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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO Y
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ANALES
DEL
Museo Nacional de México
SEGUNDA ÉPOCA
TOMOV
MÉXICO
Imprenta del Museo Nacional
1908
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SBGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
DICCIONARIO
DE
MITOLOGÍA NAHOA,
POR EL Lie. CECILIO A. RÓBELO.
O
(Continúa.)
Con el propósito que hemos ma-
nifestado en otros artículos, de dar
á conocer el precioso Códice Ma-
GLiABEccHiANO, apeuas leído por al-
gunos eruditos, ponemos á continua-
ción lo que dice sobre Ochpanistli,
«Esta figura e fiesta Uamauan los
«yndios Vch paniztli. q quiere dezir
«barrimiento. por q en ella ponian
«al demonio, q ellos llaman toci q
«quiere dezir nuestra agüela vna
v^irrv-' «escoba en la mano, en esta fiesta
«sacreficauan yndias. enlos cues, q
«estañan, enfrente de los caminos,
«hazían grandes bailes y borra che-
«ras, y estas yndias q sacre f ícauan
«las desollauan. y otras vestían sus
«pellejos para bailar delante este
«demonio.»
El día último de esta veintena se
hacía fiesta á la diosa Xochiquetsa-
lli; pero se hablará de ella al tratar
de esta diosa.
La figura del mes Ochpamstli en
los jeroglíficos es una escoba, sím-
bolo de la ceremonia de barrer el
templo y los caminos. Los tlaxcal-
tecas pintaban una mano con la e.<^-
coba.
Oohpantli. Véase Ochpaniztli.
Ofiolatría. Culto á las serpien-
tes. Véase Coatl.
Olin ó XTliiL Hule, goma elásti-
ca; metafóricamente significaba
«movimiento,» por la suma' elasti-
cidad de esta substancia.
En la religión era simbólico cho-
rreado sobre los papeles, ó en mar-
cas en los carrillos y sienes de las
víctimas y aun de los dioses. En
estos casos empleaban el vocablo
olin en su significación directa. Pe-
ro cuando observaron los astróno-
mos que el sol se presentaba en el
horizonte, durante el curso del afto,
en diversos puntos, á este fenóme-
no lo llamaron olin, significando
«movimiento;» pero como habían
observado que los movimientos
eran cuatro, los dos puntos equinoc-
ciales y los dos solsticiales, los lla-
maron nahuiolin, y compuesta la
palabra, nauholin, «los cuatro mo-
vimientos» del sol.
Ya sea porque el olin era objeto
empleado en el culto; ya porque sim-
bolizaba un fenómeno del sol, el dios
Tonatiuh; ya sea por ambas causas,
lo hicieron dios también, y lo colo-
caron como uno de los signos de los
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C^r^^uJi^
^A-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Oy
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meses ó veintenas, pues era el 17.**
día de la veintena y primero de la
13.* trecena del TonalamatL
Cuando al Olin le tocaba ser 4.°
día, que era en la 2.* trecena del To-
nalamatl, entonces el nombre del
día nahui olin, coincidía con el nom-
bre del fenómeno solar, nauholin, y
se hacía gran fiesta en honor del sol.
( Véase Nahui Olin y Nauholin.)
La figura del Olin en los jeroglí-
ficos es el sol, Olin Tonatiuh.
Olin Metztli {Olin, movimiento;
metstli, luna: «Movimiento de la lu-
na. » Chavero emplea el vocabloO/m-
emetstli; pero no es correcto, por-
que la e que está después de la n no
es elemento déla palabra.) Chavero
cree que así como observaron los
nahoas los movimientos del sol y
crearon el Olin Tonatiuh 6 Nauholin,
así también observaron los de la lu-
na y formaron el Olin Metstli, que él
llama impropiamente Olinemetstli
Funda su opinión: l.^enque observó
en el Códice del Tonalamatl las fi-
guras de dos buhos que semejan en
su posición la cruz del Nauholin, y
no le cupo duda de que á este sím-
bolo se refería uno de los buhos, pe-
ro-que el otro, de color obscuro, no
podía tener la misma significación,
y le ocurrió que así como había un
Olin del sol, era posible que hubie-
se otro de la luna; y lo confirmó en
su opinión el natural pensamiento
de que, si los nahoas observaron el
curso anual del sol, con más razón
debieron observar el de la luna, que
tiene menor duración, que se repi-
te varias veces en un año, y que
abraza mayor extensión en el hori-
zonte; 2,^ en que en el Códice Bor-
GiANO se ve repetido varias veces
el símbolo del Olin Metstli, de for-
ma siempre igual y determinada,
que consiste eh una cruz de San An-
drés, siempre blanca en las pintu-
ras, cuyos brazos están separados
por un ángulo menor que el del Nau-
holin, y debajo del cruzamiento de
las aspas hay un semicírculo ó figu-
ra semejante, que parece represen-
tación de la misma luna, y á ocasio-
nes se le agregan las vírgulas del
humo, propias de este astro; y 3.<* en
que en el Códice Fejer Vary el Olin
Metstli está representado con una
cruz de ángulos mayores que el
Nauholin^ en cuyo centro se ve un
masatly ciervo, signo de la luna, y á
la derecha está el vaso azul, símbo-
lo del mismo astro.
OloliuquL (Deriv. de ololoa, cu-
brir, rodear, envolver: «Que cubre,
envuelve, etc.») Un vegetal narcóti-
co, ó hipnótico. Sahagún, hablando
de las hierbas, dice: «Hay una yerba
«que se llama coatlxoxouhqui (coa-
•xoxouhgui: culebra azul) y cría
«una semilla que se dice ololiuhqui;
«esta semilla emborracha y enlo-
«quece, danla por bebedizos para
«hacer dafto álos que quieren mal,
«y los que la comen paréceles que
«ven visiones y cosas espantables:
«danla á comer ó á beber los hechi-
«ceros ó los que aborrecen á algu-
«nos para dañarlos. »
Ximénez dice: «Es la ololiuqui
«una yerbíi retorzida que lleua las
«o jas thenues, verdes, de figura de
«corazón, tiene los tallos redondos
«thenues y delgados, las flores blan-
«cas, larguillas, cassi como redon-
«das y muy semejantes al culantro,
«donde le vino el nombre: « planta de
«o jas redondas.»
Según Vetancourt, el ololiuhqui,
por otro nombre, coaxihuitl, «hierba
de las culebras,» lo tomaban los sa-
cerdotes para entrar en cierto es-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
lado de visión y recibir respuesta á
sus dudas.
Sobre este punto es más explícito
Ximénez, pues dice: « antigua-
«mente los sacerdotes de los ydo-
«los que querían tratar con los de-
«monios y tener respuestas de sus
«dudas, comían desta planta pa-
«ra tomarse locos, y para ver mil
«fantasmas, que se les presentauan,
«ponían delante, en lo cual no dexa
«de ser esta planta (semejante) al
«solano maniaco de dioscorides; no
«será grande yerro (texar de dezir
«aquí donde naze pues importara
«muy poco que esta yerba no se es-
«criuiera aquí ni aun que los espa-
«ñoles la conocieran.»
Latín técnico: Ipomcea sidcefolia.
Chois.— El vulgo la llama «Pascua.»
Orne AcatL (Orne, dos; acatl^ ca-
ña: «Dos Cafta.) Dos Cafta. El signo
Acath «Caña,* que es el XIII de las
veintenas ó meses, es Orne Cuautli,
«Dos (día) Cafia,» en la veintena
Toxcath 6 sea la 5.* del primer año
de los Tlalpilli, y era el segundo
día de la 8.* trecena del Tonalamatl,
y seguía siendo Orne Acatl de la
8.^ trecena, 18 veces en un Tlalpilli,
6 sea en un período de 13 años so-
lares.
Acatl era también uno de los cua-
tro nombres con que distinguían los
años, y era Orne Acatl, «Dos (año)
Caña,» en el primer Tlalpilli del ci-
clo de 52 años.
Los que nacían en el día Orne
Acatl eran afortunados.
Hemos dicho en el artículo Ce
Acatl que todas las fechas ó días del
Tonalamatl los personificaban y
adoraban como dioses, y á algunos
lesteníangran veneración hastafor
mar su imagen y erigirles templos.
Orne Acatl ú Offtacatl, como dicen
los cronistas, era un dios muy ve-
nerado.
Se le consideraba como el numen
de los regocijos. Cuando los seño-
res principales daban algún convi-
te, ó celebraban alguna fiesta, sa-
caban del templo la imagen de es-
te dios y la ponían en el sitio de la
reunión, y creían que quedaban ex-
puestos á una desgracia si dejaban
de hacerlo.
Los que peligraban en algún via-
je, ofrecían ir á visitar el templo de
Orne Acatl y hacerle sacrificios
de incienso y papel.
En la fiesta de Orne Acatl hacían
la imagen del dios, y alguno de sus
devotos llevábala á su casa para
atraer sus bendiciones y para que le
multiplicase su hacienda; y cuando
esto acontecía, reteníala y no la que-
ría dejar. El que quería dejar á la
imagen se esperaba á que otra vez
reinase el mismo signo, y entonces
la llevaba adonde la había tomado.
Sahagún dice que si los quedaban
algún convite no llevaban á su casa
la imagen de Omacatl, creían que el
dios se enojaba y se le aparecía al
dueño del convite, en sueños, y que lo
reprendía y reñía diciéndole: «Tú,
« mal hombre, porque no me has hon-
«rado como convenía, sabe que yo
«te dejaré, yo me apartaré de tí, y
«tú me pagarás muy bien la injuria
«que has hecho.» Agrega Sahagún
que cuando el dios se enojaba mu-
cho, mostraba su enojo mezclando
pelos ó cabellos en la comida para
dar pena á los convidados y deshon-
ra al dueño del convite; y además,
cuando comulgaban en la fiesta del
dios se enfermaban, y cuando co-
mían ó bebían, añuscábanse (se
atragantaban) con la comida ó bebi-
da no pudiendo tragarla; y cuando
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
andaban, se tropezaban y caían á
menudo.
La fiesta á este dios la hacían de
noche, y comulgaban, á cuyo efec-
to, los principales y los calpixque,
mayordomos del templo, hacían de
la masa, llamada tsodlli, una figu-
ra de un hueso redondo, largo y
grueso y lo llamaban «hueso de
OmacatL» Antes de comulgar co-
mían y bebían pulque; y, al amane-
cer, á un indio que representaba al
dios, le punzaban la barriga hasta
lastimarlo, y en seguida repartían
la figura ó «hueso de Omacatl,^ di-
vidida en tres partes, y comía cada
uno lo que le cabía. Los que comul-
gaban quedaban obligados á pro-
veer todo lo necesario para la fies-
ta de Omacatl en el próximo año.
«La imagen de este numen— dice
*Sahagún— era'comounhombreque
«está sentado sobre un haz de jun-
«cias: tenía la cara manchada de ne-
«gro y blanco: una corona de papel
«apretada á la frente, con una ven-
«da larga y ancha de diversos cólo
«res, la que estaba anudada acia el
«colodrillo, con una lazada que pa-
«recían borlas: tenía revuelto á la
«corona unas cuentas de chalchivi-
*tes (^r/ia/c/r/Aw///; esmeralda); tenía
-t puesta una manta á manera de red,
«con que estaba cubierto: una fran-
« ja ancha donde estaban sembradas
«unas flores tejidas en la misma
«franja: tenía una rodela junto á sí,
«de la que le colgaban unas borlas
«anchas por la parte de abajo, y en
«la mano derecha un cetro donde
«estaba una medalla redonda ahu-
«jerada á manera de clarabolla. Es-
«taba asentada de canto sobre una
«mesa redonda, y en lo alto tenía
«un chapitel piramidal, á este cetro
«llamaban tlachialia, que quiere de-
«cir miradero, porque encubría la
«cara con la medalla, y miraba por
«la clarabolla.»
Ningún autor moderno ha hecho
la descripción de Oniacatl, y hemos
copiado el retrato que hace Saha-
gún, para darlo á conocer al común
de los lectores.
Orne AtL (Orne, dos; Atl, agua:
«Dos Agua.») Dos Agua. El signo
Atl, «Agua,» que es el DC de las
veintenas ó meses, es Orne Atl, «Dos
(día) Agua,» en la veintena Tepeil-
huitl, ó sea la 43.* del primer afto de
los Tlalpilli, y era el 2.^ día de la 20.*
trecena del Tonalatnatl, y seguía
siendo Orne Atl de la 20.* trecena,
18 veces en cada Tlalpilli.
Los que nacían en este día no te-
nían agüeros buenos ni malos: era
un día indiferente.
Orne Calli (Orne, dos; calli, ca-
sa: «Dos Casa.») Dos Casa. El sig-
no Calli, que es el III de las veinte-
nas ó meses, es Orne Calli, «Dos
(día) Casa,» en la veintena Teotleco,
ó sea la 12.* del afto, y era el segun-
do día de la 18.* trecena del Tona-
lamatl, y seguía siendo Orne Calli,
de la 18.* trecena, 18 veces en cada
Tlalpilli,
Los que nacían en este día no te-
nían ni adversa ni propicia suerte:
era un día indiferente.
Calli era también uno de los cun-
tro nombres con que se distinguían
los aftos, y era Orne Calli, «Dos (año)
Casa,» en el 3er. Tlalpilli, ó sea el
28.^ afio del ciclo de 52.
OmecihuatL (Orne, dos; dhuatl,
mujer: «De los dos la mujer.») Véa-
se Ometecutli.
Orne CipactlL COme, dos; cipac-
tli, espadarte, ó cocodrilo, como tra-
duqe Seler ^n el Códice Fejer Va-
ry: — «Dos Espadarte ó cocodrilo.»)
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
Dos Cocodrilo ó Espadarte. El sig-
no Cipactli^ que es el I de las vein-
tenas ó meses, es Orne Cipactli, «Dos
(día) Espadarte,» en la veintena 7b-
sostonth', ó sea la 3.^ del año, y era
el 2.° día de la 4.^ trecena del Tona-
lamatl, y seguía siendo Orne Cipac-
tli de la 4.^ trecena, 18 veces en ca-
da Tlalpilli.
Los agüeros para los que nacían
en este día, eran los que correspon-
den á Ce Xóchitl. (V.)
Orne Coatí. (Orne, dos; coatí, cu-
lebra: «Dos Culebra.») Dos Culebra.
El signo coatí, que es el V de las
veintenas, es Orne Coatí, «Dos (día)
Culebra,» en la veintena Hueyte-
cuilhuitl, ó sea la 8.^ del aflo, y era
el 2.*^ día de la 12.^ trecena del Tona-
lamatl, y seguía siendo Orne Coatí
de la 12.** trecena, 18 veces en cada
Tlalpilli.
Este día era indiferente para los
que nacían en él.
Orne Cozcacuautli. (Orne, dos;
coscacuautli, águila de collar: «Dos
Águila de collar. » ) Dos Águila de co-
llar. El signo Coscacuautli, que es
el XVI de las veintenas, es Orne
Coscacuautli, "Dos (día) Águila jde
collar,» en el mes Teotleco, ó sea el
8.*^ del aflo, y era el 2P día de la 19.«
trecena del Tonalamatl, y seguía
siendo Orne Coscacuautli de la 19.^
trecena, 18 veces en cada Tlalpilli.
Los que nacían en este día tenían
una suerte indiferente.
Orne Cuautli. ;Ome, dos; Cuau-
tli, águila: «Dos Águila.») Dos Águi-
la. El signo Cuautli. que es el XV
de las veintenas, es Orne Cuautli,
«Dos (día) Águila,» en el mes Aca-
hualco, 6 sea el 1.*^ del año, y era el
2.^ día de la 2.^ trecena, y seguía
siendo Orne Cuautli, 18 veces en ca-
da Tlalpilli.
Los agüeros para los que nacían
en este día, eran los que correspon-
den al día Ce Ocelotl. (V.)
Orne Cuetzpalin. (Orne, dos;
Cuetspalin, lagartija: «Dos Lagar-
tija.») Dos Lagartija. El signo Cuets-
palin, que es el 4.° de las veintenas,
es Orne Cuetspalin, «Dps (día) lagar-
tija,» en el mes Xocohuetzi, ó sea el
10.^ del año, y era el 2.^ día de la 15."
trecena del Tonalamatl, y seguía
siendo Orne Cuetspalin, 18 veces en
cada Tlalpilli, en la misma 15.^ tre-
cena.
Este día era indiferente para el
porvenir de los que nacían en él.
OmeEhecatl. (Orne, dos; ehecatl,
viento: «Dos Viento.») Dos Viento.
El signo Ehecatl, que era el II de
las veintenas, era Orne Ehecatl,
«Dos (día) Viento,» en el mes Acá-
huaico, ó sea el 1^ del año, y, por
consiguiente, era el 2.° día de la pri-
mera trecena del Tonalamatl, y se-
guía siendo Orne Ehecatl, 18 veces
en cada Tlalpilli, en la misma 1.*
trecena.
Los agüeros para los que nacían
en este día, eran los que correspon-
den al día Ce Cipactli. (V.)
Orne Itzcuintli. (Ome, dos; its-
cuintli, perro: «Dos Perro.») Dos
Perro. El signo Itscuintli, que era
el X de las veintenas, era Orne Its-
cuintli, «Dos (día) Perro,» en el mes
Ochpanistli, ó sea en el 1 1.^ del año,
y era el 2.° día de la 17.''* trecena del
Tonalamatl, y seguía siendo Orne
Itscuintli, 18 veces en cada Tlalpi-
lli, en la misma décima séptima tre-
cena.
Los que nacían en este día no te-
ñí a n adversa ó próspera suerte,
pues el signo Ome Itscuintli era in-
diferente.
Orne Malinalli. (Orne, dos; Mali,
2
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
nalli, escoba: «Dos Escoba.») Dos
Escoba. El signo Malinalli, que era
el XII de las veintenas, era Orne Ma-
linalli, -«Dos (día) Escoba,» en el mes
Tecuilhuitontli, 6 sea el 7P del año,
y era el 2.° día de la 11.* trecena del
primer Tonalamatl, y seguía sien-
do Orne Malinalli, 18 veces en cada
Tlalpilli en la 11 .* trecena.
Los que nacían en este día engen-
draban muchos hijos, y ninguno de
ellos se lograba, pues todos morían
antes de tiempo.
Ome Mazatl. (Orne, dos; masatl,
ciervo ó venado: «Dos Venado.»)
Dos Venado. El signo Masatl, que
era el IP de las veintenas, era Orne
Masatl, «Dos (día) Venado,» en el
mes HueitoBOBtli, ó sea el 4.® del
aflo. y era el 2P día de la 6.® trecena
del primer Tonalamatl, y seguía
siendo Ome Masatl, 18 veces en ca-
da Tlalpilli, en la 6.* trecena.
Era un día mal afortunado y des-
venturado, pues el que en él nacía
era temeroso, cobarde y espantadi-
zo, de cualquiera cosa se azoraba
y temblaba. (Sah.)
Ome Miqíiiztli. (Ome, dos; Mi-
quisili, muerte: «Dos Muerte.») Dos
Muerte. El signo Miquistli, que era
el VI de las veintenas, era Ome Mi
qiÜBtli, «Dos (día) Muerte,» en el
mes Etsalcualistli, ó sea el 6.° del
año, y era el 2P día de la 9.* trece-
na del primer Tonalamatl, y seguía
siendo Ome Miquistli, 18 veces en
cada Tlalpilli, en la 9.* trecena.
Los que nacían en este día tenían
muy adversa suerte.
Ome Ocelotl. (Ome, dos; Ocelotl,
tigre: «Dos Tigre.») Dos Tigre. El
signo Ocelotl, que era el XIV de las
veintenas, era Ome Ocelotl, «Dos
(día) Tigre,» en el mes Tosostontli,
6 sea el 3.^ del año, y era el 2P día
de la 5.* trecena del primer Tona-
lamatl, y seguía siendo Ome Ocelotl,
18 veces en cada Tlalpilli, en la 5.*
trecena.
Este día lo reputaban mal afortu-
nado para los que nacían en él por-
que estaba consagrado á Quetzal-
coatí (Sah,)
Ome Olin. (Ome. dos; Olin, mo-
vimiento: «Dos Movimiento.») Dos
Movimiento (del sol). El signo Olin,
que era el XVII de las veintenas,
era Ome Olin, «Dos (día) Movimien-
to,» en el mes Xocohuetai, 6 sea
el lO.o del afio, y era el 2P día déla
16.* trecena del 1er. Tonalamatl,
y seguía siendo Ome Olin, 18 ve-
ces en cada Tlalpilli, en la 16.* tre-
cena.
Era indiferente el Ome Olin, pa-
ra la suerte de los que nacían en él.
Ome Ozomatli. {Ome,^o^\ Ozo-
matli, mona: «Dos Mona.») Dos Mo-
na El signo Ozomatli, que era el
XI de las veintenas, era Ome Ozo-
matli, «Dos (día) Mona,» en el mes
Tlaxochimaco, ó sea el 9.^ del aflo,
y era el 2P día de la 14.* trecena del
primer Tonalamatl, y seguía sien-
do Ome Ozomatli, 18 veces en cada
Tlalpilli, en la 14.* trecena.
Ni próspera, ni adversa suerte
ofrecía este día á los que nacían en
él, pues era indiferente.
Ome QuiahuitL (Ome, dos; Quia-
huitl, lluvia: «Dos Lluvia.») Dos
Lluvia:» El signo Quiahuitl, que era
XIX de las veintenas, era Ome Quia-
huitl, «Dos (día) Lluvia,» en el mes
Etzalcualiztli, 6 sea el 6.^ del año,
y era Ome Quiahuitl, «Dos (día)Llu-
via,» en la 10.* trecena del 1er. To-
nalamatl, 18 veces en cada Tlalpi-
lli, en la 10.* trecena.
Este día era próspero para los
que nacían en él.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
Orne Tecpatl. {Orne, dos; tecpatl,
pedernal: «Dos Pedernal») Dos Pe-
dernal. El signo Tecpatl, que era el
XVIII de las veintenas, era Orne
Tecpatl, «Dos (día) Pedernal,» en el
mes Hueitecuilhuitl, 6 sea el 8.** del
aflo, y era el 2P día de la 13.^ trece-
na del ler. Tonalamatl, y seguía
siendo Orne Tecpatl. 18 veces en
cada Tlalpilli, en la 13 * trecena.
Este día era indiferente para los
que nacían en él.
Ometecutli. (Orne, dos; tecutli,
señor: «De los dos, el seflor.») El
Supremo Creador de todas las co-
sas. Así como los cristianos inven-
taron la Trinidad, los nahoas in-
ventaron la Dualidad, Viendo que
todo en la naturaleza se reproduce
por un par, creyeron lógico hacer
par á su primera divinidad, y por
eso llamaron á Dios, Omeyotl, «Dua-
lidad,» y á una persona de esta
dualidad la llamaron, Ometecutli,
«De los dos, el seflor,» esto es, el va-
rón; y á la segunda persona, Omeci-
Jtuatl, «De los dos, la mujer. v
Orozco y Berra dice: que Omete-
cutli significa «Dos veces caballe-
ro ó sefior,» y que Omecihuatl sig-
nifica «Dos veces seflora. »
Chavero dice: que Ometecutli sig-
nifica «Dos señores» ó «Seflor dos,»
lo cual quiere decir, en su concepto,
que el creador nahoa era tmo y dos
á un mismo tiempo, uno, como la
primera divinidad, dos para produ-
cir todo lo creado ; de modo que un
sólo ser era al mismo tiempo dos,
lo cual no se puede explicar de mejor
manera que comparándolo con la
idea de la trinidad cristiana.
Ni Orozco ni Chavero tienen ra-
zón en la exposición de sus ideas so-
bre la naturaleza del Ometecutli y la
significación de su nombre. Basta-
rá, en general, para demostrarlo,
que « dos veces » no se dice en me-
xicano ome, sino oppa, de suerte
que el nombre debería ser Oppate-
cutli, y el de Omecihuatl, respecti-
vamente, Oppacihuatl. Orozco ad-
mite la dualidad de personas, no
más que á cada una le atribuye do-
ble carácter, pues á la una la llama
«dos veces sefior,» y á la otra «dos
veces seflora,» de modo que en lu-
gar de referir el ome* dos, á la dua-
lidad, lo refiere á cada persona. No
fué éste el concepto de los nahoas.
Chavero no admite la dualidad de
personas, sino que á una sola le
atribuye doble carácter, el de dios
y el de creador, así es que el ome,
dos , lo refiere á los caracteres , no
á la dualidad de personas, y siendo
así, el Ometecutli no se puede expli-
car comparándolo con la trinidad
cristiana, como dice Chavero, pues
en ésta hay tres personas y un so-
lo dios, y en la idea de Chavero hay
una persona y un dios.
La idea de los nahoas, como he-
mos dicho antes, fué la de represen-
tar á la divinidad en un connubio
de varón y hembra, llamando al uno
tecutli. «sefior,» y á la otra, cihuatl,
«mujer; » y este dualismo no lo con-
cretaron á la Suprema Divinidad,
sino que la extendieron dando á ca-
da dios, casi siempre, una diosa pa-
ra formar el par; así vemos que
existían Mictlantecutli y Mictlanci-
kuail, Tlaltecutli y Tlalcihuatl, etc.,
etc. Cuando los nahoas querían dis-
tinguir los diversos caracteres de
un dios, ó sus distintas funciones,
entonces sí empleaban los numera-
les oppa, dos veces; yeippa, tres ve-
ces; etc.. etc., y así llamaban Na-
ppatecutli, «cuatro veces sefior,» á
un dios coadjutor de Tlaloc, que
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
presidía los cuatro puntos cardi-
nales.
Los nahoas colocaban á Órnete-
cutli y á Omecihuatl en la región
más alta de los cielos, que llama-
ban Omeyocan. (V.) «Lugar de la
Dualidad.» Pintábanlos en una so-
la figura, sentada en un icpallivQR]^
adornado de riquísimas plumas y de
los símbolos de la luna y de la es-
trella vespertina, y tenía sobre la
frente, en su tocado, el signo de
la luz. Poníanle detrás, para repre-
sentar su nombre en jeroglífico, un
copilli ó corona real, queriendo así
expresar que era el dios principal,
el rey de los dioses. (Chav.)
La primera obra del Ometeculli
fué la creación de los Cielos (V.) y
la segunda, la tierra. Estas crea-
ciones están representadas en el
Códice Vaticano. Sentado el dios
en su icpalli y con el atavío que
hemos descrito; tiene el rostro de
su color natural y las manos ama-
rillas para expresar su dualidad,
pues en los jeroglíficos se usa el
color natural al representar á los
hombres y el amarillo para las mu-
jeres, y á sus pies están las figuras
que representan los cielos creados;
y en la pintura de la creación de la
tierra está ésta con la figura de un
cuadrado con su color propio y bro-
tando de ella las plantas que pro-
duce.
Ometectitli y su compañera Ow^-
aAw«//, aunque númenes supremos,
tenían cada uno su alter ego, que
eran, Tonacatecutli (V.) para el dios,
y Tonacacihuatl para la diosa. El
nombre de aquellos expresa la do.
minación absoluta del Universo, y
el de éstos una de las múltiples fun-
ciones que se atribuían á los prime-
ros, denotando con más especiali-
dad el dominio sobre todas las pro-
ducciones de la tierra; pero uno y
otro intervenían en la creación de los
seres racionales: Ometecutli\?í dis-
ponía como Dualidad suprema, y
la ponía en ejecución, bajo el nom-
bre de Tonacatecutli, ayudado de va-
rios coadjutores. Los toltecas creían
que los nuevos seres eran forma-
dos en el más alto de los cielos por
la Dualidad creadora, y de allí ve
nían á tomar su puesto en el vien-
tre de la madre : por esto dice Sa-
hagún: «Decían que de aquel gran
«Señor dependía el ser de todas co-
«sas, y que por su mandado, de allá
«venía la influencia y calor con que
«se engendraban los niños ó niñas
«en el vientre de sus madres.»— Es-
to está pintado en la página XIII
del Códice Hamy, pues se vé á la
criatura, ya formada, bajar sobre
la mujer carnal para que se cumplie-
se de tal modo la preñez por ordena-
ción de lo alto. Te^catlipoca pre-
sencia y preside el acto del parto,
tal vez como numen de la Provi-
dencia. En la lámina 22 del Códice
Mayer está Tonacatecutli iniciando
la modelación del ser con la forma-
ción de la boca por donde debe to-
mar el alimento, modelando la boca
con un punzón, é introduciendo por
ella el alimento.
Ometecutli y Ometecihuatl tuvie-
ron muchos hijos, el padre dirigía
á los varones, y la madre á las hem-
bras. La Omecihuatl dio á luz un
tecpatl, pedernal, de lo cual admi-
rados y espantados los hijos, acor-
daron arrojarlo á la tierra; cayó el
pedernal en Chicomostoc, siete cue-
vas, y al golpe brotaron mil seis-
cientos dioses. Después de algún
tiempo que éstos vivieron en la tie-
rra, enviaron un mensajero á la ma-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
dre para que le dijese que ya es-
taban caídos, les diese licencia para
crear hombres que les sirvieran, y
que les diese la industria para for-
marlos. La diosa contestó que lo
tenía á bien, que ocurrieran á Mic-
tlantecntli, Seflor del infierno, que
le pidiesen un hueso ó ceniza de los
muertos de otras edades, sobre lo
cual se sacrificarían , y saldrían un
hombre y una mujer que se multi-
plicarían después. Traída esta res-
puesta por 77o/// , Gavilán, se reunie-
ron en consejo los dioses, y deter-
minaron que Xolotl fuese al infierno
á pedir los huesos, y le previnieron
que por cuanto que era doblado y
caviloso el seflor del Mictlan mira-
se no se arrepintiera después de
hecha la dádiva. Marchó Xolotl á
cumplir el mandato, y obtuvo el
hueso y ceniza ; mas luego que es-
tuvieron en sus manos, echó á huir
á toda carrera; pero seguido por
Mictlantecutli, tropezó y rompió el
hueso, que era de una braza; reco-
gió como pudo los pedazos y llegó
á la presencia de los dioses, quie-
nes pusieron los desiguales frag-
mentos en un lebrillo, se sacaron
sangre del cuerpo que echaron so-
bre las astillas , y á los cuatro días
salió un nifio; repitiendo la misma
operación, á los otros cuatro días sa-
lió una ñifla, y los dieron á crear al
mismo Xolotl, el cual los crió con
leche de cardos. Los hombres son
de diversas estaturas, porque el
hueso que dio Mictlantecutli se rom-
pió, al tropezar Xolotl, en pedazos
desiguales.
En nuestro poema «Los Cuatro
Soles,» aludiendo al mito de Órnete-
cutli, decimos lo siguiente:
El Gran Ometecutli^ en Omeyocan,
Morada de placer y de riquezas,
Con Omecihnatl, su inmortal consorte,
Formó los cíelos de la obscura nada,
Para que moren los finitos seres
Que al mundo habrán de dar luz y la vida.
(Sigue la descripción de la crea-
ción de los cielos, que puede verse
en el artículo Cielos.)
CitlaUonac, lucero refulgente,
Hermoso dios que mora en Omeyocan,
Con Citlalctieitl, «el faldellín de estrellas,»
Se une en consorcio con amor fogoso
Y crea los dioses que en el cíelo viven.
I fA Ometecutli se le daba tam-
bién el nombre de Citlaltoi^a ó Ci-
TLALATONA f V. ) V d OmECIHUATL Cl
de ClTLALCURlTL Ó CiTLALICUEVE.
IfV.-)
t
Mas una vez, al alumbrar la diosa,
Nació un tajante y relumbroso tecpatl;
Y al ver los dioses á tanto raro hermano,
Arrójanlo indignados de la altura ;
Cuando á caer sobre la tierra llega
El duro pedernal, mil y seiscientos
Héroes ó dioses del lugar brotaron,
Y el Gran Chicomostoc ó «Siete Cuevas,»
Albergue fué de aquellos celestiales.
, Viéndose solos en su nuevo mundo.
Pues ya los hombres perecido habían
Por el Tletonatiuh, y aun infecunda
Y desierta se hallaba el ancha tierra,
Acordaron mandar una embajada
Solicitando de su augusta madre
El don precioso de crear vivientes,
Para formar con ellos servidumbre.
A Tlotli, gavilán, le confirieron
De embajador el eminente cargo.
La diosa respondió con voz severa.
Que si abrigaban sentimientos nobles
Y pensamientos de su origen dignos,
Su afán constante, su único deseo
Debieran ser vivir eternamente
Con sus hermanos en el alto empíreo ;
Mas pues gustaban del terráqueo globo,
Que acudieran al dios de los infiernos,
Al señor del Mictldn, y le pidieran
Huesos de muerto, con su propia sangre
Regáranlos, que al fin producirían
Al hombre y la mujer, progenitores
De pueblos y comarcas del Auahitac.
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10
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Y le advirtió la diosa al emisario
Que el que fuera al Mictlán muy cauto fuera,
Porque el dios infernal, arrepentirse
Después pudiera, y le quitaba el hueso.
Al intrépido Xólotl cupo en suerte
Marchar á las regiones del infierno
Para el hueso pedir, y en los umbrales
Del antro apenas se posó su planta,
Cuando al encuentro le salió el Tcciitli:
En breve arenga la embajada expuso
El numen terrenal, y el fiel custodio
Del fúnebre Mictlnit donóle un hueso:
La dádiva en sus manos viendo Xólotl,
De allí se aparta, y en veloz carrera
Hacia la tierra con ardor retorna :
Aunque el dios infernal, en pos del héroe
Presuroso corrió, no le dio alcance,
Y á su mansión volvióse enfurecido;
Pero en su fuga el terrenal tropieza,
Al suelo cae, y suelta su reliquia,
Y el hueso se rompió, se hizo pedazos ;
Con cuidado recoge los fragmentos
Y hacia la tierra su camino sigue
Impávido Xólotl, y á sus hermanos
Entrega los pedazos desiguales:
En un tecáxitl de bruñida piedra
Echaron las astillas con gran celo,
Y las regaron con su propia sangre ;
A la cuarta mañana salió un niño;
Volvieron á regar, y á los tres dias
Una niña surgió del hondo cáxitl.
Del mismo Xólotl bajo la custodia
Los dos niños quedaron en su infancia,
Y con leche que extraJQ de los cardos
Alimento les dio muy saludable:
Crecieron los infantes, y si- raza
Pronto pobló la solitaria tierra.
De los hombres la altura es diferente,
Porque también lo fueron los pedazos
Del hueso que rompió Xólotl huyendo.
Chíivero dice que los nahoas no
concibieron á dios como un ser es-
piritual, y que el dios creador Ome-
tecutli no era más que el sol con el
nombre de Tonacatecutli, Nosotros
no sustentamos esa opión, y nos re-
servamos el combatirla en el artícu-
lo Tloquc Nahuaque; por ahora sólo
diremos que Tonacatecutli, sea ó
no sea el sol, no era más que el
coadjutor de Ometecutli, el vSupre-
mo Creador.
Ometochnappatecutli. (Ome-
tochtli, Dos Conejo; Nappatectitli,
«Cuatro veces señor: «El Dos Co-
nejo cuatro señor.») Nombre de un
sacerdote que tenía el cargo de
aprestar lo necesario para la fiesta
de la veintena TepeühtiitL
Ometochpantecatl. {Ometochtli,
Dos Conejos; Pantecatl, Panteai,
habitante de Pantlan: «El Dos Co-
nejo panteca.») Nombre del sacer-
dote que tenía el cargo de procurar
el vino ( pulque ) que se gastaba en
la fiesta de la veintena Panqucsa-
listli.
Ometochpapaztac. (Ometochtli,
Dos Conejo; pápate tac, que expri-
me, que saca el jugo: «Dos Conejo
exprimidor.») Nombre del sacerdo-
te que tenía el cargo de preparar
el vino (pulque) que se gastaba en
la casa del Rey y en la fiesta de la
veintena Tozostli, en la que bebían
hombres y mujeres, niños y niñas.
Ometochtli. (Orne, dos; tochtli,
conejo: «Dos Conejo.») El signo/oc//-
///, que era el VIII de las veintenas,
era Onie Tochtli, «Dos (día) Cone-
jo,» en el mes Tlacaxipehualiztli,
ó sea el 2/' del año, y en la 3.^ tre-
cena del primer Tonalanmtl, y se-
guía siendo Orne Tochili, 18 veces
en cada Tlalpilli, y en la 3.^ tre-
cena.
Los que nacían en este día te-
nían el agüero de ser borrachos. Pe-
ro sobre este augurio debe oírse al
P. Sahagún, cuyas descripciones
acerca de los borrachos son dignas
de figurar entre los Caracteres de
La Bruyere.
Dice así:
«Decían que cualquiera que nacía
en* este signo (Orne Tqchtli) sería
borracho, inclinado á beber vino
(pulque), y no buscaría otra cosa si-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
11
no el vino, y en despertando á la
mañana lo bebería, solo ansiaría por
embriagarse, y así cada día andaría
borracho, y aun lo bebería en ayu-
nas, y en amaneciendo, luego luego
iría á las casas de los taberneros
pidiéndoles por gracia de beber, y
estos tales no pueden sosegar sin
beber, y no les hace mal, ni les da
asco aunque sean heces del vino con
moscas y pajas, pues así lo beben,
y si no tienen con que comprarlo,
con la manta ó el maxtle que se vis-
ten, mercan el licor, y asi después
vienen á ser pobres, y no pueden
dejar de beber ni lo pueden olvidar,
ni un solo día pueden estar sin em-
borracharse, y andan cayéndose lle-
nos de polvo y bermejos, y todos
espeluzados, descabellados y muy
sucios, y no se lavan la cara aunque
se caigan lastimándose é hiriéndo-
se en ella, ó en las narices, ó en las
piernas ó rodillas, ó se les quiebran
las manos ó los pies &c.: no los tie-
nen en nada aunque estén llenos de
golpes y heridas de caerse, por an-
darse borrachos, ni se les da nada,
y tiémblanles las manos, y cuando
hablan no saben lo que dicen, ha-
blan como borrachos, y dicen pala-
bras afrentosas é injuriosas, repren-
diendo y difamando á otros y dando
ahullidos y voces, y diciendo que
son hombres valientes: y andan
bailando y cantando á voces y á
todos menosprecian, y no tienen co-
sa ninguna, y arrojan piedras, y to-
do lo que se les viene á las manos
y andan alvorotando á todos, y en
las calles impiden y estorban á los
que pasan, y hacen ser pobres á sus
hijos, y los espanta y ahuyenta, y
no se echa á dormir quietamente,
sino que anda inquieto hasta que
se ha cansado, y no se acuerda de
I lo que será necesario en su casa,
' para hacer lumbre, y para las otras
cosas que son menester; mas sola-
I mente procura de emborracharse,
' y asi está su casa muy sucia y llena
de estiércol, y polvo ó salitre, y no
hay quien la barra y haga lumbre;
su casa está obscura con pobreza,
y no duerme en ella, sino en casas
agenas, y no se acuerda de otra co-
sa sino de la taberna, y cuando no
halla el vino, y no lo bebe, siente
gran pesadumbre y tristeza, y anda
de acá para allá buscando el vino;
y si en algunas casas entrando es-
tán algunos borrachos bebiendo vi-
no, huélgase de ello y reposa su co-
razón, y asiéntase reposando y hol-
gándose con los borrachos, y no se
acuerda de salir de allí, y si le con-
vidan á beber vino en alguna casa,
luego se levanta y de buena gana
va corriendo, porque ya ha perdido
la vergüenza, y es desvergonzado
y no teme á nadie; por esta causa
todos le menosprecian por ser hom-
bre infamado públicamente, y todos
le tienen hastío y aborrecimiento;
nadie quiere su conversación porque
confunde todos los amigos, y ahu-
yenta á los que estaban juntos y
déjanlo solo, porque es enemigo de
los amigos, y dicen que nació en tal
signo que no se puede remediar, 3'
todos desesperan de él diciendo que
se ha de ahogar en algún arroyo ó
laguna, ó se ha de despeñar en al-
guna barranca, ó le han de robar
algunos salteadores todo lo que tie-
ne, y está desnudo, y demás de es-
to, hace el borracho muchas desver-
güenzas, como de echarse con mu-
jeres casadas, ó hurtarse cosas age-
nas, ó saltar por las paredes, ó hacer
fuerza á algunas jóvenes ó retozar
con ellas, y hace todo esto porque
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12
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
está borracho y fuera de su juicio,
y en amaneciendo cuando se levan-
ta, tiene la cara hinchada y disfor-
me, y no parece persona: anda siem-
pre voceando, y al que no es muy
dado al vino, hácele mal cuando se
emborracha, y hácele mal á los ojos
y á la cabeza, y no se levanta; mas
duerme todo el día, y no tiene gana
de comer, sino mucho hastío de ver
la comida, y con dificultad vuelve
en sí.»
Habla después el mismo P. Sa-
hagún *^De diversas maneras de bo-
rrachos,^ y dice*
«Mas decían que el vino se llama
centBontotochtli(Centsontotochtin),
que quiere decir cuatrocientos co-
nejos, porque tienen muchas y di-
versas maneras de borrachería: á
algunos borrachos por razón del sig-
no en que nacieron, el vino no les
es perjudicial ó contrario. En embo-
rrachándose luego se caen dormi-
dos ó ponense cabizbajos, asenta-
dos y recogidos: ninguna travesura
hacen ni dicen, y otros comien-
zan á llorar tristemente y á sollo-
zar, y córrenles las lágrimas por
los ojos como hilos de agua. Otros
luego comienzan á cantar, y no
quieren oir hablar cosas de bur-
las, mas solamente reciben conso-
lación en cantar. Otros borrachos
no cantan, sino luego comienzan á
parlar, y á hablar consigo mismo,
ó á infamar á otros, ó decir algunas
desvergüenzas contra algunos, y á
entonarse y decir ser de los mas prin-
cipales honrados, y menosprecian á
todos, y dicen afrentosas palabras,
y álzanse y mueven la cabeza, di-
ciendo que son ricos, y reprendien-
do á otros de pobreza, y estimán-
dose mucho, como soberbios y re-
beldes en sus palabras, y hablando
recia y ásperamente, moviendo las
piernas y dando de coces; y cuando
están en su juicio, son como mudos
y temen á todos, son temerosos y
escúsanse con decir, estaba borra-
cho, no se lo que me dije; sospechan
mal, y hácense sospechosos y mal
acondicionados: entienden las cosas
al revés, y levantan falsos testimo-
nios á sus mujeres, diciendo que
son malas &c., y si alguno habla,
piensa que murmura de él; si algu-
no ríe, piensa que se burla de él, y
así riñe con todos sin razón, y sin
tener por qué. Esto hace porque es-
tá trastonado del vino; y si es mu-
ger la que se emborracha, luego se
cae asentada en el suelo, encogidas
las piernas, y algunas veces estién-
delas en el suelo, y si está muy bo-
rracha, desgréñase los cabellos y
está toda desmechada, y duérmese
teniendo revueltos todos los cabe-
llos &c. Todas estas maneras de
borrachos ya dichos, decían que
aquel borracho era su conejo, 6 la
condición de su borrachez, ó el de-
monio que en él estaba. Si algún
borracho se despeñó ó se mató de-
cían aconejose, y porque el vino es
de diversas maneras le llaman ce7t-
tsontotochtli (cent^ontotochtin) ,<\\XQ
son cuatrocientos conejos, como si
dijesen, que el vino hace infinitas
maneras de borrachos; y mas de-
cían, que cuando entraba el signo
Umetochtli(Ometochtli), hacían fies-
ta al dios principal de los dioses del
vino, que se llamaba Isquitecatl,y>
El signo Tochtli, era uno de los
cuatro nombres con que distinguían
los años, y era Orne Tochtli, «Dos
(año) Conejo,» en el 4.^ Tlalpilli, y,
por consiguiente, era el 41.° año del
ciclo de 52 año¿.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
13
*
Hemos dicho en los artículos Ce
Acatl y Chicóme Coatí que los díae
de las trecenas eran considerados
como divinidades, y algunos eran
tan venerados, que les erigían tem-
plos y adoraban sus imágenes en
los altares. Ometochtli pertenecía
á estos últimos. Tenía un gran san-
tuario en los Llanos de Apan, lla-
mado Ometochco, hoy Ometusco,
que es una riquísima hacienda de
pulque.
Ometochtli era el dios del vino y
de los jugadores. Fué divinizada
esta fecha del 2.*^ día de la 3.-^ tre-
cena, porque en ese día se hacía la
fiesta á Izquitecatl, el segundo de
los dioses del vino. « adereza-
«ban este día su imagen —dice Sa-
«hagún— y ofrecíanle cosas de co-
«mida, y cantaban y tañían delante
«de él, y en el patio de su Cu, po-
«nían tinajón de pulcre, y henchían-
le le los que eran taberneros hasta
«reverter, é iban á beber todos los
«que querían. Tenían unas copas
«con que bebían los taberneros, é
«iban cebando el tinajón de manera
«que siempre estaba lleno; princi-
« pálmente hacían esto los que de
«nuevo habían cortado el maguey.
«La primera aguamiel que sacaban
«la llevaban á la casa de este Dios
«como primicias.»
Se hacía una fiesta particular á
Ometochtli en la S.^ trecena; pero
no conocemos el pormenor de las
ceremonias, pues sólo supimos su
existencia porque Gama, descri-
biendo varias mesas del sacrificio,
dice: «Esta mesa cuadrada de tres
«varas por lado, sustentada por cua
«tro animales y con otras tantas es-
«caleras para subir á ella, estaba
«destinada al dios del vino Orne-
«^tochtli, en el sacrificio que se le
«hacía en la octava trecena del 7b-
o^nalamatl . ...»
Duran, que pinta á los mexicanos
como muy aficionados al juego y á
las apuestas, y uniendo el juego con
la embriaguez, dice que los jugado-
res ponían jarros de licor á su lado
y que tenían por dios á Ometochtli,
Llamábase Ometochtli 'd\ gran sa-
cerdote de Tezcatzoncatl, dios de
la bebida.
Dábase también el nombre de
Ometochtli á los sacerdotes de otros
dioses del vino; pero, para distin-
guirlos, se une al nombre del dios,
como Omelochpantecatl (V.), Orne-
tochpapaztac (V.), y otros.
Ometochtli iyauhqueme. (Ome-
tochtli, Dos Conejo; /, su; yahuitl,
color moreno; quemitl, camisa; c,
que tiene: «Dos-Conejo que tiene
su camisa morena.») Era el vicario
del gran sacerdote de Tezcatzon-
catl.
Omeyehualiztli. (Ome, dos; ye-
hualistli,m'drch'd: «Marcha de dos,»
fig. «Matrimonio.») Unión de dos
personas. Chavero aplica el voca-
blo á la unión del sol y de la estre-
lla vespertina cuando se juntan en
el horizonte, el sol al ponerse y la
estrella al salir.
Omeyocan. fOmeyotl, dualidad;
can. lugar: «Lugar de la dualidad.»)
El cielo donde residían Ometecutli
y Omecihuatl, la dualidad creadora
de los dioses y del mundo. Creían
que era un lugar de delicias.
4
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14
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Chavero dice que Omeyocan sig-
nifica dos lugares ó lugar dos. Pa-
ra la primera significación basta-
ría decir Omecan, que no sería mu^
castizo, y para la segunda sería ne-
cesario decir icomccan. El elemen-
to a'o// del vocablo para nada lo tie-
ne en cuenta Chavero, siendo así
que es el que convierte al cardinal
orne, dos, en el abstracto omeyotl,
dualidad.
Omexochitl. (Orne, dos; xochitl,
flor: «Dos flor.») Dos flor. El signo
Xóchitl, que era el XX de las vein-
tenas, era Orne Xóchitl, « Dos (día)
flor,» en el mes Hueitosoztli, ó sea
el 4.^ del año, y en la 1:^ trecena del
1er. Tonalamatly y seguía siendo
Orne Xóchitl 18 veces en cada Tlal-
pilliy y en la 7.^ trecena.
Los que nacían en este día tenían
mala ventura, pues, como dice Sa-
hagún, «todas las casas de este sig-
no eran de mala digestión. >
Omichicahuaztli. (Omilt, hueso;
chicahuaztli, sonaja: «Sonaja de hue-
so.») Instrumento músico de hueso
con entalladuras transversales al
eje y paralelas entre sí, para tocarlo
á mañero de güiro. A los sonidos
producidos por frotamiento en este
instrumento, llamaban los españo-
les «música de hueso.» (Vcdse Chi-
cahuaztll)
Omiteotl. [Omití, hueso; teotl,
dios: «Dios de hueso,» esto es, «Dios
esqueleto.») En la teogonia de Fr.
Bernardino se dice que Tonacalc-
cutli y su mujer Tonacacihuatl , par
divino supremo creador, tuvieron
cuíitro hijos: Tlatlauhqui Tescatli-
poca, Yayauqui Tcscatlipoca, Que-
tsalcoatl, y el cuarto, Omiteotl, que
nació sin carnes ó con sólo los hue-
sos en forma de esqueleto. Agrega
Fr. Bernardino que á este Omiteotl
adoraron los mexicanos bajo el nom •
bre de Huitsilopochtli. Narra des-
pués el mismo fraile cómo crearon
los cuatro dioses el mundo, en el
transcurso de 1276 años, y acaba por
decir: «Para complemento de la
«creación, Huitsilopochtli \\6 re-
« vestirse de carne su esqueleto.»
Opochpa TonatiulL (Opochtli,
izquierdo; />«, en; Tonatiuh, el Sol,
«A la izquierda del Sol.») Nombre
que daban al Sur. Al sol lo conce-
bían los indios (y nosotros también)
con figura humana, y creían que su
disco era la cara, por lo cual daban
al Oriente el nombre de Tonatiuh
ixco, reducido por contracción á
Tonatixco (hoy Tonatico: pueblo
cercano á Teñan cingo), «en la cara
del sol;» considerándolo, pues, como
un rostro, al aparecer por el Orien-
te, la parte izquierda quedaba del
lado del Sur.
Opochtli. (Zurdo.) Dios de la pes-
ca. Creíanlo de la red y de los otros
instrumentos de pesca, por lo que
los pescadores lo veneraban como
á su protector. También le atribuían
la invención de los remos para re-
mar, y de los lazos para coger aves.
La naturaleza, figura y culto de
este dios los conoceremos oyendo
á Sahagún. Dice asi:
«Este dios llamado Opuchtli, le
contaban con los dioses que se lia
maban Tlaloques, que quiere decir
habitadores del paraíso terrenal
aunque sabían que era puro hom
bre. Atribuíanle la invención de las
redes para pescar, y también un
instrumento para matar peces, que
le llamaban minacachalh\ que es co-
mo fisga, aunque no tiene sino tres
puntas (hoy los indios la llaman
fisga) en triángulo comotr idente,
con que hiere á los peces, y también
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
15
con él matan aves. Cuando hacían
fiesta á este dios los pescadores y
gente del agua que tienen sus gran-
gerías en las aguas (al cual tenían
por dios), ofrecíanle cosas de comer
y vino, de lo que ellos usaban que
se llamaba uctli (octli), y por otro
nombre se llama pulque: también
le ofrecían caflas de maíz verdes, y
flores y cañas de humo que llaman
yielt (yetl), é incienso blanco que
llaman copalli, y una yerba olorosa
que se llama yiauhtli {yauhtli), y
sembraban delante de él como cuan-
do se echan juncos cuando se hace
procesión. Usábase también en esta
solemnidad de unas sonajas que
iban en unos báculos huecos que so-
naban como cascabeles ó casi: sem-
braban también delante de él un maíz
tostado que llaman mumuchtli, que
es una manera de maíz que cuando
se tuesta rebienta y descubre el
meollo, y se hace como una flor muy
blanca: decían que estos eran gra-
nizos, los cuales son atribuidos á los
dioses del agua. Los viejos sátra-
pas (sacerdotes) que tenían cargo de
este dios, y las viejas, decíanle los
cantares de su loor. La imagen de
este dios es un hombre desnudo y
teñido de negro todo y la cara par-
dilla tirante á la pluma de la codor-
niz: tenía una corona de papel de di-
versas colores compuesta á manera
de rosa, que las unas ojas sobrepu-
jaban á las otras, y encima tenía un
penacho de plumas verdes que sa-
lían de una borla amarilla. Colga
ban de esta corona unas borlas gran
des y largas acia las espaldas: tenía
una estola verde cruzada, á manera
de las que se ponen los sacerdotes
cuando dicen misa: traía ceñidos
unos papeles verdes que le colga-
ban hasta las rodillas: unas sanda-
lias blancas: en la mano izquierda
traía una rodela teñida de colorado,
y en el medio de este campo una
flor blanca con cuatro ojas á mane-
ra de cruz, y de los espacios de las
hojas salían cuatro puntos que eran
también ojas de la misma flor: te-
nía un cetro en la mano derecha co-
mo un cáliz, y de lo alto de él salía
como un casquillo de saetas.»
Opanolin. (Oppa, dos veces; olin,
I movimiento: «Dos movimientos.»)
Nombre que da Chavero al doble
movimiento del planeta Venus: uno,
como estrella vespertina, otro como
matutina. No hemos visto el voca-
blo en ningún autor, y creemos que
sería más propio emplear la pala-
bra Omeolin, «Dos Movimientos,»
como se emplea la Nauholin ó Na-
¡mi Olin, y no Nappaolin, para ex-
presar los cuatro movimientos del
sol.
Dice el mismo Chavero que para
significar los dos períodos matutino
y vespertino de Venus, necesitaron
los nahoas un signo doble, y que és-
te consiste en dos cruces, que son de
forma griega, para distinguirlas
de las más ó menos abiertas de San
Andrés del sol y de la luna; y que
¡ por esto vemos siempre á Quetsal-
j coatí adornado con dos cruces, que
i es la estrella (el planeta) con sus dos
I movimientos, con sus dos períodos.
Origen del calendario. Véa-
se CiPACTLI.
Origen de los dioses. Véase
Cosmogonía.
Osa mayor. En uno de los diver-
sos períodos de la creación del mun-
do, Quetsalcoatl dio un gran golpe
con un bastón á Tescatlipoca,]o de
rribó del cielo al agua, y se puso á
ser sol en lugar de su contrario. Al
caer Tescatlipoca en el agua, se con
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16
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
virtió en tigre, lo cual atestigua en
el cielo la constelación de la Osa
Mayor, el tigre TescatUpoca, que
sube á lo alto del cielo para descen-
der eri seguida al mar. (Véase Cos-
mogonía.)
Otomitl. Es muy incierto el ori-
gen de este mito.
Fray Bernardino, en su Códice,
dice que un año llovió tan reciamen-
te, que todo se cubrió con el agua,
los maceguales se transformaron
en peces, y el cielo cayó sobre la
tierra; que vista tan grande destruc-
ción, los cuatro dioses (hijos de 7b-
nacatecutli. creadores del mundo)
abrieron cuatro caminos por debajo
de la tierra para salir á la superfi-
cie superior; crearon cuatro hom-
bres llamados Oiomitl, Itzcoatl, Ib-
maliyatl y Tenochtli; Tescatlipoca
se convirtió en el grande árbol lla-
mado Tescacíiahuitl, y Quetsalcoatl
en el Quet^alhuexotl; y con los ár-
boles, hombres y dioses reunidos
alzaron el cielo, poniéndolo como
ahora está.
Según los mexicanos, la filiación
y distribución de las razas fué ésta:
Istacmixcoatl (V.) de su mujer Ilam-
cticye (V.) tuvo seis hijos, el último
de los cuales fué Otomitl, que se
subió á las montañas cercanas á
México, y levantó las poblaciones
de XilotepeCp Tollan y Otompan. Go-
mara, refiriéndose á la raza descen-
diente de este Otomitl, dice: «esta
«es la mayor generación de toda la
«tierra de Anahiiac; la cual allende
«de ser muy diferente en la habla,
«andan los hombres chamorros (que
«traían la cabeza esquilada).»
En el Códice Zumárraga se dice
que en los períodos de la creación
del mundo, Camuxtle (V.) dio con
un bastón sobre una peña y brota-
ron al golpe cuatrocientos chichi-
mecas otomíes, que futron los po-
bladores de la tierra antes de los
mexicanos.
EIP. Sahagún, sin referirse á nin-
guno de los mitos que acabamos de
exponer, dice: «El vocablo Otomitl,
«que es el nombre de los otomíes,
«tomáronlo de su caudillo, el cual
«se llamaba Otón, y así sus hijos,
«sus descendientes y vasallos que
«tenía á cargo, todos se llamaron
<^Otomies y cada uno en particular
«se decía Otomitl.^
Según lo expuesto por Sahagún,
Otón, el caudillo, fué un hombre y
no un dios ó hijo de dioses.
Chavero dice que Otomitl es un
patronímico de Otompan. En el ar-
tículo que sigue veremos que, al
contrario, Otompan es derivado de
Otomitl.
Otompa. (Otomitl, otomí; pa, en
donde: «En ó donde (están) los oto-
míes).» Fué la última población fun-
dada por otomíes. Siendo rey de los
acolhuas Techotlala, en 1380, se le
rebelaron los bárbaros otomíes de
Xaltocan, Xilotepec y otros pueblos;
pero el rey acolhua, aliado con los
tepanecas, los derrotó y los obligó
á abandonar sus hogares, allanando
todos sus pueblos. Un gran grueso
de fugitivos tomó el rumbo de Chi-
conauhtla y fué á caer en el ejérci-
to de Techotlala; perseguidos hasta
Tetzontepec, se vio que era una
muchedumbre de mujeres, niños y
ancianos, á los cuales, compadeci-
do el rey acolhua, los recibió con
benignidad, y les dio para poblar
una provincia, que desde entonces
se llamó Otompa, «Donde (moran)
los otomíes.»
Si Chavero hubiera tenido pre-
sente la anterior relación del histo-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
17
fiador Ixtlilxochtü, no hubiera di-
cho lo siguiente: *cY es curioso que
«los Otomíes tomaran este su nom-
«bre de una de las ciudades para
«cuya defensa servían contra ellos
«mismos, muy principalmente, las
«pirámides y las señales de Veitioa-
<^can (Teleohuacan), Hablamos de
«la cercana ciudad de Ottumwa y
«usamos de esta ortografía porque
«con ella encontramos otra pobla-
«ción en lowa. Pues más tarde,
«cuando los nombres de todas estas
«ciudades tomaron forma nahoa,
«tornóse en Otompan, y como en
«aquella sazón llegase á ser el cen-
«tro de la raza, por entonces mal-
« trecha y lanzada de su capital, de
«este nombre hicieron los tolteca el
«patronímico Otomitl, que á su vez
«tradujeron por otomí los españo-
«les.»
Muchos errores hay en este pá-
rrafo: El Otumwa de lawa nada tie-
ne que ver con Otompa, pues, como
hemos visto en Ixtlilxochitl, este
nombre se dio, en 1380, á la provin-
cia que, por compasión, les dio el
rey Techotlala á los restos de oto-
míes rebelados en Xilotepec y otros
pueblos. Otomitl no se derivó de
Otompa, sino, al contrario, Otompa
de Otomitl, como Mexicapa se deri-
va de Mexicatl y Tlaxcatecapa de
Tlaxcalla. No fueron los toltecas
los que le dieron nombre á Otompa,
pues en 1380 ya no existían los tol-
tecas. Otomitl no es patronímico,
sino gentilicio. Por último, Otompa
no fué el centro de la raza otomí,
sino el último albergue de aquella
raza en el reino de Acolhuacan.
Hemos visto que Otomitl fué el
sexto hijo de Ixtacmixcoatl y de
Ilancueitl. También hemos visto que
aun golpe que dio Camaxtle en una
peña, brotaron cuatrocientos oto-
míes. Por último, en la tradición
más antigua, hemos visto que Oto-
mitl fué uno de los cuatro hombres
que creó Tescatlipoca para que le
ayudaran á levantar el cielo que se
había caído sobre la tierra después
del diluvio. ¿Podrá creer Chavero
que estas tradiciones y mitos son
posteriores á la fundación de Otom-
pa, de donde, según él, se derivó
Otomitl?
Otontecutli. {Otomitl, otomí; te-
ctítli, señor: «Señondelos otomíes.»)
Según Sahagún, ájk-uiy de los dos
dioses que adoraí?linTos otomíes,
el cual había sido su primer señor
ó caudillo. ' ^
OxitL ( Etimífíogía desconocida.
Se ha convertido en el aztequismo
Ojite.) Especie de ungüento, com-
puesto con la trementina, é inven-
tado, según los mexicanos, por la
diosa TBapotlatenan. El P. Saha-
gún, hablando de la diosa, dice. «Es-
«ta diosa que se llamaba T^aputla
^tena, porque se decía que había
«nacido en el pueblo de Tsaputla,
«por que fué la primera que inven-
«tó la resina que se conoce con el
«nombre de uxitl^ que es un aceite
«sacado por artificio de la resina
«del pino, que aprovecha para sa-
«nar muchas enfermedades (las enu-
<f^mera y agrega) y como esta mu-
«ger debió ser la primera que halló
«este aceite, contáronla entre las
«diosas, y hacíanla fiesta y sacrifi-
«cios aquellos que venden y hacen
«este aceite.» [Véase Tzapotlate-
NAN y XíPE.)
Oxipe. Véase Xipe.
Ozomoco. Véase Cipactli.
Ozomatli. (Etim. incierta.) Mona.
Nombre del XI día de las veintenas
llamadas vulgarmente meses.
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18
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
En los jeroglíficos se figura Oso-
matli con la cabeza de un mono.
Le extraña á Orozco y Berra que
los nahoas, que vinieron del Norte,
adoptaran en su calendario, como
signo de un día del mes, al mono,
siendo así que tales cuadrumanos
no son propios de aquella región.
Al hablar del Ehecatonatiuh que los
hombres se convirtieron en monas
(osomatlt). Es indudable que ese mi-
to dio origen á que los naohas tri-
butaran culto á los monos y se les
diera un lugar en el calendario, cu-
yos días ó nombres que los distin-
guían eran reputados divinidades.
El Barón de Humboldt se inclina á
creer que los trastornos causados
por el cataclismo geológico obliga-
ron á los monos á hacer incursio-
nes en las montañas de Anahuac.
Esta opinión nos explica el mito de
la transformación de los hombres
en monas, pues los hombres que
sobrevivieron al cataclismo, no ha-
biendo conocido antes á aquellos
cuadrumanos y viendo su semejan-
za con el hombre, creyeron que los
hombres desaparecidos se habían
convertido en monos.
Orozco y Berra, aunque encuen-
tra natural la observación del sabio
Humboldt, cree que la idea azteca
se refiere á alguna transformación
mitológica, y cita en su apoyo las
tradiciones quichees, según las cua-
les, los genios crearon unos seres
de palo, la carne de los hombres de
corcho, la de las mujeres de cora-
zón de espadaña; salieron broncos,
idiotas, no quisieron alabar á los
dioses creadores, por lo que fueron
destruidos. En apoyo de esta tra-
dición, cita á la letra el pasaje de
Ximénez, de Las historias del ori-
gen de los indios, que dice así: «Se-
xenal de esta gente son los monos
«que ahora andan por los montes y
«por eso quedaron por señal, por-
«que solo fueron de palo, hechos por
«el creador, y el mono por eso se
«parece al hombre, porque es se-
«ñal de otro género de hombres he-
«chos de palo.»
¿Qué hubiera dicho Darwin de es-
tas tradiciones quichees? Tal vez
lo afirmarían en su hipótesis de que
el hombre desciende del mono.
Oztopilin. (Etim. incierta.) Bas-
tón consagrado al dios Tlaloc, he-
cho de un junco largo, redondo y
grueso, revestido de papeles, te-
niendo á varias alturas verticilos y
bandas colgantes hechas de lo mis-
mo, y goteadas de ulin (hule). Es-
te bastón era insignia característi-
ca de Tlaloc, y de otros númenes
acuáticos.
En la fiesta Hueitoso^tli se hacía
una procesión desde México al mon-
te Tlalocan, en laque llevaban á un
niño para sacrificarlo en la cima
del monte, en honor de Tlaloc. El
que cargaba al niño llevaba en la
mano el oztopilin. Así se vé en
la pintura de la página XXV del
Códice Borbónico interpretada por
Paso y Troncoso.
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SEGUNDA BPOCA. TOMO V.
19
Pachtecatl. (Derivado de Pach-
tlan» nombre de im pueblo: «Natu-
ral ó habitante de Pachtlan.»J Era
un ministro auxiliar del sacerdote
Ometochtli. «Hacían cierta ceremo-
«nia —dice Sahagún— con el vino
«que llamaban Teuoctli (Teooctli,
«Vino de dios») al tiempo que ha-
«bían de hacer sus oficios, de esta
«ceremonia era el principal Pach-
«secatl (Pachtecatl.) Este tenía cui-
«dado de los vasos en que bebían
«los cantores, de traerlos, de darlos
«y recogerlos, y de henchirlos de
«aquel vino que también llamabíin
^^Macuiluctli (niacuiloctli, «cinco vi-
«nos») y ponía doscientas tres ca-
«ñas, de las cuales sonaba ima ahu-
«gerada, y cuando las tomaban, el
«que acertaba con aquella, bebía
«él solo, y no más: esto se hacía
«después del oficio de haber can-
«tado.»
Pachtli. (Derivado de pachoa,
que, entre otras significaciones, tie-
ne las de «aproximarse mucho á al-
guno,» «apretarse contra otro,» las
cuales dan idea del parasitismo, de
suerte que pachtli es la [planta]
«parásita.») Heno, planta parásita
que se cría en los árboles, muy par-
ticularmente en los ahuehuetes. La
empleaban los indios en las cere-
monias del culto, para adornar los
templos y coronar á los sacerdotes
y á los ídolos. ( Véase Pachtontli.)
Pachtontli (Diminutivo de pach-
tli, heno.) Nombre que daban á la
veintena ó mes Teotleco. (V.) «Lla-
«mar con este nombre á la veintena
«—dice Paso y Troncoso— es indi-
«cio de que ya era tiempo de que
«hubiera la planta en los árboles.»
( Véase Pachtli.)
Painalton. (Apócope de Painal-
tontli, diminutivo de Painal, apó-
cope de Painalli, «corredor veloz,»
derivado de Paina, correr ágil y
velozmente.) Nombre del vicario
del dios de la guerra Huitmlopoch-
tli; era el mensajero de la muerte
que excitaba en los combates á la
matanza.
Orozco y Berra dice que era her-
mano menor de Huitsilopochtli. No
lo hemos visto en ninguna teogonia
como tal hermano.
En los casos de un acometimien-
to repentino de los enemigos, los
sacerdotes tomaban la imagen del
dios en unas andas, y echaban á
correr por las calles y al rededor de
la ciudad, parándose en ciertos lu-
gares para hacer sacrificios de co-
dornices y de hombres. Esta cere-
monia equivalía á tocar á rebato,
pues todos los guerreros estaban
obligados á tomar las armas, para
acudir al lugar amenazado. Era,
pues, Painalton el numen de la gue-
rra de sorpresas y de emboscadas.
Sahagún dice que Painal, siendo
hombre, era adorado por dios, y des-
pués de decir que salía en persona
á mover á la gente para que con toda
prisa saliese á verse con los ene-
migos, agrega: «Después de muer-
«to, la fiesta que le hacían era, que
«uno de los sátrapas (sacerdotes)
«tomaba la imagen de este Paynal,
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20
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
«compuesto con ricos ornamentos
«como Dios, y hacían una proce-
«sión con él bien larga, y todos iban
«corriendo á más correr, así el que
«le llevaba, como los que le seguían.
«En esto representaban la prisa que
«muchas veces es necesaria para
«resistir á los enemigos, que sin sa-
«berlo acometen haciendo celadas.»
En la veintena Panquet^alistli
hacían los mercaderes una gran
fiesta en la que figuraba como nu-
men principal Painalton, el cual, re-
presentado por un sacerdote, mien-
tras se llevaba al templo á las
víctimas, salía corriendo de Te-
nochtitlan á Tlaltelolco, pasando
por Nonoalco y Popotla, iba á Ma-
catzintamalco, Chapultepec y Maza-
tlan, y volviendo por el camino de-
recho á Xoloc entraba en México.
Al llegar Painal á algunos de estos
lugares, le sacrificaban algunos es-
clavos. Mientras duraba esta pro-
cesión, los esclavos que iban «1 ser
sacrificados en el templo mayor, se
dividían en dos bandos y hacían es-
caramuzas, armados de garrotes y
de dardos de pedernal, y se mata-
ban, y si alguno caía ca\itivo, lo ma-
taban y le sacaban el corazón, ten-
didos sobre un teponaztli. Luego
que el atalaya del templo veía que
volvía el dios, daba voces claman-
do: «¡Ah mexicanos! no, no peleéis
más, cesad de luchar que ya viene
el señor Paynal.^ Oída esta voz, se
desbarataba la guerra. (Véase Pan-
quetzaliztll)
PanquetzcUiztli. (Pantli, bande-
ra; quelsaliBtli, levantamiento, de-
rivado de quet^a, levantar, enhies-
tan* Levantamiento de banderas,»
esto es, el acto de enarbolarlas.)
Nombre de la 15.^ veintena ó mes.
Los númenes que la presidían y á
quienes se dedicaban las fiestas
eran los de la guerra, Huitsilopoch-
tli, Tlacahuepancuexcotsin y Pai-
nalton. El primer día del mes dos
estatuas, una de Huitsilopochtli y
la otra de Tlacahuepan, con ciertos
granos amasados con sangre de ni-
ños, y en lugar de huesos les po-
nían ramas de acacia. Colocaban
I estas estatuas en el altar principal
' del templo, y los sacerdotes las ve-
laban toda la noche. Al día siguien-
te, bendecían los ídolos y una can-
tidad de agua de la especial que se
guardaba en el templo para rociar
al rey después de electo. Acabada
la consagración de las estatuas, em-
pezaba un baile de hombres y mu-
jeres, que se repetía todos los días
del mes, durante tres ó cuatro horas
diarias. Los cuatro días anteriores
á la fiesta, ayunaban los dueños de
los prisioneros que habían de ser
sacrificados, á los cuales se escogía
un tiempo antes y se les pintaba el
cuerpo de varios colores. El día en
que se celebraba la fiesta hacían
en la mañana una larga y solemne
procesión. La precedía un sacer-
dote, alzando en la mano una sier-
pe de madera, llamada espamitl,
«bandera de sangre,» y era la insig-
nia de los dioses de la guerra, y lo
seguía otro llevando un estandarte
de los que se servían en la guerra;
otro sacerdote cargaba la imagen
del dios Painalton, seguían las víc-
timas, los sacrificadores y el pue-
blo. Se dirigía la procesión desde
el templo mayor al barrio de Tco-
tlachco, «Juego de pelota de los dio-
ses,» y allí sacrificaban dos prisio-
neros de guerra y algunos esclavos
comprados; seguían á Tlatelolco, á
Popotla, á Chapultepec, y á otros
lugares" y barrios de la ciudad, y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
21
volvían al templo; allí ponían la
imagen de Painalton y el estandar-
te sobre el altar de Huitmlopochtli.
El rey incensaba la estatua de ma-
sa del dios, y hacían otra procesión
al rededor del templo, la que con-
cluía con el sacrificio de los prisio-
neros y esclavos que quedaban, que
se hacía al anochecer. Aquella no-
che velaban los sacerdotes, y al día
siguiente, por la mañana, llevaban
la estatua de masa de Huitsilopoch-
tli á una gran sala que había en el
recinto del templo; y allí, sin más
testigos que el rey, los cuatro sa-
cerdotes principales y los cuatro
superiores de las casas de educa-
ción, el sacerdote Queísalcoatltini-
ba un dardo á la estatua y la atra-
vesaba de parte á parte. Decían
entonces que había muerto su dios,
y uno de los sacerdotes sacaba el
corazón á la estatua y se lo daba á
comer al rey. El cuerpo lo dividían
en dos partes, una para los tlate-
lolcas y la otra para los mexicanos.
Esta la dividían en cuatro partes
para los cuatro barrios de la ciudad,
y cada una de ellas, en tantos peda-
cilios cuantos hombres había en el
barrio. Las mujeres no comían de
aquella pasta. Esta ceremonia se
llamaba Teocualo. «Dios comido.»
No dicen las crónicas lo que se ha-
cía con la estatua del otro dios.
En este mes había mucha efusión
de sangre, por las penitencias que
hacían los sacerdotes y los dueños
de los cautivos que se sacrificaban,
y por el gran número de éstos.
Mendieta, aludiendo á estos sa-
crificios, dice: «Mayormente hacían
este universal sacrificio y mortan-
dad de todos los esclavos de guerra,
en una muy grande y solemne fies-
ta que tenían por la más principal
de todas, y la llamaban Panque-
tsaliztli. Y antes que comenzasen
tan cruel sacrificio, hacían proce-
sión al ídolo VBilopuchtli en Méxi-
co, en esta manera: vestido el Papa
de sus insignias, y los cardenales
(digamos) con él, luego por la ma-
ñana tomaba el mismo Papa el di-
cho ídolo, y á más andar ó á correr,
y los demás sacerdotes tras él, iban
á Tenayuca, que dista de México
dos leguas, y de allí volvían á Ta-
cuba, que del dicho lugar dista otras
dos: y de allí á Cuyoacan otras dos,
y de allí daban vuelta para México
que hay otras dos leguas: de suer-
te que era medio día ó más cuando
allí llegaban. Y si el ídolo no se le
caía, era buena señal: y si se le caía
teníanla por mala. De manera que
puesto el ídolo en su lugar, comen-
zaban la matanza con mucha dili-
gencia, y hasta la noche despacha-
ban los que tenían de guerra.»
Es curiosa, aunque exigua, la des-
cripción que del Panquetsalistli
hace el intérprete del Códice Ma-
GLiABEccHiANO XIII, hoy NutíülL
Dice así: «Esta fiesta llamauan los
yndios pan q zalizti, q era la ma-
yor fiesta de su año. en ella cele
brauan al demonio q ellos llama-
uan V^izilopoxtli que era de sus dio-
ses amigo de tezca tepocatl (Tezca
tlipoca). llamase la fiesta ypan qza-
liztli por q en ella ponían al uici-
lopochtli encima de la cabeza vna
cosa ancha q ellos llaman pamitl
(bandera), de color azul, los yndios
llaman texutli. y vestíanlo de papel
pintado y vna rrodela de cuero en
la mano, en esta fiesta era grandís-
sima la multitud de gente que se sa-
crif icaua en mexico délos que auían
preso de taxcala y guaxocingo »
Clavigero dice que llamaban al
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22
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mes PanqnetsaliBtli , «Enarbola-
miento de bandera ó estandarte,»
porque en la procesión llevaba un
sacerdote el estandarte de la gue-
rra.
El Códice Nuttall atribuye el
nombre, como lo hemos visto, á que
ponían 'kHuitsilopochtli en la cabe-
za un pamitl, una bandera.
Según otros autores, en este mes
enarbolaban banderas en los árbo-
les frutales, y á esto se debe el nom-
bre del mes.
Nosotros creemos que todo lo re-
lativo á enarbolamiento de bande-
ras estaba subordinado al acto de
ponerle á Huitmlopochtli una ban-
derita en la cabeza, como se dice
en el Códice Nuttall.
En este mes se ocupaban en re-
parar los linderos y los vallados de
los campos.
La figura de este mes, según Cla-
vigero, era un pedazo del estandar-
te mexicano, para significar el que
se llevaba en la solemne procesión
de Huitmlopochtlt.
Según Chavero, el símbolo de
veintena era una bandera ó Hui-
tBÜopochtli armado en guerra. Así
está figurada en el Códice Nu-
ttall.
Hace observar Chavero que es
de extrañarse que siendo HtiUzüo-
pochtli la principal deidad de los
mexicanos, no estuviera compren-
dida su fiesta en los 260 días que
forman el Tonalamatl, sino 20 días
después, esto es, en el segundo 7b-
nalamatl del Tlalpüli; y dice que
en vano se buscaría la explicación
de tal extrañeza, si no se supiera
que Hiiiisilopochtli era la estrella
de la mañana en la teogonia astro-
nómica.
Con este dato da la explicación
siguiente: «El año ritual de doscien-
tos setenta días se formó conside-
rando el tiempo en que la estrella
de la tarde está perfectamente visi-
ble, y adunando á eso la combina-
ción de los números simbólicos su-
periores 13 y 20. Pero los mexicanos
observaron que doscientos sesenta
días no era el período exacto de la
estrella de la tarde; los astrónomos
modernos le dan cuarenta semanas
ó doscientosochentadías; pues bien,
los mexica, bajo el mismo cálculo,
dejaron catorce veintenas, ó sean
esos doscientos ochenta días para
la estrella de la tarde, y pusieron
en la decimaquinta la fiesta de la
de la mañana.»
No creemos que esté en lo cierto
Chavero. Difiriendo el período de
280 días del año solar en 85 días,
resulta que cada año va separándo-
se de la veintena PanquetsalistUy
y, por consiguiente, no coincide la
fiesta con la aparición de la estre-
lla. Si tal aparición fuera la causa
de la fiesta, ésta debía ser movible
como lo es aquélla; y entonces en
el primer Tlalpüli habría diez y
seis fiestas, y todavía sobrarían
265 días para el segundo Tlalpüli,
¿Por qué á un suceso variable le ha-
bían de asignar una fiesta fija y no
movible como él?
Otra es la causa de la celebración
de la fiesta á HuitBÜopochtli en la
veintena Panquetsalijstli. No
será en vano, como dice Chavero,
buscar la explicación, y la vamos á
encontrar en uno de los Códices
más auténticos y sabiamente inter-
tado.
Paso y Troncoso, explicando la
página XXXIV del Códice Borbó-
nico, dice: «El mes Panquetzaliz-
TLi Y su numen. La primera parte
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
23
se debe leer en el borde superior, y
consta solamente de dos f iugras que
dan la concordancia de dos fechas,
pues cada figura representa una fe-
cha: de año y de mes respectiva-
mente. La figura de la izquierda es
del año secular Omeacatl ó dos ca-
ñas, encerrada dentro de un cuadro
con marco, según los mexicanos
acostumbraban hacerlo tratándose
de fechas de año: el símbolo anual,
acatl, viene reunido á dos círculos,
cada uno de color diferente, signi-
ficando todo junto que los aconteci-
mientos registrados en esta página
tuvieron lugar en el año dos Cufias.
La figura de la derecha es de un
templo puesto de perfil, encima del
cual hay una bandera coronada por
un vasillo, de donde penden largos
papeles: delante de las gradas del
templo está dibujado un numen,
también de perfil, que vuelve las es-
paldas al templo: la bandera es de-
terminativa del mes Panquetsalis-
tli: el numen es VitsU-opochtli, pa-
trono de los mexicanos, festejado
en el dicho mes; y gráficamente vie-
ne á expresar todo junto que aque-
lla era la solemne celebración del
dios de la guerra.» Después de des-
cribir Paso y Troncoso la librea del
dios y de hacer varias disquisicio-
nes sobre la etimología de su nom-
bre, agrega:
«Reuniendo las varias figuras,
del año á la izquierda, y del mes
con el numen á la derecha, obten-
dríamos esta lectura:» En el año
^Omeacatl y en el mes Panquetsa-
^ lis tli, celebraban los mexicanos el
«natalicio de Vitsil-opochtli.»
Con los pasajes preinsertos no
queda duda que la fiesta del mes
Panquetsaliztli, en honor de Hui-
tsilopochtli, se celebraba en conme-
moración de su nacimiento, verifi
cado en dicho mes, en Cohuatepec,
donde lo dio á luz Coallicue, quien
lo concibió sin obra de varón. Así
se explica que la fiesta fuera fija, y
no movible, como tendría que ha-
berlo sido si se hubiera relacionado
con las apariciones de la estrella
matutina.
En el Códice Borbónico, además
de la fiesta á Htiitmlopochtli, apare-
ce en el mes Panquetzalistli la ce-
lebración del Fuego Nuevo. En el
artículo respectivo explicaremos la
diferencia que se advierte entre ese
y los otros calendarios.
PantecatL (Gentilicio derivado
de Pantlan.) Era uno de los cuatro-
cientos dioses de los borrachos. La
desinencia gentilicia en los nombres
de algunos dioses de la embriaguez,
en opinión de Paso y Troncoso, quie-
re decir que habían clasificado las
embriagueces, no sólo por la di ver
sidad de sus efectos en el borracho,
sino también según los procedimien-
tos empleados para el caso en di-
versas localidades. Algunos AA.
reputan á Pantecatl marido de
Moyahuel (V.), la inventora del pul-
que entre Huistotin, y como el des-
cubridor de la yerba ocpactli, «me-
dicina del pulque,» con la que hacían
fermentar la aguamiel. En el mes
Panquetzalistli hacían á este dios
una fiesta particular.
Pantitlan. (PantU\ bandera; //-
tlan, entre: «Entre las banderas.»)
Un resumidero que había en la la-
guna de México, cerca de Tepetsin-
go, hoy «Peñón de los baños.»
En el MS. de Tezozomoc se lee:
«En medio de la laguna mexica-
«na, detrás de un peñol que llama-
«ban Tepetsinco y echaban en un ojo
«de agua que corre por las venas y
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24
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«entrañas de la tierra que llaman
Pantitlan, que hoy día está y pa-
«rece estacada á la redonda con es-
« tacas muy gruezas, y allí echaban
«cuando había hambre, ó no llovía,
«á los nacidos blancos, que de puro
«blancos no ven, y á las personas
«que tenían señales, como es decir
«la cabeza partida, ó dos cabezas,
«que á estos llamaban y llaman hoy
«día los naturales tlacaistalli yon-
<^tecueBComayo, cuerpos inocentes,
«las plantaban en las paredes del
«templo de Huitzilopochtli, en las
«tres paredes de dentro.»
Cuando el rey Ahuitzotl sacrificó
80,000 prisioneros, al dedicar el tem-
plo al dios HtiitBilopochtli, (año
1487), los desperdicios de las vícti-
mas con los intestinos fueron arro-
jados en Pantitlan.
El P. Sahagún, describiendo una
fiesta que se hacía á los Tlaloques,
dice que mataban las víctimas, les
arrancaban los corazones y al día
siguiente los iban á echar á la lagu-
na: «Llegados —dice— con todas
«sus ofrendas y con los corazones
«de los muertos, metíanse en una
«canoa grande que era del rey, y
«luego comenzaban á remar con
«gran priesa: los remos de ella, to-
«dos iban teñidos de azul, y man-
«chados con Ulli. Llegados al lugar
«donde se había de hacer la ofren-
«da, el cual se llamaba Pantitláit,
«metían la madera entre muchos
«maderos que allí estaban hincados
«en cerco de un sumidero que allí
«había q.e llamaban aoBtoc (en la
«cueva del agua). Entrado éntrelos
«maderos, luego los Sátrapas (sa-
«cerdotes) comenzaban á tocar sus
«cornetas, y caracoles puestos de
/«pies en la proa de la canoa, y da-
«ban al principal de ellos la olla
«con los corazones: echábalos lue-
«go en medio de aquel espacio que
«estaba entre los maderos, que era
«aquel que tomaba aquella cueva
«donde el agua se sumía. Dicen que
«echados los corazones se alboro-
«taba el agua y hacía olas y espu-
«mas: arrojados los corazones en el
«agua echaban también las piedras
«preciosas y los papeles de la of ren-
«da, á los cuales llamaban ieteoitl:
«atábanlos en lo alto de los made-
«ros q.e allí estaban hincados, y
«también colgaban algunos de los
«chalchivites y piedras preciosas
«en los mismos papeles. Acabado
«todo esto salíanse de entre los ma-
«deros, y luego un Sátrapa tomaba
«un incensario á manera de coco y
«ponía en él cuatro de aquellos pa-
«peles que llamaban letevitl, y en-
«cendíalos, y estando ardiendo ha.
«cía un ademán de ofrenda, acia
«donde estaba el sumidero, y luego
«arrojaba el incensario: practicado
«esto volvía la canoa acia tierra, y
«comenzaban á remar y á aguijar
«acia fuera donde llaman Tetama-
<f^calco, que este era el puerto de las
«canoas, luego todos se bañaban en
«el mismo lugar; de allí llevaban la
«canoa adonde solían la guardar.»
Como al rededor del sumidero
había unos maderos hincados, se-
gún dice Sahagún, y como los pa-
peles de la ofrenda los ataban de
lo alto de los maderos, por esto lla-
maban pantli, bandera, á tales ma-
deros, y por ser muchos los que
circundaban el resumidero y meter
la canoa entre ellos, llamarían al
lugar Pantitlany «Entre las bande-
ras.» Después se dio el nombre de
Pantitlan á los resumideros.
Panoaya. (Panoa, impers. de pa-
ño, pasar un río, vadearlo; y an. lu-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
25
gar en que se ejecuta la acción del
verbo: «Lugar donde se pasa el río,»
«Vado.») Uno de los nombres del
río Panuco (Tamaulipas), cuya co-
marca se llamó Panutla y Pantlan.
Sahagún, hablando del origen de
los mexicanos, dice: «Estos tales
«son advenedizos porque vinieron
«de las provincias de los Chichime-
^cas, y lo que hay que contar de es-
«tos Mexicas, es lo siguiente:
«Ha años sin cuenta que llegaron
«los primeros pobladores, á estas
«partes de la Nueva España que es
«casi otro mundo, y viniendo con
«navios por la mar aportaron al
«puerto, que está acia el norte; y
«porque allí se desembarcaron se
«llamó Panutla quasi PanoaiafPa-
o^noayan), lugar por donde llegaron
«los que vinieron por la mar, y al
«presente se dice, aunque corrup-
«tamente Pantlán, y desde aquel
«puerto comenzaron á caminar por
«la ribera de la mar, mirando las
«sierras nebadas, y los volcanes,
«hasta que llegaron á la provincia
«de Guatemala; siendo guiados por
«su sacerdote, que llevaba consi-
«go su dios de ellos, con quien siem-
«pre se aconsejaba para lo que ba-
rbián de hacer y fueron á poblar
«en 7«woaw¿:A«w, donde estuvieron
«mucho tiempo, y nunca dejaron
«de tener sus sabios, ó adivinos
«que se decían amoxoaque que
«quiere decir hombres entendidos
<^en las pinturas antiguas, los cua-
«les aunque vinieron juntos, pero
«no se quedaron con los demás en
^Tamoanchan; porque dejándolos
«allí, se tornaron á embarcar, y lle-
« varón consigo todas las pinturas
«que habían traído de los ritos, y
«de los oficios mecánicos, y antes
«que se partiesen, primero les hi-
«cierou este razonamiento: Sabed:
<^que manda nuestro señor dios, que
^os quedéis aquí en estas tierras de
«las cuales os hace se /I ores, y os da
<^posesion, el cual vuelve d donde
«^vino y nosotros con él; pero va se
«para volver y tornar d os visitar
«cuando fuere ya el tiempo de acá-
«bar se el mundo; y entre tanto vo-
'^sotros estaréis en estas tierras, es-
«perandoley poseyéndolas, y todas
«las cosas contenidas en ellas, por-
«que para tomarlas y poseerlas ve-
«nisteis por acá, y así quedaos en
«buena hora, y nosotros nos vamos
«con nuestro seflordios.» «Y asi se
«partieron con su dios que llevaban
«envuelto, en un envoltorio de man-
«tas, y siempre les iba hablando,
«y diciendo lo que habían de hacer; y
«fueronse acia el oriente, llevando
«consigo todas sus pinturas, donde
«tenían todas las cosas de antigua
«lias, y de los oficios mecánicos:
«y de estos sabios no quedaron más
« de cuatro con esta gente que quedó,
«pues se decían Oxomoco, Cipactli.
«Tlaltetecui, Xochicaoaca, los cua-
«les después de idos los demás sa-
«bios, entraron en consulta, donde
«trataron lo siguiente: »
Esta tradición debe haber tenido
origen de alguna de las pinturas
que mandó quemar Itscoatl, rey de
México, para que no viniesen á ma-
nos del vulgo, y fuesen menospre-
ciadas.
Panuco. Río del Estado de Ta-
maulipas, en Tampico. La tradición
que hemos transcripto en el artícu-
lo Panoaya, la reproduce su mismo
expositor, el P. Sahagún, al hablar
de Panuco; pero como ésta tiene
grandes diferencias en algunos pun-
tos respecto de aquélla, la inserta-
mos á la letra para que sea del to-
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26
ANALES DEL fifUSEO NACIONAL.
do conocido el origen de las prime-
ras tribus nahoas.
Dice Sahagún: «Del origen de es-
«ta gente, la relación que dan los
« Vregeves (?), es que por el mar vi-
«nieron de hacia el norte, y cierto
«es que vinieron algunos vasos (na-
«ves); de manera que no se sabe co-
«mo eran labrados, sino que se con-
«getura por una fama que hay que
«tienen todos estos naturales que sa-
«lieron de siete cuevas, que estas
«siete cuevas, son los siete navios ó
«galeras en que vinieron los prime- '
«ros pobladores de esta tierra, se-
«gún se colige por congeturas ve-
«risimiles. La gente primero vino
«á poblar esta tierra de acia laFlori-
«da, y vino costeando y desembarcó
«en el puerto de Panuco que ellos
«llaman Panco, que quiere decir lu-
«gar donde llegaron los que pasaron
«el ygua. Esta gente venía en de- 1
«manda del Paraíso terrenal, y'
«traían por apellido tamoanchan,
«que quiere decir buscamos nueslra |
o casa, y poblaban cerca de los más I
«altos montes que hallaban. En
«el venir acia el medio día á bus-
«car paraíso terrenal no erraban, i
«porque opinión es de los que saben |
«que está debajo de la línea equi-
«noccial, y en pensar q.e es algún
«altísimo monte tampoco yerran,
«porque así lo dicen los escritores,
«que el paraíso terrenal esta deba-
« jo de la línea equinoccial, y que es
«un monte altísimo que llega su
«cumbre cerca de la luna (¡Oh sane-
«¿a simplicüasl). Parece que ellos
«ó sus antepasados tuvieron algún
«oráculo acerca de esta materia,
«ó de Dios ó del demonio, ó tradición
«de los antiguos, que vino de mano
«en mano hasta ellos. Ellos busca-
«ban lo que por vía humana no se
«puede hallar, y nuestro Señor Dios
«pretendía que la tierra despoblada
«se poblase; para que algunos desús
«descendientes, fuesen á poblar el
«paraíso celestial, como ahora lo ve-
«mos por experiencia; mas, ¿para
«que me detengo en contar adivi-
«nanzas? pues es ciertísimo que es-
«tas gentes todas, son nuestros her-
«manos procedentes del tronco de
«Adán como nosotros, son nuestros
«prójimos á quien somos obligados
«á amar como á nosotros mismos
<^quid quid sit.>>
Continúa hablando el V. Sahagún
de las aptitudes de los indios para
las artes mecánicas y liberales y
para las ciencias y de su habilidad
para el cristianismo, y concluye di-
ciendo: «Cierto parece que en estos
« nuestros tiempos,y en estas tierras,
«y con esta gente, ha querido N. S.
»Díos, restituir á la iglesia lo que
«el demonio le ha robado en Ingla-
«terra, Alemania y Francia, en Asia
«y Palestina, de lo que le quedamos
«muy obligados de dar gracias á N.
«S., y trabajar fielmente en esta su
«nueva España.» (Véase Panoaya.)
El fervoroso franciscano incu-
rrió en muchos errores en el pasaje
preinserto; pero son del orden filo-
lógico, étnico y geográfico; y no nos
ocuparemos en dilucidarlos, porque
formarían asunto ajeno á la índole
de este libro.
Papa. Pap AHUAQUES. —Muchos
cronistas usaron la palabra Papa
para designar á los sacerdotes me
xicanos, y creyeron que esa palabra
era una reminiscencia del nombre
que dan los católicos al supremo
jefe de su iglesia. Chavero trató de
deshacer este error; pero no acer-
tó á dar el verdadero origen de la
palabra.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
27
Dice lo siguiente: «El Calendario
«de París trae en esta veintena (^7/-
*titl) dos datos curiosos relativos '
«al sacerdocio. Pone una cabeza con
«una máscara negra, y tiene la si-
«guiente anotación: Estos están de-
<ídicados al ídolo para papas, son
^los segundos hijos de los Señores.
«A más del hecho que se relaciona
«con la dedicación al templo del sa-
«cerdocio de los hijos segundos de
«los principales de México, encon-
« tramos á los sacerdotes con el nom-
«bre de papas, y esto merece expli-
«cación. Los primeros cronistas
«usan mucho de esa palabra, y tam-
«bién ha sido argumento para sos-
«tener la predicación del Evangelio I
«á los antiguos indios. El señor'
«Orozco cree encontrar, en esto, re
«lación con los papas irlandeses que
«antiguamente aportaron al nor-
«te de nuestro continente; pero á
«más de lo poco lógico de sacar argu-
«mentos de la semejanza de una pa-
« labra, la verdadera no era papa
«sino papahuaque, corrompido en
«aquélla por los cronistas, y por
«cierto que es palabra de explica-
«ción sencillísima. Sabemos que los I
«sacerdotes se untaban la cabellera 1
«con la sangre de las victimas, y así
«era un conjunto de sucias y grue-
«sas greñas. Para encontrar nom-
«bre á esos pegujones de pelo los
«compararon acertadamente con el
•heno, pachtlt; esta voz, en su forma
«plural papachti, quedó significan-
« do guedeja, y de ahí se derivó /)«/>«-
*huaque, guedejudo, según puede
«verse en vocabulario de Molina.
«Gran distancia hay por cierto de
«cosa tan sencilla á hipótesis tan
«aventuradas.*
• Si hubiera leído Chavero, en el vo-
cabulario de Molina, veintiocho pala- 1
bras después de papachtli, habría
encontrado la verdadera estructura
del vocablo papahuaque, del que se
formó por abreviación, papa y que
ha dado origen á tantos errores.
En efecto, papahuaque, es plu-
ral de papahua, que se compone de
papatli, «cabellos enhetrados y lar-
gos de los ministros de los ídolos»
(Mol.); y de hua, desinencia que
expresa tenencia ó posesión, y se
traduce por «el que tiene;» así es
que papahuagtie significa: «los que
tienen los cabellos enhetrados (en-
marañados) y largos de los minis-
tros de los ídolos.»
En nuestro diccionario de azte-
quismos, ya habíamos dicho lo si-
guiente:
Papas.— Nombre que dieron al-
gunos Cronistas á los sacerdotes
mexicanos. Bemal Díaz del Casti-
llo, en su Verdadera Historia de la
Conquista, hablando de la llegada
de Cortés á Campeche, dice: « . . . .
«y luego en aquel instante salieron
«de otra casa, que era su adorato-
«rio, diez Indios que traían las ro-
«pas de algodón largas, y blancas,
«y los cabellos muy grandes llenos
«de sangre, y muy revueltos los
«unos con los otros, que no se les
«pueden esparcir, ni peynar, si no
«se cortan, los cuales eran Sacer-
« dotes de los ídolos, que en la Nue-
«va España comunmente se llaman
« Papas y así los nombraré de aquí
«adelante: y aquellos Papas nos tra-
« jeron zahumerios » El buen
Bemal Díaz ha de haber creído que
el nombre de Papas tenía alguna
relación, aunque casual, con el Pa-
pa de Roma. Nada de eso. Los na-
turales llamaban á sus sacerdotes
papahuaque, plural de papahua,
que se compone de papatli, quede-
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28
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
ja Ó vedija, y por eso Molina, dice:
<^Papatli, cabellos enhetrados y lar-
gos de los ministros de los ídolos,»
y de hua, que tiene; y significa:
los que tienen quedejas;» así es
que los famosos Papas de Bernal
Díaz no eran masque «losquedeju-
dosómechudos.»
Papalotl. — Mariposa. Las mari-
posas nocturnas estaban dedicadas
á Mictlanteculli, dios de las tinie-
blas. Las mariposas eran símbolo
del movimiento, y por esto solían
pintar el Nanholin en forma de ma-
riposa; y por esto también eran sím-
bolo de los dioses del camino, Tía-
cotontli y Zacatontli. Dos maripo-
sas adornan el tocado de la diosa
XochiquetBalli, en una lámina del
Códice Borgia.
Papantzin. — Princesa mexicana,
hermana de Moteuczuma II. Entre
los prodigios que se observaron al-
gunos años antes de la aparición de
los españoles, y que presagiaron la
Conquista, ninguno fué más asom-
broso que la resurrección, después
de cuatro días de muerta, de la prin-
cesa Papantzin, y el anuncio que
le hizo á su hermano Moteuczuma
del fin de su imperio, que había de
ser destruido por los españoles.
Aunque es muy sucinta la rela-
ción que de esta maravilla hace Sa-
hagún, y aunque omite decir que la
Papantzin era hermana del rey,
la insertamos, porque la tradición,
en su punto principal, ha de ha-
ber sido la más fresca, pues la re-
cibió Sahagún de los hijos de in-
dios contemporáneos del suceso.
Después insertaremos, como lo han
hecho todos los historiadores mo-
dernos, la relación de Clavigero,
quien la tomó de Torquemada y la
amplió con vista del testimonio ju-
rídico que del suceso se envió á
España.
Dice Sahagún: «Acaeció otra se-
«ñal en este tiempo de Mocthecuso-
^nta que una muger de México Te-
<^nuchtitlan, murió de una enferme-
«dad, que fué enterrada en el patio,
«y encima de su sepultura pusieron
«una piedra; la cual resucitó des-
«pués de cuatro días de su muer-
«te, de noche con grande miedo, y
«espanto de los que se hallaron
«allí, porque se abrió la sepultura, y
«las piedras derramáronse lejos, y la
«dicha muger que resucitó fué á ca-
«sa de Mocthecusoma, y le contó to-
«do lo que había visto, y le dijo
«La causa porque he resucitado es,
«para decirte, que en tu tiempo se
«acabará el señorío de México, y tú
«eres último señor porque vienen
«otras gentes, y ellas tomarán else-
«ñorío de la tierra y poblarán á Mé-
«xico. Y la dicha muger que resu-
«citó después, vivió otros veintiún
«años y parió otro hijo.»
El editor de Sahagún declara que
su relación está adulterada, y reco-
mienda que se lea la de Clavigero,
la cual debe tenerse por cierta, pues
que fué formada con vista de las
averiguaciones judiciales hechas de
orden de la Corte de España.
Clavigero, con un criterio indig-
no de un jesuíta, creía que el diablo
se hacía adorar por los pueblos del
Anáhuac y que él fué el que predi-
jo los grandes sucesos que debían
ocurrir como presagios de la Con-
quista; pero que Dios los anunciaba
también para preparar á los indios
á admitir la predicación evangélica.
Antes de referir la resurrección de
la Papantsin, expone las considera-
ciones siguientes:
« tampoco puedo dudar
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
29
de las tradiciones que existían entre
los mexicanos, acerca de la próxi-
ma ruina de aquel imperio, de re-
sultas de la venida de gentes ex-
trañas, que se apoderarían de toda
la tierra. No ha habido en todo el
país de Anáhuac una sola nación,
culta ó inculta, que no haya admi-
tido aquella creencia, como lo prue-
ban las tradiciones verbales de las
unas y las historias de las otras. Es
imposible adivinar el primer origen
de una opinión tan general, pero. . . .
aquel maligno espíritu, que no cesa
de espiar en toda la tierra las ac-
ciones de los mortales, pudo fácil-
mente conjeturar los progresos
marítimos de los pueblos de Orien-
te, el descubrimiento del Nuevo
Mundo, y una parte de los grandes
sucesos q.e allí debían ocurrir; y
no es inverosímil que los predijese
á la nación consagrada á su culto,
para confirmar, con la misma pre-
dicción del porvenir, la errónea per-
suación de su pretendida divinidad.
Pero si el demonio pronosticaba fu-
turas calamidades para engañar á
aquellos miserables pueblos, el pia-
dosísimo autor de la verdad las
anunciaba también para disponer
sus espíritus á la admisión del Evan-
gelio. El suceso q.e voy á referir
en confirmación de esta verdad, fué
público y estrepitoso, ocurrido en
presencia de dos reyes y de toda la
nobleza mexicana. Hallábase, ade-
más, representado en algunas pin-
turas de aquella nación (también la
aparición de la Guadalupe ha figu-
rado y figura en muchas pinturas,
y sin embargo, el católico Icazbal-
ceta demostró que había sido un
embuste) y de él se envió un testi-
monio jurídico á la corte de Espa-
ña» (también de la aparición de la
Guadalupana se enviaron testimo-
nios Jurídicos á Roma).
Ahora sigue la relación del suce-
so MEMORABLE DE UNA PRINCESA ME-
XICANA.
*Papant3Ín, princesa mexicana,
y hermana de Moteuczoma, se ha-
bía casado con el gobernador de
Tlatelolco: muerto éste, permane-
ció en su palacio hasta el año de 1509,
en que murió también de enferme-
dad natural. Celebráronse sus exe-
quias con la magnificencia corres-
pondiente al esplendor de su naci-
miento, con asistencia del rey su
hermano y de toda la nobleza de
ambas naciones. Su cadáver fué se-
pultado en una cueva ó gruta sub-
terránea, que estaba en los jardines
del mismo palacio, próxima á un
estanque en que aquella señora so-
lía bañarse, y la entrada se cerró
con una piedra de poco peso. El día
siguiente, una muchacha de cinco
á seis años, que vivía en el palacio,
tuvo el capricho de ir desde la ha-
bitación de su madre á la del mayor-
domo de la difunta, que estaba más
allá del jardin; al pasar por el es-
tanque vio á la princesa sentada en
los escalones de éste, y oyó que la
llamaban con la palabra cocoton,de
la que se sirven en aquel país para
llamar y acariciar á los niños. La
muchacha, que por su edad no era
capaz de reflexionar en la muerte
de la princesa, y pareciéndole que
ésta iba á bañarse, como lo tenía
de costumbre, se acercó sin recelo,
y la princesa le dijo que fuese á lla-
mar á la mujer del mayordomo.
Obedeció en efecto; mas esta mu-
jer, sonriendo y haciéndole cariños,
le dijo: «Hija mía, Papantsin ha
«» muerto y ayer la hemos enterra-
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30
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«do.» Mas como la muchacha insis-
tió, y aun la tiraba del traje, que
allí llaman huepilli, ella, más por
complacerla que por creer lo que le
decía, la siguió al sitio á que la con-
dujo; y apenas llegó á presencia de
aquella señora, cayó al suelo horro-
rizada y sin conocimiento. La mu-
chacha avisó á su madre, y ésta, con
otras dos mujeres, acudieron á so
correr á la del mayordomo; mas al
ver á la princesa, quedaron tan des-
pavoridas, que también se hubieran
desmayado si ella misma no les hu-
biera dado ánimo, asegurándoles
que estaba viv^'i. Mandó por ellas
llamar al mayordomo, y le encargó
que fuese á dar noticia de lo ocu-
rrido al rey su hermano; pero él no
se atrevió á obedecerla, porque te-
mió que el rey no diese crédito á
su noticia, y, sin examinarla, lo cas-
tigase con su acostumbrada severi-
dad. «Id, pues, á Tezcoco— le dijo
la princesa— y rogad en mi nombre
al rey NezahualpilU que venga á
verme.» Obedeció el mayordomo,
y el rey no tardó en presentarse. A
la sazón, la reina había entrado en
uno de los aposentos de palacio. Sa-
ludóla el rey lleno de temor, y ella
le rogó que pasase á México, y di-
jese al rey su hermano que estaba
viva, y que necesitaba verlo para
descubrirle algunas cosas de suma
importancia. Desempeñó Nezahual-
pilU su comisión, y Moteuczoma
apenas podía creer lo que estaba
oyendo. Sin embargo, por no faltar
al respeto debido á su aliado, fué
con él y con muchos nobles mexi-
canos á Tlaltelolco, y entrando en
la sala donde estaba la princesa, le
preguntó si era su hermana. «Yo
«soy, señor— respondió ella— vues-
«tra hermana Papantmn, la misma
«que habéis enterrado ayer: estoy
«viva en verdad, y quiero manifes-
«taros lo que he visto, porque os
«importa.» Dicho esto, se sentaron
los dos reyes, quedando todos los
demás en pié, maravillados de lo
que veían. Entonces la princesa vol-
vió á tomar la palabra y dijo: «Des-
-pués que perdí la vida, ó si esto os
« parece imposible, después que que-
"áé privada de sentido y movimien-
«to, me hallé de pronto en una vas-
«ta llanura, á la cual por ninguna
aparte se descubría término. En
«medio observé un camino, que se
«dividía en varios senderos, y por
«un lado corría un gran río cu3^as
«aguas hacían un ruido espantoso.
«Queriendo echarme á él, para pa-
usar á nado á la orilla opuesta, se
«presentó á mis ojos un hermoso
«joven, de gallarda estatura, vesti-
«do con un ropaje largo, blanco co-
«mo la nieve y resplandeciente
«como el sol. Tenía dos alas de her-
«mosas plumas y llevaba esta señal
• en la frente (al decir esto la prin-
«cesa, hizo con los dos dedos la se-
♦ ñal de la cruz), y tomándome por
«la mano, me dijo: Detente aun no
*es tiempo de pasar este río. Dios
*te ama, aunque tú no lo conoces.—
«De allí me condujo á las orillas del
«río, en las que vi muchos cráneos
«y huesos humanos, y oí gemidos
«tan lastimeros que me movieron
«á compasión. Volviendo después
«los ojos al río, vi en él unos bar-
reos grandes y en ellos muchos
«hombres, diferentes á los de estos
«países en traje y color. Eran blan-
«cos y barbudos, tenían estandar-
«tes en las manos y yelmos en la
«cabeza. Dios— me dijo entonces el
^joven— quiere que vivas á fin de
*que des testimonio de las revolu-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
31
«dones que van á sobrevenir en es-
^tos países. Los clamores que has
^oído en estas márgenes, son de las
<^ almas de tus antepasados que vi-
<^ven y vivirán siempre atormenta-
<^dos en castigo de sus culpas. Esos
^hombres que ves venir en los bar-
<^cos, son los que con las armas se
^liarán dueños de estas regiones, y
<^con ellos vendrá también la noti-
<^cia del verdadero Dios, Creador
^del cielo y de la tierra. (No más
faltó que le dijera: -cuyo hijo pade-
ció debajo del poder de Poncio Pi-
lato.») Cuando se haya acabado la
«guerra y promulgado el batió que
«lava los pecados, tti serás la pri-
«mera que lo reciba y guíe con su
« ejemplo á todos los habitantes de es-
tíos países.— Dicho esto desapare-
ce ció el joven, y yo me encontré res-
«tituída á la vida; me alcé del sitio
*en que yacía, levanté la lápida del
«sepulcro y salí al jardín, donde me
«encontraron mis domésticos.»
'Atónito quedó Moteuczoma al
oír estos pormenores; turbada su
mente con los más tristes pensa-
mientos, se levantó y se dirigió á
un palacio que tenía para los tiem-
pos de luto, sin hablar á su herma-
na, ni al Rey de Texcoco, ni á nin-
gún otro de los que lo acompaña-
ban, aunque algunos aduladores,
para tranquilizarlo, procuraron per-
suadirle que la enfermedad que ha-
bía padecido la princesa, le había
trastornado el sentido. No quiso
volver á verla, por no afligirse de
nuevo con los melancólicos presa-
gios de la ruina de su imperio. La
princesa vivió muchos años des-
pués, enteramente consagrada al
retiro y á la abstinencia. Fué la pri-
mera que en el aflo 1524 recibió en
Tlaltelolco el sagrado bautismo, y
se llamó desde entonces Doña Ma-
ría Papantzin. En los años que so-
brevivió á su regeneración, fué un
perfecto modelo de virtudes cristia-
nas, y su muerte correspondió á su
vida y á su maravillosa vocación al
cristianismo.»
Torquemada, después de referir
la resurreción de la Papantmn, di-
ce: «Esta historia se sacó de pin tu-
rras antiguas y se envió por escri-
«to á España y fué cosa muy cierta
«entre los antiguos y Doña María
• Papan muy conocida en este pue-
«blo, y es de creer que así sucedie-
ra pues así se platicaba.»
Llama la atención que habiendo
vivido el P. Sahagún en el conven-
to de Tlaltelolco, y pocos años des-
pués de la conquista, hable tan su-
perficialmente del suceso maravi-
lloso, y no haga mención de que la
Papantsin era hermana del Rey,
pues hemos visto que, al referir el
suceso, dice simplemente: «Aconte-
ció que una mujer de México murió,
etc.v ¿Cómo podía ocultarse á Sa-
hagún que esa mujer era hermana
de Moteuczuma?
Orozco y Berra, con más sano
criterio que el del jesuíta Clavige-
ro, dice: «En nuestro parecer, es-
«te caso maravilloso, si está bien
«autenticado, se resuelve admitien-
« do un caso de catalepsia ; en cuanto
«á la relación de la enferma, qui-
«tadas las variantes añadidas des-
«pués por la tradición, va confor-
«me con la idea que entonces fer-
« mentaba en los ánimos acerca de
«la venida de los hombres blancos
«y barbudos: no se puede extrañar
«la mención de la cruz, que les era
«conocida.»
Papaztac. (Abreviación de Pa-
pastactsocaca ó más bien Papach-
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32
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tactsocacUy derivado de pachtli, he
no, á juzgar por el jeroglífico que
de este nombre trae el Códice Nu-
TTALL, que es un ramo de pachíli.
Es muy incierta la etimología y aun
la significación del nombre.) Uno
de los cuatrocientos dioses de los
borrachos. Fué uno de los seis in-
ventores del pulque en Tamo an-
chan. Lo festejaban en el mes Te-
peilhtiitl, matando en su honor un
cautivo en el 44.^ edificio del tem-
plo mayor en México, llamado Cen-
tsontotochtininteopan. (V.)
Mataban al cautivo de día, no de
noche— dice Sahagún.
El Códice Nuttall le consagra
una lámina á este dios, y dice de él:
«Esta fiesta esdun demonio q está
aquí q se llama papaztac q era vnos
de quatro cientos dioses borrachos,
que los yndios tenían de diversos
nombres, pero en común, se llama-
van todos totochti {totochtin) q quie-
re dezir conejos, y quando los yndios
tenían segado e cogidos sus mayzes
se emborrachaban y bailauan invo-
cando á este demonio, y á otros des-
tos quatro cientos e ansí de las f igu-
güras q van adelante hazían lo
mismo.*
Patolli. (Colorín.)Nombrequele
daban á un juego los mexicanos, que
consistía en colocar tres señales en
fila en lo que servía de tablero, del
modo siguiente: pintaban en un pe-
tate, según Duran, un olin; segián
Clavigero, dos líneas diagonales y
dos trasversales, y según el Códi-
ce Nuttall, dos horizontales y dos
perpendiculares, paralelas, y den-
tro de ellas otras divisiones, que,
según Chavero, estaban arregladas
á los períodos cronológicos; se ju-
gaba con unos frijoles que tenían
pintados unos puntos para marcar
los números que se ganaban; los de
un partido empleaban cinco colori-
nes, que daban nombre al juego, y
los del contrario, cinco piedritas
azules. Antes de empezar el juego
hacían oración y pedían fortuna á
los frijolillos y al petate como si fue-
ran dioses, y cuando jugaban, juntá-
base al rededor gran gentío de apos-
tadores y curiosos. Para arrojar
los patolli, restregábanlos prime-
ro entre las manos y los arrojaban
sobre el petate invocando á la dei-
dad Macuilxochitl, «Cinco Flor,»
protectora especial de ese juego.
Los jugadores de profesión anda-
ban cargando su petate debajo del
brazo y con los patolli atados en un
lienzo.
En la lámina 60 del Códice Nu-
ttall está ^\nt?íá^,\^ Macuilxochitl,
á su frente la cruz del patolli» jun-
to á éste, dos jugadores, y junto á
cada uno de ellos un curioso; de la
boca de uno de los jugadores salen
dos vírgulas para significar que di-
ce tener dos tantos, y del de la otra,
tres vírgulas, significando que ya
tiene tres en raya, y que, por lo mis
mo, ya ganó el juego. El jeroglífico
de la diosa está representado por
cinco circulitos, macuilli, y por una
flor, Xóchitl, El intérprete del Có-
dice, dice:
«Este es juego q los yndios tenían
y llamauanle patole (patolli) q es
como juego de dados, encima de un
petate pintado. En la figura siguien-
te, y estos q ansi destos juegos son
maestros invoca van al demonio,
q ellos llamavan macuil xuchitl. q
quiere dezir cinco Rosas e ynvo-
cavale para q les diese dcha para
ganar. »
Penates. Como los romanos, te-
nían los mexicanos y todos los na-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
33
hoas sus dioses domésticos, repre-
sentados por ídolos. Llamábanlos
Tepitoton, (dioses) pequeftitos. Los
reyes debían tener seis en sus casas,
igual número los caudillos, cuatro
los nobles y dos los plebeyos. En los
caminos y calles los había con pro-
fusión
Penitencias. Véase Neyolcoco-
LIZTLI.
Picietl. Tabaco ordinario, cuya
planta es más pequefta que la cuauh-
yeíL Tabaco macuchi.— Mro//a««
rustica. L.
Según las opiniones populares, el
picietl era el cuerpo de la diosa Ci- \
huacoatl; y por esto tenían á la dio-
sa como abogada en las curaciones
que hacían con esta yerba, y la in-
vocaban con el nombre de Picietl.
Piedra de Acúleo. Pareciéndo-
le pequeño á Moteuczoma II el
cuauhxicalli del templo mayor pa-
ra sacrificar á los prisioneros que
había hecho en una guerra contra
los tecuantepecanos, dio órdenes
para labrar otro más grande. Cante-
ros y entalladores salieron en bus-
ca de la piedra, y la encontraron
de las medidas justas en el cerri-
llo de Acúleo, señorío de Chalco. Sa-
cada de su asiento y labrada, acudió
inmenso gentío con sogas, palancas
é ingenios á fin de llevarla á Méxi-
co. Fueron los sacerdotes, incensa-
ron la piedra, sacrificáronle codor-
nices y la cubrieron con papeles,
gotas de ulin (hule) y de copal; dan-
zantes y cantores debían ir delante
por el camino, acompañados de bu-
fones y chocarreros representando
farsas y diciendo chanzas y donai-
res al pueblo. Terminados los pre-
parativos, la multitud tiró de las so-
gas; mas con gran sorpresa la roca
no se movió, y las cuerdas se re-
ventaron cual frágiles hilos. Mandó
Moteuczoma que se unieran los de
Acolhuacan á los trabajadores, y
más felices, arrastraron la piedra
hasta Tlapechucan. Al continuar el
trabajo al siguiente día, fué imposi-
ble arrancar la piedra del sitio, y se
resistió así dos días enteros. Avi-
sado el emperador, hizo llamar á
los otomíes; y cuando todos, arman-
do gran vocería, tiraban fuertemen-
te de las sogas, salió una voz del
interior de la piedra, y dijo: «Mise-
«rable gente y pobre y desventura-
«da, ¿para qué porfiáis á me que-
«rer llevar á la ciudad de México?
«Mirad que vuestro trabajo es en
«vano, y yo no he de llegar, ni es
«mi voluntad; pero pues que tanto
«porfiáis, estirad, que yo iré hasta
«donde á mi me pareciere, por vues-
«tro mal.» Después de aquel prodi-
gio, que dejó atónito al pueblo, la
piedra se dejó mover cual objeto 1¡-
jero hasta Tlapitzahuayan. Traída
de refresco la gente de Azcapozal-
co, la piedra habló por segunda vez
repitiendo lo que había dicho, y
añadió: «ya no soy menester allá,
«porque ya está determinada otra
«cosa, la cual es divina voluntad y
«determinación: que no quiera él
«hacer contra ella: que ¿para queme
«lleva? para que mañana esté caí-
«da y menospreciada por ahí, y avi-
«sadle que ya se le acaba su man-
«do y oficio, que presto lo verá, y
«experimentará lo que ha de venir
«sobre él, á causa de que se ha que-
«rido hacer más que el mismo Dios,
«que tiene determinadas estas co-
«sas: y así, dejadme, porque si paso
«adelante será por vuestro mal.»
Sin arredrarse, Moteuczoma man-
dó proseguir la empresa, y la roca
se dejó llevar fácilmente hasta Te-
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31
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
chico, junto á Itztapalapan, y luego
hasta Atocititlan, ya dentro de la
calzada, en donde fué recibida por
los moradores de la ciudad con mú-
sica, bailes, sahumerios, rosas y
estrepitosa alegría. Estando el pe
druzco encima del puente de Xo-
loc, quebráronse con estrépito las
vigas y se precipitó la masa al fon-
do del foso, arrastrando tras sí gran
número de gente con algunos de los
sacerdotes oficiantes El emperador
hizo llevar los mejores buzos de los
lagos, los cuales, aunque porfia-
ron buscando en el fondo del agua,
no encontraron la roca ni rastro de
ella: alguno opinó porque se habría
vuelto á su primitivo asiento, y, en
efecto, fueron algunos á Acúleo y
la vieron en su antiguo lugar, ro-
deada de las sogas rotas, con los
papeles, copal, uli y manchas de
sangre del sacrificio : fué Moteuc-
zuma á verla, y sobre ella, para con-
tentarla, sacrificó algunos cautivos.
— (Duran, Tesosomoc)
Orozco y Berra, explicando el
prodigio, dice : — « Evidentemente
está fundada esta relación en las
dificultades que debió presentar la
traslación de una mole de gran pe-
so, que se dejaba tratar, fácil ó di-
ficultosamente, según el terreno
por donde la pasaban y los medios
empleados en ello; se explica la ro
tura del puente, porque no era so-
brado resistente, y si la piedra no
fué encontrada por los buzos, es que
la gravedad la hizo hundir en el
fango del fondo de la laguna. Los
demás pormenores son fabulosos,
acreditados después entre el vulgo,
con creces y comentarios. Y no hay
por qué maravillarse de esto, pues,
como atinadamente observa el Sr.
D. Femando Ramírez, abundan en
la historia del Antiguo Mundo men-
ciones de objetos, que ya se hacen
pesados de manera que no pueden
ser removidos, ya se trasladan por
su voluntad de un punto á otro, ya
hablan como seres racionales dan-
do respuestas y prediciendo el por-
venir. La humanidad, en todos los
tiempos y en todos los mundos, ima-
ginando lo prodigioso y lo descono-
cido.»
Pillahuana. (Abreviación de pi-
llahuanalistli: pilli, niño ó niña;
tlahuanali^tli, embriaguez, borra-
chera, derivado de tlahuana.emhO'
rracharse: «Borrachera de niños.»)
En una fiesta que hacían cada cua-
tro años, en el que correspondía á
nuestro bisiesto, agujereaban las
orejas á los muchachos y mucha-
chas y les daban de beber pulque
sus padrinos, esto es, los que los ha-
bían tenido con las manos durante
la horadación, hasta embriagarlos.
El Códice Nuttall, describiendo
las fiestas del mes Hueipachtli, ha-
ce mención de la Pilhuana ó Pilla-
huana. en los términos siguientes:
« y en este mesmo día cele-
brauan otra fiesta q sellamaua pi-
launa quiere dezir borra chera de
los niños por q en ella, los niños
bailauan con las niñas, y el vno al
otro se dauan abeuer hasta embo-
rracharse y des cometían el vno al
otro sus fealdades, y fornicios estos
yndios eran ya grandezillos. de nue-
ve ó diez años esta vella q ría nose
usaua vniuersalmente. sino en los
tlalhuicas q son tierras llanas de
Regadío, do calienta el sol.» En la
pintura están dos niños, hombre y
mujer, bailando y con una jicara de
pulque en la mano, de la que están
bebiendo. Preside el acto la diosa
Xochiquetsalli.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
35
Piltzintecutli (PiltBtntli, m-
ño; teciítli, señor: «Señor, protector
de los niños,» ó «Señor niño.») Hi-
jo de Oxomoco y de Cipactonal. Co-
mo fué el primer hijo de éstos, que
fueron los primeros padres del gé-
nero humano, le faltaba mujer, y los
dioses le dieron una formada de
los cabellos de Xochiquetsal. Era el
custodio y guardador de los niños
nacidos en matrimonio, principal-
mente de los nobles. Pintábanle de
poca edad y hermoso. Presidía, en
imión de otros dioses, la VI y la
XIV trecenas.
Los habitantes del reino de Xa-
lixco y de otros señoríos adyacen-
tes adoraban á Piltzintecutli, el
«niño dios,» ó el «dios niño,» el cual
se apareció á Cuanameti en las lia-
nuras de Ixtlahuacan Nepantlatli.
Tenía la figura de niño. Enseñaba
á sus devotos que había en el cielo
im dios creador de todas las cosas;
que el cielo era de plata y había en
él muchos plumajes y piedras pre-
ciosas, y que allí vivía una señora
que jamás envejecía, de la cual ha-
bían tomado carne los hombres. A
ese dios niño atribuían la invención
de los arcos y de las flechas con
que se defendían de sus enemigos.
También era el Dios de los tempo-
rales. Era el numen principal de
los acaponeta.
Pochteca. (Plural de pochtecatl,
comerciante, traficante.) Merca-
deres, traficantes.— Había pochte-
ca ambulantes que recorrían los
tianquistli 6 mercados, y obraban
por su propia cuenta. Las expe-
diciones á países remotos se or-
ganizaban en grandes caravanas.
Al efecto, se reunían en Tlatelol-
co cuantos querían ser de la partida;
elegían un jefe bajo cuyo mando se
ponían; y reunidos en la casa de és-
te, tomaban las últimas determi-
naciones y consumían un convi-
te que les hacía. Fijábase la parti-
da para un día de signo fausto, y el
mejor era el Ce CohuatL A media
noche invocaban al sol, como dios
fuego, á Tlaltecutlij dios tierra, y á
Yacateculli, señor nariz, el que va
por delante, el que guía, ó por otro
nombre, Yacacoliuqui, el de la na-
riz curva, que era el dios de los
mercaderes; ofrecían codornices al
sol, papeles goteados con w// derre-
tido, y se sacaban sangre de la len-
gua y de las orejas. También invo-
caban á Zacatsontli y á Tlacotson-
th\ dioses del camino.
Caminaban apoyándose en im
báculo de palo negro, liso y sin nu-
dos, llamado xonecuilli, imagen de
Yacatecutli, y un mosqueador gran-
de, tsacuilhuastli, de plumas, pa-
pel ó madera delgada. Formando
largas hileras uno tras otro, ren-
dían las jornadas de costumbre, y
por la noche reunían todos los bácu-
los enhiestos, atándolos por el me-
dio con una cinta, y durante la no-
che se sacaban sangre, dos ó tres
veces, ante aquellos palos.
Mientras duraba el viaje, los pa-
rientes de los mercaderes que que-
daban en la población, no se lavaban
la cabeza, aun cuando se podían ba-
ñar, sino de ochenta en ochenta días.
Si tenían noticia de haber fallecido
alguno en el camino, hacían las
exequias, y después de cuatro
días se lavaban la cabeza. Si pere-
cía en guerra, porque á veces eran
recibidos los pochteca hostilmente
en algunos lugares, hacían su esta-
tua con rajas de ocotl, ocote ó pino,
y la quemaban, cual si se tratara
de soldados. Si moría accidental-
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36
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mente en el camino un pochtecatl,
sus compañeros ponían al cadá-
ver su tentetl, «piedra del labio,» y
demás insignias; pintábanle de ne-
gro los ojos y de colorado el rede-
dor de la boca; atábanle fuertemente
á un cacaxtli, armazón para cargar
en la espalda, y lo dejaban de pie,
arrimado á un palo hincado en tie-
rra, en lo alto de alguna montaña;
ahí se consumía el cuerpo y decían
que no había muerto, sino que ha-
bía ido á morar al sol.
Cuando regresaban del viaje, en-
traban de noche en la población y
esperaban los días prósperos, co-
mo Ce Calli 6 Chicóme Calli; daban
un convite á sus parientes y ha-
cían ofrendas y sacrificios ÁXinh-
tecutli y á Yacatecutli, — (Sahag.,
Torquem.)
Hay mucho que decir sobre los
pochtecUy pues Sahagún ocupa 14
capítulos del libro IX, hablando de
ellos; pero nosotros nos hemos li-
mitado á exponer lo que tiene rela-
ción con la mitología.
Pochtlan. Era el 49^ edificio de
los 78 en que estaba dividido el
templo mayor de México. Era un
monasterio donde vivían los sacer-
dotes que oficiaban en el templo de
Yacatecutli, dios de los mercaderes.
Popocatepetl. (Popoca, que hu-
mea; tepetl, monte: «Monte que
humea.») El gran volcán de Puebla.
Era reverenciado como dios. Su
fiesta era celebrada en el mes Teo-
tleco ó Pachtontli. Hacían unos ce-
rritos de masa de bledos, y cada
uno én su casa los ponía, colocando
en medio uno más grande, que era
el Popocatepetl. A estos cerritos les
hacían caras con ojos y les ponían
diversos adornos; hacían también
arbolitos de los cuales colgaban he-
no y los ponían en todas las cercas.
Arrojaban después maíz á los cua-
tro vientos, de cuatro colores, ne-
gro, blanco, amarillo y entreverado.
Al fn de la fiesta organizaban una
solemne danza, en que todos iban
vestidos con traje talar blanco y en
él pintados corazones y manos
abiertas, significando que pedían
buena cosecha porque ya era el tiem-
po; y asi andaban con bateas de palo
y jicaras grandes, como pidiendo li-
mosna á sus dioses. Llevaban en
la danza dos esclavas jóvenes, her-
manas, las cuales tenían pintadas
en la falda imas tripas retorcidas,
significando la una el hambre, y la
otra la hartura, y á ambas las sa-
crificaban. A las imágenes de los
montes— dice Duran que dos días
les servían comida en trastecitos,
como á niños, y, al fin de la fies-
ta, con un tsotBopastli (instrumento
para tejer), como si fuera el cuchi-
llo del sacrificio, los herían intro-
duciéndolo en la masa, y les saca-
ban el corazón y lo entregaban al
amo de la casa; despedazaban en
seguida los cerros, y se los comían
con gran reverencia como si fuera
la carne de los dioses. La concu-
rrencia se entregaba á comer y á
beber á honra de las deidades muer-
tas, llamadas tepeme, «montes.» —
Mientras esto pasaba en las casas,
los sacerdotes buscaban en los mon-
tes las ramas más irregulares en
curvas, que llamaban coat^in, «cule-
brita,» las llevaban á los templos,
las revestían con masa de bledos, les
ponían ojos y boca, y hacían las mis-
mas ceremonias que con los cerros;
al sacrificarlas como lo habían he-
cho con éstos, daban á comer la
masa á los cojos, á los tullidos, á los
mancos y contrahechos, quienes
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
37
quedaban con la obligación de pro-
porcionar el tsoallí, masa de ble-
dos, en el siguiente aflo. Después
de todo esto, dice Torquemada que
inmolaban cuatro mujeres que to-
maban el nombre de Tepechoch, Ma-
tlalcuae, Xochitecatl y Mayahueh y
un hombre, MinahuaiL Se cree que
estos nombres son los de las divini-
dades de las montañas. Sahagún
dice que la Mayahuel era imagen de
los maguelles y que Milnahuatl era
la imagen de las culebras.
Sahagún, al describir las fiestas
del mes Tepeilhuitl en honor de los
montes, no hace mención especial
del Popocatepetl. Sólo al hablar de
las alturas y bajuras dice: «Hay
«uno (monte) muy alto que humea,
«que se llama Popocatepetl, que
«quiere decir monte que humea, es
«monstruoso y digno de ver, y yo
«estuve encima de él.»
Poyauhtecatl. (Derivado de Fo-
yauhtlan.) El volcán de Orizaba.
Era uno de los montes más venera-
dos. Los que padecían enfermeda-
des procedentes de frío, hacían su
imagen y le hacían votos y ofren-
das. (^F(^a5^ Po Y AUHTLAN.)
Poyaiüitlan. (Poyahui, aclarar-
se, hacerse ligeras las nubes; tlan,
cerca ó junto: «Donde se aclaran y
aligeran las nubes.») Nombre espe-
cial que se daba á la región alta de
Ahuüisapan (Orizaba) por las nu-
bes claras y ligeras de las cimas de
las montañas. A la más alta, que
es el volcán, llamaban el Poyauh-
tecatl, esto es, de Poyauhtlan —
Nombre del 5.^ edificio de los 78 que
comprendía el templo mayor de
México. Allí ayunaban los gran-
des sacerdotes Toteuctlamaca:^qui
y Tlalocantlenamacac y y hacían pe-
nit encía cada cuatro días é incen-
saban á las imágenes que allí es-
taban.
PozonaltepetL (Posonalli, es-
puma; tepetl, monte: «Monte de la
espuma ó espumoso.») Nombre del
monte en que Mayahuel y otros dio-
ses descubrieron el pulque.
Presagios. Las tribus nahoas, y
muy particularmente los tezcoca-
nos y los mexicanos, tenían la tra-
dición de que unos hombres blan-
cos y barbados habían de venir del
Oriente, solos, ó guiados por Que-
tsalcoatl, á destruir sus reinos y á
tomar posesión de sus tierras. No
sólo el vulgo, sino los nobles y aun
los reyes daban crédito á esa tra-
dición, y la juzgaban confirmada
siempre que algún fenómeno natu-
ral, pero que ellos no podían expli-
carse á la luz de su escasa ciencia,
venía á herir su exaltada imagina-
ción. Se inventaban también mucha s
fábulas á que el vulgo daba entero
crédito, y cada día se afirmaba más
y más la tradición, hasta que, por
último, obtuvo plena confirmación
con el desembarco de los españoles
en las costas del Golfo.
Presentaremos aquí los principa-
les sucesos que se consideraron por
nobles y plebeyos como presagios
de la venida de los conquistadores
Como primer presagio relatado
en la historia, aparece el prodigio
conocido con el nombre de Mixpa-
mitl, «Bandera de nube.» Según
Torquemada, «fué una llama defue-
«go, notablemente grande y res-
«plandeciente, hecha en figura pira-
«midal, á la manera de una grande
«hoguera, la cual parecía estar cla-
«vada en medio del cielo teniendo
«su principio en el suelo, de don-
«de comenzaba, de grande anchor,
«y desde el pié iba adelgazando en
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38
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«la forma dicha, y echaba centellas
«en tanta espesura q.e parecían
«chispas de pólvora encendida, la
«cual empezaba á aparecer en el
«Oriente á la media noche y iba su-
«biendo con el movimiento del cie-
«lo hacia la parte del Poniente, de
«manera que cuando salía el sol,
«llegaba al puesto donde él está al
«medio dia, y cuando salía el sol
«perdía su resplandor (como todas
«las demás estrellas), y se desapa-
«recía, hasta que la noche siguiente ¡
«volvía á aparecer en el mismo lu-
«gar y en la misma hora. Esto du-
«ró por espacio de un año cada no-
«che. ...»
El Mixpamitl apareció en los
años de 1508 á 1509.— Orozxo y Be-
rra cree que aquello fué una erup-
ción del volcán Popocatepetl, á
juzgar por las descripciones y pin-
turas, y que los intérpretes de los ,
Códices no supieron darse cuenta I
del fenómeno.
El Mixpamitl no dejaba sosegar
el ánimo inquieto del emperador
Moteuczoma, quien, si en él mira-
ba una señal infausta, no atinaba á
darle significación. Consultó á sus
astrólogos y adivinos, pero ningu-
no pudo satisfacer sus dudas. Re-
cordó entonces el gran saber de iV¡p-
zahualpilli, rey de los acolhuas, y
le envió mensajeros rogándole que
fuese á México. Nezahualpilli, en-
tre otras cosas, le dijo: — «No qui-
«siera inquietar tu ánimo; pero ten-
«go que darte cuenta de una cosa
«extraña y maravillosa que ha de
«acontecer en tu tiempo, y es que
«de aquí á muy pocos años, nues-
«tras ciudades serán destruidas y
«asoladas, nosotros y nuestros hi-
«jos muertos, y nuestros vasallos
«apocados ó destruidos, y para más
«verificarlo que te digo, esmuy cier-
«to que jamás que quisieres hacer
«guerra á los huexotsinca, tlaxcal-
«teca 6 cholulteca, alcanzarás vic-
«toria; y más te digo, que antes
«de muchos días, verás por el cielo
«señales que serán pronósticos de
«lo que te digo; y no por eso te des-
«asosiegues ó inquietes, que lo que
«ha de suceder es imposible huille
«el rostro; pero de una cosa me sien-
«to muy consolado, que yo ya no
«veré estas calamidades, porque
«mis días son ya muy breves, y á
«esta causa quise, antes que mue-
«ra, dejarte este aviso como á hijo
«mío muy querido.»
Aunque Moteuczoma quedó con-
fuso, mirando ser llegado el cum-
plimiento de las profecías de Que-
tsalcoatl, dice Torquemada que
para oponerse á los decretos del
hado, inventó su superstición jugar
á la pelota la verdad del pronósti-
co. Nx) sólo aceptó Nezahualpilli el
juego, sino que apostó su reino en-
tero de Acolhuacan contra tres ga-
llos (huexolotl, guajolotes ) de Mo-
teuczoma, de los cuales, si ganaba,
no tomaría más que los espolones.
Idos al t lacheo, juego de pelota, ga-
nó Moteuczoma dos rayas seguidas,
de las tres á que el juego estaba
concertado; alborozado con la suer-
te, dijo á su contrario: «Paréceme,
señor Nezahualpilli, que me veo
ya señor de los aculhua, como lo
soyde los mexicanos.» Alo cual res-
pondió Nezahualpilli: «Yo, señor,
os veo sin señorío, y que acaba en
vos el reino mexicano, porque me
da el corazón que han de venir otros
que á vos y á mí y á todos nos qui-
ten nuestro señorío, y porque lo
creáis así como os lo tengo dicho,
pasemos adelante con el juego y lo
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
39
veréis.»— Nezahualpilli ganó suce-
sivamente las tres rayas, y el gusto
exagerado del orgulloso Moteuczo-
ma trocóse en profunda mortifica-
ción.
Los AA. no atribuyen á don de
profecía todo lo dicho por Nezahual-
pilli á Moteuczoma, sino á que tenía
ya noticia de la llegada de los hom-
bres blancos á las costas de Amé-
rica, pues Alonso de Ojeda y Diego
de Nicuesa habían puesto la planta
en el Darien el aflo anterior, 1509, y
había habido otros encuentros en-
tre naturales y conquistadores, y
comunicados estos hechos de pue-
blo en pueblo se hicieron notorios
por las vías de Yucatán y de Xoco-
nochco por medio de los merca-
deres, y Nezahualpilli los recogió
atentamente. Como rumores, tales
hechos eran de dominio público, y
en boca del vulgo tomaban formas
aterradoras y fantásticas, relacio-
nadas con las antiguas profecías de
Quetsalcoatl. Sólo el receloso Mo-
teuczoma aparentaba ignorar, ó no
quería admitir lo que para los de-
más era notorio.
Obrando, según este estado de su
ánimo, mandó Moteuczoma consul-
tar á im famoso adivino de la cor-
te, ofreciéndole grandes riquezas si
lo sacaba de la aflicción y duda en
que lo había dejado el rey de Tez-
coco. El nigromántico, con mucha
entereza, le respondió que era ver-
dad cuanto Nezahualpilli había pro-
nosticado. Enfurecido el rey, man-
dó que le derribasen al mago la casa
haciendo de ella su sepultura.
Nezahualpilli, como una de las
señales de verdad de sus pronósti-
cos sobre la venida de otros hom-
bres, le había dado á Moteuczoma
la de que no volvería á triunfar en la
guerra contra los tlaxcaltecas. No
obstante esto, mandó un ejército
contra Tlaxcala, para ejercitarse
en la guerra sagrada. La derrota de
los mexicanos fué completa, pues
apenas llevaron á México ochenta
prisioneros. Indignado el injusto
Moteuczoma, no permitió ninguna
solemnidad en honra de los muer-
tos en la guerra; mandó tusar, co-
mo á gente que no había hecho ha-
zaña alguna, á todos los capitanes,
caballeros y guerreros distinguidos
que de la guerra volvieron; los pri-
vó de sus armas y divisas; les pro-
hibió usar mantas y calzado fino, y
les negó la entrada en el palacio
real; todo esto por espacio de un
año y bajo pena de la vida en caso
de desobediencia.
El año de 1510 hubo un eclipse
de sol; y este fenómeno, que siempre
les causaba espanto ( Véase Eclip-
ses), lo vieron en esa ocasión como
un terrible presagio.
«
4c 4c
Una noche incendióse la capilla
del templo de Huitsilopochtli, sin
que se pudiera asignar alguna cau-
sa natural del incendio. El fuego
brotaba del centro de las maderas
con tal fuerza, que aunque los cus-
todios del templo dieron voces lla-
mando á la gente y acudió ésta, el
agua arrojada por la multitud avi-
vaba más las llamas, en vez de ex-
tinguirlas, y el santuario entero
quedó destruido.
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40
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Pocos días después, una noche llu-
viosa se incendió, en el barrio de
Zonmolco, el teocalli de Xiuhtecuíli,
el dios del fuego, y quedaron con-
sumidas las maderas.
*
Torqucmada, hablando de los pre-
sagios, dice: «El cuarto pronóstico
aconteció de día claro, y fué una co-
meta que cayó hacia la tierra, que
tenía tres cabezas, una cola muy
larga, y puede ser ésta la que He-
rrera dice haberse visto de día y
con sol; pero no fueron muchas, si-
no una sólo, y es verdad que comen-
zó en el Poniente y fué corriendo
hacia al Oriente, despidiendo de sí,
muchas centellas de fuego; y de la
novedad de esta cometa, hubo gran
espanto entre todos los que le vie-
ron.»— Los A A. están conformes en
que el fenómeno no fué ni pudo
ser un cometa, sino la caída de un
aerolito.
causa del alzamiento, según Tor-
quemada, fué que los hechiceros,
«en un lugar que ellos tenían cava-
«do en la tierra, á manera de pozue-
«lo, donde adivinaban, vieron unos
«hombres barbados, armados y á
«caballo, y que los caballos estaban
«enjaezados y con pretales de cas-
« cábeles, y que los mexicanos iban
«detrás de ellos, cargados con hua-
«cales y otros instrumentos de ser-
«vicio; de lo cual coligieron la ruina
«próxima del imperio mexicano, he-
«cha por aquella gente valerosa,
«que los había de avasallar y ren-
«dir.»
*
«El año de 1511 apareció en el
«aire— dice Torquemada— un gran
«pájaro, á manera de paloma tor-
«caz, con cabeza de hombre, que pro-
«nosticaba la velocidad con que
«venían los que los habían de des-
«aposesionar de sus reinos.» —A
este pájaro lo llamaron tlacahui-
lotl, «paloma-hombre.»
a
El presagio más admirable fué la
resurrección de una princesa, her-
mana de Moteuczoma, la cual luego
que resucitó habló á su hermano y
al rey Nezahualpilli y les dijo que
había visto á los hombres blancos
y barbudos que habían de conquis-
tar sus reinos. (Véase Papantzin.)
*
* *
Los de Cuetlachtla rehusaron pa-
gar el tributo á Moteuczoma, y die-
ron muerte á los recaudadores. La
«Este mismo año (1511) — dice
«Torquemada — cayó una columna
«de piedra, grande, junto al tem-
«pío de Hm't^üopochllí, sin saber
«de donde había venido, solo se su-
«po el haberla visto caer.»— Debe
haber sido algún aerolito.
«Por este tiempo — sigue dicien-
«do Torquemada— hacia la mar del
«Norte se anegaron los tuzapane-
«cas con un diluvio, que por ellos
«pasó y asoló sus tierras.»
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
41
«En el pueblo de Tecualoya, en
«un lugar llamado Teyahualco,—
«continúa diciendo Torquemada —
«cogieron un ferocísisimo animal
«de muy horrenda y espantosa he-
« chura.»
«En Tetzcuco — acaba por decir
«Torquemada — se vino del campo
«una liebre, y entrándose por la ciu-
•cdad se metió en las casas del rey,
«y no paró hasta llegar corriendo á
«lo mas interior de su palacio, y que-
«riéndola matar sus criados, dijo el
«rey Nezahualpilli: dejadla, no la
«matéis, que esa dice la venida de
«otras gentes, que se han de entrar
«por nuestras puertas, sin resisten-
«cia de sus moradores.»
* *
A estos presagios debe agregar-
se el de la Piedra habladora. (Véase
Piedra de Aculco.)
Sahagún, después de referir al-
gunos de los prodigios menciona-
dos, dice: «El quinto fué, que la la-
«guna de México, sin hacer viento
«ninguno, se levantó: parecía que
«hervía y saltaba en alto el agua,
«é hízose gran tempestad en la lagu-
«na; las olas batieron en las casas
«que estaban cerca, y derrocaron
«muchas de ellas: tuviéronlo por
«milagro, porque ningún viento co-
«rría.»
« en aquellos días— dice Sa-
«hagún — oyeron voces en el aire
«como de ima muger que andaba
«llorando y decía de esta manera:
«/0/r, hijos míos, ya estamos dpun-
^to de perdernos! otras veces de-
«cía: ¡Oh, hijos míos! ¿d donde os
oillevaré?*
*
« .... los pescadores ó cazadores
«del agua, tomaron en sus redes una
«ave del tamaño y color de una gru-
«lia, la cual tenía en medio de la
«cabeza un espejo. Esta fué hasta
«entonces cosa nunca vista, y así
«lo tuvieron por milagro, y luego la
«llevaron á Mocthecusoma que es-
«taba en su palacio, en una sala que
«llaman Tlillancalmecac, esto era
«después de medio día: Mocthecu-
*3oma miró el ave y el espejo que
«tenía en la cabeza, el cual era re-
«dondo y muy pulido; y mirando en
«él, vio las estrellas del cielo, los
«mastelejos que ellos llaman ma-
«imalcas tu (mamalhuastlij, y Mo-
<^thecusoma espantóse de esto, y
«apartó la vista haciendo semblan-
«te de asombrado y tornando á mi-
«rar al espejo que estaba en la ca-
«beza del ave, vio en él gente de á
«caballo que venían todos juntos en
«gran tropel todos armados, y vien-
«do esto se espantó mas, y luego
«envió á llamar á los adivinos y as-
«trólogos en cosas de agüeros, y
«preguntóles: ¿qué es esto que aquí
«me ha aparecido? ¿qué quiere de-
«cir? y estando así todos espanta-
«dos, desapareció el ave, y todos
«quedaron espantados, y no supie-
«ron decir nada.»
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42
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
*
« aparecieron en muchos lu-
«gares — sigue diciendo Sahagún—
«hombres con dos cabezas, y tenían
«no mas de un cuerpo: llevábanlos
«á que los viese Mocthecusoma en
«su palacio, y en viéndolos luego
«desaparecían sin decir nada.»
4>
4c «
Orozco y Berra, refiriéndose á al- '
gxmos de los prodigios anteriores,
dice: '
«No son los pueblos de México los ,
inventores exclusivos de estas pa-
trañas; la historia del Viejo Mundo
abunda en estas consejas, admiti-
das p. el vulgo con tanta mayor
fe, cuanto mas absurdas y fantásti-
cas son.— Largamente refierejose-
fo los pronósticos que precedieron
á la toma de Jerusalen; las cróni-
cas de España relatan los portentos
acaecidos antes de la invasión de
los moros, y así de otras muchas
naciones. Todavía hoy, entre los
pueblos civilizados, por motivos li- ,
víanos, se acredita una fábula, sin
faltar mentirosos é ilusos que se di-
gan testigos presenciales.»
Pulque. Licor fermentado que
extraían y extraen los indios del
maguey. Parecerá que este artícu-
lo es ajeno á la mitología, y sólo del
dominio de la tradición ó de la his-
toria; pero si los nahoas ú otra raza
contemporánea deificaron á los in-
ventores ó descubridores del pul-
que, entonces ya tiene afinidad con
la mitología. En efecto, el P. Saha-
gún, hablando de las peregrinacio-
nes de las tribus nahoas, refirién-
dose á los anahuacmixtecas, dice:
«Estos mismos inventaron el modo
de hacer el vino de la tierra: era
mujer la que comenzó y supo pri-
mero ahugerar los maqueyes para
sacar la miel de que se hace el vi-
no, y llamábase mai uo el (Maya-
huel), y el que halló primero las rai-
ces que echan en la miel se llamaba
Pantecatl. Los autores del arte de
saber hacer el pulcre así como se
hace ahora, se decían Tepustecatl,
Quatlapanqui, Tliloa, Papastactso-
caca, todos los cuales inventaron
la manera de hacer el pulcre en el
monte llamado Chichínauhta, y por-
que el dicho vino hace espuma,
también llamaron al monte Poposo-
naltepetl, q. quiere decir monte
espumoso. Hecho el vino convida-
ron los dichos á todos los principa-
les viejos y viejas, en el monte que
ya está referido, donde dieron de co-
mer á todos y de beber el vino que
ya habían hecho, y á cada uno es-
tando en el banquete, dieron cuatro
tazas de vino, y á ninguno cinco por-
que se emborrachasen, y hubo un
cuexieca que era caudillo y señor
de los Cuextecas que bebió cinco
tazas de él, echó por ahí sus max-
tles (se quitó el taparrabo) descu-
briendo sus vergüenzas, de lo cual
los dichos inventores del vino, co-
rridos y afrentándose mucho, se
juntaron todos para castigarle, em-
pero como lo supo el cuexteca, de
pura vergüenza se fué huyendo
de ellos, y los demás que entendían
su lenguaje, y fuéronse hacia Pa-
nutla de donde ellos habían venido,
que al presente se dice Pantlan, y
los españoles le dicen Panuco; y en
llegando al puerto no pudieron ir
adelante, por lo cual allí poblaron,
y son los que al presente Toociome,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
43
que quiere decir en mexicano too-
ampohoan ftotohuampohuanj, nues-
tros prójimos.»
Estos inventores del pulque Ma-
yahuel, Paníecail, Papas tac, Tliloa,
Cuatlapanqui y Tepustecatl (V.)
eran dioses pertenecientes á los
Centsontotochtin (V.), «cuatrocien-
tos conejos.» En el Códice Nuttall
están distintamente retratados los
cinco primeros.
Los mexicanos, según Chimal-
pain, en su peregrinación, por el
año 1200, descubrieron el pulque.
«Cuentan los campesinos — dice
Chavero — que hay un animalito, á
manera de rata ó tuza, que por ins-
tinto natural raspa el tronco del
maguey con su trompa, que tiene
cierta forma como de cuchara; en
el lugar raspado va brotando y de-
positándose el jugo ó aguamiel de
la planta, y vuelve el animalito á
beberse el licor. Dicen que los in-
dios aprendieron de ese animal á
hacer el pulque. La verdad es que
de la misma manera producen el
aguamiel, que después extraen ab-
sorviéndola con unos calabazos lar-
gos que llaman acocotes y fermen-
tándola en unas tiras de cuero.»
Aunque verdaderamente perte-
nece á la historia, pondremos aquí,
como complemento del artículo, la
leyenda tolteca sobre la invención
del pulque:
Bajo el reinado de Tecpancaltsin,
un noble tolteca Wdim^áoPapantsin
descubrió y preparó el pulque ó ju-
go fermentado de maguey, y como
un singular presente, lo ofreció al
monarca, por mano de su hija Xo-
chül, joven pudorosa y agraciada,
de la que el rey se enamoró con
locura. Por medio de personas de
confianza hizo saber su amor á la
doncella, logrando su correspon-
dencia y que se le entregara, siendo
el fruto de esta unión Meconetsin,
« el hijito del maguey. » — Según Vey-
tia, el presente ó regalo hecho por
Xóchitl á TecpancaltBin, no fué un
jarro de pulque, como escribe D.
Carlos M. Bustamante, adulterando
(como lo hace observar D. José Se-
gura) el texto de Sahagún, pues el
citado historiador dice: «Llevaba
en las manos un azafate y en él al-
gunos regalos comestibles, siendo
el principal un jarro de miel de ma-
guey. ^
Para la etimología de la palabra
pulque, véase mi Diccionario de As-
tequismos.
Q
Quecholli. Nombre del 14.^ mes
ó veintena del año. Antes de hablar
de sus fiestas y de sus númenes,
hablaremos de su significación y
sinonimia, para lo cual transcribi-
remos lo que sobre esto ha escrito
Paso y Troncoso, en lo cual hay
mucho nuevo y todo muy exacto.
«Se ha traducido de varias mane-
ras—dice el sabio intérprete del Có-
dice Borbónico — el nombre del mes.
Rectamente quiere decir «movi-
miento (olli) del cuello (quechtli^J,
denominación equivalente al signi-
ficado más completo de «(ave) de
cuello flexible,» por tener cuello
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44
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
largo el ave designada con ese nom-
bre. Los léxicos traducen el voca-
blo descriptivamente por «ave de
pluma rica,» en atención á la belle-
lleza de su plumaje. Se cree que sea
la Espátula ó Platalea ajaja, una
zancuda: debo advertir que los in-
dios no la pintan con exactitud,
lo cual no es extraño, porque su es-
critura figurativa era simbólica y
por lo mismo incorrecta en la for-
ma; generalmente la dibujan de pa-
tas cortas, dándole á veces el as-
pecto de Palmípeda, como en el Ca-
lendario DE Mr. Boban; pero en el
Códice Land, salvo la longitud de
patas y cuello, aparece con otros dos
caracteres principales, y con uno
de los hábitos que la distinguen;
viéndose ante todo que no es pal-
mípeda, porque tiene cuerpo grá-
cil y separados los dedos: aparece
además con pico de espátula y her-
moso color de rosa en su cuerpo,
que toma el tinte carmin en la base
de alas y cola; observándose que co-
me un pescado, y, como sí no fue-
ra ello suficiente para indicar sus
costumbres acuáticas, la represen-
taron los indios á los pies de Tlaloc,
numen principal de las aguas, que
allí se halla bajo una especie de do-
sel hecho de nubes: creo ha de ser
ésta la representación simbólica
más genuina del ave, que aprecia-
ron ellos á tal grado, que le dedi-
caron una de las veintenas de su
año. Propiamente se llamaba feo-
quecholli 6 tlauhquecholli que han
traducido «pluma divina» ó «pluma
bermeja,» dándole á qtiecholli sig-
nificación de «pluma;» pero por ser
el ave más abundante en las regio-
nes orientales respecto de México,
y por haber allí costumbre de su-
primir la / final, los autores la traen
escrita con ese defecto: teoquechol
6 tlauhquechoL*
En ima nota á este pasaje, dice el
mismo Paso y Troncoso:
«Otros le llaman tlapal-astatl
6 «garza teñida,» substituyéndose
aquí el vocablo quecholli con otros
elementos que nos indican el méto-
do empleado por los indios para
clasificar por aproximación á los
animales que iban conociendo y ob-
servando: en este caso atinaron por
haber puesto al quecholli cerca de
las garzas. Por eso el símbolo de la
pluma doble, que menciono en se-
guida, corresponde alguna vez al
vocablo astatl, como en el jeroglí-
fico de Asta-a— pan, «encima del
agua de la garza,» del Códice llama-
do Mendocino.»
Continúa el texto de Paso y Tron-
coso:
«Según todo lo dicho, el mes re-
cibe su nombre de aquel animal,
pero, tomando á la parte por el todo,
lo aplicaban también al plumaje con
que se adornaban la cabeza
Translaticiamente han hecho del
nombre del mes diversas traduc-
ciones: quien dice que significa lo
mismo que mitl ó flecha, lo cual
no es verdad, naciendo esta confu-
sión de que hacían flechas en una
de las dos fiestas en que habían sub-
dividido el mes, para ir á cazar en
la 2.^ fiesta correspondiente al otro
medio mes; quien afirma que signi-
fica tanto quecholli como «fiesta de
caza,» lo cual tampoco tiene valor
lingüístico, y es nueva confusión
dependiente de que, al comenzar la
2.^ mitad del mes, tenían lugar los
ritos de la caza. Acomodándonos á
tales antecedentes, bien podríamos
llamar á la 1.^ decena del mes «fies-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
45
ta de las flechas,» y á la 2.* decena
«fiesta de la caza,» si los indios no
les hubieran impuesto dos nom-
bres más característicos, conser-
vando en ambos la denominación
común Quecholli, y agregando algo
relativo al día de mayor solemm-
dad en una y en otra fiesta, pues á
la de la I * decena le decían Tlaco
Quecholli ó «la mitad del mes Que-
cholli,» porque su día más solemne
era el décimo del mes; y á la fiesta
de la 2.^ decena la nombraban Que-
cholli tlami, que significa «el mes
Quecholli acaba,» porque también
la celebraban con mayor solemni-
dad en el último día de la veintena.»
Hasta aquí paso y Troncoso. Sal-
vo el respeto que debemos á este
maestro, haremos una observación
á la etimología que ha dado á Que-
cholli, Si el segundo elemento de la
palabra fuera olin, «movimiento,»
como él dice, el vocablo debería ser
Quecholin, pues no hay razón para
que pierda olin la final n, como no
la pierde en nahuiolin 6 nauholin.
Si, como escriben todos los auto-
res, el vocablo es quecholli ó que-
chulli, el segimdo elemento es ollió
ulliy «hule» y, figuradamente, «lo
elástico;» y así conviene también al
ave de que se trata, pues su cuello
se mueve como si fuera elástico ó
de hule.
El P. Sahagún, hablando de las
aves, dice:
«Hay otra ave que se llama tlauh-
* quechol ó tenquechol, vive en el
«agua y es como pato: tiene los pies
«como éstos, anchos y colorados,
«también el pico es colorado y como
* paleta de boticario que ellos llaman
* espátula: tiene un tocadillo en la
«cabeza colorado, el pecho, barri-
«ga, cola, espalda, alas, y los codos
'de éstas, del mismo color muy fi-
«no; el pico y los pies son amarillos
^(al principio dijo que colorados):
«dicen que esta ave es el príncipe de
«las garzotas blancas que se juntan
«á él donde quiera que le ven.»
Según Clavigero, le dieron al mes
el nombre de Quecholli, porque era
la estación en que aparecía en las
orillas del lago el hermoso pájaro
llamado así por ellos, y por muchos
europeos, flamenco.
Según Duran, Quecholli significa
«flecha arrojadiza;» Veytia dice que
es el pavo real; Torquemada, que el
francolín ó flamenco; pero el Dr.
Jesús Sánchez ha hecho la observa-
ción de que el tlauhquechol 6 que-
cholli es la espátula color de rosa
(Platalea aiaia de Linneo), y que
pasa todos los años en el mes de no-
viembre, de los países septentrio-
nales al Valle de México.
Los númenes ó dioses de la vein-
tena ereínAíixcoatl,Tlamatsincatl é
laquitecatL A la fiesta en honra de
Mixcoatl precedían cuatro días
de ayuno riguroso y general, con
efusión de sangre, durante los cua-
les se hacían las flechas y dardos
para provisión de las armerías, y
unas saetillas, que con cierta can-
tidad de lefia de pino y algunas
viandas, colocaban sobre los sepul-
cros de sus parientes y después las
quemaban. Sahagún dice: «... .y los
«días que entendían en hacer estas
«saetas, nadie dormía con su mu-
«ger ni bebía pulcre.»— Terminado
el ayuno, salían á una caza general
que se hacía en un monte inmedia-
to, llamado Zacapan. «El día que
«llegaban á esta ladera — dice Sa-
«hagún — descansaban allí aquella
«noche, en sus cabanas de heno, ha-
«cían hogueras para dormir en la
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46
ANALES DEL BCUSEO NACIONAL.
«misma, otro día de mañana, almor-
«zaban todos, y aderezábanse luego
«para la caza: ceñíanse sus mantos
«á los lomos, y poníanse todos en
«montería : todos llevaban arcos y
«saetas, é íbanse juntando poco á
«poco acorralando la caza, que eran
«ciervos, liebres, conejos, y coyotes.
«Cuando ya estaba junta la caza,
«arremetían todos, y tomaba cada
«uno lo que podía: pocos animales
«de aquellos se escapaban, ó casi
«ninguno.»
En efecto, dada la señal de la ca-
cería, los cazadores, que habían ro-
deado la falda del cerro, subían
corriendo con grande gritería y es- i
truendosos alaridos, y en tan buen
orden y tan apretados, que era im-
posible se les escapase una sola pie-
za de caza. Así iban subiendo tam-
bién todos los animales del cerro y
pugnando por salir de aquel cerco;
y ahí era de ver como entre el bu-
llicio y la algazara mataban y fle-
chaban y tomaban á mano venados,
liebres, conejos, leones, comadre-
jas, ardillas, culebras, y en fin, toda
clase de caza, á la que con su es-
truendo y arremetida iban arro-
jando hasta la coronilla del cerro.
Concluida la cacería, llevaban con
grandes demostraciones de júbilo
todos los animales que cogían, y los
sacrificaban, en México, á MixcoatL
El rey asistía, no sólo al sacrificio,
sino á la caza.
En el sexto día del mes daban los
aderezos de papel á los esclavos
que habían de matar á honra del
dios Tlamalsincatl y del dios Is-
quiiecatL Los que hacían el pulque
compraban á estos esclavos y los
sacrificaban á los dioses menciona-
dos, que eran de los de la embria-
guez. También mataban en honra
de estos dioses á muchas mujeres,
adornadas también con papeles, co-
mo si fueran esposas de los núme-
nes. Los Calpixque 6 mayordomos
compraban á dos esclavos que sa-
crificaban á Mixcoatl y á su mujer
Coatlicue, Sahagún describe el sa-
crificio en los términos siguientes:
«Llegada la fiesta que era el último
día de este mes, daban una buelta
á todos los que habían de morir,
trayéndolos en procesión por el re-
dedor del Cu. (V.) Después los lle-
vaban á la casa del Calpulco, y allí
los hacían velar toda la noche. A
esta hora y delante del fuego, cor-
tábanles los cabellos de la coroni-
lla, luego los esclavos quemaban
sus hatos, que eran una banderilla
de papel, su manta, y su maxtle, y
sus vasos que tenían para beber,
todo lo hacían ceniza allí en el Cal-
pulco, y las mugeres también que-
maban todos sus hatos y alhajas, su
petaquilla y sus husos, y demás ins-
trumentos de que se valen para te-
jer: todas estas baratijas las que-
maban las mismas personas cuyas
eran ; decían que todas estas alha-
jas se las habían de dar en el otro
mundo después de su muerte
en amaneciendo los llevaban al lu-
gar de la muerte, subíanlos por las
gradas del Cu á cada uno dos man-
cebos, porque no desmayasen ni ca-
yesen, y otros dos los bajaban des-
pués de muertos, á cada uno de
ellos le llevaban una bandera de pa-
pel delante, cada uno de estos escla-
vos iba con esta compañía. Cuando
subían por las gradas del Cu, lle-
vaban delante de todos cuatro cau-
tivos atados de pies y manos. A
cada uno llevaban cuatro, dos por
los pies, y dos por los brazos; con-
ducíanlos boca arriba y llegados
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SCGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
47
arriba echábanlos sobre el tajón y
abríanlos los pechos y sacábanlos
el corazón. Subíanlos de esta ma-
nera en significación que eran co-
mo ciervos que iban atados á la
muerte, los demás esclavos iban
por su pie. Muertos todos estos, ma-
taban á la postre á la imagen del
dios Mixcoatl: las mugeres matá-
banlas en otro Cu, que llamaban
Coatlan antes que á los hombres, y
las mugeres cuando subían las gra-
das, unas cantaban, otras gritaban,
y otras lloraban; iban llevándolas
por los brazos algunos hombres, por-
que no desmayasen, y después que
las habían muerto, no las arroja-
ban por las gradas abajo, sino que
las descendían rodando poco á po-
co. Estaban abajo cerca del lugar
donde espetaban cabezas dos mu-
jeres Viejas que llamaban Teiaamu
que (V.): tenían junto á sí imas jica-
ras con tamales, y una salza de
molli en una escudilla, y en descen-
diendo á los que habían muerto, lle-
vábanlos donde estaban aquellas
viejas, y ellas metían en la boca á ca-
da uno de los muertos cuatro bo-
cadillos de pan mojados en la sal-
za, y rociábanlos las caras con unas
hojas de cafta mojadas en agua cla-
ra: luego les cortaban las cabezas
los que tenían cargo de esto, y las
espetaban en los varales que esta-
ban pasados por unos maderos co-
mo en lancera. Así se acababa la
fiesta, y se iban todos á sus casas.»
Hemos copiado á la letra este pa-
saje de Sahagún, porque Chavero
dice que los mexicanos no hacían
fiesta religiosa en el mes Quechollí,
y con el pasaje preinserto se evi-
dencia lo contrario. El mismo Cha-
vero, consecuente con su asevera-
ción, no hace mérito de ningxmas
de las ceremonias descripias por
Sahagún, y hace una relación deta-
llada de la fiesta que en este mes
hacían los de Tlaxcalla y Huexo-
tzinco al dios Camaxtle, patrono de
los cazadores.
El Códice Nuttall dice del mes
Quecholli lo siguiente:
«Esta fiesta Uamauan los yndios
q chulé (quechollí) q quiere dezir
saeta que por otro nombre llaman
mitl. por que en ella hazian muchas
saetas y con ellas y con arcos, bai-
lauan este día delante el demonio
q se llamaua mizcoatl (Mixcoatl). y
deste nombre deste demonio senon
bran algunos principales como por
ditado en el pueblo, y luego otro
día siguiente y van á caza con estas
saetas, y quatro días antes ayuna-
van asoló pan y agua, sin comer
axi ni otra cosa, vna vez al día. ha-
zia alanoche aeste demonio pinta-
uan los ojos negros, y vno como
palo blanco porlasnarizes. yenla
mano vn palo labrado como gara-
uato q ellos llaman uan mix coatí
xono quitl (yhuan Mixcoatl xone-
cuillij.»
El símbolo religioso de esta vein-
tena es el quecholli ó un manojo de
pltunas. En algunas pinturas, como
en el Códice Nuttall, es el mismo
Mixcoatl.
QuetzalcoatL Dios del viento.—
«Son tantas las fábulas y ficciones
que los indios inventaron cerca de
sus dioses, y tan diferentemente re-
latadas en diversos pueblos, que ni
ellos se entienden entre sí para con-
tar cosa cierta, ni habrá hombre
que les tome tino.»— Esto que dice
el P. Mendieta, tratándose de los
dioses en general, es muy aplicable,
particularmente, cuando se trata de
la personalidad de Quetsalcoatl.
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48
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Este ser misterioso aparece co-
mo dios, hijo del Ser Supremo y her-
mano de otros dioses, ó como hijo
único de otro dios, habido en la dio-
sa Chtmalma, Se presenta otras ve-
ces como astro, siendo la estrella
vespertina. A veces aparece como
hombre, venido de tierras extrañas,
ya como sacerdote islandés, ya co-
mo apóstol judío, pues muchos sos-
tienen que fué Sto. Tomás, el discí-
pulo que dudó de la resurrección
de Jesús Nazareno, que vino á pre-
dicar el Evangelio á los países de
América; ya, por último, como após-
tol venido de las Indias orientales
con la misión de propagar el cris-
tianismo. Como hombre, unos po-
nen su reinado en Tollan, otros en
Cholollan; pero en todas partes apa-
rece como un santo y como un sa-
bio, según veremos después.
Nosotros creemos que Quetsal-
coatí fué un extranjero, venido de
quién sabe dónde, que hizo grandes
beneficios á los indios, y que des-
pués de muerto ó de desaparecido,
los pueblos nahoas, agradecidos y
admirados, lo deificaron, convir-
tiéndolo en un mito, como lo hacían
los romanos con algunos de sus
emperadores. Pero nuestra opinión
no tiene bases firmes para que se
considere como la solución del pro-
blema de la personalidad de Que-
tsalcoatl; así es que reproducire-
mos en este artículo, á la letra, ó en
extracto, todo lo que sobre tan dis-
cutido numen escribieron los princi-
pales autores antiguos, y los juicios
de los historiadores modernos.
I
Según el Códice Zumárraga, lla-
mado también MS. de Fr. Bernar-
DiNO, habitaban en el treceno cielo
los dioses Tonacatecutli y Tonaca-
cihuatl, su mujer. Cielos y núme-
nes aparecen los primeros, sin de-
cirse de donde traen principio. El
par divino tuvo cuatro hijos: Tía-
tlauhqui Tescatlipoca, Yayauhqui
Tescatlipoca, Quetsalcoatl y Hui-
tsilopochtli. Seiscientos años per-
manecieron inactivos los dioses,
hasta que al fin de aquel período se
reunieron los cuatro hijos á fin de
determinar lo que había de hacerse.
Conferenciando, cometieron el des-
empeño á Quetsacoatl y á Huitsüo-
pochtli. La primera obra de los
dioses creadores fué el fuego, y en
seguida un medio sol que alumbra-
ba poco. Crearon después al hom-
bre Oxomoco y á la mujer Cipac-
tonal. Crearon el infierno, é hicieron
señores de él á Mictlantecutliy á su
mujer Mictlancihuatl: luego crea-
ron los cielos, además del treceno
ya existente. Reunidos en seguida
los cuatro dioses, formaron el agua,
y le dieron por señores á Tlaloc-
cantecutliy á su esposa Chalchiuh-
icueye. Los cuatro dioses, por últi-
mo, hicieron un gran pez dentro del
agua, llamado Cipactli, que fué
transformado en la Tierra, con su
dios Tlaltecutli. Mirando los cua-
tro dioses que el medio sol alum-
braba poco, quisieron completarlo,
y, al efecto, Tescatlipoca se convir-
tió en sol, y permaneció siéndolo
676 años, al fin de los cuales Que-
tsalcoatl le dio con un bastón, le de-
rribó al agua, y él se trasformó en
el astro luminoso. Quetsalcoatl du-
ró hecho sol otros 676 años; pero
Tescatlipoca le dio una coz, lo de-
rribó del cielo, y levantó tan gran-
de viento que se lo llevó á él y á
los waí*^A«a/// (indios plebeyos), los
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
49
cuales se volvieron monos. Tlalo-
cantecutli tomó el lugar de sol, y
alumbró 364 años. Al fin de esta
edad, Quetsalcoatl llovió fuego del
cielo, quitó de sol á Tlaloc y puso
en su lugar á su esposa Chalchiu-
hicueye, la que duró como astro 312
años. En el postrero de estos años
llovió tan reciamente, que todo se
cubrió con el agua; las gentes
se transformaron en peces, y el cie-
lo cayó sobre la tierra. Vista tan
gran destrucción, los cuatro dioses
abrieron cuatro caminos por deba-
jo de la tierra para salir á la super-
ficie superior: crearon cuatro hom-
bres llamados Otomiil, Itscoatl, Ib-
maliyatl y Tenoch, Teacatlipoca se
convirtió en el gran árbol llamado \
tescacuahuitl, y Quetsacoatl en el ,
quetsalhuexotl; y con los árboles,
hombres y dioses reunidos alzaron |
el cielo, y lo pusieron como ahora I
está. Tonacatecutli, por esta acción, I
hizo á sus hijos señores del cielo y ;
de las estrellas. El camino por el I
que Tescatlipoca y Quetsalcoatl p^á- 1
saron por la esfera es la Vía Lác- 1
tea, y allí tienen su asiento. Cator- j
ce años después reuniéronse las I
cuatro divinidades á fin de formar
un sol, así para que alumbrase la
tierra^ como para que comiese co- i
razones y bebiese sangre. Para reu-
nir esta ofrenda hicieron la guerra,
la cual duró tres años, y para que !
hubiese gente de que el sol comie- 1
se, Teacatlipoca creó cuatrocientos
hombres y cinco mujeres, los cua-
les, quedando vivos, fueron trasla-
dados al doceno cielo. Reunida ya
la comida del sol, los dioses ayu-
naron, se sacaron sangre de las ore-
jas y del cuerpo, y, encendido un
gran fuego, Quetsalcoatl arrojó en
él á su hijo, el cual fué hecho sol;
Tlaloc arrojó también á su hijo,
cuando el fuego no estaba tan inten-
so, y salió hecho luna, cenicienta y
obscura á causa del estado de la
hoguera.
En este Códice, como se ha visto,
aparece Quetsalcoatl como dios
creado, pero, al mismo tiempo, como
dios creador de otros dioses y del
mundo, de suerte que es un dios pri-
mitivo, que nada tiene de humano;
así es que no se concibe, cómo, si
fué un hombre deificado, pudieron
remontarlo hasta antes de la Crea-
ción. En la cosmogonía de los soles
se ve que Quetsalcoatl aparece en
antagonismo con su hermano Tes-
catlipoca, formando ambos una es-
pecie de dualidad, en que aquél re-
presenta el genio deJ bien, y éste el
del mal. En esta cosmogonía se di-
ce que Quetsalcoatl arrojó á su hijo
á una hoguera y que se convirtió en
sol; pero no se dice quién hubo este
hijo y cuál era su nombre. En otro
lugar del Códice se dice que el hijo
lo tuvo sin concurso de mujer, pe-
ro no se menciona su nombre.
Sólo en este Códice se atribuye á
Quetsalcoatl un origen puramente
divino, pues aun cuando en otros
aparece como hijo de Istacmix-
coath este personaje tan pronto fi-
gura como dios, como como un vie-
jo que vivía en Chicomostoc, según
veremos en el número siguiente:
II
El P. Mendieta, hablando de la
genealogía de los indios, dice:
«Cerca de la dependencia y ori-
gen de los indios que poblaron esta
Nueva España, comienzan á contar
y tomar principio de sus generacio-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
nes de un viejo anciano iBÍacniix-
cohuatl, q.e residía en aquellas sie-
te cuevas llamadas Chicomostoc , de
cuya mujer llamada Ilancuey, dicen
que hubo seis hijos»
Los enumera, y señala las nacio-
nes de que fueron progenitores.
(Véase Iztamixcoatl ) y contimía
diciendo:
«El mismo viejo Istacmixcohuatl,
padre de los sobredichos, hubo de
otra mujer llamada Chimalrnatl
(V.), un hijo que se llamó Quetsal-
coatl. Este salió hombre honesto y
templado, comenzó á hacer peniten-
cia de ayuno y disciplinas, y á pre-
dicar (según se dice) la ley natural: j
y así enseñó por ejemplo y por pa-
labra el ayuno, en esta tierra antes
no usado, sino que desde este tiem-
po comenzaron algunos á ayunar,
y después se fué aumentando el
uso del ayuno, q.e guardaban estos
indios en su infidelidad con excesi-
vo rigor. Este Quetsalcoatl no fué
casado, antes dicen que vivió casta
y honestamente. El dicen que co-
menzó el sacrificio de sacar sangre
de las orejas y de la lengua, no por
servir al demonio (según se en-
tendía), mas por penitencia (aun-
que necia) contra el vicio de oír y
hablar, y después el demonio lo
aplicó á su culto y servicio. A este
Quetsalcoatl tuvieron los indios de
esta Nueva España por uno de los
principales de sus dioses, y llamá-
ronle dios del aire, y por todas par-
tes le edificaron templos, y levan-
taron su estatua, y pintaron su fi-
gura.»
En otro lugar, hablando de los
dioses, dice:
«En las provincias principales de
esta Nueva España, demás del sol
que era general dios para todos.
tuvo cada una su dios particular y
principal á quien sobre todos los de-
más reverenciaban y ofrecían sus
sacrificios, como México á Vsilo-
puchtli. que los españoles por lo no
poder bien pronunciar llamaron
ocho lobos ó Fr/r/7o6o5 (tampoco el
P. Mendieta lo no pudo bien pro-
nunciar); en Tezcuco á Tezcatlipu-
ca; en Tlaxcalla á Camaxtli, y en
Cholula á Quesalcoatl, y estos sin
duda fueron hombres famosos q.e
hicieron algunas hazañas señala-
das ó inventaron cosas nuevas en
favor y utilidad de la república, ó
porque les dieron leyes ó reglas de
vivir, ó les enseñaron oficios, ó sa-
crificios, ó algunas otras cosas que
les parecieron buenas y dignas de
ser satisfechas con obras de agra-
decimiento, como leemos que los ro-
manos y otras naciones por estos
mismos respetos solían levantar es-
tatuas á los tales hombres, y algu-
nos de ellos fueron adorados por
dioses
ellos vinieron de la parte
del poniente, de la generación que
se dice de los chichimecos. Fueron
grandes y esforzados capitanes, y
tan valerosos, que señorearon por
grado ó por fuerza aquellas pro-
vincias de México, Tezcuco y Tlax-
calla, cuyos naturales habitado-
res eran entonces los otomíes, q.e
es una nación de otra lengua y de
menos policía, y de estos no se sa-
be de donde tuvieron origen, por-
que no se tiene noticia que vinieran
de otra parte, aunque es verdad
que vinieron, según nuestra fe, pe-
ro no se sabe de donde. El dios ó
ídolo de Cholula, llamado Quetsal-
coath fué el mas celebrado y tenido
por mejor, y mas digno sobre los
otros dioses, según la reputación
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
51
de todos. Este, según sus historias
(aunque algunos digan que de Tula)
vino de las partes de Yucatán á la
ciudad de Cholula. Era hombre
blanco, crecido de cuerpo, ancha la
frente, los ojos grandes, los cabe-
llos largos y negros, la barba gran-
de y redonda; á este canonizaron
por sumo dios y le tuvieron grandí-
simo amor, reverencia y devoción,
y le ofrecieron suaves, devotísi-
mos y voluntarios sacrificios por
tres razones: la primera, porque les
enseñó el oficio de la platería que
nunca hasta entonces se había sa-
bido ni visto en esta tierra, de que
mucho se jactaron los vecinos na-
turales de aquella ciudad: la segun-
da, porque nunca quiso ni admitió
sacrificios de sangre de hombres ni
de animales, sino de pan y de rosas
y flores, y de perfumes y olores:
la tercera, porque vedaba y prohi-
bía con mucha eficacia la guerra,
robos y muertes y otros daños que
se hacían unos á otros. Lóase tam-
bién mucho este Quetsalcoatl de
que fué castísimo y honestísimo,
y en muchas cosas moderatísimo:
era en tanta manera reverencia-
do, tenido y visitado con votos y
peregrinaciones de todos estos rei-
nos por aquellas prerrogativas, que
aun los enemigos de la ciudad de
Cholula se prometían de ir allí en
romería, y cumplían sus promesas
y devociones, y venían seguros, y
los señores de las otras provincias
y ciudades tenían allí sus capillas y
oratorios, y sus ídolos ó simulacros;
y solo este entre todos se llamaba
señor por excelencia, de suerte que
cuando juraban ó decían por nues-
tro señor, se entendía por Quesal-
coatí, y no por otro alguno, aunque
había otros muchos que eran dioses
muy estimados; todo esto por el
amor grande que le tenían por las
tres razones arriba dichas; y en su-
ma porque en la verdad el señorío
de aquél fué suave y no les pidió en
servicio cosas penosas sino ligeras,
y les enseñó las virtuosas, prohi-
biéndoles las malas y dañosas mos-
trando aborrecerlas; de donde pa-
rece claro que los indios q.e hacían
sacrificios de hombres, no lo ha-
cían de voluntad, sino por el gran
miedo que tenían al demonio por las
amenazas que les hacía, que los
había de destruir y dar malos tem-
porales y muchos infortunios si no
cumplían lo que les tenía mandado
y recibido ellos en costumbre. Afir-
man de Quetsalcoatl que estuvo
veinte años en Cholula, y estos
pasados, se volvió por el camino
por do había venido, llevando con-
sigo cuatro mancebos principales
virtuosos de la misma ciudad, y
desde Guazacualco los tomó á en-
viar, y entre otras doctrinas que
les dio, fué que dijesen á los veci-
nos de la ciudad de Cholula que tu-
viesen por cierto que en los tiempos
venideros habían de venir por la
mar de hacia donde sale el sol unos
hombres blancos, con barbas largas
como él, y que serían señores de
aquellas tierras, y que aquellos eran
sus hermanos, y los indios siempre
esperaron q.e se había de cumplir
aquella profecía, y cuando vieron
venir á los cristianos luego los lla-
maron dioses hijos y hermanos de
Quetsalcoatl, aunque después que
conocieron y experimentaron sus
obras, no los tuvieron por celes-
tiales.»
En el pasaje preinserto de Men-
dieta llama la atención que, contra
el común sentir de cronistas é his-
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52
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
toriadores, asegure que Quetsal-
coatí no haya ido de Tollan á Cho-
lula, sino que aquí vino de Yucatán.
Por lo demás, el retrato que hace
de él y costumbres que le atribuye,
están conformes con las descripcio-
nes de todos los autores.
III
El P. Sahagún, hablando de los
dioses, dice:
«Este Quetsalcoatl aunque fué
hombre, teníanlo por dios, y decían
que barría el camino á los dioses
del agua, y esto adivinaban, porque
antes que comienzan las aguas, hay
grandes vientos y polvos, y por es-
to decían que Quetsalcoatl dios de
los vientos, barría los caminos
de los dioses de las lluvias, para
que viniesen á llover—Los atavíos
con que lo aderezaban eran los si-
guientes: una mitra en la cabeza,
con un penacho de plumas, que lla-
man qíietsalli: la mitra era man-
chada como cuero de tigre: la cara
tenía teñida de negro y todo el cuer-
po: tenía vestida una camisa como
sobrepelliz labrada, y no le llegaba
mas de hasta la cinta : tenía unas
oregeras de turquezas, de labor mo-
sayco: tenía un collar de oro, de que
colgaban unos caracolitos mariscos
preciosos. Llevaba á cuestas por
divisa un plumaje, á manera de lla-
mas de fuego: tenía mas, unas cal-
zas desde la rodilla abajo de cue-
ro de tigre, de las cuales colgaban
unos caracolitos mariscos: te-
nía unas sandalias teñidas de ne-
gro, revuelto con margarita: tenía
en la mano izquierda una rodela,
con una pintura con cinco ángulos,
que llaman el Joel del viento. En la
mano derecha tenía un cetro á ma-
nera de báculo de obispo, muy la-
brado de pedrería, pero no era largo
como el báculo, parecía por donde
se tenía como empuñadura de es-
pada: era este el gran sacerdote
del templo.»
La descripción que hace Sahagún
de los atavíos de Quetsalcoatl no
corresponde á las pinturas de los
Códices, pues en el Códice Nuttall
hay tres retratos de este numen,
distintos entre sí, y sólo el de la lá-
mina 61 tiene algunas semejanzas
con el de Sahagún. En el Códice
Fejer Vary está pintado muchas
veces el dios, y todas de diversa
manera. En los Códices Vaticano
y BoRGiANO sucede lo mismo. Es-
tas diferencias revelan que no en
todos los pueblos vestían al dios la
misma librea, ó que en un mismo
pueblo le ponían diversas, según
era la advocación, como sucede en-
tre los cristianos con la imagen de
María, madre de Jesús, que, como
dice el P. Ripalda, « no es más q.e
una sola, mas se le llama por diver-
sos nombres (y se viste conforme á
ellos) para significar los diversos
beneficios q.e de su mano recibi-
mos. . . »
IV
El Códice Nuttall pinta á Que-
tsalcoatl en las láminas 34, 61 y 62.
En la primera se ocupa de él con
motivo de la fiesta que se le consa-
graba en el mes Etsalcua lis tlt\ (V.)
y, al describirla, dice: « el de-
monio que en ella se honrraua era
quezal coatí, q quiere dezir culebra
de pluma Rica, era este, dios del
ayre y dezían ser amigo ó pariente
de otro que se llamaua tlaloc y her-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
53
mano de otro q. se llamaua xubotl
(¿). el qual ponen en los juegos de
pelota, pintado ó de bulto, ...»
En la cosmogonía del Códice Zu-
mArraga hemos visto que Quetsal-
coatí y Huit¿:ilopochtli crearon á
Tlaloc; así es que éste no fué pa-
riente de aquél, aunque sí puede
haber sido su amigo, como dice el
intérprete del Códice Nuttall.
En la lámina 61 se ocupa el intér-
prete de la genealogía del dios y de
la significación de su nombre, y
dice:
«Este demonio era uno de los dio-
ses q los yndios tenían, su nombre
era q zalcoatl. que quiere dezir plu
ma de culebra, este tenían por dios
del ayre. este pintauan. la cara de
la nariz abaxo de madera como una
trompa, pordo soplaua al ayre. q
ellos dezían que era del dios yenci-
ma de la cabeza le ponían una co-
roza de cuero de tigre, y della salía
por penacho un hueso delqual col-
gaua mucha pluma, de patos de la
tierra que ellos llamauan xumutl. y
enfin estaua del pico, atado vn pa-
jaro que se llama vicicili (huitaitsi-
Un), quando se celebraua lafiesta.
los yndios ofrecían á este ydoJo.
Ayutli (calabazas) q son vnos me-
lones de la tierra, este dizen que
fué hijo de otro dios q llaman mic-
rlan tecutli. que es señor del lugar
de los muertos, yes de otro y dolo
q llaman xulutl (Xolotl) q quiere
dezir vn modo de pan q ellos tienen
hecho debledos y mahiz.»
En la lámina 62 refiere el intér-
prete un suceso tan sucio como ra-
ro, que no hemos visto en ninguna
historia ni crónica. Dice así:
«Este demonio q aquí esta pinta-
do dizen q hizo vna gran fealdad
nefanda q este zalcoatl. estando la-
vándose tocando con sus manos el
miembro viril, hecho (echó) desi la
simiente, y la arronjo encima de
una piedra, y alli nazio el morcie-
lago al qual enviaron los dioses q
mordiese a una diosa, q ellos lla-
mauan suchiqzal (Xochiquetsal) q.
quiere dezir Rosa, q le cortase de vn
bocado lo q tiene dentro del miem-
bro femíneo y estando ella dur-
miendo lo corto y lo traxo delante
de los dioses y lo lañaron y del agua
que dello de Ramaron salieron Ro-
sas q no huelen bien, y después el
mismo morcielago llevo aquella
Rosa al mictlan tecutli. y alia lo
lauo otra vez. y del agua dello salió
salieron rosas olorosas, q ellos lla-
man súchiles por deribacion desta
diosa, q ellos llaman suchi quezal,
yansi tienen q las Rosas olorosas
vinieron del otro mundo, de casa
de esteydoloq ellos llaman mictlan
tecutli. y las que no huelen dizen q
son nacidas desde el principio en
esta tierra.»
Aquí aparece Quetsahoatl como
hijo de Mictlantecuili, y en la teo-
gonia del Códice ZumArraga lo he-
mos visto como creador de este
dios y de su mujer Míctlancihuatl.
El intérprete del Códice Nuttall,
de una manera indeterminada, po-
ne en contacto á Quetsalcoatl con
Xolotl, y aun parece que dice que
fué su hijo; pero la única afinidad
que hay entre estos dos númenes
es que ambos eran los dioses patro-
nos del juego de pelota ó tlachtli,
pues los dos están pintados en los
edificios en que se jugaba á la pe-
lota.
V
Las fiestas que se hacían en ho-
nor de Quetsalcoatl están descritas
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54
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
en los meses Etsalcualistli y Te-
cuilhuitontli. (V.)
VI
Hasta aquí hemos visto á Que
tBalcoatl como dios creado y crea-
dor y como hombre deificado por
su virtud y su sabiduría. Vamos
ahora á dar á conocer sus acciones
sabias y virtuosas.
El P. Sahagún, en un capítulo cu-
yo rubro es : Dase noticia de quien
era Quetzalcoatl, otro Hércules,
gran nigromántico, donde reinó y
de lo que hiso cuando se fué» dice:
^Quetzalcoatl fué estimado y te-
nido por dios, y lo adoraban de tiem-
po antiguo en Tulla, y tenía un Cu
muy alto con muchas gradas y muy
angostas que no cabía un pie, y es-
taba siempre echada su estatua, y
cubierta de mantas, y la cara q.e te-
nía era muy fea, y la cabeza era lar-
ga y barbudo, y los vasallos que
tenía eran todos oficiales de artes
mecánicas, y diestros para labrar
las piedras verdes que se llaman
chalchivites (chalchihuitlj, y tam-
bién para fundir plata; y hacer otras
cosas; y estas artes todas tuvieron
principio y origen del dicho Que-
tzalcoatl, y tenía unas casas he-
chas de piedras verdes preciosas, y
otras hechas de plata, otras hechas
de concha colorada y blanca, otras
hechas todas de tablas, otras he-
chas de turquezas, y otras hechas
de plumas ricas; y los vasallos que
tenía eran muy ligeros para andar
y llegar adonde ellos querían ir, y
se llamaban Tlanquacemilhitime, y
hay una sierra que se llama Tsa-
tBitepetl (hasta ahora así se nom-
bra) en donde pregonaba un pre-
gonero para llamar á Jos pueblos
apartados, los cuales distan mas de
cien leguas q.e se nombra Anaoac
(Anahuac) y desde allá oían y en-
tendían el pregón, y luego con bre-
vedad venían á saber, y oir lo q.e
mandaba el dicho Quetzalcoatl y
mas dicen, que era muy rico y q.e
tenía todo cuanto era menester y
necesario de comer y beber, y que
el maiz era abundantísimo, las (Ca-
labazas muy gordas de una braza
en redondo, y las mazorcas de maiz
eran tan largas que se llevaban
abrazadas, y las cañas de bledos
eran muy largas, y gordas, y q.e
subían por ellas como por árboles:
y que sembraban y cogían algodón
de todas colores naturales que así
se nacían. Y mas dicen, que en el
dicho pueblo de Tulla se criaban
muchas y diversas clases de aves
de pluma rica y colores diversas
que se llaman xiuhtototl ,quet salto-
totl, zacuan, y tlauhquechol, y otras
aves que cantaban dulce y suave-
mente, y mas reñía el dicho Que-
tzalcoatl todas las riquezas del
mundo de oro y plata, y piedras
verdes, y mucha abundancia de ár-
boles de cacao de diversas colores
q.e se llaman xochicacaotl, y los di-
chos vasallos de Quetzalcoatl esta-
ban muy ricos y no les faltaba cosa
alguna» y no comían las mazorcas
desde pequeñas, sino que con ellas
calentaban los baños como con le-
ña. También dicen que el dicho Que-
tzalcoatl hacía penitencia punzan-
do sus piernas y sacando la sangre
con que manchaba y ensangrentaba
las puntas de maguey, y se lavaba
á la media noche en una fuente que
se llama xicapoya, y esta costum-
bre y orden tomaron los sacerdotes
de los ídolos mexicanos »
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
55
Si bien es cierto que refiere Sa-
hagún, en el pasaje preinserto, ac-
tos de Quetsalcoatl en que se mues-
tra sabio y virtuoso, ninguno de
esos actos lo hace aparecer como
Hércules, según dijo en el rubro del
capítulo. Tampoco dice una pala-
bra de lo quehiso cuando se fué. No
corresponde, pues, el sumario del
capítulo con lo contenido en él. Por
las inmensas riquezas que le atri-
buye, podía haberlo comparado con
el rey Salomón; tan fabulosas son
unas como otras.
VII
No da Sahagún ningunos porme-
nores del gobierno de QuetBalcoatl
en Tula, sino que después de las
generalidades que expone en el ca-
pítulo que insertamos en el párrafo
anterior, trata De cómo se acabó la
fortuna de Quetsalcoatl, y vinieron
contra él otros tres nigrománticos,
y de las cosas que hicieron, y dice:
«Vino el tiempo en que acabase
la fortuna de Quetsalcoatl y de los
Tultecas, pues se presentaron con-
tra ellos tres nigrománticos, llama-
dos Vitmlopuchtli (Huitsilopochtli),
Titlacaoan (Titlacahuan) y Tlaca-
bepan (TlacahuepanJ, los cuales hi-
cieron muchos embustes en Tulla,
y el Titlacaoan comenzó primero á
fabricar una superchería porque se
volvió como un viejo muy cano, y
bajo esta figura fué á casa de Que-
tsalcoatl diciendo á los pajes de és-
te: quiero ver y hablar al rey: ellos
le dijeron quita allá, vete viejo, que
no le puedes ver porque está enfer-
mo, y le dejarás enojado y con pe-
sadumbre: entonces dijo el viejo,
yo le tengo de ver: respondieron los
pajes, aguardaos, y así fueron á de-
cir á dicho Quetsalcoatl de como
venía un viejo á hablarle, y dije-
ronle: señor, nosotros echábamosle
fuera para que se fuese, y no quie-
re diciendo q.e os ha de ver por
fuerza. Quet^alcoatl dijo: éntrese
acá, y venga q.e lo estoy aguardan-
do muchos días há. Luego llamaron
al viejo y entró éste adonde estaba
Quetsalcoatl y di jóle: ¿hijo, cómo
estáis? aquí tengo una medicina pa-
ra que la bebáis: di jóle Quetsalcoatl
respondiendo, en horabuena ven-
gáis viejo, que ya ha muchos días
que os estoy aguardando: preguntó
el viejo Á Quetsalcoatl, ¿cómo estáis
de vuestro cuerpo y salud? respon-
dióle Quetsalcoatl, estoy muy indis-
puesto, y me duele todo el cuerpo,
las manos y los pies no los puedo
menear; di jóle el viejo al rey, señor
veis aquí la medicina que os traigo
es muy buena y saludable, y se em-
borracha quien la bebe, si quisiereis
beber emborracharos ha, y sanaros
ha, y ablandaros ha el corazón, y
acordárseos ha los trabajos y fati-
gas de la muerte, ó de nuestra vida:
Quetsalcoatl respondió: ¡o viejo!
¿adonde me tengo de ir? el viejo le
dijo : por fuerza habéis de ir á Tu-
llantlapallan, donde está otro viejo
aguardándoos, él y vos hablareis
entre vosotros, y después de vues-
tra vuelta estaréis como mancebo,
y aun os volvereis otra vez como
muchacho. Quetsalcoatl oyendo es-
tas palabras moviósele el corazón,
y tornó á decir el viejo á Quetsal-
coatl, señor bebed esa medicina:
respondióle Quetsalcoatl, no quie-
ro beber: instóle el viejo diciendo:
bebedla señor, porque si no la bebéis
después se os ha de antojar, ó á lo
menos ponéosla en la frente, y be-
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56
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
bed tantita: Quetsalcoatl gustó y
probóla, y después bebióla diciendo
¿qué es esto? parece ser cosa muy
buena y sabrosa, ya me sanó y qui-
tó la enfermedad, ya estoy bueno,
otra vez le dijo el viejo, señor be-
bedla otra vez porque es muy bue-
na, y estaréis mas sano : Quetsal-
coatl bebióla otra vez de que se
emborrachó, y comenzó á llorar tris-
temente, y se le ablandó el corazón
para irse, y no se le quitó del pen-
samiento lo que tenía por el engaño
3^ burla que le hizo el dicho nigro-
mántico viejo: la medicina que be-
bió el dicho Quetsalcoatl era vino
blanco de la tierra hecho de mague-
yes que se llaman Teometl (Maguey
de dios).»
Algunos autores creen que el pa-
saje preinserto es una alegoría bajo
la cual se encarece el mérito del
Pulque, que trastorna la cabeza y
mueve los afectos del ánimo, según
la pasión dominante. Como el rei-
nado de Quetsalcoatl en Tulla exis-
tió, según las tradiciones, en los
primeros años de la fundación de
la ciudad, y como la invención del
pulque fué en el período del penúl-
timo rey, que fué Tecpancaltsin^vQ-
sulta un anacronismo en el ofrecí
miento que hacía Titlacahuan á
Quetsalcoatl del pulque, ó no era
pulque la medicina que lo obligó á
beber. Prescindiendo de esto, el pa-
saje es tan obscuro, que no se com-
prende cuál haya sido el propósito
del nigromántico, ni la burla, ni mu-
cho menos que el sabio Quetsal-
coatl se haya dejado engañar. En
los pasajes siguientes ya se com-
prende algo más la lucha sostenida
entre Quetsalcoatl y los nigromán-
ticos.
VIII
En los seis capítulos siguientes
al preinserto, refiere Sahagún con
el nombre de embustes una multi-
tud de daños que causaron los ni-
grománticos á los tulanos ó tulte-
cas para hostilizar á Quetsalcoatl;
pero omitimos su inserción, porque
su contenido puede verse en los ar-
tículos Titlacahuan, Tlacahuepan
y TOBELLO.
IX
Después de referir Sahagún to-
dos los males que con sus embustes
hicieron los nigrománticos á los ha-
bitantes de Tulla, para hostilizar á
Quetsalcoatl, se ocupa De la huida
de QuETZALCOATL para Tlapallan,
y de las cosas que por el camino
hiso, y dice:
«Otros muchos embustes acaecie-
ron á los tultecas por habérseles
acabado la fortuna, y Quetsalcoatl
teniendo pesadumbre por ellos
acordó de irse de Tulla, á Tlapa-
llan, é hizo quemar todas las casas
que tenía hechas de plata y de con-
cha, y mandó enterrar otras cosas
muy preciosas dentro de las sie-
rras ó barrancos: con virtió los árbo-
les de cacao en otros árboles que se
llaman misquitl (mesquite), y de-
más de esto mandó á todos los gé-
neros de aves de pluma rica, que
se llaman Quetsaltototl y Tlauh-
quechol que se fuesen delante, y
fuéronse hasta Anaoac (Anahuac
Xicallanco: la costa de Veracruz),
que dista mas de cien leguas. Que-
tsalcoatl comenzó á tomar el cami-
no y partirse de Tulla, y así se
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
57
fué: llegó á un lugar que se llama
Quauhtitlan. donde estaba un árbol
grande, y grueso y largo; arrimóse
á él, pidió á los pajes un espejo y
se lo dieron, miróse la cara en él
y dijo: ya estoy viejo. ... y enton-
ces nombró al dicho lugar Veve-
quauhiitlan (Huehuecuauhtitlan):
luego tomó piedras con que apedreó
el árbol, y todas las piedras que ti-
raba las metía dentro del árbol, y
por muchos tiempos así estaban
y parecían, y todos las veían desde
arriba hasta el suelo: así iba cami-
nando Quetsalcoatl, é iban delante
tañéndole flautas. Llegó á otro lu-
gar en el camino donde descansó,
y se sentó en una piedra, y puso las
manos en ella, y dejó las señales de
las manos en la misma. Estando
mirando acia Tulla comenzó á llo-
rar, y las lágrimas que derramó,
cabaron y horadaron la dicha pie-
dra donde estaba llorando y des-
cansaba.»
Sigue hablando Sahagún De las
señales que dejó en las piedras he-
chas con las palmas de las manos
y con las nalgas donde se asenta-
ba, y dice:
oiQuetsalcoatl puso las manos to-
cando á la piedra grande donde se
asentó, y dejó señales de las pal-
mas de sus manos en la misma pie-
dra, así como si pusiera las manos
en lodo, que ligeramente se queda-
ran señaladas; también dejó seña-
les de las nalgas en la dicha piedra,
y estas señales parecen y se ven
claramente, y entonces nombró el
dicho lugar Temacpalco (V.) y se
levantó. Y yéndose de camino llegó
á otro lugar que se llama Tepanoa-
ya, por donde pasa un río grande y
ancho; Quetsalcoatl mandó hacer
y poner una puente de piedra en
aquel río, y por ella pasó, y se lla-
mó el lugar Tepanoaya, (V.) Conti-
nuando el camino llegó á otro lugar
que se llama Coahpa, (V.) en donde
los nigrománticos vinieron á en-
contrarse con él, por impedirle, que
no se fuese mas adelante diciendo
al Quetsalcoatl ¿a donde os vais?—
¿Por qué dejasteis vuestro pueblo?
¿A quien lo encomendasteis? ¿Quien
hará penitencia? y Quetsalcoatl res-
pondiendo á los dichos nigromán-
ticos di joles: en ningima manera
podéis impedir mi ida, por fuerza
tengo de irme; y los nigrománticos
tornaron á preguntar á Quetsal-
coatl, ¿á donde os vais? y él les res-
pondió diciendo, 3'^o me voy hasta
Tlapallan. ¿á que os vais allá? di-
jeron los nigrománticos, y él res-
pondió, vinieron á llamarme y llá-
mame el sol: á lo que respondieron
entonces, idos en hora buena; pero
dejad todas las artes mecánicas de
fundir plata y labrar piedras y ma-
dera, pintar, y hacer plumajes y
otros oficios; todo se lo quitaron los
nigrománticos á Quetsalcoatl, y él
comenzó á echar en una fuente to-
das las joyas ricas que llevaba con-
sigo, y por lo que fué llamada la
dicha fuente Coscoapa, (V.) y ahora
se llama Coahapa. Prosiguiendo su
camino Quet.salcoatl , llegó á otro
lugar que se llama Cochtoca, adon-
de vino otro nigromántico y encon-
tróse con él diciendole: ¿á donde os
vais? y Quetsalcoatl le dijo: yo me
voy á Tlapallan, á lo que el nigro-
mántico respondió, en hora buena os
vayáis, pero bebed ese vino que
os traigo: no lo puedo beber ni gus-
tar un tantico dijo Quetsalcoatl, y
dijo el nigromántico, por fuerza lo
habéis de beber y gustar un poqui-
to, porque á ninguno de los vivos
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58
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
debo de darlo, y A todos emborra-
cho, ea, pues, bébelo; Quetaalcoatl
tomó el vino y lo bebió con una ca-
ña, y en tomándolo se emborrachó
y durmióse» y cuando despertó mi-
rando á una y otra parte, sacudía
los cabellos con la mano, y enton-
ces fué llamado el Xxxg'áv Cochtoca.y>
Sigue hablando Sahagún De co-
mo de frío se le murieron todos sus
pages á QuETZALCOATL en la pasa-
da de entre las dos sierras, el Vol-
can (Popocatepetl), y la Sierra ne-
vada (Iztaccihuatl), y de otras ha-
sañas suyas, y dice:
«Yéndose de camino Quetzal-
coatí, mas adelante al pasar entre
las dos sierras del Volcan y de la
Sierra nevada, todos sus pages que
eran enanos y corcobados que le
iban acompañando, se le murieron
de frío, y el sintió mucho la muer-
te de los pajes, y llorando muy
tristemente, cantando su lloro y sus-
pirando, miró la otra Sierra neva-
da que se nombra Poyauhtecatl, (V.),
que está junto á Tecamachalco, y
así pasó por todos los lugares
y pueblos, y puso muy muchas se-
ñales en las sierras y caminos de
su tránsito. Mas cuentan, que Que-
taalcoatl se andaba holgando, y ju-
gando en una sierra, y encima de
ella se asentó, y venia bajándose
asentado hasta el suelo, y bajo déla
sierra y así lo hacía muchas veces.
Cuentan también que en otro lugar
hizo poner un juego de pelota he-
cho de piedras en cuadro, donde
solían jugar, que se llama tlachíli,
y en el medio del juego puso una
señal ó raya q.e se dice tlecotl, y
donde hizo la raya está abierta la
sierra muy profundamente. En otro
lugar tiró con una saeta á un árbol
grande que se llama pochutl (po-
chotl: seiba), y la saeta era también
un árbol que se llama pochutl, y
atravesóle con ella, y así está hecha
una cruz; mas dicen que Quetzal-
coatí hizo y edificó unas casas de-
bajo de la tierra, que se llaman mic-
tlancalco (en las casas de la mansión
de los muertos), é hizo poner una
piedra grande que se mueve con el
dedo menor: dicen que cuando hay
muchos hombres que quieren me-
near la piedra, que no se mueve
aunque sean muy muchos. Hay
otras cosas notables q.e hizo Que-
tsacoatl en muchos pueblos, y dio
todos los nombres á las sierras,
montes y lugares. En llegando á la
ribera de la mar, mandó hacer una
balsa formada de culebras que se
llama coatlapechtli, y en ella entró
y asentóse como en una canoa, y
así se fué por la mar navegando,
y no se sabe como, y de que mane-
ra llegó á Tlapallan.* (Véase Coa-
TZACUALCO.)
El P. Mendieta dice que Quetaal-
coatl no reinó en Tulla, sino en Cho-
lula, y el P. Sahagún lo hace rey de
Tulla y ni mención hace de Cholu-
la; pues aun cuando en el prólogo
al libro 8.** de su obra, habla de Cho-
lula, no dice que haya reinado en
ella Quetaalcoatl, ni siquiera que
hubiera estado allí, porque la fun-
dación de esa ciudad la atribuye á
los que huyeron de Tulla y después
de la marcha de Quetaalcoatl á Tla-
pallan. El pasaje dice así:
«Según que afirman los viejos en
cuyo poder estaban las pinturas y
memorias de las cosas antiguas, los
que primeramente vinieron á po-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
59
blar esta tierra de Nueva España,
vinieron de acia el norte en deman-
da del paraíso terrenal: traían por
apellido Tamoancha . y es lo que aho*
ra dicen Tictemoatochan, que quiere
decir buscamos nuestra casa natu-
ral: por ventura inducidos de algún
oráculo, que alguno de los muy es-
timados entre ellos habia recibido
y divulgado, que el paraíso terre-
nal está acia el mediodía como es
verdad según casi todos los que
escriben que está debajo de la línea
equinoccial, y poblaban cerca de
los mas altos montes que hallaban,
por tener relación que es un monte
altisimo, y es así verdad. Estos pri-
meros pobladores (según lo mani-
fiestan los antiquísimos edificios
que ahora están muy patentes) fue-
ron gente robustísima; sapientísi-
ma, y belicosísima. Entre otras co-
sas muy notables que hicieron, edi-
ficaron una ciudad fortísima en
tierra muy opulenta, de cuya felici-
dad y riquezas, aun en los edificios
destruidos de ella, hay grandes
indicios. A esta ciudad llamaron
Tulla que quiere decir: lugar de
fertilidad y abundancia, y aun aho-
ra se llama asi, y es lugar muy ame-
no y fértil. En esta ciudad reinó
muchos afios un rey llamado Que-
tsalcoatl, gran nigromántico, é in-
ventor de la nigromancia, y la dejó
á sus descendientes; fué extrema-
do en las virtudes morales. Está el
negocio de este reino entre estos
naturales, como el del rey Artus
entre los ingleses. (Arturus, rey de
Inglaterra, de quien dice la conseja,
según Cervantes, que anda por el
mundo en figura de Cuervo , y al-
gún día recobrará su primitiva for-
ma y reino,) Fué esta ciudad des-
truida y este rey ahuyentado: dicen
que caminó acia el oriente, y que
se fué acia la ciudad del sol llama-
da Tlalpallan, y fué llamado del
sol. Dicen que es vivo, y que ha de
volver á reinar y á reedificar aque-
lla ciudad que le destruyeron, y así
hoy día lo esperan. Y cuando vino
D. Fernando Cortes pensaron que
era él, y por tal le recibieron y tu-
vieron, hasta que su conversación
y la de los que con él venían los
desengañó. (El editor de Sahagún,
en una nota, dice con mucha justi-
cia: Dígase mejor, hasta que sus
adulterios, sus robos, escándalos y
abominaciones de él y de los suyos,
desengañaron á los indios,) Los
que de esta ciudad huyeron, edifi-
caron otra muy próspera que se
llama Cholulla, á la cual por su
grandeza y edificios, los españoles
en viéndola la pusieron Roma por
nombre. Parece que el negocio de
estas dos ciudades llevaron el ca-
mino de Troya y Roma,»
XI
Hablando Sahagún de los Tolte-
cas, dice:
« adoraban á un solo
señor que tenían por Dios, al cual
llamaban Quelsalcoatl, cuyo síi.cer-
dote tenía el mismo nombre, el cual
era muy devoto y aficionado á las
cosas de su Dios, y por esto era te-
nido en mucho entre ellos; y así es
que lo que les mandaba lo hacían,
y cumplían, y escedían de ello, y les
solía decir muchas veces, que ha-
bía un solo señor y dios que se decía
Quetsalcoatl, y que no quería mas
que culebras y mariposas que le
ofreciesen y diesen en sacrificio; y
como los dichos tultecas en todo lo
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60
ANALBS I>£L MUSEO NACIONAL
creían, y obedecían, y no eran me-
nos aficionados á las cosas divinas
que su sacerdote, y muy temerosos
de su dios, ejecutaban sus órdenes.
Finalmente fueron persuadidos y
convencidos por el dicho Quetsal-
coatí para que saliesen del pueblo
de Tulla, y así salieron de allí por
su mandado, aunque ya estaban allí
mucho tiempo había poblados, y te-
nían hechas lindas y suntuosas ca-
sas de su templo y de sus palacios,
que habían sido edificadas con har-
ta curiosidad en el pueblo de Tulla
y en todas partes y lugares donde
estaban derramados, poblados y
muy arraigados los dichos tultecas,
con muchas riquezas que tenían.
Al fin se hubieron de ir de allí, de-
jando sus casas, sus tierras, su pue-
blo y sus riquezas, y como no las
podían llevar todas consigo, mu-
chas dejaron enterradas, y aun aho-
ra algunas de ellas se sacan debajo
de la tierra, y cierto, no sin admi-
ración de primor y labor; y asi cre-
yendo y obedeciendo á lo que di-
cho Quetsalcoatl les mandaba, hu-
bieron de llevar por delante aunque
con trabajo, sus mugeres é hijos,
enfermos, viejos y viejas, y no hu-
bo ninguno que no le quisiese obe-
decer, porque todos se mudaron
luego que él se salió del pueblo de
Tulla para irse á la región que lla-
man Tlapallan, donde nunca mas
pareció el dicho QuetsalcoatL*
Sigue Sahagún describiendo el
carácter, costumbres y trajes de
los Tultecas, y acaba con decir:
• Como eran vivos y hábiles, en
breve tiempo con su diligencia, ad-
quirieron riquezas que decían les
daba su dios y señor Quetsalcoail,
y así se decía entre ellos que el que
en breve tiempo se enriquecía,
que era hijo de Quelsalcoatl
Resta por decir que to-
dos los que hablan claro la lengua
mexicana, que les llaman nahoas,
son descendientes de los tultecas,
y fueron de los que se quedaron y
no pudieron seguir á Quetsalcoatl,
como fueron los viejos y viejas, en-
fermos, ó las paridas, ó que de su
voluntad se quedaron.»
La Mitología y la Historia no es-
tán de acuerdo sobre la destruc-
ción del reino de Tula. Según Ix-
tlilxochitl, el historiador más auto-
rizado de los toltecas, el reino se
fundó en el siglo VIII de la era vul-
gar y fué destruido en el siglo XII,
y la causa de su destrucción fué la
guerra que los Régulos de Xalisco
provocaron á Topiltsin, el último
rey, hijo de Tecpancaltsin, que to-
mó por esposa á Xóchitl, la famosa
descubridora del pulque. La guerra
duró tres años, y los toltecas queda-
ron destruidos totalmente. En todo
este lapso de tiempo no aparece
Quetsalcoatl, ni como rey ni como
sacerdote, y antes de la guerra no
hay memoria de ninguna emigra-
ción y abandono de la ciudad; así
es que el éxodo del pueblo junta-
mante con Quetsalcoatl, es una pu-
ra fábula.
XII
El P. Clavigero, después de ex-
tractar todo lo que Sahagún escribió
sobre Queisalcoatl, y que nosotros
hemos copiado á la letra, dice algo
más de que no hace mención el
franciscano, que completa la vida
del personaje, y que nos da á cono-
cer su mansión en Cholula y el ori-
gen del culto de que allí fué objeto.
Dice así:
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
61
« los mexicanos creían
que el pontificado de Quetsalcoatl
(en Tula) había sido tan feliz, como
los Griegos fingían el reino de Sa-
turno, al que también fué semejan-
te en el destierro, pues hallándose
rodeado de tanta prosperidad, y que-
riendo Tescatlipoca (el Titlacahuan
de Sahagún), no sé por qué razón,
arrojarlo de aquel país, se le apare-
ció en figura de un viejo, y le dijo que
la voluntad de los dioses era que pa-
sase al reino de Tlapalla, y al mis-
mo tiempo le presentó una bebida,
de la que QuetBalcoatl bebió con la
esperanza de adquirir por su medio
la inmortalidad á que aspiraba; pe-
ro apenas la hubo tomado, sintió
tan vivos deseos de ir á Tlapalla,
que se puso inmediatamente en ca-
mino, acompañado de muchos sub-
ditos, los cuales lo fueron obse-
quiando con músicas durante el
viaje. Cuando llegó á Cholula, lo
detuvieron aquellos habitantes y
le confiaron las riendas del gobier-
no. Contribuyó mucho á la estima-
ción que de él hacían los Cholulte-
cas, además de la integridad de su
vida y de la suavidad de sus moda-
les, la aversión que mostraba á toda
clase de crueldad, tanto que no po-
día oír hablar de guerra. A él de-
bían los Cholultecas el arte de la
fundición, en que tanto se distin-
guieron después, las leyes con que
desde entonces se gobernaron, los
ritos y las ceremonias de su reli-
gión, y, según otros, el arreglo del
tiempo y del calendario.
«Después de haber estado veinte
años, en Cholula, determinó conti-
nuar su viaje al reino imaginario
de Tlapallan, conduciendo consigo
cuatro nobles y virtuosos jóvenes.
En la provincia marítima de Coatza-
cualco los despidió, y por su medio
mandó decir á los Cholultecas que
estuviesen seguros de que dentro
de algún tiempo volvería á regirlos
y á consolarlos. Los Cholultecas
dieron á aquellos jóvenes el gobier-
no, en consideración al cariño que
les profesaba Quetzalcoatl, de los
cuales unos contaban que habia des-
aparecido, otros que había muerto
en la costa. Como quiera que sea,
aquel personaje fué consagrado dios
por losToltecas de Cholula, y consti-
tuido protector principal de su ciu-
dad, en cuyo centro le construyeron
un alto monte, y sobre él un santua
rio. Otro monte con su templo le fué
erigido en Tula. De Cholula se pro-
pagó su culto por lodos aquellos paí-
ses, donde era venerado como dios
del aire. Tenía templos en México
y en otros lugares: aun algunas na-
ciones enemigas de Cholula tenían
en aquella ciudad templos y sacer-
dotes dedicados á su culto y de to-
das partes acudían allí gentes en ro-
mería, á hacerle oración y á cumplir
votos. Los Cholultecas conservaban
con mucha veneración unas piedre-
cillas verdes, bien labradas, que de-
cían habían pertenecido á su numen
favorito. Los Yucatecos se gloria-
ban de que sus señores descendían
de Quetzalcoatl. Las mujeres esté-
riles se encomendaban á él para ob-
tener la fecundidad. Eran grandes y
célebres las fiestas que se le hacían,
especialmente en Cholula, en elTVo-
xihuith ó año divino, á las que pre-
cedía un riguroso ayuno de ochen-
ta dias, y espantosas austeridades
de los sacerdotes consagrados á su
culto. Decían que Quetzalcoatl ba-
rría el camino al dios de las aguas,
porque en aquellos países precede
siempre el viento á la lluvia.»
16
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62
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
XIII
Existía la tradición de que Que-
t3alcoatl había arreglado el tiempo
y formado el calendario. Lo más
explícito entre los historiadores so-
bre este punto, es lo que dice Men-
dieta:
«Para tractar— escribe en su His-
toria Eclesiástica Indiana— á^ las
fiestas que estos indios hacían á sus
dioses es de saber que tenían su ca-
lendario por donde se regían, y te-
nían señalados sus días del año pa-
ra cada uno de los diablos á quien
hacían fiesta y celebrabran, así co-
mo nosotros tenemos dedicado un
día en tal ó cual mes á cada uno de^
los santos. Que en esto parece haber
tomado el maldito demonio oficio de
mona, procurando que su babilónica
y infernal iglesia ó congregación
de idólatras y engañados hombres,
en los ritos de su idolatría y adora-
ción diabólica remedase el orden
que para reconocer á su dios y reve-
renciar á sus santos tiene en cos-
tumbre la Iglesia católica (El oficio
de mona lo hicieron los Católicos,
que tomaron el calendario pagano
de los Romanos y lo adaptaron á
la iglesia. El calendario de los in-
dios tiene el mérito de ser original
y el más perfecto para el cómputo
del tie>npo.) Y dando relación los in-
dios viejos del principio y funda-
mento que tuvo este su calendario,
contaban una tonta ficción, como son
las demaá que creían cerca de sus
dioses. Dicen que como sus dio-
ses vieron haber ya hombre criado
en el mundo, y no tener libro por
donde se rigiese, estando en tierra
de Cuernavaca en cierta cueva dos
personajes, marido y muger, del
número de los dioses, llamados por
onmbre él Oxomoco y ella Cipac-
tonal, consultaron ambos á dos so-
bre esto. Y pareció á la vieja sería
bien tomar consejo con su nieto
Quetzalcoatl, que era el ídolo de
Cholula, dándole parte de su pro-
pósito. Parecióle bien su deseo, y
Ja causa justa y razonable: de ma-
nera q.e altercaron los tres sobre
quién pondría la primera letra ó sig-
no del calendario. Y en fin tenien-
do respeto á la vieja acordaron de
le dar la mano en lo dicho. La cual
andando buscando que pondría al
principio del dicho calendario, topó
en cierta cosa llamada Cipactli» que
la pintan á manera de sierpe, y di-
cen andar en el agua, y que le hizo
relación de su intento, rogándole tu-
viese por bien ser puesta ó asenta-
da por primera letra ó signo del
tal calendario; y consintiendo en
ello, pintáronla y pusiéronle ce Ci-
pactli, que quiere decir «una sier-
pe.» El marido de la vieja puso dos
cañas, y el nieto tres casas &c., y
de esta manera fueron poniendo
hasta trece signos en cada plana, en
reverencia de los autores dichos y
de otros dioses que en medio de ca-
da plana tenían los indios, pintados
y muy asentados en este libro del
calendario, que contenía trece pla-
nas, y en cada plana trece signos,
los cuales servían también para con-
tar los días, semanas, meses y años;
porque ya que los dichos signos no
llegaban al número cumplido de los
trescientos y sesenta y cinco días
que tenían como nosotros, tornaban
del principio hasta donde se cum-
pliesen; y porque sus meses eran
diez y ocho, á veinte días cada mes,
hacían trescientos y sesenta días..»
Continúa el P. Mendieta expli-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
63
cando la estructura del calendario.
En el pasaje preinserto llama la
atención que Quetsalcoatl sea nie-
to de Oxomoco y Cipactli ó Cipacto-
nal. En ninguna de las teogonias
más autorizadas hemos visto esa
genealogía. En cuanto á la cueva
en que se dice fué formado el ca-
lendario, diremos que en el camino
de Cuemavaca á Yautepec, en un
lugar llamado Coatlan, están escul-
pidas las imágenes de Oxomoco y
Cipacíonal, en el respaldo de una
barranca. Tal vez á este lugar se
refiere el P. Mendieta.
XIV
Considerado como personaje his-
tórico, Quetsalcoatl aparece en la
Crónica del P. Duran como Topil-
tsifiy el último rey tolteca, ó como
Huemac, gra.n sacerdote tolteca; pe-
ro ya antes hemos dicho que en la
historia de Tula por Ixtlilxochitl, no
se hace mención de tal personaje,
ni puede haberse confundido con
Topiltsin. porque éste sostuvo la
guerra cuyo final fué la destruc-
ción de Tula, y de QuetBalcoatl di-
cen todos los historiadores que odia-
ba la guerra, y algunos agregan que
cuando se hablaba de ella, se tapa-
ba los oídos.
XV
Extractando á Torquemada, dice
Orozco y Berra:
«Establecido que estuvo el reino
de ToUan, aparecieron en la pro-
vincia de Panuco algunas personas
vestidas de trajes talares, cubier-
tas las cabezas; sin reencuentro de
guerra, y antes bien recibidas y fes-
tejadas por todas partes, atravesa-
ron de la costa al interior de las
tierras, llegando al fin á ToUan, en
donde se les admitió con la mayor
benevolencia. Los recien llegados
eran extranjeros, sabían labrar los
metales y las piedras preciosas, el
cultivo de la tierra y multitud de
otras industrias, por lo cual se les
tenía en grande estima y se les ha-
cía honra. El jefe de los extranje-
ros era Quetzalcoatl. «Era hombre
«blanco, crecido de cuerpo, ancha
«la frente, los ojos grandes, los ca-
«bellos largos y negros, la barba
«grande y redonda.» Casto, muy
amigo de la paz, pues se tapaba los
oídos cuando se hablaba de la gue-
rra, inteligente y justo, sabedor de
las ciencias y en las artes, con su
ejemplo y su doctrina predicó una
nueva religión, inculcando el ayu-
no, la penitencia, el amor y el res-
peto á la divinidad, la práctica de
la virtud, el desprecio al crimen.
Su predicación encontró en los tu-
lanos inmenso número de proséli-
tos, llegando á ser el pontífice de su
culto. Entonces gozó Tollan de una
edad abundante y próspera, cual
la del reinado de Saturno. Sabio,
sacerdote, legislador y taumatur-
go, nadie como él era querido y re-
verenciado.»
Extractando á Sahagún, continúa
diciendo:
«Mudable es la fortuna en este
mundo, y la de Quetzalcoatl amen-
guó al cabo. El dios Tezcatlipoca
bajó del cielo por el hilo de una ara-
ña, tomó la forma de un anciano,
presentándose en la casa de su ene-
migo; rechazado primero, admitido
después, le intimó al pontífice aban-
donara la ciudad, persuadiéndole á
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64
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
fuerza de ruegos tomara del vino
blanco de la tierra, sacado del teo-
metí: resistió el sabio, pero vencido
por las súplicas, saboreó el pérfido
licor y se embriagó. La vista de su
falta le produjo en el pueblo gran
descrédito.
«Tezcatlipoca, por otros nombres
Titlacahuan y Tlacahuepan, se con-
virtió en un indio forastero, que,
desnudo y bajo la denominación de
Tohueyo, se sentó á vender aji ver-
de en el mercado de Tollan. Hue-
mac, rey de los tulanos, tenía una
hija doncella muy hermosa, la cual
acertó á distinguir al Tohueyo,
y antojósele tanto que enfermó de
amores. Para curarla, pues se mo-
ría, fué preciso buscar al Tohue-
yo, traerle al palacio, vestirle y
dársele por esposo. Matrimonio tan
desigual disgustó á los vasallos,
quienes prorrumpieron en destem-
pladas murmuraciones. A fin de
acallar el disgusto público, Huemac
determinó deshacerse de su impor-
tuno yerno ; envióle á la guerra de
Coatepec, ordenando secretamente
á sus capitanes le hicieran perecer.
En la batalla dejaron abandonado
al Tohueyo con los pajes, enanos y
cojos; mas cuando el enemigo los
acometió, pelearon con tanto brío
que salieron vencedores. Fué in-
dispensable que Huemac y los tu-
lanos salieran á recibir al plebeyo
con gran fiesta poniéndole las ar-
mas quetsalapancayotl y el xiuh-
chimalli, divisas de los triunfado-
res. Para solemnizar el triunfo, Ti-
tlacahuan reunió una gran multitud
para cantar y bailar; entretúvo-
los hasta la media noche, en que los
danzantes se despeñaban en el ba-
rranco texcallauhco, convirtiéndo-
se en piedras: en figura de un va-
liente guerrero tequihua dio muerte
á muchos guerreros. Bajo la forma
de Tlacahuepan ó Acoxcoch, sen-
tado en el mercado, hacía bailar un
muchacho sobre la palma de la ma-
no (Huitzilopochtli era el mucha-
cho); la gente, por ver el prodigio,
se apiñaba al rededor, y empuján-
dose unos á otros morían ahogados
y acoceados. Tanto se repitió el
mal que mataron al brujo á pedra-
das; mas el cuerpo se corrompió
derramándose la peste en el pue-
blo. No se dejaba sacar el cadáver,
tanto era el peso que tenía; vencido
por un canto se dejó llevar al mon-
te, no sin muchísimas muertes, pues
rompiéndose una soga, la gente asi-
da á ella perecía al caer.
«Funestos presagios de ruina se
veían por todas partes. Volaba no
distante de la tierra el Istaccuix-
tu, pasado con unafJecha; la sierra
de Zacapan arrojaba llamas por la
noche; llovieron piedras, y cayó
del cielo una gran piedra á la cual
llamaron techcatl, sobre la cual sa-
crificaban á los que querían morir.
A la peste siguió el hambre, falta-
ron los mantenimientos, y los que
se encontraban eran mortíferos.
«Tanto arreciaron las calamida-
des, que Quetzalcoatl resolvió
abandonar á Tollan; ninguna súpli-
ca le detuvo, poniéndose en camino
ne compañía de sus parciales. Que-
mó sus casas, sepultó sus riquezas,
dio libertada los pájaros, y precedi-
do de músicos flautistas para entre-
tener su pena, se alejó para siempre
de la ingrata ciudad. Detenido dos
veces en el tránsito por los ruegos
de sus sectarios, no mudó de pro-
pósito; aseguraba ir á Tlapallan, al
llamado de su señor é iba á ver
al sol.»
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
65
Sigue refiriendo los prodigios que
fué obrando en el camino, y que he-
mos visto ya en Sahagún, y conti-
núa diciendo:
« abandonado de casi todos,
logró por fin llegar á Cholollan.
Recibido con amorosa hospitalidad,
pudo reposar tranquilo, predicando
y estableciendo su doctrina. Algún
tiempo, casi por veinte años, per-
maneció en la ciudad santa desem-
peñando un papel de pontífice, has- '
ta que al cabo miró desvanecerse I
su felicidad como la vez primera. I
Sus jurados enemigos, los tulanos, '
vinieron con poderoso ejército con-
tra él, al rumor de los aprestos,
Quetzalcoatl abandonó á Cholollan, |
con cuatro de sus discípulos se di- 1
rigió á la costa del Golfo, y llegado |
á la mar, en la boca de Coatzacual- '
co, bien se metió por las aguas que
le abrían paso, ya tendió su capa
que le sirvió de barca, ya finalmen-
te construyó de culebras una balsa,
coatlapechtli, y metiéndose en ella
se fué navegando, hasta desapare-
cer.»
Hasta aquí acaba el extracto de
Sahagún, aunque muy alterado y
aun falseado, pues Sahagún dice,
según hemos visto, que con excep-
ción de los viejos, de los enfermos
y de las paridas, todos los tulanos
marcharon en pos de Quelsalcoall
cuando se salió de Tula, y Orozco
dice que los tulanos lo persiguieron
y hasta le llevaron la guerra á Cho-
lula. No puede ser más flamante la
contradicción.
Extractando á Torquemada, con-
tinúa Orozco diciendo: «Los tula-
nos tomaron y talaron á Cholollan
apoderándose del país circunveci-
no. Esto no obstante, los de la ciu-
dad santa deificaron á Quetzal-
coatl,eligiéndoley adorándole como
su principal dios; los de Tollan, á su
ejemplo, rindieron honores divinos
á su jefe, elevándole á los altares
bajo los nombres de Tezcatlipoca,
Titlacahuan y Tlacahuepan.»
Esto último es uno de los errores
crasos que los AA. han advertido
en Torquemada; y llama la aten-
ción que Orozco se limite á expo-
nerlo y no lo haya impugnado.
Sahagún, que bebió en fuentes
puras, nos dice que QuelBalcoatl
salió voluntariamente de Cholula y
no obligado por los tulanos. Nos
dice también que los discípulos de
Quetsalcoatl, después de haberlo
acompañado hasta Coaísacualco,
siguieron gobernando en Cholula.
Nos dice, por último, que los tula-
nos erigieron á Quetzalcoatl un
monte con su templo, y no dice que
haya sido bajo el nombre de Tezca-
tlipoca. Ante las aseveraciones de
Sahagún no merece crédito la rela-
ción de Torquemada.
Hechos los extractos anteriores,
discurre Orozco y Berra, por su
cuenta, del modo siguiente:
«Respecto á Quetzalcoatl, á quien
encontraremos segunda vez en Yu-
catán, examinémosle en sus diver-
sos aspectos. Como dios, sólo es un
hombre deificado; es de la misma
ralea que su enemigo Tezcatlipoca.
El antagonismo de ambos, como
divinidades, tiene su asiento en las
observaciones astronómicas. Que-
tzalcoatl es el planeta Venus; Tez-
catlipoca, la luna. Los diversos as-
pectos de los dos planetas, su alter-
nativo aparecimiento hacia la tarde
ó la mañana, dan motivo á sus com-
bates y á sus respectivos venci-
mientos. Su antagonismo religioso
es fácil de comprender. Quetzal-
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66
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
coatí predica en Tollan una nueva
doctrina, triunfa de pronto y se ha-
ce el pontífice de su religión. Tez-
catlipoca y sus parciales, represen-
tantes del culto nacional, vencidos
al principio, se hacen luego pode-
rosos; desacreditan al taumaturgo,
y logran por fin hacerlo abandonar
la ciudad, le persiguen en su refu-
gio de Cholollan, alcanzando arro-
jarle definitivamente del pais. La
guerra civil y religiosa que en To-
llan sobrevino, fué parte para la
destrucción de la monarquía tolte-
ca, y para que los sectarios del hom-
bre blanco tuvieran que huir á Yu-
catán.
«Como civilizador, Quetzalcoatl
introduce en el país las artes útiles
y de ornato; la agricultura, la me-
cánica, el tejido, el labrado de los
metales y de las piedras preciosas,
constituyen sus más ricos presen-
tes: la excelencia de los artefactos
es tan palpable, que para ponderar
á los artífices se escoge la palabra
tolteca.
«Como profeta, predijo Quetzal-
coatl que andando el tiempo ven-
drían por el lado del Oriente unos
hombres blancos y jparbudos como
él, quienes se apoderarían irremi-
siblemente del país, derrocando del
solio á los monarcas, de su altar á
los dioses, plantando entre los hom-
bres una nueva doctrina. La profe-
cía arraigó profundamente en los
ánimos, y grandes y pequeños te-
nían fe en su cumplimiento. Por es-
pacio de algunas generaciones los
padres juntaban á sus hijos, y sa-
bed, les decían, que vendrá una gen-
te barbuda, cubierta la cabeza co-
mo unos como apastli (lebrillo ó
barreño), semejantes á los coberto-
res de las trojes, vestidos de colo-
res, y cuando vengan cesarán las
guerras, se abrirá el mundo á to-
das partes y todo se andará y co-
municará.
«Como predicador y pontífice, en-
señó nueva ley, con prácticas de
muchos puntos semejantes á las
cristianas, dejando derramado el
culto de la cruz.» (Véase Cruz.)
XVI
El mismo Orozco y Berra cita el
pasaje siguiente de Rafn:
« los escandinavos durante
«los siglos X y XI, descubrieron y
«visitaron una gran parte de las
«costas orientales de la América
«del Norte, y cada quien se conven-
«cerá de que las relaciones entram-
«bos países subsistieron durante
«los siglos siguientes. El hecho
«esencial es cierto é incontesta-
«ble.»
Orozco, fundándose en la aseve-
ración preinserta de Rafn, que, á
su vez, está apoyada en documen-
tos irrefragables, dice: «De esta
verdad sacamos, que Quetzalcoatl
es un misionero islandés. Se nos
dirá que esto no pasa de una supo-
sición; concedemos; pero el supues-
to presenta tanta congruencia en
su abono, que no parecerá descabe-
llado admitirle ni defenderle. El
tiempo de los descubrimientos de
los escandinavos coincide con la
época en que el gran legislador se
presentó en Tollan. Los extranje-
ros aportaron á nuestro país por la
parte de Panuco, es decir, por las
costas orientales frecuentadas en-
tonces por los navegantes islande-
ses, expedición voluntaria ó casual,
es evidente que los extranjeros lle-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
67
garon, internándose al interior, bien
deliberadamente, bien imposibilita-
dos para seguir su viaje. Eran blan-
cos y barbados, como en realidad lo
son los de su raza, reconociéndo-
lo así las tradiciones nahoas. Ves-
tían traje diverso, trayendo Que-
tzalcoatl la túnica- sembrada de cru-
ces; los escandinavos de aquellas
épocas eran católicos. Descubre el
jefe su carácter sacerdotal en su
vida casta y abstinente, en su amor
á la paz, en las costumbres y virtu-
des que se le atribuyen. Sus predi-
caciones están en consonancia con
su origen y carácter religioso; in-
troduce el culto de la cruz, doctri-
nas y prácticas, que, aunque ya des-
figuradas, dejan reconocer la filia-
ción cristiana.
«Notables se hicieron los extran-
jeros no sólo por el milagro de su
llegada, por su aspecto y atavíos,
sino también por sus predicaciones
y por las enseñanzas que derrama-
ban perfeccionando las ciencias y
las artes: pertenecían á pueblos más
adelantados en civilización, el sa-
cerdote debía poseer mayores co-
nocimientos que sus compañeros.
Dieron reglas para el cultivo de la
tierra, para labrar los metales, pu-
lir las piedras preciosas, no sabe-
mos cuantas cosas más. Quetzal-
coatí corrigió el calendario
el cómputo
mexicano, que no es otro que el tol-
teca corregido por Quetzalcoatl, se
deriva directamente del calendario
juliano. En efecto, es el año de 365
días, con im día intercalar constan-
te por cada cuatro años. Los es-
candinavos contaban el día desde
el orto del sol, y así lo contaron los
nahoas. «Los antiguos escandina-
« vos — dice Rafn— dividían el hori-
«zonte en ocho playas ó rincones
«del mundo: una revolución del sol ^
«se dividía también en ocho partes
«iguales determinadas por la mar-
«cha aparente del astro.» Esta es
la misma división del día en ocho
partes empleada por los mexica. De
la misma procedencia viene la adop-
ción de las cuatro estaciones, y la
doctrina de los cuatro elementos,
aire, tierra, agua y fuego, represen-
tados por los cuatro símbolos anua-
les tochtli, calli, acatl y tecpatl. Si
el sistema juliano no está comple-
to, es decir, si no son iguales en nú-
mero los meses y los días que los
componen, y falta la semana de sie-
te días, la razón es obvia; la correc-
ción vino á efectuarse sobre el pri'
mitivo sistema del Tonalamatl ó
sean los períodos de 260 días, com-
binando el antiguo con el nuevo
cómputo. Por estos trabajos astro-
nómicos, Quetssalcoatl fué identifi-
cado con el planeta Venus.
«Los dogmas católicos no se con-
servaron puros, porque no preva-
lecieron completamente en ToUan;
la reacción idólatra, de donde vie-
ne el antagonismo religioso de Tez-
catlipoca ó Titjacahuan, venció al
nuevo culto, y al recoger la tradi-
ción los herederos de la civilización
tolteca, la desnaturalizaron mez-
clándola á sus distintas creencias;
las transformaron para adaptarlas
á sus costumbres. De aquí las mo-
dificaciones en las órdenes monás-
ticas de monjes y monjas, en las
instituciones religiosas, en la admi-
nistración de lo que pudieran lla-
marse los sacramentos.
«Arrojado Quetzalcoatl de To-
Uan, bien que el mismo amenazara
con que vendrían en su defensa los
hombres de su raza; bien que sus
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68
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
parciales lo prometieran como cosa
* segura; bien que fuera inducción
del pueblo, esperando que si aque-
llos extranjeros habían venido por
Oriente, otros podrían presentarse
por el mismo rumbo; lo cierto es
que quedó firmemente acreditada
la profecía, de que hombres blan-
cos y barbados se presentarían por
donde nace el sol. En la forma que
lo presentamos, el hecho nada tie-
ne de sobrenatural ni profético.
«Quetzalcoatl permaneció algún
tiempo en Cholollan, arrojado de
nuevo de aquella ciudad, se dirigió
á Yucatán, donde tomó el nombre
de Kukulcan, de idéntico significa-
do que Quetzalcoatl. Allá predicó
sus doctrinas, sostenidas después
por los emigrantes tol tecas, refu-
giados en la península después de
la destrucción de Tollan. De aquí
que se encuentren también en Yu-
catán la cruz y las instituciones
cristianas: el reinado de Kukulcan
y de sus sectarios fué allá más
pacífico y duradero; por eso sus
creencias entre los maya dejaron
más claras y profundas huellas.
Acreditóse igualmente la promesa
de los hombres blancos y barbados;
entonces las decantadas profecías
de los sacerdotes mayas nada tie-
nen de incomprensible ni extraor-
dinario; son simplemente el recuer-
do de una creencia, el eco de los
presentimientos populares, persis-
tentes de una manera sólida así en
Yucatán como en México; la dife-
rencia, que allá le cantaban los sa-
cerdotes á los creyentes, aquí le re-
petían los ancianos á sus familias.
«Procediendo los nahoas como
todos los pueblos semicivilizados,
así que transcurrió cierto tiempo, el
agradecimiento público deificó la
memoria del gran reformador. Co-
mo astrónomo le había puesto en el
planeta Venus, como á ser superior
le llevó al cielo mitológico, hacién-
dole uno de sus principales 'dioses.
Entonces la imaginación adornó la
vida del hombre con todas las ma-
ravillas que corresponden al nu-
men: entonces se produjeron los
milagros, los hechos extraordina-
rios, que sólo eran los hechos co-
munes extendidos á medidas sobre-
naturales.
«Tal es nuestro Quetzalcoatl. Ad-
mitirlo no repugna á la razón. Na-
da tiene de inverosímil; no se apoya
en nada maravilloso ni fantástico;
la explicación es llana, natural, sir-
ve para resolver multitud de pro-
blemas hasta aquí insolubles por el
carácter de portento que se les atri-
buye. Preténdese que para aclima-
tar en un país los principios religio-
sos, es precisa una invasión en toda
forma: concedemos el principio, en
los casos en que se trata de extirpar
un culto para sustituirle con otro;
pero es falso en todas las ocasiones
q.e sólo ofrecen doctrinas mezcla-
das. Lo observó ya Humboldt, bas-
ta un pequeño número de personas
ilustradas para introducir en un
país profundos cambios en el or-
den religioso y político, y tal es el
caso de Quetzalcoatl. Siguióse
del corto número de predicado-
res que los cambios fueran parcia-
les, que se vea la civilización euro-
pea sólo representada en ciertos
puntos y no en totalidad, como ma-
lamente pudiera pretenderse.»
XVII
Quetsalcoatl, el pontífice blanco
y barbado, civilizador, taumaturgo.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
69
en el mito monogenista de los na-
hoas hijo de Istacmixcoatl y de
Chimalma, y por lo mismo medio
hermano de los americanos y ex-
tranjeros, venido por el mar á las
costas de Panuco, admitido después
en Tollan, fué pontífice de la reli-
gión que enseñaba, tan semejante á
la cristiana. Personaje real, el amor
público lo declaró dios. En este sen-
tido es sinónimo de Ce Acatl. (V.)
XVIII
Chavero, al ocuparse de Quetsal-
coatí, empieza por explicar el sim-
bolismo de este personaje, y así lo
da á conocer bajo los diversos as-
pectos que se le atribuyen. Si no son
exactas todas sus interpretaciones^
hay que confesar que son muy in-
geniosas.
«Ya hemos visto — dice Chavero
—que en la leyenda nahoa Tonaca-
tecutli y Tonacacihuatl, el sol y la
tierra, tuvieron por hijos á Que t sal-
coatí y Tescatlipoca, Quetsalcoatl
es la estrella de la tarde. Como á
los helenos llamó la atención el lu-
cero de la mañana, que brotaba de
las ondas del mar que al oriente te
nían, así les llamó á los nahoas ha-
bitadores del Pacífico el astro ves-
pertino que flotaba en las olas del
horizonte. Su luz, reflejando en
el movedizo oleaje, debió hacerlo
aparecer como brillante culebra, y
al deificarlo le líamaron Quetsal-
coatí. Compónese esta voz de coatí,
culebra, y quetsalli, pluma del her-
moso pájaro quetzal, que también
se toma en la acepción de bello. De
manera que el nombre significa cu-
lebra preciosa, y para escribirlo je-
roglíficamente se pintaba una cule-
bra con plumas.
«Encontramos en los jeroglíficos
diversas maneras de representar á
este dios; pero las creemos de épo-
cas posteriores á la nahoa. Las pri-
meras debieron ser la fonética, de
que acabamos de hablar, y la sim-
bólico-figurativa, que consiste en
un círculo adornado del cual sale la
luz de la estrella. En el Museo exis-
te una piedra á manera de mitra en
que el símbolo está repetido cuatro
veces, lo que se relaciona con lo q.e
Sahagún nos cuenta de ese astro,
pues decían los indios q.e al salir
hace cuatro arremetidas, á las tres
luce poco y se vuelve á esconder, y
á la cuarta sale con toda su clari-
dad y sigue su curso.
«A propósito de esta estrella di-
ce la tradición que primero hicie-
ron los dioses un medio sol que es
Quetsalcoatl, manera expresiva de
significar que su brillo es menor
que el del astro del día. Así mu-
chas veces vemos á Qnetsalcoatl
con un medio sol, como en la pintu-
tura del Ehecatonatiuh, y otras na-
da más ponían el medio sol para
significarlo.
« TcBcatlipoca es la luna. Cuando
por primera vez y sin precedente
en los autores lo dijimos, púsose en
duda; mas después se aceptó aún
por el mismo señor Orozco. Que es
la luna, lo manifiesta el significado
de su nombre: espejo negro que hu-
mea, y lo expresa su jeroglífico en
la primera trecena del Tonalamatl.
Allí se ve el círculo del astro, ro-
deado de unas lengüetas amarillas,
que son la representación jeroglífi-
ca del humo. Era, pues, idea de los
nahoas que la luna humeaba, acaso
por la vaguedad que á ocasiones
tiene su luz, ó porque humo negro
parece á veces la parte no alum-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
brada del astro que se percibe al re-
flejo.
«Para los nahoas el dios-astro
principal era el sol, que se confun-
día con el fuego, y se tomaba en el
creador Ometecutli: la luna y la
estrella eran todavía astros secun-
darios; pero desde aquella época
empezó á formarse la leyenda as-
tronómica de su lucha, que tanto in-
fluyó después en los destinos de la
raza.
«Cuenta la leyenda ( V. Cosmogo-
nía) que hecho medio sol QuetsaU
coatí, como quiera que no alumbrase
lo bastante, TeBcatlipoca, la luna,
se convirtió en sol. Dice textual-
mente la tradición: «Los cuatro
«dioses vieron como el medio sol
«que estaba criado alumbraba po-
«co y dijeron que se hiciese otro
«medio para que pudiese alumbrar
«bien toda la tierra. Y viendo esto
<^Tescatlipoca se hizo sol, al cual
^pintan como nosotros.* En efecto,
el sol y la estrella de la tarde tie-
nen como astros forma convencio-
nal; pero si la luna lo tiene como
dios, cuando como astro se la con-
sidera, se le pinta de espejo hu-
meante, tal como está en el Tona-
lamatl. Se ve el círculo que repre-
senta el espejo encuadrado en dos
circunferencias concéntricas, la
primera roja, para expresar que es
un astro que da luz, y la segunda
amarilla y adornada con las len-
güetas simbólicas del humo; enton-
ces es la luna llena. El jeroglífico
del Tonalamatl es muy expresivo,
pues una mancha curva forma en
el círculo lunar la semejanza del
creciente, y una faja parecida cor-
ta la cara del dios y atraviesa su
ojo, que es de figura de estrella, es
decir, un pequeño círculo mitad ro-
jo y mitad blanco, manera siempre
usada en la escritura nahoa para
significar un astro. En diversas
pinturas se ve claramente repre-
sentado el cuarto creciente, y sola-
mente en las puramente astronómi-
cas se usan las figiu-as simbólicas.
«Pues bien, desde que Tescatli-
poca se hizo sol, comienza la lucha
de la luna y la estrella de la tarde.
Ya es entonces Tescatlipoca la lu-
na llena dominando en el cielo toda
la noche, pues sabido es que en esa
i época de su evolución sale á las
I seis de la tarde y se pone á las seis
¡ de la mañana. Así, esta primera
I victoria de Teíscatlipoca sobre Que-
tsalcoatly se refiere á la época en
I que los nahoas, habitadores de las
¡ costíis del Pacífico, veían a la es-
' trella de la tarde hundirse en el
j mar por el poniente, mientras la lu-
I na llena se levantaba en el oriente
I y dominaba el cielo toda la noche.
I «Pasado el tiempo y hecha la re-
volución de la estrella, de manera
que desapareciendo en la noche se
veía en la mañana, casi en la auro-
ra, debía observarse el fenómeno
opuesto: la luna llena, que durante
la noche había dominado el firma-
mento, desaparecía en el poniente
al comenzar el día, mientras se le-
vantaba en el oriente la estrella: á
su vez Quetsalcoatl vencía á Tes-
catlipoca. Tal es, en efecto, la se-
gunda explicación astronómica de
la tradición cosmogónica que dice
que Quetsalcoatl fué sol y dejólo
de ser Tescatlipoca, porque le dio
con un gran palo y lo derribó en el
agua.
«Pues, además, por esta lucha se
explican en la misma tradición los
soles cosmogónicos. Dice, en efec-
to, que primero había un medio sol.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
71
Quetsalcoatl, que apenas alumbra-
ba; pero que Tescatlipoca se hizo
sol y fueron creados los gigantes.
Es la primera edad, la de los gran-
des paquidernos. Pero pasado cier-
to tiempo, Quetsalcoatl dio un palo
á Tescatlipoca y lo derribó en el
agua: allí éste se hizo tigre y salió
á devorar á los quinametsin. Aquí
tenemos, al fin de la primera épo-
ca, el Atonatiuh simbolizado en la
caída de Tescatlipoca en el agua.
La destrucción de los paquidermos
y la edad de las cavernas ó Ehe-
catonatiuh, se representan con la
metamorfosis de Tescatlipoca en el
tigre que sale á devorar á los qui-
nametsin. Entonces Tescatlipoca
dio una coz á Quetsalcoatl y lo de-
rribó y quitó de ser sol. Tercera
época, el Tletonatiuh; y es el sig-
nificado de la lucha astronómica,
fin del período matutino de la es-
trella y principio de su nueva revo-
lución doble. Así los nahoas, siem-
pre dados al simbolismo, adunaban
sus tradiciones y leyendas.»
No es muy satisfactoria la expli-
cación de Chavero aplicándola al
simbolismo, porque en la leyenda
cosmogónica que le sirve de base
para sus interpretaciones, se dice
que Tlaloc y Chalchiuhicueye fueron
también sol después de Tescatlipo-
ca y de Quetsalcoatl, y no les aplica
ningún símbolo en la lucha astronó-
mica ni en la leyenda de los Cuatro
Soles. Además, muchos autores in-
terpretan al tigre Tescatlipoca por
la constelación de la Osa Mayor,
que en nuestras latitudes descien-
de del cielo y se sumerge en el mar.
Por último, siendo Tescatlipoca la
Osa Mayor, no puede ser la luna, y
viceversa.
XIX
Continúa Chavero exponiendo
otra genealogía de Quetsalcoatl, y
dice:
<tChimalma, en la leyenda, es la
madre de Quetsalcoatl. Torquema-
da da cuenta de esta tradición: en
ella se dice que Quetsalcoatl era
hijo del ídolo Camaxtli, que tuvo
por mujer á Chimalma y de ella
cinco hijos. Otros decían que an-
dando barriendo Chimalma halló
una piedra verde de Chalchihuitl y
se la tragó; de lo que resultó en cin-
ta y que tuviese por hijo á Quetsal-
coatl. Como veremos más adelante.
Camaxtli entre los teochichimeca
ó tlaxcalteca es el sol, el fuego crea-
dor. La madre es Chimalma, la tie-
rra. Y en efecto, al hundirse el sol
por el poniente, reposando sobre la
tierra como en cariñoso abrazo,
brota entre el crepúsculo la estre-
lla de la tarde cual si naciera de los
amores de sol y tierra.»
Creemos que en este connubio de
sol y tierra hay más poesía que ver-
dad, porque Venus, esto es, Véspe-
ro, la mayor parte de los días de su
período aparece en el cielo antes
que el sol se ponga, quiere decir, que
nace antes de que el sol abrace ca-
riñosamente á la tierra.
Continúa Chavero: «Como Coa-
tlicue y Chimalma son la misma
deidad, el mismo astro tierra, en
otras leyendas se sustituye el pri-
mer nombre al segundo. Coatlicue,
la madre de Quetsalcoatl, la de la
enagua de culebras, la diosa tierra,
está representada en el más her-
moso ídolo que tiene el Museo Na-
cional, en el que se ostenta magní-
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72
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
fice y grandioso en el centro de su
patio.»
XX
Hemos visto que Orozco no lleva
á Qtietsalcoatl de Coatsacualco á
Tlapallan, sino que lo hace inmi-
grar á Yucatán, donde toma el nom-
bre de Kukulcan^
Veamos lo que sobre esto dice
Chavero:
« pero antes tratemos
de Kukulcan, Este nombre no es
más que la traducción literal de
QuetBalcoatl, pues Kukul significa
emplumado, y can, culebra; y aun-
que Ordóftez, convirtiendo en Cu-
chul-chan, trata de buscarle otra
etimología en la lengua tzendal, lo
cierto es que en quiche se llama la
misma deidad Gucuniats, que tam-
bién es traducción literal de Que-
tsalcoatl: todo lo cual prueba que
fué una deidad extraña introduci-
da en la civilización del Sur, que
tradujo su nombre á diversas len-
guas.»
Sigue hablando Chavero del dios
nahoa, y dice:
«Este dios nahoa es el de más
reputación en nuestra antigua teo-
gonia; acaso porque sus sacerdotes,
que llevaban su mismo nombre, fue-
ron los más bien organizados de su
clase, lo que les daba cierta superio-
ridad, y aun les proporcionó el triun-
fo varias veces en sus grandes lu-
chas religiosas. Llamó también la
atención de nuestros cronistas ese
mito, por la circunstancia extraña
de que lo vieran pintado con dos
cruces, el oppanolin, para ellos des-
conocido, y de aquí el que Sigüenza
inventase el primero, que fué el
apóstol Tomás que pasó á este ocnti-
[ mente. Pero el tal dios no es más
I que la estrella de la tarde, es Vés-
I pero de los poetas, la Aphrodite de
I los helenos; que es una y dos, por-
I que unas veces brilla en el occiden-
I te al comenzar la noche, y otra épo-
' ca en el oriente poco antes de que
el sol aparezca. Y esta dualidad fué
1 precisamente el origen de su nom-
I bre, pues aparecía no como una, si-
' no como dos estrellas gemelas, por
I lo que se la llamó coatí, que quiere
I decir gemelo, lo mismo que cule-
i bra, de donde hemos hecho nuestra
palabra coate; y se le calificó con el
I adjetivo quetsalli, pájaro hermoso
I que simboliza la belleza. Así Que-
t^alcoatl significa propiamente el
gemelo hermoso, pero también quie-
■ re decir culebra con plumas, y este
I era el único modo posible de repre-
' sentarla jeroglíficamente. Por esto,
I siguiendo el jeroglífico, tradujeron
' el nombre, al adoptar á la deidad
' los quiches, por Gucumats,y los ma-
' yas por Kukulcan,»
XXI
El mismo Chavero, tratando del
origen, progresos y estado definiti-
vo de prosperidad del reino de Tu-
la, hasta llegar á ser la nueva me-
trópoli de la raza nahoa, dice: «Un
suceso imprevisto iba á cambiar su
modo de ser: Veamos la leyenda pa-
ra comprender después la verdad
j histórica.» Y siguiendo los Anales
' DE CUAUHTITLAN, dice:
i « Ce acall, 895. Se refiere y se di-
ce que en este mismo año una caña,
I nació Quetsalcoatl: fué llamado el
' pontífice Topiltsin, nuestro hijo, ce
¡ acatl. Su madre fué Chimalma, que
! se tragó una piedra preciosa, chal-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
73
chihuitl, y de ahí tuvo á Queísal-
coail. Se dice que QuetBalcoatl bus-
có á su padre, cuando ya era más
prudente, pues había cumplido nue-
ve años. Dicen que preguntó:—
¿En dónde está mi padre? quiero
conocerlo, quiero verle el rostro. Y
le respondieron:— Ha muerto; ya no
existe; ahí está sepultado. Entonces
Quetsalcoatl se dirigió á su sepul-
cro, y se puso á llorar. Después ¡
comenzó á cavar y á sacar los hue-
sos, y cuando los halló, los llevó á t
enterrar á su propio palacio, en un |
panteón perfectamente bruñido.
«En el íiño ometochtli, 922, llegó
Quet&alcoatl á Tollantzinco. Allí
permaneció cuatro años, y de tablas
y hierbas construyó una casa de ,
penitencia para orar y ayunar. Vi-
no á salir por Cuextlan, pasó el
agua sobre un madero.
«5 ra///— 925 — En este año los
tolteca, muerto Ilhuitlmaitl, fueron
á traer á Quetsalcoatl, y lo nombra-
ron por su jefe en el gobierno de
ToUan, nombrándolo igualmente su '
gran sacerdote.
« Orne acatl— 935 — Topiltsin ce
acatl, Quetsolcoail murió en este
año en Tollan Coluacan. Se cuenta '
que había formado sus casas de
oración, penitencia y ayuno. Eran '
cuatro: la primera era de madera
pintada de verde; la segunda era de |
coral; la tercera era de caracoles, y '■
la cuarta de plumas preciosas. En
ellas oraba, ayunaba y hacía peni- !
tencia. A la media noche descendía
á las aguas en el lugar llamado .
Atecpan amochco, aguas reales, y |
dirigía sus súplicas al cielo, sentán-
dose en un rosal espinoso y dete-
niéndose en él. Imploraba á Citlal- I
cueyey la de la cauda de estrellas,
la vía láctea; á Tonacatecutli, el sol, |
y á su mujer Tonacacihuail; á Ycb-
tlaquenqui, la estrella roja, y á Tía-
llamanac y Tlallixcatl, que brillan
sobre la tierra y en ella se hunden,
las cuales eran deidades que, según
sabía, habitaban en nuevos cielos,
Chiuchnauchnopaniuchcan, Luego
se iba á una montaña á fabricar pie-
dras verdes, azules, preciosas y
escogidas, y recibía en cambio tur-
quesas, las piedras verdes chalchi-
huitly muy apreciadas, y coral; y ca-
zaba en el valle culebras, aves y
mariposas. Se dice que él fué tam-
bién quien descubrió la verdadera
riqueza, nectiiltonolistli; las esme-
raldas,, c/ía/cA/^w///; las turquesas,
teoxiuhtli; el coral, tapachtli; el oro,
teocuitla coBtic; la plata, teocuiila
istac; las preciosas plumas, quetsal-
lij y las azules, xiuhtoiotl. y las ro-
jas, tlauhquechol , y las amarillas,
sacuan, y las tornasoladas, tsinis-
can, y las conchas y los hermosos
tejidos. Era un gran tolteca que
hizo en la tierra y en el agua cosas
prodigiosas.
«Y también se sabía que en su
tiempo, él mismo descubrió el licor
que causa un éxtasis de placer, y
la sabrosa bebida del cacao.
«Y en el tiempo en que vivía Que-
tsalcoatl, fundó y comenzó un tem-
plo que está en Coatlquetsalli, y no
lo concluyó para manifestar su gran-
deza. Cuando vivía, no se presen-
taba públicamente, pues casi siem-
pre se hallaba en silencio y retiro,
bien guardado en las sombras del
templo, en donde había puesto, pa-
ra que evitaran el que se le distra-
jera, á los pregoneros tecpotihtin,
quienes tenían especial cuidado de
abrir y cerrar las habitaciones y sa-
las de oficios. Tenía en varios lu-
gares palacios obscuros ó nebulosos
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74
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
en que se encerraba excusándose de
todos. Había el Chalchiuhpetlatl
del tapices de piedras preciosas, el
QuetBalpetlatl de tapices de plumas
preciosas, el Teocuitlapetlatl de
tapices de oro, y el Inesahualcal,
casa de ayuno y de penitencia.
«Se dice también y se refiere,
que cuando Quetsalcoatl vivía, mu-
chas veces los demonios quisieron
engañarlo, porque jamás quiso ma-
tar en sacrifico á los tolteca, pues
amaba á los vasallos como á hijos,
y sólo sacrificaba víboras, aves y
mariposas que había cazado en el
valle. Y se dice y se refiere que los
demonios enfadados de esto co-
menzaron á escarnecerlo y á bur-
larse de él, y que entonces prome-
tieron mortificarlo; que él quiso
escaparse y que así lo hizo.
« Ce acatl — 947— En este año mu-
rió Quetsalcoatl, y se dice que se
fué á Titilan Tlapallan, y allí mu-
rió.
«Luego se dice de qué modo se
fué Quetsalcoatl cuando no quiso
obedecer á los demonios, ni matar
y sacrificar á los hombres. Cuentan
que los mismos demonios acoiídaron
llamar á uno llamado Tescatlipoca,
á Ihuimecatl, el dios que protegía
las relaciones de los pueblos, y á
Tolíecath y les dijeron:— Es necesa-
rio que tengáis aquí lugar como ciu-
dadanos y viváis aquí^nismo. En-
tonces Tcscatlipoca é Ihuimecatl
dijeron:— Parece que el pueblo ob-
serva el modo con que vivimos;
hagamos vino de maguey, se lo
daremos á beber, y embriagado
con él se perderá. — Y luego dijo
Te^catltpoca: —M^SLYohevao^ con ali-
mento y demás auxilios á visitar á
Quet.^alcoatl y llevémosle su ima-
gen.—Inmediatamente se encami-
nó Tescatlipoca llevando envuelto
un espejo con un conejo de uno y
otro lado, y luego que llegó adon-
de estaban los guardas de Quetsal-
coatl, les dijo:— Avisad al Sacerdote
que ha venido un joven á enseñar-
le su imagen.— Los guardas del pa-
lacio entraron á participárselo á
Quetaalcoatl, Entonces el Sacerdote
preguntó:— ¿Cuál es esa imagen
mía?— El joven se resistió á ense-
ñarles cosa alguna á los guardas,
diciéndoles:— Yo no vine á veros
á vosotros, entraré y la enseñaré á
Quetaalcoatl.— Los guardas entra-
ron y dijeron:— Señor n^iestro, el
joven no nos quiere enseñar na-
da, y sólo dice que él mismo entrará
y con el mayor respecto os dirá y
manifestará su objeto.— Entonces
dijo el sacerdote:— Dejadlo entrar.
« Tescatlipoca entró, saludó y di-
jo:—Señor y gran Sacerdote, te ven-
go á enseñar ¿i Quetaalcoatl que lle-
va una caña, es tu cuerpo, tu propia
carne. — Quetaalcoatl contestó:—
¿De dónde vienes? ¿estarás muy
cansado? bien venido seas, ¿cuál
es mi imagen? muéstramela para
que yo la vea. — El joven dijo:— Se-
ñor y Sacerdote mío, vengo del ce-
rro de Nonoalco, y soy vuestro ser-
vidor y subdito. Mira, pues, tu ima-
gen.— Luego le dio el espejo y le
dijo:— Reconócete, señor, que así
saldrás de tu propia carne, como tu
imagen sale del espejo.— Luego que
se vio Quetaalcoatl, se arrojó es-
pantado y dijo:— ¿Cómo es posible
que mis subditos y pueblos me vean,
y contemplen con calma? ¿no de-
berán con razón huir de mí? ¿cómo
podrá permanecer entre ellos un
hombre cuyo cuerpo está lleno de
pudrición, su cara de arrugas, y to-
da su figura espantosa? No me ve-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
75
rán ya más mis vasallos. Aquí per-
maneceré para siempre.
«Salió Tescatlipoca y dijo á los
tolteca:— No es tan grande vues-
tra desventura, que iréis por todas
partes.— Y volvió á ver á Quetsal-
coatl y le dijo:— Sal y que te vean
tus subditos, te arreglaré y asearé
para que te vean.— El contestó:—
Prepara y haz todo lo que dices.
—Luego los artistas le hicieron
unos agujeros y le pusieron barba.
Lo llevaron á la fuente Apaneca-
yauhtli, lo asearon; tomó pinturas
y con la roja se pintó los labios; to-
mó color amarillo y con él se hizo
curvas en la frente; se pintó la cara
de color verde y se adornó con plu-
mas de quetzal. Concluido todo, le
presentaron el espejo, y se alegró
mucho, y decidió mostrarse á sus
subditos.
«Entonces los artistas dijeron á
Ihuim€catl:—Y2i hemos ido á sa-
car á Quetsalcoatl.^Ihuimecatl se
unió con Toliecatl y se fueron á Xo-
nacapayocan, y se les juntaron los
vecinos de Maxtlaton, y los tolteca,
y allí se pusieron á hervir hierbas
quelites, tomate, chile, ejotes y elo-
tes. Hecha la comida, hicieron una
horadación á los magueyes que es-
taban cerca de ellos, de donde re-
sultó un líquido que á los cuatro
días de conservado hizo espuma y
se fermentó. Se dirigieron después
á Tollan, donde residía Quetsal-
coatí, llevando el quilitl, la comida
que tenían preparada, y el octli, el
pulque. Llegados allí, suplicaron
que les permitiesen ver y hablar á
Quetsalcoatl; pero los guardas no
consintieron. Suplicaron dos y tres
veces, y otras tantas fueron recha-
zados. Al fin los guardas del pala-
cio les preguntaron de dónde iban
y de qué pueblos eran, y ellos res-
pondieron que eran de Tlamacaz-
catepec y de ToJtecatepec. Lue-
go que oyó esto Quetsalcoatl, mandó
que entraran. Habiendo entrado, lo
saludaron y le entregaron la comi-
da que llevaban preparada. Des-
pués de que comió le rogaron que
bebiese, persuadiéndolo de que no
se moriría con esa bebida. Quetzal-
coatí les dijo:— No la puedo tomar
porque estoy enfermo, porque es
una bebida que hace perder el jui-
cio, y acaso me haga morir.— Ellos
le suplicaron que, ya que no podía
tomarla, á lo menos la probase con
él dedo, y así sabría lo deliciosa y
penetrante que era, y vería cuánto
vigor daba al ánimo. Probó, en
efecto, con el dedo, Quetsalcoatl, y
quedó muy persuadido de que era
cierto lo que le habían dicho, y co-
mo le gustó dijo á sus guardas que
bebiesen también. El demonio en-
tonces le dijo:— Con las cuatro to-
mas no se muere.— Así es que le
sirvieron por quinta vez en honor
de su autoridad; y habiéndole gus-
tado bebió en gran cantidad. Luego
se desvaneció y se puso como muer-
to; se ensimismó y sintió placeres
raros y dulcísimos goces. Se de-
leitaba en indecible bienestar, y
quiso que todos bebiesen. Y estan-
do todos ebrios, le dijeron á Otie-
tsalcoatl: — Sacerdote nuestro, can-
ta; este es tu canto; levanta tu canto.
—Y luego levantó Quetsalcoatl la
voz, y cantó de esta manera:— Mi
palacio de plumas ricas, mi templo
de caracoles; dicen que los voy á
dejar. ¡Ay, ay, ay!
«Contento ya por el licor. Que-
tsalcoatl dijo:— Id á traer á la seño-
ra Quetzalpetlatl, que anima mi vi-
da, para que ambos nos embriague-
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76
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
mes. — Inmediatamente partieron '
los guardas del palacio á Tlamac-
chuayan en tierra de los nonoalcas,
y dijeron á Quet^alpetlat I :— Nues-
tro, grande y noble señora, venimos
por tí; el gran sacerdote Quetsal-
coatí nos manda que te llevemos,
pues ha determinado que lo acom-
pañes.—Ella respondió:— Está bien,
marchemos.— Luego que llegó se
sentó junto á Quetsalcoatl, y le die-
ron á beber el licor por cuatro ve-
ces, y la quinta fué por su autori-
dad. Embriagada ya, Ihuimecatl y
Toltecatl se pusieron á cantar. Y
tembloroso levantó su voz Quetsal-
coatí, cantando:— Querida esposa
mía, Quetsalpetlatmn, gocemos to-
mando este licor. ¡Ay, ay, ay!
«Por haberse embriagado, ya na-
da hablaron con sentido y razón.
Quetsalcoatl ya no fué á hacer las
abluciones; ya no hizo penitencia ni
se recogió en su oratorio. Con la
embriaguez se quedaron dormidos.
Mas al amanecer despertaron, se
pusieron tristes y se comprimió su
corazón. Qtietsalcoatl dijo:— Me he
embriagado, he delinquido; nada po-
drá quitar la mancha que ha obs-
curecido mi nombre.— Y se puso á
entonar un canto de profunda tris-
teza, acompañado de sus guardado-
res. Quetsalcoatl dijo al acompa-
ñamiento que en las antesalas es-
taba, y á los demás circunstantes:
—Dejad que me alivie un poco;— y
se sentó en un trono elevado. Mor-
tificado con crueles remordimien-
tos de lo que había pasado, la an-
gustia de su tristeza y su vergüenza
no tenían medida. Nadie se atrevió
á consolarlo ni á alentarlo; él se
acogió al dios, y ante él lloró.
«Después les dijo:— Es preciso
que yo abandone la ciudad; id pron-
to y decid que construyan mi habi-
tación sepulcral, tepetlacalli.—La,-
braron luego una loza para tal ob-
jeto, y cuando estuVo labrada y
concluida tendieron en ella á Que-
tBalcoatl. Habiendo pasado cuatro
días de enterrado en el sepulcro, se
levantó y dijo á los guardas del pa-
lacio:— Ocultad los regocijos que
hemos tenido; esconded todas nues-
tras riquezas, y manifestad con-
tento y alegría.— Obedecieron los
guardas y ocultaron las riquezas en
el baño del palacio de Queísalcoatl,
Atecpanamochco. Al irse Quetsal-
coatí se paró y llamó á todos sus
servidores, lloró con ellos, y se fue-
ron á Tlillan Tlapallan Tlatlayan,
y allí volvió á llorar Quet^alcoatl y
á entristecerse mucho. Y ninguno
se acercó á él para consolarlo, ni lo
detuvo en su marcha.
«En el mismo año ce acatl llegó
Quet^alcoatl al mar, al agua que
está junto al firmamento, teo apa-
nilhuicaalenco , y vio en el agua su
imagen, su hermoso rostro. Y se
adornó con todas sus riquezas y
se arrojó en la hoguera. Luego se
escondió en el lugar llamado Tla-
tlayan. Se dice que cuando comen-
zó á arder se levantaron sus ceni-
zas y aparecieron á presenciar el
sacrificio las aves más hermosas,
como el tlauhquechol rojo, el xtuh-
tototl azul, el tsiniscan tornasola-
do, el ayouan^ el tosneneme, el allo-
mecochome y otros muchísimos pá-
jaros preciosos. Luego que se con-
sumió en la hoguera, salió de las
cenizas de su corazón su espíritu
en forma de estrella y subió al cie-
lo; y dicen los viejos que esa estre-
lla es el lucero de la mañana, y por
eso llaman á Quetsalcoatl tlahuits-
calpantecutli. el señor que brilla en
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
77
los campos sobre las casas. Y di-
cen que cuando murió, no pareció
luego en el cielo, porque fué á visi-
tar el infierno» y á los siete días sa-
lió el lucero grande y Quetsalcoatl
fué divinizado.
«También sabían que esta estre-
lla, en ciertos días, influía mucho
sobre las gentes. Si se presentaba
en día ce dpactli, era de mal agüe-
ro para los ancianos; si en ce ocelotl,
ce masath ó ce xochitl, lo era para
los niños; si en ce acatl, para los
señores; si en ce quiahuitl, impedía
que lloviese; si en ce olin, era mal
signo para los solteros; y si en ce
atl, era de buen agüero para todos.
Y de esta manera hiere á las estre-
llas antiguas, y todas caminan jun-
tas á la manera de tigre manchado,
ocelotl,
«Así refieren minuciosamente los
ancianos lo que pasó en el año ce
acatl, y cómo en él murió Quetsal-
coatl después de sesenta y dos años.
Y aquí termina la historia de Que-
tsalcoatl.»
«He aquí la leyenda — dice Cha-
vero— una de las más hermosas que
nos ha legado la antigüedad, y en
la que los tolteca mezclaron sus
ideas astronómicas, religiosas é
históricas.»
Hace observar Cha vero que sien-
do la leyenda parto de la imagina-
ción, la mayor ó menor poesía de
los pueblos la cambia y modifica:
un mismo hecho se relata con dife-
rentes episodios más ó menos com-
plicados; y el que no ve una sola
verdad en el fondo, se confunde y
cree ver hechos diversos donde no
hay más que uno sólo. Así sucedió
con la leyenda de Quetsalcoatl,
pues hay otra (la que copiamos de
Sahagún) en que figura un nigro- '
mante Titlacahuan, que no es otro
que el mismo Tescatlipoca. Sucede
también con la leyenda, que si es
comprensible para la generación
que presenció los hechos á que se
refiere y en ella no ve más que un
simbolismo, cuando transcurren
muchos años, las nuevas generacio-
nes creen este simbolismo como
verdad histórica, y se persuaden de
que los hechos pasaron como dice
la leyenda, y que han de pasar co-
mo ella los predice.
Guiado por este criterio, explica
Chavero la leyenda de Quetsalcoaíl
del modo siguiente:
XXII
«El simbolismo astronómico de
la leyenda de Quetsalcoaíl viene á
confirmar por completo ideas que
antes manifestamos y que fuimos
los primeros que á hacerlo nos atre-
vimos. Los nahuas fueron natural-
mente afectos al simbolismo. He-
mos visto cómo de la primera luz
del cielo hicieron á Cipactli (V.), 3^
de la tierra á Oxomoco, é hicieron
nacer de su unión el Nahui-Ollin y
el Tonalamatl, la flecha del tiempo
y el calendario. De Cipactli hicie-
ron su primer día del año, porque
era la primera luz; y por ser Xochi-
tonal el último día del año, como
imagen del fin de la vida, hicieron
de él el monstruo que devoraba á
los muertos cuando al fin llegaban
al Mictlan. Comenzaron á contar
sus años religiosos por los movi-
mientos de la estrella de la tarde,
y por eso hicieron de Quetsalcoaíl
un medio sol, y con medio sol á la
espalda lo representan en el jero-
glífico del Códice Vaticano. Toma-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ron en cuenta después los movi-
mientos de la luna, y como ésta
alumbra más, hicieron un sol ente-
ro de TeBcatlipoca, Y al fin, al com-
binar el religioso con el año solar,
hicieron un verdadero sol, el Tona-
tttih. Hemos visto también, siguien-
do la leyenda del Códex Zumárra-
ga, que las diversas posiciones de la
luna y de la estrella de la tarde
dieron origen á las fingidas luchas
de Qtietsalcoatl y Tescatlipoca, y
esta misma fábula, expresada de i
manera más brillante, se encierra |
en la leyenda de la muerte de Que-
tzalcoatl.
« Vemos, en efecto, á Quetzalcoatl,
rey y señor, viviendo en su palacio,
como parece la estrella de la tarde
reina y señora en el palacio de los
cielos. 7£'sí:a////)0í:«, que quiere ven-
cer su poderío, va á verlo llevando ,
un espejo redondo que tiene un co- 1
nejo. Tczcatlipoca es la luna, y tam-
bién es la luna el espejo redondo al
cual los dioses aventaron un cone-
jo, causa de las manchas del astro
de la noche. Espántase al verlo, i
porque comienza la lucha de la es- '
trella en el poniente y de la luna
en el oriente. Pero Quetzalcoatl se
adorna de plumas y colores y la es-
trella de la tarde no queda aún ven-
cida. Es preciso que Tczcatlipoca
vuelva con la bebida embriagante;
y entonces Quetsalcoail hace lla-
mar á su esposa Quetzalpetlatl, se
embriagan y ambos se duermen.
Quetsalpetlaíl es la estera precio-
sa; los nahoas figuraban la tierra
en forma de un cuadrilátero dividi-
do en pequeños cuadros, lo que se-
mejaba una estera, peilatl. Cuando
los nahoas moraban á orillas del
Pacífico, la estrella de la tarde se
hundía en las ondas del mar: cuan-
do vivían en Tollan, el mar próxi-
mo á ellos quedaba por el oriente,
y la estrella de la tarde al desapa-
recer, como que temblaba y se hun-
día en la tierra y ambas se dormían
en el sueño de la noche. Quetsal es
una pluma verde, Quetsalpetlatl
es la verde tierra. Por eso en otras
variantes de la leyenda, la amante
de Quetsalcoatl es Xóchitl, flor, la
tierra florida. Por eso en uno de los
cuadretes de la Piedra del Sol se
ve junto al peilatl, símbolo de la
tierra, el medio sol Quetsalcoatl,
unidos como los dos amantes de la
fábula de Tollan.
*Quctsalcoatl permanece en el
sepulcro dentro de la tierra cuatro
días, y después aparece en la orilla
del mar. Simboliza esto el tiempo
que transcurre entre la época en que
brilla como estrella de la tarde y el
día en que aparece como lucero de
la mañana, sin que se le vea en ese
espacio porque se oculta en los fue-
gos del sol. Quetsalcoatl llega al
tcoapan-ilhtiicaatcnco, al mar que
se junta con el firmamento, y en el
agua ve su imagen, su hermoso ros-
tro. Es ya la estrella de la mañana
que parece salir en el oriente, que
sobre él brilla reflejando en sus
aguas su plácida luz; pero el sol se
aproxima, la aurora convierte las
nubes en una roja hoguera, y Que-
tBcücoatl se arroja en ella; es la es-
trella de la mañana que desaparece
en las llamas del sol esplendoroso;
y salen de la hoguera los pájaros
mas hermosos: son las aves de los
bosques que con trinos y gorgeos
saludan el nuevo día. Quetsalcoatl
muere, deja de ser la estrella de la
mañana; pero de las cenizas de su
corazón brota el lucero; mas este
lucero no brilla en el firmamento
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
79
sino siete días después: el espacio
en que está en los fuegos del sol y
que tarda en pasar de estrella de la
mañana á estrella de la tarde. Con-
fesemos que los nahoas no cedie-
ron en poesía y en imaginación, y
en su exacta observancia de los mis-
terios de la Naturaleza, ni á los
mismos pueblos helenos.»
Después de esta brillante inter-
pretación, que mucho debe acercar-
se á la verdad, trata Chavero de
averiguar lo que se desprende de la
leyenda respecto á la personalidad
de Quetsalcoatl, y dice:
XXIII
«La primera cuestión que ha traí-
do á maltraer á cronistas é histo-
riógrafos, es indagar quién era Qtie-
tBalcoatL Un autor alemán ha nega-
do su existencia: es el medio más
sencillo de resolver las cuestiones.
Brasseur creyó ver en él nada más
que un simbolismo de la formación
de la tierra : este otro medio no es
tan sencillo, pero es tan inútil como
el anterior para resolver la cues-
tión. Quetsalcoatl fué un personaje
que existió realmente en el siglo X,
y que gobernó Tollan en la época
de su mayor prosperidad. Lo de-
muestran la tradición constante y
unánime de aquellos pueblos, los
jeroglíficos y los anales que fijan
hasta los años precisos de su reina-
do: todas estas son pruebas que de-
terminan una personalidad que no
puede tener un ser imaginario. El
P. Duran supone que uno de los
apóstoles predicó el Evangelio en
estas regiones. García habla de san-
to Tomás; Becerra Tanco encuen-
tra que Quetsalcoatl y Tomás sig-
nifican lo mismo; Sigüenza y Gón-
gora afirmó ya que Quetsalcoatl fué
el apóstol santo Tomás, que predi-
có el Evangelio á los indios. Fúndase
tal opinión primeramente en haber
encontrado los españoles el culto
de la cruz en diversas partes del
continente. El padre Vasconcelos
habla de las huellas del Santo en el
Brasil. Fray Joaquín Bruho, en su
Historia del Peni, al hablar de la
cruz de Huatulco, dice que fué entre-
gada por santo Tomás. El mismo
Vasconcelos habla de la cruz de
Cozumel, y dice que la tenían por
dios de la lluvia, y que no había
pueblo vecino que no tuviese su
cruz. Torquemada dice que bajo
el tercer reinado de Tollan lle-
garon por el lado del Panuco unos
hombres blancos y barbados, que
usaban trajes largos á manera de
sotanas, y que debieron ser irlan-
deses (islandeses), y que Quetsal-
coatl era su caudillo. Burgoa habla
de la cruz de la Mixteca, y tenemos
además las de Tepic y Querétaro.
Muy conocido es el relieve del Pa-
lemke, y se encuentra la cruz en
varios ídolos de Nicaragua. En
nuestros jeroglíficos se encuentra
la cruz en la bolsa en que los sacer-
dotes llevaban el copalli, en los
adornos de Quetsalcoatl; y noso-
tros hallamos un dibujo de un ba-
rro del Palemke que representa á
un hombre fijado en una cruz. En
algunas fiestas de Cholollan y Tlax-
calla se crucificaba á la víctima y
se le asaeteaba. Tenemos en los
jeroglíficos el árbol en forma de
cruz, que se quiebra y chorrea san-
gre. Los nahuas llamaban á la cruz,
Tonacacuahuitl 6 madero de nues-
tra carne, y Quiahuitsiteotl 6 dios
délas lluvias. Esta es, en resumen,
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
la primera prueba de que Quetsal-
coatí fué un cristiano que vino á
predicar el Evangelio. Unos lo
creen santo Tomás, el doctor Mier
piensa que es el santo Tomás de
Meliapor, el señor Orozco opina
que fué simplemente un obispo
cristiano que llegó con las primeras
expediciones á América.
«Veamos la segunda prueba: la
semejanza del rito con algunas ce-
remonias cristianas. Tenían el re-
cuerdo del diluvio, pues según los
cronistas éste era el Atonatiuh;
igualmente el de Eva, pues á ella re-
ferían la Cihtiacoatl, Presentaban
al templo á los recién nacidos, los
bautizaban por inmersión, y entre
los totonaca los circuncidaban. Ha-
cían la famosa comunión con el
cuerpo de Huitzilopochtli, y co-
mían la carne de los sacrificados
teniéndola por carne del dios. Se
confesaban de sus pecados al dios
Tezcatlipoca. Tenían en sus fiestas
solemnes procesiones. Creían en el
infierno, Mictlan, y en el limbo de
los niños, lo mismo que en el paraí-
so Tlalocan. Tenían su diablo, Tla-
catecolotl, y sus diablas, cihuapi-
piltsin, que aparecían por las sie-
rras. Tenían sus dioses abogados
del agua y de las enfermedades, sus
nigrománticos, hechiceros y brujos,
y sus días nefastos. Celebraban la
conmemoración de los difuntos.
Usaban ayunos, abstinencias y sa-
crificios de sus cuerpos, y extre-
mada devoción sacrificándole el
trabajo y aún la persona. Tenían
organizado su sacerdocio por jerar-
quías y recibían las primicias para
sus dioses. Creían en la destruc-
ción del mundo por genios maléfi-
cos, los tBitzime, En fin, decían que
Quetsalcoatl era blanco, rubio y
barbado, y que usaba traje talar
sembrado de cruces, rojas ó negras,
y le pintaban con una manera de
mitra y con una especie de báculo
en la mano.
«Constituyen la tercera prueba
las profecías que el vaSs^vcíoQuetsal'
coatí hizo de que vendrían por el
oriente hombres blancos y barba-
dos, y que él volvería con ellos;
profecías que se confirman en la ci-
vilización del Sur por Jos grandes
sacerdotes Nahau Pee y Chilan Ba-
lam.»
Chavero no admite ninguna de
las anteriores opiniones, pues dice:
«Perdónennos los antiguos cro-
nistas; pero ni Quetsalcoatl fué san-
to Tomás, ni un obispo cristiano del
siglo X, ni se predicó el Evangelio
á los pueblos de raza nahoa. Va-
mos á demostrarlo.»
XXIV
Comienza por las profecías, y
dice:
«Todos los pueblos de la antigüe-
dad han tenido taumaturgos, que,
viendo las miserias de la humani-
dad, la inmoralidad de las costum-
bres y las desgracias de los pue-
blos, han augurado la venida de
dioses mejores; y las naciones que
sufren, acogen esas profecías como
esperanzas de mejorar su triste
condición. Todos los pueblos han
tenido su Mesías y han esperado
su venida. Además, no se ha com-
prendido la leyenda de la vuelta de
QiietBalcoatl: es todavía un simbo-
lismo astronómico. Cuando se em-
briaga con Quetsalpetlatl; cuando
en amoroso abrazo, estrella de la
tarde y tierra se duermen en el sue-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
81
ño de la noche, dice la leyenda que
Quetsalcoatl se fué á Titilan Tía-
pallan Tlatlayan. Mucho ha hecho
discurrir este lugar á los historia-
dores; y ha sido parte para que no
haya faltado quien con este motivo
nos mudase el imperio tlapalteca
del Norte al Sur. Titilan quiere de-
cir lugar negro y Tlatlayan ó Tía-
Hayan debajo de la tierra; y los tol- ¡
teca creían que la estrella de la i
tarde al desaparecer se hundía en !
el lugar negro debajo de la tierra, .
como creían que el sol durante la
noche estaba debajo de la misma
tierra en la mansión de los muer-
tos. Y como el occidente, por donde
desaparecía la estrella de la tarde,
era el rumbo en que estaba Tlapa-
llan, agregaban este nombre para
distinguirlo del lugar en que des-
aparecía la estrella de la mañana. I
A éste solamente le llamaban Tía- ¡
tlayan, deba/o de la tierra. Causa
de pena era la desaparición de la
estrella de la tarde para los nahoas,
y por eso aseguraban siempre que
Qtíetsalcoatl debía volver á apa-
recer por el oriente. Este mito, co
mo todos los demás referidos, fué
tomando una consistencia real ayu-
dado por las luchas religiosas de que
vamos á hablar, y convirtióse en
profecía y creencia, y fué después
del transcurso de los años tenido
por indudable verdad.
«Más grave parece la razón de la
semejanza de los ritos, pero nega-
mos esa semejanza si no es en aque-
llo en que por su naturaleza misma
de ser religiones se parecen todas.
Los cronistas empeñados en que el
Evangelio se había predicado por
toda la tierra, por su espíritu cris-
tiano, amontonaron los mayores ab-
surdos en sus crónicas. Sigüenza se
empeñaba en encontrar la confu-
sión de las lenguas en el jeroglífico
de la peregrinación de los azte-
cas, de que después nos ocupare-
mos, cuando allí no se trata sino de
la salida de los emigrantes de un
pueblo que está á las orillas del la-
go, muy cerca de la ciudad de Mé-
xico. El padre Duran afirma que la
pirámide de Cholollan se fabricó
después del diluvio para salvarse
en ella en caso de que la calamidad
se repitiese: ¡y la pirámide como
escalón enano está al pié del gigan-
tesco Popocatepetl, que parece to-
car el cielo con su frente de nieve!
Veytia quiere que la fábula del
mosquito sea el milagro de Josué.
Así el espíritu cristiano de los his-
toriadores rebuscaba en las tradi-
ciones de los nahoas recuerdos del
relato bíblico, y quiso encontrar las
prácticas del catolicismo ¡en el cul-
to del feroz y sanguinario HuitsUo-
pochtli! Examinemos las ceremo-
nias origen del error; el bautismo.
La dedicación de los recién nacidos
á los dioses es propia de todas las
religiones: al- niño se le constituía
guerrero del dios Huitmlopochtli, y
para que pelease por él, se le arma-
ba de una rodela y cuatro flechas.
¿Es este el espíritu del sacramento
del bautismo? Al niño no se le bau-
tizaba por el sacerdote, sino que se
bañaba por la partera. ¿Es esta la
forma del sacramento? En algunas
partes se le circuncidaba, y no á la
manera de los judíos. ¿Un apóstol
ó un obispo cristiano habrían pre-
dicado la circuncisión? Pasemos al
matrimonio. No hay siquiera cere-
monia religiosa: se ata el ayatl del
hombre al huipilli de la mujer. En
muchas partes existía la poligamia.
¿Esta es la unión cristiana y éste el
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
modo de llevar á cabo el sacramen-
to? El enterramiento cristiano ¿es
esa serie de papeles que se ponían
al muerto para que atravesase peli-
gros imaginarios? ¿Acaso el poner-
le alimento para que no tuviese
hambre en la otra vida? ¿El ente-
rrarlo con sus mantas y joyas para
que en otro mundo se vistiese y
adornase? ¿El sacrificar á sus cria-
dos para que allá les sirviesen? ¿Son
las preces cristianas esos sacrifi-
cios repetidos de tiempo en tiempo
por cuatro años? ¿Es la inmortali-
dad cristiana del alma el ir los
soldados al sol, otros hombres feli-
ces álos jardines del Tlaloccan, y la
multitud á perecer sin más pena y
más premio en el Mictlan? ¿Es el
limbo de los niños no bautizados
ese delicioso lugar á que iban to-
dos los niños muertos, y en donde
se mantenían del árbol que goteaba
leche, hasta que volvían á la vida?
¿Y el purgatorio tan esencial en el
cristianismo, y el juicio final y la
resurrección de la carne? Si algún
cristiano predicó el cristianismo á
los indios fué un cristiano que no
creía en el Credo.
«Jesús dijo: «Confesaos los unos
á los otros;» y el sacerdocio cristia-
no estableció la confesión auricular
con el sacerdote, y de esta confe-
sión resultaba la remisión de los
pecados. Los nahoas no conocían
esta remisión y decían sus faltas
solamente al ídolo de Tescatlipoca,
porque creían que todo lo oía y todo
lo sabía. ¿Es éste el sacramento?
Comían el cuerpo de Huitsilopoch-
tli hecho de bledos, pero ni idea te-
nían de la transmutación. Como el
cautivo sacrificado representaba al
dios con cuyos arreos se le ador-
naba, decían que comían el cuerpo
del dios cuando comían la carne de
la víctima. ¿Sería acaso este cani-
balismo el sacramento cristiano?
Tenían procesiones como todos los
pueblos, y procesiones que termi-
naban en danzas. Había como con-
ventos de monjas; pero no había la
reclusión y castidad perpetuas. De
allí salían las doncellas á casarse.
Había jerarquía sacerdotal porque
en todas las religiones la hay; pero
el sacerdote no tenía que ser céli-
be, pues conocemos aun el nombre
de la esposa de Tenoch; y el orden
no imprimía carácter, pues sabe-
mos que Moteczuma dejó de ser
gran sacerdote para pasar á empe-
rador.
«Los sacerdotes intervenían en
todo, porque era su interés; cobra-
ban primicias, rentas y tributos, y
sacaban provecho de todas las ce-
remonias, porque los sacerdotes de
todos los cultos han sido siempre
grandes financieros; pero nada trae
su origen del cristianismo. Los que
han dicho que la bárbara religión
de los mexica se derivó de ese ori-
gen han ofendido al Evangelio.
^Más importante parece á prime-
ra vista el argumento de la cruz, á
cuyo culto se une la llegada en el
siglo X de un hombre blanco, bar-
bado y que usaba un traje asaz ex-
traño.
«Comencemos por hacer constar
que la cruz ha sido motivo de culto
especial en los pueblos más anti-
guos anteriores al cristianismo. En
el Egipto, en China, en Rusia, en-
tre los hebreos, entre los druidas,
en los misterios de Mitra, entre los
germanos y pueblos del Norte; lue-
go el culto de la cruz no es una con-
secuencia de la predicación del
Evangelio. En el Nuevo Mundo se
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
83
encontró la cruz en el Canadá, en el
Perú, en Cozumel, en Huatulco,
en Salinas, en Chuquiavo, en Nue-
va Granada, en el Palemke, en Metz-
titlan, y en otros muchos lugares; y
como todos estos lugares correspon-
den á países muy apartados unos de
otros, con civilizaciones y religio-
nes muy diferentes, sería absurdo
decir que un Qtíet^alcoatl cristiano
las introdujo. Además, sabemos el
significado de la cruz del Palemke
y sus congéneres; y por lo mismo
no han podido ser introducidas por
el Quetsalcoatl cristiano. El perso-
naje blanco y barbado que introdu-
ce un nuevo culto, aparece en muy
diferentes partes, lo que prueba
que no es un ser real, ó que fue-
ron diferentes reformadores de las
antiguas religiones, pero no un Que-
tsalcoatl cristiano. En el Brasil ha-
bía la tradición de hombres blancos
y barbados, uno de ellos llamado
Sumé, que predicó la nueva doctri-
na. Ovalle dice que en Chile había
una tradición semejante. En Cuma- '
né tenían el culto de la cruz, y Ca- 1
lancha habla de una en forma deas- 1
pa dentro de un cuadro. Los jesuí- 1
tas encontraron el culto de la cruz
en el Paraguay, introducido por Su- !
mé ó Zumé: desde el Paraguay has-
ta Tarifa le llamaban Pay Tumé.
En el Perú tenemos la predicación
de Tumé. Tuapac les dejó la cruz de
Carabuco y dicen que la labró en el
Brasil y que la llevó cargando mil
doscientas leguas. Este Tuapac, Ti-
ci viracocha y Viracocha son tres
personajes misteriosos, sin duda
tres reformadores. Adoraban á un
dios que se llamaba Pachacamac;
no tenía efigie y le construyeron un
famoso templo. Nadie podrá creer
que todos estos personajes son el
Quetsalcoatl de Tollan. Para nos-
otros no están oscuras dos invasio-
nes religiosas en los pueblos de la
América del Sur: una de la civili-
zación maya-quiché por los zama
ó zumé, y otra posterior de los na-
hoas, como lo significan los mismos
nombres de origen nahoa muy cla-
ro, y algunos de ciudades de esas
regiones. Creemos importante ha-
cer constar que el rey Atahualpa
no tenía idea del cristianismo.
♦ Respecto de las cruces de Mé-
xico — dice Cha vero — ya hemos ex-
plicado lo que expresan.» (Véase
Cruz.)
Continúa hablando Chavero:
«¿Qué era la cruz, y qué referen-
cia tenía á los árboles cruciformes?
El señor Orozco lo ha dicho: era el
árbol de la inteligencia. Humboldt
lo comprendió: era el Nahui-Ollin,
Los mayas lo decían: era el dios de
la lluvia. Y nosotros hemos dicho
más: era una de las manifestaciones
del sol y de sus benéficos efectos
en las lluvias; por eso llamaban á
la cruz Tonacacuahuitl, árbol de
Tonacatecutli, árbol del sol. En la
cruz del Palemke se ve la flecha del
sol. La cruz era el árbol del sol, la
deidad de las lluvias. Fijémonos en
esta sola idea: la religión cristiana
se distingue de las muchas religio-
nes que han tenido el culto de la
cruz, en que éstas adoraban la cruz
sola, y aquella tiene el Crucifijo, y
en ella es la cruz símbolo de reden-
ción. Pues bien, los nahuas no tu-
vieron el Crucifijo, ni para ellos fué
la cruz símbolo de redención, sino
simplemente deidad de las aguas,
y símbolo de los grandes períodos
cronológicos. Se ve que ni la cruz
prueba el cristianismo entre los in-
dios.»
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84
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
XXV
«¿Quién era entonces Quetsal-
co«//?— pregunta Cha vero.— Antes
de resolverlo, veamos el estado
religioso deTollan cuando él apare-
ció. Vahemos dicho qué sucede con
los pueblos cuando la religión que
profesan es muy antigua, que no
ven ya en el simbolismo su antigua
significación, sino que los hechos
que refiere se tornan hechos reales
y positivos, y los dioses se persona-
lizan, digámoslo así, en los ídolos.
A esta ley, que no ha podido eludir
ningún pueblo, tuvieron necesaria-
mente que ceder los tolteca. ToBca-
tlipoca y Quetsalcoatl, á fuerza de
ser dioses con figuras reales que los
representaban, dejaron de ser as-
tros para la multitud. La lucha
astronómica, para el pueblo que no
podía comprenderla, se convirtió
en verdadera lucha religiosa. Cada
dios tenía su sacerdocio; y ya se sa-
be hasta donde llega la rivalidad
sacerdotal, aun en nuestros días.
Además, comenzaron los sacrifi-
cios humanos; y todo hace presu-
mir que de preferencia en el culto
de TeBcaÜipoca. Sabemos ya que
se sacrificaba en la nueva siembra
un criminal á Tonacatecutli, Acaso
la proximidad á los tarascos, los
otonca y otras tribus bárbaras, fué
parte para la introducción de los
sacrificios. El ídolo TcBcatlipoca
era la piedra negra y de aspecto fe-
roz; todo era terrible en su culto, y
sin duda en él comenzaron los sa-
crificios. Que éstos existían antes
de Quetsalcoatl lo prueba el elogio
que de él hace la crónica, dicien-
do que nunca quiso sacrificar á sus
subditos los tolteca, sino mariposas,
aves y culebras que cogía en los
montes.
«Creemos que á esa época debe
referirse el sacrificio gladiatorio
que representa una de las pinturas
de M. Aubin, porque era el sacri-
ficio más natural y más confor-
me con las creencias nahoas, como
que es representación de la lucha de
Tescatlipoca y Quetsalcoatl, de la
luna y de la estrella de la tarde. Y
no nos llama la atención que esté
en la parte superior la figura de
Tonacatecutli, el sol, porque sólo en
honor del sol se hacía el sacrifi-
cio gladiatorio. Si se observan con
atención las dos figuras que en la
pintura representan el sacrificio
gladiatorio, se verá que la que está
atada á la piedra cuauhxicalli, es
imagen de Tescatlipoca, la luna.
Rostro y vestido son de color blan-
co como los rayos del astro de la
noche; debajo del rostro se le ve di-
bujada claramente una media luna;
tiene por tocado el i^tli y las nava-
jas del sacrificio; y mientras en una
mano empuña la macuahuitl para
la lucha, en la otra sostiene el es-
tandarte y el espejo de Tescatlipo-
ca. La otra figura representa á
Quetsalcoatl, que lleva la máscara
sagrada. La parte descubierta de
su rostro, sus manos y sus pies, es-
tán untados con el negro ulli de los
sacerdotes y de los dioses, y lleva
en la cabeza el tlapollini de plumas
de quetzal. Cubre toda su figura
con una piel de tigre, porque, co-
mo hemos visto en la crónica, de-
cían los nahoas, con su gran imagi-
nación poética, que la estrella de la
mañana arrastraba en pos de sí á
todas las estrellas, y el cielo sem-
brado de éstas, como de manchas
de luz, les parecía como una piel de
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
85
tigre, por lo que á Quetsalcoatl le
pintaban con figura de ocelotl. Tie-
ne éste en una mano su macuahuitl
para la lucha, y en la otra un chi-
malli, en el cual se ve el símbolo
de la estrella de la mañana, idénti-
co á como se representa en un mo-
numento de piedra del Museo. Po-
demos, pues, decir que el sacrificio
gladiatorio se estableció en repre-
sentación de la lucha astronómica
de Tescatlipoca y Quetsalcoatl, y
que por lo mismo debió ser uno de
los primeros sacrificios introduci-
dos en la religión nahoa. Como este
es un estudio completamente nue-
vo, y nada se halla sobre la materia
en cronistas é historiadores, lo expo-
nemos con temor, aunque nos figura •
mos que no vamos descaminados.»
En el sacrificio gladiatorio siem-
pre era vencido é inmolado el cau-
tivo que estaba atado en la piedra.
No podía, pues, este cautivo repre-
sentar á Tescath'poca , la luna lle-
na, que siempre vencía á Quetsal-
coatl, la estrella de la tarde, que se
iba ocultando en el horizonte á me-
dida que iba ascendiendo la luna.
¿Cómo podía ser que el vencido as-
tronómicamente fuera el vencedor
en el sacrificio? Creemos, pues, que
va descaminado Chavero en esta
representación. Si, por el contra-
rio, dijera que Quetsalcoatl, el lu-
chador libre, representaba á la es-
trella de la mañana, entonces sí se
concibe que el cautivo atado á la
piedra sea Tescatlipoca, porque
la Venus matutina, con su esplen-
dorosa luz, opaca á la de la luna, si
no es que ésta se pone cuando aqué-
lla sale. Pero en este caso el sím-
bolo no sirve de prueba, como pre-
tende Chavero.
Continúa éste diciendo:
XXVI
«Según los Anales, Quetsalcoatl
nació en el año 895. En el año 922,
á los veintisiete de edad, llegó á
Tollantzinco, y permaneció hacien-
do vida austera cuatro años. En el
año 925, á los treinta de edad, fué
nombrado monarca y gran sacer-
dote de Tollan. El año 935, á los
cuarenta de edad y diez de reinado,
murió QuetBalcoatl. Se dice que vi-
no á salir por Cuextlan, pasando el
agua sobre un madero, ó, segCln
otra tradición, por un puente. Se
dice también que era blanco y bar-
bado, y que usaba una túnica sem-
brada de cruces rojas ó negras.
¿Pudo Quetsalcoatl ser algún obis-
po, algún cristiano irlandés de los
que primero descubrieron la costa
de nuestro continente? Examine-
mos la cuestión. Rafn se ocupa de
esos descubrimientos, y después
de él Beauvois, con mayores datos,
en nuestro concepto. Las noticias
de Rafn no lo prueban. Hasta 982
no se descubrió la Groenlandia. En
986 Herinlson aportó casualmente
al continente americano muy al
norte. El año 1000, Leift descubrió
Litla Hclluland, que es Terranova,
y bajó hasta Markland, hoy Nueva
Escocia. Thorvald, el año 1002, ba-
jó hasta el Vinland, región en que
se encuentra el lugar que ocupa
Nueva York, y los viajes posterio-
res no pasan del Vinland. Estas
noticias nos dan dos consecuen-
cias precisas: primera, los descu-
brimientos no pasaron de la región
que hay entre Nueva York y Was-
hington; era imposible que uno de
esos descubridores fuera Quetsal-
coatl que aparece en nuestras re-
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86
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
giones; segunda: siendo el primer
descubrimiento en 982, era más im-
posible aún, pues Quetsalcoatl mu-
rió en 935. Si recurrimos á otros
datos que los de Rafn, las sagas
nos los proporcionan. AreMarsson
llega á la gran Irlanda ó Irland it
Mikla, hoy el Canadá, y allí le bau-
tizan; pero este suceso no puede
ser anterior al año 999. La desapa-
rición de Bioeern no puede ser an-
tes de 988. El viaje de Gudhleif fué
en 1030. Ninguno de estos hechos
puede referirse á Quetsalcoatl que
es anterior.
«Parece que no hay duda de que
Hvitramaanland estaba habitada
por los papas, cristianos irlande-
ses; pero éstos no se habían comu-
nicado con el Sur, que ocupaban
los trogloditas skroelings, todavía
cuando la excursión de Gudhleif en
el siglo XI. Finalmente, y esto es
decisivo, el cristianismo no fué pre-
dicado en la misma Islanda sino
hasta 981 por el obispo Federico y
Thorvald Kodrasson. Por lo tanto
el Quetsakoail que murió en 935
no pudo ser cristiano y menos un
obispo.
«Quedan dos puntos por resol-
ver: Quetsalcoatl llega por Cuex-
tlan que da al lado del mar, y es
blanco, barbado y usa un traje ex-
traño, talar y sembrado de cruces
rojas ó negras.
«La aparición por Cuextlan ó por
el Panuco, como quieren otros cro-
nistas, no es una objeción, y se
explica fácilmente. Absurdo sería
creer, como parece indicarlo Tor-
quemada, que los papas irlande-
ses, que tan sólo buscaban un lugar
de retiro, emprendiesen navegacio-
nes para predicar su fe; más natural
hubiera sido que tratasen de con-
vertir á sus vecinos los skroelings,
á la raza primitiva monosilábica,
acaso los esquimales ; y se ve por
las tradiciones que no se ocuparon
de eso. Además, el argumento de
comparación de fechas no pue-
de contestarse. En esto se confunde
también el personaje histórico con
el mito astronómico. liemos visto
que como desaparecía la estrella
de la tarde por el occidente, en cu-
yo rumbo estaba Tlapallan, decían
que Quetsalcoatl, á su muerte, se
había ido para allá: pues de la mis-
ma manera, como Cuextlan estaba
al oriente de Tollan, y en ese rum-
bo nacía la estrella de la mañana,
decían que por ahí había venido
Quetsalcoatl.^
(Este argumento es muy débil,
porque por Cuextlan ó por Panuco
no sólo se dice que vino Quetsal-
coatl, sino con él otros muchos cu-
yos nombres da Sahagún, entre
ellos, Cipac tonal, Oxomoco, Tcpos-
tecatl y otros dioses; y estos no po-
dían ser la estrella de la mañana.)
Continúa hablando Chavero:
«En cuanto al hombre blanco y
barbado, debemos decir que también
de los tolteca se dice que eran
blancos y barbados. Las razas in-
feriores con que se encontraron,
ellos pueblos del Norte y por lo
mismo más desarrollados y más
hermosos, debieron tomar como ti-
po de belleza su color más claro
y su ma\^or abundancia de barba, y
atribuir estas particularidades á to-
dos los personajes superiores para
ellos. Nadie sostendrá que /////ys/Vo-
pochtlt ersiun europeo; y sin embar-
go lo figuraban también con barba.
Se ve, pues, que el color y la bar-
ba no son una prueba. En cuan-
to al traje talar sembrado de cru-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
87
ees, no pudo ser el de los papas,
que era blanco, pero sin cruces. La
historia no nos cuenta que algún
pueblo ó sacerdocio cristiano usara
ese traje. Además, desconfiamos
del relato de Torquemada : no en-
contramos á Quetsalcoall con ese
traje en los jeroglíficos. En el Có-
dice Vaticano está en medio de las
nubes rosadas de la aurora como
estrella de la mañana; está desnu-
do, llevando solamente un maxtli
6 ceñidor, y á la espalda un lienzo
angosto con dos cruces, cuyos cua-
tro brazos son de igual tamaño: en
otro jeroglífico está enteramente
desnudo, y las dos cruces están en
su tocado. Algunas veces se le re-
presenta con ima especie de mitra;
pero la mitra era muy antigua en
la civilización del Sur, como puede
verse en el relieve de la cruz del
Palemke.
«Sise observa la leyenda genuina
y primitiva se verá que en ella
nada se dice respecto á que Que-
tsalcoall introdujese el culto de la
cruz: en las mismas profecías se
habla de que Quetsalcoall volvería
por el oriente, pero sin hacer nin-
guna referencia á la cruz. Los auto-
res de segunda mano, sin duda por
haber visto las dos cruces en el je-
roglífico de Quetsalcoall, y para ex-
plicar el culto de la cruz entre los
antiguos indios, fueron los que in-
trodujeron la idea de que él fué el
que trajo dicha adoración, sacan-
do de aquí un argumento en fa-
vor de la pretendida predicación
del Evangelio. La verdad es que
era difícil la explicación de las dos
cruces de Quetsalcoall, y no ha-
bríamos dado en ella si no nos hu-
biésemos fijado últimamente en uno
de los más preciosos ídolos que tie-
ne el Museo de México. Es una ca-
beza colosal de serpentina admira-
blemente pulida y labrada. Que se
refiere al calendario no cabe duda,
pues los glifos y cintas que tiene en
el tocado lo demuestran, así como
las conchas con sus divisiones en
un todo semejantes á otras que tie-
ne un monumento de la cuenta del
tiempo, también de serpentina, que
es de nuestra propiedad. Tiene la
cabeza las orejeras en forma de dis-
co, que se ven siempre en la cara
del sol, y de ellas salen dos rayos
de las dos distintas figuras que tie-
nen los de la Piedra del sol. El be-
zote que le cuelga de la nariz es en
un todo semejante á las orejeras y
forma la lengua de luz del astro.
En los carrillos tiene también dos
adornos triples que en su parte su-
perior consisten en dos discos, den-
tro de los cuales hay dos cruces de
brazos iguales, las que no cabe du-
da de que representan el Nahui-
Ollin, pues tienen entre sus aspas
cuatro puntos. Como elNahui-Ollin
representa las cuatro posiciones
del sol en el año, es decir, el curso
solar completo, ya se viene clara-
mente en conocimiento de lo que
representan las dos cruces del je-
roglífico de Quetsalcoall, y aun las
de la cabeza del Museo. Una cruz
es un curso del astro; pero Quetsal-
coall, como estrella de la tarde, tie-
ne un curso de 260 días ó un año
religioso de los nahoas, y como es-
trella de la mañana tiene otro cur-
so de 260 días ú otro año del Tona-
lamatl, y por eso es ponerle dos
cruces. Se ve, pues, que Quetsal-
coall no introdujo el culto de la cruz
cristiana. Las cruces que se encon-
traron sabemos ya que eran el dios
de las lluvias ó el árbol del 5o/;mas
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
nunca un símbolo de redención ni
la cruz del Cristo. El Quetsalcoatl
cristiano, como leyenda, es un tipo
admirable; pero la historia no pue-
de admitirlo.»
Estamos conformes con esta con-
clusión de Chavero; pero no cree-
mos exacta la interpretación que
hace de las dos cruces del jeroglí-
fico de QueisalcoatL Ningún signo
del Nahui-Olin, en los Códices, tie-
ne la figura de cruz perfecta grie-
ga, como las que tiene Quetzal-
coatí; siempre forma ese signo, dos
ángulos agudos y dos obtusos, de
suerte que nunca tiene la figura
de cruz, la cual tiene cuatro ángu-
los rectos. Mas suponiendo que las
cruces de Quetsalcoatl sean el sig-
no del Nahtii-Olin, éste representa
exclusivamente los cuatro movi-
mientos del sol en el año de 365
días; así es que en el jeroglífico
de Quet^alcoatl representaría dos
años solares y no dos años del To-
nalamatl ó sea dos períodos de 260
días de la estrella de la tarde. Ade-
más, ¿qué objeto tenía representar
dos períodos de la estrella? Para
representar á Quetsaicoatl bastaba
un período, y eso con signo espe-
cial, que no se confundiera con el
del sol. Es verdad que para los mo-
vimientos de la luna y de la estre-
lla de la tarde han introducido sig-
nos especiales, el olinemetstli para
la primera, que es una cruz de San
Andrés, y para la segunda el oppa-
nolin, que es la cruz griega; pero
si el de la luna está comprobado
con algunas pinturas del Códice
Borgiano y con otra del Códice Fe-
jervary, no sucede lo mismo con el
de la estrella de la tarde, que sólo
ha sido introducido é interpretado
por Chavero como oppanolin, para
explicar las cruces de Quet^alcoatl;
pero no tiene en su apoyo ningvma
otra interpretación autorizada de
los expositores de los Códices. Ade-
más, Chavero dice que las dos cru-
ces del jeroglífico de Quetsalcoatl
significan dos años del Tonala-
malí ó sea dos períodos de 260 días,
y al explicar el oppanolin (HisL de
México, pág, 155) dice que repre-
senta sus dos movimientos y sus
dos períodos, esto es, como estrella
matutina y como estrella vesperti-
na. Si una cruz sola, el oppanolin,
representa los dos movimientos,
¿para qué le ponen dos cruces á
QtietBalcoatl? El barón de Hum-
boldt cree que la cruz griega re-
presenta los cuatro puntos cardi-
nales, y esta representación es más
admisible que la del oppanolin;
pero ni así se explica la significa-
ción de las dos cruces de Quetzal
coatí.
Continúa hablando Chavero:
XXVII
<^QuetBalcoatl no era más que un
sacerdote nahoa reformador de la
religión y fundador de una secta
numerosa. Fué un gran pontífice y
un gran rey. Si una religión se exa-
gera, y más si en ella comienzan
los sacrificios bárbaros á que el
pueblo no está aún acostumbra-
do, viene naturalmente la reforma.
Frente al terrible culto de Tesca-
tlipoca debió parecer dulcísimo el
de Quetsalcoatl, que conservaba su
candor primitivo. La estrella de la
tarde, desapareciendo amorosa tras
el sol» y el lucero de la mañana, per-
diéndose en las nubes de oro de la
aurora, cuando todo es regocijo y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
89
alegría en la Naturaleza, no podían
inspirar pensamientos lúgubres. La
reforma quiso naturalmente traer
al poder al sacerdocio de QuetBal-
coatl para oponerlo al terrible cul-
to de Tescatlipoca. Contribuyó fe-
lizmente que el gran sacerdote de
Quetsalcoatl era en aquella sazón
un joven hermoso, pues, según los
Anales, tenía treinta afíos, y el cual
vivía en castidad y en austera pe-
nitencia en Tollantzinco. Se llama-
ba Ceacatl Topiltsin, teniendo el
primer nombre sin duda del año en
que nació, pues el día ó el año del
nacimiento daban generalmente el
nombre. Como sacerdote del dios
Quetsalcoatl tenía este otro nom-
bre, como también era costumbre
en aquellos pueblos. Fué su gobier-
no benéfico, y en él se introdujo la
reforma religiosa, haciendo preva-
lecer el inocente culto antiguo, pues
de él se dice que jamás quiso sacri-
ficar hombres, sino mariposas y cu-
lebras que cogía en el campo. Era
el verdadero padre de sus subditos,
pues se cuenta que como á hijos los
quería. Fué su reino la época de
mayor prosperidad de los tolteca,
y por eso á él se refieren metafóri-
camente las invenciones de todas
las artes, el conocimiento de la agri-
cultura y de la minería, y aun el
descubrimiento del jugo del ma-
guey. Por eso metafóricamente se
ha dicho que el extranjero Quetsal-
coatl introdujo esos adelantos des-
conocidos de los nahoas. No: los
nahoas, ya de muy atrás, desde el
antiguo y poderoso imperio tlapal-
teca, sobresalían en las artes y en
las ciencias. Muéstranlo su admi-
rable calendario, superior al Julia-
no y aún al Gregoriano, que lo tomó
en cuenta; las ruinas de su porten-
tosa arquitectura; los preciosos ob-
jetos de cerámica que en ellas se
encuentran, y aún sus mismos mi-
tos religiosos, producto de su obser-
vación y de su poesía. Absurdo se-
ría sostener que los tolteca no co-
nocieron la agricultura hasta que
se las enseñó Quetsalcoatl, cuando
los nahoa habían sido un pueblo
esencialmente agrícola; que de él
aprendieron la minería, cuando las
tribus más antiguas ya trabajaban
el cobre, y cuando precisamente en
la región tolteca no había minera-
les. ¿Cómo pudo el supuesto extran-
jero inventar el licor del maguey,
planta abundantísima en la región
de los meca que de él traía su nom-
bre, y cuando el viejo dios Tlaloc
derivaba el suyo precisamente del
de ese licor, octli? ;Cómo pudo en-
señarles el arte de la platería, su-
perior la de los nahoas á la del Vie-
jo Mundo? ¿Cómo á tejer el algodón
y la pluma, si esos tejidos ni se co-
nocían del otro lado del Atlántico?
¿Cómo la arquitectura, si ni los pa-
pas de Irlanda, ni escandinavos, ni
islandeses podían presentar monu-
mentos como los todavía hoy admi-
rados de esas regiones? Pero esta
civilización había llegado á su ma-
yor grado en Tollan en el reinado
de Quetsalcoatl; se habían confun-
dido ya los prodigios de las dos
grandes civilizaciones, y por eso la
leyenda, siguiendo el lenguaje que
siempre usa, lo llama su inventor.
«Es asombrosa la precisión con
que la leyenda, en pocas palabras,
nos pinta aquel estado de adelanto.
Los palacios de Quetsalcoatl esta-
ban tapizados, ya de riquísimas
plumas, ya de concha y corales, ya
de oro. Inventaba ya el licor del
maguey, ya el sabroso jugo del ca-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
cao, manifestando así los prodigios
de la agricultura. Los de la mine-
ría se expresaban diciendo que iba
á la montaña á fabricar piedras ver-
des y azules, y recibía turquesas y
esmeraldas de otras región es, expre-
sión del desarrollo del comercio.
Asi, ciencias, artes, industria, agri-
cultura, minería y comercio, todo
contribuía bajo el gobierno de Que-
tsalcoatl é,h3,cer de ToUan el empo-
rio de la civilización nahoa.
«Pero su obra más grande no fué
llenar de palacios y templos su ciu-
dad, no fué el hacerla la más rica
y poderosa de su época, no fué el
inundarla de ciencia y bienestar,
sino que estando ya convertida por
sus ritos bárbaros en una sociedad
de fieras, volvió á hacer de ella una
nación de hombres. Más hermoso
que como estrella de la mañana, es
Quetsalcoatl como reformador.
«Nadie debió atreverse á varón
tan superior, y por eso la crónica
nos dice que á los diez años de rei-
nado murió en el poder.
«Motivo de duda nos presenta la
crónica, puesto que después nos
vuelve á hablar de otra muerte
trágica de Queisalcoatl á los doce
años, en el ce acatl, 9 Al. Fácil es la
explicación. Subió Quefsalcoatl al
trono por un movimiento irresisti-
ble popular, nacido de la admiración
de sus virtudes y del odio al culto
bárbaro entonces entronizado. Se
le nombró rey y gran sacerdote de
Tollan, y se sustituyó la monarquía
con la teocracia. A la muerte de un
rey hubiera recibido el poder el hi-
jo del rey: á la del sumo sacerdote ¡
dcbia recibirlo otro sumo sacerdote, ^
otro Qííctsakoatl que debiera soste-
ner la reforma de su antecesor. La
teocracia continuó doce años más.
«Pero toda reforma produce una
reacción, que si no se atrevió á levan-
tarse en vida de) gran reformador,
porque los grandes caracteres siem-
pre se imponen, se alzó en armas in-
mediatamente después de su muer-
te; esto está probado con una admi-
rable concordancia de fechas.
«Hemos visto antes cómo los me-
ca invadieron la península maya.
Parece que los reyes de raza mix-
ta ó nahoa adoptaron el nombre de
Totoxihuitl, pájaro precioso, ó, se-
gún la corrupción maya, Ttitul Xiu.
Pues bien, más tarde vuelve á apa-
recer el dominio délos Ttitul Xiu de
los nahoas, y es el rey Ajehuitok,
Ahuizotl, y fundan á Uxmal, y allí,
ya no conquistadores absolutos, si-
no aliados á los reyes de Chichen
Itza y de Mayapan, gobiernan dos-
cientos años. Pío Pérez fija la épo-
ca de la llegada de los nahoas en
el año de 936; Brasseur quiere que
sea el de 981. Poco importa esa di-
ferencia. Ella nos da un precioso
dato, que bien podría retardarse
algunos años con la otra fecha. En
981 empieza la nueva invasión na-
hoa en la península maya; esto
acusa que á la muerte de Quetsal-
coatí había comenzado en el reino
de Tollan la guerra civil religiosa
y que habían principiado las emi-
graciones de aquellos pueblos, hu-
yendo de los desastres de la guerra.
En 9vS5 muere Quetsalcoatl, y en
981 encontramos á los fugitivos tol-
teca haciendo con su ciencia, de
Uxmal, ciudad tan prodigiosa, que
sus ruinas son hoy nuestro asombro.
Según los datos de Cogolludo, los
señores de Mayapan son los coco-
mes, los creyentes de Cuculcan 6
QuetzalcoaÜ. En la lucha con los
partidarios del dios TcBcatlipoca,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
91
para conservar su culto, huyen los
del dios Quet^alcoatl. Así, la lucha
simbólica de los dos astros se había
convertido en realidad: la religión
nahoa pasó desde ese día á ser his-
tórica, cuando hasta entonces no
había sido sino astronómica.
«De esa primera lucha civil hay-
claros vestigiosen laleyenda. Jí^^ca-
tlipoca, para destruir á Quetsalcoatl,
se une con Toltecatl é Ihuimecatl.
Tescatlipoca dice que sus subditos
van de Nonoaltepec. Los emisarios
que envía son Coyotl, Tnahuatl é
Inamantecatl. Llegan en su marcha
á Xonacapayocan y los recibe il/«a:-
tlaton, y cuando son pregimtados,
dicen que van de TlamacaBcatepec
y Tollantepec. ¿Quién no ve aquí á
los partidarios de la vieja religión
buscando alianzas contra la refor-
ma? Ellos dicen que son de Tollanie-
pee, la ciudad de los tolteca, y de
Tlamacaseatepee . la ciudad de los
sacerdotes. Son el viejo sacerdocio
y el pueblo fanático que se levantan,
llaman en su auxilio á los nonoalca
y á los ihuimeca ó meca de plumas,
que habían conservado la vieja reli-
gión en el país de los meca, y por
eso, sin duda, habla Veytia de régu-
los de Xalizco; llegan á Xonaca-
payocan y encuentran un aliado en
Maxtla. Mandan los emisarios, cuyo
nombre nos da la leyenda, y comien-
za la guerra. A los doce años la
segunda teocracia estaba vencida;
pero el viejo Sacerdocio no se había
hecho del poder: los tolteca habían
elegido rey. La lucha entre la reac-
ción y la reforma no se había deci-
dido: estaba aplazada.
«La monarquía continuó, desde
el año 947 al 1046, por un siglo: en-
tonces volvió á emprenderse la lu-
cha que ya no podía ser sino de
completa destrucción ó de entera
victoria. Veamos lo que dice la
crónica. La crónica estáde tal mane-
ra complicada en esta parte, que
creíamos que la teocracia de Hue-
mac había sido anterior á la nueva
de Qtietsalcoatl, y que con ésta ha-
bía terminado el reino de Tollan.
Pero concordando los diversos da- .
tos resulta que al parecer la religión
vieja se había sobrepuesto durante
los últimos años de la monarquía, y
que entonces hubo un nuevo levan-
tamiento en favor de la reforma,
en favor de Quetsalcoall. La lucha
volvía á comenzar. Tuvo esto lugar
en el año 9 tochtli, 1046: á la muerte
del rey Tlilcoatsin, y parece que
ayudados por Tos chalca de Xicco,
los tolteca trajeron al gran sacerdo-
te de Quetsalcoatl al trono y al su-
mo poder sacerdotal. Entonces co-
menzó la tercera teocracia de To-
llan y la segunda de Quetsalcoatl.
Seguiremos llamando, como la cró-
nica, Quetsalcoatl al jefe supremo,
nombre que recibía del dios de cu-
yo culto era sumo sacerdote. La
guerra civil se ensangrentó: de-
dicados los hombres á la guerra,
los campos fueron abandonados, y
en el año 7 tochtli, 1070, comenzó la
espantosa hambre de siete años, que
fué parte principal para la destruc-
ción del reino y emigración de los
tolteca á otras regiones. En el año
1080 pone Cogolludo la llegada á
Mayapan de los cocomes llevando
el culto de Cuculcan 6 Quei^alcoatl.
Los sacrificios sangrientos tuvieron
grandes creces. Como represalia
tomábase á los hijos de los caudillos
para sacrificarlos. La guerra civil
y religiosa había durado, desolán-
dolo todo, hasta el año 8 tochtli,
1110.
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92
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Parece, por las noticias vagas
y confusas de la crónica, que en es-
te afto de 1110 fué al fin vencida la
reforma, expulsados los Quetj&al-
coatí, y que triunfando la religión
vieja, fué electo rey y sumo sacer-
dote Huemac, nombre que, como
hemos visto, se daba al jefe del cul-
• to antiguo, cuya principal deidad
era Tescatlipoca. En ese año lle-
gan á Tollan los bárbaros, aliados
de Huemac para el triunfo. La cró-
nica les da los nombres del demo-
nio: Tlacatecolotl é Ixcuiname, y
dice que salieron por Cuextlan, lo
que hace presumir la alianza de los
cuexteca. Entronizóse el culto
bárbaro con la cuarta teocracia y
segunda del culto viejo. Comenza-
ron á asolar los pueblos vecinos pa-
ra tomar cautivos que sacrificar á
su dios. A los partidarios del culto
de Quetsalcoatllos persiguieron
sin descanso. Arrojados de Tollan
se refugiaron en Teotihuacan;
perseguidos allí buscaron asilo en
Cholollan: de allí también fueron
lanzados. Los hemos visto llegar á
fundar ciudades en la península ma-
ya: en otras partes se iban estable-
ciendo, y ellos son los fundadores
de Xicalanco, preciosa y riquísima
región que se extendía desde Ta-
basco hasta Xaltipan.
«El reino de Tollan se debilitaba
día á día: el hambre, la peste, las
numerosas y continuas emigracio-
nes, todo acababa con él. Mil funes-
tos presagios anunciaban su ruina
y por fin el año 13 acatl, 1115, los
antiguos aliados, los bárbaros, vien-
do que el reino estaba de sazón para
hacer de él su presa, se precipitaron
á su conquista y destrucción. La
guerra comenzó en Nextalpan al
norte de Tollan. Se ensangrentó ho-
rriblemente la lucha: los prisione-
ros que de una y otra parte se co-
gían eran inmediatamente sacrifi-
cados. La batalla continuó hasta
Texcalapan: allí fué hecho prisio-
nero un otomí que se hallaba pre-
parando armas en Atoyac y fué de-
sollado. Dice el cronista que de
entonces data el feroz sacrificio lla-
mado Tlacaxipehualistli. En el año
ce tecpatl, 1116, quedó destruida la
nación tolteca.
«Vimos á los emigrantes bajar de
la región tlapalteca á fines del siglo
VI, fundar bajo la teocracia que los
había guiado en su viaje, el reino
poderoso de Tollan, conquistan-
do los señoríos de Teotihuacan y
Cholollan; los hemos visto enton-
ces, practicando su religión primiti-
va, hacer de las pirámides de Teoti-
huacan altares al sol y á la luna, sus
dioses Tonacatectitli y Tescatlipo-
ca, y de la de Cholollan templo de
Quetsalcoatl, la estrella de la tar-
de; hemos visto cómo la lucha' sim-
bólica y astronómica de Tescatli-
poca y Quetsalcoatl se convirtió en
contienda de cultos; cómo Ce acatl
Queísalcoatl emprendió la reforma
religiosa contra el rito de Tescatli-
poca, que en bárbaro se había con-
vertido, y cómo la reacción trajo la
guerra civil entre los tolteca, mu-
dando la antigua lucha astronómi-
ca en lucha histórica; hemos visto á
los partidarios de QuetBalcoatl hu-
yendo á regiones remotas, y triun-
fante al fin el culto sanguinario de
Tczcatlipoca; pero al alcanzar éste
la victoria, los bárbaros destru-
yen la ciudad, saquean y reducen á
escombros templos riquísimos y lu-
josos palacios, roban las esmeral-
das, las turquesas, el oro y las plu-
mas de Quetsal de los magnates.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
93
y con la gran ciudad desaparece
la religión primitiva; la religión se
torna histórica; Quetsalcoatl y Tes-
catlipoca son las grandes deida-
des de toda lucha posterior; los
partidarios de ésta han perdido la
gran ciudad, pero han triunfado en
la contienda del culto, y sus ideas
dominarán en el culto sucesivo; los
de aquél, al ser expulsados, convier- !
ten en histórica la profecía astronó- 1
mica, y ofrecen que volverán por el '
oriente: así se planteábala cuestión i
de lo porvenir.
«El gran sacerdote Huemac, al
salir deToUan con sus últimos par- !
tidarios, se dirigió á Xaltocan
después de atravesar por
Chapultepec, llegaron á Culhuacan,
y allí los emigrantes, dejando el go-
bierno teocrático, eligieron rey á
Nauhyotl. En el año chicóme tochtlt,
1122, viéndose Huentac abandona-
do de todos los tolteca, se ahorcó de
una cuerda en Chapultepec, en el
lugar llamado Ctncalco.»
La interpretación simbólica que
de Quetsalcoatl ha hecho Chavero
(R, I. P. Acaba de morir, ayer, 24 de
octubre de 1906) en la disertación
preinserta, presentá;idolo, como
dios, la estrella vespertina, y co-
mo hombre, uno de los reyes de To-
Uan; esa interpretación, repetimos,
es muy ingeniosa, y mientras no se
impugne con razonamientos funda-
dos en la historia, debe admitirse
como la más cercana á la verdad.
Según Chavero, Quetsalpetlatl
era esposa de Quetsalcoatl, pues
dice: «Embargada ya (por la em-
«briaguez), Ihuimecatl y Tolte-
•caí/ se pusieron á cantar. Y tem-
«bloroso levantó su voz Quetsal-
•coaíl, cantando:— Querida esposa
«mía, Quetsalpeílatsin, gocemos to-
«mando este licor. ¡Ay, ay, ay!» En
los Anales de Cuauhtitlan se dice:
« hizo llamar á su hermana
«mayor llamada Queí^alpetlatl pa-
«ra tomar parte en el desorden »
La copla que cantó Quetsalcoatl
antes de que llegara su hermana,
según los Anales, es ésta:
Quetzal, Quetzal no callt,
Zacuan no calli tapach
No calli nic ya cahuaz
Au ya au ya Quilmach
Traducida, dice:
«De pluma rica mi casa,
De zacuan mi casa de coral,
Dizque la voy á dejar.
Ya, ya, ya dizque.»
A juzgar por esta copla, hay que
confesar que entre tantas habilida-
des que atribuyen á Quetsalcoatl,
no tenía la de la poesía.
XXVIII
En México se tributaba solemne
culto á Quetsalcoatl, como astro,
como dios; pero el pueblo lo adora-
ba como el personaje deificado, 3'
en este concepto esperaban su vuel-
ta, en carne mortal, por el oriente.
Su templo estaba en el sitio com-
prendido entre el Cuacuautlinchan ,
«Su casa de los Águilas,» y la ac-
tual calle de las Escalerillas, tras
de la Catedral. Se elevaba sobre
una pirámide de un solo cuerpo, á
la cual se subía por gradas, y era
un edificio redondo cubierto con un
chapitel labrado á manera de techo
de paja, con puerta estrecha y que
figuraba la boca de una serpiente
feroz, con sus ojos, dientes y colmi-
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ANALES ÜEL MUSEO NACIONAL.
líos, poniendo espanto en el cora-
zón de quienes se acercaban.
Chavero hace observar que el po-
co cuidado de comparar los dife-
rentes textos ha hecho que no se
comprenda la identidad del templo
de Qtietj^alcoatl con el Ilhuicati
Han de Sahagún, el cual se ha to-
mado por una verdadera columna,
porque el cronista, á causa de la for-
ma cilindrica de aquél, lo llama una
columna gruesa y alta, donde estaba
pintada la estrella ó lucero de la
mañana, y sobre la columna un cha-
pitel hecho de paja. Agrega Sa-
hagún que delante de esta colum-^
na y esta estrella, mataban cauti-
vos cada año al tiempo que apare-
cía aquel planeta.
Dice Chavero que este templo
daba su frente hacia las Escaleri-
llas, y tenía un patio mediano, don-
de el día de su fiesta se hacían
grandes bailes y regocijos y muy
graciosas farsas y representacio-
nes, para lo cual, en medio de aquel
patio, había un pequeño teatro de
treinta pies en cuadro, muy encala-
do, y que en las fiestas enramaban
y aderezaban galanamente, cercán-
dolo de arcos vistosos de toda cla-
se de rosas y rica plumería, colgan-
do á trechos muchos diferentes pá-
jaros y conejos y otras cosas agra-
dables á la vista: ahí, después de
que al rededor de aquel teatro bai-
laban los señores con sus más vis-
tosos y bizarros atavíos, salían los
representantes; y la crónica conser-
va el recuerdo de la farsa de un ba-
boso que se fingía muy enfermo,
mezclando muchas graciosas pala-
bras y dichos con que hacía mover
la gente á risa; y otra de dos ciegos
y dos legañosos que tenían una
muy chistosa contienda, moteján-
dose con muy donosos dichos. Ha-
bía también la farsa del acatarra-
do, quien fingía fortísimas toses
con ademanes exagerados; y la del
moscón y el escarabajo, saliendo
los representantes vestidos al na-
tural de estos animales, el uno ha-
cieiído zumbido como mosca y
diciendo mil gracias, y el escara-
bajo metiéndose en la basura. To-
do esto entre los mexicanos era de
mucha risa y contento.
XXIX
Aun cuando en los pasajes prein-
sertos de Chavero se dice algo so-
bre que Quetzalcoatl no sólo fué
un cristiano que predicó el Evange-
lio en México, sino el mismo após-
tol Santo Tomás, que, cumpliendo
con el precepto de Jesús Nazareno
ásus apóstoles, de que fueran á pre-
dicar el Evangelio por todo el mun-
do, se dirigió al continente que des-
pués había de llamarse América; sin
embargo, como las disquisiciones
sobre este punto han ocupado á es-
critores ilustres, ya en pro, ya en
contra, nos pi:oponemos tratarlo con
mayor amplitud para que los lecto-
res conozcan á fondo la cuestión,
que si no es interesante, sí es, por
lo menos, muy curiosa.
El P. Duran fué el primero que
dijo que un apóstol había predicado
el Evangelio en estas regiones; Be-
cerra Tanco encontró que Quetsal-
coatl y Tomás significan lo mismo;
y el jesuíta Sigüenza y Góngora
afirmó que Quelsalcoall fué el após-
tol santo Tomás, que predicó el
Evangelio á los indios. No hemos
tenido á la vista el MS. de Sigüen-
za, titulado Fénix de Occidente^ en
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
95
que trata el jesuíta de la cuestión;
así es que no insertaremos en este
artículo ningún párrafo de tan ex-
traña obra. Pero otros escritores
de los siglos XVII y XVIII opina-
ron como Sigtienzíi, y entre ellos el
Lie. Don Ignacio Borunda. Por ge-
neroso donativo del sabio obispo de
Cuernavaca, Monseñor Planearte,
llegó á nuestras manos la obra de
Borunda, titulada Clave General
de GerogUficos Americanos, obra
manuscrita á fines del siglo ante-
pasado, y perdida para la bibliogra-
fía mexicana, y aún ignorada por
algunos de nuestros historiadores,
hasta que el duque Loubat, ese mo-
derno lord Kingsborough, la exhu-
mó desglosándola de la causa que
se le instruyó al mal aventurado
fraile dominico Servando Teresa
de Mier por el peregrino sermón
que predicó, diciendo que la imagen
de la Virgen de Guadalupe se había
aparecido en la capa de santo To-
más y no en la tilma del indio Juan
Diego, y que fué el origen de sus
innumerables desventuras.
Aunque sentimos regocijo con la
adquisición de este libro, no nos de-
jamos seducir por su título, porque
sustentamos la convicción de que no
hay clave general ó llave maestra
para abrir las herrumbrosas cerra-
duras del clausurado santuario de
los jeroglíficos; y continuando la
metáfora, diremos que los que han
alcanzado á vislumbrar los tesoros
que se ocultan bajo las bóvedas de
tan grandioso templo, lo han conse-
guido asomándose por las ventanas
de la tradición de la historia, del
idioma y de la fisiografía. Sin em-
bargo, recorrimos con avidez las pá-
ginas del libro, abrigando la espe-
ranza de disipar algunas de nues-
tras dudas, ó de confirmar varias
interpretaciones que hemos expues-
to como propias. Si en algo vimos
•satisfechas nuestras esperanzas, no
lo fué en verdad en lo que tiene re-
lación con la identidad entre el após-
tol Tomás y Quelzalcoatl, No bas-
taría extractar, ni aún transcribir
pasajes de Borunda, para que fue-
ran entendidos por los lectores. Se-
rá necesario que la transcripción
vaya precedida de una sucinta ex-
plicación de la índole de la obra y
de la obsesión que dominó el ánimo
del autor al tiempo de escribirla.
Hemos dicho que Sigüenza y Gón-
gora escribió una obra que tenía por
título Fénix de Occidente, para pro-
bar que santo Tomás apóstol había
predicado el Evangelio en México.
Ya entre los viejos cronistas se ha-
bía manifestado el empeño de en-
contrar entre los mexicanos las tra-
diciones bíblicas y conocimiento del
cristianismo. En el jeroglífico de la
peregrinación azteca pretendían
encontrar el diluvio de Noé, la con-
fusión de las lenguas en la torre de
Babel y la dispersión en la llanura
de Sunar. Fábrega, el intérprete del
Códice Borgiano, vio en las pintu-
ras de los indios referencias al pa-
raíso y al pecado original. Boturini,
Veytia y el mismo sabio Gama ha-
blan del conocimiento que los na-
hoas habían tenido de la detención
del sol por Josué, y del eclipse acae-
cido en la muerte de Jesucristo, sin
preocuparse, como lo hace observar
un historiador, de que cuando era
de día en el hemisferio en que se su-
ponían pasados esos hechos, era de
noche en éste, y no podía saberse lo
que al sol le estaba pasando. Nin-
gún partidario fué tan fiel á tan erró-
neas enseñanzas como el Lie. Bo-
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96
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
runda, y fundó y sustentó sus estó-
lidas doctrinas en la interpretación
que hizo de los jeroglíficos que se
observan en las tres piedras, que él
llama peñascos, que se encontra-
ron en el subsuelo de la plaza de
Armas de México, en la última dé-
cada del siglo XVIII. Esas piedras,
que trastornaron el juicio del Lie.
Borunda, son: la estatua colosal de
la diosa Teoyaomicqui, conocida hoy
con el nombre de Coatlicue, «la que
tiene su falda de culebras;» la co-
nocida con el nombre de Calenda-
rio Asleca; y el Cuauhxicalli de Ti-
soc, vulgarmente llamada «Piedra
de los sacrificios.» Estas tres pie-
dras están en el Museo Nacional.
De estos tres peñascos, el prime-
ro fué para el Lie. Borunda un ra-
diógrafo de los rayos X de Róen-
gen, pues con su auxilio penetró su
mirada hasta el siglo I de la Era
Cristiana, y alcanzó á ver al após-
tol santo Tomás atravesando los
océanos á pie enjuto, ó empleando
su capa á guisa de barquilla, hasta
poner sus plantas en las playas de
la Patagonia; lo ve después inter-
narse por las Pampas, ascender á
las cumbres de los Andes y tomar
reposo en las altiplanicies del Cuz-
co, donde se convierte en Inca y da
principio á su tarea de predicar el
Evangelio; cuando los ascendien-
tes de Atahualpa se mostraron ob-
servantes de la nueva religión, pro-
siguió su camino y, subiendo y ba-
jando por las escarpadas serranías
del Ecuador, de Nicaragua y de
Cuauhtemallan, llegó al territorio
donde hoy se encuentran las ruinas
de Mictla y de Palemke, y predicó de
nuevo el Evangelio; profundiza más
la mirada el clarividente y ve al san-
to apóstol llegar al corazón del Ana-
huac, donde encuentra establecida
una gran nación; pero no en el fon-
do del Valle llamado hoy de Méxi-
co, sino en las asperezas de la se-
rranía del Sur, cerca de Axochco
(A jusco), y allí su predicación es pro-
digiosa, pues, convertido en Que-
tsalcoatl, «culebra preciosa,» des-
truye antiguas religiones, enseña la
cristiana, funda templos y estable-
ce la ¡Eucaristía! Pero ¿omo en el
An^huac no había trigo ni uvas, no
adoptó las especies de pan y vino,
sino que con semillas de bledos ha-
cían una estatua de Jesucristo, y
después de adorarla, se la comían
los fieles.
(Esta ceremonia la encontraron
en uso los conquistadores; pero la
estatua ya no representaba á Jesu-
cristo, sino á HuitBilopochtliy y la
llamaban los mexicanos Teocualo,
^Dios comido.^)
Según Borunda, veinte .años em-
pleó santo Tomás en su predicación
en América, y él fué el que enseñó
á los toltecas, que fundaron Tollan
en el siglo VIII, á bañarse, á traba-
jar el oro y la plata, el arte culinario
y el de la medicina. Antes de mar-
charse del Anahuac, previendo la
apostasía de los pueblos converti-
dos, escondió en varias cuevas las
imágenes de Jesús y de María que
les había pintado ó esculpido á los
nahoas cristianos, y esas imágenes
fueron las que se aparecieron des-
pués de la Conquista, y que hoy se
veneran en Chalma, en Ameca, en
Guadalupe, en Tlaltenango y en tan-
tos otros lugares. El Señor de
Chalma es, según opina Borunda,
la deidad que depués llamaron los
mexicanos Tlaaolteotl, la diosa del
estiércol y de la basura, esto es, la
Venus cloacina de los romanos. La
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
97
última mirada de Borunda, siguien-
do al santo apóstol, se dirige á Xi-
callanco; allí lo ve embarcarse en
el esquife en que había venido, esto
es, en su capa, y dirigirse á la isla
de Cozumel, donde implanta unas
cruces, como último testimonio de
su advenimiento á la futura Amé-
rica.
La tradición, la historia, la crono-
logía, el idioma, todo se opone á las
apocalípticas interpretaciones del
famoso Borunda; pero él se desem-
baraza de estos obstáculos decla-
rando urbi et orbi que la tradición
era falsa, porque los nahoas após-
tatas habían ocultado todas las ver-
dades; que la historia adolecía de
los mismos errores, porque sus
autores ignoraban también la ver-
dad; que los cómputos cronológicos
eran inexactos, porque el Tonala-
matl (calendario) tolteca y el mexi-
cano tenían por punto de partida
una época falsa; y, por último, que
el idioma no había revelado las
augustas y siintas verdades de los
primeros siglos del cristianismo,
porque tenía un sentido alegórico
que se había escapado á la penetra-
ción de los Olmos, de los Molina, de
los Sahagún y de todos los nahua-
tlatos que se distinguieron entre
los misioneros. Para dar ejemplo
de las extravagancias á que some-
tió Borunda el idioma náhuatl, en
su afán de comprobar el paso de
santo Tomás por la tierra de Cuau-
temoc y de Nezahualcoyotl, mos-
traremos al lector las etimologías
que atribuye á las palabras Tisatl
y Tomatl, de que se han formado
los aztequismos tisar y tomate, ob-
jetos de todos conocidos:
«De este absorvente (el tisatl)—
«dice Borunda — es sabida su apli-
«cacion á curaciones de Azedías,
«Lombrices y otras enfermedades,
«pero no en el estado de inexplica-
«ble atenuación y divisivilidad, co-
«mo lo instruyen las aguas en que
«se anotó disuelta con el distintivo
^tisatl, Agua atl, de Médico tisitl.^
Ese médico no es otro sino santo
Tomás.
Del/owrt/^dice: «De esta produc-
«cion usan los naturales en sus ali-
«mentos, especialmente para amor-
«tiguar el ardor, ó acrimonia del
«Pimiento CA////, pero asándolas pri-
«mero en las brasas; y siendo sabido
«que su jugo es lenitivo, ya en dolo-
«res de Garganta, ya en ardores dti
«espaldas y de ríñones, y ya en otras
«dolencias. Si el distintivo tomatl
«se descompone, resulta agua atl,
«itom de Tomé. Esto es, agua de To-
más.* ¿Risum tcneatis ?
Conocidas ya, por lo que hemos
expuesto, la índole de la obra «Cla-
ve General de Geroglíficos Ameri-
canos,» y la obáesíón que dominó
el espíritu de su autor, daremos á
conocer un pasaje relativo á Que-
tzalcoatl para acabar de confirmar
las extravagancias de Borunda.
Dice Borunda: « cuando
«se hazía algún llamamiento en el
«Reyno para lo que aquél (Santo
«Tomás ó Quet'salcoatl) mandaba,
«se subía el Pregonero en aquella
«Sierra TsatHtepec, y sus vozes se
«oían por más de Cien Leguas has-
«ta las costas del Mar.— Aquí se
«nota haverse traducido al Predi-
«cador por Pregonero t^asini, el
«que grita, y por ello tratada tam-
«bien aquella tendida cumbre de la
«grande Mole donde se hizo el prin-
«cipal asiento para extensión del
«Cristianismo, de Tsatsitepec , en
« C, cerro tepetl, para predicar ó gri-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
«tar tsatsi. Asimismo se advierte
«extendida desde él la Misión has-
«ta las costas, y tratado por ella al
«mismo Apóstol de Padre de Cu-
^luacan, ó País can^ que se inclina
<cCulua, como lo está el continente
«para ambos mares, permanecien-
«do en la costa del Sur el distintivo
«Culiacan, ó acaecimiento que ins-
«truie en la era nacional el segun-
«do Monumento (peñasco) hallado.»
Qm potest capere capiat.
No intentaremos combatir el
error capital de la obra de Borun-
da; ya el sabio Nigromante, con
mano maestra y sobra de sal ática,
confundió á los sostenedores del
peregrino advenimiento del após-
tol Didimus á las tierras descubier-
tas por Cristóbal Colón. En uno de
los párrafos siguientes insertare-
mos los puntos principales de la di-
sertación de D. Ignacio Ramírez,
de muy pocos conocida y de no fá-
cil adquisición. En el párrafo si-
guiente daremos á conocer la diser-
tación escrita por Fr. Servando
Teresa de Mier, que es un fiel tra-
sunto de las doctrinas de Borunda,
aunque en lenguaje más inteligible.
XXX
Dice el fraile dominicano:
«Apenas los Españoles se acer-
caron en 1519 al continente de Amé
rica, desembarcando en Cozumel
junto á Yucatán, hallaron muchas
cruces dentro y fuera de los tem-
plos, y en un patio almenado pues-
ta una cruz grande, en cuyo con-
torno hacían procesión pidiendo á
Dios lluvias, y á todas las venera-
ban con grande devoción. De ellas
se hallaron en todo Yucatán, aun
sobre el pecho de los muertos de
antiguo sepultados. De aquí vino
que los Españoles le empezaron á
llamar N. España. En tal relación
convienen todos unánimes.
«Herrera dice que Gomara cuen-
ta que algunos Españoles pensaron
que quizá huyendo de los moros al-
gunos de sus antepasados irían por
allí, pero que él no lo cree; y aun-
que en otra parte dice que no se
pudo saber de dónde les habían ve-
nido á los Indios las cruces y tanta
devoción con ellas, bien pudo sa-
lir de esta duda porque imprimió su
historia en 1553, y desde 1527 el
Adelantado Francisco de Montejo
comenzó la conquista de Yucatán,
y en algunas provincias que le re-
cibieron pacíficamente, especial-
mente en Tutulxin, cuya cabeza
esMini(141eguasdedonde ahora es
Mérida), se entendió que pocos años
antes que llegaran los Castellanos
un Indio principal sacerdote llama-
do Chilam-Cambal, tenido entre
ellos por gran profeta, dijo que den-
tro de breve tiempo iría de acia
donde nace el sol gente barbada y
blanca, que llevarían levantada la
señal de la cruz que les mostró, á
la cual no podrían llegar sus dio-
ses, y huirían de ellos, y que esta
gente había de señorear la tierra, y
que dejarían sus ídolos y adorarían
un solo Dios, á quien aquellos hom-
bres adoraban. Hizo tejer una man-
ta de algodón, y dijo que de aque-
lla manera había de ser el tributo
que se había de pagar á aquellas
gentes, y mandó al Sr. de Mini que
se llamaba Mochauxin, que ofre-
ciese aquella manta á los ídolos pa-
ra que estuviese guardada, y la se-
ñal de la Cruz hizo hacer de piedra,
y la puso en los patios de los tem-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
99
píos adonde fuese vista, diciendo
que aquel era el árbol verdadero
del mundo, y por cosa muy nueva
la iban á ver muchas gentes, y la
veneraban desde entonces. Y es-
ta fué la causa que preguntaron á
Francisco Hernández de Córdova,
si iban de donde nacía el sol, y cuan-
do fué el adelantado Montejo, y los
Indios echaron de ver que se hacía
tanta reverencia á la Cruz, tuvie-
ron por cierto lo que les había di-
cho su profeta Chilamcambal.
«Herrera queda muy satisfecho
con esta relación, como si no fuera
disparate haber ido allá los Espa-
ñoles en tiempo de los moros, como
poner un profeta que mande ofre-
cer dones á los ídolos. Profetas ver-
daderos entre los idólatras sólo pu-
dieron ocurrir á los Españoles, que
á cada paso los encontraban en In-
dias por el cuento de las Sibilas y
la historia de Balan. Pero está de-
mostrado que las predicciones de
las Sibilas fueron una ficción pia-
dosa de los primitivos Cristianos,
y así donde el Misal Romano lee en
la secuencia de difuntos teste Da-
vid cum Sibilla, substituyó el Pari-
siense: crucis expandens vexilla.
Balan así como Job, aunque no eran
Israelitas, eran siervos del verda-
dero Dios que adoraban, aunque el
primero prevaricase para dar un
mal consejo.
«Aun dado el caso de un mal pro-
feta, en un caso de extraordinaria
providencia, no era para el de Yu-
catán, porque tendríamos muchos
que admitir, cuyas profecías á es-
tilo oriental produjo Montemayor
en su historia de Yucatán con sus
nombres y los tiempos en que exis-
tieron. Pero esos serían sacerdotes
ó sabios que en diferentes tiempos
recordaron la primitiva de Chilam-
Cambal, la cual es la más larga,
célebre y conocida: y se engaña
mucho Herrera; ó los que se lo con-
taron, en decir que existiera pocos
años antes de la conquista; porque
los Indios, según dicho Montema-
yor, le daban cuatro edades de an-
tigüedad y ajustada la cuenta, vie-
ne á ser en los primeros siglos de
la Iglesia. Es verdad que Monte-
mayor (conviene) en que no era su
nombre Chilam-Cambal, porque él
vio escrito Chilan -Balan, y no ad-
vierte que esta novedad contra el
testimonio de todos los autores es-
pañoles es una corrupción mani-
fiesta por la semejanza de letras
para aludir al profeta Balan, y aca-
baría de convencerse, si supiera que
Chilam Cambal en lengua Chinesa
significa Santo Tomás. Y no hay
que admirarse, de que venga á traer
de China la interpretación, porque
haré ver que de ella vino la voz del
evangelio á las Américas; así como
el calendario mexicano, que dicen
les trajo el predicador, es casi idén-
tico al de los tártaros Chineses, y
la lengua mexicana está llena de
palabras Chinas. Desde luego con
sólo leer en el viaje de lord Macar-
nei las terminaciones de los mag-
nates de aquel imperio, se verá que
son las mismas de los mexicanos
con la partícula reverencial ístn,
etc., etc.
«Tenemos mejores testimonios
en Remesal histor. de Chiapa, ¡ib.
V, cap. 7, cuando el santo Obispo
de Chiapa llegó á Campeche el año
1544, de paso para su obispado con
religiosos Dominicos. «No sólo ave-
«riguaron^ ellos lo mismo que Mon-
«tejo, sino que los Indios se bauti-
«zaban todos sin falta, dando al
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100
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«bautismo el nombre de renascen-
«cia, como Jesucristo lo llama en el
«Evangelio: nisi quis renatus fue-
^rit ex aqtia, etc.: y que lo recibían
«con las mismas ceremonias que
«los Cristianos hasta imponiendo
«el lienzo blanco, y con exorcismos,
«ayunando antes tres días los pa-
«dres, y guardando continencia
«ocho días después, y confesando- i
«se los que eran grandecillos como !
«en la primitiva Iglesia los catecú-
«menos. Y todos usaban la confe-
«sión y otras muchas ceremonias
«de la Iglesia.»
«El Santo Obispo envió á visitar
en su nombre á un clérigo Francis-
co Hernández, perito en la lengua,
y éste le escribió: que habiéndoles
preguntado por su creencia anti-
gua respondieron, que creían en la
Trinidad á cuyas personas daban '
los verdaderos nombres en su len-
gua, con perfecto conocimiento del
resto de la religión de Jesucristo,
en cuya memoria ayunaban el vier-
nes, día de su muerte, y veneraban
á su madre virgen: que aquella
doctrina venía de padres á hijos de
tiempos antiguos en que vinieron
20 hombres y el principal de ellos
se llamaba Cozas, los cuales man-
daban que se confesasen las gentes
y ayunasen. El Santo Obispo refie-
re todo esto y más en su historia
apologética de los Indios, como pue-
de leerse en Remesal ubi supra y
en Torquemada, y concluye el Obis-
po: «En la tierra del Brazil que po-
«seen los Portugueses se imagina
«hallarse rastro de Santo Tomas
«apóstol, y parece haber sido en
«Yucatán nuestra santa fe sabida
«Ciertamente esta tierra y reyno
«da á entender cosas mas especia-
«les y dé mayor antigüedad que en
«otras partes de las Indias, por las
«grandes, admirables y excesivas
«maneras de edificios y letreros de
«ciertos caracteres que en ninguna
«otra parte se hallan. Finalmente,
«secretos son estos que sólo Dios
«los sabe.»
«Hanse averiguado muchos de
estos después del tiempo del Santo
Obispo, pues quien leyere las Cró-
nicas del Brasil, especialmente del
P. Manuel de Nóbrega, verá que allí
conservaron hasta el nombre de Je-
sús y María y el de Santo Tomé que
les había predicado. Apenas los Es-
pañoles pusieron el pie en las ribe-
ras del Río de la Plata, que el Co-
misario de San Francisco, que fué
destinado con otros cuatro religio-
sos para ella, no pudiendo entrar
en el río fué al puerto de D. Rodri-
go, que hoy llaman; dice él, de S.
Francisco, y escribe á un consejero
de Indias desde allí en \P de Mayo
año de 1538: que los cristianos fue-
ron recibidos como ángeles de los
Indios, de quienes averiguó que
cuatro años antes había habido allí
un profeta llamado Eguiara, que les
anunció que presto llegarían allí
Cristianos, hermanos de Santo To-
mé á bautizarlos, y no les hiciesen
mal, y así les hacían infinito bien:
y dice, que halló que en los canta-
res que les enseñó á los Indios man-
daba que se guardasen los manda-
mientos y otras muchas cosas de
los Cristianos. Ellos pues referían
su cristianismo á Santo Tomé, y él
mismo sería el Eguiara que dice
haber precedido cuatro años, y se-
rían cuatro edades como en Yuca-
tan, si no fué algún sacerdote que
recordase la profecía.
«En una palabra, que un hombre
venerable, barbado, blanco, pelo y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
101
barba larga, con un báculo, predicó
en toda America una ley santa, y
el ayuno de 40 dias, y levantó cru-
ces que los Indios adoraban, y les
anunció que vendrían del Oriente
hombres de su misma religión á en-
señarlos y dominarlos, es un hecho
tan constante en todas las historias
que han escrito los Españoles, no
menos que en los geroglificos Me-
xicanos y Quipos Peruanos, que es
necesario creerlo, ó abandonarse á
un ciego pirronismo. El Viracocha
barbado del Perú, no era otra cosa,
y del tuvieron los Incas la Cruz que
guardaban con veneración en su Pa-
lacio, y la predicción de que irían
gentes barbadas y blancas: y por
eso llamaron á los Españoles viraco-
chas: y aun conservaron el nombre
de Sto. Tomé, pues por eso á nues-
tros Sacerdotes llamaron Paytumes
ó padres Tomes, aunque á los su-
yos llamaban Moanes. Sta. Cruz de
la Sierra llamóse asi, porque los In-
dios les presentaron una que con-
servaban con veneración grabada
en una piedra. No necesito decir
mas porque hasta de Garcilazo
consta que por semejantes tradicio-
nes se sujetaron los Peruanos sin
efusión de sangre á los Españoles
(¿Y la alevosa matanza que hiso
Pisarro de la nobleza Peruana? ¿ Y
el cobarde asesinato de Atahual-
pa?), según les estaba mandado de
antiguo por sus Incas.
«En México la turbación de Mo-
teuhzoma, sus consultas con el rey
de Tezcuco luego que Juan de Gri-
jalva arribó por la primera vez á la
costa de N. España, los regalos que
envió á Cortés, etc. no provinieron
sino de la misma profecía ó tradi-
ción, con que esperaban á su anti-
guo predicador Quetsalcohuatl, ó
gentes de su religión. Es necesario
leer sobre esto á Torquemada. Y
dice Boturini, que vio en los gero-
glificos de los Mexicanos, que pun-
tualmente llegó Cortés en el mismo
año y carácter ce acatl en que ellos
aguardaban á Quetsalcohuatl: de
suerte que cuando Cortés llegó, no
era la dificultad de reconocerle
como Señor, sino de saber si era él
mismo ó venian de su parte, pues en
muchas señales convenían, aunque
la crueldad y rapacidad de los Es-
pañoles agena de Quetsalcohuatl
los detenia. A probar que Cortés lo
era para someterse á él se dirigie-
ron todos los discursos de Maxiz-
catzin en el Senado de Tlaxcala.
Sobre explorar esto rodaron todas
las conferencias de Moteuhzoma
con Cortés, como consta de todos
los historiadores, pues Moteuhzoma
no se intitulaba sino teniente de
Quetsalcoatl, y todo el arte de Cor-
tés estaba en persuadirle que el rey
de España era este. Asi le escríbe
en su primera carta á Carlos V.: yo
le respondi d todo lo que me dixo
satisfaciendo aquello que me pare-
ció que convenia, especialmente en
hacelle creer que V. M. era d quien
ellos esperaban. Engañado asi Mo-
teuhzoma juntó los reyes y señores
de su imperio, y arengándoles con
la misma tradición que sabían y es-
taba escrita en sus monumentos, se
reconoció por feudatario del supues-
to Quetsalcohuatl. Y no solo en cada
reyno del interior se halló la misma
tradición de gentes del oriente que
debían de venir, aun en las Antillas
se encontró la misma, y por eso en
todas partes se les recibió como
una raza santa, sino que contradí-
cíendolo después con sus costum-
bres, los Indios se recelaban de ha-
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102
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ber sido engañados, y testifican los
Misioneros que no cesaban de ex-
plorar si sabían sus antiguallas, 3"
de preguntarles en México, donde
era Huehuetlapallan, adonde se ha-
bia ido Quetsalcohuatl?
«Ningún misionero de los que han
escrito hasta hoy ha dexado de
apuntar los vestigios claros del cris-
tianismo que encontraban hasta en-
tre las tribus sal vages, de cuyos tes-
timonios pudiera formar un grueso
volumen.»
(Hace la enumeración de todos
los Cronistas é Historiadores de los
primeros siglos de la Conquista.) I
«Que Quetzalcohuatl fuese Sto. |
Tomas, lo sostuvo el celebre mate- ;
matico é historiador, cosmógrafo 1
mayor de las Indias, D. Carlos de |
Sigüenza y Góngora en su obra in-
titulada —Fénix del Occidente el ¡
apóstol Santo Tomas, El canónigo I
Uribe en su dictamen sobre el ser- 1
mon del Dr. Mier dice, que creia se ¡
quedó esta obra solo intentada; y
yo creo que necesitaba estudiar |
mas, y hubiera leido en la libra as- '
tronómica de dicho autor, que la
imprimió en México el Factor del
rey: que este enumerando en el pró-
logo las obras de Sigüenza con dis-
tinción de las completas y comen-
zadas, pone entre aquellas la del
Fénix y da un analysis de ella, por
el qual sabemos que Quetsalcohuatl
era su Sto. Tomas. El mismo Si-
güenza en el prologo de su Paraiso
Occidental la cita como acabada,
sino que no salia á luz por falta de
medios. Al mismo tiempo, esto es,
mediado el siglo pasado, un Jesuí-
ta Mexicano escribió en Manila la —
Historia del verdadero Quetzal -
cohuatl el apóstol Sto. Tomé.
«Del mismo parecer fué el famo-
so Becerra Tanco en su Historia
de Guadalupe, cuyo voto por ser
de un tan gran maestro de lengua
Mexicana es de un grave peso. Bo-
turini prometió probar lo mis
mo con los muchos documentos que
sobre esto habia recogido en su
museo. Por su muerte y encargo
trató de escribir la nueva historia
el caballero Beytia, y lo desem-
peñó bastante bien en esta parte
Es verdad que Clavigero no le
sigue en esta opinión. Pero no se
debe hacer caso de lo que dice en
italiano, porque habiendo el Jesuíta
español Diosdado, á quien comu-
nicaba con su mesa su obra, dela-
tádola al Consejo de Indias, este
no quiso conceder su impresión en
castellano á pesar de las instan-
cias del cronista Muñoz; y para
hacerla pasar en italiano dedicada
á la Universidad de México, Clavi-
gero recortó y añadió notas con-
tra su texto y contra Casas: flaque-
za que Dios le castigó, me decian
en Roma los ex -Jesuítas america-
nos, y no llegó á recibir el grado
de D.or ni el regalo que le envió la
Universidad. No obstante, al refe-
rirse á la Crónica de Tehuantepec
por el Dominicano Burgoa, en que
apoya la predicación de Sto. To-
mas, indica lo que él no se atrevia
á decir. Finalmente ha sostenido el
mismo dictamen el celebre antiqua-
rio y gran lengua Mexicana Lic.do
Borunda, abogado respetable car-
gado de familia, á quien el mal Ar-
zobispo Haro despojó de su obra
MSS. y arruinó incluyéndole en su
escandaloso edicto contra el D.or
Mier. Entre sus papeles estaba la
Clave Historial y la mayor pérdi-
da que podría sufrir nuestra litera-
tura.»
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
103
(A esta obra nos hemos referido
en el párrafo anterior dando d co-
nocer su asunto é índole; y si el se-
cuestro que de ella hiso el arzobispo
Haro arruinó d Borunda, la litera-
tura no sufrió gran pérdida, como
dice el Dr, Mier;y por eso, al editar-
la en 1898 el opulento duque Lou-
bat, dijo que solamente la publicaba
d título de CURIOSIDAD HISTÓRICA.)
«Entre las maniobras inicuas con
que se trató de perder á este (al
Dr. Mier), habiendo pedido el fis-
cal del consiejo pasase su sermón
á censura de la Academia de la
historia, el venal secretario del
consejo Cerda le pasó todo lo que
era contra el D.or Mier, para obligar-
la á condenarle, suprimiendo la de-
fensa que este había presentado. Y
á fin que de palabra no pudiese ins-
truir á los Académicos, se le suscitó
una intriga fraylesca para que estu-
viese arrestado. Entonces el predi-
cador escribió una disertación, en
que probaba la predicación del
Evangelio por Sto. Tomas ó Que-
tsalcohuaíl, y reducía, toda la mito-
logía Mexicana, especialmente la del
tiempo de los Tultecas ó de los dio-
ses llamados Tlaloques, (esto es,
del paraíso) á Dios, Jesu-Cristo, su
Madre, Sto. Tomas, y sus discípulos,
ó mártyres que murieron en la per-
secución de Huemac. Esta diserta-
ción la envió con algunos libros al
célebre D.or Traggia, cronista real
de Aragón, conocidísimo por sus
obras en la república literaria, ... el
qual habló asi resueltamente en
plena Academia: «Confesemos de
«buena fe que no sabemos una pala-
«bra de antigüedades americanas:
el D.or Mier me ha enviado algu-
nos libros con una disertación digna
de ser presentada aquí y de darle
lugar á su autor: y aseguro á V. S.
que si para sostener la predicación
de Santiago en España, tuviésemos
la décima parte de las pruebas que
tienen los americanos para defender
la de Sto. Tomas en America, can-
taríamos el triunfo.» Este sabio aca-
démico defendió no solo el sermón
del D.or Mier, sino la obra de Bo-
runda, y su dictamen fue el que
aprobó la Academia, que en cuer-
po examinó en mas de siete meses
el asunto, casi sin ocuparse de otra
cosa en cada sesión.
«¡Que lástima que el miedo haya
impedido en México dar sobre este
punto las instrucciones competentes
al sabio barón de Humboldt, y que
éste dando á luz en una edición tan
magnifica las antigüedades Mexi-
canas, y la historia de Quetsalco-
huatl, la copie literalmente con las
equivocaciones de los antiguos mi-
sioneros, y gaste su esquisita eru-
dición en buscar un pueblo adorador
de culebras para comparar el Me-
xicano! Ya se había intentado con-
fundir á los Indios con los Judíos,
porque teniendo aquellos la historia
de estos en sus escritos simbólicos,
con la antigüedad se confundió la de
los unos con la de los otros, como
se nota á cada paso en Torquemada,
y que sacaron muchas leyes y prác-
ticas de ella, ó quiza del Cristia-
nismo. Ahora se querrá volver á
la cantilena, porque los Judíos
llegaron á adorar la serpiente de
metal que Moyses levantó en el
desierto: y si la cosa llega á manos
de Dupuy, qué sé yo donde iremos
á parar. Con que es menester decir
algo sobre esta culebrería.
«¿De dónde consta que los Mexi-
canos adoraban las culebras? Es
claro, me responderán: porque 0«^-
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104
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tsalcohuath dios general del Aná-
huac, quiere decir: culebra emplu-
majada; la entrada de su templo fi-
guraba una boca de culebra; las ha-
bía grabadas en el gran muro que ro-
deaba e] templo de México: otra ha-
bía alrededor del calendario, que di-
cen haberles trahido aquel dios; los
lugares donde él estuvo y levantó
Santuarios se llamaron Cohuatepec
ó Coaiepec esto es, en el monte de
la culebra. Adoraban á la Cihuaco-
huatl ó muger culebra, llamada
también Coatlaniona, esto es, nues-
tra madre es la madre de las cule-
bras, la qual veneraban como madre
de todas las gentes del Anahuac,
y de su dios Huitsilopochtli. Se ado-
raban también Chicomecohuatl, 6
siete culebras. Los sacerdotes de la
Diosa /^^w/^w/ se llamaban coatlan,
cocomes ó cocohua, esto es, culebras;
y á solos ellos era permitido lavar-
se en la fuente Coapan (Coaapan), 6
agua de las culebras. Y si el barón
de Humboldt en lugar de escribir
Huasacualco ó Guatzacualco, hubie-
ra sabido que el nombre verdadero
era Coataacoalco, hubiera dicho que
significa donde se esconde la cule-
bra, porque alli se embarcó y des-
apareció Qtietsalcohuall. ... Si hu-
biese sabido que no Guatuzco ni
Huatuzco, sino Cuatulco se llama el
otro puerto donde estuvo aquel, hu-
biera podido traducir donde es ado-
rada la culebra. (El nombre propio
no es Cuatulco, como dice el Dr. Mier,
sino Cuauhtochco, que significaría En
el conejo de árbol, » esto es, « Ardi-
lla,i>) En una palabra: asi como Mo-
teuhsoma se intitulaba teniente de
Qtietsalcohuall, asi su virrey ó pri-
mer magistrado de México sin ape-
lación se llamaba Cohuacihuatl, y
todo el imperio se llamaba Colhua-
can, que Boturini traduce: pays de
las culebras. Con lo que en efecto
parece México el pays mas culebre-
ro y enculebrinado del mundo.
«Pero yo, que he estudiado bien
la mytología Mexicana, tomo á Tor-
quemada, que, aunque disparatada-
mente como todos los AA. Españo-
les, trae la mas completa que se ha-
ya dado á luz, y me entro desde lue-
go, sin el miedo que tuvieron los
soldados de Cortés, por la boca de
serpiente que figuraba la boca del
templo de Quetsalcohuatl, y que era
en CholúlBi(CkolollanJ el mayor tem-
plo de todo el Anahuac, ó por me-
jor decir una soberbia pyrámide que
hasta hoy existe como una montaña
de un cuarto de legua de base. ¿Y
qué encuentro? un anciano, blanco,
rubio, con pelo y barba largos, su tú-
nica blanca larga hasta los pies y
ceñida, su capa blanca sembrada de
cruces coloradas, todo precioso, cal-
zado de sandalias, corona abierta
en la cabeza, y encima de ella una
especie de mitra ó tiara que Tor-
quemada llama almete ó bonete alto
y redondo, mas ancho de arriba que
de abaxo, al qual anciano tenían re-
costado en señal de que lo estaban
aguardando.
«El que haya visto como yo los
Obispos Griegos, ó sepa quales son
las vestiduras é insignias de los Obis-
pos orientales, conocerá al momen-
to que este es un Obispo del orien-
te. De allá vino según su historia,
compareciendo por la California
(aunque Torquemada dice que llegó
á Tula (Tollan) habiendo desembar-
cado en Panuco) unos dicen con 14
y otros con 7 discípulos vestidos
hasta los pies con túnicas y capas
judías, modelo de las de los Indios,
que en sus fiestas solían arremedar
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
105
todo aquel ropage. No trageron mu-
geres, ni jamas tuvo ninguna Qtie-
Isalcohuatlf que fue continentisimo.
Este fue gran Sacerdote en Tula y
desde alli envió sus discipulos á
predicar en Huaxyacac, y otras pro-
vincias una nueva y santa ley. El
derribaba los ídolos, prohibia los
sacrificios que no fueran de pan,
flores é inciensos, aborrecía las gue-
rras, enseñaba la penitencia, el ayu-
no de 40 ó 70 dias, y les dio noticia
de Tsenteotl, Huitmlopochtli y To-
nacayohua, que después diré
quienes fueron. El traxo las cru-
ces como las que en Cuatulco, en
Tlaxcala, en Tehuantepec, y otras
muchas partes hallaron los espa-
ñoles Se cree de su tiempo la
formada de yerbas siempre ver-
de en Tepique, que han cantado
tanto los poetas americanos, en la-
tín y castellano.
«Perseguido por el rey de Tula
que había apostatado de su religión,
y muertos en su persecución parte
de sus discipulos, y no estando aun
fundado México, pasó á la orilla de
su lago hasta Cholula ó grande Tu-
la, donde estuvo algunos años. Pero
no cesando la persecución del rey
Huemac, que vino con un exército
sobre Cholula, sefuéÁCoatsacualco,
donde se embarcó para Onohual-
co(esto es Yucatán), enviando pa-
ra aquella 4 discipulos que se la
dividieron para gobernarla. Des-
pués volvió á visitar sus discipulos,
que no queriendo ya volver con él
al oriente por hallarse bien y casa-
dos en el pays, se volvió solo á Hue-
huetlapallan, dexandoles dicho en
todas partes que otros hermanos su-
yos ó de su religión vendrían á ense-
ñarlos, y al cabo los dominarían: so-
bre cuyo suceso les dio muchas seña-
les, que todas se cumplieron con la
llegada de los Españoles. Tal es en
compendio la historia del célebre
Quet^alcohuatl que trae Torquema-
da en muchas partes de su Monarq.
Ind.^
(Se vé desde luego que el Dr, Mier
no tuvo á la vista los Anales de
CuAUHTiTLAN que hettios transcrito
en los párrafos preinsertos de Cha-
' vero.)
«Si de su templo voy al de la Ci-
hua-cohuatl, ó mujer culebra, me
encuentro con una virgen blanca y
rubia, que sin lesión de su virgini-
dad parió por obra del cielo al Se-
ñor de la corona de espinas teo-
huitsnahuac, la cual estaba vestida
á la manera de Quetsalcohuatl, y
por eso la llamaban también Cohua-
t licué; sino que la túnica cueitl es-
taba esmaltada de piedras precio-
sas, símbolo de su virginidad, y por
eso le decían Chalchiuhtlicue, y el
manto era azul Matlalcueye y sem-
brado de estrellas Citlacue (Citlali-
cue) (adviértase que Citlalin, estre-
lla, es palabra chinesa), y por otro
nombre se llamaba Tonacayokua,
esto es, madre ó señora del que ha
encarnado entre nosotros, asi como
llamaban á las cruces tonacayuitl
(tonacacuahuitl), árbol del que en-
carnó entre nosotros, pues nacayo
significa encarnar (¡mentira!). Esta
diosa, dice Torquemada, prohibía y
detestaba los sacrificios humanos.»
(El Dr. Mier, siguiendo d su maes-
tro el Lie. Borunda, destrona el
idioma náhuatl para alcanzar el fin
que se propone. Véanse los nom-
bres que cita, en los artículos res-
pectivos de este diccionario.)
Es inútil cansarse en andar bus-
cando culebras por los templos ado-
radas como dioses. No encontrare-
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106
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mos Otra que una de palo, la qual
llevaban por delante como pendón
ó bandera, que por eso-llamabanJ?^-
panistli (Espamitl), en ciertas pro-
cesiones precedidas por el sacerdo-
te que representaba ^ Quetsalco-
huatl, asi como nosotros llevamos
la cruz. Y como esta no va en nues-
tras procesiones, sino para indicar
que aquella ceremonia pertenece á
la religión de Jesu-Cristo, la culebra
no era sino geroglifico indicativo de
que la que hacian pertenecía á la
religión de Quetsalcohuatl; y por
lo mismo grababan culebras al re-
dedor de los templos; pero aquella
culebra no era adorada en ningún
altar ni capilla, aunque habia, dice
Torquemada, un lugar donde se
guardaba.
«Todo el error proviene del raro
empeño de traducii* cohuatl ó coatí
por culebra, significando igual y
más usadamente mellizo. Esta úl-
tima palabra no la oiría el barón
de Humboldt en N. España, sino
á algún europeo ó americano mui
instruido, porque todos los demás
no usan sino la palabra coate, para
significar gemelo; y ya yo estu-
diaba Teología, quando supe que
lo mismo significaba mellizo; pero
nunca damos el nombre de coates á
las culebras : y aunque es cierto que
en lengua mexicana también se lla-
man estas asi, no se sabe, si de los
mellizos humanos, que son bastan-
te comunes en N. España y debie-
ron nombrar primero, se hizo tal
nombre sinónimo de las culebras,
porque precisamente paren melli-
zos ó al revez. (Sise sabe, porque to-
dos los diccionaristas ponen coATi^y
culebra, como significación funda-
mental, y gemelo como metafórica
ó translaticia.) Lo cierto es que en
la lengua mexicana no hay otra
palabra para significar mellizos sino
coatL Asi lo vierte también el dic-
cionario de Molina que es el usual
y común. (Lo vierte Molina, pero en
sentido translaticio), y el mismo
Torquemada que vierte cihua-co-
huatl mujer culebra, dice cap. 31,
del lib. 6.^: una de las diosas de que
estos naturales de N, España hacían
mucho caudal era Cihuacohuatl que
quiere decir muger culebra, y de-
cian que paria siempre gemelos ó
crias de dos en dos. Esta muger
ó diosa, según la etimología de este
nombre, dice el P. Sahagun que fue
Eva, la cual parió gemelos siempre
(;que Caín y Abel^serían gemelos?):
I porque Cihuacohuatl quiere decir
la muger que parió dos criaturas
juntamente y pues d los gemelos, ó
I que son de un parto los llaman Coco-
hua, como si dixesen culebras de la
muger culebra, y la daban por ma-
dre de todas estas gentes, habiendo
parido sin acceso de varón ( si era
Eva, ¿qué sucedió con Adán? Santo
Tomás no hubiera predicado fal-
seando el Génesis), de x ando de ha-
cer relación del primer padre del
mundo. A vuelta de mil dislates,
Torquemada apunta siempre la ver-
dad, y es que la llamaban virgen me-
lliza, Coatlantona madre de los
I mellizos, y Mixcohuatl pare melli-
zos (¡qué barbaridad! significa Cu-
lebra de nube), por otro nombre,
según el mismo en otra parte, Omc-
cihuatL que él traduce dos mu-
geres, asi como á Quetsalcohuatl lla-
maban Ometochtli que él traduce
dos hombres (significa: dos (día) co-
nejo). Es decir que sus nombres en
la inteligencia de los Indios, eran de
mellizo y melliza.
'<Aun pienso — dice el mismo Dr-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
107
Mier, en una nota— que por las des-
gracias que les sucedieron por la
persecución de los mellizos ó To-
mases de Tula, les quedó la supers-
tición que cuenta Torq. 1. 6. cap. 48.:
«Tenían que cuando la muger pa-
«re dos criaturas de un vientre. . . .
« había de morir el padre ó la ma-
«dre. Y el remedio que el demo-
«nio les daba era que matasen al
« uno de los mellizos; á los quales en
«su lengua llaman Cocohua que
«quiere decir culebras, porque di-
«cen, que la primera muger que pa- 1
« rió dos llamaban Cohuatl, que sig-
«nifica culebra; y de aqui es que
«nombraban culebras á los melli- 1
« zos, y decían habían de comer á
« su padre ó madre, sí no matasen al !
«uno de los dos.» ;
Continúa el texto del Dr. Mier.
«Ahora bien, ¿qué significa 7b- !
mas? Puede significar abismo de
profundísimas aguas; pero su sig-
nificado propio y común por la raíz
tam, es el de mellizo, en griego Dy-
dimus; y este nombre griego era el
que se daba con mas frecuencia á
Sto. Tomas entre los cristianos, se-
gún el evangelio: Thomas qui dici- 1
tur Dy dimus. Conque si el nombre '
de Tomas se conservó en el Brasil
y en otras partes de America, y las
señas que del conservaron y de
sus operaciones, convienen exacta-
mente con las que cuentan los Me-
xicanos de su QuetBalcohuatl, Cocol-
can ó Cosas, etc., que significa lo
mismo que Tomas, esto es, mellizo,
¿por que no hemos de traducirlo por
esta palabra, y nos hemos de ir á
enculebrinar contra el tenor de la
historia y del sentido común? Mas
diré: no se puede traducir Quetsal-
cohuatl culebra empluma jada, como
practica Torquemada, porque en-
tonces no diría Quetsalcohuatl, si-
no Cohoquetsal (Este nombre no sig-
nifica nada). Los mexicanos, á ma-
nera que todas las naciones del
Oriente, traducían los nombres
siendo significativos en su lengua,
y aun necesitaban hacerlo asi, por-
que el significado les daba el carác-
ter geroglifico con que lo escribían
ó por sí ó por su sinónimo y corre-
lativo, ó por el significado de las
partes, que mediante una elisión
entraban á componer el vocablo.
Asi significando Zo/o// ojo, con pin-
tar éste al lado de un hombre, se
lee que es el emperador de los Teo-
chichimecas Xolotl, y significan-
do Coyotl coyote ó adive, en pin-
tando la cabeza de este con la boca
abierta, al lado de otra figura hu-
mana, se lee que este es del empe-
rador de los Acolhuas Netzahualcó-
yotl, que significa coyote hambrien-
to, porque anduvo asi y en los mon-
montes, cuando los Tecpanecas
tiranizaron su reyno.
«Lo primero pues que harían á la
llegada de Sto. Tomas, seria inda-
gar el significado de su nombre, y
sabiendo que era el de mellizo, pin-
tarían al lado de su figura una cu-
lebra, que es el sinónimo: y como
quetzal es un plumero precioso (co-
mo después explicaré), poniéndolo
sobre ella, se leería QuelzalcohuatL
Aun pienso que retuvieron en Cho-
lula, donde moró mas tiempo, el otro
significado mas remoto de Tomas,
esto es, abismo de profundísimas
aguas; y de aqui no solo el venerar-
le como dador de las lluvias, sino
la tradición, que descascarando su
templo en Cholula, manarían rau-
dales de agua que inundarían todo:
amenaza que hicieron los Cholulte-
cas quando fue Cortes, y de que intí-
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108
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
midados los Tlaxcaltecas no quisie-
ron entrar con este (no entraron por-
que el Señor de Cholula le suplicó á
Cortés que los dejar a fuer a de la ciu-
dad. BernalDíaz) en aquella ciudad
que era la Roma de los Nahuatlacas,
y tenia tantos templos como dias el
año; pero el significado que todos
retuvieron comunmente, fue el de
mellizo ó coatí, y Á él hacian alusión
en toda su mitología, religión y go-
bierno, que por referirse á Quetsal-
cohuatl era teocrático, ni mas ni
menos que los Cristianos de Sto. To-
mé descubiertos en la Asia, no sólo
se glorian de tener este nombre, si-
no de aludir á él en todo. ¿Quanto
mas los Mexicanos que lo reveren-
ciaban por su padre común, señor,
fundador y maestro, y en Cholula
le llamaban por antonomasia Nues-
tro Señor, Toteotl?»
(Nuestro Señor se dice en mexica-
no Toteuc. Teotl, significa Dios.)
«Todo en efecto aludia en el Ana-
huac á este varón célebre. Luego
que perseguida su religión por Hue-
mac (mano grande) que quiso, dice
Torquemada, hacerse adorar por
Dios, se fue á un monte, que de
su nombre se llamó Cohuatepec,
montaña de Tomas (Cohuatepec sig-
nifica: <íEn el monte de la culebra»).
A Huehuetoca, donde hoy es ej des-
agüe de México, se le dio este nom-
bre, porque alli les dijo: llámenme
viejOy esto es, presbytero, nombre
que usaban los antiguos Obispos, y
con que se firmaban los apostóles:
Joannes 5^ww/or firma S. Juan. En
otro lugar tiró unas piedras aun ár-
bol en que se clavaron, y de ahi se
llamó Cuautitlan. (El nombre es
Cuauhtitlan y significa: «Entre los
árboles.») Luego gravó su mano en
una piedra, que Torquemada dice
vio todavía, y hasta hoy se llama el
lugar TemacpalcOy palma de la ma-
no en la piedra. Luego llegó á Cho-
lollan, adonde por fin persiguién-
dole entró Huemac con un exercito,
y él se embarcó para Campeche y
las Islas en Coat^acoalco, que des-
de entonces se llamó donde se es-
conde el melliso (la culebra). En otro
puerto donde estuvo alli cerca, pu-
so una Cruz grande, de cuya made-
ra, dicen los escritores, no hallar-
se árbol 30 leguas en contorno, la
qual habiendo intentado quemar-
la el Ingles Drac,fue llevada ala ca-
tedral de Oaxaca, donde se venera.
De tal cruz vino el nombre al lu-
gar de Cuatulco, ó donde es adorado
el palo (ya dijimos arriba lo que sig-
nifica Cuatulco): alli cerca, según
Calancha, se veia grabado en una
peña el retrato de Sto. Tomas con
su nombre escrito en letras.»
(Algtín fraile hiso esa superche-
ría. Lástima que Calancha no haya
dicho de qué alfabeto eran las le-
tras.)
«En la persecución del cristianis-
mo fueron martirizados siete discí-
pulos de Quetsalcohuatl y esos son
los que Torquemada llama Chico-
mecohuatl ó siete mellizos, que lue-
go llama diosa, todo sin pies ni ca-
beza.»
Chicomecohuatl era el séptimo
día de ta 7.^ trecena, en el mes Tex-
CATL. Por hacérsele fiesta á la dio-
sa de los mantenimientos, se le dio
el nombre de Chicomecohuatl; así
es que Torquemada tienerasón.yel
Dr. Mier es el que no tiene pies ni
cabera.)
«La cabeza de uno de ellos, que
debió de ser el principal, mandó
echar Huemac en la laguna de Mé-
xico: y en una isleta de ella se sal-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
109
varen los cristianos, que del nom-
bre de Cristo ó Mecsí, esto es, ungi-
do, llamaron Mécsico á su ciudad, y
el que la gobernaba era á nombre de
Quetsalcohuatl, como su teniente.»
(¡Cuánta mentira! Véase México.)
-cEl templo que luego levantaron
fué al rededor de la cabeza del már-
tir, á quien llaman los escritores
Copil, que Veytia traduce hijo del
mellizo, y puede traducirse mellizo
principal. (¡Cuántos errores! Véase
Copil.) El lugar de su sepulcro, di-
cen Torquemada y Acosta, que se
conservó hasta la Conquista con
gran veneración. Ya probé en una
nota que el nombre México signifi-
ca donde es adorado Cristo, porque
Mecsi lo significa, y dixe también
que este por otro nombre se llama-
ba teohuitBnahuac señor de la co-
rona de espinas. Ahora añado, que el
obispo de México, ó gran sacerdote
(Hueiteopixquin) se le llamaba
HuitJ5nahuateohHat^in,elvenGrc\ble
ministro del Señor de la corona de
espinas, y su coadjutor ó vicario
general Mexica-teohuatsin, ven.e
ministro del Señor Cristo; asi como
el templo se llamaba Huitsnahua-
teo-calli, casa de Dios, ó del Señor
{teocalli ^s vocablo enteramente
griego) de la corona de espinas: y
á eso aludia también según ellos la
corona que llevaban en la cabeza á
exemplode Qaetsalcohuatl, porque
á los sacerdotes se les decian tsen-
tson-huitsnahuac, los que tienen
la corona de espinas formada con el
pelo de cada uno: (cómo se hubiera
re/áo Netzahualcóyotl con esta tra-
ducción! Véase Centzon huitzna-
HUAc) asi como los cristianos de
Sto. Tomé en el oriente llevaban el
pelo cortado en forma de Cruz.
«Es cosa admirable como toda la
I mitología Mexicana se explica á
consecuencia del Cristianismo, en
traduciendo á Quet&alcohuatl por
Sto. Tomas, y mucho mejor la his-
toria de este, que Torquemada ya
confunde con la de los Tultecas,
ya la separa, ya la da por verdade-
ra y legitima en su primer tomo:
ya después le parece en el 2.^ lle-
na de fábulas, inverosimilitudes
y absurdos, porque ya se ve, en
errando el objeto de una pintura
historiada, se cuentan mil despro-
pósitos. Pero como él conserva los
nombres que no se pueden errar,
porque los dan los geroglíficos, y
Gomara, Acosta y otros muchos,
que lograron mejores intérpretes,
escriben también la historia de Que-
tsalcohuatl.yo meatreveria á dar su
historia seguida en que nada se en-
cuentre que no sea digno de un após-
tol, y me serviria de comprobante el
mismo Torquemada en su mala tra-
ducción, porque por ella se conoce
el geroglífico que preexistia, y que
se explicaría fácilmente, en supo-
niendo que se hablaba de un predi-
cador del Evangelio en los prime-
ros siglos.»
«Solo me resta explicar: que
significa el quetzal, puesto que co-
A//a// signifique mellizo ó Tomás; có-
mo del Cristianismo pasaron los Me-
xicanos á una idolatría tan absurda;
y por donde vino á América su após-
tol ó predicador. Comienzo por lo
último y, digo: que si fue el apóstol
Sto. Tomas, no puedo menos que
maravillarme de que Cristianos me
hagan con sobre cejo esta pregun-
ta. Si Jesu-Cristodióálos apostóles
don de milagros y de lenguas para
extender el evangelio, ¿les negaría
los conocimientos geográficos in-
dispensables, y mas quando según
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lio
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
la tradición eclesiástica lo primero
que hicieron fue dividirse el mun-
do por suertes, para partirse cada
uno á cumplir con el precepto de su
maestro de anunciar el evangelio
en todo el universo? (¿Qué también
irían á los demás planetas?) ¿De
donde sacarla S. Clemente, succe-
sor de S. Pedro, el conocimiento del
otro mundo, del que habla en su
epístola á los Corintios? Si según
las Actas de los Apostóles, á cada
paso que daban, el espíritu del Señor
les decía por donde y adonde habían
de ir dentro de la Judea que cono-
cían: si dice á S. Felipe que fuese por
camino de Gaza y luego que se jun-
te al carro del Eunuco de la reina de
Candace para catequizarle, y des-
de Gaza es arrebatado por los ayres
hasta Azoto, 270 estadios, para
evangelizar á los Filisteos: ¿habría
mayor dificultad para enviar un
apóstol á la mayor parte del mun-
do? Habiéndose partido, concluye
su Evangelio S. Marcos, predicaron
en todas partes, cooperando el se-
ñor y confirmando su predicación
con milagros.
«Pero conozco el siglo en que es-
toy, y no los necesitamos. Se sabe
que entre America y Asía solo me-
dia un corto estrecho, helado la ma-
yor parte del año, y que era muy
fácil pasar en barcas fó en trineo, ó
patinando), como lo pasaron los ru-
sos para establecer su America
Rusa. Los discípulos que trsixoQue-
tsalcohuatl, según los mexicanos,
eran hombres habilísimos, que
les enseñaron las artes, y sin duda
eran peritos en la náutica, pues Que-
tBalcohuatl se embarcó aun lado de
Vera Cruz para Campeche y las is-
las, y en Tehuantepec para el Sur.
En mi juventud leí un libro escrito
en Cantón de China, donde un In-
gles, cuyo nombre no puedo acor-
darme, demonstraba que en los 6
primeros siglos de la Iglesia huvo
un comercio corriente entre la Ame-
rica y China. El anotador de Carli
trae también pruebas de que en el
siglo bP había comercio entre Méxi-
co y la China, y puntualmente en ese
siglo pone Torquemada la venida
de Quetsalcohuatl á N. España.»
(Si asi fué, Sto. Tomás vino á Mé-
xico ó d Tula cuando ya tenía ¡cua-
trocientos años!)
«Entonces no seria el apóstol Sto.
Tomas, se me dirá. Que el apóstol
de las Amerícas se llamaba Tomas,
para mí es absolutamente fuera de
duda. Que fuese el apóstol Sto. To-
mas depende de averiguar la épo-
ca en que vino Quetsalcohuatl, ave-
riguación que no puedo hacer ahora
por falta de libros, pues no tengo á
la mano sobre Indias sino á Torque-
mada y Remesal, y todo lo demás
va á cuenta de mi memoria: pero
pues un hombre tan profundamen-
te sabio en antigüedades Mexica-
nas como Sigüenza, lo confundió
con Sto. Tomas, no debió de hallar
dificultad en la época. El sabio as-
trónomo Gama que tenia un discer-
nimiento tan fino, y ha dexado MSS.
la antigua historia de los mexica-
nos, habrá zanjado este punto. De
Torquemada para épocas antiguas
no puede uno fiarse, porque confun-
de el calendario Astronómico con el
Divinatorio, prueba de que no en-
tendía aquel y á veces trae épocas
contradictorias. En esta misma épo-
ca de Quetsalcohuatl, dice que vino
poco después de la llegada de los
Tultecas, y antes había confundido
á éstos con los discípulos de aquel,
porque Tultecas quiere decir artif i-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
111
ees sabios: y diciendo de estos que
trahian túnicas bJancas, de los otros
dice que las trahian negras. Bey-
tia dice que huvo dos predicadores,
uno en el 5 ó 6 siglo, y otro anterior,
que fué doce años después de la
muerte de Cristo, según un eclip-
se que él calcula ser el mismo que
aconteció en su muerte, eclipse
que en esa muerte, dice Benedicto
14, ponen también losChineses. Yo
no me fio de tales cálculos.
«La verdad es, que yo encuentro
gravísimas dificultades en que fue-
se el apóstol, salvo que se confun-
diesen las cosas del primero con
las del 2P predicador, si lo hubo.
Lo primero, porque no está del todo
demostrado, que Sto. Tomas predi-
case en China. Las pruebas que da
Fr. Gregorio Garcia, y es la rela-
ción que sacada de los archivos del
Imperio, dieron los Chinos á su Em-
peratriz, y ya citamos, no puede con-
venir al apóstol, pues el Tomas de
que hablan dio imágenes de la Tri-
nidad, de Cristo, de la Virgen, etc.
y los apostóles no daban imágenes:
porque eso de las imágenes de la
Virgen pintadas por S. Lucas, me-
dico que han convertido como en
pintor de familia, está mui en qües-
tion, y parecen ser del siglo 1 1 ó 12
del pintor Lucas de Florencia, lla-
mado el santo, que por devoción
se destinó á pintarlas, y las daba
de valde. Las historias del Pilar y de
Loreto están desacreditadas entre
los mejores críticos. También Que-
tsalcohuail dio imágenes en Ame-
rica, ydeéldecian los de Campeche
tener una piedra triangular por don-
de explicaban la Trinidad que co-
nociam mui bien, y en cuyo nombre
se bautizaban todos, y nadie se po-
día casar sin estar bautizado.
«Más, Quetsalcohuatl instituyó
Monges en N. España, que segim
Acosta hadan los tres votos de po-
breza, obediencia y castidad, ocu-
pándose dia y noche de la salmodia,
y sallan á pedir limosna de que vi-
vían, con sus túnicas blancas, bra-
zos cruzados, y cabeza inclinada,
con mucha humildad. Y los mon-
ges no comenzaron hasta el siglo
4.*^ á lo menos con esas formalida-
des. Coronas en la cabeza tampo-
co comenzaron en tiempo de los
apostóles, y aun después no las hu-
bo en los primeros siglos, sino las
que llamaron de S. Pablo, y era
el pelo cortado en derredor sobre la
frente y orejas en memoria de la co-
rona de espinas etc. Las vestiduras
de Quetsalcohuatl eran de un Obis-
po oriental, y no las usaban los apos-
tóles. Las vestiduras de los Obis-
pos de N. España, especialmente de
los del reyno de Oaxaca, y provin-
cias Mixtecas, eran idénticas á las
de nuestros Obispos con todos sus
Pontificales hasta mitra forma-
da con plumas verdes de Que-
tóa/// exquisitamente labradas, y
los Sacerdotes usaban todos en las
funciones de Iglesia roquetes ó so-
brepellices. Las cruces no comen-
zaron á ser objeto publico de vene-
ración sino después que en tiempo
de Constantino dexaron de ser un
instrumento de suplicio. Los Obis-
pos del Anahuac, aunque elegidos en
Oaxaca por elección popular como
á los principios de la Iglesia, eran
consagrados con oleo, como lo era
también el Emperador de México,
y en tiempo de los apostóles solo
se usó la imposición de las manos.
En fin, la continua salmodia por las
diversas horas del dia y de la noche
que resonaba en los templos de Me-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
xico, y el aparato de arcedianos,
chantres, tesoreros, Maestrescue-
las, que todo había en sus catedra-
les, no son cosa del tiempo de los
apostóles. Los Obispos de N. Es-
paña en Mechoacan, México y la
Mixteca, á pesar de usar de tres
lenguas esencialmente diferentes,
se llamaban Papas (VéaseJ como to-
dos los Obispos del mundo antigua-
mente, hasta que creo Inocencio 3.°
mandó dárselo á solo el de Roma, y
hoy lo usan los Obispos de Oriente;
pero no lo usaban los Apostóles. Y
cierto no sé de donde pudo venir
tal nombre á los Obispos Mexicanos,
(Papa viene del griego papp as, pa-
dre, lo ntismo que VAVk, formado por
onomatopeya de las primeras voces
que articulan los nifios) sino de Que-
tsalcohuatly pues aunque esa pala-
bra griega se halla en las lenguas
del Perú para decir padre, en la len-
gua mexicana á éste se le áic^ tata,
y á la madre nana, y Papa no sig-
nifica nada.» (Sí significa; véase el
articulo respectivo.)
«El rito de la Pascua en México ó
de la Santa cena y Misa (no hay
que escandalizarse, porque la habia)
era enteramente oriental. Al mismo
tiempo puntualmente, dice el P. Sa-
hagun, que nosotros celebramos la
pascua, celebraban los Mexicanos
la suya después de un ayuno de 40
dias, en que ayunaban absteniéndo-
se de carne, vino, especias, y uso del
matrimonio. Precedía á la celebra-
ción de la Pascua una penitencia pu-
blica. El lector recuerde, que enton-
ces se reconciliaban antiguamente
en la Iglesia los penitentes públicos.
Luego se bendecía solemnemente
agua que se guardaba, como toda-
vía practicamos hoy los Católicos
el sábado santo, en que antigua-
mente se daba el bautismo solemne.
De ahi hacian de sus semillas la es-
tatua de su dios Huitsilopochtli (no
de otro), la qual precisamente ha-
bia de ser, dice Torquemada, amasa-
da en la capilla del Sor. de la corona
de espinas, y de alli la llevaban con
grande música al altar principal, ve-
lando toda la noche como los Cristia-
nos antiguos. Entonces llegaba todo
el pueblo á hacer su ofrenda, y luego
venian los Sacerdotes y consagra-
ban la estatua: y advierte Torque-
mada usaban de esta palabra consa-
gración, y que desde aquel momento
ya la miraban como la misma carne
y huesos de su dios Huitsilopochtli.
(No más le faltad Torquemada decir
que consagraban pulque y lo consi-
deraban sangre de Huitzilopoch-
TLi. Tal vcB se le olvidó á Quetzal-
coATL enseñarles la consagración
del pulque, sin advertir que Huitzi-
LOPocHTLi resultaba anémico.) Sa-
cábanle por el dia en una solemní-
sima procesión (ha de haber sido
la del Corpus de los cristianos) y y
á la tarde el Sacerdote que presidia
la procesión, y era necesariamente
el que representaba á Quetsalco-
huatl, tiraba un dardo con punta
de lanza al corazón de la estatua,
lo que decían era matar á su dios
para comerlo: y esta era la señal de
repartirlo, llevando de ella 4 diá-
conos con roquetes á las parro-
quias de los cuatro barrios de la
ciudad para dar la comunión al pue-
blo, la cual llamaban teocualo: dios
es comido, y los Totonacas Toyolia-
yatlacuatl; manjar de nuestra vida,
y lo recibían con mucha devoción,
compunción y lagrimas, teniendo
cuidado no cayese en tierra la me-
nor mihaja, y habia de ser en ayuno
natural; para lo que aquel dia se es-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
113
condia en todo el pays la agua de
los niños, que también comulgaban.
En fin, el Obispo hacia un sermón
con que terminaba la función, dice
Acosta, en quien esta aun mejor con-
tada toda esta ceremonia que en Tor-
quemada. Para no dejamos dudar
á que se aludia, en esto, en una de
estas funciones ponian á un hombre
en una cruz, y á otro puesto sobre
una cruz pequeña daban con una
caña en la cabeza.
«Quien sabe los ritos litúrgicos
del oriente y sabe que el pan de mil
figuras simbólicas se amasa en el
oriente en una capilla; se le lleva en
procesión para el altar mayor con tal
aparato y devoción que escandaliza
á los latinos; que hasta para repar-
tir la comunión, la señal es clavar
con un dardo en figura de lanza el
pan, como que esto significa la líin-
zada que dio á Cristo el centurión
(¿noLonginos?); que antiguamente
comulgaban los niños, etc., etc.: co-
noce al momento que esta era una
Misa oriental. Y si nuestros misio-
neros no dieron en ello, fue por su
ignorancia de aquellos ritos. Tam-
poco, sin estar advertido un latino,
creería que era Misa la que celebran
los Griegos, y mucho menos los
Coptos y Etiopes. En una palabra:
el ayunar en México y Cholollan la
septuagésima, punto de que han he-
cho un capital de su cisma los grie-
gos, porque los latinos solo ayunan
40 dias: el seguir en los cómputos del
diluvio, no la Vulgata sino los 70 de
que usa la Iglesia Griega acaba
de confirmar que su predicador era
oriental.
«Haciéndome todas estas dificul-
tades sospechar, que nuestro To-
mas no era el apóstol, me dediqué
á estudiar los autores Portugueses,
como Barros y otros que cita Gar-
cía, sobre las cosas de la India per-
tenecientes á Sto. Tomas, de que
han escrito largamente por su cuer-
po, cruz y memorias halladas en
Meliapor, ciudad de Coromandel. Y
en sus historias hallé en el 5.** ó 6.^
siglo otro Sto. Tomas, Obispo, suc-
cesor suyo, Judío helenista también
como el apóstol, (esto es, Hebreos
que hablaban griego con idiotismos
hebreos) tan celebre como él por su
predicación y milagros: del qual el
Breviario ó Santoral de la Iglesia
Syriaca tiene largas lecciones, en
que se refiere como pasó á predicar
á la China, y á otras regiones bárba-
ras y remotas, haciendo muchos
prodigios. Este sin duda debe ser
Quetsalcohuatl, Chilamcambal en
lengua Chincsa, que traxo sin duda
discipulosChinos. Los grandes edi-
ficios de Mictlan, Campeche, etc.
que se atribuyen á los discípulos de
Quetsalcohuatl son mui parecidos á
los Chineses.
«Ahora entra la esplicacion de la
palabra quelsal, que compone el
nombre de Quetsalcohuail. Es pala-
bra sincopada ó elidid'dfapocopadaj
de Quetsal-li, especie nueva del
género Psiitacus, descrita por el na-
turalista Lallave, y dedicada con
el nombre de Psittacus Mosiño á
este otro natural ist a Mex icano de es-
te nombre, su compañero en la com-
posición de la Flora Mexicana, el
qual trajo aquel paxaro de las sel-
vas de Goatemala, donde se cria. Su
color es verde esmeralda preciosí-
simo, y sus plumas, de que tiene
tres muí grandes por cola, eran tan
apreciadas, que tenia pena de muer-
te quien los mataba. Las damas hoy
las estiman muchísimo. Cuando se
le coge pierde las plumas de la cola
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
con la pesadumbre. Su nombre era
un distintivo de aprecio, lo daban
á un paxarito de dulce canto que,
UamanQueísalíoíotl, y para alabar
una doncella honesta y hermosa, la
solían llamar pluma de Quetsalli,
«Por eso Boturini traduce á Que-
tzal en el predicador, páxaro de
pluma rica, y en general traducen
los A A. á Qtietsalcohuatl: precioso
mellizo. Bastaba, para darle el nom-
bre de Quelsal que simboliza la
virginidad, su continencia tan cele-
brada, que los sacerdotes de Cho-
lula en su Septuagésima se exhor-
taban á ella diciendo : que era ver-
güenza no poder abstenerse de sus
mugeres en tan poco tiempo, quando
su Señor Quetsalcohuail nunca
tuvo ninguna. La virginidad era tan
preciada de los Mexicanos que moria
sin falta por haber violado la suya
alguna de sus innumerables Monjas,
y el encontrar sin ella á la despo-
sada disolvía el matrimonio.
«El autor de la historia del ver-
dadero Quetsalcohuatl dice: que co-
mo entre los católicos la aureola
que se pinta á los Santos es la se-
ñal de serlo, el Quetsal ó plumero
era indicio ó geroglif ico de lo mismo
entre los Mexicanos: y que por eso
Huitm'lopochtli tenísi en la mano de-
recha una cruz formada con cinco
globos de pluma: así como el pintar
rayos al rededor de la cara y zar-
cillos en las orejas, era geroglifico
de divinidad, que solo ponían á la
imagen de dios : y que si el sumo
sacerdote llevaba zarcillos, era por
ser ministro suyo. La explicación
es ingeniosa, y aunque me acuerdo
que quando la leí, deseaba mayo-
res comprobantes que los que apun-
taba el autor, pudo tomarse este
símbolo de que la mitra de los Obis-
pos era formada de plumas de Que-
tsalli. Dice Torquemáda, que con-
servaban en Cholula ciertas esme-
raldas como reliquias de Quetsal-
cohuatl, y una de ellas tenía primo-
rosamente entallada una cabeza de
mano (ha de ser mono). Esta es ge-
roglifico de que debía volver de
países extraños.
«Beytía no vio á dicho autor, y
dando la traducción de Quetsalco-
huatl por precioso mellizo, añade
que el haberle apropiado el sobre-
I nombre de Quetzal alude á alguna
cosa especial, y que algo significa
estar colgada del pico de una ave
la celebre cruz de Sto. Tomas ha-
llada en Meliapor.
«Acerca de esta ave varios AA.
Portugueses escriben que es una pa-
loma; pero los demás que es un
pavo. Este, según ellos, es el gero-
glifico de Meliapor, que eso signi-
fica, y dicen que tenia su Obispo
guardadas con gran veneración y
aprecio unas láminas de metal, en
que estaba escrita la donación que
hizo el rey Síngamo á Sto. Tomas
de unas tierras para Iglesia, y por el
reverso, en señal de aceptación por
parte del Sto., figurado un pavo
por ser el geroglifico de Meliapor....
Ahora digo yo, que nuestro Sto. To-
mas se titularía de Meliapor, como
todos los Obispos del Oriente del
lugar de sus sillas, y asi firmaban
en los Concilios, Cirilo de Alexan-
dría, Juan de Constantinopla, etc.,
3^ los Indios traducirían Meliapor
por su significado de pavo, escri-
biendo y sustituyendo, no el común,
sino su precioso Quetsalli, de cu-
yas plumas usaría la mitra como
en efecto se la pintaban también á
su imagen, y el qual páxaro, aun-
que los naturalistas lo pongan aho-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
115
ra en el genero Psittacus 6 de pa-
pagallo, allá no pasa sino por ser
el pavo Real de la America del
Norte.
«EJ lector escoja de estas inter-
pretaciones, mientras que yo paso
por fin á responder como pudieron
pasar los Mexicanos del cristianis-
mo á los sacrificios y una idolatría
tan absurda. Y respondo lo 1.° que
todo eso está ponderado en extre-
mo. Lo 2.° que asi como la grosera
idolatría de los Egipcios, y de alli
de los Griegos y los Romanos, pro-
vino de la ruda ó equivocada inter-
pretación de su antigua escritura
geroglifica, asi pudo provenir en
los Indios de la mala interpretación
de la suya, en la qual tenian escri-
tas las divinas escrituras, y de la
siniestra interpretación de la doc-
trina Evangélica. ¿Que absurdos y
fábulas increíbles no han deducido
los Judic^ de las Escrituras y tradi-
ciones! ¡ Que despropósitos, horro-
res y excesos no derivaron de ellas
y de la doctrina apostólica, los
Gnósticos, Nicolaitas, Corintianos,
Ebionitas, Maniqueos y otros here-
ges antiguos! ¿De donde si no de la
mala interpretación del antiguo tes-
tamento, ó mala aplicación de sus
máximas al nuevo, han venido con
los diezmos y primicias, las gue-
rras de religión, las matanzas he-
chas en America, y los quemaderos
de la Inquisición? ¡Que cuadro de
abusos no se podría presentar tan
horroroso como el de los Mexica-
nos! ¿El Mahometismo no es una
rama estraviada del cristianismo?
¿Y el pueblo menudo católico no es
un idolatra material generalmente
por su ignorancia, pues lo es tener
mas devoción con unas imágenes
que con otras, poniendo en aquellas
su confianza como si residiese en
alguna de ellas virtud alguna, ó
Dios pudiese prendarse mas de las
oraciones que se le dirigen ante
una pintura, que ante otra?
«¿Cuanto mas debia suceder en-
tre los Indios, que carecían de le-
tras alfabéticas, que desde el naci-
miento de la religión sufrieron una
persecución tan cruel para exter-
minarla, que gimieron muchos años
fugitivos y encerrados entre las jun-
cias y espadañas de la laguna de
México, ya tributarios de los Tepa-
necas de Atzcatpozalco, ya de los
Teochichimecas de Tezcoco, que
por fin los dominaron, y hablan de
introducir su religión dominante?
¿No vimos en la Francia, católica,
18 siglos, hacerse con la revolución
un tránsito á la idolatría y hasta el
ateísmo? Me era muí fácil hacer ver
como por todos aquellos medios fue
alterándose la religión entre los
Mexicanos: algo dixe ya del origen
de los sacrificios humanos de una
mala interpretación de la máxima
cristiana de que Dios no quiera si-
no corazones ardientes. Acaso se
agregó, (quando por la persecución
del Cristianismo creyeron haberlos
castigado Dios con peste y seque-
dad) el empeño de aplacarle, imi-
tando á los martyres, que se ofre-
cían gustosos á la muerte como
aceptísima á los ojos de Dios: pues
procuraban que las víctimas fuesen
voluntarias, alzando los ojos al cie-
lo, y otras alusiones semejantes á
martyrio, y martyrio de mellizos.
Tal vez mucho de ello nació de la
opinión de que Quetsalcohuatl be-
bía sangre y se comía un niño; opi-
nión que nació de la creencia de los
católicos sobre la eucaristía; impu-
tación contra los Cristianos primi-
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116
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
tivos tan creida en el antiguo mun-
do, que por ella resonó mil vezes
el anfiteatro Romano con el grito:
Christiani ad bestias; y que quedó
tan esparcida entre los gentiles del
nuevo mundo, que una de las razo-
nes que mas hacian valer muchos
quando la llegada de los Españo-
les, para dudar que fuesen Quetsal-
cohuatl ó sus discípulos, era que no
bebian sangre ni comian niños.
«Todos los ritos é historia de los
Mexicanos están aludiendo tan cla-
ramente á ritos y pasages del anti-
guo y nuevo testamento, que los
AA. Españoles lo han notado á ca-
da paso: y el viaje de los Mexicanos
al Anahuac es tan idéntico al de
Israel por el desierto, que en la 1.*
edición de Torquemada se supri-
mió, y para restituirlo en la 2.^
véanse las salvas que tuvo que ha
cer el editor en su prólogo Por eso
Mocteuhzoma habiendo oido toda
la doctrina que produxo Cortés so-
bre la creación del mundo y reli-
gión Cristiana, le respondió, que
estaban acordes en todo con la doc-
trina de sus mayores: y el mismo
Cortés escribe en su primera carta
al Emperador Carlos 5.*^, que quan-
do emprendió derribar los ídolos le
dixo el de México: nosotros con el
transcurso del tiempo habernos ol-
vidado ó trastornado la doctrina de
nuestro Señor Quetsalcohuatl, tú
que vienes ahora de su Corte y la
tendrás mas presente, ve diciendo
lo que debemos tener y creer, y nos-
otros lo haremos todo. Por lo qual
y otras muchas cosas, no cesa Acos-
ta de decir, que estaba abierta la
puerta para haber introducido el
evangelio en America sin ninguna
efusión de sangre.
«Pero vuelvo á decir, que los Es-
pañoles y misioneros empeñados
en no ver sino al diablo aun en las
cruces,todo lo endiablaron sin escrú-
pulo; y recogiendo los ritos y creen-
cias de las diferentes provincias, y
por haber quemado las bibliotecas,
informándose del vulgo necio, que
entre los católicos daria también
de nuestra creencia una relación
endiablada, hicieron una pepitoria
insoportable. Desde que los Espa-
ñoles llegaron á N. España, y se vie-
ron incensar, y llamar teotli ó teutli,
dieron en que los tenian por dioses,
y oyendo esta palabra los misione-
ros aplicada hasta á los montes,
todo se les volvió dioses y diosas.
Podian reflexionar que ellos incen-
saban la imagen de su rey, á sus
sacerdotes, y á todos los que asis-
ten á sus misas y oficios solemnes.
Entre los Mexicanos se incensaba
á los Embaxadores como personas
sagradas é inviolables, y por tales
se dieron ellos. Llamáronles teotli,
porque asi llamaban á sus magistra-
dos y á los caballeros de sus 4 orde-
nes militares, como puede verse en
Torquemada, aunque este escribe
Tecuchlli como Motecutsuma
Pero teotl ó teutl no significa dios
sino por antonomasia como Señor
entre nosotros, y su significado es
el de Señor. Aun es frasismo suyo
para expresar lo excelente en cada
género: asi al pimiento, que ellos
llaman Chilli, si es mui rico llaman
teo-chilli, y los mestizos, frasean-
do á su exemplo en Castellano, pa-
ra expresar, por exemplo, im mu-
lato que se levanta sobre su esfe-
ra, dicen, que es un Señor mulato,
un aguardiente mui fuerte. Señor
aguardiente etc., como en la Euro-
pa noble y gentil. Los Indios siem-
pre que mentaban á Dios, era aña-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
117
diendo al íeotlipalnemohuani, el que
da vida, Ipalnemohualoni, esto es,
el Señor por quien vivimos; que
es la frase de S. Pablo: in quo vivi-
mus, movemur et sumas, r>
(Es un error del Dr. Mier creer
que teotl y tecutli significan lo mis-
mo. Teotl significa «Dios,» y Tecu-
tli significa «Señor.» Tecutli, por
metátesis, se convierte en Teuctli,
y esta palabra confundió el Dr.
Mier con Teotl, y por eso dice Teo-
tu ó Teutli. El frasismo á que se
refiere de teo-chilli, «Seftor Chile,»
es inexacto, pues en teo-chilli y en
otros, no significa teotl, señor, sino
dios ó divino, así dicen teo-comitl,
«olla de dios,» ó «divina,» nombre
que le daban á la biznaga, porque
estaba consagrada al culto; decían
también teo-tlalli, «tierra de dios, » al
desierto, porque no estando habita-
do por el hombre, concebían que só-
lo dios estaba en él.) ( Véase Troti..)
«El que entrase á las Iglesias ca-
tólicas sin entender su religión y
lengua, pensaría que teniamos tan-
tos dioses como imágenes; y según
las diferencias de nombres, figuras
y advocaciones que damos á Cris-
to y su madre, los multiplicaría á mi-
llares: y no dudaría atribuir divini-
dad á los santos, viéndolos sobre
los altares, dedicados templos á su
nombre, dados á ellos patronazgos
de ciudades y villas, protección á
cada uno contra ciertas enferme-
dades, para ciertas cosas, y á favor
de ciertos gremios; con la circuns-
tancia de que en tal parte su ima-
gen es mas milagrosa que en otra.
Con todo lo qual nos daría por
idólatras extravagantes y desatina-
dos, y asi lo hacen los protestantes.
Pues ni mas ni menos hicieron los
Españoles con los Indios: aunque al
fin los misioneros se fueron aper-
cibiendo del error, y ya convenían,
según Torquemada, en que, á lo
menos las diosas que ellos llaman
de las aguas, no eran sino una, que
es la misma virgen mellisa de
que hemos hablado.
«Pero no la adoraban por Diosa,
ni huvo tales diosas entre ellos; y
asi Torquemada á la misma ya lla-
ma dios, ya diosa, sin saber lo que
se decía: pues los Indios distinguían
muí bien á dios de los santos en los
nombres, en las oraciones, y en el
culto. El mismo dice, que solo se
arrodillaban y postraban ante la
representación de Tescatlipuca que
era su mayor dios, puro espíritu; y
que á solo á este, y á ningún otro,
ni á HuitmlopochtUM llamaban Ti-
tlacahua; y que le dirigían esta ora-
ción: O Z)/05 todo poderoso, que dais
vida á los hombres, que os llamáis
Titlacahua (esto es, cuyos esclavos
somos), hacedme esta tan señalada
merced de darme todo lo necesario
y goBar de vuestra clemencia, sua-
vidad y delectación: haved miseri-
cordia de mí, abrid las munos de
vuestra piedad y usadla conmigo.
Y dice en otra parte, que todas sus
oraciones terminaban con Mayiuh,
hágase asi, como nosotros con
amen. «Dicen de él, prosigue, que
«lo sabe y vé todo, y que da las en-
«fermedades contagiosas en castí-
«go de los pecados. Llamábanle
«MoyocayatBin, el que hace quanto
«quiere, porque á su voluntad no
«podía resistirse, y decían ser po-
«deroso para destruir cielo y tie-
«rra. Llamábanle telpuchtli que
«quiere decir joven, porque es eter-
«no. Otros nombres tenin este Tet.^-
^catlipuca> y se ve que todos sig
níficaban diversos atributos de la
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118
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
divinidad: este mismo nombre sig-
nifica espejo resplandeciente, ó don-
de todo se ve, speculum sine macu-
la, como llama á Dios la Escritu-
ra.» (Tezcatlipoca sólo significa:
«Espejo negro que humea.»)
« Teo-Huits-lopochtli, y no Huitzi-
lopochtli, según interpreta Borun-
da, es decir: el señor de la espina ó
herida en el costado izquierdo de
quien le mira: y este dice Torque-
mada es el mismo Mee si que traxo
á los Aztecas, dándoles el nombre
Mecsicanos quando les mandó un-
girse las caras con cierto ungüen-
to,... .y asi celebraban su fiesta to-
dos embijados y ungidos: prueba
todo de que Mecsi significa ungido ó
Cristo: por otro nombre Tco-ílaloc,
ó Señor del paraíso, (Tlal-oc signifi-
ca «vino ó licor de la tierra,» esto es,
«lluvia,» que es el vino que bebe la
tierra; y deificando la lluvia hicie-
ron al dios Tlaloc, y al lugar de su
residencia en el cielo lo llamaron
Tlaloccan, «lugar de Tlaloc, >* esto
es, lugar de la lluvia, que los misio-
neros tradujeron arbitrariamente
«paraíso.» Al dios lo llamaban losln-
dios Tlaloccantecuíli, «Señor del
Tlaloccan), y por otro Señor de la co-
rona de espinas, como está dicho.
Los Tlaxcaltecas le llamaban Ca-
maxtle ó señor desnudo (Véase
Camaxtle), como está en la cruz.
Tenia una en la mano formada con
cinco globos de pluma: asi como se
encuentra en otra Cruz pintada de fi-
nísimo azul con los cinco globos
blancos, en la sierra casi inaccesible
de Mesiitlan desde tiempo tan in-
memorial, que por tener al lado
pintada la luna en Mexicano Mestli,
dio nombre al lugar de Mestitlan,
esto es, junto á la luna. Ya está dicho
como aseguraban que tenia natu-
raleza humana y divina, y había na-
cido de una virgen santa y devota
sin lesión de su virginidad, llamada
Coatlicue (Antes de Huitzilopochtli
ya habia parido 400 hijos) (V.)» que
lo parió en el monte Coatepec de Tu-
la: alusión todo á que fue dado á co-
nocer en el tiempo de los Tultecas
por Quetsalcohuatl. Tor quemada,
dice: «Tuvieron noticia de la encar-
nación, y lo explicaban por una me-
táfora diciendo, que uno como ovillo
de plumas baxo del cielo, y ponién-
dolo ella baxo su cintura, parió á
Huitzilopochtli ya hecho varón per-
fecto etc.» (En lugar de la etcétera
debió el Dr. Mier seguir copiando d
Torquemada para que el lector su-
piera que HuitBilopochtli, luego que
nació mató d sus 400 hermanos; pe-
ro desaparecía la virginidad de
Coatlicue, y se descubría la mentira
del Dr. Mier.) Su imagen indicaba los
mismos atributos que nosotros da-
mos á Jesu Cristo, y aun explicada
según Torquemada nada presenta
que no sea digno de un Dios.» (¿Qué
matar d sus hermanos, apenas na-
cido, serd digno de un Dios?)
«Dios puro espíritu y Omnipoten-
te, Dios hombre, y su madre virgen,
son los Tlaloques ó dioses del tiem-
po de los Tultecas dados á conocer
por Quetzalcohuatl, y añadiendo á
este como Santo y sus discípulos
mártires, á esto viene á reducirse,
si bien se explica todo, toda la Mi-
tología Mexicana aunque los
Españoles se han empeñado en ha-
cer diablos, y aun en hallar los dio-
ses de los Romanos. Esta compa-
ración no me parece razonable: por-
que por exemplo dice Torquemada:
«que la diosa Tlasolteotl corres-
«ponde á Venus, porque quiere de-
«cir diosa de la basura, y que de ella
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SEGUNDA e:POCA. TOMO V.
119
•eran mui devotas las personas des-
«honestas; pero no era, dice, por que
«patrocinase como la Venus anti
«gua sus impurezas, sino para te-
«nerla propicia á fin de obtener per-
«don de este pecado.» ¿Y que tiene
que ver esto con Venus? La idola-
tría de los Mexicanos era mas lim-
pia: jamas adoraron los vicios ni á
ninguno que los hubiese tenido, di-
ce Dávila Padilla, y dice bien.»
(Sólo una obsesión ó el ánimo de-
liberado de engafiar d sus lectores
puede haber inducido al Dr. Mier d
asentar las aseveraciones que hace
en el pdrrafo que precede.
(Los Tlaloques no eran dioses, si-
no ministros ó servidores del dios ,
Tlaloc, que preparaban las lluvias
y las tempestades, y que quebrando
cántaros hacían los truenos y los
rayos. (Véase Tlaloques.) \
(Los Toltecas no adoraron á\
Huitzilopochtli» ni mención hacen de \
él en su Mitología.
(No sólo Coatlicue parió ^Huitzi-
lopochtli sin obra de varón, tam-
bién la diosa Chimalma { V.) parió ,
á Quetzalcohuatl /)or virtud del cié- \
lo—segtm la teogonia nahoa—y de \
esto no dice nada el Dr. Mier, y hace
bien, porque le resultaban ¡dos Je-
sucristos!)
Continua el Dr. Mier:
«En fin, ¿por que hemos de llamar
idólatras y no Cristianos á los in-
dios de Yucatán, que todos estaban
bautizados en nombre de la Trini-
dad, y veneraban las cruces? (Aquí
debemos creer al Doctor Mier bajo
su palabra honrada^ porque no cita
á ningtín autor en apoyo del bau-
tismo en nombre de la Trinidad.)
¿Por qué hemos de llamar idóla-
tra al Emperador Netsahualcoyotl,
que prohibió los sacrificios huma-
nos, y levantó templos al dios crea-
dor? ¿Por que hemos de llamar idó-
latras á los Totonacas y Mixtecas,
que sobre estar bautizados, (como
todos los Nahuatlacas y Mexicanos,
ofrecidos por eso á Quetsalcohuatl
desde esta ceremonia á los ocho
dias de nacidos) no ofrecían sacri*
ficio ninguno humano, y adoraban
á Tzenteotl, que Torquemada ya lla-
ma Dios, ya Diosa, ya Dioses, y
no quiere decir sino el verdadero
Dios?*
(No es exacto esto til timo. Tam-
bién Orosco y Berra, con la escri-
tura Tzinteotl, traduce ^Dios origi-
nal,^ esto es, <t el primer dios.*
(Pero nohaytalTzenteoüniTzin-
teotl, el nombre propio es Centeotl
ó Cinteotl, que se compone de cen-
tu ó cintli, <íma3orca de maís,* y
teotl, ^dios ó diosa,* y significa:
«Dios ó diosa del maís.*
(El error délos autores , que llegó
hasta OroBco y Berra, provino de
que escrita la palabra Tzinteotl,
tomaron el primer elemento tzin-
tli, que, cuando es prefijo en un vo-
cablo, significa: «el ojo del saluo-
nor,* dice Molina, el ano, el fundi-
llo, y figuradamente, fundamento,
cimiento, origen, etc. y chocándo-
las d los autores tomar la significa-
ción fundamental ó primitiva, y de-
cir: «el dios ano,» «el dios fundillo ,*
tomaron las significaciones trans-
laticias, y unos dijeron: «el dios fun-
damento,* otros: «el primer dios,*
«el dios original,* como dice Oroz-
co y Berra, y «el verdadero dios,*
como traduce el Dr. Mier. Pero re-
ducida la palabra á su verdadera
escritura, Centeotl no es más que
«el dios ó ¡a diosa del maís;* y así
se vé en los Códices llevando ma-
zorcas de maíz en la mano, ó á sus
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
adoradores presentándoselas.)
(Véase Centeolt.)
Continúa el Dr. Mier:
«El mismo (Torquemada) dice,
que este dios, que confunde con la
Tonacayohua, prohibia y detestaba
los sacrificios; y sus monges eran se-
gún él, los mas exemplares castos
y penitentes, ocupados, en escribir
la historia: <^A esta diosa miraban
«con suma reverencia, y sus res-
<^puestas tenian por oráculo divino,
«y mas que otros eran señalados
«los sacerdotes de su culto y servi-
«cio: y que esta diosa no quisiese
«sacrificios de hombres no sé que
«sea ni tampoco lo entiendo, porque
«esto de querer unos uno, y otros
«otro son para mi adivinanzas.^
«¿Que ha de ser sino que habia
diferentes cultos y religiones, asi
como él mismo pone los religiosos
observantes del orden de Quetsal-
cohuatl, y estos monges del verda-
dero Dios, que llama en otra parte
Coatlan ó mellizos, los quales no se
juntaban con los demás ni para la-
varse? Habia también fuera de los
monges Congregaciones seculares
de Tezcatlipuca, Dios Omnipotente,
puro espíritu, todo exemplar y vir-
tuoso; y cierto no se exhortarla me-
jor en nuestro Cristianismo á las
vírgenes destinadas á los monaste-
rios, que se exhortaba á las suyas
en su ingreso al Orden de Quetsal-
coatí.»
(Olvida ó ignora el Dr. Mier que
Tezcatlipoca/«^ el perseguidor en-
carnizado de Quetzalcoatl, /)W¿?5
aquílopone como «Dios omnipoten-
te, «puro espíritu, todo ejemplar y
«virtuoso;» de suerte que el dios
cristiano que predicaba Quetzal-
coñü fué su perseguidor.)
«En México el verdadero Dios te-
nia templo aparte, y adonde ahora
está N. Sra. de Guadalupe, que es
en Tepeyacac (esto es lugar junto al
cerro, el qual se llamaba Tonan(V.)
ó de nuestra madre) habia templo
sobre el cerrillo (para sustituirlo
inventaron los misioneros la Apa-
rición de la Virgen de Guadalupe,
cuya superchería descubrió el ca-
tólico D. Joaquín Icasbalceta) de-
dicado á la tsenteotenantzin, que
se traduce asi: la apreciable madre
nantm'n, que está en el cerro tepe ti.
es la madre del verdadero Dios
Tsenteotl. (Todo esto es una mistifi-
cación del Dr. Mier. No hubo tal dio-
sa. El nombre genuino es Teteoinan-
tzin, que significa: «Su madre de
los dioses f» y cuyo origen, que es his-
tórico, constituye un atroz crimen
de los sacerdotes mexicanos. Véase
Teteoinan y Tocl) Su fiesta princi-
pal se celebraba en el solsticio hi-
berno, dia de Sto. Tomas, y era tal
la devoción con ella, que nadie pasa-
ba junto al cerrillo, según Torque-
mada, sin subir á ofrecer en su ara
las flores que por alli podia hallar.
«Otro templo tenia la misma, co-
mo patrona de las aguas, (pues lo
eran todos los Tlaloques venerados
en los montes) en Otancapulco
(Otoncapulco), y habiéndose en
aquel templo salvado los Españoles
de Cortés en la triste noche que sa-
lieron de México, atribuyéndolo á
milagro de la virgen, pusieron alli
despees, según Torquemada, una
imagen que llamaron N. Sra. de las
Victorias (Acosta dice que del Soco-
rro por el que recibieron) y después
llamaron de los remedios. Como
el Ayuntamiento de México fue el
que edificó la capilla, puso alli des-
pués capellán, á pesar de los fran-
ciscanos que antes la custodiaban.»
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
121
Aquí termina la disertación del
Dr. Mier, y, al calce, su editor, D.
Carlos M. Bustamante, dice:
«Tal es la famosa Disertación del
sabio P. Mier, que con razón se ha
celebrado en Europa. Ruego á sus
lectores que llamando á ecsamen to-
do cuanto ha dicho el P. Sahagun en
los libros precedentes, hagan unco-
tejo con todas sus relaciones, y sin
duda hallarán en dicha Disertación,
sino la verdad demostrada, á lo me-
nos una cosa que se acerca á ella, y
satisface y aquieta. Parece que se
cae la venda de los ojos y se entra
en el País de un mundo desconocido,
penetrando por enmedio de los arca-
nos del antiguo Pueblo Mexicano.
¡Cuanto mas no avanzarían los eru-
ditos en esta materia si tuviésemos
ala mano la Clave historial del
Lie. Borunda! Mucho se ha decla-
mado contra la ignorancia y barba-
rie del Sr. Zumdrraga, que privó á
la historia de sus mas preciosos do-
cumentos haciendo quemar los ar-
chivos de Tezcoco en la plaza del
Tlaltelolco (ElSr. Icasbalceta, en su
obra ^Zumárraga,^ vindicó al obis-
po de tan tremendo cargo): ¿mas
acaso es inferior la necedad de su
succesor el Sr. NúñcB de Haro qui-
tándonos de la mano la Clave de
oro con que podríamos abrir el
pequeño resto de la historia antigua
que nos había quedado? Compárese
siglo con siglo, y resultará mas vi-
tuperable la conducta del Sr, Haro;
siquiera Zumdrraga era animado
del loable deseo de estinguir la Ido-
latría que creyó estuviese consig-
nada en los antiguos manuscritos
de Tezcoco. Pero Ntiñez de Haro
¿qué creía en esta Clave que se to-
mó invadiendo la propiedad priva-
da de Borunda? ¡Ah! vergüenza da
decirlo creyó que podría por
medio de ella persuadirse la veni-
da de Sto. Tomás Apóstol, y los Es-
pañoles tenían por el mayor agra-
vio que se dijera que otros antes
que ellos' habían planteado y anun-
ciado la religión de Jesucristo en
este suelo: solo reconocían por sus
Apóstoles á los Corteses, Pizarros
y Alvarados (¡á cual mds bandi-
do!) y cuando la conducta criminal de
estos demostraba á toda luz ó que la
ignoraban de todo punto, ó que obra-
ban directa y escandalosamente
contra ella. Tales desórdenes pro-
duce siempre el odio á las naciones,
y todo se sacrifica en las aras de
este monstruo.»
(En cuanto á la utilidad y mérito
de la obra de Borunda, «Clave de
Oro,» y cuya perdida tanto lamenta
D. Carlos M. Bustamante, véase lo
que sobre dicha obra dijimos en el
párrafo XXIX de este artículo.)
XXXI
Ofrecimos en el párrafo XXIX
de este artículo insertar, por ser
poco conocida y de difícil adquisi-
ción y como complemento á la his-
toria de Quetsalcoatl, la magnífica
disertación escrita por D. Ignacio
Ramírez (El Nigromante) para
combatir á los que desde hace tres
siglos están sosteniendo que Sto.
Tomás, apóstol de Jesucristo, ú otro
de los fundadores del cristianismo,
vino á predicar esa religión á Amé-
rica antes de que fuera descubierta
por Colón.
Cumpliendo con ese ofrecimien-
to, hacemos la siguiente transcrip-
ción:
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122
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Artículo I.
«Desde hace más de tres siglos se
está escribiendo que uno de los fun-
dadores del cristianismo se anti-
cipó á Colon en su famoso descu-
brimiento; esa leyenda se sostiene
todavía, puesto que nosotros mis-
mos hemos publicado la disertación,
por cuyo medio un eclesiástico se
empeña en probar el paseo de To-
más, el mellizo, por el Nuevo Mun-
do. El interés histórico nos com-
promete á formular, con breves pa-
labras, nuestra opinión sobre tan
extraña materia.
«Si constase, como un hecho, la
presencia en América de un judío,
por los años que trascurrieron des-
de Nerón hasta Vespasiano, noso-
tros guardaríamos silencio y deja-
ríamos á los eruditos la tarea de
acumular mil y mil particularida-
des á las consecuencias probables
ó verosímiles de una aventura tan
extraordinaria; pero los defensores
de esa historieta parten de suposi-
ciones y de datos muy dudosos para
deducir un prodigio; y la crítica his-
tórica protesta contra ese método,
al cual debemos numerosos y perju-
diciales errores: fijemos la cues-
tión; ella atestiguará que, á los sa-
bios y á los ignorantes, no nos es da-
do resolverla de un modo positivo.
«Muy posible es que repetidas ve-
ces, en el trascurso de los siglos,
hayan venido del Viejo Mundo, náu
f ragos, comerciantes, colonos y has-
ta invasores á las inmensas playas
de la América; tenemos esapersua-
cion. Pero hoy se trata de saber si
por los años en que Jerusalem fué
arruinada vino á estos países un
sectario judío y dejó huellas de su
tránsito, una huella tan profunda
que todavía puede ser descubierta
por el historiador y por el filósofo;
en resumen, pues que el campo es-
tá sembrado nomas de conjeturas,
el problema es buscar sobre éstas
los vestigios que racionalmente pu-
do haber dejado, en aquellas cir-
cunstancias, el descarriado viaje-
ro. Ya nuestros lectores compren-
derán que no podemos conocer la
influencia de Tomás sin investigar
las intenciones que traia; y su mi-
sión sólo puede explicarse por las
ideas político-religiosas de su tiem-
po y de su patria; y por la clase
de civilización que entonces flore-
cía en las principales poblaciones
del misterioso continente.
«El historiador de los judíos, que
precisamente vivía en aquella épo-
ca, tratando de las sectas que exis-
tían en su nación, nos dice: «Ya
hace algunos siglos que están di-
vididos en las tres sectas de esenia-
nos, saduceos y fariseos, los judíos
que cultivan la sabiduría nacional.
Los fariseos tienen su origen hacia
la guerra de los macabeos; el lazo
que los une es muy sencillo; seve-
ridad de costumbres; crencia en el
destino, con la circunstancia de que
Dios les ha permitido consentir
en lo que sucede ó protestar contra
esos hechos inevitables cuando son
malos; declaran inmortales las al-
mas, y susceptibles, por lo mismo,
de castigo ó de premio, según el uso
que han hecho de aquella especie de
albedrío; y siendo muy pegados á la
ley y á las prácticas del culto ex-
temo, se han hecho necesarios y
respetables para el pueblo. Los sa-
duceos opinan que el cuerpo y el
alma se extinguen simultáneamen-
te; son pocos, pero influentes. Los
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
123
esenianos tienen excelentes cos-
tumbres; llevan vida común; no tie-
nen esclavos, porque sería un aten-
tado contra la igualdad natural; no
tienen mujeres para vivir tranqui-
los; son trabajadores; y los princi-
pales de entre ellos cuidan de la
salud, alimentación, etc., de los de-
mas. En otras naciones hay sectas
iguales á la última.» Así, en resu-
men, se explica Josef o; y, si acepta-
mos como suyas las palabras si-
guientes y otras exparcidas en su
obra, nos da una ¡dea de varias
sectas socialistas y de los progre-
sos que la filosofía hacia en los des-
cendientes de Moisés, vistiéndose
de un traje judío en Alejandría y
disimulando su impaciencia, sus es-
peranzas y rencores contra la do-
minación romana. Entretanto, se-
gún Tácito, los judíos, en Roma,
se entregaban á un culto impío; y es
un hecho que, descubierto, fueron
desterrados.
«Ya estos datos son bastantes pa-
ra manifestarnos que, bajo una
aparente sumisión á la ley y á los
profetas, fermentaba una asombro-
sa diferencia en las opiniones y en
las tendencias judías; pero semejan-
te situación era de todo el imperio
romano: en cada nación el patriotis-
mo se mostraba fanático por sus
tradiciones para salvarse en aquel
universal naufragio; pero las ideas
de una civilisMición superior ha-
bían depositado sus larvas en aque-
llas tablas, y el oleaje descubrió en
ellas la polilla.
«Lo que caracterizaba al pueblo
judío, y lo que le hizo sobrevivir á
pesar de su impotencia, fué la ener-
gía con que entonces la opinión le-
vantó sobre todas las preocupacio-
nes un pensamiento vulgar que en
otras épocas no había servido sino
de asunto á la poesía. Cautiva la na-
ción, en Babilonia, recordó que en
otros tiempos un caudillo la habia
salvado de una más horrible servi-
dumbre; y esperó la venida de Moi-
sés segundo. Después, la situación
de ese pueblo, aunque con diversas
fases, se parecía á la decadencia; y
los poetas cantaron el porvenir se-
ñalando entre las nubes de la espe-
ranza al redentor deseado. La bri-
llante aparición de los Ma cábeos hi-
zo posible la venida de un Mesías;
el despotismo de los romanos la hizo
necesaria; los cantos se transfor-
maron en profecías; y el judaismo
¡ asumió una nueva forma, pues dejó
de ser una historia para convertirse
en una promesa: cuando en el uni-
verso se establecía el cesarismo, la
religión de Moisés se trasformaba
ne mesianismo; el pueblo entero, ar-
mado con la ley y los profetas, se pu-
so á esperar un libertador.
«Los que esperan con ansia una
revolución acaban por acaudillarla
ó por ser sus cómplices: entre los
judíos, los ilustrados se atuvieron
á las intrigas palaciegas para me-
, jorar su suerte; pero el pueblo si-
guió los senderos conocidos; insu-
rrecciones, ya solapadas, ya paten-
tes; éstas se ahogaron en sangre;
las primeras buscándose auxiliares
en todos los desgraciados, no sal-
varon á Jerusalem, pero la cambia-
I ron por Roma! Mientras unos anun-
ciaban al Mesías, otros osaban pre-
sentarse con ese nombre; todos su-
cumbieron. ¿Hasta dónde hubiera
llegado el espíritu de imitación?
No es fácil preverlo. Pero un gran-
de acontecimiento vino á cambiar
rápida, y necesariamente el giro de
I las ideas: la nación fué destruida.
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124
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Sobre las ruinas del templo» ante
los dioses triunfantes del paganis-
mo y en medio de las familias, que
encadenadas marchaban á Roma,
donde las esperaba la esclavitud y
la muerte, no era posible que todos
siguiesen alimentando la esperanza
de un vengador, ni el restableci-
miento de la raza de David y de su
gloria; el Mesías ya no podia en-
contrarse entre los hombres sino
en el cielo; el Mesías entonces fué
un Dios.
«Pero mientras una parte del pue-
blo se dedicó con entera fe á espe-
rar la venida de la divinidad, otros
muchos dijeron que ese Mesías es-
piritual, ese Dios incógnito, ya se
habia presentado entre los hom-
bres; y se comenzó á escribir su
historia; y entonces apareció el cris-
tianismo.
«Así es que, en más de medio si-
glo, desde Augusto hasta Vespasia-
no, en la Judea, con muy pocas ex-
cepciones, no ha habido sino cre-
yentes en la ley y en los profetas; y
todos esos creyentes esperaban un
caudillo que los librase del pesado
yugo de los romanos. Cuando los
oprimidos perdieron la esperanza,
parte de ellos se aliaron con los
oprimidos de otras naciones, y en-
tre todos hicieron salir de los sal-
mos y de la filosofía alejandrina,
el Mesías cristiano, redentor del
mundo.
«Insistimos sobre estas ideas por-
que ellas nos revelan cuáles po-
drían ser las que se movían en la
cabeza de Tomás, cuando con in-
ciertos pasos abandonó para siem-
pre su patria. Si lo suponemos sa-
lido de ella antes que Jerusalem su-
cumbiese, no le debemos conside-
rar sino como un Judío completo;
apegado á la ley y á los profetas,
esperando un vengador para su pue-
blo y contra los romanos; más ó
menos comunista; santificador del
sábado; creyendo que cada enfer-
medad encubría un demonio y cada
curación médica era un milagro; y
llevando acaso vivos los recuerdos
de algún rabí pacífico que á pesar de
su elocuencia profética y de sus
costumbres esenianas fué víctima
de su entusiasmo mesiánico por ha-
ber confundido en sus ataques á las
sectas poderosas y á los orgullosos
romanos.
«Sigamos á Tomás en su camino-
por la Persia á la India Oriental,
hasta la China: entónces^no se via-
jaba en ferrocarril, ni en buque de
vapor; el aventurero judío bien pu-
do gastar diez años en estas pere-
grinaciones; y antes de cumplir cua-
renta probablemente no habia de-
jado el Viejo Mundo. Mientras el
misionero judío recorrió países so-
metidos á los romanos y acaso ex-
plotados por algunas colonias ju-
días, debió haber conservado vivas
las imágenes de la ley, de los profe-
tas de las penalidades de su nación
y de las injusticias romanas; habla-
ría por todas partes de su Mesías.
«Pero de repente la escena cam-
bió. Más allá del Ganges y de las
montañas del Tibet, se presentó á
sus ojos un pueblo tan grande, tan
opulento, tan ilustrado como el ro-
mano; entre los chinos nadie se ocu-
pa ni de César, ni de Herodes, ni de
los profetas, ni de los fariseos, ni
de los esenianos, ni del Mesías. En
los negocios políticos ninguno com-
prende lo que no le interesa. Demos
que Tomás se criase algunas simpa-
tías; ¿podría llevarse quinientos chi-
nos para que lanzasen de la judea á
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
125
los romanos? Ni se diga que se con-
formaba con predicar la buena nue-
va. ¿Qué buena nueva? Para los ju-
díos era la libertad; para los chinos
era un negocio ajeno.
«Sigamos al apóstol por el Pacífi-
co ó por cualquiera otro camino
hasta la América; pero ¿cómo se
encontraban entonces las poblacio-
nes del Nuevo Continente?
«Antes de entrar en este examen,
para prevenir las más ligeras ob-
jeciones, debemos asegurar que no
tenemos inconveniente en conside-
rar á Tomás como lo que se llama
por lo común un cristiano primiti-
vo; haremos más, supondremos
que vino á la América después de
la ruina de Jerusalem, y cuando
comenzaban á publicarse las histo-
rias, que llamaban evangelios. Aun
en esta suposición, Tomás pierde
muy poco de su carácter judío; con-
servar las opiniones que antes he-
mos manifestado, agregándoles al-
gunas interpretaciones místicas y
la aseveración de un Mesías recien
aparecido y desaparecido. No habia
tenido tiempo, para seguir el movi-
miento de la teología alejandrina;
y, como cristiano, se parecía más
al Cristo de San Mateo, que al Me-
sías del autor del Apocalipsis. Ese-
niano, ebionita ó cristiano, siempre
en el fondo era un judío circunciso,
y el nuevo culto se confundía en su
imaginación con las necesidades de
la patria.
«También declararemos, para con-
cluir este artículo, que hasta ahora
consideramos las aventuras de To-
más como las de un hombre de la
especie conocida. Al terminar nues-
tras observaciones presentaremos
la cuestión á la luz de los milagros.
«Artículo II.
«Hemos seguido al apóstol Tomás
al través del Asia y del Pacifico
hasta la América; según otra le-
yenda desembarcó por Panuco; y en-
tonces debemos suponer que de la
Palestina pasó á Grecia, sea dando
una vuelta por la Asia menor, sea
tocando á la África en Alejandría;
después visitaría el centro del im-
perio romano; y para descubrir el
Nuevo Mundo tendría necesidad de
viajar por las islas británicas, ó tal
vez por la Noruega: de todos modos,
su educación judaica, ya un poco
trastornada por las ideas revolu-
cionarias que fermentaban en su
nación, tuvo necesidad de cambiar
en medio de nuevos y poderosos
elementos sociales.
«Sea de esto lo que fuere, ya que
con Tomás llegamos al más prolon-
gado de los continentes, esforcé-
monos por presentar en un cuadro
aproximado los elementos sociales
que hace diez y nueve siglos tenían
por teatro la entonces ignorada tie-
rra de los aztecas; lo conocido nos
llevará á lo desconocido.
«La tierra americana es fecunda
en idiomas; la mayor parte de ellos,
aunque agostados, vegetan todavía,
y pueden florecer con un mediano
cultivo. En esas lenguas observa-
mos dos circunstancias caracte-
rísticas: identidad en la construc-
ción; diferencia orgánica en las ra-
dicales.
«La construcción dominante, com-
parada con la que sirve de base á
las demás lenguas del mundo, nos
manifiesta que el origen lógico del
lenguaje es uno mismo; la nece-
sidad de unir á cada sensación una
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126
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
palabra: fenómeno orgánico, en sí
mismo inesplicable, pero de fecun-
dísimas aplicaciones.
«Para nosotros, es más interesante
la consideración de la diferencia
que notamos en la pronunciación
y en las raices de todos estos idio-
mas; de esa diferencia inferimos
que los unos no provienen de los
otros; y concluimos que cada lengua
que consta de raices peculiares es
primitiva, porque cuando es com-
puesta de otros idiomas lo descu-
bre en lo complicado de su meca-
nismo y en la diversidad de sus
elementos.— Primera observación;
los principales idiomas mexicanos
son primitivos.
«Pero ¿qué quiere decir un idioma
primitivo? Que no se ha formado
por la fusión con otro idioma, sino
que su desarrollo lo ha sacado de
sus propios elementos: así el azteca,
el otomí, el tarasco, el zapoteca y
otros, que abundan sin salir de lo
que ahora llamamos la República
mexicana.
«Partiendo de este dato, tan cier-
to como seguro, y además sencillo,
no encontramos en la historia de
la humanidad sino una época en que
puedan formarse idiomas primi-
tivos, puesto qué, suponiendo á ca-
da nación con su idioma propio, los
subsecuentes no se forman sino por
la fusión de los elementales; esos
idiomas primitivos nacen, pues, con
las razas humanas, tienen las mis-
mas fechas que los hombres, se
pierden en la memoria de los tiem-
pos: esta es la regla segunda.
«¿Dónde nacería probablemente
el idioma mexicano, la lengua natu-
ral? Los idiomas primitivos que co-
nocemos, nunca han florecido sino
en el lugar de su nacimiento; cuan-
do la guerra, el comercio ó cualquie-
ra circunstancia poderosa los lle-
va fuera de su patria, sufren las
trasformaciones necesarias para
acomodarse á los idiomas por don-
de atraviesan y á las lenguas de los
puntos donde se fijan, y se convier-
ten en idiomas secundarios y com-
puestos; por otra parte, siempre de-
jan una huella en su camino, y en
el suelo de su procedencia algu-
nas raíces. Los idiomas americanos
nacieron poco más ó menos en el
terreno donde florecen. —-Tercera
regla.
«Los idiomas primitivos se valen
de los rasgos característicos de las
localidades, para designarlas; esto
se prueba por un examen imparcial
de las etimologías. También debe-
mos agregar la necesidad lógica de
ese sistema; cuando no conocemos
el nombre de un lugar, ni parti-
mos de un sistema que nos preocupe,
á todo cerro, llamamos cerro, y á toda
fuente, fuente; si en un cerro hay
siete fuentes, lo llamamos el cerro
de las siete fuentes. Siguiendo esta
inspiración de la naturaleza, habría
graves inconvenientes en dar á las
localidades el nombre de los in-
dividuos, porque esto nos induciría
en error; por ejemplo aun cerro vol-
cánico podemos llamarlo humean-
te cerro, Popocatepetl; pero si á
un cerro no humeante lo llamamos
chimalpopocatepetl, el pueblo tra-
duciría, monte que humea y tiene un
escudo, monte del escudo humean-
te, siendo así que nosotros hubié-
ramos querido llamarlo cerro del
emperador Chimalpopoca, Cuarta
regla: los idiomas primitivos tienen
un sistema para pintar las cosas, y
otra clave para pintar las personas,
ó los seres vivientes.
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SEGUNDA BPOCA. TOMO V.
127
«Todas las palabras y frases de
los idiomas primitivos entran en el
círculo del lenguaje vulgar, aun
cuando sean peculiares á ciertas
profesiones, porque los signos de
las ideas se encuentran al alcance
de los oidos y de los ojos de todo
el mundo; ni es necesario en esos
casos, ni es posible, el misterio. Pe-
ro en todas las sociedades primiti-
vas, cuando se vuelven numerosas
y florecen, llega un momento en que
aparecen clases privilegiadas
que siempre comienzan por inven-
tar un tecnicismo, ó dialecto, des-
conocido enteramente para el vul-
go; las principales de esas clases
son los sacerdotes y los jueces, que
dan origen ala teología y á la juris-
prudencia. Parece increíble, pero
está comprobado; la teología abra-
za las ciencias naturales, como la
geología, la astronomía, la botáni-
ca y la medicina; y la jurisprudencia
inventa los sistemas abstractos co-
mo la lógica, la moral, los diversos
matices del derecho y la metafísi-
ca. Quinta regla: los idiomas de las
principales naciones americanaspo-
seian los términos técnicos de la
jurisprudencia y teología primiti-
vas. En efecto, no se pueden expli
car los fenómenos naturales sin ob-
servaciones convertidas en teorías,
ni se puede exigir la responsabilidad
á los jueces sin sujetar sus actos á
principios; todo esto es ciencia y
tecnicismo.
«Tal era el estado en que se en-
contraban las naciones del Nuevo
Mundo cuando fueron descubiertas;
nadie puede poner en duda los datos
que sobre esa ilustración conser-
vamos todavía. Pero hé aquí que
se nos presenta otra cuestión de
cuyo resultado está pendiente Santo
Tomás para realizar sus teorías
revolucionarias; ¿hace dos mil aflos
existían en América naciones tan
civilizadas como las que encontra-
ron los españoles hace cuatro siglos?
No poseemos sobre esto datos de
los que comunmente se llaman his-
tóricos; los frailes estiran hasta
donde se les antoja, hasta el paraí-
so, lo poco que supieron de los an-
tiguos habitantes; no nos conservan
ningxma tradición sin desfigurarla;
la mayor parte de sus noticias nos
extravian; ¿qué hacer para recons-
truir ese esqueleto gigantesco que
se sepultó destrozado entre los es-
combros de la conquista? Subir co-
mo siempre, de lo conocido á lo des-
conocido; y pues nos consta que ese
esqueleto perteneció á la raza huma-
na, y no es un fósil antidiluviano
y de una especie perdida, podemos
designar su tamaño y sus ocupa-
ciones hace dos mil años, cuando
llevaba innumerables siglos de exis-
tencia; la raza americana es, por
lo menos, tan antigua como la asiá-
tica y la africana.
«El hombre existe en sociedades
pequeñas y en sociedades numero-
sas; en las pequeñas suele llegar á
un alto grado de ilustración, pero
también con frecuencia se mantie-
ne en la barbarie. Las sociedades
numerosas no son posibles sin ele-
mentos complicados que suponen
una civilización superior por de-
fectuosa quesea. ¿Cómo se forman
las sociedades numerosas? Unas por
elementos artificiales y otras es-
pontáneamente. Las primeras son
hijas del acaso, la conquista, el
comercio, las colonias, y por lo mis-
mo su duración es efímera, y cuando
desaparecen no puede uno presumir
su existencia sino por los monu-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
mentes que la destrucción se com-
place en respetar sobre los terrenos
estériles; así vemos multitud de rui-
nas sembradas sobre la América.
«Pero la naturaleza ha preparado
algunos puntos con tal abundan-
cia de elementos vitales para las
asociaciones humanas, que osada-
mente podemos afirmar no sólo que
esos lugares siempre han estado
poblados, sino que constantemente
han servido de centros para las tri-
bus y naciones dotadas con elemen-
tos más humildes. Lo que ha sido
la China, la India oriental y la Per-
sia en la Asia; lo que el Egipto en
África; y lo que la Grecia y la Ita-
lia en Europa, han sido para el Nue-
vo Continente la región ocupada por
los Estados Unidos hacia sus dos
extremidades, del Atlántico y del
Pacífico; la faja que se extiende
desde Jalisco y Michoacan, pasando
por México y Tlaxcala hasta la
Huasteca; el grupo de valles y mon-
tañas encerrados entre los istmos
de Panamá y Tehuantepec; y la
cuna afortunada de los incas. En
estos cuatro semilleros de nacio-
nes debemos observar que en la re-
gión de los Estados Unidos el terre-
no permite cierta espansion á las
tribus, y la facilidad de escapar por
la inmigración á la conquista. No
así en los otros puntos, sobre todo,
en el centro mexicano y en el cen-
tro guatemalteco; las naciones no
podían vivir entre ellas con perpe-
tua independencia; después de una
lucha más o menos heroica, tenían
que ser conquistadoras ó conquis-
tadas. Y en verdad que esta influen-
cia del fatalismo, primer dios nací-
do en esas tierras, es lo único que
se ve y se toca en los datos confu-
sos que llamamos historia de Mé-
xico. Toltecas, Cichimecas, pobla-
dores de Cholula, habitantes de
Chalco, tlaltelolcos, mexicanos,
tlaxcaltecas, y otras cien tribus di-
versas, aunque acabaron haciendo
escursiones por un 'espacio de qui-
nientas leguas, no tuvieron portea-
tro de su aparición y hazañas pro-
bables, sino una zona de sesenta le-
guas; acaso solo los valles de Mé-
xico y de Puebla, y algunas veces
las sierras circundantes.
«Estas consideraciones echan por
tierra la supuesta ///s/or/a Antigua
de México. En todos los libros sobre
la materia se establece, casi como
un dogma, que hace más de mil años
vinieron los toltecas hablando la
lengua náhuatl; que hace poco me-
nos de mil años vinieron al Anahuac
los Chichimecas hablando la len-
gua náhuatl, que después, durante
quinientos años, fueron llegando,
acompañados á veces con otras na-
ciones muy diversas, los tlaxcalte-
cas, tlaltelolcos, huexocincas, etc.
y principalmente los mexicanos, ha-
blando todas esas últimas naciones
la lengua náhuatl. Entre mil difi-
cultades que claman contra la ve-
rosimilitud de semejante fábula,
hay una sola que apuntaremos al
juicio de nuestros lectores; la emi-
gración de las solas tribus que ha-
blaban el mexicano duró, según mu-
chos autores, dos mil años. Supon-
gamos mil; esto quiere decir, que
en la región ocupada por los Esta-
dos Unidos existió durante mil años,
por lo menos, una nación que habla-
ba la lengua náhuatl; y fué tan nu-
merosa como lo acreditaría la fe-
cundidad con que mandaba sus co-
lonias hacia las bases del Popocate-
petl y del Ixtacíhuatl. Una nación
de esa clase no desaparece sin que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
129
SUS hijos lejanos puedan señalar sus
sepulcros. Resultado, y es el sexto,
las naciones de la América deben
considerarse autóctonas, es decir,
como formadas sobre el terreno que
ocupaban al tiempo de la conquista;
sus peregrinaciones, á no ser por
el comercio y la guerra, no pasa-
rían de los términos de un valle ó
de un grupo de valles; y en México,
la lengua náhuatl se llamaba así
por ser la antigua.
«Autorizados por las deduciones
anteriores, podemos concluir con
esta verdad histórica: la América,
hace dos mil años, se encontraba
sobre poco más ó menos, con los
mismos centros de población y de
civilización que tenia cuando la des-
cubrieron los españoles. Adopta-
mos esta teoría, no solamente por
ser conforme A los hechos, sino
porque es la más favorable para ex-
plicar la influencia que sobre una ci-
vilización conocida pudo ejercer un
judío doblemente desconocido. No
podemos suponer á los americanos
con mayor ilustración; y si nos los
figuramos á todos en plena bar-
barie, la leyenda caería por la abso-
luta falta de datos. Los que nos su-
ministran los mismos defensores
de Tomás son datos aztecas para
México, y de una sociedad tan ade-
lantada como la de Moctezuma.
«Así es que, para mayor claridad,
supongamos á Tomás con sus ideas
judías y un poquito revoluciona-
rias, y mucho modificadas por la
impresión variada que debe haber
recibido en las naciones extrañas
por donde habia pasado; suponga-
mos al apóstol como llovido del cie-
lo por los años en que los españoles
descubrieron al Nuevo Mundo; figu-
rémonoslo cuando Ahuizotl iniciaba
su reinado por la consagración del
famoso templo de Huitzilopochtli.
Mientras el joven monarca se pre-
paraba para nuevas expediciones,
recorre sus jardines donde florecen
las plantas más exquistas de to-
das las zonas; suele variar sus pla-
ceres jugando á la pelota; organiza
los elementos de próximas victorias
en sus cuarteles; en una espléndida
canoa recorre el lago donde resue-
nan todavía los cantos de Netza-
hualcóyotl, y bajo los auspicios de
la ciencia levanta un dique podero-
roso para desafiar las inundacio-
nes; arregla el mercado inmenso de
Tlaltelolco; vigila las observacio-
nes astronómicas; edifica palacios;
y lleva la justicia hasta una seve-
ridad que desde entonces lleva su
nombre: lo que decimos de Ahui-
zotl pudiéramos referir, con varia-
ciones, sobre el carácter de cual-
quier emperador americano.
«Tomás ha podido pasar desaper-
cibido mientras aprendía el idioma
azteca; lo habla á su satisfacción y se
exhibe. Se suelta predicando; ¿qué
y á quiénes? ¿Se dirige á los escla-
vos como hacían todos los revolu-
cionarios en los primeros siglos de
los Césares? Pero en el imperio ro-
mano la mitad de los esclavos per-
tenecía á naciones civilizadas; mu-
chos de ellos eran hombres instrui-
dos; y á la mayor parte se les po-
día conmover en nombre de la re-
ligión y de la patria; y aun era fá-
cil guiarlos con la antorcha de la
filosofía. En México no habia más
que ilotas, parias, víctimas para
los sacrificios. Una predicación á
esos hombres llevaría á Tomás des-
de el primer día al banquillo de los
criminales.
«Pero las revelaciones de Tomás
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
sobre su origen y sus miras llama-
ban la atención de los magistrados;
ocurrían éstos al emperador, y el
reo se presentaba en la corte.
«Sacerdotes, generales, sabios,
jueces, lo más florido de la nación
cerca al rey mexicano, estudia la
cara del judio; ven algo de extraño
en su traje, aunque con las apa-
riencias de la moda azteca; se sor-
prenden al oirlo hablar como cual-
quier chinampero; y el monarca
impaciente, aunque de buen humor,
comienza el interrogatorio, pasan-
do la conversación sobre poco más
ó menos en estos términos: ¿quién
eres? ¿de dónde vienes? ¿qué haces
aqui? ¿qué consejos son esos que
has dado á mis vasallos?
«—Me llaman Tomás, alias el coa-
te; nací en la Judea, nación que está
á muchas leguas de esta tierra; mi
patria es pequeña y está subyuga-
da por una nación poderosísima;
en nuestros libros sagrados nos
prometen los sabios un libertador;
algunos de mis paisanos esperan
todavía que ese héroe venga; otros
creen que ya vino, pero nos lo ma-
taron: yo pertenezco á estos últi-
mos creyentes.
«—¿Es decir que y a nada esperas?
« —Sí espero; los que piensan como
yo creen que nuestro libertador ven-
drá muy pronto de entre los muer-
tos á salvar á los judíos; pero mu-
chos de nosotros creemos que ese
libertador murió para que los peca-
dores de todas las naciones nos sal-
vásemos en la tierra y en el cielo.
«—¿Qué quiere decir salvarse en
el cielo?
«—Vivir después de muertos en
el cielo.
«—¿Cómo se consigue eso?
«—Circuncidándose, celebrando
la Pascua, ayunando, haciendo peni -
t encía.
«Después de algunas explicacio-
nes sobre este punto, Ahuizotl ob-
serva:
« —Todo eso, sobre poco más ó
menos, nosotros lo hacemos, menos
la circuncisión; ¿es necesaria?
« — Cuando dejé mi tierra comen-
zaba á suprimirse con objeto de ga-
nar prosélitos.
«—Entonces ¿qué nos falta á nos-
otros para pertenecer á los tuyos?
« —Que crean vdes. en la ley y en
los profetas.
«—¿Cómo podemos hacer eso?
« —Leyendo en este libro. Saca el
apóstol unos rollos usados. Curio-
sidad general. Explicaciones sobre
la lectura y escritura; y desde en-
tonces, si no matan al apóstol, se
perfecciona el sistema de los jero-
glíficos.
«—Y bien, continúa Ahuizotl, ¿có-
mo has venido y cuál es tu objeto?
«—Disperso por la destrucción de
mi patria he recorrido muchas na-
ciones anunciándoles que en este
libro y en las noticias que les daré
sobre el libertador que ha muerto,
tengo para todos los hombres las
llaves del reino de los cielos.
«—Has visto nuestra religión y
nuestras costumbres; qué piensas
de ellas?
«—Que todos los dioses de vdes.
son enemigos del hombre, son uno
sólo, que llaman Satán en mi tierra.
«—¿Y qué debemos hacer con
ellos?
« — ¡Destruirlos, quemarlos!
«Escándalo general. El monarca
se contiene y los demás lo imitan.
« —¿En las naciones por donde has
pasado han destruido á sus dioses?
« — Unas cuantas personas en se-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
131
creto; pero los magistrados, gene-
ralmente, cuando lo han sabido me
han perseguido á muerte.
«—Mira, con tal que no hables
contra los dioses te perdono; irás á
mi oficina de historia para que me-
jores mis jeroglíficos, pues los tu-
yos me llaman la atención por pe-
queños, y por la facilidad con que
dicen tantas cosas. Dejaremos por
hoy á Tomás instalado en el palacio.
«Hace mil ochocientos afios, con
un emperador más afable que Ahui-
zotl no pudiera el judío salir mejor
librado; en sus viajes habia ganado
tolerancia y experiencia; veamos
cómo representa su papel sobre una
escena desconocida: nosotros lo se-
guiremos, ya apele á los recursos
de la prudencia, ya tenga las pre-
tensiones de triunfar con el arma
desconocida del milagro.
«Artículo III.
«Un extranjero, revelando á los
mexicanos la existencia de otros
continentes y otras naciones, debió
ser un objeto de curiosidad y al mis-
mo tiempo de simpatías y de sospe-
chas; pero Tomás, con su carácter
apostólico, en cualquiera época y en
cualquiera población de la Améri-
ca, provocaba la vigilancia de la
autoridad, la conspiración del sacer-
docio y las calumniosas hablillas de
la muchedumbre.
«Vino, si vino, hace mil ochocien-
tos años ; pero, continuaremos su-
poniéndolo en la corte de Ahuizotl.
Por muy obstinado que fuera para
conservar sus opiniones y costum-
bres judaicas, debió comprender,
tarde ó temprano, que en su obra
revolucionaria nada podia adelan-
tar si no comenzaba por establecer
sólidamente algunos cimientos.
«Como judío y mesianista, en su
religión se aproximaba ^1 deísmo ;
pero ¿era posible que un hombre
solo consiguiera en la corte de los
aztecas lo que Jesucristo y sus após-
toles y sus partidarios no lograron
en la Judea y no consiguieron des-
pués, por medio de sus sucesores
en el mundo romano, sino apode-
rándose de las legiones romanas y
asaltando el trono de los Césares?
Demencia hubiera sido en Tomás
consentir un solo momento en que
su mano, derribando el ídolo de
Huitzilipoxtli, llegaría á colocar
la la ¿qué? ni sabría qué colo-
car sobre la inmensa pirámide de
la plaza de los aztecas. No hay dio-
ses que resistan tanto como los ído-
los.
«Tomás, como moralista, sabía
por experiencia que en todas las
naciones se reconocen y observan
ciertos principios sociales; que es
la exageración de los preceptos lla-
mados divinos lo que conduce á los
hombres ala crueldad, á la supers-
tición y al fanatismo; así es que, en
el fondo nada tenia que enseñar á
los mexicanos. El cristianismo, es
verdad, apareció como una secta
estoica y comunista; pero si predi-
caba el menosprecio del orgullo y
del dolor, era porque se dirigía á
esclavos que debían regenerarse
santificando su propio abatimiento;
si predicaba la abolición de la pro-
piedad, era porque los sectarios na-
da poseían como señores: en Méxi-
co ninguno hubiera comprendido
estos principios, porque ni la filo-
sofía los había explicado, ni llegaba
á sospecharlos la abyección de las
clases desvalidas. Tomás, por lo
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132
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mismo, estaba en el caso de vulga-
rizar la lectura de sus libros y pro-
vocar una expedición al Viejo Mun-
do, únicas puertas por donde podian
entrar los colaboradores y los pro-
sélitos.
«¡Tentativas inútiles! Los mexi-
canos entonces, lo mismo que ahora,
á pesar de que tenemos mayores
intereses y mejores conocimientos,
la raza dominante en los valles ele-
vados vio siempre en la costa un ce-
menterio y en la mar un monstruo
tan caprichoso como irritable. En
cuanto al sistema geroglíf ico, fácil
era descubrir cuánto se amoldaba
á las formas del lenguaje y á las
personas instruidas. Una página en
geroglíficos contiene en la misma
figura la ilustración y el texto; un
chapulín sobre un monte, da la for-
ma y el nombre de Chapultepec; es-
to es admirable para un idioma, pa-
ra una elocuencia, para una poesía,
que se desarrollan en una variada
procesión de imágenes. Las partes
secundarias delaoracicyi en los idio-
mas primitivos, aparecen modifi-
cando los objetos y los grupos prin-
cipales; Xóchil da de beber al mo-
narca, se representa de un modo
claro con dos personajes. Todo es
visible y todo aparece en acción. La
misma ciencia se complace en ese
lenguaje pintoresco, porque fuera
de que nuestros signos matemáti-
cos no son mas que geroglíficos,
cualquiera mapa del cielo no nece-
sita de nuestra escritura para que-
dar explicado; y por esos procedi-
mientos ha llegado la astronomía
hasta las sublimidades del calen-
dario.
«La ley era la costumbre ó la vo-
luntad expresa y jerárquicamente
subordinada de los mandarines.
«La historia, ó se representaba en
los ídolos y en los monumentos, ó
bien se trasmitía oralmente por el
canto y el baile.
«Los demás conocimientos no eran
sino secretos de profesión; el médi-
co enseñaba al médico, el alfarero
á su aprendiz, el chinampero al chi-
nampero, y las madres enseñaban
la costura á sus hijas.
«No comprenderían, es verdad, la
teoría del Verbo^ como la soñó San
Juan y como Platón la había reve-
lado; pero los pueblos primitivos no
llegan por abstracciones á ningún
sistema, ni tienen simpatías por los
misterios apocalípticos: la metafí-
sica y la alegoría son los últimos en-
gendros de las naciones envejeci-
das.
«Tomás, hombre de mundo, des-
confió de sus convicciones, y sin
embargo, no abandonó sus costum-
bres; en su tierra, todo personaje
místico debía ser curandero. Hé aquí
un punto de contacto entre los cris-
tianos primitivos y los pueblos poco
civilizados; todos ellos creen que
las enfermedades son obras del
diablo, son los estragos que causa
el genio del mal encerrándose en el
cuerpo humano: según esta teoria,
el remedio es muy sencillo; contra
un espíritu malo, un espíritu bueno.
El milagro y la hechicería tienen el
mismo origen. Hé aquí á Tomás
apelando á los milagros; entonces
fué comprendido, porque entre los
aztecas, además de los médicos po-
sitivistas, existían otros peritísimos
para derrotar á los genios maléfi-
cos por medio de una influencia mis-
teriosa. Tomás en este caso fué uno
de tantos curanderos.
«Ya se ve que un hombre que aca-
ba por entregarse á una profesión
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
133
desacreditada, no puede conquistar
un trono, y está condenado desde an-
tes de morir, á un perpetuo olvido.
«Los españoles, viniendo veinte ó
treinta años después, apenas encon-
trarían un leve rastro de un hom-
bre semejante. ¿Pues qué seria si
ese hombre se hubiera presentado
hace diez y ocho siglos? La dificul-
tad todavía es mayor si seguimos
el sistema histórico á que se suje-
tan los apasionados por esa leyen-
da, esto es, si consentimos en que
las razas aztecas han venido humil-
des y derrotadas de naciones des-
conocidas. Entonces todo lo que no
sea explicar el origen de cada tri-
bu, es un absurdo, puesto que has-
ta sus mismos dioses y sus héroes
primitivos, saliendo de su cuna, pa-
ra olvidarla en extrañas peregrina-
ciones, no pueden probar su proce-
dencia, porque, no debemos olvidar-
lo, los montes, los rios, los mares,
son los mejores testigos á que ocu-
rre la historia; y la nuestra no sabe
donde encontrar esos testigos.
«Pero ya que hemos mencionado
los milagros, no los dejemos pasar
sin una observación concluyente.
Milagro es la intervención expresa
y determinada de la divinidad en
un suceso. Nosotros no sabemos que ;
la divinidad haya intervenido de un
modo expreso en los negocios de la
América; menos sabemos que haya
intervenido por medio de Tomás;
ni siquiera es probable que To-
más anduviera por estos rumbos;
siendo esto así y concediendo la ve-
nida de Tomás, todavía no nos per-
suadirá nadie que hizo un solo mila-
gro, puesto que no hizo el único que
hubiera sido racional, convertir al
cristianismo á estas naciones igno-
radas.
«¿Por qué tanta saña contra To-
más? Porque esa teoría es muy
perjudicial para la historia. Desde
que los frailes la inventaron, como
el complemento de otra más vasta,
con el objeto de probar que todas
las naciones provienen de Adán y
y Eva, y que todas deberán ser re
dimidas por el Mesías que en tiempo
de los Mac ab eos inventaron los
poetas judíos para su tierra; desde
que esos hombres piadosos quisie-
ron que un apóstol predicase aquí
el cristianismo de la Edad Media,
y desde que sustituyeron ídolos con
imágenes parecidas en el sexo y
las atribuciones; esto es, en el es-
pacio de tres siglos, los fastos me-
xicanos no se buscan en los monu-
mentos de la naturaleza y del arte,
sino en las crónicas de los conven-
tos. Los escritores no se atreven á
levantar el vuelo para, sin perder de
vista el magnífico espectáculo del
Nuevo mundo, ni las razas que
viven entre nosotros, ni los monu-
mentos que duermen en los bos-
ques, preguntar á la naturaleza:
¿por qué la raza americana nunca
pasó los mares como conquistadora
y comerciante? ¿por qué si algunos
extranjeros llegaban á sus costas,
no lograban mover ni su curiosi-
dad ni su codicia? ¿y hasta dónde pu-
dieron elevarse con sus elementos
propios?
«Estas y otras investigaciones no
son posibles sin hacer antes un in-
ventario escrupuloso de lo que po-
sitivamente conocemos; separar al
fraile del monumento; buscarla cla-
ve del geroglífico; analizar los idio-
mas; reconstruir al indígena inde-
pendiente y conquistador, con el es-
queleto del indígena subyugado ó
errante: comparar la organización
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134
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
social de México con la de Tlaxcala
y la de los mayas y la de los perua-
nos; buscar el hombre y no la teoría;
clasificar como en la botánica: nada
de esto, repetimos, es posible sin sa-
crificar los cuentos de la dispersión
de las razas, de la predicación de
Tomás; y la interpretación mística
de Huitzilopoxtli y de las leyendas
nacionales.
«Insistimos en que á pesar de esas
visitas de viajeros extraviados y de
colonos tímidos, las naciones ame-
ricanas formándose durante mu-
chos siglos se han levantado hasta
la civilización sin un. solo modelo
extraño; nada hay en ellas de asiá-
tico, africano ni europeo, sino las
coincidencias naturales por las cua-
les un mont,e se parece á otro mon-
te, un rio á otro rio, una ave á otra
ave: la combinación de elementos
por todas partes es la misma. Co-
mencemos por estudiar la Améri-
ca, como si no existiera otro conti-
nente.
«Artículo IV.
«El cristianismo, en su origen,
es para nosotros uno de tantos mi-
tos revolucionarios ó masónicos
que florecieron sobre las ruinas de
la república romana: estamos per-
suadidos de que la semilla no voló
sobre el Nuevo Continente, pues
aunque el viento la condujera en
las alas del naufragio, su germen no
se desarrollaría por falta de un abo-
no propicio. Santo Tomás, ó Quetzal-
cohuatl nos sirve de pretexto para
fijar los fundamentos de la nación
azteca, que guarda su historia en la
lengua náhuatl y en los monumen-
tos que se escondieron á las atroci-
dades de la conquista.
«Hemos asegurado que, mientras
no se levanten pruebas concluyen-
tes, los mexicanos deben conside-
rarse como auctoctonos de los va-
lles que se extienden desde Tula
hasta la falda occidental del Citla-
tepetl; si los creyésemos emigrados
de una tierra remota, más bien bus-
cariamos su cuna entre Oaxaca y
Guatemala que en las regiones de
la Alta California ó de los vastos la-
gos y poderosos rios que hoy ocu-
pan los principales Estados Unidos.
«Mil consideraciones §e agolpan
en apoyo de esta conclusión; por
ahora nos limitaremos á dos ó tres
observaciones que no desdicen de
la altura á que ha llegado la cien-
cia de la historia.
«Quetzalcohuatl, Cohuatl signifi-
ca culebra y mellizo; su significación
genera] y primitiva es culebra:
mientras no se presente alguna cir-
cunstancia en la palabra compues-
ta ó en la frase Cohuatl, no es más
que serpiente. Su raiz significa co-
sa encorvada, una curva, en lo cual,
acaso casualmente coincide con las
raíces de copa, caverna, cielo, coelo,
culo, círculo, el contorno de un hue-
co, y otras palabras de origen aria-
no. Quetsalli, nombre de una ave
de colores brillantes, donde domi-
nan el verde y el azul; nombre de
las plumas de esa ave; término fi-
gurado, común á la elocuencia y á
la poesía, para manifestar lo rico,
lo hermoso, lo espléndido, y también
para lo que se mueve con majestad
y pompa: véanse la mayor parte de
los discursos y poesías que se con-
servan en Sahagun y otros autores.
Quetsalcohuatl es culebra con plu-
mas brillantes. En sentido propio
pudiera aplicarse á lo que llama-
mos dragón; pero este reptil no tie-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
135
ne plumas brillantes, ni siquiera
plumas, no posee sino membranas.
Quetsalcohuatl, por lo mismo, no
puede tomarse sino como una joya
del estilo figurado; en efecto, se
aplica al aire, al aire en movimien-
to, al viento. El aire se mueve co-
mo una culebra, azul con relación
al cielo, verde sobre la yerba; co-
rre y vuela; es una serpiente volan-
te, Quetzalcohuatl.
«Pero sea el aire ó Santo Tomás,
los mexicanos formaron la palabra
en México, en el Anahuac, y no en
el Norte de la América, más bien al
Sur del Popocatepetl, puesto que to-
dos los autores convienen en que
la raíz quet3 ha provenido por lo
menos de Oaxaca, donde vuela to-
davía por los bosques el ave des-
lumbradora que prestaba sus bri-
llantes plumas á la poesía de los
mexicanos. Si Santo Tomás hubie-
ra aparecido en la línea que del Es-
te al Oeste cruza por el lago salado
para venir después en persona ó co- i
mo un recuerdo á las regiones del ¡
Anahuac, podria haberse llamado |
cohuatl, porque en todas partes hay i
culebras, pero no quetsatl, á no ser |
que supongamos que hace dos mil
años más allá de Nuevo México se
adornaban con plumas llevadas de
la tiera de los zapotecas.
«Hé aquí cómo la misma palabra
Quetzalcohuatl nos descubre la re-
gión en que ha sido producida: pues
todavía más; si el viento hubiese
tenido un nombre de origen extran-
jero, ó venido de las regiones se-
tentrionales en la supuesta pere-
grinación de los aztecas, ese aire,
ya apacible, ya en movimiento, por
la razón poderosa que contribuyó
á deificarlo, hubiera conservado la
palabra primitiva, que se hubiera
adherido tenazmente al ídolo y á
sus altares. El viento es Quetsalco-
huatl; el viento ha sido bautizado
en el Anahuac; los mexicanos, en
fin, residían cerca de donde se mue-
ve el quetzatl, cuando conocieron
el viento y tuvieron necesidad de
nombrarlo. Nacieron cerca de quet-
zalli. Sobre todo, ninguna influencia
trasatlántica ni trasoceánica se des-
cubre en esa denominación que ha
venido á trastornar la crítica histó-
rica del que se llama Nuevo Conti-
nente.
«Para confirmar las reflexiones
expuestas y el origen anahuacense
de las tribus que hablan la lengua
náhuatl, pudiéramos citar muchos
ejemplos ; á pesar de la sobriedad no
podemos omitir uno de los más
notables.
«Pero antes desvaneceremos una
objeccion: la palabra eheca signifi-
ca también aire en movimiento; pe-
ro siempre supone el aire movién-
dose con alguna fuerza notable, ya
sea como en la inspiración, ya sea
como en los huracanes: eheca es el
soplo, es un viento relativo; mien-
tras Quetsalcohuatl es el aire de un
modo absoluto, es un fenómeno de
la naturaleza deificado.
«Reanudando nuestros ejemplos
de auctoctonia, vemos que la tradi-
ción llamada de las épocas, es una
de las más antiguas entre los me-
xicanos; se relaciona con la teogo-
nia, con la teología, con la historia
y con el calendario; en ese sistema,
atestiguado por numerosos monu-
mentos en la lengua y en los gero-
glíf icos, figura á cada paso el tigre
mexicano Ocelotl. Ocelo-tonatiuh, ó
sol de los tigres, y así en otras mu-
chas expresiones. Entre tanto, no
vemos, por ejemplo, figurar al oso.
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ni al cíbolo; y eso que en la sierra,
entre Durango y Sinaloa, hay algu-
nos osos, y no faltan los ocelots. To-
davía nos ocurre otra reflexión más
importante; en mexicano abundan
los nombres para los animales de
lago y de rio; pero entre sus gero-
glíficos no figuran ni en sombra,
los monstruos marinos; esa ballena,
ese cachalote y esas otras precio-
sidades de la mar, que engendran
la mitad de la mitología en las cos-
tas, no aparecen ni como un recuer-
do en los mitos aztecas, donde no
se olvidan ni los temblores ni la
lava.
«Sobradas nubes envuelven la cu-
na de los mexicanos; ¿para qué bus-
carla en regiones desconocidas? En
este suelo que ellos ocuparon y que
no abandonan todavía, crece el ma-
guey que les fué tan caro, humean
los volcanes que ellos adoraban, se
desplegan las flores que ellos re-
trataron con ingeniosas palabras, y
el sol sigue un camino que se atre-
vieron á fijar sobre la piedra; po-
demos poseer su idioma, estudiar
sus costumdres y arrancar del sue-
ño á esos geroglíficos, que en su
sonambulismo nos murmuran los se-
cretos de siglos remotos: pidamos
un auxilio á la ciencia; y aunque
Santo Tomás desaparezca indigna-
do, evoquemos en su verdadero se-
pulcro á Xóchitl la voluptuosa, á
Huitzilipoxtli el cruel 3^ á Quetzal-
cohuatl que ya reposa, ya vuela en-
tre el cielo y la tierra, reflejándo-
los en su plumaje.
«Artículo V.
«Ya que no es histórica ni verosí-
mil la venida de un fundador del
cristianismo al Nuevo Continente; y
ya que es probable que, asiáticos y
europeos, y acaso africanos y oceá-
nicos, han visitado las costas de
la América, de suma importancia
es investigar si en la raza náhuatl
se conservan vestigios de las na-
ciones remotamente civilizadas en
el Viejo Mundo: nos limitaremos
por ahora á los datos del lenguaje;
y, para interpretarlos, comenzare-
mos por algunas observaciones so-
bre el estado social de las tribus az-
tecas.
«Exóticas éstas, ó bien originarias
del terreno que poseen todavía, ja-
más conocieron la vida pastoril; y
se nos presentan simultáneamente
como cazadoras, agrícolas é indus-
triales; es decir, que tampoco debe-
mos considerarlas como marinas.
Su ignorancia sobre dos estados,
muy marcados en la civilización
asiática y europea, nos autoriza á
formular no sólo consecuencias ne-
gativas,sino principios de grandes y
luminosas aplicaciones en la inves-
tigación sobre las relaciones inter-
nacionales de las razas que flore-
cieron desde los siglos más lejanos
en nuestra patria.
« La edad pastoril, en la mayor par-
te del Asia y en no pequeña de la
Europa, sirvió de cuna á las cien-
cias, á las artes, á la religión y á la
poesía; y en muchos puntos se con-
serva luchando con los progresos
de que se envanecen las actuales
generaciones. Pastores fueron los
primeros que osaron trasladar su
redil á los campos de las estrellas;
pastores, los que inventaron la agri-
cultura, la carpintería y la construc-
ción de edificios y la fecunda apli-
cación de los metales; pastores los
que convirtieron los caprichos del
lenguaje figurado en mitos y leyen-
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SEQUNDA ÉPOCA. TOMO V.
137
das que la filosofía descubre entre
los velos del santuario; y pastores
inventaron la música, el verso, la
danza, la epopeya, la oda, la trage-
dia y esos idilios de varias formas
que todavía nos cautivan, aun en
medio de las ciudades donde nos
parecen imposibles las situaciones
y costumbres que el poeta retrata.
El buey, el cordero, la cabra, el as-
no, el caballo, el carro, la leche, el
pasto, forman la mitad del simbo-
lismo en los idiomas vulgares y
técnicos de todas esas razas que
siempre se han impuesto á las de
mas como un modelo.
•La navegación ha formado tam-
bién un mundo aparte: el hombre de
mar tiene todos los instintos del pi-
rata; artista, repone su buque y aun
lo improvisa; guerrero, se entrega
fácilmente al pillaje; científico, es-
tudia los astros, los vientos y las
corrientes de los mares; comercian-
te, facilita cambios en los efectos y
la tolerancia en las costumbres: los
marineros, cuando no viven aisla-
dos, fácilmente se civilizan, con-
quistando en una expedición feliz
la riqueza, el poder y la gloria.
«Fueron, sin duda, muy débiles y
bárbaras las colonias europeas que
lograron establecerse en el Nuevo
Mundo, cuando ni penetraron al in-
terior de la tierra, ni comunicaron
á las tribus comarcanas el arte del
timón y de la vela.
«Pero, sobre todo, ningún extran-
jero poderoso debe haber visitado
las tribus, siempre civilizadas, que
rodeaban el Popocatepetl y el Ixtla-
cihuatl, cuando nada pudieron ha-
cer para enseñarles á domesticar
algunas especies de animales. Y no
se crea que todo esto procedió de
indiferencia de parte de los recien
venidos; porque es mas fácil olvi-
dar uno su religión y su ciencia en
una tierra extraña, que los placeres
y necesidades que á los procedi-
mientos de los pastores deben su
origen. El arado, por lo menos, ates-
tiguarla su venida. Por lo que toca
á la navegación, ¿no es verdad que
esos supuestos colonos tenian
que cultivarla, como que de ella de-
pendía su salud y el regreso á las
playas remotas de la patria?
«Faltaban, no lo negamos, entre
nosotros, animales susceptibles de
una vida doméstica; pero, ¿don-
de vemos un remedo de los árabes
ni de los circasianos? Pues sobraban
islas adonde el comerciante fuese
en busca de cambios, ¿dónde vemos
naves siquiera como las que con
dujeron á los griegos á las arenas
de Troya? ¡Ninguno de los aventu-
reros era herrero!
«Sea de esto lo que fuere, y dando
como notorio que los habitantes del
Nuevo Mundo jamás abandonan la
costumbre de la caza, hasta bauti-
zar muchos pueblos con el nombre
de Mazatlan, tierra de venados, in-
vestiguemos cuáles fueron las plan-
tas que pudieron aconsejarles la
agricultura y por consiguiente las
artes y el agrupamiento en ciuda-
des más ó menos populosas. El maíz
y el maguey pueden disputarse esa
gloria ; el maíz aunque espontáneo
en la tierra caliente, exije un culti-
vo más cuidadoso á proporción que
es más frió el terreno que recibe su
semilla y el ambiente que la fecun-
da. Sin embargo, nosotros vemos
en el maguey el elemento civiliza-
dor que obligó á los cazadores á
cuidar, si no á cultivar, un campo,
y á colocar en torno de la siembra
sus imperfectos jacales. El maguey
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138
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
rinde fácilmente su agua azucara-
da; una vez probada ésta debió ha-
cerse una necesidad y un regalo;
conservada, se convierte en pulque;
las bebidas espirituosas, en lo físi-
co y en lo moral, son revoluciona-
rias para los humanos: en todas par-
tes la embriaguez abre una era
memorable por medio de sus más
felices invenciones. La leyenda de
Xóchitl no es un documento seguro
para fijar la época de aquel civili-
zador descubrimiento; pero sí con-
serva en sus pormenores la auten-
ticidad de que la raza que habla el
náhuatl, situada en la zona del ma-
guey, desde muy temprano apren-
dió á explotarlo colocando en sus
siembras las bases de la agricultura
y de la industria. Los siglos en que
esto pasó, deben ser tanto más re-
motos, cuanto que se refieren á la
raza tolteca, es decir, á la nación
más antigua de donde procedieron
los aztecas. Para formarnos una
idea de la antigüedad de esa fami-
lia, que podemos calificar de prehis-
tórica, detengámonos en unas bre-
ves observaciones. Fuera de que los
mexicanos consideraban todo lo que
poseían en idioma, religión, artes,
costumbres, civilización, como una
herencia de los tultecas; este nom-
bre es para nosotros una revelación,
si lo estudiamos en el mismo terre-
no donde fué inventado. Comence-
mos por Toluca; lugar donde se pro-
duce el tule, hacia el tule. Ahora
no hay tule en las inmediaciones de
aquella población; ni hay vestigios
de pequeños lagos. Pero si obser-
vamos la laguna de Lerma, es se-
guro que ella, en una época remo-
tísima, se extendió hasta la base
de laTeresona; por eso la población
estaba en las lomas. Para formar-
nos una idea de la cantidad de agua
que estuvo entonces represada, fi-
jémonos, por ahora, en una circuns-
tancia, y es que el lago de Ateneo
no tiene más salida que el rio de
Lerma, cuyo desembocadero está
adelante de San Blas, en el Pacífi-
co. Ese rio ha tenido en la hacienda
de la Huerta, por Temascalcingo, un
elevado cerro por muralla; poco á
poco las aguas han socavado, reba-
jado el dique, hasta que vencida
la presa, los valles de Toluca y de
Ixtlahuaca, aparecieron desnudos.
Entre tanto, necesario era que la
Laguna de Lerma se extendiese has-
ta la llanura que hoy ocupan los to-
luqueños. Toluca es, por lo mismo,
un pueblo primitivo. Iguales re-
flexiones pueden hacerse sobre Tu-
la y Tulancingo; tanto más cuanto
que abundan en el teiTitorio de la
República ejemplos de valles que no
quedaron en seco sino por la labo-
riosa excavación que en cerros ele-
vadísimos hicieron las aguas: así
sucedió en el valle de Jaumave, en
Tamaulipas.
«Resultan dos principios de todo
lo expuesto: primero, las poblacio-
nes que deben al tule su denomina-
ción y que no están inmediatas á
lagunas conocidas, son antiquísi-
mas; y segundo, el tule fué un ele-
mento de civilización tan poderoso
que ha dado su nombre á una de
nuestras naciones primitivas.
«El nopal tiene también títulos po-
derosos para reclamar su influen-
cia en la civilización de la raza ná-
huatl. El nopal, el maguey, el maíz
y el tule, cuatro fuentes de bienes-
tar, pueden considerarse como so-
bradas para inspirar la idea del ho-
gar y de la agricultura á las tribus
que antes se mantenían sólo de la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
139
caza: habían encontrado un lecho,
un pan, manjares deliciosos, bebi-
das saludables á veces y siempre
animadoras, hilo para sus tejidos y
todas las invenciones que embelle-
cen la vida doméstica. Desde en-
tonces la mujer tuvo una represen-
tación social y un santuario; y desde
la servidumbre pasó á ser flor y rei-
na, obsequiando á los poetas y á los
monarcas con una bebida misterio-
sa.»
duetzalhuexotl. (Quetsalli, plu-
maje hermoso, y metafóricamente,
cosa preciosa; huexotl, sauce:
«Sauce precioso.») Árbol en que se
convirtió Queisalcoatl para ayudar !
á Tescatlipoca, convertido á su vez
en el árbol tescacuahuitl, á levantar
el cielo que cayó sóbrela tierra por
un cataclismo. { Véase Cosmogonía.)
Verdaderamente Quetsalhuexotl
significa mitológicamente el «Sau-
ce-QuetsakoatL*
duetzalli. (Abreviación de que-
tsaltototl, comp. de tototl, ave, pá-
jaro, y de quel^alli, pluma larga,
verde y rica; fig., cosa brillante,
hermosa, límpida; y significa: «Pá-
jaro de plumaje verde, largo y her-
moso.»)
Hermoso pájaro que vive en Gua-
temala y Chiapas, de plumaje ver-
de tornasolado, que empleaban los
grandes señores en sus insignias y
adornos.— Se emplea la palabra
quetsalli como adjetivo, significan-
do: «brillante, resplandeciente, lím-
pido, hermoso, precioso.»— El ilus-
tre Llave, en una nota á su descrip-
ción ornitológica del quetsaltototl,
dice: — «Creemos que la palabra me-
«xicana quetsalli viene á ser un
«abstracto equivalente á brillante,
«resplandeciente, fino, delicado, y
«nos fundamos en que quetsalchal-
^chí'huítl significa piedra preciosa
«azul ó verde; quetsalistli, la esme-
«ralda; y quetsalhuexotl equivale
«á sauce fino y delicado.»
Mociño dice que la Expedición
Botánica, de que él formó parte,
había mandado una cantidad sufi-
ciente de plumas de quetsaltototl
para adornar con ellas un vestido
que se presentó á la reina María
Luisa, esposa de Carlos IV, la cual
lo conservaba como una presea.
(Véase en w/ Diccionario de Azte-
QUisMos las palabras Cuesal jy Que-
SAL y la nota correspondiente,) He-
mos querido dar á conocer amplia-
mente la voz Quetsalli, porque ella
forma el primer elemento de Que-
tsalcoatl, nombre de una estrella,
del dios de los vientos y de un rey de
Tollan (Tula), astro, mito y per-
sonaje que han dado lugar á innu-
merables disquisiciones que toda-
vía hoy no han llegado á su tér-
mino.
duetzalmalin. (Abreviación de
Quetsalntalinalli: quetsalli, precio-
so; Malinalli, nombre de una diosa
(V.): «Hermosa ó preciosa Malina-
lli.*J Era una figura fantástica que
domina en la novena trecena del
Tonalamatl, significando la vegeta-
ción lozana, ó el mayor crecimien-
to de las plantas.
Quetzalpetlatl. (Quetsalli, pre-
cioso; petlatl, estera (petate): «Es-
tera preciosa.») Según unos, era es-
posa de Quetsalcoatl; según otros,
hermana. En los Anales de Cuauh-
titlan, refiriendo la persecución
que hizo Tescatlipoca á Quetsal-
coatl en Tollan, llegando al pasaje
en que lo embriaga con pulque has-
ta hacerlo desatinar, se dice:
«Contento ya por el licor. Que-
^tsalcoatl dijo:— Id á traer á la
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«señora Quetsalpetlatl, que anima
«mi vida, para que ambos nos em-
«briaguemos.— Inmediatamente
«partieron los guardias del palacio
«á Tlamacchuayan en tierra de los
«nonoalca, y dijeron á Qtietsalpe-
«//a//;— Nuestra grande y noble
«señora, venimos por ti; el gran sa-
«cerdote Quetsalcoatl nos manda
«que te llevemos, pues ha determi-
«nado que lo acompañes.— Ella res-
«pondió:— Está bien, marchemos.
«—Luego que llegó se sentó junto
«á Quetsalcoatl, y le dieron á be-
«ber el licor por cuatro veces, y la
«quinta fué por su autoridad. Em-
«briagadaya, Ihuimecatly Toltecatl
«se pusieron á cantar. Ytembloro-
«so levantó su voz Quetsalcoatl
«cantando: — Querida esposa mía
oíQueísalpetlatjsin, gocemos toman-
«do este licor. ¡Ay, ay, ay! — Por
«haberse embriagado ya nada ha-
«blaron con sentido y razón.»
Esto es todo lo que se dice en la
historia y en la mitología acerca de
Quetsalpetlatl, Algunos A A., al
hacer alusión á este pasaje, ponen
á Quetsalpetlatl como hermana de
QuetsalcoatL
Quetzaltototl. (Véase Quetza-
lll) Era el ave predilecta de Que-
tsalcoatl, que la llevaba en su to-
cado, según se observa en la página
XXVI del Códice Borbónico, pin-
tura de la veintena Etsalcualistli,
auiahuitl. Lluvia. El 19.« día ó
signo de la veintena ó mes. Su re-
presentación jeroglífica consiste en
una nube de la cual se desprenden
gotas de agua. En algunas pintu-
ras la escritura gráfica del signo
es la imagen de Tlaloc, dios de la
lluvia. Era el 9.** de los señores de
la noche.
Quiahnitl-TeotL Dios-Lluvia.
La lámina 37 del Códice de Viena
representa un árbol cruciforme con
la particularidad de que de su raíz
destila sangre. Algunos AA. han
sostenido que este árbol era una
reminiscencia de la muerte de Je-
sucristo en la Cruz; y de aquí han
tomado argumento para sostener
que el apóstol Santo Tomás ú otro
fundador del cristianismo predi-
có en Anahuac el Evangelio. Pero
otros AA. han dicho que ese árbol
llora-sangre es el árbol de la vida
por el que circula la sangre, y se
apoyan en que las flechas acatl ó
rayos de sol que en él se ven, y el
dios creador Xiuhtletl que ostenta
en su parte superior manifiestan
también la vitalidad; de suerte que
es un símbolo pleonástico, por de-
cirlo así, de la vida, de la genera-
ción, de la producción y del alimen-
to. Chavero, por la interpretación
de la pintura á que nos venimos re-
firiendo, y de la de la lámina 57,
del mismo Códice, dice que los ár-
boles cruciformes, al convertirse
en árboles de la vida, se confun-
dieron con el nahui-olin, y adqui-
rieron todas sus significaciones, y
representó, entre otras, las cuatro
estaciones, y como la sucesión or-
denada de éstas trae las aguas, que
es agente importantísimo de la pro-
ducción de los campos, quedó tam-
bién la cruz de dios de las lluvias,
y por eso los toltecas la llamaron
Qm'ahuítl-íeotl, «Dios de la lluvia»
ó «Dios lluvia.»
Quiahuiztecatl. (Quiahuistlan,
uno de los barrios de Tlaxcalla; te-
catl, desinencia gentilicia: «El na-
tural ó morador de Quíahuistlan.*)
Uno de los nombres que daban á
Tlaloc.
Paso y Troncoso traduce: «el se-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
141
ñor de la lluvia;» pero esto no es
correcto, pues para que hubiera tal
significación, el nombre debería ser
Quiauhtecatl, suponiendo que tecatl
pudiera traducirse por «señor,» co-
mo arbitrariamente lo hacen algu-
nos AA.; pues el nombre debería
ser, correctamente: Quiahuitl-tecu-
tu 6 Qutauhíecutlt ó Quiauhteuctli,
«Señor de la lluvia.»
Qiiilaztli. (Etim. desconocida,
Chavero dice que significa «garza
verde;» pero no estamos de acuer-
do con esta significación, porque,
suponiendo que el primer elemento
sea quilith hierba, y que signifique
«verde,» por serlo la hierba, el se-
gundo elemento debería ser astatl,
«garza,» y no astli, que nada signi-
fica. Es verdad que astatl se em-
plea en algunas palabras* bajo la
forma as, como en Asilan; pero,
no obstante, no creemos que en
Quilastli esté en esa forma, porque
no hay garzas verdes, y además,
porque en ningún códice pictórico
está (3«/7a^/// representada poruña
garsa verde.) Creen muchos AA.
que era uno de los nombres de la
CihuacoatL (V.)
Era también el nombre de una
hechicera. Narrando el P. Duran
leyendas sobre sucesos acaecidos á
los mexicanos en su larga peregri-
nación del Chicomostoc al Valle,
dice:— «Venia con los emigrantes
la mujer llamada Quilastli, grande
hechicera que sabia tomar la for-
ma de diferentes animales. Estan-
do de caza los capitanes Mixcoatl
y Xiuhnel, vieron posada sobre un
gran cactus una águila caudal; al
querer disparar sus flechas, habló
el ave diciéndoles: — «Para burla-
«ros, capitanes, basta lo hecho, no
«me tiréis que yo soy vuestra her-
mana y de vuestro pueblo.» Enojá-
ronse los capitanes de que les hu-
biese burlado, y dijéronle que era
digna de muerte por la burla que
les había hecho. Ella les respondió
que si querían matarle que hicie-
sen su poder, mas que algún día se
la pagarían; ellos no la respondie-
ron y f uéronse, y ella se quedó en
su árbol y cada cual con su desa-
brimiento.
En otro lugar dice: —«Hecho ya
tiempo de partir por orden de su
Oráculo» llegaron á otro lugar, lla-
mado Chimalco, donde estuvieron
seis años, y al 5.^ de su llegada á
él, acordándose la Hechicera Qui-
lastli de la pesadumbre que huvo
entre ella y los dos Capitanes ya
dichos en la mansión pasada, hizo
memoria del agravio recibido, en
el Tunal, donde quisieron matarla;
y vistiéndose de la usansa de Gue-
rra, se fué á ellos y pensando ame-
drentarlos, les dijo: «Ya me cono-
«ceis, que soy Quilastli, y debéis
«pensar, que la contienda que con-
«migo tenéis, es semejante á la que
«pudierais tener, con alguna otra
«mugercilla vil, y de poco ánimo, y
«si asi lo pensáis, vivís engañados,
«porque yo soy Esforzada y Varo-
«níl, y en mis Nombres echareis de
«ver quien soi, y mi grande esfuer-
«zo; porque si vosotros me conocéis
«por Quilastli (que es el nombre
«común con que me nombráis) yo
«tengo otros cuatro nombres con
«que me conozco, el uno de los cua-
«íes es Cohuacihuatl, que quiere
«decir Muger Culebra; el otro, Cuau-
^cihuatl, Muger Águila; el otro,
oiYaocihuatl, Muger Guerrera; el
«cuarto, Tsitsimicihuatl, que quíe-
«re decir Muger Infernal, y según
«las propiedades que se íncluien
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142
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«en estos cuatro nombres, veréis
«quien -soi y el poder que tengo, y
«el mal que puedo haceros; y si que-
«reis poner á prueba de las manos
«esta verdad, aqui salgo al desa-
«fio.» Los dos esforzados Capita-
nes, no temiendo las arrogantes pa-
labras, con que Quilaztli, quiso ate-
rrorizarlos, respondieron: «Si tú
«eres tan Valerosa como te has
«pintado, nosotros no lo somos me-
«nos; pero eres Muger, y no es ra-
«zon, que se diga de nosotros, que
«tomamos Armas contra Mugeres,»
y sin hablarla mas, se apartaron de
ella, afrentados de ver, que una
Muger los desafiaba, y callaron
el caso, porque no se supiese en el
Pueblo.»
Que esta leyenda se refería á un
suceso importante en la vida de los
aztecas, no puede dudarse, pues la
conservaba no sólo la tradición, si-
no también la pintura jeroglífica.
Algunos AA. creen que esta le-
yenda se refiere al conflicto habido
con las sacerdotizas para separar- ¡
las de la participación inmediata de
un culto en que tantas y tan profun-
das variaciones se habían verifi-
cado.
Chavero comprende que la fábu-
la de Quila3tli y los primeros hom-
bres sacrificados durante la pere-
grinación de los aztecas, se refieren
á la rebelión de los que no quisie-
ron aceptar la innovación religiosa,
sino que querían conservar la reli-
gión de los animales, que habían to-
mado de Michuacan.
Quilastli era también el nombre
de un anticuario que vivía en Xo-
chimilco, en tiempo de Moteuczu-
ma II. Cuando Grijalva, en 1519,
arribó á la costa del Golfo, tuvo no-
ticia de ello Moteuczuma II, y pre-
ocupado por las profecías de los an-
tiguos sobre la venida de extran-
jeros al Anahuac, por el lado del
Oriente, consultó á los sabios, á los
sacerdotes, á los hechiceros y á to-
dos los instruidos en las cosas an-
tiguas, sobre si aquellas gentes que
habían desembarcado en playas me-
xicanas eran los extranjeros profe-
tizados. Después de haber escucha-
do diversas opiniones de los per-
sonajes que se habían consultado,
recordó Tlillancalqui, gran digna-
tario de la Corte, que existía en Xo-
chimilco un venerable anciano, lla-
mado Quilastli^ muy entendido en
cosas antiguas; de orden del empe-
rador marchó por él y le trajo á pa-
lacio. Quilastli enseñó sus papeles
y dijo:— «que á esta tierra habían
«de aportar unos hombres que ha-
«bian de venir caballeros en un ce-
«rro de palo, y que había de ser tan
«grande que en él habían de caber
«muchos hombres, y que les había
«de servir de casa, y que en él ha-
«bian de comer y dormir, y que en
«sus espaldas habían de guisar la
«comida que habían de comer, y
«que en ella habían de andar y ju-
«gar como en tierra firme y recia,
«y que estos habían de ser hombres
«barbados y blancos, vestidos de di-
«ferentes colores, y que en sus ca-
«bezas habían de tener unas cober-
«turas redondas (se refiere princi-
«pálmente d los sombreros, d los
«cuales dieron por nombre cua apaz:
«QM?i\tí^cabesa, apaztli, lebrillo: «le-
«brillo de la cabesa,*) y juntamente
«con estos habían de venir otros
«caballeros en bestias á manera de
«venados (los caballos), y otros en
«águilas que volasen como el vien-
«to, y que éstos habían de poseer es-
ata tierra y poblar todos los pueblos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
143
«de ella, y que se habían de multi-
^plicar en gran número, y que de
«éstos había de ser el oro y la pla-
«ta y piedras preciosas, y ellos lo
«habían de poseer, y porque creas
«que lo que digo es verdad, cátalo
«aquí pintado; la cual pintura me
«dejaron mis antepasados.» Sacó
entonces una pintura muy vieja en
la cual constaban los pormenores
de que había hablado. Al ver la ab-
soluta semejanza con las pinturas
que le habían traído de las cosas de
la costa, Moteuczuma lloró y se an-
gustió rendido á la fuerza de la evi-
dencia: «Has de saber, hermano
* Quilas tli— le dijo — que ahora veo
«que tus antepasados fueron ver-
«daderos sabios y entendidos, por-
«que esos que traes pintados, no
«hace muchos días que aportaron á
«esta tierra hacia donde nace el sol»
«y venían en esa casa de palo que
«tú señalas, y vestidos en esa mis-
«ma manera y colores que esa pin-
«tura demuestra, y porque sepas
«que los hice pintar, cátalos aquí,
«pero una cosa me consuela, que
«yo les envié un presente y les en-
«vié suplicar que se fuesen no-
«ra buena, y ellos me obedecieron
«y se fueron, y no sé si han de tor-
«nar á volver.» El viejo Quilas tli
le respondió:— «¿Es posible, pode-
«roso señor, que viniesen y que se
«fuesen? Pues mira lo que te quie-
«ro decir, y si lo que te digo no fue-
«se asi, quiero que á mi y á mis hijos
«y generación borres de la tierra y
«nos aniquiles y mates á todos,
«y es, que antes de dos años, y á
«mas tardar de tres, que vuelvan
«á esta tierra, porque su venida no
«fué sino á descubrir el camino y á
«saberlo, para tomar á venir, y aun-
«que te dijeron que se volvían á su
«tierra, no lo creas, que ellos no lle-
«garan allá, antes se han de volver
«de la mitad del camino.»— Seme-
jante declaración no agradó á Mo-
teuczuma; sin embargo, recompen-
só ampliamente á Quilas Ui y lo re-
tuvo á su lado para aprovechar sus
consejos.
dnütamalli. (Quilitl. hierba co-
mestible, quelite; tamalli, especie
de bollo cocido, tamal: «Tamales de
quelites.») La comida ritual de la
fiesta de la veintena Hueytecuil-
huitl, que consistía en una especie
de bizcochos de legumbres, con lo
que significaban que éstas se ha-
bían producido ya por el beneficio
de las lluvias bien entradas en aque-
lla época.
duinametzin. (Plural de quina-
metli, gigante.) Nombre que han da-
do diversos autores á los primeros
habitantes de México, que se supo-
ne fueron destruidos por los ulme-
cas y los xicalancas.
Mendieta dice:
«Hallóse en la memoria de los in-
dios viejos cuando fueron conquis-
tados de los españoles, que en esta
Nueva España en tiempos pasados
hubo gigantes, como es cosa cierta.
Porque en diversos tiempos des-
pués que esta tierra se ganó, se han
hallado huesos muy grandes. El P.
Fr. Andrés de Olmos, tratando de
esto, dice que él vio en México en
tiempo del virey D. Antonio de Men-
doza, en su propio palacio, ciertos
huesos del pié de un gigante que
tenían casi un palmo de alto, en-
tiéndese de los osesuelos de los de-
dos del pié. Y yo me acuerdo que
al virey D. Luis de Velasco, el vie-
jo, le llevaron otros huesos y mue-
las de terribles gigantes. Y medio
gigantes en nuestro tiempo los ha
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144
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
habido; uno en el pueblo de Cuer-
navaca, que tenía tres varas de me-
dir menos una cuarta en alta. Y á
éste lol^Uevaron muchas veces á Mé-
xico, y iba en la procesión de Cor-
pus Christi y con darle muchos de
comer, vino á morir de hambre en
su pueblo de Cuerna vaca. Otro mo-
zo hubo en Tecalli, y pienso que mas
alto, aunque mas delgado de cuer-
po, porque el primero era bien for-
nido y proporcionado. Y á este de
Tecalli también lo llevaron á Méxi-
co por cosa rara y monstruosa: y
vuelto á su tierra murió en breve
tiempo.»
En la Cosmogonía del Códice Zu-
márraga se dice que los dioses crea-
ron los gigantes, que perecieron en
la catástrofe del Atonatiuh, y Cha-
vero cree que el hombre colosal que
aparece tendido en la lámina del
Códice Vaticano,representa la des-
trucción de los gigantes por el di-
luvio ó Atonatiuh,
Veytia dice que cuando los ul-
mecas y xicalancas, hombres veni-
dos del mar, poblaron los fértiles
valles y montañas de Tlaxcalla,
Huexotzinco, Cholollan y el territo-
rio que hoy ocupa Puebla, encontra-
ron en las riberas del Atoyac gigan-
tes, que, como brutos, vivían des-
nudos y suelto y desgreñado el ca-
bello, comiendo carne cruda de aves
y fieras y frutas y yerbas silvestres,
cazando las aves con flechas y las
fieras con gruesas porras de ramas
que desgajaban de los árboles; que
eran crueles y soberbios y muy da-
dos á la embriaguez, pues sabían
sacar de la planta del maguey el
jugo del pulque; que se contabaque
á pesar de ser tan bárbaros los gi-
gantes, recibieron de paz á los fo-
rasteros y les permitieron poblar
en sus tierras, mas sujetándolos al
pago de cuantiosos tributos y á ve-
jaciones tales, que llegó el momen-
to de no poderlos sufrir más y de
acabar con ellos; que para conse-
guir esto último, les prepararon un
banquete, y cuando los vieron ebrios
y tirados por el suelo acabaron con
todos en un día, y quedaron libres
de la esclavitud, y señores de la
tierra. Según el cálculo de Veytia,
acaeció esto hacia el año 107 de
nuestra era.
Chavero da de esta leyenda vul-
gar y la más aceptada por los cro-
nistas, la siguiente explicación, en
su concepto, muy sencilla. Los gi-
gantes, quinametmn, son el pueblo
autóctono, los otomíes, que indis-
cutiblemente ocupaban esa región
desde los primeros tiempos y que
vivían en estado salvaje, mientras
que los ulmecas pertenecían á una
raza civilizada y eran de costum-
bres bárbaras y dados á la embria-
guez, porque ya sabían extraer del
maguey el octli 6 pulque.
En la historia geológica de nues-
tro territorio tiene la muerte de los
gigantes distinta significación de
la que le atribuye la fábula. Dice
á este proposito Chavero:— «Los
grandes yacimientos de huesos
fósiles, que en muchísimos lugares
se encuentran, acreditan que hubo
un tiempo en que abundaron aquí
los cuadrúpedos conocidos en el
Viejo Mundo, y entre ellos los gran-
des paquidermos. Cuando llegaron
los españoles, los indios ni siquie-
ra conservaban recuerdo, ya no
solamente de los elefantes, ni aun
de las vacas, caballos y demás cua-
drúpedos domésticos. Pues bien, los
nahoas habían colocado la destruc-
ción de esos cuadrúpedos, y espe-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
145
cialmente la de los gigantescos
quinametsin, en la catástrofe del
Atonatiuh . Nada más lógico que el
que los mares, inundándolas tierras,
los hubieran hecho perecer; y no
ha faltado sabio que haya hecho la
profunda observación de que la se-
paración de los continentes (por el
hundimiento de la Atldntida) dejó el
nuestro tan angosto, que no corres-
pondía ya á las necesidades vitales
de los grandes paquidermos, que
por esta circunstancia perecieron.»
Quinto Sol. Además de los cua-
tro soles que se explican en los ar-
tículos Atonatiuh, Ehecatonatiuh,
Tletonatiuh y Tlaltonatiuh, que
fueron cuatro grandes épocas, cada
una de las cuales terminaba por un
cataclismo; además de ellos, repeti-
mos, los nahoas contaban un quinto
sol ó sea otra edad del mimdo que
no había acabado.
Gomara, sobre esto, dice:— «Del
quinto sol, que al presente tienen,
no dicen de qué manera se ha de
perder; pero cuentan cómo, acabado
el cuarto sol, se oscureció todo el
mundo, y estuvieron en tinieblas
veinticinco años continuos; y que
á los quince años de aquella espanto-
sa oscuridad, los dioses formaron
un hombre y una mujer, que luego
tuvieron hijos, y donde á diez años
apareció el sol recién criado y naci-
do en dia de conejo; y por eso traen
la cuenta de sus años desde aquel
dia y figura. Así que, contando de
entonces hasta el año de 1552, ha
su sol ochocientos y cincuenta y
ocho años; por manera que há mu-
chos años que usan de escritura
pintada; y no solamente la tienen
desde ce tochtli, que es con^ienzo del
primer año, mes y dia del quinto
sol, mas también la usaban en vida
de los otros cuatro soles perdidos
y pasados; pero dejábanlas olvidar,
diciendo que, con el nuevo sol,
nuevas debían ser todas las otras
cosas. También cuentan que, tres
dias después que apareció este
quinto so), se murieron los dioses.»
Orozco y Berra resta de 1552, año
en que escribía Gomara, ochocientos
cincuenta y ocho años, y resulta 694,
año de la era cristiana en que los
mexicanos empezaron á contar el
quinto sol ó más bien su quinta
época cronológica; y hace observar
el mismo Orozco que este comienzo
cabía dentro de la época histórica,
y de esto deduce que el cuarto sol
no terminó por una catástrofe, sino
por algún acontecimiento notable
para aquellos pueblos. El aconteci-
miento notable fueron los terremo-
tos. (Véase Tlaltonatiuh.) Según
el cómputo que hace Orozco, el
quinto sol tuvo principio el año 694,
vigésimo séptimo del reinado de
Chalchiuhtlatonac, rey de ToUan, y
cree que el suceso conmemorado en
el mito fué la dedicación de las pi-
rámides de Teotihuacan (Teteohua-
can) al Sol y á la Luna, f Véase Teo-
tihuacan.)
Ligando el quinto sol con los cua-
tro anteriores, resulta la cronología
de los pueblos del Anahuac enla-
zada de una manera cierta, entre los
tiempos cosmogónicos y los histó-
ricos, contando en esta forma:
/ íecpatl. Creación del mundo:
principio del tiempo.
4, 008 años del mundo. El diluvio:
fin de Atonatiuh y principio de la
segunda época.
8,018 del mundo. Acabamiento
del sol Ehecatonatiuh: empieza la
tercera época.
12, 828 del mundo. Concluye el sol
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Tletonatiuh: comienza el cuarto pe-
ríodo.
17, 334 del mundo. En el orden
cronológico IVcalli, y coincide con
el primer año de la era cristiana.
18, 028 del mundo. VIII tochtli,
694 de Jesucristo, fin del cuarto sol
Tlaltonatiuh: inicial del quinto
sol: dedicación de las pirámides de
Teotihuacan al sol y á la luna.
18, 855. Edad del mundo contada
por los mexicanos el año /// calli,
152J, en que la ciudad de México
quedó sometida por los castellanos.
duitzetzelohua. El que esparce,
el que cierne; fig. el que da, el libe-
ral. Nombre que daban al áiosNap-
patecutlt {V.)/porque era liberal pa-
ra conceder bienes.
Rana. Parece que este batracio
fué objeto de culto entre los tolte-
cas, pues Ixtlilxochitl en su crónica
del rey Mitl, dice: « hizo gran-
«des templos y otras cosas memora-
«bles, y edificó entre los templos que
«hizo uno de la Rana, diosa del agua,
«muy hermosísimo templo; todos
«sus aderezos eran de oro y piedras
«preciosas, y la rana era de esmeral-
«da, la cual los españoles que vi-
«nieron á esta tierra la alcanzaron
«y dieron buena cuenta de ella.»
Ritos. «Todos los ministerios
relativos al culto— dice Clavigero—
se dividían entre los sacerdotes.
Los unos eran sacrificadores, y los
otros adivinos; unos compositores,
y otros cantores de himnos. Entre
estos, unos cantaban de dia, y otros
de noche. Los había para cuidar la
limpieza de los templos y del ornato
de los altares ...... Cuatro veces
al dia incensaban á los ídolos, esto
es, al amanecer, á medio dia, al
anochecer y á media noche. Esta
última ceremonia se hacia por el
sacerdote á quien tocaba el turno,
pero con asistencia de los ministros
mas condecorados del templo. Al
sol incensaban nueve veces, cuatro
de dia y cinco de noche. El perfu-
me de que usaban era copal, ó alguna
otra resina olorosa; pero en ciertas
fiestas se servían de chapopotli 6
betún judaico Los sacerdotes,
ó al menos algunos de ellos, se teñían
diariamente el cuerpo con tinta
hecha del hollín de ocotl, que era
una especie de pino bastante aro-
mático: sobre aquella costra se po-
nían ocre ó cinabrio, y todas las
noches se bañaban en los estanques
del recinto del templo »
« Ademas de la unción ordinaria de
tinta, usaban otra extraordinaria
y mas abominable, siempre que ha-
cían sacrificios en las cimas de los
montes y en las cavernas tenebrosas
de la tierra. Tomaban una buena
cantidad de insectos venenosos, co-
mo escorpiones, arañas y gusanos,
y aun de culebras pequeñas; que-
mábanlos en uno de los hogares del
templo, y amasaban sus cenizas en
un mortero con hollín de ocotl. con
tabaco, con la yerba ololiuhqui, y
con algunos insectos vivos. Presen-
taban en vasos pequeños esta dia-
bólica confección á sus dioses, y
después se ungían con ella todo el
cuerpo. Después arrostraban con
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
147
denuedo los mayores peligros, per-
suadidos de que no podrían hacer-
les ningún mal, ni las fieras de los
bosques, ni los insectos mas malé-
ficos. Llamaban á aquella untura
teopatli, es decir, medicamento di-
vino, y la creian eficaz contra toda
clase de enfermedades; por lo que
solian darla á los enfermos y á los
niños. Los muchachos de los semi-
narios eran los encargados de reco-
ger los bichos necesarios para su
composición; por lo que, acostiun-
brados desde pequeños á aquel ofi-
cio, perdían el miedo á los anima-
les venenosos, y los manejaban sin
escrúpulo. Servíanse también del
teopatli para los encantos, y de otras
ceremonias supersticiosas y ridicu-
las, juntamente con cierta agua que
bendecían á su modo, particular-
mente los sacerdotes del dios Ixli-
tlon. De esta agua daban á los en-
fermos. Los sacerdotes practicaban
muchos ayunos y austeridades; no
se embriagaban jamas, antes bien
raras veces bebían vino (pulque).
Los de Tescatsoncatl, después de
terminado el canto con que celebra-
ban á sus dioses, echaban cada dia
al suelo trescientas tres cañas, nú-
mero correspondiente al de los can-
tores; entre ellas habla una aguje-
reada; cada uno tomaba la suya; y
aquel á quien tocaba la agujereada,
era el único que podía beber vino.
Durante el tiempo que empleaban
en el servicio del templo, se abste-
nían de tocará otra muguer queá la
legítima, afectando tanta modestia
y compostura, que cuando encon-
traban casualmente á otra cual-
quiera, bajaban los ojos para no mi-
rarla. Cualquiera esceso de incon-
tinencia era severamente castiga-
do en los sacerdotes. El sacerdote
que en Teotihuacan estaba convicto
de haber faltado á la castidad, era
entregado al pueblo, que lo mataba
de noche á palos. En Ichcatlan el
sumo sacerdote estaba obligado á
vivir siempre en el templo, y á abs-
tenerse de toda comimicacion con
mugeres. Si por su desgracia falta-
ba á ese deber, moría irremisible-
mente, y se presentaban sus miem-
bros sangrientos á su sucesor, para
que le sirviesen de ejemplo. A
los que por pereza no se levantaban
para los ejercicios nocturnos de la
religión, bañaban la cabeza con
agua hirviendo 6 les perforaban
los labios, ó las orejas; y los que re-
incidían en esta ó en otra culpa,
morían ahogados en el lago, des-
pués de haber sido arrojados del
templo, en la fiesta que hacían al
dios de las aguas en el sexto
mes del año. Los sacerdotes vivían
ordinariamente en comunidad, bajo
la vigilancia de algunos superiores.»
Sacerdotes. Los mexicanos te-
nían muchos sacerdotes de distinto
orden jerárquico y de variadísimas
funciones en su culto idolátrico.
Los de alta jerarquía eran los si-
guientes: ilí?x/í:a/^oAw«/^/>í, HuitS'
nahuacteohuatsin, Ontetochtsin,
Epcoacuacuiltsin , Moloncoteohua ,
Centeotsin 6 Gnteotsin, Atempateo-
huatsin, Tlapiscatsin, Tsapotla-
teohuatsin, Tecammateohua, Teaca-
tsoncatl, Ometochtomixauh,Acaíoa'
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148
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
omeioc htli, Cuaílapanquiometoch-
tu, Tlühuaometochtli, Ometochpan-
tecatl, Ometochnappatemtlí , Orne-
tochpapastac, Ixcosauhcatsonntol-
coteohua, Tlalcolcuacuüli, Tecpan-
tsincateohua , Epcoacuacuiltecpic -
toton, Ixtlilcoteohtía, Aticpacteo-
huatsinxochipilli, Atlixeliuhteo-
huaopochtli, Xipecopicoteohua,
Pochtlanteohuayacatecutli , Ch in -
conquiauhpoctlan, Ixquitlanteo-
huatsin, Taapotlateohuatsin, Chai-
chiuhycucacaíonalcuacuilli, Acol-
ahuacatlacolmistli, Tollanteohua, y
la sacerdotiza Cihuacuacuilistacci'
htiatL
En los artículos respectivos del
diccionario se explica la etimología
de los nombres de los sacerdotes y
las funciones que desempeñaba ca-
da uno de ellos.
«A la muchedumbre de los dioses
y de los templos mexicanos,— dice
Cía vigero— correspondía el número
de los sacerdotes, y la veneración
con que se miraban, no era inferior
al culto supersticioso de las divini-
dades. El número prodigioso de sa-
cerdotes que había en el imperio,
se puede calcular por el de los que
residían en el templo mayor, pues
subia, según los historiadores, á
cinco mil. No debe estrañarse, pues
solo los consagrados al dios Tesca-
Uoncatl en aquel sitio, eran cua-
trocientos. Cada templo tenia un
cierto número de ministros, por
Jo que no sería temeridad asegu-
rar que no había menos de un mi-
llón en todo el imperio. Contribuían
á su multiplicación el sumo respeto
con que eran tratados, y el alto ho-
nor anexo al servicio de las divini-
dades. Los señores consagraban sus
hijos á porfía por algún tiempo, al
servicio de los santuarios: la noble-
za inferior empleaba los suyos en
las funciones esteriores, como lle-
var leña, atizar y conservar el fue-
go, y otras análogas; persuadidos
unos y otros de que era la mayor
distinción con que podían conde-
corar á sus familias.
« Los gef es supremos de to-
dos eran los dos sumos sacerdotes, á
quienes llamaban Teotecutli, señor
divino, y Hueyteopixqui, gran sa-
cerdote (gran custodio de Dios).
Aquella alta dignidad no se conferia
sino á las personas mas ilustres,
por su nacimiento, por su probidad,
y por su inteligencia en las ceremo-
nias religiosas. Los sumos sacerdo-
tes eran los oráculos que los reyes
consultaban en los mas graves ne-
gocios del estado, y nunca se em-
prendía la guerra sin su consenti-
miento. Ellos eran los que ungían
á los reyes después de su elección,
los que abrían el pecho y arranca-
ban el corazón á las víctimas hu-
manas en los mas solemnes sacri-
ficios. El sumo sacerdote era siem-
pre en el reino de Acolhuacan el hijo
segundo del rey
« .... La insignia de los sumos sa-
cerdotes de México era una borla
de algodón pendiente del pecho, y
en las fiestas grandes usaban trages
muy adornados, en que se veían las
insignias del numen, cuya fiesta ce-
lebraban
«Después de esta suprema digni-
dad sacerdotal, la mas elevada era
la del MexicoteohuatBin (V), que el
mismo gran sacerdote conferia.
«En cada barrio de la capital, y lo
mismo puede creerse de las otras
ciudades, había un sacerdote pre-
eminente, que era como el párroco de
aquel distrito, á quien tocaba diri-
gir allí las fiestas y los otros actos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
149
religiosos. Todos estos ministros
dependían del Mexicdteohuatsin.*
A los sacerdotes daban, como die-
ron hasta fines del siglo pasado á
los sacerdotes católicos, el nombre
de Teopixqui, «Custodio de Dios,» y
en tono reverencial, Teopixcatzin,
del que se formó elaztequismo Teo-
piscachi, muy usado por los indios
hasta mediados del siglo pasado en
los alrededores de México.
Saoerdotizas. El sacerdocio no
era propiedad exclusiva del sexo
masculino, pues había mujeres que
ejercían aquellas funciones. Incen-
saban los ídolos, cuidaban del fue-
go sagrado, barrían el templo, pre-
paraban la oblación de comestibles
que se hacía diariamente y la pre-
sentaban en el altar; pero no podían
hacer sacrificios, y estaban exclui-
das de las primeras dignidades sa-
cerdotales. Entre ellas había algu-
nas consagradas desde la niñez por
sus padres; otras, en virtud de al-
gún voto que hacían por enferme-
dad, ó para obtener un buen casa-
miento, ó para implorar de los dio-
ses la prospertdad de sus familias,
servían en el templo por espacio de
uno ó dos aflos. La consagración
de las primeras se hacía del modo
siguiente: cuando nacía la niña, la
ofrecían sus padres á alguna divi-
nidad, y avisaban al sacerdote del
barrio, y éste al Tecpanteohuatsin,
que era el superior de los semina-
rios. Después de dos meses, la lle-
vaban al templo y le ponían en las
manos una granadilla y un incen-
sario con un poco de copal, para
significar su futuro destino. Cada
mes reiteraba su visita al templo,
y la oblación, juntamente con las de
algunas cortezas de árbol, para el
fuego sagrado. Cuando la niña lle-
gaba á la edad de cinco años, la en-
tregaban sus padres al Tecpanteo-
huatsin, y éste la ponía en un se-
minario, donde la instruían en la
religión, en las buenas costumbres
y en las ocupaciones propias de su
sexo. Con las que entraban á ser-
vir por algún voto particular, lo
primero que hacían era cortarles el
cabello. Las unas y las otras vivían
con mucho recogimiento, silencio y
retiro, bajo la vigilancia de sus su-
perioras y sin tratar con hombres.
Algunas se levantaban dos horas
antes de media noche, y otras al
rayar el día, para atizar y avivar el
fuego, y para incensar á los ídolos;
y aunque asistían algunos sacerdo-
tes á la misma ceremonia, había
una separación entre ellos, forman-
do los hombres un ala y las muje-
res otra, aquéllos y éstas á la vista
de sus superiores, para que no hu-
biese el menor desorden. Todas las
mañanas preparaban las oblacio-
nes de comestibles y barrían el atrio
inferior del templo. Los ratos que
les dejaban libres sus ocupaciones
religiosas, los empleaban en hilar
y tejer hermosas telas, para vestir
á los ídolos y adornar los altares.
La continencia de estas doncellas
era el objeto del esmero particular
de sus superioras. Cualquier deli-
to de este género era imperdonable.
Si quedaba oculto, la delincuente
procuraba aplacar la cólera de los
dioses con ayunos y austeridades,
pues temía que en castigo de su
culpa se le pudriesen las carnes.
Cuando la doncella consagrada des-
de su infancia al culto de los dio-
ses llegaba á la edad de diez y sie-
te años, que era en la que por lo
común se casaban, sus padres le
buscaban marido, y estando ya de
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150
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
acuerdo con él, presentaban al Tec-
panteohuatsin, en platos curiosa-
mente labrados, un cierto número
de codornices y cierta cantidad de
copal, de flores y de comestibles,
con un discurso en que le daban
gracias por el esmero que había
puesto en la educación de su hija,
y le pedían licencia de llevarlo con-
sigo. Aquel personaje respondía
con otra arenga, concediendo el
permiso que se le pedía, y exhor-
tando á la joven á la perseveran
cia en la virtud y al cumplimiento
de las obligaciones del matrimonio. '
(Clav.) La sacerdotiza más distin-
guida era la llamada Cuacuiti^tac-
cihuatl.
Sacramentos. Los que han sos-
tenido que Santo Tomás predicó el
Evangelio en Anahuac, aducen co-
mo uno de sus argumentos el que
en las ceremonias del culto de los i
indios había algunas que no eran
sino reminiscencia de los sacramen-
tos cristianos, que se habían desfi- 1
gurado desde la apostasía que ha-
bían hecho de la religión predica-
da por Santo Tomás bajo el nom-
bre de Quetsalcoatl Pero Chavero,
combatiendo la opinión de la preten-
dida predicación, niega que algunos
ritos nahoas hayan sido los sacra-
mentos de la Iglesia cristiana. Refi-
riéndose al bautismo, dice:— «La de-
«dicación de los recién nacidos á los
«dioses es propia de todas las reli-
«giones: al niño se le constituía gue-
«rrero del dios Huítsüopochtli,yp3,-
«ra que pelease por él, se le arma-
«ba de una rodela y cuatro flechas.
^¿Es éste el espíritu del sacramen-
«to del bautismo? Al niño no se le
«bautizaba por el sacerdote, sino
«que se le bañaba por la partera.
«;Esésta la forma del sacramento?
«En algunas partes se le circunci-
«daba, y no á la manera de los ju-
«díos. ¿Un apóstol ó un obispo cris-
«tiano habrían predicado la circun-
«cisión?»
Refiriéndose al matrimonio, dice:
«No hay siquiera ceremonia reli-
♦ giosa: se ata el ayatl (ayate) del
«hombre al *«/>//// (güipil) de la mu-
«jer. En muchas partes existía la
«poligamia. ¿Esta es la unión cris-
«tiana y éste el modo de llevar á ca-
«bo el sacramento?*
En cuanto á la confesión, dice:
«Jesús dijo: «Confesaos los unos
«á los otros;» y el sacerdocio cris-
«tiano estableció la confesión auri-
«cular con el sacerdote, y de esta
«confesión resultábala remisión de
«los pecados. Los nahoas no cono-
«cían esta remisión y decían sus
«faltas solamente al ídolo de Tesca-
o^tlipoca, porque creían que todo lo
«oía y todo lo sabía. ¿Es éste el sa-
«cramento?»
En cuanto á la comunión, sobre
la cual hacen tanto hincapié los cro-
nistas, dice:
«Comían el cuerpo de Huitsilo-
i^pochtli hecho de bledos, pero ni
«idea tenían de la transmutación.
«Como el cautivo sacrificado re-
»presentaba al dios con cuyos
«arreos se le adornaba, decían que
«comían el cuerpo del dios cuando
«comían la carne de la víctima. ¿Se-
«ría acaso este canibalismo el sa-
«cramento cristiano?»
Entre los cronistas, el P. Mendie-
ta admite los sacramentos en la re-
ligión de los nahoas; pero no los atri-
buye á la predicación de Sto. To-
más, sino á sugestiones del demo-
nio. Oigamos su curioso relato:
«No se contentaba el demonio,
«enemigo antiguo, con el servicio
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
151
«que estos flos indios) le hacían en
«la adoración de cuasi todas las
«criaturas visibles, haciéndole de
«ellas ídolos, asi de bulto como pin-
«tados, sino que demás de esto los
«tenia ciegos en mil maneras de he-
«chicerias, execramentos y supers-
«ticiones. Y hablando primero de
«los execramentos que ordenó en su
«iglesia diabólica, en competencia
«con los santos Sacramentos que
«Cristo nuestro Redentor dejó ins
«tituidos para remedio y salud de
«sus fíeles en la Iglesia católica;
«por el contrario, para perdición y
«condenación de los que le creye- 1
«sen, dejó el demonio esto tras sus '
«señales y ministerios que pare-
«ciesen imitará los verdaderos mís-
«teríos de nuestra redención. En-
«tre los cuales el primero era á ma- ,
«ñera de baptismo, y hacíase de es-
«ta manera: cuando nacía el niño ¡
«ó niña, dende á ciertos días llama-
«ban una vieja, y en el patio de la
«casa, ó donde le parecía, rociaba
«ó lavaba el niño ciertas veces con
«vino de lo que usaban y usan en ,
«esta tierra (pulque), y otras tantas ,
«lo lavaban con agua, y poníanle
«el nombre, y con la tripa del hom-
«blígo hacían ciertas ceremonias. ^
«Estos nombres tomábanlos de los
«ídolos ó de las fiestas que en aque-
«llos signos caían, y á veces de
«aves y animales y de otras cosas
«insensatas, como se les antojaba.
«Mas ya cuasi del todo han dejado
«estos nombres antiguos, después
«que se baptizan con nombres de
«santos para ser cristianos. Circun-
« cisión usaban los de una provín-
«cia llamados totonaques, en esta
«forma: que á los veintiocho ó vein-
« tí nueve dias que había nacido la
«criatura, la llevaban al templo,
«y si era varón, el sacerdote sumo y
«el segundo en dignidad lo tendían
«sobre una grande y lisa piedra ó
«losa que para el efecto tenían, y
«tomando el capullito del miembro
«viril se lo cortaban á cercen con
«cierto cuchillo de pedernal. Y
«aquello que cortaban quemábanlo
«y hacíanlo cenizas. Y á las ñiflas
«en lugar de circuncisión, los di-
«chos dos sacerdotes con sus pro-
«píos dedos las corrompían, man-
« dando á las madres que llegando
«la niña á los seis años renovasen
«con los dedos el mismo corrompi-
«miento que ellos habían comenza-
«do. /Cosa abominable é indigna de
«oírse, y uso de gente mas que bes-
«tial.»
Refiriéndose á la confesión, dice:
«También tenían alguna manera
«de confesión delante de sus dio-
«ses; no porque pensasen alcanzar
«perdón ni gloria después de muer-
«tos (porque todos ellos tenían por
«muy cierto el infierno); pero ha-
«cían este género de penitencia an-
«te sus ídolos, porque no estuviesen
«enojados, ni en este mundo los
«maltratasen, ó privasen de lo tem-
«poral, y porque no les descubrie-
«sen sus pecados, por donde caye-
« sen en infamia con los hombres. Al
«gunos (se dijo) que hacían peniten-
«cia para alcanzar su mal deseo
«carnal con la persona que les agra-
«daba; y para esto hacían cierto he-
«chizo con ciertas flores, y lo po-
«nian en cierta parte para conse-
«guir su mal intento.»
Hablando del matrimonio, dice el
mismo Mendieta lo siguiente:
«Cerca del matrimonio tenían en
«él sus ceremonias, atando las ves-
«tiduras de marido y muger. y en
«el pedir de la moza con sus pre-
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152
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«sentes. Ya que se la daban acom-
«paftada (según era la persona),
«ciertos días no había de llegar
«á ella, sino que ayunaba y servia á
«sus ídolos, ante los cuales (duran -
«te el término de las bodas) hacían
«sus ofrendas. Y sí llegaba á ella
«antes de los días que acostumbra-
«ban abstenerse, tenían por cierto
«que les había de suceder mal. Y
«para saber sí habían de avenirse
«bien entre marido y mujer, recu-
«rrian al libro del calendario, mí-
«rando sí cuadraban los signos en
«que habían nacido. Los grados que
«guardaban para no casar, era con
«madre, hija, madrastra, hermana
«y manceba del padre, y la hija de
«la tal: los demás no los evitaban.»
Sobre la Eucaristía, dice el mis-
mo franciscano lo siguiente:
«También usaban alguna mane-
«ra de comunión ó recepción de sa
«cramento, y es que hacían unos
«ídolitos chiquitos de semilla de
«bledos ó cenizos, ó de otras yer-
«bas, y ellos mismos se los recibían,
«como cuerpo ó memoria de sus dio-
«ses. Otros dicen que á una yerba
«que llaman />/c/W/ (y los españoles
«llaman tabaco) la tenían algunos
«por cuerpo de una diosa que nom-
«braban cihuacouatl y á esta causa
«(puesto que sea algo medicinal) se
«debe tener por sospechosa y pelí-
•grosa, mayormente viendo que
«quita el juicio y hace desatinar al
«que la toma. Comunión tenían tam-
«bien los totonaques, en esta forma:
«que de tres en tres años mataban
«tres niños, y sacábanles los cora-
«zones, y de la sangre que de allí
«salía, y de cierta goma que llaman
««///, que sale de un arbolen gotas
«blancas, y después se vuelve ne-
«gra como pez, y de ciertas semí-
«llas, las primeras que salían en
«una huerta, que en sus templos te-
«nían, hacían una confección y ma-
«sa. Esta tenían por comunión y
«cosa santísima, con orden y pre-
«cepto que de seis en seis meses
«los hombres de veinticinco años
«habían de comulgar, y las muge-
«res de diez y seis. Llamaban á es-
«ta masa Toyollytlaqual, que quíe-
«re decir: -manjar de nuestra al-
«ma.»
Sacriñcios. El empleo más im-
portante del sacerdocio, la principal
función del culto de los mexicanos,
eran los sacrificios que hacían, ya
para obtener alguna gracia del cie-
, lo, ya para darle gracias por los be-
neficios recibidos.
Clavigero dice:
«Omitiría de buena gana el tratar
; «de este asunto (de los sacrificios),
«sí las leyes de la historia me lo
«permitiesen, para evitar al lector
«el disgusto que debe producirle la
i «relación de tanta abominación y
«crueldad; pues aunque apenas hay
«nación en el mundo que no haya
«practicado aquella clase de sacri-
«ficios, difícilmente se hallará una
«que los haya llevado al esceso que
«los Mexicanos.»
No se sabe qué sacrificios practi-
caban los toltecas. Los chichi-
mecas , mientras no tuvieron ídolos,
templos y sacerdotes, no practica-
ron sacrificios de hombres, y sólo
ofrecían á sus dioses, el sol y la lu-
na, yerbas, frutas, flores y copal.
A estos pueblos no se les ocurrió
sacrificar víctimas humanas, sino
hasta que dieron el ejemplo los me-
xicanos, «borrando — dice un autor
—entre las naciones convecinas, las
primeras ideas inspiradas por la
naturaleza.» También los mexíca-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
153
nos, mientras no formaron nación,
fueron sobrios en los sacrificios hu-
manos, porque no tenían prisione-
ros ni podían adquirir esclavos.
Sin embargo, en su peregrinación,
en Colhuacan y en Xochimilco, du-
rante su esclavitud, practicaron ho-
rrendos sacrificios; y sobre todo, el
consumado en la hija del Señor de
Colhuacan, que dio origen á la Te-
teoinan (V.)» les imprimió el sello de
crueldad con que se distinguieron
después.
«Los sacrificios— dice Clavige-
«ro— variaban con respecto al nú-
«mero, al lugar y al modo, según
«las circunstancias de la fiesta. Por
«lo común, abrían el pecho á las
«victimas; per© algunas otras eran
«ahogadas en el lago, otras morían
«de hambre, encerradas en las ca-
«vernas en que enterraban á los
«muertos, y otras finalmente en el
«sacrificio gladíatorio.» (No hace
íPiención Clavigero de los que mo-
rían desollados. Véase Tlacaxípe-
hualistli,) «El lugar en que mas co-
« munmente se consumaban aquellas
«atrocidades, era el templo, en cuyo
«atrio superior estaba el altar des-
« tinado á los sacrificios ordinarios.
«El del templo mayor de México,
«era de una piedra verde, jaspe
«probablemente, convexa en la par-
«te superior, de cerca de tres pies
«de alto, de otro tanto de ancho y de
«cinco pies de largo. Los minis-
«tros ordinarios del sacrificio eran
«seis sacerdotes, el principal de los
«cuales era el Topiltsin, cuya dig-
«nidad era preeminente y heredita-
«ria; mas en cada sacrificio tomaba
«el nombre de la divinidad en cuyo
«honor se hacía. Vestíase para
«aquella función un trage rojo, de
«hechura de escapulario, y adorna-
«do con flecos de algodón: en la ca-
«beza llevaba una corona de plu-
«mas verdes y amarillas; en las
«orejas pendientes de oro y piedras
«verdes (quizás esmeraldas), y en
«el labio superior otro pendiente de
«una piedra azul. Los otros cinco
«ministros estaban vestidos de tra-
«ges blancos, de la misma forma, y
«bordados de negro: tenían los ca-
« bellos sueltos; la frente ceñida de
I «correas, y adornada con ruedas
«de papel de varios colores, y todo
«el cuerpo pintado de negro. Estos
I «desapiadados ministros se apode-
«raban de la víctima, la llevaban
«desnuda al atrio superior del tem-
«plo, y después de haber indicado
«álos circunstantes el ídolo á quien
«se hacia el sacrificio, para que lo
«adorasen, la extendían sobre el
\ «altar. Cuatro sacerdotes asegura-
«ban al infeliz prisionero por los
«pies y los brazos, y otro le afírma-
«ba la cabeza con un instrumento
«de madera, hecho en figura de
«sierpe enroscada, el cual le entra-
«ba hasta el cuello; y como el altar
«era convexo, según hemos dicho,
«quedaba el cuerpo arqueado, le-
«vantado el pecho y el vientre, é
«incapaz de hacer la menor resís-
«t encía. Acercábase entonces el ín-
«humano Topiltmn y con un cuchi-
«11o agudo de pedernal, le abría
«prestísimamente el pecho, le arran-
«caba el corazón, y todavía palpi-
«tante, lo ofrecía al sol y lo arrojaba
«á los pies del ídolo; lo ofrecía des-
«pues al mismo ídolo y lo quemaba,
«mirando con veneración las cení-
«zas. Sí el ídolo era gigantesco y
«cóncavo, solían introducirle el co-
«razon en la boca con una especie
«de cuchara de oro. También solían
«untar con sangre de las víctimas
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154
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«los labios del ídolo, y la cornisa de
«la entrada del templo. Si la vícti-
«ma era prisionero de guerra, le
«cortaban la cabeza, para conser-
« varia, como ya hemos dicho, y pre-
«cipitaban el cuerpo por las esca-
«leras al atrio inferior, donde lo
«tomaba el oficial ó soldado que
«lo habia hecho prisionero, y lo lie-
«vaba á su casa, para cocerlo y
«condimentarlo, y dar con él un
«banquete á sus amigos. Si no era
«prisionero de guerra, sino esclavo
«comprado para el sacrificio, su
«amo tomaba el cadáver del altar,
«y se lo llevaba para el mismo obje-
«to, comian tan solo las piernas, los
«muslos y los brazos, y quemaban
«lo demás, ó lo reservaban para
«mantener las fieras de las casas
«reales. Los Otomites hacian á la
«víctima pedazos, y vendían éstos
«en el mercado público. Los Zapo-
« tecas sacrificaban los hombres á
«los dioses, las mugeres á las dio-
«sas, y los niños á ciertos númenes
«pequeños. Tal era el modo mas
«ordinario de sacrificar, con algu-
«ñas circunstancias mas bárbaras,
«como veremos después; pero te-
«nian otras especies de sacrificios,
«que solo se celebraban en ciertas
«ocasiones. En la fiesta de Teteoi-
<^nan, la muger que representaba
«esta diosa era decapitada, mién-
«tras otra muger la sostenía en sus
«hombros. En la de la llegada de
«los dioses, las víctimas morían en
«las llamas. En una de las fiestas
«que hacian á Tlaloc, le sacrifíca-
«ban dos niños de ambos sexos,
«ahogándolos en el lago. En otra
«fiesta del mismo dios compraban
«tres muchachos de seis ó siete
«años, y encerrándolos con abomi-
«nable inhumanidad en una caver-
«na, los dejaban morir de hambre y
«horror.
«Acerca del número de víctimas
«que se sacrificaban anualmente,
«nada podemos asegurar, por ser
«muy diversas las opiniones de los
«historiadores. El número de veinte
«mil, que es el que parece acercar-
«se mas á la verdad, comprende
«todos los hombres sacrificados en
«el imperio, y no me parece exage-
«rado; pero si se limita á los niños,
«ó á las víctimas sacrificadas tan
«solo en el monte Tepeyacac (el ce-
^rríto de la villa de Guadalupe), 6
«en la capital, como quieren algu-
«nos, lo creo enteramente invero-
«símil. Es cierto que no habia nú-
«mero fijo de sacrificios, sino pro-
«porcionado al de prisioneros que
«se hacian en la guerra, á las ne-
«cesidades del estado, y ala calidad
«de las fiestas, como se vio en la
«dedicación del templo mayor de
«México, que fué cuando la cruel-
«dad de los Mexicanos traspasólos
«límites de la verosimilitud. Lo
«cierto es que eran muchos, porque
«las conquistas de los Mexicanos
«fueron rapidísimas, y en sus fre-
« cuentes guerras no procuraban
«tanto matar enemigos, cuanto ha-
«cerlos prisioneros para los sacri-
«f icios. Si á estas víctimas se aña-
«den los esclavos que compraban
«con el mismo objeto, y los delin-
«cuentes destinados á expiar de
«aquel modo sus crímenes, hallare-
«mos un número algo mayor que el
«que señala el Sr. Las Casas, de-
«masiado propenso á excusar á los
«americanos de los escesos de que
«los acusaban los españoles. Los
«sacrificios se multiplicaban en
«los años divinos y mucho mas
«en los seculares.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
155
«Acostumbraban los Mexicanos
«en sus fiestas vestir á la víctima
«con el mismo ropajey adornarla con
«las mismas insignias que se atri-
«buian al dios en cuyo honor se
«sacrificaba. Así paseaba toda la
«ciudad, pidiendo limosna para el
«templo, en medio de una guardia
«de soldados, para que no se esca-
«pase. Si se escapaba, sacrificaban
«en su lugar al cabo de la guar-
«dia, en pena de su descuido. Ceba-
«baná estos desventurados, como
«nosotros hacemos con algunos ani-
«males.
«No se limitaba á esta clase de
«víctimas la religión mexicana: ha-
«cianse también de varias especies
«de animales. Sacrificaban á Hui-
«tzilopochtli codornices y espara-
« vanes; á Mixcoatl, liebres, conejos,
«ciervos y coyotes. Al sol inmola-
«ban todos los dias codornices. Ca-
«da dia, al salir aquel astro, estaban
«en pié muchos sacerdotes, con el
«rostro vuelto hacia Levante, cada
«uno con una codorniz en la mano;
«y al despuntar el disco del planeta,
«lo saludaban con música, cor-
«taban la cabeza á los pájaros y se
«los ofrecían. Después incensaban
«al sol, con gran estrépito de ins-
«trumentos músicos.
«Ofrecían también á sus dioses,
«en reconocimiento de su dominio,
«varias especies de plantas, flores,
«joyas, resinas y otros objetos ina-
«nimados. A Tlaloc y á Coatlicue
«presentaban las primicias de las
«flores, y á Centeotl las del maíz.
«Las oblaciones de pan, de jtnasas
«y de otros manjares, eran tan
«cuantiosas, que bastaban á saciar
«á todos los ministros del templo.
«Cada mañana se veían al pié de
«los altares innumerables platos y
«escudillas, calientes todavía, á fin
«de que su vapor llegase á las na-
«rices del ídolo, y fuese alimento
«de los dioses inmortales.
«Pero la oblación mas frecuente
«era de copal. Todos incensaban
«diariamente á sus ídolos; así que,
«el incensario era mueble indispen-
«sable en la casa. Usaban incensar
«hacia los cuatro puntos cardinales,
«los sacerdotes en los templos, los
«padres de familia en sus moradas,
«y los jueces en los tribunales,
«cuando iban á fallar una causa
«grave, civil ó criminal. Esta cere-
«monia no era en aquellos pueblos
«un acto puramente religioso, sino
«también un obsequio civil que ha-
«cían á los magnates y á los emba-
«jadores.
«La crueldad y la superstición de
«los Mexicanos sirvieron de ejem-
«plo á todas las naciones que con-
« quistaron y á las inmediatas á sus
«dominios, sin otra diferencia que
«la de ser menor entre ellas el nú-
«mero de aquellos abominables sa-
«crif icios, y de practicarlos con al-
«gunas ceremonias particulares.
«Los Tlaxcaltecas, en una de sus
«fiestas, ataban á un prisionero á
«una cruz alta, y lo mataban á fle-
« chazos; en otras ocasiones ataban
«á la víctima á una cruz bajá y la
«mataban á palos.»
«Eran célebres los inhumanos y
espantosos sacrificios que de cua-
tro en cuatro años celebraban los
cuauhtitlaneses al dios del fuego. El
dia antes de la fiesta plantaban seis
árboles altísimos en el atrio inferior
del templo, sacrificaban dos escla-
vas, les arrancaban el pellejo, y les
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156
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
sacaban los huesos de los muslos. Al
día siguiente se vestían dos sacer-
dotes de los de mas dignidad con
aquellos sangrientos despojos, y
con los huesos en la mano, bajaban
á paso lento y profiriendo agudos
gritos, por las escaleras del templo.
El pueblo agolpado al pié del templo,
repetía en alta voz: «Hé aquí á nues-
tros dioses que se acercan.» Cuando
llegaban los sacerdotes al atrio
inferior, comenzaban al son de ins-
trumentos un baile que duraba ca-
si todo el día. Entre tanto el pue-
blo sacrificaba tan gran número de
codornices, que á veces llegaban á
ocho mil. Terminadas estas cere-
monias, los sacerdotes llevaban seis
prisioneros á lo alto de los árboles,
y atándolos á ellos, bajaban; pero
apenas habían llegado al suelo, ya
habían perecido aquellos desgra-
ciados, con la muchedumbre de fle-
chas que les tiraba el pueblo. Los
sacerdotes subían de nuevo á los
árboles, para desatar á los cadáve-
res, y los precipitaban desde aque-
lla altura. Al punto les abrían el
pecho, y les sacaban el corazón,
según el uso general de aquellos
pueblos. Así estas víctimas huma-
nas, como las codornices, se distri-
buían entre los sacerdotes y los
nobles de la ciudad, para que sir-
viesen en los banquetes, con que
daban fin á tan detestable solem-
nidad. » —(Clavig,)
En cuanto al origen de los sacri-
ficios entre los mexicanos, hay que
decir algo más de lo expuesto por
Clavigero en el primer párrafo pre-
inserto.
En la Tira de la Peregrinación
de los aztecas se encuentra la pri-
mera alusión á los tremendos sa-
crificios humanos. El oficiante es el
sacerdote Aacatl, caudillo de la tri-
bu: la primera víctima está tendida
sobre una biznaga (huitsnahuac),
lleva en la frente las plumas, señal
del holocausto, teñidas boca y bar-
ba según el uso conservado des-
pués, todo lo cual índica que la
víctima fué escogida en la tribu
misma. La segunda víctima está
colocada sobre una planta arbores-
cente de huisache (^/rw/.rar/r/w>), lleva
los arreos convencionales de la tris-
te ceremonia; pero la mancha sobre
los ojos índica procedencia extra-
ña, el pez dice su nombre, era (mi-
chuaca) natural de Michoacan. El
tercer sacrificado, también sobre
una biznaga, es igualmente extran-
jero; el nombre compuesto del chi-
malli con los cuatro puntos, es el
gentilicio nahuatlaca. Suministra-
ron, pues, las ofrendas la tribu emi-
grante y los pueblos moradores de
las cercanías: los nombres de las
víctimas, y Ja indicación de los ve-
getales no dejan duda alguna; los
emigrantes estaban en Michuacan.
Orozco y Berra, al hacer la in-
terpretación de este pasaje, se pre-
gunta. «¿Aquel legislador y pontí-
«fice Aacatl fué el inventor de estas
«horribles ejecuciones, ó son la
«manifestación de una práctica an-
«tigua?» y se responde: «Nos inclí-
«namos á creer que aquella fué la
«vez primera en que se consumó el
«crimen, y cargamos sobre el feroz
«caudillo la responsabilidad de la
«abominable institución.»
Después de consumados estos
horrendos sacrificios, fué cuando
Huitsilopochtli cambió el nombre
de aztecas en el de mexicanos, ó
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
157
propiamente hablando, en el de Me-
citin.
La segunda alusión á los sacrifi-
cios humanos pertenece también á
la Peregrinación.
El año 677 llegaron los mexica-
nos á ToUan (hoy Tula de Hidalgo),
y fijaron su morada en el vecino
cerro de Cohuatepec, donde perma-
necieron 19 años. Tula era á la sa-
zón capital de los toltecas. Aunque
los mexicanos hablaban la misma
lengua, eran menos civilizados
que los toltecas y profesaban reli-
gión diferente, y por lo mismo no
pudieron confundirse.
Los emigrantes erigieron altar y
colocaron en él el tabernáculo del
dios, y se acamparon hacia los cua-
tro puntos cardinales. El dios, para
darles idea del sitio que les desti-
naba, mandó á los sacerdotes que
represaran el cercano río, y hecho
así, las aguas se extendieron por
la llanura hasta formar un lago en
cuyo centro formaba una isla Co-
huatepec. El lago se llenó de abun-
dante pesca y de multitud de aves
acuáticas; brotaron en la cuenca
carrizales y plantas lacustres; las
orillas eran de césped esmaltado de
flores; á los árboles de la ribera
acudían pájaros innumerables pin-
tados hermosamente y cantores;
verdaderamente era un paraíso. A
la vista de lugar tan ameno, aquel
pueblo de cerviz dura determinó
quedarse ahí y no pasar adelante;
en vano fueron las amonestaciones
de los sacerdotes para que prosi-
guiesen su camino. Iracundo el dios,
y mirándosele el rostro airado y
feo, exclamó: «¿Quién son éstos que
«así quieren traspasar y poner ob-
«jeción á mis determinaciones y
«mandamiento? ¿Son ellos, por ven-
«tura, mayores que yo? Decidles
«que yo tomaré venganza de
< ellos, antes de mañana, porque no
«se atrevan á dar parecer en lo que
«yo tengo determinado, y sepan to-
«dos que á mí solo han de obede-
'cer, 9 -^(Códice Ramires.)
A media noche oyóse un gran
ruido que heló de espanto á los me-
xicanos: venida la mañana, se des-
cubrió á los fautores de la rebelión
tirados por el suelo, abiertos los
pechos, sacados los corazones, que
se había comido el dios: la misma
suerte cupo á la mujer Coyolxauh-
qui, instigadora del pecado. Rom-
piéronse los diques del tío, volvió
el agua á su cauce, desaparecieron
el lago y sus maravillas, agostá-
ronse y perecieron las plantas; se-
cándose el suelo perdió sus galas,
y el campo quedó yermo y sombrío
como antes: la ilusión se había des-
vanecido. A tremenda falta, tre-
mendo castigo.— (Durdn, Torq,J
Cuando los mexicanos cayeron
en esclavitud de Coxcox, señor de
Culhuacan (año 834 E. V.), se em-
peñó una guerra entre los culhuas
y los xochimilcas. «Cuando se hizo
«saber esta guerra dijo el señor
«Coxcoxtli: Y los mexicanos, ¿don-
«de se hayan? Vengan al momen-
«to. Llamados, se presentaron ante
«el rey, quien les dijo: Venid pronto
* todos y sabed: los xochimilca nos
«han puesto guerra, y quiero y
«os concedo que cuantos caballeros
^^aprehendáis, sean vuestros cauti-
«vos. Entonces los mexica contesta-
«ron: Está muy bien, señor nuestro,
«mas prestadnos óregaladnosvues-
«tras rodelas y vuestras langas.
«Respondió el rey: No puede ser eso,
«así como estáis, caminareis.^ —
(Anáglifo de Aubin.JEl objeto dees-
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158
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
ta determinación fué sacar indefen-
sos á los mexicanos para que pere-
cieran á manos de los xochimilcas.
Afligidos los mexicanos, implo-
raron el auxilio de su dios, y Hui-
tzilopochtli los consoló prometién-
doles salir victoriosos con la in-
dustria que les diera. Hicieron es-
cudos con carrizos mojados, previ-
nieron largos palos en forma de
lanza que les servirían tanto para
ofender como para saltar fosos y
zanjas; concertaron entre sí, no co-
ger ni maniatar á los prisioneros,
sino cortarles la oreja derecha que
recogerían en talegas, y para esta
operación llevaron navajas de obsi-
diana . Los culhuas ganaron la ba-
talla con el auxilio de los mexi-
canos. Vueltos los guerreros de la
pelea y puestos en presencia de
Coxcox, cada quien hizo alar-
de de sus hazañas; los mexicanos
aparecieron con las manos vacías,
y se burlaron de ellos, y los de-
nostaron llamándolos cobardes y
para nada. Entonces sacaron de de-
bajo de las ropas las talegas en que
las cortadas orejas venían, y po-
niéndolas delante del rey, le dije-
ron:—«Estos presos que están aquí
«presentes, casi todos son cautivos
«nuestros, y si no mirad sus orejas
«que se las cortamos; y así como tu-
« vimos poder para cortárselas, lo
«tuvimos también para maniatar-
«los; pero por no ocuparnos en esto,
«y seguir mas libremente el alcan-
«ce los dejamos para que vosotros
«los maniatarais y aprehendierais;
«y pues primero vinieron á nuestras
«manos que á las vuestras, mas es
«gloria nuestra esta presa que
«vuestra.» — (Torquem,) Las tale-
gas contenían cuatro xiquipilli (sa-
cos de 8,000) de orejas, con lo que
rey y guerreros tuvieron que ca-
llar desconcertados, y formaron
elevado concepto de la astucia y
del valor de sus esclavos. Pero los
mexicanos, entre tantos cortados de
las orejas, cogieron cuatro prisio-
neros, que ocultamente encerraron
en una casa de Contitlan. (Aquí va
lo pertinente á los sacrificios,) A
fin de celebrar la victoria, erigieron
un altar, montostli, y colocaron en él
á Huitzilopochtli; fueron luego á
invitar al rey Coxcox para que asis-
tiera á la fiesta que preparaban, y
le pidieron que también les diera
ofrenda para su numen: Contestó
el rey diciendo: «Muy bien: habéis
«merecido mucho; vayan los sacer-
«dotes á honrar vuestros altares.»
A media noche entraron los sacer-
dotes de Culhuacan y pusieron si-
lenciosamente sobre el altar un
trapo sucio, en el que iban envuel-
tos estiércol, cabellos y im pájaro
bobo, todo escupido, y se retiraron
mudos y orgullosos. Acercáronse
los mexicanos, contemplaron los
despreciables é inmundos obje-
tos, arrojáronlos lejos de sí, los
sustituyeron sobre el ntontostli con
un cuchillo de itjstli (obsidiana), y
la hierba olorosa llamada acxoyatl,
y consignaron cuidadosamente en
la memoria semejante afrenta. El
rey Coxcox asistió á la fiesta, más
por burla que por honra á los escla-
vos. Los mexicanos recibieron al
rey y á sus culhua con estudiadas
exterioridades; vestidos con sus
mejores ropas danzaron los bailes
guerreros de la tribu, practicaron
con ostentación las ceremonias de
su culto, y cuando más entretenidos
estaban los huéspedes, sacaron á
los prisioneros xochimilcas, hicié-
ronlos bailar un rato, los derribaron
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
159
delante del altar, les pusieron enci-
ma el tlecuahuitl, un madero en-
cendido, les arrancaron los cora-
zones, que, palpitantes y vahando,
los ofrecieron á la divididad. Aquel
atroz espectáculo llenó de terror
el ánimo de los culhuas; el despre-
cio á sus esclavos se trocó en miedo.
El rey Coxcox dijo: «¿Quiénes son
«estos inhumanos? Parecen no ser
«gentes: echadlos de aquí.» Inme-
diatamente los hicieron correr.—
(Aubin, Torguem.J
Antes de fundar á México-Te-
nochtitlan, consumaron el más te-
rrible de los sacrificios humanos,
inmolando en su altar á la hija del
mismo rey de Culhuacan; pero pa-
ra no desflorar tan tremenda leyen-
da, hacemos aquí punto omiso de
ella, y remitimos al lector al artí-
culo Teteoinan.
Tenían, además, los mexicanos la
costumbre de herirse algunas par-
tes del cuerpo, como ofrenda á sus
dioses, del mismo modo que los
cristianos se mortificaban con el
silicio y la disciplina. A este sacar-
se sangre del cuerpo, acción pres-
crita con mucha frecuencia en el
ritual, llaman los autores sacrificar-
se. El origen de este autosacrif icio
fué el siguiente:
Moteuczoma Ilhuicamina envió
embajadores al señor de Cuetlax-
tla, pidiéndole caracoles y conchas
grandes, hicoteas (tortugas) vivas,
y de las cosas curiosas que en la
ribera de la mar se crían, para ser-
vicio de los dioses. Cuando llegaron
los embajadores á Cuetlaxtla, esta-
ban allí algunos tlaxcaltecas, ene-
migos acérrimos de México, y les di •
jeron á los señores cuetlaxtecas: —
«¿Porqué se han de atrever los me-
«xicanos á vosotros, á veniros
«á pedir caracoles y otras cosas?
«¿Sois, por ventura, sus vasallos?
«¡Qué menosprecio es este tan gran-
«de y osadía! Matadlos y ciérrese-
«les el camino y no pasen acá más
«ellos ni otros.*— (burdn,) Admi-
tieron los de la costa el pérfido con-
sejo, dieron muerte á los embaja-
dores y á cuantos mercaderes na-
hoas encontraron en sus tierras,
y colmaron de presentes á los tlax-
caltecas, quienes, después de ofre-
cerles socorro en caso de guerra,
retomaron á sus tierras ricos y
contentos.
Sabida la noticia eñ México, que-
dó resuelta inmediatamente la gue-
rra. Pero antes de marchar á cam-
paña, por consejo del rey Motecu-
zoma, adoptaron el uso, perpetuado
después, del sacrificio. Los guerre-
ros fueron delante de Huitzilopoch-
tli, y con espinas de biznaga (^Aw//^-
nahuac) y púas de maguey se pica-
ron y sacaron sangre de las orejas,
en honra y reverencia del numen; de
la lengua, para alcanzar venganza
y victoria contra los enemigos; de
los molledos de los brazos, para ad-
quirir esfuerzo y valentía á fin de
coger y traer muchos prisioneros.
—{Crón. Mexic.)
*
* «
Aun cuando hemos visto ya lo
relativo al número de víctimas hu-
manas, en los párrafos preinsertos
de Clavigero, pondremos aquí lo
expuesto sobre el mismo asunto por
otros autores, para pleno conoci-
miento de la materia.
El Sr. Zumárraga, primer obis-
po de México, en su carta de 12 de
Junio de 1531, dirigida al capítulo
general de su orden, dice que en
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160
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
aquella sola capital se sacrificaban
anualmente veinte mil víctimas hu-
manas.
Gomara dice que el número de
los sacrificios llegaba á cincuenta
mil.
Acosta escribe que había días
que en diversos puntos del imperio
mexicano se sacrificaban cinco mil,
y en alguno también veinte mil.
Otros creyeron que sólo en el
monte Tepeyacac (cerrito de la vi-
lla de Guadalupe) se sacrificaban
veinte mil á la diosa Tonantzin.
Torquemada, citando, aunque in-
fielmente, la carta del obispo Zu-
márraga, dice que se sacrificaban
anualmente veinte mil niños.
Las Casas, en su impugnación
del sangriento libro del Dr. Sepúl-
veda, limita los sacrificios huma-
nos á tan corto número, que ape-
nas da lugar á creer que fuesen diez,
ó cuando más ciento.
El P. Clavigero, aludiendo á las
cifras citadas, dice: «No dudo que
«todos estos escritores exageran:
«Las Casas por defecto, y los de-
«más por esceso.»
Refiriéndose á Las Casas, dice:
«No sé por qué el Sr. Las Casas,
«que en sus escritos se vale, contra
«los conquistadores, del testimonio
«del Sr. Zumárraga y de los pri-
«meros religiosos, los contradice
«cuando tratan del número de sa-
«crif icios.» Pero en otro lugar ma-
nifiesta el motivo que tenía el V.
P. Las Casas, pues dice: «Si á es-
«tas víctimas (los prisioneros de
«guerra) se añaden los esclavos que
«compraban con el mismo objeto,
«(para sacrificarlos) y los delin-
« cuentes destinados á expiar de
«aquel modo sus crímenes, hallare-
«mos un número algo mayor que el
«que señala el Sr. Las Casas, de-
«masiado propenso á excusar á los
«americanos de los escesos de que
«los acusaban los españoles.»
Sacrificio gladiatorio. Nombre
que dieron los españoles á un céle-
bre sacrificio humano al que sólo
se destinaban los prisioneros más
afamados por su valor. Era, pues,
considerado como un sacrificio hon-
roso. Hé aquí cómo lo describe Cla-
vigero:
«Habia cerca del templo mayor
«de las ciudades grandes, en un si-
«tio capaz de contener una inmen-
«sa muchedumbre de gente, un te-
«rraplen redondo, de ocho pies de
«alto, y sobre él una gran piedra
«redonda, semejante á las de moli-
«no, pero mucho mayor, de casi
«tres pies de alto, lisa y adornada
« con algunas figuras. Sobre esta pie-
«dra, que ellos llamaban Tetnalacatl
«(V.), ponían al prisionero, armado
«de rodela y espada corta, y ata do al
«suelo por un pié. Con él subia á pe-
«lear un oficial ó soldado mexicano,
«á quien daban mejores armas que
«las del prisionero. Cada cual pue-
«de figurarse los esfuerzos que ha-
«ria aquel infeliz para evitar la
«muerte, y los que emplearía su con-
«trario para no perder su reputa-
«cion militar, delante de tan gran
«número de testigos. Si el prisione-
«ro quedaba vencido, acudía inme-
«diatamente el sacerdote llamado
«Cftalchiutepeftua, y muerto ó vi-
«vo lo llevaba al altar de los sacri-
«f icios comunes, donde le abría elpe-
«cho, y le arrancaba el corazón. El
«vencedor era aplaudido de la mu-
«chedumbre, y recompensado por
«el rey con alguna insignia militar.
«Pero si el prisionero vencía á aquel
«y á otros seis, que según el con-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
161
«quistador anónimo subían á pelear
«sucesivamente con él, se le conce-
«dia la vida, la libertad y todo cuan-
«to le hablan quitado, y se volvia
«lleno de gloria á su patria. Elmis-
«mo autor refiere que en una bata-
«11a que dieron los Cholultecas ásus
«vecinos los Huexotzingos, el prin-
«cipal señor de Cholula se empefió
«de tal modo en la refriega, que ha-
«biéndose alejado de los suyos, fué
«hecho prisionero y conducido á
«Huexotzinco: que puesto sobre la
«piedra del sacrificio, venció á los
«siete combatientes que se reque-
«rian allí para declarar la victoria;
«pero los Huexotzingos, previen-
«do el daño que podría hacerles un
«enemigo tan animoso, si le conce-
«dian la libertad, le dieron muerte,
«contra la costumbre universal, y
«desde entonces quedaron infames
«álos ojos de todas aquellas nacio-
«nes.»
La preinserta descripción del P.
Clavigero da una idea general del
Sacrificio gladiatorio, pero muy in-
completa. La que trae Cha vero es
muy interesante por los detalles cu-
riosos que contiene. Dice así: «Otra
manera de sacrificar, que también
creemos antigua, cuando menos de
la época de los tolteca, es el sacri-
ficio gladiatorio. Conformes están
los autores en que consistía en atar
al cautivo de un pie por medio de
una cuerda al centro de la piedra
de sacrificios. La primera de que
tenemos noticia es el temalacatl la-
brado en tiempo de Moteczimia II-
huicamina, en la cual estaban pinta-
das las victorias alcanzadas contra
los tepaneca. Aunque por el nom-
bre parece que era redonda, y así lo
creen los autores hasta el señor
Orozco, y Duran lo dice, él mismo
habla de que tenía braza y media de
ancho y la llama mesa, lo cual su-
pone una forma cuadrada. (¿Qué no
habría mesas redondas entonces?)
La pintura jeroglífica así la repre-
senta, con sus cuatro escaleras pa-
ra subir á ella, porque estaba á la
altura de un hombre. Creemos com-
binar ambas figuras explicando que
la piedra era redonda, pero embuti-
da en una construcción cuadrada,
y así parece percibirse en la misma
pintura.
«Una vez atado por el pie el cau-
tivo, embijado de yeso, con la ca-
beza emplumada y unas plumas
blancas atadas al cabello de la co-
ronilla y tiznado al rededor de los
pái'pados y los labios, le daban unas
pelotas, un escudo ó chimalli y una
macana de palo con plumas en vez
de pedernales. Estaba desnudo de
cuerpo, con sólo un maxtli (tapa-
rrabo) de amatl (papel) pintado.
« Colocaban para esta ceremonia
á los cautivos como siempre, en la
empalizada de las calaveras, llama-
da Tsompantli, y á los sacrificado -
res también en lo alto del Teocalli
en el lugar nombrado Yopico. De
los sacrif icadores, uno vestía el tra-
je de Huitsilopochtli, el segundo el
de Quetsalcoatl, el tercero el de To-
ci, el cuarto el de Yopi» el quinto el
de Opochtsin, el sexto el de Totee
y el séptimo el de Itspapalotl; ha-
bía, además, un guerrerero tigre,
un guerrero águila y un guerrero
león; todos ricamente vestidos, con
plumas y joyeles y armados de es-
cudo durísimo y cortante, macuá-
huitl. Sentábanse en asientos de
madera de tsapotl bajo una en-
ramada hecha de rosas y ramas del
mismo taapotl, adornada con las
insignias de los dioses, á la cual
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162
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
llamaban Tsapocalli. El sumo sa-
cerdote se colocaba en lugar reser-
vado sólo para él, vestido con el
suntuoso traje de las grandes cere-
monias, con plumas altas en la mi-
tra, anchos brazaletes de oro, de
los cuales salían resplandecientes
plumas azules y verdes, y llevando
en la diestra un cuchillo de obsi-
diana llamado itsctiahuac. El sumo
sacerdote tomaba ese día los nom-
bres de Yohualahuay Totee, el pri-
mero en representación del firma-
mento y el segundo en la de la com-
binación cronológica de los cuatro
astros. Bajaba solemnemente las
gradas del templo, daba dos vuel-
tas á la piedra del sacrificio y la
bendecía, y era él quien ataba al
cautivo, volviéndose al trono. Uno
de los viejos sacerdotes que de león
andaba vestido, era quien le da-
ba las cuatro pelotas de oeotl y á
beber el licor de los dioses para
que tuviese ánimo . Antes de la pe-
lea bailaban y cantaban al son del
teponastli y el huehuetl los viejos
músicos tecuacuiltin (tecuacuicuil-
tin).
«Bajaba luego el sacrificador que
había de combatir bailando y can-
tando, y rodeaba dos ó tres veces
la piedra haciendo movimientos con
el chimalli y el tnacuahuitl. En lo
general era un guerrero tigre, se-
gún se ve en los jeroglíficos, y co-
munmente los cuatro combatientes
sacrif icadores dos eran tigres y dos
águilas, y león el que ataba al cau-
tivo. Este contestaba á los movi-
mientos del sacrificador dando es-
truendosas voces y silvos y gran-
des saltos y palmadas en los mus-
los, y levantando manos y rostro
al cielo se bajaba después, tomaba
sus armas, las mostraba en ofreci-
miento al sol y se preparaba al
combate.
«Como el sacrificio gladiatorio
era fiesta tan principal, no sólo asis-
tía el pueblo al patio del templo pa-
ra contemplarlo y el sacerdocio lo
miraba de lo alto del teoealli, sino
que el tecuhtli, todos los principales
y los yaoywque concurrían á la
fiesta é invitaban á los tecuhtli de
otros pueblos Disponíase-
Íes para que presenciasen la cere-
monia uno á manera de mirador
muy curiosamente aderezado de
rosas y ramos, con los cuales es-
taban hechas muchas labores y ce-
nefas de vistosos colores. Estaban
los señores vestidos de lujosas man-
tas, con guirnaldas de oro á la ca-
beza, y hermosos plumajes á las
sienes, brazaletes, bezotes, oreje-
ras y nariceras de oro y piedras,
con ramos de variadas y olorosas
flores, sentados en altos sitiales fo-
rrados de cueros de tigre y som-
breados por amoscadores de gran-
des y vistosísimas plumas, con los
cuales les hacían aire esclavos lu-
josamente ataviados.
«Dada la señal del combate, diri-
gíase á la piedra el sacrificador, y
el cautivo comenzaba por lanzarle
las pelotas de palo de ocotl (ocote),
que aquél se quitaba con la rodela.
Se guíase la lucha, el sacrif icador con
su arma cortante, ya acercándose,
ya alejándose, atacando por todos
lados al cautivo; mientras que el
arma de éste era de madera sola y
más hecha para defenderse, y ata-
do por un pie, no podía pasar de
cierto radio ni perseguir á su com-
batiente. Y sin embargo, había al-
gunos tan diestros que cansaban á
dos y tres contrarios antes de que los
venciesen. Pero no bien estaba he-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
163
rido el cautivo en cualquiera parte
del cuerpo, salían cuatro sacerdo-
tes embijados de negro, con las ca-
belleras largas y trenzadas y ves-
tidas unas como casullas, y llevan-
do á la víctima al cuauhxicalli le
sacaban el corazón.»
Chavero cree que el sacrificio
gladiatorio era representación de
la lucha de Tescatlipoca y Quetsal-
coatí, de la luna y de la estrella de
la tarde. Cree que el cautivo era
imagen de Tescatlipoca, la luna; y
funda su creencia en que el rostro
y vestido del cautivo, en las pintu-
ras, son de color blanco como los
rayos de la luna, en que debajo del
rostro se le ve dibujada claramente
una media luna, y en que mientras
en una mano empuña la macuahuitl
para la lucha, en la otra sostiene el
estandarte y el espejo de Tescatli-
poca; y sigue su explicación dicien-
do que el sacrif icador ó combatien-
te libre representa á Quetsalcoatl,
la estrella de la tarde, entre otras
cosas, porque está vestido con piel
de tigre, y decían los nahoas que la
estrella de la mañana arrastraba en
pos de sí á todos las estrellas, y el
cielo, sembrado de ellas como de
manchas de luz, les parecía como
una piel de tigre, por lo que á Que-
tsalcoatl lo pintaban con figura de
ocelotl. Concluye Chavero diciendo
que como este estudio es nuevo, y
nada se halla sobre la materia en
cronistas é historiadores, lo expo-
ne con temor, aunque se figura que
no va descaminado. Nosotros no es-
tamos conformes con las opiniones
de Chavero, y en el artículo Que-
TZALCOATL, párrafo XXIX, hemos
expuesto algunas observaciones
combatiéndolas.
Santo Tomás. Entre losMS. que
poseía el sabio jesuíta don Carlos
de Sigüenza y Góngora, fué encon-
trado uno que tenía por título Fé-
nix de Occidente; este manuscrito
no era obra del jesuíta, sino una
colección de materiales que reunió
un padre Duarte para probar que
Santo Tomás apóstol había predi-
cado el Evangelio en México. Ya
entre los viejos cronistas se había
manifestado el empeño de encon-
trar entre los mexicanos las tradi-
ciones bíblicas y conocimiento del
cristianismo. En el jeroglífico de
la peregrinación azteca pretendían
encontrar el diluvio de Noe, la con-
fusión de las lenguas en la torre de
Babel y la dispersión en la llanura
de Seenar. Fábrega, el intérpre-
te del Códice Borgiano, vio en las
I pinturas de los indios referencias al
j paraíso y al pecado original. Botu-
rini, Veytia y el mismo sabio Ga-
ma, hablan del conocimiento que
los nahoas habían tenido de la de-
tención del sol por Josué y del eclip-
se acaecido en la muerte de Jesu-
cristo, sin preocuparse, como lo
hace observar un historiador moder
no, de que cuando era de día en el
hemisferio en que suponían pasa-
dos esos hechos, era de noche en
éste, y no podía saberse lo que al
sol le estaba pasando. Ningún par-
tidario fué tan fiel á tan erróneas
j enseñanzas como el Lie. Borunda,
y fundó y sustentó sus estólidas
doctrinas en la interpretación que
hizo de los jeroglíficos que se ob-
servan en las tres piedras que él lla-
ma peñascos, que se encontraron en
el subsuelo de la plaza de Armas de
México en la última década del si-
glo XVIII. Esas piedras, que tras-
tomaron el juicio del Lie. Borunda,
son: la estatua colosal de la diosa
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164
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Teoyaomicqui, conocida hoy con el
nombre de Coatlicue, «la que tiene
su falda de culebras;» la conocida
con el nombre de Calendario Aste-
ca 6 Piedra del Sol y el Cuauhxicalli
de Tisoc, vulgarmente llamada
«Piedra de los Sacrificios.» Estas
tres piedras están en el Museo Na-
cional.
De estos tres peñascos, el prime-
ro fué para el Lie. Borunda un ra-
diógrafo de los rayos X de R5en-
gen, pues con su auxilio penetró su
mirada hasta el siglo I de la Era
Cristiana, y alcanzó á ver al após-
tol Santo Tomás atravesando los
océanos á pie enjuto, ó empleando
su capa á guisa de barquilla, hasta
posar sus plantas en las playas de
la Patagonia; lo ve después inter-
narse por las Pampas, ascender á
las cumbres de los Andes y tomar
reposo en las altiplanicies del Cuz-
co, donde se convierte en Inca, y
da principio á su tarea de predicar
el evangelio; cuando los ascendien-
tes de Atahualpa se mostraron ob-
servantes de la nueva religión, con-
tinuó su camino y, subiendo y ba-
jando por las escarpadas serranías
del Ecuador, de Nicaragua y de
Cuauhtemallan, llegó al territorio
donde hoy se encuentran las rui-
nas de Palemke y predicó de nue-
vo el Evangelio; profundiza más la
mirada el clarividente, y ve al san-
to apóstol llegar al corazón del Ana-
huac, donde encuentra estableci-
da una gran nación; pero no en el
fondo del Valle llamado hoy de Mé-
xico, sino en las asperezas de la se-
rranía del Sur, cerca de Axochco
(Ajusco), y allí su predicación es
prodigiosa, pues, convertido en Que-
tsalcoatl, destruye antiguas religio-
nes, enseña la cristiana, funda tem-
plos y establece ¡la Eucaristía! pero
como en el Anahuac no había trigo
ni uvas, no adoptó las dos especies
de pan y vino, sino que con semi-
lla de bledos hacían una estatua de
Jesucristo, y después de adorarla,
se la comían los fieles. Según Bo-
runda, veinte años empleó Santo
Tomás en su predicación en Amé-
rica, y él fué el que enseñó á los
Toltecas ¡en el siglo VIII ! á bañar-
se, á trabajar el oro y la plata, el arte
culinario y el déla medicina. Antes
de marcharse del Anahuac, previen-
do la apostasía de los pueblos con-
vertidos, escondió en varias c\ievas
las imágenes de Jesús y de María
que les había pintado ó esculpido
á los nahoas cristianos; y esas imá-
genes son las que fueron apare-
ciendo después de la Conquista,
y que hoy se veneran en Chalma,
Ameca, Guadalupe, Tlaltenango y
en otros tantos lugares. El Señor de
Chalma es, según opina Borunda,
la diosa que después llamaron los
mexicanos Tlaaolteotl, la diosa del
estiércol ó de la basura, esto es, la
Venus cloacina de los romanos. La
última mirada de Bonmda, siguien-
do al santo apóstol, se dirige á Xi-
calanco, allí lo ve embarcarse en el
esquife en que había venido, esto es,
en su capa y dirigirse á la isla
de Cozumel, donde implanta unas
cruces, como último testimonio de
su advenimiento á la América.
La tradición, la historia, la crono-
logía, el idioma, todo se opone á las
apocalípticas interpretaciones del
famoso Borimda; pero él se desem-
baraza de estos obstáculos decla-
rando urhi et orbi que la tradición
era falsa, porque los nahoas após-
tatas habían ocultado todas las ver-
dades; que la historia adolecía de
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SEGUNDA ÉPOCA. T^MO V.
165
los mismos errores, porque sus au-
tores ignoraban también la verdad;
que los cómputos cronológicos eran
inexactos, porque el Tonalamatl
(calendario) tolteca y mexicano te-
nían por punto de partida una épo-
ca falsa; y, por último, que el idioma
no había revelado las augustas y
santas verdades de los primeros i
siglos del cristianismo, porque te- '
nía un sentido alegórico que se i
había escapado á la penetración j
de los Olmos, de los Molina, de los
Sahagún y de todos los nahuatla-
tos que se distinguieron entre los |
Misioneros. Para dar ejemplo de |
las extravagancias á que sometió
Borunda el idioma náhuatl, en su I
afán de comprobar el paso de San-
to Tomás por la tierra de Cuaute- 1
moc y de Nezahualcoyotl, mostra-
remos al lector las etimologías que |
atribuye á las palabras TÍ3atlyT0'
matl, de que se han formado los
aztequismos «Tizar» y «Tomate,»
objetos de todos conocidos.
«De este absorvente (el tizatl)—
«dice Borunda— es sabida su apli-
«cacion á curaciones de Azedías,
«Lombrices, y otras enfermedades;
«pero no en el estado de inexplica-
«ble atenuación y divisibilidad, co-
«mo lo instruyen las aguas en que
«se encontró disuelta con el distin-
«tivo tisatl. Agua atl, de Médico
«//a//.»— Este médico no es otro si-
no Santo Tomás.
Del tomate dice: «De estaproduc-
«cion usan los naturales en sus ali-
«mentos, especialmente para amor-
ío tiguar el ardor, ó acrimonia del
«Pimiento C/?////^ pero asándola pri-
«mero en las brasas; y siendo sa-
«bido que su jugo es lenitivo, ya en
«dolores de garganta, ya en ardores
«de espaldas y de riftones, y ya en
«otras dolencias. Si el distintivo to-
^tnatl, se descompone, resulta agua
«úf//, tom de Tomé.» Esto es, agua
de Tomás, ¿Rissum teneatis?
No intentaremos combatir el error
capital de la obra de Borunda; ya
el omnisciente iV/^rowfl«/^( Lie. D-
Ignacio Ramírez), con mano maes-
tra y sobra de sal ática, confundió
á los sostenedores del peregrino
advenimiento del apóstol Didimus
á las tierras descubiertas por Cris-
tóbal Colón. (Véase su Disertación
en el párrafo XXXI del artículo
QUETZALCOATL.)
Sepulcros. El P. Clavigero es el
que da noticias más minuciosas so-
bre el sepelio de los indios, así es
que al resumen que él hace sobre
la materia nos referimos en este
artículo. Las cenizas de sus muer-
tos las enterraban los indios unas ve-
ces cerca de algún templo ó altar,
otras en el campo, y otras en los lu-
gares sagrados de los montes don-
de solían hacer los sacrificios. No
tenían, pues, sitios determinados
para enterrar los cadáveres. En las
torres de los templos depositaban
las cenizas de los reyes y de los se-
ñores principales, aunque el histo-
riador Solís afirma que las cenizas
de los reyes las depositaban en
Chapultepec; pero Clavigero dice
que esta aseveración es falsa y con-
traria á la deposición de Cortés,
de Bernal Díaz y de otros testigos
oculares. Junto á las pirámides de
Teotihuacan había innumerables
sepulcros. Los de los que se ente-
rraban enteros eran unas huesas
profundas y el cadáver estaba sen-
tado sobre un icpalli ó silla baja,
con los instrumentos de su arte ó
profesión. El militar se enterraba
con un escudo y su espada; la mu-
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166
ANALES ftEL MUSEO NACIONAL.
jer, con un huso, una escoba y una
jicara, xicalli, los ricos con oro y
joyas, y todos con gran provisión
de comestibles para el largo viaje
que iban á emprender. Los con-
quistadores españoles, como las
hienas desentierran á los muertos
para devorarlos, excavaban las se-
pulturas de los indios para apode-
rarse del oro que contenían, y en-
contraron grandes cantidades. Cor-
tés dice en una de sus cartas, que
en una entrada que hizo en la ca-
pital, durante el asedio, los soldados
hallaron oro por valor de doscien-
tas cuarenta onzas, en un sepulcro
que había en la torre del templo.
Los chichimecas enterraban sus
muertos en las cuevas de los mon-
tes; pero cuando se civilizaron adop-
taron los ritos y costumbres de los
acolhuas ó tezcocanos, que casi
eran las mismas de los mexicanos.
Los mixtecas conservaron en par-
te los usos antiguos de los chichi-
mecas; pero se singularizaron en al-
gunas cosas. Cuando se enfermaba
alguno de sus señores, hacían ora-
ciones públicas, votos y sacrificios
por su salud. Si sanaba, había gran-
des regocijos; si moría, continua-
ban hablando de él, como si aun es-
tuviese vivo: ponían delante del ca-
dáver uno de sus esclavos, lo ves-
tían con la ropa de su señor, le
cubrían el rostro con una máscara
y por espacio de un día le hacían
los mismos honores que solían ha-
cer al difunto. A media noche se
apoderaban cuatro señores del ca-
dáver para sepultarlo en algún bos-
que ó cueva, especialmente la que se
creía ser la puerta del paraíso, y, al
volver, sacrificaban al esclavo y le
ponían en una huesa con los adornos
é insignias de su efímera autoridad,
pero sin cubrirlo de tierra. Cada
año se hacía una fiesta del últi-
mo señor que había muerto, en la
cual se celebraba su nacimiento, pe-
ro de su muerte no se hablaba ja-
más.
Los zapotecas embalsamaban el
cadáver del señor principal de su
nación.
SoL ( Véase Tonatiuh.)
Supersticiones. « No se conten-
taba el demonio, enemigo antiguo-
dice el P. Mendieta— con el servi-
cio que estos (los indios) le hacían
en la adoración de cuasi todas las
criaturas visibles, haciéndole de
ellas ídolos, así de bulto como pin-
tados, sino que además de esto, los
tenía ciegos de mil maneras de he-
chicerías, excecramentos y supers-
ticiones.»
Después de describir las ceremo-
nias en que hace consistir los sacra-
mentos de los indios, dice: « Brujos
y brujas también decían que las ha-
bía, y que pensaban se volvían en
animales, que (permitiéndolo Dios,
y ellos ignorándolo) el demonio les
representaba. Decían aparecer en
los montes como lumbre, y que esta
lumbre de presto la veían en otra
parte muy lejos de donde primero
se había visto. El primero y santo
obispo de México tuvo preso auno de
estos brujos ó hechiceros que se de-
cía Ocelotl, y lo desterró para Es-
paña, por ser muy perjudicial, y per-
dióse la nao cerca del puerto y no
se supo más de él. El santo varón
Fr. Andrés de Olmos, prendió otro
discípulo del sobredicho, y teniéndo-
lo en la cárcel, y diciendo el mismo
indio á dicho padre, que su maestro
se soltaba de la cárcel cuando que-
ría, le dijo el Fr. Andrés, que se sol-
tase él si pudiese; pero no lo hizo
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
167
porque nopudo.Viníendoálos agüe-
ros que tenían, digo que eran sin
cuento. Creían en aves nocturnas,
especialmente en el buho (tecolotl,
de que se ha formado el aztequismo
«tecolote»); y en los mochuelos y le-
chuzas y otras semejantes aves. So-
bre la casa que se asentaban y can-
taban, decían era señal que presto
había de morir alguno de ella. Tam-
bién tenían los mismos agüeros en
encuentros de culebras y alacranes,
y de otras muchas sabandijas que
andan rastreando por la tierra, y en-
tre ellas de cierto escarabajo que
llaman pinauistli. Tenían asimis-
mo que cuando la mujer paría dos
criaturas de un vientre, había de mo-
rir el padre ó la madre. Y el reme-
dio que el demonio les daba, era que
matasen á alguno de los mellizos, ú
los cuales en su lengua llamaban
cocona (á los dos los llamaban así,
á uno solo, lo llamaban coatí y de don-
de se formó el aztequismo « coate »
ó «cuate»), que quiere decir «cule-
bras,» porque dicen que la primera
mujer que parió dos, se llamaba
Coatí, que significa culebra. (La ra-
zón ha de haber sido porque las cu-
lebras vivíparas paren dos.) Y de
aquí es que nombraban culebras á
los mellizos, y decían que habían de
comer á su padre ó madre, sino ma-
tase al uno de los dos. Cuando tem-
blaba la tierra donde había mujer
preñada, cubrían de presto las ollas
ó las quebraban, porque no movie-
se. Decían que el temblar de la tierra
era señal de que se había de acabar
presto el maíz de las trojes. Si per-
dían alguna cosa, hacían ciertas he-
chicerías con unos maíces, y mira-
ban en un lebrillo de agua, y dicen
que allí veían al que lo tenía, y la
casa donde estaba; y si era cosa vi-
va, allí les hacían entender si era ya
muerta ó viva. Para saber si los en-
fermos habían de morir ó sanar de
la enfermedad que tenían, echaban
un puñado de maiz lo más grueso
que podían haber, y lanzábanlo siete
ú ocho veces, como lanzan los da-
dos los que los juegan, y si alguno de
los granos quedaba enhiesto, decían
que era señal de muerte. Tenían por
el consiguiente unos cordeles, he-
cho de ellos un manojo como llavero
donde las mujeres traen colgadas
las llaves, lanzábanlos en el suelo,
y si quedaban revueltos, decían que
era señal de muerte. Y si alguno ó
algunos quedaban extendidos, te-
níanlo por señal de vida, diciendo:
que ya empezaba el enfermo á ex-
tender los pies y las manos. Si al-
guna persona enfermaba de calen-
turas recias, tomaban por remedio
hacer un perrillo de masa de maíz,
y poníanlo en una penca de maguey,
que es el cardón de donde sacan la
miel, y sacábanlo por la mañana al
camino, y decían que el primero que
por allí pasaba llevaría la enferme-
dad del paciente pegada en los zan-
cajos. Tenían por mal agüero el
temblar los párpados de los ojos, y
mucho pestañear. Cuando estaban
al fuego y saltaban las chispas de la
lumbre, temían que venía alguno á
inquietarlos, y así decían: Aquin
yehuitSy que quiere decir: «ya viene
alguno» ó «¿quien viene?» A los ni-
ños cuando los trasquilaban les de-
jaban la guedeja detrás del cogote
que llaman ^Wo^ypioch («su piocha,»
de donde se formó el aztequismo
«piocha»), diciendo que si se la qui-
taban enfermaría y peligraría. Y.
esto hoy día lo usan muchos sin ma-
la intención, mas de por el uso que
quedó, y por ventura otras cosas
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168
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
de las dichas, sino que no las vemos
como estas del piochtli que no se
puede encubrir. Otros innumera-
bles agüeros tenían que sería nun-
ca acabar quererlos contar y poner
por escrito.»
El P. Sahagún, bajo el nombre de
agüeros ó pronósticos, trata de los
medios que empleaban los indios ó
se les ofrecían, antes de la Conquis-
ta (y después), para adivinar las co-
sas futuras; y estos presagios bien
pueden considerarse también como
supersticiones, y á ese título extrac-
taremos aquí las principales.
I. Cuando alguno oía bramar en
el monte á alguna fiera, ó cuando
escuchaba algún sonido que zumba-
ba en la montaña ó en el valle, creía
que en breve le sucedería alguna
desgracia en su persona, ó en sus
parientes, ó en su casa, ó que mori-
ría en la guerra ó de enfermedad, ó
que caería en esclavitud él ó algu-
no de sus hijos. El que tal agüero
sufría, iba en busca de un tonal-
pouhqui, adivino, para que se lo
aclarara. Este adivino consolaba y
esforzaba al espantado, diciéndole:
«Hijo mío pobrecito, pues que has
«venido á buscar la declaración del
«agüero que viste, y veniste á veer
«el espejo donde está la aclaración
«de lo que te espanta, sábete que es
«cosa adversa y trabajosa lo que
«significa este agüero; esto no es
«porque yo lo digo, sino porque así
«lo dejaron dicho y escrito nuestros
«viejos y antepasados; por tanto, la
«significación de tu agüero és que
«te has de ver en pobreza y en tra-
« bajos, ó que morirás. Por ventura
«está ya enojado contra tí aquel por
«quien vivimos, y no quiere que vi-
«vas mas tiempo. Espera con ánimo
«lo que te vendrá, porque así ^stá
«escrito en los libros de que usamos
«para declarar estas cosas á quie-
«nes acontecen; y no soy yo el que
«te pongo espanto ó miedo, que el
«mismo Señor Dios quiso que esto
«te acontesiese y viniese sobre tí, y
«no hay que culpar al animal, por-
«que él no sabe lo que hace, pues
«carece de entendimiento y de ra-
«zon; y tu pobrecito no debes cul-
«par á nadie, porque el signo en que
«naciste tiene consigo estos azares,
«y ha venido ahora á verificarse en
«tí la maldad del signo de tu naci-
«miento. Esfuérzate porque por ex-
«periencia )o sentirás: mira que ten-
«gas buen ánimo para sufrirlo, y
«entre tanto, llora y haz penitencia.
«Nota k) que ahora te diré que ha-
«gas para remediar tu trabajo: haz
«pues penitencia, busca papel para
«que se apareje la ofrenda que haz-
«de hacer; cómpralo é incienso blan-
«co, y í;/// f hule), y las otras cosas
«que sabes son menester para esta
«ofrenda. Después que hayas pre-
« venido todo lo necesario, vendrás
«taldiaque es oportuno, para hacer
«la ofrenda que es menester al se-
«ñor dios del fuego. Entonces ven-
«drás á mí, porque yo mismo dis-
«pondré y ordenaré los papeles y
«todo lo demás en los lugares, y en
«el modo que ha de estar para ha-
«cer la ofrenda: yo mismo lo tengo
«de ir á encender y quemar en tu
«casa.» Tal era la respuesta que da-
ban los adivinos.
II. El segundo agüero lo sacaban
del canto de un ave que llamaban
Oactli Oacton. Si el ave cantaba
como quien se ríe, el canto era de
buen agüero, porque parecía que á^-
cía. yeccan, yeccan, que quiere decir
buen tiempo, buen tiempo, y no te-
mían que les sobreviniera algún
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
169
mal, antes bien se alegraban al oírle,
porque esperaban que algo favora-
ble les había de suceder. Pero cuan-
do el ave cantaba como quien se ríe
recio y á carcajadas, como si tuvie-
ra gran regocijo, entonces el agüero
era malo, y los qué habían oído al
ave, enmudecían y aún se desma-
yaban, porque esperaban enfer-
marse ó morir en breve, ó caer en
cautiverio en el lugar adonde iban.
Si los caminantes que oían el can>
to del ave, eran mercaderes ^poch-
teca), decían entre sí: «Algún mal
«nos ha de venir, alguna avenida
«de algún rio ó creciente nos ha de
«llevar á nosotros, ó á nuestras car-
«gas, ó habemos de caer en manos
«de algunos ladrones que nos han de
«robar, ó saltear; ó por ventura al-
«guno de nosotros ha de enfermar,
«ole hemos de dejar desamparado; ó
«por ventura nos han de comer bes-
«tias fieras, ó nos ha de atajar al-
«guna guerra para que no podamos
«pasar.» Cuando se comunicaban
entre sí sus temores, el jefe ó prin-
cipal de los mercaderes, sin dejar
de caminar, les decía para esforzar-
los: «Hijos y hermanos míos, no
«conviene que ninguno de nosotros
«se entristezca ni desmaye, porque
«el agüero que habéis oído ya lo te-
«niamos entendido cuando partimos
«de nuestras casas, y de nuestros
«parientes, y sabíamos que venia-
«mos á ofrecernos á la muerte, y
«sus lágrimas y lloros que en nues-
«tra presencia derramaron, bien las
«vimos, porque se acordaron y nos
«dieron á entender que por ventu-
«ra en algún despoblado, ó en algu-
«na montaña ó barranca habían de
«quedar nuestros huesos, y sem-
«brarse nuestros cabellos, y derra-
«marse nuestra sangre, y esto nos
«ha venido, y no conviene que na-
«die se haga de pequeño corazón
• como si fuese muger temerosa y
«flaca. Aparejaos como varones pa-
«ra morir: orad á nuestro señor
«dios, no curéis de pensar en nada
«de esto, porque en breve sabremos
«por esperiencia lo que nos ha de
«acontecer: entonces lloraremos to-
«dos, porque esta es la gloria y fa-
«ma que hemos de dar, y dejar á
«nuestros mayores señores y los
«mercaderes nobles y de gran es-
«tima de donde descendemos; por-
«que no somos nosotros los primeros
«ni los postreros á quienes estas co-
« sas han acontecido, que muchos an-
«tes que nosotros, y á muchos
«después de nosotros lesacontece-
«rán semejantes casos, pues por
« esto esforzaos como valientes hom-
«bres, hijos míos.» Donde quiera
que llegaban á dormir aquel día, ya
fuese debajo de un árbol, ó debajo
de una peña ó en alguna cueva, lue-
go juntaban todos sus bordones ó ca-
ñas que llevaban, y los ataban todos
juntos en una gavilla, y decían que
aquellos topiles,Rsí atados eran
la imagen de su dios Yacatecutli, y
después con gran humildad y^ reve-
rencia, delante del dios, se herían
las orejas hasta derramar sangre, y
se agujereaban la lengua pasando
por ella mimbres, los cuales, ensan-
grentados, los ofrecían á la gavilla
de báculos, y hacían propósito de re-
cibir con paciencia, por honra de su
dios, cualquier cosa que les aconte-
ciese. De allí adelante no curaban
de pensar más en que alguna cosa
les había de acontecer adversa por
el agüero que habían oído del ave
llamada Oaclli, y pasando el térmi-
no de aquel agüero, si ninguna cosa
les acontecía, consolábanse, toma-
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170
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ban aliento y esfuerzo, porque su
espanto no tuvo efecto; pero algu-
nos de la compañía todavía iban con
temor; y así ni se alegraban, ni ha-
blaban, ni admitían consuelo, .é iban
como desmayados y pensativos, me-
ditando que si no les había acaeci-
do algo de lo que pronosticaba el
canto del ave, podía acontecerles
después, y se mantenían dudosos,
porque el agüero era indiferente á
bien y á mal.
III. Cuando alguno oía de noche
golpes como los de un leñador so-
bre los árboles, lo juzgaban de mal
agüero, al cual llamaban tocalte-
píiBtlí (yohualteptislli), que signifi-
ca hacha nocturna. «Generalmente
«este ruido se oía al primer sueño i
«de la noche, cuando todos duermen
«profundamente, y ningún ruido de
«gente suena.» Este sonido lo oían
los tlamacasque, sacerdotes, que
iban á ofrecer de noche cañas y ra-
mos de pino. Acostumbraban ha-
cer esta penitencia en lo más pro-
fundo de la noche y presentaban las
ofrendas en los lugares señalados
en los montes; y cuando oían gol-
pes como de quien hiende un made-
ro con hacha , espantábanse y lo to-
maban por mal agüero, pues creían |
que esos golpes eran ilusión del
dios TeBcatlipoca con los que es-
pantaba y burlaba á los que anda-
ban de noche. Cuando el que oía |
los golpes era hombre esforzado y !
valiente ó ejercitado en la guerra,
no huía, sino que seguía el sonido ;
de los golpes, y cuando veía algún !
bulto como de persona, corría tras
él hasta alcanzarlo, lo asía y averi-
guaba quién ó qué cosa era. Decían
que el que lograba asir el bulto,
con dificultad podía detenerlo, así
es que tenía que correr gran rato ,
andando á la sacapella, de acá pa-
ra allá. Repentinamente se fingía
cansado el fantasma, y esperaba al
que lo seguía, y se presentaba á
éste como un hombre sin cabeza,
con el pescuezo cortado como un
tronco, el pecho abierto con dos
puertecitas que abría y cerraba, y
el acto de cerrarlas producía los
golpes que se habían oído. Cuando
el que lo seguía lograba alcanzarlo;
le metía la mano en el pecho y lo asía
del corazón y tiraba de él como si
se lo fuera á arrancar. En esta pos-
tura, le demandaba una merced, co-
mo riquezas, salud ó valor en la gue-
rra para hacer muchos cautivos.
El fantasma les daba á algunos lo
que pedían, y á otros lo contrario,
pues estaba en manos de Tescatli-
poca dar lo que quisiere, próspero
ó adverso. Al responder á la de-
manda el fantasma, les decía: «Gen-
«til y valiente hombre, amigo mío,
«fulano déjame, ¿qué me quieres?
«que yo te daré lo que quisieres,» y
«la persona á quien esta fantasma
«habíale aparecido decíale:— «No te
«dejaré que ya te he cazado,» y la
«fantasma dábale una punta ó espi-
«na de maguey, diciéndole. . . . «Ca-
«ta aquí esta espina, déjame;v pe-
ro el que había asido al fantasma
del corazón, si era valiente y animo-
so no se conformaba con una espi-
na, y no lo soltaba hasta que le da-
ba tres ó cuatro espinas. Estas eran
señal de prosperidad en la guerra,
haciendo tantos cautivos cuantas
espinas había recibido, y de que se-
ría además reverenciado por sus ri-
quezas, honores é insignias de va-
liente guerrero. El que le arrancaba
el corazón al fantasma, echaba á
correr y se escondía con él, lo guar-
daba envuelto y atado con algunos
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SBGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
171
lienzos, y^ en la mañana del día si-
guiente lo desenvolvía y miraba
que era lo que había arrancado; y
si encontraba una pluma floja, al-
godón ó espinas de maguey, señal
era de buena ventura; y si hallaba
en el envoltorio carbones, ó algún
andrajo ó pedazo de manta roto ó
sucio, conocía que le vendría mise-
ria y adversidad. Si el espantado
por el fantasma era cobarde, ni la
perseguía, ni iba tras ella, sino que
temblaba de miedo, se echaba á
gatas porque no podía correr ni an-
dar, y sólo pensaba en que le iba á
suceder alguna desgracia de enfer-
medad, muerte, ó pobreza.
IV. Cuando oían cantar en el te-
cho de su casa ó en un árbol, al te-
colotl (buho), se atemorizaban y
creían que á ellos, ó á los parientes,
ó á su casa les vendría algo adver-
so, como enfermedad, muerte, mi-
seria, fuga de sus esclavos, asola-
miento de su casa que quedaría
convertida en muladar, y pensaban
que de su familia y de su casa di-
rían: «En este lugar vivió una per-
«sona de mucha estima, veneración
«y curiosidad, y ahora no están si-
«no solas las paredes; no hay me-
«moria de quien aquí vivió.» El que
oía el canto del tecolote acudía in-
mediatamente á consultar á un to-
nalpouhqui, adivino, como hase di-
cho al tratar del primer agüero,
para que le dijese lo que había de
hacer.
Los españoles con motivo de es-
te mal agüero, decían, y todavía se
dice hoy:
cEl tecolote canta
Y el indio muere;
No será verdad,
Pero sucede.»
D. Carlos M. Bustamante, en una
nota al pasaje de Sahagún, dice:
«Aun creen los indios en este agüe-
«ro y lo tienen por tan cierto, que hay
«un adagio que dice:
cEl tecolote canta
cel indio muere,
cello es abuso,
cpero sucede.»
V. También el grito de la lechu-
za lo tomaban los indios por mal
agüero, sobre todo si chirreaba dos
ó tres veces sobre el techo de la
casa, y si en ella había algún en-
fermo, tenían por seguro que iba
á morir, pues consideraban á la le-
chuza como mensajera de Mictlan-
tecutli, el dios señor de la mansión
de los muertos, que iba y venía al
infierno, y por eso lo llamaban
Yautequihua, «mensajera del dios y
de la diosa del infierno.» Si cuando
chirreaba la lechuza, percibían que
escarbaba con la uñas, el que la
oía, si era hombre, le decía: «está
«quedo, bellaco ojihundido, que hi-
«ciste adulterio á tu padre;» y si
era mujer, le decía: «vete de ahí
«puto, haz ahugerado el cabello con
«que tengo de beber allá en el inf ier-
*no, antes de esto no puedo ir.»
Creían que con este exorcismo in-
jurioso, pero ininteligible, evita-
ban el mal agüero, pues ya no es-
taban obligados á acudir al llama-
miento del dios de los muertos.
VI. Cuando veían que una coma-
dreja ó mostolilla entraba á su casa,
ó se les atravesaba á su paso en el
camino ó en la calle, también se es-
pantaban los indios, pues creían que
si emprendían algún viaje, caerían
en manos de los ladrones, ó los
matarían, ó que les levantarían fal-
so testimonio, «por esto ordinaria-
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172
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«mente — dice Sahagún--los que
«encontraban con este anímale jo,
«les temblaban las carnes de mie-
«do, y se estremecían, y se les es-
«peluzaban los cabellos; algunos se
«ponían yertos ó pasmados, por
«tener entendido que algún mal les
«habia de acontecer.»— A la coma-
dreja la llamaban los indios cusa-
iftatli,
VIL La gente muy rústica toma-
ba por mal agüero el que un conejo
entrara á la casa. Temían que ca-
yeran ladrones en la casa, ó que al-
guno de ella se ausentara y fuera
á esconderse en un bosque ó en
una barranca. Luego iban á consul-
tar al adivino, como se ha dicho al
hablar del primer agüero, para que
se los declarase.
También en España, en el siglo
XVI, había una preocupación se-
mejante. D. Quijote, al entrar en su
aldea, tomó mal agüero de ver huir
una liebre que se agazapó debajo
de los pies del rucio. . . . Mal uní
sigptum, malum signuní— dice Don
Quijote— //^6r^ huye, galgos la si-
guen, Dulcinea no parece. . . .
VIII. Cuando entraba á la casa
de alguno, ó éste encontraba una
sabandija llamada pinahuiztli, lo
tomaban por seftal de próxima en-
fermedad, ó de que serían afrenta-
dos ó avergonzados, y, para eludir
cualesquiera de estos peligros ha-
cían lo siguiente. Hacían en el suelo
dos rayas en cruz, tomaban al anima-
lejo, lo ponían en medio de las rayas,
lo escupían, y luego le decían: ¿á
qué has venido? quiero ver á qué has
venido; y luego se ponían d mirar
acia qué parte se iría aquella sa-
bandija; si se dirigía al norte, era
señal segura de que iba á morir el
hombre que la había mirado; y
si tomaba otro rumbo, creían que
no era cosa de muerte el encuentro,
sino de algún infortunio de poca
importancia, y le decían al anímale-
jo: anda vete donde quisieres, no se
me da nada de ti, ¿he de andar pen-
sando por ventura en lo que qui-
sieres decir? ello se parecerá antes
de mucho, no me curo de //.... to-
maban después la sabandija, la
ponían en la división de los cami-
nos y allí la dejaban; algunos la en-
sartaban por medio del cuerpo con
un cabello y la ataban á un árbol, y
si al día siguiente no la encontra-
ban allí, se atemorizaban, pues es-
peraban algún mal; pero si la encon-
traban en el lugar que la habían ata-
do, se consolaban y ya no temían
mal alguno, escupían al animalejo
ó le echaban un poco de pulque, á
lo que llamaban emborracharlo.
El P. Sahagún, describiendo el
pinahuistli dice: «Esta sabandija
«es de hechura de araña grande, y
«el cuerpo grueso, tiene color ber-
«mejo y en partes obscuro de negro
«casi es tamaña como un ratonci-
«11o, no tiene pelos, es lampiña.»
Molina, en su diccionario, dice:
^pinaustli. Escarabajo que tenían
por mal agüero.»
IX. Cuando un epatU zorrillo, cu-
ya orina es muy hedionda, entraba
en una casa ó paría en algún aguje-
ro dentro de ella, lo tomaban por
ma 1 agüero, y creían que el dueño
de la casa moriría, porque ese ani-
mal no suele parir en casa alguna,
sino en el campo, entre los maiza-
les, entre las piedras, ó entre los
magueyes y nopales. Tomaban á
este animal por el dios Tescatlipo-
ca, así es que cuando expelía la ma-
teria hedionda por la orina, por el
estiércol ó por la ventosidad, de-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
173
cían: Tescatlipoca ha ventoseado.
¿Quién no ha olido el pedo del zorri-
llo? Sin embargo, oigamos la curio-
sa relación del P. Sahagún: «Tie-
«ne la propiedad este anímale jo,
«que cuando topan con él en casa ó
«fuera, no huye mucho, sino anda
«zancadillando de acá para allá; y
«cuando el que le persigue va ya
«cerca para asirle, alza la cola, y
«arrójale á la cara la orina ó aquel
«humor que lanza muy hediondo;
«pero tan recio, como si lo echase
«con ima geringa, y dicho humor
«cuando se esparce, parece de mu-
«chos colores como el arco del cie-
«lo, y donde dá aquel hedor tan im-
«preso, que jamás se puede quitar,
«ó á lo menos dura mucho; ya dé
«en el cuerpo; ya en la vestidura, y
«es el hedor tan recio y tan intenso,
«que no hay otro tan vivo, ni tan pe-
«netrativo, ni tan asqueroso con que
«compararlo.»
D. Carlos M. Bustamante, en una
nota al pasaje preinserto, dice: «Tie-
«ne ademas mucha electricidad, de
«modo que en las tinieblas de la no-
«che el chisguete de orines que arro-
«ja es de chispas pequeñas y fosfo-
«ricas.» Por esto el vulgo dice que
^mea lumbre.*
Continúa la relación de Sahagún:
«Cuando este hedor es reciente,
«el que le huele no ha de escupir,
«porque dicen que si escupe como
«asqueando, luego se vuelve cano to-
«do el cabello; por esto los padres y
«madres amonestaban á sus hijos
«é hijas, que cuando oliesen este he-
«dor no escupiesen, mas antes
«apretasen los labios. Si este ani-
«malejo acierta con su orina á dar
«en los ojos, ciega al que lo re-
«cibe »
X. También era para los indios
de muy mal agüero encontrar en la
casa hormigas, ranas, sapos, ó ra-
tones llamados tesauhquitnichtmn,
«ratoncillo espantoso.» Creían que
algún malévolo ó envidioso los ha-
bían echado dentro de la casa para
que les acaeciese enfermedad, ó
muerte, ó pobreza, ó desasosiego,
pues estos males auguraba la pre-
sencia de tales animales; y luego
iban á consultar á un adivino
XI. Cuando de noche veían estan-
tiguas, esto es, visi(Mies y fantas-
mas, no se inquietaban mucho, por-
que las creían ilusiones ó aparicio-
nes del dios Tescatlipoca. Pero al-
gunos lo tomaban por mal agüero,
y temían morirse ó caer en cautive-
rio. Cuando el que veíala estantigua
era soldado valiente, procuraba
asirla y le pedía espinas de maguey,
que comunicaban valor y fortaleza,
y le prometían hacer en la guerra
tantos cautivos cuantas espinas
había recibido. Cuando el que veía
la visión era un hombre simple y de
poco saber, se contentaba con escu-
pirla ó con arrojarle una suciedad;
y éste no recibía ningún bien, sino
algunas adversidades . Cuando era
medroso ó pusilánime el que encon-
traba al fantasma, perdía las fuer-
zas, se le secaba la boca, enmudecía,
y procuraba alejarse, y mientras
iba andando sentía que el fantasma
lo iba persiguiendo para cogerlo por
detrás, y al llegar á su casa, abría
precipitadamente la puerta, entra-
ba, cerraba con violencia, y, á gatas,
pasaba sobre los que estaban dur-
miendo, lleno de espanto y de pa-
vor.
XII. Había otros fantasmas, ilu-
siones también de Tescatlipoca, . . .
no tienen pies ni cabesa, las cuales
andan rodando por el suelo, y dan-
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174
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
do gemidos como enfermo — dice
Sahagún. A estos fantasmas los lla-
maban Tlacanexquimüli, (V.) Siem-
pre las tomaban por mal agüero, y
esperaban morir en breve en la gue-
rra ó de enfermedad, ó sufrir algún
contratiempo. Los soldados viejos
no temían encontrarse con estas vi-
siones, antes bien salían á buscar-
las, y luego que las veían procura-
ban asirse de ellas, y les decían: —
«¿quién eres tú? habíame, mira que
«no dejes de hablar, pues ya tengo
«asida y no te tengo de soltar.» Y
esto lo repetía varias veces, andan-
do el uno con el otro á la sacapella,
y después de haber luchado mu-
cho, ya cerca de la mañana hablaba
el fantasma y decía: — «Déjame,
«que me fatigas, dime lo que quie-
«res y dártelo hé;» y el soldado res-
pondía, diciendo: « ¿qué me has de
«dar?» y contestaba el fantasma:
«cata aquí una espina,» y el solda-
«do le decía: no la quiero, ¿para qué
«es una espina sola? no vale nada;»
y aunque le daba dos, tres ó cuatro
espinas, no lo soltaba hasta que le
daba tantas cuantas él quería, y
le decía el fantasma: « doite toda la
«riqueza que deseas para que seas
«próspero en el mundo.» El solda-
do soltaba á la visión y se iba muy
satisfecho.
XIII. También veían de noche
otros fantasmas diversos. En los
muladares, cuando iban á exonerar
el cuerpo, solía aparecerse! es una
mujer enana, que llamaban cuüla-
patón ó cuitlapachton. (V.) Era una
mujercita, con el pelo largo hasta
la cintura, y con andar de pato. El
que veía á esta enana, si quería co-
gerla, no podía, porque luego des-
aparecía, y tomaba á aparecerse en
otra parte casi junto á él, y si otra
vez tentaba á asirla, escabullíasele,
y siempre que lo procuraba, queda-
ba burlado, y, por fin, dejaba de por-
fiar.
Se les aparecía también de no-
che un fantasma en forma de cala-
vera, les saltaba golpeándoles las
pantorrillas, ó iba tras ellos saltan-
do y haciendo gran ruido. Si se pa-
raba el perseguido, se paraba tam-
bién ella, y si se esforzaba en co-
gerla, ya que la iba á tomar, volábale
dando un gran salto á otra parte, y
así seguían, él persiguiéndola y ella
dando saltos, hasta que el persegui-
dor se cansaba y lleno de miedo se
iba á su casa.
Solía aparecérseles un fantasma
en forma de cadáver tendido y amor-
tajado y dando lastimeros gemidos.
Los valientes que trataban de co-
ger á este muerto, sólo tomaban un
terrón ó pedazo de césped. Este
muerto, que era de muy mal agüero,
era una transformación de Tesca-
tlipoca.
También creían queTezcatlipoca
j se transformaba en el animal lla-
mado coyotl, coyote ó adive, que se
i paraba en los caminos, como ata-
I jando á las gentes, para advertir-
les que si seguían aquel camino les
' acaecería desgracia.
Por último, el oír silbar un pito
en la montaña era signo cierto de
próxima desgracia.
Además de los agüeros que que-
dan explicados, que podemos lla-
mar precortesianos ó anteriores á
la conquista, tuvieron después los
indios y los mestizos, y tienen aún
otros muchos que sería largo enu-
merar. Sólo referiremos el del sal-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
175
ta-pared. Se cree que cuando este
pajarillo se presenta en las casas á
comer araftas ó gusanos y á purifi-
car la atmósfera devorando los in-
sectos que en ella pululan, viene á
anunciar con su canto á los maridos
que su mujer está amancebada y le
es infiel; así es que cuando los pa-
jaritos empiezan á chiflar saltando
en las paredes, las mujeres tiem-
blan y apedrean al pajarito para
ahuyentarlo.
En cambio, los que gimen en las
cárceles consideran al salta-pared
como ave de buen agüero, pues su
alegre canto sobre los altos muros
de la prisión es anuncio de la próxi-
ma libertad de algún reo.
El P. Sahagún, después de hablar
de los agüeros, trata de las abusio-
nes, pero antes dice: «Aunque los
«agüeros y abusiones parecen ser
«de un mismo linage; pero los ago-
«reros por la mayor parte atribu-
«yen á las criaturas lo que no hay
«en ellas Las abusiones
«son al revés, pues que toman á ma-
«la parte las impresiones ó influen-
«cias que son buenas en las criatu-
«ras Y porque los agüeros y
«las abusiones son muy vecinos,
«pongo este tratado »
Esta consideración de Sahagún y
la definición que de abusión trae el
diccionario castellano, diciendo que
es «agüero ó superstición,» nos han
decidido á tratar de las abusiones
en este artículo. De ellas explica-
remos las principales, porque, co-
mo dice Sahagún, «... no están
« todas las abusiones de que usan mal,
«porque siempre van multiplicán-
«dose estas cosas que son malas, y
«hallarán así del uno como del otro
«algunas que no están aquí pues-
«tas.»
Creían que el que olía, orinaba ó
pisaba la flor llamada omixochítl,
«flor de hueso,» por tener este co-
lor, padecería almorranas.
Creían también que la mujer que
olía la flor llamada cuetlaxochitl, ó
se sentaba sobre ella ó la pisaba,
contraía la enfermedad llamada
también cuetlaxochitl, que consis-
tía en im padecimiento del clítoris.
Las madres advertían á sus hijas
que no oliesen la tal flor, ni se sen-
tasen sobre ella, ni aun la pisa-
sen. La cuetlaxochitl, «flor de cue-
ro curtido,» por su color y consis-
tencia, según Sahagún, tiene hojas
de un árbol muy coloradas.
Decían los viejos que las flores
que se componen de otras muchas,
los ramilletes, con que bailan y dan
á sus convidados, no deben olerse
en el centro, porque éste está reser-
vado al dios TeBcatlipoca, y que los
hombres sólo pueden oler la orilla.
Acostumbraban antes de echar
el maíz en la olla para cocerlo, re-
sollar sobre él para darle ánimo y
que no temiera los hervores.
El que veía maíz regado en el
suelo, estaba obligado á recogerlo
para no hacerle injuria, pues creían
que si no lo hacían, se quejaba el
maíz delante de Dios diciéndole:
Señor j castigad d éste que me vio
derramado y no me recogió, ó dad-
le hambre porque no me menospre-
cie.
Decían también que el que pasa-
ba sobre algún niño que estaba
sentado ó acostado, le quitaba la
virtud de crecer y siempre que-
daría pequeftito, y para impedir es-
to, volvían á pasar sobre él en sen-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tido contrario. A esta abusión la
llamaban tecuencholhuilistli, que
significa la acción de pasar sobre
alguno.
Si alguno comía en la olla so-
peando en ella ó tomando con la
mano la comida, sus padres le de-
cían: si otra ves haces esto, nunca
serás venturoso en la guerra, ni
nunca cautivarás á nadie.
Si bebían los hermanos y el me-
nor bebía primero, el mayor le decía:
no bebas primero que yo, porque si
bebes, no crecerás mas, sino que-
darte has como estas ahora, A esta
abusión la llamaban atlilistli, que
sólo significa la acción de beber
agua, aunque Sahagún diga que sig-
nifica «beber el menor antes del
mayor.»
Cuando se pegaba un tamal en
la olla al estar cociéndose, decían
que el que lo comía, si era hombre»
no dispararía con acierto las flechas,
y si mujer, nunca pariría bien, por-
que se le pegaría el niño adentro.
Cuando cortaban el ombligo á los
recién nacidos, si era varón, le da-
ban el ombligo á un soldado para
que lo llevara al lugar donde daban
las batallas, porque creían que
con esto el niño sería aficionado á
la guerra; y si el recién nacido era
mujer, enterraban el ombligo cer-
ca del tlecuilli, el hogar, porque así
sería la niña adicta á la familia y
á estar en la casa y entendida y di-
ligente para preparar la comida.
Para que las mujeres en cinta ó
preñadas pudieran andar de noche
en la calle sin estar expuestas á
ver fantasmas, creían que debían
llevar un poco de ceniza en el seno
ó en la cintura junto á la piel.
Cuando una mujer visitaba á una
recién parida y llevaba niños, al lle-
gar á la casa, iba al tlecuilli 6 bra-
cero, tomaba ceniza y con ella les
frotaba las sienes y las coyunturas.
Creían que si no hacían esto, se les
debilitarían las coyunturasy les cru-
jirían al moverse.
Cuando temblaba la tierra, toma-
ban á los niños con ambas manos
oprimiéndoles las sienes y los le-
vantaban en alto. Creían que si no
hacían esto, no crecerían los niños
y se los llevaría el terremoto.
Cuando temblaba la tierra, ha-
cían un buche de agua y rociaban
sus alhajas y los postes y umbrales
de las puertas para que el temblor
no se llevase las casas. Para avi-
sar que temblaba la tierra, daban
de gritos y se golpeaban la boca
con la mano.
Decían que el hombre que ponía
un pie sobre el tenamastli, sería des-
dichado en la guerra, pues no po-
dría huir y caería en manos de sus
enemigos. Por esto los padres pro-
hibían á sus hijos que pusiesen los
pies sobre un tenamastli. Dan este
nombre á cada una de las tres pie-
dras que se ponen en el tlecuilli ó
fogón, sobre las cuales se colocan
las ollas, comales, etc., en que se
cuecen los alimentos.
Cuando al echar la tortilla de maíz
sobre el comal, quedaba doblada,
era señal de que alguno iba á llegar
á la casa; y si la molendera era ca-
sada y el marido estaba ausente,
era señal de que iba á llegar el ma-
rido.
Decían que al que lamía el meta-
te, meilatl, se le caerían pronto los
dientes y las muelas; y por esto
los padres prohibían á sus hijos que
lamiesen los metates.
Decían que el que se arrimaba á
los postes, sería mentiroso, por-
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i
SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
177
que los postes lo son, y hacen men-
tirosos á los que se arriman á ellos;
y por esto los padres prohibían á
sus hijos que se arrimaran á los
postes.
Decían que las jóvenes que co-
mían estando de pie, no se casarían
en su pueblo, sino en un lugar ex-
traño; y las madres no permitían
que sus hijas comiesen paradas.
Donde había una mujer recién
parida, no quemaban en el fogón
los olotes, ó sea el corazón de las
mazorcas del maíz, porque decían
que el recién nacido se pondría pe-
coso y cacarizo; y cuando había
necesidad de quemar los tales olo-
tes, lo hacían pasándolos primero
por la cara del niño; pero sin tocar-
le la piel.
La preñez de las mujeres daba
ocasión á mil preocupaciones.
La mujer preñada no había de
ver ahorcar á ningún reo, porque si
lo veía, nacía el niño con una soga
de carne en la garganta.
Las preñadas se abstenían de ver
al sol y á la luna durante un eclip-
se, porque si lo veían, nacía el niño
con los labios partidos; á tal niño lo
llamaban tencua, «labio comido.»
Todavía hoy subsiste este error:
cuando ven á un niño con los la-
bios partidos dicen: .... se lo comió
el eclipse. Otros creen que la luna
los maltrata, y huyen de ella cuan-
do está llena. Para evitar las pre-
ñadas el daño de los eclipses en sus
hijos, se ponían en el seno una na-
vaja de obsidiana á raíz de la carne.
Si la preñada mascaba chicle, de-
cían que el niño padecería moze-
zuelo ó sea embarazo en la respi-
ración, de que moriría; y esta en-
fermedad la causa también el
sacarles de la boca la teta repen-
tinamente cuando están mamando,
pues lastímase el paladar y luego
queda mortal.
Decían que si la mujer embara-
zada andaba mucho de noche, el
niño saldría muy llorón; y si el pa-
dre era el que andaba y se le había
aparecido algún fantasma, la cria-
tura padecería mal de corazón. Pa-
ra evitar estos daños, la mujer
cuando salía se ponía en el seno
unas chinas, ó ceniza, ó un poco de
estafiate, y los hombres se ponían
también chinas ó un poco de taba-
co silvestre.
Los mercaderes, y especialmen-
te los que vendían mantas, conser-
vaban en su poder una mano de
mona, porque creían que con ella
venderían pronto su mercancía.
Cuando no vendían las mantas, si-
no que las volvían á la casa, ponían
entre ellas unas vainas de chile,
porque creían que dándoles á cenar
chile, las venderían todas al día
siguiente.
Los jugadores de pelota ponían
el metlatl (metate) y el comalli (co-
mal) boca abajo en el suelo, y el
metlapilli (meclapil) lo colgaban en
un rincón, y creían que con esto no
perderían en el juego.
En la casa donde abundaban los
ratones, ponían fuera el metlapilli
(meclapil) para que cayesen en las
ratoneras, pues creían que el me-
clapil les avisaba donde estaban
las trampas.
Creían que cuando los ratones
roían en una casa los petates, los
chiquihuites, ó los tompeates, era
porque en la casa vivía una mujer
amancebada. Si le roían las naguas
á la mujer casada, era señal de
que le era infiel al marido, y si le
roían el ayate ó manta al marido,
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178
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
era indicio de que él era el adúl-
tero.
Si se acercaba al nido de una ga-
llina un hombre calzado con cacles,
decían que los pollos no nacerían,
ó saldrían enfermizos y mori-
rían pronto; y para evitar este da-
fto, ponían junto á los nidos de las
gallinas unos cacles viejos.
Cuando en una casa había una ga-
llina en el nido, si vivía en ella al-
gún amancebado, ó á ella entraba,
los pollos se morían al nacer y
caían patas arriba. Esto, que llama-
ban tlasolmiqui, «muerto por man-
cilla,» era señal de mancebía.
Si al tejer una tela, ya fuese pa-
ra manta, ya para tmncueitl, (chin-
cuil ó chincuete), ó ya para huipilli
(güipil), se aflojaba de una parte
más que de otra, decían que la per-
sona á quien se destinaba, era de
mala vida, y que se parecía en que
la tela se paraba bisconada. (?)
Los que tenían sementera de
maíz, de frijoles, de chía, ó de chi-
le, luego que empezaba á caer gra-
nizo, sembraban ceniza en el patio
de su casa.
Para que no entraran los brujos
á las casas, ponían dentro de un
cajete con agua un cuchillo de ob-
sidiana y lo colocaban detrás de la
puerta, y de noche, en el patio.
Decían que los brujos veían su ima-
gen en el agua, y que, al verse con
el cuchillo, huían y no volvían á la
casa. Después de la Conquista
creían ahuyentar á los brujos ro-
deándolos de mostaza, ó trazándo-
les una raya de carbón.
Creían que si comían algo que
hubieran roído los ratones, serían
víctimas de un falso testimonio de
robo, adulterio, ú otro delito.
Cuando se cortaban las uñas las
echaban en el agua para que les cre-
cieran bien por influjo del animal
llamado ahuitaotl, que gustaba mu-
cho de comérselas (Véase mi Dic-
cionario DE AZTEQUISMOS.)
Cuando estornudaban creían que
alguien hablaba mal de ellos.
Cuando comían ó bebían delante
de algún niño que estuviese en la
cuna, le ponían en la boca un poco
de lo que comían ó bebían. Y esto
hacían para que cuando comiese ó
bebiese el niño, no le diese hipo.
Decían que el que comía de noche
caña verde de maíz, tendría dolor
de muelas ó de dientes; y creían
evitar el daño calentando las cañas
en el fogón.
Cuando se quebraba un madero
de los que sostenían la casa, temían
que se enfermara, ó muriera algimo
de la propia casa.
Cuando al estar moliendo el maíz,
se quebraba el metate, era señal de
que moriría la molendera ó alguno
de la casa.
Cuando alguno acababa de cons-
truir su casa, convidaba á sus pa-
rientes y vecinos, y en su presencia
sacaba fuego nuevo frotando dos
maderos, según acostumbraban. Si
tardaba mucho tiempo en brotar el
fuego, decían que la habitación se-
ría desdichada y penosa y si el fuego
salía presto, era señal de que la casa
sería buena y apacible.
Creían que si un coatí, gemelo,
estaba cerca de un baño caliente, se
enfriaría el agua, y más, si el ge-
melo era el que se iba á bañar. Para
impedir esto, el mismo gemelo mo-
jaba con su mano cuatro veces las
paredes del baño, y el agua se calen-
taba demasiado.
Decían que si un gemelo entraba
donde había tochomitl (tochomite,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
179
pelo de conejo), se dañaría el color
y la tela saldría manchada, sobre
todo , si el tochomite era colorado.
Para impedir este dafto, dábanle á
beber al mellizo un poco de agua
de la con que teñían.
También decían que si entraba
un gemelo adonde estaban haciendo
tamales, le hacía mal de ojo á la
olla y á los tamales, pues que éstos
no se cocerían aunque estuviesen
en el fuego todo el día, y saldrían
ametalados ó á medio cocer. Para
evitar esto, obligaban al mellizo á
que hiciera fuego echando lefia ba-
jo la olla. Si echaban los tamales
dentro de la olla delante del coate,
este tenía que echar un tamal para
que todos se cocieran.
Cuando mudaban dientes los ni-
ños, sus padres los echaban en un
agujero de ratón, porque creían que
si no lo hacían así, no les nacerían
los nuevos dientes á los muchachos.
Esto lo hacen hoy, no sólo los in-
dios, sino las mujeres mejor edu-
cadas; pero lo hacen, no por abusión,
sino por simple costumbre.
Dice el P. Sahagún que las supers-
ticiones mencionadas son como una
sarna que daña á la fe católica.
Nosotros creemos que sólo es una
urticaria que daña al que la padece,
pues, como dice D. Carlos M. Busta-
mante, es digno de compasión este
pueblo que viviría atemorizado
con tal cúmulo de errores que le ha-
ría molesta y empalagosa la vida.
Tamoanohan. Nada ó muy poco
se sabe de la significación de esta
palabra, pues los cronistas é histo-
riadores no están de acuerdo en
lo que han expuesto sobre ella; y
porque uno de éstos dice que es el
Paraíso y que vinieron en busca de
él al Anahuac los primeros pobla-
dores, nos ocupamos del Tamoan-
chan en este diccionario, pues más
bien parece un mito que un hecho
ó lugar históricos.
El P. Sahagún dice: «Según que
«afirman los viejos en cuyo poder
«estaban las pinturas y memorias
«de las cosas antiguas, los que pri-
« meramente vinieron á poblar áes-
«ta tierra de Nueva España, vinie-
«ron de acia el norte en demanda
«del paraíso terrenal: traían por
«apellido Tamoancha, y es lo que
«ahora dicen Tictemoatochan, que
«quiere decir buscamos nuestra ca-
^sa natural: por ventura inducidos
«de algún oráculo, que alguno de
«los muy estimados entre ellos ha-
«bía recibido y divulgado, que el
«paraíso terrenal está acia el me-
«diodía, como es verdad según casi
«todos los que escriben, que está
«debajo de la linea equinoccial, y
«poblaban cerca de los mas altos
«montes que hallaban, por tener
«relación que es un monte altísimo,
«y es asi verdad.» Según Sahagún,
estos primeros pobladores funda-
ron á Tulay áCholula y entre ellos
vino Quetsalcoatl, las cuales ase-
veraciones son falsas, como lo han
demostrado escritores posteriores.
( Véase Quetzalcoatl.)
Por la interpretación déla lámina
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
XXIII del Códice Telleriano, se
viene en conocimiento de que 7a-
moanchan, el Paraíso, era el lugar
de la residencia de la diosa de los
amores, Xochiquetsalli , y de que
allí estaba el árbol Xochitlicacan
(V.), cuyas flores cogidas ó sólo to-
cadas hacían fieles y dichosos ena-
morados. Tan guardada estaba
por su corte, compuesta de genios
femeninos y de enanos, que hom-
bre alguno podía verla, lo cual no
evitaba que, valiéndose desús ser-
vidores, mandara embajada á los
dioses que codiciaba. En esta in-
terpretación, Tamoanchan es un pu-
ro mito, como el del paraíso bíblico.
Según una de las mejores tradi-
ciones, ha aftos sin cuenta, que los
primeros pobladores vinieron en
navios por la mar y desembarca-
ron en la costa que se llamó Panu-
tla.ó Panoayan, conocida hoy por
Panuco (del Estado de Tamaulipas),
caminaron por la ribera de la mar,
guiados por un sacerdote que traía
al dios, hasta la provincia de Gua-
temala, y fueron á poblar en Ta-
moanchan. Vivieron aquí mucho
tiempo con sus sabios ó adivinos
amoxoaque. (V.) Estos sabios no
permanecieron en Tamoanchan,
pues tomaron á embarcarse lleván-
dose el dios y las pinturas, hacien-
do promesa de volver cuando el
mundo se acabase. En la colonia
quedaron sólo cuatro de los Amo-
xoaque, Oxomoco, Cipactonal, Tlal-
tetecui y Xochicahua. (V.)
Tamoanchan estaba, según esta
tradición, cerca de Teotihuacan,
pues los moradores de aquél venían
áhacer sacrificios á este segundo lu-
gar, en donde construyeron las dos
grandes pirámides dedicadas des-
pués al sol y á la luna. Estos colo-
nos de Tamoanchan inventaron ha-
cer el pulque. (Véase Mayahuel.)
Orozco y Berra, refiriéndose á
esta tradición, dice que esos pri-
meros pobladores que desembarca-
ron en Panuco, fueron islandeses
de los que descubrieron la Améri-
ca en el siglo X, que traían por
caudillo á un obispo católico islan-
dés, quien figuró después en Ana-
huac con el nombre de QuetsaU
coatí, Pero Chavero combatió esta
opinión victoriosamente. (Véase
QUETZALCOATL.)
Orozco y Berra hace observaí
que los términos de la relación que
precede, conducen fácilmente á un
error, pues puede creerse, y algu-
nos lo han creído, que Tamoanchan
estaba situado al sur, más adelan-
te de la provincia de Guatemala,
siendo así que después se dice que
Tamoanchan fué edificado á poca
distancia de Teotihuacan, es decir,
dentro ó no muy lejos del Valle de
México. Para no incurrir en tal
error, dice que la verdadera mane-
ra de entender el relato es, que
fundado Tamoanchan, de ahí sa-
lieron los emigrantes por las cos-
tas hacia Guatemala.
Chavero, después de decir cómo
se establecieron las civilizaciones
en la región quiche y en la penín-
sula maya por las teocracias de Vo-
tan y de Zamna, agrega: «La faja
de tierra entre la Mesa central y
el Golfo llamábase primitivamen-
te Tamoanchan. Conservaban la
tradición de la raza los habitan-
tes de esa región, de haber veni-
do en barcas por el oriente, y como
esatierra sirviese de paso al inte-
rior llamáronla los mexicanos Pa-
noiaya, Paatlanó Panuco, de Pan-
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SBGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
181
///, puente, T» (Esta etimología no es
exacta. No llamaron á la tierra
Panuco, sino al río que conserva
todavía el nombre y está situado en
Tampico. Véase Panuco.) Da en
seguida el mismo autor* la en su
concepto probable etimología de
Tamoanchan, en un idioma que no
es el náhuatl, sino una mezcla del
huaxteco y del maya, y acaba por
decir que el Tamoanchan estaba á
lo largo de la costa del Golfo, si bien
la raza se había extendido á la re-
gión quiche y á la península maya.
El P. Ríos, interpretando la lámi-
na XXIII del Códice Telleriano Re-
mense, de que hemos hablado arri-
ba, dice: «tamoancha oxuchitlyca-
«can, quiere dezir en romance alli
•es su casa donde avaxaron y don-
«de están sus rrosas levantadas.
«Este lugar que se dice tamoan-
«cha y xuchitlycacan, es el lugar
«donde fueron criados estos dio-
«ses q ellos tenían q casi es tanto
«como dezir El parayso terrenal y
*asy dizen q estando estos dioses
«en aquel lugar se desmandavan en
«cortar rosas y ramas de los arvo-
«les,y q por esto se enojo mucho el
«tonaceteuctli y la muger tonacaci-
«uatl y q los echo de aquel lugar
«y asy vinieron unos a la tera y
«otros al infierno y estos son los
«q a ellos ponen los temores.» En
esta interpretación del fraile domi-
nico se trasluce desde luego la ten-
dencia de la época de encontrar en
las pinturas de los indios pasajes
bíblicos. El P. Ríos, en la lámina
que interpreta, nos da, aunque muy
desfigurada, intencionalmente, la
leyenda de Adán y Eva en el Paraí-
so terrenal. Los dioses de los in-
dios merecieron más la expulsión,
porque cortaban muchas flores y
ramas, estropeaban el jardín, mien-
tras que nuestros primeros preten-
didos padres sólo se comieron una
manzana.
Resulta de todo lo expuesto que
el Tamoanchan más bien aparece
como un mito ininteligible, que co-
mo un lugar geográfico fijo ó un
suceso histórico averiguado; y nos
confirma en esta opinión la diver-
gencia de ellas en Chavero: des-
pués de decir en México á Través
de los Siglos que el Tamoanchan
era la costa del Golfo, diez y seis
años después en su obra Los Dioses
Astronómicos de los Antiguos Me-
xicanos, dice que el Tamoanchan
estaba en la Vía Láctea y que era
el Tlaloccan ó sea la morada del
dios Tlaloc; y se funda, para hacer
esta aseveración, en que los dioses,
según las teogonias, habían sido
creados en la Vía Láctea, y dicien-
do el P. Ríos, según hemos visto,
que los dioses fueron creados en
Tamoanchan, luego este lugar es-
taba en la Vía Láctea.
Teaaltiani (Te, alguno; altiani,
que bafla, limpia: «el que bafta ó
limpia á alguno.») Nombre que le
daban al dios Nappatecutli,(V .) por-
que sabía perdonar las injurias que
se le hacían, esto es, bafiaba y lim-
piaba las almas con el perdón.
Teatlahuiani. (Te, alguno; atla-
huiani, de atlahuia,ahogñr: «el que
ahoga áalgimo, el ahogador.») Nom-
bre que le daban á Tezcatzoncatl,
dios de la embriaguez, porque á ve-
ces ahogaba á sus devotos.
Teatzelhuianl (Te, alguno; t^el-
huiani, rociar con agua: «el que ro-
cía á alguno con agua.») Nombre que
daban al dios Nappatecu tli, por-
que se compadecía de los infelices.
Tecammateohua. Sacerdote de
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182
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
la diosa del fuego: tenía á su cargo |
aprestar las teas para hacer ha i
chones, almagre, tinta, calzado, tra-
jes y caracoles mariscos, todo pa-
ra la fiesta de la diosa. '
Teccalco. (Tecpan, palacio; ca- ,
///, casa; co, en: «En la casa de pa- 1
lacio.)» Era el 17.° edificio del tem- '
pío mayor de México. En este Ju- 1
gar quemaban vivos cada año á un \
gran número de cautivos, arroján-
dolos auna gran hoguera, en la fies-
ta de Teotleco,
Teccizcalco. (Teccistli^ caracol;
calliy casa; co, en: «En la casa de
los caracoles.») Era el 22.^ edificio
del templo mayor. Era un oratorio
todo cubierto de conchas y caraco-
les, é inmediata estaba una casa á
la que se retiraba el rey de México
á hacer sus oraciones y ayunos.
Allí solían matar, por devoción y
en días no señalados, á algunos cau-
tivos.
Teoiuhtlazque. (Pl. de tecmh-
tlaaquif comp. de tecihuitl, grani-
zo; tlasqui, der. de ilasa, rechazar:
«el que rechaza el granizo.») He-
chiceros que con sortilegios desha-
cían las nubes de granizo para
evitar su daño en los maizales, ó
para enviar el nublado á los desier-
tos ó á las tierras no sembradas.
Tecolotl. (Tecolote: azteq.) Era
reputado por los nahoas como ave
de mal agüero (Véase Supersticio-
nes), y así lo consideraba también
el valeroso y culto pueblo de Roma
pagana. Hubo ocasión de hacerse la
expiación ó lustración de la capi-
tal del mundo, sólo porque había
entrado un buho (tecolote) al capi-
tolio. Btíko funebris et máxime
abominatus publicé precipui auspi-
ciis capítol lü cellam ipsam in-
travit, Sex, Papellio Isíro, L, Peda-
nio coss. propter quod nonis Mar-
tics urbs lústrala est eo anno.
(Plinio.)
Unos tecolotes decidieron el éxi-
to de una batalla que Moteuczoma I
libró á los chalcas para vengar la
muerte de Ezhuahuacatl, su tercer
hermano.
La víspera de la batalla, durante
la noche, cuando los vigilantes ha-
cían la ronda para no ser sorpren-
didos, se oyó el chirrido de dos
tecolotes, cual si comenzaran pre-
guntándose y respondiéndose.
Dijo uno: tiacan, ttacan (esfor-
zado, esforzado).
Respondió el otro: nocne, nocne
(interjección de ira), y se callaron.
Por segunda vez interrumpió
uno: tetec, tetec (cortar, cortar).
Contestó el otro: gollo, gollo (co-
razones, corazones), y quedaron de
nuevo en silencio.
Por tercera vez se escuchó: que-
techpol, quetechpol chiquil (gargan-
ta, garganta sangrienta).
Y respondió el otro: chalca, chai-
ca; y no se volvió á oír más.
La nueva se divulgó por el cam-
po de los mexicanos hasta llegar al
emperador, quien comunicó al ejér-
cito que los pájaros agoreros, por
orden del dios, anunciaban la vic-
toria; menos avisados los chalcas,
tomaron las palabras de los teco-
lotes en mal agüero, y f laqueándo-
les el ánimo se dieron por vencidos.
Entonces y ahora, en el canto de
las aves, en el sonido de las campa-
nas, en los murmurios del agua y
en otros ruidos, la preocupación dis-
tingue, á veces, ciertas palabras
conformes al estado de exaltación
del ánimo.
Tecomapiloa. (Tecomatl, (teco-
mate: azteq.), especie de vasija de
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
183
barro ó del epicarpo de algunos fru-
tos; piloa, colgar: «que cuelga te-
comate.») Nombre de una especie
de teponastli. Sahagún lo describe
en los términos siguientes: « á
«lasmugeres ibanlas tañendo unte-
«ponaztli, que no tenia mas que una
«lengua encima, y otra debajo, y
«en la de abajo llevaba colgada una
«jicara en que suelen beber agua,
«y así suena mucho mas que los que
« tienen dos lenguas en la parte de
«arriba, y ninguna abajo. A este
«teponaztli llamaban tecomapiloa,
«llevábale uno debajo del sobaco
«tañéndole, por ser de esta mane-
«ra hecho.»
TecpatL (Etimología desconoci-
da.) Pedernal ó sílice. Era signo del
décimo día del mes, uno de los cua-
tro nombres de los años, bajo la de-
nominación de tecpa-xihuitl (año
pedernal), y segundo de los compa-
ñeros de la noche. El tecpatl era uno
de los dos símbolos del dios del fue-
go, Xiuhtecutli Tletl, (V.) por ser el
más antiguo procedimiento de sa-
car chispas por el choque contra el
pedernal.
El tecpatl tiene un origen divino:
los dioses supremos Ometecutli y
su mujer Omecihuatl moraban so-
bre el undécimo cielo; tuvieron mu-
chos hijos; el padre dirigía á los
varones, y la madre á las hembras.
La Omecihuatl dio á luz un tecpatl,
de lo cual, espantados y admira-
dos los hijos; decidieron arrojar-
lo á la tierra; cayó el pedernal en
Chicomosítoc, «Siete Cuevas,» y
al golpe brotaron mil seiscientos
dioses ó diosas. Estos seres supe-
riores, después de algún tiempo,
enviaron un mensajero á su madre
para que le dijese que, ya que esta-
ban caídos, les diese licencia para
crear hombres que fuesen sus ser-
vidores, y que les diese la industria
de formarlos. La diosa contestó que
ocurriesen al Mictlantecutli, «Señor
de la mansión de los muertos,» que
le pidiesen un hueso ó cenizas de
un muerto, que se sacrificaran so-
bre esto, esto es, que le echasen
sangre de su cuerpo, y que nace-
rían un hombre y una mujer, los que
se multiplicarían en seguida. Traí-
da esta respuesta por Tlotli, «Ga-
vilán,» determinaron los dioses que
Xolotl fuese al Mictlan á pedir el
hueso, y le advirtieron que, siendo
el Tecutli muy caviloso, podía arre-
pentirse de haber hecho la dádiva.
Llegado Xolotl al Mictlan, obtuvo
el hueso y cenizas, y luego que los
tuvo en sus manos, huyó, pero, per-
seguido por el dios, tropezó y rom-
pió el hueso, recogió los pedazos y
llegó á la presencia de los dioses.
Estos pusieron los desiguales frag-
mentos en un lebrillo, se sacaron
sangre del cuerpo, la echaron sobre
las astillas y á los cuatro días sa-
lió un niño; de nuevo echaron san-
gre y á los cuatro días salió una ni-
ña. Xolotl crió á los niños con le-
che de cardo.
En este hermoso mito todos los
AA. han visto la creación del fue-
go. Al choque del celeste tecpatl
(símbolo del fuego) contra la tierra,
brotan los dioses terrenales, es de-
cir, las ciencias y las artes. Los hi-
jos del pedernal fecundan con su
sángrelas cenizas de los muertos, y
aparecen los progenitores del gé-
nero humano viviendo nueva vida,
al contacto de los beneficios del po-
deroso elemento.
Dados el origen del fuego y sus
inmensos beneficios, tenía que ser
divinizado el pedernal, y así vemos
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184
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
que los nahoas tenían al Teotecpatl,
«Dios pedernal. «Presidía la vigési-
ma trecena del Tonalamatl. Repre-
senta un hombre de medio cuerpo
abajo, con un cendal á la cintura, y
de aquí á arriba la forma conveni-
da del tecpatl, teniendo en el inte-
rior un rostro de perfil y rematan-
do en los brazos, cuyas manos em-
puñan el cuchillo sagrado, simboli-
zando el sacrificio de las víctimas
humanas.
^\ tecpatl tenía varias relaciones:
como cuchillo de pedernal se reía
ciona con el Ehecatonatiuh, (V.) y
en los jeroglíficos simbolizaban los
nahoas los grandes vientos con pe-
demales, tecpatl, para significar
que el aire cortaba como navaja:
con relación á las estaciones, repre-
senta la Primavera, estación de los
grandes vientos: aplicado á los cua-
tro puntos cardinales, representa
el Norte: por último, con relación á
los cuatro elementos, se aplica el
tecpatl al aire.
Según Cha vero, el tecpatl repre-
senta á Venus, como estrella de la
mañana, y sus rayos de luz, y ex-
presa el ciclo de 260 afios; la pri-
mera aserción la funda en haber
observado en el Códice Oxford que
una serie de tecpatl marca el ca-
mino seguido por el astro; y la se-
gunda, en el pasaje siguiente: «Ten-
«go un sello de barro— dice— -que
«en la parte inferior tiene la cruz
«de brazos iguales, propia de Ve-
«nus, y encima una pirámide de c}os
«pisos, invertida, y cuyo piso ma-
«yor está dividido en dos por una
«línea. Los adornos de esta pirá-
*mide invertida le asemejan una
«especie de cara de tigre. Sobre
«ella está repetido cinco veces el
«símbolo del sol y de su ciclo me-
«xica de 52 años; lo que produce el
«de 260 años.»
Divinizado el tecpatl como pro-
ductor del fuego y como instru-
mento de los sacrificios humanos,
fué objeto de ferviente culto Teo-
tecatl, y se le erigieron templos.
El más suntuoso era el Tecpatsinco,
en el pueblo del mismo nombre,
hoy Tepalcingo, del Estado de Mo-
relos. Los frailes agustinos susti-
tuyeron á Teotecpatsin con una ima-
gen de Jesús Nazareno, y allí acu-
den en romería, año por año, el 4**
viernes de cuaresma, millares de
indios de muy lejanas tierras, y
vestidos con sus atavíos de hace
400 años, bailan y cantan delante
del nuevo tecpatl,
TecuacuillL (Tetl, piedra; cua-
cuilli, (V.): ^cuacuilli de piedra.*)
Nombre que daban á cierta clase
de ídolos. Suponían los nahoas que
los dioses estaban en las cumbres
de los montes, y como los montes ó
cerros naturales son el albergue de
las nubes, para dar á los templos ó
cerros hechos amano todo el aspec-
to de las montañas donde las nubes
se asientan, los coronaban de al-
menas, cada una de las cuales era
una nube. A estas almenas las de-
signaban con el nombre de mixte-
cuacuilli, «ídolo de nube,» de míx-
tu, nuhe.y de tecuacuütí. ídolo. Lla-
maban en general tecuacuilli á los
ídolos de piedra que representaban
dioses cuyo togado del cabello te-
nía una forma especial. También
daban este nombre á los sacerdo-
tes de tales ídolos.
El P. Sahagún dice que el tecua-
cuilli era una especie de cura, pues
hablando de las mujeres que ser-
vían en el templo, dice: «Había tam-
«bien en los templos mugeres que
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SEGUNDA ÉPOCA, TOMO V.
185
«desde pequeñas se criaban allí, y
«era la causa que por su devoción
«sus madres siendo muy chiquillas
«las prometían al servicio del tem-
«dol, y siendo de veinte ó cuarenta
«dias las presentaban al que tenia
«cargo de esto que le llamaban 71?-
«^«acw////, que eran como cura. . . .»
Tecuciztecatl. (Etim. incierta.)
Dios que se convirtió en la Luna.
Remí Simeón dice que es el dios de
la luna. Aunque ya hablamos de la
creación de la Luna en el artículo
Cosmogonía, reproduciremos aquí
lo conducente para conocer al dios
Tecucistecatl. Dice á este propósito
Sahagún: «Decían que antes que
«hubiese día en el mundo, que se jun-
«taron los dioses en aquel lugar que
«se llama Teutioacan (Teteohuacan,
«hoy San Juan Teotihuacán) dijeron
«los unos á los otros; dioses, ¿quien
'^tendrá cargo de alumbrar el mun-
o^do? luego á estas palabras respon-
«dió un dios que se llamaba Tecucis-
^tecali, y dijo: « Yo tomo á cargo de
^alumbrar el mundo: ^ Luego otra
«vez hablaron los dioses y dijeron:
^¿quien será otro mas? al instante
«se miraron los unos á los otros, y
«conferian quien sería el otro, y nin-
«guno de ellos osaba ofrecerse á
«aquel oficio, todos temian, y se
«excusaban. Uno de los dioses de
«que no se hacia cuenta y era bu-
«boso, no hablaba, sino que oía lo
«que los otros dioses decían: los
«otros habláronle y dijéronle: sé tú
«el que alumbres bubosito, y él de
«buena voluntad obedeció á lo que
«le mandaron y respondió: « En mer-
«ced recibo lo que me habéis man-
«dado, sea así» y luego los dos co-
«menzaron á hacer penitencia
«cuatro dias. Después encendieron
«fuego en el hogar el cual era he-
«cho en una pefta que ahora llaman
^teutescalli (peñasco divino). El
«dios llamado Tecucistecatl todo lo
«que ofrecía era precioso, pues en
«lugar de ramos ofrecía plumas ri-
«cas que se llaman manquetsalli
«(?): en lugar de pelotas de heno,
«ofrecía pelotas de oro: en lugar de
«espinas de maguey ofrecía espinas
«hechas de piedras preciosas: en
«lugar de espinas ensangrentadas,
«ofrecía espinas hechas de coral co-
•lorado, y el copal que ofrecía era
«muy bueno. El buboso, que se 11a-
«maba Nanaoatsin, en lugar de
«ramos ofrecía cañas verdes ata-
«das de tres en tres, todas ellas lie-
«gabán á nueve: ofrecía bolas de
«heno y de espinas de maguey, y
«ensangrentábalas con su misma
«sangre, y en lugar de copal, ofre-
«cia las postillas de las bubas. A
«cada uno de estos se les edificó
«una torre como monte; en los mis-
«mos montes hicieron penitencia
«cuatro noches y ahora se llaman
«estos montes tsaqualli, están am-
«bos cerca el pueblo de S. Juan
«que se llama Teuhtioacan. De que
«se acabaron las cuatro noches* de
«su penitencia, esto se hizo al fin ó
«al remache de ella, cuando la no-
«che siguiente á la media noche ha-
«bian de comenzar á hacer sus ofi-
«cíos, antes un poco de la mediania
«de ella,* díeronle sus aderezos al
«que se llamaba Tecuciztecatl . á sa-
«ber: un plumaje llamado astaco-
^mitl (olla de garza), y una jaqueta
«de lienzo, y al buboso que se 11a-
«maba Nanaoatsin, tocáronle la
«cabeza con papel que se llama
<<amatsontli (cabellos de papel), y
«pusiéronle una estola de papel,
«y un maxtli (cendal) de lo mismo.
«Llegada la media noche, todos los
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186
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
«dioses se pusieron en derredor del
«hogar que se llama teutexcalli. En
«este ardió el fuego cuatro días:
«ordenáronse los dichos dioses en
«dos rendes, unos de la una parte
«del fuego, y otros de la otra, y lue-
«go los dos sobredichos se pusieron
«delante del fuego, y las caras acia
«él, en medio de los dos rendes de
«los dioses, los cuales todos estaban
«levantados, y luego hablaron y
«dijeron á Tecuciatecatl: «¡Ea pues
«Tecuciztecatl! entra tú en el fue-
«go» y él luego acometió para echar-
«se en él; y como el fuego era gran-
«de y estaba muy encendido, sintió
«la gran calor, hubo miedo, y no
«osó echarse en él y volvióse atrás.
«Otra vez tomó para echarse en la
«hoguera haciéndose fuerza, y lle-
«gándose se detuvo, no osó arrojar-
«se en la hoguera, cuatro veces
«probó; pero nunca se osó echar.
«Estaba puesto mandamiento que
«ninguno probase mas de cuatro
«veces. De que hubo probado cua-
«tro veces, los dioses luego habla-
«ron á Nanaoatzin, y dijéronle. . . .
«¡Ea pues Nanaoatsin! prueba tú;
«y como le hubieron hablado los
«dioses, esforzóse y cerrando
«los ojos, arremetió, y echóse en el
«fuego, y luego comenzó á rechi-
«nar y respendar en el fuego, como
«quien se asa. Como vio Tecuciste-
^catl, que se había echado en el
«fuego y ardia, arremetió y echóse
«en la hoguera.» Sigue diciendo Sa-
hagún que después entraron en la
hoguera un águila y un tigre y con-
tinúa diciendo: «Después que ambos
«se hubieron arrojado en el fuego,
«y que se habían quemado, luego los
«dioses se sentaron á esperar á que
«prontamente vendría á salir el Na-
^naoat3Ín. Habiendo estado gran
«rato esperando, comenzóse á po-
«ner colorado el cielo, y en todas
«partes aparedó la luz del alba. Di-
«cen que después de esto los dioses
«se hincaron de rodillas para espe-
«rar por donde saldría Nanaoatsin
«hecho sol: miraron á todas partes
«volviéndose en derredor, mas nun-
«ca acertaron á pensar ni á decir á
«que parte saldría, en ninguna co
sa se determinaron: algunos
pensaron que saldría de la parte
del Norte, y-paráronse á mirar acia
él: otros acia medio día, á todas
partes sospecharon que había de
salir, porque por todas partes ha-
bía resplandor del alba; otros se
pusieron á mirar acia el Oriente,
y dijeron, aquí de esta parte ha de
salir el sol. El dicho de estos fué
verdadero: dicen que los que mi-
raron acia el Oriente, fueron
Quetsalcoatl, que también se lla-
ma Ecatl,y otro que se llama 7b-
tec, y por otro nombre Anaoatly-
te cu y por otro nombre Tlatlavic-
tescatlipuca, y otros que se llaman
Miniscon, que son innumerables,
y cuatro mugeres, la primera se
llama Tiacapan, la segunda Teicu,
la tercera Tlacocoa, la cuarta Xo-
coyotl; y cuando vino á salir el
sol, pareció muy colorado y que se
contoneaba de una parte á otra, y
nadie lo podía mirar, porque qui-
taba la vista de losojos....y después
salió la luna en la misma parte
del Oriente á par del sol: primero
salió el sol y tras él la luna; por la
orden que entraron en el fuego
por la misma salieron hechos sol
y luna. Y dicen los que cuentan
fábulas, ó hablillas, que tenían
igual luz con que alumbraban, y
de que vieron los dioses que igual-
mente resplandecían, habláronse
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
187
«otra vez y dijeron: (Oh dioses! ¿co-
«mo será esto? ¿será bien que va-
«yan á la par? ¿será bien que igual-
«mente alumbren? Y los dioses die-
«ron sentencia y dijeron: «Sea de
«esta manera. Y luego uno de ellos
«fué corriendo, y dio con un cone-
« jo en la cara á Tecucistecatl, y os-
«cureciole la cara, ofuscóle el res-
«plandor, y quedó como ahora está
«su cara. Después que hubieron sa-
«lido ambos sobre la tierra estuvie-
«ron quedos sin moverse de un lu-
«gar el sol, y la luna; y los dioses
«otra vez se hablaron y dijeron.
«¿Como podemos vivir? no se me-
«nea el sol, ¿hemos de vivir entre
«los villanos? muramos todos y ha-
«gámosle que resucite por nuestra
«muerte, y luego el aire se encargó
«de matar á todos los dioses, y ma-
« tolos, y dicese que uno llamado
^Xolotl, rehusaba la muerte, y dijo
«á los dioses: ¡Oh dioses! no muera
«yo, y lloraba en gran manera de
«suerte que se le hincharon los ojos
«de llorar, y cuando llegó á él el
«que mataba, echó á huir y escon-
«diose entre los maizales, y convir-
«tiose en pie de maíz que tiene dos
«caflas, y los labradores le llaman
^Xoloil, y fué visto y hallado entre
«los pies del maíz: otra vez echó
«á huir y se escondió entre los ma-
«guéyes, y convirtióse en maguey
«que tiene dos cuerpos que se lla-
«man mexolotl: otra vez fué visto,
«y echó á huir, y metióse en el
«agua y hízose pez que se llama
^Axolotl, y de allí le tomaron y le
«mataron; y dicen que aunque fue-
«ron muertos los dioses, no por eso
«se movió el sol; y luego el viento
«comenzó á zumbar y á ventear re-
« clámente, y él le hizo moverse pa-
«ra que anduviese su camino; y des-
«pues que el sol comenzó á caminar,
«la luna se estuvo queda en el lu-
*gar donde estaba. Después del sol,
♦comenzó la luna á andar, de esta
«manera se desviaron el uno del
«otro y así salen en diversos tiem-
«pos, el sol dura un dia, y la luna
«trabaja en la noche ó alumbra en
«ella.»
Orozco y Berra, interpretando la
hermosa y al parecer extravagan-
te leyenda que precede, dice que
Tecuciztecatl representa la casta
sacerdotal, rica y poderosa, y Na-
nahuatzin, al pueblo pobre que an-
siaba la nueva civilización.
Chavero difiere de esta opinión,
pues dice que la leyenda es la ma-
nifestación de que el nuevo culto
se impuso por la conquista y por la
fuerza de las armas; y para probar
su aserción dice: «... todo es lógico
«en la leyenda, todo conforme
♦con lo que pudo y debió suceder.
«Y también es muy importante ha-
«cer el estudio de los dos persona-
« jes que enastrosse convirtieron
«Fijémonos en el significado de las
*« palabras: Náhuatl, el nahoa, el de
«la raza á que los tolteca pertene-
«cían, hace su plural nanahua, los
«nahoas, y agregando la termina-
«ción reverencial tsin, natural en
«los vencedores, tenemos Nana-
*huat3in, los seftores nahoas, los
«tolteca, la raza conquistadora.
«Estos que vienen de peregrinar,
«maltratados y pobres, como llegan
«las razas conquistadoras, comolle-
«garon los bárbaros del Norte al co-
« razón de Europa, se representan
«por el buboso, y ofrecen espinas
«de maguey. Como es la raza que
«impone el nuevo culto, es la que se
«arroja decidida á la hoguera, y
«hecha sol, recibe por altar la más
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188
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«alta pirámide, el Tonatiuh Itza
«cual. El otro personaje es Tecucis-
^tecali, la personificación de la raza
«vencida. 7Vr«w^ quiere decir abue-
«los:ací7m significa abuelas; tecatl
«es el nombre del habitante de un
«pueblo. No se usa la partícula reve-
«rencial í-a^mpues jamás los honores
«y las glorias son para los vencidos.
«El nombre todo significa: el habi-
«tante de la tierra de nuestros abue-
«los (y de ¡nuestras abuelas! debe-
«ría haber agregado Chavero), es
«decir, los nonoalca de Teotihua-
«cán. Están en su ciudad podero- i
«sa y rica y suntuosas son sus ofr en- '
«das; pero no aceptan la nueva re-
«ligión. Tecuci&tecatl cuatro veces i
«se dirige á la hoguera y otras tan-
«tas retrocede: solamente cuando
«ve á Nanahuatsin arrojarse en '
«ella, cuando los nahoas ya han im-
«puesto la nueva religión, es cuan- 1
«do él se arroja, cuando acepta la j
«ley nueva y eso mediante la inter-
«vención de la conquista armada.
«Estas vacilaciones de Tecuciste- \
*catl concuerdan con la muerte de
«los viejos dioses para que camine
«el culto nuevo, con la triple resis-
«tencia de Xolotl. Pero los adeptos ¡
«que no tuvieron la primera fe no t
«merecen tantos honores como el
«pueblo que impuso el culto; y así ;
^Tecucistecatl no es sol, sino que |
«en luna se convierte, y por altar
«le toca la pirámide más baja, el i
«Meztli Itzacual.» !
No estamos conformes conlaopi- ¡
nión de Chavero. Toda su argumen- '
tación está minada por su base; la i
funda principalmente en la etimo-
logía de los nombres de los dioses
que se arrojaron al fuego par a con-
vertirse en sol y en luna; pero esas
etimologías son inexactas. La de
Nanahuatsin véase en el artículo
respectivo. En cuanto á la de Tecu-
cistecatl, no tiene por elementos ni
tecume significando abuelos, ni cid-
tin. Tecume no es palabra castiza
en el idioma náhuatl, porque tecu-
tu, que es el primer elemento del
nombre, no hace el plural tccumi, si-
no tetecutin, y no significa «abue-
lo,» sino «caballero,» «principal,»
«noble,» «seftor,» etc., etc; cicitinsí
es plural de cttlt, abuela, pero no es
el segundo elemento del nombre,
porque si lo fuera, éste sería Tecu-
cicitecatl 6 Tecucitecatl^y en ningu-
no de estos nombres aparece la 3
de cist siendo así que no hay razón
para que se pierda en la composi-
ción. Además, «tierra de nuestros
abuelos» se dice en náhuatl Toco-
collan, compuesto de to, nuestro,
cocolli, abuelo, y lan, variante de
tlan, junto á, y, por extensión, lu-
gar, tierra, etc., y el gentilicio deri-
vado de este nombre es Tococote-
catl. Se ve, pues, que las etimologías
explicadas por Chavero no son co-
rrectas, y, por consiguiente, no pue-
den servir de fundamento á la in-
terpretación que da á la leyenda ó
mito de que se trata. Veamos aho-
ra nosotros la etimología de Tecu-
cistecatl: es gentilicio de TecuciS'
tlan, que se compone de tecutli, se-
ñor, de cistli, madre, y de tlan, lu-
gar; y significa: «Lugar de (donde
está) la madre del señor.» ¿Quién
es este «señor?» Tescatlipoca,
¿quién es la «madre?» la Luna. La
Luna es la madre de Tescatlipoca;
Así, pues, Tecudstecatl era el natu-
ral del lugar de la madre del señor
Tescatlipoca. La leyenda lo que nos
muestra es una lucha religiosa en-
tre Tescatlipoca y Quetsalcoatl, en
la que vence éste, no por la fuerza
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
189
ó la conquista, como dice Chavero,
sino por la predicación, como dice
Orozco y Berra, pues los toltecas
sólo fueron guerreros cuando fue-
ron destruidos. Dice Sahagún que
cuando los dioses vieron que el sol
no se movía, resolvieron morir, y
que los mató el aire. Antes dijo que
Quetsalcoatlteníatambién por nom-
bre Ehecatl, el Aire; luego el mata-
dor, el triunfador en la lucha reli-
giosa fué Quetsalcoatlf y el venci-
do, el derrotado fué Tescatlipoca,
pues aun cuando su representante
Tecucistecatl se arrojó á la hogue-
ra, lo hizo después de Nanahuatsín;
y aunque aquél, al salir, resplande-
cía tanto como éste, un partidario
de Quetsalcoatl le dio un golpe en
la cara con un conejo, y lo oscure-
ció, y quedó convertido en la páli-
da luna, lo cual significa que el cul-
to antiguo subsistió, pero muy páli-
do, muy degenerado. Por último,
Xolotl, de los dioses de TeBcaltipo-
ca, con su triple fuga y metamorfo-
sis para escapar de la muerte, re-
presenta á los recalcitrantes de la
antigua religión, que, para ejercer
su culto, tenían que huir y que
ocultarse de los fieles creyentes de
Quetsalcoatl.
Dice Chavero, y con razón: «No
«se encuentra ni en los Vedas, ni
«en Hesiodo, leyenda más hermosa,
«astronómica é histórica á la vez,
«como el nacimiento del sol y de
«la luna cuando la muerte de los
«viejos dioses de Teotihuacán.»
Siglos después triunfa Tescatlipo-
ca sobre Quetsalcoath y se forma
una leyenda más confusa y más
complexa, en la que apenas se dis-
tingue el mito del fenómeno astro-
nómico, y ambos del suceso histó-
rico. Véase Quetzalcoatl.
Con motivo de la relación que he-
mos visto hace Sahagún de la triple
metamorfosis de Xóloll, en xolotl,
(solóte), en mexolotl (mesolote) y en
axolotl (ajolote), diremos algo muy
curioso, que hará comprender el sen-
tido de varias palabras mexicanas
en que entra en composición xolotl,
y que, castellanizadas, forman hoy
verdaderos aztequimos. Luego que
el pueblo se apoderó del mito de
Xolotl, esto es, de sus transforma-
ciones, lo desfiguró multiplicando
éstas, y convirtió al personaje en un
Proteo mexicano: visitaba á las
cocineras, y entonces se llamaba
texolotl (tejolote); se metía á los
corrales, y se convertía enhuexolotl
(guajolote); por último, de una gente
boba ó tonta , decían que tenía me-
tido á Xolotl, y la llamaban xolopilli
(solopil), estúpido. Conocido el mito,
fácil es comprender el sentido de
las palabras en que entra en com-
posición Xolotl.
Tecnencholhiiiliztli, (Te-cuem-
ckolhuia, «pasar sobre alguno.»)
Una de tantas supersticiones que
tenían los indios. Decían que el
que pasaba sobre algún niño que
estaba acostado ó sentado, le quitaba
la virtud de crecer, y se quedaría
pequeftito;pero también decían que
podía remediarse el mal volviendo
á pasar sobre el nifto en sentido con-
trario.
TecuilhuitontlL (Tecutli, señor;
ilhuitl, fiesta; tontli, expresión de
diminutivo: «Fiestecita de los Se-
ñores.») Nombre de la séptima
veintena ó mes del año. La fiesta
se hacía en honor de la diosa Huis-
tocihuatl, la diosa de la sal. La vís-
pera de la fiesta había un gran baile
de mujeres, que danzaban en círculo,
asiéndose á una cuerda vestida de
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190
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ñores.xochimecatl, y con guirnaldas
de istauhyatl (estafiate ó ajenjo) en
la cabeza. En el centro del círculo
estaba una mujer prisionera vestida
como la diosa. Acompañaban el bai-
le con canto, bajo la dirección, uno
y otro, de dos sacerdotes viejos y
de alta dignidad. Duraba el baile
toda la noche, y á la mañana si-
guiente empezaba el de los sa-
cerdotes, que duraba todo el día, y
se interrumpía con el sacrificio de
algunos prisioneros. Los sacerdotes
vestían con mucha decencia y lie
vaban en las manos hermosos cent-
poalxochitl (cempasúchiles) . Al
ponerse el sol, se hacía el sacrificio
de la prisionera, y acababa la fiesta
con grandes banquetes.
Todo el mes— dice Clavigero— era
de gran alegría para los mexicanos.
En él se ponían la mejor ropa, da-
ban frecuentes bailes y tenían gran-
des diversiones en los jardines. Las
poesías que cantaban eran de
amores ó de otros asuntos agrada-
bles. Los plebeyos iban á cazar á
los montes, y los nobles hacían jue-
gos y ejercicios militares, ó en el
campo, ó con barcos en el lago.
Estas alegrías de la nobleza — di-
ce él mismo Clavigero— dieron al
mes el nombre de Tecuilhuitl, «fiesta
de los señores, » y de Tecuilhuitontli,
«fiesta pequeña de los señores,»
porque era pequeña, comparada con
la del mes siguiente.
Paso y Troncoso, interpretando
la lámina XXVII izquierda del
Códice Borbónico, que representa
la veintena de que se trata, dice:
«El nombre (Tecuilhuitontli) signi-
fica «fiesta pequeña del Señor.» En
cuanto al motivo para llamarla
«fiesta pequeña del Señor,» cambian
las opiniones: quién dice que por
ser precursora de la siguiente, que
llevaba igual nombre, pero se lla-
maba «grande,» á ésta le decían
«pequeña;» ó por no ser tan solem-
ne y más breves los ritos, ó también
porque servía como de preparación
para la otra; y más agregan: que
se pasaba la veintena en convites y
festejos que mutuamente se hacían;
ahora bien, como el único festejo
que la pintura nos declara es el del
juego de pelota que se hacía dentro
del cercado llamado tlachtli, es indu-
dable que aquél debía ser el qu^
principalmente usaron entonces; pe-
ro los autores ni palabra dicen del
asunto, y es que un pasatiempo tan
digno de conservarse y en que tanto
lucían sus habilidades los jugadores,
fué perseguido y extirpado como
idolátrico, al grado que ni memoria
queda en nuestro país de lo que aque-
llo era: los indios por temor ó ma-
licia, y los misioneros por ignoran-
cia ó exceso de celo religioso, ca-
llaron la ceremonia; y si este Códice
tan interesante no la revelara,
ignoraríamos lo que principalmente
pasaba en este mes, su rito más
importante.» Sigue Paso y Troncoso
describiendo el tlachtli ó juego de
pelota y todo lo principal que al
juego y á los jugadores toca, que
nosotros omitimos por haberlo tra-
tado en el artículo Juegos (V.); y
acaba por explicar los personajes
que los jugadores representan, que
son cuatro dioses, á saber: Cinteotl,
Ixtlilton, Quetsalcoatl y Cihua-
coatL
Como se habrá visto en lo expues-
to en el pasaje de Paso y Troncoso,
éste difiere, en la etimología del
nombre de la veintena, de lo ex-
puesto por Clavigero, pues aquél
dice que Tecuilhuitontli significa
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
191
«Fiestecita del Seftor,» mientras
que éste asienta que significa «Fies-
tecita de los Seflores.» Nosotros
hemos seguido la opinión de Clavi-
gero, porque la funda diciendo que
los nobles, esto es, los «Señores,»
hacian «fiestas» y diversiones de
todo el mes: era, pues, la «fiesta
de los Señores;» y Paso y Troncoso
ni contradice esta opinión ni dice á
qué «Señor» se hacía la fiesta; así
es que su etimología carece de funda-
mento, tanto más, cuanto que la
fiesta no se hacía á ningún «Señor,»
sino á una «Señora,» como hemos
visto, á la diosa Huistocihuatl.
En los jeroglíficos del año se re-
presenta este mes con figuras dan-
zantes, aludiendo á los bailes que
en él se hacían, y con una lanceta,
símbolo de la penitencia con que se
preparaban para la función del si-
guiente mes. Los tlaxcaltecas re-
presentaban este mes con la cabe-
za de un joven con flores en la ma-
no, ó con la diosa HuictocihuatL
En el día de la fiesta de este mes
les era permitido salir á las muchas
mujeres de los señores polígamos,
las cuales se juntaban y andaban
por la calle con guirnaldas en la ca-
beza, y trajes lujosos y aderezos
galanos, recibiendo festejos y re-
quiebros de los jóvenes y señores
principales, si bien guardadas por
la vigilancia de ayos corcobados y
amas ancianas y cuidadoras. A es-
te propósito dice Chavero: «Si pu-
« diéramos hacer una comparación
«con esa fiesta, diríamos que era á
«modo de inocente carnaval sin dis-
«fraz.»
El Códice Nuttall, explicando su
intéprete la lámina 36, trae lo si-
guiente acerca de la veintena Te-
cuilhuitontli:
«Esta fiesta sellamaua tecuil
«huitl (Tecuilhuitl), En el qual He-
«vavan los mancebos enlos hon-
«bros al demonio, vestido como pa-
«pagayo. ya vn carro, enforrado de
«hojas y caña de maiz. tañiendo
«flautas, y otros dixtos (distintos
«(?)) instrumentos delante del y en
«la mano ledauan vncetro de plu-
«ma. q ellos Uamauan yolotopilli. q
«quiere dezir corazón vara el de-
«monio q se festejaua aqui. se 11a-
«maua tlazopilli q quiere dezir pre-
« ciado señor.»
Como se ve, en el Códice Nuttall
no se hace mención de las fiestas,
ritos y ceremonias de que hablan
todos los AA.; pero ni éstos hacen
alusión al tal dios Tlasopillí. Lo
único que podría justificarse con
este lugar del Códice, sería la eti-
mología de Paso y Troncoso, de
«fiestecita del Señor,» pues el tecu-
tu, «señor,» sería Tlaaopilli; pero
es muy extraño que ningún autor
se refiera á este dios, señor, ó, co-
mo dice el intérprete, «demonio,» á
quien se dedicaba la fiesta, á no
ser que el calendario que se inter-
preta en el Códice no sea mexica-
no, sino de otro pueblo, ó que esa
fiesta se haya cambiado.
TeciiilhuitL Véase Hueytecuil-
HUITL.)
Teouxcalli. Nombre del 4.*^ edi-
ficio de los 78 en que estaba divi-
dido el templo mayor de México.
Había en él muchos ídolos, y allí se
recogía el rey ó señor cuatro días
para prepararse á las fiestas so-
lemnes, ayunando, haciendo peni-
tencia é incensando á los dioses.
El destino que tenía este edificio
nos induce á creer que el nombre
correcto era Tecucalli: te cutí i,
señor, rey; calli, casa: «casa del se-
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192
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ñor;» y tanto más creemos esto,
cuanto que Tecuxcalli significa «Se-
ñor cocido ó hervido,» significación
extravagante en el caso de que se
trata.
Tecziztli. (Etim, incierta,)
Caracol. Lo empleaban los indios
como trompeta en las fiestas reli-
giosas.
Techalotl. (Etinu incierta,) Es-
pecie de ardilla. El Códice Nuttall,
en su lámina 64, trae la imagen de
un dios, cuyo jeroglífico es un te-
chalotl, y dice de él lo siguiente:
«Este demonio tenian ellos por dios
«y llamáuase techalotl q quiere de-
«zir un animal como zorrilla q tie-
«nen su morada entre las piedras
«en cuevas éste no es de los qua-
«trocientos dioses borrachos.» Es-
ta advertencia la hace el intérpre-
te del Códice, porque su librea ó ata-
vío es parecida á la de los dioses
borrachos que describe en láminas
anteriores. Ningún autor habla de
este dios.
TechcatL Piedra en que se sa-
crificaba á las víctimas humanas
en el sacrificio común ú ordinario.
La del templo mayor de México
era im trozo de roca verde, de dos
varas de largo, una tercia de ancho,
y de altura como hasta la cintura
de un hombre, disminuyendo de al-
to á bajo en forma piramidal has-
ta rematar en un pequeño espacio;
la figura estaba apropiada para
que la víctima, tendida de espaldas
encima, quedara con las piernas,
brazos y cabeza colgantes, levan-
tado en arco el pecho y bien tirante
la piel.
El techcatl del templo de Texco-
co lo describe Pomar muy sucinta-
mente diciendo: « y al un lado
«de él (del patio) hacia la puerta del
' aposento mayor de Huitsilopoch-
«///(estaba) una piedra levantada
«de una vara de alto, con lo alto de
«ella al talle de un cofre tumbado
«que llamaban techcatl donde sa-
«crificaban los indios.»
Sahagún dice que en el teocalli
mayor de México los techcatl eran
dos, cada uno frontero de los dos
santuarios de Huitsilopochtli y de
Tlaloc, y tan cerca de la escalera,
que con facilidad se podían arrojar
por ella los cadáveres, de lo que re-
sultaba que del tajón hasta abajo
había constantemente un regajal de
sangre.
Chavero dice que el techcatl que
estaba frenteá//iw//£r//o/)oc/í///tenía
la forma de una deidad con la ca-
beza inclinada, de modo que el sa-
crificio se hacía sobre su espalda,
y que esa deidad era la Coyolxauh-
qui.
En su obra «Los Dioses Astro-
nómicos de los Antiguos Mexica-
nos,» asienta el mismo Chavero que
el techcatl era símbolo del phalus,
falo, ó miembro viril, y que ese sim-
bolismo tuvo por objeto ocultar al
pueblo el culto al miembro viril,
que sólo representaban los sacer-
dotes al natural en las pinturas de
los Códices. El pasaje relativo es
el siguiente:
«El simbolismo, es decir, la ocul-
tación del phalus al pueblo, subti-
tuyéndolo por una representación
alegórica, se encuentra también en
el techcatl. Cuando en mi Historia
Antigua de México (pág. 431) ha-
blaba yo de la opinión de Brasseur,
quien suponía Falos colosal el pi-
lar redondo y roto de la Casa del
Gobernador en Uxmal, decía: «Nos-
«otros nos contentamos con creér-
melo piedra de sacrificios.» Brasseur
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
193
y yo teníamos razón. El techcatl es
la piedra de los sacrificios, y. es al
mismo tiempo la representación del
phalus. Para comprobar este pun-
to, en nuestro concepto muy inte-
resante, expliquemos qué era el
techcatl, y qué objeto tenía y en qué
se le empleaba. Molina lo describe:
« Techcatl: piedra sobre que sacri-
«ficauan y mataban hombres de-
«lante de los ídolos.»— Sahagún lo
describe diciendo que los indios sa-
crificaban á sus víctimas sobre una
piedra llamada techtecatl, la cual
tenía de altura de tres á cuatro pal-
mos, y de anchura palmo y medio
en cuadro. Por esta incompleta des-
cripción creeríase que el techcatl
era cuadrado; pero afortunadamen-
te Duran nos da una exacta des-
cripción. Dice que el techcatl «era
una piedra puntiaguda questaua
frontera de la puerta de la cámara
donde estaua el ydolo tan alta que
daua á la cintura y tan puntiaguda
que hechado de espaldas encima
della el que hauia de ser sacrifica-
do, se doblaua de tal suerte que en
dejando caer el cuchillo encima del
pecho, con mucha facilidad se ha-
bría vn hombre por medio como
una granada.» A mayor abunda-
miento, en las pinturas que Duran
acompañó á su Historia, está re-
presentado el sacrificio y la figura
del techcatl. Allí se ve que su for-
ma era circular y cónica y una ver-
dadera representación del phalus.
Pero esta cuestión se resuelve, en
nuestro concepto, con la pintura
sexta del Códice Borgiano. . . .En
ella la figura colocada en la parte
superior de la derecha, sobre cuyo
pecho se está sacando el fuego, se
ve tendida en un techcatl, en la
nnisma postura que describe Duran,
y ese techcatl es el Cipactli, es de-
cir, el firmamento. Podremos, pues,
decir que el techcatl era la repre-
sentación del phalus y del fuego
creador. El simbolismo era profun-
do. En el gran Teocalli, entre las
dos estatuas del Huehueteotl, sig-
nificación del Ometecutli, estaba
colocado el phalus techcatl, expre-
sión de su poder creador, y sobre
él sacrificaban los sacerdotes las
víctimas consagradas álos dioses.»
No seguiremos á Chavero en su
prolija elucubración sobre el pha-
lus, pues lo expuesto nos basta por
la relación que tiene con e\ techcatl.
Sólo diremos que si algunos tech-
catl representaron el phalus, no fué
ese símbolo el que tuvo desde un
principio, pues los tol tecas, de
quienes lo tomarían los mexicanos,
le atribuían un origen celestial y
por ende divino. Sahagún, narran-
do la lucha religiosa entre Quetsal-
coatl y Tescatlipoca, precursora de
la ruina de Tollan, dice: «Funes-
«tos presagios de ruina se veían
«por todas partes. Volaba no dis-
«tante de la tierra el Ixtaccuixtli,
«pasado con una flecha; la sierra de
«Zacapec arrojaba llamas por la
«noche; llovieron piedras, y cayó
o^del cielo una gran piedra á la cual
^llamaron techcatl, sobre la
^cual sacrificaban á los que querían
morir. y> No puede ser más explícito
ni más verisímil el origen del techcat,
explícito, porque se da su nombre y
se señala su empleo, el sacrificio,
aunque voluntario, pues los tolte-
cas no sacrificaban víctimas huma-
nas; verisímil, porque esa piedra
caída del cielo, ha de haber sido al-
gún aerolito, que, en aquellos tiem-
pos y para aquellas gentes, ha de
haber sido un milagro, una mani-
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194
ANALES DEL MUSEO NACIONAL,
f estación directa de los dioses para
invitarlas al sacrificio; pero no
creemos que ese aerolito haya te-
nido la figura de un miembro viril.
Techialll (Te. alguno; chialli,
derivado de chía, atender, obser-
var: «El que atiende áalguno.»)Era
el 77^ edificio de los 78 que com-
prendía el teocalli mayor de Méxi-
co. Era una capilla en que ofrecían
las caftas de AcxoyatL
No se comprende el sentido eti-
mológico de la palabra con la sig-
nificación de ésta.
Techichi. r Teth piedra; chichi,
perro: «Perro de piedra,» tal vez por
el color.) Especie de perro que no
ladraba y que era comestible.— Pa-
ra que los muertos llegaran al Mic-
Han, «mansión de los muertos,» te-
nían que hacer un largo viaje. El
muerto había de pasar primera-
mente por el río llamado Apaño-
htiayan. (V.) Necesitaba, para atra-
vezarlo, del auxilio de un perrillo,
techichi. Para esto hacían llevar al
difunto un perrito de pelo bermejo,
al que ponían al pescuezo un hilo
flojo de algodón. Contaban que
cuando el difunto llegaba á la ori-
lla del Apanohuayan, si el perro
lo conocía por su amo, lo pasaba á
cuestas nadando, y que por eso los
naturales criaban á este efecto di-
chos perrillos; lo que hacían con los
de color bermejo, pues los de pelo
blanco ó negro no pasaban el río,
porque el de pelo blanco decía: yo
me lavéy y el de pelo negro: estoy
manchado.
Chavero cree que esta leyenda
popular acredita su origen nahoa,
pues en México sólo había el perro
itzcuintli, y el techichi es el precio-
so perrillo con pelo, de nuestra fron-
tera, conocido por de Chihuahua.
No creemos que éste haya sido el
techichi f pues todos los autores con-
vienen en que era mudo; y bien sa-
bido es que los perritos chihuahue-
ños son muy ladradores.
Techimaltini. (Deriv. de techi-
maltia, cubrir á alguno con un es-
cudo; proteger.) Uno de los nom-
bres que daban al dios Tescailipoca,
I considerado como protector de los
I hombres.
Tehuacan. Véase Teohuacan.
Tehuehuetl. Nombre que daban
á una peña adonde se retiraban, co-
I mo ermitaños, á hacer penitencia.
(Véase Yappan.)
I Teicu. í^7(?, de alguno; /cw///, her-
mano ó hermana menor: «hermano
ó hermana menor de alguien.») La
segunda de las cuatro hermanas de
Ixcuina ó Tlasolteotl, diosa de los
placeres carnales. Fué una de
las mujeres que esperaban con otros
I dioses la salida del sol por el orien-
I te cuando fué creado en Teotihua-
can. (Véase Tecuciztecatl.)
TelpochcalU. (Telpochtli ó Tel-
puchtli, joven, mancebo; calli, casa:
¡ «Casa de los jóvenes.») Especie de
colegio destinado á los jóvenes de la
clase media, donde se les enseña-
ba particularmente los conocimien-
tos civiles. Estaban dirigidos por
jefes llamados Telpuchtlato. Pintá-
banse el cuerpo de negro, á excep-
ción del rostro, vestían el maxtlatl
(mastate, taparrabo), y por todo
abrigo la manta llamada c/a/ca-
ayatl, de pita torcida de maguey,
en forma de red floja y rala; era
éste el distintivo de estos cole-
gios civiles. Los alumnos guarda-
ban continencia; si alguno cometía
falta con mujer, los superiores lo
castigaban mesándole los cabe-
llos y dándole de golpes con fuer-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
195
tes leños, al compás de duras amo-
nestaciones. Los ociosos ó incorre-
gibles eran castigados por mano de
sus superiores con quemarles el
cabello; la falta de este adorno era
una afrenta. Estaban obligados á
reparar los teocalli, acarreando pa-
ra ello los materiales. Trabajaban
en común tierras y heredades para
su sustento. En materias religiosas
guardaban los ayunos y hacían pe-
nitencias sacrificándose el cuerpo.
Terminaban los trabajos hacia la
puesta del sol; retirábanse enton-
ces á sus casas, bañábanse, se pin-
taban de nuevo el cuerpo de negro,
exceptuando el rostro, poníanse
distintivos y adornos los que ya los
habían alcanzado, se dirigían en se-
guida al cuicacalco, «Casa del can-
to,» donde permanecían hasta la
media noche cantando y bailando,
y después se iban á dormir al co-
legio.
Según se colige de la relación del
P. Sahagún, aquella pureza de cos-
tumbres no rezaba con todos los
alumnos igualmente; los niños esta-
ban sujetos á rigorosa disciplina;
mas para los mancebos que habían
ido á la guerra, principalmente si
habían ganado algún ascenso, aque-
lla disciplina se relajaba algún tan-
to, como consecuencia de la vida
disipada del soldado. A estos se les
permitía tener mancebas y se
les daba licencia para ir á dormir á
sus casas. La embriaguez era cas-
tigada con pena de muerte. De
aquellos seminarios se retiraban
para casarse; y para lograr su sepa-
ración daban al Telptichtlato diez ó
doce mantas grandes, llamadas
cuachtli (cuascles); el superior les
hacía un largo razonamiento reco-
mendándoles sus deberes. Otros
alumnos había que permanecían en
el colegio aún contra su voluntad,
hasta que una orden del rey los
dejaba libres.
Chavero, tratando de señalar las
diferencias entre el Calmecac y el
Telpuchcalco , dice que el Calmecac
era uno solo y estaba en el templo
mayor; los sacerdotes daban en él
la educación, y sus mancebos se
sujetaban á la jurisdicción del sacer-
docio, que podía condenarlos aún á
muerte. Enseñábanse allí las cien-
cias, que eran patrimonio exclusivo
del templo; su objeto principal era
formar ministros de sus dioses; pe-
ro se daba como accesoria la ins-
trucción militar. El Telpuchcalco
tenía por objeto principal la instruc-
ción en las cosas de guerra, aunque
por la conexión que había entre el
sacerdocio y el poder guerrero se
hacían también ejercicios religio-
sos. En las pinturas de los Códices
se manifiesta esta diferencia po-
niendo negros el cuerpo y el rostro
de los mancebos del Calmecac, y
únicamente el cuerpo de los del Tel-
puchcalli.
En cada uno de los cuatro calpti-
lli mayores había un Telpuchcalli,
según Bandelier, citado por Chave-
ro; pero siguiendo las indicaciones
de Sahagún, es de creerse que cada
calpulli menor tenía uno y que por
lo, tanto eran veinte los de la ciudad
de México.
Telpochtlato. (Telpochtli, joven,
mancebo; tlato, apócope de tlatoani,
el que habla, y f ig. señor, goberna-
dor, príncipe, y, en general, el su-
perior: «director ó superior de los
mancebos.) Nombre que se daba al
director ó superior de los colegios
llamados Telpochcalco, (V.)
Telpochtiliztli (Juventud, de-
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1%
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
riv. de telpochtli, joven.) Orden reli-
giosa instituida en honor de TeBca-
tlipoca, considerado como el Tel-
pochtli, joven, por excelencia. Sólo
entraban en ella los jóvenes y los
niños. No vivían consagrados en
monasterio, sino en sus casas, y
sólo se reunían de noche en im edi-
ficio del barrio; seadmitían hombres
y mujeres, los cuales andaban ves-
tidos galana y pulidamente. Niflos
y niñas eran ofrecidos por sus pa-
dres á la orden; cuando llegaban á
la edad requerida, acudían á la con-
gregación á la puesta del sol, y asi-
dos de las manos mozos y mozas,
tañían, cantaban y bailaban á hon-
ra del dios, hasta la media noche,
presididos por un principal que les
enseñaba y doctrinaba. Nada pasa-
ba allí contra las buenas costum-
bres, pues la menor falta contra la
castidad quedaba castigada con
la muerte irremisiblemente. (No
eran asi las ágapas de los cristia-
nos, en que las mujeres se conver-
tían en felatrices,) Los alumnos no
tenían otra obligación que la dicha,
y permanecían en el gremio hasta
que se casaban. (Torquem.)
Telpochtli. (Etim. incierta.)
Mancebo, joven. Era uno de los nom-
bres que daban á Tescaltipoca, pnes
decían los indios que por ser ver-
dadero dios este numen, nunca en-
vejecía, conservaba su vigor y fuer-
zas, no se cansaba, y caminaba más
aprisa que los otros dioses cuando
venían á la fiesta del mes Teotleco
(V.), pues llegaba dos días antes, es-
to es, en el IS^' del mes.
Chavero, que cree descubrir en
todos los mitos algún símbolo, dice,
á propósito del Telpochtli por ex-
celencia, lo siguiente:
«La personalidad de Tezcatlipo-
^ca y de la luna en él, se ve con
«claridad en cuanto del dios se re-
« feria. Cuando como aparición se
«presentaba, hablaba tomando for-
«ma humana, y sabía y alcanzaba
«los secretos que en la noche se
«ocultan: entonces le llamaban Tel-
<>ipuchtli, porque aparecía como her-
«moso mancebo. {Véase Telpoch-
tiliztll)
Temacpalco. [Tetl, piedra; mac-
palli, palma de la mano: -En las
palmas de la mano de piedra.») En
su fuga de ToUan á Coatzacoalco,
Quetzalcoatl fué haciendo prodi-
gios y dejando huellas que revela-
ban su gran poder ó divinidad. Sa-
hagún, refiriendo estos prodigios,
dice:
o^Quetsalcoatl puso las manos to-
« cando á la piedra grande donde se
«asentó, y dejó señales de las pal-
«mas de sus manos en la dicha
«piedra, así como si pusiera las ma-
«nos en lodo, que ligeramente se
«quedaran señaladas; también dejó
«señales de las nalgas en la misma
«piedra donde se había sentado, y
«estas señales parecen y se ven
«claramente, y entonces nombró el
«dicho lugar: Temacpalco, y se le-
«vantó.»
Torquemada, refiriendo el prodi-
gio anterior, es más explícito que
Sahagún, pues señala el lugar don-
de estaba Temacpalco; dice así:
« llegó (Quetsalcoatl) á otro
«(lugar), que es vn Cerro junto del
«Pueblo de Tlalnepantla, dos le-
«guas de esta Ciudad de México,
«donde se sentó en vna piedra, y
'puso las manos en ella, y las de-
«jó estampadas, que hasta el dia de
«oi se vén las señales de todo en
« ella; y tienen por cosa mui averi-
« guada los moradores convesinos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
197
«de este Lugar, averias hecho Que-
« tffalcohuatl, y yo lo he preguntado,
«con particular inquisición; y así
• «me la han certificado, demás de te-
«nerlo escrito con mucha puntuali-
«dad; de mui fidedignos Autores, y
«así se llamó entonces aquel Lugar,
«y se llama de presente Teniacpal-
*co» que quiere decir, en la palma
«de la mano.»
Borun da, aludiendo al pasaje pre-
inserto, dice: «Aunque ya no se
«conoce tal monumento, no es de ex-
«traflar que sabiendo algunos de
«los naturales principales su alu-
« sion, lo ocultasen quando ya ad-
« vertían que lo admiraban los es-
« pañoles.»
Temacpallitotique. (Plural de
temacpalitotiqui, derivado át te-
macpalitotia, robar á alguno con as-
tucia ó por medio de encantamien
tos.) Hechiceros que se entregaban
al pillaje, robando á los vecinos en
sus propias casas, de noche, y em-
pleando sortilegios que los asegu-
raban de la impunidad. Reunidos
quince ó veinte, formaban la ima-
gen de Cecoatl ó Quetsalcoatl: an-
tes se habían provisto del brazo iz-
quierdo, del codo, ó la mano de una
mujer muerta en el primer parto,
tomado á hurto; cantando y bailan
do (itotia) se dirigían á la casa que
iban á robar, llevando por delante
uno de ellos la imagen de Cecoatl,
y otro con el brazo de la muerta
puesto al hombro. Llegados, gol-
peaban con el brazo mágico el sue-
lo del patio y el umbral de la puer-
ta de entrada; bastaba aquello para
que los habitantes fingiesen dormir
roncando, ó se quedaran inmóviles
como amortecidos. Los ladrones en-
cendían teas, reunían los víveres, y
se ponían á comerlos muy despa-
cio; se entregaban á excesos con
las mujeres; apañaban los objetos
de su gusto, hacían los líos, y se
echaban á huir. Sólo entonces sa-
bían despertar los durmientes, llo-
rar y dar voces. Costumbres ex-
trañas, que más parecen consenti-
das que impuestas; efecto necesario
de la estúpida superstición á que
estaba entregado el pueblo.
Los hechiceros, en general, eran
despreciados y perseguidos; sin
abrigo en las casas y entre las fa-
milias^ vivían aislados y en cons-
tante pugna con la comunidad. Se
vengaban de aquel despego hacien-
do maleficios, según su particular
encono, ó solicitados por persona
extraña contra enemigo particular.
Según el vulgo, podían transfor-
marse en todo género de animales
y conocían los conjuros y palabras
mágicas. Hacían sus encantamien-
tos por cuatro noches seguidas, en
que reinaran signos infaustos, pro-
curando á todo trance acercarse á
la casa de quien debía ser malefi-
cado. El agredido, para defenderse,
ponía cardos en puertas y venta-
nas, y si era animoso, daba contra
el hechicero, le arrancaba los ca-
bellos de la coronilla de la cabeza
y le dejaba libre, pues era indefec-
tible que con aquello perecería; pa-
ra esto, era indispensable que el he-
chicero no hubiera tomado algún
objeto de la casa, pues en semejan-
te caso se salvaba de la muerte.
Temalacatl. fTetl, piedra; mala-
catl, huso; malacate, como azte-
quismo: «Malacate de piedra.») Una
de las tres clases de piedras desti-
nadas al sacrificio de víctimas hu-
manas.
En el Temalacatl sólo se verifica-
ba el Sacrificio Gladiatorio. ,{V.)
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198
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Motecuzoma I, en el año 1459, in-
ventó esta manera de sacrificio pa-
ra estrenar el templo mayor de
México, y, al efecto, convocó á
los canteros de Coyohuacan ( Co-
yoacán) y Azcaputzalco, y cuenta
el P. Mendieta que les hizo decir:
«Maestros, el nuestro señor manda
«que se haga una piedra grande y
«redonda, la cual se ha de llamar
« Temalacatl, que quiere decir rue-
«da de piedra, en la haz de la cual
«han de estar pintadas las guerras
«que tuvimos con los tepanecas, la
«cual escultura quiere que sea per-
«petua memoria de aquella admi-
« rabie hazaña; y ruegoos que cele-
«breis vuestros nombres y ensal-
«ceis vuestro nombre y eterna me-
« moría , en que vaya muy bien
«labrada y con toda la brevedad
«posible.» Los maestros dijeron
«que les placía de lo hacer, y hus-
meando una gran piedra, que tenía
<de ancho braza y media, la alla-
«naron, y en ella pintaron la guerra
«de Azcaputzalco, muy bien escul-
«pida, y acabáronla en tan breve
«que no tardaron muchos días,
«cuando dieron aviso al rey de que
«la piedra del sacrificio estaba aca-
«bada, el cual mandó que se le hi-
«ciese un poyo (zócalo) alto donde
«se pusiese, y así se hizo im poyo
«alto, y encima del la mandaron po-
«ner, que señorease (dominase) un
«estado de hombre.»
Tezozomoc, refiriéndose á este Te-
malacatly dice: «Esta dicha piedra se
«ve en la esquina de la casa de un ve-
«cino, hijo de un conquistador;
«y la piedra del sacrificio está hoy
«junto á la iglesia mayor de la ciu-
«dad de México.» Fr. Bernardino, en
su manuscrito citado por Orozco y
Berra, dice: «En el año 136 déla fun-
«dacion de México (1459), hizo mote
«guma el viejo vna rrodela de pie-
«dra la qual sacó rrodrigo gomez
«que estaba enterrada á la puerta
«de su casa la qual tiene un agujero
«en medio y es muy grande y aquel
«agujero ponían los que tomavan
«en la guerra atados que no podían
«mandar sino los brazos y davanle
«vna rrodela y un espada de palo y
«venían tres hombres uno vestido
«como tigre otro como león y otro
«como águila y peleavan con él hi-
«riéndole luego tomaban un nava-
«jon y le saca van el corazón y asi
«sacaron los nava jones con la pie-
«dra debajo de aquella piedra
«rredonda y muy grande »
Acabado, como dijimos, el Tema-
lacatl, y terminados los preparati-
vos para la fiesta del estreno, con-
vidóse, no sólo á los reyes aliados y
señores de los pueblos vecinos, si
no también á los de las poblaciones
remotas. Llegado el día, aquellos
huéspedes fueron colocados en unos
miradores hechos de ramas olorosas
y flores. En el lugar llamado Yopi-
co fué formado el tsapotlacalli, casa
de ramas de zapote, con flores y
divisas, y bancos del mismo zapo-
te : aquí tomaron asiento los sacri-
ficadores, vestidos con los arreos
de los dioses Huilsilopochtli, Que-
tsalcoatl, Tocí, Yopi, Opochlsin,Its-
papaloíl, Totee y otros; junto á ellos
tomaron lugar los mantenedores del
campo, armados de sus armas y
adornados con sus insignias, en tra-
jes de león, tigre ó águila. Para
aquel sacrificio, los sacerdotes se
habían ejercitado en la piedra pin-
tada, y los guerreros, escogidos en-
tre jóvenes de los tepuchcalli, ha-
bían sido industriados de ante-
mano. Los prisioneros, encerrados
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
199
días antes en el cuauhcalli, fueron
sacados y puestos junto al isotn-
pantli, desnudos y cubiertos sólo
con el maytlatl, pintado todo el
cuerpo de blanco con tisatl, los pár-
pados y labios teñidos de rojo, ata-
do el pelo en la coronilla de la ca-
beza con un manojo de plumas blan-
cas; los hicieron bailar un rato al
sonido del lúgubre Tlapatihuehuelt,
Salieron al último los sacerdotes
principales y se acomodaron en un
lugar prominente, regado con ho-
jas de zapote y flores. Los tecua-
cuiltin (V.) pusieron el gran atam-
bor, ácuyo rededor cantaron y bai-
laron. El sacerdote mayor, lujosa-
mente ataviado, se adelantó lle-
vando en las manos el gran cuchillo
negro llamado itscuahua (que tiene
la cabeza de obsidiana), y tomó
asiento en singular lugar. (Dur.,
Tezoz.)
Siguieron después los combates,
que hemos ya descrito en el artícu-
lo Sacrificio Gladiatorio.
En este género de sacrificio es-
taba establecido que si el prisione-
ro vencía á siete de sus mantene-
dores, se le ponía en libertad y se
le colmaba de honores y presentes;
pero en la fiesta del estreno, de que
venimos hablando, todos los gue-
rreros cautivos pasaron por el com-
bate personal y fueron sacrifica-
dos en seguida.
Chavero deriva el nombre tema-
lacatl de los movimientos que ha-
cía á manera de huso (malacate)
el cautivo atado en la piedra, y del
agujero por donde pasaba la cuer- ,
da para atarlo y que estaba en el |
centro.
TemazcaltecL (Tentascalli, ba-
ño de vapor, temazcal; teci, abue-
la, y. fig. abogada, patrona: «abo-
gada de los temazcales ó bafios de
vapor. >) La diosa Teteoinan ó Toci
(V.) «era adorada por los que tie-
«nen en sus casas bafios ó temaz-
«calis— dice Sahagún— -y todos
«ponían la imagen de esta diosa en
«los bafios y llamábanla Temascal-
^ieciy que quiere decir abuela de
«los bafios. » Bajo esta advocación, el
ídolo tenía la boca y barba tefiidas
de ulli, en el rostro unos parches de
lo mismo; un paflo atado en la
cabeza con las puntas para la es-
palda, con unas plumas á manera
de llamas; la camisa y faldellín
blancos; en una mano una escoba
y en la otra una rodela con una cha-
pa de oro.
Paso y Troncoso dice que al te-
maacálli lo llamaban también xo-
chicallty «casa de flores,» y que en-
tonces á la TemaBcalteci la llama-
ban Xochicaltsin.
También á la Temascalteci le dan
la forma reverencial Temascaltmn,
en vez de Temascaltecitsin, y de
ese non>bre se deriva el del pue-
blo Tema.^calt3Ínco, hoy Temazcal-
cingo.
En la lámina 77 del Códice Nut-
tall está pintada la deidad de los
iemascalli en una pared de uno de
éstos; pero el intérprete no le da el
nombre de Temascalteci, pues dice:
«Esta es vna figura délos baiios
«délos yndios q ellos llaman
«temazcale do tienen puesto vn
«yndio alapuerta que era a bogado
«délas enfermedades y quando al-
«gun enfermo y va alos baños, ofre-
«cianle encienso que ellos llaman
«cópale, aeste y dolo y tefiianse el
«cuerpo de negro en veneración
«del ydolo que ellos llaman tezca te-
«pocatl ques vno desús mayorales
«dioses. Vsauan en estos vanos
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200
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Otras vella q rías nefandas hazian,
«q es bañarse muchos yndios oyn-
«dias desnudos encueros y come-
«tian dentro gran fealdad y pecado
«en est ébano.»
Ningún autor habla del dios Tes-
catepocatly así es que creemos que
el nombre está mal escrito y que ha
de ser Tescatlipoca , tanto más
cuanto que el intérprete dice que
era uno de los dioses mayores, entre
los cuales se cuenta á Tescatlipoca,
y ninguna mención se hace de Tes-
catepocatl.
Temilco. (Tetl, piedra; milli,
sementera; co^ en: «En la cementera
de piedras ó pedregosa.») Lugar
próximo á Citlaltepec, donde había
un agua donde crecían grandes y
hermosas juncias. A ese lugar iban
á traerlas los sacerdotes de México
para adornar los templos en la
fiesta que se celebraba el primer
día de la veintena Etaalcualiatli.
Temiminaloyan. (Te, algimo; mi-
mínalo f voz imper. de mimina,a,sae-
tear; yan, lugar en que se verifica
la acción del verbo: «Lugar en que
asaetean á alguno.)» Lugar por don-
de tenían que pasar los muertos
para llegar al Mictlan, y donde eran
asaeteados.
Templos. Los Mexicanos y los
otros pueblos de Anahuac — dice
Clavigero— tenían, como todas las
naciones cultas, templos ó luga-
res destinados al ejercicio de su
religión, donde se reunían para tri-
butar culto á sus dioses é implorar
su protección.
Daban al templo el nombre de
teocalli: teotl, dios, callí, casa: «ca-
sa de dios.» También le llamaban
teopan: teotl, dios, pan, en: «En
(donde está) dios.» Después de
la Conquista dieron estos mismos
nombres, con mayor propiedad, á
los templos erigidos en honor del
verdadero dios.
La ciudad y el reino de México
empezaron por la fábrica del tem-
plo de Huitsilopchtli 6 sea Mcxitli
(el verdadero nombre fué Mecí-
tli: véase Fundación de México),
de donde tomó su nombre la ciu-
dad. Este edificio fué desde luego
una pobrecabafia. Amplióla Itscoail,
primer rey conquistador de aquella
nación; su sucesor, Motecuzoma I,
fabricó un nuevo templo, en que
había indicios de magnificencia; fi-
nalmente, Ahuitzotl construyó y
dedicó aquel vasto edificio que ha-
bía sido planteado por su antecesor
Tízoc; y éste fué el santuario que
tanto celebraron los españoles des-
pués de haberlo arruinado.
No entra en nuestro plan descri-
bir el templo mayor; sólo diremos
que ocupaba el centro de la ciudad
y comprendía, con otros templos y
edificios anexos, todo el sitio que
hoy ocupa la catedral, parte de la
plaza mayor, parte de las calles y
casas de las inmediaciones; y el
muro que rodeaba aquel lugar, for-
mando cuadro, era tan grande, que
dentro de su recinto cabía, según H.
Cortés, un pueblo de quinientos ho-
gares. En el espacio que mediaba
entre el muro exterior y el templo,
además de una plaza para los bai-
les religiosos, había 78 edificios,
entre templos de otros dioses, co-
legios de sacerdotes, seminarios de
jóvenes de ambos sexos, y conven-
tos de sacerdotizas y monjas. En
los artículos respectivos, según sus
nombres, hablamos de cada uno de
los 78 edificios.
Además del templo mayor y de los
edificios que contenía, había otros,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
201
esparcidos en diversos puntos de la
ciudad. El número de los de la ca-
pital, comprendiendo los más pe-
queños, según algunos autores, no
bajaba de dos mil, entre los cuales
siete ú ocho eran los mayores; pero
sobre todos se alzaba el de Tlalte-
lolco, consagrado también á Hui-
tsilopochüi.
Fuera de México, los templos más
célebres eran los de Texcoco, Cho-
lula y Teotihuacan. (V.)
El número de los templos de to-
do el imperio mexicano, según
Torquemada, era de más de cua- 1
renra mil; pero Clavigero cree que <
pasaban de este número, si se cuen-
tan los pequeños, pues no había
lugar habitado sin su templo, ni ¡
pueblo de alguna extensión que no i
tuviese muchos. \
No contenta la superstición de
aquellos pueblos con tan gran nú-
mero de templos construidos en las
ciudades y villas, había muchos al-
tares en las cimas de los montes,
en los bosques y en los caminos,
para excitar donde quiera la idóla-
tra devoción de los viandantes y
para celebrar sacrificios á los dio-
ses de los montes y á los otros nú-
menes campestres.
Para completar la materia de
este artículo y para familiarizar á
los lectores con el ingenuo y candi-
do estilo del P. Mendieta, inser-
tamos aquí algunos párrafos del
capítulo sobre los templos.
«La manera de los templos que ;
estos indios— dice el franciscano-
edificaban á sus dioses, nunca fué
vista ni creo que oída en la Escri-
tura si no es en el libro de Josué,
que hace mención de un grande al-
tar que edificaron las tribus de Ru
ben y de Gad y el medio tribu de
Manasies, cuando después de con-
quistada la tierra de promisión, á
la vuelta que se volvían á sus ca-
sas y posesión, edificaron cerca del
Jordán, Altare infintíce magnitudi-
nis, un altar de infinita grandeza.
De esta manera eran los de esta
tierra. Y pues aquel solo es tan
nombrado en la divina Escritura,
bien será aquí hacer mención de
tantos y tan grandes como hubo en
esta tierra que fueron infinitos, pa-
ra memoria de los que á ella vinie-
ren en lo de adelante: porque ya
cuasi todos los templos antiguos es-
tan por el suelo. ... En todos los
pueblos de los indios se halló que
en lo mejor del lugar hacían un
gran patio cuadrado, que tenía de
esquina á esquina cerca de un tiro
de ballesta en los grandes pueblos
y cabeceras de provincias; y en
los medianos pueblos obra de un ti-
ro de arco; y en los menores, menor
patio; y cercábanlo de pared dejan-
do sus puertas á las calles y caminos
principales, que todos los hacían
que fuesen á dar al patio del demo-
nio. Y por honrar más los templos,
sacaban los caminos por cordel, muy
derechos, de una ó dos leguas, que
era cosa de ver desde lo alto como
venían de todos los menores pue-
blos y barrios los caminos endere-
zados al patio del templo mayor,
porque nadie pasase sin hacer su
acatamiento y reverencia ó algún
sacrificio de su persona sacándose
sangre de las orejas ó de otra par-
te. En lo más eminente de este pa-
tio hacían una cepa cuadrada con-
forme al pueblo que era Esta
cepa, ora fuese grande, ora chica,
toda lo henchían de pared, yendo
echando sus lechos uno sobre otro,
y subiendo la obra ybase metien-
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202
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
do adentro, de manera que cuando
llegaban arriba, de cuarenta bra-
zas de planta, se habían enangos-
tado obra de las siete, ó poco me-
nos, de cada parte por causa de
unos relejes que iban haciendo al
principio de la obra, de braza y me-
dia, ó de dos brazas cada relej en
alto. Y á la parte de occidente de-
jaban las gradas por do subían. Y
hacían arriba en lo alto dos grandes
altares, allegándolos hacia el orien-
te, que no quedaba más espacio de
cuanto se podía andar de tras
de ellos. El uno de los altares á la
mano derecha, y el otro á la izquier-
da. Y cada uno por sí tenía sus pa-
redes y casa cubierta con capilla.
Esto de los dos altares era en los
grandes templos, que en los peque-
ños no había más que un altar. Y
cada uno de estos altares de los
grandes pueblos tenía tres sobra-
dos, uno sobre otro, de mucha altu-
ra, y cada capilla de éstas se anda-
ba á la redonda. Delante de estas
capillas, á la parte del poniente, á
do estaban las gradas, había harto
espacio, y allí se hacían los sacri-
ficios. En los mismos patios de los
pueblos principales había otras, ca-
da doce ó quince iglezuelas ó tem-
plillos de la misma forma, unos
ma3-ores que otros. Y en cada uno
de ellos no había mas de una capi-
lla y un altar. Y para cada uno ha-
bía sus salas y aposentos do estaban
los ministros y servidores del de-
monio, que no era poca gente la que
allí se ocupaba, y en traer agua y
leña, porque ante todos estos alta-
res braseros que toda la noche ar--
dían, y lo mismo en las salas. Y
ellas y los templos eran muy bien
encalados y limpios, había en ellos
algunos hortezuelos de árboles y
flores. En los mas de estos grandes
patios había un otro templo, que
después de levantada aquella cepa
acababan con una pared redonda y
alta, cubierta con un chapitel, y es-
te templo era dedicado al dios del
aire, q\xella,m2iba,n QuetsalcoaÜ. No
se contentaba el demonio con los
templos ó teucales (teocalis) ya di-
chos, sino que en un mismo pueblo,
en cada barrio, y aun en cada rin-
cón (como dicen) patios pequeños
á do había tres ó cuatro teucales, y
en otros solo uno. Y en los mogo-
tes y cerrojones y lugares emi-
nentes, y por los caminos, y entre
los maizales había otros muchos de
ellos, pequeños. ... Y parecían y
abultaban en los pueblos que era
cosa de ver. Y sobre todos hicieron
ventaja en toda la tierra los de Tez-
cuco y México, aunque en grande-
za otros los excedieron. Los indios
de Cholula, dando en la locura de
los de la Torre de Babel, quisieron
hacer uno de estos teucales ó tem-
plo de los dioses que excediese en
altura á las mas altas sierras de
esta tierra (aunque bien cerca las
tienen bien altas, como es el volcan
que echa humo (PopocatepeÜ), y
la sierra nevada que está junto á él
(iMtaccihuatl), y la de Tlaxcala (Ma-
tlálcueye, hoy la Malinchi,) y para
este efecto comenzaron á plantarla
cepa que hoy día tiene al parecer
de planta un tiro de ballesta, con
haberse desboronado y deshecho
mucha parte de ella, porque era
de mas anchura y longitud y mucho
mas alta. Y andando en esta obra
(según los viejos contaban) los con-
fundió Dios, aunque no multipli-
cando las lenguas como á los otros,
sino con una terrible tempestad y
tormenta, cayendo entre otras co-
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SBGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
203
sas una gran piedra en figura de sa
po que los atemorizó. Y teniéndolo
por prodigio y mal agüero, cesaron
de la obra, y la dejaron hasta hoy.
Junto al pueblo de Teotihuacan
hay muchos templos ó teucales de
estos, y en particular imo de mu-
cha grandeza y altura, y en lo alto
de él está todavía tendido un ído-
lo de piedra que yo he visto, y por
ser tan grande no ha habido mane-
ra para lo bajar de allí y aprove-
charse de él.»
(El Inspector y Conservador de
Monumentos antiguos, Sr. Leopol-
do Baíres, bajó el {dolo, y hoy se
encuentra en el patio del Museo Na-
cional),
A raíz de la Conquista fueron
destruidos todos los templos de
México, pues dice Sahagún, testigo
ocular: « y á los hijos de los
«plebeyos, los enseñábamos en el
«patio (del Convento) la doctrina
«cristiana; juntábase gran copia de
«ellos, y después de haberse ense-
« fia do un rato, iba uno ó dos frailes
« con ellos, y subíanse en un Cu (tem-
•plo,) y derrocábanlo en pocos
«días, y así se derrocaron en poco
«tiempo todos los Cues, pues no
«quedó señal de ellos, y otros edifi-
«cios de los ídolos dedicados á su
♦ servicio.»
TenahuatiliztU. (Derivado de te-
nahuatia, . citar, emplazar: «Cita-
ción, emplazamiento.») Nombre que
le daban á la veintena Ochpanistli,
Fué impuesto este nombre— dice
Paso y Troncoso— por una costum-
bre militar, pues en tal fiesta, por
«mandato» del monarca, se hacía
«emplazamiento y citación» de
cuantos habían servido en la gue-
rra y de los que habían llegado á
la edad. suficiente para tomar las
armas por primera vez; y hacían
todos, en presencia del jefe del Es-
tado, un alarde, ó pasaban revista,
como diríamos en nuestros tiem-
pos, dándoseles insignias, divisas
y armas, conforme á sus catego-
rías y condiciones.
Tenochu (Teotl, piedra; nochtli,
tuna: «Tuna de piedra.» Daban es-
te nombre á la tunita colorada por
su dureza, que la hace parecer de
piedra.) Nombre del segundo hijo
de Istacmixcoatl. (V.) La historia
presenta al personaje como caudi-
llo de los aztecas en su peregrina-
ción, y la Mitología lo hace descen-
der de un dios, y resulta un ana-
cronismo estupendo. Esto mismo
sucede con otros personajes huma-
nos á quienes después, para glori-
ficarlos, les dan un origen divino.
El gobierno teocrático de Tenoch
duró desde 1269 hasta 1363. En 1325
fundó la ciudad de México, que lle-
vó el sobrenombre de Tenochtitlan,
en honor del caudillo.
TenoohL Uno de los cuatro pri-
meros hombres creados por los
dioses después del cataclismo del
Atonatiuh, y con cuyo auxilio res-
tituyeron á la Tierra á su primiti-
va posición, separándola del cielo.
( Véase Cosmogonía.)
Tenochtitlan. Sobrenombre de
la ciudad de México, dado en honor
de su caudillo Tenoch, quien la fun-
dó en 1325. (Véase Fundación de
México.)
Tentemic. (Tentli, labio; temic,
(?) Uno de los cuatro dioses
varones, propios de los moradores
de Metztitlan. (V.)
TentetL (Tentli, labio; tetl, piedra:
«piedra del labio,» bezote.) Adorno
que se usaba en una horadación he-
cha en el labio inferior. General -
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204
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mente era de figura cilíndnca, que
tenía en un extremo un apéndice
convexo, propio para adaptarse por
aquella curvatura á los dientes; el
otro extremo salía por la horada-
ción del labio, y tenía un plumerito
de plumas de colibrí para hacerlo
vistoso. Esta forma se conoce vul-
garmente con el nombre de som-
hreritos, porque se parecen á los
de copa alta. Algunos rematan en
punta, y otros semejan un diente
canino. Los más prolongados y de
berilo eran de reyes y grandes se-
ñores; los azules, de los sacerdo-
tes; los de obsidiana, de los guerre-
ros; los de cristal de roca, de la
servidumbre real.
Teoamoxtll (^7>o//, dios; amox-
tli, libro: «libro de dios ó divino.»)
Un cronista de los toltecas dice:
«Subió al trono Ixtlilcuechahuac el
VII acatl, 719. Pero antes de cum-
plir su período, el astrólogo Hue-
man juntó todas las historias que
tenían los toltecas desde la crea-
ción del mundo hasta en aquel tiem-
po, y las hizo pintar en un libro muy
grande, en donde estaban pintados
todos sus trabajos y persecuciones,
prosperidades y buenos sucesos,
reyes y señores, leyes y buen go-
bierno de sus pasados, sentencias
antiguas y buenos ejemplos, tem-
plos, ídolos, sacrificios, ritos y
ceremonias que ellos usaban, astro-
logia, filosofía, arquitectura y de-
más artes así buenas como malas,
y un resumen de todas las cosas de
ciencia y sabiduría, batallas prós-
peras y adversas, y otras muchas
cosas, é intituló este libro llamán-
dole Teoamoxtli, que bien interpre-
tado quiere decir, diversas cosas de
dios y libro divino; los naturales
llaman ahora á la Sagrada Escritu-
ra Teomoxtli, por ser casi del mis-
mo modo, principalmente en lo de
las persecuciones y trabajos de los
hombres.» Tal enciclopedia no ha
sido conocida por ninguno.
Teoatl. (Teotl, dios; ath agua:
«Agua de Dios.») Uno de los nom-
bres que daban los nahoas al mar.
Orozco y Berra dice: «Llamábase
«el mar Teotl, no en sentido de dios,
«sino agua maravillosa enprofun-
*didad y grandes a,-»
TeooallL (Teotl, dios; calli, casa:
«Casa de Dios.») Nombre quedaban
á los templos. ( Véase Templos.)
TeocalzaoatL (Teocalli, templo;
Bacatl, zacate: «Zacate de los tem-
plos. » ) Nombre que daban á una es-
pecie de heno con que hacían los
techos de los adoratorios.
Paso y Troncoso cree que lo em-
pleaban también en autosacrificios
para horadarse la lengua en las
fiestas en que se observaba este
rito.
Teocipactli. El dios Cipactli, Di-
ce Cía vigero que los mexicanos lla-
maban á Noé Cipactli y Coxcox.
Esto debe entenderse del hombre
de la pareja que se salvó en la ca-
tástrofe del Atonatiuh, ó «Sol de
agua,» que los cronistas considera-
ron como el pretendido diluvio uni-
versal.
Teocomitl. (Teotl, dios; cotnitl,
olla: « Olla de dios ó divina. » ) Nombre
que daban á una pefia que había en
el templo de Tlaxcala, en la que sa-
crificaban á una esclava en favor
ú honor de Mixcoatl: tomaban los
sacerdotes en peso á la esclava y
daban con su cuerpo cuatro golpes
en la peña, quedando así aturdida;
degollábanla después y escurrían
su sangre sobre la misma peña.
Al hablar Paso y Troncoso de es-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
205
te cruel sacrificio, dice que la «biz-
naga» se llama en mexicano Teoco-
mitl, y cita en su apoyo im pasaje
de la obra Plantas de la Nueva Es-
paña, escrita por el Dr. F. Her-
nández, donde se describen varias
especies bajo el mismo nombre ge-
nérico: el tepenexcomitl, «olla ceni-
cienta de cerro,» el hueycomitl,
«olla grande,» y el teocomith «olla
divina.» — En este pasaje, comith
«olla,» es el nombre genérico; teo-
comitl es una de las especies y no
el género, como dice Paso y Tron-
coso. El nombre genérico y funda-
mental de la «biznaga,» en mexica-
no, es huitsnahuac (V.). (planta)
«rodeada de espinas,» por las mu-
chas que cubren su superficie. Por
la semejanza que este cactus, sa-
cado de su cepa, tiene con una olla,
lo llamaron metafóricamente, co-
mitl, que significa «olla.» Cuando
la «biznaga» era muy grande, la lla-
maban «olla grande,» hueycomitl;
cuando tenía la figura de las ollas
en que se cuece el nextamalli (hoy
nixtamal, como aztequismo), le
llamaban nexcomitl, y como esta
clase de «biznaga» era silvestre ó
del cerro, la llamaban tepenexco-
mitl; por último, había una clase
de «biznaga,» cuyas espinas em-
pleaban en los autosacrificios, y
por esto la consideraban como sa-
grada ó divina, y la llamaron teoco-
mitl, y de la planta que producía
las espinas hicieron el dios Huits-
nahuac. La pefia del templo de
Tlaxcala, de que hablamos al prin-
cipio, ha de haber tenido la figura
de la «biznaga» teocomitl, y por es-
to ha de haber llevado ese nombre.
La «biznaga» hizo funciones de
teckcatl 6 mesa de sacrificios cuan-
do Huitmlopochtli ordenó, durante
la peregrinación azteca, que se sa-
caran los corazones de aquellos pe-
regrinantes que habían merecido
castigo; y tal vez desde entonces
se consideró la «biznaga» como
planta sagrada, y por eso se le lla-
mó teocomitl.
Paso y Troncoso dice que Mix-
coatí presidía sobre la planta de la
«biznaga,» y le sirve de fundamen-
to para esta aseveración el folio 4
vuelta del Códice Nuttall, pues di-
ce: «En aquel folio están dibujadas
«cuatro mantas, y una lleva la ins-
«cripción siguiente: manta de mis-
<^coatl, su cenefa es azul ; el campo
«interior blanco, y en él se desta-
«can cinco biznagas: cuatro en los
«ángulos y una en el centro; ver-
«des, floridas, espinosas, y pre-
« sentándose como plantas comple-
«tas, en cuanto que trae cada una
«su raíz, entintada de rojo; color
«que generalmente usaban los in-
«dios para esa parte del vegetal....»
Teocoylehualoyan. {Etim, in-
cierta,) Uno de los lugares por don-
de tenían que pasarlos muertos pa-
ra llegar al Mictlan. (V.) Allí un ti-
gre le comía el corazón, y caía en
el río Apanuiayo. (V.)
Teocozauhco. (Teotl,á\o^^ el sol;
cosauhqui, amarillo; co, en: «En
(donde está) el dios amarillo, el
sol.*) Uno de los trece cielos. Cha-
vero traduce el vocablo: «mansión
amarilla del sol;» pero no es correc-
ta la versión, porque el adjetivo
coBauhqui se refiere al único sus-
tantivo que hay en la palabra, que
es teotL (Véase Cielos, Ilhuicatl.)
Teocuahuitl. (Teotl, dios; cua-
huitl, palo, madero: «madero divi-
no.») El aparato con que sacaban
fuego los sacerdotes en algunas
fiestas, se componía de dos made-
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206
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
ros. uno perforante, y otro que ha-
cía veces de yesca, y era como la
hembra, de donde brotaba el fuego.
Este era un palo muy seco, al que
llamaban teocuahuitl, «madero di-
vino,» por ser éste el nombre gené-
rico de la madera de donde lo sa-
caban.
Teocualo. (Teotl, dios; c««/o, par-
tic, pas. de cua, comer: «Dios comi-
do.») En la fiesta de la veintena
Panquetsalistli formaban los sa-
cerdotes una estatua, del tamaño
natural, del dios Huitsilopochtli y
de su precursor Painalton. Formá-
banlas con masa de semilla de ble-
dos, y en lugar de huesos les po-
nían ramas de acacia. Una vez
formadas, poníanlas con grandes
ceremonias en su altar, y las vela-
ban toda la noche los sacerdotes.
Al día siguiente bajaban la estatua
de Huitsilopochtli á una sala espe-
cial, y entraban en ella un sacerdo-
te llamado Quetsalcoath jefe del
Calmecac, el rey de México, un sa-
cerdote especial de Huitsilopochtli,
otros cuatro sacerdotes y cuatro
rectores de los seminarios; de mo-
do que estaban representados el po-
der civil, el sacerdotal y el guerre-
ro en sus diversas clases. Tomaba
entonces el Quetsalcoatl un tla-
cochtli dardo, y arrojándolo al ído-
lo le atravesaba el pecho, con lo
cual caía. Entraban en seguida to-
dos los sacerdotes, uno tomaba el
corazón de la deidad y lo daba al
tectitli, rey, y los otros repartían
el cuerpo á los calpulli, iglesias
de los barrios, en donde por migajas
lo comían los hombres, especial-
mente los guerreros y los mance-
bos. A este acto, en que algunos
autores han visto reminiscencias de
la eucaristía de los Cristianos, lo
llamaban Teocualo, «Dios es co-
mido.»
Teocuaque. (Plural de teocua, el
que come á dios : «los comedores de
dios.») Los mancebos que celebra-
ban el Teocualo (V.), esto es, que
comían el cuerpo de Huitailopoch-
tu, se obligaban á servir un afio, y
todas las noches encendían y gas-
taban gran cantidad de lefia, que
eran más de dos mil palos y teas
que les costaban diez mantas gran-
des. Además, cada uno estaba obli-
gado á pagar una manta grande y
cinco pequeñas, cien mazorcas de
maíz y un cesto en grano de la mis-
ma semilla. Cuando ya iban á cum-
plir el año, pagaban otro tributo de
seis mantas pequeñas para comprar
teas y leña. Por último, tenían que
aprestar todo lo necesario para la-
var el ídolo de Huitsilopochtli, Es-
ta ceremonia se practicaba á media
noche en un lugar que se llamaba
Ayauhcalco (V.), y después de
una solemne procesión. El teohua,
ó sacerdote del ídolo, tomaba el
agua con una jicara de calabaza
pintada de azul, cuatro veces, y la
ponía adelante con cuatro cañas
verdes, y le lavaba la cara y todo
el cuerpo, y después de lavado, un
sacerdote, que vestía el atavío del
dios, cargaba la estatua y la lleva-
ba otra vez, acompañado de tafie-
dores de flauta, y la colocaba en su
templo. Hecho esto, se salían todos
y se iban á sus casas; y de esta ma-
nera terminaban el servicio y peni-
tencia de los que comían el cuerpo
de Huitsilopochtli, á quienes lla-
maban teocuaque de aquel año.
¡Desgraciadas víctimas de la codi-
cia sacerdotal ! Dice Sahagún: «
«y los que no podían pagar y que
«se sentían muy agraviados del di-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
207
«che tributo se ahuyentaban: algu-
«nos determinábanse á morir en la
«guerra en poder de sus ene-
amigos »
TeooaauhquetzaliztlL (Teotl,
dios, divino, sagrado; cuahuith ma-
dera, lefia; quetsalistli, derivado de
quetsa, salir, llevar: «la acción
de salir á recoger la lefia sagrada
y de llevarla á los templos.») Espe-
cialmente daban este nombre á la
ofrenda de lefia que hacían los
guerreros para que se quemara en
el templo de Tlacahuepancuex-
cot3Ín todo el tiempo que permane-
cían en la guerra.
Teocuioani (Tetol, dios; cuicani,
el que canta ó cantor, derivado de
cuica, cantar: «Dios cantor,» ó «Can-
tor de dios, ó divino.») Nombre que
daban á un monte que está al sur
del volcán Popocatepetl. Le daban
ese nombre, porque siendo áspero
y muy alto, en su cumbre se forman
recias tempestades, y se hace oír
con espanto el ronco retumbo del
rayo.
En la cumbre había— dice el P.
Duran— una casa llamada Ayauh-
callif casa de descanso y sombra de
los dioses, con un ídolo muy rico
de piedra verde, del tamafio de un
muchacho de ocho afios, el cual fué
motivo de porfiadas guerras entre
los convecinos, y luego desapareció
á la venida de los espafioles.
Teochinco. (Ortografía y étimo-
logína iciertas.) Un teocalli que ha-
bía en el recinto del templo mayor
de México, donde cada año se sa-
crificaba un cautivo vestido como
el dios de la embriaguez. Ometoch-
tli, cuando tocaba este signo ó fe-
cha.
Teohaa. (Teotl, dios; hua, desi-
nencia que connota tenencia ó po-
sesión: «el que tiene ó posee á
dios.») Nombre genérico que se da-
ba á los sacerdotes y ministros del
culto.
Por antonomasia se llamaba teo-
hua y reverencialmente teohuatsin
á un sacerdote de Huitsilopochtli,
que tenía el cargo de anunciar la
llegada de los dioses en la fiesta
Teotleco, y el de asaetear la imagen
del dios en el Teocualo.
Teohnaoan. (Teohua (V.), sacer-
dote; can, lugar: «Lugar de sacerdo-
tes.») Pueblo principal que hoy
pertenece al Estado de Puebla, y es
conocido con el nombre de Tchua-
can y muy afamado por sus aguas
medicinales.
En el templo mayor de ese lugar
habitaban— dice Cía vigero— cuatro
sacerdotes célebres por la austeri-
dad de su vida. Vestíanse como la
gente pobre; su comida se reducía
á un pan de maíz de dos onzas, y
su bebida á un vaso de atolin (ato-
le), que era un brebaje hecho con el
grano del maíz. Cada noche vela-
ban dos de ellos y pasaban la noche
cantando himnos á sus dioses, in-
censando los ídolos cuatro veces en
la noche y derramando su propia
sangre en los hogares del templo.
El ayuno era continuo en los cua-
tro afios que duraba aquella vida,
excepto en un día de fiesta que
había cada mes, y en el cual les era
lícito comer cuanto querían; mas
para cada fiesta se preparaban con
la acostumbrada penitencia, perfo-
rándose las orejas con espinas de
maguey y pasándose por los agu-
jeros hasta sesenta pedazos de ca-
fias de diferentes tamafios. Pasados
los cuatro afios entraban otros cua-
tro sacerdotes á ejercer la misma
vida, y si antes de expirar el tér-
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208
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mino moría uno de ellos, lo substi-
tuía otro, á fin de que nunca faltase
el número. Era tan grande la fama
de aquellos sacerdotes, que hasta los
mismos reyes de México los vene-
raban; ¡pero desgraciado del que
faltaba á la continencia! pues si des-
pués de una menuda indagación se
hallaba ser cierto el delito, era
muerto á palos, quemado su cadá-
ver y las cenizas esparcidas al
viento.
Teohiütznahuac. (Teoíl, dios; na-
huac, al rededor, y adjetivado: cer-
cado, rodeado; huitstli, espina: « Dios
rodeado de espinas.») El P. Servan-
do Teresa de Mier, siguiendo á Si-
güenza y Góngora, á Veytia Jr al
extravagante Borunda, escribió una
disertación en la que sostiene que
el Cristianismo fué predicado
aquí, en Anahuac, por Sto. Tomás,
bajo el nombre de Quetsalcoatl, y,
como consecuencia de tan absurda
tesis, sostiene también que la reli-
gión de los mexicanos, por haber
apostatado los antecesores de éstos,
se había convertido en una sombra
del Cristianismo, y que sus dioses
eran reminiscencias de los perso-
najes cristianos. A este propósito
trae el párrafo siguiente:
«Si de su templo (el de QtietsalcO'
^huatl) voy al de la Cihua-cohuatl
«ó muger culebra, me encuentro con
«una virgen blanca y rubia, que sin
«lesión de su virginidad parió por
«obra del cielo al Señor de la coro-
«na de espinas Teohuitsnahuac, la
«cual estaba vestida á la manera
«de Quetsalcohuatl, y por eso le 11a-
«maban también Cohuatlicue; sino
«que la túnica, cueitl estaba esmal-
«tada de piedras preciosas, símbo-
«lo de su virginidad, y por eso le
«decían Chalchihuit licué, y el man-
« to era azul Matalcueye, y sembrado
«de estrellas Citlacue y por
«otro nombre se llamaba Tonaco-
^yohua, esto es, madre del que ha
«encamado entre nosotros,
«pues nacayo significa encarnar.»
Según el P. Mier, la Cihuacohuatl
era la Virgen María, y Teohuitsna-
huac era Jesucristo. Sólo le faltó
decimos quién fué el Padre Eter-
no, quién el Espíritu Santo, y quién
San José, pues Sto. Tomás, al pre-
dicar el Cristianismo, no ha de ha-
ber omitido á tales personajes.
El Teohuitsnahuac no era más
que el cactus llamado «biznaga» que
fué deificado por los indios co-
mo objeto de que se servían en su
culto. (^PVaS^ HUITZNAHUAC,TEOCO-
MITL Y QuETZALCOATL doftde cstd la
Disertación del P. Mier,)
TeoicpallL (Teotl, dios; icpalli,
asiento, silla: «la silla del dios.») El
tabernáculo en que los aztecas car-
gaban á su dios Huitsilopochtli
durante su peregrinación. A este
propósito dice Cía vigero: «... Ue-
«garon á Hueicolhuacan, llamado
«actualmente Culiacan, lugar situa-
«do sobre el golfo de California á
«los 24íí° donde permanecieron
«tres años. Es probable que fabri-
« casen alli casas y cabanas para su
«alojamiento, y que sembrasen para
«su sustento los granos que consi-
«go llevaban. . . . Allí formaron una
«estatua de madera, que represen-
«taba á Huitsilopochtli, numen
«protector de la nación, á fin de
«que los acompañase en su viaje.
«Hicieron también una silla de jun-
«cos y cañas para conducirlo, á la
«que dieron el nombre de Teoicpa-
^lli (silla de dios), y eligieron los
«sacerdotes que debían llevarlo en
«hombros, que eran cuatro á la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
209
«vez. ... y al acto de llevarlo Ha-
cinaron Neomama,-» (Debe ser Teo-
mama: cargar á Dios,)
Orozco y Berra, en su errónea in-
terpretación de la Tira de la pere-
grinación de los Aztecas, di-
ce:« los Azteca dejaron la isla
«el año Itecpatl, 648, poniéndose en
«marcha (según lo dice el xocpalli
«ó huella del pié desnudo) hacia
«Colhuacan Asilos emigran-
«tes, salidos de Chapalla pasaron
«por tierras del actual Estado de
«Xalisco, y precisados por el curso
«del río Tolotlan, se detuvieron en
«Culiacan, del Estado de Guana jua-
«to. En una oquedad ó gruta del
«cerro, sobre im altar de yerbas,
«colocaron á su divinidad Huitsi-
*lopochtli. . . . Colocado el dios en
«la gruta de Teoculhuacan, habló
«repetidas veces. . . . Verificóse
«una teofania. Huitsilopochtli pi-
«dió se le erigiera tabernáculo, se
«constituyera un sacerdocio, y nom-
«bró personas que en hombros lo
«llevaran durante la peregrina-
«cion:. . . . Llamábase el tabemácu-
«lo Teoicpalli, silla de dios; »
Se habrá observado, comparando
los textos de Clavigero y de Oroz-
co y Berra, que difieren notable-
mente en muchos puntos, y muy
especialmente en la situación de los
lugares. Clavigero pone á Culhua-
can ó Hueiculhuacan en el gol-
fo de California, y Orozco lo sitúa
en el Estado de Guanajuato. Clavi-
gero pone el punto de partida de
los aztecas más allá del Golfo
de California, y Orozco los hace sa-
lir de una isla del lago de Chápala,
en Xalisco. Clavigero tiene en su
apoyo el común sentir de los AA.
que le precedieron, mientras que
la opinión de Orozco es original su-
ya y ninguno la ha seguido, antes
bien la han combatido. Véanse los
artículos Culiacan, Aztlan y Chi-
coMozToc, en los que discutimos al-
gunas opiniones de Orozco y Berra
y de Chavero.
Teoiztac. (Teotl,dios\istacM^n'
co: «El Dios blanco;» pero si la c de
istac se toma como posposición, sig-
nificando «en,» entonces significa.
«En (donde está) el dios blanco,»)
el tercer cielo creado por el Orne-
tecutli, el Ser Supremo. Su prime-
ra obra como Creador fueron los
cielos. La primera pintura del Có-
dice Vaticano representa esta crea-
ción. Está el Ometecutli (V.) en la
parte superior, sentado en un icpa-
lli real, adornado de riquísimas plu-
mas y de los símbolos de la luna y
de la estrella de la tarde, teniendo
sobre la frente, en su tocado, el
signo de la luz, con el rostro de su
color natural y las manos amarillas,
para expresar su dualidad y los dos
sexos, pues en los jeroglíficos se
usa el color natural al representar
á los hombres y el amarillo para las
mujeres. El primer cielo creado es
el que está inmediatamente debajo-
del dios y en el lado derecho de la
pintura, se llama Teotlatlauhco,
«En (donde está) el dios rojo.» Este
cielo está pintado de rojo, y hay en
él los signos de los rayos de luz,
para expresar que la primera crea-
ción fué el fuego. Inmediatamente
debajo de él está el segundo cielo
creado, que se llama Teocosauhco,
«En (donde está) el dios amarillo.»
Es, en efecto, de ese color, también
con rayos, y expresa la creación
del dios amarillo, que es el Sol. El
tercer cielo creado es blanco, con
rayos, y sigue á la izquierda en la
parte superior; se llama Teoistac,
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210
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«En (donde está) el dios blanco,» y
expresa la creación de la estrella
de la tarde, Véspero.
Teoiztactlachpanqiii. (Teotl ,
dios; istcíc, blanco; tlachpanqui, el
que barre algo: «Dios blanco que
barre.») Nombre que daban á la
constelación zodiacal del Escor-
pión, presidiendo la 13.^ trecena del
Tonalamatl. En general llamaban
á esta constelación Colotl, alacrán
ó escorpión, el mismo nombre adop-
tado en la ciencia astronómica de
los pueblos primitivos del mundo.
Te.omfitina. (Teotl, dios; mama,
cargar: «El acto de cargar á Dios.»)
En la Peregrinación Azteca, al sa-
lir de Hueicolhuacan, ordenó Hui-
t^ilopochtli que le formaran un
tabernáculo, teoicpalli, constituyó
un sacerdocio, y nombró personas
que en hombros lo llevaran duran-
te la peregrinación. A este acto de
llevar cargando al dios lo llamaron
Teomama. (Véase Teoicpaia.1.)
Teometl. (Teotl, dios; metí, ma-
guey: «Maguey de dios ó divino.»)
Nombre que daban al maguey que
produce el pulque de mejor calidad,
•tal es el de los Llanos de Apan. Del
pulque del teometl— dice Sahagún—
le dio de beber Tescatlipoca, dis-
frazado de nigromante, á Quetzal-
coATL para hacerlo cometer des-
aciertos, una vez borracho.
Teonnappa. (Teotl, dios; nappa,
cuatro veces: «Cuatro veces dios.*)
Así se llamaba el dios del fuego,
Xiuhtecutli, con relación á los cua-
tro puntos cardinales. Bajo esta
advocación lo veneraban los mer-
caderes caminantes, sangrándose
y arrojando gotas á Jos cuatro vien-
tos.
Teonenemi. (Teo-nenemi, mar-
char como dioses.) Nombre que da-
ban á los sacerdotes que salían de-
México é iban al cerro de Huixa-
chtlan á encender el fuego nuevo
en la fiesta del Xiuhmolpilli.
Paso y Troncoso, interpretando
la lámina XXXIV del Códice Bor-
bónico, trae una explicación que da
una idea clara de la significación
del vocablo. Dice así: «La 2.* sec-
«ción del cuadro se desarrolla en
«una parte del borde inferior y en
«todo el borde izquierdo, donde se
«han pintado siete personajes, que
«debían ser otros tantos sacerdotes
«vestidos de dioses, y que caminan
«en procesión siguiéndose unos á
«otros, y llevando cada uno un haz
«de teas, atado con cuerdas y ador-
«nado de papeles, que sujeta con
«ambos brazos. Por ser el haz bas-
«tante largo, aunque no habrá sido
«muy pesado, se comprende que la
«marcha de los dioses no podía ser
«sino lenta; y así nos dicen los
«autores que, á principios de la no-
«che, puesto ya el sol, comenzaban
«á caminar en dirección al cerro de
^It^tapalapan, para ir á enceder en
«su cumbre, á la media noche pre-
«cisa, el fuego nuevo, con el cual
«renovaban los indios el pacto con
«sus númenes, y recibían la gracia
«de 52 aftos más de vida, concedi-
«dos á ellos y á sus descendientes.
«A la marcha grave y pausada de
«los dioses llamaban Teunenemi,
«caminan como el dios,» traduc-
«ción recta y literal del vocablo. . »
Teonexquimilli. (Teotl, dios;
nextli, ceniza; quimilli, lío, bulto:
«bulto de ceniza dios.» Boturini
traduce: bulto ceniciento, bulto de
oscuridad y neblina, dios sin pies
ni cabera,) Era uno de los nombres
que tenía Tlasolteotl. (V.) Según
Orozco y Berra presidía la duodé-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
211
cima trecena del Tonalamatl; pero
Paso y Troncoso, en su explicación
del Tonalamatl no hace mención
de él. Según Chavero, era el no-
veno de los Yoalteuctín (V.) ó acom-
pañados de la noche, y representa
la negra noche, la noche misma.
TeooctlL (Teotly dios; octli, vino,
el pulque: «vino ó pulque divino.»)
Bebida que tomaban los cantores
en ciertas ceremonias religiosas, y
que se propinaba á algunos cauti-
vos al ser sacrificados.
A propósito de lo. primero dice
Sahagún:
«El Vmetochtsin (Ometochtmn)
era como maestro de todos los can-
tores, que tenían cargo de cantar
en los cues (templos), tenía cuenta
de que todos viniesen á hacer sus
oficios á ellos. Hacían cierta cere-
monia con el vino que llamaban
Teuvctli (Teooctli) al tiempo que
habían de hacer sus oficios, de esta
ceremonia era el principal Pachte-
catl. Este tenía cuidado de los va-
sos en que bebían los cantores, de
traerlos y darlos y recogerlos, y
de henchirlos de aquel vino que
también llamaban Macuiluctli (Ma-
cuil'OCtli, cinco vino), y ponía dos-
cientas tres cañas, de las cuales so-
naba una ahugerada, y cuando las
tomaban, el que acertaba con aque-
lla, bebía él solo, y no mas: esto se
hacía después del oficio de haber
cantado.»
A propósito de lo segundo, ya he-
mos dicho hablando del Sacrificio
Gladiatorio, (V.) que el sacerdote
viejo llegábase á los prisioneros y
tomando uno le colocaba sobre el
Temalacatl, atándole por un pie con
la soga centsonmecatl, cuatrocien-
tas cuerdas, que salía por el agujero
del centro de la piedra; que aquel
infeliz estaba desnudo, que para
darle ánimo le presentaban en una
xicalli, jicara, la bebida nombrada
teooctli, y él tomaba la vasija, la
presentaba á los cuatro puntos car-
dinales, y bebía el líquido chupán-
dolo con una caña hueca,
Tal vez el
teooctli lo producía el teometl.
Teopan. (Teotl, áios\pan, en: «En
donde está dios.») Templo. (Véase
Teocalli.)
Teopatli. (Teotl, dios; />a///, medi-
cina, remedio: «Medicina divina.»)
Ungüento que usaban los sacerdo-
tes cuando iban á sacrificar á los
montes ó cuevas para librarse de
las fieras; y también se usaba co-
mo medicina en varias enfermeda-
des.
También empleaban los totona-
cos un teopatli 6 «unción divina,»
especial para ungir en la cabeza á
su sumo sacerdote. Esta unción se
componía de ulin, hule, y de san-
gre de niños sacrificados, según
Torquemada.
Teopixqui (Teotl, dios; pixgui,
derivado de pia, custodiar guardar:
•custodio de dios.») Nombre genéri-
co que daban á los sacerdotes. Re-
verencialmente, el nombre se con*
vierte en Teopixcatsin, de donde
se formó el aztequismo tiopiscachi,
nombre que dieron los indios con-
versos á los sacerdotes cristianos,
y que equivale á «padrecito.» El jefe
de los sacerdotes se llamaba huei-
teopixqui; huey, grande; teopixqui,
sacerdote: «gran sacerdote.»
Teoquechol. (Véase Quecholi.)
Teotecpatl. (Véase Tecpatl.)
Teotetl. (Teotl, dios; tetl, piedra:
«piedra divina.») La piedra de que
estaba hecha la estatua ó ídolo de
Tescatlipoca, en México.— A este
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212
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
propósito dice Clavigero: «Su prin-
cipal ídolo era de teotetl (piedra di-
«vina), que es una piedra negra y
«reluciente, semejante al mármol
«negro, y estaba vestido de gala.»
Sigue haciendo la descripción del
ídolo, que se verá en el artículo
Tescatlipoca.
Orozco y Berra dice: «En México
«la estatua de Tescailipoca era de
«obsidiana, la cual por esta causa,
«además de su nombre itstlise Ha-
«maba teotetl, piedra divina; en los
«demás lugares era de palo.»
Teoteuctli. (Metátesis de teote-
cuta, comp. de teotl, dios; tecutli,
señor: «Señor de dios.») El sumo
sacerdote con poder superior sobre
todo el sacerdocio. Se distinguía
por la bola de algodón que al pecho
llevaba colgando. En Texcoco y ¡
Tlacopan (Tacuba) un hermano ¡
del rey era el Teotecutli; en Méxi-
co era electo el más noble, virtuo-
so y entendido de los sacerdotes,
aunque sin duda se escogía perso-
na de la casa real. El Teotecutli pa-
rece consagrado particularmente á
las cosas civiles; era consejero del
rey; sin su aprobación no se decla-
raba la guerra; ungía al rey electo;
en las grandes y solemnes festivi-
dades era el sacrificador.
Entre los totonacos el teotecutli
era escogido entre los seis minis-
tros más virtuosos, y era ungido en
la cabeza con im ungüento com-
puesto de ulin y de sangre de ni-
ños sacrificados.
En cuanto al nombre, Chavero
dice:
«El título de Tecutli lo usaban los
«reyes: eran los señores de sus súb-
«ditos. El gran sacerdote tomó por
«título Teotecutli, é[ señor del dios.
«No solamente tomó para síelmis-
«mo dictado de los reyes sino que
«se llamó el señor del dios, publi-
« cando así su supremacía, pues los
«reyes no eran más que señores de
«hombres sujetos como siervos á
«la divinidad.»
No creemos exacto el concepto
de Chavero. Tecutli no significa
etimológicamente «señor,» no con-
nota idea de dominio. Los frailes
misioneros tradujeron tecutli por
•señor,> porque observaron que lle-
vaban este título las personas cons-
tituidas en dignidad ó poder, como
eran los reyes y los sacerdotes; pe-
ro desconocieron la significación
directa ó fundamental, que es la
etimológica. Tecutli se compone á^
te, algimo, persona, y de cutli, deri-
vado de cui, que, entre varias sig-
nificaciones, tiene la de recibir, aco-
ger, y, figuradamente, proteger, así
es que tecutli es el que recibe, aco-
ge ó protege á alguno, á una perso-
sona. Los reyes y grandes señores
tenían por misión recibir, acoger y
proteger á sus subditos, y por eso
se les llamaba tetecutin, plural de
tecutli. Los sacerdotes tenían tam-
bién esa misión; pero á ellos les ve-
nía de dios, como sus ministros que
eran, y por eso el sumo sacerdote,
que era el constituido en dignidad
en la religión, esto es, en las cosas
de dios, se llamaba Teotecutli, es de-
cir, el tecutli de dios, de las co-
sas divinas, á diferencia del rey ó
gran señor de las cosas humanas.
Clavigero traduce Teotecutli «Se-
ñor divino. » Nos parece que se acer-
ca á la idea que acabamos de ex-
poner.
TeotL { Te es un pronombre que
se refiere exclusivamente á las per-
sonas, á diferencia de tía, que se
refiere á las cosas; así los verbos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
213
transitivos van siempre precedidos
del prefijo te 6 tía, tecua, comer á
alguno; tlacua, comer algo, alguna
cosa; ahora bien, otl es una desi-
nencia con la que se forman subs-
tantivos abstractos, que tienen la
significación del nombre á que se
junta; así de tatli, padre, se forma
tayotl, paternidad; de //////, tinta ne-
gra, se forma tlilloth negrura; de
teopixqui, sacerdote, sale teopixca-
yotl, sacerdocio; del mismo modo,
de tCy persona, se forma teotl, per-
sonalidad, dios, porque dios es la
persona por excelencia. ¿Y todavía
se dirá que los nahoas no tenían
idea abstracta de Dios? Remí Si-
meón dice que Teotl se deriva de
teuctlt. Esto es inadmisible. Véase
el artículo Teoteuctli, donde se
explica la etimología de teuctli, que
no es más que la transposición ó
metátesis de tecutli. Dios es el
Teuctli ó Tecutli por excelencia con
relación á los hombres; pero en sí,
independientemente de aquéllos, es
la persona abstracta, la plenitud
déla personalidad: r<?o//j. Dios, dio-
sa. Plural Teteo, Dioses, diosas.
El P. Acosta— -dice Clavigero—
se maravilla de que teniendo idea
los mexicanos de la existencia
de un Ser Supremo, Creador del
cielo y de la tierra, carezcan de una
voz correspondiente al Dios de los
españoles, al Deus de los latinos,
al Theos de los griegos, al El de los
hebreos, al Alah de los árabes; por
lo que los predicadores se han vis-
to obligados á servirse del nombre
español. Pero si este autor hubiese
tenido alguna idea de la lengua
mexicana, hubiera sabido que lo
mismo significa el Teotl de aquel
idioma, que el Theos de los griegos,
y que la razón que tuvieron los pre-
dicadores para servirse de la voz
Dios, no fué otra que su excesivo
escrúpulo, pues así como quemaron
las pinturas históricas de los mexi-
canos, sospechando ^n ellas algu-
na superstición, de lo que se queja
con razón el mismo Acosta, así tam-
bién desecharon el nombre Teotl,
porque había servido para signifi-
car los falsos númenes que aque-
llos pueblos adoraban. Pero, ¿no
hubiera sido mejor adoptar el ejem-
plo de S¿m Pablo, que, hallando en
Grecia adoptado el nombre Theos
para expresar unos dioses mucho
más abominables que los de los
Mexicanos, no sólo se abstuvo de
obligar á los griegos á adorar el El
ó el Adonai de los hebreos, sino que
se sirvió de la voz nacional, hacien-
do que desde entonces en adelante
se entendiese por ella un Ser infi-
nitamente perfecto, supremo y eter-
no?»
Conformes estamos con lo ex-
puesto por el sabio jesuíta, excep-
tuando su opinión de que el Teotl
náhuatl significa lo mismo que el
Theos de los griegos. Ya hemos
visto que Teotl connota la idea de
la personalidad absoluta; y el Theos
no es sino el Teut de los celtas, que
expresa generación, creación, de
modo que Theos es el Creador, el
Generador.
Así como los cristianos, inspirán-
dose en mitologías de la India, con-
cibieron á Dios trino y uno, del
mismo modo los nahoas concibie-
ron á Teotl dual y uno, varón y
hembra, marido y mujer. A esta
dualidad la llamaron Omeyotl, y al
lugar ó cielo en que moraba, lo lla-
maron Omeyocan, «mansión de la
dualidad.» El varón de esta Duali-
dad tenía el nombre de Ometecu-
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ANALES OEJL MUSEO NACIONAL.
tu, y la hembra mujer el de Ome-
cihuatL La Omeyotl ó Dualidad creó
una generación de divinidades, y
en éstos se confunden los sexos
hasta no saber á cuál pertenecen,
como sucede con Mixcoatl y con
Centeotly que unas veces son consi-
derados como varones, y otras co-
mo mujeres, pues la mitología nos
los presenta, ya como dioses, ya
como diosas.
Orozco y Berra dice que en la re-
ligión nahoa se ven unidos, un dios
incorpóreo, invisible, creador y sus-
tentador del universo, con dos dio-
ses al parecer increados, padres de
una generación de divinidades. No
lo creemos así. El dios incorpóreo,
invisible, creador y sustentador del
universo es la Oweyo//, la Dualidad,
del mismo modo que en la Trini-
dad cristiana se encuentra la
Unidad. Estos llaman al Ser Supre-
mo, Trino y Uno, y aquéllos, los
nahoas, lo llaman Dual y Uno.
Se ha hecho observar por algu-
nos autores que la religión nahoa,
desde las ideas más abstractas des-
ciende hasta las concepciones más
groseras en las ofrendas consagra-
das á la materia animada é inani-
mada: los númenes son y?i podero-
sos espíritus, hombres deificados,
el pez ó la rana, los astros, la fres-
ca fuente y el monte sombrío: ya
un dios único preside sobre el mun-
do, ya se juzga indispensable que
un numen dirija cada una de las i
ciencias, de las artes, de las ocupa- 1
ciones de la vida, de las acciones I
en la existencia presente y futura. ,
Pero otros autores han hecho ob-
servar que en las mitologías grie-
ga y romana se encuentra el mis-
mo fenómeno, y con contrastes
repugnantes y abominables: Palas
inspirando las ciencias, y Venus los
placeres camales; Apolo iluminan-
do á los poetas, y Baco encendiendo
á los borrachos; los vicios deifica-
dos á la par que las virtudes; y so-
bre todo, Júpiter, el Ser Supremo,
ofendiendo á su casta esposa, y
arrastrándola á crueles venganzas,
con sus múltiples adulterios.
Chavero afirma que la palabra
teotl no expresaba un dios espiri-
tual, y lo sustenta diciendo:
«Según todos los vocabularios
significa dios; pero no el ser espi-
ritual y único. Era más bien nom-
bre genérico de las divinidades de
los mexicas: y así tenían á Centeotl
deidad del maiz, á Tlasolteotl diosa
de la inmundicia, y á otras muchas.
A los muertos los llamaban también
teotl, y decían teotl fulano ó dios fu-
lano. En la escritura jeroglífica re-
presentaban la palabra teotl por un
sol. De manera que esta voz teotl
nunca daba la idea de un ser espiri-
tual y único; era nombre común apli-
cado á todas las deidades, y si se
personificaba en el sol, era por lo
mismo representación de un ser
material.»
Ya hemos visto que la Omeyotl,
la «Dualidad,» creó una generación
de seres que no fueron los hombres,
y que se llamaron dioses por su pro-
cedencia inmediata del Dios Supre-
mo. Fueron como los Ángeles de
los judíos y de los cristianos, seres
intermedios entre Dios y los hom-
bres, que participaban de la natu-
raleza divina, y que por sus fun-
ciones para con la humanidad se
reputan dioses, pues custodian á los
hombres, los guían, los premian y
los castigan. También en muchas
religiones se da el nombre de dio-
ses á los muertos y aun á los vivos;
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
215
tal era el fin de las apoteosis entre
los griegos y los romanos; y tales
son también las canonizaciones de
los Santos que hace la Iglesia ca-
tólica, pues, si no los llama dioses,
sí les atribuye el poder de Dios,
puesto que resucitan muertos, y co-
mo taumaturgos violan todas las
leyes naturales. Así en la religión
de los nahoas, los dioses secunda-
rios, los creados por la Omeyotl,
son los ministros de ella; los dos
Tescatlipoca, Quetsalcoatl y Htii-
tsüopochtli fueron los encargados
para la creación del mundo visible,
y otros fueron destinados á su con-
servación; tales fueron los que go-
bernaban los vientos, las aguas y
el fuego, como Ehecatl, Tlaloc, Chai-
chiuicueye y Xiuhtecutli; y los que
cuidaban de los animales y de los
mantenimientos, como Mi x coatí,
Amimül, Xilomen y Chicomecoatl.
En fin, como pueblos politeístas,
deificaron á los mismos seres na-
turales, como animales, montes,
aguas, vientos y frutos de la tierra;
pero sin perder la idea del Ser Su-
premo.
Es verdad que en la escritura je-
roglífica representaban con un sol
la palabra teotl; pero no porque
creyeran que el sol era el Ser Su-
premo, sino porque entre las crea-
turas visibles era para ellos la más
grande manifestación del Dios in-
visible, como lo ha sido para todos
los pueblos, pues da calor, luz, vi-
da á. todos los seres. Nunca pudie-
ron los nahoas concebir al sol como
el supremo dios, pues en su cosmo-
gonía figura como creatura que
aparecía y desaparecía; en el prin-
cipio fué sol el dios Tescatlipoca;
desapareció éste, y lo fué el dios
Quetsalcoatl; y lo fueron después
sucesivamente Tlaloc y su esposa
Chalchiutlícue; por último, en la
dedicación de las pirámides de Te-
teohuacan (hoy Teotihuacán,) fué
sol Nanahuatsin, uno de los 1600
dioses que nacieron del pedernal
que dio á luz ía Omecihuatl y que los
dioses celestiales, sus hermanos,
arrojaron á la tierra. Todos estos
mitos simbolizan el fuego, en el cie-
lo, concentrado en el sol, y en la
tierra, bajo la forma de pedernal,
tecpatl; pero en todos ellos, apare-
ce el Fuego, Xíutecutli tletl, como
creatura que procede de la Ome-
yotl, y no como el Ser Supremo.
Además, todas las teogonias na-
hoas nos dicen que la Omeyotl te-
nía su mansión, el Omeyocan en los
cielos superiores, y ponen el fuego,
al sol, en los inferiores, con el pla-
neta Venus. Parafraseando esta
teogonia hemos dicho en nuestro
opúsculo Los Cuatro Soles:
El Gran Ometecutli, en Omeyocan,
Morada de placer y de riquezas,
Con Omecihuatl^ su inmortal consorte,
Formó los cielos de la obscura nada,
Para que moren los finitos Seres
Que al mundo habrán de dar luz y la vida.
TeotlatlauchcOf mansión del dios del fuego,
Cielo esplendente de rojiza lumbre,
Salió el primero de la mente increada
Para alumbrar el anchuroso espacio, (1)
El Teocosauhco, el amarillo fuego
El cielo donde el sol su luz difunde
Con que ilumina espléndida la esfera.
Ardoroso surgió del alto empíreo:(2)
(1) Teo-tlatlauh-co se compone de tcotl, dios,
tlatlauhqui, rojo, co, en, donde: «En ó donde el
dios rojo;» pero, perifraseando el concepto, signi-
fica «mansión del dios rojo, del dios del fucfiro.»
La creación del Teotlatlauhco equivale, en la
cosmogonía nahoa, á la creación de la Luz en el
Génesis de Moisés
(2) Teocoaauhco se compone de tcotl, dios, co-
aauhqui, amarillo, co, en, donde, «donde el dios
amarillo;» pero, por perífrasis, significa «mansión
del dios amarillo.» La creación del Teocosauhco
es la creación de la nebulosa ígnea de que se
formó el sol.
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216
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Véspero su mansión tiene en Teoietac (3)
Do blanca luz difunde rutilante.
Estos tres cielos forman el Teteocan. (4)
En apoyo de su tesis sigue dicien-
do Chavero:
«Tan cierto es esto, que los pri-
meros frailes no encontraron en la
lengua mexicana palabra que ex-
presara la idea de su Dios, y usaron
en sus escritos de la misma voz cas-
tellana Dios.»
Es de estrañarse que el historia-
dor Chavero emplee este argumen-
to; ¿pues qué le fué desconocido el
pasaje que hemos transcrito del P.
Clavigero? No fué porque no encon-
traran palabra propia, sino «que la
«razón que tuvieron los predicado-
«res — dice el jesuíta— paraservir-
«se de la voz Dios, no fué otra que
«su excesivo escrúpulo, pues así co-
«mo quemaron las pinturas históri-
«cas de los mexicanos, sospechan-
«do en ellas alguna superstición, así
«desecharon también el nombre
<^teotl, porque había servido para
«significar los falsos númenes que
«aquellos pueblos adoraban.»
Si los misioneros hubieran sido
filólogos y hubieran penetrado has-
ta la etimología de Teotl, se habrían
persuadido de que era el nombre
más propio para significar al Ser
Supremo, invisible é inmaterial.
Aducet ambién Chavero, como ar-
gumento, el queMotolinia, al tratar
(3) Teoistac se compone de teotl, dios, istac,
blanco; la c final hace veces de la posposición
co, en, donde: «donde el dios blanco,» y, por pe-
rífrasis, significa «mansión del dios blanco.» Aquí
el dios es la estrella de la tarde. Como los na-
hoas, en este caso, no le dan nombre especial,
hemos empleado en el verso la palabra poética
I Yspero.
(4) Teteo- can se compone de íeíeo, dios, plural
de íeoíl. dios, y de can, lugar: «morada de los
dioses» Pero de los dioses creados, porque del
increado, la Omcyotl, es el Omvyocan, los cielos
superiores.
de la predicación del Evangelio á
los indios, refiere cómo, ante todo,
preciso fué darles á entender quién
es Dios vivo. Todopoderoso, sin
principio ni fin, creador de todas co-
sas, lo cual revela que no tenían an-
tes esa concepción espiritual; y di-
ce también Chavero que Mendieta
afirma que los indios no alcanza-
ron á conocer á Dios.
Estas aseveraciones de Motolinia
y de Mendieta lo que prueban es que
no llegaron á comprender la teogo-
nia de los nahoas, ni mucho menos
la etimología de Teotl, Dios. Sin ele-
varse hasta la Omeyotl, basta cono-
cer los diversos nombres que le da-
ban á Tí?-^^^///^©^^, para convencer-
se de la altísima concepción que
tenían de un Ser superior á todo lo
creado. En las oraciones que le di-
rigían, le decían: —«Tú eres invisi-
«ble y no palpable, bien así como la
«noche y el aire.» Lo consideraban
eterno, alma del universo, señor de
la tierra, gobernador del mundo, se-
ñor de las batallas y de las riquezas.
«Penetráis con una vista las piedras
« — le decían en sus oraciones— vien-
«do lo que dentro está escondido, y
«por la misma razón veis y enten-
«déis lo que está dentro de nuestros
«corazones, y veis nuestros pensa-
«mientos.» Si tales conceptos tenían
de un dios creado, como fué Tesca-
tlipoca, ¿cuáles no atribuirían al
Creador del Universo, á la Omeyotl?
Es verdad que también le decían
« . . . . vuestro padre y madre, de to-
«dos los dioses, el dios antiguo, que
«es el dios del fuego que está en
«medio de las flores, y enmedio del
«albergue cercado de cuatro pare-
«des, y está cubierto con plumas
«resplandecientes que son como
«alas.»
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
217
Ya hemos visto en la Cosmogonía
que Tescatlipoca fué el primer sol,
y por eso le dicen que su padre fué
el fuego; pero también hemos visto
que el fuego Teotlatlauhqui fué el
primer dios creado por la Omeyotl
y lo colocó en el cielo Teotlatlauhco.
Sucedía también entre las multi-
tudes de los indios lo que pasa en
las muchedumbres de los católicos,
que el culto lo tributan á Jesucristo,
á la Virgen María y á los Santos, y
no se acuerdan del Padre Eterno, ni
menos del Espíritu Santo; así entre
los indios, su culto se refería á los
dioses visibles, al dios del fuego,
al dios del aire, á los dioses de
las aguas, á los de los animales, á los
de las mieses; y sólo los sacerdotes
se acordaban de la Omeyotl, del Ser
Supremo. Y entre esos sacerdotes
ha de haber habido algunos, como
entre los católicos, incapaces de en-
tender los misterios de su religión.
Hemos preguntado á algunos sa
cerdotes católicos, y no de misa y
olla, qué cosa es la unión hipostá-
iica de que habla el P. Ripalda al ex-
plicar Ips misterios, y nos han con-
testado confesando su ignorancia.
En cuanto á la afirmación de
Mendieta de que los indios no cono-
cieron á Dios, está en contradicción
con lo que dice en la página 88 de
su Hist. Ecles. Indiana, donde ase-
gura que á la divinidad invisible le
decían: ^Moyocuyatsinayacoquiyo-
^cux, ayac oquipic, que quiere decir
«que nadie lo creó ó formó, sino que
«él solo por su autoridad y por su
«voluntad lo hace todo.» Es verdad
que dice también Mendieta que lo
anterior se lo aplicaban al sol; pero
tal afirmación es absurda, y lo que
revela es que Mendieta, no sabien-
do que adoraban á un Dios invisi-
ble, creía que se dirigían al sol, que
era el dios visible que más adora-
ban. Sin embargo, le repugnaba que
al sol dirigieran conceptos tan es-
pirituales, pues acaba por decir:
«Aunque se puede creer que esta
«manera de hablar les quedó de
«cuando sus muy antiguos antepa-
«sados debieron tener natural y par-
«ticular conocimiento del verdade-
«ro Dios, teniendo creencia en que
«Dios había criado el mundo, y era
«Señor de él y lo gobernaba. Por-
«que antes que el capital enemigo
«de los hombres y usurpador de la
«reverencia que á la verdadera dei-
«dad es debida, corrompiese los co-
«razones humanos, no hay dubda
«sino que los pasados, de quien es-
«tas gentes tuvieron su dependen-
«cia, alcanzaron esta noticia de un
«Dios verdadero; como los religio-
«sos que con curiosidad lo inquirie-
«ron de los viejos en el principio
«de su conversión, lo hallaron por
«tal en las provincias del Pirú (Pe-
«rú) y de la Verapaz, y de Guati-
«mala, y de esta Nueva España. Pe-
«ro los tiempos andando, y faltando
«gracia y doctrina, y añadiendo los
«hombres pecados á pecados, por
«justo juicio de Dios, fueron estas
«gentes dejadas ir por los caminos
«errados que el demonio les mostra-
«ba, como en las demás partes del
«mundo acaeció á casi toda la ma-
«sa del género humano, de donde
«nació el engaño de admitir la mul-
«titud de los Dioses.» No puede ser
más explícita la confesión del P.
Mendieta: «Al principio los indios
tuvieron idea del Dios verdadero;
después la perdieron.» Esta última
parte es falsa, porque las teogonias
de los indios conservan la idea; las
preces, recogidas por Sahagún, la
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218
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
demuestran; y los viejos conversos
que hablaron con los religiosos te-
nían noticia de esa creencia: luego
no estaba perdida.
Resumiendo: los indios ño cono-
cían al Dios Trino y Uno de los cris-
tianos, ni al Jehová de los judíos,
que eran los que les enseñaban los
frailes misioneros; pero sí conocían
á un Ser Supremo, Dual y Uno, Crea-
dor del Universo, eterno é invisible.
Orozco y Berra, no obstante el
conocimiento profundo que tenía de
las obras de los cronistas antiguos
que dijeron que los indios no cono-
cían á Dios, dice lo siguiente:
«En la confusión de la mitología
«revuelta y extravagante, se mira
«descollar la creencia en la unidad
«de Dios. En la lengua mexicana,
i^Teotl corresponde á la idea abs-
«tracta Dios (/y que no conoció la
^etimología!). Con esa palabra dis-
«tinguían un Ser Supremo, invisible
«y eterno, al cual no representaban :
«en forma alguna.» (Véase Tloque i
Nahuaque, Ídolos.) I
Teotlale. (Teotlalli, tierra de
dios; ^, que tiene: «El que tiene la
tierra de dios.» Llamaban teotlalli, ,
«tierra de dios,» á los desiertos, á
los valles profundos y solitarios.)
Uno de los nombres que daban á
Dios, que equivale á «Señor de los
desiertos, de las tierras solitarias,»
dando á entender que sólo él habi-
taba y dominaba en ellos. Aun pue-
blo situado en un gran desierto lo
llamaban Teotlalco, Teotlalpan. Ge-
neralmente Teotlale va acompaña-
do de la palabra Matlahua, que se
compone de matlatl, red, y de hua,
expresión de tenencia ó posesión,
y significa: «el que tiene red;» pero
no alcanzamos á percibir el sentido
de las dos voces juntas Teotlale-Ma-
tlahua. También se le une la pala-
bra Tepehua, que se compone de
tepetl, monte, y de hua, expresión
de tenencia ó posesión, y significa:
«poseedor de montes.» Así, pues, el
nombre completo es Teotlale-Ma-
tlahua-Tepehtia, «Señor del desier-
to. Señor de las redes, Señor de los
montes.»
Teotlatlauhco. [Véase T e o i z-
TAC.)
TeotlachtlL (Véase ]\yEGo%.)
Teotlachco. ( Véase Juegos.)
Teotlalpan. ( Teotlalli, tierra de
dios; pan, en: «En tierra de dios »
Véase Teotlale.) El 10.^ edificio
de los 78 que comprendía el tem-
plo mayor de México. Era un huer-
tecillo cercado, con riscos hechos
á mano, y en ellos magueyes y ar-
bustos, que nacen en tierra frago-
sa. En la fiesta del mes Quecholi,
de ahí partía una procesión para ir
á cazar á la tierra de Zacatepec.
Paso y Troncoso dice que este
edificio tal vez estaría dedicado al
Septentrión, por ser teotlalpan uno
de los varios nombres que daban á
ese punto cardinal. Dice también
que el lugar más apropiado para
enseñar el oficio de cazador, tra-
tándose de principiantes, era el
Teotlalpan, y que por los ritos que
allí hacían, no es remoto que haya
sido escuela de caza, comenzando
por la de cerbatana, en que tan dies-
tros eran los indios.
Torquemada dice que el edificio
Teotlalpan era un templo consa-
grado á Mixcoatl, dios de la caza;
y refiriéndose á la fiesta y proce-
sión que allí le hacían en la vein-
tena Quecholi, agrega que termina-
da la fiesta, el rey y la nobleza
salían al cerro Zacatepec, á cuatro
leguas al S. de la ciudad, lo rodea-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
219
ban, y ojeando en seguida, hacían
reunir la caza en el lugar donde de
antemano habían colocado los la-
zos; tomaban de los animales los
que les parecían, para sacrificar-
los al numen, y el resto lo dejaban
vivo para que se fuera libre por ris-
cos y montañas.
Hemos dejado para el fin la
transcripción del pasaje de Saha-
gún relativo á Teotlalpan, porque
tenemos que hacer algunas obser-
vaciones sobre la etimología del
nombre, y quisimos que antes se
viera la escritura del vocablo adop-
tada por todos los AA.
Dice Sahagún:
«El 10.° edificio (del templo) se
«llamaba Teutlalpan, que quiere
«decir tierra fragosa: era un bos-
«quecillo cercado con cuatro pare-
«des como un corral en el cual es-
«taban riscos hechos á mano, y en
«ellos plantados arbustos que na-
«cen en tierra fragosa, como son
«magueyes pequeñuelos, y otros
«que se llaman tmoactli » Sigue
describiendo lo relativo á la fiesta
que allí se hacía, de la que ya he-
mos hablado.
Como se ve en el párrafo prein-
serto, la etimología del nombre no
es la que han dado los autores.
Como los cronistas antiguos, y par-
ticularmente Sahagún, confundían
la o con la «, parece, á primera vis-
ta, que escribió Teu en lugar de
Teo; pero como dice inmediatamen-
te que la palabra significa tierra
fragosa, se advierte desde luego
que no usó la palabra teotl, sino teu-
tu ó teuhtli, y, por consiguiente, la
palabra, primer elemento de la voz,
es teuhtlalli, «tierra de polvo ó se-
ca,» y entonces significa todo el
nombre «en ó sobre tierra seca ó
polvosa,» y no «tierra fragosa,» co-
mo dice Sahagún, pues esto se di-
ce tehuihuitstlalli. No obstante es-
to, atendida la pericia de Sahagún
en el idioma náhuatl, surge la duda
sobre si la voz es Teotlalpan ó
Teuhtlalpan. Nosotros nos inclina-
mos á lo primero, porque todos los
AA. adoptaron esa escritura, y por-
que, como hemos visto que dice Pa-
so y Troncoso, el lugar ha de haber
estado dedicado al Septentrión, al
cual se llamaba también Teotlalpan,
Clavigero dice que al distrito lla-
mado Teotlalpan (tierra de los dio-
ses) se le ha de haber dado este
nombre porque ha de haber sido
una posesión religiosa. No lo cree-
mos así, porque ya hemos visto en
el articulo Teotlale lo que significa
Teotlalli. A las posesiones religio-
sas ó de los templos les llamaban
Teocallalli y Calpullalli y á los
pueblos situados en esas posesio-
nes les daban los nombres de Teo-
callalpan y Calpullalpan.
Teotleco. Teteoeco. { Teotl, dios;
eco, llegó: «Llegó el dios.» El se-
gundo nombre: teteo, dioses, plural
de teotl, dios; eco, llegaron, vinie-
ron: «Llegaron los dioses.») Nom-
bre del 12.° mes ó veintena del año.
Celebraban la llegada ó venida de
los dioses. Ningún autor dice adon-
de se habían ido ó de donde venían.
Sahagún, hablando de este mes,
dice que á los quince días de la
veintena los muchachos adornaban
con ramas los altares y oratorios,
tanto los de las casas como los de
los caminos, por lo que los recom-
pensaban con maíz; que el día diez
y ocho llegaba, con apariencia de
mancebo, Titlacuhuan, que era el
primero en venir, porque, siendo
joven y recio, caminaba mejor; que
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220
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
en esa noche ofrecían comida en su
templo, y todos comían y bebían y
se regocijaban, especialmente los
viejos y las viejas que bebían pulque
por la llegada del dios, y creían
que con este regocijo le laA^aban los
pies; que el día veinte del mes era
la gran fiesta, porque entonces lle-
gaban todos los dioses; que en la
vigilia de ese día hacían, encima de
un petate de maíz hacinado, un
montecillo muy tupido, de la forma
de un hueso; que en ese montecillo
imprimían los dioses la pisada de
un pie en señal de que habían lle-
gado; que el sacerdote principal ve-
laba toda la noche, é iba y venía pa-
ra mirar cuando apareciera la pisa-
da; que luego que la veía daba vo-
ces diciendo: «ha llegado ya nuestro
Señor,» que entonces los demás sa-
cerdotes tocaban caracoles, trom-
petas y otros instrumentos, oídos
los cuales por el pueblo, acudía la
muchedumbre á ofrecer de nuevo
comida en todos los templos, y se
regocijaban otra vez lavando los
pies de los dioses, comiendo y be-
biendo; que al día siguiente llegaban
los dioses más viejos, porque an-
daban menos por ser viejos; que
en este día sacrificaban muchos
cautivos arrojándolos vivos á una
gran hoguera, á cuyo rededor bai-
laban algunos mancebos disfraza-
dos de monstruos.
En otro lugar, detallando más las
ceremonias de la fiesta, dice el pro-
pio Sahagún que á la inedia noche
del día veinte molían xm poco de
harina de maíz, y hacían un mon-
toncillo de ella bien tupido, en la
forma de un queso, y lo ponían so-
bre un petate para que allí queda-
ran señaladas las pisadas de los
dioses. Antes había dicho que el
montecillo era de maíz y en forma
de un hueso. Sigue diciendo que el
primer dios que llegaba era Tla-
mataincatl 6 Telpuchtli, que era
Tescatlipoca; y que los que llega-
ban el último día, por ser viejos,
eran Yacatecutli y Xiuhtecutli; por
último, dice que sobre el altar en
que estaba la hoguera donde arro-
jaban vivos á los cautivos, andaba
bailando un mancebo aderezado
con una cabellera de cabellos lar-
gos, con un plumaje de plumas ri-
cas y con una corona, y llevaba á
cuestas otro plumaje y un conejo
seco en él, y cuando echaban al-
gún cautivo en el fuego, silvaba
metiéndose un dedo en la boca, como
acostumbran los indios; que otro
mancebo estaba disfrazado de mur-
ciélago, llevaba unas sonajas, he-
chas como cabezas de adormideras
grandes, y con ellas hacía son; que
luego que acababa el sacrificio de
los cautivos, los sacerdotes se po-
nían en procesión y subían trabados
de las manos á la hoguera, daban
una vuelta lentamente al rededor
de ella, y bajaban corriendo, se de-
sasían de las manos, casi á fuer-
za, y algunos caían, unos de bru-
ces, y otros de lado, al cual juego
llamaban matlahuicoa, «acompa-
ñarse en la escalera.»
Hemos preferido la relación de
Sahagún, porque es la más exacta
y detallada, atendido su origen,
que fué la voz viva de los viejos que
presenciaron la Conquista, pues los
autores posteriores difieren en mu-
chos pxmtos.
Clavigero dice que para observar
la pisada de los dioses, á medida
que iban llegando, extendían deba-
jo de la puerta del santuario una es-
tera de palma, petate, y sobre ella
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
221
esparcían harina de maíz. Sahagún
dice que era un montecillo de ma-
sa de maíz, en forma de queso.
También dice Clavigero que con los
niños practicaban una ceremonia
supersticiosa, para preservarlos del |
mal que temían les hiciese uno de
los dioses, pues les pegaban con j
trementina muchas plumas en los
hombros, en los brazos y en las
piernas. Sahagún hace mención de
esta ceremonia, pero no dice con
que fin se practicaba.
Paso y Troncoso, interpretando
la lámina XXXI del Códice Borbó- |
Nico, hace una larga y curiosa des-
cripción de la fiesta de la veintena
Teotleco, que él cree que debió lla-
marse con propiedad Teteoeco, «ve-
nida ó llegada de los dioses,» por-
que no sólo llegaba un dios, sino j
varios. Dice que los númenes de la i
veintena eran XocMquetsalli, Tez- \
catlipocay Huilsilopochtli, aunque I
debían de serlo todos los dioses;
pero la pintura, con la concisión
propia de los procedimientos grá-
ficos, no declara sino dos. En sen- 1
tir de un autor, dice el mismo Pa- ,
so y Troncoso, era Huitsilopochtli
quien imprimía, en la noche del 20 ^
día del mes, la pisada que indicaba
la venida de todos los dioses, me-
nos el mancebo Telpochtli, llegado
antes, y los viejos que habían de
llegar después, y que por eso se ve
figurar en la parte superior de la
pintura, como representante de los
demás dioses. En el resto de la lá-
mina hay una ceremonia muy apa-
ratosa, del sacrificio de una moza;
pero cree Paso y Troncoso que esta
ceremonia, ó es una de las del mes
anterior que ha pasado á éste, ó se
trata de un rito diverso correspon-
diente al nuevo mes.
Nosotros creemos que el sacrifi-'
cío de la moza se hacía en honor de
Xochiquetsalli, que, como dice el
mismo Paso y Troncoso, era uno
de los númenes del mes.
Este mes se llamaba también
Pachlontli, «Heno pequeño;» y con
esta denominación, como principal,
habla de él el intérprete del Códice
NuTTALL, dándole también, inciden-
talmente, el nombre de Teotleco. En
la pintura está una pirámide trun-
cada, á cuya cima se sube por esca-
leras de muchas gradas que es-
tán salpicadas de sangre; á la iz-
quierda de la pirámide está una es-
pecie de horno, tlecalli, casa del
fuego, en cuya boca está tirado un
hombre ensangrentado que acaba
de arrojar al fuego un sacerdote
que se halla enfrente; de la boca
del sacerdote salen dos vírgulas,
expresión de las palabras proferi-
das por el sacerdote; y en Ja boca
del horno hay cinco vírgulas, sím-
bolo de los gritos de la víctima.
El texto dice:
«Esta fiesta llamauan los yndios
pachtli. q es vnas yemas pardillas,
como cor delejos enmaraynados.
los quales los yndios cuelgan délos
Rosales, para q allí crecen muy
largas y grandes, y hazen enlos are-
tos guir naldas. dellos para la ca-
bera, el demonio q enesta fiesta se
celebraua era te<;ca tepoca. que quie-
re dezir espejo ahumeador. y sacre
ficauan yndios. echándolos biuos
enel fuego, yalgunos se escapauan
y huyan, yesta el sacri ficadero de
gradas altas, porlas quales subían
los q avian desacreficar hasta a
Riba, poresto otros llaman esta
fiesta, teu tleco. quequiere dezir su-
bida adiós, yenesta fiesta celebra-
uan otro demonio, q sedezia ome
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tuchtli que es eldios délas borra
cheras.»
Como uno de los nombres de es-
te mes ersL Pachtlt.henOyó Packton-
tu, heno pequeño, la figura del mes
en los jeroglíficos era una mata de
heno. Se le dio este nombre al mes
porque durante él la planta estaba
pequeña, y al mes siguiente, en que
ya estaba crecida, se llamaba //ím^*-
pachtli, heno grande.
Teotexcalli (Teotl, dios: texca-
lli, peñasco de lava, pues texcalli
se compone de tetl. piedra^ y de
txcallt, cosa hervida, cosa cocida;
la lava no es más que la piedra hir-
viente que vomitan los volcanes en
erupción: «Peñasco de lava divi-
no.») Peña que existía en Teteohua-
can (hoy Teotihuacán), donde los
dioses encendieron una hoguera
que ardió cuatro días y cuatro no-
ches, y en la que se arrojaron Na
nahtixitmn y Tecucistecail para sa-
lir con verf idos en sol y en luna res-
pectivamente. (Véase Nanahuat-
ziN y Tecuciztecatl.)
Tecüamacazque. (Teotl, dios;
tlamacasque, sacerdotes, plural
de tlamacasqui, sacerdote ó minis-
tro: «Sacerdotes del dios.») Nombre
que dieron á los cuatro elegidos pa-
ra que cargaran al dios Huitsüo-
pochtlien su teoicpalli, en la peregri-
nación azteca. Después se dio este
nombre á los sacerdotes en gene-
ral. (Véase Teoicpalli, Teomama,
Tlamacazqui.)
Teotlecuilli. (Teotl, dios, divi-
no; tlecm'lli, fuego recogido, hogar,
brasero: «brasero divino.») Brasero
que había en algunos templos, que
servía para quemar á las víctimas
humanas. El P. Duran lo describe
así: « vn gran fogón questaua
«en vna pieza, questaua frontero
«de la pieza donde estaua la diosa
^(Cihuacoatl.) quatro dias y no
«ches no hadan otra cossa sino ce-
«bar aquel bracero ó fogón con le-
«ña de cocina: este bracero era
«labrado de piedras muy labradas
«en el suelo de aquella pieza lo
«alié pintado en una pintura á pro-
«piado á esta diosa.» En otro lugar
dice: «lo hallé pintado en un viejo
«V antiguo papel lleno de tantas y
«feas figuras de demonios, que me
«puso espanto.*
Paso y Troncoso cree que ese
viejo y antiguo papel puede haber
sido el Códice Borbónico; pero ad-
vierte que el teotlecuilli que está en
la página XXXIV está dedicado
á la fiesta del fuego nuevo, y no á
la diosa Cihuacoail, como el del que
habla Duran. En efecto. Duran cla-
ramente dice que el teotecuilli de
que él habla estaba en el Tlillan,
(V.) y que los quemados en él eran
cuatro, en honor de Cihuacoail.
Teotzoalli. {Teotl, dios; tsoalli,
masa de bledos: «masa divina.»)
Masapanes ó tamales que ofrecían
á los dioses en algunas fiestas.
El intérprete del Códice Nuttall,
explicando la fiesta Xocohuet3i, di-
ce: «... . levantauan vn árbol, muy
alto en cuya cunbre. estaua senta-
do vn yndio. al qual subiendo, otros
yndios. y trepando por vnos corde-
les q est auan atados al árbol, de-
rribaban dealli abaxo al questaua
a Riva y le tomavan vnos tamales
que ellos llaman teugoalle (teo-
tzoalli) q. quiere dezir pan de dios,
y por tomar avno mas q otro, lo de
rribaban. abaxo. do los yndios se
matauan. portomar dello como pan
bendito, y des pues echauan enel
fuego al q derribauan. del árbol....»
Teoxihuitl. (Teotl, dios'yxihuitl.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
223
año: «año de dios ó divino.») Daban
este nombre al año cuyo signo era
lochtli, conejo. Ningún autor dice
por qué le daban este nombre. Nos- 1
otros creemos que ha de haber si- 1
do porque era el primer año del ci-
clo de 52 años. Había trece «años
divinos» ó teoxihuitl en cada ciclo.
Clavigero dice que las fiestas
anuales eran más solemnes en el
Teoxihuitl, Entonces eran más nu-
merosos los sacrificios, más abun-
dantes las oblaciones y más solem-
nes los bailes, especialmente en
Tlaxcalla, Huexotzinco y Cholollan.
Teoyaomioqui. r^<?í)^/, dios ó dio-
sa; yaotl, enemigo en la guerra;
micqui, muerto: «Diosa de los ene-
migos muertos en la guerra.») Nom-
bre que le daban á la diosa Cihua-
coatí, considerada como diosa que
recoge las almas de los muertos en
la guerra.
Orozco y Berra traduce el nom-
bre: «morir en la guerra divina,
en defensa de los dioses.» Esta in-
terpretación no puede admitirse ni
como perífrasis, ni como paráfra-
sis, pues se convierte el nombre
substantivo de la diosa en verbo, y
en verbo cuya acción no ejecuta la
diosa, sino los muertos.
La Teoyaomicqui completaba la
dualidad de los dioses de la guerra;
su oficio era recoger las almas de
los muertos en las batallas religio-
sas, y las de los prisioneros sacri-
ficados á los dioses.
Gama dice que á ella invocaban
y dirigían sus votos y sacrificios
los señores y gente militar, no sólo
en el templo donde se veneraba,
sino dentro de sus propias casas,
cuidando los parientes de aquellos
soldados, ya que estaban prontos á
salir de ellas, de barrer y limpiar
bien todas las piezas, componerlas
y sahumarlas con el incienso sacro,
que era del copal mismo que ofre-
cían en el templo, á cuya ceremonia
daban el nombre de Tlachpahualis-
tli, (V.)
Hemos dicho que la Teoyaomicqui
recogía las almas de los muertos
en las batallas religiosas. Esto de-
manda una explicación.
Los mexicanos, acolhuas y tepa-
necas tenían concertada una gue-
rra religiosa contra los deTlaxcala,
Huexotzinco y Cholollan. Era su
objeto tener víctimas frescas para
los dioses; y por esto se llamaba
guerra florida, religiosa, sagrada,
contra los enemigos de casa.
En esta guerra era en la que la
Teoyaomicqui recogía las almas de
los muertos; pero entonces forma-
ba una dualidad con Huitsilopoch-
tu, el cual tomaba el sobrenombre
de Teoyaotlatohua, (V.)
De estos dos dioses hicieron una
constelación que imperaba en la XV
trecena del TonalamatL Gama dice
que, como astros, estos dos dioses
tienen ornamentos diferentes de las
figuras que los representaban en
la tierra, menos deformes (como
que los fingían ya separados de la
tierra y colocados en el cielo), aun-
que siempre afeados con los atri-
butos que les suponían.
La descripción que hace es la si-
guiente:
«Allí aparece Teoyaotlatohua
Huitsilopochtli con el rostro des-
cubierto y con la boca abierta en
acción de que está hablando, con
sólo medio cuerpo, y el resto en
forma de una especie de banco: tie-
ne en la cabeza un penacho de plu-
mas, y en el cerebro otro que forma
la figura de un timbal, que también
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224
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
remata en plumas. Del mismo ce-
rebro le bajan unos adornos que le
cubren la espalda: sus brazos se
semejan á unos troncos con ramas,
y de la cintura le nacen unas yer-
bas, que parte de ellas cae sobre el
banco.
«Enfrente de esta figura está Teo-
yaomicqui, desnuda y cubierta con
solo un cendal, parada sobre una
basa ó porción de pilastra; la cabe-
za separada del cuerpo arriba del
cuello, con los ojos vendados, y en
su lugar dos víboras ó culebras,
que nacen del mismo cuello.
«Entre estas dos figuras está un
árbol de flores partido por medio,
al cual se junta un madero con va-
rios atravesaños, y encima de é)
una ave, cuya cabeza está también
dividida del cuerpo. Se ve también
otra cabeza de ave dentro de una ji-
cara, otra de sierpe, una olla con la
boca para abajo saliendo de ella
la materia que contenía dentro, cu-
ya figura parece ser la que usaban
para representar el agua.»
Teoyaotlatohua. (Etim. incierta
por el elemento tlatohua.) Nom-
bre que daban ú,Huitmlopochtli co-
mo compañero de la diosa Teoyao-
micqui formando dualidad. Chavero
dice que el Caballero Boturini, que
descubió tantos y tan apreciables
manuscritos de la antigüedad in-
diana (hablando de Huitsilop ocktlij,
refiere otro de sus nombres, que es
Teoyaotlatohua, que tanto suena,
como nuncio, ó jefe principal que
dispone y publica la guerra divina,
el cual iba siempre acompañado de
Teoyaomicqtii. (Véase Teoyaomic-
QUI.)
Tepanoayan. (Tetl, piedra; pa-
noayan, lugar por donde se pasa un
río, puente: «Puente de piedra.»)
Perseguido Quetsalcoatl por Tes-
catlipoca, salió huyendo de Tula;
y en su camino á Cholula y de ahíá
Coatzacualco, fué haciendo prodi-
gios. Llegó á un lugar donde había
un río caudaloso y ancho, y mandó
hacer un puente de piedra y lo pa-
só. Desde entonces se llamó el lu-
gar Tepanoayan.
Tepanteohua. (Tepantli, pared;
teohua, sacerdote: «sacerdote de
pared;» en sentido metafórico: «sa-
cerdote colateral, auxiliar.» Reve-
rencialmente, Tepanteohuatsin.)
Uno de los coadjutores del Mexi-
coteohuatsin. Tenía, además, en par-
ticular, el cuidado de la buena
crianza y del buen régimen de los
que se educaban en los colegios,
por todas las provincias sujetas á
México.
Tepapaoa. (Te, alguno; papaca,
lavar: «el que lava ó limpia á algu-
no.») Sobrenombre del dios Nappa-
tecutli, porque sabía perdonar las
injurias que se le hacían, y quedaba
limpio ó lavado el pecador.
Tepaxoch. ("Jet/)»//, pedernal;
xochtli, brotante: «Pedernal brotan-
te.») Una de las diosas propias de
los indios de Metstitlan.
Tepechoch. (Etim. incierta.)
Nombre de una de las cuatro muje-
res que sacrificaban en la fiesta
del mes Tepeilhuitl. (V).
Tepeilhuitl. (Tepetl, monte; i7-
huitl, fiesta: *fiestatíelos montes,>)
Nombre del 13.*^ mes ó veintena del
año mexicano. Adoraban durante
aquella veintena las imágenes de to-
dos y cada uno de los montes emi-
nentes de todo el país. Hacían unos
montecillos de papel, sobre los cua-
les ponían sierpes de madera, raí-
ces de árboles y unos idolillos cu-
biertos con maza particular, llama-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
225
dos Ehecaíotoniin (Vientecillos).
Ponían todas estas cosas sobre los
altares y las adoraban como imá-
genes de los dioses de los montes,
cantándoles himnos, ofreciéndoles
copal y manjares. Las víctimas que
se sacrificaban en esta fiesta eran
cinco, un hombre, Milnahuaih y
cuatro esclavas, Tepoxoch, Matlal-
hue, Xochtecatl y Mayahuel. Ves-
tíanlas de papel de color, cubierto
de resina elástica, y las llevaban en
andas procesionalmente otras mu-
jeres muy ataviadas, hasta donde
las habían de matar, y las sacrifica-
ban después del modo ordinario.
Entrando en detalles de la fiesta
y explicación del simbolismo, dice
Sahagún: «Cubrían de masa de ble-
dos unos palos que tenían hechos
como culebras y hacian unas imá-
genes de montes fundadas sobre
unos palos hechos á manera de
niñas, que llamaban Ehecatontin..,.
Hacian estas imágenes á honra de
los montes altos donde se juntan las
nubes, y en memoria de los que ha-
blan muerto en agua, ó heridos de
rayo, y de los que no se quemaban
sus cuerpos, sino que los enterra-
ban. Estos montes hacíanlos sobre
unos rodeos ó roscas, hechas de he-
no atadas con zacate, y guardában-
los de un año para otro. En la vi-
gilia de esta fiesta, llevaban á lavar
estas roscas al rio ó á la fuente, y
cuando las llevaban, ibanlos tañen-
do con unos pitos de barro cocido,
ó con unos caracoles mariscos. La-
vábanlos en unas casas ú oratorios,
que estaban hechas á la orilla del
agua, que se llama aiauhcallt, y el la-
vatorio lo hacian con unas hojas de
cañas verdes. Algunos los lavaban
con el agua que pasaba junto á
su casa: en acabándolos de lavar.
volvíanlos á su casa con la misma
música, y luego hacian sobre ellos
las imágenes de los montes, como
está dicho. Algunos hacian estas
imágenes de noche, antes de ama-
necer, ya cerca del día. La cabeza
de cada un monte tenia dos caras,
una de persona, y otra de culebra:
untaban la cara de persona con ulli
derretido, y hacian unas tortillas
pequeftuelas de masa de bledos
amarillos, y poníanlos en las meji-
llas de la cara de persona Tam-
bién á las imágenes de los muertos
las ponían sobre aquellas roscas de
zacate, y luego en amaneciendo co-
locaban estas imágenes en sus ora-
torios, sobre unos lechos de espa-
dañas, ó de juncias Puestos
allí, luego }os ofrecían comida, ta-
males, y mazamorra ó cachuela,
(fritura de hígado y corazón) hecha
de gallina ó de carne de perro, y
luego los incensaban echando in-
cienso en una wano de barro cocido,
como cuchara grande, llena de bra-
sas: á esta ceremonia llamaban ca-
lonac, y los ricos cantaban y bebían
pulcre á honra de estos dioses y de
sus difuntos.»
Refiriéndose á las cuatro muje-
res que hemos dicho que mataban,
dice el propio Sahagún: «Venida la
hora del sacrificio ponían en las li-
teras á las mugeres, y al hombre
que habían de morir, y subíanlos á
lo alto del cu (templo) y uno
á uno echábanlos sobre el tajón de
piedra: abríanlos los pechos con el
pedernal y les sacaban los corazo-
nes que ofrecían al dios Tlaloc,
Luego descendían los cuerpos tra-
yéndolos rodando por las gradas
abajo mas poco á poco, y teniéndo-
los con las manos, y llegando abajo
llevábanlos al lugar donde coloca-
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226
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ban las cabezas, allí se las cortaban,
y las espetaban por las sienes en
unos varales que estaban echados
como en la cerca. Los cuerpos lle-
vábanlos á los barrios de donde ha-
blan salido, y otro dia que se llama-
ba íexinilo (?) los hadan pedazos y
comian. También entonces despe-
dazaban las imágenes de los mon-
tes en todas las casas, que los ha-
blan hecho, y los pedazos subíanlos
á los tlapancos para que se secasen
al sol, é íbanlos comiendo cada dia
poco á poco, y con los papeles con
que estaban aderezadas aquellas
imágenes de los montes, cubrían
aquellos rodeos de zacate, sobre
que los hablan puesto, y colgában-
los de las vigas cada uno en el ora-
torio que tenía en su casa.»
Los númenes de esta veintena
eran Xochiquetsalli, Tlaloc y Nap-
patecutli.
A este mes llamaban también
Pachtli 6 Hueipachtli, (V.) y con
este nombre lo describe el intérpre-
te del Códice Nuttall.
Chavero dice que, sorprendidos
sin duda por la inmensa grandio-
sidad de las montañas de eterna
nieve, llamadas Istaccihuatl y Po-
pocatepetl, en dioses las tornaron
los mexicanos; que la fiesta princi-
pal de la veintena se hacía al Po-
pocatepetl, (V.) y la describe así:
«La ceremonia del día era hacer
cerritos de masa de bledos, y cada
uno en su casa los ponía, colocando
en medio uno más grande, que era
el volcán. A estos cerritos les ha-
cían caras con ojos y les ponían di-
versos adornos; á más hacían arbo-
lillos de los cuales colgaban heno
y los colgaban también por todas
las cercas. Arrojaban después maíz
á los cuatro vientos, de cuatro co-
lores, negro, blanco, amarillo y en-
treverado, y concluía la fiesta con
solemnísima danza, en que todos
iban vestidos con traje talar blan-
co y en él pintados corazones y
manos abiertas, significando que
pedían buena cosecha porque ya
era tiempo; y así andaban con ba-
teas de palo y jicaras grandes como
pidiendo limosna á sus dioses. Lle-
vaban en la danza á dos esclavas,
hermanas jóvenes; las cuales te-
nían pintadas en la falda unas tri-
pas retuertas, significando la una
el hambre, y la otra la hartura, y á
ambas las sacrificaban.»
La figura del mes Tepeithuitl, en
la escritura jeroglífica, era, como la
del mes Teotleco, un poco de heno,
pachtli, aludiendo á los nombres
que también llevaban de Pachtontli
y Hueipachtí, (V.)
Tepeme. (Plural de tepetl, cerro
ó monte . ) Los montes fueron obje-
to de adoración entre los mexica-
nos, como lo acabamos de ver en el
artículo TepeilhuitL Las montañas
llamaron siempre la atención de los
pueblos. En La cima de las grandes
alturas, á la vista del despejado y
ancho horizonte, el alma se siente
como desprendida de las cosas te-
rrenales; más cercano ahí del cielo,
el hombre se figura que podría ha-
blar con Dios cara-á cara. Lugares
son á propósito para levantar alta-
res y templos; la oración y el in-
cienso pueden subir pronto y sin
obstáculo hasta la bóveda del cielo.
Por eso los mexicanos tenían teoca-
liten todas las cumbres, en los puer-
tos de sus sierras, en las eminen-
cias de los camhios, á donde devo-
tos ó cansados caminantes hacían
sus preces y sacrificios.
Dice Sahagún que á los montes
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
227
los consideraban como una^especie
de vasos, de tierra por fuera, llenos
por dentro de agua, que pueden
romperse y anegar la tierra. En su
centro habitaba Tepeyolotli. (V.)
Las montañas principales recibían
formal adoración; estaban personi-
ficadas en un ídolo con lugar en los
teocalli, propias oraciones y vícti-
mas. El Istaccihuatl (V.) tenía fies-
ta en México y en una gruta en su
falda; el Popocatepetl estaba en el
mismo caso. La diosa Matlalctieye
(V.), montaña cerca de Tlaxcala, era
la querida de Tlaloc, dice Muñoz
Camargo. En la misma región está
el Tlapaltecatl. (V.) A éste y á la
Matlalcueye les hacían fiesta los
pueblos de la comarca. Al Sur del
volcán está el Teocuícani[Y.)y «Dios
cantor,» porque siendo áspero y
muy alto, en su cumbre se forman
recias tempestades, haciéndose oír
con espanto el ronco trueno del ra-
yo. Hay otros muchos montes como
el Huixachtlan ó Itztapalapan, que
no es de mucha altura, pero muy
venerado por celebrarse en su cum-
bre la ceremonia secular del fuego
nuevo. La fiesta anual era celebra-
da en la cumbre de los más afama-
dos montes; pero era de rito no re-
petirse dos veces seguidas en un
mismo monte.
Tepeyolotli. (Tepetl, cerro ómon-
te: yolotli, corazón: «Corazón del
monte.») El dios de los montes.
Creían que los montes eran una es-
pecie de vasos, de tierra por fuera,
llenos por dentro de agua, que pue-
den romperse y anegar la tierra,
pues de ellos brotan los manantia-
les y nacen los ríos; y así, ponían en
su centro una imagen de Tlaloc pa-
ra representar el Tepeyolotli, cora-
zón del monte.
Era el Tepeyolotli el octavo Se-
ñor de la Noche, y lo consideraban
como el Eco, pues en el silencio
nocturno los sonidos se repercuten,
y representaba la voz de la noche.
Tal es la opinión del intérprete del
Códice Vaticano.
Orozco y Berra cree que Tepeyo-
lotli, como señor de la noche, debe
corresponder á una estrella; pero
no lo hemos encontrado con esta
representación en ningún tratado
de Dioses Astronómicos Mexicanos.
Tepictli. (Pequeño.) Nombre que
daban á las imágenes de los mon-
tes, que hacían en la fiesta del mes
Atemostli, (V.) Hacían estas imá-
genes ó estatuitas con tsoalli, ma-
sa de bledos, les ponían por dientes
pepitas de calabaza, y por ojos, fri-
joles ayecotlis, frijoles gordos. Co-
locaban las estatuitas en el altar,
les hacían ofrendas y las adoraban,
y les tocaban y cantaban. Después
las abrían por el pecho con un tso-
tsopastli, instrumento que emplean
las mujeres para apretar la trama
de la tela; les sacaban el corazón,
les cortaban la cabeza, se repartían
el cuerpo y se lo comían, y los ador-
nos los quemaban en el patio de la
casa.
Tepitoton. (Plural de te pitón,
pequeño: «Pequeñuelos.») Era el
nombre que daban á los dioses do-
mésticos. Equivalían á los Penates
de los romanos. De estos ídolos
debían de tener seis en su casa los
reyes y los caudillos, cuatro los no-
bles, y dos los plebeyos. En los ca-
minos y calles los había con profu-
sión, lo mismo que en los campos
y los montes, pues los considera-
ban como los custodios ó guarda-
dores de todas las cosas.
Tepopochhuiliztli. (Subst. deri-
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228
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
vsidodetepopochhuia, que significa
«sahumar ó incensar á alguno:»
«Sahumerio.») Uno de los nombres
que le daban al mes ó veintena
Toxcatl.
Paso y Troncoso, explicando la
lámina XXVI del Códice Borbóni-
co, dice que este nombre obedece
á que en la fiesta del mes se incen-
saba con profusión. En la pintura
se observ^a que están incensando á
los númenes, á las dignidades del
Estado, y hasta al pueblo y escla-
vos. La ceremonia era tan general
en aquella fiesta, que desde muy
temprano salían de lugar sagrado
sahumadores enviados expresa-
mente, quienes, de casa en casa,
iban incensando, no sólo á los mo-
radores, sino á la casa misma des-
de los umbrales, y luego á todos y
cada uno de los objetos en ella con-
tenidos, por insignificantes que fue-
ran.
Tepoztecatl. (Nombre gentili-
cio derivado de Tepostlan: «Te-
pozteco,» oriundo ó perteneciente
al pueblo de Tepoztlan.) Era el dios
de TepOBilan, Uno de los dioses de
los borrachos. El P. Sahagún enu-
mera doce númenes de la embria
guez, y entre ellos coloca en déci-
mo lugar á Tepostecatl.
Casi todos los dioses de los bo-
rrachos tienen nombre gentilicio,
pues acaba con la desinencia /^ca//;
y sobre esto dice Paso y Troncoso
que quiere decir que habían clasi-
ficado las embriagueces, no sólo
por la diversidad de sus efectos en
el borracho, sino también según los
procedimientos empleados para el
caso en diversas localidades.
En una antiquísima leyenda que
nos ha conservado el P. Sahagún,
se dice que unos ulmecas del Ta-
moanchan, entre los cuales estaban
Mayahuel, mujer, y Pantecatl, hom-
bre, inventaron hacer el pulque, la
mujer, raspando los magueyes y
extrayendo el aguamiel, y el hom-
bre, hallando las raíces que en ella
se echan para fermentarla. Sigue
diciendo la leyenda que después
llegaron á hacer el pulque á per-
fección Tepostecath Cuatlapanqui,
Tliloa y Papantacsocaca, en el mon-
te Chichinauhia, que llamaron des-
pués Poposonaltepetl, «Monte es-
pumoso, » por la espuma que hace
el pulque. Si, pues, Tepostecatl era
ulmeca que vino del Tamoanchan,
no fué oriundo de Tepostlan, sino
que los naturales ó moradores de
este pueblo, que todavía son muy
borrachos, lo proclamaron como su
dios, del mismo modo que los de/^-
qm'tlan, Pantlan, Tollan, etc., adop-
taron otros númenes, y les dieron
respectivamente los nombres gen-
tilicios de Isquitecatl, Pantecatl,
Toltecatl, etc. Surge de aquí una
cuestión: ¿cómo se llamaban estos
dioses ú hombres deificados antes
de que fueran afiliados por los pue-
blos cuyo nombre llevan? Nadie lo
ha dicho.
El Códice Nuttall, que trae las
figuras de trece dioses de los bo-
rrachos, refiriéndose al Teposte-
catl, dice: «Esta es vna figura de
«vna gran vella q ría q vn pueblo
«q se dize tepuztlan. tenia por rrito
«yera q quando algún yn dio moría
«borracho, los otros deste pueblo
«hazian gran fiesta con hachas de
«cobre, con q cortan lalefta enlas
«manos, este pueblo es parde yau-
«tepeque. vasallos del S.^*" Marques
«del Valle.»
El jeroglífico del dios y del pue-
blo es una hacha de cobre, tepoztli,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
229
significando figuradamente que los
moradores eran hacheros, cortado-
res de leña; y todavía se dedican á
este ejercicio.
En un altísimo monte de la parte
norte del pueblo, se encuentra una
gran pirámide escalonada, que
designan con el nombre de « Casa del
Tepozteco,» traducción, sin duda,
del nombre mexicano Tepostecaca-
lliy siendo el del lugar Tepoztecacah
co^esto es,«En (donde está) el templo
áQTepOBtecatl.r^ Durante siglos, des-
pués de la Conquista, permaneció
el templo abandonado y siendo obje-
to de espanto supersticioso para los
moradores del pueblo, que apenas
alzaban la vista para mirarlo, pues
creían que el dios se paseaba en
aquellas alturas tomando diversas
formas de fantasmas. Estas apari-
ciones del numen las atribuían á la
indignación que le había causado
que uno de los frailes fundadores
del templo católico que existe en
el pueblo, había arrojado su ídolo
desde lo alto del monte hasta la
base, y se había hecho mil pedazos.
A medida que ha ido penetrando la
civilización en ese pueblo, ha ido
despareciendo el terror supers-
ticioso que les inspiraba la Casa del
Teposteco, y hoy sólo los macehua-
les se dejan sobrecoger por el temor
á la vista del monumento. Sin em-
bargo, anualmente se celebra una
fiesta en la que se declama un diálo-
go en idioma náhuatl, entre el Tepoz-
tecatl y sus vasallos, representado
aquél por un indio que viste la li-
brea del dios, y éstos, por indios
vestidos de macehuales.
El original náhuatl, del diálogo
entre el TepOBtecatl y los vasa-
llos, es el siguiente:
TepOBtecatl.
Aquin amehuantin nican anhuata
que quetmel amo antetlapaloque
zan anhual cocalactaque que o mitz-
cuintotontin. Quen huel ima nahuia
in paqui ni cochi zencahuel ante co-
chizoloque. zenca huel antecoch-
pazoloque. Ma xihualla tehuatl in
ti Cuauhnahuacatl, ¿tlen ipampa ti
nechtemoa?
Vasallo.
Ehecatepetlicpac chañe, temollo
Cuauhnahuac, tlen ipampa ti nech-
tenehua, ¿tle amo achi ti momotia
ti caqui notenzo, no-tlatol? axcan
onihualla tlalli tetli timitz cuepaco,
ihuan tlalli tetli timitz popolloco,
nic nochicahua noyolo nehuatl ni al-
tepecaconetl ni mahuiztic ni
yectic.
TepOBtecatl.
Quemach huetl ima, quemach
huel icuac in nican nic notlalhui-
quixtillilia nic nolhuitmulilia in te-
mahuiz tlacatiliz in nonantzin.
Ichpuchtli Maliatzine, cahuel oncan
nechmomaquiliztica in no ayo chi-
cahualiz in no ayotlapallihuiz nic
nochicahua noyolo tlenica tinechte-
moa xihualla in ti Yauhtepecatl?
Vasallo.
Ehecatepetlicpac chañe. . . (Repite
lo dicho por el primer vasallo.)
TepOBtecatl.
Cahuel nican nech yahualotica
nahui no tepeme chicóme tlacomu-
lli, ihuan chicóme tlamimilloli ihuan
chicóme tlatelli no ayo chicahualiz
ihuan no ayo tlapalihuiz nic nochi-
cahua no yolo ma xihualla tehuatl
ti Tlayecapa tlen nica tenechtemoa.
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Vasallo.
Ehecatepetlicpac chañe. . . (Repite
lo dicho por el primer vasallo.)
TepOBtecatL
Cahuel que oquimotalhui yehua-
tzin tuamtzin teoyotzintli zihua teo-
tzintli tetlazotzin, cahuel neli ho -
mo tlacatitzino Ichpuch chichiltzin-
tli metztli, o quiomo xopepechtitzino
ihuan matlactli ihuan orne cicitlal-
tin o quimo xochi icpacuiltitzino
homo tlacempanahuilito ompa il-
huicac ihuan nican tlalticpac ihuan
mohuiampace manahuac nic nochi-
cahua noyolo ma xihualla tehuatl
in ti Huaxtepecatl tlen ipampa ti
nechtemoa?
Vasallo.
Ehecatepetlicpac chañe . . . (Repi-
te lo dicho por el primer vasallo.)
Tepoztecatl.
Quemach huel ima quemach'huel
icuac in nican nic nolhuitomililia
nic nol hui quixtililia nic tlatlalua-
mictilia in tetlacatiliztzin nonan-
tzin Ichpuchtli Maliatzine teoyotzin-
tli zihuapil Ichpuchtli hica no nican
motenetzinoa in chicapatzintli te
chalchi cente conetzin cenca teoyo-
tica yectililoni hicatzinco in teo te
tatzin, teotl te piltzin ihuan teotl
teoyo y yotzin ce teoyotzintli teoyei-
ticatzintli que qu'ích in teteotzitzin-
tin quemach amique ilhuicac ihuan
nican tlalticpac ihuan icnohuiampa
cemanahuactli nic mochicahua no
yollo maxihualla tehuatl ti Tlalma-
nacatl tlen ipampa te nechte-
moa?
Vasallo.
Ehecatepetlicpac chañe . . . (Repi-
te lo dicho por el primer vasallo.)
Tepostecatl.
Tía xihualacan nican no nahuac,
tía xicaquican tlen huel no tenyo ya
amech ilhuiz ¿tle amo achicahua
antlatlanque ye nepa ye hueca a
mech hual anilitiquiz amo tlaltepo-
naz amo tlalpanhuehue icuac a ma-
huiltiaya ampapactaya amo centla-
machtitaya ma xiquin hual tzotzo-
nilican in pinahuiz.
(Los vasallos se despiden pasan-
do uno por uno y diciendo lo si-
guiente:)
Ehecatepetlicpac chañe, cahuel
onic itohuallaque timo mati no
iquin omomatia axcan onihuala
no tlapopolhuilico nican nonpanoti-
quiza que ñame ce tlaztalotl ilhui-
cac tlahui ihuan tlalticpac tlexitoni.
Hemos copiado el original con
todos sus errores de sintaxis y de
ortografía. Nuestro estimado ami-
go D. Bernardino de J. Quiroz ha
hecho ]a siguiente
Traducción.
Teposteco.
¿Quiénes son ustedes que han ve-
nido aquí? ¿Cómo no saludan? no
más se vinieron metiendo cual pe-
rritos. ¿Cómo es esto, cuando por
donde quiérame regocijo y duermo
tranquilo? Son demasiado quitado-
res del sueño y desveladores. Ven
tú, Cuernavaquense, ¿por qué me
buscas?
Vasallo.
Habitante de las alturas del ce-
rro del aire, eres buscado por Cuer-
na vaca, ¿por qué me mencionas?
Qué, no te acobardas más porque
oyes mi voz y mis palabras? Hoy
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
231
vine á convertirte en tierra y pol-
vo, y como tierra y polvo disolver-
te, esfuerzo mi corazón; yo, herede-
ro de pueblos, soy soberano y noble.
Teposteco,
¡Qué casualidad, que ahora suce-
de esto! cuando aquí festejo y ani-
verso el nacimiento de mi madre la
Virgen María; en verdad, aquí me
da el esfuerzo y valentía de mi co-
razón. ¿Con qué objeto me buscas?
ven tú, que eres Yautepequense.
Vasallo,
Habitante de Ecatepeticpac» eres
buscado por Yautepec, etc., etc.
Teposteco,
En verdad aquí me rodean cuatro
cerros, siete rincones, siete lomas
y siete vertientes, que son mi po-
der y mi valor; me esfuerzo; ven tú,
que eres Tlayacapa, ¿con qué obje-
to me nombras?
Vasallo.
Habitante de Ecatepeticpac, eres
buscado por Tlayacapa, etc., etc.
Tepostecatl.
En verdad como lo dijo Dios que
sería la madre de Dios, su querido
hijo, pues verdad es que nació de
esta Virgen Purísima, á quien al-
fombró sus plantas la luna y se lau-
reó con una guirnalda de doce es-
trellas, esplendió superabundante-
mente allá en el cielo, en la tierra y
en todo lugar. Esfuerzo mi corazón
(esto me da valor). Ven tú, que te
titulas Huaxtepequense, ¿por qué
me buscas?
Vasallo.
Habitante de, etc., etc.
Teposteco.
¡Qué acontecimiento, que no es
antes, ni después, sino hoy que me
regocijo, celebro y aniverso el na-
cimiento de mi madre la Virgen
María, y que es Purísima, con el te-
soro de su único divino hijo, digna
de todo con Dios Padre, Dios Hijo
y Dios Espíritu Santo, tres perso-
nas distintas y un solo Dios, así en
los cielos, en la tierra y en todo lu-
gar! Esto anima mi corazón. Ven
tú, que te dices Tlamanalca, ¿por
qué me buscas?
Vasallo.
Habitante, etc., etc.
Teposteco.
Vengan Uds. á mi presencia y
oigan lo que con mi propia voz les di-
ré: ¿Qué triunfaron en alguna par-
te, allá en remotos tiempos, cuando
á mi paso (tránsito) pasé á quitar-
les (recogerles) sus teponaxtles y
sus tambores, cuando jugaban y se
alegraban todos reunidos? Tóquen-
les sin vergüenza, ta, ta, ta, te, te,
te, ti, ti, ti, tom, tom, tom.
Cada uno.
Habitante, etc., etc., etc. En ver-
dad creía yo que como eres pode-
roso, así yo lo era; hoy vine á pedir
perdón pasando como una ráfaga
de la luz de la aurora cuando va á
amanecer.
Nosotros, combinando los con-
ceptos del original (que nos ha pa-
recido una invención estúpida de
algún fraile dominico del Convento
de Tepoztlán) con la versión caste-
llana, hemos hecho, en gracia de la
verdad, la siguiente
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232
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
PARÁFRASIS.
Tkpoztecatl.
Es en verdad raro
Tkpoztecatl.
Que en aqueste día
¿Quiénes sois vosotros
En que yo celebro
Los aquí venidos,
La feliz venida
Que sin saludarme
De la Virgen Madre
Llegáis cual perrillos
Que nació Purísima,
Que entran á las casas
Vengas tú ahora
Sin que sean sentidos?
Y á nuestra alegría
¿Y esto hacéis vosotros,
Quitarle pretendas
Mientras yo tranquilo
Su fase festiva.
Duermo gratamente
Yo también me esfuerzo
Y me regocijo?
Con gran valentía;
Vos quitáis el sueño.
Mi esfuerzo lo eleva
Y si yo vigilo.
La Virgen María.
Es que desveláis
Y tú, de Yautepec,
Al que está dormido.
¿Cuál es tu misiva?
Y ¿qué buscas tú,
De Cuauhnahuac hijo?
Vasallo.
De Ehecatepetlicpac.
En la altura vives.
Vasallo.
Vengo yo á buscarte.
De Ehecatepetlicpac. 1
¿Por qué, pues me dices
En la altura vives,
Que si yo te busco,
Y si yo te busco,
Como ya lo hiciste?
¿Cuáles son tus fines
¿Miedo no te infunde
Al llamarme ahora.
El tono terrible
Como ya lo hiciste?
Con que á mis palabras
;Qué no te acobardan
Mis labios revisten?
Mis palabras firmes
Y escuchar mi voz
De acento terrible?
Que eres polvo y tierra
Hoy vengo á decirte,
Pues que en tierra y polvo
Voy á convertirte.
Tengo gran esfuerzo,
Al que no resistes.
De pueblos soy dueño.
Soberano insigne,
Y también soy noble
De valiosa estirpe 2
1 Ehecatepetlicpac se compone de ehecatl, ai-
re; tepetl, cerro; icpac, sobre; y signifíca: «Sobre
el cerro del aire.» Es en donde está el templo
del Tepoztecatl, vulgarmente llamado «Casa del
Tepozteco,» traducción de TepoBtecacalco. Abajo
del templo: el cerro se llama Ehecatepetl, «Ce-
rro del Aire.»
2 Como se ve, en el original y en la traducción,
la contestación de los vasallos es una misma: pe-
ro en la Paráfrasis, para evitar la monotonía
hemos cambiado el principio y el fin del relato,
conservando el pensamiento capital.
Que eres polvo y tierra
Hoy vengo á decirte,
Pues que en tierra y polvo
Voy á convertirte.
Soy muy esforzado,
Y no me resistes;
Mando en muchos pueblos
Cual Señor insigne;
Soy de noble cuna
Y de egregia estirpe.
Tepoztecatl.
Cuatro cerros tengo en tomo,
Y siete pozos que asustan
Por sus obscuros abismos
Que la muerte al alma auguran,
Y tengo siete vertientes: 3
En esto mi poder se funda.
Ello mi valor aumenta,
Y mis fuerzas asegura.
Tú, que en Tlayacapa moras,
Dime, ¿para qué me buscas?
3 Se describe la topografía de la región que cir-
cunda al Ehecatepetl.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
233
Vasallo.
De Ehecatepetlicpac
En la altura vives.
¿Para qué te busco?
¿Ignorarlo finges?
Tú muy bien lo sabes
¿Por qué no lo dices?
¿Es que te amedrentan
De mi voz terrible
El vibrante acento
Y palabras firmes?
Que eres polvo y tierra
Hoy vengo á decirte,
Pues que en tierra y polvo
Voy á convertirte.
De mi corazón
Ninguno resiste
El valor y fuerza
Que lo hacen temible.
Yo tengo vasallos,
Soy Señor insigne.
Mi alcurnia es muy noble
E ilustre mi estirpe.
Tepoztecatl.
En verdad, en verdad que Dios lo dijo:
Que de una Virgen nacería su Hijo;
Y así nació, pues que su Madre pura
Es en el cielo candida creatura:
Adorna su cabeza una guirnalda
Con doce estrellas de color de gualda,
Y la luna á sus pies sirve de alfombra,
Y un coro celestial la canta y nombra
La bendita entre todas las mujeres,
Después de Dios, la grande entre los seres
Siento gran esfuerzo en mi corazón, I
La Virgen lo eleva en esta ocasión.
Tú, de Huaxtepec morador felice,
¿Qué es lo que tu labio ahora me dice?
Vasallo.
De Ehecatepetlicpac
En la altura vives.
Lo que tú no ignoras
Mi labio te dice
¡Tal vez me interrogas
Sintiéndote firme!
¿Qué no desfalleces.
Cobarde, al oírme?
¿De mi voz, no tiemblas,
Al tono terrible?
Que eres polvo y tierra
Hoy vengo á decirte.
Pues que en tierra y polvo
Voy á convertirte.
En mi gran valor
Mi fuerza consiste.
De pueblos soy dueño.
Señor invencible;
Mi cuna fué de oro.
No de pobre mimbre.
Tepoztecatl,
Profunda pena me causa
Que tales cosas me digas
Ahora que celebro ufano
La Navidad de María*
De la Santa Trinidad
El amor y la delicia;
Pues fué tan linda creatura
Del Padre Eterno la Hija,
De Jesucristo la Madre,
La Madre tierna y purísima,
Y del Espíritu Santo
La Esposa dulce y bendita;
Y estos tres un solo Dios
Verdadero significan.
En los cielos, en la tierra.
En esta y en la otra vida.
Hoy mi corazón se esfuerza,
Y lo alienta mi María.
Lo que quieres, Tlalmanalcatl,
Presto tu labio me diga.
Vasallo.
De Ehecatepetlicpac
Én la altura vives.
Sabes lo que quiero
¿Por qué tú me exiges
Que yo te lo diga?
¿Cuáles son tus fines?
Mis duras palabras
De acento terrible,
Mi voz estruendosa.
Que ahora percibes,
¿No doblegan tu ánimo?
¿No te ponen triste?
Pues que tú lo quieres.
Presto vas á oírme.
Que eres polvo y tierra, 1
1 Todos los vasallos le dicen al Tepoztecatl que
<íes polvo y tierra, porque en tierra y polvo lo
van á convertir. 9 Esto alude sin duda al hecho
de que los frailes fundadores del Convento cris-
tiano del pueblo de Tepoztlan arrojaron el ídolo
de piedra del Tepostecatl desde la altura del ce-
rro, y al caer en la base se hizo pedazos. Si esto
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Hoy vengo á decirte,
Pues en tierra y polvo
Vengo á convertirte.
Mi esfuerzo es muy grande;
Tú no lo resistes.
Tributos valiosos
Mis pueblos rae rinden,
Soy rico, soy fuerte,
Mi cuna es de príncipe.
Tepoztecatl.
A todos los vasallos.
Acercaos á mi presencia
Y escuchad con atención
Lo que sabréis brevemente
Proferido por mi voz.
¿Alcanzasteis algún triunfo
En vuestra fértil mansión.
Cuando en los remotos tiempos
Tuve, á mi paso, ocasión
De quitaros á porfía
Teponaztli y atambor.
Cuando jugabais alegres
En gratísima reunión? 1
Tocad en los instrumentos
Sin reparo, alegre son.
(Tocan el teponaztli y el tambor.)
Cada uno.
(Pasando frente al Tepoztecatl)
Del Cerro del Aire
En la cumbre moras.
Eres poderoso,
Y lo he visto ahora,
Y creí yo serlo
Para tu derrota;
Mas mi error descubro
Y perdón implora
Mi alma arrepentida,
• Que se encuentra sola,
Pasando cual ráfaga
De la luz de la aurora
Cuando amaneciendo
Espléndida brota.
En la penúltima década del siglo
pasado, por iniciativa nuestra, se
hizo una exploración en el monu-
fué así, ccómo es que los vasallos se arrepienten
de haberlo amenazado, lo proclaman poderoso y
le piden perdón?
1 Ni en la historia, ni en la mitolofría, ni en la
tradición, hemos encontrado alf>:o que explique
dónde, cuándo y con qué motivo les quitó el Te-
poatecatl á sus vasallos el teponaztli y el tambor.
mentó y se llegó á descubrir en su
base un hipogeo, cuya importancia
no pudo conocerse entonces. Pero
algunos años después, el Ingeniero
D. Francisco Rodiiguez, oritmdo
del lugar, y hoy ex-Subdirector del
Museo Nacional, hizo la exploración
muy detenida, encontró ídolos y
objetos varios, que extrajo, y con
ellos formó un pequeño museo que
se instaló en la casa municipal; des-
cubrió, en los muros del hipogeo,
pinturas, en su mayor parte crono-
gráficas, que, estudidas cuidadosa-
mente, revelarán acaso un Tonala-
matl 6 un Tonalpohualli. Varios
americanistas han visitado el monu-
mento, entre ellos, los sabios Savi-
lle, Seler y Mrs. Nuttall, y han sa-
cado copias de las pinturas; pero
aun no han dado á conocer el estu-
dio que hayan hecho.
Conocido el valor arqueológico
del TepOBlecacalli, el Gobierno fe-
deral lo puso bajo la vigilancia del
Inspector y Conservador de Monu-
mentos, D. Leopoldo Batres, quien
bajo los cuidados del vigilante
inmediato, D. Bernardino Vera-
zaluce, ha construido un camino que
facilita la ascención al templo, y
continúa el estuido arqueológico
del monumento.
Tequechmecaniani. (Te, alguno;
quechtli, cuello, pescuezo; mecania-
ni, el que cuelga, partic. activo de
mecania, colgar con mecate, deri-
vado de mecatl, lazo, mecate: «El
ahorcador, el estrangulador.»)
El Ahorcador. Nombre que le da-
ban á TescatsoncaÜ, dios de la em-
briaguez, aludiendo á que los borra-
chos congestionados parece que se
les ahorca.
Tequihuaque. (Plural de teqtd-
hua, guerrero, valeroso: «Gue-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO Y.
235
rreros.») Nombre que daban á los
sacerdotes que habían ido á la gue-
rra y hecho muchos cautivos Se
distinguían de los demás porque
llevaban el cabello atado en forma
de copete sobre la coronilla, á los
lados las borlas que llamaban tlail-
piloni, grandes bezotes cilindricos,
collar y mastates galanos: los llama-
ban tlamacastequihuaque , «sacer-
dotes diestros en la guerra.» Guia-
ban las danzas en algunas fiestas.
Tesaba. Nombre que daban los
Acaxees (V.) á sus ídolos.
Tetamazulco. (Tetl, piedra; ta-
masulin, sapo; co, en: «En (donde
está) el sapo de piedra.»)
Lugar que marcaba el Oriente,
como punto cardinal, en la ciudad
de México. Marcaban con exacti-
tud los cuatro puntos cardinales, con
relación á la ciudad. Estos cuatro
puntos son ahora conocidos por una
relación del P. Sahagún, quien, se-
gún Pa.so y Troncoso, hablando de
la esclava que sacrificaban como,
semejanza de la diosa Xilonen en
el mes Hueitecuilhuitl, dice que
la llevaban antes á cuatro lugares
para que ofreciera incienso, y agre-
ga: «El uno de estos lugares se lla-
maba Tetamasulco , el otro Necoci-
xecan, el otro Atenchicalcan , el
cuarto se llamaba Xoloco: estos cua-
tro lugares donde ofrecían eran en
reverencia de los cuatro caracteres
de la cuenta de los aftos.» Para fi-
jar el lugar donde estaba Tetama-
sulco, se vale el mismo Paso y
Troncoso de otro pasaje de Saha-
gún, en el cual, hablando de un ca-
ñón abandonado por los Españoles
durante la expugnación de México
en el patio del templo mayor, dice:
«de allí lo tomaron los indios y lo
«echaron en una agua profimda que
«llamaban Tetamasulco, que está
«cabe el monte que se llama Tepe-
*tmnco, donde están los baños.» Ese
es el Oriente.
Tetatzin. Dice Chavero que en-
tre los mexicanos tenía grande im-
portancia el dios del fuego, y por
eso lo llamaban Señor en grado su-
perlativo, pues á sus nombres co-
munes agregaban los de «Cuatro
veces Señor,» «Nueve veces Se-
ñor,» y, por último, que le llama-
ban Tetatsin, que quiere decir «Dios
i Padre.» No es exacto esto último.
Tetatsin se compone de teta, que,
á su vez, se compone de te, algu-
no, y /a///, padre, el padre de alguno,
padre, en general; y de t3in, que
I expresa reverencia, cariño, etc., de
suerte que tetatsin significa: «pa-
drecito.* Como se ve, no entra Dios
para nada en el vocablo. «Dios Pa-
dre» se dice Teotatli, y reverencial-
I mente, Teotatmn,
Teteohuacan. (^r<?/^o, dioses, plu-
ral de teotl, dios; hua, expresión de
I tenencia ó posesión; can, lugar: «lu-
gar que tiene á los dioses,» «Mo-
! rada de los dioses. » —Hoy, adultera-
da la palabra, se dice Teotihuacán.
—Betancourt traduce: «lugar donde
se adoran los dioses;» según Veytia:
«habitación de los dioses.» Orozco
I y Berra dice:— «Nos atrevemos á
«decir que la palabra está forma-
«da de teotl, dios; la ligadura ti; hua,
«partícula denotativa de posesión;
«y del afijo can, lugar: lugar de
o^los poseedores de dioses; lugar
^de los que adoran dioses.^
Esa ligadura ti, que acepta como
tal Orozco y Berra, es la que ha
desfigurado la palabra, y no se ne-
cesita para nada, pues existe el vo-
cablo Teohua, «el que tiene á dios,
sacerdote,» y su estructura es per-
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236
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
f ecta sin que se haya hecho uso de
la tal ligadura.— Sahagún dice que
el nombre del lugar es Teutioacan
(hoy Teotihuacan) que quiere decir
Veitioacan ó lugar donde hacen se-
ñales. La etimología no justifica es-
ta interpretación.) Pueblo prehistó-
rico, donde, á pocos kilómetros de
distancia, se encuentran aún dos
grandes pirámides, dedicada una
al sol y la otra á la luna, llamadas
por esto, la primera, Tonatiuhitsa-
cualliy y la segunda, Met^tlitsacua-
lli. El origen de estos monumen-
tos se pierde en la obscuridad de
los tiempos. Sahagún atribuye la
erección de estas pirámides á los
ulmecas, venidos de Tamoanchan
(V.) y dice que en el pueblo se ele- '
gía á los que habían de gobernar |
á los demás, y que en las pirámi-
des se enterraba á los principales
y señores, sobre cuyas sepulturas
se mandaban hacer túmulos de tie-
rra, que se veían todavía en su tiem-
po, y que parecían montecillos he-
chos á mano, y que también se no-
taban los hoyos de donde sacaron
las piedras ó peñas de que se hicie-
ron los túmulos; y que los que hi-
cieron al sol y á la luna, son como
grandes montes edificados á mano,
que parecen ser naturales y no lo
son, y que parece ser cosa indeci-
ble, asegurar que son edificadas á
mano, y que lo «son ciertamente,
«porque los que los hicieron enton-
«ces eran gigantes.»
A juicio de Orozco y Berra, las
pirámides de Cholula y de Teoti-
huacan pertenecen á una misma
época histórica, á la civilización
extinguida en que tomaron parte
los mayasprimitivos,á tiempos que
se remontan á varios siglos ante-
riores á la era cristiana. Las gran-
des moles— dice el mismo Orozco
—revelan un pensamiento de or-
gullo y de grandeza, indica su eje-
cución im pueblo numeroso, cons-
tituido bajo un régimen social muy
adelantado, aunque despótico; los
artífices habían hecho progresos en
el arte de construir, supuestos los
materiales allí aprovechados, y no
les eran extraños ciertos conoci-
mientos que sólo pertenecen á las
naciones cultas, ya que supieron
orientar las bases: si la mecánica
era desconocida á los trabajadores,
debieron haber gastado luengos
años antes de terminar su labor.
Por otra parte, obras tan costosas
en esfuerzos individuales colecti-
vos no pudieron ser emprendidas
ni acabadas por una tribu errante,
que detenida en un punto de su iti-
nerario tuviera el antojo de dejar
una señal de su tránsito, y una vez
puesta, prosiguiera su peregrina-
ción. Las grandes construcciones
son indicio de arraigo en el suelo.
Es, pues, casi seguro —continúa
Orozco— que cuando la pirámide
estuvo concluida, y sobre su pla-
taforma superior se alzó el ara del
dios, una gran ciudad se extendía
á su derredor, tal vez la capital de
un señorío poderoso. Las poblacio-
nes se perdieron en el olvido , lle-
vándose sus divinidades, para nos-
otros sin nombre, quedando por úni-
co recuerdo las inmensas pirámi-
des que sustentaban los santuarios
venerandos.
Fundándose Orozco y Berra en
las consideraciones precedentes,
inpugna la opinión de autores cé-
lebres, de que las pirámides de Teo-
tihuacan hayan sido erigidas por
los toltecas; y á este propósito dice:
«Consultando los autores de más
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
237
nota, parecen convenir en que la
f Abrica de esos monumentos se de-
be á los toltecas. Torquemada se
separa de la opinión común, y la
atribuye á los totonacos. Los tol-
tecas no levantaron obras de esta
clase, y sabemos estar ya construi-
das cuando llegaron á ToUan. Dos
pensamientos constantes hallamos
en nuestros escritores de historia
antigua; amoldar á fuerza de inge-
nio la cronología mexicana en la
bíblica; desechar toda tribu ante-
rior á las naciones históricas, atri-
buyendo, por consecuencia, todas
las ruinas de origen dudoso á los
toltecas. De aquí la mayor parte
de esas conclusiones aventuradas,
con que se extravían y deslucen las
grandes prendas de hombres tan
distinguidos como Torquemada,
Veytia y Clavigero.»
De las diversas descripciones
que se han hecho de las Pirámi-
des, tomamos la del Barón de Hum-
boldt, por ser la más detallada. Di-
ce así :
«El grupo de las pirámides deTeo-
tihuacán está en el Valle de Mé-
xico, ocho leguas á N. O. de la ca-
pital, en una llanura nombrada
Micoatl 6 camino de los muertos
(el nombre mexicano es Miccaotli),
Obsérvanse allí dos grandes pirá-
mides dedicadas al Sol (Tonatiuh)
y á la Luna (Metstli), rodeadas de
muchos centenares de pequeñas
pirámides, formando calles dirigi-
das exactamente de N. á S. y de E.
á O. De los dos grandes Teocalli,
mide el uno 55 y el otro 44 metros
de elevación perpendicular; la ba-
se del primero tiene 208m de largo,
de donde resulta que el Tonatiuh
Itsacual, según las medidas practi-
cadas por el Sefior Oteiza en 1803,
es más alto que el Micerino ó la
tercera de las tres grandes pirámi-
des de Diyzed en Egipto, y la lon-
gitud de la base casi igual á la de
Cephren. Las pirámides menores
que rodean las casas del sol y de
la luna, cuentan tan sólo de 9 á lOm
de elevación, y, según la tradición
indígena, sirvieron de sepulcro á
los jefes de las tribus. Al rededor
de Cheops y de Micerino en Egip-
to, se distinguen también ocho pe-
queñas pirámides colocadas simé-
tricamente, paralelas á las fases
de las mayores. Los dos Teocalli de
Teotihuacán tenían cuatro pisos
principales, subdivididos cada uno
en escalones cuyas aristas son to-
davía visibles: el núcleo es de ba-
rro revuelto con piedrecillas, y está
revestido de una capa de tetsontli
6 amigdalódea porosa. Esta cons-
trucción recuerda una de las pirá-
mides egipcias de Sahara, de seis
pisos, y según la relación de Poco-
cke, es un montón de cantos y de ar-
gamasa, revestidos exteriormente
de piedras brutas. En la cumbre de
los grandes teocalli mexicanos ha-
bía dos estatuas colosales del sol y
de la luna, de piedra y con lámina de
oro, quitadas por los soldados
de Cortés. Cuando el obispo Zumá-
rraga, religioso franciscano, em-
prendió destruir lo relativo al culto,
ala historia y alas antigüedades de
los pueblos indígenas de América,
hizo romper los ídolos de la llanu-
ra de Micoatl (Miccaotli). Se des-
cubren aún los restos de la escale-
ra construida de grandes piedras
talladas, que antiguamente condu-
cía á la plataforma del teocalli.»
En cuanto á la destrucción délos
ídolos del sol y de la luna por el
obispo Zumárraga, podría ser sos-
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238
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
pechosa de falsedad la aseveración
de Humboldt; pero la aleja de toda
duda el jesuíta Clavigero, de quien,
siendo sacerdote católico, podría
creerse que ocultara el hecho de la
destrucción, que lo negara, ó, por
lo menos, que lo disculpara, pero
no hizo ninguna de las tres cosas,
pues sencillamente dice:
«Estos vastos edificios, que sir-
vieron de modelo á los demás tem-
plos de aquel país, estaban consa-
grados uno al sol y otro á la luna,
representados en dos ídolos de
enorme tamaño, hechos de piedra
y cubiertos de oro. El del sol tenía
una gran concavidad en el pecho,
y en ella la imagen de aquel pla-
neta (astro debería ser), de oro fi-
nísimo.
«Los conquistadores se aprove-
charon del metal, y los ídolos fue-
ron hechos pedazos por orden del
primer obispo de México; pero los
fragmentos se conservaron hasta
fines del siglo pasado y aun quizás
hay algunos todavía.»
En estos grandes monumentos,
según la mitología de los pueblos
nahoas, se verificó una de las crea-
ciones del sol y de la luna en época
incierta, pero muy remota. Oroz-
co y Berra dice que fué la creación
del quinto sol; pero no da prueba
ninguna de ello, pues aunque repro-
duce la leyenda de Sahagún, éste
no señala época ninguna, antes bien
emplea términos que dan á enten-
der que fué la primera creación del
sol.
Este hecho grandioso, que no acu-
sa verdaderamente la creación del
sol, es, en opinión de los autores,
el mito conmemorativo de la crea-
ción de una nueva religión, la as-
trola tría; y nada más conforme al
triunfo obtenido contra los anti-
guos dioses, que erigir templos co-
losales á los dioses triunfantes.
El mito de la creación del sol y
de la luna en Teteohuacan, véase en
los artículos Cosmogonía, Nana-
HUATZiN y Tecuciztecatl.
No está lejano el día del renaci-
miento de los Tsacualli de Teteo-
huacan, El Gobierno de la Unión,
por conducto del Ministro de Bellas
Artes, ha ordenado la reparación de
las pirámides, y hace algunos años
que bajo la hábil dirección de mi es-
timado amigo eí Sr. Don Leopoldo
Batres, Inspector de Monumentos
Arqueológicos Nacionales, se está
llevando á cabo la exploración y
reedificación de las pirámides. Con
los objetos preciosos encontrados
en sus hipogeos se formará un Mu-
seo en un salón de 100 metros de
longitud, por 25 de ancho y 8 de al-
tura. Las obras deben estar con-
cluidas el año de 1910 para celebrar
en aquel lugar la sesión del Congre-
so de Americanistas, el 16 de Sep-
tiembre del año de 1910, primer
centenario de la proclamación de la
Independencia, hecha por el Cura
Hidalgo.
Teteoinnan. (Teteo, dioses, plural
de teotl, dios; in, su; nantli, madre:
^Su (la) madre de los dioses.») Esta
diosa, cuyo origen no es celestial,
sino terrestre, pues si no miente la
historia fué hija de un señor ó ré-
gulo de Colhuacan, fué deificada
por orden de Huitmlopochtli (esto
ya no es histórico), mediante un ho-
rrendo sacrificio, que, como dice
Clavigero, no se puede oír sin es-
panto.
De las relaciones que los autores
han hecho de este tremendo suceso,
ninguna más interesante, por el es-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
239
tilo en que está escrita, que la publi-
cada hace muchos años, y casi des-
conocida, por D. Ignacio Ramírez,
el (Nigromante), Dice así:
(No pudimos á última hora tener
á la mano el articulo del Nigroman-
te, y lo substituimos con la relación
del P, Clavigero:)
«En honor de esta funesta divi-
nidad (Huitsilopochtli) hicieron por
aquel tiempo (á raíz de la fundación
de México) un horrendo sacrificio,
que no se puede oír sin espanto.
Mandaron al caudillo de Colhuacan
una embajada, rogándole que les
diese alguna de sus hijas, para con-
sagrarla como madre de su dios
protector, significándole ser esta
una orden expresa de aquel mimen,
para exaltarla á tan sublime jerar-
quía. El caudillo envanecido con la
esperanza de tener una hija deifica-
da, ó quizás atemorizado con las
desgracias que podrían sobreve-
nirle, si desobedecía á un dios, con- '
cedió á los mexicanos lo que le pe-
dían, tanto mas fácilmente, cuanto
que no preveía lo que iba á suceder.
Los mexicanos condujeron con gran
júbilo aquella noble doncella á su
ciudad; pero apenas llegó, mandó
el demonio, según dicen los histo-
riadores, que le fuese sacrificada, j'^
desollada después de muerta, y que
con su pellejo se vistiese alguno
de los principales jóvenes de la na-
ción. Fuese en efecto orden del de-
monio, ó lo que es mas verosímil,
cruel invención de aquellos bárba-
ros sacerdotes, lo cierto es que el
plan se ejecutó puntualmente. Con-
vidado el caudillo por los mexica-
nos á la apoteosis de su hija, fué á
ser espectador de aquella gran fun-
ción, y uno de los adoradores de la
nueva divinidad. Entró en el san-
tuario, donde al lado del ídolo esta-
ba en pié el joven, vestido con la
sanguinosa piel de la víctima; pero
la obscuridad no le permitió ver lo
que pasaba. Pusiéronle en la ma-
no un incensario, y un poco de co-
pal, á fin de que hiciese las cere-
monias del culto; pero habiendo vis-
to á la luz de la llama que hizo el
copal, aquel horrible espectáculo,
se le conmovieron de dolor las en-
trañas, y arrebatado por violentos
afectos, salió gritando como un lo-
co, y mandando á su gente que toma-
se venganza de tan bárbaro atenta-
do: mas no se atrevieron á obede-
cerle, sabiendo que inmediatamente
hubieran sido oprimidos por la mu-
chedumbre; con lo que el desconso-
lado padre se volvió á su casa, á
llorar su infortunio todo el resto de
su vida. Su infeliz hija fué diosa, y
madre honoraria, no solo de Huitsi-
lopochtli, sino de todos sus dioses,
que es lo que significa el nombre de
Teteoinan, con el cual fué desde en-
tonces conocida }'' reverenciada. Ta-
les fueron en aquella nueva ciudad
los principios del bárbaro sistema
de religión »
La Teteoinnanse llamaba también
Toci (V.), «Nuestra Abuela.» La ex-
plicación de estos nombres es muy
sencilla: los hombres eran hijos de
los dioses, y siendo nuestra deidad, •
madre de todos los númenes, resul-
taba para la humanidad « abuela. «
Pero desempeñaba todavía funcio-
nes más complicadas: era quien
producía los temblores, y de aquí
el nombre Tlaliyolo (V.) ó «el cora-
zón de la tierra;» patrocinaba tam-
bién á los médicos, adivinos y suer-
tistas, de donde le vino su nombre
Yoalticitl (V.), «la médica de la no-
che;» y como uno de los principales
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240
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
recursos terapéuticos de aquella
clase consistía en los baños de va-
por ó de temascal, llamábase tam-
bién por ese motivo Temascalteci
(V.) 6 «abuela de los baños.» Por úl-
timo, aunque pueden salir de los
nombres anteriores y de varias
funciones de la diosa otras deno-
minaciones, sólo haremos mérito de
una que pasó también al templo
donde se le daba culto en las afue-
ras de la ciudad de México, y que
se llamaba Cihuateocalli 6 «casa
de la diosa (mujer) ó femenil,» por-
que al numen le decían Cihuateotl,
y con este nombre sacrificaban du-
rante la festividad una esclava en
honra suya.
Clavigero hace observar que ca-
si todos los escritores españoles
confunden á Teteoinnan con Tonan
ó Tonantsíftf que son realmente dis-
tintas. (V.)
La fiesta de esta diosa Teteoinnan
y Toci se celebraba en el mes Och-
panistli, (V.) Los tlaxcaltecas le
daban un culto particular, y las la-
vanderas la miraban como á su pro-
tectora.
Celebraban una segunda fiesta
en honor de la diosa, en el último
mes Iscalli, de la que nada se sabe
—dice Clavigero— sino la práctica
ridicula de levantar en el aire por
• las orejas á los muchachos, cre-
yendo que de este modo llegarían
á una alta estatura. Los médicos
no sólo la califican de ridicula, sino
de peligrosa para la salud de los
niños.
Borunda, en su extravagante em-
peño de relacionar la religión de
los mexicanos con el culto cristiano,
dice que Teteoinnan es una adulte-
ración de Teteuinnan, «Madre de sus
Señores,» que es la misma que lla-
maban también Teotenantsin, que
traduce: «la apreciada Madre Nan-
tsin, que está en la sierra/^//, es la
del Señor teotli;» y después de es-
tas estólidas interpretaciones, agre-
ga que la Virgen de Guadalupe se
le apareció al indio Juan Diego en
el Tepeyac para desterrar de ese
lugar á la Teotenantsin, y ser ella
entre los indios la verdadera Madre
de Dios, que se dio á conocer con
nombre mexicano.
A este propósito dice:
«D. Luis Becerra por sola la ca-
«rencia de flf y de ^ en este idioma
«(el náhuatl), advertía no aver po-
«dido pronimciar Juan Diego, á
«quien se manifestaba la Madre de
«Dios, ni su tio Juan Bernardino, á
«quien sanó la Señora, el distintivo
«de Guadalupe que se dio á la Vir-
«gen María. Infería que pudo aver
«dicho Tequatlanopeuh, lo que tra-
«ducía por la que tuvo origen en la
«cumbre de las peñas, como que en-
«tre ellas la vio Juan Diego la pri-
«mera y cuarta vez. Pero ni el or-
«den de las partes de estecompues-
«to es conforme á los del idioma,
«ni la traducción que se le dio, fal-
«ta en una de las mismas partes, lo
«instruye alusivo á aquella nación,
«sino al lugar del culto primitivo
«de la sagrada imagen; lo que jun-
«tamente descubre aver hallado
«aquel escritor, esta parte de latra-
«dicion mal expresada anotó uno
«de los primeros manuscritos. Por-
«que el connotante o de todo prete-
«rito Perfecto, como peu, de pena
«comenzar se expresa al principio
«del compuesto: y así el de este
<^otecuatlanpeu, la que comenzó
^opeu, debajo ó tlani, de la cumbre
^cuaitl, de la piedra, ó sierra tetl,
«lo que resulta acorde con el valor
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO Y.
241
«de los Monumentos que ya se des-
« cubren.»
Sigue Boninda examinando el
nombre mexicano que tal vez le dio
á la Virgen el indio Juan Bernardi-
no; pero hacemos gracia al lector
de tan abstrusa disquisición.
Es de extrañarse que el Lie. Bo-
runda, autor tan erudito, haya ig-
norado que Guadalupe fué nombre
que trajeron los conquistadores de
España, pues á los que intervinieron
en la farsa de la aparición en el Te-
peyac no les ocurrió inventar un
nombre apropiado para la Virgen
aparecida. Si, como dice Becerra,
la imagen les pareció rara por lo
desconocida, por la clase de sus
adornos y por la clase de pintura,
¿cómo fué que no le pusieron un
nombre desconocido también y que
significara el milagro del suceso?
Guadalupe es una píilabra híbrida
que parece significar «Río de lo-
bos.»,
Teteopoalti. (Teteo, dioses, plu-
ral de teotlf dios; poaltt, consagra-
do, dedicado, derivado de poa, de-
dicar, consagrar: «los (niños) con-
sagrados á los dioses.») Nombre que
daban á los niños sacrificados á los
llaloque en la fiesta que hacían
los matlatzincas en honor de Mix-
coatl. En esa fiesta bajaban al
Cuauhxicalco los niños que sacri-
ficaban, de quienes decían que vi-
vían con los dioses de las aguas
en suma gloria y celestial alegría,
y asistían en persona cada año,
escoltados por la gran serpiente
Xiuhcoatl, pintada de diversos co-
lores.
Tetlamman (hoy Tetlama). (Eti-
mología incierta,) Nombre del tem-
plo y Calmecac de la diosa Chantico
(V.), en el templo mayor de México.
Según Sahagún, era Tetlaman el
27.** edificio de los 78 en que estaba
dividido el templo mayor de Méxi-
co. Allí el servicio de los sacerdo-
tes era de día y de noche.
Cerca de las ruinas de Xochicalco
hay un pueblo llamado Tetlama.
Tal vez allí estuvo el Calmecac per-
teneciente al maravilloso templo
Xochicalli, pues entre los indios
hay la tradición de que el templo y
el actual pueblo se comunicaban
por un largo hipogeo.
Tetlan. (Tetl, piedra; tlan. junto
á: «Junto á la piedra.») Dios del
pueblo de Tetlan, del señorío de To-
nalá. Lo representaban en figura
de hombre teniendo una piedra en
la mano. Siendo el numen del pue-
blo, los moradores de éste usaban
como arma principal la honda y la
piedra. Elnombre del dios y del pue-
blo han de tener su origen en el fe-
nómeno natural que describe Mota
Padilla del modo siguiente: «A la
«orilla del pueblo, á la parte orien-
«tal, por donde pasa el arroyo, exis-
«tía un grande y grueso peñasco de
«cerca de tres varas de elevación
«y dos y media de diámetro, sobre
«otros de menos mole, apoyados en
«puntos diamantinos y en tan fiel
«paralelo y en tal proporción y
equilibrio, que tocada la piedra
«con un dedo se movía, y aplicada
«la potencia de tres caballos per-
«manecía inmóvil, no excluyendo
«esta potencia la de diez ó más.»
El pueblo de Tetlan — dice Oroz-
co y Berra— fué trasladado poco
después de la Conquista á San Jo-
sé de Analco; la piedra quedó movi-
ble en su sitio, respetada por los
dueños del predio, hasta que ha-
biendo pasado á las manos de un
bárbaro propietario, por evitar el
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242
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tránsito de los curiosos la destruyó
en 1853 por medio de la pólvora.
Tetlateahuitz. (?) (Etimología
incierta.) Nombre que daban á los
que apadrinaban á los niftos en la
operación de agujerearles las ore-
jas en el mes Iscalli, nacidos en los
cuatro años anteriores. (Véase Iz-
calll)
Tetlazolmictiliztli. (Te, alguno;
tlasolli, suciedad; mictilistli, muer-
te, el acto de matar: «Muerte de al-
guno por suciedad.») Nombre que
daban á los pecados graves que co-
metían las doncellas que se educa-
ban en el Calmecac, Cuando alguna
se encontraba culpable, ocultábalo
cuidadosamente, mas no sin sentir
la aprensión de que sería descu-
bierta, porque los dioses en castigo
harían que se les pudriesen las car-
nes, y morirían de esta podredum-
bre ó suciedad, tetlasolmictilia.
Tetlepantlazque. (Te, alguno;
tlepan, sobre el fuego; tlasque, de-
rivado de tlasa, arrojar: «los que
arrojan á alguno al fuego.») Tres
individuos de alta estatura y gran
fuerza que ayudaban á los sacerdo-
tes á arrojar á las víctimas á la gran
hoguera que encendían en la fiesta
del mes Xocohuetsi. (V.) También
los auxiliaban vistiendo ó adornan-
do el madero Xocotl (V.), con pa-
peles.
Tetlimonamiquiyan. (Tetl, pie-
dra; /, su; monamiquiyan, encuen-
tro, presión, derivado de monami-
qui, encontrarse, chocarse: «Su
(el) encuentro ó choque de las pie-
dras.») Cuando los toltecas em-
pezaron á ofrecer víctimas huma-
nas á sus dioses, en ciertos días del
año sacrificaban á jonacatecutli
el mayor de los criminales que á
las manos podían haber, haciéndole
pedazos en medio de dos piedras
que chocaban una con otra por me-
dio de un artificio. A esto llamaban
Tetlimonamiquiyan, « el encuentro
de las piedras.»
Tetzahuitl. Espanto. Nombre
que daban los mexicanos á su dios
Huitsilopochtli. Sahagún dice:
€ Vitsilopuchtli también se 11a-
«maba Tétzavitl por razón que de-
«cían que la dicha Coatlycue (su
«madre) se empreñó de una peloti-
«11a de pluma, y no se sabia quien
«fué su padre.» {Véase Tetzauh-
CONETL.)
TetzauhcihuatL (Tetsahuitl,
espanto; cihuaíl, mujer: «Mujer es-
pantosa.») Eran unas diosas que
vivían en el segundo cielo, destina-
das á bajar y comerse á los hom-
bres cuando fuera el fin del mun-
do: eran puros esqueletos.
El nombre propio es el plural
Tesauhcihuame, ( Véase Tzitzimi-
ME.)
Tetzauhconetl. (Tetsakuitl, es-
pa,nto;conetl, hijo: «Hijo del espan-
to.») En algunas tribus bárbaras,
muerto el señor, su hijo tomaba por
esposas á las mujeres y mancebas
de su padre que no habían tenido
sucesión; esta alianza era llamada
por los pueblos civilizados Tetsa-
huith cosa espantosa, y á la prole,
Tetaatihconetl, hijos de espanto.
Tetzauhquimichtzin. (Teisa-
huitl, espanto; quimichin, ratones;
tsin, diminutivo reverencial: «Ra-
toncito espantoso.») Hablando Sa-
hagún de las supersticiones de los
indios, dice: «Cuando alguno veía
que en su casa se criaban hormigas
y habia hormigueros de ellas, lue-
go tomaba mal agüero, teniendo en-
tendido, que aquello era señal que
habían de tener persecución los de
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO Y.
243
aquella casa de parte de algún ma-
lévolo ó envidioso, porque tal fama
había, que las hormigas que se cria-
ban en casa, eran significación de
lo arriba dicho, ó que los envidio-
sos ó malévolos los echaban dentro
de casa por mal querencia, ó por
hacer mal á los moradores deseán-
doles enfermedad ó muerte, ó po-
breza ó desasociego El mismo
mal agüero tomaban cuando alguno
veía en su casa ciertos ratoncillos
que tienen unos chillidos distintos
de los otros, y desasociegan la casa:
llaman á estos tetsauhqutmichsin^y^
Tetzauhteotl. (Tetsahuitl, es-
panto; téotl, dios: «Dios de espan-
to ó espantoso.») Al nacer Huitmlo-
pochtli de Coatlicueye, mató á sus
hermanos los Centsonhuitsnahuac
(V.) para vengar el agravio que ha-
bían hecho á su madre. Este suceso
consternó á todos los hombres, que
desde entonces lo llamaron Tetsa-
huitl, «Espanto,» y Tetsauhteotl,
«Dios espantoso.»
TetzompantlL (Véase Tzom-
PANTLi.) Era el 33.° edificio de los
78 que comprendía el templo ma-
yor de México. En él espetaban las
cabezas de los cautivos que allí sa-
crificaban, cada 202 días, en honor
de los dioses llamados Omacante.
(Véase Ome Acatl.)
Texochimaco. (T^, alguno ú otro;
Xóchitl, flor; maco, impersonal de
maca, da: «Se dan flores á alguno.»)
Uno de los nombres del mes Tía-
xochimaco. (V.)
Texoxoctli. (Tetl,^i^áv?i\xoxoC'
tu, azul verdoso: «Piedra azul ver-
dosa.») Piedra que ponían á los
muertos en la boca. Sobre esto di-
ce Sahagún:— «. . . .al tiempo que
«se morían los señores y nobles,
«los metían en la boca una piedra
«verde {Chalchivitl) y en la boca de
«la gente baja metían una piedra
«que no era tan preciosa y de po-
«co valor, que se dice texoxoctli ^ ó
«piedra de navaja, la que dice que
«ponían por corazón del difunto. ..»
Teyocoyani. (Te, alguno; yoco-
yani, partic. de yocoya, crear, for-
mar: «Creador.»)
Era uno de los nombres que da-
ban á Tescatlipoca, considerándolo
como creador de los hombres.
Tezcaapan. (Tescatl, espejo; atl,
agua; pan, en: «En el agua de es-
pejo ó como espejo.») Era el 31.<* de
los 78 edificios que comprendía el
templo mayor de México, «...era una
«fuente como alberca,— dice Saha-
«gún— (en) que se bañaban los que
«hacían penitencia por voto: acos-
«tumbraban muchos de hacer pe-
«nitencia ciertos meses, ó un año
«sirviendo á los cues (templos) ó
«dioses á quien tenían devoción,
«estos se lavaban de noche en esta
«fuente.»
Tezcacalco. (Tescatl,Qsipe]o\ca-
lli, casa; co, en: «En la casa de los es-
pejos.») Era el 20.° edificio de los
78 que comprendía el templo ma-
yor de México. Sus muros estaban
cubiertos de espejos. Sahagún di-
ce que era un oratorio donde esta-
ban las estatuas de los llamados
omacamo (Ome Acame), y que allí
mataban algunos cautivos, aunque
no cada año.
Tezcacoactlacochcalco. (Tesca-
coatí, culebra resplandeciente co-
mo espejo; c, en; tlacochtli, dardo,
flecha; calli, casa; co, en: «En la
casa de los dardos de la culebra
reluciente.») Era el 75.** edificio de
los 78 que comprendía el templo
mayor de México. Allí se deposita-
ban los dardos y flechas para el
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244
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tiempo de la guerra. Algunos años
mataban allí esclavos por devoción.
TezcacoatL (Tescatl, espejo;
coatlj culebra: «Culebra-espejo.»)
Culebra que tenía muy limpia la
piel y relumbraba como espejo.
Daban este nombre, en sentido me-
tafórico, á cada una de las dos es-
clavas, representantes de Xochi-
quetaatli, en la fiesta del mes
Hueypachtli. (V.)
Escogían dos jóvenes vírgenes y
hermosas; las llevaban con regoci-
jados bailes al Cuauxicalli, y para-
das encima, les daban los sacerdo-
tes cuatro jicaras con maíz blanco,
amarillo, morado y negro, que ellas
sucesivamente esparcían á los cua-
tro vientos, arrojándolo con la ma-
no como quien siembra: la multitud
se arrojaba á recogerlo, dándose
por muy contento quien se hacía
de dos granos, que sembraba para
cosechar de la simiente bendita.
Entre tanto, andaba el baile, y en el
centro de la danza estaba un sa-
cerdote en pie mostrando en la ma-
no alta y en un paño el cuchillo del
sacrificio, usado exclusivamente en
aquella ceremonia. Las dos vícti-
mas eran sacrificadas, mas con las
piernas cruzadas para atestiguar
su estado limpio.
Tescacoatl se llamaba el indio
que en un quimilli cargaba á Hui-
tsilopochtli en la peregrinación az-
teca ( Véase Teomama).
Tezcatlachco. (Tescatl, espejo;
tlachtli, juego de pelota; co, en: «En
el juego de pelota de los espejos.»)
Era el 32.** edificio de los 78 que com-
prendía el templo mayor de Méxi-
co. Había allí un juego de pelota.
Tezcatlipoca. (El nombre pro-
pio es Tesca-tlil-poca; tescatl, es-
pejo; tliltic, negro; poca, que hu-
mea: «Espejo negro humeante.»)
Este dios, que Sahagún llama el
Júpiter mexicano, es con Quetsal-
coatl y Huitsilopochtli, el más no-
table de la Mitología Nahoa, y muy
especialmente de la mexicana. Su
origen lo encontramos en el Códi-
ce ZumArraga, conocido también
con el nombre de J/S. de Fray Ber-
nardino. En este Códice se dice que
Tonacatecutli y su mujer Tanaca-
cihuatl habitaban en el treceno cie-
lo, y no habían tenido principio: que
este par divino tuvo cuatro hijos,
Tlatlauhqui Teacatlipoca, que na-
ció todo colorado; Yayaühqui Tes-
catlipoca, quien nació negro; era
el principal de sus hermanos, esta-
ba en todo lugar, sabía todos los
pensamientos, conocía los corazo-
nes, lo llamaban Moyocoya, «que
«hace todas las cosas sin que otro
«le vaya á la mano,» y según este
nombre no lo sabían pintar sino
como aire: el tercer hijo fué Que-
tsalcoatl; el cuarto fué Omiteotl, por
otro nombre InaquiBCoatl, que na-
ció sin carnes ó con solo los huesos
en forma de esqueleto, y á este
adoraron los mexicanos con el
nombre de Huitsilopochtli,
Como se ve en el párrafo ante-
rior, hubo dos dioses con el nombre
de Tescatlipocay uno tlatlauhqui»
«colorado,» y el otro yayaühqui,
«negro ó moreno». Del primero,
ningimo vuelve á hablar de él, aca-
so por ser el dios principal deTlax-
calla y de Huexotzinco, donde le
tributaban culto con el nombre de
Camaxtle, así es que todo lo que
se dice, en códices, crónicas é his-
torias de Tescatlipoca, se refiere al
yayaühqui, negro ó moreno. Sin
embargo, la creación del mundo les
fué encomendada á los cuatro dío-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
245
ses, aunque Teacailipoca yayaüh-
qui y Quetjsalcoatl fueron los prin-
cipales creadores. ("F^os^ Cosmogo-
nía.)
El P. Sahagún, hablando del ori-
gen de los dioses, dice:— «El Dios
llamado TeBcatlipoca era tenido por
verdadero dios é invisible, el cual
andaba en todo lugar, en el cielo, en
la tierra y en el infierno, y temian
que cuando andaba en la tierra mo-
vía guerras, enemistades y discor-
dias, de donde resultaban muchas
fatigas y desasosiegos: decían que
él n\ismo incitaba á unos contra
otros para que tuviesen guerras, y
por esto le llamaban Necocyautl,
que quiere decir, sembrador de dis-
cordias de ambas partes, y decían
él solo ser, el que entendía en el re-
gimiento del mundo, y que él solo
daba las prosperidades y riquezas,
y que él solo las quitaba cuando se
le antojaba.»
La fiesta principal en honor de
este dios se hacía en el mes Tox-
catl. (V.)
Torquemada dice que sólo se
arrodillaban y postraban ante la re-
presentación de Tescatlipoca, que
era su mayor dios, puro espíritu, y
que sólo á éste y á ningún otro, ni á
Hüitsilopochllile llamaban Titlaca-
hua (V.), y que le dirigían esta ora-
ción:
«O dios todo Poderoso, que dais
«vida álos Hombres, que os llamáis
*Titlacahua, (esto es, cuyos escla-
«vos somos) hacedme esta tan se-
«flalada merced de darme todo lo
«necesario, para el sustento de la vi-
«da, así del comer, como del beber,
«y go<;ar de vuestra clemencia y
«suavidad, y delectación,. . . . aved
«misericordia de mi,. . . . abrid las
«manos de vuestra misericordia, y
«usadla conmigo.» Y agrega que to-
das las oraciones terminaban con
Mayiuh, «hágase así,» como los cris-
tianos con Amén.
El P . Clavigero es el que mejor
caracteriza á este dios misterioso:
«Este era el dios mayor, - -dice—
que en aquellos países se adoraba
después del dios invisible, ó Supre.
mo Ser. Su nombre significa espejo
reluciente {y ?i hemos visto que no es
exacto el calificativo), y su ídolo te-
nia uno en la mano. Era el dios de
la providencia, el alma del mundo,
el creador del cielo y de la tierra,
y el señor de todas las cosas. Re-
presentábanlo joven, para dará en-
tender que no envejecia nunca, ni
se debilitaba con los afios. Creían
que premiaba con muchos bienes á
los justos, y castigaba á los vicio-
sos con enfermedades y otros hia-
les. En las esquinas de las calles
había asientos de piedra, para que
este dios descansase cuando quisie-
se, y á ninguno era lícito sentarse en
ellos. Decían algunos que había ba-
jado del cielo por una cuerda he-
cha de telarañas; que había perse-
guido y arrojado de aquel país á
Quet^alcoatl,gvaxí sacerdote de Tu-
la, que después fué colocado tam-
bién en el número de los dioses.»
Su ídolo principal se llamaba Teo-
tetl. (V.)
La fiesta principal de Tescatlipo-
ca la describe Clavigero en los tér-
minos siguientes:
«El quinto mes, que principiaba
ell7 de mayo, era casi todo festivo.
La primera fiesta, una de las cua-
tro principales de los mexicanos,
era la que hacían á su gran dios
Tescatlipoca, Diez días antes se
vestía y adornaba un sacerdote co-
mo estaba representado aquel nú-
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246
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
men, y salia del templo con un ra-
mo de flores en la mano, y una f lau-
tilla de barro, que daba un son
agudísimo. Después de haber vuel-
to el rostro, primero á Levante y
después á los otros tres puntos car-
dinales, tocaba con fuerza aquel
instrumento, y tomando del suelo
un poco de polvo, lo llevaba á la
boca, y lo tragaba. Al oir el son del
instrumento, todos se arrodillaban.
Los que habian cometido algún cri-
men, llenos de espanto y conster-
nación, rogaban llorando al dios,
que les perdonase su culpa, y que
no permitiense fuese descubierta
por los hombres: los militares le
pedian valor y fuerza, para comba-
tir con los enemigos de la nación,
grandes victorias y muchos prisio-
neros para los sacrificios ; y todo
el pueblo, repitiendo la ceremonia
de tragar el polvo, imploraba con
amargo llanto la clemencia de los
dioses. Repetíase el toque de la
flauta todos los otros dias que pre-
cedían á la fiesta. El dia antes, los
nobles llevaban un nuevo trage al
ídolo, del cual lo vestían inmedia-
tamente los sacerdotes, guardan-
do el viejo como reliquia en un ar-
ca del templo: después lo adorna-
ban de ciertas insignias particula-
res de oro y plata, y plumas her-
mosas, y alzaban el portalón que
cerraba siempre el ingreso del tem-
plo, á fin de que todos los circuns-
tantes viesen y adorasen la imagen.
Llegado el dia de la fiesta, el pue-
blo concurría al atrio inferior del
templo. Algunos sacerdotes, pinta-
dos de negro, y vestidos como el
ídolo, lo llevaban sobre una litera,
que los jóvenes y doncellas ceñían
con cuerdas gruesas, hechas de hi-
leras de granos de maíz tostado, y de
ellas se le hacia un collar y una guir-
nalda. Esta cuerda, símbolo de la
sequedad, que era muy temida en-
tre aquellas gentes, se llamaba Tox-
catl, nombre que por aquella razón
se dio al mes. Todos los jóvenes y
doncellas del templo, y los nobles,
llevaban hileras semejantes al
cuello y á las manos. De allí salían
en procesión por el atrio inferior, cu-
yo pavimento estaba cubierto de
flores y yerbas fragantes: dos sacer-
dotes incensaban al ídolo, que otros
llevaban en hombros. En tanto el
pueblo estaba de rodillas, azotán-
dose las espaldas con cuerdas grue-
sasy anudadas. Terminada la proce-
sión, y con ella la disciplina, vol-
vían á colocar el ídolo en el altar,
y hacíanle copiosas oblaciones
de oro, joyas, flores, plumas, ani-
males y manjares, que preparaban
las doncellas y otra mujeres, dedi-
cadas por voto particular á servir
el templo en aquellos dias. Las don-
cellas llevaban en procesión aque
líos platos, conducidas por un sacer-
dote de alta jerarquía, vestido de
un modo estravagante, y los jóve-
nes los distribuían en las habita-
ciones de los otros sacerdotes, á
quienes estaban destinados. Hacía-
se después el sacrificio de la víctima
que representaba al dios Tescatlipo-
ca. Este era el joven mejor parecido
y mas bien conformado de todos los
prisioneros. Escogíanlo un año an-
tes, y durante todo aquel tiempo iba
vestido con ropa igual á la del ído-
lo. Paseaba libremente por la ciu-
dad, aunque escoltado por una bue-
na guardia, y era generalmente ado-
rado como imagen viva de aquella
divinidad suprema. Veinte dias an-
tes de la fiesta, aquel desgraciado
se casaba con cuatro hermosas don-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
247
celias, y en los cinco últimos le da-
ban comidas opíparas, prodigándo-
le ademas toda clase de placeres.
El dia de la fiesta lo conducian con
gran acompañamiento al templo;
pero antes de llegar, despedianá sus
mugeres. Acompañaba al ídolo en la
procesión, y á la hora del sacrificio
lo extendían en el altar, y el gran
sacerdote le abría con gran reve-
rencia el pecho y le sacaba el cora-
zón. Su cadáver no era arrojado
por las escaleras como el de las
otras víctimas, sino llevado en bra-
zos de los sacerdotes al pié del tem-
plo, y allí decapitado. El cráneo se
ensartaba en el Tsompantli, donde
se conservaban todos los de las
víctimas sacrificadas á Tescatlipo-
r«;mas las piernas y brazos, coci-
dos y condimentados, se enviaban
alas mesas de los señores. Después
del sacrificio había un gran bai-
le de los colegiales y nobles que
habían asistido á la fiesta. Al po-
nerse el sol, las doncellas del tem-
plo hacían otra oblación de pan
amasado con miel. Este pan, con
no sé que otra cosa, se ponía delan-
te del altar y servia de premio á
los jóvenes que, en la carrera que
hacían por las escaleras del templo,
salían victoriosos. También se les
galardonaba con ropas, y eran muy
festejados por los sacerdotes y por
el pueblo. Dábase fin á la fiesta, li-
cenciando de los seminarios á los
jóvenes y doncellas que estaban en
edad de casarse. Los que se queda-
ban, los ultrajaban con espresiones
satíricas y burlescas, y les tiraban
haces de juncos y otras yerbas,
echándoles en cara el abandonar el
servicio de los dioses por los pla-
ceres del matrimonio. Los sacer-
dotes les permitían estos escesos,
como desahogos propios de la edad. »
Tescatlipoca tenía tantos nom-
bres como oficios: Yoalehecatl Men-
tó de la noche; Titlacahuan, somos
tus siervos y esclavos; Moyocoya-
tsift, el que hace quanto quiere; Tel-
pochtlí, mancebo, porque el tiempo
no pasaba por él ni nunca enveje-
cía; Yaoll, enemigo; y otros muchos,
como Necociaumonenequi, Teyoco-
yani, Techimatini, Moquequeloa y
Necahualpilli, ( Véase la significa-
ción de estos nombres en los artícu-
los respectivos.)
Como ha podido observarse, el
mito de Tescatlipoca es una mezcla
de ideas encontradas: la unidad,
la dualidad y la pluralidad; el espí-
ritu y la materia; el hombre y el
dios; el bien y el mal, ya en lucha,
ya perfectamente unidos. En la te-
rrible lucha con Quetsalcoatl en
Tollan, es la encarnación de un dios
tirano en un sacerdote cruel.
Paso y Troncoso, explicando la
lámina XXX del Códice Hamy, en
que está representada la ceremonia
del Motepuliso (V.), dice que uno de
los dioses que allí figuran es Xipe
Totee, que representa al sol, con el
nombre de Tescatlipoca Tlatlauh-
qui, «Espejo rojo que humea,» nom-
bre que le impusieron, sin duda,
por el aspecto del sol cuando que-
da cercano al horizonte.
En esta interpretación de Paso y
Troncoso creemos que hay dos con-
fusiones: la primera, llamar á Totee
Tescatlipoca, y la segunda, llamar
Tlatlauhqui al Vayauhqui, que fué
en los primeros días del mundo el
que alumbró como sol, según he-
mos visto en el artículo Cosmogo-
nía. En el artículo Totec tratare-
mos esta cuestión.
Cha vero, tratando en su obra
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248
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Los Dioses Astronómicos de los
Antiguos Mexicanos, de demos-
trar que el fuego Xiuhtecutli
Tletl es el dios creador de todos los
dioses, cita en su apoyo varias in-
terpretaciones hechas por los PP.
Ríos y Fábrega de algunas pintu-
ras de los Códices Vaticano y Bor-
GiANO, y especialmente la del mes
Quecholi, y acaba por decir:
«Resiuniendo, las pinturas cita-
das nos dan á conocer lo siguiente:
el fuego creador, obrando sobre la
vía láctea, la desgarró, y de su ma-
teria cayeron en el espacio cuatro
astros, que fueron: Ceacatl ó Ve-
nus, Achitometlxacopancalqui ó el
Sol, Mixcohuatl 6 Marte, y Tesca-
ilipoca ó la Luna
Y estos cuatro astros fueron los
que sirvieron á los nahuas para for-
mar su cronología, y los deificaron
Estudiando bien su sinonimia teo-
gónica, se encontrará en ellos la
mayor parte de las deidades del
panteón mexica.»
No estamos conformes con el re-
sumen que hace Chavero. No cree-
mos que Mixcohuatl sea Marte, ni
que las revoluciones de Marte y de
la Luna hayan sido tomadas en
cuenta para la cronología nahua.
Pero la discusión de estos puntos
exige un estudio que no haremos
ni en éste ni en los artículos respec-
tivos, por falta de tiempo y de Có-
dices que necesitaríamos tener á la
vista. Sí creemos que la Vía láctea,
bajo los nombres de Mixcoal ó Mix-
cohuatl y de iBtacmixcoatl, es el
origen de la mitología nahoa; pero
no porque haya sido desgarrada por
éi fuego, como dice Chavero, pues el
fuego procede de la Vía láctea, sino
por procesos cosmogónicos desco-
nocidos para nosotros, y acaso vis-
.i
lumbrados por los Laplace nahoas.
También creemos que Tescatlipoca
es la personificación de la Luna,
pues ésta es el «espejo obscuro que
humea,» durante el día, y tlatlauh-
qui, «roja,» en el mes de abril, la que
también nosotros llamamos « Luna
roja de abril,» y yayauhqui «more-
na,» en los demás meses. Tal vez
esto nos explique por qué en la cos-
mogonía del MS, de Fr. Bernar di-
no se dice que el Tescatlipoca Ya-
yauhqui figura más en la mitología
que el Tlatlauhqui.
El extravagante Lie. Borunda,
que, como hemos dicho en varios
artículos, se empeñó en demostrar
que la religión cristiana fué predi-
cada en Anahuac por un apóstol cris-
tiano, tratándose de Tescatlipoca
comete la mayor de sus extrava-
gancias, pues propala urbi et orbi
que Tescatlipoca fué el mismo Je-
sucristo. Ya hemos dicho en otro
lugar (Véase Santo Tomás) que pa-
ra sostener su tesis general de la
predicación del Evangelio en Méxi-
co, falsea la historia, inventa la
mitología, y trastorna la lengua ná-
huatl. Para dar á conocer la mayor
de sus extravagancias y para pro-
bar la verdad de nuestros asertos,
insertaremos algunos párrafos de
la obra de tan estólido autor, y lo
hacemos con tanto más empeño
cuanto que dicha obra es descono-
cida, aun entre los eruditos.
Dice así:
«Pero como la segunda mies á que
se refirió la parábola de las zizañas,
explicó su mismo Inventor Jesucris-
to á sus discípulos cuando le pidie-
ron se las manifestase «que es la
consumación del siglo,» conserva-
ron también los Naturales la tradi-
ción circunstanciada de la persona
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/i
SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
249
que en el cap. 20, lib. 6° de la Mo-
narquía, se escribió erróneamente
Tescatlipuca traduciéndose del mis-
mo modo por espejo resplandecien-
te, quando nohaital///>«<:a en este
idioma. Y si es propia de él la ex-
presión Texcaltelpucatl Mancebo
sin axs?ír telpucatl, del peñasco tex
callij á que alude la anotación texca
subsistente al pie de aquel demin-
yo, desquiciado de su inmediata
cordillera. Aquel, pues, tuvieron
por increado, invisible y alma del
Mundo, refiriendo que cuando apa-
reció y hablaba con los hombres,
era á semejanza de hombre, sabía
y alcanzaba sus secretos, ser pode-
roso para destruir los Cielos y la
tierra quando quisiese, teniéndole
todavía al tiempo de la Conquista,
puesto en las encrucixadas y divi-
siones de las calles, un asiento ó si-
lla de piedra, que aquel escritor
copiaba momostli, pero que el idio-
ma lo instruie momostle, significa-
tivo de cosa diaria ó symbolo de
inmensidad y continua presencia,
pues el asiento es yeyantli 6 tlali-
loyan. En la misma relación se le
ponía por synónimo ichialoca tra-
,duciendolo por donde se espera
quando es ichialoccan, en dos luga-
res occan, es el esperado chialli suio
i, ó el Juicio final con separación de
Justos y de reprobos. También re-
feria el mismo escritor que le lla-
maban moyocoyatsin traduciéndolo
por el que haze quanto quiere,
quando escrito sin error es antoyo-
cayotain que aun su significación
de pavellon de mosquitos, la ad-
vierte alegórica su compuesto, del
reverenciable camino otsin, suio /,
está ca, donde el mosquito moyotl
que es el del Ayre, por el qual de-
saparecía según la misma tradición,
que también le llamaba telpuchtli
mancebo, aunque no porque apare-
ciese solamente como tal, y curio-
samente vestido según lo entendía
aquel compilador, sino por no casa-
do como lo usa el idioma.»
«Que el alegorizado texcalteltip-
chitl, era el mismo Jesucristo, que
aparecía visible á los mortales para
manifestarles cumplidas las verda-
des que les avia enseñado durante
su vida una de las de la parábola
uitslupuchtle, alterada en que ano-
tó á la tradición que se le dio de a ver
nacido en las señales, que entendi-
das por el estylo del idioma con-
cuerdan con las symbólicas del
Juicio final el nacer no solamente
se expresa por tlacati, sino también
por tlalticpackisa: y asi cuando la
tradición asentaba uítslupuchíle,
ó tlaltícpakisa, era para, instruir en
sus compuestos, que el que tiene á
la izquierda espina, salió okts de
encima de la tierra ilatlipac, enton-
ces era quando se refería que traía
en la mano izquierda una Rodela,
que se escribió tehuehuelli, el pode-
roso huelli. Señor teutli, la Rodela
ó escudo es chimalli, symbólica de
la Santa Cruz, y esta de nuestra Re-
dempcíon. Que en la derecha tenia
un dardo ó vara larga de color azul.
Tal mano es symbólica de la Om-
nipotencia, como la vara de la Jus-
ticia, y su color del que presenta á
nuestra vista el Cielo, como que de
el tratado de Sion por el profeta
David V. 3. salmo 9,á semejanza de
aquel, donde por su altura y según
expresaron los antiguos Filósofos
al Olimpo de casa del Omnipotente,
embiará el Señor la vara de su vir-
tud, ó poder. Siendo notable como
el uso que hazen los Juezes natura-
les mexicanos de la vara alta seña-
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250
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
lada en su cima con la Santa Cruz,
quando el distintivo de esta insig-
nia de Justicia aunque anotan á las
que las traen por topile, el que tie-
ne lo principal pile, nuestro to que
era la práctica execucion, ó exerci-
cio de aquel atributo.»
Pocos, ó ninguno de los lectores
han de haber visto claro en los os-
curos aunque ingeniosos conceptos
de Borunda. Los que tengan nocio-
nes del idioma náhuatl deberán ha-
berse admirado de la tergiversación
que hace de las palabras para que
tengan la significación que cuadra
á sus propósitos.
TezcatzoncatL (Tescatl, espejo;
tsontli, cabellos; catl, que es: «el que
tiene la cabellera como espejo, esto
es, reluciente.» No se percibe el sen-
tido del nombre por su etimología.)
Era el dios principal del vino ó de
la embriaguez. Tenía once herma-
nos, una mujer, Mayahuel, ó sea el
maguey divinizado; los diez hom-
bres, eran, Pantecatl, á quien repu-
taban marido de Mayahuel, por ser
la raíz que al pulque echaban para
darle más fuerza, Tepostecatl, Pa-
pastac, ToioltecaiL Tlilhua, Yiauh-
tecali, Toltecatl , Tlalecavohua,
Colhuacatsincatl, Is¿quitecatl. Los
nombres de estos hermanos eran
los de bebidas fermentadas, cuyos
elementos revelan ya el inventor,
ya el lugar, ya la denominación de
algunos licores.
Este dios tenía templo especial y
á su servicio cuatrocientos sacer-
dotes, que algunos autores llaman
Centsontotochtin, « Cuatrocientos
conejos;» pero este es un error, por-
que tal nombre significa las diver-
sas clases de borrachos que hay,
como lo dice expresamente el P.
Sahagún. Oigámoslo:
«El vino ó pulcre de esta tierra,
siempre en los tiempos pasados lo
tuvieron por malo, por razón de los
malos efectos que de el se causan;
porque los borrachos unos de ellos
se despeñan, otros se ahorcan, otros
se arrojan á la agua, donde se aho-
gan, otros matan á otros estando
ebrios, y todos estos defectos los
atribuían al dios del vino y al vi-
no, y no al mal uso del borracho; y
mas tenían, que el que hablaba mal
de este vino ó murmuraba de él, le
había de acontecer algún desastre:
lo mismo decían de cualquiera bo-
rracho, que si alguno murmuraba
de él, ó le afrentaba, aunque dijese
ó hiciese mil bellaquerías, decían
que habían de ser por ello castiga-
dos, porque decían que aquello no
lo hacía él, sino el dios, ó por mejor
decir el diablo que estaba en él, que
era este Tescatsoncatl, 6 alguno de
los otros. De lo arriba dicho se co-
lige claramente, que no tenían por
pecado aquello que hacían estando
borrachos, aunque fuesen gravísi-
mos, y aun se conjetura con harto
fundamento, que se emborrachaban
por hacer lo que tenían en su vo-
luntad, y que no les fuese imputado
á culpa, y se saliesen con ello sin
castigo; y aun ahora en el cristia-
nismo hay algunos ó muchos que
se excusan de sus pecados, con de-
cir que estaban borrachos cuando
los hicieron.»
«Mas decían, que el vino se llama
cent3ontotochtli,(centsontotolchtin)
que quiere decir cuatrocientos co-
nejoSy porque tienen muchas y di-
versas maneras de borrachería: á
algunos borrachos por razón del sig-
no en que nacieron, el vino no les es
perjudicial ó contrario. En embo-
rrachándose luego se caen dormidos
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SEGUNDA SPOCA. TOMO V.
251
Ó pónense cabizbajos, asentados y
recogidos: ninguna travesura hacen
ni dicen, y otros comienzan á llorar
tristemente y á sollozar, y corren-
les las lágrimas por los ojos como
hilos de agua. Otros luego comien-
zan á cantar, y no quieren parlar ni
oír cosas de burlas, mas solamente
reciben consolación en cantar.
Otros borrachos no cantan, sino lue-
go empiezan á parlar, y á hablar
consigo mismo, ó á infamar á otros,
ó decir algimas desvergüenzas con-
tra algunos, y á entonarse y decir
ser de los mas principales honrados,
y menosprecian á todos, y dicen
afrentosas palabras, y álzanse y
mueven la cabeza, diciendo que son
ricos, y reprendiendo á otros de po-
breza, y estimándose mucho, como
soberbios y rebeldes en sus pala-
bras, y hablando recia y áspera-
mente, moviendo las piernas y dan-
do de coces; y cuando están en su
juicio son comomudosy temená to-
dos, son temerosos y excúsanse con
decir, estaba borracho j no sé lo que
me dije; sospechan mal y hácense
sospechosos y mal acondicionados:
entienden las cosas al revés, y le-
vantan falsos testimonios á sus mu-
geres, diciendo que son malas &c.,
y si alguno habla, piensa que mur-
mura de él; si alguno ríe, piensa
que se burla de él, y así ríñe con
todos sin razón, y sin tener porqué.
Esto hace porque está trastornado
del vino; y si es muger la que se em-
borracha, luego se cae asentada en
el suelo encogidas las piernas, y al-
gunas veces estiéndelas en el suelo,
y si está muy borracha, desgréña-
se los cabellos, y está toda desme-
chada, y duérmese teniendo revuel-
tos todos los cabellos, &c. Todas es-
tas maneras ya dichas de borrachos,
decían que aquel borracho era su
conejo, 6 la condición de su bora-
chez, 6 el demonio que en él esta-
ba. Si algún borracho se despeñó
ó se mató, decían aconejóse, y por-
que el vino es de diversas mane-
ras, le llaman centsontotochtli, que
son cuatrocientos conejos, como si
dijesen que el vino hace infinitas
maneras de borrachos.»
Hasta aquí el P. Sahagún, cuya
descripción de los borrachos, por su
ingenua verdad, puede figurar en-
tre los Caracteres de la Bruyere.
Además de la fiesta fija que se
hacía en honor de Tescatsóncath
en la veintena Tepeilhuitl (V.), ha-
cían otra movible en el segundo día
de la tercera trecena del Tonala-
matl, que era el Orne tochtli, «Dos
conejo, y por esto el dios Tesca-
tponcatl se llama igualmente Orne-
tochtli. (V.)
Los sacerdotes de Tescatsoncatl,
después de terminado el canto con
que celebraban á los dioses del vi-
no, echaban cada día al suelo tres-
cientas tres cañas, número corres-
pondiente al de los cantores; entre
ellas había una agujereada; cada
uno tomaba la suya, y aquél á quien
tocaba la agujereada, era el único
que podía beber pulque.
El intérprete del Códice Nuttall,
en la lámina 54, trae la imagen
de este dios; pero lo único que dice
en el texto es lo siguiente:
«Este demonio es de los dichos
(dioses del vino) y se dize Tezca
zongal.»
A Tescatsoncatl le daban otros
nombres análogos á los efectos del
vino, como Tequechmecaniani (V.),
«el que ahorca,» y Teatlahuiani
«(V.), el que aniega.»
Tezoa. (Véase Tozoztia.)
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252
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
TezcacuahiiitL (Tezcatl, espejo;
cuahuitl, árbol: «árbol-espejo,» ó
«de los espejos.») Gran árbol en que
se convirtió Tescatlipoca para, en
unión de Quetsalcoail, convertido
en quetsalhuexotl, \eva,ntíír al cielo
que había caído sobre la tierra des-
pués del diluvio ó Atonatiuh, «Sol
de Agua.» Tal vez el nombre del ár-
bol se refiere al dios, árbol Tesca-
tlipoca, y no al espejo simplemente.
(Véase Cosmogonía.)
Tiacapan. (El primer nacido, de-
rivado de tiacauh, principal, fuer-
te.) Nombre que daban á la mayor
de las cuatro hermanas de Tlasol-
teotl, diosa de los placeres camales.
Sahagún dice: «Esta diosa (la de
los placeres camales) tenía tres
nombres: el uno era Tlaculteotl, que
quiere decir la diosa de la carnali-
dad (diosa de la basura). El segim-
do nombre era /rcw/«a. Llamábanla
este nombre porque decían que eran
cuatro hermanas, la primera era pri-
mogénita ó hermana mayor, que lla-
maban Tiacapan: \dL segunda era
hermana menor, que llamaban Teicu
(V.): la tercera era la de enmedio,
la cual llamaban Tlaco (V.): la cuar-
ta érala menor de todas, que llama-
ban Xucotsin. (V.) Estas cuatro her-
manas decían que eran las diosas
de la carnalidad. En los nombres
bien significa á todas las mugeres
que son aptas para el acto camal.»
En nuestro concepto, los nombres
de las hermanas no significan sino
el orden de su nacimiento.
Estas cuatro hermanas fueron las
únicas mujeres que, en unión de al-
gunos dioses, señalaron el Oriente,
como el lugar por donde había de
salir Nanahuaisin, convertido en
sol. (Véase Cosmogonía, Nanahua-
TzíN y Tecuciztecatl.)
TiUaoahuan. (Ti-tlaca-hua,
«nosotros hombres suyos.» Los auto-
res traducen: translaticiamente :
nosotros esclavos suyos.) Uno de los
nombres que daban á Tescatlipoca,
—Sahagún, hablando de la estima-
ción en que tenían los mexicanos al
dios Tescatlipoca, dice: «El dios que
se llamaba Titlacaoan, decían
que era criador del cielo y de la tie-
rra y era todopoderoso, el cual da-
ba á los vivos todo cuanto era me-
nester de comer, beber y riquezas;
y el dicho Titlacaoan era invisible, y
como obscuridad y aire, y cuan-
do aparecía y hablaba algún hom-
bre, era como sombra, y sabia los
secretos que tenían en los corazo-
nes, por lo que le clamaban y roga-
ban diciendo: «/OA dios todopodero-
so que dais vida d los hombres, y
que os llamáis Titlacaoan! hacedme
merced de darme todo lo necesario
para comer, beber y gosar de vues-
tra suavidad y delectación, porque,
vivo con gran trabajo y necesidad
en este mundo; habed misericordia
de mí, porque estoy tan pobre y des-
nudo, y trabajo por serviros, y por
vuestro servicio barro, limpio, y
pongo lumbre en esta pobre casa,
donde estoy aguardando lo que me
quisiereis mandar, ó haced que lue-
go me muera y acabe esta vida tan
trabajosa y miserable, para que des-
canse y huelgue mi cuerpo, i*
«Y mas, decían, que este dios da-
ba á los vivos pobreza, miseria y
enfermedades incurables y conta-
giosas de lepra, bubas, gota; sama
é hidropesía, las cuales enfermeda-
des mandaba cuando estaba enoja-
do con los que no cumplían y que-
brantaban el voto y penitencia, á
que se obligaban de ayunar, ó si
dormían con sus mugeres, ó las mu.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
253
geres con sus maridos ó amigos, en
el tiempo del ayuno. Y los dichos
enfermos estando muy penados
y agraviados, clamaban rogando y
diciéndole: «¡Oh dios que os llamáis
* Titlacaoan/ hsicedme merced de
«quitarme esta enfermedad que me
«mata, que yo no haré otra cosa si-
«no enmendarme: si yo fuere sano de
«esta enfermedad, hagoos voto
«de serviros, y buscar la vida, y si
«yo ganare algo por mi trabajo, no
«lo comeré ni gastaré en otra cosa
«sino que por honraros haré una
«fiesta y banquete para bailar en
«esta pobre casa> y el enfermo de-
sesperado que no podía sanar, re-
ñía enojado y decia: «/O Tifia-
*caoan! pues hacéis burla de mí,
¿por qué no me matáis? y algunos
enfermos sanaban y otros se mo-
rían.»
Titlacahuan patrocinaba á los
enamorados.
La fiesta principal se la hacían
en el mes ToxcatL (V.)
El intérprete del Códice Nuttall,
describiendo la fiesta que en el mes
Toxcail hacían en honor de Tesca-
tlipoca, dice: « llamanlo por
«otro nonbre. tiüacauan, que quie-
re dezir de quien somos esclavos,
ya este se a tribuyen los bailes y
cantares, y rosas y traer bezotes,
y plumajes ques la cosa qellos mas
estiman, en esta fiesta. ...»
Tiachcauh. (Ti~ach-cauh, «pri-
mero en tiempo,» «mayor en edad.»)
Nombre que daban en el Telpuchca-
lli al joven alumno encargado de
enseñar á los adolescentes el mane-
jo de las armas.
Tiempo, (el) Llamábanlo los na-
hoas cahuitl, que, en composición
en las palabras, se convierte en
cauh.
La primera división del tiempo,
á todos perceptible, es el período
que transcurre desde la salida del
sol en el oriente, hasta la nueva sa-
lida inmediata: este período se di-
vide también naturalmente en dos
partes: la prímera, mientras el sol
alumbra desde que aparece en el ho-
rizonte hasta que desaparece en
el poniente; la segunda, durante el
tiempo que el sol no se vé. Llama-
mos á la primera día, y los nahoas
la llamaban tonalli; á la segunda le
decimos noche, y los nahoas le de-
cían yohualli. Y así como nosotros
para el arreglo de la vida diaria sub-
dividimos el día en espacios de se-
senta minutos, que son las horas,
ellos también hicieron su división.
Respecto de los períodos del día, di-
vidían éste en cuatro partes princi-
pales, que eran: desde el nacimien-
to del sol hasta el medio día; desde
el medio día hasta el ocaso del sol;
desde éste hasta la media noche,
y desde ella hasta el orto siguiente
del sol. Llamaban al principio del
día Iquisa Tonatiuh, al medio día
Nepantla Tonatiuh, al ocaso Ona-
qui Tonatiuh y á la media noche
Yohualnepantla. Subdividían cada
uno de estos intervalos en dos par-
tes iguales, que correspondían
próximamente á las nueve de la ma-
ñana, á las tres de la tarde, nueve
de la noche y tres de la mañana,
cuando suponían que estaba el sol
en su media distancia entre los pun-
tos de su orto y medio día, del me-
dio día y del ocaso, de éste y la
media noche, y de ésta y del orto
del siguiente día. Estos medios in-
tervalos no tenían nombre particu-
lar, ni los demás períodos del día.
y sólo señalaban el lugar del cielo
en que se hallaba el sol, para expre-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
sar la hora diciendo ia teotl, aquí el
dios, ó el sol. Los períodos de la
noche se regulaban por las estre-
llas.
Estas divisiones y subdivisiones
del tiempo están confirmadas en las
pinturas y relieves de la Piedra del
Sol, del cuauhxicalli de Tízoc,
del Códice Borgiano y de varios
vasos en cuyos fondos se encuentran
soles circuidos de aspas y de fle-
chas que marcan los períodos diur-
nos y nocturnos, que dan las si-
guientes divisiones del día natural:
ionalli y yohualli, día y noche; el
día solar repartido en mañana y
t^ráit^ yohuatBinco y teotlac, llamán-
dose el medio día nepantlatonatiuh,
y la media noche yohualnepantla:
la maftana se dividía en dos perío-
dos; en otros dos la tarde; en
otros dos desde la puesta del sol
hasta la media noche, y en otros dos
desde la media noche hasta \h sali-
da del sol; subdividiéndose estos
nuevos períodos por mitad, en ocho
horas de noventa de nuestros mi-
nutos para el día, y en otras ocho
horas para la noche; siendo ésta la
división civil y de que usaba el pue-
blo; finalmente, había la subdivi-
sión astronómica en medias horas j
y cuartos de hora, quedando diez y
seis de las primeras para el día, i
y diez y seis para la noche, y de la
misma manera treinta y dos de los I
segundos. '
Siendo diez y seis los períodos
completos ú horas, ocho para el día
y ocho para la noche, los hacían
presidir por diez y seis dioses que
tenían influencia especial en ellos.
Estas deidades son:
Xiuhtletl, que dominaba en la pri-
mera hora del día, en que se sacri-
ficaban codornices y se incensaba
al sol, pues este dios, que era el del
fuego, venía á ser una de las mani-
festaciones del dios sol;
Miquisyaotl, enemigo de muerte
ó mortal, símbolo de Tescatlipoca;
Chalchiuhcueye M diosa del agua;
Nahui Olin, el sol, terminaba al
medio día;
Tlasolteotl, la Venus impúdica;
Mictlantecutli, el dios de los muer-
tos, en que el mismo sol va á con-
vertirse, pues concluía hacia nues-
tras tres de la tarde, en que el sol
comienza visiblemente á declinar;
Chicomecohtiatl, símbolo de la
Tierra;
Tlaloc, dios de la lluvia; cuando
la noche se aproxima, y en cuyo cie-
lo aparece la luna;
Qtietsalcoatl, la estrella vesper-
tina; en la primera hora de la noche,
hacia nuestras seis de la tarde, que
entonces brilla en el horizonte;
Citlalcueye, la Vía láctea;
Oxomoco, representación de la
noche;
Yohualtecutli, dios que presidía
la noche, que era la estrella rojti
que conocemos con el nombre de
Aldebarán;
Tonacatecutli , el dios creador;
porque comenzaba á acercarse el
nuevo día;
Tonatiuk, el sol, como anuncio de
su vuelta;
Cipactli, símbolo de la luz (?) se-
gún Chavero;
Tlahuitspancaltecutli, la estrella
de la mañana que á la aurora bri-
lla sobre la Tierra.
No era de poca importancia la
divinidad que á cada hora presidía,
pues creían en la buena ó mala ven-
tura que auguraban los tonalpouh-
^«^(V.) tomando en cuenta el signo
del día, su acompañado y el sig-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
256
no de la hora (Gam., Oroz.,
Chav.)
Tierra, (la) (Véase Tlaltecu-
TLI.)
TilpotonquL (Adulteración
que emplea Sahagún de tlilpoton-
qui: tliltic, negro; potonqui, odo-
rífero, apestoso: nombre de una
hierba.) Sobrenombre que daban á
Quetsalcoatl en el Telpuckcalli
cuando los padres ofrecían á siis
hijos. No se percibe la razón del ca-
lificativo, aplicado á Quetsalcoatl
TitioL (Plural de ticitl, médico,
agorero, hechicero, etc.) Nombre
que daban á las mujeres que pedían
á las novias. Los autores las lla-
man «casamenteras.» Cuando se
celebraba el matrimonio, las titici
ataban la manta del novio con el
huipílltde la novia; y este era el ac-
to solemne, el símbolo de que que-
daban unidos.
TititL (La etimología de esta pa-
labra es muy incierta, aunque ha
sido muy discutida.) El común de
los autores traduce «nuestro vien-
tre,» formando to-ititl, to, nuestro,
/////, vientre; y por síncopa /-/////.
Pero pugna con las reglas de la
composición de los pronombres po- ¡
sesivos, como lo hace observar Pa- 1
so y Troncoso, aunque no lo expli- j
ca. En efecto, cuando el pronombre
posesivo se junta con nombre que
empieza por i, y el pronombre ter-
mina en o, se pierde la / y se con-
serva la o del pronombre; ejemplo: '
noxiy mi pie, por nixi; asi nuestro :
vientre, sería toti y no ////, ni menos |
//////; pues si bien es cierto que \
los nombres acabados en //, cuando
se unen á pronombres posesivos,
convierten la // en uh, como « mi flor, »
noxochiuh, se exceptúan de esta re-
gla, íxitl, pie, cA/rA///, saliva, ititl.
vientre, y otros, que pierden la //,.
pero no la convierten en uh; así es
que el vocablo correcto sería toti,
nuestro vientre.
Clavijero, en una nota dice: «León
«dice que Tititl significa nuestro
«vientre: los que saben la lengua
«mexicana echarán de ver que este
«nombre seria un gran solecismo.»
En el nombre Tititl no hay vicio de
construcción ó de sintaxis, sino
de texicología, y por consiguiente,
el nombre Tititl, significando «nues-
tro vientre,» no sería un solecismo,
sino un barbarismo.
Clavigero, por su cuenta, dice que
Tititl significa «el espeluzno que en
ese mes ocasiona el frío;» pero no
funda su aserto en ninguna consi-
deración filológica.
Chavero, que no conoció las ob-
servaciones que preceden, ni pudo
hacerlas por sí mismo, porque no
conocía á fondo la estructura del
idioma náhuatl, después de enume-
rar algunas etimologías que no
acepta, acaba por decir: «La verda-
«dera interpretación de Tititl, es
«vientre, y vamos á explicarla por
«el símbolo religioso de la veintena
«y de las ideas teogónicas de los
«mexica.»
Con ese símbolo y con esas ideas
teogónicas levanta un edificio mo-
numental, pero que carece de ci-
miento, y se derrumba con un so-
plo, con hacer decir á un indio me-
xicano las palabras «vientre,»
«nuestro vientre,» ititl 6 teiti, por la
primera, y toti, por la segunda. No
es posible admitir que los sabios
autores del Calendario, al dar nom-
bre á la veintena, hayan cometido
un barbarismo, en el que hoy no in-
curre el último de los maceguales.
Insertamos á continuación el pa-
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256
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
saje de Chavero para que se vea
que su opinión es insostenible, no
sólo por la falta de fundamentos fi-
lológicos, sino también por la de
mitológicos, que son los que él in-
voca principalmente.
«Recordemos — dice — que repo-
saban (las ideas teogónicas) en la
dualidad, y no sólo en la de dos se-
res diversos ó diferentes, sino tam-
bién en la de dos distintos que en
realidad eran una misma persona.
Así tenemos las dualidades diferen-
tes Tlaloc y Chalchiuhcueye, Cipac-
tli y Oxomoco, Mictlantecutli y
Mictlancihuatl y Tonacaíecutli
y Tonacacihuatl; pero en \ éstas se
forman las dualidades distintas, 7b-
nacatecutli y Mictlantecutli, porque
ambos dioses son el sol de día y de
noche, y Tonacacihuatl y Mictlan-
cihuatl, que son la misma tierra.
Pero la dualidad por distinción
opuesta á la dualidad por diferen-
cia se percibe principalmente en el
Ometecutli ó señor dos, que es uno
y dos al mismo tiempo, y que como
mujer es Omecihuatl. Esta tiene ne-
cesariamente todos los atributos de
aquél, porque, como él, es el prin-
cipio creador. Aquél, como fuego,
es el dios viejo, ésta es Ilamatecu-
tli, la señora vieja; aquél es el pa-
dre de los dioses, ésta es Tonan,
nuestra madre; á aquél se le pone
con el adorno especial de Xiuhtletl,
y á ésta se le representa con el mis-
mo. Por oposición aquél es dios de
la vida, y á ésta se le coloca por ca-
beza una calavera; aquél crea, y
ésta lleva el escudo con las tempes-
tades y empuña el agua destructo-
ra. Ambos son uno porque el Ser
Supremo crea y destruye, y ésta es
la protectora tierra de donde naci-
mos y á donde vamos á parar, es
7/////^ nuestro vientre; es Omeci-
huatl, porque los mexica quisieron
dedicar sus últimas veintenas al
Señor uno y dos; y por eso en su fi-
gura femenil es símbolo de la déci-
ma séptima, y en algunas pinturas
la unión de Mixcoatl y Xochique-
tsalli que da la misma idea.
«Por eso el intérprete del Códice Te-
lleriano llama á la deidad de la vein-
tena la Mixcoatl, haciendo femeni-
no á este dios, y por eso se ven en
el cielo del jeroglífico de Duran dos
figuras, las cuales no son dos niños
que se estiran, sino la deidad dos,
el Ometeculli.»
Las conclusiones de Chavero pro-
vi enen de proposiciones falsas. En
ninguna teogonia hemos visto que
la Omecihuatl sea la Tierra, ni pue-
de serlo, porque la Omecihuatl con
Ometecutli son creadores, y la tie-
rra es creatura, y ni aun creada in-
mediatamente por \di dualidad, sino
por los hijos de ésta, que son los
dos Tescatlipoca, Quetsalcoatly
Omiteotl, que tuvieron el encargo
de crear el mundo (Véase Cosmo-
gonía). La unión de Mixcoatl con
Xochiguetsalli tampoco representa
á la Omeyotl ó Dualidad, porque
ambos fueron creaturas y nunca
creadores, y, además, Mixcoatl
no es más que Tescatlipoca que tomó
ese nombre cuando levantó el cielo
de la tierra después del Atonatiuh,
por haber seguido en esa operación
el camino de la Via láctea, que es
lo que representa Mixcoatl, «Cule-
bra de nube,» que es la apariencia
que tiene para nosotros esa gran
nebulosa. Mas suponiendo que la
Omecihuatl, 6 la Mixcoatl, ó la Xa-
chiquetsalli fueran la Tierra, y ad-
mitiendo que ésta sea «nuestro
vientre,» porque de ella nacimos y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
257
á ella volvemos muertos, sería en
mexicano Toti y no TititL
Torquemada traduce Tititl por
«tiempo apretado. » Gama da por tra-
ducción «rebuscar después de la
cosecha.» Duran dice que significa
«estirar.» Paso y Troncoso, hacien-
do hincapié en esta significación,
dice: ^Durdn, al decir que significa
«estirar,» ayuda bastante á descu-
brir el vocablo de donde sacó sin
duda su etimología, el cual creo es
titic-anUf notándose que lo tradujo
sólo á medias, pues por completo
quiere decir «estirar (ana) lo enco-
gido ó arrugado (titic),^ y del últi-
mo componente parece venir el nom-
bre del mes, porque titic tiene la
forma de adjetivo, y substantiván-
dolo resultaría tititl, «el encogido,»
•el arrugado,» sobreentendiéndose
«mes ó tiempo.» Creyó tal \tz Du-
ran que significaba «estirar» por-
que la escritura figurativa expresa
tal acción en varios calendarios em-
blemáticos, pintando una mano que
estira un objeto por medio de una
cuerda, pero en este caso el nom-
bre, para los indios, era un recurso
mnemónico con el que llegaban al
complemento ideológico «lo enco-
gido, lo arrugado.» Si le llamaban
así (ó también apretado), por ser
tiempo de fríos, como quiere Tor
quemada, ó si, por el muñen del
mes, la vieja Hamateuctli (á quien
representaban con arrugas), le ha-
bían puesto el tiempo arrugado y
encogido, es cosa que no se atina
bien; pero lo que hay de cierto es
que el sacerdote que quemaba la
troje de la diosa, hecha de teas, lle-
vaba, dice Sahagún, atados á los
pies como cascabeles unas pezu-
ñas de ciervo, y esas pezuñas son
las que resultan estiradas en el ca-
lendario de Bován, por la mano que
aferra una cuerda, y representan,
según esto, el complemento ideoló-
gico «lo encogido;» así es que la ac-
ción de estirar despertaba la idea de
lo encogido, titic, por medio de la
cual llegábase al substantivo Tititl. »
Concluye Paso y Troncoso su
erudita exposición, diciendo: «En el
estado actual de nuestros conoci-
mientos, no me ocurre otra explica-
ción; mas no dudo que se halle ó
que se presente más tarde por sí
misma y casualmente, como sucede
tantas veces.»
También nosotros deseamos otra
explicación, porque la anterior nos
parece muy alambicada.
Tilitl era el decimoséptimo mes
del año solar. En este mes se cele-
braba fiesta en honor de la diosa
Ilamatecutli (V .)y la «Señora Vieja.»
Escogían una prisionera que la re-
presentaba y la vestían como el
ídolo, hacíanla bailar sola al com-
pás de una canción que cantaban
unos sacerdotes, y permitíanle afli-
girse por su próxima muerte, lo que
en los otros prisioneros se creía ser
de mal agüero. El día de Ja fiesta,
al ponerse el sol, los sacerdotes,
adornados con las insignias de va-
rios dioses, la sacrificaban del mo-
do ordinario, cortábanle la cabeza,
y tomándola en las manos uno de
ellos, empezaba á bailar y otros lo
seguían. Los sacerdotes corrían por
las escaleras del templo, y al día si-
guiente se divertía el pueblo co-
rriendo por las calles y golpeando
con sacos de heno á todas las mu-
jeres que encontraba.
En el Códice Nuttall, al tratar
el intérprete del mes Tititl, dice
que la fiesta se hacía en honor de
la diosa Cihuacoatl, y no describe la
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258
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
fiesta de que hemos hecho mención
en honor de Ilamateuctli, sino sólo
las de fiestas á los muertos. No es-
traftamos que no haga mención de
la diosa Ilamateuctli, porque en su
sinonimia entra la Cihuacoatl (V.)
También Paso y Troncoso al hablar
de Tititl, pone como numen de la
veintena á Cihuacoatl, Tales dife-
rencias en cuanto alas fiestas apo-
yan la conjetura de que el calendario
del Códice Hamy, de que es intérpre-
te Paso y Troncoso, y el del Códice
NuTTALL, aunque nahoas, no son el
mismo calendario que explica el P.
Sahagún. Mas sea de esto lo que
fuere, no omitiremos las descrip-
ciones del Códice Nuttall, dignas
de ser conocidas por su novedad y
por la llaneza de estilo de su intér-
prete.
Refiriéndose á la lámina número
45, en que está pintada la diosa Ci-
huacoatl, dice el intérprete:
«Esta fiesta se llamaua tititl . las
dos silabas breues. el demonio q en
ella se festejauasedezia ciua coatí,
q quiere dezir muger culebra enesta
fiesta celebrauan lafiesta délos fi-
nados. E sushonrras eran desta ma-
nera, q tomauan Vn manojo de ocotl.
q en España se llama tea. y Vestían-
le con Vna manta, ocamisa si era mu-
ger el finado. Vestíanle consus na-
guas, yponianle delante escudillas
o puchiros. yotras cosas de casa,
y siera señor y Valiente hombre
Vestíanle Vna mantaRicaymastel,
y be<;!ote. y Vn manojo detea y el
be<;!0te era de Vna caña de ámbar, o
de cristal q ellos llaman tecacatl. q
sesolian poner quando bebían, obai-
lauan en los aretos colgados de Vn
agujero q tenían hecho eni^ima de
labarba. enel labyo y poníanle sus
plumajes, atados al colodrillo q
ellos llaman tlal piloni y muchos
perfumes, y sentauanle en Vn peta-
te, sobre su igui pal. yponian allí
mucha comida, y conbidauan alli a
los prencipales. y desponian fuego
a la tea, y qmauasetodopuanto alli
tenían puesto, y esta memoria q
cada Año les hazian. sus hijos opa-
rientes llamauan quixebilotia. q
quiere dezir q poniana su figura o-
memoria.
En la lámina 72 están pintadas to-
das las cosas que describe en la pá-
gina 44, cuyo texto acabamos de in-
sertar. Entre la comida está una
cazuela con un antebrazo humano.
El texto de la pintura es el si-
guiente:
«Esta es Vna figura dequando los
yndios hazian memoria desús fina-
dos enla fiesta q llaman tititl. como
antes enla misma fiesta, es dicho
déla figura de aquel, de quien se
hazla memoria, era como laq aquí
está puesta, ques lasiguiente. y po-
níanle en la nariz, vna cosa depapel
azul q. ellos llaman yacaxuitl. q
quiere dezir nariz de yeua. y por de-
tras delacara. la qual es de ma-
dera, lehin chían de pluma dega-
llína. de lo menudo blanco, y por pe-
nacho leponían vna vara colgando
della Vnos papeles q ellos llaman
amatl y en la cabe<pa portocado. le
yervas que ellos llaman malí malí
(malinalli) y del colodrillo le salía
otro penacho quellos llaman panto-
lote ques de papel, y por las espaldas
lleno de papeles y su be<pote e al
cuello le colgaua porjoyel vn ani-
malíUo q ellos llaman Tílotl. y el
joyel llaman xalo cuz catlyera de
papel pintado, y vnavara Revestida
de papel amanera de cruzes y de-
baxo vna carga de pliegos de papel
y cacao, comida, y delante de dos o
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
259
tres ornas yndios q sentados can-
tauan y taftian convn atabal qellos
llaman vevetl lasves vocales y esto
hazian cada Año hasta quatro años,
después de la muerte del difimto y
nomas.»
Paso y Troncoso describe minu-
ciosamente estas ceremonias fune-
rarias; pero omitimos su relación
porque, para entenderla, se necesita
tener á la vista las láminas XXXV
y XXVI del Códice Borbónico que
él interpreta.
La figxira del mes Tititl, en las
pinturas, es la de dos ó tres lefios
atados con una cuerda, y una mano
que tirando fuertemente de ella,
aprieta los leños. Clavigero dice
que con esta figura se significa la
compresión que en ese mes ocasiona
el frío. Ya hemos visto en la discu-
sión de la etimología de Tititl lo que,
según Paso y Troncoso, significa
ese estiramiento.
Clavigero dice que en este mes se
celebraba fiestaáií//rí/«í«/^rwf//,
dios del infierno, con sacrificio noc-
turno de un prisionero, y la segunda
de Yacatecutli, dios de los mercade-
res; pero Sahagún no hace mención
de estas fiestas.
Tihuitochan. Orozco y Berra,
interpretando un pasaje de la pin-
tura de la Peregrinación Asteen,
quiere que los mexicanos, después
de haber permanecido mucho tiem-
po en el Valle después de la apo-
teosis de la Teteoinan ó Toci, hayan
vuelto al lugar de donde salieron,
esto es, á Aztlan. Ninguno ha apo-
yado esta rara opinión de Orozco,
así es que sólo nos ocupamos de ella
en este lugar para darla á conocer
y, sobre todo, para explicar el sen-
tido de las palabras que encabezan
este artículo.
Orozco, después de citar algunas
opiniones de D. Femando Ramírez,
que no confirman la suya, cita un
pasaje de Torquemada, diciendo: Si
ocurrimos á la tradición hallare-
mos: (Aquí empiesa Torquemada)
«el fundamento que tuvieron, para
«hacer esta Jornada, y ponerse en
«ocasión de este tan largo camino
«fue, que dicen fabulosamente, que
*un Pajaro se les apareció sobre vn
« Árbol muchas 'veces: el qual can-
utando j repetía vn chillido, que ellos
«se quisieron persuadir, á que decía:
^Tihui, que quiere decir: Yd va-
<ímos', y como esta repetición, fué
^por muchos dias, y muchas veces,
«vno de los mas Sabios de aquel Li-
«nage, y Familia, llamado Huitziton,
«reparó en ello, y considerando el
«caso, parecióle asir de este Canto,
«para fundar su intención, diciendo,
«que era llamamiento, que alguna
«Deidad oculta, hada, por medio del
«canto de aquel Pajaro; y por tener
«Compañero, y Coadjutor en sus
«intentos, dio parte de ello á otro,
«llamado Tecpatzin, y dijole: Por
«ventura, no adviertes aquello, que
«aquel Pajaro nos dice? Tecpatzin,
«le respondió, que no: A lo qual
«Huitziton, dijo: Lo que aquel Paja-
«ro nos manda es, que nos vamos
«con él, y asi conviene, que le obe
«dezcamos, y sigamos. Tecpatzin,
«que atendió, á lo mismo, que Hui-
«tziton, de el Canto del Pajaro, vino
«en el mismo parecer, y los dos jun-
«tos, lo dieron d entender al Pueblo;
«los quales, persuadidos á la ven-
«tura grande que los llamaba, por
«lo mucho, que de ella supieron en-
« carecer los dos, movieron las Ca-
«sas,y dejaron el Lugar, y siguieron
«la fortuna, que en lo por venir, les
«estaba guardada.»
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260
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Para hacer más pertinente á su
propósito el canto del pájaro, cita
Orozco un pasaje de D. Femando
Ramírez, que reproducimos noso-
tros porque en él está completa la
etimología. Dice así:
« existe una avecilla á que los
«mexicanos dan hoy el nombre de
^ Tihuitochan, porque dicen que en su
«canto pronuncian claramente estas
«palabras, que literalmente tradu-
«cidas quieren decir: 'z;awos ánues-
oítra casa.»
En efecto, las palabras mexicanas
son: tíhm\ vamos, to, nuestra, chan-
tu, casa.
Hay otras aves en el Valle de
México que también pronuncian la
palabra mexicana tihtii, y son el ti-
grillo y las agachonas.
El pasaje interpretado por Orozco
lo ha sido de diversas maneras por
los autores . La pintura representa un
cerro en cuya cima está un pájaro
con varias vírgulas que le salen del
pico, signo del canto. Pues bien, unos
dicen que el cerro es el Arakat de
los mexicanos, donde se detuvo el
arca después del diluvio; otros creen
que el pájaro es la paloma que salió
del Arca de Noé y volvió anunciando
que había cesado el diluvio; Hum-
boJdt interpreta la pintura diciendo
que representa la confusión de las
lenguas en la torre de Babel y la
dispersión de los hombres. Esto
mismo había expuesto antes Clavi-
gero.
Nosotros, adhiriéndonos á la opi-
nión de Chavero, creemos que la
pintura representa la salida de los
aztecas de Colhuacan, hoy Culia-
can, en el Estado de Sinaloa, y no
de Colhuacan del Valle, como dice
Orozco. El pájaro con su canto bien
puede haber persuadido áHuitziton
y á Tecpantzin para abandonar Az-
tlan y Colhuacan y hacer la famosa
peregrinación.
Tlaaltiltzin. (Tlaaltilli, lavado,
bañado, deriv. de tla-altia, bañar,
lavar alguna cosa; tsin, desinencia
reverencial: «el lavadito ó bañadi-
to.) Nombre que daban los merca-
deres á un esclavo que sacrificaban
en la festividad que hacían en la
veintena Panquetsalistli, Para es-
ta fiesta compraban entre todos los
mercaderes un esclavo, al que lla-
maba Tlaaltilsin, «lavadito,»
porque para purificarlo de la servi-
dumbre lo bañaban dos veces con
el agua de los dioses á fin de que
pudiese representeirú. Quetsalcoatl,
deidad principal de los mercaderes,
pochteca. El esclavo debía ser sano
y hermoso de rostro y cuerpo; y una
vez lavado, cuarenta días antes de
la fiesta, le vestían con el traje del
dios, poniéndole la mitra, una más-
cara de pico de pájaro con dientes,
el joyel, los zarcillos de oro, los cae-
tu, el ntaxtli, el báculo y el chima-
lli propios de la deidad, y durante
ese tiempo lo reverenciaban como
si fuese el mismo Quetsalcoatl, y le
llevaban con guarda y mucha gen-
te que le hacía compañía. En la
noche lo enjaulaban para que no se
huyese, y en la mañana le daban
de comer muy bien, le ponían rosas
en las manos y collares de flores en
el cuello, lo sacaban, é iba cantan-
do y bailando, por toda la ciudad.
Nueve dias antes iban dos viejos
sacerdotes á notificarle el día de
su muerte. Si tal noticia lé causaba
tristeza, como esto fuera de mal
agüero, le daban una jicara de ca-
cahuaatl, agua de cacao, batido con
las navajas del sacrificio, pues pen-
saban que con esta bebida, itspaca-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
261
latí, se embriagaba y le tornaba la
alegría.
Para el día de la fiesta invitaban
álos mercaderes principales. Iban á
Tochtepec á convidar á los comer-
ciantes tlaltelolca, que allí residían.
Pasábase el día en convites y danzas,
y á la medianoche, después de hacer
al esclavo mucha honra de copa-
///y música, sacrificábanlo en lo alto
del teocalli, arrancábanle el corazón
y ofrecíanlo á la Luna, Tescatlipoca,
Lanzaban en seguida el cuerpo
muerto por las gradas, y bajaba ro-
dando hasta el apetlac del patio del
teocalli. De ahí lo levantaban é iban
á guisarlo para comerlo en el ban-
quete á que asistían todos los mer-
caderes, y mientras amanecía y se
guisaba el sacrificado, danzaban los
pochteca al rededor de una gran
lumbrada que en el mismo templo
se encendía.
Tlacahuepan. (Tlacatl, hombre;
huepantli, madero ó viga largos:
«hombre largo como viga.») Nom-
bre de un hermano menor de Huitm-
lopochtli. Lo adoraban también co-
mo dios de la guerra, especialmente
enTezcoco. En México recibía ado-
ración en el teocalli X\íxm?iáo HtiilB-
nahuacealpulliy donde se hacía su
estatua de masa, á semejanza de
su hermano ( Véase Teocualo). Si
la guerra se emprendía para con-
quistar alguna provincia ó con otro
particular motivo, los guerreros
iban á los montes á traer leña, pre-
sentábanla á los sacerdotes del tem- '
pío, á fin de que ardiera en el fuego
perpetuo todo el tiempo que la expe-
dición durara, y el rey hacía al- \
gunos sacrificios ante las estntuas
de los dos hermanos, HuilBilopoch-
tu y Tlacahuepan. |
Entre las mistificaciones y prodi-
gios que hizo Tescatlipoca para hos-
tilizar á Quetsalcoatl en Tollan, re-
fieren los autores la de que bajo la
forma de Tlacahuepan, sentado en
el mercado, hacía bailar á un mu-
chacho sobre la palma de la mano
(el muchacho era Huitsilopochili),
y la gente, por ver el prodigio, se
apiñaba al rededor, y empujados
unos contra otros, morían ahogados
y acoceados.
Tlacahueyac. (Tlacatl, hombre;
hueyac, grande: «hombre grande, »
«gigante.») A semejanza de ciertas
creencias modernas, los mexica-
nos admitían la comunicación con
los espíritus. Multitud de fantas-
mas ó visiones aparecían en la obs-
curidad de la noche, causando
miedo, presagiando calamidades,
repartiendo alguna vez el bien. Uno
de estos fantasmas era el Tlacahue-
yac, que se les aparecía en figura de
gigante. fF¡^as^ Supersticiones.)
Tlacahuilotl. (7 laca ti, hombre;
huilotl, paloma: «hombre paloma.»)
Desde que se anunció la llegada de
los Españoles á la costa de Maya-
pan ( hoy Yucatán ) Moteuczuma y
su corte y todo el pueblo empeza-
ron á ver en el cielo, en los aires y
en las aguas fenómenos raros que
tomaron por pronósticos de la ve-
nida de los hombres de Oriente, que
les había profetizado Quetzalcoatl,
como invasores y destructores del
Anahuac. Torquemada, que hace
una larga relación de estos sucesos
prodigiosos, trae el siguiente: « Apa-
« recio en el aire un gran pájaro, á
«manera de paloma torcaz, con
«cabeza de hombre, que pronosti-
«caba la velocidad con que venían
«los que los habían de desaposesio-
«nar de sus reinos.» A este pájaro
con cabeza de hombre llamaron
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262
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
!
Tlacahuilotl. Aquellos espíritus'
acobardados— dice Orozco y Berra
—miraban los hechos bajo el falso
prisma de sus sentimientos.
Tlacanexquimilli. (Tlacath
hombre; nextli, ceniza; quimült, qui-
mil, envoltorio, bulto: «hombre co-
mo bulto de ceniza.») A semejanza
de ciertas creencias modernas, los
mexicanos admitían la comunica-
ción con los espíritus. Multitud de
fantasmas ó visiones aparecían en
la obscuridad de la noche, causando
miedo, presagiando calamidades,
repartiendo alguna vez el bien. Uno
de estos fantasmas era el Tlaca-
nexquimilli, bulto de ceniza, que,
envuelto como un cadáver en suda-
rios cenicientos, iba rodando por
el suelo.
«Habia otros fantasmas, ilusiones |
«de Tescatlipoca
« no tienen pies ni cabera, i
«/«5 cuales andan rodando por el i
«suelo f y dando ,i( émidos como en- !
«fermo. » Esto dice Sahagún ref i- ■
riéndose al Tlacanexquimilli. A es j
te fantasma siempre lo tomaban'
por mal agüero, y esperaban morir j
en breve en la guerra, ó de enfer- 1
medad, ó sufrir algún contratiem-
po. Los soldados viejos no temían
encontrarse con esta visión, antes
bien salían á buscarla; y luego que
la veían procuraban asirse de ella,
y le decían:— «¿quién eres tú? há-
«blame, mira que no dejes de ha-
«blar, pues ya te tengo asida y no
«te tengo de soltar.» Y esto lo re-
petía varias veces, andando el uno
con el otroá lasacapella, y después
de haber luchado mucho, ya cerca de
la mañana, hablaba el fantasma y
decía:— «Déjame que me fatigas,
«dime lo que quieres y dártelo hé:»
luego respondía el soldado y decía:
«¿qué me has de dar?» respondía la
fantasma: «cata aquí una espina:»
respondía el soldado: «no la quiero,
«¿para qué es una espina sola? no
«vale nada» y aunque le daba dos ó
tres, ó cuatro espinas, no la queria
soltar hasta que le diese tantas
cuantas él queria; y cuando se las
daba, hablaba la fantasma dicien-
do: «doite toda la riqueza que de-
«seas para que seas próspero en el
«mundo.» El soldado soltaba á la
visión y se iba muy satisfecho.
Como el Tlacanexquimilli era
una ilusión del dios Tescatlipoca
que se comunicaba con los hombres
bajo la forma de hombre sin pies
ni cahesa, como dice Sahagún, cuan-
do no se les aparecía y hacían alu-
sión á él, entonces le llamaban Teo-
nexquimilli, esto es, «el dios (que
se aparece bajo la forma de) bulto
de ceniza.»
Tlacamichin. (Tlacatl, hombre;
michin, pez ó pescado: «hombre pez
ó pescado.») Sahagún dice que los
peces del mar son tlacamichin. Su
pasaje es curioso y dice á la letra:
«Los pezes de la mar son tlacami-
<^chi, quiere dezir pezes grandes, y
«que andan en la mar, que son bue-
«nos de comer: estos pezes grandes
«comen á los pequeños. »
Hemos querido fijar la significa-
ción de tlacamichin, por Ir relación
que tiene con la mitología. En el
Atonatiuh, «Sol de agua,» que está
considerado como el pretendido di-
luvio universal, aunque no fué, á la
luz de la ciencia, sino un diluvio lo-
cal, los hombres se convirtieron en
peces. En la pintura del Códice Va-
ticano, que representa el Atonatiuh,
está el símbolo atl, «agua;» dentro
del agua se distingue el símbolo
calli, casa, con un hombre sacan-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
263
do el brazo y la cabeza, para signifi-
car la sumersión de los edificios y
sus moradores; se ven nadando dos
peces, y dice el intérprete: «no tan-
«to porque estos sean los habitan-
«tes del líquido elemento, cuanto
«porque, según la tradición, los
«hombres quedaron convertidos en
^Tlacamichin, personas pescados.»
(Véase Atonatiuh.)
Tlacaocelotl. (Tlacatl, hombre
ó persona; oceloilMgve: «tigre hom-
bre ó persona.») Uno de los nom-
bres de Tescatlipoca, Lo represen-
taban con un tigre que tiene un
penacho de plumas ricas, pues pa-
rece que simbolizaba la fuerza gue-
rrera. Orozco y Berra cree que
pertenecía á una constelación cuyo
nombre se le escapa. Reinaba este
mito en la tercera trecena del Tona-
lamatl,SL\xnque también se le da allí
el nombre de Tlatocaocelotl. (V.)
Tlacatecolotl. (Tlacatl, hombre;
tecolotl, buho, tecolote: «hombre bu-
ho» esto es, hombre que para hacer
maleficios se trasformaba en teco-
lote.) Clavigero dice: «Creían que
había un espíritu maligno, enemigo
del género humano, al que daban el
nombre de Tlacatecolotl, ó ave noc-
turna racional, y decían que mu-
chas veces se dejaba ver de los
hombres, para hacerles daño ó es-
pantarlos.» Pero Sahagún, en el ru-
bro del capitulo en que trata astro-
lógicamente del signo Cequiahuitl,
ya había dicho, dos siglos antes:
«Es de notar que este vocablo Tla-
^cateculotly propiamente quiere de-
«cir nigromántico ó brujo: impropia-
«mente se usa por diablo, »
Los nahoas no tenían idea del fan-
tástico diablo de los cristianos: to-
dos los males y bienes que recibían
los atribuían á los dioses.
En el texto del capítulo mencio-
nado dice Sahagún que los que na-
cían en el dia Ceqtríahuitl serían
Tlacatecolotl f esto es, nigrománticos
embaidores ó hechiceros, y agre-
ga: — « y que se transfigura-
«ban en animales, y decían palabras
«para hechizar á las mugeres, y pa-
«ra inclinar los corazones á lo que
«quisiesen, y para otros maleficios;
«y para esto alquilaban á los que
«querían hacer mal á sus enemigos,
«y les deseaban la muerte. Hacían
«sus encantamientos de noche por
«el espacio de cuatro: escogíanlas
«en signo mal afortunado, iban á
«las casas de aquellos á quienes
«querían dañar de noche, y á las
«veces allá los prendían, porque
«aquellos á quienes iban á malefi-
«ciar, si eran animosos, asechában-
«los y arrancábanles los cabellos
«de la coronilla de la cabeza, y con
«esto en llegando á su casa morían,
«y algunos decían que se remedia-
«ban si tomasen prestado algo de
«aquella casa, como agua, ó fuego,
«ó algún vaso, y aquel que habia
«arrancado los cabellos si era avisa-
«do, velaba todo aquel dia para que
«nadie sacase cosa ninguna de su
«casa, ni prestada, ni de otra mane-
«ra, y así moría aquel nigromán-
«tico. Estos tales nunca tenían pla-
«cer ni contento, siempre andaban
«mal vestidos, y de mal gesto, nin-
«gun amigo tenían, ni entraban en
«casa de nadie, ni ninguno les que-
«ria bien; »
Esta es la pintura de 1 Tlacateco-
lotl, que, como se ve, no puede ser
el diablo, porque el diablo, según los
cristianos, es inmortal.
Tlacatelpochtli ( Tlacatl, hom-
bre; telpochtU, virgen, doncel:
«hombre virgen.») Nombre que da-
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264
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ban los indios de Tianquismanalco
al dios T^scatlipoca, que Fr. Martín
de León traduce «mancebo virgen.»
Lo representaban como un hermoso
joven , cubierto con una piel de ve-
nado, en memoria de un penitente
que desde niño vivió en las laderas
del volcán Popocatepetl. Ha de ha-
ber sido una especie de Juan el Bau-
tista de la Biblia.
TlacatetehuitL (Tlacatl, hombre,
persona; tetehuitl, papel blanco te-
ñido denegro, de que hacían bande-
ras para algunas fiestas: «persona
que lleva el tetehuttl.*) Nombre que
daban á un niño que sacrificaban en
la fiesta de la veintena Huey Tosos-
tu, en honor de Tlaloc, á quien re-
presentaba , y que iba vestido con
los papeles llamados ama -tetehuitl.
Tlacatlaolli. (Tlacatl, hombre;
tlaolli, maíz: «hombre maíz.») Nom-
bre que daban á los cautivos que sa-
crificaban en una fiesta de la
veintena llamada Tlacaxipehualis-
tu. (V.) Dábanles este nombre por-
que después de desollados los
cadáveres, los entregaban á los que
los habían cautivado,y éstos los lle-
vaban á sus casas , los guisaban, ó
como dice Sahagun : « cocían
«aquella carne con maíz, y daban á
«cada uno (de los convidados) un pe-
«dazo de ella en una escudilla ó ca-
«jete con su caldo, y su maíz cocido,
«y llamaban aquella comida Tlaca-
*tlaolli: »
Don Carlos María Bustamante, en
una nota al pasaje preinserto, dice:
«Hoy se subroga esta comida en
«Michoacan y Guana jua tocón cabe-
«za de puerco y maíz que llaman po-
«Boli. Cuando ven algún hombre
«tonto dicen : ¡O qué buena cabeza
«para wn pojsoli.^
Tlacatl. Aunque este artículo no
tiene relación con la mitología, lo
hemos puesto porque la palabra tla-
catl entra en composición, como ele-
mento principal, en los vocablos ex-
plicados ó definidos en artículos
anteriores, y queremos dar á cono-
cer la amplia significación que tie-
ne en el idioma náhuatl, y, al efecto,
transcribiremos lo que sobre tlacatl
dijo el P. Sahagún, tratando de per-
sonas generosas. Dice el beneméri-
to franciscano lo siguiente: «Este
«nombre Tlacatl quiere decir perso-
«na noble, generosa, ó magnífica: y
«su compuesto que es alacatl fatla-
*catlj, es contraditorio, significa
«persona vil y de baja suerte, y los
«compuestos de tlacatl que se com-
«ponen con nombres numerales, sig-
«nifican persona común, como
«diciendo cetlacatl, una persona,
«hombre ó muger, unte tlacatl, dos
« personas, hombres ó mugeres, y di-
«ciendo cuixtlacatl, quiere decir, es
«persona vil 3^ de baja suerte: y cuan-
«do dicen cacencatlacatl quiere de-
«cir, es persona muy de bien, es
«noble, ó es muy generosa.»
Tlacaxipehualiztli. (Tlacatl,
hombre, xipehualÍBtli, desollamien-
to : «desoUamiento de hombre ó per-
sona.») Nombre de la segunda
veintena del año. En el la hacían fies-
ta al dios Xipe Totee (V.) sacrificán-
dole prisioneros, que, después de
muertos, los arrojaban los sacerdo-
tes por las escaleras del templo, y,
al llegar al patio, tomaban los cua-
cuacuiltin los cuerpos, los desolla-
ban y entregaban á sus dueños,
quienes los comían con sus convi-
dados. Con los pellejos de las vícti-
mas se vestían unos sacerdotes, se
ponían encima los adornos y librea
del dios Xipe, y salían á las calles á
simular luchas con algunos de los
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
265
guerreros, y así andaban varios días
hasta que apestaban los pellejos de
los muertos.
Los dueños de los cautivos cuan-
do los llevaban al templo donde los
habían de sacrificar, llevábanlos por
los cabellos, «y cuando los subían—
«dice Sahagún— por las gradas del
«Cu (templo) algunos de los cautivos
«desmayaban, y sus dueños los su-
«bian arrastrando por los cabellos
«hasta el tajón donde habían de mo-
«rir.»
Parece que el origen de esta fies-
ta fué el desoUamiento de la prin-
cesa colhuacana, de la que hicieron
la Teteoinan. (V.)
Clavigero dice que, después de la
fiesta principal, sacrificaban á los
que habían robado plata ú oro,
los cuales, por las leyes del reino,
estaban condenados á aquel supli-
cio.
Sahagún no hace mención de es-
tas víctimas; pero sí dice que mata-
ban á otros cautivos, según parece,
en el Sacrificio Gladiatorio (V.), á
juzgar por la descripción siguiente:
«Después de lo arriba dicho mata-
«ban otros cautivos, y peleando con
«ellos, y estando ellos atados por
«medio del cuerpo con una soga que
«salía por el ojo de una muela (pie-
«dra redonda como las de molino),
«y era tan larga que podía andar
« por toda la circunferencia de lapie-
«dra, dábanle sus armas con que pe-
«lease, y venían contra él cuatro con
«espadas y rodelas, y uno á uno se
«acuchillaban con él hasta que le
«vencían.»
Para formamos idea cabal del
desoUamiento de hombres, hay que
oír á Mendieta.
Dice el franciscano: «En la dicha
«fiesta, y en otra alguna particular,
«acostumbraban desollar los tales
«sacrificados cortado el cuero como
«quien desuella cabrones para odres
«colgando manos y pies del mismo
«cuero desollados, y algunos sacer-
« dotes del templo los vestían sobre
«sus carnes . y por devoción ó va-
«lentía los tenían así veinte días, y
«andaban saltando y gritando por
«las calles con ellos, y algunas mu-
«geres con sus niños, por devoción,
«se les llegaban y dábanles un pe-
«llizco en el ombligo del cuero del
«muerto. Y con las uñas (que siem-
«pre las traían muy largas) cortaban
«algo de allí, y teníanlo como reli-
%quia, y guardábanlo, ó lo comían ó
«daban al niño. Y cuando se venían
^'á desnudar aquellos cueros, con
«gran trabajo los desechaban de sí,
«porque á los veinte días ya los te
«nían secos y pegados á sus carnes.»
¡No se concibe cómo han podido
existir esas crueles y asquerosas
prácticas religiosas!
El P- Duran dice que la fiesta Tla-
caxipehualistlis^ hacía en honra de
la trinidad representada por Xipe,
Totee y Tlatlauhcatescatl. No hay
tal trinidad, porque todos los A A.
convienen en que Xipe y Totee emn
un solo dios.
El mismo Duran, después de ha-
cer la descripción de la fiesta, agre-
ga que los sacerdotes, vestidos con
los pellejos de las víctimas, que re-
presentaban á los númenes, se
repartían hacia los cuatro puntos
cardinales; que en señal de su poder
llevaban asidos como presos algu-
nas personas; que poco después reu-
nían aquellas divinidades y las
ataban unas con otras ligando la
pierna izquierda del uno con la de-
recha del otro, del pie á la rodilla,
y así paseaban aquel día, sustentan -
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266
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
dose los unos con los otros como me-
jor podían; que esta práctica tenía
por objeto simbolizar que todos los
dioses no eran más que uno sólo,
«que todo era un poder y una unión, »
en consonancia con sus ideas teoló-
gicas acerca de la unidad y de la
pluralidad reunidas.
El intérprete del Códice Nuttal,
explicando, en la lámina 34 la fies-
ta Tlacaxipehualistli» no se refiere
á la fiesta principal, sino á la que ha-
cían sacrificando á un cautivo que
desollaban después de haber lucha-
do, atado al Temalacatl, con un gue-
rrero Ocelotl. Pero la descripción es
graciosa y, aunque extravagante,
trae algo nuevo; así es que la repro-
ducimos aquí, como lo hemos hecho
con las otras veintenas: — «Esta fi-
gura es de la fiesta q. los yndios
llamauantlacaxipeualizti la V. vo-
cal q. quiere dezir desollame y come-
reisme. por q en ella matauan vno
qllamauan.TotodecifJo/^rjoxipen.
(Xipe) q es este mismo deste modo,
qste primero, qsta atado, auna
rueda, de piedra q ellos llaman, te-
mala catli. (Temalacatl) al qual ata-
do ledauan vn palo enlamano. mui
valiente, yotroyndio sobreuestido
de un pellejo detigre salia aelcono-
tropalo en la mano, yeste palo era
lleno de nauajas. ydauanse losdos.
hasta q el yndiosueltomata alata-
doylc de sollaua. y des pues vestido,
el cuero del muerto baylaua. del-
ante el demonio, q llamauan. tlaca-
teu tezca tepocatl (TlacateoUscatlil-
poca) yel q abia de pelear, ayunaua
quatro dias y se ensayaua muchos
dias antes, para pelear con el atado,
yofrecia muchos sacrificios aeste
demonio, para q lediese Vitoria.»
La pintura representa el Sncriji-
cío Gladiatorio. (V.)
En las pinturas, como jeroglífico
de la veintena, ponían una figura
que, á primera vista, parece un pa-
bellón; pero Clavigero cree que es
más bien una piel humana mal di-
bujada, para expresar lo que signi-
fica el nombre Tlacaxipehualistli,
que daban al mes, y quiere decir de-
sollamiento de hombres, con alusión
al bárbaro rito de desollar las víc-
timas humanas después de muer-
tas.
En Tlaxcala llamaban á este mes
Coatihm'tl, «fiesta de la culebra,» ó
fiesta general, dice Clavigero, y lo
representaban con la figura de una
sierpe enroscada en torno de un
abanico y de un ayacaxtli.
En los Códices hay varios símbo-
los de la veintena: Totee armado en
son de guerra; una piel humana y
sobre ella un macuahuiih un pantli
y un chimalli: otT?ís veces, media fi-
gura del mismo Totee, y al mismo
con el cetro de Xiuhiletl, sentado en
icpallí de conchas y canillas de
muerto.
Tlaco. (Medio, mitad.) Una de las
hermanas de Tlasolteotl, la de en-
medio, (Véase Tiacapan.)
Tlaoocoa. (Apócope de ilacocoa-
ní, partic. act. de tlacocoa, comprar
muchas cosas: «la gran comprado-
ra.») Una de las cuatro mujeres que,
en unión de algunos dioses, acerta-
ron á señalar el punto del cielo por
donde debía salir el sol cuando fué
creado en Teotihuacan. (Véase Tía-
capan, Tecuciztecatl.)
TlacochcalcatL (Tlacochtli, fle-
cha, dardo; calli, casa; caíZ, desinen-
cia que expresa estancia: «el que
está en la casa de las flechas.») El
encargado del Tlacochcalco. (V.)
Tlacochoalco. ( Tlacochtli, tXecYvx,
dardo; calli, casa; co, en: «En la ca-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
267
sa de las flechas.»)— Era el 21.^ edi-
ficio de los 78 que comprendía el
templo mayor de México. Refirién-
dose á él el P. Sahagún, dice. « . . . .
«en esta casa guardaban gran can-
«tidad de dardos parala guerra, era
«como casa de armas: en este lugar
«mataban algunos cautivos, y lo ha-
«cian de noche, no tenian dia sefia-
«lado para matarlos, smo cuando
«querían.»
También el edificio 69.° era un
ílacochcalco, y dice Sahagún de él:
« ... en ella (en la casa) estaba una
«estatua del dios Macuitotec: aquí á
«honra de este dios mataban cauti-
«vos en la fiesta de Panquetsalis-
Tlacotontli. (Tlacotl, vara; tontli,
exp. de diminutivo: varilla ó jari-
Ua.») En unión de Zara/o«/// esdios
de los viajes, residente en los ca-
minos.) En la página 83 del Códice
NüTTALL hay una pintura, sobre
la que nada dice el intérprete, pero
Paso y Troncoso la describe como
un camino barrido, á cuyos lados
están los númenes Tlacotontli y Za-
catontli, á los que simbolizan las
mariposas. En la pintura no hay
ninguna mariposa: dos víboras de
cascabel separadas paralelamente
forman el camino; á los lados del
camino está el suelo cubierto de za-
cate, y arriba de una víbora están
dos plantas con hermosas hojas
verdes y grandes flores rojas, y
abajo de la otra culebra sólo está
un ramo de las mismas flores rojas,
pero en botón.
Remí Simeón llama el primer nu-
men Tlacotsontli: tlacotl, vara;
tsontli, cabellos: «cabellos de vara.»
Pero no se percibe el sentido etimo-
lógico con relación al dios, ni á la
pintura.
Los Fóchteca, mercaderes, tribu-
taban culto especial á estos dioses.
La víspera de los grandes viajes
hacían muchas ceremonias, y entre
ellas la de cortar varios papeles en
diversas formas, gotearlos con uli
derretido formando ó dibujando una
cara, que decían era la del sol fue-
go. Con estos papeles cubrían du-
rante las noches el báculo con que
caminaban, y que adoraban como
dios. Los papeles que cortaban en
honra de los númenes Tlacotontli y
Zacatontli tenían la figura de ma-
riposas, según dice Sahagún, y á es-
te pasaje se ha de referir Paso y
Troncoso al decir que las maripo-
sas eran símbolo de tales númenes.
TlachialonL (Mirador, observato-
rio, derivado de tlachia, ver, obser-
var, mirar.) El cetro que empufta el
dios Xiutecutli. (V.) Era una chapa
de oro redonda, agujereada por en-
medio, y sobre ella un remate de
dos globos, uno mayor y otro me-
nor, con una punta sobre el menor.
Llamaban á este cetro Tlachialoni,
mirador, porque con él ocultaba la
cara y miraba por el agujero de en-
medio de la chapa de oro.
TlachihualtepetL (Tlachihualli,
creatura, obra, cosa hecha á mano;
tepetl, cerro: «cerro hecho á mano,»)
Nombre del cerro en que estaba el
templo de Quetsalcoatl, en Cholula.
Llamáronlo Tlachihualtepetl para
distinguirlo de los cerros ó montes
naturales en que edificaban un
templo.
Tlachpanaliztli. (Barredura, el
acto de barrer, derivado de chpana
nitla,yo barro alguna cosa.) Los pa-
rientes de los soldados y gente mi-
litar, ya que estaban próximos á
marchar á la guerra, cuidaban de
limpiar bten y barrer todas las pie-
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268
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
zas de la casa, componerlas y za-
humarlas con el incienso sacro, que
era del copal mismo que ofrecían
en el templo. Esta ceremonia, que
llamaban tlachpanalistli, la practi-
caban en honor de la diosa Teoyao-
micquiy que era la que recogía las
almas de los muertos en las bata-
llas religiosas, y las de los prisio-
neros sacrificados á los dioses.
TlachtLL (Etimología desconoci-
da,} El iuego de pelota, que, entre
los mexicanos, era sagrado. (Véase
Juegos.)
Tlaelcuani. /^ Ha ^///, suciedad,
todo género de porquería; cuani, que
come, deriv.de cua, comer: • Come-
dora de porquerías.») Uno de los
nombres quedaban ala Tlazoltcotl
(V.), la Venus mexicana. «El tercer
nombre de esta diosa— dice Saha-
«gún— es Tlaelqüani, que quiere
«decir comedora de cosas sucias,
«esto es, que según decían las mu-
«geres y hombres carnales, confe-
«saban sus pecados á estas diosas
«cuanto quiera que fuesen torpes y
«sucias, que ellas los perdonaban.
«También decían, que esta diosa ó
«diosas tenían poder para provocar
«á lujuria, y para inspirar cosas car-
«nales, y para favorecer los torpes
«amores, y después de hechos los
«pecados decían que tenían tam-
• bien poder para perdonarlos, y á
«limpiar de ellos perdonándolos, si
«los confesaban á sus Sátrapas (sa-
«cerdotes).»
(También muchos sacerdotes ca-
tólicos persuaden á sus hijas de
confesión de que ellos pueden per-
dorAarles los pecados torpes que
cometan con ellos).
Tlahuahuanaliztli. (Derivado de
tlahuahuana, rayar, señalar: «la ac-
ción de rayar.») Daban este nom-
bre al acto de señalar con el arma
hiriendo ó rasguñando al prisio-
nero que ataban en el Temalacail
en el Sacrificio Gladiatorio. (V.)
El P. Duran, describiendo el Sa-
crificio Gladiatorio (V .\ dice: «Este
combate (el del prisionero atado al
Temalacatl con un guerrero) du-
raba hasta que los presos se acaba-
ban de sacrificar, los cuales todos
habían de pasar por aquella cere-
monia, á la cual ceremonia llama-
ban tlahuahuanalistli, que quiere
decir señalar ó arrasgufiar señalan-
do con espada y hablando nuestro
modo es dar toque esgrimiendo con
espadas blancas, y asi, el que salía
al combate, en dando toque que sa-
liese sangre en pie, en mano, ó en
cabeza, ó en cualquier parte
del cuerpo, luego se hacia afuera
y tocaban los instrumentos y sacri-
ficaban al herido. ...»
Tlahuitzin. Mujer del penitente
Yappan, á quienes cortó la cabe-
za Yaoyotl por haber violado el úl-
timo la peña Tehuihuetl por folgar
con Tlasolteotl, y fueron converti-
dos por los dioses en alacranes.
(Véase Yappan.)
Tlahuizcalpan. (Tlahuiscalli, el
alba, la aurora; pan, en; «en la
aurora.» Nombre de la estrella ma-
tutina. Venus. Cuando murió Que-
tsalcoatl se convirtió en esta estrella
ó planta, 3' le llamaron Tlahuiscal-
pantecutli, «Señor de la Aurora,» ó,
«como dice Torquemada, «Señor de
«la mañana cuando amanece, y lo
«mismo es señor de aquella claridad,
«cuando anochece.» Su templo, en
el mayor de México, se llamaba
Ylhuicatitlan, (V.) También le tribu-
taban culto en el Huitsompantli.íV .)
Le hacían los sacrificios cuando
aparecía en el cielo.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
269
Decían los antiguos, según Ixtli-
xochitl, que Quetsalcoatl no se con-
virtió en la estrella matutina luego
que murió, pues se fué á visitar la
mansión de los muertos, y á los sie-
te días salió el lucero grandey Que-
tsalcoatl fué divinizado.
También decían los antiguos que
Tlahuiscalpantecutli en ciertos días
influía mucho sobre la gente. Si se
presentaba en día ce cipactli era de
mal agüero para los ancianos; si en
ce ocelotto, ce masatl, ó ce xochitl,
lo era para los niños; si en ceacath pa-
ra los señores; si en ce qtíiahuitl,-
impedía que lloviese; si en ce olin,
era mal signo para los solteros; y
si en ce atl, era de buen agüero pa-
ra todos. Y de esta manera hiere á
las estrellas antiguas, y todas ca-
minan juntas á la manera del ti-
gre manchado, ocelotl.
Tal es el dios de los crepúscu-
los.
Tlaitlanini. (Derivado de Tlani,
pedir, interceder: «intercesor.») Uno
de los nombres de Nappateculli,
porque intercedía por los que le pe-
dían mercedes.
Tlalchitonatíuh. (Tlalchi, hacia
abajo, comp. de tlalli. tierra, y de
chi, hacia; tonatiuh, el sol: «Reu-
nión del sol y de la tierra.») El Có-
dice Telleriano presenta ala tie-
rra en figura humana, sin cabeza,
con dos manos levantadas hacia
arriba y otras dos hacia abajo, te-
niendo en la parte inferior á la mi-
quistli, la muerte, para señalar la
mansión de los muertos. En la par-
te superior se descubre el sol con
los arreos de Tlaloc dando á enten-
der el conjunto el movimiento del
astro. El intérprete del Códice dice:
—«este es el escalamiento ó calor
«que da el sol á la tierra y así di-
«cen que cuando el sol se pone que
«va á alumbrar á los muertos »
El Sol al hundirse en el Ocaso,
tal es el Tlalchitonatíuh.
Tlaliyolo. (77a///, tierra; /^su;jvo-
lotli, corazón: «su corazón de la tie-
rra.») Nombre que daban á la diosa
Toct ó Teteoinan cuando la conside-
raban como productora de los terre-
motos ó temblores de tierra.
Tlalolc. (Tlalli, tierra; octli, vino,
licor: «el vino de la tierra,» esto es,
lo que bebe la tierra, la lluvia.)
El dios de las aguas; pero de las
aguas del cielo, á diferencia de Chal-
chiuhicueye, que es la diosa de las
aguas de la tierra, esto es, délos ma-
res, ríos, lagos y fuentes. Tlaloc es
la lluvia divinizada. Llamábanlo
fecundador de la tierra y protector
de los bienes temporales, y creían
que residía en las más altas monta-
ñas, donde se forman las nubes, y
acudían á las alturas para implorar
su protección.
En cuanto al origen de esta dei-
dad, la mitología es un caos. En el
MS, de Fr. Bernardino ó Códice
ZuMÁRRAGA, tratando del origen del
Universo, se dice que los cuatro her-
manos Tlatlauhqui TcBcatlipoca, Ya-
yauhqui TcBcatlipoca, Quet^ahoatl
y Omiteotl, hijos de la Omeyotl Orne-
tecutli y Omecihuatl, fueron encar-
gados por esta Dualidad, de crear
el mundo y á los dioses subalternos,
y entre sus grandes obras, dieron
al agua organización particular, y
formaron á Tlaloccantecutli y á su
esposa Chalchiuhicueye, declarados
dioses del líquido elemento ; que es-
tos númenes moraban en un apo-
sento de cuatro compartimientos,
en medio de los cuales había un
gran patio con cuatro grandes es-
tanques llenos de aguas diversas,
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270
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
la primera buena para los panes y
simientes, la otra que anubla las
plantas, la tercera que las hiela, la
última improductiva y que las seca;
que Tlaloc hizo multitud de minis-
tros de pequeño tamaño, los cuales
habitaban los cuatro compartimien-
tos; que armado cada uno de una
alcancía y un palo, cuando se les
manda ir á un lugar, toman del agua
que se les ordena, y la vierten en
forma de lluvia para regar la tierra;
que estos ministros pigmeos pro-
ducen el trueno quebrando con los
palos las alcancías; y que el rayo
se produce cuando alguno de los
tiestos de las ánforas celestes cae
del cielo, y hiere á algún mortal.
En el citado Códice se lee que,
creado el mundo, los mismos dioses
se convirtieron sucesivamente en
sol para alumbrar el mundo. El
primer sol fué Tezcatlipoca; pero
después de 676 años, QtietBalcoatl
le dio un golpe con un bastón, lo
derribó del cielo al agua y se puso
á ser sol. Al caer Tescatlipoca en
el agua, se convirtió en tigre, lo
cual atestigua en el cielo la conste-
lación de la Osa Mayor, el tigre
Tczcatlipoca que sube á lo alto del
cielo para descender en seguida al
mar. Transcurridos otros 676 años,
el gran tigre Tezcatlipoca dio una
gran coz al sol Quetzalcoatl, con lo
cual lo derribó del cielo, y Tlaloc-
canteculli quedó transformado en
sol, y alumbró 364 años, al fin de los
cuales Quetzalcoatl lo quitó del ofi-
cio de sol y colocó en su lugar á su
esposa Chalchiuhicueye
Ya hemos visto en otro lugar que
estos diversos soles marcaron suce-
sivas épocas geológicas; los soles
Tlaloc y Chalchiuhüue, y edioses del
agua, presidieron la época de las
inundaciones, y al fin del sol Chai-
chiuhicueye se verificó el diluvio,
llamado por los nahoas, Atonatiuh,
«Sol de Agua.»
Ixtlilxochitl dice que Tlaloc era
la divinidad más antigua, de la cual
se decía que había sido un poderoso
rey de los gigantes, quíname » y que
Quetsalcoatl y Tescatlipoca pertene-
cían á los tiempos modernos. Según
Fr. Bemardino, Quetsalcoatl y Tes-
catlipoca fueron creadores de Tía-
loe, y según Ixtlilxochitl, este fué
más antiguo que los últimos. De
esta contradicción nace la obscuri-
dad y confusión del origen del mito.
Al lugar donde suponían que se
formaba la lluvia, esto es, el «vino
de la tierra,» le llamaron los nahoas
Tlaloccan, y al numen que residía
allí, Tlaloccantecutli, «Señor del lu-
gar del vino de la tierra.» Los cro-
nistas traducían Tlaloccan por
«Paraíso,» en oposición al Mictlan,
mansión de los muertos, que ellos
tradujeron «Infierno.)» Así como en
el Mictlan se esconde el sol, en el
Tlaloccan la luna, y así como el fue-
go crea al sol, Tlaloc ó el agua es
padre de la luna.
Pintaban á Tlaloc en figura de un
hombre bien formado, con diadema
de plumas blancas y verdes y ador-
no de plumas verdes y rojas; el pelo
largo caído sobre la espalda; gar-
gantilla verde ; túnica azul adorna-
da de una red con flores en los ex-
tremos de las mayas; los brazos
desnudos con pulseras de chalchi-
huí'tl, y desnudas también las pier-
nas con abrazaderas de oro en las
pantorrillas y cae/// azules; en lama-
no izquierda el chimalli azul, profu-
samente adornado de plumas rojas,
azules, verdes y amarillas, y en
la diestra una lámina de oro y
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SBGUNOA ÉPOCA. TOMO V.
271
rojo aguda y ondulante que repre-
senta el rayo; el cuerpo untado con
el negro ulli sacramental, y toda la
figura levantándose entre las alme-
nas de un templo. Se vé siempre el
rostro de este dios cubierto con una
máscara sagrada que le es especial:
tiene los ojos azules y por cejas
unas curvas azules que bajan en
su extremidad y se encorvan des-
pués hacía arriba, y de su labio sa-
len los dientes largos y agudos. Los
ojos simbolizan las nubes, y
los dientes expresan las lluvias y los
rayos.
En una pintura del Códice Bor-
GiANO se ve á Tlaloc en la casa ó
calli de la luna; tiene delante dos
vasos sagrados con pies azules, el
azul es el color jeroglífico del agua
y de la luna; el dios está sentado en
la silla señorial, y en su tocado, y
en su ojo se ve el signo de la luna.
Ya hemos dicho que los nahoas
creían que la luna andaba en el cie-
lo de las lluvias, de donde se des-
prendían las nubes. Es, pues, íntima
la relación entre la luna y Tlaloc,
En el Códice Nuttall, lámina 29,
está Tlaloc sentado en un simple
banco azul y tiene los arreos que
hemos visto en el primero, y en la
mano derecha empuña una especie
de chimalli, con los símbolos del
agua, de los rayos y de la luna, y
en la parte superior una hermo-
sa flor roja con cuatro pétalos. El
intérprete de este Códice pone la
pintura en el mes Acahuallo, y de
la deidad sólo dice: «En esta fiesta
«sacrificauan niños, el demonio se
«llama Tlaloc en mexicano, aho-
«gauan en canoas estos niños.»
Nunca podía verse el rostro de
los dioses, y por eso lo tenían cu-
bierto con una máscara. La de Tla-
loc es muy característica; es un ojo
circular rodeado por una curva par-
ticular, que en la parte inferior se
prolonga hacia abajo, para encor-
varse de nuevo hacia arriba; lleva
una encía roja, de la cual se des-
prenden unos dientes largos, y cur-
vos y agudos. Esta máscara espe-
cial aparece en los jeroglíficos, ya
como el nombre del dios, ya como
el símbolo de la lluvia, y es la que
empuña á guisa de escudo el Tlaloc
del Códice Nuttall, de que acaba-
mos de hablar.
En algunas pinturas empuña Tla-
loc con la mano derecha una ser-
piente, llamada ehecacoatl. Sobre
esta serpiente dice Paso y Tronco-
so: «La culebra de Tlaloc es lo que
«llamamos en castellano manga de
^nube, y en mexicano ecacoayo mix-
^tli ó por contracción ecacoatl, y
«que sería más propio llamar mix-
<icoatl: de la combinación entre am-
«bas ideas ha surgido el mexicanis-
«mo culebra, que, tratándose de
«tiempo nublado y tempestuoso,
«quiere decir *nube con torbellino,*
«La culebra en manos de Tlaloc
«simboliza lo mismo, según entien-
«do, y también la nube con granizo,
«y más generalmente, la nube tem-
«pestuosa.*
No estamos conformes con la idea
de Pasoy Troncoso de que ala «cu-
lebra» ó «manga de agua» se le
llame mixcoatl y no ehecacoatL «cu-
lebra del aire.» Mixcoatl, «Culebra
de nube,» es una divinidad, y no es
una nube cualquiera, sino la F/a
láctea, que tiene la apariencia de
nube, y que los nahoas llamaban
tRxnbién I^tacmixcoatl, «Culebra de
nube blanca.» Sería necesario, para
distinguir una culebra de otra, lla-
mar á la « manga ó culebra de agua, »
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272
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tlilmixcoatl, «culebra de nube ner
grá;» y aun así, no correspondería
el nombre á la naturaleza del fenó-
meno, porque la nube «culebra de
agua» se forma á impulsos del vien-
to, es un torbellino en que el aire
juega el papel principal; así es que
el nombre de los nahoas fué muy
apropiado, ehecacoath «culebra del
aire,» ó ehecayocoatl , «culebra
aireada.» No cabe duda que los na-
hoas comprendieron la naturaleza
del meteoro.
Tlaloc tenía su adoratorio en el
templo mayor de México , en lugar
preeminente. Dice Sahagún que en
lo alto del templo había una torre,
que era la más alta de todas, y es-
taba dividida en lo alto, de manera
que parecía ser dos, y tenía dos ca-
pillas ó altares, cubierta cada una
con su chapitel, y en la cumbre te-
nía cada una de ellas sus insignias
ó divisas distintas; que en uno de los
altares estaba la estatua de Huí-
tsilopochtli, y en el otro la imagen
del dios Tlaloc, y, por último, que de-
lante de cada adoratorio estaba
un techcatly que era la piedra de los
sacrificios.
Además de este templo había otro,
llamado Epcoatl (V.); pero éste no
sólo estaba dedicado á Tlaloc, sino
también á sus ministros los Halo-
que, de los que hablaremos des-
pués.
La fiesta principal en honor de
Tlaloc se hacía en el mes Acahual-
co (V.) y le sacrificaban principal-
mente niños en la lactancia y donce-
llas de tierna edad, ahogándolos en
los lagos ó matándolos en la cum-
bre de los montes. Dice un autor
que si los niños lloraban cuando
eran conducidos al sacrificio, se
alegraban los sacerdotes y los cir-
cunstantes, pues aquellas lágrimas
eran agüero de que el año sería
abundante en lluvias. ¡A cuántos
errores conducen las religiones re-
veladas! Esas gentes sí cumplían,
sin saberlo, con el pretendido pre-
cepto que se le atribuye á Jesucris-
to: Habréis de odiar d vuestros pa-
dres y d vuestros hermanos y d
vuestros hijos si queréis estar con-
migo al lado de mi padre que estd
en los cielos. Se necesitaba odiar á
los inocentes niños para alegrarse
de su dolorido llanto al ser condu-
cidos al sacrificio; y era odio lo que
revelaba su alegría, porque cuando
no lloraban los maldecían y maltra-
taban.
Un hecho histórico revela la an-
tigüedad del culto á Tlaloc.
En tiempos muy remotos se veía
la estatua del dios en la cumbre de la
alta montaña, llamada hoy toda-
vía Tlaloc, no lejos de Texcoco, de
piedra pómez en figura de un hom-
bre sentado sobre una loza cuadra-
da, delante de la cual había un va-
so en el que los devotos ponían ulli
y toda clase de alimentos, para dar
gracias después de la cosecha. Ne-
hualpilli c'dTñhió esta estatua por
otra de piedra negra; mas destro-
zada por un rayo, y tomando el su-
ceso como castigo de la profana-
ción cometida, fué vuelta la primi-
tiva á su asiento, deteniéndola con
tres clavos de oro uno de los bra-
zos que se le había roto. El obispo
Zumárraga hizo llevar á México el
reverenciado numen, y mandó ha-
cerlo pedazos. Esta relación se le
debe á Torquemada.
Creemos que el Tlaloc del Códice
NuTTALL es copia de la estatua que
estaba en la montaña de Tlaloc.
(Véase Tlaloctlamacasqui.J
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
273
Tlaloccan. f Véase Ti. ai^oc.)
Tl€docayotl. Tlaloccan (V.) y
yoíl, desinencia que expresa perte-
nencia: «perteneciente al Tlaloc-
can.*) Nombre que daban al viento
del Este ú Oriente, y decían que
Quetsalcoatl, dios de los vientos, lo
enviaba de ese rumbo. «. . . . no es
«viento furioso — dice Sahagún—
«cuando él sopla no impele á las ca-
«noas á andar.»
Tlaloctlamacazqui. (Véase para
la etimología Tlaloc, Tlaloccan y
Tlamacazqu .) Con este nombre d es-
cribe el P. Sahagún al dios Tlaloc,
en los curiosos términos siguientes:
«Este dios llamado Tlatoctla-
^macasquieni el dios de las lluvias:
«decian que él daba las lluvias pa-
«ra que regasen la tierra, mediante
«la cual lluvia se criaban todas las
«yerbas, árboles» y frutos y mante-
«nimientos: también decian que él
«enviaba el granizo y los relámpa-
«gos, y rayos, y las tempestades del
«agua, y los peligros de los rios y
«de la mar. En llamarse Tlaloclla-
^macasqm fquiert decir que es dios
«que habita en el Paraiso terrenal,
«y que dá á los hombres los manteni -
«mientos necesarios para la vida
«corporal. ...»
Tlaloque. (Plural de Tlaloc. (V.)
Nombre que daban á dioses que es-
taban subalternados á Tlaloc para la
ejecución de los diversos fenóme-
nos meteorológicos, como la lluvia,
el trueno, el rayo, los ciclones, las
culebras de aire ó mangas de agua.
T/aloc (V.) y su esposa Chalchiuh •
icueye moraban en un aposento de
cuatro compartimientos, en medio
de los cuales había un gran patio
con cuatro grandes estanques lle-
nos de aguas diversas, la primera
buena para los panes y alimentos; la
otra que anubla las plantas, la ter-
cera que las hiela, la última impro-
ductiva, y que las seca. Tlaloc hizo
multitud de ministros de pequeño
tamaño, los cuales habitaban en
los cuatro compartimientos, arma-
do cada uno de una alcancía y de
un palo; cuando seles mandaba ir á
algún lugar, tomaban del agua que
se les ordenaba, y la vertían en for-
ma de lluvia para regar la tierra;
el trueno se produce porque los mi-
nistros pigmeos quiebran con los
palos las alcancías; el ra3'^o es, cuan-
do alguno de los tiestos de las án-
foras celestes cae del cielo, y hiere
á algún mortal. Estos ministros
creados por Tlaloc eran los Tlalo-
que. Su número es infinito. Hablan-
do el P. Sahagún de algunos dioses
imaginarios, dice:— «Todos los
• montes eminentes, especialmente
«donde se arman nublados para 11o-
«ver, imaginaban que eran dioses,
«á los cuales todos llamaban Tlalo-
<tques, y á cada uno de ellos ha-
«cian su imagen según la idea que
«tenian de los tales. Tenían tam-
«bien imaginación de que ciertas
^enfermedades, las cuales parece
«que son enfermedades de frió, pro*
«cedían de los montes, ó que aque-
«llos montes tenian poder para
«sanarlas, por lo que aquellos á
«quienes estas enfermedades aco-
«metian, hacían voto de hacer fies-
«ta y ofrenda á tal ó á tal monte
«de quien estaba mas cerca, ó con
«quien tenia mas devoción. Tam
«bien hacían semejante voto aque
«líos que se veían en algún peligre
«de ahogarse en el agua de los ríes
«ó de la mar.»
Orozco y Berra, explicando \if
pluralidad de los Tlaloque, dice
«El dios era uno y muchos al mis
69
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274
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
mo tiempo, supuesta ser conocidas
multitud de divinidades subalter-
nas bajo la palabra plural Tlaloqne.
En tiempo de lluvias, hacia la ma-
ñana comienzan á acumularse las
nubes en la cumbre de las altas
montañas; al medio dia empiezan á
extenderse, é impelidas después
por los vientos reinantes van á de-
satarse en lluvias en los vecinos
valles; este fenómeno meteorológi-
co, explicado por el consorcio de
la tierra y del agua, daba lugar á la
creencia de ser los montes la ha-
bitación de los tlaloque, de haber
tantos tlaloqtíe cuantos puntos de
acumulación de nubes, de la adora-
ción de las montañas y de que este
culto se confundiera alguna A'-ez con
el de los tlaloque »
Se hacían varias fiestas á los tla-
loque; pero la más solemne la cele-
braban en el mes Atlacahualco, el
primero del año. La describe el P.
Sahagún en los términos siguientes:
«Para esta fiesta buscaban muchos
niños de pecho comprándolos á sus
madres; escogian aquellos que te-
nian dos remolinos en la cabeza, y
que hubiesen nacido en buen signo:
decian que estos eran mas agrada-
bles sacrificio á estos dioses, para
que diesen agua en su tiempo. A es-
tos niños llevaban á matar á los
montes altos donde ellos tenían
hecho voto de ofrecer: á unos de
fe 11 os sacaban los corazones en
aquellos montes, y á otros en cier-
tos lugares de la laguna de México.
El un lugar llamaban Tepetsingo,
monte conocido que está en la la-
guna, y á otros en otro monte que
se llama Tetepulco en la misma la-
guna; y á otros en el remolino de
la laguna, que llamaban Pantitlan.
Gran cantidad de niños mataban
cada año en estos lugares, y des-
pués de muertos los cocían y co-
mían. En esta misma fiesta en to-
das las casas y palacios levantaban
unos palos como barales, en las
puntas de los cuales ponían unos pa-
peles llenos de gotas de ulli, y á
estos papeles llamaban Amátete-
uitl: esto hacían á honra de los dio-
ses de la agua.»
Después enumera y nombra Sa-
hagún los montes en que sacrifica-
ban á los niños, que eran: Cuauchte-
petl, junto á Tlaltelolco; Yoaltecatl,
cerca de Guadalupe; Tepetsinco,
frontero á Tlaltelolco; Poyauhtla,
en los términos de Tlaxcalla; Cocotl.
junto á Chalco "Ateneo; Yauhque-
me, junto á Tacubaya. Después sigue
diciendo:- -«A estos tristes niños
antes que los llevasen amatar, ade-
rezábanlos con piedras preciosas,
con plumas ricas, y con mantas y
maxtles muy curiosas y labradas,
y con cotaras muy labradas y muy
pulidas, y poníanlas unas alas de pa-
pel como ángeles, y teñíanles las
caras con aceyte de Ulli; enmedío
de las mejillas les ponían unas ro-
dajitas de blanco, y los colocaban
en unas andas muy aderezadas con
plumas ricas, y con otras joyas va-
liosas, y llevándolos en las andas,
íbanlos tañendo con flautas y trom-
petas que ellas usaban, y por don-
de los llevaban toda la gente llora-
ba. Cuando llegaban con ellos á un
oratorio que estaba junto á Tepe-
tzinco de la parte del occidente, al
cual llamaban Tococan, los tenían
allí toda una noche velando, y can-
taban los cantares los sacerdotes
de los ídolos porque no durmiesen, y
cuando ya llevaban á los niños á los
lugares donde los habían de matar,
si iban llorando y echando muchas
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SBGVNOA ^:Pt>CA. TOMO V.
^75
lágrimas, alegrábanse los qu« los
veían llorar, porque decian qu-e era
señal de que llovería muy presto; y
si topaban en el camino con algún
hidrópico teníanlo por mal agüero y
decian -que dios impedían la Ihtvia.
Si alguno de los ministros del tem-
plo, y otros que llamaban Quaqua-
"vilti (Cuacuacuiltin, V.), y los vie-
jos, se volvían á sus casas y no lle-
gaban donde habían de matar los
niños, teníanlos por infames é in-
dignos de ningún oficio público, de
ahí en adelante llámanlos mocauh-
que, que quiere decir dejados. y>
TlalpillL (Derivado de tla-lpia,
ligar, unir alguna cosa, comp. de
tía, algo, alguna cosa, y de ilpia, li-
gar, unir, anudar, etc. Ualpüli sig-
nifica, pues, «ligado,» «unido,» etc.)
Daban este nombre á cada una de
las cuatro fracciones de 13 años en
que estaba dividido el ciclo de 52
años. El conjunto, la unión, la liga
de 13 años era el Tlalpilli de los
mexicanos. Esta liga de años no era
arbitraria; reconocía por origen la
coincidencia del primer día del año
solar de 365 días con el primer día
del año de Venus, de 260 días. Así
es que cada trece años el primer
día de la 1.^ veintena era también
primer día de la 1.* trecena, y am-
bos llevaban el signo Ce Cipactli.
Como los días llevan numeración
trecenal,y ésta no cabe exactamen-
te ni en los veinte días del mes ni
en los 360 del año, suprimidos los 5
nemoníenti (V.), el numeral de Ci-
pactli va cambiando en el principio
de las veintenas y de los años; y so-
lamente se encuentra con el nu-
meral 1, cada trece veintenas y cada
trece años. Por esto dice Chavero
que entre los mexicanos el tlalpilli
de trece años vino á ser el período
perfecto de la combinación de los
días, y en él entraban completos 18
tonalamaU de á doscientos sesenta
días. (Véase Calendario.)
Tlalpil<mi.(Derivadoderta 4pia.
ligar, atar; «liga, atadero.») Adorno
con borlas con que se ataban el pe-
lo sobre la coronilla de la cabeía,
en ciertas ceremonias religiosas
Tlaltecayohua. (Elim. incierta,)
Uno de los doce dioses principales
de los cuatrocientos que tenían los
borrachos.
Lo único que se sabe de él, es lo
que dice el intérprete del C<3díce
NuTTALL, explicando la lámina 55.
Dice así:
«Este demonio sellamaua. tlatega-
yoa. Enel qual areito q aeste seha-
zia. y va delante vn yndio. vestido
vn pellejo de mona q ellos llaman
ensulengua cu<;umate (osomatli).
TlaltecutU. (Tlalli. la Tierra; te-
ctitli, señor: «El Señor Tierra.»)
Los cuatro dioses encargados de
crear el mundo { Fi^os^ Cosmogonía)
por el Ser Supremo Ontotecutli, des-
pués de crear el fuego, los cielos y el
agua, crearon la Tierra, dándole
el carácter de un dios bajo el nom-
bre de TlaltecutU, «Señor-Tierra.»
Los mexicanos, como el mundo
antiguo, consideraban á los seres
con relación á cuatro elementos:
tierra, aire, agua y fuego, y los ado-
raban,considerándolos como dioses,
además de los cuerpos celestes.
Como diosa figuraban la tierra en
una rana fiera, con bocas llenas de
sangre en todas las coyunturas, pa-
ra representar que todo lo comía y
tragaba. Ya hemos dicho que don-
de quiera que se muestran las re-
producciones bajo algún aspecto,
la razón incipiente las asemeja á las
generaciones de los seres, forman-
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^6
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
do dualidades de hombre y de mu-
jer. Tlaltecutli era el dios varón de
de este elemento: á este «Señor
Tierra» lo reverenciaban con gran-
des sacrificios y ofrendas. La prin-
cipal reverencia que en su honor
se practicaba, era tomar del polvo
con el dedo mayor de la mano y lle-
varlo á la boca; se hacía en memoria
del nacimiento y muerte de los hom-
bres. El memento homo guia ptilvis
est de los católicos, es una
sombra de aquella práctica de los
nahoas.
«La tierra negando sus frutos —
dice el P. Duran — presenciando la
muerte de los seres y encerrando
sus despojos en su seno, desnu-
do de su verdor durante el invierno,
presenta una faz angustiosa y dura;
mientras su fertilidad abundosa, el
nacimiento constante de nuevos in-
dividuos, la reaparición de las plan-
tas en la primavera, la ofrecen como
blanda y amorosa: de aqui conside-
rarla como madre y madrastra al
mismo tiempo.»
Estas ideas opuestas se encerra-
ban en la Chicomecoatl (V.), diosa
de la germinación de las plantas,
pues bajo este nombre era el numen
de la esterilidad y del hambre, mien-
tras en el de Chalchitihcihtiatl (V.),
presidía á la abundancia y al rego-
cijo: era el bien y el mal en una sola
pieza.
Tlaltecutli era el dios vengador
del adulterio.
Tlaltetecuin. ( llalli, tierra; tete-
cuini, el que golpea, el que hace rui-
do: no se percibe el sentido etimo-
lógico del nombre.) Dios de la me-
dicina. Era sobrenombre del dios
Ixtlilton (V.), «Cara negrita» ó «Ne-
grillo.»
Tlalticpaque. (Tlal-t icpactli. el
mundo; con la partícula que, pos-
puesta, significa: «Señor del mun-
do;» y Paredes lo trae como reve-
rencial en la forma siguiente: Teott
catlalticpaquecatsintli, «el verda-
dero Dios es Señor de la tierra.» La
estructura etimológica no corres-
ponde ala significación del vocablo,
claramente, pues llalli es «tierra j^
é icpac «encima,» «sobre;» la par-
tícula <7«^ no tiene significación nin-
guna, de suerte que «Señor» no se
sabe de donde viene.) Nombre que
daban al Ser Supremo.
Chavero, para quien los indios no
tenían' idea de un dios espiritual,
dice que Tlalticpaque era nom-
bre que daban al sol, significando
« el que envía la luz á la tierra , » y que
como astro vino especialmente á ser
el señor del día. Con esta explica-
cación de Chavero se percibe con
más claridad el sentido etimológico
de la palabra.
Tlaltonatiuh. (Tlalli, tierra, /o-
natiuh, el sol: «Sol de tierra.») La
cuarta de las cuatro edades de la
Tierra, según los nahoas. Esta edad
está representada en un jeroglífico
del Códice Vaticano, número 3738.
Hay una diosa que baja del cielo, es
la Xochique llalli, la diosa de las
alegrías y de los amores castos; la
tierra está pintada de color rosado,
como si de rosas estuviese tapiza-
da; brotan por donde quiera flores
y frutos, y la diosa misma al bajar
se columpia en ramas verdes, orna-
das de rosas. En lugar del par des-
nudo que se salva en las catástro-
fes del Atonatiuh y del Ehecatona-
tiuh, vense aquí hombres y mujeres
vistosamente vestidos con adornos
de ramas, que alegres hablan, lle-
vando en las manos flores y bande-
ras, como en señal de fiesta.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
277
El P. Ríos, intérprete del Códice
Vaticano citado, llama al Tlaltona-
tiuhEtá delli capelli neri, «Edad de
los cabellos negros.»
Orozco y Berra, siguiendo á la
mayor parte de los cronistas, atri-
buye la cuarta edad á una catástro-
fe que sufrió la humanidad por el
hambre; de suerte que la pintura
no representa, como en los tres so-
les anteriores, el momento en que
se inicia la calamidad, sino al con-
trario, la época en que termina, y
por eso la diosa aparece muy rego-
cijada y llena de adornos en la pin-
tura del Códice.
Chavero no admite que el cuarto
sol ó la cuarta edad haya termina-
do poruña catástrofe, y en apoyo de
su aseveración dice lo siguiente:
«No es, no podía ser la representa-
ción (de la pintura) del fin del cuar-
to sol, que debía terminar precisa-
mente por una catástrofe. Ninguna
explicación lógica podría darse de
que todos los soles, hasta el quinto,
encerraban necesariamente la idea
de una calamidad, y que sólo el
cuarto había sido indultado de tan
terrible destino.
«Hay que buscarle, pues, su ver-
dadera conclusión al cuarto sol; y
nótese que se llamó sol de tierra,
porque lo terminó una calamidad
histórica; lo que ha hecho suponer
inocentemente á algunos cronistas
que pudo concluir la cuarta edad
por terremotos. Si buscamos suce-
sos históricos, encontramos al fin
del siglo VI, la destrucción del im-
perio tlapalteca; pero los tolteca no
podían considerar este aconteci-
miento como una catástrofe; fué,
por el contrario, el origen de su na-
cionalidad. Además, lo habrían se-
ñalado en sus jeroglíficos.
«Pero nace el sol en Teotihuacán,
y parece que hay razón para con-
tar desde él el quinto sol. Mas nóta-
se como raro que tal quinto sol no se
hubiese puesto en los anales jero-
glíficos. Debemos, pues, buscar una
nueva causa á este nuevo sol, y la
vamos á encontrar en el orgullo de
los mexicanos.
«En el año 1116 se desmoronó el
imperio tolteca, representante en-
tonces déla antigua raza nahoa: los
reinos del Norte habían desapare-
cido, y de aquella bizarra y pode-
rosa civilización no quedaba más
muestra que Tollan. La destrucción
de la ciudad puso en peligro la exis-
tencia de toda la raza : fué para ella
calamidad tan grande como sus an-
teriores destrucciones por el agua, el
aire y el fuego. Ya no fueron los
elementos los agentes de la desgra-
cia, fueron las pasiones humanas,
desatadas furias que hacen más da-
ño que los desatados elementos.
Ya no bajó del cielo la causa de las
catástrofes: engendróse en la tierra,
en el corazón de los mismos hom-
bres; y por eso se llamó á este sol
el sol de tierra, Tlaltonatiuh. Los
mexicanos, pueblo esencialmente
orgulloso, habían querido tener su
dios propio, y haciéndose un dios de
su jefe Huitsilopochtli, lo pusieron
sobre los demás dioses de la raza.
Habían querido tener una ciudad
propia, y la levantaron sobre las
aguas del lago, y la hicieron señora
de su imperio y de sus conquistas.
Como la raza tolteca era la repre-
sentante de la más grande y más
antigua civilización, quisieron apa-
recer sus herederos, y modificando
su cronología, como veremos más
adelante, dieron por principio á su
viaje el año de la destrucción de To-
70
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278
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Han. Quisieron en su orgullo que
ésta fuera una nueva era para toda
la raza, é inventaron un quinto sol.
La calamidad del cuarto era la des-
trucción de Tollan, la nueva era, su
peregrinación; el día en que conclu-
yera el quinto sol, el sol mexica, de-
bía acabarse definitivamente el
mundo. No negamos que los texcu-
canos, pueblo orgulloso también y
rival de México, quisieran á su vez
tener un quinto sol; que les parecie-
ra humillante aceptar el mexica, y
que ya formada la fábula de Teoti-
huacan, tomaran este suceso como
principio de la nueva era. Asíse ex-
plica el texto de Gomara, quien lo
tomó de Motolinía aún con el error
de cálculo. Y así es cómo verdade-
ramente se vienen á concordar las
opiniones encontradas del Señor
Orozco y la nuestra.
«De todas maneras, la dedicación
de las pirámides de Teotihuacan y
Cholollan fué un gran suceso en la
historia de la raza nahoa; fué el
triunfo de sus ideas religiosas, la
perfección, digámoslo así, de su con-
quista. La vieja civilización del Nor-
te se planteaba en el centro, de ma-
nera enérgica y segura. La primera
teocracia de Tollan, el primer Hue-
mac, había cumplido su gran misión
en el centro mismo, en el corazón del
país. La civilización del Sur, dos ve-
ces vencida por los ameca y ulmeca,
lo estaba ya definitivamente y para
siempre. La raza del Sur, como to-
das las demás, olvidando sus viejos
orígenes, pretendería en lo de ade-
lante y como un gran honor descen-
der de los tolteca. El sol que se le-
vantó sobre el t^actíalli de Teoti
huacan inundó con sus rayos de oro
todos los pueblos de las viejas civi-
lizaciones.»
No creemos que el cuarto sol ten-
ga relación alguna con la dedica-
ción de las pirámides de Teotihua-
can, pues este último suceso fué
anterior á toda civilización que ha-
ya dejado huellas en la historia, y
se le ha atribuido á los toltecas
por la falta de conocimiento de
otra civilización anterior y, como
dice Chavero, por orgullo de la ra-
za nahoa, y particularmente de su
último representante, los Mexica-
nos. Además, el gran suceso de la
dedicación de las pirámides, no mar-
ca una época como las que repre-
sentan los soles, señaladas con un
cataclismo geológico ó meteoroló-
gico, sino una nueva era de tras-
cendencia moral, pues significa el
triunfo religioso de una raza sobre
otra. En los códices pictóricos no
hay ninguna relación entre ambos
sucesos; ni los intérpretes han he-
cho alusión alguna á la dedicación
de Teotihuacan al hablar del cuarto
sol. El P. Ríos dice que hubo una
lluvia de sangre, que se secaron las
mieses y que los pueblos fueron
asolados por el hambre, y que no pe-
reció la humanidad entera, sino
que sobrevivieron muchas parejas.
¿Qué tienen que ver estos fenóme-
nos meteorológicos ó de cualquiera
otro orden físico, con el triunfo
religioso acaecido y conmemora-
do en Teotihuacan? El P. Ríos no
le da al suceso más que el carácter
de una catástrofe material, produ-
cida por la naturaleza, y le da el
nombre de «Edad de los cabellos
negros,» para dar á entender que
era la más joven, la última edad, en
oposición al Atonatiuh, «Sol de
agua.» que llamó Tsonistac, «Cabe-
llos blancos,» para significar que
era la más vieja, la primera. La
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
279
lluvia de sangre, origen de la ca-
tástrofe, la supone el P. Ríos por el
color de rosa del fondo de la pintu-
ra. No nos parece fundada la suposi-
ción, porque, si la pintura represen-
ta el fin de la catástrofe, y no su
principio, el color de rosa represen-
tará la aurora de los días en que
volvió el buen tiempo; y esto es
tanto más probable cuanto que
los indios representaban la lluvia
con gotas de agua caídas de lo al-
to, y para representar una lluvia de
sangre fácil les era pintar de rojo
las gotas de agua. Además, no es
extraño que los indios y aun el mis-
mo intérprete hayan creído que llo-
vió sangre, pues hoy mismo el vul-
go califica de lluvia de sangre á las
que se forman con agua colorada,
de lo cual los sabios han dado la
explicación atribuyendo el color al
polvo rojo producido por erupcio-
nes volcánicas ó por otras cau-
sas meramente naturales. Esas llu-
vias teñidas de polvo rojo ó de otro
color producen la destrucción de las
mieses y la muerte por asfixia de
los animales y de los hombres, co-
mo se ha visto últimamente en la
isla de la Martinica.
Los signos cronográf icos que se
encuentran en la pintura del Códi-
ce acusan 5206 años como duración
del cuarto sol.
En un poema que publicamos con
el nombre de «Los Cuatro Soles,»
describimos el Jíaltonatiuh del mo-
do siguiente:
Después de muchos siglos de ventura;
Cuando la humanidad sobre la tierra
Esparcida se hallaba cual los astros
En el espacio inmenso de los cielos;
Cuando comarcas, pueblos y ciudades
Poderosas se alzaban en Anáhuac,
Como Palenque, üxmal y Xochiaalco;
Cuando el vixtoti en la feliz Cholollan
Altísima pirámide levanta,
Y cuando el bronco y pertinaz tarasco
Sus colosales ydkatas erige;
Entonces ¡ay! cual la oriental Palmira
En ruinas se convierten las ciudades
Y perecen también sus moradores.
La Centeotl, la Ceres del nahoa,
La que el maíz produce en abundancia,
Vuelve airada la faz á los humanos,
Y con fuego que brota de sus ojos
Las mieses tuesta y quema las praderas.
Apiztli asoladora se propaga
Desde el Mictlampa, donde mora el Cierzo,
Hasta el Hniztlan, del Ábrego guarida;
Y recorre también, llevando horrores,
Desde el Tlalocan, donde el sol se asoma,
Hasta el umbroso y triste Cihuatlampa:
Del hambre en pos camina la Miquiztli,
Y su guadaña fiera, cortadora
Segando va la vida del anciano,
Del niño y la mujer en su miseria.
Los hombres quedan en tormento horrible
Esperando exalar su último aliento;
Y cuando juzgan que su fin se acerca.
Las ías de los dioses los azotan
Con nuevo padecer que ya ni sienten:
Fatigados los dioses que en sus hombros
La gran mole soportan de la tierra.
Sin fuerza y sin vigor, que ya les faltan,
Vacilantes, apenas la sostienen,
Y la sacuden grandes terremotos;
Al hombre en su dolor no lo amedrenta
La nueva plaga que sus males dobla.
Sino tranquilo y plácido se pone
Cuando la tierra se abre y se lo traga.
Apiadada la diosa de la gente
Que sobrevive á tan terribles males.
Vagando por los campos y los montes
Y de la mar por solitarias playas.
Desciende del empíreo, más serena;
Es la Centeotl con otros atributos;
Xochiqnetzalli, la festiva diosa.
La del amor y grandes alegrías.
Baja empuñando entretejidas ramas
De hierbas y de flores, y la tierra
Con su hálito sagrado fertiliza;
En breve tiempo esmáltanse los prados
Con flores brillantísimas y amenas;
Del árbol cuelgan sazonados frutos,
Se cuaja en el nopal la fresca tuna,
Suave néctar destilan los magueyes:
Las milpas se sazonan en los campos,
Y de tlaoltsin rebosan los tzincolotl;
Los dioses fatigados que soportan
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280
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
De la tierra la inmensa pesadumbre,
Por otros vigorosos se cambiaron:
En otra Arcadia convirtióse Anáhuac.
Tlaltonatiuh, terrible «sol de t¡erra,^
Tal fue el nombre que dieron los nahoas
A la funesta edad en que murieron
Acosados por hambre encrudecida,
O agobiados por fuertes terremotos.
Tlalxicco. (Tlalli, tierra; xicili,
ombligo, fig. centro; co, en: «En el
centro de la tierra.») Era el IP edi-
ficio de los 78 que comprendía el
templo mayor de México. Dice Sa-
hagún que en el mes de Tititl ma-
taban á un cautivo en honra de Mic-
tlantecutli; que después de sacrifi-
cado por el sacerdote llamado 77/-
llantlenamacac, éste incendiaba la
estatua del dios, y que todo esto lo
hacían de noche.
Se dio tal nombre al templo, por-
que estaba consagrado al di(5s Mic-
tlantecutli, «Señor de la mansión
de los muertos,» ó, como traduje-
ron los misioneros, «del infierno.»
Decían que esta mansión estaba en
el centro de la tierra, y de ahí el
nombre de Tlalxicco.
Paso y Troncoso lleva más ade-
lante la interpretación: «Cuando al
«7.^ edificio del templo mayor, ado-
«ratorio de Mictlantecutli, se le 11a-
«ma tlalxiccOy que significa «en el
«ombligo de la tierra,» daban á en-
«tender sin duda los indios que las
«tinieblas eran propias de lasbaju-
«ras ó profundidades del mundo,
«ya que la forma de ombligo es la
«de hondonada » No, los
indios no tuvieron en cuenta la
forma del ombligo, sino su situa-
ción en el cuerpo, para darle la
significación figurada de «centro;»
ni tampoco que el lugar obscuro,
Xictli, ombligo, significa «centro,»
como l^ontli, cabello, significa «ci-
ma,» «altura;» cuiilapilli, cola, sig-
nifica «extremidad;» yacatl, nariz,
significa «punta;» tentli, labio, sig-
nifica «orilla,» «borde*» todas son
significaciones figuradas. En este
sentido se dice Tepeyacac, Nariz
de los cerros, al cerro delantero de
una cordillera; Atentli, Labio del
agua, á la orilla de un lago; Amah
cuitlapilli. Cola de los amates, al
lugar donde acaban los amates; y
Tlalxictli, ombligo de la tierra, al
centro de la tierra.
Borunda, con su extravagante
criterio cree que Tlalxicco es el in-
infierno, pues dice: « el dis-
«tintivo de la situación del Infierno
«es el ^ Tlalxicco, T^ dentro, co, de la
«oquedad céntrica, sictli, de la tie-
«rra. tlalli, advertida en lugares
«volcánicos.»
Tlalxiotentioa. (Tlalli, tierra;
xictli, ombligo, fig. centro; tentli,
labio, fig. orilla; tica, en: «en la ori-
lla del centro de la tierra.») Nom-
bre que daban al dios Fuego, ó
más bien á la mansión que ocupaba.
Suponían que Mictlantecutli mora-
ba en el centro de la tierra, Tlal-
xicco (V.), y que el Fuego estaba en
la orilla de esta mansión, tlalxic-
tentica. Visltunbraron la hipótesis
áel fuego central, que hoy sustenta
la ciencia.
Tlamacazque. (Plural de Tlatna-
casqui, partic. act. de tla-maca, dar
alguna cosa, servir: «Servidores.»)
Los sacerdotes ó ministros de los
ídolos.
Clavigero, hablando de las órde-
nes religiosas, dice:
«Entre las diferentes órdenes ó
«congregaciones religiosas de hom-
«bres y de mugeres, merece parti-
«cular mención la de Quetzalcoatl.
«En los colegios ó monasterios de
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
281
«uno y otro sexo, dedicados á este ¡
«imaginario numen, se observaba
«una vida extraordinariamente rígi-
«da y austera. El hábito deque usa-
«ban eramuyhonesto:bañábanseto-
«dos á media noche, y velaban has-
«ta dos horas antes del dia, cantando
«himnos á su dios, y ejercitándose
«en varias penitencias. Tenian li-
«bertad de ir á los montes á cual-
«quiera hora del dia y de la noche,
*á derramar su propia sangre: pri-
«vilegio de que gozaban, en virtud
«de su gran reputación de santidad.
«Los superiores de los monasterios
«tomaban también el nombre de
«Quetzalcoatl, y tenían tanta auto-
«ridad, que á nadien visitaban si no
«es al rey» en casos extraordinarios.
«Estos religiosos se consagraban
«en la infancia. El padre del niño
«convidaba á comer al superior, el
«cual enviaba en su lugar á uno de
«sus subditos. Este le presentaba
«el nifto y él tomándolo en brazos,
«lo ofrecía, pronunciando una ora-
«cion á Quetzalcoatl, y le ponía al
«cuello un collar que debia llevar
«hasta la edad de siete años. Cuan-
«do cumplía dos años, le hacia el
«superior una incisión en el pecho,
«la cual, como el collar, era la se-
«ñal de su consagración. Cumplidos
«los siete años, entraba en el mo-
«nasterio, después de haber oido de
«sus padres un largo discurso, en
«que le recordaban el voto hecho
«por ellos á Quetzalcoatl, y lo ex-
«hortaban á cumplirlo, á observar
«las buenas costumbres, á obede-
«cer á sus superiores, y á rogar á
«los dioses por los autores de su vi-
«da y por toda, la nación. Esta ór-
«den se llamaba Tlamacaxcayotl,
«y sus individuos Tlamacaxques.^
En la falda del volcán Popocate-
petl hay un rancho llamado Tlama-
cas. Este nombre es una abrevia-
ción de tlamacascalco» «En la casa
de los sacerdotes.» En la cima del
volcán tributaban culto al dios Po-
pocatepetl; pero no pudiendo vivir
los sacerdotes en la cumbre por im-
pedírselo el frió y las tempestades
de nieve; fijaron su morada en la fal-
da de la montaña, y sólo subían á
la cima en los días de fiesta cele-
brada en honor del monte. ( Véase
Sacerdotes).
Tlamacaztotontin. (Plural de
TlamacastontliyQomp. de Hamacas-
que{V.) y de tontli, diminutivo des-
pectivo:«Ministrillos.»)Ministros in-
feriores de los templos. Especie de
acólitos; sacristanejos, como di-
ce Sahagún.
Tlamalzinco. (Tlantaísm,e\ dios
líamatBincatl; co, en: « En (donde
está) TlamatBincatl.*) Era el Z\P
edificio de los 78 que comprendía
el templo mayor de México. En él
se tributaba culto al dios TI ama-
tsincatl. (V.)
Tlcunatecutlí. Algunos autores
hablan de persona diciendo que es
una diosa. No hay tal diosa. El voca-
blo es una errata de la obra de Saha-
gún (Tomo 1 , pág. 73) en la que se da
tal nombre á la diosa Ilamatecutli.
TlamatzinoatL (Tla-ma, cazar,
cautivar, coger algo con la mano;
tsíntli, expresión reverencial; cali,
que es: «Cazador cito.») Era el nom-
bre que le daban á TeBcallipoca en
la fiesta que hacíaná los dioses en el
mes Teotleco. (V.) Con este nombre
le hacían fiesta también en los me-
ses Quecholi y Toscall. (V.)
Orozco y Berra dice que era dios
de los matlatzincas, y Remí Simeón
dice que era el dios de la guerra.
Ninguna de las dos aseveraciones
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282
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
es exacta, pues Sahagún, que trata
extensamente de este dios, no le da
tales caracteres. Los de Tlaxcalla,
Huexotzinco y Cholula lo confun-
dían con Camaxtle y con Mixcoatl,
y por eso se le dio el nombre de
«Cazador.»
Tlanamaoao. (Abreviación de
tlanamacani, partic. act. de tla-na-
maca, vender algo: «Vendedor.»)
Sahagún divide á los ministros de
los templos en tres clases: la pri-
mera, tlamasfto, «es como acólito»
— dice; la segunda, tlaniacasqui,
«que es como diácono;» la tercera,
tlanamacac, «que es sacerdote.» No
se percibe el sentido etimológico de
la palabra, pues no se comprende
cómo eran vendedores los sacerdo-
tes. Paso y Troncoso habla de un
sacedote llamado ílenamacac, comp.
de tlet, fuego, y de namacac, el que
vende: «vendedor de fuego.» Pero
éste era un sacerdote destinado al
servicio del dios Mictlantecutli, y su
nombre no aparece como genérico,
sino muy especial; así es que no
puede decirse que haya sido el nom-
bre común de los sacerdotes, y que
el tlamacac de Sahagún, que copia
Orozco y Berra, haya sido una erra-
ta. Queda, pues, en duda qué era
lo que vendían los sacerdotes, ó
por qué se les llamaba* vendedores. »
TlancuaoemiL (Plural de tlan-
cuacemilhuitl: tlancua, cerrar, apre-
tar los dientes; cemilhuitl, un día:
«que cierran ó aprietan los dientes
un día entero.») Servidores de Que-
tsalcoatL, que eran muy reputados
por su ligereza, pues corrían un día
entero sin tomar descanso. Lo de
cerrar los dientes debe tener en el
vocablo una significación figurada
aludiendo á que corriendo todo el
día no abrían los dientes para comen
y por lo mismo, los tenían cen-ados,
ó bien, que durante la carrera lle-
vaban los dientes cerrados tlancua.
El P. Sahagún, refiriendo quien
era Quetsalcoatl, dice « y los
«vasallos que tenía eran muy lige-
«ros para andar y llegar adonde
«ellos querían ir, y se llamaban
^Tlanquacemühitime . ...»
Tlanempopoloa. (Disipar, des-
truir, prodigar: «que es largo en el
dar y conceder.») Uno de los nom-
bres que daban á Tescatlipoca, alu-
diendo á que era liberal para con-
ceder bienes.
Tlanexquimilli ( Véase Tlaca-
nexquimilll)
TlapalaztatL (Clapalli, color, co-
sa pintada; astatl. garza: «garza de
color.») Nombre que le dan algunos
autores á la hermosa ave tlauhque-
choli ó Quecholi. Como un mes lle-
va el nombre de esta ave, hay
que tener presente esta sinonimia
para no caer en confusión. Paso y
Troncoso hace observar con este
motivo que los indios atinaron en
su clasificación al poner al quecho-
li cerca de las garzas astatL
Tlapalihiii. (Derivado de tlapa-
lli, color, en sentido figurado.) Nom-
bre que daban á los jóvenes cuan-
do se casaban, dando á entender
que ya era fuerte, robusto, nubil.
Tlapaltecatl. (Gentilicio deriva-
do de Tlapalla. Orozco y Berra tra-
duce: «Señor de muchos colores;»
pero es errónea la traducción. Equi-
vale á decir toltecail, «Señor de
muchos tules;» as tecali, «Señor
de muchas garzas.») Nombre de un
monte en la comarca de Tlaxcala,
reverenciado como dios . Estaba re-
presentado, como otros montes, por
un ídolo en el templo, y tenía sus
oraciones y víctimas particulares.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
283
Tlapixcatzin. (Reverencial de
tlapixqui, guardián, custodio, deri-
vado de tla-pia guardar alguna co-
sa.) Maestro de capilla,el cual no sólo
disponía la música, sino que dirigía
el canto y corregía á los cantores.
Sahagún dice que era una especie de
Chantre. Como el chantre es una
dignidad en las catedrales, más bien
debe compararse el Tlapixcaisin
con el Sochantre, que es el que en-
seña y corrige á los cantores en las
catedrales.
TlatellL (^Etim. desconocida.
(Montículo, túmulo y, en general,
cualquiera construcción cónica ó
piramidal pequeña.
Chavero, describiéndolas pirámi-
des de Teotihuacan, dice que
sobre los muros que circundan la
pirámide del sol hay once tlaltelli,
y agrega que tlaltelli significa mon-
tón de tierra, lo cual no es exacto,
porque, aun cuando el vocablo fue-
ra tlal-telli, el segundo elemento
ielli por sí solo no tiene significa-
ción ninguna. Montón de tierra se
dice tlaltelolotli,
Tlatlauhquioenteotl. (Tlaila-
huqui, colorado, rojo, centli, mazor-
ca de maíz; teotl, dios: «Dios del
maíz colorado.») Los indios no só-
lo tenían á la Centeotl como diosa
del maíz, sino que crearon en su mi-
tología un numen especial para ca-
da clase, según su color. Para el
maíz rojo ó colorado invocaban á
Tlatlauhquicenteotl; para el blanco,
á Istaccenteotl; y para el morado ó
prieto, á Yayauhquicenteotl.
Tlatlazaliztli. (Derivado de tía-
tlasa. arrojar algo: «Arrojamiento,
el acto de tirar alguna cosa.») Ce-
remonia común que consistía en
que ninguno comiese sin que pri-
mero se arrojase al fuego un bo-
cado de lo que había de comer.
(Sah.)
Tlatoyahualiztli. (Derivado de
tlatoya, derramar, verter alguna
cosa: Derramamiento, versión.») El
acto de derramar ó verter alguna
cosa. Sahagún, tratando de las
ofrendas que hacían los mexica-
nos á los dioses, dice: ^ Tenían otra
«ceremonia también común, quena-
«die habia de beber pulcre (pulque)
«sin que primero se derramase un
«poco á la orilla del hogar, y cuan-
«do quiera que encetaban alguna
«tinaja de pulcre, primero echaban
«en un lebrillo cantidad de él, y po-
«nian un lebrtllo cerca del fuego:
«de allí tomaban con un vaso, y de-
«rramaban al canto del hogar á cua-
«tro partes un vaso de aquel pul-
«cre, y hecho esto bebían los con-
« vidados, y antes de esto nadie usa-
«ba beber: esto llamaban Tlatoia-
^oalistliy que quiere decir lihatio
«(libación), ó gustamiento.» Ya he-
mos visto que etimológicamente só-
lo significa «el acto de derramar ó
verter un líquido.»
Tlatzontequiloyan. (Tsantequi-
lo, se juzga voz imprs. de tsonte-
qui, juzgar, yan, que expresa el lu-
gar donde se ejecuta la acción del
verbo: «donde se juzga.») Tribunal,
palacio de justicia.
Tlauquechol. fTlahuitl, almagre,
color rojo; ave de este nombre, Qiíe-
cholli.) (Véase Quecholli.)
Tlaxapochcaloo. (Tlaxapochtli,
fosa, agujero; calli, casa; co, en: «en
la casa de las fosas.») Nombre de la
cuarta casa que tenía Quetsalcoatl
en Tollan. Le llamaban el templo
del pesar y del arrepentimiento, y
á él mandaban á los hombres delin-
cuentes y de mala vida, inmorales y
de hablar obsceno.
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284
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Los tres primeros templos eran:
Cacuaucalli, Xccahualcalco y Coa-
calco.
Tlaxoohimaco. (Tía, algo; Xó-
chitl, flor; maco, se da; voz imperso-
nal del verbo maca, dar: «se dan flo-
res á algo.* En el Códice Nuttall
áiice Moxochimaco ,foYm?i recíproca
del verbo wacflr^ y significa: «ellos se
dan flores unos á otros. » En el catálo-
go de Boturini se lee Nexochimaco,
forma impersonal recíproca, y signi-
fica: «se dan flores irnos á otros.»
Por último, el P. Carocci emplea la
forma Texochimaco, que literalmen-
te significa: «se dan flores á otro ó
á otros.» Paso y Troncoso dice que
la primera forma, Tlaxochimaco,
es la más generalmente usada, la
más propia y la más digna de cono-
cerse. No juzgamos que sea la más
propia, pues, como dice el mismo Pa
so y Troncoso, envuelve un pleonas-
mo, porque estando regido Xóchitl,
flor, por el verbo transitivo maca,
dar, debió suprimirse el prefijo tía,
alguna cosa. Además, las flores se
dan á alguien, y no á algo, y bajo es-
te aspecto es más propia la forma
Texochimaco, «sedan flores á algu-
no. » Ahora, si las flores se las daban
entre sí los indios en la fiesta, re-
sultan también propias las otras
dos formas, Moxochimaco y Nexo-
chimaco.)
Tlaxochimaco era el noveno mes
del año solar. Lo llamaban también
Miccailhuitontli, (V.)
En este mes se celebra la segun-
da fiesta de Huitzilopochtli, en la
cual, además de las ceremonias or-
dinarias, adornaban con flores, no
sólo los ídolos de los templos, si-
no también los de las casas, y de ahí
vino el nombre de Tlaxochimaco y
los demás que hemos explicado. La
noche antes de la fiesta se emplea-
ba en preparar las viandas que al
día siguiente comían con gran al-
gazara y regocijo. Los nobles de
ambos sexos bailaban poniéndose
las manos en los hombros recípro-
camente. Este baile, que duraba to-
do el día, terminaba con el sacrifi-
cio de algunos prisioneros.
También se celebraba en este
mes, con sacrificios, la fiesta de
Yacatecutli, dios de los mercade-
res.
Sahagún, describiendo con su gra-
cioso lenguaje la fiesta que se ha-
cía al dios de la guerra, dice: «La
«noche antes de esta fiesta, ocupá-
«banse todos en matar gallinas y
^perros para comer, en hacer ta-
« males y otras cosas concernientes
«á la comida. Luego de mañanita el
«día de esta fiesta, los Sátrapas de
«los Ídolos componían con muchas
«flores á Vitsilopuchtli, y después
«de compuesta la estatua de este
«dios, componían las estatuas de los
«otros dioses con guirnaldas y sar-
«tales y collares de flores, y luego
«componían todas las otras estatuas
«de los Calpules y Telpuchcales.
«en las casas de los Calpixques y
«principales, y macehuales, todos
«componían las estatuas que tenían
«en sus casas con flores.»
Describiendo la fiesta, dice:
«Adornadas las estatuas de todos
«los dioses, luego comenzaban áco-
«mer aquellas viandas que tenían
«aparejadas de la noche pasada, y
«dende á un poco después de comer
«comenzaban una manera de baile
«ó danza, en la cual los hombres
«nobles con mugeres juntamente
«bailaban asidos de las manos, y
«abrazados los unos con los otros,
«echados los brazos sobre el cuello.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
285
«No danzaban á manera de areyto,
«ni hacían los meneos como en el
«areyto, sino que iban paso á paso
«al son de los que tañían y canta-
«ban, los cuales estaban todos en pie
«apartados un poco de los que baila-
«ban. cerca de un altar redondo que
♦llaman nmniustli.
«Duraba este cantar hasta la no-
«che, no solo en los patios de los cues
«pero en todas las casas de los
«principales y macehuales taftian
«y cantaban con gran voceria has-
«ta la noche, y los viejos y viejas
«bebian el uctli; pero no ningún
«mancebo ni moza y si alguno lo
«bebia, castigábanlo reciamente.»
En otro lugar describe más mi-
nuciosamente la fiesta, refiriendo
los preparativos y el modo con que
terminaba. «Dos dias antes quelle-
«gase esta fiesta toda la gente se
«derramaba por los campos y mai-
«sales á buscar flores, de todas ma-
«neras, así silvestres como campeci-
« ñas, de las cuales unas se llamaban
^acocoxtichitl , vüsitsUocoxtíchitl ,
^tepe, ccmpoalxuchitl, nextamal-
^xuchiil, tlacoxtichül , otras se 11a-
«man oceloxuchitL cacaloxuchitl
^ocoxuchitl ó aiocoxuchitl , quauh-
^eloxuchttl. xüoxuchül, tlaccacalo-
'íxuchitl, cempoalxuchitl, aílactieco-
^nan: otras se llaman tlapalaüecue'
<^conany atBatsa mulxtichitl; y te-
«niendo juntas muchas de estas
«flores, juntábanlas en la casa del
«Cú, donde se hacia esta fiesta, allí
«se guardaban aquella noche, y lue-
«go en amaneciendo, las ensartaban
«en sus hilos, ó mecatejos: tenién-
«dolas ensartadas hacían sogas
«gruesas de ellas, torcidas y lar-
«gas, y las tendían en el patio de
«aquel Cú, presentándolas á aquel
«dios, cuya fiesta hacían. Aquella
«misma tarde, la vigilia de la fies-
«ta, todos los populares hacían ta-
« males, y mataban gallinas y perri-
«llos, y pelaban las gallinas y cha-
«muscaban los perrillos, y todo lo
«demás que era menester para el día
«siguiente. Toda esta noche sin
«dormir se ocupaban en aparejar
«estas cosas. Otro día muy de ma-
«ñana que era la fiesta de Vit^üo-
*puchtlí\ los Sátrapas ofrecían áes-
«te mismo ídolo flores, incienso, y
«comida, y adornábanlo con sarta-
«les y guirnaldas de rosas: habíen-
«do compuesto esta estatua de Vi-
<^t3Ílopuchtli con flores, y presen-
«tádole muchas, muy artificiosa-
«mente hechas y muy olorosas,
«hacían lo mismo con todas las es-
« tatúas de todos los otros dioses
«por todos los cues, y luego en to-
«das las casas de los señores y
«principales aderezaban con flores
«á los ídolos que cada uno tenia, y
«los presentaban otras flores po-
«niéndoselas delante, y toda la otra
«gente popular hacía lo mismo en
«sus casas. Acabado de hacer lo dí-
«cho, luego comenzaban á comer y
«beber en todas las casas de chicos,
«grandes y medíanos. Llegando á
«la hora del medio día, luego co-
«menzaban un areyto muy pompo-
«so en el patio del mismo Vit'si-
^lopHchtli, en el cual los mas va-
«líentes hombres de la guerra, que
«se llamaban unos otomin, otros
<^quaquachicli, guiaban la danzíi, y
«luego tras ellos iban otros que se
«llaman Tequioaque, y tras ellos
«otros que se llaman Telpuchia'
^que, y tras ellos otros que se 11a-
«man Tiachcaoan, }'' luego los man-
-ccebos que se llaman Telpupu-
uhti. También en esta danza en-
« traban mugeres, mozas publicas,
72
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286
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«é iban asidas de las manos una
«muger entre hombres, y un hom-
«bre entre dos mugeres á manera
«de las danzas que se hacen en Cas-
«tillala vieja entre la gente popular,
«y danzaban culebreando y cantan-
«do, y los que hacian el son para la
«danza, y los que regian el canto, es-
«taban juntos arrimados á un altar
«redondo que llamaban momustli.
«En esta danza no hacian adema-
«nes ningunos con los pies, ni con
«las manos, ni con las cabezas, ni
«hacian vueltas ningunas, mas de
«ir con pasos llanos, al compás del
«son y del canto muy despacio, na-
«die osaba hacer ningún bullicio, ni
«atravesar por el espacio donde dan-
«zaban. Todos los danzantes iban i
«con gran tiento de modo que no
«hiciesen alguna disonancia los que
«iban en la delantera, que era la
«gente mas ejercitada en la gue-
«rra: llevaban echado el brazo por
«la cinta de la muger como abra-
«zándola, los otros que no eran ta-
«les, no tenian licencia de hacer es-
«to. A la puesta del sol cesaba el
«areyto, y se iban todos para sus
«casas, lo mismo hacian en cada ca
«sa cada uno delante de sus dio-
«ses: habia gran ruido en todo el
«pueblo, por razón de los cantares,
«y del tañer de cada familia. Los
«viejos y viejas bebian vino, y em
«borrachábanse; y reñian unos con
«otros á voces, y otros se jactaban
«de sus valentías quehabian hecho
«cuando mozos.»
Paso y Troncoso, explicando la
página XXVIII del calendario del
Códice Borbónico, en que está la pin-
tura de la veintena Tlaxóchimaco,
hace notar que entre los personajes
que allí figuran, se encuentra uno
vistosamente adornado de plumas.
que él sospecha que es un caballe-
ro del sol, y añade que si así fuere,
habría en la pintura un nuevo sim-
bolismo del segundo tránsito del
sol por el zenit de México, que cae
72 días después del primero; es de-
cir, que poniendo el primer paso ze-
nital á mediados del mes Tochcatt,
el 2.^ paso coincidirá con los prime-
ros días del mes Tlaxockimaco, te-
niendo en cuenta la diferencia de
diez días, no corregida aún por
Gregorio XIII. Para entender la
conjetura de Paso y Troncoso, hay
que insertar todo el pasaje relati-
vo. Dice así:
« una ceremonia del mes
« Tlaxoximako, repetida en Xokotl
^uetfi, confirma esta conjetura. Co-
«menzando el l.^^iban al monte, cor-
«taban un árbol muy alto, lo despo-
« jaban de sus ramas, dejándole sólo
«el renuevo superior; traíanlo arras-
«trando, lo ponían enhiesto en el
«patio del templo, y lo tenian allí
«por todo el mes, dando al madero
«el nombre de xokotl, hasta que, la
«vigilia de la siguiente fiesta, lo de-
« jaban caer poco á poco, y esto da-
«ba nombre al mes inmediato, Xo-
•kotl uetfi. El tiempo que duraba
«enhiesto aquel árbol sin ramas,
«coincidía precisamente con el 2.^
«tránsito del Sol por el zenit de Mé-
«xico, época en la cual, como he di
« cho en otro de mis estudios (Anales
€ Museo, Méx., 11-337), el astro del
«dia, según la tradición recogida
«por el P. Ríos, venia de nuevo á
t favorecerá los habitantes de Ana-
^uac: como lo mantenían enhiesto
«una veintena, tendrían ocasión de
«observar que, á medio dia, eseár
«bol, que hacia las veces de un ver-
«dadero gnomon, echaba primero
«la sombra para el Sur, cuando la
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SEGUNDA KPOCA. TOMO V.
287
«declinación boreal del Sol era ma-
«yor que la altura del polo de Méxi-
«co; luego, en cierto dia, observa-
• rian que no daba sombra meridia-
«na; y en el siguiente comprobarían
♦ ya que caia de nuevo la sombra
«para el Norte; fenómeno que, sal-
«vo en aquellos 72 dias corridos
«entre los dos pasos zenitales, ten-
«drían la certidumbre, por observa-
«ciones anteriores, de que se repetía
« en los otros 293 dias, hasta comple-
«tar los 365 del año. Hallábase de
«nuevo el Sol en su propia casa,
«que ponian ellos al Sur; y, cuando
«no les quedaba ninguna duda de
«haberse cumplido el fenómeno,
«tanto por la persistencia de la
«sombra meridiana con el Norte,
«como por el crecimiento diario en
«dimensión de la misma sombra,
«creian llegado el momento de de-
«rribar á Xokoll, y de hacer la so-
«lemne fiesta del Fuego levantan-
«do de nuevo aquel mástil .»
Chavero, al hablar de la veintena
Tlaxochimaco, no hace mención de
la fiesta principal que se hacía en
honor de Huüailopochíli , según he-
mos visto en Sahagún, sino que se
refiere á la fiesta que se hacía en
conmemoración de los muertos. Es
verdad que se hacía esa fiesta, pero
no en México, sino entre los totona-
cos y tlaxcaltecas, y por eso ellos
llamaban al mes Miccailhuitontli.
(V.) Concluye Chavero diciendo
que TVrtJcorA/wrtco significa «estera
de flores» ó «tierra florida» y da
por razón el que en ese tiempo
(agosto) los campos y los árboles es-
tán llenos de flores. Desde junio
está todo florido. Para que tuviera
el nombre tales significaciones, de-
bería ser Xochiilalco ó Xochipetluco,
Esa partícula tía ha confundido
mucho á los autores que han pro-
fundizado el idioma náhuatl; cuan-
do no le dan la significación de
tierra, le atribuyen la de petate, co-
mo lo hace en este caso Chavero.
El intérprete del Códice Nuttall,
al empezar á explicar la lámina 37,
le da á la veintena el nombre
de Miccailhuitontli; pero después
dice:
« otros llaman esta fiesta
«moxuchimaca. por q enella Ro-
«deauan de guirnaldas de Rosas, al
«demonio a este tezca tepocatl »
En la lámina está pintado Tilla-
cahuan, sentado en un icpalli de
madera; tiene en la mano izquierda
una flor cuyo aroma inhala, y en
la derecha un panchimalli: del cue-
llo pende una guirnalda de nueve
flores amarillas y tres blancas, que
llega al suelo, pasa al lado derecho
del icpalli, cae sobre los pies del
numen, y la última flor toca la ex-
tremidad del panchimalli.
La figura del mes en las pinturas
es la de un cadáver amortajado y
la de un grupo de indios que arras-
tran una viga. Lo primero se refie-
re á la fiesta de los muertos, que,
como hemos visto, se celebra en
algunas partes; lo segundo alude á
la fiesta que se celebraba en la vein-
tena siguiente, llamada Xocohuetsi
(V.), pues desde la veintena Tlaxo-
chimaco cortaban el madero lla-
mado Xocotl y lo conducían al lu-
gar destinado para la celebración
de la fiesta. Los tlaxcaltecas re-
presentaban al mes en las pinturas
con una calavera pequeña y dos ca-
nillas, simbolizando la fiesta consa-
grada á los niños muertos.
Tlazolouacuilli (Tlasolteotl, la
diosa de la lujuria; cuacuilli (V.):
«Sacerdote de Tlazolteotl.) Nombre
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288
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
de sacerdotes especiales de Tlazol-
teotl, diosa de la lujuria. En plural
Tlasolteocuacuacuiltin,
Tlazolcuani. (Tlasolli, basura,
cosas sucias; ctíani, partic. act. de
cua, comer: «comedora de cosas
sucias.») Tercer nombre que daban
á Tlazol íeoll, la diosa de la lujuria.
Le daban este nombre, no porque
materialmente comiera cosas su-
cias, sino porque los deshonestos y
lujuriosos le confesaban sus peca-
dos torpes, que ella les perdonaba;
y porque oía las torpezas de los
hombres, se decía que las comía.
Así se desprende del siguiente pa-
saje de Sahagún:
«El tercer nombre de esta diosa
«es Tlaelqüani, que quiere decir
«^comedora de cosas sucias, esto es,
«que según decían las mugeres y
«hombres carnales, confesaban sus
«pecados á estas diosas cuanto
«quiera que fuesen torpes y sucias,
«que ellas los perdonaban.»
Tlazolteomioqui. (Tla^olleoll,
la diosa de la lujuria; micqtii, muer-
to: «muerto de Tlasolteotl,^) Nom-
bre que daban á los que mataban
por adúlteros: si el muerto era
hombre, lo llamaban Tla^olteotla-
paliuhqiii, al que aplastaban la ca-
beza con una loza por Tlasolteotl;
si era mujer, la llamaban Tlasol-
teoteotlcihuatl, mujer liviana.
Tlazolteotlapaliuhqui. ( Véase
TlaBolteonticqui.)
Tlazolteotl. (Tía, cosa; boIU, vie-
jo, usado, gastado: «cosa vieja, >» y
figur. «basura,» «suciedad,» «in-
mundicia;» teotl, diosa: «Diosa de la
basura, de la inmundicia,» etc.) La
Venus de los mexicanos.
El P. Sahagún pone por rubro al
capítulo XII del libro I.*" de su obra,
lo siguiente: «Que trata de la diosa
«de las cosas carnales, la cual llama-
«ban Tlaqultcutl, ó sea otra Venus.
«Y sigue diciendo:
«Esta diosa tenia tres nombres:
el uno era Tlaculteutl, que quiere
decir la diosa de la carnalidad. El
segundo nombre es Ixctiina. Llamá-
banla este nombre porque decían
que eran cuatro hermanas, la pri-
mera era primogénita ó hermana
mayor, que llamaban Tiacapan; la
segunda era hermana menor, que
llamaban Teicu: la tercera era la de
enmedio, la cual llamaban Tlaco: la
cuarta era la menor de todas, que
llamaban Xucotmn. Estas cuatro
hermanas decían que eran las dio-
sas de la carnalidad. En los nom-
bres bien significa á todas las mu-
jeres que son aptas para el acto
carnal. El tercer nombre de esta
diosa es Tlaelqüani^ que quiere de-
cir comedora de cosas sucias; esto
es, que decían las mugeres y hom-
bres carnales, confesaban sus pe-
cados á estas diosas cuanto quiera
que fuesen torpes y sucias, que ellas
los perdonaban. También decian,
que esta diosa ó diosas tenían po-
der para provocar á lujuria, y para
inspirar cosas carnales, y para favo-
recer los torpes amores, y después
de hechos los pecados decian que
tenían también poder para perdo-
narlos, y á limpiar de ellos per-
donándolos, si los confesaban á sus
Sátrapas, que eran los adivinos que
tenían los libros de las adivinanzas,
y de las venturas de los que nacen, y
de las hechicerías y agüeros, y de
las tradiciones de los antiguos, que
vinieron de mano en mano hasta
ellos; pues de que el penitente de-
terminaba de se confesar, iba luego
á buscar alguno de los ya dichos,
delante de quien se solían confe-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
289
sar, y decíanle: Señor, quer ríame
llegará Dios todopoderoso, y que es
amparador de todos (el cual se lla-
maba Yoalliehccatlosteestescatlipo-
ca), querría hablar en secreto mis pe-
cados. Oído esto el Sátrapa decía-
le: seáis muy bien venido, hijo, que
lo que decís que queréis hacer, para
vuestro bien y provecho es. Dicho
esto, miraba luego el libro de las
adivinanzas, que se llamaba Tona-
lamaíl, para por él saber qué día se
ría mas oportuno para aquella obra:
y habiendo visto el dia que conve-
nia, decíale: para tal dia vendréis,
porque entonces reina buen signo
para que esto se haga próspera-
mente. Llegado el dia que le habia
mandado que volviese» el penitente
compraba un petate nuevo, incien-
so blanco que llamaban copalli y
leña para el fuego en que se habia
de quemar el copalli; y si el peni-
tente era persona principal, ó pues-
ta en dignidad, el Sátrapa iba á su
casa para confesarle (ó por ventu-
ra el penitente, aunque fuese prin-
cipal, iba á la casa del Sátrapa;, lle-
gado, barría muy bien el lugar don-
de se habia de tender el petate nuevo
para ponerse sobre él el confesor,
y luego encendían fuego, y echaba
el copal en el fuego el Sátrapa, y
hablaba al fuego y decíale: «Vos se-
«flor, que sois el padre y la madre
«de los dioses, y sois el mas anti-
«guo dios, sabed que es venido aquí
«este vuestro vasallo, este vuestro
«siervo, y viene llorando, viene con
«gran tristeza, y viene con gran do-
«lor; y esto es porque se conoce ha-
«ber errado, haber resbalado y tro-
mpezado, y encontrado con algunas
«suciedades de pecados, y con al-
«gunos graves delitos dignos de
«muerte, y de esto viene muy pena-
I
«do y fatigado. Señor nuestro muy
«piadoso, que sois amparador y de-
«fensor de todos, recibid á peniten-
«cia, oíd la angustia de este vuestro
«siervo y vasallo.» Acabada esta
oración, el Sátrapa volvíase al pe-
nitente y le hablaba de esta mane-
ra: «Hijo, has venido á la presencia
«del dios favorecedor y amparador
«de todos: venís te á publicarle tus
«interiores hedores y pudredum-
«bres: vienes á abrirle los secretos
«de tu corazón, mira que no te des-
«peftes, mira que no te despeñes ni
«estraviesmintiendoen la presencia
«de nuestro señor, desnúdate, hecha
«fuera todas tus vergüenzas en pre-
«sencia de N. Sr., el cual se llama
« Yoalliehectla, esto es, Tescatlipoca,
«Es cierto, que estás delante de él
«aunque no eres digno de verle, ni
«aunque él no te hable porque es
«invisible y no palpable, pues mi-
«ra como vienes, que corazón traes,
«no dudes de publicar tus secretos
«en su presencia, cuenta tu vida,
«relata tus obras de la misma ma-
guera que hiciste tus escesos y of en-
«sas: derrama tus maldades en su
«presencia, cuenta con tristeza á
«N. S. Dios, que es favorecedor de
«todos, y tiene abiertos los brazos,
«y está aparejado para abrazarte
«y para tomarte á cuestas: mira que
«no dejes nada por vergüenza ni por
«flaqueza.» Oído esto el penitente,
luego hacía juramento de decir la
verdad de la manera que ellos usa-
ban jurar, tocando la tierra con la
mano, y lamiendo lo que se le había
pegado, y luego echaba copail en el
fuego, que era otro juramento acer-
ca de decir la verdad, y luego se
sentaba delante del Sátrapa, y por-
que le tenia como por imagen vica-
rio de Dios, comenzábale á hablar
73
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290
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
de esta manera. « ¡O Sr. nuestro que
á todos recibes y amparas, oye mis
hediondeces y pudredumbres! En tu
presencia me desnudo y echo fuera
todas mis vergüenzas cuantas he
hecho: no te son por cierto ocultas
las maldades que he cometido, por-
que todas las cosas te son manifies-
tas y claras.» Dicho esto, luego co-
menzaba á decir sus pecados por el
mismo orden que los hizo, con toda
claridad y reposo, como quien dice
un cantar muy despacio y muy pro-
nunciado, y como quien va por un
camino muy derecho, sin desviar á
una parte y á otra, y acabando
de decir todo lo que había hecho,
comenzaba luego á hablar el Sátra-
pa diciendo de esta manera: «Hijo,
«has hablado delante de nuestro Sr.
«Dios diciendo delante de él tusma-
« las obras; ahora también en su nom-
«bre te quiero decir loque eres obli-
«gado á hacer. Cuando descienden
«á la tierra las diosas llamadas O-
^vapipilti, 6 cuando se hace la f ies-
«ta de las diosas de la carnalidad
«que se llaman Yxtuiname, ayuua-
«rás cuatro dias afligiendo tu estó-
«mago y tu boca, y llegado el día
«de la fiesta de estas diosas Yxtui-
itname, luego de maftana ó en ama-
«neciendo para que hagas la peni-
«tencia convenible por tus pecados,
«pasarás la lengua por el medio
«de parte á parte con algunos mim-
«bres que se llaman teucalcacatl, 6
€tlacotl, y si mas quisieres pasarlas,
«has por las orejas lo uno de dos, y
«esto harás en penitencia y satisfac-
«cion de tu pecado, no por via de
«merecimiento sino en penitencia
«del mal que hiciste: traspasarás la
«lengua por el medio, con alguna
«espina de maguey, y después por
«el mismo ahujero pasarás losmim-
«bres, pasarás cada una pordelan-
«te tu cara, y acabando de sacarla
«arrojarla has tras de tí acia las es-
«paldas, y si quisieres de todas ellas
«hacer una, atándolas todas la una
«con la otra, ora sean cuatrocien-
«tas ú ochocientas las que hubieres
«de sacar por la lengua; haciendo
«esto se te perdonan las suciedades
«que hiciste.» Y si no tiene muchos
ni graves pecados el penitente dí-
cele el Sátrapa delante de quien se
confiesa: «Hijo, ayunarás, fatiga-
rás tu estómago con hambre, y tu
boca con sed, comiendo sola una
vezal medio dia, y estos cuatro dias;
ó le mandaba irás á ofrecer papeles
á los lugares acostumbrados y ha-
rás imágenes, cubrirás con ellos las
imágenes que llevares hechas se-
gún tu devoción, y harás en su pre-
sencia la ceremonia acostumbra-
da de cantar y bailar en su presen-
cia.» O le decia: «Has ofendido á
Dios emborrachándote, conviénete
satisfacer al dios del vino llamado
Totochti» y cuando fueres á hacer
esta penitencia, irás de noche, irás
desnudo sin que lleves ninguna otra
cosa sino un papel delante y otro
detras, para cubrir tus partes ver-
gonzosas; y cuando hecha tu ora-
ción te volvieres, los papeles con
que vas ceñido detras y delante,
arrojarlos has delante de los dio-
ses que allí están.» Acabada la
confesión y recibida la peniten-
cia, íbase para su casa y procuraba
de nunca mas volver á hacer aque-
llos pecados de que se había confe-
sado, porque decían que si otra vez
reincidían en los pecados.no tenia re-
medio. No hacían esta confesión
sino los viejos, por graves pecados
como son adulterios, &c.,y la razón
porque se confesaban era por librar-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
291
sédela penatemporal que estaba se-
ñalada á los que caían en tales pe-
cados, por librarse de no recibir
pena de muerte, ó machucándole la
cabeza, ó haciéndola tortilla entre
dos grandes piedras. Es de saber
que los Sátrapas que oían los peca-
dos, tenían gran secreto, que jamás
decian lo que hablan oído en la con-
fesión, porque tenían que no lo ha-
bían oido ellos, sino su dios, delante
de quien solo se descubrían los peca-
dos: no-^e pensaba que hombre los
hubiese oído, ni á hombre se hubie-
sen dicho, sino á Dios.»
Hemos transcrito todo el pasaje
de Sahagún, para que se vea la di-
ferencia radical que había entre la
Venus de los romanos y la Tlasol-
teotl de los mexicanos, no obstante
ser ambas las diosas de las cosas
camales ó de la lujuria. Torquema-
da comprendió muy bien esta dife-
rencia, pues dice: «Que la diosa
« lía&olteotl corresponde á Venus,
«porque quiere decir diosa de la ba-
«sura, y que de ella eran muy devo-
«tas las personas deshonestas; pero
«no era— agrega— porque patroci-
«nase, como la Venus antigua, sus
«impurezas, sino para tenerla pro-
«picia, á fin de obtener perdón de
«este pecado.» El P. Mier, haciendo
hincapié sobre este punto, dice:
«La idolatría de los mexicanos era
«mas limpia, jamas adoraron los vi-
«cios, ni á ninguno que los hubiese
«tenido.» Estas palabras las toma
de Dávila Padilla.
Tlasolteotl era el 7P seftor acom-
pañado de la noche. ( Véase Yohual-
TEcuTLi.) Sobre esto dice Chavero:
«La noche es á propósito para la
«deshonestidad, y esa diosa era por
«lo mismo símbolo nocturno.»
El extravagante Borunda, inter-
pretando los jeroglíficos de las dos
piedras encontradas en el subsuelo
de la Plaza de Armas de México, á
fines del siglo XVIII, se propuso de-
mostrar que la religión cristiana
había sido predicada por Santo To-
más en el Anahuac, que habían
apostatado los indios, pero que en su
religión idolátrica había muchos
dioses y muchas prácticas desfigu-
radas del Cristianismo. Consecuen-
te con su propósito, al hablar de
Tlasolteotl, dice:
«Otra de las Alegorías regiona-
les se refería también á la Imagen
de Jesucristo crucificado, tratado de
nasolteutl, Señor teutl de la bro-
za, o vasura del mayz tlasoli, como
que en el Monumento primeramen-
te ahora hallado se figura el año de
la era Nacional por de singular es-
terilidad que no dexó grano, sino
aquella vasura, y la propia Data re-
sulta en el segundo Monumento
acorde con la señal de la cruz con-
tenida en el primero, aver sido la
de la Crucifixión del Salvador del
Mundo. El escritor de la Monarquía,
cap. 32 de su lib.°6.° lo entendía por
sus erróneas traducciones alusivo
á la antigua Venus por la aplicación
translativa que se daba al f rasismo,
que refirió sin conocer su valor en
las siguientes clausulas «Estos In-
«dios Mexicanos tenían entre sus
«falsos Dioses, uno que le Uamauan
« Tlafolteutl» que quiere dezir Dios
«del estiércol, o de la vasura, el
«cual aplicaban á los pecadores su-
«cios y camales: de manera que era
«esta la Diosa Venus, que en otros
«tiempos celebraron los barbaros y
«vestíales hombres del Mundo
«Esta es la Venus antigua, y en-
«tre estos Indios fue Tlafolteutl,
^Diosa del Estiércol, y muí bien«
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292
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«denominada de este nombre, por-
«que Diosa de amores y sensuali-
«dades ¿que puede ser, sino Diosa
«sucia, puerca y tiznada? Pues el
«acto que se le atribuye es sucio y
«puerco, y lleno de toda manzilla,
«y fealdad. Verdad sea que estos In-
«dios usaban de la adoración de es-
«ta Diosa Tlafolteuil diferentemen-
«te que los antiguos, porque la ado-
«ravan en orden de tenerla propicia
«para el perdón de los pecados car-
« nales y deshonestos, que aunque
«mentian en esto, no era tan grande
«su pecado, como el de los quelate-
«nian por Diosa de sus torpezas.
«Eran mui devotos de esta falsa Dio-
«sa Tlagolteutl las personas cama-
«les,y la hazian sacrificios y ofren-
«das, porque les perdonase sus pe-
«cados camales y feos, y que no los
«castigase por ellos según lo mas ó
«menos de sus culpas.»
«Las emociones que sienten las
gentes que ocurren al Santuario de
Chalma á hazer allí las confesiones
generales de su vida, son las que
entienden á vista de aquel insigne
Cruzif ixo, ser el representativo del
Señor de la vasura ó que limpia sus
conciencias, y en un llano antes de
llegar al Santuario, los Indios se
desnudan y revuelcan en el zacate
y me han dicho españoles creen se
les perdonan sus pecados, y me
parece que el zacate en que se re-
vuelcan lo atan después y lo que-
man.»
Según lo expuesto por Borunda, la
diosa Tlasolteotl era adorada en un
teocalli de Chalma, y su imagen fué
reemplazada por una de Jesús cru-
cificado, puesta por los frailes agus-
tinos en el santuario que erigieron
á raíz de la Conquista, y al queacu-
' den todavía millares de indios, en
romerías venidas de los pueblos más
lejanos. (Véase Chalma.)
TlazopillL (Tlasotli, querido,
preciado; /)////, hijo: «Hijo precia-
do.» Paso y Troncoso traduce «Se-
ñor preciado.» No es aceptable esta
traducción, porque pilli, aunque
significa «noble,» es connotando
la idea de dependencia, pues los
nobles son servidores de los reyes,
esto es, dependen de ellos; y esto
pugna con la idea de señor. Pilli
connota bien la idea de hijo, porque
pilli viene de piloa, colgar, depen-
der, ser apéndice de una cosa; así
es que pilli, hijo, cuelga, digámos-
lo así, depende de sus padres;./)////,
paje, depende de los nobles á cuyo
servicio está; metlapilli, es la mano
del metate, depende de él; mapilli
y xopilli, dedos de la mano y del
pie, respectivamente, son comple-
mento, apéndice de la mano y del
pie. En ninguno de estos casos pue-
de acomodarse la idea de «señor;»
al contrario, queda excluida. Ade-
más, la idea de « señor, » y, sobre
todo, refiriéndose á dioses, se ex-
presa por lecutlió su metátesis teuc-
tli; asi vemos que se dice Tonaca-
tecutli, Mictlantecutli y Tláltecutli,
etc., etc.) Dios cuya fiesta se cele-
braba en la veintena Tecuilhuitl.
Poco ó nada se sabría de este dios,
si no lo encontráramos en el Códi-
ce NuTTALL. El intérprete, expli-
I cando la pintura 35, dice:
«Esta fiesta se llamaua. tecuil
, «huitl. En el qual llevavan los man-
«zebos. enlos honbros al demonio.
«Vestido como papagayo, ya vnca-
«rro. Enforrado de hojas y caña de
«mahiz. tañiendo flautas y otros div-
«sos instrumentos delante del Yenla
«manóle dauan Vn^etro depluma, q
«ellos llamauan yolo topiti. q quie-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
293
«re decircorazon Vara, el demonio
«que se festejaua aqui. sellamahua
«tlago pilli q quiere dezir preciado
«señor.»
Nada nos dicen las teogonias so-
bre el origen de este dios, de suerte
que no se sabe de quién fué « hijo
preciado,* como lo expresa la eti-
mología de su nombre.
Paso y Troncoso cree que Chico-
mexochitl y TlaBOpilli constituyen
una personalidad ligada con Cen-
ieotl. En el calendario del Códice
Borbónico figuran en la veintena
Tecuilhuitontli los númenes Q^e-
tsalcoali, Cihuucoall, Centeotl é Ix-
ililtsin, y Qorcid en el Códice Nut-
TALL, en la misma veintena figura
como único numen Tlasopilli, de ahí
viene, sin duda, que Paso y Tronco-
so crea que el último se pueda con-
fundir con Centeoll y que constitu-
ya una personalidad ligada con el
mismo dios. Tal vez sea así, y por
esto es desconocida la genealogía
de Tlasopilli; sin embargo, los
arreos é insignias de una y otra
deidad son muy diversos.
TleccQco. (Tletl, lumbre, fuego;
calli, casa; co, en: «En la casa de
la lumbre.») Era el 17.° edificio de los
78 que comprendía el templo mayor
de México. « era un Cú (templo)
«—dice Sahagún— donde cada afio
«echaban vivos en un gran montón
«de fuego muchos cautivos en la
«fiesta que se llamaba Teutleco, y ha-
« cian los Sátrapas (sacerdotes) aque-
« Ha ceremonia que se llamaba anta-
^tlavitsoa (amatlahuitaoa).^
Tlecuahiiitl. (Tleth lumbre, fue-
go; cuahuitl, madero, palo: «made-
ro de lumbre,» «tizón.») Llámase
así el madero que encendían por
frotamiento para sacar el fuego.
(Véase Mamalhuaztli.)
Tlemaitl. {Tletl , fuego; maitl,
mano: «fuego manual») Nombre que
daban á una especie de incensarios
en que quemaban el copal y otras
resinas aromáticas. «Eran unas cu-
«charas grandes— dice Sahagún—
«agujeradas, llenas de brasas, y los
«astiles largos, delgados, rollizos y
«huecos, y tenían unas sonajas den-
«tro, y el remate era una cabeza de
«culebra.» Algunas veces movían
los mangos para que sonaran las
sonajas.
Tlemoyotl. (Tletl, fuego, lum-
bre; woyo//, mosquito: 'Mosquito de
la lumbre.» Su significación direc-
ta es «chispa.» Es una de las con-
notaciones más preciosas del idio-
ma náhuatl. La chispa, al despren-
derse de la lumbre, parece que
vuela, como el mosquito; hace rui-
do, como el mosquito; quema, como
el mosquito pica; causa ardor su
quemadura, como lo causa elpique-
te del mosquito.) Los indios daban
culto al fuego, en términos genera-
les, por sus efectos, de los cuales
inspiraban unos amor, y otros cau-
saban temor, según el sencillo len-
guaje de los indios. Entre los que
inspiraban temor debe ponerse el
efecto que causaba el fuego cuando
saltaban chispas de la lumbre, pues
temían que alguno los había de ve-
nir á inquietar, y decían: ¿Aquinye
huitB?q\xe quiere decir: ¿Quién vie
ne ya?
Tratando Paso y Troncoso de la
Consagración del Fuego Nuevo, al
interpretar la pintura central de la
página XXXIV del Códice Borbó-
nico, dice: «De las opiniones popu-
« lares, es una de las más interesan-
«tes, y viene pintada en el Códice
«NuTTAL (folio 86), viéndose allí el
«hogar de donde saltanslas chiaps,
74
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294
.ANALES DKL MUSEO NACIONAL-
«Ó centellas de fuego, y el asombro
«que causa el fenómeno ádos su je-
itos, quienes, extendiendo los bra
«zos, expresan bien el miedo que
*les domina. Pero lo más instructi-
«vo no es esto, sino que las figuras
«nos dan la frase que sirve para
«exponer el cuadro clara y concl-
usamente, por un procedimiento in-
«dicado ya en mi opúsculo (pág.
« XIV). Si en castellano quisiéramos
«expresar con brevedad lo que allí
«pasa, diríamos así: «Saltan las chis-
«pas> en mexicano la chispa se di-
«ce tleímoyotl,q\ie literalmente sig-
«nifica «mosquito de fuego,» y con
«esta forma vienen dibujadas las
«dos chispas de la derecha, donde
«se nota una cabeza como de insec-
«to, y varias ramas laterales que
«simulan sus 6 patas Detrás de las
«dos chispas viene pintado un pe-
«rro, xtxt\ lo que se conoce por el
«cerco negro que rodea su ojo; y
«el animal está en actitud de aco-
«meter á las centellas, como si-
«guiéndolas: el tema verbal corres-
«pondiente á seguir es toka, y, jun-
«tando estos 2 elementos fonéticos
«con el vocablo de arriba, resulta la
«siguiente lectura: tlenioyotl xixi-
^toka, que quiere decir «saltan mu-
«chas chispas,' pues xixitoka es
«tema verbal, frecuentativo, de xi-
^toni, «salta,» }' á tlentoyotl, siendo
«singular, le da la significación
«de plural. Véase como puede
«ayudar el conocimiento de la len-
«gua en la interpretación de los ge-
«roglíficos indianos. . . Bajo forma
«de tlemoyotl, pero más perfecta,
«viene pintada la llama en las pá-
«ginas IX, XVIIl y XIX de nuestro
«Códice Hamy, lo cual entiendo
«querrá decir que aquel fuego es
«propenso á lanzar chispas. Apa-
«rece también el tlemoyotl en el
«contorno del disco solar, sobre una
«preciosa manta pintada en el folio
«3 frente, del Códice Nuttall, y
«cuya inscripción es *tilmatl,o
«manta, tonativ, o sol,» lo cual atri-
«buyeal Sol-fuego propiedades cen-
«telleantes probablemente; y ade-
«más nos explica el atrevimiento
• de aquel mosquito que, según la
«tradición indiana, picó al Sol para
• que caminase: debía ser de la cia-
rse de los mosquitos de fuego, ya
«familiarizados con el padre de la
«luz, por vivir en lo que hoy llama
«mos la corona y cromo-esfera.»
Tlenamac. (Tletl, fuego, lum-
bre; nawacac, que vende: «vende-
dor de lumbre.») Nombre de los sa-
cerdotes que vendían la lumbre en
un edificio llamado Titilan Calme-
cac (V.) «Parece que la distribución
«de la lumbre — dice Paso y Tron-
«coso— ya en la solemnidad delfue-
«go nuevo, ya en las circunstancias
«comunes de la vida constituía para
«los templos una renta.» Y agrega:
«No esclarecen los autores el asun-
«to, que, bien estudiado, sería tema
«de gran interés.»
Tletlaxoni. ^Tletl, fuego; tlaxo-
ni, que arroja, deriv. de tías a, arro-
jar: «el que arroja el fuego.») Nom-
bre que daban al madero perforante
del tlecuahuitlf en la ceremonia de
producir el fuego nuevo al fin de ca-
da siglo y en otras ocasiones so-
lemnes.
Paso y Troncoso traduce libre-
mente el vocablo tletlaxoni, dicien-
do: «el instrumento con que searro-
« ja ó empuja el fuego,» y agrega: «y
«es aplicable más bien, como se vé,
«al palillo perforante: el 2.^ nombre,
*tlekuaHÍtl, al contrario, aunque
«significa rectamente <^palo de fue-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
295
«¿^0,» también quiere decir ^tisón,*
«esto es, madero que se quema, y,
«en este sentido, es aplicable al palo
«seco que hacíalas veces de yesca.»
Hace esta distinción, porque algu-
nos autores aplicaban los dos nom-
bres separadamente al aparato en-
tero, llamado mamalhuastli. (V.)
Tletonatíuh. (Tletl, fuego; tona-
tiuh, el sol: «Sol de fuego.») La ter-
cera de las cuatro edades de la Tie-
rra, según los nahoas. Esta edad
está representada en un jeroglífico
del Códice Vaticano, número 3738.
El conjunto de la pintura semeja la
forma de una olla, comitl. Sus dos la-
dos son fajas curvas que en sus cua-
dros de colores alternados, terro-
zo y amarillo, simbolizan los cam-
pos; y los puntos de estos cuadra-
dos y las hojas que de ellos brotan,
significan que la tierra estaba cul-
tivada y producía frutos. Los intér-
pretes creen que el estar pintada la
tierra en figura de olla y de color
rojo, da la idea de que se llenó de
fuego. En la parte interior está una
gruta y en ella la pareja de hom-
bre y mujer que se salva de la ca-
tástrofe y representa á la humani-
dad; á derecha é izquierda se ve el
símbolo calli, casa, unido á la re-
presentación figurativa de la hierba
ó sembrado. Como los dos lados de
la figura principal son dos fajas
de campos sembrados, han creído
los intérpretes que se quiso signi-
ficar que cuando sucedió esta ca-
tástrofe, la tierra producía frutos
en abundancia, y en las casas y las
huertas de la parte interior se ex-
presa que el fuego destruyó las ciu-
dades y los campos.
Un dios baja de la parte superior
de la pintura: es el dios de los fue-
gos volcánicos. El círculo de donde
sale es rojo, y parece figurar un
cráter formado por dos circunfe-
rencias concéntricas de piedras ne-
gras y amarillas. El rostro del dios
es terrible y amenazador. En las
manos tiene, como lanzándolo sobre
la tierrra, una especie de estandar-
te, compuesto de dos hileras de tec-
patl, pedernal, piedras volcánicas,
y una lluvia amarilla de lava y
fuego. A la espalda trae un gran
tecpatl rojo, color con que, según
los autores, se ve pintado, como ex-
presión del fuego ardiente. Tiene
el dios una cauda amarilla de fuego,
en la que se ven los símbolos de los
relámpagos y de los truenos. El
dios es de color amarillo, y la pareja
que se salva en la gruta, y que está
en empeñada conversación, es del
mismo color. Representando esta
catástrofe la época en qu^ se pro-
dujeron multitud de erupciones cu-
yos rastros se contemplan por todo
nuestro país — dice Chavero — la
atmósfera estaba cargada de vapo-
res sulfurosos, y el sol y todos los
objetos debían verse amarillentos.
Por eso la pareja que se salva en la
gruta está pintada de color amari-
llo. En esta gruta d^ salvación, co-
mo en las del Atonatiuh y del Ehe-
catonatiuh, el fondo es rojo, repre-
sentando siempre que allí se con-
servó el fuego del hogar. El fondo
verde de la gruta parece manifes-
tar, con ese color fresco de los bos-
ques, que no llegó allí el incendio
de la tierra, y como no tiene el sig-
no de la salida, que es la boca de
una serpiente, de suponer es — di-
ce un autor — que se haya querido
representar una gruta subterránea.
Al rededor de la gruta se ven tres
aves, y de ahí vino la tradición de
que los hombres se habían conver-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tido en pájaros. «Examinándolas
«con cuidado, — dice Chavero— ve-
«mos que la que se halla á la dere-
«cha de la gruta y la superior de la
«izquierda vuelan hacia arriba,
«abriendo los picos como si grita-
«ran, y manifestando en su actitud
«que huyen espantadas del fue-
«go que cae del cielo é inunda la
«tierra. Esta idea se confirma con
« la figura de la tercera ave, que baja
«muerta, con las alas sin movimien-
«to, con la cabeza hacia el suelo y
«salida la lengua. Llama verdade-
«ramente la atención la manera
«clara con que los antiguos indios
«sabían describir una gran catastro-
«fe, aún en sus detalles, usando ape-
«nas de líneas sencillísimas, de muy
«corto número de figuras y de unos
«cuantos colores.»
En una de las tradiciones se lla-
ma á esta época Quiatonatíuh,?ídul'
teración de Quiauhtonatiuh , que
quiere decir solamente «Sol de llu-
via,^ aún cuando se refiere á lluvia
de fuego. Agrega esta tradición que
tomó este nombre del día nahui-
quiahuitl, en que cayó una lluvia de
fuego y se propagó el incendio con
una lluvia de ceniza, que llovió fue-
go y arena, por cuya causa se que-
mó é hirvió la piedra, se formaron
peñascos y las rocas coloradas lla-
madas tesontli. Esta tradición del
códice tolteca confirma de manera
grandiosa la interpretación de la pin-
tura del Códice Vaticano: la catás-
trofe fué producida por innúmera
bles erupciones volcánicas que tu-
vieron lugar en nuestro territorio,
y cuyas huellas se encuentran por
todas partes donde quiera que se di-
rija el paso, desde la espléndida
cuenca de nuestro Valle de México
hasta las grietas inmensas de Aten-
quique, y desde allí hasta el anti-
guo hervidero de montañas de Gua-
temala.
Chavero, admirado de la anterior
tradición tolteca, exclama: «¡Mag-
«nífica imagen de las erupciones!
«la lluvia de fuego, de arena y de
«cenizas; la piedra que hervía, las
«corrientes de lava, que, endureci-
«das por el frío de los siglos, forman
«por todas partes, y á las puertas
«de la misma capital, nuestros ex-
«tensos pedregales; las rocas rojas
«formadas por el tesontli, que es una
«lava; todo, todo es una manifesta-
«ción clara y expresiva de la época
«de las erupciones; todo confirma
«como argumento irresistible que
«los soles de los nahoas eran eda- •
«des cosmogónicas, verdaderas ca-
«tástrofes para su raza, cuyo re-
«cuerdo conservaban grabado de
«un modo indeleble en la gran bi
«blioteca de la memoria de los pue-
«blos.» -
Los signos cronográf icos que se
encuentran en la pintura del Códi-
ce acusan 4804 años como duración
del tercer sol ó edad de la Tierra.
A esta edad ó sol lo llamaron
también, con mucha propiedad, Tle-
quiahuitl, «Lluvia de fuego.» (Ríos,
Clav.. Oroz. y Chav.)
En un poema que publicamos con
el título de «Los Cuatro Soles» des-
cribimos el Tletonatiuh, en los tér-
minos siguientes :
«Vuelven los hombres á poblar la tierra
Y ésta á brindar sus flores y sus frutos:
La nueva humanidad goza de lleno
De los placeres que la vida ofrece;
Y pasa el tiempo, y se amontonan siglos,
Y no hay memoria del dolor pasado.
Empero el dios que rige á los mortales,
Desde el Teteocan su mirada fija
Sobre la tierra, y otra vez resuelve
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
297
Que el hombre muera y apurar el mundo.
Xiuhtec{4tletl, el dios de los volcanes,
Es el enviado del celeste empíreo
Para cumplir la voluntad suprema:
Amarillo se toma el claro cielo
Por los vapores que el azufre exhala
De los volcanes en el hondo abismo:
Cuando el calor ya ahogaba á los mortales,
Aparece en el cielo el dios terrible,
Vistiendo cauda de amarilla lumbre
Formada por relámpago perenne,
Sañudo el rostro, con las manos llenas
De tecpatl destructor que al viento arroja;
Y entre fragor de truenos y de rayos
Se aleja de la tierra y vuelve al cielo.
Apenas hubo el numen ascendido
A su feliz mansión, ígneos torrentes
De los volcanes por el cráter surgen
Y ardiente lava por la falda corre;
Del cielo caen raudales de ceniza.
Lluvias de fuego y de caliente arena,
Y en la tierra la dura roca hierve:
Urgidos de terror huyen los hombres
Y con ellos también los animales;
Mas la pálida muerte se apodera
De todo el que respira aquel ambiente.
Apiadados los dioses de infelices
Que acaso, como Lot, fueron virtuosos.
En aves voladoras los cambiaron,
Y huyeron de la muerte en raudo vuelo.
La frígida intemperie de los siglos
Al fin endureció la ardiente lava,
Y quedaron tendidas las corrientes
Desde los picos que rodean el Valle
Hasta las hondas grietas de Atenquique,
Y desde allí, veloces serpenteando,
Hasta la sierra hirviente en Guatemala:
Entonces se formaron en el Valle
Los negros pedregales que circundan
A Tlalpan y Mixcoac, y por Ayotla
Las grandes masas de teaontli rojo:
El Popocatepetl, el Xinantecatl,
El pedregoso Axochco, el Citlaltepetl,
En los extensos valles que dominan
Quedaron desde entonces de atalaya.
También en esta vez una pareja.
En subterránea cueva guarecida.
Por milagro salvóse de la muerte.
Y el Anahuac pobló: la vida torna,
Y brotan frutas de la fértil tierra.
Tletonatinh, ardiente «sol de fuego,»
Llamóse el espantoso cataclismo.
Tlexictli (Tletl, fuego, lumbre;
xictli, ombligo: «ombligo de la lum-
bre.») En la fiesta que se hacía á
Huitsilopochtli el día chicóme atl
del mes Toxcatl, todos los que asis-
tían á la solemnidad llevaban in-
censarios de barro y cierta cantidad
de resinas para quemarla é incen-
sar al dios, y todas las brasas que
servían en aquella ceremonia, se
ponían después en un gran caldero.
A este depósito llamaban Tlexictli.
Creemos que se emplea la palabra
xictli, ombligo, en el sentido figu-
rado de «centro.» «el centro de la
lumbre.»
Tleyancuic. (Tletl, fuego; jyaw-
cuic, nuevo: «Fuego nuevo.») Nom-
bre que daban ala solemne ceremo-
nia de encender lumbre, después
de apagados todos los hogares, al
fin de cada ciclo de 52 años, en el
cerro de Htiitsachtlan del puebol
de Itstapalapan.
Tlilapan. (Tliltic, negro, a; atl,
agua; pan, en: «En elagua negra.»)
Era el 11.^ edificio de los 78 que
comprendía el templo mayor de Mé-
xico. « . . . . era una fuente como al-
• berca,— dice Sahagún— y por estar
*el agua profunda parecía negra.
«En esta fuente se bañaban los Sá-
«trapas (sacerdotes) de noche los
«días que ayunaban en preparación
«de las fiestas que eran cuatro días
«en cada mes, estos eran como vi-
«gilia de la fiesta. En habiéndose
«bañado, incensaban el Cú (templo)
«de Mixcoatl, y en acabando de in-
«sensar allí, iban á su monasterio.»
Tlilhua. (Tlilli, tinta negra; hua,
desinencia que expresa tenencia ó
posesión: «el que tiene tinta.») Uno
de los dioses de la embriaguez. La
diosa Mayahuel inventó el pulque,
según Sahagún, siendo la primera
que sacó la aguamiel, raspando los
magueyes; Pantecatl descubrió las
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298
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
hierbas con que fermenta el pulque,
y Tlilhua 6 Tlüoa, como escriben
los cronistas, en unión de sus her-
manos Tepostecatl, Cuauhtlapan-
qui y PapatBtacsocaca, perfeccio-
nó la bebida. El jeroglífico del
nombre de Tlilhua, en el Códice
NuTTALL, es un tecomate amarillo
lleno de un líquido negro en fer-
mentación. Tal vez inventó un pul-
que negro, que no ha llegado á nues-
tro conocimiento, y á eso alude tal
vez el nombre del dios. El intér-
prete del Códice Nuttal escribe
el nombre tlilchuaci; pero creemos
que es una cacografía, porque el
segundo elemento chuaci ó chuasi
no significa nada.
Tlillan. (Tlülic, negrOy a; lian, va-
riante de lian, junto á: «Junto á lo
negro»ó«Enlanegrura.»)Eraell2.°
edificio de los 78 que comprendía el
templo mayor de México. De él di-
ce Sahagún:— « .... era un oratorio
«hecho á honra de la diosa Civa-
^coatl: en este edificio habitaban
«tres Sátrapas que servían á esta
«diosa, la cual visiblemente se les
«aparecía, y residía en aquel lugar,
«y de allí visiblemente salía para
«ir adonde quería; cierto es que era
«el demonio en forma de aquella
«muger.»
Orozco y Berra describe el Tli-
llan en los términos siguientes:
«Había en el patio del gran teocalli
una pieza de unos setenta pies de
largo y treinta de ancho llamada
Tlillan, lugar de negrura, porque
no tenía por donde recibir luz algu-
na; entrábase sólo por una puerta
tan pequeña que era menester pe-
netrar á cuatro pies, y tenia su un-
tepuerta para que se conservara
completa oscuridad. Aquí estábala
imagen de la diosa Cihuacoatl ó
Qtiilastli, y arrimados por las pare-
des los idolillos grandes y chicos
consagrados á los montes: ahí sólo
se permitían la entrada los sacer-
dotes particulares y ancianos con-
sagrados á la diosa.»
Veinte días antes de la fiesta del
mes Hueitecuilhuitl, gran fiesta de
los señores, escogían una esclava,
que con los arreos blancos de Ci-
huacoatl representaba á la diosa,
aunque bajo el nombre de Xilowen;
traíanla de boda en boda y de festín
en festín, presentándola en los mer-
cados, y procurando que estuviera
siempre alegre, dándole á beber del
pulque ó de ciertas bebidas místi-
cas. Llegado el día de la solemni-
dad, ponían á la esclava delante de
la puerta del Tlillan, con tanta re-
verencia como á la diosa misma.
Frontero estaba, labrado curiosa-
mente con piedras, teotlecuilli , bra-
sero ó fogón divino; cuatro días antes
habían alimentado ahí los sacerdo-
tes un gran fuego, con madera de
encina, de modo que aquel día es-
taba encendido y caliente como un
gran horno. Estaban ya preparados
cuatro prisioneros de guerra; cua-
tro sacerdotes tomaban á uno de
aquellos por manos y pies, levantá-
banle en peso, cuatro veces le daban
enviones al aire y luego le arroja-
ban al brasero; sacábanle antes que
acabase de morir y le sacrificaban
por el método ordinario, tendiendo
el cuerpo delante de la diosa. Prac-
ticaban lo mismo con los cuatro pri-
sioneros, tendiendo los cuerpos jun-
tos y unidos, á lo cual llamaban el
estrado de presos. Tocaba entonces
su turno á la diosa, la cual era ten-
dida sobre aquel estrado y degollá-
banla recogiendo la sangre en un
lebrillo, sacándole después el cora-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
299
zón; éste lo daban á la estatua de
Cihuacoatl y con la sangre rociaban
todos los dioses del Titilan, las pa-
redes y el fuego del hogar ardien
te. Los cuerpos de los cautivos eran
entregados á sus dueños, á fin de
que celebrasen el convite místico.
(Véase Cihuacoatl y Hueytecuil-
HUITL.)
TliUancalcatl. (Tlillan (V.), ne-
grura; calli, casa; catl, que está: «el
que está en la casa de la negrura.»)
El jefe supremo del Tlillan. (V.) Era
á la vez uno de los cuatro conseje-
ros del rey de México.
Tlillancalmecac. (Tlillan (V.);
calmecac (V.): «El Calmecaíl del Tu-
llan,) Monasterio ó convento donde
vivían los sacerdotes del Tlillan.
Junto al Tlillan estaban los aposen-
tos de los sacerdotes, llamados te-
cuacuiltin, como los idolillos ence-
rrados, y delante una pieza en que
dos de ellos, mudándose, mantenían
el fuego perpetuo y recibían las fre
cuentes oblaciones de los fieles. Ca-
da ocho días una diputación de estos
sacerdotes acudía al rey, avisándole
que la Cihuacoatl tenía hambre, y
para que se le aplacase recibían un
cautivo de guerra. Moría éste den-
tro del Tlillan, arrancándole un pe-
dazo de muslo, cual si en verdad la '
diosa lo hubiera comido. Si pasaban i
los ocho días sin la ordinaria ración,
para motejar á los señores por su
falta de celo, tomaban los sacerdo-
tes una cuna, ponían el cuchillo del
sacrificio, al que llamaban el hijo de \
Cihuacoatl, entregándola á una in- ¡
día de confianza; ésta iba al tian- \
qui8tli,y escogiendo á la vendedora I
más rica, le rogaba le guardara su !
niño mientras volvía. Aceptado el |
encargo, llegado el tiempo de retí- j
rarse, y mirando que ni la madre |
tomaba ni chistaba el niño, la mer-
cadera registraba la cuna, y encon-
trando el cuchillo, admirada en rea-
lidad ó bien industriada, pregonaba
que la Cihuacoatl era venida y ha-
bía dejado á su hijo para mostrar el
hambre que tenía. Entonces acudían
los sacerdotes llorando, llevándose
con gran reverencia su cuchillo.
Tlillancalqui (Véase Tlillan-
CALCATL.)
Tlillatl. (Tliltic, cosa negra; ail,
agua: «agua negra.») Agua sagrada
con que se curaba á los niños. La
aplicación de esta agua como me-
dicina, ya fuera en el templo, ya en
la casa del enfermo, constituía una
gran ceremonia. El P. Sahagún, ha-
blando del dios Ixtlilton (V.), des-
cribe la ceremonia diciendo:
«A este dios (Ixtlilton) hacíanle
«un oratorio de tablas pintadas co-
«mo tabernáculo donde estaba su
«imagen. En este oratorio ó templo,
«habia muchos lebrillos y tinajas de
«agua, todas estaban tapadas con
«tablas ó comales: llamaban á esta
«agua tlilalt, que quiere decir agua
«negra, y cuando algún niño enfer-
«maba, llevábanle al templo ó ta-
«bernáculo de este dios Ixtlilton,
«y abrían una de aquellas tinajas, y
«dábanle de beber al niño de la
«misma y con ella sanaba; y cuan-
«do alguno quería hacer la fiesta de
«este dios por su devoción, llevaba
«su imagen á su casa. Esta no
«era de bulto ni pintada, sino que era
«uno de los Sátrapas que se vestía
«los ornamentos de este dios, y
«cuando le llevaban íbanle incen-
«sando delante con humo de copal,
«hasta que llegaba esta imagen á
«la casa del que habia de hacerle
«fiesta con danzas y cantares, como
«ellos usaban Con esto iban
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300
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
«cantando con gran concierto to-
«dos, y con voces muy sonoras, los
«loores de aquel dios á quien f este-
ajaban, y lo mismo usan ahora aun-
«que dirijído de otra manera: ende-
«rezan los meneos con tenencias y
«atavíos conforme á lo que cantan,
«porque usan diversísimos meneos,
«y muy diversos tonos en el cantar;
«pero todo muy agraciado y aun
«muy místico. El bosque delaidola-
*tHa no está talado. Llegada como
«está dicho, la imagen de este dios á
«la casa del que la festejaba, lo pri-
«mero que hacían era comer y be-
«ber, después de lo cual comen-
«zaban la danza y cantar del dios
«á quien celebran. Después que es-
«te dios habia bailado con los otros
«gran rato, entraba dentro de la ca-
«sa, á la bodega donde estaba el
<^pulcre ó vino, que ellos usaban en
«muchas tinajas, todas tapadas con
«tablas ó comales embarrados, las
«cuales habia cuatro dias que esta-
«ban tapadas. Este dios abría una
«ó muchas, y á este abrimiento 11a-
«maban tlaiacaxapotla que quiere
«decir, este vino es nuevo: hecho
«este abrimiento, él y los que le
«acompañaban bebían de aquel vi-
«no, y salíanse fuera al patio de la
«casa donde se hacía la función y
«iban donde estaban las tinajas del
«agua negra, que eran dedicadas á
«él, y habían estado cerradas cua-
«tro dias; abríalas este mismo que
«era la imagen de este dios, y si
«después de abiertas estas tinajas,
«parecía en alguna de ellas algu-
«na suciedad, como alguna pajuela,
«ó cabello, ó pelo ó carbón, luego
«decían, que el que hacia la fiesta
«era hombre de mala vida, adúlte-
«ro ó ladrón, ó dado al vicio carnal,
«y entonces le afrentaban con de-
«cirle que alguno de aquellos vicios
«estaba en él, ó que era sembrador
«de discordias ó de zizafias, afren-
«tábanle en presencia de todos; y
«cuando aquel que era la imagen
«de este dios, salía de aquella casa,
«dábanle mantas, las cuales llama-
«ban ixquen,(\Me quiere decir aber-
«tura de la cara, porque quedaba
«avergonzado aquel que habia he-
«cho la fiesta si alguna falta se ha-
«Uaba en la agua negra».
TlilpotonquL ( Tlilt¿c,negro; po-
tonguí, oloroso, apestoso: «negro y
oloroso.» Es el nombre de una plan-
ta medicinal contra los tumores.)
Sobrenombre que daban á Qtietsal-
coatl. No hemos podido averiguar
el origen de este sobrenombre. Re-
verencíalmente: Tlilpotoncatsin.
Tloque Nahuaque. E x p r e s i ón
con que se significa á Dios como
Ser Supremo. El P. Sahagún, sin
hacer mención de la palabra mexi-
cana, expresa su connotación en los
términos siguientes: «También co-
nocían, sabían y decían, que habia
doce cielos, donde en el mas alto
estaba el gran Señor y su muger:
á aquel le llamaban Ometecutli, que
quiere decir dos veces Señor, y á su
compañera le llamaban Omecioatl,
que quiere decir dos veces Señora,
los cuales dos asi se llamaban, para
dar á entender que ambos enseño-
reaban sobre los doce cielos, y so-
bre la tierra. Decían que de aquel
gran Señor dependía el ser de todas
las cosas, y que por su mandado,
de allá venía la influencia y calor,
conque se engendraban los niños 9
niñas en el vientre de sus madres.»
D. Carlos M. Bustamante, editor
de la obra de Sahagún, en una nota
al pasaje preinserto, dice: «En la
palabra Teotloquenahuaque con que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
301
llaman á la Suprema Divinidad, se '
encierra una definición semejante á
la que dá S, Pablo: aquel por quien
vivimos, nos movemos y ecsistimos.
No puede darse idea mas precisa, '
verdadera y hermosa. » El preceder
á las palabras tloquenahuaque el
vocablo Teotl es una invención de
Bustamante, pues las palabras por
sí solas dan la idea de Dios. Es co-
mo bi dijéramos en castellano Dios '
Ser Supremo.
A juzgar por el pasaje de Sa- \
hagún, los indios llamaban Tloque- \
nahuaque al Dios Único y Supremo, '
concebido así por ellos desde antes
de su conversión, pues era nombre
que le daban ios toltecas á Ometecu-
tu y á Omecihuati, Omeyotl. la Dua-
lidad Suprema, equivalente á la
Trinidad de los cristianos. No opi-
nan lo mismo todos los autores, co-
mo veremos después.
El P. Molina, en su gran Vocabu-
lario Mexicano, que escribió en la
sexta década del siglo XVI, dice:
< Tloque nahuaque. cabe quien es-
ta el ser de todas las cosas, con-
seruandolas y sustentándolas: y di-
zese de ntro- señor dios.» A juzgar
por las últimas palabras de Molina,
el vocablo, aunque mexicano, se
aplicaba al dios de los cristianos i
y no al de los indios, pues de otro
modo el Franciscano Molina no hu- ;
biera dicho «nuestro señor dios.> j
Tenemos, pues, á Sahagún y á Moli-
na, dos frailes franciscanos, contem- 1
poráneos, que opinan de contraria
manera sobre la aplicación del vo-
cablo. •
El P. Clavigero, hablando de los !
dogmas religiosos de los indios,
dice: i
«Tenían alguna idea, aunque im- ¡
perfecta, de un Ser Supremo, abso- 1
luto, independiente, á quien creían
debía tributarse adoración y temor.
No tenían figura para representar-
lo, porque lo creían invisible, ni le
daban otro nombre que el genérico
de Dio^. que en su lengua es Tcoil,
algo mas semejante en el sentido
que en la pronunciación, al Titeos
de los griegos; pero usaban de epi
tetos sumamente expresivos para
significar la grandeza y el poder de
que lo creían dotado. Llamábanlo
Ipalnemoani, esto es, aquel por
quien se vive; y Tloque Nahuaque,
esto es, aquel que tiene todo en sí.
Pero el conocimiento y el culto de
esta Suma Esencia, estaban o.scu-
recidos por la multitud de númenes
que inventó su superstición.»
Aunque no de una manera tan ex-
plícita como Sahagún, atribuye el
uso del nahuaque aplicado al dios
supremo de los indios, y no al que
les dieron á conocer los misioneros.
El intérprete del Códice Telle-
RiANo, explicando la lámina I de la
segunda parte, le da á Tonacatecu-
tu «que era el dios que dicen que
hizo el mundo,» entre otros nom-
bres, el de Tloque Nahuaque. Aun-
que no fué éste el creador del mun-
do, ó si lo fué, tiene la misma per-
sonalidad de Ometecutli, resulta que
el nombre se le aplica como Ser Su-
premo.
Orozco y Berra, exponiendo la
teogonia y la cosmogonía de los in-
dios, dice:
«En la confusión de aquella mito-
logía revuelta y extravagante, se
mira descollar la creencia en la uni-
dad de Dios. En la lengua mexica-
na Teotl corresponde á la idea abs-
tracta Dios. Con e.sa palabra dis-
tinguían un ser supremo, invisible
y eterno, al cual no representaban
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302
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
en forma alguna. Decíanle Tloqtie
Nahuaque, aquel que tiene todo en
sí ó el Creador de todas las co-
sas » Esta doctrina la tomó de
Ixtlilxochitl, el historiador de los
toltecas.
En otro lugar, el mismo Orozco y
Berra apunta la etimología del nom-
bre, diciendo: «Destas dos proposi-
* clones tloc y nahua se forman dos
«nombres de Dios tlocque y nahua-
<^quc. Aquel apud quem sunt omnia,
«ó qui est iuxta omnia.»
Chavero niegaquelos indios mexi-
canos, y aun los nahoas en general,
hayan tenido una idea clara y exac-
ta de un dios espiritual, tal cual es
el de los cristianos, y antes afirma
que eran materialistas, pues reco-
nocían como Ser Supremo al Fue-
go. En su obra México á través de
los siglos, apuntó estas ideas y las
amplió hasta darles el carácter de
teoría teogónica en su nueva obra.
Los Dioses astronómicos de los an
tignos mexicanos.
Uno de los más fuertes argumen-
tos que encontró el autor citado con-
tra sus afirmaciones, fué el voca-
blo Tloquenahuaqtie con su conno-
tación umversalmente admitida de
un dios espiritual; pero para des-
truir el argumento, hizo una nueva
afirmación diciendo que el nombre
atribuido á Dios Tloquenahuaque ,
fué un neologismo en el idioma ná-
huatl, inventado por los misioneros
para dar á conocer á los indios el
verdadero dios.
Vamos á transcribir la diserta-
ción de Chavero y á hacer las ob-
servaciones que su lectura nos su-
giera, para que el lector se adhiera
á la opinión que juzgare más pro-
bable sobre si los nahoas fueron
espiritualistas ó materialistas res-
pecto de la naturaleza de la Supre-
ma Deidad.
Dice Chavero:
«La creación nahua, y con ella
la teogonia y la cosmogonía mexi-
cas, están representadas en la pri-
mera pintura del Cód ce Vaticano.
Según el intérprete, el lugar donde
reside la deidad creadora se llama
Omeyocan, y esta deidad Ometecuh-
tli. Omeyocan significa lugar dos, y
Ometecuhtli señor dos. Los nahuas,
al ver cómo todo se produce en la
naturaleza por un par, hicieron á su
creador una dualidad. Siguiendo
esta idea de la dualidad, le dieron
á Ometecuhtli por compañera á la
diosa Omecihuatl, cuyo nombre
¡ quiere decir mujer dos. El intérpre-
\ te del Códice Vaticano refiere que
I todos los dioses tenían mujer, no
para usar del matrimonio, sino so-
I lamente por compañía: lo cual cowjl
firma la idea de la dualidad religio-
sa de los nahuas. Sahagún coloca
I la residencia de estas deidades
creadoras, es decir, el Omeyocan, so-
bre los nueve cielos.»
Comienza Chavero su estudio por
una errónea interpretación de la
significación de los nombres Orne-
, tecutli, Omecihuatl y Omeyocan.
' Para demostrarlo, repetiremos
aquí, ampliándolo, lo que hemos di-
' cho sobre la etimología de estas pa-
labras en los artículos respectivos.
I «Señor dos,* «Mujer dos» y «Lu-
gar dos» no significan nada, no dan
I idea ni de los dioses ni del lugar
donde residen. Cada una de esas
' significaciones no es más que un so-
I lecismo, por la concordancia de un
' nombre en singular con el adjetivo
plural. Comprendiendo esto los auto-
res, entre ellos Orozco y Berra y el
mismo Chavero, le han dado otra
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
303
significación á tales nombres, y han
dicho que Omelecuili es «Dos veces
Señor,» Omecihuath «Dos veces Se-
ñora» y Omeyocan, «Lugar de los
dos.» Esta interpretación ya signi-
fica algo; pero también es errónea.
Orne nunca significa «dos veces,»
pues para esta expresión hay el nu-
meral oppa, de suerte que los nom-
bres de los dioses deberían ser Op-
patecutli, OppacihuaÜ. Además,
teniendo los nahoas un dios que se
llama Nappateciitli, «Cuatro veces
señor» (V.), un dios inferior, ¿sería
creíble que á su deidad suprema la
llamasen «Dos veces Señor»? Que-
daría reducido el Ser Supremo á la
mitad de un dios inferior. Es, pues,
inadmisible la segunda interpreta-
ción de los nombres de que estamos
tratando. Veamos ahora cuál es su
verdadera significación. Omeyocan
se compone de omeyoil, «dualidad,»
substantivo abstracto derivado de
orne y dos, como en castellano se de-
riva dualidad de dual, y éste de
dos, en latín dúo; y se compone
de can, «lugar;» de suerte que sig-
nifica «lugar de la dualidad,» esto
es, donde mora y reside. Esta dua-
lidad la componen OmetecutliyOme'
cihuaíl, que son nombres sincopa-
dos de Omeyotecutli, el Señor, esto
es, el varón de la dualidad, y de
Omeyocihuatl.\?í mujer de la duali-
dad. Como los indios conocían la pa-
labra Omeyoil en el nombre de la
morada de los dos dioses, Omeyo-
can,a.\ hablar de cada uno de ellos,
ya no lo empleaban, sino que, sin-
copando las palabras, decían Ome-
tecutli, Omecihuatl y sin riesgo de
confundir estas palabras con otras,
pues ya hemos visto que no tienen
las significaciones que les han atri-
buido los cronistas.
No podían creer que significaban
«Dos señores,» porque esto se dice
Ometecutin, en -plural ; ni «Dos Mu-
jeres,» porque esto se dice Omeci-
huame, en plural también. Tampo-
co podían darles la significación de
«Dos veces señor» y «Dos veces
mujer,» porque ya hemos visto que
esto se dice en mexicano Oppate -
cutli y OppacihuaÜ.
Fijada en nuestro concepto la eti-
mología de los dos númenes que
forman la Omeyoil, «Dualidad,» de
la teogonia nahoa, seguimos exami-
nando el estudio de Chavero. Con-
tinúa diciendo:
«Importante es averiguar la na-
turaleza de esta divinidad creado-
ra. Para ello será preciso buscaren
las pinturas jeroglíficas una repre-
sentación gráfica del Ometecuhtli,
del dios-dos. La tenemos en el Có-
dice DE Oxford. En su lámina X es-
tá representado el cosmos nahua, y
debajo de éste y como sustentándo-
lo, se ve una figura compuesta de dos
cabezas rojas enteramente iguales,
las cuales descansan sobre el sím-
bolo del agua. En el razonamiento
que el Señor hacía á sus hijos cuan-
do llegaban á la edad de la discre-
ción, pone Sahagún las siguientes
frases: «los coloca al lado del dios
del fuego, que es padre de todos los
dioses , que reside en el alberjt^ue
del agua, y entre las flores, que
son las paredes almenadas, envuel-
to entre unas nubes de agua. Este
es el antigo dios que se llama ^jya
mictlan y Xiuhtecuhtli. ...» Tales
palabras nos dan mucha luz.
"La deidad doble del Códice de
Oxford, es el fuego que reside en
el agua; y bien lo manifiesta su co-
lor rojo. Es el padre de todos los
dioses, porque es el creador. Y por
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ANA1.ES DEL MUSEO NACIONAL.
ser el primero, se le llama el anti-
guo dios, el dios viejo, HuehueteotL
El mismo Sahagún dice que al dios
del fuego le llamaban VeveteutL es
decir, el dios antiguo, y que todos
le tenían por padre, Torquemada
también lo llama HuehueteotL dios
viejo y antiguo. Así, los nahuas
creían que el creador de todas las
cosas era el elemento fuego. Éste,
además, era eterno, pues hemos vis-
to cómo por otro nombre se llama
Ayamictlan. Esta palabra significa
lo que nunca muere, lo que nunca
perece, lo eterno. »
No hay inconveniente en admitir
que las figuras del Códice Oxford,
á que alude Chavero, sean el dios
del fuego, y creemos que el pasa-
je de Sahagún confirma la represen-
tación de la pintura; pero nada de
esto demuestra que el fuego sea el
Ometecutli, esto es, el Ser Supremo,
el numen espiritual. Leyendo todo el
capítulo de Sahagún, se advierte
que no señala al dios del fuego,
Xiuhtecutli, Ayamictlan, Huehue-
teotl, como Ser Supremo, Creador
Universal, sino como un dios gran-
de, infinito y el más antiguo. El
padre, al exhortar á sus hijos, se re-
fiere en todo el discurso al dios su-
premo, espiritual, llamado Ometecu-
tli, pues al llegar á las palabras
que cita Chavero, dice: « . . . . porque
«tuvo por bien nuestro señor dios
«de hacerlos esta merced y no por
«sus merecimientos, ó bien los dá
<^habilidad para merecer la silla y
«estrado del señorío, y regimiento
«del pueblo ó provincia, y pone en
«sus manos el cargo de regir y go-
«bernar la gente con justicia y rec-
«titud, y los coloca al lado del dios
<í del fuego, que es el padre de todos
^los dioses, que reside en el alber-
«gue de la agua. ...,.> ¿Quién pone
al lado del dios del fuego á los hom-
bres escogidos? El Ser Supremo, el
dios espiritual, la Omeyotl de Orne-
tecutli y Omecihuatl. Que Sahagún
llama al Fuego el padre de los dio-
ses; sí, de los dioses creados, puesto
que antes ha hablado de otro dios
superior; que lo llama Huehueteotl,
el dios viejo, sí, el más viejo, el más
antiguo de los dioses creados; que
lo llama Ayamictlan, que nunca
muere, sí, pero esto significa que es
infinito, no que es eterno, como dice
Chavero. Además, todos los con-
ceptos que campean en la exhor-
tación transcrita por Sahagún, de
justicia, de merecimiento, de miseri-
cordia, etc., etc., no pueden refe-
rirse á un dios material como es el
Fuego, sino á su dios espiritual, que
es el representado por la Omeyotl.
Por último, se dice por Sahagún y
se pinta en el Códice Oxford que el
dios del fuego tiene su albergue so-
bre las aguas, esto es, en uno de
tantos cielos creados por Orne tecu-
tli, y éste reside sobre los nueve
cielos, esto es, fuera de la Creación;
luego éste es el Ser espiritual. Los
nahoas, pues, creían que el elemen-
to fuego era el creador de todas las
cosas; pero de las cosas materiales;
y eso lo creemos también hoy todos
nosotros, en el sentido de que tt •
dos los seres materiales entrañan
el elemento fuego, como lo ense-
ña el sistema cosmogónico de La-
place.
Prosigue el mismo Chavero:
«Los nahuas no concebían un
creador espiritual, sino una mate-
ria creadora, el fuego: materia eter-
na que todo lo produce, que conser-
va todo y todo lo renueva. Tal idea
corresponde perfectamente al esta-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
305
do sociológico de nuestros antiguos
pueblos. Y sin embargo, creyérase
lo contrario al leer cuanto los ero- '
nistas dicen del Tloque Nahuaque,
otro nombre dado por ellos al dios
creador. Veamos algunas de sus i
opiniones.
«Ixtlilxochitl, ponderando las
grandes virtudes de Nezahualco-
yotl, dice en la undécima Relación
de las noticias de los Pobladores,
que ese rey alcanzó á saber y de-
claró cómo después de nueve cie-
los estaba el creador de todas las
cosas y un solo dios verdadero, á
quien puso por nombre tloque Na-
huaque; y en su Historia Chichi-
meca agrega que edificó al dios in-
cógnito y creador de todas las co-
sas, una torre altísima formada
de nueve sobrados, significación de
los nueve cielos, y sobre ellos un
remate matizado de negro y estre-
llado por la parte de afuera, y en-
gastada en oro, pedrería y plumas
preciosas por la parte de adentro;
3^ que este templo estaba dedicado
al dios referido, y no conocido ni
visto hasta entonces, sin ninguna
forma ni figura. Si hubiéramos de
creer á este historiador, no queda-
ría duda, los aculhuas habían alcan-
zado el conocimiento de un dios es-
piritual semejante al cristiano; pero
debemos desconfiar de su relato
por dos motivos: el primero, que Ix-
tlilxochitl trata de sublimar áNeza-
hualcoyotl, y hacerlo superior por
sus ideas y conocimientos á todos
los demás personajes de nuestra
Historia antigua; el segundo, que es
achaque de nuestros viejos cronis-
tas, principalmente en los del siglo
XVII, buscar conexiones entre las
creencias de los indios y las cristia-
nas, para lo cual adulteraron aqué-
llas. Esto los indujo á sostener que
en remotos tiempos se había pre-
dicado el Evangelio en estas regio-
nes. Se buscó la semejanza, la cual
no existe por cierto, entre los ritos
del bautismo y el matrimonio prac-
ticados por los mexicas y los usa-
dos por los católicos; y con otros
argumentos igualmente falsos, cre-
yeron ver los mismos escritores de
aquellos tiempos en la teogonia na-
hua, las huellas, aun no bien borra-
das, de la teología apostólica.
«Pero la misma forma de la torre
levantada por Nezahualcoyotl, y el
nombre de Chililitli que le da Ixtlil-
Xóchitl, nos indican, no su dedica-
ción á un ser espiritual, sino la re-
presentación del sabeísmo de los
nahuas. Los nueve sobrados ó pi-
sos significaban los nueve cielos,
como dice el historiador texcucano;
y el chapitel ó remate era represen-
tación del Omeyocan. Mr. Brington,
con gran perspicacia, encontró la
etimología de esta palabra Chilili'
tu. Segnn él, se compone del ver-
bo chia ó chilla j velar, y del nombre
//////, negrura ú obscuridad. Agre-
ga, con justicia, que probablemente
se usaba la torre para el estudio
del firmamento en la noche. Era en
realidad un observatorio astronó-
mico. Por lo mismo, el Chililitli
no da la idea del conocimiento de
un ser espiritual, sino del culto ma-
terial de los astros, del sabeísmo de
los nahua. Sahagún, en su descrip-
ción del gran Teocalli de México,
menciona un edificio llamado CAZ-
lilico: en él sacrificaban víctimas á la
media noche del día chicunahuie-
hecatl,en la fiesta de Atlacahualco.
Aquí vemos igualmente un culto
astronómico.»
Ya hemos visto en la discusión
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
del pasaje anterior, que sobre Hue- ¡
hueteotl 6 Xiuhtecutli, dios del fue-
go, numen material, había otro'
dios espiritual, la Omeyotl; así es i
que no haremos hincapié en la ase-
veración que hace Chavero en el
primer párrafo del pasaje preinser-
to, al decir que los nahuas no conce- i
bían un creador espiritual.
Nosotros no creemos, como dice
Ixtlilxochitl, que Nezahualcoyotl
alcanzó á saber y declaró cómo i
después de nueve cielos estaba el |
creador de todas las cosas y un so- 1
lo dios verdadero. |
Loque creemos es que Nezahual- 1
coyotl lo que hizo fué proclamar
esta verdad, conocida ya por los
toltecas, ponerle nombre á»ese dios ¡
y edificarle un templo, el Chililitli. !
Chavero desconfía de la relación de '
Ixtlilxochitl porque, éste, como '
de la misma raza aculhua de Neza-
hualcoyotl, trata siempre de en- 1
grandecerlo. No niega Chavero la ;
existencia del Chililitli, pero no le
concede el carácter de templo, sino :
el de simple observatorio astronó- ,
mico, y funda su aseveración en la
etimología que da Brington del nom-
bre, la cual no es exacta, pues la es- 1
tructura que se le atribuye á la '
palabra no cuadra con la índole del |
idioma náhuatl; y tan es así, que
Brington señala los elementos que,
á su juicio, forman la palabra; pero
no da el nombre inglés que debe re-
sultar de tales elementos, ni Cha-
vero da el nombre castellano. Ade-
más, en mexicano, observatorio as-
tronómico se áice: Ilhuicachialoyan,
compuesto de ilhuicatl; el cielo, chia-
lo, se ve, se mira, y yan, donde:
«Donde se mira el cielo.» Sise quie-
re concretar la significación á la
observación de los astros, se em-
plea la palabra Citlalchialoyan. por-
que citlalin es «estrella.»
La existencia de una capilla en el
templo mayor de México, llamada
chililico, de que habla Chavero ci-
tando á Sahagún, en nada favorece
su tesis, antes bien le es adversa,
porque se ve que el nombre chilili-
tli es aplicable á un templo, y no
exclusivamente á un observatorio
astronómico. Además, Sahagún no
dice que el Chililico haya servido de
observatorio, sino de lugar don-
de se tributaba culto á los dioses,
puesto que allí se les sacrificaban
víctimas humanas. La circunstan-
cia de que estos sacrificios se hi-
cieran á media noche, tampoco fa-
vorece la tesis de Chavero, porque
en muchos de los edificios compren-
didos en el recinto del templo ma-
yor, se consumaban también en al-
tas horas de la noche.
Sigue diciendo Chavero:
«Torquemada dice que los indios
llamaron á los que tuvieron por dio-
ses supremos, Tloque Nahuaque, lo
cual significa par en quien está el
ser de todas las cosas: es decir, la
dualidad nahua, dualidad excluyen-
te de la unidad y de la trinidad cris-
tianas. Y agrega: «que si pomo son
debidos á Dios estos nombres y
atributos, supieran aplicarlos al que
lo es verdadero, fueran muy discre-
tos.» Con lo cual Torquemada cor-
ta de raíz las suposiciones de un
ser espiritual como creador en la
teogonia nahua.»
¿Qué autoridad tiene Torquema-
da para afirmar que no atribuían á
un dios supremo, causa de las cau-
sas, la connotación de las palabras
Tloque Nahuaque? Sahagún, Po-
mar, Ixtlilxochitl y otros cronistas
están contestes en que con estas
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
307
palabras significaban á un dios es-
piritual. Todos los críticos han con-
siderado á Torquemada como falto
de juicio y lleno de contradicciones \
en sus relatos; ¿y le vamos á con-
ceder á él más autoridad que á los
cronistas é historiadores citados?
No tiene razón Chavero al decir
que Torquemada cortó de raíz las
suposiciones de un ser espiritual.
Ese ser existía en la mente de los
nahoas, era la Ow^3'o// creadora.
Continúa hablando Chavero:
«Las verdaderas ideas de los in-
dios se desprenden del discurso de
Maxixcatzin á Cortés, discurso con-
servado por Muñoz Camargo; aun
cuandodela transcripción hecha por
Herrera, quiera deducir Fábrega lo
contrario. Debe sospecharse con
buen fundamento que Muñoz Ca-
margo, pues se llamaba español y
cristiano, aunque era mestizo des-
cendiente de tlaxcaltecas, nos pre-
sentaría á éstos conviniendo sin
condiciones á las exigencias reli-
giosas de Cortés; y sin embargo, en
su relato, Maxixcatzin dice con ener-
gía: que nos derribes y desbarates
nuestros ídolos, que son semejanza
de nuestros dioses, á los cuales
adoramos y reverenciamos de tan-
tos siglos atrás nosotros y nues-
tros antepasados, que con tanta re-
ligión observaron y guardaron el
culto de ellos: ¿cómo quieres tú que
con tanta facilidad los dejemos, y
consintamos que con tus violentas
y sacrilegas manos te dejemos pro-
fanar los dioses que en tanto te-
nemos y estimamos?» Si los indios
ilustrados no podían menos de
comprender, que los ídolos de pie-
dra y de palo eran obra de ma-
nos de hombres, creíanlos seme-
janza de sus dioses y llamaban sa-
crilego á Cortés porque intentaba
derribarlos, ¿en dónde está aquí la
idea cristiana? Por el contrario,
Maxixcatzin agrega que si alguien
se atreviese á tocar á sus dioses,
no se habría comenzado á poner poi
obra, cuando ellos todos se indig-
narían contra todo el mundo, y lo
destruirían y volverían por su pro-
pia causa y deidad; y cuando vie-
sen que los menospreciaban, envia-
rían hambres y pestes, y el sol, la
luna ydemás estrellas relumbrantes
se enfadarían y ya no mostrarían
más su luz ni claridad. Lejos de
percibir una idea espiritual en estos
conceptos, descúbrese una religión
materialista basada en el culto de
los astros.»
El discurso de Maxizcatzin á Cor-
tés, de que tanto mérito hace Cha-
vero, se lo dirigiría hoy im católico
y aún sacerdote á cualquier deísta ó
libre pensador que pretendiera des-
truir en un templo las imágenes de
Jesucristo, ó de la Virgen María, ó
de los Santos, y no por esto po-
dría decirse que los católicos no re-
conocen y confiesan á un dios espi-
ritual. Los indios adoraban á los
ídolos como los católicos tributan
culto á los Santos y á Jesús Naza-
reno, sin que por ello crean que son
los mismos dioses ó los hombres
santificados, sino su semejanza, co-
mo dijo Maxixcatzin á Cortés, ó su
imagen, como dicen los católicos.
Estos no sólo no consentirían en la
destrucción de la Virgen de Guada-
lupe, pero ni aún en que fuera cam-
biada por otra pintada por Rafael
de Sanzio, no obstante que un cató-
lico sabio y de buena fe, D.Joaquín
Icazbalceta, demostró hasta la evi-
dencia que no había sido aparecida
en el Tepeyac, sino pintada por vm
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308
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
indio llamado Marcos. Por eso Igna-
cio Altamirano dijo: «El culto á la
Guadalupana dejará de existir en
México cuando haya desaparecido
el último de los mexicanos.» ¿Y va-
mos á decir por esta idolatría á la
virgen india, que México no tiene
idea del verdadero Dios? Los pue-
blos circunvecinos de los Santua-
rios de Chalma, de los Remedios,
del Sacromonte, de los Ángeles y de
otros innumerables que dejaron es-
parcidos los misioneros, á raíz de la
Conquista, en todo el territorio de
la Nueva España, esos pueblos, re-
petimos, se levantarían en guerra
santa, si se tratara de substituir las
feas imágenes de los Santos que en
sus templos son tan veneradas. Que
Maxixcatzin creyera que el sol, la
luna y todos los astros dejarían de
enviarles su luz si consentía en el
desacato que proponía Cortés, nada
tiene de extraño. Los tlaxcaltecas,
como todos los pueblos nahuas,
eran politeístas, y adoraban á los
astros; pero este culto no excluía la
creencia en un ser supremo, crea-
dor de esos mismos astros, como se
observa en sus teogonias.
Y no se diga que en México acae-
cerían tales rebeliones porque la
masa de los pueblos es proveniente
de los antiguos indios idólatras; no,
lo mismo sucedería en la culta Fran-
cia y en la católica España. Si á la
masa cristiana francesa se le pro-
pusiera la desaparición ó la substi-
tución de la Virgen de Lourdes,
ahogaría en las piscinas milagrosas
del Santuario al que bajo cualquier
forma intentara tamaño desacato.
Si á los aragoneses, en España, se
les hiciera la misma proposición
acerca de la Pilar ica, serían capa-
ces de encender de nuevo los hor-
nillos de la Inquisición para reducir
á cenizas al autor de semejante idea.
¿Y vamos por esto á decir que en
Francia y en España se desconoce
la idea del verdadero Dios? Tuvo,
pues, razón el P. Fábrega en que-
rer deducir lo contrario de la opi-
nión de Chavero.
Continúa diciendo Chavero que
el P. Fábrega alega en pro de sus
opiniones las palabras de la alocu-
ción de Nezahualpilli á Moteuczu-
ma cuando éste fué elevado al se-
ñorío de México, las cuales son:
« Dios Omnipotente y Creador, » pero
Chavero dice que estas palabras las
puso el cronista Acosta en su rela-
ción, adulterando el original de don-
de tomó la alocución, que es el Có-
dice Ramírez, en el cual sólo se dice:
«el ako y poderoso señor.» Estas
palabras dan la idea de vm dios su-
premo, y Acosta lo que hizo fué pa-
rafrasearlas para evidenciar más
la idea. Hace observar Chavero
que Nezahualpilli, en la misma alo-
cución, amonesta á Moteucziunaque
en la noche se salga á observar las
estrellas para que conozca sus sig
nos y sus influencias, y que tenga
en cuenta el lucero de la mañana, y
á su salida se bañe, se unja con el
betún sagrado, y ofrezca incienso y
sacrificios á los dioses. De todo esto
deduce Chavero, que los mexica
nos tenían una religión puramente
materialista.
En cuanto á la observación de las
estrellas para conocer sus signos y
sus influencias, sólo diremos que
los astrólogos de la Edad Media te-
nían la misma ocupación todas las
noches y con el mismo objeto, y sin
embargo, eran católicos, esto es, con-
fesaban un dios espiritual. En cuan-
to á ofrecer incienso y sacrificios á
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SEGUNDA EFüCA. TOMO V.
309
los dioses, ya hemos dicho que los
indios eran politeístas, y si adoraban
á los astros, este culto no excluía la
idea de un Ser Supremo: el Tloque-
nahuaque.
Continúa Chavero:
«Cuando en esto pienso, y obser-
vo que la deidad Tloque Nahuaque
no está citada en los primeros cro-
nistas, padres de nuestra Historia,
antójaseme voz inventada después
de la Conquista, como teopixque y
otras, para expresar la idea del Dios
cristiano. Que los primeros frailes
y cronistas inventaron nuevas pa-
labras mexicanas, para expresar
ideas nuevas, de los indios descono-
cidas, se comprueba con el siguiente
pasaje de Fábrega: «No se ha pro-
curado transmitir el nombre mexi-
cano antiguo, que debe expresar
esta corrupción de la naturaleza
propagada por vía de la generación;
bien es que tenemos un vocablo
compuesto por el P. Juan de Tovar,
misionero Jesuíta nativo de Texco-
co y perito en aquella lengua: es
tlacatuntilistlatlacolli, es decir, pe-
cado origen de los pecados de los
hombres.» Pues bien, cualquiera, si
encuentra sin este antecedente esa
palabra en algún libro mexicano del
siglo XVI, creerá lógicamente que
los indios tenían conocimiento del
pecado original.
«Argumento más serio es la re-
ferencia hecha por Pomar á canta-
res antiguos. En efecto, hallamos
el nombre de Tloque Nahuaque en el
cantar VIII de la colección de Bring-
ton, quien lo traduce la Causa de
Todo. En sus notas da Brington la
siguiente interpretación de ese vo-
cablo: «/« tloque in nahuaque: esta
expresión, aplicada por los antiguos
nahuasásu más alta divinidad, está
I atribuida por algunos á Nezahual-
1 coyotl; se compone de dos postpo-
I siciones: tloc y nahuac, que unidas
I dan la idea de aquel á quien están
presentes y en quien están inmanen-
^ tes todas las cosas que tienen vida....
Este epíteto se aplicaba en los tiem-
pos antiguos ala suprema divinidad
Tonacateotl: Véase el Codex Telle-
' riano-Remense en Kingsborough,
vol. V, página 107.» Según esta
I interpretación, la voz Tloque Nahua-
que expresaría una idea espiritual.
A su vez Remí Simeón ía traduce:
^el que está cerca de las cosas,» lo
cual también presentaría una con-
cepción inmaterial.
«Pero si el argumento de los can-
tares impresiona á primera vista,
I no deja por eso de ser especioso .
! Desde luego es dudosa la autenti-
i cidad de tales poesías, ó más bien,
! han llegado á nosotros adulteradas,
I y en ellas están mezcladas lasnue-
I vas ideas europeas á las viejas in-
dias. Los cantares se transmitían
de memoria en el Calmecac; y Sa-
hagún nos cuenta cómo en él ense-
naban á los muchachos «todos los
versos de cantos para cantar, que
se llamaban cantos divinos, los cua-
les versos estaban escritos en sus
libros por caracteres.» No se con-
serva ni se conoce ninguno de estos
libros jeroglíficos: cuando los can-
tares se escribieron con la escritu-
ra europea después de la Conquista,
ó fueron obras posteriores, imita-
ciones de las antiguas, ó reminis-
cencias de éstas con adulteraciones
de ideas y de palabras nuevas. El
mismo Mr. Brington, después de ci-
tar mi opinión contraria á la auten-
ticidad absoluta de los cantares,
conviene en que la final decisión
sobre su antigüedad, resultará de
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310
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
un examen especial de los pensa-
mientos que encierran y del lengua-
je conque están expresados; y que
se observa en algunos cantares, á su
juicio anteriores á la Conquista, la
introducción de alusiones posterio-
res, hechas por quienes los escri-
bieron, para no aparecer sospecho
sos de heréticos.
« Después de estas frases de Bring-
ton, crece la sospecha de que haya |
sido introducido en los cantares co- ;
mo neologismo el vocablo Tloque
Nahuaque. Parece confirmarlo la
traducción que le da Molina, quien
es, sin duda, la mayor autoridad co-
nocida para la buena interpretación
de la lengua náhuatl. En su voca-
bulario de 1571 dice: « Tloque Na-
huaque. Cabe quien está el ser de
todas las cosas, conservándolas y
sustentándolas: y dízese de nuestro
señor dios.» No puede ser esto más
claro en boca de un fraile cristia- \
no: dícese de nuestro señor dios, no
del dios de los indios idólatras, si-
no del dios que adoraba Molina. El
fraile francisco jamás habría llama-
do nuestro señor dios á una deidad
pagana, aun cuando hubiese sido
concepción espiritual y elevadí-
sima.
«¿Pero cómo y cuándo se intro-
dujo este nuevo vocablo? Tras lar- !
gas investigaciones hemos creído
encontrarlo al fin. En un escritor I
anterior á Molina, en la gramática \
mexicana del P. Olmos, hallamos
por primera vez la palabra Tloque I
Nahuaque, En el capítulo octavo !
trata el autor de las formas meta-
fóricas del mexicano; y al efecto
pone frases castellanas, y en segui-
da de cada una su traducción en di-
cha forma metafórica. Estas frases
son ejemplos para aprender bien el
mexicano, y sus ideas no correspon-
den, por lo mismo, á antiguas de los
indios, sino á las que querían ex-
presar los españoles en este idio-
ma: V. g. «La Iglesia de Dios es re-
verenciada, donde está todo el bien
y se oye la consolación del ánima.»
«Prometiónos Dios la gracia, si lo
obedecemos.» «Levantóle el Señor
y sublimóle no siendo nada.» «Ab
eterno sabe. Dios y tiene determi-
nado lo que ha de ser de cada uno
y lo que le ha de dar.» Pues bien:
entre estas frases de sentido cris-
tiano indiscutible, y que no corres-
ponden á la ideología de los indios,
se encuentra la siguiente: «Dios se-
ñor y creador y gobernador de todo,
que ensalza y humilla.» Para tradu-
cir esto metafóricamente, emplea
Olmos nada menos de cuarenta y
tres palabras. Las primeras son
Tloque Nahuaque. Desde entonces
quedaron para expresar la idea de
divinidad. Los cronistas de segun-
da mano las encontraron ya hechas,
y las aplicaron á las deidades in-
dias. Y, en fin, Ixtlilxochitl dióles
por inventor á Nezahualcoyotl, en
su ahinco de mostrarlo como perso-
naje extraordinario.»
No negamos que los primeros cro-
nistas y frailes inventaron nuevas
palabras mexicanas para expresar
ideas nuevas, de los indios desco-
nocidas, como era la idea del Dios
cristiano; pero no creemos que en-
tre esos neologismos se encuentre
Tloque Nahuaque. Si, pues, inventó
la palabra Nezahualcoyotl, debe te-
nerse como vocablo anterior á la
Conquista, mientras no se demues-
tre de una manera indudable que no
fué inventado por el rey acolhua.
Ya hemos visto que la prueba que
aduce Cha vero es muy débil, pues
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SKGUNDA BPOCA. TOMO V.
311
el ahinco que le atribuye á Ixtlilxo-
chitl de hacer aparecer á Nezahual-
coyotl como hombre extraordina-
rio, podría haberle inspirado la idea
de que había proclamado al dios
verdadero, pero no la de ponerle un
nombre que había de saber que ha-
bía sido formado después de la Con
quista. Hace Chavero tal hincapié
en este argumento, que señala como
autor del neologismo al P. Olmos,
fundándose en que en la Gramática
Mexicana pone ejemplos del len-
guaje metafórico, y entre ellos pone
una frase en que se encuentra el
vocablo Tloquenahuaque. No todos
esos ejemplos entrañan neologis-
mos, sino que los pone el P. Olmos
para dar á conocer las excelencias
del idioma náhuatl, con cuyo voca-
bulario y con cuyos giros se podrían
expresar las ideas más abstractas
de la nueva religión. Además, es
tan alta la concepción que envuelve
el nombre de Tloquenahuaque, y tan
rara su estructura, dos preposicio-
nes en plural, que no creemos que
haya sido formada por Olmos, ni por
ningún otro misionero ó cronista,
sino por un profundo filólogo indio,
como se cree que lo fué Nezahualco-
yotl. Dice Chavero que los prime-
ros cronistas no emplearon la pala-
bra Tloquenahaque, porque todavía
no había sido inventada. No, no es
esa la razón. Era tan culta, tan me-
tafísica, tan singular esa palabra,
que sólo la han de haber empleado
en el lenguaje hierático y poético,
que no estaba al alcance del vulgo,
sino de los sacerdotes y de los poe-
tas. Debe haber sucedido con esta
palabra lo que con el nombre Jeo-
vah con que designaban á Dios los
judíos ó israelitas, que, en su ori-
gen, no fué, según los exégetas, más
que el conjunto de las cinco vocales
i e o u a, palabra que no podía sig-
nificar otra cosa más que á Dios, y
que sólo podía pronunciarse por los
levitas y con grandes ceremonias.
El argumento más fuerte en que
apoya su tesis Chavero, es, sin du-
da, lo que dice Molina en su Voca-
bulario, quien, después de dar la
significación de Hoque Nahuaque,
agrega: « dizese de ntro. se-
ñor dios.» Con estas palabras lo
que parece que se da á entender
es que el nombre fué inventado pa-
ra aplicarlo exclusivamente al dios
de los cristianos; pero no lo cree-
mos así; lo que sucedió fué que los
misioneros no encontraron en el ná-
huatl palabra más propia para dar
á conocer á los indios al verdadero
dios, y la adoptaron y emplearon
después exclusivamente para ha-
blar del dios cristiano. Es verdad
que los primeros cronistas no em-
plearon el Tloquenahuaque para
significar al dios ó dioses de los me-
xicanos; pero si no usaron la pala-
bra, sí emplearon su significación;
así vemos en Sahagún que dice:
« También conocían, sabían y
decían, que habia doce cielos, donde
en el más alto estaba el gran Señor
y su muger: á aquel le llamaban
Ometecutli, que quiere decir dos ve-
ces Señor, y á su compañera le lla-
maban Omecioall, que quiere decir
dos veces Señora, los cuales dos así
se llamaban, para dar á entender
que ambos enseñoreaban sobre los
doce cielos, y sobre la tierra. De-
cían que de aquel gran Señor de-
pendía el ser de todas las cosas, y
que por su mandado, de allá venía
la influencia y calor, con que se en-
gendraban los niños ó niñas en el
vientre de sus madres.»
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ANA1.ES DEL MUSEO NAClONAi.
( Véase al principio de este artícu-
lo nuestro comentario al pasaje pre-
inserto.)
No es para Chavero argumento
de gran fuerza contra su opinión, el
que se desprenda del hecho de que
en los antiguos cantos de los indios,
anteriores á la Conquista, se en-
cuentre el nombre Tloque Nahua-
que aplicado al Ser Supremo, pues
dice que aún suponiendo que los
cantos fueran auténticos, al colec-
cionarlos los frailes los adultera-
ron introduciendo en ellos nuevas
palabras é ideas europeas sobre la
Divinidad y entre esas palabras es-
tá la de Tloquenahuaque.
Brington, el traductor inglés de
algunos de esos cantos, confiesa
que fueron adulterados por los frai-
les al transcribirlos con el alfabeto
europeo, pero sin que perdieran su
fondo original de poesía y de ideal
religioso que los distingue y carac-
teriza como obra literaria de los
antigtios tiempos. Habiendo sido in-
ventada la voz Tloquenahuaque—
dice Chavero— por Olmos, escritor
posterior á la Conquista, no pudo
encontrarse en los cantos, anterio-
res; así es que fué introducida en
ellos por el fraile colector ó por otro
cualquiera. Ya hemos visto que es-
te razonamiento de Chavero no tie-
ne la fuerza demostrativa que él le
atribuye.
No sólo la palabra Tloquenahua-
que es la que da idea en los antiguos
cantos de un dios espiritual, sino los
altos pensamientos que en ellos cam-
pean sobre la virtud, sobre anhelos
del corazón y sobre la existencia de
otro mundo, cosas todas que no pue-
den referirse al Fuego, sino á un
dios inmaterial; y ninguno de los
frailes de aquella época juzgará
por los escritos, que nos han deja-
do, era capaz de llevar á cabo tan
ímproba como hermosa labor.
Para que el lector se forme ima
idea, aunque imperfecta, de la índole
de los Antiguos Cantos Mexicanos,
insertamos á continuación la pará-
frasis que hemos hecho del canto
primero, que en el original náhuatl
se llama Cuica Peuhcayotl. Princi-
pio de los cantos:
PARÁFRA.SIS.
I
Mi ardiente anhelo, mi pesar profundo
Es encontrar un sitio donde pueda
Cortar hermosas y fragantes flores.
¿A quién preguntaré? ¿quién mí deseo
Podrá cumplir con su respuesta sabia?
Imaginaos que mi pregunta llevo
Al pájaro que zumba en los jardines,
Esmeralda tremante de los aires,
Al hermoso y brillante colibrí;
Imaginaos también que yo interrogo
A la ágil y dorada mariposa;
Mas ellos me dirán: «Sabemos donde
«Fragantes flores recoger podrás
«Si tú las buscas en el bosque obscuro
«Do florece el laurel, donde el tsinitzcan,
«Alegre mora, ó si tomarlas quieres -
«En la selva do vive el tlauqtiechool,*
Allí, al cortarlas, mojarán mi mano
Las claras gotas de sutil rocío;
Allí las flores estarán crecidas,
Mis ojos las verán, si ya brotaron,
En mi halda las pondré, y presuroso.
Saludaré con ellas á los niños
Y llenaré á los nobles de alegría.
II
Al vagar en el bosque casi escucho
Que al dulce canto de las flores bellas
Responden con su voz las mudas rocas;
Y que las aguas, que lucientes corren
Y que murmuran en la suave arena,
Les responden también; y que la fuente
Canta, se estrella, y á cantar retoma;
Y que el centzontli, en la enramada umbría,
En concierto vibrante y melodioso
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
313
Con el agreste y fiero coyatotolt,
En dulce canto les suele contestar;
Y escucho con placer aves canora^
Que esparcen en redor dulces gorjeos
Con que bendicen á la buena tierra.
III
Entonces exclamé:— Oh mis amados,
El vuelo detened por escucharme,
Xo os cause pena; venid á oírme,
Pájaros que zumbáis en la floresta.
—¿A quién se ha de buscar, noble poeta?
Yo les pregunto:— ¿las fragantes flores
Con que pueda alegrar á mis amigos,'
En dónde están, dónde podré buscarlas?
En suave canto me responden ellas:
—Aquí, oh cantor, te enseñaremos presto
Con lo que puedas verdaderamente
A los nobles, tus buenos compañeros.
Causar placer, y su ánimo alegrar.
iV
Al fértil sitio de un ameno valle
Me conduron ejellas con presteza;
Un sitio floreciente, do el rocío
Con brillante esplendor se esparce en torno;
Allí vi varias perfumadas flores.
Muy dulces, empapadas de rocío,
Y como arco-iris en redor dispuestas
«Arranca— me dijeron— las que quieras;
«Plegué al cielo, oh cantor, que ellas te ale-
(gren
«Y haz con ellas ofrenda á tus amigos
«Que regocijo encuentren en la tierra.»
En mi halda coloqué preciosas flores.
Delicadas y dulces, deliciosas;
Y dije para mí:— «jCómo no se hallan
«En este sitio gentes de mi pueblo!
«¡Si estuvieran aquí I»— Y entonces quise
A su encuentro salir para anunciarles
Que grato regocijo encontrarían
Con las variadas y olorosas flores;
Que podrían escoger muy dulces cantos
Y en la tierra alegrar á los amigos,
Y á los grandes y nobles solazar.
Y luego, yo el cantor, todas las flores
Del- sitio recogí, para ponerlas
En la cabeza de los grandes nobles,
Y cubrirlos con ellas, y en sus manos
Graciosos ramilletes colocarles.
Presuroso me alcé, y un canto digno
Entoné con mi voz, glorificando
A los grandes y nobles de la tierra
Ante la faz del Hacedor Supremo,
Donde no se conoce servidumbre
Vil
¿Dónde podré cortar las bellas flores?
¿Cómo llegar á la florida tierra,
A la tierra fecunda do no hay siervos,
Donde es desconocida la aflicción?
Si aquí logramos encontrar el sitio.
Es cuando el alma se somete á Dios.
Aquí en la tierra se entristece mi alma,
Y se conturba de dolor punzante,
Cuando yo, mísero cantor, recuerdo
Que mi planta posé, solo, en el sitio
Donde se cortan las fragantes flores.
Y exclamé con dolor:— «No está en la tierra
«El bello sitio de olorosas flores
«Extraña es la región de la alegría.
«¿Qué encontramos en la tierra bueno?
«¡Otra vida, en verdad, hay mas allá!
«Que el cielo me conceda la ventura
«De vivir más allá, donde los pájaros
«Xos dejen escuchar su dulce canto;
«Donde se aprende á conocer las flores,
«Las dulces flores, deliciosas, buenas,
«Que blandamente pueden embriagar.»
El americanista Brington hace
del canto anterior el siguiente aná-
lisis:
«El canto es una alegoría que re-
trata la vida interior del poeta. Por
las flores que supone buscar, debe
entenderse los cantos que desea
componer. Pregúntase á sí mismo
dónde hay que buscar la inspiración
poética, y la respuesta es la misma
dada por Wordsworth, que es en
las grandes y bellas escenas de la
naturaleza á donde el poeta debe
dirigirse para elevar su espíritu á
las más encumbradas alturas del
arte. Pero esta exaltación trae con-
sigo la honda pena, de hacer per-
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ANA1.ES DEL MUSEO NACiONAi..
der su encanto á las alegrías ordi-
narias. Como en los cuentos de la
Edad Media, el que una vez era ad-
mitido en el país de las hadas, no
volvía á sentir el deseo de volver
allí, así el poeta aspira á otras con-
diciones de existencia, donde el es-
píritu divino del canto le eleve para
siempre sobre las pruebas y mez-
quindades de la vida terrenal.»
Después de este delicado análisis
afiadeMr. Brington: «No hay ningún
«signo de influencia en este poema,
«y probablemente procede de un
«origen anterior á la Conquista.»
Después del análisis que del canto
hace el distinguido americanista, y
de su explícita aseveración de que
en el principio de los cantos no hay
ningún signo de influencia cris-
tiana, ¿podrá concederse algún va-
lor á la argumentación de Chavero
con que pretende probar que los in-
dios no tuvieron idea de un dios
inmaterial?
Aquí deberíamos poner término
á las objeciones que hemos opues-
to á la doctrina de Chavero; pero
aduce nuevos argumentos, después
de expresar su convicción de que ha
probado completamente que los me-
xicanos tenían por Dios Creador al
Fuego, y esos nuevos argumentos
deben contestarse, porque tienen
apariencia de verdad.
Dice Chavero:
«Tuvieron, pues, los mexicas, y
creo haberlo comprobado suficiente-
mente, por dios creador al elemen-
to material fuego, al cual llamaban
Xiuhtecuhtlitletl; y por comprender
la generación sino por medio de un
par, decíanle también Onieiecuhtli.
Este era el diosantiguo, el primero,
el HuehucteotL*
Nunca tuvieron los mexicanos á
Xiuhtecutlitletl como dios supremo,
pero ni como uno de los dioses ma-
yores. El P. Sahagún, en el capítulo
XIII del libro 1.^ pone este rubro:
«Que trata de los dioses que son
«MENORES en dignidad que los arri-
«ba dichos, y el primero de estos
«es, el que llaman Xiuhtecutli: es
«otro Vulcano.^
Con este pasaje de Sahagún que-
da demostrado que el Fuego no
sólo no era el primero, pero ni el
último de los primeros dioses. ¿Po-
día habérsele ocultado á Sahagún,
que habló con los viejos mexicanos,
la preeminencia del dios, si realmen-
te la hubiera tenido?
Hemos visto que Sahagún habla
de Ometecutli como de la deidad su-
prema, y acabamos de ver que, en
su concepto, Xiuhíecutli era uno de
los dioses inferiores; luego no pue-
den ser una misma individualidad
Ometecutli y Xiuhtecutli, como lo
cree Chavero.
Tratando de reforzar su tesis,
continúa diciendo Chavero:
«¿Pero pudieron los indios for-
marse desde luego esta creencia, la
cual supone ya una abstracción de
espíritus adelantados? La historia
nos responde que no. Los chichime-
cas tenían por dios y padre al sol;
y cuando llegaron al Valle del Ana-
huac, no sabían hacer fuego, vivían
de la caza y comían la carne cruda.
En la reciente expedición hecha por
nuestro colega el P. Gerste, á las
montañas de la Taraumara, en don-
de viven todavía los indios la vida
troglodita primitiva, encontró como
deidades de aquellas tribus al sol
padre y á la tierra madre
«El fuego del sol y el fuego del
hogar, esos dos grandes elementos
de la vida, debieron crear el culto del
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SEGUNDA ÉPOCA, TOMO V.
315
fuego allá en las estufas de las ca-
sas grandes. Por abstracción natu-
ral y lógica, formaron su primera
deidad del elemento fuego. Él da-
ba su calor al sol, su luz á los astros
y su vida á la tierra: el fuego fué el
dios creador.
«Pero si alguna duda nos quedara,
el mismo Códice Vaticano nos la
resolvería. Por regla general, las
deidades mexicas se distinguen por
sus atributos bien conocidos, sin
que se les agregue, como cuando de
personas ó de lugares se trata, el
signo jeroglífico de su nombre. Co-
mo excepción, una de las figuras de
Queisalcoail lleva ala espalda, uni-
do por una línea, para denotar que '
á ella se refiere, el signo ce acatl, el '
cual es uno de sus nombres. En los ,
jeroglíficos esa línea une el nombre I
á la persona. Pues bien, en la lámi- 1
na I del Códice Vaticano, hay un
signo jeroglífico unido por tal línea |
á la figura del dios creador: luego
expresa su nombre. El signo es una
corona ó copilli azul y verde: am- ,
bos colores corresponden en mexi-
cano á la palabra xihuitl; y q\ copi-
lli en la lectura jeroglífica, como en
el nombre de Moctezuma, da la voz
tecuhlli. Por lo tanto, este signo |
nos da completamente la voz Xinh-
tecuhtli. No puede, pues, caber du-
da: los mexicas tenían por dios
creador al fuego.»
Los indios semisalvajes, como los
chichimecas que vinieron al Valle i
de Anahuac, y los salvajes, como
los que moraban en las fronteras de \
la Nueva España, no pudieron for- ¡
marse la creencia del dios inmate- i
ria); pero los indios civilizados que
formaron naciones, como los tolte
cas, los acolhuas y los mexicanos ,
sí pudieron formársela, pues tuvie-
ron altísimas abstracciones de es-
píritu, como lo revelan su idioma,
sus plegarias y sus cantos. Ya he-
mos dicho que esos pueblos, como
politeístas, adoraban á los elemen-
tos y á los astros; pero sin queá nin-
guno de estos dioses lo considera-
ran comp el Creador. Al Fuego,
como elemento, lo temían— dice Sa-
hagún— porque los quemaba, y lo
amaban porque les guisaba sus vian-
das. Al sol lo adoraban no como re-
presentación esplendente del fuego,
sino como autor de la vida en la
tierra, y nunca le daban alguno de
los nombres del fuego, sino el suyo
propio, Tonaiiuh (V.), y, sin embargo
de esa gran adoración, no lo juzga-
ban como dios Creador, sino como
creatura; y así vemos en las cosmo-
gonías que los primeros dioses, hi-
jos de Omeyotl, lo creador, y des-
pués los mismos dioses se convir-
tieron en sol, y, por último, un bubo-
so. Nanahuaísin (V.), fué el último
sol, creado en Teteohuacan. (V.)
La pintura del Códice Vaticano
está muy lejos de resolver, como
dice Cha vero, la última duda, y an-
tes bien revela que el dios creador
es Ometecutli, el cual, según hemos
visto, es distinto de Xiutecutli. El
copilli ó corona real es el jeroglífico
ideográfico de tecutli, «señor,» pe-
ro los colores azul y verde no son
símbolos del fuego. Sólo los pirotéc-
nicos producen flamas y chispas
azules y verdes. El símbolo natural
del fuego es el color rojo y lo ha si-
do siempre. Si el copilli de la pin-
tura del Vaticano fuera rojo, podría
aceptarse la idea de Chavero. Los
colores azul y verde del copilli re-
presentan en la pintura al cielo y
á la tierra; al cielo, por ser azul, y á
la tierra, por ser verde por la vege-
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316
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
tación; así es que ese jeroglífico lo
que significa es: « Seftor de cielo y
tierra,» esto es, el Creador del Uni-
verso. En el artículo XinhlecutltYe-
remos que este nombre, por sí sólo,
no denota al dios del fuego, y que
por eso agregan al nombre el de
Tletl, «fuego,» «lumbre.» .
Si, pues, tenían los nahoas, y en-
tre éstos, particularmente los mexi-
canos y los acolhuas, la idea de un
dios inmaterial, lógico es creer que
empleaban palabras apropiadas pa-
ra significarlo; y entre estas pala-
bras la que mejor expresaba la al-
tísima idea era la de Tloquenahua-
que; pues la de Teotl, no obstante
su muy abstracta connotación, se-
gún se vé en el artículo respectivo,
se aplicaba á todos los númenes ó
dioses y aun á los muertos, se con-
virtió en un vocablo genérico, como
sucedió con Deus entre los roma-
nos, pues á los Césares muertos los
deificaban.
*
Oportunidad nos ofrece este ar-
tículo para extendernos un poco
más sobre el concepto que tenían
los indios (las clases elevadas) del
Ser Supremo, en medio de sus prác-
ticas idolátricas, concepto que no
corresponde al d\os fuego, como
lo creyó y sostuvo Chavero.
1 . — En una oración dirigida á Tes-
catlipoca, le dicen:
«¡Oh valeroso señor nuestro de-
«bajo de cuyas alas nos ampara-
«mos, defendemos 3^^ hallamos abri-
«go! tú eres invisible y no palpable,
«bien así como la noche y el aire.»
Al Fuego no le podían decir in-
visible, porque es lo más visible en
el universo, ni tampoco impalpa-
ble, porque es el cuerpo que deja
más huellas cuando se toca. Si, pues,
á Teacatlipoca le decían impalpable
é invisible, era porque lo conside-
raban superior como numen ^Xiuh-
tecutlitletl al fuego; luego no era
el fuego el Ser Supremo.
2.— En la misma oración, pidien-
do que cese una peste que asóla al
pueblo, dicen:
«¡Oh señor nuestro todopoderoso,
misericordioso y nuestro amparo!
dado que vuestra ira y vuestra in-
dignación, saetas y piedras, han gra-
vemente herido á esta pobre gen-
te, sea esto castigo como de pa-
dre ó madre que reprehenden á sus
hijos tirándoles de las orejas, pe-
llizcándolos en los brazos, azotán-
dolos con ortiga, y derramando so-
bre ellos agua muy fría; y todo esto
se hace para que se enmienden en
sus mocedades y niñerías; pues ya
es así que vuestro castigo y vuestra
indignación se ha enseñoreado, y
ha prevalecido sobre estos vuestros
siervos, sobre esta pobre gente; bien
así como las gotas del agua, que
después de haber llovido sobre los
árboles y cañas verdes, tocándo-
les el aire, caen sobre los que están
debajo de ellas. ¡Oh señor humafií-
simol bien sabéis que la gente po-
pular es como niños, que después
de haber sido azotados y casti-
gados, lloran y sollozan, y se arre-
pienten de lo que han hecho. Por
ventura ya estas gentes pobres
por razón de vuestro castigo, llo-
ran, suspiran, y se reprenden á sí
mismos, y están murmurando de
sí: en vuestra presencia se acusan
y tachan sus malas obras, y se cas-
tigan por ellas. ¡Señor nuestro hu-
manísimo, piadosísimo, nobilísimo,
y preciosísimo! baste ya el castigo
pasado, y seales dado término para
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
317
SU enmienda: sean acabados aquí,
sino otra vez cuando ya no se en-
mendaren: perdonadlos y disimulad
sus culpas; cese yá vuestra ira y
vuestro enojo, recojedla yá dentro
de vuestro pecho para que no haga
mas daño: descanse yá, y recójase
vuestro coraje y enojo, que á la ver-
dad de la muerte no se pueden es-
capar ni huir para ninguna parte.
Debemos tributo á la muerte, y sus
vasallos somos cuantos vivimos en
el mundo; este tributo todos le pa-
gan á la muerte, nadie dejará de
seguirla porque es vuestro mensa-
gero á la hora que fuere enviado,
pues que esta muerte tiene hambre
y sed de tragar á cuantos hay en el
mundo, y es tan poderosa que na-
die se le podrá escapar: entonces
todos serán castigados conforme á
sus obras.»
¡Qué propia, qué sencilla y qué
hermosa compara,ción la del pueblo,
semejante á los niños azotados y
llorosos y arrepentidos. Si no co-
piáramos el texto de Sahagún, tan
verídico, creeríamos que las últi-
mas palabras preinsertas eran una
suplantación de algún fraile fanáti-
co y mendaz. Toda la oración pa-
rece el salmo del Miserere de Da-
vid.
3.— En la oración que dirigían los
sacerdotes á Tescatlipoca pidiéndo-
le que favoreciese al pueblo contra
sus enemigos, entre otras preces
muy delicadas, como dice Sahagúji,
se encuentra ésta:
«En conclusión, lo que ruego á
V. M., que sois nuestro señor hu-
manísimo, y nuestro emperador in-
victísimo és, que tengáis por bien
que los que murieron en esta gue-
rra, sean recibidos con entrañas de
piedad y de amor de nuestro pa-
dre el sol, y de nuestra madre la
tierra, porque vos solo vivís y rei-
náis, y sois nuestro señor humaní-
simo.»
Aquí se ve que el sol, no obstan-
te ser una representación esplén-
dida del fuego, aparece muy inferior
á Tescatlipoca; así es que ésta es
una nueva prueba de que el fuego
no era el Ser Supremo, como asien-
ta Chavero.
4.— En la oración que hacían pi-
diendo inspiración para el Señor ó
Rey que habían elegido, hay el si-
guiente pasaje, cuya interpreta-
ción genuina excluye el Fuego de
la dignidad de Ser Supremo, aun-
que á primera vista aparece lo
contrario; dice así:
«Sabemos señor humanísimo, que
nuestros caminos y obras no están
tanto en nuestra mano, como en la
del que nos mueve. Si alguna co-
sa aviesa ó mal hecha hiciere, en la
dignidad que le habéis dado, y en
la silla en que lo habéis puesto que
es vuestra, donde está tratando los
negocios populares, como quien la-
ba cosas sucias, con agua muy clara
y muy limpia, en la cual silla y dig-
nidad tiene el mismo oficio de la-
bar vuestro padre y madre, de todos
los dioses, el dios antiguo, que es el
dios del fuego que está en medio de
las flores, y en medio del alber-
gue cercado de cuatro paredes, y
está cubierto con plumas resplan-
decientes que son como alas.»
Las palabras «dios del fuego» de-
ben entenderse por Creador del fue-
go, pues de lo contrario sería el dios
fuego. Ese creador del fuego es la
Omeyotl, la «Dualidad,» Ometecutli
y Omecihuatl; y por eso en la ora-
ción se le diceá Tescatlipoca «vues-
tro padre y vuestra madre» y «de
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
todos dioses,» pues en la Teogonia
hemos visto que Tescaiíipoca es hijo
de la Omeyotl, Además, ¿es creíble
que las preces se hayan dirigido al
dios fuego, tratándose de cosas de
otra vida, y que sólo se refieren á la
moral y á la inteligencia? No, esas
preces están dirigidas al dios crea-
dor del fuego, al dios que nos mue-
ve la voluntad; que es la Omeyotl,
la que tiene su albergue en medio
de las flores, y como está pintado en
la lámina del Códice Vaticano, de
que arriba nos hemos ocupado. Por
último, hemos visto que Sahagún
coloca al Fuego, á Xiuhtecutli, en-
tre los dioses inferiores; ¿cómo po-
dría ser que fuera el padre de Tes-
ca////>ora y de todos los dioses? Lue-
go ese dios del fuego á quien se in-
voca en la oración, es el dios que lo
creó, es la Omeyotl, la «Dualidad.»
5.— En la amonestación que el pa-
dre hacía á su hija cuando entraba
á la pubertad, le decía:
«Mira que no te deshonres á ti
misma: mira que no afrentes á nues-
tros antepasados los señores y go-
bernadores: mira no hagas alguna
vileza: mira repito que eres noble
y generosa. Ves aquí la regla que
has de guardar para vivir bien en
este mundo, entre la gente que en él
vive: mira que eres muger. Nota lo
que has de hacer: de noche y de dia
debes orar muchas veces, y suspi-
rar al dios invisible é impalpable
que se llama Yoalliehecatl: demán-
dale con clamores, y tendidos los
brazos en el secreto de tu recogi-
miento.»
Yoalli^s la noche obscura, y Ehe-
catl es el aire, invisible la una, é im-
palpable el otro. ¡Qué propia compa-
ración para connotar con dios in-
material!
* *
Todos los pasajes preinsertos es-
tán tomados de la Historia General
de las cosas de Nueva España del
P. Sahagún, autor muy verídico, in-
capaz de adulterar los textos que
oralmente le comunicaban los in-
dios viejos, y que él y los indios
niños que se educaban en Tlaltelol •
co escribían en castellano. El P. Sa
hagún no escribió su historia por
curiosidad, ni con objeto científico,
sino para dar á conocer á los misio-
neros y á sus sucesores la verdad
desnuda sobre religión, moral, as-
trología, costumbres y usos domés-
ticos, para que los sacerdotes cató-
licos los conocieran, y ya en el pul-
pito, ya en el confesionario, pudie-
ran condenar las prácticas idolátri-
cas y las abusiones y supersticiones.
Todo esto lo dice muy ampliamente
el mismo Sahagún en la Introduc-
ción al primer libro de su historia,
en los términos siguientes:
«El médico no puede acertada-
mente aplicar las medicinas al en-
fermo, sin que primero conozca de
que humor, ó de que causa, pro-
cede la enfermedad; de manera, que
el buen médico conviene sea doc-
to en el conocimiento de las medi-
cinas, y en el de las enfermedades,
para aplicar conveniblemente á ca-
da enfermedad la medicina contra-
rigí: puesto que los predicadores y
confesores, médicos son de las al-
mas para curarlas enfermedades es-
pirituales, conviene que tengan
esperiencia de las medicinas y de
las enfermedades espirituales: el
predicador, de los vicios de la repú-
blica, para enderezar contra ellos
su doctrina, y el confesor, para sa-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
319
ber preguntar lo que conviene, y
saber entender lo que dijeren tocan-
te á su oficio: conviene mucho se-
pan lo necesario para ejercitar sus
oficios: ni conviene se descuiden los
ministros de ésta conversión, con
decir que entre esta gente no hay-
mas pecados de borracheras, hurto
y carnalidad; pues otros muchos pe-
cados hay entre ellos muy mas gra-
ves, y que tienen gran necesidad de
remedio. Los pecados de la idola-
tría y ritos idolátricos, y supersticio-
nes idolátricas y agüeros, y abusio-
nes y ceremonias idolátricas, no son
aun perdidas del todo. Para predi-
car contra estas cosas, y aun para
saber si las hay. es menester saber
como las usaban en tiempo de su
idolatría, que por ifalta de no saber
esto, en nuestra presencia hacen
muchas cosas idolátricas sin que lo
entendamos, y dicen algunos escu-
sándolos, que son boberías ó niñe-
rías, por ignorar la raíz de donde
salen, (que es mera idolatría, y los
confesores ni se las preguntan, ni
piensan que hay tal cosa, ni saben
el lenguage para preguntárselos, ni
aun los entenderán aunque se lo
digan). Pues porque los ministros
del evangelio que succederán á los
que primero vinieron en la cultura
de esta nueva viña del Señor, no
tengan ocasión de quejarse de los
primeros, por haber dejado á oscu-
ras las cosas de estos naturales de
esta nueva España, . . . . »
Dados estos antecedentes, no hay
fundamento para sospechar que en
las oraciones y exhortaciones que
transcribe Sahagún haya influencia
cristiana; y la conclusión es, que los
mexicanos tenían la concepción de
un dios inmaterial, que no podía ser
Xiuhtecutli tletl, sino la OmeyotL
Vamos á concluir este artículo
con lo que debíamos haber comen-
zado, con la etimología de la pala-
bra, siguiendo el orden que hemos
observado en los demás artículos;
pero en el presente hemos querido
que el lector conozca primero las
diversas opiniones de los» cronistas
é historiadores sobre la significa-
ción y origen de la palabra para que
pueda darse cuenta exacta de su
connotación.
Tloque Nahuaque se compone de
las preposiciones tloc y nahuaque en
plural; la primera significa «cerca,
con, al lado,» y la segunda, «cer-
ca, al rededor.» Con la originalidad
de poner en plural estas preposi-
ciones y á veces posposiciones, se
forma con ellas un substantivo que
significa: «el que está cerca, con, al
lado, al rededor délas cosas,» y co-
mo esto sólo le corresponde á Dios,
concretaron la palabra á significar
solamente á Dios, á la deidad su-
prema. La forma plural no se refie-
re á la persona, pues que significa-
ría dioses, sino á las casas, y por
eso la traducción es: «el que está
cerca, con, al lado, al rededor de
todas las cosas, cuya connotación
explica Molina con la perífrasis que
emplea en su Vocabulario: «cabe
«quien está el ser de todas las co-
«sas, conservándolas y sustentán-
«dolas.» Aunque tloque y nahua-
que significan separadamente la
misma cosa, y aparece el vocablo
compuesto redundante, sin embar-
go, esta redundancia le da mayor
intensidad á la significación. Haya
sido Nesahualcoyotl, ó haya sido
algún fraile misionero el inventor
de esta palabra, la invención fué
felicísima y demuestra á la vez la
riqueza de elementos del idioma
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320
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
náhuatl para expresar Jas ideas más
abstractas.
TlotlL Gavilán ó halcón. Men-
dieta y Torquemada dicen que los
dioses adorados en Teotihuacan
eran animales; pero sóio hacen men-
ción de dos, de tlotli, gavilán, y de
citli, liebre. El primero figura en
dos pasajes mitológicos, por cierto
muy importantes, y en ambos co-
mo embajador.
Mendieta, hablando de cómo fué
creado el sol, dice: «criado ya, pues,
el hombre, y habiendo multiplica-
do, traia ó tenia cada uno de los
dioses ciertos hombres, sus devo-
tos y servidores, consigo. Y como
por algimos años (según decían) no
hubo sol, ayuntándose los dioses en
un pueblo que se dice Teutiuacan,
que está seis leguas de México, hi-
cieron un gran fuego, y puestos los
dichos dioses á cuatro partes de
él, dijeron á sus devotos que el que
mas presto se lanzase de ellos en
el fuego, llevaría la honra de ha-
berse criado el sol, porque al pri-
mero que se echase en el fuego,
luego saldría sol; y que uno de
ellos, como mas animoso, se aba-
lanzó y arrojó en el fuego, y ba-
jó al infierno; y estando esperan-
do por donde había de salir el sol,
en el tanto, dicen, apostaron con
las codornices, langostas, mari-
posas y culebras, que no acerta-
ban por donde saldría; y los unos
que por aquí, los otros que por alli:
en fin, no acertando, fueron conde-
nados á ser sacrificados; lo cual
después tenían muy en costumbre
de hacer ante sus ídolos: y final-
mente salió el sol por donde había
de salir, y detúvose, que no pasaba
adelante. Y viendo los dichos dio-
ses que no hacia su curso, acorda-
ron de enviar á Tlotli por su men-
sajero, que de su parte le dijese y
mandase hiciese su curso; y él res
pondió que no se mudaría del lugar
donde estaba hasta haberlos muerto
y destruido á ellos; de la cual res-
puesta, por una parte temerosos, y
por otra enojados, uno de ellos, que
se llamaba CitU\ tomó un arco y
tres flecha^ y tiró al sol para le
clavar la frente: el sol se abajó y
asi no le dio: tiróle otra flecha la
segunda vez y hurtóle el cuerpo, y
lo mismo hizo ala tercera: y enoja-
do el sol tomó una de aquellas fle-
chas y tiróla al Citli. y enclavóle la
frente, de que luego murió. Viendo
esto los otros dioses desmayaron,
pareciendoles que no podrían pre-
valecer contra el sol : y como des-
esperados, acordaron de matarse
y sacrificarse todos por el pecho; y
el ministro de este sacrificio fue
Xolotl, que abriéndolos por el pe-
cho con un navajon, los mató y des-
pués se mató á sí mismo.»
i Véase Citli, Teteohuacan.)
El segundo pasaje en que figura
Tlotli es imo de los más importan-
tes de la antropogenesis nahoa.
Aunque ya hemos hecho la relación
de él en otros artículos, la repro-
ducimos en éste para dar á conocer
ampliamente el original estilo del
P. Mendieta. Dice así :
«Pero ya que en diversas mane-
ras cada provincia daba su relación
por la mayor parte venían á con-
cluir que en el cíelo había un dios lla-
mado Citlalatonac; y una diosa
llamada C///a//c«^; y que la diosa pa-
rió un navajon ó pedernal (que en
su lengua llaman tecpcatl), de lo cual
admirados y espantados los otros
sus hijos, acordaron de echar del
cíelo al dicho navajon, y asi lo pu-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
321
sieron por obra. Y que cayó en cier-
ta parte de la tierra, donde de-
cían Chicomoztoc, que quiere decir
«siete cuevas. » Dicen salieron de él
mil y seiscientos dioses (^n que
parece querer atinar á la caida de
los malos ángeles,) los cuales dicen
que viéndose así caídos y desterra-
dos, y sin algún servicio de hom-
bres, que aun no los había, acorda-
ron de enviar un mensajero á la
diosa su madre, diciendo que pues
los había desechado de si y des-
terrado, tuviese por bien darles li-
cencia, poder y modo para criar
hombres, para que con ellos tuvie-
sen algún servicio. Y la madre res-
pondió: que si ellos fueran los que
debían ser, siempre estuvieran en
su compañía; mas pues no lo mere-
cían y querian tener servicio acá en
la tierra, que pidiesen al Mtctlan
Tecutli, que era el sefior ó capitán
del infierno, que les diese algún
hueso ó ceniza de los muertos pa-
sados, y que sobre ello se sacrifi-
casen, y de allí saldrían hombre y
mujer que después fuesen multi-
plicando. Que parece querer atinar
al diluvio, cuando perecieron los
hombres, teniendo no haber queda-
do alguno. Oída, pues, la respuesta
de su madre (que dicen les trajo
Tlotlí, que es «gavilán,» entraron en
consulta, y acordaron que uno de
ellos, que se decía Xolotl, fuese al
infierno por el hueso y ceniza, avi-
sándole que por cuanto el dicho
Mictlan Tecutli, capitán del infierno,
era doblado y cabiloso, mírase no
se arrepintiese después de dado lo
que se le pedia. Por lo cual le con-
venia dar luego á huir con ello, sin
aguardar mas razones. Hízolo Xo-
lotl de lo misma manera que se le
encomendó; que fué al infierno y al-
canzó del capitán MíctlanTecuili, el
hueso y ceniza que sus hermanos
pretendían haber, y recibido en su s
manos, luego dio con ello á huir. Y
el Mictlan Tecutli, afrentado de que
asi se le fuese huyendo, dio á correr
tras él, de suerte que por escapar-
se Xolotl, tropezó y cayó, y el hue-
so, que era de una braza, se le que-
bró y hizo pedazos, unos mayores
y otros menores; por lo cual dicen,
los hombres ser menores unos que
otros. Cogidas, pues, las partes
que pudo, llegó donde estaban los
dioses sus compañeros, y echado
todo lo que traia en un lebrillo ó
barreñon, los dioses y diosas se sa-
crificaron sacándose sangre de to-
das partes del cuerpo ( según des-
pués los indios lo acostumbraban) y
el cuarto día dicen salió un niño;
y tornando á hacer lo mismo, al otro
cuarto día salió la niña: y los die-
ron á criar al mismo Xolotl, el cual
los crío con la leche de cardo.»
(Véase Omecihual y Xolotl.)
Tloxipeuhoa. (Creemos que es
adulteración de Toxipeuhca, va-
riante de Toteucxipe.) (V.) Dios de
los plateros y de los lapidarios. Unos
y otros le dedicaban para que fueran
desollados vivos á los que les habían
hurtado alhajas de oro y plata ó pe-
drería; y los llevaban á su templo
arrastrándolos por los cabellos.
Tooi. (TOf nuestro, a; citli, abue-
la: «Nuestra abuela.») Hemos visto
que había una diosa llamada Tete-
vinan, «Su madre de los Dioses.»
Siendo los hombres hijos de los dio-
ses, natural era que la madre de
éstos fuera la abuela de aquéllos;
así es que cuando se habla de esta
diosa con relación á los dioses, se
le llama Tetevinan, y cuando con
relación á los hombres, Toct.
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322
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Tenía otras denominaciones, pues
desempeñaba funciones muy com-
plicadas: era quien producía los
temblores, y de aquí el nombre
Tlalli iyollo ó « el corazón de la tie-
rra;» patrocinaba también á los mé-
dicos, adivinos y suertistas, de don-
de le vino su nombre Yoaltísiíl, «la
médica de la noche;» y como uno
de los principales recursos terapéu-
ticos de aquella clase consistía en
los baños de vapor ó de lemascal,
llamábase también por ese motivo
Temaskaltesi ó « abuela de los ba-
ños;» carácter con el cual se nos
presenta en el Códice Nuttall»
quedando allí bajo forma de busto
y coronando la puerta de la casa de
baños. Por último, aunque pueden
salir de los nombres anteriores, y
de varias funciones de la diosa,
y de su misma librea otras denomi-
naciones, aquí haré mérito de una
tan sólo, que pasó también al tem-
plo donde se le daba culto en las
afueras de la ciudad, y que se lla-
maba Ziuateo-kalli ó «casa de la
deidad femenil,» porque al numen
le decían Ziuateotl, y con este
nombre sacrificaban durante la
festividad una esclava en honra su-
ya. Su fiesta se celebraba solemne-
mente, en su templo de México, en
el mes Ochpanistli. Los tlaxcalte-
cas le tributaban un culto especial,
y las labanderas la miraban como
á su protectora.
Aunque en México se encontraba
una imagen de la diosa, tenía tem-
plo particular en el lugar donde
ahora se alza el Santuario de Nues-
tra Señora de Guadalupe, cerca del
pequeño teocalli llamado Cihuateo-
calli, teocalli de las mujeres, situa-
do en el extremo de la calzada que
por el Norte salía de la Ciudad;
llamábase aquel sitio Tocitlan, yun-
to á Tocí. El templo, si tal puede
decirse, consistía en « cuatro made-
«ros hincados, puestos en cuadro,
«que cada uno tenia á mas de vein-
«te y cinco brazos de alto y de grue-
«so que dos hombres no los podían
*bien abrazar: en la cumbre de es-
«tos cuatro palos estaba hecho un
«andamio, y sobre el andamio
«un buhio de paja con que estaba
«cubierto. En cuanto al ídolo, era
«una figura de mujer anciana, con
«la media cara blanca, que era de
«las narices para arriba y de las
«narices para abajo negra. Tenia
«una cabellera de mujer cogida á
«su uso, y encima de ella unas gue-
« dejas de algodón, pegadas como
«una corona» hincados á los lados
«de la misma cabellera unos bezos
«con sus mazorcas de algodón hila-
«do en ellos, de las puntas de estos
«bezos, colgaban unos copos de al-
«godon cardado. En la una mano
«tenia una rodela y en la otra, una
«escoba: al colodrillo le tenían pues-
«to un plumaje, de plumas amari-
«llas; tenia una camisa corta, con
«una orla al cabo de algodón por hi-
«lar, y sus enaguas, todo el vestido
«blanco: estaba este ídolo puesto en
«aquella pieza, siempre en su altar,
«sin guarda de sacerdote, ni otra
«gente que la guardase.»
Verificábanse los sacrificios en
la honra de la Toci, en manera sin-
gular. Hincaban en tierra cuatro
grandes maderos gruesos y de trein-
ta brazas de altura, formando un
cuadro; de alto á abajo atravesaban
otros maderos horizontales, for-
mando con los otros una especie de
escalas. Los sacrif icadores, con mi-
tras de papel en la cabeza, pintados
con yeso los ojos, labios, molledos y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
323
muslos, con banderas de papel co-
locadas por el cuerpo, subían por
los atravesaños, colocándose en el
remate amarrados á los palos para
no caer. Cuatro ministros se apode-
raban de la victima haciéndola tre-
par por las escalas; si tenía miedo
ó se resistía, punzábanle las asen-
taderas, con púas de maguey: lle-
gada á la parte superior, apartá-
banse los ministros conductores y
los sacerdotes amarrados en los
palos la empujaban hasta hacerla
caer, con lo cual se hacía pedazos
contra el suelo; allí caída, otros mi-
nistros la degollaban, recogiendo la
sangre en un lebrillo adornado con
plumas encarnadas, el cual lleno de
sangre era colocado delante de la
diosa. (DurAn.)
Llamábase el tablado de la diosa
Tocicuahuitl, y en él había una lum-
bre de noche, que servía de faro á
los caminantes, para encontrar el
principio de la calzada. (Duran.)
Los huexotxinca. por motivos que
no es del caso referir, vinieron de
secreto una noche y pusieron fuego
al tablado de la Toci. Parece que
nada fué notado por los veladores
nocturnos, supuesto que al día si-
guiente sólo se encontraron en el
sitio un montón de ceniza y algunos
carbones. Tenochtitlan entero que-
dó horrorizado de aquel desacato,
no reconoció límites la cólera del
emperador y para castigar en al-
guien y de pronto la maldad, mandó
poner en prisión á los sacerdotes
de la diosa, llenó el suelo de la cár-
cel de algunos fragmentos de obsi-
diana para que se hiriesen las car-
nes, dándoles de comer poco á fin
de que muriesen lentamente: todos
los días iban á afearles su descuido
en haber dejado quemar el templo.
Practicáronse sin fruto exquisi-
tr.s diligencias para descubrir á los
autores del crimen, hasta que los de
Tlaltelolco participaron que uno
de los prisioneros tlaxcalteca ha-
bía declarado que los huexotzinca
habían ido á Tlaxcala á vanagloriar-
se del hecho; por sólo aquel dicho se
les declaró culpables. El templo de
la Toci quedó levantado sobre cua-
tro maderos más altos y mejores que
los destruidos, colocáronse sobre el
tablado abundantes joyas y pre-
seas, quedando en vela del templo
guardas y sacerdotes: las víctimas
para el estreno, naturalmente se
designaron de Huexotmnco. El ejér-
cito de los aliados marchó á la pro-
vincia, penetró por tierra de Atlixco,
cayendo con fiero empuje sobre los
sacrilegos. Duró la batalla varios
días, pues en balde pidieron los hue-
xotzinca, según los pactos de la
guerra florida, cesaran los comba-
tes; llevaban orden los tenochca
de traer un número determinado de
prisioneros, y mientras no le com-
pletaron, pelearon y pelearon sin
dárseles nada por las inmensas pér-
didas de los suyos: completa la cuen-
ta tornaron á México, entrando con
los honores triunfales. De los des-
venturados prisioneros, á los unos
desollaron vivos, trayendo por las
calles los cueros como en la fiesta
del tlacaxipehuatistli; dieron á los
otros sacrificios de fuego, que co-
mo recordaremos, consistía en que
cuatro ministros tomaban á la vic-
tima por los pies y las manos, la
ponían sobre las llamas del brasero
divino, dábanle tres movimientos de
alto á abajo, soltándolo al cuarto
meneo en la lumbre, de donde me-
dio quemada y antes de espirar la
llevaban al techcatl para sacarle el
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324
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
corazón. El resto de los cautivos
fueron conducidos al nuevo templo
de la Toci, para ser aspados y asae-
teados en el Tocicuahuitl, según ha-
bía inventado el emperador.
Los huexotzinca estuvieron aten-
tos con lo que hacían á sus compa-
triotas, y una vez terminado el sa-
crificio, convidaron respetuosa-
mente á Motecuhsoma á la fiesta
que iban á hacer á su dios Camax-
tle: no asistió el emperador, aunque
envió representantes suyos. Los
huexotzincas desplegaron en aque-
lla un gran lujo, como en emulación
de los mexica, y un refinamien- !
to de crueldad propio para la ven- 1
ganza; los prisioneros tenochca, mu- '
chos, y entre ellos muy distinguidos j
capitanes, perecieron á semejanza
de lo acontecido en México, unos de-
sollados vivos, otros en el sacri-
cio común, los demás aspados y
asaeteados. Cuando sus enviados
vinieron á contar á Motecuhzoma
lo que habían visto, se contentó con '
responder tranquilamente «¿Qué os
«parece esto? para eso nacimos y pa-
«ra eso salimos al campo, y esta i
«es la muerte bienaventurada de que
«nuestros antepasados nos dejaron
«noticia y tan encomendada.» Man-
dó repartir regalos á cuantos se ha-
bían distinguido en la pelea y prin-
cipalmente á los tlaltelolca. (Du-
ran.)
Aun cuando en el artículo Teteoi-
nan hemos dado á conocer el ori-
gen de la teofanía de la Toci, tan
íntimamente ligada con la historia
de los mexicanos, sin embargo,
transcribiremos aquí lo que el Có-
dice Ramírez refiere acerca de tan i
original como terrible mitografía, '
y de su trascendencia en la funda-
ción de México.
«Estando en paz y sosiego Htd-
tsilopuchtli, Dios de los mexicanos,
viendo el poco provecho que se le
seguía de sus intentos con tanta paz,
dijo á sus viejos y ayos: — necesidad
tenemos de buscar una mujer, la
cual se ha de llamar la mujer de
la discordia, y ésta se ha de llamar
mi agüela en el lugar donde hemos
de ir á morar, porque no es este el
sitio donde hemos de hazer nuestra
habitación, más atrás queda el
asiento que os tengo prometido y
es necesario que la ocasión de de-
jar este que agora habitamos sea
con guerra y muerte y que empe-
cemos á levantar nuestras armas,
arcos, flechas, rodelas, y espadas y
demos á entender al mundo el va-
lor de nuestras personas. Comen-
zad, pues'á apercibiros de las cosas
necesarias para vuestra defensa y
ofensa de nuestros enemigos, y bús-
quese luego medio para que salga-
mos deste lugar; y sea este que,
luego vais al Rey de Culhuacan, y
le pidáis su hija para mi servicio,
el qual luego os la dará, y esta ha
de ser la mujer de la discordia co-
mo adelante veréis.— Los mexica-
nos, que siempre fueron obedientí-
simos á su Dios, fueron luego al
Rey de Culhuacan, y proponiendo
su embajada viendo que le pedían
la hija para Reina de los mexica-
nos y abuela de su Dios, como cob-
dicia desto diósela sin dificultad, á
la qual los mexicanos llevaron con
toda la honra posible con mucho
contento y regocijo de ambas par-
tes assi de los mexicanos como los
de Culhuacan, y puesta en su trono
luego aquella noche habló el ídolo
á sus ayos y sacerdotes diziendo-
les:— Ya os avisé que esta mujer
había de ser la de la discordia en-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
325
tre vosotros y los de Culhuacan, y
para lo que yo tengo determinado
se cumpla, matad á esa moza y sa-
crificadla á mi nombre á la qual
desde hoy tomo por mi madre: des-
pués de muerta desollarla heis toda
y el cuero vestírselo á uno de los
principales mancebos y encima ves
tirse de los demás vestidos mujeri-
les de la moza, y convidareis al Re\'^
su padre que venga á hacer adora-
ción á la diosa su hija y á ofrecerle
sacrificio:— Todo lo qual se puso
por obra (y esta es la que después
los mexicanos tuvieron por diosa
que en el libro de los sacrificios se
llama Toa\ que quiere decir (mies-
ira agüela). Llamaron luego al Rey
su padre para que la viniese á ado-
rar según el ídolo lo habia manda-
do, aceptó e! Rey el convite, y jun-
tando sus principales y Señores les
dijo que juntasen muchas ofrendas
y presentes para ir á ofrecer á su
hija que era ya Diosa de los mexi-
canos, ellos teniéndolo por cosa
muy justa, juntaron muchas y di-
versas cosas acostumbradas en sus
ofrendas y sacrificios, y saliendo
con todo este aparato con su Rey,
vinieron al lugar de los mexicanos,
los quales los recibieron y aposenta-
ron lo mejor que pudieron, dando
les el parabién de su venida: des-
pués que hubieron descansado, me-
tieron los mexicanos el indio que es-
taba vestido con el cuero de la hija
del Rey al aposento del ídolo Hui-
tsilopuchtli, y poniéndolo á su lado,
salieron á llamar al Rey de Culhua-
can y padre de la moza, diziendole:
— Sefior, si eres servido, bien puedes
entrar á ver á nuestro Dios y á la
Diosa tu hija, y hazerles reverencia
offreciéndoles tus offrendas. — El
Rey teniéndolo por bien se levantó
y entrando en el aposento del ídolo,
comenzó á hazer grandes ceremo-
nias y á cortar las cabezas de mu-
chas codornices y otras aves que ha-
bía llevado haziendo su sacrificio
dellas, poniendo delante de los dio-
ses muchos manjares, incienso y
flores y otras cosas tocantes á sus
sacrificios, y por estar la pieza obs-
cura novia á quien ni delante de
quien hazian aquellos sacrificios,
hasta que tomando un brasero de
lumbre en la mano, según la indus-
tria que le dieron, echo encienso en
el y comenzando á ensensar se en-
cendió de modo que la llama aclaró
el lugar donde el ídolo y el cuero de
su hija estaba, y reconociendo la
crueldad tan grande, cobrando gran-
dísimo horror y espanto soltó de la
mano el ensensario y salió dando
grandes voces diziendo:~Aqui,
aqui mis vasallos los de Culhuacan,
contra una maldad tan grande como
estos mexicanos han cometido, que
han muerto mi hija y desollándola,
vistieron el cuero á un mancebo á
quien me han hecho adorar: mueran
y sean destruidos los hombres tan
malos y de tan crueles costumbres;
que no quede rastro ni memoria de
ellos; demos fin dellos, vasallos
mios.— Los mexicanos viendo las
razones que el Rey de Culhuacan
daba y el alboroto en que á sus va-
sallos ponia, los quales ya mano á
las armas, los mexicanos como gen
te que estaba ya sobre aviso, se re-
tiraron metiéndose con sus hijos y
mujeres por la laguna adentro, to-
mando el agua por reparo contra los
enemigos, pero los de Culhuacan
dando aviso en su ciudad salió toda
la gente con mano armada y com
batiendo á los mexicanos los metie-
ron tan adentro de la laguna, que
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326
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
casi perdían pié, por cuya causa las
mujeres y nifios levantaron gran
llanto, mas no por eso los mexica-
nos perdieron el ánimo, antes esfor-
zandose mas comenzaron á arrojar
contra sus enemigos muchas varas
arro jadizf is como fisgas, con las qua-
les los de Culhuacan recibieron mu-
cho detrimento, de suerte que se co-
menzaron tí retirar, y assi los me-
xicanos comenzaron á salir de la
laguna y á tornar á ganar tierra,
yéndose á reparar á un lugar á la
orilla de la laguna que se dice Ista-
palapan, y de alli pasaron á otro
lugar llamado Acalmutitlan por
donde entraba un gran rio á la la-
guna tan hondo que no lo podían
vadear, y assi hicieron balsas con
las mismas fisgas y rodelas y yer-
bas que por alli hallaron, y con ellas
pasaron las mujeres y niños de
la parte del rio, y habiendo passa-
do se metieron por un lado de la la-
guna entre unos cañaverales, espa-
dazas y carrizales donde pasaron
aquella noche con mucha angustia»
trabajo y aflicción y llanto de las
mujeres 3' niños, pidiendo que les de-
jasen morir allí, que ya no querían
mas trabajos. E¡ Dios Huitsilo-
puchtli, viendo la angustia del pue-
blo, habló aquella noche á sus ayos
y díjoles que consolassen á su gen-
te y la animassen, pues todo aque-
llo era para tener después mas bien
y contento; que descansassen ago-
ra en aquel lugar. Los sacerdotes
consolaron al pueblo lo mejor que
pudieron, y assi algo aliviados con
la exortación, todo aquel día gasta-
ron en enjugar sus ropas y rodelas,
edificando un baño que ellos llaman
temasicalli Hicieron este baño
en un lugar que está junto á esta
ciudad llamado Mexicalt^inco don-
de se bañaron y recrearon algún
tanto; de alli pasaron á otro lugar
llamado Istacalco que está mas cer-
ca de la ciudad de México, donde
estuvieron algimos días; después
pasaron á otro lugar á la entrada
de esta ciudad donde agora está una
hermíta de San Antonio (hoy calza-
da de San Antonio Abad, al sur de
la ciudad); de aqui entraron en un
barrio que agora es de la ciudad lla-
mado San Pablo (al sureste de la
ciudad), donde parió una de las se-
ñoras mas principales de su campa-
ña, por cuya causa hasta hoy se lla-
ma este sitio Mixiuhtlan (Mixiuh-
can) que significa lugar del parto.
Desta suerte y con este estilo se fué
metiendo poco á poco su ídolo al si-
tio en que pretendía se edificasse su
gran ciudad que ya deírte lugar es-
taba muy cerca.»
A la Toci, reverencialmente, se
le llama Tocitsin.
Tociouahuill. (^ Toa, diosa llama-
da así; cuahuiU, árbol, madero: «ár-
bol de la Toci.*) Nombre que daban
al tablado ó altar dedicado á los sa •
crificíos que se hacían en honor de
Toci, (V.)
Tocitlan ó Tocititlan. (Toci, dio-
sa llamada así; tlan 6 tillan, junto
á: «Junto á la Toci,^) Nombre del
lugar en que estaba un templo con-
sagrado á la diosa Toci. Era el lu-
gar en que hoy se encuentra la Co-
legiata de Guadalupe, la supuesta
virgen aparecida al indio Juan Die-
go. (Véase Tocl)
Toohancalqui. (Tochtli, conejo;
ami, cazar; calli, casa; qui, el que:
«el que está en la casa de la caza
de conejos.») Guerrero que auxilió
á Huit3ilopochtli en su lucha con
sus hermanos los CenlBonhuisna-
huac. El fué el que mató con la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
327
xiuhcoatl á Coyolxauhqui, instiga-
dora de la lucha.
Toohinoo. (^7oc///w, variante de 7o-
chtli, coneio; co, en: «En (donde
se adora) el conejo.») Era el 9.^ edi-
ficio de los 78 que comprendía el
templo mayor de México. Era un
teocalli bajo, cuadrado y con esca-
lones por los cuatro lados; estaba
dedicado al dios del vino, Ometoch-
tli, en honor del cual inmolaban ca-
da año un cautivo vestido con la li-
brea del dios. Comoá los dioses del
vino los llamaban Totochtin, «Cone-
jos,» á Ometochtli. que era el princi-
pal, le llamaron Tochin, «Conejo.»
Clavigero llama á este Dios 7b-
cA/wco, confundiendo el nombre de
la deidad con el de su templo.
Toohtepec. Hoy Tuxtepec. (Véa-
se TOCHTLI.)
Toohtli. (Etimol. desconoc.) Co-
nejo. Era el nombre del primer afto
de los cuatro que, alternando trece
veces, formaban el cielo mexicano
de 52 años. Era también el nom-
bre del 8.^ día de las veintenas del
calendario, llamadas vulgarmente
meses. En los jeroglíficos se re-
presenta con la figura entera del
animal, ó sólo con la cabeza con las
orejas muy enhiestas.
Según Chavero, el tochtli repre-
sentaba á la tierra; acatl, al sol; tec-
paily á la estrella de la tarde, y ca-
lli, á la luna.
En la cosmogonía del Códice Zu-
MÁRRAGA, al hablar de la creación
del sol y de la luna, en Teteohua-
can, se dice:
«Y dicen los que cuentan fábulas
ó hablillas, que tenían igual luz con
que alimibraban, y de que vieron
los dioses que igualmente resplan-
decían, habláronse otra vez y dije-
ron: «¡Oh dioses! ¿como será ésto?
¿será bien que vayan á la par? ¿se-
rá bien que igualmente alumbren?»
Y los dioses dieron sentencia y di-
jeron: «Sea de esta manera,» y lue-
go uno de ellos fue corriendo, y dio
con un conejo en la cara á Tecucijs-
tecatl, y escurecióle la cara, ofus-
cóle el resplandor, y quedó como
ahora está su cara.»
Esta fábula, con muchas varian-
tes, la encontramos en diversos
pueblos.
Entre los antiguos se hallaba ya
muy arraigada la creencia de que
la luna presentaba el aspecto de un
rostro humano.
El mismo Plutarco escribió un li-
bro para combatir esa opinión y
demostrar que los rasgos huma-
nos que en el disco lunar se veían
no eran otra cosa que una ilusión
de nuestra vista fatigada que pone
claros y sombras donde sólo existe
una absoluta uniformidad.
Pero lo más singular es que mu-
chos otros pueblos veían en la luna
la imagen de una liebre sentada y
con las orejas tiesas.
La fantasía popular añadía una
mano de mortero manejada por el
animal con las patas delanteras. De
esta forma se ve representada la
luna en los trajes bordados de an •
tiguos principes chinos.
De China se propagó esta leyen-
da á la India, y en los libros de fá-
bulas de este país, las manchas de
la luna se llaman sa-sa, que quie-
re decir liebre ó conejo. Por la mis-
ma razón, en sánscrito la luna lleva
los nombres de MarigadahBa (por-
tadora de corzo) ó de Sa'Sabhril
(portadora de liebre). Idéntica creen-
cia se encuentra entre los pueblos
más diversos, en Ceylán, Tartaria,
Mongolia, Hotentocia, etc.
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328
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
En este último existe sobre ella ¡
una tradición muy original. La lu- ¡
na envió un día á los hombres, por
medio de la liebre, el siguiente men-
saje: Lo mismo que yo muero y
renazco, vosotros moriréis para re-
nacer después. Pero el animal cam- 1
bió la frase y en vez de ella dijo: |
«lo mismo que muero y no renazco,
vosotros moriréis para no rena-
cer.»
Furiosa la luna, hirió á la liebre
en el hocico y ésta á su vez saltó al
rostro de la luna y con sus uñas la
hizo las manchas que en ella se ven.
Los chinos dicen también que en
el disco lunar hay un hombre que |
por una gran falta fué condenado i
á derribar un árbol, suplicio que ja-
más tendrá fin, porque los cortes i
hechos en el tronco se cierran ape-
nas abre otros nuevos. i
Ln palabra tochili entra, como
elemento principal, en la composi-
ción de muchos nombres geográfi-
cos, como Tuchtla (hoy Tu x tía),
Tochtepec ó Tuchtepec (hoy Tuxte-
pec), Ometochco (hoy Ometusco),
Tochinchan, etc., etc.
Como tochtli ó tuchtli era entre
los indios el tipo de los cuadrúpe-
dos pequeños, muchos de éstos lle-
van su nombre, acompañado de otro
que los caracteriza, y fórmanse es-
pecies distintas; así, por ejemplo,
de cuauhtochtlíy ardilla, se compone
cuahuitl, árbol, y de tochtli, cone-
jo: «conejo de los árboles; ayotoch-
///, armadillo, se compone de ayotli,
tortuga, y de tochtli, conejo: «cone-
jo-tortuga,» aludiendo á la concha
que lo cubre; y de estos nombres
se forman otros geográficos, como
Cuauhtochco (hoy Huatusco), y ^43/0-
tochco.
El Lie. Borunda, á propósito de
tochtli y de los nombres geográfi-
cos en que entra en composición,
dice lo siguiente:
«Como el hueso también es sym-
bolo de duración, y el conejo de ha-
bitadores en Cuevas, y algunos pi-
cachos verticales iguales, y vistos
á distancia competente se aseme-
jan á las orejas del conejo, se trató
á algunas de las serranías que los
presentan de Tuchtepec, dentro c,
de la sierra tepetl, del conejo tuch-
tli, advirtiendose juntamente liber-
tadas algunas personas en cuevas,
en aquella era memorable, é ins-
truiendo el número de las de nues-
tro norte en este valle, el de las
muelas figuradas al hilo del tor-
zal de los costados en este Monu-
mento, y las muelas de los labios
del cangrejo en ambas frentes, el nú-
mero de las sobrevivientes á la ori-
lla de la serranía de Sur. En ella
permanece la anotación nacional
Tuchtepec referida á su mas eleva-
da mole, con relación á su lado me-
ridional, en distrito de Sempoala,
la de Ometuchco, dentro co del co-
nejo tluchtli, dos orne todavía com-
puesto de que está el maguey metí,
en el Camino otli, ó symbolíca pre-
dicción de aquel suceso de la era
nacional, alusivo á la aniquilación
de la embriaguez con averse co-
locado allí en tierra llana dos pi-
cachos de serranía. En distrito
del vulgarizado Chautla también
permanece la de Nauítuchco, den-
tro co, del conejo tuchtli, quatro
nauí; todavía compuesto de que lo
suio i, es la mollera ímu, symbolí-
ca de la memoria, y acercándose en
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
329
aquella situación los extremos de
quatro serranias.»
Es admirable el talento que des-
pliega Borunda para interpretar el
idioma náhuatl, desfigurándolo,
siempre que así le conviene para
apoyar sus raras doctrinas ó sus
extravagantes simbolismos. Las
etimologías que nos da de Ttichte-
pec, de Omeiuchco y Nahuitochco
son falsas; Tuchtepec se compone de
tochtli 6 iuchtli, conejo, de tepetl,
cerro, y de c, en, y significa simple-
mente: «En el cerro del conejo.
Ometuchco se compone de Ometuch'
tu, nombre de un dios (V.), y de co,
en, y significa: «En donde está, se
venera) el diob Ometochtli; y éste
se compone de Orne, dos, y de tuch-
tu, conejo, y significa: «Dos (día)
Conejo, pues tal dios no es más que
una fecha del Tonalamatl. Del mis-
mo modo Nahuitochco significa
-< Donde íestá) e\ dios NahuitochtU,»
pues también es otra fecha del 7b-
nalanmtl,ú, saber, «Cuatro (día) Co-
nejo.»
Cuando los nahoas daban á un
lugar el nombre de orejas de algún
animal, no sólo ponían, como dice
Borunda, el nombre del animal, sino
también el de orejas; así tenemos un
lugar llamado Coyonacasco, com-
puesto de coyotl, coyote, de nacas-
tu, oreja, y de co, en, y significa,
«En orejas de coyote.» Del mismo
modo, al lugar llamado ^Orejas de
conejo,» por haber dos picachos
que afectaran la figura de las orejas
de un conejo, le decían Tochnacasco.
Tohueyo. (Etimología descono-
cida.) Texcatlipoca en su persecu-
ción á Quetsalcoatl y á los toltecas
en general (V. Quetzalcoatl;, bajo
el nombre de Titlacaiman (V.), se
convirtió en un indio forastero (to-
hueyo), que desnudo, y bajo la de-
nominación de Tohueyo, se sentó á
vender ají verde en el mercado de
Tollan. Huentac, rey de los tula-
nos, tenía una hija doncella muy
hermosa, la cual acertó á distinguir
al Tohueyo, y antojósele tanto que
enfermó de amores. Para curarla,
pues se moría, fué preciso buscar
el Tohueyo, traerle al palacio, ves-
¡ tirle y dársele por esposo. Matri-
j monio tan desigual disgustó á los
I vasallos, quienes prorumpieron en
destempladas murmuraciones. A
fin de acallar el disgusto público,
Huemac determinó deshacerse de
su importuno yerno; envióle á la
guerra de Coatepec, ordenando se-
cretamente á sus capitanes le hi-
j cieran perecer. En la batalla deja-
ron abandonado al Tohueyo con los
! pajes, enanos y cojos; mas cuando
I el enemigo los acometió, pelearon
I con tanto brío, que salieron vence-
' dores. Fué indispensable que Hue-
mac y los tulanos salieran á recibir
I al plebeyo con gran fiesta ponién-
! dolé las armas quetsalapanecayotl
I y el xiuhchimalli, divisas de los
triunfadores. Las artes de Titlaca-
huan habían traído el descrédito á
Quetsalcoatl y á su amigo el rey
Huemac.
Para solemnizar al triunfo, Titla-
cahuan reunió una gran multitud
para cantar y bailar, entretúvolos
hasta la media noche, en que los
danzantes se despeñaban en el ba-
rranco texcallauhco, convirtiéndo-
se en piedras.
El P. Sahagún hace la relación
de estos sucesos 3^ de otros del 7b-
hueyo; pero esa relación, aunque
desfigurada por escrúpulos de pu-
dor por el editor D. Carlos María
Bustamante, está tan llena de natu
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330
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
ralidad y de gracia, que no hemos
podido resistir al deseo de insertar-
la para delectación del lector. De-
bemos advertir que Sahagún Jlama
al Tohueyo Tobeyo.
Dice así:
• Otro embuste hizo Titlacaoan,
pues se volvió y convirtió en un in-
dio forastero y se llamó Tobeyo.
Presentóse desnudo todo el cuerpo
como solian andar los de su gene-
ración: andava hendiendo axi (ó
chile) verde y se asentó en el mer-
cado enfrente del palacio de Venmc
que era señor de los tultecas en lo
temporal, porque Qiíetsalcoail era
como sacerdote y no tenía hijos.
Vemac tenía una hija muy hermo-
sa, y por tal codiciábanla los tulte-
cas para casarse con ella, pero él no
quiso dársela. Esta miró acia el
mercado y vio al Tobeyo totalmente
desnudo, agradóse de él y antojó-
sele, porque el amor que por él to-
mó hizo que se le hinchase todo el
cuerpo. Supo su padre Vemac co-
mo estaba, y preguntó á las donce-
llas que le cuidaban ¿qué mal tiene
mi hija? Ellas respondieron, señor
de esta enfermedad fué la causa
Tobeyo que andaba desnudo, vues-
tra hija vio y. . . y está mala de
amores. Oídas estas palabras por
Vemac, dijo. . . . ¡Ea tultecas! bus-
cadme al Tobeyo que por aquí anda
vendiendo axi verde; buscáronlo
por todas partes, y no pareció: su-
bió un pregonero á la sierra que se
llama Tzatsiiepac, y pregonó di-
ciendo. . . Tultecas, si hallareis un
Tobeyo que por aqui anda vendien-
do axi verde, traedlo ante el señor
Vemac, y le buscaron en todas par-
tes y no le hallaron, y así vinieron
á decirlo al Rey: después pareció
Tobeyo asentado en el mercado
donde antes habia estado vendien-
do axi verde, y como le hallaron
avisáronselo luego á Vemac quien
dijo, traédmelo acá presto: puesto
á su presencia preguntóle ¿de dón-
de sois? respondióle Tobeyo, yo soy
forastero, vengo por aqui á vender
axi verde. Di jóle Vemac» ¿porque
no os ponéis un maxtli y cubris con
la manta? á lo que respondió To-
beyo, tenemos esta costumbre en
nuestra tierra. Vemac le dijo. . . .
, Vos habéis agradado á mi hija, y
la habéis de sanar: Tobeyo respon-
dió, de ninguna manera señor, pue-
de ser esto, antes matadme, yo
quiero morir porque no soy digno
de oir estas palabras viniendo por
aquí á buscar la vida vendiendo axi
verde. Vemac di jóle, por fuerza ha-
béis de sanar á mi hija, no tengáis
miedo. Tomáronle luego para la-
varle y tresquilarle, y le tiñeron
todo el cuerpo con tinta, y pusié-
ronlo un maxtli cubriéndole con
una manta, y df jóle Vemac, anda y
entra á ver á mi hija allá dentro
donde la guardan, hízolo así, Tobe-
yo durmió con ella de que luego fué
sana y buena, y de esta manera
Tobeyo fue yerno del señor Ve-
mac*
Refiere en seguida Sahagún el
enojo que causó á los toltecas el ca-
samiento de Tobeyo con la hija de
Huemac, y lo que hicieron los tol-
tecas.
Dice así:
«Después de cumplido y hecho el
matrimonio del Tobeyo con la hija
del señor Vemac, los tultecas co-
menzaron á enojarse y decir pala-
bras injuriosas y afrentosas contra
éste diciendo entre sí: ¿por qué el
señor \ ^emac casó su hija con un 7b-
I beyo? Como Vemac hubiese enten-
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SEGUNDA BPOCA. TOMO V.
331
didoy oído las palabras afrentosas
que contra él decían los tultecas,
llamóles diciendo: venid acá, yo hé
entendido todas las palabras inju
riosas que habéis dicho contra mí
por amor de mi yerno que es un To-
beyo, yo os mando, que le llevéis di
simuladamente á pelearla guerra de
Cacatepecy Coaiepec, para que le ma-
ten nuestros enemigos. Oyendo es-
tas palabras de I 'emac, los tultecas
se armaron y juntaron, y fueron á
la guerra con muchos peones, y con
el yerno de Vewac, y en llegando al
lugar de la pelea, ocultáronle al di-
cho Tobeyo para aguardar á los ene
migos, con los pages, enanos y co-
jos: después de haber hecho esto,
(que es ardid que ellos solían tener,
y hacen en la guerra) los dichos
tultecas fueron á pelear contra
los enemigos de Coaiepec, y Tobeyo
decía á los pages enanos y cojos. «No
tengáis miedo, esforzaos, porque á
todos nuestros enemigos hemos de
matar, y los mas enemigos de Coa-
iepec prevalecían persiguiendo y
venciendo á los tultecas, los cuales
huían delante de aquellos, y esca-
pándose de las manos de estos, astu-
ta y engañosamente los tultecas, de-
jaron al dicho Tobeyo solo enterrado
con los dichos pages, huyéndose de
los enemigos, y habían pensado que
estos matarían á Tobeyo con los pa-
ges, porque estaba solo con ellos,
viniéronse luego y dijeron á Vemac:
señor ya hemos dejado á vuestro
yerno Tobeyo solo en la guerra con
los pages, en poder de los enemigos:
Vemac luego que oyó lo que habían
hecho los tultecas con su yerno,
holgóse mucho pensando que ya era
muerto, porque tenia gran vergüen-
za de tener tal yerno, forastero y
Tobeyo, Cuando este estaba sote-
rrado, miraba á los enemigos y de-
cía á los pages, no tengáis miedo, ya
se llegan contra nosotros los ene-
migos, y yo sé que los tengo de ma-
tar todos. Levantóse y salió contra
los de Coaiepec y Cacaiepec, y per-
siguiéndoles, mató un sin número.
Llegó á noticia del señor Vemac, de
lo que se espantó y pesóle mucho,
y llamó á los dichos tultecas di-
ciéndoles: «vamos á recibir á mi yer-
no:» así fueron todos á su encuen-
tro con el señor Vemac, llevando
consigo unas armas ó divisas que
se llaman queisalapanecayull, y ro-
delas que se llaman xiuhchimalli:
vistiéronlo con ellas en señal de
triunfo y premio, y recibiéronlo bai-
lando y tañéndole las flautas, y can-
tando con los dichos pages con mu-
cha victoria y alegría. Los tultecas
en llegando al palacio de Vemac,
emplumáronle la cabeza y tiñéronle
todo el cuerpo con color amarillo, y
la cara con color colorado, y lo mis-
mo á los pages : este es el regalo
que solían hacer á los que venían
triunfantes de la guerra. Después
le dijo el señor Vemac á su yerno,
ahora ya estoy contento de lo que
habéis hecho, y también lo están los
tultecas: muy bien te has portado
con los enemigos, descansa y re-
posa.»
Por último refiere Sahagún la ma-
tanza que hizo el Tobeyo entre los
toltecas mientras cantaban y bai-
laban.
Dice así:
Otro embuste hizo el dicho nigro-
mántico que se llamaba Tíilacaoan
después de haber peleado y venci-
do á los dichos enemigos, porque
estando emplumado todo el cuerpo
con la pluma rica que se llama /o-
civiil, mandó que danzasen y baila-
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332
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
sen todos los tultecas, é hizo vo-
cear á un pregonero en la sierra de
tsatziiepec diciendo, que todos los
indios forasteros viniesen á una
fiesta á danzar y bailar, y luego vi-
nieron muy muchos indios sin nú-
mero á Tulla: en juntándose todos
fué el dicho Titlacaoan á un lugar
que se llama texcalapa, con toda la
gente que no se podía contar, así
mancebos como de mozas, y comen-
zó á bailar, danzar, y cantar el di-
cho nigromántico Tttlacaoantvíñexí-
do el atambor, y tpda la gente asi-
mismo, comenzaba á bailar y hol-
garse mucho, cantando el verso que
cantaba el dicho nigromántico. Can-
taba cada versoálos que danzaban,
y luego comenzaban todos á repetir
el mismo verso, aunque no sabian
de memoria el cantar. Mantuvié-
ronse en este regocijo hasta cerca
de la media noche que se llamaba
tlatlapit3ali3pa, y porque era muy
mucha la gente que danzaba, empu-
jábanse unos á otros, y muchos de
ellos caían despeñándose en el ba-
rranco del río que se llama texcal-
tlauhco. y se convertían en peñas:
en el dicho río había una puente de
piedra, y el nigromántico quebróla
y todos los que iban á pasar por ella
caíanse y despeñábanse en^ el río. y
se convertían en piedras. Nada de
esto que hacia el nigromántico, sen-
tían ni miraban los dichos tultecas,
porque estaban como borrachos sin
seso, y todas las veces que baila-
ban y danzaban, como se empujaban
unos á otros, despeñábanse en el
agua.»
Tollan. ( Véase T:\:\.\.) I
Tolnahuac. ( Tollin, tule, juncia; |
nahtinc, al rededor: «rodeado de tu- 1
les ó juncias.») Era el 70.*^ edificio "
de los 78 que comprendía el templo I
mayor de México. Era un tem-
plo consagrado á la Miquistli,
-Muerte,» y allí le sacrificaban cau-
tivos cada 260 días, cuando era Ce
Miquistli (V.) en el Tonalamatl.
Tolotzin. Dios de los matlatzin-
cas. (Véase Toluca.) Parece que el
dios Coltsin, que adoraban los cul-
mas y que dio nombre al lugar lla-
mado Colhuacan, es el mismo Tolo-
tsin, ( Véase Coltzin.)
ToltecatL (Derivado gentilicio de
Tollan: «Tolteca.») Era uno de los
dioses de la embriaguez. (Véase Te-
pozTECATL y Centzontotochtin.)
El intérprete del Códice Nuttall,
explicando la lámina 52, dice: «Es-
te es otro de los mismos q. dixe de
los beodos y su nombre era tulte-
gate.» (Toltecatl.)
Toltecatl era nombre gentilicio
de los oriundos de Tollan, y, por la
pericia de éstos en las artes y ofi-
cios, llegó á ser sinónimo de hábil
artífice.
Toluca. Ponemos este artículo,
meramente filológico, por la rela-
ción que tiene el nombre del lu-
gar con el dios Tolotzin.
El Sr. Orozco y Berra dice, « To-
locan ó Tolucan propiamente quie-
re decir: lugar de los Toluca,^
Para que tuviera esa significa-
ción, el nombre debería ser Toloca-
pa ó Tolucapa, como se dice Mexi-
capa, Tlaxcaltecapa, &. &. Toluca,
por sí solo, como nombre gentilicio,
significa simplemente los tolucas ó
tolucos, como Mexica, los mexica-
nos; Tlaxcaltecas los tlaxcaltecas;
Chalca, los chalquenos.
Continua diciendo el Sr. Orozco:
«La palabra está expresada por una
«cabeza inclinada (se refiere al je-
^rogUfico, signo del verbo toloa,bíX'
«jar ó inclinar la cabeza, resultan -
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SBGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
333
«do Tolo-can (de sonido igual al
«apetecido), lugar en que se inclina
«la cabeza.» Tolo-can no puede sig-
nificar «lugar en que se inclina la
cabeza.» Para que signifique esto,
su estructura debería ser Toloayan,
compuesto de toloa, voz imperso-
nal del verbo toloa, inclinar la ca-
beza, y de yan, seudoposposición
que expresa el lugar donde se eje-
cuta la acción del verbo.
El Sr. Dr. Pefiafiel dice: «El je-
roglífico se compone de una cabe-
za inclinada, sóbrela terminación te-
pee, estofaos signos dicen solamen-
te, lugar ó asiento de la tribu toluca, »
En todo caso sería «lugar de los to-
loas ó toluas, como Culuacan signi-
fica lugar de los coluas.»
El Sr. Eufemio Mendoza dice:
«Lugar de reverencia.» La forma
figurativa de la escritura jeroglífi-
ca, esto es, la cabecita inclinada,
autoriza esta interpretación. Reve-
rencia se dice, en mexicano, entre
otros términos, tolololistli, y agre-
gando la posposición can» lugar, se
formará el nombre Tololíacan,
el cual, por sinalefa que impone la
eufonía, puede perder la sílaba lis,
y convertirse en Tolo-can. No obs-
tante esto, no estamos conformes
con esta interpretación, porque la
inclinación ó abajamiento de cabeza
que expresa el verbo toloa, no es
propiamente el acto de reverencia
que impone la religión, el respeto
ó la cortesía, sino el acto material
de bajar la cabeza; y no es verisí-
mil que se hubiera empleado este
término, tololistli, cuando hay los
muy apropiados, netlancuacololia-
tu, nexicololistli, tomahuitilistli,
teixtililifftli, los cuales expresan
adoración, respeto, cortesía.
El Sr. Olaguíbel se muestra par-
tidario de la interpretación de Men-
doza, y á ese propósito dice: «La
existencia de los templos toltecas
que asegura Boturini, confirma la
traducción del Sr. Mendoza: «lugar
de reverencia,» y á eso conspira el
nombre del cerro que, inmediato á
Toluca, se levanta por el rumbo
Norte; Tolochi, corrupción de To-
lotsin, según se lee en los títulos
de posesión de la ciudad, cuyo nom-
bre indica doble reverencia, por la
raíz tolo, y por la partícula tsin,
del estilo reverencial.»
El cerro Tolochi, corrupción de
Tolotsin, nos va á servir de guía
para encontrar la verdadera signi-
ficación de Toloca ó Toluca. En ese
cerro debe haber habido un templo
tolteca de los que habla Boturini, y
en él debe haberse tributado culto
á un Dios que tenía la cabeza incli-
nada, y esto se confirma con el je-
roglífico, que consiste en un cerro,
lepetl, en cuya cima está una cabe-
cita inclinada. Ahora bien, este dios
debe haber sido conocido con el
nombre ó advocación de «el inclina-
do de cabeza,» lo cual se expresa
en mexicano con la palabra tolo,
participio pasivo, con funciones de
adjetivo, del verbo toloa, inclinar ó
bajar la cabeza; pero como se trata
de un dios, no lo han de haber lla-
mado simplemente Tolo» sino Tolo-
/.er/w^reverencialmente, como lo ha-
cían con los dioses los reyes, los
superiores, etc., etc. Tal debe ser el
origen del nombre del cerro, que,
geográficamente debe llamarse: To-
lotsinco,6 Tolotepetl, ó Tolocan,sig'
ni fi cando respectivamente: «En
donde está el dios Tolo,* ó «Ce-
rro del dios 7b/0;» ó «Lugar del dios
Tb/o,» esto es, «del dios que tiene
inclinada la cabeza.» La formación
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334
ANALBS DEL MUSBO NACIONAL
del Último nombre, Tolocan, basta-
ría para dar por terminada la dis-
cusión de esta etimología, para los
que creen que la escritura genuina
del nombre es Tolocan; pero como
nosotros no lo creemos así, sino que
la escritura primitiva fué Toloca 6
Toluca, ampliaremos nuestras ex-
plicaciones para poner punto á la
discusión.
Hemos dicho que tolo, «inclinado
de cabeza,» es un participio pasi-
vo del verbo toloa, inclinar ó bajar
la cabeza;» ahora agregaremos que
estos participios acabados en o,
cuando tienen funciones de adjeti-
vo y se refieren á personas, suelen
tomar qm, al final; así es que «in-
clinando la cabeza , » lo mismo se dice
tolo, que toloqui. Al dios de que tra-
tamos, según esto, se le llamaría:
Tolo; 6 Toloqui, Tolotsin 6 Toloca-
tsin, revereúcialmente. Ya vimos
cómo se formaron nombres geográ-
ficos de Tolo, veamos ahora cómo
se puede formar de Toloqui, Es re-
gla del idioma náhuatl que los nom-
bres acabados en qui, al entrar en
composición, convierten el^«/en ca;
V. g.: de cocoxqui, enfermo, se for-
ma cocoxcacalli, hospital, casa de
enfermos: según esta regla, al en-
trar Toloqui en composición con te-
pee, que es el signo del lugar del
jeroglífico, se formará Tolocatepec;
pero hay otra regla gramatical que
establece que cuando una palabra,
al convertirse en nombre de lugar,
tenga por última sílaba una pospo-
sición, no se añade la que corres-
pondería al nombre geográfico; y
haciendo veces de posposición, en
este caso la palabra tepec se supri-
me y queda el nombre en la forma
de Toloca, por ser posposición la úl-
tima sílaba ca, y queda significan-
do: «En (donde está) el dios Tolo ó
Toloqui, esto es «el inclinado de ca-
beza.» La variante Toluca procede
de que los indios confunden la o con
la u, sobre todo cuando está repe-
tida en la palabra.
Después de algún tiempo de ha-
ber escrito el artículo que precede,
leímos un pasaje del P. Sahagún, en
que se dice: «....los ntallatsincacvXú'
vaban la tierra y adoraban al dios
Collsin, al cual sacrificaban vícti-
mas humanas retorciéndolas den-
tro de una red de pescar.» La lec-
tura de este pasaje vino á afirmar-
nos en nuestras conjeturas, pues
con él queda mostrada su exactitud
de un modo indiscutible. En efecto,
Colisin se compone de collic, torci-
do, derivado de coloa, torcer lo de-
recho, encorvar, y de Isin, sufíjo
que expresa reverencia, cariftoó di-
minución; y significa: «El dios tor-
cido,» «el torcidito.» Si se observa
el jeroglífico, se verá que la incli-
nación de la cabecita que está en la
cima, no es en sentido recto, sino
hacia un lado, como la persona que
sufre de torticoli ó torcedura del
cuello. De todos modos, esta torce-
dura le hace inclinar al dios la ca-
beza, y por eso le han de haber lla-
mado también Tolo ó Tolotsin. «El
inclinado de cabeza,» y de esta de-
nominación, que ha de haber sido
más popular, puesto que le dio nom-
bre al cerro donde estaba el teocalli,
Tolotsin ó TolotepeCy provino la
de Toloca ó Toluca dada al pueblo
circunvecino.
Otra preciosa enseñanza encon-
tramos en el pasaje de Sahagún*
Dice el erudito fraile que á Coltain
le sacrificaban víctimas humanas
retorciéndolas dentro de una red de
pescar. La red en el idioma náhuatl
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SBGUNDA BPOCA. TOMO V.
335
se llama matlatl; pero como era ob-
jeto consagrado al culto, porque
servía de instrumento de los sacri-
fícios, su denominación debía ser
reverencial, y de allí es que se le
llamara matlatain, redecilla ó red
sagrada. Este objeto sagrado ma-
tlatsin, sirvió después para deno-
minar la comarca en que se hacía
uso de tales sacrificios, y por eso
se llamó Mailatsinco al valle de 7b-
luca, matlatzinca á sus habitantes.
Esta asociación de ideas que pro-
ducen el nombre del dios Coltsin y
el renombre del instrumento de los
sacrificios que le estaban consagra-
dos, da origen al jeroglífico dipton-
go, como lo llama el Sr. Pefiafíel,
del cerro con una cabecita inclina-
da, en la cima, y de las redes en la
parte inferior.
Los nombres del dios, el de la red,
y los de las comarcas, deben haber
sido puestos por los tóltecas, que ha-
blaban el idioma náhuatl y que fun-
daron el templo, según dice Boturi-
ni, pues los matlatzincas hablaban
otro idioma, que se conserva aún
en algunos pueblos del Estado de
México. Los matlatzincas fueron
sometidos á México por el rey Axa-
yacatl, quien tuvo un hijo que se lla-
mó Matlatsincaltain, Los mexica-
nos que recogieron las tradiciones
tóltecas, trasmitieron después los
nombres nahoas, pues los matla-
tzinca, daban nombres muy distin-
tos en su idioma, al dios, al cerro,
al pueblo y á la comarca.
Tomamacpalitotíque. ( To-maitl,
nuestra mano, macpalitotiqie, en-
cantadores, derivado de mucpalito-
tía, encantar, comp. de macpalli,
palma de la mano y de itotia, bailar.
No corresponde exactamenet la
significación de la palabra á su es-
tructura.) Hechiceros que se apode-
raban aun á viva fuerza del cadáver
de una mujer muerta de parto, para
cortarle el brazo izquierdo con ma-
no y todo para entrar á robar á las
casas sin resistencia de sus mora-
dores, pues quedaban aturdidos ó
encantados á la vista de la mano de
la muerta. Sahagún explica estos
robos del modo siguiente.
«También procuraban unos he-
chiceros que se llamaban tomamac-
palitotique de hurtar el cuerpo de
esta difunta, para cortarle el brazo
izquierdo con la mano, porque para
hacer sus encantamientos decían,
que tenía virtud el brazo y mano,
para quitar el ánimo de los que es-
taban en la casa donde iban á hur-
tar, pues de tal manera los desma-
yaban, que ni podían menearse ni
hablar, aunque veían lo que pasa-
ba.»
Tomás. (Santo.) (Véase Santo
Tomás.)
Tomiyauh. (Etimología incier-
ta Remí Simeón dice que se com-
pone de to, nuestro; y de miahuatl,
flor del maíz, y traduce: «Nues-
tra flor de maíz.» No estamos con-
formes con esta etimología ni con la
traducción. Miahuatl, en composi-
ción con el posesivo /o, se convierte
en miahua, y el nombre debería ser
Totmahua. Es verdad que w/'aAwa//,
tiene por variante miyahuatl, pero
ni aun así es correcta la palabra,
pues debería ser Totniyahua. En
cuanto á la traducción miahuatl no
significa «flor del maíz» sino «espi-
ga del maíz.» Miahuaxochitl es la
que significa «flor delmaíz.« Ade-
más « Flor del maíz » es un nombre
propio de una diosa, y no de un dios,
y menos si es numen de la embria-
guez. Nosotros aventuramos la si-
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336
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
guíente etimología: /ow/yo, vellu-
do, yauh, el que va. Nombre de un
dios de la embriaguez, cuya fiesta
se celebraba en el mes TepeilhuitL
Tenía un sacerdote dedicado á su
servicio, llamado Omeiochtli-Tomi'
yauh,
Paso y Troncoso dice á propósito
de este dios lo siguiente:
« No deja de ser extraño que dos
númenes acuáticos, Tomiyauh y
Nappateuktli, tengan afinidades
con los dioses del vino por llevar
sus ministros el nombre de Orne-
toxili: como son los dos patrones
de ciertos vegetales, podemos infe-
rir que sacaran substancias embria- \
gantes de las dichas plantas.» I
Tona. Nombre que le da Saha- 1
gún á la Tonan 6 Tottantsin. (V.)
TonacacuahuitL (Síncopa de to- i
nacayocuahuitl comp. de tonaca- i
yoil, calor, vida, y de cuahuitl, ár-
bol: «árbol de la vida.» Para la
completa inteligencia de esta eti-
mología véase Tonatiuh.) Ixtlilxo-
chitl dice que los toltecas llamaban
á la Cruz Tonacayotl, « Árbol de la
vida.» ( Véase Cruz), y Orozco y
Berra lo hace extensivo hasta á los
aztecas, pues dice «Los aztecas usa-
ban palabra propia en su idioma
para significar la cruz,» y se funda
en el siguiente pasaje de Torque-
mada : « A esta cruz, como no le sa-
«bian el nombre, llamaron los in-
«dios Tonacacuahuitl, que quiere
«decir, madero que da el sustento
«de nuestra vida; tomada la etimo-
«logía del maíz, que llaman tonaca-
*yuil, que quiere decir: cosa de
«nuestra carne, como quien dice, la
«cosa que alimenta nuestro cuer-
«po.» Después del pasaje preinser-
to dice: « Veytia, si bien confundien-
do los significados, aquí corregidos.
llama al signo Tonacacuahuitl, palo
de la fertilidad ó de la abundancia;
Quiahuitsiieotl, dios de sus lluvias;
Chicahualisteotl, dios fuerte 6 pode-
roso.» (Véase Cruz y Tonatiuh.)
Tonaoaoaaahtitlan. (Tonaca-
cuahuitl (V.), y titlan, entre: «Entre
los árboles de la vida ó sustento.)
Región paradisiaca, morada de To-
nacatecutli (Tonacayotl, vida, sus-
tento; tecutli, seftor: « El Señor del
sustento de la vida.») Cha vero y
otros autores dicen que el nombre
se compone de to, nuestro, a; nacatl,
carne; tecutli, señor, y traducen:
« Señor de nuestra carne. * Véase la
impugnación de esta etimología en
el artículo Tonatiuh.
Tonaoateouüi (Tonacayotl, y i^^^
sustento; tecutli, señor: «El seftor
de la vida, del sustento.» í^F¿a5^ To-
natiuh.) Este mito ha causado gran
confusión entre los autores. Orozco
y Berra, con vista del MS. de Fr.
Bernardino, dice: «Antes de la exis-
tencia del Universo, sólo había el
cielo decimotercero, en el cual vi-
vían el dios Tonacatecuhtli y su es-
posa Tonacacihuatl, por otro nom-
bre Xochiquetsal : no reconocían
origen, era el principio de la crea-
ción.»
En otro lugar dice el mismo Oroz-
co y Berra:
«Nada hemos visto todavía acer-
ca del origen de los dioses y del
mundo. Según tm antiguo manus-
crito, habitaban en el treceno cielo
los dioses Tonacatecutli, y Tonaca-
cihuatl su mujer: cielos y númenes
aparecen los primeros, sin decirse
de dónde traen principio.»
Orozco y Berra, en los pasajes
preinsertos, está en lo verdadero,
pues Tonacatecutli y su esposa 7b-
nacacihuatl son los dioses creado-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
337
res, el Ser Supremo; pero omitió
decir que esta pareja divina es la
misma que Omeiecutliy OmecihuatL
la Omeyotl, la Dualidad creadora.
Chavero, que no concede ninguna
idea de espiritualidad á los nahoas,
después de narrar la creación de
los cielos por Ometecuhtli, dice:
«Ahora bien, ¿el creador nahoa
era un ser espiritual? Sería mucho
exigir de un pueblo que vivía en los
primeros años de la humanidad. El
creador Ometecuhtli era el sol: la
religión nahoa era esencialmente
astronómica.
En efecto, si se compara la figu-
ra de Ometecuhtli con la que tiene
el Sol Tonacatecuhíli en varias pin
turas, se observará que es la misma.
Así se ve en el Códice Borgiano, en
el cuadro que representa la crea-
ción del Cipactli. Es el mismo dios
con el mismo copilli detrás, signi-
ficando que es el seflor de los otros
dioses, con los mismos atributos y
con igual forma; pero allí es, según
Fábrega, el Tonacatecuhtli, el se-
ñor de nuestra carne, la primera
criatura convertida en creador, ó
más bien, el creador siendo la pri-
mera criatura de sí mismo. Las dos
figuras son iguales porque los na-
hoas creían que todo lo había for-
mado el sol; pero no comprendían
que la unidad pudiese crear, y en-
tonces, haciendo del mismo sol una
idea abstracta, se forjaron un crea-
dor de él, que tenía al mismo tiem-
po los dos sexos, que era uno y dos,
y que no dejaba de ser el mismo
sol. Por eso cuando querían repre-
sentar al Tonacatecuhtli no le po-
nían las manos amarillas para que
expresase un solo sexo; y, por el
contrario, lo pintaban con ellas
cuando había de significar el poder
creador de ambos sexos, el dios dos,
el Ometecuhtli,
« Tonacatecuhtli, que es el nombre
del sol cuando á su vez es creador de
las otras criaturas, significa el se-
ñor de nuestra carne 6 el seflor que
nos alimenta. Los nahoas compren-
dían los efectos benéficos del sol
sobre las sementeras y sobre todos
los seres de la tierra y le atribuían
con razón la virtud vivificadora que
expresaban con su nombre.
«Para significar el sol como
astro, de su nombre de Tonacate-
cuhtli formaron Tonatiuh, Lo re-
presentaban entonces por un círcu-
lo, porque el astro se manifiesta re-
dondo á la vista, y hacia la circun-
ferencia repartían simétricamente
y alternados, unos signos en figura
de A y otros en forma de aspas.
Tenemos ya al sol creador con el
nombre de Ometecuhtli, como vivi-
ficador con el de Tonacatecuhtli y
como astro con el de Tonatiuh. La
figura de éste se ve en la Piedra
del sol.»
En otro lugar el mismo Chavero,
después de hablar de la forma-
ción de los tres astros principales,
el sol, la luna y la estrella matutina
y vespertina, dice:
«Pasemos al cuarto astro nahoa
y al cuarto elemento, la tierra. Si
el sol era el Tonacatecuhtli, el se-
ñor de nuestra carne, el que nos ali-
menta, la tierra, para formar con él
el Ometecuhtli, era Tonacacihuatl,
la mujer de nuestra carne, la ali-
mentadora de la humanidad: el sol
da vida con su fuego á la tierra, y
ésta produce los frutos y las cose-
chas. La tierra, como esposa de
Tonacatecuhtli, es la madre de O-
pactliy el día, y de Oxomoco, la no-
che.»
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J
338
ANALBS DEL MUSEO NACIONAL.
En los pasajes preinsertos de Cha-
vero sólo hay dos verdades. La pri-
mera, que la dualidad de Omeiecuh-
tu y de Omecihuatles la misma que
la de Tonacatecuhtli y Tonacaci
huatl, son el Ser Supremo, el dios
creador; la segunda, que la primera
dualidad es la creadora, y la segun-
da es la vivificadora, la conserva-
dora, la que sustenta; y estas funcio-
nes determinan el cambio de nom-
bre, de Ow^/^cwA/// en Tonacatecuh-
tli, y de Omecihuatl, en Tonacaci-
huatl. En lo demás de la exposición
de Chavero hay, en nuestro concep-
to, muchos errores. No es cierto que
los nahoas no hayan tenido idea de
un dios espiritual, ni tampoco es
cierto que el sol fuera Ometecuhtli; y
de ambos puntos hemos hablado ex-
tensamenteen el artículo TloqueNa-
huaque. También es inexacto que
Tonacatecuhtli y Tonatiuh tengan el
mismo origen etimológico, y de esto
nos ocuparemos en el artículo Tona-
tiuh. Tonacacihuatl no es la Tierra,
pues no siendo Tonacatecuhtli el Sol,
no puede ser su esposa la Tierra.
Además, Tonacacihuatl es creadora,
y la Tierra es creatura. ( Véase Tla-
LLi.) Hay otros errores en la expo-
sición de Chavero, de los que no nos
ocupamos, por no ser pertinentes á
la materia de que tratamos.
El más sagaz de los intérpretes
de Códices pictóricos, Paso y Tron-
coso, determiníi con gran precisión
la personalidad de Tonacatecuhtli y
Tonacacihuatl, y sus acertos y con-
clusiones nos han servido de guía
para señalar los errores de Chavero.
Dice que Tonacatecuhtli, supremo
Dios, significa «El señor de nuestro
mantenimiento,» y que Tonacaci-
huatl significa, en sentido recto, la
mujer de nuestra carne ó cuerpo,»
y en sentido translaticio «la diosa
de nuestra sustancia ó manteni-
miento,» y que habitaban un lugar
de delicias llamado Tocacuauhtitlan
(V.), «Vergeles donde hay todas ma-
neras de árboles, flores y frutos,»
y dominaban sobre todas las pro-
ducciones de la tierra. Dice tam-
bién el mismo autor que dos de los
nombres de la gran diosa eran Xo-
chiquetsali, numen de las flores y
Chicomecoatl, numen de los frutos;
lo cual quiere decir que los atribu-
tos dominantes de la diosa madre
se repartían entre aquellas otras
dos entidades de orden secundario,
pues que había de la primera, A'o-
chiquetsalli, á la segunda, Chicome-
coatl, una relación de dependencia
que bien se revela por medio del
idioma cuando al fruto se le da
el nombre de Xochicualli, «lo bueno,
lo sustancioso, lo que se come de la
flor.» Cree Paso y Troncoso que
Centeotl no era más que un repre-
sentante de Tonacatecuhtli en el or-
den de los frutos, y que en el orden
de las flores tenían por coadjutor á
Chicomexochitl, *siete flor,» el cual
daba las grandezas del mundo, se-
gún el Códice Ríos, y los manteni-
mientos, según el Códice Nuttall,
pues que le dedicaban los cascaro-
nes de los huevos de donde habían
salido pollos, para darle las gracias
por la merced que les había hecho
en darles cría. Por último, fundán-
dose en una lámina del Códice Ríos,
Tonacatecuhtli era el mismo Omete-
cuhtli, y la facultad creadora se dis-
tribuía entre la deidad principal y
su coadjutor Chicomexochitl , pues
el primero creaba los seres racio-
nales y los mandaba, ya formados,
al vientre de la madre, y el coadju-
tor desempeñaba las funciones más
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
339
modestas creando los seres irracio-
nales.
Tonacayahua. (Tonaccayotl, sus-
tento, alimento, vida; hua, que tiene:
«Lla que tiene nuestro sustento, que
nos mantiene.») Nombre que le da-
ban á Centeotl, diosa de la tierra y del
maíz. En México tenía cinco tem-
plos; y se le hacían tres fiestas en
los meses tercero, octavo y undéci-
mo; pero ninguna nación la reve-
renció tanto como los totonacas,
que la veneraban como su principal
protectora y le edificaron un templo
en la cima de un alto monte, servi-
do por muchos sacerdotes exclusi-
vamente consagrados á su culto. La
miraban con gran afecto porque
creían que no gustaba de víctimas
humanas, sino que se contentaba
con el sacrificio de tórtolas, codor-
nices, conejos y otros animales, que
le inmolaban en gran cantidad. Es-
peraban que ella los libertaría final-
mente del tiránico yugo de los otros
dioses, los cuales los obligaban á
sacrificarle tantos hombres. Pero
los mexicanos eran de distinta opi-
nión, y en sus fiestas derramaban
mucha sangre humana.
El Dr. Mier, siguiendo á Borunda,
dice que la Tonahua era la Virgen
María, madre de Jesucristo, y hace
la exposición siguiente:
«Si de su templo (el de Quetsal-
coatí) voy al de la Cihna-cohuatl ó
muger culebra, me encuentro con
una virgen blanca y rubia, que sin
lesión de su virginidad parió por
obra del cielo al Señor de la Coro-
na de espinas teohuitsnahuac, la
cual estaba vestida á la manera de
Quetsalcokuail, y por eso la llama-
ban también Cohuatlicue, sino que
la túnica cueitl estaba esmaltada de
piedras preciosas, símbolo de su
virginidad, y por eso le decían Chai-
chihuitlicue, y el manto era azul Ma-
tlalcueyc, y sembrado de estrellas
Citlacue (adviértase que citlalin, es-
trella, es palabra Chinesa) y por
otro nombre se llamaba Tonacaya-
hua, esto es, madre ó seflora del
que ha encamado entre nosotros,
así como llamaban á las cruces to-
nacaymtl, árbol del que encarnó en-
tre nosotros, pues nacayo significa
encarnar. Esta diosa, dice Torque-
mada, prohibía y detestaba los sa-
crificios humanos.» Nacayo signi-
fica «carnudo, carnoso,» y no encar-
nar, como dice el Dr. Mier.
Tonalamatl. (Tonalli, día; amatl,
papel: «Papel de los días,» Calen-
dario.) Es un modo especial de com-
putar el tiempo que sólo se halló
empleado en algunos pueblos de
América antes de la Conquista. Era
un período de tiempo de 260 días
dividido en 20 partes de 13 días cada
una, llamadas trecenas, y de ambos
factores 20 X 13 resultaba el pro-
ducto 260. Los nahoas llamaban á
este cómputo Cemilhuitlapohualis-
tli, cuenta de las fiestas ó días ri-
tuales.
En cuanto á su origen, decían
los mexica que los inventores fue-
ron Cipactonal y su mujer Oxotno-
co, razón por la cual les ponían en*
medio de los libros en que las figu-
ras estaban escritas. El P. Men-
dieta trae una descripción minucio-
sa de la formación del Tonalamatl.
Dice así: «Para tratar de las fiestas
I que estos indios de la Nueva Espa-
ña (en especial los de México, Tex-
cuco y Tlaxcala) hacían á sus dio-
ses, es de saber cuanto á lo primero,
que tenían su calendario por donde
se regían, y tenían señalados sus
días del año para cada uno de
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340
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
los diablos á quien hadan fiesta y
celebraban, asi como nosotros te-
nemos dedicado su dia en tal ó tal
mes á cada uno de los santos. Que
en esto parece haber tomado el mal-
dito demonio oficio de mona, procu-
rando que su babilónica y infernal
iglesia ó congregación de idólatras
y engañados hombres, en los ritos
de su idolatría y adoración diabóli-
ca remedase (en cuanto ser pudie-
se) el orden que para reconocer á su
dios y reverenciar á sus santos tie-
ne en costumbre la iglesia católica.
Y dando relación los indios viejos
del principio y fundamento que tu-
vo este su Calendario, contaban una
tonta ficción, como son las demás
que creian cerca de sus dioses. Di-
cen que como sus dioses vieron ha-
ber ya hombre criado en el mundo,
y no tener libro por donde se rigie-
se, estando en tierra de Cuernava-
ca en cierta cueva dos personajes,
marido y mujer, del número de los
dioses, llamados por nombre Oxo-
moco y ella Cipactonal, consultaron
ambos A dos sobre esto. Y pareció
á la vieja seria bien tomar consejo
con su nieto Quetsalcoaíl, que era
el Ídolo de Cholula (como arriba se
dijo), dándole parte de su propósito.
Parecióle bien su deseo, y la causa
justa y razonable: de manera que
altercaron los tres sobre quien pon-
dria la primera letra ó signo del tal
calendario. Y en fin, teniendo res-
peto á la vieja, acordaron de le dar
la mano en lo dicho. La cual andan-
do buscando qué pondría al princi-
pio del dicho calendario, topó en
cierta cosa llamada Cipactli, que la
pintan á manera de sierpe, y dicen
andar en el agua, y que le hizo re-
lación de su intento, rogándole tu-
viese por bien ser puesta y asenta-
da por primera letra ó signo del tal
calendario; y consintiendo en ello,
pintáronla y pusieron ce Cipactli
que quiere decir «una sierpe.» El
marido de la vieja puso dos cañas,
y el nieto tres casas, &c., y de esta
manera fueron poniendo hasta tre-
ce signos en cada plana, en reveren-
cia de los autores dichos y de otros
dioses que enmedio de cada plana
tenían los indios, pintados y muy
asentados en este libro del calen-
dario, que contenia trece planas, y
en cada plana trece signos, los cua-
les servian también para contar los
dias, semanas, meses y años: por-
que ya que los dichos signos no lle-
gaban al número cumplido de los
trescientos y sesenta y cinco que te-
nian como nosotros, tomaban del
principio hasta donde se cumplie-
sen; y porque sus meses eran diez
y ocho, á veinte dias cada mes, ha-
cían trescientos y sesenta dias, y á
los cinco que quedaban tenian por
aciagos ó de agüeros, por ser fuera
del número cumplido y llamábanlos
nemontemi, que quiere decir: «que
caen de balde y sin ser menester.»
En cuanto al modo de intercalar
el Tonalamatl en el año solar y de
formar con las trecenas los tlalpilli
ó periodos de 13 años, véase el ar-
tículo Calendario.
Orozco y Berra cree que los za-
potecas fueron los autores del 7b-
nalamatl, y que de ellos lo tomaron
los nahoas, aunque inventaron la fá-
bula que hemos visto en Mendieta,
para atribuirse ellos la formación
del Tonalamatl, el cual entre los
zapotecas tenía el nombre de pije 6
piyé. Chavero opina, y nos adheri-
mos á su opinión, que los sacerdo-
tes toltecas fueron los autores de tal
Calendario, y opina también que no
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
341
fué el primitivo, esto es, que no fué
el primer modo de computar el tiem-
po, y para ello aduce las razones si-
guientes:
«Encontrados los puntos solsti-
ciales, habían encontrado también
ios nahoas el año solar, es decir,
el períododetiempoque empleaba el j
astro para volver al punto del pri-
mer solsticio; lo que hace suponer
que los nahoas comenzaban su año
por el solsticio de invierno. En este ¡
sentido e? exacto el sistema del se-
ñor Orozco. Por tal procedimiento, ¡
los nahoas no necesitaron para lle-
gar al año solar, como otros pue-
blos, tomar antes en consideración
los períodos de la luna. j
• El año solar nahoa fué al princi- 1
pió de 365 días completos, y éste i
era entonces el año civil y el año
astronómico. Boturinidicequenues- 1
tros antiguos pueblos tuvieron cua- 1
tro calendarios: el del aña natural, |
que fué el más antiguo; después se
formaron el astronómico y el cro-
nológico, que tuvieron por objeto
dirigir la agricultura y arreglar los
días del año, y que finalmente se for-
mó el calendario ritual. Nos parece
confusa la división de Boturini y
creemos alcanzar mayor claridad
reduciendo los calendarios á tres, ó
más bien los años de los nahas. Los
primeros fueron los años astronó-
mico y civil, ambos de 365 días, y
naturalmente confundidos al prin-
cipio; pero diferenciábase patente-
mente de ambos el año ritual, com-
puesto por los sacerdotes y que sola
mente constaba de 260 días. A la pin-
tura jeroglífica en que se consigna-
ba este ritual, se la llamaba entre los
mexicanos Tonalamatl 6 papel de
los días; y por extensión se dice tam-
bién Tonalamatl al año de 260 días.
Algunos escritores, y entre ellos
el señor Orozco, creen que éste
fué el año primitivo nahoa, y que de
él se pasó al solar. No encontramos
ninguna razón en que apoyar esa
aseveración: al contrario, la falta
de culto éntrelos nahoas y el redu-
cirse éste á la adoración del sol,
debió darles desde muy temprano,
por la observación necesaria de es-
te astro, el conocimiento de su cur-
so anual. Además, pueblo agricultor
el nahoa , su primer interés estaba en
observar las estaciones del año so-
lar. El ritual supone gran desarro-
llo en el culto y por lo tanto es pos-
terior: aun nos atreveríamos á su-
poner que fué formado en la región
tolteca en que el sacerdocio tomó
mayor incremento. Pero sucedió
que más tarde se combinaron el año
de 260 y el de 365 días, y prevale-
cieron los elementos del primero:
de aquí vino la confusión y que no
conozcamos las divisiones primiti-
vas del año solar.»
Continúa Chavero explicando la
formación de )a veintena ó mes del
año solar. (Véase Veintena), 3^
agrega:
«Formados los veinte días, base
del año civil, los sacerdotes nahoas
inventaron un año religioso combi-
nando sus números simbólicos 20 y
13, los que multiplicados les dieron
im período de 260 días. Este perío-
do, que llamamos Tonalamatl, no
se dividió en veintenas, porque en-
tonces se habría confundido con las
del año civil, sino que se compu-
so de veinte trecenas, en las cuales
corrían trece veces los veinte días,
poniendo en cada una á los días un
número progresivo de orden. En el
año civil no había que numerar los
días, pero se tenía necesidad de dis-
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342
ANALES DEL MUSEO NACIONAI..
linguir cada una de las veintenas
con nombre diferente; mientras que
en el ritual, como por la numera-
ción el mismo signo no se repetía
con el mismo número en todo el
aflo, no era preciso poner nombres
á las trecenas. Así es que se han
equivocado los autores al decir que
el Tonalamatl se compone de trece
meses de á veinte días, pues no se
tomaban en él en cuéntalas veinte-
nas; su verdadera composición era
de veinte trecenas.»
En seguida hace mención de la
lámina que encabeza el Códice Fe-
jERVARY,quees un calendario com-
pleto ritual y astronómico, en la
cual aparece Totee, dios del tiempo,
rodeado de los veinte signos de
los días, y después de cada sig-
no hay doce puntos ó numerales,
que, unidos al signo correspondien-
te, lo repiten trece veces, haciendo
con todos ellos el periodo de vein-
te trecenas ó 260 días, y agrega:
«Ahora bien, para que se com-
prenda claramente esta ingeniosa
combinación, vamos á poner en se-
guida las dos primeras trecenas y
la última del Tonalamatl nahoa.
Primera trecena.
1. Acatl.
2. OcelotL
3. Cuatihtli,
4. Coscacuanhtli,
5. Ollin.
6. Tecpatl.
7. Qtiiahuitl.
8. Xóchitl,
9. Cipactli.
10. Ehccatl.
11. Cali i.
12. Cuctspallin.
13. CohuatL
«Aquí tenemos que hacer dos ob-
I servaciones: primera, que para re-
, ferirse á cualquier día se cita con
I su numeral, pues así se sabe á qué
I trecena corresponde, y no se con-
I funde con los otros doce días del
! mismo signo del año ritual, y se-
gunda, que como la numeración só-
lo llega á trece y los días son vein-
te, hay que comenzar la segunda.
I trecena aplicando el número 1 al dé -
cimocuarto día, hasta llegar a.1
vigésimo, al que le corresponda
el número 7, y volver á contar los
días poniendo al primero el número
8, y así sucesivamente repitiendo
trece veces los veinte días y apli>
candóles veinte veces la serie <jt^
trece numerales.
Segunda trecena.
1. Miquistli.
2. Masatl.
3. TochtlL
4. Atl.
5. Itscuintli.
6. Osomatli.
7. Malinalli,
8. Acatl
9. OcelotL
10. Cuauhtli,
11. CoscacuauhtlL
12. Ollin.
13. TecptL
«Siguiendo así el orden si»-
vo de días y de numerales, tei
mos la
Última trecena.
1. Xoxitl.
2. Cipactli.
3. Ehecatl.
4. Calli,
í
íi
P
ií
}
X
suentei
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
343
5. Cuetspallin,
6. Cohuatl.
7. Miquis tu.
8. Maaatl.
9. Tochili.
10. Atl,
11. Itscuintli,
12. Osomatli.
13. Malinalli.
«Creo que con esto se compren-
derá la combinación de las trece-
nas y de los días que les corres-
ponden.»
Pasa después el mismo autor á
investigar cuál ha podido ser el ori-
gen del afto de 260 días, único y no
parecido á otro en ningún pueblo
ni edad, y cuál la causa de su divi-
sión en trecenas, período también
completamente original, y dice:
«Boturini dice que esta división
en trecenas viene de que los indios
dividían los movimientos de la luna
en dos tiempos: el primero, á que
llamaron desvelo, desde la salida
del sol hasta la oposición, y el se-
gundo, llamado sw^^o, hasta que en
su entender se acostaba la luna por
la mañana, y agrega que cada uno
de estos períodos era de trece días.
Gama lo confirma diciendo que las
trecenas representaban los movi-
mientos diarios de la luna, desde
que aparecía xiespués de la conjun-
ción hasta poco después del pleni-
lunio; á cuyo intervalo, en que se
ve de noche sobre el horizonte, lla-
maba ixto3olÍBtli, y desde que co-
menzaba á desaparecer de noche
hasta cerca de la conjunción, en que
se veía de día en el cielo, le decían
cochiliztli, por suponer que enton-
ces dormía de noche. El señor Orpz-
co acepta el* sistema y lo explica di-
ciendo que trece es la mitad de los
días que la luna es visible á la vis-
ta desnuda, hecha abstración délos
días en que desaparece poco antes
y poco después de la conjunción.*
Chavero después de hacer un es-
tudio de lo que llamaban los indios
csueño de la luna,» Cochilistli {y)^
y «desvelo de la luna,» Ixtosolistli
(V), declara que es inadmisible sa-
car la trecena del período lunar.
Seguimos nosotros esta opinión.
A continuación dice Chavero:
«Si las revoluciones de la luna no
influyeron en la formación de este
calendario, como no habían influí-
do en la del año solar, no sucedió
lo mismo con el período de la es-
trella de la tarde, que fué su ver-
dadera base, según relato de Moto-
Unía. Dice éste que el tiempo en
que se ve brillar á esta estrella en el
poniente, después del ocaso del
sol, es de doscientos sesenta días y
que de ahí se formó este año espe-
cial. No creemos, como algunos au-
tores, que este período fuese el re-
sultado de cálculos astronómicos:
fué efecto por una parte de la ob-
servación de los días en que la es-
trella brillaba con toda claridad, y
por la otra, de la combinación de
sus números simbólicos, pues repe-
tidas veces observamos que los sa-
cerdotes sujetaban los mismos
hechos históricos á cifras cronoló-
gicas fijas y pudiéramos decir ca-
balísticas.
«Esta es una de las particula-
ridades que más distingue á la
cronología nahoa, pues es la única
fundada en el período de la estrella
de la tarde. Se comprende, desde
luego, que los sacerdotes de Que-
tsalcoatl inventaron este calendario
ritual, y es de suponer que tuvo su
origen en la región tolteca en que
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
se desarrolló más y en donde domi-
nó el culto de ese dios, como lo de-
mostrarán hechos posteriores. De
aquí nació un nuevo mito: Quelsal-
coatl aparece ahora como autor del
calendario, cuando antes hemos
visto que lo eran Cipactli y Oxomo-
co, Pero atendido el diverso origen
de ambos mitos, podemos explicar
su contradicción aparente. Cipactli
y Oxomoco son origen de la crono-
logía y, por consiguiente, del aflo
solar, y Quetsalcoatl lo fué del ri-
tual.» /
Esta opinión de Chavero, funda-
dada en la doctrina de Motolinía,
sólo es aceptable á falta de otra
mejor, pues no es exacto que la es-
trella vespertina, ni menos la ma-
tutina, tengan un período igual á
260 días; y, por consiguiente, 13X
20 no tienen relación con los perío-
dos de la estrella, como no lo tie-
nen tampoco con los movimientos
de la luna.
Aunque en el artículo Calenda-
rio hemos hablado de la estructura
del Tonalamatl, ampliaremos aquí
la materia, para que se conozca
perfectamente su organización.
Sabemos ya que se componía de
los veinte días repetidos trece ve-
ces; pero los días no se contaban to-
dos con su numeración progresiva
deunoá veinte, sino portrecenasde
uno á trece, lo cual producía vein-
te trecenas; que un mismo signo
no se repitiera con el mismo nume-
ral en los doscientos sesenta días,
y que cada uno de los veinte for-
mara alternativamente principio de
trecena. Esto y lo primero produ-
cían una fiesta religiosa al princi-
pió de cada trecena, y que tocase á
cada signo la suya en todo el pe-
ríodo del Tonalamatl. Lo segundo
daba por resultado el que durante
los doscientos sesenta días no se
repitiese un signo con el mismo nu-
meral; de este modo, dado cualquier
día, se encontraba inmediatamente
á qué veintena tocaba.
Para esto bastaba recordar que
los trece primeros días tenían los
trece numerales sucesivos en la
primera trecena, y los otros siete
los de la segunda; y que cada sig-
no recorría una serie que comen-
zando en su numeral propio alter-
naba el orden de 1 á 7 con el de 8
á 13.
Así se forma en las veinte trece-
nas la tabla de los días trecenales,
inserta en el artículo Calendario
RELIGIOSO de este diccionario.
La formación de esta tabla es muy
sencilla: una vez escrita la prime-
ra serie, se van poniendo debajo los
números inmediatos. Así, dado el
día 6 acaíl, sabemos en seguida que
pertenecía á la décimatercera vein-
tena ó sea el mes Htíeypachtli.
Tonalpohualli. (Tonalli,á\2íypo-
hualli, cuenta: «Cuenta de los días.»)
Nombre que se daba al cómputo de
los días de que, según los indios, se
componían los períodos vespertino
y matutino del planeta Venus, y es-
taba destinada dicha cuenta al
cómputo de Tonalamatl, (V.)
Tonalpouhque. (Plural de To-
nalpotihqui, comp. de tonalli, día,
y de pouhqui, el que cuenta; deriva-
do de pohua, contar: «el que cuenta
los días,» y translaticiamente, «adi-
vino,» «decidor de horóscopos,» por-
que éstos tenían en cuenta los días
del mes y de la trecena para adivi-
nar ó predecir la buena ó mala for-
tuna.) «El que sabe conocer la fortu-
na de los que nacen,» así tradujeron
los primeros historiadores al tonal-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
345
pouhqm. Después de que nacía un
niño y de que sus padres recibían
las felicitaciones y regalos de los pa-
rientes y amigos, buscábase en se-
guida á uno de los adivinos, tonal-
pouhqut. Preguntaba la hora del na-
cimiento, las circuntancias que lo
habían acompañado; consultaba el
Tonalamatl y las pinturas astroló-
gicas, levantaba la figura como los
antiguos astrólogos europeos, y
bien considerada, atendido el signo
predominante en la hora, la influen-
cia de la deidad r einante en la tre-
cena y las demás circunstancias,
decía la buena ó mala ventura, pro-
nosticando, según sus cuentas, bie-
nes ó males. El bautismo se hacía
cuatro días después, mas si el as-
trólogo encontraba que aquél era día
de signo infausto, se trasladaba al
próximo feliz; por su adivinanza re-
cibía algún regalo, y si en suerte le
tocaba formar el horóscopo de un
hijo de rey, seguro estaba de que-
dar rico para toda su vida.
Orozco y Berra, explicando los fi-
nes del Calendario Ritual ó Tonala-
matl, dice:
« Este calendario era ritual, as-
trológico y adivinatorio. Sólo le en-
tendían los sacerdotes y los agore-
ros. Los tlantacasqui, después de
arreglar las fiestas, las anunciaban
al pueblo para su cumplimiento, al
principio de cada trecena, á seme-
janza de lo que los sacerdotes, ro-
manos practicaban en las calendas.
Las personas dedicadas á su estu-
dio y práctica se llamaban tonal-
pouhque, sortílego ú hombre que
dice la buena ventura. El modo de
proceder era casi idéntico al de los
astrólogos judiciarios; con la hora
del día del nacimiento de una per-
sona acudían al libro adivinatorio;
y consultado el signo reinante, el
estado que guardaban los planetas
y su recíproco influjo, levantaban
la figura, deducían el horóscopo,
prediciendo las virtudes y vicios
del individuo, los sucesos que le es
taban reservados en lo futuro. Da-
ban este pronóstico escrito á los
padres del infante, quienes le con-
servaban diligentemente, y des-
pués le entregaban á éste para que
le llevara siempre consigo. El ha-
do, sin embargo, no era inflexible
como entre los griegos, para quie-
nes un hecho debía cumplirse aun-
que se pusieran los medios de evi-
tarle; la mala predicción sólo servía
á los mexica de aviso saludable,
supuesto que el sino podía ser con-
trarrestado^por una educación acer-
tada, por ofrendas y sacrificios á
los dioses. De esta manera, el inf e-
\\7. nacido en condiciones aciagas no
debía ser de precisión malo; la so-
ciedad no le tenía como enemigo
indefectible, mirándole sólo como á
un enfermo quien se debiera aten-
der y curar. Grande opinión goza-
ban entre el pueblo los tonalpouh-
que, como que se les tenía en con-
cepto de sfiber el porvenir.»
No deben confundirse los tonal-
pouhque con los hechiceros ó nigro-
mantes, pues que éstos desprecia-
dos y perseguidos, sin abrigo en
las casas, vivían aislados y escon-
didos, y en constante pugna con la
comunidad.
Curiosa es la narración que de la
misión de los tonalpohque, en los
nacimientos, hace el P. Sahagún, y
aunque de ella extractamos el pri-
mer párrafo de este artículo» vamos
á insertarla á la letra, para vulgari-
zar la preciosa historia del vene-
rable franciscano, tan poco conoci-
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346
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
da aun entre las personas cultas.
Dice así:
«Después de haberse dado á luz
la criatura, luego procuraban de sa-
ber el signo en que habia nacido,
para saber la ventura que habia de
tener; á este propósito iban luego á
buscar y á hablar al adivino que se
llama Tonalpouhqui, que quiere de-
cir, el que sabe conocer la fortuna
de los que nacen. Primeramente este
adivino preguntaba la hora en que
habia nacido, y el que iba á buscar-
le se la decia: luego el adivino re-
volvía los libros y buscaba el signo,
según la relación del que iba á in-
formarle: luego preguntaba si habia
nacido de noche ó de dia, ó si ha-
bia nacido á la media noche: si habia
nacido antes de ella, contaba el sig-
no que reinaba en el dia pasado; y
si habia nacido después de la media
noche, se atribuía al signo que de-
cían regia en el dia siguiente des-
pués de aquella media noche; pero
si nacía en el punto de ella, atribuía
el nacimiento de la criatura á am-
bos caracteres del dia pasado, y al
dia que venia partían por el medio,
y si nacía cerca del dia ó después
de nacido el sol, atribuía el naci-
miento al carácter que regia en
aquel dia, y á los demás que lleva-
ba consigo. Después que el adivino
era informado de la hora en quena-
ció la criatura, miraba luego en sus
libros el signo en que nació, y to-
das las casas ó caracteres de dicho
que son trece, y el signo es mal
afortunado, por ventura alguna de
las trece casas que están contiguas
á este signo.
Si es de buena fortuna ó la se-
ñala buena, hablaba á los padres de
la criatura, y á los viejos y viejas,
y decíales: «En buen signo nació
I vuestro hijo: será señor ó senador,
I rico ó terrible hombre, ó será beli-
I coso, y en la guerra valiente y es-
I forzado: tendrá dignidad entre los
I que mandan la milicia: será mata-
I dor y vencedor;» ó por ventura les
I decia: «No nació en buen signa el
nifio, nació en signo desastrado; pe-
ro hay alguna razonable casa que
' es de la cuenta de este signo, la cual
j templa y abona la maldad de su
I principal, y luego les señala el dia
¡ en que habia de bautizar, y decía:
I «De aquí á cuatro días se bautiza-
I rá:» y si del todo el signo no es con-
I trario, y no tiene alguna casa que
le abone, anunciábalos de la fortu-
na que tendría el niño, porque le na-
ció en signo mal afortunado, y que
su fortuna mala no se podía reme-
diar, y decia: «Lo que acontecerá á
esta criatura és, que será vicioso,
carnal y ladrón: su fortuna es des-
venturada: todos sus trabajos y ga-
nancias se volverán en humo, por
mucho que trabaje, se afane y ate-
sore: ó será perezoso y dormilón; ó
les decía que sería gran borracho;
ó les decia poco vivirá sobre la tie-
rra: ó les decia mirad, que está su
signo indiferente, medio bueno y
medio malo: luego buscaba un dia
que fuese favorable, y no le bauti-
zaban al cuarto dia: hecho todo esto
se hacia el bautismo, en algún dia
que fuese favorable, ó en uno de los
doce que se cuentan en el primer
carácter. Al adivino por esta adi-
vinanza le daban de comer y de be-
ber, y algunas mantas y muchas
cosas, como gallinas, y una carga
de comida. »
También en los matrimonios in.
tervenian los Tonalpouhque, pues
cuando se celebraban entre jóvenes
que se educaban en el Telpuchca-
\
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/
SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
347
/// (V.) ó en el Calmecac (V.) las for-
malidades previas eran, que el pa-
dre del mancebo, pues jamás la
doncella ni su familia solicitaban el
matrimonio, reunía á los parientes
para pedirles consejo; y aceptábala
idea del enlace y escogida la joven
con quien debía hacerse el casa-
miento, se llamaba al hijo y se le
hacia saber la resolución. Si aca-
so éste, aun estaba en alguna de
las casas de educación, se pre-
paraba una comida, y si era en el
Telpuchcalli se invitaba al Telpuch-
Hato, para lo que se disponían los
cañutos con tabaco y una hacha
de cobre. Como en todos los actos de
la vida eran los mexica ceremonio-
sos y dados á discursos, uno de los
parientes dirigía la palabra al jefe
de los mancebos pidiendo la licen-
cia para el matrimonio. El Telpuch-
Hato tomaba el hacha de cobre y se
retiraba, con lo que se entendía su
consentimiento y el rescate del
joven.
Llamábase en seguida á los to-
nalpouhque para que por los signos
del mancebo y de la doncella esco-
gida viesen el agüero del proyecta-
do matrimonio. Si resultaba infaus-
to, se abandonaba el proyecto. En el
caso contrario, los Tonalpouhque
señalaban por los agüeros día pro-
picio para el matrimonio, escogien-
do alguno de los días acatl,03oma-
tli cipactli, cuauhtli ó calli
Tonalteuctin. fTonallt\ día; teuc-
/m, plural de teuctli, señor: «Los Se
ñores de los días.») Además de los
nombres délos días de la veintena,
tenían las trecenas del Tonalamatl
un nombre particular, que era el de
algunos dioses. A estos númenes era
-á los que llamaban Tonalteuctin,
«Señores, Dueños ó Acompañados
de los días,» paní distinguirlos de
los «Señores de la noche,» de los
cuales hablaremos en el artículo
Yohualteuctin.
Los Señores de los días eran los
siguientes:
1. Xiutecutli,
2. Tlaltecutli.
3. Chalchiutlicue.
4. Tonatiuh.
5. Tlasolteotl.
6. Mictlantecutli.
7. Centeotl.
8. Tlalocantecutli.
9. Quetsalcoatl,
10. Tescatlipoca.
11. Chalmecatecutli.
12. TlahuÍBcnlpanteuctli,
13. Citlalicue.
La serie parece monótona por-
que se repite en todas las trecenas
en los mismos lugares; pero esto es
precisamente lo que nos revela cuan
importante era la serie completa en
sus funciones, pues aquellos 13 nú-
meros representaban para los in-
dios exactamente lo mismo que va-
le para nosotros la nomenclatura
de los siete días de nuestra sema-
na. Sobre esto dice Paso y Tron-
coso interpretando el Códice Bor-
bónico: Decimos por ejemplo Lu-
nes por la Luna, Martes por Marte,
Miércoles por Mercurio, etc., etc.,
es decir, aplicamos á los días de la
semana los nombres de las deida-
des planetarias del Gentilismo. Los
indios, repitiendo su serie de 13 nú-
meros, nos revelan, por medio del
interesante Códice que tenemos á
la vista, que también ellos distin-
guían los nombres de ciclo de días,
que no era de 7, ó semana ó Septe-
nario como entre nosotros, sino de
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348
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
13 Ó Trecenario, por medio de otros
tantos nombres ó númenes ó dei-
dades que consideraban de influen-
cia superior. Y para que las analo-
gías todavía sean más acentuadas,
vemos que, así como varias deida-
des grecorromanas tenían aves de
predilección con las cuales andaban
casi siempre; por ejemplo, Júpiter
con el águila^ Juno con el pavo real,
Venus con la paloma, etc. etc., los
númenes indianos gustaban tam-
bién de acompañarse con ciertas
aves: los dioses del fuego y de la
tierra con dos especies del colibrí,
uitsitBtlin; el dios del aire con el
gallipavo uexolotl; el Sol ó Tona-
tiuh con la codorniz, sollin; el se-
ñor delinf iemo^ Miktlanteuktlt, con
la lechuza, xixtli; Teskailipoca,
dios de la Providencia, con el buho,
tekoloil; y así los demás de la lista,
con excepción de Zinteotl, dios de
los mantenimientos, que no se jun-
taba con ave ninguna; pero que
gustaba de la compañía de otro ha-
bitante de las regiones aéreas, la
maLviposs. ó papalotl. Terminaré re-
firiéndome á sus funciones para de-
cir: que los númenes de cada uno
de los días del trecenario represen-
taban probablemente los 13 ciclos,
ó mejor dicho mansiones, pues en
la lista vemos figurar á las cuatro
deidades que presidían sobre las
zonas de la Región elementar (tal
como la llamaban los antiguos en
el Viejo Mundo); esto es: Xiuhteuk-
tli, dios del fuego; Tlalteuhktli, dios
de la tierra; XalxiUikue, diosa del
agua, y Ketsalkoatl-Ehekatl, dios
del aire.»
Tonantzin. (To, nuestro, a, nan-
tli, madre; tBin, expresión de amor
ó reverencia: «Nuestra Madrecita,»
«Nuestra adorada Madre.») Nom-
bre antonomásico que daban á la
Cenieotl, la diosa del maíz. El te-
mor al hambre inspiraba á los in-
dios tanta reverencia.
Sahagún, llamándola Tona, dice
de esta diosa:
^ A/ mes decimoséptimo llamaban
TititL En este hadan fiesta á una
diosa que llamaban Tlamatecutli,
y por otro nombre Tona, y por otro
Coscamiauh: d honra de esta diosa
mataban una muger, y de que le
habian sacado el corason, cortában-
le la cabera y hacían areyto con ella.
El que iba delante llevaba la cabe-
Ba por los cabellos en la mano de-
recha, haciendo sus ademunes de
baile, y^
Detallando la fiesta de la diosa,
continúa diciendo:
«A esta muger que mataban en
esta fiesta, componíanla con los
atavíos de aquella diosa, cuya ima-
gen tenía, que se llamaba Ylama-
tecutli, y por otro nombre Tona, que
quiere decir nuestra madre. Esta
muger así compuesta con los ata-
víos, que están puestos en la histo-
ria, bailaba sola, hacíanla el son
unos viejos, y bailando suspiraba y
lloraba acordándose que había de
morir. Pasando el medio día, com-
poníanse los Sátrapas con los or-
namentos de todos los dioses, é
iban delante de ella, y subíanla al cú
donde había de morir. Echada so-
bre el tajón de piedra sacábanle el
corazón, y cortábanle la cabeza: to-
maba luego uno de aquellos que iba
adornado como dios, delantero de
todos, y llevándola de los cabellos
hacían areyto con ella: guiaba el que
la llevaba en la mano derecha, y ha-
cía sus ademanes de baile con ella.»
Clavigero, hablando de esta dio- *
sa,dice:
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
349
« Tonantsin, nuestra madre, era,
según creo, la misma diosa Cen-
teotl, de que ya he hablado. Su tem-
plo estaba en un monte, á tres
millas de México, hacia el Norte, y
á él acudian de tropel los pueblos á
A^enerarla con un número estraor-
dinarío de sacrificios. En el dia es-
tá al pié del mismo monte el mas
famoso santuario del Nuevo Mundo,
dedicado al verdadero Dios, á donde
van gentes de los países más re-
motos á venerar la celebérrima y
prodigiosa imagen de la Virgen
Santísima de Guadalupe, trasfor-
mándose en propiciatorio aquel lu-
gar de abominación, y difundiendo
abundantemente sus gracias el Se-
ñor en favor de los hombres, en el
sitio bañado con la sangre de sus
abuelos.»
Borunda, después de decir que
los misioneros fundaron santuarios
católicos en los lugares donde ad-
virtieron que los indios adoraban
de antiguo á ídolos, dice :
« Uno de los propios lugares, es-
tá en la serranía de nuestro Norte,
donde según la memoria copiada
por aquel escritor se adoraba á To-
nan, y del cual referia también D.
Luis Bezerra en el párrafo undéci-
mo de los tocantes á prueba de las
apariciones de la Virgen María á
Juan Diego, « es también tradición
«irrefragable, y constaba de las Pin-
« turas históricas, que en el tiempo
«del Gentilismo, dnban los Idolatras
«culto en el cerrillo, que se decía
« Tepeyac, y hoy de Guadalupe, y en
«el lugar que se apareció por tres
«vezes la Virgen María Señora
«nuestra, á el Indio Juan Diego, á
«una diosa que llamaban Teotenan-
^tsin, que es lo mismo que Madre
«de los Dioses: y por otro nombre
Toci, que significa nuestra Abue-
la.»
Borunda confunde lastimosamen-
te á la Tonantsin con la Teteoinan
ó Tociy que, como hemos visto en
los artículos respectivos, son dei-
dades muy diferentes.
El P. S. Teresa de Mier, inspi-
rándose en Borunda, y en apoyo de
su tesis de que la religión cristiana
fué predicada en el Anahuac desde
los primeros siglqs de la Iglesia,
hablando de la TonantBin, dice:
«En México el verdadero Dios te
nía templo aparte, y adonde ahora
está N. Señora de Guadalupe que es
Tepeyacac (esto es lugar junto al
cerro, el cual se llamaba Tonan ó
de nuestra madre) había templo so-
bre el cerrillo dedicado á la tscn-
teotenantmn, que se traduce así: la
apreciable madre nants/ñ. quo está
en el cerro tepetl, es la madre del
verdadero Dios tsenteotL Su fiesta
principal se celebraba en el solsti-
cio hiberno, dia de Sto. Tomás, y
era tal la devoción con ella, que na-
die pasaba junto al cerrillo, según
Torquemada, sin subir á ofrecer en
su ara las flores que por allí podia
hallar.»
El P. Mier, como su maestro Bo-
runda, desfigura ó destroza el idio-
ma náhuatl para probar sus asertos
de la predicación evangélica pre-
histórica en estas regiones.
Tsenteotenantsin es una palabra
caprichosa del P. Mier. La pala-
bra propia es Centeotonantsin, «la
diosa del maíz, nuestra madrecita.»
Decir que Centeotl ,ha,]o la forma de
Tsenteotl, significa «el verdadero
dios,» es la ma^^or de las adultera-
ciones filológicas. «Verdadero dios»
se dice en mexicano Nelteotl.
Tonaüco. (Adulteración de To.
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350
ANALES DEL MUáEO NACIONAL.
natixco: Tonatiuh, el sol; ixtli, cara;
co, en: «En la cara del sol.») Nom-
bre de un pueblecillo cercano á Te
nancingo. Al sol lo concebían los
indios con figura humana, y creían
que su disco era la cara, por lo cual
daban al Oriente el nombre de 7b-
natiuh ixco, reducido por contrac-
ción á Tonatixco, «el sitio de la ca-
ra del sol,» y por corrupción, á 7b-
natico; considerándolo, pues, como
un rostro, al aparecer por el Orien-
te, la parte izquierda quedaba del
lado del Sur, y la parte derecha
del lado del Norte. Por esto llama-
ban á la región del Sur opochpa To-
naiíuh, «la izquierda del sol,» y á la
región del Norte iyecampa Tona-
tiuh, «su derecha del sol.»
Borunda, en su afán de falsear el
idioma náhuatl, dice: Tonatíuhixco,
al frente ixco, del camino utli, que
hace calentar tonatia.
Tonatiuh. (El malogrado mexi-
cano Macario Torres, en su precio-
so opúsculo «Estudios gramatica-
les sobre el Náhuatl,» dice:
«Cuando dos verbos están com-
puestos con la partícula //. el pri-
mero se conserva invariable y ad-
quiere una significación gerundiva,
y el segundo, de quien está regido,
es el que se conjuga. Para verificar
la unión, se coloca el verbo ante-
cedente en el pretérito perfecto de
indicativo, número singular, sin el
signo o y suprimiendo la c final, ca-
so de que en ella termine. Sólo itta
transforma su pretérito en its y
pati,enpac. Ejemplos: nichocatine-
mi, vivo llorando, titlacuaticá, es-
tás comiendo, tiquimitzcaté, los
estamos viendo; cochtihuallauh,
viene durmiendo ; etc.
El verbo del fin no se altera, ex-
cepto yauh y onoc que siempre
pierden las dos primeras letras, v
g.; tlacuatiuh va comiendo; choca-
tiuh, va llorando; huetscatíuh, va
riendo; tonatiuh, va alumbrando.»
En una nota al pasaje preinserto
dice el mismo autor:
«He aquí demostrada con eviden-
cia la etimología del nombre dado
por los mexicanos al sol. In tona-
tiuh se traduce sin dificultad el que
va alumbrando, y esa palabra está
formada con toda sujeción á las re-
glas gramaticales, pues el pretérito
perfecto de tona es tonac, y según
lo expuesto en el número 164, pier-
de la c final en la composición de
que se viene tratando.
«No sucede lo mismo con la voz
tonacatecuhtli . de donde el Sr. Al-
fredo Chavero pretende derivar
aquel nombre, siguiendo á otro
autor más ó menos respetable. (Dic-
ción. Geog. y Estadist. cit. art. «Ca-
lendario Azteca,» §8.^) En primer lu-
gar, tonacatecuhtli es un disparate,
puesto que la palabra nacatl es una
de las que en composición con im
pronombre posesivo no solo pierde
la ti sino también la vocal antece-
dente, y así se dice nonac, monac,
tonac: mi carne, tu carne, nuestra
carne. En segundo lugar, la misma
palabra está muy mal empleada
porque tanto ella como ontitl, hue-
so, yestli, sangre, tlalhuatl, nervio,
etc., no sirven para designar las
partes integrantes del cuerpo: en
su lugar se emplean los derivados
nacayotl, omiyotl, yesotl, tlalhua-
yatl, etc., de manera que la expre-
sión nuestra carne, esto es, la que
compone nuestros cuerpos, no se
traduce tonac, sino tonacayo. «Si
con el nombre nacatl digo nonac,
mi carne, inac in chichi, la carne
del perro, hablo de la carne que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
351
compré ó es mía por otro título, y de
Jo que está destinada para que co-
ma el perro; pero para significar
carne, sangre, etc., de mi propio
cuerpo, ó la propia del cuerpo de
otro cualquiera animal, sirven di-
chos nombres uacayo, etc.» Alda
ma, Arte de la leng. mex., § 68 del
Sup.
•^ Observaremos, por último, que
el nombre Tonacayotecuhtlió Tona-
catecuhtli, como quiere el Sr. Cha-
vero, es un epíteto forzadísimo pa-
ra dar á entender que al sol debe-
mos nuestro ser; y por otra parte
es del todo inverosímil que ese epí-
teto se haya desfigurado tanto has-
ta convertirse en Tonatiuh.
Alfane vient ¿^'equus san donte,
Mais ilfaut avotier aussi
Qu'en venant de lá jusqu'ici
II a bien changé de route.
El que va alumbrando, el Sol. En
la historia de este astro como mito
hay mucho de confuso, Destruido
cuatro veces, fué formado una quin-
ta; bajo este aspecto es una criatu-
ra secundaria y sin poder, no es una
divinidad. Luego aparece que los
númenes tomaron su lugar por al-
gún tiempo, recibiendo una especie
de santificación. Le encontramos
al fin elevado á la altura de los dio-
ses, en una de las categorías más
encumbradas. Todo indica una
mezcla de ideas, de distintas épo-
cas y de diversas procedencias,
formando un cuerpo abigarrado: mi-
tos cosmogónicos, rituales ó astro-
nómicos.
En su última faz, el sol era teni-
do por creador de todas las cosas y
causa de ellas, extendiéndose su
culto por muy gran parte del nuevo
continente. Aunque tenía diversos
nombres, por excelencia se le lla-
maba Teotl; el apellido Tonatiuh,
significando un accidente, quiere
decir, el que va resplandeciendo.
Cuando en Teotihuacan murieron
los dioses, dejaron á sus devotos
las mantas con .que se cubrían;
aquellos sectarios tomaron palos,
les hicieron una muesca donde pu-
sieron una piedra preciosa por co-
razón, y los envolvieron primero
con pieles de culebra ó tigre y en
seguida con las mantas: estos bultos
se llamaron tlaquimilloli. Tris-
tes y apenados vagaban los de-
votos hasta que uno de ellos llegó á
la orilla del mar; tres veces se le
apareció Tescatlipoca, previniéndo-
le al fin, fuese al sol y trajese can-
tores é instrumentos para hacerle
fiesta. Las ballenas, las tortugas y
las sirenas formaron un puente so-
bre la mar, y el devoto, cantando un
canto hermoso, llegó al astro y le
dio cuenta de su cometido. Previ-
no el sol á los que con él estaban,
que no respondiesen al cantar del
mensajero, porque quienes tal hi-
cieran, aquél se los llevaría consigo:
no obstante la prevención, como el
canto era melifluo, algunos respon-
dieron, y él se vino con ellos á la
tierra, trayendo el huehuetl y el te-
ponaxtli. Comenzaron de nuevo las
fiestas, los bailes y los cantares á
los muertos dioses. En esta rela-
ción continúa el mito de Teotihua-
can; los sectarios de las divinida-
des, derrocados por el culto del sol,
vagan mucho tiempo ocultando su
rito proscripto, hasta que pueden
de nuevo practicarle poniéndose
en contacto con los prosélitos del
astro.
Representaban los mexicanos el
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352
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
astro con varias círculos concéntri-
cos, divididos en ocho partes con
unas aspas triangulares, haciendo
relación á sus movimientos aparen-
tes y á la división del tiempo. Ave-
ces ofrece en el centro un rostro de
frente con una gr^n lengua salien-
te de la boca, como en la piedra vul-
garmente llamada Calendario; otras
el rostro está de perfil y sin lengua,
como en el Tonalamatl; las más
veces no aparece la cara, como en
el Cuanhxicalli de Tízoc y en las
pinturas de los Códices.
'^Estando fija la tierra, el sol gira-
ba al derredor de ella. Los guerre-
ros muertos sobre el campo de ba-
talla iban á morar á la casa del sol,
en el lugar de Oriente: por esto se
llamaba ese punto cardinal Tlalo-
can, paraíso. Las mujeres muertas
en el primer alumbramiento subían
á la categoría de diosas bajo el nom-
bre de Macihuaquesque, entrando
en el número de las mujeres celes-
tiales denominadas Cihuapipiltin, é
iban á habitar también la casa del
sol, aunque hacia el Occidente, pun-
to que por esto era llamado Cihua-
Hampa. Al disponerse á salir por
Oriente el Tonal t'uh en s\i curso
diurno, los guerreros celestes apres-
taban sus armas y corrían á su en-
cuentro armando estruendo y dan-
do voces; se le ponían delante, y
con pelea de regocijo le llevaban
hasta ponerle en la mitad más alta
del cielo, el cual llamaban Nepan-
tlatonatitih. Recibíanlo en aquel
punto las Macihuaqu€3que,?irm?íá2íS
y con regocijos guerreros; entre-
gábanle los hombres, y se esparcían
en seguida por el cielo y sus jardi-
nes á chupar las flores hasta el si-
guiente día. Las diosas celestes po-
nían al Tonatiuh en imas andas de
plumas de quetsalli, llamadas que-
tffalapanecahuitl, lo tomaban en
hombros unas, precediendo las otras
dando voces de alegría, y haciendo
fiesta: así bajaban de lo alto hasta
llegar al Cihuallampa. Allí salían
á encontrar al Tonatiuh los del in-
fierno; porque cuando en la tierra
comienza la noche, en el infierno
empieza el día: entonces los muer-
tos despiertan, se levantan, corren
al encuentro del astro, y lo condu-
cen silenciosos hasta ponerlo en el
Oriente. En tanto las Macihuaques-
que bajan á la tierra, buscan los
instrumentos para tejer y labrar, se
aparecen á vsus perdidos esposos y
les regalan las obras de sus manos.
El TlalcMíonatíuh, reunión del
sol y la tierra, en el Códice Telle
RiANO, presenta á la tierra en figura
humana, sin cabeza, con dos manos
levantadas hacia arriba y dos hacia
abajo, teniendo en la parte inferior
el miquistli para señalar la mansión
de los muertos. En dicha parte
se descubre con los arreos de 77a-
loc, dando á entender el conjunto, el
movimiento del astro. Según el in-
térprete, « este es el escalamiento,
ó calor que da el sol á la tierra, y
así dicen que cuando el sol se pone
que va á alumbrar á los muertos.»
En cuanto dios, el sol recibía ado-
raciones durante los días y las no-
ches. Al amanecer lo recibían los
sacerdotes del templo mayor con
su estruendosa música de tambo-
res, bocinas y caracoles, sacrifi-
cándole codornices, arrancándoles
la cabeza y ofreciéndole la sangre:
en el resto del día tenía consagra-
das preces é incienso. Su*templose
llamaba Cuauhxicalco, y el rey pa-
ra asistir á las fiestas tenía el edi-
ficio particular dicho. Hueycuauh-
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SSGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
353
xicalco. Existía una orden de caba-
lleros que reconocía por patrono
al astro; eran todos nobles, y si
bien eran casados tenían morada
particular en el templo mayor llama-
da Cuacuauhtin inchan, casa ó ma-
driguera de las águilas. Ahí había
una imagen del sol pintada sobre
lienzo; que se mostraba al pueblo
por los sacerdotes cuatro veces en
' el día y en la noche. Dos veces
en el año, cuando en el orden suce-
sivo de los días tocaba al signo
nahui ollin, tenía lugar un sacrifi-
cio con muy particulares ceremo-
nias, precedido de un muy riguro-
so ayuno, y en que sólo tomaban
parte inmediata aquellos valerosos
caballeros. Fiestas solemnes se ve-
rificaban en el solsticio de invierno.
La que se hacía en el templo de/or-
taccenteoíl, dios de las mieses blan-
cas, era precedida de un ayuno de
cuarenta días, sacrificándose á los
leprosos y contagiados.
Los eclipses de sol constaban en
las pinturas jeroglíficas, represen-
tados por el signo ideográfico íeoil,
con una mancha redonda y negra,
más ó menos amplia, según la in-
tensidad del fenómeno. Fiesta prin-
cipal se hacía bajo la denominación
de Netonatiuhcualo, el infelis sol
comido, y tenía lugar cada 200 ó 300
días, f Fíí^s^Tloque Nahuaque.)
Tonatiuhiqtuizayan. [Tonatiuh,
el sol; /, su; quisayan, lugar donde
sale: «su salidero del sol.») El Orien-
te. Borunda, empeñado siempre en
atribuir á las palabras mexicanas
etimologías alteradas, y muchas
veces fantásticas. oiTonatiuhiqui-
sayariy salidero Kisayan, suio, /,al
camino utli, que haze Calentar to-
nalt'a.* No hay nada de utlt ú otli,
camino, en la palabra Tonatiuh (V.)
Tonatiuhinanianayan. (Tona-
tiuh, el sol; /,su; nemanayan, lugar
donde se levanta algo: «lugar don-
de se levanta el sol.») El Oriente.
Borunda, en su afán de desfigurar
el idioma, dice: Tonatiuh-hinema-
nayan, tendedero manayan, suio /
(quitando el error de e), que á lo
suios in, haze calentar Tonatia: To-
natiuhixco, al frente ixco, del ca-
mino «///, que haze calentar /o «íi-
tia.» No acertamos á comprender
porqué Borunda llama al Oriente el
«tendedero del sol.» Además, «ten-
dedero» se dice en mexicano asol-
huayan.
Tooaltepúztli. (Esta palabra la
trae el P. Sahagún; pero por la sig-
nificación que le atribuye, se viene
en conocimiento de que es una
errata de imprenta. La palabra ge-
nuina es yooaltepustli, con la orto-
grafía moderwd, yohualtepostli: yo-
hualli, noche; tep0!2tliy cobre, y, por
metonimia, «hacha» «hacha de la
noche ó nocturna.») Uno de los
agüeros, que tenían los indios. El
P. Sahagún, tratando de los agüe-
ros, dice:
«Cuando alguno de noche oía gol-
pes como de quien corta leña, to-
maban mal agüero: á este llamaban
tooalteptistli, que quiere decir ha-
cha nocturna. Por la mayor parte
este sonido se oía al primer sueño
de la noche, cuando todos duermen
profundamente, y ningún ruido de
gente suena. Oían este sonido los
que de noche iban á ofrecer cañas
y ramos de pino, los cuales eran
ministros del templo, llamados Tla-
maca^ques. Estos tenían por cos-
tumbre de hacer este ejercicio ó pe-
nitencia en lo más profundo de la
noche, y entonces presentaban es-
tas ofrendas en los lugares acos-
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354
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
tumbrados de los montes comarca-
nos, y cuando oían golpes como de
quien hiende madero con hacha, (lo
cual de noche suena lejos, estrepi-
tosamente) espantábanse de aque-
llos golpes, y tomaban mal agüero,
pues decían que estos golpes eran
ilusión de Tescatlipuca, con que es
pautaba y burlaba á los que anda-
ban de noche, y cuando esto oía al-
gún hombre animoso, esforzado y
egercitado en la guerra no huía; mas
antes seguía el sonido de los gol-
pes, hasta ver que cosa era, y cuan-
do veía algún bulto de persona,
corría á todo correr tras él hasta
asirle, y averiguar que cosa era.
Dicese que el que asía á esta fan
tasma, con dificultad podía aferrar
se, y así corrían gran rato andando
á la sacapella de acá para allá.
Cuando ya se fingía cansada la fan-
tasma, esperaba al que la seguía, y
entonces parecía á esta que era un
hombre sin cabeza, que tenia corta-
do el pescuezo como un tronco, y
el pecho abierto, y tenia á cada par-
te como una portecilla que le abría
y cerraba, juntándose en el medio; y
al cerrar decían que hacían aquellos
golpes que se oían lejos, y aquel
á quien había aparecido esta fan-
tasma, ora fuese algún soldado va-
liente, ó algún Sátrapa del templo
animoso. En asiéndola y conocién-
dola por la abertura del pecho, veía-
le el corazón, y asíale de él como
que se le arrancaba tirando. Estan-
do en esto demandaba á la fantas-
ma que le hiciese alguna merced,
ó le pedia alguna riqueza, ó esfuer-
zo y valentía para cautivar en la
guerra á muchos, y á algunos dá
balos la fantasma esto que pedían,
y á otros no se los daba sino lo con-
trario como pobreza, miseria, y ma-
la ventura, y así decían que estaba
en mano de Tescatlipuca dar cual-
quiera cosa que quisiese, adversa ó
próspera: y la fantasma respondien-
do á la demanda decía de esta ma-
nera. «Gentil y valiente hombre,
amigo mío, fulano déjame, ¿qué me
quieres? que yo te daré lo que qui-
sieres» y la persona á quien esta
fantasma le había aparecido decía-
la. «No te dejaré, que ya te he ca-
zado» y la fantasma dábale una pun-
ta ó espina de magey, diciéndole.
«Cata aquí esta espina, déja-
me»; y el que tenia á la fantasma
asida por el corazón, si era valien-
te y esforzado, no se contentaba
con una espina, y no le dejaba has-
ta que no le daba tres ó cuatro es-
pinas: estas eran señal de que se-
ría próspero en la guerra, y tomaría
tantos cautivos cuantas espinas re
cíbia, y que sería ademas reveren-
ciado en este mundo con riquezas,
honras é insignias de hombre va-
liente. También se decía que el que
asía del corazón á la fantasma, y
se le arrancaba de presto sin de-
cirle nada, echaba á huir con él y
se escondía y guardaba con gran
diligencia, envolviéndole y atando
fuertemente con algunos paños; y
después á la mañana, desenvolvía-
le y miraba que era aquello que ha-
bía arrancado, y si veía alguna co-
sa buena en el paño, como es plu-
ma floja ó algodón, ó algunas es-
pinas de maguey, de una ó dos, te-
nia señal que le había de venir bue-
na ventura, y prosperidad; y si por
ventura hallaba en el paño carbo-
nes ó algún andrajo, ó pedazo de
manta roto y sucio, en esto conocía
que le había de venir mala ventura
y miseria. Si aquel que oía estos
golpes nocturnos era algún hombre
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
355
de poco ánimo j cobarde, ni la per-
seguia, ni iba tras ella, sino tem-
blaba y cortábase de miedo, echá-
base á gatas porque ni podia co-
rrer ni andar, ni pensaba otra cosa,
mas de que alguna desgracia le ha-
bia de venir por razón del mal agüe-
ro que habia oído. Comenzaba lue-
go á temer que le habia de venir
enfermedad ó muerte, ó alguna des-
ventura de pobreza y trabajos por
razón de aquel mal agüero.»
Topia. (Parece derivado de toplt\
ídolo ó efigie de una divinidad.)
Nombre de una sierra entre Duran-
go y Sinaloa. El origen de este nom-
bre es mitológico. El misionero Fer-
nando de Santarén, escribiendo á su
provincial,le dice: «La provincia de
* Topia tomó el nombre de una
«tradición fabulosa, muy semejante
«á la de las metamorfosis de los
«griegos. Dicen que una india anti-
«gua de este nombre se convirtió
«en piedra, que hoy ellos veneran en
«forma de «jicara,» que llaman
«en su idioma topta, de donde to-
«mó el nombre el valle »
Topiltzin. (To, nuestro; püli, hi-
jo; tsintli, expresión de diminutivo
afectuoso: «Nuestro hijito.») En la
Cosmogonía de Fr. Bernardino ó Có-
dice DE ZuMÁRRAGA se dice que Pil-
taintli (V.) fué el primer hijo de la
1.* pareja humana y que no tenien-
do mujer, los dioses le formaron una
de un cabello de Xochiquetealli. Es
más poética esta fábula que la que
hace salir á Eva de una costilla
de Adán.
Beaumont, en su Crónica de Mi-
chuacan, dice que muchos pueblos
del hoy Estado de Jalisco, adoraban
á Piltsintli, el «dios niño,» el cual
se le apareció á Cuanameti en las
llanuras de Ixtlahuacan Nepantla-
tli, en figura de niño, enseñando á
sus devotos que había en el cielo un
dios creador de todas las cosas; que
el cielo era de plata, y había en él
muchos plumajes y piedras precio-
sas; que allí vivía una señora que
jamás envejecía, de la cual habían
tomado carne los hombres; que ese
niño- dios les había dado los arcos
y las flechas para defenderse de sus
enemigos. Este Piltsintlt, llamado
también PiltBintecutliy «Señor ni-
ño,» malamente traducido «Señor ó
dios de los niños,» era el dios pro-
tector de las siembras de temporal.
Con el nombre Topiltzin distin-
guían los mexicanos al primero de
los seis sacerdotes que ejecutaban
el sacrificio ordinario de las víc-
timas. Sobre esto dice Clavigero:
«Los ministros ordinarios del sacri-
ficio eran seis sacerdotes, el prin-
cipal de los cuales era el 7o/)/7-
/^/«,cuya dignidad era preeminente
y hereditaria; mas en cada sacrificio
tomaba el nombre de la divinidad
en cuyo honor se hacía. Vestíase
para aquella función con un trage
rojo, de hechura de escapulario y
adornado con flecos de algodón: en
la cabeza llevaba una corona de plu-
mas verdes y amarillas; en las ore-
jas pendientes de oro y piedras ver-
des, (quizás esmeraldas), y en el la-
bio superior otro pendiente de una
piedra azul. Los otros cinco minis-
tros estaban vestidos de trages
blancos, de la misma forma y bor-
dados de negro: tenían los cabellos
sueltos; la frente ceñida de correas,
y adornada con ruedas de papel de
varios colores, y todo el cuerpo pin-
tado de negro. *
Nosotros creemos que el Topil-
tmn, nombre del primer ministro sa-
crificador, no tiene nada que ver
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356
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
con el numen Piltsintli óPilisinte-
cutli, sino que el nombre de aquél
se compone de topüli, vara, hasta,
lanza y de tiintli, expresión de re-
verencia. Al ministro de la justicia
ó alguacil le llamaban topile «el que
tiene la vara» por ser ésta el sím-
bolo de la justicia, y porque mate-
rialmente la tenía. Pues bien, el sa-
cerdote sacrificador ha de haber si-
do considerado como el alguacil
mayor en los sacrificios, y era desig-
nado por metonimia con el nombre
de la vara ó símbolo de la justicia,
topilli, y reverencialmente Topil-
isin.
Tota. (To, nuestro; tatli, padre,
que en composición con pronom-
bre posesivo, pierde la sílaba ///;
«Nuestro Padre.») Nombre que da-
ban al Fuego cuando lo veneraban
como padre de los dioses. ( Véase
HUEHUETEOTL, TlOQUE NaHUAQUE,
ToNATiuH y Totec.)
Totee. (El nombre propio es To-
teen 6 Toteue: to, nuestro, tecutli, se-
ñor, que en composición con pro-
nombre posesivo, pierde la sílaba
tlif y que, por metátesis se convier-
te Qxiteuc: «Nuestro Señor.») Elnom-
bre completo de este numen es Xi-
petotenc «Nuestro Señor desollado.»
Sahagún, refiriéndose á este dios,
dice:
«Este dios era honrado de aque-
llos que vivían á la orilla de la
mar, y su origen lo tuvo en Zapo-
Han, pueblo de Xalisco. Atribuían
á este dios las enfermedades si-
guientes. Primeramente las virue-
las, las apostemas que se hacen en
el cuerpo, y la sarna: también las
enfermedades de los ojos, como es el
mal que procede de mucho beber,
y todas las demás que se causan en
los ojos: todos los que eran enfer-
mos de alguna de las enfermedades
dichas, hacían voto á este dios de
vestir su pellejo cuando se hiciese
su fiesta, la cual se llama Tlacaxi-
pealistlif ó sea d e s o 1 1 a miento de
hombres.»
Describiendo al numen, dice el
mismo P. Sahagún:
«La imagen de este numen es á
manera de un hombre desnudo, que
tiene en un lado teñido de amari-
llo, y el otro de leonado: tiene la
cara labrada de ambas partes á ma
ñera de una tira angosta que (rae
desde la frente hasta la quijada: en
la cabeza, á manera de un capillo
de diversos colores, con unas bor-
las que cuelgan acia las espaldas.
Tiene vestido un cuero de hombre:
los cabellos tranzados en dos par
tes y unas orejas de oro: está ceñi-
do con unas faldetas verdes, que le
llegan hasta las rodillas, con unos
caracolillos pendientes: tiene unas
cotaras ó sandalias, y una rodela
de color amarillo, con un remate de
colorado todo al rededor: y tiene un
cetro con ambas manos, á manera
del cáliz de adormidera, donde tie-
ne su semilla, con un casquillo de
saeta encima empinado.»
La fiesta de este dios la celebra-
ban el primer día de la segunda
veintena del año, llamada Tlaca-
xipehualixtli , « Desollamiento de
hombres.» Sahagún la describe en
los términos siguientes.
«En ella hacían como un juego de
cañas, de manera, que el un bando
era de parte de este dios ó imagen del
dios Totec, y éstos todos iban ves-
tidos de pellejos de hombres, que ha-
bían muerto y desollado en esta fies-
ta, todos recientes y corriendo san-
gre: los del bando contrario eran los
soldados valientes y osados, y per-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
357
senas belicosas y esforzadas, que no
tenían en nada la muerte, osados y
atrevidos que de su voluntad salían
á combatir con los otros: allí los
unos con los otros se ejercitaban en
el ejercicio de la guerra, perseguían-
se hasta su puesto, y de allí volvían
huyendo hasta su propio puesto;
acabado este fuego, aquellos que
llevaban los pellejos de los hombres
vestidos que eran de la parte de este
dios Totee, ibanse por todo el pue-
blo y entraban en las casas, deman-
dando que les diesen alguna limos-
na por amor de aquel dios. En las
casas donde entraban, hacíanlos
sentar sobre unos hacecillos de ho-
jas de tsapotes, y echábanlos al cue-
llo unos sartales de mazorcas de
maíz, y otros sartales de flores que
iban desde el cuello acia los soba-
cos, y poníanle guirnaldas, y dában-
les á beber pulque, que es su vino.
Si algunas mugeres enfermaban de
estas enfermedades arriba dichas,
en la fiesta de este dios ofrecían
sus ofrendas según que habían vo-
tado.»
Según Torquemada, Xippe y 7b-
tec era dios de los plateros; le reve-
renciaban, porque tenían por averi-
guado, que á los que no le hacían
los afligía con enfermedades de
ojos, apostema y sarna.
Boturini dice que el nombre del
dios era Oxipe, dios del desolla-
miento, síncopa de Tloxipcuca á
quien los plateros dedicaban los de-
sollados, por haberles hurtado al-
hajas de oro y plata, 6 pedrería lle-
vándolos antes á su templo arras-
trados por los cabellos. Filológica-
mente no está autorizada la llamada
síncopa por Boturini, que, propia-
mente, sería una aféresis. (Véase
Tloxipeuca.)
Después de lo expuesto por los
autores citados, inspirados todos,
más ó menos, en el P. Sahagún, causa
extrafleza lo conceptuado por Cha-
vero acerca de la deidad Toteuc, He
aquí su rara exégesis:
«Tres son los astros que sirvie-
ron á los nahoas para la formación
de su cronología, los tres de que he-
mos hablado; y bajo este aspecto,
de la unión de los tres formaron un
nuevo dios llamado Totee. Su nom-
bre quiere decir literalmente nues-
tro señor, como si pretendieran ex-
presar que era el principal de los
dioses. No es oportuno el que tra-
temos extensamente de él ahora:
nos basta en este momento consig-
nar su existencia y su significación
astronómica. Siendo el sol el astro
nahoa por excelencia, á veces se
personifica en él; pero si quisiéra-
mos dar de pronto una idea aproxi-
mada de esta nueva concepción teo-
gónica, diriamos que Totee era el
tiempo.»
En apoyo de esta interpretación
y ampliándola, dice Chavero:
«Por primera vez nos encontra-
mos con el dios Totee ó Toteuh,
como otros le llaman. Dice Sahagún
que la imagen de este numen es á
manera de un hombre desnudo que
tiene un lado teñido de amarillo y
el otro de leonado, que tiene la ca-
ra labrada de ambas partes en una
tira angosta que cae de la frente á
la quijada, y lleva en la cabeza una
especie de eapillo de diversos colo-
res, con unas borlas que le cuelgan
hacia las espaldas; que por vestido
lleva un cuero de hombre; que usa
los cabellos trenzados en dos par-
tes y orejeras de oro; que está ce-
ñido con unas faldetas verdes que
le llegan á la rodilla, con unos ca-
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358
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
racolillos pendientes; con cotaras ó
sandalias, rodela amarilla con un re-
mate de rojo todo alrededor y un
cetro que sostiene con ambas ma-
nos. El padre Duran dice que este
ídolo, con ser uno, era adorado de-
bajo de tres nombres que eran Tb-
tec.XipeyTlatlauhquitescatl. Agre-
ga que Totee quiere decir señor es-
pantoso y terrible que pone temor;
Xipe es hombre desollado y maltra-
tado, y Tlatlauhquitescatl significa
espexo de resplandor encendido.
Observa el cronista, y esto es im-
portante, que no era esta deidad
particular que celebraban única-
mente en algunas partes, sino que
se le hacía fiesta universal en toda
la tierra y todos la solemnizaban
como á dios universal ; y asi le te-
nían templo especial y muy suntuo-
so y era al que hacían mayor núme-
ro de sacrificios de hombres. Re-
fiere Duran que la figura de este
ídolo era de piedra, del alto de un
hombre, con la boca abierta como
quien estaba hablando y que mos-
traba tener vestido un cuero de
hombre sacrificado, colgando las
manos del cuero á las muñecas. En
la mano derecha llevaba un báculo
con unas sonajas, y en la izquierda
una rodela de plumas amarillas y
rojas, de la cual salía una bandere-
ta encarnada con plumas en el ex-
tremo: cubría su cabeza con una tia-
ra roja también, ceñida con una cin-
ta del mismo color, y á las espaldas
tenía colgada otra tiaria con tres
banderetas de las que colgaban
tres cintas todas rojas, á honor de
los tres nombres de este ídolo. Lle-
vaba puesto siempre un gran max-
tli que salía del cuero que lo cubría.
Y así está, en efecto, en las pinturas
del Atlas de Duran.
«¿Qué dios era éste que se llama-
ba nuestro señor, amo ó rey? Totee
es compuesto de to, nuestro, y te-
cuhtli, señor ó rey. El otro nombre,
Xipe ó desollado, nada nos explica
de pronto; pero así como á la pro-
creación precede el desoUamiento
del xipintli, se simbolizó el poder
creador del dios con el tlacaxipe-
huali3tli,y se significó con su nom-
bre Xipe, El tercer nombre, Tíatlauh-
quiteseatl, quiere decir espejo
rojo, y si observamos que á la luna
se le llama Teseatlipoea, espejo ne-
gro que humea, por el color y va-
guedad de su disco, comprendere-
mos sin dificultad que el espejo rojo
es el disco del sol. Tenemos, pues, la
explicación de los tres nombres
de la deidad: como dios que preside
en el firmamento, es nuestro señor
Totee; como astro, su disco rojo es
Tlatlauhquiteseatl, y como poder
creadores Xipe.*
«No puede caber duda de que To-
tee principalmente representa al
sol; pero así como eipactli significa
su primera luz alumbrando la tie-
rra que salía del caos, eoail, el tiem-
po, atl, el fuego y la cronología, y
aeatl, los rayos del astro, ahora To-
tee viene á expresar el período cro-
nológico del sol, pero en combina-
ción con los de la luna y la estrella
de la tarde. Para explicamos más
claramente diremos que el sol en-
tra en los signos diurnos de la si-
guiente manera : por su luz es ei-
paetli, por su calor es aeatl, por su
movimiento absoluto con el cual
crea el tiempo, es eoatl, y por su pe-
ríodo cronológico es atl, tomando
el nombre de Totee cuando relaciona
este período al de los otros astros.
«Tenemos sobre este punto la es-
cultura más preciosa que posee
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
359
nuestro Museo Nacional: y para ex-
plicarlo, refirámonos á la figura de
este dios en uno de los cuadros je-
roglíficos del Códice Borgiano. El
dios está sentado en teoicpalli; su
cuerpo es rojo como su rostro que
apenas cubre la máscara sagrada,
porque es el dios bermejo, Tlatlauh-
quitescatl: lo adornan astros, el
cuauhtlt, símbolo de la luna, y los
de Quetsalcoatl y la tierra; tiene
por ilalpollim el signo del xtuhntol'
pilli; en vez de mitra lleva el capillo
de que habla el cronista, todo ador-
nado de conchas, y en la mano iz-
quierda empuña una pierna de águi-
la. Esta misma deidad se ve en va-
rias pinturas jeroglíficas con algu-
nas modificaciones. En el tonala-
matl del Códice Vaticano tiene el
mismo color rojo del cuerpo, empu-
ña en la diestra la pierna de águila
y una xochitl en la siniestra; lleva
el mismo tocado, y por adornos el
ollineme3tli y la cruz de Quetsal-
coatl. Se le ve además en las pintu-
ras 53, 60 y 66 del Códice Borgiano.
Algunas veces, para expresar el
curso ó camino del astro en la for-
mación del período cronológico, se
pone á Totee con un báculo y un qui-
tnilli, ó carga de la espalda, á la ma-
nera que para caminar usan aún
nuestros indios.
^Los mismos atributos que en es-
tos jeroglíficos se ven en la hermosa
cabeza colosal de diorita del Mu-
seo Nacional. La parte frontal de
su capillo está formada de cintas
que se figuran con rayas labradas,
y sobre esas cintas hay trece con-
chas con nueve rayas cada una; de i
la misma manera está formada la '
parte posterior del tocado que cae
hasta el cuello, y en ella hay veinte
conchas : el adorno de la parte su-
perior de la cabeza se compone de
tres ruedas concéntricas de glifos,
ocho en la primera, catorce en la
segunda y veinticuatro en la terce-
ra; de ésta sale, cayendo hacia la
izquierda, un hermoso colgajo que
termina en seis glifos. Sumados és-
tos nos dan los cincuenta y dos años
del ciclo, como las conchas, los pe-
períodos de trece y veinte días y
los nueve acompañados. Hay otros
dos colgajos pequeños con un glifo
cada uno, que terminan en cuatro
glifos, y el capillo tiene varias ra-
yas cronológicas en el colgajo que
se combinan con las de la cinta
que va de derecha á izquierda bajo
los glifos. En las mejillas tiene dos
círculos con las dos cruces de Que-
tsalcoatl; de su nariz penden tres
rayos de difente forma represen-
tando la luz de los tres astros, y tie-
ne en cada orejera un círculo con
dos rayos. La cinta que se entrela-
za en la cabeza es el cuerpo de una
culebra cuya cabeza se ve en la par-
te inferior unida al signo del agua,
atl, símbolo del período cronológi-
co. Representa, pues, esa escultura,
la combinación de los períodos cro-
nológicos de los tres astros, y por
lo mismo es el dios Totee
«Pero veamos cómo se relacionó
esta deidad con la destrucción de
los tolteca. Hemos hablado de las
cuatro casas de oración áe Quetsal-
coatl y de las penitencias que ha-
cía, lo cual está representado en
una pintura del Códice Vaticano.
Se ve, en efecto, á Quetsalcoatl so-
bre un teocalli cuyas gradas están
manchadas de sangre, atravesadas
sus piernas con espinas de maguey
en señal de penitencia, y delante
del cual se han puesto como ofren-
das las púas y un tlemaitl en que se
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360
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
le quema copal. Detrás de él están ,
las cuatro casas de oración ó tem- 1
píos: en el primero ayunaban los
sacerdotes; estaba adornado de
puntos y flores, cornisa y colum-
nas de color rojo, y se llamaba Ca-
quancallí. El segundo servía para
el ayuno común; tenía cuatro alme-
nas, y se llamaba Xecahualcalco. El I
tercero era templo del temor y la !
serpiente, y se entraba en él con los
ojos inclinados al suelo: era el Coa-
calco. El cuarto era el templo del
pesar y del arrepentimiento, y á él
mandaban á los hombres delincuen- 1
tes y de mala vida, inmorales y de ;
hablar obsceno: le nombraban Tía- 1
xapocalco. j
«Busquemos el sentido astronó-
mico de la pintura. La deidad que
está sobre el t^ocallt, á la cual se
ofrecen sacrificios y se quema co-
pal en el tlemaitl, es Quetsalcoatl,
es la estrella de la tarde que nace.
Se conoce al dios en su mitra, en su
báculo, en las cruces y en el símbo-
lo del viento. Tiene cuatro radios
rojos, porque ya hemos visto que le
tenían por un medio sol, pues á éste
le pintaban con ocho rayos. Detrás
de las cuatro casas ó templos hay
cuatro signos, que son acatl ó csl-
ña, CM^/^/)a/// ó lagartija, tecpatl ó
pedernal, y masatl 6 venado: los
cuales ya sabemos que respecti-
vamente corresponden á los astros,
sol, tierra, estrella de la tarde y lu-
na. Los cuatro templos que están á
su frente, tienen igual correspon-
dencia: el templo con las tres fle-
chas corresponde al sol, el de las
dos flores á la tierra, el de las dos
almenas rojas á la estrella, y el de
los círculos blancos á la luna.
«A la pintura inmediata del códi-
ce nos encontramos con Totee. Dice
el intérprete que este Jo/^c: fué gran
pecador, que estuvo en la casa del
dolor llamada Tlaxipeuhcalco, en
donde había completado su peni-
tencia. Subióse á continuarla sobre
las espinas de maguey de la mon-
taña que hablaba, Catcitepetl, y allí
clamaba reprobando fuertemente á
su pueblo de ToUan, llamándolos
á la penitencia porque habían come-
tido grandes crímenes y olvidado
el servicio de sus dioses y los sa-
crificios, entregándose á toda clase
de placeres.
«Lleva el dios una lanza roja y
está vestido con una piel amarilla
de hombre, con signos como yugos;
tiene maxtli rojo con puntas blan-
cas, mitra roja, escudo rojoy amari-
llo y bandera amarilla con plumas
rojas. Sencilla es la expresión de es-
ta pintura. Después de la estrella
Quetsalcoaíl y del año ritual que
le corresponde, aparece el sol Totee
y se forma el calendario combina-
do con los períodos cronológicos de
los tres astros. Históricamente sig-
nifica la lucha del sacerdocio del
antiguo culto de los sacrificios con-
tra la reforma de QuetsalcoatL
«A la pintura siguiente se ve el jero-
glífico de Tollan, y debajo á un hom-
bre colosal tendido y con I os intes-
tinos de fuera, del cual tira con cor-
deles un grupo de hombres. Decían
que era figura del pecado maca-
xoquemtqui, que lo veía en sueños
Totee, y que incitaba al pueblo pa-
ra que lo llevase lejos de la ciu-
dad; que quisieron llevarlo con
cuerdas, pero que los que tiraban
cayeron en una gran profundidad
porque aquéllas se rompieron, y ahí
quedaron muertos. Es un símbolo
de la peste y, en general, de las ca-
lamidades todas que se contaba ha-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
361
bían precedido á la destrucción de
Tollan.
«En la pintura siguiente se ve á
Quetsalcoatl siguiendo á Totee: va
tras ellos un grupo de gente. Dice
el intérprete que los dos maestros
de la penitencia con los tolteca ino-
centes se pusieron en camino y fue-
ron á poblar otros países; que en-
contraron dos montañas unidas, y
según unos las atravesaron, y según
otros allí murieron. La significa-
ción astronómica de este jeroglífico
se relaciona con los movimientos de
la estrella de la tarde en relación
con el sol. Aparece la estrella Que-
tsakoai I y aparece el sol Totee: am-
bos caminan juntos, como se ve en
la pintura, porque juntos empiezan
y siguen el calendario ritual y el
astronómico; pero el período de la
estrella de la tarde es más corto
que el anual del sol, concluye an-
tes que éste el Tonalantatl; y por
eso Quetsaleoatl y los que le siguen
aparecen muriendo entre las dos
montañas invertidas, pues se recor-
dará que en el camino del Mictlan
había dos cerros que se chocaban
entre sí y por donde pas.aban los
muertos. Así es que, muerta la es-
trella de la tarde, encontramos á
Qtietsalcoatl en la pintura siguiente,
en el cielo azul y rosado de la auro-
ra, que renace como estrella de la
mañana; y como de la combinación
del movimiento del sol y de los dos de
la estrella nació el admirable calen-
dario tolteca, se sigue en el códice
el TonalamalL
«Refiere el intérprete la última
pintura á la fábula del viaje de Que-
Isalcoatl á Tlapallan, su desapari-
ción y la profecía de su vuelta. La
significación histórica es la des
trucción de Tollan y la peregrina-
ción de los satélites y partidarios
I del culto de Quetsalcoalt, que hu-
yendo de la guerra civil ó arroja-
dos por el partido vencedor del cul-
to enemigo, y más tarde, alejándo-
se los que aún quedaban en Tollan
por la destrucción de ésta, se fue-
ron á la región del Sur llevando su
civilización, su culto y su dios.»
Toda la interpretación de Chave-
ro no ha producido el efecto de un
pedazo de cristal visto en el calei-
doscopio, convertido en una com-
plexa y hermosa estrella pentago-
nal. Toteuc, en nuestro concepto,
no es sino el dios Tescatlipoca, y á
tlatlauhquip enemigo de Quetsal-
eoatl,yese título influye en el desti-
no de los toltecas. Si tuviéramos
en este libro las pinturas del Códi-
ce Vaticano que interpreta Chave-
ro, seríamos más explícitos para
fundar nuestra opinión.
Los sostenedores de la predica-
ción prehistórica del Evangelio en
las regiones del Anáhuac ven en 7b-
teuc á Jesús Nazareno padeciendo
entre los judíos. Borunda afirma
que Toteue es una obscura reminis-
cencia de la persona áe Jesucristo,
Las circunstancias de que llamaran
los indios al numen Nuestro Señor,
y de que lo designaran con el cali-
ficativo de el desollado, son los fun-
damentos de tan peregrina opinión.
El mismo Borunda y el P. Mier creen
que Huitsilopochtli era una repre-
sentación de Jesucristo; así es que
para estos autores Huitmlopoehtliy
Toteue eran una misma personaba-
jo diversa advocación.
Totectamacazqui (Toteue,
«Nuestro Señor;» tlamaeazqui, sa-
cerdote: «Sacerdote de Nuestro Se-
ñor.») Era el sumo sacerdote de los
que servían á Huitsilopoehtli.
91
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3bJ
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Totoloque. Juego de a<^ar, al que
se dedicaban los grandes señores.
Bernal Díaz habla de este jue-
go en que solía divertirse el rey
Moteuczoma, durante su prisión, con
el conquistador Cortés, y que, se
gún él dice, se llamaba totoloque.
Tiraba desde lejos aquel rey cier-
tas pelotillas de oro muy lisas, á
unos pedazos del mismo metal que
se ponían por blanco, y el primero
que hacía cinco puntos, ganaba al-
gunas joyas, que era lo que se atra-
vesaba. En éste, como en todos los
juegos, invocaban al numen protec-
tor de los jugadores. ( Véase Jue-
gos.)
Toxcatl. El P. Duran en su his-
toria (II, pp. 101, 102, 279) afirma
que significa «soga de maíz tosta-
do» y «cosa seca,» ó metafórica-
mente «sequedad,» para lo cual se
apoya en el verbo toxkahuia, que
quiere decir «secar de sed.» Pasoy
Troncoso, á propósito de esta eti-
mología, dice:
«Conviene advertir que toxkauia
se deriva de Toxkatl y no este vo-
cablo de aquél: es un caso análogo
al de nuestro verbo agostarse ó «se-
carse las hierbas,» que trae su ori-
gen de Agosto, y bien sabemos que
la etimología del último nombre no
exprésala sequedad.» Era el 5.** mes
ó veintena del calendario mexicano.
Tenía por numen á Tescatlipoca.
Casi todo el mes era festivo. La pri-
mera fiesta, una de las cuatro prin-
cipales de los mexicanos, era la que
hacían á su gran dios Tescatlipoca.
Diez días antes se vestía y adorna-
ba un sacerdote como estaba repre-
sentado aquel numen, y salía del
templo con un ramo de flores en la
mano y una flautilla de barro, que
daba un son agudísimo. Después de
haber vuelto el rostro, primero á
levante y después á los otros tres
puntos cardinales, tocaba con fuer-
za aquel instrumento, y tomando
del suelo un poco de polvo, lo lleva-
ba á la boca y lo tragaba. Al oír el
son del instrumento, todos se arro-
dillaban. Los que habían cometido
algún crimen, llenos de espanto y
consternación, lloraban rogando al
dios que les 'perdonase su culpa y
que no permitiese fuese descubier-
ta por los hombres: los militares le
pedían valor y fuerza para comba-
tir con los enemigos de la nación,
grandes victorias y muchos prisio-
neros para los sacrificios; y t<>do el
pueblo, repitiendo la ceremonia de
tragar el pol vo,imploraba con amar-
go llanto la clemencia de los dioses.
Repetíase el toque de la flauta to-
dos los otros días que precedían á
la fiesta. El día antes, los nobles lle-
vaban un nuevo traje al ídolo, del
cual lo vestían inmediatamente los
sacerdotes, guardando el viejo co-
mo reliquia en un arca del templo:
después lo adornaban de ciertas in-
signias particulares de oro y plata
y plumas hermosas, y alzíiban el
portalón que cerraba siempre el in-
greso del templo, á fin de que todos
los circunstantes viesen y adorasen
la imagen. Llegado el día de la fies-
ta, el pueblo concurría al atrio in-
ferior del templo. Algunos sacer-
dotes, pintados de negro y vestidos
como el ídolo, lo llevaban sobre
una litera, que los jóvenes y donce-
llas ceñían con cuerdas gruesas,
hechas de hileras de granos de maíz
tostado y de ellas se le hacía un
collar y una guirnalda. Esta cuerda,
símbolo de la sequedad, que era
muy temida entre aquellas gentes,
se llamaba To.rrr///, nombre que por
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
363
aquella razón se dio al mes. Todos
los jóvenes y doncellas del templo
y los nobles, llevaban hileras seme-
jantes al cuello y á las manos. De
allí salían en procesión por el atrio
inferior, cuyo pavimento estaba cu-
bierto de flores y hierbas fragantes:
dos sacerdotes incensaban al ídolo,
que otros llevaban en hombros. En
tanto el pueblo estaba de rodillas,
azotándose las espaldas con cuer-
das gruesas y anudadas. Terminada
la procesión y con ella la disci-
plina, volvían á colocar el ídolo en
el altar, y hacíanle copiosas obla-
ciones de oro, joyas, flores, plumas,
animales y manjares, que prepara-
ban las doncellas y otras mujeres,
dedicadas por voto particular á ser-
vir el templo en aquellos días. Las
doncellas llevaban en procesión
aquellos platos, conducidas por un
sacerdote de alta jerarquía, vestido
de un modo extravagante, y los jó-
venes lo distribuían en las habita-
ciones de los otros sacerdotes, á
quienes estaban destinados.
Hacíase después el sacrificio de
la víctima que representaba al dios
TeBcallipoca. Este era el joven me-
jor parecido y más bien conforma-
do de todos los prisioneros. Esco-
gíanlo un año antes, y durante todo
aquel tiempo iba vestido con ropa
igual á la del ídolo. Paseaba libre-
mente por la ciudad, aunque escol-
tado por una buena guardia, y era
generalmente adorado como ima-
gen viva de aquella divinidad su-
prema. Veinte días antes de la fies-
ta, aquel desgraciado se casaba
con cuatro hermosas doncellas y en
los cinco últimos le daban comi-
das opíparas, prodigándole además
toda clase de placeres. Él día de la
fiesta lo conducían con gran acom-
pañamiento al templo; pero antes
de llegar, despedían á sus mujeres.
Acompañaba al ídolo en la proce-
sión, y á la hora del sacrificio lo
extendían en el altar y el gran sa-
cerdote le abría con gran reveren-
cia el pecho y le sacaba el corazón.
Su cadáver no era arrojado por las
escaleras, como el de las otras víc-
timas, sino llevado en brazos de los
sacerdotes al pie del templo y allí
decapitado. El cráneo se ensartaba
en el Tsonpantli, donde se conser-
vaban todos los de las víctimas sa-
crificadas á TeBcailipoca; mas las
piernas y brazos, cocidos y condi-
mentados, se enviaban á las mesas
de los señores Después del sacri-
ficio había un gran baile de los co-
legiales 3^ nobles que habían asis-
tido á la fiesta. Al ponerse el sol,
las doncellas del templo hacían otra
oblación de pan amasado con miel.
Este pan, con no se qué otra cosa,
se ponía delante del altar y servía
de premio á los jóvenes que. en la
carrera que hacían por las escale-
ras del templo, salían victoriosos.
También se les galardonaba con ro-
pas y eran muy festejados por los
sacerdotes y por el pueblo. Dábase
fin á la fiesta licenciando de los se-
minarios á los jóvenes y doncellas
que estaban en edad de ca.sarse.
Los que se quedaban, los ultraja-
ban con expresiones satíricas y bur-
lescas, y les tiraban haces de jun-
cos y otras hierbas, echándoles en
cara el abandonar el servicio de los
dioses por los placeres del matri-
Ifconio. Los sacerdotes les permi-
tían estos excesos, como desahogos
propios de la edad.
La segunda fiesta que se cele-
braba en este mes Toxcatl, era la
primera fiesta de Hnitsüopochtli.
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364
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Fabricaban antes los sacerdotes la
estatua de aquel dios, de la altura
regular de un hombre. Hacíanle las
carnes de la masa de Tsohuatli,
que era un grano de que solían ha-
cer uso en sus comidas; los huesos,
de manera de mizquitl ó acacia.
Vestíanlo con ropas de algodón; de
maguey y con un manto de plumas.
Le ponían sobre la cabeza un para-
sol de papel, adornado de plumas
hermosas, y sobre él un cuchillo de
pedernal ensangrentado. En el pe-
cho le fijaban una plancha de oro:
en el vestido se veían muchas figu-
rillas que representaban huesos y
hombres descuartizados, con lo que
significaban el poder de aquel dios
en las batallas, ó la terrible vengan-
za, que, según su mitología tomó de
los que conspiraron contra el honor
y la vida de su madre. Colocaban
la imagen en una litera dispuesta
sobre cuatro sierpes de madera,
que llevaban los cuatro oficiales
más distinguidos del ejército, desde
el sitio en que se había hecho la es-
tatua hasta el altar. Muchos jóve-
nes, formando círculo con unas fle-
chas que agarraban, los unos por la
punta y los otros por el mango, pre-
cedían á la litera, llevando un gran
pedazo de papel, en que probable-
mente irían representadas las
acciones gloriosas del dios, las que
ellos cantaban al mismo tiempo al
son de instrumentos músicos.
Llegado el día de la fiesta, se ha-
cía por la mañana un gran sacrifi-
cio de codornices, que echaban al
pie del altar, después de cortarla?
las cabezas. El primero que sacri-
ficaba era el rey, después los sacer-
dotes y en seguida el pueblo. De
tan gran muchedumbre de aves,
una parte se condimentaba para la
mesa del rey, otra para los sacer-
dotes y el resto se guardaba para
otra ocasión. Todos los que asis-
tían ala solemnidad llevaban insen-
sarios de barro y cierta cantidad de
resina, para quemarla é insensar á
su dios; y todas las brazas que ser-
vían en aquella ceremonia, se po-
nían después en un gran caldero lia
mado Tlexictli. Por esta circuns-
tancia daban á la fiesta el nombre
de incensar á Huitsilopochtli, Se-
guía inmediatamente el baile de
las doncellas y de los sacerdo-
tes. Las doncellas se tefíían el ros-
tro y llevaban plumas encarnadas
en los brazos; en la cabeza guirnal-
das de granos de maíz tostado y en
I las manos unas cañas con bande-
I rolas de algodón y papel. Los sa-
I cerdotes se teñían el rostro de ne-
! gro; en la frente unas ruedas de pa-
j peí y se untaban con miel los labios;
cubríanse las partes obscenas con
I papel, y cada uno llevaba en la ma-
no un cetro que terminaba en una
' flor y en un globo de plumas. So-
bre el borde del hogar del fuego sa-
grado, bailaban dos hombres, car-
gados con una jaula de pino. Duran-
te el baile, los sacerdotes tocaban
de cuando en cuando el suelo con
los cetros, en actitud de apoyarse
en ellos. Todas estas ceremonias
tenían su particular significación, y
el baile, por causa de la fiesta en
que se hacía, se llamaba Toxcacho-
cholla. En otro sitio separado bai-
laban los cortesanos y los militares.
Los instrumentos músicos, que
en los otros bailes ocupaban el cen-
tro, en aquél estaban fuera del círcu-
lo, de modo que se oyese el son, sin
ver á los que lo hacían.
Un año antes se escogía, con la
víctima de íe^catlipoca, el prisio-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
365
ñero que debía ser sacrificado á
Huitsilopochtli y le daban el nom-
bre de Yxteocale, que quiere decir,
sabio señor del cielo. Los dos se pa-
seaban juntos todo el año, con esta
diferencia, que adoraban al de Tes-
catlipoca, y no al de HuitsilopochtU,
En el día de la fiesta vestían al pri-
sionero con un primoroso ropaje
de papel pintado y le ponían en la
cabeza una mitra de plumas de
águila, con un penacho en la pun-
ta. En la espalda llevaba una red
y sobre ella una bolsa, y con este
atavío tomaba parte en el baile de
los cortesanos. Lo más singular
de este prisionero era que él mis-
mo debía señalar la hora de su muer-
te. Cuando le parecía, se presenta-
ba á los sacerdotes, en cuyos brazos,
y no en el altar, le rompía el sacri-
ficador el pecho y le sacaba el co-
razón. Terminado el sacrificio, em-
pezaban los sacerdotes el baile, que
duraba todo el resto del dia, inte-
rrumpiéndolo tan solo para incen-
sar al ídolo. En esta misma fiesta
hacían los sacerdotes una pequeña
incisión en el pecho y en el vientre
á todos los niños nacidos un año
antes. Este era el carácter ó distin-
tivo con que la nación mexicana
se reconocía especialmente consa-
grada al culto de su dios protector,
y esta es la razón que tuvieron al-
gunos escritores para creer que la
circuncisión estaba en uso entre
aquellas gentes. Pero si acaso prac-
ticaban esta ceremonia los yucate-
cos y los totonacas, no así los me-
xicanos, ni ninguna otra nación de
imperio. (Clavigero, Orozco y Be-
rra, Paso y Troncoso.)
Alo expuesto por los AA. citados
debemos agregar algo de lo que di-
ce Sahagún, de la veintena Toxcatl,
pues aquellos omitieron algunas
circunstancias que son dignas de
ser sabidas por tratarse de la prin-
cipal de todas las fiestas. Dice Sa-
hagún:
«Al quinto mes llamaban toxcatl.
En este mes hadan fiesta y pascua
á honra del principal dios llamado
Te^catlipoca, por oiroT\ombv(t Tlita-
caoan, por otro Ynutl, por otro Tel-
ptichitl y por otro TlamantsincatL
En esta fiesta mataban un man-
cebo muy acabado en disposición,
al cual habían mantenido por espa-
cio de un año en deleites: decían que
era la imagen de Tescatlipoca,
Muerto el mancebo que estaba de
un año regalado, luego ponían otro
en su lugar para chiquearlo por es-
pacio de otro año, y de estos tenían
muchos guardados, para que luego
succediese otro al que habia muer-
to. Escogíanlos entre todos los
cautivos los mas gentiles hombres,
y teníanlos guardados los Calpix-
ques: ponían gran diligencia en que
fuesen los mas hábiles y mas bien
dispuestos que se pudiesen haber,
y sin tacha ninguna corporal. Al
mancebo que se criaba para matar-
le en esta fiesta, enseñábanle con
gran diligencia que ^supiese bien
tañer una flauta, y tomar y traer
las cañas de humo y las flores se-
gún que se acostumbra entre los
principales y palaciegos; enseñá-
banle asimismo á ir chupando el hu-
mo, y oliendo las flores, andando
como se acostumbra entre los
principales, y entre gente de corte.
Estos mancebos estando aun en el
poder de los calpixques» antes que
se publicasen por destinados pa-
ra morir, tenian gran cuidado los
mismos calpixques de enseñarlos
toda buena crianza en hablar y en
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366
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
saludar á los que encontraban por
la calle, y en todas las otras cosas
de buenas costumbres; porque cuan-
do ya eran señalados para morir
en la fiesta ae este dios por aquel
año en que ya se sabía de su muerte,
todos los que le veían le tenían en
gran reverencia, y le hacían gran-
de acatamiento, y le adoraban be-
sando la tierra: y si por el buen tra-
tamiento que le hacían engordaba,
dábanle á beber agua mezclada con
sal, para que se parase cenceño.
Luego que este mancebo era desti-
nado para morir en la fiesta de es-
te dios, comenzaba á andar tañen-
do su flauta por las calles, llevando
flores y caña de humo. Tenia liber-
tad de noche y de día, de andar por
todo el pueblo, y andaban con él
acompañándole siempre ocho pa-
ges ataviados á manera de los de
palacio. En siendo dado á conocer
este mancebo para ser sacrificado
en la pascua, luego el señor le ata-
viaba con atavíos curiosos y pre-
ciosos, porque ya le tenia como en
lugar de dios, y envíjábanle todo el
cuerpo y la cara, emplumábanle
la cabeza con plumas blancas de
gallina pegadas con resina, criaba
los cabellos basta la cinta después
de haberle ataviado de ricos ador-
nos, poníanle una guirnalda de flo-
res que llaman ixquixuchitl, y un
sartal largo de las mismas, carga-
do desde el hombro al sobaco de am-
bas partes: poníanle también en las
orejas un ornamento como sarcillos
de oro, y al cuello un sartal de
piedras preciosas: colgábanle un
joyel de una piedra preciosa blan-
ca, que colgaba hasta el pecho: po-
níanle un barbote largo, hecho de
caracol marisco: llevaba en las es-
paldas un ornamento como bolsa de
un palmo en cuadro, de lienzo blan-
co con sus borlas y flocadura: po-
níanle también en los brazos enci-
I ma de los codos, y en las morcillas
\ de los brazos, unas axórcas de oro
j en ambos brazos: colocábanle tam-
! bien en las muñecas unos sartales
de piedras preciosas que ellos lla-
man niacuextli, que le cubrían ca-
si todas las muñecas hasta el co-
i do: cubríanle con una manta rica
I hecha á manera de red, con una //o-
j cadura muy curiosa por las orillas:
I poníanle también ceñido una pieza
I de lienzo muy curiosa, que ellos usa-
ban para cubrir las partes bajas que
llamaban maxtlatl: las estremida-
des de este maxtlatl eran muy la-
bradas, de tanta anchura, como un
palmo de todo el ancho del lienzo:
colgaban estas estremidades por la
parte delantera, casi hasta la rodi-
lla: poníanle también unos cascabe-
les de oro en las piernas, que iba
sonando por doquier que iba: po-
níanle unas colaras muy pintadas y
curiosas, que las llamaban oceluna-
cace; de esta manera ataviaban á
este mancebo que habían de ma-
tar en esta fiesta. Estos eran los
adornos del principio del año: vein-
te días antes de llegar á esta fiesta,
mudábanle las vestiduras con que
hasta allí había hecho pompa, y la-
vábanle la tintura que hasta allí so-
lía traer, y casábanle con cuatro
doncellas, con las cuales tenía con-
versación aquellos veinte días que
le restaban de vida, y cortábanle
los cabellos á la manera que los usa-
ban los capitanes: atábanselos co-
mo una borla sobre la corona de la
cabeza, con una franja curiosa: po-
níanle en aquella atadura de los ca-
bellos dos borlas con sus botones,
hechas de pluma, y oro. tochontitl,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
367
muy curiosas, que ellos llamaban !
astaxelli. Las cuatro doncellas que ,
le daban por sus mugeres, también |
eran criadas en mucho regalo para
aquel efecto, y las ponían los nom-
bres de cuatro diosas: á la una Ha- 1
maban Xochiquel^atl, á la otra Xi-
lonen, á la tercera Atlatonan, y á ;
la cuarta Vixtocioatl. Cinco diasan- '
tes de llegar á la fiesta donde ha- 1
bian de sacrificar á este mancebo,
honrábanle como á dios. El seftor
se quedaba solo en su casa, y todos ¡
los de la corte le seguian, y se ha ;
cian solemnes banquetes y areytos ;
ó bailes, con muy ricos atavíos. El
primer dia le hacían fiesta en el ba- '
rrio que llaman Tecanman: el se- ,
gundo donde se guardaba la imagen j
de Tescatlipoca: el tercero en el
montecillo: el cuarto que se llama
Tepeisinco que está en la laguna //- '
quioaMUtlulpia, antlalcuyajnicon' \
tlalpia, itoci. El cuarto en otro mon • '
tecillo que está también en la lagu-
na que se llama Tepepulco. Acaba-
da esta cuarta fiesta poníanlo en ¡
una canoa en que el rey solia an- ,
dar, cubierta con su toldo, y con él
ásus mugeres que le iban consolan-
do, y partiendo de Tepepulco, nave-
gaban acia una parte que se llama |
tlapisaoaian, que es cerca del cam- '
po de Ij^tapalapan^ que va acia ,
Cha Ico, donde está un montecillo i
que se llama Acaquilpan, Olcoalte- \
pee: en este lugar le dejaban sus |
mugeres y toda la otra gente, y se
volvían para la ciudad: solamente le ;
acompañaban aquellos ocho pages
que habían andado con él todo el año.
Llevábanlo luego á un Cu pequeño
y mal aliñado que estaba á orilla
del camino, y fuera de poblado, dis-
tante de la Ciudad una legua ó casi.
Llegado á las gradas del Cú, él
mismo se subía por ellas arriba, y
en la primera grada hacia pedazos
una de las flautas con que habia ta-
ñido en el tiempo de prosperidad,
en la segunda rompía otra, *y en la
tercera otra, y así las acababa to-
das subiendo por las gradas. Lle-
gando arriba á lo mas alto del Cú,
estaban aparejados los Sátrapas,
que le habían de matar, y tomában-
le y echábanle sobre el tajón de
piedra, y teniéndole por los pies y
por las manos, y por la cabeza, echa-
do de espaldas sobre el tajón, el que
tenia el cuchillo de piedra metíase-
le por los pechos con un gran gol-
pe, y tornándole á sacar, metía la
mano por la cortadura que habia
hecho el cuchillo, y arrancábanle el
corazón que ofrecía luego al sol. De
esta manera mataban á todos los
que sacrificaban: á este no le echa-
ban por las gradas abajo como á los
otros, sino que le tomaban cuatro
hombres, y bajábanle luego al patio,
y allí le cortaban la cabeza y la es-
petaban en un palo que llamaban
tsompantli. Así acababa su vida es-
te infeliz que habia sido regalado y
honrado por espacio de un año. De-
cían que esto significaba que los que
tienen riquezas y deleites en su vi-
da, al cabo de ella han de venir á
terminar en pobreza y dolor. En es-
ta misma fiesta hacían de masa que
se llama tsoalli, la imagen de Vi-
tsilopoctli tan alta como un hom-
bre hasta la cinta, y en el Cú que
llamaban Vitsnaoc, hacían para po-
nerla im tablado: los maderos de él
eran labrados como culebras, y te-
nían las cabezas atadas cuatro par-
tes del tablado, contrapuestas las
unas á las otras, de manera que
acia todas cuatro partes habia colas
y cabezas. A la imagen que hacian
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368
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
poníanle por brazos unos palos de
mitsquith y luego lo henchían todo
de aquella masa, hasta hacer un bul-
to de un hombre; hacían esto en la
casa donde siempre se guardaba
la imagen de Vitsilopuchtli. Aca-
bada de hacer, componíanla lue-
go con todos los atavíos de este
dios, vestíanle una xaqueta de tela
labrada de besos de hombres, cu-
bríanle con una manta de nequen
de tela muy rala, poníanle en la ca-
beza una corona á manera de escri-
ño que venía justa á Ja cabeza, y en
lo alto ibase ensanchando labrada
la pluma. Sobre papel del medio de
ella salía un mástil, también labra-
do de pluma, y en lo alto del mástil
estaba engerido un cuchillo de pe-
dernal á manera de hierro del an-
cón ensangrentado hasta el medio:
cubríanle otra manta ricamente la-
brada de pluma rica. Tenia esta
manta en el medio una plancha de
oro redonda hecha de martillo: aba-
jo ponían unos besos hechos de tsoa-
lli cerca de los pies de la imagen, y
cubríalos la misma manta que te
nía cubierta en la cual estaban la-
brados los besos, y miembros de
una persona despedazada. A es-
ta manta labrada de esta manera
llamaban Tlaqnaquallo . Otro orna-
mento hacían para honra de este
dios, que consistía en un papelón
que tenia veinte brazas en largo,
y una de ancho, y un dedo de
grueso. Este papelón lo llevaban
muchos mancebos recios delante
de la imagen asidos de una parte
y de otra del papelón, y todos de-
lante de la imagen; y porque el pa-
pelón no se quebrase, llevábanle
entablado con unas saetas que ellos
llamaban ieumill, las cuales tenían
plumas en tres partes junto al cas-
quillo,y en el medio, y al cabo, iban
estas saetas una debajo, y otra en-
cima del papel; tomábanlas dos, uno
de una parte, y otro de otrajlleván-
dolas asidas ambas juntas con las
manos, y con ellas apretaban el pa
pelón una por encima, y otra por
debajo. Acabada de componer esta
imagen de la manera ya dicha, al-
zaban el tablado sobre que estaba
puesta muchos capitanes, y hom-
bres de guerra, y unos de una parte
y otros de otra íbanla llevando co-
mo en andas, y delante de ella iba
el papelón, y todos los que le lleva-
ban iban en procesión cantando sus
cantares del mismo dios, y bailando
delante de él con grande areyto.
Llegando al Cú donde le habían de
subir, llevaban con unas cuerdas
atado el tablado por las cuatro es-
quinas, y asían de las cuerdas pa-
ra subirle de manera que fuese muy
llano, y que á ninguna parte se acos-
tase la imagen, y los que llevaban
el papelón subían delante, y los que
llegaban primero á lo alto comen-
zaban á cojer el papel enrollándole,
asi como iban subiendo iban enro-
llando con gran tiento para que no
se quebrase, ni rompiese; y las sae-
tas ibanlas sacando y dábanlas á
quien todas juntas las tuviese he-
chas un haz. En llegando arriba la
imagen, poníanle en su lugar, ó si-
lla donde había de estar, y el pape-
lón que ya estaba enrollado atában-
le muy bien porque no se tornase á
desenrollar, y poniansele delante
del tabladillo en que estaba la ima-
gen. Después de haber asentado el
tabladillo sobre que estaba la ima-
gen en lo alto de Cú, (y puesto el
papelón enrollado junto al tablado,)
bajábanse todos los que le habían
subido, y solamente quedaban allá
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
369
los que la habían de guardar, que
eran los Sátrapas de los ídolos.
Cuando lo acababan de subir que
era á puestas del sol, hacían ofren-
das á la imagen de tamales, y otras
comidas. Otro día en amaneciendo,
cada uno hacia ofrenda en su casa
de comida á la imagen del mis-
mo VitsHopuchtli, que tenia en su
casa, y todos ofrecían sangre de
codornices delante de la imagen que
habían puesto en el Cú. Primero co-
menzaba el señor, que arrancaba la
cabeza á cuatro codornices que ofre-
cía al ídolo recien puesto, luego
ofrecían los Sátrapas, y después to-
do el pueblo, y en arrancando la ca-
beza á la codorniz arrojábanla de-
lante del ídolo; allí andaba revo-
leando hasta que se moría, y los
escuderos y hombres de guerra del
rey cogían las codornices después
de muertas, y hacíanlas pelar, asar
y salar, y dividíanlas entre sí: par-
te de ellas tocaba al señor» prime-
ramente á los principales, y luego
á los Sátrapas, y después á los es-
cuderos: todos llevaban braseros, y
en el Cú encendían lumbre y hacían
brasa: llevaban también copalli.y
sus incensarios de barro como ca-
sos ahugerados y muy labrados que
ellos llamaban tlemaitl; llevaban
también copal de todas maneras, é
iban procediendo en las ceremonias
del servicio de aquel dios. Los Sá-
trapas llegando á cierto punto, to-
maban brasas en sus incensarios, y
echaban allí el copal ó incienso, é
incensaban acia la imagen de Vitsi-
lopuchtli, que poco antes habían
puesto en el Cú. No solamente en
este lugar se hacía esta ceremonia,
sino también en todas las casas
por sus dueños de ellas, é incensa-
ban á todas las estatuas de los dio
ses que en dichas casas tenían; des-
pués acabando de incensar, echaban
las brasas en un hogar redondo dos
palmos, ó casi alto de tierra, que es-
taba enmedío del patio, al cual lla-
maban tlexictli. En esta fiesta to-
das las doncellas se afeitaban las
caras, y componían con pluma co-
lorada los brazos, y las piernas, y
llevaban todas unos papeles pues-
tos en unas cañas tendidos que lla-
maban tetelvitl; el papel era pinta-
do con tinta. Otras que eran hijas
de señores, ó de personas ricas no
llevaban papel, sino unas mantas
delgadas que llamaban canaoc;t^vcí-
bien las mantas iban pintadas de
negro, á manera de virgulas á^ alto
á bajo, llevando en las manos estas
cañas, con sus papeles, ó mantas al-
tas, andaban la procesión con la
otra gente á honra de este dios, y
también bailaban estas doncellas
con sus cañas y papeles asidas am-
bas manos en derredor del fogón,
sobre el cual estaban dos escuderos
teñidas las caras con tinta, y traían
acuestas unas como jaulas hechas
de tea, en las orillas de las cuales
iban incadas en unas banderitas de
papel, y llevánbanlas acuestas no
asidas de la frente como las largas
de los hombres, sino atadas á los
peches, como suelen llevar las car-
gas las mugeres. Estas al rededor
del fogón en lo alto guiaban la dan-
za de las mugeres, bailando al mo-
do que ellas lo hacen. .También los
Sátrapas del templo bailaban con
sus compañeros unos y otras bai-
lando saltaban, y llamaban á este
baile ioxcachocholoa. que quiere de-
cir saltar, ó bailar, en la fiesta de
Toxcatl. Llevaban los Sátrapas
unas rodajas de papel en las fren-
tes fruncidas á manera de rosas.
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370
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Todos los Sátrapas llevaban emplu-
madas las cabezas con pluma blan-
ca de gallina, y los labios» y prime-
ramente de los rostros enmelados,
de manera que relucía la miel sobre
la tinta de la cara, la cual siem-
pre traían teñida de negro. Los Sá-
trapas llevaban unos paños meno-
res que ellos usaban de papel, que
llamaban amasmaxtli, y en las ma-
nos llevaban unos cetros de pal-
ma, en la punta de los cuales iba una
flor de pluma negra por remate del
cetro, y en lo bajo una bola también
de pluma negra por remate del mis-
mo cetro. A este llamaban cuitla-
cuchtli, por razón de la bola que lle-
vaba abajo en el remate: La parte
por donde llevaban asidos estos ce-
tros iba envuelto con un papel pin-
tado de listas, ó rayas negras, y
cuando estos iban danzando llega-
ban al suelo con el cetro como sus-
tentándose con él, según los pasos
que iban dando; y los que hacían el
son para bailar estaban dentro de
una casa que llamaban calpulco,
de manera que no se vían los unos
á los otros, ni los que bailaban á
los que tañían, ni los que tañían
á los que bailaban. Estos que ta-
ñían estaban todos sentados: enme-
dio ellos estaba colocado el atabal,
y todos tañían sonajas y otros ins
trumentos que ellos usan en los
areytos. Toda Ja gente del palacio,
y aun la de guerra, viejos y mozos,
danzaban en otras partes del patio
trabados de las manos y culebrean-
do, á manera de las danzas que los
populares hombres y mugeres ha-
cen en Castilla la vieja: entre estos
también danzaban las mugeres don-
cellas, afeitadas y emplumadas de
pluma colorada todos los brazos y
todas las piernas, y llevaban en las
cabezas puestos unos capillejos,
compuestos en lugar de flores, con
maíz tostado que ellos llaman mo-
ffiochttl, qxxecsída grano es como una
flor blanquísima. Estos capillejos
eran á la manera que los capille-
jos de flores que usan las mosas en
campos de Castilla por mayo. Lle-
vaban también unos sartales de lo
mismo, colgados desde el hombro,
hasta el sobaco de ambas partes. A
este modo de danzar llaman tlanaoa»
que quiere decir abrazado; quina-
oain Vitsilopochtli, abrazar á Vi-
tzilopuchtli: todo esto se hacia con
gran recato y honestidad; y si algu-
no hablaba ó miraba deshonesta-
mente, luego le castigaban, porque
bian personas puestas que velaban
sobre esto. Estos bailes y danzas du-
raban hasta la noche. Cuando por
espacio de un año regalaban al man-
cebo que arriba se dijo era imagen
de Tlitacaoan, y le mataban en el
principio de esta fiesta, juntamente
criaban otro, que llamaban Yx teu-
cali, y por otro nombre Tlácabepam,
y por otro Teicauhtsin, y andaban
ambos juntos, aunque á este no le
adoraban como al otro, ni le tenían
en tanto. Acabadas todas las fies-
tas ya dichas, y regocijos y cere-
monias, al cabo mataban á este
Tlácabepam, el cual era imagen de
Viisilopochtli: paní haberle de ma-
tar, componíanle con unos papfeles
todos pintados con unas ruedas ne-
gras, y le ponían una mitra en la
cabeza hecha de plumas de águila,
con muchos penachos en «apunta,
y en medio de los penachos lleva-
ban un cuchillo de pedernal enhies-
to, y teñido la mitad con sangre: iba
adornado este pedernal con plumas
coloradas: llevaba en las espaldas
un ornamento de un palmo en cua-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
371
dro, hecho de tela rala, al cual llama-
ban icuechin, atadas con unas cuer-
das de algodón á los pechos,y encima
del cuechin llevaba una taleguilla
que llamaban patoxin. Llevaba
también en uno de los brazos otro
ornamento de pellejo de bestia fiera
á manera del manípulo, que se usa
en la misa, y á este llamaban ima-
tacax. Llevaba asimismo unos cas-
cabeles de oro, atados á las piernas,
como los llevan los que bailan: ador-
nado de este modo, danzaba con los
otros en esta fiesta, y en las dan-
zas plebeyas iba delante guiando.
Este, él mismo y de su voluntad, y
á la hora que quería, se ponia en las
manos de los que le habian de ma-
tar. Aquellos Sátrapas que les te-
nian para cuando los mataban, los
llamaban Tlatlacaanalti; en las ma-
nos de estos le cortaban los pechos
y le sacaban el corazón, y después
le cortaban la cabeza, y la espeta-
ban en el tsotnpantli, junto á la del
otro mancebo de que dijimos al
principio. Este mismo dia los Sá-
trapas del templo daban unas cu-
chilladas con navaja de piedra á los
niños y niftas en el pecho, estóma-
go, y en los morcillos de los brazos.
y en las muñecas. Parece que estas
señales eran como hierro ó marca del
demonio, con que herraba á sus obe-
jas,y los que ahora toda via hacen es-
tas señales no carecen de mácula de
idolatría, si después del bautismo las
recibieron. Cada año en esta fiesta
señalaban á los niños y niñas con
estas señales.»
La figura de este mes era una ca-
beza humana con un collar, para re-
presentar las sartas del maíz tos-
tado que se ponían al cuello, y con
las cuales adoraban también al ído-
lo de Tescatlipocn, por lo que el mes
se llamaba Toxcatlpoca, como ya se
ha dicho.
El Códice Nuttall con su len-
guaje peregrino, dice del mes Tox-
catl lo siguiente:
Esta es la fiesta q. llamauan los
yndios. Toxcatl el agento enla ul-
tima era gran fiesta, por q. el demo-
nio que enella. secelebraua.sellama-
ua Tezca tepocatl. q. quiere dezir
espejo humeador. era elmayor délos
mayores desús dioses, q. ellos. Re-
uerenciauan. llamanlo por otro
nombre, titlacauan. q. quiere dezir
de quien somos esclauos. ya este se
atribuyen los bailes y cantares, y ro-
sas ytraer be<;íotes. y plumajes ques
lacosa q. ellos mas estiman, en esta
fiesta, cortauan las lenguas, yle-
dauan lacarne dellas al demonio, y
hazian tamales, déla semilla délos
bledos, y del mahiz. que ellos llaman
cuerpo de sudios. y estos tamales
comían congran fiesta. »
En el Códice Borbónico, tan ma-
gistralmente interpretado por Paso
y Troncoso, se da á la veintena
Toxcatl el nombre de Tepopochhui-
lilisíli, que no es más que un subs-
tantivo abstracto verbal derivado
de tepopoxhuia, que significa «sa-
humar ó incensar á otro; » el substan-
tivo significa «sahumerio» y la
ceremonia era tan general en aque-
lla fiesta que, desde muy temprano,
salían del lugar sagrado sahuma-
dores enviados expresamente, quie-
nes, de casa en casa iban incensan-
do, no sólo á los moradores, sino á la
casa misma desde los umbrales, y
luego á todos y á cada uno de los
objetos en ella contenidos, por in-
significantes que fueran.
Toxoaohooholla. (Toxcatl, mes
llamadoasí(V-);cAocAo//a, abundan-
cial de chocholli, pata de venado, y,
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372
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
figuradamente, salto: «Saltos en
la fiesta de Toxcath).
Nombre que daban al baile que
hacían en la veintena Toxcaíl, en
honor de Huitsilopochtli. En este
baile saltaban los bailarines como
venados en actitud de huir, y de a-
quí el nombre del baile. Clavigero
dice del baile:
« Seguia inmediatamente el
baile de las doncellas y de los sa-
cerdotes. Las doncellas se teñian
el rostro y llevaban plumas encar-
nadas en los brazos; en la cabeza,
guirnaldas de granos de maíz tos-
tados, y en las manos unas cañas
con banderolas de algodón y papel.
«Los sacerdotes se teñian el ros-
tro de negro; en la frente se ponían
unas ruedas de papel, y se untaban
con miel los labios; cubríanse las
partes obsenas con papel, y cada
uno llevaba en la mano un cetro
que terminaba en una flor y en un
globo de plumas. Sobre el borde del
hogar del fuego sagrado, bailaban
dos hombres, cargados con una jau-
la de pino. Durante el baile, los sa-
cerdotes tocaban de cuando en cuan-
do el suelo con los cetros, en ac-
titud de apoyarse en ellos. Todas
estas ceremonias teninn su particu-
lar significación, y el baile, por cau-
sa de la fiesta en que se hacia se
llamaba Toxcachocholla.^
ToxcanetoctiliztlL (Toxcatl,
mes llamado así (V.); netoctilisili,
el acto de esconderse: «El escondi-
miento en la fiesta de Toxcatl.)
Nombre que le daban al baile que
hacían los noble en la fiesta Toxcall,
en honor de Tescatlipoca. En este
baile simulaban esconderse unos
de otros.
Toxiuhmolpia. (Toxihtiiil ,r\\3i^%-
tro año; molpia, atar ó ligar: liga-
dura ó atadura de nuestros años.»)
El común de los autores está con-
forme en que los indios daban el
nombre de Toxiuhmolpia al fin de
cada ciclo de 52 años, porque, al
llegar A su término se unían los
cuatro tlalpilli de trece años cada
uno, que formaban el ciclo.
Clavigero da el nombre de 7o-
xiuhmolpia?í\ final de dos ciclos, es-
to es, de 104, lo cual nos parece
impropio porque al fin del primer
ciclo se habían atado ó ligado ya
los años.
A este período de 104 años llama-
ban los indios huehtietilistli, «ve-
jez,» esto es, edad vieja.
ToyaUayatlaouaL r To, nuestro;
yoli, vida; tlacualh\comidíx: manjar
de nuestra vida.») Nombre que da-
ban los totonacos al Tcocualo, (V.)
Tozoztli. ( Véase Hueytozoztli.)
Tozoztontli (ToBOstli, vigila ó
velación, tonili, expresión de dimi-
nutivo: pequeña velación ó vigilia.»
Paso y Troncoso, explicando la pá-
gina XXIV del Códice Borbónico,
á propósito de este nombre, dice lo
siguiente:
«El mes TocogxoNTLi. Numen:
Tlalok. Significa su nombre «la pe-
queña Velación,» de to^oliQÍli, con-
traído en tocofíli, velación y el sufi-
jo diminutivo tontli: algunos le lla-
man Tocoífintli. que quiere decir lo
mismo, y otros TofOfili, que simple-
mente significa velación: la sinoni-
mia, pues, casino cambia. No así las
etimologías, ya que se han dado para
el nombre las dos que siguen: «pun-
zadura» y «ayuno.» El idioma ñolas
justifica; pero sí las ceremonias de
punzar niños y de ayunar, que se
practicaban durante el mes: para la
L* etimología, la prueba fundada en
el emblema del pájaro punzíido, tiene
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
373
Otra explicación que á su tiempo da-
ré. Tal vez los autosacrif icios y ayu-
nos venían acompañados de vela-
ción ó privación de sueño: lo que se
Silbe de cirto es que la fiesta era pre-
paración de la siguiente, durante la
cual mataban niños al amanecer y
andaban buena parte de la noche
visitando templos con hachas en-
cendidas; ceremonias en las cuales
forzosamente debían de velar.— Es
tan poco lo que nos expresa la pin-
tura, que se dirá en unas cuantas
palabras, pues limítase á represen-
tar la ofrenda del ama-teteuitl so-
bre la falda de un monte y á los peis
del ídolo 77a/o* puesto dentro de su
santuario: el numen queda vestido
de papeles goteados y untados de
ule, como el del mes Atl kaualo, y
lleva la mayor parte de los arreos
que allá pueden verse; pero en el
ropaje prepondera el color azul, y
aun el sobrado del templo tiene
grandes rectángulos pintados del
mismo color, propio de las aguas,
por las cuales hacían rogación al
dios. Éste queda sentado y empu-
ña también el rayo. Nada más con-
viene agregar; porque no trae más
la pintura.»
Clavigero, suscintamente habla
de este mes, y dice:
«En el mes tercero, que empeza-
ba el 7 de Abril, se celebraba la se-
gunda fiesta de Tlaloc, con el sacri-
ficio de algunos niños. Las pieles
de las víctimas sacrificadas á Xtpe,
en el mes anterior, se llevaban en-
tonces procesionalmente á un tem-
plo llamado Xopico, que estaba
dentro del recinto del templo mayor,
y se depositaban en una caverna
que habia en él. En el mismo mes,
los xochimanqueses ó mercaderes
de flores, celebraban la fiesta de su
diosa Coatlicue y le presentaban
ramilletes primorosos. Antes que
se hiciese la oblación, á nadie era
lícito oler aquellas flores. Todas
las noches de este mes velaban los
ministros de los templos y hacían
grandes hogueras, por lo que se lla-
mó To^osionlli ó pequeña vigilia.»
El P. Sahagún, refiriéndose al
mes de que se trata, dice:
*Al tercer mes llamaban Tosoz-
tontli: en el primer dia de est emes
hadan fiesta al dios llamado Tlaloc,
que es dios de las pluvias. En esta
fiesta mataban muchos niños so-
bre los montes» ofrecianlos en sa-
crificio ueste dios y d sus compañe-
ros, para que les diesen agua.*
«En esta fiesta ofrecían las primi-
cias de las flores, que aquel año
primero nacían en el Cú, llamado
yopíco, y antes que las ofreciesen
nadie osaba oler flor alguna.
«Los oficiales de las flores que se
llamaban Sochimanque,h'dci'dn fies-
ta á su diosa llamada Coatlycue,
y por otro nombre Coatlantona.
«También en este mes se desnu-
daban los que traían vestidos los
pellejos de los muertos, que habían
desollado el mes pasado, é ibanlos
á echar en una cueva en el Cú, que
llamaban tópico; esto lo hacían en
procesión y con muchas ceremonias,
iban hediendo como perros muertos,
y después que los habian dejado,
se lavaban con muchas ceremonias.
Algunos enfermos hacian voto de
hallarse presentes áesta procesión,
por sanar de sus enfermedades, y
dicen que algunos sanaban.
«Los dueños de los cautivos con
todos los de su casa, hacian peni-
tencia veinte días, que ni se baña-
ban, ni se lavaban hasta que se
ponían los pellejos de los cautivos
94
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374
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
muertos: en la cueva arriba dicha
decían que hacían penitencia por
sus cautivos.
«Después que habían acabado la
penitencia, bañábanse y lavábanse,
y convidavan á todos sus parien-
tes y amigos, y dábanles comidas, y
hacían muchas ceremonias con los
huesos de los cautivos muertos.
Todos estos dias hasta llegar al
mes que viene, se ejercitaban en
cantar en las casa que llamaban
ctitcatlacalli, y no bailaban sino que
se estaban sentados: cantaban á loor
de sus dioses; otras muchas cere-
monias se hacían en esta fiesta. . .»
«ElCócidiceNuttall, con el ori-
ginal estilo que emplea su intérpre-
te, dice:
«Esta figura es delafiesta del de
monio. q los yndios Ikimauan \,0(;07.
tli yel demonio aquien segelebraua.
esta fiesta, se llamaua. Chai chuíte
q por q leponian alcuello. un collar,
de es meraldas. q ellos llamauan
ChalChuitl.y losqenesta fiesta sa-
crificauan. tlaca tete uitl. que era ni-
ños yof regían mucho copal, ypapel y
camas de mahiz. mas en esta fiesta
sacrif icauan vna yndía. yesta yndia.
se ataua loscabellos. alarredonda.
enfigura del demonio, que estaua
de aquel arte yes de notar, que cu-
esta fiesta sesacrificauan los niños
pequeños, ylas mugeres niñas ytan-
bien Rezien na<^idos. ylos ponían
nonbres como los xpianos al batis-
mo. aunque este punto, esta puesto
en otra parte, de las fiestas siguien-
tes, nose haze sino enesta. yen es
ca fiesta dauan decomer asus pa-
rientes, y el q una vez era asi ofre-
cido, nose ofregiamas. llamauan es-
ta fiesta: tlicoque pipil tontli ydau
an.al demonio, q sellamaua.yc^eu. te-
utl. tamales yotras cosas decomer.»
A propósito de Ja figura con que
representaban en sus pinturas al
mes Tozos:tontli, dice Clavigero:
«La figura del mes es la de un
pájaro sobre una lanceta. La lance-
ta significa el derramamiento de
sangre que hacian en las noches
de este mes; pero no sabemos la
significación del pájaro.»
Tozpalatl. (Tos tli, perico amari-
llo; pali, pintado; aih agua: «Agua
pintada de amarillo. » ) Era el 68.^ edi-
ficio de los 78 que comprendía el tem-
plo Mayor de México. Sahagún di-
ce que era una fuente muy preciada
que manaba en el mismo lugar; que
de ella tomaban agua los sacerdo-
tes; y que cuando se hacía la fiesta
de Huitzilopochtli y otras, la gente
bebía en esa fuente con gran devo-
ción. Bustamante, Don Carlos, dice:
Esta fuente de que dice Clavigero
que tenía muy buena agua, se segó
cuando los españoles arruinaron el
templo, volvióse á abrir en el año
de 1528 en la plazuela del Marques
que \ioy\VAVC\Siñ Empedr adulo "próQ.-
simo á la Catedral: hasta aquí Cla-
vigero. Debo advertir á mis lecto-
res, que esta fuente aunque segada
está marcada en la calle con una
losa chica, que se ve saliendo déla
banqueta como quien vá á la calle
de Tacuba, á veinte pasos de distan
cía: pasa por donde está el colegio
de los infantes. Téngase esto pre-
sente por si algún día faltare el agua
en México por asedio de enemigos.
Trecena ó Trecenario. Nombre
que dieron los Cronistas á cada uno
de los 20 períodos de 13 días que
formaban en conjunto el Calenda-
rio Ritual ó Adívinario, que los in-
dios llamaban Tonalamatl,y que se
componía de 260 días : 20 X 13zi260.
Como hemos visto en el artículo
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SEGUNDA ÉPOCA. lOMO V.
•i/Ó
Calendario, el Tonalamatl estaba I
incrustado, digamos así, en el año de ,
360 días que forman las diez y ocho '
veintenas. De esta conbinación re-
sultaba que en el primer año coinci-
dían los 260 días del Tonalamatl con
los 260 primeros días del afto co-
rriente, del cual sobraban 100 días, I
desde el primero de los cuales co-
menzaba á correr el segundo Tofia- ¡
/^Wí3f// que concluía á los 160 días del j
año corriente; así sucesivamente iba ¡
variando la diferencia de días entre
los dos años, esto es, el Tonalamatl
y el civil ó corriente, y sólo pasa-
dos trece años volvían á coincidir
el corriente y el Tonalamatl, co-
menzando el día 1.*^ de ambos con ce
cipactli. Este conjunto de trece años
formaba el Tlalpilli, y cuatro Tlal-
pilli formaban el ciclo de 52 años.
Conocida la estructura del Tona-
lamatl, pondremos en seguida el pri-
mero que correspondía al primer
año de cada Tlalpilli,
Cada trecena tenía númenes, ó
deidades que la presidía. Los Códi-
ces varían en la asignación de estos
númenes, pues, por ejemplo, Cha-
vero señala los del Tonalamatl del j
Códice Vaticano, y Paso y Tron-
coso señala y describe los del Có |
DICE Borbónico. Nosotros pondré- ¡
mos al principio de cada trecena las
deidades Á que se refiere Chavero,
y al fin , las de que trata Paso y ,
Troncoso en la interpretación del
Códice citado.
Primera Trecena.
Númenes: Quetzalcoatl y Chai-
chiuhtUcue.
I. Cipactli. ;
11. Ehecatl. '
III. Calli. \
IV. Cuctzpallin.
V. Coatí.
VI. Miquiztli,
VII. Mazatl.
VIII. Tochtli.
IX. Atl.
X. Itscnintli.
XI. Ozamatli.
XII. Malinalli,
XIU. AcaiL
Númenes, según Paso y Tronco-
so: Tonacatectitli y TonacaxihuatL
Segunda Trecena.
Tezcatlipoca en su forma de luna
y en figura de Tetlahuacan,
I. Ocelotl.
II. Cnauhtli.
III. Cozcactiatihtli,
IV. Olin.
V. Tecpatl.
VI. Quiahuitl.
VII. Xóchitl.
VIH. Cipactli.
IX. Ehecatl.
X. Calli.
XI. Cuetzpalin^
XII. Coatí.
. Xlll. Miquictli.
Quetzalcoatl.
Tercera Trecena.
El mismo Tezcatlipoca con Tla-
tocaocclotl ó Tcotlamacasqui.
I. Maza ti.
II. Xóchitl.
III. Atl.
IV. Ilzcuintli.
V. Ozamatli.
VI. Malinalli.
Vil. Acatl.
VIII. Ocelotl.
IX. Cuaiüitli.
X. Cozcacuanhtli.
XI. Olin.
XII Tecpatl.
Xlll. Quiahuitl.
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376
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Teskatlipoca y Ketsalcoatl. El 1.^
vestido completamente de piel de
tigre; pero reconocible por los dos
espejos que despiden humo: uno so-
bre la oreja y otro debajo del pie
que apoya su planta sobre la tierra;
el cual pie falta y queda substituido
por el espejo mismo: es el numen
principal del trecenario, y está en
semigenuflexión. Delantero queda
Ketsalcoatl en pie, revestido de sus
principales arreos, de los cuales tan
sólo señalaré la oreja corniforme
(tsikolinhki nakoxili) y el joyel del
viento (eheka-ko^katl) del cual se
ve un hermoso modelo en el folio 3
vuelta del Códice Nuttall (Maglia-
bechiano XIII. II, 3), aunque atri-
buido falsamente allí á Tescatlipo-
ca. En este trecenario Ketsalcoatl
es el penitente, protector de las em-
barazadas y paridas: el acto del par-
to es comparado en el mismo cua-
dro con un combate seguido del
cautiverio de la criatura; represen-
tando los demás objetos que allí se
ven, ofrendas y sacrificios y ritos
cuya explicación me reservo para
la Exposición razonada.
Cuarta Trecena.
Macuilxochitl.
I. Xóchitl.
II. Cipaclli,
III. Ehecatl.
IV. Callt.
V. Cueispalin.
VI. CoalL
VIL Miqtiistli,
VIII. Mazail,
IX. Tochtli.
X. Atl.
XI. It^cninÜi. •
XII. Osomatlí,
XIII. Malinalli.
Ucuekoyoil y Makuilxuxitl.
Aquél está pintado como numen
del canto; con las manos empuña un
ramillete florido y una sonaja (aya-
kaxtli); pero son sus emblemas prin-
cipales el cordel ó mekatl en diade-
ma y collar, y, sobre todo, el joyel al
cuello, hermosamente representado
también sobre una de las mantas
pintadas en el Códice Nuttall, lla-
mándosela en aquel sitio «manta de
oyoyl (creo debe leerse koyotl), y su
cordel.» Un personaje secundario y
vestido con la librea de Makuilxu-
xitl, en el acto de tañer un tambor
de piel, ueuetl, queda frente al nu-
men principal; está sentado en ele-
gante sillón de respaldo, ikpalli, y,
además de la pintura de la cara, ca-
racterística del dios, nos revela, por
su diadema, collar y cordel iguales
á los de Ueuekoyoll, que Makuilxu-
xitl no sólo es numen del juego, si-
no también del canto y aun del baile,
confirmándose todo ello, tanto con
esta página de nuestra pintura, co-
mo con dos láminas del Códice Nu-
ttall en que preside aquel numen
al juego del patolli como deidad
principal, y á los cantos y bailes co-
mo deidad secundaria, según aquí
está. El símbolo primoroso del can-
to, de gran dimensión y adornado
de labor mosaica, se destaca sobre
la parte superior del cuadro; y la
tortuga de oro. emblema de los ins-
trumentos músicos, sobre la parte
inferior.
Quinta Trecena.
Chalchicuelle con Tlazolteotl.
I. Acatl,
II. Ocelotl.
III. Cuauhtli.
IV. Cozcacuauhtli.
V. Olin.
VI. Tecpatl.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
377
VIL Quiahuitl.
VIII. Xóchitl
IX. Cipactli.
X. Ehecatl.
XI. Calli,
XII. Cuetspalin.
XIII. Coatí
Xalxiuitlikue La diosa del agua,
Xalxiuitl ikuey preside sola sobre
todo el trecenario, bien que se re-
pita en dos parte del cuadro la dia-
dema de su compañera Tlasolteotl,
diosa del amor carnal; pero la dio-
sa misma no aparece. La divinidad
acuática bien muestra sus funcio-
nes especiales cuando se nos pre-
senta en la pintura sentada encima
de las aguas, apoyándose los pies de
su escabel sobre una corriente del
elemento líquido que aquí se mani-
fiesta como destructor de los seres
humanos y de sus bienes, á los cua-
les arrebata con ímpetu. Xalxiuitl
ikue bien muestra por su librea que
tiene parentezco íntimo con los Tía-
loke, dioses de la lluvia, siendo muy
semejantes á los de aquéllos los
grandes adornos de papel, pintados
y salpicados de hule que de su dia-
dema pendan, ó se apoyan sobre su
espalda.
Sexta Trecena.
I^ltzintecnhtli é Ixco^auhqui 6
Tezauhteotl,
I. Miquistli.
II. Masatl.
III. Tochtli.
IV. Atl
V. Itscuintli.
VI. Osomatli.
VII. Malinalli.
VIII. Acatl,
IX. Ocelotl
X. Cuauhtli.
XI. Coscacuauhtli.
XII. Olin.
XIII. Tecpatl
Tonatiuh y Tlawatsinkatl. Tene-
mos dos númenes principales en es-
te período. Tonatiuh está en semi-
genuflexión á la derecha, y se le re-
conoce por el joyel de su diadema,
igual enteramente al que se ve con
frecuencia sobre la frente del Sol,
según se puede comprobar exami-
nando los adornos del numen en las
cuartas casillas de la serie parada
horizontalmente, ya no en esta pá-
gina; pero sí en la ma3^or parte de las
que forman el cicloadivinatorio 77a-
matsincatl, uno délos sinónimos de
Teskatlipoca, queda enfrente y á la
izquierda: viene de viaje, con los
bastones de camino descansando
sobre su hombro, y desciende con
majestad por la falda de una mon-
taña. Que también es Teskatlipoca
lo muestra perfectamente su íilta
diadema salpicada con estrellas, y
sobre todo, el espejo que despide
humo y queda sobre su oreja; pero
que sea más particularmente dios
de la caza ó Tlamatsinkatl nos lo
están diciendo el venablo y la chi-
ta ó matlakaualli que se ven sobre
su cabeza y son emblemáticos de
aquel ejercicio: si alguna sombra
de duda nos quedase, con ver las
piezas de caza cogidas en trampa y
con lazo, que aparecen sobre la fal-
da de la montaña, se disiparía. To-
davía confirman lo mismo esos dos
personajes humanos, de tamaño di-
minuto, que se ven abajo y á la de-
recha, uno de los cuales tiene la
diadema señoril ó ro/)////, queda sen-
tado, y ofrece la caña de la flecha
á los 4 puntos cardinales: el otro
viene caminando para encontrar al
primero, y las armas de la caza,
como son arco y aljaba de flechas,
93
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378
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
quedan entre los dos. La montaña
se ve bañada por los rayos del as-
tro del día y está entintada de ama-
rillo completamente.
Séptima Trecena.
Htieytlaloc y Chalchmhilicue ó
Xopancallihtieytlaloc.
I. Quiahuitl,
II. XochitL
III. Cipactli.
IV. EhecatL
V. Calli.
VI. Cuelzpalin.
VII. Coatí.
VIII. MiquiBtli.
IX. Manatí
X. TochtlL
XI. Atl,
XII. Itscuinili.
XIII. Ozomatli.
Los dioses Tlaloke 6 deidades de
las lluvias. Aparecen aquí el dios
principal, Tlalok, á la izquierda, y
uno de sus ministros á la derecha,
los dos en semigenuflexión : aquél
apoyado contra un cerró, de cuya
base brota impetuosa corriente que
arrastra en su curso á un ser huma-
no, lo cual es prueba de que tiene
aquí también efecto destructor. El
cerro, con el dios principal junto, in-
dican el origen de la lluvia en los
montes por medio de las nubes: el
ministro del frente viene á ser sim-
ple agente de la lluvia, cuyo em-
blema empuña con la mano derecha.
En la parte baja del cuadro, y á la
izquierda, se ve, de tamaño reduci-
do, al sacerdote de Aiikpak calki
ciuatl, «ó la mujer que tiene casa
encima del agua,» probablemente la
misma Xalxiuiil ikuc, cuya librea
lleva: decían los indios que la diosa
era hermana de los Tlaloke y es ló-
gico verlos acompañados entre sí.
Octava Trecena.
Ometochtli y Xochimeichpochtli,
dioses del pulque.
I. Malinalli.
II. Acail.
III. Ocelotl,
IV. Cuauhtli.
V. Coscactianhtli.
VI. Olin.
VIL Tecpatl.
VIII. Quiahuitl.
IX. Xóchitl.
\ X. Cipactli.
I XI. Eltecall.
\ XII. Calli.
XIII. Cuctspalin.
Mayauel y Xuxipilli. La diosa del
miigviey,Afayauel,ó el maguey mis-
! mo divinizado, según dictamen de
algunos, preside como numen prin-
cipal: creo que aquí se trata del ma-
guey elevado á la categoría divina,
ya que sólo distinguimos el busto de
Mayauel descBLnsRndo sobre las pen-
cas de la planta, colocada en primer
término á la izquierda. El persona-
je secundario está enfrente y á la
derecha: el yollotopilli, ó bastón de
corazones ensartados, indica ser
este numen Xuxipilli, sinónimo de
aquel Makuilxuxitl ya citado en el
cuarto trecenario. Que tenía este
dios de doble nombre afinidad con
los de la embriaguez nos lo dicen
dos láminas del Códice Nuttall, la
1.* con la manta de Ometoxtlió «dos
conejos,* dios del vino, formada por
barras negras y rojas alternadas:
la 2.* en que se ven las mismas ba-
rras sobre el escudo de Makuilxu-
xitl. Deba j 3 de los númenes en la
parte inferior del cuadro hay dos
seres humanos: uno cata el oktli ó
vino de maguey: otro lleva en la
mano la banderilla de los destina-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
:s79
dos al sacrificio. El símbolo de la
noche puesto en la parte superior
del cuadro está expresando que una
parte de los ritos, por lo menos,
eran nocturnos.
Novena trecena
Quetsalcoatl y Quetsalma,
I Coa/l.
II. Miquíjstli.
IIL MasatL
IV. Tochtli.
V. AtL
VI. Itsmintli.
VIL Osomatli.
VIII. Malinalli,
IX. Acail.
X. Ocelotl,
XI. Cuauhtli.
XII. Coscacunnhtli.
XITI. Olin.
Tlauiskalpan tcuktli y Xiuhteuk-
ili.
El primero es dios del crepúscu-
lo: y podemos comprobar que tiene
relación con Ketsalkoatl y los luce
ros crepusculares, observando que
lleva como emblema en el escudo
del colodrillo, kueskuxteximalli, al
gallipavo, uexolotl, ave favorita del
dios del aire y que siempre leacom
pafta en las novenas casillas de
todos los trecenarios. Entre los pies
del dios crepuscular brota la ráfa-
ga del fuego que separa entre sí á
los dos númenes. El dios del fuego,
Xiuhteuktli, queda caracterizado
por tres emblemas principales: el
ave azul ó xiuhtototh sobre la fren
te la culebra de fuego xiuhkoatl, á
las espaldas; y el joyel de escalones,
símbolo del hogar ó brasero //¿'/few/-
///, encima del pecho. Al pie del
cuadro se ven las joyas más precia-
das, que sin duda se iban preparan-
do ya para calentarlas al sol en el
trecenario siguiente: aparecen allí
la diadema ó copilli, las nariceras,
yakatetl; las orejeras, nakoxili; y
el joyel especial que se llamaba.ro-
lokoakatl, Al crepúsculo preceden
ó siguen las tinieblas y por eso ve-
mos detrás del dios crepuscular á la
arafia, símbolo de Miktlanteuktli,
dios del infierno, según una lámina
del Códice Nuttall, creyendo los
indios que había en aquella man-
sión obscuridad perpetua.
Decima Trecena.
Mictlafitecuhtli y Teotlamacazqtii.
I. Tecpatl.
II. Quiahtiitl.
III. Xochiil.
IV. apactli,
V. EhecaiL
VI. Calli.
VIL Cuetzpalin.
VIIL CoatL
IX. Miquhili
X. Masatl.
XI. Tochtli.
XII. Atl.
XIIL ItcCuinilL
Tonatiuh y Miktlanteitktli.
Aquí se trata del sol que va á
alumbrar á los muertos, como lo di-
cen: la calavera que adorna el es-
cudo puesto á la espalda del dios;
la figura humana que hunde arri-
ba la cabeza en tierra, símbolo de la
ocultación del astro en las entra-
ñas de la tierra; y la araña que re-
presenta á Miktlanleotl dios de las
tinieblas. El sol está colocado á la
izquierda, y frente á élMiktlanteuk-
tli, dios de los muertos, cuyo cuer-
po es un esqueleto. Arriba de am-
bos vemos el emblema de la noche,
expresando que los ritos son noc-
turnos. Entre los dos queda la cu-
caña ó el árbol hincado en el agua,
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380
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
que se sabe dedicaban al dios lla-
mado Tota ó nuestro padre, que no
era sino el fuego, aquí, alusivo al
sol. Las joyas preparadas en el tre-
cenario anterior y enumeradas allí,
se asoleaban en éste, y por eso las
vemos en la parte baja del cuadro,
de uno y de otro lado de la cucaíla.
Undécima Trecena.
Tonaiiuh con Tlatocaocelotly Tía-
tocaxolotL
I. Osomaili,
II. MalinallL
III. Acatl,
IV. Oceloll.
V. Cuauhtli,
VI. Coscacuatihtli,
VIL Olin,
VIII. Tecpatl.
IX. Quiahuitl.
X. Xóchitl,
XI. Cipactli.
XII. Ehecatl,
XIII. Calli.
Pantekatl,
Era uno de los dioses de la em-
briaguez, y tiene algunos de sus ca
racteres generales, como son: la na-
ricera en forma de media luna; la
cara teñida de dos colores y con dos
manchas en las mejillas; el joyel de
hierbas pendientes del collar, y el
hacha de obsidiana, tiztopalli. Aquí
tiene también alguno de los arreos
deKets^alkoatl: la diadema plegada
en zig -zíigy el moño de dobles pun-
tas redondas que lo corona; y si nos
atenemos á una lámina del Códice
NuTTALL, las analogías todavía son
mas íntimas. Pues en ella tiene P«/í-
tekatl el eheka-koskatl en el escu-
do; el bastoncillo corvo de figura de
báculo y el pajarillo ketsallt pen-
diente de un adorno de la diade-
ma: diríase que uno era semejanza
ó ministro del otro, y quizá Pan-
tekatl representante de la embria-
guez de Ketsalkoatl que causó su
ruina. Acompañan al numen de
los animales simbólicos de la clase
guerrera que llamaban los aztecas
Kíiauhtin-ocelotin, águilas-tigres.
Separando al numen principal, de
sus acompañantes, hay un círculo
en cuya mitad izquierda están los
símbolos dé las estrellas, y en la
mitad opuesta los rayos del sol: re-
presenta, según creo, al día com-
pleto dividido en dos mitades: no-
che y día, expresando, sin duda, que
los ritos eran diurnos y nocturnos
á la vez.
Duodécima Trecena.
Teonexquimilli» Tlasotteotl con
Tlaltecuhtli.
I. Cuetspalin.
II. Coatí.
III. Miquistli.
IV. Masatl.
V. Tochtli.
VI. AtL
VII. Itscuintli.
VIII. Osomatli,
JX. Malinalli,
X. Acatl.
XI. OcelotL
XII. CuauhtlL
XIII. Coscacuauhtlt.
Itstla olíuhki, dios del yelo; co-
mo el yelo mismo, blanco; de quien
decían los indios que reinaba por
120 días ó 6 veintenas completas,
entrando en el mes Oxpanistli pa-
ra salir en el mes Tititl: sin duda
por eso vemos que con la mano em-
puña un manojo de escobas, símbo-
lo propio del mes Oxpanistli. Su
adorno característico es la montera
curva revestida de puntas tan agu-
das como los dientes de una sierra,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
381
y los escudetes de papel, de cuyo
centro sale una larga punta y que
son característicos de MiktlanteMk-
tli, señor de los muertos: todo para
expresar simbólicamente que corta
la cera y mata el yelo. El símbolo
de la noche arriba, parece indicar
que los ritos eran nocturnos: domi-
nando el numen eran castigados los
adúlteros, como el cuadro lo expre-
sa con harta vivacidad.
Décimatercia Trecena.
Teoistlactlachpanqui y Queísal-
huexolocuauMil.
I. Olin,
II. Tecpatl,
III. QuiahuüL
IV. Xóchitl,
V. Cipactli.
VI. Ehecatl.
VIL Calli.
VIII. Cuetspalin,
IX. Coatí,
X. Miqui^tli.
XI. Masatl.
XII. Tochtli,
XIII. Atl.
Ixkuina y Teskatlipoka. La dio-
sa del amor carnal. Tlasolteotl, 11a-
nnábase también Ixkuina, y, con uno
ú otro nombre, dominaba en este pe-
ríodo, donde bien se manifiesta el
resultado del acto carnal en el par-
to que, con ingenuidad pueril, ha
trazado el artista mexicano en este
cuadro. La diosa, dibujada de fren-
te, cosa rarísima en las pinturas in-
dianas, está sentada en tierra con
las piernas abiertas y enteramente
separadas, para facilitar el acto
que se va cumpliendo. El producto
del parto, adornado con la librea de
la diosa misma, nace de la madre
desprendiéndose debajo de una tú-
nica, con que, por honestidad, está
cubierto el vientre de la parturiente.
Los indios creían que los nuevos se-
res eran formados en el más alto
de los cielos por la Dualidad crea-
dora y de allí venían á tonjar su
puesto en el vientre de la madre:
eso mismo está pintado en el cua-
dro donde, arriba, ^e ve á la criatu-
ra ya formada, bajar sobre la mu-
jer carnal para que se cumpliese
de tal modo la preñez por ordena-
ción de lo alto. Teskatlipoka, con su
compote de estrellas, con su espejo
que arroja humo; revestido con el
plumaje de una ave rapaz llamada
uaktli, presencia y preside al acto
del parto, como numen de la Pro-
videncia, sin duda, por ser ésta su
función más elevada.
Décimacuarta Trecena.
Nahui ollin, chicuey Malinalli y
Piltsintecuhtli,
I. Itncuintli,
II. Osomatli.
III. Malinalli.
IV. Acatl.
V. Ocelotl.
VI. Cuauhtli.
VIL CoBcacuauhtli.
VIH. Olin,
IX. Tecpatl.
X. Qtiiahuill,
XI. Xóchitl.
XII. Cipactli.
XIII. Ehecatl.
Xipe Totek acompañado de la
culebra emplumada de donde tomó
su nombre Ketsalkoatl. El numen
principal, en semigenuflexión tie-
ne á la vez arreos de Xipe Totek
I (la piel del desollado) y de Teskatli-
poka (el espejo humeante arriba
, de la oreja); lo cual queda expli-
' cado por la sinonimia de la dei-
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382
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
dad, que se llamaba también Tlatla-
tiik Teskatlipoka, el espejo humean-
te de haz roja. El reptil empluma-
do, su acompañante, devora á un
ser humano, probablemente de vida
irregular, ya que junto á él se halla
la culebra de dos cabezas, makiz-
koatl, signo de los malsines.
Décimaquinta Trecena.
Teoyaotlatohua Huitsilopochili y
Teoyaofffiqtu.
I. Calli.
II. Cnetspalin,
III. Coatí.
IV. Miquis íli.
V. Masan,
VI. Tochtli,
VIL Atl.
VIII. Itsctiintli.
IX. Osomatli.
X. Malinalli,
XI. Acatl,
XII. OcelotL
XIII. Cuatihtli.
ItBpapalollM mariposa de nava-
jas, deidad de muy mal agüero:
aquí está dibujada más bien como
ave que como mariposa, y tiene
uñas de águila en manos y pies,
mostrando estas últimas tan sólo
cuando se aparecía. Está delante
del árbol singular, puesto en el si-
tio llamado Xuxitl ikakan y que
reputaban de mala ventura por ha-
berse quebrado de orden divina, fe-
nómeno que no sólo se registra en
este lugar como referido á los tiem-
pos fabulosos de la formación del
calendario, sino que se repite con
el mismo fatalismo, y siempre de
orden de un numen superior, en
tiempos históricos, quedando ano-
tado el suceso en los anales de la
nación azteca.
Décimasexta Trecena
Ollin Tonaiiuh, Tlalooc Olina-
mestli y Citlalcueye,
I. Coscacuauhtli.
II. Olíii.
III. Tecpail,
IV. Qtiiahniil
V. Xóchitl.
VI. Ctpactli.
VII. EhecatL
VIH. Calli.
IX. Ctietspalin.
X. Coatí.
XI. Miquistli.
XII. Mazatl.
XIII. Tochtli.
Xolotl y Tlalxitonatiuh.
El cuadro es del mayor interés,
pues en él está pintado el mundo en-
tero, circundado por las aguas que
se juntan con el cielo, ilhuika-atU
aquí representada por un marco de
agua que rodea todo el cuadro, y en
cuya parte superior están las estre-
llas del firmamento, dibujadas con
sus diversas magnitudes, brillantez
y aspecto. Dentro del marco se ven,
frente á frente, Tonatiuh ó el sol,
creador de las cosas naturales, y
Xolotl, creador de las cosas mons-
truosas. Este último viene vestido
con arreos de Ketsalkoatl: el eheka-
hoskatlRl pecho, la orejera cornifor-
me, la diadema plegada en zigzag,
y hasta las puntas arredondadas del
mastate de papel, son adornos em-
blemáticos del dios del aire. No es
menos interesante la zona del Sol
bajo, significado propio del vocablo
Tlalxitonatiuh, por lo cual aparece
allí el Sol tocando á la Tierra, que
tiene abiertas sus fauces como para
tragárselo, viéndose detrás del Sol
á un difunto amortajado, el cual lle-
va la máscara de Tlalok, simbolis-
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SEGUNDA EFOCA. TOMO V.
•383
mo doble para expresar que cuando
baja el Sol se acerca á la región de
los muertos, y por su contacto con
la Tierradesprendevaporesque for-
marán nubes y ocasionarán las llu-
vias, de las cuales Tlalok es numen.
Decimoséptimo Trecenario
Ahuilteoil y QueiBalhuexocuanh-
tli.
I. Atl.
II. It'BCtiintU.
III. Osomaili.
IV. Malinalli,
V. Acatl.
VI. OceloiL
VII. Cuauhili,
VIII. Cozcacnauhtli.
IX. Olin.
X. Tecpatl.
XI. QuiahtiiiL
XII. Xoclnil.
XIII. Cipactli.
Teskatlipoka vestidocon el pluma-
je del pavo, adornado de piedras fi-
nas ó chalchihuites f por lo cual se
ha dado á la deidad el nombre com-
plexo de Xaixiuhtotoli'Teskatlipo-
ka. El dios de la Providencia tiene
dos arreos esenciale.s: el copete de
estrellas y el espejo humoso; pero
{I la espalda lleva un adorno de pa-
peles igual enteramente al que pin-
tan á Tlalok, y es que aquí la dei-
dad se acompaña del signo Atl y
preside sobre las aguas preciadas,
que cata, bebiéndolas de una gran
tinaja que tiene cerca. Uno de sus
devotos, pintado de tamaño redu-
cido, viene á ofrecerle copal que
trae dentro de un zurrón.
Decimoctava Trecena.
Pillsintecnhili, TUwolteotl y Xo-
chiquetsalli.
I. Ehccail
II. Calli,
III. Cuet^palin.
IV. Coatí,
V. Miquistli.
VI. Masatl.
VIL Tochtli.
VIII. Atl.
IX. Itscuintli,
X. Osomatli.
XI. Malinalli,
XII. Acatl.
XIII. Ocelotl.
Xantiko, llamada también Kua-
A*o/o//ysutemplo Tetlanman. Aquí
está pintada con anterioridad á su
transformación en lobo, que cuenta
la tradición, y que cae dentro de su
trecenario en el día Xiconauitzkuin-
tli ó nueve perros, cuyo nombre le
quedó. Su compañero es un peniten-
te bien caracterizado en algunos ca-
lendarios con los arreos de Ketsal-
koatl y su sinónimo Ze Akatl, dis-
tintivos que aquí faltan. Como em-
blema de la diosa y á su espalda
preséntanse los elementos del agua
y del fuego, atl, tlaxinoli, entrecru-
zados, lo cual es símbolo de la gue-
rra y de las disenciones.
Decimonona Trecena.
Tlatocaocelotl y Xochiquetsalli.
I. Cuauhtli.
II. Coscacuauhtli.
III. Olin.
IV. Tecpatl.
V. Qtiiahtiitl.
VI. Xóchitl.
VII. Cipactli.
VIII. Ehecatl.
XI. Calli.
X. CuetBpalin.
XI. Coatí.
XII. Miquistli.
XIII. Mazatl.
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384
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Xuxtketsallt, y Teskatlipoka La
diosa Xuxiketsalliy hermosa de apa-
riencia, queda sentada frente á Tes-
katlipoca, el cual está en cuclillas
y vestido con la piel de un animal
manchado. El fué, según la tradi-
ción, quien la incitó á pecar; y por
eso presiden ambos el acto carnal,
representado arriba y á la derecha,
con la sencilla naturalidad de los
pueblos primitivos; pero cubierto
por honestidad con una gran man-
ta: la pecadora, en otras pinturas,
claramente lleva los atributos de
Xuxiketsalli. Un juego de pelota,
tlaxtli, que también arriba está, nos
deja ver el ansiado momento de ir
á pasar la pelota por una de las pie-
dras redondas perforadas dispues-
tas en él, determinando con el cho-
que un surtimiento de agua, fenó-
meno, según parece, propio de todo
choque, y cerca del cual tendré que
insistir en otro lugar y con otro moti-
vo, porque paréceme que compren-
de una generalización del choque
y de los movimientos que deter-
mina.
Tesauhteotl Huitsilopochtli con
el signo Teotecpail.
I. Tochtli,
II. All,
III. Itzcuintli.
IV. OBomatli,
V. Malinalli.
VI. Acatl.
Vil. Ocelotl.
VIII. Cuauhtli.
IX. Coscacíiauhtli.
X. Olin,
XI. Tecpatl.
XII. Quiahuül.
XIII. Xóchitl.
It.^tapaltotek y Xiuhtetiktli. El
primero, vestido con la piel de un
desollado, tiene por montera
un enorme navajón, ancho, de obsi-
diana roja, teñido de sangre, que
nos revela cómo hay relación ínti-
ma entre la divinidad Xipetotek y el
acompañado de la noche; Itstli. El
dios Totek viene caminando y em-
puña con una mano el gran bastón
ó sonajero de forma de lanza con el
cual comunmente se le pinta. Su
compañero el dios del fuego Xiuh-
tetiktli está en semigenuflexión y
sus adornos también son caracte-
rísticos: el xiuhtototl sobre la fren-
te; éixiuhkoatl'k las espaldas; el jo-
yel de forma de tlekuülí, al pecho;
arreos enumerados ya en la exposi-
ción de la página IX, y á los cuales
agrégase aquí otro, especial del nu-
men cuando es acompañado de la
noche: Las dos cañas que coronan
su tocado. Circunstancia singular:
que hayan dado los indios como dei-
dades al último trecenario de la
cuenta de los días. Tonal poualli,\os
\ dos primeros acompañados de la
noche, Xiuhteuktli é Itstli, para
mostrar, sin duda, la relación íntima
y á la vez invariable que hay en sus
, cómputos entre las cuentas presidi-
das por los 3 números sagrados 9,
I 13 y 20, de la cual tendré que ha-
blar en la sección que sigue.
Como se ha visto, los números
que presiden las trecenas no son
idénticos en todas ellas; y esto de-
be atribuirse á que los Calendarios
ó Tonalamatl examinados por Cha-
vero y Paso y Troncoso pertenecie-
ron ó á diversos pueblos, ó á uno
mismo en diversas épocas. Además,
los números de la primera y segun-
da trecenas del Códice Borbónico,
no existen en dicho Códice, pues
dice Paso y Troncoso que le faltan
esas páginas, y que él, porconjetu-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
385
ras, las supuso en dichas hojas, y
creyó que las deidades que las pre-
sidían eran Tonacatecuhtli y Tona-
caxihuatl.
Triadeoatérides. Nombre que
han dado algunos autores alas Tre-
cenas. Es un neologismo formado
con elementos del idioma grie-
go, con el que quisieron significar
Trece días, pero la estructura de la
palabra no obedece á las reglas de
la composición de palabras grie-
gas, pues la desinencia ^nV/^5 no ex-
presa la palabra día, pues en grie-
go día es hémera, como se observa
en ephemérides, así es que, en el
neologismo debería decirse Tríade-
cahemérídes.
Tributos Imposibles. Después
de haber formado los mexicanos el
núcleo de la que después fué pode-
rosa capital de Anahuac, nombraron
su primer rey, pero el tirano Tezo-
zomoc que reputaba sus esclavos
á los aztecas, se ofendió altamen-
te por ello, y siguiendo el dicta-
men de sus consejeros, no sólo do-
bló el tributo que aquéllos pagaban,
sino que les impuso otros nuevos
cuya realización pareció imposible
á los mexicanos. Aquí se observa
que la historia de los primeros años
deMéxico—Tenochtitlan— se trans-
forma en mitológico, bien sea por
que los orgullosos aztecas hayan
inventado sucesos imposibles, ó
bien, porque la tradición haya des-
figurado los hechos y convertído-
los en mitos.
Bajo este concepto vamos á hacer
la relación de los tributos imposi-
bles, pues que la historia no puede
admitir prodigios que hoy sólo se
atribuyen á los fakires de la India.
El Tributo que pagaban los me-
xicanos, que consi.stía en peces, ra
ñas y legumbres, dispuso el tira-
no Tezozomoc que fuera doblado,
y además que presentarían cierto
número de sauces y sabinas creci-
dos y para plantar en donde se or-
denara, y un campo flotante sobre
las aguas, llevando sembrado maíz,
chile, frijoles, calabazas y huautlí.
Notificados los mexicanos que-
daron en la mayor aflicción, su-
puesto que los árboles preciso era
sacarlos de tierras de sus enemi-
gos, y formar la sementera flotan-
te les parecía imposible. Infundió-
les valor Acamapitli, quedando
completamente tranquilos al día
siguiente, al saber por boca del sa-
cerdote Ocolcaltzin haber hablado
Huitzilopochtli la noche preceden-
te en estos términos: «Visto he la
«aflicción de los mexicanos y sus
-lágrimas: di les que no se aflijan
«ni reciban pesadumbre, que yo los
«sacaré á paz y á salvo de todos
«esos trabajos: que acepten el tri-
«buto; y dile á mi hijo Acamapic
«que tenga buen ánimo y que lleve
«las sabinas y los sauces que les
«piden, y hagan la balsa y siem-
• bren en ella todas las legumbres
«que les piden, que yo lo haré todo
«fácil y llano.» Era. el consejo de
la prudencia; obedecer y callar en
espera de tiempo propicio. Pagóse
doblíido el tributo, quedaron plan-
tados los árboles en donde á los te-
paneca plugo, y fué el huerto flotan-
te con las semillas crecidas y bien
logradas. De entonces data la in-
vención de \^schínanpa,(\vnt de tan-
to alvio fueron después á los de te-
nochtitlan, para siembra de plantas
y flores, careciendo, como carecían,
de tierras para el cultivo. Espantado
Tezozomoc de ver realizadas cosas
á su parecer imposibles, creció en
97
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386
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
SU ánimo el concepto que de sus
esclavos tenía, no obstante lo cual
quiso quebrantar su entereza por
todo linaje de caprichos. Pidió aho-
ra que en la chinampa le trajesen no
sólo las semillas salidas á punto, si-
no también un pato y una garza em-
pollando en tal manera, que los po-
llitos picaran el cascarón y en su pre-
sencia salieran. Recibieron el man-
dato losdeTenochtitlan con aparen*
te tranquilidad, por estar en presen-
cia de sus amos; pero de regreso A
Tenochtitlan tornaron ala aflicción
y lágrimas. Ococaltst'n recibió aún
la revelación de Huüsilopochili,
quien dijo: «Padre mío no tengáis
«temor ni os espanten amenazas:
«dile á mi hijo el rey que yo sé lo
«que conviene: que lo deje á. mi
«cargo; que yo sé lo que se ha de ha-
«cer; que haga lo que le mandan, que
• esas cosas son para en pago de
«su sangre y vidas; y entended
«que con eso se las compramos y
«ellos serán muertos ó esclavos an-
«tes de muchos años. Sufran mishi-
«jos y padezcan agora de presente
«que su tiempo les vendrá.» Era por
entonces resignación forznda, con
promesas de venganza feroz y
completa. Cumplióse lo pedido á
la medida del deseo del tepaneca.
Tezozomoc pedía cada año nuevo
capricho, y en uno de ellos exigió
un ciervo vivo, el cual no podía ser
habido mas de en las montañas dis-
tantes y en tierra enemiga. Prove-
yó el dios á esta nueva exigencia,
haciendo aparecer un venado vivo
en Tetecpilco. lugar cercano á
Huitzilopochco (Churubusco), el
cual por esta causa se nombró Ma-
zatla.
Tula. Es tan remota y tan exi-
gua la historia del pueblo que fun-
dó la Ciudad de Tula (Tollan) que
es muy difícil dejar de confundir
los hechos propiamente históricos,
de los fabulosos ó mitológicos. Así
vemos que el P. Sahagún, tratando
de fijar lahistoria de la fundación de
Tula, se da de bruces con la mito-
logía. En la parte que trata el re-
ferido Sahagún del Gobierno de los
pueblos antiguos, dice:
«Según que afirman los viejos en
cuyo poder estaban las pinturas y
memorias de las cosas antiguas, los
que primeramente vinieron á po-
blar á esta tierra de Nueva Espa-
ña, vinieron de acia el norte en de-
manda del paraíso terrenal: traían
por apellido Tamoancha, y es
lo que ahora dicen Ttcíemoaíochan,
que quiere decir buscamos nuestra
casa natural: por ventura induci-
dos de algún oráculo, que alguno de
los muy estimados entre ellos ha-
bía recibido y divulgado, que el pa-
raíso terrenal está acia el medio dia,
como es verdad según casi todos
los que escriben, que está debajo
de la linea equinoccial, y poblaban
cerca de los mas altos montes que
hallaban, por tener relación que es
un monte altísimo, y es así verdad.
Estos primeros pobladores [según
lo manifiestan los antiquísimos edi-
ficios que ahora están muy paten-
tes] fueron gente robustísima, sa-
pientísima, y belicosísima. Entre
otras cosas muy notables que hi-
cieron, edificaron una ciudad fortí-
sima en tierra muy opulenta, de cu-
ya felicidad y riquezas, aun en los
edificios destruidos de ella, hay
grandes indicios. A esta ciudad lla-
maron Tula que quiere decir: Iti-
i^ar de fertilidad y abundancia, y
aun ahora se llama así, y es lugar
muv ameno v fértil. En esta ciudad
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
387
reinó muchos años un rey llamado
Otéetsalcoatl, gran nigromántico, é
inventor de la nigromancia, y la de
jó á sus descendientes, hoy dia la
usan; fué estremado en las virtudes
morales. Está el negocio de este
reino entre estos naturales, como el
del rey Artus entre los ingleses.
Fué esta ciudad destruida, y este
rey ahuyentado: dicen que caminó
acia el oriente, y que se fué acia la
ciudad del sol llamada Tlahallan,
y fué Mamado del sol. Dicen que
es vivo, y que ha de volver á rei-
nar y á redificar aquella ciudad que
le destruyeron, y así hoy día le es-
peran. Y cuando vino D. Fernan-
do Cortes pensaron que era él, y
portal le recibieron y tuvieron, has-
ta que su conversación y la de los
que con él venían los desengañó »
Borunda hace mención de Tula,
si no con relación á la mitología na-
hoa, sí refiriéndose á Huitmlopoch-
tu y á Quetsalcoaíl, pero no como
númenes propios de los indios, sino
como remembranza de la religión
cristiana, simbolizando á Jesucris
to y á Santo Tomás Apóstol, como
predicador del evangelio en la re-
gión en que se encuentra la ciudad
de Tula (Tollan). El oscurísimo pa-
saje de Borunda relativo á esos
personajes dice á la letra:
*. . . la Procesión hasta afuera de
los Barrios de la Ciudad el dia ante-
rior á aquella distribución, según el
cap. 38, lib. 6.^ de la Monarquía.
Aun al comenzarse la Alegoría del
21 del propio Lib.°, se prevenía que
entre los naturales, h-^sta el tiempo
de conquista, unos creían ser Uitm-
lopochtli puro espíritu, y otros que
fué nacido de Muger, refiriendo es-
tos últimos, que junto á la ciudad
de Tula, mui grande en el Gentilis-
mo, hai una sierra llamada Coate-
pee. La advertencia de aquella an-
tigua magnitud de tal Población
significativa de abundante en enea
tulli, juntamente con la cercanía de
la Sierra que se cita, se fundó en la
distancia que hoy se observa en-
tre ella y el Pueblo conocido por
Tula, que será como de cinco leguas
por su visual dirección, mediando
entre ambos puntos una grande ve-
ga,que su natural nivelación la ma-
nifiesta antiguo vaso de Laguna, y
permaneciendo aun entre españoles
el distintivo que la Nación tratada
por los mismos de otomi, y la más
antigua Pobladora en aquel terri
torio según el Monumento segun-
damente ahora hallado, dá á la que
se asentó por Sierra, y esDémingo,
significativo de Agua del Adive, ó
coyotl mexicano. Pero asi ese, co-
mo el de tuni significativo de Ban-
co en el mismo Idioma de aquel
País, y alusivo á la configuración
plana en ki cima de la mole á que
se refiere, y mayor que la de su
basa, ó anotación conservada en
una pequeñísima Población de ella,
por su lado occidental donde per-
manece una célebre Imagen de ori-
gen ignorado, y representativa de
Jesucristo en ecce homo, y en el
de Sur otra Población distinguida
en Idioma de Mexicanos por Mis-
kiauala, abundante de púa auatl,
de acacia Miskitl y la vulgarizada
por Tesca, al pie de su Norte, com-
prueban la identidad del Lugar de
la tradición, con vestigio de anti-
quísimo edificio en la propia cima,
tratada cap. 24 del citado lib.^ de
Tzatsitepec, en c, sierra tepetl, pa-
ra gritar tsatm, ó alusión á lo que
ya instruie la misma Alegoría.
«La anotación Co^/^/>é'rno tradu-
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388
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
cida en el mismo cap.®, sino por
sierra de la culebra, siendo la de
esta común al gemelo, porque ella
pare mellizos, concuerda con la del
contexto de que en ella hazía su mo-
rada una muger Coatlicue, asentada
por faldellín de la Culebra, pero
conforme al compuesto, que la ena-
gua ciieitl, suia /, es la del Gemelo
coatí f alusiva á la túnica que ya se
expresará por su symbólico distin-
tivo. Es también de notar que la
morada ó mansión se significa por
leloayan, y se entiende también
por lugar de Gente de asiento, pero
que su compuesto lo descubre con-
tinuo de agua ayan. que es el Ca-
mino otli, del diligente yel, perma-
neciendo en la halda de sur de aquel
extraño banco peñascoso, un mui
escaso, y no corriente manantial, á
que alude la agua del Adive Demin-
yó. ó animal con propiedades de li-
gero, gritón, astuto, y de valor.
«Al mismo tiempo se conservó
con el Camino de la agua, apropia-
do á persona diligente, memoria se-
mejante á la que Juan de Betanzos,
Intérprete de naturales del Perú,
adquirió de ellos para la Historia
que escribió de orden de D. Antonio
de Mendoza, Virrey de aquel Rey-
no, bajo el titulo de narración de los
Incas, y quien part. 1.^, cap. 2.®,
asentó, averse metido en el Mar jun-
to á Puerto viejo, con dos compa-
ñeros, caminando por él sin barca
como si estuviera en tierra, un hom-
bre blanco y barbado, que en el mis-
mo Reyno, y en el distrito de Cacha,
Provincia de Canas, á diez y ocho
leguas del Cusco, avia apagado con
dos ó tres golpes el fuego que avía
prendido en una cordillera, donde
permanecen piedras quemadas por
espacio de un qu^rto de legua, y
siendo lo demás verde y con Yerba,
o suceso acaecido quando muchos
de aquellos naturales se dirigían en-
furecidos contra el á matarle,
viendo entonces bajar aquel fuego
del cielo, que les hizo arrojar las fle-
chas, y pidiendo perdón postrados
en tierra, movieron á aquel varón á
apagarlo, y gravaron después su
estatua en piedra de cinco varas de
largo, y una de ancho.
«Aun previniendo D. Luis Beze-
rra en el tercero párrafo de su ad-
vertencia acerca del día en que de-
be celebrarse la aparición de la
Insigne Imagen de María Santísima,
que veneramos bajo el título de
Guadalupe; «que el Apóstol Santo
«Tomas sin duda fue el que predi-
«có el Santo Evangelio á las Nacio-
«nes de este Reyno, mucho antes
«de la fundación de esta Ciudad, en
«la de Tilla, ó como dicen los natu-
«rales Tollan, de que vi pintura y
«tradición, que no puede aplicarse á
«otro del Apostolado, por averse
«conservado su apellido Didimus
\ «etc,» todavía no ministraba el na-
cional equivalente al latino de que
I usó. De no expresarlo, fué motivo
\ el no aver conocido la composición
y sentido figurado del Idioma, en-
contrando al mismo tiempo por di-
ficultad en la tradición inserta en
la Monarquía de F. Juan de Torque-
mada, que antes avia citado, adver-
tirse, cap. 24, lib. 6.^, traducido á
Qnetsalcoatl por plumage, de cule-
bra, ó culebra que tiene plumage, y
que ella se cría en la Providencia de
Xícalanco, que está en la entrada del
Reyno de lucatan yendo de la de
Tabasco El distintiva que conser-
va tal Provincia es t\ vulgariza-
do Usumasinlla . en lugar del Me-
xicano, Uusuntaintlan, entre inllan
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
389
monos uHSumaiin» como que allí
abundan, y tratada en los primeros
manuscritos de Xicalanco, signifi-
cativo de que en lo interno de ella
co. coge ana» al vaso xiccale sxtnáo
hasta ho3' habitada por la Nación
Uaxtecatl, distinguida en aquellos
por xiccalacatl; ó Pais donde se
cría el Dragón alado, con grito, ca-
veza, y pluma en ellii de Loro, y
cuerpo de vivora, anidante en hue-
cos de Palmas, y causando luego la
muerte á quien muerde.
«Su distintivo ketzalcoatl, se con-
fundió con el del Apóstol Keisal-
coua, el que se apodera, ó domina,
denotado en el ua, como el Pes-
cador michua, o que se apodera ««f
del Pescado mtchtn, asi aquel del
dragón ketsalcoatl. En los manus
critos de que se Compuso aquel ca-
pítulo, se referia por Quetsalcuatl
al que fué gran Sacerdote en Tula,
donde tuvo templo sumptuoso con
muchas gradas, tan angostas, que
no cabía un pie en ellas. Esta par-
te de la tradición así expresada, to-
davía quedó en un sentido ambiguo,
y mas acomodable á templo dedica-
do á Qetsalcoua, como que se le re-
fería en el de Dios, y no en el de
Sefior, y quando las gradas mencio-
nadas son las de los tabernáculos,
como el de aquel templo que hizo
fabricar al verdadero Dios, y á su
inmaculada Madre sobre la cima
Deminyó, el mencionado Apóstol.
Aquel dragón ketsalcoatl, vivora
coatí, sobresaliente, ó vistosa ket-
salli, en alusión á su plumage, no
solamente no le ofendía, sino que le
exterminó hasta aquella costa, de
que era symbólica la caveza de Mo-
na, figurada en una esmeralda ket-
aalitatli, con que se representó en
piedra tan firmé y de color de es-
peranza, el Lugar por donde predi-
xo á estas Naciones se las avia de
bolver á instruir en las verdades
que tanto afanó para radicaren,
ellas; pues al Rio de Tabasco apor
tó después de siglos el conquista-
dor de las mismas, aun antes que al
Puerto de Veracrruz. S. Marc. cap.
16. V. 18, referia lo que Jesucristo
I dixo á sus Discípulos después de la
' resurrección: «quitarán las serpien-
I tes,» verificado también material-
mente por S. Pablo, cap. 28, de los
I hechos de los apóstoles.»
I Ixtlixochitl, descendiente de los
toltecas, es el que más ha escrito
sobre la historia de ese pueblo; pe-
ro como lo hizo cuando ya estaba
convertido al cristianismo y bajo
li influencia de los frailes católicos,
su pretendida historia no es más
que un tejido de verdades y menti-
ras en que con dificultad pueden
describirse aquéllas. En dicha his-
toria los fenómenos geológicos es-
tán revestidos con un carácter
mitológico con lo que se pretendió
' darles á dichos fenómenos gran se-
mejanza con los sucesos bíblicos en
cuanto al origen de la humanidad.
Según el historiador tolteca, el
Tloque Nahuaque creó el mundo y
cuantas cosas existen; formó tam-
bién un hombre y una mujer, de
quienes desciende el género huma-
no. Fué creado el mundo ei año ce
tecpatl, punto de partida del cóm-
puto cronológico. Transcurridos
treinta y tres ciclos mexicanos, en
otro afto ce iecpatl correspondiente
á 1717 de la creación, sobrevinieron
copiosísimas lluvias, que anega-
ron la tierra subiendo el agua sobre
las montañas más altas caxtolmo-
lectli ó sean quince codos; perecie-
ron los hombres, salvándose unos
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39<)
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
pocos dentro de un topílipetlacalli
ó arca cerrada. Esta primera época
se llamó Atonatiuh 6 sol de agua.
Multlipicadas las gentes construye-
ron un sacualli, torre alta y fuerte,
para preservarse de otro diluvio;
pero al mejor tiempo se les muda-
ron las lenguas, dispersándose los
artífices en todas direcciones.
Siete tultecacon sus esposas, que
entre sí se entendían, atravesando
ríos y montañas, viviendo en las gru-
tas, no sin pasar grandes trabajos,
después de caminar dos ciclos llega
ron auna tierra que les parecióagra-
dable, en donde fundaron la ciudad
de Huehuetlapallan. Tlapallan,
nombre derivado de Üapalli; cosa
teñida ó color para pintar, signifi-
ca Roja ó Bermeja, y Huehuetlapa-
llan es la antigua ó vieja Tlapallan.
Fundaron esta ciudad 520 años des-
pués del diluvio, en año también ce
tecpatly lo que fija el 2237 de la crea-
ción; no se sabe el lugar en que
existió, aunque conjeturan, guiados
por sólo la semejanza de nombre,
que fué hacia las costas del mar
Rojo ó de Cortés, á orillas del río
Colorado, como si ambas denomi-
naciones no fueran de impresión
muy moderna.
Los tolteca se habían multiplica-
do, cuando cumplidos otros 1716
años después del diluvio, siempre
en el carácter í:^ tecpatl,^^ decir, en
el 3433 del mundo, sobrevinieron
recios huracanes que lo destruye-
ron todo, quedando salvas algunas
personas que lograron guarecerse !
en las grutas. Esta segunda edad
se llamó Ehccaionatiuh 6 sol de aire.
Al salir del abrigo, los toltecas vie-
ron que sus hermanos se habían con-
vertido en monos; el sol y la luna
habían sido tirados por el viento.
Ignórase cómo fueron repuestos los
astros luminosos; sábese sí, que el
ocho tochtli, 1347 años después de
los hunicanes, 4779 del mundo, el
sol se estuvo quedo en el cielo por
espacio de un día: mirándole un
mosquito le dijo: «Señor del mundo,
«¿por que estas tan suspenso y pen-
osa ti vo, y no haces tu oficio como te
«es mandado? ¿Qué, quieres destruir
• el mundo como sueles?* Otras ra-
zones añadió mas mirando que no
le hacía caso, picóle en una pierna,
con lo que el sol prosiguió su sem-
piterna marcha.
Treinta ciclos después de los hu-
racanes, siempre en año ce iecpatl,
lo que nos conduce al 4993 del mun-
do, la tierra se vio sacudida por re-
cios terremotos, abriéronse profun-
das grietas, y los volcanes derra-
maron sus lavas incandescentes:
este conflicto de la naturaleza hizo
perecer la mayor parte de los qui-
nametin ó gigantes, mermando con-
siderablemente á los tulteca y á sus
convecinos los chichimeca. Llama-
ron á esta tercera edad Tlaltonatiuh,
sol de tierra. Dos ciclos después,
año 5097 del mundo, los sabios y as-
trólogos se reunieron en Huehue-
tlapallan á fin de reunir y arreglar
las noticias tocantes á su histo-
ria, la cuenta 3' arreglo del tiempo
por años, meses, semanas y días,
ajustando el cómputo con el equi-
noccio é introduciendo el bisiesto.
A los ciento sesenta y seis años de
la corrección, ó v5263 del mundo, en
año diez calli, se eclipsaron el sol y
la luna, tembló reciamente la tie-
rra, se quebrantaron las peñas; aun-
que los hombres no resintieron ca-
lamidad alguna: «lo cual ajustada
«esta cuenta con la nuestra, viene
«á ser el mismo tiempo cuando Cris-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
391
«to Nuestro Señor padeció, y dicen,
«que á los primeros días del año.»
Admitiendo este cómputo, el diez
calli corresponde al 33 de Jesucris-
to; el cuatro calli, primero de la era
cristiana, es el 5231 del mundo;
la corrección del calendario fué el
ce tecpaíl antes de Jesucristo.
Con excepción del piquete del
mosquito en la pierna del sol, toda
la tradición mitológica es una gro-
sera y absurua parodia del génesis
de Moisés. Con este motivo Orozco
y Berrra, efiriéndose á Txtlixochitl,
dice:
«Estos soles cosmogónicos tan di-
versos de los que narran las pintu-
ras texcocanas, que tan conocidas
debían ser de Ixtlilxochitl, presen-
tan una marcada intención de
conformarse con la cronología bí-
blica. Veytia, de la escuela de Ix-
tlilxochitl, lleva adelante el intento,
no sólo dislocando las datas, sino
dándolas tortura en el lecho de Pro-
custo, hasta hacerlas caber de ma-
nera que, á poca diferencia, confor-
man con el diluvio universal, la
confusión de las lenguas, la disper-
sión de las gentes, el milagro de
Josué cuando paró el sol y la muer-
te del Salvador. Sorprendente y
hermoso fuera esto, siendo cierto;
mas no tier\e otro fundamento que
los deseos de la piedad.
No nos atreveremos á tachar á
Ixtlilzochitl de mala fé: sus dichos
pueden hallar disculpa por dos ra-
zones. La primera, que los ancianos
que le informaron, convertidos al
cristianismo, mezclaron sin preten-
derlo, las antiguas á nuevas doctri-
nas. La segunda, que siendo muy
peligrosa en su época la sospecha
de idolatría que pesaba sobre la ra-
za indígena, maestros y discípulos
tuvieron que mostrarse católicos en
lo relativo á religión, para que ba-
jo esta salvaguardia pasaran des-
apercibidas las relaciones históri-
cas. Si Ixtlilxochitl dijo estrictamen-
te la verdad, entonces no cabe otra
explicación, sino que estas tradicio-
nes tuvieron origen en los tiempos
de Quetzalcoatl.»
Una vez establecidos en Tollan,
los emigrantes de Huehuetlapallan,
su culto á la divinidad era la astro-
latría, pues consistía en la adora-
ción del sol, luna y estrellas; per-
sonificaban la fuerza fecundante
del sol en Tonacatecuhtli, señor del
sustento, hacíanle ofrendas de flo-
res, frutos, y algunas veces anima-
les: se entiende por algunos pasa-
jes que adoraban también al fuego.
Esta primera religión, nacida de la
observación de los astros, les con-
dujo á admitir doce cielos, sobre el
más alto de los cuales vivían Órnete-
cnhtliy Omecihuatl, su mujer, seño-
res de los doce cielos y de la tierra.
«Decían que de aquel gran señor
«dependía el ser de todas las cosas,
«y que por su mandado de allá ve-
«nían la influencia y calor con que
«se enjendraban los niños ó niñas
«en el vientre de sus madres.»
Siempre la personificación del ca-
lor fecundante. Este deísmo, mez-
clado con la astrolatría, al contac-
to de los pueblos moradores del va-
lle, se fué transformando en politeís-
mo, en que confundieron las creen-
cias zoolátrícas de Teotihuacan con
las idolátricas de las demás tribus.
TI aloe ó Tlalocatecuhtli, aparece
como la divinidad más antigua, de
la cual se dice que fué un poderoso
rey de los (\mnümi¿ún\,Quei sulcoatl
y Tes^catlipoca pertenecen á tiem-
pos modernos.
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392
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Al principio los holocaustos eran
pacíficos: después sacrificaban ca-
da año á Tlaloc cinco doncellitas de
tierna edad, alas cuales sacaban los
corazones para ofrecerlos al ído-
lo, enterrando los cuerpos. En cier-
tos tiempos del año ofrecían al To-
nacatecuhtli el mayor de los crimi-
nales que alas manos podían haber,
haciéndole pedazos en medio de dos
piedras que chocaban una contra
otra por medio de un artificio: llama-
ban á esto Teilimonamiquian, el en-
cuentro de las piedras. «Los sacer-
« dotes traían unas túnicas blancas
«y otras negras que les llegaban
«hasta el suelo, con sus capillas con
«que se tapaban las cabezas, el cabe
«lio largo, entrenzado, que llegaba
«hasta las espaldas, y los ojossiem-
«pre los traían bajos y humildes,
«descalzos al tiempo de sus ayunos,
«y cuando estaban en el templo po-
«cas se calzaban si no era cuando
«iban fuera y jornada larga; eran
«castos, no conocían mujeres, ha-
«cían ciertas penitencias cada vein-
«te días, cuando entraban el mes y
«año; hablaban poco enseñaban á
«los niños y mancebos á buenas
«costumbres y modos de vivir, ar-
«tes buenas y malas.»
* *
Hay un suceso prehistórico erró-
neamente atribuido á los toltecas,
y es la erección de los tsacualli 6
pirámides de Teotihuacan. Este
error ha provenido de la confusión
que se advierte en las relaciones
hechas por Sahagiin y por Mendie-
ta en lo relativo á dichas pirámides.
Los toltecas lo que hicieron fué de-
dicar las pirámides á sus dioses los
astros, particularmente al sol y á
la luna; pero esos monumentos se-
taban ya levantados desde tiempo
inmemorial, y consagrados por pue-
blos anteriores á los toltecas, á los
dioses animales pues el culto era
zoolátrico, según se observa en las
mismas relaciones de Sahagún y
Mendieta.
En los artículos Nanahuatzlv,
Tecuciztecatl y Teotihuacan he-
mos hecho la inserción de las rela-
ciones de los historiadores mencio-
nados, así es que en esos lugares po-
drá verlos el lector y aquí solamente
pondremos á la letra la relación del
CóDi'^E Zumárraga, por ser poco
conocida.
En el Códice Zumárraga. bajo el
título de Como fue fecho el sol, se lee:
«En el trezeno año deste segundo
«cuento de treze, que es en el año
«de veynte y seis después del dilu-
«bio, visto que estaba acordado por
«los dioses de hazer sol y auia fe-
«cho la guerra para dalle de comer,
«quiso quiipalcoatl (debe ser Que-
*tsalcoatl) que su hijo fuese sol, el
«qual tenia á él por padre, y no te-
«nia madre, y también quiso que
i^tlalocatecli (Tlaloc) dios del agua,
«hiziese á su hijo del y de chalchui-
«tli (Chalchiuhtlicue) que es su mu-
«ger, luna, y para lo hazer ayuna-
«ron, no comiendo fasta. . . ., y sa-
«cáronse sangre de las orejas, y por
«esto ayunauan, y se sacavan san-
«gre de las orejas y del cuerpo en
«sus oraciones y sacrificios, y esto
«fecho, el qui^alcoatl tomó á su hijo
«y lo arrojó en vna grande lumbre, y
«de allí salió fecho sol para alum-
«brar la tierra, y después de muer-
«ta la lumbre, vino talocatecli y echó
«á su hijo en la ^eniza, y salió fecho
<cluna, y por esto parece senizienta
«y escura; y en este postrero año
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
393
«deste treze comenzó á alumbrar
«el sol, porque fasta entonces hauia
«sido noche, y la luna comentó á
«andar tras él, y nunca le alcanza,
«y andan por el aire sin que lleguen
«á los cielos.»
Las leyendas de Sahagún, de
Mendieta y del Códice Zumárraga
aparecen ininteligibles y á primera
vista absurdas; pero el estudio pro-
fundo de algunos autores moder-
nos ha demostrado que esos mitos
son el símbolo de grandes aconteci-
mientos que determinaron la trans-
formación y aun destrucción de
pueblos y de instituciones, sobre
todo, religiosas.
Chavero con grande ingenio y en
el lenguaje poético que correspon-
de al asunto, ha dado la mejor in-
terpretación de esas leyendas. Di-
ce así.
«Todos los pueblos primitivos,
al contemplar los grandes espec-
táculos de la Naturaleza, han in-
ventado hermosísimas fábulas que
sorprenden la imaginación, y
que tienen no sabemos qué senci-
llez encantadora que subyuga el
ánimo. Nos presentan á los astros,
al día y á la noche, á los ríos y las
montañas, al fuego y á la lluvia,
como seres reales que viven, y se
aman ó se odian, pero teniendo
siempre personalidad propia. En
toda religión antigua hay algo de
antropomorfismo. Max Müller atri-
buye esto á la primitiva pobreza
de los idiomas: sin tener íiún pala-
bras suficientes para expresar las
ideas abstractas, sino únicamente
los objetos materiales y las necesi-
dades y costumbres primeras de la
vida, todo lo materializan para po-
der explicarlo. De aquí debemos
deducir, que todo mito que de tal
manera se expresa, pertenece á las
ideas primeras de un pueblo. Así se
ve que la tradición del Códex Qu-
márraga sobre el nacimiento del
sol y de la luna, es la vieja que de
los nahoas se derivaba. En esta
tradición el sol es hijo de Quetzal-
coatí, y no tiene madre. Quetsalcoatl
es la estrella Venus, el lucero que
sale de las tinieblas al concluir la
noche, y alumbra en el oriente po-
co antes que el sol brote esplendo-
roso. Es como su guía, como el as-
tro anunciador de su radiante apa-
rición. Todas estas ideas tenían
que expresarse en lengua rudimen-
taria de los nahoas, de esta sencilla
manera: el sol es hijo de Quetsal-
coatl. Pero como el sol nace en me-
dio de nubes de roja púrpura que
semejan un incendio en el cielo, y
en las tardes sepone entre las llamas
aparentes de otro incendio deslum-
brador, de aquí vino el expresar la
magnificencia del nacimiento del
sol, diciendo que Quetsalcoatl tomó
d su hijo, y lo arrojó en una gran-
de lumbre, y allí salió fecho sol pa-
ra alumbrar la tierra. Nada más
natural, nada más primitivo en la
teogonia nahoa. A su vez la luna
es hija de Tlaloc, el dios de las llu-
vias, y de Chalchicueye, la diosa de
las aguas. Los nahoas dividían el
firmamento en trece cielos, y colo-
caban en el de las nubes, en el Tla-
locan, á la luna, ya por su color
pálido, ya por que en sus movimien-
tos trae las aguas sobre la tierra,
ya porque á la vista está tan próxi-
ma como las nubes, entre las cua-
les aparece cuando con rayos de
plata las desgarra. Y como su color
es blanco y ceniciento, habiéndole
dado por cuna al sol una hoguera
resplandeciente, diéronsela á la lu-
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394
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
na en las apagadas cenizas de esa
hoguera. Todo esto se ve lógico,
natural y sencillo, y fueron éstas
las ideas sobre el nacimiento de los
dos astros, muchos siglos antes del
suceso de Teotihuacan.
«Esta fábula vino á confundirse
con el acontecimiento histórico de
la conquista de Teotihuacan, y á
dar origen á la nueva fábula que
nos relatan Sahagún y Mendieta.
Conqmstada la ciudad bajo la pri-
mera teocracia de Tollan, y en el
mismo año de la fundación en ésta
del poder tolteca, debió ser el pri-
mer cuidado de los sacerdotes im-
poner su religión á los vencidos, le-
vantando sus deidades, el sol y la
luna, sobre las grandiosas pirámi-
des de la ciudad conquistada. He-
mos dicho que en la religión de los
nonoalca tenían culto y adoración
los animales. Si no bastara el reía
to del Popol Vuh en que los dioses
tienen nombres de animales, los di-
bujos del palacio de Chichén Itzá,
los mil idolillos de figuras de ani-
males que en las cavernas de aque-
llas regiones se encuentran, nos
bastaría para comprender la rela-
ción de Mendieta. Dice que los dio-
ses se pusieron á contemplar por
dónde saldría el sol, y que aposta-
ron las codornices, langostas, ma-
riposas y culebras. El dios que man-
dan por mensajero al sol para que
se mueva, es Tlotli, el gavilán, y el
dios que le arroja las flechas esC/-
///, la liebre. El sol aquí nace tam-
bién de una hoguera, siguiendo la
tradición primitiva; pero al nacer
se mueren los dioses. Es la religión
nueva manifestada por la consagra
ción de las pirámides, que destru-
ye la vieja idolatría; pero no la
destruye desde luego; el sol no anda»
y mata primero á Ciíli con una de
las flechas que le había arrojado; y
cuando ya se mueve el sol triun-
fante, Xololl mata á los demás dio-
ses y se da la muerte. Se transpa-
renta la terrible lucha religiosa en-
tre la teocracia vencedora que impo-
nía su religión y los vencidos que
defendían á sus antiguos dioses.
Han luchado desesperadamente
contra el dios nuevo; tres veces
Citli le ha arrojado sus flechas y
los dioses van muriendo uno en
pos de otro, y quedando Xolotl,
hasta que se da la muerte. Esto ha-
ce suponer que Xolotl era su prin-
cipal dios, y que á abandonar su
culto se resistieron más los
nonoalca. El relato de Sahagún lo
confirma plenamente. El aire Eche-
catl, Quetsalcoatl, la estrella de
la mañana anuciadora del sol, de la
nueva era, de la nueva ley, mata á
los dioses; pero Xolotl huye y se
convierte en pie de maíz, que tiene
dos cañas; encontrado, huye de nue-
vo, y se torna en maguey, que tie-
ne dos cuerpos, mexolotl; y al fin
vuélvese Axolotl, animal del agua,
y entonces perece. Se ve la lucha
religiosa tremenda y dilatada: no
fué la obra de un día; la nueva re-
ligión se impuso tras largos com-
bates. Por eso, para que anduviese
el sol, para que triunfara definiti-
vamente la nueva creencia, tuvie-
ron que morir los dioses viejos; y
ya el viento empujó al sol para que
anduviese, ya las flechas de Citli,
ya el mosquito en la fábula de Vey-
tia y Boturini.
« Y el dios Xolotl nos da la confir-
mación en sus metamorfosis de lo
que hemos dicho de las dos prime-
ras religiones de la raza primitiva,
la de las plantas y la de los animales.
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SEGUNDA RPOCA. TOMO V
395
La raza monosilábica adora el mai-
zal Yólotl; los meca, mezcla de esa
raza y de la nahoa, lo convierten en
el doble maguey, en el dios Mexo-
loll, al unirse á la raza del Sur; la
nueva, los nonoalca, tórnanlo en
animal, AxolotL'y viene al fin la ra-
zíi pura nahoa, y concluyendo con
lo que para ella eran idolatrías,
coloca en la mayor de las pirámi-
des al sol, á su gran dios Tonacate
cuhtli.
«En el relato de Sahagún se apli-
ca por completo la fábula nahoa an-
tigua á la dedicación de las pirámi-
des significada por elnacimiento del
sol y de la luna. Dos personajes se
arrojan á la hoguera, Nanahuatsin
y Tecuctslecatl: pero para dar la ex-
plicación de las manchas de la luna,
aquí los dos se arrojan en la hogue-
• ra, ardiente, y los dos astros salen
con igual luz: es preciso que los dio-
ses le lancen á la luna un conejo al
rostro, y entonces palidece, y queda
con las manchas que la vemos. Es
pléndida es en esta fábula la mag-
nificencia con que el firmamento
espera la salida del sol: espéranla
Qtielzalcoall, que es la estrella de
la mañana; Totee que aquí se con-
funde con Tescatlipoca, y en este
caso la misma luna; Mimixcoa, las
culebras de nubes, que son innume-
rables, y son las estrellas de las ne-
bulosas; y cuatro mujeres que guar-
dan el cielo de las constelaciones.
Todo el firmamento, resplandecien-
te de luz y de hermosura, está es-
perando un solo instante: la salida
del sol. Parece que los astros, co-
mo en deslumbradora comitiva, que
preside por mas bello el lucero del
alba, se dirigen al oriente, puerta
del palacio del día, á recibir al mo-
narca de los cielos paní palidecer
ímte él y apagar sus fuegos en el
océano de llamas del sol.
«Hasta aquí la parte astronómi-
ca, que es la misma primitiva de
los nahoas, más adornadas de imá-
genes, si se quiere, pero conservan-
do aquella sencillez de los prime-
ros pueblos, que ni los mayores
poetas han podido igualar. El resto
del relato es la parte histórica. He-
mos visto que la dedicación de las
pirámides hace nacer en Teotihua-
can el culto del sol y de la lunu; que
hubo que emprenderse dilatada lu-
cha para vencer á la religión vieja,
y que sus dioses fueron muriendo
poco á poco, siendo el culto del dios
Yólotl, el más resistente. Pero aun
más nos dice la leyenda, pues
además de los dos personajes que
en astros debían convertirse, arro-
járonseá la hoguera el ^gwW'Acuauh
tu y el tigre ocelotl: sin ellos no
se hace la transformación. En el
manuscrito de Boturini, el águila
baja del cielo, y de entre las llamas
de la hoguera saca con sus garras el
globo rojo del sol. Sahagún nos lo
dice: los cuauhtli y los ocelotl, los
águilas y los tigres, son los guerre-
ros; y así encontramos la manifes-
tación de que el nuevo culto se im-
puso por la conquista y por la fuerza
de las armas: todo es lógico en la le-
yenda, todo conforme con lo que
pudo y debió suceder. Y también
es muy importante hacer el estudio
de los dos personajes que'en astros
se convirtieron. Tecuct3tecatl re-
presenta, según el señor Orozco, la
casta sacerdotal, rica y poderosa;
Nanahuatzin, el pueblo pobre que
ansiaba la nueva civilización. Fijé-
monos en el significado de las pa-
labras: Náhuatl, el nahoa, el de la
raza á que los tolteca pertenecían.
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3%
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
hace su plural Nanahua, los nahoas,
y agregando la terminación reve-
rencial tsin, natural en los vence-
dores, tenemos Nanaht4at^in, los
señores nahoas, los tolteca, la raza
conquistadora. Estos, que vienen
de peregrinar, maltratados y po-
bres, como llegan las ras^s conquis-
tadoras, como llegaron los bárbaros
del Norte al corazón de Europa, se
representan por el buboso, y ofre-
cen espinas de maguey. Como es la
raza que impone el nuevo culto, es
la que se arroja decidida ala hogue-
ra, y hecha sol, recibe por altar la
más alta pirámide, el Tonatiuh It-
Bacnal. El otro personaje es TecM-
ci^ tecali, la personificación de la
raza vencida. Tecume, quiere decir
abuelos; cicilin significa abuelas;
lecatl es el nombre del habitante de
un pueblo. No se usa la partícula
reverencial /^/w, pues jamás los ho-
nores y las glorias son para los ven-
cidos. El nombre todo significa: el
habitante de la tierra de nuestros
abuelos, es decir, los nonoalca de
Teotihuacan. Están en su ciudad
poderosa y rica y suntuosas son
sus ofrendas; pero no aceptan la
nueva religión. Tecucistecall cua-
tro veces se dirige á la hoguera y
otras tantas retrocede: solamente
cuando ve á Nanahtiatzin arrojarse
en ella, cuando los nahoas ya han
impuesto la nueva religión, es cuan-
do él se arroja, cuando acepta la ley
nueva: y eso mediante la interven-
ción de la conquista armada. Estas
vacilaciones de Tccucizlecall con-
cuerdan con la muerte de los dioses
viejos para que camine el culto nue-
vo, con la triple resistencia de Xololl.
Pero los adeptos que no tuvieron la
primera fe no merecen tantos ho-
nores como el pueblo que impuso
el culto; y así Tecudslccall no es
sol, sino que en luna se convierte,
y por altar le toca la pirámide más
baja el Mesllt Ilsacual.
No se encuentra, ni en los Vedas
ni en Hesiodo, leyenda más hermo-
sa, astronómica é histórica á la vez,
como el nacimiento del sol y de la
luna cuando la muerte de los vie-
jos dioses de Teotihuacan.*
Con la excepción de las etimolo-
gías que atribuye Cha vero á los nom-
bres de los dioses que figuran en las
leyendas, estamos conformes con la
interpretación de los mitos, tantp
más, cuanto que con ellas se desva-
nece el error de atribuir á los tolte-
cas, no la dedicación al nuevo culto
de los dioses, sino la erección de las
pirámides, la cual permanecerá por
mucho tiempo ignorada.
Tulnahuac. Era el 70.^ edificio ck •
los 78 en que estaba dividido el tem-
plo mayor de México. Dice Saha-
gún que en él mataban muchos cau-
tivos cuando com.enzaba á reinar el
signo Ceniquistli, en honor de Tez-
caltlipoca.
Tzacualli. (Lo que tapa, oculta ó
encierra algo, derivado de tsacua
«atapar ó cerrar algo>»(Molina);/)nii,
en: «En el encierro ó tapadero.»)
La etimología de Tzacualli ha da-
do mucho que hacer á los autores,
sin que ninguno de ellos haya acer-
tado con la propia, como se puede
ver en diversos nombres geográfi-
cos en que entra como elemento
principal.
Al escapar los aztecas de la ser-
vidumbre de Colhuacán, se fueron
á un punto que existe todavía al Nor-
te de Guadalupe Hidalgo, que en-
tonces estaba á la orilla del la-
go de Texcoco, y esto pasaba en
934 de nuestra era.
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SEGUNDA ÉPOCA TOMO V.
397
El seftor Orozco y Berra, inter-
pretando un jeroglífico del señor Si-
güenza y Góngora, sobre la pere-
grinación de los Aztecas en el Valle
de México, ha llamado á ese pueblo
Asacualco. El jeroglífico lo forma
un grupo compuesto de una garza,
axtaih del símbolo del agua, atl, y
de una olla, cowitl; y el Sr. Chave
ro, juzgando sobre la interpretación
del señor Orozco, forma el vocablo
en el siguiente orden: garza «^.agua
a, orilla co, y en final aleo: As-
a-co-alco. Salvo el respeto que se
debe á estos dos mexicanistas, nos
atrevemos á asegurar que la inter- :
pretación no es exacta. Los signos i
del jeroglífico son puramente mne
mónicos ó recordativos de las síla-
bas iniciales de las palabras que for- ■
man el nombre, y los señores Oroz- 1
co y Chavero los toman por foné-
ticos y aun ideográficos.
El señor Olaguíbel, en su Onoma- 1
tología del Estado de México, dice '
que se forma el nombre de ainacua,
tapar ó cerrar el agua por medio de \
compuerta, de ro, lugar, y que sig-
nifica: «Donde se tiene el agua.» En
el fondo es aceptada la interpreta-
ción del Sr. Olaguíbel, pero no satis-
face los requisitos gramaticales. Si
el verbo alzacua fuere elemento de
la palabra, su estructura sería ésta:
Atsacualoyan.
La voz isactialU ha dado mucho
que hacer á los etimologistas.
El Sr. Olaguíbel dice: tsacualli,
pirámide. Teniendo en cuenta que
la forma de los tsacualli es casi
siempre piramidal, puede admitir-
se esa traducción.
El Sr. Orozco y Berra, interpre-
tando el jeroglífico de Zacualpan,
dice: «Compuesto (el jeroglífico) de
un tsacualli, pirámide con una ma-
no encima, ideográfico derivado de
saloa, «hacer pared ó engrudar,»
y áe cualli, «cosa buena:- Zacual-
pan, «donde se hacen buenas pare-
des, donde se construye bien.» Tsa-
cualpan, «Sobre la pirámide.»
Parece increíble que el sabio
Orozco y Berra haya dado tal inter-
pretación.
La significación de ^lugar donde
se hacen buenas paredes » se dice
en mexicano : Cultepanchihualoyan,
ó Huelsaloloyan.
El Sr. Eufemio Mendoza dice que
Tsacualpan significa: «Sobre el es-
condite ó sepulcro,» porque Isacua-
///significa escondite «y aveces» se-
pulcro. Una cueva, ostotl, puede
servir de sepulcro, ó escondite, y
no por eso significa una ú otra cosa.
El Dr. Peflafiel es el que más se
acerca á la verdadera interpreta-
ción del vocablo; pero incurre en
algunas inexactitudes en la estruc-
tura de la palabra. Dice así: «Debe
escribirse Teísacualco, de origen
mexicano, «lugar de cárcel,» com-
puesto de tetzacualiztli, prisión, y
de la final de lugar; el jeroglífico es
ideográfico: «un lugar fortificado.»
Los verbos activos ó transitivos
en el idioma mexicano van siempre
precedidos de las partículas tía 6 te,
según que su acción se ejecuta en
cosa ó en persona; estas partículas
significan tía, algo ó alguna cosa y
te, algún.
El verbo tzacua, por ejemplo, se
conjuga nttlatsacua, yo encierro
algo, ó m'tet^acua, yo encierro á al-
guno.
Cuando se expresa la persona pa-
ciente se suprimen las partículas
tía y te, v. g., coatsacua, yo encie-
rro la culebra. Los principios sus-
tantivos y adjetivos derivados de
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398
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
estos verbos activos, conservan las
partículas tía y te, v. g., tetsacuani,
*el que encierra á alguno,» tlatsa-
cuani, «el que encierra algo,» tía-
tj^acualistli, «el acto de encerrar ó
tapar algo,» tetsacualistli, «el acto
de encerrar á otros ó encarcelarlos. »
(Molina) tlatsacualli, «donde se en-
cierra alguna cosa.»
Molina le da á tlatzacualli la sig-
nificación concreta de «cerca de es-
tacas ó de ramas,» que generalmen-
te sirve para encerrar algo.
Cuando no se puede determinar
si el paciente es cosa ó persona, en-
tonces se suprimen las partículas
y por eso se dice, iBactialistli, el ac-
to de encerrar, tzacualli, encierro;
y por eso en los nombres geográfi-
cos Tsacualpany Tsacualco, se
usan sin las partículas; pues en los
edificios que dan nombre al lugar,
pueden encerrarse indistintamente
cosas ó personas, ó unas y otras.
Conocida la significación de te-
t'^^acualtstli <^e\ acto de encerrar,
etc., etc.,» se comprende fácilmente
que no puede ser el elemento prin-
cipal de Tsacualco ni de Tetsacual-
co, como dice el Dr. Peftafiel, por-
que los edificios que dan nombre al
lugar no son «actos de encerrar» si-
no «lugares de encierro,» y á estos
lugares se les llama tsacualli, como
veremos después.
Además, si tsacualistlt ó tetsa-
cualiBtli fueran el elemento de
T:zacualco ó Tel::acnalco, los nom-
bres correctos serían TBacualizco6
Tetzacualizco, porque los nombres
acabados en ///,al entrar en compo-
sición, sólo pierden el ///. y el Dr.
Peftafiel les hace perder las finales
izilí, lo cual repugna á la morfolo-
gía náhuatl.
Los participios pasivos mexica-
nos se forman de la voz pasiva del
presente de indicativo, mudando en
/// la final, ó en //, si á otra precede /,
así de natnaco, soy vendido, se de-
riva tlanamaclli, vendido; y de tza-
cualco, soy encerrado, se forma
tsacualli, encierro. Casi todos los
participios pasivos hacen veces de
substantivos; por esto tsacualli se
traduce «encierro,» «tapadera.» etc.,
etc., derivado de tsacua, «tapar ó
cerrar.»
Los nahoas construían montícu
los en forma de conos, de pirámides,
de tres polígonas, etc., etc., y los de-
jaban huecos para encerrar joyas,
ídolos, objetos del culto, y á veces
cadáveres. A estos montículos hue-
cos llamaban tsacualli. Algunos de
estos tsacualli eran construidos
desde su base con piedras y arga-
masa, y les daban generalmente la
forma de pirámides con escalones,
en todos ó en alguno de sus lados,
y en el jeroglífico de estos ponían
al lado de la pirámide un brazo, pa-
ra significar la obra de mano que
habían empleado, y para distinguir-
los de los otros tsacualli que for-
maban, aprovechando un cerro ó
montecillo natural. A los puebleci-
llos situados en torno de la pirámi-
de, cuando éstos no tenían un nom-
bre propio, como Teotihuacan, Cho-
lula, Xochicalco, etc., etc., les daban
el nombre genérico de Tsacualpan
y al pueblo en que estaba el tsacua-
lli, el de Tsacualco, y por eso hay
tantos pueblos en la República que
llevan el nombre de Zacualpan, Za-
cualco : cuando el tsacualli estaba
dedicado á una deidad particular
llevaba el nombre de ésta, tal era
Coatzacoalco.
Los que sostienen que Santo To-
más apóstol predicó el evange-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
399
lio en Anahuac, dicen que Quetsa-
coatí fué Santo Tomás y que cuando
se fué á la orilla del mar para mar-
charse, se escondió en un lugar cer-
cano á la playa, y que por eso se le
dio el nombre á ese lugar de Coat-
sacoalco, «Donde se escondió la C«-
lebra,»' esto es, Quelsalcoail; pero
añaden que Coall no tiene aquí el
significado de «culebra,» sino el de
mellizo, que eso significa también
Coatí, «Coate,» pues que Santo To-
más se llamó Dydimtis, el mellizo,
el gemelo; y por esto el P. Servan-
do Teresa de Mier, siguiendo á Si-
güenza y á Borunda, dice: «Luego
á Cholollan á donde por fin persi-
guiéndole entró Huetnac con un
ejército y él (Quetsalcoatl), se em-
barcó para Campeche y las Islas en
Coatsacoalco, que desde entonces se
llamó: « donde se esconde el mellizo, »
esto es, el «cuate,» coatí. El P. Ser-
vando Teresa de Mier, dice: « Si el
barón de Humboldt hubiese sabido
que el nombre verdadero era Coat-
-&acoa/co,hubiera dicho que significa
« donde se esconde la culebra,» por-
que allí se embarcó y desembarcó
Queísalcoatl.» En otro lugar, refi-
riendo la persecución que Huemac
hizo á Quetsalcoatl. dice el mismo
P. Mier: «Luego llegó á Chololan, á
donde por fin, persiguiéndole, entró
Huemac con un ejército, y él se em-
barcó para Campeche y las Islas en
Coaísacoalco.que desde entonces se
llamó * donde se esconde el melli-
zo,»
Hablando el P. Sahagún de la crea-
ción del Sol y de la Luna en Teoti
huacan dice: «A cada uno de éstos
(Tecucistecatl y Nanahuatsin, dos
dioses que ofrecieron arrojarse al
fuego para convertirse en sol y en
luna) se le edificó una torre como
monte; en los mismos montes hicie-
ron penitencia cuatro noches y aho-
ra se llaman estos montes t^aqualli,
están ambos cerca del pueblo de S.
Juan que se llama Teuhtioacan. . . .
» Este pasaje nos ha autori-
zado á traducir tsacuallt, templo
donde está encerrado algún dios.
Tzapotlatenan. (Tsapotla, pue-
blo llamado así, zapotal; tenantli, la
madre de alguno: ^La madre de
ysa/>o//a ó del Zapotal.») Diosa de la
medicina, porque fué la inventora
del aceite llamado oxitl, hoy llama-
do ojite de rey^ y de algunos otros
remedios. La honraban anualmente
con sacrificios de víctimas huma-
nas y con himnos compuestos en
loor suyo.
Sahagún, refiriéndose á esta dio-
sa, trae la curiosa relación siguien-
te:
«Estadiosaquese llamaba Tzapu
tlatena, porque se decia que habia
nacido en el pueblo de Tsapntla, lla-
mábase también la madre de isa-
putla, porque fué la primera que
inventó la resina que se conoce con
el nombre de vxill, que es un acei-
te sacado por artificio de la resina
del pino, que aprovecha para sanar
muchas enfermedades: primera-
mente aprovecha contra una mane-
ra de bubas ó sarna, que nace en la
cabeza, que se llama quaxococuix-
tli, y también contra otra enferme-
dad es provechosa que nace en la
cabeza que es como bubas, que se
llama chaquachichustli, sirve tam-
bién para la sarna de la cabeza:
aprovecha asimismo contra la ron-
quera de la garganta, contra las
grietas de los pies y de los labios; es
también buena contra los empei-
nes que nacen en la cara, ó en las
manos: contra el Usagre y contra
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Otras muchas enfermedades es bue-
na; y como esta muger debió ser la
primera que halló este aceite, con-
táronla entre las diosas, y hacíanla
fiesta y sacrificios aquellos que ven-
den y hacen este aceite que se lla-
ma VXítl.»
Tzapotlateohuatzin. ( Tsapotla,
pueblo llamado así; teohua, el que
tiene á dios, sacerdote, tsintli, ex-
presión reverencial: «El sacerdote
deladiosa r^fl/)0//a.*) Nombre que
daban al sacerdote encargado del
culto de la diosa Tsapotlatenan;
tenía obligación de proveer de pa-
pel y copal y de todo lo demás que
era menester para los que morían
ó mataban en la fiesta de la diosa.
Tzatzapaltamalli. (Tsatsapalli,
maíz grueso, gordo; tamalli, tamal:
« tamales de maíz grueso. » ) Tamal es
que se hacían en la fiesta dedicada
á la diosa Coatlicue,
Tzatzitepetl. (TsatBÍlÍBtli, gri-
to; tepeil, monte: «Monte de los
gritos.») Montaña cercana á Tula,
donde un pregonero convocaba á
gritos á los vecinos de los pueblos
y aldeas para el culto de Quefsal-
coatl.
Los cronistas asientan que en ese
monte publicaban las leyes de Que-
tsalcoatl cuando fué rey de Tula,
por medio de pregoneros cuyos gri-
tos se oían hasta más de cien le-
guas.
Tzinacan. Murciélago. Esta ave
era muy simbólica entre los nahoas
y objeto de un culto reverencial
muy profundo. Paso y Troncoso,
explicando las fiestas de la veinte-
na Ochpaniztli, en la página XXX
del Códice Borbónico, dice que la
leyenda del Murciélago es demasía
do libre para darle cabida en su li-
bro; pero remite al lector al Códicr
Goupn., donde ha sido transcrita la
del Códice Nuttall, que, cuando
escribía Troncoso, aun no se había
publicado, y él sólo dice lo siguiente:
«El Murciélago nació de Keífal-
koatl, y por eso en el Códice FA-
BREGA lo vemos con la librea del
dios del aire, como lo he dicho en la
nota; fué despachado por los dioses
á Xuxiketcalli cuya fiesta viene
anunciando aquel animal en nues-
tra pintura, según antes dije; y,
cumplida su misión, lo enviaron á
Mikilantcukili, de quien lleva los
arreos en este Códice, lo que, según
entiendo, es una reminiscencia de
aquella misión: de todas estas em-
bajadas resultó la creación de las
flores fragrantés, y ya hemos visto
que los indios, por este tiempo de
la venida de los hielos, hacían una
fiesta para despedirse de las ro-
sas, lo que también explica la in-
tervención del Murciélago en aque
lia circunstancia, como quien podía
contribuir á que las flores fragran-
tés no desaparecieran, ó más bien
áque se renovaran.— Délos dos co-
yotes bailadores habrá que decir
muy poco: tienen ambos la misma
librea, y cargan á las espaldas esos
armazones á modo de cacastles, ya
mencionados en otras partes: uno
tiene su cuerpo y sus vestidos de pa-
pel, teñidos de color negro morado;
en el otro predomina el color de ro
sa en cuerpo y vestidos. La función
que desempeñaban ambos en la
fiesta no es fácil atinarla: sabemos
que con el nombre de Cuitlax-ue-
uetke hacían de padrinos de las
víctimas destinadas al desolla-
miento, cuando éstas combatian;
pero en este mes, aunque sacrifica-
ban y desollaban esclavos y cauti-
vos, no se sabe que combatieran con
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
401
ellos; diré pues, que ó los coyotes en-
traban en la ceremonia siempre que
habia desollamiento simple, ó había
sacrificio gladiatorio en este mes, y
los autores no lo han descrito.»
No obstante la crudeza de la le-
yenda del Murciélago, transcribi-
remos aquí la del Códice Nuttall.
que ya está publicada, y no tenemos
escrúpulo en insertarla á la letra
porque, en obras de este género, la
verdad debe presentarse siempre
desnuda para comprender todo el
sentido de un mito, y también, por-
que, en general, cuando el pudor se
anida en los labios, es porque ya hu-
yó del corazón.
La leyenda es la siguiente:
«Este demonio q aqui esta pinta-
do dizen q hizo vna gran fealdad
nefanda q este ^al^oatl. estando la-
vándose tocando con sus manos el
mienbro Viril, hecho desi lasimien-
te, y la arronjo engima devna pie-
dra, yallina^io elmorcielago al qual
enbiaron losdioses q mordiese a
Vna diosa, q ellos llamauan suchi-
qcal q quiere dezir Rosa, q lecor-
tase de Vn bocado lo que tiene
dentro del mienbro femíneo Ye es-
tando ella durmiendo lo cortó ylo
traxo delante de los dioses y lo la-
uaron y del agua q dello de Rama
ron salieron Rosas q no huelenbien.
ydespues el mismo morcielago lie
vo aqlla Rosa al mictlan te cutli y
alia lolauo otra vez. y del agua q
dello salió salieron Rosas olorosas,
qellos llaman súchiles, por deri-
ba<;íion desta diosa, qellos llaman
.suchi quegal. yansi tienen q las
Rosas olorosas. Vinieron del otro
mundo, decasa deste ydolo. qellos
llaman mictlan tecutli. y las q no
huelen di;^en q son nagidas desde
el principio enesta tierra.»
Tzinteotl. Orozco y Berra, por-
que vio escrito el nombre con el
primer elemento Tsin, le da la sig-
nificación de «diosa original,» por-
que 7>//í/// significa figuradamente
fundamento, origen; pero la inter-
pretación de Orozco y Berra es
errónea porque el nombre de la
diosa es Cinteotl, que so compone
de cintli, variante de Centli. «ma-
zorca de maíz.» Nada tiene que
ver, por lo mismo, la palabra ó ca-
lificativo «original» que le da
Orozco.
Esta diosa Cinteotl ó Centeotl es
de la que Clavigero dice lo siguien-
te: • Centeotl, diosa de la tierra y
del maiz. Llamábanla también To-
nacayohua, es decir, la que nos sus-
tenta. En México tenia cinco tem-
plos, y se le hacían tres fiestas en
los meses tercero, octavo y undé-
cimo; pero ninguna nación la reve-
renció tanto como los totonacas
que la veneraban como su principal
protectora y le edificaron un tem-
plo en la cima de un alto monte,
servido por muchos sacerdotes
esclusivamente consagrados á su
culto. La miraban con gran afecto,
porque creían que no gustaba de
víctimas humanas, sino que se con-
tentaba con el sacrificio de tórto-
las, codornices, conejos y otros ani-
males, que le inmolaban en gran
cantidad. Esperaban que ella los
libertaria finalmente del tiránico
yugo de los otros dioses, los cuales
los obligaban á sacrificarle tantos
hombres.»
Tzitzimime. fPlural de Tsitm-
mith -flecha ó dardo que pica, que
penetra.») Algunos cronistas como
Sahagún, traducen Tsitmmiil por
diablo, demonio, habitante del aire,
otros los consideran en general co-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mo monstruos, y otros, por último,
como fieras que habían de bajar
del cielo para comerse á los hom-
bres al fin del mundo. En el Códi-
ce ZumArraga se dice que los Tsi-
tsimime habitaban uno de los altos
cielos y que son mujeres descarna-
das, puros esqueletos, que bajan á
la tierra para causar males.
En el Códice Nuttall, en el folio
76, está pintado un Tsitsimitl en la
forma más espantosa que se puede
imaginar, y el intérprete dice:
*Esta es vna figura délos baños
délos yndios q ellos llaman temaz-
cale do tienen puesto vn yndio ala
puerta, q era a bogado délas enfer-
medades y quando algún enfermo
y Va alos baños, ofrecíanle engien-
so. que ellos llaman cópale, aeste
ydolo yteñianse el cuerpo denegro,
en Veneración del ydolo que ellos lla-
man tezca tepocatl ques vno de sus
nayorales (sic) dioses. Vsauan en
estos Vanos otras vella q rias ne-
fandas hazian. q es bañarse mu-
chos yndios oyndias desnudos en-
cueros ycometian dentro gran feal-
dad y pecado enestebaño.»
Paso y Troncoso expone que en el
Códice Borbónico figuran los dioses
infernales y algunos otros con el
nombre de TBitsimime, como Mic-
tlantsÜBimitl, nombre de Mictlante-
cuhtlt, señor del infierno, Mictlan
xihuutpitsimitl, la mujer de Mic-
tlantecuhtli. También dice Paso
y Troncoso que algunos dioses les
daban el nombre de T süsimit I nnte-
poniendo los nombres calificativos
de los colores, como Istactsitsi-
mili, monstruo blanco, Xoxouhcal-
tsitsimitl, monstruo azul, CoBtutBÍ-
niitl, monstruo amarillo, Itlatlauh-
catzitBimiil, monstruo rojo, nom-
bres que daban respectivamente á
las divisas que usaban los monar-
cas mexicanos.
El mismo Paso y Troncoso, se-
gún Chavero, opina porque el nom-
bre de TsÜBimitl con los calificati-
vos de los colores se dieron primi-
tivamente á los siete planetas co-
nocidos, que los creían monstruos
coloreados que andaban en el aire.
Chavero, refiriéndose al templo
mayor de México» habla de los Tsi-
taimine, y dice:
•Alrededor de la mesa superior
del teocalli y sirviéndole como de
bastiones ó almenas, estaban los
monolitos de basalto esculpidos que
Duran llama Tsüsimite (TBÜsimi-
ne). También ha querido la fortu-
na que se haya encontrado uno de
ellos. Hizo se el hallazgo en 14
de enero de 1792: lo vio Gama y
sacó el dibujo de sus caras, que si
bien no es completamente exacto,
da buena idea de la escultura. Lo
creyó Gama una almena de la ca-
pilla de Huiísilopochtliy por encon-
trar en sus relieves relación con
los atributos de este dios y con los
de su compañero Tlacahuepancuex-
coisin, que estaba con él en la mis-
ma capilla. Refiere Gama que te-
nía de altura como de tres varas
castellanas y el grueso correspon-
diente á sus labores, y que por su
mucho peso y tamaño determinaron
los directores del empedrado ha-
cerlo pedazos dándole cohete. Pero
no fué destruido por completo. En
el año de 1873 volvió á descubrirse
en el atrio de la Catedral, inmedia-
to á la cruz que da frente á Palacio,
aun cuando bien puede ser otro de
aquellos adornos de la plataforma
superior del teocalli. Volvióse á en-
terrar la piedra en el mismo lugar,
y vamos á dar nuestra opinión so-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
403
bre ella. Basta ver uno de los lados
de la piedra para observar en él
los dientes de Tlaloc, pero como no
es el mismo Tlaloc que estaba en
una de las capillas del teocalli, pu-
diera deducirse que estos grandes
monolitos colocados á su derredor
eran los tlaloque, los cuales acom-
pañaban á aquel dios. Mas si ob-
servamos que las bolas del remíite
y todos los adornos de la otra cara
son signos cronológicos, dando la
razón á una idea del señor Tronco-
so/ quien cree que el gran teocalli
era al mismo tiempo un gran ob-
servatorio a.stronómico, compren-
deremos que esos monolitos no só-
lo eran grandiosos adornos, sino
instrumentos para la ciencia de los
sacerdotes. Hay más: Duran los lla-
ma tait&imite (tsitsimime), y el se-
ñor Troncoso encuentra que los
tsist imite (tsitmmime) eran los pla-
netas y aun entra en curiosas com-
binaciones cronológicas entre el pe-
ríodo del Tonalamatl y los de Mer-
curio, Marte, Júpiter y Sfiturno. Esto
traería una revolución completa en
las ideas anteriores y resultaría
que la cronología nahoa era resul-
tado de un sistema complexo del
cómputo de los siete astros obser-
vados por los antiguos, y estando
en las capillas Tlaloc, representan
te de la luna, y Huilzilopochtli, que
correspondía á Venus, lógico era
que estuviesen en los cuatro extre
mos los tsitmmite (tBitsimime) re-
lativos á Mercurio, Marte, Júpiter y
Saturno. Pero, además, los extre-
mos superiores de los monolitos
bien pudieron servir como gnómo-
nes y utilizar su sombra, ya para
fijar los solsticios, ya para determi-
nar las horas.»
Tzoalle. E.specie de pan com-
puesto de huauhtli, bledos, amaza-
do con miel. Estos panecillos eran
como los llamados hoy de alegría.
Los empleaban en casi todas las
fiestas como una comida mística, y
de esa maza hacían también el cuer-
po de Huitsilopochtli para la cere-
monia del Teoctialo, dios comido,
que los frailes consideraron como
una remembranza de la comunión
cristiana.
Tzommolco ó Tzonmolco.
[Tsontli. cabellera ó cabeza, molle,
guisado, manjar: «guisado de cabe-
za.»)
Era el 67.^ edificio de los 78 que
comprendía el templo mayor de Mé-
xico. Estaba dedicado al dios del
fuego, Xiuhtecutli, y cada año sa-
caban los sacerdotes fuego nuevo
en honor del dios; cerca de este edi-
ficio estaba un monasterio donde
moraban los sacerdotes encargados
del culto, y á este convento llama-
ban Tsomnwlcocalmecac. Algún
cronista dice que este edificio fué
destruido por un rayo.
Dada la explicación anterior del
objeto á que estaba destinado el edi-
ficio, no se percibe el sentido etimo-
lógico del nombre, el cual debe te-
ner una significación metafórica
que no hemos podido acertar.
Tzojnpantli. {Tsontli, cabeza;
pantli, hilera: «Hilera de cabezas.»)
Edificio que había en los templos
en que, ensartadas en hileras, colo-
caban en hilera las cabezas ó crá-
neos de las víctimas sacrificadas.
El P Sahagún, hablando de los edi-
ficios del templo mayor de México,
enumera varios sompantlis distin-
guiéndolos con el nombre del dios á
que estaban dedicados, y en todos,
hablando de su configuración, dice:
«... éste era un edificio en que es-
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404
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
petaban las cabezas de los que ma-
taban á honra del dios Mixcoatl;
eran unos maderos que estaban
hincados, de altura de dos estados,
y estaban ahugerados á trechos y
por aquellos ahugeros estaban pa-
sadas unas bastas ó barales. del
grosor de bastas de lanza ó poco
mas, y eran siete ú ocho: en estas
espetaban las cabezas de los que
mataban á honra de aquel dios; es-
taban las caras puestas acia el me-
dio-dia.»
El P. Clavigero. describiendo el
templo mayor de México, se refiere
al Zompanili en estos términos:
«Era un vasto terraplén cuadrilon-
go y medio pinimidal. En la parte
mas baja tenia ciento cincuenta y
cuatro pies de largo. Subíase á la
puerta superior por una escalera de
treinta escalones, y encima estaban
erigidas mas de sesenta vigas altí-
simas, con muchos agujeros practi-
cados en toda su longitud, y coloca-
das á cuatro pies de dista^icia una de
otra. De los agujeros de una viga
á los de otra, habia bastones atra-
vesados, y en cada uno de ellos
cierto número de cráneos enfilados
por las sienes.»
En la República hay dos pueblos
que llevan el nombre de Zumpan-
gOy adulteración de T^ompango,
«En (donde está) el T^ompantli.» En
estos lugares debe haber habido el
edificio descrito para que hayan
conservado tal nombre, y debe ha-
ber sido muy notable, pues en todos \
los templos, que eran muchos, de-
be haber habido un Tj^onipantli.
Tzoncoztli. f Tzontli x'dheWo, cos-
til, amarillo: «Cabello amarillo.»)
Nombre que se daba al esclavo que
sacrificaban á Tescatlipoca, y
que vestían á semejanza del dios, i
según costumbre, en todas las fies-
tas.
Tzoncuetlachtli. (Tsontli, cabe-
llos; cuetlachtli, cuero ó piel: «Cue-
ro para los cabellos.» Pasoy Tron-
coso, explicando la fiesta de la vein-
tena Quecholli,en la lámina XXXIII
del Códice Borbónico, dice acer-
ca de la insignia que lleva tal nom-
bre, lo siguiente:
«El objeto colocado debajo se lla-
ma tgonkuetlaxtli, «cuero para la
cabellera:» es una diadema entin-
tada de rojo, color que, con frecuen-
cia vemos coincidir en los Códices
con los objetos hechos de cuero, so-
bre todo, si están en forma de tira:
en efecto, aquí forma una banda
que ciñe la cabeza, y al llegar al co-
codrillohace moño y termina en dos
tiras colgantes: un autor expresa-
mente nos dice que se hacía de cue-
ro colorado esa diadema, quedan-
do atadas las plumas de águila en
el nudo de la correa, y siendo aque-
llos objetos el distintivo de los ca-
zadores que habían ayunado una
quintana en honra de Kamaxtli 6
Mixkoatl, y que tomaban ese ata-
vío para ir á la caza que se hacía
en la celebración de la fiesta del
dios.»
Tzonchichiltic. ( Tsontli, cabe-
llo, chichiltic, rojo ó rosa: «Cabello
rojo.») El P. Ríos, en el Códice Vati-
cano, llama al tercer sol TsoncJnchü-
tuque, adulteración de Tzonchi-
chiltic. (Véase Tsonistac.) Compa-
raban los indios á las diversas eda-
des que representaban los cuatro
soles al color del cabello de la ca-
beza humana.
Tzoniztac. (Tsontli, cabello, Iz
tac y blanco: «cabello ó cabeza blan-
ca.») Chavero, explicando el cuarto
sol, Tlaltonatiuh ,(X\Q^\ «Llamaáes-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
405
ta época Etá delli capelli negri,
edad de los cabellos negros, para
dar á entender que era la más jo-
ven, la última: así como llama al
sol de agua Conisutal, debe ser
TsonistaCy cabeza blanca, para sig-
nificar que era la más vieja la pri-
mera.»
. Tzontecoma. ( Tsontecomatl ,
cabeza, literalmente, vaso ó teco- 1
mate de los cabellos; mama, car- 1
gar: «que carga la cabeza.») Nom- ;
bre de un insecto parecido al Ahua-
cachapulin, llamado así por la gran
cabeza que tiene, y que parece que
el animal la carga con esfuerzo. ,
En este insecto convirtieron los i
dioses á Yaoil, el cual había mata- 1
do á Yappan y á su mujer Tlahui-
tsin, tratando de;castigar al pri-
mero por haber profanado la peña
sagrada llamada Tehuehuetl deján-
dose reducir por la diosa Tlazol-
ieotl. ( Véase Yappan.)
Tzontemoc. í Tsoníli, cabellera,
cabeza; Temoc, deribado de Temoa,
caer: «cabeza que cae.» Orozco y
Berra dice que el nombre significa
«el que inclina la cabeza,» Chave-
ro, «el que cayó de cabeza,» pero
ambas etimologííis son inexactas, la
primera, porque el verbo Temoa no
significa «inclinar,» y la segunda,
porque la estructura del nombre no
autoriza la significación que le
atribuye Cha vero. Ts:oniemoc tiene
la formación que Cuauhlemoc, y así
como éste, significa «águila que
cae.» Autoriza también esta inter-
pretación la idea que tenían los in-
dios de que el sol era una cara, que
en el Oriente se veía en su posición
natural, y que á medida que ascen-
día por el horizonte, iba cambiando
esta i^osición hasta llegar al Po-
niente, donde queda invertida la
cara y cíie la cabeza al ocultarse
bajo el horizonte.) Nombre que
daban al sol poniente, que después,
durante la noche, era Micilante-
cuhlli, dios del infierno, porque iba
á alumbrar á los muertos. Esta in-
terpretación la confirman los pa-
sajes siguientes:
«Lo que dijeron y supieron los
naturales antiguos y señores de
esta tierra, de los que morían es:
que las animas de los difuntos iban
á una de las tres partes, la una es
el Infierno donde estaba, y vivia
un diablo que se decía Mictlante-
cutli, y por otro nombre Tsonte-
moCf y una diosa que se llama Mic-
tecacioatl que era muger áeMicilan-
tecuili, y las animas de los difuntos
que iban al Infierno.son los que mo-
rían de enfermedad, ahora fuesen
señores, ó principales, ó gente ba-
ja, y el día que alguno se moría,
varón, muger ó muchacho, decían
al difunto echado en la cama antes
que lo enterrasen «¡O hijo, ya ha-
béis pasado y padecido los traba-
jos de esta vida! ya ha sido servido
nuestro señor de llevaros porque
no tenemos vida permanente en e.»^-
te mundo, y brevemente como quien
se calienta al sol es nuestra vida, é
hizonos merced de que nos cono-
ciésemos y conversacemos los unos
á los otros en esta vida, y ahora al
presente ya os llevó el dios que se
llama Mictlanteculliy por otro nom-
bre Aculnaoacatl, ó Tzontemoc, y
la diosa que se dice Mictecacioatl,
ya os puso por su asiento, porque
todos nosotros iremos allá y aquel
lugar es para todos, y es muy an-
cho, y no habrá mas memoria de
vos: éa os fuisteis al lugar obscu-
rísimo, que no tiene luz ni venta-
nas, ni habéis mas de volver ni sa-
102
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406
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
lir de allí, ni tampoco habéis de tener
mas cuidado y solicitud de vuestra
vuelta después de haveros ausen-
tado para siempre jamás; habéis ya
dejado vuestros hijos pobres, huér-
fanos y nietos, ni sabéis como han
de acabar, ni pasar los trabajos de
esta vida presente, y nosotros allá
iremos adonde vos estuvieredes an-
tes de mucho tiempo. Después de
esto hablaban, y decian al pariente
del difunto ¡ó hijo! esforzaos y to- 1
mad animo, y no dejéis de comer y
beber, y aquiétese vuestro corazón
¿qué podemos oponer nosotros á lo
que dios hace? por ventura esta
muerte aconteció porque alguno
nos quiere mal ó hace burla de no-
sotros? ciertamente es por cierto,
porque asi lo quiso nuestro señor
que este fuese su fin. ¿Quién puede
hacer que una hora 6 un dia sea alar-
gado á nuestra vida presente en
este mundo? Pues que esto es así,
tened paciencia para sufrir los '
trabajos de esta vida presente, y
que la casa donde este vivía, es- ;
té yerma y obscura de aqui ade- j
lante, y no tengáis mas esperan- !
za de ver á vuestro difunto. No ■
conviene que os fatiguéis mucho
por la horfanidad y pobreza que os
queda: esforzaos hijo, no os mate
la tristeza: nosotros hemos venido
aquí á visitaros y consolaros con es-
tas pocas palabras como nos con-
viene hacer á nosotros, pues que
somos padres y viejos, porque ya
nuestro señor llevó á los otros que
eran mas viejos y antiguos, los cua
les sabían mejor decir palabras con-
solatorias á los tristes, y con esto
ponemos fin á nuestra platica, que-
das á dios.»
Ni el P. Kempis hubiera hecho
uno exhortación semejante.
Chavero, siguiendo las huellas de
Sahagún é inspirándose en los ído-
los que existen de Tsoníewoc en el
Museo Nacional, dice:
«Para significar el sol como as-
tro, de su nombre de Tonacatecuh-
tli formaron Tonatiuh. Lo repre-
sentaban entonces por un círculo,
porque el astro se manifiesta re-
dondo á la vista y hacia la circun-
ferencia repartían simétricamente
y alternados unos signos en figu-
ra de A y otros en forma de aspas.
Tenemos ya al sol como creador
con el nombre de Ometecuhtli, co-
mo vivificador con el de Tonacatc-
cnhtli y como astro con el de Totta-
tiuh. La figura de éste se ve en la
Piedra del sol.
«Mas el astro„al terminar su ca
rrera diurna, se oculta detrás de la
tierra y entonces lo llamaban los na-
hoas TBontemoCy que quiere decir
el que cayó de cábesa. De ninguna
manera podemos formarnos mejor
idea de esta nueva fase teogónica
del astro que refiriéndonos á la pie-
dra de Tuxpan que lo representa.
«Este ídolo es uno de los relieves
más notables que nos dejaron los
antiguos moradores del país. La
figura, sin perder el tipo religioso,
que no podía variarse, es verdade-
ramente artística. La cara tiene el
aspecto feroz del dios, con la más-
cara sagrada; las pupilas son gran-
des y redondas; un bezote le atra-
viesa la nariz; de enmedio del labio
superior le salen cuatro dientes
cuadrados y parejos, y de cada la-
do un colmillo largo y puntiagudo;
en la parte inferior tiene también
cuatro dientes y dos colmillos. En el
centro de la Piedra del sol e.stá éste
representado de una manera seme-
jante, con una cara ornada de la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V
407
máscara sagrada, con las dos ore-
jeras redondas, una gargantilla pa-
recida y á más los dientes: y en una
y otra piedra se observa que de en-
tre los labios del sol sale una larga
lengua significando la luz del astro.
Pero si se observa el dios de la Pie-
dra del sol con sus dos garras de
águila, se ve que está en el zenit
como cerniéndose en la mitad del
firmamento, mientras que en la de
Tuxpan, el dios, que tiene las mis-
mas garras en los pies y en las ma-
nos, está en actitud de bajar: aquél
es Tonatiuh, éste es el sol que va á
desaparecer, es Tsontemoc. Esta
idea está expresada también y de
manera admirable, en la unión de la
lengua del astro á otra bífida que
se ve debajo de ella . Así como la
lengua significa la luz del sol, la bí
fida era representación de la luz de
la estrella de la tarde, y la unión
de ambas lenguas ó luces manifies-
ta la hora del crepúsculo, en que la
estrella brilla con sus primeros ra-
yos en el Poniente, mientras el as-
tro del día lanza los últimos al hun-
dirse detrás del horizonte.
«Continuando con la figura de la
Piedra de Tuxpan, observamos en
ella, alrededor de su frente y en vis-
toso adorno, un abanico de veinti
dos rayos, de figura semejante al
que tienen las divinidades inferna-
les en el Códice Vaticano; y como
este adorno no lo usan los demás
dioses, se comprende que el sol tie-
ne aquí también la representación
de Míctlantecuhtli, el señor de los
muertos ó dios de la mansión de
los muertos. El motivo de esta
transformación es muy fácil de ex-
plicar; pues creían los nahoas que
cuando el sol se hundía en el Occi-
dente iba á alumbrar á los muer-
tos, á ser el señor de la mansión de
los muertos, el Mictlanlecuhtli. Los
nahoas, como los egipcios, al con-
templar que el sol desaparecía en
las tardes detrás del horizonte, juz-
garon que se iba al mundo subte-
rráneo, y como allí se figuraban
que estaba el Mictlan ó mansión de
los muertos, decían que el sol en la
noche los iba á alumbrar. Así el
dios astro, Tonatiuh, se convierte
en Tsontewoc al caerla tarde, y por
la noche en Míctlaníecuhili.»
U
Ulin. Esta palabra significa fun-
damentalmente «Ule,» ó como se es-
cribe hoy, «hule.» Los nahoas, vien-
do la elasticidad que tiene esta subs-
tancia vegetal, preparada de cierta
manera, le dieron la significación
«de movimiento,» y con tal significa-
ción los cronistas é historiadores
han escrito la palabra bajo la forma
Ollen, que sirve como primer ele-
I mentó en los vocablos compuestos
nauholin, «los cuatro movimientos
del sol» y nahuiolin, fecha del 7b-
nalafftatl.
Todas las noticias pertecientes á
Uhficcatl y á su raza se refieren á la
historia, y aunque en ésta hay algu-
nas tradiciones fabulosas, no nos
ocupamos en ellas porque son muy
obscuras y carecen de importancia.
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408
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Ulmecatl. (Nombre gentilicio de-
rivado deUlma ó Ulman, región des-
conocida» que debe significar * don-
de nace el hule.») En una de las
cosmogonías délos mexicanos apa-
rece Istacmixcoatl con su esposa
Ilancueitl, quienes tuvieron seis hi-
jos, los cuales poblaron la tierra. El
tercero de dichos hijos fué Ulmecatl,
el cual fundó á Cuetlachcoapan, lu-
gar donde hoy está la ciudad de
Puebla, y fundó también Tontoni-
huacan y á Huitsilapan. (Véase Iz-
TACMIXCOATL.
Umeacatl. Bajo esta forma es-
criben algunos cronistas Omeacall,
una fecha del Tonalanmtl y número
de orden de los años.
Hubo un rey en Misquiahuacan
que llevó el nombre de Umeacatl, y
de él se dijo que no había muerto,
porque se metió en un Temascal
donde desapareció, y no se volvió á
tener noticia de él.
Veintena. Ya hemos dicho en el
artículo Calendario, que el año so-
lar de los mexicanos se componía de
diez y ocho porciones de días, con
todo lo cual resultaban 365 días.
A cada una de las diez y ocho por-
ciones de días le dieron el nombre
de Veintena, porque se componía de
veinte días, Cempoaltonalli.
En los tiempos* primitivos se for-
maron los días de la Veintena con
los cuatro signos iniciales acatl,
tecpatl, calliy tochitL queya hemos
visto que significaban los cuatro
vientos, los cuatro elementos, las
cuatro estaciones, y que por exce-
lencia representaban respectiva-
mente á los cuatro astros sol, estre-
lla de la tarde, luna y tierra.
Siguiendo los nahoas el sistema
de su aritmética, estos cuatro sig-
nos eran los simples y principales,
como lo eran sus cuatro primeros
números. Pero así como éstos se
combinaban para hacer el número
perfecto 20 en cuatro períodos de
5 (^ 4 -|- 1, tomaron los signos refe-
ridos por símbolos de sus días, y los
arreglaron primitivamente de la si-
guiente manera:
Acatl, tecpatl, calli, tochtli, acatl.
Tecpatl, calli, tochtli, acatl, tecpatl.
Calli, tochtli, acatl, tecpatl, calli.
Tochtli, acatl, tecpatl, calli, tochtli.
Quedó así formado un período
perfecto de veinte días con estas
curiosas circunstancias: cada perío-
do menor de cinco comienza por
uno de los cuatro signos en su or-
den y acaba por el mismo signo
conque comienza; de modo, que
siendo el quinto día de descanso ó
fiesta, en él se celebraba el mismo
signo inicial del período menor, y
lo iban siendo sucesivamente y por
su orden los cuatro astros. Esta
primera división en quintíduos tu-
vo un objeto civil y les servía para
su comercio, pues en cada quinto
día se celebraba el mercado ó tian-
qui^tli.
Demasiado sencilla esta combi-
nación, para distinguir claramente
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
409
los días del período perfecto, deja-
ron en cada período menor el sig-
no inicial, agregando símbolos nue-
vos para los otros días. Así es que
el período perfecto quedó modifi-
cado de la siguiente manera:
Acatl, ocelotl, ctiauhtli, cozcacuauh-
tlt, ollin.
Tecpatl, quiahuitl, xochitl, cipactU,
heecatL
Calli, cuetspallin, cohuatl, miquis-
tu, masatl.
Tohclti, atl, itscuintli, ozomatli, ma-
linalli.
Del primer sistema no habla nin-
gún cronista, y solamente conoce-
mos las indicaciones, de Fábrega.
Acepta el segundo sistema Olmos
en su calendario manuscrito y en
su rueda de veinte días.
De esta manera se formaron vein-
te días distintos que son los si-
guientes:
Acatly cafla ó flecha.
Ocelote tigre.
CuauhtUy águila.
Coscacuatihlliy aura.
Ollifiy movimiento (los cuatro del
sol).
Tecpaily pedernal.
Quiahuitly lluvia.
Xochitl, flor.
CipactU^ sierpe.
Ehecatly viento.
Calliy casa.
CuetBpalliny lagartija.
Cohuatl^ culebra.
Miquistli, muerte.
Masatl, venado.
TochtU, conejo.
Atl, agua. '
Itscuintli, perro ordinario.
Ozomaili, mona.
Malinalli, hierba retorcida.
Los autores sostienen que estos
signos corresponden á veinte as-
tros, y Htimboldt cree que forma-
ban el zodiaco, y los signos no se
refieren á veinte estrellas, aunque
sí tenían una significación astronó-
mica. Para explicarla repitamos
que los cuatro signos iniciales fue-
ron dedicados á los cuatro astros:
Acatl,^\^o\.- r<?í:/)ac//, la estrella
de la tarde.— Tflí///, la luna.— Tochtli,
la tierra.
En el primer sistema se repetían
estos signos, y por lotanto los vein-
te días quedaban destinados alter-
nativamente á los cuatro astros. Al
substituirlos con nuevos símbolos,
es lógico suponer que éstos se re-
ferían á dichos astros y no á estre-
llas ó constelaciones. Buscaron nue-
vos signos, pero que representaban
á los mismos astros, ya en los fe-
nómenos de la naturaleza que pre-
sidían, ya por los animales, ya por
los animales y plantas que les esta-
ban dedicados, como hemos demos-
trado en estudio muy extenso. Ha-
ciendo la división del día según los
astros, tendremos:
?>o\,—Acatl, ollin, cipactli, co-
huatl y atl,
Estrella..^ Tecpatl, ehecatl, mi-
quistli, itBCuintli y ocelotl.
Luna.— Calli, manatí, osowatli,
cuauhtli y quiahuitl,
TierrR. — Tochtli, malinalli, eos-
cacuauhtli, xochitl y cuet^pallin.
En cuanto á los signos figurati-
vos de los días, debemos suponer
que los inventados por los nahoas
fueron poco más ó menos semejan-
tes á los que usaron los pueblos
posteriores: entre éstos es más per-
fecta la forma en los códices pin-
tados con cuidado. Los signos acatl,
cohuatl, tecpactl, miqui^tli, ilBcuin-
iliy ocelotl, wazatl, ozomatli, cuauh-
103
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410
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
///, coscacuauhtli, tochtli.malinalli,
cuetspallín, y xocMtl, son figurati-
vos; pero generalmente los ocho de
animales se representan sólo con
sus cabezas, y la miquis tli nada
más con una calavera. Los signos
ollin, cipactli, ehecatl, y quiahuiil,
son simbólicos y los signos atl yca-
/// son ideográfico-figurativos.
Los veinte signos de los días
rodean la figura central de la Piedra
del sol y se leen comenzando por
la parte superior y siguiendo de iz-
quierda á derecha.
Sobre esto hay en el Códice Bor-
giano una hermosísima pintura. Re-
presenta á XiuhtecuhÜi, dios del
año: su cuerpo es negro y su rostro
amarillo tiene las líneas de la más-
cara sagrada; su traje riquísimo de
plumas y mantas de preciosas la-
bores es de guerrero; empuña arma
poderosa y reluciente escudo; ador-
na su cuello y pecho con ricas jo-
yas, y tiene en la cabeza y á la es-
palda penachos bellísimos Le ro-
dean y tiene en su cuerpo los veinte
signos de los días en el siguiente or-
den:
L Cipactli, bajo su pie derecho.
2. Ehecatl, en la extremidad pos-
terior de la faja.
3. Calli, sobre el último nudo de la
misma faja.
4. Cuetspallin, pendiendo del
adorno de la mano.
5. Cohuatl, en la extremidad an-
terior de la faja.
6. Miquistii, en las plumas de las
flechas que lleva en la mano iz-
quierda.
7. Masad, delante del tocado.
8. Tochtli, sobre la bandera que
lleva en la mano izquierda.
9. Atl, sobre el globo que tiene
tras el penacho.
10. Itscuintli, en las puntas de las
flechas.
11. Osomatlij en la trenza,
12. Malinalli. en la frente.
13. Acatl, en la sien derecha.
14. Ocelotl, debajo del globo que
cubre su pie izquierdo.
15. Cuauhtli, sobre la sien iz-
quierda.
16. Coscacuauhtli, en el escudo.
17. OlUn, en el rostro.
18. Tecpatl, en el disco que le cae
sobre el pecho.
19. Quiahuitl, sobre el arma que
tiene en la mano derecha.
20. Xóchitl, le pende de la boca.
Hay que notar dos cosas en tan
interesante figura: ih-imera, que en
el pie derecho tiene al Cipactli, al
sol; en la mano derecha la culebra
con plumas, Quetsalcoatl, la estre-
lla de la tarde; en el pie izquierdo
el espejo que humea, Tescatlipoca,
la luna, y en la mano izquierda, en
el escudo, el Coscacuauhtli, la tie-
rra; es decir, los cuatro astros base
de la cronología, y segunda, que es-
tá representada cuatro veces la lu-
cha de Quetsalcoatl y Teacatlipoca;
y notemos que los signos Echecatl
(la estrella) y Calli (la luna) están
separados por el llalli {la. tierra).
y que Ehecatl (la estrella) se hun-
de en la tierra obscura que está
marcada con negro en esa extremi-
dad, mientras que en la otra se le-
vanta Calli (la luna) entre la luz
señalada con rojo.
A esta veintena de días general-
mente los autores la llaman mes,
por no encontrar otro nombre que
darle. Le dicen también metstli,
que quiere decir luna, pero bien cla-
ro indica Molina que metstli fué
aplicado nada más al mes europeo.
Sí aparece claro desde luego que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
411
siendo veinte los nombres distintos
de los días, la primera división que
se hizo del año en períodos de deter-
mittado número de días, fué ésta.
Así es que el aflo solar quedó divi-
dido en diez y ocho veintenas ó
meses que daban sólo 360 días, por
lo que fué preciso agregar cinco
días complementarios y fuera de la
cuenta de las veintenas, para com-
pletar los 365 días del curso anual
del sol; á éstos los llamaron netnon-
temió inútiles.
Como los nombres de los días
eran iguales y conservaban el mis-
mo orden en los diez y ocho meses
ó veintenas, debieron tener éstos
nombres que los distinguieran des
de un principio; pero si acaso algu-
nos eran de los mismos usados en
la época mexica. con seguridad
otros no lo fueron, pues correspon-
den en su significado á ritos poste-
riores á los nahoas.
Resumiendo lo relativo al año ci-
vil, podemos decir que desde remo-
ta antigüedad usaron los nahoas el
solar de 365 días, que marcaban por
la vuelta del sol al punto solsticial
de invierno; que partían el año en
cuatro períodos ó estaciones, co-
rrespondientes á los cuatro movi-
mientos que hace el astro entre los
puntos solsticiales y equinocciales;
que para la vida civil lo dividieron
en diez y ocho meses ó períodos de
á veinte días inútiles para comple-
tarlo; y que, en fin, subdividieron
cada veintena en cuatro períodos de
á cinco días, señalando el último
de cada quintíduo para feria ó mer-
cado que llamaban ^tianquistli.*
Las veintenas ó meses no siem-
pre guardaron el mismo orden ni
tuvieron el mismo nombre. En am-
bas cosas discrepan los autores, no
solamente por referirse á calenda-
rios diferentes, sino porque los na-
hoas tuvieron que poner nombres á
sus veintenas para distinguir los
días; los sacerdotes no lo necesita-
ron en las del tonalamatl por su
combinación trecenal; pero como
en cada veintena celebraban una
gran fiesta, los nombres de éstas
sirvieron álos toltecas para dar
nuevos á las veintenas. De aquí na-
ce la diferencia de nombres de un
mismo mes ó veintena, que se ob-
serva de autor á autor.
Chavero, examinando diversos
calendarios y varios autores que
los explican, ha dado la nueva no-
menclatura de los meses nacida de
las fiestas del Tonalamatl, y es la
siguiente:
1. Atemostli ó fiesta de los dio-
ses.
2. Xochihuitl ó fiesta de las flo-
res.
3. Cihuailhuitl ó fiesta de las mu-
jeres.
4. Cohuailhuitl ó fiesta de la cu-
lebra.
5. 7ojEro//.s/// ó fiesta del ayuno.
6. Tepopochhuilistli ó fiesta de
los sahumerios.
7. Eisacualistlió fiesta de los ali-
mentos.
8. Tecuhilhuitl ó fiesta de los se-
ñores.
9. Micailhuitl ó fiesta de los muer-
tos.
10. Ochpanistli ó fiesta de los
templos
11. 7(?/)^/7/rw/// ó fiesta de los mon-
tes.
12. Quecholli ó üestSL de las aves.
13. Panqtietsalistli ó fiesta de las
banderas.»
Sigue Chavero explicando el
aumento de los cinco meses y dice:
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412
ANA1.ES DEL MUSEO NACIONAL
«El aumento de los cinco meses
se nota en si|s mismos nombres,
y se ve por ellos cómo fueron inter-
calados. De Xockilhuitl hicieron
liscallí Xochilhuitl y agregaron Ti-
Utl liscalli. De Tosoliatli formaron
Tosostontli 6 pequeño ayuno, y
Huey Tosoatlí ó gran ayuno. Tecu-
huilhuitl se tomó en Tecuhilhuüon-
tu 6 fiesta pequeña de los señores,
y Huey Tecuhilhuitl ó fiesta grande
de los mismos. Micaühuitl quedó de
Huey Micaühuitl ó gran fiesta de los
muertos, y se agregó Micailhuiton-
tu ó la pequeña fiesta. En fin, de
Tepeilhuitl, que también se llama
Pachtli ó heno, hicieron Hueypach-
tu y PachtU,
«Quedaron, pues, con los siguien-
tes nombres las 18 veintenas:
1. Atemo3tli.
2. TititllacalU,
3. ItacalU Xochilhuítl.
4. Cihuaitlhuitl.
5. CohuailhuilL
6. ToBOsiontli,
7. HueytozostU.
8. TepopochhuiU&tli.
9. EtsacualistU,
10. Tecuhilhuitontli.
11. Huey tecuhilhuitl,
12 MicailhuitontU.
13. Hueymicailhuitl,
14. Ochpaniztli,
15. Pactli ó PachtontU.
16. Hueypachili ó Tepeilhuitl.
17. QuecholU.
18. Panquetaaliatli,
• Este es el orden de los meses en
el calendario de Gama, y fué el for-
mado por la combinación del año
solar y del lonalamatl dejando to-
davía el principio en el solsticio de
invierno. Encontramos otros nom-
bres para los meses, que fueron sin
duda del calendario nahoa, y algu-
nos de los mexica; se refieren en lo
general á la agricultura, y á veces
á los dioses.
«Así Tititl It?tcallii vientre y casa
de la luz, ó primer mes en que co-
mienza el año y sol nuevo, cree-
mos que era nombre nahoa. Para
Cihuailhuitl encontramos los nom-
bres Xilomanalistli, Atlacahualco
y Cuahuitlehua. Xilomatialisrtli es
i ofrenda del maíz tierno, y Cuahui-
tlehua quemazón de los montes. El
primero parece el primitivo, y el se-
gundo se daba fuera de México por
los tlaxcalteca y otros pueblos de
lugares montuosos. Atlcahualco ó
Atlacahualco significa detención de
las aguas, y refiriéndose á las de los
lagos se introdujo por los mexica.
Cohuailhuitl se llama también Tía-
caxipehualistli, y éste fué el nom-
bre que subsistió. En vez de Tepo-
pochhuillistli, quedó Toxcatl, que,
según Gama, quiere decir sarta de
maíz tostado, y que por primitivo
tenemos. El MicailhuitontU lo con-
virtieron los mexica en Tlaaochima-
co, cuando se cogen las flores, y
el Hueymicailhuitl en Xocohuetsi,
cuando madura la fruta. Para Och-
paniatli hallamos también el nom-
bre TenahuatiUstli. Pachtli, entre
los mexica se llamaba Teotleco ó ba-
jada de los dioses, y el Hueypach-
ili quedó de Tepeilhuitl.
De esto se deduce que el orden y
nombres de los meses que trae Ga-
ma, comenzando por Atemo^tli y
acabando por Panquetsalistli, es el
de los tolteca; y los nombres de Sa-
hiigún eran los de los mexica. Pero
cuando éstos pasaron por Tollan to-
maron el orden tolteca; así es que
al fijar de nuevo su cronología, des-
pués de la destrucción de la Ciudad,
comenzaron su ciclo por el año ce
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
413
acatlf.en el día ce acatl del mes Ate-
mostli.y>
Los mexicanosfijaron en sus vein-
tenas los días en el orden en que apa-
recen en la tabla publicada en este
Diccionario^ artículo Calendario
RELIGIOSO (pág. 521 del tomo II de la
2.* época de estos Anales.)
«Estos veinte días en el uso civil
se combinaban de cinco en cinco,
dedicando el quinto para mercado
ótianqutBtli. Como los cinco «^wow-
temi eran inútiles, resultaban en el
aflo setenta y dos días de mercado,
que eran de descanso ó de fiesta,
como hoy decimos, y doscientos
ochenta y ocho de trabajo. Esta di-
visión tan sencilla del aflo en pe-
ríodos mínimos de cinco días era
muy útil y estaba al alcance de la
gente más indocta; les enseñaba que
cada cinco días había mercado;
que al cuarto mercado acababa el
mes y al día siguiente tocaba fies-
ta religiosa de la veintena inmedia
ta, no suspendiéndose el mercado
sino en los días netnoniemi por ser
fatales.»
Con este orden de días las diez y
ocho veintenas formaron el calen-
dario mexicano en los términos si-
guientes:
CALENDARIO MEXICANO
DEL AÑO / rOCHTLI, PRIMERO DEL SIGLO.
Atlacahunlco, 1 mes.
DÍAS FIESTAS.
/ Cipactli La gran fiesta secular.
// Echecatl Fiesta de Tlalocateuctli y de los otros
dioses del agua, con sacrificios de
niños y el gladiatorio.
IlICalli
IV Cuetspallin
V Coatí
VI Miquistli
Vil Mazatl
VIlITochtU
XIAtl
X IzcuintU
XI Ozomatli Sacrificio nocturno de los prisioneros
cebados.
XII Malinalli
XIII Acatl
lOcelot
// Cuauhtli
/// Co!3cacuauhtU
104
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414 ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
DÍAS FIESTAS
IVOlin
VTecpatl
VI Qtiiahuitl
VII Xóchitl
Tlacaxipehualiztli, 2 mes.
VIH Cipactli , La gran fiesta de Xipe dios de los pla-
teros, con sacrificio de prisioneros,
y ejercicios militares.
IX Ehecatl
XCalli
XI Cuetspalin
XII Coatí Ayuno de los veinte días de los due-
ños de los prisioneros.
XIII MiquiBtli
I Mazatl
IITochtli
III Atl
IV Itscuintli
V Osomatli
VI Malinalli
VII Acatl Fiesta del dios Chicotnacatli.
VlIIOcelotl
IX Cuauhtli Fiesta del dios TequiztlimatehuatL
X Coscacuauhtli
XlOlin
XIITecpatl
XIII Quiahiiitl Fiesta del dios Chacontí, con sacrifi-
cios nocturnos.
I Xóchitl
Tozostontlí, 3 mes.
II Cipactli Vigilia de los ministros del templo to-
das las noches de este mes.
III Echecatl
IVCalli
V Cuetspalin
VI Coatí Segunda fiesta de los dioses del agua,
con sacrificios de niños y oblacio-
nes de flores.
VII Miquistli.
VIII Masatl
IX Tochtli
XAtl
XI Itscuintli
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SEGUNDA £POCA. TOMO V. 415
DÍAS FIESTAS
XÍI Osomatli
Xm Malmaili
/ Acatl Fiesta de la diosa Cuatlicue, con obla-
ciones de flores y procesión.
IlOcelotl
IlICuauhtli
IV Coscacuauhtli
VOlitt
VITecpatl
VIIQuiahuitl
VIH Xóchitl
Hueitosostli, 4 mes.
IX Cipactli Vigilia en los templos y ayuno gene-
ral.
X Ehecatl
XICalli
XII Cuetspalin Fiesta de Centeotl, con sacrificios de
víctimas humanas y codornices.
XIII Coatí
I Miquiztli
II Masatl
/// Tochtli. . •
IV Atl
V ItBcuiutli Convocación solemne para la gran
fiesta del mes siguiente.
VI Osomatli
Vil Malinalli
VIH Acatl
XrOcelotl
X Cuatihtli
XI Cozcacuauhtli Ayuno preparatorio de la fiesta si
guiente
XlIOliu
XIII Tecpatl
/ Quiahuitl
II Xóchitl
Toxcatl, 5 mes.
III Cipactli La gran fiesta de Tezcatlipoca, con so
lemne procesión de penitencia, sa-
crificio de un prisionero y salida del
templo de las doncellas
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416
ANALES OEL MUSEO NACIONAL
DÍAS FIESTAS
IV Ehecatl
VCalli
VI Cuetspalin
Vil Coatí
VIII Miquiztli
IXMazatl
X Tochtli,. .'■..."
XI AN Primera fiesta del Híiitzilopochtli. Sa-
crificio de víctimas humanas y co-
dornices. Se incensaban con chapo-
potli 6 betún de Judea. Bí^ile solem-
ne del rey, de los sacerdotes y del
pueblo.
Xll Itscuintli
XIII Osomatli
/ Malinalli
II Acatl
IlIOceloÜ
IVCuauhtli
V Coscacuauhtli
VIOlin
VII Tecpatl
VIII Qiiiahuitl
IX Xóchitl
Etzalcualitzli, 6 mes.
XCipactli
XI Ehecatl
XII Calli La tercera fiesta de los dioses del agua.
con sacrificios y bailes.
XIII Cuetzpalin
I Coatí
// Miqtiistli
III Masatl
IV Tochtli
VAtl
VI Itscuintli
VlIOzomatli
VIII Malinalli Castigo de los sacerdotes negligentes
en el servicio del templo.
IX Acatl
X Ocelotl
XI Cnauhtli
XII Coscacuanhtli
XIII Olin
I Tecpatl
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V. 417
DÍAS FIESTAS
// Qtdahuttl
III Xóchitl
Tecuilhuitontli, 7 mes.
IVCipactli
VEhecatl
VlCalli
VII Cuetspalin
V^II Coatí
IX Miquistli Fiesta de Xuixtoxihuatl, con sacrifi-
cios de prisioneros y baile de sacer-
dotes.
XMasatl
XITochtli
XII Atl
XIII Itscuintli
/ Osomatli
II Malinalli
III Acatl
IVOcelot
V Cuauhtli
VI Coscactiauhtli
VlIOlin
VIH Tecpatl
XI QuiahuUl
XXochitl
Jtieitectíilhuitl, 8 mes.
XI Cipactli Segunda fiesta de Centeotl, con sacri-
ficio de una esclava, iluminación deJ
templo, baile y limosna.
XII Ehecatl
XlIICalli
/ Cuetspalin .
II Coatí
/// Miquistli
IVMasatl
V Tochtli. . • Fiesta de MaaiiltochtH.
VI Atl
Vil ítscuintli
VIIIOBomatli
IX Malinalli
X Acatl
XlOcelotl
Anales 10^
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418 ANALES OEL MUSEO NACIONAL
DÍAS FIESTAS
XII Cuauhtli
XIÍI Coscactiauhtli
IOHh
II Tecpatl
/// Qiiiahuitl
IV Xóchitl
Tlaxochimaco, 9 mes.
V Cipactli Fiesta de Macuilcipacíli.
VI Echecatl
VlICalli
VIII Ctíetspalin
IX Coatí
X Miquistli Segunda fiesta de Huitzilopochtli , con
sacrificio de prisioneros, oblación
de flores, baile general, y banquete
solemne.
XI Mamtl
XIITochtli
XITI Atl
I Itzcuintli
// O.^omatli
IIIMaliualli
IV Acatl Fiesta de Xacatcuctli, dios de los mer-
. caderes, con sacrificio v banquetes.
VOcelotl
VlCuau/ttlí
Vil Coscacuauhtii
VllIOlin
XI Tecpatl
X Quiahnitl
Xl'Xochitl
XocohuetBt, 10 nres.
XII Cipactli Fiesta de Xiuhteuctii, dios fuego, con
baile solemne y sacrificios de pri
sioneros.
XIII Ehecatl
ICalli
// Cuetzpalin
III Coatí
IV Miquistli
VMasatl
VITochtli
Vil Atl
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SKGUNDA EFOCA. TOMO V. 419
DÍAS FIESTAS
VIII Itscuintli
IX Ozomatli
XMalinalli
XIAcatl
XllOcelotl
XIII Cuauhtli
/ Coscacuauhtli Cesaban en estos cinco días todas las
fiestas.
IIOHh
IIITecpatl
IVQuiahuitl
V Xóchitl
Ochpani^tli, 11 mes.
VI CipactU Baile preparatorio de la fiesta si-
íjuiente.
Vil Ehecatl
VlIICalli
IX Cuetspalin
X Coatí
XI Miquiztli
XII Masatl
XlIITochtli
1 Atl Fiesta de Tcteoinan, madre de los dio-
ses, con sacrificio de una esclava.
// Itscuintli
/// Ozomatli
IV Malinalli
V Acatl
VI Ocelotl Tercera fiesta de la diosa Centcotl en
el templo Xiuhtecalco, con proce-
sión V sacrificios.
VII Cuauhtli
VIH Coscacuauhtli
IXOlin
X Tecpatl
XI Quiahuitl
XII Xóchitl
Teotleco, 12 ffies.
XlIICipactli
I Echecatl . . , .
IlCalli
/// Cuetspalliií
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420 ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
DÍAS FIESTAS
IV Coatí
V MiquiBtli
VIMasatl
VIlTochtU
VIlIAtl
XI Itzcuvitli Fiesta de Chiucnahuitscuintli, Na-
hualpüliy Centeotl, dioses de los la-
pidarios.
X O^omatli
XI Malinalli
XII Acatl
XlIIOcelotl
/ Cuauhtli
// Coscacuauht/i
/// Oltn Vigilia de la fiesta siguiente.
IV Tecpatl Fiesta de la llegada de los dioses, con
gran cena y sacrificio de prisioneros.
VQiiiabuitl
VI Xóchitl
Tepeilhuitl, 13 wes.
VII Cipactti Presta de los dioses de los montes» con
sacrificio de 4 esclavas y un prisio
ñero.
VIII Ehecatl.:
IXCalli
X CuetBpalin Fiesta del dios Chochitico, con sacrifi-
cio de un prisionero.
XI Coatí
XII Miqniztli
XIIIMasatl
7 Tochtlt
IIAtl
/// ItzciiitUli
IVOsomatlt
V Malinalli Fiesta de Centzontotochtiít, dios del
vino, con sacrificio de tres esclavos
de tres pueblos diferentes.
VI Acatl
VlIOcelotl •
VIH Cíiauhtli
IX Cozcacuatihtli
XOliu
XI Tecpatl
XII QuiaJmitl
XIII Xóchitl
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V. 421
DÍAS FIESTAS
QjícchoUi, 14 mes.
I Cipactli Ayuno de cuatro días para la fiesta si-
guiente.
IIEhecatl
IlICalli
IV Cuetspalin Fiesta de Mixcoatl, dios de la caza. Ca-
za general, procesión y sacrificio de
animales.
V Coatí
VI Miqtdstli
VII Masatl
VIIITochtli
IXAtl
X Itscuintli
XI Ozomatli
XIIMalinalli
XIIIAcatl
1 Ocelotl
// Cuauhtli
/// Coscacuauhtli
IV Olin Fiesta de Tlamatizincntl , con sacrifi
cío de prisioneros.
VTecpaÜ
VI Quiahuitl
VII Xóchitl
Panquetsaüstli, 15 mes.
VIH Cipactli
IX Ehccntl Tercera y principal fiesta de Huitd-
lopochtliy de sus compañeros. Ayu'
no rigoroso, procesión solemne, sa-
crificios de prisioneros y de codor-
nices. Ceremonia de comer la esta-
tua de masa de aquel dios.
XCalli
XI Cuetspalin
XII Coatí
XIII Miqíiistli
I Masatl
IITochtli
III Atl
IV ItBCuintli
V Osomatli
106
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422 ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
DÍAS FIESTAS
VI Malinalli
VIIAcatl
VlIIOcelotl
IXCuauhtli
X Cozcacuauhtli
XlOlin
XIlTecpatl,..
XIII QuiahtiitL.
I Xóchitl...
Atemoztli, 16 mes
II Cipactli,
IIIEchecatl
IVCalli
V Cuetspalin
VI Coatí
Vil Miqíiistli
VIIIMasatl
IX Tochtli
XAtl
XI Itscuintli
XlIOzomatlt
XIII MaliHalli
lAcatl
IlOcelotl
IlICuauhtli
IV Coscacuauhtlt Ayuno de cuatro días para la fiesta si-
guiente.
VOlin
VITecpatl
VII Qtiiahuitl
VIII Xóchitl Cuarta fiesta de los dioses del agua.
Tititl, 17 mes.
IX Cipactli
XEhecatl
XI Calli Fiesta de la diosa Ilamatenctli, con
baile y sacrificio de una esclava.
XII Cuetspalin
XIII Coatí
/ Miqíiiztli Fiesta de Mictlanteuctli, dios del in-
fierno, con sacrificio nocturno de un
prisionero.
// Masatl
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V. 423
DÍAS FIESTAS
/// Tochtii
IVAtl
V Itzcuwtli
VI Ozomatli. Segunda fiesta de Xa cateuctli, dios de
los mercaderes, con sacrificio de un
prisionero.
Vil Malina/U
VIH Acatl
IXOcelotl
X Cuauhtli
Xí Coscacuauhtli
XII Olin
XlIITecpaÜ
IQiiiahuitl
II Xóchitl
Iscalli, 18 mes.
IlICipactli
IVEchecatl
VCalli
VI Cuetspalin
VII Coatí
VIII Miquistli
IXMasatl
X Tochtii
XIAtl
XII Itscuintli Caza general para los sacrificios de
la fiesta.
XIII Osomatli
1 Malinalli
II Acatl
IlIOcelotl
IV Cuauhtli
V CoBcacuauhtli
VI Olin Segunda fiesta de Xiuhteuctli, dios
del fuego, con sacrificio de anima-
les.
VÍJ Tecpatl
VIII Quiahuitl
IX Xóchitl Renovación del fuego en las casas.
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424
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
Siguen los cinco días útiles (Nc-
montemi) para completar los 365
días del año solar. Estos cinco días
no llevan número de la trecena
ni nombre de la veintena, como lo
pone Clavigero en su Calendario,
pues si llevaran nombre y núme-
ro no serían inútiles, puesto que ha-
bría fiestas en ellos. Según esto, el
año siguiente, 2 ^c^//, empezaba la
veintena con 10 CipactU.
Del hecho de haber asignado en
algunos calendarios númeroy nom-
bre á los días ncmontemi han resul-
tado grandes errores y confusiones
en los cómputos del tiempo; y por
eso se advierten grandes diferen-
cias en las fechas concordantes de
los calendarios mexicano y grego-
riano. Veytia fué el autor de la
asignación de números y nombres á
los días nemonicmi, pero autores
posteriores han demostrado que esa
asignación era errónea.
Cada una de las veintenas, cuyo
orden hemos dado á conocer, me-
rece una explicación sobre sus di-
versos nombres y sobre algunas ce-
remonias que, aparte de las fiestas,
se celebraban en ellas.
Chavero hace la explicación con
algunos errores etimológicos, que
hemos ya hecho advertir en los ar-
tículos respectivos de este Diccio-
nario.
Hecha esta salvedad, insertamos
en seguida la continuación del tex-
to de Chavero, cuya parte primera
puede verse en el artículo Atlaca-
HUALco (pág. 362 del tomo II de la
2.'^ época de estos Anales).
• Duran, (explicando el nombre
Athnotzacuaya&iXKÍío al mismo mes,
lo refiere í\ que entonces se corta-
ba el agua de los terrenos de re-
gadío, en los cuales ya había ma-
zorcas tiernas, por lo cual se le
llamaba también Xilomaniliztli.
Tenía también el nombre de Xoch-
tsitsqtiilo ó tomar un ramo en la
mano, pues consideraban que el año
era de muchos meses y días como
el ramo de muchas ramas y hojas:
así tomar el año en la mano signi-
fica empezar el año. En significa-
ción de esto salían los mexica por
los campos y todos tocaban con la
mano las hierbas y ramos nacidos,
y arrancando algunas entraban con
ellas en la mano en el templo. Por
eso se representaba este mes con
un hombre arrancando hierbas.
«Era igualmente nombre de este
mes Quahuitlehtia; que quiere de-
cir empezar á caminar los árboles
ó empezar los árboles á levantarse,
para significar que habían estado
tristes y caídos por el frío del in-
vierno y ya volvían á cubrirse de
hojas con la primavera. Bajo este as-
pecto, el símbolo del mes era el dios
Tlaloc sobre el agua rodeado de ra-
mos con hojas verdes.
«Era esta veintena notable por
tres ceremonias que en ella se ha-
cían. El día décimo séptimo caía el
I signo ollin con el numeral cuatro, y
I en él se celebraba la fiesta de los
guerreros cuauhíli y ocelotl, la cual
hemos descrito antes minuciosa-
mente. El primer día déla veintena,
después del ofrecimiento de los ra-
mos, los padres y las madres estira-
ban todos los miembros de sus hijos
pequt*ños, las manos, los dedos,
los brazos, las piernas, los pies, los
cuellos, las narices y las orejas, pues
, creían que de no hacerlo no crece-
' rían los niños. Además, en este día,
hacían particular ofrenda á losdio-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
425
ses, así de comidas como de plumas,
joyas y otras cosas, para pedirles
año fértil y bueno, y tomaban asi-
mismo comidas nuevas y diferen-
tes, pues era de su rito diferenciar
manjares y tomar en cada fiesta
uno distinto •
En el artículo Atlacahualcohemos
discutido ampliamente la etimolo-
gía de este nombre.
9Í( *
Continúa Chavero:
«El segundo mes ó veintena, lla-
mado TiacaxipehualisíU, comen-
zaba á 21 de marzo.
«Dado á la astronomía el pueblo
mexica y teniendo por base de su
religión los cuatro astros sol, tie-
rra, estrella de la tarde y luna, ce-
lebraba el equinoccio de primavera
dedicando esta veintena á Tolec.
Este dios era, digámoslo así, el con-
junto de estos astros, la personifi-
cación de ellos, dominando y tenien-
do lugar preferente el sol, que en
su período cíclico los encerraba á
todos. La mejor manera de com-
prender ésto, es ver la pintura re-
lativa al Códice Oxford, donde se
condensan las ideas cronológicas
de la raza. Representa una figu-
ra humana, cuyo rostro es el sol con
sus grandes orejeras redondas, ro-
deada de multitud de rayos: en la
parte inferior está la doble figura
del dios rojo sobre el símbolo del
agua, porque el fuego reposa en
ella, es el creador de los astros y
fundamento de todo su sistema. A
los lados se ven dos ocelotl, signifi-
cando á la estrella en el oriente y
en el poniente en la mañana y en la
tarde; en la parte superior hay una
faja, la mitad con tecpatl ó luz
de la estrella y la otra mitad con el
signo del humo de la luna. En el cen-
tro de la figura está la tierra Cos-
cacuauhtli, como para expresar que
á su derredor se mueven los astros
y lo atraviesan formando cruz una
línea de tecpatl, trayecto de la es-
trella, y otra de signos de humo,
camino de la luna. Entre los rayos
de luz se ve á cada lado un dpactlt,
y por una parte hay signos de hu-
mo y por la opuesta tecpatl. Abajo
tiene por fecha el día 5, coatí, del
año 10, callí, fecha del calendario
astronómico, cuyo cálculo daría sin
duda mucha luz.
«Pues bien. Totee representaba
este conjunto y era por excelen-
cia el sol mismo; de aquí venía el
I dedicarle la veintena en que el as-
tro comienza á dar más calor y en
que sus días van siendo más lar-
gos. Mas como también represen-
ta á la estrella y á la luna, celebrá-
base su fiesta con el sacrificio gla-
diatorio, simbolismo de la lucha as-
tronómica de esos dos astros. En
este día desollaban á los sacrifi-
cados, lo cual era la verdadera so-
lemnidad de Xipe, desollado, y se
ponían sus pieles ciertos hombres
expresamente para ello designa-
dos. Salían así á pedir limosna y á
asustar á los muchachos, y anda-
ban bailando de puerta en puerta
hasta que se rompían los cueros.
Comían en esta fiesta cocolli ó pan
retorcido y en todos sus asientos
ponían hojas de zapote blanco.
«Conocemos varios símbolos de
esta veintena; Totee armado en son
de guerra; una piel humana y sobre
¡ ella una macuahuitl , un pantliy un
I chimalli; otras veces media figura
1 del mismo Totee, y al mismo con el
1 cetro de Xiuhtletl sentado en iepa-
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426
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
/// de conchas y canillas de muerto.
Tlacaxipehualistli quiere decir la
fiesta de los desollados.»
En el artículo Totee ó Toteuc he-
mos procurado demostrar que el
simbolismo que le atribuye Chave-
ro á este dios no está probado en
su totalidad.
* *
Continúa Chavero:
«El mes Tososlontli comenzaba A
10 de abril. Su nombre viene de to-
^oflr,de velar, con el diminutivo ton-
tu, vela ó vigilia pequeña, porque en
esa veintena velaban y ayunaban
los muchachos. Duran dice que sig-
nifica punzadura pequeña y que los
muchachos de doce años abajo no
sólo ayunaban, sino también se sa-
crificaban punzándose con espinas
de maguey, y refiere cómo agore-
ros embaucadores andaban de casa
en casa viendo si los muchachos ha-
bían cumplido y premiándolos con
hilos de colores que les ataban al
cuello.
«Era también fiesta colgar sobre
las milpas y de árbol á árbol unos
cordeles con muchos idolillos y cor-
tar las rosas del campo formando
ramos de ellas. En el símbolo de es-
te mes se ve á un hombre hacién-
dolo, y encima, atravesado por un
hueso, al pájaro tozotli, según el se-
ñor Orozco, pasajero en el Valle, y
que por aquella época llegaba. En
este día también bendecían las se-
menteras los labradores, las reco-
rrían con braseros en las manps
quemando incienso, é iban á los lu-
gares en donde estaban los dioses
de sus campos á ofrecerles sahu-
merios, comida y pulque. Todo el
día andaban con rosas, celebrando
con ellas mil regocijos. Por ser la
fiesta de las primicias de la agricul-
tura, también se representaba estíi
veintena con Centcotl, la diosa del
maíz, acompañada de un hombre
que lleva rosas en las manos.
«La cuarta veintena era Hueyio-
zoztli, vela y ayuno grande, porque
velaban y a3^unaban el rey y los
principales. Como este mes princi-
piaba á 30 de abril y por entonces
comienza á haber algunas lluvias
en el Valle y el excesivo calor hace
que se deseen y se necesiten para
los campos, se hacía en esa época
la solemne fiesta en el cerro Tlaloc,
que ya hemos descrito, y se simbo-
lizaba con las figuras del dios Tlalo-
catecuhtli y de Chalchicueye, el pri-
mero empuñando una caña de maíz,
sobre la cual caen gotas de lluvia, y
la segunda con una corriente azul de
agua en la mano izquierda y un chi-
malli en la derecha con el signo de
las tempestades.
«La quinta veintena, Toxcatl, em
pezaba á 20 de mayo. A pesar de las
diversas .significaciones dadas á es-
te nombre, y no obstante la opinión
de Gama, quien lo traduce por soga
gruesa torcida de sartales de maíz
tostado, preferimos la de Duran,
esto es, sequedad y falta de agua,
pues indudablemente el substantivo
y parte principal del nombre Tox-
I catl es all, agua, y toxahua quiere
decir derramar ó echar maíz; de ma-
nera que celebraban esta fiesta pa-
ra pedir agua que hiciese producir
los campos.
«La fiesta de Texcatlipoca, se ce-
lebraba el primer día de la veintena
Toxcatl, es decir, á 20 de mayo, se
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
427
gún nuestro calendario. La víspera
los señores llevaban á los sacerdo-
tes un vestido nuevo y lujosísimo
que ponían al dios, y guardaban és-
tos el puesto en unas petacas desti-
nadas á ese objeto en las cuales te-
nían los ornamentos y joyería del
ídolo. Adornaban además el santua-
rio con multitud de banderas y qui-
tasoles de pluma. Al dios le ponían
sus más ricas joyas. Después de ter-
minado el adorno quitaban la corti-
na de la puerta para que todos pudie-
sen ver el ídolo, y salía el sacerdo-
te Titlacahiian vestido con un traje
igual al del dios y con un ramo de ro-
sas en la mano, y tocaba una flauti-
lla de agudo sonido, vuelto al orien-
te, y después al occidente, al norte y
al sur. Los presentes al ver al sacer- I
.dote y los ausentes al oir el silbido ;
de la flauta, todos se postraban, y
tocando la tierra con el dedolo lle-
vaban á sus labios y todos lloraban
implorando la protección del dios,
los unos por sus pecados para que
no les sobreviniesen enfermedades,
y los otros por sus delitos para que
no fuesen descubiertos; mientras
que los valerosos >Y/ov/ 5^//^ pedían
victoria contra sus enemigos y
fuerzas para prender muchos cau-
tivos en la guerra al mismo Tezca-
ílipoca, á Quetsalcoalt, á Huit^ilo-
pochili y á Cihuacoatl, deidades
principales de los mexica.
«Esta solemnidad se hacía en la
noche porque en ella es la luna rei-
na de los cielos.
«Al día siguiente vestían los sa-
cerdotes á un cautivo con un traje
igual al del dios y lo ponían en unas
andas muy adornadas; sacaban los
mancebos y doncellas del Calniecac
una soga gruesa y torcida hecha de
maíz tostado la cual llamaban tam-
bién toxcatl, rodeaban con ella las
andas echándolas al cuello del ídolo
y de lo mismo le ponían una guir-
nalda en la cabeza. Los sacerdotes
estaban todos embijados de negro
con sus cabelleras largas trenzadas
á la mitad; los mancebos también
embijados con sus mantas de red y
í^oga y guirnaldas de toxcatl, y las
doncellas vestidas con nuevos tra-
jes y aderezos, con sus sartales de
maíz tostado, y en la cabeza toca-
dos echos de varillas con el mismo
maíz, pintado el rostro de colores y
los brazos y las piernas empluma-
das. Mancebos y doncellas llevaban
en las manos ramos de rosas.
«Hacíase procesión con el dios
por el patio del templo, cuyas al-
menas estaban cubiertas de rosas
y cuyo piso estaba regado de pen-
cas de maguey. Seguíanse después
las ofrendas acostumbradas de jo-
yas, mantas y comidas, y al medio
día salían todas las doncellas en
hilera con un cerco negro pintado
en la boca llevando la comida del
dios: las precedía un sacerdote es-
pecial de Te^cailipoca, vestido con
una especie de sobrepelliz que le
daba á las pantorrillas, blanca y
con muchos rapase jos por orla; en-
cima tenía un jubón sin mangas de
cuero rojo, y en el lugar de las man-
gas traía unas como alas de las que
salían unas cintas anchas para ob-
tener en la espalda del sacerdote
un calabazo lleno de agujeros y
en ellos rosas, y por dentro de tiz-
ne y colores. Este calabazo se lla-
maba iyetecon. Una vez dejada en
el templo la comida del dios, la lle-
vaban á los calmeen tecuetin ó dig-
nidades del dios, quienes habían
ayunado desde cinco días antes pa-
ra que la comiesen.
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
«En seguida sacrificaban en lo
alto del templo al cautivo, quien
durante un año había representado
al dios, vestido y reverenciado como
él, y una vez que le arrancaban el
corazón arrojaban su cuerpo por
las gradas. Procedíase después á la
danza sagrada en un lugar llamado
yxtihtíacan; salían los mance-
bos y las doncellas y las dignida-
des del templo con tiaras en las
cabezas como las mozas, y los se-
ñores y guerreros, y todos canta-
ban y bailaban al rededor del híie-
htietl. Decían á las tiaras tzatsaBÜi
y las usaban ese día todos los prin-
cipales, y á la danza toxcanetotilis-
tli.
«Cada cuatro años, á más del cau-
tivo citado, sacrificaban á otros que
llamaban imalacualhuan.
«En este día y en honra de la fies-
ta era costumbre que todos comie-
sen maíz tostado.
«Representaban á este mes en los
jeroglíficos ó con la simple imagen
del dios Tescaltipoca 6 con una ca-
beza coronada por una guirnalda ó
con un sartal de maíces y una ha-
cha; pero la representación más ge-
nuina es el dios con el sartal tox-
catL*
En el artículo Toxatl hemos des-
cuidado la etimología de este nom-
bre. (V.)
*
* *
Continúa Chavero:
«La sexta veintena, llamada Et-
salctialisíli, comenzaba á 9 de Ju-
nio. Ya hemos hecho relación de es-
ta fiesta. El jeroglífico del mes era
el dios Tlaloc con cañas de maíz en
las manos y una olla de et^acualli.
En algunas pinturas rodea al dios
una lluvia de gotas de agua, porque
en esa veintena había comenzado
ya á llover con fuerza.»
Continúa Chavero:
«La séptima veintena Tecuhilhui-
tontli, ó fiesta pequeña de los se-
ñores, comenzaba á 29 de Junio.
No era ciertamente una solemni-
dad civil ni religiosa, ni en ella ha-
bía sacrificios ni esplendores del
culto. La ceremonia se reducía á
darse rosas los unos á los otros,
á regar de rosas los estrados y á que
en esc día les era permitido salir á
las muchas mujeres de los señores
polígamos, las cuales se juntaban y
andaban por la calle con guirnal-
das en las cabezas y trajes lujosos
y aderezos galanos, recibiendo fes-
tejos y requiebros de los jóvenes y
I señores principales, si bien guarda-
¡ das por la vigilancia de ayos cor-
cobados y amas ancianas y cuida-
doras. Si pudiéramos hacer una
comparación con esa fiesta, diría-
mos que era á modo de inocente
carnaval sin disfraz.»
*
Sigue Chavero:
• La octava veintena era Htieyte-
ciihilhuitl ó fiesta grande de los se-
ñores. En ella se hacían dos solem-
nidades, que ya hemos descrito: la
del cautivo que representaba á
Queisalcoatl, y era sacrificado por
la noche en el templo de TcBcatli-
poca.^n conmemoración del triunfo
astronómico é histórico de éste en la
lucha tradicional de ambos diosos y
la solemne de Cihuacoatl. A ésta le
hacían también fiesta entonces las
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
429
parteras y médicas de la ciudad.
Consistía en que tomaban auna mo-
za bien engalanada y salían todas
con ella llevándola á lo alto del ce-
rro de Chapultepec. Una vez allí le
decían: —Hija mía daos priesa en
volver al lugar de donde salimos.—
Daba entonces á correr la moza y
tras ella todas las viejas; va jaba el
cerro, atravesaba la calzada de
Tlacopan, se entraba en el templo
y subía ya casi ahogada y sin alien-
to por las gradas. Hacíanle allí las
crueles médicas cantar y bailar,
embriagándola para que no sintie-
re tristeza, y después la entrega-
ban á los sacerdotes para que la
sacrificasen.
«La comida ritual de esta fiesta
eran los quiltamalH 6 bizcochos de
legumbre para significar que éstas
se habían producido ya por el be-
neficio de las lluvias bien entradas
en aquella época.
«El signo del mes es un señor
principal con una flor por tocado,
y en la mano un disco semejante al
símbolo de Chalco.»
Prosigue Chavero:
«El noveno mes ó veintena era
Tlaxochimaco, y caía á ocho de agos-
to. Significa estera de flores ó tie-
rra florida, porque entonces los
campos y los árboles están llenos
de ellas. Dedicaban la fiesta á los ni-
ños muertos y se consideraba co-
mo la principal de los tepaneca. Era
á más como preparación de la si-
guiente veintena; y al efecto corta-
ban en el monte uno de los mayo-
res y más gruesos maderos, le qui-
taban la corteza y lo alisaban, y
arrastrándolo entre muchos lo
traían á la puerta de la ciudad, en
donde lo recibían los sacerdotes con
bocinas, cantos y bailes, y el pueblo
con ofrendas y sahumerios. Llamá-
banle Xocotly y lo dejaban ahí tira-
do todos los veinte días del mes;
pero celebrándolo cada día con in-
ciensos y danzas y sacrificios per-
sonales de punzaduras y azotes.
*Esta fiesta se llamaba Micail-
htiiiontli entre los tlaxcalteca, y
quiere decir fiesta pequeña de los
muertos.
«El signo del mes es un cadá-
ver amortajado y unos hombres
arrastrando el madero Xocotl.
Prosigue Chavero:
• La décima veintena era Xoco-
huesti, y empezaba á 28 de agosto;
significa cuando madura la fruta, 3^
se seguía al anterior como los fru-
tos siguen á las flores en los árbo-
les. Era la fiesta de este mes solem-
nísima. Los sacerdotes todos ves-
tían sus trajes de ceremonia más
suntuosos, y se hacían sacrificios de
muchos hombres y grandes comi-
das con los cuerpos de los sacrifi-
cados. Comenzaba porque antes
que amaneciese los sacerdotes le-
vantaban con gran solemnidad y
reverencia el madero Xocotl y lo
enhestaban en el patio del templo.
Para los sacrificios ofrecían de an-
temano los mercaderes cinco cau-
tivos, cuatro hombres y una mujer,
á los cuales llamaban Yacatecuhtli,
Chiconquiahuitl , Cuauhtlaxayauh ,
Coitlinahual y Chachalmecacihuatl ,
nombres de cinco deidades que ado-
raban; de las cuales eran represen-
tación durante los veinte días ante-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
rieres, y como á ellas se les re-
verenciaba y honraba.
«Ponían sobre el madero un gran
pájaro hecho de masa de bledos,
tBoaíli, haciéndole su cabeza con pi-
co dorado y las alas y cola con
plumas verdes muy galanas, y á su
rededor cuatro pinas muy pintadas
de la misma masa. Delante del Xo-
cotl encendían después una gran
hoguera, la cual sin descanso esta-
ban alimentando con leña. Venida
la mañana vestían muchos cautivos
con los trajes de todos sus dioses
principales y los ponían en hilera
junto á la lumbrada. Salía en se-
guida un sacerdote, llamado el lu-
chador, y uno á uno les iba atando
las manos; después salían otros cin-
co, y el primero nombrado llehua,
barría al rededor de la lumbre; é
inmediatamente tomaban á los cau-
tivos y los iban arrojando en el fue-
go, y á medio asar y antes de que
muriesen los sacaban y sacrifica-
ban arrancándoles el corazón. Tras
cada uno de estos cautivos, repre-
sentante de los dioses, sacrifica-
ban á cuatro ó cinco esclavos: así á
poco aquel patio estaba tan lleno de
muertos que era cosa de espanto;
por lo cual también designaban es-
ta fiesta con el nombre de Htieymi'
cailhtiitl, ó fiesta grande de los
muertos. Todo el pueblo estaba ado-
rando el Xocoth en cuclillas y con
los brazos cruzados sobre el pecho,
y entregaban luego sus acostum-
bradas ofrendas.
«Seguíase después la danza sa-
grada: formaban la rueda interior
los mancebos y doncellas del Cal-
mecac, y la exterior los señores y
principales; los mancebos con plu-
mas en la cabeza, orejeras y bezo-
tes fingidos, todos con ricas plumas
en las manos y brazaletes de oro;
las doncellas vestidas con trajes
nuevos, pintados de color los ros-
tros, y los brazos y pies emplu-
mados; y los señores muy galanos
y bien aderezados, cubiertos con
mantas de red blancas y negras,
con plumajes blancos en la cabeza y
entre ellos algunas plumas negras
y llevando en las manos unos idoli-
llosy ramos de masa. Por corifeo del
baile salía un sacerdote vestido de
pájaro con alas y cresta de riquísi-
mas plumas, y cascabeles de oro en
las muñecas y gargantas de los
pies, haciendo gran ruido con unas
sonajas que llevaba en las manos,
el cual acompañaba con gritos de-
sordenados como sus pasos, sin su-
jetarse al compás de la danza.
«Terminada ésta, una antes de po-
nerse el sol, lanzábanse los mance-
bos á subir al palo Xocotl, estorban-
do los unos, cayendo los otros, has-
ta que el primero llegaba á lo alto
y arrancaba la cabeza al pájaro, y
el segundo y el tercero las alas,
y el cuarto la cola. Aquellos cuatro
mancebos se tenían por vencedo-
res. En seguida el pueblo derriba-
ba el madero, y todos se lanzaban
sobre él á arrancarle un pedazo ó
astilla que como reliquia guarda-
ban, teniéndose por muy feliz el que
había alcanzado á tomar una pe-
queñísima parte de la masa del
cuerpo del pájaro ó de las pinas.
«Había además en este día licen-
cia general para beber pulque, ex-
cepto los mancebos y mozas; así es
que concluía la fiesta con grandes
alegrías en la ciudad y con escanda-
losas borracheras. Se celebraban
también muchos convites entre los
principales guerreros y mercade-
res, para comer la carne del gran
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
431
número de esclavos sacrificados en
ese día.
«Eran signos del mes un muerto
amortajado, ó la representación de
la misma fiesta de A'oco//, viéndose
alo lejos á aquél como símbolo prin-
cipal.
«La undécima veintena se llama-
ba Ochpani^tli y comenzaba á 17 de
septiembre. El nombre significa la
acción de barrer, y metafóricamen-
te se toma por escoba, pues enton-
ces se barrían los templos, se arre-
glaban los ornamentos de los dioses
y se componían los caminos; por lo
que también se llamaba á este mes
TenahualisUi. Por esto se le repre-
senta muchas veces por una esco-
ba. En el primer día de esta veinte-
na celebraban los mexica la fiesta
de sus signos y ceremonias de sus
ritos.
«Lo primero que hacían era ba-
rrer muy temprano sus casas y lim-
piar todos sus muebles. Antes que
amaneciese barrían también per-
fectamente todas las calles de la
ciudad. Con especial cuidado lava-
ban los baños, limpiaban las ace-
quias, los ríos y las fuentes y todos
procuraban bañarse en ellos. Ade-
rezaban los caminos, principalmen-
te la calzada de Coyoacán; en fin,
era día de general limpieza.
«La fiesta estaba dedicada á la
diosa Toci, nombre que significa
nuestra madre, y se tenía por la de
los otros dioses. Recordemos que la
invención de esta deidad fué una te-
rrible teofanía en la peregrinación
de los mexica, y que para ellos ha-
bía sido prenda de venganza y pro-
mesa de triunfo, y así nos explica-
remos el gran culto con que la hon-
raban. En la teogonia astronómi-
ca representaba á la tierra, por lo
cual la llamaban también su cora-
zón y la creían causa de los terre-
motos.
«Saliendo de México por la Cal-
zada de Coyoacán, es decir, por lo
que hoy se llama San Antonio Abad,
en el sur de la ciudad, había un tem-
plo nombrado Cihuateocalli. Frente
á él había hincados cuatro maderos
de más de veintico brazas de alto
y de tanto grueso que dos hombres
no los podían abrazar; sobre los
cuatro maderos estaba hecho un
andamio cubierto con paja; le llama-
ban Tocititlan, que quiere decir lu-
gar junto á la diosa Toci. Dentro del
Cihuateocalli 6 templo de la mujer,
estaba un ídolo de palo en figura
de anciana, con la cara blanca de
las narices para arriba, y negra
de las narices para abajo; tenía una
cabellera natural de mujer, y una co-
rona de matas de algodón adorna-
da con husos ó malacatl con el algo-
dón hilado. En una mano llevaba
una rodela y en la otra una escoba.
Estaba vestida de blanco, y su ca-
misa era corta con una orla de algo-
dón sin hilar. En este pequeño tem-
plo no había guardias ni sacerdotes.
Cuarenta días antes de la fiesta
ofrecían una esclava de unos cua-
renta y cinco años de edad, á la cual
purificaban y ponían el nombre de la
diosa Toci, guardándola como de cos-
tumbre en el Cuauhcalli, A los veinte
días la sacaban, y vistiéndola como
á la diosa, la hacían bailar delante
del pueblo y la adoraban como á
la misma deidad. Todos los días la
sacaban, y se repetía el baile y
la adoración hasta siete días antes
de la fiesta. Entregábanla enton-
ces á siete viejas médicas ó parte-
ras, tici, las cuales la cuidaban y
servían con esmero, entreteniéndo-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
la con decirle cuentos y consejas
para hacerla reir y tenerla alegre.
Dábanle pita para que estos días
hilase una tela, y por ceremonia la
llevaban un rato al templo, y ahí
mientras hacía su trabajo le esta-
ban bailando los mancebos y mo-
zas del Calmecac, quienes danza-
ban tomados de las manos al son
que les hacían unos sacerdotes vie-
jos vestidos con trajes largos y blan-
cos y con sus calabazos á la espííl-
da, colgados de una correa roja.
«La víspera llevaban á la esclava
al tianqiiiztli ó mercado á fingir
por ceremonia que iba á vender el
huipilli y el cueyeil que había teji-
do. La acompañaban como servido-
res unos indios vestidos de cuextc-
ca, llevaba el huipilli uno llamado
iBtactlmnacazcatih, ó sacerdote
blanco, y el cueyeil otro á quien de-
cían Itlilpoloncatih ó el empluma-
do de plumas negras.
«El día de la fiesta, antes de ama-
necer, un sacerdote sacaba á la in-
dia y cargándola á las espaldas, de
modo que quedase boca arriba, la 11 e-
vaba al templo, y al llegar ahí otro
sacerdote la sacrificaba, tomándola
con una mano por los cabellos y de-
gollándola con la otra, de suerte que
el que la tenía se bañaba todo en
sangre. Desollaban á la víctima de
la mitad de los muslos para arriba
y hasta los codos, y vestían con su
cuero á un indio que para ese obje-
to tenían señalado, poniéndole en-
cima la camisa y enagua de pita
que la sacrificada había tejido, y la
corona de copos de algodón y ma-
lacates de la diosa. Quedaba así en el
lugar de ésta, y lo sacaban al pú-
blico los cuexteca y sus demás ser-
vidores todos aderezados á punto
de guerra. No bien salían de los
aposentos, cuando por la puerta del
patio entraban los principales gue-
rreros de la ciudad formados en es-
cuadrones, bien armados y lujosa-
mente vestidos; y descendiendo
unos del templo y otros atacándo-
lo, teniendo los primeros por capi-
tán al indio que representaba á la
diosa, fingían un combate, al cual
llamaban moyohualicalli ó albazo.
Seguíase baile, que presidía el indio
del cuero, al compás de cantares di-
chos en su honor. Sacaban después
á los que debían ser sacrificados, y
el sacrificio se hacía de una mane-
ra especial.
«Ponían en el templo también un
tablado sobre cuatro maderos altí-
simos con escaleras para subir á
él. Subían primero los dos sacer-
dotes ejecutores del sacrificio, con
sus mitras en la cabeza, embijados
de yeso los ojos, los labios, los mo-
lledos y los muslos, y puestas unas
banderas de lo mismo por todo el
cuerpo, y para no caer se ataban
unas sogas al cuerpo afianzándolas
en los mismos maderos; tomaban
después cuatro guerreros al que ha-
bían de sacrificar, al cual ponían
una coraza de awatl en la cabeza,
y lo acompañaban á subir por la es-
calera: si por acaso se detenía, lo
punzaban con púas de maguey: una
vez llegados á lo alto, se apartaban
los guerreros, y los sacerdotes em-
pujaban y arrojaban abajo á la víc-
tima. Al caer lo degollaban otros
sacerdotes y recogían su sangre en
un lebrillo. Así continuaban sacri-
ficando á todos los que paia ello
estaban destinados ese día.
«Continuaban otras ceremonias,
entre ellas la de tomar tierra con el
dedo, la cual se llamaba nitisapa-
loa, y luego un guerrero, el más
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
433
audaz, hacia lo mismo con la sangre
del lebrillo, y en viéndolo se lanza-
ban sobre él unos, y otros se ponían
de su lado para defenderle; y hacien-
do rostro á veces y á veces huyendo,
seguía la pelea desde el gran teoca-
/// hasta el templo de Toci, en las
afueras de la ciudad, con no pocas
desgracias de lastimados y aun de
muertos. Una vez llegados á él ce-
saba la pelea, el indio que venía
vestido de Toci subía al andamio, y
desnudándose vestía con su tra-
je el bulto de paja que había encima,
el cual quedaba por ídolo de la dio-
sa. Bajábase en seguida, y se reti-
raban los palos que de escala ser-
vían, para que ninguno pudiese su-
bir á donde la diosa estaba.
•El signo de esta veintena era la
misma diosa Toci,
«El día último de esta veintena, es
decir, á nuestro 6 de octubre, se ha-
cía fiesta á la diosa Xochiqtietsal,
Era esta ceremonia la despedida de
las rosas, y por tal motivo estaba
dedicada á la diosa que tenía por
nombre flor preciosa. Era gran pla-
cer para los mexica el olor de las ro-
sas, y así las llevaban oliéndolas
por calles y caminos, y en las comi-
das las repartían á sus convidados
para darles mayor contento. En es-
ta fiesta, como la proximidad de
los frios iba á quitarles tan gran
delicia, despedíanse solemnemen-
te de las rosas. Enramaban y com-
ponían con flores sus personas, sus
casas, sus templos y las calles, y
hacían bailes, regocijos y farzas có-
micas de mucha alegría. Llamába-
se la solemnidad xochilhuitl 6 fies-
ta de las flores, y éstas eran en ese
día el único adorno de hombres y
mujeres.
La diosa Xochiquetsal era la pa-
' trona de los plateros, pintores, te-
; jedores de plumas y en general de
I todas las artes agradables: era pa-
ra los mexica la representación
I de la belleza. Su ídolo era de made
ra, y figuraba á una hermosa joven
con cabello cortado sobre la frente
y á las espaldas, con zarcillos de
oro y un joyel también de oro col-
gando de las narices; en la cabeza
tenía por diadema una trenza de
cuero rojo, de la cual salían hacia
arriba dos hermosos penachos de
plumas verdes de quetzal, su cami-
sa era muy labrada, azul, con flo-
res tejidas y plumería y una falda
de muchos colores; en las manos
llevaba dos bellos ramos de flores.
El templo de esta diosa estaba den-
tro del Mayor, y aunque pequeño era
muy galano, tapizado de mantas y
plumería, y lleno de aderezos y or-
natos de oro. No había en él sacerdo-
tes especiales, sino que los servían
los teopisqtie de Huitsilopochíli.
«El día de la fiesta, que venía á
reunirse con la de Teotleco, los pin-
tores, plateros, labranderas y teje-
doras, llevaban al templo una india
vestida con el traje de Xochique-
tsal para que la sacrificasen y de-
sollándola después uno de ellos, se
ponía su cuero y el vestido de la
diosa; sentábanlo en seguida en las
gradas del templo y le ponían un
telar en las manos. Mientras él fin-
gía tejer, bailaban todos los oficia-
les de los oficios citados con disfra-
ces de monos, gatos, perros, zorros^
leones y tigres; era su danza muy
alegre, y cada uno llevaba los ins-
trumentos de su oficio. Dedicaban
también esta fiesta al perdón de
las culpas, y ella nos da bastante
luz sobre lo que era en realidad la
confesión de los mexica. Primero
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434
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
purificaban sus culpas con un baño,
pues era de ordenanza que se lava-
sen todos chicos y grandes, con lo
cual quedaban libres de las culpas
menores. Mas los grandes pecado-
res y delincuentes no se purifica-
ban con sólo el baño, tenían para
ello necesidad de confesar sus cul-
pas exteriormente, pero no en es-
pecie; se reconocían culpados, mas
no expresaban cuáles eran sus fal-
tas, contentándose con pasar por su
lengua agujereada tantas pajas de á
palmo cuantos eran sus pecados gra-
ves. Concluido el sacrificio, los sa-
cerdotes recogían las pajas ensan-
grentadas y las arrojaban en la ho-
guera divina, con lo cual quedaban
borradas las culpas. Esto modifica
la idea que se tiene sobre la confe-
sión antigua de los indios y destru-
ye el error de los que con la cris-
tiana la confunden. Y por eso el pa-
dre Duran afirma terminantemente
que ésta era la confesión que los
indios tenían y no vocal como al-
gunos han querido decir.
*
* *
«La duodécima veintena se lla-
maba Pachtontli ó Tcotleco, y co-
menzaba á 7 de octubre. Pachton-
tli es diminutivo de pachtli, heno, y
Teotleco significa la bajada del dios.
Por eso la solemnidad consistía en
colocar una jicara con masa desde el
anochecer en lo alto del templo y
estar velando hasta que aparecía en
ella la marca de un pie de niño. To-
caban entonces bocinas y caraco-
les y hacían grandes muestras de
regocijo, porque era señal de la
vuelta del dios Huitsilopochtli. Ce-
lebrábala el pueblo con teribles sa-
crificios personales, entre ellos el
atravesarse la lengua pasando por
ella cordeles y cañas con lo que en
sangre se bañaban, como expresa-
mente se ve en las pinturas jero-
glíficas. La comida de esa fiesta era
una masa semejante á la sagrada
de la jicara. El signo de la veinte-
na era un dios niño y una rama de
heno en el cielo.
«El decimotercero mes era el fin
del Tonalamatl y se llamaba Huey-
pacili ó heno grande, y comenzaba
á veintisiete de octubre. Se llama-
ba también Coaihuitl ó fiesta de la
culebra, la cual era general en to-
da la tierra, y Tepeilhuitl 6 fiesta
de los montes.
«Para explicarla debemos decir,
que sorprendidos sin duda por la in-
mensa grandiosidad de las monta-
ñas de eterna nieve, llamadas Ix-
tacihuatl y Popocatepetl, en dioses
las tornaron los mexica.
^Ixtacihuatl significa mujer blan-
ca. Tenía templos en varios luga-
res y especialmente en una cueva
de la misma montaña. En el ma-
yor de México era su imagen de
palo, vestida de azul, y en la cabeza
una tiara de papel blanco pintado
de negro; tenía atrás una medalla de
plata de la cual salían unas plumas
blancas y negras, cayéndole por
las espaldas varias tiras pintadas
de negro. La estatua tenía el ros-
tro de moza con color en los carri-
llos, y cabellera de hembra cortada
en la frente y junto á los hombros,
y estaba sobre un altar en pieza es-
pecial con las paredes cubiertas de
lujosas mantas y ricos adornos, en
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
435
donde la servían de día y de noche
las dignidades del templo.
«Sacrificaban á esta diosa una es-
clava vestida de verde con tiara
blanca, para significar que la mon-
taña está verde con las arboledas,
pero su cima blanca con las nieves
eternas. Le sacrificaban además en
la misma montaña dos niños y dos
niñas.
«Pero la fiesta principal de la vein-
tena se hacía al Popocatepetl ó ce-
rro que humea. La ceremonia del
día era hacer cerritos de masa de
bledos, y cada uno en su casa los
ponía, colocando en medio uno
más grande, que era e) volcán. A es-
tos cerritos les hacían caras con
ojos y les ponían diversos adornos;
á más hacían arbolillos de los cua-
les colgaban heno y los colgaban
también por todas las cercas. Arro-
jaban después maíz á los cuatro
vientos, de cuatro colores, negro,
blanco, amarillo y entreverado; y
concluía la fiesta con solemnísima
danza, en que todos iban vestidos
con traje talar blanco y en él pinta-
dos corazones y manos abiertas, sig-
nificando que pedían buena cosecha
porque ya era tiempo; y así anda-
ban con bateas de palo y jicaras
grandes como pidiendo limosna á
sus dioses. Llevaban en la danza
á dos esclavas, hermanas jóvenes,
las cuales tenían pintadas en la falda
unas tripas retuertas, significando
la una el hambre y la otra la har-
tura, y á ambas las sacrificaban.»
«El signo de esta veintena es un
cerro con la imagen de Tlaloc ó
una culebra con un puñado de heno
en el cielo.»
«La décimacuarta veintena se lla-
maba Quecholli y comenzaba á 16
de noviembre. Mucho se ha dispu-
tado sobre el significado del nom-
1 bre quecholli: según Duran significa
flecha arrojadiza; Veytia dice que
es el pavo real; Torquemada que el
j francolín ó flamenco, y lo sigue Cla-
vigero; pero el señor Sánchez, ac-
I tual director del Museo, ha hecho
I la observación de que el llauque-
chol es la espátula color de rosa
(Platalea aiaia de Linneo), y
I que pasa todos los años en el mes
de noviembre, de los países septen-
trionales al Valle de México. En
efecto, en este mes, terminados ya
I los trabajos del campo, se dedica-
ban los mexica á la caza de aves en
! el lago, donde abundan especial-
I mente los patos en ese tiempo. En
el mismo había también en las mon-
tañas gran cacería, sobre todo de
venados. Así era natural que es-
te mes ó veintena estuviese dedi-
cado á CamaxÜi, dios de la caza.
Hacíanle gran fiesta, mas no le sa-
crificaban hombres sino caza, y á
los que habían ido á cazar los hon-
raban y vestían de nuevas ropas y
aderezos, y les hacían un camino
desde el monte hasta la ciudad, por
el cual pasaban únicamente los que
habían prendido una pieza de cace-
ría; este camino estaba lleno de pa-
ja del monte en lugar de juncia, y
sobre ella iban en procesión aque-
llos venturosos cazadores, unos tras
otros, muy puestos en orden y muy
contentos y alegres.
«Les ponían á estos cazadores
cercos de tizne en los ojos y en tor-
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436
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
no de la boca, y unos plumajes de
águila en las cabezas y las orejas,
y les embijaban las piernas con ye-
so blanco, con lo cual estaban tan
ufanos que no concebían mayor hon-
ra que la de grandes cazadores.
«Había en aquel día gran fiesta
en los montes y numerosas ofren-
das al dios de la caza, con oracio-
nes supersticiosas, hechizos, conju-
ros, cercos y suertes: invocaban á
las nubes, los aires, la tierra, el
agua, los cielos, el sol. la luna, las
estrellas, los árboles, plantas y ma-
torrales, los montes y quebradas,
cerros y llanos, culebras, lagartos,
tigres y leones, para que les diesen
buena caza, pues los que tomaban
más alcanzaban los honrosos nom-
bres de amt'stlatoque y amistequi-
haqtie, jefes y capitanes de las ca-
cerías.
«Se vé por esto que no había en
esta veintena verdadera fiesta reli-
giosa en México, y era que los me-
xica no tenían en su templo al dios
Camaxtli. Era deidad especial de
los huexotzinca y tlaxcalteca, por
más que fuese el mismo Mixcoatl.
Los huexotzinca, que por virtud de
la guerra sagrada estaban siem-
pre en contienda con los mexica,
jamás les quisieron entregar su
ídolo; y aun se cuenta cómo Mocte-
zuma envió comisionados para ro-
barlo, los cuales estaban ya dispues-
tos y aposentados en las casas rea-
les; pero los de Huexotzinco des-
cubrieron su intento y dieron so-
bre ellos para matarlos. Los mexica
para salvarse se subieron á los te-
chos por las chimeneas, y cuando los
huexotzinca entraron en sus apo-
sentos, saltaron á la calle y pusié-
ronse en huida.
«En Tlaxcalla y Huexotzinco te- ,
nía el dios Camaxtli esta gran fies-
ta principal del mes Quechollt\ y
una menor cada ochenta días; todas
con muchos sacrificios de cautivos,
sin que en las menores llegasen al
número principal. La efigie del dios
de la caza era de palo y represen-
taba á un indio con cabellera muy
larga, la frente y ojos n.egros, en la
cabeza una corona de plumas, en
las narices atravesada una piedra
transparente, en los molledos bra-
zaletes á manera de ataduras con
tres flechas atravesadas, debajo del
brazo unos cueros de conejos como
por almaizal, en la mano derecha
una especie de canasta para llevar
la comida al monte, y en la izquier-
da su arco y flechas; tenía además
un maxtli muy galano, cactli en los
pies, y el cuerpo todo rayado de
arriba abajo con unas rayas blan-
cas. El templo en que estaba el dios
Camaxtli era hermosísimo, de cien
gradas en alto, y mayor y mejor la-
brado que el gran teocalli de Méxi-
co. Su forma era como siempre pi-
ramidal, y en la plataforma tem'a
una pieza en la cual estaba el ídolo:
era la pieza redonda con una cubier-
ta figurando paja tan admirable-
mente labrada que parecía natural,
y la cual remataba en una larga
punta en cuya extremidad había un
osomatlide barro. Por dentro estaba
el templo muy entapizado de ricas
mantas, plumas y joyas y otros ri-
cos aderezos. El ídolo estaba en un
altar, y á sus pies había una arqui-
lla redonda y tapada, como de una
vara de alto, donde tenían los ins-
trumentos de sacar lumbre, y plu-
mas de diversos y brillantes colo-
res. Estaba cubierta constantemen-
te esta arca y la adoraban como al
mismo dios. En Coatepec no tenían
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
437
el dios, solamente el arca. Nos ex-
plicaremos fácilmente esto si recor-
damos que Camaxtli era el mis-
mo dios del fuego, aunque espe-
cialmente era la deidad de la caza.
«La gran fiesta que se le hacía
era mu 3' característica. Se esco-
gía ochenta días antes y se ponía á
ayuno riguroso á un viejo sacerdo-
te, y la víspera de la festividad se
le pintaba y vestía como al dios: en
la noche los mancebos de los reco-
gimientos al son de las bocinas y
atambores, acompañados de todos
los sacerdotes, lo subían en proce-
sión alo alto del templo. Puesto allí
antes de amanecer, los mancebos
se vestían de cazadores con sus
arcos y flechas en las manos, y for-
mados en escuadrón con gran ala-
rido y grita arremitían al viejo ma-
cilento, tirándole mucha cantidad
de flechas muy altas de manera que
no le hiciesen daño. En seguida
las dignidades del templo tomaban
del brazo y con mucha reverencia
al viejo, y formados todos en pro-
cesión se dirigían al monte. Una vez
llegados se preparaba la cacería,
para lo cual se habían nombrado
ciertos jefes llamados hmtstequit-
maquey almistlatoque. Iban los ca-
zadores con el circuito de la boca y
los ojos embijados de negro, emplu-
mada la cabeza, y las orejas con
plumas rojas, se ataban los cabellos
en el colodrillo con una correa de
cuero encarnado, de la cual pendían
á la espalda, unas plumas de águila,
y se pintaban el cuerpo con rayas
blancas, yendo desnudos con excep-
ción del ntaxtli. Ya en el monte, to-
maban al viejo que representaba á
Quecholli, y lo llevaban á una enra-
mada muy vistosa formada de an-
temano y muy curiosamente ade-
rezada de rosas, plumas y mantas,
á la cual llamaban Mixcoateocalli 6
templo de Mixcoatl, pues ya hemos
dicho que éste y Camaxtli eran la
misma deidad. Dábase después
la señal de la cacería; los cazado-
res que habían rodeado la falda del
cerro, donde estaba la enramada,
subían corriendo.con grande grite-
ría y estruendosos alaridos, y en
tan buen orden y tan apretados que
era imposible se les escapase una
sola pieza de caza. Así iban subien-
do también todos los animales del
cerro y pugnando por salir de
aquel cerco; y allí era de ver como
entre el bullicio y la algazara ma-
taban y flechaban y tomaban á mano
venados, liebres, conejos, leones,
comadrejas, ardillas, culebras, y en
fin, toda clase de caza; á la que con
su estruendo y arremetida iban em-
pujando hasta la coronilla del ce-
rro. Acabada de hacer la caza, la
llevaban toda delante del ídolo que
estaba debajo del ramaje y ahí la
sacrificaban. Bajábanse después al
llano á un lugar en que se dividie-
sen dos caminos, y ahí tendían mu-
cha paja y todos se sentaban: lla-
maban á este lugar Zacapan, que
quiere decir sobre el zacate ó hier-
ba. En seguida los sacerdotes en-
cendían lumbre nueva, y con va-
rias ceremonias asaban la caza, ha-
ciendo con ella solemne convite
los circunstantes y comiéndola con
pan de tsoalli.
«Al día siguiente, después de nue-
va cacería y nueva comida, volvían
á la ciudad en procesión con el ído-
lo; y durante ocho días había par-
ticulares regocijos con danzas y
banquetes.
«Pasados los primeros diez días
de la veintena, es decir, á su mitad,
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438
ANALES DEL BfUSBO NACIONAL.
se hacía una segunda fiesta. Para
ella vestían de diosa á una india y
la llamaban Yostlamiyahual, que
era diosa de las cacerías, y á un in-
dio le ponían el traje de Camaxtli,
y por nombre Mixcoatontli ó el pe-
queño Mixcoatl, Los mancebos sa-
lían vestidos como este ídolo y re-
presentaban á sus vasallos, por lo
cual los llamaban nuinixcoa. Una
vez reunidos tomaban á la india y
daban con ella cuatro golpes con-
tra una gran olla de piedra, el teo-
comitl, y antes de que acabase de
morir, así aturdida por los golpes,
le cortaban la garganta de modo
que la sangre cayera en la olla, y
acabada de morir le cortaban la ca-
beza y se la llevaban al Mixcoaton-
tli, Tomábale éste por los cabellos,
y con los nuinixcoa daba cuatro
vueltas por el templo, hablando á
los concurrentes y amonestándoles
á la práctica del culto. Concluidos .
procesión y sermones, lo subían al
templo y ahí lo sacrificaban de la
manera común, arrojando su cuer-
po por las gradas. i
«El símbolo religioso de esta
veintena es el quecholli ó un mano- :
jo de plumas; en algunas pinturas
es el mismo Mixcoatl ó Camaxtli,*
En el artículo Camaxtli hemos
dado la etimología de este nombre.
Continúa Chavero:
«La décima quinta veintena se ¡
llamaba Panquetsalistli ó fiesta de i
las banderas: comenzaba á 6 de di-
ciembre y estaba dedicada á Hui- \
tsilopochtli, á quien entonces se ha- ,
cía la gran solemnidad que al tra- 1
tar de este dios extensamente des- i
cribimos. Desde luego viene la ob-
servación de cómo, siendo Huitm-
lopochtli la principal deidad de los ¡
mexica, no se comprendía su fiesta !
en los primeros doscientos sesen-
ta días que formaban el afto ritual
ó Tonalantatl. En vano buscaría-
mos la explicación de esta extrafte-
za; pero nosotros sabemos ya que
Htiitsilopochtli era la estrella de la
mañana en la teogonia astronómica,
y esto nos explica la colocación de
su fiesta.
«El afto ritual de doscientos se-
senta días se formó considerando el
tiempo en que la estrella de la tar-
de está perfectamente visible, y
adunando á eso la combinación de
los números simbólicos superiores
13 y 20. Pero los mexica observa-
ron que doscientos sesenta días no
era el períodjo exacto de la estrella
de la tarde; los astrónomos moder-
nos le dan cuarenta semanas ó dos-
cientos ochenta días, pues bien, los
mexica, bajo el mismo cálculo, de-
jaron catorce veintenas ó sean esos
doscientos ochenta días para la es-
trella de la tarde, y pusieron en la
décimaquinta la fiesta de la de
la maftana.
«Era fiesta tan solemne, que cua-
tro días antes había ayuno, en el
cual se tomaban solamente á media
noche unos tsoalli con miel y un
poco de agua. Llamábase este ayu-
no netehuataalistli, Y como signo
también de la festividad, el día de
ella ponían banderas pequeñas en
todos los árboles frutales y plantas.
Sobre el templo se enarbolaba el
gran estandarte del dios. El símbolo
de la veintena es una bandera ó
Huitailopochtli armado en guerra.
«La décima sexta veintena se
llamaba Atemostli y empezaba á
veintiséis de diciembre. Hé aquí un
nombre cuyo significado no se ha
explicado debidamente. Boturini lo
interpreta por altar del dios; los in-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
439
térpretes de los códices Vaticano y
Telleriano por abajamiento de las
aguas y conmemoración del abaja-
miento de las del diluvio; y el señor
Orozco, admitiendo la misma inter-
pretación, la refiere á que en esa
época baja sensiblemente el nivel
de los lagos. Esto no es enteramen-
te exacto, pues el mayor descenso
se nota al fin del invierno, y á más
el jeroglífico del mes nos presen-
ta una figura de hombre que baja
entre nubes de un cielo rodeado
de estrellas. Literalmente el nom-
bre significa agua que baja, pues
se compone de atl, agua, y temo,
descender; pero en la figura no des-
ciende el agua, ni ésta baja del cielo
en que están las estrellas; de mo-
do que el atl debe tomarse en sentido
figurado. Así sucede en efecto: atl
es una de las significaciones del sol,
como extensamente lo hemos ex-
plicado en nuestro último estudio
sobre la Piedra del Sol que publica-
mos en los Anales del Museo; y pre-
cisamente los dos signos solares
atl y coatí combinados forman la
cronología, según se ve en la parte
inferior de la cabeza colosal de Totee,
donde están entrelazados y como
confundiéndose para formar un
todo.
Así atl es el sol, y atemoBtli sig-
nifica la bajada del sol. ¿Qué pasa
con este astro hacia el 26 de diciem-
bre? Que habiéndose alejado de
nosotros hasta llegar al solsticio
de invierno, baja de nuevo y vuelve
á nosotros. No significan más jero-
glífico y nombre de la veintena.
«No había en esta fiesta sacrifi-
cios de hombres, y á más de los per-
sonales, que consistían en pasarse
púas, pajas y cordeles por las len-
guas, brazos, piernas, orejas y miem-
bros viriles, reuníase el pueblo en
los patios de los templos y aguar-
daban la vuelta del dios velando al-
rededor de lumbradas, y á esta vela
la llamaban ixto30stli.
«Duran encuentra relación en-
tre esta fiesta y la de Teotleco, que
se celebraba ochenta días antes por
la llegada de Huitsilopochtli y los
otros dioses, los cuales se habían
ausentado en la veintena anterior
OchpanÍBtli para que barriesen y
compusiesen los templos. Nosotros
no hallamos esa relación.»
En el artículo Atemoztli hemos
dado la significación de este nom-
bre. La que le da Chavero de « Sol
que baja» no tiene fundamento filo-
lógico ningimo; y esta significación
se expresa con el vocablo Tonatiuh-
itemoB.
I Continúa Chavero:
«La veintena décimaséptima se
I llamaba Ti ti ti y empezaba á 15
j de enero. También este nombre se
I ha interpretado de diversas mane-
i ras sin dar explicación de él. Según
Duran significa estiradura, y por
eso en su jeroglífico pintaban entre
I nubes á dos niños estirándose de los
' brazos. Dice que en la fiesta de
! esta veintena había bailes de mu-
jeres y hombres asidos de las ma-
nos, que comían el pan llamado xo-
cotomalli; y hacían ese día los
mancebos del Calmecac y de los Tel-
puchcalli un combate poniéndose en
dos bandas y pegándose con unas
pelotas de hojas de caña que lleva-
ban al cabo de un cordel. Sahagún
refiere que los hombres del pueblo
llevaban atadas á los cordeles bol-
sas llenas de cosas blandas, y que
con ellas daban de talegazos á todas
las mujeres que encontraban por la
calle.
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440
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Torquemada traduce el nombre
Tititl por tiempo apretado; Boturini
por nuestro vientre, y Gama lo con-
tradice dando por traducción rebus-
car después de la cosecha. El seftor
Orozco da á la palabra por origen la
fiesta IlamatecMhtli, seftora vieja,
llamada también Tona, nuestra ma-
dre, y CoBcamiauh. La verdadera in-
terpretación de Titiil es vientre, y
vamos á explicarla por el símbolo
religioso de la veintena y de las
ideas teogónicas de losmexica. Re-
cordemos que reposaban en la dua-
lidad, y no sólo en la de dos seres
diversos ó diferentes, sino también
en la de dos distintos que en reali-
dad eran una misma persona. Así
tenemos las dualidades diferentes
Tlaloc y Chalchiaieye, Cipactli y
OxomocOy Mictlantecuhtli y Mictlan-
cihuatl y Tonacatecuhtli y To-
nacacihtiatl; pero en éstas se for-
man las dualidades distintas Tona-
catcaihtli y Mictlantecuhtli, porque
ambos dioses son el sol de día y
de noche, y Tonacacihuatl y Mic-
tlancihuatl, que son la misma tierra.
Pero la dualidad por distinción
opuesta á la dualidad por diferencia
se percibe principalmente en el Orne-
tecuhtli ó señor dos, que es uno y
dos al mismo tiempo, y que como
mujer es Omecihuatl. Ésta tiene ne-
cesariamente todos los atributos de
aquél, porque, como él, es el princi-
pio creador. Aquél como fuego es el
dios viejo, ésta es Ilamatecuhtli, la
señora vieja; aquél es el padre de
los dioses, ésta es Tona, nuestra ma-
dre; á aquél se le pone con el ador-
no especial de Xiuhtletl, que hemos
visto también en Kinich Kakmo, y
á ésta se le representa con el mis-
mo. Por oposición aquél es dios de
la vida, y á ésta se le coloca por ca-
beza una calavera; aquél crea, y ésta
lleva el escudo con las tempestades
y empuña el agua destructora. Am-
bos son uno porque el Ser Supremo
crea y destruye, y ésta especialmen-
te es la productora tierra de donde
nacimos y á donde vamos á parar,
es Tititl, nuestro vientre; es Orne-
cihuath porque los mexica quisieron
dedicar sus últimas veintenas al Se-
ñor uno y dos; y por eso en* su figu-
ra femenil es símbolo de la décima-
séptima, y en algunas pinturas la
unión de Mixcoatl y Xochiquetsalli
\ que da la misma idea.
I «Por eso el intérprete del Códice
Telleriano llama á la deidad de la
veintena la Mixcoatl, haciendo fe-
menino á este dios, y por eso se ven
en el cielo del jeroglífico de Du-
\ rán dos figuras las cuales no son ni-
ños que se estiran, sino la deidad
, dos, el Ontetecuhtli.
«Natural era que en esta veinte-
na se hiciesen también cacerías en
I honor del fuego Camaxtli, y le sa-
crificaban un cautivo bajo la ad-
vocación y nuevo nombre de Ye-
maxtli. También las tejedoras y
labradoras hacían fiesta entonces
! á la diosa Ichpuihtl, deidad del al-
I godón.
«El Calendario de París trae en
esta veintena dos datos curiosos re-
lativos al sacerdocio. Pone una ca-
beza con una máscara negra, y tie-
ne la siguiente anotación : « Estos
«están dedicados a el y dolo para
«Papas, son los segundos hijos de
«los Señores.» A más del hecho
que se relaciona con la dedicación
al templo del sacerdocio de los hi-
jos segundos de los principales de
México, encontramos á los sacer-
dotes con el nombre de papas, y
esto merece explicación. Los pri-
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y
SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
441
meros cronistas usan mucho de esa
palabra, y también ha sido argu-
mento para sostener la predicación
del Evangelio á los antiguos indios.
El señor Orozco cree encontrar en
esto relación con los papas irlande-
ses que antiguamente aportaron al
norte de nuestro continente; pero
á más de lo poco lógico de sacar ar-
gumentos de la semejanza de una
palabra, la verdadera no era papa si-
no papahuaqtie corrompida en
aquélla por los cronistas, y por cier-
to que es palabra de explicación
sencillísima.
«Sabemos que los sacerdotes se.
untaban la cabellera con la san-
gre de las víctimas, y así era un
conjunto de sucias y gruesas gre-
ñas. Para encontrar nombre á esos
pegujones de pelo, los compararon
acertadamente con el heao^ pachíli;
esta voz en su forma plural papach-
tli quedó significando guedeja, y
de ahí se á^v'wó papahuque, guede-
judo, según puede verse en el vo-
cabulario de Molina. Gran distancia
hay por cierto de cosa tan senci-
lla a hipótesis tan aventuradas.
«La otra noticia del Calendario
de París es que en esta veintena cele-
braban gran fiesta y borrachera los
papas del Cú. La Omecihuatl se
representaba también por los pro-
ductos de la tierra: como caña de
maíz era la diosa Coscamiauh, y co-
mo planta de maguey era la misma
diosa Miahuatl y en esa planta se
la ve sentada en uno de los jeroglífi-
cos del Códice Borgiano en donde
está con su carácter de Omecihuatl,
creando á la tierra Toctli. En esa
pintura debemos notar que la dio-
sa tiene en la frente el cipactli co-
mo el Ometecuhtliy y que en la par-
te superior está como símbolo la
olla del sol atravesada por una fle-
cha acaíL»
En el artículo Ometecuhtli hemos
explicado, combatiendo las ideas de
Chavero, la verdadera significa-
ción del nombre, el cual no es más
que una de las dos personas de la
Omeyotl «ó sea la dualidad,» á se-
mejanza de la Trinidad de los cris-
tianos.
En el artículo Papas hemos dado
la etimología de este nombre. En
cuanto á la del nombre del mes ó
veintena véase el artículo Tititl.
*
Concluye Chavero:
«Llegamos á la décima octava y
última veintena llamada l^calli ó
Itscalli, la cual empezaba á 4 de fe-
brero. Tampoco este nombre ha
tenido explicación satisfactoria.
Veytia lo traduce por retoñarla hier-
ba; Duran por criarse, del verbo
moacaltia; Clavigero por hé aquí la
casa; los intérpretes de los Códices
Vaticano y Telleriano por viveza
y habilidad, y llaman á la fiesta de
la veintena Pilquixtia 6 solemnidad
de regalo de los niños. Pero otra es
la verdad: así como el Ometecuhtli
en su carácter de tierra es Tititl,
nuestro vientre, como sol y cielo es
Itscalli, la casa de la luz. Por eso
el símbolo de la veintena es el dios
del fuego y el mismo Ometecuhtli.
Los de Tlaxcalla hacían en este
mes fiesta y sacrificio de niños á
la montaña Matlalcueye, que hoy se
llama la Malinche. En Méxic3 hin-
caban unas varas con sus ramas
en los sacrificaderos de los barrios,
y lo hacían el último día de la vein-
tena para significar que venía el
año nuevo. El Calendario de París
111
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442
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
nos da el dibujo de la fiesta de los ni-
ños que se hacía á los tres dioses,
del agua, de la semilla y de la ca-
ña. Se ve el teocalli, un huehuetl
para acompañar la danza de sacer-
dotes, y en medio de la danza un
madero alto lleno de juguetes que
subían á coger los niños.»
Chavero, no obstante que admite
el año bisiesto entre los mexica-
nos en diverso año del correspon-
diente al Calendario Gregoriano,
señala, como se ha visto en su ex-
plicación de las veintenas, fechas
del último calendario correspon-
dientes al de los mexicanos. Este
señalamiento es inexacto, y cuando
más podría haber correspondencia
en uno que otro año, pero no en to-
dos; así pues, decir que tal ó cual
veintena comenzaba siempre en
igual fecha del calendario Grego-
riano, es un error muy craso. Sube
de punto la dificultad si se admite
que los mexicanos no intercalaban
el bisiesto cada cuatro años, sino
que al fin del ciclo de 52 años aumen-
taban 13 días, porque entonces la
diferencia de fechas en uno y otro
calendario era de varios días. Sa-
hagún y otros croni.stas antiguos,
Cía vigero y Orozco y Berra señalan
también correspondencia entre los
Calendarios mexicano y Gregoria-
no, y, por consiguiente, esos cómpu-
tos son erróneos.
En el artículo Calendario hemos
demostrado que líis tablas que pone
Chavero en México d través de los
siglos, sólo pueden servir para en-
contrar la correspondencia de
fechas, conbinando el bisiesto de los
mexicanos con el nuestro, lo cual
da cada año una diferencia de uno
ó dos días para principiar los años
mexicano y Gregoriano. Cuando el
I señor Chavero leyó nuestro artículo
Calendario no tuvo embarazo en
manifestar que la observación que
hacíamos era exacta.
El P. Clavigero asigna á las vein-
tenas algunos de los signos que he-
mos visto en Chavero; pero trae di-
versas figuras representativas
en varias veintenas, según se vé
por el tcKto siguiente:
«La primera figura es la del agua,
esparcida sobre un edificio, para de-
I notar el primer mes, cuyo nombre
! es Acahualco ó Atlacahualco,
que significa cesación del agua;
porque en el mes de Marzo cesan
las lluvias en los países septentrio-
nales, que es donde tuvo origen el
I calendario de los pueblos de Ana-
I huac. Llamábanlo también Cuahui-
. tlehua^ ó germinación de los árbo-
les, porque éstos empiezan á echar
hojas hacia aquel tiempo en los pai-
i ses fríos. Los Tlaxcaltecas llama-
' ban á este mes Gilomanilistli, ó
sea oblación de las mazorcas de
maíz; porque en él ofrecían á sus
dioses las del año anterior, para fa-
vorecer la siembra, que empezaba
en aquella época en los países altos.
«La figura del segundo mes pa-
rece á primera vista un pabellón;
pero yo creo que es mas bien una piel
humana mal dibujada, para expre-
sar lo que significa el nombre Tía-
caxipehualistli. que daban á este
mes, y quiere decir desollamiento
de hombres, con alusión al bárbaro
rito de desollar las víctimas huma-
nas en la fiesta del dios de los plate-
ros. Los Tlaxcaltecas llamaban á
este mes Coailhuitl, ó fiesta gene-
ral, y lo representaban con la figura
de una sierpe enroscada en tomo de
un abanico, y de un ayacaxtli.
•Estos dos objetos son símbolos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
443
de los bailes que entonces" se ha-
cían, y la sierpe enroscada significa
su generalidad.
«La figura del tercer mes es la de
un pájaro sobre una lanceta. La
lanceta significa el derramamiento
de sangre que hacian en las no-
ches de este mes; pero no sabemos
la significación del pájaro.
«El cuarto mes se representa con
la figura de un pequeño edificio,
sobre el cual se ven algunas hojas
de junco, para significar la cere-
monia que en este mes hacían de
poner á las puertas de las casas
juncos y otras yerbas, salpica-
das con la sangre que se sacaban
en honor de sus dioses.
«Los Tlaxcaltecas representaban
el mes tercero con una lanceta, para
significar la penitencia; y el cuar-
to, con una lanceta mayor, para dar
á entender que en él era más rigo-
rosa.
«La figura del quinto mes es la
de una cabeza humana con un co-
llar, para representar las sartas de
maíz tostado que se ponían al cuello,
y con las cuales adornaban también
al ídolo de Tescatlipoca; por lo que
el mes se llamó Toxcatl como j-a
he dicho.
«El sesto se representa con una
olla, para denotar un manjar que
entonces comían, y se llamaba et-
Balli; por lo que el mes se llamó
Etsalcualistli
«Las dos figuras de los meses sé-
timo y octavo, parecen alusivas á
los bailes que en ellos se hacian; y
porque eran mayores los del octavo,
es también mayor la figura corres-
pondiente. Junto á estas figuras se
ve la lanceta, símbolo de la peniten-
cia con que se preparaban á aquella
función. LosTIaxcaltecasfiguraban
estos dos meses con dos cabezas de
señores: la del mes Tecuilhuitontli,
ó fiesta pequeña, parece de joven;
y la del Haeitecuilhuitl, ó fiesta
grande de un anciano.
«Las figuras de los meses nono y
décimo, son significativas del lu-
to de que se vestían, y del duelo que
practicaban por los muertos; por lo
cual el nono se llamó Micailhuitl,
esto es, fiesta de muertos, y el dé-
cimo, Hueimicailhuiih esto es, fiesta
grande de muertos: diferencia que
se nota también en ser mayor la fi-
gura de este que la de aquel. Los
Tlaxcaltecas pintaban en ambos
meses una calavera con dos huesos,
siendo mayor la del décimo mes.
«La figura del mes undécimo es
una escoba, símbolo de la ceremo-
nia de barrer el templo, que se ha-
cía entonces en todas partes; por
cuya razón se llamó OchpanisÜi,
Los Tlaxcaltecas pintaban una ma-
no con la escoba.
«La figura de los meses duodéci-
mo y decimotercio, es la de una
planta parásita, llamada por los
Mexicanos pachtli, que crece en es-
te mes sobre las encinas. De ella
tomó nombre el primero de estos
dos meses; y como en el siguiente
la planta está mas crecida, se re
presenta en él de mayor tamaño, y
el mes se llama Hueipachtli. Estos
nombres, aunque mas frecuentes
entre los Tlaxcaltecas, eran tam-
bién usados algunas veces por los
Mtfcicanos; pero yo he adoptado en
la Historia los de Teotleco y Tepeil-
huitl, porque eran los que mas co-
munmente empleaban estos.
«La figura del mes decimocuarto
es muy semejante á la del segundo,
pero no .sabemos qué signifique.
Los Tlaxcaltecas lo representaban
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444
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
con la figura del pájaro que noso-
tros llamamos flamenco y los Me-
xicanos quecholli; nombre que unos
y otros impusieron al mes, por ser
la estación en que aquellas aves em-
piezan á dejarse ver en el lago.
«La figura del mes decimoquinto
es un pedazo del estandarte mexi-
cano, para significar el que se lleva
en la solemnísima procesión de
HuitBilopochtli, que se hacia en este
mes. El nombre Panquetsalistli,
con que se designaba, quiere decir
el acto de tremolar el estandarte.
«La figura del mes decimosesto
es la del agua sobre una escalera,
para denotar la bajada de las aguas,
que es el sentido de la voz Atemos-
tu. Llamaban así á este mes, ó por-
que en él empiezan las lluvias en
los países setentrionales, ó por la
fiesta que se hacia entonces á los
dioses c3e los montes y de las aguas,
para obtener la lluvia oportuna.
«La figura del mes décimosétimo
es la de dos ó tres leños atados con
una cuerda, y una mano que, tiran
do fuertemente de ésta, aprieta los
leños, para significar la compresión
que en este tiempo ocasiona el frío;
pues tal es el sentido de la voz Ti-
tith nombre del mes. Los Tlaxcal-
tecas pintaban los bastones.
«La figura del mes decimoctavo
es la cabeza de un cuadrúpedo so-
bre un altar, para significar los sa-
crificios de animales que se hacían
en este mes al dios del fuego. Los
Tlaxcaltecas pintaban á un hombre
que sostenía á un niño por la cabe-
za. Esta representación da alguna
verosimilitud á la interpretación
del nombre IscalU, que según al-
gunos autores, es resucitado, ó nue-
va creación.»
* *
Las veintenas tenían, como las
trecenas, uno ó más númenes á que
estaban dedicadas, diversos, en mu-
chas de ellas, de los dioses cuyas
fiestas se celebraban en el mismo
período de tiempo
Pasoy Troncoso, interpretando el
Códice Borbónico, trac los númenes
de cada veintena, en el orden si-
guiente:
Veintenas
Númenes
/.
Acahuallo
Tlaloc.
2.
Atlacaxipehualistli
Xipetotetic.
3.
ToBOstontli
Tlaloc.
4.
HuectoaOBtli
Tlaloc.
5.
Toxcatl
Tescatlipoca.
6
Etzacualistlí %
Tlaloc.
Quetsalcoatl,
XolotL
7.
Tecuilhuitonili
Quetsalcoatl.
8.
Cihuacoatl
Cinteotl.
IlBtlilzin.
9.
Hueytectnhtiitl
Cinteotl.
Xipetotetic.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
445
Veintenas
Númenes
10. Hueymiccailhuül
ó Xocohuetsi
IL Ochpanistli
12. Teotleco
13. Tepeühuál
14. Quetcholli
15. PanquetsaliBÜi
16. AiewoBtli
17. Tititl
18. Ucalli
Vía Láctea. Todos los pueblos
han admirado el grandioso fenóme-
no que se observa todas las noches
en el cielo: la inmensa nube que cir-
cunda todo el firmamento, á la cual
los astrónomos consideran como
una gran aglomeración de conste-
laciones que sólo pueden vislum-
brarse con el telescopio. Los anti-
guos le han dado á esa gran faja
celeste diversos nombres confor-
mándose con sus ideas religiosas ó
poéticas; así vemos que los roma-
nos la llamaron Via láctea ó camino
de leche; los españoles le dieron el
nombre de carrera de Santiago
porque se figuraban que era la sen-
da que había recorrido en el cielo
el batallador apóstol San Yago ó
Jacobo; los cristianos suponen que
la Virgen María daba de mamar á
su hijo Jesús y que éste soltó de re-
pente el seno y la leche que cayó
Xitihtecutli.
Toci.
Chicomecoatl.
Atlatonan.
Xochiqnetsalli.
Tescailipoca.
HuitBilopochtli.
Xochiqnetsalli.
rialoc.
Nappatectitli.
Mixcoatl.
TlanmtsincatL
Izquitecatl.
Huitsilopochtli.
Tlaloc.
Chalchiuhictie.
Xihuacoatl.
Xiuhiecutli.
formó la inmensa Via láctea. Los
mexicanos, ó los nahoas, no pudien-
do dejar de observar esa inmensa
faja que, cual serpiente circunda el
firmamento, y viendo su aparien-
cia nebulosa la llamaron * Culebra
de nube^ ó sea Mixcoatl, de suerte
que lá deificaron y le tributaron en
los altares el culto más solemne. A
pesar de esta sencilla explicación
relativa al nombre, se encuentran
en la teogonia de los nahoas mitos
muy obscuros é ininteligibles acer-
ca de la Gran Nebulosa. Así, en el
manuscrito de Fr. Bernardino, re-
lativo á la cosmogonía,, se lee lo si-
guiente:
«El ultimo año del sol Chalchiuh-
tlicue, las aguas produjeron un dilu-
vio sobre la tierra; los macegua-
les perecieron, convirtiéronse en
peces, y desequilibrados los cie-
los, se derrumbaron sobre el Cipac-
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446
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
///. Para reparar semejante catás-
trofe, los cuatro dioses, en el año 1
tochtli, primero después del dilu-
vio, crearon cuatro hombres llama-
dos Atemoc, Itscoatl, Itsmaliyat y
Tenoch, penetrando j)or debajo de
la tierra hicieron cuatro horadacio-
nes hasta salir á la superficie su-
perior; Tescailipoca se volvió el
árbol tezcncuahtiitl, QuetJ^alcoatl
el árbol quetBalhiiexoch, y hombres,
arboles y dioses levantaron los cie-
los, sustentándoles firmes con las
estrellas en la forma que ahora es-
tán. En premio de aquella acción,
el Tonacaiccuhtli hizo á sus hijos
señores de cielos y estrellas, y el
camino que ellos recorrieron Que-
tsalcoatl y TeBcatlipoca lo marca
la Vía láctea. Después de restable-
cidos los cielos, los dioses dieron
vida nueva á la tierra nueva, muer-
ta en el cataclismo. Al año siguiente,
2 acatl, TeBcatlipoca dejó su nom-
bre tomando el de Mixcoatly culebra
de nubes ó la tromba.»
En el pasaje se ve que no es á la
Nebulosa sino á Tescatlipoca á
quien se le da el nombre de Mix-
coatí; pero, más bien debe enten-
derse que el dios se identificó con
la Nebulosa y tomó su nombre.
Orozco y Berra, al copiar el pasa-
je de Fr. Bernardino llama «trom-
ba» á la «culebra de nube;- pero
éste es un error, porque la tromba
ó culebra de agua no la llamaban
Mixcoatl, sino Acoatl,
En el artículo Mixcoail hemos
hecho observar que los nahoas vis-
lumbraron tal vez la inmensa rela-
ción que la Vía láctea tiene con
nue.stro sistema solar, pues en al-
gunos de sus mitos se advierte que
consideraban á la «Gran Nebulo-
sa» como el origen de nuestro sis-
tema solar, lo cual forma hoy una hi-
pótesis en la astronomía moderna.
No sólo como causa primera, en
el orden material, consideraron los
nahoas á la Vía láctea, sino como
padre de la humanidad, y así vemos
que el viejo Ixtamixcoatl ó « cule-
bra de nube blanca» tuviera siete
hijos, que fueron los padres de las
diversas razas de hombres. (V^éase
Iztamixcoatl).
Victimas. La parte capital del
culto azteca eran los sacrificios.
Las codornices, langostas, maripo-
sas y culebras apostaron con los
dioses en Teotihuacan por dónde
saldría el sol, y habiendo perdido
fueron condenadas á ser sacrifica-
das. Las codornices, entre los ani-
males, hacían papel principal. Los
sacerdotes recibían al sol á su sali-
da con música y alabanzas; cada
uno de ellos arrancaba la cabe-
za á una codorniz, mostrándola san-
grienta al astro en señal de holo-
causto. Las aves muertas servían de
pasto á los ministros. En la fiesta
de TeBcatlipoca, el rey arranca-
ba la cabeza á cuatro codornices,
tirándolas á los pies del dios; en se-
guida los sacerdotes practicaban
el mismo sacrificio, y luego todo el
pueblo; el gran número de aves
muertas era recogido por los cria-
dos del rey, quienes cocían ó asaban
una parte para la comida del señor
y de los ministros, salando el resto
para que se conservara como cosa
sagrada. Huitsilopochtli tenía tam-
bién consagrados como víctimas,
codornices y gavilanes. Se ofrecían
á Mixcoatl conejos y coyotes. A di-
versas divinidades toda clase de
animales, así bravos como domés-
ticos, sin olvidar los peces y vi-
vientes acuáticos. Según una res-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
447
petable opinión.— «Las aves que á
«sus dioses ofrecían, pocos las co-
•mían, antes las echaban á mal.»
En materia de sacrificios, como
en todo su sistema religioso, los az-
tecas reunían lo practicado por los .
diversos pueblos. A la simple
ofrenda de las flores y de ios fru-
tos hecha á Coatlicue y á Centeotl,
restos de los cultos primitivos, jun-
taban como víctimas, ya la codor-
niz de origen chichimeca, ya los
otros animales reminiscencias de
los habitantes del antiguo Teoti-
huacan. Para colmo de monstruo-
sidad presentaban también la vícti-
ma humana. La historia declara á
los mexica culpables de este inven-
to. En efecto, la mención auténtica
que hemos encontrado en las pintu-
ras de esta práctica feroz, corres-
ponde ala primera parte de la pere-
grinación de la tribu. ¿Fueron ellos
los verdaderos inventores del cri-
men, ó lo inventaron de pueblo más
antiguo? Nada podemos asegurar
con absoluta certeza. El instinto ho-
micida, que en más de una vez deja-
ron traslucir en las mansiones de
su viaje, fué parte para que las tri-
bus les arrojaran de sus poblaciones
y les persiguieran por la guerra; el
sacrificio de los prisioneros
chalqueses y el de la hija del señor
de Colhuacan, determinaron su sa-
lida fuera del valle y su ausencia
por muchos años. Fundada la Ciu-
dad de México, la sangre de un pri-
sionero colhua sirvió para inaugu-
rar el humilde momosílt de Huitsi' !
lopochtli. En los años de esclavitud i
y de desdicha, el dios hubo de con-
tentarse con alguna víctima furti-
vamente tomada en la tierra firme;
mas cuando la tribu rompió el yugo
y se hizo poderosa, la religión se-
cundada por la venganza encontró
amplia cosecha en los prisioneros
enemigos. Hecho público aquel ri-
to, introducido á fuerza de armas
en todos los pueblos sojuzgados, el
número de las víctimas aumentaba
proporcionalmente al poderío del
imperio. Gústase la sangre y es
bebida embriagante; el colmo del
frenesí subió en la dedicación
del templo mayor, reinando Ahut-
sotl. Llegada la idea á su punto cul-
minante, había esperanzas, al me-
nos, de que iría disminuyendo en
intensidad.
De dos clases salían víctimas hu-
manas, de los esclavos y de los pri-
sioneros de guerra. Los esclavos
que por tres ó cuatro veces habían^
mudado de amos á causa de haber
huido ó de su genio intolerable, eran
vendidos para el sacrificio: los do-
naban á los templos sus dueños, ó
los compraban los devotos con el
mismo fin. Las madres vendían á
sus niños de pecho para ofrecerlos
á los tlalogue, con el derecho que
los padres tenían de vender á sus
hijos caso de necesidad: se vislum-
bran algunos otros casos, aunque
bien pocos, en que personas libres
sucumbían sobre las aras. Abunda-
ban en los mercados, tianquistli,
los esclavos de venta. En cada fies-
ta perecían tantos cuantos eran los
númenes honrados en ella; pedía el
rito que cada uno representara
al dios á que estaba consagrado,
y al efecto moría con el vestido, in-
signias y arreos correspondientes:
la piedad ofrecía algunas otras víc-
timas.
Mataban y sacrificaban en una
fiesta tantos esclavos cuantos de
sus dioses venían á caer en ella;
pero esto debe entenderse de los
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448
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
esclavos de venta, que sacrificaban
hombres ante los dioses y mujeres
delante las diosas, y á veces ni-
ños. Mas de los esclavos en gue-
rra, todos los que á la sazón tenían,
sacrificaban y mataban, aunque
fuesen mil, puesto que en diver-
sas fiestas, diversas ceremonias ha-
cían con ellos. Y para no sentir tan-
to la muerte, les daban cierto bre-
baje á beber, que parece los
desatinaba, y mostraban ir á morir
con alegría. Cuando el imperio es-
taba en paz y sobrevenía alguna
solemnidad que pidiera gran nú-
mero de víctimas, como en la co-
ronación de los reyes, se emprendía
una guerra bajo los más fútiles pre-
textos. Para tiempos normales, á
fin de proveer á los dioses de carne
fresca, concertamos los tres reinos
coligados de México, Texcoco y
Tlacopan por una parte, la repú-
blica de Tlaxcalla, la ciudad teocrá-
tica de Cholollan y el estado oligár-
quico de Huexotsinco por otra,
aquella célebre guerra mensual de-
nominada Xochiyaoyotl, guerra flo-
rida, guerra religiosa ó de los ene-
migos de casa, en la cual recípro-
camente se suministraban víctimas
en cada una de las diez y ocho fies-
tas principales que al año tenían.
Los sacrificios de víctimas huma-
nas eran de diferentes clases, exis-
tiendo diversas piedras á ellos desti-
nadas. Para el sacrificio común
la piedra se llamaba techcatl. Era
un trozo de roca verde, de unos seis
pies de largo, una tercia de ancho
y de altura como hasta la cintura
de un hombre, disminuyendo de al-
to á bajo en forma piramidal hasta
rematar en un pequeño espacio; la
figura estaba apropiada para que
la víctima, tendida de espaldas enci-
ma, quedara con las piernas, brazos
y cabeza colgantes, levantado en ar-
co el pecho y bien tirante la piel.
Los ministros oficiantes eran
seis: cinco destinados á tener los
brazos, cabeza y piernas, y^ el últi
mo el sacrificador. Aunque tenían
cuerpo y rostro pintado de negro
con una raya blanca al rededor de
la boca, las cabelleras erizadas y
revueltas, ceñidas en la frente con
una banda de cuero, que en la par-
te superior tenía una pequeña ro-
dela de papel de diversos colores,
vestían unas dalmáticas blancas la-
bradas de negro, papalocuachtíi. El
nombre de los ministros era cha-
chalmeca, como quien dice ministro
de cosa divina. En cada una de las
fiestas cambiaba de nombre y de
traje el sacrificador; en la de Hui-
tmlopochtli se nombraba Topiltsin,
sinónimo de Queisalcoatl. «El tra-
« je y ropa era una manta colorada á
«manera de dalmática, con unas flo-
«caduras verdes por orla, una coro-
«na üe varias plumas verdesy ama-
«rillas en la cabeza, y en las orejas
«unas orejeras de oro engastadas en
«ellas piedras verdes, y debajo del
« labio un bezote d e una piedra azul. »
«Preparada la víctima, según las
prescripciones del rito, cuatro de los
oficiantes la tomaban de los bra-
zos y piernas, y alzándola en al-
to la colocaban de espaldas encima
del techcatl; el quinto ministro le
ponía sobre el cuello una collera de
madera, á fin de mantener colgan-
te la cabeza, y tal vez para hacer
refluir la sangre hacia el pecho.
Pronunciadas las oraciones ritua-
les, el sacrificador, armado de un
agudo cuchillo de pedernal (tecpaíl
sílex), se adelantaba, hería sobre el
pecho, metía la mano por la herida.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
449
y arrancando el corazón palpitante,
sangriento, exhalando vaho, levan-
taba la mano ofreciéndole al sol, y
luego le tiraba á los pies del ídolo.
Respecto del corazón observaban
muy diversas prácticas: quemá-
banle á veces y otras le colocaban
sobre el altar en una vasija llama-
da chalchiuhxicalli; ya le enterra-
ban, ya se lo comían los sacerdotes,
ó bien le conservaban por algún
tiempo con extrañas ceremonias.
Con la sangre recogida en un vaso
untaban los labios de los ídolos pa-
ra que la gustasen y teñían con ella
cieñas partes de los santuarios y
de los templos.
La víctima era arrojada por las
gradas del tecalli abajo. Si era pri-
sionero de guerra, el cautivador con
sus amigos la recogían, y llevándo-
la al calpullihx destrozaban; envia-
ban la cabeza á los sacerdotes para
que fuera colocada en el Tezom-
pantli; el resto del cuerpo se con-
ducía á la casa del dueño. Del ca-
dáver se comían las partes carno-
sas; los desechos y las entrañas se
arrojaban á las fieras. Hecha tro-
zos la carne, la cocían con maíz, y
á cada convidado daban una escu
dilla con un pedazo y su caldo co-
rrespondiente: llamaban á la comi-
da tlacataolli. El convite era rego-
cijado, terminando con alegrías y
bebida de octli, pulque. «El señor
- del cautivo no comía de la carne,
«porque hacía cuenta que aquella
«era su misma carne, porque desde
«la hora que le cautivó, le tenía por
«hijo, y el cautivo á su señor por pa-
«dre; y por esta razón no quería co-
«mer de aquella carne, pero comía
«de la de otros cautivos que se ha-
«bían muerto.»
En honm de la verdad debe de-
cirse, que ese banquete no era un
acto de puro canibalismo. Losmexi-
ca comían de aquella carne como
de una substancia mística, en vir-
tud de la transmutación que la vícti-
ma había sufrido en el sacrificio. Un
autor nada sospechoso dice: «Lue-
«go tomaban al sacrificado y vol-
«vianselo á su dueño, con la carne
«del cual solemnizaban la fiesta, la
«cual carne de todos los sacrifica-
«dos tenían realmente por carne
«consagrada y bendita, y la co-
«mían con tanta reverencia y con
«tantas ceremonias y melindres,
«como si fuera alguna cosa celes-
«tial, y así la gente común jamás
«la comía, sino allá la gente ilustre
«y muy principal.* Infiérese de
aquí el sentimiento religioso que los
azteca daban á la carne de la víc-
tima. Prueba además, que la prácti-
ca de comer la carne humana no
era universal, supuesto que aque-
lla vianda sólo se repartía á la gen-
te ilustre y principal, al dueño del
esclavo y al guerrero cautiv^ador
del prisionero con sus amigos y pa-
rientes, únicos que podían alcanzar
una fracción de la víctima inmola-
da. Si quien daba el festín tenía po-
sibles, repartía á sus comensales
mantas y joyas. Con el esclavo sa-
crificado se procedía de manera
idéntica, aunque con menor solem-
nidad que con el preso en guerra.
En el teocalli mayor de México
los techcatl eran dos, cada uno fron-
tero de los dos santuarios de Hui-
tsilopochlli y TlaloCy y tan cerca de
la escalera que con facilidad se po-
dían arrojar por ella los cadáve-
res; de aquí resultaba, que del ta-
jón hasta abajo había constante-
mente un regajal de sangre.
En el mes Hueytecuilhuitl, la mu-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
jer que representaba á la diosa Xi-
¡onen, cargada espalda con espal-
da por sacerdote, era degollada,
le sacaban el corazón y lo ofrecían
al sol.
En la fiesta de Tlaloc hacían mo-
rar juntos, por espacio de veinte ó
treinta días, á un esclavo y á una
esclava, cual si fueran marido y mu-
jer; los sacrificaban, y los cadáve-
res eran enterrados en una hoya á
manera de silo que en el templo te-
nían.
En el tiempo en que habían bro-
tado los maizales sacrificaban dos
niños, uno hombre y otro mujer,
hijos de señores y principales, lle-
vándoles á la montaña de Tlaloc,
cortándoles la cabeza y conservan-
do sus despojos en una caja de pie-
dra como si fueran reliquias. En el
mes Atlacahualco sacrificaban en
los montes niños de pecho com-
prados á sus madres. En el mes
Atemosílí sumergían en «llago un
niño y una niña, haciendo zozobrar
la canoíta en que les colocaban.
Cuando el maíz estaba un poco cre-
cido,compraban cuatro niños de cin-
co á seis años de edad, y encerrá-
banles en una cueva, dejándoles mo-
rir de terror y de hambre.
En Cuauhtitlan, en la fiesta de
Teotleco, levantaban seis grandes
palos como mástiles de navio; sa-
crificaban dos esclavas, desollában-
las y sacábanles los huesos de los
muslos. Dos sacerdotes se vestían
los pellejos, y empuñando Jas cani-
llas, bajaban bramando, paso á pa-
so, del templo: la gente que los veía
gritaba como espantada; «ya vie-
nen nuestros dioses, ya vienennues-
tros dioses.» Los dos sacerdotes
desde abajo, adornados con canti-
dad de papeles, comenzaban á to-
car con líis canillas sus huehuetl,
mientras la multitud sacrificaba de-
lante de ellos muy grande cantidad
de codornices. Después, ataban en
los palos seis cautivos; mas apenas
I bajaban los sacerdotes que les su-
¡ bían, hombres y muchachos dispa-
raban sus flechas, hasta dejarles
cuajados de ellas; volvían los sa-
cerdotes á subir, despeñaban de lo
alto á los cautivos, quienes no obs-
tante que se estrellaban contra el
suelo, eran en seguida sacrificados.
Con motivo de este horroroso sa
crificio, dice Orozco y Berra: «Este
culto era cruel. Como si no fueran
suficientes los horrores de la vícti-
ma humana, los reyes pontífices y
batalladores de Tenochtitlan por
emulación supersticiosa, ó más bien
por rencor contra los enemigos que
suministraban los objetos para el
sacrificio, fueron inventando ex
quisitas maneras de hacer más len-
ta y dolorosa la agonía del prisio-
nero. Empedernido el corazón á la
vista repetida de las escenas san-
grientas, los fieles aprendieron á
no perdonar su propio cuerpo; sus
maceraciones y penitencias ponen
miedo, maravillando que se repitie-
ran de una manera tan general y
continuada. Por mucha que la pa-
ciencia sea al leer estas aberracio-
nes, al fin brota del labio la maldi-
ción contra culto tan absurdo.»
Acerca del número de las vícti-
mas, no andan conformes los auto-
res; cosa puesta en raz3n, supues-
to que no habiendo punto fijo de
donde partir, las avaluaciones son
á ojo, determinadas por el buen que-
rer. El Sr. Zumárraga, en carta de
12 de Junio de 1524, asegura que sólo
en México se sacrificaban 20,000
personas. Torquemada djíce que es-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
451
tos 20,000 eran únicamente de los
niños. Según Gomara, pasaban de
50,000. Acosta afirma que en un
solo día eran muertos en el impe-
rio 5,000 y aun 20,000. El P. Duran
se figura que el número de los que
sucumbían en los altares igualaba
al de los muertos de muerte natural.
Opina Clavigero que eran muchos,,
sin poder señalarse el número. Por
el contrario, el P. Las Ca.sas limi-
ta los casos» á lo más en ciento al
año. Por mucho que se disminuyan,
siempre resultará que son excesi-
vos. Ningún pueblo, por otra parte,
se extremó tanto como el mexica
en tan abominable costumbre. Si
el número de los sacrificados no se
puede fijar con exactitud, debe for-
marse idea por estos datos. Los
prisioneros de guerra estaban des-
tinados como víctimas; los mexica
eran conquistadores, extendieron
su dominio por un grande territo-
rio, y de continuo llevaban sus ar-
mas contra las provincias indepen-
dientes ó rebeldes: en todas las gue-
rras no se procuraba tanto matar
al enemigo, cuanto hacer el mayor
número de cautivos. Lasfiestaseran
diarias, fuera de las solemnes de
veinte en veinte días: no hablen
do guerra, se ocurría en estas oca-
siones á la guerra pactada y reli-
giosa contra Tlaxcalla, Cholollan
y Huexotmnco, Además, se prepa-
raba una gran hecatombe para la
coronación de cada uno de los re-
yes, ó cuando quería consagrarse
algún nuevo monumento religioso.
Espantan verdaderamente estas
dos cifras; el número de los cráneos
que los conquistadores vieron con-
servados en el Tsonpantli; el nú-
mero de los sacrificados en la sola
dedicación del templo mayor, que
fueron 20,000 según el Códice Te-
LLERiANO Remense, Ó 20,400 scgún
el Códice Vaticano. Preciso es tam-
bién tener en cuenta la gran canti-
dad de esclavos vendidos para los
sacrificios.
Orozco y Berra, á propósito del
número de las víctimas sacrifica-
das en las fiestas, dice:
«Tremendos cargos han sido ful-
minados contra los americanos por
esta práctica impía. Para respon-
der alzaron ya la voz nuestros com-
patriotas Clavigero y el Sr. Don Jo-
sé Fernando Ramírez: á su ejemplo
vamos á decir también algunas pa-
labras, en que sus luminosos escri-
tos nos servirán de guías. Esta de-
fensa y cuando digamos, como va-
mos á ver, no es solo en favor de
, las antiguas tribus, sino de la hu-
i manidad entera.
«No ha habido casi ninguna na-
ción en el mundo, dice Clavigero,
I que no haya sacrificado víctimas
I humanas al objeto de su culto.
Los Libros Santos nos dicen que
los Ammomitas quemaban á sushi
jos en honordesudiosMoloch,yque
lo mismo hacían otros pueblos de la
tierra de Canaan. Los Israelitas
imitaron alguna vez aquel ejem
pío. Consta en el lib. IV de los Re-
yes, que Achaz y Manases, reyes
de Judá, usaron aquel rito gentíli-
co de pasar á sus hijos por las lla-
mas. La expresión del texto sagra-
do parece indicar mas bien una lus-
tracion ó consagración que un ho-
locausto; pero el salmo CV no nos
permite dudar que los Israelitas sa-
crificaban realmente sus hijos á los
dioses de los Cananeos, no bastan-
do á retraerlos de aquella bárbara
superstición, los estupendos y ad-
mirables milagros obrados por el
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452
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
brazo omnipotente del verdadero
Dios. ^Commisti sunt intcr gentes,
et didicerunt opera eoruní, et ser
víertint sculptilibtis eorum, ei fac-
ium est Hits in scadalum. Et im-
motaverunt filios su os et filias
stias Dcemoniis. Et effuderunt san-
guinem innocentem; sanguinenrfi
liarum stwrum et filiarum suarum
qtias immolaverant sculptilihus
Chanaan. Et infecta est térra in
sangninibus.^
«De los egipcios sabemos por el
testimonio de Maneton, sacerdote
é historiador célebre de aquella na-
ción, citado por Eusebio de Cesa-
rea, que cada dia se inmolaban tres
víctimas en Heliópolis solo á la dio-
sa Juno. Y no eran solo los Ammo-
nitas, los Cananeos y los Egipcios
los que obsequiaban de un modo
tan inhumano á sus dioses Moloch,
Belfégor y Juno; pues los Persas
hacian iguales sacrificios á Mitra ó
el sol, los Fenicios y los Cartagine-
ses á Baal ó Saturno, los Cretenses
á Jove, los Lacedemonios á Marte,
los Focenses á Diana, los habitan-
tes de Lesbos A Baco, los Tesalóni-
cos al Centauro Quiron y á Peleo,
los Galos á Eso y á Teutates, los
Bardos de la Germania á Fuiston,
y así otras naciones á sus dioses
tutelares. Filón dice que los Feni-
cios, en sus calamidades públicas,
ofrecían en sacrificio á su inhuma-
no Baal los hijos que mas amaban,
y Curcio afirma que lo mismo hi-
cieron los Tirios hasta la conquista
de su famosa ciudad. Sus compa
triotas los Cartagineses observa-
ban el mismo rito en honor de Sa-
turno el Cruel, llamado así con justa
razón. Sabemos que cuando fueron
vencidos por Agátocles, rey de Sira-
cusa para aplacar á su dios, que
creían irritado contra ellos, le sacri-
ficaron 200 familias nobles, ademas
de 300 jóvenes que espontáneamen-
te se ofrecieron en holocausto para
dar este testimonio de su valor, de
su piedad para con los dioses y de su
amor á la patria, y según asegura
Tertuliano, que como africano y
poco posterior á aquella época, de-
bía saberlo bien, aquellos sacrifi-
cios fueron usados en África hasta
los tiempos del emperador Tiberio,
como en las Gallas hasta los de
Claudio, según dice Suetonio.»
«Los Pelasgos, antiguos habitan-
tes de Italia, sacrificaban para obe-
decer i\ un oráculo, la décima par-
te de sus hijos, como cuenta Dioni-
sio de Halicarnaso. Los romanos
que fueron tan sanguinarios y su-
persticiosos, conocieron también
aquellos sacrificios. Durante todo
el tiempo del dominio de los reyes,
inmolaron niños en honor de la dio-
sa Maia, madre de los Lares, para
implorar de ella la felicidad de sus
casas. Indújolesá esta práctica, se-
gún dice Macrobio, cierto oráculo
de Apolo. Por Plinio sabemos que
hasta el año 657 de la fundación de
Roma, no se prohibieron los sacri-
ficios humanos. « DCL VII demun
anno urbis, Cn. Corn. Lentulo Uci-
nio Coss. Senatum cónsul tum fac-
tum est, ne homo immolar etur. » Mas
no por esta prohibición cesaron de
un todo los ejemplos de aquella
bárbara superstición, pues Augus-
to, según afirman varios escritores
citados por Suetonio, después de la
toma de Penisla, donde se había
fortificado el cónsul L. Antonio sa-
crificó en honor de su tío Julio Ce-
sar, divinizado ya por los Romanos
300 hombres, parte senadores y
parte caballeros, escogidos entre la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
453
gente de Antonio, sobre un altar
erigido al nuevo dios. Perusia cap-
ta in plurihus animadvertit; orare
veniant, vel excusare se conantibus
una voce occurens, moriendum ese.
Scribunt quídam trecentos el dedi-
titiis electos, utriusque ordinis ad
aram D.Julio extructam Idih. Mar-
tiis victimarum more maclatos.*
Lactancio Firmiano que conocía á
fondo á la nación Romana y que flo-
reció en el siglo IV de la Iglesia,
dice expresamente que aun en sus
tiempos se hacian aquellos sacrifi-
cios en Italia al dios Lacial. ^Nec
Latini quidem hujus immanitatis
expertes fuerunt siquidem Latía-
lis Júpiter etiam num sanguine coli-
tur humano.^ Ni los españoles se
preservaron de aquel horrible con-
tagio. .Estrabon cuenta en el lib.
III, que los Lusitanos sacrificaban
los prisioneros cortándoles la mano
derecha para consagrarla á sus dio-
ses, observando sus entrañas y
guardándolas para sus agüeros; que
todos los habitantes de los montes
sacrificaban también á los prisio-
neros con sus caballos, ofreciendo
ciento á ciento aquellas victimas al
dios Marte, y hablando en gene-
ral dice, que era propio de los es-
pañoles sacrificarse por sus ami-
gos. No es ajeno de este modo de
pensar lo que Silio Itálico cuenta
de los Béticos sus antepasados, á
saber, que después de pasada la
juventud, fastidiados de la vida, se
daban muerte á sí mismos, lo que
él elogia como una acción heroica:
«Prodiga gens animse et properare facilli-
ma mortem;
«Nanque ubi transcendit florente viribus
annos,
«Impatiens oevi spernit venisse senectam,
«Et fati modus in dextra est.
«Quien diría que esta manía de
los Béticos había después de ser
una moda en Francia y en Inglate-
rra? Viniendo á tiempos posterio-
res, el P. Mariana, hablando de los
Godos, que ocuparon la España,
dice así: «Porque estaban persuadi-
«dos que no tendría buen éxito la
'guerra, si no ofrecían sangre hu-
«mana por el ejército, sacrificaban
«los prisioneros de guerra al dios
«Marte, al cual eran particularmen-
«te devotos, y también acostumbra-
«ban ofrecerle las primicias de los
«despojos, y suspender de las ra-
imas de los árboles los pellejos de
«los que mataban.» Si no hubieran
olvidado esta especíelos españo'es
que escribieron la historia de Méxi-
co, y hubieran tenido presente lo
que pasaba en su misma península,
no se habrían maravillado tanto de
los sacrificios de los mexicanos.»
«Dejando á Clavigero. encontra-
mos en César Cantú: «La mayor
de los pueblos Han inmolado vícti-
mas humanas. Fenicios, Egipcios,
Árabes, Cananeos, habitantes de
Tiro y de Cartago, Persas, Ate-
nienses, Lacedemonios, Jónicos, to
dos los griegos del continente y de
las islas. Romanos, antiguos Breto-
nes, Hispanos, Galos; todos han es-
tado igualmente sumergidos en esta
horrible preocupación. Para conse-
guir el favor de los dioses, el rey
de Moab ofreció á su hijo en holo-
causto sobre los muros de su capi-
tal, sitiada por los Israelitas, cau-
sando esta acción tal horror á los si-
tiadores, que al momento se aleja-
ron. No puede menos de sentirse
un estremecimiento de horror al
leer en los autores, tanto antiguos
como modernos, la descripción de
los sacrificios humanos, usados
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ANALES DEL NKJSEO NACIONAL.
desde los tiempos más remotos en
toda la gentilidad, y practicados
hoy dia en la India y en lo interior
del África. Ignórase quién fue el
primero que aconsejó tan atroz bar-
barie; pero haya sido Saturno como
resulta en el fragmento de Sanco-
niaton ó Licaon como Pausanias
parece indicar, es lo cierto que esta
costumbre echó profundas y robus-
tas raíces. La inmolación de las víc-
timas humanas era una de las abo-
minaciones que Moisés reprendió
á los Amorreos; los Moabitas sacri-
ficaban niños al dios Moloc, cuya
cruel costumbre prevaleció entre
los Tirios y Fenicios, y los mismos
Hebreos la habían tomado de sus
vecinos.»
«El mismo Cantú escribe en otra
parte: Quisiérase negar la historia
cuando nos muestra este abomi-
nable uso practicado en todo el uni-
verso; pero para oprobio de la espe-
cie humana no hay cosa más incon-
testable pues que hasta las ficcio-
nes de la poesía atestiguan esta
preocupación universal. •
«Copiando ahora al Sr. Ramírez,
dice: «En efecto, dejando aun lado
la sola tradición histórica, que nos
conduciría en nuestras in vestigacio-
nes á una época más remota que la
del sacrificio intentado por Abra-
ham, y ateniéndonos únicamente á
aquellas pruebas de hecho que aun
se conservan, y que podemos juz-
gar por nosotros mismos, es de ve-
ras muy digno de atención que la
prueba de la existencia de los sacri-
ficios humanos se encuentra en
monumentos que á su vez son tes-
tigos irrecusables de la alta civili-
zación á que había llegado el pueblo
que los construyó; cual si nos dije-
sen en el lenguaje misterioso que
aquellos habían caminado á la par
de ésta. Las estupendas ruinas de
Persépolis, que nos transportan tan-
tos siglos mas allá de Alejandro, han
perpetuado en sus magníficos re-
lieves la memoria de los sacrificios
humanos: la misma se reproduce en
las pinturas halladas en los sepul-
cros de los reyes de Tebas, no dejan-
do duda alguna, dice el Barón de
Humboldt.de que los egipcios prac-
ticaron estos sacrificios. Muestra de
ello se reconocen en los escombros
que cubren la isla Phila ó Philoe,
cuyos acabados relieves y cincela-
dos mármoles nos hacen retroceder,
en los más modernos, un periodo de
cinco mil años. En fin, la antigua y
misteriosa India nos presenta en el
collar de cráneos humanos que
adornan el cuello de la diosa Cali ó
Bhavani, así como también en las
esculturas de Elephantina, la prác-
tica de las tremendas lecciones con-
i tenidas en sus libros sagrados. Por
! lo que toca á los pueblos que llama-
I ré modernos, considerándolos como
I la almáciga ó el tronco de donde
brotaron las naciones que hoy lle-
van la bandera de la civilización, es
muy fácil probar con su misma his-
toria, que ni uno sólo de ellos ha
escapado á aquel bautismo de san-
gre, cual si éste formara uno de los
necesarios eslabones de la cadena
social, que ninguno tendría el privi-
legio de saltar.»
«Del testimonio conforme de los
autores se deduce, que la práctica
de los sacrificios humanos ha sido
común al Antiguo y al Nuevo mun-
do. ¿Podremos inferir de su univer-
salidad, la bondad de la costumbre?
De ninguna manera: la repetición
de un acto criminal, ni le abona, ni
le justifica. Pero se puede estable-
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SEGUNDA £POCA. TOMO V.
455
cer, que los europeos cometen un
acto de injusticia y de irreflexión
al levantar el grito contra esta bar-
barie de los americanos achacándo-
les como crimem particular el que
también es propio suyo y común.
Cuanto de los indios digan, cae so-
bre la cabeza de todos los pueblos;
ese afectado horror está fuera de
lugar; si alguien está inocente tire
la primera piedra.
«Mas esta mancha de la humani-
dad ¿alcanza alguna explicación
plausible? ¿Tan grande falta es, que
no admite disculpa ni merced delan-
te de la razón? Tal vez pudiera me-
recer alguna.
«En último análisis, los sistemas
religiosos de los filósofos se resu-
men en estos principios. Dios crió
al hombre, se comunicó con su obra,
se le dio á conocer y le impuso una
doctrina; la revelación. Ésta es mi
creencia. La idea de la Divinidad
es innata en el hombre: la intuición.
Dios y su culto son un esfuerzo de
la inteligencia humana, y marcan
cierto estado de adelanto: la evo-
lución. En ningún caso puedo creer
con el poeta, que los primeros dio-
ses hayan sido el parto del temor.
No en el primero, porque Dios se
reveló á su hechura por la ley del
amor; no en el segundo, porque la
idea estaba concebida; no en el ter-
cero, porque el hombre, en su estado
primitivo convencional y supuesto,
está más propenso á la admiración
que al miedo; porque del peligro
se huye sin detenerse á adorarlo;
porque lo que se alza por Dios in-
funde respeto, y antes fué elegido
por el reconocimiento ó el asombro.
«Sin embargo, es evidente que en
el culto se encuentran mezclados
dos sentimientos, al parecer impo-
sibles de estar asociados, el amor
y el miedo. La explicación es fácil.
Dios se concidera siempre como la
perfección absoluta. Á poco que se
examine, el hombre se encuentra
imperfecto, trunco. La inmensa
grandeza de Dios, los favores de él
alcanzados, la esperanza de los be-
neficios por recibir, determinan la
admiración, el agradecimiento y el
amor. Las relaciones que se esta-
blecen entre Dios y el hombre pre-
suponenr una regla de conducta, es
decir, una ley con su parte penal;
recompensa para quien la cumple,
castigo para quien la infringe. Aho-
ra bien; reconocida por el hombre
su imperfección, por esta causa, ó
por temor á la perversidad perso-
nal, piensa que es fácil, muy fácil
conculcar la ley. Del crimen viene
el miedo al castigo, el temor á la
Divinidad; no por suponerla malé-
vola ó vengativa, sino precisamen-
te por considerarla justa.
«Apartado el hombre de la reve-
lación, quedó entregado á su propia
ceguedad. El amor inventó la ofren-
da, el miedo el sacrificio. La ofrenda
es al principio sencilla,.como senci-
llo es el corazón; después razonada,
á medida que se ilustra la mente.
Nada más tierno, nada más natu-
ral, que colocar sobre el altar la
yerba olorosa, la flor fragante de
los campos, el fruto sazonado y sa-
broso, las espigas de la cosecha, las
primicias del rebaño. El sacrificio
es la expiación, y comienza por la
persona del culpado. La falta se
purga por la pena proporcional;
cuanto más grave es el pecado, tan-
to mayor será la penitencia. Brota
del labio la oración ó súplica; si-
guen la abstinencia, la maceracion;
el arrepentimiento y el fervor
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
conducen á expiaciones en que el
cuerpo se desgarra, y la sangre que
de las heridas mana es la primera
que, sin pretenderlo, se ofrece á la
Divinidad.
«La lógica del sentimiento an-
da por pendientes resbaladizas.
Prosiguiendo en sus inducciones,
admite que la culpa puede redimir-
se por objetos extraños al culpa-
do; es decir, descubre el sistema de
sustitución. Y como la Divinidad
es dueña de todo lo creado, fuente
de la producción y de la vida, infie-
re, que no solo se le deben los seres
inanimados, sino también los vi-
vientes; á las plantas, flores y fru-
tos seguirá la ofrenda de animales.
Los seres animados solo pueden
ser sustituidos por seres animados.
A la ofrenda acompaña la víctima,
el simbolo expiatorio; el sacrificio
se hace superior á la oblación. La
víctima se hace santa, por estar
consagrada á Dios: si redime la cul-
pa individual también puede po-
nerse en desagravio de las malda-
des públicas, ó por la salud común;
entonces el sentimiento particular
se convertirá en común y ritual. La
víctima será de tanto mayor precio,
cuanto mayores sean las perfec
ciones que se le atribuyan. Cada
pueblo dará la preferencia á un ani-
mal privilegiado; y como la repe-
tición de un sacrificio es la repeti-
ción de una obra meritoria, no siem-
pre la piedra se conformará con una
víctima, y llegará hasta la heca-
tombe.
«Se escapan las ideas interme-
dias, que á los hombres actuales no
pueden ocurrir, hasta llegar á la
víctima humana que era la conse-
cuencia forzosa de una lógica in-
flexible, torcida en sus principios.
Admitida la sustitución, el suplicio
del criminal que satisfacía la vin-
dicta pública, se transformó en el
sacrificio del malo para aplacar á
la Divinidad enojada y alcanzar el
remedio de la comunidad. Si se de-
' gollaba al prisionero por enemigo
de la patria, se le podía sacrificar
como enemigo de los dioses. Se in-
molaba al esclavo, con el derecho
I que el señor tenía para disponer á
I su antojo de su propiedad. Pereció
también el inocente, pedido por el
I expreso mandato del dios, por el vo-
to popular, por las prescripciones
del rito.
«Puesta la primitiva verdad en la
resbaladiza pendiente, fuerza era
verla despeñada hasta el abismo.
El pensamiento seguía el orden pro
gresivo; la piedra para sostener el
ara; los metales y objetos valiosos
para adornarla; las plantas y fru-
tos para ofrenda; los animales, víc-
timas de sustitución; preciso era
llegar al ser más perfecto en l:i
creación, al más preciado, al que
más se puede semejar á la Divini-
dad, el hombre. El hombre víctima
de sí propio en la penitencia per-
sonal; víctima de sustitución por
una congregación, por un pueblo
entero. Si el sacrificio del criminal
era grato, en casos excepcionales
lo seria con mayor razón el del ino-
cente. Si ^sucumbía el guerrero,
también tenía su precio la sangre
¡ de la mujer y del niño. Nada de es-
I to podemos ahora admitir como ra-
cional, porque precisamente veni-
mos contra la corriente de aquellas
: ideas absurdas. Nos parece el sa-
crificio humano, impio y abomina-
ble; matar al inocente, atentatorio y
I criminal; dar la muerte al prisione-
! ro, injusto; reconocer la esclavitud,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
457
inicuo; pensamos detenemos ante la
vida del malvado, como ante cosa
de la cual no podemos disponer.
«Vemos á todos los pueblos con-
vergir á un punto, aunque ignora-
mos los caminos por donde llegaron;
se les ve coincidir en una idea co-
mún, sin que tengamos todos los
elementos para juzgar del racioci-
nio. Sin embargo, estudiando los
rastros que aun quedan en la histo-
ria, se descubre que el sacrificio
humano, más es error del espíritu,
que perversidad del corazón; dima-
nó de exceso en el sentimiento reli-
gioso, y no de verdadera inclinación
al mal. Los pueblos en los tiempos
que siguieron esa bárbara institu-
ción, progresaron física y moral-
mente. La víctima humana no se
presentó, sin existir primero la idea
de un Ser Supremo, la inmortali-
dad del alma, la vida futura, el cas-
tigo y la recompensa de las accio-
nes, la redención de la culpa, la sus-
ticion en el sacrificio, la eficacia de
las acciones buenas para lograr el
perdón, un conjunto completo de
doctrinas, enderezadas á ensalzar
la virtud y enfrenar el vicio. Sin
duda que es una inmensa mejora
moral haber suprimido esa practi-
ca salvaje; pero examinada filosó-
ficamente, no se presta á las lamen-
taciones intempestivas de ciertos
pensadores llorones. El sacrificio
humano es un lamentable error de
la humanidad. Adoptando los pen-
samientos del conde de Maistre, «su
«error nace de que sin duda igno-
«ran que el abuso de sacrificios, por
«enorme que sea, es nada en com-
«paracionde la impiedad absoluta.»
En cuanto á mí, voy más adelante.
Prefiero la víctima humana, á la
ausencia de Dios y de su altar en
el sistema del ateo: para mí encie-
rra más sentido común el fetiche
del negro bozal, que el evasivo y
desconsolador quién sabe del pirró-
nico. El cristianismo hace imposi-
ble que aparezca otra vez la victima
humana: Dios aparta indignado los
ojos de la sangre, y ya fué redimi-
da la humanidad por el cruento sa-
crificio del Calvario.
«Fuera del que acabamos de na-
rrar, se formula segundo cargo con-
tra los mexicanos, el de antropofa-
gia. Seré breve:
«Ademas de los ejemplos produ-
cidos, dice el Sr. Don José Fernan-
do Ramírez, y sin tomar en cuenta
el semillero de antropófagos, que
los poetas antiguos y los mitólogos
sitúan en el corazón de la Europa,
sabemos por Plinio y por Pompo-
nio Mela, que lo eran esas nume-
rosas tribus conocidas bajo la deno-
minación de Escitas: lo mismo dice
Estrabon de los Irlandeses; como
testigo de vista lo afirma San Ge-
rónimo de los Escoceses, y Diódo-
ro, de Sisilia, confirmando estas no-
ticias, aumenta el catálogo con las
numerosas tribus de los Celtas. Vol-
taire cita un pasaje de Marco Po-
lo, que decía ser un privilegio de
los magos y sacerdotes Tártaros,
comer la carne de los ajusticiados,
y Sir Stamford Raffles refiere un
hecho semejante, de muy reciente
data y del más singular carácter
que observó entre los Battas, pue-
blo de la Sumatra, donde la civili-
zación ha hecho grandes progresos,
pues no sólo han adoptado para su
gobierno las formas constituciona-
les, sino que también tienen esta-
blecimientos de instrucción públi-
ca, y una gran parte de la población
sabe leer y escribir»
115
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458
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«Para dar punto á este artículo
y completar la prueba relativa á la
universalidad del antropofagismo,
diré con el sabio Virre}^, que ha
examinado la materia como histo-
riador, como filósofo y como fisió-
logo: «Las naciones hoy más cul-
«tas fueron antiguamente antropo-
^fagas: Pellontier lo afirma de to-
«dos los Celtas, y Cluver, de los
«Alemanes. Infiérese por las capi-
«tulares de Cario Magno, que es-
«te crimen debía ser bastante co-
«mun, puesto que aquel grande mo-
«narca tuvo necesidad de imponer
«penas para suprimirlo. En la gue
«rra que los tártaros hicieron á los
«rusos el año de 1740, se les vio
«chupar la sangre á los muertos.
« Todos los europeos descienden ori-
^ginariamente de una rasa an-
<^tropófaga. Un antiguo escoliasta
«de Píndaro, lo afirma de los pue-
«blos del Ática, en épocas remotas,
«y Pausanias lo asegura de los an-
«tiguos griegos, que con el discur-
«so del tiempo llegaron á formar
«l2i nación más culta é ilustra-
«da del universo.» El autor cita-
do que prosigue haciendo una lar-
ga y minuciosa enumeración de
otros muchos pueblos de ambos con-
tinentes, para probar, que nada tiene
absolutamente de nuevo ni de extra-
ño que el hombre haya devorado á
su semejante, la cierra exclamando:
^Nosotros, pues, somos descendien-
tes de antropófagos.*
«Infiérese de aquí, que la antro-
pofagia ha sido crimen común del
mundo entero; esta cuestión queda
colocada en el mismo terreno que
la de los sacrificios humanos.
«Denomínase antropófago al que
come carne humana. Se compren-
de que comer carne humana es un
acto abominable, y se debe conce-
der que los mexicanos se entrega-
ban á esta práctica. Pero, ¿no exis-
te diferencia alguna, entre quien la
come por vicio, por placer, por cos-
tumbre, porque hace de ella la par-
te principal y constante de su ali-
mentación, y quien sólo la come en
ciertas y determinadas ocasiones,
permitidas por la ley y prescri-
tas por el culto? No, se responde-
rá; la razón anatematiza el hecho
bárbaro de tocar á la carne del
hombre y no aminora el crimen la
cantidad tomada por alimento, ni
el disfraz con que se la encubra.
Sin pretender clasificar los diver-
sos géneros de antropofagia, insis-
to en que, es más viciosa y repug-
nante la conducta del caribe, del
caníbal, del acaxes, que andaban
á caza de hombres para devorar-
los, que la de los mexica comiendo
únicamente, por sentimiento reli-
gioso, la carne de las víctimas in-
moladas á los dioses. Sólo preten-
do explicar la antropofagia de los
aztecas.
«Resumiendo de nuevo lo que ya
dijimos, el Estado y los particula-
res proveían de víctimas al culto,
y ninguna injusticia, según ellos, se
cometía en la muerte de las perso-
nas entregadas al cuchillo sacerdo-
tal. Los esclavos perecían bajo el
derecho que el dueño tenía para dis-
poner de sus cosas. En cuanto á los
prisioneros de" guerra, reconvenido
Motecuhzoma por Cortés acerca de
la crueldad de los sacrificios, con-
testó el rey: «Nosotros tenemos de-
«recho de quitar la vida á nuestros
«enemigos; podemos matarlos en el
«calor de la acción, como vosotros
«hacéis con los nuestros. ¿Y porqué
«no podremos reservarlos para hon-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
459
«rar con su muerte á nuestros dio-
«ses?» Idénticas ideas acerca de es-
tos capítulos profesaban muchos
pueblos del antiguo continente.
«Conforme al sistema de sustitu-
ción, inmolada la víctima quedaba
consagrada, por pertenecer á las di-
vinidades. Sacada de su estado na-
tural por la santificación del sacrifi-
cio, se transformaba en una sustan-
cia mística; desaparecían los carac-
teres primitivos, digamos así, para
adquirir otros simbólicos y perfec-
tos. Comer de la víctima es decla-
rarse adorador del dios, confesor de
la religión, parte integrante de los
creyentes; hay una especie de iden-
tificación con la misma divinidad; se
goza de una prerogativa casi celes-
te; el objeto comido cobra el mismo
valor de la transformación santa del
sacrificio. «Por una continuación
«de las mismas ideas sobre la natu-
« raleza y eficacia de los sacrificios,
«veían también los antiguos alguna
«cosa misteriosa en la comida del
«cuerpo y de la sangre de la vícti-
<ma. Ésta contenía, en su sentir, el
^complemento del sacrificio y de la
^unidad religiosa, de tal modo, que
«los cristianos rehusaron por mu-
«cho tiempo probar las carnes in-
«moladas, para que no se creyese
«que comiéndolas, reconocían las
«falsas divinidades á que se habían
«ofrecido; porque todos los que par -
^ticipaban de una víctima son un
*mismo cuerpo. Mas esta idea uni-
« versal de la comunión por la san-
«gre, aunque viciosa en su aplica-
«cion, creo sin embargo justa y per-
«fecta en su origen, así como aque-
«11a de la cual derivaba.»
«Los méxica, en virtud de la tras-
mutación, comían la carne de la víc-
tima, no por ser codorniz, culebra
ú hombre, sino porque era una sus-
tancia santa. La tenían por cosa con-
sagrada, y sagrada, como aquella
masa de tsoalli de que formaban el
cuerpo de Huitsilopochtli, que des-
pedazada servía en menudos trozos
para su comunión mística. Ademas,
la participación de la víctima sólo
alcanzaba á la gente ilustre y prin-
cipal, al dueño del esclavo ó cauti-
vador del prisionero con sus ami-
gos y parientes; no era una practica
universal, no todos llegaban á co-
mer la carne humana.
«Pudiera llamar la atención ese
convite repugnante en que la víc-
tima era servida condimentada. Pe-
ro, los grados en el ejército, las
distinciones civiles, las recompen-
sas de todo género se alcanzaban
en los campos de batalla, y se me-
I dían por el número de prisioneros
' cautivados personalmente. Traer
I un hombre de la guerra era una va-
¡ lentía, era rematar una hazaña á la
cual seguía el premio; prescrito por
el ritual que el prisionero se con-
sagrara á los dioses, quedaba tras-
mutado en víctima; nacía de en-
trambas cosas un acontecimiento
fausto, y para comer la sustancia
mística y celebrar los hechos del
guerrero, era ese convite religioso
y social al tiempo mismo, á que
concurrían los amigos y parientes
del vencedor. «Fuera de la vícti-
ma inmolada, nunca los méxica co-
mieron la carne humana, ni aun
en los casos de mayor apuro. He
aquí la prueba. Bajo el reinado de
Motecuhzoma Ilhuicamina sobrevi-
no una hambre espantosa; el pue-
blo necesitado devoró plantas y raí-
ces; se alimentó de los animales
más inmundos; vendieron sus hijos á
cambio de maíz á los mercaderes
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460
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
cuexteca y se vendían á sí propios;
emigraron á tierras lejanas, que-
dando muchos muertos por campos
y caminos: durante tamaño apuro
no se registra en los anales de ese
pueblo afligido que se comieran
unos á otros, no ya dando á otro la
muerte cuando vivo, pero ni aun
aprovechando los despojos de los
muertos. Repitióse la plaga en el
reinado del segundo Motecuhzoma,
y en las mismas condiciones.
«Los conquistadores como testi-
gos presenciales, refieren los sufri-
mientos de los méxica durante el
asedio de Tenochtitlan. El hambre
fué la más cruel. Consumidas las
provisiones comieron las hojas y
las cortezas de los árboles; escar-
varon la tierra para sacar las raí-
ces; agotaron las savandijas en la
tierra y en el agua de la ciudad:
murieron de hambre y no tocaron
los cuerpos de los suyos. No les fal-
taba poco ni mucho de aquel ali-
mento, porque las plazas, las calles,
las casas estaban sembradas con
montones de cadáveres despadaza-
dos y de miembros esparcidos.
«También quiero decir, dice Ber-
«nal Díaz, que no comían la carne
*de sus mexicanos, sino era de los
«enemigos tlaxcaltecas y las nues-
«tras que apañaban; y no se ha ha-
«llado generación en el mundo que
«tanto sufriese la hambre y sed y
«continuas guerras como ésta.» Es
de advertir que esa carne de los
tlaxcaltecas y de los españoles que
los méxica comían, provenía de los
prisioneros sacrificados, mas no de
los muertos caídos sobre el campo
de batalla. Francisco López de Go-
mara, informado por los conquis-
tadores, repite la cuenta de las pe-
nurias de los sitiados y escribe:
«De aquí también se conoce, cómo
«mexicanos aunque comen carne
«de hombre, no comen la de los su-
«yos, como algunos piensan, que si
«la comieran no murieran así de
«hambre.» El cronista Herrera,
quien tuvo á la vista documentos
auténticos, afirma expresamente:
«Teníanse en casa los muertos, por-
«que los enemigos no conociesen
«su flaqueza: no los comían, porque
«los mexicanos no comían los su-
«yos.»
«Causa verdadera admiración
que, contra autoridades tan carac-
terizadas, emita opinión contraria
el Sr. Prescott, en su Historia de la
Conquista de México; mas ya fué
combatido victoriosamente por el
Sr. Ramírez.
«Pongo punto final á este asun-
to. Ignoro cuál será la impresión
que mis observaciones dejen en el
ánimo de los lectores. En mi creen-
cia personal, si porque los méxica
gustaban la carne humana se les
puede llamar antropófagos, eviden-
temente no eran caníbales. Una ad-
vertencia. Ni remotamente se vea
en lo escrito la aprobación del sa-
crificio humano, ni mucho menos
el comer de la víctima. Esta es ex
plicacion y no defensa. Aborrezco
todas las acciones que propenden
á la destrucción violenta del hom-
bre, llevando por máxima, pocas ve-
ces la sangre se virtió sin crimen.»
Vientos. Además de lo que he-
mos expuesto en los artículos rela-
tivos acerca de cada uno de los
vientos, insertamos aquí, por ser
muy curiosa, la exposición que ha-
ce el P. Sahagún, dice así:
«Esta gente atribuía el viento á
un dios que llamaban Quetsalcoatlf
bien asi como dios de los vientos.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V,
461
Soplan estos de cuatro partes del
mundo, por mandamiento de este
dios según ellos decian: de la una
parte viene de acia el oriente, don-
de ellos dicen estarcí paraíso terre-
nal al cual llaman tlalocan, á es-
te viento le llamaban tlalocaiutl,
(tlacoccayotl) no es viento furioso:
cuando él sopla no impide A las ca-
noas andar por el agua. El segundo
viento sopla de acia el norte, don-
de ellos dicen estar el infierno, y así
le llaman mictlampachecatl, que
quiere decir el viento de acia el in
f ierno; este viento es furioso, y por
eso le temen mucho: cuando el so-
pla no pueden andar por el agua
las canoas, y todos los que andan
por ella, se salen por temor cuando
él sopla, con toda la prisa que pue-
den, porque muchas veces peligran
con él. El tercer viento sopla de
acia el occidente, donde ellos decían
que era la habitación de las dio-
sas que llaman Cioapipilti, (Cihua-
pipiltin) llamábanle Cioatlampaehe-
cali (Ghuallanipaehecall) ó Cioate-
caíollf (Cihuaehccayoll) que quiere
decir, viento que sopla de donde habi-
tan las mugeres. Este viento no es
furioso pero es frió, hace temblar y
tiritar; y con él bien se navega. El
cuarto viento sopla de acia el me-
dio dia. y llámanlo vitsllampa
ehecatl (Huitstlampaehecatl), que
quiere decir: viento que sopla de
aquella parte donde fueron las dio-
sas Vitsnaoa: (Huitsnahua) este
viento en estas partes es furioso y
peligroso para navegar; tanta es
su furia, que algunas veces arranca
los árboles, trastorna las paredes,
y levanta grandes olas en el agua;
las canoas que topa en ella, échalas
á fondo, las levanta en alto: es tan
furioso como el cierzo ó norte.
«Por diversos nombres nombran al
relámpago ó al rayo, atribuíanlo á
los Tlaloques ó Tlamacasques; de-
cian que ellos hacían los rayos, re-
lámpagos y truenos, y que herían
con ellos á quien querían.»
Viga parlante. Entre los prodi-
gios que se cuenta acaecieron poco
antes de la venida de los españoles
á conquistar á México, se encuentra
uno muy curioso, que aquellas gen-
tes creyeron de buena fe y como
un aviso de los dioses. El P. Saha-
gún lo refiere, atribuyéndolo al de-
monio en los términos siguientes:
«El noveno rey de México fue
Mocthecusoma, segundo de este
nombre, y reinó diez y nueve años,
y en su tiempo hubo grande ham-
bre, por espacio de tres años no llo-
vió, por lo cual los de México se de-
rramaron á otras tierras; y en su
tiempo también aconteció una mara-
villa en México. Porque en una ca-
sa grande donde se juntaban, á can-
tar y bailar, una viga grande que
estaba atrabesada encima de la pa-
red, cantó como una persona este
cantar: veya no questepole veltomi-
totia ailantevetstoce, que quiere de-
cir ¡ay de tí! mi anca baila bien, que
estarás en la agua: lo cual aconteció
cuando la fama de los españoles, ya
sonaba en esta tierra de México.»
Volador. Juego que usaban los
mexicanos y al cual le daban una
significación religiosa y cronológi-
ca. Cha vero y Boturini lo describen
en los términos siguientes:
«Era el volador un palo alto y
grueso levantado en medio de la
plaza: en la parte superior tenía una
pieza cilindrica movible de la cual
salían cuatro largas y muy fuertes
sogas, y pasaban por unos agujeros
hechos eñ un bastidor cuadrado
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462
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
puesto cerca de la extremidad del
madero. Los jugadores subían á lo
alto por cuerdas atadas en el pa-
lo que presentaban lazadas para ser
vir de escala: trepaban muy com-
puestos con sonajas y otros instru-
mentos músicos, y bailaban, canta-
ban ó decían gracias donosas en el
bastidor cuadrado, colocándose uno
en la altísima extremidad del ma-
dero, y mientras se deslizaban por
las cuerdas cuatro hombres vesti-
dos de pájaros ó monas, y con su
peso producían la rotación de toda
la máquina superior con los indivi-
duos en ella colocados; lo que á su
vez, ayudado de la fuerza centrífu-
ga, hacía que las cuerdas se tendie-
sen y que los cuatro hombres afian-
zados á sus extremos parecieran
materialmente volar. El mecanis-
mo del aparato estaba dispuesto de
tal manera, que con ese vuelo se
iban desarrollando las cuerdas del
madero, sin que una quedase sobre
la otra, y de modo que al dar tre-
ce vueltas cada volador quedaban
desprendidas; tendiéndose mas y
mas hacia la dirección horizontal
por el aumento de velocidad, has-
ta que cuerda, bastidor, remate,
voladores y danzantes eran arreba
tados en ese circulo sin fin con rapi-
dez vertiginosa. La inmensa altu-
ra del volador y los juegos que en él
se hacían en medio de ese torbe-
llino, sorprenden por su peligro y
donosura. Hoy el pueblo lo usa,
mas es un palidísimo reflejo.»
El juego tenía una significación
cronológica: los cuatro voladores
representaban los cuatro sínbolos
de los años, y con las trece vuel-
tas de cada uno formaban los cua-
tro tlalpüli áé\ ciclo de cincuenta y
dos años.
En un manuscrito que se conser-
va en la Biblioteca de la Academia
de la Historia en Madrid con la si-
guiente portada: «Historia general
de la América Septentrional —To-
mo primero— De la Cronología
de sus principal es naciones. — Le de-
dica al católico y poderosísimo Mo-
narca Don Fernando VI, Rey de las
Españas y Emperador de las Indias
Nuestro Señor— El caballero Lo-
renzo Boturini Benaduci Señor de
la Torre y de Hono, Cronista Real
de Indias—,» en ese manuscrito, re-
petimos, hay una explicación del
juego del volador, que por nueva é
inédita reproducimos aquí:
«Hacían, dice, este regocijo en
honra de Xiuhtecuhtli . Dios del fue-
go; y como atribuían á la misma
deidad el dominio y guia de los tiem-
pos llamábanle Setlor del año, ó por
otro nombre Nauhyotecuhtli. que
quiere decir cuatro veces seflor, por
los cuatro caracteres de los años
que le aconpañaban: asi por la rue-
da donde se asían los voladores da-
ban á entender que cada año de los
52 del ciclo cumplía el Sol su circu-
lo máximo de la Eclíptica, y por los
cuatro rayos significaban los cuatro
puntos cardinales del Zodiaco, es-
to es, ambos equinoccios y solsti-
cios. También en los cuatro indios
que estaban asidos cada uno de su
cuerda, representaban los cuatro
caracteres de los años, Tochtli, da-
ba principio á las vueltas, seguíale
el segundo, que representaba Acatl,
después el tercero Tecpatl, y luego
el cuarto que hacía la función de Ca-
lli, volvía después Tochtli dando la
quinta vuelta, y continuaban los
otros hasta completar la trecena.
«Deshechos los enlaces y resti-
tuidos á su lugar con las cuerdas
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
463
vueltas los cuatro indios, entraba el
segundo que representaba el carác-
ter Acall, empezando la segunda
triadecatérida de años, la que se
hacía y deshacía del mismo modo
que la primera con otras trece vuel-
tas. Así se proseguía con los otros
dos caracteres.
«En la solemnidad mayor para
entretener al pueblo se mezcla-
ban entre vuelo y vuelo diferen-
tes habilidades, como subir á la
rueda mayor y descolgarse de arri-
ba abajo por otras maromas. Y aun
se continuaban mas vuelos que te-
nían entonces relación á las tria-
decatéridas de los días del afto; y
así, si después de los cuatro vue-
los trecenarios del ciclo se hacían
otros veinte, entonces simboliza-
ban las veintenas triadecatéridas 6
los 260 días que se incluían en el
medio de la rueda del ciclo: si lle-
gaban á veintiocho los vuelos era
cuenta alusiva á otras tantas sema-
nas trecenarias que tenia el año.»
Xalcopinca. (Xalli, arena; copin-
quiy moldeador; ca, lugar: «Lugar
de los que hacen moldes con are-
na.») Era un pequeño barrio de Tlal-
telolco donde estaba la fábrica de
hacer ídolos de oro y plata en mol-
des de arena.
Borunda, á propósito de la etimo-
logía de este nombre, diserta lar-
gamente sobre las excelencias del
idioma náhuatl, y en su lenguaje
obscuro y casi ininteligible, aplica
la significación sinonímica de los
verbos que significan moldear ó sa-
car imagen, á la aparición de la
Virgen de Guadalupe; á título de
curiosidad insertamos el pasaje
de Borunda. Dice así:
♦Los frasismos, pues, con que al
tiempo del descubrimiento de tan
singular Imagen, se expresaron los
naturales, y que después halló es-
critos D. Luis Bezerra, los afirmó
en el siguiente contexto «al referir,
«pues, la aparición de la Imagen,
«dezia el escrito antiguo: omoma-
^chiotinextiquis, locución compues-
«ta de tres verbos; machiotia, que
«significa señalar, ó sellar: nextia,
«que significa mostrar: y quisa, que
«significa figurada, ó impresa: por
« que si hubieran sentido los que his-
«toriaron el hecho, que se havia fi-
«gurado la Imagen en cuanto el In-
«dio desplegó la capa, dirían: omo-
<^nexiimachiotiquÍ3y que es lo mis-
«mo, que se vio figurar.» No puede
ser mas impropia, y agena del ca-
rácter, ó estylo expresivo de este
Idioma que se le anotaba en general,
la traducción redundante que se dio
á este frasismo, siendo tan ceñi-
dos los nacionales, cuanto se ha
manifestado hasta aquí, y se obser-
vará en todos los que se usa en es-
ta Clase: pues á mas de dominar en
ellos el sentido translativo, sus com-
pociciones no instruien redundan-
cia, sino conceptos abrebiados, y
así en este la parte okis, no tiene el
de salió, sino el de acabó según se
acostumbra hasta hoy aviéndo-
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464
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
se también en el Diccionario ilhui-
iloquis, por fiesta pasada, y que la
expresión dicta acabó, Okis la fies-
ta iluítl, Nextia, es demostrar, ma-
nifestar, ó descubrir, haciéndolo re-
flexivo, ó el mo, común á los verbos
de la composición, y equivalen als^,
castellano. il/afA/o//« significa seña-
lar, pero no de cualquier modo, si-
no para que lo señalado sirva de nor-
ma ó modelo, el qual es machiotl,
su derivado, y tan común y usado
como en el por señal de la Sta. Cruz
ipanpaimmachists in Crus, y pro-
pagado regionalmente entre quie-
nes no son naturales el distintivo
Machiote: para alguna norma. Con-
que el sentido de aquel tradicional
f rasismo es se acabó omokis de des-
cubrir «^jc//a, lo que se señaló para
normar omomachioii: y esto nece-
sariamente supone la memoria, así
del destino que en su origen tuvo
tan symbólica Imagen, como de su
antigua ocultación, y también noti-
cia de que volvería á manifestarse,
según la avia de que por intercesión
de la que representa, se libertarán
estas Naciones de los crueles sacri-
ficios humanos, quando se recorda-
ba por Tonacayoua.
«Era tan circunstanciada su me-
moria, cuanto descubre el valor de
otros tres frasismos conque se ex-
plican los naturales al tiempo de su
admirable descubrimiento, pues
continuó aquel escritor refiriendo
«lo otro, porque de tres maneras
«decian los naturales antiguos el
«milagro de la pintura, siendo pre-
«guntados, el primer modo era orno-
*copintBÍno, pretérito del verbo co-
*^pina,q\xe significa segregar ó apar-
• tar una cosa de otra, y es el modo
♦aqueste mas propio, para signifi-
«car el copiar, o trasladar: empero
«ya se ve que para ello es el ver-
«bo metaphórico.» Este que llamó
modo mas propio, al mismo tiempo
que supone con la pregunta de los
españoles, aver estos extrañado tal
pintura, comparada con inumera-
bles nacionales históricas que vie-
ron en lienzos fabricados de hilo de
Maguey, instruie también á veces
copiado en este la Madre de Dios
en vida mortal. Porque omo-copin-
tsino, es se copió por molde natural,
que es la significación propia de co-
pina, siendo la o así inicial, como fi-
nal, propia de pretérito; el mo, el se
reflecsivo castellano; y el i sin apre-
ciativo, y reverencial. De xalcopin-
ca, territorio can, de amoldar co-
pina, en arena xalli se trata hasta
hoy á un pequeño, pero antiguo Ba-
rrio del Poblado de tlalteololulco, en
cuio Mercado se contrataba entre
otras mercaderías, con figuras
de oro y plata vaciadas á molde en
arena, por impresiones de Aves y
otros Animales naturales. El mis-
mo f rasismo copina, es translativo
para desollar, como que á las Gen-
tes con quienes se hazia, se les sa-
caba la piel íntegra y tan amoldada
al cuerpo de que salía, que se la pu-
diese vestir otro igual, ceremonia
con que se recordaba el desuello de
la Teteuinnan según los caps. 18 y
20, bib. 7.^, de la Monarquía.
«Pero es notable el uso de ese f ra-
sismo en aquella tradición a viendo
en el Idioma otros significativos de
copiar ó sacar Imágenes, el uno es
kistia, compuesto de ixtia apron-
tar, como su rrayz ixtli, frente, á la
cual se coloca todo original para ser
trasladado, connotándolo el ki; pe-
ro ageno para significar copia á
molde. Otro, es machiyoana, co-
ger ana, con el baho iyotl, la señal
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
465
Ó modelo machiotl: siendo expreso,
V. 7, cap. 2.0, del Génesis «formó
«pues el Señor Dios al hombre del
«todo blando de la tierra, é inspiró
«en su semblante el aliento, y fué
«hecho el hombre en alma vivien-
«te.» A esta se expresa en Idioma
de Mexicanos, por vida yolilistli;
por Tlalpitsalistli, soplo pÜBulis-
til, en la tierra Tlalli; por viento
ecatl; y por baho t'yotl: lo que des-
cubre el abuso q.e se hizo entre los
hombres, de aquel modo significa-
tivo en la formación del primero y
que se ha observado entre los igua-
les ignorantes ensalmadores, que
saludan arrojando el baho á la fren-
te; y el de algunos naturales que
fabrican hasta hoy muñecos de ba-
rro, y ocultan en cuevas. Otro si-
nónimo de copiar Imagen, es octa-
caana, coger ana, con caña acatl,
la bebida octla, antonomástica en el
Pulque, tratado por la Nación que
habla en el monumento primera-
mente ahora hallado, de agua nues-
tra, y aludiendo la profanación de
ociacaana, al estylo con que extrae
el jugo del Maguey para esa bebi-
da, porque entonces llama el baho
con Avenencia de Calavazo largo
Acocitli Garguero cocootl, 6 cami-
no otlí, para los que enferma cocoa,
la Agua all, por ser el Pulque me-
dicina para diarreáticos. Mas la
significación de sacar Imagen, con
coger con Caña la bebida es paten-
te abuso del destino que se dio en la
primitiva cristianidad á este jugo
anotado por medicina en el Acocotl,
y juntamente contravención profa-
natoria porque en lienzo del hilo de
tal Planta instruien estampada la
Imagen de la Madre de Dios, su
materia uno de sus símbolos, y las
costumbres nacionales; advirtién-
dose también el anhelo de la pro-
pagación humana, excitada con el
exceso de tal vino nacional.»
Xelhua. Personaje mitológico
histórico, cuya existencia es imposi-
ble determinar. En una de las Cos-
mogonías de los mexicanos apare-
ce que l3tacmixcoatl, la V^ía Lác-
tea, personificado en un anciano,
que tuvo dos mujeres, fué el padre
de la humanidad, pues tuvo seis hi-
' jos, y el primogénito fué Xelhtia, que
\ fundó y pobló á Cuatiquechollan,
It socan, Epailany Teopantlan, Te-
\hiiacan, Coscatlan, Teoiitlan y
I otros lugares.
' Según otra leyenda, Xelhua, si no
j fué el padre de los gigantes, fué
uno de ellos, pues en el comentario
I al Códice Vaticano se encuentra
i una relación que hace recordar la to-
rre de Babel. En la época del diluvio
ó Atonaiiuh moraban sobre la tie-
I rra los gigantes; muchos perecieron
sumergidos en las aguas, algunos
quedaron convertidos en peces, y
sólo siete hermanos se salvaron en
las grutas de la montaña de Tía-
! loe. Cuando las aguas se escurrie-
ron sobre la tierra, Xé'/AMa, el gigan-
¡ te, fué á Cholollan, y con grandes
adobes fabricados en Tlalmanalco,
al pie de la sierra de cocoll, y con-
ducidos de mano en mano por una
fila de hombres tendida entre am-
bos puntos, comenzó á construir
la gran pirámide, en memoria de la
montaña en que fué salvado. Irri-
tados los dioses de que la obra ame-
nazara llegar á las nubes, lanzaron
el fuego celeste, mataron á muchos
de los constructores, dispersáronse
los demás, y no pasó adelante la
construcción; sin embargo, el mon-
te artificial subsiste todavía, atesti-
guando el poder de Xelhtia, el gigan-
117
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466
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
te, apellidado el arquitecto. Se ad-
vierte desde luego en esta tradición
el empeño decidido de algunos frai-
les misioneros de encontrar en el
Anahuac reminiscencias bíblicas
para apoyar la verdad de la religión
masaica. No cabe duda que la pirá-
mide de Cholula y sus congéneres
de Teotihuacan fueron erigidas por
los pueblos primitivos; pero no con
el fin de salvarse de un diluvio, co-
mo se dice respecto de ]a torre de
Babel, sino como templos dedica-
dos á los dioses. ( Véase Iztacmix-
coATL y Cholula.)
Xicahualcalco. (Etim. incierta.)
Era una de las casas ó templos en
que hacía oración QuetsalcoatL Cha-
vero, hablando de estos templos,
dice:
«Hemos hablado de las cuatro ca-
sas de oración de Qtielsalcoaíl y
de las penitencias que hacía, lo cual
está representado en una pintura
del Códice Vaticano. Se ve, en efec-
to, á Quetsalcoatl sobre un teocalli
cuyas gradas están manchadas de
sangre, atravesadas sus piernas con
espinas de maguey en señal de pe-
nitencia, y delante del cual se han
puesto como ofrendas las púas y
un tlemaitl en que se le quema co-
pal. Detrás de él están las cuatro
casas de oración ó templos: en el
primero ayunaban los sacerdotes;
estaba adornado de frutos y flores,
cornisa y columnas de color rojo, y
se llamaba Caquancallí. El segun-
do servía para el ayuno común; te-
nía cuatro almenas,' y se llamaba
Xecahíialcalco. El tercero era tem-
plo del temor y la serpiente, y se
entraba en él con los ojos inclinados
al suelo: era el Coacalco. El cuarto
era el templo del pesar y del arre-
pentimiento, y á él mandaban á los
hombres delincuentes y de mala vi-
da, inmorales y de hablar obsceno:
le nombraban Tlaxapocalco.
«Busquemos el sentido astronó-
mico de la pintura. La deidad que
está sobre el teocalli, á la cual se
ofrecen sacrificios y se quema co-
pal en el tlemaitl, es Quet^alcoatl,
es la estrella de la tarde que nace.
Se conoce al dios en su mitra, en su
báculo, en las cruces y en el símbo-
lo del viento. Tiene cuatro radios
rojos, porque ya hemos visto que le
tenían por un medio sol, pues á éste
lo pintaban con ocho rayos. Detrás
de las cuatro casas ó templos hay
cuatro signos, que son acatl ó caña,
cuetspallin ó lagartija, tecpatl ó pe-
dernal, y wa^atl ó venado: los cua-
les ya sabemos que respectivamen-
te corresponden á los astros, sol,
tierra, estrella de la tarde y luna.
Los cuatro templos que están á su
frente, tienen igual corresponden-
cia: el templo con las tres flechas
corresponde al sol, el de las dos
flores á la tierra, el de las alme-
nas rojas á la estrella, y el de los
círculos blancos á la luna.»
XicallancatL (Nombre gentilicio
deviv^ído ÚQ Xicallanco (V.).), Per-
sonaje mitológica-histórico, cuya
existencia es imposible determinar.
En una de las Cosmogonías de los
mexicanos aparece que Istactnix-
coatl, la Vía Láctea, personificada
en un anciano que tuvo dos muje-
res, fué el padre de la humanidad,
pues tuvo seis hijos, y el cuarto fué
Xicallancatl, que se estableció en
las costas del Golfo, en la comarca
llamada Xicallanco, de donde tomó
su nombre. Los autores dicen que
Xicallancatl fundó á Xicallanco, lo
cual es absurdo, pues es lo mismo
que decir que un mexicano fundó á
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SfeGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
467
México, que un español fundó á Es-
paña, etc., etc. (Véase Iztacmix-
COATL y XiCALLANCO.)
Xicallanco. Chavero, discutien-
do la etimología de Xicallanco, dice:
«Hay que advertir que general-
mente se cree que esta palabra
viene de xicalli, jicara ó vaso de
calabaza, etimología que nada nos
manifiesta ni nos explica. Al pene-
trar los mexica hasta la costa, iban
imponiendo nombres á las localida-
des que ocupaban, y esos nombres
son los que encontramos en sus
jeroglíficos y en los relatos de los
cronistas, y siempre buscaban al-
guna razón para determinar el nom-
bre de cada lugar. Ya hemos expli-
cado por qué llamaron Pantlan al
centro de la región de la costa. A
la inmediata le pusieron Totonaca-
patij que significa lugar de alimen-
tos,^pox sus grandes productos agrí-
colas, que á veces sirvieron para
sustentar á los mexica en sus cala-
midades. Y como en la parte me-
ridional de esas tierras encontraran
los grandes edificios, templos y pi-
rámides de que ya hemos hablado,
llamáronla lugar de hermosas ca-
sas, de xihtíitl, bello, y calli, casa,
haciendo- el nombre xicalanco, ó
bien de xicaltetl, que significa estu-
co ó piedra bruñida.»
Ninguna de las etimologías que
apunta Chavero es exacta: la pri-
mera, porque xihuitl no significa
bello; pero suponiendo que tuviera
tíil significación, el nombre debe-
ría ser xiuhcalco ó xiuhcallan: la
segunda, porque con los elementos
que señala Chavero, el nombre de-
bería ser Xiuhcaltetlan 6 Xiuhcal-
tecan.
Borunda atribuye á Xicallanco la
estructura siguiente:
<^Xicalanco, significativo de que
en lo interno de ella co, coge ana^
al vaso xiccale, siendo hasta hoy
habitada por la Nación Maxtecatl,
distinguida en aquellos por xicca-
lacatl; 6 Pais donde se cría el Dra-
gón alado, con grito, cabeza, y plu-
ma en ella de Loro, y cuerpo de vi-
vora, anidante en huecos de Palmas,
y causando luego la muerte á quien
muerde.»
La etimología de Borunda es tan
arbitraria como inexplicable, pues,
como ya hemos dicho en otro lugar,
este autor trastorna y desfigura las
radicales del idioma náhuatl para
que sirvan á sus lucubraciones filo-
lógicas, y éstas á su sistema reli-
gioso.
A nuestro entender, Xicallanco
se compone de Xicallan, región ó
lugar de jicaras ó vasos, y de co, en,
y significa: «en la región de las ji-
caras ó vaso de calabazo,» y así lo
confirma la abundancia que hay en
esa región de tal producto vegetal.
Xicapoyan. (La etimología de
este nombre es incierta. Remí Si-
meón pone como elemento xicayt
poa iyan, pero no corresponde á
la significación de la palabra ni á su
estructura, pues con tales elemen-
tos el nombre debería ser Xicalpoa-
yan.J Fuente en que se bañaba á
media noche Quetsalcoatl. Sahagún
dice, hablando de la vida de Que-
tsalcoatl, á propósito de esta fuente,
lo que sigue:
«También dicen que el dicho Que-
tsalcoatl hacia penitencia punzando
sus piernas y sacando la sangre con
que manchaba y ensangrentaba las
puntas de maguey, y se lavaba á la
media noche en una fuente que se
llama xicapoya, y esta costumbre y
orden tomaron los sacerdotes y mi-
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468
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
nistros de los ídolos mexicanos co-
mo el dicho Qiictsalcoatl lo usaba,
y hacia en el pueblo de Tulla.»
Xihuitl. ( Yerba y año.) Nombre que
daban al año. Sobre el origen de es-
te nombre metafórico trae Veytia la
preciosa explicación siguiente:
«Con la destrucción de los gi-
gantes, quedaron en reposo estas
gentes, libres ya de unos enemi-
gos tan molestos, que les obliga-
ban á vivir en un continuo sobresal-
to, y comenzaron á dedicarse con
maior esmero, al cultivo de la tie-
rra, y á la obserbacion de los As-
tros? No nos dicen puntualmente,
qual era el sistema que seguían, ni
el orden, que por entonces guar-
daban en su Calendario, pero és
constante que habiendo observa-
do atentamente desde los primeros
tiempos, que el año natural comen-
zaba al mismo tiempo que los cam
pos empezaban á poblarse de nueva
yerba, que esta mantenía su verdor,
hasta que los fríos del invierno la
marchitaban, y destruían; y que pa-
sados estos, volvía á vestirse de
nuevos retoños, fixaron el curso del
año natural, desde una á la otra
nueva producción, y le dieron el
nombre de xihuitU que significa la
Yerba nueva, numerando los años,
y midiendo el curso solar, por el re-
toñar de la yerba, y el nombre xi-
huitl, que desde entonces dieron á
el año, es el que siempre mantubo,
y conserba hasta nuestros tiempos,
sin que tenga en la Lengua Náhuatl
otro con que explicarlo.»
Xilocan. (^X/7o//, maíz tierno, <^]Ú0'
te\»can, lugar: «lugar delmaíztier-
no.») Era el 71.<^ edificio de los 78 en
que se dividía el templo mayor de
México. Allí cocían la masa para
hacer la imagen de HuitsUopoch-
tu, cuando se hacía su fiesta. ( Véa-
se Teocualo.)
Xilomaniliztli. (Xilotl, maíz tier-
no, «jilote;» manilistlif oblación,
ofrenda: «ofrenda de mazorcas tier-
nas.») Paso y Troncoso confirma
esta etimología, pues, interpretan-
do una lámina del Códice Borbóni-
co, dice:
«La 3.* figura es de un cajete con
dos rayas gruesas de ule, y osten-
tando la ofrenda que al numen se
hacia de 4 mazorcas tiernas (ó xilo-
tes), lo que da el 2.^ nombre Xilo-
maniftli, que quiere decir «haber
mazorcas tiernas,» ó «estar las ma-
zorcas en leche:» Gama escribe Xi-
lomanaliftli, lo que significa «ofren-
da de mazorcas tiernas,» etimolo-
gía que se acomoda enteramente á
nuestra pintura.» Este nombre da-
ban los Tlaxcaltecas al primer mes,
llamado Acahualco, porque en él
ofrecían á sus dioses las del año
anterior, para favorecer la siembra,
que empezaba en aquella época en
los países altos.
El Códice Nuttall, hablando de
este mes, dice:
«Esta fiesta llamauan los Yndios
Kilo mani:::tli. Y los mexicanos, al-
gunos otros, llamanlo alcavalo. la.
V. vocal, por que eneste tpo de-
xauan los pescadores, qua sitdicat.
q dexaun el agua. Y Ha manía Xi-
lo manislli. por que lapintan. con
vnas majorcas de mahíz enel puño,
las quales. antes de cuajarse elgra-
no se llaman xilotl. dedosale xilo
manistli. q quiere dezir q tiene
en lamano xilotes. Enesta fiesta
sacrificauan niños, eldemonio se
llama tlaloc en mex.co ahogauan
encanoas. estos niños.»
Xilonen. (Xilotl, maíz tierno, «ji-
lote;» neitetl, muñeco.) A7/o//signi-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
469
fica fundamentalmente «cabello,» '
así es que el nombre xilonen signi-
fica primitivamente «muñeco ó ne-
ne con cabellos;* y figuradamente
dieron este nombre á la mazorca
tierna de maíz que tiene en la punt^
muchos cabellitos. Pa'^o y Tronco-
so da otra etimología del nombre,
pues dice:
• Escogíase para victima una don-
cella, y era semejanza de la diosa
Xilonen, cuya significación, por ser
neutro el verbo nemi, envuelve se-
mejanza ó afinidad ó instrumento,
y quiere decir «(la que) vivió como
xüote» ó mazorca tierna; es decir,
sin haber dado fruto, y metafórica-
mente «la que vivió doncella.» No
aceptamos esta etimología por be-
lla que sea la metáfora que encie-
rra, porque si el verbo nemi, vivir,
fuera el segundo elemento de la
palabra, en ésta debía conservarse
la m de nemi, pues no hay razón
para que se convierta en n. Ade-
más, si nemi fuera el segundo ele-
mento de la palabra, ésta debería
ser Xilonemin). Nombre que daban
á la diosa Ceníeotl, «diosa del maíz,»
cuando la mazorca estaba tierna,
no cuajada, ó en «jilote.»
Sahagún describe la fiesta que
se hacía á esta diosa, en los térmi- ,
nos siguientes: I
^Al octavo mes llamaban Veyte- 1
cuilhiutL En el primer dia de este
mes hacian fiesta d la diosa llama- !
da Xilonem (diosa de los xilotes), \
En esta fiesta daban de comer d
los pobres, hombres y mug eres, vie-
jos y viejas, nifios y niñas d honra
de esta diosa. Mataban una muger
d dies dias de este mes, compuesta I
con los ornamentos, con que pinta-
ban d la misma diosa.
«Daban de comer á hombres y
mugeres, chicos y grandes, ocho
dias continuos antes de la fiesta.
Luego muy de mañana dábanles á
beber una manera de mazamorra
que llaman chiempinolli, cada uno
bebia cuanto queria, y al medio dia
poníanlos todos por orden en sus
ringleras sentados y dábanlos ta-
males.
«El que los daba, repartía á ca-
da uno cuantos podía abarcar en
una mano, y si alguno se desman-
daba á tomar dos veces, maltratá-
banle y tomábanle los que tenia, é
íbase sin nada. Esto hacian los se-
ñores para consolar á los pobres,
porque en este tiempo ordinaria-
mente hay falta de mantenimien-
tos. Todos estos ocho dias bailaban
y danzaban, haciendo areyto los
hombres y mugeres todos juntos, to-
dos muy ataviados con ricas vesti-
duras y joyas: las mugeres traían
los cabellos sueltos, andaban en ca-
bello bailando y cantando con los
hombres. Comenzaban este areyto
en poniéndose el sol. y persevera-
ban en él hasta la hora de las nue-
ve: traían muchas lumbreras con
grandes hachas de tea, y había mu-
chos braceros, ó hogueras, que ar-
dían en el mismo patio donde bai-
laban. En este baile, ó areyto
andaban trabados de las manos ó
abrazados: el brazo del uno asido del
cuerpo como abrazado, y el otro asi-
mismo del otro, hombres y muge-
res. Un dia antes que matasen á la
muger que había de morir á hon-
ra de la diosa Xilonem. las muge-
res que servían en el Cú que se
liamaban Cioatlamacasque, hacian
areyto en el patio del mismo Cú, y
cantaban los loores y cantares de
esta diosa; iban todas rodeadas de la
que había de morir, que iba com-
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470
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
puesta con los ornamentos de esta ;
diosa; de esta manera cantando y
bailando velaban toda la noche pre- 1
cedente al dia en que había de ser
sacrificada, y en amaneciendo, to-
dos los nobles y hombres de guerra
hacian areyto en el mismo patio y
con ellos bailaba también la muger
que debia de morir con otras mu- ^
chas mugeres aderezadas como ella:
los hombres iban por si bailando \
delante, y las mugeres iban de-
tras de ellos. Después todos asi bai-
lando llegaban al ai. Subíanla por las
gradas arriba, y llegada alli tomá-
bale uno á cuestas, espaldas con es-
paldas, y estando así la cortaban de
la cabeza, y luego la sacaban el co-
razón, 3^^ le ofrecían al sol.»
En el Códice Nuttall se habla
de la diosa Xüonen, en los térmi-
nos siguientes:
«Esta fiesta se llamava entre los
Yndios. huei tecul huitl. Yal demo-
nio aquien se hazia esta fiesta, se-
llamaua V^io fivatl. sacrificauan
en ella Vna muger q llamauan Xi-
lone. el agento enla antepenúltima
q quiere dezir majorca demahíz.
los granos no quaxados. por q en
este tpo. los avía ansí, las quales
magorcas. ansí no quaxadas. llama-
uan Xilotl. las quales of regían de-
lante del demonio eneste dia.»
Ximel. (Etimología desconocida.)
Uno de los pocos chichimecas que
se salvaron de la muerte que invocó
el dios Camaxtli de los cielos para
que perecieran los bárbaros chichi- ¡
mecas.
La leyenda tomada del Códice '
ZuMÁRRAGA refiere, á propósito de
la matanza de los bárbaros chichi-
mecas, lo siguiente:
El 1 tecpatl, 27, Camaxtle subió
al octavo cielo y creó cuatro hom- 1
bres y una mujer para dar de co-
mer al sol; pero apenas formados
cayeron al agua, se tomaron al cie-
lo y no hubo guerra. El 2 calli, 28,
frustrado aquel intento, Camaxtle
dio con un bastón sobre una peña,
brotando al golpe cuatrocientas chi-
chimecas otomíes, que fueron los po-
bladores de la tierra antes de los
mexica. Entonces Camaxlle se pu-
so á hacer penitencia sobre la pe-
fía, sacándose sangre con púas
de maguey, de la lengua y orejas,
orando á los dioses para que los
cuatro hombres y la mujer creados
en el octavo cielo, bajasen á matar
á los bárbaros para dar de comer al
sol. El 10 callí, 36, escuchados los
ruegos del penitente, bajaron los se-
res apetecidos, posándose en los
árboles, donde les daban de comer
las águilas. Los bárbaros vivían en-
tretenidos, entregándose á la em-
briaguez con eljugo del maguey;
pero acertaron á ver á los seres ex-
traños, se acercaron á ellos, bajaron
éstos de los árboles y dieron muer-
te á los chichimecas, á excepción
de Ximuelf Mimich y al mismo Ca-
maxtle, que se había hecho chichi-
meca.
Xipeme. (Plural de xipe, desolla-
do: «los desollados.») Nombre que
daban á los que, siendo sacerdotes
ó no, vestían los arreos ó librea del
dios Xipetotec,
Xipetotec. (Ya hemos visto que
el nombre correcto es Xipetoteuc,
que se compone de Xipe, desollado;
io, nuestro; teuc, apócope de teuc-
tu y metátesis de tecutli, señor; y
significa: «Nuestro Señor Desolla-
do.») Hay variedad entre los auto-
res sobre el origen de este dios, y
aun también sobre las virtudes que
le atribuyen. Sahagún dice:
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
471
•Que habla del dios llamado Xi-
petotec, que quiere decir desolla-
do,
«Este dios era honrado de aque-
llos que vivían á la orilla de la mar,
y su origen lo tuvo en Zapotlán,
pueblo de Xalisco. Atribuían á este
dios las enfermedades siguientes.
Primeramente las viruelas, las apos-
tema s que se hacen en el cuerpo,
y la sarna: también las enferme-
dades de los ojos, como es el mal
que procede de mucho beber, y to-
das las demás que se causan en los
ojos: todos los que eran enfermos de
alguna délas enfermedades dichas,
hacían voto á este dios de vestir su
pellejo cuando se hiciese su fiesta,
la cual se llama Tlacaxipeali^tliy ó
sea desollamiento de hombres. En
ella hacían como un juego de cañas,
de manera, que el un bando era de
parte de este dios ó imagen del dios
Totec^ y éstos todos iban vesti-
dos de pellejos de hombres, que ha-
bían muerto y desollado en esta fies-
ta, todos recientes y corriendo san-
gre: los del bando contrario eran
los soldados valientes y osados, y
personas belicosas y esforzadas, que
no tenían en nada la muerte, osados
y atrevidos que de su voluntad salían
á combatir con los otros: allí los
unos con los otros se ejercitaban en
el ejercicio de la guerra, perseguían-
se hasta su puesto, y de allí volvían
huyendo hasta su propio puesto;
acabado este juego, aquellos que lle-
vaban los pellejos de los hombres
vestidos que eran de la parte de es-
te dios Totee, íbanse por todo el pue-
blo y entraban en las casas, deman-
dando que les diesen alguna limosna
por amor de aquel dios. En las ca-
sas donde entraban, hacíanlos sen-
tar sobre unos hacecillos de hojas
de tsapotes, y echábanlos al cuello
unos sartales de mazorcas de maíz,
y otros sartales de flores que iban
desde el cuello acia los sobacos, y
poníanles guirnaldas, y dábanles á
beber pulque, que es su vino. Si al-
gunas mugeres enfermaban de es-
tas enfermedades arriba dichas, en
la fiesta de este dios ofrecían sus
ofrendas según que habían votado.
La imagen de este numen es á ma-
nera de un hombre • desnudo, que
tiene en un lado teñido de amarillo,
y el otro de leonado: tiene la cara
labrada de ambas partes á manera
de una tira angosta que cae desde
la frente hasta la quijada: en la ca-
beza, á manera de un capillo de di-
versos colores, con unas borlas que
cuelgan acia las espaldas. Tiene ves-
tido un cuero de hombre: los cabe-
llos trenzados en dos partes y unas
orejas de oro: está ceñido con
unas faldetas verdes que le llegan
hasta las rodillas, con unos caraco-
lillos pendientes: tiene unas cota-
ras ó sandalias, y una rodela de
color amarillo, con un remate de co-
lorado todo al rededor : y tiene un
cetro con ambas manos, á manera
del cáliz de adormidera, donde tie-
ne su semilla, con un casquillo de
saeta encima empinado.»
Clavigero, desconociendo el nom-
bre completo de este dios, dice:
•Xipe es el nombre que dan los
historiadores al dios délos plateros,
el cual estaba en gran veneración
en México; porque creían que todos
los que descuidaban su culto, de-
bían ser castigados con sarna, pos-
temas y otras enfermedades en la
cabeza y en los ojos. Eran muy crue-
les los sacrificios que le hacían en
su fiesta, la cual se celebraba en el
segundo mes.»
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472
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
En una nota al pasaje preinserto,
agrega:
^Xipeno significa nada. Creo que
los escritores españoles, ignorando
el nombre mexicano de este dios,
le dieron el de su fiesta Xipehua-
listli, tomando tan solo las dos pri-
meras sílabas.»
El mismo Clavigero, describien-
do sucintamente la fiesta de este
dios, dice:
«El primer dia del segundo mes,
que correspondía al 18 de Marzo,
en el primer año de su siglo, hacian
fiesta solemnísima al dios Xtpe, con
sacrificios estraordinariamente
crueles. Conducían á las víctimas,
tirándolas por los cabellos al atrio
superior del templo, y allí después
de haberles dado muerte, del modo
acostumbrado, las desollaban, y los
sacerdotes se vestían con sus pe-
llejos, ostentando muchos días
aquellos sangrientos despojos. Los
dueños de los prisioneros sacrifi-
cados debían ayunar veinte días y
después hacian grandes banquetes
con la carne de las víctimas. Ade-
mas de los prisioneros sacrifica-
ban á los que habían robado plata ú
oro, los cuales por las leyes del rei-
no estaban condenados á aquel su-
plicio. La circunstancia de deso-
llar las víctimas, fué la causa de
dar á este mes el nombre de Tlaca-
xipehualiBÜi.^
Pasoy Troncoso, interpretando la
lámina XXX del Códice Borbónico,
dice:
«Algo diré para terminar del ori-
gen que se puede atribuir al rito,
si se atiende á los dioses que le
presiden, como Mixkoatl y Xipe To-
tee, cuyas libreas llevan los peni-
tentes; y Tlalok, deidad suprema
de los númenes acuáticos, repre-
sentado en la ceremonia por dos
de sus ministros: el Atempan teoua-
tfin, que guía la procesión de los
ocho penitentes, y el Atikpakíeoua-
tfín, que recibe sus primeros home-
najes. De aquellos dos he dicho en
otro lugar que uno, Mixkoatl, era
dios de los Otomies, ó, como lo
afirman otras lecciones, dios de
los Michoacanos y en general de los
Chichimecos; es decir, era dios fo-
rastero para los ñauas, lo mismo
que Xtpe Totee, á quien unos ponen
como dios de los Yopis, vecinos de
los Mixtéeos, y, según otra versión,
también era dios de los Zapotecos;
siendo verosímil que lo fuese gene-
ralmente de todas aquellas nacio-
nes que vivían hacia la costa del
Océano Pacífico, llamada por los
indios Anauafc Ayotlan, pues el nu-
men llevaba otro nombre caracte-
rístico de aquella vasta región, el
de Anauakitek ó «el señor de
Anauatly* con lo cual resulta dios
extranjero.»
Orozco y Berra, después de ex-
tractar el pasaje preinserto deSaha-
gún, dice que Xtpe significa «Calvo
ó atezado;» pero no funda esta ra-
ra opinión.
Omitimos la exposición que hace
Chavero de este dios, porque la he-
mos insertado y discutido amplia-
mente en el artículo Totee.
Xiuhcoatl. ( Xihuitl, hierba, año,
turquesa y color azul; eoatl, cule-
bra: puede significar, «culebra de
hierba,» «culebra del año» y «cule-
bra azul.») Según los diversos luga-
res en que se encuentra esta pala-
bra en los autores, así es su signifi-
cación. En el artículo C^«/^ow/fw/^-
nahuae, hemos visto que Huitsilo-
poehtli, cuando nació, mató á sus
hermanos por el agravio que le ha-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
473
baní hecho á su madre; aHí aparece,
según la relación de Sahagún, que
Huitzilopochíli mandó á uno que se
llamaba Tochancalqui, que encen-
diese una culebra hecha de teas,
que se llamaba Xduhcoatl: encen-
dióla y con ella fué herida la dicha
Cioalxauhqui, de que murió he-
cha pedazos, y la cabeza quedó en
"aquella sierra de Coatepec.
Aquí Xiuhcoatl debe significar
«culebra azul,» porque en algunas
pinturas en que está representada
la venganza de Huitsilopochtli, To-
chancalqui empuña un trepzado de
culebras azules.
Paso y Troncoso llama Xiuhcoatl
al Mamalhuasili, ó sea á los palos
con que sacaban lumbre en las ce-
remonias religiosas. Explicando di-
cho autor la lámina XXXIV del Có-
dice Borbónico, Vlice:
«El cerro nada ofrece de particu-
lar, estando aquí dibujado entera-
mente igual á los de su clase que
se han descrito en otros lugares.
Lo más interesante, por lo mismo,
es aquel aparato colocado encima
del cerro y que servia para en-
cender el fuego: está perfectamente
representado, pues de los dos ma-
deros, el que servia como hembra,
según lo llama un autor, era un palo
bien seco del cual sacaban la lum-
bre y hacía las veces de yesca, lla-
mándose la madera de tal clase teo-
kuauitl, «madero divino;* el 'cual
nombre, por ser genérico, también
conviene á nuestro palo, al cual lla-
maban igualmente xmhkoatl, «la
culebra del año,» como al exponer
la 4/'* sección lo diré.»
También aparece la Xiuhcoatl co-
mo culebra, no azul, sino de colores
varios. Orozco y Berra, después de
copiar de Sahagún el origen, reli-
gión y costumbres de los otomíes,
dice:
«En el teocalli mayor de México,
el templo denominado Tlamatsin-
co, dedicado al dios Tlamatsincatl,
de la tribu matlatsinca, servia para
un sacrificio en que la carne de la
víctima se repartía á los hidalgos
y caballeros. Si Tlaniatsincatl no
es idéntico con Mixcoaíl, éste sí al
menos era adorado también por los
matlatsinca. Junto al teocalli esta-
ba la casa dicha Cuauhxicalco, á la
cual, durante los sacrificios que los
matlatsinca hacían á Mixcoatl, ba-
jaban los niños sacrificados á los
tlaloque, quienes bajo el nombre de
teteuhpoalti vivían con los dioses
de las aguas en suma gloria y ce-
lestial alegría, y asistían en perso-
na cada año, escoltados por la gran
serpiente Xiuhcoatl, pintada de va-
rios y diversos colores.»
De todos estos pasajes puede in-
ferirse que Xiuhcoatl era un mi
to muy complexo, y cuyo origen es
muy confuso.
En otro lugar el mismo Paso y
Troncoso nos da una idea más cla-
ra del Xiuhcoatl y aún aventura la
etimología del nombre. Dice así:
«Esto dicen las crónicas, y aho-
ra veremos el rastro que podemos
hallar, en las pinturas, de los cua-
tro colores del fuego. Examinemos
para ello una lámina del Códice
BoRGiA, la cual, con toda evidencia,
reproduce la ceremonia del fuego
nuevo, aunque no afirmo que se
trate precisamente del rito secular;
pero sí es de notarse que lo encien-
den como en este último, enci
ma del cuerpo de un hombre, que
viste la librea del fuego, y lleva so-
bre la frente, como adorno, el ave
azul que á Xiuhteuklli caracteri-^a,
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474
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
como en otros lugares lo he señala-
do. Aquí se nota mejor la diferen-
cia que hay entre el mamalkuagíli,
palo delgado perforante, y el Xiuh-
koatl, palo perforado, grueso y se-
co: este último descansa encima
del pecho de la víctima, y tiene la
figura simbólica del xiuhkoatl; es
decir, la cabeza de culebra, koatl,
con prolongación nasal en forma
de voluta invertida para atrás, y,
para que sea todavía más claro el
nombre, la parte del madero seco
taladrada por el palo perforante, ó
manialhua^tli, es un xalxiuitl; así
es que las dos figuras dan la lectura
xalxiuhkoail, que se puede reducir
y eufonizar para tener el vocablo
xiuhkoatl; además, ese xalxiuitl
lleva en su centro la cruz, que co-
rresponde á los cuatro puntos car
dinales, para indicar sin duda que
la ceremonia entrañaba la consa-
gración del fuego nuevo alas cuatro
partes del mundo; y^ también se ve
la cruz, pintada sobre la cara del
dios, para expresar la misma rela-
ción.»
Xiuhchimalli. (Xihuitl, turque-
sa y color azul; chimalli, escudo ó
rodela: • escudo azul por estar ador-
nado con turquesas.») Era el escu-
do con que premiaban á los gran-
des triunfadores en la guerra. Sa-
hagún, refiriendo las proezas que
hizo Tescatlipoca, disfrazado de
Tobeyo. en Tula, dice que cMán-
áoHuentacmimáóqut: el Tobeyo, su
yerno, fuera á la guerra para que,
abandonado por los toltecas, fuera
muerto por los enemigos, el Tobe-
yo triunfó de éstos, y fíuenmc invo
que ir á recibirlo en triunfo y le co-
locó el Xiuhchimalli, honrando su
valor.
X.vú}nnolpiUi, (Xihuifl ,í\ño, hier-
ba; molpilli, atadura: «atadura de
lósanos ó de hierbas.») Nombre que
daban al fin del siglo ó ciclo de 52
años, y lo representaban por un haz
de hierbas, pues la hierba le dio nom-
bre al año, porque en ese lapso de
tiempo nace, crece y muere la hier-
ba.
Chavero dice que un siglo de 80
años lo representaron, no con un
haz de hierbas, sino con una turque-
sa. Este caso excepcional obedeció
á que la turqyesa es el signo repre-
sentativodel númeroSO. (Véase Ck-
LENDARK).)
Xiuhnenetl. ( Xihuitl /dño; nenetl,
muñeco, niño: «niño del año.») A los
niños que nacían el último día del ci-
clo de 52 años les ponían por nombre,
al varón, Molpilli, y á la hembra,
Xiuhnenetl Esto provenía de que á
eseúltimo dios lollamaban,como he-
mos visto. Xiuhmolpilli, «atadura
de los años;» de este nombre toma-
ban la primera sílaba, x/mA. para las
niñas, y las tres últimas, niolpilli,
para los niños. De esta manera fi-
jaban con precisión el día del naci-
miento de varones y hembras, y ha-
cían una reminiscencia del «Fuego
Nuevo» de dos maderos, el último
día del siglo.
Xiuhpohualli. (Xihuitl, año; po-
hualli, cuenta: «cuenta de los años. »)
Nombre que daban al cómputo que
hacían de los años con relación á
los días, á los meses, y al ciclo de
52 años.
Xiuhpopoca. (Xihuitl, herba; po-
/)Oí:a, humeante: «hierba que hu-
mea.») Nombre del rey de Totona-
capan cuando este reino fué con-
quistado por los chichimecas.
Xiuhpopoca, según afirman, á los
tres años era varón perfecto; mago
y encantador, tomaba las formas
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
475
que quería, comía corazones de
hombres que sus subditos le daban
en tributo; pronosticó la venida de
los españoles, y, por temor de verlos
desapareció y nunca más se su-
po de él.
Xiuhtecutli ó Xiuhteuctli (Xi-
/?w/7/,hierba, año; tecuili,6teuctli, se-
ñor: «señor de la )iierba y del año.»)
Nombre que daban al fuego, y por es-
to va pospuesto, casi siempre, á la
palabra Tleil, fuego ó lumbre; así es
que el nombre es «fuego, señor de
la hierba ó del año,» el fuego con-
siderado como una deidad.
Los autores difieren mucho en la
categoría y calidad de este dios. El
P. Sahagún, que lo enumera entre
los dioses inferiores, dice de él lo
que copiamos en la curiosísima des-
cripción siguiente:
«Este dios de fuego llamado Xinh-
tecutli, tiene también otros dos nom-
bres: el uno es Yxcocauhqui (Ix-
cosauqtii), que quiere decir cariama-
rillo; y el otro es Cuecalt^in, que
quiere decir llanta de fuego. Tam-
bién se llamaba Viveteull (Huc-
teoll), que quiere decir el dios anti-
guo, y todos le tenían por padre
considerando los efectos que hacía,
porque quema, y la llama enciende
y abrasa. Estos son efectos que cau-
san temor; otros efectos tiene que
causan amor 3" reverencia, como es
que calienta á los que tienen frío,
y guisa las viandas para comer,
asando, y cociendo, y tostando y
friendo. Él hace la sal y la miel es-
pesa, y el carbón y la cal, y calien-
ta los baños para bañarse, y hace
el aceite que se llama uxitl (oxitl);
con el se calienta la legía y agua
para lavar las ropas sucias y vie
ias, y se vuelven casi nuevas. A
este dios se le hacía fiesta cada año
al fin del mes que se llama 13 calli,
y á su imagen le ponían todas las
vestiduras, y atavíos y plumages
del principal señor: en tiempo de
Mochtectisoma, hacíanla á semejan-
za de éste, y en tiempo de los otros
señores pasados hacíanle la seme-
janza de cada uno de ellos, y pues-
to en su al taró trono descabezaban
á su presencia muchas codornices,
derramaban la sangre de ellas de-
lante de él, y también ofrecíanle
copal como á.dios, y unos pastele-
jos que llaman quiltamalli, hechos
de bledos, y estos mismos comían
por su honra: en todos los barrios,
y en cada casa, antes que los co
miesen los ofrecían al fuego, y an-
tes de ofrecerlos no los comían: los
Sátrapas (sacerdotes), que estaban
diputados al servicio de este dios
que los llamaban Ybebeyoban (Ihue-
hueyohuanjy ,que quiere decir sus
viejos, todo el día hacían areytp, ó
danza, en su presencia, cantando y
bailando á su modo y tañían cara-
coles como cuernos, y tocaban atam-
bores y teponaxtli que son atambt)-
res de madera, y traían en las ma-
nos unas sonajas con que hacen un
son al proposito del cantar: son á
la manera de trebejos, ó trebecinas
con que hacen callar á los niños
cuando lloran y se usan en los cam-
pos. No se cocía pan en comal en es-
te dia,y en esto se tenía cuidado de
que nadie lo cociese, ni otra cosa en
comal, porque ninguno se tocase
del fuego por ser el primero día t»n
que se comian y ofrecían los tama-
les arriba dichos. En esta misma
fiesta, los padres y madres de los
niños cazaban unos culebras, otros
ranas, otros peces que se llamanyo-
viles (Xohuilin, hoy juiles) ó lagar-
tijos del agua, que se llaman Axo-
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476
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
lotl, 6 aves, ó cualquier otros ani-
malejos, y éstos echábanlos en las
brazas del hogar; y de que ya es-
taban tostados comíanlos los niños
y decian, come cosas tostadas nues-
tro padre el fuego: y llegada la no-
che, 1-os viejos y viejas todos bebían
ucil¿(octli\ que es vino de la tierra,
y del ucili [ocili) que bebian derra-
maban, antes que bebiesen en cua-
tro partes del hogar del tictli que
habían de beber; y á esto decian,
que daban á gustar al fuego aque-
lla bebida, honrándole como á Dios
en esto, que era como sacrificio ú
ofrenda; y de cuatro en cuatro años
hacíase esta fiesta muy solemne,
y hacia aceyte (areyto) el señor con
todos sus principales delante de la
casa ó templo de este dios. En esta
fiesta de cuatro en cuatro años, no
solamente los viejos y viejas bebian
vino ó pulque, sino también todos
los mozos y mozas, niños y niñas, lo
bebian; por eso se llamaba esta fies-
ta pillavano (Pillanahuali^^ili) que
quiere decir fiesta donde los niños
beben el vino ó pulque, y daban
padrinos y madrinas á los ni-
ños, y buscábanselos sus padres y
madres, y dábanlos algunos dones.
Estos padrinos y madrinas lleva-
ban á cuestas los niños y niñas que
eran sus ahijados, al templo de este
dios del fuego. También lo llama-
ba n Y^xcocauhqui (Ix cosanhqti i):
allí delante de el ahujeraban las
orejas á todos los niños y niñas, se-
ñalábanlos de esta señal en presen-
cia de sus padrinos y madrinas que
les llamaban Ymavivanyni lavan.
Hecho esto, comían todos juntos pa-
dres y madres, padrinos y madri-
nas, niños y niñas. La imagen de
este dios figuraba un hombre des-
nudo, el cunl tenia la barba teñida
con la resina que es llamada Ulli
(Olin) que es negra, y un barbote
de piedra colorada en el ahujero de
la barba. Tenia en la cabeza una
corona de papel pintada de diver-
sas colores y de diversas labores:
en lo alto de la corona tenia unos
penachos de plumas verdes, á ma-
nera de llamas de /uego: unas bolas
de pluma acia los lados, como pen-
dientes acia las orejas: unas oreje-
ras en los ahujeros de las orejas la-
bradas de turquesas de labor mo-
saico: tenía á cuestas un plumage
hecho á manera de una cabeza de
un dragón, labrado de plumas ama-
rillas, con unos caracolitos maris-
cos: unos cascabeles atados á las
gargantas de los pies: en la mano
izquierda una rodela con cinco pie-
dras verdes, que se llaman chalchi-
vites (Chalchihuitl), puestas á ma-
nera de cruz sobre una chapa de
oro, casi cubierta toda la rodela: en
la mano derecha tenía una á manera
de cetro, que era una chapa de oro
redonda ahujerada por el medio, y
sobre ella un remate de dos globos,
uno mayor y otro menor con una
punta sobre el menor: llamaban á
este cetro Tlachiconi, que quiere
decir miradero ó mirador, porque
con él ocultaba la cara y miraba
por el ahujero de enmedio de la
chapa de oro. •
Clavigero, sin clasificar á este
dios y después de darle el nombre
de Izcozaiihqui, dice:
«Era mu3^ reverenciado en el im-
perio mexicano. En la comida le
ofrecían el primer bocado de cada
manjar, y el primer sorbo de la be-
bida, echando uno y otro al fuego,
y en ciertas horas del día quema-
ban incienso en su honor. Le hacían
cada año dos fiestas fijas muy so-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
477
lemnes: una en el sétimo y otra en
el decimosétimo mes: ademas, una
fiesta movible» en que se nombra-
ban los magistrados ordinarios, y
se renovaba la investidura de los
feudos del reino. Tenia templo en
México y en otras niuchas partes.»
Paso y Troncoso, explicando la
lámina XXXTV del Códice Borbó-
nico, se ocupa de este dios y trae
acerca de él conceptos nuevos y
muy significativos, que dan mucha
luz en la mitología.
Dice así:
«Al fuego veneraban como padre
de los dioses llamándole Tota, y le
consideraban también como el dios
más antiguo, pintándolo como vie-
jo y nombrándolo Ueuentfin, Ueue-
teuktlió Ueueíeot I, quiere decir, -«el j
señor ó dios viejo.» Otros muchos
nombres le daban, entre los cuales ¡
conviene señalar aquí el de Xüih- 1
tcnktli ó «señor del año,» porque
nos recuerda que la ceremonia del
fuego nuevo no sólo se hacía cada I
siglo, sino también anualmente; mas \
no en el mismo mes, sino el de I^ka- 1
///, en la 1.^ de sus fiestas llamada
Uauhkiltamalkuali^tli , cumplién-
dose tal rito en el monasterio T^on-
molko kalmekak, 61.° edificio del
templo mayor. Además, era cos-
tumbre que se sacara por los sacer-
dotes que acompañaban á los ejér-
citos en sus conquistas, cuando co-
menzaba el combate, pues los mi-
nistros mismos eran los que daban
señal de acometer, tocando las vo-
cinas cuando ya se había sacado el
fuego. He querido traer esto á co-
lación para que conste que la cere-
monia tenía no tan sólo por patro \
no á Xiuhteuktli, el dios del año, á
quien se dedicaba cada 365 días,
sino á Uüfil-opoxtli, dios de la
guerra, que patrocinaría el rito más
de una vez en el año, ya que las gue-
rras eran tan frecuentes; y con-
viene recordarlo también para que
no parezca extraño que se hiciera
el rito secular durante la gran fies-
ta de Uítfü-opoxtli. Todo esto nos
dice que la ceremonia del fuego
nuevo se habrá hecho en tiempos
remotos con más frecuencia, ya que
durante su vida nómade, todos los
que se vanagloriaban de ser chichi-
mecos, lo sacaban con el mismo apa-
rato, cuando les era necesario, y no
se cuidaban de conservarlo (bien
que más tarde, y ya reducidos a la
vida culta, introdujeron la costum-
bre de sacar fuego nuevo antes de
habitar casa recién construida); y
la otra costumbre de sacarlo cuan-
do atacaban á sus enemigos, paré-
ceme que habrá venido también de
la edad en que vagaban y estaban
continuamente acometiéndose unas
á otras estas naciones, ya que los
tarascos, en ese período precisa-
mente, nos revelan por medio de
sus tradiciones que sacaban nueva
lumbre como señal de guerra. Otros
2 nombres del fuego deben haber
nacido también del tiempo en que
llevaban estos pueblos vida vaga-
bunda: el de liuefaltcin, pues aun-
que literalmente significa «la llama
de fuego,» parece que lo aplicaban
también á lá chamusquina de las
sábanas comparándola con las plu-
mas coloradas; con el 2.° nombre,
Okoieuktli, viene designado en el
Códice Fuenleal, donde se ve que
llamaban al fuego «señor de la tea
de pino» con que se alumbraban, á
laque le decían también okopüli que
casi significa lo mismo. Le habían
impuesto, finalmente, otras deno-
minaciones que lo relacionaban: con
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
el Cielo, por el Sol que alumbra
en él y que del fuego había nacido,
según sus tradiciones; con la Tie-
rra, por los 4 puntos cardinales que
fijaban su posición y cuyo culto mez-
claban con el del fuego; por último,
con el Infierno, y, mejor dicho, con
la región de las tinieblas, por no-
ción adquirida tal vez en las erup-
ciones volcánicas, cuando veían al
fuego brotar de las entrañas de
la tierra, donde, sin duda por eso,
decían que había 3 casas del fue-
go; como no sea que aplicaran ese
número á las 3 grandes mansiones
en que subdividían al Universo: la
del cielo, la de la tierra y la de las
tinieblas.— De todo ello me harécar-
go en lo que sigue, terminando con
decir que daban culto al fuego, en
términos generales, por sus efectos:
de los cuales inspiraban unos amor,
y otros causaban temor, según el
sencillo lenguaje de los indios.»
En otro lugar de su interpreta
ción de la misma lámina XXXIV,
continúa el mismo autor:
«Si buscáramos ahora el fraccio-
namiento del nombre por medio de
4 colores en las dos deidades del fue-
go y de las tinieblas, lo hallaríamos
ig\x?í\mente.—Mktlanteuktlf. es lla-
mado también TciMmitl ó «mons-
truo» en el Códice Ríos; y al mismo
nombre vemos aplicados varios co-
lores con motivo de las divisas que
usaban los monarcas mexicanos,
una de las cuales llamaban To^^i-
tfimitl ó «monstruo muy amarillo;»
otra Xoxouhki Uit(^imitly «monstruo
azul celeste;» otra I^takHiUimitly
«monstruo blanco;» y es verisímil
que hubiese además una divisa ro-
ja, TlatlauhkiHikimitly por estar ese
color dedicado, asimismo, á un pun-
to cardinal. Otro tanto podemos de-
cir de Xiuhteuktli, dios del fuego; y
en su caso, con pruebas tomadas
de la lengua y de las pinturas, co-
mo paso á exponerlo. Todos los
años, y al concluir la 1.* decena del
mes Ickallí, sacaban fuego nuevo
en el monasterio llamado Tconmol-
ko kalmekak, 61.** edificio del Tem-
plo mayor; y cada 4 años, pasados
20 días, esto es, en el último de la
1.^ decena del mismo mes, dedica-
ban 4 esclavos á Xiuhteuktli, sacri-
ficándolos en el adoratorio J(:ow-
molko, 64.* fábrica del Templo ma-
yor, y los vestían antes con los or-
namentos del mismo dios; pero de
diversos colores en cada uno, por
lo cual llamaban al \P Xoxouhki
xiuhteuktli 6 «el fuego azul celes-
te;» Xocauhki xiuhteuktli ó «el fue-
go amarillo,» al 2.^; Ictak xiuhteuk-
tli ó «el fuego blanco,» al 3.^; y al 4.^
Tlatauhki xiuhteuktli «ó el fuego
rojo.»
«Esto dicen las crónicas (Véa-
se la transcripción de este párrafo
en el artículo Xiuhcoatl, pág. 472
de este tomo.)
«Brotan del doble aparato, Xiuh-
koatl-mamalhíiaftli, dos corrien-
tes de humos, á izquierda y dere-
cha; y de cada una de las corrientes,
y divergiendo, se desprenden los
fuegos de 4 colores, pintados con
figura humana: los dos de la izquier-
da son el Xoxouhki xiuhteuktli y
el Kofauki xiuhteuktli, fuegos azul
celeste y amarillo; los dos de la dere-
cha, ellftak xiuhteuktli y e\ Tlatlau-
hki xiuhteuktli, fuegos blanco y rojo.
¿Tomarían los nombres de los colo-
res del aspecto mismo de la llama?
Es indudable que á la llama la re-
presentaban amarilla, ya que al fue-
go en general llamábanle Ixkocauh-
ki, cari-amarillo; pero, cuando la
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
479
pintaban, poníanle puntas azules,
con lo cual significarian la doble co
loración de la llama, como en otra
parte lo dije; y, tal vez con más fre-
cuencia, la pintaban roja y azul, sien-
do aquel color el de la brasa, pero del
color blanco atribuido al fuego;
no se atina bien la causa, como no
sea que así le dijeran por el color de
la ceniza caliente de la brasa, ó por
el del aire caliente é irradiante de
la llama, ó por el del agua hirvien-
te y espumante. Sea como fuere, con
tales nombres de 4 colores designa-
ban al fuego en sus relaciones con
los cárdines: el fuego nuevo que se
sacaba cada año en el 10.** día del
mes Ifkallí, seria dedicadoáun pun-
to cardinal y á un color; y así el que se
sacaba cada 4 años, completaba ya
los 4 cárdines y los 4 colores; lo cual
estaba en concordancia con la colo-
cación que daban á los años sucesi-
vos, poniendo, por ejemplo, el 1.° al
Sur,el2.« al Oriente, el 3.^ al Norte,
y el 4.° al Poniente, á la vez que cada
parte del mundo la entintaban de un
color, de donde resultaba que, al con-
cluir el siglo, completaban 52 años,
de 4 colores, repetido cada color 13
veces. Y si cada 4 años, en el que
llamaban Teoxiuitl, daba el fuego
nuevo 4 colores, en relación con las
4 partes del mundo, con mayor mo-
tivo existirían las mismas relacio-
nes al cerrar el ciclo de 52 años.»
Orozco y Berra, después de ex-
tractar la parte inserta de Sahagún,
dice:
'Estas denominaciones autorizan
para pensar, que el culto del fuego
es muy antiguo entre los america-
nos, y que se ha confundido alguna
vez con el del sol. Xiuhtectihtli es
la representación propia del fuego
como elemento, teniendo dos sím-
bolos que le pertenecen. El mamal-
huastli ó sean los palos con que se
encendía la lumbre nueva, y el tec-
palL
« Tecpatl, pedernal ó silex, hijo de
la Omecihuatl y arrojado del cielo
ala tierra para producirla primera
raza de dioses. Signo del décimo
dia del mes, segundo de los compa-
ñeros de la noche, y uno de los cua-
tro nombres de los años bajo la de-
nominación tecpaxihuiíL El tna-
malhuastli y el tecpail responden
á la idea de fuego; aquél como sím-
bolo de la fiesta cíclica, conmemo-
rando la conquista del elemento por
la frotación de dos maderos; éste
al mas antiguo procedimiento de
sacar las chispas por el choque con- '
tra el pedernal.»
Chavero, no conforme con los
autores, en cuanto al origen y cate-
goría del dios, expone hechos y con-
ceptos con los que no estamos del
todo conformes. Su primera expo-
sición es la siguiente:
*Erñ Xiuhtecuhth'tleíl el dios
del fuego, deidad del año y señor del
tiempo. Sin embargo, no se habla de
él en las crónicas tanto como de Tes-
catlipoca y HuitsUopochtli; y no es
de extrañarse, pues en las evolu-
ciones de la religión nahoa queda-
ron preponderando ciertos dioses
en virtud de las luchas históricas, y
el pueblo dio casi al olvido sus dei-
dades primeras. Así Sahagún no
considera al sol como dios, y Herre-
ra cuenta que no le daban tanta
adoración como á Híütnlopochtli
Cronistas hay que aseguran erró-
neamente que el sol no tenía ídolos
ni templos. Apenas si se habla de
Tonacatecuhtli, y menos del Ome-
tecuhtli'. todo lo que (instituía
la religión primitiva estaba rele-
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480
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
gado á los santuarios y era casi
desconocido de la multitud. Por es-
ta razón en varias historias ni se
menciona á Xiuhtecuhtlitletl; y Sa-
hagún lo coloca entre los dioses me-
nores: no obstante, Motolinia dice
que al fuego «tenían y adoraban por
dios, y no de los menores, que era
general por todas partes.» Era, en
efecto, uno de los dioses primitivos
de la religión nahoa,y hemos dicho
que antes de que fuesen creados los
cielos, lo fué el fuego: por lo que se
llamaba también Huehueteotl\ que li-
teralmente significa el dios viejo ó
antiguo. Hemos visto cómo el sol,
por su calor, se confunde con este
dios, y ambos se llaman Ixcosanh-
qui; y por ser anterior á las crea-
ciones se confunde también con el
Ometecuhtli 6 creador. Por lo mis-
mo lo representaban con corona de
labores diversas y vistosos colores,
ornada de penachos de plumas ama-
nera de llamas de fuego, borlas de
plumas, orejeras de turquesas. Ala
espalda un dragón de plumas ama-
rillas con caracoles del mar, por ro-
dela un gran disco de oro con cin-
co piedras chalcftiftuitl, puestas á
manera de cruz, y en la diestra un
cetro formado de otro disco de oro
con dos globos encima, estando el
disco agujereado en el centro para
que por él viese el dios. Esta era la
manera expresiva de significar que
por el sol reparte el dios su fuego
al universo.
«En el Códice de Oxford, en la un-
décima pintura, hay un hombre con
dos rostros, en actitud de ir por los
aires, de atravesar el espacio; y en
la pintura anterior, debajo del uni-
verso que el sol alumbra, en cuyo
centro está la tierra y por el cual
hacen su trayecto la estrella de la
tarde y la luna, está como base de to-
do ese edificio celeste el dios ber-
mejo con dos caras rojas que salen
del símbolo del agua. Suficiente pa-
rece esto para afirmar que los na-
hoas creían que el fuego era el agen-
te creador cosmogónico, el Órnete-
cuhtli,
«Pero encontramos al fuego sobre
el agua, y esto exige una nueva ex-
plicación. Solamente podemos ha-
llarla en Sahagún, y no en el relato
del venerable historiador, sino en
uno de los elocuentes razonamien-
tos que reproduce, y que el tecuhtli
6 señor hacía á sus hijos cuando ha-
bían llegado á la edad de la discre-
ción.
«Pone, dice hablando de los go-
bernantes, en sus manos el cargo de
regir y gobernar la gente con justi-
cia y rectitud, y los coloca al lado
del dios del fuego, que es el padre
de todos los dioses que reside en
el albergue de la agua y entre las
flores, que son las paredes alme-
nadas, envuelto entre unas nubes
de agua. Este es el antiguo dios que
se llama Ayamictlan y Hiuhtecuh-
tli.^ Estas pocas líneas nos van á
dar mucha luz.
«Los nahoas concebían la idea de
un ser creador, el primero de los
dioses, el padre de ellos, y por eso
le WetmRhñnlíuehueteotl, el dios vie-
jo; pero no alcanzaron á espiritua-
lizar á este ser creador, sino que lo
formaron del elemento fuego.
«El fuego es, pues, el creador na-
hoa. Como el sol es la más esplén-
dida manifestación del fuego, y los
nahoas habitadores de las costas del
Pacífico lo veían hundirse todas las
tardes entre las ondas del Océano,
le dieron por mansión el agua. Él
creó al sol, á la tierra, á la estrella
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
481
de la tarde y á la luna; y asi es el
Otnetecuhtli. Mas aquí le encontra-
mos un nuevo nombre, el Ayantic-
tlan, y tiene también el de Cuecal-
tsin: del primero nadie da explica-
ción y sólo Sahagún lo menciona; y
éste y el Señor Orozco traducen el
segundo por llama de fuego,
cEste segundo nombre está mal
escrito, es Tlecuecaltsin. que quie-
re decir: el señor de la casa de las
llamas de fuego ó que echa de sí lla-
mas de fuego. Por eso lo pintaban,
según dice Sahagún, con un disco
agujereado en el centro para que
por ahí pasase el fuego: este disco I
era el sol, astro por el cual se comu- .
nica el calor, el fuego á la tierra; y |
el poniente calli, casa: el mar del Pa- 1
cífico, era para los.nahoas la casa |
del sol, y el dios bermejo estaba so- 1
breelagua. Del dios del fuego bajo
su aspecto de Tlecuecaltsin, hay tres
hermosas estatuas y existe en el Mu-
seo una figura de oro. En todas ellas
el dios tiene en las manos el disco
agujereado que representa al sol.
Refiriéndonos únicamente ahora á
la que existe en el jardín de la casa
de Barron, en Tacubaya, diremos
que se ve al dios como en actitud
de estar metido en un baño, lo que
se confirma con la parte inferior
de la piedra en que están labrados
los signos del agua y algunos ani-
males acuáticos, como conchas, ca-
racoles y ranas. El dios tiene en sus
manos el disco y éste se ve adorna-
do de varios puntos cronográficos
que no dejan duda de su referencia
al sol.
«Volviendo al primer nombre ci-
tado, Ayamicllan, le encontramos
una hermosa etimología. Mictlan
es el lugar de los muertos que los
viejos cronistas llamaban el infier-
no: es la idea más completa y más
perfecta de la destrucción, de la
muerte, de la nada. Ayac es una par-
tícula que expresa la negación ab-
soluta. Así es que Ayamictlan tanto
quiere decir como el que nunca des-
truye, el creador; el que nunca mue-
re, el eterno. Puede, por lo mis-
mo, decirse qne la base de la cosmo-
gonía nahoa era la eternidad de la
materia.
«Pero hemos visto que los cuatro
dioses Tonacatecuhtli, Tonaca-
cihuathQueisalcoatl y Tescatlipoca,
crearon el fuego: este es el fuego
de la tierra, el fuego del hogar Nos
manifiesta la manera con que lo hi-
cieron, la pintura ya citada del có-
dice de Ofxord: allí se ve á tres sa-
cerdotes encendiendo el fuego por
la frotación de dos maderos, y un
cuarto llegaba á recibirlo. Llamá-
banse éstos mamalhuastli, y Saha-
gún cuenta que de ellos hicieron la
constelación de los mastelejos. Más
adelante veremos cómo siempre
los pueblos de civilización nahoa
conservaron en sus ritos el recuer-
do de la creación del fuego y cuán-
ta importancia daban á este ele-
mento creador.»
No estamos conformes con que
Xiuhtecutli sea la misma divinidad
que el sol, pues en todas las cosmo-
gonías hemos visto que el sol fué
creado por los dioses primitivos y
que algunos de éstos se convirtie-
ron en sol. El Xiutecuhtli es el fue-
go terrestre, y el Tonatiuh es el sol
ó fuego celeste. Las tribus salvajes
han carecido del fuego terrestre
cuando ya conocían al sol y lo ado-
raban, y luego que adquirieron por
el choque del pedernal ó por el fro-
tamiento de dos maderos el fuegote-
rrestre, lo estimaron en todo su va-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
lor, como dice Sahagún, y natural
era que lo divinizaran. La posterio-
ridad del fuego terrestre al del sol
fué el resultado de haber descubier-
to que el pedernal producía lumbre,
y esta circunstancia se registra en
las cosmogonías más autorizadas
con el parto de la diosa Omecihualt,
que dio á luz un Tecpatl que los dio-
ses arrojaron del cielo á la tierra;
esto es, los dioses mandaron el fue-
go á los hombres; y por esto dice
Sahagún que Xiuhtecutli es el Vul-
cano de los nahoas, que fué también
arrojado á la tierra por los dioses
del Olimpo. Las estatuas á que se
refiere Chavero, bien pueden repre-
sentar á XiuhtecMhUi 6 al sol; pero
ninguna de ellas representa á las
dos divininades aun mismo tiempo.
En general las ideas expuestas
por Chavero sobre Xiuhtecutli es-
tán muy lejos de ser verdaderas por-
que están basadas en el concep-
to que él tiene de que los nahoas no
concibieron la espiritualidad de
dios. Este concepto lo hemos com-
batido en varios artículos de este
Diccionario, y muy particularmen-
te en el Tloque Nahuque, al que re-
ferimos al lector.
Veytia, en suscinta relación nos
da el verdadero origen terrestre
de Xiuhtecutli, dice así:
*Todo el artificio de sus calenda-
rios está fundado en la repetición
continuada de cuatro símbolos, ó
geroglíficos, que no eran los mis-
mos en todas partes, aunque era
uno mismo el sistema. Daré prime-
ro la explicación del calendario, se-
gún le ordenaban y anotaban los del
imperio de Texcoco, reino de Méxi-
co, y demás comarcanos, y después
diré la variación que había en otros.
«Los símbolos, pues, deque se ser-
vían en las dichas monarquías,
para la numeración de sus aflos»
eran estos cuatro: Tecpatl, que sig-
nifica el Pedernal. Calli, la Casa.
Tochtli, el Conejo, y Acatl, la Caña
de Carrizo: y los figuraban en la for-
ma en que se ven en las estam-
pas que siguen. Los significados
materiales de las voces, son los re-
feridos, pero los alegóricos que en
estos símbolos querían explicar,
eran los cuatro elementos; que co-
nocieron ser principios de todo com-
puesto material, y en que todos ha-
bían de resolverse. Diéronle al fue-
go la primacía, estimándole por el
mas noble de todos, y le simboliza-
ron en el Pedernal, sin duda por-
que aunque del golpe y confrica-
ción de otras piedras, y aun de un
madero con otro, resulta fuego, nin-
guna le arroja mas fácilmente que
el pedernal. En los tiempos poste-
riores de su idolatría, y falsa reli-
gión celebraron á este elemento
dándole culto de deidad bajo el
nombre de Xiuhteutli.>
Para dar la descripción pormeno-
rizada de las fiestas que hacían en
honor de Xiuhtecutli véanse los ar-
tículos IZCALLI y XOCOHUETZI.
Xiuhtlamin XiuhtlaminmanL
El primero de* estos nombres fué el
de la víctima sacrificada en la últi-
ma fiesta cíclica del fuego nuevo.
El segundo fué el nombre del gue-
rrero que cautivó á la mencionada
víctima. Sobre esto dice Orozco y
Berra, extractando el pasaje de Sa-
hagún, lo siguiente:
«La última fiesta del fuego nue-
vo tuvo lugar el orne calli 1507,
reinando en México el segundo Mo-
tecuhsoma. El prisionero sobre cu-
yo pecho se sacó el fuego simbóli-
co fué Xiuhtlamin, guerrero valien-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
483
te y generoso de Huexotsinco, cau-
tivado por un guerrero de Tlalte-
lolco llamado Itscuin quien por
esta hazaña se llamó XiuMIamin-
nan, tomador de XiuhÜamin,^
Torquemada da más amplia no-
ticia del suceso, pues dice:
<^Hacaíl 1507 fueafto cíclico ó se-
cular, último en el cual celebraron
la fiesta del fuego nuevo, pues al
terminar el siguiente ciclo, el impe-
rio estaba destruido. Desde la fun-
dación de Tenochtitlan la solemni-
dad habia tenido lugar en los aflos
1351, 1403 y 1455, es decir, tres ve-
ces, siendo la presente la cuarta.
Durante la peregrinación de la tri-
bu, según las indicaciones de las
pinturas, la fiesta tuvo lugar en
una montaña ó lugar prominente;
ya en la ciudad se hizo la ceremo-
nia en el teocali! principal, y para
este año se dispuso fuera en la cum-
bre del cerro Huixachtitlan, Al
efecto fue construido un teocalli,
al que dieron el nombre de Ayauh-
c€illi, cuyas ruinas se descubren to-
davía en el suelo, distinguiéndose
kacia el O. los restos de la calzada,
por la cual se franqueaba la subi-
da. Dimos en su lugar los pormeno-
res de la ceremonia, y sabemos que
el cautivo, sobre cuyo pecho se en-
cendía el fuego, debía tener el nom-
bre de aquel día. Motecuhsoma ha-
bía hecho buscar empeñosamente
aquella victima sin encontrarla,
hasta que Itscuin, soldado de Tlal-
telolco, cautivó en la guerra un gue-
rrero generoso de Huexotsinco,
nombrado Xmhilamin, por lo cual
cambió de apellido el tlatelolca, lla-
mándose Xiuhtlaminmani, toma-
dor ó cautivador de Xiuhtlamin: en
el pecho de este cautivo se hizo la
lumbre nueva.»
Debe haber alguna confusión en
las relaciones preinsertas, pues nin-
gún día de la veintena ó mes de los
mexicanos se llamaba Xiuhtlamin.
Tal vez, el guerrero que cautivaba
al que debía ser sacrificado toma-
ba el nombre de éste, cualquiera que
fuera.
Xiuhtletl. (Literalmente signifi-
ca «fuego del año;» pero en realidad
es una síncopa de Xiuhtecutlitletl,
el dios del fuego.) Nombre que da-
ban en abreviación á Xiuhtecutli-
tletL Chavero, hablando de las di-
versas fiestas que celebraban los
mexicanos, dice:
«En fin, la última fiesta periódi-
ca y más solemne, era la del fuego
nuevo que se celebraba cada cin-
cuenta y dos años, y extensamente
hemos descrito ya. Se dedicaba, co-
mo ya hemos dicho, á Xiuhtletl, pa-
dre de los dioses y elemento crea-
dor, base de la cosmogonía y deidad
protectora que ofreciendo y dando
vida al poderoso imperio de los me-
xica, se ostentaba majestuosa en el
brasero sagrado del Xuixachtlan.*
Ya hemos visto en el artículo
Xiuhtecutli que este dios no tenía
con los demás dioses la primacía,
antigüedad, ó superioridad que le
atribuye Chavero.
Xiuhtototl. (Xihuitl, turquesa, y
figuradamente, color azul; tototl,
pájaro: «pájaro azul.») Uno de los
tres emblemas que caracterizan á
Xiuhtecuili, dios del fuego. En to-
das las pinturas se observa que el
dios lleva el ave azul sobre la frente.
No hemos podido averiguar por
qué el pájaro azul era emblema del
dios del fuego.
El Xiuhtototl, adulterado, es el
Tutulxiuh de los mayas.
Xiuhtzitzquilo. (Xihuitl, hierba
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484
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
y afto; tsitsquilo, se coge, voz im-
personal de tsitsquiay coger, tomar:
«se toma ó coge la hierba ó el año.»)
Los mexicanos hacían, como hemos
visto, al fin de cada ciclo de 52
aflos una fiesta que llamaban Xinh-
molpilli, «atadura de los aftos,» y al
principio de cada ciclo, ó sea el pri-
mer día del primer aflo, hacían otra
fiesta que llamaban Xiuhtsitsquilo,
«se coge la hierba ó el afto.» El P.
Sahagún, describiendo estas fies-
tas, dice:
«Acabada la dicha rueda de los
años, al principio del nuevo que se
decia umeacatl, solían hacer los de
México y de toda la comarca, una
fiesta ó ceremonia grande que lia
maban toximmolpilia, y es casi ata-
dura de los aftos, y esta ceremo-
nia se hacía de cincuenta en cin-
cuenta y dos; es á saber: después
que cada una de las cuatro señales,
había recogido trece veces á los
aflos: decíase aquella fiesta toxim-
molpilia, que quiere decir, átanse
nuestros aflos, y porque era prin-
cipio de otros doce. Decían también
xiuhtsitBQuilo que quiere decir: se
toma el año nuevo, y en señal de
esto, cada uno tocaba á las yerbas,
para dar á entender que ya se co-
menzaba la cuenta de otros doce
aflos, para que se cumplan ciento
cuatro que hacen un siglo.»
La palabra doce que se lee en Sa-
hagún debe ser una errata, pues dos
por doce no hacen ciento cuatro,
así es que, en lugar de «doce» debe
leerse «cincuenta y dos.»
Paso y Troncoso, explicando la
lámina XXXVII del Códice Borbó-
nico, y refiriéndose al pasaje prein-
serto de Sahagún, dice:
«Para expresar que comenzaba
nuevo período usaban otro vocablo
que también consta en el lugar ci-
tado de Sahagún, y es xiutgitgkilo,
cuya significación literal viene del
verbo tfitckia, «él coge,» puesto en
pasiva: t^itckilo, «se coge;» xiu, ra-
dical de siuitl, la hierba ó aflo el
nuevo; «y en señal de esto cada uno
tocaba á las hierbas para dar á en-
tender que ya se comenzaba la cuen-
ta de otros cincuenta y dos años.» La
figura del principio del siglo nos
ha quedado también, bajo la forma,
no de un haz de hierbas atado, sino
del apuñamiento de una sola hier-
ba; y así viene dibujada en el Ca-
lendario de Mr. Boban.»
Ampliando su explicación y con
vista de la lámina respectiva, dice:
«El nombre de cada rectángulo
resulta de la hierba, xiutl, empu-
ñada por una mano que sale de la
zona de los años, y que se puede
ver en el cuadrante superior izquier-
do, entre los meses Atemoctli y Ti-
titl, lo cual tiene también una sig-
nificación de importancia en la dis-
cusión del principio del año, como
adelante lo expondré; pero, de pron-
to, lo que nos interesa es, indicar
que aquellas dos figuras dan el nom-
bre xiutfitfkilo «se cógela hierba ó
el año;» y resultan así determinati-
vas del principio del nuevo ciclo.»
XiziquipilUiui. Uno de los nom-
bres que le daban á la Chalchiuhi-
cue, diosa del agua. Paso y Tron-
coso, á propósito de este nombre,
dice lo siguiente:
«La sinonimia de la diosa del agua
es mucho más abundante; pero no es
posible agotarla en este lugar,
pues nunca terminaríamos: esos
nombres dependen muchas veces
de sus diversas apariencias, ó de
los efectos que causa; como cuando
la llamaban Akttekueyotl, como de-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
485
cir «olas de agua,» que no era mas
que poner en plural el nombre a/few^-
yotl, de la onda; ó cuando, porque
hacía espuma, le decían Apofona-
yotl, que quiere decir «espuma;» ó
cuando, porque se rizaba con vien-
to ligero, la llamaban Xixt'pilíui,
literalmente» «la que se hace bol-
sas,» de xikipilli bolsa; ó cuando
se alborotaba con tempestad que
le decían Atlaka maní, que recta-
mente significa «esta (como) la gen-
te desatinada,» y translaticiamente
daban á entender que estaba agi-
tada ó alborotada.»
Xocohuetzi. fXocotl, fruta;
huetsi, que cae: «la fruta que cae.»)
Paso y Troncoso amplía esta etimo-
logía diciendo:
«El Mes Uei Mikkilhuitl ó Xo-
KOTL Uetci. Escriben algunos el úl-
timo nombre así: Xokolulfi, reu-
niendo por sinalefa los dos voca-
blos que lo componen; pero es más
propio y regular escribirlo como
aquí va puesto. El primero de los
nombres, Ufi mikkailhuitl quiere
decir «la gran fiesta de los muer-
tos;» y el seganáoXokotluetfi, sig-
nifica literalmente «la fruta cae,» ó
en sentido metafórico «el madero
llamado Xokoil cae.» Nombre de la
décima veintena ó mes. Los núme-
nes que la presidían y á quienes de-
dicaban las fiestas eran XiuMecu-
tu y Tonatiuh.p
Por ser muy solemnes las fiestas
que se hacían en esta veintena, cu-
yos preparativos se verificaban des-
de la veintena anterior, copiamos á
la letra la curiosa y detallada des-
cripción que hace el P. Sahagún de
dichas fiestas. Dice así:
«Al sesto mes llamaban Etsah
qüalistli. En este hacían fiesta á
honra de los dioses de la lluvia, que
llaman Tlaloques. Antes de llegar
á esta fiesta los Sátrapas de los
ídolos ayunaban cuatro días, y an-
tes de comenzar el ayuno, iban por
juncias auna fuente, que estaba jun-
to al pueblo que llaman Ciilaltepec,
porque allí se hacen muy grandes
y muy gruesas, las cuales llaman
astapülin, ó tolmomilli: son muy
largas, y todo lo que está dentro
del agua muy blanco. Arrancában-
las en una fuente que^se llama Te-
milco ó Tepexit, ó Ostoc, Después
que las hablan arrancado, hacían-
las haces, y envolvíanlas en sus
mantas para llevar acuestas, y atá-
banlas con sus mecapales con que
las habían de llevar; luego se par-
tían, llevándolas enhiestas, y no
atravesadas. Los ministros de los
ídolos cuando iban por estas jun-
cias, y cuando volvían con ellas, te-
nían por costumbre de robar á cuan-
tos encontraban por el camino; y
como todos sabían esta practica,
cuando iban y cuando volvían, na-
die parecía por los caminos, ni nadie
osaba caminar; y si con alguno
encontraban luego le tomaban cuan-
to llevaba, aunque fuese el tributo
del rey; y si alguno se defendía,
tratábanle muy mal á golpes y co-
ces, hasta arrastrarle por el suelo,
y por ninguna cosa de estas penaban
á estos ministros de los ídolos, por
tenerlos en mucha estimación y re-
verencia. En llegando con las jun-
cias al Cú donde eran menester, lue-
go las cocían y componían contra-
puestas, lo blanco á lo verde, á ma-
nera de mantas pintadas. Hacían
también de estas juncias (ó tules)
sentaderos sin espalderas, y otros
con ellos. Para hacer estas mantas
de juncias componíanlas en el sue-
lo primero, y luego cosíanlas como
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
estaban, compuestas con cuerdas
hechas de raices de maguey. Lle-
gado el ayuno que llamaban netla-
locacaoalistli, todos los Sátrapas y
ministros de los ídolos, se recogían
dentro del calmecac en sus retrai-
mientos: encerrábanse en este lu-
gar los que llamaban Tlamacaste-
quioaque, que quiere decir, Sátra-
pas que ya habían hecho hasañas
en la guerra, que hablan cautivado
tres ó cuatro. Estos aunque no re-
sidían continuamente en el Cú, en
algunos tiempos señalados acudían
á él á sus oficios: recogíanse tam-
bién otros que llamaban tlamacas-
cayaque, que quiere decir Sátrapas*
que ya han cautivado uno en la gue-
rra. Tampoco estos residían siem-
pre en los oficios de los Cues, mas
acudían en los tiempos señalados á
sus oficios; recogíanse también otros
que llamaban tlamacasquecuicani-
me, que quiere decir los Sátrapas
cantores. Estos siempre residían en
los Cúes,porque aun ninguna hazaña
habían hecho en la guerra. Después
de estos se recogían todos los otros
ministros de los ídolos que eran me-
nores, que llamaban Tlamacastei-
cahoan, que quiere decir ministros
menores. También se recogían
otros muchachos, como sacristane-
jos, á los cuales llamaban Tlama-
catoton, que quiere decir ministros
pequeñuelos. Después de estos te-
nían al rededor de los hogares aque-
. lias mantas de juncias que habían
hecho, á los cuales llamaban asta-
pilpetlatl, que quiere decir petates
jaspeados de juncias blancas y ver-
des. Después de haberlos tendido
luego se aderezaban los Sátrapas
de los ídolos para hacer sus oficios:
vestíanse una xaquetaque ellos lla-
maban Xicolli, de tela pintada, y
poníanse en la mano en el brazo iz-
quierdo un manípulo á la manera
de los que usan los sacerdotes de la
iglesia, que ellos llaman matacax-
tli: luego tomaba en la mano izquier-
da una talega con copal, y en la de-
recha el incensario, temaitl, que es
hecho de barro cosido á manera de
caso, ó sarteneja. De este modo ade-
rezados salíanse al patio del Cú y
puestos en medio del patio toma-
ban brazas en sus incensarios, y
echaban sobre ellas copal, é ince-
saban acia las cuatro partes del
mundo, oriente, septentrión, occi-
dente, y mediodía; habiendo incen-
sado vaciaban las brazas en los bra-
ceros altos, que siempre ardían de
noche en el patio, y tan altos como
un estado ó poco menos, y tan grue-
sos que dos hombres apenas los po-
dían abrazar. El Sátrapa que había
ofrecido el incienso acabado su ofi-
cio entrábase en el Calmecac, que
era como sacristía, y allí ponía sus
ornamentos. Luego comenzaban los
Sátrapas á ofrecer delante del ho-
gar unas bolitas de masa: cada uno
ofrecía cuatro poniéndolas todas so-
bre los petates de juncias, y ponían-
las con gran tiento, para que no se
rodasen ni meneasen, y si rodaba
alguna de aquellas bolas, los otros
acusábanle de aquella culpa, por
que había de ser castigado por ella,
y así estaban con grande atención
mirando á cada uno, como ponían
su ofrenda para acusarle. A estas
bolillas llamaban Ventelólotli, y
otros ofrecían cuatro tomates, ó
cuatro chiles verdes. Miraban tam-
bién mucho á los que ofrecían, si
traían alguna cosa de suciedad en
sus mantas, como algún hilo ó pa-
ja, ó cabello, ó pluma, ó pelos, y al
tal luego le acusaban, y había de
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
487
ser castigado por ello; mirábase
también mucho si alguno tropeza-
ba, ó caía, porque luego acusaban al
tal,y habia de ser castigado por ello.
En estos cuatro dias de su ayuno,
juntamente con sus noches, todos
andaban con mucho tiento, por no
caer en la pena del castigo. Acaba-
do de ofrecer cada dia, venian unos
viejos que llamaban Quaquaviltin,
los cuales traían las caras teñidas
de negros tresquilados, salvo en la
corona de la cabeza que tenía los
cabellos largos al revés de los clé-
rigos. Estos cojian las ofrendas y
dividianlas entre sí todos estos cua-
tro dias. Esta era la costumbre
de todos los Sátrapas, y de todos
los cues, que cuando ayunaban cua-
tro dias, á la media noche una hora
despertaban y tañían cornetas, y
caracoles, y otros instrumentos co-
mo llamando amaitines. En habien-
do tocado de este modo, luego todos
se levantaban, y desnudos sin nin-
guna cobertura iban á donde esta-
ban las puntas de maguey, que el dia
antes habían cortado, y traído pa-
ra aquel eíectOy con pedamos del fnis-
mo maguey; y en cortando las pun-
tas del maguey, luego con unas
nabajitas de piedra se cortaban
las orejas, y con la sangre que de
ellas salía ensangrentaban las pun-
tas del maguey que tenían corta-
das, y también se ensangretaban
los rostros. Cada uno ensangren-
taba tantas puntas de maguey, cuan-
tas alcanzaba su devoción, unos
cinco, otros mas, y otros menos.
Hecho esto, luego todos los Sátra-
.pas y ministros de los ídolos, iban
á bañarse por mucho frío que hi-
ciese, é iban tañendo caracoles ma-
rinos, y unos chiflos hechos de ba-
rro cocido.
Todos llevaban acuestas unas ta-
leguillas atadas con unos cordeles
de tó/// con unas borlas al cabo, y de
otras colgaban unas tiras de papel
pintadas, cosidas con las mismas
taleguillas que llamaban yiequach-
th\ y en aquellas talegas llevaban
una especie de harina hecha á la
manera de estiércol de ratones que
ellos llaman yyaqualli, la que era
confeccionada con tinta, y con pol-
vos de una yerba que ellos llaman
yietl\ que es como beleños de Cas-
tilla. Iba delante de todos estos un
Sátrapa con su incensario lleno de
brazas, y con su talega de copal;
todos llevaban una penca de ma-
guey corta, en que iban hincadas
las espinas que cada uno habia de
gastar. Delante de todos estos, iba
uno de aquellos que llaman Qua-
quaviltin, y llevaba en el hombro
una tabla tan larga como dos va-
ras, y de ancho como un palmo ó
poco mas, dentro de esta tabla lle-
vaban unas sonajas, y el que la
llevaba iba sonando con ellas. Lla-
maban á esta tabla aiochicaoalistli
6 nacatlquoavitl: todos los Sátrapas
iban en esta procesión, y solo cua-
tro dejaban en Calmecac, ó su mo-
nasterio, los cuales lo guardaban
entre tanto que ellos iban á cumplir
sus devociones. Ocupábanse estos
cuatro en cantar y tañer en un ata-
bal, y en menear unas sonajas es-
tando sentados, y esto era un ser-
vicio que hacían á sus dioses, y aun
ahora lo usan algunos. Llegados
los Sátrapas á la agua donde se ha-
bían de bañar, estaban cuatro casas
cerca de aquella agua, á las cuales
llamaban aiauhcalli, que quiere de-
cir casa de niebla. Hallábanse es-
tas casas ordenadas acia las cuatro
partes del mundo. El primer día se
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
metían todos en una de ellas, el
gundo en la otra, el tercero en la
tercera, el cuarto en la cuarta: co-
mo iban desnudos iban temblando,
y otros batiendo los dientes de frío.
Estando así comenzaba á hablar
uno de los Sátrapas que se llamaba
Chalchiuhquacuilli y decía, coatí
icomocaian, amototL icaoacayan;
atapalcatrynechiccana oaianasta-
pilquecuellacaian,(\\x\^vt decir, «es-
te es lugar de culebras, lugar de
mosquitos, lugar de patos y lugar
de juncias.» «En acabando de decir
esto el Sátrapa, todos los otros se
arrojaban en la agua, comenzaban
luego á chapalear con los pies en
ella y con las manos, haciendo
grande estruendo, y á bocear y á
gritar, y á contrahacer la^aves de la
agua unos á las añades, otros á
unas aves conocidas del agua que
llamaban pipitsti; otros á los cuer-
bos marinos, otros á las garzotas
blancas, y otros á las garzas. Aque-
llas palabras que decía el Sátrapa,
parece que eran invocaciones del
demonio para hablar aquellos len-
guajes de aves en la agua. Donde
estos se bañaban estaban unos ba-
rales incados, cuatro dias arreo
hadan de esta manera. En acabán-
dose de bañar salian del agua y to-
maban sus alhajas que habian traí-
do, y volvían á su monasterio des-
nudos, y tañendo con sus pitos y
caracoles, y en llegando al calme-
cac echábanse todos sobre aquellos
petates de juncias verdes, y cubrían-
se con sus mantas para dormir.
Unos estaban muertos de frío, otros
dormían, otros velaban, algunos dor-
mían profundamente, otros con sue-
ño liviano, algunos soñaban, otros
hablaban entre sueños, otros se
levantaban durmiendo, otros ron-
caban, otros resoplaban, otros da-
ban gemidos durmiendo; todos esta-
ban revueltos mal echados, y has-
ta medio dia no se levantaban:
puestos ya en pie los ministros y Sá-
trapas luego se aderezaban el Sátra-
pa de los ídolos con sus ornamentos
acostumbrados tomaba su incensa-
rio, é incensaba por todas las capi-
llas y altares á todas las estatuas
de los ídolos: iban delante de él
acompañándole Sátrapas viejos lla-
mados Quaquacuilti. En acabando
de incensar en todas las partes acos-
tumbradas, luego íbanse todos a
comer y se sentaban en corrillos
para comer en el suelo, puestos en
cuclillas como siempre suelen ha-
cerlo, y luego daban a cada uno
su comida, como se la enviaban
de su misma casa; y si alguno to-
maba la comida agena, ó la troca-
ba, castigábanle por ello. Eran muy
recatados y curiosos que no derra-
masen gota, ni pizca de la comida
que tomaban allí donde comian; y
si alguno derramaba alguna gota
de la mazamorra que sobraba, ó del
chilmolU, en que mojaban, luego le
notaban la culpa para castigarle,
si no redimía su culpa con alguna
paga. Concluida la comida, luego
iban á cortar ramas, que llamaban
acxoiatl; y donde no había estos ra-
mos cortaban en su lugar cañas
verdes, y traíanlos todos al templo
hechos hacecillos, y sentábanse to-
dos juntos y esperaban á la hora
que les había de hacer señal para que
fuesen á enramar las capillas que te-
nían por tarea señaladas. Hecha la
seña que esperaban, arrancaban to-
dos juntos con sus ramos y cañas
con priesa muy diligente, y cada uno
iba derecho al lugar donde había
de poner sus ramos; si alguno erra-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
489
ba el puesto donde había de poner
las cañas, 6 quedaba atrás de sus
compañeros, y no llegaba juntamen-
te con los otros al poner de las ca-
ñas, penábanle y había de pagar
una gallina ó un maxtle, ó una
manta, y los pobres pagaban una bo-
la de masa en una jicara puesta.
Estas penas eran para el acusador,
y se pagaban en los cuatro días,
porque en el quinto ninguno se po
día redimir, sino que habia de ser
castigado. Llegada la fiesta, todos
hacían la comida que se llamaba
etsalli, no quedaba nadie que no la
hiciese en su casa. Este etsalli era
hecho de maíz cocido á manera de
arroz y era muy amarillo. Des-
pués de hecho, todos comian de él,
y daban á otros: después de comi-
do, los que querían bailaban y re-
gocijábanse, muchos se hacían sa-
harrones, disfrazados de diversas
maneras, y traían en las manos
unas ollas de asa que llamaban Xa-
cuicolli; andaban de casa en casa
demandando etsal, cantaban y bai-
laban á las puertas, y decían sus
cantarejos, y á la postre decían: si
no me das el maíSy ahujerarte hé la
casa: el dueño de ella, luego les
daba una escudilla de aquel alimen-
to. Andaban estos de dos en dos, ó
de tres en tres, &c: comenzaban es-
te regocijo á la medía noche y Ce-
saba en amaneciendo. Al salir el sol
aparejábanse los Sátrapas con sus
ornamentos acostumbrados, unaxa-
queta debajo, y encima de ella una
manta delgada trasparente que se
llama a/awA^Wé'w/W, pintada de plu-
mas de Papagayo aspadas ó cru-
zadas Después de ésto, poníanle
acuestas una flor de papel grande
redonda, á manera de rodela, y
después le ataban al colodrillo
unas flores también de papel frun-
cidas, que sobraban á ambas par-
tes de la cabeza á manera de ore-
jas, como medios círculos: teñían-
le la delantera de la cabeza con
color azul, y sobre la color echa-
ban margagita. Llevaba este Sá-
trapa colgando de la mano dere-
cha una talega ó zurrón hecho de
cuero de tigre bordada con unos ca-
racolítos blancos, á manera de
campanitas, que iban sonando los
unos con los otros: á la una esquina
del zurrón iba colgando la cola del
tigre, y á la otra los dos pies, y á la
otra las dos manos. En e.ste zurrón
llevaba incienso para ofrecer; mas
éste compuesto de una yerba que
llamanjy/flr«^/// seca y molida, delan-
te de este Sátrapa iba un ministro
que llaman quaqualli, y llevaba
sobre el hombro una tabla de an-
chura de un palmo, y de largura de
dos brazas: á trechos iban unas so-
najas en esta tabla, unos pedazue-
los de madero, rollizos y atadas á
la misma tabla y dentro de ella iban
sonando los unos con los otros: Hu-
mábase esta tabla ayauhchicaoas-
tu. Otros ministros iban delante de
este Sátrapa, y llevaban en brazos
unas imágenes de dioses, hechas de
aquella goma que salta y es negra, y
la llaman m///: conocíanse estas imá-
genes con el nombre de Ulteteu, que
quiere decir dioses dehilli: otros mi-
nistros llevaban en brazos otros
pedazos de copal hechos á manera
de panes de azúcar en forma pirami-
dal. Cada uno de estos pedazos de co-
pal lie vaba en la parte aguda una plu-
ma rica que es de quetsal. Estando
ordenados de esta manera, toma-
ban las cornetas y caracoles, y lue-
go comenzaban á ir por su camino
adelante en esta procesión, lá cual
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ANALBS DEL MUSEO NACIONAL.
se hacia para llevar á los que ha-
bían hecho algún defecto de los que
se dijeron atrás, al lugar donde los
hablan de castigar, y asi los lleva-
ban presos en esta procesión. Ca-
minaban asidos por los cabellos del
cogote, para que no se huyesen: á
algunos de ellos llevaban tomados
por las maxtles que llevaban ceñi-
dos, y á los muchachos sacristane jos
que también hablan hecho algún
defecto, llevábanlos puestos sobre
los hombros, sentados en un senta-
deruelo' hecho de espadañas verdes,
y los otros muchachos que eran
mayorcillos, iban asidos de la mano,
y llevándolos á la agua donde los
habían de castigar, los arrojaban en
ella donde quiera que hallaban algu-
na laguna en el camino, y maltratá-
banlos de puñadas y coces y empe-
llones, y los arrojaban y revolcaban
en el lodo de cualquiera laguna que
estaba en el mismo camino. De esta
manera eran conducidos hasta la
orilla del agua donde, los habían de
zambullir, la cual llamaban toteco.
Allegados á la orrilla del agua el
Sátrapa y los otros ministros, que-
maban papel en sacrificio, y las
formas de copal que llevaban, y
las imágenes de ulliy y echaban in-
cienso en el fuego, y otro derrama-
ba en rededor sobre las esteras de
juncia con que estaba adornado
aquel lugar. Juntamente con esto los
que llevaban los culpados, arrojá-
banlos en la agua, cuyos golpes
hacían gran estruendo, alzaban la
agua echándola en alto por razón
de los que caían en ella, y los que
salían arriba, tornábanlos á zabu-
llir; algunos que sabían nadar, iban
por debajo del agua á su morguio
y salían lejos, y así se escapaban:
pero á los que no sabían nadar, de
¡ tal manera los fatigaban, que los
dejaban por muertos á la orilla del
estanque, allí los tomaban sus pa-
rientes y los colgaban de los píes,
para que echasen fuera el agua que
habían bebido por las narices y por
la boca. Esto acabado volvíanse to-
dos por el mismo camino que ha-
bían venido en procesión: iban ta-
ñendo sus caracoles acia el Cú ó
monasterio de donde habían veni-
do, y á los castigados llevábanlos
sus parientes á sus casas: iban to-
dos lastimados y temblando de frío,
y batiendo los dientes, y así los
llevaban á sus familias para que
convaleciesen. Envolviendo los Sá-
trapas de su monasterio, echaban
otra vez esteras de juncias como
jaspeadas, y también espadañas, y
luego comenzaban el ayuno de cua-
tro días, al cual llamaban netlaca-
caoalistli. En este ayuno no se acu-
saban los unos á los otros, ni tam-
poco comían á medio día. En dichos
cuatro días los sacrístanejos apa-
rejaban todos los ornamentos de
papel que eran menester para todos
los ministros, y también para sí:
uno de estos ornamentos se llama-
ba//a9w^c/r/>awb/// que quiere decir
ornamento que vá sobre el pescue-
zo: el otro se llamaba amacuexpalli.
era ornamento que se ponían tras el
colodrillo, como una flor hecha de
papel: el otro se llamaba yiatastli,
que era un zurrón para llevar in-
cienso, este que era de papel com-
prábase en el tianqutBtli: así mismo
compraban unos sartales de palo,
los cuales se vendían también en
el mercado. Acabados los cuatro
días del ayuno, luego se adornaban
los Sátrapas con aquellos atavíos,
y también todos los ministros. El
día de la fiesta luego á la mañana
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
491
se ponían en la cabeza de color azul;
poníanse en la cara y en los rostros
miel mezclada con tinta, y todos lle-
vaban colgados sus zurrones con
incienso, y bordados con caracoli-
llos blancos. Los zurrones de los
Sátrapas mayores, eran de cuero de
tigre, y los de los otros menores
eran de papel pintado á manera de
tigre: algunos de estos zurroncíllos
los figuraban á semejanza del ave
que se llama Atsitsicuilotl , y otros
á manera de patos; todos llevaban
sus inciensos en los dichos zurrones.
Después de estar todos ataviados,
comenzaban luego su fiesta é iban
en procesión al Cú, y delante de to-
dos el Sátrapa del Tlaloc, Este lle-
vaba en la cabeza una corona hecha
á manera de escriño, justa á las
sienes y ancha arriba, y del medio
de ella salían muchos plumages.
Llevaba la cara untada con ulli de-
rretido que es negro como tinta, y
una xaqueta de tela que se llamaba
aiatl: llevaba asimismo una caran-
toña fea con grande nariz y una ca-
bellera grande hasta la cinta: esta
cabellera estaba ingerida con la ca-
rátula. Seguíanle todos los otros mi-
nistros y Sátrapas, é iban hablando
como quien reza, hasta llegar al Cú
de Tlaloc. En llegando el Sátrapa de
aquel dios, parábanse, y luego ten-
dían esteras de juncos, y también ho-
jas de juncias empolvorizadas con
incienso: luego sobre las esteras po-
nían cuatro chalchivites redondos á
manera de bolillas, y luego daban
al Sátrapa un garabatíllo tefiido
con azul; con este tocaba á cada una
de las bolillas, y en tocando hacía un
ademan como retrayendo la mano,
y daba una vuelta, y luego iba á
tocar la otra y hacía lo mismo, y
así tocaba á todas cuatro con sus
voltezuelas. Concluido esto sembra-
ba incienso sobre las esteras de
aquello que llaman yiauhtli: espar-
cido el incienso, dábanle luego la
tabla de las sonajas, y comenzaba
á hacer sonido con ella meneándo-
la, para que sonasen los palillos que
en medio estaban interpolados, ó
atados. Hecho esto, luego se comen-
zaban todos á ir para sus casas y
monasterios, y á los castigados lle-
vaban á sus familias. Luego se des-
componían de los ornamentos que
iban adornados; y se sentaban, y á
la noche comenzaban la fiesta, to-
caban sus ^^/)0wa^//^5, y sus caraco-
les, y los otros instrumentos musi-
cales sobre el Cú de Tlaloc, y can-
taban en los monasterios, y toca-
ban las sonajas que suelen traer en
los areytos. De todos estos instru-
mentos se hacia una música muy
festiva, y hacían velar toda aquella
noche á los cautivos que habían de
matar el día siguiente, que los llama-
ban imágenes de los Tlaloques; lle-
gados á la media noche que ellos
llamaban ioaxcliui, comenzaban lue-
go á matarlos. A los que primero
mataban decían que eran el funda-
mento de los que eran imágenes de
los Tlaloques, que iban aderezados
con los mismos ornamentos de es-
tos y decían eran sus imágenes, y
así ellos morían á la postre; íban-
se á sentar sobre los qne primero
habían muerto. Acabado de matar
á estos, luego tomaban todas las
ofrendas de papel, plumajes, pie-
dras preciosas y chalchivites, y los
llevaban á un lugar de la laguna»
que llamaban Pantitlan. que es fron-
tero de las atarazanas (ó arsenales).
También llevaban los corazones de
todos los que habían muerto, metí-
dos en una olla pintada de azul y
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492
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
teñida con Ullien cuatro partes, tam-
bién los papeles iban todos mancha-
dos de Ullí. Todos los que estaban
presentes á esta ofrenda y sacrifi-
cio, tenían en las manos aquella yer-
ba que IJaman i¡otauhiatl, que es casi
como inciensos de Castilla, y con
ellos estaban ojeando como quien
ojea moscas sobre sus caras, y de
sus hijos, y decian que con esto
ojeaban los gusanos para que no en-
trasen en los ojos, ni se causase
aquella enfermedad en ellos que lla-
man ixocuillooalistli; otros metian
estayerbaen las orejas. También por
via de superstición traían otros es-
ta yerba empuñada, ó apretaba en
una mano. Llegados con todas sus
ofrendas y con los corazones de
los muertos, metíanse en una canoa
grande que era del rey, y luego co-
menzaban á remar con gran priesa:
los remos de ella, todos iban teñidos
de azul, y manchados con Ulli. Lle-
gados al lugar donde se debia de ha-
cer la ofrenda, el cual se llamaba
Pantitlan, metian la madera entre
muchos maderos que allí estaban
hincados en cerco de un sumidero
que allí habia que llamaban aohtoc.
Entrando entre los maderos, luego
los Sátrapas comenzaban á tocar
sus cornetas y caracoles puestos de
pies en la proa de la canoa, y daban
al principal de ellos la olla con los
corazones; echábanlos luego en me-
dio de aquel espacio que estaba en-
tre los maderos, que era aquel que
tomaba aquella cueva donde el agua
se sumía. Dicen, que echados los co-
razones se alborotaba el agua y ha-
cia olas, y espumas: arrojados los co-
razones en el agua, echaban tam-
bién las piedras preciosas y los pa-
peles de la ofrenda, á los cuales
llamaban tetevitl: atábanlos en lo
alto de los maderos que allí esta-
ban hincados; y también colgaban
algunos de los chalchivites y pie-
dras preciosas en los mismos pa-
peles. Acabado todo esto salíanse
de entre los maderos, y luego un
Sátrapa tomaba un incensario á ma-
nera de caco, y ponía en él cuatro
de aquellos papeles que llamaban
tetehuitl, y encendíalos, y estando
ardiendo hacia un ademan de ofren-
da acia donde estaba el sumidero,
y luego arrojaba el incensario:
practicado esto volvía la canoa acia
tierra, y comenzaban á remar y
aguijar acia afuera donde llaman Te-
tamacalco, que éstG era el puerto de
las canoas, luego todos se bañaban
en el ipismo lugar; de allí lleva-
ban la canoa á donde la solían guar-
dar. Todo lo sobredicho se hacia
desde medianoche arriba hasta que
amanecía. Al romper de la maña-
na, y todas las cosas acabadas, to-
dos iQs Sátrapas se iban á lavar á
los lugares donde ellos lo solían
hacer, y lo ejecutaban todos con
agua para quitar la color azul, sola-
mente dejaban la delantera de la
cabeza y si alguno de los Sátrapas
ó ministros de los ídolos que esta-
ban acusados habían de ser casti-
gados, entonces cuando se lavaban
con el agua azul, le traían y le cas-
tigaban como los arriba dichos. He-
cho esto, luego se iban á su monas-
terio y sacaban todas las esteras de
juncos verdes que habían puesto y
las echaban fuera del monasterio
detras de la casa. Estas son las ce-
remonias que se hacían en la fiesta
que se llama EtsalqualistU.^
Paso y Troncoso ha encontrado
que la fiesta principal de esta vein-
tena tiene relación astronómica con
los sucesos verificados en ese mes
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SBGUNDA BPOCA. TOMO V.
493
y en los contiguos en el paso del sol
por el zenit; y como es la primera
ocasión en que se hace la interpre-
tación de las fiestas con relación al
sol, hemos creído muy conveniente
transcribir el texto del autor citado.
Interpretando la lámina XXVIII del
Códice Borbónico dice:
« No trae más la pintura; pero aquí
debo agregar, completando lo que
ya se dijo en el mes Tepopoxhui-
li^tli, que si fuere, como sospecho,
uno de los cabal leros del Sol ese per-
sonaje vistosamente adornado de
plumas, tendríamos un nuevo sim-
bolismo del 2.° tránsito solar por el
zenit de México, que coincide con
el cómputo comparado de Sahagún,
y cae 72 días después del primero;
es decir, que poniendo el l.er paso
zenital á mediados del mes Toxkatl,
el 2.^ paso coincidirá con los prime-
ros días del mes Tlaxoseimako; y
todo se confirma con el citado cóm-
puto de Sahagún, calculando la di-
ferencia de 10 días no corregidos
aún por Gregorio XIII.» (Véase la
continuación de este texto de Paso
y Troncoso en el artículo Tlaxochi-
MACO, pág 286 de este tomo.)
El Códice Nuttall describe la
fiesta en los términos siguientes:
«Esta figura Uamavan los yndios.
huei micalhuitl qes gran fiesta, otros
la llaman. Xucutl. gueci. porque en-
ella levantauan un árbol, muy alto
encuya cunbre. estaua sentado vn
yndio. alqual subiendo, otros yn-
dios. Y trepando por vnos cordeles
q. estañan atados al árbol, de rri-
baban dealli abaxo al questaua á
Riba y le tomavan vnos tamales,
que ellos llaman teuQoalle. q. quie-
re dezir pan de dios, y por tomar
a Vno mas q . otro, loderribaban. aba-
xo. de los yndios sematauan. por to-
mar de dello como pan ben dito, y
después echauan en el fuego al q. de-
rribauan. del árbol, yle enbafia van
la cabera, por q. aunque seasase no
se hiziese daflo: el fuego alos cabe-
llos ni cabe<;^. para q. después le
comiesen asado, yla cabera deso-
llada, se Vestiese el cuerpo otro, y
bailase conella delante el demonio
aquienla fiesta era dedicada q. lla-
man huc teutl.*
Eran los signos del mes un muer-
to amortajado, ó la representación
de la misma fiesta de Xocotl, vién-
dose á lo lejos á aquel como símbo-
lo principal. El primer signo se re-
fiere al nombre que daban los tlax-
caltecas al mes: Hueymiccaihuitly
«fiesta grande de los muertos.» Se-
gún Clavigero representaban los
tlaxcaltecas al mes anterior y á és-
te con dos calaveras, una chica y
otra grande.
Xocotl. (Xocotl, fruta, y, figurada-
mente, árbol.) Nombre que daban al
árbol que cortaban en el mes Tía-
xochintaco para la fiesta del mes
siguiente, llamado Xocohuetsi. (V.)
Xocotzin. (Xocotl, fruto, tain, di-
minutivo estimativo.) Nombre que
daban á la cuarta y última herma-
na de Ixcm'na. (V.)
Xocoyotl. Nombre que daban al
último hijo de un matrimonio. Xo-
coyotl se compone de Xocotl, fruto
ácido, agrio, y de yo ti, desinencia
con que se forman nombres abstrac-
tos que significan el ser de la cosa
ó lo que pertenece ó es anexo á ella;
así de teotl, dios, se forma teoyotl,
divinidad, lo perteneciente á dios;
de la misma manera, de Xocotl, se
forma Xocoyotl, fructificación. De un
matrimonio que ha tenido prole,
se dice en mexicano que es Xocoyo.
esto es, que ha sido fructuoso, y el
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494
ANALBS DEL MUSEO NACIONAL.
Último de los hijos es el complemen-
to de la fructuación, y de aquí vie-
nen las ideas de último hijo, el más
joven. Nombre de una de las cuatro
mujeres que acertaron á señalar el
lugar por donde debía aparecer
el sol cuando fue creado enTeotihua-
can. (V.)
Xochcua. (Xóchitl, flor; cua, apó-
cope de cuani, el que come: «come
flores.») Dios adorado en el templo
de Netlatiloyan, compañero de Na-
nahuatl. Ambos dioses eran consi-
derados como destructores de las
flores y plantas, y se les tributaba
culto inspirado por el miedo.
Xochicahuaca. (Véase Amoxoa-
QUE.)
Xochicalaquia. (Xóchitl, flor; ca-
laquia, pagar tributo ú ofrenda: «tri-
buto ú ofrenda de flores.») Ceremo-
nia de la fiesta que hacían en la
veintena Tlaxochimaco ó Miccail-
huitontli, Chavero la describe en
los términos siguientes:
« Concluida la ceremonia de los sa-
cerdotes seguía Ja de los guerreros.
Salían muy aderazados y gala-
nos con rosas en las m^nos, al cuello
y en la cabeza, y juntamente con ellos
sus mujeres y mancebas, con el cabe-
llo suelto y cortado por delante enci-
ma de las orejas y sobre él guirnal-
das de la flor amarilla llamada c^w-
poalxochitl, vestidas lujosamente,
los brazos cubiertos de vistosas plu-
mas, con zarcillos de oro y rosas
también en las manos. Y así bailaban
todo el día entretejidas con los gue-
rreros con gran concierto y mesura.
Acabado el baile tomaban sus guir-
naldas y los collares de rosas de los
hombres y subían á ofrecerlas todas
al dios Huitsilopochtli: llamaban á
esta ceremonia Xochipayna ó Xochi-
calaquia. Entonces los mancebos
del Calmecac se lanzaban á porfía
á escalar el templo para tomar las
rosas, y con esta contienda y rego-
cijo concluía la fiesta, proclamán-
dose vencedores á los cuatro prime-
ros mancebos que tomaban las ro-
sas.»
XochicalCO. T^VaS^XoCHICALLl.)
XochioallL (Xóchitl, ílov; calli,
casa: «Casa de flores. *; Nombre que
daban á algunos templos, á los te-
mascales y á algunos dioses. Esta
diversa aplicación del nombre re-
vela que le daban significación
translaticia ó metafórica. En efec-
to, Paso y Trocoso, hablando de las
fiestas celebradas en la veintena
Xocohuetsi, dice que la diosa Atlan-
tonan era reverenciada en dichas
fiestas, y en una nota pertinente á
este pasaje, expone lo siguiente:
«La semejanza de Atl alonan mo-
ría en XuxikalkOy 66.° edificio del
Templo mayor: el nombre literal-
mente significa «en la casa de flo-
res;» pero metafóricamente quiere
decir «en la casa del baño de va-
por,» pues el /^w«f*a//i llamábase
también Xuxikalli: cuándo le da-
ban este último nombre, llamaban
al numen del baño Xuxikaltcin y
como sabemos que Tema fkal te fiera,
ese numen, tenemos aquí nuevos
materiales que agregar á los que
ya se han empleado en la sinonimia
de Toci.»
Esta opinión de Paso y Troncoso
se confirma con un pasaje de Saha-
gún. Hablando éste de cómo una
matrona parienta del mozo, habla-
bla á la portera para que se encar-
gara del parto de la preñada, y de
cómo la partera respondía aceptan-
do el ruego, y de los avisos que da-
ba á la preñada para que su parto
no fuera dificultoso, dice: «Señora
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
495
aquí estáis presente, y os ha tráido
nuestro señor que está en todo lugar,
persona honrada y digna de venera-
ción; también aqui están presentes
viejos y viejas vuestros mayores: sa-
bed pues señora que esta mosuela
está preñada, la cual es muger casa-
da con N. y también está aqui vues-
tro siervo. Sus padres y sus parien-
tes os la presentan y encomiendan,
porque nuestro señor que rige el
mundo, quiere hacer con ellos mise-
ricordia en darles una piedra pre-
ciosa, y una pluma rica, que es la
criatura que ya tiene adentro del
vientre de la madre que esta aquí,
que es esta mosa vuestra siervaque
se llama N., la cual está casada con
vuestro siervo y criado N. Este la
pone en vuestras manos, en vues-
tro regazo, y sobre vuestras espal-
das; y también los viejos y viejas,
parientes, padres y madres de ella,
os encomiendan esta su hija ahora.
Señora, metedla en el baño como
sabéis que conviene, que es la casa
de nuestro señor llamado Xuchical-
tsin, adonde se arrecian y esfuerzan
los cuerpos de los niños, por Ja ma-
dre y abuela, que es la señora dio-
sa llamada Yoalticitl, Entre pues
esta mosa en el baño por vuestra
industria, porque ya ha llegado al
tiempo de tres ó cuatro meses que
ha concebido. ¿Que os parece, se-
ñora de esto? No queremos que por
nuestro saber la pongamos en oca-
sión de enfermedad: ¿por ventura
aún no es tiempo de enderezarle la
criatura ni llegar á ella? Estas pa-
labras habéis oído en obsequio de
nuestra muy am^da. Deseo conten-
to á vuestro corazón y á vuestro
cuerpo con toda salud: no hay otra
persona mas hábil para hablaros
con aquella cortesía y concierto de
palabras que vos señora merecéis;
y si la hubiera, no las escondieran
estos viejos y viejas, padres y ma-
dres de los casados que aquí están,
que han brotado y procedido de los
abuelos y antepasados, señores y
progenitores de esta señora N. y de
su marido vuestro siervo y cria-
do N.»
En este pasaje se ve claramente
que Ja diosa Yoalticiil es la diosa
de los temascales, llamada también
Temascalteci, como dice Paso y
Troncoso.
Cuando XocMcalli es el nombre
de un edificio lleva pospuesta la
posposición co que significa «en,»
«lugar de. ... » Lleva este nombre
el 66.^ edificio de los 78 en que se
dividía el templo mayor de Méxi-
co. De este edificio dice Sahagún:
« era un Cú edificado á honra
de los dioses Tlatlauhquicinteutl,
y también de la diosa Atlatonan, y
cuando mataban una muger que era
imagen de esta diosa, desollábanla,
y uno de los Sátrapas vestía su cue-
ro, esto se hacia de noche: luego de
mañana andaba bailando con el cue-
ro vestido de aquella que había
muerto: esto se hacía cada año en
la fiesta de Ochpanistli.*
Lleva también el nombre de Xo-
chicalco el grandioso edificio que se
halla en ruinas en el Estado de Mo-
relos, que ha dado lugar á innume-
rables investigaciones sobre su ori-
gen. Chavero, hablando en general
de las ruinas prehistóricas de Mé-
xico, refiriéndose á Xochicalco, ex-
pone lo siguiente:
«Y en efecto, en ese rumbo esta-
ba la fortaleza de Xochicalco, que
es en nuestra creencia la obra más
notable de nuestras antigüedades.
El nombre mencionado no fué el
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496
ANATAS DEL MUSEO NACIONAL.
suyo primitivo: se lo impusieron los
mexica. Como vieran primorosa-
mente esculpidos sus muros de pie-
dra, llamáronla casa de flores, pues
eso quiere decir Xochicalco. Guar-
daba la fortaleza la frontera, y al
mismo tiempo una gran ciudad que
á su amparo se levantaba y de la
cual quedaban vestigios. Era la
llave de la serie de montañas del
actual estado de Guerrero, mura- 1
lias inexpugnables formadas por la
Naturaleza.
«Para hacernos cargo de la mag-
nificencia de esa obra, vamos á su- i
ponerla restaurada y á considerar-
la como estaba en sus primeros
tiempos. En la ciudad inmediata se
agrupaban multitud . de casas que i
habitaba una población numerosa.
Eran las casas de construcción se- j
mejante á las del territorio maya- I
quiche; muros bajos de tierra ó ma- '
dera y grandes techos inclinados I
cubiertos de palma» á lo que hay '
que agregar en este nuevo rumbo
un portal delante de cada casa sos- 1
tenido por horcones de madera.
Como el clima es muy cálido las
habitaciones no necesitan estar bien
cerradas; bastaba que resguarda-
ran de la lluvia á sus moradores.
Aún cuando aquel pueblo debió ser
agrícola, pues los terrenos son de
los más ricos y productivos del país,
tenemos que considerarlo más bien,
como una colonia militar avanzada
en la frontera para defensa del sue-
lo patrio. En la ciudad, pues, hubo
de existir la pirámide, sostén del
cuartel de las armas.»
«Figurémonos, pues, el cuartel en
el centro de la ciudad de Xochical-
co, y á poca distancia de él el pala-
cio y el templo como en el Cerro de
las Juntas.
Algunas piedras y otras huellas
en dirección de Miahuatlán, parecen
indicar el rumbo de la ciudad. Cal-
culamos que su centro era un cerro
inmediato al monumento de que nos
estamos ocupando, pues en él se
han descubierto terraplenes de
mampostería y una calzada de gran-
des losas de mármol que conducen
á la cumbre, donde se hallan toda-
vía algunas ruinas, y entre ellas los
restos de una pirámide de respeta-
bles dimensiones. Álzate da cuen-
ta de una losa esculpida que, según
él, representaba un Prometeo ame-
ricano. Contentémonos con creer
que eran simplemente un guerrero y
una águila. Dicha losa cerraba una
cavidad ó entrada de un subterrá-
neo. Algunos dicen que hay huellas
de varios caminos en dirección del
monumento, pero sólo sabemos que
se haya autenticado un camino real,
amplio y empedrado. Esto basta-
ría á damos á conocer la existen-
cia de una gran ciudad, bastante
populosa para levantar pirámides
de cantería, construir en la monta-
fia escaleras de mármol y hacer un
espacioso y empedrado camino, por
donde llegaban en romería los cre-
yentes, á adorar una deidad su-
perior, ó numerosos ejércitos, á de-
fender la frontera y á luchar por
los dioses y por la patria. En las
grandes teocracias, solamente un
numeroso pueblo esclavo, alentado
por el fanatismo, puede levantar mo-
numentos como la pirámide de Xo-
chicalco, monumento que, siguien-
do la lógica de nuestro relato, ve-
nía á ser á la par veneradísimo san-
tuario y cindadela inexpugnable.
«Para levantarla- hiciéronle un
pedestal de una montaña. Tiene és-
ta ciento cuatro varas de altura.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
497
Rodeáronla en su base de un ancho
y profundo foso. Ahí tendrá una
legua de circunferencia. Diéronlela
forma de homul, haciéndole artifi-
cialmente cinco pisos que van de
mayor á menor. Los pisos ó terra-
plenes están sostenidos por pare-
des de mampostería d^ diferentes
gruesos y elevaciones, y se ven un
poco inclinados y no del todo ho-
rizontales. No tienen dimensiones
iguales y se nota que siguieron la
misma pendiente del cerro, de figu-
ra algo cónica, para darles más ó
menos altura y más ó menos ancho.
De tal manera la superficie del ce-
rro de Xochicalco se halla toda ó la
mayor parte fabricada á mano.
«Para comprender el grado de
fuerza, . de poder y civilización á
que había llegado la teocracia de los
Pétela, nos basta considerar la su-
ma de trabajo emprendido, la can-
tidad de brazos empleados, el nú-
mero de vidas gastado en obra tan
colosal y en un clima cálido y mor-
tífero. Todo está revelando una
gran potencia nacional y una gran
esclavitud en las masas; una casta
guerrera poderosísima imponién-
dose á la multitud, y una casta sa-
cerdotal muy inteligente, subyu-
gándola con las concepciones fan-
tásticas de su religión y deslum-
hrándola con el faustoso esplendor
de su culto.
«Pero lleguemos al templo. La
plataforma superior de esa pirámi-
de, que en unión y como dos tita-
nes gemelos levantaron el hombre
y la Naturaleza, se extiende en fi-
gura cuadrangular, midiendo ochen-
ta y nueve varas de norte á sur y
ciento dos de oriente á poniente.
La cerca un muro de dos varas de
alto y una de espesor, de grandes
piedras labradas á escuadra. En el
centro de ese espacio se levanta
el primer cuerpo del templo. Alza-
te refiere que cuando visitó las rui-
nas, en 1777, le contaron que pocos
aflos antes todo el monumento esta-
ba en pie, y que había sido destruí-
do por los dueños y administrado-
res de las haciendas inmediatas,
que tomaron las piedras para las
hornillas de la maquinaria en que
elaboraban el azúcar.
«Falta, pues, el templo, y existe
solamente su base. Álzate hizo un
dibujo de él, restaurándolo con los
únicos datos de su imaginación y
fantasía. Se han intentado en el
papel otras varias restauraciones
igualmente desgraciadas. Se cree
que la más aceptable es la de Ne-
bel. aunque no tiene más funda-
mento que el dicho de antiguos ve-
cinos del lugar, que es muy proba-
ble que no hubiesen visto el monu-
mento íntegro, y algunos trozos de
piedra que acaso pertenecían al pi-
so superior. No debemos olvidar
que en 1867 y durante la exposición
internacional de París, se levantó y
se exhibía en el Campo de Marte
una pretendida copia del monu-
mento que, según los que lo vieron,
en vez de reproducción exacta era
lastimosísima caricatura. Ya que
no podemos hacer otra cosa, con-
tentémonos con describir lo que
existe.
«El edificio no se distingue des-
de fuera, sólo es visible de la últi-
ma muralla que lo rodea, esto es,
desde el último giro de la espira
que forman los terraplenes. Como
ya dijimos, no queda de él mas que
la base, que está sobre un zócalo
de poca elevación. Dicha base no
es perfectamente cuadrada, pues el
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
lienzo que mira al norte tiene vein-
titrés varas y media y solamente
veintiuna y tres pulgadas el que da
al oriente. Sorprende mucho que un
pueblo que no conocía la brújula,
hubiese podido calcular los diez
grados de declinación dados al edi-
ficio hacia los cuatro puntos car-
dinales. La base de que hemos ha-
blado está en declive, tiene enci-
ma un piso vertical y termina con
una cornisa saliente, todo construí-
do de piedras paralelipípedas, bas-
tante grandes y de diversos tama-
ños, cortadas á escuadra y tan fina-
mente pulidas, que en muchas par-
tes no ha sido menester argamasa
para unirlas. La altura total es de
cinco metros diez y seis centímetros.
Las piedras de que está formado el
monumento son porfiríticas, siendo
de notar que en muchas leguas á la
redonda no se halla semejante ca-
lidad de piedra. Todavía se conoce
que todo el edificio estaba pintado
de rojo. Diversos túmulos de pie-
dra y tierra se observan á su de-
rredor.
«Dupaix reconoció en el cerro
una calzada ancha y suave al su-
bir, colocada á la parte oriental.
Desembocaba al frente del templo
que tenía la escalera en ese lado;
hoy no quedan restos de ésta, y se-
gún una pintura que últimamente
han hecho para nosotros, también
ha desaparecido la cornisa cuyos
dibujos representaban en opinión
de quienes los vieron, oalmetas y
meandros á la griega y estaban es-
culpidos de bajo relieve como las
demás figuras. El color de las pie-
dras es, en la pintura á que nos
referimos, el gris amarillento que
tienen las de amolar.
«Algunas piedras que han queda-
do en su lugar revelan la antigua
existencia de otro cuerpo que era
verdaderamente el templo, levan-
tado sobre el primero que de base
le servía. Un entrante de dos pies
y medio señala en tres lados el na-
cimiento de este segundo cuerpo,
pero por el lado occidental dicho
espacio es de cinco pies, lo que ha-
ce sospechar que en ese lado la pla-
taforma tenía un destino especial;
acaso ahí estaba el ara de los sa-
crificios. En las dos extremidades
del mismo lado, las piedras cuyas
esculturas daban vuelta hacia el in-
terior, indican una abertura que
debía tener cinco varas de ancho.
No puede dudarse de que era la
puerta del templo y que ésta tenía
esculpidas sus paredes por dentro
y por fuera. Sobre la esplanada que
forma este piso se encontró un re-
cinto cuadrado hecho con hermo-
sas piedras bien labradas, que ser-
vían para rodear una excavación
de ocho varas de diámetro.
«Hemos dicho que el lado orien-
tal del primer cuerpo ó base estaba
ocupado por la escalera; ésta tenía
de cinco á seis varas de ancho, sien-
do como de trece su declive; los
otros tres están profusa y primoro-
samente esculpidos en bajo relieve
y lo mismo las piedras que quedan
del segundo piso ó templo; y por
cierto que tales esculturas son aca-
so lo más interesante de tan nota-
ble monumento. Cuantos lo cono-
cen están conformes en que la par-
te escultural fué hecha cuando las
paredes estaban ya levantadas y
que se concluyó primero para es-
culpirlo después. Nosotros pode-
mos asegurar que el lado occiden-
tal no estuvo labrado en un princi-
; pió como correspondiente al que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
499
ocupaba la escalera, ó que, si lo es-
tuvo, fué relabrado y esculpido de
nuevo en tiempo de los mexica; no
nos ocuparemos de él por ahora, y
sí de los otros dos que pertenecen
á la misma época en que se levantó
todo el monumento.»
«Kingsborough, reproduciendo los
dibujos de la colección de Dupaix,
nos ha conservado con bastante
perfección las figuras esculpidas
de una parte del lado sur del mo-
numento. También aquí falta ya
la comisa, pero por un trozo que
se ha conservado se advierte
que por ahí era lisa y saliente en
declive hacia arriba, cortadas y
labradas las piedras, á manera
de las de la bóveda triangular ma-
ya. Dupaix describe las figuras
diciendo simplemente que las hay
humanas, las más asentadas sobre
las piernas, con sus morriones ó
adornos en la cabeza y con sus pe-
nachos muy abultados y que algu-
nas tienen traje militar, y ramille-
tes en las manos; que hay muchas ca-
bezas de hombres y de animales
monstruosos, y que de éstos algu-
nos arrojan agua por la. boca: que
hay varios dibujos extraños que le
parecieron á la griega y ciertas fi-
guras como de danzantes. A la ver-
dad es poco decir, delante de un
monumento de tan grande impor-
tancia y que tanto estudió aquel ex-
plorador. El Señor Orozco se con-
tenta con decimos que hay en el mo-
numento proporciones calculadas,
formas correctas y conjunto gran-
dioso; que las figuras humanas es-
tán sentadas cruzando las piernas á
la manera oriental; que las dos in-
feriores, por el tocado, la posición
y los signos simbólicos que las
acompañan, parecen ser dioses; que
los dos cocodrilos de los extremos
pudieran ser muy bien dragones fan-
tásticos; y que allí se ve también
el terrible símbolo de la serpiente,
común á los pueblos americanos y
á los asiáticos. Agrega que los re-
lieves del friso parecen referirse á
una dinastía ó serie de reyes ó se-
ñores con sus nombres jeroglíficos;
que los signos que los acompañan
parecen revelar una escritura dife-
rente de las conocidas, y que si al-
guna relación existe, es con las es-
culturas de Monte Alván y de Zaa-
chila, con las cuales forman tipo
particular.
«Más extensos y mejores infor-
mes, nos dicen que en cada ángulo
y sobre cada lado se ve una cabeza
colosal de dragón cuya grande boca,
armada de enormes dientes, de-
ja salir una lengua dividida; pero
en unos la lengua es horizontal y en
otros cae verticalmente. Agrega el
mismo escritor que da las anterio-
res noticias, que sobre los dos lados
existentes hay dos figuras de hom-
bre más grandes que el tamaño na-
tural sentadas de frente con las pier-
nas cruzadas, llevando collares de
enormes perlas, ricos adornos y
un peinado muy alto, con largas
plumas flotantes; que tienen una
mano sobre el pecho y en la otra
llevan una especie de cetro, y que
un jeroglífico de gran tamaño, co-
locado en la mitad de cada lado, se-
para las figuras, advirtiendo que las
del lado oriental una ve al norte y
otra al sur y las dos del lado norte
ven al oriente. Dice también que en
el friso hay una serie de pequeñas
figuras humanas, sentadas igual-
mente á la oriental, con la mano de-
recha cruzada sobre el pecho y la
izquierda apoyada en un objeto cur-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
vo, que por puño de espada toma
el escritor, y que el peinado de es-
tas figuras, muy parecido al de las
grandes, es también desmedido, lo
que entre los egipcios era conside-
rado como emblema del poder ó
de la divinidad. Finalmente nos da
razón de que entre las piedras del
piso superior, en una se ve un gue-
rrero que tiene un haz de tres fle-
chas con las que señala un jeroglí-
fico de grandes dimensiones; que
en la entrada se distingue una figu-
ra arrodillada á los pies de un perso-
naje de cuyo cuerpo se conserva
sólo la parte inferior, suponiendo
por la riqueza de los collares y
adornos de la primera que es una
mujer que implora á un guerrero;
que en el otro lado de la entrada
está otro personaje sentado también
con un haz de tres flechas que di-
rige á una liebre; y que en una pie-
dra suelta observó á un hombre ri-
camente vestido que con una espe-
cie de hacha ataca á otro que hu-
ye, siendo éste muy notable por su
vestidOj los penachos de su peina-
do y el calzado cuyos listones están
anudados artísticamente y trabaja-
dos con delicadeza. Diremos, por
fin, que Nebel encuentra alguna se-
mejanza entre estas figuras y los
estucos del Palenque, y que Ban-
crof t dice que las halla parecidas con
algunas esculturas mayas. Pero
concluyamos la descripción de la
pirámide, dejando para después
la explicación de las esculturas.
«En la parte de la colina que mi-
ra al norte y debajo del primer te-
rrado está la entrada aun subterrá-
neo cavado en la roca viva, con los
pisos de estuco pintados de rojo,
las paredes reforzadas con mam-
postería y encaladas, y los cielos
sostenidos por bóvedas. Parte del
subterráneo se ha asolvado con la
caída de la bóveda y las murallas.
Los pasillos tienen la altura de un
hombre y una anchura proporciona-
da. La entrada da á un pasadizo
recto en dirección norte sur, termi-
nando en un espacio cilindrico que
servía de respiradero. A cuatro me-
tros de la entrada, de oriente á po-
niente, hay otra galería que da á
dos salones, cuyos cielos están sos-
tenidos por dos muy grandes pila-
res labrados en la misma piedra del
cerro. En el último salón que tiene
de trece á catorce varas de ancho
y casi en cuadro, se halla otro res-
piradero construido en la roca, de
figura cónica y revestido de piedras
cortadas á escuadra y bien uni-
das por filas circulares, el cual tie-
ne en el centro un tubo principal
de una tercia de diámetro, siendo de
dos varas el del respiradero. Se cal-
cula que este salón está á cincuen-
ta varas de profundidad respecto á
la base del edificio superior. No se
ha podido penetrar más por los
derrumbes; pero para nosotros no
hay duda de que el subterráneo co-
municaba con el templo y que con-
tinuaba hacia la ciudad, sirviendo
de camino cubierto. Es una obra
que parece imposible para un pue-
blo que no conocía el hierro.
«Estas ruinas nos dan desde lue-
go un importantísimo dato etnográ-
fico: por su construcción, por la po-
sición y traje de sus figuras escul-
pidas y por los diversos símbolos y
jeroglíficos se relacionan induda-
blemente con las de Zaachila, Palen
que y Copan. Tenemos, pues, la ca-
dena no interrumpida de las emi-
graciones de la ra2^ del Sur, ma-
nifestándose y sorprendiéndonos
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
501
con sus titánicos y colosales monu-
mentos.»
Se observa en la relación prein-
serta que Chavero se fijó solamente
en la significación literal de Xo-
chicalco, «en la casa de flores,» de-
sentendiéndose de la significación
metafórica que hemos visto le atri-
buyen, y con razón, Paso y Tron-
coso y Sahagún. Nosotros, en un
opúsculo que escribimos el año de
1888 sobre Xochicalco, incurrimos
en el mismo error; pero con poste-
rioridad hemos adoptado la signifi-
cación metafórica de «templo de
algún dios,» sin poder fijar cuál ha-
ya sido éste. Primero creímos que
el templo estaba dedicado á la dio
sa Xochigtietsalli, induciéndonos á
tal creencia el hallazgo que se hizo
de un gran ídolo, al que los mo-
radores de los pueblos circunveci-
nos llaman «La India,» que á nos-
otros nos pareció la diosa Xochique-
tBalli; pero observando atentamen-
te el ídolo vimos que el tocado y li-
brea de la figura no corresponde á
los que se encuentran en los códi-
ces pictóricos que representan á la
diosa.
Diremos de paso que el Inspec-
pector de Monumentos Antiguos, Se-
ñor Leopoldo Batres, pretendió lle-
varse al Museo Nacional el mono-
lito de «La India,» y aun llegó á
bajarlo del monumento y á colocar-
lo en el camino real; pero los indios
del pueblo de Tetlama, que se con-
sideran dueños del monumento y
que tal vez le tributan culto á la
deidad que representa el monolito,
se opusieron al transporte, y du
rante una noche se llevaron la pe-
sadísima piedra y la escondieron
de tal modo que escapó el lugar á
las investigaciones de Batres. Al-
gunos años después sacaron los in-
dios de su escondite al monolito, y
hoy lo tienen colocado en el semen-
terio de su iglesia católica.
Prescindimos también de nues-
tra primera creencia porque el nom-
bre Juchiquesalco, de un pueblo nos
dio á conocer que el templo ó lugar
de adoración Xochiquesalli era Xo-
chiquetsalco, del cual es adultera-
ción el nombre del pueblo actual.
Tal vez el estudio que se hiciera de
la diosa llamada «La India,» nos da-
ría á conocer el nombre de la dei-
dad á laque estaba dedicado el tem-
plo, pues no cabe duda que ese mo-
numento era, como dice Chavero.
fortaleza militar y santuario muy
venerado.
En el opúsculo que escribimos
sobre Xochicalco, y del que hemos
hecho mención, hicimos observar
que la escalera que se halla en la
base del edificio no está en el lado
oriente, como dice Chavero, sino en
el poniente, y que el pueblo conti-
guo no era Miahuatlan, que existe
aún. Cuando visitamos el edificio
se quemó una gran cantidad de le-
ña en el interior del hipogeo, lla-
mado Gruta del Sol, con el objeto
de ver si el humo salía por el res-
piradero que está en el fondo de la
Gruta. Pocas horas después de ha-
berse encendido la leña, se observó
que el humo salía á flor de tierra
en el plano en que está situado el
monumento, y á una distancia de
treinta metros. Esta observación
nos convenció de que el respirade-
ro, como le llama Chavero, es una
verdadera chimenea. A este hipo-
geo se le dio el nombre de Gruta
del Sol, porque la luz de este astro
penetraba por el respiradero dos
veces al año, esto es en los dos pa-
126
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302
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
SOS del sol por el zenit de aquel
lugar.
El arqueólogo señor Seler, acom-
pañado del Dr. Antonio Peñafiel,
visitó el monumento por los años
de 1886 á 1890, hizo un estudio con-
cienzudo del edificio, moldeó los
principales relieves y escribió un
libro especial sobre Xochicalco.
Bien quisiéramos transcribir lo que
este célebre arqueólogo dijo en su
obra sobre el origen y objeto del
monumento; pero no hemos podido
obtener una traducción de ese es-
tudio que está escrito en alemán.
Continuando Chavero sus inves-
tigaciones sobre Xochicalco con re-
lación á la cronología nahoa, expo-
ne lo siguiente:
«Mas para no trastornar el orden
cronológico, se retrotrajo la correc-
ción de los trece días al año cetoch-
tlt\ principio del ciclo, lo que pro-
dujo para inicial de la primera tre-
cena y primer mes el ce cipactli,
día que se encuentra quitando tre-
ce á partir de ce tochtli, y con lo
cual quedó perfecta y sin trastorno
la corrección.
«También de esto queda memo-
ria en el monumento de Xochical-
co. Al hablar de este monumento
dijimos que los relieves del lado
del poniente no eran obra de los
constructores, sino de época poste-
rior. En efecto, viendo los mexica
consignada la vieja cronología en
los labrados de aquel templo, qui-
sieron que constara también su co-
rrección en una de sus caras. En
la faja superior de los relieves lla-
ma primeramente la atención una
figura repetida y sentada á estilo
oriental; cada una de ellas tiene de-
lante el círculo con cruz de Quetsal-
coatl y en la mano otra á manera
de cruz formada de rayos lumino-
sos, la cual hemos visto en otra pie-
dra cronológica acompañada del
temaitl con que se incensaba al
dios. Es, pues, la estrella signifi-
cando que sus dos movimientos, ó
sea el viejo calendario, continuaban
siendo la base de la cronología.
Ambas figuras están en cuadra-
dos distintos separados por un or-
nato. Sobre la primera se observa
al conejo tochtli con el signo espe-
cial á manera de hierbecilla delan-
te de su rostro, para expresar, co-
mo sabemos ya, que ese año era
principio de un período cronológi-
co; pero en el segundo cuadro se ve
al mismo conejo con el signo de-
trás, lo cual significa que la atadu-
ra de los años se pasó al fin de ese
año. En la parte central de la cara
del monumento está representado
el resultado todo de la operación
cronológica. Hay un conejo, año
tochtli, principio del ciclo; el cipac-
tu, con el numeral uno, inicial del
año. y el signo del mes Xilomanili:^-
tli, que es el mismo Atlacahualco
de los mexica, como primero de
las diez y ocho veintenas.
«Resumiendo todo lo dicho, en-
contramos perfecta toda la correc-
ción cronológica, mediante las si-
guientes operaciones:
I Comenzar el ciclo en el año ce
tochtli,
II Empezar el año por el mes Atla-
cahualco, retrasando cuatro días su
principio, á fhi de que correspon-
diera á nuestro primero de marzo.
III Poner de día inicial y prime-
ro del primer mes del primer año
del ciclo á ce cipactli,
IV Pasar el xiuhmolpilli y fies-
ta del fuego nuevo á la noche que
mediaba entre el fin del año ce toch-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
503
/// y el principio del año orne acatl,
atando éste los años.»
Nos hemos ocupado extensamen-
te sobre Xochicalco, cuyo estudio
pertenece á la Arqueología pura y
á la Mitología, porque es el monu-
mento más grandioso de los que se
encuentran en ruinas prehistóricas,
y porque hemos juzgado necesario
desterrar Jos errores sobre la eti-
mología de su nombre.
Xochicaltzin. (Véase Xochica-
LLI.)
Xochllhuitl. (Xóchitl, flor, rosa;
ilhuitl, fiesta: «fiesta de las flores
ó rosas.») Fiesta que se hacía en
honor de la diosa Xochiguetsalli,
en la trecena en que el primer día
era Xóchitl, esto es, Ce Xóchitl, que
caía en el mes Pachtontli ó Teotle-
co. Sobre éste dice Paso y Troncoso
interpretando la lámina XXXI del
Códice Borbónico, lo siguiente:
«Algún autor pretende imponer
á esta veintena otro nombre, y es
el de Xu3€ilhuitl 6 «fiesta de la ro-
sa,» por las ceremonias cumplidas
en honra de Xuxiketfalli pñra. des-
pedirse de las rosas con motivo de
la llegada de los hielos, como ya en
otro lugar se dijo, si se aceptara tal
denominación y se conservara la
misma que se ha querido dar tam-
bién al mes Ifcalli resultarían dos
veintenas con ese mismo nombre de
Xuxilhuitl. Este último, como allí
mismo digo, no era nombre de fies-
ta fija, sino de fiesta movible, la cual
iría cayendo en varios meses del
año: cuando coincidiera con el prin-
cipio del mes Ifkalli, ocurriría de
nuevo, el mismo año. en fines de Te-
teueko por contarse 260 días del uno
al otro, inclusives los dos. La fies-
ta movible llamada Xuxilhuitl era
propia del Xuxifcetcalli, y, como en
este mes Teteueko, que vamos estu-
diando, se despedían los indios de
las rosas, habrá ocurrido con la
fiesta movible de Xuxiketfalli lo
que con la otra movible de xikome
koatl, según vimos ya en otro lugar,
esto es, que la hicieron fija para cele-
brarla en mes determinado del año,
escogiendo para ello el mes Paxton-
tli, á fin de convinar la despedida
de las rosas con la venida de los
hielos, cuyo principio habían fijado
en el mes anterior, Oxpam'ftli.»
Chavero, tratando del mes Och-
panistli, á propósito de Xochilhuiíl,
dice:
«El día último de esta veintena,
es decir, á nuestro seis de octubre,
se hacía fiesta á la diosa Xochique-
tsal. Era esta ceremonia la despe-
dida de las rosas, y por tal motivo
estaba dedicada á la diosa que te-
nía por nombre flor preciosa. Era
gran placer para los mexica el olor
de las rosas, y así las llevaban olién-
dolas por calles y caminos, y en las
comidas las repartían á sus convi-
dados para darles mayor contento.
En esta fiesta, como la proximidad
de los fríos iba á quitarles tan
gran delicia, despedíanse solemne-
mente de las rosas. Enramaban y
componían con flores sus personas,
sus casas, sus templos y las calles,
y hacían bailes, regocijos y farsas
cómicas de mucha alegría. Llamá-
base la solemnidad xochilhuiíl ó
fiesta de las flores, y éstas eran en
ese día el único adorno de hombres y
mujeres.»
El intérprete del Códice Nut-
TALL, explicando la lámina 48 en
que está el signo C^ Xóchitl, dice:
«Esta es vna fiesta quelosyndios
llamauan ge suchitl. q quiere dezir
fiesta de Vna Rosa q cae veinte días
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504
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
después de lapasada. enesta se ha-
zía lomesmo q enla precedente.»
La fiesta precedente, á que se re-
fiere el intérprete, está dedicada á
la misma Xóchitl, pero con el nú-
mero siete de la trecena, de suerte
que es la diosa Chicóme Xóchitl; y
explicando esta fiesta, dice el in-
térprete.
*Esta fiesta es délas estra Va-
gantes q sellamaua Xuchil huitl. q.
quiere dezir fiesta de flores, enella
los man<?ebos q. ellos llaman tel
pochetl. hazian areito cada Vno en-
subarrio yesta fiesta cae dos Vé-
zes enel año de dozientos endozien-
tos dias. demanera qen Vn Año cae
Vna Vez yen otros dos Vezes. para
esta fiesta, guardauan los yndios.
los cascarones de los guevos. de los
pollicos. en sacando cada gallina,
yen amaneciendo los derramavan
por los caminosy calles, enmemoria
déla mid (mies) q su dios les avia he-
cho en dar les pollos, el demonio q. se
festejaua enesta fiesta se llamaba
chicóme xuchitl. que quiere dezir
siete Rosas.»
Xochimanque. (Plural de Xochi-
manqui, compuesto dexochitl, flor,
y de manqui, participio de mana,
hacer, confeccionar, etc.) Se daba
este nombre á los encargados de dis-
poner las flores y de hacer los ra-
milletes y guirnaldas. En el mes
Tosoütontli los xochimanque ha-
cían una gran fiesta á la diosa Coa-
tlicue, madre de Huitsilopochtli.
Sobre esto dice Clavigero:
«... En el mismo mes, los Xo-
chimanqueses, 6 mercaderes de
flores, celebraban la fiesta de su
diosa Coatlicue, y le presentaban
ramilletes, primorosos. Antes que
se hiciese la oblación, á nadie era
lícito oler aquellas flores. ...»
En el Estado de Morelos hay un
lugar (hoy hacienda) llamado Xo-
chimancas, que propiamente se es-
cribe Xochimanca, «lugar de los flo-
ristas.» Tal vez este lugar fué la
residencia de los Xochimanque, de
los Tlahuicas de Cuauhnahuac.
Xochimecatl. (Xóchitl^ flor; me-
catl, cuerda, soga, de que se ha for-
mado el aztequismo mecate: «soga
de flores.») Nombre que daban á
una cuerda en que se ensartaban
varias flores. Usaban de esta cuer-
da, muy particularmente, las mu-
jeres en una fiesta del mes Tecuil-
huitl. Sahagún, describiendo esta
fiesta, dice:
«En la vigilia de esta fiesta can-
taban y danzaban todas las muge-
res, viejas y mozas, y muchachas, y
aun asidas de unas cuerdas cortas
que llevaban en las manos, la una
por el un cabo, y la otra por el otro.
Estas cuerdas llamaban xochime-
catl; llevaban todas guirnaldas de
asensios de esta tierra, que se lla-
ma Istahyatl: guiábanlas unos vie-
jos y regían el canto; enmedio
de ellas iba la muger que era la ima-
gen de esta diosa, que habia de mo-
rir aderezada con ricos ornamen-
tos.»
Paso y Troncoso, refiriéndose á
la misma fiesta, dice:
«... mas debo advertir que las
mujeres, en el mes Tekuilhuitontli,
bailaban asidas de cuerdas que lla-
maban xoximekatl ó «cuerda flori-
da,» y los circunstantes llevaban
flores en las manos: necesita, por
lo mismo, la sinonimia, más deteni-
do examen y nuevos documentos
para quedar bien fijada.»
Xochimechpochtli. (Xóchitl,
flor; me (?); ichpochtli, doncella.)
Nombre de la compañera de Meich-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO Y.
505
pochílt, ambas diosas protectoras
de las borrachas.
Xochipaina. (Xóchitl, fíor;paína,
correr, apresurarse.) Ceremonia de
la fiesta que hacían en la veintena
Tlaxochimaco ó Miccailhuitontli,
ya descrita en el artículo Xochica-
LAQUIA.
Xochipilli. (Xóchitl flor; pilli,
seftor 6 principal. Esta última tra-
ducción la aceptamos porque la
traen todos los autores; pero, en
nuestro concepto, no es la propia,
porque pilli se deriva del verbo pi-
loa, que significa colgar, depender,
estar subordinado, las cuales ideas
se advierten en la palabra pilli sig-
nificando paje ó hijo, el uno depen-
diente del rey ó señor, y el otro de
sus padres; en las palabras com-
puestas mapilli, dedo de la mano,
sopilli, dedo del pie, metlapilli, ma-
no del metate, se advierten las
ideas de subordinación, de depen-
dencia, y aun la fundamental de
colgar, pues los dedos de los pies y
de las manos, como que cuelgan de
ellos; siguiendo este critero cree-
mos que pilli en Xochipilli significd
dependiente, encargado, subordi-
nado á las flores, porque á su cui-
dado está la germinación ó flores-
cencia.) Nombre que daban á un
dios subalterno á quien atribuían
la germinación y cuidado de las
flores. El P. Sahagún trata exten-
samente de esta deidad y de sus
fiestas, y describe ambos casos en
los términos siguientes:
«Capítulo XIV. Que habla acer-
ca de un dios que se llamaba Ma-
cuiLXocHiTL, que quiere decir cin-
co flores; y también se llamaba
JocHiPiLLi, que quiere decir el prin-
cipal que da flores ó que tiene car-
go de dar flores.
«A este numen llamado Macuilxo-
chitl, teníanle por dios como al arri-
ba dicho, que es el dios del fuego:
era mas particular dios de los que
moraban en las casas de los seño-
res, ó en los palacios de los princi-
pales. A honra de este hacían fies-
ta, y su fiesta se llamaba Xóchil-
huitl, la cual se contaba entre las
fiestas movibles que están en el
cuarto libro que trata del arte adi-
vinatorio. Cuatro dias antes de es-
ta fiesta ayunaban todos los que la
celebraban asi hombres como mu-
' geres, y si algún hombre en el tiem-
i po de este ayuno tenia acceso á
muger, ó alguna muger, ó hombre
durante el dicho ayuno, decían que
ensuciaba su ayuno, y este dios
se ofendía mucho de esto, y por esto
hería con enfermedades de las par-
tes secretas á los que tal hacían,
, como son almorranas, podredum-
I bre del nyembro secreto, diviesos
é incordios, &c., porque tenían en-
tendido que, estas enfermedades
eran castigo de este dios por la cau
sa arriba dicha, hacíanle votos y
prometimientos para que aplacase,
y cesace de afligir con aquellas en-
fermedades. Cuando llegaba la fies-
ta de este dios que se llamaba Xo-
chilchuitl, que quiere decir la fies-
ta de las flores, como dicho es, ayu-
naban todos cuatro dias, algunos
no comían chillióaxi y comían so-
lamente al medio día, y á la media
noche bebían unamazamorra que se
llamaba tlaquilolatulli, que quiere
decir mazamorra pintada con una
flor puesta encima en el medio: lla-
mábase este ayuno el ayuno de las
flores: también los que ayunaban sin
dejar el chilli, ni otras cosas sabro-
sas que suelen comer, comían una
vez sola al medio día. Otros ayuna-
127
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506
ANALES DEL MUSpX) NACIONAL.
ban comiendo panes ácimos, esto
es, que el maiz de que se hacia el pan
que comian, no se cocía con cal an-
tes de molerlo, que esto es como
hormentar, sino molían el maiz se-
co, y de aquella harina hacían pan,
y cocíanlo en el comal, y no comian
chilli, ni otra cosa con ello; no co-
mian mas que una vez á medio día.
Llegado el quinto día era la fiesta
de este dios: en ella uno se compo-
nía con los atavíos de este dios,
como sí fuera su imagen ó persona
que significaba al mismo dios: con
este acian areyto con cantares, y
con teponastli y atambor: llegando
al medio día de esta fiesta, desca-
bezaban muchas codornices, derra-
mando la sangre delante de este
Dios, y de su imagen: otros san-
grábanse de las orejas delante de
él: otros traspasaban las lenguas
con una punta de maguey, y por
aquel ahujero pasaban muchas
mimbres delgadas derramando
sangre: también se hacían otras
ofrendas en su templo: hacían tam-
bién una ceremonia, que hacían cin-
co tamales, que son como panes re-
dondos hechos de maíz, ni bien
rollizos, ni bien redondos, que se
llamaban pan de ayuno: eran gran-
des, encima de los cuales iba una
saeta hincada, que llamaban Xuchi-
mith esta era ofrenda de todo el
pueblo. Los particulares que que-
rían, ofrecían en un plato de ma-
dera, cinco tamales pequeños, á la
manera de los arriba dichos, Chil-
molli en otro vaso; ofrecían asi-
mismo dos pasteles que llaman
tBoalli en lugar del vlli, goma ne-
gra, que otros ofrecían en unos pla-
tos de madera, y el uno de estos
pasteles, y el otro vermejo; la otra
gente ofrecían diversas cosas; unos
ofrecían maíz tostado, otros maíz
tostado con miel y con harina de se-
milla de bledos; otros hecho de
pan con una manera de rayo, como
cuando cae del cielo que llaman
Xonecuilli; otros ofrecían pan he-
cho á manera de mariposa; otros
ofrecían panes ázimos que ellos lla-
maban yoilaxcalli; otros ofrecían
unas tortas hechas de semillas de
bledos; otros unas tortas hechas á
manera de rodela, de la misma se-
milla hechas; otros hacían saetas;
otros espadas formadas de la masa
de esta misma semilla; otros en fin
of recía^i muñecas, hechas de la mis-
ma masa. En esta misma fiesta, to-
dos los principales y Calpixques de
la comarca de México, que linda-
ban con los pueblos de guerra,
traían á México los cautivos que te-
nian, ó comprados, ó que por sí mis-
mos los habían cautivado, y entre-
gábanlos á los Calpixques á que los
guardasen para el tiempo que fue-
sen menester ser sacrificados de-
lante de los ídolos: y sí alguno de es-
tos esclavos se huían entretanto
que llegaba el tiempo de su sacri-
ficio, el mismo Calpixque que lo te-
nia á cargo era obligado á comprar
otro y ponerle en el lugar del que se
había huido. La imagen de este dios
era como un hombre desnudo que
está desollado, 6 teñido de verme-
llón, y tenía la boca y la barba pin-
tada de blanco, y negro, y azul cla-
ro: la cara teñida de bermejo: tenia
ademas una corona teñida de verde
claro, con unos penachos de la mis-
ma color: unas borlas que colgaban
de la corona acia las espaldas; traía
á cuestas una divisa ó plumage,
que era como una bandera que está
hincada en un cerro, y en lo alto
tenía unos penachos verdes: esta-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
507
ba ceflido por el medio del cuerpo
con una manta vermeja que colga-
ba hasta los muslos, esta manta te-
nía una franja deque colgaban unos
caracolitos mariscos: en los pies te-
nia unas cotaras ó sandalias muy
curiosamente hechas: en la mano
izquierda una rodela, la cual era
blanca, y en el medio tenia cuatro
piedras puestas de dos en dos jun-
tas: tenía por último un cetro he-
cho á manera de corazón, y en lo
alto tenía unos penachos verdes, y
de lo bajo colgaban también otros
penachos verdes y amarillos.»
Paso y Troncoso, explicando la
pagina XXVIl del Códice Borbó-
nico, trata de distinguir individual-
mente á varios dioses que figuran
en la lámina respectiva, y dice que
uno de ellos es Ixtliltsin, á quien
llama también xochipilli. No parti-
cipamos de la opinión del respeta-
ble intérprete, porque Ixtliltsin es
uno de los dioses de los borrachos,
y como tal está descrito en la lámi-
na 63 del Códice Nuttall que cita
Paso y Troncoso, mientras que el
Xochipilli, con el nombre de Macuil-
xochitl está pintado y descrito en
la página 60 del mismo Códice Nut-
tall. (Véase Macuilxochitl.)
Algunos autores consideran á
Xochipilli como deidad femenina,
según se desprende del pasaje si-
guiente de Orozco y Berra.
«Xochitl, flor, nombre del vigé-
simo dia del mes y tercero de los
acompañados de la noche: bajo el
signo C^xorA/// tenia lugar en el To-
nalamatl, como símbolo de la flo-
rescencia, con influjo sobre la suer-
te de los hombres. La misma idea,
bajo el nombre Macuilxochitl, cinco
flores, presidía en la cuarta tre-
cena del TonalamatL Dios ó diosa,
pues siempre reina el sistema de
dualidad, era abogada particular
de quienes moraban en las casas de
los señores y en los palacios de los
príncipes y también de la germina-
ción de las flores: llamábanle tam-
bién Xochipilli, el principal que dá
flores ó que tiene cargo de dar flo-
res.»
Los jugadores de patoli invoca-
ban á xochipilli con el nombra de
Macuilxochitl, según se ve en la
lámina 60 del Códice Nuttall, en
el que está pintado el juego rodea-
do de cuatro jugadores y presidido
por el numen Macuilxochitl. El in-
térprete explica la lámina diciendo:
«Este es juego q los yndios te-
nían yllamauanle patole. q es como
juego de dados, enigma de Vn pe-
tate pintado. Enla figura siguiente,
yestos q ansí destos juegos son
maestros invocavan al demonio,
q ellos llamavan macuil suchitl. q
quiere dezirginco Rosas ynvocauan-
le para q les diese dha para ga-
nar.»
Xochiquetzalli. (Xochitl, flor;
quetsalli, precioso, hermoso: «flor
preciosa.») Nombre de la diosa de
las flores. Este numen es uno de los
más confusos é indistintos de la Mi-
tología. Según el Códice Zumár ra-
ga antes de la creación sólo había
el cielo décimo tercero, en el cual
vivían el dios Tonacatecuhtli y su
esposa Tonacacihuatl, por otro nom-
bre Xochiquetsalli: no reconocía ori-
gen, era el principio de la creación-
Según otra leyenda, Xochiquetsa-
lli no era la misma diosa Tonacaci-
huath sino su coadjutora, así como
Tonacatecuhtli tenía su coadjutor
en el dios Chicóme Xochitl, Sobre es-
to Paso y Troncoso, interpretando
la lámina XXXI del Códice Borbó-
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508
ANALES DEL MUSEO NAClONAi.
Nico, expone nuevas y preciosas
enseñanzas sobre la relación entre
las diosas Tonacaahuatl y Xochi-
quet3alli. Dice así:
«El traje azul no lo llevaban ex-
clusivamente la diosa del agua y
los númenes acuáticos; siendo la-
brado, como aquí se observa, era
propio de Xudeikeifalli, diosa de las
flores y de los bailes, á quien supo-
nían abogada especial de las emba-
razadas, tal vez por presidir al ac-
to carnal como ya lo dije (pág. 76);
y la invocaban también como patro-
na todos los que hacían labores de
manos, como bordadoras, tejedoras,
pintores, entalladores, etc., por de-
cir que había sido ella la inventora
de toda esa clase de obras, y así,
los que profesaban tales oficios la
festejaban con los sacrificios acos-
tumbrados y cantos y danzas, sien-
do solemnísima la de animales, cu-
yo preludio vimos en la página
XXX de nuestro Códice, y de la que
hablo en otro lugar (pág. 153). En-
tre los atavíos de la diosa también
es característico el de la cabellera
dispuesta en forma de coleta lar-
ga, y cercenada sobre la frente co-
mo aquí la vemos; además, en va-
rios Códices viene pintada con ese
gran bezote azul, que no era sino
adorno postizo; y alguna vez tie-
ne la cara teñida como xalxim'tl
ikue, no siendo siempre fácil dis-
tinguirlas entre sí, aun viéndolas
juntas. No es extraño, por otra par-
te, que sea semejanza de Xueeiket-
fallí aquella moza de nuestra pin-
tura, cuando sabemos por un autor
que su fiesta se iniciaba en el mes
Paxtofttli ó Teteu eko, rematando
en el siguiente mes Ueipadetli6 Te-
pcilhuitl.Qor\ el sacrificio de la ima-
gen de la diosa, que se cumplía tan
luego como, en el ultimo día de la
veintena Teteu eko, habían llegado
todos los númenes; agregando el
mismo autor que se vestía con su
piel un sujeto, que puede ser el que
vemos aquí á la izquierda del ta-
pestle.
«Esta explicación tropieza con
dos objeciones serias: la 1.* se rela-
ciona con los atributos de Xuxiket-
falli, que no son los del sujeto ves-
tido con la piel, ya que vemos empu-
ñar á este las mazorcas de xibo-
me koatl: la 2.^ es aún más grave,
si se atiende á que ocurría el de-
sollamiento de la esclava Xuxikei-
falli en Tepe ilhuül, y aquí está
pintado en Teteu eko. Ambas obje-
ciones tienen respuesta y me haré
cargo de las dos. El anacronismo,
según entiendo, no es más que apa-
rente: los ritos de la fiesta llamada
Teteu eko duraban, no 20, sino 22 ó
23 dias, puesto que los dioses vie-
jos no venían sino después de los
otros, correspondiendo ya su llega-
da, no á Teteu eko, sino á los dos ó
tres primeros dias del siguiente
mes Tepeilhuitl, y, siendo sacrifica-
da Xuxíketcalli en el primer día ó
2.*^ de dicho mes, tendría lugar su
desollamiento antes de concluirlas
ceremonias de la llegada de los dio-
ses. Según entiendo, la pintura ex-
presa, no los ritos cumplidos dentro
de 20 dias, sino los que caían den-
tro del término de la llegada de to-
dos los dioses, incluso los viejosí
así es que no hay en realidad ana-
cronismo. La esclava era dedicada
desde principios del mes á Xuxi-
ketcalli, y por eso dice un cronista
que la fiesta de la diosa se ini-
ciaba en Paxtontli ó Teteu eko: es
de creerse que mientras durase la
veintena honrarían á la semejan-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
509
za del numen, lo que van haciendo
los 4 sacerdotes que la colocan sobre
andas; y de cierto se sabe que, ter-
minado ese período, la sacrificaban,
de lo cual es un signo seguro el es-
tar allí cerca ese su jeto vestido con
la piel.
«La otra objeción sobre cambios
de atributos queda resuelta consul-
tando las pinturas de los indios y
observando que Xuxikeicalli, se-
gún las tradiciones conservadas
por el P. Ríos (Kingsborough, vol.
V, pp. 184, 189) no era mas que uno
de los nombres que se daban a la
Diosa madre Tonakaftuatl, que sig-
nifica en sentido recto, «la mujer
de nuestra carne ó cuerpo,» y en
sentido translaticio «la diosa de
nuestra sustancia ó mantenimien-
to,» á la cual tenia por compañera
Tonakateuktlí,*el señor de nuestro
mantenimiento,» supremo dios. Es-
tos dos compañeros, cuya sinoni-
mia completa he dado en otro de mis
estudios (Anales Museo, Méx., vol.
II), habitaban un lugar de deli-
cias llamado Tonakakuauhtitlan,
«vergeles donde hay todas maneras
de árboles, flores, y frutos,» dice un
autor; y dominaban, como se ve,
sobre todas las producciones de la
tierra. Dos de los nombres de la gran
diosa eran Xuxikeicalli, numen de
las flores; y xikome koaíl, numen
de los frutos; lo cual quiere decir
que los atributos dominantes de la
diosa madre se repartían entre
aquellas otras dos entidades de or-
den secundario, como quiera que
había de la 1.^ Xuxiket^alli, á la 2.^
xikome koatl, una relación de de-
pendencia que bien se revela por
medio de la lengua cuando al fruto
se le da el nombre de xuxikualli
«lo bueno, lo sustancioso, lo que se
come de la flor.» También es com-
pleta en este sentido la sinonimia
del supremo dios TonakaleUkíli,
yo, que por las pinturas indianas
podemos llegar á la conclusión de
que Q'nteoíl, no era más que un
representante suyo en el orden de
los frutos, pues el dios padre tiene
por atributos las mismas mazorcas
de maíz que p*«/^o//, distinguiéndo-
se de éste sólo por el kopilli ó dia-
dema; pero siendo á veces iguales
hasta las rayas que pintan sobre la
cara de los dos. Asi mismo tenia su
coadjutor en el orden de las flores,
llamado xicome xochitl, ó «siete
flores,» quien daba las grandezas del
mundo según el Códice Ríos (Orig.
fol. 12, vuelto; Kings. vol. V, p.
175), y los mantenimientos igual-
mente, según el Códice Nuttall
(fpl. 46 vuelto) ya que le dedicaban
los cascarones de los huevos de
dondehabiansalidopollos, para dar-
le gracias por la merced que les ha-
bía hecho en darles cria: era hon-
rado el dios al mismo tiempo que
Xuxiket^alli en la fiesta movible de
la 2.^ trecena (Sahagún, 1—77),
donde los oficiales de obras de ma-
no festejaban á los 2 númenes, con
separación los hombres de las mu-
jeres, aquellos al dios y estas á la
diosa: juzgo que lo mismo había de
ser en la fiesta fija, bien que no se
compruebe, ni por nuesrra pintura,
ni por el único texto escrito que
ha llegado hasta nosotros con la
descripción de las ceremonias cum-
plidas, en honra de Xuxiketfalli, du-
rante los meses Paxtontli y Uei
paxlli. Ahora bien, Xuxiket^alli,
coadjutora de la diosa madre Tona-
ka^iuail, viene descrita en las lec-
ciones ya citadas de los Códices
Le Tellier y Ríos, como mujer de
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510
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Q'nteotl, coadjutor del supreno dios
Tonakateuktli, nueva relación en-
tre la flor y el fruto. Por todo lo di-
cho, entiendo que la diosa de las
flores representada en nuestra pin-
tura no es otra cosa más que la se-
mejanza de Tonakaciuatl, la gran
diosa de los mantenimientos, y por
eso quien tiene atacada su piel em-
puña las mazorcas, emblema carac-
terístico del mantenimiento india-
no.—La semejanza casi completa en-
tre TonakuQthuatl y Xuxi'ketcalli se
reconoce mejor, gráficamente, que
por medio de los textos de los co-
mentadores. Basta para ello com-
parar las figuras de las dos deida-
des en el tonalamatl del Códice
Ríos: 7bwaA?a(:/A«a//, correspondien-
te á la 1.* trecena (Original, fol.
27 f te.; Kings., lám. 40), y Xuxiket(:a'
/// á la 19.^(ORiG.,fol.35vto;KiNGS.,
lám. 53); ambas tienen vestido la-
brado, formando rombos; pero más
característico es el tocado, que cons-
ta en una y en otra de una gran
flor central y de dos plumajes ver-
des laterales, apareciendo, según
esto, que la diosa madre se tocaba
lo mismo que su coadjutora. Repí-
tense las concordancias en las dos
láminas correspondientes del Códi-
ce Le Tellier (Orig., fol.s 8 fte. 22
vto.; KlNGSB.,2.^ pte.lám.s 1 y 30), y
basta con lo expuesto para el obje-
to que me propuse demostrar.»
Según otra tradición recogida por
Muñoz Camargo, Xochiquetsalli,
qu e preside en la pintura Vaticana al
cuarto sol cosmogónico, adorában-
la en Tlaxcala como á diosa de los
amores. En extremo hermosa, vivía
en los aires sobre el noveno cielo, en
lugares deleitosos de fuentes, ríos
y flores, servida por muchos ge-
nios femeninos, y enanos, corcoba-
dos y truhanes que la divertían
perpetuamente. Tan guardada es-
taba por su corte, que hombre al-
guno podía verla, la cual no evita-
ba que, valiéndose de sus servido-
res, mandara embajada á los dioses
que codiciaba. El lugar de la resi-
dencia de la diosa era Tamoanchan,
paraíso, y existía ahí el árbol Xo-
chitlicacan, cuyas flores cojidas ó
sólo tocadas, hacían fieles y di-
chosos enamorados. Xochiquet^al
fué esposa de Tlaloc, mas se la hur-
tó Tescatlipoca, quien colocó á su
amante en el lugar de las delicias:
el desdeñado Tlaloc tomó por com-
pañera á Matlalcueye,
Chavero hace la descripción del
ídolo de la diosa, que resulta distin-
to del que hemos visto en Paso y
Troncoso, y refiere las ceremonias
de la fiesta principal que se hacía
á la diosa.
Dice así:
«La diosa Beochiquetsal era la pa-
trona de los plateros, pintores, te-
jedores de plumas y en general de
todas las artes agradables: era pa-
ra los mexica la representación de
la belleza. Su ídolo era de madera,
y figuraba á una hermosa joven con
cabello cortado sobre la frente y á
las espaldas, con zarcillos de oro y
un joyel también de oro colgando
de las narices; en la cabeza tenía
por diadema una trenza de cuero ro-
jo, de la cual salían hacia arriba dos
hermosos penachos de plumas ver-
des de quetzal; su camisa era muy
labrada, azul con flores tejidas y
plumería y una falda de muchos co-
lores; en las manos llevaba dos be-
llos ramos de flores. El templo de
esta diosa estaba dentro del Mayor,
y aunque pequeño era muy galano,
tapizado de mantas y plumería, y
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
511
lleno de aderezos y ornatos de oro.
No había en él sacerdotes especia-
les, sino que los servían los teopix-
que de Htiitailopochtli.
«El día de la fiesta, que venía á reu-
nirse con la de Teotleco, los pintores,
plateros, labranderas y tejedoras,
llevaban al templo una india vesti-
da con el traje de xochiquetsal para
que la sacrificasen, y desollándola
después, uno de ellos se ponia su
cuero y el vestido de la diosa; sentá-
banlo en seguida en las gradas del
templo y le ponían un telar en las
manos. Mientras el fingía tejer, bai-
laban todos los oficiales de los ofi-
cios citados con disfraces de monos,
gatos, perros, zorrros, leones y ti-
gres; era su danza muy alegre, y ca-
da uno llevaba los instrumentos
de su oficio. Dedicaban también es-
ta fiesta al perdón de las culpas, y
ella nos da bastante luz sobre lo que
era en realidad la confesión de los
mexica. Primero purificaban sus
culpas con un baño, pues era de or-
denanza que se lavasen todos chi-
cos y grandes, con lo cual queda-
ban libres de las culpas menores.
Mas los grandes pecadores y delin-
cuentes no se purificaban con so-
lo el baño, tenían para ello necesi-
dad 'de confesar sus culpas exte-
riormente, pero no en especie; se
reconocían culpados, mas no ex-
presaban cuáles eran sus faltas,
contentándose con pasar por su len-
gua agujereada tantas pajas de á
palmo cuantos eran sus pecados
graves. Concluido el sacrificio,
los sacerdotes recogían las pajas en-
sangrentadas, y las arrojaban en la-
hoguera divina, con lo cual queda-
ban borradas las culpas. Esto mo-
difica la idea que se tiene sobre la
confesión antigua de los indios y
destruye el error de los que con la
cristiana la confunden. Y por eso
el padre Duran afirma terminante-
mente que esta era la confesión que
los indios tenían, y no vocal como
algunos han querido decir.»
(Véase Xochilhuitl, Xochicalli,
Chicóme Xóchitl y Macuilxochitl.)
El intérprete del Códice Nuttal,
refiriéndose á una imagen de Que-
tsalcoatl, pintada en la lámina 62,
refiere el origen de las rosas que
tienen aroma y de las que no tienen,
figurando Xochiquetsalli como la
Causa de tal fenómeno.
Dice así:
«Este demonio q aqui esta pin-
tado dizen q hizo Vna gran feal-
dad nefanda q este ^algoatl. es-
tando lavándose tocando con sus
manos el miembro Viril hecho de-
si lasimiente. 3ia arrojo encima dev-
na piedra. yallina<;íio el mor(piela-
go al qual enbiaronlosdiosesq mor-
diese aVna diosa, q ellos Uamauan
suchi q(uet)9al q. quiere dezir Ro-
sa, q lecortase de Vn bocado lo q
tiene dentro del miembro femíneo y
estando ella durmiendo lo corto
ylotraxo delante de los dioses ylo
lavaron y del agua q dello de Ra-
maron salieron rosas q. no huelen
bien, y des pues elmismo mor<;:iela-
go llevo aqlla Rosa al mictlan te
cutli. yalla lolauo otra vez. y del
agua q dello salió salieron Rosas
olorosas, q. ellos llaman súchiles por
deriva<;íion desta diosa q ellos lla-
man suchi que <;íal. yansi tienen q
las Rosas olorosas vinieron del
otro mundo, decasa deste ydolo. q
ellos llaman mictlan tecutli y las
q . no huelen dizen q son nacidas des-
de elprincipio en esta tierra.»
Torquemada confunde á la diosa
del agua Chalchiuhictie con Xochi-
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512
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
quetsalli, pues dice que aquélla te-
nia también este nombre. Boturini
incide en el mismo error, y le da el
nombre de Macuilxochiquetsalli.
Este error proviene tal vez de que
las dos diosas tienen falda azul y
otros atavios semejantes; pero ya
hemos visto en el pasaje preinser-
to de Paso y Troncoso que son dos
númenes enteramente diversos,
aunque coincidan en tener ambas la
falda azul.
Clavigero habla de Xochiquetsa-
lli, no refiriéndose á la diosa, sino
á la mujer de la pareja que se sal-
vó en el Atonatiuh que él llama el
Diluvio. Dice así:
«Tenian los mexicanos, como to-
das las naciones cultas, noticias
claras, aunque alteradas con fábu-
las, de la creación del mundo, del
diluvio universal, de la confusión
de las lenguas, de la dispersión de
las gentes, y todos estos sucesos
se hallan representados en sus pin-
turas. Decian que habiéndose aho-
gado el género humano en el Dilu-
vio, solo se salvaron en una barca
un hombre llamado Coxcox (á quien
otros dan el nombre de Teocipactli)
y una mujer llamada Xochiquetsatl;
los cuales, habiendo desembarcado
cerca de una montaña, á que dan el
nombre de Colhuacan, tuvieron mu-
chos hijos, pero todos mudos, hasta
que una paloma les comunicó los
idiomas desde las ramas de un ár-
bol, tan diversos, que no podian en-
tenderse entre sí. Los Tlaxcaltecas
decian que los hombres que esca-
paron del diluvio quedaron conver-
tidos en monos; pero poco á poco
fueron recobrando el habla y la ra-
zón.»
Además de la Xochiquetsalli te-
rrestre de que habla Clavigero, hay
otra, hija de la diosa, pues el Códi-
ce ZuMÁRRAGA dice lo siguieutc:
«Entretanto nació un hijo al pri-
mer par de hombres y le llamaron
Pilcintecuhtli; no teniendo compa-
ñera, los dioses le formaron una de
los cabellos de XochiquetsaL*
Refiriéndose á esta mujer dice el
mismo Códice lo siguiente:
«El 1 acatl, reunidos los dioses
vieron que la tierra no estaba alum-
brada, pues no tenia más claridad
que la llama de los fuegos, determi-
naron formar un sol, que ademas
de alumbrar la tierra comiese cora-
zones y bebiese sangre. Al efecto
se pusieron á hacer la guerra, para
lo cual Teacatlipoca formó cuatro-
cientos hombres y cinco mujeres
para que el sol comiese: ellos mu-
rieron dentro de cuatro años, que-
dando ellas vivas. El 10 tecpatl, 23
de la era, Xochiquetsal, mujer de
Pilcintecuhtli, murió en la guerra
y fué la primera de su sexo que su-
cumbió en la lucha.»
Xóchitl Flor. Era el 20.<^ signo ó
nombre de las veintenas y el pri-
mer día de la 4.* trecena del Tona-
lamatl. Como signo del 20.° día de
la veintena, representaba á Xóchitl
en los jeroglíficos con una rosa.
El culto á las flores, aparte de
que estaba indicado por la natura-
leza, reconoció por origen el mito
á que se atribuye la formación de
las rosas, ya perfumadas, ya sin
aroma. El Códice Nuttall, refi-
riéndose á Qtietsalcoatlf explica en
la lámina 62, que hemos insertado
en el artículo Xochiquetzalli, ex-
plica ese mito curioso y singular.
{'Fiías^XocHiLHUiTL, Xochiquetza-
lli y Xóchitl precedido de los car-
dinales ce orne, etc., hasta mactaltli
yei.)
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
513
41
Xóchitl era el nombre de una rei-
na de ToUan. Aunque este persona-
je es rigurosamente histórico, tiene
algunas afinidades con la mitología,
y por esta consideración trataremos
de su vida y muerte. Según Ixtlil-
Xóchitl f historiador tolteca, habien-
do heredado Tecpancaltsin el seño-
río de los tolteca, á los diez aflos de
su reinado fué á su palacio una
doncella muy hermosa llamada Xó-
chitl con su padre Papuntsin, á
presentarle la miel de maguey que
habian descubierto. Prendóse el rey
de la doncella, y tras los episodios
en esos casos naturales, acabó por
seducirla, ocultándola en una forta-
leza que había sobre el cerro Pal-
pan, donde tuvo un hijo á quien pu-
sieron Meconetsin, que quiere decir
hijo del maguey f por recuerdo al
origen de los amores de sus padres,
y el cual nació el aflo ce acall. Te-
nía el nifto las señales que dijo el
astrólogo Hueman de que había de
tener el rey en cuyo tiempo y go-
bierno se hubiera de perder y des-
truir Tollan.
Habiendo gobernado cincuenta y
dos años Tecpancaltsin,y teniendo
que dejar el poder según la ley que
supone Ixtlilxochitl, acordó pasar-
lo á su hijo Meconetsin por otro nom-
bre Topiltsin, que era ya hombre de
más de cuarenta años y muy virtuo-
so y muy sabio. Pero tenía á tres se-
ñores, sus parientes cercanos, que
estaban por el rumbo de Xalixco,
los cuales podían alegar mejores
derechos al trono que su hijo natu-
ral; por lo cual juntó á los principa-
les y más poderosos de su reino,
entre ellos á los señores Cuauhtliy
Maxtlatsin, y decidieron que estos
dos y Topitsin gobernaran la nación
tolteca; pero siendo primero y prin-
cipal el hijo de Xóchitl, de manera
que lo juraron rey de reyes.
Llevaba Topiltsin cuarenta años
de reinado, cuando comenzaron
las señales que había pronosticado
el astrólogo //«^waw. El en los últi-
mos años se había prostituido, y con
su mal ejemplo sus vasallos los tol-
teca; tanto que las más principales
hembras iban á los santuarios á ce-
lebrar bacanales con los sacerdotes.
Se cuenta, entre otras, de una dama
que tuvo amores con Texpolcatl,\mo
de los sacerdotes; el otro era,EscolO'
tu, del templo del dios Ceacatl, en
Cholollan. Los sacerdotes tolteca
profesaban castidad, á pesar de lo
cual el dicho Texpolcatlturo en esa
dama un hijo llamado Iscax, que he-
redó de su padre, y después sus
descendientes, la dignidad de gran
sacerdote.
Yendo el rey un día á sus jardi-
nes halló un conejo con cuernos de
venado y á un huitsitsillin, colibrí,
con un largo espolón; y como hubie-
se visto en el Teoamoxtli ó libro di-
vino, que formó Hueman, que estas
eran las señales que había pronosti-
cado, mandó hacer grandes fiestas
' y sacrificios para aplacar á los dio-
I ses. Mas, no obstante esto, al año si-
I guiente comenzaron las calamida-
! des: cayeron grandísimos aguace-
ros con sapos y hubo fortísimos hu-
racanes, y como esto duró cien días
sin cesar, les destruy^ó los campos y
la mayor parte de sus edificios: al
segundo año no llovió, fué terrible
el calor y se secaron las plantas y
los árboles; al tercero cayeron mu-
chas heladas, que abrasaron la tie-
, rra sin quedar cosa alguna, y al
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514
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
cuarto fueron tantos los rayos y tan
continuo el granizo, que destruye-
ron hasta los magueyes y árboles
grandes que habían escapado, y
los mismos edificios y murallas fuer •
tes.
Cuando la plantas comenzaban á
producir de nuevo, gran cantidad
de aves, langostas, gusanos y sa-
bandijas destruyéronlo todo, agre-
gándose á estas calamidades la gue-
rra que contra los tolteca comenza-
ron aquellos tres parientes régulos
de Xalixco, todo por la hermosa
Xóchitl, porque su hijo había he-
redado el reino y mandaba ella to-
da la tierra. Y aumetáronse los ma-
les, porque los gorgojos se comie-
ron las cosechas guardadas en los
graneros.
Habiendo pasado veinte aftos de
la primera calamidad, se encontró
tirado en un cerro un niño muy
blanco, rubio y hermoso, y lo lleva-
ron á-la ciudad á mostrárselo al rey.
Parecióle á éste mala señal, y mandó
que lo volviesen al lugar de donde
lo habían llevado: pudriósele la ca-
beza ahí, y el mal olor produjo tan
gran peste que de las mil partes de
los tolteca se murieron las novecien-
tas. Desde este tiempo quedó por
ley que en naciendo un niño albino lo
sacrificaban luego que cumplía cin-
co años. TesoBomoc habla varias
ocaciones en su Crónica de los sa-
crificios de niños albinos que hacían
los mexica en la vorágine de la la-
guna de Texcoco llamada de Pan-
titlan.
Entre tanto, los régulos de Xalix-
co habían avanzado apoderándose
de varias ciudades, y Topiltsin, pa-
ra calmar su enojo, resolvió man-
darles un gran presente de oro,
mantas, joyas y piedras preciosas,
con dos embajadores tolteca, muy
valerosos y principales, y á más un
juego de pelota, como una sala me-
diana, de esmeraldas y otras piedras
preciosas. No contentó esto á los ene-
migos, y tras diversos episodios
vinieron sobre Tollan con un gran
ejército. Topiltsin por su parte ha-
bía colocado dos grandes cuerpos
de fuerzas en lugares avanzados, el
uno en tierra de los tlahuica bajo
el mando de Huehuetunexcatl, y el
otro á sus órdenes enTultitlan. Dio
el primer cuerpo la primera batalla,
peleando todos valerosamente, aun
algunas matronas tolteca; pero fué
vencido Huehuetunexcatl, que ape-
nas pudo escapar con algunos sol-
dados y refugiarse en el campo de
Tultitlan.
Apercibióse Topiltsin á la bata-
lla, y antes mandó llevar á sus hi-
jos y sucesores del reino llamado
el mayor Pochotl y el menor Xo-
lotsin, á los muy altos montes de
Tolocan para que allí se salvasen.
Combatieron los ejércitos cuarenta
días, luchó Topiltsin en persona, y
el viejo su padre y muchas matro-
nas y mujeres y la misma Xóchitl
causa de todas las desgracias, y fue-
; ron vencidos los tolteca, y murieron
viejos y mozos, mujeres y niños, en
el año ce tecpatl. Huía Topiltsin pa-
ra Tollan, pero en Chiuhnauhtlan
les dieron alcance á él y á los su-
yos, y luego en Xaltocan, y en feó-
tihuacan y en Totolapan, yantes de
llegará Tultecaxochitlalpan los al-
canzaron nuevamente y Xiuhte-
nancatsin m?ító al viejo rey Tecpan-
caltsin, y Cohuacoxtsin á la reina
Xóchitl, que murió defendiéndose
con heroísmo.
Siguieron los vencedores persi-
guiendo á los vencidos, en Totola-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
515
pan alcanzaron á Cuauhtli y Max-
tía, los dos señores que con Topil-
tain gobernaban en ToUan, y el rey
Huehuetsin los derrotó y allí mu-
rieron. Topiltain se escondió en una
cueva de Xico junto á Tlalmanalco,
y algo adelante dieron los enemi-
gos nueva batalla á Huehuetunex-
caíl, y en elJa murió éste y que-
dó completamente destrozado su
ejército, y á más cogieron á Xolo-
tain, hijo menor de Topilsin, habien-
do salvado al mayor Pochotl su
nodriza Tochcueye en los desiertos
de Nonoalco. Topiltzin se fué de Xi-
co á Tlapallan, pero los indios mu-
chos años después decían que no se
había ido y que estaba todavía ahí
con Netsahualcoyotl, Netsahual-
pilli y Moquihuita, que fueron los re-
yes mas valerosos y de mejores ha-
zañas. Así concluyó, según Ixtlil-
xochitl, la monarquía tolteca.
Xochitlicaoan. (Xóchitl, flor; tea-
can, derivado del verbo t'cac: estar
de pie; no se percibe el sentido eti-
mológico de la palabra, pues la tra-
ducción literal es: «estar de pie Xó-
chitl,*) Árbol que estaba en la resi-
dencia ó paraíso que habitábala dio-
sa Xochiquetaalli. (Véase lo que dice
Orozco y Berra, á propósito de es-
te árbol en el artículo Xochique-
TZALLI.)
«El lugar Tamoanchan y el árbol
Xochitlicacan constan en el Códice
Telveriano.»
Xochitonal. (Xóchitl, flor; tona-
lli, día, calor, alma, espíritu: no se
percibe el sentido etimológico de la
palabra, dada su significación.)
Nombre que daban á un lagarto, se-
gún unos autores, ó lagartija, según
otros, que estaba sumergido en las
aguas negras del Apanuiayo, uno
de los lugares por donde tenían que
pasar los muertos para llegar al
Mictlan.
Xochiyaoyotl. (Xóchitl, flor;
yaoyotl, guerra: «guerra florida.»)
Cuando el imperio estaba en paz y
sobrevenía alguna solemnidad que
pidiera gran numero de víctimas,
como en la coronación de los re-
yes, se emprendía una guerra bajo
los más fútiles pretextos. Para tiem-
pos normales, á fin de proveer á
los dioses de carne fresca, concer-
taron los tres reinos coligados de
México, Texcoco y Tlacopan, por
una parte; la república de Tlaxca-
11a, la ciudad teocrática de Cholollan
y ^1 estado oligárquico de Huexo-
tzinco, por otra, aquella célebregue-
rra mensual denominada Xochiyao-
I yotl, guerra florida, guerra religiosa
ó de los enemigos de casa, en la
cual recíprocamente se suminis-
traban víctimas en cada una de las
, diez y ocho fiestas principales que
, al año tenían.
XochtecatL (Xóchitl, flor; tecatl,
' desinencia en telicia: «Natural de
, Xochitlan.») Una de las cuatro es-
clavas que sacrificaban en la fiesta
del mes Tepeilhuitl. Paso y Tronco-
so, interpretando la lámina XXXII
del Códice Borbónico, explica el
simbolismo de este sacrificio. Dice
así:
«El número de 4 mujeres sacri-
ficadas á honra de los montes lo
creo simbólico de los 4 puntos car-
í dinales hacia donde vivían los dio-
ses de la lluvia y se formaban los
nublados, que, en horizontes ceñi-
dos de montañas, corresponderían
siempre con un cerro: en los nom-
bres de las cuatro esclavas, Tepó-
XOBC, Matlalkuae, Xoxtécatl y Ma
ydhuel, hay cierto vislumbre de los
4 colores aplicados á los puntos car-
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516
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
dinales, y quizá recuerden aquí la
ceremonia de los maíces de 4 colo-
res desparramados á los 4 vientos,
que algún autor nos dice se hacía
durante la veintena también.*
Orozco y Berra conjetura que los
nombres de las víctimas sacrifica-
das lo eran de los dioses de los mon-
tes. Dice así:
«Para contentar el rito bárbaro,
sediento siempre de sangre huma-
na, había al efecto cinco víctimas
inmoladas; cuatro mujeres nombra-
das Tepechoch, Matlalcuae, Xochi-
tecatl y Mayahuetl, y un hombre
dicho Miuahuatl. Verdaderamente
estos parecen ser los nombres de las
divinidades de las montañas. La
fiesta tenía por objeto alcanzar bue-
nas y suficientes lluvias. Los mon-
tes, sobre los cuales se posan las
nubes forman el consorcio de la tie-
rra y del agua para producir abun-
dantes cosechas. V
Xochtzitzquilo. (Xóchitl, flor;
tsitsquiloa, coger: «coger las flo-
res.») Era uno de los nombres que
daban á la veintena llamada Atla-
cahualco, que era la primera del
año, sobre esto dice Chavero:
«Tenía también el nombre de Xoch-
tzitzquilo ó tomar un ramo en la
mano, pues consideraban que el año
era de muchos meses y días como el
ramo de muchas ramas y hojas: así
tomar el año en la mano significa
empezar el añor En significación
de esto salían los mexica por los
campos y todos tocaban con la ma-
no las hierbas 5^^ ramos nacidos, y
arrancando algunas entraban con
ellas en la mano en el templo. Por
eso se representaba este mes con un
hombre arrancando hierbas.»
Xoloco. fXolotl, nombre de un
dios, co, en: «donde está XolotL*)
Paso y Troncoso traduce «En la en-
crucijada,» no porque tenga tal sig-
nificación, sino porque el adorato-
rio de este dios estaba en la bifur-
cación de la calzada de México á
Coyoacan y á Itztapalapan. Era uno
de los cuatro lugares que, al derre-
dor de la ciudad de México marcaban
los cuatro puntos cardinales. Xo-
loco marcaba el punto del sur, y mar-
caba también los cuatro signos con
que se distinguían los años. En este
lugar, como en los otros tres, hacían
ofrendas en algunas fiestas y pa-
seaban por ellas á las víctimas del
sacrificio.
Sahagún, describiendo la fiesta
que hacían á la diosa Xilonen en
la veintena Tecuilhuitl, dice:
« Andados diez días de este
mes, celebraban la fiesta que lla-
maban Vey tecuilhuitl, en la cual
á honra de la diosa que se llamaba
Xilonen^ mataban á una mujer,
la cual componían y adornaban con
los ornamentos de la diosa, y de-
cían que era su imagen, á la cual
adornaban de esta manera. Ponían-
la la cara de dos colores, desde la
nariz abajo de amarillo, y la frente
de colorado, ornábanla la cabeza
con una corona de papel de cuatro
esquinas, y del medio de la corona
salían muchos plumages como pe-
nachos: colgábanla del cuello mu-
chos sartales de piedras ricas
anchas, las cuales le adornaban
igualmente los pechos. Sobre las
piedras llevaba una medalla de
oro redonda, vestíanla de un vipil
labrado de imágenes del demonio,
y poníanle unas enaguas semejan-
tes al vipil, todo era curioso y rico:
las cotaras que traía eran pintadas
de unas listas coloradas: poníanle
en el brazo izquierdo una rodela
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
517
y en la otra mano un bastón teflido
de color bermejo. Ataviada con es-
tos adornos, cercábanla muchas
mugeres, y la llevaban en me-
dio á ofrecer incienso á cuatro par-
tes, esta ofrenda hacia en la tarde
antes que muriese, y la llamaban
Xaloquia, porque el dia siguiente
habia de morir. El uno de estos lu-
gares se llamaba Tetamacolco, el
otro Necocixecan, el otro Atenchi-
calcan, el cuarto se llamaba Xoloco:
estos cuatro lugares donde of recian,
era en reverencia de los cuatro ca-
racteres de la cuenta de los años.
El primero se llama acatl, que quie- 1
re decir caña; el segundo se llama
tecpath que quiere decir pedernal
como hierro de lanza: el tercero se
llama calli, que quiere decir casa:
el cuarto se llama tochtli, que quie-
re decir conejo.^
Xoloteopan. (Xoloíl, dios de es-
te nombre, teopantli 6 teopan, tem-
plo: «templo de Xolotl.^) Los tlax-
caltecas y los otomíes de aquella
comarca tributaban culto especial
á Xolotl, y en su región estaba el Xo-
loteupan. Así se desprende de una
nota que trae Paso y Troncoso, al
describir las fiestas que se hacían
en Tlaxcala á los dioses Camaxtli,
Mixcoatl y Xoloíl. La nota dice así:
«Los Otomies y Ñauas de Tlax-
cala, cuando hacían estas cazas ge-
nerales, en tiempos de gran sequía '
sacaban el corazón de las piezas ma-
yores, venados ó jabalíes,*y lo pre- 1
sentaban á sus númenes, proponién-
dose aplacarlos; otro tanto hacían ,
con los perros pelones .ro/o-/7(:*w/«- 1
tin. sacándoles los corazones en
un templo especial que llamaban Xo-
loteupan. Es la verdadera huella
que se debe seguir para llegar al
origen de los sacrificios humanos,
pues entiendo que comenzarían sa-
crificando animales, y más tarde
hombres.»
Xolotl. Como la palabra Xolotl
entra en composición en muchas de
diversas significaciones, los etimo-
logistas, al ocuparse de tales pala-
bras, dan la etimología de Xolotl,
D. Eufemio Mendoza dice que
xolotl se deriva del verbo xolochoa,
arrugarse, plegarse, y que tal vez
porque la piel del axolotl es muy
rugosa se le llamó «arrugado del
agua.» Sin contradecir esta etimo-
logía sólo haremos observar que el
participio dexolochoa, de donde de-
be derivarse el nombre, es xoloch-
//r, arrugado, y el substantivo debe-
ría ser xolochtlí.
El Sr. Jesús Sánchez, siguiendo
á Herrera, dice que axolotl se com-
pone de atl, agua, y de xolotl, glo-
tón. Once palabras trae Molina pa-
ra designar al glotón, en mexicano,
y ninguna de ellas es xolotl, ni tie-
ne la menor analogía ó semejanza
con ella.
Lo cierto es que no se conoce la
verdadera significación de xolotl y
menos su etimología. El Sr. Orozco
y Berra, hablando del primer rey
chichimeca Amacui Xolotl, dice:
«No conocemos el verdadero senti-
do de esta palabra segunda. Pre-
tenden algunos, que significa «ojo,»
«vigilante,» traducción que no tie-
ne fundamento. Xolotl es aquel dios
criminal de Teotihuacán que, por
medio de transformaciones, resis-
tió cuanto pudo hasta sucumbir an-
te el culto del sol y de la luna; el vo-
cabulario de Molina traduce la voz
Xolo, «paje,» «criado ó esclavo,»
Los chichimecas hablaban len-
guas diversas de la nahoa (creemos
que no); al traducir los mexica á su
130
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
lengua los nombres de los bárba-
ros, lo han de haber hecho por me-
dio de signos homófonos, aunque
no sinónimos.»
Para comprender, prescindiendo
de su significación, el sentido de la
palabra axolotl y de otras muchas
mexicanas en que entra en compo-
sición Xolotl, es necesario dar á co-
nocer al personaje mitológico lla-
mado Xolotl,
El P. Sahagún trae una larguísi-
ma relación para decirnos de cómo
fué necesario que varios dioses obli-
garan á los dioses Tecucistecatl y
Nanaoatsin á arrojarse en una ho-
guera en Teotihuacan, para que se
convirtieran en astros luminares del
día y de la noche, esto es, en Sol y
en Luna: pero sucedió que una vez
creados, alumbraron con la misma
luz, lo cual no fué del agrado de los
dioses, y para modificar, atenuándo-
la, la luz de la luna y conseguir que
los astros alumbraran con regula-
ridad al mundo, fué necesario un
nuevo concilio de los dioses. Para
saber lo que resolvieron y ejecuta-
ron, oigamos la curiosa relación del
franciscano « primero salió
el sol, y tras él la luna. Y dicen los
que cuentan fábulas ó hablillas, que
tenían igual luz con que alumbra-
ban, y de que vieron los dioses
que igualmente resplandecían, ha-
bláronse otra vez y dijeron: ¡Oh dio-
ses! ¿Cómo será ésto? ¿Será bien que
vayan ala par? ¿será bien que igual-
mente alumbren?— y los dioses die-
ron sentencia y dijeron:— Sea de es-
ta manera.— Y luego uno de ellos fue
corriendo y dio con un conejo en
la cara á Tecucistecatl (La Luna), y
escureciole la cara, ofuscándole el
resplandor, y quedó como ahora es-
tá su cara. Después que hubieron
salido ambos sobre la tierra estu-
vieron quedos sin moverse de un
lugar el sol y la luna; y los dioses
otra vez se hablaron y dijeron:—
Como podemos vivir? no se menea
el sol, ¿hemos de vivir entre los vi-
llanos? muramos todos y hagamos
que resucite por nuestra muerte:—
Y luego el aire se encargó de ma-
tar á todos los dioses, y matólos, y
dícese que uno llamado Xolotl reu-
saba la muerte y dijo á los dioses.
—¡Oh dioses! no muera yo.— Y llo-
raba en gran manera, de suerte que
se le hincharon los ojos, y cuando
llegó á él el que mataba echó á huir,
y escondióse entre los maizales, y
convirtióse en pie de maíz, que tie-
ne dos cañas, y los labradores le lla-
maban Xolotl, y fue visto y ha-
llado entre los pies del maíz; otra
vez se echó á huir y se escondió en-
tre los magueyes, y convirtióse en
maguey, que tiene dos cuerpos que
se llama mexolotl; otra vez fué vis-
to, y echó á huir, y metióse en el
agua, y hízose pez, que se llama
axolotl; y de allí le tomaron y le
mataron; y dicen que aunque fue-
ron muertos los dioses, no por eso
se movió el sol »
Luego que el pueblo se apoderó de
este mito, lo desfiguró multiplican-
do las transformaciones de Xolotl, y
lo convirtió en un Proteo mexicano;
visitaba alas cocineras, y entonces
se llamaba texolotl (tejolote); se me-
tía á los corrales y se convertía en
huexolotl (guajolote); por último, de
una gente boba ó tonta, decían que
tenía metido á Xolotl, y la llama-
ban Xolopitlí, estúpido.
Conocido este mito, fácil es com-
prender el sentido de las palabras
en que entra en composición Xo-
lotl,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
519
Olvidado ó desfigurado que fue
el mito de Xolotl llegó á ser sinóni-
mo de «juguete,» «mufleco,» «vigi-
lante,» etc., etc.; según las circuns-
tancias. Fr. Francisco Ximénez, ha-
blando de algunos animales de
México, dice: -De la axolotl 6
«juguete de agua,» y después de
hacer su descripción, agrega:
«púsosele el nombre por la pere-
grina- figura que tiene.» Habien-
do vivido el benemérito fraile Xi-
ménez, desde 1604, en Nueva Espa-
ña, y habiendo escrito su obraCwa-
tro libros de la Naturaleza, en 1615,
es indudable que tuvo frecuente
trato con indios de las últimas? déca-
das del primer siglo de la conquis-
ta, y tuvo ocasión de oír el idioma
náhuatl de los labios de personas
que lo hablaron en toda su pureza,
y que lo tradujeron fielmente al es-
pañol, como han de haber sido los
indios educados en Santiago Tlal-
telolco. Es, pues, digno de crédito
Fr. Francisco Ximénez en la ver-
sión que hizo del nombre axolotl,
Xolotl fué uno de los mil seiscien-
tos semidioses que nacieron en la
tierraal hacerse pedazos el Tecpatl,
«pedernal,» que dio á lu% la diosa
Ontecihuatl, y que arrojaron sus de-
más hijos del cielo á la tierra.
En nuestro poema Los Cuatro So-
les describimos el suceso en los tér-
minos siguiente:
Canto IX.
Citlaltonac, «lucero refulgente,»
Hermoso dios que mora en Omeyocan
Con Citlalcueitl, el «faldellín de estrellas,»
Se une en consorcio con amor fogoso,
Y crea los dioses que en el cielo viven;
Mas una vez al alumbrar la diosa
Nació un tajante y relumbroso tecpatl;
Y al ver los dioses á tan raro hermano,
Arrójanlo indignados de la altura;
Cuando á ciker sobre la tierra llega
El duro pedernal, mil y seiscientos
Héroes ó dioses del lugar brotaron,
Y el gran Chicomogtoc, ó «siete cuevas»
Albergue fué de aquellos celestiales.
Viéndose solos en su nuevo mundo,
Pues ya los hombres perecido habían
Por el Tletonatiuh, y aún infecunda
Y desierta se hallaba el ancha tierra,
Acordaron mandar una embajada
Solicitando de su augusta madre
El don precioso de crear vivientes.
Para formar con ellos servidumbre.
A Tlotli, gavilán, le confirieron
De embajador el eminente cargo.
La diosa respondió con voz severa,
Que si abrigaran sentimientos nobles,
Y pensamientos de su origen dignos.
Su afán constante, su único deseo
Debiera ser vivir eternamente
Con sus hermanos en el alto empíreo:
Mas pues gustaban del terráqueo globo,
Que acudieran al dios de los infiernos,
Al jefe del Mictlan, y le pidieran
Huesos de muerto, con su propia sangre
Regáranlos, que al fin producirían
Al hombre y la mujer, los procreadores
De pueblos y comarcas del Anáhuac.
Y le advirtió la diosa al emisario
Que el que fuera á Mictlan muy cauto fuera.
Porque el dios infernal, arrepentirse
Después pudiera, y le quitaba el hueso.
Al intrépido Xolotl cupo en suerte
Marchar á las regiones del infierno
Para el hueso pedir, y en los umbrales
Del antro apenas se posó su planta.
Cuando al encuentro le salió Tecutli:
En breve arenga su embajada expuso
El numen terrenal, y el fiel custodio
Del fúnebre Mictlan donóle un hueso:
La dádiva en sus manos viendo Xolotl,
De allí se aparta, y en veloz carrera
Hacia la tierra con ardor retoma:
Aunque el dios infernal en pos del héroe
Presuroso corrió, no le dio alcance,
Y á su mansión volvióse enfurecido;
Pero en su fuga el terrenal tropieza,
Al suelo cae, y suelta su reliquia,
Y el hueso se rompió, se hizo pedazos;
Con cuidado recoge los fragmentos
Y hacia la tierra su camino sigue
Impávido Xolotl, y á sus hermanos
Entrega los pedazos desiguales:
En un tecaxitl de bruñida piedra
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520
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Echaron las astillas con gran zelo
Y las regaron con su propia sangre;
A la cuarta mañana salió un niño;
Volvieron á regar, y á los tres días
Una niña surgió del hondo caxitl
Del mismo Xolotl bajo la custodia
Los dos m'ños quedaron en su infacia,
Y con leche que extrajo de los cardos
Alimento les dio muy saludable:
Crecieron los infantes, y su raza
Pronto pobló la solitaria tierra.
De los hombres la altura es diferente,
Porque también lo fueron los pedazos
Del hueso que rompió Xolotl huyendo.
Este mismo Xolotl fué uno délos
dioses que sucumbieron en Teoti-
huacan cuando fueron creados el
Sol y la Luna. Ya hemos visto la
descripción de ese mito en el pasaje
preinserto al principio de este ar-
tículo, del P. Sahagún. (Véase Teo-
TIHUACAN.)
XomociiitL(Etim. incierta.) Uno
de los cinco hermanos de Yacate-
cuhtli. (Véase Oxtecatl y Yacate-
CUHTLI.)
Xoneciiilli. (Icxitl, pie, que en
composición se convierte en Xo;
necuilli, que se tuerce ó torcido; «pie
torcido.») Daban este nombre fun-
damental á los que tienen un pie
torcido congénitamente; figurada-
mente, lo aplicaron á un instrumen-
to que remataba el cetro ó bastón de
algún dios, por estar torcido, en fi-
gura de S. Tenían también un pan
al que daban el mismo nombre por
tener la figura de una S. Paso y
Troncoso dice que daban también
este nombre á dos asterismos ó cons-
telaciones, y como símbolo de éstos
lo empuñaba el dios Mixcoatl, al
que llamaban Mixcoatl Xonecuilli.
Los pasajes siguientes de Paso y
Troncoso, interpretando varias lá-
minas del Códice Borbónico, dan
idea de este simbolismo. El primer
pasaje dice:
*E1 otro es un abanderado que
tiene por misión la deservir de guía
en las procesiones, como lo vere-
mos en la página siguiente, y tam-
bién la de regir las danzas como bas-
tonero, según lo vimos ya en la
exposición del mes EtcalkualUtli:
esta última es la que le correspon-
de aquí. Es curiosa la insignia de
su bandera, por verse dibujado allí
el xonekuilli en forma de una S;
signo, como lo sabemos, de dos as-
terismos, uno boreal y otro austral:
entiendo que aquí, por la época
del afio, se trata del segundo: con
la misma forma fabricaban un pan,
cuyo modelo podemos ver en la pá-
gina 81 del Códice Nutall.»
El modelo del Códice Nuttall
consiste en una S horizontal inver-
tida.
El segundo pasaje es el siguiente:
«La insignia del xonekuilli en
el mas alto lienzo de la bande-
ra, se ve aquí como en la página
del frente, y en la nuestra con mu-
cha mas razón, como quiera que la
figuramás prominente de toda la pá-
gina es el sacerdote Atikpak teoua-
tfin Xuxipilli, ya descrito, á cuyo
patrono ej Señor de las flores ó Xu-
xipilli se dedicaba y ofrecía el pan
de figura de S llamado xonekuilli,»
El tercer pasaje dice:
«Esta última insignia se presen-
ta con otra forma en los Códices
Nuttall (fol. 42) y Goupil (Apend.
Duran, fig. 13), pero está mejor di-
bujado en el 1.°; en cambio el texto
de dicho Códice da un nombre in-
inteligible, Mixcoatl xomoquitl,
mientras que la lección del Códice
Goupil {Catálogo Bobán, 11-125)
se acerca más á la verdad llamán-
dole Miscohatl xonequil, nombre
que, dada la forma de una S casi
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
521
completa en el Códice, deberá leer-
se Mixkoatl ixonekuitl ♦el xonekui-
lli de Mixkoatl:* nueva relación
del género astronómico entre Mix-
koatl ó la Via láctea y el asterismo
austral del Xonekuilli, que sin du-
da estaba sobre la misma gran ne-
bulosa ó muy cerca.»
Los pochteca ó mercaderes da-
ban el nombre de xonecuilli al bas-
tón ó báculo con que caminaban.
Así lo dice Torquemada en el pa-
saje siguiente citado por Orozco y
Berra:
«Caminaban llevando en las ma-
nos un bordón de palo negro, liso
y sin nudos llamado xonecuilli, ima-
gen de Yiacatecutli, y un mosquea-
dor grande, tsacuilhuastli, de plu-
mas, papel ó madera delgada.
Formando largas hileras uno tras
otro, rendían las jornadas de cos-
tumbre, y por la noche reunían to-
dos los bordones enhiestos, atándo-
los por el medio con una cinta, ha-
ciendo sacrificio de su sangre ante
aquellos, dos ó tres veces duran-
te la oscuridad.»
El culto que tributaban los mer-
caderes á su bastón ó xonecuilli era
muy grande y ceremonioso, según
se desprende del pasaje del P. Sa-
hagún inserto en el artículo Yaca-
PITZAHUA. (V.)
En nuestro Diccionario de Aste-
quismos, á propósito del fruto lla-
mado vulgarmante Cuajinicuil, de-
cimos lo siguiente: (Cuauh-xone-
cuilli: cuahuitl, árbol; xo, forma
que toma ixitl, «pie,» en composi-
ción; necuilli, torcedura: «Pies tor-
cidos de árbol.») Árbol frondoso
que produce unas grandes vainas
muy torcidas, que encierran las
simientes que son muy dulces. || El
fruto de este árbol.
A varias cosas daban el nombre
de xonecuilli los mexicanos, y lo re-
presentaban con un signo pareci-
do á nuestra S. Sahagún dice: «A
«las estrellas que están en la boca
«de la bocina llamaba esta gente,
«citlalxunecuilli, píntanla á ma-
«nera de S revueltas siete estre-
«llas UÁttiñTÚLis citlalxunecuilli,
«porque tienen semejanza con cíer-
«ta manera de pan que hacen á mo-
«do de S al cual llaman xunecuille.»
También llamaban xunecuille, se-
gún Molina, á unpalo como bordón,
con muescas torcido, que presenta-
ba el sacerdote á los ídolos. Xone-
cuiltic llaman los indios al cojo del
pie, no porque le falte éste, sino por-
que lo tiene torcido. De esta signi-
ficación, que es la primitiva, vienen
todas las demás que son figuradas.
Xopaltlaxcalli. (Xopalli, planta
de pie; tlascalli, pan ó tortilla: «tor-
tillas ó panes que tenían la figura
de la planta del pie.») Orozco y Be-
rra, hablando de la educación de las
niñas en el TelpuchcalUy dice:
«Barrían y regaban el teocalli,
en la parte no reservada á los hom
bres: muy temprano presentaban co-
mida á los dioses. Consistía en unas
tortillas en figuras de manos, pies, ó
retorcidos, llamadas macpactlaxca-
lli, xopaltlaxcalli, cocoltlaxcalli,
acompañadas de viandas y guisa-
dos: según sus creencias, los dioses
gustaban y consumían el olor, que-
dando el resto para sustento de los
sacerdotes.»
Xopaniztli. Nombre que daban
al período de tiempo comprendido
entre el equinoccio de primavera
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522
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
y el de otoño. Como esta división
estaba en relación con las prácticas
religiosas y con los númenes que
presidían el tiempo, creemos que en
la explicación de ese cómputo tie-
ne afinidad con la mitología, y por
esto trataremos aquí de él trans-
cribiendo la luminosa explicación
de Paso y Troncoso. Dice así:
«La 2.* es que, aun cuando los
solsticios y equinoccios dan la di-
visión natural del año en 4 estacio-
nes, que los náuas conocían, la len-
gua nos hace comprender que las
estaciones primitivas habían sido
solamente 2, medidas por los equi-
noccios: la 1.* estación, que comen-
zaba con el equinoccio de Prima-
vera 5" terminaba con el de Otoño,
era el Xupaniftlt, vocablo contraí-
do en Xupan; como si dijéramos
«el tiempo de lluvia, de humedad:»
la 2.* estación, que iba del equinoc-
cio de Otoño al de Primavera, lla-
mábase 7b«a//50 y también Tonalla,
equivalente á «tiempo de sol, tiem-
po seco en que no llueve.»
Aquí pone el mismo autor una
nota que da mayor ilustración al
asunto. Dice así:
«La estación lluviosa, para nos-
otros, es la Primavera, por el prin-
cipio de las aguas, y sobre todo el
Estío en que tienen toda su fuerza-
siendo los meses de Julio á Octu,
bre, inclusives, los de mayores llu-
vias; pero los misioneros, nacidos
en España y mal avenidos con el
cambio de la estación de aguas, con-
tradecíanse cuando llamaban en sus
vocabularios Tonalko al «estío, par-
te del año, scilicet, el tiempo que
no llueve. » pues la 2.* parte de la de-
finición no conviene á nuestro Es-
tío, tiempo en que tanto llueve; así
es que Tonalko resulta, según eso,
nuestro verdadero tiempo seco, el
de Otoño é Invierno, que son las es-
taciones que los indios llaman así,
porque por aquel tiempo no llueve,
óporque son escasísimas lasaguas.»
Continúa el texto del autor:
^Xupamflli, que con propiedad
significa el Verano, el Estío, nues-
tro tiempo húmedo, nuestro tiempo
de lluvias, daba por composición el
nombre de la Primavera. Xupaníc-
íempan, «en el límite del Verano;»
y Tonalko, Tonalla, nuestro tiempo
de sequía, de Sol, que rectamente
quiere decir Otoño, también daba
por composición el nombre del In-
vierno, Itgtiktonalco, «el tiempo se-
co y frío.» Los nombres de las dos
estaciones primitivas revelan tam-
bién el de los númenes que domi-
naban sobre cada una: Tlaloc en el
tiempo de lluvias, Primavera y
Estío; y TonatiuhóeX Sol en el tiem-
po de sequía, Otoño é Invierno; pues
en la sinonimia de Tlaloc figuran
las áenomindiQioTiesXupankale^Xu'
pankalki, «el que tiene casa en el
Estío, en el Verano;» y el nombre
tonallif de donde sale Tonalko, ex-
presa uno de los efectos del Sol, «por
los rayos que de sí echa, y el calor
que produce,» como dice Sahagún
(11-244). Y si localizáramos las dos
estaciones primitivas, refiriéndo-
las á los puntos cardinales, resulta-
ría el X«/)awíV:/// la Estación del Nor-
te, quiere decir, aquélla en que se ha-
lla el Sol constantemente al Norte
de la equinoccial; mientras el To-
nalko sería la Estación del Me-
diodía, porque durante aquel tiem-
po el Sol se mantiene al Sur de la
equinoccial.»
Insistiendo Paso y Troncoso en
la etimología del nombre, dice en una
nota.
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SBGUNDA BPOCA. TOMO V.
523
«La escritura silábico-f igurativa
no nos da la verdadera etimología
del vocablo xupan 6 xopan, por-
que lo reproduce por medio de una
olla xo-ktli y una bandera pan-tli,
como está en el jeroglífico de 77a-
kaxopan-tepeil del Códice Le Te-
LLiER (KiNGSBORouGH, 3.* parte, lám.
3). Ya dije que Xupan y mejor Xu-
paníftli significa «tiempo de lluvia,
de humedad,» lo cual se comprue-
ba con el Vocabulario de Molina,
donde se llama al «viento que trae
agua, xopan-ekekatl:» así queda
explicado que Tlalok, dios de la llu-
via, sea también numen de la Pri-
mavera y del Estío.»
Xozippa. fEtim. incierta). Uno
de los tres dioses principales de los
otomíes.
Xucctzin. (Véase Xocotzin.^
YacacoliuhquL (Yacatl, nariz,
fig. guía; coliuhqui, torcido, curvo:
«nariz torcida.») Uno de los nom-
bres que le daban á Yacatecuhtli.
(V.) Ningún autor explica por qué
aplicaban el epíteto Coliuhqui, «tor-
cido,» al dios de los mercaderes.
Yacahuitztli. (Yac a ti, nariz;
huitstli, espina: «nariz-espina, esto
es, aguda y delgada como espina.»)
Nombre que daban á una estrella
de la constelación del Tauro, según
el P. Sahagún, ó de la constelación
de Orion, según Orozco y Berra.
Sahagún, hablando de las estre-
llas llamadas mastelejos, dice:
«Hacía esta gente particular re-
verencia y también particulares sa-
crificios á los mastelejos del cielo,
que andan cerca de las cabrillas, que
es el signo del toro. Ejecutában-
los con varias ceremonias, cuando
nuevamente aparecían por el orien-
te acabada la fiesta del sol: después
de haberle ofrecido incienso decían:
«Ya ha salido Yoaltecutli y Yaca-
vistli: ¿qué acontecerá esta noche,
ó qué fin tendrá, prospero ó adver-
so? Tres veces pues ofrecían in-
cienso, y debe ser, por que ellos
son tres estrellas: la una vez á pri-
mera noche, la otra á hora de las
tres, la otra cuando comienza á ama"
necer. Llaman á estas estrellas ma-
malhoastli, y por este mismo nom-
bre llaman á los palos. con que
sacan lumbre, porque les parece
que tienen alguna semejanza con
ellas, y que de allí les vino esta
manera de sacar fuego. De aquí
tomaron por costumbre de hacer
unas quemaduras en la mufteca los
varones, á honra de aquellas es-
trellas. Decían que el que no fuese
señalado con ellas cuando se mu-
riese, que allá en el infierno habían
de sacar el fuego de su mufteca,
barrenándola como cuando acá sa-
can el fuego del palo.»
Orozco y Berra, después de es-
tractar el pasaje anterior, dice:
«La culminación de las pléyadas
les servía en su ceremonia de fuego
nuevo. Las tres estrellas del cintu-
ron de Orion eran conocidas bajo la
denominación de Yoaltecutli y Ya-
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
cúf/TM/^/Z/Mas tomaban por agüero, y
les ofrecían incienso á la prima no-
che, á la hora de las tres y al alba.»
Yacapitzahua. (Yacatl, nariz;
pitsatli, delgado; hu, que tiene: «el
que tiene nariz delgada,» fig. «guía
perspicaz.») Uno de los cinco her-
manos de Yacaíecuhtli, dios de los
mercaderes, según dice el P. Saha-
gún en el pasaje siguiente:
«Estos mercaderes partíanse de
sus parientes con grandes cere-
monias según sus ritos antiguos
cuando iban á mercadear á tierras
extrañas, y estaban por allá mu-
chos años, y cuando volvían á sus
tierras, volvían cargados de muchas
riquezas, 'y para hacer demostra-
ción de lo que traían, y dar relación
de las tierras por donde habían an-
dado, y de las cosas que habían vis-
to, convidaban á todos los merca-
deres, en especial á los principales
de ellos, á los señores del pueblo,
y les hacían gran convite; á este
convite llamábanle lavatorio de
pies, y los convidados reverencia-
ban grandemente al báculo con que
habían ido y vuelto; tenían que era
imagen de aquel dios, y que le ha-
bía dado su favor para volver y an-
dar los caminos que transitó. Para
hacer esta honra al báculo, se po-
nían en una de las casas de oración
que tenían en los barrios que ellos
llamaban calpulli, que quiere decir
iglesia de barrio ó parroquia. En
este calpulli donde se contaba es-
te mercader, ponían el báculo en
lugar venerable, y cuando daban
comida á los convidados, primera-
mente ponían comida y flores y aca-
yietl, etc. delante del báculo, y fue-
ra de convite todas las veces que
comía este mercader ofrecía pri-
meramente comida y las demás co-
sas al báculo que le tenía en su ora-
torio dentro de su casa. Estos mer-
caderes después que venían prós-
peros de las tierras donde habían
andado, como tenían caudal, com-
praban esclavos y esclavas para
ofrecerlos á su dios en su fiesta, el
cual principalmente era Yicatecu-
tu, y este tenía cinco hermanos y
una hermana, y á todos los tenían
por dioses, y como se inclinaba su
devoción, sacrificaban esclavos á
cada uno de ellos en su fiesta, ó á to-
dos juntos, ó á la hermana. El uno de
los hermanos se llamaba Chiconquia-
vitl, el otro Xoniocuil, el otro Nac-
xitl, el otro Cochímetl, el otro Va-
capitjsaoac*
YacatecuhtlL (Yacatl, nariz; fig.
guía; tecuhtli, señor, dios: «el dios
ó señor que sirve de guía,» esto es,
que va por delante como la nariz.)
Dios del comercio, á quien hacían
los mexicanos dos grandes fiestas
anuales, en el templo que tenía en
la capital: una en el mes nono, y
otra en el decimoséptimo, con mu-
chos sacrificios de víctimas huma-
nas y magníficos banquetes.
El P, Sahagún hace una curiosa
relación de este dios y del solemne
culto que le tributaban los merca-
deres, y describe su imagen. Dice
así:
«De éste dios llamado Yiacatecu-
tu, hay congetura que comenzó los
tratos y mercadurías entre esta
gente, y así los mercaderes le to-
maron por dios y le honraban de
diversas maneras. Una de las co-
sas con que lo honraban era, que
le ofrecían papel, y le cobijaban
con él mismo, donde quiera que es-
taban sus estatuas. También tenían
en mucha veneración al báculo con
que caminaban, que era una caña
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
525
maciza que ellos llaman viatl, tam-
bién usan de otra manera de bácu-
lo, que es una caña negra liviana,
maciza, sin ñudo ninguno, que es
como junco de los que usan en Es-
paña: todos los mercaderes usaban
de esta manera de báculos por el
camino. Cuando llegaban á donde
hablan de dormir, juntaban todos
sus báculos en una gavilla atados, é
hincábanlos en la cabecera don-
de habían de dormir, y derramaban
sangre delante de ellos, que se sa-
caban de las orejas, ó de la lengua,
ó de las piernas, ó de los brazos, y
ofrecian copal, hacian fuego, y que-
mábanle delante de los báculos, á
los cuales tenian por imagen del
mismo dios; y en ellos honraban
al mismo dios Yiacateaitli: con es-
to le suplicaban que los amparase
de todo peligro.»
Hablando el mismo autor de las
grandes ceremonias que celebra-
ban los mercaderes en honor de
Yacatecuhtli cuando regresaban
de sus viajes, dice:
«Estos mercaderes después que
venian prósperos de las tierras don-
de habian andado, como tenian cau-
dal, compraban esclavos y esclavas
para ofrecerlos á su dios en su fiesta,
el cual principalmente era Yiaca-
tecutli, y este tenia cinco hermanos
y una hermana, y á todos los tenian
por dioses, y como se inclinaba su
devoción, sacrificaban esclavos á
cada uno de ellos en su fiesta, ó á to-
dos juntos, ó ala hermana. El uno de
los hermanos se llamaba Chicon-
quiavitl, el otro Xontocuil, el otro
Nacxitl, el otro Cochimetl, el
otro Yacapii!zaoc; la hermana se
llamaba Chalmecacioatl: á estos ó
á alguno de ellos ofrecian un escla-
vo ó mas, sacrificándolos en su pre-
sencia, vestidos con los ornamen-
tos de aquel dios, como si fuese su
imagen. Habia una feria ordinaria
donde se vendian y compraban es-
clavos hombres y mugeres en un
pueblo que se llama Ascapotsalco,
que es á dos leguas de México: alli
los iban á escojer entre muchos,
y los que compraban miraban muy
bien que el esclavo ó esclava no
tuviese alguna enfermedad, ó feal-
dad en el cuerpo. A estos esclavos
hombres y mugeres después que
los compraban criábanlos con mu-
cho regalo y vestíanlos muy bien,
dábanles de comer y beber abundan-
temente, y bafiabaalos con agua
caliente, de manera que los engor-
daban porque los habían de comer
y ofrecer á su dios. También los
regocijaban haciéndolos cantar y
bailar á las veces sobre la azotea
de sus casas, ó en la plaza: canta-
ban todos los cantares que sabían,
hasta que se cansaban de cantar,
y no estimaban en nada la muerte
que les estaba aparejada. Mataban
estos esclavos en la fiesta que se
llama panqueísalistli, y todo el
tiempo antes de llegar á aquella
fiesta los regalaban como está di-
cho; y sí entre estos esclavos habia
algún hombre que parecía de buen
juicio y que era diligente para ser-
vir y sabía bien cantar, ó alguna
muger que era dispuesta y sabía
bien hacer de comer y beber y la-
brar y tejer, á estos principales
los compraban para servirse de ellos
en sus casas, y los escapaban del
sacrificio. La imagen de este dios
se pintaba como un indio que iba
de camino con su báculo, y la ca-
ra la tenia manchada de blanco
y negro: en los cabellos llevaba ata-
das dos borlas de plumas ricas que
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL
se llamaban quetsalli; iban atadas
en los cabellos de medio de la ca-
beza recojidos como una gavilla de
lo alto de la cabeza: tenía unas ore-
jas de oro: estaba cubierto con una
manta azul, y sobre el azul una red
negra, de manera que el azul se
parece por las mayas de la red: te-
nia una flocadura esta manta por
todas las orillas en la cual estaban
tejidas unas flores: tenía en la gar-
ganta de los pies unas como correas
de cuero amarillo, de las cuales col-
gaban unos caracolitos mariscos:
tenía en los pies unas cotaras muy
curiosas y labradas: tenía una ro-
dela teñida d^Amarillo con una man-
cha en el medio de azul claro que
no tiene ninguna labor; finalmente,
tenía en la mano derecha un bácu-
lo como el que llevan de camino.»
Yaocihuatl. (Yaotl, enemigo;
cihuatl, mujer: «mujer enemiga.»)
Era uno de los varios nombres que
le daban á la diosa CihuacoatL Es-
te nombre explica, en opinión de
Paso y Troncoso, por qué el P. Du-
ran considera á la Cihuacoatl como
hermana de Huü&ilopochtlif dios de
la guerra, pues, «mujer enemiga»
escomo si se dijera «mujer de gue-
rra.»
Yaotecuhtli. (Vaoll, enemigo;
tecuhíli, señor: «el Señor enemigo.»)
Nombre que daban á Huitsüopoch-
tli como dios de la guerra, esto es,
el dios ó el Señor guerreador.
Yaotl. (Enemigo.) Nombre de un
individuo á quien los dioses encar-
garon que vigilase á un penitente
llamado Yappan. Fué convertido
en langosta por la excesiva cruel-
dad con que trató á Yappan y á la
mujer de éste. (Véase Yappan.)
Daban también el nombre de
Yaoilf * enemigo,» al dios Tescatli-
poca, porque creían que lo mismo
les hacía bienes como males.
YaoÜalli. (Yaotl, enemigo; llalli,
tierra ó campo: «campo enemigo ó
de gu erra. » ) Cía vigero, describiendo
los preparativos que hacían para la
guerra los mexicanos, dice:
«El lugar en que comunmente se
daba la primera batalla, era un cam-
po destinado á aquel objeto en ca-
da provincia, y llamado Yaollalli,
esto es, tierra ó campo de batalla.»
Yaotzin. (Yaotl, enemigo; tsin,
partícula reverencial: «el señor ene-
migo.») Nombre que daban á Yao-
tsin como dios de la guerra, esto es,
el dios ó el señor guerreador.
Orozco y Berra, describiendo las
fiestas del mes Pachtontli, dice: .
«Al amanecer del primer dia del
Pachtontli, las mujeres consagra-
das á Huitsilopochtli molían cierta
cantidad de maíz, formaban una pe-
lla apretada, la colocaban en una
lujosa batea y la entregaban á los
sacerdotes, quienes la llevaban so-
lemnemente á lo alto del templo,
poniéndola á los pies del dios. De-
jábanle guardas, y los ministros,
durante la noche, iban y venían con
luces de la batea al ídolo y del ído-
lo á la batea, hasta que pasada la
media noche aparecía sobre la ma-
za la huella del pié de un niño recién
nacido, á veces también cabellos de
mujer y algunos pedacillos de paja.
La milagrosa huella era señal de
la llegada de Yaolsin. guerreador,
ó sea de Huit^ilopochtli mismo; los
sacerdotes anunciaban el portento
con las bocinas y caracoles, acu-
diendo atropelladamente la multi-
tud á considerarlo á la luz de tantas
antorchas, que convertían la noche
en día.»
Yappan. (Etim. incierta.) Nom-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
527
bre de un personaje que tíos ofrece
un ejemplo de las metamorfosis
que existen en la mitología Nahoa.
Boturini trae sobre esto una curio-
sa leyenda que cita Orozco y Be-
rra:
«Refiere la leyenda que el peni-
tente Yappariy aspirando á la per-
fección para alcanzar transformar-
se, abandonó á su esposa Tlahuitsin
yá sus parientes, retirósealyermo, y
subido sobre la peña de la peni-
tencia llamada Tehuehtietl, comen-
zó la vida perfecta. Observábanle
los dioses; mas á fin de cuidarle de
más cerca, pusiéronle por espía á
Yaotl, enemigo. Yappan se mantu-
vo firme por mucho tiempo, recha-
zando la seducción de las mujeres
enviadas para tentarle: los dioses se
admiraban de tan grandes triunfos.
Yaotl rabiaba de envidioso despe-
cho. Tlasolteotl, que con aquello
se tenía por desairada, hablandocon
las deidades les dijo: «No creáis,
«altos é inmortales dioses, que Yap-
<ípan tenga heroicos esfuerzos pa-
*ra concluir su penitencia y mere-
«cer de vuestra benignidad alguna
«de las transmutaciones sublimes.
«Bajaré yo, y luego veréis como
«es frágil su propósito, y fingida su
«continencia.» Vino a la tierra, y
acercándose al Tehuehuetl, dijo con
tono meloso al penitente: «Herma-
«no Yappan, yo, la diosa Tlasol-
<^íeotl, asombrada de tu constancia
«y apiadada de tus trabajos, vengo
«á consolarte,» y añadió: «¿Que ca-
«mino tomaré ó por cual senda he
«de subir á hablarte?» «Seas muy
«bien venida, contestó inmediata-
«mente el anacoreta; aguárdate que
♦bajaré por tí.» Haciendo como di-
jo, bajó de la peña y con su precio-
sa compañera subió de nuevo: frá-
gil como vidrio delgado, tapado con
la vestidura de la diosa puso fin á
su penitencia.
«Indignados los dioses se prepara-
ban á castigar la. profanación de
la peña sagrada; Yaotl, arrebatado
por su perversidad, se adelantó, sin
tomar antes permiso, y subiendo al
Tehuehuetl, después de apostrofar
á Yappan le cortó la cabeza: los
dioses le transformaron en Alacrán
sin cabeza, con los brazos tendidos
como para defenderse, ocultándose
inmediatamente debajo de la piedra.
Saliéndose todavía de su cometido,
se apoderó de Tlahuit^in, la lle-
vo al Tehuehuetl é igualmente le cor-
tó la cabeza: también fué converti-
da en alacrán, y fue á buscar á su
esposo debajo de la peña. Desde en-
tonces los escorpiones cenicientos
ó negros salieron de Yappan, mien-
tras los escondidos ó rojos se pro-
dujeron de TlahuitjBÍn. Pero los
dioses se irritaron contra el atrevi-
miento de Yaotl y lo transformaron
en langosta ahuacachapullin, lla-
mada de aquel tiempo Tsontecoma,
«carga cabeza.»
Yauhtecatl. (Nombre gentilicio
derivado de Yauhtlan: «el natural
ú originario de Yauhtlan.») Era uno
de los muchos dioses de los borra-
chos ó de la embriaguez.
El intérprete del Códice Nuttall,
explicando la lámina 51, se limita á
decir lo siguiente:
«Este demonio es délos quatro-
^ientos demonios borracho^ ya dhos.
y llamáuanse. Yautegate.»
( Véase Centzontotochtin.)
Yauhtli (Etim. desconocida.)
Hierba que por inhalación produce
hilaridad, y como poción causa la
insensibilidad ó anestesia. Los me-
xicanos la empleaban para ador-
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528
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
mecer á las víctimas del sacrificio.
Sahagún, describiendo la fiesta del
Xiuhtecuhtli, dice:
«Después de haber velado toda
aquella noche los cautivos en el Cú,
y de haber hecho muchas ceremo-
nias con ellos, empolvorizábanles
las caras con unos polvos que lla-
man yiauchtli (yauhtli) para que
perdiesen el sentido y no sintiesen
tanto la muerte.»
Mendieta, á propósito de los sa-
crificios humanos, dice: «Y para no
sentir tanto la muerte, les daban
cierto brebaje á beber, que parece
los desatinaba, y mostraban ir á mo-
rir con alegría.»
Claviger.o describe el Yauhtli en
los términos siguientes:
«El Yauhtli es una planta cuyo
tallo mide un codo de largo; sus ho-
jas son semejantes á las del sauce,
pero dentadas; las flores amarillas
y las raíces sutiles. Las flores y
las hojas tienen el mismo olor y sa-
bor que el anis. Es útil en la medi-
cina, y los médicos mexicanos la
aplicaban á muchas dolencias; pero
también la empleaban en usos su-
persticiosos.»
El Yauhtli se cría en Yautepec,
del Estado de Morelos, y de ahí le
viene el nombre al pueblo.
Yay auhquicinteotl. ( Yayauh -
qui, moreno, prieto; cintli, maíz
ó mazorca; teotl, dios; «el dios del
maíz prieto.») Tenían los indios en
tal estimación el maíz como base
de su alimentación, que suponían
que un dios especial velaba por las
cementeras de maíz de los diversos
colores. Paso y Troncoso, explican-
do la lámina XXX del Códice Bor-
bónico, dice á este propósito lo si-
guiente:
«Los otros 5 de la procesión, por
las insignias comunes ya mencio-
nadas, preséntansenos con el doble
simbolismo de los dioses de las mié-
ses y de los de las lluvias, y todos
merecen bien el nombre de Qnte-
teu, dioses de las mazorcas; pero
ciertas insignias más vistosas en
uno, y diferentes de las de los otros 4
indican que debe ser aquél, capataz
de la cuadrilla: confírmalo una cir-
cunstancia especial, y es la de ve-
nir colocado en medio de los otros
2 de los cuales van precediéndole,
mientras que los otros vienen si-
guiéndolo. Examinemos primero á
los 4 de categoría inferior, y obser-
vemos que visten la misma librea y
llevan insignias iguales y ostentan
idénticos adornos, distinguiéndose
uno de otro, tan solamente, por la
preponderancia de un color en los
arreos que viste; pues en el delan-
tero, que camina detrás del abande-
rado, predomina un color que no es
azul ni morado y que participa de
ambos; en el 2.^ el blanco; el 3.**, que
va siguiendo al capataz, tiene arreos
amarillos; y el último de la proce-
sión, rojos. Tales colores, diferen-
tes para cada sujeto, quedan pinta-
dos en sus vestidos de papel, ó en
las tiras de papel que revisten á sus
insignias; pero en otros adornos y
emblertias hay colores iguales, co-
mo en las grandes ráfagas de color
azul que de los collares penden y
que simulan el aspecto de las aguas
tranquilas en un dia sereno; como
en las mazorcas de los tocados, que
son también azules, expresando es-
ta conformidad de colores y emble-
mas, á mi modo de ver, el doble sim-
bolismo de las mieses favorecidas
por las aguas; como la diversidad
y naturaleza de los colores nos di-
cen que aquí tenemos personifica-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
529
das á las 4 clases de maíces que los
sacerdotes de Chicóme koatl rega-
ban desde lo alto de la mesa de Uit-
fü-opoxtli, según lo vimos en la
sección anterior. Cada uno tiene su
nombre significativo entre los nú-
menes de la Mitología indiana: el
l.<^ y el último de la procesión (úni-
cos de que se halla rastro en los
autores por el nombre) son el If-
takft'nteotl y el Tlatlauhkifinleoll,
ó sean el dios de las mieses blancas
y el de las rojas; y los otros dos, uno
elKofauhkifinteotl, dios de las mie-
ses amarillas, y el último entiendo
que debe ser el Yayauhki^inteoth
dios de las mieses moradas, y me-
jor morenas ó prietas, pues al maiz
moreno le llamaban vauül.*
Yayauhqui Tezcatlipooa. (Véa-
se Tezcatlipoca.)
YeiacaÜ. (Yei, tres; acatl, caña.
Tres (día) cafla.) Era el tercer día
de la XI trecena del Tonalamatl.
Este día era próspero para los
que nacían en él.
YeiatL ( Yei, tres; atl, agua, «tres
(día) agua.») Era el tercer día de la
tercera trecena del Tonalamatl, lla-
mada Ce MasatL
En cuanto al augurio de los que
nacían en este día, dice Sahagún:
«La tercera casa de este signo
se llama Ciatl decían que era in-
diferente, bien ó mal afortunada
porque cualquiera que nacía en es-
te día, seria rico y prospero, y ten-
dría mucha hacienda, que ganaría
por su trabajo, y que lo perde-
ría presto y se desharía como agua,
ó como cosas que lleva el rio, y
nunca saldría con nada, ni tendría
reposo ni contento, todo se le des-
haría entre las manos y todo su
trabajo saldría en vano.»
YeioallL (Yei, tres; calli, casa:
«tres (día) casa.») Era el tercer día
de la primera trecena del Tonala-
matl.
Los agüeros de los que nacían en
este día eran los mismos del día
Ce apactli, (V.)
YeicipactlL (Yei, tres; cipactli,
espadarte: «tres (dia) espadarte.»)
Era el tercero día de la séptima
trecena del Tonalamatl,
En cuanto á los agüeros de los
que nacían en este día, dice Sa-
hagún:
«Decían que aquella casa mejora-
ba la ventura de aquel que se bau-
tizaba, y que los que nacían en este
signo, serian nigrománticos, em-
baidores ó hechiceros, y que se
transfiguraban en animales, y de-
cían palabras para hechizar á las
mugeres, y para inclinar los cora-
zones á lo que quisiesen, y para
otros maleficios; y para esto alqui-
laban á los que querían hacer mal
á sus enemigos, y les deseaban la
muerte. Hacian sus encantamien-
tos de noche por el espacio de cuatro:
escogíanlas en signo mal afor-
tunado, iban á las casas de aquellos
á quienes querían daflar de noche,
y á las veces allá los prendían,
porque aquellos á quien iban á ma-
leficiar, si eran animosos, asechá-
banlos y arrancábanles los cabellos
de la coronilla de la cabeza, y con
esto en llegando á su casa morían,
y algunos decían que se remedia-
ban si tomasen prestado algo de
aquella casa, como agua, ó fuego,
ó algún vaso, y aquel que había
arrancado los cabellos si era avisa-
do, velaba todo aquel dia para que
nadie sacase cosa ninguna de su
casa, ni prestada, ni de otra mane-
ra, y asi moría aquel nigromántico.
Estos tales nunca tenían placer ni
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530
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
contento, siempre andaban. mal ves-
tidos, y de mal gesto, ningún ami-
go tenían, ni entraban en casa de
nadie, ni ninguno les quería bien;
y si era muger la que nacia en este
signo, aunque fuese principal, nun-
ca se casaba ni medraba, siem-
pre andaba de casa en casa, y to-
dos decian que el signo en que ha-
bla nacido, le habia dado aquella
mala condición.»
Yeicoatl. (Yei, tres, coatí, cule-
bra: «tres (día) culebra.») Era el
tercero día de la décima quinta tre-
cena del Tonalatnatl.
Los agüeros de los que nacían en
este día eran favorables, y por eso
á los que nacían en el primer día
de la trecena los bautizaban hasta
el tercero.
Yeicozcautli. (Yei, tres; coscau-
tli, águila de collar: «tres (día) águi-
la de collar.) Era el tercero día de la
segunda trecena del Tonalamatl.
Sobre los agüeros de los que na-
cían en este día dice Sahagún:
«Cualquiera que nacia; ora fuese
noble, ora plebeyo, en alguna de las
dichas casas, decian que habia de
ser cautivo en la guerra, y en to-
das sus cosas habia de ser desdi-
chado y vicioso, y muy dado á mu-
geres; y aunque fuese hombre va-
liente, al fin se vendería él mismo
por esclavo, y esto haría porque
era nacido en tal signo; mas decian,
que aunque fuese nacido en tal sig-
no mal afortunado, remediábase
por la destreza, y diligencia que ha-
cia por no dormir mucho, y hacer
penitencia de ayunar y punzarse,
sacando la sangre de su cuerpo, y
barriendo la casa donde se criaba,
y poniendo lumbre; y si en desper-
tando iba luego á buscar la vida
acordándose de lo que adelante ha-
bia de gastar si enfermase, ó con
que sustentase á sus hijos, y si
fuese cauto en las mercadurías que
tratase, y también se remediaba si
era entendido y obediente; y si su-
fría los castigos ó injurias que le
hacían sin tomar venganza de ellas.
Lo mismo decian de la muger que
nacia en este signo, que seria mal
afortunada: si era hija de princi-
pal, sería adultera, y morirla estru-
jada la cabeza entre dos piedras, y
viviría muy necesitada y trabajosa,
en estremada pobreza, y no seria
bien casada, porque decian que na-
ció en signo mal afortunado.»
Yeicuautli. (Yei, tres; cuautli,
águila: «tres (día) águila.») Era el
tercer día de la quinta trecena
del Tonalamatl,
Los que nacían en este día eran
mal afortunados en general, según
dice Sahagún.
Yeicuetzpalin. (Yei, tres; cuetB-
palin, lagartija: «tres (día) lagarti-
ja.») Era el tercer día de la décima
octava trece del Tonalamatl.
Sobre los agüeros de los que na-
cían en este día, dice Sahagún:
«Decían que era mal afortunado,
porque en él reinaba Quetsalcoatl,
que es dios de los vientos, y de los
torbellinos: que el que nacia en es-
te signo, seria noble, embaidor,
y que se transfiguraría en muchas
formas, y sería nigromántico, he-
chicero y maléfico, y que sabria to-
dos los géneros de hechicerías y
maleficios, transformándose en di-
versos animales; y si fuese hombre
popular, ó macevalli (macehual) se-
ría también hechicero y encanta-
dor, y embaidor, de aquellos que
llaman Temacpalitotique, y si fuese
muger sería hechicera.»
YeiehecatL (Yei, tres; ehecatl,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
531
viento: «tres (día) viento.») Era el
tercer día de la cuarta trecena del
Tonalamatl.
Sahagún, refiriéndose á los agüe-
ros de la trecena que empezaba por
Ce Xóchitl, de la cual es tercero día
Yeiehecatl, dice:
«Todas estas casas tenían por mal
afortunadas. También decían que
eran indiferentes, y que cualquiera
que nacía en ellas ó en alguna de
ellas, ora fuese noble, ora fuese popu-
lar, sería truhán, chocarrero y deci-
dor, su ventura sería su consolación,
y recibiría gran contento en estas
cosas, si fuese devoto á su signo; y
si no lo tenia en nada, aunque fuese
cantor ú oficial, y tuviera de comer,
hacíase soberbio, desdeñoso, ma^
acondicionado y presuntuoso, y no
tenia en nada á los mayores, ni á
los iguales, ni á los viejos, ni á los
mozos, pues con todos hablaría con
soberbia y con desden. A este tal
todos le tienen por desatinado, y di-
cen que dios le ha desamparado, y
que por su culpa há perdido su ven-
tura, y así todos lo menosprecian;
y él, viéndose menospreciado de to-
dos, de pena y congoja cae en algu-
na enfermedad, y con ella se empo-
brece y se hace solitario, olvidado
de todos, y desea su muerte y an-
sia por salir de esta vida, porque
nadie le ve, ni visita, ni hace cuen-
ta de él, y todo cuanto tiene se le
deshace como la sal en el agua, y
muere en pobreza que apenas tie-
ne con que amortajarse; y esto
le acontece por ser indevoto )'' mal
agradecido á su signo, y por ir tras
sus malas inclinaciones, desgarrán-
dose y despeñándose por sus vicios;
y decían que esto le acontecía por
haber perdido la ventura de su sig-
no; y si alguna muger nacía en el
que se llama Ce xuchitl, decían que
sería buena labrandera (ó bordado-
ra 6 perfiladora) pero era menes-
ter para gozar de esta habilidad,
que fuese devota á su signo, é hicie-
se penitencia todos los días en que
reinaba; y si esto no hacia, su signo
le era contrario, y viviría en pobre-
za y desechada de todos, y también
seria viciosa de su cuerpo, y vende-
riase públicamente: y decían que
aquello haría por razón del signo
en que había nacido, por que era
ocasionado á bien y á mal.»
Yei-itzcuintli. ( Yei, tres; itscuin-
ili^ perro: «tres (día) perro.») Era el
tercer día de la vigésima trecena
deí Tonalamatl.
Los que nacían en este día eran
afortunados.
Yeimalinalli. (Yei, tres; malina-
llij zacate torcido: «tres (día) zacate
torcido. ») Era el tercer día de la déci-
ma cuarta trecena del Tonalamatl,
Los que nacían en este día eran
afortunados.
Yeímaxtli. (Yei, tres; maxili,
braguero ó tapa rabo: «tres brague-
ros.») Nombre que daban á im es-
clavo que sacrificaban en honor de
Camaxtli, en la veintena décima
séptima.
YeimazatL ( Yei, tres; majsatl, ve-
nado ó ciervo: «tres (día) venado.»)
Era la novena trecena del Tonala-
matl,
«Eran muy afortunados, dice Sa-
hagún, los que nacían en este día y
á los que nacían en los dos días an-
teriores los bautizaban en el tercer
día para que alcanzaran su buena
fortuna.»
Yeimiquiztli. (Yei, tres miquis-
tu, muerte: «tres (día) muerte.») Era
el tercer día de la duodécima trece-
na del Tonalamatl.
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532
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Los que nacían en este día tenían
muy buena suerte y eran prósperos.
YeiocelotL (Yei, tres; ocelotl, ti-
gre: «tres (día) tigre.») Era el tercer
día de la octava trecena del Tona-
lamatl.
Los que nacían en este día eran
muy afortunados y en él bautiza-
ban á los que nacían en los dos pri-
meros días de la trecena.
Yeiolin. (Yei, tres; ollin, movi-
miento: «tres (día) movimiento.»)
Era el tercer día de la décima no-
vena trecena del TonalamatL
Los agüeros para los que nacían
en ese día eran muy favorables.
YeiozomaÜL (Yei, tres; osonta-
tu, mona: «tres (día) mona.») Era el
tercer día de la décima séptima tre-
cena del TonalamatL
Era de buen agüero nacer en es-
te día, y en él bautizaban á los que
nacían en los días anteriores.
YeiquiahuitL (Yei, tres; quia-
huitl, lluvia: «tres (día) lluvia.») Era
el tercer día de la décima tercera
trecena del TonalamatL
Los que nacían en este día eran
afortunados.
YeiteopatL (Yei, tres tecpatl, pe-
dernal: «tres (día) pedernal.») Era
el tercer día de la décima sexta tre-
cena del TonalamatL
Los que nacían en este día eran
afortunados.
Yeitoohtli (Yei, tres; tochtli, co-
nejo: «tres (día) conejo.») Era el ter-
cer día de la sexta trecena del To-
nalamatL
Sobre el agüero de los que nacían
en este día, dice Sahagún:
«La tercera casa de este signóse
llamaba Eytochtli: decían que esta
casa era bien afortunada, y los que
en ella nacían tenían de comer con
muy poco trabajo: decían que como
los conejos se mantienen de cosas
del campo y no trabajan por lo que
han de comer y beber, sino que en
todo lugar lo hallan á la mano; del
mismo modo los que nacían en este
signo sin mucho trabajo eran ri-
cos.»
YeixochitL (Yei, tres; xochitl,
flor; «tres (día) flor.») Era el tercer
día de la décima tercera trecena del
TonalamatL
Los que nacían en este día eran
prósperos y bienaventurados.
Yoalehecatl. (Yoalli, noche; ehe-
cali, viento: «viento de la noche.»)
Orozco y Berra y Chavero dicen
que se le daba el nombre «Viento
de la noche» al dios Tescatlipoca, A
propósito de esto, dice Chavero:
«La idea abstracta de la divinidad
invisible está patente en la oración
de los sacerdotes en tiempo de peste.
Decíanle á Tescatlipoca: «¡Oh vale-
roso señor nuestro, deba jo de cuyas
alas nos amparamos, defendemos y
hallamos abrigo! tú eres invisible
y no palpable bien así como la no-
che y el aire.» Mas notemos que los
mexica, al mismo tiempo que de su
dios formaban un ser ideal, no po-
nían en olvido sus circimstancias
materiales. Tescatlipoca es invisi-
ble; pero lo es como la noche y el
aire, pues la luna parece caminar
sobre el viento nocturno. Así es
que refiriéndose á las cualidades fí-
sicas del astro, según las concebían
los mexica, le dicen en la misma
oración: «acábese ya, señor, este hu-
mo y esta niebla de vuestro enojo,
y apagúese también el fuego que-
mante y abrasador de vuestra ira,
venga la serenidad y claridad, co-
miencen ya las avecillas de vues-
tro pueblo á cantar y á escollarse
al sol: dadles tiempo sereno, en que
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
533
OS llamen y en que hagan oración
y os conozcan. » Y es que para los me-
xica la noche era el vientre de todo
mal y toda desgracia, y la luz del
sol, manantial de bienes y alegrías:
figurábanse, pues, causa de la peste
el humo y la niebla del astro que ca-
mina en el viento nocturno. En otra
oración lo llamaban YaolUehecatl.
viento de la noche, y le demandaban
socorro contra la pobreza como an-
tes se lo habían pedido contra la
peste.»
Orozco y Berra, describiendo á
los dioses del panteón mexicano,
siguiendo á Torquemada dice:
«El primero y el mas importante
era Tescatlipoca, espejo resplande-
ciente. En este mito están mezcla-
das las ideas más encontradas: la
unidad, la dualidad y la pluralidad;
el espíritu y la materia; el hombre
y el dios; el bien y el mal, ya en lu-
cha, ya perfectamente unidos. Sus
nombres son varios como sus oficios,
Yoalltehecatl, viento de la noche.»
Refiriéndose el mismo autor al
culto que tributaban á Tescatlipo-
ca, continúa diciendo:
«En las oraciones que se le diri-
gían, se le dice: «tu eres invisible y
no palpable,, bien así como la no-
che y el aire.» Eres eterno creador
del cielo y del infierno, alma del
universo, seflor de la tierra, gober-
nador del mundo, seflor de las ba-
tallas y de las riquezas. «Penetráis
con una vista las piedras y. árboles
viendo lo que dentro está escondi-
do, y por la misma razón veis y en-
tendéis lo que está dentro de nues-
tros corazones, y veis nuestros pen-
samientos. Nuestras ánimas en
vuestra presencia son como \m po-
co de humo de niebla que se levan-
ta de la tierra.»
El P. Sahagún dice que el nom-
bre de Yoalehecaíl, «Viento de la
noche» se le daba á Quetsalcoatl, y
en nada se refiere á Tescatlipoca,
Llama la atención que ni Orozco y
Berra ni Chavero den alguna ex-
plicación sobre la diferente aplica-
ción del nombre.
El pasaje de Sahagún si no es
muy explícito, es suficiente para
creer que la tal significación se le
daba á Quetsalcoatl porque los tol-
tecas, de quienes procedían los na-
hoas á que se se refiere Sahagún,
nunca adoraron á Tescatlipoca, si-
no á Quetsalcoath del cual era ene-
migo aquel dios. (Véase Tobello.)
El pasaje de Sahagún es el si-
guiente:
«Los Nahoas, eran los que habla-
ban la lengua mexicana, aunque no
la pronunciaban tan clara, como los
perfectos mexicanos, y estos Na-
hoas» también se llamaban Chichi-
mecas, y decían proceder de la ge-
neración de los Tultecas, que que-
daron cuando los demás salieron de
su pueblo, y lo abandonaron, lo
que acaeció en tiempo, en que el di-
cho Quesalcoatl, se fue á la región
de Tlapallan, No eran inhábiles
estos NahoaSy porque tenían su re-
pública con seflor, Caciques, y prin-
cipales que lo regían, y procura-
ban de engrandecer, y aumentar su
estado: tenían su manera de rego-
cijo, de cantar y bailar con que
regocijaban su república, y toda la
gente tenía bien de comer y beber.
Tenían también oficios, eran prós-
peros y ricos, en poseer ropas, jo-
yas, plumas bellas, y otras rique-
zas, casas, sementeras y trojes lle-
nas: tenían dios á quien adoraban-
invocaban, y rogaban pidiendo lo
que les convenía y le llamaban
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Yoallihecail, que quiere decir noche
y aire, ó opú invisible y le eran de-
votos.»
Si el pasaje preinserto no es ex-
plícito, sí lo es el Códice Zumárrag a,
en el cual, tratándose del origen del
mundo, se dice, según extracto he-
cho por Orozco y Berra, lo siguiente:
«Antes de la existencia del Uni-
verso, sólo había el cielo décimo-
tercero, en el cual vivían el dios
Tonacatecuhtli y su esposa Tona-
cacihuatl, por otro nombre Xochi-
quetzal: no reconocía origen, era
el principio de la creación. La pa-
reja divina procreó cuatro hijos; el
primogénito se llamó Tlatlauhqui-
tescatlipoca, de color rojo, adorado
por los de Tlaxcala y Huexotzingo
bajo el nombre de Camaxtle; el se-
gundo de peor índole que sus her-
manos, negro de color, apellidado
Yayauhqtiitezcatlipoca; el tercero
de rostro blanco, conocido por Que-
íBalcoail ó lahualicatl; (Yoalehe-
catl) el último cobrizo, á quien decían
Omiieotl, Inaquiacoatl , y era cono-
cido de los mexica por Huatsilo-
pochili, por ser zurdo.»
Yoaltecutli. ( Yoalli, noche; tecu-
tu, señor: «Señor de la noche.»)
Nombre que daban á una de las es-
trellas del Cinturón de Orion. Cla-
vigero, refiriéndose á esta estrella,
dice:
«Dios de la noche, era, según
creo, el mismo Mextli, 6 la luna.
Otros dicen que era el Tonatt'uh, ó
sol, y otros que era un numen dife-
rente de aquellos dos. A esta divi-
nidad encomendaban sus hijos pa-
ra que les diese sueño.»
Sobre el ruego que se hacía á es-
te dios para que les diese sueño á
los niños, se lee en otro pasaje de
Clavigero lo siguiente:
«Antes de poner los instrumen-
tos en las manos del recien nacido,
rogaba la partera á los niños con-
vidados que le pusiesen nombre, y
ellos le daban el que les habían su-
gerido los padres. Después lo ves-
tía la partera y lo ponía en la cuna,
rogando á Yoaltícitl, diosa de las
cunas, que lo guardase y calentase
en su seno, y á Yoaltecutli, dios de
la noche que lo adormeciese.»
Llama la atención que Clavigero
señale con incertidumbre el astro
al que llamaban Yoaltecutli, pues
todos los autores antiguos están
conformes en señalar con tal nu-
men á una estrella de Orion; así
vemos que Sahagún, hablando de
la constelación que los antiguos lla-
maban los «Mastelejos,» dice:
«Hacia esta gente particular re-
verencia y también particulares
sacrificios á los mastelejos del cie-
lo, que andan cerca de las cabri-
llas, que es el signo del toro. Ejecu-
tábanlos con varias ceremonias,
cuando nuevamente parecían por
el oriente acabada la fiesta del sol:
después de haberle ofrecido incien-
so decían: «Ya ha salido Yoaltecu-
tli y Yacavistli: ¿que acontecerá es-
ta noche, ó que fin tendrá, próspe-
ro ó adverso? Tres veces pues,
ofrecían incienso, y debe ser, por-
que ellos son estrellas: la una vez
á primera noche, la otra á hora de
las tres, la otra cuando comienza á
amanecer. Llaman á estas estrellas
matnalhoastli, y por este mismo
nombre llaman á los palos con que
sacan lumbre, porque les parece
que tienen alguna semejanza con
ellas, y que de allí les vino esta ma-
nera de sacar fuego. De aqui to-
maron por costumbre de hacer unas
quemadura en las muñeca á los va-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
535
renes, á honra de aquellas estrellas.
Decían que el que no fuese señala-
do con ellas cuando se muriese, que
allá en el infierno habían de sacar
el fuego de su muñeca, barrenán-
dola como cuando acá sacan el fue-
go del palo.
Orozco y Berra, siguiendo á Tor-
quemada, dice: «Las tres estrellas
del cinturón de Orion eran conoci-
das bajo la denominación de Yoal-
tecutliy Yacahui3tli, las tomaban
por agüero, y les ofrecían incien-
so á la prima noche, á la hora de
las tres y al alba.»
En otro lugar el mismo autor, ex-
plicando las figuras de animales del
Tonalamatl, (¡Ác^\
• «Por último, en el cuádrete de-
bajo del sol se mira una marippsa
nocturna, teniendo entre las ante-
nas al dios Yohualteuctliy señor de
la noche; numen de los criminales
que han menester las tinieblas, co-
mo los ladrones, merecía reveren-
cia especial á los hechiceros y los
astrólogos le suponían particular
influencia en los pronósticos: rei-
naba por la noche en compañía de
los señores de los dias, dando á
éstos la parte que del dominio le to-
caba, por cuya razón le pintaban
á veces con dos rostros: gozaba fies-
ta particular con sacrificios la no-
che que se contaba el signo Nahui
Olltn, y todos los dias del año, al
anochecer, le invocaban é incesaban
los sacerdotes del templo del sol.»
Yoalteuctin. ( Yoalli, noche; teuc-
Un, señores, plural de teuctli 6 te-
cutli, señor: «señores de la noche.»
Eran nueve dioses que se iban
sucediendo de uno en uno en los
días del Tonalamatl. Tenía por ob-
jeto esta sucesión distinguir dos fe-
chas ó días del mismo nombre del
Tonalamatl en un mismo año so-
lar.
Había también otras divinidades
en número de trece, que se iban su-
cediendo, también de uno en uno,
en los trece días de los períodos
trecenales. El objeto de esta suce-
sión era distinguir los días de las
trecenas, así como nosotros distin-
guimos los de las semanas con los
nombres Lunes, Martes, Miércoles,
etc. A estos trece dioses los llama-
ban Tonalteuctin, (V.) «Señores del
día,» para distinguirlos de los de
la noche. A unos y á otros los lla-
maban también «Los Acompaña-
dos.»
Para comprender claramente el
uso que se hacía en el Tonalamatl
de la sucesión de estos dioses, re-
producimos aquí la luminosa expo-
sición que sobre la materia hace
Chavero:
«Hecha la combinación del perío-
do cíclico, se necesitaba formar la
del año, pues corriendo por todos
los cincuenta y dos el de doscien-
tos sesenta días, cabía más de uno
y menos de dos de éstos en un solar
de trescientos sesenta y cinco días.
Resultaba que desde la décima cuar-
ta veintena de las diez y ocho del
año solar, tenían que repetirse los
símbolos de los dioses con los mis-
mos numerales que les corres-
pondieron antes en el principio
del año, lo que producía la confu-
sión que habían querido evitar
combinando la cronología ritual con
la civil. Para no equivocarse, ha-
brían tenido necesidad de agregar
al signo del día el del mes respec-
tivo, lo que les hubiera hecho per-
der la ventaja que tenían en el To-
nalamatl, de señalar cualquiera
fecha con solo el símbolo del día.
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536
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Introdujeron entonces su número
sagrado nueve para ciertos signos
nuevos que llamaron señores acom-
pañados de la noche, Estos corrían
con los días desde el primero del
aflo: al llegar al nuevo período de
doscientos sesenta, tenían que repe-
tirse éstos con sus mismos numera-
les; pero sobraba un acompañado,
de modo que se evitaba la confu-
sión, porque éste correspondía á
distinto signo de día en la primera
y segunda parte del año. Los acom-
pañados son:
Xiuhtletl, dios del fuego.
Tecpatl, pedernal, uno de los sig-
nos iniciales.
Xóchitl, flor.
Centeotl, diosa del maíz.
Miquitstli, muerte.
Atl, agua, representada por Chah
chiuhtlicue.
Tlasolteoil, la diosa de los amo-
res deshonestos.
Tepeyolotli, corazón del monte.
Quiahuiil, la lluvia, representada
por Tlaloc.
«Esta nueva combinación sólo exi-
gía que los acompañados corriesen
en los trescientos sesenta días del
año y no en los nemontemi. De ma-
nera que en el ciclo de cincuenta y
dos años solares había cuatro tlal-
pilli de trece años solares, setenta
y tres de á doscientos sesenta días,
entraban novecientos cuarenta y
nueve veces los signos de los días
y dos mil ochenta los de los acom-
pañados.
«Por haberse tomado por base de
esta reforma el año de la estrella
de la tarde y haberla hecho el sacer-
docio de Quetsalcoatl, se dijo que
éste inventó el calendario; lo que ex-
plicaba también que fuese padre
del sol y que éste á su nacimiento
necesitase que lo empujara el aire
de que aquél era dios.
«El año religioso y el civil con-
tinuaron corriendo durante el ciclo
de cincuenta y dos años lo mismo que
antes.»
Después de explicar el mismo
autor la estructura del Calendario de
los mexicanos después de la refor-
ma, agrega:
«La segunda división de los días
era relativa á los nueve acompaña-
dos. En esto también encontramos
una reforma en el calendario civil
de los mexica. Agregando sucesiva-
mente los nueve acompañados, ve-
nían á hacer su evolución completa
en los cincuenta y dos años, lo que
era una confusión para el vulgo;
además como el calendario civil es-
taba basado en el ritual de doscien-
tos sesenta días, no correspondían
exactamente á éste los nueve acom-
pañados, y así en la tabla de días
del Códice Borgiano encontramos
primeramente los acompañados de
9 en 9 y nueve veces, y después de 7
en 7 y siete veces, lo cual da 9X9
Zl81, y 7X7=49; sumando tenemos
81+49=130; dos veces 130 produ-
cen 260; y por este método sencillo
los acompañados concurren con los
días en el período ritual y terminan
con él. Esta explicación consta en
las pinturas, y tiene, además, en su
apoyo, la autoridad de Fábrega,
aunque éste cree que pertenece tal
sistema al calendario astronómico.
Es del civil: los mexica prescindie-
ron del cómputo de los nemontemi;
no les ponían signo como los tolte-
ca; pasaban sin nombre por ser días
inútiles, y entonces, con el antiguo
cómputo de los acompañados, re-
sultaba su repetición exacta en to-
dos los años en las mismas fechas.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
537
Esto se obvió por el nuevo método,
pues producía la diferencia de acom-
pañados lo mismo que la de días en
todos los trece años del tlalpilli.
«Mas para conseguirlo era preci-
so conservar la división en trece-
nas de los veinte días en todo el
curso de los trescientos setenta días
útiles del año. Así la primera tre-
cena quedó de la siguiente manera:
1. Cipactli.
2. Ehecatl.
3. Calli.
4. Quetspallin.
5. Cohuatl,
6. Miquistli.
7. MasatL
8. Tochtli,
9. AtL
10. Itscuintli.
11. Osomatli,
12. Málinalli,
13. AcatL
«Los otros siete días volvieron á
comenzar la numeración, y queda-
ron así:
1. OcelotL
2. Cuauhtli,
3. Coscacuauhtli,
4. Ollin,
5. Tecputl.
6. Quiahutli,
7. Xóchitl
«Continuando la numeración de
trece en trece y los meses de vein-
te en veinte días se formaba la com-
binación del calendario civil.
«Tenemos como último período
de los días el mes de á veinte, por
lo tanto en los trescientos sesenta
días, útiles del año había diez y
ocho meses ó veintenas.»
Continuando el mismo autor la
explicación del Tonalamatl, dice:
«Creemos bastantes estos datos
para dar idea de la combinación del
Tonalamath y ya solamente expli-
caremos otro de sus elementos, los'
señores acompañados de la no-
che. No son sólo como los veinte
días, significaciones repetidas de los
cuatro astros, son nueve expresio-
nes de la noche misma. Según Ga-
ma y el señor Orozco son:
1. Xiuhtecutli Tletl.
2. Tecpatl
3. Xóchitl
4. Centeotl
5. MiquÍBtli,
6. Atl
7. Tlasolteotl
8. Tepeyolotli,
9. Tlaloc Quiahuitl
«Boturini les da otros nombres
que corresponden á las mismas
ideas.
1. Xiuhtehueyohua, ó Xiuhtecuh-
yohua como debe ser. Tecuhyohua,
quiere decir señor de la noche y
Xiuh representa la raíz de Xiuh-
tletl
2. Itstecuhyohuatl, Itstli es la ob-
sidiana y sustituye aquí á Tecpatl,
pedernal.
3. Piltsintecuhyohua, dios de los
niños.
4. Cintecuhyohua.
5. Mictlantecuhyohua en vez de
Miquistli, es decir, el dios de los
muertos, en lugar de la muerte mis-
ma.
, 6. Chalchihuitlicueyohua 6 Chai-
chiuhtlicue en vez de Atl, la diosa
del agua, en lugar del agua misma.
7. Tlasolyohua.
8. Tepeyoloyohua.
9. Quiauhteucyohua ó QuiauMe-
cuhyohua más bien.
«Ya hemos visto el primer signo,
al cual llamaremos simplemente
Xiuhtletl ó Tletl, según lo reduce
Gama, como símbolo nocturno. Del
135
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538
ANALES DBL MUSBO NACIONAL
fuego nace el sol como de la noche
sale el día; y así bajo este aspecto
fuego y sol representan ideas opues-
tas: si el sol es el gran signo diur-
no, Xiuhtleil es el primer símbo-
lo nocturno.
«El segundo es tecpath la luz de
la estrella da la tarde, el crepúsculo
principio de la noche.
«El tercero es Xóchitl, último día
del Tonalamatl, por lo que repre-
sentaba la muerte y la noche, y así
lo hemos visto como símbolo en el
Mictlan,
«El cuarto es Centeotl, diosa
del maíz. Teníanla por deidad noc-
turna que andaba gimiendo por las
calles, y de ahí viene la leyenda po-
pular de la llorona. Se nos figura
que representaba para los mexi-
ca el viento de la noche resonando
entre los maizales.
«El quinto es Miquistli 6 Mictlan-
tecuhtli, y bajo esta forma está en
los Códices Vaticano y Telleria-
No. La muerte, noche de la vida, era
expresivo símbolo nocturno.
«El sexto es All, el agua en que
reposa el fuego y de donde sale el
día.
«El séptimo es Tlasolteoth deidad
de los amores impuros, cuyo nom-
bre significa literalmente el dios de
la inmundicia. La noche es á pro-
pósito para la deshonestidad, y esa
diosa era, por lo mismo, símbolo
nocturno. Llamábanla también
Tlaelquani 6 comedora de cosas su-
cias, é Ixcuina, porque suponían
que eran cuatro hermanas: la prime-
ra se llamaba Tiacapan, la segunda
Teicu, la tercera Tlaco y la cuarta
Xucotsin. Tenían á esta diosa por
protectora de los amores ocultos,
con poder para provocarlos y virtud
para perdonarlos.
«El octavo acompañado es Tepe-
yolotli, que literalmente significa co-
razón de las montañas. Sin duda
las creían llenas de agua, porque de
ellas brotan los manantiales y na-
cen los ríos, y así ponían en su cen-
tro una imagen de Ualoc para re-
presentar el Tepeyolotli. Pero aquí
tiene otra significación que nos da
el intérprete del Códice Vaticano.
Tepeyolotli era el eco: en el silen-
cio nocturno los sonidos se repercu-
ten, y así podemos decir que ese
signo expresaba la voz de la noche.
«El último acompañado es Tlaloc
y Quiahuitl y se representaba con
el símbolo del primero. Tlaloc, Quia-
huitl y la luna se confunden, y este
signo era significación del astro de
la noche.
«Así los nueve acompañados nos
expresaban otra idea que la noche
misma. Su primer objeto fué, según
recordaremos, que al repetirse en el
año de trescientos sesenta y cinco
días los del Tonalamatl de doscien-
tos sesenta, no se confundiesen y
se distinguieran por sus diferentes
acompañados. Pero como que es-
to trajese un trastorno en los tlal-
pilli xiuhtlalpilli y período máxi-
mo del calendario astronómico, por-
que los nueve acompañados no ha-
cían ciclo, se prescindió de aquella
ventaja por el mayor mal que cau-
saba; y ya hemos visto cómo en el
Códice Borgiano se computan pri-
mero de nueve en nueve y después
de siete en siete para terminar su
evolución en los doscientos sesen-
ta días del Tonalamatl. Como .esta
idea difiere de la emitida por los
historiadores y aun el Señor Oroz-
co pone una tabla de correspon-
dencia de los acompañados según el
sistema antiguo, no nos habría bas-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
53Q
tado el dato del Códice Borgiano
aunque es de por sí respetabilísimo;
pero hemos encontrado la confir-
mación de la idea en los tonalamatl
de M. Aubin y de la Biblioteca de
París. Corren los acompañados en
su orden veintiséis veces, es decir,
por doscientos treinta y cuatro días
ó sea diez y ocho trescenas; si así
continuaran sobraría un acompaña-
do al cabo de los doscientos sesenta;
pero se siguen sólo cinco y en orden
trastornado: Cenieotl, Xóchitl, Tec-
patl, Tletl y Quiahuitl; luego te-
peyolotli; en seguida siete también
trastornados; á continuación los
nueve en desorden; y finalmente
Tecpatl, Centeotl, Ail, y en una mis-
ma casilla juntos Tepeyolotliy Quia-
huitl. El sistema es diverso pero
el resultado es idéntico; terminar el
Tonalamatl con el último acompa-
ñado, y comenzar de nuevo su cuen-
ta con el siguiente período de dos-
cientos sesenta días de igual mane-
ra que éstos. Ya con datos tan pre-
cisos y siguiendo la pintura de M.
Aubin, podemos formar acertada-
mente el Tonalamatl ó año de dos-
cientos sesenta días, distinguiéndo-
lo en sus veinte trecenas.
Primera Trecena.
1. Cipactli, Xiuhtecuhtli Tletl.
2. Ehecatl, Tecpatl.
3. Calli, Xóchitl.
4. Cuetzpallin, Centeotl.
5. Cohuatl, Miquiztli.
6. Miquiztli, Atl.
7. Mazatl, Tlazolteotl.
8. Tochtli, Tepeyolotli.
9. Atl, Quiahuitl.
10. Itzcuintli, Tletl.
11. Ozomatli, Tecpatl.
12. Malinalli, Xóchitl.
13. Acatl, Centeotl.
Segunda Trecena.
1. Ocelotl, Miquiztli.
2. Cuauhtli, Atl.
3. Cozcacuauhtli, Tlazolteotl.
4: Ollin, Tepeyolotli.
5. Tecpatl, Quiahuitl.
6. Quiahuitl, Tletl.
7. Xóchitl, Tecpatl.
8. Cipactli, Xóchitl.
9. Ehecatl, Centeotl.
10. Calli, Miquiztli.
11. Cuetzpallin, Atl.
12. Cohuatl, Tlazolteotl.
13. Miquiztli, Tepeyolotli.
Tercera Trecena
1. Mazatl, Quiahuitl.
2. Tochtli, Tletl.
3. Atl, Tecpatl.
4. Itzcuintli, Xóchitl.
5. Ozomatli, Centeotl.
6. Malinalli, Miquiztli.
7. Acatl, Atl.
8. Ocelotl, Tlazolteotl.
9. Cuauhtli, Tepeyolotli.
10. Cozcacuauhtli, Quiahuitl.
11. Ollin, Tletl.
12. Tecpatl, Tecpatl.
13. Quiahuitl, Xóchitl.
Cuarta Trecena.
1. Xóchitl, Centeotl.
2. Cipactli, Miquiztli.
3. Ehecatl, Atl.
4. Calli, Tlazolteotl.
5. Cuetzpallin, Tepeyolotli.
6. Cohuatl, Quiahuitl.
7. Miquiztli, Tletl.
8. Mazatl, Tecpatl.
9. Tochtli, Xóchitl.
10. Atl, Centeotl.
11. Itzcuintlii Miquiztli.
12. Ozomatli, AtJ.
13. Malinalli, Tlazolteotl.
Quinta Trecena.
1. Acatl, Tepeyolotli.
2. Ocelotl, Quiahuitl.
3. Cuauhtli, Tletl.
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540
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
4. Cozcacuauhtli, Tecpatl.
8. Quiahuitl, Quiahuitl.
5. Ollin, Xóchitl.
9. Xóchitl, Tletl.
6. Tecpatl, Centeotl.
10. Cipactli, Tecpatl.
7. Quiahuitl, Miquiztli.
11. Ehecatl, Xóchitl.
8. Xóchitl, Atl.
12. Calli, Centeotl.
9. Cipactli, Tlazolteotl.
13. Cuetzpallin, Miquiztli.
10. Ehecatl, Tepeyolotli.
11. Calli, Quiahuitl.
Novena Trecena.
12. Cuetzpallin, Tletl.
1. Cohuatl, Atl.
13. Cohuatl, Tecpatl.
2. Miquiztli, Tlazolteotl.
3. Mazatl, Tepeyolotli.
Sexta Trecena.
4. Tochtli, Quiahuitl.
1. Miquiztli, Xóchitl.
5. Atl, Tletl.
2. Mazatl, Centeotl.
6. Itzcuintli, Tecpatl.
3. Tochtli, Miquiztli.
7. Ozomatli, Xóchitl.
4. Atl, Atl.
8. Malinalli, Centeotl.
5. Itzcuintli, Tlazolteotl.
9. Acatl, Miquiztli.
6. Oxomatli, Tepeyolotli.
10. Ocelotl, Atl.
7. Malinalli, Quiahuitl.
11. Cuauhtli, Tlazolteotl.
8. Acatl, Tletl.
12. Cozcacuauhtli, Tepeyolotli.
9. Ocdotl, Tecpatl.
13. Ollin, Quiahuitl.
10. Cuauhtli, Xóchitl.
11. Cozcacuauhtli, Centeotl.
Décima Trecena.
12. Ollin, Miquiztli.
1. Tecpatl, Tletl.
13. Tecpatl, Atl.
2. Quiahuitl, Tecpatl.
3. Xóchitl, Xóchitl.
Séptima Trecena.
4. Cipactli, Centeotl.
1. Quiahuitl, Tlazolteotl.
5. Ehecatl, Miquiztli,
2. Xóchitl, Tepeyolotli.
6. Calli, Atl.
3. Cipactli; Quiahuitl.
7. Cuetzpallin, Tlazolteotl.
4. Ehecatl, Tletl.
8. Cohuatl, Tepeyolotli.
5. Calli, Tecpatl.
9. Miquiztli, Quiahuitl.
6. Quetzpallin, Xóchitl.
10. Mazatl, Tletl.
7. Cohuatl, Centeotl.
11. Tochtli, Tecpatl.
8. Miquiztli, Miquiztli.
12. AtL Xóchitl.
9. Mazatl, Atl.
13. Itzcuintli. Centeotl.
10. Tochtli, Tlazolteotl.
11. Atl, Tepeyolotli.
Undécima Trecena.
12. Itzcuintli, Quiahuitl.
1, Ozomatli, Miquiztli.
13. Ozomatli, Tletl.
2. Malinalli, Atl.
3. Acatl, Tlazolteotl.
Octava Trecena
4. Ocelotl, Tepeyolotli.
1. Malinalli, Tecpatl.
5. Cuauhtli, Quiahuitl.
2. Acatl, Xóchitl.
6. Cozcacuauhtli, Tletl.
3. Ocelotl, Centeotl.
7. Ollin, Tecpatl.
4. Cuauhtli, Miquiztli.
8. Tecpatl, Xóchitl.
5. Cozcacuauhtli, Atl.
9. Quiahuitl, Centeotl.
6. Ollin, Tlazolteotl.
10. Xóchitl, Miquiztli.
7. Tecpatl, Tepeyolotli.
11. Cipactli, Atl.
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SEGUNDA £POCA. TOMO V.
541
12. Ehecatl. Tlazolteotl.
13. Calli, Tepeyolotli.
Duodécima Trecena
1. Cuetzpallin, Quiahuitl.
2. Cohuatl, Tletl.
3. Miquiztli, Tecpatl.
4. Mazatl, Xóchitl.
5. Tochtli, Centeotl.
6. Atl, Miquiztli.
7. Itzcuintli, Atl.
8. Ozomatli, Tlazolteotl.
9. Malinalli, Tepe3'^olotli.
10. Acatl, Quiahuitl.
11. Ocelotl, Tletl.
12. Cuauhtli, Tecpatl.
13. Cozcacuauhtli, Xóchitl.
Décimatercera Trecena.
1. OUin, Centeotl.
2. Tecpatl, Miquiztli.
3. Quiahuitl. Atl.
4. Xóchitl, Tlazolteotl.
5. Cipactli, Tepeyolotli.
6. Ehecatl, Quiahuitl.
7. Calli, Tletl.
8. Cuetzpallin, Tecpatl.
9. Cohuatl, Xóchitl.
10. Miquiztli, Centeotl.
11. Mazatl, Miquiztli.
12. Tochtli, Atl.
13. Atl, Tlazolteotl.
Décimacuarta Trecena
1. Itzcuintli. Tepeyolotli.
2. Ozomatli, Quiahuitl.
3. Malinalli, Tletl.
4. Acatl, Tecpatl.
5. Ocelotl. Xóchitl.
6. Cuauhtli, Centeotl.
7. Cozcacuauhtli, Miquiztli.
8. Ollin, Atl.
9. Tecpatl, Tlazolteotl.
10. Quiahuitl, Tepeyolotli.
11. Xóchitl. Quiahuitl.
12. Cipactli, Tletl.
13. Ehecatl, Tecpatl.
I
DÉCIMAQUINTA TRECENA.
1. Calli, Xóchitl.
2. Cuetzpallin, Centeotl.
3. Cohuatl, Miquiztli.
4. Miquiztli, Atl.
5. Mazatl, Tlazolteotl.
6. Tochtli, Tepeyolotli.
7. Atl. Quiahuitl.
8. Itzcuintli, Tletl.
9. Ozomatli, Tecpatl.
10. Malinalli, Xóchitl.
11. Acatl, Centeotl.
12. Ocelotl, Miquiztli.
13. Cuauhtli, Atl.
Décimasexta Trecena.
1. Cozcacuauhtli, Tlazolteotl.
2. Ollin, Tepeyolotli.
3. Tecpatl, Quiahuitl.
4. Quiahuitl, Tletl.
5. Xóchitl, Tecpatl.
6. Cipactli, Xóchitl
7. Ehecatl, Centeotl.
8. Calli, Miquiztli.
9. Cuetzpallin, Atl.
10. Cohuatl, Tlazolteotl.
11. Miquiztli. Tepeyolotli.
12. Mazatl, Quiahuitl.
13. Tochtli, Tletl.
Décimaséptima Trecena.
1. Atl. Tecpatl.
2. Itzcuintli, Xóchitl.
3. Ozomatli, Centeotl.
4. Malinalli, Miquiztli,
5. Acatl, Atl.
6. Ocelotl, Tlazolteotl.
7. Cuauhtli, Tepeyolotli.
8. Cozcacuauhtli, Quiahuitl.
9. Ollin, Tletl.
10. Tecpatl, Tecpatl.
11. Quiahuitl, Xóchitl.
12. Xóchitl. Centeotl.
13. Cipactli, Miquiztli.
DÉCIMAOCTAVA TRECENA.
1. Ehecatl, Atl.
2. Calli, Tlazolteotl.
136
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542
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
3. Cuetzpallin, Tepeyolotli.
4. Cohuatl, Quiahuitl.
5. Miquiztli, Tletl.
6. Mazatl, Tecpatl.
7. Tochtli, Xóchitl.
8. Atl, Centeotl.
9. Itzcuintli, Miquiztli.
10. Ozomatli, Atl.
11. Malinalli, Tlazolteotl.
12. Acatl, Tepeyolotli.
13. Ocelotl, Quiahuitl.
Décimanona Trecena.
1. Cuauhtli, Centeotl.
2. Cozcacuauhtli, Xóchitl.
3. Ollin, Tecpatl.
4. Tecpatl, Tletl.
5. Quiahuitl, Quiahuitl.
6. Xóchitl, Tepeyolotli.
7. Cipactli, Atl.
8. Ehecatl, Miquiztli.
9. Calli, Centeotl.
10. Quetzpallin, Xóchitl.
1 1. Cohuatl, Tecpatl.
12. Miquiztli, Tletl.
13. Mazatl, Tepeyolotli
Vigésima Trecena.
1. Tochtli, Miquiztli.
2. Atl, Tlazolteotl.
3. Itzcuintli, Xóchitl.
4. Ozomatli, Tepeyolotli.
5. Malinalli, Tletl.
6. Acatl, Miquiztli.
7. Ocelotl, Atl.
8. Cuauhtli, Tlazolteotl.
9. Cozcacuauhtli, Quiahuitl.
10. Ollin, Tecpatl.
11. Tecpatl. Centeotl.
12. Quiahuitl, Atl.
13. Xóchitl, Tepeyolotli y Quiahuitl.
«Si bien reflexionamos, además de
su representación general de sím-
bolos nocturnos, tenían referencia
los acompañados á los cuatro as-
tros de la siguiente manera y de
dos en dos.
Sol, Tletl y Atl.
Estrella de la tarde, Tecpatly Mi-
quistli,
Lima, Tepeyolotli y Quiahuitl.
Tierra, Xóchitl y Centeotl.
«Sobra un acompañado, que es
Tlasolteotl, y ya sabemos cómo es lo
mismo que Teonexquimilli, la ne-
gra noche, la noche misma.
«Sin objeto ya los acompañados
para distinguir los días, quedaron
de gran utilidad para los agüeros.
La astrología judiciaria era impor-
tantísima para los mexica: cada día
su agüero especial; las crónicas tra-
tan de ellos con alguna extensión;
ciertos agüeros eran bien conoci-
dos del pueblo, todos sabían el ho-
róscopo de ciertos signos; pero es-
tos se combinaban entre sí, nuevas
complicaciones tenían por sus acom-
pañados, los terceros símbolos y las
aves producían efectos diferentes,
á lo cual se agregaban como facto-
res importantísimos las deidades
que influían en la trecena. Cálculo
tan complexo no podía estar al al-
cance del vulgo, era ciencia reser-
vada á los sacerdotes, tonalpouh-
que, y el libro de esa ciencia era el
Tonalamatl.
«Institución del sacerdocio es la
astrología judiciaria y medio eficaz
en sus manos para dominar al pue-
blo ignorante había producido con-
secuencias tan trascendentales.
Formó una multitud preocupada y
fanática, entregada por completo
al capricho de la fortuna; y por na-
tural contagio pasó esa enfermedad
del alma á los grandes y á los mis-
mos sacerdotes, sin duda por la ten-
dencia á la admiración de lo desco-
nocido, tan fácil de desarrollar en
nuestro espíritu, y la cual no es más
que la manifestación de lo débil é
inferior del ser humano. Así pode-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
543
mos decir, y queremos fijarlo por
sus efectos trascendentales, que los
mexica eran esencialmente fatalis-
tas, y para todos ellos, grandes y
pequeños, el poder supremo, supe-
rior á sus mismos dioses, era el ha-
do caprichoso.»
En el artículo Tonalteuctin,
«Acompañados 6 Señores del Día,»
remitimos al lector al presente ar-
tículo, así es que hablaremos deta-
lladamente sobre el origen y objeto
de los tales «Acompañados del Día.»
Paso y Troncoso, en su sagaz in-
terpretación del Códice Borbónico,
al explicar las láminas I y II, ó más
bien dicho, al congeturar el conte-
nido de dichas láminas, pues no
existían en el Códice, se ocupa de
los «Señores del día y de la noche,»
y transcribimos aquí su interesan-
te exposición, por lo que se vendrá
en conocimiento de los «Señores del
Día,» y se ampliarán las ideas ex-
puestas por Cha vero sobre los «Se-
ñores de la noche.» El texto es el si-
guiente:
«Paginas I y II. En el original no
existen, por haber sido arrancadas
antes de vender el Códice á la Cá-
mara de Diputados de París, como
lo he dicho ya repetidas veces. Yo
las he repuesto de simples contor-
nos en el facsímile que publicaré;
pero no he llenado con figuras más
que las casillas de las dos series
pareadas horizontal y vertical, de-
jando en blanco el gran cuadro
de la izquierda, por no estar ente-
ramente seguro de lo que allí exis-
tiría. Sin embargo, por afinidad á
otros Códices, y para no dejar estas
dos páginas sin anotaciones, he
puesto en el margen superior los
nombres de los númenes que con
más probabilidad, pueden haber
existido aquí; así digo en la Página
I, después délas inscripciones comu-
nes, lo siguiente: Primer Trecena-
rio. (Signo ^e Cipaktli). Númenes:
TONAKATEUKTLiyTONACACIHUATL;y
en la Página II: Segundo Trecena-
rio (Signo ^E Ocelotl.)Numen:Ket-
CALKOATL.— Además para no dejar
en claro el espacio considerable del
gran cuadro de la izquierda, he
inscrito allí dos listas: una de 13
nombres colocados en serie numé-
rica del 1 al 13, y que corresponden
á los Señores de los 13 días de cada
período {Tonalteuktin)\ y otra de 9
nombres dispuestos en serie alfa-
bética desde la a hasta la /, y que
se refieren á los 9 Señores, Dueños
ó Acompañados de la noche, junto
de los cuales van señaladas sus di-
versas influencias ó venturas, se-
gún las ideas generalmente acepta-
das por los indios. Pongo á conti-
nuación las dos listas:
Señores de los días, Tonalteuktin.
1. Xiuhteuktli,
2. Tlalteuktli,
3. Xalxiuitl ikue.
4. Tonatiuh,
5. Tlacolteotl.
6. Miktlanteuktli,
7. Qinteotl.
8. Tlalok.
9. KeHalkoatl.
10. TegkaUipoca.
11. Xalmekateuktli.
12. Tlauí'ckalpan teuktli,
13. Citlallin ikue.
Señores Dueños ó Acompañados de la Noche,
YoHUALTEüKTiN (con SUS inñuencias ó ven-
turas.)
a. Xiuhteuktli, bueno.
b. iHtli, malo.
c. Píliftt^mteotl, bueno
d. Qinteotl, indiferente.
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544
ANA1.ES DEL MUSEO NACIONAI..
e. Miktlanteotl, malo.
f. Xalxiuitl i'y^^^indiferente.
g. TlaQolteotl, malo,
h. Tepeyollotl, bueno,
i. Tlalok, indiferente.
«Completando, además la obra de
los comentadores que han puesto
en las casillas de los días los nom-
bres de los mismos, traducidas al
castellano, lo he dispuesto yo en la
Página 1.* escritos en mexicano den-
tro de las casillas respectivas; y
en la Página 2.® pareado el nombre
castellano con el nauatl.
«De las dos listas arriba copia-
das, sin duda la de los Señores de
los días ó ToNALTEUKTiN, es la más
interesante, aunque la serie parez-
ca monótona, porque se repite por
todos los trecenarios en los mismos
lugares. Esto es precisamente lo
que nos rebela cuan importante sea
la serie completa en sus funciones,
pues aquellos 13 númenes repre-
sentaban para los indios exacta-
mente lo mismo que vale para nos-
otros la nomenclatura de los 7 días
de nuestra semana. Decimos, por
ejemplo Lunes por la Luna, Mar-
tes por Marte, Miércoles por Mer-
curio, etc., etc.; es decir, aplicamos
á los días de la semana los nom-
bres de las deidades planetarias
del Gentilismo. Los indios, repitien-
do su serie de 13 númenes, nos re-
velan, por medio del interesante
Códice que tenemos á la vista,
que también ellos distinguían los
nombres de su ciclo de días, que no
era de 7, ó semana, ó Septena-
rio como entre nosotros, sino de 13
ó Trecenario, por medio de otros
tantos nombres de númenes ó dei-
dades que consideraban de influen-
cia superior. Y para que las analo-
gías todavía sean más acentuadas,
vemos que así como varias deida-
des grecorromanas tenian aves de
predilección con las cuales andaban
casi siempre; por ejemplo: Júpiter
con el águila, Juno con el pavo
real, Venus con la paloma; etc., etc.;
los númenes indianos, gustaban
también de acompañarse con ciertas
aves: los dioses del fuego y de la
tierra, con 2 especies de colibrí, «//-
^itcilin; el dios del aire, con el ga-
llipavo, uexoloil;é[ Sol ó Tonatiuh,
con la codorniz, colh'n; el señor del
infierno, Miktlanteuktli, con la le-
chuza, xideitU; Te^katlipoca, dios
de la Providencia, con el buho, te-
kolotl; y así los demás de la lista,
con excepción de Q'nteoll, dios de
los mantenimientos, que no se jun-
taba con ave ninguna; pero que
gustaba de la compañía de otro ha-
bitante de las regiones aéreas, la
mariposa ó papalotl. Terminaré
refiriéndome á sus funciones para
decir: que los númenes de cada uno
de los días del trecenario repre-
sentaban probablemente los 13 cie-
los, ó mejor dicho mansiones, pues
en la lista vemos figurar á las 4
deidades que presidian sobre las
zonas de la Región elementar (tal
como la llamaban los antiguos en
el Viejo Mundo); esto es: Xiuhteuktli,
dios del fuego; Tlalteuktli» dios de
la tierra; xalxiuitl ikue, diosa del
agua; y Ket^al koall-Ehekatl, dios
del aire.»
Explicando el mismo autor, al in-
terpretar la lámina XXI del propio
Códice, la relación délos «Acompa-
ñados de la noche» con los días
del año, establece la regla siguiente:
^Los días y los años de número y
símbolo iguales tienen los mismos
acompañados nocturnos en la serie
de los tiempos.^
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
545
Por ser muy prolija la demostra-
ción de la verdad de esta regla y
por ser necesario para comprender-
la, tener á la vista varios códices
pictóricos, omitimos su inserción.
Toalticitl. (Yoalli, noche; ttcü I,
médico; «médica de la noche.») Ma-
dre general de los niños, diosa de
las cunas encargada de velar por
sus hijos.
Clavigero, hablando de los bau-
tismos, dice:
«Antes deponerlos instrumentos
en las manos del recien nacido, ro-
gaba la partera á los niños convi-
dados que le pusiesen nombre, y
ellos le daban el que les hablan su-
gerido los padres. Después lo ves-
tía la partera y lo ponía en la cuna,
rogando á Yoalticitl, diosa de las
cunas, que lo calentase y guarda-
se en su seno, y á Yoaltecutli, dios
de la noche que lo adormeciese.»
El P. Sahagún, hablando de las
múltiples ceremonias que prece-
dían, acompañaban y seguían á los
nacimientos de los indios, refiere la
gran influencia que la Yoalticitl te-
nía en estos sucesos. Desde los pri-
meros meses de la gestación inter-
venía la partera, y una de las pa-
rientas de la embarazada dirigía á
la partera la exhortación siguiente:
«Señora aquí estáis presente, y
os ha traído nuestro señor que está
en todo lugar, persona honrada y
digna de veneración; también aquí
están presentes los viejos y viejas
vuestros mayores: sabed pues se-
ñora que esta mosuela está preña-
da, la cual es mujer casada con N.
y también está aquí vuestro siervo
Sus padres y sus parientes os la
presentan y encomiendan, porque
nuestro señor que rige el mundo,
quiere hacer con ellos misericordia
en darles una piedra preciosa, y una
pluma rica, que es la criatura que
ya tiene dentro del vientre de la
madre que está aquí, que es es-
ta mosa vuestra siervaquese llama
N., la cual está casada con vuestro
siervo y criado N. Este la pone en
vuestras manos, en vuestro regazo,
y sobre vuestras espaldas; y tam-
bién los viejos y viejas, parientes,
padres y madres de ella, os enco-
miendan esta su hijita ahora. Se-
ñora, metedla en el baño como sa-
béis que conviene, que la casa de
nuestro señor llamado Xuchícal-
tsin, adonde se arrecian y esfuer-
zíin los cuerpos de los niños, por la
madre y abuela, que es la seño-
ra diosa llamada Yoalticitl, Entre
pues esta mosa en el baño por vues-
tra industria, porque ya ha llegado
al tiempo de tres ó cuatro meses que
ha concebido. ¿Que os parece, se-
ñora, de esto? No queremos que por
nuestro poco saber la pongamos en
ocasión de enfermedad: ¿por ventu-
ra aun no es tiempo de enderezarle
la criatura ni llegar á ella? Estas
palabras habéis oído en obsequio de
nuestra muy amada. Deseo conten-
to á vuestro corazón y á vuestro
cuerpo con toda salud: no hay otra
persona más hábil para hablaros
con aquella cortesía y concierto de
palabras que vos señora merecéis;
y si la hubiera, no la esconderían
estos viejos y viejas, padres y ma-
dres de los casados que aquí están,
que han brotado y procedido de los
abuelos y antepasados, señores y
progenitores de esta señora N., y de
su marido vuestro siervo y criado
N. Ellos ignoran lo que en su ausen-
cia se hace, porque ya están en
el recogimiento y encerramiento
que nuestro señor los puso: son ya
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546
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
idos á reposar á la casa donde to-
dos hemos de ir, la que está sin luz
y sin ventanas, donde ya están dan-
do descanso á sus dios, y padre de
todos nosotros, que es el dios del in-
fierno Mictlantecutli: ¡ojalá estuvie-
ran ellos presentes á este negocio,
pues ellos lloraran y se afligieran
por lo que ahora tenemos nosotros
como sueño, que es la fiesta gran-
de, y la maravilla que nuestro se-
ñor les quiere dar! Si ellos vivieran,
os hablaran y rogaran según vues-
tro merecimiento; pero por estar
ausentes, nosotros sus sucesores
hacemos niñerías y muchachadas,
en pronunciar palabras tartamu-
deando aqui en vuestra presencia,
sin orden ni concierto, trabajando
de presentarnos nuestra necesidad.
Así pues os rogamos señora que
tengáis compasión de esta joven, y
que hagáis también con ella nues-
tro oficio y facultad, pues que
nuestro señor os ha hecho maestra
y médica, y por su mandado ejer-
citáis este oficio. Señora, no tene-
mos que decir mas de lo que habéis
oído: déos Dios muchos días de vi-
da, para que le sirváis y ayudéis en
este oficio que os ha dado.»
La partera contestaba en los tér-
minos siguientes:
«Aquí estáis presentes señores y
señoras, y aqui os ha juntado nues-
tro señor que rige todo el mundo.
Aquí estáis vosotros viejos y vie-
jas, padres, madres y parientes de
estas piedras preciosas y ricas plu-
mas, que han tenido principio de
vuestras personas, como la espina
del árbol como los cabellos de la
cabeza, como las uñas de los dedos,
como los pelos de las cejas, y de
la carne que está sobre el ojo. Tam-
bién estáis aqui presentes señores
los que sois padres de la república,
y nuestros señores que tenéis las
veces de Dios sobre la tierra por
ordenación del mismo Dios, y te-
neis las personas y oficio de Xu-
motl (Oxomoco) y de Cipactli, te-
niendo cargo de declarar las ven-
turas de los que nacen. He oido y
entendido vuestras palabras, vues-
tro lloro, y la angustia con que estáis
fatigados, llorosos, y angustiados,
por causa de vuestra piedra precio-
sa y de vuestra pluma rica, que es
esta niña que es pedazo de vuestro
cuerpo y primogénita, ó por ventu-
ra la postrera que habéis engendra-
do, por cuya causa ahora llamáis
y dais voces á la madre de los dio-
ses, que es la de las medicinas y
médicos, y es madre de todos nos-
otros, la cual se llama Yoalticitl que
tiene poder y autoridad sobre los
temascales que se llaman Xuchica-
lli, lugar en que esta diosa vé las co-
sas secretas, y adereza las descon-
certadas en los cuerpos de los hom-
bres y fructifica las cosas tiernas
y blandas, en cuyas manos, regazo y
espaldas, ponéis y echáis esta vues
tra piedra preciosa, y esta vuestra
pluma rica; y también lo que tiene
en el vientre, es la merced que Dios
le ha hecho, que es hembra ó va-
ron que le ha dado, el cual ordena
todas las cosas y sabe que es lo que
está en su vientre. Esto solo digo
ahora, yo que soy una vieja mise-
rable y malaventurada: no sé que
os ha movido á escogerme á mí,
que ni tengo discreción ni saber
ni sé hacer nada agradable á nues-
tro señor, pues soy boba y tonta: y
viven hoy, y florecen muchas sier-
vas de nuestro señor, muy sabias,
prudentes, esperimentadas y muy
amaestradas, á las cuales ha ense-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
547
nado nuestro Dios con su espíritu
é inspiraciones, y las ha dado auto-
ridad para ejercitar este oficio, 3^
ellas tienen discípulas enseñadas
que son como ellas y su imagen, y
estas lo saben y lo ejercitan, délo
cual me habéis aquí hablado. No
sé como habiendo copia de las que
tengo dicho, me hadéis señalado á
mí. Pienso que esto ha sido por man-
damiento de nuestro señor que está
en todo lugar y es un abismo, y se
llama tiniebla y viento: ¿por ventu-
ra es por mi mal para que acabe mi
vida? ¿por ventura ya tengo enfa-
dado á nuestro señor y á los hom-
bres, y por esto me quiere acabar?
y aunque sé dice que soy médica,
¿acaso por mi saber ó por mi ex-
periencia podré curar y partear á
esta piedra preciosa y á esta pluma
rica? ¿ó podré saber como es la vo-
luntad de Dios, ó que son nuestros
merecimientos de darnos y de ha-
cernos merced que salga á luz lo
que está dentro de vuestra hija pre-
ciosa y bella como pluma rica? y
aunque soy partera y médica ¿po-
dré yo por mi experiencia ó indus-
tria poner mano en este negocio
que es lo secreto del cuerpo de esta
mi hija muy amada que está aquí
presente,'y por cuya causa estáis pe-
nados y congojados? ¿por ventura
Dios no me ayudará aunque haga
lo que es de mí, aunque haga mi
oficio? quizás lo haré con presun-
ción y al revés, poniéndola de lado
ó de soslayo, ó romperé la bolsa en
que está la criatura. ¡Oh desventu-
rada de mi! ¿por ventura será esto
causa de mi muerte? Por todo lo
cual ¡oh hijos mios, señores y se-
ñoras, preciosos y nietos mios! muy
acaso esto no sale de vosotros sino
de vuestro señor Dios por vuestros
lloros! y pues así es, ahora cumpla-
mos la voluntad de nuestro señor
Dios, y hágase lo que vosotros man -
dais, pongamos el hombro á este
negocio, comencemos á obrar en el
servicio de esto que Dios ha envia-
do, de esto que nuestro señor nos
ha dado, de lo cual ha recibido don
y merced esta señora mosita y
nuestra regaladita: ¿pues que he-
mos de decir? No podemos asegu-
rar que ya tenemos la merced, sino
que nuestro señor nos la quiere otor-
gar porque hablamos de cosa muy
obscura como el infierno. ¿Que po-
demos pues decir determinadamen-
te? esperemos en aquel por quien
vivimos: esperemos lo que sucede-
rá adelante: esperemos lo que está
determinado en el cielo y en el in-
fierno desde antes del principio del
mundo. Veamos que es lo que se
determinó y que se dijo de nosotros,
que suerte nos cupo, si por ventura
será próspera como es la luz y la
mañana cuando nuestro señor ama-
nece. Por ventuar veremos la cara
de esta criatura preciosa como
una rica pluma que nuestro señor
nos quiere dar, ó si tamañito como
está perecerá, tal vez en su ternura
morirá, ó por ventura irá juntamen-
te con él mi hija regalada y muy
amada que lo tiene en su vientre
Yo creo que os doy pena señores y
señoras mias, y con mi prolijidad
os causo. dolor de estómago y de
cabeza. ¡Oh señores mios y señoras
é hijos mios! comencemos á respon-
der á lo que quiere nuestro señor
que está en todo lugar: caliéntese
el baño que es la casa florida de
nuestro Dios, entre en él mi hija, en
tre en el seno de nuestra madre,
la cual se llama Yoalttcitl.i^
Concluida la respuesta de la par-
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548
ANALES DEL MUSEO NACIONAL
tera, la madre de la embarazada ó
en su defecto una paríenta, dirigía
á la partera las palabras siguientes:
«Muy amada seftora y madre
nuestra espiritual, haced señora
vuestro oficio, responded á la se-
ftora y diosa nuestra que se llama
Luylastli (Quilastli)y y comenzad
á bañar á esta muchacha: metedla
en el baño que es la flor de nues-
tro señor que le llamamos temas-
calli, donde está, y donde cura y
ayuda la abuela, que es diosa del
temascalli que se llama Yoalticitl.»
En las pláticas y exhortaciones
anteriores se da á la Yoalticitl los
nombres de «Madre» y «Abuela.»
Esto significa que la yoalticitlno era
una deidad especial» sino la misma
diosa Toci ó Teotinan, Así lo con-
firma Paso y Troncoso, al explicar
las láminas XXIX y XXX del Có-
dice Borbónico. Qice asi:
«Son diosas los 3 númenes de la
veintena. De las dos primeras, Chi-
kome koatl y Tbf/; hay simulacros
evidentes en la pintura, y allí mis-
mo se puede seguir el rastro de la
última ó Atlatonan. No creo diva-
gar poniendo la sinonimia de las
tres. Topera suprema entre las dio-
sas y su nombre significa «nuestra
abuela,» como quiera que los dio-
ses eran su prole, por lo cual tam-
bién le decían Teteuinnan 6 «la ma-
dre de los dioses.» Ambas denomi-
naciones tienen explicación senci-
llísima: los hombres eran hijos de
los dioses, y siendo nuestra deidad
madre de todos los númenes, resul-
taba para la humanidad «abuela.»
Pero desempeñaba todavía funcio-
nes mas complicadas: era quien pro-
ducía los temblores, y de aquí el
nombre Tlalli iyollo ó «el corazón
de la tierra;» patrocinaba también
á los médicos, adivinos y suertis-
tas, de donde le vino su nombre
Yoalticith «la médica de la noche;»
y como uno de los principales re-
cursos terapéuticos de aquella cla-
se consistía en los baños de vapor
ó de temascal, llamábase también
por ese motivo Temafkalteci ó
«abuela de los baños;» carácter con
el cual se nos presenta en el Códi-
ce NuTTALL, quedando allí bajo for-
ma de busto y coronando la puerta
de la casa de baños.»
Yocipa. (Etim. desconocida.) Uno
délos dioses Otomíes. Sahagún des-
cribe su templo y su culto en los tér-
minos siguientes:
«También los dichosV tomíes, te-
nían sementeras y trojes, comían
buenas comidas, y tomaban bue-
nas bebidas: su dios se llamaba Yo-
cipa, al cual le tenían hecho muy
buen Cú que era un jacal hecho de
paja muy atuzada, cuya echura so-
lamente á su Oí era dedicada, y na-
die hacia casa de aquella manera
ni forma; porque sus jacales en que
vivían eran de paja no muy pulida;
ni á estos tales Otomies, se les da-
ba nada tener sus casas ó jacales
con sobrados. En su Ctí había los
sacerdotes que llamaban Tlama-
casquCy los cuales criaban y doctri-
naban allí muchachos: allí hacían
penitencia por todos, velaban toda
la noche en tiempo de los sacrifi-
cios, punzábanse ó sangravanse de
los labios ó muslos con las puntas
de maguey, y á la media noche se
lavaban al tiempo de los fríos: ayu-
naban y traían suatamboríl ó tepo-
naztli, encima del Cú, y decían que
velaban y guardaban, con aquel
instrumento de tañer. Estos tales
cuando muchachos se rapaban las
cabezas, dejando unos pocos de ca-
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
549
bellos en los colodrillos ó colodri-
llo que llaman ptochtli, y solian
ahugerar el labio de abajo, y las
orejas juntamente en el labio así
ahugerado. Ponían por ornamento
un bezote, y en los ahujeros de las
orejas, piedras preciosas ó joyas,
y otras cosas á manera de zarcillos
ú orejeras.»
En otro lugar dice el mismo
autor: *
«Estos otomíes adoraban á dos
dioses, al uno llamaban Otoníecutli,
el cual és el primer señor que tu-
vieron sus antepasados, al otro lla-
maban Yoxippa, y á éste hacían
mayor fiesta que al otro; para cele-
brarla iban al campo á dormir y á
holgarse, comían allí cuatro días, y
cada vez que la celebraban, apa- \
re jaban para aquellos días todo
genero de comida y bebida, y no ,
se gastaban pocos tamales colora- 1
dos, y tortillas hechas de masa mez-
clada con miel: esta era la mayor
fiesta que celebran, y llamábanle al I
dia de ella, totopaina ciocippaiotoca, '
y tenían por sus dioses mayores á ¡
estos dos que se ha dicho atrás; :
tras estos dos tenían otro que lia- !
maban Atetein, y siempre iban á
hacer oración y sacrificios á las al-
turas de las sierras.»
Algunos autores .creen que Yoci-
pa era el dios MixcoatL Paso y I
Troncoso, á propósito de esta opi-
nión, dice:
«Una tradición conservada en el i
Códice Fuenleal (Anales Museo ;
Nacional, Méx., 11-90) declara que |
Mixkoatl-Kamaxtli fué creador de
los Otomíes. Tenían éstos tres dio- ■
ses principales: Otonteukíli, Yocip- \
pa y Atetein. El 1.^ fué hombre di- i
vin izado: el nombre que lleva es |
mexicano y no corresponde con el i
de Mixkoatl. El 2.^ era numen su-
premo y el más festejado de todos;
del 3.^ casi nada sabemos. Sería
conveniente hallar la significación
de los nombres otomíes (si están
bien escritos) para relacionarlos
con el de MixkoatL—Otonteuktli,
por su tocado, el amatfontlt\ ofrece
analogía con el buboso que se trans-
formó en Sol, echándose al fuego y
se adornó antes con el mismo toca-
do: tal vez resultará coadjutor del
fuego, como el dicho Mixkoatl, y
ello indicará que los otomíes eran
cultores del citado elemento.»
Yolatl. CYoli, vida; aíl, agua:
«agua de vida.») Bebida mística que
se propinaba á los que sufrían des-
mayos y á los faltos de fuerzas. En
la guerra que declaró Axayacatl,
rey de los mexicanos, á los taras-
cos, después de haber librado la
primera batalla, en la cual los me-
xicanos quedaron muy debilitados,
mandó el rey que se les diera á
los guerreros la famosa bebida Yo-
latl. Sobre esto dice Orozco y Be-
rra:
«Recogidos los guerreros al real
azteca, se vio venían mermados, he-
ridos, cansados, desalentados; Axa-
yacatl y los generales les prodiga-
ron palabras de esperanza y con-
suelo, repartiéndoles la bebida lla-
mada yolatl, propia para reparar
la vida, las fuerzas y el valor.»
En una nota al pasaje preinserto
explica el mismo autor la etimolo-
gía de la palabra y la confección de
la bebida diciendo:
«Según el Diccionario de Molina:
— « Fo/a//, bebida de maíz molido y
crudo, para los que se desmayan.»
— «Compónese de vo//, que según
«su calidad, tiene las aceptaciones
«de vivir» animar, resucitar, cosa
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550
ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
«que contiene vida, &c.; y de aquí
«los derivados yoW/>///, «vida,» yo-
•llotli, «corazón,» teyolia ó teyoli-
<tia, «el alma.» El otro componente
«de la palabra es Atl, «agua;» de
«manera que traducida literalmen-
«te la palabra vo/«//, significa agua
^de vida, y metafóricamente de es-
«fuerzo y de valor.» Ramírez, nota
á Duran, pág. 290. La vida para los
méxica estaba contenida en el co-
razón, y por eso se ofrecía á la di-
vinidad apenas arrancado del pe-
cho.»
Yopico. Era el 50.^ edificio de
los 78 que comprendía el templo
mayor de México. De él dice Saha-
gún:
« . . . . este era un Oí donde cada
año mataban muchos esclavos y
cautivos, matábanlos de día en la
fiesta de Tlacaxipeoalisili.*
El mismo nombre tenía el 54.® de
los edificios mencionados, y de él
dice Sahagún:
í' .... en este monasterio ú orato-
rio, mataban muchos cautivos cada
año en la fiesta de TlacaxipeoaliB-
tlt.»
Había un TBompantli llamado
también Zopico» que era el 55.° de
los edificios del mismo templo ma-
yor.
De él dice Sahagún:
«En este edificio espetaban las
cabezas de los que mataban en la
fiesta de Tlacaxipeoalistli,^
Sobre la etimología de este nom-
bre, sólo hemos encontrado lo si-
guiente, que dice:
« Yopicatlj yopica, habitante de
Yopico, De lengua diversa de los
mexicanos, no acertamos á decir
cuál sea el verdadero significado
del nombre; rigiéndonos por la pin-
tura 33, parece derivado del verbo
yopehua, despegar algo, dando á
entender, los que se les despega
algo, los despellejados. Llámaseles
en efecto yopi^ yope^ yopime, en
plural. Esto es cuanto hemos al-
canzado de la escritura mexicana.»
Creemos que la etimología que
apunta Orozco y Berra es exacta,
porque el nombre Tlacaxipehua-
lisili del mes en que se hacían las
fiestas á que se refiere Sahagún,
significa «desoUamiento de hom-
bre;» así es que yopi equivale á xi-
pe, «desollado.»
ToztlamiyahuatL Nombre que
daban á una esclava que sacrifica-
ban en la segunda fiesta de la vein-
tena jgí^^c/ro///. Chavero, refiriéndo-
se á esta fiesta que hacían los me-
xicanos en honor de Mixcoatl f y los
tlaxcaltecas en honor de Cacmaxtli,
dice:
«Pasados los primeros diez días
de la veintena, es decir, á su mi-
tad, se hacía una grande fiesta.
Para ella vestían de diosa á una
india y la llamaban Yostlamiya-
huatl, que era diosa de las cace-
rías, y á un indio le ponían el traje
de Camaxtli y por nombre Mixcoa-
tontli 6 el pequeño Mixcoatl. Los
mancebos salían vestidos como este
ídolo y representaban á sus vasa-
llos, por lo cual los llamaban nui-
nixcoa. Una vez reunidos, tomaban
á la india y daban con ella cuatro
golpes contra una gran olla de pie-
dra, el teocomitl, y antes de que aca-
base de morir, así aturdida por los
golpes, le cortaban la garganta de
modo que la sangre cayera en la
olla, y acabada de morir, le corta-
ban la cabeza y se la llevaban al
Mixcoatontli Tomábale éste por
los cabellos y con los nuinixcoa
daba cuatro vueltas por el templo,
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
551
hablando á los concurrentes y amo-
nestándoles á la práctica del cul-
to. Concluidos procesión y sermo-
nes, lo subían al templo y ahí lo sa-
crificaban de la manera cumún,
arrojando su cuerpo por las gradas. »
En cuanto á la etimología del nom-
bre de la india sacrificada, sólo he-
mos encontrado lo que dice Paso y
Troncoso, refiriéndose á la fiesta.
«... agregaré tan solo que los tlax-
caltecos llamaban ala misma escla-
va sacrificada en esta fiesta Yos-
tlamiyauatl, nombre que corres-
ponde tal vez al de Yotftlemiyauatl,
*llama de la preñada ó llama pre-
ñada;» conjetura que tampoco hago
más que señalar; pero que no cho- i
ca, ni con las funciones de coadju-
tor del fuego, reconocidas entre los
arreos con que vestían á Mxkoatl,
ni con el nombre que daban al mon-
te donde hacían la batida de caza
en México, pues le decían Ixillan
Tonan «el vientre de nuestra ma-
dre,» refiriéndose tal vez á la pre-
ñez que nos revela el nombre im-
puesto á la esclava por los tlaxcal-
tecos; y quizá también alusivo al
embarazo que, sin acto carnal,
creían que se había verificado, tan-
to en Chimalman como en Koatl
ikue, doble nombre con que desig-
naban, según entiendo, á una mis-
ma persona, que fué la 2.* mujer del
numen de la caza, conforme á dos
tradiciones apuntadas en otro lugar
de mi Opúsculo. Finalmente, por es-
tar dibujados en la pág. XXXIII de
nuestro Códice los dos númenes
Mixcoatl y Koatl ikue: confundida
ésta con Chimalman, y reconoci-
da como madre de UíUíl-opochtli;
y marido aquél de una ó de otra, y,
según esto, probablemente padre
del dios de la guerra, podemos de-
cir que aquí figuran los dos genito-
res del patrono de México; y que la
solemnidad del mes Kexolli viene
á ser precusora del nacimiento de
Uitgil -opochtli, que se infiere ocu-
rrió en el siguiente mes, por las ce-
remonias que en él se celebraban.»
Según el mismo Paso y Tronco-
so la india representaba á la diosa
Coactlicue, madre de Huitsüopoch-
tli, la cual, como hemos dicho en el
articulo CoATLicuE, quedó embara-
zada sin concurso de varón. Es,
pues, muy fundada la congetura de
Paso y Troncoso, de que el nombre
de la esclava se refiere al embara-
zo de la diosa Coatltcne.
Zacatontli. fZacatl, zacate; ton-
tu, diminutivo despectivo: «zacati-
llo.») Nombre que daban al dios del
camino, esto es, al zacate divini-
zado.
Paso y Troncoso hace observar
que en la página 83 del Códice Nu-
TTALL, sobre la cual nada dijo el in-
térprete, se encuentran á los lados
del camino formado por dos cule-
bras paralelas que limitan un cam-
po, los dioses Zacatontli y Tlaco-
tontli, esto es, el Zacatillo y la vari-
lla. Lo que se encuentra en esa lá-
mina es un campo cubierto de zacate
amarillo atravesado por un camino
á cuyos lados están unas plantas
floridas.
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ANALES DEL MUSEO NACIONAL.
Zacatontliy su compañero Tlaco-
tontli eran dioses á los que tributa-
ban culto especial los caminantes
mercaderes. Sobre esto dice Oroz-
co y Berra, hablando de las ceremo-
nias que practicaban los itiercade-
res antes de emprender sus viajes,
lo siguiente:
«Las expediciones á países remo-
tos se organizaban en grandes ca-
ravanas. Al efecto se reunían en
Tlatelolco cuantos querían ser de
la partida; elegían un pochtecatla-
toque ó jefe, bajo cuyo mando se po-
nían: se arreglaban las cargas en
petlacatli, arcas tejidas de cañas
fuertes y forradas de cuero, ó bien
en tapextli y cacaxtli; como care-
cían de bestias de carga, contrata-
ban el suficiente número de car-
gadores ó tlamama, recibían los en-
cargos de las personas que apete-
I cían vender ó adquirir algo del ex-
tranjero, y tomaban á su cargo Jos
muchachos que sus familias entre-
gaban al gremio para hacerles mer-
caderes.
«Reunidos en la casa del pochte-
catlatoque éste les daba un convi-
te, y se tomaban las últimas deter-
minaciones. Fijábase el día de la
partida, en signó fausto, siendo el
mejor el Cecohuatl. A la media no-
che invocaban al sol fuego, á Ylal-
tecutli, tierra y á Yiacatecutli, el
que guía, ó Yacoliuqui, el de la na-
riz aguileña, dios de los mercade-
¡ res ; ofrecían codornices al sol, pa-
peles goteados con ulli derretido,
sin olvidar á Zacatsontli y á Tía-
cotsontli, dioses del camino.»
In Teotbutli yectenehua.
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SEGUNDA ÉPOCA. TOMO V.
553
SUPLEMENTO.
Abusiones. ( V. Supersticiones.)
Agüero. (V. Oactli. Supersti-
ciones.)
Azüan. En el artículo consagra-
do á este vocablo dijimos que Mex-
ticacan era un derivado de MetsU-
tlan. Estudiando más ese artículo
al escribir el de Xochicacan, nos
convencimos de que la primera eti-
mología no es la exacta, sino que el
vocablo se compone de metstli, lu-
na, y de icacan que tiene diversas
significaciones, según puede verse
en el Diccionario de Remí Simeón.
Esta víiriedad de significaciones
impide determinar el sentido eti-
mológico de !a palabra; cualquiera
que sea su verdadera significación,
no tiene relación alguna con Mets-
tu y Mexicalltf de suerte que sub-
siste la impugnación que hicimos
á Orozco y Berra y á Chavero en
el artículo Aztlan.
Borrachera de niños. (V, Pilla-
HUANA.)
Borrachos. (V. Ometochtli.)
Cronología Nahoa. (V. Quinto
Sol.)
Fantasmas. {V. Supepsticio-
nes.)
HuehueteotL (V. Tloque Na-
HUAQUE.)
Ixtlitton. (V. Tlilatl.)
Mariposa. ( V. Papalotl.)
MizpamitL (V. Presagios.)
Mqaos. (V, Ozomatli.)
Ometecutli. (V. Tloque Nahua-
QUE.)
Pochtecatl. (V. Oactli.)
Sacrificio gladiatorio. (V. Oa-
HUANTIN.)
Teotl. (V, Tloque Nahuaque.)
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MEMORANDA.
MONSEÑOR
JOAQ UÍNJ. DE ARÁOZ
PROFESOR HONORARIO DEL
MUSEO NACIONAL
VARÓN DE ACENDRADA VIRTUD CRISTIANA
FERVIENTE APÓSTOL DE SU RELIGIÓN
HÁBIL JURISTA É
INFATIGABLE HOMBRE DE ESTUDIO
NACIÓ EN MÉXICO EL DÍA 4
DE SEPTIEMBRE DE 1844
Y MURIÓ
EN SAN Ángel d. f. el
DÍA 21 DE MAYO
DE 1Q08.
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ÍNDICE.
A Tomo II, págs. 347
B. . „ ,, ,, 371
C „ ,1 ,t ol '
C. Tomo III págs. 97
191
y 237
Ch , 284
y 479
Ch Tomo IV, págs. 24
D „ „ „ 39
E , „ „ 42
** i> II )i O"
H I .. II 61
I I -I I. 82
y 119
J 120
M „ „ „ 127
y 181
N „ ,. „ 212
y 328
O. Tomo \ \ págs. 1
P. 19
Ve* »> M »» ^-J
R „ „ 146
S „ .. „ 147
T „ 179
U , „ 407
V „ „ „ 408
X , „ „ 463
* »• »» n OJC)
Z , .1 „ 551
Suplemento „ „ „
Memoranda „ „ „
FIN DEL TOMO V Y ULTIMO.
á371.
á376.
á548.
á 116.
á 1%
á284.
á292
á484.
á 39.
41.
50.
61.
82.
96
120.
127.
á 144
á212.
á224
á 332.
; á 336.
á 18.
á 43.
á 146.
á 147.
á 179.
á 407.
á408.
á463.
á523.
á551.
á552
553.
5.55.
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This baok should be retunted
to the Library on or before
la«t date stamped below,
Please retura promptly.
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