  la  hoguera  saca  con  sus  garras  el 
globo  rojo  del  sol.  Sahagún  nos  lo 
dice:  los  cuauhtli  y  los  ocelotl,  los 
águilas  y  los  tigres,  son  los  guerre- 
ros; y  así  encontramos  la  manifes- 
tación de  que  el  nuevo  culto  se  im- 
puso por  la  conquista  y  por  la  fuerza 
de  las  armas:  todo  es  lógico  en  la  le- 
yenda, todo  conforme  con  lo  que 
pudo  y  debió  suceder.  Y  también 
es  muy  importante  hacer  el  estudio 
de  los  dos  personajes  que'en  astros 
se  convirtieron.  Tecuct3tecatl  re- 
presenta, según  el  señor  Orozco,  la 
casta  sacerdotal,  rica  y  poderosa; 
Nanahuatzin,  el  pueblo  pobre  que 
ansiaba  la  nueva  civilización.  Fijé- 
monos en  el  significado  de  las  pa- 
labras: Náhuatl,  el  nahoa,  el  de  la 
raza  á  que  los  tolteca  pertenecían. 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


hace  su  plural  Nanahua,  los  nahoas, 
y  agregando  la  terminación  reve- 
rencial tsin,  natural  en  los  vence- 
dores, tenemos  Nanaht4at^in,  los 
señores  nahoas,  los  tolteca,  la  raza 
conquistadora.  Estos,  que  vienen 
de  peregrinar,  maltratados  y  po- 
bres, como  llegan  las  ras^s  conquis- 
tadoras, como  llegaron  los  bárbaros 
del  Norte  al  corazón  de  Europa,  se 
representan  por  el  buboso,  y  ofre- 
cen espinas  de  maguey.  Como  es  la 
raza  que  impone  el  nuevo  culto,  es 
la  que  se  arroja  decidida  ala  hogue- 
ra, y  hecha  sol,  recibe  por  altar  la 
más  alta  pirámide,  el  Tonatiuh  It- 
Bacnal.  El  otro  personaje  es  TecM- 
ci^ tecali,  la  personificación  de  la 
raza  vencida.  Tecume,  quiere  decir 
abuelos;  cicilin  significa  abuelas; 
lecatl  es  el  nombre  del  habitante  de 
un  pueblo.  No  se  usa  la  partícula 
reverencial /^/w,  pues  jamás  los  ho- 
nores y  las  glorias  son  para  los  ven- 
cidos. El  nombre  todo  significa:  el 
habitante  de  la  tierra  de  nuestros 
abuelos,  es  decir,  los  nonoalca  de 
Teotihuacan.  Están  en  su  ciudad 
poderosa  y  rica  y  suntuosas  son 
sus  ofrendas;  pero  no  aceptan  la 
nueva  religión.  Tecucistecall  cua- 
tro veces  se  dirige  á  la  hoguera  y 
otras  tantas  retrocede:  solamente 
cuando  ve  á  Nanahtiatzin  arrojarse 
en  ella,  cuando  los  nahoas  ya  han 
impuesto  la  nueva  religión,  es  cuan- 
do él  se  arroja,  cuando  acepta  la  ley 
nueva:  y  eso  mediante  la  interven- 
ción de  la  conquista  armada.  Estas 
vacilaciones  de  Tccucizlecall  con- 
cuerdan  con  la  muerte  de  los  dioses 
viejos  para  que  camine  el  culto  nue- 
vo, con  la  triple  resistencia  de  Xololl. 
Pero  los  adeptos  que  no  tuvieron  la 
primera  fe  no  merecen  tantos  ho- 
nores como  el  pueblo  que  impuso 


el  culto;  y  así  Tecudslccall  no  es 
sol,  sino  que  en  luna  se  convierte, 
y  por  altar  le  toca  la  pirámide  más 
baja  el  Mesllt  Ilsacual. 

No  se  encuentra,  ni  en  los  Vedas 
ni  en  Hesiodo,  leyenda  más  hermo- 
sa, astronómica  é  histórica  á  la  vez, 
como  el  nacimiento  del  sol  y  de  la 
luna  cuando  la  muerte  de  los  vie- 
jos dioses  de  Teotihuacan.* 

Con  la  excepción  de  las  etimolo- 
gías que  atribuye  Cha  vero  á  los  nom- 
bres de  los  dioses  que  figuran  en  las 
leyendas,  estamos  conformes  con  la 
interpretación  de  los  mitos,  tantp 
más,  cuanto  que  con  ellas  se  desva- 
nece el  error  de  atribuir  á  los  tolte- 
cas,  no  la  dedicación  al  nuevo  culto 
de  los  dioses,  sino  la  erección  de  las 
pirámides,  la  cual  permanecerá  por 
mucho  tiempo  ignorada. 

Tulnahuac.  Era  el  70.^  edificio  ck  • 
los  78  en  que  estaba  dividido  el  tem- 
plo mayor  de  México.  Dice  Saha- 
gún  que  en  él  mataban  muchos  cau- 
tivos cuando  com.enzaba  á  reinar  el 
signo  Ceniquistli,  en  honor  de  Tez- 
caltlipoca. 

Tzacualli.  (Lo  que  tapa,  oculta  ó 
encierra  algo,  derivado  de  tsacua 
«atapar  ó  cerrar  algo>»(Molina);/)nii, 
en:  «En  el  encierro  ó  tapadero.») 

La  etimología  de  Tzacualli  ha  da- 
do mucho  que  hacer  á  los  autores, 
sin  que  ninguno  de  ellos  haya  acer- 
tado con  la  propia,  como  se  puede 
ver  en  diversos  nombres  geográfi- 
cos en  que  entra  como  elemento 
principal. 

Al  escapar  los  aztecas  de  la  ser- 
vidumbre de  Colhuacán,  se  fueron 
á  un  punto  que  existe  todavía  al  Nor- 
te de  Guadalupe  Hidalgo,  que  en- 
tonces estaba  á  la  orilla  del  la- 
go de  Texcoco,  y  esto  pasaba  en 
934  de  nuestra  era. 


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SEGUNDA   ÉPOCA    TOMO  V. 


397 


El  seftor  Orozco  y  Berra,  inter- 
pretando un  jeroglífico  del  señor  Si- 
güenza  y  Góngora,  sobre  la  pere- 
grinación de  los  Aztecas  en  el  Valle 
de  México,  ha  llamado  á  ese  pueblo 
Asacualco.  El  jeroglífico  lo  forma 
un  grupo  compuesto  de  una  garza, 
axtaih  del  símbolo  del  agua,  atl,  y 
de  una  olla,  cowitl;  y  el  Sr.  Chave 
ro,  juzgando  sobre  la  interpretación 
del  señor  Orozco,  forma  el  vocablo 
en  el  siguiente  orden:  garza  «^.agua 
a,  orilla  co,  y  en  final  aleo:  As- 
a-co-alco.  Salvo  el  respeto  que  se 
debe  á  estos  dos  mexicanistas,  nos 
atrevemos  á  asegurar  que  la  inter-  : 
pretación  no  es  exacta.  Los  signos  i 
del  jeroglífico  son  puramente  mne 
mónicos  ó  recordativos  de  las  síla- 
bas iniciales  de  las  palabras  que  for-  ■ 
man  el  nombre,  y  los  señores  Oroz- 1 
co  y  Chavero  los  toman  por  foné- 
ticos y  aun  ideográficos. 

El  señor  Olaguíbel,  en  su  Onoma- 1 
tología  del  Estado  de  México,  dice ' 
que  se  forma  el  nombre  de  ainacua, 
tapar  ó  cerrar  el  agua  por  medio  de  \ 
compuerta,  de  ro,  lugar,  y  que  sig- 
nifica: «Donde  se  tiene  el  agua.»  En 
el  fondo  es  aceptada  la  interpreta- 
ción del  Sr.  Olaguíbel,  pero  no  satis- 
face los  requisitos  gramaticales.  Si 
el  verbo  alzacua  fuere  elemento  de 
la  palabra,  su  estructura  sería  ésta: 
Atsacualoyan. 

La  voz  isactialU  ha  dado  mucho 
que  hacer  á  los  etimologistas. 

El  Sr.  Olaguíbel  dice:  tsacualli, 
pirámide.  Teniendo  en  cuenta  que 
la  forma  de  los  tsacualli  es  casi 
siempre  piramidal,  puede  admitir- 
se esa  traducción. 

El  Sr.  Orozco  y  Berra,  interpre- 
tando el  jeroglífico  de  Zacualpan, 
dice:  «Compuesto  (el  jeroglífico) de 
un  tsacualli,  pirámide  con  una  ma- 


no encima,  ideográfico  derivado  de 
saloa,  «hacer  pared  ó  engrudar,» 
y  áe  cualli,  «cosa  buena:-  Zacual- 
pan, «donde  se  hacen  buenas  pare- 
des, donde  se  construye  bien.»  Tsa- 
cualpan,  «Sobre  la  pirámide.» 

Parece  increíble  que  el  sabio 
Orozco  y  Berra  haya  dado  tal  inter- 
pretación. 

La  significación  de  ^lugar  donde 
se  hacen  buenas  paredes »  se  dice 
en  mexicano :  Cultepanchihualoyan, 
ó  Huelsaloloyan. 

El  Sr.  Eufemio  Mendoza  dice  que 
Tsacualpan  significa:  «Sobre  el  es- 
condite ó  sepulcro,»  porque  Isacua- 
///significa  escondite  «y  aveces»  se- 
pulcro. Una  cueva,  ostotl,  puede 
servir  de  sepulcro,  ó  escondite,  y 
no  por  eso  significa  una  ú  otra  cosa. 

El  Dr.  Peflafiel  es  el  que  más  se 
acerca  á  la  verdadera  interpreta- 
ción del  vocablo;  pero  incurre  en 
algunas  inexactitudes  en  la  estruc- 
tura de  la  palabra.  Dice  así:  «Debe 
escribirse  Teísacualco,  de  origen 
mexicano,  «lugar  de  cárcel,»  com- 
puesto de  tetzacualiztli,  prisión,  y 
de  la  final  de  lugar;  el  jeroglífico  es 
ideográfico:  «un  lugar  fortificado.» 

Los  verbos  activos  ó  transitivos 
en  el  idioma  mexicano  van  siempre 
precedidos  de  las  partículas  tía  6  te, 
según  que  su  acción  se  ejecuta  en 
cosa  ó  en  persona;  estas  partículas 
significan  tía,  algo  ó  alguna  cosa  y 
te,  algún. 

El  verbo  tzacua,  por  ejemplo,  se 
conjuga  nttlatsacua,  yo  encierro 
algo,  ó  m'tet^acua,  yo  encierro  á  al- 
guno. 

Cuando  se  expresa  la  persona  pa- 
ciente se  suprimen  las  partículas 
tía  y  te,  v.  g.,  coatsacua,  yo  encie- 
rro la  culebra.  Los  principios  sus- 
tantivos y  adjetivos  derivados  de 

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398 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


estos  verbos  activos,  conservan  las 
partículas  tía  y  te,  v.  g.,  tetsacuani, 
*el  que  encierra  á  alguno,»  tlatsa- 
cuani,  «el  que  encierra  algo,»  tía- 
tj^acualistli,  «el  acto  de  encerrar  ó 
tapar  algo,»  tetsacualistli,  «el  acto 
de  encerrar  á  otros  ó  encarcelarlos. » 
(Molina)  tlatsacualli,  «donde  se  en- 
cierra alguna  cosa.» 

Molina  le  da  á  tlatzacualli  la  sig- 
nificación concreta  de  «cerca  de  es- 
tacas ó  de  ramas,»  que  generalmen- 
te sirve  para  encerrar  algo. 

Cuando  no  se  puede  determinar 
si  el  paciente  es  cosa  ó  persona,  en- 
tonces se  suprimen  las  partículas 
y  por  eso  se  dice,  iBactialistli,  el  ac- 
to de  encerrar,  tzacualli,  encierro; 
y  por  eso  en  los  nombres  geográfi- 
cos Tsacualpany  Tsacualco,  se 
usan  sin  las  partículas;  pues  en  los 
edificios  que  dan  nombre  al  lugar, 
pueden  encerrarse  indistintamente 
cosas  ó  personas,  ó  unas  y  otras. 

Conocida  la  significación  de  te- 
t'^^acualtstli <^e\  acto  de  encerrar, 
etc.,  etc.,»  se  comprende  fácilmente 
que  no  puede  ser  el  elemento  prin- 
cipal de  Tsacualco  ni  de  Tetsacual- 
co,  como  dice  el  Dr.  Peftafiel,  por- 
que los  edificios  que  dan  nombre  al 
lugar  no  son  «actos  de  encerrar»  si- 
no «lugares  de  encierro,»  y  á  estos 
lugares  se  les  llama  tsacualli, como 
veremos  después. 

Además,  si  tsacualistlt  ó  tetsa- 
cualiBtli  fueran  el  elemento  de 
T:zacualco  ó  Tel::acnalco,  los  nom- 
bres correctos  serían  TBacualizco6 
Tetzacualizco,  porque  los  nombres 
acabados  en  ///,al  entrar  en  compo- 
sición, sólo  pierden  el  ///.  y  el  Dr. 
Peftafiel  les  hace  perder  las  finales 
izilí,  lo  cual  repugna  á  la  morfolo- 
gía náhuatl. 

Los  participios  pasivos  mexica- 


nos se  forman  de  la  voz  pasiva  del 
presente  de  indicativo,  mudando  en 
///  la  final,  ó  en  //,  si  á  otra  precede  /, 
así  de  natnaco,  soy  vendido,  se  de- 
riva tlanamaclli,  vendido;  y  de  tza- 
cualco,  soy  encerrado,  se  forma 
tsacualli,  encierro.  Casi  todos  los 
participios  pasivos  hacen  veces  de 
substantivos;  por  esto  tsacualli  se 
traduce  «encierro,»  «tapadera.»  etc., 
etc.,  derivado  de  tsacua,  «tapar  ó 
cerrar.» 

Los  nahoas  construían  montícu 
los  en  forma  de  conos,  de  pirámides, 
de  tres  polígonas,  etc.,  etc.,  y  los  de- 
jaban huecos  para  encerrar  joyas, 
ídolos,  objetos  del  culto,  y  á  veces 
cadáveres.  A  estos  montículos  hue- 
cos llamaban  tsacualli.  Algunos  de 
estos  tsacualli  eran  construidos 
desde  su  base  con  piedras  y  arga- 
masa, y  les  daban  generalmente  la 
forma  de  pirámides  con  escalones, 
en  todos  ó  en  alguno  de  sus  lados, 
y  en  el  jeroglífico  de  estos  ponían 
al  lado  de  la  pirámide  un  brazo,  pa- 
ra significar  la  obra  de  mano  que 
habían  empleado,  y  para  distinguir- 
los de  los  otros  tsacualli  que  for- 
maban, aprovechando  un  cerro  ó 
montecillo  natural.  A  los  puebleci- 
llos  situados  en  torno  de  la  pirámi- 
de, cuando  éstos  no  tenían  un  nom- 
bre propio,  como  Teotihuacan,  Cho- 
lula,  Xochicalco,  etc.,  etc.,  les  daban 
el  nombre  genérico  de  Tsacualpan 
y  al  pueblo  en  que  estaba  el  tsacua- 
lli, el  de  Tsacualco,  y  por  eso  hay 
tantos  pueblos  en  la  República  que 
llevan  el  nombre  de  Zacualpan,  Za- 
cualco :  cuando  el  tsacualli  estaba 
dedicado  á  una  deidad  particular 
llevaba  el  nombre  de  ésta,  tal  era 
Coatzacoalco. 

Los  que  sostienen  que  Santo  To- 
más  apóstol    predicó    el   evange- 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


399 


lio  en  Anahuac,  dicen  que  Quetsa- 
coatí  fué  Santo  Tomás  y  que  cuando 
se  fué  á  la  orilla  del  mar  para  mar- 
charse, se  escondió  en  un  lugar  cer- 
cano á  la  playa,  y  que  por  eso  se  le 
dio  el  nombre  á  ese  lugar  de  Coat- 
sacoalco,  «Donde  se  escondió  la  C«- 
lebra,»' esto  es,  Quelsalcoail;  pero 
añaden  que  Coall  no  tiene  aquí  el 
significado  de  «culebra,»  sino  el  de 
mellizo,  que  eso  significa  también 
Coatí,  «Coate,»  pues  que  Santo  To- 
más se  llamó  Dydimtis,  el  mellizo, 
el  gemelo;  y  por  esto  el  P.  Servan- 
do Teresa  de  Mier,  siguiendo  á  Si- 
güenza  y  á  Borunda,  dice:  «Luego 
á  Cholollan  á  donde  por  fin  persi- 
guiéndole entró  Huetnac  con  un 
ejército  y  él  (Quetsalcoatl),  se  em- 
barcó para  Campeche  y  las  Islas  en 
Coatsacoalco, que  desde  entonces  se 
llamó: « donde  se  esconde  el  mellizo, » 
esto  es,  el  «cuate,»  coatí.  El  P.  Ser- 
vando Teresa  de  Mier,  dice:  «  Si  el 
barón  de  Humboldt  hubiese  sabido 
que  el  nombre  verdadero  era  Coat- 
-&acoa/co,hubiera  dicho  que  significa 
«  donde  se  esconde  la  culebra,»  por- 
que allí  se  embarcó  y  desembarcó 
Queísalcoatl.»  En  otro  lugar,  refi- 
riendo la  persecución  que  Huemac 
hizo  á  Quetsalcoatl.  dice  el  mismo 
P.  Mier:  «Luego  llegó  á  Chololan,  á 
donde  por  fin,  persiguiéndole,  entró 
Huemac  con  un  ejército,  y  él  se  em- 
barcó para  Campeche  y  las  Islas  en 
Coaísacoalco.que  desde  entonces  se 
llamó  *  donde  se  esconde  el  melli- 
zo,» 

Hablando  el  P.  Sahagún  de  la  crea- 
ción del  Sol  y  de  la  Luna  en  Teoti 
huacan  dice:  «A  cada  uno  de  éstos 
(Tecucistecatl  y  Nanahuatsin,  dos 
dioses  que  ofrecieron  arrojarse  al 
fuego  para  convertirse  en  sol  y  en 
luna)  se  le  edificó  una  torre  como 


monte;  en  los  mismos  montes  hicie- 
ron penitencia  cuatro  noches  y  aho- 
ra se  llaman  estos  montes  t^aqualli, 
están  ambos  cerca  del  pueblo  de  S. 
Juan  que  se  llama  Teuhtioacan. . . . 
»  Este  pasaje  nos  ha  autori- 
zado á  traducir  tsacuallt,  templo 
donde  está  encerrado  algún  dios. 

Tzapotlatenan.  (Tsapotla,  pue- 
blo llamado  así,  zapotal;  tenantli,  la 
madre  de  alguno:  ^La  madre  de 
ysa/>o//a  ó  del  Zapotal.»)  Diosa  de  la 
medicina,  porque  fué  la  inventora 
del  aceite  llamado  oxitl,  hoy  llama- 
do ojite  de  rey^  y  de  algunos  otros 
remedios.  La  honraban  anualmente 
con  sacrificios  de  víctimas  huma- 
nas y  con  himnos  compuestos  en 
loor  suyo. 

Sahagún,  refiriéndose  á  esta  dio- 
sa, trae  la  curiosa  relación  siguien- 
te: 

«Estadiosaquese llamaba  Tzapu 
tlatena,  porque  se  decia  que  habia 
nacido  en  el  pueblo  de  Tsapntla,  lla- 
mábase también  la  madre  de  isa- 
putla,  porque  fué  la  primera  que 
inventó  la  resina  que  se  conoce  con 
el  nombre  de  vxill,  que  es  un  acei- 
te sacado  por  artificio  de  la  resina 
del  pino,  que  aprovecha  para  sanar 
muchas  enfermedades:  primera- 
mente aprovecha  contra  una  mane- 
ra de  bubas  ó  sarna,  que  nace  en  la 
cabeza,  que  se  llama  quaxococuix- 
tli,  y  también  contra  otra  enferme- 
dad es  provechosa  que  nace  en  la 
cabeza  que  es  como  bubas,  que  se 
llama  chaquachichustli,  sirve  tam- 
bién para  la  sarna  de  la  cabeza: 
aprovecha  asimismo  contra  la  ron- 
quera de  la  garganta,  contra  las 
grietas  de  los  pies  y  de  los  labios;  es 
también  buena  contra  los  empei- 
nes que  nacen  en  la  cara,  ó  en  las 
manos:  contra  el  Usagre  y  contra 


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400 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Otras  muchas  enfermedades  es  bue- 
na; y  como  esta  muger  debió  ser  la 
primera  que  halló  este  aceite,  con- 
táronla entre  las  diosas,  y  hacíanla 
fiesta  y  sacrificios  aquellos  que  ven- 
den y  hacen  este  aceite  que  se  lla- 
ma VXítl.» 

Tzapotlateohuatzin.  ( Tsapotla, 
pueblo  llamado  así;  teohua,  el  que 
tiene  á  dios,  sacerdote,  tsintli,  ex- 
presión reverencial:  «El  sacerdote 
deladiosa  r^fl/)0//a.*)  Nombre  que 
daban  al  sacerdote  encargado  del 
culto  de  la  diosa  Tsapotlatenan; 
tenía  obligación  de  proveer  de  pa- 
pel y  copal  y  de  todo  lo  demás  que 
era  menester  para  los  que  morían 
ó  mataban  en  la  fiesta  de  la  diosa. 

Tzatzapaltamalli.  (Tsatsapalli, 
maíz  grueso,  gordo;  tamalli,  tamal: 
« tamales  de  maíz  grueso. » )  Tamal  es 
que  se  hacían  en  la  fiesta  dedicada 
á  la  diosa  Coatlicue, 

Tzatzitepetl.  (TsatBÍlÍBtli,  gri- 
to; tepeil,  monte:  «Monte  de  los 
gritos.»)  Montaña  cercana  á  Tula, 
donde  un  pregonero  convocaba  á 
gritos  á  los  vecinos  de  los  pueblos 
y  aldeas  para  el  culto  de  Quefsal- 
coatl. 

Los  cronistas  asientan  que  en  ese 
monte  publicaban  las  leyes  de  Que- 
tsalcoatl  cuando  fué  rey  de  Tula, 
por  medio  de  pregoneros  cuyos  gri- 
tos se  oían  hasta  más  de  cien  le- 
guas. 

Tzinacan.  Murciélago.  Esta  ave 
era  muy  simbólica  entre  los  nahoas 
y  objeto  de  un  culto  reverencial 
muy  profundo.  Paso  y  Troncoso, 
explicando  las  fiestas  de  la  veinte- 
na Ochpaniztli,  en  la  página  XXX 
del  Códice  Borbónico,  dice  que  la 
leyenda  del  Murciélago  es  demasía 
do  libre  para  darle  cabida  en  su  li- 
bro; pero  remite  al  lector  al  Códicr 


Goupn.,  donde  ha  sido  transcrita  la 
del  Códice  Nuttall,  que,  cuando 
escribía  Troncoso,  aun  no  se  había 
publicado,  y  él  sólo  dice  lo  siguiente: 
«El  Murciélago  nació  de  Keífal- 
koatl,  y  por  eso  en  el  Códice  FA- 
BREGA  lo  vemos  con  la  librea  del 
dios  del  aire,  como  lo  he  dicho  en  la 
nota;  fué  despachado  por  los  dioses 
á  Xuxiketcalli  cuya  fiesta  viene 
anunciando  aquel  animal  en  nues- 
tra pintura,  según  antes  dije;  y, 
cumplida  su  misión,  lo  enviaron  á 
Mikilantcukili,  de  quien  lleva  los 
arreos  en  este  Códice,  lo  que,  según 
entiendo,  es  una  reminiscencia  de 
aquella  misión:  de  todas  estas  em- 
bajadas resultó  la  creación  de  las 
flores  fragrantés,  y  ya  hemos  visto 
que  los  indios,  por  este  tiempo  de 
la  venida  de  los  hielos,  hacían  una 
fiesta  para  despedirse  de  las  ro- 
sas, lo  que  también  explica  la  in- 
tervención del  Murciélago  en  aque 
lia  circunstancia,  como  quien  podía 
contribuir  á  que  las  flores  fragran- 
tés no  desaparecieran,  ó  más  bien 
áque  se  renovaran.— Délos  dos  co- 
yotes bailadores  habrá  que  decir 
muy  poco:  tienen  ambos  la  misma 
librea,  y  cargan  á  las  espaldas  esos 
armazones  á  modo  de  cacastles,  ya 
mencionados  en  otras  partes:  uno 
tiene  su  cuerpo  y  sus  vestidos  de  pa- 
pel, teñidos  de  color  negro  morado; 
en  el  otro  predomina  el  color  de  ro 
sa  en  cuerpo  y  vestidos.  La  función 
que  desempeñaban   ambos  en  la 
fiesta  no  es  fácil  atinarla:  sabemos 
que  con  el  nombre  de  Cuitlax-ue- 
uetke  hacían  de  padrinos  de  las 
víctimas  destinadas  al  desolla- 
miento,  cuando  éstas  combatian; 
pero  en  este  mes,  aunque  sacrifica- 
ban y  desollaban  esclavos  y  cauti- 
vos, no  se  sabe  que  combatieran  con 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


401 


ellos;  diré  pues,  que  ó  los  coyotes  en- 
traban en  la  ceremonia  siempre  que 
habia  desollamiento  simple,  ó  había 
sacrificio  gladiatorio  en  este  mes,  y 
los  autores  no  lo  han  descrito.» 

No  obstante  la  crudeza  de  la  le- 
yenda del  Murciélago,  transcribi- 
remos aquí  la  del  Códice  Nuttall. 
que  ya  está  publicada,  y  no  tenemos 
escrúpulo  en  insertarla  á  la  letra 
porque,  en  obras  de  este  género,  la 
verdad  debe  presentarse  siempre 
desnuda  para  comprender  todo  el 
sentido  de  un  mito,  y  también,  por- 
que, en  general,  cuando  el  pudor  se 
anida  en  los  labios,  es  porque  ya  hu- 
yó del  corazón. 
La  leyenda  es  la  siguiente: 
«Este  demonio  q  aqui  esta  pinta- 
do dizen  q  hizo  vna  gran  fealdad 
nefanda  q  este  ^al^oatl.  estando  la- 
vándose tocando  con  sus  manos  el 
mienbro  Viril,  hecho  desi  lasimien- 
te,  y  la  arronjo  engima  devna  pie- 
dra, yallina^io  elmorcielago  al  qual 
enbiaron  losdioses  q  mordiese  a 
Vna  diosa,  q  ellos  llamauan  suchi- 
qcal  q  quiere  dezir  Rosa,  q  lecor- 
tase  de  Vn  bocado  lo  que  tiene 
dentro  del  mienbro  femíneo  Ye  es- 
tando ella  durmiendo  lo  cortó  ylo 
traxo  delante  de  los  dioses  y  lo  la- 
uaron  y  del  agua  q  dello  de  Rama 
ron  salieron  Rosas  q  no  huelenbien. 
ydespues  el  mismo  morcielago  lie 
vo  aqlla  Rosa  al  mictlan  te  cutli  y 
alia  lolauo  otra  vez.  y  del  agua  q 
dello  salió  salieron  Rosas  olorosas, 
qellos  llaman  súchiles,  por  deri- 
ba<;íion  desta  diosa,  qellos  llaman 
.suchi  quegal.  yansi  tienen  q  las 
Rosas  olorosas.  Vinieron  del  otro 
mundo,  decasa  deste  ydolo.  qellos 
llaman  mictlan  tecutli.  y  las  q  no 
huelen  di;^en  q  son  nagidas  desde 
el  principio  enesta  tierra.» 


Tzinteotl.  Orozco  y  Berra,  por- 
que vio  escrito  el  nombre  con  el 
primer  elemento  Tsin,  le  da  la  sig- 
nificación de  «diosa  original,»  por- 
que 7>//í/// significa  figuradamente 
fundamento,  origen;  pero  la  inter- 
pretación de  Orozco  y  Berra  es 
errónea  porque  el  nombre  de  la 
diosa  es  Cinteotl,  que  so  compone 
de  cintli,  variante  de  Centli.  «ma- 
zorca de  maíz.»  Nada  tiene  que 
ver,  por  lo  mismo,  la  palabra  ó  ca- 
lificativo «original»  que  le  da 
Orozco. 

Esta  diosa  Cinteotl  ó  Centeotl  es 
de  la  que  Clavigero  dice  lo  siguien- 
te: •  Centeotl,  diosa  de  la  tierra  y 
del  maiz.  Llamábanla  también  To- 
nacayohua,  es  decir,  la  que  nos  sus- 
tenta. En  México  tenia  cinco  tem- 
plos, y  se  le  hacían  tres  fiestas  en 
los  meses  tercero,  octavo  y  undé- 
cimo; pero  ninguna  nación  la  reve- 
renció tanto  como  los  totonacas 
que  la  veneraban  como  su  principal 
protectora  y  le  edificaron  un  tem- 
plo en  la  cima  de  un  alto  monte, 
servido  por  muchos  sacerdotes 
esclusivamente  consagrados  á  su 
culto.  La  miraban  con  gran  afecto, 
porque  creían  que  no  gustaba  de 
víctimas  humanas,  sino  que  se  con- 
tentaba con  el  sacrificio  de  tórto- 
las, codornices,  conejos  y  otros  ani- 
males, que  le  inmolaban  en  gran 
cantidad.  Esperaban  que  ella  los 
libertaria  finalmente  del  tiránico 
yugo  de  los  otros  dioses,  los  cuales 
los  obligaban  á  sacrificarle  tantos 
hombres.» 

Tzitzimime.  fPlural  de  Tsitm- 
mith  -flecha  ó  dardo  que  pica,  que 
penetra.»)  Algunos  cronistas  como 
Sahagún,  traducen  Tsitmmiil  por 
diablo,  demonio,  habitante  del  aire, 
otros  los  consideran  en  general  co- 

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402 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mo  monstruos,  y  otros,  por  último, 
como  fieras  que  habían  de  bajar 
del  cielo  para  comerse  á  los  hom- 
bres al  fin  del  mundo.  En  el  Códi- 
ce ZumArraga  se  dice  que  los  Tsi- 
tsimime  habitaban  uno  de  los  altos 
cielos  y  que  son  mujeres  descarna- 
das, puros  esqueletos,  que  bajan  á 
la  tierra  para  causar  males. 

En  el  Códice  Nuttall,  en  el  folio 
76,  está  pintado  un  Tsitsimitl  en  la 
forma  más  espantosa  que  se  puede 
imaginar,  y  el  intérprete  dice: 

*Esta  es  vna  figura  délos  baños 
délos  yndios  q  ellos  llaman  temaz- 
cale  do  tienen  puesto  vn  yndio  ala 
puerta,  q  era  a  bogado  délas  enfer- 
medades y  quando  algún  enfermo 
y  Va  alos  baños,  ofrecíanle  engien- 
so.  que  ellos  llaman  cópale,  aeste 
ydolo  yteñianse  el  cuerpo  denegro, 
en  Veneración  del  ydolo  que  ellos  lla- 
man tezca  tepocatl  ques  vno  de  sus 
nayorales  (sic)  dioses.  Vsauan  en 
estos  Vanos  otras  vella  q  rias  ne- 
fandas hazian.  q  es  bañarse  mu- 
chos yndios  oyndias  desnudos  en- 
cueros  ycometian  dentro  gran  feal- 
dad y  pecado  enestebaño.» 

Paso  y  Troncoso  expone  que  en  el 
Códice  Borbónico  figuran  los  dioses 
infernales  y  algunos  otros  con  el 
nombre  de  TBitsimime,  como  Mic- 
tlantsÜBimitl,  nombre  de  Mictlante- 
cuhtlt,  señor  del  infierno,  Mictlan 
xihuutpitsimitl,  la  mujer  de  Mic- 
tlantecuhtli.  También  dice  Paso 
y  Troncoso  que  algunos  dioses  les 
daban  el  nombre  de  T süsimit I  nnte- 
poniendo  los  nombres  calificativos 
de  los  colores,  como  Istactsitsi- 
mili,  monstruo  blanco,  Xoxouhcal- 
tsitsimitl,  monstruo  azul,  CoBtutBÍ- 
niitl,  monstruo  amarillo,  Itlatlauh- 
catzitBimiil,  monstruo  rojo,  nom- 
bres que  daban  respectivamente  á 


las  divisas  que  usaban  los  monar- 
cas mexicanos. 

El  mismo  Paso  y  Troncoso,  se- 
gún Chavero,  opina  porque  el  nom- 
bre de  TsÜBimitl  con  los  calificati- 
vos de  los  colores  se  dieron  primi- 
tivamente á  los  siete  planetas  co- 
nocidos, que  los  creían  monstruos 
coloreados  que  andaban  en  el  aire. 

Chavero,  refiriéndose  al  templo 
mayor  de  México»  habla  de  los  Tsi- 
taimine,  y  dice: 

•Alrededor  de  la  mesa  superior 
del  teocalli  y  sirviéndole  como  de 
bastiones  ó  almenas,  estaban  los 
monolitos  de  basalto  esculpidos  que 
Duran  llama  Tsüsimite  (TBÜsimi- 
ne).  También  ha  querido  la  fortu- 
na que  se  haya  encontrado  uno  de 
ellos.  Hizo  se  el  hallazgo  en  14 
de  enero  de  1792:  lo  vio  Gama  y 
sacó  el  dibujo  de  sus  caras,  que  si 
bien  no  es  completamente  exacto, 
da  buena  idea  de  la  escultura.  Lo 
creyó  Gama  una  almena  de  la  ca- 
pilla de  Huiísilopochtliy  por  encon- 
trar en  sus  relieves  relación  con 
los  atributos  de  este  dios  y  con  los 
de  su  compañero  Tlacahuepancuex- 
coisin,  que  estaba  con  él  en  la  mis- 
ma capilla.  Refiere  Gama  que  te- 
nía de  altura  como  de  tres  varas 
castellanas  y  el  grueso  correspon- 
diente á  sus  labores,  y  que  por  su 
mucho  peso  y  tamaño  determinaron 
los  directores  del  empedrado  ha- 
cerlo pedazos  dándole  cohete.  Pero 
no  fué  destruido  por  completo.  En 
el  año  de  1873  volvió  á  descubrirse 
en  el  atrio  de  la  Catedral,  inmedia- 
to á  la  cruz  que  da  frente  á  Palacio, 
aun  cuando  bien  puede  ser  otro  de 
aquellos  adornos  de  la  plataforma 
superior  del  teocalli.  Volvióse  á  en- 
terrar la  piedra  en  el  mismo  lugar, 
y  vamos  á  dar  nuestra  opinión  so- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


403 


bre  ella.  Basta  ver  uno  de  los  lados 
de  la  piedra  para  observar  en  él 
los  dientes  de  Tlaloc,  pero  como  no 
es  el  mismo  Tlaloc  que  estaba  en 
una  de  las  capillas  del  teocalli,  pu- 
diera deducirse  que  estos  grandes 
monolitos  colocados  á  su  derredor 
eran  los  tlaloque,  los  cuales  acom- 
pañaban á  aquel  dios.  Mas  si  ob- 
servamos que  las  bolas  del  remíite 
y  todos  los  adornos  de  la  otra  cara 
son  signos  cronológicos,  dando  la 
razón  á  una  idea  del  señor  Tronco- 
so/ quien  cree  que  el  gran  teocalli 
era  al  mismo  tiempo  un  gran  ob- 
servatorio a.stronómico,  compren- 
deremos que  esos  monolitos  no  só- 
lo eran  grandiosos  adornos,  sino 
instrumentos  para  la  ciencia  de  los 
sacerdotes.  Hay  más:  Duran  los  lla- 
ma tait&imite  (tsitsimime),  y  el  se- 
ñor Troncoso  encuentra  que  los 
tsist imite  (tsitmmime)  eran  los  pla- 
netas y  aun  entra  en  curiosas  com- 
binaciones cronológicas  entre  el  pe- 
ríodo del  Tonalamatl  y  los  de  Mer- 
curio, Marte,  Júpiter  y  Sfiturno.  Esto 
traería  una  revolución  completa  en 
las  ideas  anteriores  y  resultaría 
que  la  cronología  nahoa  era  resul- 
tado de  un  sistema  complexo  del 
cómputo  de  los  siete  astros  obser- 
vados por  los  antiguos,  y  estando 
en  las  capillas  Tlaloc,  representan 
te  de  la  luna,  y  Huilzilopochtli,  que 
correspondía  á  Venus,  lógico  era 
que  estuviesen  en  los  cuatro  extre 
mos  los  tsitmmite  (tBitsimime)  re- 
lativos á  Mercurio,  Marte,  Júpiter  y 
Saturno.  Pero,  además,  los  extre- 
mos superiores  de  los  monolitos 
bien  pudieron  servir  como  gnómo- 
nes y  utilizar  su  sombra,  ya  para 
fijar  los  solsticios,  ya  para  determi- 
nar las  horas.» 
Tzoalle.    E.specie  de  pan   com- 


puesto de  huauhtli,  bledos,  amaza- 
do  con  miel.  Estos  panecillos  eran 
como  los  llamados  hoy  de  alegría. 
Los  empleaban  en  casi  todas  las 
fiestas  como  una  comida  mística,  y 
de  esa  maza  hacían  también  el  cuer- 
po de  Huitsilopochtli  para  la  cere- 
monia del  Teoctialo,  dios  comido, 
que  los  frailes  consideraron  como 
una  remembranza  de  la  comunión 
cristiana. 

Tzommolco  ó  Tzonmolco. 
[Tsontli.  cabellera  ó  cabeza,  molle, 
guisado,  manjar:  «guisado  de  cabe- 
za.») 

Era  el  67.^  edificio  de  los  78  que 
comprendía  el  templo  mayor  de  Mé- 
xico. Estaba  dedicado  al  dios  del 
fuego,  Xiuhtecutli,  y  cada  año  sa- 
caban los  sacerdotes  fuego  nuevo 
en  honor  del  dios;  cerca  de  este  edi- 
ficio estaba  un  monasterio  donde 
moraban  los  sacerdotes  encargados 
del  culto,  y  á  este  convento  llama- 
ban Tsomnwlcocalmecac.  Algún 
cronista  dice  que  este  edificio  fué 
destruido  por  un  rayo. 

Dada  la  explicación  anterior  del 
objeto  á  que  estaba  destinado  el  edi- 
ficio, no  se  percibe  el  sentido  etimo- 
lógico del  nombre,  el  cual  debe  te- 
ner una  significación  metafórica 
que  no  hemos  podido  acertar. 

Tzojnpantli.  {Tsontli,  cabeza; 
pantli,  hilera:  «Hilera  de  cabezas.») 
Edificio  que  había  en  los  templos 
en  que,  ensartadas  en  hileras,  colo- 
caban en  hilera  las  cabezas  ó  crá- 
neos de  las  víctimas  sacrificadas. 

El  P  Sahagún,  hablando  de  los  edi- 
ficios del  templo  mayor  de  México, 
enumera  varios  sompantlis  distin- 
guiéndolos con  el  nombre  del  dios  á 
que  estaban  dedicados,  y  en  todos, 
hablando  de  su  configuración,  dice: 
«...  éste  era  un  edificio  en  que  es- 


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404 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


petaban  las  cabezas  de  los  que  ma- 
taban á  honra  del  dios  Mixcoatl; 
eran  unos  maderos  que  estaban 
hincados,  de  altura  de  dos  estados, 
y  estaban  ahugerados  á  trechos  y 
por  aquellos  ahugeros  estaban  pa- 
sadas unas  bastas  ó  barales.  del 
grosor  de  bastas  de  lanza  ó  poco 
mas,  y  eran  siete  ú  ocho:  en  estas 
espetaban  las  cabezas  de  los  que 
mataban  á  honra  de  aquel  dios;  es- 
taban las  caras  puestas  acia  el  me- 
dio-dia.» 

El  P.  Clavigero.  describiendo  el 
templo  mayor  de  México,  se  refiere 
al  Zompanili  en  estos  términos: 
«Era  un  vasto  terraplén  cuadrilon- 
go y  medio  pinimidal.  En  la  parte 
mas  baja  tenia  ciento  cincuenta  y 
cuatro  pies  de  largo.  Subíase  á  la 
puerta  superior  por  una  escalera  de 
treinta  escalones,  y  encima  estaban 
erigidas  mas  de  sesenta  vigas  altí- 
simas, con  muchos  agujeros  practi- 
cados en  toda  su  longitud,  y  coloca- 
das á  cuatro  pies  de  dista^icia  una  de 
otra.  De  los  agujeros  de  una  viga 
á  los  de  otra,  habia  bastones  atra- 
vesados, y  en  cada  uno  de  ellos 
cierto  número  de  cráneos  enfilados 
por  las  sienes.» 

En  la  República  hay  dos  pueblos 
que  llevan  el  nombre  de  Zumpan- 
gOy  adulteración  de  T^ompango, 
«En  (donde  está)  el  T^ompantli.»  En 
estos  lugares  debe  haber  habido  el 
edificio  descrito  para  que  hayan 
conservado  tal  nombre,  y  debe  ha- 
ber sido  muy  notable,  pues  en  todos  \ 
los  templos,  que  eran  muchos,  de- 
be haber  habido  un  Tj^onipantli. 

Tzoncoztli.  f  Tzontli x'dheWo,  cos- 
til, amarillo:  «Cabello  amarillo.») 
Nombre  que  se  daba  al  esclavo  que 
sacrificaban  á  Tescatlipoca,  y 
que  vestían  á  semejanza  del  dios,  i 


según  costumbre,  en  todas  las  fies- 
tas. 

Tzoncuetlachtli.  (Tsontli,  cabe- 
llos; cuetlachtli,  cuero  ó  piel:  «Cue- 
ro para  los  cabellos.»  Pasoy  Tron- 
coso,  explicando  la  fiesta  de  la  vein- 
tena Quecholli,en  la  lámina  XXXIII 
del  Códice  Borbónico,  dice  acer- 
ca de  la  insignia  que  lleva  tal  nom- 
bre, lo  siguiente: 

«El  objeto  colocado  debajo  se  lla- 
ma tgonkuetlaxtli,  «cuero  para  la 
cabellera:»  es  una  diadema  entin- 
tada de  rojo,  color  que,  con  frecuen- 
cia vemos  coincidir  en  los  Códices 
con  los  objetos  hechos  de  cuero,  so- 
bre todo,  si  están  en  forma  de  tira: 
en  efecto,  aquí  forma  una  banda 
que  ciñe  la  cabeza,  y  al  llegar  al  co- 
codrillohace  moño  y  termina  en  dos 
tiras  colgantes:  un  autor  expresa- 
mente nos  dice  que  se  hacía  de  cue- 
ro colorado  esa  diadema,  quedan- 
do atadas  las  plumas  de  águila  en 
el  nudo  de  la  correa,  y  siendo  aque- 
llos objetos  el  distintivo  de  los  ca- 
zadores que  habían  ayunado  una 
quintana  en  honra  de  Kamaxtli  6 
Mixkoatl,  y  que  tomaban  ese  ata- 
vío para  ir  á  la  caza  que  se  hacía 
en  la  celebración  de  la  fiesta  del 
dios.» 

Tzonchichiltic.  (  Tsontli,  cabe- 
llo, chichiltic,  rojo  ó  rosa:  «Cabello 
rojo.»)  El  P.  Ríos,  en  el  Códice  Vati- 
cano, llama  al  tercer  sol  TsoncJnchü- 
tuque,  adulteración  de  Tzonchi- 
chiltic. (Véase  Tsonistac.)  Compa- 
raban los  indios  á  las  diversas  eda- 
des que  representaban  los  cuatro 
soles  al  color  del  cabello  de  la  ca- 
beza humana. 

Tzoniztac.  (Tsontli,  cabello,  Iz 
tac  y  blanco:  «cabello  ó  cabeza  blan- 
ca.») Chavero,  explicando  el  cuarto 
sol,  Tlaltonatiuh ,(X\Q^\  «Llamaáes- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO    V. 


405 


ta  época  Etá  delli  capelli  negri, 
edad  de  los  cabellos  negros,  para 
dar  á  entender  que  era  la  más  jo- 
ven, la  última:  así  como  llama  al 
sol  de  agua  Conisutal,  debe  ser 
TsonistaCy  cabeza  blanca,  para  sig- 
nificar que  era  la  más  vieja  la  pri- 
mera.» 

.  Tzontecoma.    (  Tsontecomatl , 
cabeza,  literalmente,  vaso  ó  teco- 1 
mate  de  los  cabellos;  mama,  car- 1 
gar:  «que  carga  la  cabeza.»)  Nom- ; 
bre  de  un  insecto  parecido  al  Ahua- 
cachapulin,  llamado  así  por  la  gran 
cabeza  que  tiene,  y  que  parece  que 
el  animal  la  carga  con  esfuerzo. , 
En   este  insecto  convirtieron  los  i 
dioses  á  Yaoil,  el  cual  había  mata- 1 
do  á  Yappan  y  á  su  mujer  Tlahui- 
tsin,  tratando  de;castigar  al  pri- 
mero por  haber  profanado  la  peña 
sagrada  llamada  Tehuehuetl  deján- 
dose reducir  por  la  diosa  Tlazol- 
ieotl.  ( Véase  Yappan.) 

Tzontemoc.  í  Tsoníli,  cabellera, 
cabeza;  Temoc,  deribado  de  Temoa, 
caer:  «cabeza  que  cae.»  Orozco  y 
Berra  dice  que  el  nombre  significa 
«el  que  inclina  la  cabeza,»  Chave- 
ro,  «el  que  cayó  de  cabeza,»  pero 
ambas  etimologííis  son  inexactas,  la 
primera,  porque  el  verbo  Temoa  no 
significa  «inclinar,»  y  la  segunda, 
porque  la  estructura  del  nombre  no 
autoriza  la  significación  que  le 
atribuye  Cha  vero.  Ts:oniemoc  tiene 
la  formación  que  Cuauhlemoc,  y  así 
como  éste,  significa  «águila  que 
cae.»  Autoriza  también  esta  inter- 
pretación la  idea  que  tenían  los  in- 
dios de  que  el  sol  era  una  cara,  que 
en  el  Oriente  se  veía  en  su  posición 
natural,  y  que  á  medida  que  ascen- 
día por  el  horizonte,  iba  cambiando 
esta  i^osición  hasta  llegar  al  Po- 
niente, donde  queda  invertida  la 


cara  y  cíie  la  cabeza  al  ocultarse 
bajo  el  horizonte.)  Nombre  que 
daban  al  sol  poniente,  que  después, 
durante  la  noche,  era  Micilante- 
cuhlli,  dios  del  infierno,  porque  iba 
á  alumbrar  á  los  muertos.  Esta  in- 
terpretación la  confirman  los  pa- 
sajes siguientes: 

«Lo  que  dijeron  y  supieron  los 
naturales  antiguos  y  señores  de 
esta  tierra,  de  los  que  morían  es: 
que  las  animas  de  los  difuntos  iban 
á  una  de  las  tres  partes,  la  una  es 
el  Infierno  donde  estaba,  y  vivia 
un  diablo  que  se  decía  Mictlante- 
cutli,  y  por  otro  nombre  Tsonte- 
moCf  y  una  diosa  que  se  llama  Mic- 
tecacioatl  que  era  muger  áeMicilan- 
tecuili,  y  las  animas  de  los  difuntos 
que  iban  al  Infierno.son  los  que  mo- 
rían de  enfermedad,  ahora  fuesen 
señores,  ó  principales,  ó  gente  ba- 
ja, y  el  día  que  alguno  se  moría, 
varón,  muger  ó  muchacho,  decían 
al  difunto  echado  en  la  cama  antes 
que  lo  enterrasen  «¡O  hijo,  ya  ha- 
béis pasado  y  padecido  los  traba- 
jos de  esta  vida!  ya  ha  sido  servido 
nuestro  señor  de  llevaros  porque 
no  tenemos  vida  permanente  en  e.»^- 
te  mundo,  y  brevemente  como  quien 
se  calienta  al  sol  es  nuestra  vida,  é 
hizonos  merced  de  que  nos  cono- 
ciésemos y  conversacemos  los  unos 
á  los  otros  en  esta  vida,  y  ahora  al 
presente  ya  os  llevó  el  dios  que  se 
llama  Mictlanteculliy  por  otro  nom- 
bre Aculnaoacatl,  ó  Tzontemoc,  y 
la  diosa  que  se  dice  Mictecacioatl, 
ya  os  puso  por  su  asiento,  porque 
todos  nosotros  iremos  allá  y  aquel 
lugar  es  para  todos,  y  es  muy  an- 
cho, y  no  habrá  mas  memoria  de 
vos:  éa  os  fuisteis  al  lugar  obscu- 
rísimo, que  no  tiene  luz  ni  venta- 
nas, ni  habéis  mas  de  volver  ni  sa- 

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406 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


lir  de  allí,  ni  tampoco  habéis  de  tener 
mas  cuidado  y  solicitud  de  vuestra 
vuelta  después  de  haveros  ausen- 
tado para  siempre  jamás;  habéis  ya 
dejado  vuestros  hijos  pobres,  huér- 
fanos y  nietos,  ni  sabéis  como  han 
de  acabar,  ni  pasar  los  trabajos  de 
esta  vida  presente,  y  nosotros  allá 
iremos  adonde  vos  estuvieredes  an- 
tes de  mucho  tiempo.  Después  de 
esto  hablaban,  y  decian  al  pariente 
del  difunto  ¡ó  hijo!  esforzaos  y  to- 1 
mad  animo,  y  no  dejéis  de  comer  y 
beber,  y  aquiétese  vuestro  corazón 
¿qué  podemos  oponer  nosotros  á  lo 
que  dios  hace?  por  ventura  esta 
muerte  aconteció  porque  alguno 
nos  quiere  mal  ó  hace  burla  de  no- 
sotros? ciertamente  es  por  cierto, 
porque  asi  lo  quiso  nuestro  señor 
que  este  fuese  su  fin.  ¿Quién  puede 
hacer  que  una  hora  6  un  dia  sea  alar- 
gado á  nuestra  vida  presente  en 
este  mundo?  Pues  que  esto  es  así, 
tened  paciencia  para  sufrir  los ' 
trabajos  de  esta  vida  presente,  y 
que  la  casa  donde  este  vivía,  es- ; 
té  yerma  y  obscura  de  aqui  ade-  j 
lante,  y  no  tengáis  mas  esperan- ! 
za  de  ver  á  vuestro  difunto.  No  ■ 
conviene  que  os  fatiguéis  mucho 
por  la  horfanidad  y  pobreza  que  os 
queda:  esforzaos  hijo,  no  os  mate 
la  tristeza:  nosotros  hemos  venido 
aquí  á  visitaros  y  consolaros  con  es- 
tas pocas  palabras  como  nos  con- 
viene hacer  á  nosotros,  pues  que 
somos  padres  y  viejos,  porque  ya 
nuestro  señor  llevó  á  los  otros  que 
eran  mas  viejos  y  antiguos,  los  cua 
les  sabían  mejor  decir  palabras  con- 
solatorias á  los  tristes,  y  con  esto 
ponemos  fin  á  nuestra  platica,  que- 
das á  dios.» 

Ni  el  P.  Kempis  hubiera  hecho 
uno  exhortación  semejante. 


Chavero,  siguiendo  las  huellas  de 
Sahagún  é  inspirándose  en  los  ído- 
los que  existen  de  Tsoníewoc  en  el 
Museo  Nacional,  dice: 

«Para  significar  el  sol  como  as- 
tro, de  su  nombre  de  Tonacatecuh- 
tli  formaron  Tonatiuh.  Lo  repre- 
sentaban entonces  por  un  círculo, 
porque  el  astro  se  manifiesta  re- 
dondo á  la  vista  y  hacia  la  circun- 
ferencia repartían  simétricamente 
y  alternados  unos  signos  en  figu- 
ra de  A  y  otros  en  forma  de  aspas. 
Tenemos  ya  al  sol  como  creador 
con  el  nombre  de  Ometecuhtli,  co- 
mo vivificador  con  el  de  Tonacatc- 
cnhtli  y  como  astro  con  el  de  Totta- 
tiuh.  La  figura  de  éste  se  ve  en  la 
Piedra  del  sol. 

«Mas  el  astro„al  terminar  su  ca 
rrera  diurna,  se  oculta  detrás  de  la 
tierra  y  entonces  lo  llamaban  los  na- 
hoas  TBontemoCy  que  quiere  decir 
el  que  cayó  de  cábesa.  De  ninguna 
manera  podemos  formarnos  mejor 
idea  de  esta  nueva  fase  teogónica 
del  astro  que  refiriéndonos  á  la  pie- 
dra de  Tuxpan  que  lo  representa. 

«Este  ídolo  es  uno  de  los  relieves 
más  notables  que  nos  dejaron  los 
antiguos  moradores  del  país.  La 
figura,  sin  perder  el  tipo  religioso, 
que  no  podía  variarse,  es  verdade- 
ramente artística.  La  cara  tiene  el 
aspecto  feroz  del  dios,  con  la  más- 
cara sagrada;  las  pupilas  son  gran- 
des y  redondas;  un  bezote  le  atra- 
viesa la  nariz;  de  enmedio  del  labio 
superior  le  salen  cuatro  dientes 
cuadrados  y  parejos,  y  de  cada  la- 
do un  colmillo  largo  y  puntiagudo; 
en  la  parte  inferior  tiene  también 
cuatro  dientes  y  dos  colmillos.  En  el 
centro  de  la  Piedra  del  sol  e.stá  éste 
representado  de  una  manera  seme- 
jante, con  una  cara  ornada  de  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V 


407 


máscara  sagrada,  con  las  dos  ore- 
jeras redondas,  una  gargantilla  pa- 
recida y  á  más  los  dientes:  y  en  una 
y  otra  piedra  se  observa  que  de  en- 
tre los  labios  del  sol  sale  una  larga 
lengua  significando  la  luz  del  astro. 
Pero  si  se  observa  el  dios  de  la  Pie- 
dra del  sol  con  sus  dos  garras  de 
águila,  se  ve  que  está  en  el  zenit 
como  cerniéndose  en  la  mitad  del 
firmamento,  mientras  que  en  la  de 
Tuxpan,  el  dios,  que  tiene  las  mis- 
mas garras  en  los  pies  y  en  las  ma- 
nos, está  en  actitud  de  bajar:  aquél 
es  Tonatiuh,  éste  es  el  sol  que  va  á 
desaparecer,  es  Tsontemoc.  Esta 
idea  está  expresada  también  y  de 
manera  admirable,  en  la  unión  de  la 
lengua  del  astro  á  otra  bífida  que 
se  ve  debajo  de  ella .  Así  como  la 
lengua  significa  la  luz  del  sol,  la  bí 
fida  era  representación  de  la  luz  de 
la  estrella  de  la  tarde,  y  la  unión 
de  ambas  lenguas  ó  luces  manifies- 
ta la  hora  del  crepúsculo,  en  que  la 
estrella  brilla  con  sus  primeros  ra- 
yos en  el  Poniente,  mientras  el  as- 
tro del  día  lanza  los  últimos  al  hun- 
dirse detrás  del  horizonte. 

«Continuando  con  la  figura  de  la 


Piedra  de  Tuxpan,  observamos  en 
ella,  alrededor  de  su  frente  y  en  vis- 
toso adorno,  un  abanico  de  veinti 
dos  rayos,  de  figura  semejante  al 
que  tienen  las  divinidades  inferna- 
les en  el  Códice  Vaticano;  y  como 
este  adorno  no  lo  usan  los  demás 
dioses,  se  comprende  que  el  sol  tie- 
ne aquí  también  la  representación 
de  Míctlantecuhtli,  el  señor  de  los 
muertos  ó  dios  de  la  mansión  de 
los  muertos.  El  motivo  de  esta 
transformación  es  muy  fácil  de  ex- 
plicar; pues  creían  los  nahoas  que 
cuando  el  sol  se  hundía  en  el  Occi- 
dente iba  á  alumbrar  á  los  muer- 
tos, á  ser  el  señor  de  la  mansión  de 
los  muertos,  el  Mictlanlecuhtli.  Los 
nahoas,  como  los  egipcios,  al  con- 
templar que  el  sol  desaparecía  en 
las  tardes  detrás  del  horizonte,  juz- 
garon que  se  iba  al  mundo  subte- 
rráneo, y  como  allí  se  figuraban 
que  estaba  el  Mictlan  ó  mansión  de 
los  muertos,  decían  que  el  sol  en  la 
noche  los  iba  á  alumbrar.  Así  el 
dios  astro,  Tonatiuh,  se  convierte 
en  Tsontewoc  al  caerla  tarde,  y  por 
la  noche  en  Míctlaníecuhili.» 


U 


Ulin.  Esta  palabra  significa  fun- 
damentalmente «Ule,»  ó  como  se  es- 
cribe hoy,  «hule.»  Los  nahoas,  vien- 
do la  elasticidad  que  tiene  esta  subs- 
tancia vegetal,  preparada  de  cierta 
manera,  le  dieron  la  significación 
«de  movimiento,»  y  con  tal  significa- 
ción los  cronistas  é  historiadores 
han  escrito  la  palabra  bajo  la  forma 
Ollen,  que  sirve  como  primer  ele- 


I  mentó  en  los  vocablos  compuestos 
nauholin,  «los  cuatro  movimientos 
del  sol»  y  nahuiolin,  fecha  del  7b- 
nalafftatl. 

Todas  las  noticias  pertecientes  á 
Uhficcatl  y  á  su  raza  se  refieren  á  la 
historia,  y  aunque  en  ésta  hay  algu- 
nas tradiciones  fabulosas,  no  nos 
ocupamos  en  ellas  porque  son  muy 
obscuras  y  carecen  de  importancia. 


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408 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Ulmecatl.  (Nombre  gentilicio  de- 
rivado deUlma  ó  Ulman,  región  des- 
conocida» que  debe  significar  *  don- 
de nace  el  hule.»)  En  una  de  las 
cosmogonías  délos  mexicanos  apa- 
rece Istacmixcoatl  con  su  esposa 
Ilancueitl,  quienes  tuvieron  seis  hi- 
jos, los  cuales  poblaron  la  tierra.  El 
tercero  de  dichos  hijos  fué  Ulmecatl, 
el  cual  fundó  á  Cuetlachcoapan,  lu- 
gar donde  hoy  está  la  ciudad  de 
Puebla,  y  fundó  también  Tontoni- 


huacan  y  á  Huitsilapan.  (Véase  Iz- 

TACMIXCOATL. 

Umeacatl.  Bajo  esta  forma  es- 
criben algunos  cronistas  Omeacall, 
una  fecha  del  Tonalanmtl  y  número 
de  orden  de  los  años. 

Hubo  un  rey  en  Misquiahuacan 
que  llevó  el  nombre  de  Umeacatl,  y 
de  él  se  dijo  que  no  había  muerto, 
porque  se  metió  en  un  Temascal 
donde  desapareció,  y  no  se  volvió  á 
tener  noticia  de  él. 


Veintena.  Ya  hemos  dicho  en  el 
artículo  Calendario,  que  el  año  so- 
lar de  los  mexicanos  se  componía  de 
diez  y  ocho  porciones  de  días,  con 
todo  lo  cual  resultaban  365  días. 
A  cada  una  de  las  diez  y  ocho  por- 
ciones de  días  le  dieron  el  nombre 
de  Veintena,  porque  se  componía  de 
veinte  días,  Cempoaltonalli. 

En  los  tiempos*  primitivos  se  for- 
maron los  días  de  la  Veintena  con 
los  cuatro  signos  iniciales  acatl, 
tecpatl,  calliy  tochitL  queya  hemos 
visto  que  significaban  los  cuatro 
vientos,  los  cuatro  elementos,  las 
cuatro  estaciones,  y  que  por  exce- 
lencia representaban  respectiva- 
mente á  los  cuatro  astros  sol,  estre- 
lla de  la  tarde,  luna  y  tierra. 

Siguiendo  los  nahoas  el  sistema 
de  su  aritmética,  estos  cuatro  sig- 
nos eran  los  simples  y  principales, 
como  lo  eran  sus  cuatro  primeros 
números.  Pero  así  como  éstos  se 
combinaban  para  hacer  el  número 
perfecto  20  en  cuatro  períodos  de 
5  (^  4  -|-  1,  tomaron  los  signos  refe- 


ridos por  símbolos  de  sus  días,  y  los 
arreglaron  primitivamente  de  la  si- 
guiente manera: 

Acatl,  tecpatl,  calli,  tochtli,  acatl. 
Tecpatl,  calli,  tochtli,  acatl,  tecpatl. 
Calli,  tochtli,  acatl,  tecpatl,  calli. 
Tochtli,  acatl,  tecpatl,  calli,  tochtli. 

Quedó  así  formado  un  período 
perfecto  de  veinte  días  con  estas 
curiosas  circunstancias:  cada  perío- 
do menor  de  cinco  comienza  por 
uno  de  los  cuatro  signos  en  su  or- 
den y  acaba  por  el  mismo  signo 
conque  comienza;  de  modo,  que 
siendo  el  quinto  día  de  descanso  ó 
fiesta,  en  él  se  celebraba  el  mismo 
signo  inicial  del  período  menor,  y 
lo  iban  siendo  sucesivamente  y  por 
su  orden  los  cuatro  astros.  Esta 
primera  división  en  quintíduos  tu- 
vo un  objeto  civil  y  les  servía  para 
su  comercio,  pues  en  cada  quinto 
día  se  celebraba  el  mercado  ó  tian- 
qui^tli. 

Demasiado  sencilla  esta  combi- 
nación, para  distinguir  claramente 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


409 


los  días  del  período  perfecto,  deja- 
ron en  cada  período  menor  el  sig- 
no inicial,  agregando  símbolos  nue- 
vos para  los  otros  días.  Así  es  que 
el  período  perfecto  quedó  modifi- 
cado de  la  siguiente  manera: 

Acatl,  ocelotl,  ctiauhtli,  cozcacuauh- 
tlt,  ollin. 

Tecpatl,  quiahuitl,  xochitl,  cipactU, 
heecatL 

Calli,  cuetspallin,  cohuatl,  miquis- 
tu,  masatl. 

Tohclti,  atl,  itscuintli,  ozomatli,  ma- 
linalli. 

Del  primer  sistema  no  habla  nin- 
gún cronista,  y  solamente  conoce- 
mos las  indicaciones,  de  Fábrega. 
Acepta  el  segundo  sistema  Olmos 
en  su  calendario  manuscrito  y  en 
su  rueda  de  veinte  días. 

De  esta  manera  se  formaron  vein- 
te días  distintos  que  son  los  si- 
guientes: 

Acatly  cafla  ó  flecha. 

Ocelote  tigre. 

CuauhtUy  águila. 

Coscacuatihlliy  aura. 

Ollifiy  movimiento  (los  cuatro  del 
sol). 

Tecpaily  pedernal. 

Quiahuitly  lluvia. 

Xochitl,  flor. 

CipactU^  sierpe. 

Ehecatly  viento. 

Calliy  casa. 

CuetBpalliny  lagartija. 

Cohuatl^  culebra. 

Miquistli,  muerte. 

Masatl,  venado. 

TochtU,  conejo. 

Atl,  agua. ' 

Itscuintli,  perro  ordinario. 

Ozomaili,  mona. 

Malinalli,  hierba  retorcida. 

Los  autores  sostienen  que  estos 


signos  corresponden  á  veinte  as- 
tros, y  Htimboldt  cree  que  forma- 
ban el  zodiaco,  y  los  signos  no  se 
refieren  á  veinte  estrellas,  aunque 
sí  tenían  una  significación  astronó- 
mica. Para  explicarla  repitamos 
que  los  cuatro  signos  iniciales  fue- 
ron dedicados  á  los  cuatro  astros: 

Acatl,^\^o\.-  r<?í:/)ac//,  la  estrella 
de  la  tarde.— Tflí///, la  luna.— Tochtli, 
la  tierra. 

En  el  primer  sistema  se  repetían 
estos  signos,  y  por  lotanto  los  vein- 
te días  quedaban  destinados  alter- 
nativamente á  los  cuatro  astros.  Al 
substituirlos  con  nuevos  símbolos, 
es  lógico  suponer  que  éstos  se  re- 
ferían á  dichos  astros  y  no  á  estre- 
llas ó  constelaciones.  Buscaron  nue- 
vos signos,  pero  que  representaban 
á  los  mismos  astros,  ya  en  los  fe- 
nómenos de  la  naturaleza  que  pre- 
sidían, ya  por  los  animales,  ya  por 
los  animales  y  plantas  que  les  esta- 
ban dedicados,  como  hemos  demos- 
trado en  estudio  muy  extenso.  Ha- 
ciendo la  división  del  día  según  los 
astros,  tendremos: 

?>o\,—Acatl,  ollin,  cipactli,  co- 
huatl y  atl, 

Estrella..^ Tecpatl,  ehecatl,  mi- 
quistli,  itBCuintli  y  ocelotl. 

Luna.— Calli,  manatí,  osowatli, 
cuauhtli  y  quiahuitl, 

TierrR.  —  Tochtli,  malinalli,  eos- 
cacuauhtli,  xochitl  y  cuet^pallin. 

En  cuanto  á  los  signos  figurati- 
vos de  los  días,  debemos  suponer 
que  los  inventados  por  los  nahoas 
fueron  poco  más  ó  menos  semejan- 
tes á  los  que  usaron  los  pueblos 
posteriores:  entre  éstos  es  más  per- 
fecta la  forma  en  los  códices  pin- 
tados con  cuidado.  Los  signos  acatl, 
cohuatl,  tecpactl,  miqui^tli,  ilBcuin- 
iliy  ocelotl,  wazatl,  ozomatli,  cuauh- 

103 


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410 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


///,  coscacuauhtli,  tochtli.malinalli, 
cuetspallín,  y  xocMtl,  son  figurati- 
vos; pero  generalmente  los  ocho  de 
animales  se  representan  sólo  con 
sus  cabezas,  y  la  miquis tli  nada 
más  con  una  calavera.  Los  signos 
ollin,  cipactli,  ehecatl,  y  quiahuiil, 
son  simbólicos  y  los  signos  atl  yca- 
/// son  ideográfico-figurativos. 

Los  veinte  signos  de  los  días 
rodean  la  figura  central  de  la  Piedra 
del  sol  y  se  leen  comenzando  por 
la  parte  superior  y  siguiendo  de  iz- 
quierda á  derecha. 

Sobre  esto  hay  en  el  Códice  Bor- 
giano  una  hermosísima  pintura.  Re- 
presenta á  XiuhtecuhÜi,  dios  del 
año:  su  cuerpo  es  negro  y  su  rostro 
amarillo  tiene  las  líneas  de  la  más- 
cara sagrada;  su  traje  riquísimo  de 
plumas  y  mantas  de  preciosas  la- 
bores es  de  guerrero;  empuña  arma 
poderosa  y  reluciente  escudo;  ador- 
na su  cuello  y  pecho  con  ricas  jo- 
yas, y  tiene  en  la  cabeza  y  á  la  es- 
palda penachos  bellísimos  Le  ro- 
dean y  tiene  en  su  cuerpo  los  veinte 
signos  de  los  días  en  el  siguiente  or- 
den: 

L  Cipactli,  bajo  su  pie  derecho. 

2.  Ehecatl,  en  la  extremidad  pos- 
terior de  la  faja. 

3.  Calli,  sobre  el  último  nudo  de  la 
misma  faja. 

4.  Cuetspallin,  pendiendo  del 
adorno  de  la  mano. 

5.  Cohuatl,  en  la  extremidad  an- 
terior de  la  faja. 

6.  Miquistii,  en  las  plumas  de  las 
flechas  que  lleva  en  la  mano  iz- 
quierda. 

7.  Masad,  delante  del  tocado. 

8.  Tochtli,  sobre  la  bandera  que 
lleva  en  la  mano  izquierda. 

9.  Atl,  sobre  el  globo  que  tiene 
tras  el  penacho. 


10.  Itscuintli,  en  las  puntas  de  las 
flechas. 

11.  Osomatlij  en  la  trenza, 

12.  Malinalli.  en  la  frente. 

13.  Acatl,  en  la  sien  derecha. 

14.  Ocelotl,  debajo  del  globo  que 
cubre  su  pie  izquierdo. 

15.  Cuauhtli,  sobre  la  sien  iz- 
quierda. 

16.  Coscacuauhtli,  en  el  escudo. 

17.  OlUn,  en  el  rostro. 

18.  Tecpatl,  en  el  disco  que  le  cae 
sobre  el  pecho. 

19.  Quiahuitl,  sobre  el  arma  que 
tiene  en  la  mano  derecha. 

20.  Xóchitl,  le  pende  de  la  boca. 
Hay  que  notar  dos  cosas  en  tan 

interesante  figura:  ih-imera,  que  en 
el  pie  derecho  tiene  al  Cipactli,  al 
sol;  en  la  mano  derecha  la  culebra 
con  plumas,  Quetsalcoatl,  la  estre- 
lla de  la  tarde;  en  el  pie  izquierdo 
el  espejo  que  humea,  Tescatlipoca, 
la  luna,  y  en  la  mano  izquierda,  en 
el  escudo,  el  Coscacuauhtli,  la  tie- 
rra; es  decir,  los  cuatro  astros  base 
de  la  cronología,  y  segunda,  que  es- 
tá representada  cuatro  veces  la  lu- 
cha de  Quetsalcoatl  y  Teacatlipoca; 
y  notemos  que  los  signos  Echecatl 
(la  estrella)  y  Calli  (la  luna)  están 
separados  por  el  llalli  {la.  tierra). 
y  que  Ehecatl  (la  estrella)  se  hun- 
de en  la  tierra  obscura  que  está 
marcada  con  negro  en  esa  extremi- 
dad, mientras  que  en  la  otra  se  le- 
vanta Calli  (la  luna)  entre  la  luz 
señalada  con  rojo. 

A  esta  veintena  de  días  general- 
mente los  autores  la  llaman  mes, 
por  no  encontrar  otro  nombre  que 
darle.  Le  dicen  también  metstli, 
que  quiere  decir  luna,  pero  bien  cla- 
ro indica  Molina  que  metstli  fué 
aplicado  nada  más  al  mes  europeo. 
Sí  aparece  claro  desde  luego  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


411 


siendo  veinte  los  nombres  distintos 
de  los  días,  la  primera  división  que 
se  hizo  del  año  en  períodos  de  deter- 
mittado  número  de  días,  fué  ésta. 
Así  es  que  el  aflo  solar  quedó  divi- 
dido en  diez  y  ocho  veintenas  ó 
meses  que  daban  sólo  360  días,  por 
lo  que  fué  preciso  agregar  cinco 
días  complementarios  y  fuera  de  la 
cuenta  de  las  veintenas,  para  com- 
pletar los  365  días  del  curso  anual 
del  sol;  á  éstos  los  llamaron  netnon- 
temió  inútiles. 

Como  los  nombres  de  los  días 
eran  iguales  y  conservaban  el  mis- 
mo orden  en  los  diez  y  ocho  meses 
ó  veintenas,  debieron  tener  éstos 
nombres  que  los  distinguieran  des 
de  un  principio;  pero  si  acaso  algu- 
nos eran  de  los  mismos  usados  en 
la  época  mexica.  con  seguridad 
otros  no  lo  fueron,  pues  correspon- 
den en  su  significado  á  ritos  poste- 
riores á  los  nahoas. 

Resumiendo  lo  relativo  al  año  ci- 
vil, podemos  decir  que  desde  remo- 
ta antigüedad  usaron  los  nahoas  el 
solar  de  365  días,  que  marcaban  por 
la  vuelta  del  sol  al  punto  solsticial 
de  invierno;  que  partían  el  año  en 
cuatro  períodos  ó  estaciones,  co- 
rrespondientes á  los  cuatro  movi- 
mientos que  hace  el  astro  entre  los 
puntos  solsticiales  y  equinocciales; 
que  para  la  vida  civil  lo  dividieron 
en  diez  y  ocho  meses  ó  períodos  de 
á  veinte  días  inútiles  para  comple- 
tarlo; y  que,  en  fin,  subdividieron 
cada  veintena  en  cuatro  períodos  de 
á  cinco  días,  señalando  el  último 
de  cada  quintíduo  para  feria  ó  mer- 
cado que  llamaban  ^tianquistli.* 

Las  veintenas  ó  meses  no  siem- 
pre guardaron  el  mismo  orden  ni 
tuvieron  el  mismo  nombre.  En  am- 
bas cosas  discrepan  los  autores,  no 


solamente  por  referirse  á  calenda- 
rios diferentes,  sino  porque  los  na- 
hoas tuvieron  que  poner  nombres  á 
sus  veintenas  para  distinguir  los 
días;  los  sacerdotes  no  lo  necesita- 
ron en  las  del  tonalamatl  por  su 
combinación  trecenal;  pero  como 
en  cada  veintena  celebraban  una 
gran  fiesta,  los  nombres  de  éstas 
sirvieron  álos  toltecas  para  dar 
nuevos  á  las  veintenas.  De  aquí  na- 
ce la  diferencia  de  nombres  de  un 
mismo  mes  ó  veintena,  que  se  ob- 
serva de  autor  á  autor. 

Chavero,  examinando  diversos 
calendarios  y  varios  autores  que 
los  explican,  ha  dado  la  nueva  no- 
menclatura de  los  meses  nacida  de 
las  fiestas  del  Tonalamatl,  y  es  la 
siguiente: 

1.  Atemostli  ó  fiesta  de  los  dio- 
ses. 

2.  Xochihuitl  ó  fiesta  de  las  flo- 
res. 

3.  Cihuailhuitl  ó  fiesta  de  las  mu- 
jeres. 

4.  Cohuailhuitl  ó  fiesta  de  la  cu- 
lebra. 

5.  7ojEro//.s/// ó  fiesta  del  ayuno. 

6.  Tepopochhuilistli  ó  fiesta  de 
los  sahumerios. 

7.  Eisacualistlió  fiesta  de  los  ali- 
mentos. 

8.  Tecuhilhuitl  ó  fiesta  de  los  se- 
ñores. 

9.  Micailhuitl  ó  fiesta  de  los  muer- 
tos. 

10.  Ochpanistli  ó  fiesta  de  los 
templos 

11.  7(?/)^/7/rw/// ó  fiesta  de  los  mon- 
tes. 

12.  Quecholli  ó  üestSL  de  las  aves. 

13.  Panqtietsalistli  ó  fiesta  de  las 
banderas.» 

Sigue  Chavero  explicando  el 
aumento  de  los  cinco  meses  y  dice: 


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412 


ANA1.ES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«El  aumento  de  los  cinco  meses 
se  nota  en  si|s  mismos  nombres, 
y  se  ve  por  ellos  cómo  fueron  inter- 
calados. De  Xockilhuitl  hicieron 
liscallí Xochilhuitl  y  agregaron  Ti- 
Utl  liscalli.  De  Tosoliatli  formaron 
Tosostontli  6  pequeño  ayuno,  y 
Huey  Tosoatlí  ó  gran  ayuno.  Tecu- 
huilhuitl  se  tomó  en  Tecuhilhuüon- 
tu  6  fiesta  pequeña  de  los  señores, 
y  Huey  Tecuhilhuitl  ó  fiesta  grande 
de  los  mismos.  Micaühuitl  quedó  de 
Huey  Micaühuitl  ó  gran  fiesta  de  los 
muertos,  y  se  agregó  Micailhuiton- 
tu  ó  la  pequeña  fiesta.  En  fin,  de 
Tepeilhuitl,  que  también  se  llama 
Pachtli  ó  heno,  hicieron  Hueypach- 
tu  y  PachtU, 

«Quedaron,  pues,  con  los  siguien- 
tes nombres  las  18  veintenas: 

1.  Atemo3tli. 

2.  TititllacalU, 

3.  ItacalU  Xochilhuítl. 

4.  Cihuaitlhuitl. 

5.  CohuailhuilL 

6.  ToBOsiontli, 

7.  HueytozostU. 

8.  TepopochhuiU&tli. 

9.  EtsacualistU, 

10.  Tecuhilhuitontli. 

11.  Huey  tecuhilhuitl, 
12   MicailhuitontU. 

13.  Hueymicailhuitl, 

14.  Ochpaniztli, 

15.  Pactli  ó  PachtontU. 

16.  Hueypachili  ó  Tepeilhuitl. 

17.  QuecholU. 

18.  Panquetaaliatli, 

•  Este  es  el  orden  de  los  meses  en 
el  calendario  de  Gama,  y  fué  el  for- 
mado por  la  combinación  del  año 
solar  y  del  lonalamatl  dejando  to- 
davía el  principio  en  el  solsticio  de 
invierno.  Encontramos  otros  nom- 
bres para  los  meses,  que  fueron  sin 
duda  del  calendario  nahoa,  y  algu- 


nos de  los  mexica;  se  refieren  en  lo 
general  á  la  agricultura,  y  á  veces 
á  los  dioses. 

«Así  Tititl  It?tcallii  vientre  y  casa 
de  la  luz,  ó  primer  mes  en  que  co- 
mienza el  año  y  sol  nuevo,  cree- 
mos que  era  nombre  nahoa.  Para 
Cihuailhuitl  encontramos  los  nom- 
bres Xilomanalistli,  Atlacahualco 
y  Cuahuitlehua.  Xilomatialisrtli  es 
i  ofrenda  del  maíz  tierno,  y  Cuahui- 
tlehua quemazón  de  los  montes.  El 
primero  parece  el  primitivo,  y  el  se- 
gundo se  daba  fuera  de  México  por 
los  tlaxcalteca  y  otros  pueblos  de 
lugares  montuosos.  Atlcahualco  ó 
Atlacahualco  significa  detención  de 
las  aguas,  y  refiriéndose  á  las  de  los 
lagos  se  introdujo  por  los  mexica. 
Cohuailhuitl  se  llama  también  Tía- 
caxipehualistli,  y  éste  fué  el  nom- 
bre que  subsistió.  En  vez  de  Tepo- 
pochhuillistli,  quedó  Toxcatl,  que, 
según  Gama,  quiere  decir  sarta  de 
maíz  tostado,  y  que  por  primitivo 
tenemos.  El  MicailhuitontU  lo  con- 
virtieron los  mexica  en  Tlaaochima- 
co,  cuando  se  cogen  las  flores,  y 
el  Hueymicailhuitl  en  Xocohuetsi, 
cuando  madura  la  fruta.  Para  Och- 
paniatli  hallamos  también  el  nom- 
bre TenahuatiUstli.  Pachtli,  entre 
los  mexica  se  llamaba  Teotleco  ó  ba- 
jada de  los  dioses,  y  el  Hueypach- 
ili quedó  de  Tepeilhuitl. 

De  esto  se  deduce  que  el  orden  y 
nombres  de  los  meses  que  trae  Ga- 
ma, comenzando  por  Atemo^tli  y 
acabando  por  Panquetsalistli,  es  el 
de  los  tolteca;  y  los  nombres  de  Sa- 
hiigún  eran  los  de  los  mexica.  Pero 
cuando  éstos  pasaron  por  Tollan  to- 
maron el  orden  tolteca;  así  es  que 
al  fijar  de  nuevo  su  cronología,  des- 
pués de  la  destrucción  de  la  Ciudad, 
comenzaron  su  ciclo  por  el  año  ce 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


413 


acatlf.en  el  día  ce  acatl  del  mes  Ate- 
mostli.y> 

Los  mexicanosfijaron  en  sus  vein- 
tenas los  días  en  el  orden  en  que  apa- 
recen en  la  tabla  publicada  en  este 
Diccionario^  artículo  Calendario 
RELIGIOSO  (pág.  521  del  tomo  II  de  la 
2.*  época  de  estos  Anales.) 

«Estos  veinte  días  en  el  uso  civil 
se  combinaban  de  cinco  en  cinco, 
dedicando  el  quinto  para  mercado 
ótianqutBtli.  Como  los  cinco  «^wow- 
temi  eran  inútiles,  resultaban  en  el 
aflo  setenta  y  dos  días  de  mercado, 
que  eran  de  descanso  ó  de  fiesta, 
como  hoy  decimos,  y  doscientos 


ochenta  y  ocho  de  trabajo.  Esta  di- 
visión tan  sencilla  del  aflo  en  pe- 
ríodos mínimos  de  cinco  días  era 
muy  útil  y  estaba  al  alcance  de  la 
gente  más  indocta;  les  enseñaba  que 
cada  cinco  días  había  mercado; 
que  al  cuarto  mercado  acababa  el 
mes  y  al  día  siguiente  tocaba  fies- 
ta religiosa  de  la  veintena  inmedia 
ta,  no  suspendiéndose  el  mercado 
sino  en  los  días  netnoniemi  por  ser 
fatales.» 

Con  este  orden  de  días  las  diez  y 
ocho  veintenas  formaron  el  calen- 
dario mexicano  en  los  términos  si- 
guientes: 


CALENDARIO  MEXICANO 


DEL  AÑO  /  rOCHTLI,  PRIMERO  DEL  SIGLO. 


Atlacahunlco,  1  mes. 

DÍAS  FIESTAS. 

/  Cipactli La  gran  fiesta  secular. 

//  Echecatl Fiesta  de  Tlalocateuctli  y  de  los  otros 

dioses  del  agua,  con  sacrificios  de 
niños  y  el  gladiatorio. 

IlICalli 

IV  Cuetspallin 

V  Coatí 

VI  Miquistli 

Vil  Mazatl 

VIlITochtU 

XIAtl 

X  IzcuintU 

XI  Ozomatli Sacrificio  nocturno  de  los  prisioneros 

cebados. 

XII  Malinalli 

XIII  Acatl 

lOcelot 

//  Cuauhtli 

///  Co!3cacuauhtU 

104 


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414  ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


DÍAS  FIESTAS 

IVOlin 

VTecpatl 

VI  Qtiiahuitl 

VII  Xóchitl 


Tlacaxipehualiztli,  2  mes. 

VIH  Cipactli , La  gran  fiesta  de  Xipe  dios  de  los  pla- 
teros, con  sacrificio  de  prisioneros, 
y  ejercicios  militares. 

IX  Ehecatl 

XCalli 

XI  Cuetspalin 

XII  Coatí Ayuno  de  los  veinte  días  de  los  due- 
ños de  los  prisioneros. 

XIII  MiquiBtli 

I  Mazatl  

IITochtli 

III  Atl 

IV  Itscuintli 

V  Osomatli 

VI  Malinalli 

VII  Acatl Fiesta  del  dios  Chicotnacatli. 

VlIIOcelotl 

IX  Cuauhtli Fiesta  del  dios  TequiztlimatehuatL 

X  Coscacuauhtli 

XlOlin 

XIITecpatl 

XIII  Quiahiiitl Fiesta  del  dios  Chacontí,  con  sacrifi- 
cios nocturnos. 
I  Xóchitl 


Tozostontlí,  3  mes. 

II  Cipactli Vigilia  de  los  ministros  del  templo  to- 
das las  noches  de  este  mes. 

III  Echecatl 

IVCalli 

V  Cuetspalin 

VI  Coatí Segunda  fiesta  de  los  dioses  del  agua, 

con  sacrificios  de  niños  y  oblacio- 
nes de  flores. 

VII  Miquistli. 

VIII  Masatl 

IX  Tochtli 

XAtl 

XI  Itscuintli 


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SEGUNDA  £POCA.  TOMO  V.  415 


DÍAS  FIESTAS 

XÍI  Osomatli 

Xm  Malmaili 

/  Acatl Fiesta  de  la  diosa  Cuatlicue,  con  obla- 
ciones de  flores  y  procesión. 

IlOcelotl 

IlICuauhtli 

IV  Coscacuauhtli 

VOlitt 

VITecpatl 

VIIQuiahuitl 

VIH  Xóchitl 


Hueitosostli,  4  mes. 

IX  Cipactli Vigilia  en  los  templos  y  ayuno  gene- 
ral. 

X  Ehecatl 

XICalli 

XII  Cuetspalin Fiesta  de  Centeotl,  con  sacrificios  de 

víctimas  humanas  y  codornices. 

XIII  Coatí 

I  Miquiztli 

II  Masatl 

///  Tochtli. .  • 

IV  Atl 

V  ItBcuiutli Convocación  solemne  para  la  gran 

fiesta  del  mes  siguiente. 

VI  Osomatli 

Vil  Malinalli 

VIH  Acatl 

XrOcelotl 

X  Cuatihtli 

XI  Cozcacuauhtli Ayuno  preparatorio  de   la  fiesta   si 

guiente 

XlIOliu 

XIII  Tecpatl 

/  Quiahuitl 

II  Xóchitl 


Toxcatl,  5  mes. 

III  Cipactli La  gran  fiesta  de  Tezcatlipoca,  con  so 

lemne  procesión  de  penitencia,  sa- 
crificio de  un  prisionero  y  salida  del 
templo  de  las  doncellas 


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416 


ANALES  OEL  MUSEO  NACIONAL 


DÍAS  FIESTAS 

IV  Ehecatl 

VCalli 

VI  Cuetspalin 

Vil  Coatí 

VIII  Miquiztli 

IXMazatl 

X  Tochtli,.  .'■..." 

XI AN Primera  fiesta  del  Híiitzilopochtli.  Sa- 
crificio de  víctimas  humanas  y  co- 
dornices. Se  incensaban  con  chapo- 
potli  6  betún  de  Judea.  Bí^ile  solem- 
ne del  rey,  de  los  sacerdotes  y  del 
pueblo. 

Xll  Itscuintli 

XIII  Osomatli 

/  Malinalli 

II  Acatl 

IlIOceloÜ 

IVCuauhtli 

V  Coscacuauhtli 

VIOlin 

VII  Tecpatl 

VIII  Qiiiahuitl 

IX  Xóchitl 

Etzalcualitzli,  6  mes. 

XCipactli 

XI  Ehecatl 

XII  Calli La  tercera  fiesta  de  los  dioses  del  agua. 

con  sacrificios  y  bailes. 

XIII  Cuetzpalin 

I  Coatí 

//  Miqtiistli 

III  Masatl   

IV  Tochtli 

VAtl 

VI  Itscuintli 

VlIOzomatli 

VIII  Malinalli Castigo  de  los  sacerdotes  negligentes 

en  el  servicio  del  templo. 

IX  Acatl 

X  Ocelotl 

XI  Cnauhtli 

XII  Coscacuanhtli 

XIII  Olin 

I  Tecpatl 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V.  417 


DÍAS  FIESTAS 

//  Qtdahuttl 

III  Xóchitl 


Tecuilhuitontli,  7  mes. 

IVCipactli 

VEhecatl 

VlCalli 

VII  Cuetspalin 

V^II  Coatí 

IX  Miquistli Fiesta  de  Xuixtoxihuatl,  con  sacrifi- 
cios de  prisioneros  y  baile  de  sacer- 
dotes. 

XMasatl 

XITochtli 

XII  Atl 

XIII  Itscuintli 

/  Osomatli 

II  Malinalli 

III  Acatl 

IVOcelot 

V  Cuauhtli 

VI  Coscactiauhtli 

VlIOlin 

VIH  Tecpatl 

XI  QuiahuUl 

XXochitl 


Jtieitectíilhuitl,  8  mes. 

XI  Cipactli Segunda  fiesta  de  Centeotl,  con  sacri- 
ficio de  una  esclava,  iluminación  deJ 
templo,  baile  y  limosna. 

XII  Ehecatl 

XlIICalli 

/  Cuetspalin . 

II  Coatí 

///  Miquistli 

IVMasatl 

V  Tochtli. .  • Fiesta  de  MaaiiltochtH. 

VI  Atl 

Vil  ítscuintli 

VIIIOBomatli 

IX  Malinalli 

X  Acatl 

XlOcelotl 

Anales  10^ 


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418  ANALES  OEL  MUSEO  NACIONAL 


DÍAS  FIESTAS 

XII  Cuauhtli 

XIÍI  Coscactiauhtli 

IOHh 

II  Tecpatl 

///  Qiiiahuitl 

IV  Xóchitl 


Tlaxochimaco,  9  mes. 

V  Cipactli Fiesta  de  Macuilcipacíli. 

VI  Echecatl 

VlICalli 

VIII  Ctíetspalin 

IX  Coatí 

X  Miquistli Segunda  fiesta  de  Huitzilopochtli ,  con 

sacrificio  de  prisioneros,  oblación 
de  flores,  baile  general,  y  banquete 
solemne. 

XI Mamtl  

XIITochtli 

XITI  Atl 

I  Itzcuintli 

//  O.^omatli 

IIIMaliualli 

IV  Acatl Fiesta  de  Xacatcuctli,  dios  de  los  mer- 

.    caderes,  con  sacrificio  v  banquetes. 

VOcelotl 

VlCuau/ttlí 

Vil  Coscacuauhtii 

VllIOlin 

XI  Tecpatl 

X  Quiahnitl 

Xl'Xochitl 


XocohuetBt,  10  nres. 

XII  Cipactli Fiesta  de  Xiuhteuctii,  dios  fuego,  con 

baile  solemne  y  sacrificios  de  pri 

sioneros. 
XIII  Ehecatl 

ICalli 

//  Cuetzpalin 

III  Coatí 

IV  Miquistli 

VMasatl 

VITochtli 

Vil  Atl 


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SKGUNDA  EFOCA.  TOMO  V.  419 


DÍAS  FIESTAS 

VIII  Itscuintli 

IX  Ozomatli 

XMalinalli 

XIAcatl 

XllOcelotl 

XIII  Cuauhtli 

/  Coscacuauhtli Cesaban  en  estos  cinco  días  todas  las 

fiestas. 

IIOHh 

IIITecpatl 

IVQuiahuitl 

V  Xóchitl 


Ochpani^tli,  11  mes. 

VI CipactU Baile  preparatorio  de  la  fiesta  si- 

íjuiente. 

Vil  Ehecatl 

VlIICalli 

IX  Cuetspalin 

X  Coatí 

XI  Miquiztli 

XII  Masatl 

XlIITochtli 

1  Atl Fiesta  de  Tcteoinan,  madre  de  los  dio- 
ses, con  sacrificio  de  una  esclava. 

//  Itscuintli 

///  Ozomatli 

IV  Malinalli 

V  Acatl 

VI  Ocelotl Tercera  fiesta  de  la  diosa  Centcotl  en 

el  templo  Xiuhtecalco,  con  proce- 
sión V  sacrificios. 

VII  Cuauhtli 

VIH  Coscacuauhtli 

IXOlin 

X  Tecpatl 

XI  Quiahuitl 

XII  Xóchitl 


Teotleco,  12  ffies. 


XlIICipactli 

I  Echecatl . . , . 

IlCalli 

///  Cuetspalliií 


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420  ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


DÍAS  FIESTAS 

IV  Coatí 

V  MiquiBtli 

VIMasatl  

VIlTochtU 

VIlIAtl 

XI  Itzcuvitli Fiesta   de    Chiucnahuitscuintli,   Na- 

hualpüliy  Centeotl,  dioses  de  los  la- 
pidarios. 

X  O^omatli 

XI  Malinalli 

XII  Acatl 

XlIIOcelotl 

/  Cuauhtli 

//  Coscacuauht/i 

///  Oltn Vigilia  de  la  fiesta  siguiente. 

IV  Tecpatl Fiesta  de  la  llegada  de  los  dioses,  con 

gran  cena  y  sacrificio  de  prisioneros. 

VQiiiabuitl 

VI  Xóchitl 


Tepeilhuitl,  13  wes. 

VII  Cipactti Presta  de  los  dioses  de  los  montes»  con 

sacrificio  de  4  esclavas  y  un  prisio 
ñero. 

VIII  Ehecatl.: 

IXCalli 

X  CuetBpalin Fiesta  del  dios  Chochitico,  con  sacrifi- 
cio de  un  prisionero. 

XI  Coatí 

XII  Miqniztli 

XIIIMasatl 

7  Tochtlt 

IIAtl 

///  ItzciiitUli 

IVOsomatlt 

V  Malinalli Fiesta  de  Centzontotochtiít,  dios  del 

vino,  con  sacrificio  de  tres  esclavos 
de  tres  pueblos  diferentes. 

VI  Acatl 

VlIOcelotl • 

VIH  Cíiauhtli 

IX  Cozcacuatihtli 

XOliu 

XI  Tecpatl 

XII  QuiaJmitl 

XIII  Xóchitl 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V.  421 


DÍAS  FIESTAS 


QjícchoUi,  14  mes. 

I  Cipactli Ayuno  de  cuatro  días  para  la  fiesta  si- 
guiente. 

IIEhecatl 

IlICalli 

IV  Cuetspalin Fiesta  de  Mixcoatl, dios  de  la  caza.  Ca- 
za general,  procesión  y  sacrificio  de 
animales. 

V  Coatí 

VI  Miqtdstli 

VII  Masatl 

VIIITochtli 

IXAtl 

X  Itscuintli 

XI  Ozomatli 

XIIMalinalli 

XIIIAcatl 

1  Ocelotl 

//  Cuauhtli 

///  Coscacuauhtli 

IV  Olin Fiesta  de  Tlamatizincntl ,  con  sacrifi 

cío  de  prisioneros. 

VTecpaÜ 

VI  Quiahuitl 

VII  Xóchitl 


Panquetsaüstli,  15  mes. 

VIH  Cipactli 

IX  Ehccntl Tercera  y  principal  fiesta  de  Huitd- 

lopochtliy  de  sus  compañeros.  Ayu' 
no  rigoroso,  procesión  solemne,  sa- 
crificios de  prisioneros  y  de  codor- 
nices. Ceremonia  de  comer  la  esta- 
tua de  masa  de  aquel  dios. 

XCalli 

XI  Cuetspalin 

XII  Coatí 

XIII  Miqíiistli 

I  Masatl 

IITochtli 

III  Atl 

IV  ItBCuintli 

V  Osomatli 

106 


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422  ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


DÍAS  FIESTAS 

VI  Malinalli 

VIIAcatl 

VlIIOcelotl 

IXCuauhtli 

X  Cozcacuauhtli 

XlOlin 


XIlTecpatl,.. 

XIII  QuiahtiitL. 

I  Xóchitl... 


Atemoztli,  16  mes 

II  Cipactli, 

IIIEchecatl 

IVCalli 

V  Cuetspalin 

VI  Coatí 

Vil  Miqíiistli 

VIIIMasatl  

IX  Tochtli 

XAtl 

XI  Itscuintli 

XlIOzomatlt 

XIII  MaliHalli 

lAcatl 

IlOcelotl 

IlICuauhtli 

IV  Coscacuauhtlt Ayuno  de  cuatro  días  para  la  fiesta  si- 
guiente. 

VOlin 

VITecpatl 

VII  Qtiiahuitl 

VIII  Xóchitl Cuarta  fiesta  de  los  dioses  del  agua. 


Tititl,  17  mes. 

IX  Cipactli 

XEhecatl 

XI  Calli Fiesta  de  la  diosa  Ilamatenctli,  con 

baile  y  sacrificio  de  una  esclava. 

XII  Cuetspalin 

XIII  Coatí 

/  Miqíiiztli Fiesta  de  Mictlanteuctli,  dios  del  in- 
fierno, con  sacrificio  nocturno  de  un 
prisionero. 
//  Masatl 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V.  423 


DÍAS  FIESTAS 

///  Tochtii 

IVAtl 

V  Itzcuwtli 

VI  Ozomatli. Segunda  fiesta  de  Xa cateuctli,  dios  de 

los  mercaderes,  con  sacrificio  de  un 
prisionero. 

Vil  Malina/U 

VIH  Acatl 

IXOcelotl 

X  Cuauhtli 

Xí  Coscacuauhtli 

XII  Olin 

XlIITecpaÜ 

IQiiiahuitl 

II  Xóchitl 


Iscalli,  18  mes. 

IlICipactli 

IVEchecatl 

VCalli 

VI  Cuetspalin 

VII  Coatí 

VIII  Miquistli 

IXMasatl 

X  Tochtii 

XIAtl 

XII  Itscuintli Caza  general  para  los  sacrificios  de 

la  fiesta. 

XIII  Osomatli 

1  Malinalli 

II  Acatl 

IlIOcelotl 

IV  Cuauhtli 

V  CoBcacuauhtli 

VI  Olin Segunda  fiesta  de  Xiuhteuctli,  dios 

del  fuego,  con  sacrificio  de  anima- 
les. 

VÍJ  Tecpatl 

VIII  Quiahuitl 

IX  Xóchitl Renovación  del  fuego  en  las  casas. 


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424 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


Siguen  los  cinco  días  útiles  (Nc- 
montemi)  para  completar  los  365 
días  del  año  solar.  Estos  cinco  días 
no  llevan  número  de  la  trecena 
ni  nombre  de  la  veintena,  como  lo 
pone  Clavigero  en  su  Calendario, 
pues  si  llevaran  nombre  y  núme- 
ro no  serían  inútiles,  puesto  que  ha- 
bría fiestas  en  ellos.  Según  esto,  el 
año  siguiente,  2  ^c^//,  empezaba  la 
veintena  con  10  CipactU. 

Del  hecho  de  haber  asignado  en 
algunos  calendarios  númeroy  nom- 
bre á  los  días  ncmontemi  han  resul- 
tado grandes  errores  y  confusiones 
en  los  cómputos  del  tiempo;  y  por 
eso  se  advierten  grandes  diferen- 
cias en  las  fechas  concordantes  de 
los  calendarios  mexicano  y  grego- 
riano. Veytia  fué  el  autor  de  la 
asignación  de  números  y  nombres  á 
los  días  nemonicmi,  pero  autores 
posteriores  han  demostrado  que  esa 
asignación  era  errónea. 

Cada  una  de  las  veintenas,  cuyo 
orden  hemos  dado  á  conocer,  me- 
rece una  explicación  sobre  sus  di- 
versos nombres  y  sobre  algunas  ce- 
remonias que,  aparte  de  las  fiestas, 
se  celebraban  en  ellas. 

Chavero  hace  la  explicación  con 
algunos  errores  etimológicos,  que 
hemos  ya  hecho  advertir  en  los  ar- 
tículos respectivos  de  este  Diccio- 
nario. 

Hecha  esta  salvedad,  insertamos 
en  seguida  la  continuación  del  tex- 
to de  Chavero,  cuya  parte  primera 
puede  verse  en  el  artículo  Atlaca- 
HUALco  (pág.  362  del  tomo  II  de  la 
2.'^  época  de  estos  Anales). 


•  Duran,  (explicando  el  nombre 
Athnotzacuaya&iXKÍío  al  mismo  mes, 
lo  refiere  í\  que  entonces  se  corta- 


ba el  agua  de  los  terrenos  de  re- 
gadío, en  los  cuales  ya  había  ma- 
zorcas tiernas,  por  lo  cual  se  le 
llamaba  también  Xilomaniliztli. 
Tenía  también  el  nombre  de  Xoch- 
tsitsqtiilo  ó  tomar  un  ramo  en  la 
mano,  pues  consideraban  que  el  año 
era  de  muchos  meses  y  días  como 
el  ramo  de  muchas  ramas  y  hojas: 
así  tomar  el  año  en  la  mano  signi- 
fica empezar  el  año.  En  significa- 
ción de  esto  salían  los  mexica  por 
los  campos  y  todos  tocaban  con  la 
mano  las  hierbas  y  ramos  nacidos, 
y  arrancando  algunas  entraban  con 
ellas  en  la  mano  en  el  templo.  Por 
eso  se  representaba  este  mes  con 
un  hombre  arrancando  hierbas. 

«Era  igualmente  nombre  de  este 
mes  Quahuitlehtia;  que  quiere  de- 
cir empezar  á  caminar  los  árboles 
ó  empezar  los  árboles  á  levantarse, 
para  significar  que  habían  estado 
tristes  y  caídos  por  el  frío  del  in- 
vierno y  ya  volvían  á  cubrirse  de 
hojas  con  la  primavera.  Bajo  este  as- 
pecto, el  símbolo  del  mes  era  el  dios 
Tlaloc  sobre  el  agua  rodeado  de  ra- 
mos con  hojas  verdes. 

«Era  esta  veintena  notable  por 
tres  ceremonias  que  en  ella  se  ha- 
cían. El  día  décimo  séptimo  caía  el 
I  signo  ollin  con  el  numeral  cuatro,  y 
I  en  él  se  celebraba  la  fiesta  de  los 
guerreros  cuauhíli  y  ocelotl,  la  cual 
hemos  descrito  antes   minuciosa- 
mente. El  primer  día  déla  veintena, 
después  del  ofrecimiento  de  los  ra- 
mos, los  padres  y  las  madres  estira- 
ban todos  los  miembros  de  sus  hijos 
pequt*ños,  las  manos,  los  dedos, 
los  brazos,  las  piernas,  los  pies,  los 
cuellos,  las  narices  y  las  orejas,  pues 
,  creían  que  de  no  hacerlo  no  crece- 
'  rían  los  niños.  Además,  en  este  día, 
hacían  particular  ofrenda  á  losdio- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


425 


ses,  así  de  comidas  como  de  plumas, 
joyas  y  otras  cosas,  para  pedirles 
año  fértil  y  bueno,  y  tomaban  asi- 
mismo comidas  nuevas  y  diferen- 
tes, pues  era  de  su  rito  diferenciar 
manjares  y  tomar  en  cada  fiesta 
uno  distinto  • 

En  el  artículo  Atlacahualcohemos 
discutido  ampliamente  la  etimolo- 
gía de  este  nombre. 


9Í(    * 


Continúa  Chavero: 

«El  segundo  mes  ó  veintena,  lla- 
mado TiacaxipehualisíU,  comen- 
zaba á  21  de  marzo. 

«Dado  á  la  astronomía  el  pueblo 
mexica  y  teniendo  por  base  de  su 
religión  los  cuatro  astros  sol,  tie- 
rra, estrella  de  la  tarde  y  luna,  ce- 
lebraba el  equinoccio  de  primavera 
dedicando  esta  veintena  á  Tolec. 
Este  dios  era,  digámoslo  así,  el  con- 
junto de  estos  astros,  la  personifi- 
cación de  ellos,  dominando  y  tenien- 
do lugar  preferente  el  sol,  que  en 
su  período  cíclico  los  encerraba  á 
todos.  La  mejor  manera  de  com- 
prender ésto,  es  ver  la  pintura  re- 
lativa al  Códice  Oxford,  donde  se 
condensan  las  ideas  cronológicas 
de  la  raza.  Representa  una  figu- 
ra humana,  cuyo  rostro  es  el  sol  con 
sus  grandes  orejeras  redondas,  ro- 
deada de  multitud  de  rayos:  en  la 
parte  inferior  está  la  doble  figura 
del  dios  rojo  sobre  el  símbolo  del 
agua,  porque  el  fuego  reposa  en 
ella,  es  el  creador  de  los  astros  y 
fundamento  de  todo  su  sistema.  A 
los  lados  se  ven  dos  ocelotl,  signifi- 
cando á  la  estrella  en  el  oriente  y 
en  el  poniente  en  la  mañana  y  en  la 
tarde;  en  la  parte  superior  hay  una 
faja,  la  mitad  con  tecpatl  ó  luz 


de  la  estrella  y  la  otra  mitad  con  el 
signo  del  humo  de  la  luna.  En  el  cen- 
tro de  la  figura  está  la  tierra  Cos- 
cacuauhtli,  como  para  expresar  que 
á  su  derredor  se  mueven  los  astros 
y  lo  atraviesan  formando  cruz  una 
línea  de  tecpatl,  trayecto  de  la  es- 
trella, y  otra  de  signos  de  humo, 
camino  de  la  luna.  Entre  los  rayos 
de  luz  se  ve  á  cada  lado  un  dpactlt, 
y  por  una  parte  hay  signos  de  hu- 
mo y  por  la  opuesta  tecpatl.  Abajo 
tiene  por  fecha  el  día  5,  coatí,  del 
año  10,  callí,  fecha  del  calendario 
astronómico,  cuyo  cálculo  daría  sin 
duda  mucha  luz. 

«Pues  bien.  Totee  representaba 
este  conjunto  y  era  por  excelen- 
cia el  sol  mismo;  de  aquí  venía  el 
I  dedicarle  la  veintena  en  que  el  as- 
tro comienza  á  dar  más  calor  y  en 
que  sus  días  van  siendo  más  lar- 
gos. Mas  como  también  represen- 
ta á  la  estrella  y  á  la  luna,  celebrá- 
base su  fiesta  con  el  sacrificio  gla- 
diatorio,  simbolismo  de  la  lucha  as- 
tronómica de  esos  dos  astros.  En 
este  día  desollaban  á  los  sacrifi- 
cados, lo  cual  era  la  verdadera  so- 
lemnidad de  Xipe,  desollado,  y  se 
ponían  sus  pieles  ciertos  hombres 
expresamente  para  ello  designa- 
dos. Salían  así  á  pedir  limosna  y  á 
asustar  á  los  muchachos,  y  anda- 
ban bailando  de  puerta  en  puerta 
hasta  que  se  rompían  los  cueros. 
Comían  en  esta  fiesta  cocolli  ó  pan 
retorcido  y  en  todos  sus  asientos 
ponían  hojas  de  zapote  blanco. 

«Conocemos  varios  símbolos  de 

esta  veintena;  Totee  armado  en  son 

de  guerra;  una  piel  humana  y  sobre 

¡  ella  una  macuahuitl ,  un  pantliy  un 

I  chimalli;  otras  veces  media  figura 

1  del  mismo  Totee,  y  al  mismo  con  el 

1  cetro  de  Xiuhtletl  sentado  en  iepa- 

107 


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426 


ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


///  de  conchas  y  canillas  de  muerto. 
Tlacaxipehualistli  quiere  decir  la 
fiesta  de  los  desollados.» 

En  el  artículo  Totee  ó  Toteuc  he- 
mos procurado  demostrar  que  el 
simbolismo  que  le  atribuye  Chave- 
ro  á  este  dios  no  está  probado  en 
su  totalidad. 


*  * 


Continúa  Chavero: 

«El  mes  Tososlontli  comenzaba  A 
10  de  abril.  Su  nombre  viene  de  to- 
^oflr,de  velar,  con  el  diminutivo  ton- 
tu,  vela  ó  vigilia  pequeña,  porque  en 
esa  veintena  velaban  y  ayunaban 
los  muchachos.  Duran  dice  que  sig- 
nifica punzadura  pequeña  y  que  los 
muchachos  de  doce  años  abajo  no 
sólo  ayunaban,  sino  también  se  sa- 
crificaban punzándose  con  espinas 
de  maguey,  y  refiere  cómo  agore- 
ros embaucadores  andaban  de  casa 
en  casa  viendo  si  los  muchachos  ha- 
bían cumplido  y  premiándolos  con 
hilos  de  colores  que  les  ataban  al 
cuello. 

«Era  también  fiesta  colgar  sobre 
las  milpas  y  de  árbol  á  árbol  unos 
cordeles  con  muchos  idolillos  y  cor- 
tar las  rosas  del  campo  formando 
ramos  de  ellas.  En  el  símbolo  de  es- 
te mes  se  ve  á  un  hombre  hacién- 
dolo, y  encima,  atravesado  por  un 
hueso,  al  pájaro  tozotli,  según  el  se- 
ñor Orozco,  pasajero  en  el  Valle,  y 
que  por  aquella  época  llegaba.  En 
este  día  también  bendecían  las  se- 
menteras los  labradores,  las  reco- 
rrían con  braseros  en  las  manps 
quemando  incienso,  é  iban  á  los  lu- 
gares en  donde  estaban  los  dioses 
de  sus  campos  á  ofrecerles  sahu- 
merios, comida  y  pulque.  Todo  el 
día  andaban  con  rosas,  celebrando 


con  ellas  mil  regocijos.  Por  ser  la 
fiesta  de  las  primicias  de  la  agricul- 
tura, también  se  representaba  estíi 
veintena  con  Centcotl,  la  diosa  del 
maíz,  acompañada  de  un  hombre 
que  lleva  rosas  en  las  manos. 


«La  cuarta  veintena  era  Hueyio- 
zoztli,  vela  y  ayuno  grande,  porque 
velaban  y  a3^unaban  el  rey  y  los 
principales.  Como  este  mes  princi- 
piaba á  30  de  abril  y  por  entonces 
comienza  á  haber  algunas  lluvias 
en  el  Valle  y  el  excesivo  calor  hace 
que  se  deseen  y  se  necesiten  para 
los  campos,  se  hacía  en  esa  época 
la  solemne  fiesta  en  el  cerro  Tlaloc, 
que  ya  hemos  descrito,  y  se  simbo- 
lizaba con  las  figuras  del  dios  Tlalo- 
catecuhtli  y  de  Chalchicueye,  el  pri- 
mero empuñando  una  caña  de  maíz, 
sobre  la  cual  caen  gotas  de  lluvia,  y 
la  segunda  con  una  corriente  azul  de 
agua  en  la  mano  izquierda  y  un  chi- 
malli  en  la  derecha  con  el  signo  de 
las  tempestades. 

«La  quinta  veintena,  Toxcatl,  em 
pezaba  á  20  de  mayo.  A  pesar  de  las 
diversas  .significaciones  dadas  á  es- 
te nombre,  y  no  obstante  la  opinión 
de  Gama,  quien  lo  traduce  por  soga 
gruesa  torcida  de  sartales  de  maíz 
tostado,  preferimos  la  de  Duran, 
esto  es,  sequedad  y  falta  de  agua, 
pues  indudablemente  el  substantivo 
y  parte  principal  del  nombre  Tox- 
I  catl  es  all,  agua,  y  toxahua  quiere 
decir  derramar  ó  echar  maíz;  de  ma- 
nera que  celebraban  esta  fiesta  pa- 
ra pedir  agua  que  hiciese  producir 
los  campos. 

«La  fiesta  de  Texcatlipoca,  se  ce- 
lebraba el  primer  día  de  la  veintena 
Toxcatl,  es  decir,  á  20  de  mayo,  se 


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SEGUNDA  ÉPOCA.   TOMO  V. 


427 


gún  nuestro  calendario.  La  víspera 
los  señores  llevaban  á  los  sacerdo- 
tes un  vestido  nuevo  y  lujosísimo 
que  ponían  al  dios,  y  guardaban  és- 
tos el  puesto  en  unas  petacas  desti- 
nadas á  ese  objeto  en  las  cuales  te- 
nían los  ornamentos  y  joyería  del 
ídolo.  Adornaban  además  el  santua- 
rio con  multitud  de  banderas  y  qui- 
tasoles de  pluma.  Al  dios  le  ponían 
sus  más  ricas  joyas.  Después  de  ter- 
minado el  adorno  quitaban  la  corti- 
na de  la  puerta  para  que  todos  pudie- 
sen ver  el  ídolo,  y  salía  el  sacerdo- 
te Titlacahiian  vestido  con  un  traje 
igual  al  del  dios  y  con  un  ramo  de  ro- 
sas en  la  mano,  y  tocaba  una  flauti- 
lla  de  agudo  sonido,  vuelto  al  orien- 
te, y  después  al  occidente,  al  norte  y 
al  sur.  Los  presentes  al  ver  al  sacer-  I 
.dote  y  los  ausentes  al  oir  el  silbido  ; 
de  la  flauta,  todos  se  postraban,  y 
tocando  la  tierra  con  el  dedolo  lle- 
vaban á  sus  labios  y  todos  lloraban 
implorando  la  protección  del  dios, 
los  unos  por  sus  pecados  para  que 
no  les  sobreviniesen  enfermedades, 
y  los  otros  por  sus  delitos  para  que 
no  fuesen  descubiertos;  mientras 
que  los  valerosos  >Y/ov/ 5^//^  pedían 
victoria  contra  sus  enemigos  y 
fuerzas  para  prender  muchos  cau- 
tivos en  la  guerra  al  mismo  Tezca- 
ílipoca,  á  Quetsalcoalt,  á  Huit^ilo- 
pochili  y  á  Cihuacoatl,  deidades 
principales  de  los  mexica. 

«Esta  solemnidad  se  hacía  en  la 
noche  porque  en  ella  es  la  luna  rei- 
na de  los  cielos. 

«Al  día  siguiente  vestían  los  sa- 
cerdotes á  un  cautivo  con  un  traje 
igual  al  del  dios  y  lo  ponían  en  unas 
andas  muy  adornadas;  sacaban  los 
mancebos  y  doncellas  del  Calniecac 
una  soga  gruesa  y  torcida  hecha  de 
maíz  tostado  la  cual  llamaban  tam- 


bién toxcatl,  rodeaban  con  ella  las 
andas  echándolas  al  cuello  del  ídolo 
y  de  lo  mismo  le  ponían  una  guir- 
nalda en  la  cabeza.  Los  sacerdotes 
estaban  todos  embijados  de  negro 
con  sus  cabelleras  largas  trenzadas 
á  la  mitad;  los  mancebos  también 
embijados  con  sus  mantas  de  red  y 
í^oga  y  guirnaldas  de  toxcatl,  y  las 
doncellas  vestidas  con  nuevos  tra- 
jes y  aderezos,  con  sus  sartales  de 
maíz  tostado,  y  en  la  cabeza  toca- 
dos echos  de  varillas  con  el  mismo 
maíz,  pintado  el  rostro  de  colores  y 
los  brazos  y  las  piernas  empluma- 
das. Mancebos  y  doncellas  llevaban 
en  las  manos  ramos  de  rosas. 

«Hacíase  procesión  con  el  dios 
por  el  patio  del  templo,  cuyas  al- 
menas estaban  cubiertas  de  rosas 
y  cuyo  piso  estaba  regado  de  pen- 
cas de  maguey.  Seguíanse  después 
las  ofrendas  acostumbradas  de  jo- 
yas, mantas  y  comidas,  y  al  medio 
día  salían  todas  las  doncellas  en 
hilera  con  un  cerco  negro  pintado 
en  la  boca  llevando  la  comida  del 
dios:  las  precedía  un  sacerdote  es- 
pecial de  Te^cailipoca,  vestido  con 
una  especie  de  sobrepelliz  que  le 
daba  á  las  pantorrillas,  blanca  y 
con  muchos  rapase  jos  por  orla;  en- 
cima tenía  un  jubón  sin  mangas  de 
cuero  rojo,  y  en  el  lugar  de  las  man- 
gas traía  unas  como  alas  de  las  que 
salían  unas  cintas  anchas  para  ob- 
tener en  la  espalda  del  sacerdote 
un  calabazo  lleno  de  agujeros  y 
en  ellos  rosas,  y  por  dentro  de  tiz- 
ne y  colores.  Este  calabazo  se  lla- 
maba iyetecon.  Una  vez  dejada  en 
el  templo  la  comida  del  dios,  la  lle- 
vaban á  los  calmeen  tecuetin  ó  dig- 
nidades del  dios,  quienes  habían 
ayunado  desde  cinco  días  antes  pa- 
ra que  la  comiesen. 


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428 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


«En  seguida  sacrificaban  en  lo 
alto  del  templo  al  cautivo,  quien 
durante  un  año  había  representado 
al  dios,  vestido  y  reverenciado  como 
él,  y  una  vez  que  le  arrancaban  el 
corazón  arrojaban  su  cuerpo  por 
las  gradas.  Procedíase  después  á  la 
danza  sagrada  en  un  lugar  llamado 
yxtihtíacan;  salían  los  mance- 
bos y  las  doncellas  y  las  dignida- 
des del  templo  con  tiaras  en  las 
cabezas  como  las  mozas,  y  los  se- 
ñores y  guerreros,  y  todos  canta- 
ban y  bailaban  al  rededor  del  híie- 
htietl.  Decían  á  las  tiaras  tzatsaBÜi 
y  las  usaban  ese  día  todos  los  prin- 
cipales, y  á  la  danza  toxcanetotilis- 
tli. 

«Cada  cuatro  años,  á  más  del  cau- 
tivo citado,  sacrificaban  á  otros  que 
llamaban  imalacualhuan. 

«En  este  día  y  en  honra  de  la  fies- 
ta era  costumbre  que  todos  comie- 
sen maíz  tostado. 

«Representaban  á  este  mes  en  los 
jeroglíficos  ó  con  la  simple  imagen 
del  dios  Tescaltipoca  6  con  una  ca- 
beza coronada  por  una  guirnalda  ó 
con  un  sartal  de  maíces  y  una  ha- 
cha; pero  la  representación  más  ge- 
nuina  es  el  dios  con  el  sartal  tox- 
catL* 

En  el  artículo  Toxatl  hemos  des- 
cuidado la  etimología  de  este  nom- 
bre. (V.) 

* 
*  * 

Continúa  Chavero: 

«La  sexta  veintena,  llamada  Et- 
salctialisíli,  comenzaba  á  9  de  Ju- 
nio. Ya  hemos  hecho  relación  de  es- 
ta fiesta.  El  jeroglífico  del  mes  era 
el  dios  Tlaloc  con  cañas  de  maíz  en 
las  manos  y  una  olla  de  et^acualli. 
En  algunas  pinturas  rodea  al  dios 


una  lluvia  de  gotas  de  agua,  porque 
en  esa  veintena  había  comenzado 
ya  á  llover  con  fuerza.» 


Continúa  Chavero: 
«La  séptima  veintena  Tecuhilhui- 
tontli,  ó  fiesta  pequeña  de  los  se- 
ñores, comenzaba  á  29  de  Junio. 
No  era  ciertamente  una  solemni- 
dad civil  ni  religiosa,  ni  en  ella  ha- 
bía sacrificios  ni  esplendores  del 
culto.  La  ceremonia  se  reducía  á 
darse  rosas  los  unos  á  los  otros, 
á  regar  de  rosas  los  estrados  y  á  que 
en  esc  día  les  era  permitido  salir  á 
las  muchas  mujeres  de  los  señores 
polígamos,  las  cuales  se  juntaban  y 
andaban  por  la  calle  con  guirnal- 
das en  las  cabezas  y  trajes  lujosos 
y  aderezos  galanos,  recibiendo  fes- 
tejos y  requiebros  de  los  jóvenes  y 
I  señores  principales,  si  bien  guarda- 
¡  das  por  la  vigilancia  de  ayos  cor- 
cobados  y  amas  ancianas  y  cuida- 
doras. Si  pudiéramos  hacer  una 
comparación  con  esa  fiesta,  diría- 
mos que  era  á  modo  de  inocente 
carnaval  sin  disfraz.» 


* 


Sigue  Chavero: 

•  La  octava  veintena  era  Htieyte- 
ciihilhuitl  ó  fiesta  grande  de  los  se- 
ñores. En  ella  se  hacían  dos  solem- 
nidades, que  ya  hemos  descrito:  la 
del  cautivo  que  representaba  á 
Queisalcoatl,  y  era  sacrificado  por 
la  noche  en  el  templo  de  TcBcatli- 
poca.^n  conmemoración  del  triunfo 
astronómico  é  histórico  de  éste  en  la 
lucha  tradicional  de  ambos  diosos  y 
la  solemne  de  Cihuacoatl.  A  ésta  le 
hacían  también  fiesta  entonces  las 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


429 


parteras  y  médicas  de  la  ciudad. 
Consistía  en  que  tomaban  auna  mo- 
za bien  engalanada  y  salían  todas 
con  ella  llevándola  á  lo  alto  del  ce- 
rro de  Chapultepec.  Una  vez  allí  le 
decían:  —Hija  mía  daos  priesa  en 
volver  al  lugar  de  donde  salimos.— 
Daba  entonces  á  correr  la  moza  y 
tras  ella  todas  las  viejas;  va  jaba  el 
cerro,  atravesaba  la  calzada  de 
Tlacopan,  se  entraba  en  el  templo 
y  subía  ya  casi  ahogada  y  sin  alien- 
to por  las  gradas.  Hacíanle  allí  las 
crueles  médicas  cantar  y  bailar, 
embriagándola  para  que  no  sintie- 
re tristeza,  y  después  la  entrega- 
ban á  los  sacerdotes  para  que  la 
sacrificasen. 

«La  comida  ritual  de  esta  fiesta 
eran  los  quiltamalH  6  bizcochos  de 
legumbre  para  significar  que  éstas 
se  habían  producido  ya  por  el  be- 
neficio de  las  lluvias  bien  entradas 
en  aquella  época. 

«El  signo  del  mes  es  un  señor 
principal  con  una  flor  por  tocado, 
y  en  la  mano  un  disco  semejante  al 
símbolo  de  Chalco.» 


Prosigue  Chavero: 

«El  noveno  mes  ó  veintena  era 
Tlaxochimaco,  y  caía  á  ocho  de  agos- 
to. Significa  estera  de  flores  ó  tie- 
rra florida,  porque  entonces  los 
campos  y  los  árboles  están  llenos 
de  ellas.  Dedicaban  la  fiesta  á  los  ni- 
ños muertos  y  se  consideraba  co- 
mo la  principal  de  los  tepaneca.  Era 
á  más  como  preparación  de  la  si- 
guiente veintena;  y  al  efecto  corta- 
ban en  el  monte  uno  de  los  mayo- 
res y  más  gruesos  maderos,  le  qui- 
taban la  corteza  y  lo  alisaban,  y 
arrastrándolo  entre  muchos  lo 


traían  á  la  puerta  de  la  ciudad,  en 
donde  lo  recibían  los  sacerdotes  con 
bocinas,  cantos  y  bailes,  y  el  pueblo 
con  ofrendas  y  sahumerios.  Llamá- 
banle Xocotly  y  lo  dejaban  ahí  tira- 
do todos  los  veinte  días  del  mes; 
pero  celebrándolo  cada  día  con  in- 
ciensos y  danzas  y  sacrificios  per- 
sonales de  punzaduras  y  azotes. 

*Esta  fiesta  se  llamaba  Micail- 
htiiiontli  entre  los  tlaxcalteca,  y 
quiere  decir  fiesta  pequeña  de  los 
muertos. 

«El  signo  del  mes  es  un  cadá- 
ver amortajado  y  unos  hombres 
arrastrando  el  madero  Xocotl. 


Prosigue  Chavero: 

•  La  décima  veintena  era  Xoco- 
huesti,  y  empezaba  á  28  de  agosto; 
significa  cuando  madura  la  fruta,  3^ 
se  seguía  al  anterior  como  los  fru- 
tos siguen  á  las  flores  en  los  árbo- 
les. Era  la  fiesta  de  este  mes  solem- 
nísima. Los  sacerdotes  todos  ves- 
tían sus  trajes  de  ceremonia  más 
suntuosos,  y  se  hacían  sacrificios  de 
muchos  hombres  y  grandes  comi- 
das con  los  cuerpos  de  los  sacrifi- 
cados. Comenzaba  porque  antes 
que  amaneciese  los  sacerdotes  le- 
vantaban con  gran  solemnidad  y 
reverencia  el  madero  Xocotl  y  lo 
enhestaban  en  el  patio  del  templo. 
Para  los  sacrificios  ofrecían  de  an- 
temano los  mercaderes  cinco  cau- 
tivos, cuatro  hombres  y  una  mujer, 
á  los  cuales  llamaban  Yacatecuhtli, 
Chiconquiahuitl ,  Cuauhtlaxayauh , 
Coitlinahual  y  Chachalmecacihuatl , 
nombres  de  cinco  deidades  que  ado- 
raban; de  las  cuales  eran  represen- 
tación durante  los  veinte  días  ante- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


rieres,  y  como  á  ellas  se  les  re- 
verenciaba y  honraba. 

«Ponían  sobre  el  madero  un  gran 
pájaro  hecho  de  masa  de  bledos, 
tBoaíli,  haciéndole  su  cabeza  con  pi- 
co dorado  y  las  alas  y  cola  con 
plumas  verdes  muy  galanas,  y  á  su 
rededor  cuatro  pinas  muy  pintadas 
de  la  misma  masa.  Delante  del  Xo- 
cotl  encendían  después  una  gran 
hoguera,  la  cual  sin  descanso  esta- 
ban alimentando  con  leña.  Venida 
la  mañana  vestían  muchos  cautivos 
con  los  trajes  de  todos  sus  dioses 
principales  y  los  ponían  en  hilera 
junto  á  la  lumbrada.  Salía  en  se- 
guida un  sacerdote,  llamado  el  lu- 
chador, y  uno  á  uno  les  iba  atando 
las  manos;  después  salían  otros  cin- 
co, y  el  primero  nombrado  llehua, 
barría  al  rededor  de  la  lumbre;  é 
inmediatamente  tomaban  á  los  cau- 
tivos y  los  iban  arrojando  en  el  fue- 
go, y  á  medio  asar  y  antes  de  que 
muriesen  los  sacaban  y  sacrifica- 
ban arrancándoles  el  corazón.  Tras 
cada  uno  de  estos  cautivos,  repre- 
sentante de  los  dioses,  sacrifica- 
ban á  cuatro  ó  cinco  esclavos:  así  á 
poco  aquel  patio  estaba  tan  lleno  de 
muertos  que  era  cosa  de  espanto; 
por  lo  cual  también  designaban  es- 
ta fiesta  con  el  nombre  de  Htieymi' 
cailhtiitl,  ó  fiesta  grande  de  los 
muertos.  Todo  el  pueblo  estaba  ado- 
rando el  Xocoth  en  cuclillas  y  con 
los  brazos  cruzados  sobre  el  pecho, 
y  entregaban  luego  sus  acostum- 
bradas ofrendas. 

«Seguíase  después  la  danza  sa- 
grada: formaban  la  rueda  interior 
los  mancebos  y  doncellas  del  Cal- 
mecac,  y  la  exterior  los  señores  y 
principales;  los  mancebos  con  plu- 
mas en  la  cabeza,  orejeras  y  bezo- 
tes fingidos,  todos  con  ricas  plumas 


en  las  manos  y  brazaletes  de  oro; 
las  doncellas  vestidas  con  trajes 
nuevos,  pintados  de  color  los  ros- 
tros, y  los  brazos  y  pies  emplu- 
mados; y  los  señores  muy  galanos 
y  bien  aderezados,  cubiertos  con 
mantas  de  red  blancas  y  negras, 
con  plumajes  blancos  en  la  cabeza  y 
entre  ellos  algunas  plumas  negras 
y  llevando  en  las  manos  unos  idoli- 
llosy  ramos  de  masa.  Por  corifeo  del 
baile  salía  un  sacerdote  vestido  de 
pájaro  con  alas  y  cresta  de  riquísi- 
mas plumas,  y  cascabeles  de  oro  en 
las  muñecas  y  gargantas  de  los 
pies,  haciendo  gran  ruido  con  unas 
sonajas  que  llevaba  en  las  manos, 
el  cual  acompañaba  con  gritos  de- 
sordenados como  sus  pasos,  sin  su- 
jetarse al  compás  de  la  danza. 

«Terminada  ésta,  una  antes  de  po- 
nerse el  sol,  lanzábanse  los  mance- 
bos á  subir  al  palo  Xocotl,  estorban- 
do los  unos,  cayendo  los  otros,  has- 
ta que  el  primero  llegaba  á  lo  alto 
y  arrancaba  la  cabeza  al  pájaro,  y 
el  segundo  y  el  tercero  las  alas, 
y  el  cuarto  la  cola.  Aquellos  cuatro 
mancebos  se  tenían  por  vencedo- 
res. En  seguida  el  pueblo  derriba- 
ba el  madero,  y  todos  se  lanzaban 
sobre  él  á  arrancarle  un  pedazo  ó 
astilla  que  como  reliquia  guarda- 
ban, teniéndose  por  muy  feliz  el  que 
había  alcanzado  á  tomar  una  pe- 
queñísima parte  de  la  masa  del 
cuerpo  del  pájaro  ó  de  las  pinas. 

«Había  además  en  este  día  licen- 
cia general  para  beber  pulque,  ex- 
cepto los  mancebos  y  mozas;  así  es 
que  concluía  la  fiesta  con  grandes 
alegrías  en  la  ciudad  y  con  escanda- 
losas borracheras.  Se  celebraban 
también  muchos  convites  entre  los 
principales  guerreros  y  mercade- 
res, para  comer  la  carne  del  gran 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


431 


número  de  esclavos  sacrificados  en 
ese  día. 

«Eran  signos  del  mes  un  muerto 
amortajado,  ó  la  representación  de 
la  misma  fiesta  de  A'oco//,  viéndose 
alo  lejos  á  aquél  como  símbolo  prin- 
cipal. 

«La  undécima  veintena  se  llama- 
ba Ochpani^tli  y  comenzaba  á  17  de 
septiembre.  El  nombre  significa  la 
acción  de  barrer,  y  metafóricamen- 
te se  toma  por  escoba,  pues  enton- 
ces se  barrían  los  templos,  se  arre- 
glaban los  ornamentos  de  los  dioses 
y  se  componían  los  caminos;  por  lo 
que  también  se  llamaba  á  este  mes 
TenahualisUi.  Por  esto  se  le  repre- 
senta muchas  veces  por  una  esco- 
ba. En  el  primer  día  de  esta  veinte- 
na celebraban  los  mexica  la  fiesta 
de  sus  signos  y  ceremonias  de  sus 
ritos. 

«Lo  primero  que  hacían  era  ba- 
rrer muy  temprano  sus  casas  y  lim- 
piar todos  sus  muebles.  Antes  que 
amaneciese  barrían  también  per- 
fectamente todas  las  calles  de  la 
ciudad.  Con  especial  cuidado  lava- 
ban los  baños,  limpiaban  las  ace- 
quias, los  ríos  y  las  fuentes  y  todos 
procuraban  bañarse  en  ellos.  Ade- 
rezaban los  caminos,  principalmen- 
te la  calzada  de  Coyoacán;  en  fin, 
era  día  de  general  limpieza. 

«La  fiesta  estaba  dedicada  á  la 
diosa  Toci,  nombre  que  significa 
nuestra  madre,  y  se  tenía  por  la  de 
los  otros  dioses.  Recordemos  que  la 
invención  de  esta  deidad  fué  una  te- 
rrible teofanía  en  la  peregrinación 
de  los  mexica,  y  que  para  ellos  ha- 
bía sido  prenda  de  venganza  y  pro- 
mesa de  triunfo,  y  así  nos  explica- 
remos el  gran  culto  con  que  la  hon- 
raban. En  la  teogonia  astronómi- 
ca representaba  á  la  tierra,  por  lo 


cual  la  llamaban  también  su  cora- 
zón y  la  creían  causa  de  los  terre- 
motos. 

«Saliendo  de  México  por  la  Cal- 
zada de  Coyoacán,  es  decir,  por  lo 
que  hoy  se  llama  San  Antonio  Abad, 
en  el  sur  de  la  ciudad,  había  un  tem- 
plo nombrado  Cihuateocalli.  Frente 
á  él  había  hincados  cuatro  maderos 
de  más  de  veintico  brazas  de  alto 
y  de  tanto  grueso  que  dos  hombres 
no  los  podían  abrazar;  sobre  los 
cuatro  maderos  estaba  hecho  un 
andamio  cubierto  con  paja;  le  llama- 
ban Tocititlan,  que  quiere  decir  lu- 
gar junto  á  la  diosa  Toci.  Dentro  del 
Cihuateocalli  6  templo  de  la  mujer, 
estaba  un  ídolo  de  palo  en  figura 
de  anciana,  con  la  cara  blanca  de 
las  narices  para  arriba,  y  negra 
de  las  narices  para  abajo;  tenía  una 
cabellera  natural  de  mujer,  y  una  co- 
rona de  matas  de  algodón  adorna- 
da con  husos  ó  malacatl  con  el  algo- 
dón hilado.  En  una  mano  llevaba 
una  rodela  y  en  la  otra  una  escoba. 
Estaba  vestida  de  blanco,  y  su  ca- 
misa era  corta  con  una  orla  de  algo- 
dón sin  hilar.  En  este  pequeño  tem- 
plo no  había  guardias  ni  sacerdotes. 

Cuarenta  días  antes  de  la  fiesta 
ofrecían  una  esclava  de  unos  cua- 
renta y  cinco  años  de  edad,  á  la  cual 
purificaban  y  ponían  el  nombre  de  la 
diosa  Toci,  guardándola  como  de  cos- 
tumbre en  el  Cuauhcalli,  A  los  veinte 
días  la  sacaban,  y  vistiéndola  como 
á  la  diosa,  la  hacían  bailar  delante 
del  pueblo  y  la  adoraban  como  á 
la  misma  deidad.  Todos  los  días  la 
sacaban,  y  se  repetía  el  baile  y 
la  adoración  hasta  siete  días  antes 
de  la  fiesta.  Entregábanla  enton- 
ces á  siete  viejas  médicas  ó  parte- 
ras, tici,  las  cuales  la  cuidaban  y 
servían  con  esmero,  entreteniéndo- 


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432 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


la  con  decirle  cuentos  y  consejas 
para  hacerla  reir  y  tenerla  alegre. 
Dábanle  pita  para  que  estos  días 
hilase  una  tela,  y  por  ceremonia  la 
llevaban  un  rato  al  templo,  y  ahí 
mientras  hacía  su  trabajo  le  esta- 
ban bailando  los  mancebos  y  mo- 
zas del  Calmecac,  quienes  danza- 
ban tomados  de  las  manos  al  son 
que  les  hacían  unos  sacerdotes  vie- 
jos vestidos  con  trajes  largos  y  blan- 
cos y  con  sus  calabazos  á  la  espííl- 
da,  colgados  de  una  correa  roja. 

«La  víspera  llevaban  á  la  esclava 
al  tianqiiiztli  ó  mercado  á  fingir 
por  ceremonia  que  iba  á  vender  el 
huipilli  y  el  cueyeil  que  había  teji- 
do. La  acompañaban  como  servido- 
res unos  indios  vestidos  de  cuextc- 
ca,  llevaba  el  huipilli  uno  llamado 
iBtactlmnacazcatih,  ó  sacerdote 
blanco,  y  el  cueyeil  otro  á  quien  de- 
cían Itlilpoloncatih  ó  el  empluma- 
do de  plumas  negras. 

«El  día  de  la  fiesta,  antes  de  ama- 
necer, un  sacerdote  sacaba  á  la  in- 
dia y  cargándola  á  las  espaldas,  de 
modo  que  quedase  boca  arriba,  la  11  e- 
vaba  al  templo,  y  al  llegar  ahí  otro 
sacerdote  la  sacrificaba,  tomándola 
con  una  mano  por  los  cabellos  y  de- 
gollándola con  la  otra,  de  suerte  que 
el  que  la  tenía  se  bañaba  todo  en 
sangre.  Desollaban  á  la  víctima  de 
la  mitad  de  los  muslos  para  arriba 
y  hasta  los  codos,  y  vestían  con  su 
cuero  á  un  indio  que  para  ese  obje- 
to tenían  señalado,  poniéndole  en- 
cima la  camisa  y  enagua  de  pita 
que  la  sacrificada  había  tejido,  y  la 
corona  de  copos  de  algodón  y  ma- 
lacates de  la  diosa.  Quedaba  así  en  el 
lugar  de  ésta,  y  lo  sacaban  al  pú- 
blico los  cuexteca  y  sus  demás  ser- 
vidores todos  aderezados  á  punto 
de  guerra.   No  bien  salían  de  los 


aposentos,  cuando  por  la  puerta  del 
patio  entraban  los  principales  gue- 
rreros de  la  ciudad  formados  en  es- 
cuadrones, bien  armados  y  lujosa- 
mente vestidos;  y  descendiendo 
unos  del  templo  y  otros  atacándo- 
lo, teniendo  los  primeros  por  capi- 
tán al  indio  que  representaba  á  la 
diosa,  fingían  un  combate,  al  cual 
llamaban  moyohualicalli  ó  albazo. 
Seguíase  baile,  que  presidía  el  indio 
del  cuero,  al  compás  de  cantares  di- 
chos en  su  honor.  Sacaban  después 
á  los  que  debían  ser  sacrificados,  y 
el  sacrificio  se  hacía  de  una  mane- 
ra especial. 

«Ponían  en  el  templo  también  un 
tablado  sobre  cuatro  maderos  altí- 
simos con  escaleras  para  subir  á 
él.  Subían  primero  los  dos  sacer- 
dotes ejecutores  del  sacrificio,  con 
sus  mitras  en  la  cabeza,  embijados 
de  yeso  los  ojos,  los  labios,  los  mo- 
lledos y  los  muslos,  y  puestas  unas 
banderas  de  lo  mismo  por  todo  el 
cuerpo,  y  para  no  caer  se  ataban 
unas  sogas  al  cuerpo  afianzándolas 
en  los  mismos  maderos;  tomaban 
después  cuatro  guerreros  al  que  ha- 
bían de  sacrificar,  al  cual  ponían 
una  coraza  de  awatl  en  la  cabeza, 
y  lo  acompañaban  á  subir  por  la  es- 
calera: si  por  acaso  se  detenía,  lo 
punzaban  con  púas  de  maguey:  una 
vez  llegados  á  lo  alto,  se  apartaban 
los  guerreros,  y  los  sacerdotes  em- 
pujaban y  arrojaban  abajo  á  la  víc- 
tima. Al  caer  lo  degollaban  otros 
sacerdotes  y  recogían  su  sangre  en 
un  lebrillo.  Así  continuaban  sacri- 
ficando á  todos  los  que  paia  ello 
estaban  destinados  ese  día. 

«Continuaban  otras  ceremonias, 
entre  ellas  la  de  tomar  tierra  con  el 
dedo,  la  cual  se  llamaba  nitisapa- 
loa,  y  luego  un    guerrero,  el  más 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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audaz,  hacia  lo  mismo  con  la  sangre 
del  lebrillo,  y  en  viéndolo  se  lanza- 
ban sobre  él  unos,  y  otros  se  ponían 
de  su  lado  para  defenderle;  y  hacien- 
do rostro  á  veces  y  á  veces  huyendo, 
seguía  la  pelea  desde  el  gran  teoca- 
/// hasta  el  templo  de  Toci,  en  las 
afueras  de  la  ciudad,  con  no  pocas 
desgracias  de  lastimados  y  aun  de 
muertos.  Una  vez  llegados  á  él  ce- 
saba la  pelea,  el  indio  que  venía 
vestido  de  Toci  subía  al  andamio,  y 
desnudándose  vestía  con  su  tra- 
je el  bulto  de  paja  que  había  encima, 
el  cual  quedaba  por  ídolo  de  la  dio- 
sa. Bajábase  en  seguida,  y  se  reti- 
raban los  palos  que  de  escala  ser- 
vían, para  que  ninguno  pudiese  su- 
bir á  donde  la  diosa  estaba. 

•El  signo  de  esta  veintena  era  la 
misma  diosa  Toci, 

«El  día  último  de  esta  veintena,  es 
decir,  á  nuestro  6  de  octubre,  se  ha- 
cía fiesta  á  la  diosa  Xochiqtietsal, 
Era  esta  ceremonia  la  despedida  de 
las  rosas,  y  por  tal  motivo  estaba 
dedicada  á  la  diosa  que  tenía  por 
nombre  flor  preciosa.  Era  gran  pla- 
cer para  los  mexica  el  olor  de  las  ro- 
sas, y  así  las  llevaban  oliéndolas 
por  calles  y  caminos,  y  en  las  comi- 
das las  repartían  á  sus  convidados 
para  darles  mayor  contento.  En  es- 
ta fiesta,  como  la  proximidad  de 
los  frios  iba  á  quitarles  tan  gran 
delicia,  despedíanse  solemnemen- 
te de  las  rosas.  Enramaban  y  com- 
ponían con  flores  sus  personas,  sus 
casas,  sus  templos  y  las  calles,  y 
hacían  bailes,  regocijos  y  farzas  có- 
micas de  mucha  alegría.  Llamába- 
se la  solemnidad  xochilhuitl  6  fies- 
ta de  las  flores,  y  éstas  eran  en  ese 
día  el  único  adorno  de  hombres  y 
mujeres. 

La  diosa  Xochiquetsal  era  la  pa- 


'  trona  de  los  plateros,  pintores,  te- 
;  jedores  de  plumas  y  en  general  de 
I  todas  las  artes  agradables:  era  pa- 
ra los  mexica  la  representación 
I  de  la  belleza.  Su  ídolo  era  de  made 
ra,  y  figuraba  á  una  hermosa  joven 
con  cabello  cortado  sobre  la  frente 
y  á  las  espaldas,  con  zarcillos  de 
oro  y  un  joyel  también  de  oro  col- 
gando de  las  narices;  en  la  cabeza 
tenía  por  diadema  una  trenza  de 
cuero  rojo,  de  la  cual  salían  hacia 
arriba  dos  hermosos  penachos  de 
plumas  verdes  de  quetzal,  su  cami- 
sa era  muy  labrada,  azul,  con  flo- 
res tejidas  y  plumería  y  una  falda 
de  muchos  colores;  en  las  manos 
llevaba  dos  bellos  ramos  de  flores. 
El  templo  de  esta  diosa  estaba  den- 
tro del  Mayor,  y  aunque  pequeño  era 
muy  galano,  tapizado  de  mantas  y 
plumería,  y  lleno  de  aderezos  y  or- 
natos de  oro.  No  había  en  él  sacerdo- 
tes especiales,  sino  que  los  servían 
los  teopisqtie  de  Huitsilopochíli. 

«El  día  de  la  fiesta,  que  venía  á 
reunirse  con  la  de  Teotleco,  los  pin- 
tores, plateros,  labranderas  y  teje- 
doras, llevaban  al  templo  una  india 
vestida  con  el  traje  de  Xochique- 
tsal  para  que  la  sacrificasen  y  de- 
sollándola después  uno  de  ellos,  se 
ponía  su  cuero  y  el  vestido  de  la 
diosa;  sentábanlo  en  seguida  en  las 
gradas  del  templo  y  le  ponían  un 
telar  en  las  manos.  Mientras  él  fin- 
gía tejer,  bailaban  todos  los  oficia- 
les de  los  oficios  citados  con  disfra- 
ces de  monos,  gatos,  perros,  zorros^ 
leones  y  tigres;  era  su  danza  muy 
alegre,  y  cada  uno  llevaba  los  ins- 
trumentos de  su  oficio.  Dedicaban 
también  esta  fiesta  al  perdón  de 
las  culpas,  y  ella  nos  da  bastante 
luz  sobre  lo  que  era  en  realidad  la 
confesión  de  los  mexica.  Primero 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


purificaban  sus  culpas  con  un  baño, 
pues  era  de  ordenanza  que  se  lava- 
sen todos  chicos  y  grandes,  con  lo 
cual  quedaban  libres  de  las  culpas 
menores.  Mas  los  grandes  pecado- 
res y  delincuentes  no  se  purifica- 
ban con  sólo  el  baño,  tenían  para 
ello  necesidad  de  confesar  sus  cul- 
pas exteriormente,  pero  no  en  es- 
pecie; se  reconocían  culpados,  mas 
no  expresaban  cuáles  eran  sus  fal- 
tas, contentándose  con  pasar  por  su 
lengua  agujereada  tantas  pajas  de  á 
palmo  cuantos  eran  sus  pecados  gra- 
ves. Concluido  el  sacrificio,  los  sa- 
cerdotes recogían  las  pajas  ensan- 
grentadas y  las  arrojaban  en  la  ho- 
guera divina,  con  lo  cual  quedaban 
borradas  las  culpas.  Esto  modifica 
la  idea  que  se  tiene  sobre  la  confe- 
sión antigua  de  los  indios  y  destru- 
ye el  error  de  los  que  con  la  cris- 
tiana la  confunden.  Y  por  eso  el  pa- 
dre Duran  afirma  terminantemente 
que  ésta  era  la  confesión  que  los 
indios  tenían  y  no  vocal  como  al- 
gunos han  querido  decir. 


* 
*  * 


«La  duodécima  veintena  se  lla- 
maba Pachtontli  ó  Tcotleco,  y  co- 
menzaba á  7  de  octubre.  Pachton- 
tli es  diminutivo  de  pachtli,  heno,  y 
Teotleco  significa  la  bajada  del  dios. 
Por  eso  la  solemnidad  consistía  en 
colocar  una  jicara  con  masa  desde  el 
anochecer  en  lo  alto  del  templo  y 
estar  velando  hasta  que  aparecía  en 
ella  la  marca  de  un  pie  de  niño.  To- 
caban entonces  bocinas  y  caraco- 
les y  hacían  grandes  muestras  de 
regocijo,  porque  era  señal  de  la 
vuelta  del  dios  Huitsilopochtli.  Ce- 
lebrábala el  pueblo  con  teribles  sa- 


crificios personales,  entre  ellos  el 
atravesarse  la  lengua  pasando  por 
ella  cordeles  y  cañas  con  lo  que  en 
sangre  se  bañaban,  como  expresa- 
mente se  ve  en  las  pinturas  jero- 
glíficas. La  comida  de  esa  fiesta  era 
una  masa  semejante  á  la  sagrada 
de  la  jicara.  El  signo  de  la  veinte- 
na era  un  dios  niño  y  una  rama  de 
heno  en  el  cielo. 


«El  decimotercero  mes  era  el  fin 
del  Tonalamatl  y  se  llamaba  Huey- 
pacili  ó  heno  grande,  y  comenzaba 
á  veintisiete  de  octubre.  Se  llama- 
ba también  Coaihuitl  ó  fiesta  de  la 
culebra,  la  cual  era  general  en  to- 
da la  tierra,  y  Tepeilhuitl  6  fiesta 
de  los  montes. 

«Para  explicarla  debemos  decir, 
que  sorprendidos  sin  duda  por  la  in- 
mensa grandiosidad  de  las  monta- 
ñas de  eterna  nieve,  llamadas  Ix- 
tacihuatl  y  Popocatepetl,  en  dioses 
las  tornaron  los  mexica. 

^Ixtacihuatl  significa  mujer  blan- 
ca. Tenía  templos  en  varios  luga- 
res y  especialmente  en  una  cueva 
de  la  misma  montaña.  En  el  ma- 
yor de  México  era  su  imagen  de 
palo,  vestida  de  azul,  y  en  la  cabeza 
una  tiara  de  papel  blanco  pintado 
de  negro;  tenía  atrás  una  medalla  de 
plata  de  la  cual  salían  unas  plumas 
blancas  y  negras,  cayéndole  por 
las  espaldas  varias  tiras  pintadas 
de  negro.  La  estatua  tenía  el  ros- 
tro de  moza  con  color  en  los  carri- 
llos, y  cabellera  de  hembra  cortada 
en  la  frente  y  junto  á  los  hombros, 
y  estaba  sobre  un  altar  en  pieza  es- 
pecial con  las  paredes  cubiertas  de 
lujosas  mantas  y  ricos  adornos,  en 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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donde  la  servían  de  día  y  de  noche 
las  dignidades  del  templo. 

«Sacrificaban  á  esta  diosa  una  es- 
clava vestida  de  verde  con  tiara 
blanca,  para  significar  que  la  mon- 
taña está  verde  con  las  arboledas, 
pero  su  cima  blanca  con  las  nieves 
eternas.  Le  sacrificaban  además  en 
la  misma  montaña  dos  niños  y  dos 
niñas. 

«Pero  la  fiesta  principal  de  la  vein- 
tena se  hacía  al  Popocatepetl  ó  ce- 
rro que  humea.  La  ceremonia  del 
día  era  hacer  cerritos  de  masa  de 
bledos,  y  cada  uno  en  su  casa  los 
ponía,  colocando  en  medio  uno 
más  grande,  que  era  e)  volcán.  A  es- 
tos cerritos  les  hacían  caras  con 
ojos  y  les  ponían  diversos  adornos; 
á  más  hacían  arbolillos  de  los  cua- 
les colgaban  heno  y  los  colgaban 
también  por  todas  las  cercas.  Arro- 
jaban después  maíz  á  los  cuatro 
vientos,  de  cuatro  colores,  negro, 
blanco,  amarillo  y  entreverado;  y 
concluía  la  fiesta  con  solemnísima 
danza,  en  que  todos  iban  vestidos 
con  traje  talar  blanco  y  en  él  pinta- 
dos corazones  y  manos  abiertas,  sig- 
nificando que  pedían  buena  cosecha 
porque  ya  era  tiempo;  y  así  anda- 
ban con  bateas  de  palo  y  jicaras 
grandes  como  pidiendo  limosna  á 
sus  dioses.  Llevaban  en  la  danza 
á  dos  esclavas,  hermanas  jóvenes, 
las  cuales  tenían  pintadas  en  la  falda 
unas  tripas  retuertas,  significando 
la  una  el  hambre  y  la  otra  la  har- 
tura, y  á  ambas  las  sacrificaban.» 

«El  signo  de  esta  veintena  es  un 
cerro  con  la  imagen  de  Tlaloc  ó 
una  culebra  con  un  puñado  de  heno 
en  el  cielo.» 


«La  décimacuarta  veintena  se  lla- 
maba Quecholli  y  comenzaba  á  16 
de  noviembre.  Mucho  se  ha  dispu- 
tado sobre  el  significado  del  nom- 

1  bre  quecholli:  según  Duran  significa 
flecha  arrojadiza;  Veytia  dice  que 
es  el  pavo  real;  Torquemada  que  el 

j  francolín  ó  flamenco,  y  lo  sigue  Cla- 
vigero;  pero  el  señor  Sánchez,  ac- 

I  tual  director  del  Museo,  ha  hecho 

I  la  observación  de  que  el  llauque- 
chol  es  la  espátula  color  de  rosa 
(Platalea  aiaia  de  Linneo),  y 

I  que  pasa  todos  los  años  en  el  mes 
de  noviembre,  de  los  países  septen- 
trionales al  Valle  de  México.  En 
efecto,  en  este  mes,  terminados  ya 

I  los  trabajos  del  campo,  se  dedica- 
ban los  mexica  á  la  caza  de  aves  en 

!  el  lago,  donde  abundan  especial- 

I  mente  los  patos  en  ese  tiempo.  En 
el  mismo  había  también  en  las  mon- 
tañas gran  cacería,  sobre  todo  de 
venados.  Así  era  natural  que  es- 
te mes  ó  veintena  estuviese  dedi- 
cado á  CamaxÜi,  dios  de  la  caza. 
Hacíanle  gran  fiesta,  mas  no  le  sa- 
crificaban hombres  sino  caza,  y  á 
los  que  habían  ido  á  cazar  los  hon- 
raban y  vestían  de  nuevas  ropas  y 
aderezos,  y  les  hacían  un  camino 
desde  el  monte  hasta  la  ciudad,  por 
el  cual  pasaban  únicamente  los  que 
habían  prendido  una  pieza  de  cace- 
ría; este  camino  estaba  lleno  de  pa- 
ja del  monte  en  lugar  de  juncia,  y 
sobre  ella  iban  en  procesión  aque- 
llos venturosos  cazadores,  unos  tras 
otros,  muy  puestos  en  orden  y  muy 
contentos  y  alegres. 

«Les  ponían  á  estos  cazadores 
cercos  de  tizne  en  los  ojos  y  en  tor- 


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436 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


no  de  la  boca,  y  unos  plumajes  de 
águila  en  las  cabezas  y  las  orejas, 
y  les  embijaban  las  piernas  con  ye- 
so blanco,  con  lo  cual  estaban  tan 
ufanos  que  no  concebían  mayor  hon- 
ra que  la  de  grandes  cazadores. 

«Había  en  aquel  día  gran  fiesta 
en  los  montes  y  numerosas  ofren- 
das al  dios  de  la  caza,  con  oracio- 
nes supersticiosas,  hechizos,  conju- 
ros, cercos  y  suertes:  invocaban  á 
las  nubes,  los  aires,  la  tierra,  el 
agua,  los  cielos,  el  sol.  la  luna,  las 
estrellas,  los  árboles,  plantas  y  ma- 
torrales, los  montes  y  quebradas, 
cerros  y  llanos,  culebras,  lagartos, 
tigres  y  leones,  para  que  les  diesen 
buena  caza,  pues  los  que  tomaban 
más  alcanzaban  los  honrosos  nom- 
bres de  amt'stlatoque  y  amistequi- 
haqtie,  jefes  y  capitanes  de  las  ca- 
cerías. 

«Se  vé  por  esto  que  no  había  en 
esta  veintena  verdadera  fiesta  reli- 
giosa en  México,  y  era  que  los  me- 
xica  no  tenían  en  su  templo  al  dios 
Camaxtli.  Era  deidad  especial  de 
los  huexotzinca  y  tlaxcalteca,  por 
más  que  fuese  el  mismo  Mixcoatl. 
Los  huexotzinca,  que  por  virtud  de 
la  guerra  sagrada  estaban  siem- 
pre en  contienda  con  los  mexica, 
jamás  les  quisieron  entregar  su 
ídolo;  y  aun  se  cuenta  cómo  Mocte- 
zuma envió  comisionados  para  ro- 
barlo, los  cuales  estaban  ya  dispues- 
tos y  aposentados  en  las  casas  rea- 
les; pero  los  de  Huexotzinco  des- 
cubrieron su  intento  y  dieron  so- 
bre ellos  para  matarlos.  Los  mexica 
para  salvarse  se  subieron  á  los  te- 
chos por  las  chimeneas,  y  cuando  los 
huexotzinca  entraron  en  sus  apo- 
sentos, saltaron  á  la  calle  y  pusié- 
ronse en  huida. 

«En  Tlaxcalla  y  Huexotzinco  te-  , 


nía  el  dios  Camaxtli  esta  gran  fies- 
ta principal  del  mes  Quechollt\  y 
una  menor  cada  ochenta  días;  todas 
con  muchos  sacrificios  de  cautivos, 
sin  que  en  las  menores  llegasen  al 
número  principal.  La  efigie  del  dios 
de  la  caza  era  de  palo  y  represen- 
taba á  un  indio  con  cabellera  muy 
larga,  la  frente  y  ojos  n.egros,  en  la 
cabeza  una  corona  de  plumas,  en 
las  narices  atravesada  una  piedra 
transparente,  en  los  molledos  bra- 
zaletes á  manera  de  ataduras  con 
tres  flechas  atravesadas,  debajo  del 
brazo  unos  cueros  de  conejos  como 
por  almaizal,  en  la  mano  derecha 
una  especie  de  canasta  para  llevar 
la  comida  al  monte,  y  en  la  izquier- 
da su  arco  y  flechas;  tenía  además 
un  maxtli  muy  galano,  cactli  en  los 
pies,  y  el  cuerpo  todo  rayado  de 
arriba  abajo  con  unas  rayas  blan- 
cas. El  templo  en  que  estaba  el  dios 
Camaxtli  era  hermosísimo,  de  cien 
gradas  en  alto,  y  mayor  y  mejor  la- 
brado que  el  gran  teocalli  de  Méxi- 
co. Su  forma  era  como  siempre  pi- 
ramidal, y  en  la  plataforma  tem'a 
una  pieza  en  la  cual  estaba  el  ídolo: 
era  la  pieza  redonda  con  una  cubier- 
ta figurando  paja  tan  admirable- 
mente labrada  que  parecía  natural, 
y  la  cual  remataba  en  una  larga 
punta  en  cuya  extremidad  había  un 
osomatlide  barro.  Por  dentro  estaba 
el  templo  muy  entapizado  de  ricas 
mantas,  plumas  y  joyas  y  otros  ri- 
cos aderezos.  El  ídolo  estaba  en  un 
altar,  y  á  sus  pies  había  una  arqui- 
lla redonda  y  tapada,  como  de  una 
vara  de  alto,  donde  tenían  los  ins- 
trumentos de  sacar  lumbre,  y  plu- 
mas de  diversos  y  brillantes  colo- 
res. Estaba  cubierta  constantemen- 
te esta  arca  y  la  adoraban  como  al 
mismo  dios.  En  Coatepec  no  tenían 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


437 


el  dios,  solamente  el  arca.  Nos  ex- 
plicaremos fácilmente  esto  si  recor- 
damos que  Camaxtli  era  el  mis- 
mo dios  del  fuego,  aunque  espe- 
cialmente era  la  deidad  de  la  caza. 
«La  gran  fiesta  que  se  le  hacía 
era  mu 3'  característica.  Se  esco- 
gía ochenta  días  antes  y  se  ponía  á 
ayuno  riguroso  á  un  viejo  sacerdo- 
te, y  la  víspera  de  la  festividad  se 
le  pintaba  y  vestía  como  al  dios:  en 
la  noche  los  mancebos  de  los  reco- 
gimientos al  son  de  las  bocinas  y 
atambores,  acompañados  de  todos 
los  sacerdotes,  lo  subían  en  proce- 
sión alo  alto  del  templo.  Puesto  allí 
antes  de  amanecer,  los  mancebos 
se  vestían  de  cazadores  con  sus 
arcos  y  flechas  en  las  manos,  y  for- 
mados en  escuadrón  con  gran  ala- 
rido y  grita  arremitían  al  viejo  ma- 
cilento, tirándole  mucha  cantidad 
de  flechas  muy  altas  de  manera  que 
no  le  hiciesen  daño.  En  seguida 
las  dignidades  del  templo  tomaban 
del  brazo  y  con  mucha  reverencia 
al  viejo,  y  formados  todos  en  pro- 
cesión se  dirigían  al  monte.  Una  vez 
llegados  se  preparaba  la  cacería, 
para  lo  cual  se  habían  nombrado 
ciertos  jefes  llamados  hmtstequit- 
maquey  almistlatoque.  Iban  los  ca- 
zadores con  el  circuito  de  la  boca  y 
los  ojos  embijados  de  negro,  emplu- 
mada la  cabeza,  y  las  orejas  con 
plumas  rojas,  se  ataban  los  cabellos 
en  el  colodrillo  con  una  correa  de 
cuero  encarnado,  de  la  cual  pendían 
á  la  espalda,  unas  plumas  de  águila, 
y  se  pintaban  el  cuerpo  con  rayas 
blancas,  yendo  desnudos  con  excep- 
ción del  ntaxtli.  Ya  en  el  monte,  to- 
maban al  viejo  que  representaba  á 
Quecholli,  y  lo  llevaban  á  una  enra- 
mada muy  vistosa  formada  de  an- 
temano y  muy  curiosamente  ade- 


rezada de  rosas,  plumas  y  mantas, 
á  la  cual  llamaban  Mixcoateocalli  6 
templo  de  Mixcoatl,  pues  ya  hemos 
dicho  que  éste  y  Camaxtli  eran  la 
misma  deidad.  Dábase  después 
la  señal  de  la  cacería;  los  cazado- 
res que  habían  rodeado  la  falda  del 
cerro,  donde  estaba  la  enramada, 
subían  corriendo.con  grande  grite- 
ría y  estruendosos  alaridos,  y  en 
tan  buen  orden  y  tan  apretados  que 
era  imposible  se  les  escapase  una 
sola  pieza  de  caza.  Así  iban  subien- 
do también  todos  los  animales  del 
cerro  y  pugnando  por  salir  de 
aquel  cerco;  y  allí  era  de  ver  como 
entre  el  bullicio  y  la  algazara  ma- 
taban y  flechaban  y  tomaban  á  mano 
venados,  liebres,  conejos,  leones, 
comadrejas,  ardillas,  culebras,  y  en 
fin,  toda  clase  de  caza;  á  la  que  con 
su  estruendo  y  arremetida  iban  em- 
pujando hasta  la  coronilla  del  ce- 
rro. Acabada  de  hacer  la  caza,  la 
llevaban  toda  delante  del  ídolo  que 
estaba  debajo  del  ramaje  y  ahí  la 
sacrificaban.  Bajábanse  después  al 
llano  á  un  lugar  en  que  se  dividie- 
sen dos  caminos,  y  ahí  tendían  mu- 
cha paja  y  todos  se  sentaban:  lla- 
maban á  este  lugar  Zacapan,  que 
quiere  decir  sobre  el  zacate  ó  hier- 
ba. En  seguida  los  sacerdotes  en- 
cendían lumbre  nueva,  y  con  va- 
rias ceremonias  asaban  la  caza,  ha- 
ciendo con  ella  solemne  convite 
los  circunstantes  y  comiéndola  con 
pan  de  tsoalli. 

«Al  día  siguiente,  después  de  nue- 
va cacería  y  nueva  comida,  volvían 
á  la  ciudad  en  procesión  con  el  ído- 
lo; y  durante  ocho  días  había  par- 
ticulares regocijos  con  danzas  y 
banquetes. 

«Pasados  los  primeros  diez  días 
de  la  veintena,  es  decir,  á  su  mitad, 
110 


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ANALES  DEL  BfUSBO  NACIONAL. 


se  hacía  una  segunda  fiesta.  Para 
ella  vestían  de  diosa  á  una  india  y 
la  llamaban  Yostlamiyahual,  que 
era  diosa  de  las  cacerías,  y  á  un  in- 
dio le  ponían  el  traje  de  Camaxtli, 
y  por  nombre  Mixcoatontli  ó  el  pe- 
queño Mixcoatl,  Los  mancebos  sa- 
lían vestidos  como  este  ídolo  y  re- 
presentaban á  sus  vasallos,  por  lo 
cual  los  llamaban  nuinixcoa.  Una 
vez  reunidos  tomaban  á  la  india  y 
daban  con  ella  cuatro  golpes  con- 
tra una  gran  olla  de  piedra,  el  teo- 
comitl,  y  antes  de  que  acabase  de 
morir,  así  aturdida  por  los  golpes, 
le  cortaban  la  garganta  de  modo 
que  la  sangre  cayera  en  la  olla,  y 
acabada  de  morir  le  cortaban  la  ca- 
beza y  se  la  llevaban  al  Mixcoaton- 
tli, Tomábale  éste  por  los  cabellos, 
y  con  los  nuinixcoa  daba  cuatro 
vueltas  por  el  templo,  hablando  á 
los  concurrentes  y  amonestándoles 
á  la  práctica  del  culto.  Concluidos  . 
procesión  y  sermones,  lo  subían  al 
templo  y  ahí  lo  sacrificaban  de  la 
manera  común,  arrojando  su  cuer- 
po por  las  gradas.  i 

«El  símbolo  religioso  de  esta 
veintena  es  el  quecholli  ó  un  mano- : 
jo  de  plumas;  en  algunas  pinturas 
es  el  mismo  Mixcoatl  ó  Camaxtli,* 

En  el  artículo  Camaxtli  hemos 
dado  la  etimología  de  este  nombre. 

Continúa  Chavero: 

«La  décima  quinta  veintena  se  ¡ 
llamaba  Panquetsalistli  ó  fiesta  de  i 
las  banderas:  comenzaba  á  6  de  di- 
ciembre y  estaba  dedicada  á  Hui-  \ 
tsilopochtli,  á  quien  entonces  se  ha- , 
cía  la  gran  solemnidad  que  al  tra- 1 
tar  de  este  dios  extensamente  des-  i 
cribimos.  Desde  luego  viene  la  ob- 
servación de  cómo,  siendo  Huitm- 
lopochtli  la  principal  deidad  de  los  ¡ 
mexica,  no  se  comprendía  su  fiesta  ! 


en  los  primeros  doscientos  sesen- 
ta días  que  formaban  el  afto  ritual 
ó  Tonalantatl.  En  vano  buscaría- 
mos la  explicación  de  esta  extrafte- 
za;  pero  nosotros  sabemos  ya  que 
Htiitsilopochtli  era  la  estrella  de  la 
mañana  en  la  teogonia  astronómica, 
y  esto  nos  explica  la  colocación  de 
su  fiesta. 

«El  afto  ritual  de  doscientos  se- 
senta días  se  formó  considerando  el 
tiempo  en  que  la  estrella  de  la  tar- 
de está  perfectamente  visible,  y 
adunando  á  eso  la  combinación  de 
los  números  simbólicos  superiores 
13  y  20.  Pero  los  mexica  observa- 
ron que  doscientos  sesenta  días  no 
era  el  períodjo  exacto  de  la  estrella 
de  la  tarde;  los  astrónomos  moder- 
nos le  dan  cuarenta  semanas  ó  dos- 
cientos ochenta  días,  pues  bien,  los 
mexica,  bajo  el  mismo  cálculo,  de- 
jaron catorce  veintenas  ó  sean  esos 
doscientos  ochenta  días  para  la  es- 
trella de  la  tarde,  y  pusieron  en  la 
décimaquinta  la  fiesta  de  la  de 
la  maftana. 

«Era  fiesta  tan  solemne,  que  cua- 
tro días  antes  había  ayuno,  en  el 
cual  se  tomaban  solamente  á  media 
noche  unos  tsoalli  con  miel  y  un 
poco  de  agua.  Llamábase  este  ayu- 
no netehuataalistli,  Y  como  signo 
también  de  la  festividad,  el  día  de 
ella  ponían  banderas  pequeñas  en 
todos  los  árboles  frutales  y  plantas. 
Sobre  el  templo  se  enarbolaba  el 
gran  estandarte  del  dios.  El  símbolo 
de  la  veintena  es  una  bandera  ó 
Huitailopochtli  armado  en  guerra. 

«La  décima  sexta  veintena  se 
llamaba  Atemostli  y  empezaba  á 
veintiséis  de  diciembre.  Hé  aquí  un 
nombre  cuyo  significado  no  se  ha 
explicado  debidamente.  Boturini  lo 
interpreta  por  altar  del  dios;  los  in- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


439 


térpretes  de  los  códices  Vaticano  y 
Telleriano  por  abajamiento  de  las 
aguas  y  conmemoración  del  abaja- 
miento de  las  del  diluvio;  y  el  señor 
Orozco,  admitiendo  la  misma  inter- 
pretación, la  refiere  á  que  en  esa 
época  baja  sensiblemente  el  nivel 
de  los  lagos.  Esto  no  es  enteramen- 
te exacto,  pues  el  mayor  descenso 
se  nota  al  fin  del  invierno,  y  á  más 
el  jeroglífico  del  mes  nos  presen- 
ta una  figura  de  hombre  que  baja 
entre  nubes  de  un  cielo  rodeado 
de  estrellas.  Literalmente  el  nom- 
bre significa  agua  que  baja,  pues 
se  compone  de  atl,  agua,  y  temo, 
descender;  pero  en  la  figura  no  des- 
ciende el  agua,  ni  ésta  baja  del  cielo 
en  que  están  las  estrellas;  de  mo- 
do que  el  atl  debe  tomarse  en  sentido 
figurado.  Así  sucede  en  efecto:  atl 
es  una  de  las  significaciones  del  sol, 
como  extensamente  lo  hemos  ex- 
plicado en  nuestro  último  estudio 
sobre  la  Piedra  del  Sol  que  publica- 
mos en  los  Anales  del  Museo;  y  pre- 
cisamente los  dos  signos  solares 
atl  y  coatí  combinados  forman  la 
cronología,  según  se  ve  en  la  parte 
inferior  de  la  cabeza  colosal  de  Totee, 
donde  están  entrelazados  y  como 
confundiéndose  para  formar  un 
todo. 

Así  atl  es  el  sol,  y  atemoBtli  sig- 
nifica la  bajada  del  sol.  ¿Qué  pasa 
con  este  astro  hacia  el  26  de  diciem- 
bre? Que  habiéndose  alejado  de 
nosotros  hasta  llegar  al  solsticio 
de  invierno,  baja  de  nuevo  y  vuelve 
á  nosotros.  No  significan  más  jero- 
glífico y  nombre  de  la  veintena. 

«No  había  en  esta  fiesta  sacrifi- 
cios de  hombres,  y  á  más  de  los  per- 
sonales, que  consistían  en  pasarse 
púas,  pajas  y  cordeles  por  las  len- 
guas, brazos,  piernas,  orejas  y  miem- 


bros viriles,  reuníase  el  pueblo  en 
los  patios  de  los  templos  y  aguar- 
daban la  vuelta  del  dios  velando  al- 
rededor de  lumbradas,  y  á  esta  vela 
la  llamaban  ixto30stli. 

«Duran  encuentra  relación  en- 
tre esta  fiesta  y  la  de  Teotleco,  que 
se  celebraba  ochenta  días  antes  por 
la  llegada  de  Huitsilopochtli  y  los 
otros  dioses,  los  cuales  se  habían 
ausentado  en  la  veintena  anterior 
OchpanÍBtli  para  que  barriesen  y 
compusiesen  los  templos.  Nosotros 
no  hallamos  esa  relación.» 

En  el  artículo  Atemoztli  hemos 
dado  la  significación  de  este  nom- 
bre. La  que  le  da  Chavero  de  «  Sol 
que  baja»  no  tiene  fundamento  filo- 
lógico ningimo;  y  esta  significación 
se  expresa  con  el  vocablo  Tonatiuh- 
itemoB. 
I     Continúa  Chavero: 

«La  veintena  décimaséptima  se 
I  llamaba    Ti  ti  ti  y  empezaba  á  15 
j  de  enero.  También  este  nombre  se 
I  ha  interpretado  de  diversas  mane- 
i  ras  sin  dar  explicación  de  él.  Según 
Duran   significa  estiradura,  y  por 
eso  en  su  jeroglífico  pintaban  entre 
I  nubes  á  dos  niños  estirándose  de  los 
'  brazos.  Dice  que  en  la  fiesta  de 
!  esta  veintena  había  bailes  de  mu- 
jeres y  hombres  asidos  de  las  ma- 
nos, que  comían  el  pan  llamado  xo- 
cotomalli;  y  hacían  ese  día  los 
mancebos  del  Calmecac  y  de  los  Tel- 
puchcalli  un  combate  poniéndose  en 
dos  bandas  y  pegándose  con  unas 
pelotas  de  hojas  de  caña  que  lleva- 
ban al  cabo  de  un  cordel.  Sahagún 
refiere  que  los  hombres  del  pueblo 
llevaban  atadas  á  los  cordeles  bol- 
sas llenas  de  cosas  blandas,  y  que 
con  ellas  daban  de  talegazos  á  todas 
las  mujeres  que  encontraban  por  la 
calle. 


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440 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«Torquemada  traduce  el  nombre 
Tititl  por  tiempo  apretado;  Boturini 
por  nuestro  vientre,  y  Gama  lo  con- 
tradice dando  por  traducción  rebus- 
car después  de  la  cosecha.  El  seftor 
Orozco  da  á  la  palabra  por  origen  la 
fiesta  IlamatecMhtli,  seftora  vieja, 
llamada  también  Tona,  nuestra  ma- 
dre, y  CoBcamiauh.  La  verdadera  in- 
terpretación de  Titiil  es  vientre,  y 
vamos  á  explicarla  por  el  símbolo 
religioso  de  la  veintena  y  de  las 
ideas  teogónicas  de  losmexica.  Re- 
cordemos que  reposaban  en  la  dua- 
lidad, y  no  sólo  en  la  de  dos  seres 
diversos  ó  diferentes,  sino  también 
en  la  de  dos  distintos  que  en  reali- 
dad eran  una  misma  persona.  Así 
tenemos  las  dualidades  diferentes 
Tlaloc  y  Chalchiaieye,  Cipactli  y 
OxomocOy  Mictlantecuhtli  y  Mictlan- 
cihuatl  y  Tonacatecuhtli  y  To- 
nacacihtiatl;  pero  en  éstas  se  for- 
man las  dualidades  distintas  Tona- 
catcaihtli  y  Mictlantecuhtli,  porque 
ambos  dioses  son  el  sol  de  día  y 
de  noche,  y  Tonacacihuatl  y  Mic- 
tlancihuatl,  que  son  la  misma  tierra. 
Pero  la  dualidad  por  distinción 
opuesta  á  la  dualidad  por  diferencia 
se  percibe  principalmente  en  el  Orne- 
tecuhtli  ó  señor  dos,  que  es  uno  y 
dos  al  mismo  tiempo,  y  que  como 
mujer  es  Omecihuatl.  Ésta  tiene  ne- 
cesariamente todos  los  atributos  de 
aquél,  porque,  como  él,  es  el  princi- 
pio creador.  Aquél  como  fuego  es  el 
dios  viejo,  ésta  es  Ilamatecuhtli,  la 
señora  vieja;  aquél  es  el  padre  de 
los  dioses,  ésta  es  Tona,  nuestra  ma- 
dre; á  aquél  se  le  pone  con  el  ador- 
no especial  de  Xiuhtletl,  que  hemos 
visto  también  en  Kinich  Kakmo,  y 
á  ésta  se  le  representa  con  el  mis- 
mo. Por  oposición  aquél  es  dios  de 
la  vida,  y  á  ésta  se  le  coloca  por  ca- 


beza una  calavera;  aquél  crea,  y  ésta 
lleva  el  escudo  con  las  tempestades 
y  empuña  el  agua  destructora.  Am- 
bos son  uno  porque  el  Ser  Supremo 
crea  y  destruye,  y  ésta  especialmen- 
te es  la  productora  tierra  de  donde 
nacimos  y  á  donde  vamos  á  parar, 
es  Tititl,  nuestro  vientre;  es  Orne- 
cihuath  porque  los  mexica  quisieron 
dedicar  sus  últimas  veintenas  al  Se- 
ñor uno  y  dos;  y  por  eso  en* su  figu- 
ra femenil  es  símbolo  de  la  décima- 
séptima,  y  en  algunas  pinturas  la 
unión  de  Mixcoatl  y  Xochiquetsalli 

\  que  da  la  misma  idea. 

I  «Por  eso  el  intérprete  del  Códice 
Telleriano  llama  á  la  deidad  de  la 
veintena  la  Mixcoatl,  haciendo  fe- 
menino á  este  dios,  y  por  eso  se  ven 
en  el  cielo  del  jeroglífico  de  Du- 

\  rán  dos  figuras  las  cuales  no  son  ni- 
ños que  se  estiran,  sino  la  deidad 

,  dos,  el  Ontetecuhtli. 

«Natural  era  que  en  esta  veinte- 
na se  hiciesen  también  cacerías  en 

I  honor  del  fuego  Camaxtli,  y  le  sa- 
crificaban un  cautivo  bajo  la  ad- 
vocación y  nuevo  nombre  de  Ye- 
maxtli.  También  las  tejedoras  y 
labradoras  hacían  fiesta  entonces 

!  á  la  diosa  Ichpuihtl,  deidad  del  al- 

I godón. 

«El  Calendario  de  París  trae  en 
esta  veintena  dos  datos  curiosos  re- 
lativos al  sacerdocio.  Pone  una  ca- 
beza con  una  máscara  negra,  y  tie- 
ne la  siguiente  anotación :  « Estos 
«están  dedicados  a  el  y  dolo  para 
«Papas,  son  los  segundos  hijos  de 
«los  Señores.»  A  más  del  hecho 
que  se  relaciona  con  la  dedicación 
al  templo  del  sacerdocio  de  los  hi- 
jos segundos  de  los  principales  de 
México,  encontramos  á  los  sacer- 
dotes con  el  nombre  de  papas,  y 
esto  merece  explicación.  Los  pri- 


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y 


SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


441 


meros  cronistas  usan  mucho  de  esa 
palabra,  y  también  ha  sido  argu- 
mento para  sostener  la  predicación 
del  Evangelio  á  los  antiguos  indios. 
El  señor  Orozco  cree  encontrar  en 
esto  relación  con  los  papas  irlande- 
ses que  antiguamente  aportaron  al 
norte  de  nuestro  continente;  pero 
á  más  de  lo  poco  lógico  de  sacar  ar- 
gumentos de  la  semejanza  de  una 
palabra,  la  verdadera  no  era  papa  si- 
no papahuaqtie  corrompida  en 
aquélla  por  los  cronistas,  y  por  cier- 
to que  es  palabra  de  explicación 
sencillísima. 

«Sabemos  que  los  sacerdotes  se. 
untaban  la  cabellera  con  la  san- 
gre de  las  víctimas,  y  así  era  un 
conjunto  de  sucias  y  gruesas  gre- 
ñas. Para  encontrar  nombre  á  esos 
pegujones  de  pelo,  los  compararon 
acertadamente  con  el  heao^  pachíli; 
esta  voz  en  su  forma  plural  papach- 
tli  quedó  significando  guedeja,  y 
de  ahí  se  á^v'wó  papahuque,  guede- 
judo, según  puede  verse  en  el  vo- 
cabulario de  Molina.  Gran  distancia 
hay  por  cierto  de  cosa  tan  senci- 
lla a  hipótesis  tan  aventuradas. 

«La  otra  noticia  del  Calendario 
de  París  es  que  en  esta  veintena  cele- 
braban gran  fiesta  y  borrachera  los 
papas  del  Cú.  La  Omecihuatl  se 
representaba  también  por  los  pro- 
ductos de  la  tierra:  como  caña  de 
maíz  era  la  diosa  Coscamiauh,  y  co- 
mo planta  de  maguey  era  la  misma 
diosa  Miahuatl  y  en  esa  planta  se 
la  ve  sentada  en  uno  de  los  jeroglífi- 
cos del  Códice  Borgiano  en  donde 
está  con  su  carácter  de  Omecihuatl, 
creando  á  la  tierra  Toctli.  En  esa 
pintura  debemos  notar  que  la  dio- 
sa tiene  en  la  frente  el  cipactli  co- 
mo el  Ometecuhtliy  y  que  en  la  par- 
te superior  está  como  símbolo  la 


olla  del  sol  atravesada  por  una  fle- 
cha acaíL» 

En  el  artículo  Ometecuhtli  hemos 
explicado,  combatiendo  las  ideas  de 
Chavero,  la  verdadera  significa- 
ción del  nombre,  el  cual  no  es  más 
que  una  de  las  dos  personas  de  la 
Omeyotl  «ó  sea  la  dualidad,»  á  se- 
mejanza de  la  Trinidad  de  los  cris- 
tianos. 

En  el  artículo  Papas  hemos  dado 
la  etimología  de  este  nombre.  En 
cuanto  á  la  del  nombre  del  mes  ó 
veintena  véase  el  artículo  Tititl. 


* 


Concluye  Chavero: 

«Llegamos  á  la  décima  octava  y 
última  veintena  llamada  l^calli  ó 
Itscalli,  la  cual  empezaba  á  4  de  fe- 
brero. Tampoco  este  nombre  ha 
tenido  explicación  satisfactoria. 
Veytia  lo  traduce  por  retoñarla  hier- 
ba; Duran  por  criarse,  del  verbo 
moacaltia;  Clavigero  por  hé  aquí  la 
casa;  los  intérpretes  de  los  Códices 
Vaticano  y  Telleriano  por  viveza 
y  habilidad,  y  llaman  á  la  fiesta  de 
la  veintena  Pilquixtia  6  solemnidad 
de  regalo  de  los  niños.  Pero  otra  es 
la  verdad:  así  como  el  Ometecuhtli 
en  su  carácter  de  tierra  es  Tititl, 
nuestro  vientre,  como  sol  y  cielo  es 
Itscalli,  la  casa  de  la  luz.  Por  eso 
el  símbolo  de  la  veintena  es  el  dios 
del  fuego  y  el  mismo  Ometecuhtli. 
Los  de  Tlaxcalla  hacían  en  este 
mes  fiesta  y  sacrificio  de  niños  á 
la  montaña  Matlalcueye,  que  hoy  se 
llama  la  Malinche.  En  Méxic3  hin- 
caban unas  varas  con  sus  ramas 
en  los  sacrificaderos  de  los  barrios, 
y  lo  hacían  el  último  día  de  la  vein- 
tena para  significar  que  venía  el 
año  nuevo.  El  Calendario  de  París 

111 


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442 


ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


nos  da  el  dibujo  de  la  fiesta  de  los  ni- 
ños que  se  hacía  á  los  tres  dioses, 
del  agua,  de  la  semilla  y  de  la  ca- 
ña. Se  ve  el  teocalli,  un  huehuetl 
para  acompañar  la  danza  de  sacer- 
dotes, y  en  medio  de  la  danza  un 
madero  alto  lleno  de  juguetes  que 
subían  á  coger  los  niños.» 

Chavero,  no  obstante  que  admite 
el  año  bisiesto  entre  los  mexica- 
nos en  diverso  año  del  correspon- 
diente al  Calendario  Gregoriano, 
señala,  como  se  ha  visto  en  su  ex- 
plicación de  las  veintenas,  fechas 
del  último  calendario  correspon- 
dientes al  de  los  mexicanos.  Este 
señalamiento  es  inexacto,  y  cuando 
más  podría  haber  correspondencia 
en  uno  que  otro  año,  pero  no  en  to- 
dos; así  pues,  decir  que  tal  ó  cual 
veintena  comenzaba  siempre  en 
igual  fecha  del  calendario  Grego- 
riano, es  un  error  muy  craso.  Sube 
de  punto  la  dificultad  si  se  admite 
que  los  mexicanos  no  intercalaban 
el  bisiesto  cada  cuatro  años,  sino 
que  al  fin  del  ciclo  de  52  años  aumen- 
taban 13  días,  porque  entonces  la 
diferencia  de  fechas  en  uno  y  otro 
calendario  era  de  varios  días.  Sa- 
hagún  y  otros  croni.stas  antiguos, 
Cía  vigero  y  Orozco  y  Berra  señalan 
también  correspondencia  entre  los 
Calendarios  mexicano  y  Gregoria- 
no, y,  por  consiguiente,  esos  cómpu- 
tos son  erróneos. 

En  el  artículo  Calendario  hemos 
demostrado  que  líis  tablas  que  pone 
Chavero  en  México  d  través  de  los 
siglos,  sólo  pueden  servir  para  en- 
contrar la  correspondencia  de 
fechas,  conbinando  el  bisiesto  de  los 
mexicanos  con  el  nuestro,  lo  cual 
da  cada  año  una  diferencia  de  uno 
ó  dos  días  para  principiar  los  años 
mexicano  y  Gregoriano.  Cuando  el 


I  señor  Chavero  leyó  nuestro  artículo 
Calendario  no  tuvo  embarazo  en 
manifestar  que  la  observación  que 
hacíamos  era  exacta. 

El  P.  Clavigero  asigna  á  las  vein- 
tenas algunos  de  los  signos  que  he- 
mos visto  en  Chavero;  pero  trae  di- 
versas figuras  representativas 
en  varias  veintenas,  según  se  vé 
por  el  tcKto  siguiente: 

«La  primera  figura  es  la  del  agua, 
esparcida  sobre  un  edificio,  para  de- 
I  notar  el  primer  mes,  cuyo  nombre 
!  es  Acahualco  ó  Atlacahualco, 
que  significa  cesación  del  agua; 
porque  en  el  mes  de  Marzo  cesan 
las  lluvias  en  los  países  septentrio- 
nales, que  es  donde  tuvo  origen  el 
I  calendario  de  los  pueblos  de  Ana- 
I  huac.  Llamábanlo  también  Cuahui- 
.  tlehua^  ó  germinación  de  los  árbo- 
les, porque  éstos  empiezan  á  echar 
hojas  hacia  aquel  tiempo  en  los  pai- 
i  ses  fríos.  Los  Tlaxcaltecas  llama- 
'  ban  á  este  mes  Gilomanilistli,  ó 
sea  oblación  de  las  mazorcas  de 
maíz;  porque  en  él  ofrecían  á  sus 
dioses  las  del  año  anterior,  para  fa- 
vorecer la  siembra,  que  empezaba 
en  aquella  época  en  los  países  altos. 
«La  figura  del  segundo  mes  pa- 
rece á  primera  vista  un  pabellón; 
pero  yo  creo  que  es  mas  bien  una  piel 
humana  mal  dibujada,  para  expre- 
sar lo  que  significa  el  nombre  Tía- 
caxipehualistli.  que  daban  á  este 
mes,  y  quiere  decir  desollamiento 
de  hombres,  con  alusión  al  bárbaro 
rito  de  desollar  las  víctimas  huma- 
nas en  la  fiesta  del  dios  de  los  plate- 
ros. Los  Tlaxcaltecas  llamaban  á 
este  mes  Coailhuitl,  ó  fiesta  gene- 
ral, y  lo  representaban  con  la  figura 
de  una  sierpe  enroscada  en  tomo  de 
un  abanico,  y  de  un  ayacaxtli. 
•Estos  dos  objetos  son  símbolos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


443 


de  los  bailes  que  entonces"  se  ha- 
cían, y  la  sierpe  enroscada  significa 
su  generalidad. 

«La  figura  del  tercer  mes  es  la  de 
un  pájaro  sobre  una  lanceta.  La 
lanceta  significa  el  derramamiento 
de  sangre  que  hacian  en  las  no- 
ches de  este  mes;  pero  no  sabemos 
la  significación  del  pájaro. 

«El  cuarto  mes  se  representa  con 
la  figura  de  un  pequeño  edificio, 
sobre  el  cual  se  ven  algunas  hojas 
de  junco,  para  significar  la  cere- 
monia que  en  este  mes  hacían  de 
poner  á  las  puertas  de  las  casas 
juncos  y  otras  yerbas,  salpica- 
das con  la  sangre  que  se  sacaban 
en  honor  de  sus  dioses. 

«Los  Tlaxcaltecas  representaban 
el  mes  tercero  con  una  lanceta,  para 
significar  la  penitencia;  y  el  cuar- 
to, con  una  lanceta  mayor,  para  dar 
á  entender  que  en  él  era  más  rigo- 
rosa. 

«La  figura  del  quinto  mes  es  la 
de  una  cabeza  humana  con  un  co- 
llar, para  representar  las  sartas  de 
maíz  tostado  que  se  ponían  al  cuello, 
y  con  las  cuales  adornaban  también 
al  ídolo  de  Tescatlipoca;  por  lo  que 
el  mes  se  llamó  Toxcatl  como  j-a 
he  dicho. 

«El  sesto  se  representa  con  una 
olla,  para  denotar  un  manjar  que 
entonces  comían,  y  se  llamaba  et- 
Balli;  por  lo  que  el  mes  se  llamó 
Etsalcualistli 

«Las  dos  figuras  de  los  meses  sé- 
timo y  octavo,  parecen  alusivas  á 
los  bailes  que  en  ellos  se  hacian;  y 
porque  eran  mayores  los  del  octavo, 
es  también  mayor  la  figura  corres- 
pondiente. Junto  á  estas  figuras  se 
ve  la  lanceta,  símbolo  de  la  peniten- 
cia con  que  se  preparaban  á  aquella 
función.  LosTIaxcaltecasfiguraban 


estos  dos  meses  con  dos  cabezas  de 
señores:  la  del  mes  Tecuilhuitontli, 
ó  fiesta  pequeña,  parece  de  joven; 
y  la  del  Haeitecuilhuitl,  ó  fiesta 
grande  de  un  anciano. 

«Las  figuras  de  los  meses  nono  y 
décimo,  son  significativas  del  lu- 
to de  que  se  vestían,  y  del  duelo  que 
practicaban  por  los  muertos;  por  lo 
cual  el  nono  se  llamó  Micailhuitl, 
esto  es,  fiesta  de  muertos,  y  el  dé- 
cimo, Hueimicailhuiih  esto  es,  fiesta 
grande  de  muertos:  diferencia  que 
se  nota  también  en  ser  mayor  la  fi- 
gura de  este  que  la  de  aquel.  Los 
Tlaxcaltecas  pintaban  en  ambos 
meses  una  calavera  con  dos  huesos, 
siendo  mayor  la  del  décimo  mes. 

«La  figura  del  mes  undécimo  es 
una  escoba,  símbolo  de  la  ceremo- 
nia de  barrer  el  templo,  que  se  ha- 
cía entonces  en  todas  partes;  por 
cuya  razón  se  llamó  OchpanisÜi, 
Los  Tlaxcaltecas  pintaban  una  ma- 
no con  la  escoba. 

«La  figura  de  los  meses  duodéci- 
mo y  decimotercio,  es  la  de  una 
planta  parásita,  llamada  por  los 
Mexicanos  pachtli,  que  crece  en  es- 
te mes  sobre  las  encinas.  De  ella 
tomó  nombre  el  primero  de  estos 
dos  meses;  y  como  en  el  siguiente 
la  planta  está  mas  crecida,  se  re 
presenta  en  él  de  mayor  tamaño,  y 
el  mes  se  llama  Hueipachtli.  Estos 
nombres,  aunque  mas  frecuentes 
entre  los  Tlaxcaltecas,  eran  tam- 
bién usados  algunas  veces  por  los 
Mtfcicanos;  pero  yo  he  adoptado  en 
la  Historia  los  de  Teotleco  y  Tepeil- 
huitl,  porque  eran  los  que  mas  co- 
munmente empleaban  estos. 

«La  figura  del  mes  decimocuarto 
es  muy  semejante  á  la  del  segundo, 
pero  no  .sabemos  qué  signifique. 
Los  Tlaxcaltecas  lo  representaban 


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444 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


con  la  figura  del  pájaro  que  noso- 
tros llamamos  flamenco  y  los  Me- 
xicanos quecholli;  nombre  que  unos 
y  otros  impusieron  al  mes,  por  ser 
la  estación  en  que  aquellas  aves  em- 
piezan á  dejarse  ver  en  el  lago. 

«La  figura  del  mes  decimoquinto 
es  un  pedazo  del  estandarte  mexi- 
cano, para  significar  el  que  se  lleva 
en  la  solemnísima  procesión  de 
HuitBilopochtli,  que  se  hacia  en  este 
mes.  El  nombre  Panquetsalistli, 
con  que  se  designaba,  quiere  decir 
el  acto  de  tremolar  el  estandarte. 

«La  figura  del  mes  decimosesto 
es  la  del  agua  sobre  una  escalera, 
para  denotar  la  bajada  de  las  aguas, 
que  es  el  sentido  de  la  voz  Atemos- 
tu.  Llamaban  así  á  este  mes,  ó  por- 
que en  él  empiezan  las  lluvias  en 
los  países  setentrionales,  ó  por  la 
fiesta  que  se  hacia  entonces  á  los 
dioses  c3e  los  montes  y  de  las  aguas, 
para  obtener  la  lluvia  oportuna. 

«La  figura  del  mes  décimosétimo 
es  la  de  dos  ó  tres  leños  atados  con 
una  cuerda,  y  una  mano  que,  tiran 
do  fuertemente  de  ésta,  aprieta  los 
leños,  para  significar  la  compresión 


que  en  este  tiempo  ocasiona  el  frío; 
pues  tal  es  el  sentido  de  la  voz  Ti- 
tith  nombre  del  mes.  Los  Tlaxcal- 
tecas pintaban  los  bastones. 

«La  figura  del  mes  decimoctavo 
es  la  cabeza  de  un  cuadrúpedo  so- 
bre un  altar,  para  significar  los  sa- 
crificios de  animales  que  se  hacían 
en  este  mes  al  dios  del  fuego.  Los 
Tlaxcaltecas  pintaban  á  un  hombre 
que  sostenía  á  un  niño  por  la  cabe- 
za. Esta  representación  da  alguna 
verosimilitud  á  la  interpretación 
del  nombre  IscalU,  que  según  al- 
gunos autores,  es  resucitado,  ó  nue- 
va creación.» 


*  * 


Las  veintenas  tenían,  como  las 
trecenas,  uno  ó  más  númenes  á  que 
estaban  dedicadas,  diversos,  en  mu- 
chas de  ellas,  de  los  dioses  cuyas 
fiestas  se  celebraban  en  el  mismo 
período  de  tiempo 

Pasoy  Troncoso,  interpretando  el 
Códice  Borbónico,  trac  los  númenes 
de  cada  veintena,  en  el  orden  si- 
guiente: 


Veintenas 

Númenes 

/. 

Acahuallo 

Tlaloc. 

2. 

Atlacaxipehualistli 

Xipetotetic. 

3. 

ToBOstontli 

Tlaloc. 

4. 

HuectoaOBtli 

Tlaloc. 

5. 

Toxcatl 

Tescatlipoca. 

6 

Etzacualistlí               % 

Tlaloc. 

Quetsalcoatl, 

XolotL 

7. 

Tecuilhuitonili 

Quetsalcoatl. 

8. 

Cihuacoatl 

Cinteotl. 
IlBtlilzin. 

9. 

Hueytectnhtiitl 

Cinteotl. 
Xipetotetic. 

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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


445 


Veintenas 


Númenes 


10.  Hueymiccailhuül 

ó  Xocohuetsi 
IL  Ochpanistli 


12.  Teotleco 

13.  Tepeühuál 

14.  Quetcholli 


15.  PanquetsaliBÜi 

16.  AiewoBtli 

17.  Tititl 

18.  Ucalli 

Vía  Láctea.  Todos  los  pueblos 
han  admirado  el  grandioso  fenóme- 
no que  se  observa  todas  las  noches 
en  el  cielo:  la  inmensa  nube  que  cir- 
cunda todo  el  firmamento,  á  la  cual 
los  astrónomos  consideran  como 
una  gran  aglomeración  de  conste- 
laciones que  sólo  pueden  vislum- 
brarse con  el  telescopio.  Los  anti- 
guos le  han  dado  á  esa  gran  faja 
celeste  diversos  nombres  confor- 
mándose con  sus  ideas  religiosas  ó 
poéticas;  así  vemos  que  los  roma- 
nos la  llamaron  Via  láctea  ó  camino 
de  leche;  los  españoles  le  dieron  el 
nombre  de  carrera  de  Santiago 
porque  se  figuraban  que  era  la  sen- 
da que  había  recorrido  en  el  cielo 
el  batallador  apóstol  San  Yago  ó 
Jacobo;  los  cristianos  suponen  que 
la  Virgen  María  daba  de  mamar  á 
su  hijo  Jesús  y  que  éste  soltó  de  re- 
pente el  seno  y  la  leche  que  cayó 


Xitihtecutli. 

Toci. 

Chicomecoatl. 

Atlatonan. 

Xochiqnetsalli. 

Tescailipoca. 

HuitBilopochtli. 

Xochiqnetsalli. 

rialoc. 

Nappatectitli. 

Mixcoatl. 

TlanmtsincatL 

Izquitecatl. 

Huitsilopochtli. 

Tlaloc. 

Chalchiuhictie. 

Xihuacoatl. 

Xiuhiecutli. 

formó  la  inmensa  Via  láctea.  Los 
mexicanos,  ó  los  nahoas,  no  pudien- 
do  dejar  de  observar  esa  inmensa 
faja  que,  cual  serpiente  circunda  el 
firmamento,  y  viendo  su  aparien- 
cia nebulosa  la  llamaron  *  Culebra 
de  nube^  ó  sea  Mixcoatl,  de  suerte 
que  lá  deificaron  y  le  tributaron  en 
los  altares  el  culto  más  solemne.  A 
pesar  de  esta  sencilla  explicación 
relativa  al  nombre,  se  encuentran 
en  la  teogonia  de  los  nahoas  mitos 
muy  obscuros  é  ininteligibles  acer- 
ca de  la  Gran  Nebulosa.  Así,  en  el 
manuscrito  de  Fr.  Bernardino,  re- 
lativo á  la  cosmogonía,,  se  lee  lo  si- 
guiente: 

«El  ultimo  año  del  sol  Chalchiuh- 
tlicue,  las  aguas  produjeron  un  dilu- 
vio sobre  la  tierra;  los  macegua- 
les  perecieron,  convirtiéronse  en 
peces,  y  desequilibrados  los  cie- 
los, se  derrumbaron  sobre  el  Cipac- 

112 


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446 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


///.  Para  reparar  semejante  catás- 
trofe, los  cuatro  dioses,  en  el  año  1 
tochtli,  primero  después  del  dilu- 
vio, crearon  cuatro  hombres  llama- 
dos Atemoc,  Itscoatl,  Itsmaliyat  y 
Tenoch,  penetrando  j)or  debajo  de 
la  tierra  hicieron  cuatro  horadacio- 
nes hasta  salir  á  la  superficie  su- 
perior; Tescailipoca  se  volvió  el 
árbol  tezcncuahtiitl,  QuetJ^alcoatl 
el  árbol  quetBalhiiexoch,  y  hombres, 
arboles  y  dioses  levantaron  los  cie- 
los, sustentándoles  firmes  con  las 
estrellas  en  la  forma  que  ahora  es- 
tán. En  premio  de  aquella  acción, 
el  Tonacaiccuhtli  hizo  á  sus  hijos 
señores  de  cielos  y  estrellas,  y  el 
camino  que  ellos  recorrieron  Que- 
tsalcoatl  y  TeBcatlipoca  lo  marca 
la  Vía  láctea.  Después  de  restable- 
cidos los  cielos,  los  dioses  dieron 
vida  nueva  á  la  tierra  nueva,  muer- 
ta en  el  cataclismo.  Al  año  siguiente, 
2  acatl,  TeBcatlipoca  dejó  su  nom- 
bre tomando  el  de  Mixcoatly  culebra 
de  nubes  ó  la  tromba.» 

En  el  pasaje  se  ve  que  no  es  á  la 
Nebulosa  sino  á  Tescatlipoca  á 
quien  se  le  da  el  nombre  de  Mix- 
coatí;  pero,  más  bien  debe  enten- 
derse que  el  dios  se  identificó  con 
la  Nebulosa  y  tomó  su  nombre. 
Orozco  y  Berra,  al  copiar  el  pasa- 
je de  Fr.  Bernardino  llama  «trom- 
ba» á  la  «culebra  de  nube;-  pero 
éste  es  un  error,  porque  la  tromba 
ó  culebra  de  agua  no  la  llamaban 
Mixcoatl,  sino  Acoatl, 

En  el  artículo  Mixcoail  hemos 
hecho  observar  que  los  nahoas  vis- 
lumbraron tal  vez  la  inmensa  rela- 
ción que  la  Vía  láctea  tiene  con 
nue.stro  sistema  solar,  pues  en  al- 
gunos de  sus  mitos  se  advierte  que 
consideraban  á  la  «Gran  Nebulo- 
sa» como  el  origen  de  nuestro  sis- 


tema solar,  lo  cual  forma  hoy  una  hi- 
pótesis en  la  astronomía  moderna. 

No  sólo  como  causa  primera,  en 
el  orden  material,  consideraron  los 
nahoas  á  la  Vía  láctea,  sino  como 
padre  de  la  humanidad,  y  así  vemos 
que  el  viejo  Ixtamixcoatl  ó  «  cule- 
bra de  nube  blanca»  tuviera  siete 
hijos,  que  fueron  los  padres  de  las 
diversas  razas  de  hombres.  (V^éase 
Iztamixcoatl). 

Victimas.  La  parte  capital  del 
culto  azteca  eran  los  sacrificios. 
Las  codornices,  langostas,  maripo- 
sas y  culebras  apostaron  con  los 
dioses  en  Teotihuacan  por  dónde 
saldría  el  sol,  y  habiendo  perdido 
fueron  condenadas  á  ser  sacrifica- 
das. Las  codornices,  entre  los  ani- 
males, hacían  papel  principal.  Los 
sacerdotes  recibían  al  sol  á  su  sali- 
da con  música  y  alabanzas;  cada 
uno  de  ellos  arrancaba  la  cabe- 
za á  una  codorniz,  mostrándola  san- 
grienta al  astro  en  señal  de  holo- 
causto. Las  aves  muertas  servían  de 
pasto  á  los  ministros.  En  la  fiesta 
de  TeBcatlipoca,  el  rey  arranca- 
ba la  cabeza  á  cuatro  codornices, 
tirándolas  á  los  pies  del  dios;  en  se- 
guida los  sacerdotes  practicaban 
el  mismo  sacrificio,  y  luego  todo  el 
pueblo;  el  gran  número  de  aves 
muertas  era  recogido  por  los  cria- 
dos del  rey,  quienes  cocían  ó  asaban 
una  parte  para  la  comida  del  señor 
y  de  los  ministros,  salando  el  resto 
para  que  se  conservara  como  cosa 
sagrada.  Huitsilopochtli  tenía  tam- 
bién consagrados  como  víctimas, 
codornices  y  gavilanes.  Se  ofrecían 
á  Mixcoatl  conejos  y  coyotes.  A  di- 
versas divinidades  toda  clase  de 
animales,  así  bravos  como  domés- 
ticos, sin  olvidar  los  peces  y  vi- 
vientes acuáticos.  Según  una  res- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


447 


petable  opinión.— «Las  aves  que  á 
«sus  dioses  ofrecían,  pocos  las  co- 
•mían,  antes  las  echaban  á  mal.» 

En  materia  de  sacrificios,  como 
en  todo  su  sistema  religioso,  los  az- 
tecas reunían  lo  practicado  por  los  . 
diversos  pueblos.  A  la  simple 
ofrenda  de  las  flores  y  de  ios  fru- 
tos hecha  á  Coatlicue  y  á  Centeotl, 
restos  de  los  cultos  primitivos,  jun- 
taban como  víctimas,  ya  la  codor- 
niz de  origen  chichimeca,  ya  los 
otros  animales  reminiscencias  de 
los  habitantes  del  antiguo  Teoti- 
huacan.  Para  colmo  de  monstruo- 
sidad presentaban  también  la  vícti- 
ma humana.  La  historia  declara  á 
los  mexica  culpables  de  este  inven- 
to. En  efecto,  la  mención  auténtica 
que  hemos  encontrado  en  las  pintu- 
ras de  esta  práctica  feroz,  corres- 
ponde ala  primera  parte  de  la  pere- 
grinación de  la  tribu.  ¿Fueron  ellos 
los  verdaderos  inventores  del  cri- 
men, ó  lo  inventaron  de  pueblo  más 
antiguo?  Nada  podemos  asegurar 
con  absoluta  certeza.  El  instinto  ho- 
micida, que  en  más  de  una  vez  deja- 
ron traslucir  en  las  mansiones  de 
su  viaje,  fué  parte  para  que  las  tri- 
bus les  arrojaran  de  sus  poblaciones 
y  les  persiguieran  por  la  guerra;  el 
sacrificio  de  los  prisioneros 
chalqueses  y  el  de  la  hija  del  señor 
de  Colhuacan,  determinaron  su  sa- 
lida fuera  del  valle  y  su  ausencia 
por  muchos  años.  Fundada  la  Ciu- 
dad de  México,  la  sangre  de  un  pri- 
sionero colhua  sirvió  para  inaugu- 
rar el  humilde  momosílt  de  Huitsi' ! 
lopochtli.  En  los  años  de  esclavitud  i 
y  de  desdicha,  el  dios  hubo  de  con- 
tentarse con  alguna  víctima  furti- 
vamente tomada  en  la  tierra  firme; 
mas  cuando  la  tribu  rompió  el  yugo 
y  se  hizo  poderosa,  la  religión  se- 


cundada por  la  venganza  encontró 
amplia  cosecha  en  los  prisioneros 
enemigos.  Hecho  público  aquel  ri- 
to, introducido  á  fuerza  de  armas 
en  todos  los  pueblos  sojuzgados,  el 
número  de  las  víctimas  aumentaba 
proporcionalmente  al  poderío  del 
imperio.  Gústase  la  sangre  y  es 
bebida  embriagante;  el  colmo  del 
frenesí  subió  en  la  dedicación 
del  templo  mayor,  reinando  Ahut- 
sotl.  Llegada  la  idea  á  su  punto  cul- 
minante, había  esperanzas,  al  me- 
nos, de  que  iría  disminuyendo  en 
intensidad. 

De  dos  clases  salían  víctimas  hu- 
manas, de  los  esclavos  y  de  los  pri- 
sioneros de  guerra.  Los  esclavos 
que  por  tres  ó  cuatro  veces  habían^ 
mudado  de  amos  á  causa  de  haber 
huido  ó  de  su  genio  intolerable,  eran 
vendidos  para  el  sacrificio:  los  do- 
naban á  los  templos  sus  dueños,  ó 
los  compraban  los  devotos  con  el 
mismo  fin.  Las  madres  vendían  á 
sus  niños  de  pecho  para  ofrecerlos 
á  los  tlalogue,  con  el  derecho  que 
los  padres  tenían  de  vender  á  sus 
hijos  caso  de  necesidad:  se  vislum- 
bran algunos  otros  casos,  aunque 
bien  pocos,  en  que  personas  libres 
sucumbían  sobre  las  aras.  Abunda- 
ban en  los  mercados,  tianquistli, 
los  esclavos  de  venta.  En  cada  fies- 
ta perecían  tantos  cuantos  eran  los 
númenes  honrados  en  ella;  pedía  el 
rito  que  cada  uno  representara 
al  dios  á  que  estaba  consagrado, 
y  al  efecto  moría  con  el  vestido,  in- 
signias y  arreos  correspondientes: 
la  piedad  ofrecía  algunas  otras  víc- 
timas. 

Mataban  y  sacrificaban  en  una 
fiesta  tantos  esclavos  cuantos  de 
sus  dioses  venían  á  caer  en  ella; 
pero  esto  debe  entenderse  de  los 


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448 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


esclavos  de  venta,  que  sacrificaban 
hombres  ante  los  dioses  y  mujeres 
delante  las  diosas,  y  á  veces  ni- 
ños. Mas  de  los  esclavos  en  gue- 
rra, todos  los  que  á  la  sazón  tenían, 
sacrificaban  y  mataban,  aunque 
fuesen  mil,  puesto  que  en  diver- 
sas fiestas,  diversas  ceremonias  ha- 
cían con  ellos.  Y  para  no  sentir  tan- 
to la  muerte,  les  daban  cierto  bre- 
baje á  beber,  que  parece  los 
desatinaba,  y  mostraban  ir  á  morir 
con  alegría.  Cuando  el  imperio  es- 
taba en  paz  y  sobrevenía  alguna 
solemnidad  que  pidiera  gran  nú- 
mero de  víctimas,  como  en  la  co- 
ronación de  los  reyes,  se  emprendía 
una  guerra  bajo  los  más  fútiles  pre- 
textos. Para  tiempos  normales,  á 
fin  de  proveer  á  los  dioses  de  carne 
fresca,  concertamos  los  tres  reinos 
coligados  de  México,  Texcoco  y 
Tlacopan  por  una  parte,  la  repú- 
blica de  Tlaxcalla,  la  ciudad  teocrá- 
tica de  Cholollan  y  el  estado  oligár- 
quico de  Huexotsinco  por  otra, 
aquella  célebre  guerra  mensual  de- 
nominada Xochiyaoyotl,  guerra  flo- 
rida, guerra  religiosa  ó  de  los  ene- 
migos de  casa,  en  la  cual  recípro- 
camente se  suministraban  víctimas 
en  cada  una  de  las  diez  y  ocho  fies- 
tas principales  que  al  año  tenían. 
Los  sacrificios  de  víctimas  huma- 
nas eran  de  diferentes  clases,  exis- 
tiendo diversas  piedras  á  ellos  desti- 
nadas. Para  el  sacrificio  común 
la  piedra  se  llamaba  techcatl.  Era 
un  trozo  de  roca  verde,  de  unos  seis 
pies  de  largo,  una  tercia  de  ancho 
y  de  altura  como  hasta  la  cintura 
de  un  hombre,  disminuyendo  de  al- 
to á  bajo  en  forma  piramidal  hasta 
rematar  en  un  pequeño  espacio;  la 
figura  estaba  apropiada  para  que 
la  víctima,  tendida  de  espaldas  enci- 


ma, quedara  con  las  piernas,  brazos 
y  cabeza  colgantes,  levantado  en  ar- 
co el  pecho  y  bien  tirante  la  piel. 

Los  ministros  oficiantes  eran 
seis:  cinco  destinados  á  tener  los 
brazos,  cabeza  y  piernas,  y^  el  últi 
mo  el  sacrificador.  Aunque  tenían 
cuerpo  y  rostro  pintado  de  negro 
con  una  raya  blanca  al  rededor  de 
la  boca,  las  cabelleras  erizadas  y 
revueltas,  ceñidas  en  la  frente  con 
una  banda  de  cuero,  que  en  la  par- 
te superior  tenía  una  pequeña  ro- 
dela de  papel  de  diversos  colores, 
vestían  unas  dalmáticas  blancas  la- 
bradas de  negro,  papalocuachtíi.  El 
nombre  de  los  ministros  era  cha- 
chalmeca,  como  quien  dice  ministro 
de  cosa  divina.  En  cada  una  de  las 
fiestas  cambiaba  de  nombre  y  de 
traje  el  sacrificador;  en  la  de  Hui- 
tmlopochtli  se  nombraba  Topiltsin, 
sinónimo  de  Queisalcoatl.  «El  tra- 
« je  y  ropa  era  una  manta  colorada  á 
«manera  de  dalmática,  con  unas  flo- 
«caduras  verdes  por  orla,  una  coro- 
«na  üe  varias  plumas  verdesy  ama- 
«rillas  en  la  cabeza,  y  en  las  orejas 
«unas  orejeras  de  oro  engastadas  en 
«ellas  piedras  verdes,  y  debajo  del 
« labio  un  bezote  d  e  una  piedra  azul. » 

«Preparada  la  víctima,  según  las 
prescripciones  del  rito,  cuatro  de  los 
oficiantes  la  tomaban  de  los  bra- 
zos y  piernas,  y  alzándola  en  al- 
to la  colocaban  de  espaldas  encima 
del  techcatl;  el  quinto  ministro  le 
ponía  sobre  el  cuello  una  collera  de 
madera,  á  fin  de  mantener  colgan- 
te la  cabeza,  y  tal  vez  para  hacer 
refluir  la  sangre  hacia  el  pecho. 
Pronunciadas  las  oraciones  ritua- 
les, el  sacrificador,  armado  de  un 
agudo  cuchillo  de  pedernal  (tecpaíl 
sílex),  se  adelantaba,  hería  sobre  el 
pecho,  metía  la  mano  por  la  herida. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


449 


y  arrancando  el  corazón  palpitante, 
sangriento,  exhalando  vaho,  levan- 
taba la  mano  ofreciéndole  al  sol,  y 
luego  le  tiraba  á  los  pies  del  ídolo. 

Respecto  del  corazón  observaban 
muy  diversas  prácticas:  quemá- 
banle á  veces  y  otras  le  colocaban 
sobre  el  altar  en  una  vasija  llama- 
da chalchiuhxicalli;  ya  le  enterra- 
ban, ya  se  lo  comían  los  sacerdotes, 
ó  bien  le  conservaban  por  algún 
tiempo  con  extrañas  ceremonias. 
Con  la  sangre  recogida  en  un  vaso 
untaban  los  labios  de  los  ídolos  pa- 
ra que  la  gustasen  y  teñían  con  ella 
cieñas  partes  de  los  santuarios  y 
de  los  templos. 

La  víctima  era  arrojada  por  las 
gradas  del  tecalli  abajo.  Si  era  pri- 
sionero de  guerra,  el  cautivador  con 
sus  amigos  la  recogían,  y  llevándo- 
la al  calpullihx  destrozaban;  envia- 
ban la  cabeza  á  los  sacerdotes  para 
que  fuera  colocada  en  el  Tezom- 
pantli;  el  resto  del  cuerpo  se  con- 
ducía á  la  casa  del  dueño.  Del  ca- 
dáver se  comían  las  partes  carno- 
sas; los  desechos  y  las  entrañas  se 
arrojaban  á  las  fieras.  Hecha  tro- 
zos la  carne,  la  cocían  con  maíz,  y 
á  cada  convidado  daban  una  escu 
dilla  con  un  pedazo  y  su  caldo  co- 
rrespondiente: llamaban  á  la  comi- 
da tlacataolli.  El  convite  era  rego- 
cijado, terminando  con  alegrías  y 
bebida  de  octli,  pulque.  «El  señor 
-  del  cautivo  no  comía  de  la  carne, 
«porque  hacía  cuenta  que  aquella 
«era  su  misma  carne,  porque  desde 
«la  hora  que  le  cautivó,  le  tenía  por 
«hijo,  y  el  cautivo  á  su  señor  por  pa- 
«dre;  y  por  esta  razón  no  quería  co- 
«mer  de  aquella  carne,  pero  comía 
«de  la  de  otros  cautivos  que  se  ha- 
«bían  muerto.» 

En  honm  de  la  verdad  debe  de- 


cirse, que  ese  banquete  no  era  un 
acto  de  puro  canibalismo.  Losmexi- 
ca  comían  de  aquella  carne  como 
de  una  substancia  mística,  en  vir- 
tud de  la  transmutación  que  la  vícti- 
ma había  sufrido  en  el  sacrificio.  Un 
autor  nada  sospechoso  dice:  «Lue- 
«go  tomaban  al  sacrificado  y  vol- 
«vianselo  á  su  dueño,  con  la  carne 
«del  cual  solemnizaban  la  fiesta,  la 
«cual  carne  de  todos  los  sacrifica- 
«dos  tenían  realmente  por  carne 
«consagrada  y  bendita,  y  la  co- 
«mían  con  tanta  reverencia  y  con 
«tantas  ceremonias  y  melindres, 
«como  si  fuera  alguna  cosa  celes- 
«tial,  y  así  la  gente  común  jamás 
«la  comía,  sino  allá  la  gente  ilustre 
«y  muy  principal.*  Infiérese  de 
aquí  el  sentimiento  religioso  que  los 
azteca  daban  á  la  carne  de  la  víc- 
tima. Prueba  además,  que  la  prácti- 
ca de  comer  la  carne  humana  no 
era  universal,  supuesto  que  aque- 
lla vianda  sólo  se  repartía  á  la  gen- 
te ilustre  y  principal,  al  dueño  del 
esclavo  y  al  guerrero  cautiv^ador 
del  prisionero  con  sus  amigos  y  pa- 
rientes, únicos  que  podían  alcanzar 
una  fracción  de  la  víctima  inmola- 
da. Si  quien  daba  el  festín  tenía  po- 
sibles, repartía  á  sus  comensales 
mantas  y  joyas.  Con  el  esclavo  sa- 
crificado se  procedía  de  manera 
idéntica,  aunque  con  menor  solem- 
nidad que  con  el  preso  en  guerra. 

En  el  teocalli  mayor  de  México 
los  techcatl  eran  dos,  cada  uno  fron- 
tero de  los  dos  santuarios  de  Hui- 
tsilopochlli  y  TlaloCy  y  tan  cerca  de 
la  escalera  que  con  facilidad  se  po- 
dían arrojar  por  ella  los  cadáve- 
res; de  aquí  resultaba,  que  del  ta- 
jón hasta  abajo  había  constante- 
mente un  regajal  de  sangre. 

En  el  mes  Hueytecuilhuitl,  la  mu- 
113 


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450 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


jer  que  representaba  á  la  diosa  Xi- 
¡onen,  cargada  espalda  con  espal- 
da por  sacerdote,  era  degollada, 
le  sacaban  el  corazón  y  lo  ofrecían 
al  sol. 

En  la  fiesta  de  Tlaloc  hacían  mo- 
rar juntos,  por  espacio  de  veinte  ó 
treinta  días,  á  un  esclavo  y  á  una 
esclava,  cual  si  fueran  marido  y  mu- 
jer; los  sacrificaban,  y  los  cadáve- 
res eran  enterrados  en  una  hoya  á 
manera  de  silo  que  en  el  templo  te- 
nían. 

En  el  tiempo  en  que  habían  bro- 
tado los  maizales  sacrificaban  dos 
niños,  uno  hombre  y  otro  mujer, 
hijos  de  señores  y  principales,  lle- 
vándoles á  la  montaña  de  Tlaloc, 
cortándoles  la  cabeza  y  conservan- 
do sus  despojos  en  una  caja  de  pie- 
dra como  si  fueran  reliquias.  En  el 
mes  Atlacahualco  sacrificaban  en 
los  montes  niños  de  pecho  com- 
prados á  sus  madres.  En  el  mes 
Atemosílí  sumergían  en  «llago un 
niño  y  una  niña,  haciendo  zozobrar 
la  canoíta  en  que  les  colocaban. 
Cuando  el  maíz  estaba  un  poco  cre- 
cido,compraban  cuatro  niños  de  cin- 
co á  seis  años  de  edad,  y  encerrá- 
banles en  una  cueva,  dejándoles  mo- 
rir de  terror  y  de  hambre. 

En  Cuauhtitlan,  en  la  fiesta  de 
Teotleco,  levantaban  seis  grandes 
palos  como  mástiles  de  navio;  sa- 
crificaban dos  esclavas,  desollában- 
las y  sacábanles  los  huesos  de  los 
muslos.  Dos  sacerdotes  se  vestían 
los  pellejos,  y  empuñando  Jas  cani- 
llas, bajaban  bramando,  paso  á  pa- 
so, del  templo:  la  gente  que  los  veía 
gritaba  como  espantada;  «ya  vie- 
nen nuestros  dioses,  ya  vienennues- 
tros  dioses.»  Los  dos  sacerdotes 
desde  abajo,  adornados  con  canti- 
dad de  papeles,  comenzaban  á  to- 


car con  líis  canillas  sus  huehuetl, 
mientras  la  multitud  sacrificaba  de- 
lante de  ellos  muy  grande  cantidad 
de  codornices.  Después,  ataban  en 
los  palos  seis  cautivos;  mas  apenas 
I  bajaban  los  sacerdotes  que  les  su- 
¡  bían,  hombres  y  muchachos  dispa- 
raban sus  flechas,  hasta  dejarles 
cuajados  de  ellas;  volvían  los  sa- 
cerdotes á  subir,  despeñaban  de  lo 
alto  á  los  cautivos,  quienes  no  obs- 
tante que  se  estrellaban  contra  el 
suelo,  eran  en  seguida  sacrificados. 

Con  motivo  de  este  horroroso  sa 
crificio,  dice  Orozco  y  Berra:  «Este 
culto  era  cruel.  Como  si  no  fueran 
suficientes  los  horrores  de  la  vícti- 
ma humana,  los  reyes  pontífices  y 
batalladores  de  Tenochtitlan  por 
emulación  supersticiosa,  ó  más  bien 
por  rencor  contra  los  enemigos  que 
suministraban  los  objetos  para  el 
sacrificio,  fueron  inventando  ex 
quisitas  maneras  de  hacer  más  len- 
ta y  dolorosa  la  agonía  del  prisio- 
nero. Empedernido  el  corazón  á  la 
vista  repetida  de  las  escenas  san- 
grientas, los  fieles  aprendieron  á 
no  perdonar  su  propio  cuerpo;  sus 
maceraciones  y  penitencias  ponen 
miedo,  maravillando  que  se  repitie- 
ran de  una  manera  tan  general  y 
continuada.  Por  mucha  que  la  pa- 
ciencia sea  al  leer  estas  aberracio- 
nes, al  fin  brota  del  labio  la  maldi- 
ción contra  culto  tan  absurdo.» 

Acerca  del  número  de  las  vícti- 
mas, no  andan  conformes  los  auto- 
res; cosa  puesta  en  raz3n,  supues- 
to que  no  habiendo  punto  fijo  de 
donde  partir,  las  avaluaciones  son 
á  ojo,  determinadas  por  el  buen  que- 
rer. El  Sr.  Zumárraga,  en  carta  de 
12  de  Junio  de  1524,  asegura  que  sólo 
en  México  se  sacrificaban  20,000 
personas.  Torquemada  djíce  que  es- 


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) 


SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


451 


tos  20,000  eran  únicamente  de  los 
niños.  Según  Gomara,  pasaban  de 
50,000.  Acosta  afirma  que  en  un 
solo  día  eran  muertos  en  el  impe- 
rio 5,000  y  aun  20,000.  El  P.  Duran 
se  figura  que  el  número  de  los  que 
sucumbían  en  los  altares  igualaba 
al  de  los  muertos  de  muerte  natural. 
Opina  Clavigero  que  eran  muchos,, 
sin  poder  señalarse  el  número.  Por 
el  contrario,  el  P.  Las  Ca.sas  limi- 
ta los  casos»  á  lo  más  en  ciento  al 
año.  Por  mucho  que  se  disminuyan, 
siempre  resultará  que  son  excesi- 
vos. Ningún  pueblo,  por  otra  parte, 
se  extremó  tanto  como  el  mexica 
en  tan  abominable  costumbre.  Si 
el  número  de  los  sacrificados  no  se 
puede  fijar  con  exactitud,  debe  for- 
marse idea  por  estos  datos.  Los 
prisioneros  de  guerra  estaban  des- 
tinados como  víctimas;  los  mexica 
eran  conquistadores,  extendieron 
su  dominio  por  un  grande  territo- 
rio, y  de  continuo  llevaban  sus  ar- 
mas contra  las  provincias  indepen- 
dientes ó  rebeldes:  en  todas  las  gue- 
rras no  se  procuraba  tanto  matar 
al  enemigo,  cuanto  hacer  el  mayor 
número  de  cautivos.  Lasfiestaseran 
diarias,  fuera  de  las  solemnes  de 
veinte  en  veinte  días:  no  hablen 
do  guerra,  se  ocurría  en  estas  oca- 
siones á  la  guerra  pactada  y  reli- 
giosa contra  Tlaxcalla,  Cholollan 
y  Huexotmnco,  Además,  se  prepa- 
raba una  gran  hecatombe  para  la 
coronación  de  cada  uno  de  los  re- 
yes, ó  cuando  quería  consagrarse 
algún  nuevo  monumento  religioso. 
Espantan  verdaderamente  estas 
dos  cifras;  el  número  de  los  cráneos 
que  los  conquistadores  vieron  con- 
servados en  el  Tsonpantli;  el  nú- 
mero de  los  sacrificados  en  la  sola 
dedicación  del  templo  mayor,  que 


fueron  20,000  según  el  Códice  Te- 
LLERiANO  Remense,  Ó  20,400  scgún 
el  Códice  Vaticano.  Preciso  es  tam- 
bién tener  en  cuenta  la  gran  canti- 
dad de  esclavos  vendidos  para  los 
sacrificios. 

Orozco  y  Berra,  á  propósito  del 
número  de  las  víctimas  sacrifica- 
das en  las  fiestas,  dice: 

«Tremendos  cargos  han  sido  ful- 
minados contra  los  americanos  por 
esta  práctica  impía.  Para  respon- 
der alzaron  ya  la  voz  nuestros  com- 
patriotas Clavigero  y  el  Sr.  Don  Jo- 
sé Fernando  Ramírez:  á  su  ejemplo 
vamos  á  decir  también  algunas  pa- 
labras, en  que  sus  luminosos  escri- 
tos nos  servirán  de  guías.  Esta  de- 
fensa y  cuando  digamos,  como  va- 
mos á  ver,  no  es  solo  en  favor  de 

,  las  antiguas  tribus,  sino  de  la  hu- 

i  manidad  entera. 

«No  ha  habido  casi  ninguna  na- 
ción en  el  mundo,  dice  Clavigero, 

I  que  no  haya  sacrificado  víctimas 

I  humanas  al  objeto  de  su  culto. 
Los  Libros  Santos  nos  dicen  que 
los  Ammomitas  quemaban  á  sushi 
jos  en  honordesudiosMoloch,yque 
lo  mismo  hacían  otros  pueblos  de  la 
tierra  de  Canaan.  Los  Israelitas 
imitaron  alguna  vez  aquel  ejem 
pío.  Consta  en  el  lib.  IV  de  los  Re- 
yes, que  Achaz  y  Manases,  reyes 
de  Judá,  usaron  aquel  rito  gentíli- 
co de  pasar  á  sus  hijos  por  las  lla- 
mas. La  expresión  del  texto  sagra- 
do parece  indicar  mas  bien  una  lus- 
tracion  ó  consagración  que  un  ho- 
locausto; pero  el  salmo  CV  no  nos 
permite  dudar  que  los  Israelitas  sa- 
crificaban realmente  sus  hijos  á  los 
dioses  de  los  Cananeos,  no  bastan- 
do á  retraerlos  de  aquella  bárbara 
superstición,  los  estupendos  y  ad- 
mirables milagros  obrados  por  el 


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452 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


brazo  omnipotente  del  verdadero 
Dios.  ^Commisti  sunt  intcr  gentes, 
et  didicerunt  opera  eoruní,  et  ser 
víertint  sculptilibtis  eorum,  ei  fac- 
ium  est  Hits  in  scadalum.  Et  im- 
motaverunt  filios  su  os  et  filias 
stias  Dcemoniis.  Et  effuderunt  san- 
guinem  innocentem;  sanguinenrfi 
liarum  stwrum  et  filiarum  suarum 
qtias  immolaverant  sculptilihus 
Chanaan.  Et  infecta  est  térra  in 
sangninibus.^ 

«De  los  egipcios  sabemos  por  el 
testimonio  de  Maneton,  sacerdote 
é  historiador  célebre  de  aquella  na- 
ción, citado  por  Eusebio  de  Cesa- 
rea,  que  cada  dia  se  inmolaban  tres 
víctimas  en  Heliópolis  solo  á  la  dio- 
sa Juno.  Y  no  eran  solo  los  Ammo- 
nitas,  los  Cananeos  y  los  Egipcios 
los  que  obsequiaban  de  un  modo 
tan  inhumano  á  sus  dioses  Moloch, 
Belfégor  y  Juno;  pues  los  Persas 
hacian  iguales  sacrificios  á  Mitra  ó 
el  sol,  los  Fenicios  y  los  Cartagine- 
ses á  Baal  ó  Saturno,  los  Cretenses 
á  Jove,  los  Lacedemonios  á  Marte, 
los  Focenses  á  Diana,  los  habitan- 
tes de  Lesbos  A  Baco,  los  Tesalóni- 
cos  al  Centauro  Quiron  y  á  Peleo, 
los  Galos  á  Eso  y  á  Teutates,  los 
Bardos  de  la  Germania  á  Fuiston, 
y  así  otras  naciones  á  sus  dioses 
tutelares.  Filón  dice  que  los  Feni- 
cios, en  sus  calamidades  públicas, 
ofrecían  en  sacrificio  á  su  inhuma- 
no Baal  los  hijos  que  mas  amaban, 
y  Curcio  afirma  que  lo  mismo  hi- 
cieron los  Tirios  hasta  la  conquista 
de  su  famosa  ciudad.  Sus  compa 
triotas  los  Cartagineses  observa- 
ban el  mismo  rito  en  honor  de  Sa- 
turno el  Cruel,  llamado  así  con  justa 
razón.  Sabemos  que  cuando  fueron 
vencidos  por  Agátocles,  rey  de  Sira- 
cusa  para   aplacar  á  su  dios,  que 


creían  irritado  contra  ellos,  le  sacri- 
ficaron 200  familias  nobles,  ademas 
de  300  jóvenes  que  espontáneamen- 
te se  ofrecieron  en  holocausto  para 
dar  este  testimonio  de  su  valor,  de 
su  piedad  para  con  los  dioses  y  de  su 
amor  á  la  patria,  y  según  asegura 
Tertuliano,  que  como  africano  y 
poco  posterior  á  aquella  época,  de- 
bía saberlo  bien,  aquellos  sacrifi- 
cios fueron  usados  en  África  hasta 
los  tiempos  del  emperador  Tiberio, 
como  en  las  Gallas  hasta  los  de 
Claudio,  según  dice  Suetonio.» 

«Los  Pelasgos,  antiguos  habitan- 
tes de  Italia,  sacrificaban  para  obe- 
decer i\  un  oráculo,  la  décima  par- 
te de  sus  hijos,  como  cuenta  Dioni- 
sio de  Halicarnaso.  Los  romanos 
que  fueron  tan  sanguinarios  y  su- 
persticiosos, conocieron  también 
aquellos  sacrificios.  Durante  todo 
el  tiempo  del  dominio  de  los  reyes, 
inmolaron  niños  en  honor  de  la  dio- 
sa Maia,  madre  de  los  Lares,  para 
implorar  de  ella  la  felicidad  de  sus 
casas.  Indújolesá  esta  práctica, se- 
gún dice  Macrobio,  cierto  oráculo 
de  Apolo.  Por  Plinio  sabemos  que 
hasta  el  año  657  de  la  fundación  de 
Roma,  no  se  prohibieron  los  sacri- 
ficios humanos.  « DCL  VII  demun 
anno  urbis,  Cn.  Corn.  Lentulo  Uci- 
nio  Coss.  Senatum  cónsul tum  fac- 
tum  est,  ne  homo  immolar etur. »  Mas 
no  por  esta  prohibición  cesaron  de 
un  todo  los  ejemplos  de  aquella 
bárbara  superstición,  pues  Augus- 
to, según  afirman  varios  escritores 
citados  por  Suetonio,  después  de  la 
toma  de  Penisla,  donde  se  había 
fortificado  el  cónsul  L.  Antonio  sa- 
crificó en  honor  de  su  tío  Julio  Ce- 
sar, divinizado  ya  por  los  Romanos 
300  hombres,  parte  senadores  y 
parte  caballeros,  escogidos  entre  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


453 


gente  de  Antonio,  sobre  un  altar 
erigido  al  nuevo  dios.  Perusia  cap- 
ta in  plurihus  animadvertit;  orare 
veniant,  vel  excusare  se  conantibus 
una  voce  occurens,  moriendum  ese. 
Scribunt  quídam  trecentos  el  dedi- 
titiis  electos,  utriusque  ordinis  ad 
aram  D.Julio  extructam  Idih.  Mar- 
tiis  victimarum  more  maclatos.* 
Lactancio  Firmiano  que  conocía  á 
fondo  á  la  nación  Romana  y  que  flo- 
reció en  el  siglo  IV  de  la  Iglesia, 
dice  expresamente  que  aun  en  sus 
tiempos  se  hacian  aquellos  sacrifi- 
cios en  Italia  al  dios  Lacial.  ^Nec 
Latini  quidem  hujus  immanitatis 
expertes  fuerunt  siquidem  Latía- 
lis  Júpiter  etiam  num  sanguine  coli- 
tur  humano.^  Ni  los  españoles  se 
preservaron  de  aquel  horrible  con- 
tagio. .Estrabon  cuenta  en  el  lib. 
III,  que  los  Lusitanos  sacrificaban 
los  prisioneros  cortándoles  la  mano 
derecha  para  consagrarla  á  sus  dio- 
ses, observando  sus  entrañas  y 
guardándolas  para  sus  agüeros;  que 
todos  los  habitantes  de  los  montes 
sacrificaban  también  á  los  prisio- 
neros con  sus  caballos,  ofreciendo 
ciento  á  ciento  aquellas  victimas  al 
dios  Marte,  y  hablando  en  gene- 
ral dice,  que  era  propio  de  los  es- 
pañoles sacrificarse  por  sus  ami- 
gos. No  es  ajeno  de  este  modo  de 
pensar  lo  que  Silio  Itálico  cuenta 
de  los  Béticos  sus  antepasados,  á 
saber,  que  después  de  pasada  la 
juventud,  fastidiados  de  la  vida,  se 
daban  muerte  á  sí  mismos,  lo  que 
él  elogia  como  una  acción  heroica: 

«Prodiga  gens  animse  et  properare  facilli- 

ma  mortem; 
«Nanque   ubi   transcendit    florente   viribus 

annos, 
«Impatiens  oevi  spernit  venisse  senectam, 
«Et  fati  modus  in  dextra  est. 


«Quien  diría  que  esta  manía  de 
los  Béticos  había  después  de  ser 
una  moda  en  Francia  y  en  Inglate- 
rra? Viniendo  á  tiempos  posterio- 
res, el  P.  Mariana,  hablando  de  los 
Godos,  que  ocuparon  la  España, 
dice  así:  «Porque  estaban  persuadi- 
«dos  que  no  tendría  buen  éxito  la 
'guerra,  si  no  ofrecían  sangre  hu- 
«mana  por  el  ejército,  sacrificaban 
«los  prisioneros  de  guerra  al  dios 
«Marte,  al  cual  eran  particularmen- 
«te  devotos,  y  también  acostumbra- 
«ban  ofrecerle  las  primicias  de  los 
«despojos,  y  suspender  de  las  ra- 
imas de  los  árboles  los  pellejos  de 
«los  que  mataban.»  Si  no  hubieran 
olvidado  esta  especíelos  españo'es 
que  escribieron  la  historia  de  Méxi- 
co, y  hubieran  tenido  presente  lo 
que  pasaba  en  su  misma  península, 
no  se  habrían  maravillado  tanto  de 
los  sacrificios  de  los  mexicanos.» 

«Dejando  á  Clavigero.  encontra- 
mos en  César  Cantú:  «La  mayor 
de  los  pueblos  Han  inmolado  vícti- 
mas humanas.  Fenicios,  Egipcios, 
Árabes,  Cananeos,  habitantes  de 
Tiro  y  de  Cartago,  Persas,  Ate- 
nienses, Lacedemonios,  Jónicos,  to 
dos  los  griegos  del  continente  y  de 
las  islas.  Romanos,  antiguos  Breto- 
nes, Hispanos,  Galos;  todos  han  es- 
tado igualmente  sumergidos  en  esta 
horrible  preocupación.  Para  conse- 
guir el  favor  de  los  dioses,  el  rey 
de  Moab  ofreció  á  su  hijo  en  holo- 
causto sobre  los  muros  de  su  capi- 
tal, sitiada  por  los  Israelitas,  cau- 
sando esta  acción  tal  horror  á  los  si- 
tiadores, que  al  momento  se  aleja- 
ron. No  puede  menos  de  sentirse 
un  estremecimiento  de  horror  al 
leer  en  los  autores,  tanto  antiguos 
como  modernos,  la  descripción  de 
los  sacrificios  humanos,   usados 

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ANALES   DEL  NKJSEO  NACIONAL. 


desde  los  tiempos  más  remotos  en 
toda  la  gentilidad,  y  practicados 
hoy  dia  en  la  India  y  en  lo  interior 
del  África.  Ignórase  quién  fue  el 
primero  que  aconsejó  tan  atroz  bar- 
barie; pero  haya  sido  Saturno  como 
resulta  en  el  fragmento  de  Sanco- 
niaton  ó  Licaon  como  Pausanias 
parece  indicar,  es  lo  cierto  que  esta 
costumbre  echó  profundas  y  robus- 
tas raíces.  La  inmolación  de  las  víc- 
timas humanas  era  una  de  las  abo- 
minaciones que  Moisés  reprendió 
á  los  Amorreos;  los  Moabitas  sacri- 
ficaban niños  al  dios  Moloc,  cuya 
cruel  costumbre  prevaleció  entre 
los  Tirios  y  Fenicios,  y  los  mismos 
Hebreos  la  habían  tomado  de  sus 
vecinos.» 

«El  mismo  Cantú  escribe  en  otra 
parte:  Quisiérase  negar  la  historia 
cuando  nos  muestra  este  abomi- 
nable uso  practicado  en  todo  el  uni- 
verso; pero  para  oprobio  de  la  espe- 
cie humana  no  hay  cosa  más  incon- 
testable pues  que  hasta  las  ficcio- 
nes de  la  poesía  atestiguan  esta 
preocupación  universal.  • 

«Copiando  ahora  al  Sr.  Ramírez, 
dice:  «En  efecto,  dejando  aun  lado 
la  sola  tradición  histórica,  que  nos 
conduciría  en  nuestras  in  vestigacio- 
nes  á  una  época  más  remota  que  la 
del  sacrificio  intentado  por  Abra- 
ham,  y  ateniéndonos  únicamente  á 
aquellas  pruebas  de  hecho  que  aun 
se  conservan,  y  que  podemos  juz- 
gar por  nosotros  mismos,  es  de  ve- 
ras muy  digno  de  atención  que  la 
prueba  de  la  existencia  de  los  sacri- 
ficios humanos  se  encuentra  en 
monumentos  que  á  su  vez  son  tes- 
tigos irrecusables  de  la  alta  civili- 
zación á  que  había  llegado  el  pueblo 
que  los  construyó;  cual  si  nos  dije- 
sen en  el  lenguaje  misterioso  que 


aquellos  habían  caminado  á  la  par 
de  ésta.  Las  estupendas  ruinas  de 
Persépolis,  que  nos  transportan  tan- 
tos siglos  mas  allá  de  Alejandro,  han 
perpetuado  en  sus  magníficos  re- 
lieves la  memoria  de  los  sacrificios 
humanos:  la  misma  se  reproduce  en 
las  pinturas  halladas  en  los  sepul- 
cros de  los  reyes  de  Tebas,  no  dejan- 
do duda  alguna,  dice  el  Barón  de 
Humboldt.de  que  los  egipcios  prac- 
ticaron estos  sacrificios.  Muestra  de 
ello  se  reconocen  en  los  escombros 
que  cubren  la  isla  Phila  ó  Philoe, 
cuyos  acabados  relieves  y  cincela- 
dos mármoles  nos  hacen  retroceder, 
en  los  más  modernos,  un  periodo  de 
cinco  mil  años.  En  fin,  la  antigua  y 
misteriosa  India  nos  presenta  en  el 
collar  de  cráneos  humanos  que 
adornan  el  cuello  de  la  diosa  Cali  ó 
Bhavani,  así  como  también  en  las 
esculturas  de  Elephantina,  la  prác- 
tica de  las  tremendas  lecciones  con- 
i  tenidas  en  sus  libros  sagrados.  Por 
!  lo  que  toca  á  los  pueblos  que  llama- 
I  ré  modernos,  considerándolos  como 
I  la  almáciga  ó  el  tronco  de  donde 
brotaron  las  naciones  que  hoy  lle- 
van la  bandera  de  la  civilización,  es 
muy  fácil  probar  con  su  misma  his- 
toria, que  ni  uno  sólo  de  ellos  ha 
escapado  á  aquel  bautismo  de  san- 
gre, cual  si  éste  formara  uno  de  los 
necesarios  eslabones  de  la  cadena 
social,  que  ninguno  tendría  el  privi- 
legio de  saltar.» 

«Del  testimonio  conforme  de  los 
autores  se  deduce,  que  la  práctica 
de  los  sacrificios  humanos  ha  sido 
común  al  Antiguo  y  al  Nuevo  mun- 
do. ¿Podremos  inferir  de  su  univer- 
salidad, la  bondad  de  la  costumbre? 
De  ninguna  manera:  la  repetición 
de  un  acto  criminal,  ni  le  abona,  ni 
le  justifica.  Pero  se  puede  estable- 


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cer,  que  los  europeos  cometen  un 
acto  de  injusticia  y  de  irreflexión 
al  levantar  el  grito  contra  esta  bar- 
barie de  los  americanos  achacándo- 
les como  crimem  particular  el  que 
también  es  propio  suyo  y  común. 
Cuanto  de  los  indios  digan,  cae  so- 
bre la  cabeza  de  todos  los  pueblos; 
ese  afectado  horror  está  fuera  de 
lugar;  si  alguien  está  inocente  tire 
la  primera  piedra. 

«Mas  esta  mancha  de  la  humani- 
dad ¿alcanza  alguna  explicación 
plausible?  ¿Tan  grande  falta  es,  que 
no  admite  disculpa  ni  merced  delan- 
te de  la  razón?  Tal  vez  pudiera  me- 
recer alguna. 

«En  último  análisis,  los  sistemas 
religiosos  de  los  filósofos  se  resu- 
men en  estos  principios.  Dios  crió 
al  hombre,  se  comunicó  con  su  obra, 
se  le  dio  á  conocer  y  le  impuso  una 
doctrina;  la  revelación.  Ésta  es  mi 
creencia.  La  idea  de  la  Divinidad 
es  innata  en  el  hombre:  la  intuición. 
Dios  y  su  culto  son  un  esfuerzo  de 
la  inteligencia  humana,  y  marcan 
cierto  estado  de  adelanto:  la  evo- 
lución. En  ningún  caso  puedo  creer 
con  el  poeta,  que  los  primeros  dio- 
ses hayan  sido  el  parto  del  temor. 
No  en  el  primero,  porque  Dios  se 
reveló  á  su  hechura  por  la  ley  del 
amor;  no  en  el  segundo,  porque  la 
idea  estaba  concebida;  no  en  el  ter- 
cero, porque  el  hombre,  en  su  estado 
primitivo  convencional  y  supuesto, 
está  más  propenso  á  la  admiración 
que  al  miedo;  porque  del  peligro 
se  huye  sin  detenerse  á  adorarlo; 
porque  lo  que  se  alza  por  Dios  in- 
funde respeto,  y  antes  fué  elegido 
por  el  reconocimiento  ó  el  asombro. 

«Sin  embargo,  es  evidente  que  en 
el  culto  se  encuentran  mezclados 
dos  sentimientos,  al  parecer  impo- 


sibles de  estar  asociados,  el  amor 
y  el  miedo.  La  explicación  es  fácil. 
Dios  se  concidera  siempre  como  la 
perfección  absoluta.  Á  poco  que  se 
examine,  el  hombre  se  encuentra 
imperfecto,  trunco.  La  inmensa 
grandeza  de  Dios,  los  favores  de  él 
alcanzados,  la  esperanza  de  los  be- 
neficios por  recibir,  determinan  la 
admiración,  el  agradecimiento  y  el 
amor.  Las  relaciones  que  se  esta- 
blecen entre  Dios  y  el  hombre  pre- 
suponenr  una  regla  de  conducta,  es 
decir,  una  ley  con  su  parte  penal; 
recompensa  para  quien  la  cumple, 
castigo  para  quien  la  infringe.  Aho- 
ra bien;  reconocida  por  el  hombre 
su  imperfección,  por  esta  causa,  ó 
por  temor  á  la  perversidad  perso- 
nal, piensa  que  es  fácil,  muy  fácil 
conculcar  la  ley.  Del  crimen  viene 
el  miedo  al  castigo,  el  temor  á  la 
Divinidad;  no  por  suponerla  malé- 
vola ó  vengativa,  sino  precisamen- 
te por  considerarla  justa. 

«Apartado  el  hombre  de  la  reve- 
lación, quedó  entregado  á  su  propia 
ceguedad.  El  amor  inventó  la  ofren- 
da, el  miedo  el  sacrificio.  La  ofrenda 
es  al  principio  sencilla,.como  senci- 
llo es  el  corazón;  después  razonada, 
á  medida  que  se  ilustra  la  mente. 
Nada  más  tierno,  nada  más  natu- 
ral, que  colocar  sobre  el  altar  la 
yerba  olorosa,  la  flor  fragante  de 
los  campos,  el  fruto  sazonado  y  sa- 
broso, las  espigas  de  la  cosecha,  las 
primicias  del  rebaño.  El  sacrificio 
es  la  expiación,  y  comienza  por  la 
persona  del  culpado.  La  falta  se 
purga  por  la  pena  proporcional; 
cuanto  más  grave  es  el  pecado,  tan- 
to mayor  será  la  penitencia.  Brota 
del  labio  la  oración  ó  súplica;  si- 
guen la  abstinencia,  la  maceracion; 
el  arrepentimiento  y  el  fervor 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


conducen  á  expiaciones  en  que  el 
cuerpo  se  desgarra,  y  la  sangre  que 
de  las  heridas  mana  es  la  primera 
que,  sin  pretenderlo,  se  ofrece  á  la 
Divinidad. 

«La  lógica  del  sentimiento  an- 
da por  pendientes  resbaladizas. 
Prosiguiendo  en  sus  inducciones, 
admite  que  la  culpa  puede  redimir- 
se por  objetos  extraños  al  culpa- 
do; es  decir,  descubre  el  sistema  de 
sustitución.  Y  como  la  Divinidad 
es  dueña  de  todo  lo  creado,  fuente 
de  la  producción  y  de  la  vida,  infie- 
re, que  no  solo  se  le  deben  los  seres 
inanimados,  sino  también  los  vi- 
vientes; á  las  plantas,  flores  y  fru- 
tos seguirá  la  ofrenda  de  animales. 
Los  seres  animados  solo  pueden 
ser  sustituidos  por  seres  animados. 
A  la  ofrenda  acompaña  la  víctima, 
el  simbolo  expiatorio;  el  sacrificio 
se  hace  superior  á  la  oblación.  La 
víctima  se  hace  santa,  por  estar 
consagrada  á  Dios:  si  redime  la  cul- 
pa individual  también  puede  po- 
nerse en  desagravio  de  las  malda- 
des públicas,  ó  por  la  salud  común; 
entonces  el  sentimiento  particular 
se  convertirá  en  común  y  ritual.  La 
víctima  será  de  tanto  mayor  precio, 
cuanto  mayores  sean  las  perfec 
ciones  que  se  le  atribuyan.  Cada 
pueblo  dará  la  preferencia  á  un  ani- 
mal privilegiado;  y  como  la  repe- 
tición de  un  sacrificio  es  la  repeti- 
ción de  una  obra  meritoria,  no  siem- 
pre la  piedra  se  conformará  con  una 
víctima,  y  llegará  hasta  la  heca- 
tombe. 

«Se  escapan  las  ideas  interme- 
dias, que  á  los  hombres  actuales  no 
pueden  ocurrir,  hasta  llegar  á  la 
víctima  humana  que  era  la  conse- 
cuencia forzosa  de  una  lógica  in- 
flexible, torcida  en  sus  principios. 


Admitida  la  sustitución,  el  suplicio 
del  criminal  que  satisfacía  la  vin- 
dicta pública,  se  transformó  en  el 
sacrificio  del  malo  para  aplacar  á 
la  Divinidad  enojada  y  alcanzar  el 
remedio  de  la  comunidad.  Si  se  de- 
'  gollaba  al  prisionero  por  enemigo 
de  la  patria,  se  le  podía  sacrificar 
como  enemigo  de  los  dioses.  Se  in- 
molaba al  esclavo,  con  el  derecho 
I  que  el  señor  tenía  para  disponer  á 
I  su  antojo  de  su  propiedad.  Pereció 
también  el  inocente,  pedido  por  el 
I  expreso  mandato  del  dios,  por  el  vo- 
to popular,  por  las  prescripciones 
del  rito. 

«Puesta  la  primitiva  verdad  en  la 
resbaladiza  pendiente,  fuerza  era 
verla  despeñada  hasta  el  abismo. 
El  pensamiento  seguía  el  orden  pro 
gresivo;  la  piedra  para  sostener  el 
ara;  los  metales  y  objetos  valiosos 
para  adornarla;  las  plantas  y  fru- 
tos para  ofrenda;  los  animales,  víc- 
timas de  sustitución;  preciso  era 
llegar  al  ser  más  perfecto  en  l:i 
creación,  al  más  preciado,  al  que 
más  se  puede  semejar  á  la  Divini- 
dad, el  hombre.  El  hombre  víctima 
de  sí  propio  en  la  penitencia  per- 
sonal; víctima  de  sustitución  por 
una  congregación,  por  un  pueblo 
entero.  Si  el  sacrificio  del  criminal 
era  grato,  en  casos  excepcionales 
lo  seria  con  mayor  razón  el  del  ino- 
cente.  Si  ^sucumbía  el  guerrero, 
también  tenía  su  precio  la  sangre 
¡  de  la  mujer  y  del  niño.  Nada  de  es- 
I  to  podemos  ahora  admitir  como  ra- 
cional, porque  precisamente  veni- 
mos contra  la  corriente  de  aquellas 
:  ideas  absurdas.  Nos  parece  el  sa- 
crificio humano,  impio  y  abomina- 
ble; matar  al  inocente,  atentatorio  y 
I  criminal;  dar  la  muerte  al  prisione- 
!  ro,  injusto;  reconocer  la  esclavitud, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


457 


inicuo;  pensamos  detenemos  ante  la 
vida  del  malvado,  como  ante  cosa 
de  la  cual  no  podemos  disponer. 

«Vemos  á  todos  los  pueblos  con- 
vergir á  un  punto,  aunque  ignora- 
mos los  caminos  por  donde  llegaron; 
se  les  ve  coincidir  en  una  idea  co- 
mún, sin  que  tengamos  todos  los 
elementos  para  juzgar  del  racioci- 
nio. Sin  embargo,  estudiando  los 
rastros  que  aun  quedan  en  la  histo- 
ria, se  descubre  que  el  sacrificio 
humano,  más  es  error  del  espíritu, 
que  perversidad  del  corazón;  dima- 
nó de  exceso  en  el  sentimiento  reli- 
gioso, y  no  de  verdadera  inclinación 
al  mal.  Los  pueblos  en  los  tiempos 
que  siguieron  esa  bárbara  institu- 
ción, progresaron  física  y  moral- 
mente.  La  víctima  humana  no  se 
presentó,  sin  existir  primero  la  idea 
de  un  Ser  Supremo,  la  inmortali- 
dad del  alma,  la  vida  futura,  el  cas- 
tigo y  la  recompensa  de  las  accio- 
nes, la  redención  de  la  culpa,  la  sus- 
ticion  en  el  sacrificio,  la  eficacia  de 
las  acciones  buenas  para  lograr  el 
perdón,  un  conjunto  completo  de 
doctrinas,  enderezadas  á  ensalzar 
la  virtud  y  enfrenar  el  vicio.  Sin 
duda  que  es  una  inmensa  mejora 
moral  haber  suprimido  esa  practi- 
ca salvaje;  pero  examinada  filosó- 
ficamente, no  se  presta  á  las  lamen- 
taciones intempestivas  de  ciertos 
pensadores  llorones.  El  sacrificio 
humano  es  un  lamentable  error  de 
la  humanidad.  Adoptando  los  pen- 
samientos del  conde  de  Maistre,  «su 
«error  nace  de  que  sin  duda  igno- 
«ran  que  el  abuso  de  sacrificios,  por 
«enorme  que  sea,  es  nada  en  com- 
«paracionde  la  impiedad  absoluta.» 
En  cuanto  á  mí,  voy  más  adelante. 
Prefiero  la  víctima  humana,  á  la 
ausencia  de  Dios  y  de  su  altar  en 


el  sistema  del  ateo:  para  mí  encie- 
rra más  sentido  común  el  fetiche 
del  negro  bozal,  que  el  evasivo  y 
desconsolador  quién  sabe  del  pirró- 
nico. El  cristianismo  hace  imposi- 
ble que  aparezca  otra  vez  la  victima 
humana:  Dios  aparta  indignado  los 
ojos  de  la  sangre,  y  ya  fué  redimi- 
da la  humanidad  por  el  cruento  sa- 
crificio del  Calvario. 

«Fuera  del  que  acabamos  de  na- 
rrar, se  formula  segundo  cargo  con- 
tra los  mexicanos,  el  de  antropofa- 
gia. Seré  breve: 

«Ademas  de  los  ejemplos  produ- 
cidos, dice  el  Sr.  Don  José  Fernan- 
do Ramírez,  y  sin  tomar  en  cuenta 
el  semillero  de  antropófagos,  que 
los  poetas  antiguos  y  los  mitólogos 
sitúan  en  el  corazón  de  la  Europa, 
sabemos  por  Plinio  y  por  Pompo- 
nio  Mela,  que  lo  eran  esas  nume- 
rosas tribus  conocidas  bajo  la  deno- 
minación de  Escitas:  lo  mismo  dice 
Estrabon  de  los  Irlandeses;  como 
testigo  de  vista  lo  afirma  San  Ge- 
rónimo de  los  Escoceses,  y  Diódo- 
ro,  de  Sisilia,  confirmando  estas  no- 
ticias, aumenta  el  catálogo  con  las 
numerosas  tribus  de  los  Celtas.  Vol- 
taire  cita  un  pasaje  de  Marco  Po- 
lo, que  decía  ser  un  privilegio  de 
los  magos  y  sacerdotes  Tártaros, 
comer  la  carne  de  los  ajusticiados, 
y  Sir  Stamford  Raffles  refiere  un 
hecho  semejante,  de  muy  reciente 
data  y  del  más  singular  carácter 
que  observó  entre  los  Battas,  pue- 
blo de  la  Sumatra,  donde  la  civili- 
zación ha  hecho  grandes  progresos, 
pues  no  sólo  han  adoptado  para  su 
gobierno  las  formas  constituciona- 
les, sino  que  también  tienen  esta- 
blecimientos de  instrucción  públi- 
ca, y  una  gran  parte  de  la  población 
sabe  leer  y  escribir» 

115 


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458 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«Para  dar  punto  á  este  artículo 
y  completar  la  prueba  relativa  á  la 
universalidad  del  antropofagismo, 
diré  con  el  sabio  Virre}^,  que  ha 
examinado  la  materia  como  histo- 
riador, como  filósofo  y  como  fisió- 
logo: «Las  naciones  hoy  más  cul- 
«tas  fueron  antiguamente  antropo- 
^fagas:  Pellontier  lo  afirma  de  to- 
«dos  los  Celtas,  y  Cluver,  de  los 
«Alemanes.  Infiérese  por  las  capi- 
«tulares  de  Cario  Magno,  que  es- 
«te  crimen  debía  ser  bastante  co- 
«mun,  puesto  que  aquel  grande  mo- 
«narca  tuvo  necesidad  de  imponer 
«penas  para  suprimirlo.  En  la  gue 
«rra  que  los  tártaros  hicieron  á  los 
«rusos  el  año  de  1740,  se  les  vio 
«chupar  la  sangre  á  los  muertos. 
«  Todos  los  europeos  descienden  ori- 
^ginariamente  de  una  rasa  an- 
<^tropófaga.  Un  antiguo  escoliasta 
«de  Píndaro,  lo  afirma  de  los  pue- 
«blos  del  Ática,  en  épocas  remotas, 
«y  Pausanias  lo  asegura  de  los  an- 
«tiguos  griegos,  que  con  el  discur- 
«so  del  tiempo  llegaron  á  formar 
«l2i  nación  más  culta  é  ilustra- 
«da  del  universo.»  El  autor  cita- 
do que  prosigue  haciendo  una  lar- 
ga y  minuciosa  enumeración  de 
otros  muchos  pueblos  de  ambos  con- 
tinentes, para  probar,  que  nada  tiene 
absolutamente  de  nuevo  ni  de  extra- 
ño que  el  hombre  haya  devorado  á 
su  semejante,  la  cierra  exclamando: 
^Nosotros,  pues,  somos  descendien- 
tes de  antropófagos.* 

«Infiérese  de  aquí,  que  la  antro- 
pofagia ha  sido  crimen  común  del 
mundo  entero;  esta  cuestión  queda 
colocada  en  el  mismo  terreno  que 
la  de  los  sacrificios  humanos. 

«Denomínase  antropófago  al  que 
come  carne  humana.  Se  compren- 
de que  comer  carne  humana  es  un 


acto  abominable,  y  se  debe  conce- 
der que  los  mexicanos  se  entrega- 
ban á  esta  práctica.  Pero,  ¿no  exis- 
te diferencia  alguna,  entre  quien  la 
come  por  vicio,  por  placer,  por  cos- 
tumbre, porque  hace  de  ella  la  par- 
te principal  y  constante  de  su  ali- 
mentación, y  quien  sólo  la  come  en 
ciertas  y  determinadas  ocasiones, 
permitidas  por  la  ley  y  prescri- 
tas por  el  culto?  No,  se  responde- 
rá; la  razón  anatematiza  el  hecho 
bárbaro  de  tocar  á  la  carne  del 
hombre  y  no  aminora  el  crimen  la 
cantidad  tomada  por  alimento,  ni 
el  disfraz  con  que  se  la  encubra. 
Sin  pretender  clasificar  los  diver- 
sos géneros  de  antropofagia,  insis- 
to en  que,  es  más  viciosa  y  repug- 
nante la  conducta  del  caribe,  del 
caníbal,  del  acaxes,  que  andaban 
á  caza  de  hombres  para  devorar- 
los, que  la  de  los  mexica  comiendo 
únicamente,  por  sentimiento  reli- 
gioso, la  carne  de  las  víctimas  in- 
moladas á  los  dioses.  Sólo  preten- 
do explicar  la  antropofagia  de  los 
aztecas. 

«Resumiendo  de  nuevo  lo  que  ya 
dijimos,  el  Estado  y  los  particula- 
res proveían  de  víctimas  al  culto, 
y  ninguna  injusticia,  según  ellos,  se 
cometía  en  la  muerte  de  las  perso- 
nas entregadas  al  cuchillo  sacerdo- 
tal. Los  esclavos  perecían  bajo  el 
derecho  que  el  dueño  tenía  para  dis- 
poner de  sus  cosas.  En  cuanto  á  los 
prisioneros  de" guerra,  reconvenido 
Motecuhzoma  por  Cortés  acerca  de 
la  crueldad  de  los  sacrificios,  con- 
testó el  rey:  «Nosotros  tenemos  de- 
«recho  de  quitar  la  vida  á  nuestros 
«enemigos;  podemos  matarlos  en  el 
«calor  de  la  acción,  como  vosotros 
«hacéis  con  los  nuestros.  ¿Y  porqué 
«no  podremos  reservarlos  para  hon- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


459 


«rar  con  su  muerte  á  nuestros  dio- 
«ses?»  Idénticas  ideas  acerca  de  es- 
tos capítulos  profesaban  muchos 
pueblos  del  antiguo  continente. 

«Conforme  al  sistema  de  sustitu- 
ción, inmolada  la  víctima  quedaba 
consagrada,  por  pertenecer  á  las  di- 
vinidades. Sacada  de  su  estado  na- 
tural por  la  santificación  del  sacrifi- 
cio, se  transformaba  en  una  sustan- 
cia mística;  desaparecían  los  carac- 
teres primitivos,  digamos  así,  para 
adquirir  otros  simbólicos  y  perfec- 
tos. Comer  de  la  víctima  es  decla- 
rarse adorador  del  dios,  confesor  de 
la  religión,  parte  integrante  de  los 
creyentes;  hay  una  especie  de  iden- 
tificación con  la  misma  divinidad;  se 
goza  de  una  prerogativa  casi  celes- 
te; el  objeto  comido  cobra  el  mismo 
valor  de  la  transformación  santa  del 
sacrificio.  «Por  una  continuación 
«de  las  mismas  ideas  sobre  la  natu- 
« raleza  y  eficacia  de  los  sacrificios, 
«veían  también  los  antiguos  alguna 
«cosa  misteriosa  en  la  comida  del 
«cuerpo  y  de  la  sangre  de  la  vícti- 
<ma.  Ésta  contenía,  en  su  sentir,  el 
^complemento  del  sacrificio  y  de  la 
^unidad  religiosa,  de  tal  modo,  que 
«los  cristianos  rehusaron  por  mu- 
«cho  tiempo  probar  las  carnes  in- 
«moladas,  para  que  no  se  creyese 
«que  comiéndolas,  reconocían  las 
«falsas  divinidades  á  que  se  habían 
«ofrecido;  porque  todos  los  que  par - 
^ticipaban  de  una  víctima  son  un 
*mismo  cuerpo.  Mas  esta  idea  uni- 
« versal  de  la  comunión  por  la  san- 
«gre,  aunque  viciosa  en  su  aplica- 
«cion,  creo  sin  embargo  justa  y  per- 
«fecta  en  su  origen,  así  como  aque- 
«11a  de  la  cual  derivaba.» 

«Los  méxica,  en  virtud  de  la  tras- 
mutación, comían  la  carne  de  la  víc- 
tima, no  por  ser  codorniz,  culebra 


ú  hombre,  sino  porque  era  una  sus- 
tancia santa.  La  tenían  por  cosa  con- 
sagrada, y  sagrada,  como  aquella 
masa  de  tsoalli  de  que  formaban  el 
cuerpo  de  Huitsilopochtli,  que  des- 
pedazada servía  en  menudos  trozos 
para  su  comunión  mística.  Ademas, 
la  participación  de  la  víctima  sólo 
alcanzaba  á  la  gente  ilustre  y  prin- 
cipal, al  dueño  del  esclavo  ó  cauti- 
vador del  prisionero  con  sus  ami- 
gos y  parientes;  no  era  una  practica 
universal,  no  todos  llegaban  á  co- 
mer la  carne  humana. 

«Pudiera  llamar  la  atención  ese 
convite  repugnante  en  que  la  víc- 
tima era  servida  condimentada.  Pe- 
ro, los  grados  en  el  ejército,  las 
distinciones  civiles,  las  recompen- 
sas de  todo  género  se  alcanzaban 
en  los  campos  de  batalla,  y  se  me- 
I  dían  por  el  número  de  prisioneros 
'  cautivados  personalmente.  Traer 
I  un  hombre  de  la  guerra  era  una  va- 
¡  lentía,  era  rematar  una  hazaña  á  la 
cual  seguía  el  premio;  prescrito  por 
el  ritual  que  el  prisionero  se  con- 
sagrara á  los  dioses,  quedaba  tras- 
mutado en  víctima;  nacía  de  en- 
trambas cosas  un  acontecimiento 
fausto,  y  para  comer  la  sustancia 
mística  y  celebrar  los  hechos  del 
guerrero,  era  ese  convite  religioso 
y  social  al  tiempo  mismo,  á  que 
concurrían  los  amigos  y  parientes 
del  vencedor.  «Fuera  de  la  vícti- 
ma inmolada,  nunca  los  méxica  co- 
mieron la  carne  humana,  ni  aun 
en  los  casos  de  mayor  apuro.  He 
aquí  la  prueba.  Bajo  el  reinado  de 
Motecuhzoma  Ilhuicamina  sobrevi- 
no una  hambre  espantosa;  el  pue- 
blo necesitado  devoró  plantas  y  raí- 
ces; se  alimentó  de  los  animales 
más  inmundos;  vendieron  sus  hijos  á 
cambio  de  maíz  á  los  mercaderes 


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460 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


cuexteca  y  se  vendían  á  sí  propios; 
emigraron  á  tierras  lejanas,  que- 
dando muchos  muertos  por  campos 
y  caminos:  durante  tamaño  apuro 
no  se  registra  en  los  anales  de  ese 
pueblo  afligido  que  se  comieran 
unos  á  otros,  no  ya  dando  á  otro  la 
muerte  cuando  vivo,  pero  ni  aun 
aprovechando  los  despojos  de  los 
muertos.  Repitióse  la  plaga  en  el 
reinado  del  segundo  Motecuhzoma, 
y  en  las  mismas  condiciones. 

«Los  conquistadores  como  testi- 
gos presenciales,  refieren  los  sufri- 
mientos de  los  méxica  durante  el 
asedio  de  Tenochtitlan.  El  hambre 
fué  la  más  cruel.  Consumidas  las 
provisiones  comieron  las  hojas  y 
las  cortezas  de  los  árboles;  escar- 
varon  la  tierra  para  sacar  las  raí- 
ces; agotaron  las  savandijas  en  la 
tierra  y  en  el  agua  de  la  ciudad: 
murieron  de  hambre  y  no  tocaron 
los  cuerpos  de  los  suyos.  No  les  fal- 
taba poco  ni  mucho  de  aquel  ali- 
mento, porque  las  plazas,  las  calles, 
las  casas  estaban  sembradas  con 
montones  de  cadáveres  despadaza- 
dos  y  de  miembros  esparcidos. 
«También  quiero  decir,  dice  Ber- 
«nal  Díaz,  que  no  comían  la  carne 
*de  sus  mexicanos,  sino  era  de  los 
«enemigos  tlaxcaltecas  y  las  nues- 
«tras  que  apañaban;  y  no  se  ha  ha- 
«llado  generación  en  el  mundo  que 
«tanto  sufriese  la  hambre  y  sed  y 
«continuas  guerras  como  ésta.»  Es 
de  advertir  que  esa  carne  de  los 
tlaxcaltecas  y  de  los  españoles  que 
los  méxica  comían,  provenía  de  los 
prisioneros  sacrificados,  mas  no  de 
los  muertos  caídos  sobre  el  campo 
de  batalla.  Francisco  López  de  Go- 
mara, informado  por  los  conquis- 
tadores, repite  la  cuenta  de  las  pe- 
nurias  de  los  sitiados  y  escribe: 


«De  aquí  también  se  conoce,  cómo 
«mexicanos  aunque  comen  carne 
«de  hombre,  no  comen  la  de  los  su- 
«yos,  como  algunos  piensan,  que  si 
«la  comieran  no  murieran  así  de 
«hambre.»  El  cronista  Herrera, 
quien  tuvo  á  la  vista  documentos 
auténticos,  afirma  expresamente: 
«Teníanse  en  casa  los  muertos,  por- 
«que  los  enemigos  no  conociesen 
«su  flaqueza:  no  los  comían,  porque 
«los  mexicanos  no  comían  los  su- 
«yos.» 

«Causa  verdadera  admiración 
que,  contra  autoridades  tan  carac- 
terizadas, emita  opinión  contraria 
el  Sr.  Prescott,  en  su  Historia  de  la 
Conquista  de  México;  mas  ya  fué 
combatido  victoriosamente  por  el 
Sr.  Ramírez. 

«Pongo  punto  final  á  este  asun- 
to. Ignoro  cuál  será  la  impresión 
que  mis  observaciones  dejen  en  el 
ánimo  de  los  lectores.  En  mi  creen- 
cia personal,  si  porque  los  méxica 
gustaban  la  carne  humana  se  les 
puede  llamar  antropófagos,  eviden- 
temente no  eran  caníbales.  Una  ad- 
vertencia. Ni  remotamente  se  vea 
en  lo  escrito  la  aprobación  del  sa- 
crificio humano,  ni  mucho  menos 
el  comer  de  la  víctima.  Esta  es  ex 
plicacion  y  no  defensa.  Aborrezco 
todas  las  acciones  que  propenden 
á  la  destrucción  violenta  del  hom- 
bre, llevando  por  máxima,  pocas  ve- 
ces la  sangre  se  virtió  sin  crimen.» 

Vientos.  Además  de  lo  que  he- 
mos expuesto  en  los  artículos  rela- 
tivos acerca  de  cada  uno  de  los 
vientos,  insertamos  aquí,  por  ser 
muy  curiosa,  la  exposición  que  ha- 
ce el  P.  Sahagún,  dice  así: 

«Esta  gente  atribuía  el  viento  á 
un  dios  que  llamaban  Quetsalcoatlf 
bien  asi  como  dios  de  los  vientos. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V, 


461 


Soplan  estos  de  cuatro  partes  del 
mundo,  por  mandamiento  de  este 
dios  según  ellos  decian:  de  la  una 
parte  viene  de  acia  el  oriente,  don- 
de ellos  dicen  estarcí  paraíso  terre- 
nal al  cual  llaman  tlalocan,  á  es- 
te viento  le  llamaban  tlalocaiutl, 
(tlacoccayotl)  no  es  viento  furioso: 
cuando  él  sopla  no  impide  A  las  ca- 
noas andar  por  el  agua.  El  segundo 
viento  sopla  de  acia  el  norte,  don- 
de ellos  dicen  estar  el  infierno,  y  así 
le  llaman  mictlampachecatl,  que 
quiere  decir  el  viento  de  acia  el  in 
f ierno;  este  viento  es  furioso,  y  por 
eso  le  temen  mucho:  cuando  el  so- 
pla no  pueden  andar  por  el  agua 
las  canoas,  y  todos  los  que  andan 
por  ella,  se  salen  por  temor  cuando 
él  sopla,  con  toda  la  prisa  que  pue- 
den, porque  muchas  veces  peligran 
con  él.  El  tercer  viento  sopla  de 
acia  el  occidente,  donde  ellos  decían 
que  era  la  habitación  de  las  dio- 
sas que  llaman  Cioapipilti,  (Cihua- 
pipiltin)  llamábanle  Cioatlampaehe- 
cali  (Ghuallanipaehecall)  ó  Cioate- 
caíollf  (Cihuaehccayoll)  que  quiere 
decir,  viento  que  sopla  de  donde  habi- 
tan las  mugeres.  Este  viento  no  es 
furioso  pero  es  frió,  hace  temblar  y 
tiritar;  y  con  él  bien  se  navega.  El 
cuarto  viento  sopla  de  acia  el  me- 
dio dia.  y  llámanlo  vitsllampa 
ehecatl  (Huitstlampaehecatl),  que 
quiere  decir:  viento  que  sopla  de 
aquella  parte  donde  fueron  las  dio- 
sas Vitsnaoa:  (Huitsnahua)  este 
viento  en  estas  partes  es  furioso  y 
peligroso  para  navegar;  tanta  es 
su  furia,  que  algunas  veces  arranca 
los  árboles,  trastorna  las  paredes, 
y  levanta  grandes  olas  en  el  agua; 
las  canoas  que  topa  en  ella,  échalas 
á  fondo,  las  levanta  en  alto:  es  tan 
furioso  como  el  cierzo  ó  norte. 


«Por  diversos  nombres  nombran  al 
relámpago  ó  al  rayo,  atribuíanlo  á 
los  Tlaloques  ó  Tlamacasques;  de- 
cian que  ellos  hacían  los  rayos,  re- 
lámpagos y  truenos,  y  que  herían 
con  ellos  á  quien  querían.» 

Viga  parlante.  Entre  los  prodi- 
gios que  se  cuenta  acaecieron  poco 
antes  de  la  venida  de  los  españoles 
á  conquistar  á  México,  se  encuentra 
uno  muy  curioso,  que  aquellas  gen- 
tes creyeron  de  buena  fe  y  como 
un  aviso  de  los  dioses.  El  P.  Saha- 
gún  lo  refiere,  atribuyéndolo  al  de- 
monio en  los  términos  siguientes: 

«El  noveno  rey  de  México  fue 
Mocthecusoma,  segundo  de  este 
nombre,  y  reinó  diez  y  nueve  años, 
y  en  su  tiempo  hubo  grande  ham- 
bre, por  espacio  de  tres  años  no  llo- 
vió, por  lo  cual  los  de  México  se  de- 
rramaron á  otras  tierras;  y  en  su 
tiempo  también  aconteció  una  mara- 
villa en  México.  Porque  en  una  ca- 
sa grande  donde  se  juntaban,  á  can- 
tar y  bailar,  una  viga  grande  que 
estaba  atrabesada  encima  de  la  pa- 
red, cantó  como  una  persona  este 
cantar:  veya  no  questepole  veltomi- 
totia  ailantevetstoce,  que  quiere  de- 
cir ¡ay  de  tí!  mi  anca  baila  bien,  que 
estarás  en  la  agua:  lo  cual  aconteció 
cuando  la  fama  de  los  españoles,  ya 
sonaba  en  esta  tierra  de  México.» 

Volador.  Juego  que  usaban  los 
mexicanos  y  al  cual  le  daban  una 
significación  religiosa  y  cronológi- 
ca. Cha  vero  y  Boturini  lo  describen 
en  los  términos  siguientes: 

«Era  el  volador  un  palo  alto  y 
grueso  levantado  en  medio  de  la 
plaza:  en  la  parte  superior  tenía  una 
pieza  cilindrica  movible  de  la  cual 
salían  cuatro  largas  y  muy  fuertes 
sogas,  y  pasaban  por  unos  agujeros 
hechos  eñ  un  bastidor   cuadrado 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


puesto  cerca  de  la  extremidad  del 
madero.  Los  jugadores  subían  á  lo 
alto  por  cuerdas  atadas  en  el  pa- 
lo que  presentaban  lazadas  para  ser 
vir  de  escala:  trepaban  muy  com- 
puestos con  sonajas  y  otros  instru- 
mentos músicos,  y  bailaban,  canta- 
ban ó  decían  gracias  donosas  en  el 
bastidor  cuadrado,  colocándose  uno 
en  la  altísima  extremidad  del  ma- 
dero, y  mientras  se  deslizaban  por 
las  cuerdas  cuatro  hombres  vesti- 
dos de  pájaros  ó  monas,  y  con  su 
peso  producían  la  rotación  de  toda 
la  máquina  superior  con  los  indivi- 
duos en  ella  colocados;  lo  que  á  su 
vez,  ayudado  de  la  fuerza  centrífu- 
ga, hacía  que  las  cuerdas  se  tendie- 
sen y  que  los  cuatro  hombres  afian- 
zados á  sus  extremos  parecieran 
materialmente  volar.  El  mecanis- 
mo del  aparato  estaba  dispuesto  de 
tal  manera,  que  con  ese  vuelo  se 
iban  desarrollando  las  cuerdas  del 
madero,  sin  que  una  quedase  sobre 
la  otra,  y  de  modo  que  al  dar  tre- 
ce vueltas  cada  volador  quedaban 
desprendidas;  tendiéndose  mas  y 
mas  hacia  la  dirección  horizontal 
por  el  aumento  de  velocidad,  has- 
ta que  cuerda,  bastidor,  remate, 
voladores  y  danzantes  eran  arreba 
tados  en  ese  circulo  sin  fin  con  rapi- 
dez vertiginosa.  La  inmensa  altu- 
ra del  volador  y  los  juegos  que  en  él 
se  hacían  en  medio  de  ese  torbe- 
llino, sorprenden  por  su  peligro  y 
donosura.  Hoy  el  pueblo  lo  usa, 
mas  es  un  palidísimo  reflejo.» 

El  juego  tenía  una  significación 
cronológica:  los  cuatro  voladores 
representaban  los  cuatro  sínbolos 
de  los  años,  y  con  las  trece  vuel- 
tas de  cada  uno  formaban  los  cua- 
tro tlalpüli  áé\  ciclo  de  cincuenta  y 
dos  años. 


En  un  manuscrito  que  se  conser- 
va en  la  Biblioteca  de  la  Academia 
de  la  Historia  en  Madrid  con  la  si- 
guiente portada:  «Historia  general 
de  la  América  Septentrional  —To- 
mo primero—  De  la  Cronología 
de  sus  principal  es  naciones. — Le  de- 
dica al  católico  y  poderosísimo  Mo- 
narca Don  Fernando  VI,  Rey  de  las 
Españas  y  Emperador  de  las  Indias 
Nuestro  Señor—  El  caballero  Lo- 
renzo Boturini  Benaduci  Señor  de 
la  Torre  y  de  Hono,  Cronista  Real 
de  Indias—,»  en  ese  manuscrito,  re- 
petimos, hay  una  explicación  del 
juego  del  volador,  que  por  nueva  é 
inédita  reproducimos  aquí: 

«Hacían,  dice,  este  regocijo  en 
honra  de  Xiuhtecuhtli .  Dios  del  fue- 
go; y  como  atribuían  á  la  misma 
deidad  el  dominio  y  guia  de  los  tiem- 
pos llamábanle  Setlor  del  año,  ó  por 
otro  nombre  Nauhyotecuhtli.  que 
quiere  decir  cuatro  veces  seflor,  por 
los  cuatro  caracteres  de  los  años 
que  le  aconpañaban:  asi  por  la  rue- 
da donde  se  asían  los  voladores  da- 
ban á  entender  que  cada  año  de  los 
52  del  ciclo  cumplía  el  Sol  su  circu- 
lo máximo  de  la  Eclíptica,  y  por  los 
cuatro  rayos  significaban  los  cuatro 
puntos  cardinales  del  Zodiaco,  es- 
to es,  ambos  equinoccios  y  solsti- 
cios. También  en  los  cuatro  indios 
que  estaban  asidos  cada  uno  de  su 
cuerda,  representaban  los  cuatro 
caracteres  de  los  años,  Tochtli,  da- 
ba principio  á  las  vueltas,  seguíale 
el  segundo,  que  representaba  Acatl, 
después  el  tercero  Tecpatl,  y  luego 
el  cuarto  que  hacía  la  función  de  Ca- 
lli,  volvía  después  Tochtli  dando  la 
quinta  vuelta,  y  continuaban  los 
otros  hasta  completar  la  trecena. 

«Deshechos  los  enlaces  y  resti- 
tuidos á  su  lugar  con  las  cuerdas 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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vueltas  los  cuatro  indios,  entraba  el 
segundo  que  representaba  el  carác- 
ter Acall,  empezando  la  segunda 
triadecatérida  de  años,  la  que  se 
hacía  y  deshacía  del  mismo  modo 
que  la  primera  con  otras  trece  vuel- 
tas. Así  se  proseguía  con  los  otros 
dos  caracteres. 

«En  la  solemnidad  mayor  para 
entretener  al  pueblo  se  mezcla- 
ban entre  vuelo  y  vuelo  diferen- 
tes habilidades,  como  subir  á  la 
rueda  mayor  y  descolgarse  de  arri- 


ba abajo  por  otras  maromas.  Y  aun 
se  continuaban  mas  vuelos  que  te- 
nían entonces  relación  á  las  tria- 
decatéridas  de  los  días  del  afto;  y 
así,  si  después  de  los  cuatro  vue- 
los trecenarios  del  ciclo  se  hacían 
otros  veinte,  entonces  simboliza- 
ban las  veintenas  triadecatéridas  6 
los  260  días  que  se  incluían  en  el 
medio  de  la  rueda  del  ciclo:  si  lle- 
gaban á  veintiocho  los  vuelos  era 
cuenta  alusiva  á  otras  tantas  sema- 
nas trecenarias  que  tenia  el  año.» 


Xalcopinca.  (Xalli,  arena;  copin- 
quiy  moldeador;  ca,  lugar:  «Lugar 
de  los  que  hacen  moldes  con  are- 
na.») Era  un  pequeño  barrio  de  Tlal- 
telolco  donde  estaba  la  fábrica  de 
hacer  ídolos  de  oro  y  plata  en  mol- 
des de  arena. 

Borunda,  á  propósito  de  la  etimo- 
logía de  este  nombre,  diserta  lar- 
gamente sobre  las  excelencias  del 
idioma  náhuatl,  y  en  su  lenguaje 
obscuro  y  casi  ininteligible,  aplica 
la  significación  sinonímica  de  los 
verbos  que  significan  moldear  ó  sa- 
car imagen,  á  la  aparición  de  la 
Virgen  de  Guadalupe;  á  título  de 
curiosidad  insertamos  el  pasaje 
de  Borunda.  Dice  así: 

♦Los  frasismos,  pues,  con  que  al 
tiempo  del  descubrimiento  de  tan 
singular  Imagen,  se  expresaron  los 
naturales,  y  que  después  halló  es- 
critos D.  Luis  Bezerra,  los  afirmó 
en  el  siguiente  contexto  «al  referir, 
«pues,  la  aparición  de  la  Imagen, 
«dezia  el  escrito  antiguo:  omoma- 


^chiotinextiquis,  locución  compues- 
«ta  de  tres  verbos;  machiotia,  que 
«significa  señalar,  ó  sellar:  nextia, 
«que  significa  mostrar:  y  quisa,  que 
«significa  figurada,  ó  impresa:  por 
« que  si  hubieran  sentido  los  que  his- 
«toriaron  el  hecho,  que  se  havia  fi- 
«gurado  la  Imagen  en  cuanto  el  In- 
«dio  desplegó  la  capa,  dirían:  omo- 
<^nexiimachiotiquÍ3y  que  es  lo  mis- 
«mo,  que  se  vio  figurar.»  No  puede 
ser  mas  impropia,  y  agena  del  ca- 
rácter, ó  estylo  expresivo  de  este 
Idioma  que  se  le  anotaba  en  general, 
la  traducción  redundante  que  se  dio 
á  este  frasismo,  siendo  tan  ceñi- 
dos los  nacionales,  cuanto  se  ha 
manifestado  hasta  aquí,  y  se  obser- 
vará en  todos  los  que  se  usa  en  es- 
ta Clase:  pues  á  mas  de  dominar  en 
ellos  el  sentido  translativo,  sus  com- 
pociciones  no  instruien  redundan- 
cia, sino  conceptos  abrebiados,  y 
así  en  este  la  parte  okis,  no  tiene  el 
de  salió,  sino  el  de  acabó  según  se 
acostumbra  hasta  hoy  aviéndo- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


se  también  en  el  Diccionario  ilhui- 
iloquis,  por  fiesta  pasada,  y  que  la 
expresión  dicta  acabó,  Okis  la  fies- 
ta iluítl,  Nextia,  es  demostrar,  ma- 
nifestar, ó  descubrir,  haciéndolo  re- 
flexivo, ó  el  mo,  común  á  los  verbos 
de  la  composición,  y  equivalen  als^, 
castellano.  il/afA/o//«  significa  seña- 
lar, pero  no  de  cualquier  modo,  si- 
no para  que  lo  señalado  sirva  de  nor- 
ma ó  modelo,  el  qual  es  machiotl, 
su  derivado,  y  tan  común  y  usado 
como  en  el  por  señal  de  la  Sta.  Cruz 
ipanpaimmachists  in  Crus,  y  pro- 
pagado regionalmente  entre  quie- 
nes no  son  naturales  el  distintivo 
Machiote:  para  alguna  norma.  Con- 
que el  sentido  de  aquel  tradicional 
f  rasismo  es  se  acabó  omokis  de  des- 
cubrir «^jc//a,  lo  que  se  señaló  para 
normar  omomachioii:  y  esto  nece- 
sariamente supone  la  memoria,  así 
del  destino  que  en  su  origen  tuvo 
tan  symbólica  Imagen,  como  de  su 
antigua  ocultación,  y  también  noti- 
cia de  que  volvería  á  manifestarse, 
según  la  avia  de  que  por  intercesión 
de  la  que  representa,  se  libertarán 
estas  Naciones  de  los  crueles  sacri- 
ficios humanos,  quando  se  recorda- 
ba por  Tonacayoua. 

«Era  tan  circunstanciada  su  me- 
moria, cuanto  descubre  el  valor  de 
otros  tres  frasismos  conque  se  ex- 
plican los  naturales  al  tiempo  de  su 
admirable  descubrimiento,  pues 
continuó  aquel  escritor  refiriendo 
«lo  otro,  porque  de  tres  maneras 
«decian  los  naturales  antiguos  el 
«milagro  de  la  pintura,  siendo  pre- 
«guntados,  el  primer  modo  era  orno- 
*copintBÍno,  pretérito  del  verbo  co- 
*^pina,q\xe  significa  segregar  ó  apar- 
•  tar  una  cosa  de  otra,  y  es  el  modo 
♦aqueste  mas  propio,  para  signifi- 
«car  el  copiar,  o  trasladar:  empero 


«ya  se  ve  que  para  ello  es  el  ver- 
«bo  metaphórico.»  Este  que  llamó 
modo  mas  propio,  al  mismo  tiempo 
que  supone  con  la  pregunta  de  los 
españoles,  aver  estos  extrañado  tal 
pintura,  comparada  con  inumera- 
bles  nacionales  históricas  que  vie- 
ron en  lienzos  fabricados  de  hilo  de 
Maguey,  instruie  también  á  veces 
copiado  en  este  la  Madre  de  Dios 
en  vida  mortal.  Porque  omo-copin- 
tsino,  es  se  copió  por  molde  natural, 
que  es  la  significación  propia  de  co- 
pina, siendo  la  o  así  inicial,  como  fi- 
nal, propia  de  pretérito;  el  mo,  el  se 
reflecsivo  castellano;  y  el  i  sin  apre- 
ciativo, y  reverencial.  De  xalcopin- 
ca,  territorio  can,  de  amoldar  co- 
pina, en  arena  xalli  se  trata  hasta 
hoy  á  un  pequeño,  pero  antiguo  Ba- 
rrio del  Poblado  de  tlalteololulco,  en 
cuio  Mercado  se  contrataba  entre 
otras  mercaderías,  con  figuras 
de  oro  y  plata  vaciadas  á  molde  en 
arena,  por  impresiones  de  Aves  y 
otros  Animales  naturales.  El  mis- 
mo f rasismo  copina,  es  translativo 
para  desollar,  como  que  á  las  Gen- 
tes con  quienes  se  hazia,  se  les  sa- 
caba la  piel  íntegra  y  tan  amoldada 
al  cuerpo  de  que  salía,  que  se  la  pu- 
diese vestir  otro  igual,  ceremonia 
con  que  se  recordaba  el  desuello  de 
la  Teteuinnan  según  los  caps.  18  y 
20,  bib.  7.^,  de  la  Monarquía. 

«Pero  es  notable  el  uso  de  ese  f  ra- 
sismo en  aquella  tradición  a  viendo 
en  el  Idioma  otros  significativos  de 
copiar  ó  sacar  Imágenes,  el  uno  es 
kistia,  compuesto  de  ixtia  apron- 
tar, como  su  rrayz  ixtli,  frente,  á  la 
cual  se  coloca  todo  original  para  ser 
trasladado,  connotándolo  el  ki;  pe- 
ro ageno  para  significar  copia  á 
molde.  Otro,  es  machiyoana,  co- 
ger ana,  con  el  baho  iyotl,  la  señal 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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Ó  modelo  machiotl:  siendo  expreso, 
V.  7,  cap.  2.0,  del  Génesis  «formó 
«pues  el  Señor  Dios  al  hombre  del 
«todo  blando  de  la  tierra,  é  inspiró 
«en  su  semblante  el  aliento,  y  fué 
«hecho  el  hombre  en  alma  vivien- 
«te.»  A  esta  se  expresa  en  Idioma 
de  Mexicanos,  por  vida  yolilistli; 
por  Tlalpitsalistli,  soplo  pÜBulis- 
til,  en  la  tierra  Tlalli;  por  viento 
ecatl;  y  por  baho  t'yotl:  lo  que  des- 
cubre el  abuso  q.e  se  hizo  entre  los 
hombres,  de  aquel  modo  significa- 
tivo en  la  formación  del  primero  y 
que  se  ha  observado  entre  los  igua- 
les ignorantes  ensalmadores,  que 
saludan  arrojando  el  baho  á  la  fren- 
te; y  el  de  algunos  naturales  que 
fabrican  hasta  hoy  muñecos  de  ba- 
rro, y  ocultan  en  cuevas.  Otro  si- 
nónimo de  copiar  Imagen,  es  octa- 
caana,  coger  ana,  con  caña  acatl, 
la  bebida  octla,  antonomástica  en  el 
Pulque,  tratado  por  la  Nación  que 
habla  en  el  monumento  primera- 
mente ahora  hallado,  de  agua  nues- 
tra, y  aludiendo  la  profanación  de 
ociacaana,  al  estylo  con  que  extrae 
el  jugo  del  Maguey  para  esa  bebi- 
da, porque  entonces  llama  el  baho 
con  Avenencia  de  Calavazo  largo 
Acocitli  Garguero  cocootl,  6  cami- 
no otlí,  para  los  que  enferma  cocoa, 
la  Agua  all,  por  ser  el  Pulque  me- 
dicina para  diarreáticos.  Mas  la 
significación  de  sacar  Imagen,  con 
coger  con  Caña  la  bebida  es  paten- 
te abuso  del  destino  que  se  dio  en  la 
primitiva  cristianidad  á  este  jugo 
anotado  por  medicina  en  el  Acocotl, 
y  juntamente  contravención  profa- 
natoria  porque  en  lienzo  del  hilo  de 
tal  Planta  instruien  estampada  la 
Imagen  de  la  Madre  de  Dios,  su 
materia  uno  de  sus  símbolos,  y  las 
costumbres  nacionales;  advirtién- 


dose también  el  anhelo  de  la  pro- 
pagación humana,  excitada  con  el 
exceso  de  tal  vino  nacional.» 

Xelhua.  Personaje  mitológico 
histórico,  cuya  existencia  es  imposi- 
ble determinar.  En  una  de  las  Cos- 
mogonías de  los  mexicanos  apare- 
ce que  l3tacmixcoatl,  la  V^ía  Lác- 
tea, personificado  en  un  anciano, 
que  tuvo  dos  mujeres,  fué  el  padre 
de  la  humanidad,  pues  tuvo  seis  hi- 

'  jos,  y  el  primogénito  fué  Xelhtia,  que 

\  fundó  y  pobló  á  Cuatiquechollan, 
It socan,  Epailany  Teopantlan,  Te- 

\hiiacan,    Coscatlan,    Teoiitlan  y 

I  otros  lugares. 

'     Según  otra  leyenda,  Xelhua,  si  no 

j  fué  el  padre  de  los  gigantes,  fué 
uno  de  ellos,  pues  en  el  comentario 

I  al  Códice  Vaticano  se  encuentra 

i  una  relación  que  hace  recordar  la  to- 
rre de  Babel.  En  la  época  del  diluvio 
ó  Atonaiiuh  moraban  sobre  la  tie- 

I  rra  los  gigantes;  muchos  perecieron 
sumergidos  en  las  aguas,  algunos 
quedaron  convertidos  en  peces,  y 
sólo  siete  hermanos  se  salvaron  en 
las  grutas  de  la  montaña  de  Tía- 

!  loe.  Cuando  las  aguas  se  escurrie- 
ron sobre  la  tierra,  Xé'/AMa,  el  gigan- 

¡  te,  fué  á  Cholollan,  y  con  grandes 
adobes  fabricados  en  Tlalmanalco, 
al  pie  de  la  sierra  de  cocoll,  y  con- 
ducidos de  mano  en  mano  por  una 
fila  de  hombres  tendida  entre  am- 
bos puntos,  comenzó  á  construir 
la  gran  pirámide,  en  memoria  de  la 
montaña  en  que  fué  salvado.  Irri- 
tados los  dioses  de  que  la  obra  ame- 
nazara llegar  á  las  nubes,  lanzaron 
el  fuego  celeste,  mataron  á  muchos 
de  los  constructores,  dispersáronse 
los  demás,  y  no  pasó  adelante  la 
construcción;  sin  embargo,  el  mon- 
te artificial  subsiste  todavía,  atesti- 
guando el  poder  de  Xelhtia,  el  gigan- 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


te,  apellidado  el  arquitecto.  Se  ad- 
vierte desde  luego  en  esta  tradición 
el  empeño  decidido  de  algunos  frai- 
les misioneros  de  encontrar  en  el 
Anahuac  reminiscencias  bíblicas 
para  apoyar  la  verdad  de  la  religión 
masaica.  No  cabe  duda  que  la  pirá- 
mide de  Cholula  y  sus  congéneres 
de  Teotihuacan  fueron  erigidas  por 
los  pueblos  primitivos;  pero  no  con 
el  fin  de  salvarse  de  un  diluvio,  co- 
mo se  dice  respecto  de  ]a  torre  de 
Babel,  sino  como  templos  dedica- 
dos á  los  dioses.  ( Véase  Iztacmix- 
coATL  y  Cholula.) 

Xicahualcalco.  (Etim.  incierta.) 
Era  una  de  las  casas  ó  templos  en 
que  hacía  oración  QuetsalcoatL  Cha- 
vero,  hablando  de  estos  templos, 
dice: 

«Hemos  hablado  de  las  cuatro  ca- 
sas de  oración  de  Qtielsalcoaíl  y 
de  las  penitencias  que  hacía,  lo  cual 
está  representado  en  una  pintura 
del  Códice  Vaticano.  Se  ve,  en  efec- 
to, á  Quetsalcoatl  sobre  un  teocalli 
cuyas  gradas  están  manchadas  de 
sangre,  atravesadas  sus  piernas  con 
espinas  de  maguey  en  señal  de  pe- 
nitencia, y  delante  del  cual  se  han 
puesto  como  ofrendas  las  púas  y 
un  tlemaitl  en  que  se  le  quema  co- 
pal. Detrás  de  él  están  las  cuatro 
casas  de  oración  ó  templos:  en  el 
primero  ayunaban  los  sacerdotes; 
estaba  adornado  de  frutos  y  flores, 
cornisa  y  columnas  de  color  rojo,  y 
se  llamaba  Caquancallí.  El  segun- 
do servía  para  el  ayuno  común;  te- 
nía cuatro  almenas,'  y  se  llamaba 
Xecahíialcalco.  El  tercero  era  tem- 
plo del  temor  y  la  serpiente,  y  se 
entraba  en  él  con  los  ojos  inclinados 
al  suelo:  era  el  Coacalco.  El  cuarto 
era  el  templo  del  pesar  y  del  arre- 
pentimiento, y  á  él  mandaban  á  los 


hombres  delincuentes  y  de  mala  vi- 
da, inmorales  y  de  hablar  obsceno: 
le  nombraban  Tlaxapocalco. 

«Busquemos  el  sentido  astronó- 
mico de  la  pintura.  La  deidad  que 
está  sobre  el  teocalli,  á  la  cual  se 
ofrecen  sacrificios  y  se  quema  co- 
pal en  el  tlemaitl,  es  Quet^alcoatl, 
es  la  estrella  de  la  tarde  que  nace. 
Se  conoce  al  dios  en  su  mitra,  en  su 
báculo,  en  las  cruces  y  en  el  símbo- 
lo del  viento.  Tiene  cuatro  radios 
rojos,  porque  ya  hemos  visto  que  le 
tenían  por  un  medio  sol,  pues  á  éste 
lo  pintaban  con  ocho  rayos.  Detrás 
de  las  cuatro  casas  ó  templos  hay 
cuatro  signos,  que  son  acatl  ó  caña, 
cuetspallin  ó  lagartija,  tecpatl  ó  pe- 
dernal, y  wa^atl  ó  venado:  los  cua- 
les ya  sabemos  que  respectivamen- 
te corresponden  á  los  astros,  sol, 
tierra,  estrella  de  la  tarde  y  luna. 
Los  cuatro  templos  que  están  á  su 
frente,  tienen  igual  corresponden- 
cia: el  templo  con  las  tres  flechas 
corresponde  al  sol,  el  de  las  dos 
flores  á  la  tierra,  el  de  las  alme- 
nas rojas  á  la  estrella,  y  el  de  los 
círculos  blancos  á  la  luna.» 

XicallancatL  (Nombre  gentilicio 
deviv^ído  ÚQ  Xicallanco  (V.).),  Per- 
sonaje mitológica-histórico,  cuya 
existencia  es  imposible  determinar. 
En  una  de  las  Cosmogonías  de  los 
mexicanos  aparece  que  Istactnix- 
coatl,  la  Vía  Láctea,  personificada 
en  un  anciano  que  tuvo  dos  muje- 
res, fué  el  padre  de  la  humanidad, 
pues  tuvo  seis  hijos,  y  el  cuarto  fué 
Xicallancatl,  que  se  estableció  en 
las  costas  del  Golfo,  en  la  comarca 
llamada  Xicallanco,  de  donde  tomó 
su  nombre.  Los  autores  dicen  que 
Xicallancatl  fundó  á  Xicallanco,  lo 
cual  es  absurdo,  pues  es  lo  mismo 
que  decir  que  un  mexicano  fundó  á 


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SfeGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


467 


México,  que  un  español  fundó  á  Es- 
paña, etc.,  etc.    (Véase  Iztacmix- 

COATL  y  XiCALLANCO.) 

Xicallanco.  Chavero,  discutien- 
do la  etimología  de  Xicallanco,  dice: 

«Hay  que  advertir  que  general- 
mente se  cree  que  esta  palabra 
viene  de  xicalli,  jicara  ó  vaso  de 
calabaza,  etimología  que  nada  nos 
manifiesta  ni  nos  explica.  Al  pene- 
trar los  mexica  hasta  la  costa,  iban 
imponiendo  nombres  á  las  localida- 
des que  ocupaban,  y  esos  nombres 
son  los  que  encontramos  en  sus 
jeroglíficos  y  en  los  relatos  de  los 
cronistas,  y  siempre  buscaban  al- 
guna razón  para  determinar  el  nom- 
bre de  cada  lugar.  Ya  hemos  expli- 
cado por  qué  llamaron  Pantlan  al 
centro  de  la  región  de  la  costa.  A 
la  inmediata  le  pusieron  Totonaca- 
patij  que  significa  lugar  de  alimen- 
tos,^pox  sus  grandes  productos  agrí- 
colas, que  á  veces  sirvieron  para 
sustentar  á  los  mexica  en  sus  cala- 
midades. Y  como  en  la  parte  me- 
ridional de  esas  tierras  encontraran 
los  grandes  edificios,  templos  y  pi- 
rámides de  que  ya  hemos  hablado, 
llamáronla  lugar  de  hermosas  ca- 
sas, de  xihtíitl,  bello,  y  calli,  casa, 
haciendo-  el  nombre  xicalanco,  ó 
bien  de  xicaltetl,  que  significa  estu- 
co ó  piedra  bruñida.» 

Ninguna  de  las  etimologías  que 
apunta  Chavero  es  exacta:  la  pri- 
mera, porque  xihuitl  no  significa 
bello;  pero  suponiendo  que  tuviera 
tíil  significación,  el  nombre  debe- 
ría ser  xiuhcalco  ó  xiuhcallan:  la 
segunda,  porque  con  los  elementos 
que  señala  Chavero,  el  nombre  de- 
bería ser  Xiuhcaltetlan  6  Xiuhcal- 
tecan. 

Borunda  atribuye  á  Xicallanco  la 
estructura  siguiente: 


<^Xicalanco,  significativo  de  que 
en  lo  interno  de  ella  co,  coge  ana^ 
al  vaso  xiccale,  siendo  hasta  hoy 
habitada  por  la  Nación  Maxtecatl, 
distinguida  en  aquellos  por  xicca- 
lacatl;  6  Pais  donde  se  cría  el  Dra- 
gón alado,  con  grito,  cabeza,  y  plu- 
ma en  ella  de  Loro,  y  cuerpo  de  vi- 
vora,  anidante  en  huecos  de  Palmas, 
y  causando  luego  la  muerte  á  quien 
muerde.» 

La  etimología  de  Borunda  es  tan 
arbitraria  como  inexplicable,  pues, 
como  ya  hemos  dicho  en  otro  lugar, 
este  autor  trastorna  y  desfigura  las 
radicales  del  idioma  náhuatl  para 
que  sirvan  á  sus  lucubraciones  filo- 
lógicas, y  éstas  á  su  sistema  reli- 
gioso. 

A  nuestro  entender,  Xicallanco 
se  compone  de  Xicallan,  región  ó 
lugar  de  jicaras  ó  vasos,  y  de  co,  en, 
y  significa:  «en  la  región  de  las  ji- 
caras ó  vaso  de  calabazo,»  y  así  lo 
confirma  la  abundancia  que  hay  en 
esa  región  de  tal  producto  vegetal. 

Xicapoyan.  (La  etimología  de 
este  nombre  es  incierta.  Remí  Si- 
meón pone  como  elemento  xicayt 
poa  iyan,  pero  no  corresponde  á 
la  significación  de  la  palabra  ni  á  su 
estructura,  pues  con  tales  elemen- 
tos el  nombre  debería  ser  Xicalpoa- 
yan.J  Fuente  en  que  se  bañaba  á 
media  noche  Quetsalcoatl.  Sahagún 
dice,  hablando  de  la  vida  de  Que- 
tsalcoatl,  á  propósito  de  esta  fuente, 
lo  que  sigue: 

«También  dicen  que  el  dicho  Que- 
tsalcoatl  hacia  penitencia  punzando 
sus  piernas  y  sacando  la  sangre  con 
que  manchaba  y  ensangrentaba  las 
puntas  de  maguey,  y  se  lavaba  á  la 
media  noche  en  una  fuente  que  se 
llama  xicapoya,  y  esta  costumbre  y 
orden  tomaron  los  sacerdotes  y  mi- 


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468 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


nistros  de  los  ídolos  mexicanos  co- 
mo el  dicho  Qiictsalcoatl  lo  usaba, 
y  hacia  en  el  pueblo  de  Tulla.» 

Xihuitl.  (  Yerba  y  año.)  Nombre  que 
daban  al  año.  Sobre  el  origen  de  es- 
te nombre  metafórico  trae  Veytia  la 
preciosa  explicación  siguiente: 

«Con  la  destrucción  de  los  gi- 
gantes, quedaron  en  reposo  estas 
gentes,  libres  ya  de  unos  enemi- 
gos tan  molestos,  que  les  obliga- 
ban á  vivir  en  un  continuo  sobresal- 
to, y  comenzaron  á  dedicarse  con 
maior  esmero,  al  cultivo  de  la  tie- 
rra, y  á  la  obserbacion  de  los  As- 
tros? No  nos  dicen  puntualmente, 
qual  era  el  sistema  que  seguían,  ni 
el  orden,  que  por  entonces  guar- 
daban en  su  Calendario,  pero  és 
constante  que  habiendo  observa- 
do atentamente  desde  los  primeros 
tiempos,  que  el  año  natural  comen- 
zaba al  mismo  tiempo  que  los  cam 
pos  empezaban  á  poblarse  de  nueva 
yerba,  que  esta  mantenía  su  verdor, 
hasta  que  los  fríos  del  invierno  la 
marchitaban,  y  destruían;  y  que  pa- 
sados estos,  volvía  á  vestirse  de 
nuevos  retoños,  fixaron  el  curso  del 
año  natural,  desde  una  á  la  otra 
nueva  producción,  y  le  dieron  el 
nombre  de  xihuitU  que  significa  la 
Yerba  nueva,  numerando  los  años, 
y  midiendo  el  curso  solar,  por  el  re- 
toñar de  la  yerba,  y  el  nombre  xi- 
huitl, que  desde  entonces  dieron  á 
el  año,  es  el  que  siempre  mantubo, 
y  conserba  hasta  nuestros  tiempos, 
sin  que  tenga  en  la  Lengua  Náhuatl 
otro  con  que  explicarlo.» 

Xilocan.  (^X/7o//,  maíz  tierno,  <^]Ú0' 
te\»can,  lugar:  «lugar  delmaíztier- 
no.»)  Era  el  71.<^  edificio  de  los  78 en 
que  se  dividía  el  templo  mayor  de 
México.  Allí  cocían  la  masa  para 
hacer  la  imagen  de  HuitsUopoch- 


tu,  cuando  se  hacía  su  fiesta.  (  Véa- 
se Teocualo.) 

Xilomaniliztli.  (Xilotl,  maíz  tier- 
no, «jilote;»  manilistlif  oblación, 
ofrenda:  «ofrenda  de  mazorcas  tier- 
nas.») Paso  y  Troncoso  confirma 
esta  etimología,  pues,  interpretan- 
do una  lámina  del  Códice  Borbóni- 
co, dice: 

«La  3.*  figura  es  de  un  cajete  con 
dos  rayas  gruesas  de  ule,  y  osten- 
tando la  ofrenda  que  al  numen  se 
hacia  de  4  mazorcas  tiernas  (ó  xilo- 
tes),  lo  que  da  el  2.^  nombre  Xilo- 
maniftli,  que  quiere  decir  «haber 
mazorcas  tiernas,»  ó  «estar  las  ma- 
zorcas en  leche:»  Gama  escribe  Xi- 
lomanaliftli,  lo  que  significa  «ofren- 
da de  mazorcas  tiernas,»  etimolo- 
gía que  se  acomoda  enteramente  á 
nuestra  pintura.»  Este  nombre  da- 
ban los  Tlaxcaltecas  al  primer  mes, 
llamado  Acahualco,  porque  en  él 
ofrecían  á  sus  dioses  las  del  año 
anterior,  para  favorecer  la  siembra, 
que  empezaba  en  aquella  época  en 
los  países  altos. 

El  Códice  Nuttall,  hablando  de 
este  mes,  dice: 

«Esta  fiesta  llamauan  los  Yndios 
Kilo  mani:::tli.  Y  los  mexicanos,  al- 
gunos otros,  llamanlo  alcavalo.  la. 
V.  vocal,  por  que  eneste  tpo  de- 
xauan  los  pescadores,  qua  sitdicat. 
q  dexaun  el  agua.  Y  Ha  manía  Xi- 
lo  manislli.  por  que  lapintan.  con 
vnas  majorcas  de  mahíz  enel  puño, 
las  quales.  antes  de  cuajarse  elgra- 
no  se  llaman  xilotl.  dedosale  xilo 
manistli.  q  quiere  dezir  q  tiene 
en  lamano  xilotes.  Enesta  fiesta 
sacrificauan  niños,  eldemonio  se 
llama  tlaloc  en  mex.co  ahogauan 
encanoas.  estos  niños.» 

Xilonen.  (Xilotl,  maíz  tierno,  «ji- 
lote;» neitetl,  muñeco.)  A7/o//signi- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


469 


fica  fundamentalmente  «cabello,» ' 
así  es  que  el  nombre  xilonen  signi- 
fica primitivamente  «muñeco  ó  ne- 
ne con  cabellos;*  y  figuradamente 
dieron  este  nombre  á  la  mazorca 
tierna  de  maíz  que  tiene  en  la  punt^ 
muchos  cabellitos.  Pa'^o  y  Tronco- 
so  da  otra  etimología  del  nombre, 
pues  dice: 

•  Escogíase  para  victima  una  don- 
cella, y  era  semejanza  de  la  diosa 
Xilonen,  cuya  significación,  por  ser 
neutro  el  verbo  nemi,  envuelve  se- 
mejanza ó  afinidad  ó  instrumento, 
y  quiere  decir  «(la  que)  vivió  como 
xüote»  ó  mazorca  tierna;  es  decir, 
sin  haber  dado  fruto,  y  metafórica- 
mente «la  que  vivió  doncella.»  No 
aceptamos  esta  etimología  por  be- 
lla que  sea  la  metáfora  que  encie- 
rra, porque  si  el  verbo  nemi,  vivir, 
fuera  el  segundo  elemento  de  la 
palabra,  en  ésta  debía  conservarse 
la  m  de  nemi,  pues  no  hay  razón 
para  que  se  convierta  en  n.  Ade- 
más, si  nemi  fuera  el  segundo  ele- 
mento de  la  palabra,  ésta  debería 
ser  Xilonemin).  Nombre  que  daban 
á  la  diosa  Ceníeotl,  «diosa  del  maíz,» 
cuando  la  mazorca  estaba  tierna, 
no  cuajada,  ó  en  «jilote.» 

Sahagún  describe  la  fiesta  que 
se  hacía  á  esta  diosa,  en  los  térmi- , 
nos  siguientes:  I 

^Al  octavo  mes  llamaban  Veyte- 1 
cuilhiutL  En  el  primer  dia  de  este 
mes  hacian  fiesta  d  la  diosa  llama- ! 
da  Xilonem  (diosa  de  los  xilotes),  \ 
En  esta  fiesta  daban  de  comer  d 
los  pobres,  hombres  y  mug eres,  vie- 
jos y  viejas,  nifios  y  niñas  d  honra 
de  esta  diosa.  Mataban  una  muger 
d  dies  dias  de  este  mes,  compuesta  I 
con  los  ornamentos,  con  que  pinta- 
ban d  la  misma  diosa. 

«Daban  de  comer  á  hombres  y 


mugeres,  chicos  y  grandes,  ocho 
dias  continuos  antes  de  la  fiesta. 
Luego  muy  de  mañana  dábanles  á 
beber  una  manera  de  mazamorra 
que  llaman  chiempinolli,  cada  uno 
bebia  cuanto  queria,  y  al  medio  dia 
poníanlos  todos  por  orden  en  sus 
ringleras  sentados  y  dábanlos  ta- 
males. 

«El  que  los  daba,  repartía  á  ca- 
da uno  cuantos  podía  abarcar  en 
una  mano,  y  si  alguno  se  desman- 
daba á  tomar  dos  veces,  maltratá- 
banle y  tomábanle  los  que  tenia,  é 
íbase  sin  nada.  Esto  hacian  los  se- 
ñores para  consolar  á  los  pobres, 
porque  en  este  tiempo  ordinaria- 
mente hay  falta  de  mantenimien- 
tos. Todos  estos  ocho  dias  bailaban 
y  danzaban,  haciendo  areyto  los 
hombres  y  mugeres  todos  juntos,  to- 
dos muy  ataviados  con  ricas  vesti- 
duras y  joyas:  las  mugeres  traían 
los  cabellos  sueltos,  andaban  en  ca- 
bello bailando  y  cantando  con  los 
hombres.  Comenzaban  este  areyto 
en  poniéndose  el  sol.  y  persevera- 
ban en  él  hasta  la  hora  de  las  nue- 
ve: traían  muchas  lumbreras  con 
grandes  hachas  de  tea,  y  había  mu- 
chos braceros,  ó  hogueras,  que  ar- 
dían en  el  mismo  patio  donde  bai- 
laban. En  este  baile,  ó  areyto 
andaban  trabados  de  las  manos  ó 
abrazados:  el  brazo  del  uno  asido  del 
cuerpo  como  abrazado,  y  el  otro  asi- 
mismo del  otro,  hombres  y  muge- 
res.  Un  dia  antes  que  matasen  á  la 
muger  que  había  de  morir  á  hon- 
ra de  la  diosa  Xilonem.  las  muge- 
res  que  servían  en  el  Cú  que  se 
liamaban  Cioatlamacasque,  hacian 
areyto  en  el  patio  del  mismo  Cú,  y 
cantaban  los  loores  y  cantares  de 
esta  diosa;  iban  todas  rodeadas  de  la 
que  había  de  morir,  que  iba  com- 
118 


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470 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


puesta  con  los  ornamentos  de  esta  ; 
diosa;  de  esta  manera  cantando  y 
bailando  velaban  toda  la  noche  pre- 1 
cedente  al  dia  en  que  había  de  ser 
sacrificada,  y  en  amaneciendo,  to- 
dos los  nobles  y  hombres  de  guerra 
hacian  areyto  en  el  mismo  patio  y 
con  ellos  bailaba  también  la  muger 
que  debia  de  morir  con  otras  mu-  ^ 
chas  mugeres  aderezadas  como  ella: 
los  hombres  iban  por  si  bailando  \ 
delante,  y  las  mugeres   iban   de- 
tras de  ellos.  Después  todos  asi  bai- 
lando llegaban  al  ai.  Subíanla  por  las 
gradas  arriba,  y  llegada  alli  tomá- 
bale uno  á  cuestas,  espaldas  con  es- 
paldas, y  estando  así  la  cortaban  de 
la  cabeza,  y  luego  la  sacaban  el  co- 
razón, 3^^  le  ofrecían  al  sol.» 

En  el  Códice  Nuttall  se  habla 
de  la  diosa  Xüonen,  en  los  térmi- 
nos siguientes: 

«Esta  fiesta  se  llamava  entre  los 
Yndios.  huei  tecul  huitl.  Yal  demo- 
nio aquien  se  hazia  esta  fiesta,  se- 
llamaua  V^io  fivatl.  sacrificauan 
en  ella  Vna  muger  q  llamauan  Xi- 
lone.  el  agento  enla  antepenúltima 
q  quiere  dezir  majorca  demahíz. 
los  granos  no  quaxados.  por  q  en 
este  tpo.  los  avía  ansí,  las  quales 
magorcas.  ansí  no  quaxadas.  llama- 
uan Xilotl.  las  quales  of regían  de- 
lante del  demonio  eneste  dia.» 

Ximel.  (Etimología  desconocida.) 
Uno  de  los  pocos  chichimecas  que 
se  salvaron  de  la  muerte  que  invocó 
el  dios  Camaxtli  de  los  cielos  para 
que  perecieran  los  bárbaros  chichi-  ¡ 
mecas. 

La  leyenda  tomada  del  Códice  ' 
ZuMÁRRAGA  refiere,  á  propósito  de 
la  matanza  de  los  bárbaros  chichi- 
mecas,  lo  siguiente: 

El  1  tecpatl,  27,  Camaxtle  subió 
al  octavo  cielo  y  creó  cuatro  hom- 1 


bres  y  una  mujer  para  dar  de  co- 
mer al  sol;  pero  apenas  formados 
cayeron  al  agua,  se  tomaron  al  cie- 
lo y  no  hubo  guerra.  El  2  calli,  28, 
frustrado  aquel  intento,  Camaxtle 
dio  con  un  bastón  sobre  una  peña, 
brotando  al  golpe  cuatrocientas  chi- 
chimecas otomíes,  que  fueron  los  po- 
bladores de  la  tierra  antes  de  los 
mexica.  Entonces  Camaxlle  se  pu- 
so á  hacer  penitencia  sobre  la  pe- 
fía,  sacándose  sangre  con  púas 
de  maguey,  de  la  lengua  y  orejas, 
orando  á  los  dioses  para  que  los 
cuatro  hombres  y  la  mujer  creados 
en  el  octavo  cielo,  bajasen  á  matar 
á  los  bárbaros  para  dar  de  comer  al 
sol.  El  10  callí,  36,  escuchados  los 
ruegos  del  penitente,  bajaron  los  se- 
res apetecidos,  posándose  en  los 
árboles,  donde  les  daban  de  comer 
las  águilas.  Los  bárbaros  vivían  en- 
tretenidos, entregándose  á  la  em- 
briaguez con  eljugo  del  maguey; 
pero  acertaron  á  ver  á  los  seres  ex- 
traños, se  acercaron  á  ellos,  bajaron 
éstos  de  los  árboles  y  dieron  muer- 
te á  los  chichimecas,  á  excepción 
de  Ximuelf  Mimich  y  al  mismo  Ca- 
maxtle, que  se  había  hecho  chichi- 
meca. 

Xipeme.  (Plural  de  xipe,  desolla- 
do: «los  desollados.»)  Nombre  que 
daban  á  los  que,  siendo  sacerdotes 
ó  no,  vestían  los  arreos  ó  librea  del 
dios  Xipetotec, 

Xipetotec.  (Ya  hemos  visto  que 
el  nombre  correcto  es  Xipetoteuc, 
que  se  compone  de  Xipe,  desollado; 
io,  nuestro;  teuc,  apócope  de  teuc- 
tu  y  metátesis  de  tecutli,  señor;  y 
significa:  «Nuestro  Señor  Desolla- 
do.») Hay  variedad  entre  los  auto- 
res sobre  el  origen  de  este  dios,  y 
aun  también  sobre  las  virtudes  que 
le  atribuyen.  Sahagún  dice: 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


471 


•Que  habla  del  dios  llamado  Xi- 
petotec,  que  quiere  decir  desolla- 
do, 

«Este  dios  era  honrado  de  aque- 
llos que  vivían  á  la  orilla  de  la  mar, 
y  su  origen  lo  tuvo  en  Zapotlán, 
pueblo  de  Xalisco.  Atribuían  á  este 
dios  las  enfermedades  siguientes. 
Primeramente  las  viruelas,  las  apos- 
tema s  que  se  hacen  en  el  cuerpo, 
y  la  sarna:  también  las  enferme- 
dades de  los  ojos,  como  es  el  mal 
que  procede  de  mucho  beber,  y  to- 
das las  demás  que  se  causan  en  los 
ojos:  todos  los  que  eran  enfermos  de 
alguna  délas  enfermedades  dichas, 
hacían  voto  á  este  dios  de  vestir  su 
pellejo  cuando  se  hiciese  su  fiesta, 
la  cual  se  llama  Tlacaxipeali^tliy  ó 
sea  desollamiento  de  hombres.  En 
ella  hacían  como  un  juego  de  cañas, 
de  manera,  que  el  un  bando  era  de 
parte  de  este  dios  ó  imagen  del  dios 
Totec^  y  éstos  todos  iban  vesti- 
dos de  pellejos  de  hombres,  que  ha- 
bían muerto  y  desollado  en  esta  fies- 
ta, todos  recientes  y  corriendo  san- 
gre: los  del  bando  contrario  eran 
los  soldados  valientes  y  osados,  y 
personas  belicosas  y  esforzadas,  que 
no  tenían  en  nada  la  muerte,  osados 
y  atrevidos  que  de  su  voluntad  salían 
á  combatir  con  los  otros:  allí  los 
unos  con  los  otros  se  ejercitaban  en 
el  ejercicio  de  la  guerra,  perseguían- 
se hasta  su  puesto,  y  de  allí  volvían 
huyendo  hasta  su  propio  puesto; 
acabado  este  juego,  aquellos  que  lle- 
vaban los  pellejos  de  los  hombres 
vestidos  que  eran  de  la  parte  de  es- 
te dios  Totee,  íbanse  por  todo  el  pue- 
blo y  entraban  en  las  casas,  deman- 
dando que  les  diesen  alguna  limosna 
por  amor  de  aquel  dios.  En  las  ca- 
sas donde  entraban,  hacíanlos  sen- 
tar sobre  unos  hacecillos  de  hojas 


de  tsapotes,  y  echábanlos  al  cuello 
unos  sartales  de  mazorcas  de  maíz, 
y  otros  sartales  de  flores  que  iban 
desde  el  cuello  acia  los  sobacos,  y 
poníanles  guirnaldas,  y  dábanles  á 
beber  pulque,  que  es  su  vino.  Si  al- 
gunas mugeres  enfermaban  de  es- 
tas enfermedades  arriba  dichas,  en 
la  fiesta  de  este  dios  ofrecían  sus 
ofrendas  según  que  habían  votado. 
La  imagen  de  este  numen  es  á  ma- 
nera de  un  hombre  •  desnudo,  que 
tiene  en  un  lado  teñido  de  amarillo, 
y  el  otro  de  leonado:  tiene  la  cara 
labrada  de  ambas  partes  á  manera 
de  una  tira  angosta  que  cae  desde 
la  frente  hasta  la  quijada:  en  la  ca- 
beza, á  manera  de  un  capillo  de  di- 
versos colores,  con  unas  borlas  que 
cuelgan  acia  las  espaldas.  Tiene  ves- 
tido un  cuero  de  hombre:  los  cabe- 
llos trenzados  en  dos  partes  y  unas 
orejas  de  oro:  está  ceñido  con 
unas  faldetas  verdes  que  le  llegan 
hasta  las  rodillas,  con  unos  caraco- 
lillos pendientes:  tiene  unas  cota- 
ras  ó  sandalias,  y  una  rodela  de 
color  amarillo,  con  un  remate  de  co- 
lorado todo  al  rededor :  y  tiene  un 
cetro  con  ambas  manos,  á  manera 
del  cáliz  de  adormidera,  donde  tie- 
ne su  semilla,  con  un  casquillo  de 
saeta  encima  empinado.» 

Clavigero,  desconociendo  el  nom- 
bre completo  de  este  dios,  dice: 

•Xipe  es  el  nombre  que  dan  los 
historiadores  al  dios  délos  plateros, 
el  cual  estaba  en  gran  veneración 
en  México;  porque  creían  que  todos 
los  que  descuidaban  su  culto,  de- 
bían ser  castigados  con  sarna,  pos- 
temas y  otras  enfermedades  en  la 
cabeza  y  en  los  ojos.  Eran  muy  crue- 
les los  sacrificios  que  le  hacían  en 
su  fiesta,  la  cual  se  celebraba  en  el 
segundo  mes.» 


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472 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


En  una  nota  al  pasaje  preinserto, 
agrega: 

^Xipeno  significa  nada.  Creo  que 
los  escritores  españoles,  ignorando 
el  nombre  mexicano  de  este  dios, 
le  dieron  el  de  su  fiesta  Xipehua- 
listli,  tomando  tan  solo  las  dos  pri- 
meras sílabas.» 

El  mismo  Clavigero,  describien- 
do sucintamente  la  fiesta  de  este 
dios,  dice: 

«El  primer  dia  del  segundo  mes, 
que  correspondía  al  18  de  Marzo, 
en  el  primer  año  de  su  siglo,  hacian 
fiesta  solemnísima  al  dios  Xtpe,  con 
sacrificios  estraordinariamente 
crueles.  Conducían  á  las  víctimas, 
tirándolas  por  los  cabellos  al  atrio 
superior  del  templo,  y  allí  después 
de  haberles  dado  muerte,  del  modo 
acostumbrado,  las  desollaban,  y  los 
sacerdotes  se  vestían  con  sus  pe- 
llejos, ostentando  muchos  días 
aquellos  sangrientos  despojos.  Los 
dueños  de  los  prisioneros  sacrifi- 
cados debían  ayunar  veinte  días  y 
después  hacian  grandes  banquetes 
con  la  carne  de  las  víctimas.  Ade- 
mas de  los  prisioneros  sacrifica- 
ban á  los  que  habían  robado  plata  ú 
oro,  los  cuales  por  las  leyes  del  rei- 
no estaban  condenados  á  aquel  su- 
plicio. La  circunstancia  de  deso- 
llar las  víctimas,  fué  la  causa  de 
dar  á  este  mes  el  nombre  de  Tlaca- 
xipehualiBÜi.^ 

Pasoy  Troncoso,  interpretando  la 
lámina  XXX  del  Códice  Borbónico, 
dice: 

«Algo  diré  para  terminar  del  ori- 
gen que  se  puede  atribuir  al  rito, 
si  se  atiende  á  los  dioses  que  le 
presiden,  como  Mixkoatl  y  Xipe  To- 
tee, cuyas  libreas  llevan  los  peni- 
tentes; y  Tlalok,  deidad  suprema 
de  los  númenes  acuáticos,   repre- 


sentado en  la  ceremonia  por  dos 
de  sus  ministros:  el  Atempan  teoua- 
tfin,  que  guía  la  procesión  de  los 
ocho  penitentes,  y  el  Atikpakíeoua- 
tfín,  que  recibe  sus  primeros  home- 
najes. De  aquellos  dos  he  dicho  en 
otro  lugar  que  uno,  Mixkoatl,  era 
dios  de  los  Otomies,  ó,  como  lo 
afirman  otras  lecciones,  dios  de 
los  Michoacanos  y  en  general  de  los 
Chichimecos;  es  decir,  era  dios  fo- 
rastero para  los  ñauas,  lo  mismo 
que  Xtpe  Totee,  á  quien  unos  ponen 
como  dios  de  los  Yopis,  vecinos  de 
los  Mixtéeos,  y,  según  otra  versión, 
también  era  dios  de  los  Zapotecos; 
siendo  verosímil  que  lo  fuese  gene- 
ralmente de  todas  aquellas  nacio- 
nes que  vivían  hacia  la  costa  del 
Océano  Pacífico,  llamada  por  los 
indios  Anauafc  Ayotlan,  pues  el  nu- 
men llevaba  otro  nombre  caracte- 
rístico de  aquella  vasta  región,  el 
de  Anauakitek  ó  «el  señor  de 
Anauatly*  con  lo  cual  resulta  dios 
extranjero.» 

Orozco  y  Berra,  después  de  ex- 
tractar el  pasaje  preinserto  deSaha- 
gún,  dice  que  Xtpe  significa  «Calvo 
ó  atezado;»  pero  no  funda  esta  ra- 
ra opinión. 

Omitimos  la  exposición  que  hace 
Chavero  de  este  dios,  porque  la  he- 
mos insertado  y  discutido  amplia- 
mente en  el  artículo  Totee. 

Xiuhcoatl.  ( Xihuitl,  hierba,  año, 
turquesa  y  color  azul;  eoatl,  cule- 
bra: puede  significar,  «culebra  de 
hierba,»  «culebra  del  año»  y  «cule- 
bra azul.»)  Según  los  diversos  luga- 
res en  que  se  encuentra  esta  pala- 
bra en  los  autores,  así  es  su  signifi- 
cación. En  el  artículo  C^«/^ow/fw/^- 
nahuae,  hemos  visto  que  Huitsilo- 
poehtli,  cuando  nació,  mató  á  sus 
hermanos  por  el  agravio  que  le  ha- 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


473 


baní  hecho  á  su  madre;  aHí  aparece, 
según  la  relación  de  Sahagún,  que 
Huitzilopochíli  mandó  á  uno  que  se 
llamaba  Tochancalqui,  que  encen- 
diese una  culebra  hecha  de  teas, 
que  se  llamaba  Xduhcoatl:  encen- 
dióla y  con  ella  fué  herida  la  dicha 
Cioalxauhqui,  de  que  murió  he- 
cha pedazos,  y  la  cabeza  quedó  en 
"aquella  sierra  de  Coatepec. 

Aquí  Xiuhcoatl  debe  significar 
«culebra  azul,»  porque  en  algunas 
pinturas  en  que  está  representada 
la  venganza  de  Huitsilopochtli,  To- 
chancalqui  empuña  un  trepzado  de 
culebras  azules. 

Paso  y  Troncoso  llama  Xiuhcoatl 
al  Mamalhuasili,  ó  sea  á  los  palos 
con  que  sacaban  lumbre  en  las  ce- 
remonias religiosas.  Explicando  di- 
cho autor  la  lámina  XXXIV  del  Có- 
dice Borbónico,  Vlice: 

«El  cerro  nada  ofrece  de  particu- 
lar, estando  aquí  dibujado  entera- 
mente igual  á  los  de  su  clase  que 
se  han  descrito  en  otros  lugares. 
Lo  más  interesante,  por  lo  mismo, 
es  aquel  aparato  colocado  encima 
del  cerro  y  que  servia  para  en- 
cender el  fuego:  está  perfectamente 
representado,  pues  de  los  dos  ma- 
deros, el  que  servia  como  hembra, 
según  lo  llama  un  autor,  era  un  palo 
bien  seco  del  cual  sacaban  la  lum- 
bre y  hacía  las  veces  de  yesca,  lla- 
mándose la  madera  de  tal  clase  teo- 
kuauitl,  «madero  divino;*  el  'cual 
nombre,  por  ser  genérico,  también 
conviene  á  nuestro  palo,  al  cual  lla- 
maban igualmente  xmhkoatl,  «la 
culebra  del  año,»  como  al  exponer 
la  4/'*  sección  lo  diré.» 

También  aparece  la  Xiuhcoatl  co- 
mo culebra,  no  azul,  sino  de  colores 
varios.  Orozco  y  Berra,  después  de 
copiar  de  Sahagún  el  origen,  reli- 


gión y  costumbres  de  los  otomíes, 
dice: 

«En  el  teocalli  mayor  de  México, 
el  templo  denominado  Tlamatsin- 
co,  dedicado  al  dios  Tlamatsincatl, 
de  la  tribu  matlatsinca,  servia  para 
un  sacrificio  en  que  la  carne  de  la 
víctima  se  repartía  á  los  hidalgos 
y  caballeros.  Si  Tlaniatsincatl  no 
es  idéntico  con  Mixcoaíl,  éste  sí  al 
menos  era  adorado  también  por  los 
matlatsinca.  Junto  al  teocalli  esta- 
ba la  casa  dicha  Cuauhxicalco,  á  la 
cual,  durante  los  sacrificios  que  los 
matlatsinca  hacían  á  Mixcoatl,  ba- 
jaban los  niños  sacrificados  á  los 
tlaloque,  quienes  bajo  el  nombre  de 
teteuhpoalti  vivían  con  los  dioses 
de  las  aguas  en  suma  gloria  y  ce- 
lestial alegría,  y  asistían  en  perso- 
na cada  año,  escoltados  por  la  gran 
serpiente  Xiuhcoatl,  pintada  de  va- 
rios y  diversos  colores.» 

De  todos  estos  pasajes  puede  in- 
ferirse que  Xiuhcoatl  era  un  mi 
to  muy  complexo,  y  cuyo  origen  es 
muy  confuso. 

En  otro  lugar  el  mismo  Paso  y 
Troncoso  nos  da  una  idea  más  cla- 
ra del  Xiuhcoatl  y  aún  aventura  la 
etimología  del  nombre.  Dice  así: 

«Esto  dicen  las  crónicas,  y  aho- 
ra veremos  el  rastro  que  podemos 
hallar,  en  las  pinturas,  de  los  cua- 
tro colores  del  fuego.  Examinemos 
para  ello  una  lámina  del  Códice 
BoRGiA,  la  cual,  con  toda  evidencia, 
reproduce  la  ceremonia  del  fuego 
nuevo,  aunque  no  afirmo  que  se 
trate  precisamente  del  rito  secular; 
pero  sí  es  de  notarse  que  lo  encien- 
den como  en  este  último,  enci 
ma  del  cuerpo  de  un  hombre,  que 
viste  la  librea  del  fuego,  y  lleva  so- 
bre la  frente,  como  adorno,  el  ave 
azul  que  á  Xiuhteuklli  caracteri-^a, 

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474 


ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


como  en  otros  lugares  lo  he  señala- 
do. Aquí  se  nota  mejor  la  diferen- 
cia que  hay  entre  el  mamalkuagíli, 
palo  delgado  perforante,  y  el  Xiuh- 
koatl,  palo  perforado,  grueso  y  se- 
co: este  último  descansa  encima 
del  pecho  de  la  víctima,  y  tiene  la 
figura  simbólica  del  xiuhkoatl;  es 
decir,  la  cabeza  de  culebra,  koatl, 
con  prolongación  nasal  en  forma 
de  voluta  invertida  para  atrás,  y, 
para  que  sea  todavía  más  claro  el 
nombre,  la  parte  del  madero  seco 
taladrada  por  el  palo  perforante,  ó 
manialhua^tli,  es  un  xalxiuitl;  así 
es  que  las  dos  figuras  dan  la  lectura 
xalxiuhkoail,  que  se  puede  reducir 
y  eufonizar  para  tener  el  vocablo 
xiuhkoatl;  además,  ese  xalxiuitl 
lleva  en  su  centro  la  cruz,  que  co- 
rresponde á  los  cuatro  puntos  car 
dinales,  para  indicar  sin  duda  que 
la  ceremonia  entrañaba  la  consa- 
gración del  fuego  nuevo  alas  cuatro 
partes  del  mundo;  y^  también  se  ve 
la  cruz,  pintada  sobre  la  cara  del 
dios,  para  expresar  la  misma  rela- 
ción.» 

Xiuhchimalli.  (Xihuitl,  turque- 
sa y  color  azul;  chimalli,  escudo  ó 
rodela:  •  escudo  azul  por  estar  ador- 
nado con  turquesas.»)  Era  el  escu- 
do con  que  premiaban  á  los  gran- 
des triunfadores  en  la  guerra.  Sa- 
hagún,  refiriendo  las  proezas  que 
hizo  Tescatlipoca,  disfrazado  de 
Tobeyo.  en  Tula,  dice  que  cMán- 
áoHuentacmimáóqut:  el  Tobeyo,  su 
yerno,  fuera  á  la  guerra  para  que, 
abandonado  por  los  toltecas,  fuera 
muerto  por  los  enemigos,  el  Tobe- 
yo triunfó  de  éstos,  y  fíuenmc  invo 
que  ir  á  recibirlo  en  triunfo  y  le  co- 
locó el  Xiuhchimalli,  honrando  su 
valor. 

X.vú}nnolpiUi,  (Xihuifl ,í\ño,  hier- 


ba; molpilli,  atadura:  «atadura  de 
lósanos  ó  de  hierbas.»)  Nombre  que 
daban  al  fin  del  siglo  ó  ciclo  de  52 
años,  y  lo  representaban  por  un  haz 
de  hierbas,  pues  la  hierba  le  dio  nom- 
bre al  año,  porque  en  ese  lapso  de 
tiempo  nace,  crece  y  muere  la  hier- 
ba. 

Chavero  dice  que  un  siglo  de  80 
años  lo  representaron,  no  con  un 
haz  de  hierbas,  sino  con  una  turque- 
sa. Este  caso  excepcional  obedeció 
á  que  la  turqyesa  es  el  signo  repre- 
sentativodel  númeroSO.  (Véase Ck- 

LENDARK).) 

Xiuhnenetl.  (  Xihuitl /dño;  nenetl, 
muñeco,  niño:  «niño  del  año.»)  A  los 
niños  que  nacían  el  último  día  del  ci- 
clo de  52  años  les  ponían  por  nombre, 
al  varón,  Molpilli,  y  á  la  hembra, 
Xiuhnenetl  Esto  provenía  de  que  á 
eseúltimo  dios  lollamaban,como  he- 
mos visto.  Xiuhmolpilli,  «atadura 
de  los  años;»  de  este  nombre  toma- 
ban la  primera  sílaba,  x/mA.  para  las 
niñas,  y  las  tres  últimas,  niolpilli, 
para  los  niños.  De  esta  manera  fi- 
jaban con  precisión  el  día  del  naci- 
miento de  varones  y  hembras,  y  ha- 
cían una  reminiscencia  del  «Fuego 
Nuevo»  de  dos  maderos,  el  último 
día  del  siglo. 

Xiuhpohualli.  (Xihuitl,  año;  po- 
hualli,  cuenta:  «cuenta  de  los  años. ») 
Nombre  que  daban  al  cómputo  que 
hacían  de  los  años  con  relación  á 
los  días,  á  los  meses,  y  al  ciclo  de 
52  años. 

Xiuhpopoca.  (Xihuitl,  herba;  po- 
/)Oí:a,  humeante:  «hierba  que  hu- 
mea.») Nombre  del  rey  de  Totona- 
capan  cuando  este  reino  fué  con- 
quistado por  los  chichimecas. 
Xiuhpopoca,  según  afirman,  á  los 
tres  años  era  varón  perfecto;  mago 
y  encantador,  tomaba  las  formas 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO    V. 


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que  quería,  comía  corazones  de 
hombres  que  sus  subditos  le  daban 
en  tributo;  pronosticó  la  venida  de 
los  españoles,  y,  por  temor  de  verlos 
desapareció  y  nunca  más  se  su- 
po de  él. 

Xiuhtecutli  ó  Xiuhteuctli  (Xi- 
/?w/7/,hierba,  año;  tecuili,6teuctli,  se- 
ñor: «señor  de  la  )iierba  y  del  año.») 
Nombre  que  daban  al  fuego,  y  por  es- 
to va  pospuesto,  casi  siempre,  á  la 
palabra  Tleil,  fuego  ó  lumbre;  así  es 
que  el  nombre  es  «fuego,  señor  de 
la  hierba  ó  del  año,»  el  fuego  con- 
siderado como  una  deidad. 

Los  autores  difieren  mucho  en  la 
categoría  y  calidad  de  este  dios.  El 
P.  Sahagún,  que  lo  enumera  entre 
los  dioses  inferiores,  dice  de  él  lo 
que  copiamos  en  la  curiosísima  des- 
cripción siguiente: 

«Este  dios  de  fuego  llamado  Xinh- 
tecutli,  tiene  también  otros  dos  nom- 
bres: el  uno  es  Yxcocauhqui  (Ix- 
cosauqtii),  que  quiere  decir  cariama- 
rillo;  y  el  otro  es  Cuecalt^in,  que 
quiere  decir  llanta  de  fuego.  Tam- 
bién se  llamaba  Viveteull  (Huc- 
teoll),  que  quiere  decir  el  dios  anti- 
guo, y  todos  le  tenían  por  padre 
considerando  los  efectos  que  hacía, 
porque  quema,  y  la  llama  enciende 
y  abrasa.  Estos  son  efectos  que  cau- 
san temor;  otros  efectos  tiene  que 
causan  amor  3"  reverencia,  como  es 
que  calienta  á  los  que  tienen  frío, 
y  guisa  las  viandas  para  comer, 
asando,  y  cociendo,  y  tostando  y 
friendo.  Él  hace  la  sal  y  la  miel  es- 
pesa, y  el  carbón  y  la  cal,  y  calien- 
ta los  baños  para  bañarse,  y  hace 
el  aceite  que  se  llama  uxitl  (oxitl); 
con  el  se  calienta  la  legía  y  agua 
para  lavar  las  ropas  sucias  y  vie 
ias,  y  se  vuelven  casi  nuevas.  A 
este  dios  se  le  hacía  fiesta  cada  año 


al  fin  del  mes  que  se  llama  13  calli, 
y  á  su  imagen  le  ponían  todas  las 
vestiduras,  y  atavíos  y  plumages 
del  principal  señor:  en  tiempo  de 
Mochtectisoma,  hacíanla  á  semejan- 
za de  éste,  y  en  tiempo  de  los  otros 
señores  pasados  hacíanle  la  seme- 
janza de  cada  uno  de  ellos,  y  pues- 
to en  su  al  taró  trono  descabezaban 
á  su  presencia  muchas  codornices, 
derramaban  la  sangre  de  ellas  de- 
lante de  él,  y  también  ofrecíanle 
copal  como  á.dios,  y  unos  pastele- 
jos  que  llaman  quiltamalli,  hechos 
de  bledos,  y  estos  mismos  comían 
por  su  honra:  en  todos  los  barrios, 
y  en  cada  casa,  antes  que  los  co 
miesen  los  ofrecían  al  fuego,  y  an- 
tes de  ofrecerlos  no  los  comían:  los 
Sátrapas  (sacerdotes),  que  estaban 
diputados  al  servicio  de  este  dios 
que  los  llamaban  Ybebeyoban  (Ihue- 
hueyohuanjy  ,que  quiere  decir  sus 
viejos,  todo  el  día  hacían  areytp,  ó 
danza,  en  su  presencia,  cantando  y 
bailando  á  su  modo  y  tañían  cara- 
coles como  cuernos,  y  tocaban  atam- 
bores  y  teponaxtli  que  son  atambt)- 
res  de  madera,  y  traían  en  las  ma- 
nos unas  sonajas  con  que  hacen  un 
son  al  proposito  del  cantar:  son  á 
la  manera  de  trebejos,  ó  trebecinas 
con  que  hacen  callar  á  los  niños 
cuando  lloran  y  se  usan  en  los  cam- 
pos. No  se  cocía  pan  en  comal  en  es- 
te dia,y  en  esto  se  tenía  cuidado  de 
que  nadie  lo  cociese,  ni  otra  cosa  en 
comal,  porque  ninguno  se  tocase 
del  fuego  por  ser  el  primero  día  t»n 
que  se  comian  y  ofrecían  los  tama- 
les arriba  dichos.  En  esta  misma 
fiesta,  los  padres  y  madres  de  los 
niños  cazaban  unos  culebras,  otros 
ranas,  otros  peces  que  se  llamanyo- 
viles  (Xohuilin,  hoy  juiles)  ó  lagar- 
tijos del  agua,  que  se  llaman  Axo- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


lotl,  6  aves,  ó  cualquier  otros  ani- 
malejos,  y  éstos  echábanlos  en  las 
brazas  del  hogar;  y  de  que  ya  es- 
taban tostados  comíanlos  los  niños 
y  decian,  come  cosas  tostadas  nues- 
tro padre  el  fuego:  y  llegada  la  no- 
che, 1-os  viejos  y  viejas  todos  bebían 
ucil¿(octli\  que  es  vino  de  la  tierra, 
y  del  ucili  [ocili)  que  bebian  derra- 
maban, antes  que  bebiesen  en  cua- 
tro partes  del  hogar  del  tictli  que 
habían  de  beber;  y  á  esto  decian, 
que  daban  á  gustar  al  fuego  aque- 
lla bebida,  honrándole  como  á  Dios 
en  esto,  que  era  como  sacrificio  ú 
ofrenda;  y  de  cuatro  en  cuatro  años 
hacíase  esta  fiesta  muy  solemne, 
y  hacia  aceyte  (areyto)  el  señor  con 
todos  sus  principales  delante  de  la 
casa  ó  templo  de  este  dios.  En  esta 
fiesta  de  cuatro  en  cuatro  años,  no 
solamente  los  viejos  y  viejas  bebian 
vino  ó  pulque,  sino  también  todos 
los  mozos  y  mozas,  niños  y  niñas,  lo 
bebian;  por  eso  se  llamaba  esta  fies- 
ta pillavano  (Pillanahuali^^ili)  que 
quiere  decir  fiesta  donde  los  niños 
beben  el  vino  ó  pulque,  y  daban 
padrinos  y  madrinas  á  los  ni- 
ños, y  buscábanselos  sus  padres  y 
madres,  y  dábanlos  algunos  dones. 
Estos  padrinos  y  madrinas  lleva- 
ban á  cuestas  los  niños  y  niñas  que 
eran  sus  ahijados,  al  templo  de  este 
dios  del  fuego.  También  lo  llama- 
ba n  Y^xcocauhqui  (Ix cosanhqti i): 
allí  delante  de  el  ahujeraban  las 
orejas  á  todos  los  niños  y  niñas,  se- 
ñalábanlos de  esta  señal  en  presen- 
cia de  sus  padrinos  y  madrinas  que 
les  llamaban  Ymavivanyni lavan. 
Hecho  esto,  comían  todos  juntos  pa- 
dres y  madres,  padrinos  y  madri- 
nas, niños  y  niñas.  La  imagen  de 
este  dios  figuraba  un  hombre  des- 
nudo, el  cunl  tenia  la  barba  teñida 


con  la  resina  que  es  llamada  Ulli 
(Olin)  que  es  negra,  y  un  barbote 
de  piedra  colorada  en  el  ahujero  de 
la  barba.  Tenia  en  la  cabeza  una 
corona  de  papel  pintada  de  diver- 
sas colores  y  de  diversas  labores: 
en  lo  alto  de  la  corona  tenia  unos 
penachos  de  plumas  verdes,  á  ma- 
nera de  llamas  de /uego:  unas  bolas 
de  pluma  acia  los  lados,  como  pen- 
dientes acia  las  orejas:  unas  oreje- 
ras en  los  ahujeros  de  las  orejas  la- 
bradas de  turquesas  de  labor  mo- 
saico: tenía  á  cuestas  un  plumage 
hecho  á  manera  de  una  cabeza  de 
un  dragón,  labrado  de  plumas  ama- 
rillas, con  unos  caracolitos  maris- 
cos: unos  cascabeles  atados  á  las 
gargantas  de  los  pies:  en  la  mano 
izquierda  una  rodela  con  cinco  pie- 
dras verdes,  que  se  llaman  chalchi- 
vites  (Chalchihuitl),  puestas  á  ma- 
nera de  cruz  sobre  una  chapa  de 
oro,  casi  cubierta  toda  la  rodela:  en 
la  mano  derecha  tenía  una  á  manera 
de  cetro,  que  era  una  chapa  de  oro 
redonda  ahujerada  por  el  medio,  y 
sobre  ella  un  remate  de  dos  globos, 
uno  mayor  y  otro  menor  con  una 
punta  sobre  el  menor:  llamaban  á 
este  cetro  Tlachiconi,  que  quiere 
decir  miradero  ó  mirador,  porque 
con  él  ocultaba  la  cara  y  miraba 
por  el  ahujero  de  enmedio  de  la 
chapa  de  oro.  • 

Clavigero,  sin  clasificar  á  este 
dios  y  después  de  darle  el  nombre 
de  Izcozaiihqui,  dice: 

«Era  mu3^  reverenciado  en  el  im- 
perio mexicano.  En  la  comida  le 
ofrecían  el  primer  bocado  de  cada 
manjar,  y  el  primer  sorbo  de  la  be- 
bida, echando  uno  y  otro  al  fuego, 
y  en  ciertas  horas  del  día  quema- 
ban incienso  en  su  honor.  Le  hacían 
cada  año  dos  fiestas  fijas  muy  so- 


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SEGUNDA    ÉPOCA.  TOMO  V. 


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lemnes:  una  en  el  sétimo  y  otra  en 
el  decimosétimo  mes:  ademas,  una 
fiesta  movible»  en  que  se  nombra- 
ban los  magistrados  ordinarios,  y 
se  renovaba  la  investidura  de  los 
feudos  del  reino.  Tenia  templo  en 
México  y  en  otras  niuchas  partes.» 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
lámina  XXXTV  del  Códice  Borbó- 
nico, se  ocupa  de  este  dios  y  trae 
acerca  de  él  conceptos  nuevos  y 
muy  significativos,  que  dan  mucha 
luz  en  la  mitología. 

Dice  así: 

«Al  fuego  veneraban  como  padre 
de  los  dioses  llamándole  Tota,  y  le 
consideraban  también  como  el  dios 
más  antiguo,  pintándolo  como  vie- 
jo y  nombrándolo  Ueuentfin,  Ueue- 
teuktlió  Ueueíeot I, quiere  decir,  -«el  j 
señor  ó  dios  viejo.»  Otros  muchos 
nombres  le  daban,  entre  los  cuales  ¡ 
conviene  señalar  aquí  el  de  Xüih- 1 
tcnktli  ó  «señor  del  año,»  porque 
nos  recuerda  que  la  ceremonia  del 
fuego  nuevo  no  sólo  se  hacía  cada  I 
siglo,  sino  también  anualmente;  mas  \ 
no  en  el  mismo  mes,  sino  el  de  I^ka- 1 
///,  en  la  1.^  de  sus  fiestas  llamada 
Uauhkiltamalkuali^tli ,    cumplién- 
dose tal  rito  en  el  monasterio  T^on- 
molko  kalmekak,  61.°  edificio  del 
templo  mayor.  Además,  era  cos- 
tumbre que  se  sacara  por  los  sacer- 
dotes que  acompañaban  á  los  ejér- 
citos en  sus  conquistas,  cuando  co- 
menzaba el  combate,  pues  los  mi- 
nistros mismos  eran  los  que  daban 
señal  de  acometer,  tocando  las  vo- 
cinas  cuando  ya  se  había  sacado  el 
fuego.  He  querido  traer  esto  á  co- 
lación para  que  conste  que  la  cere- 
monia tenía  no  tan  sólo  por  patro  \ 
no  á  Xiuhteuktli,  el  dios  del  año,  á 
quien  se  dedicaba  cada  365  días, 
sino  á  Uüfil-opoxtli,  dios  de  la 


guerra,  que  patrocinaría  el  rito  más 
de  una  vez  en  el  año,  ya  que  las  gue- 
rras eran  tan  frecuentes;  y  con- 
viene recordarlo  también  para  que 
no  parezca  extraño  que  se  hiciera 
el  rito  secular  durante  la  gran  fies- 
ta de  Uítfü-opoxtli.  Todo  esto  nos 
dice  que  la  ceremonia  del  fuego 
nuevo  se  habrá  hecho  en  tiempos 
remotos  con  más  frecuencia,  ya  que 
durante  su  vida  nómade,  todos  los 
que  se  vanagloriaban  de  ser  chichi- 
mecos,  lo  sacaban  con  el  mismo  apa- 
rato, cuando  les  era  necesario,  y  no 
se  cuidaban  de  conservarlo  (bien 
que  más  tarde,  y  ya  reducidos  a  la 
vida  culta,  introdujeron  la  costum- 
bre de  sacar  fuego  nuevo  antes  de 
habitar  casa  recién  construida);  y 
la  otra  costumbre  de  sacarlo  cuan- 
do atacaban  á  sus  enemigos,  paré- 
ceme  que  habrá  venido  también  de 
la  edad  en  que  vagaban  y  estaban 
continuamente  acometiéndose  unas 
á  otras  estas  naciones,  ya  que  los 
tarascos,  en  ese  período  precisa- 
mente, nos  revelan  por  medio  de 
sus  tradiciones  que  sacaban  nueva 
lumbre  como  señal  de  guerra.  Otros 
2  nombres  del  fuego  deben  haber 
nacido  también  del  tiempo  en  que 
llevaban  estos  pueblos  vida  vaga- 
bunda: el  de  liuefaltcin,  pues  aun- 
que literalmente  significa  «la  llama 
de  fuego,»  parece  que  lo  aplicaban 
también  á  lá  chamusquina  de  las 
sábanas  comparándola  con  las  plu- 
mas coloradas;  con  el  2.°  nombre, 
Okoieuktli,  viene  designado  en  el 
Códice  Fuenleal,  donde  se  ve  que 
llamaban  al  fuego  «señor  de  la  tea 
de  pino»  con  que  se  alumbraban,  á 
laque  le  decían  también  okopüli que 
casi  significa  lo  mismo.  Le  habían 
impuesto,  finalmente,  otras  deno- 
minaciones que  lo  relacionaban:  con 

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478 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


el  Cielo,  por  el  Sol  que  alumbra 
en  él  y  que  del  fuego  había  nacido, 
según  sus  tradiciones;  con  la  Tie- 
rra, por  los  4  puntos  cardinales  que 
fijaban  su  posición  y  cuyo  culto  mez- 
claban con  el  del  fuego;  por  último, 
con  el  Infierno,  y,  mejor  dicho,  con 
la  región  de  las  tinieblas,  por  no- 
ción adquirida  tal  vez  en  las  erup- 
ciones volcánicas,  cuando  veían  al 
fuego  brotar  de  las  entrañas  de 
la  tierra,  donde,  sin  duda  por  eso, 
decían  que  había  3  casas  del  fue- 
go; como  no  sea  que  aplicaran  ese 
número  á  las  3  grandes  mansiones 
en  que  subdividían  al  Universo:  la 
del  cielo,  la  de  la  tierra  y  la  de  las 
tinieblas.— De  todo  ello  me  harécar- 
go  en  lo  que  sigue,  terminando  con 
decir  que  daban  culto  al  fuego,  en 
términos  generales,  por  sus  efectos: 
de  los  cuales  inspiraban  unos  amor, 
y  otros  causaban  temor,  según  el 
sencillo  lenguaje  de  los  indios.» 

En  otro  lugar  de  su  interpreta 
ción  de  la  misma  lámina  XXXIV, 
continúa  el  mismo  autor: 

«Si  buscáramos  ahora  el  fraccio- 
namiento del  nombre  por  medio  de 
4  colores  en  las  dos  deidades  del  fue- 
go y  de  las  tinieblas,  lo  hallaríamos 
ig\x?í\mente.—Mktlanteuktlf.  es  lla- 
mado también  TciMmitl  ó  «mons- 
truo» en  el  Códice  Ríos;  y  al  mismo 
nombre  vemos  aplicados  varios  co- 
lores con  motivo  de  las  divisas  que 
usaban  los  monarcas  mexicanos, 
una  de  las  cuales  llamaban  To^^i- 
tfimitl  ó  «monstruo  muy  amarillo;» 
otra  Xoxouhki  Uit(^imitly  «monstruo 
azul  celeste;»  otra  I^takHiUimitly 
«monstruo  blanco;»  y  es  verisímil 
que  hubiese  además  una  divisa  ro- 
ja, TlatlauhkiHikimitly  por  estar  ese 
color  dedicado,  asimismo,  á  un  pun- 
to cardinal.  Otro  tanto  podemos  de- 


cir de  Xiuhteuktli,  dios  del  fuego;  y 
en  su  caso,  con  pruebas  tomadas 
de  la  lengua  y  de  las  pinturas,  co- 
mo paso  á  exponerlo.  Todos  los 
años,  y  al  concluir  la  1.*  decena  del 
mes  Ickallí,  sacaban  fuego  nuevo 
en  el  monasterio  llamado  Tconmol- 
ko  kalmekak,  61.**  edificio  del  Tem- 
plo mayor;  y  cada  4  años,  pasados 
20  días,  esto  es,  en  el  último  de  la 
1.^  decena  del  mismo  mes,  dedica- 
ban 4  esclavos  á  Xiuhteuktli,  sacri- 
ficándolos en  el  adoratorio  J(:ow- 
molko,  64.*  fábrica  del  Templo  ma- 
yor, y  los  vestían  antes  con  los  or- 
namentos del  mismo  dios;  pero  de 
diversos  colores  en  cada  uno,  por 
lo  cual  llamaban  al  \P  Xoxouhki 
xiuhteuktli  6  «el  fuego  azul  celes- 
te;» Xocauhki  xiuhteuktli  ó  «el  fue- 
go amarillo,»  al  2.^;  Ictak  xiuhteuk- 
tli ó  «el  fuego  blanco,»  al  3.^;  y  al  4.^ 
Tlatauhki  xiuhteuktli  «ó  el  fuego 
rojo.» 

«Esto  dicen  las  crónicas (Véa- 
se la  transcripción  de  este  párrafo 
en  el  artículo  Xiuhcoatl,  pág.  472 
de  este  tomo.) 

«Brotan  del  doble  aparato,  Xiuh- 
koatl-mamalhíiaftli,  dos  corrien- 
tes de  humos,  á  izquierda  y  dere- 
cha; y  de  cada  una  de  las  corrientes, 
y  divergiendo,  se  desprenden  los 
fuegos  de  4  colores,  pintados  con 
figura  humana:  los  dos  de  la  izquier- 
da son  el  Xoxouhki  xiuhteuktli  y 
el  Kofauki  xiuhteuktli,  fuegos  azul 
celeste  y  amarillo;  los  dos  de  la  dere- 
cha, ellftak  xiuhteuktli  y  e\  Tlatlau- 
hki  xiuhteuktli,  fuegos  blanco  y  rojo. 
¿Tomarían  los  nombres  de  los  colo- 
res del  aspecto  mismo  de  la  llama? 
Es  indudable  que  á  la  llama  la  re- 
presentaban amarilla,  ya  que  al  fue- 
go en  general  llamábanle  Ixkocauh- 
ki,  cari-amarillo;  pero,  cuando  la 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


479 


pintaban,  poníanle  puntas  azules, 
con  lo  cual  significarian  la  doble  co 
loración  de  la  llama,  como  en  otra 
parte  lo  dije;  y,  tal  vez  con  más  fre- 
cuencia, la  pintaban  roja  y  azul,  sien- 
do aquel  color  el  de  la  brasa,  pero  del 
color  blanco  atribuido  al  fuego; 
no  se  atina  bien  la  causa,  como  no 
sea  que  así  le  dijeran  por  el  color  de 
la  ceniza  caliente  de  la  brasa,  ó  por 
el  del  aire  caliente  é  irradiante  de 
la  llama,  ó  por  el  del  agua  hirvien- 
te  y  espumante.  Sea  como  fuere,  con 
tales  nombres  de  4  colores  designa- 
ban al  fuego  en  sus  relaciones  con 
los  cárdines:  el  fuego  nuevo  que  se 
sacaba  cada  año  en  el  10.**  día  del 
mes  Ifkallí,  seria  dedicadoáun  pun- 
to cardinal  y  á  un  color;  y  así  el  que  se 
sacaba  cada  4  años,  completaba  ya 
los 4 cárdines  y  los  4  colores;  lo  cual 
estaba  en  concordancia  con  la  colo- 
cación que  daban  á  los  años  sucesi- 
vos, poniendo,  por  ejemplo,  el  1.°  al 
Sur,el2.«  al  Oriente,  el  3.^  al  Norte, 
y  el  4.°  al  Poniente,  á  la  vez  que  cada 
parte  del  mundo  la  entintaban  de  un 
color,  de  donde  resultaba  que,  al  con- 
cluir el  siglo,  completaban  52  años, 
de  4  colores,  repetido  cada  color  13 
veces.  Y  si  cada  4  años,  en  el  que 
llamaban  Teoxiuitl,  daba  el  fuego 
nuevo  4  colores,  en  relación  con  las 
4  partes  del  mundo,  con  mayor  mo- 
tivo existirían  las  mismas  relacio- 
nes al  cerrar  el  ciclo  de  52 años.» 

Orozco  y  Berra,  después  de  ex- 
tractar la  parte  inserta  de  Sahagún, 
dice: 

'Estas  denominaciones  autorizan 
para  pensar,  que  el  culto  del  fuego 
es  muy  antiguo  entre  los  america- 
nos, y  que  se  ha  confundido  alguna 
vez  con  el  del  sol.  Xiuhtectihtli  es 
la  representación  propia  del  fuego 
como  elemento,  teniendo  dos  sím- 


bolos que  le  pertenecen.  El  mamal- 
huastli  ó  sean  los  palos  con  que  se 
encendía  la  lumbre  nueva,  y  el  tec- 
palL 

«  Tecpatl,  pedernal  ó  silex,  hijo  de 
la  Omecihuatl  y  arrojado  del  cielo 
ala  tierra  para  producirla  primera 
raza  de  dioses.  Signo  del  décimo 
dia  del  mes,  segundo  de  los  compa- 
ñeros de  la  noche,  y  uno  de  los  cua- 
tro nombres  de  los  años  bajo  la  de- 
nominación tecpaxihuiíL  El  tna- 
malhuastli  y  el  tecpail  responden 
á  la  idea  de  fuego;  aquél  como  sím- 
bolo de  la  fiesta  cíclica,  conmemo- 
rando la  conquista  del  elemento  por 
la  frotación  de  dos  maderos;  éste 
al  mas  antiguo  procedimiento  de 
sacar  las  chispas  por  el  choque  con- ' 
tra  el  pedernal.» 

Chavero,  no  conforme  con  los 
autores,  en  cuanto  al  origen  y  cate- 
goría del  dios,  expone  hechos  y  con- 
ceptos con  los  que  no  estamos  del 
todo  conformes.  Su  primera  expo- 
sición es  la  siguiente: 

*Erñ  Xiuhtecuhth'tleíl  el  dios 
del  fuego,  deidad  del  año  y  señor  del 
tiempo.  Sin  embargo,  no  se  habla  de 
él  en  las  crónicas  tanto  como  de  Tes- 
catlipoca  y  HuitsUopochtli;  y  no  es 
de  extrañarse,  pues  en  las  evolu- 
ciones de  la  religión  nahoa  queda- 
ron preponderando  ciertos  dioses 
en  virtud  de  las  luchas  históricas,  y 
el  pueblo  dio  casi  al  olvido  sus  dei- 
dades primeras.  Así  Sahagún  no 
considera  al  sol  como  dios,  y  Herre- 
ra cuenta  que  no  le  daban  tanta 
adoración  como  á  Híütnlopochtli 
Cronistas  hay  que  aseguran  erró- 
neamente que  el  sol  no  tenía  ídolos 
ni  templos.  Apenas  si  se  habla  de 
Tonacatecuhtli,  y  menos  del  Ome- 
tecuhtli'.  todo  lo  que  (instituía 
la  religión  primitiva  estaba  rele- 


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480 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


gado  á  los  santuarios  y  era  casi 
desconocido  de  la  multitud.  Por  es- 
ta razón  en  varias  historias  ni  se 
menciona  á  Xiuhtecuhtlitletl;  y  Sa- 
hagún  lo  coloca  entre  los  dioses  me- 
nores: no  obstante,  Motolinia  dice 
que  al  fuego  «tenían  y  adoraban  por 
dios,  y  no  de  los  menores,  que  era 
general  por  todas  partes.»  Era,  en 
efecto,  uno  de  los  dioses  primitivos 
de  la  religión  nahoa,y  hemos  dicho 
que  antes  de  que  fuesen  creados  los 
cielos,  lo  fué  el  fuego:  por  lo  que  se 
llamaba  también  Huehueteotl\  que  li- 
teralmente significa  el  dios  viejo  ó 
antiguo.  Hemos  visto  cómo  el  sol, 
por  su  calor,  se  confunde  con  este 
dios,  y  ambos  se  llaman  Ixcosanh- 
qui;  y  por  ser  anterior  á  las  crea- 
ciones se  confunde  también  con  el 
Ometecuhtli  6  creador.  Por  lo  mis- 
mo lo  representaban  con  corona  de 
labores  diversas  y  vistosos  colores, 
ornada  de  penachos  de  plumas  ama- 
nera de  llamas  de  fuego,  borlas  de 
plumas,  orejeras  de  turquesas.  Ala 
espalda  un  dragón  de  plumas  ama- 
rillas con  caracoles  del  mar,  por  ro- 
dela un  gran  disco  de  oro  con  cin- 
co piedras  chalcftiftuitl,  puestas  á 
manera  de  cruz,  y  en  la  diestra  un 
cetro  formado  de  otro  disco  de  oro 
con  dos  globos  encima,  estando  el 
disco  agujereado  en  el  centro  para 
que  por  él  viese  el  dios.  Esta  era  la 
manera  expresiva  de  significar  que 
por  el  sol  reparte  el  dios  su  fuego 
al  universo. 

«En  el  Códice  de  Oxford,  en  la  un- 
décima pintura,  hay  un  hombre  con 
dos  rostros,  en  actitud  de  ir  por  los 
aires,  de  atravesar  el  espacio;  y  en 
la  pintura  anterior,  debajo  del  uni- 
verso que  el  sol  alumbra,  en  cuyo 
centro  está  la  tierra  y  por  el  cual 
hacen  su  trayecto  la  estrella  de  la 


tarde  y  la  luna,  está  como  base  de  to- 
do ese  edificio  celeste  el  dios  ber- 
mejo con  dos  caras  rojas  que  salen 
del  símbolo  del  agua.  Suficiente  pa- 
rece esto  para  afirmar  que  los  na- 
hoas  creían  que  el  fuego  era  el  agen- 
te creador  cosmogónico,  el  Órnete- 
cuhtli, 

«Pero  encontramos  al  fuego  sobre 
el  agua,  y  esto  exige  una  nueva  ex- 
plicación. Solamente  podemos  ha- 
llarla en  Sahagún,  y  no  en  el  relato 
del  venerable  historiador,  sino  en 
uno  de  los  elocuentes  razonamien- 
tos que  reproduce,  y  que  el  tecuhtli 
6  señor  hacía  á  sus  hijos  cuando  ha- 
bían llegado  á  la  edad  de  la  discre- 
ción. 

«Pone,  dice  hablando  de  los  go- 
bernantes, en  sus  manos  el  cargo  de 
regir  y  gobernar  la  gente  con  justi- 
cia y  rectitud,  y  los  coloca  al  lado 
del  dios  del  fuego,  que  es  el  padre 
de  todos  los  dioses  que  reside  en 
el  albergue  de  la  agua  y  entre  las 
flores,  que  son  las  paredes  alme- 
nadas, envuelto  entre  unas  nubes 
de  agua.  Este  es  el  antiguo  dios  que 
se  llama  Ayamictlan  y  Hiuhtecuh- 
tli.^  Estas  pocas  líneas  nos  van  á 
dar  mucha  luz. 

«Los  nahoas  concebían  la  idea  de 
un  ser  creador,  el  primero  de  los 
dioses,  el  padre  de  ellos,  y  por  eso 
le  WetmRhñnlíuehueteotl,  el  dios  vie- 
jo; pero  no  alcanzaron  á  espiritua- 
lizar á  este  ser  creador,  sino  que  lo 
formaron  del  elemento  fuego. 

«El  fuego  es,  pues,  el  creador  na- 
hoa.  Como  el  sol  es  la  más  esplén- 
dida manifestación  del  fuego,  y  los 
nahoas  habitadores  de  las  costas  del 
Pacífico  lo  veían  hundirse  todas  las 
tardes  entre  las  ondas  del  Océano, 
le  dieron  por  mansión  el  agua.  Él 
creó  al  sol,  á  la  tierra,  á  la  estrella 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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de  la  tarde  y  á  la  luna;  y  asi  es  el 
Otnetecuhtli.  Mas  aquí  le  encontra- 
mos un  nuevo  nombre,  el  Ayantic- 
tlan,  y  tiene  también  el  de  Cuecal- 
tsin:  del  primero  nadie  da  explica- 
ción y  sólo  Sahagún  lo  menciona;  y 
éste  y  el  Señor  Orozco  traducen  el 
segundo  por  llama  de  fuego, 

cEste  segundo  nombre  está  mal 
escrito,  es  Tlecuecaltsin.  que  quie- 
re decir:  el  señor  de  la  casa  de  las 
llamas  de  fuego  ó  que  echa  de  sí  lla- 
mas de  fuego.  Por  eso  lo  pintaban, 
según  dice  Sahagún,  con  un  disco 
agujereado  en  el  centro  para  que 
por  ahí  pasase  el  fuego:  este  disco  I 
era  el  sol,  astro  por  el  cual  se  comu- . 
nica  el  calor,  el  fuego  á  la  tierra;  y  | 
el  poniente  calli,  casa:  el  mar  del  Pa- 1 
cífico,  era  para  los.nahoas  la  casa  | 
del  sol,  y  el  dios  bermejo  estaba  so- 1 
breelagua.  Del  dios  del  fuego  bajo 
su  aspecto  de  Tlecuecaltsin,  hay  tres 
hermosas  estatuas  y  existe  en  el  Mu- 
seo una  figura  de  oro.  En  todas  ellas 
el  dios  tiene  en  las  manos  el  disco 
agujereado  que  representa  al  sol. 
Refiriéndonos  únicamente  ahora  á 
la  que  existe  en  el  jardín  de  la  casa 
de  Barron,  en  Tacubaya,  diremos 
que  se  ve  al  dios  como  en  actitud 
de  estar  metido  en  un  baño,  lo  que 
se  confirma  con  la  parte  inferior 
de  la  piedra  en  que  están  labrados 
los  signos  del  agua  y  algunos  ani- 
males acuáticos,  como  conchas,  ca- 
racoles y  ranas.  El  dios  tiene  en  sus 
manos  el  disco  y  éste  se  ve  adorna- 
do de  varios  puntos  cronográficos 
que  no  dejan  duda  de  su  referencia 
al  sol. 

«Volviendo  al  primer  nombre  ci- 
tado, Ayamicllan,  le  encontramos 
una  hermosa  etimología.  Mictlan 
es  el  lugar  de  los  muertos  que  los 
viejos  cronistas  llamaban  el  infier- 


no: es  la  idea  más  completa  y  más 
perfecta  de  la  destrucción,  de  la 
muerte,  de  la  nada.  Ayac  es  una  par- 
tícula que  expresa  la  negación  ab- 
soluta. Así  es  que  Ayamictlan  tanto 
quiere  decir  como  el  que  nunca  des- 
truye, el  creador;  el  que  nunca  mue- 
re, el  eterno.  Puede,  por  lo  mis- 
mo, decirse  qne  la  base  de  la  cosmo- 
gonía nahoa  era  la  eternidad  de  la 
materia. 

«Pero  hemos  visto  que  los  cuatro 
dioses  Tonacatecuhtli,  Tonaca- 
cihuathQueisalcoatl  y  Tescatlipoca, 
crearon  el  fuego:  este  es  el  fuego 
de  la  tierra,  el  fuego  del  hogar  Nos 
manifiesta  la  manera  con  que  lo  hi- 
cieron, la  pintura  ya  citada  del  có- 
dice de  Ofxord:  allí  se  ve  á  tres  sa- 
cerdotes encendiendo  el  fuego  por 
la  frotación  de  dos  maderos,  y  un 
cuarto  llegaba  á  recibirlo.  Llamá- 
banse éstos  mamalhuastli,  y  Saha- 
gún cuenta  que  de  ellos  hicieron  la 
constelación  de  los  mastelejos.  Más 
adelante  veremos  cómo  siempre 
los  pueblos  de  civilización  nahoa 
conservaron  en  sus  ritos  el  recuer- 
do de  la  creación  del  fuego  y  cuán- 
ta importancia  daban  á  este  ele- 
mento creador.» 

No  estamos  conformes  con  que 
Xiuhtecutli  sea  la  misma  divinidad 
que  el  sol,  pues  en  todas  las  cosmo- 
gonías hemos  visto  que  el  sol  fué 
creado  por  los  dioses  primitivos  y 
que  algunos  de  éstos  se  convirtie- 
ron en  sol.  El  Xiutecuhtli  es  el  fue- 
go terrestre,  y  el  Tonatiuh  es  el  sol 
ó  fuego  celeste.  Las  tribus  salvajes 
han  carecido  del  fuego  terrestre 
cuando  ya  conocían  al  sol  y  lo  ado- 
raban, y  luego  que  adquirieron  por 
el  choque  del  pedernal  ó  por  el  fro- 
tamiento de  dos  maderos  el  fuegote- 
rrestre,  lo  estimaron  en  todo  su  va- 

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482 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


lor,  como  dice  Sahagún,  y  natural 
era  que  lo  divinizaran.  La  posterio- 
ridad del  fuego  terrestre  al  del  sol 
fué  el  resultado  de  haber  descubier- 
to que  el  pedernal  producía  lumbre, 
y  esta  circunstancia  se  registra  en 
las  cosmogonías  más  autorizadas 
con  el  parto  de  la  diosa  Omecihualt, 
que  dio  á  luz  un  Tecpatl  que  los  dio- 
ses arrojaron  del  cielo  á  la  tierra; 
esto  es,  los  dioses  mandaron  el  fue- 
go á  los  hombres;  y  por  esto  dice 
Sahagún  que  Xiuhtecutli  es  el  Vul- 
cano  de  los  nahoas,  que  fué  también 
arrojado  á  la  tierra  por  los  dioses 
del  Olimpo.  Las  estatuas  á  que  se 
refiere  Chavero,  bien  pueden  repre- 
sentar á  XiuhtecMhUi  6  al  sol;  pero 
ninguna  de  ellas  representa  á  las 
dos  divininades  aun  mismo  tiempo. 

En  general  las  ideas  expuestas 
por  Chavero  sobre  Xiuhtecutli  es- 
tán muy  lejos  de  ser  verdaderas  por- 
que están  basadas  en  el  concep- 
to que  él  tiene  de  que  los  nahoas  no 
concibieron  la  espiritualidad  de 
dios.  Este  concepto  lo  hemos  com- 
batido en  varios  artículos  de  este 
Diccionario,  y  muy  particularmen- 
te en  el  Tloque  Nahuque,  al  que  re- 
ferimos al  lector. 

Veytia,  en  suscinta  relación  nos 
da  el  verdadero  origen  terrestre 
de  Xiuhtecutli,  dice  así: 

*Todo  el  artificio  de  sus  calenda- 
rios está  fundado  en  la  repetición 
continuada  de  cuatro  símbolos,  ó 
geroglíficos,  que  no  eran  los  mis- 
mos en  todas  partes,  aunque  era 
uno  mismo  el  sistema.  Daré  prime- 
ro la  explicación  del  calendario,  se- 
gún le  ordenaban  y  anotaban  los  del 
imperio  de  Texcoco,  reino  de  Méxi- 
co, y  demás  comarcanos,  y  después 
diré  la  variación  que  había  en  otros. 

«Los  símbolos, pues,  deque  se  ser- 


vían en  las  dichas  monarquías, 
para  la  numeración  de  sus  aflos» 
eran  estos  cuatro:  Tecpatl,  que  sig- 
nifica el  Pedernal.  Calli,  la  Casa. 
Tochtli,  el  Conejo,  y  Acatl,  la  Caña 
de  Carrizo:  y  los  figuraban  en  la  for- 
ma en  que  se  ven  en  las  estam- 
pas que  siguen.  Los  significados 
materiales  de  las  voces,  son  los  re- 
feridos, pero  los  alegóricos  que  en 
estos  símbolos  querían  explicar, 
eran  los  cuatro  elementos;  que  co- 
nocieron ser  principios  de  todo  com- 
puesto material,  y  en  que  todos  ha- 
bían de  resolverse.  Diéronle  al  fue- 
go la  primacía,  estimándole  por  el 
mas  noble  de  todos,  y  le  simboliza- 
ron en  el  Pedernal,  sin  duda  por- 
que aunque  del  golpe  y  confrica- 
ción de  otras  piedras,  y  aun  de  un 
madero  con  otro,  resulta  fuego,  nin- 
guna le  arroja  mas  fácilmente  que 
el  pedernal.  En  los  tiempos  poste- 
riores de  su  idolatría,  y  falsa  reli- 
gión celebraron  á  este  elemento 
dándole  culto  de  deidad  bajo  el 
nombre  de  Xiuhteutli.> 

Para  dar  la  descripción  pormeno- 
rizada de  las  fiestas  que  hacían  en 
honor  de  Xiuhtecutli  véanse  los  ar- 
tículos IZCALLI  y  XOCOHUETZI. 

Xiuhtlamin  XiuhtlaminmanL 

El  primero  de*  estos  nombres  fué  el 
de  la  víctima  sacrificada  en  la  últi- 
ma fiesta  cíclica  del  fuego  nuevo. 
El  segundo  fué  el  nombre  del  gue- 
rrero que  cautivó  á  la  mencionada 
víctima.  Sobre  esto  dice  Orozco  y 
Berra,  extractando  el  pasaje  de  Sa- 
hagún, lo  siguiente: 

«La  última  fiesta  del  fuego  nue- 
vo tuvo  lugar  el  orne  calli  1507, 
reinando  en  México  el  segundo  Mo- 
tecuhsoma.  El  prisionero  sobre  cu- 
yo pecho  se  sacó  el  fuego  simbóli- 
co fué  Xiuhtlamin,  guerrero  valien- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


483 


te  y  generoso  de  Huexotsinco,  cau- 
tivado por  un  guerrero  de  Tlalte- 
lolco  llamado  Itscuin  quien  por 
esta  hazaña  se  llamó  XiuMIamin- 
nan,  tomador  de  XiuhÜamin,^ 

Torquemada  da  más  amplia  no- 
ticia del  suceso,  pues  dice: 

<^Hacaíl  1507  fueafto  cíclico  ó  se- 
cular, último  en  el  cual  celebraron 
la  fiesta  del  fuego  nuevo,  pues  al 
terminar  el  siguiente  ciclo,  el  impe- 
rio estaba  destruido.  Desde  la  fun- 
dación de  Tenochtitlan  la  solemni- 
dad habia  tenido  lugar  en  los  aflos 
1351,  1403  y  1455,  es  decir,  tres  ve- 
ces, siendo  la  presente  la  cuarta. 
Durante  la  peregrinación  de  la  tri- 
bu, según  las  indicaciones  de  las 
pinturas,  la  fiesta  tuvo  lugar  en 
una  montaña  ó  lugar  prominente; 
ya  en  la  ciudad  se  hizo  la  ceremo- 
nia en  el  teocali!  principal,  y  para 
este  año  se  dispuso  fuera  en  la  cum- 
bre del  cerro  Huixachtitlan,  Al 
efecto  fue  construido  un  teocalli, 
al  que  dieron  el  nombre  de  Ayauh- 
c€illi,  cuyas  ruinas  se  descubren  to- 
davía en  el  suelo,  distinguiéndose 
kacia  el  O.  los  restos  de  la  calzada, 
por  la  cual  se  franqueaba  la  subi- 
da. Dimos  en  su  lugar  los  pormeno- 
res de  la  ceremonia,  y  sabemos  que 
el  cautivo,  sobre  cuyo  pecho  se  en- 
cendía el  fuego,  debía  tener  el  nom- 
bre de  aquel  día.  Motecuhsoma  ha- 
bía hecho  buscar  empeñosamente 
aquella  victima  sin  encontrarla, 
hasta  que  Itscuin,  soldado  de  Tlal- 
telolco,  cautivó  en  la  guerra  un  gue- 
rrero generoso  de  Huexotsinco, 
nombrado  Xmhilamin,  por  lo  cual 
cambió  de  apellido  el  tlatelolca,  lla- 
mándose Xiuhtlaminmani,  toma- 
dor ó  cautivador  de  Xiuhtlamin:  en 
el  pecho  de  este  cautivo  se  hizo  la 
lumbre  nueva.» 


Debe  haber  alguna  confusión  en 
las  relaciones  preinsertas,  pues  nin- 
gún día  de  la  veintena  ó  mes  de  los 
mexicanos  se  llamaba  Xiuhtlamin. 
Tal  vez,  el  guerrero  que  cautivaba 
al  que  debía  ser  sacrificado  toma- 
ba el  nombre  de  éste,  cualquiera  que 
fuera. 

Xiuhtletl.  (Literalmente  signifi- 
ca «fuego  del  año;»  pero  en  realidad 
es  una  síncopa  de  Xiuhtecutlitletl, 
el  dios  del  fuego.)  Nombre  que  da- 
ban en  abreviación  á  Xiuhtecutli- 
tletL  Chavero,  hablando  de  las  di- 
versas fiestas  que  celebraban  los 
mexicanos,  dice: 

«En  fin,  la  última  fiesta  periódi- 
ca y  más  solemne,  era  la  del  fuego 
nuevo  que  se  celebraba  cada  cin- 
cuenta y  dos  años,  y  extensamente 
hemos  descrito  ya.  Se  dedicaba,  co- 
mo ya  hemos  dicho,  á  Xiuhtletl,  pa- 
dre de  los  dioses  y  elemento  crea- 
dor, base  de  la  cosmogonía  y  deidad 
protectora  que  ofreciendo  y  dando 
vida  al  poderoso  imperio  de  los  me- 
xica,  se  ostentaba  majestuosa  en  el 
brasero  sagrado  del  Xuixachtlan.* 

Ya  hemos  visto  en  el  artículo 
Xiuhtecutli  que  este  dios  no  tenía 
con  los  demás  dioses  la  primacía, 
antigüedad,  ó  superioridad  que  le 
atribuye  Chavero. 

Xiuhtototl.  (Xihuitl,  turquesa,  y 
figuradamente,  color  azul;  tototl, 
pájaro:  «pájaro  azul.»)  Uno  de  los 
tres  emblemas  que  caracterizan  á 
Xiuhtecuili,  dios  del  fuego.  En  to- 
das las  pinturas  se  observa  que  el 
dios  lleva  el  ave  azul  sobre  la  frente. 

No  hemos  podido  averiguar  por 
qué  el  pájaro  azul  era  emblema  del 
dios  del  fuego. 

El  Xiuhtototl,  adulterado,  es  el 
Tutulxiuh  de  los  mayas. 

Xiuhtzitzquilo.  (Xihuitl,  hierba 


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ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


y  afto;  tsitsquilo,  se  coge,  voz  im- 
personal de  tsitsquiay  coger,  tomar: 
«se  toma  ó  coge  la  hierba  ó  el  año.») 
Los  mexicanos  hacían,  como  hemos 
visto,  al  fin  de  cada  ciclo  de  52 
aflos  una  fiesta  que  llamaban  Xinh- 
molpilli,  «atadura  de  los  aftos,»  y  al 
principio  de  cada  ciclo,  ó  sea  el  pri- 
mer día  del  primer  aflo,  hacían  otra 
fiesta  que  llamaban  Xiuhtsitsquilo, 
«se  coge  la  hierba  ó  el  afto.»  El  P. 
Sahagún,  describiendo  estas  fies- 
tas, dice: 

«Acabada  la  dicha  rueda  de  los 
años,  al  principio  del  nuevo  que  se 
decia  umeacatl,  solían  hacer  los  de 
México  y  de  toda  la  comarca,  una 
fiesta  ó  ceremonia  grande  que  lia 
maban  toximmolpilia,  y  es  casi  ata- 
dura de  los  aftos,  y  esta  ceremo- 
nia se  hacía  de  cincuenta  en  cin- 
cuenta y  dos;  es  á  saber:  después 
que  cada  una  de  las  cuatro  señales, 
había  recogido  trece  veces  á  los 
aflos:  decíase  aquella  fiesta  toxim- 
molpilia, que  quiere  decir,  átanse 
nuestros  aflos,  y  porque  era  prin- 
cipio de  otros  doce.  Decían  también 
xiuhtsitBQuilo  que  quiere  decir:  se 
toma  el  año  nuevo,  y  en  señal  de 
esto,  cada  uno  tocaba  á  las  yerbas, 
para  dar  á  entender  que  ya  se  co- 
menzaba la  cuenta  de  otros  doce 
aflos,  para  que  se  cumplan  ciento 
cuatro  que  hacen  un  siglo.» 

La  palabra  doce  que  se  lee  en  Sa- 
hagún debe  ser  una  errata,  pues  dos 
por  doce  no  hacen  ciento  cuatro, 
así  es  que,  en  lugar  de  «doce»  debe 
leerse  «cincuenta  y  dos.» 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
lámina  XXXVII  del  Códice  Borbó- 
nico, y  refiriéndose  al  pasaje  prein- 
serto de  Sahagún,  dice: 

«Para  expresar  que  comenzaba 
nuevo  período  usaban  otro  vocablo 


que  también  consta  en  el  lugar  ci- 
tado de  Sahagún,  y  es  xiutgitgkilo, 
cuya  significación  literal  viene  del 
verbo  tfitckia,  «él  coge,»  puesto  en 
pasiva:  t^itckilo,  «se  coge;»  xiu,  ra- 
dical de  siuitl,  la  hierba  ó  aflo  el 
nuevo;  «y  en  señal  de  esto  cada  uno 
tocaba  á  las  hierbas  para  dar  á  en- 
tender que  ya  se  comenzaba  la  cuen- 
ta de  otros  cincuenta  y  dos  años.»  La 
figura  del  principio  del  siglo  nos 
ha  quedado  también,  bajo  la  forma, 
no  de  un  haz  de  hierbas  atado,  sino 
del  apuñamiento  de  una  sola  hier- 
ba; y  así  viene  dibujada  en  el  Ca- 
lendario de  Mr.  Boban.» 

Ampliando  su  explicación  y  con 
vista  de  la  lámina  respectiva,  dice: 

«El  nombre  de  cada  rectángulo 
resulta  de  la  hierba,  xiutl,  empu- 
ñada por  una  mano  que  sale  de  la 
zona  de  los  años,  y  que  se  puede 
ver  en  el  cuadrante  superior  izquier- 
do, entre  los  meses  Atemoctli  y  Ti- 
titl,  lo  cual  tiene  también  una  sig- 
nificación de  importancia  en  la  dis- 
cusión del  principio  del  año,  como 
adelante  lo  expondré;  pero,  de  pron- 
to, lo  que  nos  interesa  es,  indicar 
que  aquellas  dos  figuras  dan  el  nom- 
bre xiutfitfkilo  «se  cógela  hierba  ó 
el  año;»  y  resultan  así  determinati- 
vas del  principio  del  nuevo  ciclo.» 

XiziquipilUiui.  Uno  de  los  nom- 
bres que  le  daban  á  la  Chalchiuhi- 
cue,  diosa  del  agua.  Paso  y  Tron- 
coso, á  propósito  de  este  nombre, 
dice  lo  siguiente: 

«La  sinonimia  de  la  diosa  del  agua 
es  mucho  más  abundante;  pero  no  es 
posible  agotarla  en  este  lugar, 
pues  nunca  terminaríamos:  esos 
nombres  dependen  muchas  veces 
de  sus  diversas  apariencias,  ó  de 
los  efectos  que  causa;  como  cuando 
la  llamaban  Akttekueyotl,  como  de- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


485 


cir  «olas  de  agua,»  que  no  era  mas 
que  poner  en  plural  el  nombre  a/few^- 
yotl,  de  la  onda;  ó  cuando,  porque 
hacía  espuma,  le  decían  Apofona- 
yotl,  que  quiere  decir  «espuma;»  ó 
cuando,  porque  se  rizaba  con  vien- 
to ligero,  la  llamaban  Xixt'pilíui, 
literalmente»  «la  que  se  hace  bol- 
sas,» de  xikipilli  bolsa;  ó  cuando 
se  alborotaba  con  tempestad  que 
le  decían  Atlaka  maní,  que  recta- 
mente significa  «esta  (como)  la  gen- 
te desatinada,»  y  translaticiamente 
daban  á  entender  que  estaba  agi- 
tada ó  alborotada.» 

Xocohuetzi.  fXocotl,  fruta; 
huetsi,  que  cae:  «la fruta  que  cae.») 
Paso  y  Troncoso  amplía  esta  etimo- 
logía diciendo: 

«El  Mes  Uei  Mikkilhuitl  ó  Xo- 
KOTL  Uetci.  Escriben  algunos  el  úl- 
timo nombre  así:  Xokolulfi,  reu- 
niendo por  sinalefa  los  dos  voca- 
blos que  lo  componen;  pero  es  más 
propio  y  regular  escribirlo  como 
aquí  va  puesto.  El  primero  de  los 
nombres,  Ufi  mikkailhuitl  quiere 
decir  «la  gran  fiesta  de  los  muer- 
tos;» y  el  seganáoXokotluetfi,  sig- 
nifica literalmente  «la  fruta  cae,»  ó 
en  sentido  metafórico  «el  madero 
llamado  Xokoil  cae.»  Nombre  de  la 
décima  veintena  ó  mes.  Los  núme- 
nes que  la  presidían  y  á  quienes  de- 
dicaban las  fiestas  eran  XiuMecu- 
tu  y  Tonatiuh.p 

Por  ser  muy  solemnes  las  fiestas 
que  se  hacían  en  esta  veintena,  cu- 
yos preparativos  se  verificaban  des- 
de la  veintena  anterior,  copiamos  á 
la  letra  la  curiosa  y  detallada  des- 
cripción que  hace  el  P.  Sahagún  de 
dichas  fiestas.  Dice  así: 

«Al  sesto  mes  llamaban  Etsah 
qüalistli.  En  este  hacían  fiesta  á 
honra  de  los  dioses  de  la  lluvia,  que 


llaman  Tlaloques.  Antes  de  llegar 
á  esta  fiesta  los  Sátrapas  de  los 
ídolos  ayunaban  cuatro  días,  y  an- 
tes de  comenzar  el  ayuno,  iban  por 
juncias  auna  fuente,  que  estaba  jun- 
to al  pueblo  que  llaman  Ciilaltepec, 
porque  allí  se  hacen  muy  grandes 
y  muy  gruesas,  las  cuales  llaman 
astapülin,  ó  tolmomilli:  son  muy 
largas,  y  todo  lo  que  está  dentro 
del  agua  muy  blanco.  Arrancában- 
las en  una  fuente  que^se  llama  Te- 
milco  ó  Tepexit,  ó  Ostoc,  Después 
que  las  hablan  arrancado,  hacían- 
las haces,  y  envolvíanlas  en  sus 
mantas  para  llevar  acuestas,  y  atá- 
banlas con  sus  mecapales  con  que 
las  habían  de  llevar;  luego  se  par- 
tían, llevándolas  enhiestas,  y  no 
atravesadas.  Los  ministros  de  los 
ídolos  cuando  iban  por  estas  jun- 
cias, y  cuando  volvían  con  ellas,  te- 
nían por  costumbre  de  robar  á  cuan- 
tos encontraban  por  el  camino;  y 
como  todos  sabían  esta  practica, 
cuando  iban  y  cuando  volvían,  na- 
die parecía  por  los  caminos,  ni  nadie 
osaba  caminar;  y  si  con  alguno 
encontraban  luego  le  tomaban  cuan- 
to llevaba,  aunque  fuese  el  tributo 
del  rey;  y  si  alguno  se  defendía, 
tratábanle  muy  mal  á  golpes  y  co- 
ces, hasta  arrastrarle  por  el  suelo, 
y  por  ninguna  cosa  de  estas  penaban 
á  estos  ministros  de  los  ídolos,  por 
tenerlos  en  mucha  estimación  y  re- 
verencia. En  llegando  con  las  jun- 
cias al  Cú  donde  eran  menester,  lue- 
go las  cocían  y  componían  contra- 
puestas, lo  blanco  á  lo  verde,  á  ma- 
nera de  mantas  pintadas.  Hacían 
también  de  estas  juncias  (ó  tules) 
sentaderos  sin  espalderas,  y  otros 
con  ellos.  Para  hacer  estas  mantas 
de  juncias  componíanlas  en  el  sue- 
lo primero,  y  luego  cosíanlas  como 
122 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


estaban,  compuestas  con  cuerdas 
hechas  de  raices  de  maguey.  Lle- 
gado el  ayuno  que  llamaban  netla- 
locacaoalistli,  todos  los  Sátrapas  y 
ministros  de  los  ídolos,  se  recogían 
dentro  del  calmecac  en  sus  retrai- 
mientos: encerrábanse  en  este  lu- 
gar los  que  llamaban  Tlamacaste- 
quioaque,  que  quiere  decir,  Sátra- 
pas que  ya  habían  hecho  hasañas 
en  la  guerra,  que  hablan  cautivado 
tres  ó  cuatro.  Estos  aunque  no  re- 
sidían continuamente  en  el  Cú,  en 
algunos  tiempos  señalados  acudían 
á  él  á  sus  oficios:  recogíanse  tam- 
bién otros  que  llamaban  tlamacas- 
cayaque,  que  quiere  decir  Sátrapas* 
que  ya  han  cautivado  uno  en  la  gue- 
rra. Tampoco  estos  residían  siem- 
pre en  los  oficios  de  los  Cues,  mas 
acudían  en  los  tiempos  señalados  á 
sus  oficios;  recogíanse  también  otros 
que  llamaban  tlamacasquecuicani- 
me,  que  quiere  decir  los  Sátrapas 
cantores.  Estos  siempre  residían  en 
los  Cúes,porque  aun  ninguna  hazaña 
habían  hecho  en  la  guerra.  Después 
de  estos  se  recogían  todos  los  otros 
ministros  de  los  ídolos  que  eran  me- 
nores, que  llamaban  Tlamacastei- 
cahoan,  que  quiere  decir  ministros 
menores.  También  se  recogían 
otros  muchachos,  como  sacristane- 
jos,  á  los  cuales  llamaban  Tlama- 
catoton,  que  quiere  decir  ministros 
pequeñuelos.  Después  de  estos  te- 
nían al  rededor  de  los  hogares  aque- 
.  lias  mantas  de  juncias  que  habían 
hecho,  á  los  cuales  llamaban  asta- 
pilpetlatl,  que  quiere  decir  petates 
jaspeados  de  juncias  blancas  y  ver- 
des. Después  de  haberlos  tendido 
luego  se  aderezaban  los  Sátrapas 
de  los  ídolos  para  hacer  sus  oficios: 
vestíanse  una  xaquetaque  ellos  lla- 
maban Xicolli,  de  tela  pintada,  y 


poníanse  en  la  mano  en  el  brazo  iz- 
quierdo un  manípulo  á  la  manera 
de  los  que  usan  los  sacerdotes  de  la 
iglesia,  que  ellos  llaman  matacax- 
tli:  luego  tomaba  en  la  mano  izquier- 
da una  talega  con  copal,  y  en  la  de- 
recha el  incensario,  temaitl,  que  es 
hecho  de  barro  cosido  á  manera  de 
caso,  ó  sarteneja.  De  este  modo  ade- 
rezados salíanse  al  patio  del  Cú  y 
puestos  en  medio  del  patio  toma- 
ban brazas  en  sus  incensarios,  y 
echaban  sobre  ellas  copal,  é  ince- 
saban  acia  las  cuatro  partes  del 
mundo,  oriente,  septentrión,  occi- 
dente, y  mediodía;  habiendo  incen- 
sado vaciaban  las  brazas  en  los  bra- 
ceros altos,  que  siempre  ardían  de 
noche  en  el  patio,  y  tan  altos  como 
un  estado  ó  poco  menos,  y  tan  grue- 
sos que  dos  hombres  apenas  los  po- 
dían abrazar.  El  Sátrapa  que  había 
ofrecido  el  incienso  acabado  su  ofi- 
cio entrábase  en  el  Calmecac,  que 
era  como  sacristía,  y  allí  ponía  sus 
ornamentos.  Luego  comenzaban  los 
Sátrapas  á  ofrecer  delante  del  ho- 
gar unas  bolitas  de  masa:  cada  uno 
ofrecía  cuatro  poniéndolas  todas  so- 
bre los  petates  de  juncias,  y  ponían- 
las con  gran  tiento,  para  que  no  se 
rodasen  ni  meneasen,  y  si  rodaba 
alguna  de  aquellas  bolas,  los  otros 
acusábanle  de  aquella  culpa,  por 
que  había  de  ser  castigado  por  ella, 
y  así  estaban  con  grande  atención 
mirando  á  cada  uno,  como  ponían 
su  ofrenda  para  acusarle.  A  estas 
bolillas  llamaban  Ventelólotli,  y 
otros  ofrecían  cuatro  tomates,  ó 
cuatro  chiles  verdes.  Miraban  tam- 
bién mucho  á  los  que  ofrecían,  si 
traían  alguna  cosa  de  suciedad  en 
sus  mantas,  como  algún  hilo  ó  pa- 
ja, ó  cabello,  ó  pluma,  ó  pelos,  y  al 
tal  luego  le  acusaban,  y  había  de 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


487 


ser  castigado  por  ello;  mirábase 
también  mucho  si  alguno  tropeza- 
ba, ó  caía,  porque  luego  acusaban  al 
tal,y  habia  de  ser  castigado  por  ello. 
En  estos  cuatro  dias  de  su  ayuno, 
juntamente  con  sus  noches,  todos 
andaban  con  mucho  tiento,  por  no 
caer  en  la  pena  del  castigo.  Acaba- 
do de  ofrecer  cada  dia,  venian  unos 
viejos  que  llamaban  Quaquaviltin, 
los  cuales  traían  las  caras  teñidas 
de  negros  tresquilados,  salvo  en  la 
corona  de  la  cabeza  que  tenía  los 
cabellos  largos  al  revés  de  los  clé- 
rigos. Estos  cojian  las  ofrendas  y 
dividianlas  entre  sí  todos  estos  cua- 
tro dias.  Esta  era  la  costumbre 
de  todos  los  Sátrapas,  y  de  todos 
los  cues,  que  cuando  ayunaban  cua- 
tro dias,  á  la  media  noche  una  hora 
despertaban  y  tañían  cornetas,  y 
caracoles,  y  otros  instrumentos  co- 
mo llamando  amaitines.  En  habien- 
do tocado  de  este  modo,  luego  todos 
se  levantaban,  y  desnudos  sin  nin- 
guna cobertura  iban  á  donde  esta- 
ban las  puntas  de  maguey,  que  el  dia 
antes  habían  cortado,  y  traído  pa- 
ra aquel  eíectOy  con  pedamos  del  fnis- 
mo  maguey;  y  en  cortando  las  pun- 
tas del  maguey,  luego  con  unas 
nabajitas  de  piedra  se  cortaban 
las  orejas,  y  con  la  sangre  que  de 
ellas  salía  ensangrentaban  las  pun- 
tas del  maguey  que  tenían  corta- 
das, y  también  se  ensangretaban 
los  rostros.  Cada  uno  ensangren- 
taba tantas  puntas  de  maguey,  cuan- 
tas alcanzaba  su  devoción,  unos 
cinco,  otros  mas,  y  otros  menos. 
Hecho  esto,  luego  todos  los  Sátra- 
.pas  y  ministros  de  los  ídolos,  iban 
á  bañarse  por  mucho  frío  que  hi- 
ciese, é  iban  tañendo  caracoles  ma- 
rinos, y  unos  chiflos  hechos  de  ba- 
rro cocido. 


Todos  llevaban  acuestas  unas  ta- 
leguillas atadas  con  unos  cordeles 
de  tó///  con  unas  borlas  al  cabo,  y  de 
otras  colgaban  unas  tiras  de  papel 
pintadas,  cosidas  con  las  mismas 
taleguillas  que  llamaban  yiequach- 
th\  y  en  aquellas  talegas  llevaban 
una  especie  de  harina  hecha  á  la 
manera  de  estiércol  de  ratones  que 
ellos  llaman  yyaqualli,  la  que  era 
confeccionada  con  tinta,  y  con  pol- 
vos de  una  yerba  que  ellos  llaman 
yietl\  que  es  como  beleños  de  Cas- 
tilla. Iba  delante  de  todos  estos  un 
Sátrapa  con  su  incensario  lleno  de 
brazas,  y  con  su  talega  de  copal; 
todos  llevaban  una  penca  de  ma- 
guey corta,  en  que  iban  hincadas 
las  espinas  que  cada  uno  habia  de 
gastar.  Delante  de  todos  estos,  iba 
uno  de  aquellos  que  llaman  Qua- 
quaviltin, y  llevaba  en  el  hombro 
una  tabla  tan  larga  como  dos  va- 
ras, y  de  ancho  como  un  palmo  ó 
poco  mas,  dentro  de  esta  tabla  lle- 
vaban unas  sonajas,  y  el  que  la 
llevaba  iba  sonando  con  ellas.  Lla- 
maban á  esta  tabla  aiochicaoalistli 
6  nacatlquoavitl:  todos  los  Sátrapas 
iban  en  esta  procesión,  y  solo  cua- 
tro dejaban  en  Calmecac,  ó  su  mo- 
nasterio, los  cuales  lo  guardaban 
entre  tanto  que  ellos  iban  á  cumplir 
sus  devociones.  Ocupábanse  estos 
cuatro  en  cantar  y  tañer  en  un  ata- 
bal, y  en  menear  unas  sonajas  es- 
tando sentados,  y  esto  era  un  ser- 
vicio que  hacían  á  sus  dioses,  y  aun 
ahora  lo  usan  algunos.  Llegados 
los  Sátrapas  á  la  agua  donde  se  ha- 
bían de  bañar,  estaban  cuatro  casas 
cerca  de  aquella  agua,  á  las  cuales 
llamaban  aiauhcalli,  que  quiere  de- 
cir casa  de  niebla.  Hallábanse  es- 
tas casas  ordenadas  acia  las  cuatro 
partes  del  mundo.  El  primer  día  se 


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488 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


metían  todos  en  una  de  ellas,  el 
gundo  en  la  otra,  el  tercero  en  la 
tercera,  el  cuarto  en  la  cuarta:  co- 
mo iban  desnudos  iban  temblando, 
y  otros  batiendo  los  dientes  de  frío. 
Estando  así  comenzaba  á  hablar 
uno  de  los  Sátrapas  que  se  llamaba 
Chalchiuhquacuilli  y  decía,  coatí 
icomocaian,  amototL  icaoacayan; 
atapalcatrynechiccana  oaianasta- 
pilquecuellacaian,(\\x\^vt  decir,  «es- 
te es  lugar  de  culebras,  lugar  de 
mosquitos,  lugar  de  patos  y  lugar 
de  juncias.»  «En  acabando  de  decir 
esto  el  Sátrapa,  todos  los  otros  se 
arrojaban  en  la  agua,  comenzaban 
luego  á  chapalear  con  los  pies  en 
ella  y  con  las  manos,  haciendo 
grande  estruendo,  y  á  bocear  y  á 
gritar,  y  á  contrahacer  la^aves  de  la 
agua  unos  á  las  añades,  otros  á 
unas  aves  conocidas  del  agua  que 
llamaban  pipitsti;  otros  á  los  cuer- 
bos  marinos,  otros  á  las  garzotas 
blancas,  y  otros  á  las  garzas.  Aque- 
llas palabras  que  decía  el  Sátrapa, 
parece  que  eran  invocaciones  del 
demonio  para  hablar  aquellos  len- 
guajes de  aves  en  la  agua.  Donde 
estos  se  bañaban  estaban  unos  ba- 
rales  incados,  cuatro  dias  arreo 
hadan  de  esta  manera.  En  acabán- 
dose de  bañar  salian  del  agua  y  to- 
maban sus  alhajas  que  habian  traí- 
do, y  volvían  á  su  monasterio  des- 
nudos, y  tañendo  con  sus  pitos  y 
caracoles,  y  en  llegando  al  calme- 
cac  echábanse  todos  sobre  aquellos 
petates  de  juncias  verdes,  y  cubrían- 
se con  sus  mantas  para  dormir. 
Unos  estaban  muertos  de  frío,  otros 
dormían,  otros  velaban,  algunos  dor- 
mían profundamente,  otros  con  sue- 
ño liviano,  algunos  soñaban,  otros 
hablaban  entre  sueños,  otros  se 
levantaban  durmiendo,  otros  ron- 


caban, otros  resoplaban,  otros  da- 
ban gemidos  durmiendo;  todos  esta- 
ban revueltos  mal  echados,  y  has- 
ta medio  dia  no  se  levantaban: 
puestos  ya  en  pie  los  ministros  y  Sá- 
trapas luego  se  aderezaban  el  Sátra- 
pa de  los  ídolos  con  sus  ornamentos 
acostumbrados  tomaba  su  incensa- 
rio, é  incensaba  por  todas  las  capi- 
llas y  altares  á  todas  las  estatuas 
de  los  ídolos:  iban  delante  de  él 
acompañándole  Sátrapas  viejos  lla- 
mados Quaquacuilti.  En  acabando 
de  incensar  en  todas  las  partes  acos- 
tumbradas, luego  íbanse  todos  a 
comer  y  se  sentaban  en  corrillos 
para  comer  en  el  suelo,  puestos  en 
cuclillas  como  siempre  suelen  ha- 
cerlo, y  luego  daban  a  cada  uno 
su  comida,  como  se  la  enviaban 
de  su  misma  casa;  y  si  alguno  to- 
maba la  comida  agena,  ó  la  troca- 
ba, castigábanle  por  ello.  Eran  muy 
recatados  y  curiosos  que  no  derra- 
masen gota,  ni  pizca  de  la  comida 
que  tomaban  allí  donde  comian;  y 
si  alguno  derramaba  alguna  gota 
de  la  mazamorra  que  sobraba,  ó  del 
chilmolU,  en  que  mojaban,  luego  le 
notaban  la  culpa  para  castigarle, 
si  no  redimía  su  culpa  con  alguna 
paga.  Concluida  la  comida,  luego 
iban  á  cortar  ramas,  que  llamaban 
acxoiatl;  y  donde  no  había  estos  ra- 
mos cortaban  en  su  lugar  cañas 
verdes,  y  traíanlos  todos  al  templo 
hechos  hacecillos,  y  sentábanse  to- 
dos juntos  y  esperaban  á  la  hora 
que  les  había  de  hacer  señal  para  que 
fuesen  á  enramar  las  capillas  que  te- 
nían por  tarea  señaladas.  Hecha  la 
seña  que  esperaban,  arrancaban  to- 
dos juntos  con  sus  ramos  y  cañas 
con  priesa  muy  diligente,  y  cada  uno 
iba  derecho  al  lugar  donde  había 
de  poner  sus  ramos;  si  alguno  erra- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


489 


ba  el  puesto  donde  había  de  poner 
las  cañas,  6  quedaba  atrás  de  sus 
compañeros,  y  no  llegaba  juntamen- 
te con  los  otros  al  poner  de  las  ca- 
ñas, penábanle  y  había  de  pagar 
una  gallina  ó  un  maxtle,  ó  una 
manta,  y  los  pobres  pagaban  una  bo- 
la de  masa  en  una  jicara  puesta. 
Estas  penas  eran  para  el  acusador, 
y  se  pagaban  en  los  cuatro  días, 
porque  en  el  quinto  ninguno  se  po 
día  redimir,  sino  que  habia  de  ser 
castigado.  Llegada  la  fiesta,  todos 
hacían  la  comida  que  se  llamaba 
etsalli,  no  quedaba  nadie  que  no  la 
hiciese  en  su  casa.  Este  etsalli  era 
hecho  de  maíz  cocido  á  manera  de 
arroz  y  era  muy  amarillo.  Des- 
pués de  hecho,  todos  comian  de  él, 
y  daban  á  otros:  después  de  comi- 
do, los  que  querían  bailaban  y  re- 
gocijábanse, muchos  se  hacían  sa- 
harrones,  disfrazados  de  diversas 
maneras,  y  traían  en  las  manos 
unas  ollas  de  asa  que  llamaban  Xa- 
cuicolli;  andaban  de  casa  en  casa 
demandando  etsal,  cantaban  y  bai- 
laban á  las  puertas,  y  decían  sus 
cantarejos,  y  á  la  postre  decían:  si 
no  me  das  el  maíSy  ahujerarte  hé  la 
casa:  el  dueño  de  ella,  luego  les 
daba  una  escudilla  de  aquel  alimen- 
to. Andaban  estos  de  dos  en  dos,  ó 
de  tres  en  tres,  &c:  comenzaban  es- 
te regocijo  á  la  medía  noche  y  Ce- 
saba en  amaneciendo.  Al  salir  el  sol 
aparejábanse  los  Sátrapas  con  sus 
ornamentos  acostumbrados,  unaxa- 
queta  debajo,  y  encima  de  ella  una 
manta  delgada  trasparente  que  se 
llama  a/awA^Wé'w/W,  pintada  de  plu- 
mas de  Papagayo  aspadas  ó  cru- 
zadas Después  de  ésto,  poníanle 
acuestas  una  flor  de  papel  grande 
redonda,  á  manera  de  rodela,  y 
después   le    ataban    al   colodrillo 


unas  flores  también  de  papel  frun- 
cidas, que  sobraban  á  ambas  par- 
tes de  la  cabeza  á  manera  de  ore- 
jas, como  medios  círculos:  teñían- 
le la  delantera  de  la  cabeza  con 
color  azul,  y  sobre  la  color  echa- 
ban margagita.  Llevaba  este  Sá- 
trapa colgando  de  la  mano  dere- 
cha una  talega  ó  zurrón  hecho  de 
cuero  de  tigre  bordada  con  unos  ca- 
racolítos  blancos,  á  manera  de 
campanitas,  que  iban  sonando  los 
unos  con  los  otros:  á  la  una  esquina 
del  zurrón  iba  colgando  la  cola  del 
tigre,  y  á  la  otra  los  dos  pies,  y  á  la 
otra  las  dos  manos.  En  e.ste  zurrón 
llevaba  incienso  para  ofrecer;  mas 
éste  compuesto  de  una  yerba  que 
llamanjy/flr«^/// seca  y  molida,  delan- 
te de  este  Sátrapa  iba  un  ministro 
que  llaman  quaqualli,  y  llevaba 
sobre  el  hombro  una  tabla  de  an- 
chura de  un  palmo,  y  de  largura  de 
dos  brazas:  á  trechos  iban  unas  so- 
najas en  esta  tabla,  unos  pedazue- 
los  de  madero,  rollizos  y  atadas  á 
la  misma  tabla  y  dentro  de  ella  iban 
sonando  los  unos  con  los  otros:  Hu- 
mábase esta  tabla  ayauhchicaoas- 
tu.  Otros  ministros  iban  delante  de 
este  Sátrapa,  y  llevaban  en  brazos 
unas  imágenes  de  dioses,  hechas  de 
aquella  goma  que  salta  y  es  negra,  y 
la  llaman  m///:  conocíanse  estas  imá- 
genes con  el  nombre  de  Ulteteu,  que 
quiere  decir  dioses dehilli:  otros  mi- 
nistros llevaban  en  brazos  otros 
pedazos  de  copal  hechos  á  manera 
de  panes  de  azúcar  en  forma  pirami- 
dal. Cada  uno  de  estos  pedazos  de  co- 
pal lie  vaba  en  la  parte  aguda  una  plu- 
ma rica  que  es  de  quetsal.  Estando 
ordenados  de  esta  manera,  toma- 
ban las  cornetas  y  caracoles,  y  lue- 
go comenzaban  á  ir  por  su  camino 
adelante  en  esta  procesión,  lá  cual 
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490 


ANALBS  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


se  hacia  para  llevar  á  los  que  ha- 
bían hecho  algún  defecto  de  los  que 
se  dijeron  atrás,  al  lugar  donde  los 
hablan  de  castigar,  y  asi  los  lleva- 
ban presos  en  esta  procesión.  Ca- 
minaban asidos  por  los  cabellos  del 
cogote,  para  que  no  se  huyesen:  á 
algunos  de  ellos  llevaban  tomados 
por  las  maxtles  que  llevaban  ceñi- 
dos, y  á  los  muchachos  sacristane  jos 
que  también  hablan  hecho  algún 
defecto,  llevábanlos  puestos  sobre 
los  hombros,  sentados  en  un  senta- 
deruelo' hecho  de  espadañas  verdes, 
y  los  otros  muchachos  que  eran 
mayorcillos,  iban  asidos  de  la  mano, 
y  llevándolos  á  la  agua  donde  los 
habían  de  castigar,  los  arrojaban  en 
ella  donde  quiera  que  hallaban  algu- 
na laguna  en  el  camino,  y  maltratá- 
banlos de  puñadas  y  coces  y  empe- 
llones, y  los  arrojaban  y  revolcaban 
en  el  lodo  de  cualquiera  laguna  que 
estaba  en  el  mismo  camino.  De  esta 
manera  eran  conducidos  hasta  la 
orilla  del  agua  donde,  los  habían  de 
zambullir,  la  cual  llamaban  toteco. 
Allegados  á  la  orrilla  del  agua  el 
Sátrapa  y  los  otros  ministros,  que- 
maban papel  en  sacrificio,  y  las 
formas  de  copal  que  llevaban,  y 
las  imágenes  de  ulliy  y  echaban  in- 
cienso en  el  fuego,  y  otro  derrama- 
ba en  rededor  sobre  las  esteras  de 
juncia  con  que  estaba  adornado 
aquel  lugar.  Juntamente  con  esto  los 
que  llevaban  los  culpados,  arrojá- 
banlos en  la  agua,  cuyos  golpes 
hacían  gran  estruendo,  alzaban  la 
agua  echándola  en  alto  por  razón 
de  los  que  caían  en  ella,  y  los  que 
salían  arriba,  tornábanlos  á  zabu- 
llir; algunos  que  sabían  nadar,  iban 
por  debajo  del  agua  á  su  morguio 
y  salían  lejos,  y  así  se  escapaban: 
pero  á  los  que  no  sabían  nadar,  de 


¡  tal  manera  los  fatigaban,  que  los 
dejaban  por  muertos  á  la  orilla  del 
estanque,  allí  los  tomaban  sus  pa- 
rientes y  los  colgaban  de  los  píes, 
para  que  echasen  fuera  el  agua  que 
habían  bebido  por  las  narices  y  por 
la  boca.  Esto  acabado  volvíanse  to- 
dos por  el  mismo  camino  que  ha- 
bían venido  en  procesión:  iban  ta- 
ñendo sus  caracoles  acia  el  Cú  ó 
monasterio  de  donde  habían  veni- 
do, y  á  los  castigados  llevábanlos 
sus  parientes  á  sus  casas:  iban  to- 
dos lastimados  y  temblando  de  frío, 
y  batiendo  los  dientes,  y  así  los 
llevaban  á  sus  familias  para  que 
convaleciesen.  Envolviendo  los  Sá- 
trapas de  su  monasterio,  echaban 
otra  vez  esteras  de  juncias  como 
jaspeadas,  y  también  espadañas,  y 
luego  comenzaban  el  ayuno  de  cua- 
tro días,  al  cual  llamaban  netlaca- 
caoalistli.  En  este  ayuno  no  se  acu- 
saban los  unos  á  los  otros,  ni  tam- 
poco comían  á  medio  día.  En  dichos 
cuatro  días  los  sacrístanejos  apa- 
rejaban todos  los  ornamentos  de 
papel  que  eran  menester  para  todos 
los  ministros,  y  también  para  sí: 
uno  de  estos  ornamentos  se  llama- 
ba//a9w^c/r/>awb/// que  quiere  decir 
ornamento  que  vá  sobre  el  pescue- 
zo: el  otro  se  llamaba  amacuexpalli. 
era  ornamento  que  se  ponían  tras  el 
colodrillo,  como  una  flor  hecha  de 
papel:  el  otro  se  llamaba  yiatastli, 
que  era  un  zurrón  para  llevar  in- 
cienso, este  que  era  de  papel  com- 
prábase en  el  tianqutBtli:  así  mismo 
compraban  unos  sartales  de  palo, 
los  cuales  se  vendían  también  en 
el  mercado.  Acabados  los  cuatro 
días  del  ayuno,  luego  se  adornaban 
los  Sátrapas  con  aquellos  atavíos, 
y  también  todos  los  ministros.  El 
día  de  la  fiesta  luego  á  la  mañana 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


491 


se  ponían  en  la  cabeza  de  color  azul; 
poníanse  en  la  cara  y  en  los  rostros 
miel  mezclada  con  tinta,  y  todos  lle- 
vaban colgados  sus  zurrones  con 
incienso,  y  bordados  con  caracoli- 
llos blancos.  Los  zurrones  de  los 
Sátrapas  mayores,  eran  de  cuero  de 
tigre,  y  los  de  los  otros  menores 
eran  de  papel  pintado  á  manera  de 
tigre:  algunos  de  estos  zurroncíllos 
los  figuraban  á  semejanza  del  ave 
que  se  llama  Atsitsicuilotl ,  y  otros 
á  manera  de  patos;  todos  llevaban 
sus  inciensos  en  los  dichos  zurrones. 
Después  de  estar  todos  ataviados, 
comenzaban  luego  su  fiesta  é  iban 
en  procesión  al  Cú,  y  delante  de  to- 
dos el  Sátrapa  del  Tlaloc,  Este  lle- 
vaba en  la  cabeza  una  corona  hecha 
á  manera  de  escriño,  justa  á  las 
sienes  y  ancha  arriba,  y  del  medio 
de  ella  salían  muchos  plumages. 
Llevaba  la  cara  untada  con  ulli  de- 
rretido que  es  negro  como  tinta,  y 
una  xaqueta  de  tela  que  se  llamaba 
aiatl:  llevaba  asimismo  una  caran- 
toña fea  con  grande  nariz  y  una  ca- 
bellera grande  hasta  la  cinta:  esta 
cabellera  estaba  ingerida  con  la  ca- 
rátula. Seguíanle  todos  los  otros  mi- 
nistros y  Sátrapas,  é  iban  hablando 
como  quien  reza,  hasta  llegar  al  Cú 
de  Tlaloc.  En  llegando  el  Sátrapa  de 
aquel  dios,  parábanse,  y  luego  ten- 
dían esteras  de  juncos,  y  también  ho- 
jas de  juncias  empolvorizadas  con 
incienso:  luego  sobre  las  esteras  po- 
nían cuatro  chalchivites  redondos  á 
manera  de  bolillas,  y  luego  daban 
al  Sátrapa  un  garabatíllo  tefiido 
con  azul;  con  este  tocaba  á  cada  una 
de  las  bolillas,  y  en  tocando  hacía  un 
ademan  como  retrayendo  la  mano, 
y  daba  una  vuelta,  y  luego  iba  á 
tocar  la  otra  y  hacía  lo  mismo,  y 
así  tocaba  á  todas  cuatro  con  sus 


voltezuelas.  Concluido  esto  sembra- 
ba incienso  sobre  las  esteras  de 
aquello  que  llaman  yiauhtli:  espar- 
cido el  incienso,  dábanle  luego  la 
tabla  de  las  sonajas,  y  comenzaba 
á  hacer  sonido  con  ella  meneándo- 
la, para  que  sonasen  los  palillos  que 
en  medio  estaban  interpolados,  ó 
atados.  Hecho  esto,  luego  se  comen- 
zaban todos  á  ir  para  sus  casas  y 
monasterios,  y  á  los  castigados  lle- 
vaban á  sus  familias.  Luego  se  des- 
componían de  los  ornamentos  que 
iban  adornados;  y  se  sentaban,  y  á 
la  noche  comenzaban  la  fiesta,  to- 
caban sus  ^^/)0wa^//^5,  y  sus  caraco- 
les, y  los  otros  instrumentos  musi- 
cales sobre  el  Cú  de  Tlaloc,  y  can- 
taban en  los  monasterios,  y  toca- 
ban las  sonajas  que  suelen  traer  en 
los  areytos.  De  todos  estos  instru- 
mentos se  hacia  una  música  muy 
festiva,  y  hacían  velar  toda  aquella 
noche  á  los  cautivos  que  habían  de 
matar  el  día  siguiente,  que  los  llama- 
ban imágenes  de  los  Tlaloques;  lle- 
gados á  la  media  noche  que  ellos 
llamaban  ioaxcliui,  comenzaban  lue- 
go á  matarlos.  A  los  que  primero 
mataban  decían  que  eran  el  funda- 
mento de  los  que  eran  imágenes  de 
los  Tlaloques,  que  iban  aderezados 
con  los  mismos  ornamentos  de  es- 
tos y  decían  eran  sus  imágenes,  y 
así  ellos  morían  á  la  postre;  íban- 
se  á  sentar  sobre  los  qne  primero 
habían  muerto.  Acabado  de  matar 
á  estos,  luego  tomaban  todas  las 
ofrendas  de  papel,  plumajes,  pie- 
dras preciosas  y  chalchivites,  y  los 
llevaban  á  un  lugar  de  la  laguna» 
que  llamaban  Pantitlan.  que  es  fron- 
tero de  las  atarazanas  (ó arsenales). 
También  llevaban  los  corazones  de 
todos  los  que  habían  muerto,  metí- 
dos  en  una  olla  pintada  de  azul  y 


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492 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


teñida  con  Ullien  cuatro  partes,  tam- 
bién los  papeles  iban  todos  mancha- 
dos de  Ullí.  Todos  los  que  estaban 
presentes  á  esta  ofrenda  y  sacrifi- 
cio, tenían  en  las  manos  aquella  yer- 
ba que  IJaman  i¡otauhiatl,  que  es  casi 
como  inciensos  de  Castilla,  y  con 
ellos  estaban  ojeando  como  quien 
ojea  moscas  sobre  sus  caras,  y  de 
sus  hijos,  y  decian  que  con  esto 
ojeaban  los  gusanos  para  que  no  en- 
trasen en  los  ojos,  ni  se  causase 
aquella  enfermedad  en  ellos  que  lla- 
man ixocuillooalistli;  otros  metian 
estayerbaen  las  orejas.  También  por 
via  de  superstición  traían  otros  es- 
ta yerba  empuñada,  ó  apretaba  en 
una  mano.  Llegados  con  todas  sus 
ofrendas  y  con  los  corazones  de 
los  muertos,  metíanse  en  una  canoa 
grande  que  era  del  rey,  y  luego  co- 
menzaban á  remar  con  gran  priesa: 
los  remos  de  ella,  todos  iban  teñidos 
de  azul,  y  manchados  con  Ulli.  Lle- 
gados al  lugar  donde  se  debia  de  ha- 
cer la  ofrenda,  el  cual  se  llamaba 
Pantitlan,  metian  la  madera  entre 
muchos  maderos  que  allí  estaban 
hincados  en  cerco  de  un  sumidero 
que  allí  habia  que  llamaban  aohtoc. 
Entrando  entre  los  maderos,  luego 
los  Sátrapas  comenzaban  á  tocar 
sus  cornetas  y  caracoles  puestos  de 
pies  en  la  proa  de  la  canoa,  y  daban 
al  principal  de  ellos  la  olla  con  los 
corazones;  echábanlos  luego  en  me- 
dio de  aquel  espacio  que  estaba  en- 
tre los  maderos,  que  era  aquel  que 
tomaba  aquella  cueva  donde  el  agua 
se  sumía.  Dicen,  que  echados  los  co- 
razones se  alborotaba  el  agua  y  ha- 
cia olas,  y  espumas:  arrojados  los  co- 
razones en  el  agua,  echaban  tam- 
bién las  piedras  preciosas  y  los  pa- 
peles de  la  ofrenda,  á  los  cuales 
llamaban  tetevitl:  atábanlos  en  lo 


alto  de  los  maderos  que  allí  esta- 
ban hincados;  y  también  colgaban 
algunos  de  los  chalchivites  y  pie- 
dras preciosas  en  los  mismos  pa- 
peles. Acabado  todo  esto  salíanse 
de  entre  los  maderos,  y  luego  un 
Sátrapa  tomaba  un  incensario  á  ma- 
nera de  caco,  y  ponía  en  él  cuatro 
de  aquellos  papeles  que  llamaban 
tetehuitl,  y  encendíalos,  y  estando 
ardiendo  hacia  un  ademan  de  ofren- 
da acia  donde  estaba  el  sumidero, 
y  luego  arrojaba  el  incensario: 
practicado  esto  volvía  la  canoa  acia 
tierra,  y  comenzaban  á  remar  y 
aguijar  acia  afuera  donde  llaman  Te- 
tamacalco,  que  éstG  era  el  puerto  de 
las  canoas,  luego  todos  se  bañaban 
en  el  ipismo  lugar;  de  allí  lleva- 
ban la  canoa  á  donde  la  solían  guar- 
dar. Todo  lo  sobredicho  se  hacia 
desde  medianoche  arriba  hasta  que 
amanecía.  Al  romper  de  la  maña- 
na, y  todas  las  cosas  acabadas,  to- 
dos iQs  Sátrapas  se  iban  á  lavar  á 
los  lugares  donde  ellos  lo  solían 
hacer,  y  lo  ejecutaban  todos  con 
agua  para  quitar  la  color  azul,  sola- 
mente dejaban  la  delantera  de  la 
cabeza  y  si  alguno  de  los  Sátrapas 
ó  ministros  de  los  ídolos  que  esta- 
ban acusados  habían  de  ser  casti- 
gados, entonces  cuando  se  lavaban 
con  el  agua  azul,  le  traían  y  le  cas- 
tigaban como  los  arriba  dichos.  He- 
cho esto,  luego  se  iban  á  su  monas- 
terio y  sacaban  todas  las  esteras  de 
juncos  verdes  que  habían  puesto  y 
las  echaban  fuera  del  monasterio 
detras  de  la  casa.  Estas  son  las  ce- 
remonias que  se  hacían  en  la  fiesta 
que  se  llama  EtsalqualistU.^ 

Paso  y  Troncoso  ha  encontrado 
que  la  fiesta  principal  de  esta  vein- 
tena tiene  relación  astronómica  con 
los  sucesos  verificados  en  ese  mes 


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SBGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


493 


y  en  los  contiguos  en  el  paso  del  sol 
por  el  zenit;  y  como  es  la  primera 
ocasión  en  que  se  hace  la  interpre- 
tación de  las  fiestas  con  relación  al 
sol,  hemos  creído  muy  conveniente 
transcribir  el  texto  del  autor  citado. 
Interpretando  la  lámina  XXVIII  del 
Códice  Borbónico  dice: 

« No  trae  más  la  pintura;  pero  aquí 
debo  agregar,  completando  lo  que 
ya  se  dijo  en  el  mes  Tepopoxhui- 
li^tli,  que  si  fuere,  como  sospecho, 
uno  de  los  cabal  leros  del  Sol  ese  per- 
sonaje vistosamente  adornado  de 
plumas,  tendríamos  un  nuevo  sim- 
bolismo del  2.°  tránsito  solar  por  el 
zenit  de  México,  que  coincide  con 
el  cómputo  comparado  de  Sahagún, 
y  cae  72  días  después  del  primero; 
es  decir,  que  poniendo  el  l.er  paso 
zenital  á  mediados  del  mes  Toxkatl, 
el  2.^  paso  coincidirá  con  los  prime- 
ros días  del  mes  Tlaxoseimako;  y 
todo  se  confirma  con  el  citado  cóm- 
puto de  Sahagún,  calculando  la  di- 
ferencia de  10  días  no  corregidos 
aún  por  Gregorio  XIII.»  (Véase  la 
continuación  de  este  texto  de  Paso 
y  Troncoso  en  el  artículo  Tlaxochi- 
MACO,  pág  286  de  este  tomo.) 

El  Códice  Nuttall  describe  la 
fiesta  en  los  términos  siguientes: 

«Esta  figura  Uamavan  los  yndios. 
huei  micalhuitl  qes  gran  fiesta,  otros 
la  llaman.  Xucutl.  gueci.  porque  en- 
ella  levantauan  un  árbol,  muy  alto 
encuya  cunbre.  estaua  sentado  vn 
yndio.  alqual  subiendo,  otros  yn- 
dios. Y  trepando  por  vnos  cordeles 
q.  estañan  atados  al  árbol,  de  rri- 
baban  dealli  abaxo  al  questaua  á 
Riba  y  le  tomavan  vnos  tamales, 
que  ellos  llaman  teuQoalle.  q.  quie- 
re dezir  pan  de  dios,  y  por  tomar 
a  Vno  mas  q .  otro,  loderribaban.  aba- 
xo. de  los  yndios  sematauan.  por  to- 


mar de  dello  como  pan  ben  dito,  y 
después  echauan  en  el  fuego  al  q.  de- 
rribauan.  del  árbol,  yle  enbafia  van 
la  cabera,  por  q.  aunque  seasase  no 
se  hiziese  daflo:  el  fuego  alos  cabe- 
llos ni  cabe<;^.  para  q.  después  le 
comiesen  asado,  yla  cabera  deso- 
llada, se  Vestiese  el  cuerpo  otro,  y 
bailase  conella  delante  el  demonio 
aquienla  fiesta  era  dedicada  q.  lla- 
man huc  teutl.* 

Eran  los  signos  del  mes  un  muer- 
to amortajado,  ó  la  representación 
de  la  misma  fiesta  de  Xocotl,  vién- 
dose á  lo  lejos  á  aquel  como  símbo- 
lo principal.  El  primer  signo  se  re- 
fiere al  nombre  que  daban  los  tlax- 
caltecas al  mes:  Hueymiccaihuitly 
«fiesta  grande  de  los  muertos.»  Se- 
gún Clavigero  representaban  los 
tlaxcaltecas  al  mes  anterior  y  á  és- 
te con  dos  calaveras,  una  chica  y 
otra  grande. 

Xocotl.  (Xocotl,  fruta,  y,  figurada- 
mente, árbol.)  Nombre  que  daban  al 
árbol  que  cortaban  en  el  mes  Tía- 
xochintaco  para  la  fiesta  del  mes 
siguiente,  llamado  Xocohuetsi.  (V.) 

Xocotzin.  (Xocotl,  fruto,  tain,  di- 
minutivo estimativo.)  Nombre  que 
daban  á  la  cuarta  y  última  herma- 
na de  Ixcm'na.  (V.) 

Xocoyotl.  Nombre  que  daban  al 
último  hijo  de  un  matrimonio.  Xo- 
coyotl se  compone  de  Xocotl,  fruto 
ácido,  agrio,  y  de  yo  ti,  desinencia 
con  que  se  forman  nombres  abstrac- 
tos que  significan  el  ser  de  la  cosa 
ó  lo  que  pertenece  ó  es  anexo  á  ella; 
así  de  teotl,  dios,  se  forma  teoyotl, 
divinidad,  lo  perteneciente  á  dios; 
de  la  misma  manera,  de  Xocotl,  se 
forma  Xocoyotl,  fructificación.  De  un 
matrimonio  que  ha  tenido  prole, 
se  dice  en  mexicano  que  es  Xocoyo. 
esto  es,  que  ha  sido  fructuoso,  y  el 
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494 


ANALBS  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Último  de  los  hijos  es  el  complemen- 
to de  la  fructuación,  y  de  aquí  vie- 
nen las  ideas  de  último  hijo,  el  más 
joven.  Nombre  de  una  de  las  cuatro 
mujeres  que  acertaron  á  señalar  el 
lugar  por  donde  debía  aparecer 
el  sol  cuando  fue  creado  enTeotihua- 
can.  (V.) 

Xochcua.  (Xóchitl,  flor;  cua,  apó- 
cope de  cuani,  el  que  come:  «come 
flores.»)  Dios  adorado  en  el  templo 
de  Netlatiloyan,  compañero  de  Na- 
nahuatl.  Ambos  dioses  eran  consi- 
derados como  destructores  de  las 
flores  y  plantas,  y  se  les  tributaba 
culto  inspirado  por  el  miedo. 

Xochicahuaca.  (Véase  Amoxoa- 

QUE.) 

Xochicalaquia.  (Xóchitl,  flor;  ca- 
laquia,  pagar  tributo  ú  ofrenda:  «tri- 
buto ú  ofrenda  de  flores.»)  Ceremo- 
nia de  la  fiesta  que  hacían  en  la 
veintena  Tlaxochimaco  ó  Miccail- 
huitontli,  Chavero  la  describe  en 
los  términos  siguientes: 

« Concluida  la  ceremonia  de  los  sa- 
cerdotes seguía  Ja  de  los  guerreros. 
Salían  muy  aderazados  y  gala- 
nos con  rosas  en  las  m^nos,  al  cuello 
y  en  la  cabeza,  y  juntamente  con  ellos 
sus  mujeres  y  mancebas,  con  el  cabe- 
llo suelto  y  cortado  por  delante  enci- 
ma de  las  orejas  y  sobre  él  guirnal- 
das de  la  flor  amarilla  llamada  c^w- 
poalxochitl,  vestidas  lujosamente, 
los  brazos  cubiertos  de  vistosas  plu- 
mas, con  zarcillos  de  oro  y  rosas 
también  en  las  manos.  Y  así  bailaban 
todo  el  día  entretejidas  con  los  gue- 
rreros con  gran  concierto  y  mesura. 
Acabado  el  baile  tomaban  sus  guir- 
naldas y  los  collares  de  rosas  de  los 
hombres  y  subían  á  ofrecerlas  todas 
al  dios  Huitsilopochtli:  llamaban  á 
esta  ceremonia  Xochipayna  ó  Xochi- 
calaquia. Entonces  los  mancebos 


del  Calmecac  se  lanzaban  á  porfía 
á  escalar  el  templo  para  tomar  las 
rosas,  y  con  esta  contienda  y  rego- 
cijo concluía  la  fiesta,  proclamán- 
dose vencedores  á  los  cuatro  prime- 
ros mancebos  que  tomaban  las  ro- 
sas.» 

XochicalCO.  T^VaS^XoCHICALLl.) 

XochioallL  (Xóchitl,  ílov;  calli, 
casa:  «Casa  de  flores.  *;  Nombre  que 
daban  á  algunos  templos,  á  los  te- 
mascales y  á  algunos  dioses.  Esta 
diversa  aplicación  del  nombre  re- 
vela que  le  daban  significación 
translaticia  ó  metafórica.  En  efec- 
to, Paso  y  Trocoso,  hablando  de  las 
fiestas  celebradas  en  la  veintena 
Xocohuetsi,  dice  que  la  diosa  Atlan- 
tonan  era  reverenciada  en  dichas 
fiestas,  y  en  una  nota  pertinente  á 
este  pasaje,  expone  lo  siguiente: 

«La  semejanza  de  Atl alonan  mo- 
ría en  XuxikalkOy  66.°  edificio  del 
Templo  mayor:  el  nombre  literal- 
mente significa  «en  la  casa  de  flo- 
res;» pero  metafóricamente  quiere 
decir  «en  la  casa  del  baño  de  va- 
por,» pues  el  /^w«f*a//i  llamábase 
también  Xuxikalli:  cuándo  le  da- 
ban este  último  nombre,  llamaban 
al  numen  del  baño  Xuxikaltcin  y 
como  sabemos  que  Tema  fkal  te  fiera, 
ese  numen,  tenemos  aquí  nuevos 
materiales  que  agregar  á  los  que 
ya  se  han  empleado  en  la  sinonimia 
de  Toci.» 

Esta  opinión  de  Paso  y  Troncoso 
se  confirma  con  un  pasaje  de  Saha- 
gún.  Hablando  éste  de  cómo  una 
matrona  parienta  del  mozo,  habla- 
bla  á  la  portera  para  que  se  encar- 
gara del  parto  de  la  preñada,  y  de 
cómo  la  partera  respondía  aceptan- 
do el  ruego,  y  de  los  avisos  que  da- 
ba á  la  preñada  para  que  su  parto 
no  fuera  dificultoso,  dice:  «Señora 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


495 


aquí  estáis  presente,  y  os  ha  tráido 
nuestro  señor  que  está  en  todo  lugar, 
persona  honrada  y  digna  de  venera- 
ción; también  aqui  están  presentes 
viejos  y  viejas  vuestros  mayores:  sa- 
bed pues  señora  que  esta  mosuela 
está  preñada,  la  cual  es  muger  casa- 
da con  N.  y  también  está  aqui  vues- 
tro siervo.  Sus  padres  y  sus  parien- 
tes os  la  presentan  y  encomiendan, 
porque  nuestro  señor  que  rige  el 
mundo,  quiere  hacer  con  ellos  mise- 
ricordia en  darles  una  piedra  pre- 
ciosa, y  una  pluma  rica,  que  es  la 
criatura  que  ya  tiene  adentro  del 
vientre  de  la  madre  que  esta  aquí, 
que  es  esta  mosa  vuestra  siervaque 
se  llama  N.,  la  cual  está  casada  con 
vuestro  siervo  y  criado  N.  Este  la 
pone  en  vuestras  manos,  en  vues- 
tro regazo,  y  sobre  vuestras  espal- 
das; y  también  los  viejos  y  viejas, 
parientes,  padres  y  madres  de  ella, 
os  encomiendan  esta  su  hija  ahora. 
Señora,  metedla  en  el  baño  como 
sabéis  que  conviene,  que  es  la  casa 
de  nuestro  señor  llamado  Xuchical- 
tsin,  adonde  se  arrecian  y  esfuerzan 
los  cuerpos  de  los  niños,  por  Ja  ma- 
dre y  abuela,  que  es  la  señora  dio- 
sa llamada  Yoalticitl,  Entre  pues 
esta  mosa  en  el  baño  por  vuestra 
industria,  porque  ya  ha  llegado  al 
tiempo  de  tres  ó  cuatro  meses  que 
ha  concebido.  ¿Que  os  parece,  se- 
ñora de  esto?  No  queremos  que  por 
nuestro  saber  la  pongamos  en  oca- 
sión de  enfermedad:  ¿por  ventura 
aún  no  es  tiempo  de  enderezarle  la 
criatura  ni  llegar  á  ella?  Estas  pa- 
labras habéis  oído  en  obsequio  de 
nuestra  muy  am^da.  Deseo  conten- 
to á  vuestro  corazón  y  á  vuestro 
cuerpo  con  toda  salud:  no  hay  otra 
persona  mas  hábil  para  hablaros 
con  aquella  cortesía  y  concierto  de 


palabras  que  vos  señora  merecéis; 
y  si  la  hubiera,  no  las  escondieran 
estos  viejos  y  viejas,  padres  y  ma- 
dres de  los  casados  que  aquí  están, 
que  han  brotado  y  procedido  de  los 
abuelos  y  antepasados,  señores  y 
progenitores  de  esta  señora  N.  y  de 
su  marido  vuestro  siervo  y  cria- 
do N.» 

En  este  pasaje  se  ve  claramente 
que  Ja  diosa  Yoalticiil  es  la  diosa 
de  los  temascales,  llamada  también 
Temascalteci,  como  dice  Paso  y 
Troncoso. 

Cuando  XocMcalli  es  el  nombre 
de  un  edificio  lleva  pospuesta  la 
posposición  co  que  significa  «en,» 
«lugar  de. ... »  Lleva  este  nombre 
el  66.^  edificio  de  los  78  en  que  se 
dividía  el  templo  mayor  de  Méxi- 
co. De  este  edificio  dice  Sahagún: 

« era  un  Cú  edificado  á  honra 

de  los  dioses  Tlatlauhquicinteutl, 
y  también  de  la  diosa  Atlatonan,  y 
cuando  mataban  una  muger  que  era 
imagen  de  esta  diosa,  desollábanla, 
y  uno  de  los  Sátrapas  vestía  su  cue- 
ro, esto  se  hacia  de  noche:  luego  de 
mañana  andaba  bailando  con  el  cue- 
ro vestido  de  aquella  que  había 
muerto:  esto  se  hacía  cada  año  en 
la  fiesta  de  Ochpanistli.* 

Lleva  también  el  nombre  de  Xo- 
chicalco  el  grandioso  edificio  que  se 
halla  en  ruinas  en  el  Estado  de  Mo- 
relos,  que  ha  dado  lugar  á  innume- 
rables investigaciones  sobre  su  ori- 
gen. Chavero,  hablando  en  general 
de  las  ruinas  prehistóricas  de  Mé- 
xico, refiriéndose  á  Xochicalco,  ex- 
pone lo  siguiente: 

«Y  en  efecto,  en  ese  rumbo  esta- 
ba la  fortaleza  de  Xochicalco,  que 
es  en  nuestra  creencia  la  obra  más 
notable  de  nuestras  antigüedades. 
El  nombre  mencionado  no  fué  el 


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496 


ANATAS  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


suyo  primitivo:  se  lo  impusieron  los 
mexica.  Como  vieran  primorosa- 
mente esculpidos  sus  muros  de  pie- 
dra, llamáronla  casa  de  flores,  pues 
eso  quiere  decir  Xochicalco.  Guar- 
daba la  fortaleza  la  frontera,  y  al 
mismo  tiempo  una  gran  ciudad  que 
á  su  amparo  se  levantaba  y  de  la 
cual  quedaban  vestigios.  Era  la 
llave  de  la  serie  de  montañas  del 
actual  estado  de  Guerrero,  mura- 1 
lias  inexpugnables  formadas  por  la 
Naturaleza. 

«Para  hacernos  cargo  de  la  mag- 
nificencia de  esa  obra,  vamos  á  su-  i 
ponerla  restaurada  y  á  considerar- 
la  como  estaba  en   sus  primeros 
tiempos.  En  la  ciudad  inmediata  se 
agrupaban  multitud .  de  casas  que  i 
habitaba  una  población  numerosa. 
Eran  las  casas  de  construcción  se-  j 
mejante  á  las  del  territorio  maya-  I 
quiche;  muros  bajos  de  tierra  ó  ma- ' 
dera  y  grandes  techos  inclinados  I 
cubiertos  de  palma»  á  lo  que  hay ' 
que  agregar  en  este  nuevo  rumbo 
un  portal  delante  de  cada  casa  sos- 1 
tenido  por  horcones  de  madera. 
Como  el  clima  es  muy  cálido  las 
habitaciones  no  necesitan  estar  bien 
cerradas;  bastaba  que  resguarda- 
ran de  la  lluvia  á  sus  moradores. 
Aún  cuando  aquel  pueblo  debió  ser 
agrícola,  pues  los  terrenos  son  de 
los  más  ricos  y  productivos  del  país, 
tenemos  que  considerarlo  más  bien, 
como  una  colonia  militar  avanzada 
en  la  frontera  para  defensa  del  sue- 
lo patrio.  En  la  ciudad,  pues,  hubo 
de  existir  la  pirámide,  sostén  del 
cuartel  de  las  armas.» 

«Figurémonos,  pues,  el  cuartel  en 
el  centro  de  la  ciudad  de  Xochical- 
co, y  á  poca  distancia  de  él  el  pala- 
cio y  el  templo  como  en  el  Cerro  de 
las  Juntas. 


Algunas  piedras  y  otras  huellas 
en  dirección  de  Miahuatlán,  parecen 
indicar  el  rumbo  de  la  ciudad.  Cal- 
culamos que  su  centro  era  un  cerro 
inmediato  al  monumento  de  que  nos 
estamos  ocupando,  pues  en  él  se 
han  descubierto  terraplenes  de 
mampostería  y  una  calzada  de  gran- 
des losas  de  mármol  que  conducen 
á  la  cumbre,  donde  se  hallan  toda- 
vía algunas  ruinas,  y  entre  ellas  los 
restos  de  una  pirámide  de  respeta- 
bles dimensiones.  Álzate  da  cuen- 
ta de  una  losa  esculpida  que,  según 
él,  representaba  un  Prometeo  ame- 
ricano. Contentémonos  con  creer 
que  eran  simplemente  un  guerrero  y 
una  águila.  Dicha  losa  cerraba  una 
cavidad  ó  entrada  de  un  subterrá- 
neo. Algunos  dicen  que  hay  huellas 
de  varios  caminos  en  dirección  del 
monumento,  pero  sólo  sabemos  que 
se  haya  autenticado  un  camino  real, 
amplio  y  empedrado.  Esto  basta- 
ría á  damos  á  conocer  la  existen- 
cia de  una  gran  ciudad,  bastante 
populosa  para  levantar  pirámides 
de  cantería,  construir  en  la  monta- 
fia  escaleras  de  mármol  y  hacer  un 
espacioso  y  empedrado  camino,  por 
donde  llegaban  en  romería  los  cre- 
yentes, á  adorar  una  deidad  su- 
perior, ó  numerosos  ejércitos,  á  de- 
fender la  frontera  y  á  luchar  por 
los  dioses  y  por  la  patria.  En  las 
grandes  teocracias,  solamente  un 
numeroso  pueblo  esclavo,  alentado 
por  el  fanatismo,  puede  levantar  mo- 
numentos como  la  pirámide  de  Xo- 
chicalco, monumento  que,  siguien- 
do la  lógica  de  nuestro  relato,  ve- 
nía á  ser  á  la  par  veneradísimo  san- 
tuario y  cindadela  inexpugnable. 

«Para  levantarla-  hiciéronle  un 
pedestal  de  una  montaña.  Tiene  és- 
ta ciento  cuatro  varas  de  altura. 


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SEGUNDA   ÉPOCA.  TOMO  V. 


497 


Rodeáronla  en  su  base  de  un  ancho 
y  profundo  foso.  Ahí  tendrá  una 
legua  de  circunferencia.  Diéronlela 
forma  de  homul,  haciéndole  artifi- 
cialmente cinco  pisos  que  van  de 
mayor  á  menor.  Los  pisos  ó  terra- 
plenes están  sostenidos  por  pare- 
des de  mampostería  d^  diferentes 
gruesos  y  elevaciones,  y  se  ven  un 
poco  inclinados  y  no  del  todo  ho- 
rizontales. No  tienen  dimensiones 
iguales  y  se  nota  que  siguieron  la 
misma  pendiente  del  cerro,  de  figu- 
ra algo  cónica,  para  darles  más  ó 
menos  altura  y  más  ó  menos  ancho. 
De  tal  manera  la  superficie  del  ce- 
rro de  Xochicalco  se  halla  toda  ó  la 
mayor  parte  fabricada  á  mano. 

«Para  comprender  el  grado  de 
fuerza, .  de  poder  y  civilización  á 
que  había  llegado  la  teocracia  de  los 
Pétela,  nos  basta  considerar  la  su- 
ma de  trabajo  emprendido,  la  can- 
tidad de  brazos  empleados,  el  nú- 
mero de  vidas  gastado  en  obra  tan 
colosal  y  en  un  clima  cálido  y  mor- 
tífero. Todo  está  revelando  una 
gran  potencia  nacional  y  una  gran 
esclavitud  en  las  masas;  una  casta 
guerrera  poderosísima  imponién- 
dose á  la  multitud,  y  una  casta  sa- 
cerdotal muy  inteligente,  subyu- 
gándola con  las  concepciones  fan- 
tásticas de  su  religión  y  deslum- 
hrándola con  el  faustoso  esplendor 
de  su  culto. 

«Pero  lleguemos  al  templo.  La 
plataforma  superior  de  esa  pirámi- 
de, que  en  unión  y  como  dos  tita- 
nes gemelos  levantaron  el  hombre 
y  la  Naturaleza,  se  extiende  en  fi- 
gura cuadrangular,  midiendo  ochen- 
ta y  nueve  varas  de  norte  á  sur  y 
ciento  dos  de  oriente  á  poniente. 
La  cerca  un  muro  de  dos  varas  de 
alto  y  una  de  espesor,  de  grandes 


piedras  labradas  á  escuadra.  En  el 
centro  de  ese  espacio  se  levanta 
el  primer  cuerpo  del  templo.  Alza- 
te  refiere  que  cuando  visitó  las  rui- 
nas, en  1777,  le  contaron  que  pocos 
aflos  antes  todo  el  monumento  esta- 
ba en  pie,  y  que  había  sido  destruí- 
do  por  los  dueños  y  administrado- 
res de  las  haciendas  inmediatas, 
que  tomaron  las  piedras  para  las 
hornillas  de  la  maquinaria  en  que 
elaboraban  el  azúcar. 

«Falta,  pues,  el  templo,  y  existe 
solamente  su  base.  Álzate  hizo  un 
dibujo  de  él,  restaurándolo  con  los 
únicos  datos  de  su  imaginación  y 
fantasía.  Se  han  intentado  en  el 
papel  otras  varias  restauraciones 
igualmente  desgraciadas.  Se  cree 
que  la  más  aceptable  es  la  de  Ne- 
bel.  aunque  no  tiene  más  funda- 
mento que  el  dicho  de  antiguos  ve- 
cinos del  lugar,  que  es  muy  proba- 
ble que  no  hubiesen  visto  el  monu- 
mento íntegro,  y  algunos  trozos  de 
piedra  que  acaso  pertenecían  al  pi- 
so superior.  No  debemos  olvidar 
que  en  1867  y  durante  la  exposición 
internacional  de  París,  se  levantó  y 
se  exhibía  en  el  Campo  de  Marte 
una  pretendida  copia  del  monu- 
mento que,  según  los  que  lo  vieron, 
en  vez  de  reproducción  exacta  era 
lastimosísima  caricatura.  Ya  que 
no  podemos  hacer  otra  cosa,  con- 
tentémonos con  describir  lo  que 
existe. 

«El  edificio  no  se  distingue  des- 
de fuera,  sólo  es  visible  de  la  últi- 
ma muralla  que  lo  rodea,  esto  es, 
desde  el  último  giro  de  la  espira 
que  forman  los  terraplenes.  Como 
ya  dijimos,  no  queda  de  él  mas  que 
la  base,  que  está  sobre  un  zócalo 
de  poca  elevación.  Dicha  base  no 
es  perfectamente  cuadrada,  pues  el 

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408 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


lienzo  que  mira  al  norte  tiene  vein- 
titrés varas  y  media  y  solamente 
veintiuna  y  tres  pulgadas  el  que  da 
al  oriente.  Sorprende  mucho  que  un 
pueblo  que  no  conocía  la  brújula, 
hubiese  podido  calcular  los  diez 
grados  de  declinación  dados  al  edi- 
ficio hacia  los  cuatro  puntos  car- 
dinales. La  base  de  que  hemos  ha- 
blado está  en  declive,  tiene  enci- 
ma un  piso  vertical  y  termina  con 
una  cornisa  saliente,  todo  construí- 
do  de  piedras  paralelipípedas,  bas- 
tante grandes  y  de  diversos  tama- 
ños, cortadas  á  escuadra  y  tan  fina- 
mente pulidas,  que  en  muchas  par- 
tes no  ha  sido  menester  argamasa 
para  unirlas.  La  altura  total  es  de 
cinco  metros  diez  y  seis  centímetros. 
Las  piedras  de  que  está  formado  el 
monumento  son  porfiríticas,  siendo 
de  notar  que  en  muchas  leguas  á  la 
redonda  no  se  halla  semejante  ca- 
lidad de  piedra.  Todavía  se  conoce 
que  todo  el  edificio  estaba  pintado 
de  rojo.  Diversos  túmulos  de  pie- 
dra y  tierra  se  observan  á  su  de- 
rredor. 

«Dupaix  reconoció  en  el  cerro 
una  calzada  ancha  y  suave  al  su- 
bir, colocada  á  la  parte  oriental. 
Desembocaba  al  frente  del  templo 
que  tenía  la  escalera  en  ese  lado; 
hoy  no  quedan  restos  de  ésta,  y  se- 
gún una  pintura  que  últimamente 
han  hecho  para  nosotros,  también 
ha  desaparecido  la  cornisa  cuyos 
dibujos  representaban  en  opinión 
de  quienes  los  vieron,  oalmetas  y 
meandros  á  la  griega  y  estaban  es- 
culpidos de  bajo  relieve  como  las 
demás  figuras.  El  color  de  las  pie- 
dras es,  en  la  pintura  á  que  nos 
referimos,  el  gris  amarillento  que 
tienen  las  de  amolar. 

«Algunas  piedras  que  han  queda- 


do en  su  lugar  revelan  la  antigua 
existencia  de  otro  cuerpo  que  era 
verdaderamente  el  templo,  levan- 
tado sobre  el  primero  que  de  base 
le  servía.  Un  entrante  de  dos  pies 
y  medio  señala  en  tres  lados  el  na- 
cimiento de  este  segundo  cuerpo, 
pero  por  el  lado  occidental  dicho 
espacio  es  de  cinco  pies,  lo  que  ha- 
ce sospechar  que  en  ese  lado  la  pla- 
taforma tenía  un  destino  especial; 
acaso  ahí  estaba  el  ara  de  los  sa- 
crificios. En  las  dos  extremidades 
del  mismo  lado,  las  piedras  cuyas 
esculturas  daban  vuelta  hacia  el  in- 
terior, indican  una  abertura  que 
debía  tener  cinco  varas  de  ancho. 
No  puede  dudarse  de  que  era  la 
puerta  del  templo  y  que  ésta  tenía 
esculpidas  sus  paredes  por  dentro 
y  por  fuera.  Sobre  la  esplanada  que 
forma  este  piso  se  encontró  un  re- 
cinto cuadrado  hecho  con  hermo- 
sas piedras  bien  labradas,  que  ser- 
vían para  rodear  una  excavación 
de  ocho  varas  de  diámetro. 

«Hemos  dicho  que  el  lado  orien- 
tal del  primer  cuerpo  ó  base  estaba 
ocupado  por  la  escalera;  ésta  tenía 
de  cinco  á  seis  varas  de  ancho,  sien- 
do como  de  trece  su  declive;  los 
otros  tres  están  profusa  y  primoro- 
samente esculpidos  en  bajo  relieve 
y  lo  mismo  las  piedras  que  quedan 
del  segundo  piso  ó  templo;  y  por 
cierto  que  tales  esculturas  son  aca- 
so lo  más  interesante  de  tan  nota- 
ble monumento.  Cuantos  lo  cono- 
cen están  conformes  en  que  la  par- 
te escultural  fué  hecha  cuando  las 
paredes  estaban  ya  levantadas  y 
que  se  concluyó  primero  para  es- 
culpirlo después.  Nosotros  pode- 
mos asegurar  que  el  lado  occiden- 
tal no  estuvo  labrado  en  un  princi- 
;  pió  como  correspondiente  al  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


499 


ocupaba  la  escalera,  ó  que,  si  lo  es- 
tuvo, fué  relabrado  y  esculpido  de 
nuevo  en  tiempo  de  los  mexica;  no 
nos  ocuparemos  de  él  por  ahora,  y 
sí  de  los  otros  dos  que  pertenecen 
á  la  misma  época  en  que  se  levantó 
todo  el  monumento.» 

«Kingsborough,  reproduciendo  los 
dibujos  de  la  colección  de  Dupaix, 
nos  ha  conservado  con  bastante 
perfección  las  figuras  esculpidas 
de  una  parte  del  lado  sur  del  mo- 
numento. También  aquí  falta  ya 
la  comisa,  pero  por  un  trozo  que 
se  ha  conservado  se  advierte 
que  por  ahí  era  lisa  y  saliente  en 
declive  hacia  arriba,  cortadas  y 
labradas  las  piedras,  á  manera 
de  las  de  la  bóveda  triangular  ma- 
ya. Dupaix  describe  las  figuras 
diciendo  simplemente  que  las  hay 
humanas,  las  más  asentadas  sobre 
las  piernas,  con  sus  morriones  ó 
adornos  en  la  cabeza  y  con  sus  pe- 
nachos muy  abultados  y  que  algu- 
nas tienen  traje  militar,  y  ramille- 
tes en  las  manos;  que  hay  muchas  ca- 
bezas de  hombres  y  de  animales 
monstruosos,  y  que  de  éstos  algu- 
nos arrojan  agua  por  la.  boca:  que 
hay  varios  dibujos  extraños  que  le 
parecieron  á  la  griega  y  ciertas  fi- 
guras como  de  danzantes.  A  la  ver- 
dad es  poco  decir,  delante  de  un 
monumento  de  tan  grande  impor- 
tancia y  que  tanto  estudió  aquel  ex- 
plorador. El  Señor  Orozco  se  con- 
tenta con  decimos  que  hay  en  el  mo- 
numento proporciones  calculadas, 
formas  correctas  y  conjunto  gran- 
dioso; que  las  figuras  humanas  es- 
tán sentadas  cruzando  las  piernas  á 
la  manera  oriental;  que  las  dos  in- 
feriores, por  el  tocado,  la  posición 
y  los  signos  simbólicos  que  las 
acompañan,  parecen  ser  dioses;  que 


los  dos  cocodrilos  de  los  extremos 
pudieran  ser  muy  bien  dragones  fan- 
tásticos; y  que  allí  se  ve  también 
el  terrible  símbolo  de  la  serpiente, 
común  á  los  pueblos  americanos  y 
á  los  asiáticos.  Agrega  que  los  re- 
lieves del  friso  parecen  referirse  á 
una  dinastía  ó  serie  de  reyes  ó  se- 
ñores con  sus  nombres  jeroglíficos; 
que  los  signos  que  los  acompañan 
parecen  revelar  una  escritura  dife- 
rente de  las  conocidas,  y  que  si  al- 
guna relación  existe,  es  con  las  es- 
culturas de  Monte  Alván  y  de  Zaa- 
chila,  con  las  cuales  forman  tipo 
particular. 

«Más  extensos  y  mejores  infor- 
mes, nos  dicen  que  en  cada  ángulo 
y  sobre  cada  lado  se  ve  una  cabeza 
colosal  de  dragón  cuya  grande  boca, 
armada  de  enormes  dientes,  de- 
ja salir  una  lengua  dividida;  pero 
en  unos  la  lengua  es  horizontal  y  en 
otros  cae  verticalmente.  Agrega  el 
mismo  escritor  que  da  las  anterio- 
res noticias,  que  sobre  los  dos  lados 
existentes  hay  dos  figuras  de  hom- 
bre más  grandes  que  el  tamaño  na- 
tural sentadas  de  frente  con  las  pier- 
nas cruzadas,  llevando  collares  de 
enormes  perlas,  ricos  adornos  y 
un  peinado  muy  alto,  con  largas 
plumas  flotantes;  que  tienen  una 
mano  sobre  el  pecho  y  en  la  otra 
llevan  una  especie  de  cetro,  y  que 
un  jeroglífico  de  gran  tamaño,  co- 
locado en  la  mitad  de  cada  lado,  se- 
para las  figuras,  advirtiendo  que  las 
del  lado  oriental  una  ve  al  norte  y 
otra  al  sur  y  las  dos  del  lado  norte 
ven  al  oriente.  Dice  también  que  en 
el  friso  hay  una  serie  de  pequeñas 
figuras  humanas,  sentadas  igual- 
mente á  la  oriental,  con  la  mano  de- 
recha cruzada  sobre  el  pecho  y  la 
izquierda  apoyada  en  un  objeto  cur- 


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ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


vo,  que  por  puño  de  espada  toma 
el  escritor,  y  que  el  peinado  de  es- 
tas figuras,  muy  parecido  al  de  las 
grandes,  es  también  desmedido,  lo 
que  entre  los  egipcios  era  conside- 
rado como  emblema  del  poder  ó 
de  la  divinidad.  Finalmente  nos  da 
razón  de  que  entre  las  piedras  del 
piso  superior,  en  una  se  ve  un  gue- 
rrero que  tiene  un  haz  de  tres  fle- 
chas con  las  que  señala  un  jeroglí- 
fico de  grandes  dimensiones;  que 
en  la  entrada  se  distingue  una  figu- 
ra arrodillada  á  los  pies  de  un  perso- 
naje de  cuyo  cuerpo  se  conserva 
sólo  la  parte  inferior,  suponiendo 
por  la  riqueza  de  los  collares  y 
adornos  de  la  primera  que  es  una 
mujer  que  implora  á  un  guerrero; 
que  en  el  otro  lado  de  la  entrada 
está  otro  personaje  sentado  también 
con  un  haz  de  tres  flechas  que  di- 
rige á  una  liebre;  y  que  en  una  pie- 
dra suelta  observó  á  un  hombre  ri- 
camente vestido  que  con  una  espe- 
cie de  hacha  ataca  á  otro  que  hu- 
ye, siendo  éste  muy  notable  por  su 
vestidOj  los  penachos  de  su  peina- 
do y  el  calzado  cuyos  listones  están 
anudados  artísticamente  y  trabaja- 
dos con  delicadeza.  Diremos,  por 
fin,  que  Nebel  encuentra  alguna  se- 
mejanza entre  estas  figuras  y  los 
estucos  del  Palenque,  y  que  Ban- 
crof  t  dice  que  las  halla  parecidas  con 
algunas  esculturas  mayas.  Pero 
concluyamos  la  descripción  de  la 
pirámide,  dejando  para  después 
la  explicación  de  las  esculturas. 

«En  la  parte  de  la  colina  que  mi- 
ra al  norte  y  debajo  del  primer  te- 
rrado está  la  entrada  aun  subterrá- 
neo cavado  en  la  roca  viva,  con  los 
pisos  de  estuco  pintados  de  rojo, 
las  paredes  reforzadas  con  mam- 
postería  y  encaladas,  y  los  cielos 


sostenidos  por  bóvedas.  Parte  del 
subterráneo  se  ha  asolvado  con  la 
caída  de  la  bóveda  y  las  murallas. 
Los  pasillos  tienen  la  altura  de  un 
hombre  y  una  anchura  proporciona- 
da. La  entrada  da  á  un  pasadizo 
recto  en  dirección  norte  sur,  termi- 
nando en  un  espacio  cilindrico  que 
servía  de  respiradero.  A  cuatro  me- 
tros de  la  entrada,  de  oriente  á  po- 
niente, hay  otra  galería  que  da  á 
dos  salones,  cuyos  cielos  están  sos- 
tenidos por  dos  muy  grandes  pila- 
res labrados  en  la  misma  piedra  del 
cerro.  En  el  último  salón  que  tiene 
de  trece  á  catorce  varas  de  ancho 
y  casi  en  cuadro,  se  halla  otro  res- 
piradero construido  en  la  roca,  de 
figura  cónica  y  revestido  de  piedras 
cortadas  á  escuadra  y  bien  uni- 
das por  filas  circulares,  el  cual  tie- 
ne en  el  centro  un  tubo  principal 
de  una  tercia  de  diámetro,  siendo  de 
dos  varas  el  del  respiradero.  Se  cal- 
cula que  este  salón  está  á  cincuen- 
ta varas  de  profundidad  respecto  á 
la  base  del  edificio  superior.  No  se 
ha  podido  penetrar  más  por  los 
derrumbes;  pero  para  nosotros  no 
hay  duda  de  que  el  subterráneo  co- 
municaba con  el  templo  y  que  con- 
tinuaba hacia  la  ciudad,  sirviendo 
de  camino  cubierto.  Es  una  obra 
que  parece  imposible  para  un  pue- 
blo que  no  conocía  el  hierro. 

«Estas  ruinas  nos  dan  desde  lue- 
go un  importantísimo  dato  etnográ- 
fico: por  su  construcción,  por  la  po- 
sición y  traje  de  sus  figuras  escul- 
pidas y  por  los  diversos  símbolos  y 
jeroglíficos  se  relacionan  induda- 
blemente con  las  de  Zaachila,  Palen 
que  y  Copan.  Tenemos,  pues,  la  ca- 
dena no  interrumpida  de  las  emi- 
graciones de  la  ra2^  del  Sur,  ma- 
nifestándose   y  sorprendiéndonos 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


501 


con  sus  titánicos  y  colosales  monu- 
mentos.» 

Se  observa  en  la  relación  prein- 
serta que  Chavero  se  fijó  solamente 
en  la  significación  literal  de  Xo- 
chicalco,  «en  la  casa  de  flores,»  de- 
sentendiéndose de  la  significación 
metafórica  que  hemos  visto  le  atri- 
buyen, y  con  razón,  Paso  y  Tron- 
coso  y  Sahagún.  Nosotros,  en  un 
opúsculo  que  escribimos  el  año  de 
1888  sobre  Xochicalco,  incurrimos 
en  el  mismo  error;  pero  con  poste- 
rioridad hemos  adoptado  la  signifi- 
cación metafórica  de  «templo  de 
algún  dios,»  sin  poder  fijar  cuál  ha- 
ya sido  éste.  Primero  creímos  que 
el  templo  estaba  dedicado  á  la  dio 
sa  Xochigtietsalli,  induciéndonos  á 
tal  creencia  el  hallazgo  que  se  hizo 
de  un  gran  ídolo,  al  que  los  mo- 
radores de  los  pueblos  circunveci- 
nos llaman  «La  India,»  que  á  nos- 
otros nos  pareció  la  diosa  Xochique- 
tBalli;  pero  observando  atentamen- 
te el  ídolo  vimos  que  el  tocado  y  li- 
brea de  la  figura  no  corresponde  á 
los  que  se  encuentran  en  los  códi- 
ces pictóricos  que  representan  á  la 
diosa. 

Diremos  de  paso  que  el  Inspec- 
pector  de  Monumentos  Antiguos,  Se- 
ñor Leopoldo  Batres,  pretendió  lle- 
varse al  Museo  Nacional  el  mono- 
lito de  «La  India,»  y  aun  llegó  á 
bajarlo  del  monumento  y  á  colocar- 
lo en  el  camino  real;  pero  los  indios 
del  pueblo  de  Tetlama,  que  se  con- 
sideran dueños  del  monumento  y 
que  tal  vez  le  tributan  culto  á  la 
deidad  que  representa  el  monolito, 
se  opusieron  al  transporte,  y  du 
rante  una  noche  se  llevaron  la  pe- 
sadísima piedra  y  la  escondieron 
de  tal  modo  que  escapó  el  lugar  á 
las  investigaciones  de  Batres.  Al- 


gunos años  después  sacaron  los  in- 
dios de  su  escondite  al  monolito,  y 
hoy  lo  tienen  colocado  en  el  semen- 
terio  de  su  iglesia  católica. 

Prescindimos  también  de  nues- 
tra primera  creencia  porque  el  nom- 
bre Juchiquesalco,  de  un  pueblo  nos 
dio  á  conocer  que  el  templo  ó  lugar 
de  adoración  Xochiquesalli  era  Xo- 
chiquetsalco,  del  cual  es  adultera- 
ción el  nombre  del  pueblo  actual. 
Tal  vez  el  estudio  que  se  hiciera  de 
la  diosa  llamada  «La  India,»  nos  da- 
ría á  conocer  el  nombre  de  la  dei- 
dad á  laque  estaba  dedicado  el  tem- 
plo, pues  no  cabe  duda  que  ese  mo- 
numento era,  como  dice  Chavero. 
fortaleza  militar  y  santuario  muy 
venerado. 

En  el  opúsculo  que  escribimos 
sobre  Xochicalco,  y  del  que  hemos 
hecho  mención,  hicimos  observar 
que  la  escalera  que  se  halla  en  la 
base  del  edificio  no  está  en  el  lado 
oriente,  como  dice  Chavero,  sino  en 
el  poniente,  y  que  el  pueblo  conti- 
guo no  era  Miahuatlan,  que  existe 
aún.  Cuando  visitamos  el  edificio 
se  quemó  una  gran  cantidad  de  le- 
ña en  el  interior  del  hipogeo,  lla- 
mado Gruta  del  Sol,  con  el  objeto 
de  ver  si  el  humo  salía  por  el  res- 
piradero que  está  en  el  fondo  de  la 
Gruta.  Pocas  horas  después  de  ha- 
berse encendido  la  leña,  se  observó 
que  el  humo  salía  á  flor  de  tierra 
en  el  plano  en  que  está  situado  el 
monumento,  y  á  una  distancia  de 
treinta  metros.  Esta  observación 
nos  convenció  de  que  el  respirade- 
ro, como  le  llama  Chavero,  es  una 
verdadera  chimenea.  A  este  hipo- 
geo se  le  dio  el  nombre  de  Gruta 
del  Sol,  porque  la  luz  de  este  astro 
penetraba  por  el  respiradero  dos 
veces  al  año,  esto  es  en  los  dos  pa- 

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302 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


SOS  del  sol  por  el  zenit  de  aquel 
lugar. 

El  arqueólogo  señor  Seler,  acom- 
pañado del  Dr.  Antonio  Peñafiel, 
visitó  el  monumento  por  los  años 
de  1886  á  1890,  hizo  un  estudio  con- 
cienzudo del  edificio,  moldeó  los 
principales  relieves  y  escribió  un 
libro  especial  sobre  Xochicalco. 
Bien  quisiéramos  transcribir  lo  que 
este  célebre  arqueólogo  dijo  en  su 
obra  sobre  el  origen  y  objeto  del 
monumento;  pero  no  hemos  podido 
obtener  una  traducción  de  ese  es- 
tudio que  está  escrito  en  alemán. 

Continuando  Chavero  sus  inves- 
tigaciones sobre  Xochicalco  con  re- 
lación á  la  cronología  nahoa,  expo- 
ne lo  siguiente: 

«Mas  para  no  trastornar  el  orden 
cronológico,  se  retrotrajo  la  correc- 
ción de  los  trece  días  al  año  cetoch- 
tlt\  principio  del  ciclo,  lo  que  pro- 
dujo para  inicial  de  la  primera  tre- 
cena y  primer  mes  el  ce  cipactli, 
día  que  se  encuentra  quitando  tre- 
ce á  partir  de  ce  tochtli,  y  con  lo 
cual  quedó  perfecta  y  sin  trastorno 
la  corrección. 

«También  de  esto  queda  memo- 
ria en  el  monumento  de  Xochical- 
co. Al  hablar  de  este  monumento 
dijimos  que  los  relieves  del  lado 
del  poniente  no  eran  obra  de  los 
constructores,  sino  de  época  poste- 
rior. En  efecto,  viendo  los  mexica 
consignada  la  vieja  cronología  en 
los  labrados  de  aquel  templo,  qui- 
sieron que  constara  también  su  co- 
rrección en  una  de  sus  caras.  En 
la  faja  superior  de  los  relieves  lla- 
ma primeramente  la  atención  una 
figura  repetida  y  sentada  á  estilo 
oriental;  cada  una  de  ellas  tiene  de- 
lante el  círculo  con  cruz  de  Quetsal- 
coatl  y  en  la  mano  otra  á  manera 


de  cruz  formada  de  rayos  lumino- 
sos, la  cual  hemos  visto  en  otra  pie- 
dra cronológica  acompañada  del 
temaitl  con  que  se  incensaba  al 
dios.  Es,  pues,  la  estrella  signifi- 
cando que  sus  dos  movimientos,  ó 
sea  el  viejo  calendario,  continuaban 
siendo  la  base  de  la  cronología. 
Ambas  figuras  están  en  cuadra- 
dos distintos  separados  por  un  or- 
nato. Sobre  la  primera  se  observa 
al  conejo  tochtli  con  el  signo  espe- 
cial á  manera  de  hierbecilla  delan- 
te de  su  rostro,  para  expresar,  co- 
mo sabemos  ya,  que  ese  año  era 
principio  de  un  período  cronológi- 
co; pero  en  el  segundo  cuadro  se  ve 
al  mismo  conejo  con  el  signo  de- 
trás, lo  cual  significa  que  la  atadu- 
ra de  los  años  se  pasó  al  fin  de  ese 
año.  En  la  parte  central  de  la  cara 
del  monumento  está  representado 
el  resultado  todo  de  la  operación 
cronológica.  Hay  un  conejo,  año 
tochtli,  principio  del  ciclo;  el  cipac- 
tu,  con  el  numeral  uno,  inicial  del 
año.  y  el  signo  del  mes  Xilomanili:^- 
tli,  que  es  el  mismo  Atlacahualco 
de  los  mexica,  como  primero  de 
las  diez  y  ocho  veintenas. 

«Resumiendo  todo  lo  dicho,  en- 
contramos perfecta  toda  la  correc- 
ción cronológica,  mediante  las  si- 
guientes operaciones: 

I  Comenzar  el  ciclo  en  el  año  ce 
tochtli, 

II  Empezar  el  año  por  el  mes  Atla- 
cahualco, retrasando  cuatro  días  su 
principio,  á  fhi  de  que  correspon- 
diera á  nuestro  primero  de  marzo. 

III  Poner  de  día  inicial  y  prime- 
ro del  primer  mes  del  primer  año 
del  ciclo  á  ce  cipactli, 

IV  Pasar  el  xiuhmolpilli  y  fies- 
ta del  fuego  nuevo  á  la  noche  que 
mediaba  entre  el  fin  del  año  ce  toch- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


503 


///  y  el  principio  del  año  orne  acatl, 
atando  éste  los  años.» 

Nos  hemos  ocupado  extensamen- 
te sobre  Xochicalco,  cuyo  estudio 
pertenece  á  la  Arqueología  pura  y 
á  la  Mitología,  porque  es  el  monu- 
mento más  grandioso  de  los  que  se 
encuentran  en  ruinas  prehistóricas, 
y  porque  hemos  juzgado  necesario 
desterrar  Jos  errores  sobre  la  eti- 
mología de  su  nombre. 

Xochicaltzin.  (Véase  Xochica- 

LLI.) 

Xochllhuitl.  (Xóchitl,  flor,  rosa; 
ilhuitl,  fiesta:  «fiesta  de  las  flores 
ó  rosas.»)  Fiesta  que  se  hacía  en 
honor  de  la  diosa  Xochiguetsalli, 
en  la  trecena  en  que  el  primer  día 
era  Xóchitl,  esto  es,  Ce  Xóchitl,  que 
caía  en  el  mes  Pachtontli  ó  Teotle- 
co.  Sobre  éste  dice  Paso  y  Troncoso 
interpretando  la  lámina  XXXI  del 
Códice  Borbónico,  lo  siguiente: 

«Algún  autor  pretende  imponer 
á  esta  veintena  otro  nombre,  y  es 
el  de  Xu3€ilhuitl  6  «fiesta  de  la  ro- 
sa,» por  las  ceremonias  cumplidas 
en  honra  de  Xuxiketfalli  pñra.  des- 
pedirse de  las  rosas  con  motivo  de 
la  llegada  de  los  hielos,  como  ya  en 
otro  lugar  se  dijo,  si  se  aceptara  tal 
denominación  y  se  conservara  la 
misma  que  se  ha  querido  dar  tam- 
bién al  mes  Ifcalli  resultarían  dos 
veintenas  con  ese  mismo  nombre  de 
Xuxilhuitl.  Este  último,  como  allí 
mismo  digo,  no  era  nombre  de  fies- 
ta fija,  sino  de  fiesta  movible,  la  cual 
iría  cayendo  en  varios  meses  del 
año:  cuando  coincidiera  con  el  prin- 
cipio del  mes  Ifkalli,  ocurriría  de 
nuevo,  el  mismo  año.  en  fines  de  Te- 
teueko  por  contarse  260  días  del  uno 
al  otro,  inclusives  los  dos.  La  fies- 
ta movible  llamada  Xuxilhuitl  era 
propia  del  Xuxifcetcalli,  y,  como  en 


este  mes  Teteueko,  que  vamos  estu- 
diando, se  despedían  los  indios  de 
las  rosas,  habrá  ocurrido  con  la 
fiesta  movible  de  Xuxiketfalli  lo 
que  con  la  otra  movible  de  xikome 
koatl,  según  vimos  ya  en  otro  lugar, 
esto  es,  que  la  hicieron  fija  para  cele- 
brarla en  mes  determinado  del  año, 
escogiendo  para  ello  el  mes  Paxton- 
tli,  á  fin  de  convinar  la  despedida 
de  las  rosas  con  la  venida  de  los 
hielos,  cuyo  principio  habían  fijado 
en  el  mes  anterior,  Oxpam'ftli.» 

Chavero,  tratando  del  mes  Och- 
panistli,  á  propósito  de  Xochilhuiíl, 
dice: 

«El  día  último  de  esta  veintena, 
es  decir,  á  nuestro  seis  de  octubre, 
se  hacía  fiesta  á  la  diosa  Xochique- 
tsal.  Era  esta  ceremonia  la  despe- 
dida de  las  rosas,  y  por  tal  motivo 
estaba  dedicada  á  la  diosa  que  te- 
nía por  nombre  flor  preciosa.  Era 
gran  placer  para  los  mexica  el  olor 
de  las  rosas,  y  así  las  llevaban  olién- 
dolas  por  calles  y  caminos,  y  en  las 
comidas  las  repartían  á  sus  convi- 
dados para  darles  mayor  contento. 
En  esta  fiesta,  como  la  proximidad 
de  los  fríos  iba  á  quitarles  tan 
gran  delicia,  despedíanse  solemne- 
mente de  las  rosas.  Enramaban  y 
componían  con  flores  sus  personas, 
sus  casas,  sus  templos  y  las  calles, 
y  hacían  bailes,  regocijos  y  farsas 
cómicas  de  mucha  alegría.  Llamá- 
base la  solemnidad  xochilhuiíl  ó 
fiesta  de  las  flores,  y  éstas  eran  en 
ese  día  el  único  adorno  de  hombres  y 
mujeres.» 

El  intérprete  del  Códice  Nut- 
TALL,  explicando  la  lámina  48  en 
que  está  el  signo  C^  Xóchitl,  dice: 

«Esta  es  vna  fiesta  quelosyndios 
llamauan  ge  suchitl.  q  quiere  dezir 
fiesta  de  Vna  Rosa  q  cae  veinte  días 


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504 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


después  de  lapasada.  enesta  se  ha- 
zía  lomesmo  q  enla  precedente.» 

La  fiesta  precedente,  á  que  se  re- 
fiere el  intérprete,  está  dedicada  á 
la  misma  Xóchitl,  pero  con  el  nú- 
mero siete  de  la  trecena,  de  suerte 
que  es  la  diosa  Chicóme  Xóchitl;  y 
explicando  esta  fiesta,  dice  el  in- 
térprete. 

*Esta  fiesta  es  délas  estra  Va- 
gantes q  sellamaua  Xuchil  huitl.  q. 
quiere  dezir  fiesta  de  flores,  enella 
los  man<?ebos  q.  ellos  llaman  tel 
pochetl.  hazian  areito  cada  Vno  en- 
subarrio  yesta  fiesta  cae  dos  Vé- 
zes  enel  año  de  dozientos  endozien- 
tos  dias.  demanera  qen  Vn  Año  cae 
Vna  Vez  yen  otros  dos  Vezes.  para 
esta  fiesta,  guardauan  los  yndios. 
los  cascarones  de  los  guevos.  de  los 
pollicos.  en  sacando  cada  gallina, 
yen  amaneciendo  los  derramavan 
por  los  caminosy  calles,  enmemoria 
déla  mid  (mies)  q  su  dios  les  avia  he- 
cho en  dar  les  pollos,  el  demonio  q.  se 
festejaua  enesta  fiesta  se  llamaba 
chicóme  xuchitl.  que  quiere  dezir 
siete  Rosas.» 

Xochimanque.  (Plural  de  Xochi- 
manqui,  compuesto  dexochitl,  flor, 
y  de  manqui,  participio  de  mana, 
hacer,  confeccionar,  etc.)  Se  daba 
este  nombre  á  los  encargados  de  dis- 
poner las  flores  y  de  hacer  los  ra- 
milletes y  guirnaldas.  En  el  mes 
Tosoütontli  los  xochimanque  ha- 
cían una  gran  fiesta  á  la  diosa  Coa- 
tlicue,  madre  de  Huitsilopochtli. 
Sobre  esto  dice  Clavigero: 

«...  En  el  mismo  mes,  los  Xo- 
chimanqueses,  6  mercaderes  de 
flores,  celebraban  la  fiesta  de  su 
diosa  Coatlicue,  y  le  presentaban 
ramilletes,  primorosos.  Antes  que 
se  hiciese  la  oblación,  á  nadie  era 
lícito  oler  aquellas  flores. ...» 


En  el  Estado  de  Morelos  hay  un 
lugar  (hoy  hacienda)  llamado  Xo- 
chimancas,  que  propiamente  se  es- 
cribe Xochimanca,  «lugar  de  los  flo- 
ristas.» Tal  vez  este  lugar  fué  la 
residencia  de  los  Xochimanque,  de 
los  Tlahuicas  de  Cuauhnahuac. 

Xochimecatl.  (Xóchitl^  flor;  me- 
catl,  cuerda,  soga,  de  que  se  ha  for- 
mado el  aztequismo  mecate:  «soga 
de  flores.»)  Nombre  que  daban  á 
una  cuerda  en  que  se  ensartaban 
varias  flores.  Usaban  de  esta  cuer- 
da, muy  particularmente,  las  mu- 
jeres en  una  fiesta  del  mes  Tecuil- 
huitl.  Sahagún,  describiendo  esta 
fiesta,  dice: 

«En  la  vigilia  de  esta  fiesta  can- 
taban y  danzaban  todas  las  muge- 
res,  viejas  y  mozas,  y  muchachas,  y 
aun  asidas  de  unas  cuerdas  cortas 
que  llevaban  en  las  manos,  la  una 
por  el  un  cabo,  y  la  otra  por  el  otro. 
Estas  cuerdas  llamaban  xochime- 
catl; llevaban  todas  guirnaldas  de 
asensios  de  esta  tierra,  que  se  lla- 
ma Istahyatl:  guiábanlas  unos  vie- 
jos y  regían  el  canto;  enmedio 
de  ellas  iba  la  muger  que  era  la  ima- 
gen de  esta  diosa,  que  habia  de  mo- 
rir aderezada  con  ricos  ornamen- 
tos.» 

Paso  y  Troncoso,  refiriéndose  á 
la  misma  fiesta,  dice: 

«...  mas  debo  advertir  que  las 
mujeres,  en  el  mes  Tekuilhuitontli, 
bailaban  asidas  de  cuerdas  que  lla- 
maban xoximekatl  ó  «cuerda  flori- 
da,» y  los  circunstantes  llevaban 
flores  en  las  manos:  necesita,  por 
lo  mismo,  la  sinonimia,  más  deteni- 
do examen  y  nuevos  documentos 
para  quedar  bien  fijada.» 

Xochimechpochtli.  (Xóchitl, 
flor;  me  (?);  ichpochtli,  doncella.) 
Nombre  de  la  compañera  de  Meich- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   Y. 


505 


pochílt,  ambas  diosas  protectoras 
de  las  borrachas. 

Xochipaina.  (Xóchitl,  fíor;paína, 
correr,  apresurarse.)  Ceremonia  de 
la  fiesta  que  hacían  en  la  veintena 
Tlaxochimaco  ó  Miccailhuitontli, 
ya  descrita  en  el  artículo  Xochica- 

LAQUIA. 

Xochipilli.  (Xóchitl  flor;  pilli, 
seftor  6  principal.  Esta  última  tra- 
ducción la  aceptamos  porque  la 
traen  todos  los  autores;  pero,  en 
nuestro  concepto,  no  es  la  propia, 
porque  pilli  se  deriva  del  verbo  pi- 
loa,  que  significa  colgar,  depender, 
estar  subordinado,  las  cuales  ideas 
se  advierten  en  la  palabra  pilli  sig- 
nificando paje  ó  hijo,  el  uno  depen- 
diente del  rey  ó  señor,  y  el  otro  de 
sus  padres;  en  las  palabras  com- 
puestas mapilli,  dedo  de  la  mano, 
sopilli,  dedo  del  pie,  metlapilli,  ma- 
no del  metate,  se  advierten  las 
ideas  de  subordinación,  de  depen- 
dencia, y  aun  la  fundamental  de 
colgar,  pues  los  dedos  de  los  pies  y 
de  las  manos,  como  que  cuelgan  de 
ellos;  siguiendo  este  critero  cree- 
mos que  pilli  en  Xochipilli significd 
dependiente,  encargado,  subordi- 
nado á  las  flores,  porque  á  su  cui- 
dado está  la  germinación  ó  flores- 
cencia.) Nombre  que  daban  á  un 
dios  subalterno  á  quien  atribuían 
la  germinación  y  cuidado  de  las 
flores.  El  P.  Sahagún  trata  exten- 
samente de  esta  deidad  y  de  sus 
fiestas,  y  describe  ambos  casos  en 
los  términos  siguientes: 

«Capítulo  XIV.  Que  habla  acer- 
ca de  un  dios  que  se  llamaba  Ma- 
cuiLXocHiTL,  que  quiere  decir  cin- 
co flores;  y  también  se  llamaba 
JocHiPiLLi,  que  quiere  decir  el  prin- 
cipal que  da  flores  ó  que  tiene  car- 
go de  dar  flores. 


«A  este  numen  llamado  Macuilxo- 
chitl,  teníanle  por  dios  como  al  arri- 
ba dicho,  que  es  el  dios  del  fuego: 
era  mas  particular  dios  de  los  que 
moraban  en  las  casas  de  los  seño- 
res, ó  en  los  palacios  de  los  princi- 
pales. A  honra  de  este  hacían  fies- 
ta, y  su  fiesta  se  llamaba  Xóchil- 
huitl,  la  cual  se  contaba  entre  las 
fiestas  movibles  que  están  en  el 
cuarto  libro  que  trata  del  arte  adi- 
vinatorio. Cuatro  dias  antes  de  es- 
ta fiesta  ayunaban  todos  los  que  la 
celebraban  asi  hombres  como  mu- 
'  geres,  y  si  algún  hombre  en  el  tiem- 
i  po  de  este  ayuno  tenia  acceso  á 
muger,  ó  alguna  muger,  ó  hombre 
durante  el  dicho  ayuno,  decían  que 
ensuciaba  su  ayuno,  y  este  dios 
se  ofendía  mucho  de  esto,  y  por  esto 
hería  con  enfermedades  de  las  par- 
tes secretas  á  los  que  tal  hacían, 
,  como  son  almorranas,  podredum- 
I  bre  del  nyembro  secreto,  diviesos 
é  incordios,  &c.,  porque  tenían  en- 
tendido que,  estas  enfermedades 
eran  castigo  de  este  dios  por  la  cau 
sa  arriba  dicha,  hacíanle  votos  y 
prometimientos  para  que  aplacase, 
y  cesace  de  afligir  con  aquellas  en- 
fermedades. Cuando  llegaba  la  fies- 
ta de  este  dios  que  se  llamaba  Xo- 
chilchuitl,  que  quiere  decir  la  fies- 
ta de  las  flores,  como  dicho  es,  ayu- 
naban todos  cuatro  dias,  algunos 
no  comían  chillióaxi  y  comían  so- 
lamente al  medio  día,  y  á  la  media 
noche  bebían  unamazamorra  que  se 
llamaba  tlaquilolatulli,  que  quiere 
decir  mazamorra  pintada  con  una 
flor  puesta  encima  en  el  medio:  lla- 
mábase este  ayuno  el  ayuno  de  las 
flores:  también  los  que  ayunaban  sin 
dejar  el  chilli,  ni  otras  cosas  sabro- 
sas que  suelen  comer,  comían  una 
vez  sola  al  medio  día.  Otros  ayuna- 
127 


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506 


ANALES  DEL  MUSpX)  NACIONAL. 


ban  comiendo  panes  ácimos,  esto 
es,  que  el  maiz  de  que  se  hacia  el  pan 
que  comian,  no  se  cocía  con  cal  an- 
tes de  molerlo,  que  esto  es  como 
hormentar,  sino  molían  el  maiz  se- 
co, y  de  aquella  harina  hacían  pan, 
y  cocíanlo  en  el  comal,  y  no  comian 
chilli,  ni  otra  cosa  con  ello;  no  co- 
mian mas  que  una  vez  á  medio  día. 
Llegado  el  quinto  día  era  la  fiesta 
de  este  dios:  en  ella  uno  se  compo- 
nía con  los  atavíos  de  este  dios, 
como  sí  fuera  su  imagen  ó  persona 
que  significaba  al  mismo  dios:  con 
este  acian  areyto  con  cantares,  y 
con  teponastli  y  atambor:  llegando 
al  medio  día  de  esta  fiesta,  desca- 
bezaban muchas  codornices,  derra- 
mando la  sangre  delante  de  este 
Dios,  y  de  su  imagen:  otros  san- 
grábanse de  las  orejas  delante  de 
él:  otros  traspasaban  las  lenguas 
con  una  punta  de  maguey,  y  por 
aquel  ahujero  pasaban  muchas 
mimbres  delgadas  derramando 
sangre:  también  se  hacían  otras 
ofrendas  en  su  templo:  hacían  tam- 
bién una  ceremonia,  que  hacían  cin- 
co tamales,  que  son  como  panes  re- 
dondos hechos  de  maíz,  ni  bien 
rollizos,  ni  bien  redondos,  que  se 
llamaban  pan  de  ayuno:  eran  gran- 
des, encima  de  los  cuales  iba  una 
saeta  hincada,  que  llamaban  Xuchi- 
mith  esta  era  ofrenda  de  todo  el 
pueblo.  Los  particulares  que  que- 
rían, ofrecían  en  un  plato  de  ma- 
dera, cinco  tamales  pequeños,  á  la 
manera  de  los  arriba  dichos,  Chil- 
molli  en  otro  vaso;  ofrecían  asi- 
mismo dos  pasteles  que  llaman 
tBoalli  en  lugar  del  vlli,  goma  ne- 
gra, que  otros  ofrecían  en  unos  pla- 
tos de  madera,  y  el  uno  de  estos 
pasteles,  y  el  otro  vermejo;  la  otra 
gente  ofrecían  diversas  cosas;  unos 


ofrecían  maíz  tostado,  otros  maíz 
tostado  con  miel  y  con  harina  de  se- 
milla de  bledos;  otros  hecho  de 
pan  con  una  manera  de  rayo,  como 
cuando  cae  del  cielo  que  llaman 
Xonecuilli;  otros  ofrecían  pan  he- 
cho á  manera  de  mariposa;  otros 
ofrecían  panes  ázimos  que  ellos  lla- 
maban yoilaxcalli;  otros  ofrecían 
unas  tortas  hechas  de  semillas  de 
bledos;  otros  unas  tortas  hechas  á 
manera  de  rodela,  de  la  misma  se- 
milla hechas;  otros  hacían  saetas; 
otros  espadas  formadas  de  la  masa 
de  esta  misma  semilla;  otros  en  fin 
of  recía^i  muñecas,  hechas  de  la  mis- 
ma masa.  En  esta  misma  fiesta,  to- 
dos los  principales  y  Calpixques  de 
la  comarca  de  México,  que  linda- 
ban con  los  pueblos  de  guerra, 
traían  á  México  los  cautivos  que  te- 
nian,  ó  comprados,  ó  que  por  sí  mis- 
mos los  habían  cautivado,  y  entre- 
gábanlos á  los  Calpixques  á  que  los 
guardasen  para  el  tiempo  que  fue- 
sen menester  ser  sacrificados  de- 
lante de  los  ídolos:  y  sí  alguno  de  es- 
tos esclavos  se  huían  entretanto 
que  llegaba  el  tiempo  de  su  sacri- 
ficio, el  mismo  Calpixque  que  lo  te- 
nia á  cargo  era  obligado  á  comprar 
otro  y  ponerle  en  el  lugar  del  que  se 
había  huido.  La  imagen  de  este  dios 
era  como  un  hombre  desnudo  que 
está  desollado,  6  teñido  de  verme- 
llón,  y  tenía  la  boca  y  la  barba  pin- 
tada de  blanco,  y  negro,  y  azul  cla- 
ro: la  cara  teñida  de  bermejo:  tenia 
ademas  una  corona  teñida  de  verde 
claro,  con  unos  penachos  de  la  mis- 
ma color:  unas  borlas  que  colgaban 
de  la  corona  acia  las  espaldas;  traía 
á  cuestas  una  divisa  ó  plumage, 
que  era  como  una  bandera  que  está 
hincada  en  un  cerro,  y  en  lo  alto 
tenía  unos  penachos  verdes:  esta- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


507 


ba  ceflido  por  el  medio  del  cuerpo 
con  una  manta  vermeja  que  colga- 
ba hasta  los  muslos,  esta  manta  te- 
nía una  franja  deque  colgaban  unos 
caracolitos  mariscos:  en  los  pies  te- 
nia unas  cotaras  ó  sandalias  muy 
curiosamente  hechas:  en  la  mano 
izquierda  una  rodela,  la  cual  era 
blanca,  y  en  el  medio  tenia  cuatro 
piedras  puestas  de  dos  en  dos  jun- 
tas: tenía  por  último  un  cetro  he- 
cho á  manera  de  corazón,  y  en  lo 
alto  tenía  unos  penachos  verdes,  y 
de  lo  bajo  colgaban  también  otros 
penachos  verdes  y  amarillos.» 

Paso  y  Troncoso,  explicando  la 
pagina  XXVIl  del  Códice  Borbó- 
nico, trata  de  distinguir  individual- 
mente á  varios  dioses  que  figuran 
en  la  lámina  respectiva,  y  dice  que 
uno  de  ellos  es  Ixtliltsin,  á  quien 
llama  también  xochipilli.  No  parti- 
cipamos de  la  opinión  del  respeta- 
ble intérprete,  porque  Ixtliltsin  es 
uno  de  los  dioses  de  los  borrachos, 
y  como  tal  está  descrito  en  la  lámi- 
na 63  del  Códice  Nuttall  que  cita 
Paso  y  Troncoso,  mientras  que  el 
Xochipilli,  con  el  nombre  de  Macuil- 
xochitl  está  pintado  y  descrito  en 
la  página  60  del  mismo  Códice  Nut- 
tall. (Véase  Macuilxochitl.) 

Algunos  autores  consideran  á 
Xochipilli  como  deidad  femenina, 
según  se  desprende  del  pasaje  si- 
guiente de  Orozco  y  Berra. 

«Xochitl,  flor,  nombre  del  vigé- 
simo dia  del  mes  y  tercero  de  los 
acompañados  de  la  noche:  bajo  el 
signo  C^xorA/// tenia  lugar  en  el  To- 
nalamatl,  como  símbolo  de  la  flo- 
rescencia, con  influjo  sobre  la  suer- 
te de  los  hombres.  La  misma  idea, 
bajo  el  nombre  Macuilxochitl,  cinco 
flores,  presidía  en  la  cuarta  tre- 
cena del  TonalamatL  Dios  ó  diosa, 


pues  siempre  reina  el  sistema  de 
dualidad,  era  abogada  particular 
de  quienes  moraban  en  las  casas  de 
los  señores  y  en  los  palacios  de  los 
príncipes  y  también  de  la  germina- 
ción de  las  flores:  llamábanle  tam- 
bién Xochipilli,  el  principal  que  dá 
flores  ó  que  tiene  cargo  de  dar  flo- 
res.» 

Los  jugadores  de  patoli  invoca- 
ban á  xochipilli  con  el  nombra  de 
Macuilxochitl,  según  se  ve  en  la 
lámina  60  del  Códice  Nuttall,  en 
el  que  está  pintado  el  juego  rodea- 
do de  cuatro  jugadores  y  presidido 
por  el  numen  Macuilxochitl.  El  in- 
térprete explica  la  lámina  diciendo: 

«Este  es  juego  q  los  yndios  te- 
nían yllamauanle  patole.  q  es  como 
juego  de  dados,  enigma  de  Vn  pe- 
tate pintado.  Enla  figura  siguiente, 
yestos  q  ansí  destos  juegos  son 
maestros  invocavan  al  demonio, 
q  ellos  llamavan  macuil  suchitl.  q 
quiere  dezirginco  Rosas  ynvocauan- 
le  para  q  les  diese  dha  para  ga- 
nar.» 

Xochiquetzalli.  (Xochitl,  flor; 
quetsalli,  precioso,  hermoso:  «flor 
preciosa.»)  Nombre  de  la  diosa  de 
las  flores.  Este  numen  es  uno  de  los 
más  confusos  é  indistintos  de  la  Mi- 
tología. Según  el  Códice  Zumár ra- 
ga antes  de  la  creación  sólo  había 
el  cielo  décimo  tercero,  en  el  cual 
vivían  el  dios  Tonacatecuhtli  y  su 
esposa  Tonacacihuatl,  por  otro  nom- 
bre Xochiquetsalli:  no  reconocía  ori- 
gen, era  el  principio  de  la  creación- 

Según  otra  leyenda,  Xochiquetsa- 
lli  no  era  la  misma  diosa  Tonacaci- 
huath  sino  su  coadjutora,  así  como 
Tonacatecuhtli  tenía  su  coadjutor 
en  el  dios  Chicóme  Xochitl,  Sobre  es- 
to Paso  y  Troncoso,  interpretando 
la  lámina  XXXI  del  Códice  Borbó- 


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508 


ANALES  DEL  MUSEO  NAClONAi. 


Nico,  expone  nuevas  y  preciosas 
enseñanzas  sobre  la  relación  entre 
las  diosas  Tonacaahuatl  y  Xochi- 
quet3alli.  Dice  así: 

«El  traje  azul  no  lo  llevaban  ex- 
clusivamente la  diosa  del  agua  y 
los  númenes  acuáticos;  siendo  la- 
brado, como  aquí  se  observa,  era 
propio  de  Xudeikeifalli,  diosa  de  las 
flores  y  de  los  bailes,  á  quien  supo- 
nían abogada  especial  de  las  emba- 
razadas, tal  vez  por  presidir  al  ac- 
to carnal  como  ya  lo  dije  (pág.  76); 
y  la  invocaban  también  como  patro- 
na  todos  los  que  hacían  labores  de 
manos,  como  bordadoras,  tejedoras, 
pintores,  entalladores,  etc.,  por  de- 
cir que  había  sido  ella  la  inventora 
de  toda  esa  clase  de  obras,  y  así, 
los  que  profesaban  tales  oficios  la 
festejaban  con  los  sacrificios  acos- 
tumbrados y  cantos  y  danzas,  sien- 
do solemnísima  la  de  animales,  cu- 
yo preludio  vimos  en  la  página 
XXX  de  nuestro  Códice,  y  de  la  que 
hablo  en  otro  lugar  (pág.  153).  En- 
tre los  atavíos  de  la  diosa  también 
es  característico  el  de  la  cabellera 
dispuesta  en  forma  de  coleta  lar- 
ga, y  cercenada  sobre  la  frente  co- 
mo aquí  la  vemos;  además,  en  va- 
rios Códices  viene  pintada  con  ese 
gran  bezote  azul,  que  no  era  sino 
adorno  postizo;  y  alguna  vez  tie- 
ne la  cara  teñida  como  xalxim'tl 
ikue,  no  siendo  siempre  fácil  dis- 
tinguirlas entre  sí,  aun  viéndolas 
juntas.  No  es  extraño,  por  otra  par- 
te, que  sea  semejanza  de  Xueeiket- 
fallí  aquella  moza  de  nuestra  pin- 
tura, cuando  sabemos  por  un  autor 
que  su  fiesta  se  iniciaba  en  el  mes 
Paxtofttli  ó  Teteu  eko,  rematando 
en  el  siguiente  mes  Ueipadetli6  Te- 
pcilhuitl.Qor\  el  sacrificio  de  la  ima- 
gen de  la  diosa,  que  se  cumplía  tan 


luego  como,  en  el  ultimo  día  de  la 
veintena  Teteu  eko,  habían  llegado 
todos  los  númenes;  agregando  el 
mismo  autor  que  se  vestía  con  su 
piel  un  sujeto,  que  puede  ser  el  que 
vemos  aquí  á  la  izquierda  del  ta- 
pestle. 

«Esta  explicación  tropieza  con 
dos  objeciones  serias:  la  1.*  se  rela- 
ciona con  los  atributos  de  Xuxiket- 
falli,  que  no  son  los  del  sujeto  ves- 
tido con  la  piel,  ya  que  vemos  empu- 
ñar á  este  las  mazorcas  de  xibo- 
me  koatl:  la  2.^  es  aún  más  grave, 
si  se  atiende  á  que  ocurría  el  de- 
sollamiento  de  la  esclava  Xuxikei- 
falli  en  Tepe  ilhuül,  y  aquí  está 
pintado  en  Teteu  eko.  Ambas  obje- 
ciones tienen  respuesta  y  me  haré 
cargo  de  las  dos.  El  anacronismo, 
según  entiendo,  no  es  más  que  apa- 
rente: los  ritos  de  la  fiesta  llamada 
Teteu  eko  duraban,  no  20,  sino  22  ó 
23  dias,  puesto  que  los  dioses  vie- 
jos no  venían  sino  después  de  los 
otros,  correspondiendo  ya  su  llega- 
da, no  á  Teteu  eko,  sino  á  los  dos  ó 
tres  primeros  dias  del  siguiente 
mes  Tepeilhuitl,  y,  siendo  sacrifica- 
da Xuxíketcalli  en  el  primer  día  ó 
2.*^  de  dicho  mes,  tendría  lugar  su 
desollamiento  antes  de  concluirlas 
ceremonias  de  la  llegada  de  los  dio- 
ses. Según  entiendo,  la  pintura  ex- 
presa, no  los  ritos  cumplidos  dentro 
de  20  dias,  sino  los  que  caían  den- 
tro del  término  de  la  llegada  de  to- 
dos los  dioses,  incluso  los  viejosí 
así  es  que  no  hay  en  realidad  ana- 
cronismo. La  esclava  era  dedicada 
desde  principios  del  mes  á  Xuxi- 
ketcalli,  y  por  eso  dice  un  cronista 
que  la  fiesta  de  la  diosa  se  ini- 
ciaba en  Paxtontli  ó  Teteu  eko:  es 
de  creerse  que  mientras  durase  la 
veintena  honrarían  á  la  semejan- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


509 


za  del  numen,  lo  que  van  haciendo 
los  4  sacerdotes  que  la  colocan  sobre 
andas;  y  de  cierto  se  sabe  que,  ter- 
minado ese  período,  la  sacrificaban, 
de  lo  cual  es  un  signo  seguro  el  es- 
tar allí  cerca  ese  su  jeto  vestido  con 
la  piel. 

«La  otra  objeción  sobre  cambios 
de  atributos  queda  resuelta  consul- 
tando las  pinturas  de  los  indios  y 
observando  que  Xuxikeicalli,  se- 
gún las  tradiciones  conservadas 
por  el  P.  Ríos  (Kingsborough,  vol. 
V,  pp.  184,  189)  no  era  mas  que  uno 
de  los  nombres  que  se  daban  a  la 
Diosa  madre  Tonakaftuatl,  que  sig- 
nifica en  sentido  recto,  «la  mujer 
de  nuestra  carne  ó  cuerpo,»  y  en 
sentido  translaticio  «la  diosa  de 
nuestra  sustancia  ó  mantenimien- 
to,» á  la  cual  tenia  por  compañera 
Tonakateuktlí,*el  señor  de  nuestro 
mantenimiento,»  supremo  dios.  Es- 
tos dos  compañeros,  cuya  sinoni- 
mia completa  he  dado  en  otro  de  mis 
estudios  (Anales  Museo,  Méx.,  vol. 
II),  habitaban  un  lugar  de  deli- 
cias llamado  Tonakakuauhtitlan, 
«vergeles  donde  hay  todas  maneras 
de  árboles,  flores,  y  frutos,»  dice  un 
autor;  y  dominaban,  como  se  ve, 
sobre  todas  las  producciones  de  la 
tierra.  Dos  de  los  nombres  de  la  gran 
diosa  eran  Xuxikeicalli,  numen  de 
las  flores;  y  xikome  koaíl,  numen 
de  los  frutos;  lo  cual  quiere  decir 
que  los  atributos  dominantes  de  la 
diosa  madre  se  repartían  entre 
aquellas  otras  dos  entidades  de  or- 
den secundario,  como  quiera  que 
había  de  la  1.^  Xuxiket^alli,  á  la  2.^ 
xikome  koatl,  una  relación  de  de- 
pendencia que  bien  se  revela  por 
medio  de  la  lengua  cuando  al  fruto 
se  le  da  el  nombre  de  xuxikualli 
«lo  bueno,  lo  sustancioso,  lo  que  se 


come  de  la  flor.»  También  es  com- 
pleta en  este  sentido  la  sinonimia 
del  supremo  dios  TonakaleUkíli, 
yo,  que  por  las  pinturas  indianas 
podemos  llegar  á  la  conclusión  de 
que  Q'nteoíl,  no  era  más  que  un 
representante  suyo  en  el  orden  de 
los  frutos,  pues  el  dios  padre  tiene 
por  atributos  las  mismas  mazorcas 
de  maíz  que  p*«/^o//,  distinguiéndo- 
se de  éste  sólo  por  el  kopilli  ó  dia- 
dema; pero  siendo  á  veces  iguales 
hasta  las  rayas  que  pintan  sobre  la 
cara  de  los  dos.  Asi  mismo  tenia  su 
coadjutor  en  el  orden  de  las  flores, 
llamado  xicome  xochitl,  ó  «siete 
flores,»  quien  daba  las  grandezas  del 
mundo  según  el  Códice  Ríos  (Orig. 
fol.  12,  vuelto;  Kings.  vol.  V,  p. 
175),  y  los  mantenimientos  igual- 
mente, según  el  Códice  Nuttall 
(fpl.  46  vuelto)  ya  que  le  dedicaban 
los  cascarones  de  los  huevos  de 
dondehabiansalidopollos,  para  dar- 
le gracias  por  la  merced  que  les  ha- 
bía hecho  en  darles  cria:  era  hon- 
rado el  dios  al  mismo  tiempo  que 
Xuxiket^alli  en  la  fiesta  movible  de 
la  2.^  trecena  (Sahagún,  1—77), 
donde  los  oficiales  de  obras  de  ma- 
no festejaban  á  los  2  númenes,  con 
separación  los  hombres  de  las  mu- 
jeres, aquellos  al  dios  y  estas  á  la 
diosa:  juzgo  que  lo  mismo  había  de 
ser  en  la  fiesta  fija,  bien  que  no  se 
compruebe,  ni  por  nuesrra  pintura, 
ni  por  el  único  texto  escrito  que 
ha  llegado  hasta  nosotros  con  la 
descripción  de  las  ceremonias  cum- 
plidas, en  honra  de  Xuxiketfalli,  du- 
rante los  meses  Paxtontli  y  Uei 
paxlli.  Ahora  bien,  Xuxiket^alli, 
coadjutora  de  la  diosa  madre  Tona- 
ka^iuail,  viene  descrita  en  las  lec- 
ciones ya  citadas  de  los  Códices 
Le  Tellier  y  Ríos,  como  mujer  de 
128 


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510 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Q'nteotl,  coadjutor  del  supreno  dios 
Tonakateuktli,  nueva  relación  en- 
tre la  flor  y  el  fruto.  Por  todo  lo  di- 
cho, entiendo  que  la  diosa  de  las 
flores  representada  en  nuestra  pin- 
tura no  es  otra  cosa  más  que  la  se- 
mejanza de  Tonakaciuatl,  la  gran 
diosa  de  los  mantenimientos,  y  por 
eso  quien  tiene  atacada  su  piel  em- 
puña las  mazorcas,  emblema  carac- 
terístico del  mantenimiento  india- 
no.—La  semejanza  casi  completa  en- 
tre TonakuQthuatl  y  Xuxi'ketcalli  se 
reconoce  mejor,  gráficamente,  que 
por  medio  de  los  textos  de  los  co- 
mentadores. Basta  para  ello  com- 
parar las  figuras  de  las  dos  deida- 
des en  el  tonalamatl  del  Códice 
Ríos:  7bwaA?a(:/A«a//,  correspondien- 
te á  la  1.*  trecena  (Original,  fol. 
27  f te.;  Kings.,  lám.  40),  y  Xuxiket(:a' 
/// á  la  19.^(ORiG.,fol.35vto;KiNGS., 
lám.  53);  ambas  tienen  vestido  la- 
brado, formando  rombos;  pero  más 
característico  es  el  tocado,  que  cons- 
ta en  una  y  en  otra  de  una  gran 
flor  central  y  de  dos  plumajes  ver- 
des laterales,  apareciendo,  según 
esto,  que  la  diosa  madre  se  tocaba 
lo  mismo  que  su  coadjutora.  Repí- 
tense  las  concordancias  en  las  dos 
láminas  correspondientes  del  Códi- 
ce Le  Tellier  (Orig.,  fol.s  8  fte.  22 
vto.;  KlNGSB.,2.^  pte.lám.s  1  y  30),  y 
basta  con  lo  expuesto  para  el  obje- 
to que  me  propuse  demostrar.» 

Según  otra  tradición  recogida  por 
Muñoz  Camargo,  Xochiquetsalli, 
qu e  preside  en  la  pintura  Vaticana  al 
cuarto  sol  cosmogónico,  adorában- 
la en  Tlaxcala  como  á  diosa  de  los 
amores.  En  extremo  hermosa,  vivía 
en  los  aires  sobre  el  noveno  cielo,  en 
lugares  deleitosos  de  fuentes,  ríos 
y  flores,  servida  por  muchos  ge- 
nios femeninos,  y  enanos,  corcoba- 


dos  y  truhanes  que  la  divertían 
perpetuamente.  Tan  guardada  es- 
taba por  su  corte,  que  hombre  al- 
guno podía  verla,  la  cual  no  evita- 
ba que,  valiéndose  de  sus  servido- 
res, mandara  embajada  á  los  dioses 
que  codiciaba.  El  lugar  de  la  resi- 
dencia de  la  diosa  era  Tamoanchan, 
paraíso,  y  existía  ahí  el  árbol  Xo- 
chitlicacan,  cuyas  flores  cojidas  ó 
sólo  tocadas,  hacían  fieles  y  di- 
chosos enamorados.  Xochiquet^al 
fué  esposa  de  Tlaloc,  mas  se  la  hur- 
tó Tescatlipoca,  quien  colocó  á  su 
amante  en  el  lugar  de  las  delicias: 
el  desdeñado  Tlaloc  tomó  por  com- 
pañera á  Matlalcueye, 

Chavero  hace  la  descripción  del 
ídolo  de  la  diosa,  que  resulta  distin- 
to del  que  hemos  visto  en  Paso  y 
Troncoso,  y  refiere  las  ceremonias 
de  la  fiesta  principal  que  se  hacía 
á  la  diosa. 

Dice  así: 

«La  diosa  Beochiquetsal  era  la  pa- 
trona  de  los  plateros,  pintores,  te- 
jedores de  plumas  y  en  general  de 
todas  las  artes  agradables:  era  pa- 
ra los  mexica  la  representación  de 
la  belleza.  Su  ídolo  era  de  madera, 
y  figuraba  á  una  hermosa  joven  con 
cabello  cortado  sobre  la  frente  y  á 
las  espaldas,  con  zarcillos  de  oro  y 
un  joyel  también  de  oro  colgando 
de  las  narices;  en  la  cabeza  tenía 
por  diadema  una  trenza  de  cuero  ro- 
jo, de  la  cual  salían  hacia  arriba  dos 
hermosos  penachos  de  plumas  ver- 
des de  quetzal;  su  camisa  era  muy 
labrada,  azul  con  flores  tejidas  y 
plumería  y  una  falda  de  muchos  co- 
lores; en  las  manos  llevaba  dos  be- 
llos ramos  de  flores.  El  templo  de 
esta  diosa  estaba  dentro  del  Mayor, 
y  aunque  pequeño  era  muy  galano, 
tapizado  de  mantas  y  plumería,  y 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


511 


lleno  de  aderezos  y  ornatos  de  oro. 
No  había  en  él  sacerdotes  especia- 
les, sino  que  los  servían  los  teopix- 
que  de  Htiitailopochtli. 

«El  día  de  la  fiesta,  que  venía  á  reu- 
nirse con  la  de  Teotleco,  los  pintores, 
plateros,  labranderas  y  tejedoras, 
llevaban  al  templo  una  india  vesti- 
da con  el  traje  de  xochiquetsal  para 
que  la  sacrificasen,  y  desollándola 
después,  uno  de  ellos  se  ponia  su 
cuero  y  el  vestido  de  la  diosa;  sentá- 
banlo en  seguida  en  las  gradas  del 
templo  y  le  ponían  un  telar  en  las 
manos.  Mientras  el  fingía  tejer,  bai- 
laban todos  los  oficiales  de  los  ofi- 
cios citados  con  disfraces  de  monos, 
gatos,  perros,  zorrros,  leones  y  ti- 
gres; era  su  danza  muy  alegre,  y  ca- 
da uno  llevaba  los  instrumentos 
de  su  oficio.  Dedicaban  también  es- 
ta fiesta  al  perdón  de  las  culpas,  y 
ella  nos  da  bastante  luz  sobre  lo  que 
era  en  realidad  la  confesión  de  los 
mexica.  Primero  purificaban  sus 
culpas  con  un  baño,  pues  era  de  or- 
denanza que  se  lavasen  todos  chi- 
cos y  grandes,  con  lo  cual  queda- 
ban libres  de  las  culpas  menores. 
Mas  los  grandes  pecadores  y  delin- 
cuentes no  se  purificaban  con  so- 
lo el  baño,  tenían  para  ello  necesi- 
dad 'de  confesar  sus  culpas  exte- 
riormente,  pero  no  en  especie;  se 
reconocían  culpados,  mas  no  ex- 
presaban cuáles  eran  sus  faltas, 
contentándose  con  pasar  por  su  len- 
gua agujereada  tantas  pajas  de  á 
palmo  cuantos  eran  sus  pecados 
graves.  Concluido  el  sacrificio, 
los  sacerdotes  recogían  las  pajas  en- 
sangrentadas, y  las  arrojaban  en  la- 
hoguera  divina,  con  lo  cual  queda- 
ban borradas  las  culpas.  Esto  mo- 
difica la  idea  que  se  tiene  sobre  la 
confesión  antigua  de  los  indios  y 


destruye  el  error  de  los  que  con  la 
cristiana  la  confunden.  Y  por  eso 
el  padre  Duran  afirma  terminante- 
mente que  esta  era  la  confesión  que 
los  indios  tenían,  y  no  vocal  como 
algunos  han  querido  decir.» 

(Véase  Xochilhuitl,  Xochicalli, 
Chicóme  Xóchitl  y  Macuilxochitl.) 

El  intérprete  del  Códice  Nuttal, 
refiriéndose  á  una  imagen  de  Que- 
tsalcoatl,  pintada  en  la  lámina  62, 
refiere  el  origen  de  las  rosas  que 
tienen  aroma  y  de  las  que  no  tienen, 
figurando  Xochiquetsalli  como  la 
Causa  de  tal  fenómeno. 

Dice  así: 

«Este  demonio  q  aqui  esta  pin- 
tado dizen  q  hizo  Vna  gran  feal- 
dad nefanda  q  este  ^algoatl.  es- 
tando lavándose  tocando  con  sus 
manos  el  miembro  Viril  hecho  de- 
si  lasimiente.  3ia  arrojo  encima  dev- 
na  piedra.  yallina<;íio  el  mor(piela- 
go  al  qual  enbiaronlosdiosesq  mor- 
diese aVna  diosa,  q  ellos  Uamauan 
suchi  q(uet)9al  q.  quiere  dezir  Ro- 
sa, q  lecortase  de  Vn  bocado  lo  q 
tiene  dentro  del  miembro  femíneo  y 
estando  ella  durmiendo  lo  corto 
ylotraxo  delante  de  los  dioses  ylo 
lavaron  y  del  agua  q  dello  de  Ra- 
maron  salieron  rosas  q.  no  huelen 
bien,  y  des  pues  elmismo  mor<;:iela- 
go  llevo  aqlla  Rosa  al  mictlan  te 
cutli.  yalla  lolauo  otra  vez.  y  del 
agua  q  dello  salió  salieron  Rosas 
olorosas,  q.  ellos  llaman  súchiles  por 
deriva<;íion  desta  diosa  q  ellos  lla- 
man suchi  que  <;íal.  yansi  tienen  q 
las  Rosas  olorosas  vinieron  del 
otro  mundo,  decasa  deste  ydolo.  q 
ellos  llaman  mictlan  tecutli  y  las 
q .  no  huelen  dizen  q  son  nacidas  des- 
de elprincipio  en  esta  tierra.» 

Torquemada  confunde  á  la  diosa 
del  agua  Chalchiuhictie  con  Xochi- 


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512 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


quetsalli,  pues  dice  que  aquélla  te- 
nia también  este  nombre.  Boturini 
incide  en  el  mismo  error,  y  le  da  el 
nombre  de  Macuilxochiquetsalli. 
Este  error  proviene  tal  vez  de  que 
las  dos  diosas  tienen  falda  azul  y 
otros  atavios  semejantes;  pero  ya 
hemos  visto  en  el  pasaje  preinser- 
to de  Paso  y  Troncoso  que  son  dos 
númenes  enteramente  diversos, 
aunque  coincidan  en  tener  ambas  la 
falda  azul. 

Clavigero  habla  de  Xochiquetsa- 
lli,  no  refiriéndose  á  la  diosa,  sino 
á  la  mujer  de  la  pareja  que  se  sal- 
vó en  el  Atonatiuh  que  él  llama  el 
Diluvio.  Dice  así: 

«Tenian  los  mexicanos,  como  to- 
das las  naciones  cultas,  noticias 
claras,  aunque  alteradas  con  fábu- 
las, de  la  creación  del  mundo,  del 
diluvio  universal,  de  la  confusión 
de  las  lenguas,  de  la  dispersión  de 
las  gentes,  y  todos  estos  sucesos 
se  hallan  representados  en  sus  pin- 
turas. Decian  que  habiéndose  aho- 
gado el  género  humano  en  el  Dilu- 
vio, solo  se  salvaron  en  una  barca 
un  hombre  llamado  Coxcox  (á  quien 
otros  dan  el  nombre  de  Teocipactli) 
y  una  mujer  llamada  Xochiquetsatl; 
los  cuales,  habiendo  desembarcado 
cerca  de  una  montaña,  á  que  dan  el 
nombre  de  Colhuacan,  tuvieron  mu- 
chos hijos,  pero  todos  mudos,  hasta 
que  una  paloma  les  comunicó  los 
idiomas  desde  las  ramas  de  un  ár- 
bol, tan  diversos,  que  no  podian  en- 
tenderse entre  sí.  Los  Tlaxcaltecas 
decian  que  los  hombres  que  esca- 
paron del  diluvio  quedaron  conver- 
tidos en  monos;  pero  poco  á  poco 
fueron  recobrando  el  habla  y  la  ra- 
zón.» 

Además  de  la  Xochiquetsalli  te- 
rrestre de  que  habla  Clavigero,  hay 


otra,  hija  de  la  diosa,  pues  el  Códi- 
ce ZuMÁRRAGA  dice  lo  siguieutc: 

«Entretanto  nació  un  hijo  al  pri- 
mer par  de  hombres  y  le  llamaron 
Pilcintecuhtli;  no  teniendo  compa- 
ñera, los  dioses  le  formaron  una  de 
los  cabellos  de  XochiquetsaL* 

Refiriéndose  á  esta  mujer  dice  el 
mismo  Códice  lo  siguiente: 

«El  1  acatl,  reunidos  los  dioses 
vieron  que  la  tierra  no  estaba  alum- 
brada, pues  no  tenia  más  claridad 
que  la  llama  de  los  fuegos,  determi- 
naron formar  un  sol,  que  ademas 
de  alumbrar  la  tierra  comiese  cora- 
zones y  bebiese  sangre.  Al  efecto 
se  pusieron  á  hacer  la  guerra,  para 
lo  cual  Teacatlipoca  formó  cuatro- 
cientos hombres  y  cinco  mujeres 
para  que  el  sol  comiese:  ellos  mu- 
rieron dentro  de  cuatro  años,  que- 
dando ellas  vivas.  El  10  tecpatl,  23 
de  la  era,  Xochiquetsal,  mujer  de 
Pilcintecuhtli,  murió  en  la  guerra 
y  fué  la  primera  de  su  sexo  que  su- 
cumbió en  la  lucha.» 

Xóchitl  Flor.  Era  el  20.<^  signo  ó 
nombre  de  las  veintenas  y  el  pri- 
mer día  de  la  4.*  trecena  del  Tona- 
lamatl.  Como  signo  del  20.°  día  de 
la  veintena,  representaba  á  Xóchitl 
en  los  jeroglíficos  con  una  rosa. 

El  culto  á  las  flores,  aparte  de 
que  estaba  indicado  por  la  natura- 
leza, reconoció  por  origen  el  mito 
á  que  se  atribuye  la  formación  de 
las  rosas,  ya  perfumadas,  ya  sin 
aroma.  El  Códice  Nuttall,  refi- 
riéndose á  Qtietsalcoatlf  explica  en 
la  lámina  62,  que  hemos  insertado 
en  el  artículo  Xochiquetzalli,  ex- 
plica ese  mito  curioso  y  singular. 
{'Fiías^XocHiLHUiTL,  Xochiquetza- 
lli y  Xóchitl  precedido  de  los  car- 
dinales ce  orne,  etc.,  hasta  mactaltli 
yei.) 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


513 


41 


Xóchitl  era  el  nombre  de  una  rei- 
na de  ToUan.  Aunque  este  persona- 
je es  rigurosamente  histórico,  tiene 
algunas  afinidades  con  la  mitología, 
y  por  esta  consideración  trataremos 
de  su  vida  y  muerte.  Según  Ixtlil- 
Xóchitl f  historiador  tolteca,  habien- 
do heredado  Tecpancaltsin  el  seño- 
río de  los  tolteca,  á  los  diez  aflos  de 
su  reinado  fué  á  su  palacio  una 
doncella  muy  hermosa  llamada  Xó- 
chitl con  su  padre  Papuntsin,  á 
presentarle  la  miel  de  maguey  que 
habian  descubierto.  Prendóse  el  rey 
de  la  doncella,  y  tras  los  episodios 
en  esos  casos  naturales,  acabó  por 
seducirla,  ocultándola  en  una  forta- 
leza que  había  sobre  el  cerro  Pal- 
pan, donde  tuvo  un  hijo  á  quien  pu- 
sieron Meconetsin,  que  quiere  decir 
hijo  del  maguey f  por  recuerdo  al 
origen  de  los  amores  de  sus  padres, 
y  el  cual  nació  el  aflo  ce  acall.  Te- 
nía el  nifto  las  señales  que  dijo  el 
astrólogo  Hueman  de  que  había  de 
tener  el  rey  en  cuyo  tiempo  y  go- 
bierno se  hubiera  de  perder  y  des- 
truir Tollan. 

Habiendo  gobernado  cincuenta  y 
dos  años  Tecpancaltsin,y  teniendo 
que  dejar  el  poder  según  la  ley  que 
supone  Ixtlilxochitl,  acordó  pasar- 
lo á  su  hijo  Meconetsin  por  otro  nom- 
bre Topiltsin,  que  era  ya  hombre  de 
más  de  cuarenta  años  y  muy  virtuo- 
so y  muy  sabio.  Pero  tenía  á  tres  se- 
ñores, sus  parientes  cercanos,  que 
estaban  por  el  rumbo  de  Xalixco, 
los  cuales  podían  alegar  mejores 
derechos  al  trono  que  su  hijo  natu- 
ral; por  lo  cual  juntó  á  los  principa- 
les y  más  poderosos  de  su  reino, 
entre  ellos  á  los  señores  Cuauhtliy 


Maxtlatsin,  y  decidieron  que  estos 
dos  y  Topitsin  gobernaran  la  nación 
tolteca;  pero  siendo  primero  y  prin- 
cipal el  hijo  de  Xóchitl,  de  manera 
que  lo  juraron  rey  de  reyes. 

Llevaba  Topiltsin  cuarenta  años 
de  reinado,  cuando  comenzaron 
las  señales  que  había  pronosticado 
el  astrólogo //«^waw.  El  en  los  últi- 
mos años  se  había  prostituido,  y  con 
su  mal  ejemplo  sus  vasallos  los  tol- 
teca; tanto  que  las  más  principales 
hembras  iban  á  los  santuarios  á  ce- 
lebrar bacanales  con  los  sacerdotes. 
Se  cuenta,  entre  otras,  de  una  dama 
que  tuvo  amores  con  Texpolcatl,\mo 
de  los  sacerdotes;  el  otro  era,EscolO' 
tu,  del  templo  del  dios  Ceacatl,  en 
Cholollan.  Los  sacerdotes  tolteca 
profesaban  castidad,  á  pesar  de  lo 
cual  el  dicho  Texpolcatlturo  en  esa 
dama  un  hijo  llamado  Iscax,  que  he- 
redó de  su  padre,  y  después  sus 
descendientes,  la  dignidad  de  gran 
sacerdote. 

Yendo  el  rey  un  día  á  sus  jardi- 
nes halló  un  conejo  con  cuernos  de 
venado  y  á  un  huitsitsillin,  colibrí, 
con  un  largo  espolón;  y  como  hubie- 
se visto  en  el  Teoamoxtli  ó  libro  di- 
vino, que  formó  Hueman,  que  estas 
eran  las  señales  que  había  pronosti- 
cado, mandó  hacer  grandes  fiestas 
'  y  sacrificios  para  aplacar  á  los  dio- 
I  ses.  Mas,  no  obstante  esto,  al  año  si- 
I  guiente  comenzaron  las  calamida- 
!  des:  cayeron  grandísimos  aguace- 
ros con  sapos  y  hubo  fortísimos  hu- 
racanes, y  como  esto  duró  cien  días 
sin  cesar,  les  destruy^ó  los  campos  y 
la  mayor  parte  de  sus  edificios:  al 
segundo  año  no  llovió,  fué  terrible 
el  calor  y  se  secaron  las  plantas  y 
los  árboles;  al  tercero  cayeron  mu- 
chas heladas,  que  abrasaron  la  tie- 
,  rra  sin  quedar  cosa  alguna,  y  al 

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514 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


cuarto  fueron  tantos  los  rayos  y  tan 
continuo  el  granizo,  que  destruye- 
ron hasta  los  magueyes  y  árboles 
grandes  que  habían  escapado,  y 
los  mismos  edificios  y  murallas  fuer  • 
tes. 

Cuando  la  plantas  comenzaban  á 
producir  de  nuevo,  gran  cantidad 
de  aves,  langostas,  gusanos  y  sa- 
bandijas destruyéronlo  todo,  agre- 
gándose á  estas  calamidades  la  gue- 
rra que  contra  los  tolteca  comenza- 
ron aquellos  tres  parientes  régulos 
de  Xalixco,  todo  por  la  hermosa 
Xóchitl,  porque  su  hijo  había  he- 
redado el  reino  y  mandaba  ella  to- 
da la  tierra.  Y  aumetáronse  los  ma- 
les, porque  los  gorgojos  se  comie- 
ron las  cosechas  guardadas  en  los 
graneros. 

Habiendo  pasado  veinte  aftos  de 
la  primera  calamidad,  se  encontró 
tirado  en  un  cerro  un  niño  muy 
blanco,  rubio  y  hermoso,  y  lo  lleva- 
ron á-la  ciudad  á  mostrárselo  al  rey. 
Parecióle  á  éste  mala  señal,  y  mandó 
que  lo  volviesen  al  lugar  de  donde 
lo  habían  llevado:  pudriósele  la  ca- 
beza ahí,  y  el  mal  olor  produjo  tan 
gran  peste  que  de  las  mil  partes  de 
los  tolteca  se  murieron  las  novecien- 
tas. Desde  este  tiempo  quedó  por 
ley  que  en  naciendo  un  niño  albino  lo 
sacrificaban  luego  que  cumplía  cin- 
co años.  TesoBomoc  habla  varias 
ocaciones  en  su  Crónica  de  los  sa- 
crificios de  niños  albinos  que  hacían 
los  mexica  en  la  vorágine  de  la  la- 
guna de  Texcoco  llamada  de  Pan- 
titlan. 

Entre  tanto,  los  régulos  de  Xalix- 
co habían  avanzado  apoderándose 
de  varias  ciudades,  y  Topiltsin,  pa- 
ra calmar  su  enojo,  resolvió  man- 
darles un  gran  presente  de  oro, 
mantas,  joyas  y  piedras  preciosas, 


con  dos  embajadores  tolteca,  muy 
valerosos  y  principales,  y  á  más  un 
juego  de  pelota,  como  una  sala  me- 
diana, de  esmeraldas  y  otras  piedras 
preciosas.  No  contentó  esto  á  los  ene- 
migos, y  tras  diversos  episodios 
vinieron  sobre  Tollan  con  un  gran 
ejército.  Topiltsin  por  su  parte  ha- 
bía colocado  dos  grandes  cuerpos 
de  fuerzas  en  lugares  avanzados,  el 
uno  en  tierra  de  los  tlahuica  bajo 
el  mando  de  Huehuetunexcatl,  y  el 
otro  á  sus  órdenes  enTultitlan.  Dio 
el  primer  cuerpo  la  primera  batalla, 
peleando  todos  valerosamente,  aun 
algunas  matronas  tolteca;  pero  fué 
vencido  Huehuetunexcatl,  que  ape- 
nas pudo  escapar  con  algunos  sol- 
dados y  refugiarse  en  el  campo  de 
Tultitlan. 

Apercibióse  Topiltsin  á  la  bata- 
lla, y  antes  mandó  llevar  á  sus  hi- 
jos y  sucesores  del  reino  llamado 
el  mayor  Pochotl  y  el  menor  Xo- 
lotsin,  á  los  muy  altos  montes  de 
Tolocan  para  que  allí  se  salvasen. 
Combatieron  los  ejércitos  cuarenta 
días,  luchó  Topiltsin  en  persona,  y 
el  viejo  su  padre  y  muchas  matro- 
nas y  mujeres  y  la  misma  Xóchitl 
causa  de  todas  las  desgracias,  y  fue- 
;  ron  vencidos  los  tolteca,  y  murieron 
viejos  y  mozos,  mujeres  y  niños,  en 
el  año  ce  tecpatl.  Huía  Topiltsin  pa- 
ra Tollan,  pero  en  Chiuhnauhtlan 
les  dieron  alcance  á  él  y  á  los  su- 
yos, y  luego  en  Xaltocan,  y  en  feó- 
tihuacan  y  en  Totolapan,  yantes  de 
llegará  Tultecaxochitlalpan  los  al- 
canzaron nuevamente  y  Xiuhte- 
nancatsin  m?ító  al  viejo  rey  Tecpan- 
caltsin,  y  Cohuacoxtsin  á  la  reina 
Xóchitl,  que  murió  defendiéndose 
con  heroísmo. 

Siguieron  los  vencedores  persi- 
guiendo á  los  vencidos,  en  Totola- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


515 


pan  alcanzaron  á  Cuauhtli  y  Max- 
tía,  los  dos  señores  que  con  Topil- 
tain  gobernaban  en  ToUan,  y  el  rey 
Huehuetsin  los  derrotó  y  allí  mu- 
rieron. Topiltain  se  escondió  en  una 
cueva  de  Xico  junto  á  Tlalmanalco, 
y  algo  adelante  dieron  los  enemi- 
gos nueva  batalla  á  Huehuetunex- 
caíl,  y  en  elJa  murió  éste  y  que- 
dó completamente  destrozado  su 
ejército,  y  á  más  cogieron  á  Xolo- 
tain,  hijo  menor  de  Topilsin,  habien- 
do salvado  al  mayor  Pochotl  su 
nodriza  Tochcueye  en  los  desiertos 
de  Nonoalco.  Topiltzin  se  fué  de  Xi- 
co á  Tlapallan,  pero  los  indios  mu- 
chos años  después  decían  que  no  se 
había  ido  y  que  estaba  todavía  ahí 
con  Netsahualcoyotl,  Netsahual- 
pilli  y  Moquihuita,  que  fueron  los  re- 
yes mas  valerosos  y  de  mejores  ha- 
zañas. Así  concluyó,  según  Ixtlil- 
xochitl,  la  monarquía  tolteca. 

Xochitlicaoan.  (Xóchitl,  flor;  tea- 
can,  derivado  del  verbo  t'cac:  estar 
de  pie;  no  se  percibe  el  sentido  eti- 
mológico de  la  palabra,  pues  la  tra- 
ducción literal  es:  «estar  de  pie  Xó- 
chitl,*) Árbol  que  estaba  en  la  resi- 
dencia ó  paraíso  que  habitábala  dio- 
sa Xochiquetaalli.  (Véase  lo  que  dice 
Orozco  y  Berra,  á  propósito  de  es- 
te árbol  en  el  artículo  Xochique- 

TZALLI.) 

«El  lugar  Tamoanchan  y  el  árbol 
Xochitlicacan  constan  en  el  Códice 
Telveriano.» 

Xochitonal.  (Xóchitl,  flor;  tona- 
lli,  día,  calor,  alma,  espíritu:  no  se 
percibe  el  sentido  etimológico  de  la 
palabra,  dada  su  significación.) 
Nombre  que  daban  á  un  lagarto,  se- 
gún unos  autores,  ó  lagartija,  según 
otros,  que  estaba  sumergido  en  las 
aguas  negras  del  Apanuiayo,  uno 
de  los  lugares  por  donde  tenían  que 


pasar  los  muertos  para  llegar  al 
Mictlan. 

Xochiyaoyotl.  (Xóchitl,  flor; 
yaoyotl,  guerra:  «guerra  florida.») 
Cuando  el  imperio  estaba  en  paz  y 
sobrevenía  alguna  solemnidad  que 
pidiera  gran  numero  de  víctimas, 
como  en  la  coronación  de  los  re- 
yes, se  emprendía  una  guerra  bajo 
los  más  fútiles  pretextos.  Para  tiem- 
pos normales,  á  fin  de  proveer  á 
los  dioses  de  carne  fresca,  concer- 
taron los  tres  reinos  coligados  de 
México,  Texcoco  y  Tlacopan,  por 
una  parte;  la  república  de  Tlaxca- 
11a,  la  ciudad  teocrática  de  Cholollan 
y  ^1  estado  oligárquico  de  Huexo- 
tzinco,  por  otra,  aquella  célebregue- 
rra  mensual  denominada  Xochiyao- 

I  yotl,  guerra  florida,  guerra  religiosa 
ó  de  los  enemigos  de  casa,  en  la 
cual  recíprocamente  se  suminis- 
traban víctimas  en  cada  una  de  las 

,  diez  y  ocho  fiestas  principales  que 

,  al  año  tenían. 

XochtecatL  (Xóchitl,  flor;  tecatl, 

'  desinencia  en  telicia:  «Natural  de 

,  Xochitlan.»)  Una  de  las  cuatro  es- 
clavas que  sacrificaban  en  la  fiesta 
del  mes  Tepeilhuitl.  Paso  y  Tronco- 
so,  interpretando  la  lámina  XXXII 
del  Códice  Borbónico,  explica  el 
simbolismo  de  este  sacrificio.  Dice 
así: 

«El  número  de  4  mujeres  sacri- 
ficadas á  honra  de  los  montes  lo 
creo  simbólico  de  los  4  puntos  car- 

í  dinales  hacia  donde  vivían  los  dio- 
ses de  la  lluvia  y  se  formaban  los 
nublados,  que,  en  horizontes  ceñi- 
dos de  montañas,  corresponderían 
siempre  con  un  cerro:  en  los  nom- 
bres de  las  cuatro  esclavas,  Tepó- 
XOBC,  Matlalkuae,  Xoxtécatl  y  Ma 
ydhuel,  hay  cierto  vislumbre  de  los 
4  colores  aplicados  á  los  puntos  car- 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


dinales,  y  quizá  recuerden  aquí  la 
ceremonia  de  los  maíces  de  4  colo- 
res desparramados  á  los  4  vientos, 
que  algún  autor  nos  dice  se  hacía 
durante  la  veintena  también.* 

Orozco  y  Berra  conjetura  que  los 
nombres  de  las  víctimas  sacrifica- 
das lo  eran  de  los  dioses  de  los  mon- 
tes. Dice  así: 

«Para  contentar  el  rito  bárbaro, 
sediento  siempre  de  sangre  huma- 
na, había  al  efecto  cinco  víctimas 
inmoladas;  cuatro  mujeres  nombra- 
das Tepechoch,  Matlalcuae,  Xochi- 
tecatl  y  Mayahuetl,  y  un  hombre 
dicho  Miuahuatl.  Verdaderamente 
estos  parecen  ser  los  nombres  de  las 
divinidades  de  las  montañas.  La 
fiesta  tenía  por  objeto  alcanzar  bue- 
nas y  suficientes  lluvias.  Los  mon- 
tes, sobre  los  cuales  se  posan  las 
nubes  forman  el  consorcio  de  la  tie- 
rra y  del  agua  para  producir  abun- 
dantes cosechas.  V 

Xochtzitzquilo.  (Xóchitl,  flor; 
tsitsquiloa,  coger:  «coger  las  flo- 
res.») Era  uno  de  los  nombres  que 
daban  á  la  veintena  llamada  Atla- 
cahualco,  que  era  la  primera  del 
año,  sobre  esto  dice  Chavero: 

«Tenía  también  el  nombre  de  Xoch- 
tzitzquilo ó  tomar  un  ramo  en  la 
mano,  pues  consideraban  que  el  año 
era  de  muchos  meses  y  días  como  el 
ramo  de  muchas  ramas  y  hojas:  así 
tomar  el  año  en  la  mano  significa 
empezar  el  añor  En  significación 
de  esto  salían  los  mexica  por  los 
campos  y  todos  tocaban  con  la  ma- 
no las  hierbas  5^^  ramos  nacidos,  y 
arrancando  algunas  entraban  con 
ellas  en  la  mano  en  el  templo.  Por 
eso  se  representaba  este  mes  con  un 
hombre  arrancando  hierbas.» 

Xoloco.  fXolotl,  nombre  de  un 
dios,  co,  en:  «donde  está  XolotL*) 


Paso  y  Troncoso  traduce  «En  la  en- 
crucijada,» no  porque  tenga  tal  sig- 
nificación, sino  porque  el  adorato- 
rio  de  este  dios  estaba  en  la  bifur- 
cación de  la  calzada  de  México  á 
Coyoacan  y  á  Itztapalapan.  Era  uno 
de  los  cuatro  lugares  que,  al  derre- 
dor de  la  ciudad  de  México  marcaban 
los  cuatro  puntos  cardinales.  Xo- 
loco marcaba  el  punto  del  sur,  y  mar- 
caba también  los  cuatro  signos  con 
que  se  distinguían  los  años.  En  este 
lugar,  como  en  los  otros  tres,  hacían 
ofrendas  en  algunas  fiestas  y  pa- 
seaban por  ellas  á  las  víctimas  del 
sacrificio. 

Sahagún,  describiendo  la  fiesta 
que  hacían  á  la  diosa  Xilonen  en 
la  veintena  Tecuilhuitl,  dice: 

« Andados  diez  días  de  este 

mes,  celebraban  la  fiesta  que  lla- 
maban Vey tecuilhuitl,  en  la  cual 
á  honra  de  la  diosa  que  se  llamaba 
Xilonen^  mataban  á  una  mujer, 
la  cual  componían  y  adornaban  con 
los  ornamentos  de  la  diosa,  y  de- 
cían que  era  su  imagen,  á  la  cual 
adornaban  de  esta  manera.  Ponían- 
la la  cara  de  dos  colores,  desde  la 
nariz  abajo  de  amarillo,  y  la  frente 
de  colorado,  ornábanla  la  cabeza 
con  una  corona  de  papel  de  cuatro 
esquinas,  y  del  medio  de  la  corona 
salían  muchos  plumages  como  pe- 
nachos: colgábanla  del  cuello  mu- 
chos sartales  de  piedras  ricas 
anchas,  las  cuales  le  adornaban 
igualmente  los  pechos.  Sobre  las 
piedras  llevaba  una  medalla  de 
oro  redonda,  vestíanla  de  un  vipil 
labrado  de  imágenes  del  demonio, 
y  poníanle  unas  enaguas  semejan- 
tes al  vipil,  todo  era  curioso  y  rico: 
las  cotaras  que  traía  eran  pintadas 
de  unas  listas  coloradas:  poníanle 
en  el  brazo  izquierdo  una  rodela 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


517 


y  en  la  otra  mano  un  bastón  teflido 
de  color  bermejo.  Ataviada  con  es- 
tos adornos,  cercábanla  muchas 
mugeres,  y  la  llevaban  en  me- 
dio á  ofrecer  incienso  á  cuatro  par- 
tes, esta  ofrenda  hacia  en  la  tarde 
antes  que  muriese,  y  la  llamaban 
Xaloquia,  porque  el  dia  siguiente 
habia  de  morir.  El  uno  de  estos  lu- 
gares se  llamaba  Tetamacolco,  el 
otro  Necocixecan,  el  otro  Atenchi- 
calcan,  el  cuarto  se  llamaba  Xoloco: 
estos  cuatro  lugares  donde  of  recian, 
era  en  reverencia  de  los  cuatro  ca- 
racteres de  la  cuenta  de  los  años. 
El  primero  se  llama  acatl,  que  quie- 1 
re  decir  caña;  el  segundo  se  llama 
tecpath  que  quiere  decir  pedernal 
como  hierro  de  lanza:  el  tercero  se 
llama  calli,  que  quiere  decir  casa: 
el  cuarto  se  llama  tochtli,  que  quie- 
re decir  conejo.^ 

Xoloteopan.  (Xoloíl,  dios  de  es- 
te nombre,  teopantli  6  teopan,  tem- 
plo: «templo  de  Xolotl.^)  Los  tlax- 
caltecas y  los  otomíes  de  aquella 
comarca  tributaban  culto  especial 
á  Xolotl,  y  en  su  región  estaba  el  Xo- 
loteupan.  Así  se  desprende  de  una 
nota  que  trae  Paso  y  Troncoso,  al 
describir  las  fiestas  que  se  hacían 
en  Tlaxcala  á  los  dioses  Camaxtli, 
Mixcoatl  y  Xoloíl.  La  nota  dice  así: 

«Los  Otomies  y  Ñauas  de  Tlax- 
cala, cuando  hacían  estas  cazas  ge- 
nerales, en  tiempos  de  gran  sequía  ' 
sacaban  el  corazón  de  las  piezas  ma- 
yores, venados  ó  jabalíes,*y  lo  pre- 1 
sentaban  á  sus  númenes,  proponién- 
dose aplacarlos;  otro  tanto  hacían  , 
con  los  perros  pelones  .ro/o-/7(:*w/«- 1 
tin.  sacándoles  los  corazones   en 
un  templo  especial  que  llamaban  Xo- 
loteupan.   Es  la  verdadera  huella 
que  se  debe  seguir  para  llegar  al 
origen  de  los  sacrificios  humanos, 


pues  entiendo  que  comenzarían  sa- 
crificando animales,  y  más  tarde 
hombres.» 

Xolotl.  Como  la  palabra  Xolotl 
entra  en  composición  en  muchas  de 
diversas  significaciones,  los  etimo- 
logistas,  al  ocuparse  de  tales  pala- 
bras, dan  la  etimología  de  Xolotl, 

D.  Eufemio  Mendoza  dice  que 
xolotl  se  deriva  del  verbo  xolochoa, 
arrugarse,  plegarse,  y  que  tal  vez 
porque  la  piel  del  axolotl  es  muy 
rugosa  se  le  llamó  «arrugado  del 
agua.»  Sin  contradecir  esta  etimo- 
logía sólo  haremos  observar  que  el 
participio  dexolochoa,  de  donde  de- 
be derivarse  el  nombre,  es  xoloch- 
//r,  arrugado,  y  el  substantivo  debe- 
ría ser  xolochtlí. 

El  Sr.  Jesús  Sánchez,  siguiendo 
á  Herrera,  dice  que  axolotl  se  com- 
pone de  atl,  agua,  y  de  xolotl,  glo- 
tón. Once  palabras  trae  Molina  pa- 
ra designar  al  glotón,  en  mexicano, 
y  ninguna  de  ellas  es  xolotl,  ni  tie- 
ne la  menor  analogía  ó  semejanza 
con  ella. 

Lo  cierto  es  que  no  se  conoce  la 
verdadera  significación  de  xolotl  y 
menos  su  etimología.  El  Sr.  Orozco 
y  Berra,  hablando  del  primer  rey 
chichimeca  Amacui  Xolotl,  dice: 
«No  conocemos  el  verdadero  senti- 
do de  esta  palabra  segunda.  Pre- 
tenden algunos,  que  significa  «ojo,» 
«vigilante,»  traducción  que  no  tie- 
ne fundamento.  Xolotl  es  aquel  dios 
criminal  de  Teotihuacán  que,  por 
medio  de  transformaciones,  resis- 
tió cuanto  pudo  hasta  sucumbir  an- 
te el  culto  del  sol  y  de  la  luna;  el  vo- 
cabulario de  Molina  traduce  la  voz 
Xolo,  «paje,»  «criado  ó  esclavo,» 
Los  chichimecas  hablaban  len- 
guas diversas  de  la  nahoa  (creemos 
que  no);  al  traducir  los  mexica  á  su 

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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


lengua  los  nombres  de  los  bárba- 
ros, lo  han  de  haber  hecho  por  me- 
dio de  signos  homófonos,  aunque 
no  sinónimos.» 

Para  comprender,  prescindiendo 
de  su  significación,  el  sentido  de  la 
palabra  axolotl  y  de  otras  muchas 
mexicanas  en  que  entra  en  compo- 
sición Xolotl,  es  necesario  dar  á  co- 
nocer al  personaje  mitológico  lla- 
mado Xolotl, 

El  P.  Sahagún  trae  una  larguísi- 
ma relación  para  decirnos  de  cómo 
fué  necesario  que  varios  dioses  obli- 
garan á  los  dioses  Tecucistecatl  y 
Nanaoatsin  á  arrojarse  en  una  ho- 
guera en  Teotihuacan,  para  que  se 
convirtieran  en  astros  luminares  del 
día  y  de  la  noche,  esto  es,  en  Sol  y 
en  Luna:  pero  sucedió  que  una  vez 
creados,  alumbraron  con  la  misma 
luz,  lo  cual  no  fué  del  agrado  de  los 
dioses,  y  para  modificar,  atenuándo- 
la, la  luz  de  la  luna  y  conseguir  que 
los  astros  alumbraran  con  regula- 
ridad al  mundo,  fué  necesario  un 
nuevo  concilio  de  los  dioses.  Para 
saber  lo  que  resolvieron  y  ejecuta- 
ron, oigamos  la  curiosa  relación  del 

franciscano  « primero  salió 

el  sol,  y  tras  él  la  luna.  Y  dicen  los 
que  cuentan  fábulas  ó  hablillas,  que 
tenían  igual  luz  con  que  alumbra- 
ban, y  de  que  vieron  los  dioses 
que  igualmente  resplandecían,  ha- 
bláronse otra  vez  y  dijeron:  ¡Oh  dio- 
ses! ¿Cómo  será  ésto?  ¿Será  bien  que 
vayan  ala  par?  ¿será  bien  que  igual- 
mente alumbren?— y  los  dioses  die- 
ron sentencia  y  dijeron:— Sea  de  es- 
ta manera.— Y  luego  uno  de  ellos  fue 
corriendo  y  dio  con  un  conejo  en 
la  cara  á  Tecucistecatl  (La  Luna),  y 
escureciole  la  cara,  ofuscándole  el 
resplandor,  y  quedó  como  ahora  es- 
tá su  cara.  Después  que  hubieron 


salido  ambos  sobre  la  tierra  estu- 
vieron quedos  sin  moverse  de  un 
lugar  el  sol  y  la  luna;  y  los  dioses 
otra  vez  se  hablaron  y  dijeron:— 
Como  podemos  vivir?  no  se  menea 
el  sol,  ¿hemos  de  vivir  entre  los  vi- 
llanos? muramos  todos  y  hagamos 
que  resucite  por  nuestra  muerte:— 
Y  luego  el  aire  se  encargó  de  ma- 
tar á  todos  los  dioses,  y  matólos,  y 
dícese  que  uno  llamado  Xolotl  reu- 
saba  la  muerte  y  dijo  á  los  dioses. 
—¡Oh  dioses!  no  muera  yo.— Y  llo- 
raba en  gran  manera,  de  suerte  que 
se  le  hincharon  los  ojos,  y  cuando 
llegó  á  él  el  que  mataba  echó  á  huir, 
y  escondióse  entre  los  maizales,  y 
convirtióse  en  pie  de  maíz,  que  tie- 
ne dos  cañas,  y  los  labradores  le  lla- 
maban Xolotl,  y  fue  visto  y  ha- 
llado entre  los  pies  del  maíz;  otra 
vez  se  echó  á  huir  y  se  escondió  en- 
tre los  magueyes,  y  convirtióse  en 
maguey,  que  tiene  dos  cuerpos  que 
se  llama  mexolotl;  otra  vez  fué  vis- 
to, y  echó  á  huir,  y  metióse  en  el 
agua,  y  hízose  pez,  que  se  llama 
axolotl;  y  de  allí  le  tomaron  y  le 
mataron;  y  dicen  que  aunque  fue- 
ron muertos  los  dioses,  no  por  eso 
se  movió  el  sol » 

Luego  que  el  pueblo  se  apoderó  de 
este  mito,  lo  desfiguró  multiplican- 
do las  transformaciones  de  Xolotl,  y 
lo  convirtió  en  un  Proteo  mexicano; 
visitaba  alas  cocineras,  y  entonces 
se  llamaba  texolotl  (tejolote);  se  me- 
tía á  los  corrales  y  se  convertía  en 
huexolotl  (guajolote);  por  último,  de 
una  gente  boba  ó  tonta,  decían  que 
tenía  metido  á  Xolotl,  y  la  llama- 
ban Xolopitlí,  estúpido. 

Conocido  este  mito,  fácil  es  com- 
prender el  sentido  de  las  palabras 
en  que  entra  en  composición  Xo- 
lotl, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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Olvidado  ó  desfigurado  que  fue 
el  mito  de  Xolotl  llegó  á  ser  sinóni- 
mo de  «juguete,»  «mufleco,»  «vigi- 
lante,» etc.,  etc.;  según  las  circuns- 
tancias. Fr.  Francisco  Ximénez,  ha- 
blando de  algunos  animales  de 
México,  dice: -De  la  axolotl  6 
«juguete  de  agua,»  y  después  de 

hacer  su  descripción,  agrega: 

«púsosele  el  nombre  por  la  pere- 
grina- figura  que  tiene.»  Habien- 
do vivido  el  benemérito  fraile  Xi- 
ménez, desde  1604,  en  Nueva  Espa- 
ña, y  habiendo  escrito  su  obraCwa- 
tro  libros  de  la  Naturaleza,  en  1615, 
es  indudable  que  tuvo  frecuente 
trato  con  indios  de  las  últimas?  déca- 
das del  primer  siglo  de  la  conquis- 
ta, y  tuvo  ocasión  de  oír  el  idioma 
náhuatl  de  los  labios  de  personas 
que  lo  hablaron  en  toda  su  pureza, 
y  que  lo  tradujeron  fielmente  al  es- 
pañol, como  han  de  haber  sido  los 
indios  educados  en  Santiago  Tlal- 
telolco.  Es,  pues,  digno  de  crédito 
Fr.  Francisco  Ximénez  en  la  ver- 
sión que  hizo  del  nombre  axolotl, 

Xolotl  fué  uno  de  los  mil  seiscien- 
tos semidioses  que  nacieron  en  la 
tierraal  hacerse  pedazos  el  Tecpatl, 
«pedernal,»  que  dio  á  lu%  la  diosa 
Ontecihuatl,  y  que  arrojaron  sus  de- 
más hijos  del  cielo  á  la  tierra. 

En  nuestro  poema  Los  Cuatro  So- 
les describimos  el  suceso  en  los  tér- 
minos siguiente: 

Canto  IX. 

Citlaltonac,  «lucero  refulgente,» 
Hermoso  dios  que  mora  en  Omeyocan 
Con  Citlalcueitl,  el  «faldellín  de  estrellas,» 
Se  une  en  consorcio  con  amor  fogoso, 

Y  crea  los  dioses  que  en  el  cielo  viven; 
Mas  una  vez  al  alumbrar  la  diosa 
Nació  un  tajante  y  relumbroso  tecpatl; 

Y  al  ver  los  dioses  á  tan  raro  hermano, 


Arrójanlo  indignados  de  la  altura; 
Cuando  á  ciker  sobre  la  tierra  llega 
El  duro  pedernal,  mil  y  seiscientos 
Héroes  ó  dioses  del  lugar  brotaron, 

Y  el  gran  Chicomogtoc,  ó  «siete  cuevas» 
Albergue  fué  de  aquellos  celestiales. 
Viéndose  solos  en  su  nuevo  mundo, 
Pues  ya  los  hombres  perecido  habían 
Por  el  Tletonatiuh,  y  aún  infecunda 

Y  desierta  se  hallaba  el  ancha  tierra, 
Acordaron  mandar  una  embajada 
Solicitando  de  su  augusta  madre 

El  don  precioso  de  crear  vivientes. 
Para  formar  con  ellos  servidumbre. 
A  Tlotli,  gavilán,  le  confirieron 
De  embajador  el  eminente  cargo. 
La  diosa  respondió  con  voz  severa, 
Que  si  abrigaran  sentimientos  nobles, 

Y  pensamientos  de  su  origen  dignos. 
Su  afán  constante,  su  único  deseo 
Debiera  ser  vivir  eternamente 

Con  sus  hermanos  en  el  alto  empíreo: 
Mas  pues  gustaban  del  terráqueo  globo, 
Que  acudieran  al  dios  de  los  infiernos, 
Al  jefe  del  Mictlan,  y  le  pidieran 
Huesos  de  muerto,  con  su  propia  sangre 
Regáranlos,  que  al  fin  producirían 
Al  hombre  y  la  mujer,  los  procreadores 
De  pueblos  y  comarcas  del  Anáhuac. 

Y  le  advirtió  la  diosa  al  emisario 

Que  el  que  fuera  á  Mictlan  muy  cauto  fuera. 
Porque  el  dios  infernal,  arrepentirse 
Después  pudiera,  y  le  quitaba  el  hueso. 
Al  intrépido  Xolotl  cupo  en  suerte 
Marchar  á  las  regiones  del  infierno 
Para  el  hueso  pedir,  y  en  los  umbrales 
Del  antro  apenas  se  posó  su  planta. 
Cuando  al  encuentro  le  salió  Tecutli: 
En  breve  arenga  su  embajada  expuso 
El  numen  terrenal,  y  el  fiel  custodio 
Del  fúnebre  Mictlan  donóle  un  hueso: 
La  dádiva  en  sus  manos  viendo  Xolotl, 
De  allí  se  aparta,  y  en  veloz  carrera 
Hacia  la  tierra  con  ardor  retoma: 
Aunque  el  dios  infernal  en  pos  del  héroe 
Presuroso  corrió,  no  le  dio  alcance, 

Y  á  su  mansión  volvióse  enfurecido; 
Pero  en  su  fuga  el  terrenal  tropieza, 
Al  suelo  cae,  y  suelta  su  reliquia, 

Y  el  hueso  se  rompió,  se  hizo  pedazos; 
Con  cuidado  recoge  los  fragmentos 

Y  hacia  la  tierra  su  camino  sigue 
Impávido  Xolotl,  y  á  sus  hermanos 
Entrega  los  pedazos  desiguales: 
En  un  tecaxitl  de  bruñida  piedra 


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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Echaron  las  astillas  con  gran  zelo 

Y  las  regaron  con  su  propia  sangre; 
A  la  cuarta  mañana  salió  un  niño; 
Volvieron  á  regar,  y  á  los  tres  días 
Una  niña  surgió  del  hondo  caxitl 
Del  mismo  Xolotl  bajo  la  custodia 
Los  dos  m'ños  quedaron  en  su  infacia, 

Y  con  leche  que  extrajo  de  los  cardos 
Alimento  les  dio  muy  saludable: 
Crecieron  los  infantes,  y  su  raza 
Pronto  pobló  la  solitaria  tierra. 

De  los  hombres  la  altura  es  diferente, 
Porque  también  lo  fueron  los  pedazos 
Del  hueso  que  rompió  Xolotl  huyendo. 

Este  mismo  Xolotl  fué  uno  délos 
dioses  que  sucumbieron  en  Teoti- 
huacan  cuando  fueron  creados  el 
Sol  y  la  Luna.  Ya  hemos  visto  la 
descripción  de  ese  mito  en  el  pasaje 
preinserto  al  principio  de  este  ar- 
tículo, del  P.  Sahagún.  (Véase  Teo- 

TIHUACAN.) 

XomociiitL(Etim.  incierta.)  Uno 
de  los  cinco  hermanos  de  Yacate- 
cuhtli.  (Véase  Oxtecatl  y  Yacate- 

CUHTLI.) 

Xoneciiilli.  (Icxitl,  pie,  que  en 
composición  se  convierte  en  Xo; 
necuilli,  que  se  tuerce  ó  torcido;  «pie 
torcido.»)  Daban  este  nombre  fun- 
damental á  los  que  tienen  un  pie 
torcido  congénitamente;  figurada- 
mente, lo  aplicaron  á  un  instrumen- 
to que  remataba  el  cetro  ó  bastón  de 
algún  dios,  por  estar  torcido,  en  fi- 
gura de  S.  Tenían  también  un  pan 
al  que  daban  el  mismo  nombre  por 
tener  la  figura  de  una  S.  Paso  y 
Troncoso  dice  que  daban  también 
este  nombre  á  dos  asterismos  ó  cons- 
telaciones, y  como  símbolo  de  éstos 
lo  empuñaba  el  dios  Mixcoatl,  al 
que  llamaban  Mixcoatl  Xonecuilli. 
Los  pasajes  siguientes  de  Paso  y 
Troncoso,  interpretando  varias  lá- 
minas del  Códice  Borbónico,  dan 
idea  de  este  simbolismo.  El  primer 
pasaje  dice: 


*E1  otro  es  un  abanderado  que 
tiene  por  misión  la  deservir  de  guía 
en  las  procesiones,  como  lo  vere- 
mos en  la  página  siguiente,  y  tam- 
bién la  de  regir  las  danzas  como  bas- 
tonero, según  lo  vimos  ya  en  la 
exposición  del  mes  EtcalkualUtli: 
esta  última  es  la  que  le  correspon- 
de aquí.  Es  curiosa  la  insignia  de 
su  bandera,  por  verse  dibujado  allí 
el  xonekuilli  en  forma  de  una  S; 
signo,  como  lo  sabemos,  de  dos  as- 
terismos, uno  boreal  y  otro  austral: 
entiendo  que  aquí,  por  la  época 
del  afio,  se  trata  del  segundo:  con 
la  misma  forma  fabricaban  un  pan, 
cuyo  modelo  podemos  ver  en  la  pá- 
gina 81  del  Códice  Nutall.» 

El  modelo  del  Códice  Nuttall 
consiste  en  una  S  horizontal  inver- 
tida. 

El  segundo  pasaje  es  el  siguiente: 

«La  insignia  del  xonekuilli  en 
el  mas  alto  lienzo  de  la  bande- 
ra, se  ve  aquí  como  en  la  página 
del  frente,  y  en  la  nuestra  con  mu- 
cha mas  razón,  como  quiera  que  la 
figuramás  prominente  de  toda  la  pá- 
gina es  el  sacerdote  Atikpak  teoua- 
tfin  Xuxipilli,  ya  descrito,  á  cuyo 
patrono  ej  Señor  de  las  flores  ó  Xu- 
xipilli  se  dedicaba  y  ofrecía  el  pan 
de  figura  de  S  llamado  xonekuilli,» 

El  tercer  pasaje  dice: 

«Esta  última  insignia  se  presen- 
ta con  otra  forma  en  los  Códices 
Nuttall  (fol.  42)  y  Goupil  (Apend. 
Duran,  fig.  13),  pero  está  mejor  di- 
bujado en  el  1.°;  en  cambio  el  texto 
de  dicho  Códice  da  un  nombre  in- 
inteligible, Mixcoatl  xomoquitl, 
mientras  que  la  lección  del  Códice 
Goupil  {Catálogo  Bobán,  11-125) 
se  acerca  más  á  la  verdad  llamán- 
dole Miscohatl  xonequil,  nombre 
que,  dada  la  forma  de  una  S  casi 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


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completa  en  el  Códice,  deberá  leer- 
se Mixkoatl  ixonekuitl  ♦el  xonekui- 
lli  de  Mixkoatl:*  nueva  relación 
del  género  astronómico  entre  Mix- 
koatl ó  la  Via  láctea  y  el  asterismo 
austral  del  Xonekuilli,  que  sin  du- 
da estaba  sobre  la  misma  gran  ne- 
bulosa ó  muy  cerca.» 

Los  pochteca  ó  mercaderes  da- 
ban el  nombre  de  xonecuilli  al  bas- 
tón ó  báculo  con  que  caminaban. 
Así  lo  dice  Torquemada  en  el  pa- 
saje siguiente  citado  por  Orozco  y 
Berra: 

«Caminaban  llevando  en  las  ma- 
nos un  bordón  de  palo  negro,  liso 
y  sin  nudos  llamado  xonecuilli,  ima- 
gen de  Yiacatecutli,  y  un  mosquea- 
dor grande,  tsacuilhuastli,  de  plu- 
mas, papel  ó  madera  delgada. 
Formando  largas  hileras  uno  tras 
otro,  rendían  las  jornadas  de  cos- 
tumbre, y  por  la  noche  reunían  to- 
dos los  bordones  enhiestos,  atándo- 
los por  el  medio  con  una  cinta,  ha- 
ciendo sacrificio  de  su  sangre  ante 
aquellos,  dos  ó  tres  veces  duran- 
te la  oscuridad.» 

El  culto  que  tributaban  los  mer- 
caderes á  su  bastón  ó  xonecuilli  era 
muy  grande  y  ceremonioso,  según 
se  desprende  del  pasaje  del  P.  Sa- 
hagún  inserto  en  el  artículo  Yaca- 

PITZAHUA.  (V.) 


En  nuestro  Diccionario  de  Aste- 
quismos,  á  propósito  del  fruto  lla- 
mado vulgarmante  Cuajinicuil,  de- 
cimos lo  siguiente:  (Cuauh-xone- 
cuilli:  cuahuitl,  árbol;  xo,  forma 
que  toma  ixitl,  «pie,»  en  composi- 
ción; necuilli,  torcedura:  «Pies  tor- 
cidos de  árbol.»)  Árbol  frondoso 


que  produce  unas  grandes  vainas 
muy  torcidas,  que  encierran  las 
simientes  que  son  muy  dulces.  ||  El 
fruto  de  este  árbol. 

A  varias  cosas  daban  el  nombre 
de  xonecuilli  los  mexicanos,  y  lo  re- 
presentaban con  un  signo  pareci- 
do á  nuestra  S.  Sahagún  dice:  «A 
«las  estrellas  que  están  en  la  boca 
«de  la  bocina  llamaba  esta  gente, 
«citlalxunecuilli,  píntanla  á  ma- 
«nera  de  S  revueltas  siete  estre- 

«llas UÁttiñTÚLis  citlalxunecuilli, 

«porque  tienen  semejanza  con  cíer- 
«ta  manera  de  pan  que  hacen  á  mo- 
«do  de  S  al  cual  llaman xunecuille.» 
También  llamaban  xunecuille,  se- 
gún Molina,  á  unpalo  como  bordón, 
con  muescas  torcido,  que  presenta- 
ba el  sacerdote  á  los  ídolos.  Xone- 
cuiltic  llaman  los  indios  al  cojo  del 
pie,  no  porque  le  falte  éste,  sino  por- 
que lo  tiene  torcido.  De  esta  signi- 
ficación, que  es  la  primitiva,  vienen 
todas  las  demás  que  son  figuradas. 

Xopaltlaxcalli.  (Xopalli,  planta 
de  pie;  tlascalli,  pan  ó  tortilla:  «tor- 
tillas ó  panes  que  tenían  la  figura 
de  la  planta  del  pie.»)  Orozco  y  Be- 
rra, hablando  de  la  educación  de  las 
niñas  en  el  TelpuchcalUy  dice: 

«Barrían  y  regaban  el  teocalli, 
en  la  parte  no  reservada  á  los  hom 
bres:  muy  temprano  presentaban  co- 
mida á  los  dioses.  Consistía  en  unas 
tortillas  en  figuras  de  manos,  pies,  ó 
retorcidos,  llamadas  macpactlaxca- 
lli,  xopaltlaxcalli,  cocoltlaxcalli, 
acompañadas  de  viandas  y  guisa- 
dos: según  sus  creencias,  los  dioses 
gustaban  y  consumían  el  olor,  que- 
dando el  resto  para  sustento  de  los 
sacerdotes.» 

Xopaniztli.  Nombre  que  daban 
al  período  de  tiempo  comprendido 
entre  el  equinoccio  de  primavera 
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ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


y  el  de  otoño.  Como  esta  división 
estaba  en  relación  con  las  prácticas 
religiosas  y  con  los  númenes  que 
presidían  el  tiempo,  creemos  que  en 
la  explicación  de  ese  cómputo  tie- 
ne afinidad  con  la  mitología,  y  por 
esto  trataremos  aquí  de  él  trans- 
cribiendo la  luminosa  explicación 
de  Paso  y  Troncoso.  Dice  así: 

«La  2.*  es  que,  aun  cuando  los 
solsticios  y  equinoccios  dan  la  di- 
visión natural  del  año  en  4  estacio- 
nes, que  los  náuas  conocían,  la  len- 
gua nos  hace  comprender  que  las 
estaciones  primitivas  habían  sido 
solamente  2,  medidas  por  los  equi- 
noccios: la  1.*  estación,  que  comen- 
zaba con  el  equinoccio  de  Prima- 
vera 5"  terminaba  con  el  de  Otoño, 
era  el  Xupaniftlt,  vocablo  contraí- 
do en  Xupan;  como  si  dijéramos 
«el  tiempo  de  lluvia,  de  humedad:» 
la  2.*  estación,  que  iba  del  equinoc- 
cio de  Otoño  al  de  Primavera,  lla- 
mábase 7b«a//50  y  también  Tonalla, 
equivalente  á  «tiempo  de  sol,  tiem- 
po seco  en  que  no  llueve.» 

Aquí  pone  el  mismo  autor  una 
nota  que  da  mayor  ilustración  al 
asunto.  Dice  así: 

«La  estación  lluviosa,  para  nos- 
otros, es  la  Primavera,  por  el  prin- 
cipio de  las  aguas,  y  sobre  todo  el 
Estío  en  que  tienen  toda  su  fuerza- 
siendo  los  meses  de  Julio  á  Octu, 
bre,  inclusives,  los  de  mayores  llu- 
vias; pero  los  misioneros,  nacidos 
en  España  y  mal  avenidos  con  el 
cambio  de  la  estación  de  aguas,  con- 
tradecíanse cuando  llamaban  en  sus 
vocabularios  Tonalko  al  «estío,  par- 
te del  año,  scilicet,  el  tiempo  que 
no  llueve. » pues  la  2.*  parte  de  la  de- 
finición no  conviene  á  nuestro  Es- 
tío, tiempo  en  que  tanto  llueve;  así 
es  que  Tonalko  resulta,  según  eso, 


nuestro  verdadero  tiempo  seco,  el 
de  Otoño  é  Invierno,  que  son  las  es- 
taciones que  los  indios  llaman  así, 
porque  por  aquel  tiempo  no  llueve, 
óporque  son  escasísimas  lasaguas.» 
Continúa  el  texto  del  autor: 
^Xupamflli,  que  con  propiedad 
significa  el  Verano,  el  Estío,  nues- 
tro tiempo  húmedo,  nuestro  tiempo 
de  lluvias,  daba  por  composición  el 
nombre  de  la  Primavera.  Xupaníc- 
íempan,  «en  el  límite  del  Verano;» 
y  Tonalko,  Tonalla,  nuestro  tiempo 
de  sequía,  de  Sol,  que  rectamente 
quiere  decir  Otoño,  también  daba 
por  composición  el  nombre  del  In- 
vierno, Itgtiktonalco,  «el  tiempo  se- 
co y  frío.»  Los  nombres  de  las  dos 
estaciones  primitivas  revelan  tam- 
bién el  de  los  númenes  que  domi- 
naban sobre  cada  una:  Tlaloc  en  el 
tiempo  de  lluvias,  Primavera  y 
Estío;  y  TonatiuhóeX  Sol  en  el  tiem- 
po de  sequía,  Otoño  é  Invierno;  pues 
en  la  sinonimia  de  Tlaloc  figuran 
las  áenomindiQioTiesXupankale^Xu' 
pankalki,  «el  que  tiene  casa  en  el 
Estío,  en  el  Verano;»  y  el  nombre 
tonallif  de  donde  sale  Tonalko,  ex- 
presa uno  de  los  efectos  del  Sol,  «por 
los  rayos  que  de  sí  echa,  y  el  calor 
que  produce,»  como  dice  Sahagún 
(11-244).  Y  si  localizáramos  las  dos 
estaciones  primitivas,  refiriéndo- 
las á  los  puntos  cardinales,  resulta- 
ría el  X«/)awíV:/// la  Estación  del  Nor- 
te, quiere  decir,  aquélla  en  que  se  ha- 
lla el  Sol  constantemente  al  Norte 
de  la  equinoccial;  mientras  el  To- 
nalko sería  la  Estación  del  Me- 
diodía, porque  durante  aquel  tiem- 
po el  Sol  se  mantiene  al  Sur  de  la 
equinoccial.» 

Insistiendo  Paso  y  Troncoso  en 
la  etimología  del  nombre,  dice  en  una 
nota. 


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SBGUNDA  BPOCA.  TOMO  V. 


523 


«La  escritura  silábico-f igurativa 
no  nos  da  la  verdadera  etimología 
del  vocablo  xupan  6  xopan,  por- 
que lo  reproduce  por  medio  de  una 
olla  xo-ktli  y  una  bandera  pan-tli, 
como  está  en  el  jeroglífico  de  77a- 
kaxopan-tepeil  del  Códice  Le  Te- 
LLiER  (KiNGSBORouGH,  3.*  parte,  lám. 
3).  Ya  dije  que  Xupan  y  mejor  Xu- 
paníftli  significa  «tiempo  de  lluvia, 
de  humedad,»  lo  cual  se  comprue- 


ba con  el  Vocabulario  de  Molina, 
donde  se  llama  al  «viento  que  trae 
agua,  xopan-ekekatl:»  así  queda 
explicado  que  Tlalok,  dios  de  la  llu- 
via, sea  también  numen  de  la  Pri- 
mavera y  del  Estío.» 

Xozippa.  fEtim.  incierta).  Uno 
de  los  tres  dioses  principales  de  los 
otomíes. 

Xucctzin.  (Véase  Xocotzin.^ 


YacacoliuhquL  (Yacatl,  nariz, 
fig.  guía;  coliuhqui,  torcido,  curvo: 
«nariz  torcida.»)  Uno  de  los  nom- 
bres que  le  daban  á  Yacatecuhtli. 
(V.)  Ningún  autor  explica  por  qué 
aplicaban  el  epíteto  Coliuhqui,  «tor- 
cido,» al  dios  de  los  mercaderes. 

Yacahuitztli.  (Yac  a  ti,  nariz; 
huitstli,  espina:  «nariz-espina,  esto 
es,  aguda  y  delgada  como  espina.») 
Nombre  que  daban  á  una  estrella 
de  la  constelación  del  Tauro,  según 
el  P.  Sahagún,  ó  de  la  constelación 
de  Orion,  según  Orozco  y  Berra. 

Sahagún,  hablando  de  las  estre- 
llas llamadas  mastelejos,  dice: 

«Hacía  esta  gente  particular  re- 
verencia y  también  particulares  sa- 
crificios á  los  mastelejos  del  cielo, 
que  andan  cerca  de  las  cabrillas,  que 
es  el  signo  del  toro.  Ejecutában- 
los con  varias  ceremonias,  cuando 
nuevamente  aparecían  por  el  orien- 
te acabada  la  fiesta  del  sol:  después 
de  haberle  ofrecido  incienso  decían: 
«Ya  ha  salido  Yoaltecutli  y  Yaca- 
vistli:  ¿qué  acontecerá  esta  noche, 
ó  qué  fin  tendrá,  prospero  ó  adver- 


so? Tres  veces  pues  ofrecían  in- 
cienso, y  debe  ser,  por  que  ellos 
son  tres  estrellas:  la  una  vez  á  pri- 
mera noche,  la  otra  á  hora  de  las 
tres,  la  otra  cuando  comienza  á  ama" 
necer.  Llaman  á  estas  estrellas  ma- 
malhoastli,  y  por  este  mismo  nom- 
bre llaman  á  los  palos. con  que 
sacan  lumbre,  porque  les  parece 
que  tienen  alguna  semejanza  con 
ellas,  y  que  de  allí  les  vino  esta 
manera  de  sacar  fuego.  De  aquí 
tomaron  por  costumbre  de  hacer 
unas  quemaduras  en  la  mufteca  los 
varones,  á  honra  de  aquellas  es- 
trellas. Decían  que  el  que  no  fuese 
señalado  con  ellas  cuando  se  mu- 
riese, que  allá  en  el  infierno  habían 
de  sacar  el  fuego  de  su  mufteca, 
barrenándola  como  cuando  acá  sa- 
can el  fuego  del  palo.» 

Orozco  y  Berra,  después  de  es- 
tractar  el  pasaje  anterior,  dice: 

«La  culminación  de  las  pléyadas 
les  servía  en  su  ceremonia  de  fuego 
nuevo.  Las  tres  estrellas  del  cintu- 
ron  de  Orion  eran  conocidas  bajo  la 
denominación  de  Yoaltecutli  y  Ya- 


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524 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


cúf/TM/^/Z/Mas  tomaban  por  agüero,  y 
les  ofrecían  incienso  á  la  prima  no- 
che, á  la  hora  de  las  tres  y  al  alba.» 

Yacapitzahua.  (Yacatl,  nariz; 
pitsatli,  delgado;  hu,  que  tiene:  «el 
que  tiene  nariz  delgada,»  fig.  «guía 
perspicaz.»)  Uno  de  los  cinco  her- 
manos de  Yacaíecuhtli,  dios  de  los 
mercaderes,  según  dice  el  P.  Saha- 
gún  en  el  pasaje  siguiente: 

«Estos  mercaderes  partíanse  de 
sus  parientes  con  grandes  cere- 
monias según  sus  ritos  antiguos 
cuando  iban  á  mercadear  á  tierras 
extrañas,  y  estaban  por  allá  mu- 
chos años,  y  cuando  volvían  á  sus 
tierras,  volvían  cargados  de  muchas 
riquezas,  'y  para  hacer  demostra- 
ción de  lo  que  traían,  y  dar  relación 
de  las  tierras  por  donde  habían  an- 
dado, y  de  las  cosas  que  habían  vis- 
to, convidaban  á  todos  los  merca- 
deres, en  especial  á  los  principales 
de  ellos,  á  los  señores  del  pueblo, 
y  les  hacían  gran  convite;  á  este 
convite  llamábanle  lavatorio  de 
pies,  y  los  convidados  reverencia- 
ban grandemente  al  báculo  con  que 
habían  ido  y  vuelto;  tenían  que  era 
imagen  de  aquel  dios,  y  que  le  ha- 
bía dado  su  favor  para  volver  y  an- 
dar los  caminos  que  transitó.  Para 
hacer  esta  honra  al  báculo,  se  po- 
nían en  una  de  las  casas  de  oración 
que  tenían  en  los  barrios  que  ellos 
llamaban  calpulli,  que  quiere  decir 
iglesia  de  barrio  ó  parroquia.  En 
este  calpulli  donde  se  contaba  es- 
te mercader,  ponían  el  báculo  en 
lugar  venerable,  y  cuando  daban 
comida  á  los  convidados,  primera- 
mente ponían  comida  y  flores  y  aca- 
yietl,  etc.  delante  del  báculo,  y  fue- 
ra de  convite  todas  las  veces  que 
comía  este  mercader  ofrecía  pri- 
meramente comida  y  las  demás  co- 


sas al  báculo  que  le  tenía  en  su  ora- 
torio dentro  de  su  casa.  Estos  mer- 
caderes después  que  venían  prós- 
peros de  las  tierras  donde  habían 
andado,  como  tenían  caudal,  com- 
praban esclavos  y  esclavas  para 
ofrecerlos  á  su  dios  en  su  fiesta,  el 
cual  principalmente  era  Yicatecu- 
tu,  y  este  tenía  cinco  hermanos  y 
una  hermana,  y  á  todos  los  tenían 
por  dioses,  y  como  se  inclinaba  su 
devoción,  sacrificaban  esclavos  á 
cada  uno  de  ellos  en  su  fiesta,  ó  á  to- 
dos juntos,  ó  á  la  hermana.  El  uno  de 
los  hermanos  se  llamaba  Chiconquia- 
vitl,  el  otro  Xoniocuil,  el  otro  Nac- 
xitl,  el  otro  Cochímetl,  el  otro  Va- 
capitjsaoac* 

YacatecuhtlL  (Yacatl,  nariz;  fig. 
guía;  tecuhtli,  señor,  dios:  «el  dios 
ó  señor  que  sirve  de  guía,»  esto  es, 
que  va  por  delante  como  la  nariz.) 
Dios  del  comercio,  á  quien  hacían 
los  mexicanos  dos  grandes  fiestas 
anuales,  en  el  templo  que  tenía  en 
la  capital:  una  en  el  mes  nono,  y 
otra  en  el  decimoséptimo,  con  mu- 
chos sacrificios  de  víctimas  huma- 
nas y  magníficos  banquetes. 

El  P,  Sahagún  hace  una  curiosa 
relación  de  este  dios  y  del  solemne 
culto  que  le  tributaban  los  merca- 
deres, y  describe  su  imagen.  Dice 
así: 

«De  éste  dios  llamado  Yiacatecu- 
tu,  hay  congetura  que  comenzó  los 
tratos  y  mercadurías  entre  esta 
gente,  y  así  los  mercaderes  le  to- 
maron por  dios  y  le  honraban  de 
diversas  maneras.  Una  de  las  co- 
sas con  que  lo  honraban  era,  que 
le  ofrecían  papel,  y  le  cobijaban 
con  él  mismo,  donde  quiera  que  es- 
taban sus  estatuas.  También  tenían 
en  mucha  veneración  al  báculo  con 
que  caminaban,  que  era  una  caña 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


525 


maciza  que  ellos  llaman  viatl,  tam- 
bién usan  de  otra  manera  de  bácu- 
lo, que  es  una  caña  negra  liviana, 
maciza,  sin  ñudo  ninguno,  que  es 
como  junco  de  los  que  usan  en  Es- 
paña: todos  los  mercaderes  usaban 
de  esta  manera  de  báculos  por  el 
camino.  Cuando  llegaban  á  donde 
hablan  de  dormir,  juntaban  todos 
sus  báculos  en  una  gavilla  atados,  é 
hincábanlos  en  la  cabecera  don- 
de habían  de  dormir,  y  derramaban 
sangre  delante  de  ellos,  que  se  sa- 
caban de  las  orejas,  ó  de  la  lengua, 
ó  de  las  piernas,  ó  de  los  brazos,  y 
ofrecian  copal,  hacian  fuego,  y  que- 
mábanle delante  de  los  báculos,  á 
los  cuales  tenian  por  imagen  del 
mismo  dios;  y  en  ellos  honraban 
al  mismo  dios  Yiacateaitli:  con  es- 
to le  suplicaban  que  los  amparase 
de  todo  peligro.» 

Hablando  el  mismo  autor  de  las 
grandes  ceremonias  que  celebra- 
ban los  mercaderes  en  honor  de 
Yacatecuhtli  cuando  regresaban 
de  sus  viajes,  dice: 

«Estos  mercaderes  después  que 
venian  prósperos  de  las  tierras  don- 
de habian  andado,  como  tenian  cau- 
dal, compraban  esclavos  y  esclavas 
para  ofrecerlos  á  su  dios  en  su  fiesta, 
el  cual  principalmente  era  Yiaca- 
tecutli,  y  este  tenia  cinco  hermanos 
y  una  hermana,  y  á  todos  los  tenian 
por  dioses,  y  como  se  inclinaba  su 
devoción,  sacrificaban  esclavos  á 
cada  uno  de  ellos  en  su  fiesta,  ó  á  to- 
dos juntos,  ó  ala  hermana.  El  uno  de 
los  hermanos  se  llamaba  Chicon- 
quiavitl,  el  otro  Xontocuil,  el  otro 
Nacxitl,  el  otro  Cochimetl,  el 
otro  Yacapii!zaoc;  la  hermana  se 
llamaba  Chalmecacioatl:  á  estos  ó 
á  alguno  de  ellos  ofrecian  un  escla- 
vo ó  mas,  sacrificándolos  en  su  pre- 


sencia, vestidos  con  los  ornamen- 
tos de  aquel  dios,  como  si  fuese  su 
imagen.  Habia  una  feria  ordinaria 
donde  se  vendian  y  compraban  es- 
clavos hombres  y  mugeres  en  un 
pueblo  que  se  llama  Ascapotsalco, 
que  es  á  dos  leguas  de  México:  alli 
los  iban  á  escojer  entre  muchos, 
y  los  que  compraban  miraban  muy 
bien  que  el  esclavo  ó  esclava  no 
tuviese  alguna  enfermedad,  ó  feal- 
dad en  el  cuerpo.  A  estos  esclavos 
hombres  y  mugeres  después  que 
los  compraban  criábanlos  con  mu- 
cho regalo  y  vestíanlos  muy  bien, 
dábanles  de  comer  y  beber  abundan- 
temente, y  bafiabaalos  con  agua 
caliente,  de  manera  que  los  engor- 
daban porque  los  habían  de  comer 
y  ofrecer  á  su  dios.  También  los 
regocijaban  haciéndolos  cantar  y 
bailar  á  las  veces  sobre  la  azotea 
de  sus  casas,  ó  en  la  plaza:  canta- 
ban todos  los  cantares  que  sabían, 
hasta  que  se  cansaban  de  cantar, 
y  no  estimaban  en  nada  la  muerte 
que  les  estaba  aparejada.  Mataban 
estos  esclavos  en  la  fiesta  que  se 
llama  panqueísalistli,  y  todo  el 
tiempo  antes  de  llegar  á  aquella 
fiesta  los  regalaban  como  está  di- 
cho; y  sí  entre  estos  esclavos  habia 
algún  hombre  que  parecía  de  buen 
juicio  y  que  era  diligente  para  ser- 
vir y  sabía  bien  cantar,  ó  alguna 
muger  que  era  dispuesta  y  sabía 
bien  hacer  de  comer  y  beber  y  la- 
brar y  tejer,  á  estos  principales 
los  compraban  para  servirse  de  ellos 
en  sus  casas,  y  los  escapaban  del 
sacrificio.  La  imagen  de  este  dios 
se  pintaba  como  un  indio  que  iba 
de  camino  con  su  báculo,  y  la  ca- 
ra la  tenia  manchada  de  blanco 
y  negro:  en  los  cabellos  llevaba  ata- 
das dos  borlas  de  plumas  ricas  que 
132 


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526 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


se  llamaban  quetsalli;  iban  atadas 
en  los  cabellos  de  medio  de  la  ca- 
beza recojidos  como  una  gavilla  de 
lo  alto  de  la  cabeza:  tenía  unas  ore- 
jas de  oro:  estaba  cubierto  con  una 
manta  azul,  y  sobre  el  azul  una  red 
negra,  de  manera  que  el  azul  se 
parece  por  las  mayas  de  la  red:  te- 
nia una  flocadura  esta  manta  por 
todas  las  orillas  en  la  cual  estaban 
tejidas  unas  flores:  tenía  en  la  gar- 
ganta de  los  pies  unas  como  correas 
de  cuero  amarillo,  de  las  cuales  col- 
gaban unos  caracolitos  mariscos: 
tenía  en  los  pies  unas  cotaras  muy 
curiosas  y  labradas:  tenía  una  ro- 
dela teñida  d^Amarillo  con  una  man- 
cha en  el  medio  de  azul  claro  que 
no  tiene  ninguna  labor;  finalmente, 
tenía  en  la  mano  derecha  un  bácu- 
lo como  el  que  llevan  de  camino.» 

Yaocihuatl.  (Yaotl,  enemigo; 
cihuatl,  mujer:  «mujer  enemiga.») 
Era  uno  de  los  varios  nombres  que 
le  daban  á  la  diosa  CihuacoatL  Es- 
te nombre  explica,  en  opinión  de 
Paso  y  Troncoso,  por  qué  el  P.  Du- 
ran considera  á  la  Cihuacoatl  como 
hermana  de  Huü&ilopochtlif  dios  de 
la  guerra,  pues,  «mujer  enemiga» 
escomo  si  se  dijera  «mujer  de  gue- 
rra.» 

Yaotecuhtli.  (Vaoll,  enemigo; 
tecuhíli,  señor:  «el  Señor  enemigo.») 
Nombre  que  daban  á  Huitsüopoch- 
tli  como  dios  de  la  guerra,  esto  es, 
el  dios  ó  el  Señor  guerreador. 

Yaotl.  (Enemigo.)  Nombre  de  un 
individuo  á  quien  los  dioses  encar- 
garon que  vigilase  á  un  penitente 
llamado  Yappan.  Fué  convertido 
en  langosta  por  la  excesiva  cruel- 
dad con  que  trató  á  Yappan  y  á  la 
mujer  de  éste.  (Véase  Yappan.) 

Daban  también  el  nombre  de 
Yaoilf  *  enemigo,»  al  dios  Tescatli- 


poca,  porque  creían  que  lo  mismo 
les  hacía  bienes  como  males. 

YaoÜalli.  (Yaotl,  enemigo;  llalli, 
tierra  ó  campo:  «campo  enemigo  ó 
de  gu  erra. » )  Cía  vigero,  describiendo 
los  preparativos  que  hacían  para  la 
guerra  los  mexicanos,  dice: 

«El  lugar  en  que  comunmente  se 
daba  la  primera  batalla,  era  un  cam- 
po destinado  á  aquel  objeto  en  ca- 
da provincia,  y  llamado  Yaollalli, 
esto  es,  tierra  ó  campo  de  batalla.» 

Yaotzin.  (Yaotl,  enemigo;  tsin, 
partícula  reverencial:  «el  señor  ene- 
migo.») Nombre  que  daban  á  Yao- 
tsin  como  dios  de  la  guerra,  esto  es, 
el  dios  ó  el  señor  guerreador. 

Orozco  y  Berra,  describiendo  las 
fiestas  del  mes  Pachtontli,  dice:  . 

«Al  amanecer  del  primer  dia  del 
Pachtontli,  las  mujeres  consagra- 
das á  Huitsilopochtli  molían  cierta 
cantidad  de  maíz,  formaban  una  pe- 
lla apretada,  la  colocaban  en  una 
lujosa  batea  y  la  entregaban  á  los 
sacerdotes,  quienes  la  llevaban  so- 
lemnemente á  lo  alto  del  templo, 
poniéndola  á  los  pies  del  dios.  De- 
jábanle guardas,  y  los  ministros, 
durante  la  noche,  iban  y  venían  con 
luces  de  la  batea  al  ídolo  y  del  ído- 
lo á  la  batea,  hasta  que  pasada  la 
media  noche  aparecía  sobre  la  ma- 
za la  huella  del  pié  de  un  niño  recién 
nacido,  á  veces  también  cabellos  de 
mujer  y  algunos  pedacillos  de  paja. 
La  milagrosa  huella  era  señal  de 
la  llegada  de  Yaolsin.  guerreador, 
ó  sea  de  Huit^ilopochtli  mismo;  los 
sacerdotes  anunciaban  el  portento 
con  las  bocinas  y  caracoles,  acu- 
diendo atropelladamente  la  multi- 
tud á  considerarlo  á  la  luz  de  tantas 
antorchas,  que  convertían  la  noche 
en  día.» 

Yappan.  (Etim.  incierta.)  Nom- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


527 


bre  de  un  personaje  que  tíos  ofrece 
un  ejemplo  de  las  metamorfosis 
que  existen  en  la  mitología  Nahoa. 
Boturini  trae  sobre  esto  una  curio- 
sa leyenda  que  cita  Orozco  y  Be- 
rra: 

«Refiere  la  leyenda  que  el  peni- 
tente Yappariy  aspirando  á  la  per- 
fección para  alcanzar  transformar- 
se, abandonó  á  su  esposa  Tlahuitsin 
yá  sus  parientes,  retirósealyermo,  y 
subido  sobre  la  peña  de  la  peni- 
tencia llamada  Tehuehtietl,  comen- 
zó la  vida  perfecta.  Observábanle 
los  dioses;  mas  á  fin  de  cuidarle  de 
más  cerca,  pusiéronle  por  espía  á 
Yaotl,  enemigo.  Yappan  se  mantu- 
vo firme  por  mucho  tiempo,  recha- 
zando la  seducción  de  las  mujeres 
enviadas  para  tentarle:  los  dioses  se 
admiraban  de  tan  grandes  triunfos. 
Yaotl  rabiaba  de  envidioso  despe- 
cho. Tlasolteotl,  que  con  aquello 
se  tenía  por  desairada,  hablandocon 
las  deidades  les  dijo:  «No  creáis, 
«altos  é  inmortales  dioses,  que  Yap- 
<ípan  tenga  heroicos  esfuerzos  pa- 
*ra  concluir  su  penitencia  y  mere- 
«cer  de  vuestra  benignidad  alguna 
«de  las  transmutaciones  sublimes. 
«Bajaré  yo,  y  luego  veréis  como 
«es  frágil  su  propósito,  y  fingida  su 
«continencia.»  Vino  a  la  tierra,  y 
acercándose  al  Tehuehuetl,  dijo  con 
tono  meloso  al  penitente:  «Herma- 
«no  Yappan,  yo,  la  diosa  Tlasol- 
<^íeotl,  asombrada  de  tu  constancia 
«y  apiadada  de  tus  trabajos,  vengo 
«á  consolarte,»  y  añadió:  «¿Que  ca- 
«mino  tomaré  ó  por  cual  senda  he 
«de  subir  á  hablarte?»  «Seas  muy 
«bien  venida,  contestó  inmediata- 
«mente  el  anacoreta;  aguárdate  que 
♦bajaré  por  tí.»  Haciendo  como  di- 
jo, bajó  de  la  peña  y  con  su  precio- 
sa compañera  subió  de  nuevo:  frá- 


gil como  vidrio  delgado,  tapado  con 
la  vestidura  de  la  diosa  puso  fin  á 
su  penitencia. 

«Indignados  los  dioses  se  prepara- 
ban á  castigar  la.  profanación  de 
la  peña  sagrada;  Yaotl,  arrebatado 
por  su  perversidad,  se  adelantó,  sin 
tomar  antes  permiso,  y  subiendo  al 
Tehuehuetl,  después  de  apostrofar 
á  Yappan  le  cortó  la  cabeza:  los 
dioses  le  transformaron  en  Alacrán 
sin  cabeza,  con  los  brazos  tendidos 
como  para  defenderse,  ocultándose 
inmediatamente  debajo  de  la  piedra. 
Saliéndose  todavía  de  su  cometido, 
se  apoderó  de  Tlahuit^in,  la  lle- 
vo al  Tehuehuetl  é  igualmente  le  cor- 
tó la  cabeza:  también  fué  converti- 
da en  alacrán,  y  fue  á  buscar  á  su 
esposo  debajo  de  la  peña.  Desde  en- 
tonces los  escorpiones  cenicientos 
ó  negros  salieron  de  Yappan,  mien- 
tras los  escondidos  ó  rojos  se  pro- 
dujeron de  TlahuitjBÍn.  Pero  los 
dioses  se  irritaron  contra  el  atrevi- 
miento de  Yaotl  y  lo  transformaron 
en  langosta  ahuacachapullin,  lla- 
mada de  aquel  tiempo  Tsontecoma, 
«carga  cabeza.» 

Yauhtecatl.  (Nombre  gentilicio 
derivado  de  Yauhtlan:  «el  natural 
ú  originario  de  Yauhtlan.»)  Era  uno 
de  los  muchos  dioses  de  los  borra- 
chos ó  de  la  embriaguez. 

El  intérprete  del  Códice  Nuttall, 
explicando  la  lámina  51,  se  limita  á 
decir  lo  siguiente: 

«Este  demonio  es  délos  quatro- 
^ientos  demonios  borracho^  ya  dhos. 
y  llamáuanse.  Yautegate.» 

(  Véase  Centzontotochtin.) 

Yauhtli  (Etim.  desconocida.) 
Hierba  que  por  inhalación  produce 
hilaridad,  y  como  poción  causa  la 
insensibilidad  ó  anestesia.  Los  me- 
xicanos la  empleaban  para  ador- 


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528 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


mecer  á  las  víctimas  del  sacrificio. 
Sahagún,  describiendo  la  fiesta  del 
Xiuhtecuhtli,  dice: 

«Después  de  haber  velado  toda 
aquella  noche  los  cautivos  en  el  Cú, 
y  de  haber  hecho  muchas  ceremo- 
nias con  ellos,  empolvorizábanles 
las  caras  con  unos  polvos  que  lla- 
man yiauchtli  (yauhtli)  para  que 
perdiesen  el  sentido  y  no  sintiesen 
tanto  la  muerte.» 

Mendieta,  á  propósito  de  los  sa- 
crificios humanos,  dice:  «Y  para  no 
sentir  tanto  la  muerte,  les  daban 
cierto  brebaje  á  beber,  que  parece 
los  desatinaba,  y  mostraban  ir  á  mo- 
rir con  alegría.» 

Claviger.o  describe  el  Yauhtli  en 
los  términos  siguientes: 

«El  Yauhtli  es  una  planta  cuyo 
tallo  mide  un  codo  de  largo;  sus  ho- 
jas son  semejantes  á  las  del  sauce, 
pero  dentadas;  las  flores  amarillas 
y  las  raíces  sutiles.  Las  flores  y 
las  hojas  tienen  el  mismo  olor  y  sa- 
bor que  el  anis.  Es  útil  en  la  medi- 
cina, y  los  médicos  mexicanos  la 
aplicaban  á  muchas  dolencias;  pero 
también  la  empleaban  en  usos  su- 
persticiosos.» 

El  Yauhtli  se  cría  en  Yautepec, 
del  Estado  de  Morelos,  y  de  ahí  le 
viene  el  nombre  al  pueblo. 

Yay auhquicinteotl.  (  Yayauh  - 
qui,  moreno,  prieto;  cintli,  maíz 
ó  mazorca;  teotl,  dios;  «el  dios  del 
maíz  prieto.»)  Tenían  los  indios  en 
tal  estimación  el  maíz  como  base 
de  su  alimentación,  que  suponían 
que  un  dios  especial  velaba  por  las 
cementeras  de  maíz  de  los  diversos 
colores.  Paso  y  Troncoso,  explican- 
do la  lámina  XXX  del  Códice  Bor- 
bónico, dice  á  este  propósito  lo  si- 
guiente: 

«Los  otros  5  de  la  procesión,  por 


las  insignias  comunes  ya  mencio- 
nadas, preséntansenos  con  el  doble 
simbolismo  de  los  dioses  de  las  mié- 
ses  y  de  los  de  las  lluvias,  y  todos 
merecen  bien  el  nombre  de  Qnte- 
teu,  dioses  de  las  mazorcas;  pero 
ciertas  insignias  más  vistosas  en 
uno,  y  diferentes  de  las  de  los  otros  4 
indican  que  debe  ser  aquél,  capataz 
de  la  cuadrilla:  confírmalo  una  cir- 
cunstancia especial,  y  es  la  de  ve- 
nir colocado  en  medio  de  los  otros 
2  de  los  cuales  van  precediéndole, 
mientras  que  los  otros  vienen  si- 
guiéndolo. Examinemos  primero  á 
los  4  de  categoría  inferior,  y  obser- 
vemos que  visten  la  misma  librea  y 
llevan  insignias  iguales  y  ostentan 
idénticos  adornos,  distinguiéndose 
uno  de  otro,  tan  solamente,  por  la 
preponderancia  de  un  color  en  los 
arreos  que  viste;  pues  en  el  delan- 
tero, que  camina  detrás  del  abande- 
rado, predomina  un  color  que  no  es 
azul  ni  morado  y  que  participa  de 
ambos;  en  el  2.^  el  blanco;  el  3.**,  que 
va  siguiendo  al  capataz,  tiene  arreos 
amarillos;  y  el  último  de  la  proce- 
sión, rojos.  Tales  colores,  diferen- 
tes para  cada  sujeto,  quedan  pinta- 
dos en  sus  vestidos  de  papel,  ó  en 
las  tiras  de  papel  que  revisten  á  sus 
insignias;  pero  en  otros  adornos  y 
emblertias  hay  colores  iguales,  co- 
mo en  las  grandes  ráfagas  de  color 
azul  que  de  los  collares  penden  y 
que  simulan  el  aspecto  de  las  aguas 
tranquilas  en  un  dia  sereno;  como 
en  las  mazorcas  de  los  tocados,  que 
son  también  azules,  expresando  es- 
ta conformidad  de  colores  y  emble- 
mas, á  mi  modo  de  ver,  el  doble  sim- 
bolismo de  las  mieses  favorecidas 
por  las  aguas;  como  la  diversidad 
y  naturaleza  de  los  colores  nos  di- 
cen que  aquí  tenemos  personifica- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


529 


das  á  las  4  clases  de  maíces  que  los 
sacerdotes  de  Chicóme  koatl  rega- 
ban desde  lo  alto  de  la  mesa  de  Uit- 
fü-opoxtli,  según  lo  vimos  en  la 
sección  anterior.  Cada  uno  tiene  su 
nombre  significativo  entre  los  nú- 
menes de  la  Mitología  indiana:  el 
l.<^  y  el  último  de  la  procesión  (úni- 
cos de  que  se  halla  rastro  en  los 
autores  por  el  nombre)  son  el  If- 
takft'nteotl  y  el  Tlatlauhkifinleoll, 
ó  sean  el  dios  de  las  mieses  blancas 
y  el  de  las  rojas;  y  los  otros  dos,  uno 
elKofauhkifinteotl,  dios  de  las  mie- 
ses amarillas,  y  el  último  entiendo 
que  debe  ser  el  Yayauhki^inteoth 
dios  de  las  mieses  moradas,  y  me- 
jor morenas  ó  prietas,  pues  al  maiz 
moreno  le  llamaban  vauül.* 

Yayauhqui  Tezcatlipooa.  (Véa- 
se Tezcatlipoca.) 

YeiacaÜ.  (Yei,  tres;  acatl,  caña. 
Tres  (día)  cafla.)  Era  el  tercer  día 
de  la  XI  trecena  del  Tonalamatl. 

Este  día  era  próspero  para  los 
que  nacían  en  él. 

YeiatL  ( Yei,  tres;  atl,  agua,  «tres 
(día)  agua.»)  Era  el  tercer  día  de  la 
tercera  trecena  del  Tonalamatl,  lla- 
mada Ce  MasatL 

En  cuanto  al  augurio  de  los  que 
nacían  en  este  día,  dice  Sahagún: 

«La  tercera  casa  de  este  signo 
se  llama  Ciatl  decían  que  era  in- 
diferente, bien  ó  mal  afortunada 
porque  cualquiera  que  nacía  en  es- 
te día,  seria  rico  y  prospero,  y  ten- 
dría mucha  hacienda,  que  ganaría 
por  su  trabajo,  y  que  lo  perde- 
ría presto  y  se  desharía  como  agua, 
ó  como  cosas  que  lleva  el  rio,  y 
nunca  saldría  con  nada,  ni  tendría 
reposo  ni  contento,  todo  se  le  des- 
haría entre  las  manos  y  todo  su 
trabajo  saldría  en  vano.» 

YeioallL  (Yei,  tres;  calli,  casa: 


«tres  (día)  casa.»)  Era  el  tercer  día 
de  la  primera  trecena  del  Tonala- 
matl. 

Los  agüeros  de  los  que  nacían  en 
este  día  eran  los  mismos  del  día 
Ce  apactli,  (V.) 

YeicipactlL  (Yei,  tres;  cipactli, 
espadarte:  «tres  (dia)  espadarte.») 
Era  el  tercero  día  de  la  séptima 
trecena  del  Tonalamatl, 

En  cuanto  á  los  agüeros  de  los 
que  nacían  en  este  día,  dice  Sa- 
hagún: 

«Decían  que  aquella  casa  mejora- 
ba la  ventura  de  aquel  que  se  bau- 
tizaba, y  que  los  que  nacían  en  este 
signo,  serian  nigrománticos,  em- 
baidores ó  hechiceros,  y  que  se 
transfiguraban  en  animales,  y  de- 
cían palabras  para  hechizar  á  las 
mugeres,  y  para  inclinar  los  cora- 
zones á  lo  que  quisiesen,  y  para 
otros  maleficios;  y  para  esto  alqui- 
laban á  los  que  querían  hacer  mal 
á  sus  enemigos,  y  les  deseaban  la 
muerte.  Hacian  sus  encantamien- 
tos de  noche  por  el  espacio  de  cuatro: 
escogíanlas  en  signo  mal  afor- 
tunado, iban  á  las  casas  de  aquellos 
á  quienes  querían  daflar  de  noche, 
y  á  las  veces  allá  los  prendían, 
porque  aquellos  á  quien  iban  á  ma- 
leficiar, si  eran  animosos,  asechá- 
banlos y  arrancábanles  los  cabellos 
de  la  coronilla  de  la  cabeza,  y  con 
esto  en  llegando  á  su  casa  morían, 
y  algunos  decían  que  se  remedia- 
ban si  tomasen  prestado  algo  de 
aquella  casa,  como  agua,  ó  fuego, 
ó  algún  vaso,  y  aquel  que  había 
arrancado  los  cabellos  si  era  avisa- 
do, velaba  todo  aquel  dia  para  que 
nadie  sacase  cosa  ninguna  de  su 
casa,  ni  prestada,  ni  de  otra  mane- 
ra, y  asi  moría  aquel  nigromántico. 
Estos  tales  nunca  tenían  placer  ni 

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530 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


contento,  siempre  andaban. mal  ves- 
tidos, y  de  mal  gesto,  ningún  ami- 
go tenían,  ni  entraban  en  casa  de 
nadie,  ni  ninguno  les  quería  bien; 
y  si  era  muger  la  que  nacia  en  este 
signo,  aunque  fuese  principal,  nun- 
ca se  casaba  ni  medraba,  siem- 
pre andaba  de  casa  en  casa,  y  to- 
dos decian  que  el  signo  en  que  ha- 
bla nacido,  le  habia  dado  aquella 
mala  condición.» 

Yeicoatl.  (Yei,  tres,  coatí,  cule- 
bra: «tres  (día)  culebra.»)  Era  el 
tercero  día  de  la  décima  quinta  tre- 
cena del  Tonalatnatl. 

Los  agüeros  de  los  que  nacían  en 
este  día  eran  favorables,  y  por  eso 
á  los  que  nacían  en  el  primer  día 
de  la  trecena  los  bautizaban  hasta 
el  tercero. 

Yeicozcautli.  (Yei,  tres;  coscau- 
tli,  águila  de  collar:  «tres  (día)  águi- 
la de  collar.)  Era  el  tercero  día  de  la 
segunda  trecena  del  Tonalamatl. 

Sobre  los  agüeros  de  los  que  na- 
cían en  este  día  dice  Sahagún: 

«Cualquiera  que  nacia;  ora  fuese 
noble,  ora  plebeyo,  en  alguna  de  las 
dichas  casas,  decian  que  habia  de 
ser  cautivo  en  la  guerra,  y  en  to- 
das sus  cosas  habia  de  ser  desdi- 
chado y  vicioso,  y  muy  dado  á  mu- 
geres;  y  aunque  fuese  hombre  va- 
liente, al  fin  se  vendería  él  mismo 
por  esclavo,  y  esto  haría  porque 
era  nacido  en  tal  signo;  mas  decian, 
que  aunque  fuese  nacido  en  tal  sig- 
no mal  afortunado,  remediábase 
por  la  destreza,  y  diligencia  que  ha- 
cia por  no  dormir  mucho,  y  hacer 
penitencia  de  ayunar  y  punzarse, 
sacando  la  sangre  de  su  cuerpo,  y 
barriendo  la  casa  donde  se  criaba, 
y  poniendo  lumbre;  y  si  en  desper- 
tando iba  luego  á  buscar  la  vida 
acordándose  de  lo  que  adelante  ha- 


bia de  gastar  si  enfermase,  ó  con 
que  sustentase  á  sus  hijos,  y  si 
fuese  cauto  en  las  mercadurías  que 
tratase,  y  también  se  remediaba  si 
era  entendido  y  obediente;  y  si  su- 
fría los  castigos  ó  injurias  que  le 
hacían  sin  tomar  venganza  de  ellas. 
Lo  mismo  decian  de  la  muger  que 
nacia  en  este  signo,  que  seria  mal 
afortunada:  si  era  hija  de  princi- 
pal, sería  adultera,  y  morirla  estru- 
jada la  cabeza  entre  dos  piedras,  y 
viviría  muy  necesitada  y  trabajosa, 
en  estremada  pobreza,  y  no  seria 
bien  casada,  porque  decian  que  na- 
ció en  signo  mal  afortunado.» 

Yeicuautli.  (Yei,  tres;  cuautli, 
águila:  «tres  (día)  águila.»)  Era  el 
tercer  día  de  la  quinta  trecena 
del  Tonalamatl, 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
mal  afortunados  en  general,  según 
dice  Sahagún. 

Yeicuetzpalin.  (Yei,  tres;  cuetB- 
palin,  lagartija:  «tres  (día)  lagarti- 
ja.») Era  el  tercer  día  de  la  décima 
octava  trece  del  Tonalamatl. 

Sobre  los  agüeros  de  los  que  na- 
cían en  este  día,  dice  Sahagún: 

«Decían  que  era  mal  afortunado, 
porque  en  él  reinaba  Quetsalcoatl, 
que  es  dios  de  los  vientos,  y  de  los 
torbellinos:  que  el  que  nacia  en  es- 
te signo,  seria  noble,  embaidor, 
y  que  se  transfiguraría  en  muchas 
formas,  y  sería  nigromántico,  he- 
chicero y  maléfico,  y  que  sabria  to- 
dos los  géneros  de  hechicerías  y 
maleficios,  transformándose  en  di- 
versos animales;  y  si  fuese  hombre 
popular,  ó  macevalli  (macehual)  se- 
ría también  hechicero  y  encanta- 
dor, y  embaidor,  de  aquellos  que 
llaman  Temacpalitotique,  y  si  fuese 
muger  sería  hechicera.» 

YeiehecatL  (Yei,  tres;  ehecatl, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


531 


viento:  «tres  (día)  viento.»)  Era  el 
tercer  día  de  la  cuarta  trecena  del 
Tonalamatl. 

Sahagún,  refiriéndose  á  los  agüe- 
ros de  la  trecena  que  empezaba  por 
Ce  Xóchitl,  de  la  cual  es  tercero  día 
Yeiehecatl,  dice: 

«Todas  estas  casas  tenían  por  mal 
afortunadas.  También  decían  que 
eran  indiferentes,  y  que  cualquiera 
que  nacía  en  ellas  ó  en  alguna  de 
ellas,  ora  fuese  noble,  ora  fuese  popu- 
lar, sería  truhán,  chocarrero  y  deci- 
dor, su  ventura  sería  su  consolación, 
y  recibiría  gran  contento  en  estas 
cosas,  si  fuese  devoto  á  su  signo;  y 
si  no  lo  tenia  en  nada,  aunque  fuese 
cantor  ú  oficial,  y  tuviera  de  comer, 
hacíase  soberbio,  desdeñoso,  ma^ 
acondicionado  y  presuntuoso,  y  no 
tenia  en  nada  á  los  mayores,  ni  á 
los  iguales,  ni  á  los  viejos,  ni  á  los 
mozos,  pues  con  todos  hablaría  con 
soberbia  y  con  desden.  A  este  tal 
todos  le  tienen  por  desatinado,  y  di- 
cen que  dios  le  ha  desamparado,  y 
que  por  su  culpa  há  perdido  su  ven- 
tura, y  así  todos  lo  menosprecian; 
y  él,  viéndose  menospreciado  de  to- 
dos, de  pena  y  congoja  cae  en  algu- 
na enfermedad,  y  con  ella  se  empo- 
brece y  se  hace  solitario,  olvidado 
de  todos,  y  desea  su  muerte  y  an- 
sia por  salir  de  esta  vida,  porque 
nadie  le  ve,  ni  visita,  ni  hace  cuen- 
ta de  él,  y  todo  cuanto  tiene  se  le 
deshace  como  la  sal  en  el  agua,  y 
muere  en  pobreza  que  apenas  tie- 
ne con  que  amortajarse;  y  esto 
le  acontece  por  ser  indevoto  )''  mal 
agradecido  á  su  signo,  y  por  ir  tras 
sus  malas  inclinaciones,  desgarrán- 
dose y  despeñándose  por  sus  vicios; 
y  decían  que  esto  le  acontecía  por 
haber  perdido  la  ventura  de  su  sig- 
no; y  si  alguna  muger  nacía  en  el 


que  se  llama  Ce  xuchitl,  decían  que 
sería  buena  labrandera  (ó  bordado- 
ra 6  perfiladora)  pero  era  menes- 
ter para  gozar  de  esta  habilidad, 
que  fuese  devota  á  su  signo,  é  hicie- 
se penitencia  todos  los  días  en  que 
reinaba;  y  si  esto  no  hacia,  su  signo 
le  era  contrario,  y  viviría  en  pobre- 
za y  desechada  de  todos,  y  también 
seria  viciosa  de  su  cuerpo,  y  vende- 
riase  públicamente:  y  decían  que 
aquello  haría  por  razón  del  signo 
en  que  había  nacido,  por  que  era 
ocasionado  á  bien  y  á  mal.» 

Yei-itzcuintli.  (  Yei,  tres;  itscuin- 
ili^  perro:  «tres  (día)  perro.»)  Era  el 
tercer  día  de  la  vigésima  trecena 
deí  Tonalamatl. 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
afortunados. 

Yeimalinalli.  (Yei,  tres;  malina- 
llij  zacate  torcido:  «tres  (día)  zacate 
torcido. »)  Era  el  tercer  día  de  la  déci- 
ma cuarta  trecena  del  Tonalamatl, 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
afortunados. 

Yeímaxtli.  (Yei,  tres;  maxili, 
braguero  ó  tapa  rabo:  «tres  brague- 
ros.») Nombre  que  daban  á  im  es- 
clavo que  sacrificaban  en  honor  de 
Camaxtli,  en  la  veintena  décima 
séptima. 

YeimazatL  (  Yei,  tres;  majsatl,  ve- 
nado ó  ciervo:  «tres  (día)  venado.») 
Era  la  novena  trecena  del  Tonala- 
matl, 

«Eran  muy  afortunados,  dice  Sa- 
hagún,  los  que  nacían  en  este  día  y 
á  los  que  nacían  en  los  dos  días  an- 
teriores los  bautizaban  en  el  tercer 
día  para  que  alcanzaran  su  buena 
fortuna.» 

Yeimiquiztli.  (Yei,  tres  miquis- 
tu,  muerte:  «tres  (día)  muerte.») Era 
el  tercer  día  de  la  duodécima  trece- 
na del  Tonalamatl. 


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532 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Los  que  nacían  en  este  día  tenían 
muy  buena  suerte  y  eran  prósperos. 

YeiocelotL  (Yei,  tres;  ocelotl,  ti- 
gre: «tres  (día)  tigre.»)  Era  el  tercer 
día  de  la  octava  trecena  del  Tona- 
lamatl. 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
muy  afortunados  y  en  él  bautiza- 
ban á  los  que  nacían  en  los  dos  pri- 
meros días  de  la  trecena. 

Yeiolin.  (Yei,  tres;  ollin,  movi- 
miento: «tres  (día)  movimiento.») 
Era  el  tercer  día  de  la  décima  no- 
vena trecena  del  TonalamatL 

Los  agüeros  para  los  que  nacían 
en  ese  día  eran  muy  favorables. 

YeiozomaÜL  (Yei,  tres;  osonta- 
tu,  mona:  «tres  (día)  mona.»)  Era  el 
tercer  día  de  la  décima  séptima  tre- 
cena del  TonalamatL 

Era  de  buen  agüero  nacer  en  es- 
te día,  y  en  él  bautizaban  á  los  que 
nacían  en  los  días  anteriores. 

YeiquiahuitL  (Yei,  tres;  quia- 
huitl,  lluvia:  «tres  (día)  lluvia.») Era 
el  tercer  día  de  la  décima  tercera 
trecena  del  TonalamatL 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
afortunados. 

YeiteopatL  (Yei,  tres  tecpatl,  pe- 
dernal: «tres  (día)  pedernal.»)  Era 
el  tercer  día  de  la  décima  sexta  tre- 
cena del  TonalamatL 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
afortunados. 

Yeitoohtli  (Yei,  tres;  tochtli,  co- 
nejo: «tres  (día)  conejo.»)  Era  el  ter- 
cer día  de  la  sexta  trecena  del  To- 
nalamatL 

Sobre  el  agüero  de  los  que  nacían 
en  este  día,  dice  Sahagún: 

«La  tercera  casa  de  este  signóse 
llamaba  Eytochtli:  decían  que  esta 
casa  era  bien  afortunada,  y  los  que 
en  ella  nacían  tenían  de  comer  con 
muy  poco  trabajo:  decían  que  como 


los  conejos  se  mantienen  de  cosas 
del  campo  y  no  trabajan  por  lo  que 
han  de  comer  y  beber,  sino  que  en 
todo  lugar  lo  hallan  á  la  mano;  del 
mismo  modo  los  que  nacían  en  este 
signo  sin  mucho  trabajo  eran  ri- 
cos.» 

YeixochitL  (Yei,  tres;  xochitl, 
flor;  «tres  (día)  flor.»)  Era  el  tercer 
día  de  la  décima  tercera  trecena  del 
TonalamatL 

Los  que  nacían  en  este  día  eran 
prósperos  y  bienaventurados. 

Yoalehecatl.  (Yoalli,  noche;  ehe- 
cali,  viento:  «viento  de  la  noche.») 
Orozco  y  Berra  y  Chavero  dicen 
que  se  le  daba  el  nombre  «Viento 
de  la  noche»  al  dios  Tescatlipoca,  A 
propósito  de  esto,  dice  Chavero: 

«La  idea  abstracta  de  la  divinidad 
invisible  está  patente  en  la  oración 
de  los  sacerdotes  en  tiempo  de  peste. 
Decíanle  á  Tescatlipoca:  «¡Oh  vale- 
roso señor  nuestro,  deba  jo  de  cuyas 
alas  nos  amparamos,  defendemos  y 
hallamos  abrigo!  tú  eres  invisible 
y  no  palpable  bien  así  como  la  no- 
che y  el  aire.»  Mas  notemos  que  los 
mexica,  al  mismo  tiempo  que  de  su 
dios  formaban  un  ser  ideal,  no  po- 
nían en  olvido  sus  circimstancias 
materiales.  Tescatlipoca  es  invisi- 
ble; pero  lo  es  como  la  noche  y  el 
aire,  pues  la  luna  parece  caminar 
sobre  el  viento  nocturno.  Así  es 
que  refiriéndose  á  las  cualidades  fí- 
sicas del  astro,  según  las  concebían 
los  mexica,  le  dicen  en  la  misma 
oración:  «acábese  ya,  señor,  este  hu- 
mo y  esta  niebla  de  vuestro  enojo, 
y  apagúese  también  el  fuego  que- 
mante y  abrasador  de  vuestra  ira, 
venga  la  serenidad  y  claridad,  co- 
miencen ya  las  avecillas  de  vues- 
tro pueblo  á  cantar  y  á  escollarse 
al  sol:  dadles  tiempo  sereno,  en  que 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


533 


OS  llamen  y  en  que  hagan  oración 
y  os  conozcan. » Y  es  que  para  los  me- 
xica  la  noche  era  el  vientre  de  todo 
mal  y  toda  desgracia,  y  la  luz  del 
sol,  manantial  de  bienes  y  alegrías: 
figurábanse,  pues,  causa  de  la  peste 
el  humo  y  la  niebla  del  astro  que  ca- 
mina en  el  viento  nocturno.  En  otra 
oración  lo  llamaban  YaolUehecatl. 
viento  de  la  noche,  y  le  demandaban 
socorro  contra  la  pobreza  como  an- 
tes se  lo  habían  pedido  contra  la 
peste.» 

Orozco  y  Berra,  describiendo  á 
los  dioses  del  panteón  mexicano, 
siguiendo  á  Torquemada  dice: 

«El  primero  y  el  mas  importante 
era  Tescatlipoca,  espejo  resplande- 
ciente. En  este  mito  están  mezcla- 
das las  ideas  más  encontradas:  la 
unidad,  la  dualidad  y  la  pluralidad; 
el  espíritu  y  la  materia;  el  hombre 
y  el  dios;  el  bien  y  el  mal, ya  en  lu- 
cha, ya  perfectamente  unidos.  Sus 
nombres  son  varios  como  sus  oficios, 
Yoalltehecatl,  viento  de  la  noche.» 

Refiriéndose  el  mismo  autor  al 
culto  que  tributaban  á  Tescatlipo- 
ca, continúa  diciendo: 

«En  las  oraciones  que  se  le  diri- 
gían, se  le  dice:  «tu  eres  invisible  y 
no  palpable,,  bien  así  como  la  no- 
che y  el  aire.»  Eres  eterno  creador 
del  cielo  y  del  infierno,  alma  del 
universo,  seflor  de  la  tierra,  gober- 
nador del  mundo,  seflor  de  las  ba- 
tallas y  de  las  riquezas.  «Penetráis 
con  una  vista  las  piedras  y.  árboles 
viendo  lo  que  dentro  está  escondi- 
do, y  por  la  misma  razón  veis  y  en- 
tendéis lo  que  está  dentro  de  nues- 
tros corazones,  y  veis  nuestros  pen- 
samientos. Nuestras  ánimas  en 
vuestra  presencia  son  como  \m  po- 
co de  humo  de  niebla  que  se  levan- 
ta de  la  tierra.» 


El  P.  Sahagún  dice  que  el  nom- 
bre de  Yoalehecaíl,  «Viento  de  la 
noche»  se  le  daba  á  Quetsalcoatl,  y 
en  nada  se  refiere  á  Tescatlipoca, 
Llama  la  atención  que  ni  Orozco  y 
Berra  ni  Chavero  den  alguna  ex- 
plicación sobre  la  diferente  aplica- 
ción del  nombre. 

El  pasaje  de  Sahagún  si  no  es 
muy  explícito,  es  suficiente  para 
creer  que  la  tal  significación  se  le 
daba  á  Quetsalcoatl  porque  los  tol- 
tecas,  de  quienes  procedían  los  na- 
hoas  á  que  se  se  refiere  Sahagún, 
nunca  adoraron  á  Tescatlipoca,  si- 
no á  Quetsalcoath  del  cual  era  ene- 
migo aquel  dios.  (Véase  Tobello.) 
El  pasaje  de  Sahagún  es  el  si- 
guiente: 

«Los  Nahoas,  eran  los  que  habla- 
ban la  lengua  mexicana,  aunque  no 
la  pronunciaban  tan  clara,  como  los 
perfectos  mexicanos,  y  estos  Na- 
hoas» también  se  llamaban  Chichi- 
mecas,  y  decían  proceder  de  la  ge- 
neración de  los  Tultecas,  que  que- 
daron cuando  los  demás  salieron  de 
su  pueblo,  y  lo  abandonaron,  lo 
que  acaeció  en  tiempo,  en  que  el  di- 
cho Quesalcoatl,  se  fue  á  la  región 
de  Tlapallan,  No  eran  inhábiles 
estos  NahoaSy  porque  tenían  su  re- 
pública con  seflor,  Caciques,  y  prin- 
cipales que  lo  regían,  y  procura- 
ban de  engrandecer,  y  aumentar  su 
estado:  tenían  su  manera  de  rego- 
cijo, de  cantar  y  bailar  con  que 
regocijaban  su  república,  y  toda  la 
gente  tenía  bien  de  comer  y  beber. 
Tenían  también  oficios,  eran  prós- 
peros y  ricos,  en  poseer  ropas,  jo- 
yas, plumas  bellas,  y  otras  rique- 
zas, casas,  sementeras  y  trojes  lle- 
nas: tenían  dios  á  quien  adoraban- 
invocaban,  y  rogaban  pidiendo  lo 
que  les  convenía  y  le  llamaban 

134 


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534 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Yoallihecail,  que  quiere  decir  noche 
y  aire,  ó  opú  invisible  y  le  eran  de- 
votos.» 

Si  el  pasaje  preinserto  no  es  ex- 
plícito, sí  lo  es  el  Códice  Zumárrag  a, 
en  el  cual,  tratándose  del  origen  del 
mundo,  se  dice,  según  extracto  he- 
cho por  Orozco  y  Berra,  lo  siguiente: 

«Antes  de  la  existencia  del  Uni- 
verso, sólo  había  el  cielo  décimo- 
tercero,  en  el  cual  vivían  el  dios 
Tonacatecuhtli  y  su  esposa  Tona- 
cacihuatl,  por  otro  nombre  Xochi- 
quetzal:  no  reconocía  origen,  era 
el  principio  de  la  creación.  La  pa- 
reja divina  procreó  cuatro  hijos;  el 
primogénito  se  llamó  Tlatlauhqui- 
tescatlipoca,  de  color  rojo,  adorado 
por  los  de  Tlaxcala  y  Huexotzingo 
bajo  el  nombre  de  Camaxtle;  el  se- 
gundo de  peor  índole  que  sus  her- 
manos, negro  de  color,  apellidado 
Yayauhqtiitezcatlipoca;  el  tercero 
de  rostro  blanco,  conocido  por  Que- 
íBalcoail  ó  lahualicatl;  (Yoalehe- 
catl)  el  último  cobrizo,  á  quien  decían 
Omiieotl,  Inaquiacoatl ,  y  era  cono- 
cido de  los  mexica  por  Huatsilo- 
pochili,  por  ser  zurdo.» 

Yoaltecutli.  ( Yoalli,  noche;  tecu- 
tu,  señor:  «Señor  de  la  noche.») 
Nombre  que  daban  á  una  de  las  es- 
trellas del  Cinturón  de  Orion.  Cla- 
vigero,  refiriéndose  á  esta  estrella, 
dice: 

«Dios  de  la  noche,  era,  según 
creo,  el  mismo  Mextli,  6  la  luna. 
Otros  dicen  que  era  el  Tonatt'uh,  ó 
sol,  y  otros  que  era  un  numen  dife- 
rente de  aquellos  dos.  A  esta  divi- 
nidad encomendaban  sus  hijos  pa- 
ra que  les  diese  sueño.» 

Sobre  el  ruego  que  se  hacía  á  es- 
te dios  para  que  les  diese  sueño  á 
los  niños,  se  lee  en  otro  pasaje  de 
Clavigero  lo  siguiente: 


«Antes  de  poner  los  instrumen- 
tos en  las  manos  del  recien  nacido, 
rogaba  la  partera  á  los  niños  con- 
vidados que  le  pusiesen  nombre,  y 
ellos  le  daban  el  que  les  habían  su- 
gerido los  padres.  Después  lo  ves- 
tía la  partera  y  lo  ponía  en  la  cuna, 
rogando  á  Yoaltícitl,  diosa  de  las 
cunas,  que  lo  guardase  y  calentase 
en  su  seno,  y  á  Yoaltecutli,  dios  de 
la  noche  que  lo  adormeciese.» 

Llama  la  atención  que  Clavigero 
señale  con  incertidumbre  el  astro 
al  que  llamaban  Yoaltecutli,  pues 
todos  los  autores  antiguos  están 
conformes  en  señalar  con  tal  nu- 
men á  una  estrella  de  Orion;  así 
vemos  que  Sahagún,  hablando  de 
la  constelación  que  los  antiguos  lla- 
maban los  «Mastelejos,»  dice: 

«Hacia  esta  gente  particular  re- 
verencia y  también  particulares 
sacrificios  á  los  mastelejos  del  cie- 
lo, que  andan  cerca  de  las  cabri- 
llas, que  es  el  signo  del  toro.  Ejecu- 
tábanlos con  varias  ceremonias, 
cuando  nuevamente  parecían  por 
el  oriente  acabada  la  fiesta  del  sol: 
después  de  haberle  ofrecido  incien- 
so decían:  «Ya  ha  salido  Yoaltecu- 
tli y  Yacavistli:  ¿que  acontecerá  es- 
ta noche,  ó  que  fin  tendrá,  próspe- 
ro ó  adverso?  Tres  veces  pues, 
ofrecían  incienso,  y  debe  ser,  por- 
que ellos  son  estrellas:  la  una  vez 
á  primera  noche,  la  otra  á  hora  de 
las  tres,  la  otra  cuando  comienza  á 
amanecer.  Llaman  á  estas  estrellas 
matnalhoastli,  y  por  este  mismo 
nombre  llaman  á  los  palos  con  que 
sacan  lumbre,  porque  les  parece 
que  tienen  alguna  semejanza  con 
ellas,  y  que  de  allí  les  vino  esta  ma- 
nera de  sacar  fuego.  De  aqui  to- 
maron por  costumbre  de  hacer  unas 
quemadura  en  las  muñeca  á  los  va- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


535 


renes,  á  honra  de  aquellas  estrellas. 
Decían  que  el  que  no  fuese  señala- 
do con  ellas  cuando  se  muriese,  que 
allá  en  el  infierno  habían  de  sacar 
el  fuego  de  su  muñeca,  barrenán- 
dola como  cuando  acá  sacan  el  fue- 
go del  palo. 

Orozco  y  Berra,  siguiendo  á  Tor- 
quemada,  dice:  «Las  tres  estrellas 
del  cinturón  de  Orion  eran  conoci- 
das bajo  la  denominación  de  Yoal- 
tecutliy  Yacahui3tli,  las  tomaban 
por  agüero,  y  les  ofrecían  incien- 
so á  la  prima  noche,  á  la  hora  de 
las  tres  y  al  alba.» 

En  otro  lugar  el  mismo  autor,  ex- 
plicando las  figuras  de  animales  del 
Tonalamatl,  (¡Ác^\ 
•  «Por  último,  en  el  cuádrete  de- 
bajo del  sol  se  mira  una  marippsa 
nocturna,  teniendo  entre  las  ante- 
nas al  dios  Yohualteuctliy  señor  de 
la  noche;  numen  de  los  criminales 
que  han  menester  las  tinieblas,  co- 
mo los  ladrones,  merecía  reveren- 
cia especial  á  los  hechiceros  y  los 
astrólogos  le  suponían  particular 
influencia  en  los  pronósticos:  rei- 
naba por  la  noche  en  compañía  de 
los  señores  de  los  dias,  dando  á 
éstos  la  parte  que  del  dominio  le  to- 
caba, por  cuya  razón  le  pintaban 
á  veces  con  dos  rostros:  gozaba  fies- 
ta particular  con  sacrificios  la  no- 
che que  se  contaba  el  signo  Nahui 
Olltn,  y  todos  los  dias  del  año,  al 
anochecer,  le  invocaban  é  incesaban 
los  sacerdotes  del  templo  del  sol.» 

Yoalteuctin.  (  Yoalli,  noche;  teuc- 
Un,  señores,  plural  de  teuctli  6  te- 
cutli,  señor:  «señores  de  la  noche.» 

Eran  nueve  dioses  que  se  iban 
sucediendo  de  uno  en  uno  en  los 
días  del  Tonalamatl.  Tenía  por  ob- 
jeto esta  sucesión  distinguir  dos  fe- 
chas ó  días  del  mismo  nombre  del 


Tonalamatl  en  un  mismo  año  so- 
lar. 

Había  también  otras  divinidades 
en  número  de  trece,  que  se  iban  su- 
cediendo, también  de  uno  en  uno, 
en  los  trece  días  de  los  períodos 
trecenales.  El  objeto  de  esta  suce- 
sión era  distinguir  los  días  de  las 
trecenas,  así  como  nosotros  distin- 
guimos los  de  las  semanas  con  los 
nombres  Lunes,  Martes,  Miércoles, 
etc.  A  estos  trece  dioses  los  llama- 
ban Tonalteuctin,  (V.)  «Señores  del 
día,»  para  distinguirlos  de  los  de 
la  noche.  A  unos  y  á  otros  los  lla- 
maban también  «Los  Acompaña- 
dos.» 

Para  comprender  claramente  el 
uso  que  se  hacía  en  el  Tonalamatl 
de  la  sucesión  de  estos  dioses,  re- 
producimos aquí  la  luminosa  expo- 
sición que  sobre  la  materia  hace 
Chavero: 

«Hecha  la  combinación  del  perío- 
do cíclico,  se  necesitaba  formar  la 
del  año,  pues  corriendo  por  todos 
los  cincuenta  y  dos  el  de  doscien- 
tos sesenta  días,  cabía  más  de  uno 
y  menos  de  dos  de  éstos  en  un  solar 
de  trescientos  sesenta  y  cinco  días. 
Resultaba  que  desde  la  décima  cuar- 
ta veintena  de  las  diez  y  ocho  del 
año  solar,  tenían  que  repetirse  los 
símbolos  de  los  dioses  con  los  mis- 
mos numerales  que  les  corres- 
pondieron antes  en  el  principio 
del  año,  lo  que  producía  la  confu- 
sión que  habían  querido  evitar 
combinando  la  cronología  ritual  con 
la  civil.  Para  no  equivocarse,  ha- 
brían tenido  necesidad  de  agregar 
al  signo  del  día  el  del  mes  respec- 
tivo, lo  que  les  hubiera  hecho  per- 
der la  ventaja  que  tenían  en  el  To- 
nalamatl, de  señalar  cualquiera 
fecha  con  solo  el  símbolo  del  día. 


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536 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Introdujeron  entonces  su  número 
sagrado  nueve  para  ciertos  signos 
nuevos  que  llamaron  señores  acom- 
pañados de  la  noche,  Estos  corrían 
con  los  días  desde  el  primero  del 
aflo:  al  llegar  al  nuevo  período  de 
doscientos  sesenta,  tenían  que  repe- 
tirse éstos  con  sus  mismos  numera- 
les; pero  sobraba  un  acompañado, 
de  modo  que  se  evitaba  la  confu- 
sión, porque  éste  correspondía  á 
distinto  signo  de  día  en  la  primera 
y  segunda  parte  del  año.  Los  acom- 
pañados son: 

Xiuhtletl,  dios  del  fuego. 

Tecpatl,  pedernal,  uno  de  los  sig- 
nos iniciales. 

Xóchitl,  flor. 

Centeotl,  diosa  del  maíz. 

Miquitstli,  muerte. 

Atl,  agua,  representada  por  Chah 
chiuhtlicue. 

Tlasolteoil,  la  diosa  de  los  amo- 
res deshonestos. 

Tepeyolotli,  corazón  del  monte. 

Quiahuiil,  la  lluvia,  representada 
por  Tlaloc. 

«Esta  nueva  combinación  sólo  exi- 
gía que  los  acompañados  corriesen 
en  los  trescientos  sesenta  días  del 
año  y  no  en  los  nemontemi.  De  ma- 
nera que  en  el  ciclo  de  cincuenta  y 
dos  años  solares  había  cuatro  tlal- 
pilli  de  trece  años  solares,  setenta 
y  tres  de  á  doscientos  sesenta  días, 
entraban  novecientos  cuarenta  y 
nueve  veces  los  signos  de  los  días 
y  dos  mil  ochenta  los  de  los  acom- 
pañados. 

«Por  haberse  tomado  por  base  de 
esta  reforma  el  año  de  la  estrella 
de  la  tarde  y  haberla  hecho  el  sacer- 
docio de  Quetsalcoatl,  se  dijo  que 
éste  inventó  el  calendario;  lo  que  ex- 
plicaba también  que  fuese  padre 
del  sol  y  que  éste  á  su  nacimiento 


necesitase  que  lo  empujara  el  aire 
de  que  aquél  era  dios. 

«El  año  religioso  y  el  civil  con- 
tinuaron corriendo  durante  el  ciclo 
de  cincuenta  y  dos  años  lo  mismo  que 
antes.» 

Después  de  explicar  el  mismo 
autor  la  estructura  del  Calendario  de 
los  mexicanos  después  de  la  refor- 
ma, agrega: 

«La  segunda  división  de  los  días 
era  relativa  á  los  nueve  acompaña- 
dos. En  esto  también  encontramos 
una  reforma  en  el  calendario  civil 
de  los  mexica.  Agregando  sucesiva- 
mente los  nueve  acompañados,  ve- 
nían á  hacer  su  evolución  completa 
en  los  cincuenta  y  dos  años,  lo  que 
era  una  confusión  para  el  vulgo; 
además  como  el  calendario  civil  es- 
taba basado  en  el  ritual  de  doscien- 
tos sesenta  días,  no  correspondían 
exactamente  á  éste  los  nueve  acom- 
pañados, y  así  en  la  tabla  de  días 
del  Códice  Borgiano  encontramos 
primeramente  los  acompañados  de 
9  en  9  y  nueve  veces,  y  después  de  7 
en  7  y  siete  veces,  lo  cual  da  9X9 
Zl81,  y  7X7=49;  sumando  tenemos 
81+49=130;  dos  veces  130  produ- 
cen 260;  y  por  este  método  sencillo 
los  acompañados  concurren  con  los 
días  en  el  período  ritual  y  terminan 
con  él.  Esta  explicación  consta  en 
las  pinturas,  y  tiene,  además,  en  su 
apoyo,  la  autoridad  de  Fábrega, 
aunque  éste  cree  que  pertenece  tal 
sistema  al  calendario  astronómico. 
Es  del  civil:  los  mexica  prescindie- 
ron del  cómputo  de  los  nemontemi; 
no  les  ponían  signo  como  los  tolte- 
ca;  pasaban  sin  nombre  por  ser  días 
inútiles,  y  entonces,  con  el  antiguo 
cómputo  de  los  acompañados,  re- 
sultaba su  repetición  exacta  en  to- 
dos los  años  en  las  mismas  fechas. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


537 


Esto  se  obvió  por  el  nuevo  método, 
pues  producía  la  diferencia  de  acom- 
pañados lo  mismo  que  la  de  días  en 
todos  los  trece  años  del  tlalpilli. 

«Mas  para  conseguirlo  era  preci- 
so conservar  la  división  en  trece- 
nas de  los  veinte  días  en  todo  el 
curso  de  los  trescientos  setenta  días 
útiles  del  año.  Así  la  primera  tre- 
cena quedó  de  la  siguiente  manera: 

1.  Cipactli. 

2.  Ehecatl. 

3.  Calli. 

4.  Quetspallin. 

5.  Cohuatl, 

6.  Miquistli. 

7.  MasatL 

8.  Tochtli, 

9.  AtL 

10.  Itscuintli. 

11.  Osomatli, 

12.  Málinalli, 

13.  AcatL 

«Los  otros  siete  días  volvieron  á 
comenzar  la  numeración,  y  queda- 
ron así: 

1.  OcelotL 

2.  Cuauhtli, 

3.  Coscacuauhtli, 

4.  Ollin, 

5.  Tecputl. 

6.  Quiahutli, 

7.  Xóchitl 

«Continuando  la  numeración  de 
trece  en  trece  y  los  meses  de  vein- 
te en  veinte  días  se  formaba  la  com- 
binación del  calendario  civil. 

«Tenemos  como  último  período 
de  los  días  el  mes  de  á  veinte,  por 
lo  tanto  en  los  trescientos  sesenta 
días,  útiles  del  año  había  diez  y 
ocho  meses  ó  veintenas.» 

Continuando  el  mismo  autor  la 
explicación  del   Tonalamatl,  dice: 

«Creemos  bastantes  estos  datos 
para  dar  idea  de  la  combinación  del 


Tonalamath  y  ya  solamente  expli- 
caremos otro  de  sus  elementos,  los' 
señores  acompañados  de  la  no- 
che. No  son  sólo  como  los  veinte 
días,  significaciones  repetidas  de  los 
cuatro  astros,  son  nueve  expresio- 
nes de  la  noche  misma.  Según  Ga- 
ma y  el  señor  Orozco  son: 

1.  Xiuhtecutli  Tletl. 

2.  Tecpatl 

3.  Xóchitl 

4.  Centeotl 

5.  MiquÍBtli, 

6.  Atl 

7.  Tlasolteotl 

8.  Tepeyolotli, 

9.  Tlaloc  Quiahuitl 
«Boturini  les  da  otros  nombres 

que  corresponden  á  las  mismas 
ideas. 

1.  Xiuhtehueyohua,  ó  Xiuhtecuh- 
yohua  como  debe  ser.  Tecuhyohua, 
quiere  decir  señor  de  la  noche  y 
Xiuh  representa  la  raíz  de  Xiuh- 
tletl 

2.  Itstecuhyohuatl,  Itstli  es  la  ob- 
sidiana y  sustituye  aquí  á  Tecpatl, 
pedernal. 

3.  Piltsintecuhyohua,  dios  de  los 
niños. 

4.  Cintecuhyohua. 

5.  Mictlantecuhyohua  en  vez  de 
Miquistli,  es  decir,  el  dios  de  los 
muertos,  en  lugar  de  la  muerte  mis- 
ma. 

,  6.  Chalchihuitlicueyohua  6  Chai- 
chiuhtlicue  en  vez  de  Atl,  la  diosa 
del  agua,  en  lugar  del  agua  misma. 

7.  Tlasolyohua. 

8.  Tepeyoloyohua. 

9.  Quiauhteucyohua  ó  QuiauMe- 
cuhyohua  más  bien. 

«Ya  hemos  visto  el  primer  signo, 

al  cual  llamaremos    simplemente 

Xiuhtletl  ó  Tletl,  según  lo  reduce 

Gama,  como  símbolo  nocturno.  Del 

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ANALES  DBL  MUSBO  NACIONAL 


fuego  nace  el  sol  como  de  la  noche 
sale  el  día;  y  así  bajo  este  aspecto 
fuego  y  sol  representan  ideas  opues- 
tas: si  el  sol  es  el  gran  signo  diur- 
no, Xiuhtleil  es  el  primer  símbo- 
lo nocturno. 

«El  segundo  es  tecpath  la  luz  de 
la  estrella  da  la  tarde,  el  crepúsculo 
principio  de  la  noche. 

«El  tercero  es  Xóchitl,  último  día 
del  Tonalamatl,  por  lo  que  repre- 
sentaba la  muerte  y  la  noche,  y  así 
lo  hemos  visto  como  símbolo  en  el 
Mictlan, 

«El  cuarto  es  Centeotl,  diosa 
del  maíz.  Teníanla  por  deidad  noc- 
turna que  andaba  gimiendo  por  las 
calles,  y  de  ahí  viene  la  leyenda  po- 
pular de  la  llorona.  Se  nos  figura 
que  representaba  para  los  mexi- 
ca  el  viento  de  la  noche  resonando 
entre  los  maizales. 

«El  quinto  es  Miquistli  6  Mictlan- 
tecuhtli,  y  bajo  esta  forma  está  en 
los  Códices  Vaticano  y  Telleria- 
No.  La  muerte,  noche  de  la  vida,  era 
expresivo  símbolo  nocturno. 

«El  sexto  es  All,  el  agua  en  que 
reposa  el  fuego  y  de  donde  sale  el 
día. 

«El  séptimo  es  Tlasolteoth  deidad 
de  los  amores  impuros,  cuyo  nom- 
bre significa  literalmente  el  dios  de 
la  inmundicia.  La  noche  es  á  pro- 
pósito para  la  deshonestidad,  y  esa 
diosa  era,  por  lo  mismo,  símbolo 
nocturno.  Llamábanla  también 
Tlaelquani  6  comedora  de  cosas  su- 
cias, é  Ixcuina,  porque  suponían 
que  eran  cuatro  hermanas:  la  prime- 
ra se  llamaba  Tiacapan,  la  segunda 
Teicu,  la  tercera  Tlaco  y  la  cuarta 
Xucotsin.  Tenían  á  esta  diosa  por 
protectora  de  los  amores  ocultos, 
con  poder  para  provocarlos  y  virtud 
para  perdonarlos. 


«El  octavo  acompañado  es  Tepe- 
yolotli,  que  literalmente  significa  co- 
razón de  las  montañas.  Sin  duda 
las  creían  llenas  de  agua,  porque  de 
ellas  brotan  los  manantiales  y  na- 
cen los  ríos,  y  así  ponían  en  su  cen- 
tro una  imagen  de  Ualoc  para  re- 
presentar el  Tepeyolotli.  Pero  aquí 
tiene  otra  significación  que  nos  da 
el  intérprete  del  Códice  Vaticano. 
Tepeyolotli  era  el  eco:  en  el  silen- 
cio nocturno  los  sonidos  se  repercu- 
ten, y  así  podemos  decir  que  ese 
signo  expresaba  la  voz  de  la  noche. 

«El  último  acompañado  es  Tlaloc 
y  Quiahuitl  y  se  representaba  con 
el  símbolo  del  primero.  Tlaloc,  Quia- 
huitl y  la  luna  se  confunden,  y  este 
signo  era  significación  del  astro  de 
la  noche. 

«Así  los  nueve  acompañados  nos 
expresaban  otra  idea  que  la  noche 
misma.  Su  primer  objeto  fué,  según 
recordaremos,  que  al  repetirse  en  el 
año  de  trescientos  sesenta  y  cinco 
días  los  del  Tonalamatl  de  doscien- 
tos sesenta,  no  se  confundiesen  y 
se  distinguieran  por  sus  diferentes 
acompañados.  Pero  como  que  es- 
to trajese  un  trastorno  en  los  tlal- 
pilli  xiuhtlalpilli  y  período  máxi- 
mo del  calendario  astronómico,  por- 
que los  nueve  acompañados  no  ha- 
cían ciclo,  se  prescindió  de  aquella 
ventaja  por  el  mayor  mal  que  cau- 
saba; y  ya  hemos  visto  cómo  en  el 
Códice  Borgiano  se  computan  pri- 
mero de  nueve  en  nueve  y  después 
de  siete  en  siete  para  terminar  su 
evolución  en  los  doscientos  sesen- 
ta días  del  Tonalamatl.  Como  .esta 
idea  difiere  de  la  emitida  por  los 
historiadores  y  aun  el  Señor  Oroz- 
co  pone  una  tabla  de  correspon- 
dencia de  los  acompañados  según  el 
sistema  antiguo,  no  nos  habría  bas- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


53Q 


tado  el  dato  del  Códice  Borgiano 
aunque  es  de  por  sí  respetabilísimo; 
pero  hemos  encontrado  la  confir- 
mación de  la  idea  en  los  tonalamatl 
de  M.  Aubin  y  de  la  Biblioteca  de 
París.  Corren  los  acompañados  en 
su  orden  veintiséis  veces,  es  decir, 
por  doscientos  treinta  y  cuatro  días 
ó  sea  diez  y  ocho  trescenas;  si  así 
continuaran  sobraría  un  acompaña- 
do al  cabo  de  los  doscientos  sesenta; 
pero  se  siguen  sólo  cinco  y  en  orden 
trastornado:  Cenieotl,  Xóchitl,  Tec- 
patl,  Tletl  y  Quiahuitl;  luego  te- 
peyolotli;  en  seguida  siete  también 
trastornados;  á  continuación  los 
nueve  en  desorden;  y  finalmente 
Tecpatl,  Centeotl,  Ail,  y  en  una  mis- 
ma casilla  juntos  Tepeyolotliy  Quia- 
huitl. El  sistema  es  diverso  pero 
el  resultado  es  idéntico;  terminar  el 
Tonalamatl  con  el  último  acompa- 
ñado, y  comenzar  de  nuevo  su  cuen- 
ta con  el  siguiente  período  de  dos- 
cientos sesenta  días  de  igual  mane- 
ra que  éstos.  Ya  con  datos  tan  pre- 
cisos y  siguiendo  la  pintura  de  M. 
Aubin,  podemos  formar  acertada- 
mente el  Tonalamatl  ó  año  de  dos- 
cientos sesenta  días,  distinguiéndo- 
lo en  sus  veinte  trecenas. 

Primera  Trecena. 

1.  Cipactli,  Xiuhtecuhtli  Tletl. 

2.  Ehecatl,  Tecpatl. 

3.  Calli,  Xóchitl. 

4.  Cuetzpallin,  Centeotl. 

5.  Cohuatl,  Miquiztli. 

6.  Miquiztli,  Atl. 

7.  Mazatl,  Tlazolteotl. 

8.  Tochtli,  Tepeyolotli. 

9.  Atl,  Quiahuitl. 

10.  Itzcuintli,  Tletl. 

11.  Ozomatli,  Tecpatl. 

12.  Malinalli,  Xóchitl. 

13.  Acatl,  Centeotl. 


Segunda  Trecena. 

1.  Ocelotl,  Miquiztli. 

2.  Cuauhtli,  Atl. 

3.  Cozcacuauhtli,  Tlazolteotl. 
4:  Ollin,  Tepeyolotli. 

5.  Tecpatl,  Quiahuitl. 

6.  Quiahuitl,  Tletl. 

7.  Xóchitl,  Tecpatl. 

8.  Cipactli,  Xóchitl. 

9.  Ehecatl,  Centeotl. 

10.  Calli,  Miquiztli. 

11.  Cuetzpallin,  Atl. 

12.  Cohuatl,  Tlazolteotl. 

13.  Miquiztli,  Tepeyolotli. 

Tercera  Trecena 

1.  Mazatl,  Quiahuitl. 

2.  Tochtli,  Tletl. 

3.  Atl,  Tecpatl. 

4.  Itzcuintli,  Xóchitl. 

5.  Ozomatli,  Centeotl. 

6.  Malinalli,  Miquiztli. 

7.  Acatl,  Atl. 

8.  Ocelotl,  Tlazolteotl. 

9.  Cuauhtli,  Tepeyolotli. 

10.  Cozcacuauhtli,  Quiahuitl. 

11.  Ollin,  Tletl. 

12.  Tecpatl,  Tecpatl. 

13.  Quiahuitl,  Xóchitl. 

Cuarta  Trecena. 

1.  Xóchitl,  Centeotl. 

2.  Cipactli,  Miquiztli. 

3.  Ehecatl,  Atl. 

4.  Calli,  Tlazolteotl. 

5.  Cuetzpallin,  Tepeyolotli. 

6.  Cohuatl,  Quiahuitl. 

7.  Miquiztli,  Tletl. 

8.  Mazatl,  Tecpatl. 

9.  Tochtli,  Xóchitl. 

10.  Atl,  Centeotl. 

11.  Itzcuintlii  Miquiztli. 

12.  Ozomatli,  AtJ. 

13.  Malinalli,  Tlazolteotl. 

Quinta  Trecena. 

1.  Acatl,  Tepeyolotli. 

2.  Ocelotl,  Quiahuitl. 

3.  Cuauhtli,  Tletl. 


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540 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


4.  Cozcacuauhtli,  Tecpatl. 

8.  Quiahuitl,  Quiahuitl. 

5.  Ollin,  Xóchitl. 

9.  Xóchitl,  Tletl. 

6.  Tecpatl,  Centeotl. 

10.  Cipactli,  Tecpatl. 

7.  Quiahuitl,  Miquiztli. 

11.  Ehecatl,  Xóchitl. 

8.  Xóchitl,  Atl. 

12.  Calli,    Centeotl. 

9.  Cipactli,  Tlazolteotl. 

13.  Cuetzpallin,  Miquiztli. 

10.  Ehecatl,  Tepeyolotli. 

11.  Calli,  Quiahuitl. 

Novena  Trecena. 

12.  Cuetzpallin,  Tletl. 

1.  Cohuatl,  Atl. 

13.  Cohuatl,  Tecpatl. 

2.  Miquiztli,  Tlazolteotl. 

3.  Mazatl,  Tepeyolotli. 

Sexta  Trecena. 

4.  Tochtli,  Quiahuitl. 

1.  Miquiztli,  Xóchitl. 

5.  Atl,  Tletl. 

2.  Mazatl,  Centeotl. 

6.  Itzcuintli,  Tecpatl. 

3.  Tochtli,  Miquiztli. 

7.  Ozomatli,  Xóchitl. 

4.  Atl,  Atl. 

8.  Malinalli,  Centeotl. 

5.  Itzcuintli,  Tlazolteotl. 

9.  Acatl,  Miquiztli. 

6.  Oxomatli,  Tepeyolotli. 

10.  Ocelotl,  Atl. 

7.  Malinalli,  Quiahuitl. 

11.  Cuauhtli,  Tlazolteotl. 

8.  Acatl,  Tletl. 

12.  Cozcacuauhtli,  Tepeyolotli. 

9.  Ocdotl,  Tecpatl. 

13.  Ollin,  Quiahuitl. 

10.  Cuauhtli,  Xóchitl. 

11.  Cozcacuauhtli,  Centeotl. 

Décima  Trecena. 

12.  Ollin,  Miquiztli. 

1.  Tecpatl,  Tletl. 

13.  Tecpatl,  Atl. 

2.  Quiahuitl,  Tecpatl. 

3.  Xóchitl,  Xóchitl. 

Séptima  Trecena. 

4.  Cipactli,  Centeotl. 

1.  Quiahuitl,  Tlazolteotl. 

5.  Ehecatl,  Miquiztli, 

2.  Xóchitl,  Tepeyolotli. 

6.  Calli,  Atl. 

3.  Cipactli;  Quiahuitl. 

7.  Cuetzpallin,  Tlazolteotl. 

4.  Ehecatl,  Tletl. 

8.  Cohuatl,  Tepeyolotli. 

5.  Calli,  Tecpatl. 

9.  Miquiztli,  Quiahuitl. 

6.  Quetzpallin,  Xóchitl. 

10.  Mazatl,  Tletl. 

7.  Cohuatl,  Centeotl. 

11.  Tochtli,  Tecpatl. 

8.  Miquiztli,  Miquiztli. 

12.  AtL  Xóchitl. 

9.  Mazatl,  Atl. 

13.  Itzcuintli.  Centeotl. 

10.  Tochtli,  Tlazolteotl. 

11.  Atl,  Tepeyolotli. 

Undécima  Trecena. 

12.  Itzcuintli,  Quiahuitl. 

1,  Ozomatli,  Miquiztli. 

13.  Ozomatli,  Tletl. 

2.  Malinalli,  Atl. 

3.  Acatl,  Tlazolteotl. 

Octava  Trecena 

4.  Ocelotl,  Tepeyolotli. 

1.  Malinalli,  Tecpatl. 

5.  Cuauhtli,  Quiahuitl. 

2.  Acatl,  Xóchitl. 

6.  Cozcacuauhtli,  Tletl. 

3.  Ocelotl,  Centeotl. 

7.  Ollin,  Tecpatl. 

4.  Cuauhtli,  Miquiztli. 

8.  Tecpatl,  Xóchitl. 

5.  Cozcacuauhtli,  Atl. 

9.  Quiahuitl,  Centeotl. 

6.  Ollin,  Tlazolteotl. 

10.  Xóchitl,  Miquiztli. 

7.  Tecpatl,  Tepeyolotli. 

11.  Cipactli,  Atl. 

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SEGUNDA  £POCA.  TOMO  V. 


541 


12.  Ehecatl.  Tlazolteotl. 

13.  Calli,  Tepeyolotli. 

Duodécima  Trecena 

1.  Cuetzpallin,  Quiahuitl. 

2.  Cohuatl,  Tletl. 

3.  Miquiztli,  Tecpatl. 

4.  Mazatl,  Xóchitl. 

5.  Tochtli,  Centeotl. 

6.  Atl,  Miquiztli. 

7.  Itzcuintli,  Atl. 

8.  Ozomatli,  Tlazolteotl. 

9.  Malinalli,  Tepe3'^olotli. 

10.  Acatl,  Quiahuitl. 

11.  Ocelotl,  Tletl. 

12.  Cuauhtli,  Tecpatl. 

13.  Cozcacuauhtli,  Xóchitl. 

Décimatercera  Trecena. 

1.  OUin,  Centeotl. 

2.  Tecpatl,  Miquiztli. 

3.  Quiahuitl.  Atl. 

4.  Xóchitl,  Tlazolteotl. 

5.  Cipactli,  Tepeyolotli. 

6.  Ehecatl,  Quiahuitl. 

7.  Calli,  Tletl. 

8.  Cuetzpallin,  Tecpatl. 

9.  Cohuatl,  Xóchitl. 

10.  Miquiztli,  Centeotl. 

11.  Mazatl,  Miquiztli. 

12.  Tochtli,  Atl. 

13.  Atl,  Tlazolteotl. 

Décimacuarta  Trecena 

1.  Itzcuintli.  Tepeyolotli. 

2.  Ozomatli,  Quiahuitl. 

3.  Malinalli,  Tletl. 

4.  Acatl,  Tecpatl. 

5.  Ocelotl.  Xóchitl. 

6.  Cuauhtli,  Centeotl. 

7.  Cozcacuauhtli,  Miquiztli. 

8.  Ollin,  Atl. 

9.  Tecpatl,  Tlazolteotl. 

10.  Quiahuitl,  Tepeyolotli. 

11.  Xóchitl.  Quiahuitl. 

12.  Cipactli,  Tletl. 

13.  Ehecatl,  Tecpatl. 


I 


DÉCIMAQUINTA  TRECENA. 

1.  Calli,  Xóchitl. 

2.  Cuetzpallin,  Centeotl. 

3.  Cohuatl,  Miquiztli. 

4.  Miquiztli,  Atl. 

5.  Mazatl,  Tlazolteotl. 

6.  Tochtli,  Tepeyolotli. 

7.  Atl.  Quiahuitl. 

8.  Itzcuintli,  Tletl. 

9.  Ozomatli,  Tecpatl. 

10.  Malinalli,  Xóchitl. 

11.  Acatl,  Centeotl. 

12.  Ocelotl,  Miquiztli. 

13.  Cuauhtli,  Atl. 

Décimasexta  Trecena. 

1.  Cozcacuauhtli,  Tlazolteotl. 

2.  Ollin,  Tepeyolotli. 

3.  Tecpatl,  Quiahuitl. 

4.  Quiahuitl,  Tletl. 

5.  Xóchitl,  Tecpatl. 

6.  Cipactli,  Xóchitl 

7.  Ehecatl,  Centeotl. 

8.  Calli,  Miquiztli. 

9.  Cuetzpallin,  Atl. 

10.  Cohuatl,  Tlazolteotl. 

11.  Miquiztli.  Tepeyolotli. 

12.  Mazatl,  Quiahuitl. 

13.  Tochtli,  Tletl. 

Décimaséptima  Trecena. 

1.  Atl.  Tecpatl. 

2.  Itzcuintli,  Xóchitl. 

3.  Ozomatli,  Centeotl. 

4.  Malinalli,  Miquiztli, 

5.  Acatl,  Atl. 

6.  Ocelotl,  Tlazolteotl. 

7.  Cuauhtli,  Tepeyolotli. 

8.  Cozcacuauhtli,  Quiahuitl. 

9.  Ollin,  Tletl. 

10.  Tecpatl,  Tecpatl. 

11.  Quiahuitl,  Xóchitl. 

12.  Xóchitl.  Centeotl. 

13.  Cipactli,  Miquiztli. 

DÉCIMAOCTAVA  TRECENA. 


1.  Ehecatl,  Atl. 

2.  Calli,  Tlazolteotl. 


136 


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542 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


3.  Cuetzpallin,  Tepeyolotli. 

4.  Cohuatl,  Quiahuitl. 

5.  Miquiztli,  Tletl. 

6.  Mazatl,  Tecpatl. 

7.  Tochtli,  Xóchitl. 

8.  Atl,  Centeotl. 

9.  Itzcuintli,  Miquiztli. 

10.  Ozomatli,  Atl. 

11.  Malinalli,  Tlazolteotl. 

12.  Acatl,  Tepeyolotli. 

13.  Ocelotl,  Quiahuitl. 

Décimanona  Trecena. 

1.  Cuauhtli,  Centeotl. 

2.  Cozcacuauhtli,  Xóchitl. 

3.  Ollin,  Tecpatl. 

4.  Tecpatl,  Tletl. 

5.  Quiahuitl,  Quiahuitl. 

6.  Xóchitl,  Tepeyolotli. 

7.  Cipactli,  Atl. 

8.  Ehecatl,  Miquiztli. 

9.  Calli,  Centeotl. 

10.  Quetzpallin,  Xóchitl. 

1 1.  Cohuatl,  Tecpatl. 

12.  Miquiztli,  Tletl. 

13.  Mazatl,  Tepeyolotli 

Vigésima  Trecena. 

1.  Tochtli,  Miquiztli. 

2.  Atl,  Tlazolteotl. 

3.  Itzcuintli,  Xóchitl. 

4.  Ozomatli,  Tepeyolotli. 

5.  Malinalli,  Tletl. 

6.  Acatl,  Miquiztli. 

7.  Ocelotl,  Atl. 

8.  Cuauhtli,  Tlazolteotl. 

9.  Cozcacuauhtli,  Quiahuitl. 

10.  Ollin,  Tecpatl. 

11.  Tecpatl.  Centeotl. 

12.  Quiahuitl,  Atl. 

13.  Xóchitl,  Tepeyolotli  y  Quiahuitl. 

«Si  bien  reflexionamos,  además  de 
su  representación  general  de  sím- 
bolos nocturnos,  tenían  referencia 
los  acompañados  á  los  cuatro  as- 
tros de  la  siguiente  manera  y  de 
dos  en  dos. 

Sol,  Tletl  y  Atl. 


Estrella  de  la  tarde,  Tecpatly  Mi- 
quistli, 

Lima,  Tepeyolotli  y  Quiahuitl. 

Tierra,  Xóchitl  y  Centeotl. 

«Sobra  un  acompañado,  que  es 
Tlasolteotl,  y  ya  sabemos  cómo  es  lo 
mismo  que  Teonexquimilli,  la  ne- 
gra noche,  la  noche  misma. 

«Sin  objeto  ya  los  acompañados 
para  distinguir  los  días,  quedaron 
de  gran  utilidad  para  los  agüeros. 
La  astrología  judiciaria  era  impor- 
tantísima para  los  mexica:  cada  día 
su  agüero  especial;  las  crónicas  tra- 
tan de  ellos  con  alguna  extensión; 
ciertos  agüeros  eran  bien  conoci- 
dos del  pueblo,  todos  sabían  el  ho- 
róscopo de  ciertos  signos;  pero  es- 
tos se  combinaban  entre  sí,  nuevas 
complicaciones  tenían  por  sus  acom- 
pañados, los  terceros  símbolos  y  las 
aves  producían  efectos  diferentes, 
á  lo  cual  se  agregaban  como  facto- 
res importantísimos  las  deidades 
que  influían  en  la  trecena.  Cálculo 
tan  complexo  no  podía  estar  al  al- 
cance del  vulgo,  era  ciencia  reser- 
vada á  los  sacerdotes,  tonalpouh- 
que,  y  el  libro  de  esa  ciencia  era  el 
Tonalamatl. 

«Institución  del  sacerdocio  es  la 
astrología  judiciaria  y  medio  eficaz 
en  sus  manos  para  dominar  al  pue- 
blo ignorante  había  producido  con- 
secuencias tan  trascendentales. 
Formó  una  multitud  preocupada  y 
fanática,  entregada  por  completo 
al  capricho  de  la  fortuna;  y  por  na- 
tural contagio  pasó  esa  enfermedad 
del  alma  á  los  grandes  y  á  los  mis- 
mos sacerdotes,  sin  duda  por  la  ten- 
dencia á  la  admiración  de  lo  desco- 
nocido, tan  fácil  de  desarrollar  en 
nuestro  espíritu,  y  la  cual  no  es  más 
que  la  manifestación  de  lo  débil  é 
inferior  del  ser  humano.  Así  pode- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


543 


mos  decir,  y  queremos  fijarlo  por 
sus  efectos  trascendentales,  que  los 
mexica  eran  esencialmente  fatalis- 
tas, y  para  todos  ellos,  grandes  y 
pequeños,  el  poder  supremo,  supe- 
rior á  sus  mismos  dioses,  era  el  ha- 
do caprichoso.» 

En  el  artículo  Tonalteuctin, 
«Acompañados  6  Señores  del  Día,» 
remitimos  al  lector  al  presente  ar- 
tículo, así  es  que  hablaremos  deta- 
lladamente sobre  el  origen  y  objeto 
de  los  tales  «Acompañados  del  Día.» 

Paso  y  Troncoso,  en  su  sagaz  in- 
terpretación del  Códice  Borbónico, 
al  explicar  las  láminas  I  y  II,  ó  más 
bien  dicho,  al  congeturar  el  conte- 
nido de  dichas  láminas,  pues  no 
existían  en  el  Códice,  se  ocupa  de 
los  «Señores  del  día  y  de  la  noche,» 
y  transcribimos  aquí  su  interesan- 
te exposición,  por  lo  que  se  vendrá 
en  conocimiento  de  los  «Señores  del 
Día,»  y  se  ampliarán  las  ideas  ex- 
puestas por  Cha  vero  sobre  los  «Se- 
ñores de  la  noche.»  El  texto  es  el  si- 
guiente: 

«Paginas  I  y  II.  En  el  original  no 
existen,  por  haber  sido  arrancadas 
antes  de  vender  el  Códice  á  la  Cá- 
mara de  Diputados  de  París,  como 
lo  he  dicho  ya  repetidas  veces.  Yo 
las  he  repuesto  de  simples  contor- 
nos en  el  facsímile  que  publicaré; 
pero  no  he  llenado  con  figuras  más 
que  las  casillas  de  las  dos  series 
pareadas  horizontal  y  vertical,  de- 
jando en  blanco  el  gran  cuadro 
de  la  izquierda,  por  no  estar  ente- 
ramente seguro  de  lo  que  allí  exis- 
tiría. Sin  embargo,  por  afinidad  á 
otros  Códices,  y  para  no  dejar  estas 
dos  páginas  sin  anotaciones,  he 
puesto  en  el  margen  superior  los 
nombres  de  los  númenes  que  con 
más    probabilidad,  pueden    haber 


existido  aquí;  así  digo  en  la  Página 
I,  después  délas  inscripciones  comu- 
nes, lo  siguiente:  Primer  Trecena- 
rio. (Signo  ^e  Cipaktli).  Númenes: 

TONAKATEUKTLiyTONACACIHUATL;y 

en  la  Página  II:  Segundo  Trecena- 
rio (Signo  ^E  Ocelotl.)Numen:Ket- 
CALKOATL.— Además  para  no  dejar 
en  claro  el  espacio  considerable  del 
gran  cuadro  de  la  izquierda,  he 
inscrito  allí  dos  listas:  una  de  13 
nombres  colocados  en  serie  numé- 
rica del  1  al  13,  y  que  corresponden 
á  los  Señores  de  los  13  días  de  cada 
período  {Tonalteuktin)\  y  otra  de  9 
nombres  dispuestos  en  serie  alfa- 
bética desde  la  a  hasta  la  /,  y  que 
se  refieren  á  los  9  Señores,  Dueños 
ó  Acompañados  de  la  noche,  junto 
de  los  cuales  van  señaladas  sus  di- 
versas influencias  ó  venturas,  se- 
gún las  ideas  generalmente  acepta- 
das por  los  indios.  Pongo  á  conti- 
nuación las  dos  listas: 

Señores  de  los  días,  Tonalteuktin. 

1.  Xiuhteuktli, 

2.  Tlalteuktli, 

3.  Xalxiuitl  ikue. 

4.  Tonatiuh, 

5.  Tlacolteotl. 

6.  Miktlanteuktli, 

7.  Qinteotl. 

8.  Tlalok. 

9.  KeHalkoatl. 

10.  TegkaUipoca. 

11.  Xalmekateuktli. 

12.  Tlauí'ckalpan  teuktli, 

13.  Citlallin  ikue. 

Señores  Dueños  ó  Acompañados  de  la  Noche, 
YoHUALTEüKTiN  (con  SUS  inñuencias  ó  ven- 
turas.) 

a.  Xiuhteuktli,  bueno. 

b.  iHtli,  malo. 

c.  Píliftt^mteotl,  bueno 

d.  Qinteotl,  indiferente. 


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544 


ANA1.ES  DEL  MUSEO  NACIONAI.. 


e.  Miktlanteotl,  malo. 

f.  Xalxiuitl  i'y^^^indiferente. 

g.  TlaQolteotl,  malo, 
h.  Tepeyollotl,  bueno, 
i.   Tlalok,  indiferente. 

«Completando,  además  la  obra  de 
los  comentadores  que  han  puesto 
en  las  casillas  de  los  días  los  nom- 
bres de  los  mismos,  traducidas  al 
castellano,  lo  he  dispuesto  yo  en  la 
Página  1.*  escritos  en  mexicano  den- 
tro de  las  casillas  respectivas;  y 
en  la  Página  2.®  pareado  el  nombre 
castellano  con  el  nauatl. 

«De  las  dos  listas  arriba  copia- 
das, sin  duda  la  de  los  Señores  de 
los  días  ó  ToNALTEUKTiN,  es  la  más 
interesante,  aunque  la  serie  parez- 
ca monótona,  porque  se  repite  por 
todos  los  trecenarios  en  los  mismos 
lugares.  Esto  es  precisamente  lo 
que  nos  rebela  cuan  importante  sea 
la  serie  completa  en  sus  funciones, 
pues  aquellos  13  númenes  repre- 
sentaban para  los  indios  exacta- 
mente lo  mismo  que  vale  para  nos- 
otros la  nomenclatura  de  los  7  días 
de  nuestra  semana.  Decimos,  por 
ejemplo  Lunes  por  la  Luna,  Mar- 
tes por  Marte,  Miércoles  por  Mer- 
curio, etc.,  etc.;  es  decir,  aplicamos 
á  los  días  de  la  semana  los  nom- 
bres de  las  deidades  planetarias 
del  Gentilismo.  Los  indios,  repitien- 
do su  serie  de  13  númenes,  nos  re- 
velan, por  medio  del  interesante 
Códice  que  tenemos  á  la  vista, 
que  también  ellos  distinguían  los 
nombres  de  su  ciclo  de  días,  que  no 
era  de  7,  ó  semana,  ó  Septena- 
rio como  entre  nosotros,  sino  de  13 
ó  Trecenario,  por  medio  de  otros 
tantos  nombres  de  númenes  ó  dei- 
dades que  consideraban  de  influen- 
cia superior.  Y  para  que  las  analo- 
gías todavía  sean  más  acentuadas, 


vemos  que  así  como  varias  deida- 
des grecorromanas  tenian  aves  de 
predilección  con  las  cuales  andaban 
casi  siempre;  por  ejemplo:  Júpiter 
con  el  águila,  Juno  con  el  pavo 
real,  Venus  con  la  paloma;  etc.,  etc.; 
los  númenes  indianos,  gustaban 
también  de  acompañarse  con  ciertas 
aves:  los  dioses  del  fuego  y  de  la 
tierra,  con  2  especies  de  colibrí,  «//- 
^itcilin;  el  dios  del  aire,  con  el  ga- 
llipavo, uexoloil;é[  Sol  ó  Tonatiuh, 
con  la  codorniz,  colh'n;  el  señor  del 
infierno,  Miktlanteuktli,  con  la  le- 
chuza, xideitU;  Te^katlipoca,  dios 
de  la  Providencia,  con  el  buho,  te- 
kolotl;  y  así  los  demás  de  la  lista, 
con  excepción  de  Q'nteoll,  dios  de 
los  mantenimientos,  que  no  se  jun- 
taba con  ave  ninguna;  pero  que 
gustaba  de  la  compañía  de  otro  ha- 
bitante de  las  regiones  aéreas,  la 
mariposa  ó  papalotl.  Terminaré 
refiriéndome  á  sus  funciones  para 
decir:  que  los  númenes  de  cada  uno 
de  los  días  del  trecenario  repre- 
sentaban probablemente  los  13  cie- 
los, ó  mejor  dicho  mansiones,  pues 
en  la  lista  vemos  figurar  á  las  4 
deidades  que  presidian  sobre  las 
zonas  de  la  Región  elementar  (tal 
como  la  llamaban  los  antiguos  en 
el  Viejo  Mundo);  esto  es:  Xiuhteuktli, 
dios  del  fuego;  Tlalteuktli»  dios  de 
la  tierra;  xalxiuitl  ikue,  diosa  del 
agua;  y  Ket^al  koall-Ehekatl,  dios 
del  aire.» 

Explicando  el  mismo  autor,  al  in- 
terpretar la  lámina  XXI  del  propio 
Códice,  la  relación  délos  «Acompa- 
ñados de  la  noche»  con  los  días 
del  año,  establece  la  regla  siguiente: 

^Los  días  y  los  años  de  número  y 
símbolo  iguales  tienen  los  mismos 
acompañados  nocturnos  en  la  serie 
de  los  tiempos.^ 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


545 


Por  ser  muy  prolija  la  demostra- 
ción de  la  verdad  de  esta  regla  y 
por  ser  necesario  para  comprender- 
la, tener  á  la  vista  varios  códices 
pictóricos,  omitimos  su  inserción. 

Toalticitl.  (Yoalli,  noche;  ttcü I, 
médico;  «médica  de  la  noche.»)  Ma- 
dre general  de  los  niños,  diosa  de 
las  cunas  encargada  de  velar  por 
sus  hijos. 

Clavigero,  hablando  de  los  bau- 
tismos, dice: 

«Antes  deponerlos  instrumentos 
en  las  manos  del  recien  nacido,  ro- 
gaba la  partera  á  los  niños  convi- 
dados que  le  pusiesen  nombre,  y 
ellos  le  daban  el  que  les  hablan  su- 
gerido los  padres.  Después  lo  ves- 
tía la  partera  y  lo  ponía  en  la  cuna, 
rogando  á  Yoalticitl,  diosa  de  las 
cunas,  que  lo  calentase  y  guarda- 
se en  su  seno,  y  á  Yoaltecutli,  dios 
de  la  noche  que  lo  adormeciese.» 

El  P.  Sahagún,  hablando  de  las 
múltiples  ceremonias  que  prece- 
dían, acompañaban  y  seguían  á  los 
nacimientos  de  los  indios,  refiere  la 
gran  influencia  que  la  Yoalticitl  te- 
nía en  estos  sucesos.  Desde  los  pri- 
meros meses  de  la  gestación  inter- 
venía la  partera,  y  una  de  las  pa- 
rientas  de  la  embarazada  dirigía  á 
la  partera  la  exhortación  siguiente: 

«Señora  aquí  estáis  presente,  y 
os  ha  traído  nuestro  señor  que  está 
en  todo  lugar,  persona  honrada  y 
digna  de  veneración;  también  aquí 
están  presentes  los  viejos  y  viejas 
vuestros  mayores:  sabed  pues  se- 
ñora que  esta  mosuela  está  preña- 
da, la  cual  es  mujer  casada  con  N. 
y  también  está  aquí  vuestro  siervo 
Sus  padres  y  sus  parientes  os  la 
presentan  y  encomiendan,  porque 
nuestro  señor  que  rige  el  mundo, 
quiere  hacer  con  ellos  misericordia 


en  darles  una  piedra  preciosa,  y  una 
pluma  rica,  que  es  la  criatura  que 
ya  tiene  dentro  del  vientre  de  la 
madre  que  está  aquí,  que  es  es- 
ta mosa  vuestra  siervaquese  llama 
N.,  la  cual  está  casada  con  vuestro 
siervo  y  criado  N.  Este  la  pone  en 
vuestras  manos,  en  vuestro  regazo, 
y  sobre  vuestras  espaldas;  y  tam- 
bién los  viejos  y  viejas,  parientes, 
padres  y  madres  de  ella,  os  enco- 
miendan esta  su  hijita  ahora.  Se- 
ñora, metedla  en  el  baño  como  sa- 
béis que  conviene,  que  la  casa  de 
nuestro  señor  llamado  Xuchícal- 
tsin,  adonde  se  arrecian  y  esfuer- 
zíin  los  cuerpos  de  los  niños,  por  la 
madre  y  abuela,  que  es  la  seño- 
ra diosa  llamada  Yoalticitl,  Entre 
pues  esta  mosa  en  el  baño  por  vues- 
tra industria,  porque  ya  ha  llegado 
al  tiempo  de  tres  ó  cuatro  meses  que 
ha  concebido.  ¿Que  os  parece,  se- 
ñora, de  esto?  No  queremos  que  por 
nuestro  poco  saber  la  pongamos  en 
ocasión  de  enfermedad:  ¿por  ventu- 
ra aun  no  es  tiempo  de  enderezarle 
la  criatura  ni  llegar  á  ella?  Estas 
palabras  habéis  oído  en  obsequio  de 
nuestra  muy  amada.  Deseo  conten- 
to á  vuestro  corazón  y  á  vuestro 
cuerpo  con  toda  salud:  no  hay  otra 
persona  más  hábil  para  hablaros 
con  aquella  cortesía  y  concierto  de 
palabras  que  vos  señora  merecéis; 
y  si  la  hubiera,  no  la  esconderían 
estos  viejos  y  viejas,  padres  y  ma- 
dres de  los  casados  que  aquí  están, 
que  han  brotado  y  procedido  de  los 
abuelos  y  antepasados,  señores  y 
progenitores  de  esta  señora  N.,  y  de 
su  marido  vuestro  siervo  y  criado 
N.  Ellos  ignoran  lo  que  en  su  ausen- 
cia se  hace,  porque  ya  están  en 
el  recogimiento  y  encerramiento 
que  nuestro  señor  los  puso:  son  ya 
137 


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546 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


idos  á  reposar  á  la  casa  donde  to- 
dos hemos  de  ir,  la  que  está  sin  luz 
y  sin  ventanas,  donde  ya  están  dan- 
do descanso  á  sus  dios,  y  padre  de 
todos  nosotros,  que  es  el  dios  del  in- 
fierno Mictlantecutli:  ¡ojalá  estuvie- 
ran ellos  presentes  á  este  negocio, 
pues  ellos  lloraran  y  se  afligieran 
por  lo  que  ahora  tenemos  nosotros 
como  sueño,  que  es  la  fiesta  gran- 
de, y  la  maravilla  que  nuestro  se- 
ñor les  quiere  dar!  Si  ellos  vivieran, 
os  hablaran  y  rogaran  según  vues- 
tro merecimiento;  pero  por  estar 
ausentes,  nosotros  sus  sucesores 
hacemos  niñerías  y  muchachadas, 
en  pronunciar  palabras  tartamu- 
deando aqui  en  vuestra  presencia, 
sin  orden  ni  concierto,  trabajando 
de  presentarnos  nuestra  necesidad. 
Así  pues  os  rogamos  señora  que 
tengáis  compasión  de  esta  joven,  y 
que  hagáis  también  con  ella  nues- 
tro oficio  y  facultad,  pues  que 
nuestro  señor  os  ha  hecho  maestra 
y  médica,  y  por  su  mandado  ejer- 
citáis este  oficio.  Señora,  no  tene- 
mos que  decir  mas  de  lo  que  habéis 
oído:  déos  Dios  muchos  días  de  vi- 
da, para  que  le  sirváis  y  ayudéis  en 
este  oficio  que  os  ha  dado.» 

La  partera  contestaba  en  los  tér- 
minos siguientes: 

«Aquí  estáis  presentes  señores  y 
señoras,  y  aqui  os  ha  juntado  nues- 
tro señor  que  rige  todo  el  mundo. 
Aquí  estáis  vosotros  viejos  y  vie- 
jas, padres,  madres  y  parientes  de 
estas  piedras  preciosas  y  ricas  plu- 
mas, que  han  tenido  principio  de 
vuestras  personas,  como  la  espina 
del  árbol  como  los  cabellos  de  la 
cabeza,  como  las  uñas  de  los  dedos, 
como  los  pelos  de  las  cejas,  y  de 
la  carne  que  está  sobre  el  ojo.  Tam- 
bién estáis  aqui  presentes  señores 


los  que  sois  padres  de  la  república, 
y  nuestros  señores  que  tenéis  las 
veces  de  Dios  sobre  la  tierra  por 
ordenación  del  mismo  Dios,  y  te- 
neis  las  personas  y  oficio  de  Xu- 
motl  (Oxomoco)  y  de  Cipactli,  te- 
niendo cargo  de  declarar  las  ven- 
turas de  los  que  nacen.  He  oido  y 
entendido  vuestras  palabras,  vues- 
tro lloro,  y  la  angustia  con  que  estáis 
fatigados,  llorosos,  y  angustiados, 
por  causa  de  vuestra  piedra  precio- 
sa y  de  vuestra  pluma  rica,  que  es 
esta  niña  que  es  pedazo  de  vuestro 
cuerpo  y  primogénita,  ó  por  ventu- 
ra la  postrera  que  habéis  engendra- 
do, por  cuya  causa  ahora  llamáis 
y  dais  voces  á  la  madre  de  los  dio- 
ses, que  es  la  de  las  medicinas  y 
médicos,  y  es  madre  de  todos  nos- 
otros, la  cual  se  llama  Yoalticitl  que 
tiene  poder  y  autoridad  sobre  los 
temascales  que  se  llaman  Xuchica- 
lli,  lugar  en  que  esta  diosa  vé  las  co- 
sas secretas,  y  adereza  las  descon- 
certadas en  los  cuerpos  de  los  hom- 
bres y  fructifica  las  cosas  tiernas 
y  blandas,  en  cuyas  manos,  regazo  y 
espaldas,  ponéis  y  echáis  esta  vues 
tra  piedra  preciosa,  y  esta  vuestra 
pluma  rica;  y  también  lo  que  tiene 
en  el  vientre,  es  la  merced  que  Dios 
le  ha  hecho,  que  es  hembra  ó  va- 
ron  que  le  ha  dado,  el  cual  ordena 
todas  las  cosas  y  sabe  que  es  lo  que 
está  en  su  vientre.  Esto  solo  digo 
ahora,  yo  que  soy  una  vieja  mise- 
rable y  malaventurada:  no  sé  que 
os  ha  movido  á  escogerme  á  mí, 
que  ni  tengo  discreción  ni  saber 
ni  sé  hacer  nada  agradable  á  nues- 
tro señor,  pues  soy  boba  y  tonta:  y 
viven  hoy,  y  florecen  muchas  sier- 
vas  de  nuestro  señor,  muy  sabias, 
prudentes,  esperimentadas  y  muy 
amaestradas,  á  las  cuales  ha  ense- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO   V. 


547 


nado  nuestro  Dios  con  su  espíritu 
é  inspiraciones,  y  las  ha  dado  auto- 
ridad para  ejercitar  este  oficio,  3^ 
ellas  tienen  discípulas  enseñadas 
que  son  como  ellas  y  su  imagen,  y 
estas  lo  saben  y  lo  ejercitan,  délo 
cual  me  habéis  aquí  hablado.  No 
sé  como  habiendo  copia  de  las  que 
tengo  dicho,  me  hadéis  señalado  á 
mí.  Pienso  que  esto  ha  sido  por  man- 
damiento de  nuestro  señor  que  está 
en  todo  lugar  y  es  un  abismo,  y  se 
llama  tiniebla  y  viento:  ¿por  ventu- 
ra es  por  mi  mal  para  que  acabe  mi 
vida?  ¿por  ventura  ya  tengo  enfa- 
dado á  nuestro  señor  y  á  los  hom- 
bres, y  por  esto  me  quiere  acabar? 
y  aunque  sé  dice  que  soy  médica, 
¿acaso  por  mi  saber  ó  por  mi  ex- 
periencia podré  curar  y  partear  á 
esta  piedra  preciosa  y  á  esta  pluma 
rica?  ¿ó  podré  saber  como  es  la  vo- 
luntad de  Dios,  ó  que  son  nuestros 
merecimientos  de  darnos  y  de  ha- 
cernos merced  que  salga  á  luz  lo 
que  está  dentro  de  vuestra  hija  pre- 
ciosa y  bella  como  pluma  rica?  y 
aunque  soy  partera  y  médica  ¿po- 
dré yo  por  mi  experiencia  ó  indus- 
tria poner  mano  en  este  negocio 
que  es  lo  secreto  del  cuerpo  de  esta 
mi  hija  muy  amada  que  está  aquí 
presente,'y  por  cuya  causa  estáis  pe- 
nados y  congojados?  ¿por  ventura 
Dios  no  me  ayudará  aunque  haga 
lo  que  es  de  mí,  aunque  haga  mi 
oficio?  quizás  lo  haré  con  presun- 
ción y  al  revés,  poniéndola  de  lado 
ó  de  soslayo,  ó  romperé  la  bolsa  en 
que  está  la  criatura.  ¡Oh  desventu- 
rada de  mi!  ¿por  ventura  será  esto 
causa  de  mi  muerte?  Por  todo  lo 
cual  ¡oh  hijos  mios,  señores  y  se- 
ñoras, preciosos  y  nietos  mios!  muy 
acaso  esto  no  sale  de  vosotros  sino 
de  vuestro  señor  Dios  por  vuestros 


lloros!  y  pues  así  es,  ahora  cumpla- 
mos la  voluntad  de  nuestro  señor 
Dios,  y  hágase  lo  que  vosotros  man  - 
dais,  pongamos  el  hombro  á  este 
negocio,  comencemos  á  obrar  en  el 
servicio  de  esto  que  Dios  ha  envia- 
do, de  esto  que  nuestro  señor  nos 
ha  dado,  de  lo  cual  ha  recibido  don 
y  merced  esta  señora  mosita  y 
nuestra  regaladita:  ¿pues  que  he- 
mos de  decir?  No  podemos  asegu- 
rar que  ya  tenemos  la  merced,  sino 
que  nuestro  señor  nos  la  quiere  otor- 
gar porque  hablamos  de  cosa  muy 
obscura  como  el  infierno.  ¿Que  po- 
demos pues  decir  determinadamen- 
te? esperemos  en  aquel  por  quien 
vivimos:  esperemos  lo  que  sucede- 
rá adelante:  esperemos  lo  que  está 
determinado  en  el  cielo  y  en  el  in- 
fierno desde  antes  del  principio  del 
mundo.  Veamos  que  es  lo  que  se 
determinó  y  que  se  dijo  de  nosotros, 
que  suerte  nos  cupo,  si  por  ventura 
será  próspera  como  es  la  luz  y  la 
mañana  cuando  nuestro  señor  ama- 
nece. Por  ventuar  veremos  la  cara 
de  esta  criatura  preciosa  como 
una  rica  pluma  que  nuestro  señor 
nos  quiere  dar,  ó  si  tamañito  como 
está  perecerá,  tal  vez  en  su  ternura 
morirá,  ó  por  ventura  irá  juntamen- 
te con  él  mi  hija  regalada  y  muy 
amada  que  lo  tiene  en  su  vientre 
Yo  creo  que  os  doy  pena  señores  y 
señoras  mias,  y  con  mi  prolijidad 
os  causo. dolor  de  estómago  y  de 
cabeza.  ¡Oh  señores  mios  y  señoras 
é  hijos  mios!  comencemos  á  respon- 
der á  lo  que  quiere  nuestro  señor 
que  está  en  todo  lugar:  caliéntese 
el  baño  que  es  la  casa  florida  de 
nuestro  Dios,  entre  en  él  mi  hija,  en 
tre  en  el  seno  de  nuestra  madre, 
la  cual  se  llama  Yoalttcitl.i^ 
Concluida  la  respuesta  de  la  par- 


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548 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL 


tera,  la  madre  de  la  embarazada  ó 
en  su  defecto  una  paríenta,  dirigía 
á  la  partera  las  palabras  siguientes: 

«Muy  amada  seftora  y  madre 
nuestra  espiritual,  haced  señora 
vuestro  oficio,  responded  á  la  se- 
ftora y  diosa  nuestra  que  se  llama 
Luylastli  (Quilastli)y  y  comenzad 
á  bañar  á  esta  muchacha:  metedla 
en  el  baño  que  es  la  flor  de  nues- 
tro señor  que  le  llamamos  temas- 
calli,  donde  está,  y  donde  cura  y 
ayuda  la  abuela,  que  es  diosa  del 
temascalli  que  se  llama  Yoalticitl.» 

En  las  pláticas  y  exhortaciones 
anteriores  se  da  á  la  Yoalticitl  los 
nombres  de  «Madre»  y  «Abuela.» 
Esto  significa  que  la  yoalticitlno  era 
una  deidad  especial»  sino  la  misma 
diosa  Toci  ó  Teotinan,  Así  lo  con- 
firma Paso  y  Troncoso,  al  explicar 
las  láminas  XXIX  y  XXX  del  Có- 
dice Borbónico.  Qice  asi: 

«Son  diosas  los  3  númenes  de  la 
veintena.  De  las  dos  primeras,  Chi- 
kome  koatl  y  Tbf/;  hay  simulacros 
evidentes  en  la  pintura,  y  allí  mis- 
mo se  puede  seguir  el  rastro  de  la 
última  ó  Atlatonan.  No  creo  diva- 
gar poniendo  la  sinonimia  de  las 
tres.  Topera  suprema  entre  las  dio- 
sas y  su  nombre  significa  «nuestra 
abuela,»  como  quiera  que  los  dio- 
ses eran  su  prole,  por  lo  cual  tam- 
bién le  decían  Teteuinnan  6  «la  ma- 
dre de  los  dioses.»  Ambas  denomi- 
naciones tienen  explicación  senci- 
llísima: los  hombres  eran  hijos  de 
los  dioses,  y  siendo  nuestra  deidad 
madre  de  todos  los  númenes,  resul- 
taba para  la  humanidad  «abuela.» 
Pero  desempeñaba  todavía  funcio- 
nes mas  complicadas:  era  quien  pro- 
ducía los  temblores,  y  de  aquí  el 
nombre  Tlalli  iyollo  ó  «el  corazón 
de  la  tierra;»  patrocinaba  también 


á  los  médicos,  adivinos  y  suertis- 
tas,  de  donde  le  vino  su  nombre 
Yoalticith  «la  médica  de  la  noche;» 
y  como  uno  de  los  principales  re- 
cursos terapéuticos  de  aquella  cla- 
se consistía  en  los  baños  de  vapor 
ó  de  temascal,  llamábase  también 
por  ese  motivo  Temafkalteci  ó 
«abuela  de  los  baños;»  carácter  con 
el  cual  se  nos  presenta  en  el  Códi- 
ce NuTTALL,  quedando  allí  bajo  for- 
ma de  busto  y  coronando  la  puerta 
de  la  casa  de  baños.» 

Yocipa.  (Etim.  desconocida.)  Uno 
délos  dioses  Otomíes.  Sahagún des- 
cribe su  templo  y  su  culto  en  los  tér- 
minos siguientes: 

«También  los  dichosV tomíes,  te- 
nían sementeras  y  trojes,  comían 
buenas  comidas,  y  tomaban  bue- 
nas bebidas:  su  dios  se  llamaba  Yo- 
cipa, al  cual  le  tenían  hecho  muy 
buen  Cú  que  era  un  jacal  hecho  de 
paja  muy  atuzada,  cuya  echura  so- 
lamente á  su  Oí  era  dedicada,  y  na- 
die hacia  casa  de  aquella  manera 
ni  forma;  porque  sus  jacales  en  que 
vivían  eran  de  paja  no  muy  pulida; 
ni  á  estos  tales  Otomies,  se  les  da- 
ba nada  tener  sus  casas  ó  jacales 
con  sobrados.  En  su  Ctí  había  los 
sacerdotes  que  llamaban  Tlama- 
casquCy  los  cuales  criaban  y  doctri- 
naban allí  muchachos:  allí  hacían 
penitencia  por  todos,  velaban  toda 
la  noche  en  tiempo  de  los  sacrifi- 
cios, punzábanse  ó  sangravanse  de 
los  labios  ó  muslos  con  las  puntas 
de  maguey,  y  á  la  media  noche  se 
lavaban  al  tiempo  de  los  fríos:  ayu- 
naban y  traían  suatamboríl  ó  tepo- 
naztli,  encima  del  Cú,  y  decían  que 
velaban  y  guardaban,  con  aquel 
instrumento  de  tañer.  Estos  tales 
cuando  muchachos  se  rapaban  las 
cabezas,  dejando  unos  pocos  de  ca- 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


549 


bellos  en  los  colodrillos  ó  colodri- 
llo que  llaman  ptochtli,  y  solian 
ahugerar  el  labio  de  abajo,  y  las 
orejas  juntamente  en  el  labio  así 
ahugerado.  Ponían  por  ornamento 
un  bezote,  y  en  los  ahujeros  de  las 
orejas,  piedras  preciosas  ó  joyas, 
y  otras  cosas  á  manera  de  zarcillos 
ú  orejeras.» 

En  otro  lugar   dice  el   mismo 
autor:  * 

«Estos  otomíes  adoraban   á  dos 
dioses,  al  uno  llamaban  Otoníecutli, 
el  cual  és  el  primer  señor  que  tu- 
vieron sus  antepasados,  al  otro  lla- 
maban   Yoxippa,  y  á  éste  hacían 
mayor  fiesta  que  al  otro;  para  cele- 
brarla iban  al  campo  á  dormir  y  á 
holgarse,  comían  allí  cuatro  días,  y 
cada  vez  que  la  celebraban,  apa-  \ 
re  jaban  para  aquellos  días  todo 
genero  de  comida  y  bebida,  y  no , 
se  gastaban  pocos  tamales  colora- 1 
dos,  y  tortillas  hechas  de  masa  mez- 
clada con  miel:  esta  era  la  mayor 
fiesta  que  celebran,  y  llamábanle  al  I 
dia  de  ella,  totopaina  ciocippaiotoca, ' 
y  tenían  por  sus  dioses  mayores  á  ¡ 
estos  dos  que  se  ha  dicho  atrás; : 
tras  estos  dos  tenían  otro  que  lia- ! 
maban  Atetein,  y  siempre  iban  á 
hacer  oración  y  sacrificios  á  las  al- 
turas de  las  sierras.» 

Algunos  autores  .creen  que  Yoci- 
pa  era  el  dios  MixcoatL  Paso  y  I 
Troncoso,  á  propósito  de  esta  opi- 
nión, dice: 

«Una  tradición  conservada  en  el  i 
Códice  Fuenleal  (Anales  Museo  ; 
Nacional,  Méx.,  11-90)  declara  que  | 
Mixkoatl-Kamaxtli  fué  creador  de 
los  Otomíes.  Tenían  éstos  tres  dio-  ■ 
ses  principales:  Otonteukíli,  Yocip-  \ 
pa  y  Atetein.  El  1.^  fué  hombre  di-  i 
vin  izado:  el  nombre  que  lleva  es  | 
mexicano  y  no  corresponde  con  el  i 


de  Mixkoatl.  El  2.^  era  numen  su- 
premo y  el  más  festejado  de  todos; 
del  3.^  casi  nada  sabemos.  Sería 
conveniente  hallar  la  significación 
de  los  nombres  otomíes  (si  están 
bien  escritos)  para  relacionarlos 
con  el  de  MixkoatL—Otonteuktli, 
por  su  tocado,  el  amatfontlt\  ofrece 
analogía  con  el  buboso  que  se  trans- 
formó en  Sol,  echándose  al  fuego  y 
se  adornó  antes  con  el  mismo  toca- 
do: tal  vez  resultará  coadjutor  del 
fuego,  como  el  dicho  Mixkoatl,  y 
ello  indicará  que  los  otomíes  eran 
cultores  del  citado  elemento.» 

Yolatl.  CYoli,  vida;  aíl,  agua: 
«agua  de  vida.»)  Bebida  mística  que 
se  propinaba  á  los  que  sufrían  des- 
mayos y  á  los  faltos  de  fuerzas.  En 
la  guerra  que  declaró  Axayacatl, 
rey  de  los  mexicanos,  á  los  taras- 
cos, después  de  haber  librado  la 
primera  batalla,  en  la  cual  los  me- 
xicanos quedaron  muy  debilitados, 
mandó  el  rey  que  se  les  diera  á 
los  guerreros  la  famosa  bebida  Yo- 
latl. Sobre  esto  dice  Orozco  y  Be- 
rra: 

«Recogidos  los  guerreros  al  real 
azteca,  se  vio  venían  mermados,  he- 
ridos, cansados,  desalentados;  Axa- 
yacatl y  los  generales  les  prodiga- 
ron palabras  de  esperanza  y  con- 
suelo, repartiéndoles  la  bebida  lla- 
mada yolatl,  propia  para  reparar 
la  vida,  las  fuerzas  y  el  valor.» 

En  una  nota  al  pasaje  preinserto 
explica  el  mismo  autor  la  etimolo- 
gía de  la  palabra  y  la  confección  de 
la  bebida  diciendo: 

«Según  el  Diccionario  de  Molina: 
— «  Fo/a//,  bebida  de  maíz  molido  y 
crudo,  para  los  que  se  desmayan.» 
— «Compónese  de  vo//,  que  según 
«su  calidad,  tiene  las  aceptaciones 
«de  vivir»  animar,  resucitar,  cosa 
138 


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550 


ANALES  DEL  MUSEO  NACIONAL. 


«que  contiene  vida,  &c.;  y  de  aquí 
«los  derivados  yoW/>///,  «vida,»  yo- 
•llotli,  «corazón,»  teyolia  ó  teyoli- 
<tia,  «el  alma.»  El  otro  componente 
«de  la  palabra  es  Atl,  «agua;»  de 
«manera  que  traducida  literalmen- 
«te  la  palabra  vo/«//,  significa  agua 
^de  vida,  y  metafóricamente  de  es- 
«fuerzo  y  de  valor.»  Ramírez,  nota 
á  Duran,  pág.  290.  La  vida  para  los 
méxica  estaba  contenida  en  el  co- 
razón, y  por  eso  se  ofrecía  á  la  di- 
vinidad apenas  arrancado  del  pe- 
cho.» 

Yopico.  Era  el  50.^  edificio  de 
los  78  que  comprendía  el  templo 
mayor  de  México.  De  él  dice  Saha- 
gún: 

« . . . .  este  era  un  Oí  donde  cada 
año  mataban  muchos  esclavos  y 
cautivos,  matábanlos  de  día  en  la 
fiesta  de  Tlacaxipeoalisili.* 

El  mismo  nombre  tenía  el  54.®  de 
los  edificios  mencionados,  y  de  él 
dice  Sahagún: 

í' ....  en  este  monasterio  ú  orato- 
rio, mataban  muchos  cautivos  cada 
año  en  la  fiesta  de  TlacaxipeoaliB- 
tlt.» 

Había  un  TBompantli  llamado 
también  Zopico»  que  era  el  55.°  de 
los  edificios  del  mismo  templo  ma- 
yor. 

De  él  dice  Sahagún: 

«En  este  edificio  espetaban  las 
cabezas  de  los  que  mataban  en  la 
fiesta  de  Tlacaxipeoalistli,^ 

Sobre  la  etimología  de  este  nom- 
bre, sólo  hemos  encontrado  lo  si- 
guiente, que  dice: 

« Yopicatlj  yopica,  habitante  de 
Yopico,  De  lengua  diversa  de  los 
mexicanos,  no  acertamos  á  decir 
cuál  sea  el  verdadero  significado 
del  nombre;  rigiéndonos  por  la  pin- 
tura 33,  parece  derivado  del  verbo 


yopehua,  despegar  algo,  dando  á 
entender,  los  que  se  les  despega 
algo,  los  despellejados.  Llámaseles 
en  efecto  yopi^  yope^  yopime,  en 
plural.  Esto  es  cuanto  hemos  al- 
canzado de  la  escritura  mexicana.» 

Creemos  que  la  etimología  que 
apunta  Orozco  y  Berra  es  exacta, 
porque  el  nombre  Tlacaxipehua- 
lisili  del  mes  en  que  se  hacían  las 
fiestas  á  que  se  refiere  Sahagún, 
significa  «desoUamiento  de  hom- 
bre;» así  es  que  yopi  equivale  á  xi- 
pe,  «desollado.» 

ToztlamiyahuatL  Nombre  que 
daban  á  una  esclava  que  sacrifica- 
ban en  la  segunda  fiesta  de  la  vein- 
tena jgí^^c/ro///.  Chavero,  refiriéndo- 
se á  esta  fiesta  que  hacían  los  me- 
xicanos en  honor  de  Mixcoatl f  y  los 
tlaxcaltecas  en  honor  de  Cacmaxtli, 
dice: 

«Pasados  los  primeros  diez  días 
de  la  veintena,  es  decir,  á  su  mi- 
tad, se  hacía  una  grande  fiesta. 
Para  ella  vestían  de  diosa  á  una 
india  y  la  llamaban  Yostlamiya- 
huatl,  que  era  diosa  de  las  cace- 
rías, y  á  un  indio  le  ponían  el  traje 
de  Camaxtli  y  por  nombre  Mixcoa- 
tontli  6  el  pequeño  Mixcoatl.  Los 
mancebos  salían  vestidos  como  este 
ídolo  y  representaban  á  sus  vasa- 
llos, por  lo  cual  los  llamaban  nui- 
nixcoa.  Una  vez  reunidos,  tomaban 
á  la  india  y  daban  con  ella  cuatro 
golpes  contra  una  gran  olla  de  pie- 
dra, el  teocomitl,  y  antes  de  que  aca- 
base de  morir,  así  aturdida  por  los 
golpes,  le  cortaban  la  garganta  de 
modo  que  la  sangre  cayera  en  la 
olla,  y  acabada  de  morir,  le  corta- 
ban la  cabeza  y  se  la  llevaban  al 
Mixcoatontli  Tomábale  éste  por 
los  cabellos  y  con  los  nuinixcoa 
daba  cuatro  vueltas  por  el  templo, 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


551 


hablando  á  los  concurrentes  y  amo- 
nestándoles á  la  práctica  del  cul- 
to. Concluidos  procesión  y  sermo- 
nes, lo  subían  al  templo  y  ahí  lo  sa- 
crificaban de  la  manera  cumún, 
arrojando  su  cuerpo  por  las  gradas. » 

En  cuanto  á  la  etimología  del  nom- 
bre de  la  india  sacrificada,  sólo  he- 
mos encontrado  lo  que  dice  Paso  y 
Troncoso,  refiriéndose  á  la  fiesta. 

«...  agregaré  tan  solo  que  los  tlax- 
caltecos  llamaban  ala  misma  escla- 
va sacrificada  en  esta  fiesta  Yos- 
tlamiyauatl,  nombre  que  corres- 
ponde tal  vez  al  de  Yotftlemiyauatl, 
*llama  de  la  preñada  ó  llama  pre- 
ñada;» conjetura  que  tampoco  hago 
más  que  señalar;  pero  que  no  cho-  i 
ca,  ni  con  las  funciones  de  coadju- 
tor del  fuego,  reconocidas  entre  los 
arreos  con  que  vestían  á  Mxkoatl, 
ni  con  el  nombre  que  daban  al  mon- 
te donde  hacían  la  batida  de  caza 
en  México,  pues  le  decían  Ixillan 
Tonan  «el  vientre  de  nuestra  ma- 
dre,» refiriéndose  tal  vez  á  la  pre- 
ñez que  nos  revela  el  nombre  im- 
puesto á  la  esclava  por  los  tlaxcal- 
tecos;  y  quizá  también  alusivo  al 
embarazo  que,  sin  acto  carnal, 
creían  que  se  había  verificado,  tan- 
to en  Chimalman  como  en  Koatl 


ikue,  doble  nombre  con  que  desig- 
naban, según  entiendo,  á  una  mis- 
ma persona,  que  fué  la  2.*  mujer  del 
numen  de  la  caza,  conforme  á  dos 
tradiciones  apuntadas  en  otro  lugar 
de  mi  Opúsculo.  Finalmente,  por  es- 
tar dibujados  en  la  pág.  XXXIII  de 
nuestro  Códice  los  dos  númenes 
Mixcoatl  y  Koatl  ikue:  confundida 
ésta  con  Chimalman,  y  reconoci- 
da como  madre  de  UíUíl-opochtli; 
y  marido  aquél  de  una  ó  de  otra,  y, 
según  esto,  probablemente  padre 
del  dios  de  la  guerra,  podemos  de- 
cir que  aquí  figuran  los  dos  genito- 
res del  patrono  de  México;  y  que  la 
solemnidad  del  mes  Kexolli  viene 
á  ser  precusora  del  nacimiento  de 
Uitgil  -opochtli,  que  se  infiere  ocu- 
rrió en  el  siguiente  mes,  por  las  ce- 
remonias que  en  él  se  celebraban.» 
Según  el  mismo  Paso  y  Tronco- 
so  la  india  representaba  á  la  diosa 
Coactlicue,  madre  de  Huitsüopoch- 
tli,  la  cual,  como  hemos  dicho  en  el 
articulo  CoATLicuE,  quedó  embara- 
zada sin  concurso  de  varón.  Es, 
pues,  muy  fundada  la  congetura  de 
Paso  y  Troncoso,  de  que  el  nombre 
de  la  esclava  se  refiere  al  embara- 
zo de  la  diosa  Coatltcne. 


Zacatontli.  fZacatl,  zacate;  ton- 
tu,  diminutivo  despectivo:  «zacati- 
llo.») Nombre  que  daban  al  dios  del 
camino,  esto  es,  al  zacate  divini- 
zado. 

Paso  y  Troncoso  hace  observar 
que  en  la  página  83  del  Códice  Nu- 
TTALL,  sobre  la  cual  nada  dijo  el  in- 
térprete, se  encuentran  á  los  lados 


del  camino  formado  por  dos  cule- 
bras paralelas  que  limitan  un  cam- 
po, los  dioses  Zacatontli  y  Tlaco- 
tontli,  esto  es,  el  Zacatillo  y  la  vari- 
lla. Lo  que  se  encuentra  en  esa  lá- 
mina es  un  campo  cubierto  de  zacate 
amarillo  atravesado  por  un  camino 
á  cuyos  lados  están  unas  plantas 
floridas. 


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552 


ANALES   DEL  MUSEO  NACIONAL. 


Zacatontliy  su  compañero  Tlaco- 
tontli  eran  dioses  á  los  que  tributa- 
ban culto  especial  los  caminantes 
mercaderes.  Sobre  esto  dice  Oroz- 
co  y  Berra,  hablando  de  las  ceremo- 
nias que  practicaban  los  itiercade- 
res  antes  de  emprender  sus  viajes, 
lo  siguiente: 

«Las  expediciones  á  países  remo- 
tos se  organizaban  en  grandes  ca- 
ravanas. Al  efecto  se  reunían  en 
Tlatelolco  cuantos  querían  ser  de 
la  partida;  elegían  un  pochtecatla- 
toque  ó  jefe,  bajo  cuyo  mando  se  po- 
nían: se  arreglaban  las  cargas  en 
petlacatli,  arcas  tejidas  de  cañas 
fuertes  y  forradas  de  cuero,  ó  bien 
en  tapextli  y  cacaxtli;  como  care- 
cían de  bestias  de  carga,  contrata- 
ban el  suficiente  número  de  car- 
gadores ó  tlamama,  recibían  los  en- 


cargos de  las  personas  que  apete- 
I  cían  vender  ó  adquirir  algo  del  ex- 
tranjero, y  tomaban  á  su  cargo  Jos 
muchachos  que  sus  familias  entre- 
gaban al  gremio  para  hacerles  mer- 
caderes. 

«Reunidos  en  la  casa  del  pochte- 
catlatoque  éste  les  daba  un  convi- 
te, y  se  tomaban  las  últimas  deter- 
minaciones. Fijábase  el  día  de  la 
partida,  en  signó  fausto,  siendo  el 
mejor  el  Cecohuatl.  A  la  media  no- 
che invocaban  al  sol  fuego,  á  Ylal- 
tecutli,  tierra  y  á  Yiacatecutli,  el 
que  guía,  ó  Yacoliuqui,  el  de  la  na- 
riz aguileña,  dios  de  los  mercade- 
¡  res ;  ofrecían  codornices  al  sol,  pa- 
peles goteados  con  ulli  derretido, 
sin  olvidar  á  Zacatsontli  y  á  Tía- 
cotsontli,  dioses  del  camino.» 


In  Teotbutli  yectenehua. 


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SEGUNDA  ÉPOCA.  TOMO  V. 


553 


SUPLEMENTO. 


Abusiones.  ( V.  Supersticiones.) 
Agüero.  (V.  Oactli.  Supersti- 
ciones.) 

Azüan.  En  el  artículo  consagra- 
do á  este  vocablo  dijimos  que  Mex- 
ticacan  era  un  derivado  de  MetsU- 
tlan.  Estudiando  más  ese  artículo 
al  escribir  el  de  Xochicacan,  nos 
convencimos  de  que  la  primera  eti- 
mología no  es  la  exacta,  sino  que  el 
vocablo  se  compone  de  metstli,  lu- 
na, y  de  icacan  que  tiene  diversas 
significaciones,  según  puede  verse 
en  el  Diccionario  de  Remí  Simeón. 
Esta  víiriedad  de  significaciones 
impide  determinar  el  sentido  eti- 
mológico de  !a  palabra;  cualquiera 
que  sea  su  verdadera  significación, 
no  tiene  relación  alguna  con  Mets- 
tu  y  Mexicalltf  de  suerte  que  sub- 
siste la  impugnación  que  hicimos 


á  Orozco  y  Berra  y  á  Chavero  en 
el  artículo  Aztlan. 
Borrachera  de  niños.  (V,  Pilla- 

HUANA.) 

Borrachos.  (V.  Ometochtli.) 
Cronología  Nahoa.  (V.  Quinto 
Sol.) 

Fantasmas.  {V.  Supepsticio- 
nes.) 

HuehueteotL  (V.  Tloque   Na- 

HUAQUE.) 

Ixtlitton.  (V.  Tlilatl.) 
Mariposa.  ( V.  Papalotl.) 
MizpamitL  (V.  Presagios.) 
Mqaos.  (V,  Ozomatli.) 
Ometecutli.  (V.  Tloque  Nahua- 

QUE.) 

Pochtecatl.  (V.  Oactli.) 
Sacrificio  gladiatorio.  (V.  Oa- 

HUANTIN.) 

Teotl.  (V,  Tloque  Nahuaque.) 


139 


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MEMORANDA. 


MONSEÑOR 

JOAQ  UÍNJ.  DE  ARÁOZ 

PROFESOR  HONORARIO  DEL 

MUSEO  NACIONAL 

VARÓN  DE  ACENDRADA  VIRTUD  CRISTIANA 

FERVIENTE  APÓSTOL  DE  SU  RELIGIÓN 

HÁBIL  JURISTA  É 

INFATIGABLE  HOMBRE  DE  ESTUDIO 

NACIÓ  EN  MÉXICO  EL  DÍA  4 

DE  SEPTIEMBRE  DE  1844 

Y  MURIÓ 

EN  SAN  Ángel  d.  f.  el 

DÍA  21  DE  MAYO 
DE  1Q08. 


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ÍNDICE. 


A Tomo  II,  págs.  347 

B. .    „       ,,       ,,     371 

C „       ,1       ,t     ol ' 

C.   Tomo  III  págs.  97 

191 

y  237 
Ch ,     284 

y  479 

Ch Tomo  IV,  págs.  24 

D „      „      „       39 

E ,      „      „       42 

** i>       II      )i       O" 

H I      ..      II       61 

I I      -I      I.       82 

y  119 

J 120 

M „       „      „      127 

y  181 
N „      ,.      „     212 

y  328 

O. Tomo   \  \  págs.     1 

P.  19 

Ve* »>  M  »»  ^-J 

R „  „  146 

S „      ..  „  147 

T „  179 

U ,  „  407 

V „      „  „  408 

X ,      „  „  463 

* »•  »»  n       OJC) 

Z ,       .1       „     551 

Suplemento „      „      „ 

Memoranda „      „      „ 

FIN  DEL  TOMO  V  Y  ULTIMO. 


á371. 
á376. 
á548. 
á  116. 
á  1% 
á284. 
á292 
á484. 
á   39. 


41. 

50. 

61. 

82. 

96 

120. 

127. 

á  144 

á212. 

á224 

á  332. 

;  á  336. 

á    18. 

á    43. 

á  146. 

á  147. 

á  179. 

á  407. 

á408. 

á463. 

á523. 

á551. 

á552 

553. 

5.55. 


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