Skip to main content

Full text of "Apuntes históricos sobre las agresiones del dictador argentino D. Juan Manuel Rosas, contra la ..."

See other formats


Google 



This is a digital copy of a book that was prcscrvod for gcncrations on library shclvcs bcforc it was carcfully scannod by Google as parí of a projcct 

to make the world's books discoverablc onlinc. 

It has survived long enough for the copyright to expire and the book to enter the public domain. A public domain book is one that was never subject 

to copyright or whose legal copyright term has expired. Whether a book is in the public domain may vary country to country. Public domain books 

are our gateways to the past, representing a wealth of history, culture and knowledge that's often difficult to discover. 

Marks, notations and other maiginalia present in the original volume will appear in this file - a reminder of this book's long journcy from the 

publisher to a library and finally to you. 

Usage guidelines 

Google is proud to partner with libraries to digitize public domain materials and make them widely accessible. Public domain books belong to the 
public and we are merely their custodians. Nevertheless, this work is expensive, so in order to keep providing this resource, we have taken steps to 
prcvcnt abuse by commercial parties, including placing lechnical restrictions on automated querying. 
We also ask that you: 

+ Make non-commercial use of the files We designed Google Book Search for use by individuáis, and we request that you use these files for 
personal, non-commercial purposes. 

+ Refrainfivm automated querying Do nol send automated queries of any sort to Google's system: If you are conducting research on machine 
translation, optical character recognition or other áreas where access to a laige amount of text is helpful, picase contact us. We encouragc the 
use of public domain materials for these purposes and may be able to help. 

+ Maintain attributionTht GoogXt "watermark" you see on each file is essential for informingpcoplcabout this projcct and hclping them find 
additional materials through Google Book Search. Please do not remove it. 

+ Keep it legal Whatever your use, remember that you are lesponsible for ensuring that what you are doing is legal. Do not assume that just 
because we believe a book is in the public domain for users in the United States, that the work is also in the public domain for users in other 
countries. Whether a book is still in copyright varies from country to country, and we can'l offer guidance on whether any specific use of 
any specific book is allowed. Please do not assume that a book's appearance in Google Book Search means it can be used in any manner 
anywhere in the world. Copyright infringement liabili^ can be quite severe. 

About Google Book Search 

Google's mission is to organizc the world's information and to make it univcrsally accessible and uscful. Google Book Search hclps rcadcrs 
discover the world's books while hclping authors and publishers rcach ncw audicnccs. You can search through the full icxi of this book on the web 

at |http: //books. google .com/l 



Google 



Acerca de este libro 

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido 

cscancarlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo. 

Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de 

dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es 

posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embaigo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras 

puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir. 

Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como 

tesümonio del laigo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted. 

Normas de uso 

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles 
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un 
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros 
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas. 
Asimismo, le pedimos que: 

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares: 
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales. 

+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a 
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar 
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos 
propósitos y seguro que podremos ayudarle. 

+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto 
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine. 

+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de 
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de 
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La l^islación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no 
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en 
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de 
autor puede ser muy grave. 

Acerca de la Búsqueda de libros de Google 



El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de 
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas 
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página |http : / /books . google . com| 



k • 



*. 



I ■'' . f / 

APUNTES HISTÓWCcé 



60BBB 



■" '!.. 1 



LAS AGRESIONES DEL DICTADOR ARQENTINO 



■ • • . • « 



D. JUAN MANUEL- ROSAS. 



CONTRA LA INDEPENDENCIA 



DE LA 



REPQBllCi ORIENTAL DEL ÜRIGDJIT. 



Artículos escritos er^ 1845 para el Nacional de Montevideo^ 



POR 



D. ANDRÉS LAMAS. 



'■.V 



1828 á 1838. 



MONTEVIDEO; 



184 9. 






Harvard College Llbrary 

Gift of 

Archibald Cary CooUdge 

and 

Clarence L^onard Hay 

April 7, 1909. 



/ 



■■>* 



Imprenta Hitp€mO' Americana. 



ADTfiRTENGIA 



l^N 1845 escribimos para el Nacional los artículos 

que forman este libro.— Escribíamos de un dia para otro, 
y u grande prisa porque consultábamos de paso, creci- 
dísimo número de papeles y documentos, lo que no3 
llevaba lo mejor de nuestro tiempo. 

La redacción padece, por consecuencia, de suma 
incorrección y va falta de método, aun en la colocación 
de documentos, que alguna vez njs llegaban á la mano 
cuando ya estaba lleno el lugar en que habrían tenido 
mejor cabida. 

Estos defectos no han podido enmendarse en la 
presente edición, porque se hacía á la par del Diario y 
con la misma composición que había servido en éste. 

No pequeño SJicrificio es publicar un libro así; pe* 
ro lo hacemos sin trepidar, porque esta obra es la única 
que, hasta hoy, reúne mayor copia de los documentos y 
noticias que es necesario consultar para apreciar correc- 
tamente el sistema de Rosas y sus agresiones contra la 
Independencia de nuestro País. 

Esos documentos y noticias, son, en rigor, lo que 
queremos difundir. 

Retamos á los publicistas de Rosas y á sus agen- 
tes y panegiristas, á que contesten, si pueden, la au> 



4 > 



IV 

tenticídad de los documentos, tomados de la propia Ga- 
ceta Oficial de Buenos Ayres que registra^este libro, 
y suplicamos á todos los hombres imparciales, que, de- 
jando á parte lo que nosotros escribimos, juzguen y 

falten púr el soto texto de esos documentos. 

La demora que ha sufrido esta publicación ha de- 
pendido hasta principios de 1846, de obstáculos pura- 
mente materiales; y después de esa fecha, de la posición 
política en que nos encontramos colocados. 

Nos ocupábamos de dar término á esta publica- 
ción, cuando el motin militar de I . ® de Abril de aquel 
año, colocó en el Poder al Sr. General D. Fructuoso 
Rivera; entonces? renunciamos á ella, porque en las pá- 
ginas de este libro habíamos escrito, estando el Gene« 
ral en el Janeiro y en una posición desgraciadísima, 
Varios elogios, cuya publicación, después de aquel in<« 
fausto dia, podía, tal vez, interpretarse como medio de 
buscar una rehabilitación que, francamente no que- 
ríamos. 

Uno de los Caballeros que compusieron la nueva 
administración de Abril y á quien hoy mismo aprecia- 
mos, mucho, aunque estamos distantes, tuvo la bondad 
de invitarnos, por intermedio de uno de nuestros ami- 
gos, — cuya carta conservamos— á publicar la obra; y 
en esa ocasión tuvimos el honor de manifestar con nues- 
tro sincero agradecimiento por sus atenciones, el moti- 
vo que acabamos de consignat*. 

Ahora/" nuestras situaciones personales han vueN 
to á invertirse, estamos libres de ese inconveniente: 
pero si, la actual situación del General Rivera nos per- 
mite decir que hicimos con conciencia ios elojios suyos 
que publicaraojí, ella nos ata—nos ata completamente, 
— para esplicar con la historia política y militar de los 
diez años, mas ó menos, que nos separan de los últimos 
actos que narramos en la obra, — los que han cambiado, 
— en nuestro sentir con sobra de justicia y necesidad, 
— la posición que ocupaba en el pais. 

El General,— nos causa pena decirlo, — no ha 
comprendido esta reserva ó ha abusado de los respetos 



y consecuenciatcle su estado, para herir la moralidad 
del pais, i cuya mayoría de hombres públicos acusa de 
inconsecuencia y de deslealtad} — esto nos obliga, en el 
ínteres común, á hacer breves indicaciones, que, sin 
la mínima ofensa de su carácter, bastarán á nuestra 
ver, para que se aprecie nuestra conducta. 

El Dictador Rosas ha verificado un. cambio pro^ 
fundo en la guerra de estos paises: él ha comprendido 
la superioridad, incontestable, de hs tropas regladas y 
de la guerra regular; y aunque incapaz de hacerla por 
sí mismo, ha tenido el buen sentido de intentarlo por 
todos los medios que han estado á su alcance — Los 
Ejércitos con que nos ha invadido traen una composi- 
ción regular y prepondera en ellos la infantería por el 
modo en que viene organizada. 

El General Rivera, que ha sido el primer caudillo 
del pais mediante la guerra irregular, en la que es ha- 
bilísimo y á la que debe la alta influencia deque ha 
gozado, carece de instrucción para la organización y las 
maniobras de un ejército regular; — es enteramente 
estrano, al manejo y á las aplicaciones de la caballería 
reglada, de la infantería y de la artillería — De ahí, que 
sus últimas campañas son una serie, no interrumpida 
de pasmosos desastres. — Todo cuanto ha llevado á los 
campos de batalla, se ha perdido en ellos; y se ha perdi- 
do totalmente como en el Jrroyo Grande y en la India 
Muerta. 

En ese convencimiento, resistimos el mando en 
Gefe de las Armas de la República que se obstinaba 
en conservar el General Rivera. Su aspiración á ese 
mando, después de los desengaños prácticos de la guer- 
ra actual, nos parece, un acto de ceguera inconsistente 
con los intereses y con la salvación del pais. 

Estamos convencidos, además, de que la política 
del General, en los últimos anos, hace inconciliable la 
influencia suprema, que pretende con las relaciones 
externas'á que hoy está librado lo mejor de nuestro» 

destinos. 

Paramos aquí— ¿Para qué decir mas? 



TI 

Esas son nuestras convicciones, erradas tal vez, 
pero sinceras. 

Aunque estubieramos estrechamente ligados al 
General Rivera, — qué, en cuanto á nosotros, años hace 
que lejos de estarlo, vivíamos con él en profunda disi- 
dencia — ¿ piensa que le debíamos el sacrificio de esas 
convicciones ? — ¿ piensa que debíamos sacrificar á su 
persona los intereses del país, t^l como nosotros los 
comprendíamos ? 

Esas convicciones se combinan, sin embargo, en 
nosotros, y muy bien, con los respetos que siempre 
tributaremos á los eminentes servicios que le ha debido, 
en otras épocas, la independencia del pais, y á los que 
inspira su presente infortunio— Daremos testimonio de 
esos respetos, no escribiendo una palabra mas, mientras 
tenga la posición que boy, por mucho que seamos pro- 
vocados. 

Volviendo á nuestro libro, diremos, que como en 
él hay muchas referencias á documentos inéditos, que 
existen originales en poder del autor, no podía ser uq 
Jlibro anónimo.— Por eso lo firmamos. 



AiTDRES Lamas. 



' \ 



La República Oriental se ítonra en decíardf 
que ella no lleva sino que contesta la guerra : su 
7'o/, es pues, enteramente defensivo aun en el casó 
probable de tener que invadir, 

( Maniñesto de guerra publicado en 
Montevideo el ll de Marzo de 1839.) 

JLa condición de que ¡el general Oribe seria 
restablecido al poder, es inadmisible. 

Es evidentemente imposible que el Gobierno 
Británico ó Francés sancionen por su mediación 
él deseo del general Rosas de constituir en la 
Presidencia de Montevideo á ése individuo par- 
ticular. 

Los referidos Gobiernos solo pueden convenir en 
ofrecer á cualquiera de las partes beligerantes 
aquellqs condiciones, que un Estado Indepen" 
diente puede, en consonancia con su Iionor, aceptad 
de otro. 

— Los habitantes y el Gobierno de Montevideo' 
solo piden la paz, y la mas legítimaf acuitad del 
mundo, — la de determinar ellos^ mismos sus Éto- 
bemantes y su forma de Gobierno. — *■ 

(Notas de los Srcs. Ministros, Man- 
dcville y Conde De-Lqrde fecha en Bue- 
nos Aires el 30 de Agosto de 1842. ) 



El Gobiemo mira como el primero de sus dehe^ 
res el de lidiar hasta vencer, porque no puede ad- 
mitir la posibilidad siquiera cíe transigir ó ajustar 
una paz, mientras el enemigo ocupe una sola 
pulgada del territorioNacionaL 

( MeQsage del Poder Ejecutivo fecha 
24 de Febrero de 1843. ) 

La paz es la primera necesidad de los pueblos 
cuando pueden gozar de ella sin mengua del 
decoro y la dignidad Nacional. •— 

( Comunicación de la H. C. de Re- 
presentantes fecha 28 de Febrero de 
1843.) 

La paz es un bien santo que la Cámara de Se- 
nadares quisiera ya dar a la República, tan tra- 
bajada jpor una guerra interior y esterior de mu- 
chos años ; pero la mengua del honor Nacional, es 
calamidad mas terrible que la miseria, que la 
proscripción, que la misma muerte, y cree que 
mientras exista en nuestro territorio una sola bayo- 
neta estrangera levantada en el aire, hablar de 
paz seria vuipendiar el pundonor de nuestra Na- 
ción, 

(Comunicación del Honorable Sena- 
-'* do fecha 28 de Febrero de 1843, 

El Gobiemo sin ocultarse los peligros que ro- 
' deán su situación, elevando sus votos á la Provi- 
dencia y firme en su justicia no reconoce derecho 
en nadie para imponerle por la fuerza el abando- 
no de sus deberes ; los llenará [siempt^a sea cual 
fuere la suerte que el destino le reserve, 

( Nota del Sr. Ministro D. Santiago 
Vázquez al excónsul de Francia D. T. 
Pichón» fecha 27 de diciembre de 1843.) 



CAPIVUIíO I# 



Guerra rktrr la República -Argentina y el Imperio 
DEL Brasil , sobre el dominio del territorio que 

HOY FORMA EL EsTADO OrIENTAL. MeDIACIONDE LA 

Gran Bretaüa. — Termino de esa guerra por la 
Convención Preliminar dé^ Paz de 27 de Agosto 
DE ld28.— -'Examen de esta Convención. 



Se pierde en los tiempos primitivos de la conquista de es- 
tos paisesy el origen de las disputas entre las Coronas de Espa- 
ña y Portugal sobre los limites de sus posesiones en la banda 
septentrional del Rio de la Plata. 

Este territorio pertenecía al antiguo Virreynato de Bue- 
nos Aires. 

No es de nuestro objeto tocar, ni ligeramente, la historia 
y la razón de esas contiendas, aun que alguna de las cuestio- 
nes que las encendieron nos haya cabido en herencia, y ten- 
gamos el deber y la necesidad de debatirla. 

Partiremos en estos brevisimos apuntes, de una época 
mucho mas cercana. 

La Provincia Oriental enflaquecida y pos|pada por la 
anarquía, habia caído bajo la dominación del Portugal, con el 
nombre de Provincia Cisplatina , y mas tarde quedó incorpo- 
rada ál nuevo Imperio del Brasil. 

Alprepararse este cambio (1823) lució, por un momento, 
la esperanza de quebrar la cadena que- debíamos masque a 
todo, á nuestra insensata discordia, á la necesidad de orden 
y reposo. La luz de esta esperanza brilló como una exálacion 
fugaz; la incorporación se consumó, pero aquella chispa pasa- 
gera si no fué una victoria, al menos, no puede desconocerse 
que era una protesta y un voto. 

La realización de este voto, espresion indudable de la 
voluntad del Pueblo, no era para todos los Orientales, para 



~ 4 — 

los que lo proclamaban lo mismo que para los que lo calla- 
ban, sino una simple cuestión de oportunidad, y los términos de 
asta cuestión, lo único que los dividía y los colocaba bajo las 
diversas enseñas que entonces podian adoptar^ 

£1 día que la lucha se empeñase, todos tendrían una sola 
bandera ; la bandera de la Independencia Oriental. 

Asi es que, cuando dos años después, el 19 de Abril de 
J825, la luQha se inició decididamente, la bandera de la Pát;ría 
se vio rodeada por todos sus hijos, y ellos la hicieron triunfar 
pn el Rincón y el SarandL 

Estos sucesos condujeron á la República Argentina y al 
Imperio del Brasil á que librasen á su fuer;sa material la reso* 
lucion de sus reciprocas pretenciones de dominio sobre este 
territorio. 

Tampoco entra ahora en nuestras miras, el examen de los 
titules en que apoyaban sus pretenciones. 

Es bien sabido que la civilización de nuestros días ha des* 
pojado á la guerra, en sus medios y en su fin, del carácter que 
tubo éú las edades bárbaras. — No solo ha abolido las practi- 
cas salvajes, notólo ha domesticado, digamos asi, las pasiones 
y los instintos feroces, sino que ha establecido,' como uno de 
sus principios primordiales, que la nación que recurre á las « 
armas no lo hace para saciar venganzas de caníbal, para obte* 
ner, á todo trance, la destrucción de su enemigo, sino para 
traerlo á mediQS racionales y convenientes de conciliación. 

La guerra entre la República Argentina y el Brasil, po- 
deres civilizados y cristianos, tocaba este resultado, á que los 
^Lcercabán gradualmente la fatiga y los daños de una lucha pro- 
longada, las complicaciones interiores que se agrababan en 
cada uno de esos Estados por las consecuencias mismas de la 
guerra, y los buenos oficios de la Inglaterra, tan interesada, 
oomo potencia mercantil de primer orden, en parar la des- 
trucción de estos vastos mercados que la paz debia ensanchar 
prodijiosamipte, con incalculable provecho del comercio uni- 
versal. 

El honorable Lord Pon^omby, Ministro de S. M. B., so 
hizo cargo de la cuestión. 

La República Argentina creía empeñado no solo su ho- 
nor, sino sus intereses de otro género en sostened los limites 
del Sud del antiguo Virreynato.^ — Sin el dominio de las dos 
orillas del Plata, juzgaba comprometida su seguridad. 

El Brasil creía indispensable para la conservación y 
prosperidad del Imperio que sus dos grandes fronteras fueran 
el Amazonas y el Plata, á los que consideraba sus límites na-^ 
turóles^ — Si la República Argentina dominaba las dos riveras 
del Plata, juzgaba comprometida susegurídad* 






— 5 — 

Estas convicciones eran inflexibles.— Eran las mismas 
qae durante dos siglos habían estado en permanente colisión, 
sin que ni las armas ñi los tratados hubieran podidoi acomo- 
darlas solidadamente; y esto era forzoso que sucediese. 

Solo la emancipación de este continente hacia posible la 
adopción de un toedio capaz de producir una conciliación du- 
rable; medio que no habia estado al alcance de España y 
Portugal. 

Lord Ponsomby lo propuso fijando las siguientes bases.— 
1.^ Independencia de la Banda Oriental. 

2. ^ No tendrá el nuevo Estado Oriental libertad 
para incorporarse á otro. 

3. ^ Las plazas fuertes se entregarán á los mismos 
Orientales. 

Este mismo medio no fué admitido de plano. Los beli- 
gerantes necesitaban lá paz, pero eran tan fijas sus ideas, que 
aun les costaba aceptar esa solución. Al fin la aceptarpn ; y 
esta aceptación común produjo la Convención Preliminar de , 
Paz que, bajo la mediación de la Gran Bretaña, se firmó en 
Janeiro el 27 de Agosto de 1828 por los Plenipotenciarios 
Argentinos y Brasileros, y que fué después debidamente ra- 
tificada. 

Esta Convención que le ubrió á nuestro pais una nueva 
era— que llenó sus esperanzas— que hizo justicia ásu esfuer- 
zo — que él ha adoptado y sostenido como la primera ley de su 
derecho público, porque ella reconoce y sanciona la espresion 
mas auténtica de su voluntad y de sus mejores intereses — que 
es, á la vez, una ley de la República Argentina y del Imperio 
del Brasil, encierra, éustahcialmente, la única base firme y es- 
table de la paz de estos paises y es la pauta reciproca de sus 
derechos y deberes internacionales. — Fuera de esa Conven- 
ción, solo hay deshonor para el que la quebranta, guerra y 
trastorno y m^l estar para todos ; — guerra perdurable, que se 
renovaría como el Fénix de la fábula, sin otro término posi- 
ble que la base misma de esa Convención: — la independencia 
absoluta, perfecta^ real del Estado Oriental. — Contrariarla es 
atormentar á la humanidad en una lucha sin porvenir : es des- 
pedazarla inútilmente en un circulo de hierro que no tiene 
mas que esa salida. 

El conocimiento de ese pacto es de absoluta necesidad 
siempre que hayan de juzgarse las relaciones posteriores de 
estos paises; asi es que, al proponernos demostrar las sistem^a- ' 
das agresiones del hombre que se alzó con el poder público 
en la República Argentina, contra la independencia de nues- 
tro pais, hemos creido que debiamos empezar nuestro pe- 
queño trabajó por un rápido estudio de esa Convención : — 
ella es nuestro punto de partida. 



Por el articulo 1 P y 2 P la República Argentina y el Im- 
perio del Brasil renunciaron todass sus pretensiones de domi* 
nio y soberanía sobre el territorio Oriental, para que se cons^ 
tttuyera en Estado libré é independiente de toda y cualquiera 
Nación, bajo laforvm de Gobierno que juzgase n%as conveniente 
• é sus intereses, necesidades y recursos. 

Este medio era el único para - obtener una paz estable. 

El satisfacia á los intereses, y hasta á las aprensiones de 
ios poderes beligerantes. / 

Creaba un estado intermedio que separaba y garantía 
, i^s fronteras abiertas, mejor que pudieran hacerlo los mas ro- 
bustos limites naturales. 

Divididas asi, desaparecía de raiz la ocasión de renovkr 
conflictos frecuentes y ordinarios entre vecinos poderosos, que 
hablan debatido sobre esas mismas fronteras cuestiones tra- 
dicionales. 

Ninguno de los dos se engrandecía con la adquisición del 
territorio que se había disputado, y este territorio convertido 
en Estado neutro, soberano é independiante, serviría á man« 
tener el equilibrio de sus fuerzas, y tal vez un dia á hacer 
imposible la guerra. — 

Estas consideraciones, que apenas indicamos, porque son 
generalmente bien comprendidas, pues han servido de base á 
multiplicadas y conocidísimas transaciones diplomáticas 
para la organización del equilibrio Europeo, adquirían en 
nuestro caso, una fuerza especial por circunstancias locales. 

La República Argentina y el Imperio del Brasil eran 
dos sociedades en revolución: colonias^ayer, hoy estados so- 
beranos, en que este cambio profundo luchaba aun pgr adqui- 
rir una solución apropiada, una forma'estable, no solo nece- 
sitaban equilibrar su poder colocando un tercero entre sus 
fronteras, sino también que este nuevo vecino yaque no auxi- 
liase con su ejemplo la obra de organización qi^ se operaba 
en los estados limítrofes, al menos no la dificultase. 

No era el antagonismo entre la democracia y la monar- 
quía feudal lo que debía inquietarlos;— ese antagonismo no 
existe aquí. * 

Era algo peor; —era la anarquía y los gobiernos efímeros 
é irresponsables que ella produce, los hábitos del vandalage, 
de la vida indisciplinada y aventurera, lo que podía llegar á 
amenazarlos bajo un doble aspecto : — 

1. ® Como elemento de destrucción de la entidad nacio- 
nal que acaban de crear, y que tanto les importaba conservar.— 
El recuerdo de una época, no muy lejana, debía hacerles 
comprender que esa individualidad podía sino extinguirse to- 
talmente, al menos quebrantarse en manos de la anarquía. 



2. ® Como elemento de propaganda y contajío. — El or- 
den moral, como el orden físico, tiene leyes de asimilación 
que ejecutan una atracción incesante y poderosa; y en el estado 
embrionario de las sociedades, donde las bases del orden legal 
no se han arraigado por el tiempo, por la práctica, por la edu-' 
cacion, por el goce de sus beneficios; donde las ambiciones no 
ban aprendido á desarrollarse por el ejercicio de la inteligen- 
cia y de la industria, donde todavia no se han acostumbrado á 
llegar por esos medios al predominio social, aquella atracción 
es singularmente peligrosa. 

Les importaba, pues, vitalmente, robustecer en el nuevo 
Estado, que iba á dividirlos, los medios de mantener la paz y 
de establecer una organización regular ; les importpba no 
abandonarnos en momento tan solemne como aventurado, ea 
que tan fácil era que nos estraviasemos y prendieranm incen- 
dio que, púdiendo aniquilarnos, pusiera en contacto con sus 
territorios el fuego de la anarquia; y solo asi podemos esplicar- 
nos las limitaciones, que varios articules de la Convención ha- 
cen, por tiempo determinado, á nuestro derecho político. 

Estas limitaciones están contenidas principalmente, en los- 
articules 7 y:* 10 de la Convención, y son correlativas de las 
obligaciones que se imponen los contratante^, y en que se 
manifiesta ampliamente el espíritu á que las hemos atribuido* 

Por el articulo 7. ^ se dispone que los representantes del 
nuevo estado, que según los articules anteriores debian ser 
convocados inmediatamente que la Convención fuese ratifi- 
cada, — después de elegir un gobierno provisorio, se ocupen» 
de formar su Constitución política. — El Brasil y la República 
Argentina se reservaban el derecho de examinar esta Consti- 
tución, antes de que fuera jurada, aunque para el único fin de 
ver si en ella sé contenía algún articulo ó articules que se opu- 
sieran á la seguridad de sus respectivos estados. 

Pero como no basta sancionar una Constitución si la prac- 
tica no la arraiga en los hábitos del pueblo, acostumbrando á 
todas las ambiciones á luchar en el terreno legitimo, la Repú- 
blica Argentina y el Imperio del Brasil reconocen por el arti- 
culo 10 gue es un deber suyo auxiliar y protejer á la Provincia 
de Montevideo hasta que el!a se constituya completamente, y 
se comprometen á que si antes de jurada la Constitución y- 
cinco años después^ la tranquilidad y seguridad de este Estado 
fuere perturbada por la guerra civil, le prestarán á su Gobier- 
no legal el auxilio necesario para mantenerlo y sostenerlo. 

El objeto y termino preciso de esta protección se estatuye 
por el articulo 11, que dice textualmente : — . 

'^ Ambas altas partes contratantes declaran muy esplicita 
*^ y categóricamente que cualquiera que pueda venir á ser el 



— 8 — 

•• uso de la protección que en virtud del articulo anterior se 
" promete á la Provincia de*^ Montevideo, la misma protección 
" se limitará en todo caso á hacer restablecer el orden y cesará 
" inmediatamente que este fuere restablecido, " 

Esta protección solo debia durar cinco años después de 
jurada la Constitución. Pasado este periodo cesa la protec-^ 
cion y la nueva República " será considerada en estado de per- 
afecta y ábsoliUa independencia, ^ (Art. 10.) 

Dentro del tiempo en que tenian la obligación de dispen- 
sarla, debia ser ejercida por los dos poderes colectivamente : 
Íirestarán dice el articulo*,— pero aun que no estuviera en la 
etra de la Convención, ese es su espíritu, esa es el alma de to- 
das las estipulaciones. — No puede presumii^se que ninguno de 
ellos tubiera la intención de consentir en que uno solo desem- 
peñara esa peligrosa función; podria venir á establecerse, 
cuando menos, una alianza virtual entre el Crobiemo protejido 
y la nación protectora; la voluntad del uno se doblarla ante 
la prepotencia del otro y de hecho no seria mas que un inferior 
suyo. Desaparecerla entonces la garantía del otro limítrofe ; 
la obra de la Convención estaria minada por el cimiento; la 
independencia del Estado intermedio no seria mas que una 
forma, una abstracción. — Bien se vé cuan lejos está esto del 
pensanliento fundamental del pacto de 1828. — Pero aun que 
no puede caber duda alguna racional en que la protección de- 
bia ser colectiva, agregaremos que esa es la inteligencia au- 
tentica, la inteligencia confesada sino por los dos, por uno de 
los contratantes. — En un caso (1830) en que esa protección 
fue solicitada del Brasil, contestó, terminantemente, que no le 
era dado proceder en este negocio sino de común acuerdo con el 
Gobierno de Buenos Aires. 

Vencidos los cinco años^ tiempo que debió considerarse 
bastante para afirmar la organización del nuevo Estado, y que, 
sin duda, lohabria sido si la ecíucacion constitucional de nues- 
tro Pueblo, no hubiera sido pervertida hasta por los mismos 
que tan obligados estaban á sostenerla en toda su pureza, nin- 
gún derecho les quedaba á los Gobiernos contratantes para 
intervenir en los negocios domésticos de un Estado soberano 
é independiente. 

Pero quedaba siempre subsistente el interés permanente 
de esos Gobiernos; — garantir la conservación de su obya — la 
independencia é integridad del nuevo Estado, fuese cual fuese 
su régimen interior; y este interés está consignado en el articu- 
lo 3. ^ que dice — 

" Ambas altas {iartes contratantes se obligan á defender 
" la independencia é integridad de la Provincia de Montevi- 
** deo, por el tiempo y en el modo que se ajustare enel tratado 
" definitivo de Paz. '' 



_ 9 — 

Era natural que en las estipulaciones que en ese tratado 
tocasen al Estado Orie||itaI interviniese este mismo Estado so- 
berano: — lo demás seria un atentado injustiñcable á sus pri- 
mordiales derechos — y el los tenia incuestionables para aceptar 
ó nó, el tiempo y ^l modo en que su independencia é integridad 
hubiera de ser defendida por sus augustos garantes. 

Para negárselo sería necesario desconocer su absoluta y 
perfecta independencia sancionada en esa Convención del modo 
mas esplícito (1): indispensable negar la Constitución de. este 
Estado, admitida y reconocida como base de su existencia por 
los mismos poderes que ñrmaron la Convención (2) y que de- 
clararon que ella podia ser inmediatamente jurada y debida'^ 
mente ejecutada en la forma adoptada y prescripta por la misma 
Convención. (3) 

Aun habríamos colisiderado necesaria esa intervención 
en la misma Convención Preliminar por la futuricion que en 
ella tenia, sino hubiera podido acudirse á una ficción legal 
dando por representada á la Provincia Oriental, por el Gobi- 
ernogeneral de las Provincias unidas del Rio de la Plata.. 

La parte que debia caberle al Estado Oriental en las 
negociaciones del tratado definitivo era muy principal, singu- 
larmente sobre los siguientes puntos. 

1. ^ El articulo adicional de la Convención dispuso, sin 
su consentimiento espreso, y cuando solo se podia suponer que 
lo prestaba por medio deja ficción que hemos indicado, de 
un derecho inherente al suelo, inherente á la soberania terri- 
torial que se disputaban los beligerantes, haciendo común ál 
Brasil y á la República Argentina, al menos por 15 años, la 
navegación del Uruguay, que hace una parte de nuestras fron- 
teras. — La forma de esta navegación debia reglarse por el 

^ tratado definitivo. 

2. ® El articulo 7. ^ provee simplemente á la desocupa- 
ción del territorio Oriental, sin designar I03 términos de este 
territorio. — Este articulo,al que teóricamente nada tendríamos 
que objetar, si hubiera sido entendido en el sentido recto, por- 
que su silencio, en ese punto, importa el statu qúo dé derecho, 
nos dejó en la práctica una cuestión de limites que ventilar 
con el Brasil, lo que,, por otra parte, lo pone fuerza del espíritu 
de todas las otras estipulaciones calculadas para prevenir 
disturbios y colisiones: — El statu ^{¿o era la demarcación de de- 
recho al emanciparse las colonias americanas de sus antiguas 
metrópolis; — esto es, la demarcación ajustada entre las cortes 
de España y Portugal en el tratado definitivo firmado en San 
Ildefonso el 11 de Octubre de 1777. — Los derechos á esa de- 
marcación se nos habian reservado, espresamente, en el pacto 
de incorporación á la Corona de Portugal. 

2 



— 10 — 

Hemos admitido hipotéticamente, que nuestra cuestión 
de limites se trataría en el tratado defínitivo,-aunque la Con- 
vención no lo determina, pues que ni aun se hizo cargo de la 
cuestión y no la refirió á aquella negociación como lo hace 
en punto á la navegación del Uruguay, — poique la República 
Argentina tenia un interés visible en apoyar nuestra justicia 
para que él estado intermedio no se debilitase en provecho 
del Brasil; pero se entiende, sin que esto menoscabe de ningún 
modo el derecho perfecto que tenia el Estado Oriental para 
ventilarla por si mismo,siempre que sus intereses lo exigiesen. 

Si en esto podia haber alguna duda ella ha desaparecido 
por el ministerio del tiempo, y esto nos trae á hacer aqui una 
observación esencial, 

¿ Era indeterminado, imprefijo el tiempo en que habia 
de negociarse el tratado definitivo de paz ?. ,. . 

El articulo 17 déla Convención dice — que tratarían de 
nombrar los Plenipotenciarios que debían ajustado después de 
canjeadas las ratificaciones de la Convención; — y el articulo 
18, que en el caso, no esperado, de no llegar á ajustarse en el 
dicho tratado por cuestiones que pudieran suscitarse, apesar 
de la mediación de S. M. B., no podrían renovarse las hostili- 
dades entre el Imperio y la República Argentina antes de 
pasados los cinco años estipulados en el articulo 10, etc. 

La intención de entrar en la negociación del tratado antes 
de vencer esos cinco años, que terminaron el 18 de Julio de 
1835, nos parece patente. 

¿ Pero de esto podría deducirse que con este término 
haya espirado la obligación de celebrarlo ?.... Nos parece 
que no, máxime desde que por circunstancias interiores, ó por 
otra causa, sea visto que de común acuerdo, tácito, al menos, 
han convenido en prorrogarlo, y esto ha sucedido en nuestro 
caso en que hay algo más que un convenio tácito. 

En 1838, jotres años después de vencido él término del 
articulo 10 de la Convención, la República Argentina y el 
Imperio del Brasil convinieron en reunirse para ajustar el 
tratado difinitivo, y declararon en el hecho, bien esplicitamen- 
te,V que no consideraron aquel término fatal, que en ningún 
tiempo podía una de ellas, sin otro procedente, negarse á 
entrar en ese ajuste si la otra se lo demandaba; que, ninguna 
de ellas podia desatarse por su sola voluntad, de la obligación 
del articulo 3. ^ de la Convención que le prescribía mante- 
ner la independencia é integridad del Estado Oriental, sin 
descubrir miras que debían alarmar justamente al otro contra- 
tante, sin provocar inmediatamente la guerra. — Esa obliga- 
ción, es pues tan permanente como el interés de evitar con 
la conservación del Estado Oriental, como nación neutra, la& 



complicaciones, las zozobras, las usurpaciones que hsin teñida 
con sangre de origen español y portugués, las aguas de la Ban^ 
da Oriental del Rio de la Plata, desde los dias de su descubri-< 
miento hasta nuestros dias. 

El único, que como inculpable de esa demora, y en uso de 
la perfecta y absoluta independencia y soberanía de que goza^ 
podria declinar total ó parcialmente,y en lo que tocase á sus^ 
intereses ó dignidad, la protección ofrecida,, sería el Estado 
Oriental. Solo él está rigorosamente en plena posesión del 
Casus Fcederisy y en aptitud por consiguiente, de negociaré 
i^ó, en común ó individualmente. Pero en cualquiei^ tiempo 
en que el tratado definitivo se negociase,nos parece incontro- 
vertible nuestro derecho, á ser representados en esas negocia- 
ciones si asilo demandábamos; esta pretensión de justicia y 
enteramente conforme con el derecho universal, aparece 
corroborada por el reconocimiento de los mismos contratan-^, 
tes de la Convención. 

, A virtud de solicitud del Gobierno Oriental en 1830, el 
del Brasil hizo de plano ese reccnocimiento. " Me fué contes-^ 
" tado por el Ministro, que el Gobierno Oriental puecle, ob- 
" tenido el accésit del de Buenos Aires, proceder sin deten-^ 
" cion, á nombrar los plenipotenciarios que han de repre- 
" sentar los derechos é intereses de esa República en el 
** tratado definitivo," (4) 

Hecha la misma solicitud al Gobierno de Buenos Aires, 
prometió contestar " tan luego como recibiese algunas noticias 
** de su comisario en Rio Janeiro^ concernientes á prevenciones y 
** órdenes que le tenia hechas^ " — Esta respuesta, que no es fá- 
cil comprender, fué seguida de algunas esplicaciones que, si 
bien dictadas por un espiritu que no se nos mostraba .muy be- 
nébolo, eran, al menos, mas plausibles atentas hs circunstan- 
cias de aquel pais. (5) Ya por ese tiempo (1830), la politica 
de aquel gabinete principiaba á inclinarse, aunque levemente 
y con habilidad, á las miras que en el cuerpo de este escrita 
veremos desarrolladas. Asi es que, pendiente aun la contes- 
tación ofrecida, nombró, sin hacernos ninguna prevención, en 
1833, un Ministro, para asistir por su parte, á la celebración 
del tratado definitivo. (6) Este nombramiento no tuvo ulte- 
rioridad alguna. i 

Pero mas tarde, cuando sus intentos adelantaron lo que 
no debia espetar, sin todos los nuestros hubieran guardado in- 
maculada la honra nacional, ese gobierno, que como se vé, no 
habia pronunciado una negativa directa, reconoció nuestro de- 
recho y hubo de convenir en la intervención del Estado Orien- 
tal ; nos apoyamos para asentarlo formalmente, á falta de do- 
cumentos emanados de aquel gobierno, que no poseemos, en 



•Mí 



— 12 — 

uno que no podia existir sin su conseAtimiento, sin ese con- 
sentimiento que era la condición sine quá non del reconoci- 
miento que hizo de nuestro derecho el gobierno del Brasil. 

El documento á que aludimos, y nos parece concluyente 
dado ese antecedente, es una nota del Encargado de Negocios 
de esta República en Janeiro, fecha el 24 de Agosto de 1838. 
En ella le anuncia al Ministro de Relaciones Exteriores del 
Brasil, uno de los objetos de su misión, en los términos isi- 
guientes: 

" Su misión ha sido investida con los poderes necesarios 
** para intervenir en las estipulaciones del tratado definitivo de 
az que se disponen á celebrar las altas partes signatarias de 
a Convención Preliminai^ de 1828, esperando tan solóla 
*^ participación de que sus respectivos Plenipotenciarios se 
" hallan en aptitud de abrir su negociación para exhibir aque- 
♦' líos y ejercer en nombre de la Éepública del Uruguay un 
" derecho inherente á la categoría de Estado Soberano, limí- 
" trofe y amigo de cada una de ellas, toda vez que en ese pac- 
** to hubieran de hacerse algunas provisiones que tengan un 
** grado de relación cualquiera con el ejercicio de esa misma 
^Soberanía. — Tales al menos la presunción que ha podido 
•* prohijar el Gobierno del abajo firmado desde que fué invitado 
<* por el de 8. M. á concurrir á dicho ajuste. " 

Esta invitación, — el tiempo en que fué hecha, y no solo el 
consentimiento, sino la perfecta uniformidad y acuerdo en que 
se colocaron las legaciones Argentina y Oriental sobre todos 
los objetos de sus respectivas misiones, en que se comprendía 
por nuestra parte, no solo la intervención en el tratado defini- 
tivo, sino la celebración de un tratado especial de limites nego- 
ciado con separación de aquel entre el Brasil y el Estado 
Oriental, no dejan la mas mínima duda de que nuestro dere- 
cho fué feolemne y ampliamente reconocido. 

Reasumiendo lo que tiene mas inmediata relación con 
nuestro proposito actual, podemos colocar fuera de toda con- 
troversia. ' 

La República Argentina y el Imperio del Brasil quedjaron 
solemnemente obligados por la' Convención de 1828, concluida 
bajo la mediación de la Gran Bretaña, según acaba de verse: 

I. Hasta el 18 de Julio de 1835 — en que se cumplieron 5 
años después de jurada la Constitución— si la tranqnilidad y 
seguridad fuese perturbada en el Estado OrienUl, á prestar á 
su gobierno legal el áuxiHo necesario para mantenerlo y sos- 
tenerlo. 

II. Esta protección debia limitarse, en todo caso á ha- 
cer restablecer el orden, y debia cesar en el momento que fue- 
re restablecido. 



— 13 ~ 

III. Esta proteccipn debia ser coleetiva. 

IV. Desde el 18 de Julio de 1835, el Estado Oriental, 
queda en el goce de Ja mas absoluta y perfecta independencia^ 
cesa la protección ofrecida y ni aun á ese titbló la Kepública 
Argentina ó el Imperio del Brasil, pueden, ni deben, intervenir 
en las disenciones y cambios domésticos del pais. 

V. Es una ley común á la República Argentina y al Im- 
perio del Brasil, y una obligación reciproca de esos dos Esta- 
dos, respetar y defender la Independencia é integridad del 
Estado Oriental : el uño contra el otro, y colectivamente con- 
tra un estraño. 



CAPITUIiO II. 



Cambios interiores que se siguieron en la IIepública 
Argentina y en el Brasil a la Paz de 1828. — 
Naturaleza e influencia de EStos sucesos. — Apa- 
rición de Rosas. — Su sistema, sus medios de acción 
Y de Gobierno, — Resultados y necesidades de este 

SISTEMA. 



Las complicaciones interiores á que hemos aludido en el 
capitulo anterior , aumentaban los inconvenientes de la guer- 
ra en que se hallaban empeñados el Brasil y la República Ar- 
gentina ; pero la paz, en la misma proporción que disminuía 
los peligi'os esteriores , ensanchaba la esfera, la actividad y 
los elementos de la lucha doméstica. 

Esta lucha no debia continuarse, por desgracia, con 
iguales medios, en los dos paises. 

La Tlepública Argentina, como todas las antiguas colo- 
nias españolas, habia conquistado su independencia en los cam- 
pos de batalla. Sus pueblos, en un periodo dilatadísimo, ha- 
biaa contraido el hábito de conseguir y celebrar los triunfos 
de la razón por medio de la espada, y el elemento militar 
era, por consiguiente, preponderante por sus servicios y por 
su gloria. Estos titules incontestables adquirieron mas brillo 
durante las últimas campañas. 

No asi el Brasil ; — alli la independencia, proclamada por 
el Príncipe eminente que estaba al frente del Gobierno, i^o di6 



— 14 — 

ocasión al desarrollo del elemento militar: todas las grandes 
ilustraciones de la emancipación del Brasil, son,esclusivamen- 
te, ilustraciones civiles, y las campañas del Sud nada habian 
producido que pudiera equiparárseles. — Al contrario, — dico 
un historiadar del Brasil ,—^ ^* el constante malhado de las' 
armas brasileras produjo el efecto de aniquilar la ambición 
de las distinciones militares, que demasiados incentivos pre-> 
$entan á los hombres de espiritu ardiente y entusiasta. La 
energia de Ja generación naciente, por una consecuencia de 
aquellos desastres, se inplinó mas á la carrera civil que á la mi- 
litar; y los mejoramientos sociales que resultaron de esta po- 
3Ícion han preservado al Brasil de una completa anarquía/' (7) 
Esta diferiencia capital y que merece observarse con de- 
tención, se hace mas notable por sus resultados: estos resulta- 
dos muestran, en buena luz, la inmensa superioridad de los 
f)rocederes regulares, aunque lentos, de Ins vias ordinarias, de 
a acción que dentro de ellas, ejercen los que están legalmente 
habilitados. Ellas imponen la contemporización de algui^os 
abusos, comprimen el espiritu encerrándolo en espacio deter- 
minado, mortificándolo por el señalamiento de tiempo y do 
modo, poniendo á veces, á dura prueba, la paciencia y el pa- 
triotismo; — pero estos inconvenientes, si asi puede llamárse- 
les, inseparables de la organización humana, en que no hay 
nada absoluto, en que la absoluta perfección es una tópia , es- 
tan sobradamente compensados por los bienes que producen,* 
por la marcha normal de los negocios, por la seguridad, por la 
estabilidad, por el progreso también, gradual, pero infalible, 
del bien estar social; por el desarrollo, sobre todo, del elemen- 
to industrial, hijo de la estabilidad, agente providencial de la 
paz doméstica^ de la paz universal. 

El uso de mpdios extraordinarios, .de remedios heroicos, 
para^ casi piempre, y con mas frecuencia donde los intereses 
industriales y el amor al orden que ellos engendran, no están 
estendidos y arraigados, en la aparición de poderes análogos. 
— No basta para arrojarse á esos cambios la pureza de la in- 
tencion:-^subvertido al orden, creada una situación violenta 
que levanta nuevos intereses, que lastima los antiguos, que pro- 
voca cambios súbitos de posición y de fortuna, la lucha de 
doctrinas degenera en ?lucha de individualidades, y en estas 
luchas todo es exepcional;— la duración, la forma, el terminó. 
En estos periodos inminentes es en los que, de las entrañas de 
la anarquía, nacen las dictaduras, los gobiernos con facultades 
extraordinarias ó con la suma del poder público según la novi- 
sima clasificación inventada en Buenos Aires. 

El movimiento que por aquel tiempo se ejecutaba en el 
Brasil, ü^pesar de que el sistema representativo no funcionaba 



— 15 — 

con precisión, como sucede con las máquinas que se ensayan, 
llegó á su objeto sin derramar sangre, sin pervertir las cosr 
lumbres de trabajo y de orden, alcanzando el 7 de Abril de 
1831 la abdicación del Emperador D. Pedro l,P y después la 
Acta adicional á la Constitución del Imperio. — Este movi- 
miento era esencialmente peligroso: el Imperio habia sido in- 
vadido por ideas ultra-dempcra ticas y el resultado que anun- 
ciamos lo entregó á los azares de la menor edad del Monarca 
al paso que debilitaba la acción de 3u gobierno. Pero les 
mismos medios que sirvieron para arrancar esta concesión, 
han provisto después al remedio de los males que ella producia, 
y las legislaturas subsiguientes han ido restituyendo á la auto- 
ridad pública parte de la acción de que fué irracionalmente 
despojada. Asi es como el sistema representativo— sobre cu- 
yas ventajas creemos deber inculcar siempre — dá, entrada á 
todas las opiniones y á todos los partidos que combaten legiti- 
mamente, y el gobierno representa, sin desorden ni desorgani- 
zación, la lucha y la sucesión de las ideas y de los intereses so- 
ciales; de las necesidades permanentes y de las necesidades 
accidentales de la vida del Pueblo. 

En la República Argentina, circunstancias cuya esposi- 
cion necesitaría mucho detenimiento, le hizo tomar la otra via; 
los partidos prefirieron cortar el nudo de la dificultad y arribar 
al desenlace por el camino ínas breve. Por mal de todos, se 
derramó sanfgre, se interrumpió la industria, se contrariaron 
los hábitos de orden, y después de esta contienda apareció el 
gobierno con facultades extraordinarias; se levantó Rosas. 

Este hombre se encontró inmerecidamente al frente de uno 
de los partidos que combatian en la Provincia de Buenos 
Aires, y obtuvo la cesación de la guerra por un abuso de con- 
fianza, por una violación de la fé pública. {S\ 

La cuestión que se ajitaba era. de organización, y sus 
estremos no eran irreconciliables: la cuestión no era de 
aquellas en que no. hgiy .avenimiento ó resignación po- 
sible; ella recaiano sobre los principios que sirven de base á 
la sociedad y al gobierno, sino sobre la mas ó menos concen- 
tración de este gobierno, que para todos debia ser representa- 
tivo y republicano. 

El sentimiento que debia dominar en esa situación á 
todos los hombres bien intencionados , era no compro- 
meter la sustancia por la forma; comprar á precio de cualquier 
sacrificio de teoría, la paz, que era la necesidad real y palpi- 
tante. 

Parece que nunca se puede desear bastante la paz, pero 
entonces creemos que se deseó con demasiada impaciencia; — 
que se sacrificaron' los arreglos y garantías de detalle á precio 



— 16 — 



>/- 



de obtener pronto el bien supremo; que se tubo demasiada 
conñanza en el poder de los principios y de los recuerdos — 
Jamás debe creerse imposible el despotismo y sin embargo 
entonces se creyó: — 1q creyeron unos dejando las armas, otros 
votando un poder extraordinario, aunque temporal. 

Estos cambios, cuya marcha acabamos de indicar, debian 
tener marcada influencia en los destinos del nuevo Estado 
Oriental. 

Esta influencia puede considerarse bajo dos aspectos — 
influencia de principios — influencia de hecho en la ejecución 
de la Convención. ^ 

Pero por cualquiera de estas faces, debia ser singular- 
mente poderosa la de la República Argentina, á cuya asocia- 
ción habiamos pertenecido , con la que estábamos estrecha- 
mente ligados por comunidad de origen, por comunidad de 
tradiciones y de glorias, por una analogia perfecta de formas 
politicas y de elementos sociales. 

Nos es, pues, forzoso detenernos aqui, para bosquejar la 
naturaleza del sistema de Rosas; sus tendencias, sus necesida-^ 
des y sus medios.— Sin esto, seria difícil apreciar bien los su- 
cesos de que vamos á ocuparnos: ese antagonismo permanen- 
te, esa lucha diaria y tenaz que se prolonga por' años enteros, 
que ha envuelto al Rio de la Plata en una nube de sangre, y 
que, al fín, despierta la atención del mundo, y empeña los inte- 
reses de su comercio en estas regiones. 
¿ Cual es el sistema de Rosas ? 

Es en vano buscar su definición en los libros de los pu- 
blicistas, ni en las instituciones coetáneas de los pueblos civi- 
lizados. 

No podemos tampoco encontrar definición que le cuadre, 
en la historia de las usurpaciones de nuesti;ps dias. 

¿ Que objeto tiene la dictadura de Rosas, á donde vá, que 
se .propone ? 

¿ Intenta consolidar en su persona la conquista de la re- 
volución y vincular en ella la primera Magistratura, como pa- 
recen delatarlo los honores regios, las ])rerrogativas mas que 
regias que se ha hecho acordar ? 

Si ese ha sido su propósito, el sistema con que le ha ser- 
vido es completamente inhábil, aun mas, completamente ab- 
surdo, porque no se encarna en ninguno de los elementos du- 
rables del pais, no se liga á ninguna idea fecunda, á ningún 
sentimiento honesto, á ningún pensamiento politico. 

Si el. sueño que agitó el alma de Bolívar, y le hizo luchar 
con su virtud y con su gloria, lo ha deslumhrado á Rosas ¿so- 
bre que ha pensado afirmar su trono ? Sobre el prestigio de 
su gloria personal ? no tiene gloria. 



— 17 — 

*¿ Sobre la sabiduría de sus leyes ? El no ha publicado 
sino decretos de muerte, tablas de proscripción, leyes odiosas: 
toda la legislación de Rosas es una mezcla apasionada de ren- 
cor y de barbarie, una legislación ad hoc para servir á la pa- 
sión, al interés del momento. 

¿ Sobre los beneficios de la paz 7 El ha mantenido á 
su pais bajo el doble azote de la guerra civil yde la guerra 
extrangera, todos los dias de su gobierno son dias de sangre, 
de trastorno, de aflicción. 

I Sobre los beneficios de creaciones sociales, de- ihsti- 
tuciones, de progresos económicos ? El ha pervertido la So- 
ciedad, ha aniquilado la; industria, ha cambiado los arados 
I)or puñales, ha combatido la realización de las teórias mora- 
es y económicas que dominan al mundo civilizado. 

¿ Sobre el honor, que M ontesquieu establecia como base 
de la Monarquia, sobre la exaltación de algo grande, deslum- 
brante, fascinador ? — El lo ha deshonrado, lo ha empobreci- 
do, lo ha humillado todo: — nada hay comparable á la bajeza 
de los sentimientos, á la grosera degradación de que se ha ro- 
deado; — á la repugnante aridez, al cinismo de crimen y des- 
lealtad que brotan todos los actos de su Gobierno. 

* Nos parece inútil buscar el jérmen de organización, el 
elemento de porvenir sobre que alza Rosas su sistema perso- 
nal, — Vemos un crimen inmenso, pero estúpido ; vemos ins- 
tintos, necesidades de temperamento, mas que miras politicas, 
y esto no es sin-ejemplo en la historia de otras edades— ¿euaí 
era el pensamiento politico de Nerón cantando á la luz del 
incendio de Roma ? . . • . 

Lo que ahora hay de sistemático, de lógico, en la marcha 
de Rosas, son las necesidades de su propia conservación. — - 

Rosas, hombre excéntrico al movimiento civilizador de 
su pais, que, refugiado en las Pampas, habia vivido en ellas 
á mano con la ignorancia, que la habia sometido, en la esfera 
que alcanzaba, por sus arranques biliosos y estravagantes, 

f>or sus crueldades características, por sus aberraciones mora- 
es; — que habia ensayado gobernar al hombre y al caballo, 
por los mismos móviles ; que conocía y participaba las preo- 
cupaciones vulgares, las nociones atracadas, las ideas incom- 
pletas, los resabios rústico», que se encerraban en el fondo de 
las masas, y que se encontraban mal avenidos con la estre- 
mada cultura de algunas clases, — ingresado al poder, no repre- 
senta en él sino un elemento disolvente, un elemento de 
guerra social profunda, que no tiene mas término posible que 
la desaparición de Rosas, ó la disolución de la sociedad ac- 
tual 

Este juicio que á yimera vista parecerá muy apasionado, 



-18- 

es en nosotros una convicción sincera, una opinión de 'con- 
ciencia, cuya rigorosa exactitud esperamos demostrar. 

I^ juzgfiremds á Rosas á la luz de los datos históricos 
de su pais, y este trabajo, que no podrá comprender detalles y 
exepciones, servirá de paso para rectificar algunos de los er - 
rores en que han incurrido casi todos los estrangeros que se 
han ocupado de esta cuestión. — 

Rosas ha buscado los elementos de su poder en la parte 
viciada, en la parte ignorante de su pais;— alli ha encontrado 
los restos^ que él ya conocia,'y se armonizaban con su Índole, 
de la educación colonial y de los vicios de la revolución. 

Los elementos de la vida colonial eran conexos. — ^La 
educación y los hábitos del pueblo estaban en relación di- 
recta é inmediata de la politica colonial. 

En la colonia no habia vida pública— libertad de pensa- 
miento — libertad de examen — libertad de industria — libertad 
de acción. Eran sus dogmas obediencia pasiva, sin razón, 
obediencia habitual y de rutina, á dos potestades superiores 
á todo, que se refundían en una misma: — al depositario de 
la autoridad real, única fuente de los bienes terrenos; al sa- 
cerdote, depositario de la autoridad religiosa, única fuente^ de 
•los goces celestiales, — á ambas autoridades, intimamente li- 
gadas por su titulo divino y por las leyes humanas, que te- 
nían en su mano y dispensaban á su grado, la felicidad ó el 
infortunio en esta vida transitoria, las i*ecpmpensas ó los cas- 
tigos de la vida eterna; que dominaban de consuno el cuerpo 
y el alma, el espíritu y la materia. 

La revolución no podía nacer de la masa de una población 
sometida á este dualismo inflexible ; — educada para la inmo- 
vilidad que el producía y al que todo se había amoldado. 

De aquí la diferencia entre la revolución de las Colonias 
inglesas y la revolución de las colonias españolas. 

En aquellas la sociedad democrática, industrial, mercan - 
til, estaba organizada y vivía de su vida propia, del ejercicio 
de su inteligencia y de su riqueza : allí nada podía empren- 
derse que no fuera el resultado de la necesidad y de la rázon 
de la mayoría. — El vínculo que las unía á la metrópoli era 
meramente o/?c/aZ, y el día que este vínculo frágil se quebró, 
la nación quedó organizada tal como antes estaba ; — nada le 
hacía falta; — la obra estaba acabada y todo se reducía aun 
cambio de fórmulas en las regiones superiores y en los atri- 
butos de la soberanía. — 

Al contrarío en las colonias españolas — Aquí la revolu- 
ción no era la obra de la masa, sino la concepción de unos po- 
cos varones esclarecidos y esforzados, que habían alcanzado 
las grandes cosas que se realizaban ep el mundo, y aprove- 



— 19 — 

ehaban circunstancias especiales y que favorecian, providen- 
cialmente, su pensamiento de emancipación. 

Asi es que los autores de nuestra independencia no pu- 
dieron declarar abiertamente su alto propósito; — tubieron que 
acatar con humildad el trono que meditaban derribar, enca- 
bezar sus actos con el nombre del Monarca á cuya corona 
iban á arrancarlos mas f>reciosos florones, de cuyo imperio 
iban á desmembrar un mundo. * 

El pensamiento de la independencia era el alma de todas 
las manifestaciones ofíciales, de todos los actos de nuestros 
gobiernos desde la instalación de la primera Junta que gober- 
nó estos paises a nombre de Fernando VII; se rompian uno á 
uno los lazos que nos Jigaban á la metrópoli — nos separába- 
mos de ella para siempre, pero no se promulgaba esplicita- 
mente el hecno. 

Una vez iniciado el. movimiento, el poder colonial caia 
por su base: la revolución ponia término al aislamiento en 
que él nos colocaba, y este aislamiento era la piedra augular 
del edificio» 

Abiertas nuestras poblaciones al comercio y á las ideas del 
mundo civilizado, esta sola innovación debia alterar la unidad 
primitiva de la costumbre colonial, despertar nuevas necesida- 
des por la introducción de nuevos goces, por el descubrimien- 
to de veneros desconocidos de riqueza, de poder, de ilustra- 
ción, por el conocimiento de verdades peregrinas, de utopias 
sublimes, de paradojas seductoras, y todo esto al mismo tiem- 
po que el prestigio del trono se desvanecia, que se discutian 
sustituios, que la púrpura se veia escarnecida ysalpicada.de 
lodo. Desde entones era imposible el retorno á la situación 
pasada. Esta situación era de manera que, una vez roto el 
prisma, ya napodia restablecerse. 

Las ideas nuevas vinieron á ser una máquina de guer- 
ra; se arrojaban de tropel y súbitamente al fondo de la so- 
ciedad para sacudirla, para conmoverla, para batir instan- 
táneamente el dominio de las ideas antiguas. — Se comprende 
bien el vértigo que debia producir la filosofía del siglo 18 in- 
troducida, sifi preparación, en una colonia española, en una 
colonia de la nación que se habia mantenido impenetrable 
por su fanatismo y por la altivez de su carácter al movimien- 
to filosófico de la Europa ; — de una nación en que exisiia la 
inquisición en el siglo- 19. 

Esta introducción, sin embargo, ^e^i a agitar los ánimos 
con un entusiasmo capaz de las mayores empresas,{9) y la em- 
presa de la independencia se consumó en efecto por un entu- 
siasmo sublime. 



— 20 — 

La resistencia armada que encontró la revolución la hizo 
militante y conquistadora. 

La fuerza, — único medio de convencimiento y de propa- 
ganda que se habia conocido en America desde la conquis- 
ta — vino á ser la potencia decisiva, y mientras guerreaba cru- 
damente á los enemigos de la independencia, asistia é inter- 
venia en las mutaciones y trastornos internos que eran consi- 
guientes á aquel grande é intensisimo sacudimiento. 

La falta de teorias sociales bien comprendidas, la exage- 
ración natural de los nuevos principios y su inesperta aplica- 
ción, abrian ancho campo á las ambiciones personales; entre 
estas ambiciones tenian naturalmente el primer lugar las de 
los depositarios de la fuerza material, que no estaba, como he- 
mos indicado, subordinada á otra idea definida que la de la in- 
dependencia del suelo. 

Ese es, en nuestro sentir, el origen lógico, de los partidos 
que aparecieron desde los primeros dias de la revolución, y 
que han dejado sus tintas sombrias en el gran cuadro de aque- 
llos sucesos memorables. 

Esta lucha'de partidos y ambiciones que se inició sepa- 
rando del poder la inteligencia superior del Dr. D. Mariano 
Moreno y dándole tumba en el Océano, no podia terminar con 
la guerra de la independencia, ni cambiar de palestra y de 
armas por solo este evento. 

Cuando el pais fué ya independiente todavia no estaba 
organizado. La fuerza debia ceder el primer lugar que ocu- 
pó durante la guerra exterior, pero como no habia una creen- 
cia uniforme, un sistema basado ya, que le arrancase su pre- 
pominio, ella intervino todavia en la guerra social, en la guer- 
ra de las teorias de organizacipn y de sociabilidad que iban 
necesariamente á debatirse. 

, De ahi, pues, la continuación <le la guerra civil, conti- 
nuación tristísima pero que hemos juzgado inevitable. — Cono- 
cidos estos orígenes, nos parece que ellos desmienten, por en- 
tero, las ofensivas apreciaciones que s& han hecho del carác- 
ter de estos pueblos. 

En estas guerras han intervenido las tendencias enemi- 
gas que co-existian en el seno de nuestras sociedades; — la 
tendencia absolutista y retrogada, emanación de las tradicio- 
nes seculares de la Colonia, y la tendencia democrática y pro- 
gresiva de la revolución. — En una de estas dos grandes divi- 
siones históricas se han afiliado, algunas veces sin conocerlo, 
los diversos bandos que se han disputado el poder bajo ense- 
ñas personales ó por divergencias de detall. 

Cuando el partido liberal se ha dividido, el elemento jre- 
trogrado ha auxiliado á la facción cuyo triuiifo le era menos^ 



— 21 — 



• 



hostil; y todos los partidos han contado y debido contar, cpmo 
cuentan en todas partes, con la cooperación, en sus horas de 
fortuna, de los hombres viciados y sin conciencia que especu- 
lan en motines y revueltas. — Pero todas estas banderías, que 
nacen y mueren rápidamente, no tienen mas influencia impor- 
tante y que merezca recordarse, que la que han ejercido como 
auxiliares de aquellos dos grandes partidos irreconciliables. 

La tendencia democrática, por un achaque común á todas 
las innovaciones, quiso, en algunos periodos, escalar como los 
gigantes de la fábula^ por esfuerzos sobrenaturales, el cielo de 
la civilización; y dotar á nuestros pueblos de libertades mas la- 
tas que las que su estado soportaba, ó de creaciones, que irrea-^ 
lizadas, se convertían en su daño. Sus reformas chocaron al- 
gunos intereses y preocupaciones, aumentando asi con auxilia- 
res eventuales, la resistencia de la tendencia absolutista. Er- 
rores generosos, de cuyos autores dirá el futuro historiador 
de nuestros diás: \quien no querría haber cometido sasfuU 
tasl do) ^ 

Esescusado que digamos, que la tendencia absolutista era 
débil; si podia pugnar, fortificada con los errores de los libera- 
les y entre el vértigo de la guerra civil, su triunfo era imposi- 
ble, porque su triunfo no podia afirmarse sino sobre las ba- 
ses coloniales, y estas bases solo podian restablecerse por la 
realización de muchos imposibles; uno de ellos, secuestrar de 
nuevo estas regiones al trato y al comercio de la civilización. 
La administración que se apoyara en ella no, podiá dejar de 
contrariar la mayoría de su pais, las ideas y los intereses crea- 
dos por la revolución, y buscar, mas tarde, ó mas temprano, 
el aislamiento de la tierra, único medio de asegurar su do- 
minación. 

El Dr. Francia, emprendió aislar el Paraguay; pero lo 
emprendió en la oportunidad en que era hacedero; cuando 
ese trato no existia; — la revolución habia sido aHi un cambio 
momenláneo.El aislamiento del Paraguay, no fué mas que una 
continuación pura y simple, sin intervalo alguno, del aisla- 
miento colonial. Cualquiera interrupción lo habría hecho 
imposible. (II) 

Rosas, pues, se ha encontrado en aquella situación, y ha 
producido, como era de esperar, una Conflagración universal, 
ün trastorno completo. 

Esto se comprenderá mejor por la enumeración de sus 
actos mas importantes: esos actos mostrarán el uso que él hi- 
zo del estado en que encontró á su pais; la dirección que dio 
á los elementos que hemos señalado, los sentimientos que ha 
cultivado. 

Esta enumeración que será incompleta, pues la hacemoi 



— 22 — 

incidcntalmentc y con escasos materiales, hecha por nosotroifir, 
que tenemos á honor consagrar nuestra vida á la oposición al 
gobierno de Rosas — gobierno que juzgamos incompatible coa 
la independencia y la libertad de nuestro pais— habrá de ser do- 
blemente diminuta, pues no le atribuiremos. t/n solo hecho que 
no podamos probar con un documento suyo de los que tene- 
mos ala vista. — Rosas ha utilizado la misma enormidad de ^ 
sus atentados para hacerlos increíbles, para pasar muchos de 
ellos por calumnias de sus enemigos. Con una audacia, con 
una hipocresía que confunde, que trastorna, ha negado sus 
acciones mas patentes y poniendo á Dios y tíl Pueblo que opri- 
me por testigo, ha pretendido ahogar la voz y los lamentos de 
sus victimas, gritando, — Calumnia i 

Si nuestra palabra es vehemente no por eso dejará de ser 
verídica: — escribimos la v§rdad de nuestro sentimiento, la 
▼erdad de nuestro juicio, sin sugecion á un plan meditado 
paraprodutir efecto especial. — Prodúzcala verdad.el que le 
es propio: — nosotros no hacemos una obra literaria, sino una 
obra patriótica. 

Si Rosas hubiera tenido la intención de poner ñn á la 
revolución, organizando la República Argentina, como lo es- 
peraban los federales de buena fé que le prestaban su apoyo, — 
que le habían investido para ello con facultades estraordtna^ 
no^, habría debido empeñarse en la templanza de los áni- 
mos exacerbados por las agitaciones anteriores, en preparar 
la creación de una situación legal que comprendiese á todos 
los partidos, porqué sin esa situación la luchase renovaría 
por el camino de la insurrección: la insurrección es el recu r- 
so del oprimido que no encuentra medio legitimo de defen- 
sa. — Rosas hizo lo contrario: — ^sostituyó los antojos de su vo- 
luntad sombría y antojadiza á todas las instituciones, á todos 
los principios que habían salvado del naufragio: — sopló el 
fuego mal apagado ^e la discordia, le dio una exageración 
salvase á todos los rencores; materializó el odio, lo hizo here- 
ditario, odio de raza. (12) 

Apoderado de la enseña yederaZ,hiza un insultante reme- 
do de la política de los primeros gobiernos revolucionarios: 
colocó á la federación en el lugar en que aquellos colocaban 
á Fernando 7. ® ,y gritando ¡ Viva la Federación ! — se enca- 
minó á llegar, como ha llegado, á la centralización mas com- 
pleta, mas absoluta, mas estremada. 

El espíritu de localidad, de provincialismo, que es tan 
pronunciado en la raza española, es suceptible, como todos los 
sentimientos de su especie, de producir grandes bienes ó in- 
mensas calamidades; de ser un instrumento poderoso de me- 
jora y civilización, ó de.atraso y de barbarie. — ^Esto depende 



• — 23 ~ 

de la dirección que ^e le dé. — En la República Argentina ese 
elemento había constituido la fuerza del partido federal; es 
inútil decir que se habia exagerado; — se sabe bien que todo lo 
que interviene en esas luchas se exagera sin remedio. — El 
debia servil* por su triunfo, de base principal á la organiza- 
ción de la República y esta obra habia de n\odificarlo*y traer- 
lo necesariamente á mejor ca^nino. —-Rosas comprendió esto 
perfectamente, y aumentando la violencia de ese sentimiento 
en el sentido que le habia dado la guerra civil, — fomentó las 
súceptibilidades de pueblo á pueblo — ^hizo mas honda su divi- 
sión — los debilitó por el aislamiento y después como era de 
esperar, los dominó por ese medio. 

Una organización cualquiera era mortal para el intento 
de Rosas, así es que cuando fué licitado á la reunión del 
Congreso, que dehia dar la constitución, cuando se pidió el 
cumplimiento del articulo 16 del tratado celebrado eptre las 
Provincias litorales el 4 de Enero de 1831, se sintió profunda- 
mente herido y sin miramiento á su solemne compromiso, de- 
claró delito esa invitación. (13) Deñrió la época de llenarlo . 
conpretestos capcioso» y magnificas promesas de una mejor 
oportunidad. 

Entretanto azuzó nuevos odios y perpetuó la guerra hasta 
que por la unidad de su acción, por la superioridad de los re- 
cursos físicos y morales de la Provincia de Buenos Aires, por ^ 
la hipocrecia con que velaba sus intentos, y los mostraba á lo& 
ojos ignorantes de las n^asas, como enderezados á asegurarles 
los beneficios y la independencia que creian vinculada en el 
triunfo de la federación:— dominando á unos por el terror, 
alagando a otros con el pUlage y la holgazanería, abusando de 
la candida credulidad de muchos, declarando unitarios k los 
que penetraban y se oponían á sus miras, — y presentando lay 
resistencias que él producía como esfuerzos sistemados y re-^ 
nacientes délos unitarios, é. quienes siempre declaraba dis- 
puestos á castigar su vencimiento con venganzas sin medida de 
_ que todos estaban amenazados, y á someter las provincias á 
un régimen tiránico, logró deshacerse sucesivamente por el 
veneno, el puñal ó el destierro de los mas renombrados cam- 
peones de la Federación, — anular virtualmente Is^ existencia 
federal de las Provincias, y constituirlas en feudos suyos don- 
de sus feroces procónsules se permiten todo genero de esce- 
sos y de delitos.— ^Estos caciques, que tienen pendiente sobre 
sus cabezas la espada de Damocles, espian con la muerte 'los 
mas leves indicios de independencia ó bajan á la tumba como 
foragidos cuando el amo quiere dar á los secretos que les ha 
confiado, un depositario mas discreto que su pecho. (14) 

Al ^ado de las antipatías de localidad se alza el senti- 



„.24 — 

- miento religioso. El sentimiento religioso intolerante du- 
rante la Colonia, instrumento en ella de la politica, se mezcló 
por este carácter mas que todo, en los trastornos de la revo- 
lución. 

El sentimiento religioso tiene á nuestros ojos una impor- 
tancia inmensa; sin él no concebimos sociedad posible;~soc¡e- 
dad y ateismo son términos que *í excluyen, que no podemos 
ligar. 

Nuestra religión organiza la familia, principio y base de 
la sociedad; y ella es el mas poderoso elemento de organización 
que poseen estos paises.. La religión cultivada en toda su 
pureza y altura, será no solo un venero de consuelo, de her- 
mandad y de moral sino también de virtud democrática que ci- 
catrizará todas las llagas %^n el balsamo de la doctrina que nos 
hace á todos hermanos, á to^os libres, á todos iguales; que ga- 
lardona «y castiga con recompensas y con penas eternas, la 
virtud y el vicio. 

Pero siendo esto cierto, también lo es que los rigores y 
abusos del fanatismo, que han alterado la pureza, la tolerancia 
y la mansedumbre de la doctrina del Crucificado; que han 
puesto esa doctrina al servicio de intereses terrestres y de 
grandezas mundanas, que la han arrojado á las luchas de las pa 
siones, han producido mas ateos que los errores de los filósofos 
y las seducciones del pecado. 

La religión emancipada de mezquinos cálculos, debe do- 
minar á todos los partidos como Dios domina todas las obras 
de la creación: debe atarlos con el mismo lazo de amor que li- 

5;a al cielo con la tierra. La religión debe colocarse donde 
)ios ha colocado la felicidad y la virtud,, en el centro, no en 
los extremos. 

Estraviarla de esta vereda, es profanarla, es debilitar la 
^ creencia, es comprometer el pais inorganizado que debe apo- 
yarse en ella para resolver el problema de su organización. 

Con motivo de la reforma eclesiástica emprendida en la 
administración del general Rodriguez, por el Ministerio de 
Rivadávia, una parte del clero, que no podia avenirse con ella, 
puso en egercicio su influencia. La revolución no habia lo- 
grado arrancar totalmente del seno de la población el rai- 
gambre del antiguo fanatismo, y no fué por Qonsiguiente en- 
teramente nula la influencia de algunos sacerdotes domina- 
dos por ideas ascéticas exageradas, y de muchos mas aqueja- 
dos por intereses y conveniencias mundanas. A su voz sur- 
gieron los restos del antiguo fanatismo^ y hubo todos los sin- 
tomas de ün cisma: se predicó largamente contra el atéismo; 
se declararon ateos los actos de la re£3rma,1a enseñanza filosó- 
fica y literaria que á la sazón se daba en la Universidad y en 



— 25 — 

rarios establecimientos particulares; en fin a nombre de la re- 
ligión se intentó derramar sangre humana y operar cambiosí 
de gobierno. ' 

Los hombres politices que utilizaron este medio peligi*o< 
sisimo de oposición, no eran fanáticos ; el fanatismo religioso 
no existe, ni en mucha ni en poca proporción en las clases su- 
periores de nuestra sociedad: asi es que derribada la presi-» 
dencia de Rivadavia, la administración federal, á cjiyo servi- 
cio se habia puesto, lo abandonó, y ningún acto suyo vino á 
darle existencia oficial. — La reforma eclesiástica quedó con- 
sumada, y la enseñanza no recibió modificación alguna sus- 
tancial. 

Le estaba reservado á Rosas exhumar el fanatismo ven- 
cido y preparar de nuevo un porvenir de incredulidad, de 
menosprecio al sentimiento religioso. — El no ha trepidado 
ante esta consecuencia tremenda, infaltable ! — ^Se propu- 
so fecundar la semilla del fanatismo; revivió las acusa- 
ciones de incredulidad disparadas contra los autores, de la 
reforma eclesiástica, y recurriendo' á las tradiciones colonia- 
les, que son sú código, se declaró campeón de la fé y á sus ene- 
migos, enemigos de Dios, (15) / 

Para justificar este titulo revivió varias disposiciones de las le- 
yes de Indias, congruentes con la existencia de la Inquisición,' 
y tomó otras que á los ojos de la muchedumbre debian apare- 
cer como las emanaciones de una moral severa y melindrosa 
(16) — ^Restableció alguna de las comunidades regulares que 
se habian estinguido: sugetó á todo el clero á una clasifica- 
ción de partido, despojó de sus beneficios eclesiásticos á los 
que no consideró abanderizados en su facción y los dio á los^ 
que perteneciail á ella y de cuya dedicación á su persona es- 
taba cierto — 

Desde entonces la religión fué uno de los resortes de su 
poli tica : — corrompió ó atemorizó á sus Ministros, y esperó 
que estos deificasen su persona y fortificasen su imperio en la 
grey que apacentaban. 

El , que tan intratable pretende mostrarse en pun- 
tos de soberania, que aspira al rango de defensor de las 
prerrogativas del Continente Americano, por el rigorismo con 
.que proclama que resistirá el mas levé acto de los poderes eu- 
ropeos que roce la epidermis de la soberania Argentina, se 
mostró humilde y contemporizador con el acto que daba la 
silla Episcopal de Buenos Aires al Dr. D. Mariano Mcdrano; 
acto que heria suslancialmente las mas altas regalías de la 
80berania,(17) y esto solo porque ese débil anciano,que tan in- 
digno se ha mostrado de su elevada dignidad, debia contribuid 

3 



— 26 — 

á la prostitución de la Iglesia, á la decepción que ella ha he- 
cho á las conciencias candidas y timoratas, (18) 

Rosas creyó que su obra necesitaba para completarse en 
esta parte, no solo exitar el fanatismo que se levantaba pegado 
á su poder como lo ostra á la peña, sino estenderlo y consoli- 
darlo. Habia resucitado las antiguas misiones no para con- 
vertir á la fé á los indios que él enseña á matar á los cristia- 
nos, sino para que predicasen la obediencia á su tirania, la su- 
misión á sus mandatos, el respeto á su persona, el odio á sus. 
enemigos; (19) disponia con ese objeto del pulpito y del confe- 
sionario — con pocas aunque honrisimas exepciones: — necesi- 
taba, pues, apoderarse, de la educación y armonizarla con los 
servicios que de ellos recibia. 

En esto no era solo su mira perpetuarse ^n las genera- 
ciones nacientes; era aprovechar la influencia que los hijos 
ejercen sobre sus padres; era hacerse de conductores por don- 
de introducir en los hogares las máximas que prescribia á las 
escuelas ...Para esto cerró algunas grandes institucio- 
nes de enseñanza, y dotó de profesores de su secta las escuelas 
primarias, y pensó en monopolizar la educación en una es- 
cala mas estensa por medio de una sociedad religiosa, ligada á 
la historia de estas regiones y de la que conservan las masas 
reminiscencias profundas. Con este fín llamó á los Jesuitas, les 
costeó el viage — les volvió el antiguo colegio de que habian 
sido desposeídos en 1767 por la espulsion que hizo de 
ellos Carlos 3. ® , y los mantubo con los fondos del Tesoro de 
Buenos Aires.- — Por suerte Rosas se equivocó con la mayoría 
de los RR. Padiesde la Compañia de Jésus: tenian ellos mas 
ciencia y virtud que !a que Rosas apetecía, y se negaron á 
segundar sus propósitos de impiedad y tirania.— Esto les va- 
lió una proscripción, que es ejecutoria de su Vnérito, y la ca- 
lificación de unitarios. (20) Sin esta circunstancia, estrema- 
damente feliz, el porvenir de aquel país se habría empeñado 
mas seriamente. 

Todo esto no llenaba el plan de Rosas.-^Detubo, mate- 
rialmente, á la civilización que desde las ciudades se derra- 
maba* por los campos, para producir la reacción de la barba- 
rie, para hacer invadir á las ciudades por las costumbres de 
las tribus nómades, por los restos incultos de las costumbres 
coloniales. — Hizo perseguir con violencias rudisisimas, hasta 
el uso de los trages y maneras de la civilización, y forzó ala 
culta sociedad de Buenos Aires á que manchase su dignidad 
con ese retroceso. — Rosas comprendió por intuición que el 
trage, la manera, la altura y pureza de la palabra, tienen 
mas influencia que la que le atribuyen los espíritus frivolos^ 
— Asi como el bienestar, la cultura del trage, de los modales 



— 21^ — 

y del idioma levantan el ánimo, le dan dignidad, lo ptédispó^ 
nen al uso independiente de la lázon, é influyen de ese modo^ 
en el destino de la sociedad. 

Esas violencias satisfacian también una pasión que ed 
natural en las gentes que están doIo(5adas en los áltimo^ 
escalones, de la sociedad ;-- les venia la ocasión, tanto ma^ 
grata cuanto mas inesperada y anormal, de humillar aquello 
que tanto los habia mortificado ^— Veian igualado con el pol-^ 
vo de sus pies lo que habian visto tan alto ! 

Rosas debió regocijarse.— La envidia, el torcedor de sü 
vida oscura^ tenia ecos; — no era una arma inútil.— Arrojada 
contra el seno de la sociedad la beria ptofundamenté. 
. Asi ha ido levantando Rosas, el edificio de su podeY^ 

Sorprendiendo la buena fé de los partidos y esplotando el 
horror á la guerra civil, habia alcanzado el poder en la Pro^ 
vincia de Buenos Aires. 

Prometiendo afirmar la organización de la Nación por 
medios vigorosos que subordinasen los elementos disidentes^ 
se habia investido de facultades estraordinarias. 

Exaltando las antipatias de localidad y las divisiones 
provinciales, habia estendido su dominación á las otras Pi^o- 
vincias. 

Sembrando recelos y animosidades éntrelos caudillos, 
sirviéndose alternativamente de los unos contra los otros, hst 
sido omnipotente sobre todas. 

Apoderándose de los restos del fanatismo religioso^, ha; 
traido la religión á que santifique su usurpación. 

Sublevando á las masas incultas, satisfaciendo la propen *■ 
sion á la violencia, que es una de las dotes de la ignoran- 
cia, rompiendp los lazos de la guefarquia social, invir- 
tiendola, se hizo de la fuerza fisica que debia sostener la obra 
de esa larga cadena de decepciones, de esas escandalosas 
violaciones de todos los pactos, de todos los compromisos. 

Para mantener á su devoción esas turbas indisciplinadas/ 
alas que iba á inutilizar para la vida laboriosa y honesta^ 
debia crear una situación en que el ignorante clasificase üt 
hombre civilizado de salvaje; en que la civilización y la riqueza- 
fueran tierra enemiga puesta á tributo de la ignorancia y de 
la holgazaneria ; donde el vicio y el delito pudiefi*an dominai^ 
á la virtud. — Una situación cuyos eslabones fueran los críme- 
nes, vinculo con que Rosas ha reera'píazado el am^r y las no- 
ciones del deber. 

Apesar de que este plan no se desenvolvió sino, como ser 
habrá' advertido, por una serie de perfidias y de engaños, ei 
debia encontrar inmensas resistencias. — Rosas las hacombaU* 
do por el terror. 



— 2S — . . 

• 

El terror de Rosas ha revestido formas terribles, y que 
epilogan y contienen todos sus medios de politica y de Go- 
bierno. 

Eiovganizó la corrüpcron, el robo, el asefiinatói (til) 

iios hombres fueron degollados ^n el seno de la familia ó. 
en la chille pública. (22) .; 

LosMajistradosal pié de la tribuna que ilustraron en 
otro tiempo, los Representantes del Pueblo Argentino; (23) 
cuándo vimos esa ti*ibuna salpicada por la sangre de un ancia- 
no, nos pareció ver manchadas todas las viejas glorias de 
aquella tierra! 

La coiAscacion seguia á la muerte. El duelo de la fami- 
lia era acompañado del escarnio y de la mendicidad. L^os ase- 
sinos despojabaYí al mismo cadáver de su victima, y las pren- 
das del muerto, salpicadas en sangre, figuraron en las entra- 
das del tesoro de Biíehos Aires. (24) 

Los asesinos, los corta-cabezas recibían su salario de las 
arcas públicas, y el pago de estas bestias feroces, figuró entre 
los gastos nacionales. (25) 

£1 degüello— esta horrible ejecución que desarrolla tan- 
tos jérmenes de ferocidad , que es upa^ degradación de la es- 
pecie, se ha elevado á ejecución oficial. (26) 

Bandas de degolladores han recorrido las ciudades y los 
campos. — Durante quiiice años sien^pre ha corrido sangre so- 
bre la tierra Argentina. (27) 

La familia — esta arca de alianza — se ha roto en manos 
de Rosas. (28) 

La infame delación se ha adornado con las charreteras 
de honor que eran premio alas duras penalidades , y á los al- 
tos hechos de la guerra, al mismo tiempo que las cabezas de 
gloriosos adalides eran clavadas en las plazas y caminos pú- 
blicos. (29) 

Desapareció la fé de las capitulaciones: los prisioneros, 
los capitulados han sido degollados á centenares. (30) 

Todos Iqs principios han sido conculcados. Lá guerra 
que hace Rosas está fuera de la civilización, y seria en cual- 
quiera de sus detalles, oprobio de los tiempos bárbaros (31). 

De los cadáveres insepultos y profanados se han arranca- 
do pedazos de piel para trenzar adornos de caballo (32). Miem 
bros humanos se han traido á los solaces de Rosas y han sido 
♦ prendas de su familfa (33). 

Hemos visto uno de sus ejércitos persiguiendo, no aun 
ejército. . , .no ! — persiguiendo, única, espresamente, la cabe- 
xa de un cadáver ! (34) 

Todo el que no está del todo con migo, es mi enemigo, (35) 
y este qué fué el primer capitulo del programa administrativo 



^ 29 — 

de Rosas, aplicado al principio á los que habian pertenecido 
al antiguo partido unitario, se estendió después á todo lo que 
habia de noble, de ilustre, de civilizado, de piitriota en el par- 
tidofederaL / 

Desechos estos partidos, cuando ya no hay mas que vic- 
timas, unidas por el infortunio, verdugos, ligados por el cri- 
men, Rosas ha conservado sus pasadas denominaciones y su 
grito de guerra, contra todos sus enemigos, interiores y este- 
riores ha sido — f mueran los salvages unitarios ! 

El que desagrada al tirano ó á algunos de sus seides, — el 
que rehuye su brazo ó su aplauso al crimen, es salvaje uniiariol 

El que rinde culto á las glorias de su Patria y no escon- 
de en el pecho la lágrima que brota en los ojos al recuerdo de 
su pasadla esplendor, es salvage unitario ! 

El que no aborrece con odio de caníbal^ el que no maldi- 
ce la ceniza ó el nombre del deudo ó del amigo que gime en 
el destierro ó yace en el sepulcro, por la voluntad de Rosas, 
€s salvage unitario ! 

* El que es industrioso, el que ama la ciencia, el que re- 
pugna el roce de los asesinos, de los delatores, de los taber- 
narios que forman la aristocrac^ de esa sociedad^conocida 
con el nombre de la mas-horca ; (36)— el q* no remeda las ma- 
neras de los toscos habitantes de la Pampa, es salvage unitario! 

Y ser salvaje unitario es tener en la patria una colocación 
peor que la de los Parias en la India : es estar fuera de la ley 
civil y de la ley divina: es tener fuera de todo amparo la vida, 
la hacienda, el honor de la muger, la castidad de las hijas (37). 
Es vivir méndigo en el estrangero, sintiendo mas que la pros- 
cripción y la miseria la amargura ó la afrenta de la familia 
desolada, á quien tal vez ya no se verá; — es estar en la patria, 
encorbado por el temor, leyendW en todas partes la senteiicia 
de muerte, que está escrita en t#los los rostros, en todas las pa- 
redes, en todos los papeles; (38) que se muestra en todos los pe- 
chos sobré un fondade sangre, que se promulga en las calles 
en las plazas, en los teatros, (39) en los templos ; que en las al- 
tas horas de la noche viene á despertar al infeliz al compás del 
relox. . . . (40) — oh! sin duda, que este grito horrible, incesante, 
que se introduce con el aire, que persigue con la luz, que 
aterra en la oscuridad, es un género de tormento, un refina- 
miento de ' odio, que hace olvidar las torturas de Venecia, las 
venganzas de los Borjias 

Y este grito. Dios mió ! se repetía en tus altares! 

YJa boca del Sacerdote que celebra el sacrificio incruento 
lo pronunciaba \ 

Y el retrato del impio, Dios mió, recibía adoraciones so- 
bre tus altares I 



r^ 80 -r 

Y ese retrato se paseaba 'en solemne procesión por. las 
isalles del Pueblo mártir, y se le abatían las banderas, y el 
pueblo se poste rnaba con la cabeza descubierta ! (41) 

Y ese retrato se conducía en un carro que arrastraban, 
en el lugar de las bestias, hombres vestidos de generales, ma- 
tronas, esposas de generales de Buenos Aires ! (42) 

Y las campanas tocaban á vuelo para recibir en el tem- 
plo á ese retrato ! 

Y los adornos del templo y los vestidos de los Santos, os* 
tentaban los colores de sangre que Rosas ha adoptado para 
Ja librefi de sus esclavos! (43) 

Y un Obispo, que no tiene la conciencia de su misión 
evangélica, viste sus ropas episcgpales y rodeado de las altas 
dignidades de su Iglesia, pisa el umbral del Templólo como 
San Ambrosio para defender la pureza de su altar, y detener 
^Ili al profano llevando á su alma el arrepentimiento, sino pa- 
ya mostrarse el primero de los esclavos, para introducir la 
imaien del sacrilego en el templo, para acrecer el orgullo del 
ídolo, para descarriar á la grey y empujarla en los caminos de 
la iniquidad y de ]a esclavitud . , • • ! (44) 

Y los sacerdot^s que no han celebrado el sacrilegio, hu* 
yen proscriptos, ó han muerto como mal-hechores! [45] — han 
muerto de esa muerte que no tiene tipo ni entre los horrores 
del circo Romano:— de esa muerte en que los dolores, las con- 
gojas de la agonía se han multiplicado y prolongado por un 
arte infernal; en que la victima no se cubre de flores, ni reci- 
be los consuelos! 4® ^^^ religión que tiene misericordia y espe^ 
xanza mas allá de la tumba, sino que la cubren de escarnio, de 
rabia, de desesperacion;---le .despiertan y embrabecen. todas 
las pasiones mundanas al borde del sepulcro, y la precipitan 
en él, paso á paso, acompañada de esos diabólicos cantares, 
que han sostitqido á las inspir%ciones de la musa cristiana, que 
desprtó aquel charco de sangre ! (46.) 

Y esto ha durado anosi — y esto ha pasado ala vista de 
los representantes de Iqs grandes poderes de la Civilización, 
que han escuchado impasibles los lamentos délos degollados, 
(47) que han asistido á las profs^naciones de los templos como 
á una fiesta oficial ; (48)^que han visto vagar por la Repúbli^ 
ca Oriental, Chile, Perú, Bolivia, el Brasil, en desamparo y 
miseria á miles de proscriptos y de familias argentinas ; que 
han visto multiplicarse estas emigraciones dia por dia, hora 
por hora ; que las han visto engrosarse con hombres de todos 
jos partidos ¡ con los hombres de letras, con los hombres de 
armas, con los hombres del comercio y de la industria, con 
propietarios opulentos, con artesanos honradas, con ancianos, 
pon mujeres, con niños inofensivos !. .... .que han visto quo 



1- 



— 31 — 

Itosas para contestar esta irresistible protesta, esta condena- 
ción solemne, ha tenido que recurrir á torpísimas difamacio- 
nes, á calumnias escandalosas y patentes, á falsificar la historia 
ds su pais, á difamar la sociedad entera: y llamados á decidir 
entre la perversidad de una sociedad, ó la perversidad de un 
hombre que destila sangre, han cruzado los brazos, y se han 
detenido indecisos ante el espectáculo neñirio ! 

Graves equivocaciones han contribuido, sin duda, á pro- 
ducir esa impasibilidad, y á que se^continuase tratando co- 
mo Gobierno á un hombre desnudo de todo lo que constitu- 
ye ese carácter; cuya inhumanidad era conocida y confesa- 
da, (49) cuyos actos lo colocan, decididamente, en la clase de 
esos enemigos del género humano á quienes todos tienen el 
derecho de quitar el poder de dañar. 

Nos haremos cargo de esas equivocaciones aunque no 
con el detenimiento que talvez seria de desear*. Pero son 
tan patentes los errores de que proceden que, por poco que 
hagamos, hemos de llegar á desvanecerlas por entero. 

I f Equivocación. — ** El estado de la República Argen- 
tina era tal, tan intensa la inmoralidad y la anarquiü, que el 
despotismo de Rosas era necesario, — Este despotismo es hor- 
rible, pero el refrenar la anarquia compensa todo: era, la única 
salida que tenia el caos." 

Esta teoría, que es la de una escuela histórica de mere- 
cidisima celebridad, que respetamos y seguimos, ha sido apli - 
cada sin cabal conocimiento de los hechos históricos de la 
República Argentina, que son los únicos datos sobre que 
puede apreciarse su estado social, y las necesidades de ese 
estado. 

Como se ha visto,no hemos disimulado la descomposición 
de esa sociedad , no hemos negado que hubo anarquía,— al 
contrario, hemos mostrado que la hubo, y que la hubo necesa- 
riamente, 

Pero en esa guerra social, cuyos elementos hemos indica- 
do, debia triunfar el mas preponderante, y su triunfo es el 
único dato sobre que, en nuestro sentir, puede establecerse un 
juicio racional acerca de las necesidades de esa sociedad y de 
los medios de asegurar su bienestar. 

Tomaremos el periodo en que la anarquia fue mas vio- 
lenta, mas decisiva;-el año de 1820;-año de verdadera inver- 
sión, de verdadero caOs, de trastorno sin igual; en el que los 
cambios de gobierno se contaban por meses, por semanas, por 
dias y hasta por horas-¿A que voz se encadenaron los elemen- 
tos de la discordia? — á que voz se sosegaron las pasiones? ¿que 
S[obierno fué el que cerró el abismo?— Fué un gobierno rcgu- 
ar ! 



. — í 



~ 32 — 

La administración del General D. Martin Rodríguez— 
de -quien era Ministro D, Bernardino Rivadavia — nacida de 
las entrañas de esa anarquia, le puso término echando un velo 
sobre los actos y los efrores pasados; amnistiando los partidos, 
Acercándolos á todos por el interés público; organizando la 
sociedad sobre bases de justicia y de libertad; garantiendo el 
fíjercicio de todos los derechos y el respeto de todas las opi- 
niones. 

Esta administración que no se apoyaba sino en la fuerza de 
los principios, en el predominio que esos principios t^abian ad- 
quirido en la sociedad, gobernó todo el tiempo que le señalaba la 
ley hasta el 2 de Abril de 1824:-— entonces la reemplazó, por mi- 
nisterio de la misma ley, la administración del General Las Heb- 
ras, que se conservó en ejercicio hasta 1826 en que el Congreso 
Nacional eligió Presidente de la República á D. Bernardino Ri- 
vadavia que lo fué hasta Julio de lS27.*-La Presidencia dejó 
m puesto cuando los embarazos producidos por la guerra del 
Brasil hablan aumentado sus dificultades, pero sin hacer impo- 
sible su gobierno: ella no quiso luchar, porque creia que la obra 
era indestructible y que la variación en el personal de la admi* 
nistracion no podia £|.niquilar las instituciones que hablan sal- 
vado al pais de los horrores de la anarquia y le habian dado ii- 
bertad y prosperidad. — Esto es de rigorosa verdad histórica.» 

De esas administraciones datan la mayor parte de las 
instituciones que organizaron la sociedad y la administración 
de Buenos Aires, y en ellas se echaron las bases sobre que de- 
bían afirmarse el orden y la prosperidad de aquel pais. A 
esa época pertenece la reforma militar, concepción que abra- 
ísaba á la vez el premio de los servicios prestados á la inde- 
pendencia, y los intereses de la tranquilidad y prosperidad 
del pais, convirtiendo al comercio y á la industria los brazos y 
las inteligencias que ocupaba la carrera de las armas. El 
complemento de esta reforma era ün acto de justicia y de mo- 
ral y una garantía de orden y de libertad. 

A ella también pertenece la reforma eclesiástica, de que 
hemos hablado, encaminada á dar vida al principio reli- 
gioso. La reforma eclesiástica, tópico fecundo de amargas 
diatrivas por parte de Rosas, es un pensamiento que muestra 
que la administración que la emprendió comprendía bien la 
importancia de la religión como agente de civilización y de 
orden; Al mismo tiempo que se decretaba la abolición de 
Jos conventos de regulares, institución viciosísima y relajada 
en el e^ado de nuestras sociedades, y que desdoraba la dig- 
nidad del sacerdocio, se dio esplendor al culto, se exaltó y do- 
tó el clero secular; se puso gran esmero en la elección de los 
Curas; se multiplicaron los curatos de campaña; se erigieron 



— 33 — 

nuevas iglesias; se establecieron cátedras de instrucción re- 
ligiosa; se estableció y dotó un colegio destinado esclusi va- 
mente á la enseñanza de sacerdotes que honrasen al altar por 
la ciencia y la virtud; se n^ombró un vicario general de Mi- 
siones, se hizo, en fin, todo cuanto era posible para dar lus- 
tre y valimiento á la Religión y á sus ministros. — Esta obra 
es una de las que Rosas ha destruido. 

Entonces también se abolió el fuero militar y eclesiásti- 
co en los negocios de la vida común, se dio independencia y ' 
dignidad á la administración de la justicia, se decretaron 
numerosos establecimientos de enseñanza; se educó t la socie- 
dad entera por la practica del sistema representativo, por el 
goce de la inviolabilidad de la propiedad, de la vida y el honor, 
por el ejercicio de todos los derechos del ciudadano, por la 
ejecución estricta de la ley; se levantó, en suma, la opinión, y se 
hizo culto suyo la libertad, la gloria, el decoro y la prosperi- 
dad del pais. (50) 

El reproche de los administradores de ese tiempo es haber 
querido hacer demasiado bien, y hacerlo demasiado pronto. 

Rosas subió al poder cuando el pueblo habia gozado de 
esas instituciones, que no conocía antes de 1820: cuando, como 
hemos dicho, los derechos individuales se creian tan sólida- 
mente establecidos que nadie pensó seriamente en la posibili- 
dad de perderlos; cuando el sentimiento mas dominante era el 
horror á caer en la anarquía que podia turbar el ejercicio de 
la libertad. 

Las interrupciones que habia sufrido el orden legal — 
interrupciones que condenamos abiertamente — no podian 
equipararse á ninguno de los trastornos anteriores al año 20, 
en que el orden legal no habi^ existido; y el sentimiento que 
esas mismas interrupciones habian producido era un nuevo 
elemento de orden de que podia disponer Rosas, si hubiera 
tenido la voluntad, como tubo el poder y los medios de dotar á 
su pais de una organización regular. 

¿Cuales son, pues, los modos de gobierno que mas con- 
vienen á la República Argentiní^?-¿Los modos legitimes y sua- 
ves que le dieron á Buenos Ayres sus bellos dias de engrande- 
cimiento y de prosperidad,, que le produjeron el aplauso y el 
respeto del mundo civilizado, ó los medios violentos é ilegiti-* 
mos que ha empleado Rosas y con los que ha yermado y em- 
brutecido su pais, presentándolo al mundo como objeto de 
lástima y de horror? •... • 

Est^ es cuestión practica, cuestión de hechos, y los he- 
chos nos parece que la resuelven irrecusablemente. 

Pero aun prescindiendo en algún modo de ese parangón 
examinaremos la cuestión en otros términos : verémos^sicl 



— 34 — 

resultado de las interrupciones que sufrió el orden legal, des- 
pués de 1820, era otro que el que hemos señalado; — si en 1829 
era imposible el camino de 1820. 

— ¿Ha sido la dictadura de Rosas una de esas dictaduras 
necesarias, fatales, precisas? 

Cuando un pueblo llega á situación tan deplorable y es- 
trema, la libertad ya no es la religión de la mayoria; el culto 
es la paz. — Entonces ss levanta el Dictador yes omnipotente 
dedde luego. 

¿Es esta la historia de la exaltación de Rosas? 

El no ha tenido un dia,, un solo dia de dominación tran - 
quila. 

Poseedor del poder desde 1829' tubo que combatir no so-, 
lo con las armas, sino que hacer diarias concesiones á la opi- 
nión; y apesar de los prósperos frutos que cosechó de las di- 
visiones que sembraba, y del prestigio de que habia logrado 
rodearse, era de tal marca la resistencia al poder dictatorial, 
que, en 1832, hubo de /;eder el puesto á una administración 
salida de las filas de su partido, para gobernar legalmente. — 
Esta administración fué la del General D. Juan Ramón Bal- 
caree. 

. ¿ Qué hizo esta administración que representaba, sin du- 
da, uqa gran opinión del partido Federal?.. — Volver al pueblo 
al ejercicio de sus libertades; preparar por la templanza la 
fusión de todas las opiniones, — Este que era, sin duda, el ca- 
mino de llegar á la paz, era el mismo camino de 1820. 

Pero Rosas que habia conservado el mando de las armas; q' 
á pretesto de ensanchar en el desierto las fronteras de Buenos 
Aires y someter á las tribus indias, se habia apoderado del 
material de guerra y de toda la fuerza organizada que aumen- 
taba con esas mismas tribus de indios, — á las que llama ami- 
gasy'-y con las intimas clases de la campaña, se declaró en cons- 
piración permanente contra la administración federal del Ge- 
neral Balcarce, y convirtiendo en provecho de su ambición las 
divergencias de detall y la lucha que es inherente á todo Go- 
bierno representativo, obtuvo, en último resultado, que aquella 
administración fuese derribada á mano armada. 

Volcada esta administración, y dividido asi el poder y la 
opinión del partido federal, era Rosas el Dictador de hecho 
por la incontrastable superioridad de la fuerza bruta, de la 
fuerza organizada que tenia á su mando. 

La administración Balcarce fué reemplazada por la del 
general don Juan José Viamont, y las ideas de este gobierno 
electo por los hombres del partido federal , que habian 
hecho la oposición al anterior, se pronunciaron también por la 
organización regular del pais. Rosas combatió solapadamente 



— 35 — 

é este gobierno y abusando de los elementos materiales y de las 
pasiones oscuras de que disponia, lo cercó de innumerables obs- 
táculos; llenó de escándalo á Buenos Aires; manchó sus calles 
con sangre, derramada alevosamente, y al fin produjo un des-, 
quicio total é hizo imposible el ejercicio de toda autori- 
dad. (51) 

Entonnes, dueño del terreno, cuando todos principiaban 
á temblar por sus vidas, sujetó á la provincia de Buenos Aires 
á que nombrase uno tras otro, cinro gobernadores, que, ater- 
rados, no aceptaron el pargo; no habia un ciudadano que se 
atreviese á levantar la investidura de la primera magistratura 
de su Patria, vilipendiada en aquella farsa escandalosa!— Al ca-: 
bo, después de haber colocado á sus mismos partidarios en la 
desesperación, de haber rechazado cuatro veces el nombra- 
miento de Gobernador, lo oceptó, cuando con el puñal al per 
cho, se le otorgó elipoder para que gobernase según su ciencia 
y conciencia, 

Rosas llama á la investidura que usurpó por esos medios, 
poder legal, como si una sociedad pudiera enagenar sus pri- 
mordiales derechos para transferirlos á un hombre; como si 
pudiera considerarse válido un contrato en que no hay interés 
recíproco, ni libre voluntad; en él que. hay violencia paten- 
te, (52). 

'' Pero aun entonces,y apesar de ser á la vez el depositario 
de la fuerza y de los atributos del poder publico, Rosas tubo 
que hacer concesiones á la opinión de su pais; concesiones 
que ha retractado después, cuando ha creido que podia tirani-^ 
zarlo mas ampliamente, (53). 

A apesar de esas concesiones, de esas dificultades es sin 
embargo verdad que hace quince años que su influencia e&po- 
derosisima, y diez que es la única ley en la infortunada Re- 
pública Argentina. 

I Pero, cual es el resultado de ese poder inconmensura* 
ble, cuales los hechos que ha producido esa yoluntad todo-po- 
derosa, qiie es lo que le debe su pais ? 

En el interior. — Quince años de guerra civil, de guerra 
de esterminio. — Quince años de escándalos, de odios, de pros- 
cripciónes; quince años de violencias, de muertes, de degolla- 
ciones, de emigraciones numerosas; la exaltación del crimen, 
el abatimiento délas clases industriosas, la sublevación de la» 
clases Ínfimas, de las clases holgassanas con toda su rudeza y 
todos sus vicios: — la confiscación de bienes— el aniquilamien-r 
to de la industria, — la destrucción material del pais, un espan- 
toso retroceso moral é intelectual; — la prostitución de la igle- 
sia.. ..; y ni un solo diadepaz^ni la remota esperanza d« 
un solo dia de pa? ! 



— 36 — 

E n el exterior. "-Vnvi guerra con la República de Bolívia, 
en que ni siauiera conservaron su antiguo brillo las armas 
Argentinas. 

Una lucha de dos años con la Francia. 

Una guferra, que lleva mas de siete años de combates 
sangrientos, con la República Oriental. 
V Una guerra inevitable con la República del Paraguay. 

Otra preparada con el Imperio del Brasil. 

Serias complicaciones con los intereses europeos en el 
Rio de la Plata: cuestiones de navegación, de comercio, de 
industria, de población. •••; ¡también un volcan de guerra 
inextinguible ! 

No solo no ha conseguido Rosas lo que obtuvieron las ad- 
ministraciones regulares que gobernaron á Buenos Aires des- 
de 1820 á 1829 ; administraciones que emprendieron, como 
se ha visto, vastas reformas que herian intereses y hábitos de 
alguna cuenta ; — no solo ha destruido lo que ellas habian 
creado, y empeñado al páis en guerras interiores y esteriores 
de un carácter horrible y de una duración indefinida, sino que 
ha traido a la sociedad á una situación que le era enteramen- 
te desconocida. La^'matanzas de Octubre de 1840 y de Abril 
de 1841 no tienen precedente, ni aun remoti^ima analogía, en 
los dias de mayor anarquía y desquicio de Buenos Aires (54). 
¿Que dice, pues, todo eso? Esas guerras, esos trastornos, esas 
emigraciones, esos crímenes sin ejemplo?" ¿No demuestran 
clara, evidentemente, que el poder de Rosas no es el resultado, 
i>i de las necesidades sociales, ni de los intereses materiales, 
ni de la opinión de su pais? 

La ciencia del Gobierno es mas que ninguna otra, una 
ciencia práctica. El único fin de todos los sistemas y combi- 
naciones políticas, es producir el mayor grado de bien-estar*, 
de prosperidad y de gloria al pais en que se aplican; por consi- 
guiente aquel Gobierno que se acerque mas á llenar ese objeto, 
el que produza mayor número de bienes, es, sin triópidar, 
cualquiera que sea su estructura y sus medios, el que guarda 
mas analogía Con las condiciones fídicas y morales de su pais, 
el que le conviene mas. 

A vista pues, de los resultados del Gobierno de Rosas, se 
concluye lójica y necesariamente que ese hombre, no ha sido, 
ni es un tirano necesario;-es un usurpador que domina,en pug- 
na con todos los intereses de su pais, por medio do una mino- 
ría violenta é inmoral. (55) 

2. ^ Equivocación, consiguiente de la anterior, sobre el 
carácter de nuestros pueblos y la moralidad de nuestros hom- 
bres públicos. Rosas, para apoyar las difamaciones con que, 
ha robustecido este error, ha tiznatio toodas las reputaciones 



/ 



— 37 — 

del Rio (le la Plata, ha recurrido á las vulgarísimas y pasage- 
ras acriminaciones de los partidos. La América Española no 
podía producir un Washington: ella debía entrar á la Inde- 
pendencia por ^ntre tempestades y distuibios y descomposi- 
ción social, y en esos tiempos calamitosos de divergencias y 
de penurias, no se levantan reputaciones inmaculadas para los 
contemporáneos: — todos los hombres públicos tienen ^dóa re- 
putaciones, todas las acciones dos faces — una pura, otra man- 
chada. La revolución es una fiebre aguda que produce deli- 
rios sublimes y delirios miserables, que modifica é interrumpe 
el desarrollo pacifico y normal de las propensiones del alma: los 
hombres que viven tales días deben amurallarse en el santuario 
de sus intenciones y estar templados para mandar sus nom- 
bres al juicio de la posteridad. --Se comprende bien que todas 
las reputaciones sQn en tales casos puntos de controversia. 
Pero no son las iieputaciones individuales las que han de 
servir de medida al juicio sobre la moralidad del pueblo y de 
la mayoría de sus hombres públicos, si-no los hechos de la vida 
de ese pueblo. La guerra de la Independencia, las adminis- 
traci ones de que nos hemos ocupado, la pureza y sabiduría 
d e sus instituciones, la actual resistencia invencible á los 
horrores y á las inmoralidades de Rosas, hablan mas alto que 
la escoria de las pasiones y los accidentes de esas luchas. 
Oponemos ese alto testimonio á las calumnias de Rosas. 

3. ^ Equ ivocacion, sobre el poder y las miras actuales 
de Rosas. Han creído que este poder reposaba en bases po- 
derosas, y deplorando el horror de sus manifestaciones se han 
íigura^jio que él se consolidaría, y que su consolidación trae- 
ría la paz. 

Desvane9Íendo \3^ primera equivocación hemos dicho 
cuanto basta á contestar la presente , Agregaremos sin em- 
bargo, que no han advertido, aun dándole mas poder que el 
que tiene en realidad, que el poder de Rosas no vive sino por 
la violencia; que esta violencia se redobla icon las resistencias 
que pi*o^oca y tiene necesariamente, que tocar su máximum. 
El día que lo toque se quiebra eK resorte, y debe desaparecer 
sin dejar mas que ruina y escarmiento, 

Rosas no puede fundar ninguna situación regular y tran- 
quila: — se ha inhabilitado por entero. 

¿Como gobernará Rosas el día de la paz?— ¿Como evitará 
el poder de la reacción que vendrá el mismo día que se debi- 
lite tíl nervio de su sistema? — ¿Que hará de esas bandas de 
degolladores, de esas tropas de cosacos que ha formado, en los 
que la violencia y el desenfreno es ya una segunda naturaleza, 
á los que ha enseñado á vivir como los buitres de despojos y 
de violencias?— ¿quien creerá su palabra?— ¿cual será la forma 



— 3? — 

• 

de su gobierno?— ¿como se avendrá él, como se avendrán losT 
suyos, á ser contradichos, ó no poder estender el brazo hasta 
donde quiera la voluntad? — ¿de donde sacarán riquezas que sir- 
van de pábulo alas pasiones que han alimentado tantos años, con 
el botin que arracaban á sus enemigos?— ¿Como cumpliría sus 
compromisos pecuniarios con esa muchedumbre de gefes y 
soldados que tiene en armas por su causa, y á quienes ha adju- 
dicado valiosisimas recompensas para el término de la guer- 
ra; á quienes matiene prendidos al cebo de magnificas prome- 
sas que se veria en la imposibilidad de llenar, desde ' que na 
pueda despojar las fortunas de los particulares?---¿Como hará 
Rosas para sostenerse luego que la paz vaya restableciendo las 
gerarquias que el ha invertido? — ¿Como evitará la superiori- 
dad del talento, de la virtud, de la industria que son los anti-' 
podas de los elementos de su poder^ ¿Como le perdonarán 
sus victimas, como le perdonarán muchos de esos mismos que 
le rodean, el vilipendio, la zozobra á que los ha reducido? — - 
¿Como le perdonarán sobre todo, los que hoy le tienen miedol 
—Una minoria viciada, á la que no repugna ningún exeso, pue- 
de someter por el terror — que es á lo que Danton llamaba ha- 
cer wíedo—'á una doble mayoría; pero tiene que vivir por el 
terror.— El dia que se relaje ese resorte tremendo, se vá con 
él' e? poder á que servia, y los que han sentido miedo, los que 
han bebido esa hiél, no perdonan jamas. 

El poder de Rosas no puede cambiar. El tiene que mar- 
char sien^pre por el mismo camino, sin pararse, sin modifi- 
carse, hasta que aparezca la reacción que ha de postrarlo. Es- 
to está en la naturaleza humana, y es lo que enseña la historia 
de todos los pueblos. 

Pero, ¿como ha durado tanto, como puede aun tanto? 

El poder de Rosas ha durado, porque aun puede crecer, 
porque aun puede desarrollarse. Por lo demás, el 9 Thermidor 
Robespierre tenia la centésima partb de las resistencias visibles 
que cercan á Rosas; en un instante, en que aun se creia omni- 
potente, una sola palabra le arrancó el poder, y le arrancó la 
vida. Asi son todos los tiranos. Lo pueden todo, hasta el 
momento en que dejan de existir. El poder de Rosas, lo hemos 
repetido ya hasta el fastidio, como él de todos los tiranos, solo 
es sostenido por una minoria, cuyos in^tintosferoces y crimi- 
nales él protege, y con la cual sujeta, despoja y mata á la mayo- 
ría de la nacicm. Lo contrario no solo es opuesto á la ver- 
dad de los hechos, sino imposible y absurdo. Una mayoría 
no necesita de violencias para gobernar. 

Hemos dicho que el sistema de Rosas auti puede desarro- 
llarse, por que aun que ese hombre ha vencido las resisten(5kis 
armadas quese habian levantado antes de ahora en su pais, aun^ 



_ 39 — 

que se ha hecho proclamar allí dueño absoluto é irresponsa- 
ble de la sangre, de la hacienda y hasta de lo, fama del pueblo 
que oprime, su sistema se halla todabia incompleto y no ha 
podido desenvolverse ampliamente, merced á esa continuada 
resistencia interior. 

Ese sistema no puede completarse sino por el aislamiento 
de estos paises de la civilización europea, ó por el sometimien- 
to de los intereses europeos en el mismo grado en que ha 
sometido los nacionales. 

Es inútil demostrar de nuevo hasta que punto es incon- 
sistente su sistema con la civilización y el comercio. 

Pero nos parece que los estadistas extrangeros no le han 
prestado hasta ahora, á esta faz, principalísima, de la lucha ac- 
.tual, la suficiente atención; la seria atención que ella merece. 
Tal vez, si han compredido la necesidad imprescindible que 
tiene Rosas de cambiar la situación de los intereses estrange- 
ros, han creido que el poder, verdaderamente efectivo, de las 
grandes naciones, era bastante por sisólo para ponerlos á cu- 
bierto de toda eventualidad: pero j^un en esta hipótesi^, opina- 
mos que han caido en error. 

Los intereses europeos en estas regiones, estarán siem- 
pre mas eficazmente pro tejidos por los principios que por las 
armas, mas por la moralidad de nuestros gobiernos, que por 
los pactos y por las fuerzas europeas. 

Escritores independientes, decimos la verdad como la 
concebimos á la luz de la historia y á la luz de nuestra rázon. 

Entendemos que los poderes eui'opeos se han exagerado 
sus propias fuerzas; — que no las han calculado con relaciona 
las distancias y á las localidades , — que en el Rio de la Plata 
puede darse un estado de cosas, en que esas fuerzas sean ine- 
ficaces — en que vendría á ser una cuestión de dificil solución 
para los gabinetes europeos, si les convenia mas renunciará 
los mercados del Rio de la Plata y sus tributarios ó abrírselos 
por la^ armas ; — en que el primer estremo de esta cuestión 
podría parecerles 'el mas aceptable. 

Ese estado de cosas es el blanco de los conatos de Ro- ^ 
leías ; á él encamina todos sus actos ; ese es el término que al- 
canzará, sin remedio, si triunfa definitivamente en la guerra 
que hoy mantiene ; y esa es también la clave que nos esplica las 
estrañas complicaciones que han intervenido en ella. 

Esa aspiración por parte de Rosas, es completamente lógi- 
ca y necesaria. 

La existencia de los estrangeros en el goce de las inmuni- 
dades que les otorga el derecho de gentes y los tratados, pro- 
duce la existencia de dos legislaciones, de dos hechos que estaa 
en perfecta é inevitable pugna. 



— 40 — 

La población se divide en dos clases. — 

Los nacionales^ desposeídos de toda protección en sus vi- 
das, en su hacienda, en su industria; sujetos á la voluntad ti- 
ránica de un hombre, imposibilitados para adquirir, sin garan- 
tía para conservar. 

laós estranger os, c>ox\ derecho á ser protejidos en sus vi- 
das, en su hacienda, en su industria ; — con capacidad para ad- 
quirir, con capacidad para conservar. 

Esta situación no puede mantenerse largo tiempo; uno 
de estos hechos debe vencer al otro: — no pueden co-existir. 

Si triunfa el hecho que, por nuestro infortunio, es ahora 
peculiar de los estrangeros, se establece el Gobierna regular — 
el imperio de la civilización y del derecho — la dominación de 
la ley.— Entonces desaparece el sistema de Rosas. 

Si triunfa el hecho contrario, el que, vergüenza para no- 
sotros, se pretende llamsir principio americano, viene la situa- 
ción opuesta ; puede desbordarse sin limite la arbitrariedad y 
la barbarie, porque se aniquila al derecho que gozan los es- 
trangeros. — Entonces triunfa el sistema de Rosas. 

Rosas se ha hecho cargo de este dilema inevitable, y jus- 
to es decirlo, lo ha encarado con fírmezá. 

El no podia buscar su resolución fuera de los elementos 
con que ha formado su poder. — Ha recurrido, pues en primer 
lugar, á los restos de la educación colonial. 

El amor esclusivo, estremado, á lo que^s de la tierra, á Jo 
que es oriundo de la tierra, es un rasgo profundo y varonil de 
la fisonomía moral de la raza española. — Guárdenos Dios de 
condenároste sentimiento, manantial purísimo de amor y de 
virtud patria, base sobre la que se levantan las nacionalidades 
robustas y potentes.-Pero este sentimiento, como todos, puede 
torcerle, y él,mas que otro alguno, una vezestraviado, es capaz 
de hacer retroceder á la sociedad hasta el estado salvage. 

Ese sentimiento, unido á la creencia religiosa que se iden- 
tificó con él, nutrió y sostuvo la nacionalidad españcía du-, 
rante setecientos años de lucha; pero estraviado, le costó á 
nuestra antigua metrópoli, á la vuelta de poco tiempo, el alto 
puesto que llegó á ocupar entre las potencias europeas.--- 

El la condujo á "mutilarse á sí misma; la espulsion de la 
población judia y de la población árabe je costó á España la 
mejor parte de su comercio y de su riqueza, de sus artes y de 
su industria ; su desapego á frecuentar gentes y mercados 
estrangeros hizo casi nulo su movimiento y su navegación 
mercantil, y esa obstinada resistencia á todo lo que no era 
indígena de su suelo, exaltada fuera de propósito, la segregó 
de la Europa en la época del renacimiento, y todas estas cau- 
sas cuyo peso no pudieron equilibrar ni su gloria militar, ni 



c 



— 41 — 

el vigor de sa nacionalidad» la precipitaran en ía láatintoM 
decadencia qae hemos presenciado* 

La legislación de Indias cultiVabf^ el desarrolld de está 
faz del carácter nacional por medios directos y especialesr-* 
La España que poseia un territorio de 9^6,000 leguas cuadra- 
das y veinte millones de habitantes, de que estaba separadas 
ór el Océano, se empeñaba en cerrarlo al trato del mundo^ y 
a política y la iglesia se esforzaron en acrecerlas repugnan-^ 
cias á todo lo que era estrangero, como el modo mas eficaz de 
oonstguirlo. 

fin las poblaciones atrasadas esto es fácil; el hombi'e in-* 
caito mira siempre con enojo tada especie de superioridad 6 
rechaza con desden lo que no alcanza su inteligencia. Ei 
Inca que tiraba el libro que le presentó el estúpido Valverde^ 
por que no le decia nada á su oido, es ana imagen perfecta 
de este sentimiento. 

Nuestra revolución que lo ha debilitado, y ajun arranca-^ 
do casi totalmente de cierta clase de nuestros pueblos, no ha 
podido extinguirlo, y-^preciso es no equivoci^rse^^él tiene 
existencia todavía y existencia que puede ser vigorosa y 
cambiar, muy en daño de todos, el aspecto de estos países. 

Rosas se ha empeñado en producir odio á los eslrangeros 
y hacer de este odio un principio americano. 

Se ha dado con este intento á extraviar el sentimiento 
de la nacionalidad que es tan poderoso en poblaciones Viriles,^^ 
guerreras y pastoras como las nuestras. £1 hombre de núes-' 
tros campos que encuentra en ellos con que satisfacer casi to- 
cias sus necesidades, que duerme sin mas techo que el cielo, 
que se alimenta con la carne de nuestros ganados, qué bebé 
el agua de nuestros ríos, es suceptible de llevar la exageración 
de la nacionalidad á un grado mas subido que el que le dieron 
nuestros progenitores. 

Pervertido ese sentimiento, llevado al estrfemo que puede 
tocar, nuestra decadencia no seria covao la de la España: no- 
sotros volveríamos á^un estado casi primitivo y la obra de la 
civilización retrogradaría por siglos.— Ay! de todos etitoníces. 

Nuestra civilización, nuestra industria actual eS ün ém*^ 
brion;-*-ella ha de ser el resultado de la civilización, de la itt- 
dtstría, de la población extrangera que mezclándose con no» 
«otros,, aclimatando en nuestro suelo, esplotándolo, si, explo' 
tándolo, ha de producir, cuando nos bastemos á nosotros mis-' 
mos, cuando rellenemos los desiertos^ cuando uníformemoi^ 
nuestra educación, una civilización, una industria americana. 

El camino que nos está trazado en este sentido, el único 
que puede llevarnos a un alto punto de engrandecimiento .y^ 
de civilización, á una verdn^N'a y sólida in&pendencia, efi ef 

4 



~ 42 — 

que nes enseña la América del Norte:— elía ha llamado la po- 
blación extrangera por la liberalidad y la protección de sus 
leyes; ella la ha aclimatado haciendo fácil el acseso á los go- 
ces de la ciudadanía, abandonando, por entero, las rancias y 
absurdas limitaciones que podian embarazar el ejercicio de to- 
das las profesiones, de todas las industrias. Asi ha duplicado 
su población y sus productos en menos de un siglo, asi han 
surgido de aquellas , selvas prodigios de civilización y de 
riqueza — dejando que todos trabajen, que todos enriquez- 
can; protejiendo el derecho, el trabajo y la riqueza de l^do»: 
no mezclándose ni en su creencia, ni en sus opiniones, ni en 
su modo de vivir,— no preguntándole ni de donde viene, ni 
á donde vá;— dejando al hombre, en un^ palabra, en el pleno 
ejercicio de todas sus facultades, en cuanto no dañe á;terce- 
ro ó turbe el 6rden público. 

¿Y aqui mismo, entre. nosotros, en Montevideo, no tenemos 
un ejemplo poderoso de la sencilla y fecunda aplicación de esta 
doctrina"? — Con solo dejar hacer, Montevideo no ha cuatripli- 
^cado en poquísimos años su población, su comercio, y su ri* 
queza? ¿Todos no hemos visto que asi como brotaba el agua 
de la piedra tocada por la vara de Moisés, ha brotado de nues- 
tro suelo al tocarlo en libertad Ja población estrangera, una 
ciudad esplendida, un nuevo Montevideo que no habíamos' ni 
soñado algunos años antes? 

Ese es pues, el gran principio, y fuera de él no hay sino 
retroceso y iiumillacion. . 

Para adquirir población necesitamos estimular , protejer 
la emigración estrangera: ella nos dará industria crecida 
y proficua : ella nos dará su ejemplo para hacer conocer y 
apreciar de todos nuestros conciudadanos el precio de la in- 
' violabilidad del derecho del hombre y de la traaquila y de- 
sembarazada aplicación de sus fuerzas; nos dará su ejemplo 
para hacer amar el bien estar, la vida laboriosa y honesta que 
lo produce, la existencia del orden legal que lo asegura. 

Entonces los intereses industriales, que son intereses de 
orden, darán estabilidad á nuestras instituciones y á nuestros 
Gobiernos. Nosotros creemos con Mr. Chevalier, que en 
nuestros tiempos la industria contrapesa los intereses militares 
que hasta ahora habían gobernado el mundo, y que la profe- 
cía de Isaías, que anunciaba, hace dos mmños, que había de 
llegar un día en que. se transformasen en rejas de arado los 
hierros de las lanzas, está pai*a cumplirse; al menos, en el sen- 
tido de que las lanzas no se esgrimirán sino con el previo per* 
miso y según la voluntad de la reja del arado. 

La diferiencia que resulta entre el modo en que nosotros 
comprendemos lofB intereses ami^íoanos, y el modo en que los 



X 



— 43 — 

sostiene Rosas por sus ideas y por las necesidades ritates de 
su sistema, es el punto culminante de la cuestión actual.— Es 
lo que lo ha llevado á Rosas, por el interés de su tirania salva- 
je, á buscar la solución de la cuestión poniéndose en aptitud 
de despotisar á su grado las intereses estrangerós; y ¿id eso *^* 

también viene la armonía en que se han>encontrado las preten- 
. siones de los estrangerós y las pretenciones de los enemigos 
de Rosas; — de^ ahi su unión necesaria, indisoluble; su destino 
común. p ' 

Rosas ha hecho cuanto le ha permitido su capacidad.pa- 
ra sublevar contra los estrangerós, el sentimiento nacional j 
el sentimiento americano. 

Ha revivido los áridos recuerdos de la Europa conquista- 
dora y absolutista : le ha atribuido miras de ambición ter- 
ritorial, y la' ha querido mostrar, por todas partes, entregada 
á amagos y proyectos siniestros. 

En vano los hechos, la sana razón, el simple sentido co- 
mún, han protestado contra esas dolosas sugestiones y pérfi- 
das alarmas.— En vano la historia de las colisiones de Rosas 
con los estrangerós, demuestran que ellas no tienen otro ori- 
gen que las violencias y los despojos dé su sistema de tiranMH, 
de su sistema de dominación-bruta.— En vano la misit^a con- 
ducta de los g^bieVnos estrangerós en esos tristisimos episo 
dios, patentiza que la Europa no arriesgaria una tentativa in- 
sensata ; que la alejan de ella las razones de equilibrio á que 
se ha sometido parft mantener la paz del mundo, y la omni- 
potencia de los intereses industriales quedan sostituyendo en 
nuestro siglo, las ocupaciones bélicas por las operaciones nner- 
cantiles, que quieren mercados para su com^cio y no Esta- 
dos para las^ coronas de sus reyes; que saben bien que él co- 
mercio les dará en estas regiones cuanto de ellas pueden pro- 
meterse racionalmente, sin empeñarse en guerras apartadas/y 
ruinosas , en guerras de concjuista que les crearían muy gra- 
ves é incompensables complicaciones. — En vano, en fin, los ^ 
que tienen á pecho, ios que aman con pureza y sinceridad 
los verdaderos intereses y la dignidad americana, han puesto 
fuera de cuestión que debeA estos paises por su bien entendi- 
da conveniencia, por egoismo,s¡no por decoro y por justicia, 
que su porvenir ea|á empeñado, en darle á la Europa cuanto 
ella nos ha pedido hasta^ ahora;— esto es, libertad y seguri- 
dad para sus intereses comerciales, respecto á los derechos 
del hombre: — que otorgándole esto, que no podemos reusar 
sin afrenta, nuestra dignidad estará á cubierto y habrán cesa- 
do los motivos vergonzosos que nos tienen en permanente 
disputa con los Cónsules* y. Comandantes navales : — que el 



« , 



-, 44 -^ * ■ 

4£| qjie nos respetemos á nosotros mismos, todos nos reg# 
petaran (56) 

Rosas no desiste, ni era posible que desistiera. El ha 
comprendido bien que no hay termino; que el derecho es^o^ 
mo el Soló— -no alumbra la tierra, ó la alumbra por entero: — 
y por eso ha vigorizado sus medios de influir en la opinión 
¡}e las poblaciones atrasadas del Continente; ^e ha hecho par- 
te en todas las cuestiones que han suscitado atentados análo- 
gos á los suyos; ha aplaudido las manifestaciones^ de todo es- 
píritu atrasado, y muj recientemente, — en momentos en que 
par^ consumar su conquista de Montevideo quería tranquili- 
zar á la Europa, — ha votado una acción de- gracias á ese Se- 
nado de Nicaragua, especie de Diván Americano, que ha for- 
mulado en una ley los principios de la edad media. . Esa ley 
es el Código de Indias en el espíritu y en la letra, y Rosas no 
ha dudado presentarla al mundo como la tabla^de los verdade- 
ros principios Americanos. (57) 

Esa predicación que puede creerse estéril» este titulo de 
Defensiyr Heroico del Continente Americano con que Rosas se 
decora, y que parece una puerilidad, todo eso tiene porvenir 
ni él consuma los proye|ctos de que se ocupa^ la obra que ha es- 
tildo á punto de realizar. 

' Escederiamos en mucho las proporciones de este escrito, 
si emprendiésemos la revista de los móviles á que Rosas ha 
recurrido para estravíar el sentimiento nacional en las clases 
atrasadas de su pais. 

La misma desventaja en que están colbcados los nacio- 
nales, — merced al sistema de violencia y caudillaje de que ea 
Rosas la mas completa personificación — le ha suministrado 
medios eficasisimos. El hijo del pais que no trabaja, aue no 
conserva» vé al estrangero que ha poco pisó la tierra, levan- 
tando en ella una fortuna pingue , que goza tranquilamente, 
mientras él humedece con lágrimas el escaso pan con que aé 
alimenta, ó no sale de la medianía en que se encontraba. — El 
contraste es desgarrante; no investiga, se subleva contra él, y 
entonces le sale llosas al encuentro para decirle — " Loses- 
trangeros lo son todo, son los anios de la tierra; si yo triunfo, 
•* vosotros, Vds. los hijos del pais, le señorearán de este suelo 
** én que hemos nacido, que es nuestro, solo nuestro; ellos no 
** serán entonces mas que unos miserable^ (58) Si no noa 
♦* traei) telas nos cubriremos con el vellón de las ovejas de 
**. nuestros campos, sino nos traen sillas nos sentaremos en 
" cabezas de baca (50). No os apenéis; servid mi causa, yo os 
^' repartiré la riqueza de los unitarios^ esterminemolos y esa 
" riqueza es vuestra; yo os la iré adjudicando desde aihora». 
^* (6o) Lofi unitarios le han vendido la Patria al estrangero; 



— 45 — 

'* pongámosles marea de traidores y no les demos cuartel. 
^ Ellos son la causa de que los estrangeros sean todo y voso- 
** .tros nada en vuestra misma tierra ; han querido hacer de 
'* vuestra tierra una sociedad europea, ¡hasta os querían vestir 
** como fraYiceses! (61) Por eso los estrangeros han sido 
" siempre sus aliados; por eso los gobiernos estrangeros no 
'* nos hacen justicia, y abogan por los unitarios. Los es« 
** trangeros tienen todos los goces, vosotros todas las cargas: 
" ellos no comparten vuestras fatigas y quieren especular so- 
'' bre la riqueza de nuestro suelo, mientras vosotros. perdéis 
** vuestros bienes y éerramais vuestra sangre::^ ellos! ingratos, 
'* injustos estrangeros, que desconocen que solo deben su exis^ 
" tenda á la clertiencia de vuestro Restaurador \ por que voso- 
^' tros los odiáis, ¿no es verdad? •••• [62] Y los odiáis con 
^ razón: ellos son nuestros enemigos natos y debemos levantar 
** un muro entre ellos y nosotros. (63) Ellos nos niegan el 
** ejercicio de la soberanía que habéis conquistado con heroi- 
** coesfuerzo; rehuyen someterse á nuestras leyes?. — Arriba 
*• valientes! Esta tierra; esa agua, ese aire, la luz de ese spl es 
** nuestro y podemos limitar su uso, podemos gravarlo. Nues- 
*• tro derecho es soberano. (64) Abrid el código de las na- 
** cienes y en él encontrareis que todo estado tiene la facul- 
** tad de dar ó negar entrada al estrangero, do permitirle ó 
** no que posea bienes en su suelo. (65) Su entrada en el ^ 
** nuestro es perniciosa; ellos son, no las ambiciones de los 
** caudillos, los que han encendido la tea déla guerra civil; 
^ atraviesan el Océano no á .buscar riquezas, ni bien estar, 
** sino á derramar vuestra sangre, á vivir entre la ruina y el 
** horror de las . luchas fratricidas. (66) La Europa quiere 
^ conquistarnos, quiere conquistar á la America; desperté- 
** mos, embravescamos la colera de nuestros hijos, y cuando 
*^ sus fibras se sacudan en odio contra los estrangeros, ponga- 
^ moles las armas en las manos . . . .azuzemoslos . • • • á ellos! • • 

** • • • «á lo» estrangeros (67) —Estamos en una nueva guerra 

^ de Ifideper^dencia: Europeos son los que tenemos al frente. 
*• (68) Temeríais el poder de la Europa? — ^No sabéis como he 
^ hecho inútiles dos años de bloqueo y h^ alcanzado en la lu- 
" cha con la Francia gloría inmarcesible, renombre America** 
•* no? (69) Y si la Europa entera se desplomase contra no- 
•• sotros — ¿no se levantaría la America contra- ella, no forma- 
** riamos una liga Americana? (70) Y aun á nosotros solos 
^ ¿que nos haría ? Podría herirnos en los litorales, mien- 
** tras nosotros le habririamos una herida profunda^ irrepa* 
<* roA/el (71) Nos sepultaríamos en ruinas con los autores de 
^ la Intervención^ (72) ó les cederiamss las costas y ocuparía- 
'* naos las Pampas: allí estarla la Patria: seriamos soberj^nof, 
" inexpugnables. (73) 



— 46 — 

Es fácil calcular el efecto de estas declamaciones oficia*' 
les, repetidas con perseverancia , y formuladas de varios mo- 
dos, para acomodarlas á todas las inteligencias, para que 
obren sobre la imaginación de masas cuya situación es en rea- 
lidad muy inferior á la de los estr angeros que vivefn su mis- 
ma tierra, en masas endurecidas en la fatiga y en la vida er- 
rante, que aman la gloria y el peligro; que no tienen goces 
presentes á que renunciar; en las que pueden despertarse an- 
tipatías vigorosas que satisfacer. 

Y «se efecto se comprenderá mejor observando que en 
todo ei territorio que está sometido á Rocas no suena mas voz 
que la suya: sus ideas son las uriicas que pueden mostrarse á 
la luz, estenderse y dominar. 

El odio á^os estrangeros, la facultad de oprimirlos ó es- 
pulsarlos de la tierra, son do^as que nadie puede levantarse 
á contradecir ó discutir allí:— ^osas propaga sus principios 
como Mahoma propagaba el Alcorán;— con el hierro en la 
mano. — Es preciso, creer ó huir, es preciso creer ó mqrir. — 
Es preciso huir ó morir ó vencer el hierro con el hierro.—^ 
I Quien discute donde está Rosas ? (74.) 

Asi la lucha que baña en sangre estos paises ha venido á 
adquirir una nueva fórmula : desalojada la civilización dp to- 
das las palestras en que hasta ahora ha combatido se ha de- 
tenido y ha trabado su último combate á muerte dentro de los 
últimos baluartes que le quedan en estas regiones, los únicos 
que han resistido la erupción de la barbarie: — la independen- 
cia Oriental y el derecho y las inmunidades de los estran- 
geros. 

Estos dos principios se han unido, se han encarnado, por- 
que todos han llegado á comprender que son completamente 
solidarios. 

Y si nuestra cuestión actual hubiera sido bien estudiada 
en Europa ; si los estadistas europeos hubieran levantado su 
vista, si hubieran sacudido su ánimo de las (Ifeocupaciones y 
el hastio que han adquirido considerando la. superficie de 
muestras guerras civiles y nuestras difamaciones insensatas, 
si hubieran investigado la marcha de la civilización en estos 

Vpaises, los principiosjy los intereses qué se encuentran com- 
prometidos debajo de esa capa de lodo sangriento, las ideas 
que se cubren con eso^ harapos que visten los combatiente^^ 
tío le habrían preguntado á las poblaciones europeas— ¿por- 
qué os armáis? ¿porqué abandonáis nuestros talleres por el 
campo de batalla?— Vivid y trabajad: mantened vuestra neu- 
tralidad— ¿que os importan esos debates ? (75) No.— Enton- 

. ees habrían visto que esas poblaciones han obedecido á la 
primara ley d^ la humanidad, la ley de la propia conserva- 



, # 



— <7 — 

don: habrían comprendido que ante los muros ds Monteti- 
deo se juzgaba el gran pleito de la civilización de estas re- 
giones, y que no solo los principios, sino todos los intereses 
europeos estaban profundamente comprometidos en la lucha — 
se habrian convencido en ñn , de que Hosas se preparaba á 
triunfar en cllá, á tri\||ifar de la civilización y de los intereses 
europeos, destruyendo la independencia Oriental. 

£n efecto, Rosas sabe que la Europa es poderosa tenien- 
do en el Rio de la Plata un pedazo de tierra amiga donde 
apoyarse en la civilización y en los intereses industriales de' 
estos paises.— Su teoria sobre el poder de nuestras localidades 
^ue juzgamos muy correcta — no puede desenvolverse con 
éxito sino por la unidad del territorio, por su sometimiento 
absoluto, por la posesión de todas las costas. 

£1 dia que la Europa no tenga una orilla, una población 
amiga en el Rio de la Plata— en que Ros^sis domine desde el 
Cabo de Hornos hasta el Cabo de Santa Maria, será impoten- 
te para domarlo. 

Si reóurre á los bloqueos no obtendrá sino resultados 
nugatorios y se encontrará en la imposibilidad de mantener» 
los. Et solo bloqueo del litoral argentino que la Francia no 
pudo hacer totalmente, le habria sklo del todo impracticable é 
inútil sin la alianza del Estado Oriental y lá cooperación de 
la emigración argentina. 

£1 dispendioso medio de las expediciones le impondriaá 
la nación que lo adoptase dificultades graves con telacion á las 
otras Potencias; dificultades muy serias también respecto á 
las poblaciones de estos paises, y la abrumaría con los inmen- 
sos costos del transporte y manutención de un gran ejército á 
dos mil leguas, sin otro resultado que la ocupación de algunos 
puntos litorales que la condenarian á sostener una guerra in- 
terminable y devoradora. La guerra de América con solo 
elementos europeos, seria un cáncer intratable. ^ 

Rosas, pues, necesita apoderarse á toda costa del Estaao 
Oriental, ya clavando en él su bandera, ya estableciendo un 
gobierno que esté vinculado á su suerte do todo punto, y en to- 
da eventualidad.. 

La posesión del Estado Oriental le habilitaría para com- 
pletar el sometimiento de todo el territorio argentino que 
hoy se conmueve. 

El del Paraguay seria consiguiente. El Paraguay no 
podría, por si solo, forzar el Paraná, único camino que Dios 
le ha abierto para ponerse en relación directa con el mundo. 

JPero ly el Brasil? 

Al Brasil, Rosas lo- guerrearia abiertamentCi dando asi 



— 48 — 

ocupación y botín á las numerosas fuerzas de que entonces 
dispondría, ó lo revolucionaria. 

Que Rosas atentaría con suceso á la paz del Brasil nos 
parece evidente; ese ha sido ya su recurso plura ensanchar jsu 
acción en el Estado Oriental. El encontraría medios para 
perturbar al Brasil, en buena parte deJa población delRio 
Grande; — esa población tiene muchas afinidades con las nues- 
tras:— él los hallaría también en la raza esclava del Brasil, cuya 
libertad escribiría en las banderolas de sus lanzas: no seria 
diñcil que los encontrase en el espíritu de la» facciones que 
él se ha dado á estudiar; el espíritu de facción es ciego, y la 
tierra del Brasil, como toda la de esta América, es aun tierra 
movediza, donde nada se ha consolidado firmemente. El mis^ 
mo Americanismo de Rosas, que ha tenido algunos ecos en 
el Brasil, le serviría poderosamente. 

Pero sea de esto lo que quiera, Rosas, yencido el Estado 
Oriental, tendría el poder bastante para neutralizar la acción 
del Brasil, y en todo evento el Brasil, arriesgando mucho, so- 
lo disminuiría en mínima parte los inconvenientes de la posi- 
ción que tendrían los extrangeros en el. Rio de la Plata. 

Esta posición podría extenderse: - la similitud que existe 
entre el origen de las colisiones de Rosas con los extrangeros, 
y las causas que produjeron el bloqueo de Méjico por la Fran- 
cia en 1838 y que después han enjendrado diversas complica- 
ciones con aquella República, y las que dan lugar á diarios 
conflictos en las costas del Perú, podrían traer una similitud 
de resuItadoA 

Esos caudillos que quieren dominación á todo trance, no 
serian insensibles á la palabra de Rosas victorioso. El nabla- 
ria.no solo á la ambición de los caudillos sino t las antipatías 
de las poblaciones atrasadas, antipatías que se tocan, que sal* 
tan por todas partes, y tal vez,— ¡ no lo permita Dios!— se rea- 
lizaría la primera liga americana para arrojar á la civilización 
aUitro lado del Océano. 

Proveemos que muchos mirarán este termino como impo- 
sible: — pero hace muy pocos años ¿quien no habría declarado 
imposibles los sucesos de que hemos sido, espectadorea y vic- 
timas? • • • . Y estos sucesos eran sin duda mucho* mas improba^ 
bles que el buen éxito de la propaganda del sistema' americano 
de Rosas, si este tirano haciendo caer en sus redes á la Europa, 
venciéndola con su astucia ya que no le es dado alcanzarlo por 
la fuerza mienti*as exista como hoy, realmente independiente, 
elEstado Oriental, logra asegurar su dominio en estos países.— 
Entonces solo necesita tiempo,y quizá menos que el que calcu- 
lamos, porque es verdad, para el bien lo mismo que para el 
mal, lo que dijo Mr, De Pradt^e/i América na hay imposibles^ 



-- 49 - 

La fortuna de Rosas deslumbraria y el secreto de e^sl fot* 
tuna está al alcance de todas las medianias: ella consiste en lit 
violencia que es innata en el caudillaje y en la tenacidad que. 
suple al genio y á menudo lo aventaja^ Nada está mas ea 
eamino de obtener pasmosos resultados que una mediania oh^* 
tinada. 

Preponderante en el Estado Oriental la influencia sino 
las armas de Rosas, la faz de la America podria cambiar pof 
entero, y por lo pronto el sometería á la Europa en el Rio de 
la Plata; la sometería sin remedio. Oh! entonces Rosas seria 
verdaderamente poderoso: él no conoce mas derecho oue la 
ftierza, y la fuerza seria suya. 

Es á este estado de cosas al que antes nos hemos referido^ 
y en el que, es nuestra opinión,^ la Europa se inclinada á 
abandonar estos mercados. 

La civilización se había adormecido por que no ha pro» 
fundizado esta cuestión: por que no se ha hecho car^o de que 
los tratados son vínculos frágiles para un gobierno basado eo * 
la mas completa decepción, en cuya composición no entra jer" 
men alguno de moral: por que no ha observado, sobre todo, 
que Rosas no puede acomodarse con ella^ no puede cambiar 
de sistema sin perderse por entero. 

Por eso solo ha conseguido irritarlo, enconarlo profunda*' 
mente, amenazándolo y arrancándole algunos tratados; y parü 
alcanzar este efímero resultado ha tenido que descubrirle to*" 
das sus difícultades por tentativas incompletas y apoyándose 
en la oposición á Rosas sin empeñarse en su tríunfp^ 

Estas tentativas lo pusieron á Rosas en las puerta» de. Ja 
muerte, le aclararon su situación, y le inspiraron el plan que 
desde entonces ha desenvuelto, guiado mas por sns incf^tintosf 
que por la capacidad que se le atribuye. (76) 

Ha hecho el sacrificio de detener algunas violencias, se * 
ha empeñado en presentarlas como accidentes pasageros aun 

a ue penosos, de una lucha tenaz, y encaminada por su parte é 
ar estabilidad á la paz: ha ini^cado el derecho com*o invoca 
el sistema representativo, y ha llenado el mundo con apolo-^ 
gijas compradas á precio de oro y destinadas á desfigurar et 
pasado, á dar esplicacion plausible del presente y tranquilidad 
sobre el porvenir Esto ha considerado que bastaba para sc" 
parará los gabinetes europeos, que miraban con repugnancia 
aumentarse sus embarazos por intereses apartados, y no bien 
definidos, de medidas eficaces y que asegurasen sólidamente et 
porvenir, de su comercio. (77) 

Al mismo tiempo detenia la acción de los ageptes qqe re-- 
siden ásu lado coomiñandolos con la responsabili4ad de una 
crisis en que se hundirían las^ vidas y los intereses de los sub»- 



— 50 — 

ditos estrangerog, y presentándoseles, él, cuya voluntad es la 
ley suprema, anterior á todo, á la que todo obedece estupida- 
mente, como dominado y esforzandose en detener la esplo- 
sion tremenda de la efervescencia popular, y recibiendo del 
mas escandaloso simulacro de representación publica que han 
conocido los siglos, los preceptos por que regla su conduc- 
ta. 

Mientras que asi ha ido engañando, negociando y discu- 
tiendo, sin dejar de alimentar ni un solo instante su fuego sa- 
grado, el odio á los unitarios y á los estrangeros, ha adelanta- 
do, cuanto le ha sido posible, la conquista del Estado Orien- 
tal. 

Gracias y adelante! le decia en 1842 á la Inglaterra y á 
la Francia. Gracias y adelante! y precipitaba sobre el Esta- 
do Oriental la guerra de esterminio. Rosas contó entonces 
seguro su triunfo en la margen oriental del Plata, por que no 
creía en los milagros del patriotismo; porque no sabia que las 
paredes de Montevideo lo encerraban grande, sublime, capaz 
dé inesperados é irresistibles escuerzos; y la aptitud que 
asumió mientras nutria esa ilusión, mientras despreciaba co- 
mo inútil y momentánea nuestra resistencia, muestra biejique 
él esperaba solo el vencimiento de este pais , para completar 
su sistema y someter los intereses europeos. 

La resistencia del Estado Oriental rompió la dorada co- 
pa de sus esperanzas de 1843, y le ha hecho aplazar de nue* 
vo sus proyectos, cercándolo de dificultades y peligros. 

.No seria por eso estraiio|que en 1845, colocado, como se 
halla, en una posición difícil; no habiendo vencido al Estado . 
Oriental y teniendo sus ejércitos empeñados en esta lucha te- 
naz y de éxito dudoso, al paso que se organizan y se mue- 
ven elementos con que n3 puede luchar en su j^ropio pais, sin 
tener alli estos ejércitos, boy tan aventurados, diga á la vez — 
á los estrangeros, negociemos; — á sus ejércitos, adelante!— ó 
que negocie en efecto, sino comprendiendo sus enemigos la 
fuerza y el poder de su posición, si olvidando la gravedad de 
sus responsabilidades, la altura de sus peligros, les faltase, lo 
que no es de esperar, en los últimos trances, la constancia y la 
firmeza con que han soportado tan prolongado y hermoso sa- 
crificio, y le diesen probabilidades de alcanzar negociando y 
a la vuelta de poco tiempo, lo que no han podido arrancarnos 
sus armas, lo que no. arrancarán jamas, si conservamos las* 
nuestras levantadas y con el brio que hasta aqui: — la inde- 
pendencia realf absoluta del Estado Oriental. 

Juzgamos que si hemos tenido la fortuna de indicar las 
necesidades del sistema de Rosas, se habrá comprendido que 
él no puede ceder, que no puede retroceder sin abdicar su 



— 51 — 

poder ; que en el estremo á que la lucha ha llegado, Rosas de- 
be ser necesaria, irrevocablemente, vencido ó vencedor. 

Tal es Rosas; tal es su sistema. 

Este sistema, según lo hemos demostrado, es por su mis- 
ma naturaleza: — antisocial, contrario á la opinión y á las ne< 
cesidades de su pais=inconsistente con la paz y la indepen- 
dencia de los Estados limitrofes, hostil al comercio y á la ci- 
vilización universal. 

Bajo todos estos aspectos él ha sido incompatible con la 
independencia y los intereses del Estado Oriental. 

Vamos á ocuparnos especialmente de sus agresiones contra 
este Estado. Después de haber mostrado el* espiritu y los 
móviles de la política de Rosas, necesitaremos poco mas que 
la simple esposicion de los hechos que constituyen su conduc- 
ta respecto á nuestro pais, y la comparación de e^os he- 
chos=que estableceremos con documentos irrecusables=coil 
las obligaciones que le imponia la convención preliminar de 
paz de 1828 que hemos analizado en el Capitulo 1. ^ 



CAPiTiJi^a m. 



Relaciones del Gobierno Oriental con el de Buenos 
Aires desde 1829 a 1834. — Acusaciones de Rosas 
sobre la conducta observada con los emigrados 

ARGENTINOS Y TRASTORNOS DEL EnTRE-RiOS. — 

Primera Presidencia Constitucional del Ge- 
neral Rivera. — Alzamiento del General La- 
valleja en 1832.= agresiones sistemadas db ro- 

SAS CONTRA EL EsTADO OrIENTAL, Y ABIERTA VIOLA- 
CIÓN POR SU fart£) de la Convención de Paz de 

1828. 



La ejecución leal de la Convención de 1828 habria ahor- 
rado grandes calamidades. 

Ella habria consolidado al Estado Oriental, — y sus limítro- 
fes hubieran reportado los importantes provechos que la in- 
dependencia y el arraigo de la paz y del orden legal én este 
pais ha debido producirles. 



— 58 — 

Pero para cotitieguir esos fines, era necesario que las Po* 
(encias signatarias de a^uél pacto hubieran considerado siem-» 
pre y de buena fé, la creación del nuevo Estado como ún he* 
cho consumado y nece8ario;-..^ue ya que habian tenido la fortu- 
na de arribar á la paz por una solución, hija legitima de la 
emancipación americana y que satisfacia sus primordides in-« 
tereses, como lo hemos indicado en el rápido análisis que con- 
tiene el capitulo L ^ , hubieran fsmancipado también bu poli- 
tica de las miras envejecidas y de los rencores irracionales 
que ajitaron á los gabinetes de nuestras antiguas metro-» 
^lis, 

Peiro por desgracia^ parece que las inspiraciones tradi- 
cionales de uncí mala y errada poiitioa fueron mas poderosas 
Gtí los gobiernos de aquellos paisem que la voz elocuentísima 
de su propia conveniencia, y que solo han mirado nuestra in- 
dependencia conio una consecion forzada, arrancada por los 
daños de la guerra, con la que no podian reconciliarse y que 
expiaban con ansia el momento propicio de retractar. 

Esas miras no deben sorprendernos en un gobierno como 
el de D< Juan Manuel Rosas: han visto ya nuestros lectores, 
que no es la religión del honor ,de la palabra dada,de la fé em- 
peñada, la religión de ese gobierno;— y habrán observado tam- 
bién que, para mayor infortunio^ esas miras se mezclaron con 
intereses bastardos, con necesidades imperiosas de otro géne- 
ro, y que de abi ha resultado que se convirtieran eh agresiones 
abiertas y descaradas, en agresiones singularmente funestas 
y destructoras. 

La estabilidad del orden y el crecimiento consiguiente del 
Bstado Oriental ei*a un obstáculo para el que intentara domi- 
narlo, y es claro que el gobierno que abrigase ese pensamiento 
no contribuiría de buen grado á la ejecución de medidas que 
habian de dar ese resultado preciso. 

Pero Rosas no se ha limitado á no fomentar nuestra pros- 
peridad, manteniendo, como estaba obligado á hacerlo en de- 
terminado periodo, el orden y las instituciones de nuestro 
pai%, sino que ha empeñado todo su poder en hacer imposible 
nuestro régimen constitucional, en desacreditarlo por la anar- 
quía y los trastornos, en impedir los progresos morales y ma- 
teriales de nuestro pais, en aniquilarlo y someterlo de todo 
punto á mísera y ominosa esclavitud. 

Narraremos sencillamente los hechos de que tenemos co- 
nocimento por documentos intregiversables,— Esta esposicíon 
será una refutíiccion perentoria de las calumnias de Rosas: él 
ha suprimido ó alterado los sucesos, ó los ha dislocado en sa 
sustancia, en su forma, en su misma cronología. 

^El orden cronológico de los hechos pos trae á tratar en 



~ 53 — 

primer lugar, de las famosas acusaciones de que ha hecho Ro- 
sas su caballo de batalla, para agredir á nuestra patria. 

Los trastornos de la República Argetitina en 1829 coincidie- 
ron con los primeros dias de nuestra existencia independiente, 
y nuestras nuevas instituciones se ensayaron dando inviola- 
ble asilo 9- distinguidos ciudadanos argentinos del partido 
federal á que Rosas pértenecia. 

Estos emigrados tenían derecho no solo al asilo debido 
al infortunio^ sino á especialisimas consideraciones: muchos 
de ellos habian combatido por la emancipación de esta tierra. 

Tubieron pues, asilo y consideración; y aunque nuestro 
gobierno se encerraba, como era de su extricto deber, en una 
severa neutralidad respecto de los partidos beligerantes , cu- 
yo avenimiento era lo únibo que deseaba, lo único que podia 
desear, es un hecho que, sin que bastaran á impedirlo las me- 
didas de nuestras autoridades, Rosas recibió desde Montevi* 
,deo auxilio de armas, que los emigrados federales compraron 
en secreto é hicieron pasar á las costas argentinas, á las que 
ellos mismos se trasladaron poco después, para incorporarse al 
ejército que* sostenga su partido. * Fué imposible, sin despojar 
á los emigrados de su libertad natural, impedir el abuso que 
hicieron de ella en daño de sus enemigos, en daño de los ttm-» 
tariús, 

Rosas no se ha quejado jamás del abuso que hicieron del 
asilo que encontraron en el Estado Oriental los emigrados de 
su partido, y del que reportó tanto provecho. 

Ese abuso, que en cierta escala es casi inevitable, y por eso 
lo vemos repetido en la historia de'todas las emigraciones, aun 
en paises perfectamente organizados, dio lugar á que el go- 
bierno Oriental adoptase algunas precauciones mas para di* 
ücultar su repetición, pero no alteró, «ín embargo, la bene- 
volencia con que habia acogido á los emigrados del partido 
politico que lo cometió.— Lejos de eso, Rosas solicitó sus bue- 
nos oficios y lo encontró francamente dispuesto á ejercitarlos. 
Esta amigable interposición no llegó á tener efecto, por haber 
arribado á entenderse en esos dias, por si solos,* los partidos 
argentinos. (78) 

Vencido en esa negociación el partido unitario^ el lista- 
do, Oriental recibió á los nuevos emigrados con las mismas 
consideraciones que había dispensado á los'anteriores, y á que 
tenían titulo igual. Estos emigrados no vinieron en cuerpo 
ni tomaron su residencia en un solo punto: llegaban aislada- 
mente y se establecían donde creían que les convenia mas, 
asando deja libertad que nuestras leyes acuerdan, sin excep- 
ción, á todos los éxtrangeros. 

No conocemos, ni creemos que existe ninguna reclama- 



— SI — 

don del gobierno de Buenos Aires , desde Septiembre de 
1829 en que desembarcó en nuestras costas el general don 
Juan Lavalle, hasta el último tercio de Septiembre de 1830. 

Este vacío es sobrado elocuente; él prueba, cuando menos, 
que durante ese periodo, la conducta de* nuestro gobierno fué 
tan ajustada á los principios de una rigorosa neutralidad, que 
no'ofreció ni prefesto pnra que emplease su celo el de Bue- 
nos Aires; y precisamente ese periodo comprende toda la pri- 
mera administración de los ciudadanos á quienes Rosas acusa 
de haber empleado, sin interrupción, el poder que egercieron 
en este estado, para promover disturbios en favor del partido 
y de los emigrados unitarios. (79) 

El 16 de Septiembre do 1830 se alzó en el puerto de Bue- 
nos Aires el coronel argentino' D. Leonardo Rosales, con la* 
goleta de guorra Sarandí, y entró con ella al Uruguay. Es- 
t« suceso dio lugar á la primera reclamación de Rosas. 

La reclamación fué dirigida de un modo inusitado, y en 
términos inconsistentes con la dignidad y la independencia 
de nuestro pais. El Ministro de la guerra de Buenos Aires 
pidió á nuestro Ministro en igual Departamento,* la captura 
y la extradiccion de los sublevados que conducia la Sarandí. 

El derecho para exigir la extradiccion de un Estado inde- 
pendíente, no es, como se sabe, un derecho natural; solo puede 
adquirirse por los tratados, y no hay nación que respetándose 
á si misma pacte en nuestros días la extradiccion de los refu- 
giados por motivos políticos. Ningún acuerdo sobre estradic- 
cion existia por otra parte entre estos países; y sin embargo el 
Gi-al. D. Juan A. Lavalleja, entonces Gobernador de este Esta- 
do con solo el acuerdo de su Ministro de Guerra D. Ignacio 
Oribe, por un error que nunca puede deplorarse bastante, asin- 
tió de plano á la exigencia, y separándose de ' la imparcialidad 
que hasta aquel momento había reglado la política circunspecta 
de nuestro pais, forjó el primer eslabón de la cadena que mas 
tarde, debía atarlo a la bandera de^Rosas. 

Vamos á copiar integramente la contestación de nuestro 
Ministro de la Guerra. 

Ministerio^de Guerra y Marina. 

Montevideo Setiembre 24 de 1830, 

El Ministro Secretario de Guerra y Marina del Gobier- 
no de la República Oriental del Uruguay, ha recibido con 
esta fecha la nota del 19 del corriente del Sr. Ministro de. 
Guerra y Marina del Gobierno de la Provincia de Buenos 
Aires, en que se sirve comunicarle la sorpresa y robo de la 



— 55 — 

goleta de guerra "Sarandi " cometido por el coronel D. Lso- 
nardo Rosales y ayudante D. José Maria Martínez, con todo 
lo demás que dice relación con aquel escandaloso suceso. 

El Gobierno de este Estado antes de recibirla comunica- 
ción del Sr. Ministro á quien se dirije, la había ya recibida 
del Comandante del Pailebot Naciohai "Constitución" surto 
en el Uruguay, y habia en su consecuencia, dictado las provi- 
dencias convenientes, como podrá verlo el Sr. Ministro, en la 
copia autorizada que se le acompaña. 

Puede el Sr. Ministro asegurar á su Gobierno que el de 
este Estado sabrá llenar su deber hacia un Gobierno amigo, 
con quien se halla en la mas perfecta armonia, y que todo» 
sus esfuerzos se contraerán á perseguir k los perpetradores de 
un tal atentado, poniéndolos á,su disposición luego que fuesen 
aprehendidos. 

El interés de ambos Gobiernos está fundado en destruir, 
aquellos criminales, que con desprecio de las leyes, y. de la 
tranquilidad publica, entran en la carrera de los delitos, por 
fomentar la "desunión y la guerra civil, constituyéndose inde- 
pendientes de toda autoridad legal. Asi pues, este Gobierno 
por identidad de principio! é intereses con el de 1^ Provincia 
de Buenos Aires, adoptará cuantas medidas halle justas, para 
que su dignidad no sea mancillada por unos facciosos que se 
han sublevado contra el Gobierno de que dependían. 

Estos son los sentimientos del Gobiernode este Estado, 
quien ha ordenado al infrascripto los transmita al Sr, Mmi»- 
tro á quien se dirije, para su conocimiento: aprovechando es- 
ta oportunidad para saludarle consumas distinguida consi- 
deracion.=(firmado)=3lgnacio Oribe,=:Sr. Ministro Secreta- 
rie de Guerra y Marina del Gobierno de Buenos Aires, Ge- 
neral D. Juan Ramón Balcarce. 

La aparición de esta nota — que se publicó en el Univer- 
sal del dia 27 siguiente-exitó un sentimiento de sorpresa y de 
profundísima indignación de que participaron algunos mien>- 
bros de la administración sin cuyo acuerdo se había tirado, 
— El Gobernador Líivalleja, apesar délos compromisos en que 
indiscretamente y tal vez sin comprenderlo bien, habia entra- 
do con Rosas, tuvo que retroceder en presencia de ese movi- 
miento uniforme de la opinión y de la dignidad nacional: y el 
día 29 inmediato, se publicó la nota del señor D. Juan F. Giró, 
Ministro de Relaciones Exteriores, y el Aviso del Ministerio 
de la Guerra que copiamos textualmente. 



— 56 — 
Ministerio de Relaciones Esteriores, 

Montevideo Setiembre 28 de 1830. 

El abajo firmado Ministro Secretario de Relaciones Et-' 
tenores de la República Oriental del Uruguay, tiene el honor 
de dirijírse al de i^ual clase dé la Provincia de Buenos Aires, 
para manifestarle de orden de su Gobierno, que habiendo 
reconsiderado con la atención y pulso necesarias, la comuni- 
cación del 19 del corriente que su Ministro de Guerra y Ma- 
rina recibió del de igual departamento en Buenos Aires, sobre 
la sorpresa y substracción déla goleta de guerra Argentina 
"Sarandí,^ asi como la contestación que por el mismo depar- 
tamento le fué dada con fecha 24, ha acordado se esprese por 
el conducto competente que cualesquiera que sean los concep- 
tos de la referida contestación del 24, y la interpretación á 
que pueden dar lugar, la intención y los principios de este 
Gobierno han sido y son, de no separarse de los que hoy re-^ 
glan la practica de las Naciones cultas en tales casos, asegu- 
rando que en cualquier ocurrencia á que dé lugar aquel suce- 
so, ó en cualquier otro caso, cumplirá el Gobierno Oriental su 
deber para consigo y para los estraños, tal cual lo exige 1^ po- 
lítica franca y leal que le corresponde, y el respeto debido á 
los principios é instituciones. 

El Gobierno declara que este es el sentido que ha queri- 
do dar á su espresada comunicación, y que sus resoluciones 
serán consecuentes á él. 

Al hacer esta rectificación, el abajo firmado de orden de 
su Gobierno, tiene el honor de saludar al Sr. Ministro á 
quien se dirige, con las protestas de su mas alto aprecio.--' 
(firmado)— Juan Francisco Giró.— A S. E. el Sr. Ministro Se- 
cretario en el Departamento de Relaciones Esteriores de la 
Provincia de Buenos Aires. 

Ifota del Ministeria de la Guerra. 
Por una equivocación en la nota dirigida al Ministerio de 
Guerra y Marina del Gobierno de Buenos Aires, se indica- 
ba que se pondrían á su disposición los individuos que s^ 
aprehendieran en la goleta de guerra " Sarandi; " pues de- 
bía decirse, á disposición de ía Autoridad competente en este 
Estado.--^ 

m 
\ 

Rosas, que sin duda habia explorado anticipadamente la 
opinión personal del gbbernador, 6 la habia estraviado con 
falsas nociones de derecho y conveniencia, quiso aprovechar 
sus ventajas, y contando conque una vez empeñada la admi- 



' — 57 — 

nistracion en el mal camino, por la resolacion que espershú 
del Ministerio de la Guerra, no le seria dado retroceder, dirigió 
por el Ministerio de Relaciones Exteriores una nueva recia-' 
macion. 

Para los individuos de la Sarandí^ habia podido invocar 
el pretesto de haberse alzador con un buque de guen:a , pa-^ 
ra clasificarlos, como los clasificó arbitrariamente, de pirataSf 
en cuyo supuesto basó su reclamación. Pero los otros refu- 
giados no estaban en ese caso: muchos habian saljdo de Bue-^ 
nos Aires por orden espiesa de Rosas, y casi sin excepción^ 
habían llegado á nuestro pais con sus pasaportes regularmen- 
te expedidos; sin embargo, no se limitó á exigir las medidas 
que por el derecho internacional podia esperar de un estada 
independiente, amigb de la República Argentina, pero neutral 
en sus cuestiones domésticas; aventuró la idea de que no sería 
estraño se negase la hospiialidad á los refugiados^ atenta la 
gratitud y los intereses comunes de los pueblos del Plata, y de- 
mandó en tono imperioso, se limitase la absoluta libertad de 
que usaba la imprenta Oriental. (80) 

Nuestro gobierno la contestó del modo que vá á verse;— 

Ministerio de Relaciones Exteriores. 

Montevideo Setimbre 30 de 1830. 

Habiendo el Ministro que subscribe llevado al conoci- 
miento de su tjrobierno la comunicación de 20 del corriente 
que tubo el honor de recibir el 29 del señor Ministro de Re- 
laciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, tiene óyt 
den de contestar, que el Gobierno Oriental, tan interesado en 
su tranquilidad como en la de sus vecinos, y bien penetrado 
de sus deberes para consigo y para con los demás gobiernos, 
ha hecho desde luego las prevenciones necesarias á la PolÍGÍa,r 
y tomado todas las medidas conducentes á indagar si efecti- 
vamente se construyen ó se reparan armas de cualquiera es- 
pecie que sean, en talleres particulares de esta capít al; y á 
celar é impedir que en adelante se fabriqAien,^ compongan. 6 
extraigan del pais, sin conocimiento de la autoridad, en" can- 
tidad bastante á presumirse que se destinan á usos ilegitinios 
y á promover planes hostiles, tales como los que el señor Mi- 
nistro denuncia en su expresada comunicación; estendiendo- 
estas y otras precauciones a todos los puntos de la costa, á fin 
de descubrir y castigar á los que intentasen comprometer la 
franqueza y buena fó, que reglan su política, y abusar de la 
hospitalidad que este pais dispensa á los que no contravienen^ 

i sus leyes. 

6 * 



— 38 — 

En precaución de semejante compromiso, y por avisos que 
el Gobierno tuvo de que se aseguraba^ de que en el Departa- 
mento de Soriano se promovía una reunión de hombres arma- 
dos á quienes se atribuye el proyecto de hostilizar alguna de 
las provincias Argentinas, impartió desde el 24 del corriente 
las ordenes convenientes á las autoridades locales, á ñn de 
qué impidan ó disipen semejantes reuniones en caso de inten- 
tarse, por todos los medios que están ásus alcances: debiendo 
asegurar al S. Ministro, para conocimiento de su Gobierno, 
que el de este Estado, que no desconoce los principios genera- 
les y comunes que respetan las Naciones cultas, líi tiene otra 
regla de conducta que ellos, ni necesita para obrar en con- 
formidad el estimulo de otros sentimientos. 

. Quisiera el Gobierno poder satisfacer con . igual suceso, 
los deseos manifestados por el Sr« Ministro, de que los perio- 
distas de este Estado guarden al de Buenos Aires, en sus es- 
critos, las consideraciones que le son debidas. La libertad de 
imprenta, consagrada por las leyes de este pais, que señalan á 
^ los agraviados los medios legales de obtener su satisfaccion,y el 
castigo de los que abuáen de ella en cualquier sentido, no deja 
á la autoridad publica otro medio de intervención que el po- 
co ó ningún influjo sobre las opiniones de escritores que np de- 
penden de ella: pero promete emplearlo con todo el ínteres á 
que, en igual caso, tendría derecho á esperar del Gobierno 
de Buenos Aires. 

Habiendo el infrascripto cumplido las ordenes de su Go-- 
bierno, haciendo esta contestación, tiene el honor de saludar 
al Sr. Ministro á quien se dirijo, con su mas distinguida con- 
sideración (firmado). — Juan Francisco Giró. — Exmo. Sr. Mi- 
nistro de Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos 
Aires. 

Este triunfo de los buenos principios debia desazonarlo 
á Rosas, 7 hacerle advertir mas netamente la imposibilidad 
de^ que pudiera predominar su influencia, mientras el gobierno 
Oriental existiera regularmente . Aplazo pues , para mejor 
oportunidad, la realización de sus designios, y no auiso expo- 
nerse por una tenacidad indiscreta, á malograr las Dueñas dis- 
f)Osiciones en que estaba la administración: disposiciones que 
e eran de suma importancia en el estado de las provincias 
argentinas, y que no podia tener esperanza de adelantar, mien- 
tras no alcanzase, á la sombra de la anarquía ; manchar 
nuestra historia con las aberraciones y los errores que ella 
enjendra. 

En efecto, nuestro gobierno estaba irrevocablemente de- 
cidido á conservar por todos los medios que estubieran en 
la esfera de su poder, las relaciones de cordial amistad que 



— 59 — 

babia cultivado con el de Buenos Aires, y no economizaba las 
ocasiones de acreditarlo. 

£1 Ministro de la Guerra le habia acompañado al de Bue- 
nos Aires con su infausta nota de 24 de Setiembre, copia de 
las instrucciones que habia expedido al Coronel D. Manuel 
Soria — cuyo celo en el caso no podia ser equivoco — comisio- 
nándolo especialmente para que impidiese á todo trance, cual- 
quiera tentativjll que quisieran hacer los refugiados argentinos 
contra las autoridades existentes en su pais. — Rosas se mos- 
tró muy satisfecho de estas instrucciones, cuyo espiritu pue- 
de apreciarse por el de )a nota de que son coetáneas, y su Mi- 
nistro jde la Guerra decia de ellas, ai acusar su recibo :— 
** Las instrucciones dadas al Sr. Coronel Soria comprueban 
*^ de un modo evidente el interés que inspira á las autorida- 
*\ des de aquel pais. Ib, suerte de este y la tranquilidad de sus 
'^ beneméritos y paciñcos habitantes, aceehada incesante- 
'* mente por un circulo de ambiciosos, sin mas titules para 
'^ sus aspiraciones que su audacia, su corrupción y su infedi- 
'* lidad á la sagrada causa de su Patria. — La provincia toda 
de Buenos Aires no podia esperar otra conducta, de los 
nobles sentimientos y sanos principios del gobierno de esa 
'* República; y la administración que la preside no omitirá 
" testimonio alguno de su reconocimiento " (81) 

Estas instrucciones que no le dejaban que desear, fueron 
severisimamente ejecutadas, y aunque pocos dias después (el 
6 de Octubre) Rosas recomendó al coronel D. Juan Correa 
Morales en el carácter de Comisionado ad hoc para recibir las 
propiedades de la Goleta Sarundi, que se hablan desembarca- 
doicn nuestras c<fstas y se conservaban en rigoroso depósito 
á disposición del Gobierno de Buenos Aires, y exigir nuevas 
medidas para prevenir las maniobras hostiles de los emigrados 
que se hallaban en la costa del Uruguay, es para nosotros evi- 
dente que la verdadera misión de Correa Morales era estre- 
char relaciones é inteligencias privadas con el General Lava- 
Ueja. 

El Gobierno recibió con particular distinción á este Co- 
misionado, y en breves dias satisfizo, por entero, los objetos 
públicos de su encargo, mandando entregar las enunciadas 
propiedades y librando á las autoridades del Uruguay las ór- 
denes nuevamente requeridas* 

En este pié de perfecta y mutua amistad se encontraban 
las relaciones entre los dos paises, cuando aun gobernando el 
General Lavalleja, tubo lugar una revolución en Entre Rios que 
Rgsas llama, por un escandalosísimo abuso de idioma, invasión 
del Entre-Rios. 

Haremos la verdadera hist^úa de estos sucesos. 



ti 



— ew) — 

El 1.® de Noviembre de 1830 apareció en Entre» 
Ríos una revolución Contra el gobierno de D. León Sola, que 
'triunfó completisimamente en cortos dias: los gefes de este 
jnoviwiento fueron D, Ricardo López Jordán, Comandante Ge- 
neral del segundo departamento de aquella provincia, y los co- 
mandantes D. Mateo Garcia, D. Felipe Rodríguez, Urdinar- 
rain^y Urquiza, los que se pronunciaron simultáneamente en 
Gualeguay,'Gualeguaychú, Arroyo de la China y otros pue- 
blos. (82). Ninguno de ellos era emigrado, y todos estaban 
al servicio del orden de cosas existente ; entre los motivos de 
su alzamiento, puramente local, no encontramos nada que 
tenga relación con la gran cuestión que se habia debatido en- 
tre unitarios y federales. ' 

El Gobernador Sola ensayó una resistencia inútil y se 
vio obligado á emigrar; entonces el Congreso de Entre-Rios, 
que estaba reunido eü el Paraná, eligió Gobernador proviso- 
rio á López Jordán, el que se dirijió des^ luego á los otros 
gobieri>os federales para fortificar las relaciones que existian 
entre ellos, declarando que aquel cambio en nada alterábalos 
principios que habian regido la Provincia. (83) Después de 
verificada la revolución y cuando Sola intentó combatirla^ va- 
rios de los emigrados qué vivian en nuestras costas, y que cre- 
yeron sin duda que el Gobierno de López Jordán les seria 
menos acerbo que la ex-patriacion, máxime si concurrían á su 
triunfo, vadearon individualmente el Uruguay y se presenta- 
ron en su campo, tionde aquel gefe los recibió probablemente 
con la benevolencia que dispensan todos los revolucionarios á 
los que en el momento de la lucha, les ofrecen su brazo para 
cooperar á ella. El pasaje de unbs pocos hombres aislados, 
ni aun fue sentido en la soledad de^ nuestras costas. 

Rosas y López, el Gobernador de Santa Fé, deseaban cons- 
tituir en el Gobierno de Entre-Rios una hechura suya, y en 
este sentido resolvieron restaurar el de D. León Sola. La cir- 
cunstancia de' que este gefe no tenia medios en su provincia 
para restablecer ni para conservar su poder, era la mas positi- 
va garantía de que su Gobierno no podría separarse de la ab- 
soluta dependencia en que querían mantenerlo. 

Decididos á esto, lograron verificar una contra-revolu- 
eion, iniciada por la defección de D. Pedro Espino, uno de 
los gefes de Entre-Rios , y apoyada por las fuerzas estra- 
ñas á la Provincia que suministraron las de Santa Fé y Bue- 
nos Aires. (84) Las tropas de López Jordán, que se compo- 
nían, en su mayor parle, de 'vecinos déla misma Provine in, 
que apenas logrado el objeto habían regresado á sus casas, no 
pudieron resistir por el momento, y aquel gefe se encontró 
vencido á mediados de Dicienabre de 1830. 



— 61 — 

La conducta de los reaccionarios que depusieron á Jor- 
dán y sobre todo la de los auxiliares de í^anta Fe que talaban 
los campos de Entre-Rios, produjeron una nueva sublevación 
(85) en los últimos dias de Febrero de 1831. Jordán volvió á 
levantar su bandera, y varios emigrados, de los que se encon 
traban en nuestro territorio, volaron á incorporársele. Entre 
ellos pasó el Uruguay el General Lavalle acompañado d§ al- 

funos oficiales, y desembarcó en Nogoyá el 6 de Marzo (86) 
ordan fué vencido de nuevo por una serie de sucesos casi in- 
comprensibles, y en los últimos dias de aquel mes se vieron 
sus partidarios y los que habian ido á correr su suerte, en la 
necesidad de volver á emigrar. • • 

Estos son los hechos: ellos demuestran que lo que Rosas 
llama invasiones del Entre Rios no fueron sino sucesos inte- 
riores de esta Provincia, preparados y ejecutados por Gefes y 
elementos suyos. Los emigrados Argentinos residentes en 
nuestro territorio que se incorporaron á los revolucionarios 
lo hicieron aisladamente, por impulso individual y del mo- 
mento, y no necesitaron ni protección ni ayuda para verifi- 
carlo. No necesitaron tampoco ir en cuerpos ni en tren de 
guerra porque no iban á hacer una revolución, sino á ofrecer 
su cooperación á las autoridades del pais, que eran las que la 
habian verificado. (87) 

La primera revolución de Entre-Rios á la que se incor- 
poraron los emigrados, tubo lugar, como ya lo hemos dicKo, 
durante- el gobierno del General Lavalleja, al que Rosas no ha 
hacho cargo por ella. Conocidas las disposiciones de ese go- 
bierno, es de toda evidencia que si él previno el paso de los 
emigrados fué por la absoluta imposibilidad de prevenirlo. (88) 

Cuando se realizó el segundo movimiento presidia ya la 
República el General Rivera, y fué entonces que entre los emi- 
grados que acudieron á sostener la revolución de Entre-Rios 
se presentó el general Lavalle, cuyo nombre dio bulto á aquel 
suceso. 

Apesar de haber terniinado su misión oficial, el coronel 
Correa Morales, continuaba su residencia en esta ciudad, ocu- 
pado, como después se vio, en . convertir en facciosa la oposi- 
ción que tenia la Presidencia, y el 20 de Enero de 1831 diri- 
gió á nuestro gobierno una reclamación sobre la conducta de 
Jos emigrados. El gobierno no podia reconocerle la capaci- 
dad oficial que se atribuia ; pero tomó su nota por un aviso y 
expidió medidas de verdadera vigilancia y precaución. Po- 
co después, por impulso propio^ amplio estas medidas (89) 
y sino logró impedir ^el paso ,del general Lavalle, alcanzó á 
deshjacer, violentamente la única reunión considerable que 
habian realizado los emigrados^ y que fué encontrada en las 



— 62 — 

inmediaciones de Soriano, al mando del coronel Argentino 
D. Patricio Maciel. (90] 

El Presidente Rivera adoptó en seguida tales providen- 
cias que los emigrados que regresaron de su segunda malogra- 
da empresa, quedaron en ^incapacidad de repetirla, y el go- 
bierno de Sueños Aires fué debidamente satisfecho (91) 

Con un ligero conocimiento de la topografía de las costas 
del tJruguay, y de la clase de vida que se hace en nuestros 
campos, se puede apreciar bien la dificultad dé impedir no so- 
lo el pasage rápido, y casi individual que hicieron los argen- 
tinos por aqqel rio, sino mas grave expedición que pudieran 
haber meditado en circunstancias, en que recien se estaba 
montando la organización del pais,*y en que el ejército, com- 
puesto de unos pocos cientos de hombres, apenas podia dar 
algunos destacamentos diminutos, y que dominaban cortos es- 
pacios. (92.) 

Sin embargo se ha visto que con estos medios se deshizo 
la reunión de Soriano, y con ellos se pusieron en tal estado de 
respeto las costas que los emigrados áo volvieron á abusar del 
asilo que se les dispensaba. 

£1 presidente Rivera deseando conciliar este resultado 
con los principios de humanidad que han ennoblecido su lar- 
ga carrera pública, y con las consideraciones que merecían y 
el pueblo tributaba á esos' argentinos proscriptos, que poco 
antes habian combatido en defensa de nuestra tierra en la tri- 
buna ó ea^el campo de batalla, manifestó confidencialmente á 
Rosas que arrancar á los emigrados de las costas era dificul- 
tarles infinitamente los medios de adquirir su subsistencia y 
colocarlos en una situación desesperada ; y que para remover 
toda dificultad ulterior de modo que se atendiese ala vez la con- 
veniencia y la dignidad de los dos países, le proponía que seña- 
lase á los emigrados una pensión equitativa, y duradera por to- 
do el tiempo de su espatriacion que debería fijarse: que esta 
pensión se pagaría por el Erario Oriental, que seria reembol- 
sado oportunamente por el de Buenos Aires, y que asegurada 
asi la subsistencia de los emigrados, el Gobierno les designa- 
ría residencia precisa, y responderla absolutamente de su con 
ducta. 

Rosas desechó de plano este arbitrio, el único que en- 
tonces podia servir honestamente de bas^e á un convenio sobre 
el derecho de asilo en estos paises. 

.^ La ostensión y el suceso de las medidas adoptadas con la 
emigración eran bastantes para satisfacer á cualquier gobier- 
no que tubiera el sentimiento de la justicia ;— no podia hu- 
manamente exigirsenos. mas. 

Pero en todo caso, si hubiera sucedido lo que no sucedió» 



r 



— 63 — 

— ¿ de quien habría sido la culpa?— ¿ quien habría tenido de- 
recho á quejarse ? 

Rosas arrojaba sobre las fronteras del Estado Oriental 
millares de emigrados acerbamente perseguidos, sin mas pen- 
samiento que el #de regresar á- su hogar de que acababan de 
ser despojados; lejos de disminuir el número de los proscriptos, 
lo aumentaba cada día ; en vez de suavizar su situación^ la 
exacerbaba negándoles toda esperanza. — Estos emigrados, á 
cuya familia política acabábamos de pertenecer, que tenían 
vínculos de amistad y de sangre en nuestra población, debían 
ocuparse solo^ esclusivamente, x^omo era natural, de espiar el 
momento y las medios de volver á su patria, á sus familias, á 
sus fortunas— ¿ que vigilancia humana basta para prevenir é 
impedir los conatos de una numerosísima emigración ^e esta 
clase, colocada en tal estremo ? 

£1 Gobierno que no puede regir á su pueblo sino 
por medio de cotidianas y copiosas proscripciones, con las 
que mantiene en perpetua dificultad y embarazo á siis ve- 
cinosy multiplicando sus atenciones y haciéndoles sufrir las 
consecuencias de un estado anormal y cuyo término no 
se alcanza — ¿ es él que tiene título para quejarse do los 
males que él mismo produce? — ¿ no lo habrían tenido sus 
limítrofes para exigir c^ término á tal estado de cosas y á 
los gravísimos perjuicíoá que él les irrogaba gratuitamente í 

Apenas podría darde prueba mas plena de ^ deferencia 
que ha encontrado Rosas en el Estado Oriental que la falta de 
una reclamación positiva sobre ese punto, máxime desde que 
se neg6 el Gobierno de Buenos Aires á celebrar ningún 
acuerdo para mejorar la condición de los emigrados. • 

La conducta que estos observaron durante el resto de la 
Presidencia del General Rivera, es un verdadero prodigio, 
obrado por el deseo mas sinceró y positivo de conservar la 
mejor inteligencia con el Gobierno de Buenos Aires. 

El nuestro hizo en este sentido cuanto fué dable: 
citaremos para abundar un nuevo hecho. 

Rosas miraba, como se ha visto, con vehemente disgusto 
la libertad de nuestra imprenta, aun que al lado de la censura 
se levantaba el elogio, y si había alguno de nuestros periódicos 
que se le mostraba adverso había también otros que le eran 
completamente favorables, como sucede en todas partes don- 
de es una verd&d el libre uso de la palabra escrita. El Ge- 
neral Rivera hizo cuanto le era permitido para satisfacer á 
Rosas; empeñó sus respetos y sus relaciones privadas, y entre 
los resultados que obtuvo fué el mas notable la supresión de 
una publicación diaria que con el título de — Otro Periódico — 
emprendió el distinguidísimo literato Argentino D. Juan Cru^ 



_ 64 -r- ^ 

Várela. — El primer numero de este diario apareció por la íni- 
prenta de la Caridad el dia 3 de Octubre de 1831, y amenaza- 
zalja herirlo á Rosas profundamente por el ejercicio mesura- 
do pero severo, de la razón ilustrada; el Sr. General Rivera^ 
interesó á muchos amigos de D. J. C, Várela, él mismo le rogó 
personalmente á este señor que como una muestra de defe- 
rencia al pais cesase la publicación, y así lo consiguió:=El 
Otro Periódico cesó con el numero 6. Asi quedó también 
cumplida á la letra la promesa que contenia la nota del Minis- 
tro Giró de 30de Setiembre de 1830, 

Pero el Gobierno Oriental no podia hacer mas; y la 
practica del sistema representativo, la existencia del orden le- 
gal, era una acusación permanente del sistema de Rosas, una 
desmentida perentoria de los pretestos en que lo apoyaba,^: 
Rosas no podia resignarse:=nuestro ejemplo le hacia mal. 

El General Lavalleja era por ese tiempo el Ge fe de la 
oposición á la Presidencia del General Rivera; esta oposi- 
ción luchaba en la imprenta y en la tribuna: en la imprenta 
con una virulencia que tocó el escándalo y le dio un colorido 
sangriento. Pero eLGobierno llenaba todas las condiciones 
del sistema representativo, y contaba no solo con el poder de 
la opinión, que ilustraba con una ilimitada publicidad por to- 
dos los medios regulares, con la fuerza y el prestigio de las 
instituciones, sino también, para el dia en que las facciones 
osasen quebrar el freno de las leyes, con la cooperación exter- 
na de la República Argentina y el Imperio del Brasil. 

Esta situación era particularmente feliz, y todo hacia es- 
perar que respetarian los opositores la linea que separa la 
oposición del crimen, y la educación politica del pais adquirí- 
ria una base sólida. 

Pero Rosas debía destruir tan bellas esperanzas, abrien- 
do las puertas á los funestos estravios que ennegrecieron nues- 
tros anales. 

Sincerisimo es el dolor que sentimos al poner la vi&ta so- 
bre ^sas páginas, y un sentimiento de patriotismo nos obliga 
á no tocarlas, sino en lo que sea rigor osanlente necesaria para 
el objeto de este escrito. 

Las prensas de Buenos Aires se desencadenaron contra 
nuestro gobierno: esto que en otro pais no seria una hostili- 
dad allí lo era, y muy marcada: la imprenta no tenia libertad 
y estaba sujeta al gobierno. (93) Esta conducta era agra- 
vada por im empeño constante de discutir agriamente todos 
los negocios que ocurrían, de no convenir jamas en ninguna 
solución y de mantener la apariencia de nuevas é inacomoda- 
bles dificultades;— mientras que el Coronel Correa Morales 
hacia comprender aquí quej^l Gobierno de Buenos Aires le- 



^Ga- 
jos de sostener á la autoridad' Gonstitucional, encumpíiníieifC^ 
del articulo 10 de la Convención , apoyaría abiertamente Icr 
que se hiciera para derribarla. — Este es tal vez el único orí^ 
gen de la revolución. 

Nuestro gobierno soportaba con paciencia esta situar 
cion , cuando el 29 de iunio de 1832 se pronunció etí 
eí Durasno una insurrección militar, atentando contra la vi- 
da del Presidente Rivera qué se salvó arrojándose á las aguas 
dd Yí. — La noticia de este escandaloso atentado llegó á Mon- 
tevideo al anochecer el dia siguiente, y este Gobierno á quien 
Rosas ha acusado de tiránico, para justificar virtualmente la 
rebelión que el provocó, en vez de tomar por si mismo, con la 
soberana autorización del peligro nacional, tods^ cuantas me- 
didas creyese convenientes para ahogar la sublevación que pu- 
blicamente se promovia en la misma capital, pdr respeto al 
Íriñcipio de la seguridad individual se dirigió á la Comisio.a 
ermanente del Cuerpo Legislativo, solicitando su acuerdó 
para suspender las garantías constitucionales momentánea- 
mente y proceder al arresto de los gefes visibles dé la conspi- 
ración. La Comisión Permanente entró á deliberar en la 
forma ordinaria, sin acordarse de que Catilina le golpeaba la 
puerta con la punta de la espada, y en esta deliberación la 
sorprendió, como lo habia. anunciado el Gobierno, la subleva- 
ción de la única fuerza militar que habia en la capital, el 3 de 
•fuljo, de dolprosa memoria. 

Los Poderes Constitucionales fueron derroca(íos y pqs- 
tituidos por la autoridad revolucionaria del general Lavalléja 
proclamada por la voz del motiñ. (94.) 

El país entero se levantó para condenar esta revoluciony 
y en breves, muy breves dias, los revolucionarios se encontra- 
ron en la imposibilidad de sostener la efímera ventaja que al- 
canzaron, merced al nimio respeto que el gobierno tributaba 
á las leyes. Ni tuvieron el honor de medir sus armas: se 
encontraron en tal minoría, que no pudieron sostener la pre- 
sencia del Ejército de la Constitución, que se adelantaba ál 
mando del Presidente Rivera . En- la misma capital hubo 
una reacción el 5 de Agosto, y el 13 la legitima autoridad fué 
solemnemente restablecida. Pocos dias Wespues, nuestras tro- 
pas presenciaban sobre el Yaguaron, el triste espectáculo q.iie' 
ofrecía la emigración del general Lavalleja, acompañado de un 
puñado de Orientales. 

En los momentos del movimiento anaVquico, el Vice-Pre- 
sidente de la República, que se hallaba al frente del gobierno, 
se dirigió á los gobiernos obligados por la Convención cíe 
1828, á sostener el orden legaL 

He aqui el texto de este documento, 

. 7- 



/ 



I 

N 

~ ^6 ~ 

I 

Ministerio de Relaciones Exteriores. 

Montevideo, Julio 10 de 1832. 

** Las consecuencias de un movimiento militar de las tro- 
pas qué guárriecian estaciudad, ejecutado el dia 3 dfel corrien- 
te Julio, el cual ha tehido pcH* objeto desconocer la autoridad 
de los poderes constituidos, han colocado al Vice -Presidente 
dé la República en el deber de anunciar á los gobiernos délos 
Estados Contratantes en el tratado Preliminar de Paz, que las 
atribuciones y acción del gobierno legal han claudicado de 
hecho, no hallándose en posesión de hacer uso de los medios 
constitucionales que le están especialmente cometidos, para 
sofocar cualquiera conmoción interior. 

En tal situación él Vice- Presidente de lá República, no 
puede dii^pensarse de transmitirlo inmediatamente al conoci- 
miento del Etmo. Gobernador á quién se dirige, saludándole 
eon la espresion de su mas alta consideración y aprecio.*— 
Luis Eduardo Pérez. — José Máriá Beye*.— Exmo. Sr, Go- 
bernador de la Provincia de Buenos Aires. 

Rosas que después ha manifestado tanto celo por el prin- 
cipio legal en este pais, que se ha permitido toda clase de 
manifestaciones para sostenerlo, cuando no tenia ya titula 
ninguno para hacerlo, se encerró entonces en un profundísimo 
silencio, y ni siquiera dirigió una himple nota de cumplimien- 
to al Presidente de la República, en quien se habia reasumi- 
do de hecho la Autoridad y que no dejó de ejercerla en el 
pais ni un solo dia (95). Este silencio confirmaba las prome- 
sas anteriores. 

Restablecido el Gobierno Constitucional el 13 de Agosto 

{>uso este suceso en conocimiento del de Buenos Aires: y so- 
o muy entrado Setiembre, cuando la revolución no tenia un 
solo hombre armado en nuestro territorio, se recivió la si- 
guiente comunicación. 

" Buenos Aires, Agosto 31 de 1832. 

AlExmo. Sr. Ministro de Relaciones Esteriores del Es» 
tado Oriental del Uruguay — ^" 

Dispuesta la contestación á la nota de S. E. el Sr. Vice- 
presidente de la República de 10 de Julio último en que S. E. 
anuncia á los gobiernos de los Estados contratantes en el trata- 
do preliminar de paz, las consecuencias de un movimiento 
militar ejecutado el 3 del mismo mes ; se supo en los mismos 
momentos por los papeles públicos de ese Estado, que S. E. 
el Sr. Vice-Presidente habia cesado en el mando. Entonces 



— 67 -r- 

• 

DO existiendo en esa capital autoridad á quien dirigir la con- 
testación fué ya indispensable suspenderla.— M^as &ora que 
por coYx^ani (^clones del 13 del corriente, ayis^ $« B. que la 
autoridad constitucional ¿a sidp felizmente restaurada, elín- 
frascriptp tipne orden del Éxmo. Gobijerno Delegado para 
4ecirá S. E. el Sr. Vice-Presidentp por el órgano del Sr, 
Ministro á quien se djlrige, (qu^ le es satisfactorio saber que 
la seguridad pública de esa capital se halla garantida; así co- 
mo le es el n^anifestar que jas pr^eb^s de virtud y ^e patrio- , 
tismo que han dado en todos tiempos los orientales en ho« 
ñor y defensa de su suelo, se reproducirán siempire, censar 

frando 4 Isi ley el respeto y las atenciones que se le deben.-^ 
!1 infrascripto G(e complace de laocasiqn de repetir áS« E. 
£U aprecio y distinguida atjencip^, — Manubl V, bb A^aza. 



V. 



Esta nota de mera forma , fría é insignificante, que no le 
fué dado escusar, es todo lo que Rosas hizo para llenar el 
solemne compromiso que había contraído su pais por la Paz 
de 1828. — El estaba ohligdido k qtíxiliariy proteger nX Gobierno 
^g^\ y sin embargo permaneció impasible en presencia del 
escandaloso motin que atentó á la existencia de^se Gobiernp 
y perturbó la paz púi>lica y el ór4en constitucional, alentan- 
do con esa conducta á los revolucionarios, que la habian pro- 
nosticado con anterioridad. 

Restablecidos los poderes Constitucionales por el buen 
sentido y la decisión del pais, no se limitó Rosas á reusar el 
apoyo que tenia el deber de prestarles^;— era visto que el or- 
den legal no lo necesitaba y que no habia elementos nacio- 
nales.que, por si solos, bastaran á producir nuevos sacu- 
dimientos. — La lección habia sido elocuente. 

Pero estas circunstancias favorecían los intentos de Ro- 
sase la debilidad de la facción vencida la colocaba mas inme- 
diatamente en su dependencia, y como toda minoría turbu- 
lenta es capaz de dejarse arrastrar, exasperada por su misma 
impotencia, a los mas violentos estrémos y á las mas crimi- 
nales condescendencias, Rosas encontró en la que acaudillaba 
D. J, A« Lavalléja el instrumento que buscaba para mantener- 
nos en permanente ajitación, detener el crecimiento de nues- 
pais, enflaquecerlo y desmoralizarlo. 

Apenas restablecidos los Poderes Constitucionales hubo 
de repetirse en esta Capital el espectáculo de una nueva su- 
blevación de la misma tropa que se habia amotinado el 3 de 
Julio, y vuelto después á sus deberes, por la reacción do 5 de 
Agosto. 

Los conspiradores contaban con el efecto de sus i&cduc- 



— 68 -^ 

^ones en la tropa, y con los auxilios que esperaban de 
Puenos Aires. 

Descubiertas sus maniobras en el momento preciso, la 
jautoridad se apoderó de los principales conspiradores en esta 
Capital, y adelantado el sumario resultó cabeza de la sedi- 
ción el coronel argentino D. Juan Correa Morales, pretendido 
Ájente del Gobierno de Buenos Aires que se conservaba en 
Mootevideo con los objetos que ya hemos señalado, — La casa 
de este coronel habia servido de punto de reunión á los con- 

Í'urados,— y él mismo debia poner su espada al servicio de 
a revuelta. 

La proclama encontrada entre los papeles de la^conjura-? 
«ion introducía, por primera vez, en nuestro pais, las clasiñca- 
ciones de los partidos arjentinos, y ligaba nuestras diferencias 
domésticas -á cuestiones que siempre han debido sernos es - 
trañas (96.) 

De Buenos Aires debian venir, según las revelaciones 
que se hicieron al Gobierno, las armas y las municiones 
con que habian de despedazarse los pechos Orientales, en 
provecho de la politica de Rosas. — Llegan en efecto estas ar- 
mas al puerto dé Maldonado en la Zumaca Argentina Inven- 
cible; la autoridad se apodera de ellas, y resulta que se habian 
embarcado en Buenos Aires bajo la protección de la goleta de 
guerra Sarandi y con el auxilio de sus lanchas. (97) 

Estos son los hechos comprobados por el proceso labra- 
do á los reos de la conspiración de 15 de Setiembre de 1832; 
sus crimenes eran de aquellos que, por la legislación de todos 
los países, exigen reparación de sangre; — pero nuestro Gobier- 
|io los levan0 del sepulcro, mandando sobreseer en la . . causa 
por un acto de su ilimitada clemencia, y estrañando del paÍ3 
solo á los que resultaron autores principales de la proyectada 
sedición. (98) 

Todos estos procedimientos fueron públicos y solemnes; 
' pero ^1 Gobierno de Bueno^ Aires se cr§yó en el caso de 
acudir á la defensa de Correa Morales, atribuyéndole un 
carácter diplomático de que no estaba investido; (99) y pidió 
psplicaciones sobre los motivos de la prisión que habia sufri- 
jio aquel conspirador, (100) espre^ando su desagrado por- 
que no se le hubiesen guardado inmunidades á que no tenia 
titulo alguno. 

Asi se anticipaba Rosas á la justísima reclamación que 
debia hacerle nuestro Gobierno por los hechos (Jup hemos re- 
ferido, y se preparaba á tomar nuevos pretestos para conser- 
i^ar la éspeciativa de un rompimiento entre los dos países, y 
pobonestar dé algún modo su visible mala fé. 

Conocido este objeto, nuestro Gobierno se limitó á obser-? 



— 69 — 

varia faka de todo carácter público en Correa Morales, pero 
lo envió Bin embargo, á presencia de su Gobierno, con copia 
del procesó que le habia formado, que era cuanto,aun en otro 
caso, podia esperarse en una causa de aquella naturaleza; y no 
se reusó á dar ninguna de las esplicaciones que sin mengua 
de su decoro, podian contribuir á vencer las apreensiones del 
Gobierno Argentino. ^101.) 

Era imposible satisfacer á Rosas; apenas acotado un to- 
pieo de discusión el tomaba otro cualquiera del hecho mas 
sencillo, y á falta de un hecho le pedia al porvenir una ilu- 
sión, que apenas desvanecida, se reproducia bajo otra for- 
ma. 

Asi es que no teniendo motivo alguno de queja por la 
conducta de los emigrados Argentinos, que no le volvieron á 
inquietar jamas, apesar de la desinteligencia en -que él se co» 
locó con nuestras autoridades, y de las ocasiones que durante 
ella ofrecieron los trastornos de la República Argentina, to- 
mó protesto de haberse incorporado algunos de esos Argenti- 
nos á nuestro Ejercito en la campaña contra la anarquia, pa- 
ra mostrarse alarmado por el uso que harian de sus armas,— 
Nuestro Gobierno se apresuró á satisfacerlo: esos Argenti- 
nos tenian su titulo de ciudadanos Oriéntales en la Constitu- 
ción del Estado que la República Argentina habia examina- 
do y aprobado (102); y la misma circunstancia de combatir 
bajó nuestra bandera lejos de ser un motivo de inquietud, 
deoia serlo de confianza, por que ella hacia mas definida y 
mas directa la rest^onsabilidad del pais y del Gobierno que les 
habia confiado sus armas; no eran en el caso emigrados, eran 
soldados orientales, dependientes de la autoridad publica y 
empleados en su servicio. 

Ademas su numero era limitadisimo; no era, como puede 
suponerse al ver este hecho objeto de una reclamación, un 
cuerpo de tropas; eran apenas cinco ó seis' gefes y alguno^; 
oficiales^ — que recien terminada la primera campaña, que lo 
fué en poquísimos dias, regresaron á sus hogares sin mando 
ni distinción alguna. 

Entre tanto los sediciosos de n^iestro pais se habian, en 

Íran parte, refugiado al territorio Argentino; unos á Entre- 
lios y otros con su gefe Lavalleja á la misma capital de Bue- 
nos Aires. 

La aptitud de estos emigrados era una asechanza viva, 
una agresión permanente contra nuestro sosiego, y mante- 
nian al pais sobre las armas con grave daño y menoscabo de 
su prosperidad. 

En estas circunstancias el Gobierno tentó el único me- 
dio de arribar» si era posible, auna inteligencia que pusiera 



— 70 — 

termino, de algún modo, k esa penosísima situación. Acre- 
ditó un Ministro publico cerca del Gobierno de Buenos Ai- 
res, y eligió para esta misión al Sr. Brigadier General D. Jo* 
sé Kondeau. Esta elección bastaría, por si sola, para dar idea 
4e las rectas intenciones del Gobierno; el Sr, Uondeau que 
Había regido mas de lyia vez los Ejércitos y desempeñado la 
suprema magistratura de las Provincias Unidas del Rió 4eia 
Plata, era una de las mas puras reputlbiones de estos países: 
unia á la respetabilidad de su rango y de sus servicios, upa 

Erobidad intachable y una moderación- suma, calidades que le 
abian sustraído al encono.de los partidos y daban á su pala- 
bra y á sus canas la autoridad del patriota esclareqido y del 
hombre de bien. La misión que aceptase el General Ron- 
deau no podía ser sino .misión de buena fé^ de paz y de ar- 
monía. 

Este era, en efecto, el carácter de su misión. 
El Gobierno^ aspiraba á colocar sus relaciones con el de Bue^ 
nos- Ay res sobre bases sólidas , desvaneciendo todo motivo de 
prevención, empeñándose en compromisos formales, netajqíien- 
te formulados, sobre los puntos que la habían producido, y sis- 
temando un comercio ínrtímo que estableciese y consolidase la 
mutua confianza. (103) — Eran entonces Jos últimos días de' 
1832; — Rosas acababa de dejar el Gobierno, y le había reem- 
plazado D. Juan Ramón Balcarce, antiguo amigo' y hermano 
de armas del general Rohdeau. Las conferencias entre estos 
dos señores se abrieron con el aspecto mas lísongero ; los do- 
cumentos en que están consignadas tienen un sabor de senci- 
llez y de sinceridaa que contrasta dolorosfimente con la amar-, 
ga perfidia que vino a esterelizarlas. 

La influencia de Rosas era predominante y no podía de- 
jar arrancar la cizaña que había sembrado. 

Sus ideas se habían engrandecido desde que alcan- 
zó introducir la anarquía en el Estado Oriental, y ya entonceii' 
meditaba arrebatarle su independencia. — Desde que logró 
.desunirnos principió á despreciarpos , primera consecuencia 
que le depara á su país la facción que, ciega de pasión, confie- 
re el pecado, irremisible, de tomar las arm^s del e;xtrangero ^ 
para vengarse de la Patria! 

1^1 camino qiie había dado al negocio el Gobernador Bal- 
caree, le alarmóy pues, muy seriamente, y al momento se p^so 
en aptitud de hacerlo retroceder. — Por desgracia, la adminis- 
tración Balcarce tenía que hacer concesiones á la política de 
Rosas, que es este siempre el sistema á que recurren los par- 
tidos antes de resolverse á herir de frente la influencia perso- 
nal que los tiraniza; y no es de estraftarse que una de estas 
eoncesiones fuege la n^ativa á nuestro paÍ9, que les tpqaba 



— 71 — 

melíios directamente- que otras que se veían obligados á otor- 
garle. — Ni el poder de la verdad, ni la fé de los pactos, ha- 
biájp podido evitarla; no es de estrañar que fueran inefícace» 
loi^ respetos del General Ropdeau y los buenos oficios del dig- 
nísimo ciudadano D. Julián de Gregorio Espinosa que por en^ 
cargo especial de nuestro gobierno y por sus exelentes senti- 
mientos, empleaba su influencia en auxiliar la obra de recon^ 
ciliar estos dos países. 

Realizado el cambio de política á satisfacción de Rosail, 
el General Rondeau comprendió desde luego que el mal era in* 
curable y que ni aun lograría que se le recibiese en su carác- 
ter público, y propuso el medió que le ocurría de evitar el de- 
saire que, á su juicio, le esperaba á nuestro pais. (i 04) 

Nuestro Gobierno no podia equivoeaí-se; pero juiEgaba 
^in duda, que era deber suyo no desesperar y persistir 
por todos los reéursos de su prudencia y de su celo, en evi- 
tarle al pais lo^ conflictos con que se le amenazaba. 

Se resignó, pues, á conjurar^ hasta donde su dignidad 
lo permitiese, el nuevo ejercito de fantasmas incorpóreas de 
que se mostraba alarmado el Gobierno de Buenos Aires, y 
lo que era mas positivo, á luchar con la anarquía que se prepa- 
raba á invadirnos. 

Con cada sol surgia un nuevo motivó de queja, una espe- 
cie alarmante, una voz de insulto ó de calumnia, que era in- 
mediatamente contestada provocando siempre una inteligen- 
cia oficial que pusiera fin á aquella perenne agitación. (i05) 

Los anarquistas se reunian y acantonaban militarmente 
fen el Entre-Rios delante de nuestras costas sin que el Gobier- 
no encargado de las Relacioné^ Exteriores de la República 
Argentina, se creyese obligado á tomar otra medida que la 
de indicar que se hiciera la reclamación á las autoridades de 
Entre-Rios, sin miramiento á que, hacia poco tiempo, se ha- 
bia reputado por ofensa el que asi se hubiera verificado. (106) 
Mientras asi i^e descartaba de las reclamaciones de nuestro 
Gobierno, Rosas no se creía aun seguro, y antes de salir de 
Buenos Aires para su célebre espedicion al desierto, quilbo 
que la administración Balearse se comprometiese por actos 
mas positivos. 

El primero de estos actos fué revivir el negocio de Cor- 
rea-Morales para aprobar, como se aprobó solemnemente, por 
* decreto de .13 de Febrero de 1833 , la conducta que aquel co- 
ronel habia obsei^vado en el Estado Oriental. Ese decreto 
contenia ademas, en términos Incónvenientes^graves censuras 
cotítra la conducta <le nuestro Gobierno (107). 

Inmediatamente después se principiaron á activar, publí- 



— 72 — 

eamente, los preparativos de una naeva cruzada anárquica á 
cargo de D. J. A. Lavalleja. 

Nuestro Gobierno dolido del infortunio de los emigra- 
dos orientales, ostentaba sus disposiciones de favorecerlos y 
atraherlos al seno de la patria, Én un momento, sin duda de 
desaliento, se dirigió á él el mismo Lavalleja y le encontró 
generosamente dispuesto ; en este concepto se abrió una espe* 
cié de negociación en que sirvió de intermedio el Almirante 
iirgontino D, Guillermo Brown,— ^y de que también tuvo co- 
nocimiento el señor cónsul francés Mr. Mandeville. £1 pri« 
mer efecto de las nuevas ilusiones de D. J. A. Lavalleja , fué 
romper, con su calor habitual, aquella negociación, que tantos 
infortunios le habría ahorrado á él, tanta pena á nosotros(108) 

En seguida se reusó abiertamente ef reconocimiento de 
nuestro Encargado de Negocios, fundándose en que los moti- 
vos de queja que tenia el Gobierno de Buenos Aires, y que no 
especifica en la nota que tenemos á la vista, no le permitían, 
aun cuando pudiera prescindir de la posición política en que se 
hallaba esté Estado según el tenor espreso de la Convención de 
Paz entre la República Argentina y ^l Imperio , prestarse á 
recibir por ahora agente ninguno público con carácter diplomá- 
tico {102). 

Invocar la Convención de 1828 para desconocer la plena 
independencia del Estado Oriental que ella consigna del modo 
mas esputo, era llevar hasta el cinismo el desprecio de la rar 
zon y de la fé publica; y someter á durísima prueba la mode- 
ración de un pueblo pundonoroso y valiente. 

Esa negación era doblemente grave en los momentos en 
que se hacia: Rosas afilaba las espadas con que se disponian á 
enrojecer nuestro suelo los insensatos Orientales cayas pasio- 
nes esplotaba, y á nadie le era ya permi-tido dudar el objeto de 
la protección que se les dispensaba. 

Lavalleja estaba para terminar sus apresto» y aldaba á la 
vista de todos, la bandera de recluta del ejercito Restaurador, 
que este nombre tomó desde entonces aquel grupo aventurero. 

La administración Balcarce una vez empeñada en la 
mala política de Rosas sobre nuestros negocios, se encontró 
comprometida á seguirla, y se llegó hasta el punto de 
que un Gefe Argentino, de notable rango, renunciase sus fun- 
ciones para alistarse en la empresa de derrocar el Gobierno 
legal del Estado Oriental 

" Rosas habia madurado ya el proyecto de la nueva calami- 
dad que nos habia preparado, y al separarse de Buenos Aires 
86 desarrolló con rapidez. . 

El Coronel Argentino ^Oíazabal se embarcó publicamen- 
te para an>ene(zar nuestra frontera del Yaguaron^ abasando 



— 78 ~ 

del territorio Brasilero, (110) al paso que Lavalleja salia ¿tí 
Buenos Aires, con pasaporte, para coloeárse al frente de losr 
elementos que se habian organizado sobre el Uruguay (1 1 1)^ 

Por el territorio argentino terrestre y marítimo transita-^ 
ban libremente los saldados y las armas de la anarquía, y sí 
alguna disposición se tomaba para atenuar el colorido de es-' 
tos atentados, no pasaba jamas de una farsa inhábil ejecutada 
desdeñosamente. 

Al paso que* ni por respeto á. la moral publica, se daba 
á ninguna de estas medidas deceptorias la menor eficacia 
aparente, se tomaban en realidad y se ejecutaban con rigor 
todas cuantas pódian perjudicarnos. El Gobierno de Buenos 
Aires no tubo embarazo en prohibir que el de este Estado, al 
que estaba obligado á auxiliar y protejery se proveyera en 
a9uella ciudad de los materiales de que necesitaba; no permr* 
tío la extracción de armas para Montevideo. (112) 

No tardó Lavalleja en presentarse sobre lasr márgenes del 
Uruguay, ostentando la protección que se le acordaba como 
uno de los medios de atraer prosélitos^ (1-13) ^ 

Apésar de esto la presencia de la parte del Ejército Na-^ 
eional acantonado sobre las márgenes de aquel rio, le hizo^ 
desesperar de su fortuna y no se atrevió á provocarla. 

Menos felices nuestras armas en la frontera del Yaguaron^, 
sufrieron una sorpresa én la Villa del Cerro Largo el 7 dé 
Abril de 1838. — Acaudillaba la fuerza que la ejecutó el Coro- 
nel Argentino D. M. Olazabal, el que apenas posesionado de 
la villa promulgó el siguiente bando. 

" L). Manuel de OlazabaU Coronel de Ejército y Coman-* 
dánte en Gefe del Segundo Cuerpo del Ejército Restaura^ 
dor etc. ' 

Aéuerda: 

Art. 1.^ Habiéndose aÍ>iert)o la Campaña por cí JSjér-^ 
, cito Restaurador comandado por S. E. el Ex^no. Sr. Briga^ 
dier General D. Juan A. Lavalleja, contra los opresores de laá 
Leyes é instituciones del Estado; quedan desde este mx)menta 
separadas de sus funciones todas ias autoridades tanto civiles 
como militares que emanen del opresor de la Btepública D^ 
Fructuoso Rivera. 

2. ^ Queda reconocida por única autoridad principal 
en el pais la persona de S. E. eH Exmo. 9k, General e» 
Gtefe D. Juan Antonio Lavalleja. 

3. ^ Nómbrase interinamente Comandante civil y mili-r 
tar del Departamento al ciudadano D, Ramón Monteros. 

4. ^ Los habitantes del Departamento serán respetadoiá' 
por el Ejército Restaurador en sus personas y propiedades 
cualquiera que havan sido sus opiniones hasta el día de hoy< 



\ 



— 74 — 

(exeíptuándose solamente aquellas que abiertamente hayan 
cooperado á la causa del tirano, y que hay datos positivos que 
no variaran de sistema) pudiendo por consecuencia habitar 
donde les convenga. 

5. ® Ningún estante ni habitante de la Villa podrá se- 
pararse de ella, sin el correspondiente pasaporte del coman- 
dante civil y militar. 

6.® Todos los habitantes de esta Villa^ que quieran in- 
corporarse al Ejército Restaurador lo harán en el día de hoy 
al gefe de la división, y los de ia campaña dentro de cuatro 
dias al comandante civil y militar del Departamento. — ^Y para 
que llegue á noticia de todos se publicará en forma de bando 
en los parajes de costumbre.. 

Dado en la Villa de Meló á los 11 dias .del mes de Abril 
del año de 1833.— Manuel de Olazabal.— (114) * 

Instantáneamente se presentaron delante de los invasores 
las fuerzas del Ejercito Nacional que debian arrancarles el 
estéril suceso que obtuvieron, oprimiendo alevosamente al 
puñado de bravos rendidos por la sorpresa y por el hambre en 
el^canton del Cerro Largo — Lbs invasores fueron batidos, per- 
seguidos y obligados el 14 de aquel mes á abandonar el terri- 
torio que habían profanado, refugiándose al brasilero. — Nin- 
guna simpatía habían encontrado en la parte del pais que ocu- 
paron accidentalmente, y el sentiminto de veraz indignación 
con que fueron repelidos debió ser un desengaño saludable 
para los eternos enemigos de nuestra tranquilidad. - • 

Casi en los momentos en que iba á realizarse esa invasión, 
las aguas del Uruguay eran teatro de un atentado de otro 
género» 

El Gefe de nuestra escuadrilla en aquel Rio, D. Pedro Natal 
había recibido las solicitudes de uno de nuestros emigrados 
llamado Cirilo Saravi que, por su conducto, se acogía á la cle- 
mencia del Gobierno. Recibida esta pretencion con la benevo- 
lencia de costumbre y otorgado el indulto, Saravi pidió al. co- 
mandante Natal lo fuese á recibir en la costa la noche del 30 
de Marzo. Natal tuvo la imprudencia de acceder á esta suplica 
y abandonó su buque para conducir por si mismo al emigrado; 
llegado á la costa, Saravi le ínstTS vivamente que saltase á tierra 
para darle álli, sobre la tierra en que había llorado proscripto, 
un abrazo de amistad y gratitud, que esperaba le permitiese 
repetir al pisar el suelo Oriental:— Natal accedió ; pero ape- 
nas había puesto el pié en el borde del rio y cuando se arro- 
jaba en los brazos de Saravi, le rodearon 30 hombres arma- 
dos que estaban en asecho, le aprisionaron cruelmente y lo 
^^ndujeron al Arroyo de la China: el comandante de 
aque' punto le colocó en una rigorosa incomunicación 



— 75 — 

y le puso una barra de grillos— En el acto de apo- 
derarse dé Nataly agravaron estQ hecho descargando ¿m 
armas sobre nuestra falúa, de lo que resultó herido .ua 
marinero con cuatro balazos (115) Las autoridades de nues- 
tra costa reclamaron, sin suceso, de las de Entre-Rios, la li-^* 
bertad del gefe de la escuadrilla, y esta conducta, abiertamente 
hostil, aumentólos motivos do desagrado que crecían por mo» 
mentos. (116.) • 

£1 Genersd Rondeau se mantenia entpe tanto en Buenos 
Aires en el empeño de vencer aquella mala disposición, espe* 
rando que el ejercicio de una prudencia inagotable y el con- 
vencimiento de que nuestro orden legal resistia victoriosa- 
mente las tentativas con que se pretendía desquiciarlo, obrasen 
un cambio en el espíritu y la política de aquel Gobierno, y se. 
economizase la sangre d^ estos pueblos, tantas veces derra- 
mada á impulsos de innobles pasiones. 

El Gobierno de Buenos Aires eligió e^ta coyulíitura para 
resolver nuestra pretensión á ser representados en la nego- 
ciación del ti^atado diñnitivo, pendiente desde el año de 1830. 
— El buen derecho que nos asistía era indisputable, y ningún 
interés podía tener la República Argentina en la injuria de 
desconocerlo, sino abrigaba el proposito de menoscabar la 
independencia de este Estado, que debía servir de base al 
tratado que iba á celebr^Crse. Hemos dicho en otra parte de 
este escrito que el Brasil habia asentido de plano á nuestra 
intervención; (117) pero el Gobierno de Buenos Aires, sin 
dignarse discutirla, cortó el nudo de la dificultad nombrando 
por decreto de 20 de Abril de 1833 al General D. 'Tomas 
Guido paia que asistiese, por su parte, á la negociación de 
aquel tratado, sin darnos ni aun aviso de este importantísi- 
mo suceso.— Es imposible sustraerse á la evidencia de estos 
hechos, ni á la luz en que ponen ios intentos de aquel Go- 
bierno. 

Si alguna duda cabia en ellos, vino á disiparla un aconte- 
cimiento inesperado. El 121 de Mayo de aquel año (1833) se 
presentó en el puerto de la Colonia el lanchon argentino Jo- 
sefina y una ballenera de catorce remos, cuyas tripulaciones 
se habían amotinado en el Paraná, en ocasión que lo navega- 
ban llevando á su bordo á un aventurero que se titulaba coro- 
nel al, servicio de Lavalleja, armamento, municiones, equipo, 
banderas, y lo que era mas importante, una abultadísima cor- 
respondencia dirijida á aquel caudillo. (1 18) 

, Esta correspondencia era, á lo que entendemos, una com- 
pletísima rebelación de todas las asechanzas^ tramadas 
en Buenos Aires: todo debían decirlo aquellos papeles: 
ya no debía haber lugar á tergiversaciones. ¡ Porque 



— 76 — 

puestro gobierno no los arrojó al mundo,* por que no rasgó el 
velo, ya demasiado trasparente, de aquellas .agresiones 
pontra la existencia y la prosperidad de nuestro pais ! 

Pero esta publicidad érala guerra, y el Estado Orien^ 
tal amaba, necesitaba y buscaba la paz, y resolvió no servirse 
de aquel instrumento que la Providencia habia puesto en su ma- 
llo, para precipitar las calamidades que se esforzaba en evitar. 

Al contrario, se prometió emplear la nueva superioridad 
4e razón que le daba aquellos documentos sobre el gabinete 
de Bueuos Aires; pai'a atraerlo á mejores sentimientos. 

Todo concurría á esté fin ; el desenlace de los sucesos del 
Yaguaron y la aptitud de las fuerzas nacionales, apercibidas á 
escarmentar á los invasores, introdujeron el desaliento en 
sus filas, y las autoridades del Entre-Rios sea por este motivo, 
|9ea por alguna razón 4^ política y conveniencia interna que 
po conocemos bien, se resolvieron, por primera vez, á. re mo- 
ver el escándalo del Uruguay, internando á los emigrados y 
4aQdo libertad al Gefe de nuestra Escuadrilla. 

D. Juan A. Lavalleja se i:etiró de nuevo á Buenos- Ayres 
donde apareció también el coronel Olazabal.— ^Aquel gobier- 
no volvió a recibir á Lavallejacon demostraciones de aprecio, 
j dio de alta en el Ejército Argentino al coronel Ola^ 
^abal, 

—Nuestro Gobierno cerró los ojos para no ver est os 
actos.-r- Esta conducta y las divergencias interior es 
que principiaban á agitarse en Buenos- Ayres,restablecieron la 
palma por algunos meses. En efecto, la administración Bal- 
parce habia iniciado la lucha con Rosas, en quien se estrella- 
ban sus propósitos de organización regular. — No hablan bas- 
tado 1^ conseciones, y era forzosa una lucha de otro género. 

En esta situación nuestro Gobierno se abstuvo de crearle 
nuevas dificultades, y cuando los partidos agriaban sus dispu- 
tas imputániiose los hechos con que se hablan compro^ 
inetido las relaciones entre este pais y el Pueblo Argenti- 
no, lejos de hacerse parte en la querella -para atraerse la volun- 
tad de alguno de los coYitendentes, se ostentó generoso, grave 
y mesurado, y no manifestó otro voto que el de su entrañable 
^qoistad^ hacia todos los argentinos (1 19). 

Rosas venció en aquella lucha como es sabido ; y siendo, 
como era, enteramente suya la política seguida con nuestro 

Cais, no trepidó en servirse de los mismos actos con que 
abia comprometido a aquel Gobierno para justificar su re» 
belion,clavándolos él mismo en la historia argentina de un 
fnodo permanente (120). 

El triunfo de la rebelión de Rosas arrojó á nuestras pía*- 
• yas á fines de 1833,Aina numerosa emigración.' 



— 77 — 

El Estado Oriental, tan cruelmente ofendido, habria podi- 
do lisongearse con la idea de retornar á Rosas las zozobras y 
las contribuciones de sangre y de dinero que nos htibia im- 
puesto por tan largo tiempo. Atizando la guerra en el terri- 
torio Argentino, como en varias ocasiones pudo verificarlo 
sin grave compromiso, tal vez con solo dejar hacer á los emi- 
grados, podriamos haber aspirado á distraer la atención y los 
recursos de Rosas, y entregarnos tranquilamente á la repa- 
ración de los daños que debiamosá'du desacordada ambición. 

Pero no podia ser esta la politica[dei Gobierno Oriental 
cuyos intereses de paz y cuyos principios, nunca desmentidos, . 
hemos manifestado con la irresistible elocuencia de los he* 
chos. 

Consecuente con ellos, el Presidente Rivera para alejar la 
ocasión de un nuevo compromiso, y hasta la posibilidad de 
que los recientes emigrados renovasen las tentativas de los 
anteriores, pasó por la mortificación de hacer' intimar á los 
gefes mas distinguidos, que acababan de asilarse en nuestro 
territorio, que eligiesen su residenciad distancia de las cos- 
tas, y soportó el graíve disgusto de que estos gefes le acusa- 
, sen, no solo de parcialidad, sino de violencia, y que prefirie- 
sen los riesgos que corrian en una Provincia de las mismas 
confederadas— el Entre-Rios— 4 una hospitalidad, aun gé- 
nero de hospitalidad, que no creian poder aceptar sin humilla- 
ción. (121) 

Pareció por un momento, que iba á renacer la buena inte- 
ligencia que están llamados á estrechar, con inmensa utilidad 
común, las dos Repúblicas del Plata. Vino á fortificar esta ilju- 
sion una propuesta del Gobierno de Buenos Aires de 6 de Di- 
ciembre de 1833 para establecer en comunidad una barca de luz 
al Este del Mundo,, como á seis millas del Banco Ingles; á pe- 
síir del tono en queeMaba concebida, nuestro Gobierno la reci- 
bió con muestras de inequívoco regocijo, y nombró inmedia- 
tamente al senador Dr.D. Joaquín Campana para que pasase á 
Buenos Aires á estipular lo conveniente á la mas pronta eje- 
cución de aquel proyecto, y á la resolución de varias propues- 
tas para la policía y mejor navegación de los rios c^ue, se le 
habían h^cho deside 1829, y sobre las que no se habia obteni- 
do hasta entonces contestación alguna. 

Esta misión destinada á establecer relaciones 'por las 
cuales ambas Repúblicas pudieran en adelante obrar de con- 
suno en todo lo concerniente al interés común de la navega- 
ción de los Ríos, ó al progreso de ^su comercio con las nacio- 
nes amigas, ai;ribó al punto de que se conviniese en el nom- 
bramiento de comisionados; debidamente autorizados para 



— 78 — 

discutir y acordar las estipulaciones que debían llenar aque- 
llos importantisimos objetos. (122) 

Per^ á )a sombra de esta papifíca negociacipn, Rosas se 
preparaba á continuar su obra, introduciendo de nuevo la 
anarquia en e 1 Estado. 

Todos los pretestos de que ella se alimentó en la lucha ante- 
rior, babian caido en un profundísimo descrédito:-era necesa- 
rio renovar la .bandera cuyos colores se habian borrado con 
el polvo de la derrota, y Rosas se encargó de ofrecer un nue- 
vo estandarte á la anarquia. 

El medio de que se sirvió revela toda la corrupción, la 
' audacia y las altaneras pretencíones de que luego ha dado tan 
insignes ejemplos. 

Hizo hablar á su !l^lenipotenciario en Londres; lo hizo 
• hablar para negar la independencia de este Estado; para des- 
honrarlo á la faz de la América atribuyéndole parle en la 
iniciativa de un absurdo y quimérico proyecto para monar- 
quizar en provecho de los Borbones de España, esta parte 
del continente ;-Io hizo hablar en fin, para hacer caer sobre 
la administración que entonces regía este pais,?]a mancha de 
traición á sus leyes fundamentales y á la causa de la revolu- 
ción americana. . 

Es necesario, pai*a que pueda apreciarse bien esta ma- 
niobra, conocer integrameate el textcí del siniestro y pérfido 
documento en que está consignado aquel solemne atenta^Q 
del Gobierno de Buenos Aires. 

Dice asi: — 

Legación de las Provincias Unidas 

Londres 6 de Noviembre de 1833. 

Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia. 

Al Exmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores. 

- • 

Me apresuro á pasar ¿ manos del Sr. Ministro de Rela- 
ciones Esteriores, para conocimiento del Gobierno, la adjunta 
copia de comunicación de la Legación de Méjico en París á 
su Gobierno, que me acaba de transmitir su Ministro Plenipo- 
tenciario en Londres, y es referente á una negociación ó pro- 
píamente á una maniobra insidiosa del Gabinete de Madrid 
pai*a con los Representantes Americanos residentes en París. 

£1 Gobierno de Méjico r<pcibió la dicha nota después de 
la caída del partido Español en Méjico que se había apodei*a>- 
do del Gobierno y de la accesión del General Santa-Ana á ia 
Presidencia; y al mismo tiempo que la hizo pasar á su Mi- 



— 79 — 

nistro en Londres con orden de comunicarla á sus colegas 
americanos, para que estuviesen al cabo de este notable inci- 
dente, lo que no habia hecho el de Paris, ni el Sr. Bíirra En- 
cargado de Negocios de Chile, la hizo publicar por la prensa 
con el siguiente epígrafe. 

"Nota diplomática de la Legación Mejicana 
cerca de S. M. el Rey de los Franceses, al 
V Supremo Gobierno de la Federación. 

„Sobrc el reconocin^iento de nuestra independencia por 
la España con las clausulas depresivas de subsidios y sujeción 
pecuniaria á aquella corona^ la destrucción del sistema fede- 
ral, y establecimiento de una monarquía de la dinastia rei- 
nante de ella en la persona de uno de los infantes de ' España. 
Méjico. 1833. , 

Después de dicha nota el Sr. Manquino que pertenecía á 
la administración anterior fué separado de su destino. Aun 
que la hia vestido de observaciones muy recomendables y 
justas no solo con respecto á Méjico sino á los demás Estados 
de América, es fácil apercibirse del embarazo en que se halla- 
ba al comunicar al Gobierno un negocio de esta naturaleza, 
para que no se le hiciera cargo en algún tiempo de haber 
oido tales propocisiones; pues cansado Méjico de las repeti- 
das infidencias de sus agentes, tiene sancionado una ley que 
fulmina la pena de siete años de presidio al Agente Diploma- 
tico que oiga solamente proposiciones de España, que no sean 
el reconocimiento absoluto y sin condiciones de la indepen- 
dencia; y la pena de muerte al que las admita ó reciba 

Debo hticer notar que este proyecto promovido como fué 
antes de la muerte de Fernando, no era-mas que una nueva 
forma del que trajo á Londres la misión secreta del General 
Cruz, Ministro de Guerra en<Madrid y del conde de Puño en 
Rostro de que avisé en nota reservada de 18 del mismo, n f 77 
para deshacerse de D. Carlos, dándole á este un establecimi- 
ento eñ América, un Rey Borbon que á su tiempo la volviese 
á incorporar á la España. 

En mi nota (de 27 de Febrero de 1832, núm, 84 tuve el 
honor de informar al Sr. líinistro, de la miserable y baja inci- 
tativa que se transmitió de Montevideo al Gabinete de Ma- 
drid por el finado Herrera y su partido, pidiendo encarecida- 
mente al Infante D. Sebastian para Rey del Estado Oriental ^ 
y de qtie el consejo puso por principal reparo la pequenez de 
aquel territorio, y que se consideró en substancia que un ce- 
tro tan insignificante seria en efecto un verdadero destierro 
para el Infante, 

Combinando sin embargo la buena disposición de los 
traidoi^es de laquel Estado con el deseo fijo de Fernando de 



— 80 — 

removerlas dificultades de la sucesión con la persona de D. 
Carlos, concibió el Gabinete de Madrid la idea de procurar- 
le una corona compuesta de todo el antiguo vireinato d^ Bue- 
nos Aires, incluyendo á Chile, Bolivia y el Perú: y este' plan 
es el que, paliado cm el nombre de reconocimiento de inde- 
pendenpiay de concesiones sepppusoal Sr. Barra, agente de 
Chile, y en que han intervenido las ge^iones de Montevideo, 
y la persona de un particular ; tomándose los primeros un ca- 
rácter por la América del Sud que no se puede comprender, y 
el último una acción q;ie tampoco puede esplicarse. Tal es 
el uso que impropiamente hadan los conspiradores del Esta- 
do MEDIATIZADO Oriental, ¿e la semi-soberania ^ue tiene su 
provincia bajo la inspección y garantia de Buenos Aires y el 
Brasil. 

Aunque este plan absurdo y desleal ha caido con la muer- 
te de Fernando^ y las circunstancias posteriores de España^ 
el puede no obtañte revivir si la guerra civil de la Península 
termina en favor de la Reina, pues entonces quefdará siempre 
D. Carlos en la situación de un pretendiente que conviene 
alejar. ^ 

£1 punto de vista en que he comunicado este aviso, que 
es tan de mi deber dar al Gobierno, está fundado en datos au- 
ténticos, que reclaman una atención particular, y una viji- 
lancia incesante. £1 Gobierno hará de ello él uso que crea 
correspondiente. 

Dios guarde al £xmo. Sr. Ministro muchos años. 

Manuel Mor^eno. 

La nota del Ministro Mejicano Manquino á que se^ re- 
fiere el Argentino se reduce á dar cuenta de indicaciones , 
que supone de la corte de, Madrid, encaminadas á obtener al- 
gunas concesiones y provechos á trueque del reconocimiento 
de la independencia de varios de los nuevos estados ameri- 
canos, con esclusion de Méjico*^ y no hay en ella ni una pala- 
bra que justifique el titulo con que, según el Ministro Argen- 
tino, la publicó el Gobierno Mejicano. — -No habiéndolo visto 
en otra parte que.en la nota que doiamos transcripta, nos se- 
ria permitido dudar de su exactitua; pero admitiéndolo como 
se nos presenta, no vemos en esa supercheria mas que el efecto 
de uña de las pasiones que han agitado á aquella República 
donde la sombra de la Monarqujia y del partido español, co- 
mo alli se le llamaba, han producido tantas agitaciones y dis- 
turbios. , ^ 

Pero la misma nota del Sr. Manquino con el sumario tal cual 
lo conocemos, no tiene mínima relación, ni remotisinm ana- 
logia con las especies y comentarios con que la decora el Pie- 



~ 81 — 

nipoteñciario Argentino. Todo io que nos tocsí, absolutametíteí 
todo, descansa sobre la palabra de ese señor, y sobre las induc' 
ciones que por una lógica, enteramente suya, se ha permitido 
«acar. De la unión de las notas de los 8rs. Manquino y Moreno 
resulta un caos de palabras incoherentes^ sin referencia á nin^ 
gun hecho averiguado, á documento de ningún género. (123) 
< Sin emba|*go, el gobieino de Buenos Aires, con agravio 
del buen sentido, y de las mas tribiaies conveniencias^ se pre* 
sentó con el absurdo libelo á su Cuerpo Legislativo, lo 
comunicó á las otras Provincias Argentinas, lo hizo re- 
producir por sus prensas oficialmente, y con alarmantes comen-* 
tarros , y últimamente lo circuló á todas las Repá-« 
blicas Sud- Americanas , y se dirigió al Estado Oriental para 
que declarase cual seria su conducta en el caso de que los hilos 
de la trama volviesen á anudarse al término de la guerra do-t> 
mastica que, despedazaba á nuestra antigua MeJ;rópoli. 

El gobierno de Buenos Aires no se cuidó de velar el se-* 
creto de esta conducta, ni lo absurdo del pretesto de que se 
servia;-sobre las qué hemos hecho^una breve observación ba^ta 
para patentizar el único y verdadero fin de aquella farsa. La 
nota de su Ministro en Londres no es, según ella misma, sino 
una reproducion de la que, dice, comunicó á su gobierno en 
27 de Febrero de 1832 — ¿porque entonces, cuando aunvivia 
Fernando 7. ^ y el proyecto no habia caido con su muerte^ cuan- 
do por esa circunstancia era mas serio é inmediato el peligro, 
no se alarmó el gobierno de Buenos Aires? ¿Porque nb des- 
cubrió en aquel tiempo hábil las traiciones que se nutrian 
en el Estado Oriental? ¿Porque se durmió sobre el volcán, y 
al despertar después de pasada la tormenta y decidirse á acu- 
sar á los muertos, no publicó, al menos, aquella nota de 1832 
«in la que la otra estaba incompleta ? — Se le pidió espresa- 
mentfe que lo hiciera, y no lo hizo! — ¿Para qué, en fin, añadir 
ultrage á ultrage, y negarle al Estado Oriental su rango de 
nación independiente? JPara que desconocer su soberania?*.... 

Nadie pudo equivocarse; la solemnisima patraña fué tan 
verazmente despreciada que Rosas, apesar de la rabia vertigi- 
nosa con que ha amontonado las mas absurdas calumnia» con- 
tra este pais y su administración de aquella época, jama» hra 
vuelto á recordar la famosa denuncia de 1834. 

Nuestro Gobierno la contestó desdeñosamente, pulverj-* 
zandó la inhábil y pérfida acusación*, petó exigió, como era de 
su deber, un pronunciamienta esplicito' del de Buenos Airesr 
«obre el concepto que le merccia la independencia de este Es- 
tado. (124) • 

Las aserciones delPlenipotenciario en i -ondres respecto 
á nuestro estado poiitieo son evidentemente contrarios á I» 

9 



— 82 — 

letra y al espíritu de lá convención de 1S28; á ese pacto y á i^ 
Constitución que fué una de sus consecuencias y en que se 
consigna la perfecta y absoluta independencia de nuestro 
país. * La protección que^debian dispensar á nuestro orden 
legal durante cinco años los Poderes que lo firmaron» bien le- 
jos de limitar la independencia del Estado Oriental no tenia 
mas objeto que hacer efectiva y radicar nuestra plenísima 
soberanía, cubriéndola, durante su infancia, de las influencias 
que en su mal, ejercitase la anarquía y los que estuvieran in- 
teresados en promoverla, pero sin menoscabo, sin gravamen 
alguno de esa independencia, .prenda de la paz común. Era 
. pues, deber del^Grobierno de Buenos Aires, de su honor, de su 
lealtad, condenar aquellas aserciones categóricamente; pero 
sobre todo, declarar , con abierta franqueza, cual conviene á 
un Grobiemo que se respeta á si, nlismo, que respeta la moral 
y la razoir pública, cual era su concepto en punto tan grave y 
' trascendental, en el que no cabia exitacion sin duda de nin- 
guna clase, en que toda exitacion, toda duda, iba necesaria- 
míente á dañar las relaciones de estos paises y-sus mas precio- 
sos intereses. El Grobierno de Buenos Aires dejó subsistente, 
sin embargo, la duda que él mismo había producido, encer- 
rando su respuesta sobre la materia en las lineas que vamos á 
copiar textualmente, de su nota de 27 dé Febrero de 1834. « 

^ El Gobierno de Buenos Aires, contestando á la esplica- 
** cion que se pide sobre lo que envende y juzga á cerca de la 
*' situación politicia de ese Estado en cuanto á su soberanía, 
*' no tiene inconveniente en declarar que no ocurre motivo 
^ para alterar el sentido en que colpca á la República -Orien- 
'* tal el tratado entre la República Argentina y el Imperio 
« del Brasil." (125) 

Entretanto se preparaba una nueva empresa anárquica, 
que debia caer de improviso sobre nuestras costas, y era la 
verdadera solución del negocio: pero varias medidas adopta- 
das por nuestro Gobierno en beneficio del comercio y de la 
agricultura (126) apresuraron esos aprestos y los pusieron á 
la luz: no podia tolerar Rosas la ejecución de medidas que 
tendían á fomentar y estender nuestros intereses industriales, 
y quería sin tardanza,ens^yar los medios de distraer y apartar 
la atención, los brazos y los capitales que se convertían á 
aquellas fuentes de riqueza y estabilidad./ 

La publicidad que en consecuencia tubo la nueva em- 
presa de Lavalleja, inutilizó la sorpresa á que fiaba la mejor 
parte del éxito; los periódicos la delataron designando menu- 
damente sus elementos y nuestro gobierno se colocó en apti- 
tud de resistirla. 

ESntonces la diplomacia Púnica de Rosas se propuso repa- 



, — 83 — 

rar el raal^icalmando toda alarma y recelo y dando por rota 
y xleshecha» eficazmente, la tentativa de la anarquía. 

Es indispensable escuchar las palabras y las promesas 
que entonces prodigó el Gobierno de Buenos Aires, y compa- 
rarlas con los hechos, para acercarse á tener idea del doblez, 
de la deslealtad, de la intensísima inmoralidad de su política. 
El mismo se adelantó á toda reclamación, y publicó una no- 
ta de fecha 25 de Febrera de 1834, en que su Ministro de Rela- 
ciones D. Tomas Guido ponía en noticia del Gobierno de En- 
tre-ríos la tentativa de Lavalleja y las medidas adoptadas para 
reprimirla. — Tomamos de esta nota^ que fué puesta inmediata- 
mente en conocimiento de nuestras autoridades, los siguientes 
periodos. 

„ El Gobierno acaba de ser informado por distintos 
'* conductos de que se proyecta una nueva invasión al Estado 
'* Oriental del Uruguay, solicitándose y enganchándose á este 
'\ efecto individuos por medio de agentes, los que igualmente 
*' se .procuran armas -^Bl Gobierno de Buenos Aires lejos de 
'V consentir ó disimular se fragüen en su territorio esas em- 
" presas desorganizadoras, ha tomado ya medidus positivas y 
*' está dispuesto á tomar cuantas considere necesarias para des- 
*' baratar cualquier plan dirijido á renovar en "^el Estado ve- 
'^ ciño la anarquía felizmente sofocada en él. No es solamen- 
^* te la simpatía por la suerte de aquella República, la que 
'^ deba influir en el Gobierno de Buenos Aires, para mostrar- 
'^ se fiel á las relaciones de vencidad y de buena armooia, y 
aplicar en pro de esta la política mas benéfica, sino el deber 
en que se considera en virtud de compromisos públicos de no 
" mirar friamente el trastorno del arden Constitucional que 
" por fortuna prevalece en aquel Estado." (127) 

Pocos días después el mismo Ministro Guido dirigió á 
nuestro Gobierno una nota fecha del 28 de Febrero, en que 
refiriéndose á la noticia, que ya había dado, de las tentativas 
contra este pais que alarmaron su celo, anunciaba la eficacia de 
las medidas que el le había sugerido y daba por aniquilada 
material y moralmente la empresa desorganizadora.— Óiganse 
sus mismas palabras. 

" El Gobierno de Buenos Aires informado por varios* 
" conductos fidedignos de que en las costas de esta Provin- 
" cía se preparaban clandestinamente planes hostiles á la tran- 
'^ quilídad de esa República, ordenó al infrascripto tubiese la- 
** honra de comunicarlo al Exmo. Sr. Ministro de Negocios 
't Estranjeros de ese Estado para que por su conducto llegase 
á noticia de su Gobierno. — Pero dadas al mismo tiempo 
por 8. E. órdenes prontas y positivas para desbaratar é inu- 
'' tilizar toda tentativa calculada en perjuicio de la paz del 






4< 



. — 84 — 

^ Estado Oriental, es satisfactorio anunciar á S. E. el Sr. Mi^- 
'' nistro, á nombre de su Gobierno, que mandado el Inspec- 
** tor y Comandante General de Armas á recorrer en persona 
** el litoral del Norte y deshacer cualquier reunión sospechosa, 
*^ con designio de pasar á la banda opuesta, acaba de asegu- 
^* rar oficialmente, de regreso de su comisión, que se ha disu 
^ peído todo lo que habia justamente alarmado el celo de la Au- 
^ toridad porqué hsilusQS quedan persuadidos de la disposición 
^ inalterable del Ghbierno de impedir^ en la esfera de su poder ^ 
^' todo aoto peligroso á la tranquilidad de ese pais — S. £. juz- 
^ ga poder lisonjearse de que las providencias libradas basta- 
^' ran á desalentar á losHndividuos que hubiesen fiado la ejecur 
^* cion de sus proyeétos á la esperanza ilusoria de no ser 
^ contenidos en e/¿o^.— Tan penetrado está S. E. de la exacti- 
^ tud de e^e jificio c^ne no trepida en declarar, leal y solemne- 
^' mentCf cfbe no permitirá en manera alguna que la hospitali- 
^' lidad y el asilo concedidos al infortunio, sirvan de salva- 
<* ^ardia en la Provincia de Buenos Aires, para acumular 
^* impugnemente elementos de perturbación contra ese Está- 
is do. •* (J88) 

No puede darse nada mas espreso ni mejor calculado para 
inspirar una ciega confianza, máxime cuando el teatro de los 
preparativos anárquicos estaba á las puevtas de Buenos Aires, 
y (31 Gefe de la proyecta4a invasión residia en aqueilajciudad, 
asiento del Gobierno^ que tan decidido se mostraba á impe- 
4irfa, . ^ ^ 

Pero en los mismos momentos en que estas áomunicacio- 
nes eápontanes^s se recibían por nuestras autoridades, Lavalleja 
se ponia desembarazadamente al frente del grupo que debía 
acompañarlo, y el Gobierno de Buenos Aires firmaba una se- 
rie de reclamaciones que, en prosecución de la táctica que 
l^^bia empleado en situaciones análogas, debian favorecer á la 
f^parquia con la apariencia de un rompimiento entro los dos 
plises. 

Estas reclamaciones son varias; — una sobre los articules 
6 y 7 del decreto de 9 de Febrero de aquel año, reglando las 
ppndiciones y fornialidades que debian observar los buques 
que hacian la navegación interior;— otra sobre el derecho im- 
puesto por decreto de 31 de Diciembre del año anterior á los 
buques que navegaban el Uruguay con el fin de proceder al 
abalizamiento de los bancos de aquel rio, iraportantisima 
obra para (jue en vano se solicitó el concurso del Gobierno de 
Buenos Aíj es, y que hubo de realizar por si solo el Estado 
Oriental; y la tercera sobre el decreto de 28 de Diciembre de 
j[833 que adjudicaba, de conformidad con las leyes y dísposi-r 
piones vigentes, á los actuales poseedores los terrenos de pro- 



— -85 - 

piedad particular, abandonados durante la revolución, s^lvo 
el derecho de los propietarios supuestos ó verdaderos, á ser 
indemnizados en los terníiinos que se estipíularen. Esta ulti- 
ma reclamación es de tal naturaleza, tan contraria á la razón 
y á la soberanía, territorial de este Estado, que bastaria para 
descubrir la intención con que se dirigia. (129) 

Al ün apareció sobre nuestras costas D. Juan A. Lávalle- 
ja al frente de la fuerza reclutada en Buenos Aires, é invadió 
nuestro territorio por las Higueritas el 12 de Marzo de 1834. 

El llamado Ejercito Restaurador no se componía de emi- 
grados Orientales, nó; los hombres que capitaneaba Lava^leja 
eran», casi en su totalidad, soldfilos del Ejercito arg^entincvcoa 
oficiales suyos; y criminales á quienes se hablan^ abierto las 
prisiones de Buenos Aires para que se alistasen en la empresa 
que tan altamente condenaba y habia desbaratado el Gobier- 
no de Buenos Aires! (130) 

Lavalleja anunció el motivo de aquella invasión por me- 
dio de lá Proclama que vamos á transcribtr. He aqui el úni- 
co efecto visible de la fampsa acusación del Ministro argenti- 
no en Londres. 

El General Lavalleja á sus compatriotas. 

Orientales: ala voz de la Patria está enpeligro, venciendo 
mil cjificult^des he venido en su defensa. Los vencedores en 
Sarandi han renovado sus juramentos de Libertad ó Muerte^ 
y yo he umdo mis votos á los suyos. Un Crobierno que solicy 
taun Principe Estrangero^ no puede mandar en la tierra de 
la Libertad. 

Orientales: el Gobierno os traiciona, él no tiene Patria ní^ 
honor, y si no queréis que vuestro nombre sea el oprobio de la 
Americat, e$ preciso que os levantéis contra él, haciendo ver al 
mundo que no habéis desertado de la causa de la Independen» 
cia. 

Compatriotas y amigos. — Vamos á salvar la Patria. , El 
tirano tiembla á la vista de los patriotas, ^prgue su crimen se 
ha descubierto. Volad al Ejercito, veréis flamear el estándar - 
te de la Libertad. El orden reina por todas partes , y Liber^ 
tadóMuert€,es el grito universal de los bravos que componen 
el ejercito de los libres. Recordad, Orientales, vuestros tra- 
bajos y sacrificios ^r la causa Americana, y contad con los 
esfuerzos de vuestro 'compañero.— /t/an A: Lamlleja (131). 

# 

{Ista proclama vino acampanada del siguiente decreto:-^ 



— 86 — ' 

D.Juan Antonio Lavalleja Brigadier General de la República \ 
Oriental del Uruguay y General en Gefe del Ejercito 
Restaurador^ acuerda. 
Art. 1. ^< el General D, Fructuoso Rivera (que ha estado 
desempeñando la Presidencia de la República, queda dimitido 
del mando que ejercia y declarado reo de lesa nación. 

2. ^ Todo aquel que obedesca sus ordetíes; le dé auxi- 
lios directos ó indirectos, de cualquiera clase que sea, ó indivi- 
duo que siga su opinión ó partido se declara traidor de la Pa- 
tria,, y como á tal se aplicará la pena que correspondan 

3. ^ Cesan todas las autoridades civiles y militares que 
existan en el pais y no sean rivalidadas por el que firma ó por 
los gefes d%3u dependencia. 

4. ^ El articulo anterior no comprende á los Jueces 
encargstdos de la administración de justicia, pues para el cese 
de alguno de estos, será necesario una orden especial. 

5. ® El presente acuerdo se publicará y se fijará en 
los parages públicos.— Costa del Uruguay 12 de Marzo de 
1834— t/ttíin A.LavaUeja. — Es copiEL-'Lucas Moreno, (132) 

Estos atentados fueron estériles para sus autores, y la nue- 
va compaña aun mas desastrosa que las anteriores. 

Ni un solo hombre aumentó las filas de los invasores, ni les 
fué dado detenerse breves momentos en un solo palmo de 
nuestro territorio, que túbieron que atravesar á escape cerca- 
dos'' por todas partes de la indignación y de las iíirmas de la 
Nación, y sembrándole de despojos y rendidos. — A los ocho 
dias de haber desembarcado en las Higueritas se salvaba D. J. 
A. Lavalleja por la frontera del Cuareim, acompañado solo de 
18 hombres, entre oficiales y soldados, y dejai\do en manos de 
sus vencedores sus armas y parte de las ropas que vestia. — Sus 
esfuerzos posteriores túbieron el, mismo éxito. £1 pais habia 
condenado aquellas empresas, con sello de perdurable repro- 
bación. ' 

El Gobierno de Buenos Aires, después de realizada la 
invacion, se dirigió al nuestro con fecha 14 de Marzo lamen- 
tándose de lo sucedido y acompañando varios documentos 
destinados á probar la lealtad de sus procederes, y declaran- 
do que reusaba decididamente su voto á la empresa que habia 
acometido Lavalleja fugando ocultamente de Buenos Ai- 
res. (133.) . 

El derecho público provee de remedrp para el caso de vio- 
lación por parteí de los refugiados de las condiciones del asilo, 
y para el abuso que hacendé él comprometiendo al pais que lo 
dispensa; y la aplicación de este remedio es un deber necesa- 
rio, só pena de mostrarse parcial y connivente en las empre- 
sas de los refugiados. ' ^ 



— 87 — ' 

Cual era el caso del Gobierno de Buenos Aires bien se vé 
de los hechos que hemos referido; y bastará indicar, para cer- 
rar esta tristií|^i|iia historia; un acto suyo que no necesita co- 
mei)itario. , 

Vencido difinitivamente Lavalleja se refugió de nuevo á 
Buenos Aires, y aquel Gobierno le dispenso, sin alteracit^n al- 
guna, la misma protección y consideraoíones de que habia 
abusado por actos tan repetidos. 

En esta situación el nuestro guardó la conducta circuns- 
pecta que ya hemos demostrado: fuerte en la opinión de su 
pais y deseoso de conservar la paz, que era el primero de sus 
votos y necesidades, se abstuvo de dirigir al Gobierno de 
Buenos Aires inútiles quejas, de que este se habría aprovecha- 
do para mantener interminables controversias; y esperó, con 
un silencio lleno de dignidad y de fuerza, á que el convenci- 
miento y el «tiempo produjesen mejores resultados. ' 

Entretanto era un hecho indubitable que la Convención 
de 1828 hajbia sido sistemada y sacrilegamente violada: que 
el orden legal no habia encontrado la protección y auxilio 
que ella le acuerda. Este hecho podia ser fecundo: y en 
precaución de sus resultados el Gobierno decidió poner en 
conocimieuto de la Potencia Mediadora en aquel pacto,, que 
el Pueblo Oriental estaba resuelto á vivir independiente, por 
su propio derecho. 

Esta, comunicación fué dirigida por nuestro Ministro 
Dr. D. Lucas José Obes el 14 de Julio de 1834 al Ministro 
Plempoteneiario de S. M. Británica en la corte del Brasil. 

Después de recapitular las infracciones de la convención 
de 1628, que instruye documentadamente , cierra nuestro 
Ministro aquel notable documento con los siguientes periodos^ 
" Si la República Oriental no hubiese contado mas que 
" con las garantías de los poderes Argentino y Brasilero des- 
*' de el año 30, es evidente que hubiera vueko á la nada, 
^' cuando.no hubiese servido para dilatar las fronteras del 
" uno ú otro de sus augustos garantes* " 

" Cediendo á la fuerza de esta convicción el Gobiierna 
" supremo de la República Oriental del Uruguay se ha puesto 
" en el caso preciso de existir por el mismo derecho que 
*' otro cualquiera de los Estados de Sud- America, y librar al 
" favor de la Providencia m$is que á sus fuerzas, tanto como- 
'^ á la regularidad de sus instituciones y conducta, la conser- 
'^ vacion de una categoría de que no duda considerarse dig- 
'* na, después de habérselo dicho como Mediadora h Nación 
" que tiene mas derecho á juzgar y ser oida en lo concer- 
*' niente á la división de esta part^ del mundo. " 

" El Gobierno supramo de esta República se lisonjea 



<• 



— 88 — - 

" mas y con igual conñanza c(ue si los sucesos lo reclamasen, 
'• el Gabinete de S. M. B. no perderá de vista los graves mo- 
" tivos de interés común á toda la America que le indujeron 
•* á proponer la creación de un Estado soberano entre las po- 
•* sesiones de la RepublícaArgentina y. el Imperio del Brasil, 
** ni tendria por indiferente la ruina de este monumento que 
puede ser uno de los que acreditan el poder y la gloria de 
'* que la Providencia se ha dignado colmada en nuestro si- 
** glol^* (134) 

La impotencia de la anarquia y la lealtad y templanza 
de nuestro Gobierno bastaron, por fortuna, para mantener la 
paz, aun que mesclada de los temores que son inevitables en 
la vecindad de un poder como el de Rosas; y en este estado 
llegó el germino de la primera Presidencia Constitucional del 
General Rivera. 

• Durante esta Presidencia el progreso moral y material 
del pais, fué crecidísimo apesar de los embates de la anarquia : 
se nsalizó el prodigio de habilidad, virtud y moderación de 
resistir, evitando las calamidades de la guerra, la ambición y 
las agresiones de nuestros limítrofes: — la República se hizo 
respetable por su propia fuerza y por la uniformidad de su 
espiritu;— las instituciones se vigorizaron por la aplicación 
constante de las leyes y de la justicia; por el brillo que derra- 
mó sobre ellas la devoción y el entusiasmo con que fueron 
sostenidas. 

Si algo faltaba para completar esta obra, el General Ri- 
vera lo hizo.— 

Este General habia sido electo Presidente el 24 de Oc- 
tubre de 1830. — El articulo 75 de la Constitución dispone que _ 
las funciones del Presidente duren por cuatro años. 

El Presidente Rivera no se habia recibido del Gobierno 
hasta el 6 de Noviembre de 1830^y en las diversas campañas 
contra la anarquia que hizo bomo General, habia desempeñada 
%\ Poder Ejecutivo el Presidente del Senado, de manera que 
el jPresidente Rivera no habia ejercido verdaderamente sus 
funciones sino por corto, periodo. — Por estos hechos se divi*- 
dian las opiniones, sobre la inteligencia del término de aque- 
lla Presidencia; y algunas de estas opiniones eran un titufo 
para la ambición del ciudadano que lleno de popularidad se 
hallaba al frente de la fuerza pública. • 

No necesitan esplicarse las seducciones que ew aquellos 
momentos supremos, debian rodear al General Rivera: para 
su gloria, les cerró el oido, — y separándose del Ejército que te- 
nia á sus órdenes se presentó solo en estaC!apital el 24 de Oc- 
tubre de 1834.— día caque se cumplían los 4 añps precisos de 






— 89 — 

8u eleecion-y se despojó aolemnemente de la investidura de la 
Supreina Magistratura. (185) 

Éste descenso del General Rivera es el hecho mas alto 
de nuestra historia constituQÍonal.-^El debió consolidar el 
imperio de l9s instituciones.-^-^' A que quedaba reducido 
el prestigio personal en presencia del poder de esa ley, 
delante de la cual se igualaba con la tierra el mas encum- 
brado ciudadano? 

Otro descenso como el del General Rivera, y se hubiera 
cimentado para siempre el orden constitucional.—(136) ¿Por- 
que no sucedió? •• Vamos á escribir el capitulo 4.^ 



CAPlTUliO W¥. 

Influencia del General Rivera. — Eiosv ación de D.Ma- 
nuel Oribe a la Presidencia de la República en 
1835. — ^Termino de la protección estipulada en 
LA Convención de 1828. — Oribe descebnde a Ge- 
fe PE FACCIÓN y PROVOCA LA OlffiSRRA CIVIL. 

conseciones a rosas.-^ revolución de 1836.-r- 
Intervencion de Rosas. — Origen délas divisas 

que dieron nombre a nuestros partidos. guer- 

RA civíjj, DR 1836 A 1838. — Rosas invade con sus 

ARSfAS Y su BANDERA EL TERRITORIO OrIENTAL. 

Violaciones de IíA Constitución del Estado y de 
LA Convención de 1828. — Vencimiento de Oribe. 
—Rosas prolonga su agonía para arrancarle un 

PACTO. QUE CONFEDERE ESTA RePUBLICA A LAS 

Provincias Argentinas. — Oribe trata con el 
Genisral Rivera.— Convención de 22 de OcTu- 
br]b de 1838, QUE PUSO termíno a la guerra civil. 

--r-R^NUNCIA DE OrIBE Y SU ACEPTACIÓN POR EL 

Cuerpo Legislativo. — Sometimiento del General 
Lavalleja y completa pacificasion de la Repu- 
9¥«ICA. 



Ninguno de los nuevos estados Americanos habia al- 
canzado en tan breve tiempo, y á precio de menos 3acrifí- 
cios, la situación en que se encontraba nuestro pais al tér- 
mino de la primera Presidencia Constitucional. 

10 



— 90 — 

La Autoridad de la ley había sido bastante poderossr 
para someter los elementos anárquicos y refrenar las am^ 
biciones ilegitimas: — el pais habia sentido, prácticamente, la 
hermosa verdad del sistema legal; — habian co-existido el or- 
den y* la libertad, y á su sombra se desarrollaban rápidamen- 
te los gérmenes de la prosperidad pública. 

Todas la» causas que habian concurrido á producir este 
importante resultado, eran conocidas, x Nuestro pais no habia 
entrado á su vida Constitucional en aquel estado en que la 
educación y los intereses sociales dominan y aniquilan las in- 
fluencias y los intereses personales. — Pero, por fortuna, la 
influencia personal culminante en nuestro pais, la que se le- 
vantaba sobre todas las otras influencias del mismo género, 
se uniformaba por sus antecedentes y por sus tendencias con 
las necesidades de la época. — El orden era la primera de 
nuestras necendades, y precisamente el orden, la protección 
á la seguridad y á la libertad del hombre es la primera y so- 
lidísima basa de la influencia que, por tan largo tiempo, ha 
ejercido el Greneral Rivera. (137) 

Elevado este ciudadano á la Presidencia por el voto de 
la Nación, legal y tranquilamente manifestado, se identifica 
no solo por posición sino por sentimientos, con la causa de 
las instituciones, y correspondió, como se ha visto, á la ilimita- 
da confianza de que se le habia investido. 

El descenso de la Presidencia aumentó sus títulos á esta 
confianza; --y el Magistrado que habia fundado el respeto á 
las nacientes instituciones, que había triunfado para ellas sin 
manchar su victoria, sin abusar del poder y de la situación 
en que lo colocó, insensatamente, la anarquía y la conjura- 
ción de las ambiciones subalternas; que se habia prestado, 
de buen grado, á oscurecer y postrar por sí mismo su influen- 
cia personal ante el poder de las leyes, que arraigándose de- 
bían arrancársela por entero, vino á ser, naturalmente, el re- 
resentante mas caracterizado de los principios y de todos 
os intereses de orden y de estabilidad; á contraer compro- 
misos y habitudes que interesaban profundamente su porve- 
nir y su gloría en el mantenimiento del orden legal. 

Colocada en este camino la única influencia personal do- 
minante que nos habia legado la revolución, debilitada ya 
por los beneficios que empezaba á producir la práctica de las 
instituciones, todo lo que el país requería era conservar su 
paz doméstica, respetand9 los hechos establecidos, los intere- 
ses creados, subordinándolos con prudencia y suavidad, para 
que los goces pacíficos y los progresos de la civilización y 
de la industria pudieran estenderse y consolidarse. — Era fa« 
cil en aquellos dias y necesario, de todo punto necesario, evi- 



i 



— 91 — 

tar la ocasión de nuevos conflictos de armas; los caudillos 
son hijos de la guerra civil; ella los. enjendra y los nutre, y en 
medio de sus horrores se multiplican. — El medio, único, de 
destruir el poder ominoso de las individualidades es el pro- 
greso ^e la civilización, hija de la paz; ella las ahoga y las 
mata, y la aplicación de esta sensillisima verdad, que esclu- 
ye todos los sistemas formulados á priori, todos los recursos 
violentos, todas las reacciones materiales y las provocacio - 
nes estremas, debe ser, á juicio nuestro, la primera condición, 
el fundamento de la.politica de salvación para estos paises. 

Este pensamiento era bien apreciado, según todo lo que 
sabemos, al finalizar la primara Presidencia, y él, tanto como 
la posición, el carácter y las tendencias del General Rivera 
han contribuido á dar consistencia y acrecentamiento ai 

fmrtido politico que ha merecido y contado con el apoyo de 
a Nación, 

Aquella pues, era la misión que estaba llamada á desem- 
peñar la segunda Presidencia que, como debe suponerse, iba 
á elejirse bajo la influencia del partido representado por el 
General Rivera. 

Un error generoso, pero funestisimo de este General, error 
que nunca lamentará bastante nuestro pais, le condujo á pre- 
sentar á D. Manuel Oribe como candidato para aquel eleva« 
do puesto» 

El carácter, los antecedentes, el hecho mismo en virtud 
del cual habia venido á formar parte de la administración del 
General Rivera, todo parece que debia concurrir á alejar á 
este General de aquella elección. — 

Pero Oribe, enemigo mortal del General Rivera, se ha- 
bia puesto á su lado para defender las instituciones contra la 
anarquia de 1832:— el General Rivera no quiso ó no pudo es- 
tudiar esta acción en sus causas intimas y verdaderas; y lejos 
de ver en ella, lo que era en realidad, y después se ha visto 
por todos,una defección de sus amigos politicos y de sus com- 
promisos por motivos innobles, solo la cotisideró como un ras- 
go de elevada virtud civica en que el respeto de la ley se ha- 
bia sobrepuesto, á la vez, á las afecciones de la amistad y de 
la sangre, y á los rencores de una pasión envejecida. (138) 

El General Rivera quiso honrar el amor á las institucio- 
nes en la persona de su enemigo personal, y creyó que era 
digno de elevarse á alto rango social el que tanto se habia 
levantado á sus ojos sobre mezquinas pasiones y odios persona- 
les. (139) 

La candidatura de' D. Manuel Oribe era, por otra parte « 
una nueva prenda de paz y devoción á las leyes: ella mostra- 
ba que ninguna consideración individual era superior al mé- 



v 



— ga- 
rito contraído en su defensa.— La sostubo, pueá» de<dididaitien- 
te el Grenéral Rivera, apesar de las resistencias que encontró 
en su mismo partido, con todo el poder legitimo de ^ influen- 
cia; y Dé Manuel Oribe fué electo Presidente de la Repúblictt» 
pof" unanimidad de votos, el 1? de Marzo de 1835,,de ne- 
gra recordación. (140%) 

Oribe no estaba, bajo ningún aspecto, á nivel dé esa en- 
cumbrada posición. 

Era incapaz de comprender la gloria del Magistrado que 
alzándose sobre los intereses y los odios da los partidos, los 
encadena con el ascendiente de la ley y con \^ impácibíe dis* 
tribucion de la justicia; lo desarma con iá prudencia y la tem- 
planza, y los dirige en el sentido de la prosperidad pública por 
medio de una administración próbida y entendida. 

Oribe vio sobre esta gloria con que le brindaban las es- 
peranzas y las necesidades del país, el poder del caudillo, y lo 
juzgó mas eminente : soñó conquistar una autoridad cuya vi- 
da y estension no estubíera limitada por la ley, y dominado 
de esta ilusión mesquina, no trepidó en abdicar su rango de 
Gefe lejítimo de la Nación, por el puesto de gefe de una de sqs 
fracciones. 

El Presidente Oribe se abajaba asi ante su ruiü ambición 
personal, en los mismos momentos en que la Nación se óOián- 
cipaba de la protección estipulada en la Convención dé 1828. 

El término de esa protección lo ponía también á las irra- 
cionales deducionés con que se habia pretendido contestar la 
plenitud de nuestra independencia; y este suceso, que alejaba 
del país toda clase de intervención estraña en nuestros nego- 
cios interiores, fué recibido con la entrañable satisfacción 
de no haberla necesitado para mantener nnestrád institucio- 
nes. (141) 

Decidido Oribe á provocar una lucha eti él miserable 
terreno de los partidos personales, y no teniéndolo suyo, se 
propuso reconstruir y reabilitar la facción vencida en 1833, 
á que él habia pertenecido, y reforjándola con les medios qué 
le daba su carácter oficial y la acción de su Gobierno, arro- 
jar el guante al partido del General Rivera, agótiir láü mode- 
ración, exaEiperarlo, precipitarlo, y arrojándolo fuera dé Iá 
palestra legitima, esterminarló» simultaneaMént^i Con la espa- 
da de los facciosos y con rayos de la ley. 

Estas breves líneas reasumeiT todo el péñdáíiaientó políti- 
co de la 2. ^ Presidencia, y los tristísimos sucesos de que tu- 
mos á tratar no son mas que emanaciones suyas. 

Los compromisos de la facción que Oribe volvía á lidop- 
tar, y su falta de fé en el poder dé 106 eléméntClí fiaoiotiates 
de que iba á servirse, lo llevaron á solicitar la ftlilttita clan- 



~ 93 — 

destina de Rosas, Cuyo endono contra el partido qüe.habia 
servido hasta entonces de valladar k su ambición, se habia ir- 
ritado con la resistencia. 

Oribe--gefe de una nación independiente y pundonoro- 
sa — se sometió á mendigar la benevolencia de Kosas, por los 
medios de un pretendiente oscuro y vulgar, ititeresando rela- 
ciones privadas y de familia, prodigando protestas y agra- 
decimientos personales. (14é) La situación en que se colo- 
caba Oribe respecto del hombre ambicioso que cortejaba; la 
situación en que dejaba esta conducta al Gobierno de nues- 
tro paiS) que hasta entonces habia sabido sobreponei'se á las 
insidias de Rpsaspor una política llena de dignidad y niode- 
racion, no necesitan esplicarse. ^ 

Las solicitudes privadas, fueron seguidas por las conse- 
ciones públicas. 

Oribe se apresuró á retractar dos actos que él mismo ha- 
bia sostenido, pocos meses antes, al parecer con sincera con- 
vicción, como Ministro de la anterior Presidencia. — Por de- 
creto de 4 de Abril de 1835 derogó los artículos 6, .7 y 8 del 
de Enero de 1S34 sobre guarda-costas, y en 15 del mismo 
Abril suprimió la diferiencia del derecho de avalizamiento 
del Uruguay, establecido en 31 de Diciembre de 1^33, no por 
homenajea la justicia sino /^(zra.cemdZtar (son palabras tex-* 
tuales) las consideraciones que se deben á ¡os Gobiernos de las 
Provincias Argentinas. (r48) 

£stas y otras muestras de adhesión, fueron seguidas, po- 
cos meses después^ por la ruptura de las negociaciones enta- 
bladas con la administrádon anterior para el ajuste de un tra- 
tado de comercio propucisto por el Gobierno de S. M. B. en 
los mismos momentos en que Rosas ponia en cuestión la inde- 
pendencia y soberanía de este Estado. — (144.) El Gobierno 
habia recabado del Cuerpo Legislativo la autorización de que 
carecía cuando recivió la propuesta del tratado presentada 
por el caballero Hamilton Hamilton^ Plenipotenciario de 8. M. 

Está autorización allanaba la única dificultad que había 
detenido el progreso de aquella negociación; pero Uosas iia-^ 
bia espresadó ftltanci^ntc el desagrado que le causaba, y al re«- 
greáar M . Hamilton á está capital encontró en el Gobierno de 
Oribe la resolución de inutilizarla y no arribar ala celebra^ 
. cion de un tratado con la Inglaterra^ como en efecto no se ar- 
ribó entonces, ni mióhtras duró aquella administraron. 

Pero todas estás concesiones no podían llenar las miras dé 
Rosad, y era fUcil concebir que él no desistiría jamas de lás 
preténslonéd que hábiá mlánifestado. 

En efecto, en Diciembre de 1836, reprodujo Rosas la 
reclamación contra la libertad de Imprenta que habia diriji- 



— 94 — 

do á nuestro Gobierno en 1830 y que fué satisfecha del modo 
que conocen nuestros lectores. (145) 

Rosas pedia ia violación abierta de la Constitución del 
Estado, y no la pedia simplemente: la e;xigia anunciando que 
se alterarían las buenas relaciones existentes si aquella exi- 
gencia no era perentoriamente satisfecha» y que para este ca- 
so estaba dispuesto á toma*' medidas y adoptar las providencias 
que estuvieran dentro de la línea de sus atribuciones para preve- 
nir las males que nuestra prensa pudiera ocasionarle. (146) , 

£1 conflito de Oribe fué terrible; colocado entre la có- 
lera de Rosas y la opinión del país, que no se atrevía á exas- 
perar mas, vaciló por algunos momentos; peijp Rosas se 
mostró inflexible, y la administración de Oribe, para indeleble 
borrón de su memoria, espidió el siguiente acuerdo. 

ACUERDO. 

Ministerio de Gobierno. 

Mjontevideo^ Diciembre 24 de 1835. 

" Considerando el Gobierno que ni el sistema político de 
naciones ^independientes, ni los actos administrativos desús 
Gobiernos pueden ser objeto de las leyes de un país extraño 
y consiguientemente quería libertad de imprenta, como cual- 
quiera otra, lejos de considerarse estensiva, á negocios de es- 
te orden» debe al contrario entenderse, limitada á solo aque- 
llos que tocan á la sociedad para qua fue sancionada. Que la 
utilidad y el interés común de esta, son^l verdadero y único 
fin de toda disposición legal, y que en defecto de ella el Go- 
bierno encargado dp conservar la paz interior y las buenass 
relaciones con las otras naciones, no ha de suponerse impedi- 
do para usar de los medios indispensables al logro de un ob- 
geto de la mayor importancia en que se interpone la salud del 
rueblo ; finalmente : — Que todas estas razones autorizan al 
GobLdrno para tomar una resolución tal cual demanda la gra- 

Íedad del negocio, si la persuacion en que se halla, de que 
astahac^r conocer los inconvenientes que presentemente 
ofrece la libertad con que se censura el sistema político y los 
actos adj;ninistrativos de las naciones amigas, para que los es- 
critores públicos se abstengan de ocuparse.de negocios extra- 
ños, y para interesar su patriotismo á que no den lugar á las 
consecuencias que cualquiera resistencia á este respecto pudiera 
producir : acuerda se publique • esta invitación, reservándose 
«n el caso de que ella no sea suficiente á prevenir los emba- 
razos que toca el P. E. en sus relaciones internacionales, es- 



— 95 — 

pedir otras resoluciones análogas y conformes á las circuns- 
tancias qué las demanden." 

Francisco Llambi/' 

En ieste deplorable documento se ven miserablemente 
subvertidos ios nechos j los principios*— Era absolutamente 
falso que en nuestras prensas existiese la licencia de que se 
quejaba el Gobierno de Buenos Aires.— El único diario que 
publicaba con sistema algunos documentos argentinos era el 
Moderador^ recientemente establecido, y q^ue creemos que era 
en efecto redactado por ciudadanos arjentmos ; pero este pe^ 
riódico no habia hecho mas que relatar algunos sucesos, inser- 
tar documentos, hacer votos por la paz y la dicha de aquellos 
pueblos; — no hay, en todos los números del ilfo¿era¿(7r, nada 
que pueda calificarse no solo de licencia, pero ni aun de. cen- 
sura en el sentido que se le daba. ¥t\ Nacional^ que era el 
órgano mas caracterizado de las doctrinas del partido del Ge- 
neral Rivera, no se ocupaba de los negocios argentinos. Los 
otros diarios, con ecepcion del Independiente^ estaban bajo la 
influencia de la adm^inistracion de Oribe, pero ni en unos ni 
en otros se hallaba organizada la oposición que tanto alarma 
á Rosas. (147) 

Esto en cuanto á los hechos : pero aun dando por verda- 
dei^ la existencia de la temida censura de los actos del Go- 
bierno de Buenos Aires, no estaba en las facultades del nues- 
tro restringir la libertad de la palabra hablada 6 escrita. 

Esta libertad, que es uno de los derechos naturales del 
hombre, proclamaid#)>or la civilización, declarada por eila en 
todas las constituciones de I03 pueblos libres, está consignada 
en la de este Estado, en términos precisos* — Según nuestra 
Constitución e^ enteraruSente libre la comunicación de los pensa- 
mientos por la prensa en toda materia sin previa censura, ( 1 48) 
— Ninguna de nuestras leyes limitaba, como no podía limitar- 
se sin pervertir la índole de nuestras instituciones, el ejercicio 
de esta libertad diciéndóle al pensamiento del hombre — no pa- 
sarás ese rio. — No estando, pues, comprendido el acto de dis- 
cutir y publicar los de un gobierno estraño entre los abusos de 
aquella institución, únicos que condena lá ley, ese acta estaba 
bajo ladoblegarantia del articulo constitucional que declara 
la libertad del pensamiento, y del que reconoce en el hombre 
la facultad de hacer todo lo que la ley no le prohibe. ( 1 49) 

Como se vé no podia 6aber duda en ese punto; pero aun 
en el caso de haberla el Ejecutivo no podia dirimirla por sí 
mismo, y haciéndolo violaba también la Constitución, que 
consigna, espresamente, el principio de que la esplicacion aa« 
téntica de la ley pertenece al Legislador, (I60) 



— 96 — 

No juzgamos necesario detenernos mas en esto para ha- 
cer conocer toda la trascendencia de aquel acto« que Rosas 
debe contar como uno de sus mas señalados triunfos sobre las 
instituciones^ la dignidad de nuestro país. 

Oribe, puesto ya fuera de la Constitución por ese ominoso 
acuerdo, no se detuvo en una estéril amenaza'-«*£nsayó con- 
sumar materialmente el atontado, y lo consumo inltim^ndo 
al propietario de la imprenta del Moderador, por medio de )jei 
Policía, que le probibia ocuparse de asunto^ que tocasea á W 
República Arjentina bajo pena de destierro. Esta orden conte- 
nía muchas otras violaciones de la Constitución. Por ella se me- 
noscababa la libertad de industria que aquel hombre tenia el 
derecho dé ejercer sin mas limitación que la <^e las leyes; (151) 
por ella se le despojaba de su derecho de entrada y permanen- 
cia ^n el territorio del Estado con solo sujeción k las mismas; 
(152) por ella se le conminaba con la pena gravísima áe des- 
tierro, á despecho del principio que garante á todos los habi- 
tantes del Estado el derecho de no ser peñados ni confinados 
sin forma de proceso y sentencia legal ; (153) por ella, en fin, 
se desconocía la igualdad de los hombres ante las leyes y se de- 
claraba que el extranjero ¡oh vergüenza! no debía tener entre 
nosotros e\ libre ejercicio de su rázon, don del Cielo, conce- 
dido al hombre para que lo ejercite en todas sus relaciones, y 
recorra, como el aire, la humanidad entera. 

A virtud de estos alentados se suprimió violentamente el 
Moderador^ (l54) y la República vio con indignación aco- 
metido el edificio de nuestras leyes á la voz del mandón 
extranjero. # , 

Nunca, mas que en aquella ocasión, pudo medirse la 
fuerza que ya habían adquirido entre nosotros, las Institucio- 
nes; dos de nuestros Diarios (155) tomaron la enérgica resolu- 
ción de sostener los principios, y combatir, hasta el último 
extremo, en defensa de las leyes ultrajadas ; la opinión públi- 
ca sostuvo con su poder irresistible esta resistencia, y Oribe 
nq se atrevió á jugar su destino en la coyuntura aniqui- 
lando á los periódicos que habían iniciado aquella resistencia. 

Ella no fué, sin «mbargo, bastante para reparar la brecha 
abierta con la ^supresión del Moderador; y este precedente fu-, 
nestísimo para el país, exasperó las pasiones y lo coloi^ó á Ori- 
be bajo el pié de Rosas, que lo tomó en sus redes de un 
modo singular. 

Oribe habia cabado un abistno, que la conciencia de su 
•propia deslealtad le presentaba mas profundo, entre él y el 
partido del jeneral Rivera : y teniendo que apoyarse en los re- 
volucionarios de 1832, no habia logrado captarise la confianza 
absoluta de esta facción que, en buena parte, se conservaba 



/ 



~ 97 — 

aun con su antiguo gefe Lavalleja en aptitud amenazante. — ^ 
Rosas cuidó de tener en su mano este instrumento, mante- 
niendo á su lado á Layalleja, cuyo odio á Oribe le era conoci- 
do, y de cuya opinión sobre la.fé de este hombre participaba 
abiertamente* , 

Lavalleja era entonces, en el fondo, el verdadero hom- 
bre de Rosas ; pero este astuto ambicioso alhagaba las aspira- 
ciones de Oribe, y establecía el precio de su amistad que se 
aumentaba en razón de los compromisos en <iue lo empeñaba: 
las exigencias crecían á manera que eran satisfechas, como 
acontece siempre en estos casos, sin que la medida ¿le colme 
jamas; á la mas lijera repugnancia, aparentaba retirar su 
amistad, cómo si nada se le hubiese otorgado, para volvérse- 
la á Lavalleja. Asi fué que al presentarle su demanda 
contra la libertad de la prensa, de que acabamos de ocu- 
parnos , alomaron los anuncios de una nueva invasión 
preparada en Entre-Rios, por los antiguos revolucionarios, 
contra el Gobierno de Oribe. (156) 

Satisfecha aquella pretencion del modo que se ha visto, 
Rosas fue adelante, y se preparó á aniquilar nuestro progre- 
sivo comercio, el cimiento de la prosperidad y de la sólida in- 
dependencia del pais. 

El 4 de Marzo promulgó el siguiente decreto — 

Departamento de Hacienda.—- -Buenos Aires, Marzo 4 de 1836. 
— Año 27 de la Libertad, etc. — El Gobierno ha acordado y 
decreta la adición siguiente á la ley de Aduana, que deberá 
someterse al examen y deliberación de la H. J. de Represen- 
tantes.^ 

Art L® Todos los efectos de ultramar que se trans- 
bordaren ó reembarcaren de cabos adentro y se introdujeren 
en esta Provincia pagarán una cuarta parte mas sobre los de- 
rechos que les correspondan, según la ley de Aduana. 

2. ^ Esta disposición n6 tendrá efecto hasta pasados 
los 30 dias que establece la misma ley. 

3.^ Pabliquese é insértese en el Registro Oficial;-— Ro- 
sas.— ^osé Maria Rajas. 

En los momentos en que espidió esta medida, que en- 
volvía un agravio intolerable y debia producir el mas ^erio 
conflicto entre estos dos paises— despachó para esta capital, 
con el carácter de comisionado ad hoc del Gobierno de Buenos 
Aires, al coronel D. Juan Correa Morales, cuyos antecedentes 
respeto áeste pais hemos relatado en otra parte. 

Correa Morales, según lo que hemos podido comprender, 
pues no conocemos sobre esta misteriosa ihision ningún docu' 
mentó directo y decisivo — debi^ vencer las vacilaciones de 

11 



— 98 — . 

Chibe, traerlo á ntta alianza absoluta y difínitiva, añrmar sus 
ideas sobre la revolución del Rio Grrande, (157) y sobre todo 
hacerlo inaccesible á la conmoción, verdaderamente nacional, 
que era de calcular produciría di decreto citado. 

El Agente de Rosas llegó á Montevideo el dia 6 de Mar- 
zo, en el mismo buque, (el ítelámpago) que condujo el De- 
creto del 4« 

Profunda^ como era natural, fué la sensación que pro- 
dujo ese documento, y por extremo penosa la situación en que 
vino & colocar á la administración de Oribe,- tan enipeñada, 
como se ha visto, én el mal camino. 

0*ibe no podía, sin embargo, cualquiera que fuese su po- 
sición, escusar una reclamación perentoria, y la hizo en efecto 
el dia 8 de aquel mes. Vamos á copiar integramente, el texto 
del documento : esto nos ahorara en parte la tarea de indicar 
los agravios y las^ consecuencias que envolvia el diecreto de 
Buenos Aires. 

''MiNisTEitio IMS Relaciones Exteuiorbs. 

Montevideo^ Marzo S de 1836. 

"Impuesto- S. E. el Presidente de la República del decreto 
expedido por el gobierno de esa Provincia con fedia 4 de 
Marzo del corriente año por el cual se recarga con una cuarta 
parte de derechos sobre los establecidos generalmente por la 
ley de Aduana, los efectos que por transbordo ó reembarco de 
Cabos á adentro se introdujesen easus puertos ;* ha dado or- 
den al infrascripto para protestar contra la disposición del 
citado decreto, reclamar la supresión de sus efectos por ser 
contraria á la práctica universalmente observada entre nacio- 
nes amigas» y á la justicia y derechos qpe la República consi- 
dera tener para que los lurticuios procedentes de sus puertos 
sean considerados en esa Provincia al nivel de los que en ellos 
se importaren de cualquiei*a otros dé las demás Naciones ex- 
trangeras qjue, por tratados especiales no hayan conseguido 
ecepciones á la ley jeneral, según hasta ahora se ha practi- 
cado y practica en los de la RepúbUca coa los que proceden 
de los puertos de esa Provincia. 

**E1 infrascripto se permite con ese motivo hacer notar á 
8. E., el Sr. Ministro, á quien se dirije, que, si las considera- 
ciones de vencindad, las que se deben á la identidad de orijen, 
idioma y costumbres ; los vínculos de sangre y amistad que 
ligan á los habitantes de ambos países no pudieran ser títulos 
bastantes para que sus relaciones comerciales fuesen recipro- 
camente favoFecidas, la conveniencia de uno y otro exi|e al 



— 99 — 

menos que se eviten resoluciones que estableciendo diforea- 
<^¡as en contra de estas j én favor de las que cultiva con las 
demás naciones extranjeras, solo pueden dar por resultado 
hostilidades que muy pronto Contribuirían á la completa des- 
trucción del comercio que hoy entretienen útilmente los sub- 
ditos de uno y otro Gobierno. No se oculta á S. £• que den* 
tro de los Cabos del Rio dé la 'Plata no existen otros puertos 
que los de esta República á que puede ser aplicable la dispo- 
sición del citado decreto : esta circunstancia no permite du» 
dar que ella sea dirijida á prohibir ó coartar, al menos, los 
transbordos ó reembarcos que se hacen en sus puertos, y por 
. consiguiente á destruir también la navegación de los Rios que 
se ha sostenido hasta el presente, sino con ventaja del co- 
«iiercio de Buenos Aires, al tnenos con utilidad común. 

Al Gobierno de la República le seria sensible establecer ^ 
los mismos principios para desviar de sus puertos la introduc- 
ción de efectos de ultramar procedente de esa Provincia, por 
que aunque esta medida cediendo en grave perjuicio del Co- 
níision de Buenos Aires, fomentiaria considerablemente el de 
«sta Capital, que en ese caso proveerla esclusivamente todos 
los consumos de la costa Oriental del Uruguay, no seria al fín 
obtenida esa ventaja local sino p>or medios violentos y en con- 
tradicción con las relaciones naturales que conservan los pue- 
blos según la posición geográfica que ocupamos; pero estos 
principios que hasta ahora dirigieron al gobierno porque está 
persuadido que entre dos naciones comerciantes las ventajas 
mas ó menos grandes de una no privan á la. otra de la utilidad 
que también reporta, no podrán ser aplicables desde que el ' 
honorncLcional ae la República se considera vejado por un recar- 
go que se supone establecido en odio suyo* - No és justo desco- 
nocer los derechos de ese gobierno para fijar los impuestos que 
son obligados á pagar los estrangeros á la introducción de sus 
mercancias en el territorio de su mando. No lo seria tampo- 
co cuando se propusiera favorecer la navegación de su marina 
mercante haciendo concesiones agesta que no quisiera conce- 
der á las embarcaciones extrangeras; pero cuando se trata . 
solamente de estas ó de efectos procedentes de sus puertos, no 
és posible dejar de mirar como una inmerecida ofensa el que 
los artículos de ultramar importados por transbordo ó reem- 
barco en las costas del Brasil ó de cualquiera otra nación,* no 
sean recargados con esa cuarta parte de aumento que se recar- 
ga á los que en la propia forma se importaren de esta Repú- 
blica.--No és fácil adivinar la razón porque el comercio de 
las primeras deba ser favorecido obteniendo preferencia so- 
bre el de un pueblo vecino, amigo y que corresponde á la 
gran familia de America;-wflea sin embargo de esto lo que 



— 100 — 

fuere, el Gobierno no puede *dejar de reclamai* la perfecta 
igualdad con aquellas, y la reciproca correspondencia á las 
franquicias y libertades que permite en sus puertos á todos 
los buques procedentes de esa Provincia. 

El Gobierno de la República espera que persuadido S. 
E. el Sn Gobernador de la Provincia de Buenos Aires de la 
justicia de la reclamación, de los perjiiicios que á uno y otro 
país irrogarían las providencias que ambos pueden tomar pa- 
ra fijar una justa reciprocidad, y finalmente de los que pro- 
duciría una rivalidad innecesaria en este orden, se dignara 
mandar suspender la ejecución del citado decreto de 4 de 
Marzo del corriente año. Ruega por tanto el infrascripto al 
Sr. Ministro á quien se dirije se sirva elevar á su conocimien- 
to el contenido de esta nota, y comunicarle oportunamente su 
resolución. 

El que firma saluda &a. (Firmado) — Francisco Uam- 
bú (168) 

En verdad, aquel decreto hacia revivir la envejecida ri- 
validad que ha existido entre Buenos Aires y Montevideo, 
comp conoecuencia de las atrazadas nociones económicas de 
la época colonial, que en éste, como en muchos otros casos, 
han servido de basa á1a política de Rosas. El provocaba 
repi:esal¡as que debían ser funestas á los dos países, porque el 
verdadero interés de estos pueblos no consiste, ni era posible 
que consistiera, en arruinar al vecino para alzarse sobre sus 
ruinas: hoy se comprende bien que los beneficios que resultan 
de la concurrencia dé un vecino rico, feliz, industrioso y mori- 
gerado, son infinitamente superiores, moral, política y econó- 
micamente, á todo cuanto puede prometerse de la cercanía de 
un pueblo empobrecido y desgraciado, el calculador mas cie- 
go de codicia y egoísmo. 

Pero la represalia era inevitable si el Gobiemo de Bue- 
nos Aires no retractaba su decreto, ó las Autoridades de este 
país no prevaricaban abandonando la gestión de los intereses 
nacionales; y asi és^ que* la represalia fué propuesta inmediata- 
mente en la Cámara de Representantes, por uno de los dipu- 
tados ma^ votados á la causa de Oribe, — en los términos que 
vá á verse por el siguiente extracto, 

^'Cámara de Representantes. — Sesión del 7 de marzo 
de 1836. 

"Antes de entrar en la órden"del día— el Sr.PiniUa pidió 
la palabra y expuso, que el Gobierno de Buenos Aires acababa 
de dar un decreto hostil. contra nuestro comercio, recargando 
con una cuarta«parte mas de derechos á todos los efectos de 



- 101 - 

ultramar que se transbordasen ó reembarcasen de Cabos á 
dentro con destino á aquella Provincia. Que en consecuen- 
cia era indispensable que el C. L. tomase también alguna me- 
dida que disminuyese en parte el perjuicio que causaba el ci- 
tado decreto, y al efecto tenia el honor de presentar el si- 
guiente proyecto de l^y, que si mereciese el apoyo de. algunos 
SS. RR.» suplicaba que se recomendase á la Comisión respec- 
tiva su despacho con la posible brevedad. 
Se leyó, y es como sigue : 

PROYECTO DE LEY. 

"Art. 1 ? Todos los efectos de ultramar que por trans- 
bordo ó reembarco de Cabos adentro se introdujesen en cual- 
quiera de los puertos de la República, pagaráqi sobre los de- 
rechos que les correspondan por la Ley de Aduana un aumen- 
to igual al que se halle establecido en los puertos de que pro- * 
cedan sobre iguales efectos reembarcados ó transbordados de 
los de este Estado. 

2? Esta disposición empezará á tener efecté^ un mes 
después de su promulgación. 

3 ? Comuniqúese &a. — J^silio Antonio Pinüla. 

Habiendo sido suficientemente apoyado, pasó este pro- 
yecto á la Comisión de Hacienda." (^59) 

Pendiente el resultado de ese grave negocio, no era de 
presumir que nuestro Gobierno se prestase á reconocer á Cor- 
rea Morales en el carácter en que se presentaba : máxime 
cuando ese reconocimiento epvolvia una nueva consesion á 
Rosas. 

Correa Morales, como se ha dicho, habia sido espulsado 
de la República por haber aparecido comprometido en una 
conspiración contra el orden legal, que aun amenazaban sus 
mismos cómplices desde territorio Argentino. 

Rosas lejos de haber desaprobado la conducta de su ajen- 
te, la habia sancionado oficialmente, y para que' no quedase 
sobre esto minima duda, lo enviaba de nuevo en desprecio de 
todas las conveniencias internacionales, y de los usos diplo- 
máticos. El acto de volver á recibir á este ájente era por 
parte de nuestro Gobierno, una retractación paladina de sus 
procedimientos anteriores. 

A esto se agregaba que el Gobierno de Buenos Aires se 
habia negado á recibir, en 1833, un ájente Oriental con carác- 
ter público, en el concepto de que nuestra independencia no 
era perfecta; y que, sin duda en ese mismo concepto, jamas ha 
bia acreditado 'cerca del nuestro ninguno que lo tubiese, y pos- 
teriormente, 1834, habia evadido la ocasión de explicarse sobre 






— 102 — 

la calíflcacion de semi- soberano y 'Estado mediatizado que hizo 
de nuestro pais el Ministro Argentino en Londres. 

El honor y los intereses del pais exigían, pues, una acla- 
ración terminante sobre este punto; tanto mas necesaria cuan- 
to que Correa Morales solo venia en su antiguo carácter de 
comisionado ad hoc^ y era visto que apesar de haber vencido 
los 5 añosde que, habla pl art. 10 de la Convención de 1828, 
Rosas persistía en no enviar á este país ningún agente con 
^carácter diplomático determinado. 

Sobreponiéndose á todas estas consideraciones y á la si- 
tuación que habia creado el decreto hósti^ de 4 de Marzo, y 
aun antes de hechar recibido ni contestación á la reclamación 
que sobre él había dirigido. Oribe se son^etió á reconocer al 
Agente de Rosas del modo que esto lo había exigido; y pro- 
mulgó el decreto que copiamos á continuación — 

" Ministerio de Relaciones Exteriores. — Montevideo^ 
Marzo 11 de 1836.— Estando acreditado el Coronel D.Juan 
Correa Morales, como Agente y Comisionado ad hoc del 
Gobierno de Buenos Aires cerca del de esta República: él P. 
Ejecutivaf^ha acordado y decreta : 

Art. 1 ^ Queda reconocido como Asente y Comisiona- 
do odAoc del Gobierno de Buent)s ^ires, el Coronel D. Juan 
Correa Morales. 

2Í Comuniqúese y publiquese.— Oribe. — Francisco 
Uambí." (160) 

Con fecha 28 del mismo mes contestó Rosas la reclama- 
ción pendiente, anunciando la resolución de sostener en todas 
sus partes^ la medida de que se quejaba nuestro Gobierno ; y 
este replicó en una nota de 14 de Abril siguiente, que ter- 
mina con estas palabras-— 

• • • .^Pero no encontrando en la dignidad del que preside 
'Ma Provincia de Buenos Aires la justicia que debía esperar, 
''juzgará por ella del aprecio que le merecen las relaciones 
^francas y amigables que constituyen la política de este pais 
^para con las naciones amigas, y especialmente para con los 
'^pueblois vecinos, y nivelará su linea de conducta, por la que 
'*se tenga, con la que tiene el honor de presidir ; se considera- 
^^rá igualmente autorizado para tomar toilas aquellas providen- 
^cias que le proporciona la posición misma que motiva el decreto 
"^eclamadjor (161.) 

^ Rosas miró con desden este destello de independencia : 
babia calculado el efecto de lasi menguadas pasiones de que 
estaba poseída la administración de Oribe, y contaba con que 
babia de postrarse á su voluntad en el momento en que wsl 



*> 



f ' 



X 



\ 



— 103 — 

desaciertos produjesen la lucha que insensatamente provocs^- 
ba, y estaba ya á punto de empeñar. 

Rosas no se equivocaba, y bastará para que so aprecie 
hasta que grado sacrificaba Oribe los^ intereses y la dignidad 
del país á sus miserables miras de pandilla, que reasumamos 
el desenlace final d^ este deplorable negocio, en breves pala- 
bras. 

Oribe no volvió á insistir en su reclamación ; no adop* 
tó ninguna de aquellas providencias que» según sus mismas 
palabras, fe proporcionaba la posición misma que habia motiva" 
do el deóreto Hclamudo: y habiendo el Cuerpo Legislativo san- 
cionado una ley sobre la base del proyecto del Sr. Pinilla^ 
que hemos insertado, el Gobierno sirapendió la ejecución de la 
ley !— la suspendió para que no se alterasen las buenas relacio- 
nes existentes, para que no se enojase Rosas ! (162) 

Todo lo que esto revela no necesita esplicarse: ahi está el 
hecho, palpitante, elocuente, irrecusable ; — asi quedó en vi-^ 
gor con la adquiesencia de nuestro misino Gobierno, del Go- 
bierno que se llamaba Nacional, un decreto que bastaba para 
perturbar JA relaciones de estos países y que debia mante- 
neHos en pugna abierta y desastrosa ; — un decreto caya dero- 
gación es una dé las primeras condiciones, condición indispen- 
sable, ajuicio nuestro, para el restablecimiento de toda mtq- 
lijencia amigable y decorosa entre este Estado y Buenos Ai- 
i*es. — ^Ese decreto no puede co-existir pacificamente con la in- 
dependencia del Estado Oriental ; con la existencia en este 
Estado de un Gobierno digno de su puesto. 

De&pues de las^ concesiones que hemos referido, creemo»^ 
completamente inútil detenernos en otras de menos monta. 
Era natural que las hubiera y las hubo en efecto, pero á to- 
dos les parecerían, cooK) nos parecen á nosotros, levísimos ac- 
cidentes, indianos de mención^ después de haber traído á la 
memoria aquellos grandes sacrificios del honor y de la con- 
veniencia Nacional. 

Pero Oribe no se creía ya etí estado de retrogar; y aun- 
que no le hacemos á él, y mucho menos á otros hombres de su 
partido, la injusticia de suponer que convenían entonces en en 
tregar el país. á la influencia de Rosas, y subordinar por entero 
nuestros intereses á los de Buenos Aire^^és cierto que, ciegos de 
espíritu y rencor de partido, próximos y decididos a librar 
su suerte y la realización de sus suecos de ambición, á un con- 
flicto de armas con el partido del General Rivera, creían ele- 
mento principalísimo para su triunfo, la bevevolencia y el au- 
xilio de Rosas, y contaban, de cíerto,^ con que desembarazado» 
de Rivera, consolidada su victoria, podrían volver á cobrar la 
independencia que tanto menoscaban aquellos actos.-*-; Tris- 



— 104 — 

tisima disculpa si como lo creemos fírmemente, és esa la úni^ 
ca disculpa que pueden darnos ! 

Los sucesos de 1832, 33 y 34 les mostraban que el Go- 
bierno legítimamente establecido tenia, por ese solo titulo, un 
gran poder nacional que lo hacia innaccesible á los embates 
de la anarquía ; y que si no adjuraba las condiciones de su 
existencia, si conciliaba la opinión dal país, sino descendía de 
su asiento , para hacerse gefe de facción, podta mantenerse 
en él á despecho de la cólera de Rosas y conservar intacta la 
dignidad y los intereses de la República. 

L a esperiencia estaba hecha : el poder del gobierna legal 
se habia robustecido por esa misma esperiencia, y bastará 
observar la importancia que daba Oribe á la benevolencia de 
Rosas, el precio á que la compraba, para apreciar con rigoro- 
sa exactitud, la política de su aJmínístracion y el estado 
de la opinión del país. 

Como ya lo hemos dicho, no historiaremos todos los actos 
que habían conducido al gobierno de Oribe á la lastimosa si- 
tuación de no poderse sostener sino 'triunfando en la guerra 
civil, que habia provocado para aniquilar el part¡«lp y la in- 
fluencia del jeneral Rivera. Esta historiB, es puramente núes- 
trCy puramente Oriental^ y seria, por lo mismo, completa- 
mente agena de nuestro intento.—Tratamos de las agresiones 
de Rosas, y él no tenia, ni tiepe^ ningún gobierno extrangero, 
la facultad, de juzgar y decidir nuestro^ negocios internos ; 
mas adelante tocaremos, con la detención que sea convenien- 
te, los pretestbs de que Rosas ha hecho uso para paliar la 
injustifícable intervención que^ se ha atribuido en estos ne- 
gocios. 

El gobierno de Oribe no se 'satisfacía con podqr go- 
bernar ; no se contentaba con la obediencia lejítima. — Echa- 
do en los brazos de Rosas, y de los revolucionarios de 1832, 
contando como base de su poder esta facción, vencida por la 
Nación, era un gobierno de reacción. 

El hacia con esta conducta inevitable la guerra, civil; por 
que — como dice Sismondi, con palabras que parecen escri- 
tas ante el espectáculo que ofrecía el gobierno de Oribe — "hay 
y habrá revoluciones cuando los gobiernos no escuchan mas 
que la cólera y el espíritu de venganza y no contentándose 
con rendar á sus subditos las garantías debidas á los hombres 
quieren ademas humillarlos y castigarlos.— Hay gobiernos 
ue desde su origen llevan ^1 sello de la insolencia estrangera, 
e la humillación nacional, y cuya existencia es una revolución 
continua." 

Amagado de muerte el partido político del General Rive- 
ra por las incidías de Rosas y Oribe, coartado en sus mas 



a: 






_ 105 — 

sagrados derechos, cercano áser escluido, por entero, del goce 
de ellos, próximo yá á sücubibir á los golpes cq^vinados de la 
coalición formada en sú daño, sin esperanza de salvarse por 
los medios legales — amenazado seria y personalmente el Ge- 
neral Rivera, se alzó en armas el 16de Julio de 1836. •••(163) 

Una de las primeras medidas dé Oribe para combatir este 
movimiento fué dirigirse a Rosas, provocándolo á que se mez- 
clase en la contienda; á que interviniese en los negocios domes- - 
ticos de este pais^ en hs negocios esclusivámente Orientales; 
abriendo asi, sacrilegamente, las puertas de nuestro país á la 
ambición y á las miras bien conocidas del Dictador de Bue- 
nos Aires y complicando nuestras cuestiones con las cuestio- 
nes Argentinas, — Esta és la obra de D. Manuel Oribe, y su- 
yos son los dias de sangre y desolación que ella ha 'produci- 
do : — él és quien ha llamado al estrangero al suelo de la Pa- 
tria. 

Comprendemos bien Ja gravedad diél cargo, y vamos a 
presentar el documento en que lo fundamos. i 

Ministerio de Relaciones Exteriores. — Montevideo, 
Julio 19 de IBSe. 

lSi\ infrascrito Ministro Secretario de Relaciones Exte- 
riores de la República OrientsJ del Uruguay, jia recibido or- 
den de su Gobiernp para dirigirse á 8. E. el Si*. Ministro en 
el mismo Departamento de la Provincia de Buenos Aires para 
manifestarle que habiendo descubierto una conspiración én 
el territorio de la República, promovida por el General Rive- 
ra, en qu^ resultan complicados ej General Lavalle y algunos 
otros Gefes Argentinos, ha dictado las providencias conve- 
nientes para sofocarla y prender á aquellos qué resulten com- 
plicados. 

Esta circunstancia» en €|1 concepto del Gobierno de la 
República descubre miras ulteriores que á su vez afectarán 
también la paz y tranquilidad de ese país ; y és con este moti- 
vo que se apresura a ponerla en conocimiento de V. E, 

Si el mutuo interés de ambos paises exigia hasta aquí 
estrechar las relaciones que deben siempre existir entre pue- 
blos vecinos, el descubrimiento de una conspiración, cuyas 
ulterioridades.no pueden ocultarse á V, E. exije doblemente 
que ellas sean cultivadas, transmitiéndose reciprocamente los 
conocimientos que el curso de los sucesos haga descubrir. 

Con este objeto, he sido autorizado por mi gobierno pa- 
ra hacjBr acreditar cerca de la persona de V, E., con el ca- 
rácter de Agente confidencial al Coronel graduado D. Manuel 
Soria, quién transmitirá á V. E. cuanto pueda convenir al 

12 



— 106 — 

interés de la República. En consecuencia podrá V. £. pres* 

tarle fé y crédi^to en cuanto diga á nombre de este Gobierno. 

El infrascripto &a. — (firmado) — Francisco Llam^í. (164) 

* 

Este es el documento público : fácil es comprender cuales 
serian las instrucciones privadas del comisionado ; cual el li- 
nage de relaciones que se solicitaba estrechar por intermedio 
del Agente confidencial ; y al mencionar este titulo se nos per- 
mitirá observar, la absoluta conformidad que manifestaba Ori- 
be con la voluntad de Rosas en la denominación del comisiona- 
' do : Oribe no podia dejar de recordar que el hombre á quien 
brindaba con el acceso al sagrado de nuestros negocios do- 
mésticos, era el mismo que repugnaba la independencia del 
pais hasta el punto de no poder soportar á su lado la residen- 
cia de v^tk enviado Oriental con carácter público. 

Pero era tal el concepto que el mismo Rosas tenia del poder 
de Oribe que, creyéndolo, como nosotros, por estremo frajil 
y en incapacidad siquiera de liichar^ contestó racional y mo- 
deradamente á la nota que hemos transcripto. — Sabia Rosas 
que eran mentidos los pretestos y temores que invocaba Ori- 
be, para incitar su intervención, y síni duda no.queria preci- 
pitarse de manera, que pudiera encontrarse solo en la palestra, < 
antes que la guerra civil se presentase en aptitud de devorar- 
nos y de allanarle el camino que buscaba, hace tantos años, 
para establecer su predominio en este pais por medio de la 
anarquía. 

No habló pues, ni palabra de los tinitarioSf ni de legiti^ 
midad^ ni de gobierno legal , y no se permitió^ninguna de esas 
calificaciones injuriosas y absurdas que hizo, algo mas tarde , 
del general Rivera y su partido. 

Arana, contestando á la nota de Llambi del 19 de Julio, 
decia el dia 23 — 

** Al paso que desea cordialmente S. E. el Sr. Gobernador 
qtie cuanto antes sea ¡^establecida en ese Estado la paz que 
desgraciadamente ha sido alterada, le es grato manifestar á 
S. E. el Sr. Ministro, para que se sirva manifestarlo ásu go- 
«bierno, que el de Buenos Aires, lo mismo que todos los de la 
Confederación, consecuentes á las relaciones sinceras de amis- 
tad y buena intelijencia que tan justamente se recomiendan en 
la nota que el infrascripto tiene^el honor de contestar, presta- 
rán todosjaquellos buenos oficios qne para tales casos prescribe 
el derecho de gentes entre Estados vecinos y amigos." (165) 

£1 alzamiento no fué tan general y no obró tan rápida y 
decisivamente como se habia esperado; algunos gefes que se 
contaban en las filas del partido del General Rivera (entro 
estos los entonces Coroneles D. Manuel Britos y D. Servando 



— 107 — 

Gómez) se pronunciaron por la causa de Oribe, y este, aunque 
todavía sin probabilidades de triunfo, principió á reunir un 
ejército, con !o cuál fué visto que iban á librarse batallas y á 
caer de recio sobre el país el azote de la guerra civil. 
Era seguro que iba á derramarse copiosamente la sangre órien 
tal, á perturbarse el imperio de las instituciones, á interrumpir- 
se la costumbre constitucional, á detenerse, sino á retrogradar 
nuestro progreso moral y material, á pervertirse los hábitos 
de trabajo y de orden ; que, en suma, se iba á enflaquecer y de- 
sorganizar el Estado. Era esto precisamente ío que Rosas . 
necesitaba para mezclarse en favor del partido mas débil, que 
era, naturalmente, el que solicitaba apoyftrse en el extrange- 
ro, propender asi á que hubiera mas^quilib rio entre los par- 
tidos beligerantes y de consiguiente á la prolongación de la 
contienda, á la mayor desolación del país. 

Cierto yá de que Oribe tenia elementos para luchar, de- 
jó la aptitud que habia tomado por la nota de 23 de Julio, y se 
resolvió á intervenir abiertamente : ya habló de unitarios y de 
autoridades legitimas, y se declaró en hostilidad con el partido 
del General Rivera, aplicando á los ciudadanos Orientales la 
fiuma del poder público que ejercía sobre los Argentinos, 

El 1. ® de Agosto publicó los siguientes decretos. — 

¡VIVA LA FEDERACIÓN! 

Departamento de Gobíerno. — Buenos ^AireSj Agosto 
. l.^ de 1836. — Año 27 de la Libertad ata. 

El Gobierno con esta fecha ha acordado y decreta : — 
Art. 1.® El Gefe de Policía elevará diariamente dos 
partes oficiales por escrito uno al Gobernador y Capitán Ge- 
neral de la Provincia, y otro al Ministro de Relaciones Exte- • 
rieres, de todas las personas, con sus ^nombres y apellidos, lu- 
gar de su origen y domicilio, callé y casa de su habitación, 
que en aquel día hayan solicitado pasaporte para pasar al ter- 
ritorio Oriental del Uruguay, y en la misma forma de las que 
hubiesen llegado de aquel Estado á esta Ciudad. 

2. ® No se dará por la Policía pasaporte á ninguna per- 
sona de cualquier clase ó condición que fuese para pasar á 
dicho Estado sin obtener para ello espi*eso permiso del Go- '■ 
bierno por escrito, y el pasaporte que en este caso se diere, 
deberá ser firmado por el Ministro de Relaciones Exteriores. 

3, ^ Comuniqúese, publiquese é insértese en el Registro 
Oficial. ^ 

(firmado) Rosas. 

(jE\ Oficial, Mayor del Ministerio de Gobierno) Agustín Garrí- 
gós. 



— 108 — 

i VIVA LA FEDERACIÓN ! 

Departamento DE la Guerra. — Buenos AireSf Agosto l.^ 
de 1836.— Año 27 de la Libertad &a. 

No pudiendo la República Argeatina ser insensible al 
gran cúmulo de desgracias y peligros que sufre el Estado 
Oriental del Uruguay, á consecuencia dé haber estallado en 
él una sublevación, que según comunicaciones oiSciales de 
aquel Gobierno ha sido promovida por el 'Brigadier D. Fruc- 
tuoso Rivera» con los pérfidos unitarios emigrados de este á 
aquel Estado, pues humea aun ^n todos los puntos del territo^ 
rio Oriental la sangre Argentina derramada con valor heroico 
en defensa d^ la Libertad e Independencia de ese mismo Es* 
tado, y se oyen entre nosotros los gemidos de la indigencia y 
, horfandad que produjo en innumerables familias de esta Re- 
pública, tan noble como generoso empeño, el Grobierno im- 
pulsado por estas y otras consideraciones^ usando de la suma del 
poder público con que se halla investido, ha acordado y de* 
creta : — 

Art. 1. ^ Ninguna persona existente en esta Provincia, 
podrá, directa ó indirectamente, suministrar en manera algu- 
na pólvora, armas, munición, ni ningún articulo de guerra á 
los sublevados contra el aclual Gobierno legal del Estado 
Oriental del Uruguay; ni inducir ni prestar para ello su coo- 
peración. 

2 ? — Tampoco podrá prestar ninguna clase de coopera- 
ción á los sublevados. 

3P Queda escluido /)ara siempre de poder venir á esta 
provincia toda persona aunque sea estrangero, que hubiese to- 
mado ó tomase parte alguna en la espre^da sublevación, ó 
prestase cualquier clase de cooperación á los sublevados. 

4. ® El que infringiere cualquiera de los tres anícutos 
anteriores, eoTí ^oZo ¿a simple justificación delTiecho será cai^i- 
gfido á juicio del Gobierno hasta con la ^fbna be musütíb, 
segiín las circunstancias del caso. 

^ 5. ^ Comuniqúese, publíqoese é insértese en el llégistro 
Oficial. 

(firmados) Rosas. 

El inspector tíeneral— ^¿^íín de Pinedo. (166) 

Este úkimo decreto se califica i>or si mismo. Rosas in- 
terviene por él, soberanamente, en la política interiof ¿el 
Estado Oriental y no solo proteje á un partido contra otro 
iBí no que decreta penas atroces y arbiti^arías á hoínteés gue 
no hablan cometido ninguna falta contra él, ni en sus dóminos, 
tratándolos con mas rigor, con muchisimo mas rigor^ que la 



— 109 — 

misma autoridad contra quien se habían alzado : — hace por él 
la introducción neta y descarnada de su sistema y de sus 
medios de gobierno, sin ningún miramiento á lo que en el ca^- 
so le prescribía el derecho de mentes, y los tratados existentes. 
Ai dia siguiente de' la publicación <le esos decretos, diri- 
gió Rosas á los gobiernos de las otras Provincias Argentinas 
la circular que vamos á copiar*-^ 

** Buenos Aires, Agostó 2 de 1836.— Al Exmo. Sr., Go- 
bernadoi' y Capitán General de la Provincia de — Es hon- 
roso al infrascripto dirigírsela S. E. para manifestarle que sien- 
do notorio que en la sublevación que ha estallado en la Repú- 
blica Oriental del Uruguay acaudillada por el Brigadier Gl. D- 
Fructuoso Rivera contra la suprema autoridad legaU los per- 
jidós Unitarios q[ue existen allí refugiados, gjpn los principales 
y mas iactivo^ agentes que lo acompañan y reúnen los ele- 
mentos para una guerra sangrienta, y siendo de esperarse que 
'aqueHos mismos malvados, en todo caso, ó bien dé derrota ó 
dé trillo contra lá justicia de lácausa del Exmo. Sr. Presi- 
dente de la República Oriental, se lanzarán por alguna parte 
de: la Jti^ftblica Argentina, á perturbar su sociego ; el infras- 
cripto; por ian fuertes consideraciones, resuelto como se haHa 
á desplegar la acción que reclaman el bienestar de los jjue- 
blos confederaáos y el crédito de su gobierno, según lo exijan 
fas drctrttstanciaS y convenga á la paz pública y dignidad de 
la Santa Causa de la Federación, considera conveniente y de 
urgente necesridad, que S. E. autorice competentemente al 
Gobierno de Buenos Aires para que poniéndose de acuerdo 
cion el Éxnlo. Sr. Gobernador de la Provincia de Santa Fé 
Brigadier D. Estanislao Lope^, pueda expedirse libremente 
cortto encargado de las Relaciones Exteriores déla Confede- 
ración Argentita con toda la plenitud de facultades que es 
tan necesaria para salvarla de las asechanzas de los feroces 
. Vnitaríosy y proveer á todo cuanto pueda convenir á la con- 
servitcíoTí del orden y tranquilidad de que ellas felizmente go- 
zan, ¿ómo también á fortificar las estrechas relaciones de 
amistad y buena inteligencia con el Exmo. Sr. Presidente de 
la Rcfpfiblica Orientíil del tJí-ugaay, />restóndote toda dase de 
cooperación y auxilios ffie $ean convenientes^ sin esperar á que 
los indicado]? acontecimientos, lí otros no previstos, causen 
f ütíestós efectos & los pueblos confederados. — Dios guar- 
de ' &1bí. /ñrmadb) Juan Manuel Rosas.— FeKpc jlra- 

!Em i^así inutU deoir que los gobernadores de las t^r^vin* 
cias contestaron todos isn el aentido de la Circular de buenos 
Aires,, |)ero49iido^ generalmente, mas estemion y cilaridad á 



— lio — 

sus conceptos, como tiene Rosas costumbre de exigirlo en los 
negocios arduos. — Sirva de muestra el periodo que vamos á 
tomar literalmente, de la contestación del de Santa Fé. 

Santa Fé, Agosto 16 de de 1836. 

• •••••••" El Gobernador de Santa Fé que conoce todo 

el valor de las poderosas razones epilogadas en la nota á que 
contesta, que está bien instruido de la saña feroz que alimen- 
tan los inicuos unitarios contra la dicha de nuestra República» 
y que abunda en datos positivos que prueban á toda luz, que 
en la criminal sublevación del Estado Oriental del Uruguay se 
comprende un plan, antes de'ahora meditado, de sangre y de 
exterminio para con los pueblos que forman la Confederación 
Argentina, no solo está muy conforme sino enteramente de 
acuerdo, usando flel poder exti^aordinario que inviste en auto- 
rizar plenamente y sin ningún género de restricción,' como 
por la presente autoriza al Sr. Gobernador de Buenos Aires, 
en el modo y forma que lo pide y para todos los obgetos que 
lo solicita en la referida nota circular, para que pueda obrar 
libremente respecto á la rebelioii que ha estallado en el Es- 
tado Orientalr prestando al Exmo. Sr. Presidente de dicho Es- 
tado toda la cooperación y auxilios que considere ser necesa- 
rios, sino que qfrece y promete de la manera mas solemne^ con- 
currir y cooperar con todos los elementos de que pueda dis- 
poner en la provincia que preside, para £sterminar para 5Ícm- 
pre á los'malvados unitarios enemigos implacables ael sociegp 
. público, persiguiéndolos, si necesario fuere, entre las mism€U 
arenas del Estado Oriental del Uruguay ; á cuyo efecto pro- 
mete que cumplirá y hará cumplir las órdenes y disposiciones 
que sobre tan importante negocio tenga S. E. á bien impartir. 
(Firmado) —Estanislao López.— Domíwg-o Cullen. (168) 

Todos los Gobernadores de las provincias al conferir á 
Rosas 1^ autorización que solicitaba, en términos substanclal- 
mente idénticos á los empleados por el de SantaTFé, promul- 

{[aron. decretos semejantes á los de Buenos Aires, por medio de 
os cuales también los otros Gobernadores de las Provincias 
Arjentinas juzgan y penan los actos políticos de los ciudada- 
nos Orientales, practicados en el territorio Oriental. 

Ésta conducta que le daba á Rosas tan alta superinten- 
dencia en los tiegocios de nuestro país, alarmaba, minr justa- 
mente, á una parte del mismo partido de Oribe, y singularmen- 
te á aquellos ciudadanos que, sin pertenecer en el fondo á esa 
facción, creyeron deber suyo permanecer al lado y al servi- 
ció del Grobierno leealmente constituido. ^ ^ 

Rosas conocia bien estos escrúpulos, y como su objeto no 



— 111 — 

era propender al triunfo del Gobierno que habia )iido legaU. 
mente electo, sino al de una /acción que se le i^ometiera ab- 
solutamente, que adoptase por enteró su sistema y viviera pe- 
gada á su poder óomo planta parásita, principió á manifestar 
la distinción que hacia en el partido de Oribe, entre los que 
solo deseaban una alianza pasajera para destruir á Rivera, y 
los que aceptábanla idea de una liga estrecha y permanente 
que, de facto, los ataría perdurablemente al destino de Rosas 

P, Manuel Oribe no gozaba todavia la confianza de Ro- 
sas, y no era á sus ojos mas que un tránsfuga ; — quo 
por otra parte, vacilaba aun en someterse á todas las 
exijéncias, y aun que muy manchado ya por sus conse- 
ciones, aun que muy perjudicado por ellas en la opinión del 
pais, no se atrevía aun á insultarlo con los procederes y el 
idioma de aquel tirano, y se esforzaba en mantener ciertas 
formas externas de dignidad y de independencia; la apariencia 
de Gobierno Oriental, y cierto género de respeto á los derechos 
y garantías que establece la Constitución, la suavidad de 
nuestras costumbres y hábitos de guerra. 

Asi es que Rosas, desde que tuvo abiertas las puertas del 
país, en lo primero que pensó fué en fortificar la fracción que 
le estaba mas intimamente ligada, y para esto introducir en él 
con un mando importante y con visos de independiente á D. J. 
A. Lavalleja, que habia conservado á su lado como una ame- 
naza perpetua contra Oribe. 

Lavalleja se encontraba, como hemos dicho, refujiado en 
Buenos Aires, y desde 1832 habia sido borrado de la lista mi- 
litar del Estado, y privado de todos sus títulos y honores. 

Lo natural era que solicitase, y Oribe le concediese la 
reintegración de sus empleos, incorporándolo de nuevo al ejér* 
. cito Oriental; pero para esto era necesario reconocer la justicia 
con que habia sido despojado por actos que Rosas habia patro- 
cinado. . 

Rosas no habia dejado, ni un solo dia,: de considerar á 
Lavalleja como Brigadier Jeneral de este Estado ; — y con este 
carácter, sin mas trámite, al menos conocido del público, lo 
hizo preparar para una invasión compuesta de los mismos^eler 
mentos de la que habia traído en 1834. 

Lavalleja desembarcó en nuesti% costas acompañado 
de una .división compuesta, casi en su totalidad, de Ar- 
jentinos, y todos sus soldados traían en el pecho lacii»- 
ta punzó con el letrero Restaurador de las Leyes, y en todo 
idénticas á las que usaban los maz-horqueros en Buenos Aires : 
al pisar el suelo de la Patria publicó la siguiente proclama 
fecha 1. ^ de Agosto, impresa en Buenos Aires en Ja Imprenta 
del EntadOf con tinta punzó. / 



4 



— 113 — 

El Brigadier General D. Juan Antonio LavalIeja-^Al Pueblo 
Oriental. 

Compatriotas y amigos: — 

Los peligros que agitan mi Páti*ia y mi obediencia al 
Gefe Supremo del Estado, me ponen entre vosotjro9. — ^Juré qn 
dia sacrificar mi vida por salvarla; y vedm^ hoy, ^opiigos, 
repitiendo de nuevo mi solemne promesa. 

Un bando pérfido de impíos Unitarias y de viles . traido- 
res á su Patria, atacan insolentes las libertades públicas, y se 
atreven á violar la Constitución y las Leyes, y raeinosprecian 
audaces la autoridad del Exmb. 8r. Presidente de la Repübli'« 
ca que ha aumentado las glorías de su fátria con su sabia 6 
ilustrada admmistracion; esos mismos que llenaron su pai9 d^ 
sangre y luto, asesirtando en los campas de Navckrro al ilustre 
DoRREGO, en los momentos que acababa de dar existencia 4 
esta República con una paz gloriosa --esos miamos que jamas 
fueron fíeles á la causa nacional de ia Independencia, y lleva- 
ron insolentes la espada del Imperio al f^orazon de tos libres^-» 
esos mismos agotaron los tesoros del Erario, é inupdaixxn de 
horror esta tierra, ' 

Pero el Cielo al fin prepara un término feliz á tantos ma- 
les. La voz de la Patria llama á sus hijos y el patriotismo que 
siempre acreditaron les prepara nuevoGf laureles. Sus her<i&- 
cos esfuerzos salvarán su existencia que hoy peligra, y si des- 
graciadamente no fuese eso bastante, OrienttUes, tenemos la 
amistad de un Perteno esclarecido-^^ que salvó su Patria del 
poder ominoso de los que hoy atacan vuestra existencia poli-' 
tica ; — la valiosa amistad del Ilustre Restaurador de la» Leyes 
D. Juan Manuel db Rosas. 

La política de su administración siempre firanoa^ siempre 
ilustrada^ siempre amistosa y leal para el Estado Oriewt^^ nú 
permitirá que aleves Unitarios turben el sociego y la tranqtíilí- 
nad de este pais : no permitirá que el lustre de sus glorias lo 
empañen los asesinos feroces de ilustres hijos de la I^átriaé— 
Confiad^ WBtíigos^ en la. amigad que siempre pmfeeá á imestro 
paíSf y gloriaos de tener en nuestro apoyo^ á los jGk>biernos de la 
Confederación Argentina. 

Nada tenemos puls, que temer de un puñado de malva- 
dos, que sin patria, ni hogar, ni titulos k la estimación pública, 
solo aspiran á. existir entre el pillaje y la anarquía. 

Desgraciadas de nuestras familias^ de nuestras espQsas, 
de nuestras hijas, de nuestras fortunas, si esets infalráft alan- 
zan el poder público. ! . 

Perderías para siempre vuestra patria y libertades. • Re- 
cordad cual fué nuestra suerte no ha fíéucha tiempo :r-dad una 



— 113 — 

mirada alo pasado, y solo veréis crimenes espantosos, horrores 
inauditos, 

Orientales! "'EBC2irmenidir esos . monstruos derá vuestro 
deber, la esperanza de la patria y el timbre nkas gforióso db • 
vuestro compatriota-^ 

(firmado) Juan Antonio Loúalleja. (169) 

« 

Éste documento lo esplica todo.-^D. Juan A. Lavaltéja, 
el Oriental que tiene la tristísima prioridad de haber atentado 
contra el orden constitucional d6 isii pais^ de haber ensayado, 
el primero, después de constituida la República, teertij^lazar los 
procederes del sistema representativo {^or ios motitíes milita- 
res, és el mismo que lo firma. — Concebimos, y aun hiaf>riiamos 
aplaudido que reconocido el error^ que podía espHcárse como se 
esplican^ aunque no se justifiquen, muchos atentados |>olíticós; 
Lavalleja volviese al gremio de la Patria; pero ño éá éso, ni 
nada parecido á eso, lo que revela el documento. Al c6ütk*á« 
rio, nada ha cambiado en su bandera sino alguna palabra ; éi 
la misma bandera de la vencida anarquía^ sus mii^Édós odios, sus 
mismas acusaciones, su misma causa en fin. > 

Lavalleja no la adjuraba, y consecuente con ello, deducé 
Ícticamente que el apoyo prestado á la anar^ia por el Go- 
bierno de Buenos Aires, durante todo el periodo én que estaba 
obligado por la fé de los tratados á combatirla, te daba dere- 
cho para afirmar, como lo hace, que la política de aquel Go- 
bierno había sido siempre amistosa y leal para i^l Estado 
Oriental. — ¿Era, pues, el j^ríne^io legal él que venia á soste- 
nerse? ¿Era él principioHegal el que se robustecía glorifican- 
do y justificando los, crimenes de la sedición?— ¿Cabía equí-' 

vocación? 

Pero no és esto . todo, ni lo mas negro. — Yá hemos visto 
que ei Gobierno de Oribe no era mas que una reacción en fa- 
vor de la facción vencida por la anterior Presidencia; pero no 
se encerraba en ella el único objeto, 

Lavallcya viene en nombro de las cuestiones y de la polí- 
tica de las Provineifts Argentinas : yá no se trata solo de de- 
batir, al menos ostensiblemente, intereses ó pasiones Orien- 
tales : se proclama, á la luz del día, óficitilmente, que se trátk 
de pasiones y de miras estrañas.— Lavalleja habla el idioma dé 
la política de Rosas; viste, sus colores y declara altamente Su 
proposito: — si los Orientales resisten, sino se someten á la fá<^- 
cíon que sostiene Rosas;, si esta facolon no puede triunfar de 
la voluntad nacional^ si no fuesen bastante sus esfuerzos^ vendrá 
Rosas. . • .él no permitirá, dice Lavalleja hablando en su paisj y 
á su país. . . . ! 

JnTos hacemos violencia para narrar estos hechos; nuestros 

18 



~ 114 — 

lectores advertirán el penoso esfuerzo con que <:orre nuestrv 
pluma, desde que hemos principiado ¿ ocuparnos de compa- 
triotas nuestros* Pero los hechos son tan decisivos por si 
mismos, que no tememos que la arides y la ligereza de nuestras 
observaciones perjudique á. la justisima causa, en cuyo servicio 
tenemos el honor de escribir. 

Recordamos de nuevo, cqn sincera satisfacción, la indig- 
nación que los hechos y documentos que preceden produjeron 
entre muchos de los Orientales, enemigos politicos nuestros, 
que pertenecian á la facción Oribe. 

Este mismo se mostró penosamente afectado por la pro- 
clama y las divisas de Lavalleja. 

Las proclamas se insertaron, sin ninguna clase de comen- 
tario, en sus poriódicos, que eran yá los únicos que se publi- 
caban, (170) y en cnanto á las divisas se resolvió rechazarlas. 

Pero incapaz Oribe de hacerlo noble y abiertamente, de 
perderse, si era necesario, antes que tolerar los imperdonables 
ultrajes que acababan de inferirse á la independencia del pais» 
adoptó, aun eti eso, uno de los espedientes de que. son tan 
fértiles h>s partidos , para engañarse á sí mismos, en. sus horas 
de vértigo y pasión. Admitió el uso de las divisas, decretando 
una suya, con lo cuál impedia virtuahnente el uso de la estraña* 

Este decreto és de fecha 10 de Agosto de 1836, y por él 
se estableció la ¿íma 6/anca con el lema — Defensores de las 
L^es.— Del color de esa divisa, ha tomado su^ nombre popular 
el partido de Oribe. 

£1 partido contrario adoptó, de consiguiente otra divisa 
para distinguirse de sus enemigos, singularmente en las funcio* 
nes de guerra. — Su primer color fué el celeste, tomado déla 
escarapela nacional, pero este color, débilísimo en los tejidos 
de que podían hacerse las divisas, no resistía á la acción at- 
mosférica; de ahí vino la necesidad de cambiarlo y se cambió 
naturalmente por el colorado (rubro) de mayor ñrmeza, y quo 
es el mas común en las telas que se emplean en la campaña 
para fovrar los ponchos, para hacer los chiripases ¿-a, — De ahi| 
pues, se llamó colorado al partido que combatía á Oribe. 

Este és el orijen de las divisas que han dado el nombre á. 
nuestros partidos, y que llevamos, hace tantos años, colocadas 
sobre nuestras frentes como signo de desunión fraticida. — ^El 
^ bbjeto de Rosas se llenó por entero ; la familia Oriental, cuya 
unión é indivisibilidad simboliza el glorioso color de nuestra 
bandera, se presentó, desde entonces, materialmente dividida 
por esas cintas ¿Zancos y coloradas: y esta distinción material 
era muy aproposito para los fines del que especulaba en nues- 
tro infoi-tunio y quería aniquilar en este país el orden lesal. 
Presentados los documentos y lós hechos que ' prueban 1» 



— 115 — 

ingerencia de Rosasen nuestros negocios de familia; resCritan- 
do de ellos mismos la naturaleza y la tendencia de esos actos^ 
solo nos cabe hacernos cargo del pretesto de que se sirvió pa- 
ra cohonestarlos. 

Este pretesto no era entonces mas que uno; el que le mi- 
nistró Oribe en la nota de 19 de Julio — la complicidad de los 
emigrados Argentinos en Id revolución del General Rivera, 

Esta acusación que después so ha repetido y se ha agranda- 
do tanto; que hoy mismo se repite, y que, al menos en el cstran* 
gero, se tiene por fundada, és completamente falsa; no hay en 
ella un ápice de verdad. . ' " 

No ha existido tal complicidad en la revolución de 1836, 
ni sombra de complicidad. Si ella ha sido un error, és puramen- 
te nuestro. — Rosas y Oribe han adulterado la verdad á sabien- 
das y con dolosa intención. 

Hemos esplicado, tratando de los sucesos de 1832 en el 
capitulo 3. ^ , cuál era la posición de ios Gefes Argentinos : la 
parte de la emigración que no estaba en el caso .de pretender 
derechos civicop se encontraba en el de los cstrangeros sin 
Cónsul, y todos en aptitud y en el deber también, de tomar 

{»arte en la lucha. Este hecho no habria debido alarmar á 
losas; no era una conspiración : resultaba simplemente de 
la aplicación de las leyes del país, y se habia verificado en 
1832, en circunstancias mucho mas peligrosas para el, sin que 
de ello le viniera ningún daño. 

Era un hecho, sobre todo, acerca del cuál] podria, si se 

3 uiere, pedirse esplicaciones, tal vez seguridades, pero no pro- 
ucir por si solo, como no habia producido antes, el cassus 
helli. 

Pero ni aun ese hecho tubo lugar: la emigración Argenti- ^ 
na tomada en su parte alta, en la parte capaz de combinarse en 
una empresa política, permaneció perfectamente estraña al de- 
bate: — no bastaron á ponerla en nuestras filas ni las miras de 
Rosas, claramente manifestadas, ni las condescendencias de 
Oribe. — Esto puede parecer estraño; pero esto es cierto. 

La neutralidad fué la regla de su conducta; y si algunos 
individuos se separaron de ella, lo hicieron en favor de uno ó 
de otro partido, indistintamente según sus simpatías ó posición 
personal. 

Es verdad que el General Lavalle, amenazado personal- 
mente, se incorporó al General Rivera; y con este hecho cier- 
to, se ha pretendido, presentando al General como Gefede la 
emigración, como cabeza de un partido, probar un hecho abso- 
lutamente falso. 

El del General Lavalle no fué un acto colectivo, un acto 
de partido : fué un hecho meramente pei*8onaI, por razones y 



- U6 - 

peligros personales— Así és que se incorporó casi solo; y sus 
compañeros de armas, de infortunio y de causa, los mismos que 
antes y después hai^ coppera,do abiertami^nte á sus empresas 
de interés Argentino, permanecieron^ entonces impasibles, y 
algunos tomaron parte en la^ filas contrarias, como ya hemos 
indicado. • 

Esta és la verdad, que n<^ puede ser racionalmente con- 
tradicha. 8i algún escritor de Rosas lo pretende, hemos de 
confundirlo ejemplarmeijite. (171) 

Apartada asi hasta la sombra de ^se insuficiente pretestp, 
la agresión de Rosas aparece en entera desnudez; y creemos 
^ue puede medirse mejor el tamaño de su atentado, y el del cri- 
men de los qi^e, debiendo resistirlo, lo provocaron y se asocia- 
ron á él. 

Encendida la guerra en la campaña, el territorio*del En- 
tre-Rios se convirtió en tjerra a,l servicio de Oribe, y allí fue. 
ron á rehacerse y recibir auxilios sus. partidarios, durante la ^ 
prin^eros contrastes parciales^. (172) ^ 

Cerca de ses^ntu. dias consumieron los .beligerantes en 
prepararse á un sucesk) mas¡ grave: tubo este lugar al fin el 19 
de Setiembre de 1836, eix los campos déla Carpinteriaf y aunr 
que el éxito no favoreció lasf armas del General Rivera, el con- 
traste no fué d^ ningún modo decisivo. Oribe lo. celebró con 
entrañable jubilo por que, con rascón, exedia» tal como era, las 
esperanzas que le era permitido tener; y debió parecerle pre- 
cursor de una ventají^ de otro género, que ansiosamente soli- 
citaba. (173) 

En efecto, el Coronel D.José Maria Raña, en quien de- 
positaba el General Rivera uua ciega confianza, que no pudie- 
ron conmover ni indicios vehementisimos, ni advertencias 
muy oportunas, entregó, — vendió^ que esta és la palabra— le 
vendió á Oribe el cuerpo que mandaba, y que er^ la división 
mas fuerte del Jgljército dé Rivera. (174) 

Esta defección, se cpnsujqió el 1 1 de Octubre^ que hirió pro^ 
fundamente al Qeners^: personas que lo rodeaban nos (han espli- 
cado la intenci^M df^ $iu dolor; el dolor que inspira latr^cion d el 
amigo. 

La resolución del General Rivera fué instantánea. ^ irre- 
vocable ;— decidió abandonar el país, y á los muy pocos 
dias se encontraba en territorio brasilerq seguidp di^inucbos 
de sus compañeros de armas. 

Esta determinación puso término á la campaña de 1886. 

No podemos determinar con precisión la parte que cabe á 
Bosaaen la comipeion del Coronel Raña; se creia, en la épo- 
ca, que había contribuido podc^rosamcnte á ella.'^-Raña era 



— 117 — 

oriundo de la Provincia de Entre-Rios y tenia alli intereses.' 
materiales-y relaciones intimas. 

Jamas nemos hecho, ni la minima dilijencia/ para penetrar 
aquel misteriojde iniquidad. 

Lo cierto éa que esa defección resolvió la suerte de la 
campaña y que Rosas se felicitó oficialmente de haber contri' 
buido al triunfo y al restablecimiento de la paz. 

AI abrir la^ sesiones de su Cuerpo Legislativo el 1.^ de 
{¡neiTQ de 1837, pronunció la^ siguientes palabras sobre los su-^ 
cesos de este pai^.-«-<- 

" En la República Oriental del Uruguay tuvo lugar una 
" sublevación contra las leyes y autoridad lejitlma, encabezada.. 
** por Rivera, Lavalle y otros Unitarios, á quienes Ka hecho 
«* notables su perversidad. Al Gobierno no pudo ser extrafta, 
** un procedimiento semejante en una. gavilla de malvados, eon-, 
^ servados en una aptitud completa para continuar alli la car- 
<« rera de sus enormes delitos. Los pueblos todos de la Conr 
(< federación inmediatamente se pronunciaron con la energia,. 
«' dignidad y decoro del honor Nacional. * Uniformemente aii-^ 
«* torizaron al Gobierno encargado de las Relaciones E;3íterió- 
'• res, para que, poniéndose de acuerdo con el Gobernador de 
i< la Provincia de Santa Fé, Brigadier D. Estanislao López, se. 
** expidiese libremente con plenitud de facultades^ Las pro- 
4* mncias limítrofes tomaron las armas en precaución,, y se fü" 
»* cilitó la cooperación y auxilios que fueron convenientes.— 
i* La República toda manifestó al Gobierno Oriental la sinice- 
c* ridad de su amistad, sus ardientes votos por el desagravia 
(* de las leyes, por el exterminio del bañólo amotinado^ y su dis'^ 
t* posición para combatirlo en caso necesario» Esto» eficaces^ 
(' buenos oñcios han contribuido al tnunfo de las. leyes y al 
I* establecimiento de la paz en aquella República vecina y 
.Umiga.'* (175) 

En este documenta,-F-que es uno de los infinitos compro- 
bantes de la ingerencia ilegitima de Rosas, — no solo hace ga la 
de ella, sino que declara, esplicitamente, que ha contribuido <d 
tt*iunfo de Oribcy y consigna de una manera indeleble su vcyto 
de esterminio contra un partido Oriental y su disposición á 
combatirlo por sí mismo. 

Mientras que el mandón de Buenos Aires publicaba- e; tas 
declaraciones^ los Orientales que la traición de Raña habia 
puesta en manos de Oribe, emigraban del país á buscar á su 
antiguo (Sj^fe, ó se preparaban en él á emprender de nueva la 
lucm y borrar^ con sangre, la página de la campaña anterior^ * 

lia ^az era inconsistente con el triui^fo de OribOi-y no hu- 



~ 118 — 

bo nadie que no comprendiera perfectamente que lo qu« te lim* 
lúa conseguido era, cuando mas, una simple tregua. 

En el curso de«los meses que corrían en la anciedad pro* 
pia de esa situación, y preparándose Oribe para la. nueva cam* 
pafia, publicó Rosas su declaración de guerra al Géeneral Santa* 
Cruz, Presidente de la República de Solivia, con fecha 19 de 
Mayo de 1837. 

Desde el ingreso de Rosas al poder sus limítrofes re- 
ciben cotidianamente una parte de la población Argentina, 
proscripta de sus hogares, las tramas de los unitarios son un 
tópico inagotable de discusión ; y, como és de suponer, gran 

Sarte de la esposicion de los motivos de aquella guerra, se re* 
ere á estas asechanzas, que vé Rosas sobre *todas las froiiteras, 
en que sus victimas pueden respirar el aire de la libertad. 

Aprovechó de paso, la solemne ocasión que le ofrecia aquel 
manifiesto para subsanar, de algún mr>do, la estrema debilidad 
del único motivo en que habia basado su intervención en este 
país, y dar á sus imputaciones la apariencia de un plan vasto, 
organizado para desquiciar la Confederación Argentina, y su- 
ponerlo parte de la política representada por el partido del 
General Rivera. 

Permítasenos copiar algunas lineas del Manifiesto. — Es 
imposible, sin tener á la vista el documento, hacerse idea del 
impudor, de la inaudita inmoralidad del Gobierno actual de 
Buenos Aires, y del abandono qiie hacia' Oribe de todo sentí* 
miento de respeto y pundonor Nacional. 

Dice—" En 1834 al tiempo que el Gobierno encargado 
*• de las Relaciones Esteriores, firme en el principio de procu» 
** rar la paz de la República, autonzaba aun ciudadano Argén» 
** tino en el carácter de Cónsul General en Bolivia, con el de- 
^ fiignio de ostentar en este paso su constante propencion á la 
** mejor inteligencia entre ambas Repúblicas, ^e desprendiade 
*• la Banda Oriental del Rio de la Plata un enviado con la fatal 
•• misión de organizar un plan con el General Santa- Cruz para 
•• desquiciar la Confederación. El proyecto lo habia concebi- 
^ do un Ministro Oriental, siempre ominoso á la República, por 
^ la conciencia perfecta de la analogía de política de la admi* 
** nistracion á que pertenecía con la del General Santa-Cruz. 
^ Administración de funesto recuerdo á la Confederación Ar* 
•• gentina." 

• "El encargado de la ejecución del pensamiento del 

^ finado Ministro le' avisaba desde Chuquisacael 9 de Diciem* 
** bre del mismo año, que el General Santa-Cruz se habia pe* 
*' netradode la importancia y latitud de su misión; y que se- 
^ gun sus palabras la abrazaba de todo corazón. Se celebró 
^ ink datado y se estipuló en él la miaion de un Comisionado 



-^116 — 

** del General Santa-Cruz al £sta4o Oriental con acuerdo im 
^ cuyo Gobierno se exigiría de la República Argentina una HueM 
" organización por medio de un Congreso general para partid* 
^ par entonces del tratado de limites con el vecino Imperio» 

• ** Tratábase de exitar con la invitación á un Con- 

** greso en la Confederación la suceptibilidad de los unos y la 
** ambición de los otros : tratábase de dividir la República ínvo- 
*' cando nombres sagrados y teorias seductoras para dar paso é 
** la detestable facción unitaria^ y habríansos renovado los dias 
<* de duelo, si esta trama insidiosa no hubiese sido desecha por el 
** Gobierno patí iótico sucesor del de D, Fructuoso Rivera» \Y 
" la abraza de todo corazón el General Santa-Cruz ! ! Des^ 
" miéntanse pstos hechos apurando el sofisma: el Gobierno contéis 
*Uaráq,VB con docitmentos autr.yticos á la mano, se redacta 
** este vergonzoso episodio " (176) 

Rosas aludiaá la misión enteramente pacifica y nacional» 
(pues solo se referia á las bases del arreglo de los límites co- 
munes con el Brasil.) que díesempeñó en Bolivia en 1834 el Sr. 
D. Francisco J. Muñoz. — Tomaba la fecha exacta de la misión, 
algunas palabras también correctas, pero falsificaba, á sabien- 
das, su aplicación y su objeto; confiíndiendolo todo desordena* 
da y pérfidamente, truncando la frase, torciendo su sentido» 
que en esto y en la impávida y eterna repetición de la calum* 
nia, consiste la principal habilidad de la Chancilleria de Rosas;- 
y (le ese modo és que ha hecho materia de perdurable é in^ 
trincada controversia las verdades mas sensiílas, los hechoi 
mas irrecusables. 

Contaba Uosas con que el Gobierno Oriental toleraría It 
calumniosa inculpación, no se atreveria á desmentirla y le deja« 
ria agredir impunemente, en esa nueva forma, el honor del 
país. Por eso, sin duda, no trepidó en aseverar en tan grave 
documento, y la faz de todas las naciones, á quienes era díri« 
gido, que poseia documentos auténticos que comprobaban la 
acusación. 

No se engañaba Rosas á cerca de Oribe, á pesar de que la 
calumnia lo manchaba á este personalmente, como Ministro 
que habia sido de la administración de 1834. — Temió Oribe 
8u cólera y soportó humildemente elí cargo de deslealtad 
que se hacia á su pais por actos en que habia intervenido. 

Pero etistia en Montevideo, para mal.de Kosas, el mismo 
Señor Muñoz que desempeñó la misión de 1834; y si Rosas y 
Oribe contaron con el silencio de este ciudadano, muy en bre* 
ve debieron convencerse de que hablan hecho injusticia & su 
carácter enérgico y á sus sentimientos nacionales. 

ElSr, Niuñoz ocupaba en ese momento preciso el Minia* 
terio de Hacienda, y era claró que no padia desmentir & Ro«' 



— 120 — 



$as sin romper abiertamente con la administracian y aventu- ' 
rarlo todo. — Pero d Sr. Muñoz no trepidó un solo instante en 
Volver por el honor de sa país. — Al dia siguiente dé ser cono- 
cido en esta capital el Manifiesto de Rosas, publicó el Ministro 
Muñoz la siguiente insigne y perentoria desmentida. 

** El manifiesto que el Gobernador de la Provincia de 
^ Buenos Aires ha publicado con fecha 19 del corriente, para 
* justificar los motivos de la declaración de guerra con la Re- 
*« púbHca de Bolivia, contiene varios periodos referentes al 
^ Gobierno del Estado Oriental del Uruguay, en los que toma 
** P9r motivo de una grave imputación el espií^tu del proyec- 
** to, iniciado por él en el año de 1834, de un tratado de fími* 
-^ tes entre fa Corte del Brasil y los Estados colindantes de es- 
** te Imperio. — ^Y como yo sea la persona á quien el Gobierno 
^ de la República confió en aquella época la misión de invitar 
^ á los gobiernos de Bolivia, del Perú y de Colombia á la 
** adopción de un pensamiento, en cuyos efectos tenian un in« 
** teres común con la República Oriental del Uruguay ; es de 
^ mi deber, no menos que del honor del Gobierno de mi pais» 
** declarar, como solemnemente declaro : — 

" Que todo lo que el Gobernador de la provincia de Bue- 
** nos Aires dice en el expresado Manifiesto, relativo á la or- 
** ganizaoion de uti plan para des(]uiciar la Confederación Ar- 
« jentina proyectado por el Gobierno de la República Orien- 
" tal del Uruguay ; cuyo plan se supone que hacia parte de 
** mi comisión, es enteramente falso* 

'* Que S. E. el Sr. D. Manuel Oribe, actual Presidente de 
** la República, y uno de los Ministros de Estado de aquella 
^' época, tuvo conocinriento de mi misión, y él la consideró no 
'^ solo digna, sino eminentemente patriótica. 

*' Que el Sr. Dr .' D. Francisco Llambi, actual Ministro de . 
^ Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores ha re* 
'^ cibido todas las notas relativas a mi Comisión : y es el que 
'^ las ha contestado, encargándome de su dirección. 

^ Que nada puede tener el Gobierno de Buenos Aires^ que 
<' pueda llamarse auténtico, que revele ese plan desorganiza*- 
** dor de que hace mérito en 6u manifiesto ; y no lo tiene por 
** quenada, absolutamente nada ha existido que tenga relación 
•' con él. * 

** Que el Gobierno del Estado Oriental de quien depen- 

** do, no me eticargó de tal misión ; de que solo podría encar- 

** garse un conspirador. Me confió, sí, un objeto grande y 

** eminentemente patriótico y republicano; y á solicitud de éh 

^\fui al Perú á buscar, nb conspiradores sino Gobiernos ilus- 



• _ 121 — 

** trados ; tuve la fortuna de encontrarlos^ y mi misión conclu- 
" yó satisfactoriamente. 

** Todos los documentos orijinales relativos á este nego- 
'' cío están hoy en mi poder ; si recibo la autorización del 
'' QobiernQ para publicarlos verán la luz ; entretantd todas las 
*' personas que se interesen en verlos podrán ocurrir á ^ mi 
*^ casa, por tres días, desde las seis hasta las ocho de la noche, 
** y quedaián, cuando menos, convencidos de la ligereza con 
** que ha procedido el . Gobernador de Buenos Aires en nego- 
" ció 'tan delicado " 

(firmado) — Francisco J. Muñoz. (177) 

Este veraz desmentido selló los labios de Rosas : no tenia 
una sola palabra que replicar, porque su estrepitosa y formal 
acusación — una acusación jdestinada á justificar el derrama- 
miento de sangre humana, y las calamidades de la gueri'a, — era 
absolutamente falsa, falsa en todas sus partes. 

Hs^bia afirmado, hablando con el mundo, que la redactaba 
sobre documentos auténticos: que tenia estos documentos á la 
mano, y la verdad era que no existian, que no habian existido 
jamás semejantes documentos • . . . ! 

Asi es, que ni entonces mencionó, ni ha recordado nunca, 
el desmentido del Sr. Muñoz. — £1 impostor se humilló silen- 
ciosamente :-^¡ y á ese hombre se le ha considerado, se le tra- 
ta aun como gobierno I • • • • 

Entretanto el acto del Sr. Muñoz no solo lo perjudicaba á 
Rosas restableciendo la verdad de los hechos que él adulteraba, 
y desacreditando los protestos á que recubría para justificar su 
jntervencion, sino que tendia, visiblemen^,á. levantar la políti- 
ca de nuestro gobierno del carril vergonzoso en que la habian 
colocado odios y pasiones miserables. 

El ejemplo del Sr. Muñoz podía ser fecundo, y la coyun- 
tura del todo decisiva para la ilegitima influencia que Rosas 
ejercía en la administración : — el Ministro Muñoz no podía 
permanecer en ella sin emanciparla, y emancipado nuestro Go- 
* bierno de aquel maléfico influjo, la obra de la pacificación del 
país se habría facilitado mucho: — hubieran podido ejercitarse 
sobre él los sentimientos y los intereses completamente nacio- 
nales, de paz y de concordia, y tal vez las bases que, en esos 
mismos momentos, presentaba el jeneral Rivera para poner tér- 
mino á la guerra civil hubieran tenido mejor suceso, y preve- 
nida las acerbas calamidades que nos ha traído la continua- 
cionde aquella lucha sacrilega. - 

La separación, pues, del ministro Muñoz debió ser, aun 
que no ia única, la primera exijencia del gobierno de Bueno» 
Ayres. 

14 






_ 122 — 

No conocemos detalladamente el proceso de estas exijen— 
cias, que se presentaban confidencialmente por él agente Cor- 
rea Morales ; — y aunque comprendemos cual sería «u natura- 
leza y estencíon» y algunas personas que se bailaban bien colo- 
cadas, nos han comunicado muchos datos y aclaraciones sobre 
ellas, no teniendo ningún documento con aue poder probar 
nuestras aserciones, nos limitaremos & decir lo único que está 
en el dominio púbKco. 

El Presidente Oribe se encontraba en el ejército acanto- 
nado sobre nuestra frontera, y que se preparaba, como hemos 
dicho, para hi nueva campaña, cuando el Ministro Muñoz des- 
mintió á Rosas. 

A los pocos dias se anunció que, á solicitud de éste, Oribe 
regresaría á la Capital ; y en los circuios mejor informados se 
daoa por indudable que separaría al Ministro, y restablece- 
ría las relaciones con Buenos Ayres de manera qtie conservase 
el apoyo de Rosas. 

El dia 4 de Agosto, á las siete de la noche, entró en efecto 
el Presidente Oribe á esta ciudad. 

El . 7 hizo desmentir por el Universal la idea de haber 

K restado oido á las proposiciones de avenimiento del General 
livera, á que hemos aludido, y que, en verdad, fueron recha- 
zadas. (178) 

El 9 se admitió la renuncia del Ministro Muñoz, y se le 
reemplazó por D. Gregorio Lecog. (17^) 

. En esta misma fecha se mandó secuestrar por la Policía una 
imprenta, en qtte, hacia muy pocos dias, se habla mA)licado el 
anuncio de un escnfb contrario á la dictadura de Kosas ; y se 
suprimió un diaricr, tecientemente establecido en ella, porque 
dio higar á un artículo que provocaba la clemencia y la recon- 
ciliación con los Orientales proscriptos. (180) 

El viaje de Oribe, que se detuvo solo breves dias en esta 
Capital, no había tenido mas fin, como se vé, que satisfacer á 
Rosas con las medidas enunciadas, á precio de los intereses y 
de la dignidad del país y de su propio decoro persctoal. 

Vuelto el gobierno ¿ la influencia de llosas. Oribe regresó ' 
á la frontera á colocarse al frente del ejército de cperaciones, 
y al principiar Octubre — cerrado el camino á toda inteligencia 
pacífica— fas fuerzas del General Rivera pasaron la frontera. 

Oribe anunciaba, con fecha 12 de aquel mes» que una 
fuerza de 200 hombres al mando del coronel D. José María 
Luna, se había internado hasta el Arapey, y que el dia 4 se 
había derramado la primera sangre de la nueva campaña en 
una guerrilla sobre las puntas del Cuaró. (181) 

El ejército de Oribe se puso en marcha sobre ^1 Arapey, 
y el dia 22 acometió al del General Rivera en el potrero de 



— 123 — , 

Yucutujá, — Oribe sufrió allí, en aquel mismo dia, una derrota 
completa. (182) 

La noticia de su desastre llegó á la capital el 28, y en ei>te 
dia, como primfera medida de salud» el Gobierno se diriiió al 
de Buenos Ayres, para darle cuenta del suceso, y deícirle lo 
siguiente : — 

*^ Fundando el Gobierno grandes esperanzas en la opinión 
*' y lealtad de los pueblos, no menos que en los elementos que 
*' constituyen la fuerza pública, y que respiran un entusiasmo 
'^ digno de la causa que ban sostenido y que sostendrán hast|^ 
** el último trance, ha creido, no obstante, que en precaución 
*'' de cualquier suceso adverso^ debe el Excmo. Cróbiemo de esa 
<« . Provincia conocer el estado actual de las circunstancias que 
" ocupan á este Estado^ para apreciar las medidas que ellas le 
** aconsejen^ desde que no es dudosa la trascendencia que llevan 
** los planes de la anarquía sabré los destinos de la Confedera' 
" cion Argentina.*^ (193) 

Rosas debió saber al recibir esta liota, la impresión de de^ 
saliento que, apesar de lo que ella dice, había producido el de- 
sastre de Yucutujáf y calculando, sin duda, que su contestación 
podía contribuir á neutralizarla, y restablecer el ánimo que- 
brantado de algunos de los defensores de Oribe, se apresuró á 
darla con suma celeridad, y en términos inequívocos. 

La nota de nuestro Gobierno es de fecha 38, y la de Ara- 
na, que contiene la contestación, del 30 ; en ella, antes de 
pfrecer, como ofrece decididamente al concluir, la misma co- 
operación que había prestado en la campaña anterior, provocaba 
|r1 partido de Oribe á que desplegase, para resistir, los grandes 
recursos que encerraba el país, — Su agente confidencial esplica- 
ba aquí la ^iteligencia de esta frase, que ya se sabe lo que im- 
porta en el idioma de Rosas.— Copiaremos sus palabras ofi- 
ciales — 

** Elevada (la nota del 28) al conocimiento del Exmo. Sr. 
'' Gobernador y Capitán General de la Provincia, el infras- 
" cripto iha recibido orden de espresar al Sr. Ministro á quien 
? se dirije, que en medio del pesar que le ha causado el des- 
'^ graciado suceso del 22, le ha sido grato observar la enérgica 
^ disposición de que se halla animado el Exmo. Gobierno del 
'* Estado Oriental del Uruguay, á desplegar los grandes recur- 
^^ sos que tiene esa República, y los que suministra la decisión 
'^ y lealtad de los pueblos que no quieren ser víctimas de las 
'' nordas de bandidos que forman los unitarios bajo la direc- 
'' cion del calilla Rivera. S. E. el Sr. Gobernador invaría- 
" ble en sos principios, &c. " (184) 

A consecuencia de su derrota» Oribe se replegó sobre las 
fuenias del segundo cuerpo, que estaba á las órdenes de su her- 



_ 124 — 

mano D. Ignacio; principió á reunir, sobre esa base, los restos 
del primero, y á concentrar allí todos los diversos destacamen- 
tos que guarnecian el territorio, con ecepcion de las tropas 
acantonadas en Paisandú, que se fortificaron en aquella villa 
auxiliadas por los de Entre-Rios, é inmediatamente protegidas 
por la escuadrilla de Rosas al mando del coronel arjentino Toll, 
que se estacionó de nuevo en aquel punto para cooperar como 
cooperó activamente, á su defensa. 

Después de diversos movimientos se encontraron los ejér- 
citos beligerantes el 21 dé Noviembre al Norte del Ft, á poca 
distancia de este rio, y á la vista del pueblo del Durazno, 

Los lances de la batalla fueron de éxito diverso, por cau- 
sas que no es de esta ocasión investigar. — En el centro se pe- 
leó con energía y resultado dudoso : la izquierda de Oribe nu- 
yó en derrota del campo de batalla, arrastrando en su fuga al 
mismo Oribe y al general Lavalleja, pero su derecha aprove- 
chando algunos accidentes del terreno y el alejamiento de las 
fuerzas que se habian empeñado en la persecución, hizo cejar 
á la izquierda de Rivera. Esta sé replegó sobre los pasos del 
Yi, y en el del Durazno se trabó una reñida contienda en que 
se derraínó copiosamente la sangre. — No habiendo podido el 
enemigo vencer esta resistencia, ni por consiguiente forzar el 
paso del rio, tan gallardamente defendido, la batalla no tuvo, 
consecuencia alguna decisiva,-Oribe pudo llamarla vtc^orta para 
sus armas porque quedaron en el campo de batalla, pero el 
General Rivera se retiró á los Porongos, sin ser perseguido, y 
principió á prepararse allí para ulteriores operaciones. (185) 

Esta batalla, sin embafgo, dio alignto á los partidarios de 
Oribe, y ensanche á sus esperanzas. — Su gobierno la puso sin 
tardanza, en noticia de Rosas, á quien comunicaba, oficialmen- 
te, el detalle de las batallas que lidiaban los Orientales por di- 
vergencias que nadie, sino ellos, tenía el derecho de justar. 

El 27 de noviembre (6 días después de la batalla). Rivera 
sorprendió el mismo pueblo del Durazno y derrotó la fuerza 
que lo guarnecía (186) ; el resto de. ese mes y el siguiente, se 
ocupó en maniobrar al Sud y Norte del Rio Negro, con mucha 
habilidad, haciendo recorrer el país por sus fuerzas en diversos 
sentidos. 

Las que operaban frente á Paisandú cerraron y hostiliza- 
ron estrechamente á ese pueblo, y en los conflictos á que dio 
lugar este cerco— que duró, casi sin interrupción, hasta la ter- * 
minacion de la guerra, — continuó la intervención de las armas 
de Rosas, que se asociaron abiertamente, y en n^ayor escala que 
en la campaña anterior, á la defensa de aquel punto. 

La repetición de este hecho gravísimo, por medio del cual 
Rosas se acababa de constituir gratuitamente en perfecto es- 



« 



— i25 — 



éi 

u 



tado de guerra con esto país, si triunfaban las armas de Rivera, 
consta de documentos oficiales. — Vamos á copiar de algunos 
de los partes del coronel D. Eugenio Garzón, gefe de aquel 
puhto, los períodos pertinentes. 

" Tercer Cuerpo del Ejército.— Paisandú, Diciembre 11 
" de 1837. — Al Exmo. Sn Ministro de Guerra y Marina, D. 
" Pedro Lenguas. — Exmo. Sr. — • . . •" Una columna enemiga 
" descendió por la margen del Uruguay, en disposición de en- 
'* trar al pueblo por nuestra retaguardia. Dos tiros de canon 
" á bala disparados del buque aigentino que manda el Sr. CorO" 
*• nel D. Antonio Toll^ detuvieron su marcha y la hicieron re- 
" troceder. En esta ocasión, como en otras de igual natura- 
*^ leza, y aun mas importantes, coopera siempre ese distinguí- 
" do gefe por la causa que el Supremo Gobierno sostiene. Me 
** es altamente honroso hacer llegar al conocimiento del señor 
Ministro los recomendables servicios que presta á la Repá* 
blica el espresado coronel. " — (firmado) — Eugenio Garzón. 

** Tercer Cuerpo del Ejército. — Paisandú, Diciembre 18 
" de 1837. — Sr, Ministro . • . . El buque de guerra argentino ha 
'* disparado sobre los enemigos algunos cañonazos con el me- 
" jor suceso, tanto el dia 16 como ayer : su digno comandante 
" el Sr. Coronel Toll nos presta muy buenos servicios." — (fir- 
" mado) — Eugenio Garzón. (188) 

" Tercer Cuerpo del Ejército. — Paisandú, Diciembre 27 
" de 1837, — Sr. Ministro. — Si es cierto que el heroico y de- 
nodado puebfo de Pai^ndú» y las valientes tropas que com- 
" ponen el 3.®' Cuerdo del Ejército, han concurrido con sus 
esfuerzos y patriotismo á sostener la xausa del orden y las 
leyes, no es menos positivo que el digno y benemérita general 
argentino D. Justo José Urquiza^ ha cooperado del modo mas 
" eficaz^para que nuestros esfuerzos hayan sido mas completos, 
'**' El no ha omitido ningún sacr^io. — Ños ha hecho una remi- 
" sion de armas y municiones considerable. — Todas las tropas 
" y vecindario de esta guarnición consumen la carne que se trans- 
" porta de la Provincia de Entre^RioSj de donde nos viene dia^ 
*• riamente un número de carradas de pasto, para mantener núes* 
" tros caballos : en todos los trabajos y detalles que se precisa 
emplear para la reunión de estos esenciales elementos, no se 
siente sino la mano bien-hechora y la actividad del acendran 
" do patriota General Urquiza. — Por último, Señor Ministro, 
** basta saber que él se halla acampado en Id orilla del Rioy en- 
" frente mismo de nuestro puerto^ donde de dia y de noche traba' 
" ja^ con el celo mas ardiente^ en bien de nuestra patria . • • ." — 
^firmado) — Eugenio Garzón. (1Q9) 

Los documentos que prueban esta intervención injustifi- 



i< 



ti 

4< 



ii 



• _ 126 — 4 • 

cada y sangrienta, son numerosos ; pero creemos bastantes á 
nuestro objeto los que hemos estractado. 

Pero esa intervención armada se limitó á Paisandú ; y 
' aunque impidió la rendición de aquel punto y distrajo allí du- 
rante toda la campaña, á la división de Rivera que mantubo el 
sitio, el conjunto de los sucesos colocó entonces, en buena hiz, 
la verdad de la situación : — la batalla del Yí abría una nueva 
campaña de carácter durable y de inmensa ruina. 

Así terminó el año de 1837; y Rosas, en su Mensaje anual, 
se espresó en los siguientes términos : — 

" El escarmiento que sufrieron el cabecilla Rivera y los 
^* infames unitarios de su bando en su primera invasión al Es-* 
** tado Oriental del Uruguay del año anterior (190) no fué 
** bastante eficaz para destruir sus planes desoladores. Esa 
^* República ha vuelto á sufrir la sensible desgracia de ser tur- 
'^ bada por aquella cuadrilla de anarquistas. Es grato anuncia- 
** ros haber renovado las medidas saludables que contribuye- 
** ron á sofocar la escandalosa sublevación del año 36, y que 
*' los demás de la Confederación, instruidos del nuevo atenta- 
** do,, han correspondido al encargado de las Relaciones Exte* . 
^* riores con energía, dignidad y decoro. Aunque los anar- 
^ quistas lograron á su ingreso en el territorio de aquel Esta- 
^ do, una ventaja sbbre las fuerzas legales, fueron después 
" derrotados por éstas en una acción general. — Este impor- 
** tante suceso es un nuevo, irrefragable testimonio del odio 
** con los que mira el pueblo Oriental Cualquiera que sean los 
** esfuerzos de ese bando formado de Unitarios y solevados ^ la 
** Confederación Argentina naáa tiene que temer. Losfunes^ 
'' tos efectos de una lü>eralidad mal entendida con los enemigos 
** d^ la quietud pública, no serán quizá lecciones iníjUilespara los 
" Oobiemos que deseen fundar sólidamente la paz. — Pero si al- 
** guna vez llegara á favorecerlo la fortuna la Confederación 
** cuenta con las medidas de |frecaucion que ha tomado y con 
** los abundantes recursos que le proporcionan su valor y su 
" patriótico entusiasmo. Firme en el primcipio de no hacer 
^ nada á medias^ cuando se trata de reprimir la osadia de los 
** Unitarios y Anarquistas, cree que indudablemente hará desa- 
^ parecer, paru siempre, esa turba de malvados. (191) 

Este documento reasume y esplica todos los actos y las 
miras de Rosas, poniéndolas en completft evidencia. 

81 sostenía un principio, una causa oriental ; si el apoyo 
qtte fe prestaba a Oribe era leal y sin siniestro propósito-¿ por 
^^ no pooia,d6una vez, todo su poder en la* balanza ? — ¿ por 
qué no auxiliaba á Oribe, <|^cididamente, y permitía que él y 
él ptaii se estenuasen en una cpntienda prolongada ?*-¿ por qué 



— 127 — 

no dismínuia, en favor de su protegido, las aventuras y las de- 
vastaciones de la 1 ucha ? 

No íe detenía, sin duda, el respeto al pacto de 1828, que 
tan abiertamente violaba, ni la justa alarma que su intervención 
debía producir en el gabinete del Brasil : — esa intervención era 
tan efectiva como acabamos de mostrar, y en el punto de de- 
recho-único que bajó ese aspecto podía embarazarlo,— -no ha- 
había mas ni menos. 

En la larga exposición que hemos hecho, documentada- 
mente, de los ultrages y de las agresiones de llosas, se ha visto 
también que su acción no estaba reprimida por ^ningún linage 
de consideración sincera, ó simujada, á las justaé suceptibia- 
dades de los Orientales, á la dignidad de nuestra Patria, ni á 
las terminantes disposiciones de nuestras leyes. 

I Que era pues lo que lo detenia ? — ¿ por qué limitaba la 
intervención de sus armas á las balas que disparaba sobre los 
Orientales» el ooronel Toll, desde abordo de sus buques ? ¿ por 
qué no vadeaban sus fuerzas de tierra el Uruguay ? . • . • 

Esto, — tratándose, sobre todo, de Rosas, que no hace nada 
á medias, que no se para delante de ningún obstáculo moral — 
no tiene mas esplicácion que la que ya hemos apuntado en 
otros lugares de este escrito, y que sin embargo vamos á repro- 
ducir aquí con mas estencion. 

El fin de Rosas era la dominación del país; sus modios to- 
dos los que, sin exepíion, podian llevarlo á su objeto ; y entre 
estos medios el primero y principaKel que le enseñaba la historia 
y las tradicciones de la política proterva de los tiranos ; devi- 
dir el país, debilitarlo por sus divisiones, deshacerlo física y 
moralmente por la gi:erra civil, que, entape nosotros, iba, nece- 
sariamente, á aniquilar los hábitos de'^óraen, á separamos de la 
senda constitucional en que estábamos aprendiendo á marchar; 
á ponernos, de nuevo, bajo el dominio de la fuerza animal, 
que no enjendra mas que mol^ruos de corrupción y de vio- 
lencia : — de la violeticia que no produce mas que reacciones 
— de las reacciones que habían de matar, por consunción, la 
libertad y la verdadera independencia de la Patria. 

De la guerra civil fluia, desde luego, la interrupción de la 
costumbre constitucional, el descrédito de las instituciones i*e- 
guiares, la cesación de sus beneficies, la paralización de la pros- 
peridad que se levantaba á su nombre ; y estos resultados, por 
sí solos, eran ya un inmenso triunfo para Rosas. La existen- 
cia de nuestro orden le^al era, como y a hemos dicho, una acvL-^ 
sacien pespetua de su dictadura, un desmentido á la necesidad 
de sus medios de gobierno :— La práctica saludable, la vei^ad 
del sistema representativo, se alzaba en la margen de este rio, 
como un acusador inflexible de su tiranía Uña nube do 



^f 



i 



— 128 — 

satigre iba á cubrir el símbolo de salud, y nuestro ejemplo le^ 
jos ya entonces de dañar á Rosaste ministraría un nuevo argu- 
mento para abogar su causa, ante estos míseros pueblos que 
solo han visto la libertad al través de nubes de sangre, gue no 
han podido distinguir bien su lampo vivificante del fuego de- 
vastador que arranca el sable de los caudillos y las pasiones de 
la anarquía : — que no han podido distinguir la libertad de la 
licencia. 

Este primer resultado allanaba, de diversos modos, el ca* 
mino de su usurpación, 

Debia suponer que en la guerra civil Íbamos á consumir 
lo mejor de los elementos, con que podíamos resistirla. 

Cualquiera que fuera el partido que triunfase, el país que- 
daba debilitado y dividido. 

Si triunfaba Oribe — ¿ estaría en situación de resistir la 
dominación de Rosas? — ¿podría, aunque quisiera, resistirla ? 

No se habrá olvidado la posición en que se encontraba 
Lavalleja, y que los enemigos del partido de Rivera estaban 
divididos en dos fracciones, de las que la de Lavalleja estaba 
mas ligada á Rosas. 

Lejos de aproximarse y refundirse estas fracciones que 
combatían juntas, su división era cada '^dia mucho mas visible, 
por la nimia escrupulosidad con que Oribe alejaba á Lavalleja 
de toda posición influyente. (192) 

Si Oribe resistía, Rosas se apoyaría tiaturalmente en La- 
valleja, y cualquiera que venciese en la lucha miserable que 
entonces se hubiera empeñado, las disenciones civiles habrían 
producido tantos estragos y aberraciones, que Rosas habría lle- 
go á su objeto sin remedio. 

Si por el contrario-^como era de esperarse, y ya -entonces 
lo presentía Rosas — vencía el partido del General Rivera, en 
el que no podía contar con la sumisión que buscaba-lo comba- 
tiría abiertamente, incorporando á sus ñlas, como subditos su- 
yos^ á los hombres sin creencias prufundas, y á prueba del po- 
der de las pasiones, que iba á arrojar en sus brazos el infortu- 
nio. — Que tal era su resolución lo manifiesta el documento que 
acabamos de copiar. En él dicp, francamente, que si ese par- 
tido llega á triunfar lo combatirá hasta hacerlo desaparecer, 
hasta exterminarlo. 

Para esta lucha, en que debia entrar inmediatamente que 
cayese Oribe, para no dar tregua al partido vencedor que po- 
día en ella reponerse de la lucha y hacer respirar al país, pre- 
paraba sus elementos, como también lo confiesa, los robuste- 
cía y organizaba, y se guardaba mucho de no comprometerlos, 
y de economizar la sangre de los suyos, mientras Oribe tubie- 
ra sangre Oriental que derramar. 



— 129 — 

Un solo medio tenía Oribe para alcanzar de Rosas auxilio 
mas eficaz^ y ese medio consistía en anticiparle el resultado fi- 
nal á que encaminaba su obra de disolucíon-^someterle abier- 
tamente el pais. 

Hacemos á Oribe la justicia de creer que entonces repug- 
naba ese medio^ que^ por otra parte^ habría sido resistido^ uni- 
versalmente^ aun por los ardientes enemigos de Rivera. —Rosas 
mismo conocía que todavía era utuY temprano, y así veremos 
como deja que Oribe y sus amigos lleguen á las últimas estremi- 
dades, y que solo en los momentos de un peligro, que no deja- 
ba esperanza, les descubre la condición— sime qua non,— el pre- 
cio á que comprometería en la lucha todo su poder. 

Ni era necesario este último hecho, que narraremos mas 
adelante, para conocer la mira de Rosas;r^su conducta en todo 
ese periodo, la pone en la última evidencia. 

La guerra, pues, debía alimentarse con los elementos 
orientales, mientras que Rosas, azuzándola en su provecho, ha- 
ría solo lo necesario para mantener vivo el incendio que nos de- 
voraba.— Y así aconteció, para desgracia de todos los hijos y ha- 
bitantes de este nuestro infortunado pais. 

£1 General Rivera por medio de habilísimas maniobras, 
atrajo á Oribe con el Ejército que se decía vencedor en el Yí, 
al Norte del Rio Negro: allí le entretuvo y luego, le desorientó 
tan completamente que mientras su enemigo, — de cuya vista de- 
sapareció en una noche— le buscaba en dirección al Departa- 
mento de Paysandú, Rivera vadeaba el Negro y el Yf y amena- 
zaba la Capital. 

Oribe se apercibió tarde del engaño y aniquiló sus caballa- 
das en una contra-marcha desesperada. 

El General Rivera se presentó entretanto en los suburbios 
de Montevideo, en un pié de fuerza respetable, el 24 de Enero 
de 1838; y llenó, por entero, con esa aparición, uno de los 
varios objetos que aquí le conducían, destruyendo de raiz las 
impresiones equivocadas que pudieran haber producido las 
abultadas consecuencias que se atribuían á la batalla del Yí. 

Esa actitud de fuerza le permitía también solicitar, de 
nuevo, el acuerdo de familia á qué, como vá dicho, invitó á Ori- 
be, sin suceso, antes de abrir aquella Campaña, en que tanta 
sangre hermana se había derramado yá. 

Con ese propósito se dirijió á la Comisión Permanente del 
Cuerpo Legislativo; y esta Comisión, cuya mayoría era la es- 
presion fiel de las idaas que dominaban la política de Oribe, le 
dio una repulsa que cerraba el camino á toda conciliación. 

15 



— rso — 

Vamos ¿ copiar el docameeto en que esa repulsa está coir- 
srignada, y servirá en breve^ cotejándolo con los que siguieroír 
á la batalla del Palmar, para que se aprecie bien la situación 4 
que, después de ella, quedó reducido el partido de Oribe. * 

Dice así^ 

'^ Montevideo Enero 24 de 1838. 

"^^ La Comisión Permanente en sesión de hoy ha acordado- 
" se devuelva cerrada al Poder Ejecutivo la nota cuyo sobre in- 
^' dica serle dtríjida por el Caudillo de la anarquía; porque no 
^^ existiendo ninguna clase de comunicación legal ni constítucio- 
^^ nal entre ella y el espresado Caudillo, no le es dado tomarla. 
*^ en consideración. — ^Lo que el Presidente que suscribe tiene 
" la satisfacción de comunicar á S. E. el Sr. Vice-Presidente de* 
^^ la República, y la de saludarle con su mas atenta considera- 
"^ cion. — (firmados) — Juan Süsbiela. — ^Miguel Antonio Bek- 
'' RO, secretario." (193} 

El General Rivera desapareció al siguiente día con esta 
nueva prueba de que todo dependía del éxito de las armas: — 
el partido de Oribe quería eí juicio de Dios. 

Rivera, burlando de nuevo á Oribe, que se hallaba yáá^^ 
corta distancia de la Capital, le dejó ahí en una postración tal 
que no podía moverse. 

Esas inaniobras, que despojaron el Ejército de Oribe de 
sus medios inmediatos de movilidad, cansaron y desmoraliza- 
ron al Soldado é hicieron caer á su Gefe en profundísimo des- 
crédito. — En consecuencia, se vio forzado á resignar el mando 
del Ejército en su hermano D, Ignacio, que lo condujo hast^t 
el término de la Campaña. 

Puesto de nuevo en acción el Ejército de Oribe, manio- 
bró débilmente^ por algunos meses, hasta que en Mayo pasó -aV 
Norte del Rio Negro y buscó una batalla, que se dio el 15 de 
Junio sobre la margen derecha del Santa Ana, en la inmedia- 
ción del Palmar, de que ha tomado su nombre. 

Esta batalla fué decisiva y en ella quedó vencido, sin es- 
peranza el partido de Oribe. — A los muy pocos días todo el 
país estaba bajo la obediencia del General Rivera, con la sola 
exepcion de la Ciudad de Montevideo y de la Villa de Paysandú. 

Las fuerzas de Oribe se encerraron en esos dos puntos, 
que fueron inmediatamente cercados, ell.° por una división á: 
las órdenes del Coronel D. Fortunato Silva, y el 2.° por las que: 
tenía á sus inmediatas órdenes el General en Gefe. 



— 131 — 

En Montevideo apenas tenía Oribe los Cuerpos Urbanos y 
estaba dominado por la creencia tradicional de que la suerte 
de esa Capital se decidía en la guerra de Campaña, que no te-^ 
nía como recomendar. 

En Paysandú con algunas fuerzas de línea, había un bata- 
llón Argentino, á las órdenes del Comandante Galán, que le- 
vantaba sobre aquellos muros, la bandera Argentina. 

Nosotros vimos flamear esa bandera, desde la línea si- 
tiadora; y ella decía bien alto que la Constitución del Estado 
y la Convención de 1828 habían sido torpe y sacrilegamente 
sacrificadas á estrechísimos intereses y rencores de partido. 

Encerrado Oribe en lo que hoy se llama Ciudad Vieja, su si- 
tuación era de naturaleza que no podía ocultarse. — Estaba ven- 
cido, en la acepción mas lata de esta palabra, y de un mo- 
mento á otro padía verse materialmente arrancado del asiento 
del Gobierno. 

En tan grave conflicto recurrió ^1 Cuerpo Legislativo y su 
Ministro de Hacienda é interinamente de Guerra hizo la si- 
guiente manifestación — 

c( Asamblea General. — Sesión Extraordinaria de8de Ju^ 
- lio de 1838. 

^' Toma la palabra el Sr. Ministro de Hacienda y dijo: — 
" El Poder Ejecutivo me ha honrado con la misión de ve- 
*^ nir ál seno de esta augusta Asamblea, para informaros de las 
causas que, en su concepto, han hecho necesaria la reunión 
extraordinaria del Cuerpo Legislativo. Después de haber lu- 
chado DOS Años, CON FORTUNA VARIA, coutra la rebelión que en 
'^ 1836 atentó á las leyes y alas autoridades constitucionales, 
<* había dedicado nuevos esfuerzos y recursos, para poner al 
•^ Ejército de la Nación en aquella aptitud de fuerza y movilidad 
*- convenientes, para buscar al enemigo en su refujio y vencerle 
*^ en una batalla general. Tuvo ésta lugar, en efecto, en los 
^< campos del Palmar, el dia 15 de Junio próximo pasado; y el 
*^ valor heroico de los Orientales, iba á ser coronado por los 
*^ laureles de la victoria, cuando sucesos imprevistos, de aque- 
'' líos que dependen mas bien de la instabilidad de la suerte, que 
<< de la bravura y pericia de los guerreros, *^ arrebataron el 
'' triunfo á nuestras armas, y cátnbiaron la gloria y nuestras 
<< justas esperanzas en un dia de desastre para la Patria." Este 
*' suceso desgraciado aunque no destruyó enteramente los re- 
** cursos del Gobierno, los debilitó considerablemente ^^ en ra- 
'^ 2on del extraordinario esfuerzo que había hecho para reunir- 



i6 



— 132 — 

^^ los y para organizarlos '% después de tantos otros consagra- 
<^ dos, dorante aquel dilatado período, '^ en una guerra por-> 
'^ tiada y dispendiosa. La trascendencia moral de aquel contras* 
^^ te^ ha completado la situación ya demasiado delicada '^ en 
^^ que habia quedado ya el pais^ por la gravedad del suceso 
^^ mismo. — Sin embargo, ni el P. E. se considera vencido, ni se 
^^ han agotado todos sus recursos. El valor del Pueblo Oriental^ 
<^ y la justicia de la causa que defiende, no pueden dejar de ser 
^^ fecundos en resultados; y no hay razón para dudar exista en 
^ ^ él la misma disposición que antes de haber ocurrido ese suce- 
'^ so desgraciado: pero como los elementos de que puede dis- 
'^ poner el Gobierno se hallan dispersos, todos sus conatos se 
^^ contraen á reunirlos y reorganizarlos, ** no obstante que la 
^^ aptitud preponderante del enemigo amenaza destruirlos." — 
^^ El P. E. ha creido que, en tal conflicto, debía venir á expo- 
'^ ner en el seno de la H. A. G. la situación política del pais. 
^^ No se considera vencido, como ya lo ha dicho; pero sí debí- 
'^ litado. Sin embargo^ *está resuelto á mantener el puesto en 
'^ que le colocó la ley, hasta el último trance, y á no abandonar 
'^ ese depósito sagrado, sino cuando ya no exista recurso algu-* 
'^ no. Este es su deber, **sin perjuicio de someterse á lo que 
'^ delibere la H. H. G.; y al efecto, le pide una resolución que le 
'^ señálela marcha que debe seguir.'' La espera tranquilo en el 
'^ lugar que ocupa, y que ocupará hasta que el enemigo '^ le ar- 
" ranque por la fuerza de las armas", sí por desgracia de la 
'^ Patria llegase tal extremo. Esta es sustancialmcnte la misión 
^^ de que ha sido encargado el Ministro que habla, y que termí- 
'^ nará pidiendo á nombre del Ejecutivo, que la H. A. G. se digne 
'"^ tomarla en consideración y ^^ señalar la senda que ha de 
'^seguir." (194) 

La confesión no podía ser mas paladina, ni el sometimien- 
to á la decisión de la Asamblea mas espontáneo y absolyto. 

La Asamblea se declaró en permanencia y la Comisión de 
su seno encargada de dictaminar en el negocio le presentó eí 
proyecto que vá á leerse. 

« La H. Asamblea General de la República Oriental del Uru- 
« guay. — Considerando: — Qhe el estado á que ha llegado la 
« GüERKA INTERIOR, dcspucs de ^^ dos años de una lucha tenaz 
t< con las fuerzas disidentes, lo han constituido en una GUERRA 
<( CIVIL, que ha consumido muchos hombres, la fortuna pú- 
<c blica y la de los particulares:— Que, para llevarla adelante,. 



— 133 — 

* 

n será preciso conocer, que el Gefe de los disidentes no está 
«( dispuesto á respetar los principios fundamentales de la Socie- 
c( dad en qne nos hallamos constituidos; en cuyo caso, se mul- 
te tiplicarán los sacrificios de los habitantes para conservar la 
<x integridad é independencia de la Nación y la seguridad de las 
c< personas y propiedades:— Que dispuesta, por otra parte, la 
c( Asamblea General á manifestar á los Pueblos que representa, 
« todo el interés que toma en volverles la paz de que se han 
c( visto privados por tan largo espacio de tiempo, ha acordado 
« y decreta:— Art l.*^ Se nombrará por la Asamblea General 
c< una Comisión compuesta de tres miembros de la misma 
c( Asamblea, y dos Ciudadanos particulares, para que pase al 
í< Campo ó residencia del Gefe de los disidentes, á celebrar 
« convenios para el restablecimiento de la paz pública. — Art. 
« 2.*" El convenio que celebre la Comisión, debe ser presenta- 
« do á la Asamblea General para su aprobación. — Art. 3.° El 
(( Poder Ejecutivo facilitará á la Comisión todos los auxilios 
« &.^— (firmados)— Antonino D. CosTa.— Justo D. González. 
« Juan Susviela. -Gregorio DAñoBEiTiA.— Florentino Caste- 

« LLANOS " 

Puesto á discusión este dictamen la Asamblea sancionó, 
por unanimidad, la siguiente ley. 

« El Senado y Cámara de Representantes de la República 
í( Oriental del Uruguay, reunidos en A. General decretan: — 
^^ Art. 1 ? — El Poder Ejecutivo abrirá inmediatamente 
negociaciones con el Gefe de los Disidentes para restablecer 
la paz en toda la República. 

Art. 2 ? — Del resultado de las negociaciones dará cuen- 
ta á la Asamblea General para su resolución. 

Art. 3? — Comuniqúese &a. — Sala de Sesiones en 
Montevideo á 9 de Julio de 1838 — (firmados) Carlos Anaya, 
Presidente — Miguel A. Berro, Secretario (195) 



66 

66 

66 

66 " 
6 6 



Si algo faltara para hacer juicio de la situación de Oribe, 
después de leida la exposición de su Ministro, bastaría observar 
que en esa Asamblea estaban en crecidísima mayoría los mismos 
que dictaron la nota de la Comisión Permanente de 24 de Enero 
que hemos registrado hace poco. 

Como ya ha observado uno de nuestros amigos^ que tenemos 
placer en copiar (196) esa ley dictada por un poder cuya legiti- 
midad reconocian, y íuegonocen hoy, Oribe y Rosas vino á 



— 134 — 

consagrar en lo legal, una formal y radical innovación en el as- 
pecto moral de la lucha. — Según ella. Rivera, que antes no era 
sino un gefe de rebeldes, y como tal, estaba puesto fuera de la 
ley, hoy es reconocido por unanimidad como Gefe de Disiden- 
tes: ó lo que importa lo mismo en los términos y en el concepto 
del derecho público universal, esto era declarar.que lo que antes 
era rebeuon, insurrección &a. se había elevado al rol y carác- 
ter de una verdadera guerra qvil. 

Las consecuencias mas inmediatas de semejantes declaracio- 
nes, según los preceptos del derecho de jentes, eran:— 1 ? Que 
ambos beligerantes debían observar las leyes comunes de la 
guerra: — 2 ? Que los armisticios, capitulaciones, convenciones 
dea. que celebrasen, eran tan inviolables como las que se celebran 
en las guerras entre nación y nación — 3? Que ningún poder 
estraño tenía el derecho de ingerirse en la contienda, de clacifi- 
car las personas, ni las pretenciones de las partes y menos dé 
auxiliar á una de ellas. — A ^ Que de consiguiente elpoder estra- 
ño que obrase de otro modo, quebraba la neutralidad que debe 
observar en guerra de nación á nación, é ipso facto declaraba 
la guerra á aquel de los contendentes contra quién asi hubiese 
obrado: — Tengase presente en el relato, que va á continuar, de 
los sucesos ulteriores, estos sencillos principios que para bien de 
la humanidad, han sido dictados por una dulce filosofía y erigidos 
en dogma bélico por el.asentimiento universal de las naciones. 

Oribe di6 obediencia y cumplimiento á la ley de la Asamblea 
por medio del siguiente decreto — 



(S 



Montevideo Julio 10 de 1838.— Para poner en ejecución 
^^ el decreto de la H. A. G. de 9 del corriente, el gobierno ha 
^^ acordado y decreta — Art. 1? Nómbrase una comisión, 
^^ compuesta de tres ciudadanos, á los efectos que indica el ar- 
'^ tículo 1? de dicha resolución.— Art. 2? Para integrarla 
elijénse á los señores D. Joaquín Suarez, D. Juan María Pérez, 
y D. Carlos Villademoros— Art. 3 P Por el Ministerio de la 
*^ Guerra expídanse las instrucciones necesarias. — Art. 4? 
** Publiquese, y comuniqúese á las personas nombradas &a. '* — 
(firmados) — Oribe. — Juan Benito Blanco. — Pedro Lenguas. — 
Antonio Díaz. (197) 

Los tres SS. Comisionados escribieron el mismo dia al Ge- 
neral Rivera,y al siguiente se pusieron en viaje por tierra, hasta el 
Durazno. — Allí encontraron la respuesta del General Rivera, 
datada el 17 en el Cangüé anunciándoles hallarse ocupado en 



C6 



~ 135 — 

operaciones sobre Paysandú, é invitándolos á pasar á su Cuartel 
General, para lo cual ponía á su disposición una escolta á las 
órdenes del Coronel D. Faustino López. 

Los Comisionados contestaron el 20 declarando que se ha- 
llaba incompleta la Comisión á causa de regresar á la Capital, 
por enfermo, D. Juan María Pérez. 

Mientras esto, Rosas que veía escapársele la presa, si, como 
todo lo presagiaba, llegábamos á un acuerdo y paz de familia; 
trató de fustrar la aegociacion y comprometer á Oribe en la 
guerra, pues una vez que esto consiguiese le vendría la ocasión 
deponer por obra su conocido propósito. — £1 sabía bien que 
Oribe, por si sólo, no podía ni mantener la defensiva dentra 
de la Capital. 

Las sujestiones de Rosas encontraron cabida en Oribe y este 
insensato volvió ^ concebir esperanzas y á creer en la posibilidad 
de continuar la guerra con los auxilios de Buenos Ayres. 

Entonces, resolvió inutilizar la negociación pendiente, pero 
como la opinión de sus mismos amigos quería la paz, se manejó 
todo, aunque con menguada habilidad^ en el propósito da hacer 
aparecer que Rivera los foraaba á perseverar en la lucha por pre- 
tenciones exageradas. 

Se ordenó á los Comisionados que estaban en el Durazno 
que siguieran al campo de Rivera y se nombró, en reemplazo del 
Sr. Pérez, á D. Pedro Pablo de la Sierra, haciéndosele salir por 
agua, hasta Paysandú, donde debía ser detenido, como de facto 
lo fué. 

Llegados los Sres. Suarez y Villademoros al Cangüé, Cuar- 
tel General de Rivera, nombró este una Comisión suya compues- 
ta de los Sres. Generales D. Pablo Pérez, D. Feliz Er Aguiar 
y del Asesor y Auditor del Ejército D. Andrés Lamas. 

La Comisión de Oribe se halló incompleta y, según ella, 
en imposibilidad de funcionar, por k falta de D. Pedro Pablo 
Sierra á quien se le detubo en Paysandú y se le ordenó regresase 
á Montevideo, sin comunicar con el Campo de Rivera. 

El Sr. Sierra fué en efecto embarcado, en calidad de preso 
para Montevideo, pero pudo burlar la vigilancia de los que le 
conducian y se presentó prófugo en aquellas mismas tiendas á. 
que debía llegar como Ministro de paz ! 

A virtud de este singularísimo incidente, los Comisionados^ 
resolvieron trasladarse inmediatamente á Montevideo. 

Luego de su arribo, á esta Ciudad, Oribe dio cuenta aL 
Cuerpo Ligíslativo de que la Comisión había sido inútil por las^ 
inauditas exigencias de Rivera. 



\V 



.» 



— 136 



Aun asi el Cuerpo Legislativo repugnó encender de nuevo 
la guerra civil y se mostró convencido de que sospechaba la 
decepción y quería firmemente como el pais, la paz que había 
proclamado. — Entonces^ se recurrió^ para forzarle, á uña de 
esas escenas de escándalo que Rosas acababa de ensayar^ con 
suceso, para aniquilar la libertad de la tribuna Legislativa. — uii 
puñado de frenéticos, capitaneados por D. Francisco Oribe y el 
Comandante Saura, armados de puñal, ocuparon la barra de la 
Asamblea, y apenas el Diputado D. Juan Pedro Ramírez, tomó 
la palabra para abogar la paz, los gritos, las amenazas y los puña- 
les de la barra, se la quitaron, intimidaron á sus colegas y en 
medio del tumulto y del terror, se sancionó la siguiente respuesta^ 
que lleva la fecha del dia, en que se profanó, por la vea primera, 
y única hasta hoy, aquel augusto recinto-r-17 de Setiembre 
DE 1888. 

Dice así — 

^^ Impuesta la Asamblea General, por las esplicaciones del 
'^ P. E. y por los documentos con que acompaña el informe de 
*^ la Comisión nombrada para negociar la paz con elgefede 
<^ los disidentes, de los insuperables obstáculos que se oponen 
^^ para conseguirla dignamente, concillando, en cnanto sea po- 
^^ sible, las pretenciones de aquel gefe con la conservación de 
'^ nuestras instituciones, seguridad é inviolabilidad de las pro- 
'^ piedades, espera queS. E. el Sr. Presidente déla R,epública 
^^ tomará las medidas que crea necesarias para continuar la 
^^ guerra con la energía posible hasta su conclusión; sin embargo 
^^ de que también espera que no desatenderá los medios de con- 
«^ ciliacion que se le presenten para arribar á un avenimiento 
^^ compatible con la dignidad nacional, que ponga término á los 
^^ desastres de la República, y asegure la tranquilidad y reposo 
'' de sus hijos " (198) 

' Oribe había caido en la red — Acababa de decretar la conti- 
nuación de la guerra; de Buenos Ayres solo había recibido pro- 
mesas vagas y no tenía por si mismo, ni como esperar algunos 

DÍAS (199). 

En este conflicto estremo se presentó á proponer el Agente 
de Rosas, Correa Morales, la reincorporación de la Banda 
Oriéntala las Provincias de la Confederación, y á esta con- 
dición ofrecía Rosas eficaz cooperación al sosten del partido es- 
pirante. Todo estaba calculado hasta los momentos. Se añadía 



— 137 — 

qne el acuerdo había de ser enteramente secreto, para ponerse en 
ejecución en tiempo oportuno, y que si llegaba á divulgarse^ el 
Restaurador quedaba desligado á sus compromisos. 

La proposición se hizo directamente á Oribe que, segnn 
el Comisionado, respondió que él no podía aceptarla,pero que se 
comunicase á los amigos. Se les comunicó efectivamente en una 
reunión de Notables tenida en casa del mismo Comisionado^ y 
la indignación fué general. 

Esta conducta les honra y no creemos que les pesa. Pero 
ellos saben que el Restaurador manifestó su voluntad y después 
de esto, el ex-Presidente y sus íntimos han aceptado su protec- 
ción y sü servicio. El Restaurador esquíen los envía con un 
Ejército Poderoso á subyugar su Patria. . . . ¡ Oh pasiones 1 — 
^¿ Es una falta ó un crimen ? Y pos anuncian el degúello y el 
estupro I Y nos aconsejan ^ aguardar silencio por malo que 
sea lo que se haga y que gritemos coq los que gritan y que no 
intercedamos por nadie" (200) 

Desechada la propuesta, Oribe no podía mantenerse un 
diamas; y este nos parece el lugar de habla r de sus relaciones 
con los Agentes Franceses. 

A ellos se ha atribuido por Rosas, y por Oribe después 
que estubo en las antesalas y bajo el poder deRosas^ lacaida 
de la Presidencia y el triunfo del General Rivera. 

Y no es lo peor que esta notoria calumnia repetida con la 
tenacidad que es propia del sistema de Rosas, haya encontrado 
ecos, sino que los haya tenido en la misma Francia y que hom- 
bres de Estado como los Sres. Thiers y Guizot, ópor una falta 
de detenimiento incalificable, ó, lo que es mas cierto, por una 
exitacion de vanagloria nacional, .lejos de desmentirla y resta- 
blecer la verdad histórica de los hechos mismos practicaidos 
por los repesentantes de la Francia en el Plata, la hayan 
consentido y aun autorizado. 

Por los documentos que hemos transcripto se vé que el 
partido de Oribe y su gobierno estaba vencido por el general Ri- 
vera desde Julio de 1838, y reducido á buscar la paz, descendien- 
do de la escena política para que entrase en ella el partido 
opuesto; que esta situación fué producida por reveces de las 
armas, y por la voluntad del pais, y que en los sucesos que con 
ella tuvieron relación para nada absolutamente figuraron los 
franceses, ni su bloqueo tuvo la menor influencia. 

Ahora probaremos que Oribe trató de ponerlos de su parte 
j buscó su alianza contra el general Rivera que ya lo tenía encerr 

16 



~ 138 — \ 

rado en la capital. Señalaremos también los motivos porque 
esa alianza quedó sin efecto. 

£1 bloqueo de los franceses á Buenos Ayres fué agradable á 
Oribe por el aumento de entradas que por esta causa tenía su 
tesoro y porque concivió la idea de aliarse á ellos sacudiendo de 
sf la cara alianza de Rosas, cuya condición final era la reincor- 
poración de la Banda Oriental á la República Argentina. 

En carta de Oribe á su hermano Ignacio con fecha 27 de 
Abril de 1838, se lee: — '^ El bloqueo délos franceses nos hizo 
un mal, pero eso está hoy allanado y lo primero es que tendre- 
mos plata como nunca " 

Los esfuerzos de los de Oribe en el poder se contrajeron á 
ganarse las gracias del Almirante y de los Agentes franceses, y 
á decidirlos contra Rivera. Hasta entraron en el proyecto de 
hacer ceder á Rosas á el Ultimátum francés. He aquí como 
abogaba por las pretenciones francesas el ministro Villademoros, 
escribiendo al de Rosas Arana. El borrador de letra de Villa- 
demoros está en nuestro poder, sin fecha: — 

'^ En la larga conferencia que tuvimos le hice presente 
que á mi juicio, la primera y principal cuestión, aun suponiendo 
que las otras demandas fuesen justas, consistía en la resistencia 
del gobierno de Buenos Ayres á entrar á tratar sobre punto de 
derecho publico internacional con una persona á quien no con- 
sideraba suficientemente caracterizada al efecto, que todas las 
demás nacian de esta, eran como incidencias, sujetas á posterio- 
res arreglos, que quizá tendrían lugar separando ese primer 
obstáculo. Pareció convenir y para allanarlo, propuso se em- 
please á su respecto, el medio que se empleó antes con respecto 
al Barón Picolet, cónsul de Cerdeña, en el tratado para la in- 
dependencia, asunto eminentemente diplomático. Propone 
en suma el que después de estar seguro que son admitidas las 
condiciones de que es portador el comisionado de este gobierno, 
D. Javier Garcia de Zuñiga, dirijirá una nota al ministerio que 
preside V. E. diciendo '' que ha recibido orden de S. M. Fran- 
cesa para presentar al gobierno de Buenos Ayres ciertas co- 
municaciones y pedirá una entre-vista con tal objeto. 

'^ Ya dije, que á mi juicio la principal cuestión, la que mas 
afecta la dignidad de la República Argentina, es la que se versa 
sobre el carácter del negociador francés, y no hay duda que 
desde que esté en el estado presente de cosas, pide una confe- 
rencia, dá un paso atrás, llama la atención y hace presumir á to- 
dx)s que va á solicitar un arreglo y un arreglo fundado, en el 



— 139 ~ 

allanamiento de esa primera dificultad, eon lo que creo^ quedar 
cubierta la importante exijencia de la dignidad nacional. 

*^ Mas hasta los escrúpulos, á ese respecto, desaparecen 
con la publicación del protocolo, que propone Mr. Roger, en 
^uedebe constar que ** había sido reconocido como suficiente- 
mente autorizado, " puei^ entonces á los ojos de todas las nacio- 
nes, es completo el triunfo para la República Argentina. Tan 
firme estoy, Exmo. Señor, en esta persuacion, que me inclino á 
juzgar, que los franceses declaran la guerra muy contra su vo-^ 
luntad, solo por orgullo 6 que no han entendido, los que de 
esa nación manejan este asunto, la Importancia de semejante con- 
cesión, aunque algo han avanzado que debía hacerme creer lo 
contrario. 

^^ Las condiciones que dije arriba, y de cuya admisión exi-^ 
je estar seguro, para dirigirse á V. E. son las mismas solicitu- 
des del tratamiento • de los franceses, como la nación mas favo- 
recida y las indemnizaciones de todos aquellos que hubiesen si- 
do INJUSTAMENTE dañüdos por actos &a,, aunque en estaparte 
se ha convenido hoy mismo Mr. Baradere en que se agregue la 
cláusula, de la reciprocidad, en favor de la República Argentina, 
pero solo para el público, pues quiere que por un artículo se- 
creto se estipule que Buenos Ayres no podrá pretender derecho 
á ninguna por causa del bloqueo. En este sentido prometió 
persuadir á Roger, para la inserción de la citada clausula la cual 
nos parece importa algo siempre, sino á los intereses, al menos 
al decoro nacional " 

Por su parte los Agentes franceses invitados por el mi- 
nistro de Oribe D. Juan Benito Blanco, se prestaron con fecha 
17 de Agosto ^^ á servir de garantes de lo que se pactase entre 
los beligerantes, con el objeto de dar mas solemnidad á las pro- 
posiciones de paz que el cuerpo Legislativo ha juzgado conve- 
niente mandar hacer al General en Gefe déla fuerza disidente. 

Con fecha 27 de Agosto Oribe solicitó de los Franceses y 
consiguió cooperación para perseguir á la Loba, goleta de guer- 
ra que se babía pasado á las fuerzas del General Rivera, y se 
prestaron á ello con fechas 28 y 30, porque entre otras cosas se 
les hizo creer por los ministros de Oribe " que era probable que 
tratase de ganar á Buenos Ayres, ó á las costas Argentinas y ser- 
vir contra el bloqueo, y que Brown quizá estuviese interesado 
en este negocio. " El pretesto ostensible que alegaba Oribe pa- 
ra pedir esa cooperación era que la Loba se había alzado, que no 
tenía patente alguna, y que probablemente se convertiría en 
pirata. El agente americano y el mismo inglés Hood, frenético 



~ 140 — 

paitidario de Oribe se negaron á semejante petición, qoe á la 
par que á los franceses se les hizo; por que veían que la Loba 
estaba al servicio del geoerai Rivera y los colorados, reconoci- 
dos por el cuerpo legislativo como entidad política independíen- 
te de la República, como disidentes. — El coronel Silva gefe 
sitiador de Montevideo protestó enérgicamente contra el apo]ro. 
dado á Oribe por los franceses, y entre otras justas observa- 
ciones que les hace en esa protesta de fecha 29 de Agosto de 
1838, está la siguiente: — A Oribe ^' no le quedan luas que un 
puñado de esclavos, que oprimen la Capital y el Pueblo dePay* 
sandú. Muy en breve será desalojado: su impotencia y el cetro 
de hierro con que ha tiranizado á la patria se está acabando de 

pulverizar en sus manos Cuantos buques arma el déspota 

en ese puerto, vendrán al momento á aumentar las fuerzas 

constitucionales, como ya lo ha hecho la goleta Loba" 

Todo esto fué necesario para que se cesase en la persecu- 
ción de la Loba. (Refutación del manifiesto del general D. Ma- 
nuel Oribe por D. JuanR. M. Baradere.) 

Confiado Oribe en las promesas de Rosas, se decidió á 
abrazar su causa y estos fueron hostilizados. — 1.® Prohibién- 
doseles vender en el puerto de Montevideo las presas hechas á 
Rosas, y que por su tamaño y construcion no podían ser con- 
ducidas á francía sin naufragar. — 2.° Entregando los buques de 
guerra Orientales al Almirante Arjentino Brown, para que 
formase una escuadra convinada y hostilizase á los Franceses. 
— 3.** Sometiendo á los marinos délos buques de guerra fran- 
ceses á rigorosas medidas policiales de puerto, y haciendo 
fuego sobre ellos por leves preteslos. Estos tres hechos están 
ampliamente documentados en el manifiesto citado del Sr. Ba- 
radere, y á ellos debe agregarse los socoiros dados por Oribe á 
la guarnición de Martin García como lo prueba la siguiente car- 
ta original: — 

*^ (N. 194.)— Sr. D. Felipe Arana— Montevideo Julio 28 
de 1838. — Muy Señor mió, de todo mi aprecio: — Después de lo 
que comuniqué á V. en mi carta anterior, no ha ocurrido mas 
de particular, que el nombramiento de D. Pedro Pablo Sierra 
en reemplazo de D. Juan María Pérez, el cual debió salir ayer á 
incorporarse á la Comisión. Los sitiadores se mantienen en las 
inmediaciones del Cerrito, y de noche mandan algunos hombres 
á tirotear las avanzadas de esta plaza. Se sabe que en Paysandú 
permanece todo en el mismo estado. 



— 141 ~ 

** La noticia que transmití á Y. de haber pasado al bloqueo 
ei Almirante francés, es falsa^ pero se aseguró de tal modo que 
hasta el Universal la dio. 

** Por el Mayor Serrano que ha llegado de la Isla de Martiil 
García, he sabido se encuentra la guarnición escasa de muni- 
ciones de guerra y boca. El Sr. Oribe me dice piensa proveerla 
de ambas cosas. 

** Soy de V. atento y afectísimo servidor Q. B. S. M.— * 
Juan Correa Morales. " 

Los Franceses comprendieron entonces cuan necesario les 
«ra para mantener en bloqueo los ríos Uruguay y Paraná, ha- 
cerse dueños de la Isla de Martin García. Igual pensamiento te^ 
nía el General Rivera y á este objeto preparaba una espedicion 
naval. Los Franceses conocieron entonces que no les quedaba 
otro recurso que entenderse con él, traicionados por Oribe, y 
sabedores de todo el plan de Brown, contra cuyo nombramien- 
to habían reclamado ardientemente, pero en vano; el mismo 
Brown dice el Sr. Baradere: — ^' nos inició en el plan de cam- 
paña, y quien nos instruyó de que su primera operación des- 
pués de su salida de Montevideo, debía ser el fortificar á Martin 
García, echar al Uruguay, la flotilla del general Rivera, y reno- 
var contra ella y contra la '^ Expedilive" su famoso combate 
de 1827, contra el comandante brasilero Jacinto. Fué con es- 
te objeto, con el que se sacaba del Fuerte de San José, una gran 
parte de las piezas de artillería de mayor calibre, bajo el ridícu- 
lo pretesto de hacerlas servir para el armamento de goletas de 
una construcción, sin duda, demasiado débil, para tales piezas. 
Y si estos proyectos eran dudosos, la partida pricipitada de 
Brown para Buenos Ayres, después de la toma de esta Isla, de- 
be desvanecer toda duda. El vio desde entonces trastornado su 
plan; y renunció á arrostrar los peligros de su salida de Monte- 
video," 

La unión de las fuerzas del General Rivera con las france- 
sas para ocupar á Martin García para un objeto de seguridad co- 
mún fué á fines de Octubre y se vé por la relación documenta- 
da que acabamos de hacer de los sucesos que dieron el triunfo 
á los COLORADOS, quc ella no tuvo ninguna influencia en la situa- 
ción desesperada de Oribe, como con vigorosa lójica lo de- 
muestra el Sr. Baradere en el manifiesto á que nos referimos:-— 

'^ ¿ Son acaso los Agentes franceses los que influyeron en 
las Cámaras para que éstas decretaran la necesidad de la paz ? 



— 142 — 

^^ ¿ Son acaso los Agentes franceses los que impulsaron á 
muchos oficíales, magistrados^ comerciantes^ conocidos todos 
por su adhesión y cooperación á la causa del Sr. Oribe, á pre- 
sentarse á él para obligarle á poner término á cualquiera costa, 
á las calamidades de tal estado de cosas ? 

^^ ¿ Son los Agentes Franceses los que provocaron el nom* 
bramientpde.la Comisión encargada de negociar la paz? 

^^¿ Son los Agentes franceses los que influyeron en lo mas 
mínimo en el Gobierno para hacerle aceptar las condiciones 
impuestas por el General Rivera ? 

<^¿Son, por fin, los Agentes franceses los que han violen- 
tado directa ó indirectamente al Sr. Oribe, para obligarle á ha- 
cer esa renuncia solemne ofrecida á las Cámaras, con una ma- 
no, mientras que la retiraba con la otra, si hemos de dar crédito 
á la data de su protesta ? 

^^ Dígase ¿quién hizo imperiosa esa renuncia, sino el mis- 
mo estado desesperado de sus negocios? 

^^ Atribuir esa renuncia, ó lo que es lo mismo la caida de 
Oribe, á los Agentes de la Francia, es tan exacto, tan cierto, tan 
consecuente, como si se les acusase de la pérdida de la batalla 
del Palmar. Allí fué, en efecto, donde quedó Oribe herido de 
muerte: todo el tiempo que corrió después no fué mas que una 
larga y cruel agonía.'* (201) 

Desvanecida esa torpísima acusación , continuaremos la 
nariracion de los sucesos. 

Desde que Oribe no era auxiliado por Rosas en grande es- 
cala, su suerte estaba irrevocablemente decidida y no había 
instante que perder. — La catástrofe era inminente. 

En ese concepto, nombró Oribe cinco Comisionados á 
quienes confío el 18 de Octubre sus plenos poderes para que 
negociasen la paz con el General Rivera, bajo la basa de su dé- 
se nso del mando. 

Reunidos estos Señores con los que por su parte autorizó 
el General Rivera, firmaron, tres dias después, la siguiente — 

CONVENCIÓN DE PAZ. 

'^ Deseando el Exmp. Sr. Presidente de la República, Bri- 
gadier General D. Manuel Oribe, y "el Exmo. Sr. General en 
Gefe del Ejército Constitucional, Brigadier General D. Fruc- 
tuoso Rivera, darle paz á la Nación; nombraron para conve- 
nir en ella ó en su base, á saber:— S. E. el Sr. Presidente por 



— 143 — 

sus Comisionados á los SS. Brigadier General D. Ignacio Oribe, 
Presidente del Superior Tribunal de Justicia D.' D, Julián Al- 
varéz. Colector General D. Francisco J. Muñoz y Ciudadanos 
D. Juan Francisco Giró y D. Alejandro Chucarro; y. S. E. el 
Sr. General en Gefe como Comisarios ad hoc, á los SS. D. 
Santiago Vázquez, su Secretario de Negocios Interiores, Exte- 
riores .y de Hacienda, Brigadier General D. Enrique Martínez, 
su Secretario de Guerra y Marina, Brigadier General D. Anacle- 
to Medina, Auditor General de Guerra D. Andrés Lamas y Ciu- 
dadano D. Juaquin Suarez; los cuales después de haber cangea- 
do y examinado sus respectivos poderes, entraron á conferen- 
ciar sobre el desempeño de sus encargos, y convinieron en las 
estipulaciones siguientes: — 

íí 1.a — El Exmo. Sr. General en Gefe del Ejército Consti- 
tucional reconoce y respeta las garantías que la Constitución y 
las Leyes otorgan á las personas, propiedades y empleos. 

" 2.^ — El Exmo. Sr. Presidente actual de la República, re- 
signará su autoridad inmediatamente, y con la posesión en el 
ejercicio de ella del que debe subrogarle, la paz queda entera- 
mente restablecida, 

<^ Para firmeza de lo cual. Nos los Comisionados de S. E. 
el Sr. Presidente de la República y los Comisarios ad hoc 
de S. E. el Sr. General en Gefe, firmamos la presente con nues- 
tros puños, y le hicimos poner el sello de que usamos, en las 
márgenes del Miguelete á los veinte y un dias del mes de Octu- 
bre de mil ochocientos treinta y ocho. 

(L. S.) — Ignacio Oribe. (L. S.) — Santiago Vázquez. 

Julián Alvarez. Enrique Martínez. 

Francisco J. Muñoz. Anacleto Medina. 

Juan F. Giró. Andrés Lamas. 

Alejandro Chucarro. Joaquín Suarez. (202) 

Apropósito de este acto, se encuentra en un escrito muy 
notable, que ya hemos citado, algunas observaciones, que que- 
remos consignar mas permanentemente: — 

'^ Esta convención tan formal y circunspecta, promovida 
por el mismo Oribe, autorizado previamente, y con repetición, 
por el Cuerpo Legislativo, y terminada en toda forma, era una 
ley para el pais; y siendo celebrada en guerra civil, esto es, por 
partes que se reputan en derecho igualmente soberanas, ligaba 
á Oribe tan estrechamente como le ligaría otra celebrada con^ 



— 144 ~ 

una Nación estrena. Pero sobre todo^ quien menos derecho te- 
nía á desconocerla, era un gobierno estranjero. No lo podía^ 
ni bajo el pretesto de ser Rivera un insurrecto, pues la misma 
autoridad lejítima que asilo declaró, proclamó después que no 
lo era; ni bajo el de que debía su triunfo á los franceses, pues 
esta néc;a invención se desvanece con solo el relato documen- 
tado y sereno de I03 hechos; ni bajo el de que es^ convención 
fué obra de la violencia y coacción. Así es que Rosas, hacien- 
do que Oribe estendiese después una celebérrima Protesta, no 
solo atacó la Soberanía Oriental, sino que también se cubrió, y 
cubrió á su protv?jido, de un ridículo perdurable. Este tirano 
tan audaz como ignorante, no supo que para nada sirve una 
protesta que prescindiendo de los hechos ó cuestionables 6 
evidentemente falsos en que se apoya, está en abierta oposición 
con el tenor de un pacto bélico. ¡ La violencia ! A Dios huma- 
nidad, á Dios fé pública, á Dios reposo de los pueblos, si la de- 
mente doctrina de este salvage, llegara á ser el derecho común 
de las Naciones ! ¿ qué otra cosa que violencia , fuerza, 
coacción, es esencialmente todo cuanto se hace en la guer- 
ra ? El que la emprende, lo hace no solo invocando, sino ade- 
más sometiéndose á la soberana ley de la victoria. Ya sabemos 
que Oribe resignó el bastón forzado y violentado; pero el ven- 
cido en la guerra, el General juramentado el Gefe que capitula, 
el Comandante que entrega una Plaza, ¿proceden acaso de 
otro modo ? ¿ dejan por eso de estar rigorosamente obligado^ á 
Ja observancia de aquello que pactaron ? " 

Oribe en cumplimiento de lo que había pactado, la renuB^ 
icia que vá á leerse y cuyo contexto prueba la buena fé con que, 
en ese momento, la hacía. 

*^ Montevideo, Octubre 23 de 1838. — Convencido el Pre- 
sidente de la República de que su permanencia en el mando, 
es* el único obstáculo que se presenta para volverá la misma 
la quietud y tranquilidad de que tanto necesita, viene ante 
Vuestra Honorabilidad, á resignar la autoridad que, como 
órganos de la nación, le habiais confiado. — No es en esteins- •> 

tanteútil ni decoroso entrar en la explicación de las causas 
que obligan á dar este paso; y debe bastaros saber, cómo lo 
sabéis, que así lo exijen el sosiege del pais y la consideración 
^ de que los sacrificios personales, son un holocausto debido 
á la conveniencia general. — Dignaos, pues, Honorables Se- 
nadores y Representantes, admitir la irrevocable resignacioo 



4C 

ti 

te 



— 145 — 

^^ que hago en este momento del puesto que he desempeñado» 
*^ y concederme, además, como á los ministros que quieran 
seguirme, una licencia temporal para separariios por algún 
tiempo del pais; pues asi lo aconseja nuesti'a posición. — ^Ho- 
norable Asamblea Gcneral.-(íirmado) Maínuel ORír»i:."(203) 

La Asamblea se la admitió así — 

" El Senado y Cámara de RR. de la República Oricutal del 
ítf Uruguay, reunidos .en Asamblea General, decretan. — Art. 
<í 1 ® Admítese la resignación que hace del cargo de Presidente 
*tf de la República el brigadier general I). Manuel Oribe — Art. 
<í 2 ® El Presidente del Senado entrará á ejercer las funciones 
«í del Poder Ejecutivo, en conformidad del artículo 77 de la 
*í Constitución. — Art. 3^ Se concede al señor ex-presideiite 
<^ de la República y á los ciudadanos que han sido sus ministros, 
<í licencia para salir del territorio, por el tiempo que creyesen 
** necesario. — Art. 4 ^ Llegado este caso, una comisión de la 
«^ Asamblea General, nombrada por su Presidente, pasará á 
^f acompañar al brigadier general D. Manuel Oribe, hasta el 
*í punto de donde verifique su partida; y á agradecerle, al 
*«. mismo tiempo, á nombre de la misma, los distinguidos ser- 
*^ vicios que ha prestado á la República.— Art. 5® Comuní- 
*^ quese &a.— -Sala de Sesiones en Montevideo á 24 de Octubre 
f« de 1888 — (firmados) Lorenzo J. Pérez: vi ce-presiden te.— 
<í Luis Bernardo Cavia, secretario. " (204) 

En consecuencia el ex-Presidente y los Ciudadanos que 
habían sido sus Ministros, acompañados como de 150 hombres 
entre gefes, oficiales y soldados se embarcaron para Buenos 
Ayres el dia 27 de aquel mes. 

Organizado el nuevo Gobierno se comunicaron los docu- 
mentos de la pacificación al General Lavalleja, Gefede la guar- 
nición de Paysandú, que era la única fuerza que, fuera de los 
muros de Montevideo, obedecía á Oribe en el momento de fir- 
marse el tratado. 

Lavalleja luego que los recibió prestó obediencia al nuevo 
Gobierno por sí y á nombre de sus tropas, que, dice, recibieron 
CON JUBILO LA TERMiNAQON de la gucrra. 

Estos son los documentos. 

<^ Ministerio de Guerra y Marina.— Montevideo 29 de 

17 



— 146 - 

Octubre de 1838. — A mérito de la Convención de Paz que en 
copia autorizada se acompaña bajo el número 1.** el Presidente 
de la República, Brigadier General D.Manuel Oribe,resign6 este 
cargo en el Presidente de la H. C. del Senado, en conformidad 
al art. 77 de la Constitución; y hallándose éste en el pleno ejer- 
cicio de las funciones del P. E. según lo manifiestan los docu- 
mentos que también en copias autorizadas se incluyen bajo los 
números 2, 3, A, y 5, el Gobierno ha acordado que tan luego 
como el Sr. General reciba esta nota, ponga á disposición del 
Sr. General en Gefe del Ejército Constitucional Brigadier Ge- 
neral D. Fructuoso Rivera todas las fuerzas que tenga á sus ór- 
denes, así como el armamento, municiones, artillería y todo lo 
que corresponda al Ejército de su mando, conforme se ha veri- 
ficado en esta Capital donde reside el Supremo Gobierno, 

^' Al mismo tiempo hallará V. S. adjuntas las copias del 
decreto que el Gobierno se ha servido espedir derogando el de 
12 de Julio del corriente año, por el que fué el Sr. Briga- 
dier nombrado Gefe del Ejército situado en ese punto.— Dios 
guarde &. ''—Alejandro Chucarro*— Sr. Brigadier General D. 
Juan Antonio Lavalleja." (205) 

*^ Ejército Nacional 3. °-— Paisandú Noviembre 5 de 1838* 
— Exmo. Sr. Ministro Secretario en todos los Departamentos, 
Ciudadano D. Alejandro Chucarro.—Sr. Ministro:— Con fecha 
de ayer recibí la respetable nota de V. E. del próximo pasado, 
así como los cuatro documentos que la acompañaban relativos á 
la pacificación de la República y ordena, á ese respecto; conse- 
cuente pues, con lo ordenado en ella, ayer á las cinco de la tar- 
de convidé al Sr. General Aguiar para una entrevista, á la cual 
compareció inmediatamente y le impuse que en virtud de lo or- 
denado por el Superior Gobierno, había enterado de todo á las 
tropas de mi mando las que como siempre, recibieron respe- 
tuosamente las citadas superiores disposiciones demostrando el 
MAroR jubilo por la terminación de la guerra. 

'^Mañana será entregado al referido General Aguiar to- 
do el material del Ejército, lo que se ejecutará con las formali- 
dades de estilo.— (firmado)— Juan Antonio La valleja." (206). 

Existía todavía en Paysandú el batallón Argentino de ne- 
gros, con bandera Argentina, á las órdenes del Comandante 
Galán. 

Él no estaba, como se vé, comprendido en ninguna de las- 
estipulaciones; y el General Rivera pudo, legítimamente, con^^ 



— 147 — 

siderárlo prisionero suyo^ 6 retenerlo^ al menos^ hasta que las 
autoridades argentinas^ le dieran garantías de no continuar en 
las hostilidades que tan gratuitamente habían proclamado^ y ejer- 
citado contra él.— Pero dominado por el deseo de la paz, el Ge- 
neral Rivera, lo dejó volver con sus armas al Entre-Rios. 

Así la paz quedó, de todo punto, restablecida, y el deseo 
de todos los que aman la prosperidad de la tierra, fué que ella 
abriese una época de reparación. 

Pero del otro lado del Rio, existía Rosas. . . . , y él decre- 
tó, bajo el atentatorio pretesto de restablecer á Oribe en la 
Presidencia, el aniquilamiento y la esclavitud de nuestra Patria. 

Hé ahí el origen de la guerra en que arde el Rio de la Pla- 
ta, y que ha convertido, en sangrientas ruinas los hogares Orien- 
tales. 

Si la justicia de los hombres es impotente, la del que todo 
lo puede, alcanzará, sin duda, al injusto y bárbaro causador de 
tantas calamidades. 



WB'-^mm 



NOTAS Y DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS 



li n'y á personne qm ne'soit indigné dánd 
la Republique de Buenos Ayres con» 
tre KoFas, contra ce BRIGAND;je 
luí donne ce noniyétvona allez voir 
qu' il u' en merite pas un autre. 

Mb. Thibrs.— iSeance de la Chanté 
hre des Députei, du vendredi 31 Mai 
1844. 



NOTAS 



Y DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS. 

(1) El tratado definitivo no importa mas que -Ma confirma- 
eion de los preliminares de Paz, que son aquel ensayo 6 bosquejo 
de un tratado que encerrando los ariiculos principales del ajuste 
que tienen intención y deseo de concluir^ debe servirle de base " 
(Martens. Lib. 1 P ) 

(2) —El Estildo Oriental es^ y será para siempre, libre é 
independiente de todo poder estrangero. 

— Jamas será el patrimonio de persona ni de familia alguna.— 

— La soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la 
Nación^ á la que compete el derecho esclusivo de establecer sus 
leyes.—' 

(Constitución de la República— a rt. 2, 3 y 4.— Sec. 1 ? — 
Cap. 1 y 2.) 

Las disposiciones siguientes, que son el desarrollo de esas 
bases, consignan el mas amplio y absoluto ejercicio déla inde- 
pendencia y soberanía del Estado. — No hay nada pasagero, limi- 
tado, condicional, dependiente de otra voluntad que la suya. 

(3) Auto de los plenipotenciarios encargados de revisar 
nuestra Constitución,, fecho en Janeiro el 26 de Mayo de 1830. 

« 

(4) Nota del Encargado de Negocios D. Nicolás Herrera, fe- 
cha en Janeiro el 22 de Marzo del830.— 

(5) Mensage de nuestro Gobierno de 22 de Octubre de 1830. — 

(6) Decreto del Gobierno de Buenos Aires de 20 de Abril 
de 1833. 

(7) Historia do Brasil, desde á ehegada da Real Familia 
de Braganza en 1808, até á abdicasao do Imperador D. Pedro 
1 9 en 1831; por Joao Armitage^-^Traduzida do Ingles.— Rio de 
Janeiro, 1837.— 

(8) El partido Unitario podia combatir ; el General Lavalle 
estaba apoyado por el Pueblo de Buenos Aires y por varios cuer- 
pos de los gloriosos veteranos de la República, y el General Paz 
se encontraba con un ejercito de los mismos soldados con que 
acababa de hacer la campaña del Brasil^ en las Provincias interio- 
res, que se pronunciaron por su causa organizando la liga de que 
fué Protector. 



(.11) 

Pero cedían al deseo general de ia paz y no conocían á Ro* 
sas, — A conocerlo es seguro que hubieran niDerto con las armas 
en la mano. — Solo miraron que todos eran Argentinos y se habla- 
ba de entenderse, de abrazarse como hermanos^ de hacer en fami- 
lia la felicidad del pais. Esto era sincero en la mayoría de am- 
bos partidos, pero no en el Gefe que la fatalidad le había dado á 
uno de ellos. 

Se firmó, pues, U Conyendon de 5íi de Innio de 1829. — En 
esta Conyencion se decretó olvido de lo pasado (art. 7.) y se dispuse 
que se procediera á nuevas elecciones de Representantes, los que elt- 
girjían un Gobierno al que todos se someterian. (arte, 3 y 4. ) 

No cabe en este lugar la historia de los modos con que Rosas, 
ana yez en la ciudad, eludió el camplimiento de lo paetado. 

El resultado fué que los que pudieron probar fortuna pe-^ 
leandocomo buenos, yencidosii'n pelear, «e yieron borrados de 
las listas ciyiies ó militares k que pertenecían^ proicrlíptos pri- 
mero, degollados después. 

Las elecciones no tubieron consecuenria' se restableció la Sa-* 
la vieja, es decir, la Sala anterior á la Revolución de Lavalle, y. 
esta Sala eligió á Rosas Gobernador con facultades estraurdina^ 
rías. , 

Este Rosas (pie habta firmado, por ejemplo, ei articulo 7 ? 
de ia Conyencion que dice literalmente — 

^' 7P Ningún individuo, de ^malquier clase y condición 
'' que sea, será molestado ni perseguido por su conducta ú 
*' opiniones políticas anteriores á esta conyeDcion: las autor ida- 
'S des serán inexorables con el que de palabra ó por escrito con-» 
'^ travenga á lo estipulado en este articulo. " (Recopilación de 
las Leyes y decretos promulgados en Buenos Aires. etc, tomo 2 P 
pag, 972.) No tubo dificultad en publicar su fé púnica firmando 
el siguiente decreto. — 

Buenos Aires Marzo i3de 1830. 

*' Art IP Todo el que sea considerado publicamente co- 
•' mo autor, fautor ó comp/ice del suceso del IP de Diciembre^ 
ó de alguno de los grandes atentados cometidos contra las le- 
yes por el Gobierno intruso que se erigió en esta ciudad aquel 
mismo día, y que no hubiese dado, ni diese de hoy en adelante 
pruebas positivas é inequívocas de que mira con horror tales 
atentados, será castigado como reo de rebelión. ? 

'^ Art. 2P Será castigado del mismo modo todo el que, 

de palabra, por escrito, ó por cualquier otra manera, se ma- 

[\ nifieste adicto al espresado motín de 1 P de Diciembre, ó h 

cualqüient de los grandes atentados de que habla el articulo 

anterior. 

(Recopilación citada-^iomo 2P pag. 1047.) 

En seguida dispuso que en los cuerpos urbanos se clasifica-^ 



ti 
éi 



«i 



( III ) 

S6 á los unitarios que hubiera en sué filas, para destinarlos á la 
campaña que emprendió sobre las provincias.-^ Antes habia jq 
rasgado las cartas de ciudadania otorgadas por el Gobierno ante- 
rior á los Franceses que tomaron las armas [Rec. ciL pag, 1034.) 
y declarddo pot una ley libelos infamatorios 'todos los papeles 
impreses en Buenos Aires desde el 1 ? de Diciembre, mandando 
hacer con ellos un auto de fé, (Bec. cit. pag. 1028.) y después 
mandé perpetuar las divisiones^ que habia pactado olvidar, decre-* 
tando — el uso de un distintivo de color punzó, colocado visible^en^ 
te en el lado izquierdo del pecho con la inscripción Federación ó 
muerte^ y prescribiendo este uso á militares y empleados, sécula-- 
res y sacerdotes; — (Ric> cit. pag. 1117)— después lo estendió por 
otro decreto hasta á los ni^os de las escuelas, (Rec. cit. pag. 1278.) 
y mífs tard<2 hizo colocar en él su retrato al lado de la inscripción 
-^^¡Mueran los sakagis inmundos unitarios! — Y se esmeró tanto 
en arraigar ese sentimiento de división, que no solo dispuso que 
los espedientes se cosieran con hilo ][funzó« y que las notas y ofi-« 
ciosse cerYasen con oblea punzó, (Rec. cit. pag. 1301) ^ino que 
exigió y obtuvo del Obispo Medrano un decreto por el que éste 
Prelado ordena al clero de Buenos Aires no use en las esclavinas, 

?ue es el principal distintivo del clero secular . sino el color punzó, 
lanco ó morado, ó matizada de los tres. (Bec. cit. pag«1324). Esta 
innovación injustificada contrariaba la costumbre inmemorial del 
clero español y americano que no usaba sino el color azul ó mo* 
rado, para sostituirlo con el color de sangre quo adoptó. Bosas, 
y era signo de su rencor 

Había pacíadó olvido y la conservación de todos ios destinos^ 
y fueron destituidos á centenares los empleados civiles y militares, 
los juvilados y pensionistas, al paso que él se hizo elevar al rango 
do Brigadier y declsrar Besiaurador de las Leyes y beneméritos de 
la Patria á los que habian servido á sus ordenes. (Becp. cit. pag. 
1038.) 

Esplicando esta (X)nducta Alé que Bosas pronunció en un 
momento de espancion, elfaaM)so apotegma, que han debido estu- 
diar siempre sus enemigos, pero que han olvidado muchas veces, 
por desgracia, dando lugar á que se lo recordasen dolorosas.espe- 
riencias. — Bosas dijo,— -Los teatados no son sino trampas para 

CAZAR tigres! 

(9) Palabras del Br. Moreno.— Introducción al Contrato So^ 
cial de Juan F. Bouseau.— Buenos-Ayres, 1810. 

(10) I%ters.— Hístoíre do la BevolutíoD Frau^aise.— Juicio 
de los Girondinos. 

(11) Bosas es, sin duda, el único que ha podido, sin contra- 
decirse, pronunciar en el Bio de la Plata el elogio delDr. Franci^, 
de ese hombre tenebroso que hizo del Paraguay, durante su vi^ 
da, una tierra fabulosa. 



( ív ) 

En efecto^ Rosas ha iasertado en su Gaceta la oración fane-. 
nebre pronunciada en elogio del Dr. Francia al dar sepultura á. 
su cadáver en la Asunción, y cuando reinaba aun el estupor que 
habia producido; y después ha honrrado su memoria y ha pro- 
bado que en nada se ha opuesto jamas á la política de aquel hom- 
bre. — Esta es la verdad, — pero comparece el respeto y la simpa- 
tía que Rosas ha tributado al Gobierno de Francia, con la políti- 
ca que después ha desplegado con el Gobierno liberal que ha su- 
cedido á aquel tirano sombrío, y se comprenderán mejor sus mi- 
ras « 

Aislado el Paraguay del comercio del mundo no era obstácu- 
lo á los planes de Rosas, y él podía consumarlos seguro de que 
aquella tierra entraba en ellos. — Pero abierta á la civilización 
y al comercio la situación variaba por entero; asi es que al mo- 
mento se ha puesto de pid p^ra detenerla en su nuevo camino; la 
muerte de Francia ha burlado sus cálculos y leba creado esta 
otra dificultad. Asi, pues? si Rosas termina la guerra exterior 
y la guerra interior que hoy mantiene, le queda la guerra del 
JParaguay, y la guerra del Brasil obligado por la Convención de' 
1828 y por sus mas caros intereses á defender la independencia 
del Estado Oriental, y por sus recientes compromisos á «sostener 
el reconocimiento de la del Paraguay.» 

(12) Vamos á estractar algunos documentos oficiales de 
Buenos Aires. — Estos documentos son una completa revela- 
ción de los sentimientos que Rosas ha cultivado. Todos ellos, 
han tnerecido los honores de la públici(^ad por orden suya. — 

((No, Exmo. Señor* habrían visto desenrollarse el torrente 
popular, habrían visto sangre y sangre, envolver en su justa fu- 
ria ft cuantos se considerasen el origen del infernal plan, « sin 
que escapasen ni -sus descendientes. (Oficio de! Juez de Paz de 
Balvaneda J). Eustaquio J. Ximenes en el número 5,297 de la 
Gaceta de Buenos Aires de 12 de Abril de 1841») 

.... Es muy cierto que los salvages unitarios, bestias de 
carga, agoviados con el peso desús enormes delitos, .«las as- 
querosas unitarias y sus inmundas crias » habrían muerto de- 
gollados, pero el horrendo montón que formasen « las en- 
sangrentadas osamentas de esta maldita infernal raza» podría 
manifestar al mundo una venganza justa únicamente, pero Dion- 
ea el remedio á los males inauditos que fios ocasionara su per^ 
versidad asombrosa. — 

«(Oficio del Juez de Paz de Monserrat D. Manuel Casal Gae- 
te y Alcaldes de su sección, publicado en el núiüéro 5,277 de 
la Gaceta arriba citada. ») — 

— Infame y asquerosa raza^. . . . dice el Juez de Paz Espole- 
ta en la misma Gaceta ; la sangre Inmunda de esos malvados 
salvages asesines salvages unitarios, esclama el Comandante 
Maestre, habría corrido á torrentes « sin quedar uno solo deesa 



( V ) 

rnza de laciferes que no hubiese sido degollado por las calles;» 
(Oficio inserto en el número 5»298 de la Gaceta de 13 de Abril de 
1841.) — y elcoronel Cui|iño jura que su puñal seria incansable 
paia hacer correrá torrentes por las callea la sangre inmunda de 
esos caribes (oficio inserto en el número 3,299 de la Gaceta). 
Esto lo repetía toda esa turba embrutecida de proceras de Rosas, 
que predica el degüello de los unitarios hasta en su mas remota .^ 
descendencia por los siglos de los siglos. ; ' 

Y esto se publicia en frase mas horrible, si es posible» ft 
nombre de los ministros del Dios de Paz y Caridad. Véanselas 
siguientes palabras— 

«¡Insensatos! Lospueblos hidrópicos de colera os buscarán 
por lascaileSy en vuestras casas y e i los campos, y segando vues- 
tros cuellos formarían «una honda balsa de vuestra sangre donde 
<( se bañarían los patriotas para refrigerar su devorante ira.)) — 
(Oficio del Juez de Paz y CURA VICARIO de la guardia del Salto 
publicado en el numero 5,308 de la Gaceta de Buenos Aires do 
24de AbríldeÍ841.) 

El Odio de Rosas es implacable ][ gigantesco; se ahoga en el 
reducido espacio de una generación y aspira á perpetuarse en K 
eternidad de los tiempos. — ^Toma á las nuevas generacio nes. en la 
cuna para enseñarlas á aborrecer; pretende nutrirlas con veneno 
de odio; y este odio comprende lo mismo á sus enemigos exte- 
riores que interiores. — Durante el bloqueo Francés ha sembrado 
su pasión contra esta nación por los mismos medios: — 

«Nosotros compondremos un cántico nuevo sobre este 

mote: — «Viva la Independencia, odid á los Franceses; — Viva la 
Independencia, odio á los franceses)), enseñaremos á pronunciar 
á nuestros mas tiernos hijos. — «Viva la Independencia, odio á 
los Franceses)), repetirá nuestra mas lejana posteridad. — (Dis- 
curso del Dr. D. Baldomcro Garcia, Magistrado y Diputado de 
Buenos Aires y actualmente su Ministro cercado la República 
de Chile.) 

Esta enseñanza era la de la familia en el hogar, la del pue- 
blo en todos los actos oficiales,— hitamos todas las Gacetas de la 
época. — Después ha estendido su odio á todos los estrangeros, y 
esto tiene necesariamente porvenir si Rpsas triunfa, porque es 
no solo una pasión, es una necesidad, una base de su sistema. 

(13J Por el articulo 15 del tratado celebrado el 4 de Enero 
de 1831 entre los Gobiernos de las Provincias litorales, se esti- 
pulaba que se reuniría en Santa-Fé una Comisión compuesta de 
un Diputado por cada una de las Provincias de la liga — que se 
denominaría— « Comisión Representativa de los Gobiernos de 
las Provincias litorales de la República Argentina.» 

Entre las atribuciones que acuerda á esta Comisión el arti- 
culo 16 se encuentra la siguiente. 

<x Quinta «—Invitar á todas las demás Provincias cuando es- 

2 



(VI) 

« ten en plena libertad y tranquilidad, á reunirse en Federación 
(( con las tres litorales, y á que por medio de un Congreso Ge- 
(( neral Federativo se arregle la administración general del pais 
(( bajo el sistema federal, su comercio inferior y esteriqr, su na- 
(( vegacion, el cobro y distribución de las rentas generales, el 
(( pago do la deuda de la República, consultando del mejor mo- 
«do posible hi seguridad y engrandecimiento general de la Re- 
ce publica, su erédiCb interior y exterior, la soberanía, libert ad 
(( é indepen^deneia de cada una de las Provincias. » — 
(Registro diplomático del Gobierno de Bqenos Aires pag. 109) 

Restablecida la paz, el Diputado de Corrientes Dr. Leiva y el 
dé Cordova Dr. Marin, alarmados por las miras de Rosas, pro- 
movieron el cumplimiento del articulo que acabamos de copiar. 

Rosas, apoyado en esa circunstancia por el General Quiío- 
ga, se quejó amargamente de ese intento y reclamó de los Go- 
biernos de Corrientes y Cordova el castigo de sus Diputados, co- 
mo agentes de rebelión y de anarquía. — Ellos pedian que se cons- 
tituyera el pais bajo el sistema federal, y según muchas délas 
teorías atrasadas que hoy mismo sostiene Rosas a como princi- 
pios americanos» y de las ideas de que se ha proclamar- 
do campeón; pero en ninguna organizacioa por mala, por ab- 
surda que fuese, podia alcanzarla «omnipotencia personal » i 
que aspiraba, y tomó pretesto de ese incidente para retirar su 
diputado de la « Comisión Representativa » y conseguir su total 
disolución, como defacto la consiguió. 

El Gobernador Federal de Corrientes sostubo dignamente su 
puesto. — Transcribiremos algunos párrafos de su contestación á 
la reclamación de Rosas, que pintan con verdiad la situación del 
p¿is y descubren por entero los intentos de este hombre. — 

Dicen asi — 

«. 

(( Sigue después diciendo en sustancia el Sr. Leiva que lo 
« considera alSr. Acuña instruido de los últimos sucesos de la 
« revolución, q'los gobiernos litorales tomaron á su cargo lali* 
€ bertad de los pueblos, q^ consiguieron con la cooperación desús 
ce amigos, y que en consecuencia la « Comisión Representativa de 
(( los mismos, residente en Santa Fé, en ejercicio déla SF^'atribu- 
« cionque establece el articulo 16 del tratado de 4 de Enero, 
c( sancionó la invitación á los gobiernos del interior, para que 
c( adhiriesen á él; y que á su juicio no se ha presentado oportu- 
« g'idad igual á la República para organizarse; que si hoy 
K no se hacen los arreglos indicados en la precitada atribución, 
« nos reduciremos á un caos y miseria!» — Si esto no es verídico 
en el modo de pensar del Exmo. Gobierno de Buen os Aires, el 
que firma se forma el deber de hacerle algunas observaciones. — 
¿Cuando es que se ha presentado, desde nuestra revol ucion, épo- 
ca igual á esta, en que todos los pueblos están confo rmes en el 
sistema de Gobierno que debe regir á la nación, según el pronun- 
ciamiento espreso de los mismos?— ¿Y quien dudará que es esta 



( VII ) 

la Yeí primera <)iie se ha proporcionado la República una uni-^ 
formídadtan completa de sentimientos, que por si sola allana los 
inconvenientes que en otro tiempo nos privaron de tan subiíihes 
deseos? — ¿Se querrá, acaso que el fuego devorador de la discordia 
disconforme y divida nuevamente para entretenernos, y hacer 
que el sistema que ha triunfado hoy, pierda con el tiempo su in- 
flujo, á fin de que adopté el que han det estado los pueblos por 
el siniestro manejo de las manos que le han hecho perder su cré- 
dito? Los arreglos de que consecutivamente habla la predicha 
carta, ¿on consecuencias precisas de la organización de la Repú- 
blica. ¿Y habrá quien crea, Exmo. Sr., que mientras no se lle- 
nen estos'importantes objetos, no marchamos á pasos acelerados 
á consumar nuestra desgracia? « Cuando el dice (el Diputado 
Leiva) (c que Buenos Aires únicamente ha de resistir á esta medi- 
da por estar eti oposición á sus intereses,» ha tenido razones 
bastante poderosas para creerlo asi; primero por la oposición 
manifestada por el Exmo, Gobierno de Buenos Aires en la Capi- 
tal de Santa Fé por medio de su comisionado el Sr. Olavarrieta, 
á la invitación que debia hacerse á las demás provincias por la 
Comisión Representativa, en concepto á la ante-dicha atribución, 
como es constante á no dudarlo en dicha ciudad, y los mismos 
comisionados de los Gobiernos aliados lo justIGcarán, si es que 
tajnbieu no son considerados ya menos dignos de criterio. En 
segundo lugar, se ha hablado con bastante generalidad, que uno 
, de los primeros cuidados del ejercito de Buenos Aires cuando 
entró á Cordova, fué persuadir con frivolos pretestos, ce que no 
era oportuna la reinion de la nación»; y aunque el Go- 
bierno de Corrientes bien dispuesto á no dar crédito á vo- 
ces vulgares, se hizo entonces el deber de escuchar con des- 
precio aquellas indicaciones, que no hsícian honor á uno de los 
respetables Gobiernos que por el tratado de 4 de Enero parecía 
haberse ligado con los demás litorales bajo la mejor buena fé, 
^hora que tiene á la mano documentos que acreditan la preindi- 
cada « oposición del Sr. Olavarrieta y que ha sido efectiva la 
circulación de cartas á los pueblos del interior » al mismo objeto 
de prevenir, « no manden sus diputados á la Comisión,» el in- 
frascripto no puede menos de convencerse dé la realidad de las 
noticias que se han propagado con respecto á dicha ejercito. — 
Compárese pues, la indicada conducta con las sinceras y atentas 
espresiones de l#^ carta escrita por el Diputado de Corrientes, 
y juzgue el publico imparclalcual de ambos procedimientos debe 
sindicarse de anárquico, si el que se opone á que el país se orgi- 
nize sobre baso solida, ó el que trabaja por conseguirlo. — ¿Y se 
quiere todavía, Exmo. Sr, que en vista do oposiciones ta n abier- 
tas, y la falta de religiosidad en el cumplimiento del tratado de 
4 de Enero, los ofendidos cierren sus labios, que cedan á lainjtis- 
ticia con que se desatienden sus reclamos, y no se agravien con- 
tra los autores de ella? ¿Hasta cuando la República y los a man- 



C VIII ) 

tes de 8Q prosperidad han de estar bebienda de este cáliz? ¿Ha»- 
ta Guandose pretende apurar él sufrimiento de los pueblos? — 
Kt que habla oo trepida aceverar qfue 22 años de revolución y 
otros tantos de persecusiones^ contrastes y miserias, ban*sido bas- 
tantes para jtistiñcar la decisión de los pueblos y reetifcar al 
mismo tiempo la marcha política de ese Gobierno)»^ ¿Que ventajas 
puede producirnos la paz, si ella medíante, no se trata de arri- 
bar al importante objeto de la organización del pais? 

— «A coosecuen'*ia de lo relacionado, el Gobierno de Cor- 
rientes no dista ja de ereer, que el Exmo. de Buenos Aires quie- 
ra, á pretesto del incidente deque se trata/ infringir su solemne 
compromiso coatraido por el tratado de 4 de Enero celebrado en 
la dudad de Santa Fé.)^ — Pero aun hay m^s, Exmo. Sr. seria es- 
te, un procedimiento justo, por criminal que fiíese ta comporta-- 
clon del' comisionado de Corrientes y la de otros, al inferir el 
agravio de que se queja V. E., para privar á la naciop de Inopor- 
tunidad que se le presenta para labrarse el bien á que aspira, y 
que en cierto modo lo tiene ahora en sus manos, ¿ cosía de in- 
mensos sacrificios, que no son desconocido&T-^Quiera, pues, S. E. 
con una larga esperiencia harto dolorosa, economizar la sangre 
Argentina- tamas veces vertida al influjo de p9Siones innobles; 
después de tan desecha borrasca» como la guerra última, sea 
S. £. el iris de paz para toda la República 

(Oficio del Gobernador de Corrientes fecha 22 de Junio de 
ÍB32.-^Coleccion de Documentos Oficiales, pag. 38 ¿ 49. — Bue- 
nos Aires— 1832.) 

Los Reinafés mandaban en^Córdeva, pwo apesarde su inte- 
ligencia con López el de Santa Fé, — gafe intimo aunque no os- 
tensible de la idea de organizar entonces el pais, — no tenían los ele- 
mentos ni la situación topográfica de la Provincia db Corrientes, 
y el poder de Rosas combinado con el de Quiroga , el temible 
Tigre de los Llanos, tos podía aniquilar en un momento. — Hu- 
bieron pues de ceder. — Su Diputado Marin se declara á si mis- 
mo enfermo mentalmente é inepto,» y los Reinafés ée plegaron á 
la voluntad de Rosas; pero aun en el oficio que le dirigieron se 
notan los siguientes periodos.. 

a Si mortificante ha sido al Gobierno de esta Provincia que 
la irregular «onducta de su diputado haya puesto en igual posi- 
ción al Exmo. de Buenos Aires, le ha sido muy satisfactorio es- 
cuchar del mismo Exmo. Gobierno, en la misfta comunicación, 
los sentimientos mas firmes y patrióticos de arribar oportuna- 
mente á la organización general y á constituir la República. En 
esta parte el Gobierno de Córdoba, se hace un deber de protestar 
^ S. E. el señor Gobernador de Buenos Aires estar enteramente 
conforme, y se persuade que este sea el mismo sentimiento de 
todos los gobiernos y ciudadanos argentinos. — La República de- 
be constituirse, porque á este fin se han dirigido veintidós año| 
de incesantes sacrificios, y porque solo esta consoladora esperan- 



'« 



( IX ) 

xa ha podido hacar soportar en los puaUod tan larga carrera de 
sufrimieDtos. ( Oficio del Gobernador de Córdoba fecha 3 de 
Julio de 1832. Colección citada p»g. 39.) 

Del texto de este-documento resulta que el deseo de organi-- 
zar la República era opinión uni formen y Rosas el hlwiíco obsta-- 

El país estaba en plena paz: la opinión federal habia triun- 
fado completamente, y sin embargo Rosas prefirió encender do 
nuevo la guerra cíyíI, dividir el « partido federal, d como se divi- 
did en efecto, antes qtie consentir en la reunión de los diputados 
de la Nación.— He aqui el origen de lai calamidades, de ios tor« 
rentes desangre, délos crímenes que están desolando estas co- 
marcas.— Rosas no puede desmentirlo. 

Los amafies y tos crímenes que ha consumado para dominaf 
y epgañar la opinión de su pats son infinitos^ y de una perfidia 
"'exquisita.— Él tubo el arte de ir aplazando la oportunidad de 
reunir el Congreso^ y de condenar como anárquicas las opinio- 
nes que se oponían á cada una de esas postergaciones dolosas.— 
Asi iba deshaciéndose de tos hombres infiayentes^ délos hom- 
bres de opinión y de conciencia, y de cada una de estes dificnl- 
lades sacaba un nuevo argumento para probar que las pasiones 
no estaban calmadas. 

(U) En 1832^ como hemos dicho en ta nota precedente, 
Rosas se apoyaba en el General Qüiroga para impedir la organi- 
zación delpais,é inutilizar los propMtos de D. Estanislado Ló- 
pez, Gobernador de 8l^nta-Fé. — López habia sido et Generalen 
Gefe del Ejército que sometió á las Provincias disidentes del Inte^ 
rior y al lomper las hostilidades,, en iSM, les dirigió una pro-» 
dama prometiéndoles que si triunfaba en aquella lucha, se or**- 
ganizaria la República convocando al efecto un Congreso Consti- 
toyente para que dictase la ConstitUjCion.— Después del triunfo 
desbaba cumplir este compromiso solemne en que Rosas y él ha-^ 
bian entrado.-^Rosas lo entretenia con hipócritas razones, al 
mismo tiem{H> que se atraía á Quiroga atribuyendo ¿ López el 
intento de hacerse Gefe de la República, cosa que agriaba á Qui- 
roga de un modo singular. — Seguro ya de este apoyo promovió la 
disolución de la « Comisión Representativa, d como se ha visto 
en la nota a nterfor, y López comprendió el peligro de resistir 
po)r entonces. Quiroga dio el primer paso dirigiendo á los Dipu- 
tados Leíva y Marin unas cartas, que Rosas publicó ofiolalmente, 
en que se leian estas palabras. — ' 

« Puede ser qué no recojan Tds. otro fruto, « que una sim- 
ple esquela que los haga amanecer colgados, a pue este es ca-^ 
balmente el premio de los malvados insensatos, que pretenden 
que los pueblos sean el jugóte desús ridiculas maquinaciones .- 
Quiera Vd. pues disistir de ser fntriganteéínfome calumniante 
ai también diputando d e un» corporación qjoe debe ser cotnr^ 



(X) 

puesto de ciudadanos tan honrados como inflexibles á todo gene-> 
ro de intriga. (Carta del General Qairoga al Dr. Marín fecha en la 
Rioja ¿ 14 de Abril de 1832,— Colección citada en la nota anterior 

pag, 17;) 

Este cartel» digno deHpsas, era una declaración de^guerra de 
bandidos y asesinos. Entonces principió esa lucha vergonzosa de 
caudíUejos» esa sene de crímenes j difamaciones de que Rosas era 
el alma, j que le ha preparado f valido la dominación délas pro- 
vincias.. 

Ya se ha visto la posición en que habían quedado los Reifa- 
fes. Rosas comprometió á Quiroga k que promoviese al año si- 
guiente, 1832, una revc^udon contra ellos en la Provincia de 
Córdova, c^nglda por Arredondo y Castilla; y casi al. mismo 
tiempo, estrechaba secretamente sus relaciones con López, enton- 
ces protector de los Reinafes, en precaución de las miras de Qui* 
roga, espíritu indomable, del que no podía hacer siempre un 
instrumento. Rosas no se engañaba: Quiroga, hombre dé 
guerra y de pasiones impetuosas, cuya figura moral no puede 
delinearse sino con grandes rasgos, tenía una altivez igual ¿ su 
brabura, y^aquella alma, en la que cabía tanta ferocidad, era ca- 
paz de conmoverse por un pensamiento generoso. 

Quiroga vino á Buenos Aires, y no ocultó el desprecio que 
sentía por Rosas. Al momento se vio rodeado de la parte mas 
jooble de aquel pueblo, y quiso hacerse el centro de los federales 
que deseaban C9nstituir el pais, que querían que la nación se 
reuniese legalmente y espresase su voluntad. 

Rosas víó que había llegado el momento previsto. Con su 
disimulo habitual lo céroóde honores, y le propuso enviarlo en 
clase de Ministro, á pacificar las provincias de Salta y Tucuman, 
en que ardía la guerra civil, que él había promovido» Quiroga 
aceptó porque esta misión le facilitaba la ocasión de ponerse de 
acuerdo con los gobiernos de les provincias, sobre sus nuevas 
ideas. * 

La muerte le esperaba en el camino t Rosas había convi-* 
nado este asesinato con López y los Reinafes, y el 10 de Febrero 
de 1835 el general Quiroga, su Secretario el general Santos Ortíz 
y comitiva, fueron asesinados en Barranca Yaco, Jurisdicción de 
la Provincia de Córdovs^. 

Rosas se mostró horrorisado del crimen, y .se hizo acusador 
y juez de los Reinafes, apesar de ser Gefesdeuna Provincia, 
iguales suyos en xango, y que no podían ser Juzgador sino por un 
Tribunal Nacional 

Los Reinafís lueron ejecutados como asesinos en la plaza de 
Buenos Aires. 

López, el Gobernador de Santa Fé, murió algún tiempo 
después. 

Cullen, que le succedió en el mando de esta Provincia, y que 
habia sido su confidente, fué fusilado mas tarde.-^fil proceso de 
Cullen no tiene mas que la siguiente pieza,—* 



<xi) • 

« AiTo joT del Medio, JuDiot 22 de 1839. 

Al Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General, Naestro Ilustre 
Heslaurador |de las Leyes, Brigadier D. Juan Manuel Rosas, 
Exmo. Señor : 

Reoibi del Teniente Coronel graduado, Bd^í^an. del Exrao. 
Sr. Gobernador y Capitán General de la Proyíncia de Córdpya al 
Íleo de Lesa Nación Unitario Domingo Cullen ; y en yirtud délas 
Ordenes de Y. B. fué fusilado^ habiendo recibido los auxilios es- 
pirituales por el Sr. Sacerdote de San Nicolás D* JRanaon Gonzá- 
lez Lara. 

Dios guárdela importantísima Yida de Y. B. muchos años. 

Exmo. Señor. Pedro Ramos. 

(Número 2,358 del Diario de la Tarde^ de Buenos Aires, de 
2S dé Junio de 1839.) 

Es imposible contener en estas ligerisimas notas, que es- 
cribimos con preúiure, todos los orimenes de este generoiá que 
debe JRo^s sü conservación, ni aun los detalles de. los ratamb^ 
que indicamos.-^Bsto seria escribir la historia de su Dictadu- 
ra — y el oldeto de estas notas no es otro que robuirilecer con. al- 
gunos hechos las aserciones del texto. 

^15) Rosas hasta en sus actos mas solemnes, en suslíen*^ 
safes, ha denominado á sus enemigos, enemigos de Díos.^^ÍEs 
inútil citar ningún documento en particular. 

(16) Por decreto de 3 de octubre de 1831, Rosas pírphl- 
bió la Tenta de libros y pinturas contrarías á la religiani^ y. buenas 
costumbres; y dándole efecto retroactivo á esta medtda^^ jta hizo 
ap¡licar á los libros y pinturas ya despachadas por las oficinas del 
Estado^ porque estas lo hablan hecho sin previa censura (es la 
razón del decreto). — La ejecución |u¿ brutal y digna de los mejo- 
res tiempos de la inquisición; al lado de la hoguera en que se. 
quemaban las obras de Yolney se despedazaban á martillo los 
cuadros en que las Gracias se mostraban con algunas formas 
mal veladas. , 

Ese decreto— que puede verse en el tomo 29 pag. 1,102, 
de la Recop. de leyes y decretos promulgados en Buenos Ai -^ 
res — esta tomado, evidentemente, del titulo 24> libro 1 ? de la 
Recopilación de Indias. 

Por ese tiempo también se adoptó en Buenos Aires la me-- 
dida de arrancar ¿ las rameras de sus casas y destorrarlas á J?a- 
hia Blanca: esta providencia inconcebible, prodqjo en su reali- 
zación excenas escandalosas. Las mugeres fueron dasiflcadüs 
arbitrariamento, sin que precediera información tfinguna oficial ' 
para declarar la calidad de ramera^ y aplicar la gravísima pe- 
ca de destierro. 

Este solo hecho muestra que Rosas entiende todas las cosae 



( XII ) 

al rerH del modo eft qve las entieode la civilización, y que nck 
no hay prioeiplo político ó moral q^oa no. haya conculcado: 

(17) Para el conocimiento de este negocio- recomendamos 
la leotara M ce MeAiorial ajaslado sobre la provisión de Obispos^ 
de fa Iglesia Argentina y otros pantos de disciplina escleslas-- 
lioa, pnbHoadd en Buenos Aires en 1834 a por el Fiscal del Es** 
tado Dr, D. Pedro Jos6 A^elo.Dr^E^te escrito, lleno de eiencia y 
de patiiotisnio serb nno da los titatos que mas recomendai&a 
siempre al Sr. Dr. Agrelo, hoy proscripto por Rosas, como lo es-^ 
tan, casi sin exepcioo,. todas bis ilustraciones de su pafs. 

(18) El Dr. Medrano se* ha heclu) intérprete de la vo^. 
del cielo y ha hecho hablar mei^idos milagros & manera de 
alguno de los sacerdotes impostores del pag anlsmo; ha con-, 
vertido la silla del Apóstol en una trípode al servicio del ttrana 
quepróliina loa altares de Dios,, ^ue degüella y esquilma la grey 
q^ estft & su cüidado:-^que á ¿1, Obispo, le ha manchadoau dlgni*^ 
dad,— que á él, anciano, le ha ultrajado (as canas. En oti^s 
notas reíMittois, con sitícerlsimo dolor,, algunos de estos tristes^* 
hechos, que quisiéramos borrar con nuestras l&grimas de tos ana* 
les de la Iglesia, pero que debemos conservar como testimonia 
vivo de Iji Violencia sacrilega de Rosas; como documento de los 
crimenes, de las seducciones é imposturas con qur ha mantenido 
su poder. 

He aqui las palabras con que el obispo termina un oficio en 
que hablando do loe enemigos de Rosas dice qu« «et délo en 
a castigo ie tantos atentados parece que los. ha condenado á que 
d teniendo' ejos, notean, á que teniendo oídos, no .entiendan.*^ 
c( Pero seale permitido al Obispo y al Senado mnniflsstari y.*B. 
« que si tan noble acontecimiento ha dado una lección muy 
u seria á sus tenaces ettemigOs,.también á V. E^ le dá un aviso 
n que sin contradecir la voluntad del Eterno» no puede Aejar 4e 
a olr.^ ¿Quiere y. E. conocer mas claramente que Dios lo tiene 
« escO{(ido para presiíür los destinos del pais que lo tió nacerá 
<c ¿No se apercibirá de que es disposición del Eterno que cottli** 
u nue sus sacríflcioe» y qae el único proposito que domine á Y. 
a B. sea el de llevarlos basta donde lo exijan los Intereses dé la 
<i República? Esta necesidad ya se la ha hecho sentir á Y* E, re^ 
<K petidas veces la voz del Pueblo; «ahora se ta hace entender 
« mas enérgicamente la voz del Cido, la voz de un milagro. » — 
(Oflcio del Obispo y Senado del Ciero,^ felicitanda é Rosas por la 
farsa de la maquina infernal, publicado en el numero SiWd de 1» 
Caceta de Buenos Aires, dd H de Abril de 1841.) 

(1^) Cuando d infrascripto tiene el alto honor dédirigirse> 
é y^ B. lo hace con el objeto de poner en su cosocimtanto detallara 
duamente los saludables efectos qw ae kan com^guidoeaL este 



( XIII y 

partido CQQ la Santa Misión Apostólica con a que ha qaertcto fa^ 
Torecernos ia filantropía de V. E^ que incesanteoieDte vela por 
sostener la religión santa que nuestros Padres nos legaron.» 

, Asi que regresaba la procesión al templo subia ffl 

pulpito el Padre Presidente Fray Juan González, ; enseñaba al 
publico la doctrina, y en seguida predicaba un elocuente sermony 
en el que á los feligreses después que los exhortaba « haciendo*^ 
« les ver que — sí era justo amar á Dios Nuestro Señor, que del 
a mismo modo lo era amar, obedecer y respetar á nue^ro actual 
a Gobernador Nuestro Ilustre Restaurador de ías Leyes D. Juan 
« Manuel Rosas etc. 

(Oficio del Juez de Paz de Navarro, dirijido »1 mismo Rosas, ó 
inserto en el numero 4895 de la Gaceta el 26 de Octubre de 1839.) 

(20) En 183? decia Rosas en su Mensaje^^ 

*'E1 Gobierno recordando que la Compañía de lesus había 
rendido á esta Provincia muchos é importanfisimos servicios^ 
que uno de los objetos de su instituto es la educación de la Júr 
tentud, que sus colejios se hallan restablecidos en laS liacjones mas 
libres, con utilidad pública; y que^ualesquiera que fuesen los pre^ 
tendidos motivos de su extinción en este país, hoy las circuns- 
tancias son. del todo diferentes, les ha entregado las llaves de su 
antigua casa para que lü habiten en c^omunidad, conforme á su 
regla. » • 

( Mensaje á la XIV Legislatura.— N P 1,6^7 del Diario de la 
Tarde de Buenos Aires de 2 de Enero de 1837.) ' 

Los Jesuítas en efecto, se dedicaron d la enseñanza de la 
juventud, pero resistieron los sacrilegios que exige Rosas' al clero 
de Buenos Aires, «y su iglesid fue la única en q.ue el retrato de 
Rosas no se Ci;locó en los altares. 

^ La 0^ Comunidad de los Jesuítas» firme en sus deberes 
evangélicos se man tubo inacceslblerá los halagos y ¿ ías amena- 
sías, y Rosas resolvió estirparla. — Hizo invadir su' Convento por 
la 4c efervesencia popular,» es decir, por una de sus bandas de 
asesinos, y los RR, Padres fueron asi violentamíente espulsados 
de su casa, luego encarcelados y en seguida arrojados del pats. 

Rosas anunció estos sucesos con las sigUfentes literales pala- 
bras, qae escusan todo comentarlo 

<( Los Padres de la Compañía de Jesús sin embargo de sus 
yrrtudes cristianas y morales reunidos en Comunidad, y sugetos 
á h obediencia de un superior opuesto á los principios políticos' 
del Gobierno, no han correspondido á las esperanzas de la Con- 
federación, consignadas valientemente en el decreto de su resti^- 
tucion, — Su marcha de fusión, («(opuesta al sentimiento federal», 
desagradaba altamente» mucho ha, la opinión pública contení-^ 
da por los respetos del Gobierno. — ce Pronuncióse después fuer- 
temente y los Padres- dé suyo dejaron el Colegio.^»*-— Comi^nicaHí 

4 



# 

el Gobterno á sa Santidad este suceso y sus relatíTaseirciiDgtaii* 
das. 

{Ifens^Je á la XIX Legisla^ra.—- N P 3,124 del Biarl o déte 
Tarde de Baenoe Aires de t de Enero de 1842,) 

( 2l ) Rosas ha organizado la corrupción, abriendo to- 
dos los caminos de honor y de fortuna á los delatores, á los 
espias y á los falsos testigos. 

Citaremos en otra nota las munifícientes recompensas de 
Martinez Fonte y Pablo Alegre. ' Referiremos ahora, otros 
hechos, sin duda mas graves, y que justifican soberabundante- 
mente nuestra acusación. 

Rosas, qoe domina á la mayoria por el terror y por la 
rápida ejecución de sus medidas, por que es el depositario de 
la fuerza organizada^ sistemando la corrupción, introducién- 
dola dentro de las paredas domésticas, ha degradado la fami- 
lia, la ha tiranizado de un modo que no tiene precedente ; la 
lamina ya no presta en Buenos Aires desahogo al pecho opri- 
mido, ¿ la pena que despedaza el alma ; ha perdido alli su vin- 
culo mas precioso, la confianza ilimitada que la embellece y 
la consolida ; la ha sostituido la • negra suspicacia, la traidora 
hipocrecía, y la mujer, deidad del hogar, destinada á ejercer 
en él «ina altisima misión social, ha perdido su inmunidad, eu 
libertad y su prestigio, ¿Qué dirá la pobre madre que al afear 
el vicio, no está segura de la fé de los que la rodean y teme que 
8u palabra, siniestramente entendida ó falsificada, atraiga so- 
bre su familia la muerte, la proscripción ó la miseria ? 

Rosas ha establecido oficialmente esta situación. La sir- 
vienta doméstica que delata á sus patronos, obtiene la libertad 
si es esclava, recompensas crecidas si es libre, la libertad de 
atormentar y estafar á sus patronos, la consideración y la im- 
pugnidad que las turbas armadas disfrutan en la sociedad. No 
soló las sirvientas, las mugeres de todas condiciones son llama- 
das *por el cebo de crecidas ganancias y por estra vagantes é 
ininoráles nociones de deber y de civismo, á delatar al esposo, 
al padre, al amante. 

Rosas publica los nombres de una parte de las personas 
que ha envilecido. Esta pu hlicacion tiene visiblemente dos ob- 
jetos: 1. provocar nuevas delaciones por el ejemplo y el premio 
—•2. ^ aterrar con el hecho de tantos hombres, de tantas mu- 
geres pervertidas, hacer mas intensa y universal la desconfian- 
za, irrealizable todo concierto y avenimiento para escapar á su 
tirania. La confianza es imposible, y esto esplica muchos de 
los fenómenos que se observan en Buenos Ayres. 

A estos fines contribuye también la ocultación que hace 
de muchos nombres. Los gastos extraordinarios se represen- 



(XV) 

t 

tan en los estados de Rosas, por gui^ismos crecidísimos^ á los 
que necesitan cubrir su infamia les ofrece inviolable secreto, 
y la población victima de ese prostituido enjambre de delato- 
res, es natural que; vea en cada homl)re, en cada muger, una 
espía de esas cuyo nombre reserva Rosas. 

Todos los estados del tesoro de Buenos Ayres^iuministran 
las pruebas de estas aserciones. Tomamos á la venturafilgu- 
nos ejjemplo9. 

En el numero 5930 de^la Gaceta de 25 de Febrero de 1643 
se encuenti^a el estado de que tomamos los siguientes resul- 
tados:— 

Total de caudal distribuido $ 278,644 If 

De esta cantidad la pagada por servicios ex- 

traordinariosj es de ff 50111 

Y la entregada i diversas personas para ob- 
jetos de servicio público que no se deter- 
níiinan . • 68318 4| 

Entre las personas á quienes se pagan ser- 
vicios extroordinarios se encuentran las 
siguientes : — ^ 

A Josefa Canaveris por servicios extraor- 
dinarios 

A Encarnación Soria por 

A Teresa Campos por 

A María Salas por 

A Carolina Ramos por 

A Dominga Morales por ^ 

A Manuela Reyes por 

A Grcgoria Abaiós por 

A Sebastiana Morales por 

A Jacoba Peredo por 

A Doña Petrona Giraldes por 

A Vicenta Aguirre por 

A Isabel Sequeira por 

A Catalina Méndez por 

A Doña Juana Ledesma por 

De la hoja adicional al número 5853 de la Gaceta de 29 
de Marzo de JI843. 

Caudal distribuido $ 188,525 3f 

De esta cantidad la pagada por servicios 

extraordinarios es de • 27429 

y para objetos del servicio de , • 43289 4 





. 


500 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


300 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


300 


id. 


id. 


400 


•id. 


id. 


400 


id. 


id. 


2000 


id. 


id. 


806 


id. 


id. 


450 


id. 


id. 


1000 


id. 


id. 


300 


id. 

1 


id. 


1400 



XVI ) 

Entre las personas entre quienes se distribuyeron esas 
cantidades ne encuentran las siguientes i — 

A Cornelia Olmos por sei^icios extraordi- 
narios 
A Trinidad Márquez por 
A Cornelia Alvarez por 
9l Polonia Casas por 
A Águeda Gómez por 
A Casiana Horta por 
A Josefa García por 
A Mercedes Perelleso por 
A Cheudia Gómez p6r 
Á Doña Jacinta Sosa por 
A Antonia Melgar por 
A Gregoria Fragas por 
A Petrona Zamudio por 
A Dofía Carmela Corro por 
A Dma Manuela Ríos por 
A Josefa Som^lo pqr . 







500 


id. 


id. 


200 


id. 


id, 


200 


id. 


id. 


WOO 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


400 


id. 


id. 


500 


id. 


id> 


1500 


id. 


id. 


200 


id. 


id. 


500 


id. 


id. 


400 


id. 


id. 


1000 


id. 


id. 


400 


id. 


id. 


500 



A Doña María Herrera por objetos del ser-' 
vicio publico 1000 



< !■ 



(Los nombres que no tienen Don íw de sirvienta» y mujeres os* 
puras,) 

Daríamos demasiada estension á estas notas, si hubiéra- 
mos de indicar !o3 innumerables testimonios de corrupción que 
pe encuentran en los mismos estados del tesoro de Buenos 
Ayres ; — para los que han vivido en el Rio de la Plata, el tra- 
bajo que nos tomamos es completamente inútil : todos han 
f>r^senciad'o hechos mas horribles que los que referimos con 
os noismos documentos de Rosas en la mano. A los extrange- 
ros, \f}& convidamos a que registren esas publicaciones : en 
ellas encontrarán, que los gastos reservados comprendidos bajo 
diversas denominaciones — gastos de guerra — eventuales— rcx- 
traordir^arios — negocio pacífico ^para objetos del servicio públi' 
co—p<^ra el objeto que le ha encargado el Ilustre Hestaucador, 
4^., figuran por cantidades muy gruesas ; — que no hay un solo 
ramo en que^nO se revele el sistema mas arbitrario y corruptor 
que puede concfebirse. — 

l^as cantidades que para objetos indeterminados reciben 
las legaciones de Rosas en el extrangero y los empleados del 
Ministerio de Relaciones Exteriores, tienen el conocidísimo 
objeto de comprar escritores venales que engañen al mundo 
con la apología de esa tiranía atroz, y lo que es aun mas grave, 
corroni[)er los empleados, ó saltear las estafetas extrangeras, 



( XVII ) 

que no de otro modo vendría á poder de Rosos la correspon- 
dencia que viaja bajo el sagrado de la fó pública por territorio 
neutral. 

¿ No es verdad, Señores Ministros y residentes extrange- 
ros, que Rosas está publicando, ahora mismo, delante de Vdes. 
correspondencia oficial y confidencial, sustraida á los correos 
de Europa y del Brasil ? — ¿ No es verdad que les argumenta á 
Vdes. mismos con esa correspondencia, que los provoca á qué 
vayan á ver por sus mismos ojos, los originales de los docu- 
mentos que ha robado en los correos extrangeros, y que pone 
en pública exhibición para oprobio de la civilización, de la fé 
y de la ley universal. 

Difícilmente podría presentarse un hecho que determina- 
se mejor el carácter de Rosas— y estos son hechos esclusiva- 
mente suyos.-- La violación del secreto de la correspondencia 
ha sido uno de sus resortes de gobierno y de los medios don 
que ha mantenido bajo el yugo á las poblaciones que oprime. 
El secreto de la correspondencia era respetado ^n nuestras 
poblaciones, desde tiempos muy lejanos ; era un hábito radica- 
do y que pasaba en herencia de unas á otras generaciones.. — 
No.se atribuya, pues, la violación de la correspondencia, á 
atraso de la tierra, sino á perversidad de Rosas. 

Precisamente el sagrado de la correspondencia, eía de los 
pocos principios bien comprendidos y aplicados en estos países, 
y lo decimos con íntima satisfacción no solo en honor de nues- 
tras poblaciones, sino en honor, en merecidisimo honor de 
nuestra antigua Metrópoli. — Ya que hemos citado alguna^ ve- 
ces él código de indias en lo que tiene de incongruente con 
nuestra actualidad, senos permitirá que traslademos, para 
hacerle cargo á Rosas, la mas hermosa de sus páginas. ^ 

Ley 7. ^ del tít. 16 lib. 3. ® de la Recopilación de Indias, 

*^ Habiendo sido informado, que algunos Ministros de las 
^'Indias han tomado, abierto y detenido las cartas, pliegos y 
"despachos, que se nos enviaban, y los que pertenecían ápfer- 
"sonas particulares, y pasaban de unas partes á otrasi y que 
''por esta causa no hemos sido informados de muchas cbeaÉi 
"tocantes al servicio de Dios Nuestro Señor, y buen gobi^pno 
"y administración de justicia, y nuestros vasallos hanreeüÁdo 
**mt^ho dañOf manifestándose sus secretos, de que atemorizctdos 
^no osan, ni se atreven a escriVir, recelando que de ello se lespué- 
**da seguir inconveniente ; y reconociendo que este es él instru' 
^^mento con que las gentes se comunican y demás de ser ofensa de 
**Divs Nuestro. Señor abrir las cartas, estas han sido y debénsefr 
^Hnviolablet á todas las gentes, pues no puede haber comercio, ni 
^^comunicación entra 'ellas por mejor disposición, paira que Nos 
"seamos informados del estado, materia y accidenteB de aque- 



( XVIII ) 

**llas Provincias, ni para que los agrav¡ados,qué no pueden venir 
''con quejas, nos den cuenta de ellas ; y de necesidad cesaría ó 
**se impediría notablemente el trato y comunicación, si las-cartas 
^y pliegos no andubiesen^ y se pudiesen enviar libtemente y sin 
impedimento ; y conviene no dar lugar , ni permitir exceso se- 
**mejantef mies ademas de lo sobredicho^ es opresión^ violencia é 
*'inurbaniaad, que no se permite entre gente que vive en cri^tia- 
**na política : — Ordenamos y mandamos que ninguna de núes- 
''tras justicias, de cualquier grado, prero^ativa ó dignidad, 
"prelado eclesiástico, ni persona eclesiástica^ ni secular se 
"atreva á abrir, ni detener las cartas, pliegos ni despachos, (jue 
''á Nos se dirigieren á estos Reinos, ó de ellos á los de Indias, 
"m los qne se escribieren entre personas particular es^ ni impidan 
"ó ningún género de persona la recíproca y secreta correspon 
,*^dencia por cartas y pliegos^ pena, ^, "—(Todas las penas 
con que se castiga la violación de la correspondencia son gra- 
vas.) 

Esta ley fué dictada por Felipe II en Burgos e! 14 de Se- 
tiembre de 1 592, y era de las que se observaban mas religiosa* 
mente en sus* dominios de América. 

Todas nuestras leyes posteriores han consagrado este 
mismo principio, y solo Rosas se ha atrevido á pregonar au- 
dazmente su violación, á interrumpir la costumbre que ampa- 
raba y garantía el secreto de Ja correspondencia. — Bien es 
cierto que el que gobierna por la violaciojíi de los tratados, por 
la violación de los derechos de la guerra, por la violación de la 
seguridad individual, por la violación del derecho de propie- 
dad, por la violación en suma de todas las leyes divinas y hu- 
manas, no podia detenerse ante el secreto de la corresponden- 
cia epistolar. 

(22) Para no repetir, nos referimos á las notas siguien- 
tes, especialmente á la número 36. 

(28) '' En Buenos Ayres á 27 de Junio de 1839 á las 6 
" y media de la noche se presentó en la casa habitación del 
•* Sr. Vioe-Presidente 1. ^ de la H. Sala, ciudadano general 
*^ D« Agirstin Pinedo, el ordenanza de dicha Sala Anastaoio 
" Ramirez, y anifnció al referido Sr. Vice-Presidente que aca- 
^ babalde ser violentamente muerto el Sr. Presidente de la Ho- 
*• Dorable Sala Dr. D. Manuel Vicente Maza, cuyo cadáver 
" había encontrado el esponente en la Sala de la Presidencia. '' 

Reunida en consecuencia la Comisión Permanente de la 
misma Sala, y hecho el reconocimiento facultativo del cadá- 
ver del anciano Dr. Maza, en el que se encontraron dos heridas 
mortales de necesidad, hechas con cuchillo ó dc^ga^ entraron á 
deliberar los Diputados y dispusieron se levantase una suma- 
ria información por uno de los secretarios. 



. , ( XIX ) 

Aldia siguiente 4>or la mañana, se reutlio la Sala y leído 
el proceso verbal de la noche anterior, se dio cuenta de que es- 
taba levantando el sumario, que no se leyó. — Tomó entonces la 
palabra el Diputado Garrigos, confidente de Rosas y encarga-^ 
do del despacho de su Ministerio de Gobierno, no para espre- 
sar el horror de ciimen tan estraordinario, no con la indigna- 
ción que debia producir la profanación de aquel recinto, no 
para pedir medidas que pusiesen á cubierto, sino la libertad, 
al menos la vida de los que veniaii á deliberar allí ; no, nada 
de esto, ni que ^e acercase á esto ; pidió la palabra para rasgar^ 
el velo del escándalo, esplicando el delito y tratando de justifi- 
carlo por la difamación de la victima, por la difamación del 
diputado muerto á cuchillo sobre la silla Presidencial, desde la 
que, el dia anterior, habia dirijido las deliberaciones de la Sa- 
la. He aqui algunas dQ jas palabras que pronunció Garrígós. 
• •••'* Se ha pretendido contrastar la acrisolada fidelidad 
"de nuestra tropa. Pero por todas partes señores, ha encon- 
"trado el vicio la resistencia que le ofrece la rirtud. **Estos 
''leales federales que detestan al bando unitario, y mucho mas 
"auna los traidores que desertan dq la causa «nacional de la 
"Confederación Argentina, volaron presurosos á participar al 
"Gobierno aquel inicuo atentado, exibiendo ál mismo tiempo 
"comprobantes inequívocos de la certeza de su acertó. Pues 
"bien, Señores, el autor principal de crimen tan execrableera 
"el hijo de nuestro Presidente ; y sin duda alguna, datos muy 
"exactos y antecedentes muy fundados comprobaban la conni- 
"Vencia del padre en el complot del hijo : estos graves cargos 
" que gravitaban contra el Ex Presidente desparramados en 
** la población cundieron con una rapidez eléctrica : los ciu- 
"dadanbs de todas clases miraron con horror tan inaudito crí- 
"men y se apresuraron entonces á dirigirse á esta H* Legisla- 
"tura ejerciendo el derecjio de petición, Al efecto prepararon 
^una solicitud con el objeto de que se separase del elevado 
"puesto de Presidente de lieu Representación de la Provincia y 
"aun del seno de la Legislatura á un ciudanano, contra quien 
"pesaban graves cargos y contra quien la opinio^ pública se 
"habia ya manifestado del modo mas severo : y que por con- 
"siguiente debia quedar ñiera del amparo de esta posición pa- 
"ra que «1 fallo de la ley se pronunciase sobre 13U conducta. 
"Aun no fué esto todo, Señores, pendiente este paso, la ani- 
"madversion pública se esplicó mas palpablemente. La casa 
, "del Presidente fué agt*edida la noche del jueves de un modo 
"que se conoció que el pueblo estaba en oposición á la parma- 
"nencia del Presidente en su puesto, que aun esa mañana ocu- 
•pó. — Tales antecedentes decidieron al Presidente á hacer su 
"renuncia no tan solo del cargo que ocupaba en este recinto, 



(XX) 

"sino también de la Presidencia del Tribunal de Justicia. Re- 
**cien entonces se apercibió que debia alojarse de es|ta tierra» 
'•y noponéi^á prueba tan difícil la irritación del Pueblo, y la 
''justificación del Gefe ilustre del Estado que fluctuaria entre 
"el severo deber de la justicia, y el cruel recuerdo de una an- 
"tigua amistad " . . • . 

• •••'' En tal estado señores, ¿ qué' cosa resta á la H. Sala 
'^que dar cuenta de este tráiico suceso al F. E. acompañándole 
**todos los antecedentes de la materia, para en su vista dicte 
'4as medidas que su sabiduría le aconseje " • • . • Una resolución 
silenciosa así lo acordó. — 

(Sesión del 28 de Junio de 1839, publicada en la Gaceta 
nüm. 4,806 el dia 6 de Julio siguiente.) 

Ese documento horrible no necesita comentario. — Si exis» 
tian las pruebas ¿ por qué no se juzgó al Dr. Maza ? ¿ pot qué 
po 86 le juzgó breve, sumariamente, de algún modo siquiera ? — . 
¿Perlas inmunidades del carácter que investiaj-^^s cruel 
habW de inmunidades en Buenos Ayres, peí o aun en los pai- 
ses en que tiepen mas valedera existencia ellas solo importan 
la observancia de algunas formas mas, pero no la inmunidad 
del delito. — i Por qué no fueron los antecedentes á la Sala, pa- 
ra que ella entregase, como debía, el criminal, al fuero común? 
— ¿Por qué se prefirió mandarlo perseguir por la mashorca, 
y hacerlo, al fin, matar á cuchillo en la misma Sala de la Pre- 
^sidencia ? • • • • 

En lá mañana siguiente al asesinato del Dr, Maza fué 
fusilado en la cárcel su hijo el Teniente Coronel ü. Ramón 
Maza. — -Antes de fusilarlo se le dio, espresamente, la noticia 
del asesinato de su Padre. — El cadáver de éste anciano esta- 
ba en la puerta, tirado sobre un carro del servicio de la Po- 
licia, esperando al cadáver del hijo que alli se le reunió, pocos 
momentos después, y juntos los recibió la tierra en una de las 
tanjas del Cementerio! 

Tampoco el joven Maza fué sometido á ninguna clase de 
juicio; se consumó un doble asesinato puro y simple, desnudo 
.de toda especie de justificación: bien es cierto, que su forma, 
la excluye de todo punto, 

Rosas se hizo felicitar por estos asesinatos, por todas las 
corporaciones y empleados públicos; y solo leyendo esos do» 
cumentos de que están llenos los periódicos de la época, se 
puede formar idea de la audacia con que Rosas ha quebrado 
todos los vinculos sociales, como ha pervertido el sentimiento 
moral. Como si se hablase de un criminal juzgado y senten- 
ciado, tratándose del Presidente de la Legislatura y del tri- 
bunal de justicia, asesinado á puñaladas cuando aun estaba en 
el ejercicio de estas altas funciones, y contra el que no se 



(XXÍ) 

habia ini&iado siquiera aecion algdna^ todo el muttcío tiíVo qué 
dar el parabién al asesinato "an virtud del desévibri^enta del 
'*£ero2, inicuo y salvage plan de asesinato, premeditado poi' 
"los parricidas, reoa de lesa América, traidores Manuel Vi* 
"cente y su hijo espúreo Ramón Maza, vendiéndose al in- 
"mundo orb francés." ^{Oficios del coronel don Nicolao 
Granada, publicados en el número 4,819 de la Gaceta del 24 
de Julio de 1839.) 

El tono, las ideas, las palabras de estos documentos ofi- 

l^ciales, iHuestran toda la inmoralidad, el embrutecimiento que 
Rosas derrama en esa sociedad que se ha empeñado en dea^ 
hacer. 

Haremos el sacrificio de copiar algunas lineéis Más át'esoÉ 
documentos. • 

"Está bien convencido T. 8. que el Dios de los Ejétcito» 
"protege la causa de Ja justicia, poniendo en descubierto losr 
"planes infernales, los traidoi'es sobornados por un vil intcréií,' 
**como sucede con el traidor, sucio, inmundo y fero» Manuel 
"Vicente de Masía y su hijo bastardo, que hi sus ce^iiza» debiatt 

- "existir entre nosotros.'*' (Oficio del coronel Santiago Villia-' 
mayor, publicado en la ©aceta de 24 de Julio, ya citada.) : 
' . Estas felicitaciones' brutales fueron seguida^ def • \á» fiestas 
parroquiales de que Kabjanios en algtinas dé nuestras notas, i (Jiie 
nicieix>n de Buenos Ayres, por muchos dias, una inmeiisíí baca-' 
nal,-— Nunca se ha ostentado énttrtiguna parte mas lujo dé? pros- 
titución y de sacrilegio.' — En todosios pulpitos, resohtó'oh'lás 
alabanza^ del asesino deificado ;— el aisesiñato se presentó (56- 
mo la obra de Dios, y del dia del delito' se deéía eü la cátedr'a 
del Espíritu Santo. — "Yo no liaré otra cosa en esta mi breve aló- 
. **cusion qu0 exortaros con las palabrees] del Profeta réáVá esta^ 
**^hlecer este dia solemne hasta eVcorúijal del altar ; Constituite- 
"Diem solemnem ñique adde cormu álííáris; soXeniw llamiteste 
^^diupo'r el feliz descubrimiento de la ttamá horrorosa óbntra la 
*^vida de Nuestro Ilustre Restaurado^ d^'lúsL^s ; solemne lía" 
*^moáeste dia, *^por el escarmiento públíúo, que la Divina Provi- 
**dericiahizo de los enemigos de nuestra libertad é independencia 

*' La Divina Providencia: . • . . . .'• cíüSr qut^ que este 

*'dia del descubrimiento fuese un dia solemne para el escarmienta' 
^^público . . w •*• • ó Z<í verdad, Dios vela sobre los buenos y sobre 
"/os malos ; sobre los buenos para darles á su tiempo el premia 
**del cielo, sobre los malos para darles á su tiempo el condigno 

. ^^castigor 

(Oración pronunciada por el cur^ de Dolores- D. José 
Accame. — Está publicada en el número 4859 de la Grdec eta, eí 
II de Setiembie de 1»39.> 



( XXII ) 

(24) En las entf adas del tesoro de Buenos Ayres en ISSd' 
se lee la siguiente partida. 

Enterados porelGefe de Policía D. Bernardo Victorica^ 
pertenecíeutes al reo de lesa América Ramón Maza. 

2196 pesos papel. 
Un alfiler grande de brillantes. 
Un dedal de oro. 

(Número 4948 de la Gaceta de 1. ® de Enero de 1840 — 
página 4. * ) ^ 

El alfiler era el que ese malogrado joven tenia en el pecho^ 
cuando Rosas lo hizo asesinar { el dedal era el de su esposa. 
Esta señorita, á quien Maza había desposado hacía pocos dias» 
es parienta del mismo Rosas. 

La confiscación ha pesado sobre esa sociedad en una es- 
cala inmensa. La propiedad de las clases acomodadas, ha 
sido, sin exageración^ el botin puesto á disposición de los ase- 
sinos oi^anizados. Escribimos á presencia de miles de testi- 
gos y de víctimas. La fortuna de muchos propietarios opu^ 
lentos, que hoy están en suma miseria en Bíontevideo, ó en los 
otros estados limítrofes de la República Argentina, ha sido 
repartida entre los hombres que Rosas ha levantado del cienx>, 
y la gozan ala vista del pueblo de Buenos Ayres. — Solo una 
; mínima parte de la propiedad confiscada, y está vendida á 
vilisimO: precio, ha entrado en el tesoro de Buenos Ayres.— 
Sin embargo en todos los estados que publícaRosas se encuen* 
trañ crecidísimas cantidades de ese origen : tomamos los si- 
guientes guarismos que darán idea de la importancia de la 
confiscación y por consiguiente de la clase de la población 
enemiga de Rosas. 

En el número 5,503 de la Gaceta de 1. ^- de Enero de 1842 
en la página 4. ^ y 6. ^ se encuentran un Estado del que toma- 
mos los siguientes números — 

V Caudal entrado $ 1,703,416. 4 

,En e$a suma la perteneciente á 

bienes de Unitarios es de $ 708,208 6^ 



Ene! número 5,623 de la Gaceta de 9 de Julio de 1842. 
Caudal entrado , $ 96,099 . 3¿ 

En esa suma la perteneciente á 

bienes de Unitarios es de $ 72,470 

« 

(25) En los Estados del tesoro dé Buenos Aires se en- 
cuentra la siguiente partida — 

" Al coronel D. Ramón Rodri- 
" guez para remitir al Juez de- 
** Paz de la 4,* Sección de 



<X3aii) 

" Víati^í^vo pata pagar ú%in- 

" dividuOS QUE CORTARON XA 

" CABEZA al reo malhechor José 

" Ignacio Frías. 8 800 



.*■ 



(Gaceta de Buenos A y res de 29 de Setiembre de 1840.) 

•■* .. .*'■■ **-'i 

(26) En los ejércitos de Rosas el degüello ha reemplaza- 
do á las penas de la Ordenanza. — tenemos en nuestro' poder 
algunas órdenes originales en que se mandan dégúítar^ vivios 
^mdados por deserción, al frente de la tropa.'; 

•Copiaremos uiía orden tomada en él combate de la 



' ■ ! 1 ■ i» ■ 



-Orqueta del Rosario, 

\ Viva la Confederación Argentina !— ) Mueran los salva- 
ges unitarios! — Orden General.— -Febrero 28 de 1848.-**-^ 
Art. 1. De orden del Exmo. Sr. Greneral del Ejército han sido 
degollados ayer el cabo Rámon Lallana y los soldados Fran^ 
<^isco Olmo y Julián Gómez, y castigado con 800 palos Anto- 
nio Ceballos, todos pertenecientes á la 5. ^ división, por ha- 
ber desertado de las filas del Ejército abandonando á los vir- 
tuosos áoldados federales que lo componen. — Art; 2. etc.— — 
Urdinarrain. 

' 1^ (27) En todos los puntos que han dominado las armas de 
Rosas se han repetido las escenas de que ha sido teatro Buenos 
Ayres. — Estos cruelísimos hechos no están consignados en 
otros documentos, que el testimonio de millares de testigos : 
pero el que tiene conocimiento de las matanzas de Bueníos 
Ayres, puede calcular lo que ellas habrán sido en las miseras 
y aisladas provincias del Interior ! ~ 

Las mismas tropas regladas de Rosas no son, con propie- 
dad, sino batidas organizadas de degolladores. — Los documen- 
tos que publicamos en otras notas lo prueban incontestable- 
mente ; pero para abundar, agregaremos algunos hechos. 

En Enero de r840, D. Manuel Oribe, que se hallaba en 
Entre-Rios con un mando subalterno en una de las divisiones 
de Rosas, tubo ocasión de hacer pasar el Uruguáy.por una de 
esas bandas, y lanzarla sobre la población Oriental de Belén, 
á la sazón indefensa. El coronel D. Ángel M. Nuñez que ser- 
via entonces bajo la bandera de nuestra Patria, describe en los 
siguientes términos el espectáculo que ofrecía el Pueblo dé 
Belén después de esa incursión. 

Dice el parte oficial de aquel gefe fecho en Tapeví á 17 
de Enero de 1840. — "El 17 del corriente saquearon el Pueblo 
"de Belén, incendiaron la mayor parte desús ranchos, asesi- 
"naron todas las personas de ambos sexos que encontraron 
"escepto las jóvenes, que creyeron útiles para sus inmundos 



I 

t 



( Tpm ) 

'^vi^ios ; .y no contentos con estas atrocidades asesinaron en 
^'el bosque del Uruguay, una mqltítud de madres errantes que 
^^con sus tiernos hijos huían de los puñales de aquellos verdu-^ 
^'gosy las que han sido encontradas con sus hijitos degollados 
^*en los brazos y con los pechos de aquellas colocados en las 
abocas »»»••*•.• Incendiaron nuestra escuadrilla, saquearon una 
^^porcion de buques mercan tes.^qqe acto continuo hicieron atra- 
^^ar.Qon^us tripulaciones á la costa de £ntre»Rios, y verifícado 
^^qiis fué Ia9 mandaron afiltar á tieri'a, y las asesinaron a lanza, 
>^8ia dejar. un solo marinero, '^ — 

De las Proyincias Argentinas deLinterior podríamos ha* 
mnar innumerables hechos de tan útil y repugnante ferocidad, 
que no estrañan^os,. de ningún modo, que se tomen por los es-* 
tragos por ^ipagerados, "por increibles tambien.-^Ésta duda, 
jionrosa para la humanidad, desapar^ceri para los que se pe- 
^tren del espiritu de Rosas; consignado en todos sus documen-» 
tos «'«-por lo que él ha confesado, pueden adivinar lo que calla* 
Sin embargo, tomaremois algunos periodos de una esposicion 
dirigida al Consulado IVancés de Buenos Ayres por un ciudá- 
(Íqho de ecHt nación. 

Diceasi ;— *-<-"que estraik> contraste no ha ofrecido la ocu- 

£ ación de Mendoza por los generales La-Mádríd y Pacheco, 
!n la primera se notó las calles sembradas de flores y coloiadas 
de una multitud cuyos rostros respiraban la mas pura alegría ; 
'^nlñotrn, no se yeia correr sino arroyos de sangre ! " 

^A las cinco ó las seis de la tarde del 24 de Setiembre de 
1841, ientraron á la ciudad algunos soldados desvandados del 
ejércil» victorioso del general Pacheco. Su primer cuidado, 
como S0 debe creerlo bien, fué saquear la ciudad, y para ha- 
cerlo se dirigieron al centro donde mi casa está situada, y á 
acbazos y tiros comenzaron á romper las puertas y á hacdl 
saltar las cerraduras de algunas tiendas de géneros que dista- 
ban de mi casa cincuenta 6 sesenta varas. — Al otro dia, 25, 
entraron las tropas en la plaza, y entonces comenzaron las 
fiesquizas de los desgraciados vencidos^ quienes, ál Ansiante 
que eran Jaladas eran degollados, — Hablo solamente de los 
oficiales, porque los cabos y soldados eran incorix)rados á las 
t|?opas del general vencedor— Estos asesinatos duraVon has- 
ta el momento de mi partida (el 1.® de Noviembre) porque 
iJgunos dias antes de efectuarla hicieron saUr de la prisión en 
que yo estaba dos oficíales superiores llamados Bejarano y 
SZarate.— Los desgraciados se despidieron de nosotros llenos 
de gozo creyendo que habían obtenido la libertad.— Fueron 
degollados á un tiro de pistola de la prisión en un paraje lía^ 
piado el Zanjón,* — (Exposition desviolences^ outrages eiperjudi- 
ees etc—r-por J. iV. rtarratií.^— 1842)'-Hemos conocido á este 



( XXV ) 

«eñor 6ari*auten los últimos tiempos, en la comitiva del Ex- 
Consul Pichón, y suponemos que aun se encuentra en Mon- 
tevideo. 

(23) He aquí un documento oficial publicado por Rosa» 
en su Croeeía sobre la celada y traición de Canasta el 26 de 
Marzo de 1840. . 

"El infrascripto tiene la grata satisfacción de participará 
•* V. E. agitado de las mas gratas sensaciones • • • • que el infame 
^'caudillo Mariano Vera, cuyo nombre pasará maldecido de ge- 
*^neracion en generación, quedó muerto en el campo de batalla 
^'cubierto de lanzadas, igualmente que su escribiente José Píik> 
"...••. . .Felicito á V. E. y á toda esa benemérita Provincia, 
"igualmente á toda la Confederación Argentina por tan insig- 
"ne triunfo en que hemos recogido los laureles de la victoria, 
"tanto ifhas^ frondosos, cuanto que han sido empapados en la san- 
*^gre de los sacrílesrosMnitarios. — Calixto Vera." 

(N. ^ 5,010 de la Gaceta de 3 de Abril de 1840.) 
- Ese Calixto Vera que firma ese documento, £ra hermano 

DE PADRE Y DE MADRE DEL MUERTO D. MaRIANO VeRA 1! 

Diga la Gaceta si ^idulteramos una palabra ; diga si eso no 
es verdad * Y respete nuestro dolor y nuestro ódio^ to- 
do h9mbre de pecho generoso al leer esos documentos, mas 
negros que el nombre de Cain. 

(29) En las salidas del tesoro de Buenos Ayres en 1839, 
se leen las siguientes partidas : — 
Al coronel D. Nicolás M. Fontes. — Por un 
servicio de importancia rendido á la 
causa de la libertad y honor del Conti- 

J lente AmericatM> $ 1 5000 

Sargento mayor D. Nicolás M. Fontes. 
por Ídem idem 15000 

Al de igual clase D. Nicolao Medina. — 

por idem ídem 15000 

Al de id. id. D. Paulino Medina. 
. por idem idem 15000 



Pesos 60000 



(Número 4948 de la Gaceta de . 1. ® de Enero de 1840, 
página 4. " ) 

Rosas es pródigo de estas recompensas. Ese M. Fontes 
que envilece las charreteras de cofli'onel, y cuya memoria será 
de eterno oprobio, fué empleado por Rosas en la Sala de Re- 
presentantes V.' allí se sentaba el delator ;. ...era el lobo coló* 
cado en la puerta del i*edil 



( XXVI ) 

Pablo Alegre, delator del infeliz Tiola, bienhechor del 
mismo Alegre y antiguo oficial de los ejércitos de Napoleón^ 
asesinado por Rosas en 1839,, y cuyos dos huérfanos y tiernos 
hijos se vieron obligados, por el despojo que les hizo de los bie- 
nes de su padre, á pedir limosna por las calles de Buenos Ay- 
res, — fué levafatado por Rosas — en pago de esa delación — á la 
clase de gefe de sus ejércitos, y hoy lo es del Cantón de la Fi- 
gurita en la linea de los sitiadores de Montevideo. 

(30) Vamos á estractar algunos documedtos horribles ; 
todos ellos son oficiales^ y los tomamos en el mismo orden en 
que los hemos encontrado. Desafiamos á la Gaceta á que los 
contradiga en un ápice. . # 

^£n marcha, en la Estancia de Acosta en los Montes 
Grandes, Noviembre 15 de 1839. 
Al Sr» Juez de Paz y Comandante militan de Dolores f D. Ma- 
riano Ramírez. 

''Con la mas grata satisfacción acompaño á usted la cabeza 
del traidor foragido unitario salvage Pedro Castelli, general 
en gefe titulado de los desnaturalizados sin Patria, sin honor y 
Leyes &c.~para que V. la coloque en medio de la plaza á la 
espectacion pública, para que sus colegas vean el condigno 
castigo que reciben del cielo los motores de planes tan feroces, 
"ia colocación de la cabeza debe ser en un palo bien alto ; 
debiendo esta estar bien asegurada para que no se caiga y per- 
manecer asi mientras el Superior Gobierno disponga otra 
cosa ; debiendo V. transcribir esta misma nota á S. E. nues- 
tro Ilustre Restaurador de las Leyes para su satisfacción. 
Felicito á Vd. por este suceso' etc. — Prui^bncio Rosas^ 

¡ Viva la Federación ! — San Juan, Agosto 22 de 1841.— 
►Exmo. Sr. Gobernador D. Juaín Isidro Maza. Hacen dos 
dias que hemos sitiado á los salvages ; pero sosteniendo un 
fuego tenaz, los hemos tenido hasta hoy á las diez y cuarto 
de la mañana, fueron rendidos, pero disputando posesión por 
posesión. Con que nuesíros bravos han compórtadose con 
admirable denuedo, principalmente el mayor don Juan Ma- 
nuel Gallardo, que mandando y dirigiendo la infantería, pro- 
tejido con 24 policianos y otros tantos dé milicias, recaló 
hasta la plaza, y punto por punto fué disputando hasta el que 
ocupaba el salvage Ácha con sus oficiales y mas de cien hom- 
bres en la Iglesia Catedral, donde yo era el artillero para 
hechar la torre abajo, hasta que ya introducidos en ella se 
rindieron, pidiendo viniese el Sr. Jeneral Benavtdes» al que 
se entregaron prisipneros ; asi es que todo, todo está en núes- 



( xxvu > 

tro poder, pero perdonadas y garantidas i^as vidas de los 
rendido0y entre ellos se halla un hijo de Madrid. "^ " 

Después seré mas circunstanciado felicitando á Y. E. por 
tan gran triunfo: — Es de V..E. afectísimo servidor Q. B. ^. 
M. — José Santo» Ramírez. 

Está conformen de orden de S. E. — El oficial 1. ® de Se- 
cretaria, Faustino Ferrari. — Está conforme, Carlos Amezaga, 
secretario.— Córdova. — ^Imprenta de la Universidad. 

Desaguad^rOt, Setiemb/e 22 de 1841. 

..••..El titulado Salvage Creneral Mariano Acha, fué 
decapiiado ayer y su cabeza puesta á lU espectacion pública en 
él camino que amduce á este Rio entrjs la Represa de la. Cabra 
yel paso del Puente. — Anobl Pacheco. — (Número 3,067 del 
Diario (fe la Tarde de Buenos Ayres de 22 del mes de Rosas 
(Octubre) de 1841.) 

En la Gaceta de Buenos Avree^ de 6 de Diciembre dé 
1841 se encuentra el parte oficial de la totna de San Juan por 
el (xeneiralD. Nazario Benavides ; Rosas suprimió la parte que 
se referia á la capitulación, pero en la lista de prisioneros que 
lo acompaña, el primer nombré qu# se lee es — titulado Oener 
ral Mariano Acha. 

Rosas no se atrevió á llevar mas adelante esta ruiji falsifi- 
cación, y no ha desmentido al. Boletin de Córdova ni el de 
Mendoza, en que está la parte referente á la capitulación (^ue 
él suprimió. 

Miraflores, en marcha, Julio 7 de 1842. 
Eor mis anteriores anuncié á Ud. el objeto con que con- 
servaba al salvage Ciríaco Lan^adrid (hijo del Pilón) y sar 
hiendo con evidencia que éste último se ha dirijido á varios 
gefes de la provincia para que defeccionen hice decapitar al 
primero eo mi arriba a la Rioja acompañada del salvage unitarío' 
Manuel Julián Frias^ rmtural de Santiago. — Nazario Benavi- 
des. (Carta dirijidá á Rosas y publicada en el número 5,703 
de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1842.) 

£1 joven Madrid era de los capitulados' en San Juan ; y 
como «se vé del anterior documentó /i/é degollado por la con- 
ducta de su padre* 

Santiago, Junio 20 de 1841. 

El director de la guerra de la espirante coalición del Nor- 
te, el salvaje unitario traidor Tomas Brizuela, ha recado con 
su sangre inmunda, en este dia, el suelo de la Patria. — José 
Félix Aldao. (N. ® 5,403 de la Gaceta de 24 de Agosto de 
1841.) V . . 



( XXVIII > 

Provincia de Entre-Rios. 
Campamento en las Puntas del Monte, Mayo 22 de 1843» 
E. M. ^'■ 

Orden del dia. 
Art. 1. ^ ^. E. el Exmor. Sjt. Gobernador de la Pro- • 
vincia, ordena que el individuo sin exepcion de clase^ que pida 
por un salvaje sufrirá la misma pena que el reo.-— Juah Ams* 
LLANO, — Es copia : Urquiza. — Cuya orden se puMicará en to- 
das las divisiones y cuerpos pertenecientes al Ejército Entre* 
Riano. — Urquiza. (Impread^en elParaná.) 

I Viva la Federación ! — Sr. General D. «jTosé V(Aix Aldao. 

Cuartel General en las Barrancas de 
Co|-onda, Abril 17 de 1842. 
Mi estimado general y amigo — Con mucfia satiaficcion 
participo á Ud. que el dia 15 en la tarde, fué derrotado jeom- 
pletamente disperso el salvaje unitario Mascarilla por la Yan- 

fuardia do este Ejército, al mando de los señores Coroaeiea 
lores y Andrada, cerca de la estancia del finado general D. Eb- 
tanislao Loner.. — Treinta y tantos muertos y algunos prisione- 
rog, entre Jos cuales quedó el salvaje titulado General Joan 
Apóstol Martincz, — el que le fué ayer cortada la eaketa^ hié 
el resultado de este hecho de nuestras armas fedenief. La 
periccusion del salvaje Mascarilla aun sigue.— -Felicito á Ud« 
por este glorioso suceso y me repito su muy atento segioro 
servidor y anvigo Q. B. S. M. — Manuel Oribe. 

(Boictin de la Provincia de Mendoza.) 

El General D. Juan Apóstol Martinez era Orientid, com- 
^ pañero y amigo estrechísimo do Oribe en ios dias de su 
juventud* 

El Gobernador Delegado de la Provincia de Salta. 

Salta Agosto 4 de 1842. 

El salvaje Florentino Santos que encabezaba» 

los invasores y 10 mas de estos, que han sido capturados en las 
alturas de la Sierra, fuera de los 19 que cayeron prisioneros,^ 
pagarán cai\ la vida su alevosía etc. — Manuel Antonio Saravia^ 
— ícmando Arias. 

Nómina de los salvajes unitario^ que cayeron pñsioneroe ew 
Rumiguasiy y han sufrido por castigo la pena oréinúria de 
muerte. 

Coronel — Florentino Santos. — Comandante — Joan Vi^ 
ec-nte Torres.— Capitán— JPedro Pablo Paz. — Ciudadano, — 
Benjamín Omil. — Siguen los Víombre^ á^ tres sargJtntot y diez 



( XXIX ) 

Mfldadas.^Sak^ Agosta 9 de 1842.— ^Está conforme--«jintfjf' 

íNúm. 5,703 de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1842.) 
£1 Gooernador de la Provincia de la Rioja. 

Rioja^ Agos^ 18 de 1842. 
Al Sn Coronel y Comandante GTeneral D. Lucas LIatíogf<r 
Han sido capturados y decapitados en esta capital los sal-' 
vages unitarios Domingo Antonio Villafañe, Francisco Doria^ 
Timoteo Gonzales y Benito Vila, estos dos últimos naturales^ 
de Buenos Ayres. — 'Dios guarde á Vd. muchos años. — Hipólito 
Telh, 

£xmo. Htí D. Juan Manuel de Rosas. 

Tucuman, Setiembre 14 de 1842^ 

• • • .Nada ocurre por acá digno de su conocimiento, íúbé 
que la toma y decapitación de los salv^ges unitarios cabecillas 
Honorato Gordillo y Ramón Moreno, cerca de Belén. Está 
visto que todos craeián en poder de la justicia, pue$ muy po^ 
eos han quedado^ como lo verá V. E. en el Monitor Federal.—' 
Adeodato de Gondra,. 

Cuartel General en el Ceibal, Setiembre 14 de 1841. 
. •,. -Entre los prisioneros (de la bg^talla del Motíte Gran-' 
de) se héilíó el traidor salvage unitario ex-coronel Facundo 
Borda, que fué al momento ejecutado con otros traidores titulado^ 
oficiales dé entre los de caballería é infantería. — Manuel Oribk« 
. .•.{Parte oficial inserto en el número S067 del Diafio de Ití 
Tarde de Buenos Ayres de 22 del mes de Rosas (Octubre) de 
'1841.) La ejecución del coronel Borda fué una de las mas 
atroces que ha hecho practicar Oribe. . •« «Este hombre, como 
se sabe, hizo cortar y salar las orejas de Éorda, y se las remitid 
á Rosas. 

Cuartel General en Metan, Octubre 3 de 1841. 

• •••Los salvages unitarios qu^me ha entregado el co<* 
mandante Sandobal, que lo fué de la escolta del Lava- 
lie) Marcos M. Avellaneda, titulado Gobermador General def 
Tucuman, coronel . titulado J. M* Videla, comandante Lucio 
Casas, sargento mayor Gabriel Suarez", capitán José Espejo y 
teniente primero Leonardo Sousa. • »*han sido al momento eje- 
cutados en la forma ordinaria á excepción de Avellaneda a 
QUIEN MANOE QORTAR LA CABEZA quo sorá colgada á la espec-' 
tacion pública en la plaza de Tucuman. — Manuel Oribe. 

Santiago, Octubre 8 de 1841. 

• • . • Así como la cabeza del salvage A cha está puesta so<^ 
bre un palo en el camino de Mendoza, de igual modo las de \o^ 
salvages Avellaneda y Casas están en la plaza de Tucuman, 

Adeodato de Gondra. 
(Núm. 5483 de la Gaceta de Gde Diciembre de 1841.> 

6 



• • p •■ 



(XXX) 

Edurralde, 14de Octubre, del mes de Rosas de 1841. 
sSeñor D. Juan Ortiz de Rosas. 
.Yó voy en marcha para Catamarca á darle también 
eh la cabeza, én la misma nuca, al cabecilla salvage unitario 
Cubas. — Habrá violín y habrá violón. — Mariano Maza. — (Nú- 
mero 5483 de la Gaceta de 6 de Diciembre de 1841.) 

Catamarca, 29 del mes de Rosas de 1841. 
£xmo. Sr. Gobernador D. Claudio A. Arredondo. 

• • • • Después de mas de dos horas de fuego, y pasado á cu- 
chillo toda la infantería^ ha sido derrotada toda la caballería, y 
el cabecilla solo huye por el Cerro de Ambaste con 30 hom- 
bres ; se le persigue y pronto estará la cabeza en la plaza, así 
como están las de los titulados ministros González y Dulce y tam- 
bién la de Espechcy Gobernador que puso el pilón. — Mariano 
Ma2a. — (Número 5483 de la Gaceta ya citada.) 

i VIVA LA FEDERACIÓN ! 

Relación nominal de los salvages unitarios titulados gefes 
y oficiales, que han sido ejecutados después de la acción del 29. 
Coronel, Vicente Mercao. Comandantes, Modesto Villafañe, 
Juan Pedro Ponce, Damacio Arias, Manuel López, Pedro Ro- 
driguez. Sargentos mayores, Manuel Rico, Santiago de la 
Cruz, José T. Fernandez. Capitanes, Juan de Dios Ponce, 
José Salas, Pedro Araujo, Isidoro Ponce, Pedro Barros. Ayu- 
dantes, Damacio Sarmiento, Eugenio Novillo, Francisco' Quin- 
teros, Daniel Rodrigúez. Teniente, Domingo Diaz. 

Catamarca, Noviembre 4 de 1841. «^Mariano Maza. 

(Gaceta citada en la anterior.) 

Exmo. Sr. Gobernador D. C. A. Arredondo. — Catamarca No- 
viembre 4 de 1841. 

• •».En fin, mi amigo, la fuerza' de este salvage unitario 
tenaz^ pasaba de seiscientos hombres, y todos han concluido, pues 
así les prometí pasarlos á cuchillo. — Mariano Maza. — (Gaceta 
citada en la anterior.) 

# 

Señor D. Juan Ortiz de Rosas. 

Catamarca, Noviembre 4 de i84L 

Yo anuncié á Vd. que hablamos derrotado en esta plaza , 
completamente al salvage unitario Cubas, que era perseguido 
y que pronto tendríamos la cabeza de este bandido. En efecto 
fué tomado en el Cerro de Ambaste ; fué tomado en su misma 
cama. Queda pues, tambjen la cabeza de dicho foragido Cu- 
bas &c., en la plaza de esta ciudad. 

Después de la acción han sido tomados, entre gefes y ofi- 



( XXXI ) 

oiales como 19 que iban en alcance de Cubas: nokedadocuar' 
tel : el triunfo ha sido tan completo que uno no ha escapado. — ^ 
Mariano Maza. — (Gaceta citada en la ai^terior.) 

Oribe, al poner estos sucesos en conocimiento de Rosas, 
dice :--El ejército que V. E. tubo á bien poner bajo mis órde- 
nes, ha llenado su gloriosa y digna misión. -^MxfíviRh Oribe.*-^ 
(Gaceta citada en la anterior.) 

Es de todo punto imposible 'encerrar en estas notas el es- 
tracto de los documentos de este género que ha producido la 
administración de Rosas, y tenemos á la vista. 

Los anales de la larguísima época del Gobierno de Rosas^ 
están cubiertos de un espeso reguero de sangre que no se in« 
terrumpe ni un solo dia : no hay una sola hoja de los laureles 
que le hadado la fortuna durante 15 años, que no esté empa- 
pada en la sangre de los vencidos, derramada fria y atrozmente- 

Los enemigos de Rosas, esclavos de principios y de doc- 
trinas generosas, han probado detenerlo en su camino de ex- 
terminio, con la práctica de una clemencia ilimitada y caballe- 
resca ; — si alguna vez oprimidos por la evidencia práctica de 
las cosas, han proclamado y jurado cubrir con un velo los prin- 
cipios, hasta obtener la regularizacion de la guerra, hasta 
. igualar la condición de los beligerantes, y que siendo el riesgo 
igual, cada uno pudiera elegir libremente su puesto — lo que 
era la victoria para nosotros, — há sido una palabra vana, un 
decreto inúlil que no han tenido corazón para ejecutar un solo 
dia, que han abjurado inmediatamente : — 

Rosas, y después Oribe, han sacado de esto un nuevo ele- 
mento de poder : — 

El que se ha levantado contra Rosas lo ha espuesto 

todo : — la familia, la hacienda, — la vida en el azar del comba-» 
te y después del combate : — ha debido renunciar por el hecho 
á todo lo que hay de precioso en este mundo : 

El que ha estado con Rosas, no ha espuesto nada, mas 

que la vida en el azar de la batalla. Vencedor ó vencido, 

no ha pesado ni la miseria, ni la persecución sobre su familia 
Prisionero, ha encontrado no solo la protección del dere- 
cho, sino las mas generosas y extraordinarias consideraciones: 
ha. encontrado siempre mas que olvido de su conducta ante-- 
rior 

Así nosotras mismos Jiemos contribuido á hacer mas vi- 
gorosa la coacción que ejerce Rosas, sobre la opinión de su 
país : todo el que no ha tenido el altísimo coraje de renunciar 
á tqdoslos goces de esta vida, el que no se ha decidido á dejar 
huérfana y mendiga la mugcr y los hijos, á ver desaparecer su 



(XX3UI ) 



fortana, ha estado forzosamente con Rosas ó le ha combatido 
flojamente, embargado por falaces ilusiones. 

•r«p-É6to es natural. 

En otro capítulo de este escrito nos ocupamos especial- 
Hienté dé la conducta del Sr. Greneral Rivera con sus enemigos; 

I)Qro eii esta nota citaremos un hecho que deja en buena luz 
os profsederes de dos partidos: que los califica completamente. 
£1 29 de Setiembre de 1840 fué tomada, aviva fuerza, 
por una división del Ejército Argentino Libertador á las órde- 
nes del general D. Tomas de Iriarte, la ciudad de Santá-Fé, 
defendida por una fuerza de Rosas al mando* del general D, 
Eugenio Garzón. — Quedaron prisioneros entre mas de 500 
individuos, el general Garzón (que manda actualmente el 
ejército de Rosas; en Entre-Rios») el coronel D. Antonio 
Acuña ( ahora gefe del pueblo de Maldonado ), el teniente 
coronel D, Andrés Gómez y cuatro oficiales masque hoy 
00 encuentran con Oribe-en el Cerrito.— ^Todos estos prisio- 
neros fueron rodeados de las mas prolijas atenciones y cui- 
4ados, y vivian entre sus vencedores sin zozobra ni, mortifica- 
ción alguna. 

Poco después, el 28 de Noviembre siguiente, el Ejército 
][4bertador fué vencido en la funesta jornada del ^mbrachito .• , 
an medio de la derrota el General Lavalle se acordó de sus 
prisioneros y de las penalidades a qua debía someterlos en su 
pueya situación. Entonces, magnánimo como era nuestro 
querido amigo, volvió su caballo, vino á ellos, les dio libertad, 

Ípara que pudieran llegar con seguridad al campo de Oribe 
!8 hizo acompañar eii clase dé parlamentario, por el aprecia- 
bilísimo joven Dr. D. Rufino Várela. — Várela, de alma ^enero- 
^a, de costumbres suaves y de una educación esmerada, había^ 
dulcificado en mucho la suerte de estos prisioneros y le eran 
deudores de las mas finas consideraciones y servicios : Várela 
an el asalto de Santa-Fé había espuesto su vida para salvar las 
de sus*enemigos, y alguno de los que iban allí, (el capitán D. 
Jjindolfo Argerich solo vivía por él.) 

Várela cruzó el campo del combate, sembrado de peligros, 
ffuardando la^ vidas de los enemigos á quienes llevaba á la 
libertad, y llegó bizarramente á entregarlos en las guardias 
enemigas. De allí debía regresar ; pero allí se le detuvo • • • • 
allí se Te insultó, allí lo asesinaron infamemente; allí, delante del 
general Garzón y de los otros prisioneros que acababa de sal- 
ver ; delante de Oribe que galardonaba con la muerte una vi- 
da pura, una acción gallarda y generosa. 

Retamos á la Gaceta que nos desmienta : la retamos for- 
malmente. 

Efl asesinato de los prisioneros y de loi .capitulados es la 



( XXXIII ) 

regla para Rosas : uno que otro caso, rarísimo, que pueda ci- 
tarse en contrario, es la ecepcion, y ecepcion en que vá en- 
vuelta alguna segunda mirn. Y esta regla ha sido aplicada 
con inquebrantable ferocidad ; podríamos venir probando su 
aplicación desde el asesinato de los prisioneros de Mendoza en 
1829 y en San Nicolás de los Arroyos y otros puntos en 1830 
y 81, bástalas matanzas de Arroyo Grande en 18 á2, de la 
campaña del Estado Oriental en ]843 y 1844; de la India 
Muerta en este mismo año de 1845. Del Arroyo Grande es- 
cribía el coronel D. Gerónimo Costa al Fraile Aldao, desde el 
mismo campo de batalla el 7 de Diciembre de 1842 — ^f^hemos 
'^tomado mas de ciento cincuenta entre géfes y oñciales que en 
**el acto fueron ejecutados." (Esta carta se publicó en el nú- 
meiCO Í2 del Boletín de , Mendoza.) En la India Muerta el 
asesinato de los prisioneros es un hecho. El mismo General 
vencedor lo confiesa en lo^ partes de este suceso. En el pri- 
mer parte (Boletin número 105 del Cerrito) dice — "Entre los 
**prision€^ros hay un gran número dé titulados géfes y oficiales 
^'contándose entre estos a Eufemio Izaurral y Flores (el chile- 
"no) quien comandaba la infanteria, la cual está eñ nuestro 
*'poder etc." Y en el parte detallado (Boletin núm. 107 del 
Gerrito) no dá prisionero á ningún gefe, pero incluye en una 
larga lista de géfes muertos, á los mismos dos (fe la infanteria 
que dio prisioneros en el anterior ; — al coronel D. Lorenzo 

Flores (el ^hileno) y al comandante D. Eufemio Izaurral. 

—¿Para qué amontonar mas horrores? 

(31) "Luego que nuestro enemigo está desarmado y ren» 

•*dido ya no tenemos derecho sobre su vida. Antiguamente 

había el error horrible y la pretensión injusta y feroz de apro* 
piar&eel derecho de quitar la vida á los prisioneros de guerra ; 
pero hace ya mucho tiempo que se han adoptado principios 
toas justos y humanos." (Wattel, lib. 3" cap. 8.) 

Esto escribía Wattel y se sabe cuanto la civilización de 
nuestros dias ha modificado las doctrinas de este mismo pu- 
blicista» Bien podríamos, pues, referirnos á los hechos regis- 
trados en la nota anterior para justificar el aserto del texto.— 
Rosas ha excedido los actos que Wattel condenaba coino in- 
justos y feroces degollando á sus prisioneros, insultándolos y 
despedazando tos hombres vivos y los cadáveres. 

Ha asesinado también á los parlamentarios, personas sa- 
gradas é inviolables por el derecho de gentes, (Wattel lib. 4, 
cap. 7.) como se ha visto entre otrosí en el caso del Dr. Vare- 
la que investia ese carácter, para devolverle al enemigo ^us pri- 
mnere», circunstancia que agi^av a mucho el asesina^ perpe- 
trado en su persona. 



< XXXIV ) 

Pero desgraciadamente Rosas nos ha ofrecido en esta 
guerra otros hechos, si es dable, mas atroces. =r 

Se ha violado el sagrado de los, Hospitales y se han cfego- 
UacU) enellos á los heridos, á los enfermos, á los médicos y ciru^ 
Janos. 

El 29 de Diciembre de 1839 en los campos de Cagancha 
en lo mas recio de la pelea, se destacó una división de Rocas 
acaudillada por D. Juan Antonio Lavalleja áobre las carretas 
en que estaba colocado el hospital y allí fueron asesinado^ en- 
fermos, heridos, mugeres, niños, cirujanos ; se rompieron los 
instrumentos quirúrjicos, se inutilizaron los vendages y las me* 
dicinas. — 

Este hecho que se publicó ofícialmente en nuestros perió- 
dicos, no ha sido contradicho ; y si lo fuera atestarían la hor- 
rible verdad centenares de testigos. 

En la presente campaña un hospital del Ejército de la 
República se estableció en el Durazno ; allí se curaban no solo 
nuestros enfermos y heridos, sino también los heridos v enfer- 
mos del enemigo. Este destacó contra él una división á las 
órdenes de Marcelo Barreto y Feliz Peñarol, y el SO de Di- 
ciembre de 1843 el hospital cayó en su poder, y degollaron á 
los cirujanos^ á los practicantes^ y á los enfermos que allí encon- 
traron. 

Oribe no puede negar este hecho : ahí está el boletin del 
Cerrito número 42. Es verdad que poruña inhábil falsifica- 
ción, ha querido ocultarlo no nombrando el hospital, y hablan- 
do de una fuerza ; pero léase el boletin que citamos, y en la 
lista de los gefes y oficiales muertos, se verá, el primero, el nom- 
bre de D. Juan Tigrimbú >=^J). Juan Tigrimbú era el (Cirujano 
Mayor del Ejército. El capitán D. Gregorio Mas, que le sigue 
en la lista, y que era una de las mejores lanzas de esta tierra de 
bravos, estaba postrado por heridas que había recibido en bue- 
na guerra : solo pudo hacerse levantar del lecho, para recibir 
la muerte en pié. 

Sabido es también que todo el mal que se hace al enemi- 
go sin necesidad, que toda hostilidad que no se dirijo á con- 
seguir la victoria, no solo es una indigna cobardía, sino una 
crueldad contraria á las leyes de la guerra. Y¿cual era^ el 
objeto bélico de las traidoras minat que ha preparado Oribe 
al frente de esta ciudad? . • • • despedazar algunos valientes, 
derramar su sangre inútilmente, por solo el placer de derramar- 
la. Desearíamos que la Gaceta nos digese sino fué eso lo que 
se propuso Oribe, qué es lo que se propuso', qué es lo que se pro- 
pone en las balas que arroja por elevación á esta ciudad, qué 
fin tienen la mayor parte de las estériles y sangrientas hostui- 
dades en que persevera. 



( XXXV ) 

• 

No cerraremos esta nota sin agregar dps lineas maí.— 
Las fuerzas marítimas de Rosas extrajeron de la Goleta^ lu- 
quesa Buena Esperanza, á. los capitanes D. Juan Raya y D. 
Fosidonio Rodríguez y á dosciudiananos más que los acompa- 
ñaban. Conducidos á presencia de Oribe, este hombre los 
hizo traer atados en la madrugada del 7 de Octubre de 1843 á 
la vista de nuestros puestos avanzados ; allí los hizo degollar. / 
le arrojó al Pueblo de Montevideo los cuatro cadáveres con las 
gargantas partidas á cuchillo! 

Pieguntádle á Oribe cual fué el destino del laborioso y 
pacífico Oriental D. Félix Sobredo. El os dirá — porque no 
puede negarlo — que lo hizo extraer de una polacra que nave- 
gaba bajo la bandera sarda y en la que el infeliz Sobredo ve- 
nia del Rio Grande á Montevideo á buscar á su mujer é hijo» 
(Boletín del Cerrito núm. 44) que lo hizo traer á su presen- 
cia* ...^¿y después? •••• gz/e lo hi\o degollar — Aquí está, en 
Montevideo, la huérfana familia^ á cuyas lágrimas, lo mismo 
que al recuerdo de una antigua amistad, fué Oribe perfecta- 
mente insensible. 

I Cual es el fin bélico de la violación de esas banderas 
neutrales, del asesinato de esos viajeros indefensos ? - 

(32) Es un hecho notorio y de que estamos plenamente 
convencidos; pero no tenemos ningún documento conque 
abonarlo. 

(33) Esto es también notorio, y podemos ofrecer un 
testimonio intachable. «— — El Britannia, periódico inglés que 
se publicaba en Montevideo, con merecida aceptación, dijo lo 
siguiente : 

•* Tenemos que anunciar la partida en el paquete de S. M. 
Cockatrice, del capitán Carlos Colville Franckland, en conse- 
cuencia de su promoción al rango de capitán de navio. Durante 
cerca de un año que este bravo oficial ha mandado en esta es- 
tación la corbeta de S. M. Pearl, se ha adquirido la amistad de 
muchos individuos que sentirán sinceramente la perdida de 
su amable sociedad. Tenemos razón para creer que el capi* 
tan Franckland recordará su recepción de Montevideo con 
sentimientos bien diversos de aquellos que se confundirán 
con sus recuerdos de Buenos Ayres, donde fué testigo ocular 
de muchas atrocidades y donde su repugnancia é indignación^ 
subieron de todo punto, por un suceso, que excede en barbarie, 
todo lo que puede presentarse en un país civilizado á las obser- 
vaciones de un oficial ingles.— Podemos referir los detalles 
con plena confianza, pues que han sido con frecuencia referi- 
dos por el mismo capitán Franckland á sus amigos de aquí» 



( XXXVI ) 

Con motivo del triunfo obtenido por las tropas del gobernador 
Rosas, sobre una división de sus enemigos, el capitán Fran- 
cklánd, fué convidado á una tertulia en casa del gobernador, 
donde se presentaron á los convidado:^ LAS OREJAS de un 
infeliz prisionero ! Cuando le dijeron al capitán Franckland, 
que las OREJAS SALADAS estaban en un plato sobre el 
piano forte, se salió para no mirarlas ; y jamás volvió á poner 
alli los piePf para no esponerse, como decía, á un segundo insul-' 

to, si tal vez le presentaban una cabeza humana.: Tal 69 

Buenos ^yres actualmente T' 

(The Britannia N. ^ 4 June 25—1842.) 

Este articulo se publicó en presencia del señor capitán 
Franckland, que no lo contradijo de ningún modo. 

Las orejas saladas que se mostraron en la tertulia de Ro-* 
sas eran las del infortunado coronel D. Facundo Borda, priisio- 
ñero de Oribe, (Vide nota 30.) 

(34) Una de las acciones mas hermosas de esta guerra de 
quince años, tan rica de heroismo y de sacrificio por una par- 
te, como de abominable barbarie por la otra, es la defensa del 
cadáver del general Lavalle. Es una acción digna de la mas 
alta y religiosa epopeya. Pero ante ese puñado de bravos, 
escapados á la muerte en los campos de Famalla, que se detie- 
ne en los limites de su patria y los cierra con su sangre al paso 
de cuadruplos enemigos ; de esos soldados que caen y mueren 
allí, sirviendo de escudo al cadáver de su general, que luchan 
con brío indomable y se sacrifican con júbilo sólo para que ese 
cadáver tenga tumba cristiana en la tierra extrangera que vá 

á servirle de asilo que ofrecen su sangre y sus cabezas á la 

rabia de sus enemigos solo para que no profanen la cabeza de 

su muerto general ante este espectáculo de heroica 

piedad. Oribe y sus coríipañeros de crimen, no sintieron ni 
enervado el brazo, ni conmovido el pecho, ni enaltecida la 
mente, ni ennoblecida siquiera Ja palabra 

Esto muestra al hombre, lo muestra todo entero. Es uno 
de esos hechos que son una verdadera autopsia moral. 

En el momento en que supo Oribe que habia caído sin 
vida, el valiente soldado de Maipú, Chacabuco, Pasco, Rio- 
bamba, Pichinca, Bacacay, Yerval, Ituzaingó, el soldado de 
1^ Independencia de cuatro Repúblicas, mandó perseguir su 
cadáver con encarnizaniiento y que se le arrancase á la tier- 
ra aquella noble cabeza, si la tierra la habia acojido en su 
seno! 

Entonces se vio, por primera vez, ocupado un ejército 
en rastrear los huesos de tm muerto. Todos los Go&iernos de 



( XXXVII ) 

las Provincias, se ocupab'an de averiguar su sépúldro^ todo's^ 
los Curas Párrocos se apresuraban á certificar que no habian 
dado ecleciástica sepultura al ilustre difunto. 

Hé aquí el Certificado de un Párroco : 
•*E1 Presbítero José Antonio Duran de Rojas, en vista deí 
la nota de V* S. certifico con la verdad que me caracteriza^ v 
que habiendo llegado á este punto los alevosos é indecentes' 
salvajes unitarios el dia 10 del presente mes y año á las cua-i 
tro de la tarde, en la qae habiendo llegado á mi casa el salva- 

Í'e unitario Pedernera me pidió permiso para depositar en la 
[glesia el cuerpo de un compañero : y preguntando yo cual 
era, Lavalle, me dijeron los mismos soldados que era el muer- 
to. — Inmediatamente corrí á la Iglesia para -cerciorarme del 
caso y lo encontré en la puerta de la sacristía atravesado so- 
bre un cabajlo, puesto sobre unos cajones vacíos que seria sin 
duda para que no se les cayese poi* el camino. — Al instanter 
trataron de sepultarlo metiéndolo en la Iglesia.— Estos infeli- 
ces salvajes unitarios estuvieron en esta como dos horas y ha- 
biéndoseles acercado una pequeña partida salieron precipita- 
damente en fuga llevándose siempre el cadáver.- — Esto es, V-' 
S. lo que! certifico en obsequio de la verdad y de la justicia 
y para gloria del Sr. Presidente Rosas lo firmo hoy dia 16 de 
Octubre de 184l.^-José Antonio Duran de Rojas." — (Núm; 
5,483 de la Gaceta de 6 de Diciembre de 1841.) 

El siguiente es el estracto de uno de los oficios de los go*^ 
biernos de las Provincias. — 

"El cadáver de Lavalle fué destripado en Chorrillos, des- 
carnados los huesos en Rodero, mas kllá de Humahuaca, por no 
poderse sufrir la hediondez de lacarne^^y luego que el salvage 
Pedernera llego á JVfojo (primar pueblo de Solivia) depositó 
los huesos en la Iglesia. — En el referida pueblo de Mojo fué 
desarmado el grupo miserable que condujo el salvage unitario 
Pedernera. (Oficio de Miguel Otero, Gobernador de Salta, 
publicado en el número 5423^ de la Gaceta de 6 de Diciembre 
de 1841. 

I Y para qué esta impía persecución ? 

Oribe lo dice — "líe maivdado hacer acfivas pesquizas sobre 
el lugar donde esté enterrado el cadáver, para que le corten la 
cabeza y me la traigan! — (Carta de Oribe al gobernador de 

Córdoba D. C. Arredondo, fecha 12 de Oictnbre de 1841. » 

Esta carta está publicada en el boletinde Cói^dobay el fírUish 
Packet de Buenos Ayres la ha estractado en su número de 6 
de Noviembre de 1841.) 

Libres los despojos humanos del general Lavalle en tierra 
boliviana, por el heroico sacrificio de los patriotas qiie los cus^ 
todiaban,' Oribe, en su despecho, reclamó Ux esiradiccion del ca^ 

' 7. 



( xxxvm ) 

dáver. Él general Urdinenea desechó con horror tan atroz re* 
clamacion. 

(35) Esta ha sido la máxima proclamada por Rosas como 
base de su gobierno. La Gaceta ha escrito mas de un artículo 
para justificarla. Los que hayan leido lo que llevamos escrito- 

*^ harán cargo por si mismos de lo que es necesario hacer para 
estar del todo con Rosas, 

(36) La mashorca, que dará nombre á la época de Rosas, 
es la creación que reasume mas ^completamente sus medios de 
Gobierno. 

Daremos sobre ella el juicio dé un hombre que Rosas ni> 
puede desconocer sin gratitud ; es un oficial francés bien cono- 
cido. Las líneas que copiamos pertenecen á un escrito que 
publicó ese oficial á su regreso de' Francia en la Revista de los 
dos Mundos, el L ^ de Febrero de 1841, en defensa del señor 
almirante Mackau y de su convención con Rosas. 

Dice el oficial francés — "El plub de los jacobinos en 179* 
^na fué mas terrible á la antigua nobleza de la Francia ; com- 
*'puesto de una reunión de personas sin carácter, manchadas 
^la mayor parte de crímenes, de la hez de) pueblo en fin, se 
^'sostienen por el terror que inspiran. Se llama hoy la Socie^ 
^^dad popular ; pero al principio éq llamó Sociedad de la mas^ 
**horca (del marlo de maiz) símbolo de la unión ; los asociados 
'^pretenden pue están unidos entre sí como los granos de maiz 
"sobre la planta. 

^**^Los crímenes nocturnos que han desolado á Buenos Ay- 
"ics, y sumido á la ciudad en una especie de terror estúpido, 
"son emanación de ese club. La comisión directiva resuelve, 
"una banda de verdugos ejecuta. Contra el-partido unitario y 
"para extinguirlo se na formado esa monstruosa asociación. . 

" Esa borda salvage lanzó bramidos contra el partido 

"unitario y contra todos los que sospechaba le eran favorables; 
"ella enviaba á sus seides á registrar las casas, á insultar á las 
"mugeres y los viejos ; á robar y saquear á protesto de buscar 
"pruebas para sus acusaciones.r-Cada dia alumbraba un nuevo 
"crimen ; ya se encontraba por la mañana el cadáver de un 
"hombre que yacía en el barro, desfigurado y sin cabeza, y la 
^'cabeza de una víctima clavada en la punta de una lanza ó col- 
"gada de la cuerda de un farol. Todos los buenos ciudadanos 
"se estremecian de horror ; un silencio tétrico, un estupor mu- 
do reinaba en la ciudad. El puñal de los asesinos hacía justi- 
cia por la noche de uua palabra escapada durante el dia, en 
"favor del partido cuya ruina había sido jurada." 

[Affaires de Buenos Ayres.— — Expedition de la France 






. ( XXXIX.) 

tjontre la R^publíque Argentine.— — Le General Rosas— Par 
un officier de l'Escadre. — Revue des deux Mondes.) 

Este club existe como corporación o^iál bajo el nombre de 
Sociedad Popular Restauradora^ y se dírije en esté carácter al 
Gobierno. Puede verse una de sus notas en el número 5294 
de la Gaceta de Buenos Áyres de 7 de A^ril de 1841, y Ja lista 
de sus miembros en la Gaceta de 4 de Mayo de 1842. 

Esta sociedad ha sido el brazo de Rosas : ella ha ejecuta- 
do las degollaciones de Octubre de 1840 y de Abril de 1841« 
No solo eian degollados los hombres en sus casas, en las calles, 
en las plazas ; las casas eran asaltadas, ultrajadas las 'señoras y 
las niñas, despedazados los muebles, las ropas, las vajillas. • • • 
• . • .Todo esto es muy sabido ; pero añadamos al relato del ofi- 
cial francés, el de otro testigo presencial» 

Hablando de los Orientales partidarios de Oribe (entre 
los que él se contaba) dice este testigo : . 

''Si Oribe que se había lanzado tras el general Lavalle en 
la Provincia de Buenos Ayres, sufría un golpe, común en la 
guerra, éramos indudablemente víctimas todos del furor del 
populacho, pues ya habían empezado las degollaciones, acia fi- 
nes de Setiembre y np se acabaron hasta el 27 de Octubre ; 
cada noche de ese mes fatal fué marcada por muchos asesina^ 
tos, y cada manaba al levantarse cada uno de nosotros pre-^ 
guntaba ¿ cuántos degollados han amanecido ? ¿ ha habido al- 
gún Oriental entre ellos ? ninguno fué degollado, no : mas un 
día nos dijeron (el lunes de Carnaval) '' tres oficiales Orienta- 
les han sido fusilados." Ese día, me acuerdo bien, D. Ignacio 
Oribe, que la víspera había est;ado jugando á ese juego que se 
estila en esos días de locura, mandó cerrar las puertas y ven- 
tanas de su casa al saber la funesta noticia y ordenó se obser'- 
vase el mayor silencio en ella ; es preciso decir que al lado de 
la casa de Oribe vivía la madre y hermanas de Mariano Esca- 
lada, una de las tres victimas. [Exposición de D. J. Lasserre. 
Número 1464 del Nacional.) 

Estas degollaciones se ejecutaban estando el Almirante 
Mackau negociando en la rada de Buenos A^res ; durante las 
negociaciones cayó la cabeza de Yarangot, ciudadano francés. 
Rosas se limitó á negarle esta nacionalidad, y el 29 de Octubre 
se firmó la Convención que restableció sus relaciones con la 
Francia. 

Las matanzas habían durado casi un mes, á todas horas 
del dia y de la noche. ~ El 31 de Octubre, el mismo día en que 
ratificó el tratado con la Francia, expidió un decreto en el que 
dice :• — ^ 

•' Que la irritación popular (causada por la invasión de 
''Lavalle) se había Jiianifestadu pjr venganzas naturales, las 



(XL) 

'^cuales no era posible contener en un pueblo tan indignado, sin 
'aponer su heroísmo, su lealtad ¡/patriotismo á una prueba in-' 

**compatible con lo que exije su propia conservasion 

''que es laudable manifestar su vehemente patriotismo del mo^ 

^do que lo hizo aquel pueblo " y concluye mandando 

que — *' todo individuo cualquiera que fuese, que atacase lapnh 
•piedad de los argentinos ó de los extrangeros residentes en d 
pais^ SIN ORDEN ESPRESA Y POR ESCRITO para 680 fin, emanada 
de autoridad competente, sea considerado como perturbador del 
orden público y castigado como tal." 

(Puede verse este decreto en el número 5,177 de la €¡úee- 
¿a de 2 de Noviembre de 1810.) 

Este «documento no necesita observación «algana: él es 
. fobrado elocuente : seguiremos, pues, narrando ios iiechos. 

A los pocos meses, cuando ya no era permitido robar y 
degollar a los habitantes sino concorden escrita emanada de au- 
toridad competente, cuando ningún peligro amenazaba de cer- 
ca á Rosas, las matanzas recomenzaron de nuevo. Escuche* ' 
mos del testigo que heñios citado últimamente las escenas de 
Abril de 1841. 

''Voy á hacer un corto bosquejo de los sucesos de Abril 
de 1841. Esa, señor, es una horrible historia que nadie jamás 
olvidará en Buenos Ayres ; y que nadie pu9o comprender. — 
Los sucesos de Octubre pueden tener un protesto político, co- 
mo las degollaciones de los presos, en París, el 2 y 3 de Se- 
tiembre ; el terror : mas las degollaciones de Abríl se hicieron • 
fin que nadie supiera porqué ; no había crisis. LiOS sucesos 
tridos eran mas bien favorables á la causa del fanatismo fede- 
ral* Este furor do matar á los hombres, de empapar en san- 
are humana las calles de Buenos Ayres, es y será por mucho 
tiempo un enigma, que tal vez, algún día, el mismo Rosas es- 
plicará. . . 

^iluÁ todo el mes de Marzo se pasó con alguna tjranqui- 
)ída/l, y los hombres ({ue sp habian mantenido por mucho tiem* 
po escondidos, empezaban á salir ; pero en los últimos dias de- 
mes, ya amanecieron, en varios puntos de la capital, algunos 
cadáveres degollados, y esto siguió de un modo misterioso, du- 
rante algunos días, hasta los primeros ocho dias de Abril ; así 
es que en balde se decía, mucnas personas no lo querían creer, 
apesar de haber visto los sucesos de Octubre. £1 día 5 de 
Abril, se preparaba un baile/ en el cuartel de serenos, que del 
bía darse á la noche. I'or lo mañana de ese dia, dicen» (no lo 
he visto) que en el mercado, un carnicero tenia sobre una mesa 
cabezas do carnero, y una cabeza humana ; dicen, que algunas 
criadas, que manifestaron con gritos, un sentimiento de horror 
fueron golpeadas con verga, y otras llevadas presas. A la no- 



( XLI > 

che de ese día 6 tubo lugar el baile, y en el tiempo que baila- 
ban los unos, (dé esto estoy cierto) á distancia de menos de 
cien pasos otros eran degollados. Cada dia de ese mes fué 
dia de espanto y de luto para muchas familias de e^a capital. 
Esos crímenes horrendos hasta fines dé Marzo y principios de 
Abril, hablan sido cometidos éon un cierto misterio, y de no- 
che, pero ya mas avan^^ado el mes, se cometieron á la luz del 
dia, á las 10 y media de la mañana en presencia de varias per- 
sonas, un catalán fué asesinado, degollado en el Muelle. A las 
dos y media de la tarde el Dr. Zorrilla, que vivia en unos altos 
de la Recova nueva, plaza de la Victoria, fué asesinado en su 
bufete, por cuatro hombres que en él se introdujeron, so pro- 
testo de Qonsultarlo. Un comerciante español llamado Martí- 
nez, que según se decía estaba ligado por intereses mercantiles 
con el general D. Lucio Mancilla y su sobrino Adolfo, había 
convidado á comer en su casa á los dichos, después de comer, 
se dirijian los tres. Mancilla, su sobrino y Martínez, á casa del 
primero para tomar café. En el tránsito cerca de 8an Miguel 
fueron encontrados por uni^ ¿e las bandas de degolladores qué 
recorrían la ciudad. Estos dejaron pasar al general Mancilla 
y su sobrino: se apoderaron de Martínez ; y á poca distancia, 
de San Miguel, lo degollaron, y habiéndole sacado las bo- 
tas hallaron que tenia puestas medias celestes; entonces furio- 
sos, pusieron el cadáver dentro de un barril de alquitrán que 
ardía en la calle. 

*'E1 15 ó 16 hubo un gran baile en el departamento de 
policía. Esa noche fué también señalada por muchos asesina- 
tos, perpetrados algunos, por hombres que estuvieron en el 
baile, antes y des|¡)ues de haberlos cometido. 

''A las cinco ó seis de la tarde, era tan general y tan gran- 
de el terror de los habitantes de la desgraciada ciudad, que 
cada uno se retiraba á su casa y cerraba sus puertas, asi es que 
la capital entera estaba entregada á las bandas de asesinos, 

**Si esas horribles escenas na hubieran cesado, si duran 
ocho días mas, hubiera habido algún suceso terrible. Los es- 
trangeros todos estaban armándose. La autoridad mandó dar 
fin á esos escesos, y cosa singular, las patrullas que recorrían 
la ciudad para restablecer él orden y la tranquilidad tenían en 
susülas algunos de los hombres que antes la turbaban con sus 
crímenes* 

^'Estos hechos todos son ciertos, nosotros todos los emi- 
grados y desterrados orientales, los hemos presenciado, y á su 
vista hemos deplorado la desgracia de nuestro país, si esas es-» 
eénas se repetían en él. 

(Exposición de D. J. Lasserre, ya citada.) 

Esta espantosa degollación principió en los últimos días 



( XLII ) 

•de Marzo, y recien el 19 de Abril expidió Rosas algunas orde-* 
nes al Gefe de Policía, al de serenos, etc., fírmadai por su ede- 
jQ^n Corbalan, en que dice : — , 

"El infrascripto ha recibido orden del Exmo. Sr. Gober- 
nador de la Provincia, Brigadier D. Juan Manuel Rosas, para 
decir ¿ Y. S. que ha mirado con el mas profundo desagrado 
los escandalosos asesinatos que se han cometido en estos últifnos 
diaSf los que aunque han sido sobre salvages unitarios^ nadie» 
absolutamente nadie, está autorizado para semejante bárbara 
feroz licencia* siendo por tanto aun mas estraño á S. E. que la 
Policía se halla mantenido en silencio stn llenar el mas principal 
de sus deberes. En «u virtud, 8. E. ordena á V. S. que desde 
el momento de recibir la presente, ponga en ejercicio toda la 
acción del Departamento para que haga desaparecer tanto es- 
cándalo — que al efecto haga Y. 8. desde esta noche salir pa- 
trullas etc. — y que á los asesinos ó sospechosos los haga pren- 
der y conducir á la cárcel pública con grillos dando cuenta 
directamente á 8. E« — Manuel Corbalan. — (Gaceta núm. 5913 
de 20 de Julio de 1843.) 

La Gaceta hablando de estas degollaciones dice— no han 
muerto miles^, no cientos sino cuarenta y tantos que impudente- 
mente azuzaron á un pueblo indignado — (Gaceta de 12 do 
Julio de 1843 ya citada, páe. 2, columna 3. ^ ) 

£1 Brithisk Pac/cet hablando de c^os atentados^ son sus pa- 
labras, que nunca pueden deplorarse bastante, asegura que en 
losf de Abril on habia muerto ningún extrangero. (Brithisk Pslo 
ket número 8180 

Rosas estaba en Buenos A y res, le rodeaha un ejército, 
que tenia a su disposición, pero no dá un paso, no adopta me- 
dida alguna en semanas enteras de degollaciones en todas las 
calles y plazas, en las que se pregonaban con satánica burla, las 
cabezas humanas, y solo cuando la población estaba sumida 
en el estupor, cuando el terror obraba los efectos á que estaba 
destinado, publica las órd^es que hemos copiado y que son 
una amarga irrisión. 

La prensa patriota, extrañó, con razón, con muchísin^a 
razón, que los Ministros públicos de las naciones cristianas y 
civilizadas continuasen tranquilamente su residencia en aquel 
lodazal de sangre. La Gaceta dijo, replicando, que los ex- 
cesos de Buenos Ayres eran insignificantes comparados con 
las matan:^as de la Nevera en Francia en 1792, con las de Se- 
tiembre de ese mismo año en París, con las de Londres en 
1780 ! — (artículo editorial del núm. 5,933 de la Gaceta de 8 de 
Julio de 1843.— pág. 2.^ i.^ columna.) 

La pretendida efervecencia popular es un insulto al buen 
sentido^ En Buenos Ayrcs, todos los atentados, todos los 



( XLIII ) 

cIamoi*es son oficiales ; son los medios de gobierno de Rosas. 
— Es la Policía, son sus empleados, todos ellos afiliados en 
la ma^-Aorca, los que los perpetran. — Esto es notorio; pero 
lo probaremos también. — 

En 1842 con motivo de la mediación de Inglaterra y 
Francia, Rosas, antes de pronunciar su insultante é inhumana 
negativa, creyó necesario imponer á propios y á extraños con 
los amagos de una tremenda esplosion de esfervescencia popular. 
A este objeto recorrió la mas-horca las calles vociferando gri- 
tos de muerte á los mediadores, que después esplicó Arana di- 
ciéndoles que no se lepodia ocultar á su fina penetración la di» 
ficultad en que muchas veces se ven los agentes del Grobiemopa' 
ra evitar actos que no pueden considerarse regulares. (Nota 
de Arana á los Sres. Mandeville y De Lurde, fecha 24 de No- 
viembre de 1842.) — Pues bien ; esos actos irregulares que no 
podían evitarlos agentes del Chbiemo eran perpetrados por 
esos mismos agentes y Rosas lo sabia, y ninguno de ellos á si- 
&o castigado por ello. 

Los Sres. Conde De Lurde y Mandeville «on los testigos 
que citamos. 

Buenos Aires Noviembre 18 de 1842. 

** t/as escenas de desorden que han ocurrido publicámen- 
'' te en Buenos Aires, me constituyen en la penosa necesidad 
" de ocupar de ellas á Y. E. y de llamar su mas seria atención. 
" Grupos mas ó menos numerosos han podido recorrer las ca- 
" lies de Buenos Aires, profiriendo gritos de muerte contra 
*\ los estrangeros; gritos detnuerte á Iss franceses, muerte á lo&l 

* vascos han sido pronunciados. Si demostraciones tan cul- 
'^ pables no hubieran sido hechas sitio por algunos miserables, 
" aislados y desconocidos, no podrían inspirar otra cosa que 
" uh profundo desprecio; pero asumen una importancia del 
^ todo diferente cuando se haya acreditado que empleados del 
" Gobierno, cuyo deber habría sido impefdirlas, hah coadyubado 
" á ellas, y que individuas conocidos 4iace tiempo por •anteceden* 
" tes los mas desagradables han tomado una parte activa, 

• Conde de Lurde." 

La nota del Sr, Mandeville, de la misma fecha de la an- 
terior, es sustancialmente idéntica^ 

Pero si algo faltase para demostrar toda la insolencia de 
las esplicaciones que dá Rosas de esos hechos, aun ofrecería- 
mos otro testimonio que el mismo nos ha suministrado. 

D. Lucas González, antiguo y opulento vecino de Buenos 
Aires fué una de las infelices victimas de las saturnales de 
Octubre de 1840; y el Gobierno en prueba, sin duda, de su 
reprobación á " estos actos de atroz licencia," como hipócrita- 
mente les llama, confiscó *' los bienes de D. Lucas González, 



t . 



( XLIV ) 

que no hab¡an> podido ser robados por la mashorca, cuanda 
salteó su casa. La vajilla de esa victima se trajo á la casa del 
Gobierno para el servicio del Sn Almirante Mackau. En \o9 
Estados del Tesoro de Buenos Aires hemos leído tambiea la 
entrada de gruesas cantidades pertenecientes á D. Lucas Gon- 
zalezy y en el momento podemos citar las siguientes: 
En el estado de entradas en Enero de 1B41 

El Gefe de Policia don Bernardo Victorica, 
entregó del salvage unitario Lucas González ps.-- 19670. 

El escribano don Marcos *Agrelo entregó de 
orden del juez , doctor don Jacinto Cárdenas, 
pertenecientefs al salvaje unitario Lucas González. .. ." 81348. 
(N. ^ 5,244 de la Gaceta de 1. ^ de Febrero de 1841 pág. 1. «* ) 

En el estado de las entradas de de Febrero de 1841. 
, El géfe'de Policia 1). Bernardo Victorica. 
entregó en metálico del salvage unitario Lu* 

cas González *. • . $ 1,700* 

(N. ® 5,264 de la Gaceta de 1. ^ de Marzo de 1841, pág. 1. ** ) 

D. Pedro Echenagusía fué degollado por la mas-horca el 
8 de Octubre de 1840 ; y poco después se publicaba en los 
diarios el siguiente aviso :— - 

'^Remate por J. J. Arrióla. En la calle de Lujan núm^ 
"10. — Hoy Jueves 31 del corriente á las 10 de la mañana 
♦* de orden del Sr. Juez de 1. * instancia Dr. D. Lucas Gonza- 
^ lez Peña, se rematarán á la mejor postura lal§ existencias de 
" dicho cuarto, que pertenecieron al salvage unitario Pedra 
" Echenagusía" — Sigue ufta relación de muebles y ropas de 
uso. (Núm. 5,220 de la Gaceta de 31 de Diciembre de 184a 
pág.2.«) \ 

No sabemos de una sola de esas víctimas de la atroz li- 
cencia, cuyos bienes no haya confiscado Rosas. — Si hay algu- 
na agradeceríamos á la Gaceta la tjombrase. 

(37) En varias de las notas precedentes hemos referido co» 
el texto mismo de los documentos de Rosas, según es nuestra 
costumbre, mas de lo necesario para que se aprecie bien esta 
situación. Añadiremos á estos testimonios los que ministra la 
legislación que se' ha generalizado con los triunfos de Rosas en 
todas las infortunadas Provincias Argentinas, Todos los de- 
cretos que vamos á citar han sido espedidos después de haber 
sometido enteramente el territorio en que se dictaban;— de 
haber vencido, aniquilado á sus enemigos ; cuando ya no exis- 
tían allí sino hombres desgraciados, resignados á la suerte del 
vencido, ó míseras familias, cuyo único delito era llorar sin es- 



(XLV) 

{>erañza, la muei'te, ó la proscripción de lo» hombrea qtié íefaí 
pertenecían. — 

El Gobernador y Capitah General 

de la Provincia de Tucuman. 

Considerando, etc. — ha acordado y decreta i 

Art. 1.^ , Quedan ocupados todos los bienes muebles^ 

inmuebles, raices y semovientes en esta ciudad y campaña, de' 

los salvajes unitarios, vecinos 6 naturales de esta provincia, (jue 

fugaron dentro ó fuera de su territorio como salvages unita^ 

rios, etc* 

2. Una comisión de cinco individuos procederá A nomi 
hrar individualmente losprófugosy y á aplicarles la pena está"» 
blecida en el artículo anterior. 

3. £sta comisión procederá á la clasificación de los salva- 
ges que con el disfraz de la Federación residen en esta ciudad y 
su campaña, después de haber cooperado con su influjo, y por 
obra á fomentar la guerra contra la Federación. 

4. Los bienes de estos, muebles, raices ó semovien^esv 
derechos y acciones de cualesquiera clase que sean, serán 
igualmente confíscados en beneficio del Estado. 

Siguen otros artículos^ imponiendo pena de la vida al que no 
denuncie los bienes, declarando fraudulentos sin valor ni fuerza 
los contratos celebrados con la anterior administrack)n, impoi 
niendo la devolución de los documentos de esos contratos, tam-' 
bien dentro de 3. ^ dih y bajo pena de la vida etc¿ — Dado en la 
easa de Gobierno de Tucuman á 26 del mes de Rosas (octubre) 
de 1841. — Celedonio GutiejTez.-^Ei oficial mayor en la secre-* 
taría de Gobierno. — Avdino Román. — Por mandado de S. E.— 
Pedido Gregorio Ghmez : escribano público y de Gobierno. 

(Número 5255 de la Gaceta de Buenos Ayres de 29 de 
Enero de 1842.) 

Por otro .decreto del 28 de Noviembre se dispone para 
acelerar, la ejecución del que acabamos dé estractar l<y siguiente^ 

Art. 1..? Los miem)[)ros que nombrase el Gobierno para 
integrar la .comisión de que habla el artículo segundo del citado 
decreto deberán aceptar el cargo sin eseusani réplica, ^oJ?cw« 
de incurrir en la nota de salvages unitarios y quedar sugetos- a 
las consecuencias de tal clasificación. = • ' • M 

2.. Si concluidos los trabajos de la Comisión e^ gobierno 
supiese que algún s^alvage unitario de los eomprerididos tendel 
artículo primero y tercero del decreto citadq iiubiése'>Gpdo 
exeptuado intencionalmente por los comisionados, serán calisfr- 
cados y penados como aquellos. — ^^-Éri/rten-cz.— i^rfcoí/trto de 
Gondra. . / 

(Véase la Gaceta citada en la anterior.) 



( XLVI ) 

El misino gobernador expidió con fecha I. ^ de Diciem^ 
bre del mismo año otro decreto, que sentimos no copiar ínte- 
gro por su estencion: estractamos de él lo que sigue : 

^ El Art. 4.^ pone fuera de la ley por los p&ragrafos ]., 
2. ^ y 8. ^ á los que supone autores de la muerte d^ general 
Heredia — á los Representantes ó miembros del Poder Ejecu- 
tivo que firmaron el pronunciamiento que hizo la Provincia de 
Tucuínan contra Rosas el 7 de Abril de 1840, y á todos los que 
lomaron las armas en ese sentido. Los otros parágrafos po^ 
nen fuera de la ley. 

§ 4. ^ Los que por pública voz y fama se sabe que deni' 

gaban.la. patriótica conducta de los Exmos. Gobiernos de la 
mfederacion, la de los esclarecidos generales de sus ejércitos, 
y muy especialmente la del Grande Americano, Ilustre Res^ 
taurador de las Leyes, Brigadier General D. Juan Manuel de 
Rosas justamente amado y respetado por los buenos argentinos. 

$ 5. ^ Los que voluntariamente han donado ó prestado 
sumas de dinero y servicios de gravedad á los traidores gober- 
nantes de esta provincia ó á los titulados generales de las hor- 
das salvages, que han desolado la República. 

§ 6. ^ Los que hayan servido á tan execrables bandi- 
dos en calidad de espías, chasques ó vaquéanos, 

Art. 5. ^ Todos los argentinos están autorizados á quitar 
la vida á los comprendidos en el anterior artículo en cualquiera^ 
lujgar^l territorio de la República; para cuyo efecto el go- 
bierno pasará una lista de ellos á los demás de la Confedera- 
ción,, haciendo saber sus enormes crímenes y solicitando su 
castigo. 

Art. 6. ^ El gobierno se dirigirá oficialmente al Excmo. 
Sr. Gobernador de Buenos Ayres, ilustre etc., pasándole una 
lista de los salvages nnitarios de Tucuman designados en el 
articulo 4. ^ y suplicándole se sirva hacer publicar sus asque« 
rosos nombres para que sean conocidos, detestados y despre» 
ciados como merecen por todos los pueblos del Continente 
Americano.^— 6ii¿terr62.- — Adeodato de Gondra» 

Sigue una lista de las personas que cualquiera particular 
puede matar ^ en que se encuentran militares, diputados, sacer* 
dotes, comerciantes, etc. 

Rosas publicó I ^s decretos, la lista y una nota suya» fecha 
14 de Enero de 1842, en que dice, que le esmuygratomanifes' 
tar 9U mfnpohadon por las enunciadas medidas^ que ha ordenado 
se pabhquen, y que felicita al gobierno de Tulíuman por esa 
nutrcha justUf ardorosamente enérgica, contra !os salvages uni- 
tarios, brutales enemigos de Dios y de los hombres ; y que tan 
dignos principios son la mejor garantía de la libertad, ifidepen* 
dencia y honor de la Confederación. 

(Véase la 'Gaceta ya citada.) 



( XLvn ) 

< 

El Gobierno Provisorio de Catamarco. 

¡ Viva la Confederación Argentina ! — ^¡ Mueran loa salva» 
ges unitarios !-^| Rosas, independencia ó muerte ! 

Considerando que es un crimen el mirar á los malvadoai 
facinerosos con clemencia, y que lejos de ser conveniente á la 
sociedad, le es enteramente perjudicial : deseando el gobierno 
estirpar de rtiiz males trascendentales y que los malvados de- 
sorganizadores d^l orden social que no hubiesen expiado sus 
crímenes en las lanzas del ejército de la Confederación no que- 
dan impunes etc. •• .el gobierno ha acordado el siguiente de- 
creto: 

Art. 1.^ Quedan proscriptos para siempre y fvbra db 
LA JLBY todos los indi viduos de uno y otro sexo que se hallan alis- 
tados en las filas de las dos divisiones de bandidos y malvados 
salvages inmundos unitarios. 

2. ^ Son comprendidos en el artículo anterior todas las 
personas de vmo y otro sexo que hubieren cooperado y prestad»su 
influencia á los perversos asesladores del arden actual. 

3. ^ Será igualmente comprendido en el art. 1. ^ todo 
aquel que asilase, protejiese ó escondiese alguno de los ¿isperfof 
4^., debiendo hecesariamente dar parte en el acto que Úegase 
ú su noticia^ al Juez ú Oficial de su Departamento. 

Publiquese por bando, léase en tas Parroquias y dése al 
R. O.-9-^Dado en la casa de Gobierno á 29 de Julio de 1842. 
"-^Gregorio Segura. — Luis Antonio Oírnos^ escribano público y 
secretario interino de Gobierno. (N. ® 5,703 de la Gaceta die 
20 de Setiembre de 1842.) 

Después d^ la desastrosa jomada del Arroyo Grande las 
armas de Rosas, sometieron por segunda vez, a la Provincia 
de Corrientes, y le impusieron por Gobernador á D. Pedro 
Dionisio Cabral. Uno de los primeros actos del nuevo Go- 
bierno fué un atrocísimo decreto de confiscación, de cuya 
parte dispositiva copiamos los siguientes artículos. 

^' Art. 1. ^ Quedan declarados reos de alta traición á la 
Patria, y como tales, fuera de la Ley, Pedro Ferré y todos sus 
cómplices y fautores ; y comprendidos en esta declaratoria to- 
dos los que han fugado de la Provincia, y desoído los genero- 
sos llamamientos del Gobierno. 

2. ^ Todos los bienes pertenecientes á los mencionados 
traidores, quedan afectos á losfondos públicos en justa compen- 
sación de los males de todo género que han causado al país en 
general, y al estado en particular, gravándolo con una deuda 
enorme, y depredándolo últimamente en los momentos de su 
fuga. 

** 3. ® Todo el que mantuviese correspondencia con los 
antedichos, 6 á favor de estos implorase la clemencia del gobier' 



( XLvni ) 

fiOf ó por algún modo se le probóse adhesión á ellos^ son incursos 
f Q la misma pena. 

** 4. ^ Las ocultaciones de propiedades, que por algun 
titulo lea pertenezcan, son graduadas en el mismo caso. 

^.' Corrientes, Marzo ^ de 1843.— -«Cabral.*-" — Teodoro 
IS^tfiía. "-rr(Núm. 5869 de la Gaceta de 20 de Abril de 1843.) 

' * * • 

Mendoza, Mayo 31 de 1642. 
£1 P» £. de la Provincia de Mendoza. 

Considerando que desde el principio de la lucha de los fe- 
derales contra el bando salvage de unitarios, han manifestado 
estos últimos uti desquicio completo de su cabeza etc. — En uso 
de las facultades ordinarias y estraordinarias que inviste, ha 
«cordado y decreta : 

Art. 1. Es encargado el Grefe d^ Policia de disponer 
una casa de las del Estado, para asegurar á todos los salvages 
unitarios que á su juicio se consideren mas frenéticos. 

2. Ningún salvage unitario podrá disponer de mas del 
^Valordediez pesos, sin previo conocimiento de la Policia, á 

puya autoridad se les nombra como tutor y curador. 

3. Será de ningún valor todo contrato de compra y ven- 
ta, donación y cesión, habilitación, mutuo, préstamo, arriendo 
lie bienes, sean muebles, semovientes ó raices, que exceda del 
iralor espresado sin el previo conocimiento del Gefe de Policia. 

; , 4, El escribano que procediere a autorizar algún contra- 
to de la calidad referida, sin una constancia de haber sido vi- 
sado por el Gefe de Policía, será penado con la pérdida de su 
pficio.v. : 

5. iSerán declarados salvages unitarios los que resulten 
•comprendidos en las listas de clasifícacion que con esta fecha 
UQ pasan al Gefe de Policía. 

. 6, Ninguna persona, sea exirangera ó de la República, 
tendrá obcion á reclamar sobre cualquier contrato que tenga 
con los comprendidos en el artículo anterior, sin que antes ha- 
ya precedido el consentimiento de la Policía. 

7. No podrán servir de testigos en ningún instrumento 
público ni privado, asunto, ni causa civil ó criminal^ excepto 
un los casos de gravé urgencia en que no se encuentre otra 
persona hábil, y después que el Gefe de Policía, sea certificado 
por un facultativo de confianza, de hallarse en disposición de 
.que su juicio se haya restablecido algun tanto. 

8. Sus esposiciones no harán fé enjuicio, sino después 
de qbtenidoel concenso del Gefe de Policía, á virtud del rCi- 
conocimiento respectivo que mandará practicarle su estado y 
capacidad. ^ 

9. Publíquese por bando, fíjese, circúlebc y dése al Re» 



.( XLIX ) 

gistro. — AíiDAO. — De orden de S. E. y por no haber minütrode 
Ja confianza del gohiemo^ el oficial primeío de la Secretaría.— 
Santiago Miranda. - ' 

Este último documento, cuya abominable estravagancia es 
completamente original, fué publicado en el Boletín de Mendo^ 
za ; 'de allí le tomó el Mercurio de Vaiparaiso del que lo co- 
piamos. 

' (38) Es bien sabido que en Buenos Aires el— muera» 
¿os salvages unitarios — es el principio de todas las cosas: con 
esQ lema sangriento se encabezan todos los documentos y 
actos públicos, las sentencias y los proveídos de la administrar 
cion de ia justicia civil, la correspondencia de todo género 
oficial y confidencial, y hasta, lo que parece increíble, las invi- 
taciones para los oficios mortuorios^ y los avisos que publican 
las iglesias designándoles á los fieles los dias de señaladas ñin- 
ciones religiosas. — Esto no nececita probarse; tome cualquiera 
los papeles de Rosas y verá hasta que punto, se ha estendido 
ese uso. 

Pero eso no le bastaba á Rosas; quiera mas, -y a la divi- 
da punzó, al mueran los salvages unitarios, agregó el bigote co- 
mo señal de esterminio, 

A propósito del bigote tal vez no será fuera de propósi- 
to hacer notar que su uso — que aun se mantiene rígidamente 
fué establecido y generalizado no solo como señal dfi ést'crmi- 
nio á los unitarios, sino — son palabras de un documentó ofi- 
cial — en señal también de la guerra esterminadora y eterna qué 
haremos todos los federales libres á \o^ piratas inmundos franr 
ceses enemigos de la libertad americana. (Véase el documento 
en el núm. 2446 del Diario de la Tarde de Buenos Ayres de 9 
de Setiembre de 1839.) 

Con motivo de este uso, como de los colores, de las bar- 
bas etc. Rosas ha prescripto degradaciones que parecerán 
fabulosas. He aquí una muestra oficial — 

El Capits^n del Puerto de Buenos Ayres D. Francisco 
Crespo, actualmente géfe de la Isla de Martin García se diri- 
ge á Rosas con fecha 18 de Setiembre de 1839, y le dice muy 
formalmente. 

" El que firma tiene el honor de participar á V. E. el 
grande sentimiento que tiene por no poder usar el bigote, 
apesar de la ultima tentativa que hizo cuando Y. E. se recibió 
oel mando supremo que tan dignamente desempeña ; de cuyas 
resultas se asomaron los inconvenientes de fogaje que me acomete 
en las ternillas de la nariz; mas como no obedeciese la naturaleza 
apesar de los remedios etc. 

(Núm. 4865^de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1839.) 



V - 



Estos son los grandes dignatarios de Rosas ; ese ridículo 
vilipendio es el que Rosas derrama á mano» I lenas para postrar 
el ánimo, para quebrantar el corazón, y cerrándolo á todo 
impulso propio y generoso, atezándolo á la abyección mas 
estúpida, convertir al hombre en un autómata ó hacerlo es- 
trellarse, desesperado, en el destierro ó en la muerte. El bu 
gote es un anillo de esa inmensa cadena que ha ido forjando 
poco á poco. 

(39) Las funciones teatrales se abren con lo que los anun- 
cios del teatro de Buenos Ayres, llaman orocZamo^. -<-Edtas 
proclamas son las conocidísimas salves á Rosas, y gritos de 
muerte á sus enemi gbs. 

La influencia del teatro sobre las costumbres es conocida, 
y por eso {s, perversidad de Rosas ha convertido lo que nues- 
tros padres Ibimaban Escuela de buenas costumbres^ en Escuer 
la de degüello. 

Léase el siguiente periodo de un anuncio de Teatro. 
^ Dice así : — "Concluyendo el espectáculo con la muy ad- 
** mirable y nunca vista prueba de — El duelo de un Federal con 
" un Salvaje Unitario ; — en el que el primero deoollara al se- 
" gando á vista del público" - 

Este anuncio está inserto en todos los pej'iódicos de Bue- 
nos Ayres de 23 de Diciembre de 1841 ; la exhibición tubo 
Jugar en I^. noche de ese dia, y su producto de 6,1 lá pesos, se 
puso á disposición de Rosas. 

•Esto no necesita comentario : — desafiamos á que se nos 
presente un hecho semejante en los anales de ningún país« 

(40) , Por una orden directa de Rosas los Serenos cantan 
las horas acompañadas del grito — 

/ Mueran los Salvdges Unitarios ! 
Puede verse esa órdén en el número 5,474, de la Gaceta 
de 25 de Noviembre de 1841. 

(41) '' La cuadra de la Iglesia estaba toda adornada de 
oUvo y lindas banderas, las cuales fueron tomadas por los FCf 
cinos y de golpe las^ rindieron al pasar el retrato hincando la 
rodilla^ causando un espectáculo verdaderamente imponente 
el repique de las campanas, cohetes de todas clases y vivas del 
inmenso pueblo que había allí reunido ; al llegar al atrio toma* 
ron el Juez de Paz y el Sr. Maestre el retrato, y entraron con 
él á la Iglesia " en cuya puerta el Sr. Cura y seis sacerdotes de 
sobre-pelliz " acompañaron el retrato hasta que se colocó en el 
lugar destinado^ y como se retirase la comitiva por no empe- 
zarse la función de Iglesia se dejaron dos Tenientes Alcaldes 



¿-^ 



( LI ) 

uno á cada lado del «"etrato haciéndole guardia • . # hasta 

que concluida la función tomó asiento el acompañamiento es- 
perando al 8r. Cura y domas sacerdotes que de sobre-p^Hiz 
salieron á acompañar al retrato que fué sacado por el 8r. Ins* 
pector y Juez de Paz hasta el atrio, donde lo recibió el señor 

Juez de 1 . ^ Instancia D. Lucas González Peña • 

(Descripción de la fiesta de la parroquia de, Monserrat, 
publicada en el número 4834 de la Gaceta Mercantil de Bue* 
nos Ayres el 10 de Agosto de 1839.) 

Estos actos eran seguidos de ks siguientes escenas desti- 
nadas á combatir los usos y las maneras de la culta sociedad 
de nuestros pueblo». — '' Gran porción de vecinos se reunió en 
*' la casa contigua á la del Juez de Paz, donde fué servida con 
*' abundancia carne con cuero ; concluida la comida se foimó 
*' del contento general la mas federal y republicana danza en 
'^ el patio de la casa del Juez de Paz, adoptando nuestra alegre 
*^ médiá-caña por baile, la que era tocada por la másica restau- 
'' radc»*a:en esta danza aceptada únicamente por todos, no 
'' quedó nadie sin bailar, pues todos entreverados no se conoció 
'' distinción. — ^La señorita Da, Manuelita de Rosas, di^na hija 
'' de Nuestro Ilustre Restaurador y la respetable familia de 8* 
" E. dieron realce con su presencia, etc. " 

(Descripción ya citada de la Gaceta* de 10 de Agosto de 
183».) 

Estas orgias de carne con cuero, vino y media-oaña eran 
parte integrante de todas las festividades, con poquísimas exep- 
ciones. Nos h? sido imposible detenernos en todos los medios 
que Rosas ha empleado con el objeto á que iban eneaininados 
estos actos, porque no entran en nuestro plan sino liierkimas 
indicaciones y estas tomadas, pasi á [a casualidad, de los in« 
completos materiales que tenemos á mano, y redactadas con la 
incorrección y la premura con que se escribe para un perió- 
dico. — Pero esos medios son infinitos : — el hombre que princi- 
pió por hacer pintar bigotes con corcho quemado á sus gene-, 
rales, (uno de ellos fué el general D. Tomas Guido, boy su 
Ministro en Janeiro) que proscribió el frac, cortando por sus 
mismas manos los faldones del frac del Sr. Gómez de Castro, 
en un baile público en la casa dej Gobierno ; que se ha pre- 
sentado en mangas de camisa, sino en trage mas inconvenien- 
te, en momentos notables ; que ha organizado cuadriKks de 
hombres degradados que Acorrían las calles tuzando las bar- 
bas de los hombres y pegatido con brea los moños colorados 
en las cabezas de las mu^eresen las mismas puertas de las Igle- 
sias, donde, para complemento, las ultrajaban y , escarnecían e- 
f)udor del sexo ; que ha hecho bailar á su hija y á sus general 
es con negras y mulatas en la Alameda y en las plazuelas de 



{ ui y 

las Iglesias ; que se solaza en el martirio de los locos y. bufo^ 
nes que ha reunido y con ios que representa indecentisima» 
f^irsas y parodia, las cosas mas serias y respetables, sin mira< 
miento á la dignidad de las personas que se le acercan ;•— para 
llegar á conseguir que todo el pueblo vistiese chaqueta, y usase 
chaleco colorado ; que las puertas y las paredes de las xasa? 
se cubriesen de ese color ; que todos llevasen bigote como sig- 
no de e£^erminio y luto por su finada muger como domésticos 
de su casa ; que se levanten templos cristianos para perpetuar 
la memoria de esa muger {Véase la Gaceta de 12 de Agosto de 
1839) ; que se considere prueba de federalismo afectar mane- 
ras rústicas y emplear modismos bárbaros y palabras soeces f 
que por el, temor, se afilien personas de clase, olvidadas de si . 
mismas, en la sociedad de la mashorca, y asistan á sus robos 
y asesinatos, contribuyendo, por via de noviciado, á romper 
muebles y á asustar mugeres y niños, sin hacer ni un gesto de 
horror al ver echar en un barril de brea encendido el cuerpo 
de ua hombre cuya sangre aun circulaba, (el'del español Don 
Juan Martínez £guiias) ó algunas cabezas humanas anun-^ 
ciadas como duraznos por las calles ó colgadas en las carnice- 
rías del mercado, (vide nota 36) para concluir en fin, por pro- 
ducir. en unos un terror que raya en imbecilidad, en otros un 
f)rofundisimo desprecio por la sangre humana, por el honor de^ 
a muger, por la dignidad del hombre, por el porvenir de los 
hijos, por el nombre y por el porvenir del país, es preciso que 
haya empleado en estensisima escala todos los resortes que 
pueden tprcer la Índole de un pueblo y llevarlo alas mas triste» 
y amargas aberraciones. — Esta parte del sistema de Rosas es 
dignado un estudio especial y detenido. 

En los hechos que apuntamos, como en todos los que en- 
cierra este escrito, no penemos ni la mínima exageración : al 
contrario, desechamos muchos que, apesar de creertos ciertos, 
son de tal naturaleza que no tenemos coraje para repetirlos t 
temeríamos que nuestra pluma se hiciera cómplice de la pro- 
pagación de una lepra social de espantoso carácter. — Podría-- 
mos fatigar á todos nuestros lectores documentando hasta la 
últíma de las palabras con que describimos los hechos, sino lo 
juagásemos inútil para el que haya leído las notas anteriores y 
para el que lea las que ahora publicamos. 

La degradación que revelan estas notas, no es natural, y 
mucho menos en Buenos Ayres. " Ella es producida por el ter-^ 
ror, y es necio Rpsas cuando pretende que estos hechos sodf 
hechos espontáneos de entusiasmo, y piensa, con esa inútil pa- 
labrería, lavarse del cargo de haber tiranizado á ese FueblO' 
con una tiranía sangrienta y embruteeedora. 



( LUÍ ) 

Si algo faltase á lo qué reveíala adoración de su t^fúió^ 
agregaremos el siguiente documento. 

" A las 10 de la mañana del 29, el Juez de Paz y vecinoÉ 
se dirigieron con un elevado carro triunfal á casa del Héroe ^ 
sacar su retrato y el de su esclarecida esposa 

**.•.. Al recibir el retrato, el Juez de Paz pronunció ±H i^á 
PUERTA DE tK CALLE dc 'Nucstro Ilustrc RcstauradoF la alocu-' 
cion que vá señalada con el número 1. ® 

''••••Si^ su centro (en el de las tropas de caballería éin^^ 
fanteria que escoltaban los retratos) conducía D. Luis Beláus- 
tegui un rico estandarte de seda punzó, alegóricamente boi'da-' 
do¡(fe oro, costeado para este acto por el mismo ciadadaiio^ ' 

'*.... El retrato fué recibido en el atrio por el* SK' Cura 
con otros edeciásticos^ y colocada dentro del templo al .lada 
del envangélio. — El templo estaba espléndidamente adornado^; 
la magestad con que brillaba' persuadia que era ^ tabernúcula 
del santo de los saltos. 

"La misa filé oficiada á grande orquesta, y la augusta so- 
lemnidad del coro no dejaba liada que desear. Nuestro^ Ilus- 
trísimo Sr. Obispo Diocesano, Dr. D.Mariano Medrano, asis- 
tió de medio Pontifical, y celebró nuestro digno Provisor, ca- 
nónigo dignidad de Presbítero D. Miguel García.— 'El Si*. Cu- 
ra de la Catedral D. Felipe Elortondo Palacios, desempeñó con 
la^ihaestría que lo tiene acreditado, la dificií tarea de encomiar 
el mérito celestial del Arcángel San MigoQ], mésclando opór-* 
tunamente elocuentes trozos alusivos á la función cívica, en kó^ 
nai^del Héroe y enapologiade la causa federaL — ^Fué en segui- 
da presentado el nuevo estandarte ante las aras, y recibió la 
bendición episcopal /"...* 

(Descripción de la fiesta de la Parroquia de Sati Miguel,^ 
publicada en el número 4,891 de la Gaceta Mercantil de Bue- 
nos Ayres de 21 de Octubre de 1839.) 

El estandarte que recibió la bendición episcopal, y qw» 
era uno de esos trapos sangrientos emblemras del sistema per 
sonal de Rosas, fué presentado después á los hijos de este hoiir- 
bre, que le sirvieron de padrinos, para qíiie custodiasen con él 
á su Padre. (Vide el dcumento cita(íov) 

(42) " Luego que el Sr. Inspector Ctenerafl dispusí^ la res- 
tirada del retrato empezó la' marcha en el mismo orden síguieir- 
do la columna por el exf)resado arco principal y de , éste por 
la calle de la Reconquista hasta la casa deS. E. — Al salir de lia 
Fortaleza el acompañ^iento se empeñaron las Señm^as e» 
conducir el retrato de S. E. tirando del carro, que alternatita- 
mente habían tomado los Generales y Géfes de la Comitiva' at 
conducirlo al Templo.-^Las Señoras mostraron el Bfias delica^ 

9 



( UV ) 

I 

do y vivo entusiasmo, y vimos con inmenso placer á las distin- 

Íruidas Señoras Da. Pascuala Beiáustegui de Arana, Da< GuU 
lerma Irigoyende Pinedo, Da. Carmen Quintanilla de AI vea r 
Da. Juana Manuela Maciel de Rolen y Da. Dolores Quiroga, y 
otras damas no menos respetables alternarse en esta demostra* 
cion federal y patriótica. — Al llegar á casa de S. E. las mis- 
mas Señoras depositaron el cuadro en el Salón de S. E. donde 
la Comitiva fué recibida con la mas delicada urbanidad por su 
respetable familia.'* 

(Descripción de la fiesta déla Catedral publicada en el 
núin. 4,866 de la Gaceta Mercantil de Buenos Ayres el 1 9 de 
Setieipbre de 1819.) 

£1 Carro que arrastraron estas señoras tenia, según el 
mismo documento que citamos, las siguientes dimenciones co- 
losales: — ntieve varas de elevación^ cinco de largo y tres de 
ancho. 

r 

(43) Los colores de los ornamentos para la celebración 
de los/divinos oficios ti3enen su sentido místico y espiritual, y 
están rigorosamente determnadios por las leyes canónicas.—* 
Los designa menudamente el Ritual Romano^ y de ellos tratan 
todos los canonistas : — MuriUo {Jus Canonicum) los esplica en 
el libro 3 de Decretalium, tit. 41. 

Entre esos colores^ está el verde que significa la contempla^ 
cion. El blanco y el azul^elestCf pertenecen á la Inmaculada 
Concepción^ razón por la que estos colores son los de la placa y 
la orden de, Carlos III creada con la advocación de aquella 
nuestra divina Señora. 

Pero" Rosas ha proscripto el t>er(fe, que en el lenguaje mun- 
dano de los colores significa IsLesperanza, último consuelo, y pos- 
trer arrimo del desgraciado, y el bicolor blanco y azul-celeste de 
la bandera Argentina. (Puede verse entre otros el acuerdo alr 
terando el trage de las huérfanas inserto en el lib. XIV del Re- 
gistro Oficial de Bs. Ayres, pág. 120.) Y esa proscripción los ha, 
alcanzado dentro de la Iglesia ; ya no se vé en ellas cada ce- 
leste ni verde, y el dia que pontifica el Obispo Medranq todo 
es punzó, hasta con esclusion de los otros colores no proscrip- 
tos como el violado. La misma transformación de colores han 
recibido las vestiduras de las imágenes de los Santos : de to- 
dos esos vestidos ha desaparecido el celeste y el verde^ y lo ha 
sostituido el punzó lo mismo que en los adornos interiores, 
\y aun en las puertas y pinturas exteriores. En varias des- 
cripciones de festividades religiosas h^os leído— Za^e^ia e^- 
taha federal y vistosamente adornada. Estos hechos, contrarios 
unos á los cánonsD ;' Dtros á la práctica de la Iglesia son noto- 
rios, y ahí están en Buenos Ayres á la vista de todos. 



( LV: > 

Ed las ropas de los^ ecleciástícos se ha hecho la misma al- 
teración : hemos ciliado en alfa oiota (vide nota 1. ^ ) el decre- 
to que proscribía el celeste de las esclavinafí del clero secular; 
ahora todo es punzó hasta el cíngulo qile ajusta el alba. — Tam- 
bién es punzó el forro del sombrero del Obispo Mednitno. El 
color de! sombrero de Obispo es verde y solo los Cardenales iq 
usan punzó por concesión de Inocencio IV enel Concilio Lug-; 
dónense el afio de 1240.^ Rosas exigió el cambio del verde, y 
el Dr. Medrano tomó el punzó desde luego, pero el Obispo tit- 
partíbus Escalada se mego abiertamente á ése a¡cto opuesto á la 
disciplina y que era i la vez una degradación : al dia siguiento 
de su negativa apareció colgada en la puerta de su casa una 
verga pintada de punzó. Desde aquel día, y sin duda para no 
esponersé á mas grave atentado, el Obispo Escalada ha ves- 
tido de simple. <^léngo particular. Ha9e muchísimo tiempo 
que nadie le habrá visto cruzar las calles en otro traje* 

También en algunas iglesias se ha puesto en la cabezi^ de 
las imágenes el moño punzó cuando las adornaban para esas 
impías festividades de Rosas ; y este trapo colorado que Rosai 
ha impuesto alas señoras de su país y que Oribe les pone á las que 
del nuestro tiene ahí en el CerHto, traésuorijen de una anti^ 
gua ley española, y eitt signo de infamia. Esa ley impo- 
niendo penas de vergüenza á las mancebas ^^ice — ** que trayan 
agora y de aquí adelante cada una de ellas un prendede- 
ro de paño bermejo tan ancho como tres dedos encima de 
'ias tocas, público y continuadamente en manera que 9e pa- 
"rezca." (Ley 21 tít. 8. lib. 1. ^ del Ordenamiento Real.) 

(44) • • . .En la entrada del templo se agolpaba un nume- 
roso gentío, y saliendo á la puerta el Senado del Clero fué in« 
troducido al templo el Retrato de S. E. por los mismos Gene- 
rales que lo habian recibido etc,— La función fué celebradfi 
con magestuosa solemnidad, — Nuestro venerable y digno com- 

Satriota el Ittmo<, Obispo Diocesano de Buenos Ayres Dr.TK 
fariano Medrano rodeado de todo el esplendor y pompa con 
que se ostenta el culto de la Iglesia. Católica en suis augustas 

fiestas, ofició en tan importante acción de gracias. Una 

magnífica orquesta acompañaba el canto de algunos profesores y 
aficionados. — Concluida la misa se entonó el te-Ueum por el 
Iltmo. Prelado, que se anunció al público por repiques de 
campanas y una salva de arlilleria en los baluartes de la forta- 
leza. — En seguida fué reconducido el retrato de S. E. al Carro. 
La caballería formó en «olumna etc. 

(Descripción de la fiesta de la Catedral publicada en el N. ^ 
4,866 de la Gaceta Mercantil de Buenos Ayres el 19 de Se- 
tiembre de 1889.) 






( LVI ) 

(45) Esta es de rigorosa verdad. — Rosas ha «exijido que 
}og sacerdotes no solo dieran ejemplos de abyección sino de 
cmdisimo odio contra una parte de su grey; que trocaséin sa 
apostolado de paz y caridad, por la predióacion del esterMitiio» 
¡)r contrítmyesen así á aumentar la violencia de esas persecu- 
ciones atroces y á confirmar cpnsu ejemplo el desjyrecid de la 
sangré y del infortuñib de süs^semejantes, porque, cotño dice 
6an Ambrosio,*— Eoúemplun sacerdóiis mundanic(mjfírin(xtttn>s%ve 
ih bono^ swe in malo. 

En las provincias interiores donde este ejemplo puede 
ser aun mas- eficaz, le& ha exijido si es posible, más ^que 
lo que les ha exijido en Buenos Ayres; y así hemos vis- 
to levantarse en ellas, en medio de sus mas \ mayores de- 
sastres á José Manuel Eufracio, obispo de Cuyo, para alen- 
tarles y empujar á los -vencedores al esterminío de los ven- 
cidos. — Este prelado se colocó al frente del gobierno de San 
Juan y en ese doble carácter presidió á las horribles escenas 
de fines de 1841; sílli, casji á stí vista, estaba clavada en un palo 
la ceAeza del valiente Acha / los enemigos de Rosas huian ven- 
cidos y sin esperanza, y huyendo del puñal que los amenazaba 
caian entre los hielos de los Andes que se desplomaban isotire 
ellos. Era un espectáculo tremendo, f en.inedio de esta caiv 
Tiiceria, delante dtt esos desgraciados que luchaban con todos 
los rigores de la fortuna y de ios elementos, el Obispo levantaba 
0U b^ulO) gritando —muerte y esterminio á los vencidos !..,••• 

Esta conducta le mereció las mas entrañables congratula- 
ciones de parte de Rosas ; vamos á estractar algunas líneas del 
documento en que están consignadas con fecha 5 de Noviem- 
bre de 1841.^ 

Dice Rosas= 

■■i 
" Descargando V. S. I. nin anatema justo contra los salva- 

^* ges . unitarios, impíos enemigos de Dios y de los hombres, 

*V ofrece ua lucido ejemplo eminente. — Resáltala verdadera 

^* caridad cristiana que enérgica y sublime porel bien de los 

•** pueblos, desea el esterminio de un bando sacrilego, feroz, bár- 

'* baro. • , .r—Altamente complacido el infrascripto por los es- 

" pléndidos triunfos con que la Divina Providencia se há dig- 

** nado enlucir las armas de nuestra libertad y honor, quedan- 

** do esterminados los feroces salvages unitarios, siente una sa- 

" tisfaccion pura en retornar á V. S. I. sus benévolas congra- 

** tulaciones. — Juan M. de Rosas,** — (Oficio dirijido al Obispo 

de Cuyo, é inserto en el número 5483 de la Gaceta de 6 de 

Diciembre de 18,41.) 

Con este motivo la Gaceta, dando una dolosa aplicación á 
algunos textos de los Santos Padres y torciendo su sentido 



( LVII ): 

recto y natural, presentaba la conducta de ese prelado como el 

modelo á que debía atenei*se el clero argentino. El ofrece, 

decía, á los Ministros del Altar un ejemplo luminoso de que. • 
• • • • • • • »^'e¿ odio á los sülvages unitarios es un sentimiento de la 

" naturaleza y de la sociedad, santificado por la Religión» "....' 

(Gaceta citada arriba). — Y en ese mismo articulo fecomen- 
dando á los federales que se guarden de esos sacerdotes qu6* 
$oñ mansas oi>ejüs hacia los impios salvages unizarios^ concluya 
— ^** Designémoslos uno á uno para que queden al descubierto; 
" y caigan bajo el justo anatema de la religión que profanah y 
*^ de la patria que cruelmente ofenden é intentan despedazar." 
£sta$ palabras blasfemas encerraban una sangrienta pro- 
fecía, y en efecto cuando sé pronunciaban ya Rosas se prepa-- 
raba a derramar la sangre de algunos sacerdotes ejemplares 
por su caridad cristiana, para ahogar con ella el deber y la for- 
taleza de los que quisieran imitarlos, obedeciendo al espíritu 
incruento del eva)Dgelio. • 

Varios sacerdotes fueron presos y el 10 de Mayo de 1842 
«e fusilaron en los Santos Lugares de Rosas entre otros des- 
graciados, cuatro ancianos y venerables ministros del altar. 

L^ prensa patriota, anunció este sucedo con entera ver- 
dad.- — -Estas son sus palabras. 

. " Han sido fucilados en los Santos Lugares los cordove- 
** ses D. Gregorio Pruneda, D. Carlos Pruneda, D. Pedro Avi- 
*Vla, p. Tomas Martínez, D. Francisco Luque, D. José María 
'^ Éequena, D, Manuel Iglesias, D. Avelino Paez,: D. Faustino 
** Lobo, y los cuatro ancianos , venerables curas D. Francisco Só- 
** laño Cabrera, D. Felipe Frías, D. Manuel Frías y Ü. Grego- 
" rio Villafañe. — Estos esclesiásticos antes de morir^ fueron de- 
" sollados en la corona y manos, á pretesto de degradarlos de su 
** carácter sacerdotal* 

' . * * 

La Gaceta contestando no niega el fusilamiento de ningu- 
na de las personas nombradas ; perp agrega que lo fueron "por 
horribles crímenes." Así contesta siempre Rosas ; — " por hor- 
ribles crímenes," sin designar los actos que los constituyen, y* 
por esa clasificación, que no reposa sino en su palabra, hace* 
quitar la vida sin figura de juicio, ni de defensa, sin trámite" 
alguno, y por " una simple orden suya," á centenares de per- 
«onas ! El que así mata, ya está juzgado! 

, La Gaceta confesando que han sido fusilados solo asegura, 
i— ^ Escusamos decir que es notoriamente falsa la historia' 
de la desolladura." (Número 5945 de la Gaceta de 22 de Ju- 
lio de 1843.) Lo notorio es la verdad de ésa historia,'pero no 
tenemos otra clase de prueba y dejamos al juicio del lector el 
que crea ó no esa circunstancia. 



\ 



( Lvm ) 

(4G) AI recordar los tormentos que Rosas ha impuesto á 
sus infelices prisioneros y á los miles de personas que, con va- 
rios protestos, ha sepultado en sus cárceles, cuarteles y campa* 
mentos, sentimos toda la importancia de la traba á que nos^ie- 
mos sujetado. 

Rosas no ha publicado, ni era posible que publicase, la cró- 
nica de sus prisiones, de las horribles torturas que ha sufrido 
enella^la humanidad. Pero cualquiera puede representérselas 
por el espíritu que revelan los abominables actos que hemos 
documentado. 

Entre un número crecidísimo de relatos que podíamos ci- 
tar^ y cuya lectura' nos hace el efecto de una horrible pesadilla, 
elegiremos la esposicion de Mr. Barraut, que es una de lius que 
muestra menos atrocidad* 

Mr, Barraut refiere sencillamente la larga serie de pena- 
lidades y humillaciones á que fué sometido con sus compañeros 
de infortunio. 

^* El primer trabajo, dice, á que fui condenado con mi/ 
" amigo el Sr. D. José María PÍEarro, ftié á llevar una enorme 
** tina de agua para el baño de un negro sargento que coman- 
** daba la guardia de S. E. . 

Esta a^ua era traída de larga distancia. '*A1 dia siguien- 
** te , cambiamos de cuartel y se nos condujo 'á un bata- 
** llon de infantería, cuyo buen comandante, el Señor San 
** Millan, nos hizo arengar p:r un criado negro que nos llenó 
' de injurias : en seguida nos empleó en cabar tierra y en 
transportarla de un \aáj k oto en carretillas. Para ser con- 
ciso bastará decir que se «ios hacía diariamente caplbiar de 
cuartel, en cada uno de los cuales se nos ocupaba en trabajos 
mas ó«menos humillantes, durmiendo siempre á cielo descu- 
" bierto, espuestos de dia al ardor del Sol ó penetrados por la 
*^ lluvia hasta los huesos. El Coronel D. N. Hernández nábia 
adoptado un diferente modo de atormentamos. Es cierto 
que de dia nos dejaba en campo libre, pero en cuanto veni a 
*' la noche, nos encerraba en un ranchito, que á lo mas ten* 
*• dria cien pies cuadrados. Se vé bien que 57 hombres no po» 
** dian estar con comodidad en este sitio, estando obligados á 
^' pasar la noche en pié ó cuclillas. Después de ló que precede 
" se vé que en todas partes hemos sido tratados con rigor,' oblí* 
" gándonos diariamente á formar nupntones de cadáveres de 
" animales corrompidos, de una infección insoportable ; pero 
^ en ninguna parte hemos sufrido mas que en el cuartel de la 
" Escolta á Caballo del Gobernador ; no á causa d^ los cabos 
" y soldados que nos trataban, mas que otra parte, con huma- 
'* ni dad, sino por las órdenes de su comandante el sargento 
" mulato MigueL Este comenzaba por emborracharse por la 



« 






( LIX ) 

I 

*> 

^ mañana y entonces era que brillaba su valor etvtodo su es- 
^ plendor. Inventaba los trabajos mas penosos y no n'iS'dejn* 
*' ba ni un instante para respirar, Nos forzaba á limpiar una 
^ distancia inmensa y á cargar las inmundicias en cueros. Nos 
^ obligaba á cazar ratones en los ranchos de un montón de ne« 
** gras, mientras las princesas africanas estaban tendidas en 
** sus camas. El era quien ademas nos. hacia desarraigar 
*' troncos de durazno con las uñas ; y mientras que estenttado6 
'* por el sudor y la fatiga, nos resignábamos sin murmurar á \m 
*' tormentos que nos imponia, él se complacía en agoviarnos á 
^* palos, sin que le hubiésemos dado jamas el menor ^^otivo 
'•' que pudiese justificar conducta tan atroz. Pero lo qtie pone 
^* colmo á estos horrores son. las órdenes que se daban á núes* 
'' tros guardias. Por la noche estendidos en campo raso sobre 
^ dos ó tres malos cueros, no teníamos para abrigamos sino 
'^ algunos andrajos, frecuentemente empapados en a^a. Eii 
'^ posición tan incómoda no podíamos darnos vuelta sin pedir 
^ permiso á nuestros centinelas que por todas partes nos ro- 
*' deaban, esponiéndonos en caso contrario á ser asesinados á 
*' balazos ó bayonetazos por que tales eran sus órdenes. Can- 
'' sados al fin de maltratarnos, fusilaron al finé mis compañeros 
^ de viagCi y á mi, consecuencia de reclamaciones, muchas ve- 
*^ ees repetidas, del Sr. Becourt, se mé transfirió al cabo de 37 
" dias ¿ la cárcel de policía, donde permanecí 70 días mas.'*— 

(Esposition des violences outrages et prejudices etc. par- 
Victor Barraut.) 

La armagura de esos tratamientos está también en reía, 
cíon de la diferencia de clase y educación, que ha mediado 
por punto general, entre las víctimas y los soldados de Rosas. 
— ^El hombre bien educado sufre tormentos que no conoce el 
hombre rústico y grosero, y lo que á éste le parece una ligera 
corrección puede ser para el otro una pena desgarrante é in- 
sufrible. 

Las crueldad de Rosas que, de propósito, hace pasar á 
sus victimas por esa senda de dolores seria, mas patente y se 
descubriría toda la ferocidad de su corazón, si á la pálida rela- 
ción de Barraut, añadiésemos las escenas que todos conocen en 
el Rio de la Plata; la historia de ese hombre á quien ensillaban 
como á un caballo, y sobre el que cabalgaba un verdugo que 
le despedazaba el vientre con las espuelas y se negaba á darle 
la muerte que el valiente, asi crusifícado, demandaba por pie^ 
dad; la agonía prolongadísima de esos miseros presos que en ca-* 
da ruido creen distinguir el paso y la voz del q'vá á degollarlos; 
que beben lentamente la muerte — que presencian transido» de 
horror, el degüello del amigo ó del hermano; que creen sentir, 
á cada momento, el frío del cuchillo que se introduce en su 



( LX ), 

carne !«Vh*I^smistepíos de dolor y de sangre que encierran^ 
las paredes de las cárceles de Buenos Ayres, y cuya revelación 
Itenárá muchas páginas de la historia de Rosas, no pueden ser 
indicados en esta^notas^-Muchos creerían que componecpos un 
romance, porque, lo repetimos, los que no han vivido aqui, de-^ 
lante dé Rosas, se niegan, con razón, á dar crédito á todos 
estos excesos de atrocidad, y por eso nos hemos atenido, y 
nos atenemos por ahora, solo á la letra de los níismbs docu- 
mentos de Rosas. 

La ejecución á degoUado^que es una ejecución oficial—- ^ 
(vide nota 26) produce una agonia dolorosisima, .eje culada 
kntamente y con cuchillos de poco corte, como la practican 
casi siemprer-Los degollados no reciben los consuelos . con 
que la religión prepara á \o^ hombre» para el trance supremo ; 
y hay varias canciones canibalescas que acompañan ó prec6-^ 
d^ las ejecuciones. La de mas negra celebridad es ta res^- 
b(Uasa.-^No tenemos á la vista la letra de esta canción, pero si 
ladeptra, publicada por la imprenta del Estado de. Bueno» 
AyiTB? que corre á cargo de P. Pedro Angelis. 
Dice ui>a desús estrofas — 

" Al que con salvajes 

Tengan relación, , . • 

. , La verga y degüello 

' ., Por esta traición; . . • 

Que el santo sistema 

De Federación, 

La de á los salvajes, 

Violin y violón. " : , . . 

^ El riolin y violón es una frase que nuestros lectores na 
pueden haber olvidado: fué empleada por Mariano Maza 
(vide nota 30) para anunciar el degüello de los prisioneros de 
Catamarca.=r Desde entonces ella fué admitida eii el vocabu- 
lario de Rosas para espresar el degüello^ y la decapitación. 
La canción que citamos — y que se dedomina-DeZ Violin ydrf 
Violón — se cantéenlos Ejércitos de Rosas. — . ^ . - 

(47) Vide nota 36. 

(48) Entre las personas que a«istie/on á la función 4^ la 
. Parroq^uia de San Miguel, de cuya descripción hemos copleado 

algunas lineas en la nota núm. 44 se encuentra el Exmo. Sr. 
Ministre Plenipotenciario de S, M, B. Caballero Juan Henri- 
que Mandeville ' . . 

Es verdad que el Sr. Mandeville qs el único representante 
estrangero que vemos figurar én esas fiestas. ; ,. •.. 



(i 

ti 



( LXI ) 

(49) El Sr. Mandeville y el Sr. Conde De Lurde hm 
confesado oficialmente la inhumanidad del Gobierno de Rosas/ 
** Es con el mas profundo pesar que he observado la indi' 
**feriencia tan obviamente manifestada por este Gobierno sobre 
*' todo sentimiento de humanidad, al negarse á admitir ana prb- 
" posición, mediante cuya adopción tanta pérdida de vidas y 
" de propiedades babria sido ahorrada tanto á los campa- 
*• triotas de V. K. como á centenares de extrangeros inocen« 
tes, y protesto contra esta medida en cuanto afecta las vidas 
Británicas y la propiedad Británica, haeiendo responsables 
á los autores de ella, y á cuantos tomen parte en actos por 
los que se ponga en peligro las personas y las fortunas de 
'• subditos Británicos." 

• (Nota del Ministro Mandeville al Gobierno de Rosas, fe-'> 
cha 22 de Marzo de 1843 núm. IL del Archivo Americano de 
Buenos Ayres pág. 251.) 

Sustancialmente idéntica es la nota del Sr. Conde De Lui^ 
de del mismo dia. 

Estas notas se referían al sitio de Monte videe, que Rosas, 
negándose á orr toda proposición humana y racional, ha con- 
tinuado, inútilmente, por veinte y ocho meses, con inmensa 
efusión de sangre é incalculable pérdida de propiedades na- 
cionales y extrangeras. 

Si algo faltase para declarar que el gobierno de Rosa» 
está, por su ferocidad, fuera de la civilizacioü, obsérvese lar 
eonducta actual de Oribe; obsérvese como obra ese hombre en 
estos mismos momentos^ en que debe estar plenamente , conven^ 
cido de que toda gota de sangre que sé derrama no solo es inú-^ 
til sino cruel, y se tendrá la medida de la profunda crueldad qu6 
caracteriza ese sistema, que pugna abierta y obsecadamente 
contra todo principio, contra todo sentimiento de humanidad 
Escribimos estas hneas en momentos en que sentimos la de- 
tonación de los cañones de Oribe, disparados, villanamente, 
contra las mujeres y los niños de Montevideo. 

(50) Gran parte de estos actos están consignados en lap 
Recopilación de Leyes y Decretos de la Provincia de Buenos 
Ayres, tomos L ® y 2. ® , desde la página 117 hasta la página 
8G8v 

(51) Al venrer el período legal de su gobierno, la Salal 
reeligió á Rosas, pero con solo facultades ordinarias. 

Rosas luchaba entonces por impedir la organi/acion^c^jel 
pais, que era el voto universal y altamente pronunciado det 
partido federal. . 

E n las notas 13 y 14 hemos indicado las malas arfes y per^ 

10 



( Lxn y 

f 

lidias con que vencia la opinión de las Provincias : pero indi-- 
cado solamente, porque no nos permite otra cosa la naturaleza 
de este escrito. 

En las Provincias de Buenos Ayres esa opinión era tan 
uniforme como en las demás, y sin duda mas racional y con- 
cienzuda. 

La reelección ún facultades extraordirtarim fué para Ro- 
sas un rayo de luz que le iluminó su verdadera situación. En- 
tonces se separó del gol^ierno (Diciemb. de 1832) reservándose, 
merced á la popularidad que aun gozaba, el mando de la fuer- 
.za armada con el título de " Comandante General de Campa- 
ña." Para sustraer á las tropas del contagio déla opinión, 
propuso y obtuvo conducir el Ejército al Desierto^ á pretesto 
de reducir los indios y asegurar las propiedades de campaña» 

Esta operación le permitia atraerse la voluntad de esosr 
soldados ; engrosar sus filas, disponer de crecidos caudales que 
lo habilitasen para corruptoras liberalidades, y lo que era mas 
importante, rodearse del prestigio de una empresa que ofrecía 
grandes provechos al país. Asi, mientras ardían en la Provin- 
cia las divisiones y los escándalos que él fomentaba y promo-» 
vía, se presentaba en lontananza ocupado solo del bien del 
país y como estraño á rencillas y banderías. 

Los Federales de buena fé que sostenían ó combatían la 
administración Balcarce, no se hicieron cargo de las conse- 
cuencias de llevar la disputa al último estremo. Pero la histo-^ 
ría, que es el gran maestro de la humanidad, enseña todo lo 
que ciegan, por desgracia, las pasiones y los intereses del mo- 
mento, y vemos con dolor, pero sin sorpresa, que la oposición 
de Balcarce no comprendió la necesidad de reusar el apoyo de 
Rosas, y de tranzar las diferencias, de fnodo para asegurar el 
jin^ no dando á aquel caudillo mas importancia personal que la 
que ya tenía. i ^ 

Pero los opositores se hicieron una ilusión que, casi siem- 

Kre se apodera de los hombres que se colocan.en su situación. 
[o tuvieron en cuenta que el vencimiento y la humillación de 
un enemigo, que era fácil conciliar y sufrir, podía.nutrir al ti- 
gre que se había refugiado en el desierto, y darle aliento, esten- 
der sus miras, habilitarlo para mas alta empresa : — no advir- 
tieron que ellos mismos quedaban despojados de toda inmuni- 
dad, de toda garantía, permitiendo que la violencia de un hom- 
bre se sobrepusiera á los respetos de todos y trastornase á su 
antojo la sociedad y el gobierno. Pero en esos casos el mismo 
amor propio que empeña á los descarriados opositores en la 
contienda del diá, les hace despreciar ol riesgo lejano y sueñan 
el poder de subordinar al instrumento de que se sirven. 

Sin esta ilusión .Rosas estaba perdido, y tanto mas perdi- 



í uan ) 

' do, cuanto que ege hombre que tan fiero se nos muestra ahora 
en el poder, tiene un corazón cobarde y que flaquea en el peli- 
gro individual 

Esplicaremo^ esto que puede parecer una contradicción, 
y que no es sino un misterio de fortuna. En 1828 después de 
la jornada de Navarro, en que fué vencido el gobernador Dor* 
regó, Rosas voló, en alas del miedo, ¿ refugiarse en Sapta-Fé : 
llegó allí asustado y tembloroso, y todos los esfuerzos del Go- 
bernador D. Estanlslado López, que se declaró campeón de su 
causa, no pudieron restablecer por el pronto su tranquilidad. 
Entonces solicitó y rogó que el general Lavalle le otorgase ga- 
rantías personales y un pasaporte ; quería irse á los Estados*- 
Unidos, á cualquiera parte. — Detenido en el país y forzado á 
seguir la bandera de López entró con ella en la Provincia de 
Buenos Ayres, y sin haberse aventurado, se encontró al reti- 
rarse López, gefe de la resistencia y en aptitud de tratar con 
el general Lavalle y obtener la pacificación de la Provincia por 
un medio suyo, (vide nota 8) y luego la primera Magistratura. 

En 1833 se repitió la misma escena. Apesar de hallarse 
en el desierto al frente de un ejército y con la aptitud que he- 
mos desCripto, la prensa de Buenos Ayres que empezaba á mi- 
nar su poder y á ocuparse de sus miras, aunque con embozo y 
delicadamente, lo aterrorizó, y al momento escribió á sus ami- 
gos, lloroso y suplicante, para que. le permitieran dejarlo todo, 
< abandonarlo todo y salir del país.— Sus amigos le calmaban y 
con nías brío que él hicieron la revolución contra Balcarce en 
los primeros días de Octubre de aquel aAo. Solo entonces se 
presentó en su /verdadero carácter de revolucionario, adoptó la 
obra hecha^ y enseñado por la csperiencia de 1828 se dispuso á 
e^lotar la nueva situación. Tal vez esta cobardía de Rosas 
fué lo que hizo menos temible á sus amigos, y ella, sin disputa, 
ha hecho en él, muchas ^eces, el oficio de la prudencia y del di- 
simulo, y en este sentido, le ha favorecido inmensamente. 

Podríamos corroborar con todos los hechos de la vida pú- 
blica de Rosas estas aserciones ; pero volviendo al objeto de 
esta nota, mostraremos con algunos documentos, que la opi- 
nión de todos, rechazaba la dictadura como dicAi el texto. 

Uno de los primeros actos de la administración del Ge- 
neral Balcarce fué restablecer la libertad de imprenta que Ro* 
sas había encadenado por un decreto ; (I-ey de 22 de Junio de 
1833. Recop. de Leyes y Decretos tom. 2 pag. 1169) éini;ne- 
diatamente después la Sala de Representantes encargó á una 
comisión de su seno, que le presentase antes del 30 de Setiem- 
bre de aquel año, un proyecto de Gonstitucian para la Provin- 
cia, bajo la forma representativa republicana, debiendo ser ar- 
ticulo espreso de esa Constitución ({ue la provincia no se reu- 



( LXIV ) 

filria en Nación sino bajo el sistema federal (Ley de 8 de Julio 
de 1833. RiBCop, citada tom. 2 pág, 1170.> 

La administración de Balcarce fué derribada porlá opo* 
eicion que Rosas fomentaba y á la que prestó su apo) o, — Esta 
Suposición fué á su vez gobierno y he aqui el programa que 
fórmula después de su triunfo. 

Extracto de un oficio del gobierno ¿ la Sala de Represen-* 
tantes fecha 6 de Diciembre de 1843. 

" Cuando el gobierno se encargó de restablecer y conser- 
** var el orden en circunstancias criticas y peligrosas, contó y 
^ debia contar siempre conlá cooperación decidida y constan- 
** de del Cuerpo Legislativo. Esta consideración basta por sí 
*' sola á fundar el derecho de apelar al celo de los Honorables 
** Representantes de la Provincia, para que, haciendo un es- 
" fuerzo digno de su patriotismo^ aceleren cuanto les sea posi- 
^ ble el curso de sus trabajos. — . ••••••, No puede prescindir 

^ *^ de hacer presente la Sala que la interrupción de sus trabajos, 
*' ó una lentitud notable en ellos alejando el término d$ la san-^ 
•* ciojí de la Constitución^ que cree debe ser el término natural 
^ de la actual administración, puede producir una vacilación 
" en su marcha capaz de comprometer su crédito y de afectar 
'^ las garantias piíblicas. Y aunque el Gobierno fiel al objeto 
** principal áque se han consagrado no descuida un momento 
<^ en preparar todas las vias á un orden Constitucional perma-» 
^\nente siente cada vez mas el vacio de la acción ilustrada de los 
** HH. RR. para satisfacer la justa sepectacion pública,'^3vAíi 
** J. ViAMONT. — ManitelJ, Garvia. ' ^ 

(Núm. 1. ® del Monitor de Buenos Ayres del 11 de Di-^ 
ciembre dé 1833.) . 

Se vé bien qué en punto á constituir el país no hábia. iÍÍt 
vergencia ninguna ; que el orden regular era, en el sentir de 
todos, el único término posible á aquellos conflictos.-^Porque 
pues, no empleó Rosas, no tentó siquiera esté medio? — ¿Por 
qué ya que negó^su apoyo á la administración Balcarce, no 
se le presto a la administración Viamont nacida de la oposi- 
ción en que él se habia afiliado y cuyo triunfo celebraba ? 

Días amargos fueron aquellos para Buenos Ayres ; el Go- 
bierno que contaba, como era natural, con Rosas, tardó, por 
su mal, en desengañarse. No quería enagenarse su apoyo, y 
viéndole descor^tento le decretaba honores y recompensa^ ; 
levantaba monumentos á la expedición al Desierto y le creaba 
. un feudo con su nombre, en la Isla de Chuelechel. (Recp. ci- 
tada tom. 2. ^ pág. 1,196, 1,227, 1,235 y 1,236.) Todo era en 
vano , Rosas desechaba hipócritamente esos honores y presen- 
taba hasta la renuncia de sus anteriores condecoraciones. Es- 
^o forlalecia su prestigio en la multitud cuyas malas pasiones 



( LXV ) 

«scitalba, en la misma proporción que disminuía el crédito y el 
respeto de la autoridad. 

Era general el mal estar ; Rosas disponia de los ele- 
mentos que turbaban el orden, y, al fin, no pudiendo re- 
sistirle en el momento, y sin preveer todavía hasta donde iba 
ese hombre, le concedieron el poder que ambicionaba !. . . , 
Grande y útilísima enseñanza puede recojerse en la triste his- 
toria de esa época, cuyo estudio recomendamos encarecida- 
mente á nuestros compatriotas. 

No fué, pues, ni el estado ni la opinión de su país, lo que 
ha investido á Rosas con la férrea dictadura que ejerce. —Ha 
llegado á ella por una serie de traiciones y engaños y no estan- 
do por eso basado su poder en las necesidades del país^, ha si- 
do constantemente combatido, y lo será indefinidamente.--^ 
Según entonces oímos, uno de los hombres que mas contiibu- 
yeron á la elevación de Rosas, y de los que él despertó mas 
cruelmente, le dijo, el dia que le conflsó que habla decepcio- 
nado á sus amigos : — Señor D. Juan Manuel, soy amigo de Ud, 
y debo decirle que Ud. entra hoy en un callejón que no tiene mas 
salida que la muertel 

Sea ó no cierta esta anécdota, esas palabras encierran to- 
da la verdad de la situación de Rosas. 

Hemos dicho en el texto que las calles de Buenos Ayres, 
fueron manchadas con sangre en los días anteriores á la eleva- 
ción de Rosas. — listo es completamente cierto como todo lo 
que narramos. 

' El Gobierno del Jeneral Viamont que — son las palabras 
éé uno* de sus escritores, — se encontraba hostigado por enemi- 
gos ocultos y no encontraba en sus amigos la energía y la coope^ 
ración bastante (núm. 175 del Monitor de 17 de Julio dé 1834) 
era acometido en la persona de sus Ministros por asesinos que 
se abrigaban bajo la ala de Rosas. En la noche del 15 de ese 
mes de Julio recorrió las calles una banda de asesinos que 
atentó á la vida del Ministro D. Manuel J. GaVcia, disparan- 
do una porción de armas de fuego contraías ventanas de la sa- 
la de su casa, en que se encontraba, A pocos pasos de la ha- 
bitación del Ministro fué asesinado el joven Badhalan ; y en 
varias otras casas de personas muy distinguidas se repitió la 
escena. 

Estos medios son los que^están en ¿1 carácter de Rosas y 
con este motivo consignaremos un hecho suyo que es verdades 
ro retrato moral de ese hombr^. 

Apenas entró ásu primer gobierno en 1830, resolvió des- 
hacerse del sargento mayor Montero ; np conocemos las razo- 
nes que tuvo para ello ; pero si los medios de que se sirvió 
para consumar su propósito. Lo primero; fué recatar sijilosa- 



( LXVI ) 

mente, esconder en lo mas hondo del pecho las sospechas ó el 
odio que alimentaba contra Montero, después lo llamó, lo aca- 
rició, le prometió protección y mejor fortuna ; y en seguida 
de haberle inspirado confianza, «y aun agradecimiento, le en- 
tregó, apretándole afectuosamente la mano, una carta para* su 
hermano D. Prudencio Rosas. Kl infortunado Montero supo- 
niendo que era la recomendación en su favor que le había 
ofrecido, toma un caballo para ir mas á prisa, corre, llega al 
cuartel de la Recoleta donde estaba Prudencio Rosas, entrega 
la carta, se abre ••••••• «era una orden para que lo ftisüaseti 

en el acto ! — y en efecto, fué fusilado pocos momentos después 
el 23 de Enero de 1830, 

La muerte de un hombre, sinjuicio ni defensa, tiene mu- 
chos ejemplos, y la razón de estado, este manto ' real que ha 
cobijado tantos crímenes, se ha invocado con suceso muchas 
veces para justificarla ; pero el modo es peculiar de Rosas ; de 
modo es que ha levantado su poder ; la misma maniobra que 
ejecutó con Montero, realizada en punto mayor, le dio la dic* 
tadura que ejerce. • 

(52) Copiamos literalmente la ley que confirió la suma 
del poder á D. Juan Manuel Rosas. 

Buenos Ayres, Marzo 7 de 1835, 

Art. 1. ® Queda nombrado Goberdador y Capitán Ge* 
oerai de la Provincia, por el término de cinco años, el Bríga« 
dier General D.Juan Manuel de Rosas. 

2. Se deposita toda la suma del Poder Público de esta 
Provincia, en la persona del Brigadier General D. Juan M. d^ 
Rosas, sin mas restricciones que Jas siguientes: — 

^ l.^ Que deberá conservar, defender y 
proteger la Religión Católica, Apostólica 
Romana. 

2. ^ Que deberá defender y sostener la 
causa Nacional de la Federación que baQ 
proclamado todos los pueblos de la Repú- 
blica. 

3. El ejercicio de este poder estraordinario durará por 
todo el tiempo que é^ juicio del Gobernador electo fuese nece- 
sario. 

(Recopilación de Leyes y Decretos, tomo 2. ® pág. 1345,( 



^ 



El objeto de la Ley, no es otro que el de la misma socie- 
dad ;-obtener el mayor bien estar posible ; y esté bien estar 
no puede existir sino por la conservación de los derechos na- 
turales del hombre ; estos derechos son, principalmente, ^egic- 
ridad, libertad, propiedad. La renuncia rfe estos derechos es 



( LXVII ) 

imposible, por que tanto valdría reminciar á la felicidad, en 
oposición á todas las leyes físicas y morales de la organización 
humana. «• 

Esta renuncia nunca puede ser mas que, ó un suicidio, 
esto es, una prueba, de verdadera demencia, ó «I resultado de 
una coacción ; es un -acto esencialmente nulo é irrito, que no 
puede crear ni derecho, ni obligación. 

Es así como toda ley en que tal renuncia se consigne no 
puede ser mas que un acto de violencia y de opresión, contrar 
rio á los fines de la asociación y que por ello, no obliga á nin* 
guDo de los asociados. 

Estas verdades comunes bastarían para calificar el docu- 
mento que hemos transcripto, sino conociéramos la violencia 
de que, se sirvió Rosas para arrancarlo. — Tirano menguado, 
que teniendo su título en los puñales de una multitud viciosa 
y en la hipócrita deslealtad con que había dividido y engañado 
á los que podían resistirle, quiso cubrir su origen con una hoja 
de papel, y hacer creer al mundo que un pueblo que conocía 
sus derechos y sus intereses, se le había entregado de propia 
voluntad, amarrado de pies y manos para que lo degollase y lo 
robase á su capricho. ^ 

Tirano de quien puede decirse como dá Tiberio que no 
sabe disimular sus horribles atentados con el disimulo que tomó 
jior divisa.— JVcícíí regnare^ qui nescit dissimulare. 

* Ese papel quemuestFa como el documento de la legalidad 
de su poder, no será, á los ojos de todos, mas queisl monumento 
de su usurpación y de su perfidia : y para eso lo consignamos 
aquí. — ^— 

Apesar de que no creemos necesario entrar á examinar 
detalladamente la pretendida ley que hemos copiado, no po* 
demos dejar de hacer una observación que hará resaltar noag 
la violenta usurpación de Rosas. 

Hoy hace mas de diez años que esa ley fué promulgada, y 
tt pesar de lo capcioso de su redacción es evidente que ella no 
le confería el gobierno absoluto á Rosas, sino, cuando mas, por 
cinco años. 

Rosas no se há despojado, ni por un solo instante, del po- 
der que lo hacia omnipotente ; de la tremenda facultad de aho- 
gar en san^e toda opinión, toda idea que le desagrada ; ha 
depurado frecuentemente por la muerte ó por la ^jroscripcion,; 
esa réüRfon deliómbres que irónicamente llama Sala de Repre» 
Müantes^ y por consiguiente, no ha habido, ni podido haber 
quien le renovase legaTmente sus poderes. — En vano se pretan- 
derá llenar este vacío con esas ridiculas renuncias que Rosas 
ha repetido, sin devolver efectivamente el poder, sin dar tre- 
gua al ejercicio d^l mando absoIuto,con el cual es inconsistente 



( LXVIII ) 

la libre espresion de la voluntad de la mayoría, única fuente de 
poder legítimo. 

(53) Estas concesiones son un poderosísimo argumenta 
contra la pretendida armonía entre el sistema de Rpsas y el 
estado de su país. — ¿ Si esa armonía existía, por qué no pro- 
nunciaba abiertamente sus principios ? — ¿ Por qué se traicio- 
jiaba á sí mismo adjurándolos solemnemente ? — ¿ Por qué no* 
decía, por ejemplo, yo tengo el derecho de despojar de sus bienes 
al que se levante contra mí ? — ¿ Por, qué proclamaba lo contra- 
rio ? 

Porque conocía que la opinión rechazaba abiertamente sil 
sistema, porque comprendía la fuerza de los principios en ese 
país que se empeña en deshonrar y marcar en la, frente coa. 
marca de barbarie, para justificar su sangrienta dominación, 

Rosas, como lo hemos i-epetido muchas veces, solo ha su- 
bido á la altura en que se encuentra por una serie desengaños 
y falcías, por una usurpación hipócrita y gradual. 

El hecho que vamos á citar lo comprobará plenamente, y 
será un nuevo testimonio de lafé de Rosas, 

La confiscación de bienes no existia de hecho ni de derecho 
en el Rio de la Plata ; su nombre era una palabra olvidada, y 
á nadie se le ocurría que ese atroz principio pudiera evocarse 
entre nosotros. — Sin embargo Rosas apenas se alzó con lasuOMi' 
del poder público, menesteroso como estaba, de adormecer con 
caricias la opinión que se le mostraba intratable, y de dar al' 
gunas garantias á esa sociedad que iba á tiranizar, abolió por 
un decreto la confiscación de bienes ; declaró solemnemente 
que esta abolición era sin restricciones y para siempre. — Así 
el pueblo podía contar con que una de las bases de la sociedad 
sería respetada ; que el derecho de propiedad quedaba asegu- 
rado en el nuevo orden de cosas. 

Rosas anunció este acto en su Mensage de 3 1 de Dicieni^ 
bre de 1835, con las siguientes palabras : 

" Tanto por colocarse al nivel de la opinión pública, como 
" para hacer sentir todo el respeto que se debe a la propiedad 
'' en un país libre, derogó las leyes que imponían la pena de 
" confiscación dq bienes. " 

(Mensaje á la XII Legislatura. Núm. 1399 del Diario de 
la Tarde de Buenos Ayres de 13 de Febrero de 1836.)^ ..:, 

Es imposible dar cosa mas expresa, y , muchos bírw>^:^ 
desarmaron delante de este acto que parecía anunciar un ine- 
jor porvenir. Algunos creyeron cándidamente.que Rosas abri-^ 
gaba una ambición alta y pura, y que por concesiones suce- 
sivas llegaría á organizar el país. 

¡ Pobre ilusión que el tiempo ha desvanecido 1 — Rosas no 



( LXIX ) 

profesaba el principio de la propiedad como fio profesa éf 

{principio qae consagra la libertad y la vida del hombre f y tafl 
aego como se le det)aró la ocasión abrogó su insigne compro^ 
miso, por medio del siguiente decreto^ 

Buenos Ayres 16 de Setiemhfe ¿e 1840- 
" Art. 1. ^ Se declaran especialmente responsables \m 
bienes nuebles ó inmuebles, derechos y acciones, de cuales-^ 
quiera clase que sean, en la ciudad y campaña, pertenecien- 
tes á los traidores salvages unitarios, á la reparación de log 
quebrantos causados en las fortunas de los fieles federales, por 
las hordas del desnaturalizado traidor Juan Lavalle ; á las ero-* 
gaciones extraordinarias á que se Ha visto obligado el tesoro 
público, -J)ara hacer frente á la bárbara invasión de este ejcce-' 
crable asesino, y á los premios que el gobierno ha acordada 
en favor del ejército de linea y milicias y demás valientes de-» 
fensores de la libertad y dignidad de nuestra confederación y 
de la América. 

^' 2. El que dispusiere del todo ó parte de sus bienei? 6 
bien hipotecándolos, traspasándolos, cambiándolos, 8emidán-« 
dolos, ocultándolos, ú obligindolos de cualquier manera que 
tienda á enajenarlos, con perjuicio de la responsabilidad á que 
son afectos por el articulo anterior, será castigado con la pena 
discrecional que juzgue el gobierno, y al individuo que resul- 
tase cómplice ó se prestase á alguna simulación de ocultación 
del todo ó parte de loa bienes de algún salvage unitario, des« 
pues de incurrir ca la pena de igual cantidad á la que fuese 
materia do! contr«:ito, incurrirá en las discrecionales que el 
gobierno considere J.^!:er imponérsele según el caso. 

" 3. Ningún -escribano podrá otorgar escritura alguna de 
venta, hipoteca, trar.[*í;so, cambio, ni obligación alguna de 
cualquier espocie, tondcnite á enajenar, simular, ocultar, 6 
frustrar, directa ó indirectamente los efectos del articulo 1. ® 
£1 que lo hiciese, despucs de sufrir para siempre la pérdida 
de su oficio, y de otro tanto á que asciende la cantidad del 
fraude len que b3 le aprendiere, será castigado con otras pe^ 
ñas arbitrarias, según las circunstancias descaso ; y la escritu* 
ra será absolutamente nula y de ningún valor, ya áea por venta, 
hipoteca, traspaso, convenio, ú obligación alguna, sea de la 
clase que fuese. 

** 4. Lo ordenado en el artículo anterior á'los escribano» 
públicos, debe entenderse igualmente respecto á los corredo- 
res. 

^ 5. ' Los tribunales de justicia y jueces de paz de la ciu" 
dad y campaña, son inmediatamente responsables de cualquie-^ 
ra contravención que autorizen en la administración de justi-' 

11 



(LXX) 

cia, en oposición á lo prevenido en el artículo 1. ® ó de que 
no den cuenta á la autoridad. 

" 6. Comuniqúese á quienes corresponda, publiquese é 
insértese en el Registro Oficial. — Rosas. — Agustín GarrigosJ* 

Este decreto, que aun hoy se encuentra en vigor, y que 
fué la señal de las nuevas ruinas de que se han cubierto los 
bordes del Rio de la Plata, ha venido á dar una tremenda uni- 
formidad al sistema de Rosas, y á hacer mas intensa é irre- 
conciliable la lucha y la división que él ha producido. 

(54) Este es un hecho muy notable. 

Antes de Rosas Buenos Ayres no conocía esta clase de es- 
cenas de sangre.— Retamos á la Gaecta á que nos cite, en toda 
la historia de su país, en el período de la revolución de la inde- 
pendencia, en los trastornos que la siguieron, en todos los dias^ 
de aquellos grandes y profundos sacudimientos, un solo ante- 
cedente, un solo acto que se aproxime á las degollaciones que 
se han ejecutado en 'la época de Rosas. 

El pueblo de Buenos Ayres no había conocido nunck, ja- . 
más, esos funestos y horribles asesinatos ejecutados en las ca- 
lles y en las casas ; y respecto á ejecuciones por delitos políti- 
cos, nuestro amigo el Sr. Rivera Indarte ha sentado las siguien- 
, tes proposiciones, que la Gaceta no ha podido contradecir.—— 

" Durante la guerra de la independencia el gobierno de 
" Buenojs Ayres no hizo ejecutar sino cuarenta individuos, en 
" diversos territorios y en distintas épocas. De estos solo ocho 
*' fueron nxuertos sin previo juzgamiento; pero los otros trein- 
" tay dos sufrieron la última pena solo después de probada su 
" culpa, después de oidos y juzgados.— Pero aquellos y estos 
" murieron rodeados de cuantos consuelos son compatibles con 
" tan triste situación." 

" En las luchas intestinas que agitaron la República Ar- 
" gentina desde 1810 hasta 1829 fueron ejecutados en Buenos 
" Ayres dos individuos sin ser juzgados y nueve después de un 
" proceso regular." 

" En esas ejecuciones, justas ó injustas, las víctimas per- 
" dieron la vida por un medio pronto, sin tortura^ recibieron 
" en sus últimas horas los auxilios déla religión, legaron sus 
" bienes á sus herederos, sus deudos no tuvieron mas que sufrir 
** por la culpa que á ellos les hacía perder la vida, podían vestir 
" luto, honrar su memoria, consagrar un sepulcro á sus ceni- 
** zdi^r— {Rosas y sus opositores pág. 316.) 

Las Tablas de sangt^e de la administración de llosas j que 
ha publicado el Sr. Rivera Indarte, y que tanta impresión han 
producido en Europa dan el siguiente resultado : 



( LXXI ) 

Resumen total de las tablas. 

Envenenados • 4 

Degollados 3765 

Fusilados.......... 1393 

Asesinados. • . > , • • 722 

Muertos en acciones de 'armas 14920 

Muertos según cálculo muy bajo, en escara- 
musas y persecuciones que han precedido 
á las batallas y* combates generales que 
hemos nombrado, fusilados y lanceados 
por deserción en la formación dejos di- 
versos ejércitos que han combatido desde 
1829 hasta este momento (1843), debién- 
dose advertir que Rosas ha castigado con 
profusión bárbara hasta el conato de de- 
serción en sus soldados • 1600 



(Obra citada páginas 362 y 363.) 

Este resultado es verdaderamente espantoso, atenta la po- 
blación del Rio de la Plata, y Rosas ha sentido todo el poder 
de esa demostración. Por eso es que aprovechando algunas 
pequeñas inexactitudes, inevitables en una obra como las Ta- 
blas de Sangre, se propuso combatirlas, y en el delirio de su 
rabia impotente, ha vomitado contra el patriota y valiente es- 
critor, las mas atroces injurias. 

En un apéndice que agregaremos á estos apuntes, si tene- 
mos el tiempo necesario nos prometemos demostrar co^i /o^ 
mismos documentos de Rosas, la verdad, la horrible verdad de las 
Tablas de Sangre^ 

(55) Rosas no ha sido jamás el gobierno de su pais, sino 
el gefe de una facción. 

Desde que ha empezado su gobierno, dejó de existir la 
Nación Argentina ; desde entonces los Argentinos ya no fue- 
ron hermanos por el amtor de la Patria, sino enemigos por la 
voluntad de Rosas. 

Rosas entró al Gobierno declarando en 1830 que no que- 
ría gobernar. Argentinos sino Federales ; en 1833 que no que- 
ría gobernar á todos los federales, sino á los federales lomos co- 
lorados y no á los federales lomos negros ; luego á \os federales 
apostólicos, y no á \q^ federales cismáticos ; mas tarde, única- 
mente á los federales netos ; hoy á los federales netos, defensores 
heroicos del Continente Americano que han puesto á su disposi- 
ción la vida, la hacienda y hasta la fama. (Esta renuncia de 



( LXXII ) 

Ul fama, que es por si misma sobrado elocuente, fué iniciada 
por los pretendidos Representantes en Noviembre de 1839,) 

Basta la simple enunciación tie este hecho para probar 
qu0 Rosas no ha representado jamas, en ningún sentido, las 
necesidades ni los intereses de m pais, y para poner fuera de 
toda duda las rigorosas conclusiones del tei^to» 

Este solo hecho encierra la historia y la condenación del - 
gobierno d3 Rosas, y muestra que él es incompatible, de todo > 
punto, con la paz y progreso de su país. 

Basta también para probar que Rosas solo puede estar 
sostenido por una minoría cuya fuerza consiste en la inmo* 
ralidad y la violencia. 

Si algo mas ee necesitara para reconocer la evidencia de 
este hecho nos podríamos referir á los . que encierran nuestras 
notas anteriores, que reasumiremos breveinentep 

Rosas ha resistido la reunión de la Nación'; no ha queri- 
4o jamas que representada légalmente pudiera espresar la vo* 
luntad de la mayoría. 

Rosas no ha podido gobernar un solo dia sin facultades 
ei^traordinarias. 

Rosas ha empleado el terror y la corrupción en inmensa 
aséala, ha hecho en su pais la guerra de exterminio, y no ha 
podido dejar las armas de la mano ni un solo dia; no ha podido 
en quince añosi á pesar de la superioridad de sus recursos y 
á» su acción, vencer las resistencias interiores que encuentra 
m sistema. 

Roeas ha degollado ó proscripto á la parte intelijeñte y 
laboriosa de su país. 

Rosas ha tenido que despojar al rico para atraerse al 
hombre vicioso ú holgazán ; que desterrar, la ciencia para al- 
bagar á la ignorancia, que perseguir á la virtud para fomen- 
tar y hacerse propicio el crimen. 

Rosas, en fin, no solo ha tenido que apoyarse exclusiva- 
mente en la parte embrutecida de la ociedad, sino que sa- 
lir de la sociedad cristiana y civilizada, y traer del desierto las 
tribus de indios salvajes, adiestrarlos en las armas, é incorpo- 
rarlos á sus ejércitos, ofreciendo repartirles por botin la ri- 
queza de sus mismos conciudadanos. A cada peligro, á cada 
nuevo evento, ha tenido que prometerles mas y mas espléndido 
botin. 

Estos últimos hechos, que son decisivos, constan auténti- 
camente de los mismos documentos de llosas*. 

En 1839 se alzó en armas contra Rosas la campaña del 
Sud de Buenos Avres. 

Rosas tuvo que prometer á los que siguieran su bandera 
y combatieran esa revolución los siguientes premios. 



( LXXIII ) 

A los Jenérales : — 6 leguas de tierra : á los coroneles 5 le- 
guas : á los teniente-coroneles, 4 : á los mayores 2 : á .los ca- 
pitanes una: á los oficiales superiores, tres cuartos de legua: 
á los sargentos, media: á los cabos j soldados, un cuarto. — 
(Ley de 9 de Noviembre de 1839.— Núm. 4,907 de la Gaceta 
de 9 de Noviembre de 1 839.) 

En I9 enumeración de su fuerza que hace uno de los jefes 
de Rosas, cuenta"*— " A mas, dos casiqu illas, una capitaneja y 
*^ 80 indios que al mando del sargento may^r D. Pablo Castro, 
*' gue á la voz que los unitarios venian, se presentaron ^n esta 
** para salir con los valientes de la 1. ^ división que salió de 
'* esta, y habiéndoles dicho el sargento mayor D. Bernardo 
*' Echevarría, cuando pasó por esta que podian marchar á las 
'• órdenes del Cttcique Catrié etc." (Nota del Coronel D. Vi- 
cente González, inserta en el número 4,911 de la Gaceta de 
16 de Noviembre de 1889.) 

Rosas ha tenido que ir doblando el cebo de esos premios, 
a cada ventaja que obtenian sus ejércitos. 

A los vencedores en Pago Largo el 31 de Marzo de 1840, 
les acordó por decreto de 17 de Diciembre de 1840 magnífi- 
cos premios de medallas, títulos etc. £1 artículos 9 de ese 
decreto dice : 

" Art. 9. De las haciendas que fueron de los salváges uni' 
** tartas en la Confederación se concede al General en Gefe de 
** dicho Ejército 3,000 cabezas de ganado vacuno y 3,000 la- 
nares. — A los generales 2,500 vacunas y 2,500 lanares. — A los 
coroneles 1,500 vacunas y 1,500 lanares.— A los tenientes co- 
roneles, 1,000 vacunas y 1,000 lanares. — A los mayores 600 
vacunas y 6OO lanares. — A los capitanes 400 vacunas y 500 
lanares. — A los tenientes 300 vacunas y 400 lanares. — A los 
alferes 200 vacunas y 300 lanares. — A los sargentos 100 vacu- 
nos y 200 lanares. — A los cabos 80 vacunas y 180 lanares.?— A 
los soladdos 50 vacunas y 1 50 lanares." 

** Art. 12. — Los indios amigos — gozarán, según sus clases, 
do los mismos preoniios honoríficos que acuerda este decreto." 

A los vencedores en el Quebrachito les acordó por decreto 
del mismo dia iguales premios: — El art. 9 le designa a cada cla- 
se el mismo número de cabezas de ganado del que perteneció á 
hs salvag^s unitarios, y el articulo 12 declara que los indio* 
amigos gozarán de esos premios. — Estos dos decretos se en- 
cuentran en el número 6213 de la Gaceta de 21 de Diciembre 
de 1840. 

Rosas ha decretado después nuevos premios — á los ven- 
cedores de San-Calá, á los vencedores del Monte Grande, del 
Rodeo del Medio, etc., de manera quC: hoy representan un 
guarismo inmenso que Rosas está obligado á satisfacer al tér- 



. ( LXXIV ) 

mino de la guerra^ con los bienes de los ciudadanos de Bue* 
nos Ayres. 

llosas invierte también crecidísimas sumas, según puede 
verse en todos sus estados, en mantener y obsequiar á los in- 
dios ; — en pagar y recompensar a sus soldados de toda clase. 
Todo tiene su precio : y á mas de los premios acordados por 
decretos públicos, de ios sueldos, gratificaciones y pensiones, 
hay otros que Rosas distribuye particularmente. Véase el 
siguiente documento. 

Santos Lugares de Rosas, Octubre 26 de \ 840. 

" Por cuanto el leniente alcalde D. Manuel López, ha de- 
sempeñado un servicio de recomendación en favor de la Santa 
Causa de nuestra Libertad, de nuestra Confederación y de la 
América, habiendo aprendido al salvage unitario Pedro Oro» 
na.T-Por tanto, y habiendo por su fidelidad y ardiente amor á 
ella,, héchose digno del aprecio del Gobierno y de todos sus 
compatriotas y compañeros de armas, lo declaro por el presen- 
te acreedor, ademas del premio de tierra, ganado vaquno y me- 
dallas de honor acordado á lodos los gcfes, oficiales y tropa de 
línea y milicia del ejército de esta Provincia, defensores he- 
roicos de la sagrada causa de nuestra Confederación, sobera* 
nía y mas valiosos derechos del hombre, al especial con que en 
su consecuencia le valdrá el presente y es por doscientas cabe* 
zas de ganado vacuno y trescientas lanares; el que se repite ser 
ademas y por separado del que le corresponde como á indivir 
dúo del ejército, al terminarse la campaña, y que — se sacara de 
las haciendan y • tierras de los salvages, asquerosos, inmundos 
unitarios/'"^ Juan M. de Rosas, — (Ñúm, 5654 de la Gaceta de 
19 de Junio de 18Í2.) 

El número de obligaciones de esta última clase es inaver 
riguable. 

A todo esto deben agregai'se las exenciones y privilegios 
que les ha ofrecido ; los escesos y criminales grangerias que 
les tolera y autoriza. Muchas de aquellas exenciones constan 
de documentos públicos; citaremos el decreto de 26 de Manso 
de 184], del que copiamos los siguientes artículos : 

" Art. 1 . ^ Los ciudadanos federales de la Provincia que 
en la actualidad se hallen en campaña en tierra y agua, com- 
batiendo triunfantes por la Ubertad é independencia de la 
Confederación, contra el salvage bando unitario, y que per- , 
maneciesen en las filas del ejército y servicios relativos hasta 
la conclusión de la campaña y pacificación de toda la Repúbli- 
ca, quedan exonerados por el término de veinte años, del pago 
de las contribuciones directas, 

" Art. 2. ® Quedan también exentos por el dicho tér- 



(LXXV) \ 

/ 

mino de veinte años, del pago de los impuestos de píatentcs y 
boletos de registros de marcas y de carruages, 

** Art. 5. ® Las viudas'é hijos en común de los indivi- 
duos del ejército de la Provincia, que hayan muerto en la cam- 
paña gloriosamente, contra los salvages unitarios, optarán á las .. 
exenciones establecidas por los artículos 1 y 2." 

(Núm. 5509 de la Gaceta de 12 de Enero de 1842.) 

En todo el sistema de Rosas, se vé la violencia, el terror, el 
crimen, lá corrupción. :=:¿ Gobierna así un gobierno de mayo- 
ría, un gobierno de opinión, de intereses ó convicciones nacio- 
nales ?— Necesita un gobiernb justo, nacional, dividir la socie- 
dad, fraccionarla á lo infinito, sublevar á la hez de la población 
aumentarla con los salvages del desierto, nutrirla con la rique- 
za pública y particular, para que le dé fuerza y arrimo ? - 

¿ ^^ecesita fascinai;á esa multitud bruta, mover sus rencores y 
pasiones salvages, excitar su codicia, y mostrándole la riqueza 
de las clases laboriosas y acomodadas, empujarla contra ellas, 
gritando — matüf degüella, estermina, y toda esa riqueza es tuya ! 
• ••.yo tela adjudico ! n . • .yo te la repartiré el dia que merced 
ú tu esfuerzo, mi voluntad sea omnipotente ! 

Es esto sin embargo, precisamente esto, lo que hace Ro- 
sas, y esos son los elementos que constituyen su poder. 

(56) Una de las pruebas que Rosas ha exhibido al mun- 
do de la injuria que nos hacen los extrangeros y de la traición 
que nosotros hacemos á la América, tolerándola, son las cé- 
lebres palabras que el honrado Comodoro Purvis dirijió á Ori- 
be, con motivo de la Circular de 1. ® de Abril de 1843. 

'^ La crueldad de las amenazas que contiene, dijo el no- 
" ble Comodoro, y el lenguaje en que está concebida son ta- 
" les que en mi opinión, deshonraría aun á los pequeños Esta* 
" dos de Berberia.'* , 

Lo único amargo que tienen esas palabras es su amarguí- 
sima verdad. 

Oribe se dirije á los ajentes extranjeros para notificarles 
que sus nacionales que " ejerzan influencia en favor de los sal- 
" vajes unitarios, han de ser tratados como tales salvajes unita^ 
'* rios; es decir, los voy á degollar como he degollado á centena-' 
" res, sin figura de juicio, ni de audiencia, ni de defensa; les voy 
'' á confiscar sus bienes, y los de su familia á quienes no me 
* " sirva degollar, quedarán en la miseria." Y esto firmado por 
Manuel Oribe que no solo había puesto su nombre al pié de 
horribles amenazas, sino que le había dado imborrable cele- 
bridad por la ejecución constante y sistemada de los atroces y 
sangrientos atentados que aumentaba en aquel documento. 



\ 

% 



( LXXVI ) 

I Donde está la mengua para la América — ¿ En la pala« 
bra ó en el Iiecho f 

' i Cómo lavaremos nosotros, americanols, la afrenta de esos 
horrores mas que berberiscos ? — ¿Condenando ó defendien- 
do el crimen ? — Eh ! El único, el verdadero americanismo e9 
la abominación de esos delitos de canibales. Arranquemos 
de la vida de nuestros pueblos esa dominación de bandidos : 
al cemos en alto las tablas de nuestras leyes, y el mundo se 
descubrirá para saludarnos con respeto.. 

(57) La Esposicion del Senado y la ley de Nicaragua^ 
encierra todos los principios del título 27 libro 9 de la Recopi- 
lación de Indias. 

' La Gaceta de Rosas sosteniendo la ley de Nicaragua al 
publicarla en su núm. 6,332 del 29 de Noviembre do 1844 es- 
fablece los principios teóricos del modo m^s torcido y sinies- 
tro ; y por una contradicción, que no es fácil esplicar, sino 
por su costante sistema de decepción, Rosas que aspira á fun- 
dar un sistema, americano^ esplica como remedio á las nece- 
sidades de la América, la lejislacion de las naciones viejas de 
Europa sobre población y extranjeros. — Esta aplicación ab- 
surda no es de buena fe. — Rosas sabe que la Europa está so- 
bre cargada de población, tiene una población que necesita 
tierra porque está oprimida en la suya; que le sobran hombres 
y la devora el pamperismo y que su lejislacion es natural- 
mente acomodada á es ta« situación. 

En América sucede enteramente lo contrario.-*Poseeraos 
un gran continente virjen y, desierto, y necesitamos adquirir 
numerosísima población que nos traiga brazos é industria^ 
La población y la industria harán de lo que hoy son estados 
débiles, naciones poderosas, opulentas y cívilizada8*-*-Nos so- 
bra tierra, nos faltan hombres. — ¿Cómo pues será apliclabld 
á nosotros, la lejislacion europea sobre población y sobre in- 
dustria ? • • 

No es esta cuestión para tratarse en una nota breve ; pe- 
re basta asentarla para quitarle á Rosas el escudo de la lejisfa- 
cion europea con que ha querido cubrirse. Es este uno de 
los casos en que basta el simple sentido común para advertir 
que debemos hacer exactamente lo inverso de lo que hace la 
Europa. 

Rosas, sin embargo, no cita solo la lejislacion vijente 
sino la lejislacion en desuso y la lejislacion ecepcional de que 
casi no hay ejemplo de aplicación en este siglo. £1 AXien 
Bill de Inglaterra es una ecepcion no una reglan es una cosa 
. extraordinaria no una cosa común, es para los ingleses lo mis- 
mo que la suspensión del Habeas Corpus. 



( LXXVII ) 

Rosas puede sorprender con estas citas la ignorancia de 
tas poblaciones que embrutece, pero ellas revelan el dolo, la 
malísima intención con que quiere apoyarse en ellas. 

(58) El Diputado Dr. D. Eduardo' Lahitte después de 
acusur a los unitarios de haber sido aliados de los franceses, 
razón para no hacer jamas paz ni avenimiento con ellos, y de 
asegurar que los estrangeros han estado siempre del lado de 
los rebeldes, dice—" Y ¿^alguna vez. Señores, se presentaron 
al lado de los gobiernos á ofrecerles su cooperación para sos- 
tener el principio de la legalidad? — No; jamas. Al contrarío. 
Decididos é interesados por vernos siempre en guerra, 8Íem-« 
pre en campaña, siempre sobre las armas para ser. ellos los 
esclusivos dueños del comercio, de la industria y de las artes 
han sembrado siempre la discordia.--¿ Que quieren los estran- 
geros? — ¿Quieren el orden ?-¿Quieren la paz ? — ¿ Quieren .la 
prosperidad del pais? — No, Señores.— 

^* Síf un dia llegará: no está diatante. — Y entonces, noso- 
tros, dueños del suelo que nos vio nacer, nos señorearemos so- 
bre él: gozaremos ampliamente los derechos que nos dá nues- 
tra nacionalidad y la naturaleza, mientras los estrangeros sean 
en nuestro pais, lo que nosotros en el suyo, — es decir,— mtse- 
rables estraiigerosP 

(Discurso del Dr. D. E. liahitte. Diputado y Magistrado 
y actual Ministro Plenipotenciario de Rosas en Bolivia. Se- 
sión de 12 de Noviembre de 1843. — Número 5771 de la 6a- 
úeta.) 

(59^ " I Que nos importa que no nos venga nada de Eu- 
ropa ? — Si no tenemos sillas de madera en que sentarnos, nos 
sentaremos en cabezas de vaca. — (Aplausos.)" 

(Discurso del Dr. D. Lorenzo Torres, Diputado y Ma- 
gistrado de Rosas. Sesión de 12 de Noviembre de 1842. — 
Núm. 5771 de la Gaceta.) 

(60) Uno de los motivos que ha dado Rosas para la con- 
fiscación de bienes es que los unitarios han. traicionado á la 
America; y una de las razones que dio para rechazar la me- 
diación inglesa y francesa en 1842, fué que el General Rivera 
'triunfó de Oribe en combinación con fuerza estrangera, (Nota 
de Arana álosSres. Mandeville y De Lurde fecha 18 de Oc- 
tubre de 1842.)— £í*a fuerza estrangera era la de la Francia- 
según el Manifiesto de Oribe publicado en Buenos Ayres 
en 1838. 

(61) £1 Diputado D. Baldomcro Garcia, acusó á los 

12 



( LXXVIU ) 

unitarios de la maldad refinada^ de la predilección que tienen 
por todo lo estrangero; áe que concibieron el imbécil designio 
de liacer de esta tierra unasociedad europ«a;-"con estrangeros, 
.dice, se asociaban sus hombres de Estado, de estrangeros se 
Tálian pan todas sus empresas, estrangeros presidian á la edu- 
cación de la juventud, los estrangeros eran todo, y níngim hijo 
del pais valia ante la autoridad si no se le piresentaba imitando 
en sus vestidos, modales é idioma al mas refinado paríciensé.*' 
^sion de 12 de Noviembre de 1843. — Núm. 5771 de la 
Gaceta.) 

(62) El diputado Dr. D. Lorenzo Torres, díecíar-^EIloa, 
si señores, extrangeros son los que entre nosotros, por una tn- 
munidad y prerrogativas inmerecidas^ y peor correspondidas, 
defienden descaradamente especies alarmantes. Ellos, extran? 
geroe, son señores, los que han creado-— e^te odio á la generali- 
dad de los extrangeros que vá e*¿en¿íém2oM,— porque, después 
de vivir en nuestro país, llenos de garantias ; sin carga alguna 
pública, como en ninguna parte del mundo, y mejor que i^oso- 
tros ios hijos del pais, son ingratos, son injustos y hasta altivos 
se nos presentan, desconociendo, que su existencia, desde que 
han excitado el furor del pueblo, solo á nuestro Ilustre Res- 
taurador la deben Este es el que ha contenido la ira 

popular, este es el único que la contiene hoy. 
(Sesión de 12 Noviembre de I84d.-Núm. ¿771 de la Gaceta.) 

En esta sesión fué en la que el diputado Campana, des- 
pués de condenar dogmáticamente la Revolución Francesa, 
preguntaba, i por qué raz-Hi Luis Felipe, vastago el mas her- 
moso de los descendientes de San Luis, aboga my por los re* 
beldes? 

(6S) ^ Desengañémonos i^Las intrigas de la mediación 
prueban que los extrangeros son nuestros enemigos natoSf y de» 
bemos poner cuanto antes un muro entre ellos y nosotros. 

(Discurso del diputado Torres, núm. 5771 de la Gaceta.) 

(64) £1 doctor Ancfaorena ha sido el gefe de esta doc- 
trina. El establecía a su modo, un curiosísimo contrato imio- 
minado do ut des etc, entrene! extrangero y el dueño de la tier- 
ra. Ese hombre obstinado y retrógrado, es, sin duda, el per- 
sonage mas sombrío é inñuyente del circulo de Rosas : soste- 
niendo ahinc<Adamente esos principios contribuyó á producir 
la cuestión con la Francia, y en los documentos relativos es 
donde se encuentra desenvuelta la peregrina doctrina que in- 
dicamos. 

(65) Estos son los principios de la ley de Níoara^a, que 



( LXXIX ) 

le prohibía á loa extrángeros el derecho de adquirir bienes 
raices, el de Qiertas industrias, el dé casarse libremente en el 
país, etc. Ley que, <^omo hemos dicho, fué fervorosamente 
enzalsada por la Gaceta. (Nota 57.) 

(66) " Sí, señores, ese cruel reproche de las guerras civi- 
les se hace á los Estados de América por el que las fomenta 
entre nosotros, y les dirije ese punzante insulto un extrangero, 
cuando la historiiP de la revolución demuestra, que en todas part- 
ios donde ha ardido la guerra €Ívü, allí ^ hallaba la mafio del 
extrangero con la íea encendida para inflamarla ; y cuando en 
fin, su prolongación es siempre emanaaa de la cooperación que 
presta el extrangero á los caudillos de la anarquía. 

Discurso de D. Agustín Garrigós diputado, y encargado 
del Ministerio de Gobierno de Rosas.-^Sesion de 15 de Di* 
ciembre de 1843. (Núm. 11 del Archivo pág. 282.) 

' (67) ''En los principios de una buena política la* con- 
currencia de extrángeros es conveniente ; pero, por una ines- 
plicable anomalía, entre nosotros es perjudicial, 

'' En estas cuestiones de política yo creo que debe (iablar- 
se con la mayor franqueza, y aquí me permito llamar la aten*' 
cíon de todos los gobiernos americanos, sobre la neces¡dad,de 
unirnos estrechamente, y terminar esa fria indiferencia con 
que se miran las desgracias de una República hermana,, como 
se iios ha mirado á nosotros aunque felizmente de nadie hemos 
necesitado. 

'' Yo no tengo esa confianza que se quiere inspirar en los 
gobiernos europeos. Se observa que estas potencias lejos de 
mirar el sistema colonial como concluido, tienen un grande 
empeño en sostenerlo, haciéndose de territorios no solamente 
en Asia y Afíica sino también muy particularmente en Amé- 
rica. 

'' La Inglaterra, no contenta con las Miedvinas, ha intenta* 
do comprar las Californias, y pretende las costas de Mosqui* 
tos, en Guatemala, haciendo valer el testamento de un indio 
salvaje en favor de, la Reina Victoria, y quiere apoderarse del 
Rio Orinoco de Venezuela. 

'' El gobierno francés ha solicitado del de Chile comprar 
las islas de Chico, y algunos diarios anuncian que las ha to- 
mado. A mi juicio es el mayor insulto proponer á los gobier- 
nos de América la compra de tierras. 

^ La Polonia dejó de existir en Europa por el escandaloso 
reparto que hicieron de ella |os gobiernos de Rusia, t^nisia y 
Austria, y las mismas razones con que quisieron justificar este 



( LXXX ) 

acto de piratería, son las que haoen valer para ocupar nuestro 
territorio. 

^ La comisión aconseja que el gobierno debe pedir uua 
satisfacción completa á la Inglaterra por los ultrajes que ha 
hecho á la República el coraLodoro Purvis. 

" No será la primera que ha dado. La dio al emperador 
de Rusia ; pero si resiste, y desgraciadamente llegara el caso 
de un rompimiento, nuestro deber, señores, es llamar á nues- 
tros hijos, referirles la injusticia que senos hace, el empeño , 
que se tiene en mantenernos en esclavitud, y cuando veainos 
sus cabellos erizados, y sus ojos encendidos, pongamos las ar- 
mas en sus manos, y digámosles — á los extranjeros . . • • // 

(Discurso del Dr. D. Manuel Irigoyen diputado y oficial 
mayor del Ministerio.de Relaciones Exteriores de Rosas, se- 
sión del 15 de Diciembre de 1843, número 11 del Archivó, 
página 295.) 

(68) " Ya lo dije otra vez desde este lugar. — No ha cos- 
tado mas adquirir la independencia en los campos do batalla, 
que lo que le cuesta ahora al Gobierno del denodado general 
Rosas sostenerla contra pretenciones siempre renacientes. • • • 

I Pero qué digo ? Estamos ahora en Una nueva guerra de 

independencia : europeos son los que ahora, como entonces te- 
nemos al frente, pero europeos que ningún antecedente pueden 
alegar para combatirnos y que ningún título tienen á nuestra 
consideración y simpatías. Esta reflexión exalta nuestro en- 
tusiasmo. ' 

(Discurso de D. Baldomero García, diputado y magistra 
do, actual plenipotenciario de Rosasen Chile, sesión del 15 de 
Diciembre de 1843, número 11 del Archivo Americano de 
Buenos Ayres, página 282.) 

(69) Rosas ha celebrado el tratado de 29 de Octubre de 
1840 eomo un espléndido triunfo ; se hizo decretar magnificas 
ovaciones-»^ — ** por haber, dice un documento oficial, solo, sin 
mas apoyo que su invencible valor y denoiíada constancia, 
sostenido con magnánima firmeza e4 honor, dignidad é inde- 
pendencia de nuestra Confederación y de la America : haza- 
ña inmortal que la historia transmitirá en páginas brillantes á 
las jeneraciones venideras." — (N. ^ 5,201 de 1^ Gaceta de 4 de 
Diciembre de 1840, página 3. ^ ) 

Seria cansadísimo ennumerar todos los honores que se 
hizo decretar principiando por el Monumento de Gloria y el 
título de Grran Mariscal que le otorgó la Sala de Buenos Ayres, 
hasta venir á parar en el siguiente decreto del Gobernador de 
Entre-Rios fecha 5 de Noviembre de aquél año. — *• Art. 1. ^. 



( LXXXI ) 

Se establecen tres dias en cada^ño que se denominarán CoT' 
ne9 Tolendas de Octubre^ en conmemoración del dia29 de este 
mismo mes."— Vide el número 5,201 de la Gaceta ya citada.) 
En todas las Provincias el mes de Octubre se llamó mes de 
Rasas como puede verse en varios documentos que hemos co- 
piado en estas notas. — La elación de Rosas no tuvo límite. 

(70) Pero séame permitido felicitar al Sr. Diputado 
que me precedió en la palabra, el Sr. Garrigos, por el pensa« 
miento feliz que ha desenvuelto sobre la Liga Americana que 
mucho tiempo há ha debido formarse, para que en caso como 
el presente, el agrabio que por el extrangero se haga á una 
República, se entienda directamente hecho á todas. 

(Discurso del Dr. D. Cayetano Campana, Dipiítado y 
Majistrado de Rosas. —Sesión de 15 de Diciembre de 1843, 
N. <=^ 11 del Archivo pág 297.) 

(71) Véanse las Gacetas de Buenos Ayres de Abril y 
Mayo último. 

(72) Antes habríamos permitido ver convertida en ce-^ 
ñizas la República, quedar repultados con los autores de la In* 
tervencum, bajo sus escombros, y desaparecer para siempre 
del catálogo de las naciones, que sufrir tan humillante abyec- 
ción. (Dicurso de D. Agustin Garrigos ya citado.) 

(73) " Nosotros no llamamos nuestra Patria lo material 
do nuestra población que se ocupare alguna vez por nuestros 
enemigos, ni por ningún poder extrangero que les auxilie, sino 
al Ghran Rosas, á la existencia de éste, á cuyo lado, aun()ue sea 
en el Desierto tendremos nuestra Patria y ni la libertad ni la 
independencia pueden perecer jamas. Bien conocen esta ver- 
dad todas las naciones. " 

(Discurso del Diputado D. Lorenzo Torres. Sesión de 
12 de Noviembre de 1842, núm. 5771 de la Gaceta ya citado.) 
Véanse las Gacetas de Abril y Mayó último. 

(74) El Dr. Anchorena, en clase de ministro de Rosas, 
sostubo que habia adquirido el Gobierno de Buenos Ayres 
por el contrato do ut des efe, el derecho de obligar al servicio 
de las armas á los' extranjeros ; y que siendo tal derecho un 

* simple poder, que en latin se ttsim^ jus mere facultatis^, podía 
también por. consideraciones que á él solo tocaba apreciar, 
eximir de hecho á los extranjeros que le pareciere. (Véase la 
correspondencia oficial entro el Gobierno de Buenos Ayres 
y el Cónsul de Francia. — 1838) Estos principios y todos los 



( LXXXII ) 

d^ la antigua lejislacion espafiola sobr<) avecindados y domici- 
liados^ que tenian su raíz en el feudalismo y en los der^echós 
<|ue él daba al Señor de la tierra, sostenidos violentamente 
por K osas dieron orijen á la Cuestión Francesa. 

Intimado el bloqueo, Rosas los sometió al juicio dó'su Sala 
de Diputados de Buenos Ayres. Este cuerpo no existe de 
derecho desde la promulgación de la ley que confirió á Rosas 
1 a suma del poder público^ y él mismo lo reconoció de plano. 
Pero Rosas sin atribuirle existencia alguna legal quiso con- 
serdar ese irrisorio simulacro para atenuar el repugnante es« 
pectáculo de su gobierno,y declaró que aunque á consecuencia 
«del ilimitado poder que *' se le habia confiado fuera innecesa- 
/ ria la existencia de la'Honorable Sala, esperaba que los SS* 
' Representantes aun cuando tuvieran á bien cerrar la Legis- 
^ latura y suspender sus sesiones, harían que continuase la H. 
'' Sala renovando cada año los Sres. Diputados que correspon* 
*^ dan y observando todas las demás formalidades necesarias 
'^ para su conservación." (Oficio de Rosas de 4 de Abril de 
1835. — Recopilación de leyes y decretos, tomo 2. ^j>ágiiui 
1350.) En consecuencia la Sala declaró por ley de 25 del 
mismo mes, que mientras durase £l ilimitado poder de Rosas, 
las i^egislaturas solo se ocuparían de ios asuntos que 6l some* 
tiese á su consideración. (Reg. Ofic. lib. 14 núm.*4 pág. 61.) 

Sin embargo este Cuerpo encerraba aun en su seno alanos 
patriotas que daban culto a los principios, y tenian el. coraje 
de esponer la cabeza para sostenerlos. Así es que apenas les 
sometió Rosas el conocimiento de la Cuestión Francesa, prin- 
cipiaron por preguntar i cual era el carácter que debim tener 
sus resoluciones f qué valor tendria la resolución de la Sala en 
la posición que ocupaba desde que el Grobernador habia rea- 
sumido en su pertoiíala suma de todos los poderes públicos sin 
limitación ? Y^si algún valor tenian sus resoluciones aun des- 
pués de este evento, como el cuerpo que las dictaba no seria, 
cuando mas, sin-j la Representación de la Provincia de Bue- 
nos Ay res. ¿ Con qué objeto iba á pronunciarse en un nego- 
cio que concernía á todas las Provincias, cada una de las cua- 
les tiene una Lejislátüra ProvinciaF, cuyo voto es del mismo 
poder é importancia que el de la Lejislaturade Buenos Ayres;... 

Estas diversas cuestiones previas lo colocaban á Rosas en 
un dilema terrible. O él atribuía á la Sala algún poder legal y 
entonces limitaba el suyo, y la Sala podría detenerlo en las 
atrocidades que condena la opinión de su país, podría luchar al 
menos, ó lo negaba toda clase de validez á sus decisiones y 
en este caso la Sala no debía ocuparse inútilmente de la cues- 
tión francesa. 

Rosas no podía elejir ninguno de los términos del dilema 



( Lxxxm ) 

£1 no podía confiar ni á sus amigos» ni á los mismos hombres 
que le habian votado la investidura del supremo poder, el li- 
bre examen y discusión de sus actos.; y llamamos sobre esto 
particularmente la atéhcion para qáelse compreada mejor 
cuanto pugna el sistemado RcMas con la opinión y las intere- 
ses de su país. Pero tampocotenia e! vtilor de asumir abierta- 
mente la responsabilidad de sus hechos, y su miedo le hacia 
la ilusión de que podría repartirla con la pretendida ¡represen- 
tación Provincial; tenia también en vista servirse de ella, co- 
mo se ha servido, para engañar al mundo, y para burlar, como 
ha burlado, á los diplomáticos estrangeros que han venido á 
Buenos Ayres. Asi, pues, lo primero que hizo fué lo que 
hace 8Íempre;--clasificó de unitarios á los Diputados que ha- 
bian iniciado las cuestiones previas, cuya resolución evadió, y 
esa clasificación se arrojo en los debates de la Sala. (Véanse 
las sesiones de 30 y 31 ¿e Mayo de 1638.) 

Tomado este caminólo demás era consiguiente: apareció 
en la Gaceta Mercantil wnzrúcxAo en que se decia que los que 
hacían oposición á las ideas del Grobierno eran cuatro discolos 
á los que habian úq arrastrar por las calles, (Véanse las Ga- 
cetas de Buenos Ayres de 28 de Mayo alG de Julio de 1838. 
No las tenemos á la vista, y poí* eso no copiamos textualmente 
el articulo á que nos referimos; pero retamos á la misma Oace- 
ta á que nos contradiga.) La amenaza de la Gaceta fué acom- 
pañada por la circulación de un pasquín, en cuyo estrema 
superior se dibujaba nn puñal, y en el que se designaban por 
sus nombres y como traidores á los cuatro Diputados que habian 
iniciado la discusión en el sentido que desagradaba á Rosas, y 

'^á los que ya este, por el órgano de la Graceta, había condenado 
á muerte. En todas partes los satélites de Rosas pregonaban el 
asesinato, y los nríembros mas desalmados de la mashorca in^ 
vadieron las tribunas de la Sala de Diputados llevando al pecho,» 

. públicamente, tremendos puñafós. 

La Sala sobrecojida abandonó las cuestiones previas y en- 
tró a considerar el negocio como quería Rosas. Sin embarco, 
cuando el diputado D. Agustín F. Wright se levantó gallaraa- 
mente para replicar al Dr. Anchorena, y le dijo — tema el señor 
diputado que lo que se llama la opinión de cuatro díscolos sea la 
opinión del pueblo sensato de Buenos Ayres^ ruidosos aplausos 
cubrieron la voz del orador ; aquel pueblo víctima aun delan-^ 
te de los puñales de la mashorca, hacía la última ovación aL 
Diputado que sostenía inútilmente, y por la postrera -vez, uno 
de los principios de la revolución americana— c/prínc^iodcí 
comercio. En efecto, el Sr. Wright demostró que ese princi- 
pio estaba consignado en la Acta de Independencia de las 
Provincias Unidas del Rio de la Plata^ y propuso el siguiente 



( LXXXIV ) 

I ' 

proyecto que fundó lummosamente, dando insigne ejemplo de 
valor civil. 

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS. 

*' 1. ® La Provincia de Buenos Ayres declara el princi-^ 
pió de que todos los extrangeros^uyos gobiernos han recono- 
cido la Independenciavie la Refmblica de las Provincias Unit- 
das del Rio de la Plata, deben ser, como han sido de hecho 
hasta ahora, considerados en la provincia del mismo modo que 
establece para los subditos de S, M . B. el tratado celebrado 
entre la Inglaterra y la República en 2 de Febrero de 1825. 

" 2. ^ El gobierno pondrá esta resolución en noticia de 
todos los gobiernos amigos, bajo el concepto de que debiendo 
ella tener desde luego cumplimiento en la provincia, cesará 
toda vez que en los diez y ocho meses subsiguientes á la notifi- 
cación á esos gobiernos, no acuerden estos en sus respectivos 
territorios y dominios á los ciudadanos de las Provincias Uni- 
das del Rio de la Plata, la reciprocidad que les acuerda en los 
de S. M. B. el referido tratado. 

" 3. ® Comuniqúese, etc. — A, F. Wright. 

(Sesión de 6 de Junio de 1838. — Diario de Sesiones, nú- 
mero 604, página 6.) 

Esta valiente conducta tuvo pocos imitadores dentro del 
recinto de la Sala. Uno de los mismos diputados que se ha- 
bian opuesto á las ideas de Rosas, retrocediendo delante del 
peligro, decía, hablando de las circunstancias del país.— "Hé 
ahí lo que yo nó puedo medir^ Hé ahí el Sanctum Sanctorum 
en que no puedp entrar ni pueden entrar los Diputados que 
estamos encargados de nesolver esta cuestión ¿ entonces quién 
será ? — El Supremo Sacerdote ; el gobierno solo. El gobierno 
á quien toda la provincia,^ quien sus representantes han di- 
cho : Vos soloj señor ^ sois digno de ocupar este puesto, vos «o- 

lo sois el que podéis hacer uso de las facultades extraordinariag 
' que os dimos : vos solo que tenéis la sumq del poder ; en vos co»* 
fiamos ; vos habéis de defendernos, porque vos solo sabéis lo que 
podéis • • • . ¿ qué importan nuestras dudas y dificultades ? • • • • 
¿ Quién es el que puede discurrir sobre ellas ?.»•••• ¿ Quién sin 
contravenir la resolución de la Sala ? • • • «^ Quién, d que vá á 
preguntarle al Gobierno cuando haga algo, por qué lo hizo ?—- 
£1 puede hacer cuanto crea conveniente á su objeto porque 
tiene facultad de haberlo, — (Diario de Sesiones, número 605» 
página 28.) 

La declaración de principios presentada por el Sr. Wright 
fué desechada por grande mayoría. — Los Diputados que aven^ 
turaron su cabeza ^n aquella memorable discusión, salvaron sus 
vidas en el destierro. El Sr. Wright se encuentra hoy pros- 
cripto en Montevideo: el Dr. Pórtela, otro de esos diputados, 
se halla en Rio Grande. 



Asi, á punta de puñal, ha cerrado Rosa^ toda paleídti'a éé 
discusión ; asi, á punta de puñal, arranca esos homenages, ^sú 
uniformidad que presenta al mundo como el resultado del apcM 
yo qud tiene su sistema en la opinión de su pais. 

Todos están en estado de apreciar lo que representa esd 
titulada Sala de Diputados^ ante la que Rosas se inclina hipó* 
critamente ; lo que son esos diputado^ con cuyas lenguas ha 
escupido Rosas el veneno de su odio contra los extrangeiios, y 
ha burlado y denostado, impunemente, á los representantes de 
las grandes nacioneis^ que han residido ásu lado. 

(75) Decimos que los Gobiernos europeos no habian es^ 
tudiado esta cuestión, fundados en su mismo testimonio. 

'* A tanta distancia, decía Mr. Guizot, en la ignorancia en 

3ue nos hallamos de los acontecimientos, sería mas que impru' 
ente, y — séame lícito decirlo — sería un ciego orgullo el querer 
decidir donde está el derecho, quien es moderado y quien vio- 
lento. " 

(Séance de la Chambre des DéputeSj du 29 Fevrier 1840.) 

(76) En el último tercio de 1640, Rosas se encontraba 
totalmente perdido. — Le habian retirado sus poderes y s^ ha- 
llaban en armas contra él la mayor parte de las Provincias Ar« 
jentinas : el Jeneral Lavalle se encontraba con un ejército casi 
á las puertas de Buenos Ayres : el Jeneral La-madrid venia 
con otro ejército de las Provincias á colocarse en línea de 
operaciones con el de LavalICé — £1 Jeneral Paz había marcha«< 
do á levantar, como levantó, un nuevo ejército en Corrientes. 
£1 Estado Oriental estaba intacto. — Lia Francia bloqueaba los 

Euertos arjentinos;— un esfuerzo mas, y el horrible sistema de 
losas había desaparecido. 

En este convicto extremo hizo su tratado con la Francia 
el 29 de OctuBre de aquel año. 

Este tratado cambió la situación t los ríos quedaron en 
poder de Rosas, y completamente aislados el ejército de Lava- 
lie, Corrientes y el Estado Oriental : la influencia moral de 
esa transacíon inesperada obró poderosamente en favor de 
Rosas, levantando el ánimo de los suyos, atrayéndole los es- 
píritus tímidos, desconcertando de un golpe los planes y las es- 
peranzas de sus enemigos. 

Rosas conoció entonces que el poder de la Europa axixi- 
liado por los elementos nacionales que están en oposición & 
su sistema, era irresistible. Transó, pues, con la Europa pa- 
ra arrancarle ese apoyo, y la prueba de que transó solo para 
eso, es que ni un solo dia, ni un instante ^olo, ha dejado de 
mantenerse en hostilidad abierta con los intereses europeos, 

13 



( LXXXVI ) 

que ha conservado viva la Haga, que la ha exarcerbadoi que 
ha formulado en dogma el odio á los extranjeros. (Vide notas 
56 á 73) y que auxiliado por la poca disposición que most ra- 
ba la Europa á encarar nuevos conflictos en América, ha ida* 
tomando medidas evidentemente calculadas para preparar el 
desarrollo futuro de su sistema. De estas medidas citaremos 
el decreto de 26 de Marzo de 1841. (Vide el texto en la nota 
^ 55.) En ese decreto todos los federales en armas en favij^r 
del sistema de Rosas quedan eceptuados por veinte años det 
pago de las contribuciones directas, de patentes, rejistros de 
carruajes etc. ; y como Rosas llama al servicio á la población 
en masa, es claro que, rigorosamente, todas las contribuciones 
directas solo pesan sobre los extranjeros, ó mas bien las ha con- 
vertido en uñ inmenso gravamen inherente á la calidad de es- 
tranjero. El ha ido adelantando en ese Qamino paso á paso^ 
hasta llegar á arrancar de las manos de los extiranieros la en- 
señanza de todos los ramos del saber humano. (Decreto de 
26 de Mayo de 1844, número 6,186 de la Gaceta.) Este de- 
creto es mas grave de lo que á primera vista aparece ; él aleja 
del país á la porción de población extranjera que pudiera de- 
dicarse á la enseñanza, y dificulta el ai*raigo de las demás» 
quitándoles los medios de preparar el porvenir de sus hijos. — 
De la ejecución de este decreto á la abrogación del articulo 
12 del tratado concluido con la Gran Bretaña en 1825> la dis- 
tancia es muy corta; basta deducir una consecuencia natural 
del principio en ique se basa el decreto. 

Estos actos y muchos otros que pudiéramos enunciar, 
inicial) las futuras cuestiones que trae el sistema de Rosas, y 
que él se ha preparado á decidir ventajosamente, utilizando la 
situación que adquirió por el tratado de 1840. 

En efecto, después de ese tratado desplegó un rigor for- 
midable : ciego de encono por los tormentos y las aventuras 
en que locoloco la alianza del partido civilizado* con la Fran- 
cia, resolvió estirparlo, ahogarlo en torrentes de sangre, y la 
sangre se ha derramado á mares. Véase la fecha de las mas 
atroces carnicerías de Rosas (Vide nota 30) y se advertirá, 
que desde aquella época no ha economizado ningún medio de 
destrucción. 

Vencedor en su país, volvió contra el Estado Oriental, 
término de sus esperanzas. En vano la- civilización le llamó 
á la paz ; en vano el Estado Oriental, según la espresion de 
los señores Mandeville y De Lurde, se mostraba ansioso por 
la pí|z, y pronto á celebrarla sobre bases racionales. (Nota 
de 30 de Agosto de 1842.) 

Rosas declaró, que cualquier avenimiento era imposible 
y se negó á escuchar toda proposición que no envolviese la 



( LXXXVIl ) 

» 

sumisión de este estado, su conquista real, pues que esto im-i 
portaba imponerle gobernantes á su elección, que estaban á su 
sueldo, que peleaban debajo de su bandera, que no perteneen 
ya á este país, bajo ningún aspecto. 

Esta obstinación de Rosas, no tenia, sin duda, por objeto 
un acto de caballería hacia D. Manuel Oribe, ni el mentido 
amor á un principio de legalidad^ absurdo y ridiculo : ningún 
eapiritu serio puede detenerse en la contemplación de esas ra- 
zones. El fin era evidentemente otro ; era la dominación del 
país á toda costa, para adquirír, entre otras, la seguridad de que* 
no se repetirían los conflictos de 1840, y la aptitud de dar am- 
plio desarrollo á su sistema. 

Y aquí daremos un nuevo ejemplo de la fé que Rosas 
guaivla á los pactos y del respeto que les tributa, pasado el 
peligro que se los arranca. 

La Francia estableció por el artículo 4. ® del tratado de 
29 de Octubre de 1840, que Rosas respetaría la independen- 
cia del Estado .Oriental. 

La intelijencia del principio es obvia, y el Señor Barón 
*deMackau, negociador del tratado, le dijo aun comisionado 
de nuestro Gobierno, que siendo incuestionable que un Estado 
independiente y soberano como el Estado Oriental, tiene el de- 
recho de darse el Gobierno y el réjimen interior que mas le con- 
venga, habría creido hacer un agravio al Plenipotenciario Ar- 
jentino preguntándole si entendió los principios como los entien- 
den todos los pueblos civilizados. (Conferencia de ÜEclair 
el 11 de Noviembre de 1840.) 

Sin embargo, la misma Francia le dijo en 1842 por medio 

del Sr. Conde De Lurde. "La República Oriental no pide 

mas que el respeto del principio consignado en el artículo 4 
de nuestro tr|itado : admita V. mi mediación para negociar la 
paz sobre esa base. (Nota de 30 de Agosto ya citada.) Y 
Rosas desechó la base rotundamente : manifestó que no haría 
la paz sin colocar á Ü. Manuel Oribe, general argentino, en el 
gobierno Oriental, es decir : — " sin despojarnos del' derecho de 
darnos el Gobierno y el régimen interior que creyésemos fnas 
conveniente." ¿Qué es pues, el artículo 4.^ del tratado con 
la Francia J O no importa nada y en ese caso Rosas burló á 

lu Francia, la tomó en una de sus redes ó Rosas ha violado 

impunemente el Tratado. 

Ese artículo fué en efecto, como todo lo que pacta Rosas, 
una cruelísima decepoion, y una decepción en odio de la Fran- 
cia, dirijida al objeto que hemos señalado — - — á quitarle á la 
civilización ^l apoyo que tenia eñ este estado. 

En el número 65J6 de su Gaceta de 5 del presente mes de 



( LXXXyiII ) 

Jíotio de 1845, dice desembozadamente, ¿ Por qué no reeono* 
fdó el Gobierno Argentino el hecho de 1838 y ha 9osienido el de- 
recho del Gobierno Legal restablecido hoy •?«*!. ^ Porque Rivo^ 
va atacó con la intervención extrangéra la seguridad ae la Con' 
federación y el Gobierno Argentino no podia ni debía reoonooer 
un hecho que atacaba directamente su seguridad y derechos ; y 
después añade que habiendo garantido la independencia de esie 
estadOf no debía reconocer derecho en el Gobierno con que la iii» 
tervencion extrangéra atacaba esa independenoia^miomei^^'ife 
la defendía. '* 

Del sentido genuino de esta deelaracioQ se deduce que no 
ha tratado paz ni reconocido á nuestro gobierno porque hizo 
alianza con la Francia durante su guerra con la Confederación, 
y que sostiene á Oribe por haberse unido á él contra la Francia 
en la misma circunstancia. <» 

I Era esta la inteligencia del articulo 4. ^ ? — ; Pudo nunca 
Ja Francia pactar la continuación de esta guerra, la desolación 
del Estado Oriental por ese motivo ? — i No es flagrante la ma- 
licia con que Rosas firmó ese tratado ?-^-¿ No se yé que es im- 
posible arribar á entenderse con él en ningún punto sobre prin- 
cipios de justicia, de simple buena fé ? — ¿No sé vé que él lo 
entiende todo al revez de la civilización y de la moral, que los 
principios, que las palabras mismas, tienen para.él una inteli- 
gencia desconocida, que traiciona, que engaña, que desconcier-^ 
ta ? — i No es evidente, según esa misma declaración de Rosas, 

?ue su objeto actual es adquirir la seguridad de que el Estado 
oriental no volverá á estar en aptitud de hacerle la guerra co- 
mo en 1840 ? — ¿ Y como puede adquirir esa seguridad, sino es 
esclavo suyo el Gobierno Oriental, sino está perfectamente 
identificado con él? ... . 

(77) Rosas que subió á la silla del Gobierno con todos 
los instintos del hombre salvage^ con odio y desprecio por las 
luces no ha descendido al campo de la discusión, sino cuando 
ha sentido el poder de las dificultades con los gabinetes euro- 
peos, cuando la activa propaganda de sus enemigos ha atrave- 
sado los mares y llevado el horror de que estaban poseídos por 
sus atrocidades, á las mas cultas sociedades ; entonces y solo 
entonces, conoció la importancia de la prensa, asalarió escrito- 
res por todas partes, hizo hablar á su papel oficial y lo deiTamó 
por el mundo, adulteró los hechos mas irrecusables para noso- 
tros, pero dudosos para los extrangei os, y con este medio se 
gubrióálos ojos estraños con esa máscara que los ha impedido 
conocer la fisonomía de su bárbaro sistema; pero cuando esas di- 
ficultades no habían nacido y solo tenia delante una opinión ó na- 
cional ó americana, entonces trató siempre de dominarla por la 



(LXXXIX) 

fuerza, por el terror, jamás por el raciocinio ó el convenci- 
miento : jamás hizo escribir una linea para mitigar el horror 
de BUS crueldades, porque él quería dominar, no por el derecho 
sino por la fuerza bruta; pero cuando las complicaciones este- 
riores le hicieron entrever trabas ai desarrollo de sus planes 
de dominación bárbara, echó mano de ese grande elemento del 
hombre civilizado y escribió para ofuscar á la Europa esos es- 
critos vertiginosos en que todo está invertido y falseado, por- 
que él no escribe para nosotros. En prueba de lo que dejamos 
dicho, regístrense los papeles públicos de Buenos Ayres hasta 
la época á que nos referimos, y se hará palpable esta verdad. 

^78) Estos son hechos notorios, y ademas se Han publi- 
cado sin que Rosas I09 haya contradicho. (Víde, Apuntes 
sobre la Respuesta del Gróbierno de Buenos Aires á la oferta de 
Mediación Anglo-Francesa, Montevideo 1842.) 

Latransacion á que arribarctí fué la convención de 1829 
de que hemos dado noticia en nuestra nota núm. 8. 

(79) El Sr. Brigadier General D. José Róndeau, electo 
primer Gobernador Provisorio del Estado en Diciembre de 
1828, ejerció estas ajtas funciones hasta el 17 de Abril de 1830. 
Fueron sus Ministros en ese período, entre otros, los Sres. 
General D, Fructuoso Rivera, Dr. D. Lucas José . Obes, Dr. 
1). JfoséEUauri, D. Gabriel Antonio Pereira y General D. 
Julián Laguna. 

Durante el Ministerio del Sr. General Rivera, fué nom- 
brado Encargado de Negocios en Buenos Ayres el Sr. D. 
Santiago Vázquez. El objeto esencial de esta misionera 
negociar el nombramiento del Comisario que por parte de la 
República Argentina debia concurrir á la revisacion . de la 
Constitución de este Estado con arreglo al articulo 7 f de la 
Convención. Para el mismo fin fué acreditado cerca del 
Gobierno del Brasil el Sr. Dr. D. Nicolás Herrera. 

El Sr. Vázquez tenia ademas el encargo de estrechar los 
vínculos preciosos qué ligaban á los dos países, y de promover 
varios acuerdos de importancia común, — el'establecimiento de 
luces en las costas y en particular la de un farol en la Isla de 
J^obos, facilitar y asegurar la navegación desde esa Isla por 
medio de balizas y por la buena organización del servicio de 
Prácticos Lemanes: — la regularizacion de la navegación del 
Uruguay; y muy particularmente la adquiesencla, que no se 
logrój del Gobierno de Buenos Ayres á que fuésemos repre- 
serUadospor un Ministro nuestro en la negociación del trata- 
do definitivo;, representación que nos había acordado sin tre- 
pidar, el Gobierno del Brasil, y sobre lo que- volveremos ma» 
adelante* 



( XC ) 

Estas instruceloncs-que tenemos á la vista con las ñrmas 
autógrafas del Gobernador Rondeau y del Ministro, General 
Rivera, — le prescriben al 8r. Vázquez como regla invaria- 
ble de conducta la mas perfecta imparcialidad y una completa 
" abstracción en los negocios interiores dé aquella República 
" (copiamos textualmente el articulo 6® de las iDStruc- 
" ciones) relativamente á los disturbios y guerra civil que 
" puedan por desgracia atormentarla; teniendo sin embargo, 
** presente que siempre será honroso para el Gobierno de este 
" Estado manifestarse deseoso de concurrir a la paz y buena 
'^ armonia de los desidentes y á la organización de la Repú- 
" blica." 

El Sr. Vázquez abundaba en estos sentimientos y tene- 
mos á la vista un documento de su buena fé. A fines de JMfar- 
zo de 1830 hubo indicios de una revolución en Entr^Rios 
y se agregaba que algunos de los emigrados asilados en 
nuestro territorio habian tomado parteen aquel movimiento. 
En el momento el Sr. Vázquez, sin previa exitacion, transmi- 
tió esos rumores á su Gobierno para que tomase las medidas 
convenientes para hacer efectiva la linea de conducta que se 
le habia trazado. I^a nota del Sr- Vázquez es del 31 de Marzo, 
y la contestación del I)r. Ellauri, Ministro de Relaciones Ex- 
teriores, de 5 de Abril siguiente. El Ministro le asegura que 
antes de recibir su aviso, prevenido el Gobierno por las noti- 
cias que habian circulado en esta* capital, había expedido órde- 
nes en todas direcciones para impedir cualquier movimiento 
por parte de los erhigrados. 

Las noticias que dieron lugar á estas medidas no eran 
exactas, y el editor del Universal que en su diario del 23 de 
Marzo la habia dado de una revolución en Entre Rios. y de 
la prisión de su Gobernador Sola, declaró ep el de 13 de Abril 
siguiente que eila aparecía enteramente destituida de funda- 
mento. 

La solicitud de nuestro agente, las medidas de nuestro go- 
bierno, de que no tubo conocimiento ni el público ni las ajmto- 
ridades de Buenos Ayreé, descubren la delicadeza v la comple- 
ta lealtad de los ciudadanos que Rosas ha calumniado, después 
confundiendo de propósito los sucesos y acusándolos de haber- 
lo ofendido en 1830. 

Entonces no le fué dado negarles el homenage á qUe eran " 
acreedores; y he aquí literalmente su nota de despedida al 
señor Vasquez. 

" Ministerio de Negocios Extrqngeros.-7-Buenos Ayres, 
Agosto Jl de 1830. — -El Ministro de Relaciones Exterio- 
res que subscribe ha recibido y puesto en el conocimiento 
dé su Gobierno la distinguida comunicación dé 7delcorrien- 



( XGl ) . 

te á la cual el Señor D. Santiago Vasquez encargado de Negó* 
cios del Estado Oriental del Uruguay acompaña una notado 
8. E. el Sr« Ministro de Relaciones Exteriores de dicho Esta- 
do, manifestando haber determinado su gobierno el cese de la 
"Comisión de que estaba encargado, — Muy sensible es á S. E^ 
la separación del Sr. Vasquez cuya conducta honorable en el 
desempeño de los negocios que ha tenido á su cargo lo ha he- 
cho justamente acreedor, al aprecio que se merece y espera 
que el Sr. Vázquez al presentarse á su Gobierno se sirva ma- 
nifestarle el interés que S. E. tiene en los progresos del pue- 
blo Oriental, y el vehemente deseo que lo anima de conser- 
var la buena armonía y amistad franca que felizmente reina 
entre ambas Repúblicas. — En su consecuencia al remitir al Sr«. 
Vázquez el pasaporte que soUcita se le incluye también la 
carta credencial que se semrá entregar al Exmo. Sr. Mi- 
nistro.-— El que subscribe sentirá la mayor satisfacción al ins- 
truirse que el viaje del Sr. Vázquez ha si4o perfectamente 
feliz, y aprovecha esta oportunidad para saludarlo con su mas 
distinguida consideración.— Firmado. — Tomas Manuel de An- 
ehorena, — Sr. D'. Santiago Vázquez, Encargado de Negocios 
del Estado Oriental del Uruguay.—** 

La legación Oriental fué retirada por la administración 
del General Lavalleja que succedió á la del General Rondeau, 
y Rosas no podrá negar que, al meno*, la primera época def 
Grobiemo de los ciudadanos á quienes presenta como eternos 
trastornadores del orden social, no le dio ni mínimo motiva 
de queja: — que si algunos emigrados abusaron del asilo fue- 
ron los federales y en provecho suyo, no los unitarios, con: 
quienes nos supone ligados desde aquellos tiempos; y final- 
mente que estos emigrados permanecieron por cerca de un 
año sin causarle alarma. ^ 

I Por qué ha ocultado Rosas estos hechos ? El objeto es 
c1aro;-Rosas no escribe para nosotros,y al hilbunar los libelos 
infamatorios que ha escrito durante esta guerra en forma de- 
Gacetas 6 de Notas diplomáticas, ha querido probar que el par- 
tido que lo combate es compuesto de hombres que no han 
profesado jamas principios de orden ni de moral.— 

(80) Nota del Ministro de Buenos Aires D. Tomas Ma- 
nuel Anchorena fecha 20 de Setiembre de 1830. — Está publi- 
cada en el número 374 del Universal de 1 p de Octubre si- 
guiente. 

(81) Oficio del Ministro de Guefra de Buenos Aires, 
fecha 28 de Setiembre de 1830, — Núm, 375 del Universal de 
2 dQ Octubre siguieinte. f 



( XCII ) 

(82) Núm^ 406 del Universal de 9 de Noviembre de I83ft 

(83) ** Circular.— Paraná Noviembre 23 de 1830— -Coa 
fecha de ayer, ba sido el que suscribe electo por la Honora- 
ble Representación de esta Provincia, Gobernador provisorio 
de ella; al ponerlo en conocimiento del Exmo. Gobierno de la 
de Santa Fe, tiene la satisfacción de asegurarle que no existe 
una fuerza capaz de hacer variar las relaciones de paz y amis- 
tad que han unido hasta ahora á las dos Provincias, y que loM 
principios que han regido á la que tiene el honor de presidir 
serán siempre los mismos. 

£1 que suscribe se reserva poner, en cuanto sus ocupacio- 
nes se lo permitan, en conocimiento del Exmo. Grobiemo á 
Suien se dirige los poderosos motivos que han tenido los ha'- 
Uantes de esta Provincia para insurreccionarse contra la ad-< 
ministracion del Exmo. Gobernador Sola, pues era la única 
via que les había dejado la arbitrariedad y despotismo de este 
mandón. Ksta manifestación lá exije el honor de la Provincia 
y del que suscribe. 

£1 infrascripto, saluda al Exmo. Sr. Gijbemador de Santa 
Fé, ofreciéndole su respeto y consideración distinguida.-—* 
Ricardo López Jordán. --Justo José Urquiza^ Secretario inte -^ 
riño, — Exmo. Gobierno de la provincia de Santa Fé.—(n? 
406 del Univensal de 13 de Diciembre de 1830.) 

El Secretario Justo J. Urquiza — que fué uno de los revo- 
lucionarios, es el mismo que hoy manda el Ejército «de Caba-* 
Ileria de Rosas que se encuentra en la Campaña Orientah el 
Comandante Urdinarrain, que nomi;)ramos en el textores su 
actual gefe de las divisiones de vanguardia. 

(84) Véanse las notas de D. Pedro Barrenechea y D. 
Pedro Espino,y la del Gobernador de Santa Fé D. Estanislao 
López en el número 441 del "Universal" de 21 de Diciembre 
de 1830. 

(85) Núm. 501 del "Universal" del 5 de Marzo.de 
1881. 

(86) Núm. 507 del "Universal", de 14 de Marzo de 
1830. 

(87) La simple narración de los hechos lo demuestra 
suficientemente; la idea die llamar á los disturbios de Entre- 
Rios invasiones de los emigrados es una invención muy poste- 
rior de Rosas, desmentida por todos los documentos oficiales 
de la época. Citaremos el mas clásico de todos; et ultimátum 



(XCIH') 

^ue el Gobernador López de Santa Fé dirijió por si y á noiH' 
bre de sus aliados, al Congreso de Entre-Rios, para el resta*' 
blecimiento del Gobierno depuesto por la revolución, El f 
que se refiere á los emigrados dice textualmente.-^" Obliga^ 
" rá á hacer repasar dicho rio (el Uruguay) á todos los ofi* 
" ciales que tuvieron parte en el movimiento de 1.^ de Vu 
" ciembre, en Buenos Aires, y á todas las personas de cual- 
** quier clase venidas de la Banda Oriental con el objeto de se-^ 
" gundar la revolución." (Nota del Gobernador López fecha 
en Santa Fe á 26 de Noviembre de 1830. Número 434 del 
Universal ya citado^) 

(88) La revolución se verificó, como hemos dicho, el 
1. ® de Noviembre, y el General Lavalleja gobernó hasta el & 
del mismo mes en que se instaló la primera Presidencia 
Constitucional del. General Rivera El decreto correspon* 
diente se encuentra en el lib. L® num. 1. ^ pág. 3 de nues- 
tro Registro Nacional. 

(89) Estas órdenes eran terminantes y su ejecución fué 
cometida al señor General D. Julián Laguna, quien se dolia 
de la posición en que ellas lo colocarian con sus antiguos her-* 
manos de armas, eij el caso de que persistieran en reunirse- 
luego de requeridos para no verificar!®. — El Grobierno podía 
contar con la obediencia militar de este antiguo soldado, y 
sin embargo, á pocos dias de haber comisionado al General 
Laguna* aumentó los medios de precaución destinando al mis^ 
mo objeto varios otros gefes. Tenemos casualmente á la vis** 
ta la nota en que se dio ese encargo al Coronel D. Jlian Are» 
ñas, y la copiamos literalmente á continuación: — en ella se le 
autoriza para poner en armas á todos los ciudadanos del De- 
partamento á que se le destinaba.— Así i^ran las demas..«El Go- 
bierno no trepidaba, á precio de mantener su neutralidad, en 
inducir tan grave trastornden el -país, 

MINISTERIO DB GUERRA. 

Montevideo, Febrero' 26 de I8á\. 
El infrascripto se dirije al señor coronel graduado D. Juan^ 
Arenas manifestándole : que el Gobierno ha sido impuesto dé 
los rumores y noticias que corren, de que por la costa de So^ 
riano y otros puntos hay reuniones de gente armada, y que- 
riendo saber exactamente el grado de veracidad que en ellos 
se encierra, ha tenido á bien nombrar al señor coronel, para 
que recorriendo con la mayor circunspencion y prudencia toda 
la costa de los Departamentos de la Colonia y Soriano obser-^ 
ve cuanto ocurra, avisandaal Gobierno y á S<. E. el PresideUr^ 

14 



( XCIV ) 

te en campaña» sm demora alguna, todo lo que merezca llegar 
á su conocimiento. Las adjuntas instrucciones dadas por S. - 
£. al Sr. Creneral Laguna servirán al Sr. coronel para arreglar 
sus operaciones en la comisión que se le encarga ; si fuese ne-- 
cesario hacer uso de la fuerza para el desempeño de la comi- 
sión reunirá en caso indispensable toda la milicia del departa- 
mento de la Colpn¡aK}ue xenga armas. — £1 gobierno ha nom- 
brado al Sr. coronel para este encargo, cierto de los conoci- 
mientos que tiene, en los puntos que debe recorrer y confia en 
el celo demostrado por^l señor coronel y su acreditrda activi- 
dad. El abajo firmado al recomendar el cumplimiento de las* 
anteriores disposiciones, previene al Sr. coronel debe hacerlo 
con la mayor reserva y moderación. 

Saluda al señor coronel con estimación. 

José Ellanri. 

Sr. Coronel graduado D. Juan Arenas. 

(90) Rosas no ha negado este hecho que ha sido cons 
tantemente alegado por nuestra parte. Sé ha desentendido 
de él— ¿y puede haber algo mas elocuente que ese hecho? — 

El bravo coronel Maciel, de quien dijo un valiente gene- 
ral, que era el hombre fundido para la guerra^ no pisó el En-> 
tre-Itios hasta que en 1839, lo llevó alli el destino á caer pri- 
sionero de la división en que Oribe sentó plaza de degolladpr 
de RosaSi — El coronel Maciel fué degollado. 

La falta de este valiente y de la gente que se encontró á sus 
órdenes en 1831, tal vez decidió el mal éxito de la revolución 
de Entre- Ríos; ¡ y Rosas dice que él que mandó deshacer á 
balazos esa fuerza, axiliaba á los emigrados, para que in- 
vadiesen el territorio arjentino. 

(91) El 28 de Marzo de 1831, cuando ya se habían te- 
mado todas las medidas que hemos indicado, el coronel Gor- 
rea Morales, apesar de su falta de carácter público, reclamó 
al gobieipno sobre los acontecimientos que hemos referido. 
El gobierno se desentendió, como debía, de esta reclamación 
incompetente, pero se dirigió sin demora al gobierno de Bue- 
nos Aires , manifestándole las diferentes ^medidas adop- 
tadas sobre los emigrados , y haciéndole saber que se ha- 
bían hecho retirar de las costas del Uruguay, todos los que n.o 
ofrecían garantías de que respetarían el asilo y las resolucio- 
nes de la autoridad del país, con lo que quedaba difínitivameh- 
te concluido aquel asunto, y satisfecho el gobierno de Buenos 
Aires. 

(92) Rosas que exigiade nuestro país algo mas que lar 



( XCV ) 

ejecución precisa de medidas de la mas vigorosa y cotn- 
pleta administración , ha confesado » con otro motivo , 
cual era en aquellos tiempos nuestro verdadero estado. En six 
nota de 18 de Optubre de 1842 á los ministros mediadores, 
dice á propósito de esplicar la elevación á la Presidencia del 
General Rivera — *^ En aquellas circunstancias no tenia aquel ^ 
*^ paisni organización ni fuerza militar:*^ #sto era en 1830; y 
doce años después alega el pasage de algunos emigrados, es^- 
capados á la vigilancia de la autoridad en 1830 en una esten- 
sisima linea de costa desierta, y cuando el pais estaHa, cual 
confiesa, inorganizado, como uno de los motivos de esta des- 
apiadada guerra á muerte!— Rosas no puede dejar de contra- 
decirse: todos sus cargos son mentira é iniquidad. 

(93) Las hostilidades de la prensa de Buenos Aires dura- 
ron sin interrupción hasta que Rosas logró hacer predominar 
su influencia en la administración de Oribe. 

Los ataques de esta prensa ef an terribles , y cada 
paquete conducia gran porción de escritos incendiarios. 
Fué de los mas celebres un panfleto del Dr. D. Lorenz5 
Villegas, magistrado de Buenos Aires; era un verdadero arse- 
nal y los opositores, encontraron en él armas de todo genero. 

.No era censura, no, la de aquella prensa; era di^macion, 
adulteración de los hechos oficiales, aun de los tratados de- 
gobierno á gobierno: era provocación abierta, provocación 
á gritos, de la anarcjuia. 

Las siguientes hnéas escritas en la época por D. Anto^ 
Nio Díaz, actual General de lastropas de Rosas, y Ministro de 
la Guerra en la Presidencia de D. Manuel Oribe, clasifican este 
hecho con precisión. 

** No podemos concebir — decia el Sr* Diaz — en que ra- ' 
f' zon de politica puede fundarse la tolerancia que, contra 
'^ sus principios, tributa hoy el Gobierno Buenos Aires á los 
'^ periódicos de aquel pais, que de algunos dias á esta parte se 
** han desatado en injurias é invectivas contra las autoridades 
'^ Constitucionales del Estado. Admira, á la verdad, que en 
*< la ilustre Capital del Pueblo Argentino, que tantos titules 
^* tiene ya á la perfección social, pueda llevarse hasta tal pun- 
'' to el abuso de la imprenta, cuando ella se emplea en deni* 
" grar al legitimo Gobierno de una República amiga y rela- 
'^ cionada con aquel país por vínculos tan sagrados; al paso 
** que existe en Buenos Aires en todo su vigor ain decreto que 
" restringe el derecho inestimable de publicar las ideas, fun- 
" dado precisamente en la necesidad de contener, entre otros 
•* abusos, el de verter conceptos irrespetuosos contra los res-, 
« pectivos Gobiernos de las Provincias Argeniinas^por que 



( XCVI ) 

^ desacreditan la süuación del país y perjudican las relaciones 
^ amistosas que guardan entre si. (introducción al decreto 
'* del Gobierno de Buenos Aires de 1. ® de Febrero del cor- 
^^ riente año— 1832— ) 

^ Es bastante estraño que un gobierno que ha conside- 
*^ rado digiia de tamaño sacriñcio la conservación de las re- 
^ laciones amistosas ífBntre las Provincias aliadas de la Repú- 
•* blica, no crea preciso llenar respecto de un estado inde- 
** pendiente y constituido, un deber que no exige sacrificio 
'^ alguno, sino el noble cumplimiento de los preceptos de 
^* la moral que se observan entre todas las naciones ciyiliza- 
** das; deber reclamado por su propia dignidad, por la del 
** pueblo que preside, y por el interés mismo de esas relacio-» 
** nes de amistad y buena inteligencia que tanto importan en 
** el espíritu de todo gobierno justo é ilustrado; y que tanto 
" han valido en el actual de Buenos Aires, cuando se decidió 
♦• á coartai* una de las primeras libertades del pueblo, porque 
" en su opinión podia comprometerlas. — Sensible ^s que en 
** un pais civilizado y acreedor á tantas consideraciones co- 
** mo Buenos Aires, se observe una contradicción tal de prin- 
*• cipios en la política de su gobierno; y vergonzoso ademas, 
** que se apoderen de la prensa hombres ignorantes ó tan apa^ 
" sionados; y que, la degradacioft que se infiere al carácter 
•* eminente de aquel pueblo con la pubicacion de tan desati- 
** nadas é indignas producciones, sea sobrellevada por el tá^ 
** cito consentimiento que la autoridad acuerda á su circula— 
" cion," 

(Articulo editorial del núm. 948 del Universal.) 
El gobierno de Buenos Aires tenia ó sé habia arrogado 
la facultad de tasar la libertad de imprenta, y de no permitir 
que se publicase nada que perjudicase á su politica interior 
ó exterior. Las publicaciones, pues, de la imprenta de Bue- 
nos Aires debian considerarse la espresion del espíritu de su 
gobierno. Ellas provocaban la anarquía en el Estado Orien- 
tal, combatían, hasta con armas vedadas, la existencia délas 
autoridades Constitucionales, alas que además la República 
Argentina debia su apoyo por un pacto solemne; luego esas 
publicaciones eran verdaderas agresiones del gobierno de 
Buenos Aires, contra la paz y el gobierno de nuestro pais. 

(94) El carácter de este acontecimiento era inequivo 
co, y no cabia duda ni espectacion alguna . Si no era este el 
caso del articulo 10 de la Convención de 1828, ese caso no 
podia existir jamas. ^ 

CFn coronel al frente de un batallón de linea, hizo cesar 
)ás ^.utoridades constituctonaies, por la siguiente orden, 



\ 



<^ 



( XCVIl ) 

" El ciudadano coronel Eugenio Garzón, gefe inmediato 
de la fuerza armada del Departamento de Montevideo, de 
acuerdo con los gefes y oficiales que se han puesto bajo sus 
6rdenes, resuelve: 

i- ® Que cesa desde este momento la autoridad del Vi- 
ce-Presidente de la República. 

2. ® ' Que las oficinas generales de h administración que- 
dan bajo su inmediata dependencia. 

3. ® Que esta resolución se publique en forma de bando, 
y se comunique al Sr. General D. Juan Antonio Lavalleja, 
como única autoridad que reconoce la fuerza armada. 

Montevideo Julio 11 de 1832. — Eugenio Garzón. (Num. 
882 del Universal.) 

(95^ Aunque de hecho y de derecho se reasumía la 
Autoridad suprema en el Presidente de la Kepública, que era 
el único que se bailaba en aptitud de ejercerla en aquel mo- 
mento , por encontrarse al frente de la fuerza pública, el 
Vice-Presidente , lo proclamó asi solemnemente al de- 
clarar qua cesaba por la violencia en el ejercicio del Poder 
Ejecutivo. Este documento fecha 11 de Julio de 1832 se pu- 
blicó en hoja suelta al dia siguiente, y el 13 lo insertó el Uni- 
Yersal; y nadie aqui ni fuera de aqui, pudo ignorar donde exis- 
tia la Autoridad Suprema del Estado. 

(96) Todos estos hechos constan del sumario de que se 
publicó un largo estracto en el núm. 971 del Universal de 29 
de Octubre de 1882, á que nos referimos. En la proclama 
que se encontró Centre los papeles de la conspiración se leian 
las siguientes lineas. — "Mueran los unitarios y el caudillo 
Rivera etc. Vide el documento en el Universal citado. 

^ (97) " Maldonado Setiembre 15 de 1832. 
" Hoy recibí el oficio reser-vado de V. E. sobre la Zuma- 
ca argentina Invenciblcj de Nicolás Cazareto, que conduela 
armas para Lavalleja encargadas aqui á D.Carlos Navia; pero 
llegó aquel en circunstancias que ya el Comandante D. José 
Suarez la habia abordado: encontró al principio solo 18 terce- 
rolas, 2 sables de latón y 34 paquetes de cartuchos; pero hace 
fiocos momento^ se ha dado aviso de «existir enterrados en la 
sla de Gorriti 12 cajones de á 20 armas cada uno con la mar- 
ca F. C. y ya ha ido el comandante Suarez á recojerlos.— D. 
Carlos Navia y D. Rafael Fuentes hablan ido abordo esta 
madrugada y de allí pasaron á la Isla, y se hallan actualmente 
presos en tierra, lo mismo que la tripulación del barco. Anti - 
cipo á V. E. este aviso, y proíhto despacharé el espediente con 



( XCVIII ) 

todas las diligencias en orden, saludando á V. E. entretanto 
con sil mayor consideración— José Machado. 

(Núm. 940 del Universal^) 
Inventariadas las armas, resultaron las siguientes; — 16caj<K 
nes con 608 armas entre tercerolas y sables, 5370 cartuchos 
de carabina á bala; I barril y 20 tarros de pólvora, 

{Núm. 944 del UnívérsaL) 
De la causa formada con este motivo resulta plenamente, 
justificado que ése armamento fué embarcado como dice el 
texto.-'^Copiaremos el cstracto de las declaraciones de la 
tripulación de ja Invencible, 

Estr actos del proceso. 
Núm. 8— Eugenio Aliaros, Pedro Casaría, Victor Simón 
y Nicolás Francia, marineros de la Zumaca Invencible. — De- . 
claran,que se contrataron en Buenos Aires con D. Nicolás Ca- 
zareto por 1 1 pesos a) mes: que estando próximos á dar la vela 
en el puerto de Buenos Aires bajaron á tierra todos los de la 
tripulación y cuando volvieron abordo encontraron sobre ciir 
bicrta 15 cajones grandes y 4 chicos; que estos cajones loi 
condujo abordo la lancha de la goleta de guerra Sarandí y los 
desembarcaron en la Isla de Gorriti dejándolos cubiertos con 
piedras y tierra. " {Núm. 971 del Universal.) 

(98) Calificación de los reos según el mérito del proce- 
so:— 

'' En consecuencia, estando á lo espuesto como resultado 
" del sumario hasta el punto en que Y. E. ha ordenado que 
** sirva de regla para este procedimiento; y presindiendo de 
" loa diversos comprobantes que pudiera suministrar la cor- 
*' respondencia y papeles interceptados, especialmente á Da. 
** Ana Lavalleja; el Fiscal califica como autores principales de 
" la sedición del 15 de Setiembre último, á Da. Ana M. Lava- 
" lleja, al Coronel de la R^piAUca Argentina D. Juan, Cwrrea 
** morales^éi D. Antonio Af raga (hijo) y áD. Ángel Casapi: 
„ como cómplices etc. (Firmado)—' JosE Conti. — {Núm, 971 
" del Universal.) 

r 

(99) Como recordarán nuestros lectores el coronel - 
Correa Morales vino en 1830 en el carácter de comisionado 
confidencial con una misión ad hoc, que evacuó en breves 
dias, y luego se conservó'en esta capital con el objeto que se 
ha visto. — Es verdad que mas de una vez se dirigió al €r0- 
bierno como hemos indicado también en el texto, pero el Go* 
bierno lo rechazó constantemente; y habiéndose quejado el da 
Buenos Aires con fecha 2 de Mayo de 1831 de la ninguna 
acogida y consideración que habian merecido las insmiiacio- 

I 



( XCIX ) 

nos y repetidas instancias de' su comisionado el coronel Correa 
Morales, ié fué contestado por el nuestro con fecha 18 del 
mismo mesde Mayo, que al comisionado confidencial Coro- 
nel Correa Morales se le habían dispensado aun mas considera' 
dones que las que por su ningún carácter, publico podia exigir 
ni prescribe el derecho internacional^ pero que en esta parte el 
Gk>biernohabia sido arrastrado ^or los sentimientos nobles de 
su franca politica y amistad sincera hacia un.pais de quien 
poco ha formaba parte la República Oriental. " 

Esta definición del cai*acter de Correa Morales, no fué 
alterada ni modificada de manera alguna; aquel coronel no se 
encontraba, pues,en el goce de ningún carácter publica, que ja* 
mas le fué reconocido. 

A los que quieran conocer masa fondo el incidente de 
Correa Morales, lof remitimos á los números 106^, 1063 y 
1064- del Universal, y los números 10 y 11 del Investigador, 
publicados en esta capital en 1833. 

I 

(100) Correa Morales no estubo arrestado en la Cinda- 
dela sino los primeros mt>mentos; de alli fué trasladado & Isr 
casa, de su amigo personal D. Manuel Oribe, á la. sazón Co- 
mandante General de Armas en esta Capital, donde vivia co* 
moxen la suya propia, 

(101) '< Nuestras relaciones con la República Argen^ 
" tina, con ese pais al que nos unen mas, y mas sagrados vin- 
" culos que á ningún otro no se hallan (por una fatalidad de 
*' que el Gobierno se lamenta) en el pié de completa armonia é 
^' inteligencia, que era de esperarse; aun que no se hayan sal- 
** vado hasta ahora los limites de mutuos respetos y conside- 
^ raciones debidas entre naciones amigas. La desgraciada 
** necesidad en que se vio el Gobierno de espulsar dal terri- 
** ritorio del Estado un pretendido Agente sin ningún carac- 
^ ter publico que aquella República mantenia en esta Capi- 
" tal, y que apareció complicado en la conspiración, desea-' 
" biertaen Setiembre del año anterior de que osbaljais ins- 
'* truidos de antemano, dio origen 4 esplicaciones poco lison 
**^ geras entre ambos Gobiernos, en las que el dé la República 
" tubo el sentimiento de no arribará persuadir al Arsentino, 
** )a justicia de aquel procedimiento, apesar dé la ilimitada 
^' fhinqueza con que el Gobierno le instruyo circunstanciada- 
"• mente de todo lo- ocurrido en el negocio. " 

(Mensage del GrQbiemo Oriental á las BL H. Cámaras* — 
Marzo 1833.) 



(C) 

(102), D. Antonio Diaz, actual General de. Rosas, 
bia las siguientes lineas sobre esta peregrina cuestión. 

— '*Noes el caso tratar ahora la cuestión del derecho 
grado de asilo y los deberes entre los asilados y losGrobiemo» 
del pais en que se refugian, cuando nos referimos á los mili- 
tares argentinos que residen hoy en el territorio Oriental y 
que han tomado las armas en apoyo de la autoridad Consti- 
tucional. Hablando de emigrados ó asilados de otra clase y 
procedencia, deberla considerarse para algo el principio reco- 
nocido entre todas las naciones civilizadas, de que aquel que 
no es miembro de la sociedad en que se halla carece de fa- 
cultad legal para tomar parte activa en sus cuestiones politi*' 
cas; pero cuando nos referimos á ciudadanos de la República! 
Oriental, como lo son por nuestras leyes los gefes argentinos 
que han peleado por su independencia en la campaña del Bra- 
sil, y hoy están al servicio de su Gobierno no hay cuestión 
alguna que ventilar, ni otra cosa que decir en la materia, sino 
lamentar, como ya otra vez hemos hecho, que en la ilustre ca- 
pital de Buenos Aires se apodef'en de la prensa hombres tan 
ignorantes y de espíritu tan mezquino como demuestran serlo 
•los que provocan tales discusiones." 

(Núm. 950 del Universal de 3 de Octubre de 1832.) 

£1 articulo relativo de nuestra Constitución, dice á la 
letra — *^Son ciudadanos legales : -^los estranger os que en cali- 
dad de oficial^ han combatido ó combatieren en los ejércitos de 
mar ó tierra de la nación. (Sec. 2. cap. 1 f art. 8 ^ de la 
Constitución.) 

(103) Siempre que nos es posible preferimos presentar 
el texto de los documentos, aun á riesgo de hacer molesto 
este escrito, ya demasiado estenso. — P<5r esa vamos á copiar 
integramente las instrucciones originales que hemos encon- 
trado entre los papeles del señor Greneral Rondeau.— Estos 
papeles hak sido puestos generosamente á nuestra disposición 
por nuestro apreciabilisimo amigo el Sargento Mayor D. B. 
Mitre, que se ocupa de escribir una Memoria Histórica sobre 
ki vida pública de aquel benemérito General. 

He aqui el texto de las instrucciones. 

Instrucciones que deberá observar el Sr. Encargada de Ne- 
gocios cerca del Gobierno de la República Argentina. 

1.^ El primer interés del Gobierno Oriental es la con- 
servación de las relaciones de. amistad y confianza con los de 
la República Argentina: — el primer objeto del señor Encarga- 
do es cultivar esa amistad, alejando todo recelo, y desvane- 
ciendo todo motivo ó pretesto que ¡^ueda perturbarla. 

2,^ Aunque su carácter es de Ministro residente por 



(CI) 

la liatUraleza y objetos que abraza sii misión é incidentes qué 
puede producir, el señor Encargado convertirá todo su celo 
á llenar actualmente el articulo anterior, bajo el concepto de 
que una prudente economía y la necesidad de sus servicios 
Masionafá el término de su Comisión luego de conseguido 
aquel objeto, á na ser que el Grobiemo Argentino embie unal 
legación cerca de este Gobierno, en cuyo caso será conserva- 
da la suya; de este concepto podrá desde luego hacer mérito 
para evitar equivocaciones. 

3. ^ Tendrá presente que las hostilidades cometidas por 
alanos gefes argentinos en tiempos anteriores contra la Pro- 
vincia de Entre-rios ocasionaron prevenciones en el Gobier^ 
no de Buenos Aires contra el de este Estado; el señor Encar- 
gado se^ cuidará particularmente de desvanecer estas preven- 
ciones sirviéndose de los conocimientos que tiene de la con-* 
ducta leal de este Gobierno, sobre lo que se le enviará ade* 
mas una memoria particular. 

4. ^ Igual prevención parece ocasionada por los servia 
cios prestados por esos argentinos en la última campaña, é 
iffual interés debe tomarse por desvanecerlas manifestando 
el estado actual de retiro á la vida privada de aquellos seño^ 
res, y asegurando, positivamente, que este Gobierno^ no per- 
mitirá jamás empresa alguna contra el territorio vecino mien- 
tras subsistan las actuales buenas relaciones. 

5. ^ Instruido por las copias que se le acompañan de 
las quejas de este gobierno, soRre el apoyo que presta el de 
Entre-Rios á los grupos anárquicos, fijará su atención especial' 
en recabar que aquella provincia se reduzca á dar asilo y hos- 
pitalidad, y prive terminantemente reuniones armadas, en par« 
ticular sobre la costa del Uruguay, 

6. ® Aumentando también sus preparativos el gobierno 
de Entre-Rios á pretexto de la especie vulgar que propagan 
los anarquistas de una invasión á aquella provincia, capita- 
neada por el general Lavalle, desmentirá solemnemente aque- 
lla imputación, y contraerá sobre su falsed|d absoluta, cual- 
quiera compromiso. 

7. ^ Si se presintiese alguna indicación sobre transac- 
ciones que quiera promover el gobierno de Buenos Aires á 
beneficio de los emigrados de este pais, acogiendo la idea con 
benevolencia, pedirá particulares instrucciones, dando cuenta 
con los detalles que pueda adquirir sobre la naturaleza de las 
pretensiones. 

,8. ® Debiendo este gobierno prometerse la interven- 
ción vital para este Estado de un Ministro ó Comisario suyo 
en el tratado difinitivo entre la República Argentina y el Im- 
perio del Brasil, limita^ndose por ahora á indicaciones indirec' 

15 



( cu ) 

tas y mesaradas, cuidará de saber y avisar el tiempo en que 
aquella República deba enviar su Ministro para promover en - 
tonces este punto directaoiente, bajo las instrucciones que se* 
le darán oportunamente. 

d. ^ Siendo estos por ahora los principales encargos 
de su misión» el gobierno se promete, que su desempeño oof- 
vesponderá al celo, inteligencia y probidad que constituyela 
las bases de su carácter, y si algunos mas ocurren en lo sub* 
•cesivo, se le transmitiráin por este Ministerio en la corres- 
pondencia particular que debe sostenerse reciprocamente.-— , 
Montevideo, Diciembre 26 de 1832.— (firmado)—- Santiago 
Yasqvbz. 

(104) Vamos á copiar en esta y las siguientes notas, al- 

Snas piezas de la correspondencia intima delSr. general Ron^ 
au; el carácter de veracidad de su autor y la circunstancia 
de ser rigurosan^nte privados, le dan á estos documento» 
en nuestra opinión, una autoridad de verdad irrecusable. 

Todas están de la escritura del Greneral: las autógrafas de 
ks del Sr. Ministro Vázquez están acompañadas de una co{úa 
exactísima del puño y letra del mismo general Rondeau. 

Confidencial del general Rondeau, al Ministro Vázquez. 

Buenos Aires, Enero 4 de 1833. 

Es indudable que el Sr. Balcarce abrió conmigo la ne«^ 
gociacion Confidencial respecto á las diferencias de uñó y 
otro estado, muy dispuesto á transarlas por la razón y el con- 
vencimiento, apoyado en la base de que solo conmigo pocKa 
hablar de estos negocios como me lo dijo, de cuya manifesta* 
cion hay un testigo de excepción, y lo demuestran también las 
conferencias hasta el 8 del pasado y sus cartas particularea 
que están en poder de Vd. Mas llegó el caso de verse es- 
trechado á contestaciones difínitivas. y como no pudiese 
obrar por si solo, (aunque persuadido de que todo se allana- 
ria, pues tampoco debe olvidarse que también me habia 
dicho contaba clh la buena disposición de su Consejo de 
Ministros) abrió sin duda la consulta para dar aquellas, y 
entonces es que fué iniciado en la politica de su predecesor 
(Rosas) y circulo, en la que de grado, ó por fuerza le ha sido 
necesario entrar, porque sucede lo que tal vez él mismo no 
creyó al recibirse del mando, y es que nada puede hacer sin 
anuencia de aquel, porque está (como dicen sus amigos) con 
las manos atadas; resultando de esto el cambio notado, y por 
consiguiente el haberse propuesto el sistema de entreteni- 
miento que también seguirá el Ministro de Relaciones Ek^ 
lerieres. 

Esplícarc el misterio que cncierraja politica de que he 



< GIIl ) 

hecho mención, segan lo que se mé ha comunicado bajo la ma* 
yor reserva: ella consiste en la incorporación de esa Kepúbli- 
ca á la Argentina llegado que sea el periodo del tratado defi- 
nitivo valiéndose de cuantos medios sean conducentes á su 
consecusion, siendo uno de^ los principales contar como se 
cuenta, con los disidentes de este Gobierno residentes aqui y 
en ese Estado, mas con la masa de personas que puedan alu- 
sinar atribuyendo miras siniestras á esa administración. 

Claro es pues, que concebido este proyecto no se quiere 
reconocer la independencia absoluta de esa República, por un 
acto oficial cual seria el reconocimiento de un Ministro públi* 
co, y si por el contrarío considerarla como en pupilage hasta 
que llegue el caso de desplegar ese plan maquiavélico. Y po- 
drá esperarse, teniendo en vitta estos antecedentes, que yo ú 
otro alguno pueda ser recibido en comisión? — yo creo que no, 
al menos yo desespero de que en mi se verifique: pero como 
por otra parte es preciso sostener la demanda por el estado 
en que se halla hasta ver si la contestan^ ó algún tiempo mas 
confirma lo que dejo sentado, soy de parecer (salvo lo que el 
Gobierno crea mas conveniente) que retirándoseme los pode- 
res, ya supuesta una renuncia mia, ó ya bajo otro pretesto de- 
ceroso que el Gobierno sabría acordar, se invista con el mismo 
carácter que á mi se me ha dado al Sr. Espinosa, quien tal vez 
porsus muchas relaciones é infidencia con personas que in- 
tervienen en los negocios de este pais, pudiera cruzar este 
injusto proyecto, y arrivar al fin íjue se desea, que es el de 
que se le reciba, aunque dudo pueda alcanzarlo. 

He estado con nuestro amigo el Sr. Espinosa, el sin duda 
dirá á Vd. lo que habló con el Sr. Rosas, por que yo no tengo 
tiempo sino para decir á Vd. que hoy como siempre et». 
(Firmado) José Rondeaü. 

(105) Confidencial del Ministro Vázquez á el Gene- 
ral Rondeau. 

Montevideo 23 Enero 1833. 

Mucho nos ha sorprendido la alteración repentina de las 
relaciones confidenciales con ese Gobierno, y á decir verdad, 
cuanto mas fuertes fuesen los protestos para ella, tanto mas 
notable el resultado; pues si se quiere salir de incertidumbres, 
y se desea evitar sus malas consecuencias, no puede descono- 
cerse que el medio único es una inteligencia oficial que compro- 
meta la fé pública de ambas partes, compromiso que una y otra 
apreciarian en lo que vale. 

Pero vamos á contestar las nuevas observaciones, y espe- 
ramos hacerlo de un modo satisfactorio: sin embargo antes de 
todo advertiré a Vd. que las notas que fueron dirijidas á Vd. 



( CIV ) 

cerradas por el Ministerio de Relaciones Esteriores, y deque 
por separado se incluyeron á Vd. copias para su gobierno, de- 
ben entregarse desde luego, como que su objeto es urgente é in- 
'dependiente de la comisión de Vd.: se dirigieron. por su conduc« 
to para dar ese motivo de que hablasen á Vd. sobre ellas; en 
consecuencia tan' luego como Vd. reciba esta proceda á entre- 
garlas ó enriarlas, sea cual fuese el estado de las relaciones. 

No hay en verdad un motivo para que ellas se entibien 
La 1 f de las observaciones sobre la falta de contestación á 
la nota de 7 de Diciembre, queda destruida con la entrega de 
esa contestación que esta en poder de Vd. hace muchos días. 

Manda una Goleta nuestra un joven oñcial llamado Cor- 
dillo, de quien solo sabiamosque habia servido con el Grene*» 
ral Brown; pero lo esencial es que no tenemos oficiales de ma-^ 
riña: sin embargo se ha mandado que esa Goleta regrese aqui 
y tan luego como se nos depare quien reemplase al CordiilOy 
que sirve en comisión, irá á su casa como los demás. 

En cuanto á la amenaza del Ministro Vázquez me parece 
que nada hay' que contestar; cuando fuesen ciertas las espre- 
ciones que se le atribuyen ni serian amenazantes ni ofensivas; 
tube en efecto conversación con el Sr. Soler (D. Gregorio) en 
que asegurándole las buenas disposiciones y deseos de nue&f 
tra parte, añadí que nos preparábamos para nuestra defensa 
tan natural; todo fué en este sentido, y en el de lamentar que 
no se estrechasen las relaciones:- — el Sr. Soler faltaría a la 
verdad si hubiese dicho otra cosa. 

Es falso que este Gobierno haya enviado comisionados ni 
á Inglaterra ni al Brasil; pero sentirian^os que hechos de esta 
clase fuesen un pretexto de queja, por que nos consideramos 
con derecho para enviarlos libremente á todas partes, sin que 
aun por política creamos que fichemos dar cuenta á nadie, ni 
que nuestro silencio pueda ser motivo de alarma: pero repito 
que es falso el hecho, y también que cualquiera que sean nues- 
tras relaciones con la Inglaterra, nos persuadimos que ellas 
podrán conservarse y adelantarse sin necesidad del en vio de 
un diploniatico^ que lucharía con nuestra pobreza. 

Por lo denías nuestra franqueza no puede . ser mayor ni 
nuestra deferencia mas marcada; antes de ahora el Sr. Rosas 
fundó queja por que se tubiesen inteligencias directas con las 
autoridades de Entre-Rios, y ellas mismas indicaron que de- 
bíamos dirigirnos al Gobierno de Buenos Aires; ahora este 
indica que seria oportuno salir de esa marcha: hemos preten- 
dido conciliar lo uno y lo otro pasando en copia al Gobierno 
de Entre-Rios la reclamación que hacemos al de Buenos Aires, 
y pidiendo resolución pronta; Algo sabemos, ó al menos se 



(CV) 

nos asegura, que es conforme con huestros deseos.-— Quiera 
la fortuna que no nos engañemos. 

Con estos antecedentes continué y d. sus trabajos, recí- 
base de una vez y háganos buenos amigos de quienes siempre 
hemos debido serlo. — Créame Vd. su afectisimo etc. (Fir- 
mado) Santiago Vázquez. 

Confidencial del Ministro Yasquez al General Rondeau. 

Montevideo Enero 29 de 1833. 

Contesto á las apreciábles del 24 y 26: nos ha disgustado 
sobre manera que el Sr. Balcarce dé ocasión á que Y, dude 
de la decisión que habia manifestado por estrechar nuestras 
relaciones: no atinamos con el objeto que pueda conducirle 
sea como Magistrado Argentino, sea atendiendo á su gloría 
individual: esta indudablemente se elevarla á un ^rado emi- 
nente 'restableciendo la amistad que la naturaleza inspira y los 
intereses provocan, y que otros no supieron 6 no quisieron 
cultivar; aquel carácter de Gefe recibirla también un grado 
mayor de fuerza moral y respetabilidad en proporción , del 
aumento de sus relaciones; todo estf importa mas si se ad- 
. vierte que las pasiones y los intereses de algunos individuos 
ni participan ni disminuyen la responsabilidad de ese Go- 
bierno, ni tampoco están identificados con su gloria y su pros- 
peridad. 

Pero entretanto V. vé bien que por nuestra parte se han 
apurado el convencimiento, la deferencia, la franqueza y el 
empeño por satisfacer, alhagar- y atraer la amistad de ese Go- 
bierno: no puede hacerse mas, ni tampoco puede dilatarse 
por mas tiempo el estado de incertidumbre en que nos halla- 
mos; es preciso que nuestra posición se clasifique sobre datos 
conocidos, como quQ las circunstancias que nos cercan de- 
mandan también una marcha pronunciada y decisiva. 

Mientras que hace tiempo reconocemos la necesidad de 
conducir nuestras relaciones sobre tales principios, ostenta- 
mos á la vez una deferencia sin limites para satisfacer obser- 
vaciones que pudieran bien calificarse de pretestos, y una 
tolerancia estraordinaria para guardar silencio ó circunspec- 
ción sobre hechos intergiversables. 

Se alarma el Gobierno de Buenos Aires por que dándo- 
le previo aviso de los motivos y objeto, cubrimos nuestra 
frontera del Uruguay, y el mismo Gobierno repentinamente 
y sin prevención alguna envía 200 soldados á la Isla de Mar- 
tin Grarcia, bajo el pretesto, que pudiéramos llamar ridiculo, 
dé que pensamos apoderarnos de' ella; y mientras que noso- 
tros nos apresuramos á darle aviso del riesgo que puede cor- 



(CVI) 

rer una goleta suya por un ataque estrangero, él acoge h 
idea peregrina de que hemos armado tres pora bostUúarle — 
¡que contraste! 

Se queja ese-Gobierno de que se detuviere una contesta- 
ción, que lo fué por incidente casual, mientras que el 8r. 
Balcarce ha subido al mando desde la misma época próxima* 
mente, y nosotros observamos silencio sobre el que él ha guar« 
dado para dar el aviso de ceremonia y practica sobre su ac- 
cesión al puesto que ocupa, y en el que sinceramente le desea- 
mos toda prosperidad. 

En tal estado recomendamos difínitivamente á Y. se con- 
duzca de manera que arribemos cuanto antes á un pronuncia- 
miento sobre si se admite ó no, la representación que V. in- 
viste, y empiezan nuestras relaciones á tener un carácter ca« 
liflcado que honre la moral y la buena fé de ambos Gobier- 
nos. 

Es preciso que V. inste por un resultado, por que si no 
se obtuviese llegaria a ser necesario mandar retirar á V. de 
esa capital, suceso^ tanto mas sensible si en efecto el Sr. Br- 
earse está tan animado como nosotros de sentimientos verda- 
deramente amistosos. 

Aun esperamos que vuelva y se adelante el aspecto lisoh- 
gero que presentó la comisión de V. de quien me repito etc. — 
(firmado) Santiago Vasqubz. 

Confidencial del General Rondeau, al Ministro Vaiquez. 

Buenos Aires, 27 de Eniero de 1833. 

La chiismografía anda lista por acá, aun no se acaba de 
esparcir un run^or contra ese Gobierno, cuando sale á luz otro: 
ya dije á Vd. lo de Martin Garcia, pues ahora corre que ese 
Gobierno vende á la Inglaterra ese Estado, y quien sabe si Ja 
observación de que se hábia mandado Comisionado á Inglater- 
ra no i'odaba sobre esta base tan firme como son las palabras 
del que la hizo ? Agregaré que con«iotivo de esta venta de- 
be pasar Lavalleja á defender la campaña. Queda de Vd. 
etc. (firmado) José Rondeau. 

(106) La reclamación de que se desentendió el Gobier- 
no de Buenos Aires, es la siguiente, que copiamos integra- 
mente, porque reasume algunos de los hechos que la brevedad 
de nuestro relato no nos permite abarcar. 

En una de las confidenciales del señor Ministro Vázquez, 
que contiene la nota núm. 105, se encuentra el medio adopta- 
do para que en adelante la dirección de esta reclamación no 



( CVII ) 

rirvierade un nuevo pre testo de queja; porque tal er9 la ínr^ 
pudencia con que aquel gobierno se mostraba olvidadizo de su» 
mismas palabras é indicaciones. 

*' Ministerio de Grobierno y Relaciones Exteriores de la 
República Oriental del Uruguay. — ^Montevideo Enero 2 de 
1883.=s:£l infrascripto Ministro Secretario de Estado en el 
Departamento de Relaciones Exteriores tiene el honor de di- 
rigirse de orden de su Gobierno á S. E. ^1 Shr. Ministro de 
igual clase de la República Argentina, para manifestarle que 

Ía en nota de 1. ^ de Diciembre^ último se avisó á S. E. qué 
abia motivos poderosos para persuadirse de las maniobras 
de los anarquistas fugitivos para aglomerar nueyos elementos 
en los paises limitrofes, y que já esas asechanzas era debida la 
aproximación de una parte del Ejército á las fronter^^i. 

S. E. el Sr. Ministro tubo á bien contestar con fecha' 7 
del mismo alejando todo recelo de nuevas tentativas relativa- 
mente al territorio de Buenos Aires, y aserrando la disposi- 
ción amigable de los Grobiernos litorales ; es por lo mi^mo (|ue 
en conformidad de la citada nota del 1. ® , el infrascripto tie- 
ne orden de interpelar la atención del Gobierno encargado de 
las relaciones exteriores de la República Argentina, sobre lo» 
hechos^iguientes que están en contradicción de los principios 
recibidos del derecho internacional, de la conducta' que en ca- 
sos semejantes han guardado las autoridades de esta Repúbli- 
ca y de las disposiciones amigables que ellas alimentan y se 
prometen de sus vecinos. 

Apenas sofocada la rebelión y perseguido todavía el gru- 
po conducido por el caudillo Lavalleja, el Paredes fugitivo y 
refugiado al Entre-Rios pasó á esté territorio en combinación 
con aquel, acompañado de veinte hombres armados; — igual 
invasión verificó el Francés Echeveste y el Indio Taouabé, 
unos y otros por el mes de setiembre último; perseguidos por 
la fuer2(a pública, después de algunos robos y asesinatos, bus- 
caron de nuevo refugio en aquella Provincia, con los resto» 
desús reuniones; y aunque parece que entonces se düeron ar^ 
restados, ello es, que actualmente se hallan en libertad y capi- 
taneando un grupo como de ochenta naturales armados y 
acampados sobre las Barrancas» 

Después de datos positivos (Je aquel hecho, el Gobierno 
Oriental los tiene no menos ciertos de que el caudillo Manuel 
liavalieja arribó al mismo territorio con treinta hombres ar- 
mados y once oficiales, los cuales fueron acampados militiM>^ 
mente desde principios de Diciembre anterior y se conservan 
aroaados; posteriormente verificó igual empresa el Ciaudill o 
Araujo con cuarenta soldados que se hallan reunidos á los an- 



( CVlll ) 

teriores sobre él tiiistno Uruguay» de tnanera que desde íú 
marjen de este río, se vé el brillo de sus sables. 

Estos hechos incontestables, acompañados de otros de 
menos importancia, kunqüc de jgual tendencia no pueden ser 
considerados por las autoridades orientales sino comp frutor 
del empeño conocido de combertir el asilo de la desgracia, en 
el taller de una nueva rebelión, como una asechanza positiva, 
como una hostilidad en fin preparada al abrigo de las relacio- 
nes de amistad y confianza. 

Los primeros pasos de agüellas maniobras motivaron la 
aproximación de una parte del Ejército; la ostensión que ellas 
reciben y los anuncios de que se aumentarán con los residuos 
que aun abriga ei territorio brasilero, demanda mayores pre- 
cauciones, harto costosas á un Estado naciente, y sugetas á 
interpretaciones sacrilegas^ 

Como tal aprecia este Gobierno las voces propagada» 
acaso por los mismos anarquistas, sobre una invasión proxí- 
maal f'Intre-Rios capitaneada por. los Oefes Argentinos, y este 
cambio de ideas puede hacer temer los mayores males positi^ 
vos, como producto de equivocaciones preparadas por ene-' 
migos del sociego común. * 

En tal situación es que eltrobierno Oriental protestando 
de que en su conducta no hay otro objeto que el de la defensa 
* del territorio, y la disposición mas pronunciada a estrechar 4os ' 
vinculos tan naturales de amistad y consecuencia con la Re- 
pública Argentina, reclama con vehemencia del Gobierna 
encargado de sus relaciones est^riores, haga cesar los motivo» 
de alarma que deja espuestos, y que sin perjuicio del asilo y 
hospitalidad que merece la desgracia, no pueden ser mirado» 
con indiferencia por todo Gobierno amigo de la Republi&a 
Oriental del Uruguay. 

El de esta aprovechará toda oportunidad de confirmar 
los sentimientos que ha manifestado y desvanecer cualesquiera 
ilusión que se les oponga, lisongeándose entretanto, de que 
el Argentino, poseído de los mismos podrá inspirar igual con- 
, fianza sobre la conducta de los litorales, que la que ha produci- 
do relativamente al de Buenos Aires su nota citada de 7 de 
Diciembre. 

El infrascripto tiene el honor de recomendar lá gravedad 
y urgencia de este negocio y aprovecha la ocasión de reiterar 
á S- E. el Sr. Ministro á quien se dirije las seguridades de su 
respeto y consideración distinguida. (Firmado) Santiago 
Vázquez. 

(107) Puede verse el texto de este decreto en el núra^. 
^ 1062 del Universal de 23 de Febrero de 1833. 



El negocio de Correa Morales fué tema fecundo pátü íá 
prensa de Buenos Aires, que vomitó^ con ese motivo, atrocev 
injurias contra nuestro pais y nuestra gobierno. 

En las columnas de la Gacbta Mercantil apstreóió un Cat* 
responsal que se firmaba:— 

El Oriental de Cinta Colorada* 

Asi Rosas se principiaba á solazar con la idea de in- 
famar un pecho oriental con su divisa de sangre ! » 

(108) Confidencial del general Rondeau al Ministra 
Vázquez. 

Buenos Aires, 27 de Febrero de 1833. 

Ayer ha vuelto á verme el general Brov^n,. quien me h^ 
dicho, que encontró á Lavalleja de tan distinto modo de pen- 
sar, que á las pocas palabras que habia pronunciado le dijo és-^ 
te con exaltación, quenada quería oir de ese gobierno, de 
quien tampoco queria cosa alguna, y que él se lo facilitaría 
todo. El Sr. Brown me ha encargado manifiesta á Yd. este 
resultado , para no molestarle con otra carta qu^ diría la. 
mismo. 

He dado ú Vd. noticia del viage de Li^valleja proyectada 
por las Islas del Uruguay, y que « avisaría lo que adelántase á 
este respecto; efectivamente, es indudable que le esperan ^n 
una de aquellas Islas para fines del corriente, agregando, que 
de alli debe pasar al Entre^Riós, desde donde partirá á incor- 

f>orarseála fueírza que tiene Garzón á su mando, que según 
os montaraces pasa de mil hombres. 

Del total de esta fuerza supongo al gobierno instruido, y 
8Í no fuese asi conviene que sepa, que por una persona que ha 
estado hace pocos dias alli, lo estoy yo , de que ella no pa**; 
sa de 3p0 hombres. 

En consecuencia es ya muy creible que Lavalleja desapa- 
rezca de undia á otro de esta ciudad^ movido de algún nuevo 
plan. Me repito etc. (firmado) Josb Ronde aü. 

(109) Extracto de la nota del Ministro D. Manuel V^ de 
Maza de 1. ® de Marzo de 1833» 

El mismo concepto se encuentra en el Mensage á la Le- 
gislatura de que extractamos el siguienie periodo. 

" Nuestras relaciones con el Estado Oriental del Uruguay 
han sido sostenidas por el Gobierno de un modo franco y 
amistoso. El Encargado de Negocios que el Gobierno de la 
República Oriental avisó haberse nombrado, para que resí- 
diese en esta no ha sido admitido: porque aun permitiéndose 
el Gobierno prescindir de la posición poliíica de aquel Estado 
no ha obtenido todavia ni satisfacción á sus reclamaciones, ni' 

16 



( ex ) 

garantía piu*a preservarse en adelante de males iguales álos 
que las han motivado. Pero, sin embargo, es de esperarse^ 
que no serán difieres tos medios de una aproximación á tér* 
minos saludables para ambos gobiernos^ á cuyo importante 
objeto ha manifestado hallarse dispuesto á recibir un convi- 
sionado adhoc. 

(Mensage á la XI Legislatura de Buenos Aires, Mayo 
31 de 1833.) 

(110) Confidencial del* General Rondeaual Ministro 
Vázquez — 

Buenos Aires 8 de Marzo de 1833. 
Lavalleja está aqui todavia y ayer se me ha asegurado 
debe marchar dentro de tres ó cuatro dias; ha conseguido ua 
empréstito de diez mi) pesos fuertes. Me han dicho tamb|en 
que lleva armas y algunos vestuarios. 

En la imprenta en que se dá la Gaceta Mercantil se han 
tirado 600 ejemplares de la espo'sicion de que habla la misma, 
creo que la del día 6; aun no se han repartido, su publicación 
será tal vez la señal de la salida del dicho Lavalleja. 

£1 coronel O. Manuel Olazabal ha hecho dimisión de su 
empleo áqui para alistarse bajo el Pabellón pirata de aqueU 
dig«i> pirata porque este hombre no respira sino esterminio. 

Olazabal se ha embarcado esta tarde para el Rio Grande 
ú Puerto Aleare abordo de la goleta portuguesa Bella Angélica, 
con un soldado por ordenanza arinado. 

Dia9.-He adquirido las noticias siguientes: — que en todos 
los paquetes y buques del cabotage que dan la veía para esas 
costas hs^n ido hombres enrplados por Lavalleja;'^-cu¡d6sa 
particularmente íie bs estranje^bs y otros. hombres descono* 
cidos en esos Pueblos. 

Que efectivamente lleva vestuarios porque hacen algunos 
dias mandó teñir de amarillo muchas varas de paño blanca 
(por no enconlrai'se en ninguna parte Je aquel color) para 
'vivos y vueltas. Por último desde que he llegado á entender 
que D. Juan. Manuel Rosas en una conversación con persona 
de su amistad y confianza» dijo (hablándose de los aconteci- 
mientos notables de por acá) que nada de esto le daba cuidado 
y si mucho lo de la Banda Oriental, es de creerse firmemente 
que la aptitud en que ^e ha puesto Lavalleja es obra suya se- 
gundada por D.Juan Ramón aunque como he dicho antes,y no 
me equivocpjContra su voluntad y conciencia. — Rosas toma el 
pretesto de evitar cualquiera combinación de los emigrados 
que están en esa con los unitarios de acá mientras él se halla 
internado en la campaña (pues ya marchó) y para quaesto no 
suceda quiere él y los Anchorenas sus consultores, que por: 



( C3a ) 

medio de Lavalleja se promueva la anarquía eT« ese territo* 
rio para, tener ocupada la ateticion de esevGobierno y sus re* 
cursos contra ella;-cón'qile no hay mas advitrio que preparar- 
se de firme. 

Por mi parte nada espero *de la conferencia que debe te- 
ner hoy nuestro amigo D. Julián Espinosa con D. Juan Ra- 
mon, sino disculpas sobre la parte que ha tomado en el nego- 
cio de Correa Morales de que tengo ya algún conocimietitOi 
y las ideas de alucinamiento que Te sugiere la falsa politioa 
en que se vé ya empeñado. Ojalá que me equivoque. — Que- 
dando de V, ctc.-^(firmado)— JósiflRoNDEAU. 

i 

(111) Confidencial del general Rondcau al Ministro 
Vázquez. 

Buenos Aires 16 de Marzo de 1833. 

Contesto á su apreciabfe del 12v diciendole, que por el 
Sr. Espinosa habrá Yd. sabido ya que Lavalleja se fue, y su 
salida fué tan pública, que no hubo quien \^ ignorase en el 
mismo dia: llegó ál puerto del Tigre en San Fernarido en el 
carruage en que salió de esta, allí lo dejó, y se embarcó en uW 
lanchen santa- fecino de nueve remos por banda, que lé espeí- 
raba; ¡quien habia de creer q ve 'este gobierno tan descarada- 
mente protejiese los planes de aquel! está visto pues, que no 
me he equivocado en lo que indiqué á Vd. en mi anterior so- 
bre las resoluciones de los hombres de acá, y ahora se me di- 
ce que también son ostensivas á los de Santa-Fé y Entre- Rio's/ 
y que es un plan convinado^entre ellos el mandar á Lavalleja 
para que entre-tenga la atención ^ de ese gobierno, mientras 
que se ocupan respectivamente en la guerra contra lossal- 
vages. 

Rectificaré ahora la noticia que dimos precipitadamente 
•por las cortas horas que mediaron entre su recibo y la salida 
del paquete. £1 teniente coronel entre-riano de que se ha- 
bló, es Araujo, uno de los 33, venia á buscar Lavalleja, pero 
se desencontraron« , '• 

Ha^ llevado Lavalleja camisetas colorada^ y gorras azulea- 
de paño para sus soldados; puede suceder que hayan sajido dé ' 
este Parque« £1 paño amarillo era para pocos uniformes con 
que vestirse sin duda su escolta, cuando la forme,'bien que es- 
to sea lo primero. — Quedo etc. (firmado) José Rondbau. 

(1 12) Confidencial del General llondeau al Ministro 
Vázquez. 

Buenos Aires 2 de Abril de 183o, 
Ayer se embarcaron en la Sarandí, goleta de guerra,el te- 
niente coronel Araujo, y treinta cinco individuos haas entj,c eifi- 



«. 



( CXII ) 

cifA^ y reclutas, y hoy se han transbordado á una balandra 
fion bandera Oriental que! se pus<> anoche al costado de aquella^ 

Be cuatro días á esta parte, este gobierno, ha tra tado de 
indagar como se fué Lavalleja, si con pasaporte ó sin él. El 
gefe de Policia que fué interrogado, dijo que por su departa-^ 
iñentono se le habia espedido, pero el Inspector Greneral de 
Armas manifestó que él se lo había extendido, pero para uno 
de los puntos de esta provincia; de esto ha resultado prohibir- 
s^ que el Inspector dé - pasaportes, sin conocimiento del Mi-^ 
nistro'ide la Guerra. 

Se ha encargado á la Policia por un nuevo decreto la vi- 

f[ilancia sobre que no se saquen armas para ningún punto 
uera de la Provincia: se cree que es con motivo de un pedi^ 
mentó que en estos días se ha hecho para llevar á Chile una 
partida como comprada á este fin tiempo hace, lo que no se 
conseguirá, y se ha ej^itado la vigilancia con aquella solici-' 
tud; mientras tanto han desaparecido del taller las que se esta- 
ban arreglando y todo lo demás relativo á este ramo áe que 
I9e tenia.noticia, y que probablemente han ido en el buque de 
que he dado aviso antes. ¡Que embrollas! — Queda de Y. etc, 
(firmado) J ose Rondeau. 

Las armas á que se refiere el Sr. General Rondeau, y 
cuyo despacho se solicitó para Chile no habiendo posibilidad 
de conseguirlo para esta ciudad^ eran para nuestro Gobierno; 
lo sabia el de Buenos Aires y negó el permiso. 

Aprenniado por la urgencia de armamento que tenia 
nuestro Gobierno, el Sr. D. Julián de Gregorio Espinosa se 
aventuró á remitir alguno, sin solicitar aquel permiso imposi- 
ble; y como la acción de las autoridades de Buenos Aires era 
eficacisinia siempre que se empleaba en nuestro daño, la ten- 
tativa se fustro completamente y aquel respetable ciudadano 
se encontró envuelto en graves compromisos y disgustos: y 
entre tanto no ya en los talleres particulares, sino del mismo 
parque del Gobierno de Buenos Aires se armaban los anar-* 
quistas! | y la fé de ese Gobierno estaba empeñada en pres- 
tarnos auj^ilio y protección!— ^¿Seria tpas negra la fe punical 

(113) Confidencial del Ministro Vasquez al General 
Rondeau, 

Montevideo 3 de Abril de 1833. 

Muy ocupado aviso á V. para su Gobierno que según no- 
ticias del 28 ultimo que acabamos de recibir del Uruguay, ya 
las autoridades del Entre-Rios, ó con mas propiedad el Co-^ 
mandante D. Justo Urquiza, propagan á cara descubierta que 
la euipresa dé Lavalleja es protejidu por los Gobiernos litora* 



í CXIII ) 

ks: el general Lavalleja parece se hallálba en la Matanza. — De 
V* afectisimo etc.~(firmado) Santiago Vasqüez. 

(1 14) Este documento se encuentra én el suplemento al 
num. 47 del "Investigador*' publicado en está ciudad de 3 de 
Julio de 1833. 

(115) Todos los pormenores de esta única celada se en- 
cuentran en el número 1099 del Universal de 11 de Abril de 
1833. 

(116) Confidencial del Ministro Vázquez al general 
Rondeau. 

Montevideo, 11 de Abril de 1833. 
Añada Vd. á todas las que ya tenemos, la atroz felonía 

Íue acaba de hacerse con nuestro comandante Natal en el 
íruguay, y observará, que si no se procede niuy luego á devol- 
vernos esa victima imprudente de una confianza ligera, ya no 
queda duda alguna dé que se nos hos|il¡za directamente; no- 
sotros somos gente de mucha moderación y calma; pero no 
quisiéramos que se nos pusiese á eáta ruda prueba. Quedo de 
Vd. etc. , (firmado) Santiagp Vázquez. 

(117) En el capitulo 1.*^; alli debe verse la natura- 
leza y la justicia de nuestra solicitud y los términos de la 
adquiesencia que encontró en el Gobierno del Brasil. 

(1 1 8) El pretendido corone 1 era un francés llamado Hi- 
pólito que lo mismo que un Henrique Luc que haciia de Coman- 
dante del buque, fueron muertos luchando con los amotinados. 

Estos depositaron en la Comandancia de la Colonia, se- 

?;un el parte oficial de las autoridades de aquel punió, cinco 
úsiles sin bayoneta sueltos, nueve caravinas, catorce pisto- 
las, un sable latón y diez y seis de baina de zuela; doce cajo- 
• ncs grandes con armamento ; un fardo de camisetas, algunas 
municiones y tres banderas ; — una Oriental, otra Argentina, 
y otra colorada con una calavera y dos canillas y y Varias co- 
municaciones que ceiTadas se remitieron al Gobierno. — (No, 
1,135 del Universal de 28 de Maj o de 1 833.) 

(119) He aqui algunos estractos del espíritu de la 
prensa que sostenia la marcha de nuestro Gobierno. 

" Hace algunos dias que en los periódicos y en la Tri- 
na de Buenos Aires se agita una cuestión de derecho 
publico, con niotivo de haber el Gobierno de aquella Provin- 
cia reincorporado á la plana mayor del Ejercito permanente , 



( CXIV ) 

a] coronel retirado D. Manuel Olazabal, cuyas circunstancias 
con relación á este Estado nos parece escusado referir. 

El Sr, Anchorena pidió en la Sala de Representantes que 
los Ministros de guerra y Relaciones Exteriores fuesen llama- 
dos ádar esplicaciones sobre este negocio, y las dieron efec- 
tivamente; el primero diciendo que al reincorporar al corone! 
Olazabal el Gobierno había obrado dentro de la órbita de sus 
atr¡buc¡ones;el segundo declarando que con ese motivo nohabia 
reclamación alguna departe del E. Orientcd, y uno y otro sos- 
teniendo no tener certidumbre mor(d de que el coronel Olazabal 
hubiese en esta banda militado contra el Gobierno legal del Es- 
tado Oriental. . , 

En medio de esta cuestión acalorada que boy ocupa 4 los 
Legisladores, á los ministros y á los escritores públicos de 
Buenos Aires, nosotros creemos deber limitarnos á agradecer 
el interés que toman los unos en la conservación y cultivo de 
las buenas relaciones que felizmente reinan entre este y aquel 
Estado; y en general á lamentar que nuestras pasadas convul^ 
siones hayan venido á dar materia ahora para complicar^ algo 
mas de lo que está, la discordia que por desgracia reina en 
Buenos Aires. Por lo demás estamos persuadidos que nues- 
tro Gobierno no se afecta de la politica interior de los otros 
cuandoellase ejerza por actos privados. £1 atiende solo á 
los hechos, y sobre estos tampoco le inquieta nada de lo pa- 
sado ; porque cree, sin duda, mas arreglado á sus principios 
mirar solo al porvenir. — Ha triunfado de todos los enemigos 
del orden que aspiraban á establecer la anarqüia sobre las 
ruinas del peder establecido por las leyes; y ya sabe que> para 
conservarlo solo debe contar con la fuerza moral y con los re- 
cursos poderosos delespiritu público. No es^rañe pues el Sr. 
Ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires que no 
haya habido reclamación alguna por parte del Gobierno de 
este Estado; y sino nos hemos equivocado en la esplicacion 
de ios principios que suponemos dominan en la politica de 
nuestro Gobierno, uno y otro partdo en Buenos Aires pueden 
dar por terminada la cuestión en la parte que se contrae á las 
relaciones de aquel con este pais; por que confiamos .que 
ellas no serán alteradas por un objeto tan subalterno al lado 
del grande interés que á unos y otros nos resulta de que se 
conserven inalterables." 

(Núm. 1228 del Universal de 25 de Setiembre de 1833.) 

(120) Es innecesario amontonar nuevos testimonios de 
que las agresiones contra este Estado son obra esclusiva de 
Rosas. Los documentos q.ue contienen las notasf anterirec 
dicen mas de lo necesario á este respecto. 



( CXV )^ 

Es una perfidia necia la que emplea Rosas para alejar de 
si este reproche. 

La simple cronología de los sucesos basta á desmentirlo; 
él presenció y dirigió la empresa de Lavalleja, antes de salii' 
de Buenos Aires para el desierto, y su influencia estubo re- 
|>resentada en la administración por los Ministroá D. Manuel 
V. de Maza, y D. Victorio Garciade Zuñiga, hasta entrado el 
mes de Julio de 1833, époóa en que la empresa de Lavalleja 
se habia desbarratado por la derrota del Yaguaron, é interna- 
ción de los emigrados eñ Entre- ftios. 

Pero si algo faltase para demostrar esa verdad, bastaria 
fijarse en que esa politica nació en su primera administración, 
y ha continuado siendo la del gobierno de ^^^nos Aires ba,sta 
este mismo instante. 

Fero como Rosas no tiene miramiento alguno á la moral, 
no' trepidó én servirse de los mismos actos que él produjo y 
aue muy en breve debia reproducir, para acriminar á sns ene- 
migos y justificar su conducta de sedicioso. 

Vanaos á copiar algunas lineas de la solicitud dirijida á la 
Sala de Representantes, para que declarase legitima la revolu- 
ción que derrocó al gobierno de Balcarce. Bn ellas encontra- 
rán nuestros lectores suministrada por el mismo Rosas, la 
prueba de la importancia de las comunicaciones que condujo 
lá Josefina. 

Dicen asi:— 

'* Se habian comprometido también nuestras relaciones 
" exteriores. No solo se sustrajo un gran armamento, con el 
" objeto de remitir esos articulos de guerra á los que en el 
" estado vecino hostilizaban af Grobierno, sino q.ue hicie- 
" ron servir para ocultar ese comprobante á la goleta 
" nacional SarandL > El armamento fué remitido á íJánta 
" Fé con una correspondencia que cayó en manos delGéfe 
" del Estado Oiúental, en la que retendrá documentos vergon 
" zosós para nuestro pajs. 

" Un gefe del Ejército de esta Provincia fué en- 
^* viado á tomar u^a parte activa en la guerra civil del Est á- 
" do vecino. Espulsado de allí, fue otra vez llkmado por el 
" Gobierno al servicio con infección manifiesta de esos de- 
^^ beres respetables que sanciona el derecho internacionar. — 
*' Un Diputado patriota clamó en la Legislatura contra esa 
" conducta escandalosa; el Ministerio no pudo resistir á la 
" evidencia de tan grave negocio." 

(Petición elevada á la Sala de Representantes de Buenos 
Aires, para que declarase legitimo el movimiento de 11 dé 
Octubre de 1833— No. 1334 del Universal de. U de Febrero» 
de 1834.) 



.( cxvi ) 

Este c?i Rosas;— de los mismos sacriñclos que el habia 
impuesto, (le los hechos que tal vez habia hecho ejecutar y 
cuya responsabilidad caia sobre el Gobierno, de compromi- 
sos qi!ie él habia creado y en que se mantenían' los hombres do 
honor, una vez comprometidos, tomaba temas de acusación 
contra los patriotas que, para evitar mayores calamidades, 
habían tenido que consentirlos y soportar dificultades que sin 
él, sin su ominosa influencia, creemos íirn^emente no hubieran 
existido. — Los nobles esfnerzos que luego hizo la administra- 
ción Balcarcc, y que merecen las mas puras simpatías, lo 
prueban suficientemente. 

(121) Reproducimos este hecho, muy conocido, y que 
en su tiempo fué largamente comentado, con las mismas pala- 
blas que empleó para referirlo en la página 19 de su escrito, 
el ilustrado autor de los Apuntes sobre la Respuesta del Go- 
bierno de Buenos Aires á la oferta de Mediación Anglo-Ftan- 
cesa, que ya hemos citado en otra nota. • 

(122) Todos los docu^mentos relativos se encontrarán 
én los números 1317, 1338 y 1339 del Universal y en los nú- 
meros 5 y 10 de laRevista de 1834. 

(123) La estension de la nota del señor Manquino nos 
impide reproducirla; pero provocamos su lectura. — Se en- 
cuentra en el nüm. 1,347 del Universal de 18 de Febrero de 
1884. 

(124) Nos hemos ocupado, mas tal vez de lo que debía* 
mos de la denuncia del Gobierno de Buenos Aires. — £1 hecho 
de haberla abandonado un hombre como Rosas, revela con una 
precisión, á que nada puede agregarse, todo lo que tenia de 
absurda y calumniosa la pretendida nota del Plenipotenciario 
Argentino en Londres; y pretendida, decimos, porque aun no 
es un hecho averiguado si el nombre del Sr. Moreno fué ó no 
invocado sin su previo conocimiento, para jEicudir á la urg^n* 
cta de suministrar un pretesto á la anarquía. 

Sin embargo, nos permitiremos conservar en esta nota el 
texto de la contestación de nuestro Gobierno. 

Ministerio de^Relacionss Extfriorbs: 
Montevideo Febrero 13 de 1843. 
El abajo firmado Ministro secretario de Estado en el de- 
partamento de relacione? esteriores de la República del Uru- 
guay, ha recibido y puesto en conocimiento de su Gk>b¡enio 
la nota del 24 del próximo pasado Enero con que S. E. el Sr. 



( GXVII ) 

Aíiníátro en igual departamento de la República Argentina re- 
mite copia fíel de las comunicaciones oñciales que le han sido 
dirigidas pot- el ultimo paquete de Inglaterra, relativas al 
plan iniciado por la corte de España para monarquizar la 
America del Sud bajo el reinado de uno de los Borbones, in- 
terpelando á nombre "¿e los derechos políticos de la AmériccC^ 
un pronunciamiento positivo sobre el concepto que haya 
t merecido al Gobierno del Estado Oriental la tentativa de la 
corte de ^spaña para establecer en este continente aquella 
dinastia. 

El Gobierno de la República del Uruguay, aunque muy 
distante de apreciar en liías de lo que puede hacerlo el buen 
sentido, asi la^ maquinaciones deíl Gabinete de Madrid, co^^ 
mo los medios que parece haberse propuesto emplear, para 
realizarlos, ha creido que un sentimiento de consideración 
hacia los pueblos de la América del Sud, cuyo derecho invoca 
el Gobierno de Buenos Aires para hacerse escuchar en el 
asfinto, pedian de su delicadeza una contestación mas seria 
de lo que en otro caso le seria permitido* 

£1 Gobiei*no de la República del Uruguay , no mira coní 
estrañeza que una nacioa imporénte para desplegar otra es- 
pecié de energía contra un enemigo que acaba de arrebatarle 
la mas preciosa de sus casuales conquistas, recurra de buena 
fé á miserables intrigas de Gabinete, ó para dañar solaoiente 
ó para distraerse al menos de su dolor, y ponerse á punto de 
aprovechar cualcjuier accidente de la fortuna; pero que en 
loa asomos de esta: política pueda aparecer uno que sea capaz 
•de poner en agitación d espíritu de las Repúblicas de sud 
América en vez de recordfáries sus triunfos, y de hacerles en- 
trever la esperanza de adquirir otros, que foítifiquen su viri- 
lidad, aumenten sus glorias, y sirvan á robustecer los princi- 
pios de independencia y libertad que respíi'an del primero al 
ultimo, del mas conspicuo al mas adye'cto de todos los hijos 
de Sud América; el Gobierno de la Ilepública se halla tan 
ágeno'de' presumirlo como de creeV que «I establecimiento de 
una gran monarquía de la familia de los Borbones de España 
en el nuevo mundo, sea un proyecto pai'a tratarse seriaihenté 
en un Consejo de S. M. C. y dos ó tres particulares sin ca- 
rácter ni figura conocida. 

Seria preciso olvidar que existe en el nueVo mundo un 
gran poder tan interesado etí la existencia de las Repúblicas 
de sud América como puede serlo la España en su ruina, y 
que en la Europa misma no seria tan fácil recabar de los dife- 
rentes Gobiernos que han reconocido ía existencia de esáte 
Repúblicas, el consentimiento y cooperación qtie w. p.odría 
menos de mendigar á sus enemigos. 

17 



( CXVIII ) 

¿Y cuando todo ñilt^^se, cuando alguna Potencia Euro- 
pea cerrase los ojos al Ínteres que tienen todas, y el que han 
manifestado desde su conquista hasta nuestros días, y al que 
es preciao que tengan especialmente los poderes maritiinos y 
comerciantes en que la America Española no retrograde á la 
antigua esclavitud, nos faltarla también el sentimiento nacio- 
nal, el valor á pr-ueba, y la constancia heroica de los homljines 
que inermes y sin esperiencia, con su brio y sus brazos sola- 
mente derrotaron la monarquía y fundaron la República^ 
Suponerlo es una injuria atroz de que no se han hecho dignos 
los hijos de Sud America; y no suponerlo es declarar que el 
proyecto de la corte de Madrid, es un delirio quimérico en su 
fondo, ridículo y despreciable por cualquier lado que se mire. 

Ese mismo proyecto se nos asegura que ha caducado con 
la muerto'del Monarca, en cuyo reinado fué concebido y pro- 
puesto á la Legación de Chile por los buenos oficios de un 
incógnito Argentino, no quedando, (según también se dice) 
sino el temor de resureccion que podía acontecer, cuando 
pueda concluir la guerra civil en que arde la Península. £1 
Gobierno de la República del Uruguay concibe que solo una 
imaginación profundamente herida de aprensiones melancó- 
licas puede exaltarse hasta el punto que parece haberle acon- 
tecido á S. E. el Plenipotenciario Argentino, cerca de S. M. 
B. y á su gobierno por simpatía. 

El Gobierno de la República del Uruguay, por consecuen- 
cia de este, que mira como un hecho positivo, entra en la'^jus- 
ta duda de si el gobierno de Buenos Aires, sea por si, ó como 
encargado de las Relaciones Exteriores de la República Ar- 
gentina, se halla en el caso de pedir á sus iguales, y estos en 
la obligación de darle un nuevo y esplicito pronunciamiento 
sobre lo que seria de su conducta cuando los sucesos se enla- 
zasen y desembolviesen del modo que lo teme el Ministro Ar- 
gentino, pues|que en el Código de- los derechos políticos de la 
América, tal cual por ahora puede imaginarse, ni el de las Na- 
ciones cultas ha dicho jamás que un Estado Soberano, tiene 
el derecho franco de ejercer su curiosidad, á espensas de la 
dignidad de sus vecinos. 

^ Un fundamento' es preciso; y el Gobierno de Buenos Ai- 
res no alega los suyos ni puede lísongearse de haberlo hecho 
con referirse á una nota de su ministro.Una duda sobre aquello 
que se pregunta, es también indispensable que exista: y aquí 
no se vó de donde nazca la que aflije al Gobierno de Buenos 
Ilires, con respecto al Estado Oriental del Uruguay que por 
Ley fundamental és invariable, de consiguiente, sostiene y 
ha jurado á la faz de ambos mundos. 



1.^ El Estado Oriental del Uruguay, es, y será para 
siempre libre é independiente de todo poder estrangero. 

2.^ Jamas será el patrimonio de persooa ni familia 
4ilguna. 

La pregunta pues de que se trata vendría á ser esta, si el 
Gobierno de la República Oriental se halla en animo de dar 
on tierra con la gran base de su Constitución politica e|i el 
caso que el enviado de Chile, un incógnito, y la corte de Ma- 
drid, le proponga el establecimiento de una monarquía bajo 
la dinastía de los Berbenes, en lo que el Gobierno de la Repú- 
blica del Uruguay no se considera tan favorecido como tenia 
derecho á esperarlo de la justicia dé sus vecinos. ' 

No es de presumir que para sincerar este paso, se quiera ha- 
<;er llamar la atención del mundo Americano, acia lo que S. É. 
el Plenipotenciario Argentino cetca de S. M. B. afirma ser la 
raiz de este negocio, inculpando á un hombre que también ya 
no existe, y á su partido, la de haberse dirijido á la Corte de 
Madrid solicitando el establecimiento del Infante D. Sebas- 
tian en un trono que el dicho particular y su partido jle erigi- 
rían en esta semi-soberania del Estado Oriental, por que no es 
á la circunspección de un Gabinete como el Argentino, que le 
sea permitido dar valor, ó á los delirios de un particular difun- 
to ó á las equivocaciones posibles de un Ministro que no es 
infalibje, para formarse dudas sobre la dignidad y el patrio- 
tismo de sus iguales, para hacerlas entrar en su conducta po- 
litica y para derramarlas por el mundo con todo el aparato de 
las cosas que merecen.su noticia. 

No existe ya el Dr. D. Nicolás Herrera y de su partido, 
para formarse una idea provechosa seria preciso que su ilus- 
tre acusador diese nociones que no deja por si aquella pala- 
bra y mucho menos el signifittdo que pueden afectarle estos 
partidos. La revelación por consiguiente será perdida para 
el Estado Oriental á menos que el Gobierno de Buenos Aires 
se sirva comunicar al de la República del Uruguay la nota 
numero 77, pagina en cjue S. E. el Ministro Argentino dio ia 
primera cuenta del pésimo uso que hacía este Estado "me- 
diatizado de la semi-soberania" de que goza bajo la inspec- 
ción de Buenos Aires, y que hubiera sido bien conocer en 
aquella misma época para prevenir ulterioridade^ tan lamenta- 
bles como las que ha tenido el caso en Europa, y las que aun 
puede tener en America,' si al infante D. Carlos le toca la 
mala suerte de gor vencido por la esposa del finado Sr. D. 
Fernando 7. ® y á esta le cabe Ja dicha de hallarse en Esta- 
do de fundar monarquías, que luego serán colonias Españolas 
en los mismos países que ha poco xabandonaron sus. ejércitos 
vencidos y sus partidarios cubiertos de ignominia. 



( CXX ) 

La lectura de aquéllos antecedentes, que no conoce toda - 
wisi la America, le darán á ella una idea del uso que hacen los 
pueblos Orientales de su actual "completa soberania" y al G o- 
bierno de esta República un conocimiento de los traidores que 
asi han obscurecido la gloria de sus bien notorios sacrificios 
por la libertad é independencia de otros y la suya en partii> 
culai*. 

Entre-rtanto el Gobierno de Ja República del IJrftguay, 
cuidadoso cuanto éiebe serlo, de que su n^odo 4^ existir no 
3ea un problema entre los pueblos de Sud- América, y caso de 
serlo, que este conocimiento sirva de nivel á su conducta pa^ 
ra con ellos, ha ordenado al infrascrioto que pida un pronun- 
ciamiento esplicito del gobierno de Buenos irires, como En- 
pargadQ (}e las^Reslaciones-Exteriores de la República Argen- 
tina, solare lo que él mismo entiende y juzga, acerca de la me- 
diatizaciqn de este JEJstado^ y semi-soberania déla Protíincia 
Oriental, según la formal y confidente declaratoria dq S. E. 
el Plenipotenciario de la República Argentina cerca de S. M, 
B.. pues que siendo este sentimiento directamente contrario 
fL los del tratado Preliminar de Paz y la Constitución forma- 
da en su concepto, con especial aquiescencia de la República 
j^rgentina y el Imperio del Brasil, al gobierno de la Repúbli- 
ca Oriental del Uruguay^ no le es dado n^irarlo con la in- 
diferencia que se merecen los avances de un Agente Diplo- 
mático, fuera (|e la linea de su misión, y facultades rela- 
lativas. 

Y el abajo firmado, 46spu6s de haber cumplido con las 
órdenes precisas de su Gobierno se hace un grato deber en 
saludar á §. E. el Ministro de Relaciones Exteriores del Go- 
bierno de l^ueops Aires con Iciyjaas distinguido de su cons ide- 
f^^cion y partipqlar aprecio. 

LAUCAS J. OlíES. 

Exmo. Sr. Ministro Secretario de Estado en el departa^ 
mentó de Relaciones Exteriores de la República' Argentina. 

(125) Está inserta en el numero 1365 del ^Universal" 
^e 11 de Marzo de 1843. 

(126) Son muchas y muy ^importantes estas medidas 
adoptadas durante el Ministerio del Sr. üor. D. Lucas José 
Óbes. Pueden ve i-se en el tomos 6. ® y "7, ^ del Registro Na- 
pional. 

(127)l Está inserta en el numero l^Qb del "Universsr 
ya citado. 



( CXXI ) 

(128) .Está inserta en el numero 1365 del "Universar 
ya citado. 

(129) Estas redamaciones están insertas ea el número 
1367 del Universal de 13 de Marzo de 1834. 

En la imposibilidad de publicarlas literalmente, nos limi- 
tamos á transcribir en esta nota á la contestación que dio 
nuestro Gobierno — después de verificada la invasión de La- 
valleja — á la última de las reclamaciones que hemos menciona- 
do. — Esta contestación descubre la irritante injusticia y el 
mal espiritu que dominaba aquella reclamación. 

. Ministerio de Relaciones Esterior^s- 
El infrascripto Ministro Qe Relaciones Esteriores tiene 
el honor de informar á S. E. el Ministro de la misma reparti- 
ción de lai^rovincia de Buenos Aires, que el gobierno dq la. 
República Oriental del Uruguay, no pudiendo tomar en con- 
sideración las protestas del gobierno argentino contra el de- 
creto de esta República que adjudica a ^us poseedores los ter- 
cíenos abandonados en el curso de la revolución, ha oraenado 
al infrascripto qué ponga esto mismo en noticia de S. E, el 
Ministro á quien se dirijo, y le haga una franca manifestación 
de las razones quo tiene el gobierno de la República Oriental 
del Uruguay, para mirar este procedimiento como prescripto 
á su deber por el interés común de las naciones y el particu- 
lar de su incuestionable soberanía. 

Al cumplir con este encargo de su Gobierno el infrascrito 
no puede escusarse de observar, que seria preciso renunciar á 
toda idea de paz y buena inteligencia entre EsXados vecinos, 
si la razón y la justicia no hubiesen concedido á cada sobera- 
no el poder de administi*ar Bfc negocios domésticos con absulu- 
ta independencia de sus iguales; porque apenas habria uno de 
tales negocios que no diese á la razón de Estado grandes pre- 
testos para erigirse ya en juez de un soberano, ya en procura- 
dor de suís subditos naturales. Pero felizmente las Naciones 
han conprendido, como Ip comprende la República Orien- 
tal del Uruguay, que cuando los actos de un Poder So- 
berano ni atacan directamente el derecho universal de las so- 
ciedades, ni el particular de algunas de ellas, es preciso- resr 
petar sus consecuencias distantes y de un orden inferior, para 
evitar que la anarquia, la confusión y la fuerza se apoderen de 
todo y quiten á los pueblos el recurso á su código conocido y 
estable, para entenderse y tratarse como verdaderas familias 
destinadas á poblar la tierra y hacerla una morada digna de 
peres racionales. 

Con las luces que suministra esta observación, y advir- 



< CXXII ) 

I 

tiendo que «I Decreto protestado, no puede ofender sino á los 
subditos de esta Ilepública, y accidentalmente á los que sin ser- 
lo por su nacimiento y domicilio se hallan al nivel en cuanto 
al fuero que surta la propiedad, és fácil comprender.-^Lo 1. ^ 
que el haber ellos ocurrido al Gobierno de la Provincia de 
Buenos Aires, para que los ampare y proteja, es suponerse des- 
tituidos de leyes y tribunales, capaces de tomar en considera- 
ción su causa, ó buscar dolosamente fuera del pais por virtud 
de cuyas instituciones se titulan propietarios, un procurador 
bastante para imponer, ya que no lo fuere para pedir. 

JLo 2. ^ que Jos dichos propietarios han elegido aquel ar- 
bitrio raro, con el expreso designio de violentar la política in- 
terior de un Gobierno independiente y ponerlo en la alterna- 
tiva de retroceder, ó sostenerse á riesgo de Is^ consecuencias 
que tienen por lo común estas reclamaciones, en que un Ga- 
binete empeña decididamente sus respetos. - » 

Acaso ellos han contado con algo mas, y es el aliento que 
la publicidad de esta tentativa pudiera dar á los quejosos en 
el momento que la anarquia se arrojaba sobre las costas de 
esta República con todo el furor de su despecho habitual, -y 
acaso también el no comprenderlo asi el Gobierno de Buenos 
Aires haya dado margen á la singular coincidencia de aquel 
movimiento, con las reclamaciones de los Argentinos propie- 
tarios de terrenos abandonados y las protestas de su Gobier- 
no contra una medida que tiene por objeto la consolidación de 
la paz interna de esta República, que le ha merecido uii tan 
sincero interés en el presente, como en otros casos de la mis- 
ma naturaleza. 

lie cualquier modo, el Gobierno de la República Orien- 
ta 1 del Uruguay, habiendo espuesto las razones que le impi- 
den considerar el asunto de la nota del Gabinete Argentino, y 
ocuparse en justificar el decreto que adjudica á sus poseedo- 
res los terrenos abandonados en el curso de la revolución, 
salvo el derecho de propietarios supuestos ó verdaderos, es- 
pera que su franqueza sea estimada como el mejor testimonio 
de los sentimientos que le animan con respecto á los subditos 
argentinos que tienen propiedades en el, territorio de su do- 
minio, y hacia el Grobierno de quien dependen por derecho de 
oriundez. 

£1 infrascripto aprovecha etc. — Luc4s J. Obes. 

(130) D.Antonio Diaz, actual General del ejército de 
Rosas, dio cuenta al público de los elementos de que se coin 
ponia la fuerza que acaudillaba Lavalleja. 

Momentos antes de saberse en esta capital la invasión de 
Lavalleja, decía el Sr. Diaz, refiriéndose á las noticias contes- 



( CXXIII ) 

' tes de Buenos Cifres • " Se haHa ya en campana aquel caV 
" dillocon 200 hombres; muchos de ellos pertenecientes á la 
" división del General Quiroga^ y algunos presos ¿individuos 
** de la guarnición del Pontón de Buenos Áii^es; unos y otros se 
" dicen desertores de la República " (Núm. 1369 del Uni- 
" versal de 15 de Marzo de 1834,) • 

Puestos / ya en nuestra territorio pudieron determinarse 
con exactitud los individuos que acometián aquella empresa; 
y el mismo Sr. Diaz publicó la lista detallada de los oficiales 
que acompaban á Lavalleja. Es la siguiente: 

" D, Manuel su hermano, J>. Hermenegildo Fuentes, ü. 
** Abdon Rodríguez, los dos Palomeques. D. Manuel Fagardo, 
** D. Rafael Eguren, D. Felipe Carballo, D. Lucas Moreno 
" Secretario) y diez oficiales perten ecientes á la divícion de 
" Quiroga y Buenos Aires^ (Núm. 1.372 del Universal de Ift 
" de Marzo de 1834.) ^ 

D. Manuel Oribe, Ministro de la Guerra de la presiden- 
cia del general Rivera, se mostró poseido de. la indignación 
que produjo la presencia de aventureros extrangeros , en ar- 
mas sobre el suelo sagrado de la Patria. Entonces levanta 

• su voz para abominar el crimen de buscar en el extrangero 
armas para destrozar el seno de la Patria, y parecia estreme- 
cido de horror, al exclamar ^^ Ciudadanos: un caudillo qué 
*' no puede decirse ^in nombre, porque lo ha manchado coi» 
" grandes crímenes, acaba de presentarse en las playas de la 
" República, asociado de un puñado de gandidos extrangeros! 
** (Proclama inserta en el núm. 1,371 del Universal del 18 de^ 
Marzo de 1834: esitá firmada por D. Carlos, Anaya como Vi- 

. ce- Presidente, y por D. Manuel Qr^be como Ministro.) Y di- 
rigiéndose á los soldados Orientales para anunciarles aquel 
atentado, decia.- — Soldados: ** Con esa horda de foragidos 
*V insulta vuestra antigua gloria y los laureles inmarcesibles 
" que ciñen vuestr? frente. Soldadosl'que ultrage!!!'* (Pro- 
clama firmada por los mismos Sres. Anaya y Oribe. Núm; 
1373 del Universal del 20 de Marzo de 1834) 

\ Que punzante debe ser para don Manuel Oribe, si aua 
cabe el remordimiento en su pecho, el recuerdo de aquellos 
dias en que aun gozaba el don inapreciable de poder hablar 
como Oriental, 9on amor ala dignidad de su'suelo. con odia 
al crimen que lo ensucia con el pié de viles mercenarios! ¡que 
amargo, en efecto, que amargo para él, Oribe, que no solo ha 
cometido esc crimen, sino que á sueldo del extrangero, vistien- 
do sus colores, ha guiado, ha conducido por si mismo bandas 
de degolladores, sedientas de la sangre y de la riqueza del 
Pueblo Oriental, y ha presidido el estrago, la ruina, la espan- 



\ 



( CXXIV )• 

tosa riíina de ryie se ha cubierto su tiérra;"C(fl!^á há envufeltoV 
y la mantiene en una guerra de execración I 

Sin advertirlo nos apartamos del objeto de ,esta nota 
destinada, ünicameníe, á consignar el hecho de que D. Juaa 
Antonio Lavalleja no solo tuvo libertad, apesar de las eficaces 
medidas del Gobierno de Buenos Aires, para reunir los pocos, 
>por fortuna muy pocos dricntales que quisieron seguirlo, sino 
que pudo disponer de oficiales y soldados argentinos, y falsear 
las puertas de Jas prisiones de aquella ciudad. 

(131) Está inserta en el núm. Í377 del Universal de 26;, 
de Marzo de 1834. — Tenemos un ejemplar de los mismos que 
circuló Lavalleja que dice: Imprenta del Ejército^ pero que es 
evidentemente impreso en Buenos Aires. 

(132.) ' Está inserto en el núm. 1374 del Universal de 21 
de Marzo de 1834. * 

(133) Estos documentos se encuentran en los números 
1376 y 1377 del Universal de 24 y 26 de Marzo de 1834. 

(134) Debemos á la amistad con que nos honraba el 
ilustre Ministro Dr. Obes el depósito de una copia de este do- 
cumento, de que hoy hacemos un uso que, sin duda, le seria 
grato. ' 

(135) Las siguientes palabi'asque prónulnció el Sr. Ge- 
neral Rivera al entregar el mando al Presidetite del S.enado 
manifiestan que obró con plena conciencia del bien y rectas 
intenciones. * 

" Exmo. Sr. — En mi larga carrera, yo no creo haber he- 
cho por la Pati'ia otra cosa mas que pagarle una deuda que na- 
die puede negarle: — amarla mucho y servirla en cuanto estu- 
bo á mi alcance. — En el mando y fuera de él, el Pueblo Orien- 
tal debe saber que yo no soy mas que un soldado pronto á 
derramar su sangre por su libertad y sus instituciones." 

(Nüm. 1543 del Universal del 25 de Octubre de 1^4.) 

(136) Vamos á estrixctar algunos documentos en que se re- 
gistran las opiniones de D. Manuel Oribe y de varios de los in 
dividuosque le acompañan, y que hoy hacen profesión de con- 
denar á aquella administración por actos deque han sido solida- 
rios y admiradores. — Asi, por innobles pasiones, abaten aho- 
ra á los pies de Rosas las mas- legitimas glorias de su pais. 



( CXXV ) 

Ministerio de Guerra y Marina, 

Montevideo Noviembre 4 dq 1834. 

Deseando el Gobierno dar un testimonio público del 
aprecio que hace* de los servicios distinguidos que ha prestado 
el Sr: Brigadier General D. Fructuoso Rivera a la causa de 
la Independencia de la República y á la conservación del or- 
den y de sus institúciohes en los acontecimientos que han te- 
nido lugar desde el año de 1832. y sin perjuicio de proponer á 
la A. G. el premio y distinciones con que á juicio del mismo 
Gobierno debe ser condecorado aquel benemérito Gefe, ha 
aom-dado y decreta, 

Art. 1. ® Dentro de la cantidad designada en el presu- 
puesto de gastos y que no esté invertida ^e costeará una espa- 
da que llevará en la guarnición un letífero que diga— £7 Po- 
der Ejecutivo al General Riverüé 

2. ^ La espada de que trata el articulo anterior será 
presentada al Sr. General D. Fructuoso Rivera con copia de 
este decreto, y como un testimonio de la consideración que 
han merecido sus distinguidos servicios. 

3. ® El Ministro secretario en el Depaiiamentode Guer 
ra y Marina queda encargado de la ejecución de este decreta, 
que se publicará é insertará en el Registro Nacional. 

A NAYA. 

Manuel' Oribe. 

(Tomo 8. ® n. *^ 5 pág. 186 del Registro Nacional.) 

La Cámara de Representantes acordó un premio al Ge- 
neral Rivera en los términos de la mas alta estimación por 
sus eminentes servicios á la independencia, á la libertad y^ á 
las instituciones del pais« 

El Poder Ejecutivo al instruir al C. L* en el Mensaje de 
15 de Febrero de 1836 de la creación de la Comandancia Ge- 
neral de campaña y de haber colocado á su frente al General 
Rivera, decia- .— 

" El Gobierno se complace en manifestaron que ha pues* 
to á su frente al ilustre General que ha rendido á la Patria 
servicios de tanta importancia durante el periodo de su ad- 
ministración como Presfdcnte de la República, bien persua- 
didoqueno podría colocar destino de tan alta confianza y 
responsabilidad en ^mejores manos que en las mismas que, 
por tanto tiempo empuñaron la espada de la victoria, ilus- 
'* trando en los anales de la República las armas que defendie- 
rpn sus leyes, y que fundaron su propia independencia, 
después de haber tenido una parte gloriosa en !a guierra de 

18 



•i 
<< 






( CXXVI ) 

'* su libertad. £1 premio de esos servicios, m esos servicios^ 
** pueden tener otro premio, que el del indeleble testimonia 
*^ de gratitud y admiración (}ue le consagrará la historia de su 
** patria y el corazón de sus conciudadanos , lo habia previs^ 
^ tó á esta época el P/ £., si en vuestra sabiduria no hubie- 
*' seis encontrado los medios de anticiparos á este rasgo d^ 
" honor y de justicia." 

Este documento está firmado por los Sres. D. Carjlo» 
AiVAYA, Presidente interinó, y sus Ministros D. José Maria 
Reyes y D, Manuel Oribe. 

(No. 1,634 del Universal de 17 de Febrero do 1835.)!^ 

D. AiiTONio Díaz, actual General de Rosas y minisllb 
de la administración de Oribe, es el autor del siguiente juicio 
sobre la Presidcmcia y descenso del Sr. Greneral Rivera. 

''^ El General Rivera llega al termino de su Gobierno 
" dejando en pos de su nombre y sus relevantes servicios á la 
% causa del orden y las mstituciopes un recuerdo indeleble á 
^ todos ios Orientales que aspiran á vivir tranquilos bajo la 
^ influencia de las Leyes. 8u administración ha abrazado uti 
'* periodo turbulento y Heno de peligros^ y es justo decir que si 
*' el pais se ha salvado del abismo en que iva á f sumergirlo la 
*' anarquía, es debido á los esfuerzos de aquel ilustre ciudada- 
^' no, á su constancia infatigable, al sacriñcio heroico de su 
•* bien estar y su reposo, y á la entera consagración de su in-' 
^ fluencia y de su crédito en obsequio de la causa pública* 
,* Hablamos á los contemporáneos y no hacemos mas que re- 
producir en el papel lo que á todos dicta su propia concien- 
cia y la justicia.'^ (Núm. 1540 del Universal, Octubre 22 
de 1834.) 

^ Dichoso el pais, si el grande ejemplo que acaba de re- 
**'cibir no es perdido, y si todos los que sucedan al general 
'* Rivera, en la ardua y peligrosa carrera *que|él abandona, 
*^ pueden dejar á la posteridad recuerdos tan gloriosos de su 
" nombre v sus servicios** (Núm, 1543 del Universal. — Oc- 
•* tubre 25\le 1834. 

" La carrera que se abre ante los pasos (de los nuevos man« 
** datarios) queda trillada, y no presenta ninguno de los gran- 
*^ des obstáculos y peligros que embarazaron la de sus antece- 
" sores; obstáculos que sin duda hubieran hundido al pais en- 
" tre las convulsiones de la discordia y de la guerra civil, hasta 
" su entera disolución, sin los esfuerzos heroicos que se emplea- 
" ron para estirparlos. Al transmitir el General Rivera el 
" mando de la República á su sucesor, deja el pais tranquilo, 
" libre y respetado: deja sobre todo una lección importante á 
" las facciones y un ejemplo de sumisión á las leyes, tanto 
*< mas laüdnble, cuatito que la anarquía habia creído hallar 



u 

it 



■M 



( CXXVII ) 

^' un pretesto plausible ásus culpables empresa9,calunimaii'- 
'' do las intenciones de aquel ilustre ciudadano, sobra el uso 
que baria de la influencia de su reputación combinado con 
el poder de la suprema magistratura.'' (Num* 1545 del 
Universal, 28 de Octubre de 1834.) 

(137) La prensa de Buenos Aires se ha empeñado, hace 
tiempo, en atribuir la influencia del General Rivera á causas 
impuras y vergonzosaSt-^Todos conocen aqui la enorme In- 
justicia quQ en ello se nos hace: aquella influencia tubo origen 
e# cualidades eminentes; eo el amor al orden, en el horror á la 
^Aarquia y á la violencia bruta y desatada, á que rinden ho- 
menaje los escritores que nos injurian. Creemos que no por 
otro camino que el que se abrió el General Rivera al princi- 
pio de su carrera, hubiera podido cohcol^dar su reputación.-— 
Este es honor de nuestra tierra, y lo es también de todos los 
desgraciados pueblos de esta sección de America el hecho de 
que esa reputación, establecida por el respeto á la sangre del 
hombre, por tendencias de libertad y civilización, ha sido la 
mas durable de todas las de su clase,, la única que ha logrado 
levantarse sobre los trastornos de la revolución. 

Todos los caudillos que han fiado su existencia á las vio- 
lencias y á los atentados, han caido envueltos en las ruinas 
de que se rodearon; y Rosas, en quien parece que se han con- 
cretado todas las fuerzas de aquel ominoso sistema, para dar 
su ultimo combate, no ha gozado en paz, un solo dia, de su san- 
griento poder; no ha podido consolidarlo por la victoria; — no 
lo consolidará jamas. 

Rosas nos permitirá que sobre el origen de la populari- 
dad del General Rivera, le contestemos haciendo oir la 
voz de D. Antonio Diaz, actual General de sus Ejércitos y 
Ministro de la Presidencia de D. Manuel Oribe. 

Reproducimos textualmente sus palabras — 

" Asi como las mayores prendas que adornan á un ¡ndi«> 
" viduo suelen desaparecer bajo el influjo de un triste destino 
personal, las virtudes eminentes de un ciudadano sobresalen 
mas, cuando es mas desgraciada la suerte del pais que las 
** reclama. Hubo un tiempo, que todos recuerdan todavía, 
'* en que los habitantes de la Banda Ortental sumergidos en 
" el abismo del desorden,no contaban con otras garantías so- 
*' ciales que las que debian á la voluntad del caudillo (jue re- 
'^ gia sus destinos: en medio de aquel caos, y bajo un sistema . 
" de tolerancia de todos los escesos, fué que el General D. 
"• Fructuoso Rivera, entoncps subalterno, empezó á desplegar 
'' én beneñcio de sus compatriotas aquellas cualidades que, 
^^ grangeandole entonces el reconocimiento publico, fueron 






( GXXVIII ) 

^ progresivamente estableciendo y consolidando la reputa- 
^' cion que hoy goza, y por medio de la cual ha podido so* 
*' breponerse á las vicicitudes de la revolución y á todas las 
'' asechanzas de la envidia. *' 

" Hemos querido elegir esta época de su carrera publica ' 
"•para dar principio á nuestras reflexiones , por que refirien- 
** donos á ella exitamos un recuerdo que no puede dejar de 
" arrancar el sufragio de todos los hombres justos. El pue- 
" bloen que escribimos no olvidará jamas que después de un 
*^ periodo muy funesto en que el mas bárbaro despotismo hizo 
*' sentir á Montevideo todo el peso de sus crueldades y estrh- 
" vagancias, aquel gefe fué destinado al mando de las armtál 
" de esta plaza, y que disftinguiendose de la marcha general 
" hizo suceder inmediatamente á los dias de terror y conster- 
" nación los efectos ^el orden, de la tranquilidad y la segu* 
** ridad." 

" Desde aquella misma época, y constantemente en todas 
" las succesivas de la revolución, el General D. Fructuoso 
^* Rivera manifestó su aversión al régimen de la arbitrario- 
" dad y la licencia, que por desgracia era en aquellos dias de 
" escándalo el símbolo politico de la administración del Pue- 
" blo Oriental, y manifestó su decisión de sostituir á él los 
" principios de la civilización, atrayendo á si los hombies 
'* de un patriotismo ¡lustrado , y agrandando con ellos 
*''la esfera de sns relaciones, sin dejar por eso de con- 
^* servar el ascendiente de su reputación sobre los habitantes 
" de la campaña, adquirida por el desinterés de sus servicios 
" á la causa de la libertad, y por la practica constante de las 
"principales virtudes que inspiran adhesión individual, y 
" atraen la consideración y benevolencia pública: tales como 
** la liberalidad, el valor, la perseverancia, la generosidad, la 
" moderacioYi, la clemencia y la justicia." 

(D. Antonio Diaz. — Articulo titu|ado.-'-JSZ señor General 
D. Fructuoso Rivera y la Constitución,-— Ndm. 984 del Univer- 
sal de 14 de Noviembre de 1832.) 

» 

(138) No intentamos escribir una noticia biográfica de 
D, Manuel Oribe:— es muy limitado el tiempo que podemos 
dedicar á este trabajo, y debemos reducirnos á indicar ligera- 
mente algunos rasgos de su carácter. 

No recordaremos todas las graves crueldades que oscurecie- 
ron los se,rvicios de Oribe en el asedio de esta ciudad en 1825 
y 26: ¿quien ignora, por ejemplo, la lúgubre historia del infeliz 
Pintos? — amigo, bienhechor de Oribe, le pidió que tolérese 
la introducción do algunas cabezas de ganado vacuno á la pla- 
za sitiada, toleranoia que aquel gcfc dispensaba en la escala 



( CXXIX ) 

que conocen todos los que entonces habitaban en Montevideo. 
— Oribe le dio su beneplácito, le señaló el derrotero, pero Nie- 
go lo hizo sorprender en é' y conducir á su presencia en ri- 
gorosa prisión para borrar con esta muestra de celo y severi - 
dad, las 'faltas de que se le acuaiiba. — Las reconvenciones do 
Pintos lo desarmaron; pero á los p3cos días, creyendo.que la 
sangre de su amigo seria mas eficaz para acallar la voz del es- 
cándalo, que las otras penas que le habia impuesto , resuelve 
sacrificarlo, y el mismOj se lo anuncia en el momento en que 
comían juntos en una mesa y en la mas cordial amis- 
tad.— Pintos escuchó la voz de Oribe que le dccia — Compadre 
voy á hatíer lo fusilar para que no digan que protejo el con tra^ 
bando y solo persigo infelices, y no la creia el desgraciado. 
— Salió del alojamiento y de'la mesa de Oribe con la ói-dén de 
prepararse á morir, y dudaba todavia. — Esta duda solo debió 
desvanecérsele al caer en el sepulcro.— Nosotros hemos dormi- 
do, muchos años después, con Ü. Manuel Oribe bojo el mismo 
techo de la casa de Pintos. Oribe recordó á su víctima, y sin 
embargo, durmió tranquilo. 

Tan conocido como el de Pintos és el episodio de la di- 
solución de la Sala de Representantes de la Provincia el año 
de 1827 en la villa de Canelones#-*-Kl Gobernador Lavalleja 
habia resuelto aquel golpe de estado; D. Manuel Oribe prome- 
tió que no lo sostendría, y sin miramiento á su compromiso 
aceptó solicitamente el encargo de concurrir, como concurrió, 
á la ejecución de aquel atentado. 

L). Manuel Oribe que ha profesado siempre rencor 
brutal contra el General Rivera, el rencor que nutren las al- 
mas inferiores, adínitiócon «entusiasmo, en Marzo de 1828, la, 
comisión de perseguirlo y. lo persiguió á muerte. Pero todos 
sus esfuerzos fueron inútiles para destruir al puñado de Orien- 
tales que seguian al general Rivera, y á que se agregaron des- 
pués algunas de las mismas fuerzas que se dirigian contra él.r— 
Oribe estaba en manos de su adversario, pero este prefirió 
vengarse de todos sus detractores, hiriendo al enemigo común. 
Pasó el Ibicuy y venció en Misiones. — Este suceso espléndido 
que apresuró la paz del Brasil, y es uno de los hechos mas im- 
portantes y gloriosos de las armas Orientales, llenó el alma de 
Oribe de negra y devorante envidia, se sintió humillado. — El 
General Rivera esperó de su brillante proeza otro resultado, y 
en consecuencia comunicó á Oribe el suceso de las armas de la 
Patria, pidiéndole prestase auxilio á los chasques que llevaban 
con el parte oficial de la victoria, los homenajes de su respeto 
y obediencia al Gobierno Nacional. 

No sabemos con que palabras narrar \o que hizo Oribe: 
rasgó los oficios y mandó fusilar á los conductores. — Este es 



( CXXX ) ' 

el hecho. — Consta de muchas publicaciones de la época: cita- 
remos entre ellas los números 23, C8 y 30 del Tiempo periódico 
publicado en Buenos Aires en 1828. 

Tenemos en nuestro poder la lista autógrafa de los que 
compooian la pequeña división que venció en Misiones alas 
órdenes del General RiveráT. —En ella están anptados los nom- 
bres de los soldados fusilados por Oribe^— son los siguientes. 

Juan Tomas Sosa, natural de Entre-Rios. — Tomas Baca, 
Oriental. — Encarnación Parraguirre, natural de Buenos Ai- 
res. — Modesto Lugo, Oriental. — Manuel González, Oriental. 

Terminada la guerra del Brasil por la independencia de 
nuestro pais, el General Rivera ocupóla posición superior q^e 
le estaba destinada, mientras que Oribe simple Coronel, hubo 
de confundirse en la oposición á la primera Presidencia. 
Sus pasiones son violentisimas y se hizo uno de los mas exa- 
jerados opositores; en ese carácter contrajo con Correa Mo- 
rales, agente de Rosas, la amistad que hemos indicado en otra 
parte (nota 100.) 

Estuvo en todas las confidencias de los revolucionarios do 
1832 hasta el último momento; efa su espada una de las pri- 
meras que debían desembarnarse contra el Gobierno Consti- 
tucional; pero al trabarse la lucha comprendió que sus amigos 
se perdian y la volvió contra ellos, sorprendiendo asi á todos 
ios partidos. — De ahi nace la enemistad que existió desde en- 
tonces entre Lavallcja y Oribe, y de que necesitaremos hablar 
mas adelante. 

Si estos sucesos no fueran tan conocidos, los probaríamos 
de un modo irrecusable. 

(139) D. Manuel Oribe era simple Cofonel ,al presentar- 
ai General Rivera para defender las instituciones. 

La adminifctracion del General Rivera le ficordó por de- 
cretó de 14 de Agosto de 1832 el empleo de Coronel mayor 
de los Ejércitos de la República. 

Por decreto de 18 de Setiembre del mismo año el de Ge- 
fe del E. M. G. y Comandante General de Armas dt este De- 
partamento. 

Por decreto de 9 de Octubre de 1 833, el de Ministro de 
Eatado en el Departamento de Guerra y Marina. 

Por decreto de 26 de Febrero d¿ 1835 el -de Brigadier 
General. 

(140) Este es un hecho que no puede negar don Manuel 
Oribe, pero no intentamos disminuir con él, ni en un ápice, la 
legalidad de su elección: ella fué incuestionablemente legal, 
como hija de influencias legitimas , que no se separaron del 
terreno de la Constitución. r 



( CXXXI ) \ 

Pero D. Manuel Oribe se verá forzado á convenir co» 
nosotros, en la necesidad de dar á Rosas una solemne y for- 
mal desmentida. Rosas le ha negado, oficialmertte, al partido 
politíco representado porel general* Rivera, desde su origen 
hasta nuestros dias, toda clase de poder naGÍonal,de influencia 
legitima: ha asegurado formalmente, que ese partido no haré- 
piesentado jamas la q/7mion nacional, que ésta opinión lo ha 
rechazado constantemente. Si Rosas dijera verdad en esto, 
la elección de D, Manuel Oribe seria tan ilea;itima como (si- 
partido que la hizo; y este Sr. no habría sido Presidente Le 
gal de la República, ni un solo dia: su titulo estaba viciado 
originariamente. 

Si porel contrario, don Manuel Oribe se decide á des- 
mentirá Rosas, pani^ pod^^ mantener siquiera la legitimidad 
de su elección, nos permitirá que tomemos nota de este beeho^ 
confesado por él, para deducir simplemente las siguientes ^n- 
secuencias: 1.** que hasta Marzo de 1835, cuando menos, el 
partido politico del general Rivera ha representado \§. opinión 
nacional. 2. ^ que la política de la primera Presidencia 
Constitucional, esa política que ha llamado Rosas, y ahora 
Oribe por s¡mpatia,/i¿ww¿a y contfctria á los intereses y á la 
voluntad nacional, tenia en su apoyo la opinión publica, y era 
sostenida libremente por el voto y la convenieacia de la ma- 
yoría de la nación; si lo contrario fuera, la Nación no la habría 
sancionado solemnemente, continuando su confianza al partido 
que la representada en las nuevas elecciones, (que debieron ser 
completamente libres, si se admite la legitimidad de sus resul- 
tados,) y en aquel caso D. Manuel Oribe, no habría subido^ 
de cierto, á la Presidencia. 3. =^ Era de todo punto natural 
y seguro, que si el nuevo Presidente, hechura de esa confianza^ 
contrariaba desde luego, y abiertamente, Iii política que la 
había merecido, iba a enagenarsela y si provocaba una lucha 
irracional, si levantaba el brazo para exterminarla, á po- 
nerse inmediatamente en guerra con la mayoría de la Na- 
ción, iba á encontrar una resistencia nacional, k luchar con la 
mayoría que triunfó en las elecciones, que lo había levantado 
legítimamente á la Presidencia. 4. ^ Que Rosas ha agredi- 
do cruelmente la fama y el honor da nuestro pais, que ha en- 
gañado al mundo, que le ha mentido en su nombre, y oficial- 
mente, con siniestra intención, declarando anti-nadonal la po- 
lítica de la primera Presidencia; ominosa é ilegitima la in- 
fluencia que la sostuvo; obra del crimen y de la coacción^ las 
mas altas manifestaciones de la opinión nacional. 

A estas consecuencias solo agregaremos, como prueba 
del hecho que nos ha conducido á ellas, la lista nominal de los^ 
Senadores y Representantes que, reunidos en Asamblea, eli- 



I ( CXXXII ) 

gieron á D, Manuel Oribe, por votación canónica. Presidente 
de la República el 1. ® de Mnrzo de 1835. 

Senadores. D. Julián Alvarez, D. Miguel Barreiro, D. 
Francisco Llambi, ü. Lorenzo Justiniano Pérez, ü. Javier G. 
de Zuñiga. 

Representantes. '•-'Il), Jo^(piin Suarez, D. Vicente Saenz, 
D. Antonino D. Costa, D. José Ellauri , D. Felipe Gabriel 
Piedracueva, D. Basilio A. Pinilla, D. Simón de la Torre, D. 
Victor Barrios D. Manuel Lagos, D. Juan P. Ramírez, D, 
Juan Susbiela, D.Benito Chain, D. Pedro Antonio de la Ser- 
na, D. Francisco Antonino Vidal, D. Joaquín Sagra y Períz, 
D. Ramón Artagaveitia. D. Juan M. Pérez, D. Manuel Basi-^ 
Ho Bustaman^te, D. Alejandro Chucarro, D. Francisco G. Cor- 
tina, D. José Vidal, D. Pedra Campos, D. Ramón Márquez, 
D. Roque Graseras, D. Gregorio Vega, D. Matías Barrios, D. 
Frateísco Haedo, D. Ramón Masíni, D. Vicente Vázquez. 

Varios de estos señores han muerto. — Algunos transfugas 
se encuentran hoy al lado de la nueva bandera de D. Manuel 
Oribe, pero la n^ayoriade estos electores, fiel á los principios 
politices que ha profesado, se encuentra aun en estos momen- 
tos, sosteniéndolos, y con eiTbs la independencia de la Repú- 
blica en la lucha actual. D. Manuel Onbe afecta desconocer 
á los que representando legítimamente á la nación lo eleva- 
ron á la Presidencia, y haciendo uso de lo que ha aprendido 
en Buenos Aires, les llama inmundos salvajes unitarios! 

(141) Como Rosas parece que no es enteramente de 
nuestra opinión en este punto, transcribimos las siguientes li« 
neas, escritas por (^.Antonio Díaz que espresó en aquella 
ocasión el sentimiento publico. Dice asi:— " Las Poten- 
** ciadN^ignatarias de la Convención Preliminar de Paz, se 
** impusieron por el articulo 10 el deber de proteger nuestra 
" infancia politica,y se arrogaron con este motivo el derecho 
" de intervenir y mesclarse en nuestros negocios domésticos^ 
" por el termino de cinco años contados desde la jura de la 
•* Constitución. Este termino acaba el 18 del presente mes de 
•* Julio, y quedamos libres^ de esa proteccian generosa, pera 
•* depresiva que nuestros autores quisieron concedernos. — 
** Ella en nada afectaba nuestra indepejide.ncia; sin embargo, 
** la protección que se ofrece, ó se recibe, por desinteresada 
*• que sea, humilla al protegido. No hemos reclamado esa pro- 
" teccion, apesar de habernos encontrado en el caso pre- 
" visto. Nos hemos bastado á nosotros mismos, hemos sabi- 
" do constituirnos de un modo acomodado 4 nuestros intere- 
•* sesy necesidades, combatir la anarquía y conservar las ins- 



( CXXXIII ) % 



*- tituciones; y al ver fenecido el termino de esa protección, 
'^ recordaremos con orgullo que nos ha sido innecesaria. " 
(Num. 1,750 del Universal de 16 de Julio—1836.) 

(142) La prueba de hechos de esta naturaleza es poco 
menos que imposible, y es necesario referirse á la notoriedad 
de los hechos. 

Pero, por una rarísima casualidad, está en nuestro poder 
autógrafa la contestación que dio D. Gervacio Rosas á una 
de las personas encardadas de esas diligencias. Tomamos de 
esta carta, con la debida autorización, los siguientes periodos: 

"La estimada carta de V. de 7 del pi*esente ha llegarlo a 
'* mi poder; V espresa en ella desea (para satisfacer á un 
" am^o) investigar la disposición de este Gobierno etc. 

^^ í)iré pues que sin duda el sucesor del Sr. Maza será 
" instruido de los buenos deseos, qi4e animan al Sr. Oribe, 
" asi me lo han prometido, agregando, que por pai*te de nues- 
" tro Estado se na cuidado conservar siempre las relaciones 
*' de amistad y buena armonia, apesar de las heridas ofensivas 
" con que se ha ultrajado el honor Argentino. — Todo esto 
•* nada vale si quieren entenderse, pero hoy que se espera de 
'^ de un /lia á otro un cambio politico, nada puede hacerse, 
" lo hará el nuevo gobernante, y estoy autorizado para creer 
" que este negocio terminaráfelizmente. " 

Esta carta está fechada, en Buenos Aires á 10 de Marzo 
de 1835;™y esta fecha debe llamar la atención. — En los mis- 
mos dias en que se daban estos pasos cerca de Rosas, y en que 
sus hermanos estaban autorizados para anunciar la marcha 
futura del pais, son los mismos en que Rosas representaba 
la farsa de despojarse de todos sus titules y rechazaba con de- 
cisión, que llamaba irrevocable, toda participación en el Go- 
bierno de su pais. — La ley que eligió á Rosas Gobernador con 
la suma del poder público, es de 7 de Abril siguiente. 

(143) Registro Nacional, tomo 9, número ^4, páginas 
242 y 244. 

(144) D. Manuel Oribe participaba entonces de la satis- 
facción con que recibió la administración del . General Rive- 
ra la iniciativa de S. M. B.; y espresando este sentimiento fir- 
mó los renglones que van leerse — 

*^ El Gobierno ha tenido la satisfacción particular de ver- 
*' se invitado á celebrar un tratado de paz, de comercio y na- 
" vegacion ; en que actuando de una parte el gabinete de S. 
" M. B., es fácil conocer si es en concepto de que el Estado 
" Oriental del Uruguay puede ser todavía un pais mediatizado 

19 



( CXXXIV ) 

*^ en la opinión de las Potencias que tienen el mejor orden pa- 
'' ra juzgar de su actual categoría/' (Mensage de 15 de Fe- 
brero de 1835.— ^Está firmado por los Sres, D. Carlos Anaya, 
José María Reyes y Manuel. Orí be — Nüm. 1634 del Univer- 
sal.) 

(145) Véase nuestro capitulo 3. ® 

(146) Nota del Ministro Arana fecha 14 de Diciembre 
de 1836. — Núm. i,883del Universal de 22 del mismo. 

(147) Nos referimos, con plena seguridad, á la colección 
del Moderador que se compone de 35 números y un suple- 
mento; 

En cuanto al Nacional hac^ttios igual referencia, agre- 
gáiklo las siguientes líneas que el mismo publicó al atjrír su 
impugnación al Acuerdo de 24 de Diciembre. 

^\ Conducidos por un sentimiento de benevolencia hacia 
'* la República Argentina, habíamos hecho estudio de alejar 
*' espresamente de nuestros discursos toda cuestión relativa á 
'* los actos y á la política, aun internacional, del Gobierno de 
** Buenos Ayres, cuyos principios no podían estar en armonía 
^ con los nuestros ; conducidos^ decimos, por nuestra bene- 
" volencia, porque ninguna otra consideración nos hubiera 
** detenido, sino el presentimiento de que nuestros escritos 
" lejos de beneficiar, perjudicarían á los Argentinos por cuya 
•* suerte no podemos i^dejar de sentir el ínteres mas positivo : 
" por consecuencia de aquel sistema es el Nacional tal vez el 
'< solo de nuestros períódicos á quien en nada tocan las conmi- 
*' naciones y con quien mas se conforma el objeto presumible 
** del acuerdo del Gobierno de 24 del presente : nada tendria- 
*' mos que alterar en nuestra marcha, sí hubiésemos de re- 
" ferirnos á los deseos que suponemos en la autoridad, de que 
** se guarde un profundo silencio respecto de la administra- 
" cion de fiuenos Aires. '* — (Número 222 del Nacional de 30 
de Diciembre de 1835.) 

(14S) Articulo. l41 de la Constitución de la República. 

(149) Artículo 148 de la Constitución. 

(150) Artículo 152 de la Constitución. 

(151) Articulo 149 de la Constitución. 

(152) Artículo 147 déla Constitución. 

(153) Artículo 136 de la Constitución. 



( CXXXV ) 

(154) La historia de este suceso se encuantra en el su- 
plemento al número 35 del Moder<zdor. Este documento fue 
reproducido por el Nacional en sus números 228 y 229 de 8 y 
de 9 de Enero de 1836, 

(155) El Independiente y el Nacional. 

• 

(156) Esta apariencia de invasión alarmó seriamente á 
Orjbe, y tanto qae la hizo objeto de una reclamación oñcial, 
que se publicó en el mismo número del Universal en que se 
encuentra la del Gobierno de Buenos Aires contra la libertad 
de Imprenta.rr-Véa8e el número 1883 de ese periódico de 22 
de Diciembre de 1835. 

(157) Rosas ha acusado al General Rivera de que pro- 
movió la insurrección del Rio Grande: algunos hombres pú- 
blicos del Brasil, olvidados de la historiado su mismo país, 
han prestado oido y han repetido, indiscretamente, esta ca- 
lumniosa inculpación. 

Es difícil que nadie, que no haya sido, como los que vivi- 
mos en estos paises, victima del sistema de decepción de Ro- 
sas, pueda comprender toda la perfidia, la hipocresia, la in- 
moralidad, que él encierra; la frente inmoble, serena, tranqui- 
la, con que ese hombre cambia y prostituye, en voz alta y 
reposada, á la luz del dia, en presencia de todos, la verdad de 
• los hechos, la verdad de los principios, sin acobardarse jamas, 
es una cosa que, ji veces, desconcierta á muchos de nosotros 
mismos. 

Indicaremos la posición relativa de Rosas y del General 
Rivera al pronunciarse la insurrección del Rio Grande en 
1835. 

La que estalló en nuestro pais en 1832 contra la autori- 
dad Constitucional del General Rivera, batida en nuestro 
territorio encontró amparo y protección decidida,— en Bue- 
nos Ayres en D. Juan Manuel Rosas, como lo hemos demos- 
trado, y en Rio Grande en el coronel Rentos Gonsalves da 
Silva, a la sazón Comandante de la Fronterajdel Yaguaron, y 
en otras autoridades locales ligadas intimamente á aquel gefe 
que lo fué de la insurrección contra el Imperio en 1835. 

Las órdenes que el gabinete imperial expedía para que 
cesase aquella protección contraria álos compromisos del Im- 
perio, y á sus mas estrictos deberes, no^ran ejecutadas. — Solo 
en 1833 el Presidente Galvao, recientemente Ministro de S. 
M. — y en 1834 el mariscal Barreto mostraron voluntad deci- 
dida de ejecutar aquellas órdenes, para lo cual necesitaron re- 
^nover de su puesto al coronel Bentos Gonzalves, al coronel 



( CXXXVI ) 

Bentos Manuel y á otros gefes que lo fueron posteriormente 
de la insurrección : — tales eran los vínculos que los ligaban á 
los enemigos del General Rivera. — Estos hechos constan de 
los' documentos de la época, y fueron, como es sabido, materia 
de muchas y graves discusiones y actos internacionales. 

El gobierno de este General, era para ellos un enemigo 
común, y mucho deben lamentarse estos países de que el Go- 
bierno Imperial no se apercibiese, como debió, de las conse- 
cuencias naturales de estos hechos : — de las consecuencias que 
debía producir la alianza virtual, que con motivo de aquella 
enemistad, se establecía y consolidaba por un comercio íntimo 
y clandestino entre Rosas, los anarquistas orientales y los sub- 
ditos del imperio, que se arrojaban á contrariar descarada- 
nuente la política proclamada por el gobierno de S. M . — Ya 
e.n aquellos tiempos se hablaba y se escribía aquí y en los pe- 
r ódicos del Brasil, sobre la desmembración del Rio Grande de 
la comunión Brasilera ; ^ aun entonces se publicó la existencia 
de un plan convinado con Rosas y Lavalleja para desligar 
aquella Provincia y hacer una Confederación que abrazaba 
también al Paraguay.— Se daba entonces como uno de los mas 
activos colaboladores de este plan al conocidísimo Padre Cal- 
das. — Pueden verse algunas indicaciones sobre esto en el Í7m- 
verscd núm. 1474 de 29 de Julio de 1834. 

Lejos, pues, de que el General Rivera simpatizase ni aun 
fuera indiferente al movimiento que se preparaba, le era, por 
el contrario, abiertamente hostil. 

Así es que este G^eneral en precaución de las eventuali- 
dades de¡la prevista insurrección, se empeñó fuertemente en 
que el Gk)bierno celebrase algún acuerdo con las autoridades 
legales del Brasil para garantirse reciprocamente contra las 
tentativas anárquicas de las minorías facciosas y aventureras. 
Eran tan urgentes sus representaciones en este sentido que 
Oribe, que no se encontraba todavía en aptitud de romper 
abiertamente con él, hubo de autorizarle por medio de una 
carta de su ministro Llambi para tener una conferencia con el 
Mariscal Barreto y asegurarle que, en el desgraciado caso de 
algún movimiento anárquico contra las autoridades legales del 
Imperio, ternaria todas las providencias necesarias no solo para 
impedir que pudiera ser auxiliado aquel movimiento por habitan- 
tes del Estado, sino también para prevenir toda nueva agresión 
de parte de los que se refugiasen al territorio, Pero Oribe que 
no eiitraba de biiena fé en esa política, y que conocía hasta 
ique punto deseaba el General Rivera empeñarse en la conser- 
vación de la paz del Imperio, repetía:—" pero el Gobierno re- 
** encarga mucho á V.S. que esta conferencia sea limitada á 
" simples esplicactones sin comprometer la dignidad del CrOr 



( CXXXVII ) 

" biemo ni comprometerse personalmente V, S, contrayendo 
" obligaciones sobre ninguno de los objetos de esta conferencia, 
" y en el caso que se exigiera á V. S, un compromiso formal 
*^ debe escusarse con la' dignidad nacional que no permite al 
" Gobierno tratar sino con el Gefe Supremo del Imperio y que 
^^ no es este el modo reconocido entre las naciones de celebrar 
" pacto alguno. " 

Tenemos en nuestro poder este documento de puño y le- 
tra del Ministro Llambi; y respecto alas miras del General 
'Rivera que manifestamos, y á Ja severa verdad de los hechos 
que hemos relatado, apelamos á los documentos públicos coe- 
táneos y á los recuerdos del Sr. Mariscal Barreto y de todos 
los Brasileros que intervinieron en esos negocios. 

La insurrección estalló al fin, y, como era de esperarse, los 
mas ardientes enemigos del General Rivera que aun se halla- 
ban emigrados, se presentaron en armas incorporados á las fi- 
las de la revolución^! — Sangre suya fi^ la primera que corrió 
contra el Imperio en la Provincia derRio Grande. — La noti- 
cia de este suceso está in'serta en el número 1817 del Univer- 
sal de 6 de Otubre de 1835. Esa insurrección vino á ser un 
nuevo tópico de divergencia entre el Presidente Oribe, coloca- 
do ya bajo la influencia de Rosas, y el General Rivera. 

El General Rivera como Comandante General de Cam- 
paña habia obedecido siempre las ordenes del gobierno de 
Oribe, según vá á verse confesado por ese mismo gobierno; — 
pero Oribe no podia confiarle su secreto ni prometerse su coo- 
peración á una politica desleal y que envolvia la ruina de la 
politica que representaba el general y sus aiAigos. 

Asi sucedió que apenas recibió la noticia de la revolución 
se trasladó á la frontera con el Ministro Llambi, declarando pa- 
ra hacer mas soportable este agravio al General Riverñ,que iba 
ü ponerse de acuerdo con él sobre las añedidas necesarias para 
preservar el pais y mxintener su neutralidad. 

Oribe y Rivera se vieron en el Cerro Largo, y parecian 
sus alojamientos dos campos rivales: alli estaban materializa- 
das, digamos asi, lafi simpatias y los principios de que eran 
representantes.— -Al lado de Rivera estaban Silva Tavares, 
Calderón y otros legalistas; con Oribe, Ismael Soarez y varios 
otros revolucionarios. 

Las conferencias fueron detenidas: Rivera sostuvo con 
respetuosa energia, la conveniencia de no favorecer una in- 
surrección injustificable, gemela de la que acababa de despe- 
dazamos, ligada con ella y ramificada en Buenos Aires cuyo 
Gobierno intentaba influir en nuestros negocios por medio de 
los anarquistas que protejia* El General Rivera tocaba rec- 
tamente la cuestión; Oribe la eludia unas veces, otras hablaba 



( CXXXVIII ) 

con calor de las simpatías naturales por una revolución repu* 

blicana todo advenimiento era imposible entre esos 

dos gefes: —entonces el General Rivera cerró solemnemente 
la conferencia, declarando que, en su opinión, el Gobierno 
sacrificaba los principios del orden legal y equivocaba los 
intereses del país, pero que él llenaria su puesto obedecién- 
dole como debia. 

Al otro díase separaron, y Oribe se trasladó á la villa de 
8. Servando, que está colocada en la margen del Yaguaron 
frente á villa brasilera del C^rrto situada en la margen opa- 
esta^comoá una legua de distancia. 

Bentos Gonzalvez mudó en esos dias su Ciiartel General á 
la villa del Cerrito, y Oribe envió á felicitarlo inmediatamen^ 
te. Esto sucedió al entrar Noviembre de 1835, el mismo dia 
en que Bentos Gonzalvez hizo su entrada ea aquella villa. Me- 
diaron espücaciones directas, entre ios dos gefes, y todo esta- 
ba concluido. NuestroJGrobierno quedó decididamente en 
los intereses de la revotcrcion. 

Entre el viage del Presidente Oribe á la frontera y su 
arribo á elJa, Uegó á esta capital una nota de Bentos Gonzal- 
vez, que un suceso posterior de la guerra puso en nuestras 
manos original, y la copiamos á continuación porque ella con- 
firma todo lo que hemos dicho respecto á la posición relativa 
del General Rivera. 

Dice asi: — 

Com dactade quinze do corréate me derigí á Vossa Ex- 
cellencta, communicándolhe os acontecimentos da capital, é 
demais pontos d<?8ta Provincia, desde o dia vinte do próximo 
passado mez, athé á quella dacta, á fin d' afastar de Vossa Ex- 
celencia qualquer receio, oa alarme que podesse ter'occaziona- 
do ó repentino, é geral armamento dos Rio Gi^andenses, e pelo 
manifestó, e mais documentos relativos, que na mesma occa- 
ziaó Ihe reraettí, debería Vossa ExceUencia ficar informado de 
que osifilhos do Hio Grande enpunhando as armas nao se pro- . 
poseraó a otro fim do queisalvar. a Patria do abismo de inales 
em que ee precepitaba pela inepta, e ant«-nascional admenis- 
ti-agaó do Senhor Doutor Antonio Rodríguez Fernandez Bra- 
ga; assim como dasrasoés que me abrigáraó a por-me á fren- 
te de meus concidadaós. Tenho agora .agrata saptisfa^ao d' 
annunciar á Vossa Excellencia a total dispersaó dos facciosos, 
na Cidade de Pelotas, Rio Grande, e Villa de Sao José do 
Norte obtida polas forjas de mea mando, logrando escapa^r- 
se para esse Estado o traidor, ¿e sanguinario Silva Tavares, 
com oito dos mas compromettidos, resultando disso á completa 
pacificagao desta Provincia, sob o Gobernó do Excellentissi- 
mo Senhor Doutor Marciano Pereira Ribeiro, o quál foi 



( CXXXÍX ) 

formalmente reconhecido no dia vinte ¡ hum do corren* 
te pelas Cámaras Municipáes de ditas cidádes, e v'u 
lia, únicos pontos que ocupava á facgaó sustentadora 
do Govemo intruso do Doutor Braga , cuya aucthoridá- 
de caducou de facto, e de direito no dia vinte ihum dopassa- 
do mez, dia em que a Cámara da Capital deu poce conforme 
a Ley ao actual Vice Presidente ; áccrescentarei mais que 
no dia vinte i trez do corrente, ó Doutor Braga que de alguns 
dias se achava a bordo d' huma das embarcaciones surtas na 
barra, dio á vella com direcgó ao Norte, completando com 
a sua fuga á tranquilidade da Provincia. Constame agora que 
ó referido Silva Tavares depois d' emigrado 'para esse Estado, 
a presentou-se no dia dezanove, ou vinte ao Senhor Coronel 
Servando Gomez^ commandarite da Fronte) ra Jaguaraó, e que 
logo depuis repassou para cá com alguns homens de seu sé- 
quito, alardiando que em breve teria forgas dessa parte para 
invadirnos, e hostilizar-nos : fosse como fosse : estas amear^as, 
as correspondencias, e nestas circunstancias suspeitozas do 
Marechal Barreto, com o Senhor Fructuoso Rivera, e os 
movimentos que se tem observado de grupos armados 
por esse lado, tem chañado á attengaó dos habitantes des* 
tá 'Fronteira aos quáés me tenho derijido, assigurando-les 
a ninhuma intervengáó directa , ou indirecta dasi Autho- 
ridádes dá República Oriental na presente questaó i que 
ao mesmo tempo ja tinha mandado forjas para ése ponto 
afin de po-los a coberto de cualquer tentativa dos anai*chistas: 
como porem o senhor commandante da fronteira lemitrophe 
nao deixa regressar, os brasileiros que residentes na nossa 
linha tomárao parte nos movimentos de vinte de Septembro, 
i virao-se no principio o brigados a procurar sigu ranga nesse 
Estado para salvarem-se da sanha do immoral Silva Tabares, 
en cuanto que permitte aos nossos innemigos, fácil transito 
para a nossa fronteira, o que indica huma particular protec- 
§ao contraria ao espirito de neutralidade de que deve estar 
possuido; le oíBciei nestadacta reclamando en nome do Gober- 
nó a que tenho a honra de pertencer ó regresso delles, espei*o 
de vossa Exelencia que tomando em consideraQaó a justiga . 
de minha reclamagao, dé positivas ordens a este respeito Os 
movimentos observados^ sendo por forzas desse Estado como 
eu suponho, nao mé admiraó, pois que nao kne hé descon'- 
hecido que toda a vez que hum Estado se acha em crisés, i 
commogao, os Estados visinhos langao sobre elles suas vistas 
inquietas, e tomao medidas de precaugaó athé que volte a ta 
mar andamento regular, i pacifico: a vista disso confío que o 
Ilustrado Groberno Oriental, huma vez certificado da pacifica- 
gao desta provincia suspenderá cualquer medida que tenha to- 



( CXL ) 

w 

• 

mado eu consequencia dos inovinientos de vinte de Septembro. 
Dezejandotranquillizar exuberantemente a vossa Excelencia 
sobre este negocio» e submenistrar-lhe todos os esclarecimen- 
tos possiveis, o portador do presente que será o cidadao José 
Carlos Pinto, pessoa de minha conñanga acompanhada pelo 
capitao Manoel Joaquimde Oliveira, vai po|* mim encarrega- 
do de apresentafMie a vossa Excelencia, e por elle conhecerá 
os meos vivos dezejos de conservar a melhor inteligencia é boa 
armonía com esse Groverno, consultando o bem estar de am- 
bos os Estados. 

Aproveito esta óccaziao de assigurar a profunda estima e 
particularamizade que consagro a V. £. aquem Dios guarde 
por muitos annos 

Cidadedo Rio Grande 25 de Octubre de 1835. 

lllmo. Exmo. Sr. General D. Manuel Oribe Presidente 
do Estado Oriental. 

O Corel. Bentos Glz. da Silva. 

• 

El Vice-Presidente de la República D. Carlos Anaya que 
recivio esta nota en ausencia de Oribe, tubo largas y reserva- 
das esplicaciones con su conductor José Carlos Pinto, y con- 
testó á Bentos Gonzalvez satisfacieiíoo su reclamación. La 
nota de Anaya concluye con los siguientes periodos. 

** El Sr. Mariscal Barreto tampoco ha podido procurar 
'* otra clase de protección en este Estado, que complique loa 
** principios del gobierno, pues al emigrar á los Cantones de 
'' Tacuarembó, ha encontrado terminantes órdenes comuni- 
'* cadas por el Comandante General Rivera, como encargado 
de la seguridad del territorio, y de las medidas que deben 
garantir las resoluciones del gobierno; ¿ni como podia espe- 
** rarse semejante contradicción en una república en que todo 
** está subordinado á la voz de la autoridad suprema) coloca- 
'* da al frente de los negocios públicos, dónde ni las pasiones 
" del agravio personal, ni las amistades mas estrechas, ni la 
" gratitud misma, abrigan otros sentimientos que los de la au- 
**^ toridad legal, que hace y manda ejecutar con aiTeglo á las 
" leyes ? Hablo al Sr. coronel Bentos Gonzalves en este 
" lenguage claro y franco, por si algún escrúpulo le quedare^ 
" respecto al general Rivera, que ya por propia convicccion, 
'* ya por subordinarla algefe de la República, sabe cumplir hs 
^* deberes que le prescribe su empleo en el recinto de las atríbu- 
^* dones qm le están marcadas por la ley y por el gobierno. Fi- 
'^ nalmente la permanencia de S. E. el Sr. Presidente Propie- 
**• tario de este Estado ha sido en la provincia limitrofe del 
^* Imperio del Brasil, por solos los dias precisos á sistemar los 
** principios de neutralidad de acuerdo con el Sr. Comandan- 






( CXLI ) 






te General de Campaña y en este tiempo aunque corto, el 
Sr. Coronel Bentos González no dudo habrá tenido prue- 
bas suficientemete justificadas de la conducta honorable con 
que aquel Magistrado se ha versado en rigorosa consecuencia 
con aquellos conceptos y con una política digna de su 
^^ elevación, " 

Esta nota es de fecha 14 de NoviembreTOl835 y tenemos 
en nuestro poder una copia autorizada de puño y letra del mis- 
mo Sr. D. Carlos Anaya, que no tendremos dificultad en 
exhibir. 

Esta vez, como se obáerva en los anteriores documentos, 
no creyó la administración de Oribe comprometida su dignidad 
explicándose de igual á igual con un gefe militar hasta entonces 
sin carácter definido. 

La posición relativa de nuestros partidos acerca de, los 
negocios del Brasil y la parte que sus principios y compromisos 
le señalaban en ellos, se pusieron en completa evidencia, de 
manera que no qudaba asidero á duda ni disfraz de ningún géne- 
ro, por medio de la prensa. 

Mientras que periódicos que estaban bajo la inmediata 
influencia de la facción en que se apoyaba Oribe, exhalaban ar- 
diente entusiasmo por la revolución del Rio Grande y sostenían 
—desacordadamente á nuestro entender — el establecimiento de 
la forma republicana en el Brasil. El Naqonal que era, co- 
mo ya hemos dicho, el órgano mas caracterizajdo delj partido 
. del General Rivera, sostubo los principios conservadores y los 
intereses de orden que profesaba este partido y combatió, leal- 
mente, hasta su último número, en su defensa, aplicándolos á 
los negocios del Brasil.— Para que no quede sobre esto la mínima 
duda basta leer los artículos editoriales del Nacional de 16 de 
Octubre, 17 y 18 de Noviembre de 1835. 

(158) Se encuentra en el número 1,942 del Universal. 

(159) Sesión de la Cámara de Diputados publicada en los 
números 286 y 287 del Nacional. 

(160) Se encuentra en el núm. 1,950 del Universal. 

(161) '' '' en el núm. 1,980 de „ 

(162) La Asamblea se sometió silenciosamente, y la ley 
que había votado quedó sin ejecutarse. 

(163) Como en el solemne Mensaje presentado por el Go- 
fo ierno del General Oribe á la Asamblea General, fué acusado el 
Nacional, que redactaba el autor de estos Apuntes, de haber 
contribuido a fomentar la anarquía, pedimos licencia para 

20 



( CXLII ) 

• 

consignar aquí^ en presencia de los contemporáneos que pueden 
desmentirnos^ que no entramos, ni indirectamente, en ningún 
plan que tubiera por medio Íjn movimiento militar;— que no tu- 
bimos ni ocasión de sospechar que en tal medio se pensase;— 
que solo adquirimos conocimiento del movimiento después de 
EJECUTADO— y que entonces le desaprobamos— mas— le condenat- 
mos, privada y ^blicamente. De esto dan acabado testimonia 
los artículos que escribinu)s en ese mismo Nacional, bajo nues- 
tro propio nombre, los dias 16 y 20 de Julio de 1836^ 

Debemos agregar,— por que es verdad, y tal vez verdad 
provechosa,— que losSres. D. Santiago Vázquez y D. Lucas Jo- 
sé Obes, á quienes fuimos á pedir razón de lo que pasaba el, dia 
mismo en que cupimos del movimiento, nos manifestaron que 
solo habían sido instruidos 2A horas antes por el Coronel Osorio 
y que reprobaban, decididamente, lo que se había hecho: — 
Oribe, me dijeron, ha conseguido su objeto; lo ha precipitado 
X Rivera. — ^Y el D/ Obes nos repetía, casi diariamente, en la 
tierra del destierro,- de la que no salieron mas que sus despo- 
jos mortales,—" Oribe ha hecho hacer una revoluqon y esta 
REvoLuaoN pierde al país. Ya no espere V. tan joven como és, 

MAS QUE anarquía, DESPOTISMO, . , .QUIZA, LA DOMINACIÓN ARJEN- 

TINA— Estas eran sus palabras, bien lo sabe Dios ! 

Oribe que quería aniquilar un partido, cerró el oído á la 
verdad: elijió sus víctimas á pretesto de la revolución y las víc- 
timas, huyendo el sacrificio, aceptaron el combate en el únicOf^ 
terreno que les quedaba: — el terreno de la resistencia armada " 

(164) Se encuentra en el mira. 2,059 del Universal. 

(165) ^^ ^^ en el núm. citado en la anterior. 

(166) ^' « en el núm. 2,061 del mismo. 

(167) '' '' en el núm. 2,083 del mismo- 

(168) ^^ *^ en el núm. citado en la anterior. 

(169) *^ '' en el núm. 2,069 del mismo. 

(17Ój La Imprenta en que se publicaba el Nacional fué 
secuestrada cuando acabábamos de publicar los artículos que 
hemos recordado en la nota núm. 163. Nosotros fuimos presos 
y desterrados al Brasil. 

(171) No queremos dejar de poner aquí una de las. muchas 
pruebas con que podríamos confundir á los escritores de Rosas. 

Hemos dicho que los Gefes Arjentinos no tomaron parte 
en nuestra guerra civil y se mantubieron en una perfecta neutra- 
lidad—Esta posición conservaron en Montevideo los señores 
Brigadier General D. Martin Rodríguez, General D. Gregorio 
Araos de La-Madrid, General D. Tomás Iriarte, General D.Fe- 



( CXLIII ) 

Tiz deOlazabal y muchos otros. -En Mercedes, ios señores Co- 
roneles D. José Olabarria, D. Isidoro Suarez, D. Aniceto Vega 
yotros.— En Paysandú, el señor Coronel D. Pedro José Diaz, 
hoy prisionero de Rosas— En la Colonia, el señor General D. 
Ignacio Alvarez de Tomás, á quién Oribe desterró al Janeiro 
por instigación de Rosas. —Los otros Gefes que hemos nombra- 
do permanecieron en el pais y en la posición que hemos señala- 
do hasta después del término de la Presidencia de Oribe. 

Los pocos que tomaron parte en la guerra civil hemos afir- 
mado que lo hicieron en uno ú otro partido. 

Eí General Lavalle y algunos otros estaban al lado del Ge- 
neral Rivera:— en el partido opuesto se enrrolaronel Brigadier 
General D. Miguel Estanislao Soler que fué entonces Gefe del 
E. M. G. de Oribe y Gefe de las Armas en Montevideo; el señor 
Coronel D. Indalecio Chenaut, hoy Gefe del E. M. del Ejército 
Libertador Correntino y otros. 

(172) El parte oficial de D. Vicente Nubel, Gefe de Oribe, 
que confirma ese hecho, se encuentra en el núm. 2,082 del 

tü mVERSAL. 

(173) El detall del suceso, según el vencedor, se registra 
en el núm. 2,104 del Universal. 

(174) La división que vendió Raña se componía de 600 
soldados de caballería, 150 infantes y una pieza de artillería, 
Vide núm. 2,119 del Universal, 

(175) Gaceta de Buenos Ayres de 2 de Enero de 1837. 

(176) Se encuentra en el núm. 2,302 del Universal. 

(177) " '^ en el núm. citado en la anterior. 

(178) '' " en los núms. 2,358 y 2359 del mismo. 

(179) '' '' en el núm. 2,363 del mismo. 

(180) El escrito era una refutación de varias aserciones 
favorables al sistema de Rosas que contenía un libro Publicado 
en Buenos Ayres, y el periódico llevaba por título ^^ Otro Dia- 
rio " — El autor de estos Apuntes lo era de ambas publicaciones, 
y la Imprenta en que las hacía fué secuestrada, segunda vez, por 
orden del Gobierno. 

(181) Se encuentra en el núm. 2,418 del Universal. 

(182) El parte de Oribe se encuentra en el núm 2,428 del 
mismo. 

(183) Se encuentra en el núm. 2,431 del mismo. 

(184) " " en el núm. citado en la anterior. 

(185) El parte detallado de Oribe en el núm. 2,457 del 
Universal. 

(186) La noticia del suceso en el núm. 2,454 del mismo. 



( CXLIV ) 

(187) Se encuentra en el núm. 2,472 del mismo. 

(188) '' *" en el núm. 2,477 del mismo. 

(189) '' '' en el núm. 2,479 del mismo. 

(190) Esto de PRIMERA invasión muestra con cuanta pre- 
caución deben leerse siempre los documentos de Rosas.— Gomo 
se ha visto del simple relato de los sucesos, lo que se llama 
PRIMERA INVASIÓN, cs uua rcvoluciou Verificada dentro del eais. 

(191) Gaceta de Buenos Ayres de 2 de Enero de 1838. 

(192) El General Lavalleja no obtuvo, hasta los últimos 
conflictos, mando alguno importante. Oribe lo tenía según sus 
propias palabras, haciendo oficio de sargento de partida. 

(193) Se encuentra en el núm. 2,498 del Universal. . 

(194) '' '' en el núm. 2,630 del mismo. 

(195) ^' '' en el núm. 2,631 del mismo. 

(196) "Post-data por un Argentino á la carta de un Caba- 
llero Ingles dirijida al muy honorable Conde de Aberdeen."— 
Nacional de 23, 24 y 25 de Julio de 1844. 

(197) Se encuentra en el núm, 2,632 del Universal. 

(198) '' " en el núm. 2,688 del mismo. 

(J99) Todo cuanto acabamos de decir se encontrará jus- 
tificado por las siguientes cartas que conservamos originales. 

" Sr. D. José María Palacios.— Montevideo Julio 9 de 1838. 
-Mi apreciado amigo. —La Asamblea se ha reunido y ha preve- 
nido al Gobierno que nombre una Comisión para arreglar con 
Rivera, el modo que cese la guerra. Pasado mañana saldrá una 
Comisión, y del resultado se le avisará á Vd. Es necesarirf'^ues 
en consecuencia dt; esto, que V. sostenga ese punto y esté en 
cuanto le prevenga el Ministerio en su nota. Sin mas se repite 
deV. su amigo. — Manuel Oribe." 

'' Sr. D. José María Palacios. — Montevideo Julio 9 de 1838. 
— Estimado amigo: — Tengo á la vista su aprcciable de 8 del 
corriente, y en mérito de lo que en ella me manifiesta debo 
decirle, que la situación del pais es la que V. debe conocer por 
la nota oficial que le acompaño para que Vd. haga uso de ell» 
como corresponde; por separado solo diré que sea cual sea la si- 
tuación azarosa en que nos encontramos, la autoridad legal no 
puede ni debe descender sino de un modo digno y decoroso; 
el Gobierno así lo hará. 

^^ Creo que Medina no se negará á la suspensión que se le 
propone, pero si así no fuese y no quisiese esperar á la transa- 
cion que se inicia, debe V. defenderse dignamente, y por último 



( CXLV ) 

obrar según las instrucciones que ya tiene: nada de dejarles ele- 
mentos de guerra en un caso de adversidad, todo reembarcarlo 
é inutilizar los cañones; si por el contrario se acomodasen y hu- 
biese una convención de paz, se cumplirá en todas sus partes 
por nosotros. 

^^ Remito á V. dos mil cartuchos de fusil á bada. 

*^ A Donati le recomiendo Ja seguridad del buque. 

^^De V. aífmo. amigo Q. B. S. M. — Pedro Lenguas." 



^^ Montevideo Julio 22 de 1838.— Querido Garzón:— Es- 
tamos con Fortunato Silva y con 400 hombres al frente, pero 
no pasan de dia del Cerrito, y de noche se retiran hasta Toledo. 

*^ Hoy no han parecido á la vista, pero esta tarde se hará 
sentir alguna partida. 

^^ Turreyro, el Gefe Político de Canelones, él en persona 
los salió á recibir fuera de la población de dicho pueblo, ¿qué 
tal? 

^* En otra ya le avisaba á V. de lo'ocurrido en la Colonia, 
pero todos han salido y solo han dejado la Policía en el pueblo. 

*^ Por hoy esperamos la Rosa y veremos que nos trae. 

^^ De la 'Comisión, sabemos se hallaba hace cuatro dias en 
el Durazno, y dicen que Rivera les había avisado que lo espera- 
sen para venir con él hasta Canelones. — Su amigo. — Francisco 
La-Sala. " 

'' Sr. D. Pedro José Sierra.— Sandú Julio 24 de 1838.— " 
Estimado mió: — ^Por Berdun supe que V. ha llegado de afue- 
ra. Aquí estamos sitiados lo mismo ó peor que los Godos, á 
Rivera lo tenemos al frente con 800 hombres, pero no lo mue- 
ve ni el carro de la basura; el pueblo está en continua alarma; 
mas de las dos terceras partes de las casas están destruidas ó 
quemadas, y por este orden vá todo; la pobreza nos devora, los 
soldados no vén medio y la carne no es nHiy de sobra; las es- 
tancias de los partidarios del Gobierno van de capa caida, todo 
anuncia un porvenir desastroso. 

*^ Mil espresiones á la familia, y V. reciba las de su ami- 
go que lo estima. — Manuel Lavalleja." 

" Sr. D. Juan Ardíanos. —Montevideo Febrero 28 de 1838. 
—Querido amigo:— Me he alegrado mucho de recibir su carta, 
y mas todavía de saber de su buen viaje y que está gozando del 
reposo, porque nosotros suspiramos sin conseguir alcanzarlo. 
Nuestra situación se complica, á mi juicio, cada vez mas, y es 



( CXLVI ) 

toy temiendo el momento en que hemos de quedar impotentes^ 
ya póT hacer la paz, ya por hacer la guerra. 

"Nuestra política hoy nadie la entiende por que es esclusiva 
del Presidente, Todos preguntan que hay ? ¿ Que se hace ? y 
nadie sabe dar razón. Observamos sin embargo que esta má- 
quina se mueve, ya hacía á la guerra^ ya así á la paz, como si 
fuese impulsada por dos potencias igualmente poderosas pero 
opuestas; lo que resultará de tantos retrocesos y vacilaciones 
nadie puede adivinarlo, mas se puede creer que no será nada 
bueno. Tenemos á Fortunato Silva al frente con 400 ó GQO 
hombres. Ya Vd. sabrá que Palacios y Turreiros se pasaron al 
enemigo y que todo el pais (ecepto esto y Paysandú) es de él. 
Sin embargo Leonardo Olivera ha hecho en Maldonado una 
reunión, sobre el número se habla con variación. Unos dicen 
que pasan de 1,000 otros que no llegan. Saura está para llegar 
y de San José hay poca esperanza. Muñoz dicen que tiene al- 
gunos en Cerro Largo , y Velez en el departamento de So- 
riano anda errante con unos pocos. D. Juan María regresó del 
Durazno sin haber hablado á Frutos, por que éste contestó que 
marchase la Comisión hasta Paysandú, en cuyas inmediaciones 
está, y en lugar de él ha ido D. Pedro Pablo Sierra el asentista 
de la plaza de toros. Su viage ha sido emprendido directamen- 
te á Paysandú por mar y se teme que su aparición repentina en 
aquel punto aumente los conflictos, y dé la señal de la desmora- 
lización. No sabemos que pensar de todo esto, pero creemos que 
* nos perdemos,que no Ijiay elemento que baste sin que haya quien 
haga á su tiempo y pr^identemente uso oportuno de él. Quiera 
Dios qué me equivoque, pero soy tan infeliz que ni para consolar- 
me puedo pensar que me equivoco. Sobre los auxilios que nos 
ofrecen de ahí vea V. lo que le digo al General Soler, pero ten- 
ga cuidado con mis cartas, no por mí sino por los intereses de 
mi familia por que todo se escribe de allá y lo saben. He escrito 
mucho y no puedo ser mas largo, bien que tampoco hay nada 
que añadir á lo que le he dicho, sino que soy siempre su afectisí- 
mo amigo que S. M. B.— Francisco Riv aróla. " 

*^Sr. General D. Miguel Estanislado Soler. —Montevideo 
Julio 28 de 1838. — Distinguido General. —Me ha complacido 
infinito saber por su estimable del 23, de su feliz arribo á esa, y 
de los activos servicios que ha prestado V. y me manifiesta en 
obsequio de nuestra justa causa y de sus desgraciados amigos, los 
cuales luchan en vano con una porción de fatalidades cuyo con- 
curso no está hoy en sus manos, ni destruir, ni detener siquiera* 



( CXLVII ) 

'^ La siluacion en que nos hallamos esilemasiado crítica y 
apurada, para que podamos esperar, sin que seamos arrastrados 
y envueltos en sus terribles consecuencias. Ya V. ha visto los 
desastres que nos causa el primer paso equívoco de nuestro Go- 
bierno y sus vacilaciones. Perdimos los restos dispersos del 
Ejército: sufrimos otra derrota en Maldonado, hubo una vil 
traición en la Colonia, y á su ejemplo otra igual en Canelones. 

^' Estos desastres han aumentado nuestros conflictos, han 
relajado por todas partes los vínculos de la obediencia hacia el 
Gobierno, y han dejjilitado su acción á tal grado, que ya todo el 
pais (sino es esto y Paysandú) está en poder del enemigo que ha 
ganado en proporción á lo que hemos perdido. 

^^ Nuestra desmorilazion es completa, y aun que no dudo 
que en medio de este caos hay muchos hombres que se mantie- 
nen firmes y fieles á la causa Constitucional; | sin embargo, 
creo que nada podríamos hacer con una cooperación como la 
que V. me significa, lenta é incierta; sino con otra, poderosa, 
activa y eficaz. Solo una semejante podría, á mi juicio resta- 
blecernos y sacarnos del estupor en que nos han sumido tantos 
desastres. - De otro modo no haríamos otra cosa que prolongar 
nuestros males y hacerlos mas intensos. No hay que equivo- 
carse, las derrotas aquí son amagos allá, si se vacila mirar para 
nosotros. ¿ Qué haríamos nosotros con retirar nuestras co- 
municaciones y volver á la guerra sin contar con una fuerza po- 
sitiva para hacerla ? ¿ Quién nos asegura el resultado de la rcr 
cluta ? ¿Se alistarán solo algunos hombres, ó los que precise- 
mos ? Y cuando asi sea. ¿ Cuál es la organización militar de 
esta gente ? ¿ Cuál su espíritu ? ¿ O se esperará hasta formárse- 
los ? ¿Y entre tanto, como nos sostenemos ? ¿ Cómo resisti- 
mos al poder del caudillo, á sus sugestiones y á la de sus parti- 
darios que tenemos en nuestro seno ? 

^í V. querido general, sabe por esperiencia que ellos traba- 
jan asiduamente, y trabajan con el prestigio de la victoria y del 
poder. En tal estado de cosas es preciso oponer otro, pero 
real, positivo, que esté al alcance de todos, y que obre con la 
celeridad y cnerjía que demandan nuestras actuales circunstan- 
cias. Así se reanimarian los hombres, nadie vacilaría, y todos 
volverían á abrazar con ardor una causa que nos ha costado ya 
tanto. De otro modo nada haremos, sino la ruina absoluta 
nuestra, y del Pais en general. Esta es mi opinión y creo que 
la de algunos. 

^^ Si los auxilios que se nos ofrecen, no son otros que los 
que V. me indica, yo creo que son ineficaces y hasta perjudicia- 



( cxLVín ) 

les á ese pais mismo; sin embargo debo advertir á Y. que mi 
juicio se ha formado solo por los conceptos de su carta y nuestra 
situación aparente. Ignoro si las ofertas al Gobierno son de 
otra naturaleza, si así fuere, él siempre encontrará cooporado- 
res y yo tendré el honor de contarme en el número de ellos, 
como ruego á V. me cuente en el de sus amigos. 

^^Es de V. affmo. amigo Q. B. S. M. — Francisco Rt- 

VAROLA. " 

(200) Hemos registrado este grave episodio con las mismas 
palabras con que fué escrito por el D.' D. Julián Alvarez que 
tenía de él pleno conocimiento. — Uno de los asistentes nos ha 
confirmado, además, la entera exactitud del relato. 

(201) Todo lo relativo á los Agentes Franceses, es una 
reproducíon textual de lo que dijimos sobre ese punto en un 
escrito que publicamos en el Naüonal de 11 y 12 de Enero 
de 1843, bajo el título— ^^ Confederaqon de los Blancos con 
Rosas.— Naqonalismo de los Colorados en su guerra y triun- 
fo SOBRE Oribe. 

Las cartas de Oribe y Correa Morales y el borrador de Vi- 
llademoros, están oRinNALES en nuestro poder. 

(202) Se encuentra en el núm. 2,719 del Universal. 

(203) '.' '' en el núm. 2,722 del mismo. 
(204j ^^ *^ en el núm. citado en la anterior. 

(205) -' '' en el núm. 2,725 del mismo. 

(206) '' '^ en el núm. 2,731 del mismo. 



mrmr^m^ 



índice 



CAPÍTULO PRIMERO. 



PÁGINAS. 



Guerra entre la República Argentina y el Imperio del 
Brasil, sobre el dominio del territorio que hoy 
forma el Estado Oriental — Mediación de la Gran 
Bretaña. — Término de esa guerra por la Conven- 
vención Preliminar de Paz de 27 de Agosto de 
1828. — Examen de esta Convención 3 

CAPÍTULO SEGUNDO. 

Cambios interiores que se siguieron en la República 
Argentina y en el Brasil á la paz de 1828. — Na- 
turaleza é influencia de estos sucesos. — Apari- 
ción de Rosas. — Su Sistema, sus medios de ac- 
ción y de Gobierno. — Resultados y necesidades 
de este sistema 13 

CAPÍTULO TERCERO. 

Relaciones del Gobierno Oriental con el de Buenos 
Ayres desde 1829 á 1834. — Acusaciones de Ro- 
sas sobre la conducta observada cbn los emigra- 
dos Argentinos y trastornos del Entre-Rios. — 
Primera Presindencia Constitucional del General 
Rivera. — Alzamiento del General Lavalleja en 
1832. — Agresiones sistemadas de Rosas contra 
el Estado Oriental, y abierta violación por su 
parte de la Convención de Paz de 1828 51 



CAPÍTULO CUARTO. 

Influencia del General^ivera. — Elevación de D. Ma- 
nuel Oribe á la presidencia de la República en 
1835. — Término de la protección estipulada en 
1828. — Oribe desciende á Gefe de facción y pro- 
voca la guerra civil. — Gonseciones á Rosas. — 
revolución de 1886. ---Intervención de Rosas. — 
Origen de las divisas que dieron nombre á nues- 
tros partidos. — Guerra civil de 1836 á 1838. — 
Rosas invade con sus armas y su bandera el ter- 
ritorio Oriental.— Violaciones de la Gonstitucioo^ 
del Estado/y de la Convención de 1828. — ^Ven- 
cimiento de Oribe. — ^Rosas prolonga su agonía 
para arrancarle un pacto que confedere esta Re- 
pública á las Provincias Argentinas. — Oribe tra- 
ta con el General Rivera. — Convención de 22 de 
Octubre de 1838, que puso término á la guerra 
civil. — Renuncia de Oribe y su aceptación por 
el Cuerpo Legislativo. — Sometimiento del Gene- 
ral Lavalleja y completa pacificación de la Repú- 
blica 89 



NOTAS Y DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS, 



Al Capítulo 1.* 1 

Al Capítulo 2.** I 

Al Capítulo 3.^ LXXXIX 

Al Capítulo h.' CXXVIl 



i 



<: 



ERRATAS DEL TEXTO. 



PÁGINA. LÍNEA. 



DICE. 



LÉASE. 



» 



u 


24 


topía 


utopía 


« 


33 


al orden 


el orden 


19 


18 


augular 


angular 


21 


17 


sas 


sus 


27 


30 


guerarquía 


gerarquía 


35 


7 


Entonnes 


Entonces 


C( 


15 


oceptó 


aceptó 


36 


22 


Abril de 1841 


Abril de 1842 


« 


46 


toodas 


todas 


4& 


5 


soló 


soló 


57 


16 


hospitacidad 


hospitalidad 


61 


3 


produjeron 


produjo 


C( 


31 


hachó 


hecho 


67 


37 


nuez 


nuestro 


74 


24 


sintimiento 


sentimiento 


82 


17 


sin duda 


ni duda 


102 


12 


hechar 


haber 


105 


8 


enterviniese 


interviniese 


116 


17 


las 


los 


C( 


34 


se consumó 


que se consumó 


« 


» 


que hirió 


hirió 


118 


8 


el ingreso 


que por el ingreso. 


120 


1 


administracian 


admistracion 


127 


43 


pespetua 


perpetua 


128 


42 


reponerse de la lucha 


reponerse 


1&& 


27 


la renuncia 


hizo la renuncia 



K ■ 



r^ 



*^ ^fs*^<.. 



•.L^r J- 



\^ íiV