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Full text of "Americanos célebres; glorias del Nuevo mundo"

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SUCESORES  DE  N.    RAMÍREZ  Y  CA.    EDITORES 

BARCELONA 


AMERICANOS 


GLORIAS  DEL  NUEYO  MUNDO 


POR     LA 


BARONESA  DE  WILSON 


BARCELONA 


TIPOLITOGRAFÍA   DE  LOS  SUC*.  DE  N.  RAMÍREZ  Y  C.1 

Pasaje  de  Kscudillers,  número  4 

1888 


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AMERICANOS  CÉLEBRES 


TOMO    PRIMERO 


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Ef  propiedad  de  los  Editores 


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Todas  las  glorias  se  han  extinguido  como  la  terrible 
llama  del  cráter  Popocatepelt,  l  sin  dejar  otros  vestigios 
de  su  existencia  que  una  página  en  las  crónicas. 


NEZAHUALCOYOLT.  2 


1       Cerro  que  humea, 

4      Rey  de  Acolhuacan  y  uno  de  los  más  Ilustres  poetas  del  Anahuac  {México). 


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BARONESA  DE   WILSON 


AL  Excmo.  Sb.  GENERAL 

D.  PORFIRIO   DÍAZ 

Presidente  de  la  Kepública  de  México 


JliUSTRZ   ÁMJGO: 

Grandes  obstáculos  y  serias  dificultades  se  encuentran  siempre  al  paso 
para  conducir  á  feliz  término  empresas  que,  por  sus  especiales  condiciones, 
aparecen  como  irrealizables ;  más  aun,  cuando  relacionadas  con  diferentes 
nacionalidades ,  necesitan  inquebrantable  perseverancia  en  las  prolijas  inves- 
tigaciones que  más  tarde  puedan  contribuir,  aun  cuando  sea  en  modestas 
proporciones ,  á  perfeccionar  el  brillante  y  glorioso  cuadro  de  la  Historia 
americana. 

Inconvenientes  y  luchas  fáciles  de  comprender  si  se  consideran  los  penosos 
y  prolongados  viajes,  los  años  invertidos  en  el  estudio  de  un  vasto  conti- 
nente, las  arduas  exploraciones  y  tenaces  esfuerzos  para  coleccionar  datos, 
ora  buscándolos  en  las  ruinas  y  sepulcros  casi  perdidos  entre  vigorosa 
vegetación ,  ó  con  afanosa  constancia  registrando  bibliotecas  y  archivos  públi- 
cos ó  particulares,  han  hecho  más  lento  y  penoso  el  largo  camino  que  me 
había  propuesto  recorrer.  ■ 

No  mergos  reñido  ha  sido  el  combate  entre  la  energía  moral  y  la  fuerza  de- 
voluntad que  no  conoce  trabas,  y  las  preocupaciones  sociales  y  delicada  orga- 
nización de  la  mujer. 

Indudablemente  y  á  la  par  de  esas  luchas,  el  desfallecimiento  moral  era 
inevitable  á  no  haber  encontrado  la  escritora  española  en  la  gran  familia 
americana  aliento  para  el  espíritu,  amistaa\y  fraternal,  cariño  para  ayudarla 
y  sostenerla  en  la  trabajosa  peregrinación. 


Gobiernos  y  particulares,  prestaron  eficaz  cooperación  á  Ja  Viajera  que  sin 
temor  alguno,  cruzaba  solitarios  bosques,  surcaba  los  mares  y  ascendía  á  la 
maravillosa  cordillera  andina,  protegida  siempre  por  la  entusiasta  hospita- 
lidad americana,  jamás  desmentida. 

Con  tan  poderosos  auxiliares  y  doce  años  de  incesante  actividad  duran  Ir 
los  cuales  ¿porqué  negarlo?  he  tenido  épocas  de  amargo  desaliento,  horas  de 
vacilación  y  de  sombría  desconfianza,  logré  perfeccionar  el  pensamiento  que 
tras  breve  plazo  será  huésped  del  mundo. 

Las  maravillas  y  magnificencias  de  este  dilatado  continente,  los  deslum- 
bradores horizontes,  el  mágico  espectáculo  de  enmarañadas  selvas  que  con 
frecuencia  he  atravesado;  las  misteriosas  ruinas,  los  torrentes,  cataratas,  los 
anchos  y  profundos  ríos,  las  noches  tibias  y  deleitosas,  los  rayos  de  un  sol  de 
fuego;  el  eterno  himno  de  la  naturaleza,  la  majestad  de  ese  todo  incom- 
parable, habrá  prestado  algo  de  su  grandiosa  ¡poesía  á  la  imperfecta  labor 
histórica. 

Al  evocar  en  esta  galería  de  inmortales  á  los  que  en  titánica  lucha  con- 
quistaron la  inmortalidad ,  me  complace  pensar,  que  pocos  muy  pocos  de  los 
historiadores  han  visitado  y  esplorado  los  diferentes  y  lejanos  pueblos,  teatro 
de  los  sucesos  y  que  tal  será  el  único  mérito  de  mis  libros  americanistas. 

Los  detalles  adquiridos,  las  íntimas  narraciones ,  los  documentos  con 
empeño  y  esmero  recogidos,  servirán  para  resultados  más  completos. 

A  pincel  más  hábil  á  la  pluma  de  aquél  que  en  América  pueda  ser  algún 
día  Tácito  inmortal,  le  estará  reservado  en  lo  futuro  dar  acabada  forma  á 
estos  bocetos  y  gráfico  brillante  colorido. 

Señor  General  Presidente;  merced  al  valioso  apoyo  y  generosa  protección 
de  V.  como  jefe  del  Estado  y  á  su  benevolencia  como  amigo,  lograré  realizar 
la  empresa,  á  la  cual  he  consagrado  todas  las  aspiraciones  de  mi  vida;  todos 
los  latidos  de  mi  corazón. 

V.  ha  sido  en  México,  el  liberal  Mecenas  de  mis  trabajos  histórico -ameri- 
canos; á  V.  pues  tengo  el  honor  de  dedicar  el  primero  que  verá  la  luz  pública. 

Será  la  ofrenda  de  la  gratitud  y  sincera  admiración  de  su  amiga 

§A    ¡¡AROrtZSA    t)El    ^JUSON 
México  31  de  Mayo  de  1886 


AMÉRICA  Y  SU  HISTORIA 


(•RESEÑA  GENERAL) 


La  Historia  no  es  mas  que  la  repetición  de  los  mismos 
hechos  aplicados  d  hombres  y  d  épocas  diferentes. 

Chateaubriand. 


nvueltos  en  las  sombras  del  misterio  y  entre  los 
espesos  velos  del  pasado,  yacen  aún  muchos  de 
los  períodos  más  interesantes  de  la  historia  ame- 
ricana, y  son  un  poblema  sin  resolver,  aun  para 
aquellos  que  á  su  estudio  se  han  dedicado  con 
prolijidad,  constancia  y  buen  deseo;  pero,  limitada  esta 
á  determinadas  nacionalidades,  á  las  épocas  más  culmi- 
nantes y  á  heroicos  hechos  que,  ya  en  la  conquista, 
durante  el  coloniaje,  ó  más  tarde  en  la  epopeya  de 
la  emancipación,  en  esa  era  que  iniciaba  en  todo  un 
continente  total  cambio  político -social,  habían  asom- 
brado al  universo  por  su  grandeza,  por  su  osadía,  ó  por  los  resultados 
obtenidos;  los  que  por  doquiera  desarrollaban  no  sólo  la  libertad  del 
pensamiento,  sino  ideas  nuevas  y  regeneradoras. 

Obras  importantes  han  visto  la  luz  pública,  dando  á  conocer 
aproximadamente  y  con  magistrales  rasgos  este  Nuevo  Mundo,  esta 
tierra  que  tal  importancia  tiene  y  que  está  llamada  en  el  futuro 
tiempo  á  ser  rival  de   la  civilizada  Europa. 

Pero  entre  esos  notables  trabajos  de  la  inteligencia,  no  existe 
ninguno  que  en  toda  su  extensión  presente  un  cuadro  general  de  la 


.    10  AMERICANOS    CÉLEBRES 

historia  americana,  en  su  pasado,  en  su  desarrollo  y  muy  especial- 
mente de  la  contemporánea  y  del  grado  de  civilización  que  han 
alcanzado   tan  dilatadas  regiones.. 

Sería  indispensable  para  formarse  una  idea  de  las  diversas  naciones 
que  componen  el  mundo  soñado  y  encontrado  por  Colon,  estudiar 
una  por  una  las  varias  crónicas  relativas  á  cada  república:  y  aún 
dado  ese  caso,  el  resultado  no  sería  completo,  ni  las  presentaría  tal 
cual  son,   ante   los  ojos  del  positivista  y  antiguo  continente. 

La  historia  es  la  evocación  de  los  siglos:  la  fotografía  de  los 
pueblos;  es  el  concienzudo  estudio  de  su  origen,  de  sus  principios 
orgánicos,  de  sus  causas  y  de  sus  consecuencias.  El  análisis,  el  escal- 
pelo de  las  revoluciones  (si  es  permitida  esta  frase),  y  de  aconte- 
cimientos, que  aparecen  á  primera  vista  tan  inverosímiles  como 
obscuros. 

La  historia  es  la  escuela  político -social;  y  la  imaginación  del 
historiador,  el  Pigmaleón,  que  presta  nuevo  ser  á  generaciones  y 
generaciones,  realzándolas  con  su  tradicional  colorido  y  el  singular 
encanto  que  se  desprende  de  narraciones  que,  á  la  par  de  verídicas 
é  imparciales,  están  embellecidas  con  las  galas  del  buen  decir  y  de 
la  poesía. 

La  historia  no  ha  sido  ciencia  ni  podia  serlo,  hasta  que  en  nues- 
tros días  se  han  planteado  sus  bases  cardinales,  siendo  así  que  refor- 
mada la  antigua  al  tenor  de  los  nuevos  principios,  se  desecha  hoy  la 
del  Asia  Menor,  Egipto,  Grecia  y  Koma,  y  la  que  "alcanzaba  hasta  el 
último  tercio  del  pasado  siglo,  concediendo  lógica  preferencia  á  la 
que  por  las  excavaciones,  geroglíficos,  monumentos,  ídolos,  vestigios 
de  remotas  civilizaciones  ^  presenta  como  en  pintoresco  panorama 
el  pasado  de  aquellos  pueblos. 

El  problema  del  origen  atribuido .  á  la  gran  familia  americana, 
también  empieza  á  resolverse:  la  ciencia  arqueológica,  los  estudios  etno- 
lógicos, son  el  guía  luminoso  en  la  noche  de  los  tiempos  y  la  historia, 
con  más  sólidas  bases,  no  será  ya,  como  en  los  pasados  siglos,  árido 
relato  de  guerra,  batallas  ó  crímenes  que  presentaban  á  la  humani- 
dad bajo  tristísimo  aspecto,  aun  cuando  en  el  fondo  del  sombrío  cuadro 
se  destacasen  con  más  vigor  las  virtudes  ó  el  heroísmo,  de  privilegiadas 
individualidades. 

Entre  los  elementos  de  la  magna  evolución  histórica  y  que  han  de 


RESEÑA    GENERAL  11 

constituir  el  punto  de  partida,  deben  contarse  las  razas  y  sus  anteceden- 
tes, la  prodigiosa  fecundidad  del  suelo,  los  variados  climas,  las  ideas 
políticas  y  religiosas,  el  adelanto  material  é  intelectual-  de  conquistados 
y  conquistadores,  en  el  momento  en  que  el  nuevo  continente  aparecía 
ante  los  atónitos  ojos  del  antiguo. 

Formada  la  raza  española  por  otras  varias  que  sucesivamente  inva- 
dieron en  lejanas  edades  el  suelo  ibero,  presenta  sin  embargo  y  casi 
exclusivamente  los  característicos  rasgos  de  la  goda  y  la  árabe. 

La  raza  americana,  que  en  una  gran  parte  tiene  todos  los  distintivos 
de  la  mongólica,  no  es  tampoco  y  cual  á  primera  vista  pudiera  creerse, 
vastago  de  una  sola  familia  y  los  recientes  estudios  la  dividen  en  nume- 
rosas ramas,  y  aun  con  distinto  origen,  puesto  que  si  algunos  investiga- 
dores le  dan  el  Asia  por  cuna,  otros,  fundados  en  especiales  observacio- 
nes, las  hacen  descender  de  egipcios  ó  japoneses. 

¿Cómo  penetrar  ese  misterio?  Sólo  es  indudable  que  emigraciones 
diversas  poblaron  el  suelo  americano  ¿cuándo?  ¿cómo?  hé  aquí  el  pro- 
blema. 

Si  á  demostrarlo  no  bastaran  sus  tradiciones,  sin  dar  lugar  á  vacila- 
ción lo  prueban  palpablemente  los  colosales  monolitos  de  Tiahuanaco  y 
las  ruinas  de  Sicasica  en  Bolivia,  objeto  de  no  lejanas  investigaciones, 
así  como  las  de  Telimbela,  en  el  Ecuador,  completamente  distintas  y 
anteriores  á  las  incásicas 'del  lago  Titicaca  y  de  Silustani  en  el  Perú, 
vestigios  irrecusables  de  la  existencia  de  pueblos  y  civilizaciones  ante- 
riores y  superiores,  á  las  que  se  encontraron  en  la  risueña  América,  en  la 
época  de  la  conquista. 

Cruzáronse  en  Méjico  los  Tlacastecas  y  los  aztecas,  con  otras  distintas 
y  variadas  tribus,  que  anteriormente  habían  dominado  en  el  país  á 
pesar  de  que  en  su  mayoría  todas  tienen  entre  sí  muy  marcados  puntos 
de  contacto. 

Muy  diverso  tipo  presentan  en  Colombia  los  turbacos  y  los  indios  del 
Darien,  con  los  muiscas  y  tundamas;  los  pastusos  y  rayanos  del  Ecua- 
dor, con  los  quichuas  que  tomaron  carta  de  naturaleza  desde  el  reinado 
del  infortunado  Atahualpa. 

No  menos  diferentes  entre  sí  son  los  antiguos  vasallos  del  Inca  en 
Bolivia  y  los  fieros  aimaraes,  ya  cruzados  con  los  araucanos,  así  como 
en  Chile  y  en  la  Argentina,,  mezcláronse  también  esos  indomables  indios 
de  la  Araucania,  con  otras  familias  menos  belicosas. 


12  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Pero  otro  elemento  nuevo,  industrial  en  su  origen,  político-social  más 
tarde,  aumentó  la  confusión  de  razas  y  prestó  algunos  de  sus  especiales 
distintivos  á  los  conquistados.  . 

Introducidos  los  africanos  en  América,  por  la  codicia  europea,  se  pro- 
pagaron esclavos;  libres  después  por  el  espíritu  del  siglo,  se  confundie- 
ron con  las  masas  y  formaron — sobre  todo  en  los  países  tropicales — no 
pequeña  parte  de  éstas,  adquiriendo  como  componentes  de  la  democra- 
cia, participación  en  las  contiendas  pacíficas  6  armadas  y  desempeñando 
aún  en  los  gobiernos,  papel  no  desairado. 

Durante  los  primeros  años  de  la  conquista  fué  la  tierra  americana 
vastísimo  campo  de  batalla;  lo  portentoso  de  los  descubrimientos, 
prestaba  gigantesco  brío  á  los  aventureros  europeos,  y  asombro  causa 
verlos  internarse  en  países  desconocidos,  trepar  por  las  cordilleras,  esca- 
lar cerros  inaccesibles  y  vadear  anchos  y  caudalosos  ríos. 

Verdad  es  que  las  luchas  de  los  invasores  con  los  indígenas,  aquel 
tesón  y  enérgica  bravura  de  los  unos  y  de  los  otros,  la  perpetua  con- 
tienda con  la  virgen  naturaleza,  que  vigorosa  se  oponía  á  la  marcha  de 
los  conquistadores,  aquel  conjunto  de  grandeza  y  de  miseria,  de  peligros 
y  de  esperanzas,  estimulaba  la  fuerza  de  voluntad  y  el  indomable 
empeño  de  los  españoles.  La  ambición  y  sed  de  riquezas,  la  tenaz  perse- 
verancia, dieron  cima  á  una  empresa  que  en  venideras  edades  aparecerá 
como  fabulosa  por  lo  arriesgada  y  grande,  y  aun  hoy  juzgamos  determi- 
nados episodios,  como  fantásticos  é  inverosímiles. 

Largo  período  fué  el  de  la  conquista:  prolongada  y  sin  tregua  la 
lucha  con  los  sencillos  y  valerosos  hijos  de  la  virgen  América;  turbulen- 
tas las  contiendas  y  rivalidades  entre  los  conquistadores.  Transformado 
el  Nuevo  mundo  en  colonia,  subyugados  los  indígenas  y  establecida  la 
autoridad  de  los  vireyes,  vegetó  por  espacio  de  siglos,  y  aun  cuando  en 
diversas  ocasiones  intentara  sacudir  el  yugo  impuesto  y  recobrar  su  per- 
dida libertad,  no  consiguió  sino  diezmar  sus  primitivos  moradores,  pre- 
senciando el  terrible  castigo  impuesto  á  los  que  osados  rechazaban  los 
abusos  y  defendían  los  derechos  de  los  infelices  indios. 

Recorriendo  la  historia,  se -encuentra  en  ella  y  en  diferentes  pueblos 
americanos  el  germen  de  independencia  que  de  vez  en  cuando  brotaba ; 
en  el  principio  sus  manifestaciones  no  se  encaminaban  á  lograr  la  eman- 
cipación, no,  sino  únicamente  pretendían  disminuir  y  hacer  más  ligero 
el  dominio  de  los  conquistadores. 


RESEÑA    GENERAL  13 

Desde  la  revolución  de  los  araucanos  en  el  siglo  xvi,  la  de  Potosí,  en 
el  siglo  xvn,  las  de  1742  en  el  Perú,  1749  en  Venezuela,  1765  y  1766  en 
Méjico  y  en  Quito,  la  del  infortunado  Tupac-Amaru  en  1780  y  la  rebe- 
lión en  Colombia,  capitaneada  por  José  Antonio  Galán,  la  idea  de  liber- 
tad fué  tomando  carta  de  naturaleza  y  desarrollándose  más  y  más  en 
suelo  americano,  hasta  que  por  esa  natural  é  imprescindible  ley  que  á  la 
par  que  crea  y  forma  las  familias,  las  separa  en  tiempo  sucesivo  para 
.que  á  su  vez  compongan  otras  nuevas,  preparábase  ya  la  independencia 
de  las  colonias  hispano-americanas  y  la  invasión  francesa  en  la  penín- 
sula ibérica  proporcionó  momento  oportuno. 

¿Cómo  y  con  qué  elementos  se  llevó  á  cabo? 

¿Cuáles  fueron  los  detalles  de  aquel  trascendental  acontecimiento? 

Con  buen  deseo  é  imparcial  justicia,  procuraré  ser  fiel  narradora  de 
los  hechos  en  mi  obra  América  y  su  historia,  limitándome  por  ahora  á 
señalar  en  este  rápido  bosquejo  el  camino  emprendido  y  las  anchas  bases, 
para  el  colosal  edificio. 

Aquella  magna  lucha,  tuvo  semejanza  en  la  mayoría  de  las  colonias, 
en  donde  padres  é  hijos  combatieron  con  heroica  porfía,  regando  con  su 
sangre  los  fecundos  campos  americanos. 

En  no  lejano  día  tendré  oportunidad  de  extenderme  en  consideracio- 
nes relativas  á  ese  combate  de  principios,  en  el  que  cada  cual  creía  tener 
legítimo  derecho. 

Causas  que  no  es  posible  analizar  en  esta  rápida  reseña,  modificaron 
en  el  fondo  las  consecuencias  de  la  consumada  emancipación;  las  huellas 
del  coloniaje,  aquellos  especiales  elementos  de  la  Edad  media  que  los 
conquistadores  transportaron  y  desarrollaron  en  el  Nuevo  continente;  la 
lucha  de  ideas  nuevas  contra  la  tradición  y  el  pasado,  principios  total- 
mente opuestos  á  los  célebres  Derechos  del  hombre,  proclamados  en  la 
Asamblea  francesa,  que  fueron  el  avanzado  centinela  del  noventa  y  tres; 
las  ambiciones,  las  teorías  políticas,  aprendidas  en  la  historia  dé  otros 
pueblos,  pero  cuyas  especiales  circuntancias  no  tenían  mancomunidad 
alguna,  dieron  tal  diversidad  de  matices  á  las  nuevas  naciones,  que  sin 
vacilar  puede  mirarse  en  ellos  el  principal  motor  en  sus  discordias  y 
luchas  civiles. 

Aun  cuando  no  completamente  exento  de  rivalidades  en  la  primera 
época  de  su  independencia,  no  fué  el  Brasil  teatro  de  esos  disturbios  y 
odios  de  partido  que  buscan  su  triunfo  en  el  campo  de  batalla,  si  bien 


14  -   AMERICANOS    CÉLEBKES 

debió  en  gran  parte  tan  ventajoso  resultado  á  la  prudencia  de  sus  gober- 
nantes, pues  no  contrariados  los  ánimos  y  reconocida  sin  efusión  de  san- 
gre su  separación  de  la  Corona  de  Portugal  por  la  Corte  de  Lisboa,  con- 
tinuó la  marcha  pacífica  que  había  presidido  en  su  colonización,  diferente 
en  todo  de  la  de  los  países  hispano-americanos. 

Poco  ó  nada  hizo  Portugal  por  el  Brasil-colonia,  la  que  vegetaba  en 
el  oscurantismo  y  en  la  ignorancia;  pero  dedicada  á  la  industria  y  al 
comercio,  no  tuvo  que  lamentar  otros  males,  sino  su  impotencia  y  escla- 
vitud. 

Hoy,  ese  imperio  que  se  levanta  en  la  América  republicana,  dista 
mucho  de  la  perfección  y  prosperidad  que  se  le  atribuye,  no  estando 
tampoco  de  acuerdo  su  forma  de  gobierno  con  el  espíritu  del  siglo  ni  con 
las  aspiraciones  populares. 

Las  ideas  democráticas  adquieren  de  día  en  día  inevitable  influencia, 
y  sólo  la  sabiduría  del  monarca  brasileño  alcanzará  á  contener  durante 
su  vida  la  conversión  de  aquellas  vastas  regiones  en  dos  ó  más  repúbli- 
cas, ó  tal  vez,  en  poderosa  confederación  de  Estados  democráticamente 
gobernados. 

Posterior  á  las  conquistas  del  Perú  y  de  Méjico,  fué  la  invasión  espa- 
ñola en  la  tierra  de  los  araucanos,  no  encontrando  entre  aquellos  vale- 
rosos y  enérgicos  indios  la  acogida  humilde,  ni  la  facilidad  para  el 
triunfo,  que  en  la  mayoría  de  los  hijos  del  Nuevo  mundo. 

Celoso  guardador  el  araucano,  de  aquel  suelo  que  lo  vio  nacer  y  en 
donde  reposaban  sus  mayores,  peleó  con  heroico  tesón  contra  los  que 
amenazaban  arrebatárselo,  y  ya  vencido  ó  vencedor,  volvía  con  inque- 
brantable constancia  á  reorganizar  sus  huestes  para  la  lucha  sin  tregua, 
hasta  el  día  en  que  posesionados  los  españoles  de  una  parte  del  territorio 
chileno,  entablaron  negociaciones  de  paz  con  aquellos  terribles  enemi- 
gos, los  que  á  pesar  de  los  tratados,  invadían  de  vez  en  cuando  la  colonia 
y  renovaban  la  sangrienta  pelea. 

Esa  raza  es  aún  hoy,  y  de  generación  en  generación,  tan  osada  como 
inconquistable.   •  « 

■  Sonó  la  hora  en  que  la  patria  de  José  Miguel  Carrera,  pudiera 
llamarse  también  pueblo  libre  y  después  de  sacrificios  inmensos,  de  supre- 
mos esfuerzos,  consolidó  su  régimen  administrativo  y  proclamó  la  repú- 
blica. 

Pero  de  la  misma  guerra  de  la  independencia  surgieron  los  disturbios 


RESEÑA    GENERAL  15 

de  que  fué  teatro  Chile,  durante  más  de  quince  años,  y  los  enconos  y 
ambiciones  de  los  partidos  en  un  país  nuevamente  constituido,  tuvieron 
desastrosos  resultados. 

Triunfante  el  espíritu  de  orden  y  de  progreso,  más  tarde  buscó  el  pue- 
blo chileno  su  crédito  y  su  preponderancia  en  el  trabajo,  en  el  respeto  á 
las  leyes,  en  la  paz,  conquistando  palmo  á  palmo  la  consideración  de  las 
naciones  y  adquiriendo  ese  vigor  que  le  ha  conducido  á  la  victoria. 

He  citado  á  Chile  á  continuación  del  Brasil,  porque  la  topografía  y 
la  índole  de  la  población,  han  sido  elementos  tan  benéficos  como  los  que 
ayudaron  en  su  organización  al  imperio  de  origen  portugués. 

Causas  semejantes  á  las  que  han  influido  en  el  desarrollo  de  Chile, 
sobre  todo  refiriéndonos  más  particularmente  al  clima  y  producciones, 
influyeron  en  el  creciente  prestigio  de  la  República  Argentina,  elevada 
al  rango  de  nación  por  la  inteligencia  y  condiciones  militares  de  Bel- 
grano,  San  Martín  y  Grüemes 

Acontecimientos  especiales  y  que  obtendrán  detenido  examen,  parali- 
zaron material  y  moralmente  su  progreso  por  espacio  de  algún  tiempo, 
contrarestando  los  esfuerzos  de  patriotas  tan  abnegados  como  Rivada- 
via  y  San  Martín. 

El  caudillaje,  el  gaucho  nómade,  ese  tipo  tan  original  como  indómito, 
rey  de  las  pampas  argentinas,  el  dominio  que  Buenos  Aires  anhelaba 
ejercer  sobre  las  demás  provincias;  la  singularísima  vida  de  la  pampa, 
los  bandos  federales  y  unitarios,  fueron  otros  tantos  gérmenes  de  anar- 
quía en  aquella  tan  feraz  como  vastísima  región,  víctima  del  maniático 
y  déspota  Rosas,  que  tan  sombría  y  general  celebridad  alcanzó. 

Vencido  en  Monte  Caseros  por  el  elemento  civilizador  personificado  en 
Mitre,  Sarmiento  y  el  Dr.  Yélez  Sarfield,  ayudados  en  tan  supremos 
momentos  por  el  federal  general  Urquiza,  se  inició  el  sistema  constitu- 
cional, sin  que  por  eso  se  consolidaran  la  paz  y  el  orden;  la  guerra  civil 
siguió  ejerciendo  su  alevoso  influjo,  pero  sobreponiéndose  el  espíritu  de 
civilización  y  de  industria,  llevó  numerosa  emigración,  base  hoy  de  la 
importancia  comercial  argentina  y  de  su  riqueza  material. 

Brasileños  y  argentinos,  ingleses  y  portugueses,  han  hecho  juguete 
de  su  política  y  de  sus  intereses  á  esa  pintoresca  República  Oriental  del 
Uruguay,  última  trinchera  de  los  españoles  en  el  Plata  y  tal  vez  por  su 
situación  geográfica,  parte  integrante  en  no  lejana  época,  de  las  repú- 
blicas que  según  autorizadas  opiniones  deben  surgir,  del  Mediodía  del 


16  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Brasil,  por  más  que  estudiando  su  política,  su  historia  y  sus  costumbres, 
pudiera  creerse  más  acertado  y  lógico,  volviese  á  ser  complemento  de  la 
reina  del  Plata. 

La  historia  de  los  pueblos  nos  demuestra  que  en  su  marcha  y  en  su 
porvenir,  ejerce  el  carácter  de  sus  hijos  saludable  ó  perniciosa  influencia. 

Sumisos,  bondadosos,  fáciles  de  gobernar  los  indios  del  Paraguay, 
esos  guárante  tan  diferentes  por  su  índole  de  los  gauchos  argentinos  obtu- 
vieron la  preferencia  de  los  españoles  en  la  primera  época  de  la  con- 
quista, pero  volvieron  á  su  aislamiento  y  quedaron  abandonados  á  su 
propia  suerte,  cuando  los  invasores  europeos  encontraron  camino  más 
ventajoso  y  fácil  para  el  Perú. 

Sin  combate,  sin  esfuerzos,  afianzó  el  Paraguay  su  independencia  y 
vegetó  durante  veinticinco  años  bajo  la.  tenebrosa  dictadura  del  doctor 
Francia,  verdadero  rey  absoluto  de  los  ignorantes  y  sencillos  paragua- 
yos, quienes  sometidos  á  las  misiones  y  sin  dar  un  paso  en  la  senda  de  la 
civilización,  hubiérase  creído  eran  incapaces  de  desplegar  el  vigor  y  el 
heroismo,  que  ostentaron  más  tarde  en  la  titánica  lucha  con  sus  tres 
vecinos  y  enemigos  y  en  la  cual  tan  valerosamente  sucumbió  el  propio 
hijo  del  Presidente  López,  héroe  ya  cuando  apenas  contaba  catorce 
años. 

Nación  de  tal  arrojo,  fuera  digna  de  mejor  suerte  que  la  de  formar 
un  todo  con  la  gran  República  brasileña,  como  lo  indican  su  situación  y 
condiciones  y  la  marcha  de  los  acontecimientos. 

Según  el  parecer  de  algunos  sabios,  entre  éstos  el  notable  geólogo 
francés  D.  Carlos  Manó,  ha  sido  Bolivia  cuna  de  esa  civilización  andina 
anterior  á  los  incas,  la  que  desde  las  orillas  del  lago  Titicaca,  maravilla 
de  la  naturaleza,  se  extendió  por  el  Perú,  recorrió  el  Ecuador,  atravesó 
Colombia,  grabó  su  huella  en  la  América  Central,  y  afianzándose  en  suelo 
mejicano,  alcanzó  allí  perfecto  desarrollo,  legando  á  otras  edades  intere- 
santes vestigios,  en  cuyo  número  podrían  contarse  los  existentes,  en  la 
región  ecuatoriana  y  colombiana,  y  los  tan  importantes  del  Palenque. 

Singular  semejanza  la  de  esas  antigüedades,  con  las  que  en  grabados 
admiramos  del  Egipto  y  Siria. 

Se  advierte  en  las  esculturas  egipcias  mayor  perfección,  detalles  más 
correctos,  superior  delicadeza  en  los  rasgos,  que  en  aquellas  encontradas 
en  el  imperio  de  los  incas,  en  la  América  Central  y  en  Méjico,  pero  sin 
embargo,  unas  y  otras  acusan  un  mismo  origen. 


RESEÑA    GENERAL  .    17 

En  la  república  Argentina,  en  el  Chaco  fortín  de  Samaipata,  existe 
esculpido  de  relieve  en  la  roca  un  disco  curiosísimo,  en  el  centro  del 
cual  hay  una  figura  felina  tigre  ó  jaguar,  en  un  todo  semejante  á  esas 
primitivas  y  toscas  esculturas  de  las  ciudades  asirias  y  también  á  las  de 
la  India  inglesa,  reproducidas  en  grabados. 

Cerca  de  Charqui,  en  los  límites  del  Ecuador  y  Colombia,  existen 
notables  vestigios  que  hacen  pensar  más  aun  en  esa  comunidad  de  origen 
el  que  en  Bolivia,  en  el  Perú  y  en  el  Centro  América,  se  manifiesta  en  cada 
piedra,  en  cada  monolito,  en  todos  los  colosales  restos  de  la  antigüedad. 

En  la  historia  general  de  América  nos  permitiremos  expresar  nuestra 
opinión,  y  con  mayor  espacio,  hacer  algunas  descripciones  y  desarrollar 
las  ideas  que  han  surgido  en  nuestra  mente,  á  la  vista,  de  estos  prodi- 
giosos restos  de  un  pasado  que  se  pierde  en  la  noche  de  los  siglos. 

Encerrado  el  que  se  llamó  Alto  Perú  entre  la  Argentina  y  Bajo  Perú, 
disputado  alternativamente  en  la  época  del  coloniaje  por  los  Gobiernos 
de  Buenos  Aires  y  Lima,  objeto  de  ambiciones  y  discordias,,  llegó  á  ser 
nación  con  el  nombre  de  Bolivia. 

La  batalla  de  Ayacucho  fué  su  cuna;  al  coloso  de  la  independencia 
americana,  al  libertador  Bolívar  y  al  heroico  mariscal  Sucre,  debió  su 
autonomía. 

Dos  poderosas  rivalidades,  á  semejanza  de  la  República  Oriental  del 
Uruguay,  fueron  sólidos  cimientos  sobre  los  cuales  se  apoyó  la  naciente 
nacionalidad. 

Caudillos  ambiciosos  y  osados  anarquizaron  ese  pueblo,  compuesto  en 
su  mayor  número  de  indígenas,  y  el  deseo  de  escalar  la  suprema  magis- 
tratura, dio  lugar  á  sangrientas  revoluciones  que  arrollaron  y  destruye- 
ron cuanto  á  su  objeto  se  oponía ,  y  las  cuales  se  contienen  sólo  ante  el 
verdadero  patriotismo  y  cordura  de  los  partidos. 

Consecuencia  funesta  de  esa  relajación  política  fueron  los  asesinatos 
del  general  Belzú,  de  su  yerno  el  general  Córdoba,  de  Melgarejo  1  y  del 
general  Morales. 

Mal  trazada  la  área  de  Bolivia,  desfavorable  en  extremo  su  condición 
etnológica,  no  podría  adivinarse  su  porvenir:  ¿se  transformará  por  ane- 
xiones voluntarias  ó  forzosas?  ¿Sus  valiosas  minas  y  producciones  agrí- 
colas enriquecerán  á  otros  pueblos?  ¿Arrastrará  lánguida  existencia  ó  se 

1    Asesinado  en  Lima  ñor  un  tal  Sánchez. 


18  AMERICANOS    CÉLEBRES 

verá  engrandecida  ]>or  interés  político  de  chilenos,  brasileños  ó  argen- 
tinos? 

Nebuloso  el  horizonte  nada  deja  traslucir  de  la  evolución  política  mate- 
rial y  social  que  se  efectuara  en  esa  región  que  tanta  riqueza  encierra 
en  su  fecundo  seno. 

No  más  despejada  se  presenta  la  atmósfera  en  el  grandioso  imperio  de 
Atahualpa,  en  ese  Perú,  foco  de  las  ambiciones  en  la  conquista,  cuya 
celebridad  fué  universal,  por  lo  fabuloso  de  sus  tesoros,  á  la  vez  que  pol- 
las contiendas  sangrientas  que  desde  el  coloniaje  se  han  sucedido  sin  inte- 
rrupción hasta  nuestros  días. 

Antagonismo  y  altiva  ambición  entre  los  conquistadores;  rencillas  y 
desunión  entre  los  jefes  de  la  independencia  argentinos,  chilenos  y  colom- 
bianos que  sellaron  la  libertad  en  decisivos  combates  en  el  territorio  de 
los  incas;  la  variedad  de  razas,  los  diferentes  caracteres,  han  sido  la  base 
disolvente  para  los  sanos  principios  de  moral,  orden  y  legalidad,  (pie 
constituyen  el  crédito  y  supremacía  de  las  naciones. 

El  militarismo  se  sobrepuso  á  la  administración  civil  y  repetidos 
motines  completaron  el  desorden  y  la  anarquía. 

Desde  1834  hasta  1836  el  Presidente  Orbegoso  y  el  general  Gamarra 
estuvieron  en  perpetua  lucha,  uniéndose  el  último  con  el  intrépido  gene- 
ral Salayerry,  su  rival  político,  para  combatir  ambos  al  general  Santa 
Cruz,  Presidente  de  Bolivia,  quien  había  invadido  el  territorio  peruano 
de  acuerdo  con  Orbegoso,  y  autorizado  por  la  Asamblea  para  intervenir 
y  hacer  cesar  la  guerra  civil. 

El  esforzado  Salaverry,  intentó  oponerse  á  la  invasión  boliviana  y  al 
proyecto  de  confederación  iniciado  por  Santa  Cruz,  desplegando  un  valor 
prodigioso,  energía  incansable  y  rara  habilidad,  pero  vencido  en  Soca- 
baya,  hecho  prisionero  v  presentado  á  Santa  Cruz,  fué  condenado  á 
muerte  y  fusilado. 

En  octubre  de  1836  se  decretó  la  confederación  Perú-boliviana,  pero 
la  nueva  organización  de  ambas  repúblicas  no  podía  obtener  ni  presti- 
gio, ni  la  aprobación  de  Chile  y  de  la  República  Argentina. 

Ambos  países  rompieron  las  hostilidades. 

Santa  Cruz,  protector  de  la  confederación,  era  un  peligro  para  el 
porvenir. 

El  ejército  boliviano,  victorioso  en  varios  encuentros,  fué  derrotado 
por  los  chilenos  en  enero  de  183!),  en  la  batalla  de  Yunga  y,  y  disuelta  la 


TÍESEXA    GENERA!  10 

confederación,  continuó"  el  Peni  en  aquel  oleaje  de  eterno  desasosiego  y  de 
ideas  encontradas. 

General  terror  é  indignación  Cansó  el  levantamiento  de  los  hermanos 
Gutiérrez,  el  asesinato  del  general  Balta,  Presidente  de  la  República  y  las 
escenas  sangrientas  que  fueron  tumba  de  aquellos  insensatos,  siendo  pre- 
cisa toda  la  habilidad  de  D.  Manuel  Pardo  para  calmar  los  ánimos  y 
devolver  al  país  consoladora  calma. 

Al  cáncer  del  caudillaje  endémico  en  todas  las  repúblicas  hispano- 
americanas, se  agregó  en  el  Perú  otra  plaga  mayor  aun,  factor  principal 
tal  vez  de  la  sombría  actualidad  y  que  tuvo  la  singular  virtud  de  inver- 
tir el  orden  de  la  Hacienda  pública. 

La  riqueza  natural  de  aquel  fértil  suelo  (pie  parecía  inagotable  y 
llenaba  mágicamente  las  arcas  del  Tesoro,  creó  de  éste  colosales  fortunas 
individuales,  en  lugar  de  que  las  contribuciones  particulares,  por  igual 
v  económicamente  distribuidas,  cubrieran  las  necesidades  del  fisco;  el 
resultado  de  tal  régimen  fué  la  molicie,  la  imprevisión,  la  bancarrota  y 
toda  clase  de  desastres. 

¡Ojalá  el  generoso  pueblo  peruano  adquiera  en  la  escuela  de  la 'des- 
gracia, mayor  cautela  para  lo  futuro  y  le  sirva  de  lección  cuanto  ha 
sufrido,  como  á  la  Francia,  le  sirvió  su  guerra  con  Prusia  y  sus  derrotas. 
Entre  las  repúblicas  Sud-americanas,  existe  una,  que  fué  llamada  en 
un  tiempo  á  formar  una  gran  nación  tal  y  como  la  soñaba  el  libertador 
Bolivar. 

Colombia,  creación  colosal  de  aquel  genio,  entidad  militar  más  que 
política,  murió  con  el  héroe;  los  celos  y  disensiones  destruyeron  aquella 
notable  república  modelo. 

Acaso  el  Ecuador,  una  de  sus  secciones  pertenezca  geográficamente  á 
la  constelación  meridional;  pero  la  antigua  Nueva  Granada,  hoy  Estados 
Unidos  de  Colombia,  está  de  tal  manera  ligada  por  la  naturaleza  con 
sus  vecinos  los  Estados  Unidos  de  Venezuela,  que  parecen  creados  para 
formar  una  sola  nación. 

Venezuela  y  el  Ecuador,  aun  cuando  bajo  diversas  condiciones,  han 
estado  sometidos  á  Gobiernos  personales,  no  así  Colombia,  la  cual  hasta 
por  sus  elementos  especiales,  inauguró  un  régimen  legal,  al  corto  tiempo 
de  afianzada  su  independencia,  que  prevalece  y  tiende  á  consolidarse  á 
pesar  de  que,  en  determinadas  circunstancias,  lo  hayan  falseado  los 
revoltosos,  las  ambiciones  y  el  odio  de  los  partidos. 


20  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Tomados  de  la  escuela  socialista  francesa,  campean  allí  los  principios 

de  política  teórica,  mezclados  hoy  con  las  doctrinas  de  la  escuela  inglesa  y 

cuya  base  es  el  sistema  parlamentario,  cimentado  sobre  el  sufragio  libre. 

El  pensamiento  de  un  joven  estudioso  propuesto   á  varios  amigos,  fué 

la  primera  piedra  del  edificio  federal.  1 

Se  trataba  de  erigir  en  Estado  el  territorio  panameño  y  elevado  á 
proyecto  y  presentado  á  las  Cámaras  en  1852,  obtuvo  definitiva  aproba- 
ción en  1855:  el  ejemplo  del  Istmo  fué  seguido  por  otras  provincias  y  la 
reforma  en  sentido  federativo,  se  llevó  á  cabo. 

Prolijo  sería  entrar  ahora  en  detalles  de  la  revolución  posterior  á  la 
federación  y  no  fácil  de  agruparlos  en  los  límites  de  esta  reseña,  pero  sí 
diremos  que  sembró  el  desorden  y  encendió  la  tea  de  la  discordia  en  el 
hermoso  suelo  colombiano:  aun  hoy  se  sufren  las  funestas  consecuencias 
y  se  podría  creer  que  sus  actuales  instituciones  requieren  una  reforma 
fundamental,  adecuada  á  sus  circunstancias  y  que  se  granjee  la  general 
consideración  de  los  partidos. 

Poblado  el  Ecuador  como  Bolivia,  por  aborígenes  descendientes  de 
diversas  familias,  cuéntanse  entre  éstas  los  belicosos  é  indomables  giva- 
ros,  fuertes  en  la  guerra  y  enemigos  de  todo  dominio:  su  tipo  no  carece 
de  belleza  y  altivez;  en  las  tribus  que  habitan  las  orillas  del  Ñapo  y  del 
Pastasa,  apenas  se  conoce  el  idioma  de  los  conquistadores;  pues  aunque 
sometidos  durante  algún  tiempo,  sacudieron  en  breve  el  yugo,  y  han 
hecho  inútiles  las  tentativas  posteriores. 

La  gran  mayoría  de  indios  sumisos,  han  sido  y  son  con  frecuencia 
escabel  para  los  ambiciosos  que  no  confían  sus  esperanzas  de  mando  á 
elección  constitucional,  ó  en  quienes  la  impaciencia  del  poder  se  sobre- 
pone al  patriotismo  y  al  amor,  al  orden  y  á  la  paz. 

Casi  al  propio  tiempo  que  la  mayoría  de  los  pueblos  americanos, 
impulsada  por  idénticas  causas  y  anhelando  los  derechos  de  un  pueblo 
libre,  se  declaró  Quito  en  abierta  rebelión  contra  la  península,  procla- 
mándose independiente  y  formando  un  todo  con  la  República  de  Colom- 
bia, hasta  que,  disuelta  aquella,  se  constituyó  por  sí  solo  y  bajo  régimen 
republicano. 

Desgraciadamente  al  dar  los  primeros  pasos,  no  pudo  contar  con 
hombres,  como  Santander,  en  la  Nueva  Granada,  ni  cual  Paez,  Súblette 

1     *D.  .Insto  Arosemona,  hoy  decano  de  los  diplomáticos  colombianos  y  escritor  distinguido. 


RESEÑA    GENERAL  21 

y  otros,  cuyas  elevadas  condiciones  para  el  mando  fueron  una  garantía 
en  las  nacientes  Repúblicas. 

El  congreso  constituyente  de  1872,  formó  el  código  fundamental 
y  proclamó  presidente  al  general  Juan  José  Flores,  jefe  militar  á  la 
sazón  del  departamento  de  Quito,  y  que  apoyado  por  la  constitución  y 
en  la  fuerza  militar,  ejerció  un  mando  absoluto. 

La  célebre  batalla  de  Mi  ña  rica,  propicia  para  Flores,  fué  sin  embargo 
el  pedestal  para  que  Rocafuerte  llegara  á  la  suprema  magistratura, 
pero  en  1839  volvió  á  pesar  el  caudillo  militar  en  la  balanza  hasta  1845. 

Desde  esa  época  continuó  el  Ecuador  su  marcha  entre  sediciones  y 
trastornos,  hasta  que  subió  al  poder  el  general  D.  José  María  Urbina, 
como  jefe  supremo  y  caudillo  de  la  insurrección  militar  que  derrocó  la 
elección  hecha  en  Noboa. 

Algunas  reformas  y  sobre  todo  el  benéfico  decreto  para  la  emancipa- 
ción de  los  esclavos  y  el  impulso  dado  á  la  instrucción  pública,  fueron  los 
principales  actos  de  su  Gobierno,  debiéndole  el  Ecuador  los  primeros 
pasos  en  la  senda  del  progreso. 

Nuevas  luchas  y  nuevas  ambiciones  renovaron  odios  extinguidos,  y  la 
anarquía  volvió  á  enseñorearse  con  mayor  fuerza,  hasta  que  por  segunda 
vez,  otro  levantamiento  militar  elevó  hasta  el  solio  presidencial  á  García 
Moreno,  el  Felipe  II  del  Ecuador. 

Después  de  un  prolongado  mando,  imposible  de  reseñar  en  tan  redu- 
cido cuadro,  murió  aquel  mandatario,  asesinado  por  el  colombiano  Rayo. 

Entronizadas  las  ideas  del  siglo  xix  en  la  comercial  Guayaquil,  llave 
déla  riqueza  ecuatoriana,  se  extendieron  rápidamente  por  el  interior, 
adquiriendo  los  principios  liberales  singular  prestigio,  á  pesar  de  añejas 
preocupaciones. 

Generalmente,  la  forma  política  de  los  pueblos  está  en  relación  con 
sus  costumbres  sociales,  siendo  doblemente  difícil  transformar  aquélla 
ínterin  éstos  no  abandonen  el  antiguo  rumbo. 

El  Ecuador,  ha  fluctuado  posteriormente  entre  su  pasado  y  su  pre- 
sente: entre  la  teocracia  y  la  libertad  del  pensamiento:  en  ese  choque 
naufragan  á  veces  innovaciones  útiles,  impidiendo  la  consolidación  de 
principios  más  en  armonía  con  el  espíritu  del  siglo. 

Distintas  causas  que  en  el  antiguo  reino  de  Quito,  han  militarizado  á 
Venezuela,  sujetándola  á  Gobiernos  personales,  si  bien  calificados  como 
civiles. 


22  AMERICANOS    CÉLEBBES 

Las  guerreras  inclinaciones  de  los  tiempos  heroicos,  la  enfermedad  ó 
manía  de  los  combates,  anularon  los  primeros  años  de  paz  y  garantías 
iniciadas  por  la  superior  grandeza  de  alma  de  Bolívar,  cuando,  la  pri- 
mera en  sus  aspiraciones  de  independencia,  rompió  Venezuela  los  lazos 
que  la  unían  con  la  madre  patria. 

Una  serie  de  motines,  revoluciones  y  luchas  electorales,  dieron  ser  al 
partido  liberal,  creado  por  la  superior  inteligencia  de  D.  Antonio  Leo- 
cadio Guzmán,  para  hacer  frente  al  oligarca,  que  por  aquel  entonces 
ocupaba  el  poder. 

Siguió  Venezuela  en  su  intranquilidad  política  en  la  permanente  des- 
confianza v  malestar,  haciendo  ensayos  y  valerosos  esfuerzos  para  alcan- 
zar la  prosperidad  y  el  orden  á  la  sombra  constitucional. 
Prolongado  fué  el  combate. 
Enérgica  la  lucha. 
Glorioso  el  triunfo. 

La  federación  se  planteó  como  definitivo  régimen  político. 
La   industria  y  el  comercio  han  adquirido  desde  hace  algunos  años 
verdadero  desarrollo,  afluyendo  la  emigración  al  suelo  venezolano,  muy 
especialmente,  durante  la  presidencia  del  general  Guzmán  Blanco. 

Alemanes,  italianos  v  españoles,  son  otros  tantos  elementos  nuevos 
para  empresas  de  todas  clases,  para  los  trabajos  agrícolas  y  creación  de 
intereses  particulares,  los  que  constituyen  una  garantía  y  un  apoyo  para 
la  civilización  y  el  crédito  nacional. 

Pródiga  la  naturaleza,  dotó  á  Venezuela  con  un  clima  suave  y  delei- 
toso, con  ricas  y  abundantes  producciones,  con  esplendorosa  y  lozana 
vegetación,  añadiéndose  la  facilidad  de  comunicaciones  con  Europa,  y 
por  ahora  la  seguridad  individual. 

En  extremo  curioso  es  para  el  viajero  el  territorio  dividido  hoy  en 
cinco  repúblicas  que  un  día,  al  independizarse  de  España,  formaron 
una  sola. 

Esa  región  que  encontraron  los  invasores  habitada  por  numerosas 
tribus,  con  civilización  é  historia,  que  encerraba  notables  restos  de  otros 
tiempos  y  de  otras  razas,  esa  fecunda  tierra,  que  para  el  anticuario  y  el 
historiador  se  presenta  bajo  tan  interesante  aspecto,  ha  adolecido  tam- 
bién de  idénticos  males  y  ha  sufrido  las  mismas  consecuencias  que  se 
derivan  de  las  guerras  civiles,  de  las  cuales  en  vano  intentó  salvarla  el 
desgraciado  cuanto  intrépido  general  Morazan. 


KESEÑA    GENERAL  23 

Disuelto  el  pacto  federal  por  el  general  Carrera  en  1847,  Guatemala, 
el  Salvador,  Nicaragua,  Costa  Rica  y  Honduras,  combatidas  por  partidos, 
vacilantes  en  su  política,  dominadas  por  el  espíritu  de  rebelión  que  ha 
pesado  y  pesa  sobre  la  mayoría  de  las  antiguas  colonias,  iniciaron  tras 
infecundas  y  asoladoras  contiendas,  una  era  de  progreso  y  de  relativo 
bienestar  con  horizontes  risueños  y  despejados,  que  presagiaban  risueño 
porvenir. 

Tan  despejado  cielo  volvió  á  empañarse,  y  nuevos  conflictos  pusieron 
frente  á  frente  á  las  cinco  repúblicas  hermanas. 

Un  decreto  del  Presidente  de  Guatemala,  general  Barrios,  declarando 
la  unión  centro-americana ,  fué  origen  de  temores  y  de  abierta  hostilidad 
por  parte  del  Salvador,  Nicaragua  y  Costa  Rica. 

Iniciada  la  guerra,  tuvo  ésta  una  solución  tan  rápida  como  ines- 
perada . 

Una  bala  resolvió  el  problema,  y  al  cortar  la  vida  del  general  Barrios, 
devolvió  la  paz  á  los  pueblos  centro-americanos. 

Sin  embargo,  esas  cinco  repúblicas  nunca  alcanzarán  completo  desa- 
rrollo, ni  preponderancia,  ínterin  no  formen  un  todo  bajo  régimen  fede- 
rativo. 

La  aspiración  es  general;  para  llevarla  á  cabo  sólo  se  necesita  patrio- 
tismo y  abnegación. 

Feliz  y  civilizado,  poderoso  y  sometido  á  leyes  tan  hábiles  como  res- 
petadas, engalanado  con  el  lujo  de  la  creación,  extenso,  feraz  y  embelle- 
cido con  suave  y  delicioso  clima,  apareció  el  imperio  de  Moctezuma 
ante  Hernán  Cortés  y  sus  castellanos:  hermosas  poblaciones,  bien  acon- 
dicionadas casas,  caminos,  puentes,  floreciente  agricultura  é  inmensas 
riquezas,  aumentaron  el  asombro  de  los  audaces  invasores,  que  en  nom- 
bre de  su  Dios  y  de  su  Rey,  arrebataban  su  independencia,  imponían  su 
religión  y  costumbres,  á  pueblos  aterrados  por  lo  desconocido  y  venci- 
dos por  la  osadía,  la  temeridad  y  el  valor. 

Una  de  las  figuras  que  más  resaltan  en  esa  historia  de  la  conquista, 
que  á  no  ser  de  tan  pocos  siglos,  nos  parecería  inverosímil  por  lo  rápida 
y  audaz,  es  la  de  aquel  hombre  extraordinario  que  sometió  el  imperio 
mejicano  á  la  Corona  de  España. 

Hernán  Cortés  peleó,  sufrió,  triunfó  y  puso  á  los  pies  de  Carlos  V 
joya  de  tanto  precio  y  valía;  pero  ¡triste  privilegio  de  los  grandes  genios! 
¡murió  pobre,  oscuro  y  olvidado! 


24  '  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Importante  colonia  fué  la  Nueva  España;  vastísima  extensión  del  con- 
tinente americano,  poblada  en  gran  parte  por  la  raza  india,  por  africa- 
nos, europeos  y  mestizos,  cuando  desprendida  de  la  península  ibérica  y 
organizada  su  regencia ,  se  proclamó  emperador  el  mal  aconsejado 
Iturbide. 

D.  Antonio  López  de  Santa  Ana,  entonces,  y  el  esclarecido  patricio 
D.  Benito  Juárez  años  después,  redimieron  á  su  patria  salvando  los  prin- 
cipios republicanos. 

El  pueblo  de  Padilla  y  Querétaro,  el  infortunado  Maximiliano,  víc- 
tima de  la  política  rastrera  de  Napoleón  III  y  anteriormente  Iturbide, 
señalan  dos  épocas  notables:  son  la  personificación  del  combate  entre 
las  ideas  democráticas  y  autocráticas:  el  sufragio  libre,  ante  el  dominio 
que  se  impone  y  esclaviza. 

Muerto  Juárez,  legando  á  la  posteridad  una  vida  tan  esclarecida 
como  pura,  las  rivalidades  entre  los  aspirantes  al  mando  promovieron 
nuevos  conflictos,  dando  triste  espectáculo  á  las  demás  naciones  y  sem- 
brando la  ruina  y  el  desaliento  en  el  suelo  azteca. 

Esta  desastrosa  situación  tuvo  al  fin,  deseado  término,  y  durante  la 
presidencia  del  valeroso  general  D.  Porfirio  Díaz,  A  se  cimentó  el  orden 
bajo  régimen  estrictamente  legal,  se  llevaron  á  terreno  práctico  mejoras 
materiales  y  de  ventajosa  trascendencia,  cobrando  la  república  nueva 
vida  y  movimiento. 

La  intervención  de  capitales  extranjeros,  es  también  poderoso  auxiliar 
en  las  nacientes  empresas  y  en  el  bienestar  de  las  masas  populares,  pro- 
porcionando al  propio  tiempo  medios  honrosos  de  subsistencia  á  los 
revoltosos  por  codicia  y  anhelo  de  medrar.  » 

El  pueblo  inteligente  y  laborioso  es  el  que,  reducido  á  la  impotencia 
con  las  revoluciones,  mira  la  nueva  faz  y  se  regocija  con  la  idea  de  que 
no  vuelvan  á  penetrar  en  su  hogar  la  miseria,  la  desesperación  y  el 
luto,  compañeros  inseparables  de  los  motines  y  de  la  intranquilidad 
pública. 

No  por  menos  rica  y  extensa,  tuvo  escasa  importancia,  la  antigua 
Española  ó  Isla  de  Santo  Domingo,  primera  colonia  de  los  españoles  en 
tierra  americana  y  punto  de  partida,  para  la  colonización  del  Nuevo 
mundo. 

1    Presidente  por  segunda  vez,  en  la  época  en  que  estas  páginas  se  dan  al  público 


RESEÑA    GENERAL  25 

Descubiertos  el  Perú  y  Méjico,  perdió  entonces  su  primitiva  impor- 
tancia, y  su  suerte  ha  sido  tan  caprichosa  como  interesante. 

Anexionada  la  parte  española,  unas  veces  á  los  haitianos,  otras  á  los 
franceses,  separada  de  España  no  voluntariamente,  sino  por  el  tratado  de 
Basilea;  invadida  por  el  célebre  Toussaint  Louverture,  una  vez  más  colo- 
nia francesa;  más  tarde  recuperada  para  España  por  el  arrojado  Sánchez 
Ramírez  en  la  batalla  de  Palo  Hincado,  después  fué  independiente  y 
juguete  de  los  unos  y  de  los  otros,  languideciendo  en  la  nulidad  y  en  la 
ignorancia,  hasta  que  el  héroe  de  las  Carreras,  D.  Pedro  Santana, 
librándola  del  dominio  haitiano  consolidó  su  autonomía,  rechazando  á 
sus  pertinaces  vecinos  y  enemigos. 

Electo  Presidente  el  general  Baez,  ocupó  el  poder  hasta  1853  y  segunda 
vez  aún  cuando  por  corto  tiempo,  en  1857. 

De  nuevo  en  1859  y  60  se  renovaron  las  gestiones  hechas  anterior- 
mente para  la  reincorporación  de  Santo  Domingo  á  España,  activamente 
impulsadas  en  Madrid  por  el  general  D.  Felipe  Alfau,  plenipotenciario 
del  Presidente  Santana  y  hermano  del  Vicepresidente  general  Antonio 
Alfau  y  á  quien  se  atribuía  ser  el  iniciador  de  la  idea. 

Este  acontecimiento  se  ha  -prestado  á  muy  diversos  comentarios 
y  á  rumores  poco  favorables,  siendo  conocido  de  cortísimo  número  de 
personas  el  verdadero  móvil  que  guió  á  los  iniciadores,  cuyos  detalles 
imparcialmente  relatados,  reservamos  para  el  libro  América  y  su 
historia. 

La  experiencia  demostró,  tras  corto  plazo,  había  sido  la  anexión  un 
gran  error  político,  del  que  dos  años  después  se  arrepentía  España,  aban- 
donando casi  sin  combatir  aquel  territorio  minado  por  la  revolución,  no 
sin  haber  perdido  cuantiosas  sumas  y  gran  número  de  hombres. 

Fácil  será  en  tiempo  oportuno  poner  de  relieve  las  causas  del  levan- 
tamiento, los  abusos  cometidos  por  los  mismos  á  quienes  el  Gobierno  espa- 
ñol enviara  de  la  Península,  encomendándoles  el  buen  éxito  de  la  anexión, 
y  el  porqué  de  la  marcha  que  siguieron. 

La  historia  es  juez  severo  é  imparcial  y  no  está  sujeta  á  pasiones  de 
partido,  ni  dominada  por  ciego  amor  nacional. 

Sucesivas  revoluciones,  rivalidades  y  ambiciones  han  alterado  la  paz 
en  Santo  Domingo,  pero  por  ley  ineludible  del  progreso,  ha  salido  del 
estado  de  atraso  y  de  abatimiento  en  que  yacía. 

El  comercio,  la  industria,  la  instrucción  pública  y  mejoras  materia- 


26  AMERICANOS    CKLKBKF.S 

les  prestan  hoy  risueño  aspecto  á  la  República  dominicana,  presagiando 
próspero  porvenir. 

¿Estará  ligado  con  el  de  Cuba  y  Puerto  Rico? 

Esas  dos  colonias,  las  únicas  que  aun  conserva  España  de  todo  su 
poderío  en  América,  han  sido  á  su  vez  foco  de  intereses  encontrados,  par- 
ticularmente la  primera,  que  de  largo  tiempo  viene  combatiendo  por  su 
independencia,  aun  cuando  en  mucho  haya  variado  el  sistema  colonial 
que  hoy  rige  en  las  Antillas,  de  aquel  establecido  en  las  demás  colonias 
americanas,  más  bien  por  los  mandatarios,  que  por  las  leyes  españolas 
muchas  de  ellas  sabias  protectoras  v  benévolas,  pero  contrarias  á  los 
intereses  de  los  ambiciosos  quienes,  á  su  antojo  las  transformaban  con 
notable  mengua  para  la  madre  patria;  con  fatales  consecuencias  para  las 
colonias. 

Ese  combate  de  las  ideas,  esa  lucha  propia  de  otros  tiempos  en  que  no 
existía  otro  derecho  que  el  de  la  fuerza,  ha  costado  ya  mucha  sangre  y  Ift 
pérdida  de  grandes  intereses.    , 

La  sagacidad  de  Inglaterra  adivinó  que  no  era  dable  luchar  contra 
principios  que  de  día  en  día  adquirieron  mayor  solidez  y  que  estaban  de 
acuerdo  con  la  marcha  de  los  siglos:  dio  un  gran  paso  político  recono- 
ciendo la  independencia  del  Norte  América,  no  ocultándose  á  su  pene- 
tración que  el  triunfo  de  su  colonia  era  seguro. 

Ese  coloso  fué  posterior  en  su  organización  colonial  á  los  países  con- 
quistados por  los  españoles. 

En  los  primeros  años  del  siglo  xvn  se  establecieron  los  ingleses  en 
Virginia  y  Plimouth  (Nueva  Inglaterra),  poblada  la  primera  por  aventu- 
reros turbulentos  y  la  segunda  por  emigrados  religiosos  y  políticos. 

Tal  diferencia  entre  sus  colonos,  grabó  indudablemente  en  ambas 
regiones  sus  especiales  rasgos  característicos  y  cuando  al  independizarse 
en  1776  fueron  sometidas  á  un  sólo  Gobierno  federativo  las  trece  colonias 
de  que  constaban,  conservaron  las  condiciones  especiales  de  su  origen, 
por  lo  cual  prevaleció  en  el  Sur  la  esclavitud  doméstica,  y  en  el  Norte 
el  espíritu  de  libertad  social  y  política. 

Proclamado  el  principio  de  soberanía  de  los  Estados  federales,  se 
complicó  la  situación  por  la  anterior  disidencia  entre  las  dos  grandes 
secciones  que  componen  los  Estados  Unidos  de  América,  dando  por  resul- 
tado aquella  formidable  guerra  que  terminó  en  1865  y  que  fué  asombro 
de  Europa  y  tumba  de  Lincoln. 


RESEÑA    GENERAL  27 

Esa  prodigiosa  república  cuenta  hoy  cincuenta  millones  de  habitan- 
tes, en  los  que  el  espíritu  emprendedor  forma  su  principal  elemento  de 
prosperidad  industrial . 

Su  actividad,  el  amor  al  trabajo  y  la  energía,  son  el  cimiento  de  su 
preponderancia  y  riqueza.  ¿Su  propia  vastísima  extensión,  la  diversidad 
de  intereses,  consecuencia  lógica  del  notable  desarrollo,  podrían  alterar 
más  tarde  la  paz  de  que  disfruta? 

Misterio  del  porvenir,  tanto  más  difícil  de  penetrar,  si  su  progreso 
guarda  proporción  en  los  tiempos  venideros  con  el  que  ha  tenido  desde 
que  Washington,  su  inmortal  fundador,  y  los  nobles  patriotas  Franklin, 
Jefferson  y  Madison  transformaron  á  una  pobre  colonia  de  tres  millones 
de  habitantes,  en  la  potente  nación  que  inspira  respeto  universal. 

No  de  escasa  importancia  política  y  comercial,  es  la  colonia  fede- 
rativa. El  Dominio,  sometido  pro-formula  á  la  Gran  Bretaña  y  formado 
en  parte,  por  la  antigua  colonia  francesa,  el  Canadá. 

Ancho  espacio  tendría  para  dar  cabida  á  varias  de  las  naciones  euro- 
peas, y  su  diversidad  de  razas,  su  riqueza  y  tal  vez  espíritu  de  rivalidad, 
la  mantienen  en  dependencia  nominal,  en  vez  de  incorporarse  á  sus  pode- 
rosos vecinos. 

No  sería  aventurado  pensar,  vista  la  progresiva  preponderancia  de 
esa  colonia,  que  andando  el  tiempo  formase  una  confederación  destinada 
á  equilibrar  en  el  mundo  americano  y  ayudada  por  las  repúblicas  al  Sur 
de  Panamá,  la  gigantesca  influencia  de  los  Estados  Unidos  de  América. 

Tal  vez  los  acontecimientos  respondan  á  vaticinios  presuntuosos;  entre 
tanto,  discúlpese  el  atrevimiento  de  la  historiadora,  quien  en  esta  reseña 
histórica  y  en  los  perfiles  biográficos  de  « Americanos  Célebres, »  no  ha 
sido  guiada  por  interesada  adulación,  sino  por  dos  elevados  sentimientos. 

Entusiasta  admiración  por  América;  eterna  gratitud  hacia  sus  hijos. 


■■u.,jii.iMi»m.ji  miliir'inwiiimniiiu'».  ininmiM^'-miw.uiHiimwninwrii 


CUAUHTEMOTZIN 


AMERICANOS  CÉLEBRES 


CUAÜHTEM'OTZIN 


N  los  sorprendentes  descubrimientos  y  conquistas  de 
América,  descuellan  por  su  poderío,  riqueza  y 
civilización,  el  imperio  de  los  aztecas  en  Méjico 
y  el  de  los  incas  en  el  Perú. 

Ambas  gigantescas  nacionalidades  sufrieron 
igual  suerte  y  fueron  sometidas  á  la  entonces  potente 
nación  española,  por  dos  hombres  audaces,  valerosos  y 
obstinados. 

Cayó  el  Perú  casi  instantáneamente  en  poder  del  con- 
quistador Francisco  Pizarro  y  de  su  cortísimo  número  de 
soldados,  por  medio  de  la  atrevida  captura  de  su  monarca, 
que  facilitó  ^riquezas  inmensas  en  cortísimo  espacio  de  tiempo  y  libre 
campo  para  conseguir  también  tras  breve  plazo  la  deseada  posesión 
del  territorio. 

En  Méjico,  el  pusilánime  Moctezuma  aunque  sabio  político  y  hombre 
astuto  y  muy  reverenciado  por  los  suyos,  no  opuso  resistencia  al  con- 
quistador Hernando  Cortés  y  á  los  arrojados  caudillos  que  á  la  conquista 
contribuyeron;  pero  no  fué  ésta  muy  fácil  ni  decisiva  cuando  por  la 
muerte  del  soberano  de  Anáhuac,  tomó  el  noble  Cuauhtemoc  ó  Cuauhte- 
motzin  la  defensa  del  imperio  azteca  y  opuso  á  las  antiguas  predicciones 
y  á  la  táctica  europea,  al  terror  que  inspiraban  las  armas  desconocidas, 
los  caballos,  y  el  denodado  esfuerzo  de  los_  españoles,  su  inquebrantable 


30  AMEBICANOS   CELEBRES 

yokmtacl,  su  valor,  su  amor  patrio,  haciéndose  inmortal  en  el  sitio  de 
Tenochtitlán. 

Era  Cuauhtemoc  hijo  de  Ahuitzolt,  primo  de  los  dos  últimos  monar- 
cas y  casado  con  una  hermosa  hija  del  emperador  Moctezuma.  Dicen 
las  crónicas  que  contaba  por  aquel  entonces  25  anos  y  que  su  presencia 
era  arrogante  y  varonil. 

Ascendido  al  trono  en  circunstancias  tan  críticas  y  teniendo  en  pers- 
pectiva la  prisión  ó  el  suplicio,  se  consagró  exclusivamente  á  la  destruc- 
ción de  los  invasores  y  á  dejar  libre  su  patria  del  yugo  extranjero,  no 
abrigando  ni  por  un  momento  vacilación  ni  desaliento. 

Preparó  la  capital  para  la  defensa;  hizo  fabricar  armas  entre  pilas 
unas  lanzas  lafgas  destinadas  contra  la  caballería,  armadas  ron  tos  puñales  y 
las  espadas  que  había  lomada  á  los  castellanos;  aumentó  y  mejoró  las  forti- 
ficaciones sin  descansar  ni  de  día  ni  de  noche.  x 

Los  preparativos  hechos  por  Cortés  para  rendir  á  la  ciudad  eran  for- 
midables; anhelaba  tomar  venganza  de  aquel  funesto  desastre  de  la 
noche  triste  y  de  su  salida  de  Méjico  y  estaba  decidido  á  llevar  todo  á 
sangre  y  fu  cijo  hasta  ser  dueño  de  la  corte  azteca. 

Más  de  150,000  hombres  2  componían  su  ejército,  con  las  tribus 
auxiliares  indígenas,  tribus  que  siempre  le  fueron  fieles  entre  éstas,  los 
tlaxcatecas,  texcocanos,  xochimilcos  y  otros. 

Las  naciones  de  Anáhuac,  como  demostraremos  en  la  historia  gene- 
ral de  América ,  sufrían  con  mal  reprimida  violencia  el  yugo  azteca  y 
eran  rivales  entre  sí;  esta  división  sirvió  á  Cortés,  para  que  en  ellas 
encontrase  poderoso  auxilio,  y  que  todas  contribuyeran  á  la  destrucción 
del  imperio  mejicano,  del  que  en  su  mayoría  eran  tributarias,  por  la 
fuerza  y  el  terror,  pero  que  aborrecían  al  tirano  y  esperaban  con  afán 
la  ocasión  de  vengar  las  vejaciones  sufridas.  Tal  fué  el  arma  principal 
para  Cortés. 

Cuauhtemoc  quería  oponer  fuerza  á  la  fuerza  y  con  singular  energía , 
actividad  y  heroico  tesón,  fortificó  calles  y  plazas,  encerró  víveres  en  la 
ciudad,  y  abandonado  por  los  que  debían  á  su  vez  rechazar  al  conquis- 
tador, se  entregó  con  los  fieles  tenochca  á  la  defensa  v  á  vencer  ó 
á  morir,  habiendo  sido  y  siendo  un  ejemplo  admirable  de  temerario 
arrojo  digno  de  haber  triunfado. 

4    Bernal  Díaz  dol  Castillo. 

-    Ixfhüxooliitl  y  otros  historiadores  dicen  de  110  á  150  mil. 


(TAUHTEMOTZTX  31 

Cortés  tenía  el  mando  de  la  flota,  de  aquellos  13  bergantines  cons- 
truidos en  tierra  firme  y  conducidos  hasta  Texcoco  para  navegar  en  las 
aguas  del  lago;  es  uno  de  los  pensamientos  más  grandiosos  de  Cortés  y 
¡extraño  suceso!- los  propios  indios  ayudaron  á  la  construcción,  es  decir, 
dieron  armas  contra  sí  mismos,  sin  comprender  que  su  apoyo  era  la 
ruina  para  su  patria  y  para  sus  hogares. 

Asombra  é  inspira  respeto  y  entusiasta  admiración,  la  actitud  de 
Cuauhtemoc:  no  le  arredraban  aquellos  españoles  cubiertos  de  acero  ni 
las  armas  destructoras,  ni  lo  numeroso  de  aquel  ejército,  ni  tampoco 
se  desalentó  cuando  la  ciudad  estaba  cercada  por  todas  partes,  ni  perdo- 
nó medio  para  sostener  el  sitio.  Aquellos  infelices  indios  medio  des- 
nudos, sin  víveres,  sin  esperanza  de  auxilio,  rechazaron  varias  veces 
proposiciones  de  paz  y  juraron  morir  antes  que  entregarse. 

Los  habitantes  acechaban  los  bergantines  y  desde  las  casas  los  arro- 
jaban cuanto  á  su  alcance  estaba:  que  en  su  pecho  ardía  puro  el  fuego 
del  patriotismo. 

El  ejército  sitiador  vivía  en  continua  alarma,  pues  ni  de  noche  ni  de 
día  estaba  libre  de  sorpresas  y  ataques  de  los  sitiados,  y  estos  en  la  obscu- 
ridad recibían  frugales  víveres  que  para  su  sustento  necesitaban,  tales 
como  tortillas,  i  tuna,  capulines,  y  otros  frutos. 

El  conquistador  Cortés  dispuso  un  ataque  general  el  domingo  9  de 
junio  de  1521,  y  Cuauhtemoc  en  ese  día  se  cubrió  de  gloria;  las  calles 
estaban  sembradas  de  cadáveres,  pero  los  aztecas  no  cejaron  en  la 
defensa  y  se  batieron  como  leones.  Al  llegar  Cortés  á  la  plaza  principal, 
aquellos  soldados,  los  primeros  que  defendieron  la  causa  de  la  indepen- 
dencia americana,  refugiados  en  un  teocali  i  y  arrojados  de  él  por  los 
vencedores,  se  rehicieron  y  los  atacaron  enérgicamente  volviendo  á 
tomar  el  templo  (teocatti),  y  arrollando  á  los  enemigos  les  hicieron  aban- 
donar la  plaza  apoderándose  del  cañón  que  momentos  antes  barría  sus 
filas.  Los  españoles  retrocedieron  por  la  calle  que  les  había  dado  entrada, 
y  si  bien  los  Iohx-Jh'/i  eran  vencedores,  la  pelea  aun  no  estaba  terminada 
en  aquel  día. 

1    Tortas  do  maíz:  tuna  (  higos  clmmlios  );  cnpvlinétl,  osporio  do  corozas. 


'¿"■2  AMERICANOS   CÉLEBRES 


II 


Dos  jinetes  penetraron  en  la  plaza:  al  verlos,  los  méxica  retrocedie- 
ron pensando  que  toda  la  caballería  caía  sobre  ellos;  los  de  Cortés,  que 
habían  sido  arrollados  volvieron,  y  el  terreno  perdido  fué  recobrado.  En 
la  gran  pirámide  del  teocaUíse  parapetaron  diez  ó  doce  sacerdotes,  se 
defendieron  con  denuedo,  pero  los  españoles  y  tlaxcaltecas,  se  lanzaron 
por  las  gradas  y  fueron  pasando  á  cuchillo  á  los  bravos  tenochca  que 
tuvieron  que  abandonar  la  plaza. 

La  batalla  duró  todo  el  día ,  y  ya  en  la  tarde ,  invadieron  los  canales 
multitud  dé  canoas  llenas  de  combatientes;  eran  los  esforzados  batallo- 
nes de  los  cuacuachicti;  saltan  en  tierra  y  apoyados  por  los  que  se 
batían  cargan  sobre  los  de  Cortés  y  éste  ordena  la  retirada  perseguido 
por  los  defensores  de  la  ciudad  que  de  nuevo  en  las  azoteas,  disparaban 
sobre  los  españoles  flechas,  piedras  y  saetas. 

Los  asaltos  se  repitieron  en  los  días  sucesivos,  y  Cortés,  tan  bravo  en 
la  pelea  como  hábil,  se  ocupó  en  rellenar  los  fosos,  en  cegar  los  canales 
de  aquella  Venecia  americana,  y  viendo  que  los  sitiados  no  cedían  y  que 
Cuauhtemoc  no  desmayaba,  determinó  destruir  la  capital,  y  el  fuego  y  la 
ruina  empezaron  desde  aquel  momento.  El  primer  paso  para  el  asedio 
de  la  ciudad  se  había  dado  en  el  bello  lago  de  Texcoco.  En  medio  de  las 
aguas  se  destacaba  un  alto  y  escarpado  cerro  llamado  antes  del  Marqués 
y  hoy  peñón  viejo.  La  cima  estaba  cubierta  de  indios  dispuestos  á 
defenderse,  y  como  Cortés  mandando  los  bergantines  había  fondeado 
muy  cerca  de  aquel  sitio,  cayó  sobre  él  una  lluvia  de  flechas:  compren- 
diendo el  conquistador  que  para  surcar  el  lago  sería  continua  la  batalla 
con  los  indígenas  parapetados  en  el  peñón,  desembarcó  con  150  espa- 
ñoles, y  escalando  la  fragosa  pendiente  se  apoderó  de  la  plataforma 
y  pasó  á  cuchillo  á  sus  enemigos. 

Al  socorro  del  peñón  acudieron  500  acalli;  i  pero  Cortés  al  distin- 
guir á  los  enemigos  se  reembarcó  apresuradamente  y  aguardó  á  la  floti- 
lla, derrotándola,  poco  después  y  encontrando  los  heroicos  indios  hondo 
sepulcro  en  el  lecho  del  lago. 

1    Piraguas. 


CUAUHTEMOTZIN  33 


III 


Este  primer  encuentro,  había  ya  dado  á  Cortés  la  medida  del  valor  de 
los  indios  que  esforzados  patriotas  estaban  decididos  á  una  lucha  deses- 
perada. El  noble  defensor  del  patrio  suelo,  el  indomable  soberano  azteca 
estaba  decidido  á  morir,  puesto  que  "la  victoria  no  coronaría  sus  esfuer- 
zos: que  en  las  filas  contrarias  peleaban,  no  en  contra  suya  sino  en 
contra  de  aquella  patria  querida,  multitud  de  traidoras  tribus  y  eran 
las  más  encarnizadas  en  la  sangrienta  pelea.  ¿Qué  extraño,  pues,  que 
sucumbiera  Anáhuac,  si  sus  propios  hijos  lo  entregaban?  Que  de  no  ser 
así,  quién  sabe  si  sus  dioses  habrían  exterminado  á  los  blancos  que  eran 
como  600,  aunque  su  valor  doblaba  el  número. 

Se  sucedían  los  asaltos,  la  destrucción  continuaba  sin  que  desfalle- 
cieran ni  Cuauhtemoc  ni  los  suyos :  tan  constantes  como  los  conquista- 
dores, defendían  palmo  á  palmo  sus  hogares  y  el  último  baluarte  del 
imperio  azteca. 

Era  el  combate  encarnizado  de  dos  razas,  de  dos  continentes;  el  cho- 
que de  dos  inquebrantables  empeños ;  trágica  epopeya  digna  de  las  anti- 
guas edades.  Nada  tan  grandioso;  nada  tan  sublime.  Si  en  Cortés  se 
admira  la  fuerza  de  voluntad,  el  sereno  valor  y  la  habilidad  suma  para 
vencer  obstáculos  y  triunfar  conservando  el  dominio  sobre  las  circuns- 
tancias, en  Cuauhtemoc,  se  respeta  el  sagrado  deber  cumplido  y  el  sacri- 
ficio de  sí  mismo  en  aras  de  la  patria. 

Los  tenochca  fueron  victoriosos  en  varios  encuentros,  y  con  estrata- 
gemas y  celadas  sorprendían  á  los  guerreros  castellanos;  cuanto  más 
arreciaba  el  peligro  más  animosos  aparecían  los  sitiados,  porque  Cuau- 
themoc  les  infundía  su  espíritu  y  su  arrojo. 

Pero  llegó  el  día  en  que  ardieron  los  templos,  se  desmoronaron  las 
casas  bajo  la  acción  de  la  piqueta  destructora :  los  cadáveres  se  amonto- 
naban en  las  calles  y  los  defensores  ya  no  eran  sino  sombras  de  sí  mis- 
mos; el  hambre  y  la  peste  arrasaban  la  población,  tanto  como  las  tropas 
invasoras. 

De  nuevo  Cortés  hizo  proposiciones  de  paz;  Cuauhtemoc  las  rechazó. 
No,  no, — exclamó;  —  todos  pereceremos  antes  que  entregarnos. 


84  AMERICANOS   CÉLEBKEs 

Y  la  .sangre  corría  á  torrentes  y  aquellos  héroes  convirtieron  á  la 
rica  y  alegre  Tenochtitlán  en  un  montón  de  ruinas.  Nuevos  numantinos 
prefirieron  la  muerte  al  perdón  del  enemigo. 

En  el  asedio  de  la  capital  del  imperio,  elévanse  por  igual  las  dos 
figuras  colosales  de  aquella  epopeya;  la  de  Cuauhtemoc  y  la  de  Cortés. 
Eran  dignos  rivales,  y  el  intrépido  é  indómito  guerrero  azteca,  nada 
menguaba  al  lado  del  héroe  castellano.  Su  arrojo  y  su  tenacidad  fueron 
sublimes  y  ni  el  incendio,  ni  el  hambre,  ni  la  certeza  de  la  derrota, 
doblaron  su  enérgica  voluntad. 

Con  estoica  indiferencia  (aunque  tal  vez  el  dolor  desgarrase  sn 
corazón)  vio  arder  aquellos  palacios  de  Axayacatl,  asombro  de  los 
españoles,  por  su  riqueza  y  su  vastísima  extensión;  las  casas  de  recreo 
suntuosos  edificios  en  los  cuales  rivalizaban  lo  pintoresco  de  la  natu- 
raleza, con  el  refinado  buen  gusto  artístico:  aquellos  salones  de  ricas 
maderas  y  con  magníficos  artesonados.  Al  reducirse  á  cenizas  y  á 
escombros,  las  regias  moradas,  se  hundía  con  ellas  el  imperio  azteca, 
pero  Cuauhtemoc,  como  un  gigante  descollaba  sobre  las  ruinas  de  los 
suntosos  ieocalUs  y  de  los  palacios. 

En  uno  de  los  combates  cuando  ya  los  tenochca  peleaban  con  la  rabia 
de  la  desesperación,  Cortés  y  los  suyos  cayeron  en  una  emboscada  prepa- 
rada hábilmente:  allí,  al  estruendo  del  gran  atambor  del  templo  de  Tla- 
telolco,  al  lúgubre  son  del  caracol  de  Cuauhtemoc,  acudieron  los  méxica 
con  furioso  empuje;  cargaron  sobre  los  castellanos  y  los  pusieron  en 
fuga,  luchando  cuerpo  á  cuerpo  y  con  igual  bravura.  Cortés  fué  presa  de 
los  campeones  méxica  al  grito  de  «Malinche,  Malinche.»  i 

El  fanatismo  de  los  indígenas  salvó  al  conquistador.  Pudieron  matarle 
en  aquel  instante ,  pero  no :  su  deseo  era  llevarlo  en  trofeo  ante  el  empe- 
rador y  de  allí  al  templo  para  sacrificarlo,  dando  tiempo  á  que  llegaran 
en  socorro  del  noble  general;  acudieron  todos  á  salvarle,  tanto  de 
los  suyos  como  de  sus  aliados ,  logrando  arrancarlo  de  las  manos  de  los 
tenochca  que  incansables  les  persiguieron  ínterin  el  combate  seguía  por 
otros  lados  obteniendo  los  méxica. señalada  victoria. 

Los  castellanos  prisioneros  fueron  víctimas  inmoladas  en  los  templos 
en  honor  de  los  dioses. 


1    Nombre  dado  por  los  indios  ft  Marina,  la  india  intérprete  y  amada  de  Cortés  y  qne  a  él  mismo  le  cono- 
clan  por  ese  nombre. 


CUAÜHTBMOTZIK  36 

Durante  algunos  días  cesó  el  exterminio.  Cortés  reorganizaba  sus 
fuerzas  sin  perder  la  confianza  ni  la  firmeza  por  el  terrible  desastre 
sufrido,  y  se  aprestaba  á  combatir  de  nuevo. 

El  infortunio  nunca  lo  arredró  y  abandonado  por  varios  de  los  aliados 
no  pensaba  sino  en  la  victoria  sin  calcular  ni  temer  con  la  reducción  del 
ejército.  Cortés  propuso  una  vez  más  la  paz.  El  guerrero  azteca  reunió 
un  consejo  de  notables  y  pintándoles  el  angustioso  estado  de  la  ciudad 
les  pidió  su  opinión ;  todos  rechazaron  la  paz  y  en  vez  de  contestar  al 
general  castellano  se  arrojaron  sobre  los  campamentos  y  quisieron,  ani- 
mados por  el  caracol  guerrero  de  Cuauhtemoe,  vencer  v  escarmentar 
á  sus  enemigos:  la  suerte  les  fué  contraria. 

Siguieron  peleando  sin  descanso,  prestándoles  mayor  brío  la  vista 
de  las  casas  incendiadas  y  los  alaridos  de  sus  hijos  v  mujeres  (pie  pere- 
cían entre  los  escombros. 

El  gran  templo  de  Tlatelolco  fué  destruido ,  y  día  por  día ,  con  infati- 
gable perseverancia  se  adelantaba  en  la  rendición  de  la  ciudad.  La 
miseria  era  espantosa:  mujeres  y  niños,  se  presentaban  al  ejército  espa- 
ñol para  no  caer  muertos  de  hambre  en  las  calles. 

Las  últimas  trincheras  cayeron  en  poder  del  caudillo  castellano  y  los 
infortunados  méxica  morían  á  millares,  va  en  tierra,  va  en  las  aguas 
del  lago. 

La  resistencia  era  un  imposible,  y  el  triste  y  heroico  Cuauhtemoe, 
pensó  en  huir  para  tal  atcz  rehacerse  más  tarde  y  volver  sobre  los  inva- 
sores. 


IV 


ínterin  se  batían  por  distintos  lados,  intentó  ganar  tierra  conducido 
por  rápido  acalli,  pero  el  capitán  Holguin,  que  mandaba  uno  de  los  ber- 
gantines más  veleros  observó  aquella  embarcación  que  se  alejaba  y  com- 
prendiendo por  el  lujo  de  los  ropajes  y  por  su  celeridad,  que  en  la 
piragua  debía  ir  Cuauhtemoe  con  su  familia,  la  dio  caza  y  la  abordó. 

El  emperador  se  puso  en  pié,  y  con  entero  acento  y  digno  ademán 
dijo:  «No  me  tiren;  soy  el  rey  de  Méjico  y  de  esta  tierra,  y  lo  que  te 
ruego  es  que  no  me  llegues  á  mi  mujer  ni  á  mis   hijos,  ni  á  ninguna 


36  AMERICANOS    CÉLEBRES 

mujer  ni  á  ninguna  cosa  de  lo  que  aquí  traigo,  sino  que  me  tomes  á  mí 
y  me  lleves  a  Malinche.» 

Al  llegar  el  desventurado  monarca  á  la  presencia  de  Cortés,  le  dijo: 
«Señor  Malinche,  i  he  cumplido  con  lo  que  estaba  obligado  en  defensíi 
de  mi  ciudad  y  vasallos;  no  puedo  más,  y  pues  vengo  por  fuerza  y 
preso  ante  tu  persona  y  poder,  haz  de  mí  lo  que  te  plazca  (y  poniendo 
mano  en  el  puñal  que  Cortés  llevaba  al  cinto  añadió):  Toma  luego 
este  puñal  y  mátame  con  él.» 

Cortés  honró  al  prisionero,  á  la  reina  Tecuichpo  hija  de  Moctezuma, 
y  á  los  nobles  que  con  él  se  entregaron,  con  la  cortesanía  que  admiraban 
en  él  amigos  y  enemigos.  a 

El  asedió  de  la  ciudad  había  durado  75  días. 

La  ambición  del  oro  y  la  sed  de  riquezas,  empañaron  la  victoria 
ganada  á  tanta  costa. 

Cuauhtemoc  y  el  señor  de  Tlacopán,  fueron  puestos  en  el  tormento 
para  obligarles  á  confesar  en  donde  estaban  ocultos  los  tesoros.  ¡Nunca 
rayó  tan  alto  el  heroísmo  del  príncipe  azteca;  su  rostro  permaneció 
sereno  ínterin  le  quemaban  los  pies  y  las  manos! 

El  infeliz  Tetlepanquetzaltzín ,  agobiado  por  el  dolor  tornó  los  ojos 
á  su  rey  como  suplicándole  gracia  y  licencia  para  hacer  revelaciones. 
Cuauhtemoc,  mirándole  severamente,  dijo:  «¿Estoy  yo  en  algún  deleite  ó 
baño?»  3  El  noble  azteca  se  resignó  á  sufrir  y  murió  en  el  tormento. 

El  héroe  legendario ,  el  patriota  sublime  vegetó  prisionero  desde 
el  13  de  agosto  de  1521,  día  de  la  toma  de  Méjico,  hasta  1525,  es  decir, 
cuatro  años,  después  de  haberse  reducido  á  escombros  el  imperio  azteca. 

En  aquella  época  salió  Cortés  para  las  Hibueras,  llevando  consigo 
á  Cuauhtemoc,  al  rey  de  Tacuba  y  á  otros  nobles,  temiendo  que  en 
su  ausencia  promovieran  una  revuelta,  pues  á  pesar  del  trascurso  del 
tiempo  y  del  aislamiento  en  que  vivía  no  había  decaído  el  prestigio 
del  valeroso  emperador  ni  el  respeto  y  amor  que  le  profesaban  sus 
vasallos,  ni  en  él,  la  grandiosa  idea  de  redimir  á  la  patria. 

Abrigaba  aún  el  levantado  pensamiento  de  devolver  á  sus  vasallos  la 
perdida  libertad  y  es  creible  conspiraba  para  alcanzar  tan  sagrado  objeto. 

1  Malinche  ó  Malitzín. 

2  Detalles  copiados  de  Sahagún  de  Bernal  Diez  do  Cortés,  do  Orozco  y  Berra,  de  Carbajal  Espinosa  y  do 
Gomara. 

3  Algunos  historiadores  han  alterado  esta  frase  diciendo:  «¿Estoy  yo  en  lecho   de  rosas'?»  poro   (tomara 
«Crónicas.»  cree  que  es  auténtica  la  citada  por  nosotros. 


CUAUHTEMOTZIK  37 


V 


Un  infame  delator  1  puso  en  noticia  de  Cortés  el  combinado  plan 
y  el  riesgo  que  corría  su  vida  si  la  conspiración  estallaba.  Horas 
después  fueron  reducidos  á  prisión  Cuauhtemoc,  el  rey  de  Tacuba  y 
varios  nobles;  nada  negaron  en  las  declaraciones:  el  monarca  confesó 
haberse  ocupado  de  aquel  particular  pero  sin  tener  pensamiento  de 
ponerlo  en  ejecución. 

El  caudillo  azteca  fué  condenado  á  la  pena  de  horca  así  como  el  rey 
de  Tacuba;  los  demás  nobles  fueron  puestos  en  libertad.  Al  dirigirse  de 
la  prisión  al  sitio  fatal  en  que  debían  abandonar  para  siempre  el  mundo 
marchaban  con  firme  y  sosegado  paso.  2  Un  religioso  les  exhortaba  por 
medio  de  la  bondadosa  Marina  y  los  demás  iban  rezando  á  su  lado;  pronto 
llegaron  al  sitio  donde  debía  verificarse  la  ejecución.  CuauhtemoC  conser- 
vando el  valeroso  espíritu  que  siempre  le  había  distinguido,  exclamó  al 
verse  debajo  del  árbol  en  que  iba  á  ser  colgado:  «Bien  sabía  yo,  capitán 
Malinche,  que  este  era  el  fin  á  que  me  destinabas,  ya  que  no  me  di  la 
muerte  por  mi  propia  mano  cuando  te  apoderaste  de  la  capital.  ¿Por  qué 
me  matas  sin  justicia?  Dios  te  lo  demande  cuando  aparezcas  ante  su 
recto  tribunal. »  El  señor  de  Tacuba  dijo  que  consideraba  como  una  feli- 
cidad morir  al  lado  de  su  emperador. 

Poco  después  los  dos  desgraciados  príncipes,  fueron  colgados  de  las 
robustas  ramas  de  un  frondoso  ceibo  que  se  hallaba  á  orillas  del  camino. 

La  noble  víctima  del  patriotismo,  el  mártir  de  la  independencia  de 
Anáhuac,  el  héroe  legendario,  no  desmintió  un  instante  la  serenidad 
de  que  tantas  pruebas  había  dado. 

La  digna  altivez  de  aquella  gran  figura  de  la  historia  de  América ,  lo 
acompañó  hasta  el  sepulcro.  3 

Los  pueblos  de  Anáhuac  quedaron  sometidos  al  conquistador  y  la 
noble  raza  azteca  dominada  y  sierva. 


1     Mexicaltziii. 

3    Bemal  Díaz  del  Castillo.  « 

3    La  ejecución   se  efectuó  en  el  carnaval  de  1525,  ó-  según  Herrera  en  los  principios  de  la  cuaresma.  El 
lugar  fué  Izancanac  provincia  de  Acala. 


EL   INCA   ATAUHALPA 


ara  presentar  en  la  escena  pública  personajes 
y  acontecimientos  de  la  antigua  América ,  es 
preciso  identificarse  con  aquella  época  que 
entre  brumas  aun  no  se  destaca  con  la  preci- 
sión que  al  historiador  fuera  necesaria  pues  el 
fanatismo,  las  preocupaciones,  el  continuo  gue- 
rrear y  la  falta  de  previsión  han  hecho  desapa- 
recer documentos  y  datos  que  hoy  serían  de 
incalculable  valor. 
Multitud  de  curiosas  tradiciones  prestan  alguna  luz 
para  la  historia  y  ayudadas  por  escasos  documentos  que 
por  casualidad  se  han  (salvado  de  la  general  destrucción,  pue- 
den guiar  por  el  enmarañado  laberinto  de  edades  anteriores  al 
descubrimiento  y  á  la  conquista,  aun  cuando  fueran  muy  cercanas  á 
estos  dos  maravillosos  hechos  y  se  enlazaran  con  la  llegada  de  los 
conquistadores. 

r 

Estos  se  deslumhraron  con  aquellos  palacios  en  donde  brillaban  los 
metales  más  preciosos  y  seducían  las  telas  más  delicadas  y  ricas;  con 
aquellos  templos  que  cubiertos  de  oro  servían  de  asilo  á  las  escogidas  y 
hermosas  criaturas  destinadas  al  culto  del  sol  ó  al  tálamo  del  poderoso 
inca;  los  manantiales  murmuraban  cayendo  en  fuentes  de  oro;  las  grandes 
pirhuas  i  recibían  las  cuantiosas  ofrendas;  las  anchas  fajas  del  preciado 


1    Orones. 


EL   INCA    ATAHUALPA 


EL   INCA    ATAHUALPA  39 

metal  se  extendían  por  techos  y  paredes  y  aquel  templo  de  Coricancha 
reluciente  como  una  ascua  de  oro  engarzada  en  guirnaldas  y  en  fes- 
tones de  extrañas  flores,  de  árboles  colosales,  de  góticas  portadas  de 
follaje,  con  todas  las  galas  de  la  riqueza,  con  todos  los  dones  de  la  madre 
tierra,  con  toda  la  poesía  de  lo  desconocido 

Y  no  pudo  menos  de  maravillar  á  los  rudos  y  audaces  conquistado- 
res el  encuentro  de  canales  y  prodigiosos  caminos  de  leguas  y  leguas 
como  el  del  Cuzco  á  Quito  i  y  fortalezas  -  como  la  de  Sacsahuaman  que 
parecía  construida  por  titanes:  los  gigantestos  acueductos,  las  precio- 
sas quintas  encerradas  en  selvas  de  rica  vegetación ,  los  sólidos  rumi- 
chaca  ó  puentes  de  piedra  taladrada  y  tantas  maravillas  que  superaban 
á  las  del  remoto  Oriente  y  tenían  singular  aspecto. 


II 


Causan  asombro  las  sabias  leyes  de  los  incas,  la  administración  de 
países  tan  dilatados;  el  noble  apoyo  á  los  menesterosos;  la  caridad,  el 
espíritu  de  protección  mutua  fomentada  por  la  especial  y  benéfica  forma 
político-administrativa . 

Holgábanse  los  aventureros  con  tantos  esplendores  y  a  pesar  de  la 
ambición  del  oro  y  de  la  codicia  que  en  su  pecho  despertaba  las  inespe- 
radas riquezas,  ofrendaron  su  admiración  en  el  altar  de  aquella  magnifi- 
cencia, de  aquellos  verjeles,  de  aquel  cielo  y  de  aquel  sol  padre  de  los 
incas. 

Uno  de  los  soberanos  más  poderosos  y  que  elevó  el  imperio  á  la 
mayor  altura  fué  Huainacapac  el  Grande,  quien  ambicioso  de  extender 
sus  dominios  llevó  sus  armas  triunfantes  hasta  el  corazón  del  reino  de 
Quito  y  en  la  gran  llanura  de  Hatum  Taqui,  obtuvo  la  victoria  en  san- 
griento combate  que  fué  tumba  del  scyri  3  Cacha  XV,  último  rey  de 
Quito . 

Y  cuenta  el  P.  Velasco  que  en  el  inmenso  llano  hubo  desde  ese  día 

1  500  leguas  que  A  cada  2  millas  tenían  casa  de  postas  llamadas  Chasqui  Huasi. 

2  Una  de  las  obras  más  maravillosas  de  las  incas:  dicen  los  historiadores  que  trabajaron  para  su  construc- 
ción 20,000  obreros  por  espacio  de  más  de  50  años. 

*    Rey.— Señor  de  todos. 


40  AMEKICAXOS    CÉLEBKKS 

más  de  12,000  tulas  '  de  forma  cónica  según  la  costumbre  de  los  caras, 
pues  á  tanto  subieron  los  muertos  del  ejército  real. 

Derrotados  los  quiteños  y  poseídos  de  religioso  respeto  á  la  vista  del 
cadáver  de  su  rey,  tuvieron  el  generoso  impulso  y  la  energía  de  procla- 
mar por  su  reina  á  Pacha,  hija  única  del  monarca  en  el  propio  campo  de 
batalla  y  á  la  vista  del  vencedor. 

Dan  cuenta  las  antiguas  crónicas,  de  la  singular  belleza ,  gracia  y 
juventud  que  adornaban  á  la  scyri  Pacha  y  que  siendo  el  inca  de 
carácter  apasionado  y  rendido  admirador  de  la  mujer  cedió  á  la  seduc- 
ción que  ejercieron  sobre  él  los  atractivos  de  la  princesa,  confundiéndose 
á  la  vez  con  su  naciente  pasión,  hábil  cálculo  político,  pues  que  su  casa- 
miento con  la  heredera  de  los  scyris,  le  otorgaba  por  la  ley  el  derecho 
de  reinar  con  ella  y  daba  por  consecuencia  pacífica  solución  á  sus  planes 
y  á  su  ambición  de  conquistador. 

Todos  los  actos  del  inca  se  encaminaron  desde  aquel  momento  al 
buen  éxito  de  su  propósito. 

La  reina  de  Quito,  se  encontraba  en  circunstancias  especialísimas:  la 
muerte  de  su  padre  y  de  sus  principales  defensores,  los  triunfos  de 
Huaina  Capac  y  su  débil  condición  de  mujer,  la  ponían  en  manos  del 
vencedor  y  éste  era  arbitro  de  su  suerte  y  de  su  reino.  Tan  poderosa 
causa  y  tal  vez  secreta  inclinación  al  inca ,  pues  según  los  historiadores 
era  gallardo  y  de  arrogante  presencia,  influyeron  para  que  consintiera 
en  compartir  su  autoridad  real  con  el  soberano  del  Perú. 

Cesaron  el  luto  y  la  consternación ;  las  lágrimas  que  se  derramaban 
por  el  rey  Cacha  se  enjugaron  y  no  pensó  el  pueblo  en  otra  cosa ,  sino  en 
festejar  á  su  reina  por  la  elección  de  esposo. 

Huaina  Capac,  cediendo  á  la  influencia  de  la  hermosa  Pacha  ó  por 
halagar  á  sus  nuevos  subditos  manifestó  su  aprobación  por  la  entusiasta 
actitud  del  puebloy  por  aquellas  demostraciones, y  el  día  de  su  casamiento 
puso  en  el  ¡lauto  2  la  simbólica  esmeralda  insignia  de  los  scyris  de  Quito. 

De  este  amor  y  de  aquel  matrimonio  nació  el  príncipe  Atahualpa.  ;! 


1  Tumbas. 

2  Especie  de  corona  imperial. 

3  Huaina  Capac  estuvo  casado  dos  ó  tres  veces ,  esto  ha  dado  lugar  á  que  algunos  historiadores  hayan 
considerado  como  ilegítimo  su  enlace  con  Pacha  y  le  den  el  nombre  de  concubina  pero  Fray  Marcos  de  Niza' 
Bravo  Saravia,  Gomara  y  otros  lo  consideran  legitimo,  tenía  ya  Huaina  Capac  heredero  para  el  imperio  en 
Huáscar  (cadena)  llamado  así  por  una  de  or^jue,  según  la  tradición,  mandó  hacer  el  inca  para  celebrar  el  nata- 
licio del  heredero  y  que  mas  tarde  arrojaron  los  indios  on  el  lago  Titicaca  para  salvarla  de  los  españoles. 


EL  INCA  ATAHUALPA  41 


III 


La  infancia  y  juventud  de  Atahualpa,  hijo  predilecto  del  inca,  fué 
tan  dichosa  y  tranquila  .como  agitados  é  infaustos  los  últimos  años  de 
su  vida. 

Aseguran  antiguos  historiadores  que  tenía  talento,  singular  viveza 
y  penetración;  dignidad  sin  orgullo,  majestuosa  y  noble  presencia  y 
habilidad  suma  en  la  carrera ,  en  la  lucha  y  en  la  caza ;  era  de  estatura 
mediana,  cara  aguileña,  con  hermosos  ojos  negros  vivos  y  expresivos; 
descollaba  el  príncipe  por  sus  estudios  en  las  artes,  ciencias  y  astrología 
y  las  bellas  condiciones  de  su  carácter  afable  y  conciliador,  le  conquis- 
taban el  corazón  de  sus  vasallos  y  el  aplauso  de  todos. 

La  muerte  de  Huaina  Capac  ocurrida  en  diciembre  de  1525  '  fué  la 
primera  nube  en  el  cielo  de  su  vida;  contaba  entonces  37  años. 

La  gloria  y  la  sabuduría  del  soberano  le  habían  hecho  tan  querido 
que  más  de  i, 000  personas  se  sacrificaron  para  estar  á  su  Jado  y  servirle 
más  allá  de  la  tumba. 

Por  su  testamento,  legaba  el  reino  de  Quito  al  inca  Atahualpa  como 
sucesor  de  los  scyris  y  el  rico  imperio  del  Perú  al  hijo  primogénito 
Huáscar,  quien  al  coronarse  recibió  la  borla  encarnada  insignia  de  los 
incas  así  como  Atahualpa  la  esmeralda. 


IV 


Durante  cuatro  años  nada  alteró  la  paz  de  su  reinado,  pero  había 
llegado  el  momento  de  la  ruina  de  los  incas  y  de  su  destrucción. 

Las  discordias  civiles  estallaron  y  el  rencor  de  Huáscar  por  la  divi- 
sión del  imperio,  largo  tiempo  contenido,  se  manifestó  contra  el  bástanlo 
como  llamaban  los  hijos  de  las  coyas  2  al  rey  de  Quito. 


1     Según  el  P.  Velasco. 
1     Princesas. 


42  AMERICANOS   CÉLEBRES 

La  provincia  de  Cañar ,  fué  el  pretexto  para  aquella  guerra  fratricida 
la  cual  abría  las  puertas  y  daba  mayor  probabilidad  de  triunfo  á  los 
extranjeros  que  según  noticias,  se  habían  presentado  en  algunos  puntos 
de  la  costa  conducidos  por  grandes  huampüs..  1 

Ambos  monarcas  se  disputaban  la  posesión  del  territorio  Cañar, 
tomado  al  Perú  por  los  scyris  hacía  largo  tiempo. 

Atahualpa  era  valiente,  y  no  queriendo  desmembrar  nada  de  los 
dominios  que  como  á  hijo  de  Pacha  le  pertenecían  fió  el  triunfo  de  su 
suerte  á  las  armas.  Estas  al  principio  le  fueron  contrarias  en  Turne- 
bamba  ,  en  donde  cayó  prisionero  del  general  Yupamqui  ínterin  su  ejér- 
cito perecía  ó  se  desbandaba  huyendo  de  los  vencedores. 

El  inca  no  se  abatió ;  los  soldados  rendidos  por  el  cansancio  ó  por  la 
embriaguez  descuidaron  la  guarda  que  se  les  había,  encomendado  y  el 
rey  de  Quito  logró  evadirse  y  llegar  á  su  capital  sin  riesgo. 

El  odio  creció  entre  los  dos  monarcas  y  el  deseo  de  vengar  el  desas- 
tre de  Tumebamba,  prestó  nuevo  brío  á  los  quiteños  aumentando  su  con- 
fianza con  la  adhesión  de  generales  veteranos  compañeros  de  armas  de 
Huaina  Capac. 

La  victoria  de  Ambato,  aterró  á  los  partidarios  de  Huáscar  pues  el 
triunfante  Atahualpa  llevó  todo  á  sangre  y  fuego  y  no  perdonó  á  los 
infelices  cañares  ni  á  uno  solo  de  los  vencidos. 

Entretanto  sus  generales  Quisquís  y  Chalcuchima,  ganaban  terreno  en 
el  Norte  del  Perú,  y  llevaban  ya  el  ejército  hasta  Quipaypán  muy  inme- 
diato al  Cuzco  en  donde  empeñaron  el  combate  decisivo  de  la  guerra. 

Las  tropas  de  Huáscar ,  fueron  completamente  derrotadas  cayendo  el 
inca  en  poder  de  Chalcuchima  y  pereciendo  en  el  campo  más  de  30,000 
combatientes  del  ejército  peruano. 

Tan  señalado  triunfo  colmó  de  alegría  al  rey  de  Quito  que  á  la  sazón 
se  encontraba  en  Cajamarca,  curándose  una  herida  recibida  en  la  Puna. 

Inmediatamente  ordenó  á  los  generales  se  apoderasen  del  Cuzco  y 
demás  capitales  mudando  guarniciones  y  gobernadores  en  aquellas  que 
sin  apelar  á  la  fuerza  se  rindiesen,  pero  castigando  sin  piedad  á  los  pue- 
blos que  no  se  sometieran  á  su  poder. 

Desde  el  triunfo  de  Paypán  se  consideró  Atahualpa  como  señor  del 
Perú  y  añadió  á  su  corona,  en  abril  de  1532,  la  borla  carmesí. 


1    Naves. 


EL   INCA   ATAHUALPA  43 

El  inca  Huáscar,  había  sido  conducido  á  una  fortaleza  en  la  provin- 
cia de  Jauja  en  la  cual,  estaba  cuidadosamente  vigilado  y  en  donde  per- 
maneció durante  nueve  meses  sin  que  aceptase  la  mitad  del  imperio  del 
Perú  que  su  hermano  le  cedió,  puesto  que  ya  de  hecho  era  Atahualpa  el 
soberano. 


V 


Ocupado  Atahualpa  en  la  contienda  provocada  por  su  hermano,  no 
había  dado  importancia  á  la  llegada  de  los  extranjeros  á  Tumbez  aun 
cuando  Pizarro,  sabedor  de  las  desavenencias  y  lucha  civil  y  pensando 
utilizarlas  provechosamente  para  la  conquista ,  le  envió  seiscientos  pri- 
sioneros tomados  á  los  indios  en  uno  de  los  encuentros ,  ofreciéndole  á  la 
vez  su  ayuda  para  combatir  á  Huáscar. 

El  inca,  continuó  de  triunfo  en  triunfo  en  la  campaña  empeñada  con- 
tra su  hermano  sin  aceptar  la  oferta  de  Pizarro  por  creerla  insignifi- 
cante ó  por  que  la  restitución  de  los  seiscientos  indios  le  pareciese  ocultar 
algo  extraño  y  sospechoso. 

Había  recibido  noticias  de  que  los  extranjeros  cometían  abusos  en 
algunos  lugares,  muertes,  robos  y  atropellos  en  los  pueblos  por  donde 
iban  pasando;  que  los  indígenas  se  quejaban  y  huían  y  estos  hechos  le 
inspiraban  desconfianza  abrigando  el  deseo  de  ir  á  su  encuentro  y  exter- 
minarlos apenas  concluyera  la  guerra  civil. 

Los  ofrecimientos  del  conquistador  Pizarro  habían  llegado  hasta  el 
Cuzco,  y  Huáscar,  envió  una  embajada  al  audaz  extranjero  portadora  de 
grandes  regalos  y  encargada  de  solicitar  el  apoyo  y  la  amistad  del  con- 
quistador en  contra  del  usurpador. 

Atahualpa  estaba  en  Cajamarca,  y  sus  ejércitos  marchaban  victorio- 
sos hacia  la  capital  del  imperio  de  los  incas,  cuando  Pizarro  con  el 
arrojo  y  la  decisión  propia  de  su  carácter  se  resolvió  á  dirigirse  al  inte- 
rior del  país  para  llevar  rápidamente  la  conquista  y  al  efecto,  empren- 
dió la  marcha  el  día  24  de  septiembre  de  1532. 

Cien  infantes  y  aproximadamente  70  caballos,  era  el  total  de  la  fuerza 
que  mandaba  Pizarro  para  la  conquista  del  grandioso  imperio  de  los 
incas. 


44  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Temeraria  y  arriesgada  era  la  empresa ,  pero  digna  del  hombre  que 
había  soportado  en  la  Gorgona  el  hambre  y  la  desnudez,  que  había 
luchado  con  los  elementos  y  que  no  perdió  jamás  la  serena  firmeza  ni  el 
indomable  valor. 

Asombra  su  audacia  al  internarse  en  país  pobladísimo  y  desconocido 
y  parece  imposible  se  efectuara  la  conquista  con  aquel  cortísimo  número 
de  hombres. 

Cuando  pasen  los  siglos,  cuando  se  sucedan  las  generaciones  y  la 
conquista  de  América  sea  un  estudio  como  lo  es  hoy  la  historia  de  las 
guerras  del  Asia  y  de  la  Grecia,  aparecerán  los  hechos  como  fabulosos  é 
inverosímiles  ó  concederán  á  los  conquistadores  algo  de  sobrenatural  y 
maravilloso. 


VI 


Deseoso  Atahualpa  de  atraerse  la  amistad  de  aquellos  desconocidos 
hijos  del  sol  ó  del  mar,  pues  que  tal  origen  les  daba  la  popular  opinión , 
les  había  enviado  el  inca  un  embajador  con  varios  y  ricos  presentes. 

Varios  historiadores  afirman  y  entre  ellos  Jerez  que,  al  enviar  el  inca 
su  primera  embajada  había  hecho  expresar  á  Pizarro  no  siguiera  ade- 
lante con  su  gente  y  se  retirase  con  ellos  porque  no  quería  recibirlos. 
Gomara  añade  que  esa  intimación  fué  acompañada  de  amenazas — Historia 
General — pero  el  P.  Velasco  altamente  imparcial  en  sus  juicios  y  refirién- 
dose á  Robertson — Hist.  de  Ame. — lib.  6,  pág.  200,  opina  que  por  el  con- 
trario Atahualpa,  le  hizo  por  medio  de  su  embajada  ofertas  de  amistad 
instándole  para  que  fuese  á  Cajamarca. 

Por  otra  parte  si  el  monarca  hubiera  tomado  la  resolución  que  indi- 
can Jerez  y  Gomara,  no  hubiera  permitido  que  los  españoles  llegaran 
hasta  la  ciudad ,  y  hubiera  enviado  tropas  contra  ellos  ó  al  llegar  fácil- 
mente podía  haberlos  derrotado. 

La  sencillez  y  buen  proceder  del  inca,  se  manifestaron  en  todos  sus 
actos  y  nunca  desmintió  su  generosa  hospitalidad. 


EL   INCA    ATAHUALPA  45 


VII 


El  historiador  tiene  la  facultad  ó  el  poder  de  evocar  el  pasado,  de 
examinar  reposadamente  los  acontecimientos  y  de  investigar  más  allá 
de  la  tumba. 

Atahualpa  no  pensó  jamás  en  ser  víctima  de  aquel  corto  número  de 
extranjeros,  y  ¿cómo  podía  pensarlo  rodeado  de  su  victorioso  ejército  y 
en  el  centro  de  su  imperio? 

Siguieron  los  españoles  su  marcha  con  precaución  y  cuidado:  la 
voluntad  de  hierro  de  Pizarro  se  oponía  á  toda  señal  de  descontento,  y 
su  carácter  indómito  y  enérgico  hacía  aceptar  su  dominio  sin  mur- 
murar. 

Por  fin  llegaron  al  pie  de  la  sierra  y  á  las  cabeceras  de  Cajamarca. 

La  subida  de  la  cordillera  fué  penosa  y  larga  por  aquellas  escabrosi- 
dades, ya  remontándose  más  allá  de  las  nubes  ó  descendiendo  á  profun- 
dos abismos;  los  caminos  eran  pendientes  y  á  veces  resbaladizos,  angos- 
tos desfiladeros ,  gargantas  encerradas  entre  altas  montañas  y,  por 
último,  la  glacial  puna  en  donde  el  rigor  de  la  temperatura  les  causó 
poderosa  impresión. 

De  nuevo  el  inca  mandó  embajadores  á  Pizarro,  y  provisiones,  y  por 
fin,  otro  enviado  con  numerosa  comitiva  y  ricos  regalos. 

Los  rigores  de  la  cordillera ,  las  escabrosidades  del  terreno  y  el  ansia 
de  llegar  al  término  tan  deseado,  hizo  para  los  españoles  más  esplendo- 
roso y  bello  el  lozano  verjel  en  donde  está  situada  Cajamarca: 

Jerez,  en  su  obra  Conquista  del  Perú,  describe  así  la  ciudad  que  iba  á 
ser  teatro  de  acontecimientos  de  tan  alta  trascendencia. 

«Esta  es — dice — la  tierra  principal  de  este  contorno,  puesta  al  pie 
de  una  montaña  en  un  valle  rodeado  de  colinas,  de  circuito  de  cuatro 
millas;  le  pasan  cerca  dos  bellísimos  ríos,  cada  uno  con  su  puente  por 
el  cual  se  entra  á  la  ciudad  por  dos  puertas:  por  la  una  puerta,  antes  de 
entrar  á  la  ciudad  hay  un  gran  palacio  rodeado  de  muros  á  uso  de  tem- 
plo y  en  su  gran  patio  ó  plaza  están  puestos  varios  árboles  que  hacen 
sombra.  A  este  palacio  llaman  la  casa  del  sol  al  cual  adoran  y  antes  de 
entrar  se  descalzan.  Dentro  de  la  ciudad  hay  cerca  de  dos  mil  casas  dis- 
tinguidas y  todas  sus  calles  tiradas  á  cordel,  con  muros  de  piedra  fuer- 


46  AMERICANO*    CÉLEBRES 

te,  bien  distribuidas  por  dentro  y  con  bellísimas  fuentes.  En  medio  está 
la  plaza ,  mejor  que  algunas  de  España ,  toda  cerrada  en  contorno  y 
dominada  de  una  fortaleza  de  piedra  con  una  escala  por  la  cual  se 
comunica  á  la  plaza.  En  el  frontis  de  la  plaza  está  el  palacio  del  señor 
Atahualpa ,  mucho  mejor  que  todos  los  otros ,  con  jardines  y  magníficos 
portales  donde  él  estaba  todo  el  día;  sus  habitaciones  son  todas  pintadas 
de  diversos  colores  y  entre  otras  una  de  color  rojo  como  el  bermellón. 
En  uno  de  sus  pórticos  hay  dos  grandes  fuentes  adornadas  con  planchas 
de  oro  y  en  una  de  ellas  sale  por  un  cañón  el  agua  hirviendo  y  por  otro 
la  fría,  conducidas  ambas  de  la  vecina  montaña.» 

Cuando  llegaron  los  españoles ,  estaba  el  inca  descuidado  y  tranquilo 
en  los  baños,  como  á  tres  millas  de  la  ciudad,  y  ésta  sin  guarnición;  dio 
fácil  hospedaje  á  los  conquistadores  en  el  gran  Tambo  x  real  que  á  la 
entrada  se  encontraba. 

El  ejército  del  inca  se  extendía  en  más  de  una  legua  en  torno  de  la 
casa  de  campo  que  ocupaba  el  soberano,  y  éste,  rodeado  de  la  familia 
real  y  de  toda  su  corte,  recibió  al  capitán  Soto  enviado  por  Pizarro 
para  anunciar  su  llegada ,  en  un  trono  portátil  y  luciendo  en  sn  frente 
la  mascaipacha ,  una  de  las  insignias  de  su  rango. 

La  serena  majestad  de  Atahualpa,  no  se  desmintió  durante  la  entre- 
vista y  ni  aun  se  alteró  su  gravedad  cuando  Soto,  haciendo  caracolear  á 
su  caballo  lo  acercó  tanto  al  inca,  que  la  espuma  de  la  boca  del  bruto 
salpicó  su  rostro. 

Sin  levantar  la  vista,  escuchó  el  mensaje,  autorizando  á  uno  de  los 
nobles  para  contestar :  Árí  —  Bien  está ;  —  y  sólo  al  acercarse  Hernando 
de  Pizarro,  hermano  del  conquistador,  depuso  la  reserva  al  saber  quién 
era  y  le  dirigió  la  palabra,  con  amable  deferencia,  haciendo  movimiento 
como  para  levantarse  y  saludarlo. 

Fray  Marcos  de  Niza,  Garcilaso  de  la  Vega  y  otros  historiadores, 
hacen  mención  de  las  palabras  de  Atahualpa  dirigidas  á  los  nobles : 

« Veis  vosotros  como  él  traje,  la  figura,  el  color,  la  barba  y  todas  las 
demás  señales  de  estos  forasteros  son  las  mismas  que  de  nuestro  Dios,  Vira- 
cocha, y  tales  cuales  nuestro  antecesor  Y  aguar -qn  a  cae  quiso  que  fuesen  repre- 
sentados en  una  estatua  de  piedra.y>  2 

1    Hostería  Real . 

a  Se  asegura  existía  una  predicción  del  inca  Viracor-li a,  que  anunciaba  la  ruina  del  imperio  cuando  apa- 
recieran extranjeros  de  color  blanco  y  barba  poblada. 


Bli   INCA    ATAHUALPA  17 


VIII 


El  historiador  Sebastián  Lorente ,  dice :  «  Al  saber  quién  le  hablaba  y 
movido  por  la  cortesanía  de  Hernando,  alzó  el  inca  la  vista,  y  mirándole 
con  grata  sonrisa,  le  dijo  entre  otras  cosas:  Maizavilca,  un  capitán  mío, 
me  ha  avisado  que  sois  mala  gente  y  no  buena  para  la  guerra,  y  que  ha 
muerto  á  tres  de  vosotros  y  á  un  caballo;  quiero  con  todo  ser  amigo 
vuestro  é  iré  á  verme  mañana  con  vuestro  hermano  el  general.»  —  «Mai- 
zavilca ha  mentido — replicó  Hernando  con  la  arrogancia  que  le  era 
natural  y  tal  vez  exagerada  de  intento. — Los  indios  de  San  Miguel,  son 
como  mujeres  y  un  solo  caballo  basta  para  sujetar  todo  aquel  valle.  Ya 
conoceréis  quienes  somos  cuando  nos  veáis  pelear.  Mi  hermano  os  quiere 
mucho;  decidnos  si  tenéis  algún  enemigo,  que  él  lo  sujetará. » —  «Cuatro 
jornadas  de  aquí — dijo  el  inca — están  unos  indios  muy  bravos  con  quie- 
nes yo  no  puedo;  allí  podéis  ir  á  ayudar  á  mi  gente.»  —  «Diez  de  á 
caballo  enviará  mi  hermano, — contestó  Hernando — y  bastarán  para 
sujetar  toda  la  tierra;  tus  indios  no  son  menester  sino  para  buscar  á  los 
que  se  escondan».  i 

Atahualpa  obsequió  á  sus  huéspedes  con  licores  y  chicha  servidos  por 
las  coyas,  en  rica  vajilla  de  oro,  y  los  españoles  regresaron  al  tambo 
maravillados  de  la  riqueza  y  fausto  de  la  corte  y  no  exentos  de  temor, 
por  el  numeroso  ejército  acampado  en  las  cercanías. 

No  había  dejado  de  asombrar  á  los  indios  la  ligereza  y  fuerza  de  los 
caballos ,  y  aun  se  dice  huyeron  algunos  cuando  Soto,  llegó  á  visitar  al 
inca;  pero  la  verdades,  que  sentían  como  presentimiento  de  una  des- 
gracia, porque  siempre  superticiosos,  daban  importancia  suma  á  los 
trastornos  de  la  naturaleza ,  y  ésta  se  había  manifestado  rebelde  para 
los  españoles,  ocultando  sus  rayos  el  sol  y  destacándose  fuerte  borrasca 
el  día  de  su  arribo  á  .Cajamarca,  llegando  á  tanto  la  inquietud  de  los 
indios  que  manifestaron  sus  temores  al  inca. 

Procuró  el  monarca  tranquilizarlos;  con  su  clara  inteligencia  les 
hizo  comprender  que  no  eran  seres  sobrenaturales,  y  que  los  caballos, 

1    Sebastian  Lorente,  Conquista  del  Perú. 


48  AMERICANOS   CÉLEBRES 

eran  animales  propios  de  su  país  como  en  el  Perú  lo  eran  las  llamas  ó 
los  guanacos. 

Sin  embargo  y  .después  de  haber  hecho  plegarias  y  ofrendas  á  sus 
dioses,  ordenó  que  sus  tropas  le  acompañaran  á  la  visita  que  al  día 
siguiente — 16  de  noviembre  de  1532 — pensaba  hacer  al  jefe  extranjero, 
tal  vez  más  que  por  temor  por  ostentación  de  su  poder. 

Toda  la  carrera  se  cubrió  de  lucidos  escuadrones  perfectamente  ves- 
tidos, y  después  por  el  centro  se  puso  en  marcha  la  lujosa  comitiva  del 
inca;  delante  y  quitando  las  piedrecillas  del  camino  iban  trescientos 
indios. 

Más- lejos,  seguía  la  nobleza  con  ricos  trajes,  y  en  medio  de  ella  Ata- 
hualpa  en  hombros  de  ochenta  nobles  subditos,  en  preciosa  litera  cha- 
peada de  oro  y  plata  sentado  en  almohadón  de  alpaca  bordado  con 
piedras  de  gran  valor. 

El  traje  imperial  riquísimo,  la  corona  en  su  cabeza  y  el  collar  de 
esmeraldas  gruesas  y  de  pureza  sin  par,  le  prestaban  majestuosa  digni- 
dad y  soberbia  grandeza. 

Como  á  mil  varas  de  Cajamarca  se  detuvo  el  inca.  ¿Le  advirtió  su 
corazón  el  peligro?  ¿su  razón  y  claro  entendimiento  le  aconsejaban 
mayor  cautela  y  despertaban  en  su  pecho  la  desconfianza?  quién  sabe 
cuáles  fueron  los  pensamientos  del  monarca  al  enviar  el  mensaje  á  Piza- 
rro  y  aplazar  su  entrevista  para  la  mañana  siguiente. 

Pero  el  conquistador  instó,  y  reflexionando  el  inca  que  eran  pocos, 
que  nada  podía  temer  de  ellos,  abandonó  su  primer  pensamiento,  con- 
testando que  continuaba  para  Cajamarca  sin  más  acompañamiento  que 
su  vanguardia  y  ésta  sin  armas. 

Aseguran  algunas  crónicas  que  á  pesar  de  esta  orden  varios  soldados 
llevaban  mazas  y  hondas,  y  dice  Velasco,  y  Lorente  lo  repite,  que  el 
general  Rumiñahui  se  había  apostado  con  5,000  hombres  por  el  lado  del 
cumbé  para  cortar  la  retirada  á  los  blancos  en  el  caso  en  que  pensaran 
en  huir. 


i:r>    INCA    ATAHUALPA  40 


IX 


Acompañado  por  sus  nobles,  por  gran  número  de  criados  y  unos  4  á 
6  mil  hombres  y  conducido  en  su  áureo  trono  portátil,  entró  el  inca  en 
la  plaza  de  Cajamarca ,  desierta  á  la  sazón ,  y  cuando  ya  el  sol  en  su 
ocaso  lanzaba  los  postreros  fulgores. 

La  comitiva  formó  un  extenso  círculo,  y  el  soberano  quedó  en  el  cen- 
tro atónito  é  inquieto  tal  vez,  porque  no  veía  salir  á  su  encuentro  á  nin- 
guno de  aquellos  extranjeros. 

Pero  aumentó  su  asombro  al  ver  adelantarse  hacia  él  á  Fray  Vicente 
Valverde  acompañado  por  el  intérprete  Felipillo,  y  aseguran  que  al 
llegar  al  trono,  saludó  al  inca  y  lo  bendijo  con  un  Cristo  haciendo  la 
señal  de  la  cruz;  Atahualpa  entonces  se  volvió  á  los  suyos  diciendo  con 
ingenua  sencillez:  «estas  (/entes  son  mensajeros  do  los  dioses,  guardaos  de 
hacerles  daño  ». 

El  fraile  dominico  se  dirigió  al  inca  y  pronunció  larguísima  arenga 
mal  traducida  por  FelipiUo,  y  en  la  cual  se  trataba  de  imponerle  en  los 
misterios  del  verbo  y  ordenarle  que  él  y  los  suyos  se  sometieran  al  Rey 
de  España,  de  quien  era  Pizarro  representante  y  abrazaran  la  religión 
católica . 

Pero  al  escuchar  el  discurso  del  fraile  dominico,  por  intuición  adivinó 
el  inca,  si  bien  confusamente,  el  propósito  de  aquellos  extranjeros. 

Era  de  regia  estirpe  y  no  podía  aceptar  religión  para  él  desconocida, 
ni  el  vasallaje  suyo  y  el  de  su  imperio  á  otro  soberano  que  precisamente 
pensaba,  no  podía  ser  tan  poderoso  como  él. 

Decía  el  P.  Valverde,  que  el  Papa,  había  dado  aquel  país  al  rey  de 
España  para  conseguir  nuevos  servidores  y  adictos  á  la  religión  del  Cru- 
cificado y  salvar  á  infieles. 

Y  ¿quién  era  el  Papa,  decía  Atahualpa  con  verdadera  lógica,  para 
ceder  lo  que  no  era  suyo?  ¿cómo  disponía  á  su  antojo  del  A^astísimo 
imperio  de  los  Incas,  es  decir,  de  dominios  inmensos,  pueblos  numero- 
sos ,  riquezas  heredadas  de  sus  mayores? 

Sofocaba  al  inca  la  indignación  por  tal  desacato,  y  cuando  el  fraile 


50  AMERICANOS    CÉLEBRKS 

dominico  le  presentó  el  breviario  diciéndole  era  el  sagrado  libro  de  la 
religión  católica,  le  tomó,  le  aplicó  al  oído,  le  hojeó  y  arrojándolo  con 
despecho,  dijo  1  «esto  nada  me  dice;  no  me  iré  sin  que  me  deis  satisfacción  de 
vuestros  ultrajes». 

Al  arma,  al  arma,  exclamó  el  P.  Valverde;  venganza,  cristianos;  este 
perro  desprecia  la  religión  de  Jesucristo  y  arroja  los  evangelios. 

Atahualpa  puesto  en  pie  hablaba  con  los  suyos,  notándose  entre  las 
masas  de  los  indios  sorda  agitación. 

El  invasor  dio  la  señal,  se  disparó  el  primer  tiro,  salieron  los  caba- 
llos á  galope  con  sonajas  y  cascabeles  para  aumentar  el  ruido  y  la 
Confusión;  las  descargas  de  artillería  sucedieron  á  los  toques  de  trom- 
peta ,  y  los  indios  aterrados  por  el  estruendo,  huían  sin  encontrar  salva- 
ción, pues  aun  cuando  lograron  derribar  en  crecido  número  una  tapia 
de  la  plaza  y  salir  por  ella,  los  caballos  siguieron  á  galope,  y  pocos  fue- 
ron los  que  en  las  angostas  gargantas  ó  en  los  empinados  cerros,  pudie- 
ron quedar  con  vida  protegidos  por  la  oscuridad  de  la  noche. 

La  carnicería  fué  espantosa.  Atahualpa  había  visto  caer  á  su  lado  á 
sus  más  fieles  defensores  que  sostenían  el  venerado  trono;  las  espadas 
atravesaban  los  pechos  de  los  nobles  sin  resistencia;  morían  por  el  inca 
sin  defenderse ,  sin  combate  como  los  mártires  en  vasto  circo  morían  en 
las  garras  de  las  fieras. 

Un  soldado  intentaba  herir  al  inca,  cuando  Pizarro  con  resuelto  ade- 
mán gritó:  «Nadie  toque  al  indio  so  pena  de  la  vida»,  y  protegiéndolo 
con  su  brazo  y  ayudado  por  sus  rodeleros  le  bajó  de  las  andas  y  le  hizo 
prisionero. 


X 


Nadie  acudió  en  su  auxilio;  el  suelo  estaba  sembrado  de  cadáveres,  y 
aseguran  los  historiadores  que  Rumiñahui ,  al  escuchar  el  estampido  de 
la  artillería  en  vez  de  correr  al  socorro  del  monarca  salió  para  Quito 
con  los  5,000  hombres. 

La  prisión  del  desventurado  príncipe,  aseguró  la  conquista  del  Perú, 
y  facilitó  á  Pizarro  la  posesión  de  aquellas  fabulosas  riquezas  ambicio- 


EL   INCA    ATAHUALPA  51 

nadas.  Cromara  afirma  que  sólo  la  vajilla  del  inca  pesó  100,000  ducados 
de  oro.  4 

En  esa  infausta  noche,  empezó  la  servidumbre  de  los  infelices  indíge- 
nas, y  cuéntase  que  cenando  el  inca  con  Pizarro  y  hablando  de  la  derro- 
ta ,  dijo  :  «  usos  son  de  la  guerra  vencer  y  ser  vencido , »  y  admiró  la  des- 
treza de  los  invasores  no  haciendo  ni  alusión  á  la  perfidia  ni  al  engaño 
de  que  había  sido  víctima.  2  Lo  grandioso  de  los  descubrimientos,  la 
gloria  de-la  conquista  del  Perú  se  oscureció  con  la  crueldad  que  los  con- 
quistadores usaron  con  Atahualpa. 

El  inca  Huáscar,  fué  otra  de  las  víctimas  sacrificadas  á  consecuencia 
de  aquella  funesta  jornada. 

Atahualpa  temió  más  tarde  una  alianza  de  Pizarro  con  su  hermano, 
y  para  evitarlo,  trasmitió  la  orden  de  asesinarlo,  y  el  infeliz  y  destro- 
nado soberano  fué  ahogado  por  Chalcuchima  en  el  río  Jauja  según  unos, 
y  según  otros  en  la  prisión. 


XI 


Holgábanse  los  españoles  con  el  resultado  de  la  trama  urdida  y  más 
aun  con  la  oferta  del  infeliz  monarca.  Consistía  ésta,  en  pagar  su  rescate 
cubriendo  de  oro  un  aposento  hasta  la  altura  que  señalaba  con  su 
brazo. 

Tal  riqueza  deslumhró  á  los  invasores  y  aceptado  el  ofrecimiento, 
corrieron  una  línea  roja  para  señal  hasta  donde  el  inca  podía  alcanzar 
con  su  mano.  :5 

Las  distancias  eran  inmensas,  el  tiempo  largo  para  la  ansiedad  del 
inca  y  la  codicia  de  sus  vencedores;  por  lo  que  las  órdenes  fueron  trans- 
mitidas en  todas  direcciones  apremiando  Atahualpa  á  sus  vasallos  para 
.que,  reunieran  los  tesoros  que  debían  restituirle  la  libertad. 

El  capitán  Soto  y  Hernando  Pizarro,  salieron  comisionados  para 
recoger  el  fabuloso  rescate  comprendiendo  entonces  cuan  grande  era  la 


1  El  ducado  de  oro  equivalía  A  4  posos  fuertes. 

2  Lorente.  Conquista  del  Perú. 

3  Es  la  versión  más  general,  aun  cuando  algunos  aseguran  ora  basta  la  altura  que  tocaba  con  un  bastón. 


52  AMERICANOS    CÉLEBRES 

veneración  y  el  amor  por  el  Soberano  pues  por  todas  partes  en  el  dila- 
tado imperio,  recibían  honores,  agasajos  y  muestras  de  la  buena  fe  del 
inca. 

Las  riquezas  acumuladas  fueron  tantas  (pie,  conducidas  á  Oajamarca 
y  hechas  las  particiones  debió  pareeerles  á  los  aventureros  algo  increí- 
ble, algo  que  sobrepujaba  á  cuanto  la  ambición  pudiera  haber  soñado. 

Entretanto  el  inca  sufría  el  cautiverio  con  digna  resignación  y 
jamás  desmintió  cu  su  comportamiento  su  elevado  rango,  su  nobleza, 
su  regia  altivez;  la  generosidad  de  que  había  dado  tantas  muestras,  le 
hacían  cada  día  más  temido  para  los  conquistadores,  pues  su  prestigio 
crecido  aún  con  el  infortunio,  podía  hacer  brotar  ejércitos  cuando  estu- 
viera en  libertad  é  inutilizar  los  esfuerzos  y  buen  éxito  para  la  con- 
quista. 

Estas  reflexiones  se  acumulaban  á  la  mente  de  Pizarro  y  la  causa  de 
Atahualpa,  no  podía  ni  prolongarse  más  ni  decidirse  favorablemente 
para  el  inca. 

Poderosos  intereses  pugnaban  en  contra  del  infeliz  preso  y  hasta  el 
miserable  Felipillo  [  atizaba  el  fuego  del  odio  y  de  la  desconfianza 
haciendo  creer  á  Pizarro  y  á  los  españoles  que  los  indios  se  armaban  en 
son  de  guerra  para  libertarlo  y  que  juraban  aniquilarlos,  añadiendo  que 
el  general  Chalcuchima  de  acuerdo  con  el  monarca  exhortaba  á  los  pue- 
blos para  la  rebelión. 

Sólo  tenía  Atahualpa  dos  auxiliares,  dos  caballerescos  defensores  y 
aquéllos  también  se  alejaban  abandonándole  indefenso  en  manos  de  sus 
terribles  adversarios:  eran  Hernando  Pizarro  y  el  capitán  Soto. 

El  primero  salía  para  España,  portador  del  oro  para  el  rey  y  de  las 
portentosas  noticias  de  la  conquista  del  Perú  y  el  segundo  mandando  una 
expedición  al  interior  para  averiguar  si  los  rumores  de  revueltas  eran 
ciertos  ó  más  bien,  con  este  pretexto,  para  alejarle  del  inca  á  quien  siem- 
pre protegía  y  defendía. 

Comprendía  Atahualpa  que  estaba  en  grave  riesgo  y  que  el  generoso 
sacrificio  de  sus  vasallos  y  el  raudal  de  oro  entregado,  no  le  devolvería 
su  libertad  ni  tal  vez  salvaría  su  vida. 

Un  día  los  rumores  de  conspiración  tomaron  mayor  altura  y  Pizarro 
reconvino  al  prisionero: 

1     Intérprete  indio.  Se    da,  por  cierto   que,  enamorado  ciegamente  de  vina  Coya,  temió  que,  sabedor  el  inca 
de  aquella  audacia,  lo  castigara  severamente  si  llegaba  á  obtener  su  libertad. 


EL    INCA    ATAHUALPA  53 

«¿Qué  traición  es  ésta  que  me  tienes  armada,  habiéndote  v<>  hecho 
honrar  como  si  fueras  mi  hermano  y  habiéndome  nado  de  tus  pala- 
bras?» 

Con  rostro  sereno  y  risueño  le  contestó  Atahualpa: 

«¿Burlaste  conmigo?  Siempre  me  hablas  cosas  de  chanza.  ¿Qué  parte 
somos  yo  y  toda  mi  gente  para  enojar  á  tan  valientes  hombres  como  sois 
Aosotros?  No  me  digas  esas  burlas». 

En  aquella  contestación  vio  Pizarro  corroboradas  sus  sospechas  ó 
quiso  hacerlo  creer  así,  y  recargó  la  vigilancia  y  el  rigor  contra  el  infe- 
liz cautivo. 

¿Será  posible  que  influyera  también  en  el  ánimo  de  Pizarro  y  según 
aseguran  varios  historiadores,  la  humillación  sufrida  delante  del  inca? 

Hé  aquí  el  suceso:  Habiéndose  admirado  Atahualpa  de  la  lectura  y 
escritura,  ciencia  que  poseían  los  europeos  y  (pie  éstos  le  aseguraban 
aprendían  en  la  infancia,  deseoso  de  saber  si  era  verdad,  pidió  le  escri- 
bieran en  una  uña  la  palabra  Dios  y  la  mostró  á  cuantos  en  su  aposento 
entraban  convenciéndose  de  que  la  conocían  y  leían  sin  vacilación;  entró 
Pizarro  y  á  su  vez  le  enseñó  la  palabra  escrita,  pero  nadie  ignora  que  la 
educación  del  conquistador  había  sido  muy  descuidada ,  por  lo  que  con- 
testó resentido  en  su  amor  propio  y  avergonzado  que  no  lo  entendía,  y. 
el  inca  le  tuvo  desde  entonces  en  menos  que  á  sus  soldados,  pues  que 
estos  le  superaban  en  sabiduría. 


XII 


Dos  extrañas  causas  influyeron  en  el  ánimo  de  Atahualpa  convencién- 
dole de  que  estaba  perdido. 

Diestro  el  inca  en  la  astrología  pidió  y  obtuvo  licencia  para  observar 
un  meteoro  que  decían  los  españoles  había  aparecido  en  el  cielo,  mas  al 
fijarse  en  él,  manifestó  profunda  impresión  y  desaliento;  aquel  extraño 
fuego  brilló  en  el  cielo  algunos  días  antes  de  la  muerte  de  Huaina-Ca- 
pac:  el  inca  desde  este  instante  no  pudo  dudar  de  que  su  muerte  se 
acercaba . 


54  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Efectivamente,  Pizarro,  fuera  por  instigaciones  fanáticas  del  P.  Val- 
verde  ó  por  propia  convicción  y  conveniencia,  pues  quería  llevar  á 
cabo  la  conquista,  sin  trabas  ni  dificultades  y.  aguijoneado  por  los  que 
pedían  la  cabeza  del  infortunado  peruano,  pretextando  peligros  y  cons- 
piraciones, nombró  un  Tribunal  para  entender  en  la  causa  y  lo  formó 
de  este  modo: 

Dos  jueces,  que  fueron  Pizarro  y  Almagro;  tres  procuradores;  dos 
letrados,  fiscal,  escribano  y  defensor;  diez  testigos,  siete  del  servicio 
español  y  tres  extraños. 

El  inca  fué  acusado  de  ser  hijo  ilegítimo,  de  haber  usurpado  el  impe- 
rio; de  si  había  hecho  asesinar  al  inca  Huáscar;  qué  religión  profesaba; 
si  tenía  concubinas  y  entre  ellas  hermanas  y  la  acusación  más  capital  si 
había  levantado  tropas  contra  los  españoles. 

Hubo  indios  á  quienes  no  .espantaron  las  amenazas  y  dijeron  no 
á  todos  los  cargos;  hubo  otros  más  resueltos  que  no  quisieron  con- 
testar. 

El  injusto  y  antipatriótico  tribunal  condenó  á  Atahualpa  á  ser  que- 
mado vivo:  ¡qué  horror!  ¡cuánta  afrenta  para  España!  ¡qué  borrón  en 
aquella  brillante  epopeya  de  la  conquista! 

No  faltaron  sin  embargo  leales  é  hidalgos  pechos  españoles,  que  lanza- 
ron un  grito  de  indignación  y  defendieron  al  desventurado  Soberano;  les 
parecía  monstruosa  aquella  sentencia,  considerándola  como  negra,  man- 
cha en  las  limpias  páginas  de  la  historia  de  España. 

Aquel  asesinato  era  repugnante,  inicuo  tratándose  de  un  hombre  que 
no  sólo  había  sido  benéfico  y  generoso  para  los  invasores,  sino  sobre 
quien  ningún  derecho  podían  tener  los  conquistadores. 

El  augusto  cautivo  no  podía  ni  debía  ser  acusado  por  polígamo,  ni 
por  idólatra,  pues  las  leyes  de  su  país  le  autorizaban  á  lo  primero  y  á  lo 
segundo. 

Las  contiendas  y  desenlace  de  la  guerra  con  Huáscar,  no  entraba  en  el 
dominio  de  extranjeros  recién  llegados  al  Perú,  y  de  las  conspiraciones  y 
la  leva  de  tropas  contra  los  españoles,  no  había  sido  posible  adquirir  prue- 
ba convincente. 

Pero  la  muerte  estaba  decretada;  todos  los  medios  eran  buenos  para 
llegar  al  fin  y  Pizarro,  aquel  hombre  audaz  y  valeroso  que  en  la  Gór- 
gona  había  sido  tan  grande  y  heroico,  fué  pequeño,  ingrato  é  injusto,  y 
arrastrado  tal  vez  á  su  pesar  por  otras  poderosas  individualidades  firmó 


EL   ESrCA    A TAHUALPA  55 

tan  deshonrosa  sentencia,  contraria  á  toda  ley,  á  todo  deber  humani- 
tario y  leal. 

Con  razón  exclamó  Atahualpa  dirigiéndose  á  Pizarro  al  saber  el  fallo: 
-¿qué  he  hecho  yo  para  merecer  tal  sentencia?  ¿Debía  esperar  esto  de  tí 
con  quien  he  repartido  mis  tesoros ,  que  no  has  encontrado  en  mi  pueblo 
sino  amistad  y  veneración,  y  no  has  recibido  de  mí  sino  beneficios?  Si 
me  dejáis  con  vida ,  yo  os  respondo  por  la  de  todos  los  españoles  y  reu- 
niré doble  rescate  del  que  os  he  pagado». 

Cumple  á  la  misión  histórica,  poner  claros  los  hechos  y  con  imparcial 
criterio  juzgarlos. 


XIII 


La  noble  dignidad  del  inca  recobró  su  imperio;  firme  y  altivo  aguardó 
la  muerte  y  en  la  noche  del  29  de  Agosto  de  153o  salió  para  el  patíbulo 
á  pie  y  con  grillos. 

Ya  sobre  los  haces  de  leña  de  la  hoguera  le  protestó  el  P.  Valverde  y 
le  aseguró  Pizarro,  que  si  moría  cristiano  le  conmutaría  la  pena  del  fuego 
por  lamínenos  terrible  del  garrote ,  y  con  esa  seguridad  aceptó  el  bautismo 
con  el  nombre  de  Juan,  pues  era  aquel  día  el  evangelista  (1). 

El  sin  ventura ,  suplicó  al  conquistador  Pizarro  que  se  doliera  de  sus 
hijos  y  los  tomara  bajo  su  protección  y  que  deseaba  descansara  su  cuerpo 
en  la  tumba  de  sus  antepasados  maternos  en  Quito 

El  P.  Velasco  dice  refiriéndose  á  Gomara,  que  Atahualpa  recomendó  á 
los  suyos  que  después  que  los  cristianos  le  sepultaran  con  sus  ritos  y 
ceremonias,  sacasen  su  cuerpo  y  embalsamado  según  costumbre  lo  lleva- 
ran á  depositar  en  el  sepulcro  de  los  reyes  de  Quito. 

Aseguran  los  mismos  historiadores,  que  Pizarro  mandó  hacer  los 
funerales  con  gran  pompa  y  los  indios  en  número  de  dos  mil  sacaron 
después  el  cadáver  de  su  último  Soberano,  le  embalsamaron  y  conduje- 

(1;  Eu  los  archivos  de  Quito  se  han  'encontrado  dos  interesantes  documentos;  el  l.u  expresa  haberse  bauti- 
zado Atahualpa  con  el  nombre  de  Francisco,  tal  vez  en  momentos  tan  supremos  fué  Pizarro  su  padrino  («Apun- 
tes para  la  historia  do  Quito»  por  D.  Pablo  Herrera).  El  2."  (loeumento  so  refiere  á  pensiones  otorgadas  á  uri. 
hijo  de  Atahualpa  llamado  también  Francisco. 


56  AMERICANOS    CÉLEBRES 

ron  con  cantos   lúgubres  y  tristísimos  lamentos  por  el  espacio  de  250 
leguas  hasta  la  ciudad  de  Quito  1 

El  inca  Atahualpa,  fué  el  último  Soberano  de  aquel  poderoso  imperio 
extendido  desde  Pasto  hasta  Chile  y  con  su  muerte  empezó  el  tristísimo 
calvario  de  su  raza.  Aun  hoy  los  indios  invocan  su  nombre  con  respeto, 
aun  hoy  la  tradición  conserva  su  recuerdo  entre  los  humillados  hijos 
del  sol. 

1     Vki.am  <>. — ERstofia  antiguo  ñe  Quito. 


SIMÓN   BOLIVAE 


SIMÓN  BOLÍVAR 


/  Libertad  ú  la.  patria  de  tus  Incas! 
¡  Libertad  de  Colón  al  hemisferio  ! 

Lauro  al  Libertador  del  Cusco  antiguo; 

Las  vírgenes  preciadas 

Libres  del  afrentoso  cautiverio, 

Himnos  de  triunfo  entonan  á  Bolívar; 

Los  pueblos  que  feliz  libra  y  aduna  . 

Manco  J  nuevo  le  llaman 

Y  con  ardiente  gratitud  le  aclaman 

El  (/en/o  de  la  atierra  y  la  fortuna. 

■i.  M.  Hekedia  (cubano). 

■S¿  Botica r  muere  sin  haberse  ceñido  una  corona,  será  en  los  siglo» 
venideros  una  figura,  singular.  En  lo  pasado  no  tiene  semejante,  porque 
Washington,  no  tuvo  nunca  en  sus  manos,  en  las  colonias  británicas  del 
Norte,  el  poder  que  Bolívar  ha.  asumido  entre  los  pueblos  y  desiertos 
de  la  América  del  Sur. 

Benjamín  Ookstaht. 

Bolívar,  la  figura,  más  grandiosa  de  la  independencia  americana , 
será  también  en  venideros  siglos  la  más  deslumbradora  en  la  historia 
universal.  Honrado  como  Washington,  inspirado  como  éste  en  el  fuego 
santo  de  la  libertad,  guerrero  cual  Alejandro,  desinteresado  patricio, 
fué  grande  en  el  apogeo  de  su  gloria  y  nías  grande  aun  y  más  sublime 
én  el  infortunio. 

Bakoxeka  DK  WUjOOK. 


xiste  un  pueblo  heroico,  noble,  audaz,  encerrado 
entre  pintorescas  montañas,  esparcido  en  lozanos 
valles ,  cobijado  por  un  cielo  siempre  radiante  y 
azul. 

Vistosos   y    poéticos   caseríos   ediñcados   al    pie 
de  los   riscos,  chozas   arrulladas  por   las  ondas  del  mar, 
cabanas    construidas    entre    breñas ,    civilizadas  é   indus- 
triosas poblaciones,  dan  albergue  á  ese  pueblo  que  desde 
las  edades  más  remotas  toma  parte  en  universales  luchas, 
pertenece  á  la  historia  de  los  siglos  y  se  conserva  puro  y 
sin  mezcla  entre  los  pobladores  del  Nuevo  Mundo. 
El   pueblo   vascongado    cuenta    con  preclaros    descendientes   en    el 
mundo  de   Colón,  con  ilustres  vastagos  de  los  indomables  cántabros, 
que  en  la  gloriosa  epopeya  de  la  independencia  americana  conquistaron 


1    Manco  Capao,  fundador  del  imperio  de  los  Incas. 


58  AMERICANOS   OÉLJEBBEB 

inmortal  renombre  y  esplendorosa  página  en  el  augusto  libro  de  la 
Historia.    , 

Los  ascendientes  del  libertador  Bolívar  tenían  su  casa  solariega  en 
el  señorío  de  Vizcaya,  y  como  por  los  años  1590,  y  en  compañía  del 
gobernador  Osorio,  llegó  á  Venezuela  D.  Simón  de  Bolivar,  el  primero 
de  aquel  noble  linaje  que  se  radicó  en  la  ciudad  de  Caracas. 

Enviado  á  España  como  procurador  general,  consiguió  ventajosas 
franquicias  y  regias  mercedes,  aun  cuando  una  de  ellas  debía  tener  gran 
influencia  y  funesto  resultado  para  las. colonias  hispano- americanas: 

La  autorización  para  introducir  africanos,  considerados  como  escla- 
vos auxiliares  de  los  indios  en  los  trabajos  agrícolas. 

Esta  nueva  raza,  este  cuerpo  extraño  agregado  y  mezclado  con  los 
diversos  que  poblaban  el  continente  americano,  tuvo  en  su  origen  tal 
vez  humanitario  impulso;  pero  abusándose  más  y  más  cada  día  de  aque- 
lla concesión,  llegó  á  ser  taii  arbitraria  como  cruel  y  mina  inagota- 
ble para  aquellos  que  especulaban  y  explotaban  aquel  nuevo  y  triste 
comercio. 

Algunos  de  los  historiadores  vizcaínos  ,  al  mencionar  el  apellido 
Bolivar,  le  dan  origen  éuskaro,  añadiendo  que  la  casa  primitiva  tenía 
por  arma  una  piedra  de  molino  en  campo  de  plata  y  que  el  nombre  sig- 
nifica pradera  del  molino. 

Dice  el  ilustrado  español  D.  Antonio  Trueba,  que  la  casa  de  Boli- 
var i  existía  desde  tiempo  inmemorial  y  que  algunos  de  los  antepasa- 
dos del  Libertador,  figuraron  desde  muy  antiguo  en  los  gobiernos  de 
Vizcaya  y  gozaron  de  preponderante  prestigio. 

Guerras  y  disturbios  entre  la  sede  episcopal  de  Armentía  y  los  viz- 
caínos, dieron  por  resultado  recayeran  los  bienes  confiscados.de  la  casa 
de  Bolivar,  en  el  señorío  de  Vizcaya;  pero  la  noble  familia  fundó  nueva 
casa  solariega,  cambiando  su  escudo  primitivo  y  tomando  el  de  alguno 
de  sus  entronques,  siendo  el  moderno  una  faja  azul  con  panelas  en 
campo  verde. 

Añade  el  erudito  escritor  español  que  los  labradores  censuarios  de  los 
señores  de  Vizcaya ,  que  en  aquella  comarca  eran  veintitrés,  fundaron  á 
principios  del  siglo  x  el  monasterio  é  iglesia  de  Santo  Tomás  apóstol,  y 
la  casa  de  Bolivar  hizo  la  fundación  á  expensas  propias. 

1    Dice  el  Sr.  Trueba  os  puramente  latina  y  extraña  al  ouskaro,  al  que  portenoco  el  apellido  Bolivar. 


simón  bolívar  59 

He  creído  importantes  los  anteriores  detalles,  pues  que  en  ellos  se 
trata  de  un  nombre  que  tan  culminante  y  tan  grande  es  hoy  en  la  histo- 
ria americana,  causa  también  para  que  sea  el  primero  de  la  época  de  la 
independencia  en  esta  galería  de  inmortales. 

Los  años  pasan ,  las  hazañas  se  despojan  del  manto  con  que  el  entu- 
siasmo las  engalanó  (5  de  las  sombras  interpuestas  por  la  envidia  para 
obscurecerlas ,  y  cada  día  aparece  más  radiante  y  más  pura  la  memoria 
de  los  hombres  que  las  ejecutaron. 

A  tal  altura  se  encuentran  algunas  de  esas  individualidades,  que 
sería  audaz  y  temerario  empeño  analizar,  juzgar  su  vida  y  pintarla  con 
gráfica  naturalidad  y  brillante  colorido. 

La  mano  del  más  hábil  artista,  no  ha  logrado  jamás  reproducir  en  el 
lienzo  la  esplendidez  del  sol. 


II 


Las  majestuosas  y  elevadas  cumbres  del  Avila  coronan  un  deleitoso 
valle,  en  donde  alegre,  pintoresca,  acariciada  por  suaves  auras,  se 
extiende  la  ciudad  de  Caracas. 

Las  mansas  y  cristalinas  aguas  del  Guaire,  sombreadas  por  altaneras 
palmas  reales,  que  en  ambas  orillas  ondean  sus  frondosas  ramas,  fertili- 
zan y  refrescan  ese  verjel  americano. 

Dos  gloriosos  acontecimientos  le  dan  renombre  universal. 

En  aquel  privilegiado  suelo  brotó  la  independencia  sud-americana , 
y  allí  también  el  24  de  julio  de  1783,  diez  años  antes  de  aquel  en  que 
el  pueblo  francés  derribó  un  trono  y  sobre  un  río  de  sangre  levantó  el 
altar  de  la  libertad,  nació  Simón  Bolivar  *; 

El  genio  de  la  gloria  cobijó  su  cuna :  cada  paso  dado  en  su  infancia 
le  conducía  al  templo  de  la  inmortalidad.  La  majestuosa  pompa  de  la 
naturaleza  tropical,  inspiró  á  su  corazón  de  niño  la  admiración  por  todo 
lo  sublime,  haciéndole  partícipe  de  su  grandeza. 

Tal  vez  los  secretos  designios  del  Supremo  Ser,  le  privaron  de  sus 
padres  en  la  más  tierna  infancia. 

1     La  casa  on  donde  nació  el  Libertador  sirve  hoy  de  oficina  para  un  Banco. 


60  AMERICANOS   CÉLEBRES 

En  su  pecho  no  debía  albergarse  más  cariño  ni  afecto  que  el  amor  á 
la  libertad. 

Contaba  apenas  catorce  años,  cuando  fué.  enviado  á  España  en  el 
navio  San  Ildefonso.  En  aquella  época  pertenecía  Bolívar,  como  subte- 
niente, á  las  milicias  disciplinadas  de  los  valles  de  Aragua. 

Coronel  de  aquéllas  había  sido  su  padre  D.  Juan  Vicente  Bolívar. 

Su  noble  linaje,  su  clarísima  inteligencia,  su  gallarda  apostura,  le 
conquistaron  el  favor  y  las  simpatías. 

Uno  de  sus  tíos,  que  se  encontraba  al  servicio  del  Rey,  le  prodigó 
paternal  cariño,  esmerándose  en  que  adquiriera  brillante  educación  v 
mayor  número  de  conocimientos  que  aquellos  más  generales,  que  se 
daban  en  fin  del  pasado  siglo  y  que  estuvieran  á  la  altura  de  su  clase  y 
fortuna. 

Apreciador  de  su  talento  y  adivinando  por  él  brillante  porvenir, 
solicite)  su  tío  se  le  enviase  como  agregado  de  embajada  á  alguna  de  las 
capitales  europeas,  pero  S.  M.  no  atendió  su  justa  pretensión. 

No.  ¡Bolívar  estaba  destinado  á  ser  el  redentor  de  un  mundo,  el 
creador  de  naciones,  el  apóstol  de  una  idea  inmortal! 

¡A  los  diez  y  nueve  años  sintió  por  primera  vez  el  anhelo  de  amar  y 
ser  amado! 

Según  consta  por  el  siguiente  documento  que  el  general  O'Leary,  en 
sus  memorias,  extracta  del  archivo  del  Libertador,  pronto  creó  Bolívar 
familia  y  hogar. 

«Aranjiwz  15  de  mayo  de  Í802¡ 

Señor  Capitán  General  be  Caracas: 

Con  esta  fecha  comunico  al  Capitán  general  de  Castilla  la  Nueva  lo 
siguiente : 

El  Rey  se  ha  servido  conceder  á  1).  Simón  de  Bolívar  y  Palacio, 
subteniente  del  batallón  de  Milicias  disciplinadas  de  los  Valles  de 
Aragua,  en  la  provincia  de  Venezuela,  actualmente  residente  en  Madrid, 
el  permiso  que  ha  solicitado  para  contraer  matrimonio  con  D.a  María 
Teresa  Rodríguez  del  Toro,  previos  los  requisitos  prevenidos  del  con- 
sentimiento paterno  y  demás  Reales  disposiciones. 

Lo  traslado  á  V.  E.  de  Real  orden  para  su  inteligencia. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

Caballero, 


SIMÓX   BOLÍVAR  01 


III 


¡  Su  ventura  fué  breve :  la  patria  no  admitía  rivales ! 

Por  misteriosa  ley  del  destino  estaba  consagrada  su  existencia  á  una 
causa  noble  y  santa,  que  rechazaba  otros  deberes  y  otros  afectos. 

Ya  de  regreso  en  Venezuela ,  se  ocupaba  Bolívar  en  hacer  prosperar 
sus  haciendas,  entregado  á  la  vida  doméstica  y  buscando  en  ella  solaz  y 
ventura. 

Era  capitán  entonces  de  las  milicias  de  Aragua;  se  dedicaba  á  ejerci- 
cios militares  y  á  perfeccionarse  para  la  guerra ,  cuando  terrible  epide- 
mia devastó  Venezuela,  sembrando  el  terror  y  la  consternación. 

El  noble  hogar  de  Bolívar  perdió  su  alegre  tranquilidad;  la  joven 
esposa  sucumbió,  v  el  vacío  y  la  soledad,  abatieron  la  entereza  de  aquel 
carácter,  destinado  á  perpetua  lucha  y  á  sucumbir  en  ella. 

En  breve  abandonó  los  lugares,  testigos  de  su  dicha. 

Los  viajes  le  ofrecían  vasto  campo,  para  desarrollar  las  ideas  que  ya 
germinaban  en  su  mente. 

De  nuevo  visitó  Europa  ,  y  entusiasta  por  las  hazañas  de  Napo- 
león/se detuvo  en  París  y  presenció  el  acto  de  la  coronación  del  empe- 
rador. 

¿Qué  ideas  despertaría  en  su  corazón  republicano? 

Desde  esa  época,  la  existencia  del  hombre  extraordinario,  que  en  la 
historia  de  la  emancipación  americana  conquistó  el  primer  puesto,  se 
consagra  á  la  patria  y  á  la  libertad. 

Imposible  sería  seguirle  paso  á  paso  en  esa  prodigiosa  carrera  mili- 
tar, que  está  enlazada  con  los  hechos  más  memorables  de  la  indepen- 
dencia. 

Venezuela,  Nueva  Granada,  Ecuador,  Perú,  Bolivia,  cinco  naciona- 
lidades creadas  por  el  héroe  y  que  hoy  son  miembros  en  la  gran  familia 
de  los  pueblos  libres,  presentan  la  vida  de  Bolívar  con  gráfico  esplendor. 


62  AMERICANOS    CÉLEBRES 


17 


En  diferentes  regiones  del  continente  americano  y  en  diversas  épo- 
cas se  habían  sofocado  bien  organizadas  conspiraciones,  si  no  cimenta- 
das en  el  principio  de  independencia ,  ni  en  el  deseo  de  sacudir  el  yugo 
del  coloniaje,  encaminadas  á  reformar  el  sistema  administrativo  y  á 
obtener  algunas  franquicias  que,  colocaran  á  las  vastas  regiones  con- 
quistadas en  más  ventajosas  condiciones  é  impulsaran  el  desarrollo  del 
comercio  y  de  la  industria. 

La  idea  de  libertad  se  despertaba,  se  extendía,  brotaba,  pero  sin 
forma  y  cual  una  aspiración  innata  en  el  corazón  humano. 

La  Revolución  francesa  fué  el  rayo  de  luz. 

El  noventa  y  tres,  la  página  en  donde  los  pueblos  aprendieron  á  ser 
libres. 

La  invasión  francesa  en  España ,  el  pretexto  para  que  las  colonias 
hispano  americanas  lanzaran  el  grito  de  independencia. 

Los  hombres  más  ilustres  por  su  elevación  de  sentimientos  é  inteli- 
gencia ,  anhelaban  crear  patria  y  la  engalanaban  con  todos  los  adelan- 
tos que  la  libertad  podría  prodigarle. 

Ilustración,  prestigio,  preponderancia,  civilizadoras  instituciones  y 
desarrollo  de  su  riqueza. 

Cabe  la  gloria  á  Venezuela,  de  haber  sido  la  primera,  en  aquella 
nueva  era  que  se  presentaba  erizada  de  escollos  y  de  dificultades. 

Sin  embargo  y  á  pesar  de  todo,  como  el  descontento  era  cada  vez 
mayor,  se  hizo  inevitable  le  evolución  política  de  largo  tiempo  ambi- 
cionada. 

Había  llegado  el  día  para  los  pueblos  americanos,  en  que  por  ley 
natural  se  emancipasen  de  la  madre  patria  y  formaran  nuevo  hogar  y 
familia. 

Caracas,  tomó  la  iniciativa.  En  Quito  y  en  el  Alto  Perú,  habían 
tenido  lugar  algunos  trastornos  en  el  año  de  1809,  pero  sin  resultado 
alguno  para  la  emancipación  americana. 

La  aurora  del  19  de  abril  de  1810  en  Venezuela,  extendió  sus  fulgo- 


SIMÓN    BOLÍVAR  63 

res  por  todos  los  ámbitos  del  Nuevo  Mundo  y  fué  el  cimiento  de  la  inde- 
pendencia. 

En  el  movimiento  efectuado  el  19  de  abril  de  1810,  para  cambiar 
radicalmente  en  Caracas  la  forma  de  gobierno,  fué  Simón  Bolivar  uno 
de  los  mas  entusiastas  instigadores,  y  su  juvenil  energía,  su  impe- 
tuosidad y  decidido  empeño  por  la  noble  causa  le  conquistaron  prestigio 
y  popular  admiración. 

«  Es  un  hecho  histórico,  —  dice  el  ilustrado  escritor  venezolano  Don 
Ramón  Azpurua,  — que  para  tramar  la  revolución  que  comenzó  con  el 
suceso  del  19  de  abril,  se  tenían  reuniones  secretas  é  interesantes  en  la 
estancia  del  joven  Simón  Bolivar,  á  las  que  asistían ,  con  él ,  su  hermano 
Juan  Vicente,  los  Montillas,  los  Ribas,  Toro  y  otros  actores  del  gran 
acontecimiento.  » 

Establecida  la  Junta  suprema  en  aquel  memorable  jueves  santo,  obli- 
gado Emparán  por  la  actitud  del  pueblo  y  del  Ayuntamiento,  y  más  aun 
desconcertado  por  la  sagaz  y  oportuna  iniciativa  de  D.  José  Cortés 
Madariaga,  ilustre  chileno  y  canónigo  á  la  sazón  de  la  catedral  de 
Caracas,  resignó  el  mando,  y  la  revolución  triunfó  apenas  iniciada. 

El  arresto  de  las  autoridades  españolas  se  llevó  á  cabo  sin  lucha, 
pues  que  la  tropa  fraternizaba  con  el  pueblo,  y  bien  custodiadas,  fueron 
conducidas  á  la  Guaira,  en  donde  á  bordo  de  un  buque  pudieran  esperar 
su  salida  para  los  Estados  Unidos. 

Con  hidalga  generosidad  procedió  la  Junta  independiente,  abonando 
sus  sueldos  á  las  destituidas  autoridades  y  otorgándoles  cuanto  pudieran 
necesitar  para  su  viaje  á  la  madre  patria. 


V 


Al  divulgarse  la  noticia  de  la  atrevida  evolución  efectuada  en  Cara- 
cas, las  provincias  vacilaron :  la  costumbre  y  el  respeto  á  instituciones 
seculares,  rechazaban  la  libertad  de  acción. 

En  Coro,  encontraron  los  emisarios  de  la  Junta  suprema,  formal 
resistencia. 

Gobernadores  españoles,  Miyares  y  Ceballos,  populares  y  estimados, 
se  ocuparon  activamente  en  contrarestar  el  cambio  político  y  acusando 


64  .AMERICANOS   OÉLEBRES 

de  traición  á  los  que  representaban  la  opinión  nacional,  los  enviaron 
presos  á  Puerto  Rico. 

Liberal  y  alentada  por  el  deseo  de  popularizar  y  consolidar  el  nuevo 
sistema  de  gobierno,  dictaba  entretanto  la  Junta  suprema  disposiciones 
sabias  y  regeneradoras,  cuales  eran,  la  supresión  de  las  alcabalas  y 
el  tributo  pagado  por  los  indios,  procurando  á  la  vez  atraerse  las  sim- 
patías y  amistad  de  los  Estados  Unidos  y  de  la  Gran  Bretaña, 

Entre  los  comisionados  enviados  por  la  Junta  á  las  naciones  extranje- 
ras, se  encontraba  Simón  Bolivar,  ya  coronel,  quien  acompañado  por 
López  Méndez  y  por  D.  Andrés  Bello,  partió  para  Londres,  con  la  noble 
misión  de  alcanzar  para  Venezuela  la  protección  de  Inglaterra. 

Tal  vez  los  resultados  no  estuvieron  á  la  altura  de  sus  aspiraciones, 
pues  ligado  con  España,  el  Gabinete- británico  no  podía  otorgar  apoyo 
al  nuevo  Gobierno  sino  bajo  la  condición  de  «fidelidad  á  su  legítimo 
soberano  y  resistencia  á  la  usurpación  de  la  Francia  > . 

El  Marqués  de  Welesley,  ministro  de  relaciones  exteriores,  manifestó 
por  los  venezolanos  simpatías  y  cordial  interés,  insistiendo  en  nombre 
del  rey  de  la  Gran  Bretaña,  en  recomendar  á  los  comisionados  «resta- 
bleciesen las  buenas  y  amistosas  relaciones  con  la  madre  patria,  para 
lo  cual  ofrecía  su  mediación  la  Inglaterra ,  y  que  entretanto  los  jefes 
ingleses  de  las  Antillas,  tenían  el  deber  de  adoptar  cuantas  medidas 
creyesen  necesarias  para  sostener  á  los  Gobiernos  de  las  provincias 
españolas  contra  el  tirano  de  la  Francia,  ya  reconocieran  ó  no,  la  auto- 
ridad del  Consejo  de  Regencia  de  Cádiz. 

Los  comisionados  comprendieron  que  el  sagaz  y  altivo  Gabinete 
inglés  no  iría  más  allá  en  su  protección,  y  que  aún  se  había  excedido  en 
la  cortesía  con  la  cual  acogió  á  los  representantes  de  la  Junta  suprema 
de  Caracas. 

Bolivar,  regresó  á  su  patria  en  compañía  de  Miranda.  El  apóstol  de 
la  libertad;  el  maestro  para  la  emancipación  de  las  colonias:  el  primero 
que  enarboló  el  estandarte  tricolor  en  tierra  sud  americana. 

Llegaba  Bolivar,  en  momentos  decisivos  y  solemnes:  la  patria  nece- 
sitaba del  amor,  de  la  inteligencia  y  del  brazo  de  sus  hijos. 

Se  iniciaba  la  lucha  sin  tregua.  El  horizonte  aparecía  tempestuoso  y 
sombrío.  Anunciaba  quince  años  de  guerra  y  de  heroísmo. 


SIMÓN  bolívar  65 


VI 


Dotado  Bolívar  de  gran  fuerza  de  voluntad,  de  vasta  instrucción  y 
profundo  conocimiento  de  las  necesidades  y.  elementos  de  los  pueblos 
americanos,  soñaba  con  crear  en  ellos  poderosas  naciones,  y  con  asidua 
perseverancia  é  incesante  labor,  consiguió  no  sólo  vencer  grandes  obs- 
táculos, sino  despertar  al  propio  tiempo  con  la  magia  de  su  palabra,  el 
entusiasmo  de  las  masas,  vacilantes  aun  entre  el  respeto  al  soberano  y  la 
aspiración  de  la  libertad. 

Al  finalizar  el  año  de  1810,  la  Regencia  de  Cádiz  comisionó  á  don 
Antonio  Ignacio  de  Cortabaria  para  pacificar  las  provincias  americanas 
sublevadas,  ofreciendo  perdón  y  olvido,  para  que  volvieran  á  cobijarse 
bajo  el  pabellón  gualdo  v  rojo. 

No  era,  sin  embargo,  tan  fácil  de  dar  cumplimiento  al  decreto  de  las 
Cortes  generales  españolas,  y  Cortabaria,  al  comunicarlo  desde  Puerto 
Rico  á  la  suprema  Junta  de  Caracas  y  recibir  la  enérgica  y  razonada 
Contestación  de  aquélla,  pudo  convencerse  de  la  altitud  que  tomaban  los 
hasta  entonces  humildes  y  sumisos  colonos. 

La  semilla  de  insurrección  cundió  más  y  mas,  no  sólo  fertilizada  por 
la  idea  de  independencia,  sino  también  porque  ninguna  de  las  disposi- 
ciones adoptadas  por  el  Gobierno  español,  podían  ser  á  propósito  para 
calmar  los  ánimos  y  contrarrestar  el  influjo  de  los  nuevos  principios. 

La  Junta  patriótica  creada  en  Caracas  á  imitación  de  los  célebres 
clubs  franceses,  que  tan  poderosamente  ayudaron  á  la  marcha  de  los 
acontecimientos  del  noventa  y  tres,  pugnaba  por  decidir  al  Congreso 
constituido  el  2  de  marzo  de  1811,  para  que  abandonara  su  marcha 
vacilante,  y  Bolivar,  el  más  entusiasta,  audaz  é  intrépido  de  los  caudi- 
llos, exclamó  en  una  de  las  sesiones: 

«Unirnos  para  reposar,  para  dormir  en  los  brazos  de  la  apatía,  fué 
ayer  una  mengua,  hoy  es  una  traición.  Se  discute  en  el  Congreso  nacio- 
nal, lo  que  debiera  estar  decidido. 

»La  Junta  patriótica  respeta  como  debe  al  Congreso  de  la  nación; 
pero  el  Congreso  debe  escuchar  á  la  Junta  patriótica ,  centro  de  luces  y 
de  todos  los  intereses  revolucionarios. 

5 


66  AMERICANOS   CÉLEBRES 

» Pongamos  sin  temor  la  piedra  fundamental  de  la  libertad  sur-ame- 
ricana :  vacilar  es  perdernos. » 

Tan  elocuentes  frases,  fueron  el  cimiento  del  acta  de  independencia 
del  9  de  julio  de  1811. 

En  el  mismo  año  y  pocos  meses  después,  se  afianzaba  el  principio 
federal  con  la  Constitución  para  los  Estados  Unidos  de  Venezuela. 

Era  el  más  admirable  evangelio  de  los  pueblos  libres. 

El  libro  del  ciudadano. 

El  altar  de  sus  derechos. 

En  la  mayoría  de  las  que  fueron  colonias  españolas,  se  proclamaba 
la  independencia ,  preparándose  á  la  lucha  á  pesar  de  que  la  escasez  de 
recursos,  las  antiguas  leyes  y  las  costumbres,  paralizaban  la  marcha 
que  hombres  como  Bolivar  deseaban  fuera  rápida  y  gloriosa. 

El  congreso  constituyente  de  Venezuela  suspendió  sus  arduas  tareas 
el  15  de  febrero  de  1812,  aquel  congreso,  que  había  proclamado  las  sabias 
leyes  de  la  república  y  que  debía  congregarse  de  nuevo  el  primero  de 
marzo. 

A  grandes  rasgos  hemos  reseñado  algunos  de  los  acontecimientos  de 
aquella  época ,  hasta  el  momento  en  que  ya  Bolivar,  elevándose  sobre  la 
generalidad  de  los  seres,  fué  el  meteoro  más  radiante  de  la  independen- 
cia ,  el  hombre  extraordinario  que  soñó  y  realizó  la  emancipación  de 
vastos  territorios,  creando  en  ellos  cinco  nacionalidades  independientes. 


VII 


La  libertad  tan  deseada,  estaba  en  peligro. 

Diariamente  recibían  los  patriotas  noticias  desconsoladoras. 

El  horizonte  venezolano  aparecía  sombrío  y  tempestuoso,  triste  y 
amenazador. 

El  marqués  de  Toro  había  rehusado  el  mando  supremo  que  con  ins- 
tancia le  ofrecieron  los  independientes,  y  en  tal  conflicto,  se  fijó  el  Poder 
Ejecutivo  en  Miranda,  confiriéndole  el  mando  de  las  tropas,  con  el  título 
de  generalísimo,  contrarestando  la  opinión  de  una  gran  mayoría  de  lar- 
go tiempo  opuesta  al  nombramiento. 

En  aquella  época  era  importantísimo  conservar  la  plaza  de  Puerto 


SIMÓN   BOLÍVAR  67 

Cabello,  pues  que  en  ella  se  encerraba  el  parque  del  ejército  y  Miranda, 
entre  los  jefes  más  valientes  y  decididos,  escogió  al  coronel  Bolivar  para 
mandar  y  custodiar  la  población. 

Algunos  contemporáneos  del  Libertador  y  fieles  narradores  de  aquella 
larga  contienda,  aseguran  que  el  generalísimo  manifestó  siempre  deci- 
dido empeño  de  alejar  á  Bolivar  del  ejército  de  operaciones  *,  y  que  en 
una  ocasión,  pidió  Miranda  al  Poder  Ejecutivo  la  separación  del  bizarro 
venezolano  en  aquella  campaña  «Porque,  señor,  —  dijo, — éste  es  un  joven 
peligroso». 

En  la  obra  Documentos  relativos  á  la  vida  pública  del  Libertador,  se  con- 
signa que  llevado  el  general  en  jefe  de  su  prevención  contra  Bolivar,  en 
lugar  de  emplearle  con  utilidad  en  la  campaña,  le  destinó  á  servir 
la  comandancia  de  Puerto  Cabello,  en  donde  experimentó  una  desgracia 
en  su  carrera  militar. 

Efectivamente,  la  traición  enarboló  en  el  castillo  de  San  Felipe  la 
bandera  española  y  la  guardia,  infiel  á  sus  juramentos ,  puso  en  libertad 
á  los  presos  españoles  y  en  compañía  de  ellos  hostilizó  á  la  población  con 
su  artillería. 

En  tan  críticos  momentos,  quiso  Bolivar  sostenerse  y  esperar  auxi- 
lio del  generalísimo,  pero  éste,  ignorante  de  cuanto  sucedía  en  Puerto 
Cabello  y  atento  sólo  á  los  movimientos  del  jefe  español  Monteverde 
quien  acababa  de  ser  derrotado  en  Victoria,  no  pensaba  en  otra  cosa  que 
en  mantenerse  á  la  defensiva. 

Noticioso  Monteverde  del  buen  éxito  de  sus  planes  en  Puerto  Cabe- 
llo, marchó  de  San  Mateo  para  Valencia:  desde  allí  dispuso  la  salida 
de  algunas  tropas  para  que,  se  posesionaran  del  importante  puerto  que 
una  infame  traición  le  entregaba. 

Bolivar  hizo  un  esfuerzo  desesperado  para  detener  al  enemigo  que  se 
adelantaba. 

Envió  á  su  encuentro  doscientos  hombres  al  mando  de  los  coroneles 
españoles  Jalón  y  Mires,  pero  este  último  regresó  á  la  plaza  con  siete 
hombres;  el  resto  había  sido  derrotado,  quedando  Jalón  prisionero. 

Aun  con  los  cuarenta  soldados  que  le  quedaban  intentó  Bolivar 
defenderse  fuera  de  la  población,  pues  los  habitantes,  temerosos  del 
estrago  que  causaba  la  artillería  del  castillo,  habían  capitulado. 

1     José  Austria,  oficial  á  las  órdenes  de  Miranda. 


68  AMERICANOS    CÉLEBRES 

La  suerte  continuó  siendo  contraría  para  los  patriotas,  y  Bolívar, 
abandonado  por  sus  compañeros,  determinó  embarcarse  en  el  bergantín 
Zeloso ,  acompañado  por  sus  oficiales ,  trasladándose  á  la  Guaira  y  de  allí 
á  Caracas,  desde  donde  participó  al  generalísimo  el  infausto  suceso. 

La  posesión  de  Puerto  Cabello  dio  á  las  tropas  españolas  armas 
y  municiones,  alentando  su  decaído  espíritu  pero  abatiendo  por  com- 
pleto al  general  Miranda ,  quien  aceptó  la  capitulación  propuesta  por  el 
jefe  español  Monteverde  y  por  la  cual,  las  provincias  venezolanas  aun 
fieles  á  la  idea  republicana,  debían  prestar  de  nuevo  obediencia  por 
el  antiguo  régimen. 

No  se  había  firmado  aún  la  capitulación  cuando,  se  empezaron  á 
sufrir  las  fatales  consecuencias. 

Dice  en  sus  apuntes  el  general  Briceño  Méndez,  amigo  íntimo  y 
secretario  privado  de  Bolívar,  que  éste  no  conforme  con  la  capitulación 
que  sometía  su  país  de  nuevo  á  los  españoles,  se  dirigió  á  la  Guaira, 
determinado  á  embarcarse  para  el  extranjero,  con  varios  oficiales  del 
ejército  republicano,  pero  el  jefe  de  los  realistas  había  dado  una  orden 
para  impedir  el  embarque  de  todos.  Briceño  añade  «exceptuando  á 
Miranda»;  otros  historiadores  aseguran  que  esta  excepción  fué  única- 
mente para  exasperar  á  Bolívar  y  á  sus  compañeros  impulsándoles 
á  dirigirse  contra  el  generalísimo,  como  lo  efectuaron  y  engañados  por 
infames  calumnias  propaladas  contra  el  venerable  apóstol  de  la  libertad. 

Bolívar,  acompañado  por  el  coronel  José  Felipe  Ribas  y  el  capitán 
Francisco  Ribas  Galindo,  pudo  lograr  la  evasión,  con  pasaporte  de 
Monteverde,  obtenido  por  la  influencia  del  español  don  Francisco  Iturbe, 
leal  amigo  del  patriota  venezolano. 

Tan  repetidos  desastres,  no  disminuían  ni  aun  doblegaban  el  valor  de 
aquellos  que  rendían  culto  á  la  diosa  libertad,  y  que  anhelaban  la  inde- 
pendencia americana  con  verdadero  fanatismo. 

En  Curazao,  recibió  Bolívar  la  noticia  de  la  confiscación  de  sus  cuan- 
tiosos bienes,  cuando  estaba  preparándose  para  dirigirse  á  la  Nueva 
Granada. 

La  pérdida  de  su  fortuna  no  le  abatió:  ya  en  su  mente  bosque- 
jaba gigantesco  plan  que  debía  conquistarle  imperecedera  gloria. 

Dispuesto  á  sacrificar  sus  intereses  y  su  vida  en  aras  de  aquel  pen- 
samiento, salió  de  Curazao  dirigiéndose  á  Cartagena  (Nueva  Granada), 
adonde  llegó  en  los  primeros  días  de  Octubre  de  1812. 


SIMÓN   BOLÍVAR  69 

Bolívar  no  tenía  otros  elementos  para  la  magna  empresa,  que  su  va- 
lor, su  perseverancia  y  su  amor  patrio;  este  conjunto  ofreció  al  llegar  á 
Nueva  Granada ,  para  ayudar  á  ésta  en  la  lucha  que  sostenía  por  su 
independencia,  pensando  en  reconquistar  más  tarde  la  de  Venezuela, 
pues  era  indispensable  para  consolidar  la  primera  obtener  también  la 
segunda ,  decía  el  denodado  caraqueño ,  en  el  manifiesto  publicado  en 
Cartagena,  el  15  de  Diciembre  de  1812. 


VIII 


En  aquella  época  había  sido  nombrado  para  la  comandancia  de  Bar- 
ranca,  bajo  las  órdenes  del  francés  Labatut. 

Pero  Bolívar  no  podía  permanecer  en  la  inacción :  con  algunas  fuer- 
zas que  había  logrado  organizar  se  dirigió  á  Tenerife  para  arrebatársela 
á  los  españoles  y,  facilitar  la  navegación  del  alto  Magdalena. 

El  éxito  coronó  su  esfuerzo,  y  de  triunfo  en  triunfo  llegó  hasta  Oca- 
ña,  batiendo  por  doquiera  á  las  tropas  enemigas  y  conquistando  tanto 
prestigio  como  entusiasta  admiración. 

El  coronel  Castillo,  jefe  militar  de  Pamplona,  solicitó  por  entonces  el 
auxilio  de  Bolívar  para  contrarestar  las  fuerzas  del  jefe  español  Correa, 
quien  se  encontraba  en  la  frontera  venezolana. 

El  caudillo  de  la  independencia  accedió  con  inmenso  júbilo,  á  los 
deseos  de  Castillo. 

Acercarse  á  Venezuela,  luchar  por  su  libertad,  era  la  más  ardiente 
aspiración  del  héroe. 

Para  lograr  su  plan,  solicitó  permiso  del  gobierno  de  Cartagena 
y  obtenido,  emprendió  aquel  viaje  que  gloriosamente  compartieron  con 
él,  cuatrocientos  hijos  de  la  heroica  Mompox,  1  algunos  venezolanos  y 
cartageneros. 

Por  escabrosas  sendas,  á  través  de  la  cordillera  y  ya  reunido  con 
las  escasas  fuerzas  de  Castillo,  atravesó  en  frágil  canoa  el  caudaloso 
Zulia ,   sé   avistó  con   las  fuerzas  realistas  y   las  derrotó  consiguiendo 

1    Ciudad  del  Estado  de  Bolívar,  situada  á  la  orilla  del  río  Magdalena. 


70  •  AMERICANOS    CÉLEBRES 

abandonaran  en  poder  de  los  patriotas,  el  parque  y  numerosos  objetos 
de  valor  comercial. 

Alentado  Bolivar  por  tantos  brillantes  resultados,  no  vaciló  para 
emprender  la  conquista  de  Venezuela  y  hacerla  grande  é  independiente. 

Ya  por  entonces,  su  creciente  popularidad  despertaba  rivalidades, 
y  éstas  entorpecieron  los  planes  que  su  patriotismo  formaba. 

Lucha  estéril  sostenía  el  jefe  venezolano  con  el  gobierno  general  de 
la  Nueva  Granada ,  el  que  vacilaba  no  prestando  todo  el  valor  que  en  sí 
tenían  á  los  atrevidos  planes  de  Bolivar,  quien  con  inquebrantable  fe  y 
grandeza  de  alma  arrostraba  dificultades  y  caminaba  sin  detenerse  por 
el  camino  que  debía  conducirle  al  anhelado  fin. 

El  guerrero  llevó  en  corto  tiempo  á  feliz  término,  la  conquista  de  dos 
provincias  venezolanas  y  la  independencia  nacional  tomaba  forma  ante 
la  voluntad  de  un  solo  hombre;  era  la  obra  de  un  genio  que  hoy 
aparece  aun  más  colosal  é  inspirado,  á  medida  que  los  años  pasan  y 
crece  la  distancia,  aumentando  su  gloria  y  disminuyendo  los  efectos  de 
la  malevolencia,  de  la  envidia  y  de  la  rivalidad. 

Las  victorias  sucesivas  de  Niquitao  y  de  Horcones,  en  donde  prez 
y  gloria  alcanzaron  los  oficiales  Urdaneta  y  Ribas,  contra  los  españoles, 
y  otros  reñidos  encuentros,  aumentaron  considerablemente  el  arma- 
mento de  los  patriotas  y  los  recursos  de  los  vencidos;  ensancharon  el 
escabroso  camino  que  seguía  Bolivar  y  lo  condujeron  hasta  Caracas,  en 
donde  el  pueblo,  frenético  y  entusiasta,  le  daba  el  nombre  de  padre 
de  la  patria  y  el  dictado  de  Libertador. 


IX 


Obra  de  gran  aliento  y  de  extensísimas  proporciones  sería  aquella 
que,  paso  á  paso,  siguiera  á  Bolivar,  y  más  bien  que  biografía,  fuera  el 
relato  de  esa  brillante  época  de  la  independencia  sud  americana  que 
presenta  en  cada~  página,  en  vasto  espacio  y  con  indelebles  rasgos  al 
Alejandro  del  Nuevo  Mundo. 

Bolivar  dominó  á  los  hombres  y  libertó  á  los  pueblos.  Con  la  magia 
de  su  talento  y  de  su  palabra  á  los  primeros :  con  el  arrojo ,  la  perseve- 
rancia y  la  fe  á  los  segundos. 


SIMÓN   BOLÍVAR  71 

En  sus  proclamas ,  en  sus  cartas ,  en  sus  discursos ,  se  le  adivina  y 
comprende:  su  alma  generosa,  prestaba  vigor  á  la  palabra,  expresión 
y  sublimidad  al  pensamiento. 

Poseedor  de  una  gran  fortuna  y  ocupando  notable  posición  social, 
sacrificó  ambas  en  aras  de  su  amor  patrio,  y  sin  embargo,  ha  sido  cali- 
ficado de  ambicioso. 

¡Sí;  ambicionaba  la  grandeza  y  el  prestigio  para  el  continente 
americano;  ambicionaba  la  gloria  de  consolidarle! 

Bajo  tal  aspecto,  Bolivar  fué  ambicioso;  ¡pura  y  heroica  ambición, 
sed  de  renombre  y  de  libertad  para  todo  un  continente ! 

Por  entonces,  empezaba  ya  esa  lucha  de  partidos,  que  tanto  ha 
influido  é  influye  en  la  suerte  de  los  pueblos  hispano-americanos. 

Bolivar  luchaba  con  el  principio  federalista ,  comprendiendo  y  abar- 
cando, con  su  mirada  de  águila,  las  dificultades  que  surgirían  en  países 
nuevamente  emancipados,  si  perfecta  unidad  no  presidía  al  consti- 
tuirlos. 

Sangrientos  episodios,  terribles  represalias  de  vencidos  y  vencedores 
aterraban  á  los  sencillos  habitantes  de  los  pueblos  y  esto  provocaba  des- 
contento ,  vacilación  y  rebeldía .  Bolivar  no  sólo  luchaba  con  los  ejérci- 
tos españoles,  sino  tpie  á  la  vez  encontraba  enemigos  entre  aquellos 
por  quienes  sacrificaba  porvenir  y  fortuna ;  pero  el  desaliento  no  encon- 
tró jamás  albergue  en  su  alma ,  ni  la  desgracia  y  decepciones  lograron 
abatir  su  levantado  espíritu. 

A  los  brillantes  triunfos  siguieron  las  derrotas;  á  los  laureles  recogi- 
dos en  Bárbula ,  á  la  victoria  de  las  Trincheras  á  la  heroica  hazaña  de  San 
Mateo  y  al  triunfo  de  Carabobo,  siguieron  los  desastres  de  La  Puerta  y 
de  Barquisimeto,  en  donde  los  patriotas  murieron  á  centenares  tras  de 
porfiada  lucha,  siendo  muchos  asesinados  y  otros  prisioneros  de  Bóves. 

Poco  después  en  Valencia  capitulaba  Escalona  y  entregaba  la  pobla- 
ción al  jefe  español,  sin  haber  podido  cumplir  las  órdenes  de  Bolivar, 
relativas  á  la  defensa  de  aquella  importante  ciudad. 


72  AMERICANOS   CÉLEBRES 


X 


Poco  á  poco  se  desmoronaba  el  edificio  levantado  con  titánicos 
esfuerzos.  Caracas  fué  también  ocupada  de  nuevo  por  los  españoles,  y  el 
héroe  de  la  independencia  venezolana  se  encaminaba  hacia  la  costa  con 
el  corazón  hecho  pedazos  por  el  peso  del  infortunio,  y  no  ignorando  que 
Morales,  jefe  de  infantería  á  las  órdenes  de  Bóves,  había  sido  enviado 
en  su  persecución. 

El  caudillo,  sin  embargo,  intentó  rehacerse  y  probar  de  nuevo  en 
Aragua  si  continuaba  la  suerte  siéndole  contraria :  allí  peleó  con  deno- 
dado esfuerzo,  haciendo  frente  á  8,000  hombres  con  2,000  que  había 
logrado  reunir. 

Nuevamente  fué  vencido,  no  sin  graves  pérdidas  para  los  contrarios, 
quienes  en  aras  de  la  venganza  inmolaron  numerosas  víctimas:  ¡día 
funesto  en  el  cual  perecieron  4,700  hombres! 

Bolivar  abandonó  Aragua  de  Barcelona  dirigiéndose  á  Cumaná  v 
embarcándose  poco  después  para  la  Margarita,  acompañado  por  Marino 
siguiendo  la  opinión  de  otros  jefes,  que  veían  imposible  la  resistencia. 

Un  filibustero  italiano  llamado  Bianchi,  á  quien  la  sed  de  medrar 
había  puesto  al  servicio  de  Venezuela,  mandaba  la  escuadrilla,  á  bordo 
de  la  cual  había  trasladado  Marino,  caudales,  armas  y  municiones  que 
se  encontraban  en  Cumaná,  y  como  tuviera  la  seguridad  de  que  el 
Libertador,  llevaba  consigo  valiosas  joyas  que  el  alto  clero  caraqueño 
le  había  entregado  para  que  haciendo  uso  de  ellas  buscase  recursos  que 
sirvieran  á  la  causa  de  la  libertad,  intimó  á  Bolivar  le  entregase  el 
tesoro  despojándole  de  este  porque  no  había  fuerza  allí  que  se  opusiera. 
Después  vencido  por  las  reclamaciones  de  los  patriotas  les  cedió  dos  de 
sus  buques,  y  algunas  joyas. 

Bolivar  y  Marino  formaron  entonces  otro  plan,  y  abandonando  el 
viaje  á  Nueva  Granada ,  hicieron  rumbo  á  Campano  en  donde  desembar- 
caron el  3  de  Septiembre,  resueltos  á  nuevos  sacrificios  por  la  indepen- 
dencia de  la  patria. 

¡Inútil  esfuerzo!  Los  envidiosos  y  los  intrigantes  habían  logrado  se 
diese  un  decreto  de  destierro  contra  ambos  caudillos,  como  traidores  por 


SIMÓX    BOLÍVAR  73 

haber  abandonado  el  ejército.  Ocupaban  los  primeros  puestos  Ribas  y 
Piar ;  el  primero  voló  á  Carúpano ,  prendió  á  Marino  v  dejó  en  libertad 
á  Bolivar,  pero  destituido  de  mando.  La  suerte  les  protegió  de  extraño 
modo  valiéndose  del  propio  Bianchi  como  auxiliar  é  inspirándole  la  idea, 
por  remordimiento  ó  capricho,  de  presentarse  á  Ribas  reclamándolos  en 
actitud  amenazadora,  y  auxiliados  por  el  italiano  salieron  el  día  8  para 
Cartagena. 


XI 


Para  seguir  á  Bolivar  en  el  vastísimo  camino  de  su  gloria,  fuera  pre- 
ciso escribir  no  una  biografía ,  sino  la  historia  americana  de  casi  medio 
siglo  en  la  cual  ocupó  tan  ancho  campo. 

Era  aquel  hombre  águila  caudal  cuyo  raudo  vuelo  se  perdía  en 
la  inmensidad,  sin  encontrar  rival  en  su  camino. 

Era  un  titán,  que  creaba  naciones  con  el  poder  de  su  enérgica  bravu- 
ra y  poderosa  voluntad. 

Hemos  dado  gran  extensión  á  la  primera  época  de  su  vida,  y  hemos 
señalado  los  inconvenientes  y  las  trabas  que  se  presentaban  á  su  paso, 
para  llevar  á  feliz  término  la  magna  idea  de  la  libertad  é  independencia 
sudamericana. 

Era  Bolivar,  del  número  de  aquellos  que  conciben  un  pensamiento 
grandioso  sin  mezclar  en  él  interés  ninguno  personal. 

Su  actividad  maravillosa,  su  potente  constancia  y  su  sereno  valor 
para  arrostrar  el  peligro,  hicieron  que  jamás  decayera  su  espíritu  en  los 
momentos  de  prueba.  Creó  héroes  como  pueblos.  ¡Cuántos  hombres  han 
llegado  al  templo  de  la  inmortalidad  por  haber  combatido  á  su  lado! 
Emprendió  con  algunos  valientes,  una  lucha  titánica,  contra  soldados 
numerosos  y  aguerridos,  y  sus  esfuerzos  se  estrellaron  á  veces  ante  la 
intriga,  la  calumnia  ó  la  envidia  de  aquellos  á  quienes  intentaba  dar 
patria  y  libertad.  Fué  amado  cual  ninguno,  admirado  hasta  el  delirio: 
pero  también  blanco  de  odios  y  de  ingratitud  sin  ejemplo. 

Bolivar,  hoy  aparece  como  un  genio  sin  par,  como  un  ser  extraño, 
único  en  la  Historia,  que  apenas  cumplida  su  difícil  y  portentosa  misión 
en  la  tierra,  desaparece  dejando  profunda  y  luminosa  huella. 


74  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Volvamos  á  su  época  y  evoquemos  los  hechos  á  grandes  rasgos . 

ínterin  el  caudillo  salía  de  Carúpano  y  surcaba  el  Océano  con  rumbo 
á  Cartagena,  triunfaba  Bermúdez  del  jefe  español  Morales,  en  la  batalla 
de  Maturín ,  apoderándose  de  pertrechos  de  guerra ,  provisiones  y  nume- 
rosos prisioneros.  Morales  tuvo  que  emprender  la  fuga  hasta  Úrica  en 
donde  aguardó  la  llegada  de  Bóves. 

Con  el  resultado  obtenido,  cobraron  nuevos  bríos  los  patriotas  y  más 
aun  con  el  que  alcanzó  Piar  en  la  Quebrada  de  los  Frailes  al  dirigirse  á 
Cumaná,  por  orden  de  Ribas,  para  proteger  la  marcha  de  los  emigrados 
caraqueños  hasta  Maturín. 

Sabedor  Bóves  de  todo  lo  ocurrido,  dispuso  inmediatamente  ir  á  com- 
batir a  Piar,  quien  desobedeciendo  las  órdenes  recibidas  permanecía  en 
Cumaná,  en  donde  pensaba  hacerse  fuerte  con  2,000  hombres  que  había 
logrado  reunir. 

Desgraciadamente,  Bóves  lo  derrotó  en  la  Sabana  del  Salado,  pere- 
ciendo en  ella  la  mayor  parte  de  los  patriotas;  desde  aquel  momento  la 
victoria  acompañó  á  los  españoles,  aun  cuando  el  triunfo  en  la  jornada 
del  5  de  Diciembre  de  1814  costó  la  vida  á  Bóves:  un  soldado,  cuando  la 
batalla  estaba  aún  indecisa ,  le  atravesó  el  pecho  con  una  lanza ,  y  sin 
embargo,  en  vez  de  influir  este  acontecimiento  en  favor  de  los  indepen- 
dientes, no  fué  así,  y  el  valeroso  Castillo,  que  mandaba  la  infantería, 
pereció  con  toda  su  gente  toda,  toda,  cercada  por  el  ejército  contrario, 
según  dice  Baralt  *. 

Pocos  días  después,  á  pesar  del  valor  y  heroísmo  de  sus  defensores, 
cayó  la  noble  Maturín  en  poder  de  Morales ,  sucesor  de  Bóves. 

Bermúdez  se  refugió  con  200  hombres  en  la  montaña  del  Tigre ,  y 
Ribas  se  dirigió  hacia  Barquisimeto ;  pero  sorprendido  en  los  montes  de 
Tamanaco  cuando  estaba  entregado  al  sueño  fué  conducido  prisionero  al 
vecino  pueblo,  en  donde  á  manos  de  la  plebe  amotinada  perdió  la  vida,  y 
su  cabeza,  aun  cubierta  con  el  gorro  frigio,  fué  puesta  en  una  jaula  y  colo- 
cada en  el  camino  de  la  Guaira  á  Caracas. 

Bolivar,  entretanto,  luchaba  en  la  Nueva  Granada  contra  la  adversi- 
dad á  pesar  del  apoyo  que  encontraba  en  el  Gobierno  general .  La  calum- 
nia se  oponía  á  la  realización  de  sus  patrióticos  deseos. 

Sometido  Bogotá  al  ejército  republicano,  dispuso  el  Gobierno  de  la 

1    Resumen  de  la  historia  de  Venezuela. 


SIMÓN   BOLÍVAR  75 

Unión  la  toma  de  Santa  Marta,  apenas  defendida  por  débil  guarnición, 
comisionando  á  Bolivar  para  empresa  de  tal  importancia. 

Reunido  un  cuerpo  de  tropas  en  Santa  Fe,  salió  el  caudillo  para 
Cartagena,  en  donde  por  las  órdenes  del  Gobierno  debían  suministrarle 
pertrechos  de  guerra  para  llevar  la  campaña  á  feliz  término. 

En  la  heroica  Mompox ,  se  ocupó  Bolivar  en  organizar  sus  tropas  y 
desde  allí  escribió  al  jefe  militar  de  Cartagena  para  solicitar  el  cumpli- 
miento del  mandato  superior;  pero  aquel  jefe  se  negó  á  prestarle  apoyo, 
rechazando  toda  proposición  amistosa  que  dictaban  á  Bolivar  la  pruden- 
cia y  el  amor  á  la  santa  causa. 

Perdida  la  esperanza  de  obtener  los  auxilios  pacíficamente  y  habiendo 
empleado  cuantos  medios  estaban  á  su  alcance  para  evitarlo,  determinó 
Bolivar  atacar  la  plaza ,  sin  contar  las  consecuencias  que  tuvo  para  la 
ciudad  el  inconcebible  odio  del  jefe  militar  Castillo:  ¡cuántos  hombres 
útiles  á  la  .patria  perecieron  en  aquella  lucha  civil  que  prestaba  mayor 
fuerza  y  aliento  á  los  enemigos!  ¡Todo  le  era  contrario  al  Libertador! 
¡  todo  se  oponía  á  sus  más  vehementes  deseos !  se  le  negaban  víveres ,  se 
le  hostilizaba ,  pretendiendo  que  él  y  sus  venezolanos  saqueaban  y  arrui- 
naban pueblos  y  haciendas. 


XII 


La  llegada  de  Morillo  á  Venezuela  mandando  fuerzas  considerables, 
enmudeció  los  rencores;  pero  Castillo  siempre  opuesto  á  marchar  de 
acuerdo  con  Bolivar,  desbarató  los  planes  que  podían  contrarestar  en 
parte  los  del  enemigo,  quien  aprovechándose  entonces  de  las  circuns- 
tancias se  había  apoderado  de  Mompox,  y  era  demasiado  tarde  cuando 
las  autoridades  de  Cartagena,  dieron  un  manifiesto  reconociendo  su  error 
y  fraternizando  con  Bolivar. 

Sentimientos  indignos  del  levantado  amor  patrio,  dieron  nuevos  triun- 
fos á  los  españoles  y  crearon  grandes  dificultades  para  la  anhelada  inde- 
pendencia. 

Comprendió  Bolivar,  que  nada  podía  hacer  por  la  libertad  en  aque- 
llos momentos  y  salió  para  Jamaica ,  condenándose  á  voluntario  ostra- 
cismo; desde  allí,  con  fecha  10  de  Julio  de  1815,  escribió  una  nota  al 


76  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Gobierno  Supremo  de  la  Unión ,  dictada  por  el  más  acendrado  patriotis- 
mo pero  traduciéndose  en  ella  la  amargura  del  corazón  herido. 

1  «Estoy  tranquilo, —  dice,  —  en  mi  conciencia;  conceptúo  que  he 
» llenado  mi  deber;  que  he  procurado  el  bien,  que  he  huido  de  la  guerra 
» doméstica  ,  y  que  he  sacrificado  todo  por  la  paz . » 

Poco  después  de  salir  Bolivar  para  Kingston,  fué  tomada  Cartagena 
por  Morillo. 

Por  aquel  entonces  un  negro  libre,  criado  de  Bolivar,  llamado  Pío, 
intentó  asesinarle  seducido  por  la  oferta  de  dos  mil  pesos  que  ofreciera 
don  Salvador  Moxó,  gobernador  y  capitán  general  de  Caracas. 

'2  « Bolivar  había  dormido  por  dos  noches  en  el  cuarto  de  Páez, 
» posada  de  Rafael  Poisa,  en  la  esquina  de  la  calle  de  la  Princesa 
»(  Kingston  ).  Para  la  tercera  ya  había  encontrado  las  piezas  de  Madame 
Julienne  y  no  volvió.  Ocupó  su  hamaca  el  emigrado  Félix  Amestoy, 
» comisario  de  la  guardia  de  honor  del  general  Bolivar,  y  como  Pío  no 
» supiese  si  su  amo  había  entrado  ó  no ,  á  eso  de  las  diez  y  media  de  la 
» noche  del  sábado  9  de  Diciembre,  fué  á  tientas  á  descubrir  si  aquél 
» había  llegado. . . 

>  El  peso  de  la  hamaca  le  hizo  sospechar  que  sí. 

»  Dormía  tranquilo  en  ella  el  pobre  Amestoy ,  cuando  el  negro  le  tiró 

»una  puñalada  y  le  hirió  horriblemente  por  el  pescuezo.  Amestoy  tuvo 

ánimo  para  reincorporarse   y  gritar:   «Páez,   Páez,  que  el  negro  me 

» asesina . »  En  este  instante  Pío  descargó  otra  vez  su  brazo  y  le  enterró 

» el  puñal  en  el  corazón. 

» Esta  feliz  casualidad  salvó  de  la  muerte  al  Libertador  de  Colombia 
»  y  del  Perú . » 

Venezuela  y  la  Nueva  Granada,  estaban  humilladas,  pero  no  vencidas; 
en  sus  llanuras  y  en  sus  ciudades  se  disputaba  palmo  á  palmo  el  terreno, 
v  realistas  y  republicanos  peleaban  con  singular  denuedo ;  unos  por  leal- 
tad al  juramento  prestado  y  por  el  honor  de  España ;  otros ,  por  sublime 
y  venerado  principio. 

Más  poderosa  que  nunca  agitábase  en  la  mente  de  Bolivar  la  idea  de 
libertad;  conducíanle  su  fe  y  su  entusiasmo  á  los  Cayos  de  San  Luis, 
en  donde  Petión ,  Presidente  entonces  de  la  república  de  Haití ,  ayudó 


1     Tomo  5.".  pag.  b03.  Blanco  y  Azpurua.     Apuntes  para  la  historia  del  Libertadoi 
s    Tomo   5.u,   pág.   B4f.      Documento*  para  la  historia  pública  del  Libertador. 


SIMÓX    BOLTVAB  77 

eficazmente  al  noble  general  venezolano ,  pues  su  alma  generosa  no  sólo 
comprendía  la  abnegación  de  Bolívar,  sino  que  veía  surgir  de  la  inde- 
pendencia americana,  la  emancipación  de  los  esclavos. 

Aquellos  dos  seres  tenían  dos  almas  hermanas:  el  Libertador  era  el 
apóstol  de  una  idea  grande  y  redentora,  Petión,  aspiraba  á  redimir  su 
raza. 

Un  reducido  número  de  valientes  salió  de  los  Cayos  en  la  escuadrilla 
mandada  por  Luis  Brion;  entre  todos  serían  250  hombres  i  de  desem- 
barco. Marino  era  jefe  de  estado  mayor;  Carlos  Soublette,  después  inmor- 
tal en  la  historia  americana,  acompañaba  á  Bolivar,  así  como  Piar,  el 
escocés  Mac-Gregor,  Brizeño  Méndez  secretario  del  general  en  jefe  y 
el  granadino  Francisco  Antonio  Zea,  que  tan  alto  renombre  conquistó 
más  tarde. 

En  Abril  de  1816,  se  inició  la  campaña  con  la  captura  del  «Intré- 
pido »  y  de  la  goleta  « Rita  >  que  bloqueaban  los  puertos  de  la  isla  de 
Margarita. 

Vuela  Bolivar  á  Campano,  y  sin  gran  resistencia  se  apodera  de 
la  población  y  desde  allí  escribía  al  general  Marión,  gobernador  de  los 
Cayos ,  y  le  decía  estas  sublimes  palabras  en  uno  de  los  párrafos : 

« He  proclamado  la  libertad  absoluta  de  los  esclavos . » 

La  fama  daba  fabulosas  proporciones  al  pequeño  ejército ,  y  los  rea- 
listas no  podían  creer  en  el  arrojo  de  Bolivar,  ni  que  se  lanzara  con  un 
puñado  de  hombres  á  combatirlos. 

El  desastre  de  Ocumare  probó  una  vez  más  la  constancia  del  jefe 
independiente,  y  cuando  arrostrando  peligros  sin  cuento  llegó  á  Güiria, 
las  tropas  que  allí  tenía  Marino  desobedecieron  su  autoridad  y  faltó 
poco  para  que  fuera  víctima  de  Bermúdez,  y  de  la  ambición  que  por 
momentos  se  enseñoreaba  del  pecho  de  Marino. 


XIII 


Una  vez  más  solícito  Bolivar  asiló  en  Haiti;  de  nuevo  el  noble  Petión 
le  prestó  desinteresado  apoyo  para  la  campaña  que  debía  emprender. 

1    Baralt  y  Austria. 


78  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Entretanto  los  patriotas  habían  alcanzado  algunas  victorias  en  el  Jun- 
cal, Quebrada  Honda  y  el  Alacrán;  pero  para  consolidar  la  libertad  y 
obtener  sólidos  resultados  de  aquellos  triunfos,  se  necesitaban  la  energía, 
el  prestigio  y  el  superior  talento  de  Bolivar. 

Tanto  por  su  ardiente  amor  á  la  patria  cuanto  porque  ésta  lo  llama- 
ba como  á  su  salvador ,  salió  del  puerto  de  Jacquemel  el  28  de  Diciembre 
de  1816. 

Aquel  hombre  era  infatigable:  llevaba  hasta  el  heroísmo  la  genero- 
sidad, pues  á  su  regreso  al  suelo  venezolano  y  olvidando  la  ingratitud  de 
los  que  en  Güiria  le  escarnecieron  y  le  insultaron,  los  trató  como  amigos, 
colmándoles  de  distinciones. 

La  campaña  de  1817  fué  reñida  y  constante,  resaltando  en  ella  el 
potente  impulso  y  el  genio  creador  del  Alejandro  americano. 

Las  victorias  alentaban  á  los  patriotas  á  la  par  que  los  reveses  eran 
fuente  de  vigoroso  brío  para  los  realistas,  y  un  día  unos,  y  otro  día 
otros,  creían  seguro  y  consolidado  el  triunfo.  Cumaná,  Barcelona  y  las 
llanuras  de  Caracas  eran  libres .  Páez  ocupaba  el  centro  entre  el  Apuré  y 
el  Arauca,  y  la  brillante  batalla  de  San  Félix,  ganada  por  el  valeroso 
Piar,  enriqueció  á  los  republicanos  con  armas,  municiones,  dinero  y  hom- 
bres. Bolivar,  que  todo  lo  veía  con  su  mirada  de  águila,  comprendiendo  la 
importancia  de  comunicar  con  el  exterior  por  las  bocas  del  Orinoco, 
resolvió  transformar  las  insignificantes  piraguas  en  buques  de  guerra. 
El  resultado  no  coronó  sus  esfuerzos ,  pues  fueron  tomados  por  los  enemi- 
gos en  la  salida  del  Caño  de  Casacoima. 

Cuenta  Restrepo ,  que  Bolivar ,  en  la  crítica  situación  que  se 
encontraba  al  ser  la  escuadrilla  presa  de  los  españoles ,  había  desnudada 
su  garganta  y  preparado  un  puñal  para  degollarse  antes  de  caer  en 
poder  de  los  realistas.  ¡  Cuan  diferente  tal  vez  habría  sido  la  marcha  de 
los  sucesos  si  se  hubiera  realizado  tan  terrible  acontecimiento!  En  la 
noche  de  ese  mismo  día  hablaba  el  Libertador  con  sus  compañeros,  y 
con  los  colores  de  su  brillante  imaginación  pintaba  libres  á  la  Nueva 
Granada  y  Venezuela;  al  pabellón  tricolor  flotando  sobre  la  cima  del 
Chimborazo ,  y  más  tarde  las  banderas  victoriosas  ondeando  en  el  Perú 
independiente.  El  Capitán  Martel  que  escuchaba,  exclamó:  «Nos  halla- 
mos sumidos  en  la  última  desgracia,  Bolivar  está  loco.  » 

Durante  el  curso  de  estos  acontecimientos,  Piar,  movido  por  celoso 
impulso  y  ambiciosas  ideas,  procuró  extraviar  la  opinión  pública  sem- 


SIMÓN    BOLÍVAR  7# 

brando  la  discordia  entre  los  jefes  é  induciéndoles  á  desconocer  la  auto- 
ridad  del  Libertador.  Este,  sabedor  de  tales  maniobras,  llamó  á  Piar  al 
cuartel  general  pretextando  era  para  que  ocupase  su  puesto  en  el 
ejército,  pues  por  licencia  solicitada  hacía  algún  tiempo  con  empeño, 
se  encontraba  fuera  de  servicio. 

No  acudió  al  llamamiento,  y  entonces  Bolivar,  convencido  de  que  las 
maquinaciones  continuaban,  dio  orden  para  prenderlo  en  Angostura. 
Piar  se  fugó  á  Maturín  y  después  á  Aragua  de  Barcelona ,  en  donde  fué 
preso  y  de  allí  conducido  á  Angostura ;  sometido  á  un  consejo  de  guerra 
y  condenado  por  unanimidad  de  votos  á  ser  pasado  por  las  armas,  sufrió 
el  castigo  de  su  falta  que  empañó  los  brillantes  servicios  prestados  á  la 
santa  causa  de  la  independencia. 

Los  triunfos  de  Calabozo  y  San  Fernando ,  la  ocupación  de  los  valles 
de  Aragua,  compensaron  el  desastre  de  la  Hogaza,  y  aun  cuando  en  la 
batalla  de  Semen  fueron  vencedores  los  españoles,  ya  los  patriotas,  fuertes 
y  animados  por  la  inquebrantable  energía  de  Bolivar,  no  perdían  terreno 
ni  decaían  en  sus  esperanzas,  y  los  realistas  vieron  con  asombro  surgir 
nuevas  legiones  en  donde  creían  encontrar  sólo  restos  dispersos  del  ejér- 
cito derrotado  en  el  Semen  y  en  el  cual  fué  peligrosamente  herido 
Morillo. 


XIV 


Nuevos  desastres  comprometieron  al  denodado  ejército  republicano,  y 
en  Cojede  y  en  los  Patos,  quedaron  de  nuevo  á  merced  de  los  españoles  las 
llanuras  de  Calabozo  hasta  el  río  Apuré. 

El  ejército  independiente  había  sucumbido  casi  en  totalidad:  parte 
en  los  combates,  y  parte  prisionero  de  los  realistas. 

Y  sin  embargo,  no  desmayaba  Bolivar.  El  descendiente  de  los  indoma- 
bles vascongados  había  heredado  su  porfiada  bravura. 

Los  ejércitos  españoles,  aguerridos,  numerosos,  aquella  infantería 
admirable  y  casi  invencible,  encontraban  dignos  adversarios. 

Contaba  Bolivar  para  el  ejército  de  Venezuela  con  esforzados  caudi- 
llos, como  el  heroico  Páez,  Monagas  P.  Urdaneta,  Cedeño,  Marino  y 


80  AMERICANOS    CÉLEBRES 

otros ,  por  lo  cual  formó  el  atrevido  plan  de  libertar  á  la  Nueva  Grana- 
do; pensarlo,  era  ponerlo  en  ejecución. 

Don  Francisco  Antonio  Zea,  fué  elegido  Vicepresidente  durante  la 
ausencia  del  Libertador. 

Las  lluvias  inundaban  los  campos  de  Venezuela .  Morillo  había  toma- 
do cuarteles  de  invierno  cuando  Bolivar,  se  puso  en  marcha  para  la  Nueva 
Granada  con  soldados  medio  desnudos,  escasos  en  número  (2,500  hom- 
bres), acostumbrados  al  clima  abrasador  de  Venezuela,  que  debían 
atravesar  anchos  ríos,  campos  inundados,  subir  la  cordillera  Andina  y 
soportar  el  frío  de  sus  perpetuas  nieves. 

Fueron  tan  rápidos  los  movimientos  del  caudillo,  tan  inesperada  su 
aparición  en  suelo  granadino,  que  al  llegar  la  vanguardia  mandada  por 
el  general  Santander  á  la  fuerte  posición  española  de  Paya,  los  prófugos 
del  primer  combate  y  primera  victoria  de  los  independientes,  llevaron  á 
los  realistas  el  aviso  de  su  llegada. 

Imposible  sería  describir  las  penalidades  de  su  marcha,  el  frío  que 
agooiaba  á  los  soldados  y  del  cual  muchos  morían,  v  los  que  pudieron 
resistir  llegaron  á  la  hermosa  provincia  de  Tunja  exánimes  y  sin  fuer- 
zas. En  situación  tan  desesperada,  nadie  sino  Bolivar  hubiera  podido 
hacer  frente. 

El  enemigo  tenía  su  cuartel  cercano  y  era  preciso  no  darle  tiempo  de 
aprovechar  la  mala  situación  de  los  patriotas.  Tres  días  bastaron  para 
que  aquel  hombre,  templado  como  el  acero,  allanara  todas  las  dificulta- 
desy  reorganizase  su  diezmado  ejército. 

Jefes  como  Santander,  Soublette  y  Anzoategui,  le  secundaron  con 
activa  eficacia. 

Después  de  la  acción  de  Gámeza  pasó  Bolivar  el  río  Chicamocha  y 
tomó  posiciones  en  los  corrales  de  Bonza. 

Por  patriotismo  y  por  el  ascendiente  de  su  jefe,  no  murmuraba  el  ejér- 
cito; pero  sufría  con  el  rigor  del  clima  y  la  falta  de  vestuario. 

Numerosos  partidarios  de  la  libertad  acudían  al  campamento :  unos 
para  alistarse  como  voluntarios;  otros  llevando  víveres  y  caballos  para 
aquellos  que ,  más  que  temor ,  inspiraban  al  enemigo  irónica  compasión ; 
pero  llegó  el  día  del  combate,  y  en  la  acción  de  Vargas,  ganada  por  los 
patriotas  y  en  la  que  fueron  desalojados  los  realistas  de  todas  sus  posi- 
ciones, comprendieron  éstos  que  el  amor  á  la  libertad  transformaba  en 
leones  á  los  míseros  llaneros. 


SIMÓN   BOLÍVAR  81 

El  Libertador,  aprovechándose  de  la  obscuridad  de  la  noche  y  por 
sorpresa,  se  apoderó  de  Tunja,  haciendo  prisionera  á  la  guarnición  y 
tomándole  su  vestuario,  fusiles  y  pertrechos. 

El  día  8"  de  Agosto  de  1819  se  dio  la  decisiva  batalla  de  Boyacá:  la 
derrota  del  enemigo  fué  completa ;  la  independencia  de  la  Nueva  Grana- 
da fué  el  resultado  de  aquella  gran  victoria.  Siguió  Bolivar  su  marcha 
para  Santa  Fe  de  Bogotá,  y  sabiendo  que  el  virey  Sámano  al  tener  noti- 
cia de  la  acción  de  Boyacá  había  abandonado  la  capital  acompañado  por 
sus  edecanes  y  criados,  tomó  posesión  de  la  ciudad,  el  10  de  Agosto  á  las 
cinco  de  la  tarde. 


XV 


Tan  hábil  gobernante  como  esforzado  guerrero ,  ocupóse  durante  un 
mes  en  organizar  ejércitos ,  en  surtirlos  de  armamentos  y  municiones ,  de 
la  administración  política ,  nombrando  como  vicepresidente  de  la  Nueva 
Granada  al  general  Santander,  uniendo  aquélla  con  Venezuela  bajo  el 
mando  de  un  jefe  supremo. 

Colombia  estaba  creada.  Bolivar,  con  habilidad  suma,  corregía  una 
injusticia  incalificable  rindiendo  homenaje  á  la  memoria  de  Colón. 

Al  dictar  el  Congreso  de  Angostura  la  ley  fundamental  para  la  gran 
república,  decía: 

«Artículo  1.°  Las  repúblicas  de  Venezuela  y  Nueva  Granada  que- 
»dan  desde  este  día  reunidas  en  una  sola  bajo  el  título  glorioso  de  Repú- 
»blica  de  Colombia.» 

Con  ese  nombre  debía  conocerse  toda  América. 

Ya  entonces,  el  Ecuador  era  libre  en  el  pensamiento  de  aquel  que  no 
encontraba  obstáculos  ni  barreras  para  su  fuerza  moral.  La  misma  ley, 
añadía : 

«Artículo  5.°  La  República  de  Colombia  se  dividirá  en  tres  grandes 
» departamentos,  Venezuela,  Quito  y  Cundinamarca  que  comprenderá 
»las  provincias  de  Nueva  Granada,  cuyo  nombre  queda  desde  hoy  supri- 
»mido.  Las  capitales  de  estos  departamentos  serán  Caracas,  Quito  y 
» Bogotá. » 

Colombia  fué  la  creación  augusta  del  genio;  las  brisas  de  las  vírge- 


82  AMERICANOS   CÉLEBRES 

nes  selvas  de  Orinoco  mecieron  su  cuna,  é  inmarcesible  lauro  coronó  su 
frente. 

-  La  proclama  del  8  de  Marzo  de  1820  dirigida  por  Bolívar  á  los  colom- 
bianos, concluía  con  las  siguientes  palabras,  brillante  reflejo'  de  la  idea 
que  había  guiado  los  pasos  del  Libertador:  «la  intención  de  mi  vida  ha 
»sido  una,  la  formación  de  la  república  de  Colombia,  libre  é  independiente 
centre  dos  pueblos  hermanos;  lo  he  alcanzado:  ¡viva  el  Dios  de  Colombia! » 


XVI 


Los  acontecimientos  políticos  que  habían  tenido  lugar  en  España  die- 
ron por  resultado  que  solicitase  Morillo  una  suspensión  de  hostilidades, 
pues  el  rey  Fernando  VII  había  jurado  en  Cádiz  la  Constitución  del  año 
1812  y  esto  hacía  creer  que  de  nuevo  reinase  la  paz  entre  España 
y  Colombia. 

Proclamado  el  código  de  la  nación ,  intentó  Morillo  entenderse  con  el 
Congreso  nacional  y  con  Bolivar  para  entablar  negociaciones:  los  patrio- 
tas rehusaron;  pero  el  Libertador,  comprendiendo  que  podía  ser  conve- 
niente para  el  ejército. y  para  el  país,  accedió  á  la  proposición  de  armis- 
ticio á  condición  que  se  hiciera  canje  de  prisioneros  y  de  que  Colombia 
tuviera  toda  clase  de  garantías ,  y  se  guardara  respeto  y  consideración  á 
los  pueblos  vencidos  y  ocupados  alternativamente  por  ambos  gobiernos. 

El  armisticio  era  por  seis  meses. 

Firmado  ya  el  tratado ,  manifestó  Morillo  el  deseo  de  tener  una  confe- 
rencia con  Bolivar,  quien,  al  aceptar,  se  puso  en  marcha  para  Santa 
Ana  acompañado  únicamente  por  algunos  jefes  y  oficiales. 

En  aquel  sitio,  también  aguardaba  el  jefe  español:  ambos  echaron  pie 
á  tierra  y  se  confundieron  en  estrecho  abrazo. 

Morillo  había  mandado  preparar  una  comida  sencilla  y  sin  etiqueta, 
fraternizando  en  ella  ambos  generales  y  los  jefes  que  los  acompañaban. 
La  caballeresca  hidalguía  de  Bolivar,  su  elevada  inteligencia,  su  corte- 
sanía y  franco  alborozo  por  la  paz  cautivaron  á  Morillo  y  á  su  vez,  la 
rudeza  de  soldado,  la  cariñosa  acogida  y  la  expansión  del  jefe  español 
despertaron  en  el  Libertador  estimación  y  simpatía  fraternal ,  brindando 
ambos  por.  la  paz  y  por  los  valientes  de  ambos  ejércitos.  Poco  después 


SIMÓN   BOLÍVAR  8á 

Morillo  salía  para  España :  eternamente  conservó  el  recuerdo  de  aquel 
día ,  y  entusiasta  afecto  por  el  americano  sin  par  que  le  había  electrizado 
con  la  magia  de  su  palabra,  con  la  tenacidad  y  la  resistencia  en  la  lucha, 
y  con  su  heroico  valor. 

«Es  uno  de  esos  hombres  que  nacen,  no  para  obedecer,  sino  para  , 
» mandar  y  que  se  imponen  por  la  admiración  y  por. el  cariño  que  ins- 
»  piran  » .  * 

El  pronunciamiento  de  Maracaybo  y  la  ocupación,  de  la  ciudad  por 
las  tropas  de  Urdaneta  en  Enero  de  1821,  anuló,  el  armisticio  y  de  nuevo 
se  rompieron  las  hostilidades  á  pesar  de  los  esfuerzos  que  para  evitarlo 
hizo  el  general  Latorre,  sucesor  de  Morillo.  Pero  la  impaciencia  era 
mucha;  gran  parte  del  territorio  estaba  aún  ocupado  por  los  españoles,  y 
alegando  el  mal  estado  del  ejército,  dio  Bolivar  á  Latorre  los  cuarenta 
días  de  término  estipulados  en  el  armisticio.  Rota  la  tregua,  favoreció  la 
suerte  á  los  independientes,  y  la  victoria  de  Carabobo  aseguró  la  libertad 
de  Colombia. 

El  día  anterior  á  la  batalla ,  23  de  Junio  de  1821 ,  pasó  Bolivar  revista 
al  ejército ,  arengándole  con  aquella  elocuencia  que  era  uno  de  sus  mayo- 
res auxiliares. 

Al  encontrarse  frente  á  la  legión  británica  dijo:  «Mañana  veréis  que 
»los  colombianos  son  dignos  de  pelear  al  lado  de  los  hijos  de  Albión»  y 
después  dirigiéndose  á  todos  exclamó:  «Mañana  seréis  invictos  en 
» Carabobo».  2 

La  primera  división ,  al  mando  del  valiente  Páez  y  en  la  cual  estaba 
incluida  la  legión  británica,  se  cubrió  de  gloria,  rodilla  en  tierra  y  al 
grito  de  ¡  viva  la  América  libre ! 

En  el  diezmado  ejército  español,  el  batallón  primero  Valencey,  man- 
dado por  el  coronel  D.  Tomás  García,  se  defendió  con  intrépida  bravura 
haciendo  la  retirada  con  tan  admirable  acierto  que  pudo  considerarse 
como  una  victoria.  El  ejército  independiente  tuvo  escasas  pérdidas;  pero 
una ,  conmovió  profundamente  ai  Libertador :  la  muerte  del  bizarro 
general  Cedeño.  «Murió  como  merecía  terminar  su  carrera,  el  bravo 
» entre  los  bravos  de  Colombia».  3  • 


1  Palabras  de  Morillo.  En  1832,  mi  abitólo  D¡  Ramón  Serrano  y  Peñalver  conoció  en  Galicia  á  Morillo  y  le 
escuchó  el  relato  de  la  entrevista  con  el  Libertador. 

2  Palabras  de  Bolivar. 

3  Ilustración  de  Bogotá,  24  de  Junio  de  1870,  aniversario  de  la  batalla. 


84  AMERICANOS   CÉLEBRES 


XVII 


Con  la  rendición  de  la  Guayra  terminó  la  campaña  de  Venezuela, 
y  entonces  la  sagrada  causa  de  la  independencia  llamó  á  Bolivar  al 
Ecuador ,  ansioso  ,de  nuevos  lauros  para  su  patria  y  de  redimir  las  colo- 
nias que  pugnaban  por  ser  naciones. 

El  ejército  de  Venezuela  quedaba  bajo  la  hábil  dirección  de  Soublette, 
como  intendente,  y  el  denodado  Páez  desempeñaba  la  comandancia 
general.  En  Colombia  mandaba  el  ínclito  Santander,  y  todo  aparecía 
bajo  favorable  aspecto  para  la  emancipación  americana. 

Los  acontecimientos  que  se  habían  sucedido  en  Buenos  Aires ,  Monte- 
video, Chile,  Perú,  Ecuador  y  Méjico,  durante  la  lucha  de  Venezuela  y 
Colombia,  también  habían  dado  gloriosos  triunfos  á  los  nuevos  principios 
y  en  tocia  la  vasta  extensión  americana  se  enarbolaba  la  enseña  de  la 
libertad.  El  general  San  Martín ,  el  insigne  argentino  tan  intrépido  gue- 
rrero, tan  americano,  es  decir,  idólatra  de  las  glorias  de  América, 
peleaba  en  el  Perú  como  había  peleado  en  San  Lorenzo  y  en  Maipu ,  y 
apoyado  por  sus  admirables  granaderos  de  los  Andes  hacía  prodigios  de 
valor  rodeado  de  dificultades  pero  incansable  en  la  lucha ,  porque ,  como 
en  el  de  Bolivar,  no  cabía  en  su  pecho  el  desaliento. 

Ya  el  general  Laserna  había  evacuado  la  capital  del  Perú ,  y  el  Pro- 
tector ocupaba  la  ciudad  de  los  reyes  en  Julio  de  1821.  El  primer  acto  de 
su  mando  fué  el  decreto  de  libertad  para  los  esclavos. 

En  Guayaquil  se  dio  el  grito  de  independencia  y  los  independientes 
victoriosos  ó  vencidos,  continuaban  su  obra  sin  descanso  ni  vacilación. 
Sucre,  al  obtener  la  brillante  victoria  de  Yaguachi  sobre  los  realistas, 
había  asegurado  la  independencia  de  Guayaquil ,  aun  cuando  más  tarde 
en  las  llanuras  del  risueño  Ambato,  sufrió,  al  encontrarse  con  las  fuerzas 
de  Aymerich,  pérdidas  considerables  en  el  combate  de  Guachi. 

Sucre,  después  de  este  desastre,  deseoso  de  organizar  sus  tropas, 
propuso  á  los  contrarios  una  tregua  que  fué  aceptada  por  D.  Carlos 
Tolrá,  jefe  de  la  división  realista. 

Al  empezar  el  año  1822  se  dirigió  Bolivar  de  Cali  á  Popayán  (Cauca), 
para  dar  principio  á  la  campaña  que  debía  conducirle  hasta  la  capital 


SIMÓN   BOLÍVAR  85 

del  Ecuador.  Entre  tanto  el  esforzado  Sucre,  había  salido  de  Guayaquil  y 
süi  detenerse  por  la  inundación  que  en  esa  época  del  año  se  desborda  por 
montes  y  llanuras  ecuatorianas,  arrostrando  el  frío  y  el  hambre  logró 
llegar  á  Zaraguro,  en  la  provincia  de  Loja,  y  allí,  dos  ó  tres  días  des- 
pués, se  unió  con  la  división  peruana  mandada  por  Santa  Cruz. 

Algunos  días  más  tarde  ocupaba  Sucre  la  ciudad  de  Cuenca,  cuando 
acababa  de  abandonarla  el  coronel  español  Tolrá,  resolviendo  dar  en  ella 
descanso  á  la  tropa  y  organizar  la  administración  de  aquellos  pueblos, 
llamando  al  propio  tiempo  hacia  él  la  atención  de  los  realistas  y  dismi- 
nuyendo de  ese  modo  las  fuerzas  que  pudieran  dirigirse  á  Quito,  contra 
el  ejército  del  Libertador.  Este,  queriendo  apoderarse  del  territorio  pas- 
tuso ,  llegó  á  las  márgenes  del  Juanambú  continuando  después  hasta  Con- 
sacá,  pueblo  situado  en  una  alta  planicie  hacia  las  barrancas  del  río 
Guaytara;  el  volcán  de  Pasto  corona  las  quebradas. 

Cerca  de  aquel  sitio  está  el  llano  de  Bombona ,  en  donde  Bolivar 
extendió  su  ejército ,  separado  del  español  por  una  profunda  cañada  y  por 
un  puente  dominado  por  los  fuegos  realistas. 

El  día  7  de  Abril  de  1822,  el  general  patriota  Valdés  escaló  una  parte 
del  volcán  de  Pasto ,  teniendo  los  soldados  que  clavar  las  bayonetas  para 
llegar  al  punto  designado,  por  lo  escabroso  de  la  subida.  «La  posición  es 
» formidable;  pero  no. debemos  permanecer  aquí  ni  podemos  retroceder; 
» tenemos  que  vencer  y  venceremos.»  Estas  palabras  de  Bolivar  fueron 
la  orden  de  combate. 

La  batalla  estuvo  durante  muchas  horas  indecisa  y  el  encarniza- 
miento de  uno  y  otro  bando,  era  cada  vez  mayor;  por  fin  la  bandera 
del  batallón  republicano  Rifles  ocupó  el  lugar  en  donde  poco  antes 
ondeaba  la  española,  á  pesar  de  la  fuerte  resistencia  y  heroísmo  del 
ejército  realista. 

El  jefe  español  D.  Basilio  García  remitió  al  Libertador  al  día  siguien- 
te las  banderas  de  los  batallones  Bogotá  y  Vargas ,  que  recogió  del  suelo 
cuando  los  valientes  abanderados  quedaron  tendidos  en  el  campo  de  bata- 
lla. El  jefe  realista  escribió  á  Bolivar:  «Remito  á  V.  E.  las  banderas  de 
»los  batallones  Bogotá  y  Vargas:  yo  no  quiero  conservar  un  trofeo  que 
» empaña  las  glorias  de  esos  batallones,  de  los  cuales  se  puede  decir, 
»que  si  fué  fácil  destruirlos,  ha  sido  imposible  vencerlos».  * 

1     Recuerdas  históricos  del  coronel  Manuel  Antonio  López,  ayudante  del  estado  mayor  general  libertador 
á  quien  conoci  en  Bogotá  en  1881, 


86  AMERICANOS   CÉLEBRES 


XVIII 


A  los  ojos  de  los  realistas ,  tomaba  bolívar  proporciones  gigantescas 
y  la  energía  del  jefe  venezolano  aumentaba  á  medida  que  las  dificultades 
eran  mayores,  pues  la  falta  de  refuerzos  y  de  víveres  hacía  tiempo  espe- 
rados pusieron  en  grave  conflicto  al  ejército,  tanto  más,  cuanto  que 
había  tenido  que  retirarse  á  las  alturas  del  Peñón  y  abandonar  la  posi- 
ción de  Bombona,  viendo  que  las  negociaciones  entabladas  para  un 
armisticio  no  daban  resultado.  Pocos  días  más  tarde,  dirigió  una  postrera 
intimación  al  comandante  D.  Basilio  García,  porque  las  enfermedades 
minaban  el  ejército,  y  Bolivar,  decidido  á  llegar  rápidamente  al  término 
de  la  guerra,  deseaba  que  el  jefe  español  capitulase,  precisamente  en 
los  momentos  en  que  el  valeroso  Sucre  ganaba  la  brillante  acción  del 
Pichincha,  en  la  cual  los  realistas  tuvieron  inmensas  pérdidas,  no  sólo 
en  municiones,  armas,  cañones  y  banderas,  sino  en  hombres  muertos 
ó  prisioneros. 

La  batalla  tuvo  lugar  el  24  de  Mayo  de  1822;  en  la  tarde  del  mismo 
día,  Sucre  intimó  la  rendición  á  la  capital,  á  cuyas  puertas  había  tenido 
lugar  el  combate;  el  25  capituló  el  virrey  Aymerich,  y  el  héroe  de. 
Pichincha  tomó  posesión  de  Quito. 

Sabedor  el  coronel  García  de  aquellos  trascendentales  acontecimientos 
capituló  á  su  vez  con  el  Libertador,  ignorante  éste  aun  de  los  sucesos 
que  acabamos  de  reseñar  y  de  los  que  tuvo  conocimiento  al  posesionarse 
de  Pasto,  cuyos  habitantes  eran  hostiles  á  los  patriotas. 

En  aquella  capitulación  fué  admirable  la  generosidad  de  Bolivar:  se 
garantizaban  personas  y  propiedades  del  territorio  ocupado  por  la  segun- 
da división  española.  Los  jefes  y  oficiales  conservaban  espadas,  equipa- 
jes y  propiedades,  y  se  transportaba,  costeado  por  Colombia^  á  puerto 
español ,  á  los  militares  que  lo  desearan  y  sin  que  fueran  como  prisione- 
ros de  guerra.  Este  convenio  es  uno  de  los  más  hermosos  laureles  de  la 
corona  del  Libertador. 

El  Sur  de  Colombia  era  libre,  y  Bolivar,  enajenado  de  júbilo,  procedió 
á  dictar  órdenes  necesarias  y  á  organizar  el  territorio  en   donde  ya 


SIMÓN   BOLÍVAR  87 

ondeaba  la  bandera  de  la  libertad:  después  salió  para  Quito.  El  vasto 
departamento  ecuatoriano  compuesto  de  las  provincias  de  Cuenca,  Quito 
y  Loja ,  formó  un  todo  con  la  gran  república  de  Colombia ,  y  Sucre,  ya 
general  de  división,  fué  nombrado  para  gobernarlo.  El  Libertador,  infa- 
tigable y  soñando  con  la  independencia  del  Perú,  salió  para  Guayaquil, 
desde  allí  escribió  al  noble  San  Martín,  y  son  de  elevado  interés  las 
cartas  que  entonces  se  cruzaron  entre  aquellos  dos  hombres,  redentores 
de  América  y  genios  de  la  guerra.  * 

El  Protector  llegó  á  Guayaquil  el  25  de  Julio  de  1822,  es  decir,  el. 
mismo  día  en  que  Bolivar  le  escribía  lleno  de  alborozo ,  rogándole  fuera 
á  encontrarse  con  él.  Durante  tres  días  estuvieron  siempre  unidos  ambos 
caudillos;  sus  conferencias  fueron  largas  y  secretas,  pero  se  sabe  se  tra- 
tó en  ellas  de  los  auxilios  de  Colombia  al  Perú,  para  concluir  con  la  gue- 
rra y  arrojar  del  territorio  á  los  españoles. 

Aseguran  la  mayor  parte  de  los  historiadores  que  ni  Bolivar  quedó 
satisfecho  del  Protector,  ni  éste  ¿leí  jefe  supremo  de  Colombia.  Sus  ideas 
eran  completamente  opuestas  y  veíali  bajo  muy  diferente  aspecto  la 
organización  de  los  países  americanos. 

Inmediatamente  cuando  el  Protector  volvió  á  Lima,  presentó  su 
renuncia  y  salió  para  Chile,  Buenos  Aires  y  Europa. 

¡Noble  desprendimiento!  ¡digna  abnegación  del  vencedor  de  Cha- 
cabuco ! 

ínterin  Bolivar,  esperaba  en  Guayaquil,  la  autorización  del  Congreso 
para  dirigir  la  campaña  del  Perú ,  mandó  al  general  Sucre  como  enviado 
extraordinario,  con  instrucciones  que  reflejaban  en  su  fondo  los  nobles 
sentimientos,  y  el  único  empeño  de  libertar  al  Perú. 

Por  fin ,  autorizado  por  el  Congreso,  partió  de  Guayaquil  el  6  de  Agos- 
to de  1823  y  llegó  al  Callao  y  Lima  el  1.°  de  Setiembre.  Aquel  pueblo 
entusiasta  y  demostrativo  recibió  á  Bolivar  con  intenso  regocijo ,  pues  en 
el  caudillo  veía  su  próxima  redención. 

1    Vóaso  San  Martin. 


88  AMERICANOS   CÉLEBRES 


XIX 


En  el  gran  convite  que  en  Palacio  le  dieron,  pronunció  las  célebres 
palabras:  «Caigan  los  usurpadores  de  los  derechos  del  pueblo  americano, 
.»sin  que  uno  solo  quede  triunfante  en  toda  la  dilatada  extensión  del 
»  Nuevo  Mundo. . »  .    * 

Aumentó  el  entusiasmo  del  pueblo 'peruano  cuando  Bolivar  rehusó 
los  50,000  pesos  de  sueldo  que  le  señalaba  el  Congreso,  aceptando 
únicamente  la  asignación  igual  á  la  del  Presidente  de  la  República.  El 
desinterés  del  esclarecido  caraqueño  rayaba  á  la  misma  altura  que  su 
heroísmo. 

La  causa  de  la  independencia  no  estaba  aún  ganada :  recias  luchas ; 
encuentros  en  que  los  realistas  llevaban  la  mejor  parte;  discordias  civiles 
y  rivalidades  de  partido,  aumentaban  la  impaciencia  de  Bolivar  viendo 
á  los  españoles  recobrar  terreno  y  que  se  proponían  marchar  sobre  la 
capital.  El  horizonte  político  se  presentaba  sombrío  y  amenazador;  sólo 
un  hombre  conservaba  serenidad  y  esperanza;  sólo  un  corazón  alentaba 
con  la  fe  en  el  triunfo ;  sólo  un  genio  sentía  crecer  su  vigor  en  medio  de 
los  mayores  reveses:  el  Libertador. 

Estudiando  detenidamente  las  pasadas  zozobras,  los  quebrantos,  las 
dificultades,  los  titánicos  esfuerzos  en  la  prolongada  contienda,  parece- 
rá imposible  que  aquel  ser  extraño  y  sin  par,  conservara  aún  la  confian- 
za que  demuestra  en  su  conversación  con  Mosquera,  ministro  de  Co- 
lombia. 

Se  había  retirado  enfermo  á  Pativilca;  las  circunstancias  eran  tan 
críticas,  el  cuadro  tan  desconsolador,  que  Mosquera  le  preguntó:  «¿Y  qué 
piensa  V.  hacer  ahora?»  —  «Triunfar, »  contestó  sin  titubear. 

Cuenta  D.  Joaquín  Mosquera,  que  al  separarse  de  Bolivar  en  Pati- 
vilca ,  éste  le  acompañó  hasta  la  entrada  del  desierto  de  Huarmei  monta- 
do sobre  una  muía  mansa.  El  equipaje  de  Mosquera  se  había  retrasado  y 
tuvo  que  esperar  allí  su  llegada. 

Bolivar,  que  estaba  muy  débil,  se  apeó  y  acostó  sobre  un  capote  de 
barragán.  Eran  las  seis  de  la  tarde;  el  sol  se  ponía  perdiéndose  entre  las 


SIMÓN   BOLÍVAR  89 

olas  del  Océano.  La  soledad  era  completa  y  solemne;  el  Libertador,  ten- 
dido aún  en  el  suelo,  dijo:  «Diga  V.  allá  á  nuestros  compatriotas  cómo 
»me  deja  V.:  moribundo,  en  esta  playa  inhospitalaria,  teniendo  que 
» pelear  á  brazo  partido  para  conquistar  la  independencia  del  Perú  y  la 
» seguridad  de  Colombia  » . 

Días  después  la  fortaleza  del  Callao  había  caído  en  poder  de  los 
españoles;  los  buques  y  pertrechos  se  habían  perdido;  el  presidente  de  la 
República  Torretagle,  el  ministro  Berindoaga,  numerosos  oficiales  y 
soldados  argentinos  y  peruanos,  desertaron  las  filas  de  la  patria  para 
engrosar  las  de  los  realistas. 

Pero  Bolivar  arrostró  la  tempestad,  y  recobrada  la  salud,  salió  á  cam- 
paña ;  los  desfiladeros  y  agrestes  gargantas  de  los  Andes  lo  vieron  intré- 
pido ,  sereno  y  confiado  hasta  llegar  al  valle  de  Huaraz ,  situado  en  el 
centro  de  dos  ramificaciones  de  la  cordillera,  y  de  allí  siguió  hacia 
Pasco.  El  2  de  Agosto  pasó  revista  en  la  pampa  del  Sacramento;  con  su 
notable  elocuencia  arengó  á  los  soldados,  fijando  la  batalla  para  el  día  7, 
aniversario  de  Caracas  y  de  Boyacá. 

La  pampa  de  Junín  fué  el  sitio  escogido  para  el  combate.  El  3  empe- 
zó el  movimiento  del  ejército  patriota  por  la  derecha  del  Jauja ,  forzando 
la  marcha  al  saber  que  el  ejército  español ,  mandado  por  Canterac ,  se  reti- 
raba desde  Carhuamayo  y  después  desde  Pasco  hacia  Tarma.  A  las  2  de 
la  tarde  del  6  de  Agosto  de  1824,  se  avistaron  ambos  ejércitos  en  la 
llanura  de  Junín  y  se  prepararon  para  la  batalla. 

La  brillante  caballería  española  dio  la  primera  carga  mandada  por 
el  general  Canterac:  el  desorden  fué  espantoso. 

Ambos  ejércitos  se  batieron  lanza  en  ristre,  y  á  sable  con  tal  empuje 
y  bizarría,  que  unos  y  otros  rivalizaron  en  heroísmo.  El  Libertador  creyó 
perdida  la  batalla. 

El  coronel  D.  Manuel  Antonio  López,  dice  en  sus  Memorias  históricas 
y  ños  lo  ha  repetido  á  nosotros  mismos,  que  presenció  un  diálogo  que 
pinta  gráficamente  el  carácter  de  Bolivar: 

«  Estaba  éste  reuniendo  los  maltrechos  jinetes  cuando  llegó  el  gene- 
ral Lara  y  le  preguntó : 

—  »¿Qué  hay,  general? 

—  »Que  ha  de  haber,  —  contestó  el  Libertador:  —  que  nos  han  derro- 
cado nuestra  caballería. 

—  »¿Y  tan  buena  así  es  la  del  enemigo? 


90  AMERICANOS    CÉLEBRES 

— » Demasiado  buena,  cuando  ha  vencido  á  la  nuestra,  contestó 
s  Bolívar. 

—  »¿ Quiere  V.  que  yo  vaya  á  dar  una  carga  con  esta  caballería? 
» propuso  Lar-a  señalando  á  los  arrollados. 

—  »No, — contestó  el  Libertador, — porque  esto  sería  quedarnos  sin 
»ella  para  concluir  la  campaña». 

Tal  era  la  confianza  que  tenía  en  la  victoria  de  la  gran  causa. 

A  las  seis  y  media,  el  coronel  Carvajal,  herido  y  con  un  prisionero  á 
la  anca  del  caballo,  anunció  la  derrota  del  enemigo  que  emprendía  reti- 
rada por  las  fragosidades  de  los  Andes  hasta  el  Cuzco,  ocupando  Bolívar 
y  su  ejército  el  territorio  al  Norte  del  Apurimac. 

El  hermoso  canto  á  Junín  del  inspirado  Olmedo,  es  una  de  las  ofren- 
das más  bellas  que  por  aquel  triunfo  recibió  el  Libertador. 

La  caballería  peruana  se  batió  con  bravura  y  mereció  el  nombre  de 
húsares  de  Junín,  dado  por  el  general  en  jefe. 


XX 


Los  historiadores  españoles,  son  los  primeros  en  reconocer  las  gran- 
des cualidades  de  Boliyar  para  el  mando.  Torrente  en  su  Historia  de  la 
Revolución  Hispano  Americana,  dice: 

«Inconcebible  parece  como  en  tan  poco  tiempo  hubieran  logrado  los 
-insurgentes,  poner  en  campaña  una  fuerza  tan  numerosa  y  bajo  un  pie 
»tan  respetable  de  arreglo  y  buena  dirección.  Abundaban  las  provisiones  de 
» guerra  y  boca,  el  armamento,  .vestuario,  medios  de  transporte  y  cuantos 
» elementos  guerreros  se  necesitan  para  abrir  una  importante  campaña...  Las 
» tropas  de  Bolivar,  cruzaron  los  horribles  desfiladeros  de  la  cordillera  de 
»los  Andes  con  tanta  constancia  y  sufrimiento,  que  sería  un  acto  de  injusticia 
^negarles  el  gran  mérito  contraído  en  esta  campaña. . .  Al  llegar  Bolivar  al 
» llano  que  se  encuentra  entre  Ranea  y  Pasco,  dio  una  enérgica  proclama 
»á  su  ejército  para  animarle  á  combatir  contra  las  brillantes  tropas  del 
»  citado  Canterac. . .  » 

Cuatro  meses  después,  el  9  de  Diciembre  de  1824,  se  dirigió  Bolivar 
á  Lima  con  el  objeto  de  crear  nuevos  recursos  para  la  campaña  y  tran- 


SIMÓN   BOLÍVAR  91 

quilizar  los  ánimos  exaltados  por  las  violencias  que  cometían  los  mon- 
toneros. 

Ocupaban  la  capital  peruana  alternativamente  patriotas  y  realistas; 
motivo  por  el  cual  estaba  la  población  en  continua  alarma.  La  entrada 
del  general  en  jefe  causó  verdadero  delirio :  le  abrazaban  y  le  tocaban 
vitoreándole  frenéticamente;  era  un  semidiós  para  aquel  pueblo,  loco 
de  entusiasmo,  y  sin  embargo,  el  Congreso  colombiano  acababa  de  dar 
una  ley  derogando  las  facultades  extraordinarias  concedidas  en  Octu- 
bre de  1821,  al  Presidente  de  la  República  en  campaña.  La  nueva  ley  de 
28  de  Julio  de  1824,  concedía  aquellas  facultades  al  encargado  del  Poder 
Ejecutivo,  y  éste  podía  delegarlas,  como  efectivamente  lo  había  hecho 
en  el  jefe  superior  de  los  departamentos  meridionales  de  Colombia. 

Por  el  último  artículo  de  la  misma  ley  quedaba  privado  de  mandar 
el  ejército  colombiano,  nombrando  para  reemplazarle  al  noble  Sucre. 
Tenía  pues  Bolivar  la  dirección  general  de  las  operaciones  militares 
como  jefe  de  la  república  peruana  por  decreto  de  10  de  Febrero  de  1824, 
en  el  cual  se  le  confería  el  mando  supremo,  político  y  militar. 

Después  de  la  batalla  de  Junín,  y  sediento  de  reparar  aquel  desas- 
tre, se  ocupó  el  virrey  Laserna  en  la  organización  de  su  ejército  en  el 
Cuzco,  formando  tres  divisiones  de  infantería  y  una  de  caballería  para 
inmediatamente  caer  sobre  el  enemigo,  como  lo  efectuó  apoderándose  en 
su  camino  de  la  ciudad  de  Huamanga,  de  la  guarnición,  de  los  almacenes 
y  pertrechos  que  allí  existían,  cortando  toda  comunicación  con  la  costa 
al  valiente  ejército  patriota  que  estaba  situado  en  Andahuailas,  manda- 
do por  Sucre. 


XXI 


En  el  encuentro  de  Matará  fueron  derrotados  los  independientes,  y 
siguiendo  el  general  Sucre  las  instrucciones  del  Libertador,  que  no  veía 
salvación  sino  buscándola  en  el  campo  de  batalla ,  determinó  dar  cara  al 
enemigo  y  atacar.  El  8  de  Diciembre  ambos  ejércitos  estaban  cercanos, 
ambos  deseaban  la  batalla  y  los  momentos  eran  supremos.  El  día  9  de 


92  .  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Diciembre,    la    Naturaleza   sonreía  mostrando  sus  más  bellas  galas,  y 
torrentes  de  luz  bañaban  la  sabaneta  de  Ayacucho.  i 

A  las  diez  de  la  mañana  el  general  Sucre  arengó  á  los  patriotas  prepa- 
rándose a  romper  el  fuego.  Los  españoles  estaban  situados  en  las  cum- 
bres del  Condorcanqui  como  águilas  dispuestas  á  lanzarse  sobre  su  presa. 
A  la  una  del  día  el  triunfo  era  completo.  2  El  virey,  Canterac  y  Carra- 
talá,  gran  número  de  generales  (catorce),  cayeron  prisioneros  con  todo 
aquel  denodado  ejército  que  había  hecho  desesperados  esfuerzos  por 
alcanzar  la  victoria.  a 

Dice  D.  Manuel  Antonio  López,  en  sus  Recuerdos  Históricos  que  el 
general  Canterac  bajó  solo,  con  un  pañuelo  blanco  en  la  mano,  para  soli- 
citar la  capitulación  que  fué  honrosa  y  digna  del  vencedor. 

La  batalla  de  Ayacucho  terminó  la  guerra  en  el  Sur,  y  Bolivar,  al 
recibir  la  noticia,  pudo  exclamar:  América  es  libre. 

Los  españoles  conservaron  aún  las  fortalezas  del  Callao  durante  un 
año,  y  por  último,  aquel  postrer  baluarte  de  su  dominio  en  el  Perú  cayó,  * 
por  capitulación,  en  poder  de  los  patriotas  el  23  de  Enero  de  1826.  Boli- 
var otorgó  á  Sucre,  merecidos  honores  y  el  lauro  de  la  victoria  por  su 
acierto  y  bizarría,  pero  el  caballeresco  vencedor  de  Pichincha  y  de  Aya- 
cucho,  no  admitía  el  triunfo  sino  por  los  acertados  planes  del  Libertador. 

ínterin  habían  tenido  lugar  en  el  Ecuador  y  en  el  Perú  tan  grandio- 
sos acontecimientos,  habían  sufrido  los  realistas  constantes  reveses  en 
Venezuela,  hasta  que  en  el  combate  naval  del  lago  de  Maracaibo  (24  de 
Julio  de  1826)  capituló  el  ejército  español,  embarcándose  para  Cuba  el  5 
de  Agosto.  La  lucha  de  catorce  años  tocaba  á  su  fin. 

La  victoria  de  Ayacucho  entregó  á  los  patriotas  las  ciudades  del 
Cuzco  y  Arequipa,  dirigiéndose  después  el  ejército  vencedor  hacia  el 
Alto  Perú  (hoy  Bolivia),  y  en  Abril  de  1825  ondeaba  la  bandera  republi- 
cana en  todo  su  territorio. 

A  raíz  del  combate  de  Ayacucho,  convocó  el  Libertador  el  Congreso 
Constituyente  que  debía  reunirse  el  10  de  Febrero  de  1825,  aniversario 
del  día  en  que  le  había  otorgado  el  Perú  el  mando  supremo. 

Después  de  haber  decretado  honores  y  recompensas  para  los  liberta- 

1  Campo  de  sangre  fétido. 

2  La  fuerza  española  consistía  en  9,310  hombres  y  11  piezas  de  campaña,  y  la  de  los  republicanos  era  de 
cerca  de  6,000  hombres  y  una  pieza  de  artillería, 

*    Véase  Sucre. 


SIMÓN  bolívar  93 

dores ,  terminó  el  Congreso  sus  sesiones  confiando  de  nuevo  el  mando  al 
caudillo  venezolano  y  facultades  extraordinarias.  En  Abril  y  Mayo  de 
1825  recorrió  Bolívar  el  país,  acogido  por  el  amor,  la  gratitud  y  el  rego- 
cijo de  aquel  pueblo  que  le  aclamaba  padre  de  la  patria. 

En  Agosto  de  1825,  convocó  la  Asamblea  general  y  creó  la  república 
Bolivar  (más  tarde  Bolivia),  en  los  departamentos  del  Alto  Perú. 

En  Julio,  dio  el  filantrópico  decreto  eximiendo  á  los  indígenas  de  todo 
servicio  forzoso  y  que  no  procediera  de  contrato  y  precio  del  trabajo. 
Abolió  el  título  de  autoridad  de  cacicazgo;  prohibió  la  matanza  de  vicu- 
ñas, con  el  objeto  de  aumentar  aquellos  preciosos  animales,  y  para 
fomentar  la  cría  de  ellos  ofreció  un  premio  á  los  que  formaran  numero- 
sos rebaños;  creó  colegios  y  se  ocupó  con  actividad  de  la  instrucción 
pública,  muy  descuidada  entonces;  decretó  la  fundación  de  hospitales  y 
hospicios;  fijó  su  vista  de  águila  en  la  falta  de  carreteras,  en  la  explota- 
ción de  minas  y  en  todo  cuanto  pudiera  aumentar  la  prosperidad  de  las 
naciones  que  eran  hijas  de  su  valor  heroico  y  de  su  abnegación. 

A  la  sazón  ardía  el  fuego  de  la  discordia  en  Colombia :  sólo  Bolivar 
podía  apagarle,  y  á  él  acudieron  los  pueblos;  siempre  generoso,  voló  en 
su  auxilio,  dejando  encargado  del  mando  supremo  del  Perú  al  general 
Santa  Cruz  y  á  los  ministros  del  despacho.  A  su  llegada  á  Guayaquil 
encontró  dominantes  las  ambiciones  de  partido  en  toda  la  extensión  de 
la  gran  república,  y  su  alma  noble  y  conciliadora  le  dictó  estas  pala- 
bras : 

«No  he  querido  saber  quien  ha  faltado;  mas  no  olvido  jamás  que 
»sois  mis  hermanos  de  sangre  y  mis  compañeros  de  armas.  Os  llevo  un 
» ósculo  común  y  dos  brazos  para  uniros  en  mi  seno». 

Más  bellas  aun  fueron  las  que  pronunció  en  Bogotá  al  tomar  posesión 
del  Poder  Ejecutivo,  en  Noviembre  de  1826. 


XXII 


No  desconocía  el  Libertador  las  intrigas  de  sus  enemigos  y  las  calum- 
nias propaladas  con  aviesa  intención;  le  acusaban  de  ambicioso,  de  sed 
insaciable  del  mando  y  de  soñar  con  el  trono. 


94  AMERICANOS    CÉLEBRES 

«El  voto  nacional, — dijo,  —  me  obliga  á  encargarme  del  mando  su- 
»premo;  yo  le  aborrezco  mortalmente,  pues  por  él  me  acusan  de  ambi- 
cioso y  de  atentar  a  la  Monarquía.  ¡Qué!  ¿me  creen  tan  insensato  que 
»  aspire  á  descender?  ¿No  saben  que  el  destino  de  libertador  es  más  subli- 
»me  que  un  trono?» 

¿Qué,  mejor  defensa  que  estas  palabras  dictadas  por  sentimientos  de 
hidalga  grandeza?  En  aquel  ser  no  cabían  vulgares  aspiraciones,  todo 
en  él  lo  elevaba  á  una  altura  á  la  cual  no  podían  alcanzar  los  pigmeos. 
Anhelaba  para  su  patria ,  para  aquella  hija  predilecta  de  su  entusiasmo, 
un  futuro  brillante;  soñaba  hacerla  grande,  poderosa,  única  por  su 
gobierno  y  su  organización  política,  no  calcada  sobre  la  de  otros. países 
cuyas  instituciones  eran  diametralmente  opuestas  para  la  paz  y  seguri- 
dad de  Colombia. 

Venezuela,  se  había  declarado  en  abierta  oposición.  La  presencia  del 
Libertador  fué  suficiente  para  sofocar  las  facciones  y  devolver  la  tran- 
quilidad al  país.  A  su  llegada  á  Caracas,  los  partidos  central  y  federal 
amenazaban  declararse  en  sangrienta  guerra  civil.  Bolívar,  al  hacerse 
cargo  del  Poder  Ejecutivo ,  se  ocupó  activamente  de  reformas  urgentes, 
sobre  todo  en  el  ramo  de  Hacienda,  que  se  encontraba  en  deplorable  esta- 
do. Sabias  economías  dieron  propicios  resultados,  y  la  benéfica  mano  del 
Libertador,  se  extendió  por  toda  la  república.  Pensaba  por  entonces  en 
formar  una  confederación  que  dividiese  al  Perú  en  dos  estados  y  á 
Colombia  en  tres,  que  aun  cuando  dependientes  del  jefe  de  la  confedera- 
ción pudieran  gobernarse  cada  uno  de  por  sí.  Bolívar  abarcaba  el  por- 
venir con  su  mirada  de  águila  y  preveía  que  la  desunión  sería  inevitable 
después  de  su  muerte. 

La  actitud  de  Venezuela,  las  fratricidas  luchas  federal  y  central, 
hicieron  necesaria  la  presencia  del  Libertador ,  y  éste  salió  para  Mará- 
caibo  recogiendo  en  su  marcha  hombres  y  fondos  para  sofocar  la  rebe- 
lión con  enérgica  severidad.  La  proclama  que  dio  á1  su  llegada 
rebosaba  amargura  y  profundo  pesar. 

« j  Venezolanos !  Ya  se  ha  manchado  la  gloria  de  vuestros  bravos  con 
»el  crimen  del  fratricidio.  ¿Era  esta  la  corona  debida  á  vuestra  obra  de 
»  virtud  y  valor?  No. — Alzad,  pues,  vuestras  armas  parricidas;  no  matéis 
»á  la  patria.  Escuchad  la  voz  de  vuestro  hermano  y  compañero,  antes  de 
» consumar  el  último  sacrificio  de  una  sangre  escapada  de  los  tiranos, 
»que  el  Cielo  reservaba  para  conservar  la  república  de  los  héroes. 


SIMÓN   BOLÍVAR  95 


»  ¡  Venezolanos ! . . 


»0s  empeño  mi  palabra.  Ofrezco  solemnemente  llamar  al  pueblo  para 
»que  delibere  con  calma  sobre  su  bienestar  y  su  propia  soberanía.  Muy 
» pronto,  este  año  mismo,  seréis  consultados  para  que  digáis  cuándo, 
»  dónde  y  en  qué  términos  queréis  celebrar  la  gran  Convención  nacional. 
» Allí  el  pueblo  ejercerá  libremente  su  omnipotencia,  allí  decretará  sus 
» leyes  fundamentales.  Tan  sólo  él  conoce -su  bien  y  es  dueño  de  su  suer- 
»te;  pero  no  un  poderoso,  ni  un  partido,  ni  una  fracción.  Nadie,  sino 
»la  mayoría,  es  soberana.  Es  un  tirano  el  que  se  pone  en  lugar  del  pue- 
»blo,  y  su  potestad  una  usurpación. 


» ¡  Venezolanos ! 


»Yo  marcho  hacia  vosotros  á  ponerme  entre  vuestros  tiros  y  vues- 
tros pechos.  Quiero  morir  primero  que  veros  en  la  ignominia,  que  es 
» todavía  peor  que  la  misma  tiranía,  y  contra  ésta  ¿qué  no  hemos  sacri- 
»flcado? — ¡Desgraciados  los  que  desoigan  mis  palabras  y  falten  á  su 
» deber ! ! ! 

»Bolivar. 

» Cuartel,  general  Libertador  en  Maracaibo,  á  16  de  Diciembre 
»de  1820.-16.°» 


XXIII 


La  llegada  del  denodado  caudillo  calmó  las  pasiones  y  tranquilizó 
los  partidos:  su  habilidad  política  y  su  tacto  consiguieron  grandes  venta- 
jas y  dispuso  cesaran  las  hostilidades,  dirigiéndose  á  Páez  con  dignidad 
y  carácter,  asegurándole  temblaba  ante  una  contienda  entre  hermanos, 
pero  que  estaba  resuelto  á  combatirla.  «Sólo  quiero,  —  decía, — que  la  ley 
» reúna  á  los  ciudadanos,  que  la  libertad  los  deje  obrar  y  que  la  sabidu- 
ría los  guíe,  para  que  admitan  mi  renuncia  y  me  dejen  ir  lejos,  muy 
» lejos,  de  Colombia.»* 

No  concebía  Bolivar  que  en  el  suelo  de  la  libertad  en  donde  tanta 
sangre  se  había  derramado ,  se  vertiera  y  se  sacrificara  por  ruines  ambi- 
ciones ó  falta  de  tacto  político. 


96  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Para  cortar  la  revolución,  dio  el  decreto  que  alejaba  todo  temor  de 
persecuciones  ó  castigos,  garantizando  bienes  y  empleos  de  los  que  abra- 
zaban las  reformas,  confirmando  á  Páez  en  su  cargo  de  jefe  superior  de 
Venezuela  y  disponiendo  sometieran  á  la  autoridad 'del  Libertador  como 
presidente  de  la  República. 

El  efecto  fué  instantáneo ,  y  Bolivar ,  recibiendo  manifestaciones  de 
entusiasmo,  festines  y  vítores  por  donde  pasaba,  llegó  hasta  Caracas,  y 
aquel  pueblo  que  veía  en  él  á  su  salvador ,  al  esclarecido  guerrero ,  expre- 
só su  regocijo  con  grandes  festines. 

En  tan  hermoso  cielo  no  se  vio  la  más  pequeña  nube:  allí,  como  en 
Bogotá,  se  consagró  el  Presidente  á  remediar  las  necesidades  públicas,  á 
reformar  abusos,  á  plantear  economías,  á  crear  colegios  y  centros  de 
educación ,  á  redimir  esclavos,  á  la  reorganización  universitaria ,  y  al 
estudio  de  aranceles  de  aduanas. 

Todo  lo  invadía  su  fabulosa  actividad;  todo  lo  abarcaba  su  vasta 
inteligencia;  pero  ínterin  se  dedicaba  al  bien  "de  aquellos  pueblos,  las 
revueltas  se  sucedían  en  el  Perú,  y  en  Bogotá  aplaudían  aquel  levanta- 
miento; también  en  Guayaquil  se  efectuaban  grandes  trastornos,  y  de 
aquel  modo  empezaba  á  desmoronarse  el  edificio  á  costa  de  tantos  sacri- 
ficios levantado. 

En  Julio  de  1827,  salió  Bolivar  de  Caracas,  para  hacer  frente  á  las 
contiendas  civiles  que  tenían  lugar  en  otros  puntos  de  la  república.  El 
orden  se  restableció,  si  bien  por  muy  corto  tiempo,  pues  no  sólo  estaban 
en  guerra  abierta  los  partidos,  sino  que  algunos  corsarios  y  guerrillas 
españolas  amenazaban  por  el  lado  de  la  costa. 

Tantas  calamidades,  tan  continuos  combates  encaminados  á  malograr 
el  fruto  de  diez  y  ocho  años  de  fatigas  y  de  vigorosa  resistencia ,  abatían 
al  Libertador,  por  más  que  su  espíritu  fuera  siempre  valeroso  y  enérgico. 

La  Convención  de  Ocaña,  reunida  para  reformas  y  saludables  resulta- 
dos, no  respondió  tal  .vez  á  las  esperanzas  del  país,  y  los  pueblos  protes- 
taron enérgicamente  asociándose  al  pronunciamiento  de  Bogotá,  que 
confería  la  dictadura  y  facultades  extraordinarias  á  Bolivar.  Al  aceptar 
en  circunstancias  tan  difíciles,  ¿podía  tachársele  de  tirano  ó  ambicioso? 
¿No  era  más  bien  una  nueva  prueba  de  amor  á  la  patria,  y  un  sacrificio 
noble  y  digno?  Creemos  que  sí,  y  que  á  medida  que  pasen  las  generacio- 
nes aparecerá  más  grande  y  sin  tacha  la  figura  de  aquel  hombre ,  cuya 
vida  fué  un  prolongado  heroísmo. 


SIMÓN    BOLÍVAR  97 


Ninguno  de  los  hombres  de  la  independencia  americana  tuvo  que 
luchar  con  tantas  dificultades ,  ni  jamás  estuvo  tan  largo  tiempo  expues- 
to á  ellas. 


XXIV 


España  reforzaba  sus  ejércitos  en  las  Antillas  y  amenazaba  las  costas 
de  las  nacientes  repúblicas.  Bolivar,  infatigable  como  siempre,  se  dedi- 
có á  la  organización  de  tropas,  á  disciplinarlas  y  á  reformar  la  orde- 
nanza. 

Venezuela  estaba  más  tranquila  y  en  villas,  ciudades  y  aldeas,  se  juró 
obediencia  al  dictador.  Sin  embargo  de  que  su  benéfico  influjo  se  exten- 
día por  todas  partes,  sus  enemigos  no  descansaban:  le  acusaban  de  amar 
el  poder,  y  éste,  absoluto,  omnímodo,  lo  cual  no  vacilamos  en  creer;  pero 
no  por  sed  de  dominio,  sino  por  exceso  de  amor  patrio;  se  creía  necesa- 
rio para  consolidar  el  edificio  que  él  había  levantado. 

Las  pasiones  se  exaltaron;  los  rencores  no  tuvieron  límites  y,  con 
asombro  del  mundo,  se  vio  amenazada  la  vida  del  Libertador,  del  gue- 
rrero, del  victorioso  en  cien  combates.  La  audacia  conduce  á  los  amoti- 
nados hasta  el  palacio,  sorprenden  á  la  guardia,  asesinan  á  los  centinelas 
y  se  lanzan  en  busca  del  Libertador.  El  joven  y  esforzado  edecán  Andrés 
Ibarra  trata  de  oponerse,  aunque  inútilmente,  é  hiriéndole  en  un  brazo, 
llegan  hasta  el  dormitorio  en  donde  descansaba  Bolivar:  con  su  natural 
bravura  se  había  levantado  al  escuchar  el  ruido ,  y  esperaba  para  ven- 
cer ó  morir,  que  impropio  é  indigno  de  su  carácter  creía  emprender  la 
fuga. 

Pero  alguien  velaba  por  su  vida:  una  mujer  amorosa  y  fuerte,  una 
varonil  quiteña.  D.a  Manuela  Sanz  1  al  salvar  á  Bolivar  haciéndole  huir 
por  una  ventana,  salvó  también  de  un  gran  crimen,  á  los  colombianos  de 
una  ingratitud  sin  ejemplo,  y  á  la  patria  de  infinitos  males. 

La  noticia  voló  por  Bogotá  con  la  rapidez  del  relámpago  y  fué  reci- 
bida con  estupor  é  indignación:  los  cobardes  asesinos  no  encontraron  ni 
apoyo  ni  auxilio. 

1    Era  la  amada  del  Libertador 


98  AMERICANOS   CÉLEBKES 

Muerto  el  Libertador,  hubiera  sido  espantosa  la  anarquía ,  y  jamás 
Bolivar  pudo  creer  que  llegara  á  tal  punto  el  odio  de  sus  enemigos. 

Esta  tentativa  contra  su  persona  le  causó  profundo  desaliento  y 
alteró  su  salud,  ya  quebrantada  de  largos  años  de  fatigas  y  decepciones. 
El  2  de  Enero  de  1830  debía  reunirse  el  Congreso  en  Bogotá,  con  carácter 
de  constituyente,  y  entre  tanto  el  malestar  crecía,  y  se  arraigaba  en 
los  ánimos  la  convicción  de  mayores  trastornos. 

En  Venezuela  se  había  convocado  una  Asamblea  general  y  ésta  deter- 
minó organizar  una  nación  independiente,  consultar  la  voluntad  del 
pueblo ,  y  por  medio  de  un  Congreso  constituyente  manifestar  y  reconocer 
la  separación  del  Gobierno  de  Colombia. 

Hasta  la  instalación  del  Congreso  se  confirió  el  mando  al  general 
José  Antonio  Páez. 

En  el  Perú  y  Bolivia ,  no  era  menor  la  agitación  y  la  hostilidad  á  lo 
que  se  llamaba  tiranía  de  Colombia ,  y  si  bien  Bolivar  había  sido  procla- 
mado presidente  vitalicio  con  el  hermoso  título  de'  padre  y  salvador  del 
Perú,  sin  embargo,  en  Lima  se  cometieron  atropellos  contra  la  división 
colombiana,  se  prendieron  jefes  y  oficiales,  y  después  de  estar  aprisio- 
nados cuatro  días  en  obscuros  calabozos,  se  les  embarcó  á  bordo  del 
bergantín  inglés  «Bucher»  tratándolos  indignamente  hasta  que  desem- 
barcaron en  Buenaventura.  1 


XXV 


En  Bolivia  tenían  «lugar  motines  y  pronunciamientos  apoyados  por  el 
general  Gamarra ,  y  á  pesar  de  que  Sucre  hizo  saber  que  la  división 
colombiana  (pretexto  para  los  revolucionarios)  abandonaría  el  país,  sin 
embargo  el  desorden  crecía  hasta  desconocer  la  autoridad  del  vencedor 
de  Ayacucho ,  quien  había  sido  herido  en  una  de  las  revueltas  y  á  pesar 
de  esto  fué  sacado  de  su  casa  y  conducido  preso. 

Poco  después  el  valiente  general  renunció  su  alto  cargo  y  se  embarcó 
para  Colombia,  su  patria,  dejando  un  recuerdo  sin  tacha  de  su  elevado 
carácter  y  de  sus  nobles  cualidades  como  mandatario. 

1     Restrepo.— Historia  de  la  Revolución  de  Colombia. 


SIMÓN  BOLÍVAR  99 

Los  alzamientos  del  Perú  y  Bolivia,  repercutieron  en  el  Ecuador  y 
el  Cauca  se  levantó  en  favor  de  los  peruanos  que  intentaban  invadir  el 
país.  Tales  noticias  contristaron  hondamente  al  Libertador,  quien  activo 
y  decidido  organizaba  ejércitos,  agotados  ya  los  medios  de  conciliación,  y 
se  decidía  á  rechazar  á  los  peruanos  qué  ocupaban  una  parte  del  Ecua- 
dor. ¡  Qué  reflexiones  tan  amargas  debieron  surgir  en  la  mente  del  héroe 
de  Junín!  ¡qué  terrible  desencanto  para  el  caudillo  de  la  libertad!  ¡qué 
hondo  desaliento  para  aquel  espíritu  enérgico  y  soberano ! 

Pero  Bolívar  era  más  grande  aun  en  el  infortunio.  Ni  la  adversidad, 
ni  las  decepciones,  lograron  abatir  ni  exacerbar  su  noble  condición. 

Con  su  acostumbrada  actividad  marchó  para  el  Ecuador,  terminó  la 
guerra  con  el  Perú  y  sofocó  la  guerra  civil. 

En  Julio  de  1829  escribía  desde  la  costa  ecuatoriana  á  D.  Estanislao 
Vergara,  y  en  aquella  larga  carta,  se  reflejaba  la  tristeza  por  lo  infruc- 
tuoso de  sus  esfuerzos  para  crear  países  fuertes  y  pacíficos. 

«No  quiero  engañar  á  V., —  decía,  —  ni  perderme  yo;  no  puedo  más, 
»y  este  sentimiento  me  lo  dice  mi  corazón  cien  veces  por  día».  En  otro 
párrafo  de  la  misma  carta  añadía :  « me  ha  tenido  tan  melancólico  estos 
» días  la  perspectiva  de  la  América,  que  ni  la  caída  de  Lámar  y  los  servi- 
cios que  nos  ha  hecho  el  Perú  en  su  mudanza  me  han  consolado,  y  antes 
» por  el  contrario  han  aumentado  mi  pena ,  porque  esto  nos  dice  clara- 
» mente  que  el  orden ,  la  seguridad ,  la  vida  y  todo  se  aleja  cada  vez  más 
» de  esta  tierra,  condenada  á  destruirse  ella  misma  y  á  ser  esclava  de 
»  Europa».  1 

También  escribía  al  general  Daniel  Florencio  O'Leary,  expresándole 
la  misma  amargura  y  su  incesante  pensamiento  fijo  en  la  suerte  de  aque- 
lla patria  que  idolatraba.  Lo  futuro  le  preocupaba  hondamente,  dando 
su  sabia  opinión  para  organizar  el  país. 

Veía  inevitable  la  división  de  la  gran  república  y  deseaba  se  hiciera 
pacíficamente,  y  si  era  posible  durante  su  vida,  para  utilizarla  aún  en 
servicio  de  la  patria,  como  mediador,  consejero  y  amigo. 

Esa  notable  carta  que  no  reproducimos  por  su  extensión,  demostraba 
palpablemente  que  jamás  había  abrigado  Bolívar  ideas  monárquicas,  ni 
tendencias  á  ceñirse  corona :  todos  sus  actos  desmienten  tan  calumnioso 
aserto. 

1    Felizmente  en  esto  riltimo  no  se  ha  cumplido  la  predicción  de  Bolívar. 


100  AMERICANOS    CÉLEBRES. 

El  día  15  de  Enero  de  1830,  y  terminada  la  guerra  con  el  Perú,  vol- 
vió á  Bogotá,  y  persuadido  de  que  debía  abandonar  el  mando  por  la 
tranquilidad  de  la  nación,  dirigió  al  Congreso  en  20  de  Enero  de  1830 
la  renuncia ,  apoyada  patriótica  y  enérgicamente  por  reflexiones  y  votos 
de  concordia. 

«*  Si  os  obstinaseis  en  que  yo  mandara  sucumbiría:  oid  mis  súplicas: 
» salvad  la  república,  salvad  mi  gloria  que  es  de  Colombia.  Disponed  de 
»la  presidencia  que  respetuosamente  abdico  en  vuestras  manos.» 

El  20,  en  una  proclama  se  despidió  de  los  colombianos,  y  el  22  con- 
testó el  Congreso  Constituyente  al  mensaje  de  Bolívar.  Aceptaron  su 
renuncia,  pero  expresándole  la  inmensa  gratitud  que  le  debían  los  pue- 
blos y  el  deseo  de  que  con  su  presencia  y  sabiduría  entendiese  en  los 
asuntos  públicos  y  de  gobierno,  ínterin  se  nombrase  quien  debía  suce- 
derle. 


XXVI 


De  día  en  día  se  multiplicaban  los  acontecimientos.  En  Mayo  se  pro- 
nunciaron algunas  de  las  poblaciones  ecuatorianas  en  favor  de  la  sepa- 
ración de  la  Nueva  Granada,  y  en  Setiembre  del  mismo  año,  se  constituía 
Venezuela  en  estado  soberano  independiente. 

El  4  de  Mayo  de  1830,  fué  electo  presidente  D.  Joaquín  Mosquera,  y 
vicepresidente  D.  Domingo  Caicedo.  Dos  días  después  presenciaba  Bogo- 
tá la  sublevación  del  batallón  de  granaderos  y  húsares  de  Apuré,  y  en 
la  noche  del  7  no  se  creía  libre  de  un  atentado  el  caudillo  caraqueño. 

El  día  8  salió  para  Cartagena ;  el  Congreso  había  dado  un  decreto  que 
fué  aprobado,  para  honra  de  Colombia:  se  le  rendía  un  homenaje  de 
gratitud,  se  otorgaba  la  veneración  á  que  era  tan  acreedor  y  se  asegu- 
raban á  Bolivar  30,000  pes*>s  anuales  vitalicios.  Aquel  hombre,  arbitro 
del  destino  de  cinco  naciones  durante  largos  años,  estaba  pobre  y  carecía 
de  recursos  para  trasladarse  al  extranjero. 

El  crimen  de  Berruecos  2  fué  un  nuevo  y  terrible  golpe  para  el  legen- 


1  Palabras  del  Libertador. 

2  Asesinato  del  general  Sucre 


SIMÓN   BOLÍVAR  1ÓÍ 

dario  héroe  americano,  ya  muy  débil  y  enfermo.  Sucre  había  sido  uno  de 
sus  compañeros  más  nobles,  fiel  y  consecuente  amigo;  pero,  á  no  dudarlo, 
la  herida  más  profunda  para  su  corazón,-  la  incurable,  fueron  aquellas 
palabras  de  José  Osío,  Ángel  Quintero  y  otros  venezolanos,  quienes  al 
participar  la  instalación  del  Congreso  como  nación  independiente,  exi- 
gían de  la  Nueva  Granada  una  villanía,  un  deshonroso  proceder;  la 
expulsión  del  general  Bolívar  del  territorio  colombiano . 

Pocos  días  más  tarde  se  llevaba  más  lejos  el  odio  al  Libertador  de 
Venezuela.  Los  diputados  Ramón  Ayala,  de  Caracas,  y  Juan  Evangelis- 
ta González,  de  Maracaibo,  pedían  se  declarara  al  general  Bolívar  fuera  de 
la  ley  si  iba  á  Curacao ;  para  honra  y  gloria  de  los  ecuatorianos  debemos 
consignar,  que  asombrados  por  aquella  incalificable  ingratitud  que 
rechazaba  á  Bolivar  del  suelo  patrio,  le  ofrecieron,  con  el  respeto 
que  merecían  sus  glorias,  cariñoso  asilo  en  el  Ecuador. 

El  1.°  de  Diciembre  de  1830  llegó  el  Libertador  á  Santa  Marta  á  bor- 
do del  bergantín  «Manuel»  ya  tan  gravemente  enfermo,  que  fué  trasla- 
dado á  tierra  en  una  silla  de  brazos,  y  el  día  6,  deseoso  de  respirar  el  aire 
puro  del  campo  se  trasladó  á  San  Pedro  Alejandrino,  lugar  cercano  á 
Santa  Marta,  á  una  propiedad  de  D.  Joaquín  Mier,  á  quien  creemos 
español. 

Bolivar  vivía  ya  sólo  con  el  espíritu. 

A  la  una  de  la  tarde  del  día  17  de  Diciembre  de  1830  se  extinguió 
aquella  útil  y  heroica  existencia:  tenía  47  años.  El  dolor  respetó  al  héroe 
en  los  postreros  momentos.  No  sufrió,  se  apagó  lentamente  como  una 
lámpara. 

Grande  hasta  la  tumba,  otorgó  su  perdón  á  sus  enemigos.  Seis  días 
antes  de  morir  dictó  la  última  proclama: 

«¡Colombianos!  Habéis  presenciado  mis  esfuerzos  para  plantear  la 
» libertad  donde  reinaba  antes  la  tiranía.  He  trabajado  con  desinterés, 
» abandonando  mi  fortuna  y  aun  mi  tranquilidad.  Me  separé  del  mando 
» cuando  me  persuadí  que  desconfiabais  de  mi  desprendimiento.  Mis 
» enemigos  abusaron  de  vuestra  credulidad  y  hollaron  lo  que  me  es  más 
» sagrado:  mi  reputación  y  mi  amor  á  la  libertad.  He  sido  víctima  de  mis 
» perseguidores  y  me  han  conducido  á^las  puertas  del  sepulcro.  Yo  los 
» perdono. . .  Al  desaparecer  de  en  medio  de  vosotros,  mi  cariño  me  dice 
» que  debo  haceros  la  manifestación  de  mis  últimos  deseos.  No  aspiro  á 
»otra  cosa  que  á  la  consolidación  de  Colombia.  Todos  debéis  trabajar  por 


102  AMERICANOS   CÉLEBRES 

»el  bien  inestimable  de  la  unión:  los  pueblos,  obedeciendo  al  actual 
» Gobierno  para  libertarse  de  la  anarquía;  los  Ministros  del  Santuario, 
» dirigiendo  sus  oraciones  al  Cielo,  y  los  militares,  empleando  la  espada 
»en  defender  las  garantías  sociales. 

» ¡  Colombianos !  Mis  últimos  votos  son  por  la  felicidad  de  la  patria.  Si 
»mi  muerte  contribuye  para  que  cesen  los  partidos  y  se  consolide  la 
» unión,  yo  bajaré  tranquilo  al  sepulcro. 

»Stmón  Bolívar.» 


XXVII 


Nacido  el  Libertador  en  la  riqueza  y  en  el  fausto  *,  acariciado  por  la 
gloria  y  la  fortuna,  moría  pobr>e  y  solitario.  Su  desinterés  y  su  indife- 
rencia por  el  oro  eran  tan  grandes  como  su  heroísmo. 

Entre  los  varios  retratos  y  bustos  que  se  conservan  del  Libertador  2, 
el  mejor ,  sin  duda  alguna ,  es  la  obra  al  óleo  ejecutada  por  el  bogotano 
José  M.a  Espinosa. 

La  estatura  de  Bolivar  era  mediana;  tenía  músculos  finos,  tez  blanca 
mate  que  habíase  tornado  morena  á  favor  de  los  ardores  del  sol;  el  ros- 
tro era  ovalado ,  anguloso  y  agudo  en  la  barba ;  su  cabeza  era  deprimi- 
da en  las  sienes,  bien  conformada  y  prominente  en  la  parte  superior; 
los  ojos  eran  negros,  grandes,  vivísimos,  brillantes;  la  boca  pequeña,  la 
frente  ancha,  la  nariz  fina,  correctamente  delineada;  era  muy  pronto  en 
sus  movimientos ,  y  su  presencia  y  su  actitud  acusaban  la  costumbre  del 
mando. 

Con  su  palabra  deslumhraba,  y  elocuentísimo  y  especial  en  su  decir, 
cautivaba  á  las  masas  y  a  los  soldados. 

En  Bolivar,  todo  era  potente,  y  soñaba  con  algo  superior,  con  algo 
grande,  con  algo  colosal.  Era  un  ser  único;  tenía  todas  las  grandes  con- 
diciones del  guerrero,  las  del  hábil  político  y  las  del  estadista,  nobilísi- 
mas aspiraciones  y  generoso  impulso. 

V 

1     Su  padre  era  el  Marqués  de  Aragua,  Vizconde  de  Toro  y  Señor  de  Aroa. 

4  El  mejor  retrato  que  existe  del  general  Bolívar,  es  el  que  hizo  José  M.»  Espinosa  en  vísperas  del  atenta- 
do del  25  de  Setiembre  de  1828.  La  autora  de  este  libro  posee  un  admirable  busto  que  le  fué  obsequiado  en 
Mompox. 


SIMÓN   BOLÍVAR  103 

Con  profunda  veneración  hemos  visitado  San  Pedro  Alejandrino:  en 
la  habitación  en  donde  murió  el  Libertador,  nos  parecía  encontrar  algo 
de  su  ser,  y  en  tropel  acudieron  á  nuestra  imaginación  los  grandes 
hechos  de  la  vida  del  héroe,  su  abnegación  é  incansable  porfía,  sus  tris- 
tezas y  decepciones,  los  días  de  luz  y  de  esplendor,  las  horas  sombrías, 
los  instantes  que  precedieron  á  su  muerte:  ¡cuántas  filosóficas  reflexio- 
nes nos  sugería  aquella  vivienda,  convertida  en  templo  de  inmorta- 
lidad! 

Bolivar,  preso  en  el  pequeño  espacio  de  un  sepulcro,  vive  en  los 
corazones  y  ejerce  poderoso  influjo  en  generaciones  y  generaciones. 

Colombia,  hija  del  héroe,  murió  con  él. 


JORGE   WASHINGTON 


<>  El  primero  en  la  guerra,  el  primero  en  la  paz,  el  pri- 
mero en  los  corazones  de  todos  sus  compatriotas. » 


V . 1 

-Y  *<ÍJ¿A 

í 

1 

n  hombre  coronado  con  luminosa  aureola;  principio 
y  complemento  de  heroica  epopeya;  genio  de  la 
independencia  norteamericana;  creador  de  la  más 
gigante  de  las  repúblicas;  inmortal  arquitecto  del 
más  grandioso  de  los  monumentos. 
Tal  fué  Washington. 

El,  en  el  Norte.  Bolivar,  en  el  Sur.  Dos  colosales 

y  '—  — '   cimas  que  se  pierden  entre  la  majestad  del  infinito; 

eternos   contemporáneos   de    las    generaciones   que 

avasallan  con  su  poderoso  influjo;  sublimes  predestinados  que  obedecen 

al  impulso  de  algo  tan  superior,  tan  omnipotente,  como  los  augustos 

derechos  del  hombre  en  pugna  con  las  cadenas  de  la  esclavitud. 

Invulnerables  é  intrépidos,  asombran  con  su  grandeza,  asustan  con  su 
arrojo  y  desafían  con  la  fe  en  la  victoria.  Son  dos  elementos  que  no 
encuentran  dique  ni  barrera,  que  no  ceden  ni  se  abaten. 

¿En  qué  se  apoyan  Washington  y  Bolivar  para  ponerse  frente  á  fren- 
te de  la  poderosa  Inglaterra  el  primero,  y  en  abierta  lucha  con  la  altiva 
y  tenaz  España  el  segundo?  ¿Cuál  es  su  fuerza?  ¿Cómo  alcanzan  á  bastar- 
se á  sí  mismos?  ¿Cómo  forman  de  humildes  colonos,  soldados  aguerridos 
para  la  guerra?  ¿Con  qué  misterioso  poder  improvisan  ejércitos,  los  con- 
ducen á  la  pelea  y  luchan  y  vencen? 


JORGE    WASHINGTON 


JORGE   WASHINGTON  105 

A  los  ojos  de  los  pueblos,  esos  dos  colosos  son  semidioses;  á  los  ojos 
del  historiador  son  genios,  son  guerreros  de  la  moderna  Ilíada,  más 
sublime  y  grande  que  la  de  Homero. 

¡  El  evangelio  de  esos  redentores  heroicos  es  la  libertad ! 


II 


Jorge  Washington  era  de  noble  linaje;  la  cuna  de  sus  antepasados  se 
había  mecido  en  la  poderosa  Inglaterra. 

Dos  de  aquéllos,  Juan  y  Lorenzo  Washington,  se  trasladaron  en  1657 
á  las  feraces  y  risueñas  márgenes  del  Potomac,  cuando  ya  la  colonia 
Virginia  había  tomado  la  iniciativa  desde  1620  y  adquirido  franquicias 
y  libertades  apoyadas  por  su  Cámara  de  representantes. 

En  un  fresco  valle  cercano  al  Potomac,  á  orillas  del  manso  arroyuelo 
de  Bridges,  vivían  Agustín  Washington  y  la  hermosa  María  Ball,  ventu- 
rosos, tranquilos  y  disfrutando  mediano  bienestar. 

Aquella  ventura  creció  el  22  de  Febrero  de  1732  con  el  nacimiento  de 
un  niño,  que  era  el  primogénito  de  las  segundas  nupcias  de  su  padre,  y 
éste,  que  se  había  trasladado  á  una  de  sus  haciendas  del  condado  de  Sta- 
fford,  falleció  cuando  Jorge  Washington  contaba  aún  muy  pocos  años, 
quedando  á  cargo  de  María,  la  digna  y  virtuosa  madre,  que  unía  á  su 
carácter  elevado  la  energía ,  la  sencilla  dignidad  y  natural  grandeza  de 
la  mujer  espartana. 

¿Cuál  fué  su  influjo  en  los  primeros  pasos  del  niño  que  más  tarde* 
había  de  ser  el  primer  ciudadano.de  los  Estados  Unidos? 

Horacio  Mann ,  nos  indica  lo  que  en  aquella  época  eran  las  escuelas 
rurales,  y  Washington  no  podía  adquirir  grandes  conocimientos  en  la 
que  estaba  á  cargo  del  sepulturero  Hobby  f ,  de  escasa  inteligencia  de 
acuerdo  con  su  apellido,  y  hombre  poco  á  propósito  para  inculcar  amor 
al  estudio  ni  desarrollar  eí  natural  entendimiento  del  niño. 

Su  madre  hizo  mucho  más  que  el  maestro,  y  diariamente  le  señalaba 
la  lección  en  un  libro  que,  á  decir  verdad,   fué  su  Mentor,  abundante 

1     Hombre  rucio  j*-torpe. 


106  AMERICANOS   CÉLEBRES 

en  sanos  consejos,  en  nobles  principios,  profunda  moralidad  y  magnáni- 
mas ideas.  Contemplaciones  morales  y  divinas,  por  Matthew  Hale. 

Más  tarde  consiguió  aprender  correctamente  la  Aritmética,  algo  de 
Trigonometría,  Geometría  y  Topografía,  y  los  estudios  concluyeron 
cuando  ya ,  adolescente  y  escaso  en  bienes  de  fortuna ,  hubo  de  pensar 
en  crearse  por  sí  mismo  posición  y  porvenir. 


III 


Tenía  Jorge  Washington  un  hermano  mayor,  primogénito  del  primer 
enlace  de  su  padre,  y  ya  retirado  del  servicio  que  como  marino  había 
hecho  en  la  escuadra  de  las  Antillas,  y  establecido  en  la  hacienda  del 
Potomac  á  la  que  había  dado  el  nombre  de  Mont  Vernón.  Deseoso  de  que 
Jorge  siguiera  la  misma  carrera  y  conquistara  nombre,  consiguió  un 
despacho  de  guardia  marina,  que  el  joven  aceptó  con  entusiasmo  y  aun 
obtuvo  el  beneplácito  de  su  madre,  pero  ésta  negó  poco  después  lo  que 
primero  había  concedido. 

El  corazón  de  las  madres  tiene  extraños  presentimientos,  y  el  de 
María  tal  vez  leyó  en  el  porvenir,  y  con  aquella  negativa  hizo  de  su  hijo 
el  salvador  de  un  gran  pueblo. 

Durante  algunos  años,  ocupado  como  agrimensor,  llevó  á  cabo  gran- 
des y  provechosos  estudios  para  el  deslinde  de  los  terrenos  y  propiedad 
del  acaudalado  Lord  Fairfax,  emparentado  con  la  esposa  de  su  hermano 
Lorenzo,  adquiriendo  vigorosa  robustez  y  la  incansable  resistencia  física 
que  tan  útiles  fueron  más  tarde  al  guerrero. 

Jorge  adoraba  á  su  hermano,  y  con  profundo  pesar  le  vio  languide- 
cer, extinguirse  lentamente  y  sucumbir  bajo  el  peso  de  terrible  dolencia  *, 
dejando  por  heredera  á  su  hija  única,  á  una  niña  que  también  falleció 
poco  después. 

De  ese  modo,  la  hacienda  de  Mont  Vernón ,  hoy  célebre  en  la  Histo- 
ria, pasó  á  ser  propiedad  de  Washington,  cuando  éste  era  ya  mayor 
comandante  de  milicias  coloniales,  organizadas  para  rechazar  los  pro- 
bables ataques  de  los  franceses  y  las  hostilidades  de  los  indios. 

*    La  tisis. 


JORGE   WASHINGTON  107 

El  ayudante  Van  Braam  y  Ware,  compañeros  y  amigos  de  Lorenzo, 
le  habían  enseñado  el  arte  de  la  guerra. 


IV 


En  esta  época  de  la  vida  de  Washington,  se  registra  un  notable  epi- 
sodio: su  viaje  al  campamento  francés  para  cumplir  las  órdenes  del 
gobernador  Diuwiddie. 

El  camino  estaba  erizado  de  peligros;  el  indio  enemigo  era  rey  de 
enmarañadas  selvas,  por  las  cuales  tenía  que  cruzar  el  bizarro  joven  4 
con  sus  pocos  pero  esforzados  compañeros.  Las  dificultades  fueron  venci- 
das, y  ya  desde  Logstown  alcanzó  de  los  indígenas,  guías  seguros  hasta  el 
campo  francés ,  y  cumplida  en  éste  su  misión  emprendió  la  vuelta ,  en  la 
cual  crecieron  los  obstáculos:  el  invierno,  con  todos  sus  rigores,  se  oponía 
á  su  marcha;  espesas  capas  de  hielo  cubrían  los  ríos;  montañas  de  nieve 
amenazaban  servirles  de  sudario;  extensísimos  bosques,  no  hollados  aún 
sino  por  las  fieras ,  inspiraban  al  cruzarlos  misterioso  pavor ,  pero  nada 
arredró  el  valeroso  corazón  de  Washington. 

Poco  después  marchó  como  teniente  coronel  de  un  regimiento  de 
trescientas  plazas ,  destinado  á  la  frontera  de  Virginia ;  ya  los  franceses 
habían  iniciado  la  campaña,  y  en  el  primer  encuentro  en  Great  Mesdows 
derrotó  á  la  partida  que  mandaba  Jumonville,  el  que  fué  muerto  en  la 
acción. 

Se  acercaba  para  los  Estados  Unidos  la  época  de  luchas  y  de  tormen- 
tas, y  ya  en  la  tenaz  defensa  del  fuerte  Necessity,  se  reveló  el  carácter 
de  aquel  que  mandaba  las  fuerzas  como  coronel  por  haber  fallecido  éste. 

La  superioridad  del  número  en  los  enemigos  franceses  é  indios,  hizo 
inevitable  la  capitulación,  pero  ésta  fué  con  los  honores  de  guerra  y 
libertad  para  los  vencidos. 

Tenia  veinte  y  un  años. 


108  AMERICANOS   CÉLEBRES 


V 


Por  algún  tiempo  permaneció  Jorge  Washington  en  Mont  Vernón; 
pero  nuevamente  fué  llamado  para  ponerse  bajo  las  órdenes  del  general 
Braddock,  y  á  su  lado  como  ayudante  peleó  el  9  de  Julio  de  1755,  día  de 
funesto  recuerdo,  página  sombría  en  la  historia  norteamericana. 

El  bizarro  Braddock  cayó  en  una  emboscada ,  caso  que  la  prudencia 
de  Washington  había  previsto  aconsejando  ciertas  precauciones  que  des- 
graciadamente se  descuidaron ,  entre  éstas  que  se  avanzara  á  marchas 
forzadas  para  impedir  que  el  enemigo  recibiera  refuerzos,  y  que  los 
bagajes  se  condujeran  á  lomo  de  bestias,  más  ligeras  que  los  carros:  ya 
empeñada  la  acción,  opinó  que  los  soldados  de  las  tropas  de  línea  se 
guarecieran  detrás  de  los  árboles,  como  lo  hacían  las  compañías  de  Vir- 
ginia, para  que  no  presentaran  blanco  al  enemigo. 

El  general  optó  por  no  abandonar  su  táctica  europea,  pretendiendo 
Con  su  denuedo  y  heroico  ejemplo  reanimar  la  desatentada  tropa ;  todo 
fué  inútil ,  y  el  desastre  se  completó  con  la  mortal  herida  del  valeroso 
Braddock,  y  ya  en  retirada,  murió  al  llegar  en  Great  Mesdows. 

En  aquel  azaroso  combate  sucumbieron  ochenta  y  dos  oficiales,  y 
Washington  se  salvó  porque  el  Gran  Espíritu,  como  decían  los  indios, 
protegía  su  vida. 

Estaba  destinado  á  mayor  gloria. 


VI 


Nombrado  más  tarde  comandante  en  jefe  de  las  tropas  de  Virginia, 
mostróse  la  fortuna  favorable  á  los  franceses  como  en  los  encuentros 
anteriores,  y  las  dificultades  de  la  campaña  aumentaron  el  prestigio  de 
Washington ,  por  su  actividad  en  la  organización  de  fuerzas ,  por  la  seve- 
ridad en  la  disciplina  y  en  el  principio  de  autoridad  que  puso  de  mani- 
fiesto cuando  el  comandante  del  fuerte  Cumberland,  oficial  nombrado  por 


JORGE   WASHINGTON  109 

el  rey  de  Inglaterra,  se  negó,  apoyado  en  tal  privilegio,  á  obedecer  las 
órdenes  del  joven  jefe  de  las  fuerzas  de  Virginia. 

Éste,  desafiando  el  rudo  invierno,  atraviesa  á  caballo  gran  distancia; 
preséntase  en  el  campamento  del  comandante  en  jefe  del  ejército  general, 
Shirley  y  le  da  cuenta  del  agravio :  justo  é  imparcial ,  falló  en  favor  de 
Washington. 

De  vuelta  á  Virginia  continuó  ocupándose  de  sus  deberes  militares,  y 
á  pesar  de  los  grandes  méritos  contraídos  y  de  su  noble  desinterés,  no 
logró  salvarse  de  la  ingratitud  que  siempre  encuentra  abrigo  en  las 
almas  pequeñas. 

Desalentado  y  ofendido,  pugnó  por  presentar  su  dimisión;  pero 
nobles  y  generosos  influjos,  la  voz  de  sus  amigos  y  el  deseo  de  ser  útil  á 
su  país ,  le  hicieron  desistir  de  su  propósito ,  sin  embargo  que  poco  des- 
pués, abatido  físicamente  por  las  tercianas  y  moralmente  por  las  decep- 
ciones y  el  desencanto,  se  retiró  á  Mont  Vernón,  hasta  que  en  1758 
volvió  á  emprender  la  campaña  con  las  tropas  de  Virginia ,  que  unidas  á 
las  del  general  inglés  Forbes  tomaron  el  fuerte  Du  Quesne,  el  Ohío 
quedó  libre  de  invasores,  y  Virginia  vio  lucir  de  nuevo  la  aurora  de 
paz. 

Washington  había  ya  tomado  asiento  en  la  Cámara  como  diputado 
por  Winchester,  y  en  ella  recibió  señaladas  muestras  del  prestigio  que 
sus  méritos  de  soldado  habían  conquistado. 


VII 


Veintisiete  años  contaba  la  hermosa  viuda  Marta  Cutis ,  cuando 
Washington  la  eligió  por  compañera. 

Tenía  la  soñadora  expresión  de  las  hijas  del  Rhin;  correctas  faccio- 
nes; ojos  de  ese  color  indefinible  que  se  apellida  garzo;  profusa 
la  castaña  cabellera,  y  esbelta  y  flexible  la  cintura;  era  grave,  seria,  pru- 
dente, dechado  de  virtudes  domésticas,  sacerdotisa  del  hogar  y  de  la 
familia. 

La  Providencia  la  hizo  compañera  del  fundador  de  la  independencia 
americana. 


110  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Eran  dos  almas  gemelas,  dos  seres  creados  para  comprenderse. 

La  gallarda  viuda  residía  en  las  cercanías  de  Williamsburg,  y  fes- 
tejado Washington  por  un  entusiasta  amigo  suyo,  obligado  por  éste  á 
aceptar  un  convite  en  el  campo,  la  conoció,  la  admiró,  la  amó  y  fué 
amado. 

En  los  combates  llevaba  por  talismán  la  imagen  de  Marta,  y  su  no 
interrumpida  correspondencia  encendió  más  en  ambos  el  fuego  de  la 
pasión.  Fijóse  el  día  de  su  ventura,  y  en  el  mes  de  Enero  de  1759,  indi- 
soluble lazo  los  unió  para  siempre  en  Casa  Blanca ,  morada  de  la  casta 
prometida. 

Los  esplendores  de  la  luna  de  miel  iluminaron  con  suavísima  luz  la 
vida  de  Washington ,  árida  y  vacía  hasta  entonces  de  las  tiernas  expan- 
siones del  amor. 

Dice  el  notable  biógrafo  Mister  Sparks ,  que  una  de  las  grandes  con- 
diciones características  en  el  padre  de  la  gran  república  era  observar 
y  ejecutar  puntualmente  cuantos  deberes  le  fueron  encomendados ,  y  por  lo 
cual  en  la  vida  doméstica  se  distinguió  por  la  estricta  moralidad,  por  el 
amor  á  su  familia,  por  la  consagración  á  sus  intereses  y  cuidado  de  su 
hacienda  y  por  el  orden  que  presidía  hasta  en  los  menores  detalles  de 
su  vida. 

Cuando  pasados  los  primeros  meses  de  su  matrimonio  se  trasladó  á 
Mont  Vernón,  santuario  de  la  familia;  cuando  allí  se  vio  rodeado  de  su 
esposa  y  de  los  hijos  de  ésta ,  un  niño  y  una  niña ,  se  ocupó  activamente 
de  la  agricultura,  de  la  exportación  del  tabaco,  del  trigo  y  de  harina, 
manantiales  de  inagotable  riqueza ,  complaciéndose  en  hermosear  su  casa 
con  artísticos  objetos,  con  muebles  de  severo  estilo,  para  hacer  de  su 
hogar  un  templo  feliz  y  digno  de  la  esposa  que  en  él  reinaba. 

La  hospitalidad  en  Mont  Vernón  era  proverbial,  y  durante  15  años, 
aquella  incesante  prodigalidad  de  bienes  y  de  venturoso  anhelo  no  fué 
empañada  por  la  más  imperceptible  nube,  y  el  cielo  de  aquella  vida 
estaba  exento  de  tempestades. 


JORGE   WASHINGTON  111 


VIII 


«  El  imperio  del  mundo  se  dirige  al  occidente.;  ya  están  representados 
los  cuatro  primeros  actos;  la  pieza  terminará  el  quinto  con  el  ocaso  del 
sol;  el  hijo  menor  del  tiempo  será  el  más  noble  de  todos». 

Proféticas  palabras  del  idealista  filosófico  Berkeley,  que  analizadas 
más  tarde,  simbolizan  la  altivez  y  el  orgullo  del  país  que  piensa  será 
un  día  el  punto  central  de  la  civilización ,  y  en  mucho  contribuyó  á  la 
magna  lucha  y  social  reforma ,  la  idea  de  esa  futura  soberanía,. 

El  monopolio  del  comercio  colonial  había  sido  inagotable  fuente  de 
discordias ,  y  Francia ,  Inglaterra  y  España ,  luchaban  sin  tregua  para 
arrebatarse  el  cetro  del  dominio  y  la  rica  mina  descubierta  allende 
el  Océano. 

La  dependencia  en  que  vivían  las  colonias  respecto  de  Inglaterra  y  el 
afán  natural  de  crear  patria,  germinaba  en  la  mente  de  los  americanos, 
y  la  idea  había  adquirido  prodigioso  desarrollo  y  completa  madurez 
cuando  la  altivez  y  poder  del  Parlamento  y  la  voluntad  de  Grenville, 
dictaron  el  impuesto  del  papel  sellado. 

Ya  de  larga  fecha  había  surgido  la  idea  de  contribuciones  sobre  las 
colonias,  y  en  1745,  el  hábil  ministro  Walpole  rechazó  la  proposición, 
poniendo  de  manifiesto  su  marcha  teóricopráctica  en  aquella  cuestión 
que  se  le  sometía. 

«Me  basta,  — dijo, —  el  tener  que  habérmelas  con  la  vieja  Inglaterra, 
no  quiero  entretenerme  también  con  la  joven ;  conozco  sus  planes :  se  los 
abandono  á  los  que  sean  menos  aficionados  que  yo  á  la  tranquilidad,  y 
sobre  todo,  á  la  prosperidad  comercial  de  este  país.  Sé  perfectamente  lo 
que  hacen  los  americanos:  comercian  con  las  Antillas  y  con  el  Portugal 
sacándoles  oro;  con  ese  oro  vienen  á  comprar  nuestras  mercancías,  y  yo 
calculo  que  si  sus  negocios  subiesen  á  doce  millones  anuales ,  la  mitad  de 
éstos  entran  en  algunos  años  en  las  arcas  del  rey.  He  aquí  mi  sistema 
de  impuestos;  que  otros  más  hábiles  ó  más  atrevidos  que  yo  procedan 
como  les  plazca». 

En  1750  se  renovó  la  idea  de  la  contribución;  pero  como  encontrara 
acogida  hostil  en  el    Parlamento ,    quedó    sin    efecto ,    no    alcanzando 


112  AMERICANOS    CÉLEBRES 

mejor  éxito  con  Míster  Pitt  en  1757  alegando  éste,  era  inconveniente  y 
desleal*levantar  impuestos  en  país  que  tenía  asambleas  propias  y  dere- 
chos para  votar  sus  contribuciones.  . 

Tan  recto  criterio  no  fué,  sin  embargo,  más  tarde  suficiente  argumen- 
to para  evitar  que  Carlos  Towshend,  presidente  del  Tribunal  de  comer- 
cio, pensara  en  descargar  á  las  colonias  del  pago  de  los  gobernadores, 
jueces  y  demás  empleados  ingleses,  imponiéndoles  en  cambio  fuerte  con- 
tribución, útilísima  para  que  S.  M.  el  Rey  de  la  Gran  Bretaña,  sostuviera 
con  ella  y  pagara  veinte  regimientos. 

Al  ministerio  Bute  y  Towshend,  sucedió  Grenville,  y  apoderándose  de 
la  idea  y  dándole  carácter  benévolo,  la  sometió  á  la  voluntad  de  los 
americanos,  á  los  que  dejaba  con  libertad  de  escoger  el  impuesto  que 
pudiera  serles  más  grato  y  fácil. 

El  resultado  fué  contraproducente,  y  Norteamérica  lanzó  las  prime- 
ras chispas  del  incendio  y  éste  tomó  incremento,  cuando  Lord  Grenville, 
irritado  por  la  resistencia  y  contra  la  vacilante  opinión  del  Parlamento, 
hizo  votar  el  impuesto  del  papel  sellado. 

« La  Inglaterra  no  tiene  derecho  de  imponernos  contribuciones ,  — 
dijeron  las  colonias ,  —  y  no  las  pagaremos » . 

Esta  negativa  fué  la  base  de  la  evolución  política  social. 

Un  abogado  de  Virginia  pobre  y  desconocido,  Patrick  Henry,  pero 
elocuentísimo  orador  y  diputado  entonces,  fué  el  primero  que  impulsó  á 
sus  conciudadanos  y  les  fortaleció  para  la  resistencia  contra  el  injusto 
impuesto. 

Washington  secundó  al  audaz  patriota:  aquel  memorable  día  29  de 
Mayo  de  1765,  fué  decisivo  en  la  vida  del  héroe  y  en  la  emancipación 
americana. 

Inglés  por  familia ,  leal  á  la  Corona  de  Inglaterra ,  interesado  en  la  paz 
por  la  seguridad  de  sus  numerosas  haciendas,  jamás  había  pensado  en 
que  llegara  un  momento  de  prueba  en  el  cual  su  amor  patrio  se  sobrepu- 
siera á  todo,  hasta  el  punto  de  ponerse  frente  á  frente  de  la  nación,  cuna 
de  sus  antepasados. 

A  pesar  de  estos  antecedentes,  encontramos  á  Washington,  en  las  pri- 
meras revueltas  de  Virginia  figurando  entre  los  patriotas  y  más  tarde  en 
el  primer  Congreso  reunido  en  Filadelfia. 

Desde  entonces  se  destacan  en  la  tenaz  lucha  americana,  la  imponente 
figura  y  el  carácter  firme  del  guerrero. 


JORGE    WASHINGTON  113 


IX 


Copiamos  algunos  párrafos  de  la  patriótica  carta  dirigida  por  el  coro- 
nel Washington  á  Bry  Fairfax  como  documento  de  la  historia  de  la 
revolución. 

Moni  Ver  non  W  de  Julio  de  4774. 

»  Querido  señor:  No  vacilo  en  reconocer  cuan  distante  estoy  de  estar  de 
acuerdo  con  vos,  acerca  de  los  medios  de  obtener  la  revocación  de  las 
actas  de  que  se  quejan  con  tanta  vehemencia  y  justicia:  convengo  en  que 
esta  diferencia  de  opinión,  parece  que  proviene  de  las  diferentes  inter- 
pretaciones que  nosotros  damos  á  la  conducta  del  Ministerio.  Como  nada 
veo  que  pueda  inclinarme  á  creer  que  el  Parlamento  aprovechará  una  oca- 
sión favorable  para  volver  á  tomar  en  consideración,  actos  que  se  obstina 
en  adoptar  para  mantener  su  sistema  tiránico;  como,  por  otra  parte, 
observo  ó  creo  observar  que  el  Gobierno,  con  desprecio  de  las  leyes  y  de 
la  justicia ,  persiste  en  su  plan  decidido  de  destruir  nuestras  leyes 
y  nuestras  libertades  constitucionales,  ¿cómo  puedo  esperar  alguna  cosa 
de  una  medida  que  ya  se  ha  puesto  en  planta  inútilmente?  En  suma, 
señor :  ¿qué  rechazamos?  ¿es  el  impuesto  de  3  peniques  por  libra  de  te  como 
excesivo?  No,  es  el  derecho  únicamente  el  que  hemos  negado  y  cuya 
reclamación  hemos  elevado  á  S.  M.  con  todo  el  respeto  y  afecto  de  sub- 
ditos fieles.  Además  nos  hemos  dirigido  á  la  Cámara  de  los  Lores  y  á  la 
de  los  Comunes  para  representarles  que,  en  nuestra  calidad  de  ingleses 
no  podemos  ser  privados  de  esta  disposición  esencial  y  preciosa  de  nues- 
tra Constitución. 

» Luego,  si  es  contra  el  derecho  de  imposición ,que  nosotros  protesta- 
mos ahora  y  que  hemos  constantemente  protestado,  ¿por  qué  ha  de  supo- 
nerse en  Inglaterra  que  la  aplicación  de  este  derecho  sea  hoy  día  menos 
odiosa  que  lo  que  fué  antes?  ¿Qué  razón  tenemos  para  creer  que  se  deci- 
dan por  una  segunda  tentativa  cuando  existen  siempre  los  mismos 
resentimientos  en  nuestros  corazones ,  si  no  es  que  se  tenga  la  intención 
de  impulsarla  hasta  su  fin  por  todos  los  medios  que  están  en  su  poder? 

» La  conducta  del  pueblo  de  Boston  no  puede  justificar  el  rigor  de  las 


114  AMERICANOS   CÉLEBRES 

medidas  que  se  han  tomado  respecto  de  ella ,  si  no  es  el  caso  en  que  hubie- 
ra habido  demanda  ó  denegación  de  pago:  no  había  necesidad  á  causa 
de  esta  conducta  de  privar  de  su  carta  al  Gobierno  de  Massachusettes  ó 
impedir  que  los  culpables  fuesen  juzgados  en  el  lugar  en  que  el  delito  ha 
sido  cometido,  pues  que  no  hay  ni  puede  haber  ningún  caso  que  exija 
esta  medida.  ¿Todos  estos  hechos  no  son  pruebas  evidentes  de  un  plan 
fijo  y  decidido  para  someternos  al  impuesto?  ¿Y  si  tuviéramos  necesidad 
de  otras  pruebas,  no  nos  las  dan  los  debates  en  la  Cámara  de  los  Comu- 
nes? ¿La' conducta  del  general  Gages  suprimiendo  la  representación  de 
su  Consejo \y  publicando  una  proclama  más  digna  de  un  bajá  turco  que 
de  un  general  inglés,  en  la  que  califica  de  traición  toda  asociación 
que  tenga  por  objeto  afectar  el  comercio  de  la  Gran  Bretaña;  esta  con- 
ducta ,  digo,  no  es  un  testimonio  sin  ejemplo  del  más  despótico  sistema  de 
tiranía  que  se  haya  jamás  practicado  bajo  un  gobierno  libre?  En  una 
palabra:  para  convencernos  de  los  proyectos  ministeriales,  ¿qué  más 
pruebas  que  los  actos  mismos  del  Ministerio,  actos  que  tienden  todos  al 
mismo  fin,  es  decir,  si  no  me  engaño,  á  establecer  el  derecho  de  imponer- 
nos contribuciones?  ¿Qué  podemos  esperar  de  nuestras  reclamaciones, 
cuando  nos  dicen  que  ha  llegado  el  momento  de  decidir  ahora  ó  nunca  la 
cuestión?  ¿haremos  escuchar  nuestras  quejas  después  de  esto  y  pediremos 
que  se  nos  haga  justicia  cuando  ya  lo  hemos  hecho  en  vano? 

» ¿  Queréis  que  á  la  vista  de  semejante  conducta  nos  limitemos  á 
lamentarnos  y  á  suplicar  humildemente  á  los  ministros  que  nos  admi- 
nistren justicia,  después  que  nos  la  han  negado  tantas  veces?  ¿ó  bien 
permaneceremos  con  los  brazos  cruzados  mientras  que  nuestras  provin- 
cias son  inmoladas  una  tras  otra  á  un  ciego  despotismo? 

»Si  yo  viera  alguna  razón  en  favor  del  derecho  que  se  abroga  el 
Parlamento  de  la  Gran  Bretaña  para  someternos  al  impuesto  sin  nues- 
tro consentimiento,  creería  de  muy  buena  voluntad  y  estaría  de  acuerdo 
con  vos,  que  á  la  vía  de  petición  únicamente  convenía  que  recurriéra- 
mos para  obtener  la  reparación  de  nuestras  quejas,  porque  entonces 
pediríamos  un  favor  en  vez  de  reclamar  un  derecho  que,  en  mi  opinión, 
nos  pertenece  incontestablemente,  tanto  por  la  ley  natural  como  por 
nuestra  Constitución;  sería  aún,  en  mi  opinión,  un  crimen  dar  un  paso 
más  si  tuviera  tal  idea,  pero  no  la  tengo.  Pienso  que  el  Parlamento  de  la 
Gran  Bretaña  no  tiene  el  derecho  de  poner  sus  manos  en  mi  bolsillo  sin 
consentimiento  mío,  como  yo  no  tengo  el  derecho  de  poner  las  mías  en 


JORGE   WASHINGTON  115 

el  vuestro.  Y  como  ha  rechazado  ya  las  manifestaciones  respetuosas  de 
todas  las  colonias,  ¿qué  se  puede  esperar  ahora  de  su  justicia? 

»En  cuanto  á  la  proposición  de  una  exposición  á  la  Cámara,  os  con- 
fieso, señor,  que  mi  pensamiento  es  que  lo  mejor  habría  sido  no  ocuparse 
de  ella. 

»Nada  espero  de  esta  medida  y  mi  voto  no  la  habría  sancionado  si 
ella  debiera  retardar  la  adopción  del  sistema  de  no  importación ,  porque 
estoy  convencido,  como  de  mi  propia  existencia,  que  no  hay  salvación 
para  nosotros  más  que  en  la  penuria  de  nuestros  adversarios,  y  pienso 
ó  por  lo  menos  espero  que  ha  quedado  entre  nosotros  demasiada  virtud 
pública  para  renunciar  á  todo,  á  excepción  de  las  cosas  necesarias  á  la 
vida,  á  fin  de  llegar  á  este  resultado.  Tenemos  el  derecho  de  obrar  así  y 
no  hay  poder  en  el  mundo  que  pueda  forzarnos  á  desprendernos  de  él ,  en 
tanto  que  no  estemos  reducidos  á  la  esclavitud  más  abyecta. 

» La  interdicción  puesta  á  nuestras  exportaciones  sería,  sin  duda,  un 
medio  más  expedito  que  el  otro  para  llenar  nuestro  objeto,  y  si  debemos 
algunas  sumas  de  dinero  á  la  Gran  Bretaña ,  la  extrema  necesidad  basta 
á  justificar  la  denegación  de  pagarlas. 

» Tengo  dudas  sobre  esta  medida  y  deseo  desde  luego  que  tengan  el 
ensayo  de  otro  medio  que  es  legal  y  debe  facilitar  los  pagos. 

»No  concluiré  sin  expresaros  mi  sentimiento  por  no  estar  de  acuerdo 
con  vos,  acerca  de  una  cuestión  de  tan  grande  importancia  y  de  interés 
tan  general:  desconfiaría  de  mi  propio  juicio  en  estas  circunstancias 
si  no  tuviera  una  convicción  profunda ,  y  si  no  retrocediese  ante  el  pensa- 
miento de  someterme  á  medidas  que  creo  subversivas  de  todo  lo  que  debe 
de  ser  caro  y  sagrado,  y  si  no  conociera  al  mismo  tiempo  que  la  voz  del 
género  humano  está  conmigo. 

»  Espero  me  disimularéis  que  os  envíe  un  bosquejo  poco  legible  de  las 
ideas  que  me  ha  sugerido  vuestra  carta;  pero  al  ver  la  extensión  de  la 
mía  y  como  estoy  muy  ocupado  en  este  momento,  no  me  es  posible  hacer 
una  copia  más  limpia. 

»Soy,  querido  señor,  vuestro  obediente  servidor. 

»  Jorge  Washington.  » 


116  AMERICANOS    CÉLEBRES 


X 


Las  transacciones  de  la  Inglaterra  al  tener  noticia  de  la  tormenta 
que  se  formaba  en  América ,  fueron  paliativos  para  hacer  triunfar  de  su 
voluntad.  Se  derogó  el  impuesto  sobre  varios  artículos,  exceptuando  el 
te,  y  por  medio  de  una  circular  se  estimuló  á  las  autoridades  para  hacer 
cumplir  lo  ordenado  y  para  prohibir  que  las  asambleas  discutieran  con- 
tra la  contribución;  pero  los  que  ya  se  llamaban  americanos,  porfiados  y 
firmes  en  su  propósito,  desistieron  de  tomar  lo  que  constituye  una  de  sus 
costumbres  más  inveteradas. 

Las  señoras  norteamericanas  abrazaron  ciegamente  la  opinión 
general  y  ayudaron  á  la  resistencia  pasiva  de  aquel  extraño  pueblo  que 
no  pudiendo  impedir  el  desembarque  del  te,  por  la  inflexible  actitud  del 
gobernador  inglés,  hizo  abrir  las  cajas  en  el  muelle  y  arrojó  cuanto 
encerraban  al  mar,  y  la  Compañía  de  Indias  fué  causa  del  bilí  presentado 
el  16  de  Marzo  de  1774  cerrando  el  puerto  de  Boston,  ínterin  los  habitan- 
tes no  indemnizasen  á  la  citada  Compañía. 

S.  M.  Británica  no  comprendía  la  rebelión  á  sus  mandatos,  y  una 
serie  de  bilis  arbitrarios  y  despóticos  acabaron  de  exasperar  á  los  ame- 
ricanos. 

En  el  Congreso  de  1774  había  dicho  Patrick  Henry:  «Si  habláis  de 
elocuencia,  Butledge,  de  la  Carolina  del  Sur,  es  el  más  grande  orador; 
pero  si  habláis  de  la  solidez  de  juicio  y  del  profundo  conocimiento  de  las 
cosas,  el  coronel  Washington  es  incontestablemente  el  hombre  superior». 

En  el  segundo  Congreso,  reunido  en  Mayo  de  1775,  fué  considerado  el 
coronel  Washington  como  el  hombre  más  apto  para  ser  comandante  en 
jefe ,  pues  ya  en  las  cercanías  de  Boston  acampaba  un  reducido  ejército 
provincial,  y  los  ingleses  se  presentaban  tomando  la  ofensiva  y  parape- 
tándose en  aquella  ciudad,  hoy  la  Atenas  de  los  Estados  Unidos. 

Al  aceptar  el  nombramiento,  comprendió  Washington  la  grave  res- 
ponsabilidad que  pesaba  sobre  él ,  no  ocultándosele  tampoco  que  desde 
aquel  instante  perdía  la  apacible  vida  del  hogar,  trocándola  por  la 
azarosa  del  campamento  y  por  los  peligros  de  la  lucha  que  se  iniciaba , 
escasa  de  elementos,  pero  rica  en  esperanza  y  patriotismo. 


JORGE    WASHINGTON  117 

Con  noble  modestia  expresó  su  insuficiencia  para  corresponder  al 
elevado  cargo  que  se, le  encomendaba  y  con  generoso  desinterés  mani- 
festó su  deseo  de  no  aceptar  ninguna  cantidad  por  sus  servicios,  más  que 
aquellas  indispensables  para  gastos  públicos ,  de  las  cuales  llevaría  exac- 
ta cuenta. 

Partió :  el  22  de  Julio  llegó  al  campamento  y  tomó  el  mando  de  las 
tropas  cuando  ya  el  día  17  se  había  dado  el  célebre  combate  de  Bunkers 
Hill;  el  valor  de  los  milicianos  era  incontestable,  pero  faltaba  todo  para 
organizar  aquellos  mil  cuatrocientos  ó  mil  quinientos  hombres  sin 
armas  y  casi  desnudos. 

Parecía  caso  imposible  intentar  batirse  ni  abrigar  la  esperanza  del 
triunfo;  sin  embargo,  Washington,  con  la  audacia  de  los  héroes  y  jugan- 
do el  todo  por  el  todo,  tomó  posiciones  en  las  alturas  de  Dorchester,  las 
que  fortificó,  resolviendo  atacar  la  plaza. 

Protectora  tempestad  para  los  americanos  impidió  que  los  ingleses 
intentaran  desalojarlos,  y  ya  decidido  el  general  Howe  á  retirarse, 
abandonó  la  ciudad  y  se  embarcó  con  sus  tropas  para  Halifax,  ocupán- 
dola Washington  en  la  mañana  siguiente. 

La  situación  era  delicadísima ,  y  sobre  todo  difícil ,  pues  el  ejército 
carecía  hasta  de  lo  más  necesario  y  no  existía  medio  alguno  para  procu- 
rarse recursos.  Entonces  el  Congreso  recurrió  á  los  asignados,  emitien- 
do primero  dos  millones  de  duros,  ó  sean  diez  millones  de  pesetas,  medida 
arriesgadísima  y  disculpable  únicamente  por  la  gravedad  de  las  circuns- 
tancias. 

Entretanto  el  jefe  del  ejército,  rodeado  de  dificultades,  procuraba  ven- 
cerlas con  inteligente  y  activo  afán :  de  día  en  día  crecía  su  fama  y  á  la 
vez  la  admiración  de  los  pueblos  y  la  confianza  en  el  caudillo. 

El  Congreso  se  reunió  de  nuevo  en  Mayo  de  1776,  decidido  á  la  sepa- 
ración de  Inglaterra  y  á  la  declaración  de  independencia ,  que  fué  adop- 
tada el  4  de  Julio. 

Desde  ese  día  la  América  del  Norte,  entró  á  formar  parte  de  la  gran 
familia  de  los  pueblos  libres. 

El  acta  contiene  párrafos  admirables,  y  resaltan  en  ellos  la  cordura, 
la  sencillez,  la  rectitud  y  la  prudencia. 

Al  comunicarla  Washington  al  ejército,  excitó  con  su  palabra  el 
patriotismo  y  la  fe  en  el  triunfo. 

Por  entonces  había  llegado  el  general  Howe  con  instrucciones  del 


118  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Gobierno  inglés,  dirigiéndose  al  ilustre  Franklin,  y  al  propio  tiempo 
envió  un  parlamentario  á  Washington  con  una  carta. 

El  sobre  decía:  «A  Mr.  George  Washington  Squire,»  pero  fué  rechazado 
el  mensaje :  el  orgullo  del  general  inglés  no  quería  reconocer  á  Washing- 
ton como  jefe  del  ejército,  y  éste,  por  su  parte,  sostenía  la  dignidad  del 
nombramiento  hecho  por  el  Congreso. 

«Jamás, — decía  dando  cuenta  al  Congreso, — sacrificaré  una  cosa 
esencial  á  una  etiqueta  vana ;  pero  por  mi  país  y  por  mi  posición ,  he 
creído  que  debía  insistir  sobre  una  muestra  de  consideración ,  en  la  que 
no  me  habría  fijado  si  el  honor  del  país  no  estuviera  comprometido». 

Mientras  que  el  general  Howe  trataba  de  iniciar  la  reconciliación, 
habían  llegado  nuevos  refuerzos,  y  Washington  se  dispuso  á  combatir 
por  más  que  el  número  de  sus  tropas  fuera  muy  inferior  al  del  enemigo, 
pues  sólo  contaba  con  diez  mil  hombres  y  era  preciso  guarnecer  Nueva 
York ,  contener  la  marcha  de  los  ingleses  y  resguardar  la  bahía ;  pero  su 
grandeza  de  alma  le  inspiraba  palabras  dignas  de  inmortalizarse  en 
mármol  ó  en  bronce. 

«Mientras  yo  pueda,  —  decía  escribiendo  al  Congreso, — juzgar  por  el 
lenguaje  y  disposiciones  aparentes  de  mis  tropas,  me  sostendré,  y  aun- 
que el  llamamiento  á  su  valor  no  llegue  á  producir  el  feliz  resultado 
que  deseo,  el  enemigo  no  triunfará  sin  grandes  pérdidas.  Toda  ventaja  le 
costará  caray.  1 


XI 


Prudente  como  Temístocles  y  valeroso  como  Aníbal,  formó  su  plan  de 
batalla ,  y  á  no  ser  por  la  enfermedad  del  bizarro  Greene  y  el  lamentable 
descuido  y  falta  de  cumplimiento,  á  sus  órdenes  del  general  Putuam,  la 
victoria  hubiera  coronado  sus  esfuerzos,  y  el  27  de  Agosto  en  Long  Island 
no  sería  una  página  de  luto  en  los  anales  americanos. 

Washington  atendía  entretanto  á  defender  á  Nueva  York,  y  al  reci- 
bir noticia  de  que  el  enemigo  triunfaba ,  voló  al  campo  de  batalla ,  y  la 

1     Life  of  Washington,  Mars  hall's. 


JORGE    WASHINGTON  119 

pérdida  de  ésta  le  causó  el  más  profundo  pesar,  pero  aun  se  cubrió  de 
gloria  en  la  retirada :  el  diezmado  ejército ,  se  salvó  por  su  serenidad  y 
notable  dirección. 

Dos  días  más  tarde,  hombres,  caballos,  artillería  y  pertrechos, 
burlando  al  enemigo  y  ayudados  por  la  espesa  niebla,  evacuaron  Long 
Island  durante  la  noche,  pasaron  el  río  y  se  replegaron  sobre  Nueva 
York. 

Washington  fué  el  último.  Había  estado  cuarenta  y  ocho  horas  á 
caballo. 

El  general  Howe ,  creyendo  que  la  derrota  habría  debilitado  el  tesón 
de  los  americanos,  volvió  á  entablar  negociaciones,  y  como  en  el  desas- 
tre del  27  de  Agosto  había  caído  prisionero  el  general  Sullivan,  fué  enviado 
bajo  palabra  con  mensaje  verbal  que  tenía  por  objeto  solicitar  una  con- 
ferencia con  alguno  de  los  representantes  al  Congreso,  por  más  que  no 
reconociera  á  éste,  ni  viese  en  aquéllos  sino  simples  particulares. 

La  dignidad  del  cuerpo  legislativo  no  se  desmintió  y  respondió  al 
altivo  inglés  que  enviaría  una  comisión,  pero  ésta  en  nombre  de  la  cor- 
poración de  representantes  de  un  pueblo  independiente. 

Entre  los  comisionados,  se  hallaba  Franklin.  Sus  palabras  sensatas  y 
dignas  al  dar  cuenta  al  Congreso  merecen  consignarse. 

«Hemos  dicho  á  S.  S.,  que  no  deberá  contar  con  que  la  América  vol- 
viese á  la  dominación  de  la  Gran  Bretaña.  Hemos  recordado  el  pasado; 
las  humildes  y  frecuentes  peticiones  dirigidas  por  las  colonias  al  Rey  y 
al  Parlamento,  vistas  con  desprecio  y  que  no  han  recibido  más  que 
respuestas  insultantes;  la  paciencia  inaudita  que  mostramos  bajo  este 
Gobierno  tiránico.  Hemos  agregado,  que  para  declarar  nuestra  indepen- 
dencia, hemos  esperado  los  últimos  actos  del  Parlamento  que  nos  decla- 
ran la  guerra  y  nos  ponen  fuera  de  la  protección  del  Rey. 

» Ésta  declaración  ha  sido  pedida  por  el  pueblo  de  todas  las  colonias 
y  aprobada  por  todos;  las  colonias  se  miran  como  estados  independien- 
tes y,  en  consecuencia,  han  establecido  su  gobierno. 

»Si  S.  S.  no  tiene  poderes  suficientes  para  tratar  con  nosotros  como 
estados  independientes,  puede  pedirlos  á  la  Inglaterra,  bajo  el  concepto 
de  que  el  Congreso  no  obtendrá  de  las  colonias  su  consentimiento  para 
someterse. » 

La  avenencia  fué  imposible  y  la  guerra  inevitable. 

Los  acontecimientos  se  sucedieron,  los  desastres  fueron  sucesivos, 


320  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Washington  tenía  que  luchar  no  sólo  con  los  ingleses,  sino  con  la 
desmoralización  de  sus  tropas,  abatidas,  cansadas  y  sin  entusiasmo. 

Al  abandono  de  Nueva  York  siguió  la  retirada  á  Wentchester,  y  en  el 
combate  de  White  Plains  pudo  observarse  cuanto  había  sido  el  trabajo 
del  general  en  jefe  durante  su  permanencia  en  Harlem,  para  discipli- 
nar al  ejército  y  acostumbrarlo  á  combatir  y  á  obedecer. 

Poco  á  poco  disminuyeron  los  combatientes  en  aquella  retirada  que 
fué,  á  no  dudarlo,  la  época  más  triste  y  funesta  en  la  lucha  de  indepen- 
dencia, y  sólo  el  inquebrantable  patriotismo  de  Washington  y  su  decisión 
lograron  mantener  aquella  sombra  de  ejército  que,  siempre  alerta  é  infa- 
tigable, en  marchas  y  contramarchas,  ganando  hoy  terreno  y  perdién- 
dolo mañana,  trastornaba  y  paralizaba  las  operaciones  de  los  ingleses. 

Dice  un  escritor  hispanoamericano: 

« La  América  del  Norte  estaba  bajo  la  dominación  de  la  Gran  Bre- 
taña que  veía  en  sus  colonias,  no  esclavos  á  quienes  explotar,  sino  pue- 
blos libres  que  gozaban  de  grandes  privilegios;  cuando  en  aquellos 
pueblos  llegó  la  hora  de  la  emancipación,  la  labor  fué  fácil,  y  en  su 
ayuda  acudieron  España  y  Francia;  los  colonos  estabaai  acostumbrados 
á  los  hábitos  de  la  vida  ciudadana,  y  leyes,  costumbres,  vida  propia, 
todo  concurría  á  hacer  fecunda  la  obra  de  Washington  y  allanarle 
todos  los  obstáculos  que  encontraba  en  su  camino». 

No  encontramos  conformes  los  anteriores  párrafos  con  la  opinión  de 
otros  varios  historiadores ,  pues  Washington  tuvo  grandes  dificultades 
que  vencer,  poderosos  inconvenientes  en  el  seno  mismo  del  pueblo,  que 
ante  los  desastres,  y  como  sucede  siempre  en  parecidas  circunstancias, 
se  retraía  de  la  gran  causa  y  se  cobijaba  á  la  sombra  de  la  bandera  más 
potente. 

El  Dr.  Ramsay,  contemporáneo  de  aquellos  días  de  prueba,  dice: 

« Mientras  que  los  americanos  atravesaban  el  país  en  retirada  nadie 
se  les  unía,  al  mismo  tiempo  que  una  porción  de  habitantes  corría  hacia 
el  ejército  real  para  hacer  la  paz  y  obtener  su  protección.  De  un  lado,  un 
ejército  numeroso,  bien  vestido,  bien  equipado,  que  encantaba  la  vista 
por  la  elegancia  de  sus -uniformes ;  del  otro,  un  puñado  de  soldados  pobres, 
cuyo  mal  vestido  superaba  á  los  rdgamuffins  (haraposos),  huyendo  para 
salvar  la  vida :  no  fué  sólo  el  pueblo  quien  en  estas  circunstancias  cam- 
bió de  partido;  algunos  de  los  hombres  influyentes  de  Nueva  Jersey,  de 
la  Pensilvania,  hicieron  otro  tanto». 


JORGE    WASHINGTON  121 


Por  lo  que  antecede  se  ve  que  Washington  no  encontraba  allanados 
los  obstáculos  latí  fácilmente,  y  que  á  costa  de  grandes  penalidades,  priva- 
ciones y  sacrificios,  alcanzó  el  deseado  éxito. 


XII 


Penoso,  triste  y  henchido  de  decepciones  y  tempestades  concluía  el 
año  1776,  y  en  18  de  Diciembre,  el  campeón  de  la  libertad  americana 
pintaba  su  desaliento  y  describía  la  situación  en  los  siguientes  términos: 

«No  dudo  que  el  general  Howe  haga  en  este  invierno  alguna  tenta- 
tiva sobre  Filadelfia;  no  veo  como  podemos  resistirle  dentro  de  15  días, 
época  en  que  expiran  los  enganches  de  todas  nuestras  tropas ,  excepto  las 
de  Virginia,  bastante  reducidas,  y  el  regimiento  de  Smallwood  com- 
puesto de  gente  de  Maryland.  En  una  palabra,  si  no  se  hace  un  esfuerzo 
supremo  para  reclutar  un  ejército,  temo  que  perdamos  bien  pronto  la 
partida :  triste  desenlace  al  que  no  habrán  contribuido  poco  las  intrigas 
del  enemigo,  el  mal  espíritu  de  ciertas  colonias,  el  ruinoso  sistema  de 
los  enganches  por  corto  tiempo  y  la  confianza  ciega  que  se  ha  tenido  en 
la  milicia». 

» Estas  consecuencias  desgraciadas  las  he  previsto  y  casi  profetizado 
hace  diez  y  seis  meses. 

»No  podéis  formaros  una  idea  de  los  inconvenientes  de  mi  situación; 
jamás  hombre  alguno  ha  tenido ,  según  creo ,  más  dificultades  que  vencer 
y  menos  recursos  para  combatirlas ;  convencido ,  sin  embargo ,  de  la  justi- 
cia de  nuestra  causa,  no  puedo  figurarme  que  sucumbamos,  bien  que 
puede  suceder  que  nuestra  estrella  permanezca  oculta  por  algún  tiempo 
en  las  nubes». 

El  20  del  mismo  mes  escribía  al  Presidente  del  Congreso  pidiendo  se 
le  ampliasen  sus  facultades. 

« Dentro  de  10  días,  nuestro  ejército  no  existirá  si  el  corto  tiempo 

que  queda  se  emplea  en  consultar  al  Congreso  sobre  la  oportunidad  de 
las  medidas  que  deban  tomarse;  si  esperamos  las  decisiones  á  ciento  cua- 
renta millas  de  distancia,  pasará  la  oportunidad  y  se  habrá  perdido  un 
tiempo  precioso. 


122  AMERICANOS    CÉLEBRES 

»Se  me  objetará  que  yo  reclamo  poderes  que  es  peligroso  confiar, 
pero  para  desesperados  males  se  necesitan  remedios  extremos;  yo 
declaro,  con  toda  sinceridad,  que  no  ambiciono  estos  poderes:  suspiro 
tan  ardientemente  como  cualquier  otro  ciudadano  por  que  llegue  el 
momento  en  que  podamos  dejar  la  espada  por  el  arado;  pero  como  ofi- 
cial y  como  hombre,  estoy  obligado  á  declarar  que  nadie  ha  encontrado 
jamás  tantos  obstáculos  como  yo  en  su  camino.  Inútil  es  agregar  que  la 
corta  duración  de  los  enganches  y  nuestra  confianza  ciega  en  la  milicia, 
han  traído  todas  nuestras  desgracias  y  causado  el  espantoso  aumento  de 
nuestra  deuda. 

»No  es  el  momento  de  retroceder  ante  el  gasto;  no  es  el  dinero  el 
único  objeto  que  debe  tenerse  en  consideración  » . 


XIII 


Tan  apremiantes  circunstancias  hicieron  que  el  Congreso  concediera 
á  Washington  la  dictadura  militar  por  seis  meses,  comprendiendo  que 
la  libertad  estaba  en  peligro  y  el  país  expuesto  á  ser  de  nuevo  esclavo 

de  la  Inglaterra. 

El  invierno  de  1776  fué  uno  de  los  más  fuertes  y  crueles  de  los  Esta- 
dos Unidos,  y  el  enemigo  ocupaba  sus  posesiones  de  Trenton  y  Borden 
Town,  esperando  pasara  el  rigor  de  la  estación. 

La  falta  de  víveres  y  la  desnudez  diezmaron  el  ejército  americano; 
todo  parecía  luchar  Contra  él,  y  retirado  en  la  orilla  opuesta  del  Dela- 
ware,  logró  Washington  con  perseverante  enegía,  organizar  seis  mil 
hombres. 

Luchando  y  haciendo  prolongados  sacrificios  y  decididos  á  resistir 
hasta  lo  último:  retrocediendo  de  estado  en  estado,  de  posesión  en  posesión, 
hasta  llevar  la  guerra,  si  era  preciso,  más  allá  de  los  montes  Alleghanys  i. 

En  tal  situación  resolvió  atacar  al  enemigo  atravesando  el  río  Dela- 
ware  para  sorprenderlo,  idea  que,  madurada,  le  pareció  podía  ponerse 

i 

1    Ramasay.—  Palabras  de  Washington. 


JORGE   WASHINGTON  123 

en  práctica  en  la  noche  de  Navidad,  obscura,  fría  y  á  propósito  para  tal 
empresa. 

La  expedición  se  efectuó  mandada  por  el  general  en  jefe,  y  como  el 
transporte  en  barcas  se  hizo  con  gran  cuidado  y  fué  lento,  era  ya  la 
madrugada  cuando  pudieron  emprender  la  marcha ,  difícil  también  pol- 
la nieve  y  el  granizo  que  les  azotaba  el  rostro,  no  logrando  llegar  antes 
de  las  ocho  de  la  mañana  á  las  avanzadas  del  enemigo. 

El  plan  ideado  por  Washington  y  ejecutado  con  acierto  y  valor, 
obtuvo  brillante  resultado  y  triunfo  completo;  mil  hombres  cayeron  en 
poder  de  los  americanos,  y  su  general  Rahl  fué  muerto  en  la  pelea. 

La  victoria  causó  profundo  asombro  é  hizo  aún  más  difícil  la  situa- 
ción ,  porque  Lord  Cornwallis  salió  de  Nueva  York  á  Nueva  Jersey  en 
persecución  de  los  americanos,  y  éstos  se  encontraban  en  la  alternativa 
de  abandonar  Filadelfia,  asiento  del  Congreso,  ó  pelear,  y  si  eran  venci- 
dos, la  retirada  era  imposible  por  tener  el  río  á  retaguardia. 

La  capacidad  de  Washington  resolvió  tan  difícil  problema;  los  fuegos 
del  campamento  denunciaban  al  enemigo  la  posición  que  tenía  el  ejér- 
cito americano,  y  según  aquél,  la  destrucción  de  éste  era  segura. 

De  repente,  en  la  noche  del  2  al  3  de  Enero  de  1777,  se  vio  atacada  la 
retaguardia  de  Lord  Cornwallis  que  estacionaba  en  Princetón ,  y  la  atre- 
vida operación  de  guerra  que  Washington  durante  la  noche  ejecutó 
y  la  derrota  del  enemigo,  obligaron  al  general  Howe  á  ordenar  la  eva- 
cuación de  Nueva  Jersey. 

Aquellos  dos  combates,  coronados  con  el  lauro  del  triunfo,  fueron  de 
gran  trascendencia  por  el  prestigio  y  confianza  que  despertaron,  infun- 
diendo entusiasmo  en  el  soldado  y  noble  afán  á  la  vez  por  la  causa  de  la 
patria. 

La  intrepidez  de  Washington  en  la  acción  de  Princetón  había  sido 
admirable,  pues  siempre  era  el  primero  en  el  sitio  del  peligro  y  siempre 
estaba  al  frente  de  las  filas. 

Por  entonces  llegó  un  poderoso  y  heroico  auxiliar,  el  Marqués  de 
Lafayette,  que  empeñado  en  el  triunfo  de  la  libertad  americana,  se  pre- 
sentó al  Gobierno  como  voluntario,  ofreciendo  generosa  y  desinteresa- 
damente su.  persona  y  su  espada. 

El  31  de  Julio  de  1777  fué  aceptada  su  oferta  y  poco  después  formaba 
parte  del  estado  mayor  del  general  en  jefe. 

La  idea  fija  en   el  general  Howe  era  tomar  Filadelfia ,  para  lo  cual 


124  AMERICANOS    CÉLEBRES 

había  subido  hasta  el  nacimiento  del  Elk,  desembarcando  diez  y  ocho  mil 
ingleses  *  el  25  de  Agosto  de  1777. 

El  ejército  americano  se  componía  de  doce  mil  hombres ,  y  éstos  avan- 
zaron al  encuentro  del  enemigo  hasta  la  orilla  del  río  "Bradywine. 

Las  tropas  inglesas  formaron  dos  columnas,  una  á  las  órdenes  del 
general  Kuyphansen  y  otra  á  las  de  Lord  Cornwallis :  la  primera  atacó 
el  frente,  y  la  segunda  rodeó  á  los  americanos  por  el  flanco  y  reta- 
guardia. 

La  indecisión  de  algunos  momentos  había  sido  la  causa  de  ser  envuel- 
tos y  sólo  la  valerosa  resistencia  del  general  Greene  disminuyó  la  grave- 
dad de  la  derrota. 

En  aquella  acción  fué  herido  Lafayette  en  una  pierna;  algunas 
semanas  después  escribía  á  su  esposa  diciéndole: 

«Al  presente,  como  mujer  de  un  oficial  general  americano,  es  necesa- 
rio que  os  dé  vuestra  lección.  Se  os  dirá:  han  sido  batidos;  responderéis: 
es  verdad,  pero  entre  dos  ejércitos  iguales  en  número  y  en  campo  raso, 
los  soldados  viejos  tienen  ventaja  sobre  los  nuevos,  pero  han  tenido  el 
gusto  de  matar  muchos.  Después  de  esto,  se  os  dirá:  bien,  pero  Filadel- 
fia  ha  sido  tomada,  la  capital  de  la  América,  el  baluarte  de  la  libertad. 
Vos  replicaréis  con  política:  sois  unos  imbéciles.  Filadelfia  es  una  triste 
villa  abierta  por  todas  partes ,  que  la  residencia  del  Congreso  ha  hecho 
famosa,  yo  no  sé  por  qué.  He  aquí  lo  que  es  esta  célebre  ciudad  á  la  que, 
entre  paréntesis,  llevaremos  el  bien  tarde  ó  temprano». 

Washington  activó  la  reparación  de  aquel  desastre  reorganizando  el 
ejército  y  adiestrándolo  para  la  pelea;  el  temple  de  su  alma  era  de  acero, 
su  fortaleza  de  granito  que  ni  se  rompía  ni  doblegaba. 

Aquella  intrepidez  y  serena  perseverancia  inspiraban  á  los  america- 
nos respeto  y  veneración ,  y  familiarizados  con  los  desastres ,  confiaban 
en  que  Washington  alcanzaría  la  victoria. 

1    Según  el  biógrafo  Evert  A.  Duyckinck,  pero  Laboulaye  no  cuenta  sino  catorce  mil. 


JORGE    WASHINGTON  125 


XIV 


El  Congreso  se  había  refugiado  en  York,  provincia  de  Pensilvania,  y 
allí  se  estableció  por  espacio  de  ocho  meses ,  tiempo  que  los  ingleses  per- 
manecieron en  Filadelfia. 

Una  parte  del  ejército  enemigo  estaba  acampada  en  Germán -Town, 
distante  algunas  millas  de  la  ciudad,  y  el  comandante  en  jefe  de  los  ame- 
ricanos viendo  á  sus  soldados  descalzos,  desnudos  y  hambrientos,  intentó 
equiparlos  con  el  botín  tomado  al  enemigo  y  atacó  á  éste  el  4  de  Octu- 
bre de  1777. 

La  sorpresa  desordenó  á  los  ingleses  y  hubieran  sido  infaliblemente 
derrotados,  á  no  impedirlo  la  espesa  niebla  que,  sembrando  el  pánico 
entre  los  americanos,  les  arrebató  la  victoria. 

A  pesar  de  esta  circunstancia ,  el  combate  fué  sangriento  y  las  pérdi- 
das del  enemigo  fueron  grandes,  por  lo  que  no  puede  considerarse  como 
una  derrota  para  los  americanos. 

Durante  esta  campana  habían  tenido  lugar  otros  combates  en  el 
Norte  entre  las  tropas  independientes,  fuertes  de  trece  mil  hombres 
indisciplinados  y  sin  organizar,  al  mando  del  general  Gates,  y  las  ingle- 
sas a  las  órdenes  del  general  Burgogne;  entre  los  primeros  se  encontraba 
Arnold,  americano  valeroso  y  activo,  incansable  en  la  pelea,  sagaz, 
astuto  y  emprendedor. 

Washington ,  satisfecho  de  sus  servicios  y  bizarría ,  lo  hizo  jefe  de  una 
de  las  divisiones  que  marcharon  contra  Quebec,  en  donde  se  había  batido 
denodadamente. 

Arnold  hubiera  sido  un  héroe  legendario,  si  la  ambición  no  hubiese 
ahogado  en  él  su  valerosa  condición.  Lo  volveremos  á  encontrar  más 
tarde  en  circunstancias  tristes  y  desastrosas. 

El  encuentro  de  Bennington  fué  favorable  á  las  milicias  del  Nuevo 
Hampshire,  mandado  por  el  general  Stark,  y  dio  por  resultado  contener 
en  su  marcha  al  general  Burgogne. 

El  19  de  Setiembre  adelantó  el  enemigo  hacia  Saratoga  atravesando 
el  Hudson,  y  los  americanos,  sobre  las  alturas  de  Behmus,  sostuvieron  el 
choque  de  los  ingleses;  el  7  de  Octubre  fueron  de  nuevo  rechazados,  y 


126  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Burgogne,  con  el  ejército  diezmado  y  reducido  á  tres  mil  quinientos 
hombres,  tuvo  que  retirarse,  y  perseguido  y  hostilizado  por  Arnold, 
hubo  al  fin  de  capitular,  si  bien  con  honrosas  condiciones. 

Gates ,  orgulloso  con  sus  triunfos  se  envalentonó  hasta  el  extremo  de 
dar  parte  al  Congreso  sin  dirigirse  á  Washington,  como  general  en  jefe. 

«Podemos  esperar,  — decía  el  prudente  caudillo  á  Patrick  Henry, — 
que  todo  acabará  bien ;  si  nuestra  causa  es  feliz ,  poco  me  importa  en 
dónde  y  por  quién  se  alcance  el  triunfo ». 

Por  aquel  entonces ,  Lord  Chatham  pronunció  un  célebre  discurso  en 
la  Cámara ,  modelo  de  elocuencia  y  de  recto  criterio ;  la  cuestión  relativa 
á  las  colonias  preocupaba  á  todos  y  el  orador  exclamaba: 

«  Milores:  En  medio  de  inquietudes  y  peligros  parecidos  á  los  nuestros, 
la  costumbre  de  la  Corona  ha  sido  siempre  solicitar  el  auxilio  y  concurso 
de  esta  Cámara:  el  gran  consejo  hereditario  de  la  nación.  Derecho  ha 
sido  del  Parlamento  prestarlo,  como  deber  de  la  Corona  pedirlo. 

» Estos  colonos  que  al  principio  hemos  despreciado  como  rebeldes, 
pero  que  ahora  nos  es  preciso  reconocer  como  enemigos,  se  han  conju- 
rado contra  nosotros :  nuestro  inveterado  enemigo  les  proporciona  armas 
y  provisiones,  consulta  su  interés,  recibe  sus  embajadores,  y  nuestros 
ministros  no  pueden  ni  se  atreven  á  obrar  con  dignidad  y  con  energía. 

»  Conocemos  en  parte  la  situación  que  guardan  nuestras  tropas  allá;' 
nadie  más  que  yo  tiene  una  idea  tan  elevada  de  los  ejércitos  ingleses; 
conozco  su  virtud  y  su  valor;  sé  que  todo  pueden  hacerlo,  pero  sé  tam- 
bién que  la  conquista  de  la  América  Inglesa  es  una  cosa  imposible.  No 
podéis,  milores,  no  podéis  conquistar  la  América...  Mas  serán  vanos  é 
impotentes  todos  vuestros  esfuerzos,  y  doblemente  impotentes,  cuanto 
que  os  apoyáis  sobre  recursos  mercenarios,  recursos  que  excitan  un  pro- 
fundo resentimiento  en  el  corazón  de  vuestros  adversarios,  de  esos  hom- 
bres que  entregáis  á  la  espada  mercenaria  de  la  rapiña  y  del  robo,  de 
esos  hombres  que  libráis  con  sus  bienes  á  la  crueldad  penal  de  unos 
cuantos  pillos  pagados.  Si  yo  fuese  americano,  mientras  un  soldado 
extranjero  permaneciese  en  mi  patria,  nunca  depondría  las  armas, 
nunca  jamás». 


JORGE    WASHINGTON  127 


XV 


Llegó  el  invierno  de  1777  á  1778,  rudo,  inclemente  y  desplegando 
todo  su  furor. 

Los  hielos,  las  nieves,  el  intenso  frío,  las  torrenciales  lluvias  y  el 
viento  que  como  hoja  de  afilado  acero  cortaba  al  cruzar  los  semblantes  y 
hacía  acudir  lágrimas  á  los  ojos,  abatían  en  el  campamento  de  Valley 
Jorge  el  valor  moral  y  físico  del  soldado. 

Pobres  y  mal  abrigadas  chozas  casi  enterradas  entre  espesa  capa  de 
nieve,  servían  de  albergue  al  ejército,  que  resignado  sufría  la  falta 
de  cuanto  pudiera  hacerle  sobrellevar  el  rigor  de  la  estación. 

Con  ellos,  partícipe  de  los  sufrimientos,  compañero  inseparable  en 
sus  privaciones  y  haciendo  frente  con  estoica  serenidad  á  la  inclemencia 
de  los  elementos,  estaba  Washington  atendiendo  á  la  salud  del  soldado,  á 
su  sustento,  reanimando  su  decaído  espíritu,  y  eficazmente  apoyado  por 
aquella  que  solícita  acudía  en  el  invierno  para  ser  el  ángel  del  campa- 
mento, el  consuelo  del  infeliz  soldado,  la  hermana  de  caridad,  activa, 
laboriosa  é  infatigable.  La  Señora,  como  la  llamaban,  la  esposa  sin  par, 
la  caritativa  Marta,  vivía  allí  sin  fausto  ni  comodidades,  tomando  su 
parte  en  el  rancho  del  ejército  y  ocupada  constantemente  en  dulcificar 
la  influencia  del  frío  cosiendo  prendas  de  abrigo  para  el  soldado ,  mien- 
tras el  héroe,  el  genio  americano,  trabajaba  en  pro  del  ejército  prepa-. 
rándolo  para  la  próxima  campaña.  * 

Se  había  sabido  en  Diciembre  que  el  Gobierno  de  Luis  XVI  estaba 
dispuesto  á  reconocer  generosamente  y  á  sostener  la  independencia  de 
los  Estados  Unidos,  sin  más  condición  que  la  de  no  volver  jamás  al 
poder  de  la  Inglaterra. 

El  tratado  se  firmó  en  Febrero  de  1778. 

Lafayette,  el  noble  admirador,  el  amigo  leal,  el  entusiasta  partidario 
de  Washington  y  de  los  americanos ,  al  recibir  la  fausta  nueva  corrió  á 
ver  al  general,  y  lleno  de  júbilo  le  abrazó  diciendo: 

« El  Rey  mi  soberano ,  ha  reconocido  vuestra  independencia  y  se  alia 
con  vosotros  para  ayudar  á  establecerla». 

¡  Aquel  día  fué  de  fiesta  para  el  ejército :  la  Francia  los  protegía ,  la 


128  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Francia  los  ayudaba;  su  libertad,  su  independencia,  tenía  ya  garantías 
para  el  triunfo! 

La  idea  de  reconocer  la  autonomía  de  las  colonias,  g'anaba  terreno 
también  en  Inglaterra ,  y  ya  el  Duque  de  Richmond  se  inclinaba  á  pro- 
ponérselo al  Rey,  pero  Lord  Chatham  combatía  enérgicamente,  y  enfer- 
mo y  agobiado  se  hizo  llevar  á  la  Cámara  para  excitar  el  patriotismo  y 
la  altivez  de  los  ingleses. 

«Jamás,  — exclamó, — jamás  consentiré  en  privar  de  su  más  bella  he- 
rencia á  un  descendiente  de  la  casa  de  Brunswick,  á  un  heredero  de  la 
Princesa  Sofía.  Milores:  S.  M.  ha  heredado  un  imperio  tan  extenso  como 
respetable.  ¿Mancharemos  los  fastos  de  este  imperio  por  un  ignominioso 
abandono  de  nuestros  derechos?  ¿caeremos  de  rodillas  ante  la  casa  de 
Borbón?  ¿no  es  verdad,  Milores,  que  esta  nación  no  es  ya  lo  que  era 
antes?  ¿Un  pueblo  que  hace  diez  y  siete  años  era  el  terror  del  mundo,  ha 
descendido  tanto,  para  verse  obligado  hoy  día  á  decir  á  su  constante 
enemigo:  toma  todo  lo  que  tenemos,  pero  danos  la  paz"?  No,  es  imposible    . 

Tocó  á  Richmond  contestar  con  enérgicas  frases: 

«Nadie, —  dijo, — -respeta  más  que  yo  el  gran  nombre  de  Chatham, 
pero  este  nombre  no  puede  hacer  lo  imposible;  las  cosas  no  están  ya  en  el 
punto  en  que  el  noble  Lord  las  ha  dejado  al  retirarse  del  poder ;  entonces 
teníamos  á  la  América  de  nuestra  parte,  entonces  eran  la  Gran  Bretaña  y 
la  América  las  que  hacían  frente  á  la  Francia  y  á  la  España,  hoy  día 
son  la  Francia ,  la  España  y  la  América  las  que  se  reúnen  contra  la  Gran 
Bretaña » . 

El  noble  Lord  Chatham  quiso  protestar  y  levantándose  gritó :  La 
•América  se  pierde  y  triunfan  los  Borbones...»  y  cayó  cual  corpulento 
árbol  abrasado  por  el  rayo. 

Semanas  después  había  muerto  sin  recobrar  la  razón. 


XVI 


Filadelfia  había   sido  evacuada  por  los  ingleses,  dirigiéndose  éstos 
hacia  Nueva  York  para  efectuar  su  embarque. 

Pensó  Washington  en  atacar  á  los  enemigos ,  y  aun  cuando  Carlos  Lee 


JORGE   WASHINGTON  129 

desaprobó  la  idea ,  como  estuviera  de  acuerdo  con  la  opinión  de  la  mayo- 
ría de  jefes  y  oficiales  se  puso  en  ejecución,  nombrando  á  Lafayette  para 
que  dirigiera  la  vanguardia ,  determinación  á  la  cual  se  opuso  Lee,  ale- 
gando que  él  también  podía  mandarla  y  sin  que  esa  instancia  despertase 
recelos  ni  diese  lugar  á  vacilaciones. 

Washington ,  con  la  reserva  marchó  á  la  vez  contra  el  enemigo ;  pero  a 
corto  trecho  tuvo  noticia  de  que  Lee  se  retiraba  sin  justificado  motivo,  y 
como  este  suceso  pedía  hacer  trastornar  sus  planes  y  desconcertar  el 
orden  del  ejército,  tomó  instantáneamente  acertadas  disposiciones,  y 
cuando  el  mismo.  Lee  se  presentó,  el  enojo  del  general  no  conoció' lími- 
tes ;  recordó  algunos  incidentes ,  y  la  sospecha  de  traición  atravesó  por  su 
mente. 

Sin  embargo ,  y  merced  á  su  hábil  dirección ,  la  batalla  de  Monmouth 
fué  un  triunfo  para  los  americanos,  aun  cuando  menos  glorioso  por  la 
censurable  actitud  de  Lee. 

Este  combate  fué  el  acontecimiento  más  notable  de  la  campaña  en  el 
año  1778,  y  Washington  ,  desde  la  orilla  oriental  del  Hudson  ejercía  vigi- 
lancia sobre  el  enemigo  y  se  preparaba  á  combinar  sus  movimientos  con 
los  de  los  franceses  recién  llegados  y  que  estaban  á  las  órdenes  de 
D'  Staing. 

La  situación  general  del  país  era  triste  y  precaria ,  é  ínterin  los  esta- 
dos empezaban  á  constituirse,  el  Congreso  y  el  ejército  se  hallaban  en 
apuradas  condiciones;  la  hacienda  pública  corría  á  inevitable  ruina  y 
en  vano  Washington  procuraba  despertar  el  patriotismo  de  unos  y  el 
valor  moral  de  otros,  para  que  cooperasen  á  salvar  tan  alarmantes  y 
críticas  circunstancias. 

El  año  1779  corrió  casi  en  el  mismo  estado:  los  ingleses  hostilizaban  y 
merodeaban ,  y  el  ejército  americano ,  sin  recursos  y  sin  pan ,  no  podía 
oponerse  á  los  abusos  cometidos  por  el  enemigo. 

La  toma  por  asalto  de  la  Punta  S. — Tony,  perfectamente  defendida  y 
artillada  por  los  ingleses,  fué  un  brillante. episodio  que  honra  á  Washing- 
ton y  á  sus  conocimientos  militares,  así  como  el  ataque  de  Paulus  Hook, 
por  las  tropas  mandadas  por  Carlos  Lee. 

El  invierno  de  1779  á  1780  fué  aún  más  rígido  que  los  anteriores,  y 
las  tropas,  sufriendo  dolorosas  privaciones,  pasaron  largos  meses  de 
ansiedad  en  el  campamento  de  Morris  Town:  la  situación  empeoraba 
y  sólo  Lafayette  al  regresar  de  Francia  logró  reanimar  el  abatido  espí- 


130  AMERICANOS    CÉLEBRES 

ritu  de  todos  con  la  noticia  de  la  llegada  de  tropas  francesas  (cinco  mil 
hombres)  al  mando  del  general  Rochambeau. 

Por  aquel  entonces  tuvo  lugar  la  traición  de  Arnold,  que  condenado 
en  Enero  de  1779  por  la  corte  marcial  á  ser  reconvenido  por  el  general 
en  jefe  por  los  abusos  cometidos  en  Filadelfia ,  sintió  arder  en  su  pecho 
el  fuego  del  enojo  y  del  amor  propio  ofendido;  surgió  en  su  mente  el  pen- 
samiento de  ser  traidor  á  su  patria,  creyendo  de  fácil  ejecución  entregar 
West  Point  á  los  ingleses  acuartelados  en  Nueva  York  y  hacerles  dueños 
del  ejército  americano,  de  sus  armas  y  pertrechos. 

El  mayor  André  era  cómplice,  y  descubierto  el  plan,,  fué  sentenciado 
á  muerte  y  ejecutado.  Arnold  buscó  refugio  entre  los  ingleses,  de  los  que 
recibió  treinta  mil  libras  esterlinas  reconociéndole  como  general  del  ejér- 
cito. Fué  sanguinario  y  feroz  para  su  patria  ,  y  en  1801  murió  en  Londres, 
objeto  de  desprecio  y  vilipendio  general. 

Washington  sintió  profunda  amargura  por  la  traición ,  pero  no  vaciló 
ante  el  cumplimiento  de  su  deber  para  imponer  el  castigo  al  extraviado 
André. 

Durante  el  año  1780,  la  lucha  en  el  Sur  fué  sangrienta  y  los  ingleses 
se  posesionaron  de  Charleston,  pérdida  inmensa  para  la  confederación; 
pero  si  en  América  triunfaban  los  ingleses,  en  Europa  se  encontraban 
amenazados  por  casi  todas  las  naciones. 

El  año  1781  se  inició  con  la  sublevación  de  mil  ochocientos  hom- 
bres que  estacionaban  en  Morris  Town,  y  aun  cuando  Washington  trató 
de  desarmar  á  los  rebeldes  con  benévola  indulgencia ,  hubo  al  fin  de  ape- 
lar á  la  fuerza  para  cortar  la  rebelión. 


XVII 


La  miseria  hacía  imposible  la  situación,  y  Washington  solicitó  de 
nuevo  de  su  aliada  la  Francia,  hombres  y  dinero  para  contrarrestar  el 
desaliento  del  ejército  y  del  pueblo,  porque  en  los  Estados  Unidos  era  ya 
imposible  encontrar  recursos. 

«Por  lo  demás, — decía  Washington, — sólo  solicitamos  un  empréstito, 
y  ningún  otro  pueblo  tendrá  más  facilidad  para  pagarlo  que  nosotros. 


JORGE    WASHINGTON  131 

Nuestras  deudas  son  poco  considerables,  nuestro  territorio  inmenso,  la 
fecundidad  del  suelo,  nuestros  recursos  comerciales,  todo  asegura  que  en 
pocos  años  la  América  podría  pagar » . 

Lafayette  estaba  en  Virginia  persiguiendo  á  Fhilips  y  á  Arnold  y 
defendiendo  al  país  contra  aquellos  feroces  enemigos,  cuando  el  Conde 
de  Grasse  llegó  á  las  Antillas  con  veintiocho  navios  de  guerra  y 
cuatro  mil  hombres  de  tropa.  Feliz  consecuencia  del  auxilio  pedido  á  la 
Francia  por  Washington. 

Lord  Cornwallis  se  hacía  fuerte  en  York  Town  con  siete  mil  hombres, 
y  el  general  en  jefe  resolvió  dar  un  golpe  decisivo  ó  por  lo  menos  que 
levantara  el  abatido  espíritu  y  el  adormecido  entusiasmo,  y  trasladán- 
dose á  Williamsbourg,  se  puso  al  frente  de  las  tropas,  teniendo  á  sus 
órdenes  al  general  Rochambeau;  americanos  y  franceses  componían  un 
total  de  diez  y  ocho  mil  hombres,  que  el  1.°  de  Octubre  cercaron  la 
plaza,  siendo  dignos  compañeros  los  soldados  franceses  de  los  ameri- 
canos y  batiéndose  ambos  con  bizarría  y  denuedo.. 

Tomados  los  reductos  y  convencido  Lord  Cornwallis  de  que  Sir 
Henry  Clyton  no  le  enviaría  auxilio,  determinó  rendirse;  Washington 
dictó  las  condiciones,  y  aceptadas  por  los  ingleses,  evacuaron  la  plaza. 

El  dominio  de  la  Inglaterra  había  concluido. 

Mathieu  Dumas  refiere  en  sus  memorias  un  curioso  episodio. 

«Fui  encargado  de  ir  delante  de  las  tropas  de  la  guarnición  y  de 
dirigir  la  columna.;  me  coloqué  á  la  izquierda  del  general  O'Hara;  al 
aproximarnos  á  los  fosos  me  preguntó  en  donde  estaba  el  general 
Rochambeau». — A  la  izquierda, — le  contesté; — á  la  cabeza  de  la  línea 
francesa. — El  general  inglés  violentó  el  paso  de  su  caballo  para  pre- 
sentar su  espada  al  general  francés.  Presintiendo  su  intención,  partí  á 
galope  para  ponerme  entre  él  y  Mr.  de  Rochambeau  que  en  este 
momento  me  indicaba  con  el  gesto  al  general  Washington  que  estaba 
en  frente,  á  la  cabeza  de  la  línea  americana: — «Os  engañáis,  —  dije  al 
general  O'Hara: — el  general  en  jefe  de  nuestro  ejército  está  á  la  dere- 
cha»;— y  lo  conduje;  y  en  el  momento  en  que  sacaba  su  espada,  el  gene- 
»  ral  Washington  le  dijo:  —  «Jamás:  está  en  buena  mano». 

»La  guarnición  desfiló  entre  las  dos  líneas,  en  medio  de  las  que  se  les 
hizo  formar  en  batalla  y  poner  las  armas  en  pabellones.  Los  oficiales 
ingleses  manifestaban  el  más  vivo  despecho ,  y  recuerdo  que  el  coronel 
Abercronbie,  de  las  guardias  inglesas,  el  mismo  que  más  tarde  pereció 


132  AMERICANOS   CÉLEBRES 

en  Egipto,  en  el  momento  en  qne  su  tropa  entregaba  las  armas  se  alejó 
violentamente  cubriéndose  la  cara  y  mordiendo  su  espada». 

En  Marzo  de  1782  llegó  Sir  Guy  Carleton  para  reemplazar  á  Sir  Cly- 
ton  en  el  mando  de  las  fuerzas  inglesas  que  estaban  en  Nueva  York: 
prudente  y  digno,  opinó  porque  se  suspendieran  las  hostilidades,  conser- 
vando ambos  ejércitos  sus  posiciones  hasta  que  se  hiciera  la  paz  que 
creían  segura. 

El  20  de  Enero  de  1783  se  firmaron  en  Ver  salles  los  preliminares  de 
paz  y  el  3  de  Septiembre  se  firmó  aquel  célebre  tratado  impuesto  por  las 
naciones  á  la  Inglaterra. 

El  25  de  Noviembre  salieron  los  ingleses  de  Nueva  York.  La  ciudad 
estaba  de  fiesta,  alegre,  engalanada.  Washington,  á  la  cabeza  de  una 
procesión  militar  y  cívica,  efectuaba  su  entrada  al  propio  tiempo,  acla- 
mado como  padre  de  la  patria  y  vitoreado  con  delirante  entusiasmo. 


XVIII 


Tierna  y  conmovedora  fué  su  despedida  al  separarse  el  4  de  Diciem- 
bre del  ejército  que  él  había  creado :  estaba  rodeado  por  los  oficiales  en 
France-Tabern. 

Conmovido,  tembloroso  y  sin  voz,  ahogado  por  la  emoción,  estrechó 
la  mano  Uno  á  uno  á  sus  compañeros,  diciéndoles:  «Amigos  míos:  con  el 
corazón  lleno  de  amor  y  de  reconocimiento  me  separo  de  vosotros;  que 
los  días  que  van  á  seguir  sean  tan  felices  como  fueron  los  primeros,  tan 
honrosos  y  llenos  de  gloria » . 

Momentos  después  se  embarcaba  en  el  río  del  Norte;  hasta  allí  le 
acompañaron  jefes  y  oficiales,  y  todavía  desde  la  embarcación  daba  el 
último  adiós  con  su  sombrero  á  los  soldados. 

En  Filadelfia  entregó  al  contador  la  cuenta  de  los  gastos  escrita 
por  él. 

En  ocho  años  se  habían  empleado  trescientos  sesenta  mil  francos, 
comprendiendo  sus  gastos  personales  como  general ,  pues  que  desde  el 
primer  día  había  renunciado  á  recibir  sueldo. 

Los  gastos  secretos  importaban  cincuenta  mil  francos. 


JORGE    WASHINGTON  133 

Desde  allí  se  dirigió  á  Annápolis  (Maryland)  en  donde  se  presentó  al 
Congreso  para  deponer  el  mando,  y  en  sentidas  y  sencillas  frases  se  des- 
pidió expresando  cuan  dichoso  era  considerando  libres  y  tranquilos  á  los 
Estados  Unidos. 

«Fe-liz  al  ver  asegurada  la  independencia  de  los  Estados  Unidos,  me 
separo  con  gusto  de  unas  funciones  de  que  estaba  encargado  con  la 
mayor  desconfianza:  la  carga  era  difícil  y  sentía  toda  la  debilidad  de 
mis  medios ;  pero  la  justicia  de  nuestra  causa ,  la  unión  de  todos  los  ciu- 
dadanos, y  sobre  todo  la  protección  del  Cielo  que  dispone  de  los  hombres 
y  de  los  pueblos,  son  los  motivos  poderosos  que  me  han  sostenido.  El 
éxito  que  ha  coronado  nuestras  armas  ha  sobrepujado  a  nuestras  espe- 
ranzas. Cumplido  mi  deber,  me  retiro  del  teatro  de  los  negocios  públicos; 
ruego  á  la  augusta  Asamblea,  cuyas  órdenes  he  ejecutado  tanto  tiempo, 
que  se  sirva  aceptar  mi  más  afectuosa  despedida. 

» Depongo  mi  encargo  y  me  retiro  al  mismo  tiempo  de  todos  los 
empleos  de  la  vida  pública».  .  . 

El  modesto  fundador  de  una  nación  logró  concluir  el  año  rodeado  de 
su  familia  y  en  su  casa  de  Mont  Vernón  á  la  sombra  de  su  viña  y  de  su 
higuera  i ,  consagrándose  de  nuevo  á  las  tareas  agrícolas  y  á  la  sencilla 
vida  campestre. 


XIX 


Sin  embargo ,  así  como  en  la  guerra  había  sido  siempre  el  primero 
frente  al  enemigo,  debía  serlo  también  en  la  paz  como  legislador,  presi- 
diendo la  Asamblea  cuando  fué  preciso  dar  forma  al  país  por  medio  de 
la  Constitución,  y  más  tarde  como  gobernante  y  primer  magistrado  dos 
veces,  consolidando  el  heroico  monumento  y  creando  la  gran  república 
fuerte  y  respetada. 

La  muerte  de  su  madre,  de  aquella  mujer  admirable  por  sus  virtudes, 
por  su  energía,  por  su  carácter  digno  y  sencillo  á  la  vez,  causó  honda 
herida  en  Washington:  él  la  idolatraba.  Al  ser  elevado  á  la  Presidencia 
fué  á  estrecharla  en  sus  brazos  antes  de  tomar  el  mando. 


Ramasay. 


134  AMERICANOS   CÉLEBRES 

«No  me  volverás -a  ver,»  le  había  dicho,  y  aquellas  palabras  fueron 
una  profecía. 

Sobrevino  la  revolución  francesa ,  y  al  recibir  la  llave  de  la  Bastilla 
que  le  enviaba  Lafayette  como  recuerdo,  se  sobresaltó  y  tembló  ante  aquel 
torrente  desbordado  que  amenazaba  anegar  en  sangre  cuanto  á  su  paso 
se  oponía. 

Mantuvo  la  neutralidad ,  é  impasible ,  arrastró  las  encontradas  opinio- 
nes sin  desistir  de  su  propósito,  su  juiciosa  actitud  fué  aplaudida  más 
tarde  y  aprobada  por  toda  la  nación. 

Renunció  á  la  tercera  presidencia  y  ansioso  de  descanso  se  retiró  de 
nuevo  á  Mont  Vernón. 

Poco  después  Francia ,  el  caballeresco  país  que  tan  eficazmente  ayudó 
á  los  Estados  Unidos  en  tiempo  de  Luis  XVI  para  conseguir  su  emanci- 
pación ,  amenazó  bajo  el  Directorio  á  la  joven  república ,  y  Washington 
fué  encargado  por  el  Presidente  Adams  de  organizar  el  ejército  para  si 
era  preciso,  que  se  pusiera  al  frente  y  defenderse  contra  los  franceses. 

Afanoso  empezaba  á  ocuparse  del  bien  público,  cuando  el  12  de 
Diciembre ,  repentina  dolencia  motivada  por  un  constipado ,  le  ocasionó 
fuerte  malestar  é  inflamación  en  la  garganta. 

El  13  la  situación  era  desesperada  y  el  médico  no  ocultó  la  gravedad. 

Washington ,  comprendiendo  que  se  acercaba  el  fin  de  aquella  carrera 

tan  útil  y  gloriosa,  se  preparó  a  morir  diciendo:  «el  viaje  no  me  causa 

temor. » 

En  la  noche  del  13  al  14  de  Diciembre  de  1799  expiró.  Su  agonía 

había  sido  la  del  justo;  sin  zozobra,  sin  dolor,  sin  sufrimiento.  Sobre  su 

pecho  tenía  la  miniatura  de  Marta  que  siempre  había" llevado  consigo. 

Washington  era  amable,  caballeresco;  sencillo  en  sus  costumbres  y 
refractario  á  fastuosas  demostraciones;  madrugador  en  extremo,  parco 
y  comedido,  honrado  en  todo,  activo,  celoso  de  sus  intereses  que  manejó 
con  orden  y  economía. 

Había  tenido  sublimes  deberes  que  cumplir,  pero  su  grandeza  de 
alma  y  sus  virtudes  le  guiaron  siempre  para  salvar  poderosos  obstáculos 
y  llenar  la  misión  que  su  patria  le  había  encomendado. 

El  nombre  de  Washington ,  pasará  á  través  de  los  siglos ,  como  ejem- 
plo de  sabiduría,  prudencia,  valor  y  patriotismo. 


■■■*•»'■"* 


JOSÉ  DE   SAN  MARTIN 


JOSÉ  DE  SAN  MARTIN 


kcontrábame  en  Chile  hace  algunos  años.  Estudiaba 
con  avidez  los  episodios  culminantes  de  la  indepen- 
dencia chilena ;-me  entusiasmaba  con  sus  héroes,  y 
admiraba,  llena  de  asombro,  los  hechos  de  aquella 
pléyade  de  valientes  patriotas:  comuneros  caste- 
llanos por  las  ideas,  y  descendientes  del  Cid,  por  su  valor 
indomable. 

Leía   una   noche  el  Ostracismo   de  los    Carrera;  seguía 
con  alma  y  vida  el  glorioso  vía  crucis  del  mayor   de  los 
hermanos,   y   de  mis  ojos  brotaba   una    lágrima    por   el 
patriota    sin    ventura,    por    el    hombre    abnegado,    por 
el   esposo  amante. 

En  aquel  instante  entró  sin  anunciarse  una  amiga  mía ,  mujer  de 
singular  talento  y  de  carácter  tan  apasionado  como  impetuosamente 
dispuesto  á  dejarse  arrebatar  por  la  sensación  que  produce  todo  lo 
bello  y  todo  lo  grande. 

Sobre  mi  mesa  de  escribir  estaba  el  retrato  de  José  Miguel  Carrera. 
Con  su  belleza ,  realzada  por  el  traje  de  húsar  que  tan  perfectamente 
ceñía  sus  correctas  formas;  con  su  belleza  artística  y  aristocrática- 
mente erguida,  y  con  su  fantástico  dolmen  rodeado  de  pieles,  resultaba 
el  general  Carrera,  un  tipo  perfecto  de  la  hermosura  varonil. 


136  AMERICANOS   CÉLEBRES 

El  artista  había  prestado  á  la  mirada  del  mártir  de  Mendoza  una 
expresión  de  tristeza  dulce  y  habíale  puesto  en  su  pequeña  boca  una  con- 
tracción tan  amarga  y  significativa,  que  á  la  sola  vista  de  su  retrato, 
sin  conocer  su  vida  aventurera  y  accidentada,  sin  amarlo  por  sus 
glorias,  se  le  admiraría  por  su  arrogancia  y  por  la  distinción  que  de  su 
apostura  marcial  se  desprendía. 

Mi  amiga  contempló  un  momento  el  retrato,  y  visiblemente  conmo- 
vida me  dijo:  — ¿Quieres  creer  que  estoy  enamorada  de  un  muerto? 

—  Sí, —  le   contesté, —  y  ese  muerto  es  José  Miguel  Carrera. 

—  El  mismo.  Pero  ¿no  te  asombra  mi  ridicula  impresión? 

—  ¡Asombrarme! — repliqué.  —  No,  amiga  mía:  no  puedo  asom- 
brarme, ni  tener  por  ridículo,  un  sentimiento  que  á  mi  alma  inspiran 
otros  dos  personajes  de  la  historia  americana ,  con  quienes  vivo  identifi- 
cada y  unida  por  recuerdos  imborrables. 

Estos  dos  amores  que  estrechamente  enlazados  á  mi  pensamiento, 
me  acompañan  como  centinelas  fieles  en  las  tristes  soledades  de  mi  alma 
huérfana,  son  dos  hombres  inmortales,  dos  nombres  que  iluminan  el 
mundo  con  los  deslumbrantes  focos  de  luz  que  sus  vidas  irradian:  son 
Bolivar  y  San  Martín ;  son  esos  colosos ,  arbitros  de  un  continente  vastí- 
simo, padres  de  ideas  regeneradoras,  y  genios  audaces  que  conquistaron 
para  el  nuevo  continente  la  representación  que  merece  ante  la  civiliza- 
ción y  la  Historia;  son  aquellos  dos  seres  que,  desde  las  orillas  del  Plata 
uno,  y  desde  el  Orinoco  el  otro,  fueron  á  confundirse  en  estrecho  abrazo 
en  las  márgenes  del  Guayas.  Sí,  yo  comprendo  este  amor  que  retrocede 
hasta  la  tumba,  en  donde  descansan  los  hombres  que  con  sus  hechos 
llenan  de  ilusiones  nuestro  corazón  entusiasta.  Yo  conozco  esa  pasión 
tanto  riiás  intensa,  cuanto  más  consume  el  pecho  con  el  fuego  de  la 
admiración  que  sentimos  por  un  imposible,  y  te  compadezco  como  me 
compadezco  á  mí  propia ,  cuando  revolviéndome  en  la  impotencia  de  un 
amor  sobrenatural,  cojo  la  pluma  para  aliviar  de  un  peso  enorme  á  mi 
atormentado  corazón.  Bolivar,  San  Martín,  dechados  de  todas  las  vir- 
tudes cívicas,  persiguiendo  un  fin  noble  y  santo,  aparecen  á  mis  ojos 
como  soldados  mil  veces  superiores  á  todos  los  heroicos  y  legendarios 
capitanes  de  los  tiempos  primitivos.  Mi  mente  retrocede  hasta  su  época; 
recorre  uno  á  uno  los  más  insignificantes  detalles  de  su  existencia 
azarosa;  paso  á  paso  los  acompaña  desde  las  inmensas  llanuras  de  las 
áridas  pampas ,  hasta  las  cumbres  majestuosas  de  los  Andes. 


JOSÉ   DE   SAN    MARTÍN  137 

Siento  el  amor  que  impulsa  á  la  mujer  hacia  un  objeto  grandioso  y 
elevado;  hablo  con  aquellos  amantes  de  mi  espíritu;  con  ellos  vivo  en 
un  mundo  superior,  y  por  fin ,  necesito  imponerme  á  la  imaginación  para 
cerciorarme  de  que  la  dulcísima  ficción  de  mis  deseos,  es  ficción  al  fin. 

Ya  ves ,  amiga  querida ,  si  puedo  comprender  tu  pasión  y  entusiasmo 
por  José  Miguel  Carrera. 

¡Bolívar!  ¡San  Martín!  — Nombres  sagrados  escritos  por  lá  fantasía 
en  cualquier  parte  en  donde  fijo  mi  vista.  Guerreros  insignes,,  más 
grandes  que  Jerjes  y  Julio  César,  porque  si  fueron  sus  émulos  en  cien 
batallas ,  no  dejaron  en  pos  de  sí  la  estela  sangrienta  que  marca  el  paso 
de  los  conquistadores. 


II 


Había  nacido  José  de  San  Martín,  en  25  de  Febrero  de  1778  en 
Yapeyú,  punto  situado  en  la  misma  costa  del  Uruguay, "y  según  Azara, 
hace  setenta  años  que  era  población  importante  y  tenía  cinco  mil  nove- 
cientos habitantes  como  capital  de  las  misiones;  hoy  no  quedan  sino 
ruinas  y  ha  tomado  el  nombre  glorioso  de  San  Martín;  en  la  actualidad 
forma  parte  del  territorio  argentino. 

El  futuro  soldado  de  la  patria  siguió  los  primeros  estudios  en  el 
seminario  de  nobles  de  Madrid,  y  destinado  á  la  carrera  militar,  pasó 
con  rapidez  de  cadete  á  subteniente,  y  cuando  contaba  quince  años  servía 
en  los  ejércitos  españoles,  en  los  cuales  estaba  sucesivamente  á  las  órde- 
nes de  los  generales  más  valientes  y  entendidos,  tales  como  Castaños,  el 
Marqués  de  la  Romana  y  Coupigny,  siendo  también  ayudante  predilecto 
y  querido  del  gobernador  de  Cádiz,  el  infortunado  general  Solano,  cuya 
muerte  era  para  San  Martín  el  recuerdo  más  triste  de  su  carrera  militar, 
pues  tuvo  el  dolor  de  ver  á  su  jefe  á  quien  amaba  como  á  un  padre, 
til'dado  de  afrancesado  ó  traidor  á  la  patria,  y  como  á  tal,  arras- 
trado por  las  desenfrenadas  turbas  en  el  motín  del  29  de  Mayo  de  1808. 

San  Martín  estaba*  de  guardia  cuando  fué  atacado  el  palacio  y 
defendió  la  entrada  con  sereno  valor,  pero  Solano  había  ordenado  no  se 
hiciera  fuego  contra  el  pueblo:  huyó  de  palacio  acompañado  por  San 
Martín,  pero  descubierto  su  asilo  fué  sacrificado  sin  piedad. 


138  AMERICANOS   CÉLEBRES 

San  Martín  se  salvó  milagrosamente  y  pudo  llegar  convida  á  Sevilla, 
y  desde  allí  marchar  á  incorporarse  al  ejército  que  mandaba  el  escla- 
recido Castaños. 

La  invasión  francesa  puso  de  relieve  las  altas  aptitudes  militares  del 
joven  argentino,  distinguiéndose  el  19  de  Julio  de  1808  en  la  gloriosa 
jornada  de  Bailen,  descollando  entre  los  más  bravos  y  mereciendo  que 
su  nombre  fuese  citado  en  los  partes  que  envió  al  Gobierno  el  general 
Castaños,  elogiando  su  valeroso  comportamiento  en  aquel  campo,  pri- 
mer teatro  de  sus  triunfos. 

Continuó  en  la  guerra  de  la  independencia  española,  y  ya  sus 
méritos  habían  ganado  el  ascenso  de  teniente  coronel,  cuando  tuvo 
noticia  de  que  en  su  patria  se  había  dado  el  grito  de  libertad.  El  insigne 
ciudadano  no  vaciló  un  instante,  y  por  medio  de  su  amigo  y  general 
lord  C.  Stuart  de  Rotesmy,  consiguió  pasaporte  para  Inglaterra,  y  renun- 
ciando á  su  brillante  carrera  en  España  se  embarcó  para  Buenos  Aires 
en  el  buque  Jorje  Canning. 

El  corazón  del  entusiasta  patriota  se  dividió  entonces  entre  dos 
nobles  y  grandes  sentimientos:  el  amor  por  la  libertad  y  el  que  le 
inspiró  la  señorita  Escalada,  con  la  cual  contrajo  matrimonio. 

El  futuro  vencedor  de  Maipu  estaba  en  la  flor  de  la  edad  v  tenía 
notables  cualidades  físicas  y  morales.  Era  alto,  de  marcial  presencia, 
con  ese  color  moreno  pálido,  natural  en  la  mayoría  de  los  hispano  ameri- 
canos; ojos  negros,  rasgados  y  penetrantes;  la  mirada,  espejo  fiel  del 
carácter  serio  y  pensador;  la  nariz  larga,  la  boca  graciosa  y  el  andar 
airoso;  franco,  amable  y  sencillo  en  el  trato  y  en  las  costumbres;  estaba 
formado  para  la  vida  militar;  jamás  el  austero  patricio  se  pagó  de 
lisonjas,  ni  durante  aquella  serie  de  glorias  se  enorgulleció  con  los 
homenajes  y  las  ovaciones.  Su  pericia  militar,  sus  servicios  en  España, 
ya  en  infantería,  en  caballería  y  hasta  en  marina,  le  habían  dado 
extensos  conocimientos  en  el  arte  de  la  guerra ,  que  le  sirvieron  para  las 
luchas  americanas.  Tenía  grandes  virtudes  políticas  y  administrativas, 
y  su  primer  cuidado  al  llegar  á  Buenos  Aires,  fué  organizar  el  ejér- 
cito, formando  aquel  batallón  de  granaderos  que  adquirió  renombre 
inmortal. 

Su  primer  triunfo  en  favor  de  la  gran  causa,  lo  obtuvo  en  el  con- 
vento de  San  Lorenzo  en  las  orillas  del  hermoso  río  Paraná. 

Las  naves  españolas  poseían  el  puerto  de  Montevideo,  y  con  fre- 


JOSÉ   DE    SAN   MARTÍN  139 

cuencia  dirigían   sus  excursiones  á  las  ciudades  y  pueblos  de  la  costa, 
sosteniéndolos  en  alarma  incesante. 

Llegó  á  noticia  de  San  Martín,  que  intentaban  los  realistas  hacerse 
dueños  de  San  Lorenzo  y  de  una  parte  de  aquel  territorio,  y  con  sus 
granaderos  ocupó  aquel  punto  y  esperó  al  destacamento  que  se  acercaba 
á  tambor  batiente  y  banderas  desplegadas;  de  repente,  como  un  rayo  en- 
vuelve á  la  caballería,  y  sable  en  mano  la  destroza  y  persigue  á  pesar  del 
valeroso  tesón  del  enemigo,  haciéndole  replegarse  hasta  que  alcanzó  la 
protección  de  los  fuegos  de  la  escuadra,  y  el  13  de  Febrero  de  1813  fué 
un  día  de  gloria  para  la  patria. 


.  •  III 


La  independencia  americana  tuvo,  de  1814  á  1817,  crueles  y  terribles 
alternativas;  los  realistas  obtuvieron  grandes  ventajas,  y  sus  victoriosos 
batallones  habían  invadido  de  nuevo  en  Venezuela  y  en  Colombia  el 
terreno  conquistado  por  los  patriotas,  á  costa  de  tanta  sangre  generosa. 

El  día  2  de  Octubre  de  1814,  se  había  dado  en  Chile  la  sangrienta 
batalla  de  Rancagua,  en  la  cual  los  chilenos,  mandados  por  intrépidos 
jefes  como  José  Miguel  Carrera,  Bernardo  O'Higgins,  Diego  José 
Benavente  y  otros,  batallaron  con  desesperado  é  impetuoso  aliento; 
pero  fueron  vencidos,  y  la  ciudad  argentina  Mendoza  sirvió  de  asilo  y 
refugio  á  millares  de  emigrados  que  huían  con  los  restos  del  ejército 
patriota ,  pasando  á  pie  por  entre  las  nieves  de  la  cordillera  y  por  las 
fragosidades  de  la  sierra. 

San  Martín  estaba  en  Mendoza  como  gobernador  intendente  de  la 
provincia  de  Cuyo;  con  escasos  recursos  organizó  una  división  para 
libertar  á  Chile,  y  aumentó  sus  filas  con  los  desalentados  prófugos, 
entre  los  que  se  encontraba  el  arrojado  O'Higgins,  con  el  cual  frater- 
nizó por  la  identidad  de  ideas  y  por  el  heroísmo  que  adivinaba  el  pre- 
claro argentino. 

El  ejército  patriota  estaba  dividido  en  tres  columnas:  la  primera  á 
las  órdenes  de  Soler,  la  segunda  bajo  el  mando  de  O'Higgins,  y  la 
reserva  que  tenía  por  jefe  á  San  Martín . 

El    paso "  de    la    cordillera   fué   asombroso;    en    aquel   penoso   viaje 


140  AMERICANOS   CÉLEBRES 

tuvieron  lo.s  soldados  precisión,  algunas  veces,  de  bajar  la  artillería 
á  brazo  en  las  grandes  pendientes,  otras  poner  las  piezas  en  cueros  de 
toro  y  las  arrastraban  ó  las  conducían  en  cabrestantes,  siendo  difícil  en 
aquel  terreno  fragoso  y.  erizado  de  precipicios.  1 

Los  soldados  escalaron  los  gigantescos  Andes,  nada  les  arredró;  sin 
desmayar  sufrieron  el  frío  glacial  y  mortífero,  las  fatigas  y  riesgos 
inmensos,  el  larguísimo  trayecto  de  ochenta  leguas  vencidas  en  diez  y 
ocho  días,  hasta  reunirse  todo  el  ejército  en  la  falda  occidental  de  la  cor- 
dillera á  4  de  Febrero  de  1817. 

Refieren  algunos  historiadores,  que  para  distraer  la  atención  del 
enemigo,  solicitó  San  Martín,  cuando  ya  tenía  todo  preparado  para 
marchar  á  Chile ,  una'  entrevista  con  algunos  caciques  pehuenches ,  y  en 
ella  pedía  permiso  para  atravesar  por  su  territorio  y  caer  sobre  los 
españoles  por  el  paso  del  Planchón ,  alegando  que  los  extranjeros  pen- 
saban despojarlos  de  sus  pastos  y  ganados  y  quitarles  sus  mujeres  é 
hijos. 

Los  pehuenches  reflexionaron  y  discutieron ,  dando  su  beneplácito  y 
aceptando  después  un  festín  que  duró  tres  días,  y  durante  el  cual  se 
embriagaron  con  licores  y  vinos  que  el  general  San  Martín  había 
enviado  al  fuerte  de  San  Carlos. 

Efectivamente,  el  estratégico  adalid  envió  poí  Planchón  una  pequeña 
parte   del  ejército,  al  mando    del  teniente   coronel  Manuel  Rodríguez. 

Este  ardid  de  guerra  dio  el  resultado  que  se  deseaba.  Marco  del  Pont 
dividió  su  ejército  dispuesto  á  recibir  á  los  independientes  y  á  combatir 
las  tropas. 

El  día  7  de  Febrero  estaban  ya  en  el  valle  de  Putaendo,  y  en  esa 
misma  noche  abandonaron  los  españoles,  mandados  por  el  general 
Maroto,  las  posesiones  de  Aconcagua  y  Curimón,  dejando  armas,  muni- 
ciones y  otros  pertrechos,  y  situándose  en  la  cuesta  de.  Chacabuco, 
adonde  se  dirigió  San  Martín  para  empeñar  la  batalla. 

No  se  sabrá  qué  admirar  más  en  esa  memorable  acción;  si  el  valor 
temerario  de  los  patriotas  ó  la  vigorosa  resistencia  de  los  españoles.  Por 
ambas  partes  el  tesón  era  igual,  un  mismo  deseo  animaba  á  los  dos  ejér- 
citos, y  el  amor  á  la  patria  guiaba  á  los  dos  para  alcanzar  la  palma  de 
la  victoria. 

1    Guzmán.  —  Historia  de  Cliile, 


JOSÉ   DE   SAN   MARTÍN  141 

Sin  embargo,  los  independientes  cargaron  de  nuevo  con  mayor  vigor 
y  la  infantería  realista  fué  arrollada  y  vencida :  la  victoria  del  ejército 
de  los  Andes  era  segura . 

Numerosos  prisioneros,  el  parque,  los  almacenes  y  la  bandera  del 
regimiento  de  Chiloé,  fueron  los  trofeos. 

« Las  consecuencias ,  —  decía  el  general  San  Martín  en  el  parte  de  la 
batalla  dirigido  al  jefe  supremo  argentino, — han  sido  aún  más  impor- 
tantes. 

» El  presidente  Marco  del  Pont ,  en  medio  de  la  confusión  y  del  terror 
que  produjo  la  batalla,  salió  la  misma  noche  del  día  12  de  la  capital  y 
se  dirigió  con  escasas  fuerzas  á  Valparaíso,  pero  fué  alcanzado  por  una 
partida  de  granaderos  y  tomado  prisionero». 


IV 


Dos  días  después  de  la  jornada  de  Chacabuco  ocupó  la  capital  el 
brigadier  Soler  en  nombre  de  la  libertad. 

Chile  aclamó  al  general  San  Martín  como  jefe  supremo  del  Estado. 

El  entusiasmo  fué  inmenso;  pero  la  modestia  y  sabiduría  del  general, 
le  hicieron  rehusar  los  honores  que  le  habían  conferido,  y  convocando 
nueva  elección,  le  fué  otorgado  el  mando  supremo  al  brigadier  D.  Ber- 
nardo O'  Higgins,  quedando  San  Martín  como  director  militar  de 
Administración . 

La  noticia  del  triunfo  causó  en  Buenos  Aires  verdadero  delirio  y  se 
celebró  la  fausta  nueva  con  fiestas  civiles ,  otorgándose  por  el  Directorio 
honrosas  distinciones  al  egregio  ciudadano  y  hábil  militar  autorizándole 
para  usar  un  escudo  con  estas  palabras:  La  Patria,  en  Chacabuco,  al 
vencedor  de  los  Andes  y  libertador  de  Chile.  Su  hija  doña  María  Mercedes 
Tomasa  de  San  Martín,  fué  agraciada  con  una  pensión  vitalicia  de 
seiscientos  pesos. 

A  un  valor  á  toda  prueba  reunía  San  Martín  la  sagacidad  del  hombre 
de  Estado,  acrisolada  honradez  y  desinterés  sin  límites.  En  la  porten- 
tosa emancipación  americana,  parece  verse  que  la  Providencia  le  otor- 
gaba genios  superiores  para  conseguir  el  deseado  fin. 


142  AMERICANOS    CÉLEBRES 

El  primer  cuidado  fué  crear  escuelas  militares,  pues  si  bien  los  resul- 
tados de  la  campaña  eran  brillantes,  no  estaba  consolidado  el  país  y 
necesitaba  soldados. 

El  ejército  de  Chile,  empezó  á  formarse  bajo  la  acertada  dirección  de 
aquel  hombre  que  había  adquirido  desde  muy  joven  nociones  prácticas 
y  científicas  en  la  guerra  y  en  la  política,  y  que  tan  feliz  había  sido  en 
sus  campañas  y  en  el  mando. 

El  ejército  debía  tener  una  organización  completamente  europea ,  y 
la  caballería  toda  la  disciplina  y  severa  corrección  de  los  famosos 
«  granaderos  de  los  Andes  »  que  llevaron  hasta  el  Chimborazo  la  gloriosa 
bandera  argentina. 

La  presencia  del  general  San  Martín  era  necesaria  en  Buenos  Aires, 
su  persuasión  conseguiría  del  Gobierno  los  auxilios  que  le  eran  necesa- 
rios para  intentar  la  libertad  del  Perú. 

Al  despedirse  de  sus  soldados  les  dijo:  «Vuestro  bien  y  el  de  la  patria 
me  obligan  á  separarme  de  vosotros  por  pocos  días». 

Entonces  tuvo  un  brillante  rasgo  de  generoso  desprendimiento. 

Había  recibido  diez  mil  pesos  que  para  gastos  de  viaje  le  regaló  el 
cabildo  de  Santiago,  pero  su  noble  corazón  no  deseaba  sino  la  gratitud 
de  Chile  y  la  dicha  de  haberlo  hecho  libre. 

Al  llegar  á  Mendoza  escribió  rehusando  el  cariñoso  don:  «¡cuánto 
más  valía  consagrarlo  á  la  fundación  de  la  biblioteca  de  Santiago! »  «La 
ilustración  y  fomento  de  las  Letras, —  decía , —  es  una  llave  maestra  que  * 
abre  las  puertas  de  la  abundancia  y  hace  felices  á  los  pueblos.  Yo  deseo 
que  todos  se  ilustren  en  los  sagrados  derechos  que  forman  la  esencia  de 
los  hombres  libres.  » 


V 


Entre  las  manifestaciones  de  aprecio  y  de  entusiasmo  patrio,  recibió 
San  Martín  el  despacho  de  brigadier  de  los  ejércitos  de  la  patria. 

Era  el  premio  de  los 'triunfos  de  la  campaña  de  Chile;  pero,  modesto 
como  siempre  y* parco  en  sus  aspiraciones,  rehusó  los  honores  que  se 
le  dispensaban,  aceptando  únicamente  ante  la  justa  insistencia  del 
Gobierno. 


.IOsK    OK    SAX    MARTÍN"  143 

.  Con  activo  interés  se  ocupó  de  alcanzar  auxilios  y  protección 
para  Chile,  envió  comisionados  á  Inglaterra  y  á  los  Estados  Unidos  para 
adquirir  buques,  organizar  la  marina  y  contratar  oficiales;  además  de 
conseguir  por  cuenta  del  Gobierno  argentino  una  cantidad  de  quinientos 
mil  pesos,  negoció  un  empréstito  en  nombre  de  Chile,  autorizado  por 
poderes  ilimitados. 

Entretanto  los  realistas,  intentaban  de  nuevo  lanzarse  á ,1a  pelea  y 
reconcentraban  fuerzas  en  Talcahuano  al  mando  del  intendente  de 
Concepción,  D.  José  Ordóñez. 

Para  contener  en  su  propósito  al  jefe  español,  fué  nombrado  el 
coronel  D.  Juan  Gregorio  de  las  Heras,  á  quien  hoy  llama  Chile,  el  Sucre 
del  Sur. 

La  victoria  le  dio  sus  lauros  en  el  primer  combate:  Carapaligüe 
le  abrió  las  puerta^  de  Concepción,  consiguiendo  que  el  enemigo  se 
replegara  á  su  cuartel  de  Talcahuano. 

Ya  el  director  0'  Higgins  había  salido  para  dirigir  la  campaña, 
delegando  el  mando  en  el  argentino  coronel  Quintana,  cuando  llegó 
San  Martín.  Su  grande  capacidad  como  hacendista,  fué  el  alma  de 
aquella  administración  en  la  cual  operaba  milagros  para  subvenir  á 
todos  los  gastos  de  la  guerra. 

Se  procedió  inmediatamente  •  á  la  elección  de  tres  beneméritos 
patriotas  chilenos,  como  supremos  magistrados,  y  en  el  acto  solemne 
de  prestar  juramento,  expresó  el  generoso  San  Martín  que  el  ejército 
puesto  á  sus  órdenes  por  el  Gobierno  argentino,  no  tenía  más  objeto  que, 
asegurar  y  mantener  la  absoluta  independencia  de  Chile. 

Estas  palabras  respondían  á  calumniosos  comentarios  esparcidos 
contra  San  Martín,  pues  siempre  el  genio  y  la  heroicidad  tienen 
detractores  y  émulos. 

Pero  se  acercaba  el  momento  del  peligro  y  de  gloriosa  prueba  para 
el  ejército  libertador  y  para  el  pueblo  chileno. 

Una  numerosa  expedición,  al  mando  del  general  Osorio,  se  dirigió 
desde  el  Callao  á  las  costas  chilenas  y  desembarcó  en  Talcahuano,  en 
donde  estaba  Ordóñez,  reuniendo  entre  las  fuerzas  existentes  y  las 
recién  llegadas  un  ejército  como  de  siete  á  ocho  mil  hombres. 

0' Higgins  y  las  Heras,  retirados  al  lado  opuesto  del  Maule,  replegá- 
ronse de  allí  á  Talca  para  reconcentrarse  y  unirse  con  la  división  de 
San  Martín,    siguiendo   las  instrucciones  del  hábil  jefe,  eligiendo  éste 


144  AMERICAHOS   CÉLEBRES 

para  campamento  la  hacienda  de  las  Tablas,  distante  de  la  capital  como 
treinta  leguas  y  al  sur  de  Valparaíso,  cuyo  puerto  puso  San  Martín  en 
estado  de  defensa. 

Había  llegado  el  12  de  Febrero,  aniversario  de  la  acción  memorable 
de  Chacabuco,  y  en  ese  día  de  eterna  memoria,  para  alentar  el  entu- 
siasmo y  prepararse  á  la  pelea  se  leyó  el  acta  de  independencia. 

«Declaro  el  Gobierno  solemnemente  y  en  nombre  de  los  pueblos  en 
presencia  del  Altísimo,  é  hizo  saber  á  la  gran  confederación  del  género 
humano  que  el  territorio  continental  de  Chile  y  sus  islas  adyacentes 
formaban  de  hecho  y  por  derecho  un  Estado  libre,  independiente  y  sobe- 
rano y  quedaba  para  siempre  separado  de  la  monarquía  de  España». 

Al  terminar  la  fiesta  nacional,  abandonó  San  Martín  el  traje  de  gala, 
y  vestido  con  el  de  soldado,  salió  para  el  campamento  de  O'  Higgins  á 
conferenciar  porque  el  tiempo  era  precioso  y  el  éhemigo  acechaba  su 
presa. 


VI 


Reconcentrado  el  ejército,  se  dispuso  San  Martín  á  dar*  un  combate 
que  consolidara  la  libertad;  tomó  el  mando  de  la  primera  división  á 
vanguardia,  y  O'  Higgins  el  del  resto  de  las  fuerzas,  provistas  de  todo  lo 
necesario  y  ansiosas  de  luchar  y  de  vencer. 

El  día  19  de  Marzo  de  1818,  se  encontraban. ambos  ejércitos  como  á 
legua  y  media  uno  del  otro,  y  San  Martín  se  propuso  atacar  al  día 
siguiente  al  enemigo,  quien,  encerrado  en  Talca,  desconfiaba  del  éxito  y 
temía  la  destrucción  de  su  ejército,  pues  la  retirada  sería  imposible 
después  de  una  derrota ;  pero  en  aquella  noche  de  funesto  recuerdo  para 
Chile,  el  brigadier  Ordóñez,  el  coronel  Baeza  y  otros,  opinaron  en  el 
consejo  de  oficiales,  que  la  salvación  estaba  en  arriesgar  un  combate 
nocturno,  y  aceptado  el  plan  por  la  mayoría,  lo  pusieron  en  práctica. 

San  Martín,  estaba  situado  en  el  sitio  que  tiene  por  nombre  Cancha 
Rayada  y  había  dado  orden  de  cambiar  los  campamentos,  maniobra  que 
se  ejecutaba  en  el  momento  en  que  los  tiros  de  las  avanzadas  republi- 
canas anunciaban  el  ataque  imprevisto  del  enemigo.  La  línea  de 
avanzada  fué  dispersa ,  y  poseída  de  terror  inexplicable ,  se  dispersó  en 
distintas  direcciones. 


JOSÉ   DE   KAN   MASTÍN  145 

La  confusión  fué  espantosa;  el  valor  de  O'Higgins  á  pesar  de  una 
herida  que  había  recibido,  no  pudo  contenerla;  los  realistas  hacían  fuego 
en  toda  la  línea,  y  la  obscuridad  de  la  noche  contribuyó  á  que  en  la 
sorpresa  obtuvieran  completo  resultado. 

El  coronel  de  las  Heras  que  con  su  división  formaba  el  ala  derecha, 
se  retiró  gloriosamente  sin  pérdida  hasta  Chimbarongo,  en  donde  se 
encontraba  el  general  en  jefe,  quien  con  serenidad  y  activa  energía 
organizó  la  retirada,  mandada  la  artillería  chilena  por  el  mayor 
Borgoño,  pues  la  de  los  Andes  se  había  quedado  en  poder  del  enemigo. 
La  primera  división  era  la  que  estaba  al  mando  del  intrépido  las  Heras. 

Tal  fué  la  desastrosa  noche  de  Cancha  Rayada. 


VII 


El  golpe  fué  rudo,  y  la  noticia  causó  vivísima  impresión  en  la 
capital ,  pues  varios  de  los  fugitivos  exageraron  el  desastre  y  dieron  por 
perdida  la  causa  de  la  libertad.  Una  gran  parte  del  vecindario  creyó 
completamente  derrotado  el  ejército  y  procurando  salvar  vidas  y  hacien- 
das de  la  crueldad  de  Osorio,  escondieron  joyas  y  dinero  y  huyeron 
á  Mendoza,  mientras  que  otros,  temblando,  aguardaban  á  que  llegaran 
los  realistas  de  un  momento  á  otro. 

En  aquellas  circunstancias  tan  críticas  y  desesperadas,  llegó  el 
teniente  coronel  D.  Manuel  Rodríguez  y  trató  de  aplacar  aquel  des- 
aliento y  desesperación;  repartió  armas  para  todos  los  que  deseasen 
servir  á  la  patria,  levantó  un  regimiento  de  caballería  y  procuró 
transmitir  la  confianza. 

Los  conductores  del  Tesoro  público  que  ya  marchaban  hacia  Men- 
doza, recibieron  orden  de  volver,  y  puso  en  juego  todos  los  medios  para 
conjurar  la  mala  impresión. 

Sabedor  San  Martín  de  lo  ocurrido  en  Santiago,  creyó  oportuno 
presentarse  en  la  ciudad  con  O'Higgins,  para  tranquilizar  los  ánimos  y 
devolver  el  entusiasmo  y  la  fe. 

«¡Chilenos! — 'exclamó  San  Martín,  al  verse  rodeado  de  inmenso 
pueblo  que  acudía  á  su  encuentro  como  para  implorar  su  protección. — 
Una  casualidad  que  no  es  dado  al  hombre  evitar,  hizo  sufrir  á  nuestros 

10 


146  AMERICANOS    CÉLEBRES 

ejércitos  un  golpe  que  jamás  esperabais,  y  la  incertidumbre  os  hacía 
vacilar;  pero  ya  es  tiempo  de  que  volváis  sobre  vosotros  mismos  y 
observéis  que  el  ejército  de  la  patria  se  sostiene  con  gloria  al  frente  del 
enemigo,  que  vuestros  compañeros  de  armas  se  reúnen  apresuradamente 
y  que  son  inagotables  los  recursos  de  vuestro  patriotismo.  Al  mismo 
tiempo  que  los  tiranos  no  han  avanzado  un  punto  de  sus_  atrinchera- 
mientos, yo  dejo  en  el  cuartel  general  una  fuerza  de  más  de  cuatro  mil 
hombres,  sin  contar  con  las  milicias.  Me  presento  á  aseguraros  del  estado 
ventajoso  de  vuestra  suerte,  v  regresando  muy  en  breve  á  nuestro 
cuartel  general,  tendré  la  felicidad  de  concurrir  á  dar  un  día  de  gloria 
á  la  América  del  Sur». 

Su  esperanza  y  su  fe  en  el  porvenir  se  comunicó  á  la  población.  Todo 
lo  esperaba  de  su  genio  y  del  supremo  director  O'Higgins. 

En  las  comunicaciones  enviadas  á  los  departamentos,  se  decía: 

«El  general  ofrece  con  su  cabeza  no  dejar  una  de  las  del  enemigo,  si 
los  subditos  del  Estado  creen  en  su  palabra  $  si  los  ciudadanos  le 
ayudan  en  la  esfera  de  sus  alcances». 

Y  con  su  ejemplo,  soldados  y  pueblo  trabajaban  para  reorganizar  el 
ejército . 

El  llano  de  Maipu  se  transformó  en  vasto  campo  de  instrucción ,  y  á 
los  trece  días  de  la  derrota  de  Cancha  Rayada,  estaban  los  patriotas 
dispuestos  á  combatir. 

El  general  español  Osorio,  orgulloso  con  el  triunfo  y  creyendo  segura 
total  victoria,  se  dirigió  lentamente  á  la  capital,  y  el  1.°  de  Abril  vadeó 
el  rio  Maipu,  permaneciendo  hasta  el  4  en  la  hacienda  de  la  Calera. 

El  día  5  se  puso  en  movimiento  con  dirección  al  campo  republicano. 

San  Martín  lo  aguardaba;  había  tomado  el  mando  déla  caballería,  y 
muy  de  madrugada,  al  recorrer  la  línea  y  estudiar  las  posiciones  del 
enemigo,  dijo  á  sus  ayudantes. 

« El  sol  que  asoma  en  la  cumbre  de  los  Andes ,  va  á  ser  testigo  del 
triunfo  de  nuestras  armas.  Osorio  es  mucho  más  torpe  de  lo  que  yo 
pensaba » . 

Colocados  uno  y  otro  ejército  sobre  colinas  que  dominan  el  valle 
plano  y  angosto,  se  contemplaron  por  un  momento  como  dos  atletas, 
provocándose  á  la  lucha:  el  que  tomó  la  iniciativa  fué  San  Martín;  su 
artillería  empezó  á  cañonear  la  posición  enemiga ,  y  como  ésta  no 
contestara,    dio   la   orden   de  marcha,   arma  al  brazo,  y  las  columnas 


JOSÉ    DE    SAN    MARTÍN  147 

empezaron  el  descenso,  ínterin  tronaba  el  cañón  y  á  pesar  del  nutrido 
fuego  de  los  contrarios.  Los  escuadrones  realistas  bajaron  á  su  vez,  pero 
el  coronel  Zapiola  se  lanzó  sobre  ellos  y  los  rechazó  valerosamente.  La 
acción  se  hizo  general ,  y  los  bravos  soldados  de  la  patria  y  las  aguerri- 
das huestes  castellanas  se  acometieron  con  furor  y  se  confundieron  en  la 
bizarría  y  en  la  temeridad. 

Retroceden  los  realistas;  avanzan  los  republicanos  hasta  una  loma 
de  la  cual  vigorosamente  los  rechazad  enemigo,  y  por  último  la  victoria 
bate  palmas  en  el  campo  patriota ,  y  San  Martín  adelanta  con  su  escolta 
para  activar  la  persecución  de  los  vencidos. 

El  supremo  director  O'Higgins,  no  repuesto  de  la  herida  que  recibió 
en  Cancha  Rayada,  asistió  sin  embargo,  á  la  acción,  presenciando  el 
triunfo. 

A  las  seis  de  la  tarde  del  día  5  de  Abril  de  1818,  el  ejército  vencido 
diez  y  ocho  días  antes,  era  vencedor  v  afirmaba  en  Maipu  la  indepen- 
dencia chilena. 

Los  realistas  huían,  y  O'Higgins  exclamaba:  ¡Gloria  al  salvador  de 
Chile ! 


VIH 


San  Martín  entró  en  la  capital  á  las  diez  de  la  noche,  saludado 
con  frenético  entusiasmo,  con  delirante  júbilo  por  la  población  en  masa; 
cien  lenguas  de  bronce  aclamaban  al  propio  tiempo  al  vencedor. 

La  alegre  nueva  llegó  á  Mendoza  poco  después  de  haber  sido  pasado 
por  las  armas,  Juan,  José  y  Luis  Carrera,  presos  hacía  tiempo  en  los 
calabozos  de  aquella  población  y  acusados  de  conspiración. 

La  calumnia  ha  intentado  manchar  la  limpia  historia  de  San  Martín 
culpándole  por  aquellas  sangrientas  ejecuciones,  que  sólo  tuvieron  por 
base  los  odios  políticos  y  las  circunstancias  especiales  que  concurrieron 
á  la  pérdida  de  aquellos  infortunados. 

La  Historia  ha  justificado  á  San  Martín. 

Años  después,  un  ilustre  escritor  chileno,  un  incansable  narrador  de 
glorias  nacionales  1,  acusaba  también  á  San  Martín  en  su  libro  Ostracismo 

Viouña  Muckenuii. 


148  AMERICANOS   CÉLEBRES 

de  Carrera ,  pero  reconocido  su  error,  más  tarde  con  leal  franqueza  lo 
celebra  en  el  Ostracismo  de  O' Higgins  y  dice  «se  congratula  por  haber 
hallado  documentos  que  lavan  una  mancha  que,  como  el  reflejo  de  una 
afrenta  nacional,  la  tradición  desautorizada  hacía  pesar  sobre  dos 
nombres  tan  grandes  como  San  Martín  y  O 'Higgins». 

El  noble  vencedor  de  Maipu  soñaba  siempre  con  la  redención  del 
Perú  y  en  10  de  Mayo  de  1818,  volvió  á  Buenos  Aires  para  insistir  en  la 
magna  empresa. 

La  sencillez  y  modestia  del  guerrero,  esquivaban  toda  manifestación 
pública;  pero  el  entusiasmo  y  la  admiración  del  pueblo  argentino  le 
tributaron  grandes  ovaciones,  á  la  par  de  aquellas  que  el  Gobierno 
le  otorgó. 

A  pesar  de  sus  esfuerzos  no  logró  los  auxilios  para  la  expedición  del 
Perú,  y  después  de  permanecer  en  Mendoza  hasta  el  mes  de  Octubre, 
abatido  y  descontento  volvió  á  Chile,  presentándose  de  improviso  en 
Santiago  para  no  dar  lugar  á  fastuosa  entrada  que  el  pueblo  agradecido 
pensaba  proporcionarle. 

La  situación  de  Chile  era  lisonjera ,  y  precisamente  uno  de  los  valien- 
tes en  la  retirada  de  Cancha  Rayada  y  de  los  héroes  en  Maipu  acababa 
de  dar  á  su  patria  una  página  más  de  gloria:  la  captura  de  la  fragata 
española  María  Isabel,  que  se  dirigía  al  Callao  custodiando  un  convoy. 

El  marino  que  llevó  á  cabo  tal  hazaña  era  el  contraalmirante  Blanco 
Encalada. 

San  Martín  se  encontró  en  difíciles  y  extrañas  circunstancias.  Su 
noble  y  liberal  ambición,  le  llamaba  al  Perú;  su  deber,  á  la  república 
Argentina,  i  amenazada  por  numerosas  fuerzas  españolas  y  por  discor- 
dias civiles;  pero  la  suerte  favoreció  de  nuevo  al  victorioso  caudillo; 
el  Gobierno  autorizó  su  marcha  al  Perú,  permitiendo  que  los  escua- 
drones de  cazadores  á  caballo  que  se  encontraban  en  Cuyo,  pasaran  á 
Chile. 

El  20  de  Agosto  de  1820  estaba  la  escuadra  chilena  reunida  cu 
Valparaíso  y  dispuesta  para  llevar  al  Perú  al  ejército  libertador. 

Lord  Cochrane,  conde  de  Dundonald,  el  valiente  escocés,  partidario 


1  Dice  el  general  Mitre  que  el  reclamo  urgente  del  Gobierno  argentino  para  el  regreso  del  ejército  libertador, 
oreó  nna  situación  dificilísima  al  general  San  Martin,  y  las  vacilaciones  de  su  alma,  combatida  por  sus  convic- 
ciones y  por  la  obligación  de  la  obediencia  militar,  se  traslucían  on  su  correspondencia  oficial  y  en  la  confiden- 
cial con  sus  amigos. 


JOSÉ  DE   SAN   MASTÍN  149 

decidido  de  la  libertad  americana,  era  el  almirante,  y  San  Martín  el 
general  en  jefe  de  la  expedición ,  compuesta  de  unos  siete  mil  hombres 
entre  argentinos  y  chilenos.  1 

El  puerto  de  Pisco  fué  elegido  para  el  desembarque,  acampando  el 
ejército  á  corta  distancia  de  la  costa,  confiando  San  Martín  en  la 
grandeza  de  su  misión  y  en  el  triunfo. 

«Es  verdaderamente  curioso,  — dice  Azpurua  en  sus  hombres  ilustres 
—  que  el  hombre  que  había  atravesado  los  Andes  al  galope  con  su 
caballo  y  afrontado  en  serias  batallas  á  los  españoles  en  las  mismas 
faldas  de  la  cordillera  por  donde  descendía ,  cambiase  completamente  de 
táctica  al  desembarcar  en  la  ribera  peruana  y  ofreciese  á  los  inteligentes 
el  raro  aspecto  de  un  general  que  en.  dos  campañas  emprendidas  con 
idéntico  objeto,  siguiera  dos  sistemas  abiertamente  contrarios  y  obtu- 
viera el  mismo  resultado». 

El  General  en  jefe  destacó  una  columna  al  mando  del  fiel  Arenales  y 
la  envió  á  la  sierra',  ínterin  el  grueso  del  ejército  se  ponía  en  marcha 
para  acercarse  por  el  Norte  á  la  capital;  al  efecto  se  dirigió  al  puerto  de 
Huacho  y  acampó  con  todo  su  ejército  en  el  saludable,  pintoresco  y 
abundante  valle  de  Huaura. 

El  esforzado  general  Alvarez  de  Arenales,  español  educado  en 
Buenos  Aires,  empezó  la  campaña  con  notable  acierto  y  buena  fortuna, 
pues  batió  en  el  Cerro  á  una  división  española  mandada  por  el  brigadier 
O'Reilly,  cayendo  éste  prisionero. 

Su  derrota  le  causó  al  bravo  brigadier  tal  vergüenza ,  que  habiéndole 
mandado  prisionero  al  campamento  de  San  Martín,  pidió  á  éste  le 
permitiera  regresar  á  España,  y  otorgado  su  deseo,  se  embarcó  en  el 
San  Patricio  el  23  de  Noviembre  de  1821;  pero  creyendo  una  deshonra 
presentarse  vencido,  se  arrojó  al  mar.  Era  irlandés  de  nacimiento,  pero 
había  servido  en  España  contra  las  tropas  francesas. 

Entretanto  la  escuadra,  dirigida  por  Cochrane,  había  empezado  el 
bloqueo  del  Callao,  tomando  la  fragata  Esmeralda  el  intrépido  Almi- 
rante y  el  capitán  Guisse ;  esta  presa  fué  en  alto  grado  ventajosa  ,para 
los  republicanos,  pues  asombrados  los  españoles  por  aquella  audacia,  les 
dieron  mayor  valor  é  importancia,  y  los  altivos  generales  y  jefes  del 
ejército  realista  que  hasta  entonces  habían  considerado  á  los  patriotas 

'    En  algunas  biografías  y  crónicas  se  dice  no  pasaban  de  cuatro  mil 


150  AMERICANOS    CÉLEBRES 

como  revoltosos,  los  juzgaron  como  beligerantes  y  con  derecho  de 
guerra  como  á  tales. 

El  general  Arenales  era  un  militar  leal,  valiente  v  severo,  hasta  el 
punto  de  no  aceptar  un  ascenso  para  un  hijo  suvo  teniente,  por  creer  no 
había  hecho  méritos  para  tal  recompensa. 

La  primera  campaña  de  la  sierra,  llevada  á  cabo  por  este  general,  es 
una  de  las  páginas  más  gloriosas  de  su  vida  militar. 

San  Martín  se  había  adelantado  por  el  Norte  para  cortar  todo  apoyo 
ó  refuerzo  á  la  capital. 

Ya  desde  Pisco  se  había  puesto  en  contacto  con  los  patriotas  para  que 
ayudaran  á  llevar  á  buen  término  la  guerra,  autorizándole  para  tomar 
lo  que  fuera  preciso  y  comprometiéndose  á  pagar  cuando  el  ejército 
entrara  en  la  capital. 

«Por  la  presente, —  decía  San  Martín,  —  empeño  mi  palabra  de  honor 
y. los  respetos  de  mi  autoridad,  que  inmediatamente  que  las  armas  de  mi 
patria  entren  á  la  capital  del  Perú,  pagaré  fiel  y  cumplidamente  las 
cantidades  que  los  buenos  patriotas  quisiesen  suministrar  al  dador  de 
ésta  para  objetos  interesantes  á  la  causa  sagrada  de  América,  para  lo 
cual  ruego  contribuyan  según  sus  fuerzas  en  el  concepto  de  que  estimaré 
este  servicio  como  el  más  importante  á  la  patria  v  que  será  cubierto 
por  mí  todo  recibo  que  en  virtud  de  este  documento  se  me  presente  en 
Lima  » . 

El  General  en  jefe  mandó  á  los  departamentos  emisarios  inteligentes 
para  fomentar  la  insurrección  y  creó  la  bandera  peruana,  tomando  dos 
de  los  colores  de  las  naciones  hermanas  y  auxiliares:  el  color  rojo  de 
Chile  y  el  b  Janeo  de  la  Argentina. 

Precisamente  el  triunfo  de  Arenales  mencionado  anteriormente,  coin- 
cidió con  la  presa  de  la  Esmeralda  y  con  la  incorporación  del  batallón 
Numaneia  á  las  tropas  auxiliares,  esta  deserción  se  debió  en  gran  parte 
no  sólo  á  la  inclinación  natural  de  los  soldados  y  jefes  que  eran  en  su 
mayoría  colombianos,  sino  también  á  los  hábiles  estímulos  de  San 
Martín,  pues  que  usó  hasta  de  las  armas  femeninas,  es  decir,  de  los 
fulgores  que  lanzan  los  ojos  de  las  seductoras  limeñas  y  del  amor  que 
inspiran  sus  encantos. 

El  batallón  Numaneia,  fuerte  de  seiscientas  cincuenta  plazas,  se 
encontraba  en  el  valle  de  Chancay,  cuando  en  masa  fué  á  incorporarse 
con  los  patriotas    en    Huaura,   que   le   recibieron    con  loco  entusiasmo. 


JOS]':   DE   SAX    MARTÍN  151 

San  Martín  le  entregó  la  bandera  del  ejército  como  muestra  de  ilimitada 
confianza. 

Uno  de  los  planes  más  importantes  para  los  patriotas  era  apoderarse 
del  castillo  Real  Felipe  en  el  Callao,  para  lo  cual  estaban  en  connivencia 
con  un* coronel  caraqueño,  Cortines,  y  con  un  español  coronel  graduado, 
Santalla:  pero  sabedor  el  Virrey  de  que  se  fraguaba  la  entrega  por 
traición,  depuso  á  varios  oficiales,  redujo  á  prisión  á  otros  v  se  fustró 
por  entonces  el  resultado  apetecido. 

La  gran  causa  de  independencia  peruana  estaba,  sin  embargo,  muy 
adelantada  v  en  buen  camino;  pero  San  Martín  procuraba  activar  el 
éxito  por  medio  de  deserciones  en  el  ejército,  de  combinaciones  con  los 
patriotas  de  cada  provincia  y  por  continuas  escaramuzas,  sin  presentar 
batalla  decisiva,  pues  ,su  ejército  era  escaso  para  batir  á  los  españoles; 
éstos,  intentaron  atacarlo  en  Retes  adonde  se  había  dirigido,  pero 
informado  de  aquel  plan  retrocedió  á  Huaura  y  el  Virrey  Pezuela ,  tal 
vez  mal  informado,  hizo  retroceder  sus  tropas  hasta  el  campamento  de 
Azuapuquio,  temiendo  que  San  Martín  se  embarcara  en  Huacho  para 
ir  á  Chorrillos  y  de  allí  dirigirse  á  Lima. 

Los  jefes  Canterae  y  Laserna,  conspiraron  poco  después  contra  el 
virrey  Pezuela,  y  gran  número  de  oficiales  de  acuerdo  con  aquellos 
generales,  le  intimaron  resignase  el  mando  y  saliera  para  España 
La  Junta  Directiva  de  Guerra  le  dio  á  Laserna  por  sucesor  en  el 
virreinato. 

San  Martín,  aleccionado  en  la  guerra  de  España  contra  Francia, 
estableció  el  sistema  de  guerrillas  tan  temibles  para  los  franceses  y  que 
tal  estrago  causaron  en  los  ejércitos  de  Napoleón,  y  á  las  cuales  en 
América  llamaron  los  realistas  montoneras .  Varios  de  los  guerrilleros 
adquirieron  verdadera  celebridad  y  ayudaron  poderosamente  en  todos 
los  países  americanos  al  triunfo  de  la  libertad-. 

España,  noticiosa  de  los  acontecimientos  del  Perú,  había  enviado 
comisionados  para  tratar  un  arreglo  ventajoso,  y  uno  de  ellos  llegó  al 
campamento  de  San  Martín  en  donde  éste  le  hizo  todos  los  honores 
debidos  á  su  cargo,  y  poco  después  se  entablaron  conferencias  que 
tendían  á  un  arreglo  satisfactorio  entre  España  y  América;  pero  no  se 
consiguió  el  completo  acuerdo  en  las  bases,  y  únicamente  se  acordó 
que  el  Virrey  saliera  de  Lima  para  el  Sur,  dejando  á  San  Martín  la 
capital  y  territorio  del  Perú  que  queda  al  Norte  del  departamento  del 


152  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Cuzco  1  ínterin  se  mandaban  comisionados  á  la  metrópoli  para  ajustar 
un  tratado  y  durante  un  armisticio  de  diez  y  ocho  meses. 

Arenales  había  conseguido  nuevas  victorias  y  ocupaba  gran  exten- 
sión de  territorio,  cuando  evacuada  Lima  por  los  españoles  que  con  el 
Virrey  se  dirigían  á  la  Sierra ,  tomó  San  Martín  pacífica  posesión  de  la 
ciudad,  declarando  desde  aquel  momento  al  I}<tú  libre  é  independiente. 

-  El  sitio  de  los  castillos  del  Callao  continuó,  y  San  Martín  reasumió 
el  mando  supremo  con  el  nombre  de  Protector  del  Perú,  entre  los  minis- 
tros figuraba  el  notable  argentino  Monteagudo,  uno  de  los  hombres 
más  hábiles  en  política,  y  de  elevadísima ,  sagaz  inteligencia. 

La  causa  española  estaba  perdida,  y  á  pesar  de  los  poderosos  es- 
fuerzos del  virrey  Laserna  y  del  general  Canterac  para  sostener  la 
bandera  de  la  patria  en  los  castillos  del  Callao,  fué  imposible  impedir 
la  capitulación  y  entrega  de  aquellos  baluartes  del  poder  colonial,  el 
día  21  de  Septiembre  de  1821. 

La  enseña  republicana  ondeó  por  primera  vez  en  las  temibles  forta- 
lezas. 

La  organización  y  administración  del  país  fijaron  muy  particular- 
mente la  atención  de  San  Martín,  y  la  instrucción  pública,  las  mejores 
reformas  á  todos  los  ramos,  los  censos,  el  desarrollo  del  comercio  é 
industria,  la  libertad  para  los  esclavos,  decretada  el  12  de  Agosto  de 
1821,  fueron  otros  tantos  bienes  que  derramó  y  que  hacen  inolvidable 
el  recuerdo  de  su  mando\  así  como  el  de  sus  virtudes  cívicas  y  de  las 
sabias  reformas  sociales,  que  es  el  más  lozano  laurel  de  su  corona. 

Sin  embargo  de  tan  relevantes  cualidades,  la  calumnia  y  la  ingra- 
titud se  cebaron  en  el  procer  argentino.  En  Diciembre  de  1821 ,  se 
formó  una  conspiración  encaminada  á  derrocarle  del  mando  y  tal  vez 
haber  llegado  hasta  el  crimen,  según  algunos  historiadores. 

La  conspiración  fué  descubierta  por  denuncia,  y  la  amargura  y  el 
desaliento,  invadieron  el  corazón  de  San  Martín.  Creyéndolo  deshonroso 
ni  aun  pretendió  hacer  extensas  averiguaciones,  para  no  tener  que 
castigar  á  los  culpables. 

La  vida  pública  le  era  ya  insoportable,  porque  su  corazón  estaba 
dilacerado  con  tantos  desengaños ,  traiciones,  ingratitudes  y  bajezas.  - 


'     Paz  Soldán,  Perú  independiente, 
2    Palabras  de  San  Martín. 


JOSÉ   DE    SAN   MAKTÍN  153 

Todavía  el  poder  español  tenía  en  el  Perú  ejércitos  y  generales, 
agonizante  virreinato  y  parte  del  territorio,  cuando  Bolivar,  triunfante 
en  Pasto,  y  libre  el  Ecuador  por  la  batalla  del  Pichincha,  ganada  por 
el  invicto  Sucre,  se  dirigió  á  Guayaquil  y  verificó  allí  la  memorable 
conferencia  con  el  protector  San  Martín,  para  tratar  de  la  completa 
emancipación  del  suelo  peruano,  que  reclamaba  el  auxilio  del  libertador 
de  Colombia. 

Aquella  entrevista  entre  los  dos  colosos  de  la  libertad  americana, 
fué  decisiva ,  porque  el  vencedor  de  Chacabuco  y  Maipu  y  el  valeroso 
Bolivar,  convinieron  los  medios  para  terminar  la  prolongada  contienda, 
la  cual  no  podía  tener  tan  fácil  solución  si  el  jefe  venezolano  no  pres- 
taba su  auxilio. 

El  héroe  le  prometió  eficazmente  ayudar  al  logro  del  noble  pro- 
pósito, y  combatiólas  ideas  monárquicas  de  San  Martín,  que,  franco  y 
sencillo  manifestaba  abiertamente  su  opinión  en  los  pueblos  de  América; 
decía:  «No  hay  elemento  republicano,  y  en  mi  concepto,  sería  más  fácil 
establecer  monarquía  como  la  del  Brasil».  1 

El  Protector  permaneció  tres  días  en  Guayaquil,  y  el  19  de  Agosto 
de  1822  volvió  á  Lima,  decidido  á  separarse  del  mando,  para  lo  cual 
activó  la  instalación  del  Congreso  Constituyente . 

Suspiraba  por  la  tranquilidad  y  aislamiento  que  tanto  necesitaba.  Así 
le  decía  á  su  amigo  querido  O'Higgins. 

El  20  de  Septiembre  se  reunió  el  primer  Congreso  del  Perú  indepen- 
diente. » 

En  ese  día ,  San  Martín ,  después  de  asistir  al  Tedeum  en  la  catedral, 
acompañado  por  las  autoridades,  ministros  y  diputados,  se  dirigió  al 
salón  de  sesiones,  y  cuando  los  representantes  del  país  tomaron  asiento, 
se  puso  en  pie,  y  despojándose  de  la  banda  bicolor,  dijo: 

«Al  depositar  la  insignia  que  caracteriza  al  Jefe  Supremo  del  Estado, 
no  hago  sino  cumplir  con  mi  deber  y  con  los  votos  de  mi  corazón;  si 
algo  tienen  que  agradecerme  los  peruanos,  es  el  ejercicio  del  Supremo 
Poder  que  el  imperio  de  las  circunstancias  me  hizo  obtener,  y  hoy  que 
felizmente  lo  dimito,  pido  al  Ser  Supremo  que  conceda  á  este  Congreso, 
el  acierto,  luz  y  tino  que  necesita  para  hacer  la  felicidad  de  sus  repre- 
sentantes. ¡¡¡Peruanos!!!  Desde  este  momento  queda  instalado  el  Con- 

1    Memorias  do  T.  C.  Mosquera 


154  AMEBICAXOS   CÉLEBRES 

greso  Soberano,  y  el  pueblo  reasumirá  el  Poder  Supremo  en  todas  sus 
partes. » 

El  Protector  puso  sobre  la  mesa  seis  pliegos  cerrados  v  salió  del 
Congreso,  marchando  en  seguida  al  inmediato  pueblo  de  la  Magdalena 
para  ocuparse  en  los  preparativos  de  viaje. 

El  Congreso  nombró  al  desinteresado  ciudadano,  Generalísimo  de  las 
armas  de  mar  y  tierra  del  Perú.  El  Protector  sólo  aceptó  el  título 
como  página  de  grata  memoria ,  puesto  que  decidido  á  entrar  en  la  vida 
privada,  sólo  saldría  de  ella  si  los  peruanos  necesitaran  su  auxilio  y 
viesen  amenazada  su  libertad. 

Su  despedida  fué  tan  elevada  y  digna  como  todos  los  actos  de  su 
vida. 

« ¡  ¡  ¡Peruanos! ! !  Presenciad  la  declaración  de  la  independencia  de  los 
Estados  de  Chile  y  Perú;  existe  en  mi  poder  el  estandarte  (pie  trajo 
Pizarro  para  esclavizar  el  imperio  de  los  incas]  y  he  dejado  de  ser 
hombre  público.  He  aquí  recompensados,  con  usura,  diez  años  de 
revolución  y  de  guerra.  Mis  promesas  para  con  los  pueblos  en  que  he 
hecho  la  campaña,  están  cumplidas:  hacer  su  independencia  y  dejar 
á  su  voluntad  la  elección  de  sus  Gobiernos;  la  presencia  de  un  militar 
afortunado,  por  más  desprendimiento  que  tenga,  es  temible  á  los  Es- 
tados que  de  nuevo  se  constituyan.  Por  otra  parte,  ya  estoy  aburrido 
de  oír  decir  que  quiero  hacerme  Soberano;  sin  embargo,  siempre  estaré 
pronto  á  hacer  el  último  sacrificio  por  la  libertad  del  país,  pero  en  clase 
de  simple  particular  y  no  más.    ■ 

En  cuanto  á  mi  conducta  pública,  los  patriotas  dividirán  sus  opi- 
niones, como  sucederá  en  todo  lo  demás:  á  las  generaciones  futuras 
queda  reservada  la  misión  de  pronunciar  su  verdadero  fallo  con  impar- 
cialidad. 

¡¡¡Peruanos!!!  Os  dejo  establecida  la  representación  nacional:  si 
depositáis  en  ella  una  entera  confianza,  cantad  el  triunfo;  si  no  la 
anarquía  os  va  á  devorar.  ¡Que  el  acierto  presida  vuestros  destinos  y 
que  éstos  os  colmen  de  felicidad  y  paz !  —  José  de  San  Martín  » . 

Notició  á  Bolivar  su  renuncia  del  mando  y  son  dignos  de  mención 
algunos  párrafos  de  su  carta. 

«Lleno  de  laureles  en  los  campos  de  batalla,  mi  corazón  jamás  ha 
sido  agitado  de  la  dulce  emoción  que  le  conmueve  en  este  día  venturoso; 
el  placer  del  triunfo  para  un  guerrero  que  pelea  para  la  felicidad  de  los 


JOSÉ    I>E    SAX    MARTÍX  •  155 

pueblos,   sólo  lo  produce  la   persuasión   de  ser  un  medio  para  que  goce 

de   sus   derechos Mi  gloria   está   colmada   cuando  veo   instalado   el 

Congreso  Constituyente Si   mis  servicios  por  la   causa  de    América 

merecen  consideración  al  Congreso,  yo  los,  represento  hoy,  sólo  con  el 
objeto  de  que  no  haya  ni  un  sólo  sufragante  que  opine  por  mi  conti- 
nuación al  frente  del  Gobierno;  por  lo  demás,  la  voz  del  Poder  Soberano 
de  la  nación  será  siempre  oída  con  respeto  por  San  Martín  como 
ciudadano  del  Perú,  y  obedecida  y  hecha  obedecer  por  él  mismo, 
como  el  primer  soldado  de  la  libertad». 

El  Generalísimo  llegó  á  Valparaíso  á  bordo  de  la  goleta  Moctezuma, 
y  escaso  de  salud  y  de  recursos,  pidió  hospitalidad  á  su  fiel  amigo 
O'Higgins.  Su  decaimiento  físico  era  grande,  y  esto  le  hizo  permanecer 
dos  meses  en  aquella  tierra  chilena  tan  querida,  que  le  había  aclamado 
con  loco  entusiasmo  cuando  le  debió  su  libertad,  pero  que  entonces  le 
acogió  con  el  frío  glacial  del  olvido. 

Otro  dolor  profundo,  acerbo,  desgarró  su  corazón  al  llegar  á  Men- 
doza. Su  compañera,  su  esposa,  en  quien  creía  encontrar  el  amante 
consuelo  para  sus  decepciones  políticas,  había  muerto;  y  al  recibir  la 
infausta  nueva  tornóse  aún  más  triste  y  sombría  la  vida  de  San  Martín, 
y  su  desaliento  creció  en  Buenos  Aires,  envuelto  en  fratricida  lucha, 
en  la  cual  preocupada  la  atención  general,  ni  aun  se  fijó  en  la  presencia 
del  procer  argentino. 

Sólo  un  lazo  le  era  aún  grato  y  querido:  su  hija. 

Con  ella  se  trasladó  á  Europa,  y  en  Bélgica  vivió  aislado,  casi  care- 
ciendo de  lo  necesario,  completando  la  educación  de  aquella  única 
heredera  de  su  nombre. 

Más  tarde ,  un  noble  corazón  se  encargó  de  ser  la  providencia  del 
Protector  del  Perú  1  y  proporcionarle,  con  delicadeza  suma,  lo  nece- 
sario para  su  bienestar. 

En  1832,  Mercedes  San  Martín,  el  ángel  del  solitario  hogar  del 
proscrito,  se  unió  con  el  elegido  de  su  corazón,  con  otro  hijo  benemé- 
rito de  las  orillas  del  Plata  2;  pero  siempre  fué  la  tierna  y  cariñosa 
compañera  del  venerable  anciano  que  vivió  en  Grand-Bourg,  rodeado 
de  trofeos  de  su  vida  de  soldado  y  siendo  objeto  de  veneración  de 
propios  y  de  extraños. 

1     D.  Alejandro  Aguado. 
3    D.  Mariano  Balcarcp. 


156  •  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Allí  murió  en  brazos  de  su  hija  amantísima,  ella  recoció  el  postrer 
suspiro  del  héroe  y  vio  extinguirse  aquella  vida  fecunda  en  bienes 
para  la  Humanidad  y  en  glorias  para  su  patria. 

Pasaron  largos  años,  y  el  día  13  de  Julio  de  18G2,  vistió  de  fiesta 
la  ciudad  de  Buenos  Aires.  En  la  hermosa  plaza  de  Marte  se  agitaba 
inmensa  multitud  que  rendía  homenaje  á  la  memoria  del  general  don 
José  de  San  Martín,  cuya  estatua  se  levantaba  arrogante  y  era  objeto 
del  público  regocijo. 

Había  llegado  la  hora  del  verdadero  fallo,  y  la  justicia  y  la  gratitud 
de  los  pueblos  eternizaba  en  bronce  la  imagen  del  soldado  de  la 
libertad,  y  su  nombre  y  su  recuerdo,  viven  y  vivirán  en  las  futuras 
generaciones,  y  serán  eternos  como  las  heladas  cumbres  de  los  Andes. 

En  Mayo  de  1880,  se  cumplió  el  último  deseo  del  general  San 
Martín:  sus  venerados  restos  descansan  ya  en  suelo  argentino,  y  si 
la  vida  le  abandonó  en  extraño  suelo,  hoy  sus  cenizas  están  cobijadas 
por  la  bandera  de  la  patria. 


^ 


FRANCISCO   MIRANDA 


FRANCISCO  MIRANDA 


L  9  de  junio  *de  1756  nació  en  Caracas  un  niño, 
hijo  de  I).  Sebastián  Miranda  y  de  D.a  Fran- 
cisca  A.  Rodríguez  y  Espinosa. 

Pasados  los  primeros  años  y  deseosos  sus  padres 
de  que  siguiera  la  carrera  militar  por  la  cual 
Francisco  Gabriel  era  entusiasta,  le  enviaron  á  España, 
porque  como  en  las  pasadas  generaciones,  la  nobleza 
era  intransigente  sobre  todo  en  las  colonias,  no  había 
consentido  la  de  Caracas  en  recibir  a  Miranda  como 
cadete,  aun  cuando  perteneciera  á  familia  rica,  honrada 
y  de  merecida  reputación. 
El  carácter  y  clarísimo  talento  del  joven  venezolano  le  hicieron 
alcanzar  rápidamente  buen  puesto  en  el  ejército  español,  y  cuando  la 
.  Francia  y  la  España  se  declararon  á  favor  de  las  colonias  contra 
Inglaterra,  formó  parte  de  las  fuerzas  españolas  enviadas  al  Norte- 
américa, y  sin  duda,  entonces.,  cultivando  el  trato  con  los  independientes, 
surgió  en  su  pecho  el  sentimiento  de  libertad  para  su  patria. 

Firmado  en  Versalles  el  tratado  de  paz,  reconocida  la  independencia 
de  los  Estados  Unidos,  pasó  Miranda  á  la  isla  de  Cuba,  en  donde  el 
bondadoso  capitán  general  D.  Manuel  Cajigal,  prendado  del  joven 
hispano-americano,  le  colocó  á  su  lado  como  ayudante,  y  afectuosa 
simpatía  unió  al  jefe  y  al  oficial  con  sólida  amistad. 


158  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Así  corrió  la  vida  de  Miranda  durante  algún  tiempo,  hasta  que  perse- 
guido con  su  jefe  por  imaginario  plan  de  entregar  la  isla  á  los  ingleses 
y  temiendo,  que  la  causa  languideciese  años  v  años  como  sucedió,  ' 
resolvió  viajar  y  prepararse  para  poner  en  práctica  el  pensamiento  que 
de  larga  fecha  meditaba. 


II 


Prusia,  Austria,  Turquía  y  después  Rusia,  fueron  para  el  joven 
caraqueño  inagotable  fuente  de  estudios  políticos,  v  la  emperatriz 
Catalina  II  mostró  tan  entusiasta  predilección  por  su  talento  v  cuali- 
dades características,  que  dio  lugar  á  comentarios  y  á  diferentes 
apreciaciones,  y  entre  éstas  contábanse  flaquezas  mujeriles,  las  cuales 
son  ajenas  á  la  vida  pública  de  Miranda,  por  lo  que,  nos  concretamos  á 
consignar  que  fué  autorizado  para  usar  el  uniforme  de  coronel  de  la 
milicia  rusa;  que  recibió  singulares  atenciones  en  San  Petersburgo  de 
toda  la  sociedad,  y  que  la  Emperatriz,  después  de  haberle  ofrecido 
protección  para  la  gran  empresa.de  libertar  á  Venezuela,  le  recomendó 
á  todos  sus  embajadores  en  el  extranjero,  de  este  modo: 

«Queriendo  S,  M.  Imperial  dar  á  D.  Francisco  Miranda  una  prueba 
relevante  de  su  singular  aprecio  y  del  interés  particular  que  toma  por  él, 
encarga  á  V.  E.  haga  á  este  oficial  una  acogida  proporcionada  al  aprecio 
con  que  ella  le  distingue. 

»Le  tributará  V.  E.  todas  las  atenciones  y  cuidados  posibles,  y  dará, 
asistencia  y  protección  siempre  .que  la  necesite  y  cuando  él  quiera 
reclamarla,  y  le  franqueará,  en  «fin,  en  caso  necesario,  un  asilo  en  su 
palacio.» 

En  1790  se  encontraba  Miranda  en  Inglaterra  y  su  alta  capacidad,  le 
sugirió  la  idea  de  someter  al  ministro  Pitt  su  plan  de  emancipación  de 
Venezuela,  y  seguramente  hubiera  conseguido  ayuda  del  sagaz  inglés, 
si  las  consideraciones  políticas  y  diplomáticas  no  hubieran  hablado 
muy  alto  en  contra  del  proyecto  de  Miranda  é  hicieran  imposible,  toda 
protección  ó  aceptación  del  plan  revolucionario. 

1    Diez,  y  ocho  años  más  larde  se  reconoció  que  Cajigal  y  Miranda  eran  ¡nocentes. 


FRANCISCO    MIRANDA  159 

Trasladóse  á  Francia,  en  momentos,  de  terrible  crisis  cuando  la 
convulsión  de  aquel  pueblo  atraía  las  miradas  del  universo  y  muy 
especialmente  las  de  los  monarcas,  aterrados,  al  contemplar  por  tierra 
seculares  principios  y  reducido  á  escombros  el  trono  de  San  Luis. 

La  elevación  de  ideas  de  Miranda,  sus  convicciones  liberales  y  su 
patriotismo,  le  hicieron  simpático  á  los  franceses,  y  el  ministro  Servant 
formó  empeño  en  que  tomase  parte  en  la  campaña  como  mariscal  de 
campo,  colocándole  aquella  resolución  al  lado  de  generales  de  la  más  alta 
Hombradía,  entre  los  cuales  adquirió  justa  fama  y  mereció  por  sus 
servicios  ser  ascendido  á  teniente  general. 


III 


La  traición  de  Dumouriez,  le  hizo  comparecer  acusado  de  complicidad 
ante  aquel  Tribunal  revolucionario  que  ya  empezaba  á  ejercer  siniestro 
influjo  y  que  tantas  víctimas  había  de  dar  al  cadalso;  la  atracción  que 
ejercía  el  ilustre  americano  fué  entonces  tan  grande,  que  consiguió  ser 
absuelto  por  unanimidad,  y  Chauveau  La  Garde,  el  célebre,  persuasivo 
y  elocuente  defensor  de  la  desventurada  María  Antonieta  y  de  la  heroína 
Carlota  Corday,  se  expresa,  hablando  de  Miranda,  con  admiración  y 
cariño: 

«Viles  calumniadores,  hombres  sedientos  de  sangre  que  no  ven  sino 
culpables,  que  no  quieren  sino  víctimas,  no  se  ruborizan  de  ultrajar 
hasta  la  misma  virtud.  El  día  más  hermoso  de  mi  vida  ha  sido  aquel  en 
que  defendí  á  Miranda.  Declaro  que  jamás  he  conocido  hombre  que  me 
haya  inspirado  más  estimación,  y  más  diré,  ni  más  veneración;  es  imposible 
tener  más  grandeza  de  carácter,  más  elevación  en  las  ideas,  ni  un  amor 
más  verdadero  á  todas  las  virtudes.  Habría  deseado  que  toda  la  Europa 
lo  hubiera  oído.  No  es  posible  ser  más  preciso  en  las  respuestas,  más 
claro  en  las  explicaciones,  más  fuerte  en  el  razonamiento,  más  enérgico 
en  todo  lo  que  emana  del  sentimiento,  y  sobre  todo,  tener  más  de  esa 
calma  imperturbable  que  sólo  es  fruto  de  uña  sana  conciencia». 

El  terrible  Tribunal  no  pudo  acallar  con  su  fallo  á  los  enemigos  de 
Miranda,  que  empeñados  en  su  pérdida  y  acumulando  acusaciones 
calumniosas,  lograron  obtener  una  orden  de  prisión  y  conducirle  á  las 
mazmorras  de  la  Forcé. 


160  AMERICANOS    CÉLEBRES 


IV 


Diez  y  ocho  meses  duró  la  terrible  persecución,  hasta  que  se  dirigió  ;í 
la  Convención,  enérgica  y  razonadamente: 

«O  soy  culpable — decía — y  se  comete  un  crimen  contra  la  Sociedad 
dejándome  impune,  ó  soy  inocente  y  entonces  se  ultraja  á  la  Socie- 
dad reteniéndome  en  prisión  sin  juicio.  ¿Qué  digo?  sin  motivo  que  pueda 
honestamente  confesarse.  Cualesquiera  que  hayan  sido  en  la  época  de  mi 
mando  las  intrigas  que  estuvieron  á  punto  de  comprometer  el  buen  éxito 
de  la  revolución  francesa,  es  evidente  que  no  hay  en  toda  la  nación  un 
solo  hombre  menos  sospechado  que  yo  de  haber  tomado  parte  en  aquellas 
maniobras,  porque  nadie  ha  dado  de  su  conducta  una  cuenta  más  severa. 

»Pero  los  más  encarnizados  en  perderme,  ocurren  de  nuevo  por  armas 
al  arsenal  de  la  calumnia, y  desde  esa  fortaleza, inaccesible  á  la  inocencia, 
me  asestan  sus  tiros,  cual  cobardes,  ocultando  el  rostro.  Según  ellos, 
mis  cajas  de  libros  estaban  llenas  de  fusiles,  las  memorias  de  mis  viajes 
eran  correspondencias  con  el  extranjero:  pues  todo  fué  registrado,  y  por 
doquiera  se  encontraron  sólo  mentiras  y  calumnias  ó  necesario  fué 
buscarme  entonces  delitos  en  el  porvenir,  á  fin  de  quitarme  el  medio  de 
probar  que  no  existen,  y  supusieron  que  proyectaba  un  viaje  á  Burdeos. 
Cambón  lo  anunció  así  en  la  tribuna  de  la  Convención,  y  aunque  no 
existía  ni  podía  existir  indicio  alguno  de  semejante  viaje,  Pache  dio  con 
tan  ridicula  protesta  la  orden  de  prenderme;  curioso  es  ver  las  acepcio- 
nes diferentes  y  contradictorias  que  con  respecto  á  mí  se  han  dado  á  la 
palabra  sospechoso:  desde  luego,  y  como  un  pretexto  para  perseguirme, 
fui  sospechoso  por  atribuírseme  complicidad  con  Dumouriez;  cuando 
quedó  probado  que  lejos  de  haber  sido  cómplice  suyo  fuera  su  víctima, 
me  hice  sospechoso  por  un  republicanismo  racional  y  no  revolvedor; 
poco  después,  lo  de  sospechoso  se  entendió  con  respecto  al  federalismo,  y 
hoy,  que  esta  circunstancia  no  puede  servir  ya  de  pretexto  á  la  opresión, 
la  calificación  de  sospechoso  se  me  da  con  relación  al  capetismo.>- 


FRANCISCO   MIRANDA  161 


V 


Su  elocuente  y  justa  reclamación  alcanzó  la  libertad,  pero  intimándole 
dejara  el  suelo  francés ,  lo  que  efectuó  tan  luego  como  logró  el  arreglo  de 
varios  asuntos,  dirigiéndose  á  Londres,  pues  había  recibido  en  París 
varias  comisiones  de  diferentes  paises  del  nuevo  continente  para  que, 
intentara  su  independencia  y  pretendiese  el  apoyo  de  la  Gran  Bretaña. 

Sus  entrevistas  con  el  ministro  Pitt ,  demostraron  una  vez  más  que 
los  profundos  conocimientos  políticos  de  Miranda ,  su  elocuencia ,  su 
noble  brío  para  defender  la  causa  americana,  alcanzaban  las  simpatías 
de  todos,  y  la  emancipación  de  América  tenía  en  el  sabio  caraqueño  un 
auxiliar  poderoso. 

Siempre,  sin  embargo,  encontró  entorpecimientos  para  que  el  proyecto 
alcanzara  completa  solución,  hasta  1803  y  1804  en  que  la  Inglaterra 
pensó  en  utilizar  el  empeño  de  Miranda  en  pro  de  sus  propios  intereses  y 
ayudar  á  la  libertad  sud-americana,  para  atacar  á  España  en  sus  colonias. 

Tampoco  las  negociaciones  emprendidas  tuvieron  entonces  resultado: 
Europa  se  conmovía  hasta  en  sus  cimientos  al  paso  de  las  tropas 
francesas,  las  naciones  estaban  pendientes  de  una  palabra  ó  una  orden 
dada  por  Napoleón,  y  los  pueblos  se  coaligaban  contra  el  coloso  que  era 
perpetua  amenaza  para  la  tranquilidad  general. 


VI 


Desalentado  Miranda,  después  de  la  prolongada  expectativa  para 
obtener  protección  y  haber  visto  repetidas  veces  defraudadas  sus 
esperanzas  en  favor  de  aquella  emancipación  tan  anhelada ,  tan  querida 
y  tan  necesaria  para,  el  progreso  de  la  patria ;  cediendo  á  la  vez  á  las 
instancias  de  muchos  de  sus  compatriotas ,  resolvió  hacer  campo  de  sus 
aspiraciones  la  propia  América  y  ayudarse  con  los  mismos  que  suspira- 
ban por  la  independencia. 

H 


162  AMERICANOS    CÉLEBRES 

También  pensó,  en  que,  la  hermosa  porción  americana  que  disfrutaba 
ya  los  beneficios  de  pueblo  libre  apoyaría  la  realización  de  su  deseo ,  y 
aun  cuando  á  la  llegada  á  los  Estados  Unidos  vio  desvanecida  tan 
risueña  esperanza,  obtuvo  la  incansable  actividad  de  aquel  apóstol  del 
principio  republicano,  pertrechos  de  guerra  y  unos  doscientos  hombres 
reclutados  por  el  coronel  W.  Smith,  además  de  dos  corbetas  armadas  en 
guerra,  y  fusiles  y  municiones.  1 

Los  contratiempos  acompañaban  siempre  y  se  interponían  entre 
Miranda  y  el  buen  éxito,  y  no  faltaron  en  este  caso  para  retrasar  la  bien 
combinada  expedición. 

El  Gobierno  norte-americano  para  dar  cumplida  satisfacción  al 
Gobierno  español,  quejoso  de  que  en  territorio  de  un  país  amigo  se 
organizara  "un  plan  revolucionario,  encausó  á  los  que  habían  procurado 
los  auxilios  enumerados,  y  aun  cuando  con  imparcialidad  y  justicia 
fueron  absueltos  y  merecieron  el  aplauso  hasta  de  sus  jueces,  se  perdió 
un  tiempo  precioso  y  una  de  las  corbetas ,  temoroso  su  capitán  de  sufrir 
perjuicios  y  consecuencias  trascendentales  en  su  persona  é  intereses. 

El  valeroso  y  perseverante  Miranda ,  no  cedió  ni  se  arredró  con  tal 
cúmulo  de  contrariedades,  y  salvándolas  y  renovando  con  dos  goletas  su 
reducida  escuadra,  se  dio  al  mar,  rumbo  á  Costa  Firme,  pensando  en 
pisar  tierra  venezolana  y  romper  las  hostilidades  contra  los  españoles. 

De  repente,  cuando  soñaba  con  ser  el  salvador  predestinado  por  la 
Providencia,  cuando  creía  que  le  separaban  pocas  horas  de  aquel 
instante  deseado  durante  largos  años  en  que  enarbolase  la  bandera 
símbolo  de  redención,  se  vio  acometido  por  dos  bergantines  de  guerra  que 
le  esperaban  apercibidos  para  el  combate,  y  éste,  porfiado  por  ambos 
combatientes,  hizo  fracasar  de  nuevo  los  planes  de  Miranda,  y  derrotado, 
buscó  en  la  huida  la  salvación :  j  que  aun  podía  ser  útil  á  su  país  y  no 
había  llegado  la  hora  de  morir! 


VII 


La  vida  de  este  impertérrito  patriota  tiene  á  «veces  el  interesante 
colorido  de  aquellas  de  los  obstinados  capitanes  de  la  Edad  Media,  y  su 

*    Detalles  tomados  de  la  Historia  de  Venezuela,  por  Barrall  y  Díaz. 


FRANCISCO    MIRANDA  163 

caballeresca  figura  se  destaca  siempre  grande  y  heroica,  aun  en  su 
martirio  y  en  su  muerte. 

¿Acaso  el  auto  de  fe  ejecutado  en  Caracas  con  la  bandera  libertadora, 
con  las  patrióticas  proclamas,  con  la  efigie  del  audaz  revolucionario, 
destruyó  el  germen  de  la  rebelión?  ¿Pudo  el  fuego  extinguir  el  que  ardía 
en  los  corazones  de  esforzados  patricios  que,  no  esperaban  sino  el 
momento  favorable  para  lanzarse  a  la  lucha? 

Las  chispas  de  aquel  incendio  llegaron  en  no  lejano  día  hasta  las  más 
remotas  regiones  americanas,  y  formando  hogueras,  consumieron  en  ellas 
las  instituciones  y  las  antiguas  respetadas  creencias. 

Miranda ,  en  tanto ,  celebraba  en  Trinidad  un  tratado  con  las  autori- 
dades inglesas  para  que  á  él  fueran  unidos,  el  auxilio  que  solicitaba  y 
el  apoyo  de  la  Gran-Bretaña,  y  torpe  calumnia  fué  el  atribuírsele 
entonces  promesas  de  dominio  hechas  á  los  ingleses  y  antipatrióticos 
amaños,  ajenos  á  su  acendrado  patriotismo  y  á  la  grandeza  de  su 
carácter. 

Estipuló  el  jefe  revolucionario,  franquicias  para  el  comercio  inglés 
en  los  pueblos  que  alcanzaran  su  autonomía,  privilegio  extensivo  al 
Norteamérica,  pero  sin  efecto  para  las  naciones  enemigas  de  Inglaterra; 
ésta  abusaba,  como  siempre,  de  la  situación,  para  obtener  grandes 
ventajas  comerciales,  pero  en  cambio >  lord  Cochrane,  almirante  de  la 
escuadra  inglesa  que  á  la  sazón  se  encontraba  en  las  islas  de  Barlovento, 
daría  algunos  buques  de  guerra ,  autorizaría  el  reclutamiento  de  ingleses 
en  Trinidad  y  se  opondría  a  las  fuerzas  marítimas  que  cruzasen  aquellos 
mares. 

Las  condiciones  podían  ser  en  extremo  ventajosas  para  Inglaterra, 
pero  Miranda  estaba  en  situación  decisiva. 


VIII 


Habían  pasado  cinco  meses,  cuando  una  mañana  se  avistó  desde  la 
Vela  de  Coro,  una  escuadra  compuesta  de  catorce  ó  quince  buques  y 
llevando  á  su  bordo  quinientos  hombres  de  desembarco,  decididos 
y  entusiastas. 

En  ella  iba  Miranda  con  sus  atrevidos  compañeros,  y  en  la  noche  del 


164  AMERICANOS    CÉLEBRES 

primero  de  agosto  de  1806  pisaron  tierra,  conducidos  en  botes  y  á  fuerza 
de  remos,  desafiando  el  nutrido  fuego  que  les  hacían  los  españoles. 

La  primera  escaramuza  fué  contraria  á  los  realistas,  y  los  expedicio- 
narios se  hicieron  dueños  de  un  fortín ,  cañones  y  almacenes ,  y  muy  de 
madrugada  ocuparon  Coro  y  se  prepararon  á  resistir  al  enemigo.  La 
actitud  de  la  población  era  fría  é  indiferente,  primera  decepción  que 
Miranda  sufrió  al  pisar  el  suelo  natal,  y  la  cual  trastornaba  todos  sus 
planes  por  el  convencimiento  de  que  no  estando  eficazmente  apoyado  por 
los  pueblos,  era  imposible  que  su  escasa  fuerza  iniciase  ventajosa 
campaña  ni  intimidara  al  enemigo,  influyendo  tales  consideraciones  para 
que  Miranda  se  reembarcara  dirigiéndose  á  la  isla  de  Oruba,  desde 
donde  solicitó  nuevos  auxilios.  Llegaron  éstos,  pero  fueron  escasos,  y  aun 
así  retirados  poco  después ,  porque  la  Gran  Bretaña  entablaba  negocia- 
ciones de  paz  con  la  nación  española  y  ya  no  podía  convenirle  prestar  su 
apoyo  para  la  emancipación  de  las  colonias. 

¡Qué  serie  de  reveses  para  el  ánimo  esforzado  de  Miranda:  qué  triste 
desengaño  el  de  aquella  expedición  emprendida  con  tanta  fe  y  heroico 
civismo ! 

Era  imposible  emprender  solo  la  guerra  de  independencia  y  hubo  de 
resignarse  á  volver  á  Europa,  en  donde  permaneció  hasta  el  año  1810, 
primero  de  la  libertad  de  Venezuela. 


IX 


Enviado  Bolívar  a  Inglaterra  por  la  Junta  Suprema  de  Caracas,  no 
vaciló  en  anunciar  la  vuelta  de  Miranda  á  Venezuela  ni  en  apoyar  ésta, 
porque  su  carácter  enérgico,  el  conocimiento  de  los  hombres  y  de  la 
política,  adquirido  en  los  viajes  y  perfeccionado  con  la  labor.de  una 
inteligencia  tan  despejada  como  innovadora,  el  amor  á  la  patria, 
intenso,  profundo  y  exclusivo,  le  impulsaban  á  prestar  un  inmenso  servicio 
á  la  revolución,  dándole  el  apoyo  intelectual  de  Miranda  y  su  firme 
brazo:  ambos  podían  ser  de  grande  utilidad  para  la  santa  causa. 

Tenía  Miranda  entonces  cincuenta  y  cuatro  años;  la  presencia  arro- 
gante ;  el  fuego  de  la  juventud  unido  á  la  serena  y  reflexiva  sabiduría  de 
la  edad  madura;  su  larga  estancia  en  la  Francia  del  93,  le  prestaba 


FRANCISCO    MIRANDA  165 

algo  de  aquel  especialísimo  aspecto  de  Mirabeau  ó  de  los  girondinos, 
y  en  toda  su  persona  se  traducía  el  hombre  eminente,  distinguido,  culto, 
pensador  y  consagrado  al  triunfo  de  una  idea. 

Su  fisonomía  era  grave,  seria;  su  mirada  profunda,  observadora  y 
penetrante;  valeroso  como  guerrero,  era  elocuente  como  orador,  y  como 
hombre,  virtuoso  y  digno. 

Aquella  célebre  Sociedad  patriótica ,  establecida  en  Caracas ,  fué  obra 
suya:  era  un  club  de  jacobinos  venezolanos  destinados  á  ser  el  cerebro 
de  la  revolución,  el  alma  y  el  impulso  del  acta  del  5  de  julio  de  1811. 

Poco  después  alcanzó  el  venerable  patricio  completo  triunfo  en 
Valencia ,  en  donde  los  realistas  enarbolaron  el  estandarte  de  la  subleva- 
ción contra  el  Congreso  y  el  Gobierno  nacional,  y  cuando  volvió  vencedor 
de  la  campaña ,  encontró ,  á  pesar  del  acierto  en  las  operaciones  y  de  su 
generosa  benevolencia  con  los  vencidos,  germen  de  discordia  y  hostilidad 
contra  él  en  el  Congreso. 


X 


El  21  de  diciembre  se  sancionó  y  firmó  la  Constitución,  la  que  si  bien 
no  respondía  á  las  especiales  circunstancias  del  país,  era,  sin  embargo, 
un  documento  admirable  y  sensato,  dictado  por  las  ideas  más  filantrópicas 
y  redactado  con  profunda  sensatez  y  cordura. 

Diversos  acontecimientos,  desastrosos  para  Venezuela,  tuvieron  lugar 
en  el  primer  tercio  de  1812;  los  jefes  españoles  Cevallos  y  Monteverde 
habían  alcanzado  algunas  ventajas  contra  los  patriotas ,  precisamente  en 
momentos  de  angustia  y  desolación. 

Eran  las  cuatro  de  la  tarde  del  Jueves  ¡Santo,  2o*  de  marzo,  cuando  un 
terrible  terremoto  convirtió  en  ruinas  poblaciones  enteras,  y  los 
habitantes  que  no  perecieron  entre  los  escombros ,  quedaron  reducidos  á 
la  mendicidad:  la  guerra,  la  miseria,  las  catástrofes  de  todo  género 
hicieron  insostenible  la  situación,  y  el  Gobierno  dictó  medidas  enérgicas 
y  confirió  la  dictadura  á  Miranda,  nombrándole  generalísimo  de  las 
fuerzas  de  mar  y  tierra. 


166  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XI 


El  malestar  del  país  aumentó  con  los  temores  y  preocupación  del 
pueblo  que ,  dando  al  terremoto  causa  puramente  política  y  atribuyendo 
los  desastres  ocasionados  por  él,  á  la  revolución,  influyó  para  que  las 
filas  de  los  realistas  engrosaran  con  los  tránsfugas  de  los  republicanos. 

Miranda  desplegaba  activa  iniciativa,  y  su  singular  capacidad  y 
prestigio  obtuvieron  benéfico  influjo  para  la  noble  causa  que  defendían; 
franceses,  ingleses,  holandeses,  se  alistaban  con  entusiasmo  para  la 
campaña  regeneradora,  y  la  juventud  venezolana,  arrastrada  á  su  vez  por 
la  perspectiva  de  la  independencia  y  por  el  ardor  de  la  mocedad,  se 
unió  en  bien  de  la  patria  á  las  fuerzas  independientes. 

Simón  Bolivar,  el  más  intrépido,  sereno  y  entusiasta  de  los  patriotas, 
fué  destinado  á  defender  la  importante  plaza  de  Puerto  Cabello,  y  el 
Generalísimo,  que  se  encontraba  en  Maracay,  había  tomado  algunas 
medidas  dictadas  por  lo  apremiante  de  la  situación,  y  rodeado  por  los 
hombres  que  componían  el  Poder  Ejecutivo,  diputados  y  senadores,  formó 
un  cuerpo  consultivo  y  promulgó  en  marzo  la  célebre  ley  marcial  por  la 
cual  llamaba  á  las  armas  á  todo  ciudadano  apto  para  entrar  en  campaña, 
aumentando  el  ejército  con  el  decreto  de  libertad  para  los  esclavos  que 
sirviesen  á  la  patria  durante  diez  años;  disposiciones  que  si  bien 
proporcionaban  hombres  para  la  lucha,  tenían  gravísimos  inconve- 
nientes, creaban  á  Miranda  grandes  dificultades,  hacían  decaer  su 
prestigio  y  disminuir  el  número  de  sus  partidarios  y  amigos,  á  la  vez  que 
los  realistas  confiaban  más  y  más  en  el  triunfo,  extendían  su  dominio  y 
recuperaban  plazas  importantes  como  Valencia,  ocupada  el  3  de  mayo 
de  1812. 

En  Calabozo  y  en  San  Juan  de  los  Morros,  tuvieron  lugar  sangrientos 
combates  favorables  al  jefe  español,  y  el  Generalísimo  vióse  en  la 
necesidad  de  abandonar  Maracay  retirándose  á  la  Victoria,  en  donde 
estableció  su  cuartel  general, 


FRANCISCO   MIRANDA  167 


XII 


La  acción  de  Pantanero,  ganada  por  los  patriotas  en  el  ataque  de 
Monteverde  al  cuartel  general  de  la  Victoria,  influyó  favorablemente 
reanimando  la  confianza,  aunque  el  mal  estado  de  la  Hacienda  pública, 
las  luchas  contra  el  fanatismo  religioso,  agravaban  la  situación  del 
Generalísimo;  éste  había  logrado  reunir  ya  en  la  Victoria  cinco  mil 
hombres  y  veinte  y  ocho  piezas  de  artillería ,  proponiéndose  esperar  allí 
los  acontecimientos,  que  no  tardaron  en  precipitar  á  Miranda  en  el 
abismo  del  desaliento  y  del  infortunio. 

La  sublevación  de  los  negros  libertados  y  la  amenaza  contra  la 
capital,  obligaron  al  Jefe  supremo  á  desprenderse  de  algunas  fuerzas 
para  que  la  defendieran  y  evitaran  los  terribles  excesos,  los  incendios, 
los  saqueos  cometidos  en  diferentes  puntos,  y  los  cuales  consternaron  á 
Caracas  tanto  más,  cuanto  que  aquellos  foragidos  se  proponían  destruirla. 

Por  otra  parte,  los  odios  contra  Miranda ,  se  manifestaban  y  crecían  de 
día  en  día,  hasta  el  punto  de  que  muchos  de  los  patriotas  dieron  la 
preferencia  al  enemigo  y  traicionaron  la  fe  jurada  á  la  patria ;  la  división 
era  cada  vez  mayor,  las  deserciones  de  la  tropa  eran  frecuentes  é 
inevitables  y  el  desaliento,  cundía  y  paralizaba  á  los  que  aun  eran  fieles 
á  las  banderas  republicanas. 

Pero  no  era  bastante,  las  calamidades  se  sucedían  unas  á  otras:  y  al 
tener  noticia  en  la  Victoria  de  la  pérdida  del  castillo  de  Puerto  Cabello, 
que  defendía  Bolívar,  exclamó  Miranda:  «Venezuela  está  herida  en  su 
corazón.» 

La  traición  había  hecho  ondear  de  nuevo  la  bandera  española  en 
aquella  fortaleza. 

Un  oficial  de  milicia,  llamadoi Francisco  Vinoni,  puesto  de  acuerdo  con 
algunos  presos  y  con  la  tropa ,  aprovechando  la  estancia  de  Bolívar  y 
del  comandante  del  castillo  en  la  ciudad,  habían  proclamado  al  rey  de 
España  y  enarbolado  el  pabellón  español. 

El  Generalísimo  no  encontraba  ya  salvación ,  y  apoyado  por  la  junta 
convocada  en  el  cuartel  general,  resolvió  capitular  con  Monteverde,  no 
desistiendo  de  su  propósito  á  pesar  de  que  las  tropas  independientes 


•  168  AMEKICANOS    CÉLEBKES 

batieron  á  los  realistas ,  ni  de  la  abierta  oposición  de  jefes  y  oficiales  que 
preferían  seguir  peleando  y  vencer  ó  morir,  á  perder  la  libertad 
conseguida  á  costa  de  tantos  sacrificios. 

El  ejército  intentó  insurreccionarse,  rechazar  las  deshonrosas  propo- 
siciones, arrebatar  el  mando  al  Generalísimo  y  ponerle  en  manos  de 
quien  pudiera  defender  la  amenazada  causa ;  pero  la  energía  de  Miranda 
y  prontas  medidas  apagaron  la  sedición  y  concluyeron  el  pacto  con 
Monteverde,  estipulándose  en  20  de  julio  la  entrega  de  las  provincias 
ocupadas  por  los  republicanos,  pertrechos  de  guerra,  y  cuanto  pertenecía 
á  la  República. 

El  jefe  español  se  comprometía  á  respetar  las  personas  y  bienes  de 
los  revolucionarios,  á  conceder  pasaportes  á  los  que  desearan  salir  de 
Venezuela,  en  el  término  de  tres  meses,  y  á  no  perseguir  á  los  compro- 
metidos en  la  revolución,  fueran  extranjeros  ó  nacionales. 


XIII 


Dueño  Monteverde  de  la  situación ,  dio  cuarenta  y  ocho  horas  de  tér- 
mino á  Miranda  para  ratificar,  y  én  último  término  doce  horas,  por  lo 
que  vióse  el  Generalísimo  en  la  ineludible  precisión  de  aprobar  el  con- 
venio y  autorizar  al  teniente  coronel  Sata  y  Bussy  para  que  terminase 
el  trascendental  asunto. 

La  independencia  se  había  hundido  en  él  abismo,  y  Venezuela,  de 
república,  tornaba  á  ser  colonia  de  la  nación  española,  bajo  el  mando 
de  Monteverde,  cláusula  dictada  por  el  astuto  jefe  español  y  á  la  que  fué 
ajeno  Miranda,  según  los  datos  que  la  Historia  nos  ofrece. 

La  Victoria  y  Caracas  fueron  ocupadas  inmediatamente  por  tropas 
españolas,  y  Miranda,  abrumado  por  la  desventura  y  por  el  dolor,  se 
dirigió  á  la  Guaira  para  embarcarse  con  otros  patriotas. 

La  llave  de  la  traición  cerró  el  puerto  para  los  republicanos, 
pidiendo  apoyo  á  la  calumnia  para  que  manchara  el  preclaro  nombre 
de  Miranda ,  con  el  falso  rumor  de  haber  vendido  su  patria  á  los  espa- 
ñoles. 

i  Qué  tumulto  é  indignación  causó  la  vil  serpiente  en  el  corazón  de 
aquellos   hombres  que  creían   culpable  al  Generalísimo,  y  dispuesto   á 


FRANCISCO    MIRANDA  169 

partir  para  disfrutar  en  extraño  suelo  del  bienestar  procurado  por  la 
perfidia ! 

Además,  se  aseguraba  que  Monteverde  no  cumpliría  lo  pactado  y 
que  no  se  permitiría  la  salida  de  los  emigrados:  ¡en  ese  caso  Miranda 
no  debía  partir !  ó  todos  ó  ninguno ,  ¡  era  preciso  prenderle  para  que  se 
le  juzgara ! 

Bolivar  fué  de  los  más  exaltados  contra  aquel  que  había  sido  su 
amigo.  ¡La  calumnia  cumplía  su  misión! 


XIV 


La  orden  de  prisión  contra  el  Jefe  supremo  fué  dada  por  el  gober- 
nador de  la  Guaira,  doctor  Miguel  Peña,  y  el  comandante  de  armas, 
coronel  Manuel  María  de  las  Casas,  nombres  que  la  Historia  ha  con- 
signado como  autores  de  una  gran  injusticia ,  de  falta  de  hidalguía ,  de 
caballerosidad  y  de  respeto  á  los  deberes  de  la  hospitalidad. 

¡Miranda  era  huésped  de  Casas! 

Tal  vez  debilitado  el  noble  anciano  por  los  sufrimientos ,  perseguido 
por  las  circunstancias,  obcecado  por  el  temor  de  mayores  males, 
cometió  el  error  de  confiar  en  Monteverde;  pero  jamás  se  manchó  con 
indigno  lucro,  ni  con  haber  faltado  á  la  austera  honradez  y  á  la  pureza 
de  su  carácter. 

¡Era  pobre!  Cuanto  había  poseído  lo  sacrificó  en  aras  de  la  idea 
libertadora.  ¡Su  vida  la  gastó  en  servicio  de  la  patria!  ¡nada  tenía  que 
reprocharse !  Su  conciencia  de  nada  le  acusaba :  por  eso  al  verse  rodeado 
de  enemigos ,  marchó  á  la  cárcel  sin  quejarse ,  sin  acriminar ,  sin  hacer 
alarde  de  altivez,  pero  sí  con  sencilla  dignidad. 

Todos  los  historiadores  afirman  que  Bolivar,  ofuscado,  creyó  culpable 
á  Miranda  y  quiso  que  se  le  juzgara ;  pero  jamás  su  alma  generosa  pudo 
albergar  la  idea  de  entregarle  á  sus  enemigos  los  españoles. 

« Esa  fué  la  obra  deshonrosa ,  y  acaso  pérfida ,  de  otros  jefes  que  con- 
currieron á  la  prisión  del  Generalísimo».  i 

1     fosí:  Manuel  Rkstkepo,  pág.  89,  cap.  4°  -  Historia  de  la  Revolución  de  Colombia. 


170  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Al  día  siguiente,  una  orden  terminante  de  Monte  verde  hizo  imposible 
el  embarque  de  los  republicanos. 

—  Señores,  —  dijo  Casas,  —  nadie  se  embarca,  y  juntos  correremos  la 
misma  suerte. 

Y  con  la  mayor  severidad  cumplió  las  órdenes  del  jefe  español,  con 
profunda  sorpresa  de  Miranda  y  de  los  que  debían  abandonar  el  suelo 
venezolano. 

Aquella  misma  tarde  llegó  Monteverde,  y  los  republicanos  más  auto- 
rizados y  eminentes  fueron  reducidos  á  prisión,  no  sólo  los  que  con 
Miranda  llegaron  á  la  Guaira ,  sino  otros  muchos  en  Caracas  y  en  otras 
poblaciones  de  Venezuela. 


XV 


La  capitulación  de  San  Mateo  había  sido  una  censurable  farsa,  y 
Monteverde,  Señor  entonces  de  Venezuela,  mancilló  el  nombre  de  la 
hidalga  España,  con  la  violación  del  pacto  y  la  persecución  de  los 
insignes  patriotas  que  habían  fiado  la  vida  a  su  palabra. 

«Esta  fué  la  célebre  capitulación  que,  terminó  la  primera  época  de  la 
existencia  de  la  república  de  Venezuela.  Algunos  la  han  mirado  como 
una  traición  del  general  Miranda,  cuyo  nombre  han  querido  mancillar, 
sin  embargo  de  haber  empleado  gran  parte  de  su  vida  en  trabajar  por 
la  independencia  y  libertad  de  su  patria.  Otros,  censuran  la  capitulación, 
creyéndola  un  acto  de  debilidad  que  tuvo  lugar  en  momentos  en  que 
podía  haber  triunfado  de  las  tropas  colectivas  y  mal  armadas  de  Monte- 
verde. 

»De  todos  los  hechos  anteriores  se  deduce,  que  este  triunfo,  tan  fácil 
para  alguno,  era  harto  difícil  en  el  estado  en  que  se  hallaba  el  país,  per- 
dida la  importante  plaza  de  Puerto  Cabello,  sublevados  los  esclavos  y 
libertos  de  la  costa  de  Barlovento  y  ocupado  en  su  mayor  parte  el  terri- 
torio de  la  Confederación. 

»En  aquellas  circunstancias  difíciles,  habría  sido  necesario  verter 
mucha  sangre  venezolana  para  que  los  patriotas  pudieran  mantener 
libres  algunas  provincias,  y  corrían  el  peligro  de  que  los  mismos 
pueblos  los  entregasen  á  los  realistas.  La  filantropía  de  Miranda,  sus 


FRANCISCO    MIRANDA  171 

deseos  de  ahogar  el  derramamiento  de  sangre  y  las  consideraciones 
arriba  indicadas,  lo  decidieron  á  la  capitulación. 

» Lejos  de  nosotros  la  menor  idea  de  que  un  interés  pecuniario 
hubiera  influido  en  el  ánimo  del  Generalísimo  para  capitular.  Esta 
patraña,  inventada  por  algunos  escritores  realistas  que  aun  dicen  haber 
recibido  á'  cuenta  setecientas  cincuenta  onzas  de  oro ,  es  una  verdadera 
calumnia  que  rechazamos  con  indignación ,  y  para  la  cual  no  hubo  fun- 
damento razonable».  1 

Miranda  yacía  en  lúgubre  calabozo  con  otros  patricios  de  inmortal 
renombre,  como  el  canónigo  Madariaga,  Roscio,  Juan  Pablo  Ayala, 
José  Mires,  José  Barona,  Juan  Paz  del  Castillo,  Manuel  Ruiz  y  Fran- 
cisco Isnardí. 

El  infortunado  y  sabio  Generalísimo  fué  trasladado  de  la  Guaira  al 
castillo  de  Puerto  Cabello,  y  encerrado  en  una  bóveda,  vio  pasar  días, 
semanas  y  meses,  en  amarga  clausura  y  triste  soledad.  Grande,  magná- 
nimo, generoso,  jamás  apeló  á  la  queja  ó  la  injuria  con  los  que  tan 
cruelmente  le  habían  calumniado  y  vilipendiado. 

El  ilustre  anciano  permaneció  en  Puerto  Cabello  hasta  el  año 
siguiente,  época  en  la  cual  se  le  transportó  á  Puerto  Rico,  más  tarde 
á  Cádiz  y  al  arsenal  de  la  Carraca. 

¡Allí  vivió  muriendo,  el  patriota  insigne,  el  honrado  dictador,  el 
infeliz  Miranda;  allí,  olvidado,  mísero,  á  solas  con  sus  recuerdos,  con 
sus  pesares,  anhelando  tal  vez  gratas  nuevas  de  la  patria  y  del  hogar, 
sin  esperanza  de  volver  á  su  seno,  pasaría  las  noches  sin  reposo  y  los 
días  sin  consuelo! 

¡Allí  evocaría  la  imagen  de  sus  hijos,  2  las  horas  felices,  los  años 
empleados  en  la  política  contienda!  ¡Y  qué  cúmulo  de  ideas  se  agol- 
parían á  su  fecunda  mente!  ¡Los  rencores  de  unos,  la  envidia  de  otros, 
el  terrible  y  cruel  desengaño  de  la  Guaira,  premio  de  sus  servicios;  la 
prisión,  el  abandono,  la  incertidumbre  del  presente  y  del  porvenir,  el 
reconcentrado  pensamiento,  sin  un  corazón  amigo  que  de  él  fuera  depo- 
sitario, y  por  último,  la  agonía  lenta,  la  terrible  idea  de  la  muerte,  solo 
é  ignorado! 

¡Cuan  largas  serían  las  horas  de  aquella  noche  postrera,  acompañado 

1  Restrepo. —  Historia  de  la  Revolución  de  Colombia. 

2  Leandro  y  Francisco  Miranda,  á  quienes  el  libertador  Bolivar  demostró  gran  afecto  y  simpatías. 


172  AMERICANOS   CÉLEBRES 


por  un  fiel  sirviente,  cuando  ya  miraba  en  lontananza  la  paz  del  sepul- 
cro, el  olvido,  el  término  de  tantas  amarguras! 


XVI 


Á  la  una  de  la  mañana  del  14  de  julio  de  1816,  se  desprendió  del 
barro  terrenal ,  el  alma  noble  y  hermosa  de  Miranda ,  del  revolucionario 
admirable,  de  aquel  á  quien  Caracas  había  prodigado  los  nombres  de 
Padre  y  Redentor'. 

Sus  enemigos  primero ,  y  algunos  historiadores  después ,  presentaron 
al  austero  patriota  bajo  sombríos  y  odiosos  colores ,  y  el  desventurado , 
víctima  de  Monteverde,  ni  aun  pudo  defenderse;  aprisionado  instantá- 
neamente, cadáver  cortos  años  más  tarde,  ignorante  del  feroz  ensaña- 
miento de  sus  enemigos  y  de  los  odios  de  partido,  murió  con  la  conciencia 
sana  y  tranquila  pero  con  el  corazón  desgarrado  por  el  dolor;  la  protesta 
enérgica  que  hubiera  brotado  de  sus  labios  no  pudo  formularse,  y  José 
Domingo  Díaz,  Torrente  y  Urquinaona,  dejaron  consignada  la  impos- 
tura,1 que  conociendo  la  vida  de  Miranda,  su  abnegación  y  acrisolada 
honradez,  no  merece  de  la  posteridad  sino  el  profundo  desprecio  por  los 
autores  que,  si  enemigos  en  principios,  batiéndose  en  campal  batalla 
cumplían  con  su  deber,  era  indigno  de  almas  elevadas  é  hidalgas 
emplear  armas  arteras  y  manchar  el  nombre  de  un  ínclito  capitán  y 
noble  patricio. 

La  Historia  ha  dado  ya  su  fallo.  Las  generaciones  juzgan  á  Miranda 
como  al  mártir  del  primer  período  de  la  revolución  de  Venezuela,  y  el  día 
24  de  septiembre  de  1849,  el  Municipio  de  Caracas,  libre  y  espontánea- 
mente acordó :  « Que  como  muestra  de  gratitud  de  los  venezolanos  á  la 
memoria  y  servicios  del  general  Miranda,  fuese  colocado,  y  se  colocó,  su 
retrato  en  el  salón  de  sesiones  del  Consejo,  en  ocasión  de  la  fiesta  nacional 
del  28  de  octubre  de  aquel  año  » . 

Los  errores  que  Miranda  cometiera  durante  la  época  de  su  mando,  la 
inacción  de  que  se  le  acusa,  la  censura  á  que  dio  margen  el  pacto  con 
Monteverde  cuando  éste,  derrotado  en  Pantanero,  con  sus  fuerzas  diezma- 

1    Mariano  Torrente.  —  Historia  de  la  Revolución  Hispanoamericana,  tomo  l.u,  p;ig.  3055. 


FRANCISCO    MIRANDA  173 

das  y  sin*  municiones  ni  recursos,  reunió  una  junta  de  oficiales  para 
resolver  en  tan  apurados  momentos,  creyendo  que  le  hostilizaría  el 
enemigo  con  ventaja,  toca  á  la  Historia  juzgar;  pero  ésta  grabará 
el  nombre  de  Miranda,  puro  y  digno  para  las  edades  futuras,  como  el  de  un 
infatigable  atleta  de  la  patria  libertad ,  perseguido  siempre  por  adversa 
suerte ,  en  eterna  lucha  con  el  infortunio  y  sucumbiendo  al  fin  en  tierra 
extraña,  oprimido  entre  las  pesadas  rejas  de  una  prisión  y  con  las  míseras 
ropas  de  su  lecho  por  mortaja.  1 

Desapareció  arrastrado  por  el  huracán  político,  dejando  sublime 
enseñanza  para  la  posteridad,  y  el  recuerdo  de  aquella  vida  fecunda  en 
contrastes,  en  grandeza  y  en  sublimes  sacrificios  y  abnegación. 

1  «De  manera,  que  en  los  mismos  términos  que  expiró,  con  colchón,  sábana  y  demás  ropas  de  cama  lo  agarra- 
ron y  se  lo  llevaron  para  enterrarlo;  de  seguida  volvieron  y  se  llevaron  cuanto  era  suyo  para  quemarlo.»  — 
Tomado  de  una  carta  del  criado  que  asistía  á  Miranda  en  su  prisión 


JOSÉ   OLAYA 


\á   independencia  sud-americana,   tan  fecunda   en 
heroicidades,    nos   ha    dado    mil    ejemplos   para 
poder    combatir    las    ideas    de    los    retrógrados. 
Dicen  éstos,  que  sin  educación  no  hay  acciones 
magnánimas,    y    niegan    que    pueda    ser    héroe 
legendario  el  que  no    cuenta  entre  sus  antepa- 
sados   dos    ó    tres    abuelos    mecidos    en    dorada 
cuna:  error  crasísimo  que  si  no  estuviera  bastante  comba- 
tido por  las  metamorfosis  sociales  y  por  las  conquistas 
de   la    civilización,   bastaría  recorrer   las  páginas  de  la 
historia  patriótica  de  los  pueblos  para  convencerse  de  la  gran  verdad 
que  encierran  las  consoladoras  doctrinas  de  la  igualdad  humana. 

José  Olaya  es  un  ejemplo  de  glorioso  civismo,  desconocido  fuera  del 
círculo  en  donde  se  ha  desarrollado  el  acontecimiento  que  inmortalizará 
su  nombre;  por  eso  yo,  que  venero  la  memoria  del  pescador  indígena 
como  el  creyente  venera  la  de  los  mártires  del  Catolicismo,  he  querido 
que  el  descendiente  de  los  hijos  del  Sol,  el  peruano  denodado  como  hombre 
y  sublime  como  patriota,  figure  entre  los  elegidos  de  mi  galería 
de  inmortales. 

José  Olaya  y  Balandra  nació  de  José  y  Melchora  en  la  villa  de 
Chorrillos,  en  las  cercanías  de  Lima,  y  desde  su  infancia  se  dedicó  al 
oficio  de  pescador.  De  familia  indígena,  pero  unida  entre  sí  por  el  más 
acendrado  cariño,  llegó  á  la  juventud  siendo  el  sostén  de  su  madre  y  de 


JOSÉ   OLAYA 


JOSÉ    OLAYA  175 

sus  hermanos  Narcisa,  Mercedes,  Josefa  y  Cecilio.  Tocaba  á  su  término 
la  dominación  española  en  el  Pacífico  y  se  hacía  á  cada  momento  más 
difícil  la  situación  del  ejército  fiel  al  rey  de  España.  Rodil,  el  tan  tirano 
como  valiente  jefe  español,  hacía  un  esfuerzo  supremo,  y  el  virrey  Laserna 
llamaba  al  general  Canterac,  que  á  la  sazón  se  encontraba  en  el  Cuzco, 
para  que  acudiese  en  auxilio  suyo.  Con  la  llegada  de  este  general  y  sus 
tropas  se  replegaron  los  patriotas  al  Callao,  en  donde,  al  amparo  de  los 
castillos ,  se  hacían  fuertes  y  temibles.  Era  aquel  un  baluarte  en  el  cual 
se  embotaban  las  armas  realistas.  La  infantería  española  acordonaba  la 
la  ciudad  de  los  Virreyes,  y  nadie  sin  ser  registrado  pasaba  del  Callao 
a  la  capital,  pues  dentro  de  Lima  había  insurgentes  de  gran  prestigio  que 
sostenían  el  entusiasmo  de  los  Chalacos  *.  ¿Pero,  porqué  medio  se 
comunicaban?  ¿Qué  paloma  mensajera  llevaba  y  transmitía  las  órdenes 
que  se  traducían  por  los  hechos  de  los  independientes?  Olaya,  el  valeroso 
indio,  ocultando  su  corazón  de  patriota  bajo  la  tosca  sarga  de  su 
pobre  traje  y  alejando  de  él  toda  sospecha  por  el  oficio  que  siempre  había 
ejercido,  llegaba  furtivamente  por  mar  al  Callao,  conducía  las  órdenes, 
recogía  las  respuestas,  y  al  día  siguiente  entraba  en  Lima  con  las  cartas 
que  debía  entregar  á  los  jefes:  llevábalas  ocultas  en  las  alforjas  y  en 
las  cestas  que  le  servían  para  conducir  el  pescado.  No  faltó  un  delator; 
algunos  de  sus  manejos  se  dejaron  traslucir  entre,  sus  vecinos,  y  los 
patriotas  han  señalado  como  infames  delatores  á  un  mulato,  José  Mirones 
y  á  otro  indio  pescador  compañero  de  Olaya ,  llamado  Leocadio  Laines, 
pero  acentuando  más  las  sospechas  en  contra  del  primero. 


II 


Un  día,  del  17  al  20  de  Junio  de  1823,  en  que  el  valiente  indígena 
aparentaba  volver  de  su  pesca ,  se  dirigió  á  Lima  llevando  la  correspon- 
dencia para  los  patriotas  de  la  capital,  correspondencia  que  por  la  noche 
le  habían  entregado  los  independientes  del  Callao. 

Al  entrar  en  la  ciudad  por  la  calle  llamada  de  la  Acequia  Alta, 
encontró  un  retén   de  guardia  de  policía  que  le  detuvo;  pero  no  tan 

1    Nombre  qiie  se  da  a  los  naturales  del  Callao 


176  AMERICANOS    CÉLEBRES 

pronto  que  no  le  diese  tiempo,  y  gracias  á  su  viveza,  para  arrojar  á  la 
acequia,  que  en  aquella  época  pasaba  por  esa  calle  como  por  todas  las  de 
la  población,  un  paquete  de  papeles  que  fué  arrastrado  por  la  turbia 
corriente.  Esto  desorientó  á  sus  captores,  pues  en  aquellas  cartas,  tan 
presto  arrojadas  por  el  indio,  debían  encontrarse  nombres  ó  datos  que 
que  pudieran  haber  dado  luz  á  los  realistas.  Fué  conducido  al  local  de 
policía  y  registrado  minuciosamente:  en  una  alforja  se  le  encontró  una 
caja  de  dulce,  y  en  el  fondo  de  esta  caja  cartas,  que  carecían  de  firmas  y 
de  nombre  de  las  personas  á  quienes  iban  dirigidas. 

José  Olaya  se  negó  á  revelarlo,  y  á  todas  las  preguntas  contestó  con 
el  más  obstinado  silencio.  Ante  la  entereza  de  aquel  corazón  de  acero,  le 
sujetaron  á  inquisitoriales  castigos,  llegando  la  crueldad  á  tenerle  durante 
ocho  días  suspendido  por  los  índices,  al  paso  que  lo  martirizaban  con 
ensañamiento  impropio  de  seres  humanos. 

El  virey  Laserna  estaba  en  la  Legua,  sitio  intermedio  entre  el 
Callao  y  Lima,  acantonado  con  las  tropas  de  Canterac,  por  lo  cual, 
algunos  cronistas  de  la  época  hacen  caer  todo  el  peso  de  esta  infamia 
sobre  la  cabeza  de  Rodil. 

Tenía  José  Olaya ,  en  aquella*  época  veinte  y  ocho  años ,  y  sufría  el 
tormento  con  un  heroísmo  que  admiró  hasta  á  sus  enemigos,  salvando  á 
los  patriotas  de  las  iras  de  los  realistas  con  su  lealtad,  pues  que  se  asegura 
que  algunas  de  las  cartas  arrojadas  á  la  acequia ,  eran  del  esforzado  Sucre 
y  que  estaban  escritas  con  clave. 


III 


La  familia  de  Olaya  nada  sabía  de  su  prisión,  aun  cuando,  impaciente 
por  su  tardanza ,  suponía  que  sus  compromisos  con  los  patriotas  le  tenían 
alejado  de  Chorrillos.  Pero  el  29  de  Junio,  día  en  que  su  hermana 
Mercedes  se  dirigía  á  la  capital  á  vender  pescado,  supo  que  el  desgra- 
ciado José  estaba  condenado  á  muerte  y  que  la  fatal  sentencia  debía  ser 
ejecutada  en  la  tarde  de  aquel  mismo  día.  Mercedes  corrió  desolada  á  la 
Legua:  imploró  del  Virey  el  indulto  de  su  hermano,  se  arrastró  á  sus 
plantas,  lloró,  suplicó,  y  tanto  dolor,  hizo  sensación  en  el  alma  de 
Laserna  que  le  otorgó  el  perdón  de  Olaya. 


.TOSK    OLAYA  177 

Delirante,  loca  de  júbilo,  llegó  al  pie  de  la  prisión  en  donde  se 
encerraba  el  valeroso  pescador,  aquel  hijo  del  pueblo  que  había  de 
merecer  más  tarde  el  premio  reservado  á  los  héroes.  ¡Cuál  fué  el  dolor, 
la  desesperación  de  Mercedes,  al  saber  que  José  acababa  de  ser  pasado 
por  las  armas!  El  alma  del  denodado  pescador,  volaba  con  las  alas 
refulgentes  de  un  martirio  glorioso  á  esconder  el  secreto  de  los  libres  en 
el  seno  de  Dios. 

José  Olaya  era  creyente  fervoroso:  al  religioso  dominico  Fray 
Evaristo  Enreche  que  le  prodigó  los  auxilios  espirituales,  le  negó  los 
nombres  de  aquellos  que  faltaban  en  las  cartas;  le  dijo  que  tenía  en  su 
rancho  de  Chorrillos  algún  dinero  oculto,  dinero  que  dedicaba  á  fune- 
rales para  el  eterno  descanso  del  alma  de  su  padre.  Su  hermana  mayor 
Narcisa  percibió  después  una  pensión  que  le  asignó  el  Gobierno  patriota, 
y  á  la  muerte  de  ésta  pasó*  dicha  pensión  á  sus  hermanas  Mercedes  y 
Josefa. 


IV 


.El  Gobierno  patriota  ordenó  que  por  espacio  de  cincuenta  años  pasara 
revista  de  comisario  como  subteniente,  y  que  al  ser  llamado  en  la  lista, 
el  mayor  de  plaza  contestara:     presente  en  la  mansión  de  los  héroes >. 

Algunos  años  más  tarde,  el  2  de  Agosto  de  lKft7,  fué  colocado  en  el 
malecón  de  la  aristocrática  villa  de  Olaya  (Chorrillos)  el  busto  del 
patriota  abnegado,  del  pescador  inmortal,  del  Cristo  de  la  independencia 
peruana. 

Se  acordó  que  en  la  parroquia  de  su  nacimiento,  todos  los  años,  el  día 
29  de  Junio,  debían  celebrarse  solemnes  exequias,  con  asistencia  de  la 
Municipalidad,  y  en  la  sala  de  la  consistorial  debía  ponerse  su'retrato. 

La  veneración  de  sus  descendientes  no  se  ha  entibiado.  Hace  nueve 
años  vivía  en  Chorrillos  una  hija  de  Mercedes,  Alberta  Robles  y  Olaya, 
casada  con  el  indígena  Camilo  Eodríguez.  Era  tan  grande  el  respeto,  el 
amor,  la  admiración  con  que  pronunciaban  el  nombre  del  mártir  cho- 
rrillano,  que  se  creían  superiores  al  resto  de  los  mortales  por  la  honra 
de  llevar  tan  glorioso  apellido. 


12 


JOSÉ  ANTONIO   SUCRE 


(GRAN  MARISCAL  DE  AYACUCHO) 


,%uando  la  Revolución  francesa  había  reducido  á 
escombros  la  Bastilla,  y  con  asombro  universal  se 
desplomaba  el  trono  de  San  Luis,  cuando  se  inmo- 
laban en  el  altar  de  la  patria  augustas  víctimas 
y  la  mano  del  verdugo  segaba  á  centenares  la  cabeza 
de  nobles  y  plebeyos,  nació  en  Cumaná  (Venezuela) 
José  Antonio  Sucre,  el  3  de  Febrero  de  1793,  es  decir 
trece  días  después  que  el  infortunado  Luis  XVI  había 
muerto  en  el  cadalso  víctima  de  las  culpas  y  des- 
aciertos de  sus  antepasados. 
Sus  padres  D.a  María  Manuela  Alcalá  y  D.  Vicente  Sucre  y 
Urbaneja,  le  dedicaron  á  la  carrera  de  ingeniero,  y  por  los 
años  de*  1810  había  obtenido  el  grado  de  teniente,  cuando  sobrevino 
el  pronunciamiento  de  Caracas.  Por  entonces  el  joven  cumanés,  que 
contaba  diez  y  siete  años,  fué  enviado  á  la  comandancia  de  ingenieros 
de  Barcelona,  en  Venezuela.  1 

Iniciada  la  guerra  de  independencia,  y  por  una  orden  del  general 
Miranda,  fué  el  joven  Sucre  en  1811  á  formar  parte  del  estado  mayor,  en 
donde  empezó  su  carrera  de  gloria  y  de  noble  heroísmo. 


1    En  las  Memorión  ilel  general  O'Leary.  tomo  T.  jiát;-  !>.  dioo  QTtte  Sucre  nació  en  1790. 


• 


JOSÉ  ANTONIO   SUCRE 


JOSÉ   AXTONIO    SUCRE  179 


II 


Todos  los  biógrafos  del  gran  mariscal  de  Ayacucho  están  conformes 
en  decir  que  desde  la  triste  y  desastrosa  campaña  de  1812,  que  concluyó 
con  el  pacto  de  San  Mateo,  la  violación  de  éste  por  Monteverde  y  la 
dispersión  de  los  independientes,  mostró  Sucre  el  carácter  arrojado, 
digno  y  caballeresco  que  más  tarde  le  hizo  descollar  sobre  tantos  héroes 
y  merecer  el  calificativo  de  el  soldado  más  virtuoap  de  la  independencia. 

En  su  vida  no  hay  tacha  ni  nube  que  empañe  su  pureza.  Sucre 
reunía  á  su  serenidad  en  el  combate,  á  su  firmeza  y  arrojo,  el  amable 
trato  y  la  distinción  que  cautiva  y  avasalla. 

Tenía  la  sencillez  del  guerrero  espartano  y  la  modestia  del  verdadero 
sabio. 

Era  en  el  hogar,  modelo  de  virtudes  domésticas.  El  amante  esposo,  el 
tierno  padre,  y  el  noble  sostén  y  apoyo  de  su  familia. 

Tenía  en  el  mando  benévola  generosidad,  indulgente  carácter,  al 
propio  tiempo  que  la  necesaria  energía  y  severa  rectitud  del  magis- 
trado. 


III 


Tal  vez  su  trágica  muerte  tuvo  origen,  en  la  nunca  desmentida 
fidelidad  y  abnegación  por  el  Libertador,  y  éste,  que  le  debió  grandes  y 
decisivos  triunfos  para  la  causa  americana,  decía  en  un  perfil  biográfico 
de  Sucre: 

« El  era  el  alma  del  ejército  en  que  servía ,  todo  lo  metodizaba ,  todo 
lo  dirigía,  pero  con  aquella  modestia,  con  aquella  gracia  con  que  hermo- 
seaba cuanto  hacía;  él  era  el  mediador,  el  consejero,  el  guía,  siguiendo 
siempre  la  buena  causa,  corrigiendo  el  desorden  y  sin  dejar  de  ser  amigo 
de  todos  los  compañeros  de  armas. » 

Sirvió  en  el  estado  mayor  general  Libertador  del  ejército  de  Oriente, 
en  cuyo  cargo  se  revelaron  las  singulares  facultades  de  Sucre  y  su  alta 
capacidad  militar. 


180  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Ya  desde  aquella  época  conquistó  el  afecto  y  total  confianza  de 
Bolívar,  y  siendo  general  de  brigada,  desempeñó  en  las  Antillas  la  difícil 
misión  de  reunir  armas  y  municiones,  sin  crédito,  sin  dinero,  y  sólo  por 
medio  de  la  elocuencia  y  de  la  persuasión. 

Su  celo,  su  actividad,  su  talento  y  su  carácter,  conquistador  de 
simpatías,  fueron  la  base  de  la  tercera  campaña  en  Venezuela,  porque 
sus  esfuerzos  alcanzaron  éxito  completo  y  consiguieron  fusiles,  artillería 
y  pertrechos  de  toda  clase  para  la  guerra,  con  la  garantía  de  la  honra- 
dez y  del  nombre  del  general  Sucre. 

En  Noviembre  de  1820,  y  sieiído  jefe  del  estado  mayor  'del  general 
Libertador,  ajustó  las  bases  del  célebre  tratado  con  el  general  Pablo 
Morillo,  acompañado  por  el  coronel  Briceño  Méndez  y  el  teniente 
coronel  Gabriel  Pérez. 

« Este  tratado  es  digno  del  alma  de  Sucre:  la  benignidad,  la  cle- 
mencia., el  genio  de  la  beneficencia  lo  dictaron;  él  será  eterno  como  el 
más  bello  monumento  de  la  piedad  aplicada  á  la  guerra;  él  será  eterno 
como  el  nombre  del  vencedor  de  Ayacucho> »'.  1 


IV 


El  9  de  Octubre  de  1820  se  había  dado  en  Guayaquil  el  grito  de 
libertad  y  nombradas  algunas  autoridades  é  instalado  un  Gobierno 
provisional,  determinó  éste  que  una  división  marchara  al  interior  con 
el  objeto  de  realizar  el  levantamiento  y  proclamar  la  independencia  en 
Quito. 

La  división  se  componía  de  unos  mil  quinientos  hombres  al  mando 
del  capitán  Luis  Urdaneta,  quien,  adelantando  hacia  Ambato,  logró  que 
las  poblaciones  del  tránsito  se  declararan  contra  el  Gobierno  español  y 
apoyaran,  al  sublevarse,  la  marcha  de  la  columna  salvadora. 

En  la  llanura  de  Guachi  se  habían  acampado  los  realistas,  y  allí, 
provocados  los  patriotas  al  combate,  sufrieron  éstos  grandes  pérdidas,  y 
en  completa  derrota  volvieron  á  Guayaquil.  El  coronel  José  García  salió 

1    Esto  escribía  defede  el  l'eríi  el  Libertador  en  im-j.">.  • 


JOSÉ    ANTONIO   SUCHE  181 

al   frente    de    otra    expedición    con    peor  fortuna,   pues,    derrotado    en 
Tonasigua,  cayó  prisionero  de  los  realistas  y  fué  pasado  por  las  armas. 

Los  ejércitos  españoles  alcanzaron  aún  otras  victorias  y  el  Ecuador 
tal  vez  hubiera  sido  por  entonces  sometido  de  nuevo  al  dominio  español, 
si-  Bolivar,  con  sus  triunfos  de  Boyacá  y  el  convenio  con  Morillo,  no 
hubiera  podido  consagrarse  inmediatamente  á  la  causa  de  la  libertad 
ecuatoriana. 

El  general  D.  José  Antonio  de  Sucre  llegó  por  entonces,  nombrado 
para  mandar  el  reducido  ejército  del  Sur,  y  su  capacidad  política, 
su  tacto  y  acierto,  empezaban  á  tener  ventajoso  resultado,  cuando 
recibió  orden  para  trasladarse  á  Guayaquil  y  cumplimentar  ]os  deseos 
del  Libertador,  que  eran  persuadir  al  Gobierno  de  aquella  porción  del 
Ecuador,  que  dividido  el  país  en  reducidas  repúblicas,  éstas  no  alcanza- 
rían nunca  porvenir  ni  preponderancia,  y  que,  incorporadas  á  Colom- 
bia, formarían  un  todo  grandioso  y  respetado. 

La  razón,  la  lógica  v  el  amor  patrio  dictaban  ese  pensamiento, 
digno  de  Bolivar,  y  en  verdad  que  hoy,  la  nación  colombiana  sería 
potente  rival  de  los  Estados  Unidos.  La  sabiduría  y  el  don  de  leer  en  el 
libro  del  porvenir,  impulsaban  al  hombre  más  portentoso  de  América 
para  realizar  tan  magna  obra. 

•  ¡Oh  Colombia!  ¡qué  futuro  tan  deslumbrador  te  estaba  reservado; 
qué  adoración,  qué  amor,  qué  noble  orgullo  deberías  al  hombre  que 
soñaba  con  este  porvenir! 


V 


Las  instrucciones  dadas  al  general  Sucre  abrazaban,  además,  el  con- 
seguir se  le  confiriese  el  mando  en  jefe  de  las  tropas  independientes  del 
Ecuador,  para  que  unidas  con  la  división  colombiana,  alcanzaran  en 
breve  término  la  independencia  del  país. 

La  expedición  salió  para  el  Pacífico  en  Abril,  en  una  escuadrilla 
adquirida  en  Chile  y  con  algunos  transportes  enviados  de  Guayaquil. 

Activo  y  previsor,  logró  Sucre  organizar  su  ejército  como  auxiliar 
del  ecuatoriano,  pues  que,-  á  pesar  de  su  influencia  moral  y  de 
su  persuasivo  talento,  no  consiguió  que  Guayaquil  se  resolviera  á  su 
incorporación  á  Colombia. 


182  AMERICANOS    CÉLEBRES 

El  genio  militar  del  general  Sucre  salvó  á  Guayaquil  de  una  contra- 
revolución intentada  por  los  realistas,  y  decidido  á  emprender  la 
campaña  y  no  dar  tiempo  á  la  llegada  de  tropas  que  enviaba  el  virrey 
Aymerich  contra  los  independientes,  salió  al  encuentro,  y  tomando 
posiciones  en  Yaguachi,  empeñó  el  combate  con  la  división  realista  á  las 
órdenes  del  coronel  González,  procurando,  como  lo  consiguió,  vencerla 
antes  que  llegase  la  de  Aymerich. 

La  batalla  fué  un  brillante  triunfo,  y  numerosos  prisioneros,  muni- 
ciones y  armamento,  cayeron  en  poder  de  los  patriotas. 


VI 


Iniciada  la  campaña  con  tan  pronto  y  notable  resultado,  y  después  de 
conseguir  que  las  tropas  de  Aymerich,  al  saber  la  derrota  de  Yaguachi. 
retrocedieran  rápidamente,  dejando  en  la  retirada  á  merced  del  vence- 
dor, bagajes,  armas  y  prisioneros,  volvió  Sucre  á  Guayaquil,  y  fuerte 
con  las  ventajas  conseguidas ,  intentó  de  nuevo  incorporar  la  provincia 
á  la  república  de  Colombia,  convocando  con  tal  objeto  un  colegio  electo- 
ral que  resolviera  en  tan  importante  cuestión. 

Entretanto  marchó  para  Babahoyo  y  siguió  hasta  Ambato .  por  el 
camino  de  Pucobamba,  decidido  á  permanecer  en  las  alturas  de  la 
cordillera  y  á  observar  al  enemigo,  pues  que  las  fuerzas  de  éste  eran 
muy  superiores  en  número;  pero  combatido  el  plan  por  algunos  jefes, 
cedió  Sucre  y  bajó  á  la  llanura  de  Guachi;  las  fuerzas  realistas  atacaron 
vigorosamente,  y  á  pesar  de  una  resistencia  de  tres  horas,  la  derrota  de 
los  patriotas  fué  espantosa.  Los  soldados  se  desbandaron,  murieron,  ó 
defendiéndose  cayeron  prisioneros  y  Sucre  debió  su  salvación  al  valiente 
oficial  chileno  D.  Manuel  Jordán  edecán  del  General,  quien  encontrán- 
dolo atropellado  por  los  fugitivos  y  desmontado,  le  puso  en  las  ancas 
de  su  caballo  diciéndole:  «Mi  general,  si  estos  godos  nos  han  de  fusilar 
cayendo  en  sus  manos,  tanto  da  que  nos  fusilen  por  delante  ó  por 
detrás.  Tratemos,  pues,  de  salir  de  entre  ellos».  1 

1    Antonio  José  de  Sucre,  pariente  del  vencedor  de   Ayacucho,  en  su  articulo  Aclaraciones,  publicado  en 
Santiago  de  Chile  en  1885. 


JOSÉ   ANTONIO    SUCRE  -    183 


Ambos  se   salvaron,   aun  cuando  ligeramente  heridos,  y  el  caballe- 
resco Sucre  jamás  olvidó,  la  abnegación  de  su  heroico  ayudante. 


VII 


Aquel  desastre  hubiera  desalentado  á  otro  jefe  menos  audaz  y 
valeroso,  pues  que  ¡perdieron  en  la  funesta  batalla  todos  sus  pertrechos 
y  dejaron  en  el  campo  gran  número  de  muertos  y  prisioneros. 

Los  restos  de  la  división  patriota  regresaron  á  Babahoyo,.  en  donde 
se  ocupó  Sucre  de  reorganizar  sus  fuerzas,  canjear,  los  prisioneros 
y  formar  un  núcleo  suficiente  para  defender  á  Guayaquil,  pues  los 
realistas,  al  mando  del  coronel  Tolrá,  habían  penetrado  hasta  Saba- 
neta,  pero  el  jefe  español  que  no  miraba  por  entonces  muy  fácil 
apoderarse  de  la  capital,  solicitó  una  conferencia  del  general  para 
tratar  de  un  armisticio  propuesto  por  la  Junta  del  Guayas.  La  cortesía, 
habilidad  é  inteligencia  de  Sucre,  consiguieron  se  firmara  una  tregua 
de  noventa  días. 

Entretanto  se  había  diferido  para  circunstancias  más  bonancibles,  la 
incorporación  de  la  provincia  á  la  república  de  Colombia,  y  dispuestas 
las  tropas,  reforzadas  por  recién  llegados  colombianos,  debiendo  reu- 
nirse con  la  división  peruana  que  mandaba  el  coronel  Santa  Cruz  y  se 
encontraba  ya  en  la  provincia  de  Loja,  y  finalizado  el  armisticio,  salió 
el  constante  y  valeroso  Sucre  para  el  interior  del  Ecuador,  resuelto  á 
seguir  hasta  Quito. 

Sus  combinaciones  obtuvieron  completo  éxito,  y  por  las  fragosas  y 
empinadas  sierras,  arrostrando  el  frío  y  hasta  la  falta  del  preciso 
sustento,  llegó  con  sus  soldados  hasta  Cuenca,  en  unión  ya  con  las 
fuerzas  peruanas,  apoderándose  de  la  ciudad,  y  después  de  dar  descanso 
á  las  tropas  y  haber  aumentado  éstas,  siguió  su  marcha  victoriosa; 
ocupó  á  Riobamba  en  Abril  de  1822,  y  pocos  días  después  continuó  hasta 
llegar  al  pintoresco  y  fértil  valle  de  Chillo,  á  cuatro  leguas  de  la  capital 
ecuatoriana. 

El  24  de  Mayo  se  trabó  el  combate  entre  realistas  y  republicanos  en 
las  alturas  del  Pichincha:  ambos  ejércitos  combatían  con  denuedo  y 
bizarría;  intrépidos  jefes  peleaban  con  tesón    y   anhelo    de    gloria;  el 


184  •  '  AMERICANOS    CÉLEBRES 

noble  empuje  de  los  batallones  republicanos  fué  rechazado  con  igual 
bravura  por  los  españoles ;  pero  la  victoria  se  declaraba  ya  por  los  hijos 
de  América,  y  desordenados  aquéllos,  huyeron,  perseguidos  hasta  Quito 
por  los  soldados  del  batallón  Magdalena  y  por  su  jefe  el  esforzado 
Córdoba. 

Aymerich  aceptó  la  honrosa  capitulación  propuesta  por  Sucre,  v  el 
Ecuador  fué  libre  y  formó  parte  de  la  gran  República. 

El  vencedor  de  Pichincha  ascendió  á  general  de  división  v  fué 
nombrado- intendente  de  Quito. 

Los  laureles  se  agrupaban  sobre  la  cabeza  de  aquel  hombre  generoso, 
y  el  Libertador  encontraba  en  él  su  más  firme  y  constante  auxiliar. 

La  ciudad  de  Pasto,  que  cayó  en  poder  de  Bolivar,  después  de  la 
batalla  de  Bombona  se  había  sublevado,  y  el  general  Sucre  marchó  á 
someterla,  y  derrotando  á  los  realistas,  ocupó  la  ciudad. 

El  Perú  necesitaba  aliados  y  auxiliares  valerosos;  allí  la  situación 
era  complicada  y  dificilísima;  los  hijos  de  los  incas  imploraban  el 
socorro  ele  Bolivar  y  éste  buscó  en  torno  suyo  un  militar  leal  á  toda 
prueba,  inteligente  é  intrépido;  Sucre  llenaba  sus  deseos,  le  dio  la  orden 
de  marcha  y  sus  precisas  instruciones. 


VIII 


A  su  llegada  al  Perú,  tuvo  que  aceptar  el  mando  para  defender  el 
Callao  y  rechazar  á  las  fuerzas  realistas  que,  adelantaban  numerosas  y 
decididas  á  la  lucha. 

Y  no  sólo  el  temor  de  los  españoles  sobrecogía  los  ánimos:  la 
Contienda  civil  era  tan  temible  y  amenazadora  como  las  armas  de  los  rea- 
listas, y  el  edificio  de  la  independencia  se  desmoronaba  por  la  división 
de  los  partidos  y  por  el  encono  del  presidente  Riva  Agüero,  quien 
desde  Trujillo  estaba  en  negociaciones  con  los  españoles  para  establecer 
la  monarquía  en  el  Perú,  secundándole  en  su  propósito,  el  ministro  gene- 
ral Herrera. 

Bolivar,  que  había  llegado  á  Lima  para  dirigir  las  operaciones  de  la 
campaña  contra  los  realistas  y  que  tenía  noticia  de  que  se  fraguaba  un 
atentado    contra    la    libertad   peruana,   marchó    á  Huaras  á  batir   las 


JOSÉ   ANTONIO   SUCHE  185 

facciones,  y  cuando  se  disponía  á  continuar  hasta  Trujillo,  recibió  la 
nueva  de  que  el  coronel  La  Fuente,  sabedor  de  la  traición  tramada  por 
Riva  Agüero,  se  había  apoderado  de  éste,  y  que  el  mayor  Castilla,  á  su 
vez,  había  hecho  prisionero  en  Santa  al  ministro  Herrera.  En  la  Historia 
General. de  América  detallaremos  la  feliz  casualidad,  que  puso  en  manos 
del  coronel  La  Fuente  los  hilos  de  aquella  trama. 

Después  de  apagada  la  discordia  civil,  volvió  el  general  Sucre  á 
encargarse  de  la  comandancia  general  del  ejército  unido,  ya  que  su 
carácter  digno  y  noble  se  sublevó  ante  la  idea  de  tomar  parte  en 
aquella  campaña  contra  Riva  Agüero,  que  le  había  calumniado  y  que  le 
creía  enemigo  personal. 


IX 


Además  de  la  guerra  civil  y  de  las  consecuencias  fatales  para  el  Perú, 
se  complicaron  cien  diversas  causas  de  sobresalto  para  Bolívar,  ocupado 
en  reorganizar  su  ejército.  Los  triunfos  de  los  realistas,  la  falta  de 
refuerzos,  las  enfermedades  que  postraron  el  espíritu  y  la  energía  del 
vencedor  de  Bombona ,  la  pérdida  de  las  tropas  del  general  Santa  Cruz 
desbandadas  en  el  alto  Perú  y  la  ocupación  del  Callao  por  los  españoles. 
En  momentos  tan  críticos,  y  agonizante  la  independencia  peruana, 
decretó  el  Congreso  la  dictadura  con  facultades  extraordinarias:  Bolívar 
fué  nombrado  dictador  en  los  momentos  en  que  los  realistas  ocuparon 
Lima  (27  de  Febrero  de  1824). 

Torre  Tagle  y  el  ministro  de  la  Guerra  Berinduaga ,  el  general  Porto- 
carrero,  y  otros  se  pasaron  á  los  españoles. 

Bolívar  acabó  de  reorganizar  el  ejército  y  se  lanzó  en  busca  del 
enemigo.  El  general  Sucre  mandaba  en  jefe  las  tropas  de  Colombia;  La 
Mar,  las  del  Perú;  Miller,  la  caballería  peruana,  y  Santa  Cruz,  el  estado 
mayor. 

El  día  6  de  Agosto  marchaban  las  tropas  hacia  el  pueblo  de  los  Reyes, 
departamento  de  Huánuco,  y  á  las  cuatro  de  la  tarde  se  empeñó  el 
combate. 

Allí  los  soldados  de  Boyacá  y  de  Pichincha,  los  coraceros  del  Perú, 
llamados  después  húsares  de  Juntn ,  se  batían  cuerpo  á  cuerpo  con  los 
españoles   triunfantes  y  orgullosos  por   sus  victorias.  Lanza  en  -ristre 


186  AMERICANOS    CÉLEBRES 

los  recibieron  los  patriotas ,  y  los  caballos  se  estrellaban  unos  contra  los 
otros,  ya  adelantando,  ya  retrocediendo  en  aquel  mar  de  combatientes: 
eran  leones  contra  leones. 

Los  republicanos  fueron  vencedores  en  aquella  brillante  jornada. 
Obligado  el  Libertador  á  volver  á  Lima,  confió  el  mando  en  jefe  del 
ejército  al  general  Sucre  por  haberse  excusado  de  tomarlo  el  general  La  Mar, 
que  era  de  más  graduación,  previniéndole,  sin  embargo,  que  obrase  de 
acuerdo  con  este  general,  tanto  por  las  consideraciones  de  su  grado,  como 
por  los  conocimientos  militares  y  prácticos  del  país  que,  sin  duda, 
influyeron  en  el  éxito  de  la  campaña  *. 

Partió  el  general  Bolivar,  y  Sucre  siguió  su  marcha  con  el  ejército 
hasta  formar  su  línea  de  observación  en  la  orilla  occidental  del 
Apurimac,  desde  donde  empezó  la  retirada,  siguiendo  las  instrucciones 
del  Libertador,  puesto  que  el  enemigo  se  adelantaba  á  su  encuentro.  Los 
patriotas  sostuvieron  algunas  escaramuzas  hasta  la  pampa  de  Matará  en 
donde  los  españoles  prepararon  hábilmente  una  emboscada,  y  cargando 
sobre  los  republicanos  les  persiguieron  en  todas  direcciones,  derrotán- 
dolos y  causándoles  considerables  pérdidas. 

La  noche  llegó  á  proteger  la  retirada,  cuando  todavía  los  realistas 
continuaban  activa  persecución,  y  Sucre  se  afectó  profundamente  con 
aquel  terrible  desastre ,  tanto  más  cuanto  que  al  día  siguiente  pudieron 
apreciarse  en  toda  su  extensión  los  funestos  resultados. 

El  ejército,  diezmado  y  sin  víveres,  continuó  la  retirada  hasta  más 
allá  de  la  quebrada  de  Acocro,  habiendo  recibido  Sucre  comunicaciones 
del  Libertador  é  instrucciones,  entre  éstas  la  de  arriesgar  á  todo  trance 
una  gran  batalla  sin  contar  con  mayores  fuerzas,  pues,  á  consecuencia 
de  algunos  reveses  y  de  que  la  situación  era  cada  vez  más  apurada,  sólo 
podría  encontrarse  la  salvación  en  una  victoria. 

Arriesgadísimo  era  cumplimentar  el  deseo  de  Bolivar.  El  ejército 
enemigo  contaba  con  dobles  fuerzas,  y  las  de  Sucre,  si  bien  animadas  de 
bélico  ardor,  se  exponían  á  ser  destrozadas  por  el  mayor  número  de  los 
contrarios. 

Sin  embargo,  en  tan  decisivos  momentos,  no  hubo  vacilación  ni  temor, 
y  Sucre,  escogiendo  para  el  combate  la  pequeña  sabana  de  Ayacucho, 
tomó  posición  y  se  dispuso  á  morir  ó  á  vencer. 

1    Manuel  Antonio  López:  Recuerdos  Históricos 


JOSÉ   ANTONIO    SUCRE  .     ■  187 

Los  corazones  latían  á  impulso  de  juvenil  entusiasmo;  los  soldados, 
serenos  y  satisfechos ,  se  aprestaban  a  la  pelea; 'la  Naturaleza  sonreía, 
engalanada  como  para  una  fiesta. 

Y  era  imponente  y  solemne.  En  ella  se  jugaba  no  sólo  la  indepen- 
dencia peruana,  sino  la  de  Colombia.  La  caduca  Europa  y  la  joven 
América  estaban  frente  á  frente,  y  ambas  empeñadas,  tenaces  y 
arrogantes. 

Cuentan  que,  en  la  derrota  de  Matará,  había  dicho  el  general  Cante- 
rae  al  presenciar  el  denuedo  del  batallón  Rifles  que  sostenía  la  retirada 
del  Vargas  y  el  Vencedor:  «General  Valdés,  ¿son  soldados  esos,  ó  no  son?» 

Y  los  españoles  eran  aguerridos  y  valerosos;  contaban  victorias  y 
victorias  en  todo  el  continente  americano;  eran  dueños  de  la  costa  y  del 
Norte;  llevaban  la  seguridad  del  triunfo  por  lo  numerosos  y  lo  escaso 
del  ejército  de  los  independientes,  ya  vencidos  en  los  últimos  encuentros. 


X 


Poco  antes  de  la  batalla  se  habían  confundido  en  tierno  abrazo, 
varios  individuos  de  los  ejércitos:  eran  parientes,  amigos  y  hermanos 
que  combatían  en  opuestos  bandos  y  que  solicitaron  permiso  para  darse 
tal  vez  el  postrer  adiós.  El  cuadro  era  admirable,  triste  y  poético  á 
la  vez. 

En  las  alturas  del  Cóndor -Kanqui,  formaba  el  sol  caprichosos  y 
brillantes  reflejos  sobre  los  ricos  y  vistosos  uniformes  de  los  realistas 
y  sobre  sus  brillantes  armas. 

Los  alabarderos  del  Virrey,  regimiento  creado  én  1557  por  el  Marqués 
de  Cañete,  cuarto  virrey  del  Perú,  ostentaban  marcialmente  su  elegante 
pantalón  blanco  y  el  dormán  verde  con  vueltas  negras.  El  regimiento 
guías  del  General,  vestía  de  encarnado  con  vueltas  blancas,  y  ambos 
descollaban  en  aquella  perspectiva  en  donde  se  confundían  el  gualdo  y 
el  rojo,  el  azul  y  el  blanco,  el  verde  y  el  gris,  entre  los  plumeros,  los 
entorchados  de  plata  y  oro,  las  lucientes  charreteras,  las  bandas  y 
cruces,  las  fajas  rojas  ó  azules  y  las  banderas  de  la  patria  que  ondulaban 
á  favor  del-  ligero  ambiente ,  extendiéndose  y  cobijando  á  los  cam- 
peones  de    la   noble   España.   Los   soldados   republicanos    carecían    de 


188  AMERICANOS    CÉLEBRES 

fastuoso  atavío  pero  mostraban  orgullosos  en  el  morrión  la  escarapela  ó 
roseta  tricolor,  los  cordones  encarnados,  verdes  ó  blancos  y  el  pompón; 
el  capote  tradicional  completaba  el  uniforme  general.  En  aquel  conjunto 
sobresalían  las  chaquetas  azules  y  alamares  amarillos  de  los  jinetes, 
las  borlas  de  oro  en  los  sombreros  de  los  jefes  y  de  la  oficialidad, 
con  las  escarapelas  tricolor  ó  bicolor  de  los  colombianos  ó  peruanos.  Una 
orla  de  pluma  blanca  en  el  sombrero  era  el  distintivo  de  los  generales   '. 

El  gallardo  general  Sucre,  vestido  con  pantalón  blanco,  levita  azul, 
cerrada  por  botones  dorados,  charreteras  de  oro  v  espada  al  cinto, 
montado  sobre  brioso  caballo  castaño  obscuro,  recorrió  el  ejército  y 
arengó  á  cada  regimiento,  recordándoles  sus  victorias,  inflamando  su 
entusiasmo  por  la  causa  de  la  libertad  y  escitando  su  heroísmo  y  amor 
propio  patriótico. 

Ya  los  soldados  españoles  se  ponían  en  movimiento;  Sucre  volvió  ;í 
ocupar  su  puesto,  y  con  voz  sonora  exclamó:  «De  los  esfuerzos  de  hoy 
pende  la  suerte  de  la  América  del  Sur:  otro  día  de  gloria  va  á  recom- 
pensar vuestra  admirable  constancia,»  añadió  señalando  las  numerosas 
huestes  españolas. 

Y  se  empeñó  la  decisiva  acción:  y  las  balas  se  cruzaban  sembrando 
la  muerte  y  aclarando  las  filas  de  los  dos  ejércitos.  De  las  alturas  del 
Cóndor -Kanqui  se  desprendían  batallones  y  batallones  sobre  el  campo 
de  los  republicanos  y  éstos  los  rechazaban  con  estoica  entereza, 
supliendo  el  valor  al  número  de  combatientes. 

El  bizarro  general  La  Mar,  Sucre,  Córdoba  y  otros,  rivalizaron  en 
hábil  dirección  contrarestando  las  acertadas  maniobras  de  Monet  Valdés 
y  Villalobos;  era  una  lucha  de  gigantes,  en  la  cual  el  triunfo  fué  de  los 
patriotas.  Triunfo  imponente,  brillante,  grandioso,  absoluto. 

El  general  español  García  Camba  dice  en  sus  memorias:  «Resultado 
tan  rápido  como  terrible  é  inesperado,  produjo  grandísima  sensación  en 
el  ejército  real.» 

En  aquella  jornada,  el  anciano  virrey  Laserna  había  tomado  parte 
activa,  atendiendo  á  todo,  animando  á  unos,  ordenando  á  otros  y 
desesperándose  del  asjjecto  que  tomaba  la  acción. 

El  general  Valdés,  dice  García  Camba,  á  la  vista  de  tal  desastre. 


1     Los  detalles  para  esta  descripción  están  tomados  de  los  Apuntes  Históricos  del  coronel  Antonio   López 
dicial  entonces  dol  batallón  Vencedor. 


JOSÉ   ANTONIO   SUCRE  .  189 

buscaba  como  de  intento  la  muerte,  y  llegó  á  sentarse  sobre  una  piedra 
para  que  los  vencedores  le  acabaran;  mas  el  valiente  coronel  D.  Diego 
Pacheco  y  otros  oficiales,  le  obligaron  á  abandonar  tan  temerario  empeño 
y  á  continuar  retirándose  hacia  la  cumbre  de  la  cordillera » . 

Entre  los  heridos  y  prisioneros  se  contaba  el  triste  Virrey,  y  en  el 
hospital  de  sangre,  establecido  en  la  pequeña  iglesia  de  Quinua,  aguar- 
daba la  visita  de  los  médicos.  Dice  Miller  que.  cuando  entró,  le  halló 
sentado  en  un  banco  y  recostado  contra  la  pared  de  barro  de  la  choza; 
un  corto  reflejo  de  la  llama  de  una  pequeña  lámpara ,  apenas  esparcía 
luz  para  que  pudiera  percibirse  su  faz  teñida  en  sangre  de  la  herida  que 
había  recibido.  La  actitud,  la  situación  y  la  amargura  todo  junto,  era 
precisamente  lo  que  un  pintor  histórico  habría  escogido  para  representar 
la  dignidad  de  perdidas  grandezas. 

Reflexionando  en  las  vicisitudes  de  la  fortuna,  puede  fácilmente 
imaginarse  con  qué  sentimiento  se  iría  adelantando  Miller  hacia  el 
hombre,  que  pocas  horas  antes  ejercía  el  poder  real. 

El  mismo  general  Miller  envió  á  buscar  á  un  cirujano,  y  lo  único  que 
pudo  brindar  ál  abatido  Virrey  fué  una  taza  de  ihé:  «eso  es,  á  la  verdad, 
la  única  cosa  que  podría  tomar  ahora;  una  sola  taza  me  reanimaría 
y  me  preservaría  de  empeorar  y  de  un  desvanecimiento». 

Laserna,  fué  después  trasladado  por  orden  del  victorioso  Sucre  y 
acompañado  por  éste  á  sitio  más  reservado. 

Con  razón  Bolívar  decía  en  nota  oficial  al  general  Alvarez,  nombrado, 
después  de  Ayacucho,  virrey  interino:  <  Sabrá  TT.  S.  que  la  nube  cargada 
de  tempestades  que  tronó  en  el  Atlántico  voló  al  Pacífico  para  ir  á 
descargar  sobre  el.  campo  de  Ayacucho  los  rayos  que  le  sobraron  en 
Carabobo  » . 


XI 


Sucre  continuó  su  carrera  triunfal  por  el  Alto  Perú,  y  convocado  á 
una  asamblea  para  el  10  de  Julio  de  1825,  declaró  la  independencia  de 
aquellas  provincias  bajo  el  nombre  de  República  de  Bolivia ,  y  en  Abril 
de  1826,  el  Congreso  Constituyente  nombró  al  general  Sucre  presidente 
vitalicio. 


190  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Pero  el  caballeresco  guerrero  no  se  creía  con  derecho  á  mandar  en 
aquel  país  adonde  le  condujo  la  victoria ,  y  alarmada  su  modestia  sin 
par  y  su  desinterés  sin  rival,  procuró  atenuar  en  sí  mismo  su  nombra- 
miento, aceptándole  únicamente  por  dos  años,  el  Washington  del  Sur, 
como  16  nombra  un  escritor  chileno. 

Honrado  y  conciliador,  esclavo  de  su  deber,  magistrado  recto  y 
justo,  se  ocupó  en  la  organización  del  país,  y  con  su  benévola  mode- 
ración procuró  cicatrizar  las  heridas  causadas  por  la  guerra. 

Pero  no  había  concluido  la  lucha:  bastardos  intereses  levantaron 
obstáculos  en  su  camino,  y  dos  motines  fueron  el  resultado  de  las 
maquinaciones  é  intrigas,  á  pesar  de  haber  salido  ya  del  país  la 
división  colombiana,  pretexto  de  todos  aquellos  trastornos.  (El  27  de 
Abril  J. 

El  27  de  Abril  de  1828,  escribía  el  general  Sucre  al  Libertador 
de  Colombia,  y  de  su  carta  copiamos  algunos  párrafos. 

«Mi  general,  esta  carta  será  corta,  pero  importante:  el  18  del 
corriente  se  sublevó  la  primera  compañía  de  granaderos  á  caballo 
que  formaba  toda  la  guarnición  de  esta  ciudad,  á  pretexto  de  dinero; 
creí  contenerla  echándome  encima,  pero  habiéndome  recibido  á  ba- 
lazos, me  hirieron  gravemente  en  el  brazo  derecho.  Tras  este  amoti- 
namiento, se  apoderaron  algunos  facciosos  de  la  tropa  y  pretendieron 
dar  al  tumulto  un  aire  de  revolución  popular...  Todas  las  cosas  se  han 
restablecido  y  las  autoridades  restituídose  á  sus  puestos.  Hasta  hoy 
han  llegado  de  Potosí  y  Oruro,  más  de  trescientos  hombres  de  tropa, 
que  al   saber  las  novedades  han  marchado  con   una  celeridad  grande 

á  salvarme  y  á  salvar  las  leyes Debo  decir  en  honor  de  Chuquisaca, 

que  ninguna  persona  de  respetabilidad  se  ha  mezclado  en  este  alboroto 
y   que,    en    medio   de    los    malvados,    mi   casa    estaba,    día   y    noche, 

llena  de  personas  decentes Mi  herida  impide  que  ejerza  el  gobierno, 

y  lo  delegué  el  mismo  día  18  en  el  Consejo  de  Ministros  conforme  á  la 
Constitución. 

No  desempeñaré  otro  acto  de  la  presidencia  que  instalar  el  Congreso 
y  leerle  mi  mensaje;  pienso  abreviar  la  reunión  del  Congreso.  Adiós, 
mi  querido  general.  Por  Septiembre  estaré  en  Quito,  pero  nadie  me 
hará  emplear  en  servicio  público:  llevó  la  sefyal  de  la  ingratitud  de  ¡os 
hombres  en  un  brazo  rolo,  cuando  h&sta  en  la  guerra  de  la  independencia  pude 
salir  sano. 


JOSÉ   ANTONIO    SUCRE  191 

Como  no  podré  firmar  en  dos  ni  tres  meses ,  lo  hará  por  mí  el  coman- 
dante Andrade». 

Al  vergonzoso  atentado  del  18  de  Abril,  siguió  otro  más  indigno 
aún,  pues  los  amotinados  sacaron  de  su  casa,  herido  y  enfermo,  al  vence- 
dor de  Ayacucho,  y  le  hicieron  prisionero. 

Hecho  un  convenio  y  convocado  el  Congreso,  pensó  Sucre  no  sólo 
en  retirarse  del  mando,  sino  en  salir  del  país,  depositando  en  manos 
de  algunos  diputados  tres  pliegos  que  encerraban  su  renuncia  de  la 
presidencia,  la  organización  del  Gobierno  provisional  y  las  propuestas 
para  la  vicepresidencia  que,  según  la  Constitución  le  tocaba  hacer. 

Inmediatamente  después  salió  de  Bolivia  para  su  patria,  tocando 
en  el  Callao,  en  donde  ofreció  al  Gobierno  ser  mediador  en  la  guerra 
entre  Perú  y  Colombia. 

La  generosidad  de  Sucre  fué  escuchada  con  glacial  desdén,  y  el 
noble  vencedor  salió  para  Guayaquil  y  desde  allí  escribió  al  Liber- 
tador. 

En  uno  de  los  párrafos  decía:  «Estaré  en  Guayaquil  cuatro  ó  seis 
días  y  haré  cuanto  pueda  por  llegar  á  Quito  el  30  de  este  mes  para  reu- 
nirme  á  mi  familia.  Hará  sesenta  y  seis  meses  cumplidos  que  me  separé 
de  ella:  vuelvo  á  Colombia  con  el  brazo  roto  por  consecuencia  de  este 
alboroto  revolucionario  y  por  instigación  del  Perú,  á  quien  he  hecho 
tantos  servicios  y  de  algún  boliviano  que  tiene  patria  por  mí.  Traigo 
por  toda  recompensa  la  experiencia  que  me  han  dejado  los  sucesos,  y 
ellos  me  harán  pertenecer  á  mi  familia  como  tantas  veces  he  dicho  á 
V.  y  como  es  mi  voto  y  ambición. 

El  servicio  á  pueblos  ingratos  me  es  tan  molesto  como  la  carrera 
pública.  Antes  de  pasar  a  suelo  colombiano  repito  esta  declaración,  así 
como  repito  que  el  mayor  premio  que  pueda  recibir  por  mis  servicios ,  es 
la  amistad  y  el  afecto  del  Libertador  de  mi  patria». 

A  principios  de  Octubre  estaba  ya  Sucre  en  Quito,  y  apenas  repuesto 
de  su  herida ,  tuvo  noticia  de  que  tropas  peruanas  se  preparaban  á  inva- 
dir el  territorio  colombiano,  y  con  fecha  14  de  Noviembre  escribió 
el  esforzado  campeón  de  la  libertad  al  comandante  en  jefe  del  ejército 
del  Sur  y  al  ministro,  lo  siguiente: 

«  Si  la  tierra  colombiana  fuera  pisada  por  algún  enemigo  y  se  dispu- 
siera una  batalla,  sírvase  V.  S.  manifestármelo  ó  hacerme  alguna  ligera 
indicación.  Cualquiera  que  sea  el  estado  de  mi  salud  volaré  al  ejército, 


102  AMERICANOS  0ÉLÉBBE8 

v  en  el  puesto  que  se  me  señale  participaré  con  mis  antiguos  compañe- 
ros de  sus  peligros  y  de  la  victoria». 

La  invasión  peruana  se  efectuó  presentándose  una  escuadra  frente  á 
Guaya  quil. 

Entonces  el  Gobierno,  aceptando  el  ofrecimiento  del  vencedor  de  Aya- 
cucho,  le  nombró  director  de  la  campaña,  y  por  su  segundo  al  valiente  y 
después  ilustre  general  Flores. 

No  desmintió  su  natural  actividad  el  noble  héroe  de  Pichincha,  y 
viendo  que  sus  esfuerzos  para  evitar  la  guerra  eran  inútiles  y  que  el 
enemigo  ocupaba  el  Pórtete,  determinó  dar  la  batalla ,  añadiendo  el  27 
de  Febrero  de  1829  un  lauro  más  á  su  corona  de  gloria,  y  nuevos  timbres 
de  generosa  hidalguía*  en  las  bases  que  propuso  á  los  peruanos  para  la 
capitulación,  tal  vez  demasiado  ventajosas  para  el  enemigo  que  se 
retiró  derrotado  y  reducido  á  dox  mil  quinientos  hombres,  resto  de  ocho 
mil  cuatrocientos  <\ui>  habían  invadido  ó  Colombia  1. 

La  brillante  y  heroica  acción  de  Tarqui  fué  la  última  del  guerrero 
virtuoso  y  leal,  del  patriota  digno  y  consecuente. 

Figuró  después  en  el  Congreso  Constituyente  de  Bogotá  en  Enero  de 
1S30  como  diputado  por  el  Ecuador,  y  presidente  de  la  Asamblea  cuando 
Bolívar  se  retir»)  del  mando,  quien  al  entregarle  su  mensaje  le  expresó 
su  confianza,  pues  que  dejaba  el  Congreso  presidido  por  el  más  <I¡</ho  de 
los  generales  de  Colombia  ~. 

El  Gran  Mariscal  de  Ayacucho,  asistió  también  como  comisionado  á 
las  conferencias  en  el  Rosario  de  Cuenta,  entabladas  con  los  diputados 
de  Venezuela  para  mantener  en  Colombia  la  organización  federal. 

Con  este  motivo  se  manifestó  en  grado  superior  la  grandeza  de  alma 
de  Sucre.  Expresó  que  para  regir  los  destinos  de  la  patria  se  necesita- 
ban hombres  nuevos,  y  que  los  que  hubieran  sido  generales  en  jefe,  pre- 
sidentes, vicepresidentes,  consejeros  de  Estado  y  jefes  superiores  en 
cualquiera  de  los  Estados  de  la  nueva  federación  ,  quedaran  excluidos  del 
mando  durante  un  largo  período. 

Noble  y  sublime  patriotismo,  pues  que  al  excluirse,  á  sí  mismo,  daba 
el  ejemplo  y  hacía  comprender  que  las  naciones  necesitan  renovación  de 
ideas  y  renovar  glorias  y  gobernantes  para  el  bien  general. 

1    Restkei'o.    Tlittoria  de  /"  Revolución  ñ<-  Colombtaf  tomo  i.n.  pág.  17<>. 

-    Elogio  que  aseguran  ofendió  al  general  Urtlaviota.  qne  era  también  miembro  del  Congreso.  Al   publicar   el 
discurso  en  la  Gaceta  Oficial  se  cambió  diciendo:  «por  uno  de  los  más  dignos  generales  de  Colombia». 


JOSÉ   ANTONIO   SUCRE  193 

Como  todo  fuera  inútil,  y  Sucre  viera  con  profundo  pesar  que  cada 
día  peligraba  más  la  salvación  de  Colombia ,  y  deseando  únicamente  con- 
sagrarse á  la  felicidad  de  su  hogar  y  al  amor  de  su  esposa  4  y  de  su  hija, 
exento  de  ambiciones,  cansado  de  la  política,  no  pensó  sino  en  regresar 
á  Quito,  y  á  fin  de  Mayo  salió  para  Popayán. 

Como  generalmente  se  cree  que  la  última  carta  que  escribió  días 
antes  de  su  salida  de  Bogotá,  es  la  dirigida  al  Libertador  y  que  éste 
recibió  en  Turbaco,  la  reproducimos. 

«Mi  general:  Cuando  he  ido  á  casa  de  V.  para  acompañarlo,  ya 
se  había  marchado;  acaso  es  esto  un  bien,  pues  me  ha  evitado  el  dolor 
de  la  más  penosa  despedida;  ahora  mismo,  comprimido  mi  corazón,  no  sé 
que  decir  á  usted. 

» Mas  no  son  palabras  las  que  pueden  fácilmente  explicar  los  senti- 
mientos de  mi  alma  respecto  á  V.;  V.  los  conoce,  pues  me  conoce  mucho 
tiempo  y  sabe  que  no  es  su  poder,  sino  su  amistad,  la  que  me  ha  inspirado 
el  más  tierno  afecto  á  su  persona:  lo  conservaré  cualquiera  que  sea  la 
suerte  que  nos  quepa,  y  me  lisonjeo  que  V.  me  conservará  siempre  el 
aprecio  que  me  ha  dispensado.  Sabré  en  todas  circunstancias  merecerlo. 

» Adiós,  mi  general:  reciba  V.  por  gaje  de  mi  amistad  las  lágrimas 
que  en  este  momento  me  hace  verter  la  ausencia  de  V.  Sea  V.  feliz 
en  todas  partes,  y  en  todas  partes  cuente  con  los  servicios  y  con  la 
gratitud  de  su  más  fiel  y  apasionado  amigo.  — Antonio  José  de  Sucre». 

Se  cree  que  esta  carta  fué  escrita  á  8  de  Mayo  de  1830. 


XII 


El  general  Sucre  era  fiel  y  entusiasta  amigo  de  Bolivar,  y  constante- 
mente aumentaba  ó  sostenía  con  sus  palabras  la  popularidad  del  hombre 
á  quien  admiraba  y  amaba.  Esta  amistad  tan  pura  y  desinteresada  le 
había  creado  numerosos  enemigos  al  mariscal  de  Ayacucho,  y  tal  vez 
fué  la  base  de  su  trágico  fin ,  tanto  más  cuanto  que  expresamente  habíase 
difundido  la  idea  de  que  pensaba  influir  para  que  el  Sur  de  Colombia  se 


1    D.a  Mariana  Carvelen  de  Suero  era  quiteña,  y  hemos  conocido  en  Guayaquil  á  la  inteligente  escritora 
Doña  Dolores  Suero,  descendionte  del  Gran  Mariscal. 

•13 


194  AMERICANOS   CÉLEBRES 

independizase,  bajo  el  protectorado  del  Perú,  y  llevando  más  lejos  la 
calumnia  aseguraban  los  ultraliberales  que  Sucre  trabajaría  para 
coronar  á  Bolivar  y  que  tal  vez  éste  recobraría  su  dominio  sobre 
Colombia. 

Lo  cierto  es  que  de  Bogotá  se  enviaron  correos  á  todas  las  pobla- 
ciones por  donde  debía  pasar  y  que  El  Demócrata ,  órgano  del  partido 
exaltado,  decía  el  1.°  de  Junio  de  1830:  «Puede  ser  que  Obando  haga 
con  Sucre  lo  que  nosotros  no  hicimos  con  Bolivar,  y  por  lo  cual  el 
Gobierno  está  tildado  de  débil  y  nosotros  todos  y  el  Gobierno,  carece- 
remos de  seguridad». 

Habían  circulado  funestos  rumores  en  Popayán ,  y  los  amigos  del 
caballeresco  Sucre  intentaron  continuara  su  viaje  por  Buenaventura  y 
Guayaquil,  y  desistiera  de  seguir  por  Pasto,  pues  que  allí  con  motivo  de 
la  guerra  de  1822  á  23,  tenía  rencorosos  enemigos. 

¡Inútil  empeño!  El  noble  guerrero  jamás  había  conocido  el  temor  y 
hasta  sin  escolta  y  apesar  de  recordarle  algunos  de  sus  adictos,  entre 
ellos  el  alcalde  de  Patía,  que  en  la  montaña  se  albergaban  alevosos 
guerrilleros,  no  consintió  y  con  tres  compañeros  y  los  arrieros,  conduc- 
tores en  muías,  de  su  equipaje,  se  internó  en  la  montaña  que  difícil- 
mente escalaban  los  caballos.  Durmió  en  el  Salto  del  Mayo  en  casa  del 
célebre  asesino  y  guerrillero  Erazo,  que  era  temible  en  el  país;  al  día 
siguiente  continuó  su  viaje  y  no  había  andado  dos  leguas  cuando  la 
noche  les  cubrió  con  sus  sombras. 

En  Venta  Quemada,  en  donde  pernoctó  por  la  vez  postrera  de  su 
existencia  se  encontró  á  Erazo  á  quien  había  dejado  muy  atrás,  y  que 
por  otro  camino  se  había  adelantado.  El  general  manifestó  su  sorpresa, 
pero  Erazo  logró  disiparla  con  insignificante  pretexto. 

Allí  también  se  reunieron  otros  tres  con  Sarria,  guerrilleros  como 
Erazo  y  Apolinar  Morillo,  antiguo  oficial  del  ejército  venezolano, 
expulsado  del  Ecuador  por  el  comandante  general  del  departamento  de 
Quito,  Barriga  *,  siendo  Morillo  el  terrible  jefe  de  aquel  bando 
de  asesinos  pagados  por  individualidades  que  deseaban  la  muerte  de 
Sucre  y  que  tomaban  por  pretexto,  la  salvación  de  la  patria  y  el  encono 
contra  Bolivar. 

Sarria  salió  para  el  Salto  con  Erazo,  donde  debía  esperar  la  noticia 

1    Esposo  más  tarde  de  la  viuda  del  general  Sucre, 


JOSÉ   ANTONIO   SUCRE  195 

<del  asesinato  para  llevarla   á  Popayán,   y  Morillo  y  los  tres  asesinos 
fueron  á  tomar  su  puesto  y  á  esperar  á  la  víctima. 

Muy  de  madrugada  salió  Sucre,  despachando  delante  de  él  á  sus 
peones  y  equipajes,  y  únicamente  acompañado  por  el  diputado  por 
Cuenca,  García,  por  un  ordenanza  y  su  leal  asistente  Caicedo.  El  camino 
del  bosque  de  Berruecos,  era  sombrío  y  enmarañado  con  malezas  y 
gigantescos  árboles  que  dificultaban  el  paso  de  los  caballos. 

Uno  á  uno  entraron  en  aquel  laberinto  hasta  llegar  á  obscurísimo 
y  estrecho  sitio  llamado  Angostura  de  la  Jacoba  o  del  Cabuyal,  en  donde 
era  más  espeso  aún  el  follaje  y  más  enmarañado.  En  aquel  instante  sonó 
un  tiro  y  en  seguida  dos  ó  tres  más:  Sucre  cayó,  atravesada  la  cabeza 
por  un  balazo,  y  el  pecho  y  cuello  por  cortados  de  plomo.  * 

El  héroe  de  Ayacucho  había  dejado  de  existir.  El  que  había  sido 
respetado  por  las  balas  en  el  campo  de  batalla,  moría  en  siniestra 
encrucijada  á  manos  de  cobardes  asesinos. 

El  diputado  por  Cuenca,  al  escuchar  los  tiros,  huyó  hasta  encontrar 
á  los  arrieros.  Lorenzo  Caicedo,  asistente  del  General,  voló  á  socorrerlo: 
pero  era  tarde;  corrió  á  la  Venta  Quemada;  nadie  se  atrevió  á  ir  á  la 
montaña.  Sólo  horas  después  el  soldado  y  otros  dos  mozos  fueron  en 
busca  del  cadáver  y  lo  trasladaron  á  un  prado  llamado  la  capilla.  Allí  se 
le  dio  sepultura  á  la  mañana  siguente.  Tenía  entonces  Sucre  treinta  y 
siete  años. 

«Los  tres  soldados  que  con  Morillo  asesinaron  al  héroe,  recibieron, — 
dice  D.a  Soledad  Acosta  de  Samper, —  diez  pesos  cada  uno  en  premio  de 
su  crimen,  y  no  los  habían  acabado  de  gastar  cuando  murieron  envene- 
nados. ¿Quién  los  mandó  envenenar?  ¿Quién  sino  aquellos  que  los  habían 
ocupado?» 

La  opinión  pública  unánime,  designó  al  general  Obando,  comandante 
general  del  departamento  de  Pasto,  como  autor  del  crimen,  pues  cuando 
llegó  Morillo  desterrado  del  Ecuador,  lo  mandó  llamar  y  le  dijo  se  había 
fijado  en  él  para  aquella  misión  patriótica,  y  le  dio  carta  para  Erazo, 
concebida  en  los  siguientes  términos: 


1    La  ilustre  escritora  colombiana  D.a  Soledad  Acosta  de  Samper,  dice:  «Cayó  muerto  entre  el  lodo  del  camino 
^atravesado  el  corazón  y  horadada  la  cabeza  con  sendos  balazos». 


196  AMERICANOS    CÉLEBRES 

«Buesaco,  Mayo  ^8. 
»Mi  estimado  Erazo:  El  dador  de  ésta   le  advertirá   de  un  negocio 
importante  que  es  preciso  lo  haga  con  él.  El  dirá  á  la  vez  todo,  y  manos 
á  la  obra.  Siga  todo  lo  que  diga  y  V.  dirija  el  golpe.  Suyo, 

José  María  Obando.» 

A  esta  carta  le  adjuntó  otra  el  comandante  Antonio  María  Álvarez,  1 
y  la  protección  dispensada  á  Morillo  era  la  prueba  más  segura  de  la 
culpabilidad. 

Erazo  y  Sarria  fueron  presos  en  Popayán  por  sospecha,  pero  al  día 
siguiente,  por  misteriosos  medios,  estaban  en  libertad. 

En  1839  persiguiendo  al  guerrillero  pastuso  Andrés  Noguera  y 
habiendo  encontrado  unas  cartas  de  Erazo  en  las  que  resultaba  ser  espía 
contra  el  Gobierno  y  á  favor  de  los  facciosos  de  Pasto,  se  dio  orden  para 
prenderlo,  y  al  efectuarlo,  el  feroz  asesino  palideció,  y  su  mujer 
Desideria  Meléndez  no  pudo  contener  el  llanto. 

Ambos  creyeron  que  el  asesinato  del  general  Sucre  era  la  causa  de  su 
desgracia. 

«El  culpable, — dijo  la  mujer, —  no  fué  José,  sino  Apolinar  Morillo. — 
¿Apolinar  Morillo?  preguntaron  los  soldados  que  no  tenían  porque 
ocuparse  de  un  militar  insignificante  que  vivía  entonces  en  Cali  retira- 
do del  servicio  militar. —  Sí:  el  coronel  Morillo, —  añadió  la  mujer, —  y 
lo  puedo  probar,  porque  previendo  este  caso  guardé  las  cartas  que  trajo 
este  militar  de  parte  del  general  Obando  y  del  comandante  Alvarez; 
con  ellas  mi  marido  podría  sincerarse. —  Entonces  se  comprendió  que 
aludía  la  mujer  de  Erazo  al  asesinato  del  Mariscal  de  Ayacucho,  crimen 
que  nadie  había  olvidado  nunca  y  que  hacía  muchos  años  que  no  se 
averiguaba  quienes  fueran  los  culpables.  Erazo  entonces,  casi  sin  que  le 
interrogasen,  confesó  que  el  3  de  Junio  de  1830,  estando  él  en  su  casa  en 
el  Salto  de  Mayo,  donde  había  dormido  la  noche  anterior  al  asesinato 
del  general  Sucre,  había  llegado  precipitadamente  el  entonces  capitán 
Apolinar  Morillo,  con  cartas  de  recomendación  del  general  Obando,  en 
las  cuales  le  decía  que  auxiliase  al  capitán  en  una  empresa  que  tenía 
entre  manos.  Que  Morillo  le  dijo  llevaba  orden  de  matar  al  general 
Sucre,  para  lo  cual  él  debía  prestarle  su  contingente». 

1    Delante  del  cual  Obando  tramó  la  muerte  de  Sucre. 


JOSÉ   ANTONIO    SUCRE  197 


XIII 


La  escolta  que  llevaba  preso  á  Erazo,  informó  á  las  autoridades  de 
Pasto  de  la  declaración  de  éste,  y  en  la  casa  malhadada  de  Salto 
de  Mayo,  centro  de  todos  los  bandidos  de  los  contornos,  se  encontraron 
las  cartas  que  había  indicado  la  mujer  de  Erazo,  y  por  las  cuales 
se  redujo  á  prisión  á  Morillo,  el  que  al  prenderlo,  exclamó:  «Gracias  á 
Dios,  al  fin  podré  hablar,  podré  desahogarme:  este  crimen  no  me 
dejaba    vivir». 

Morillo  pereció  en  un  patíbulo  en  1842;  Erazo,  en  presidio  á  per- 
petuidad; el  comandante  Álvarez,  fusilado  después  de  una  batalla,  y 
Sarria  en  el  destierro.  En  cuanto  á  Obando,  sufrió  desastrosa  muerte  en 
un  combate:  fué  alanceado. 

Todos  ó  la  mayor  parte  de  los  que  consintieron  ó  ayudaron  al 
horroroso  asesinato  del  general  Sucre,  han  tenido  trágico  fin. 

El  bizarro  y  generoso  Sucre  sucumbió  el  4  de  Junio  de  1830.  Solita- 
rio y  abandonado  en  humilde  fosa  permaneció  el  cadáver  del  Bayardo 
americano,  hasta  que,  años  después,  su  familia  hizo  trasladar  los  restos  á 
la  iglesia  de  San  Francisco  de  Quito. 

En  1845,  el  Gobierno  de  Bolivia  solicitó  las  amadas  cenizas  de 
su  libertador  y  primer  presidente,  pero  el  Ecuador  ha  querido  guardar 
en  su  seno  los  venerados  restos  del  vencedor  de  Pichincha  *. 


1  La  importante  obra  El  oran  Mariscal  de  Ayacucho  por  el  Exorno.  Sr.  D.  Antonio  Flores,  actual  presi- 
dente del  Ecuador,  contiene  documentos  importantísimos  para  la  Historia  y  relativos  al  triste  episodio  de 
Berruecos,  en  ellos  se  encontrarán  algunas,  en  nuestro  libro  América  y  su  Historia  qu9  en  breve   daremos  á  luz. 


WILLIAM   PENN 


[TRE   los  más   celosos  partidarios  de    los   Estuardos 
distinguíase,   en  el  fecundísimo  siglo  xvi,  el  vice- 
almirante Guillermo  Penn,  marino  que  había  ga- 
nado honroso  nombre  en  la  conquista  de  Jamaica, 
durante  el  mando  de  Cromwell,  y  que  más  tarde, 
bajo  el  reinado  de  Carlos  Estuardo,   alcanzó    contra    los 
holandeses   señalados   triunfos,    premiados   con    largueza 
por  el  desventurado  Rey. 

De   aquel  robusto   tronco  nació,  en  Londres  en  1644. 
William  Penn,  el  célebre  legislador  de  Pensilvania,  que 
desde    edad   temprana   manifestó    extrañas   ideas,   dema- 
siado avanzadas  para  su  época. 

Siguió  sus  estudios  el  joven  Penn  en  la  universidad  de  Oxford;  mas 
como  expresara  teorías  favorables  á  los  cuákeros,  fué  arrojado  de  la 
universidad  y,  con  notoria  injusticia,  del  hogar  paterno,  convirtiéndose 
en  un  ser  odioso  para  los  suyos. 

Su  espíritu  observador  lo  llevó  á  Francia  y  á  los  Países  Bajos,  y 
como  las  doctrinas  calvinistas  aun  tenían  prestigio  á  pesar  de  la  recia 
batalla  que  desde  1536,  y  muy  en  particular  desde  aquella  terrible  noche 
de  la  San  Bartolomé  en  1572,  sostenían  contra  enemigos  poderosos, 
dedicóse  William  Penn  á  estudiarlas,  y  tal  vez  entonces  arraigaron  en 
su  mente  los  principios  que  defendió  más  tarde :  la  tolerancia  y  libertad 
de  conciencia. 


WILLIAM    PENN 


WILLIAM    PENN  199 

Volvió  á  Inglaterra  y  tomó  asiento  entre  los  cuákeros,  como  adepto 
á  su  secta,  exponiéndose  y  sufriendo  las  iras  de  su  padre,  las  persecu- 
ciones, la  prisión  y  el  ser  expulsado  de  la  casa  doméstica.  Parecíale  al 
rígido  servidor  de  Carlos  II  que  la  conducta  de  su  hijo  era  monstruosa, 
y  le  negó  su  apoyo  y  su  amor. 

Dotado  de  energía  y  de  claro  talento,  escribió  en  favor  de  lá  toleran- 
cia religiosa  y  de  la  libertad  de  conciencia,  siendo  también  apóstol  de 
la  secta  cuákera. 

El  vicealmirante  Penn,  murió  por  entonces,  y  su  hijo  heredó  gran 
fortuna  y  un  crédito  de  seis  mil  libras  esterlinas  contra  la  Corona.  Penn, 
soñaba  con  las  soledades  americanas,  con  extender  sus  ideas  y  practi- 
car en  vasta  escala  sus  aspiraciones;  pidió,  pues,  al  Rey,  en  pago  de  la 
deuda ,  la  concesión  de  tierras  en  el  Norte  América ,  y  Carlos  II  accedió 
á  su  deseo,  tanto  más  cuanto  que  á  la  sazón  los  terrenos  en  aquel  terri- 
torio, tenían  valor  limitadísimo.  La  cesión  se  llevó  á  efecto  de  las  regio- 
nes comprendidas  entre  el  Mariland  y  el  Delaware,  dándoles  el  Rey  el 
nombre  de  Pensilvania  como  homenaje  á  la  memoria  de  su  leal  subdito, 
el  almirante  Penn. 

El  decreto  de  concesión, —  4  de  Marzo  de  1681, —  expresaba  adminis- 
tración libre  y  con  el  tributo  á  la  Corona  de  dos  pieles  de  castor  por 
año,  reservándose  el  Parlamento  inglés  el  derecho  de  imponer  contribu- 
ciones á  la  nueva  provincia  ó  colonia. 


II 


En  la  carta  que  Pénn  escribía  noticiando  la  concesión  que  se  le 
había  hecho,  encuéntranse  las  siguientes  generosas  palabras: 

«Dios  me  ha  dado  la  conciencia  del  deber  y  una  alma  honrada  para 
obrar  rectamente.  Espero  que  no  extrañaréis  el  cambio,  ni  la  elección 
de  rey,  porque  aquí  quedaréis  sólidamente  establecidos  y  no  á  merced 
de  un  gobernador  que  venga  á  hacer  su  fortuna.  Seréis  gobernados  por 
las  leyes  que  hagáis  vosotros  mismos;  viviréis  libres  y,  si  queréis,  como 
una  nación  sabia  é  industriosa » . 

Treinta  años  gobernó  Penn  aquellos  dominios  ricos,  fértiles  é 
inmensos,  uno    de   los    centros,    hoy,    más    importantes   y   no    lejos    de 


200  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Nueva  York.  Allí  dio  asilo  á  todas  las  sectas  religiosas:  allí  abolió  la 
esclavitud,  trató  con  los  indios  y  conquistó  su  amistad  por  la  fe  guar- 
dada en  los  tratados.  Allí  desde  1682,  época  de  su  arribo,  se  distinguió 
por  el  célebre  convenio  con  los  indígenas,  á  la  sombra  del  olmo  de  Sha- 
kamaxon,  que  jamás  fué  jurado,  decía  Voltaire,  pero  jamás  roto. 

El  fué  el  primero  de  los  hijos  de  la  vieja  Europa,  que  habló  á  los 
indios  con  lealtad,  con  afecto,  y  de  igual  á  igual.  Bajo  sus  auspicios  se 
dio  la  notable  Constitución,  que  algunos  afirman  fué  el  modelo  de  la  que 
hoy  rige  en  los  Estados  Unidos,  y  otros,  indican  era  semejante  á  la  de 
otras  colonias  ya  establecidas  en  los  Estados  Unidos. 

De  todos  modos,  y  sin  participar  por  completo  de  las  dos  opiniones, 
William  Penn,  fue  de  los  más  avanzados  en  el  camino  de  liberales  insti- 
tuciones y  de  benévolas,  justas  y  rectas  ideas,  que  fueron  el  credo  de  su 
vida  y  el  pedestal  de  su  inmortalidad. 

Débele  su  origen  la  hermosa  ciudad  de  Filadelfia,  que  más  tarde 
tuvo  su  timbre  de  gloria  por  haberse  reunido  en. ella  el  primer  Congreso 
de  1774,  en  el  cual  los  representantes  de  las  doce  colonias  dieron  el 
primer  paso  para  la  independencia,  y  el  de  1775,  para  declararse  la 
completa  emancipación  de  los  Estados  Unidos. 

William  Penn,  es  el  más  perfecto  modelo  de  filantropía  y  probidad; 
el  más  hermoso  tipo  de  benevolencia  y  del  legislador  honrado  y  justo. 

Escocia,  Irlanda  y  Alemania,  poblaron  la  nueva  colonia,  y  la  emigra- 
ción fué  tan  grande,  que  en  corto  tiempo  adquirió  inmensa  preponde- 
rancia. 

Como  los  cuákeros  revisten  tal  severidad  de  principios,  no  se  per- 
mitían bailes,  ni  juego,  ni  fausto,  ni  duelos  ó  riñas:  la  sobriedad  era  su 
sistema,  y  fueron  los  primeros  que  aboliendo  la  pena  de  muerte,  crea- 
ron como  estímulo,  el  trabajo  en  las  cárceles.  Tampoco  permitieron  los 
diezmos,  ni  que  el  culto  fuera  pretexto  para  lucrativos  fines. 

La  existencia  de  Penn,  se  consagró  al  triunfo  de  sus  generosos  pen- 
samientos y  presenta  admirables  detalles,  para  estudio  de  los  gober- 
nantes. 

Fiel  á  sus  principios,  jamás  se  doblegó  en  la  adversidad,  ni  renunció 
á  la  misión  que  se  había  impuesto  y  que  llevó  á  cabo. 

El  creó  una  democracia  pura,  siendo  sin  embargo,  un  señor  feudal 
en  aquellos  dominios,  y  el  pueblo  comenzaba  á  rebelarse  en  contra  de 
sus  derechos,  que  más  tarde  fueron  rescatados  de  la  familia  y  herederos 


WILLIAM   PENN  201 

de  Penn  por  ciento  treinta  mil  libras  esterlinas,  cuando  la  Pensilvania 
se  declaró  Estado  independiente. 

Volvió  Penn  á  Inglaterra,  y  Jacobo  II  le  otorgó  todo  su  favor,  y  la 
influencia  fué  noblemente  aprovechada  en  favor  de  los  perseguidos 
por  religión;  abrió  las  puertas  de  la  cárcel  á  cuatrocientos  cuákeros, 
que  en  ella  gemían  bajo  el  peso  de  la  intolerancia  inglesa;  escribió  en 
obsequio  de  la  libertad  de  sectas ,  creándose  con  esto  encarnizados  ene- 
migos entre  los  que  aborrecían  el  catolicismo,  y  la  calumnia  se  ensañó 
también  contra  aquel  hombre  austero  y  honradísimo,  hasta  el  punto  de 
que  los  protestantes  le  acusaran  de  estar  vendido  al  Rey. 

Cayó  Jacobo  II  por  la  revolución  de  1688,  y  Guillermo  de  Orange, 
sin  respetar  la  grandeza  de  alma  de  Penn,  le  persiguió  y  encarceló,  y 
hasta  1693  no  alcanzó,  con  la  libertad,  la  devolución  de  sus  derechos  en 
la  colonia  por  él  creada  y  que  le  habían  sido  arrebatados. 

ínterin  sufría  con  alma  entera  las  consecuencias  de  su  generoso 
empeño,  tenían  lugar  en  Pensilvania  otros  acontecimientos  que  amar- 
garon más  aún  los  últimos  años  de  la  vida  de  Penn,  por  la  actitud  de 
los  colonos  cuando  volvió  entre  ellos. 


III 


Las  disensiones  reinaban:  la  provincia  de  Delaware,  que  formaba 
parte  de  la  Pensilvania ,  pugnaba  por  separarse  y  hubo  de  convocarse 
una  Asamblea. 

Los  intereses  públicos  y  suyos  propios  llamaban  á  Penn  á  Inglaterra 
y  dejando  en  libertad  á  la  colonia  para  darse  su  nueva  Constitución, 
partió,  encontrándose  benévolamente  acogido  por  la  reina  Ana;  sin 
embargo,  nuevas  pruebas  le  estaban  reservadas,  nuevos  sufrimientos. 

La  creación  de  su  colonia  lo  había  arruinado  y  se  calcula  en  ciento 
veinte  mil  libras  esterlinas  el  desembolso  hecho  por  Penn:  los  acree- 
dores le  acosaban  y,  por  último,  dieron  con  él  en  la  cárcel,  sin  mira- 
miento á  sus  nobles  prendas  ni  á  su  edad. 

El  sostenimiento  de  los  derechos  de  la  colonia  y  el  plan  de  Ingla- 
terra, de  unificar  aquellas  provincias  bajo  un  solo  gobierno,  hicieron 
imposible  su  deseo  de  ceder  á  la  Corona  por  doce  mil  libras,  el  terri- 


202  .  AMERICANOS   CÉLEBRES 

torio  que  en  un  tiempo  le  fué  concedido  en  pago  de  una  deuda  y  al  que 
amaba  con  paternal  cariño.  Kesentida  su  salud  por  un  ataque  apoplé- 
tico, vegetó  Penn  desde  1712  á  1718,  y  murió,  como  el  hombre  justo, 
con  la  conciencia  tranquila  y  pensando  tal  vez  en  que  la  posteridad 
liaría  justicia  á  su  elevado  comportamiento. 

Aquel  legislador  inmortal ,  dejó  un  nombre  querido  en  América ,  y  tal 
es  la  causa  de  darle  cabida  en  nuestro  libro,  consagrado  únicamente  á 
los  hijos  del  suelo  americano. 

William  Penn,  era  inglés,  pero  en  América  desarrolló  las  grandes 
dotes  que  le  había  otorgado  la  Providencia :  en  América  vivió  consagrado 
á  la  noble  tarea  de  hacer  bien ;  América  recogió  el  fruto  de  sus  afanes  y 
de  su  levantado  carácter;  su  gloria  es  de  América,  y  por  ello  tiene  justo 
derecho  á  considerársele  entre  los  hombres  más  ilustres  de  aquel  suelo. 


ANTONIO    NAB-1NO 


ANTONIO    NARIÑO 


«Amé  d  mi  patria;   cuánto  fué  ese  amor,  lo 
dirá   un  dia  la  Historia.» 

NariSo. 


iguiendo  mi  peregrinación  americana,  llegué  á  Bogotá  en 
Julio  de  1881.  El  objeto  de  mis  viajes,  el  afán  del  estudio 
en  países  que  me  son  tan  queridos  y  amables,  y  el  vehe- 
mente deseo  de  investigar  y  conocer  con  imparcial  cri- 
terio los  acontecimientos  y  los  personajes  de  la  magna 
historia    americana,    me   pusieron    en    contacto   con    el   gran 
núcleo    de    hombres    ilustrados   y    eminentes    con    que   justa- 
mente se  enorgullece  Colombia. 

Allí,  más  que  en  los  diferentes  historiadores  que  de  largo  tiempo 
conocía,  pude  admirar,  amar  y  estudiar  bajo  su  verdadero  punto  de 
vista,  á  los  que,  no  por  odio  á  España,  sino  por  razón  natural  y  lógica, 
por  aspiración  del  individuo  á  crear  en  su  mayor  edad,  hogar  y 
familia,  se  lanzaron  á  la  lucha  fuertes  con  su  derecho,  sacrificando  vida, 
fortuna  y  bienestar,  por  el  triunfo  del  principio  de  emancipación. 

En  tierra  colombiana  me  identifiqué  con  Bolivar  y  Santander,  con 
Zea  y  el  heroico  Ricaurte;  con  aquel  esforzado  Girardot,  vencedor  en 
Palacé;  con  el  sapientísimo  Caldas  y  con  el  infortunado  cuanto  ilustre 
Antonio  Nariño. 


204  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


De  la  revolución  de  1793,  que  esparció  por  el  universo  nuevas  y  auda- 
ces doctrinas,  brillantes  destellos  de  vivísima  luz  que  iluminaron  el  anti- 
guo y  nuevo  continente;  de  aquel  foco  de  ideas-,  ora  turbulentas,  ora 
benéficas  ó  exageradas;  de  aquella  devastación  y  lucha  encarnizada  entre 
seculares  principios  de  absolutismo,  y  otro  nuevo,  justo  y  grande,  surgió 
en  América  el  folleto  Derechos  del  hombre  extractado  de  un  tomo  de 
la  Historia  de  ¡a  Asamblea  Constituyente  de  Francia  1,  trasladado  á  lengua 
castellana  en  1794  por  D.  Antonio  Nariño,  natural  de  Santa  Fe  de 
Bogotá  y  que  contaba  entonces  veintinueve  años  de  edad,  pues  había 
nacido  en  1765. 

Era  el  sabio  apóstol  de  las  ideas  democráticas,  de  seductora  y  bellí- 
sima fisonomía ;  tenía  los  labios  y  nariz  borbónicas,  como  dice  el  ilustre 
Vergara,  y  la  mirada  apacible  y  dulce.  «Era  activo,  insinuante, 
emprendedor,  y  tenía  el  carácter  tanto  más  dominante,  cuanto  que  no  lo 
dejaba  conocer  á  los  que  dominaba». 


III 


A  semejanza  de  Emilio  Cástelar,  lo  llamaban  en  Bogotá  desde  muy 
joven,  el  Sabio,  pues  su  entendimiento,  despejado  de  suyo,  se  había  enri- 
quecido y  desarrollado  con  la  lectura  de  notables  obras  filosóficas, 
adquiridas  en  Europa,  y  en  grato  comercio  con  los  autores  más  avan- 
zados en  ideas,  se  ensancharon  cada  día  más,  las  que  en  favor  de  la 
libertad  y  de  la  patria  brotaban  en  su  impetuosa  imaginación. 

Fué  Nariño  uno  de  esos  seres  singulares  que  de  existir  en  épocas  más 
remotas,  aparecería  como  personaje  de  fantástica  leyenda,  creado  por  la 
imaginación  del  escritor. 

1  Tomás  Paine,  ministro  de  Relaciones  exteriores  en  los  Estados  Unidos,  fué  el  autor  del  artículo  Derechos 
del  hombre  en  sociedad:  pasó  á  Francia  ó  Inglaterra,  de  donde  era  nativo,  y  lo  reprodujo,  siendo  por  ello 
fuertemente  perseguido.  Como  representante  del  paso  de  Calais,  fué  miembro  de  la  Convención  francesa  é  hizo 
una  nueva  edición  de  sn  folleto,  y  la  Asamblea  Constituyente  lo  reprodujo  en  su  Código  de  libertades  públicas. 


ANTONIO    NAKIÑO  205 

Distinguido  por  los  virreyes,  y  muy  en  particular  por  Gil  y  Le  mus, 
éste  le  nombró  tesorero  de  diezmos  en  propiedad  del  arzobispado,  y 
desempeñaba  tal  cargo,  cuando  formado  en  la  escuela  de  los  filósofos 
griegos,  y  de  los  franceses,  Rousseau,  Voltaire,  Montesquieu  y  otro,  por 
la  lectura  de  sus  obras,  tradujo  y  dio  á  la  imprenta  los  Derechos  del 
hombre,  semilla  fructífera  para  la  independencia  americana. 

Informado  el  virrey  Ezpeleta  de  tan  audaz  acontecimiento,  que 
alteraba  la  vida  patriarcal  y  tranquila  de  la  capital  neogranadina, 
procedió  á  dar  parte  á  la  Audiencia ,  y  ésta ,  de  acuerdo  con  el  Virrey, 
formó  rápidamente  la  causa  y  condenó  á  Nariño  á  diez  años  de  presidio 
en  África,  confiscación  de  todos  sus  bienes  y  ostracismo  perpetuo. 

Conducido  como  reo  de  Estado  á  España ,  logró  fugarse  á  la  llegada 
á  Cádiz,  pasar  de  incógnito  á  Madrid  y  de  allí  á  Francia  é  Inglaterra, 
trabajando  en  ambas  naciones  para  que  los  Gobiernos  ayudaran  eficaz- 
mente á  la  independencia  de  la  Nueva  Granada. 


IV 


Sin  arredrarse  por  las  consecuencias  y  á  pesar  del  fallo  judicial  que 
le  alejaba  de  su  patria,  creyó,  que  ésta  podía  necesitar  su  apoyo,  y 
se  embarcó  para  la  Guaira,  siguiendo  de  allí  por  Cucuta  á  Bogotá 
en  donde  mandaba  á  la  sazón  el  virrey  D.  Pedro  Mendinueta. 

Oculto  en  su  casa  ó  en  la  de  sus  hermanas  y  cuñados,  pasó  los 
primeros  días;  pero  como  en  breve  se  divulgó  su  llegada,  pidió  su 
indulto  por  la  influencia  del  arzobispo  señor  Compañón  é  ínterin  se  daba 
cuenta  á  España,  permaneció  Nariño  preso  en  el  cuartel  de  caballería  de 
Santa  Fe. 

Restrepo,  en  su  Historia  de  Colombia,  ha  empañado  el  claro  nom- 
bre, la  hidalguía  y  la  elevación  de  carácter  de  Nariño,  con  estas 
duras  palabras:  «Nariño  delató  á  sus  compañeros  de  conspiración, 
conducta  débil  que  le  ha  atraído  justa  censura,»  pero  dice  Vergara,  que 
aquéllos  á  quienes  delató  fueron  Tallién  y  Peel,  que  estaban  fuera  del 
alcance  del  Virrey,  puesto  que  eran  ministros  de  nación  extranjera,  y  á 
D.  José  Caro,  cubano  que  vivía  en  París.  Sus  amigos  comprometidos  con 


206  AMERICANOS    CÉLEBRES 

él  por  la  independencia  americana,  quedaron  siempre  en  la  sombra  y  sin 
que  sus  nombres  aparecieran  para  nada. 

Mientras  duró  el  mando  del  virrey  Mendinueta,  nada  turbó  la 
vida  laboriosa  y  útil  de  Nariño,  desde  que  recobrada  su  libertad 
habitaba  en  su  quinta  de  Tucha  1  entregado  á  trabajos  agrícolas;  pero, 
como  ya  hemos  señalado,  nuestro  inmortal  bogotano  estaba  destinado 
á  una  existencia  tan  accidentada  como  interesante,  y  apenas  empezaba  á 
reponerse  de  las  graves  pérdidas  sufridas  por  el  destierro  y  la  prisión, 
cuando  el  nuevo  virrey,  el  anciano  é  inepto  D.  Antonio  Amar  y 
Borbón,  lo  hizo  prender  y  enviar  á  Cartagena,  en  donde,  á  pesar  de  una 
tentativa  de  fuga,  fué  encerrado  en  el  castillo  de  Boca  chica  y  por 
severas  órdenes  del  Virrey,  cargado  de  grillos. 


V 


Había  llegado  la  época  gloriosa  en  que  la  Nueva  Granada  se  tornase 
de  colonia  en  nación.  El  año  de  1810  había  sido  fecundo  en  aconteci- 
mientos :  varias  provincias  levantaron  el  grito  de  libertad  y  contaron  en 
sus  anales  el  martirio  de  aquellos  que  tomaron  la  iniciativa. 

En  el  Socorro,  los  jóvenes  D.  José  María  Bosillos  y  D.  Vicente 
Cadena  en  unión  de  D.  Carlos  Salgar,  se  lanzaron  á  la  revolución 
apelando  al  patriotismo  de  villas  y  lugares  para  que  secundaran  el 
movimiento. 

El  Virrey  envió  tropas  contra  los  sublevados,  y  hechos  prisioneros 
por  el  gobernador  D.  Remigio  Bobadilla,  fueron  condenados  á  muerte  y 
ejecutados.  La  Real  Audiencia  intentó  que  las  cabezas  de  aquellos 
desventurados  se  expusieran  en  escarpias  á  la  pública  execración, 
pero  indignado  el  pueblo  de  Bogotá  ante  aquel  propósito,  manifestó  en 
su  actitud  estaba  dispuesto  á  todo,  si  presenciaba  tan  sangriento 
espectáculo. 

Este  y  otros  hechos  aceleraron  la  marcha  de  la  revolución  y  en 
breve  se  llevó  á  efecto  el  nombramiento  de  una  junta,  la  deposición  del 
Virrey  y  su  salida  para  España;  pero  las  consecuencias  amenazaban  ser 

1    Hoy  quinta  de  Ramos. 


ANTONIO   NARIÑO  207 

desastrosas,  y  cada  provincia,  queriendo  erigirse  soberana,  convocaba 
juntas,  nombraba  representantes  y  se  dividía  en  partidos,  desconociendo 
la  autoridad  central  y  las  disposiciones  de  Lozano,  presidente  del 
Colegio  Constituyente.. 

Nariño  había  sido  puesto  en  libertad  por  el  Gobierno  de  la  revolución 
y  retirado  en  su  casa  de  campo,  escribía  y  publicaba  su  periódico 
La  Bagatela  y  en  éste  censuraba  el  sistema  federal  y  presentaba  la 
situación  del  país  bajo  verdadero  aspecto,  señalando  como  único  reme- 
dio la  forma  de  Gobierno  central  para  contrarrestar  al  poder  español 
y  la  anarquía. 

El  pueblo,  que  tenía  grandes  simpatías  por  Nariño,  pidió  que  éste 
fuera  nombrado  para  el  puesto  que  ocupaba  Lozano,  y  el  Congreso 
satisfaciendo  los  deseos  de  la  mayoría,  elevó  á  Nariño  á  presidente 
de  Cundinamarca  en  Septiembre  de  1811. 


VI 


Los  partidos  centralista  y  federalista  se  declararon  la  guerra ,  y  Nariño 
se  reveló  entonces  con  toda  la  sublimidad  de  su  carácter:  insultado  en 
libelos,  calumniado  por  sus  enemigos,  hacía  publicar  sin  comentarios 
en  la  Gaceta  de  Cundinamarca,  cuanto  contra  él  se  decía,  haciendo  juez 
al  pueblo  para  que  éste  diera  su  fallo.  Para  sus  partidarios,  era  un 
Cincinato;  para  sus  enemigos  era  un  Tiberio. 

En  una  ocasión  le  advirtieron  que  se  fraguaba  una  conspiración 
•contra  su  vida,  y  que  el  jefe  de  los  conjurados,  designado  para  ser  su 
asesino,  se  presentaría  pidiéndole  una  audiencia  privada. 

Sucedió  así,  y  Nariño  se  la  concedió,  conduciéndole  á  otro  salón,  el 
•cual  cerró  con  llave,  entregando  ésta  al  conspirador. 

—  «¿Qué  hace  vuecencia?»  preguntó  éste  asombrado. 

—  «Favorecer  la  fuga  del  que  me  va  á  matar, —  respondió  el  Presi- 
dente:—  no  quiero  que  V.  vaya  á  sufrir  por  mi  causa; »  y  sin  alteración 
en  su  semblante,  tomó  asiento. 

Tal  grandeza  asombró  al  conspirador,  y  sacando  un  puñal  que  tenía 
•escondido,  se  lo  entregó  diciendo: 


208  AMERICANOS   CÉLEBRES 

—  «Creía  que  venía  á  quitar  la  vida  á  un  tirano;  pero  jamás  privaré 
de  ella  á  un  ángel,  que  lo  penetra  todo  y  lo  perdona». 

—  «Siéntese  V.  á  mi  lado  y  hablaremos  sobre  estas  cosas  de  la 
patria»,  dijo  Nariño. 

Continuaba  el  estado  de  agitación  en  las  provincias,  optando  éstas 
por  la  federación,  y  Nariño,  siempre  consecuente  en  su  plan  de  centra- 
lización, que  al  constituir  al  país  en  pueblo  libre  conceptuaba  más 
adecuado  y  con  mayores  recursos  para  hacer  frente  á  los  realistas  y 
consolidar  la  independencia,  envió  fuerzas  para  agregar  pueblos  y  ciu- 
dades á  Cundinamarca^  *  fuera  por  la  persuasión  ó  por  las  armas. 

Dio  por  resultado  aquella  campaña,  la  ocupación  de  Tanja  por 
Nariño  y  la  transacción  hecha  con  el  gobernador  D.  Juan  Nepomuceno 
Niño. 

Sin  embargo,  la  gravedad  de  las  circunstancias  era  siempre  la  misma, 
y  la  anarquía  devoraba  al  país  neogranadino.  Nariño  hizo  renuncia  de 
la  presidencia,  retirándose  á  su  quinta  de  Tucha;  pero  no  habían 
pasado  muchos  días,  cuando  algunas  noticias  alarmantes  consternaron 
al  pueblo,  y  éste  corrió  á  la  casa  del  generoso  patriota  y  le  condujo  en 
triunfo  á  la  capital. 

A  la  mañana  siguiente,  fué  elegido  de  nuevo  presidente  del  Estado 
con  omnímodas  facultades. 


VII 


En  la  historia  política  de  los  pueblos  americanos  descuella  la  figura 
de  Nariño,  por  las  especiales  circunstancias  que  le  rodearon,  por  el 
delirio  y  fanatismo  de  sus  partidarios,  por  el  odio  intransigente  de  sus 
numerosos  enemigos. 

Sus  discordias  con  el  Congreso,  sus  triunfos,  los  altercados  con  las 
provincias  sobre  el  sistema  de  gobierno,  sus  esfuerzos  para  centralizar 
el  poder,  hicieron  que  su  vida  fuera  una  continuada  lucha,  en  la  cual 
siempre  su  generosidad  y  benevolencia  se  sobreponían  á  las  injustas 
recriminaciones  de  sus  contrarios. 

1    Nombre  primitivo  de  la  provincia  de  Santa  Fe. 


ANTONIO   NARIÑO  209 

La  situación  del  país  era  cada  vez  más  crítica. 

El  jefe  español  D.  Toribio  Montes,  amenazaba  á  Nueva  Granada  por 
el  Sur;  el  brigadier  Sámano  disponía  de  un  ejército  al  Norte  de  Quito,  y 
Monteverde  en  Venezuela  con  numerosas  fuerzas,  podía  apoyar  los 
movimientos  de  sus  compañeros  de  armas. 

Pero  si  el  peligro  era  grande,  la  constancia  de  Nariño  lo  sobrepujaba 
y  como  ya  el  brigadier  Sámano  había  invadido  la  república ,  determinó 
ponerse  al  frente  de  las  tropas  y  emprender  la  campaña  contra  los 
realistas. 

Vencedor  en  el  Alto  Palacé  de  las  tropas  mandadas  por  Sámano, 
continuó  Nariño  su  marcha  y  entró  en  Popayán,  abandonada  por  el 
enemigo . 

En  Colibio  obtuvo  un  nuevo  triunfo,  y  con  inmensas  dificultades 
forzó  el  paso  del  caudaloso  Juanambú  y  sostuvo,  en  difícil  posición, 
el  choque  con  las  tropas  de  Aymerich. 


VIH 


Pocos  días  después  estaban  los  republicanos  en  el  Ejido  de  Pasto,  en 
donde  se  trabó  el  combate  con  las  tropas  realistas,  batiéndose  Nariño 
en  el  centro  con  intrépida  valentía. 

El  resto  del  ejército  había  quedado  en  Tasines,  y  como  algunos 
soldados  habían  huido  del  campo  de  batalla  creyendo  ésta  perdida ,  lle- 
varon la  noticia  de  que  el  jefe  estaba  prisionero,  y  el  coronel  Rodríguez, 
que  mandaba  las  fuerzas  de  Tasines ,  clavó  las  piezas  de  artillería ,  y 
abandonando  municiones,  caballos  y  tiendas,  emprendió  la  retirada. 

El  estupor  de  Nariño,  no  conoció  límites  al  encontrar  levantado 
el  campo  en  donde  creía  reunirse  con  el  resto  del  ejército. 

Los  pocos  que  le  acompañaban  y  algunos  oficiales,  entre  éstos 
un  hijo  suyo,  salieron  para  reunir  á  los  dispersos,  pero  sabedores  de 
que  los  realistas  los  perseguían  de  cerca,  continuaron  su  retirada 
mandados  por  Cabal. 

El  general  Nariño  permaneció  oculto  algunos  días  en  la  montaña  de 
Lagartijas,  con  la  esperanza  de  que  los  suyos  volarían  á  socorrerlo;  no 
fué  así,  y  entonces  resolvió  entregarse  al  general  Aymerich. 

14 


210  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Acompañado  por  un  indio  y  por  un  soldado  se  presentó  en  Pasto,  en 
donde  estuvo  expuesto  á  perder  la  vida,  porque  los  pastusos  pedían 
á  gritos  su  cabeza,  y  Nariño  con  elocuente  palabra  conjuró  la  tempes- 
tad: habló  al  pueblo,  y  aquella  voz  armoniosa,  aquella  figura  sim- 
pática, la  noble  actitud  del  preso  y  el  poder  de  su  mirada,  avasalla- 
ron á  sus  enemigos  y  calmaron  su  rencor. 

Nariño  estuvo  trece  meses  preso  en  Pasto;  después  fué  conducido 
á  Quito,  y  sin  que  se  atrevieran  á  fusilarle,  los  españoles  lo  mandaron  á 
Lima  y  á  España,  en  donde  en  la  prisión  de  la  «Carraca»  (Cádiz) 
vegetó  cuatro  años,  hasta  que  en  el  levantamiento  liberal,  acaudillado 
por  el  invicto  Riego,  consiguió  la  libertad. 


IX 


Rebosaba  la  alegría  en  el  corazón  de  Nariño,  pues  al  aspirar  el 
ambiente  de  la  libertad  en  tierra  española ,  tuvo  noticia  de  las  victorias 
de  Bolivar,  de  los  triunfos  que  conseguía  la  independencia,  de  la 
cercana  época  en  que  aquélla  fuera  completa. 

Acompañado  por  la  fe  y  por  el  patriotismo,  volvió  al  suelo  natal. 

¡Cuan  terrible  era  el  desengaño  que  debía  sufrir  el  iniciador  de 
la  independencia ,  el  precursor  de  aquella  nueva  era ! 

Postrado  por  gravísima  enfermedad,  llegó  á  Bogotá  en  litera, 
después  de  largos  años  de  ausencia.  Electo  senador  para  1822  se  disponía 
á  las  tareas  parlamentarias,  á  pesar  del  mal  estado  de  su  salud,  cuando 
sus  implacables  enemigos  le  acusaron  de  haber  permanecido  fuera 
de  la  patria  por  propia  voluntad  y  careciendo  del  permiso  del 
Gobierno. 

Tal  injusticia,  fué  el  sublime  epílogo  en  la  vida  de  aquel  hombre,  que 
ostentaba  en  el  rostro  las  indelebles  huellas  de  los  padecimientos  físicos 
y  morales. 

Nariño  se  presentó  en  la  barra  para  defenderse,  con  tardo  paso,, 
que  todavía  las  heridas  abiertas  por  los  grillos  no  estaban  cicatrizadas: 
las  prematuras  arrugas,  el  nevado  cabello,  la  expresión  de  suprema 
amargura    de    aquella    mirada,    antes    tan    dulce,    la   voz   solemne   y 


ANTONIO   NAEIÑO  211 

vibrante,  y  la  triste  elocuencia,  crecida  por  la  emoción,  ganaron  al 
auditorio,  y  hasta  sus  acusadores  estaban  conmovidos. 

«Hoy  me  presento,  señores, —  dijo, —  como  reo  ante  el  Senado  de 
que  he  sido  nombrado  miembro,  acusado  por  el  Congreso  que  yo 
mismo  he  instalado  y  que  ha  hecho  este  nombramiento.  Si  los  delitos 
de  que  se  me  acusa  hubieran  sido  cometidos  después  de  la  institución 
del  Congreso,  nada  tenía  de  particular  esta  cuestión;  lo  que  tiene 
de  admirable,  es  ver  á  dos  hombres  que  no  habrían  quizá  nacido 
cuando  yo  ya  padecía  por  la  patria,  haciéndome  cargos  de  inhabi- 
litación para  ser  senador,  después  de  haber  mandado  en  la  república 
política  y  militarmente  en  los  primeros  puestos,  sin  que  á  nadie  le 
haya  ocurrido  hacerme  tal  objeción,  pero  lejos  de  sentir  este  paso 
atrevido,  yo  les  doy  las  gracias  por  haberme  proporcionado  la  ocasión 
de  poder  hablar  en  público  sobre  unos  puntos  que  daban  pábulo  á  mis 
enemigos  para  sus  murmuraciones  secretas.  Hoy  se  pondrá  en  claro 
y  deberé  á  estos  mismos  enemigos  mi  vindicación,  de  que  jamás  he 
creído  tener  necesidad,  así  como  el  poder  hablar  sin  rubor  de  mis 
propias  acciones.  ¡Qué  satisfactorio  es  para  mí,  señores,  verme  hoy 
como  en  otro  tiempo  Timoleón,  acusado  ante  un  Senado  que  él  había 
creado,  acusado  por  dos  jóvenes,  acusado  por  malversación  después 
de  los  servicios  que  había  hecho  á  la  república,  y  el  poder  decir  sus 
mismas  palabras  al  principiar  el  juicio:  oíd  á  mis  acusadores, —  decía 
aquel  grande  hombre, —  oídlos,  señores,  advertid  que  lodo  ciudadano  tiene 
derecho  de  acusarme  y  que  en  no  permitirlo  daría  un  golpe  á  esa  misma 

libertad  que  me  es  tan  glorioso  haberos  dado! El  tercer  cargo  que  se 

me  hace  es  la  falta  de  residencia  que  exige  la  Constitución  por  haber 
estado  ausente 

»Por  mi  gusto  dejé  de  ser  presidente  y  dictador  de  Cundinamarca, 
dejé  de  ser  general  en  jefe  de  los  ejércitos  combinados  de  la  república : 
por  mi  gusto  perdí  veinte  años  de  sacrificios  hechos  á  la  libertad,  las 
penalidades  de  ocho  meses  de  marchas  y  el  fruto  de  las  victorias  que 
acababa  de  conseguir;  por  mi  gusto  abandoné  mi  patria,  las  comodida- 
des de  mi  casa,  la  compañía  de  mis  amigos  y  mi  numerosa  familia; 
por  mi  gusto  desprecié  el  amor  de  los  pueblos  que  mandaba,  para  irme 
á  sentar  con  un  par  de  grillos  entre  los  feroces  pastusos,  que  á  cada  hora 
pedían  mi  cabeza;  por  mi  gusto  permanecí  allí  trece  meses,  sufriendo 
toda  suerte  de  privaciones  y  de  insultos;  por  mi  gusto  fui  transportado 


2V2  AMERICANOS   CÉLEBRES 

preso  entre  doscientos  hombres  hasta  Guayaquil,  y  de  allí  á  Lima,  y  de 
Lima,  por  el  cabo  de  Hornos,  á  la  Real  Cárcel  de  Cádiz,  y  por  mi  gusto 
permanecí  cuatro  años  en  esta  cárcel,  encerrado  en  un  cuarto,  desnudo, 
comiendo  el  rancho  de  la  enfermería ,  sin  que  se  me  permitiese  saber  de 
mi  familia.  ¿No  os  parece,  señores,  que  es  más  claro  que  la  luz  del  día, 
que  yo  he  estado  ausente  por  mi  gusto  y  no  por  causas  de  la  república? 
¿Qué  deberemos  presagiar  de  nuestra  república?  ¿Qué  podremos  esperar 
para  lo  sucesivo,  si  mis  acusadores  triunfan  ó  se  quedan  impunes? 

»Por  una  de  estas  singularidades  que  no  están  en  la  previsión  humana, 
este  juicio,  que  á  primera  vista  parece  de  poca  importancia,  va  á  ser 
la  piedra  angular  del  edificio  de  vuestra  reputación.  Hoy,  señores,  hoy 
va  á  ver  cada  ciudadano  lo  que  debe  esperar  para  la  seguridad  de 
su  honor,  de  sus  bienes  y  de  su  persona;  hoy  va  á  ver  toda  la  repú- 
blica lo  que  debe  esperar  de  vosotros  para  su  gloria. 

»Si  vosotros,  señores,  al  presentaros  á  la  faz  del  mundo  como 
legisladores,  como  jueces,  como  defensores  de  la  libertad  y  de  la 
virtud,  no  dais  un  ejemplo  de  la  integridad  de  Bruto,  del  desinterés 
de  Foción  y  de  la  justicia  severa  del  tribunal  de  Atenas,  nuestra  liber- 
tad va  á  morir  en  su  nacimiento.» 


X 


El  Senado  en  masa,  electrizado  por  aquel  acento,  subyugado  por 
aquel  infortunio,  le  absolvió  por  unanimidad. 

Aun  continuó  algún  tiempo  sirviendo  á  su  patria ;  pero  sintiendo  que 
su  vida  concluía,  se  alejó  de  Bogotá  para  buscar  en  el  hermoso  clima 
de  Leiva,  solitaria  y  pintoresca  tumba. 

Dice  Vergara,  que  al  despedirse  de  sus  amigos  y  familia,  le  pre- 
guntaron: «¿Hasta  cuándo?»  —  «Hasta  nunca»,  contestó  sonriendo. 

En  Diciembre  de  1823  y  después  de  recibir  los  sacramentos,  aquel 
hombre  singular  montó  á  caballo,  y  dirigiéndose  á  casa  de  cada  uno  de 
sus  amigos,  se  despidió  de  ellos  con  la  cortés  sonrisa  que  le  era  peculiar. 
—  «¿Para  donde  se  va  V.?»  le  preguntaban. —  «Para  la  eternidad,» 
respondía  con  expresión  risueña. 


ANTONIO   NARIÑO  213 

«¡Qué  hermoso  día  tendré!»  exclamó  en  la  mañana  del  13  de  Diciem- 
bre, y  con  serenidad  imperturbable  consultaba  su  reloj  y  señalaba 
la  disminución  del  pulso. 

—  «  He  muerto  ya,  —  decía  á  los  médicos:  — hablan  ustedes  con  un 
cadáver». 

—  «No  tenga  V.  cuidado,»  le  dijo  el  cura  de  Sachica. 

—  «Jamás  lo  he  tenido, »  contestó. 

Poco  después,  cerrando  su  reloj,  lo  guardó  en  el  bolsillo,  y  dijo:  ¡ya 
es  tiempo!  y  expiró. 

En  la  noche  anterior  á  su  muerte,  había  pronunciado  las  palabras  que 
reproducimos  y  que  pintan  la  nobleza  de  sus  sentimientos,  las  aspira- 
ciones de  su  vida  y  la  moderación  de  su  carácter.        * 

«Odié  siempre,  por  instinto,  á  los  tiranos;  luchando  contra  ellos  perdí 
cuanto  tenía,  ¡perdí  hasta  la  patria!  Cuando  apareció  por  fin  esa  liber- 
tad por  quien  había  yo  sufrido  tanto,  lo  primero  que  hizo  fué  tratar  de 
ahorcarme  con  sus  propias  manos.  Es  increíble  que,  ya  hubiera  audien- 
cia ó  asamblea  patriota,  al  aparecer  el  día,  le  saludaba  yo  preso,  ame- 
nazado ó  desterrado...  Me  han  dado  cadenas  todos,  me  han  calumniado, 
pero  no  he  aborrecido  ni  á  los  que  más  me  han  perseguido. 

» Póngame  este  epitafio:  no  quiero  nada  más,  ni  nada  menos:  Amé  á 
mi  patria;  cuanto  fué  ese  amor,  lo  dirá  algún  día  la  Historia. 

» No  tengo  que  dejar  á  mis  hijos  sino  mi  recuerdo ;  á  mi  patria ,  le 
dejo  mis  cenizas». 

Aun  más  allá  del  sepulcro  lo  persiguió  el  encono  de  sus  enemigos; 
dispuesta  la  solemnidad  fúnebre  para  el  13  de  Febrero  de  1824,  reci- 
bieron sus  hijos  la  siguiente  carta  del  canónigo  Guerra. 

«Sk.  D.  Antonio  Nariño  y  Ortega. 

»Mi  querido  amigo:  Cuando  en  repetidas  ocasiones  hemos  tratado 
sobre  que  yo  predicase  la  consabida  oración  fúnebre,  siempre  me 
dijo  V.  que  había  de  ser  sin  que  de  ello  me  resultara  algún  perjuicio. 

»Yo  nunca  calculé  que  así  sucediera;  pero  de  tres  días  á  esta  parte  y 
hoy  muchísimo  más,  tengo  positivas  razones,  las  más  poderosas,  no 
sólo  para  temerlo,  sino  para  esperarlo  indudablemente;  es  decir,  me 
consta,  con  absoluta  evidencia,  que  de  hacer  yo  el  elogio  que  me  había 
propuesto  del  general  Antonio  Nariño,  me  van  á  resultar  gravísimos 
daños  en  mi  carrera  y,  sin  disputa ,  lo  padecería  hasta  mi  cuerpo ;  harto 


214  AMERICANOS   CÉLEBRES 

sufre  mi  espíritu  al  verme  compelido  á  hacer  á  V.  esta  dolorosa  exposi- 
ción, que  tampoco  me  es  lícito  amplificar  porque  soy  sacerdote;  pero  yo 
libro  sobre  el  fino  entendimiento  de  V.  para  que  la  comprenda,  y  sobre 
el  mundo,  para  que  disimule  este  horrible  chasco  que  las  circunstancias 
hacen  inevitable. 

»F.  X.  Guerra  de  Mier. 
»De  esta  su  casa  á  9  de  Febrero  de  1824». 


XI 


Durante  treinta  años  han  permanecido  los  restos  de  Nariño  en  Leiva; 
hoy  sería  difícil  encontrarlos.  Ningún  monumento  ha  sido  consagrado  á 
la  memoria  del  patriota  que  á  pesar  de  la  adversa  suerte  que  le  acom- 
pañó, es  uno  de  los  primeros  y  más  culminantes  prohombres  de  aquella 
serie  de  héroes.  El  día  aniversario  de  Nariño  debía  ser  de  fiesta  nacio- 
nal, de  ofrenda  al  procer.  ¡Que  de  pechos  hidalgos  es,  reconocer  los 
servicios  y  honrar  la  memoria  de  los  bienhechores  de  la  patria ! 


JOSÉ    MIGUEL    CARRERA 


JOSÉ  MIGUEL  CABRERA 


Cubran  cipreses  fúnebres  la  escena 
Del  sacrificio  atroz,  riegúela  el  llanto 
De  la  nación  chilena. 
Y  desde  el  trono  santo 
Donde  reside  el  Hacedor  Divino, 
Grato  perdón  descienda  al  asesino; 
Mas  eternice  el  genio  de  la  Historia 
La  incorrupta  memoria 
Del  que  sabe  morir  coma  hombre  fuerte, 
Del  que  marcha  á  la  muerte 
Sin  que  le  imprima  susto. 
Asi  muere  el  honrado  y  muere  el  justo: 
Así,  inmolados  por  venganzas  fieras, 
Murieron  en  Mendoza  los  Carreras. 


amas  ha  temblado  mi  pluma  al  escribir  un  nombre. 
Jamás  el  espíritu  se  ha  sentido  cobarde  reseñando 
la  vida  de  los  genios  que  he  tenido  la  honra  de 
biografiar;  pero  hoy,  al  evocar  al  mártir  de  Men- 
doza, despierta  en  mi  alma  sentimientos  indes- 
criptibles, en  mi  corazón  sensaciones  vivísimas, 
y  en  mi  mente  ideas  que  me  transportan  á  un  mundo  desconocido, 
inmortal  é  infinito. 

El  nombre  de  José  Miguel  Carrera  es  el  de  aquel  patriota  sacrificado 
por  bastardos  rencores,  por  envidiosos  de  sus  triunfos,  por  repulsivos 
sentimientos  contra  el  que,  podía  obscurecer  sus  personalidades  con  la 
sombra  de  gloria  conquistada  hidalga  y  valerosamente. 

José  Miguel  Carrera  es  el  héroe  sublime  de  la  epopeya  sud  americana; 
es  el  mártir  glorioso  de  la  perfidia  de  los  hombres;  es  el  patriota  legen- 
dario de  los  guerreros  tiempos ,  el  más  infortunado  de  los  caudillos  y  á 
la  vez  el  más  ilustre  y  popular. 

Vio  la  primera  luz  en  Santiago  de  Chile,  el  día  15  de  Octubre  de  1785, 
en  el  seno  del  bienestar  que  disfrutaban  sus  padres  D.  J.  Ignacio  de  la 
Carrera  y  D.a  Francisca  de  Paula  Verdugo. 


216  AMERICANOS   CÉLEBEES 

Refractario  á  la  filosofía  que  estudiaba  en  el  colegio  de  San  Carlos, 
fué  enviado  á  Lima  en  casa  de  un  tío  suyo  comerciante;  pero  como 
tampoco  manifestó  disposición  ni  deseo  para  el  comercio,  y  sí  indicara  se 
encontraba  inclinado  á  la  carrera  militar,  pasó  á  España  autorizado  por 
su  padre  é  ingresó  como  teniente,  apoyado  por  altas  influencias,  en  el 
regimiento  de  Farnesio. 

La  injusta  invasión  francesa  de  1808  y  el  odio  á  todo  yugo  extranjero, 
levantaron  el  decaído  espíritu  de  los  españoles,  y  como  un  solo  hombre, 
lanzáronse  á  la  lucha  contra  los  soldados  que  en  cien  combates,  habían 
alcanzado  en  otros  pueblos  la  victoria. 

Entre  los  denodados  defensores  de  aquella  gloriosa  época  de  indepen- 
dencia se  encontraba  José  Miguel  Carrera,  que  audaz  y  arriesgado  alcanzó 
valiosos  premios  y  el  ascenso  de  sargento  mayor,  así  como  la  honrosa 
comisión  de  formar  el  regimiento  húsares  de  Galicia. 

Brillante  porvenir  se  iniciaba  en  España  para  el  joven  chileno,  cuando 
llegó  á  su  noticia  que  su  patria  se  agitaba  anhelando  su  emancipación, 
y  lleno  de  noble  brío  y  patriotismo,  abandonó  cuantos  honores  le 
prometía  la  guerra,  y  el  25  de  Julio  de  1811  desembarcaba  en  Valparaíso. 
Pocos  días  después  estaba  al  frente  de  la  revolución ,  y  vencedor,  esta- 
bleció el  10  de  Septiembre,  apoyado  por  sus  hermanos  Luis  y  Juan 
José  Carrera,  un  Gobierno  con  facultades  tan  amplias  como  el  mismo 
Congreso.  Aquél  actuó  hasta  el  15  de  Noviembre  en  que  se  estableció 
otra  Junta  gubernativa,  compuesta  de  Juan  Martínez  de  Rosas  por  las 
provincias  del  Sur,  de  D.  Gaspar  Marín,  por  el  Norte,  y  del  caudillo 
Carrera  como  representante  del  Centro. 

D.  Bernardo  O'Higgins  formó  parte  de  esta  Junta  por  la  ausencia  de 
Rosas;  pero  en  Diciembre,  disuelto  el  Congreso  por  la  tropa,  se  procedió 
al  nombramiento  de  nuevo  Gobierno,  compuesto  de  José  Miguel  Carrera, 
D.  José  Nicolás  Cerda  y  D.  Juan  G.  Aldunate. 

Tenía  José  Miguel  Carrera,  figura  elegante,  distinguida  y  bella;  aire 
marcial,  mirada  dulce,  pero  enérgica  á  la  vez;  era  joven,  impetuoso, 
valiente,  y  su  carácter  le  hizo  popular  y  querido,  y  sus  infortunios  le  han 
creado  inmortales  simpatías. 


JOSÉ   MIGUEL    CARRERA  217 


II 


El  mando  de  Carrera  dio  forma  á  la  revolución,  que  hasta  entonces 
había  caminado  indecisa  y  débilmente. 

Su  aparición  en  la  escena  política  chilena,  impulsó  el  movimiento 
general  revolucionario,  apoyado  en  poderosos  elementos:  la  prensa, 
representada  por  el  periódico  La  Aurora,  el  primero  que  se  publicó  en 
Chile,  1  y  dirigido  por  el  sabio  y  filosófico  Camilo  Enríquez;  los  centros  de 
instrucción  pública  que  ponían  al  alcance  de  los  jóvenes  mayor  caudal 
de  conocimientos,  preparando  así  patriotas  ilustrados  para  la  futura 
generación  y  ciudadanos  educados  ya  en  el  nuevo  orden  de  ideas, 
arraigando  en  sus  juveniles  corazones  el  grandioso  evangelio  de  la 
Libertad,  y  sembrando  fructífera  semilla,  benéfica  para  la  patria. 

El  general  Carrera,  enérgico  y  decidido,  abrigaba  aspiraciones 
radicales;  su  alma  grande  soñaba  con  formar  una  patria  poderosa, 
emancipada  de  rancias  preocupaciones,  y  con  heroico  desinterés  trabajó 
para  realizar  tan  hermoso  ideal. 

¡Cuántos  afanes,  cuántos  desvelos,  cuan  glorioso  conjunto  de  sacri- 
ficios y  de  abnegada  heroicidad! 

¡  Cuántas  veces  tachado  de  ambicioso  cedió,  para  desmentir  tan  injusto 
calificativo,  llevando  á  efecto  reformas  en  la  Constitución  consultadas 
con  hombres  de  la  mayor  influencia  y  aceptadas  por  éstos! 

Dice  Benavente  que:  Carrera  era  el  único  hombre  de  aquel  tiempo,  capaz 
de  poner  en  movimiento  los  medios  de  defensa  que  el  país  poseía,  y  si  la  opinión 
pública  le  hubiese  prestado  su  concurso,  muchos  males  se  habrían  ahorrado  á 
(II) ¡Ir  ¡i  á  casi  toda  esta  parte  de  América. 

Creó  ejércitos  destinados  á  pelear  por  la  independencia,  arregló  las 
rentas  públicas  y  dio  los  primeros  pasos  para  la  organización  del  país. 

En  Abril  de  1813  llegó  á  Chile  una  expedición  enviada  por  don  José 
Abascal,  virrey  del  Perú,  á  las  órdenes  del  brigadier  don  Antonio 
Pareja,  hombre  arriesgado  y  valeroso. 

Librando  á  la  suerte  de  las  armas  el  triunfo  de  la  magna  contienda, 

1    La  imprenta  fué  podida  por  Carrera  á  los  Estados  Unidos. 


218  AMERICANOS    CÉLEBRES 

fué  preciso  que  Carrera  se  pusiera  al  frente  del  ejército,  nombrando  el 
Senado  para  sustituirlo  en  su  ausencia  á  su  hermano  Juan  José  Carrera, 
pero  como  éste  tuvo  á  su  vez  que  marchar  á  incorporarse  á  las  tropas, 
se  acordó  poner  en  su  lugar  á  don  Agustín  Eizaguirre,  y  enfermos  á  la 
sazón  los  vocales  Portales  y  Prado,  fueron  nombrados  en  su  lugar  los 
patriotas  Pérez  y  el  hábil  Infante. 

«Nuestro  virtuoso  pueblo, — dice  Camilo  Enríquez, — sea  que  tuviese 
presente  la  premura  de  nuestras  circunstancias,  ó  la  moderación  y  alto 
mérito  de  las  personas  nombradas,  ó  la  confianza  que  le  había  merecido 
-el  Senado,  no  hizo  sobre  estos  nombramientos  alguna  reclamación. 
Estos  nombramientos,  no  estando  entre  las  facultades  senatorias,  se 
reservaban,  según  el  mismo  reglamento,  al  pueblo  soberano.  Pero 
nuestras  circunstancias  fueron  terribles...  »  1 


III 


En  ese  mismo  año  se  publicó  por  orden  del  Supremo  Gobierno  el 
proyecto  de  Constitución,  compuesto  en  1811  por  el  profundo  é  ilustrado 
Egaña,  documento  notabilísimo  que  revela  la  clara  inteligencia  de  su 
autor  y  el  tesoro  de  nuevas  ideas  que  albergaba  en  su  mente. 

Ya  en  campaña,  desplegó  el  general  Carrera,  en  el  combate  de  San 
Carlos,  el  esfuerzo  y  bizarría  de  los  héroes,  y  más  tarde  el  sitio  de 
Chillan  fué  una  de  las  glorias  del  ínclito  chileno  por  su  arrojo  en  la 
lucha  y  sus  acertadas  disposiciones  militares,  aun  cuando  la  fortuna, 
valiéndose  del  engaño  fraguado  por  el  general  realista  Sánchez,  de 
la  deserción  del  teniente  Cálao  y  de  otros  contratiempos,  ayudó  á  las 
tropas  españolas. 

Los  reveses  no  amortiguaban  la  constancia  del  General  en  jefe,  que 
trabajaba  sin  descanso  en  bien  de  la  patria ,  luchando  al  propio  tiempo 
con  el  descontento  y  con  las  intrigas  de  los  que  pretendían  derrotarle  y 
cambiar  la  dirección  dada  á  la  marcha  pública.  Ya  El  Republicano, 
dirigido  por  D.  Antonio  José  de  Irrisarri,  y  El  Monitor,  se  declararon  en 
abierta  lucha  contra  Carrera  y  sus  hermanos,  aun  cuando  éstos,  inteli- 

4    Monitor  Araucano.  Razonamiento  del  senador  Enriquez  &  las  Corporaciones,  el  6  de  Octubre  de  1813. 


JOSÉ   MIGUEL   CARRERA  219 

gentes  y  bravos,  duplicaban  sus  esfuerzos  á  favor  de  la  independencia; 
sin  embargo,  el  enemigo  había  ganado  terreno  en  el  Sur,  y  nuevos 
refuerzos  á  las  órdenes  de  Gaínza,  le  enorgullecieron  y  activaron  sus 
movimientos. 

El  ejército  independiente  estaba  pobre,  desnudo,  sin  poder  mante- 
nerse para  la  guerra,  y  dividido  por  tristes  desavenencias,  por  rencores 
y  rivalidades. 

Los  esfuerzos  de  Carrera  para  contener  á  unos  y  halagar  á  otros, 
fueron  ineficaces,  y  la  Junta  inutilizó  sus  nobles  afanes  separándolo  del 
mando  y  nombrando  en  su  lugar,  jefe  del  ejército  chileno,  al  coronel 
O'Higgins.  Poco  después,  disuelta  aquella  Corporación  y  nombrado 
un  Director  Supremo,  se  creó  el  Gobierno  Provisorio,  y  la  administración  del 
país  tomó  diferente  rumbo. 

Entretanto  el  enemigo  había  tomado  Talca,  pero  por  su  parte  el 
valeroso  O'Higgins,  previsor  y  activo,  alcanzó  la  victoria  en  varios 
combates  contra  las  tropas  de  Gaínza,  é  intrépido  y  acertado,  marchan- 
do á  la  retaguardia  del  enemigo,  atravesó  el  Maule,  y  en  Río  Claro 
y  Quechereguas  ganó  glorioso  renombre. 

Grandes  acontecimientos  amenazaron  por  entonces  la  independencia 
de  la  naciente  república,  pues  la  debilidad  y  abatimiento  de  algunos 
ciudadanos,  la  oculta  simpatía  de  otros  por  el  antiguo  régimen  y  el 
desconcierto  de  los  partidos,  hicieron  fácil  la  aceptación  de  las  proposi- 
ciones de  paz  que  el  comodoro  inglés  Hillyar  en  nombre  del  Virrey  del 
Perú  presentó  al  supremo  director  D.  Francisco  de  la  Lastra,  y  que,  acep- 
tadas por  el  Gobierno  y  el  Senado,  hacían  nuevamente  de  Chile  parte  inte- 
grante de  la  Monarquía  española  y  obediente  vasalla  de  Fernando  VII. 

En  virtud  de  este  tratado,  se  puso  en  libertad  á  varios  prisioneros, 
entre  éstos  al  esclarecido  Carrera  y  á  su  hermano  D.  Luis,  que  habían  sido 
tomados  por  sorpresa  en  Penco  Viejo  al  intentar  dirigirse  á  la  capital  en 
la  época  de  la  llegada  de  Gaínza  y  antes  de  la  toma  de  Talca  *. 

Juzgó  el  esclarecido  patricio  que  el  tratado  era  humillante  para  Chile, 
y  el  23  de  Julio  2  de  1814  llegó  á  Santiago,  se  posesionó  de  los  cuarteles 
auxiliado  por  sus  partidarios ,  depuso  pacíficamente  al  Director  supremo 
y  nombró  una  Junta  3  que  hizo  los  postreros  esfuerzos  por  reorganizar 

1  Guzmán. 

2  Guzmán  dice  el  23  de  Agosto. 

3  Compuesta  de  D.  Julián  Uribe.  D.  Manuel  Muñoz  de  Urgía  y  del  mismo  general  Carrera. 


220  AMERICANOS   CÉLEBRES 

la  defensa  pública,  dictó  apremiantes  disposiciones,  eligió  un  cabildo  y 
trató  de  encauzarla  administración  de  justicia. 

El  general  O'Higgins,  no  conforme  con  el  cambio  verificado  en  San- 
tiago, levantó  el  campo,  pasó  el  Maipu  y  se  dirigió  á  la  capital,  hasta 
encontrarse  en  Ochagabia  con  las  tropas  de  Carrera  y  trabar  con  ellas 
fratricida  combate.  ¡Entretanto  el  enemigo  avanzaba  y  la  causa  de  la 
libertad  se  perdía ! . . . 

Sin  embargo,  el  general  Carrera,  generoso  siempre,  sacrificando  sus 
particulares  desavenencias  en  aras  de  la  patria,  se  unió  con  el  general 
O'Higgins  tratando  de  oponerse  á  la  marcha  triunfal  de  los  realistas  que, 
al  mando  del  recién  llegado  Osorio,  se  enseñoreaban  del  país. 


IV 


La  funesta  y  heroica  batalla  de  Rancagua  puso  el  colmo  á  las  desven- 
turas de  los  independientes,  y  el  2  de  Octubre  de  1814  señaló  en  la 
historia  de  Chile  un  día  sombrío  y  de  infausta  memoria. 

Durante  treinta  y  seis  horas  pelearon  los  patriotas  con  el  heroísmo 
de  la  desesperación;  durante  treinta  y  seis  horas  hicieron  prodigios  de 
valor;  pero  aun  en  medio  del  peligro,  aun  frente  al  enemigo,  surgieron 
la  diversidad  de  opiniones  para  el  plan  de  ataque  y  las  rivalidades 
entre  ambos  caudillos,  contribuyendo  al  desastre,  á  la  confusión  y  á  la 
total  derrota. 

Carrera,  desesperado,  viendo  á  su  patria  subyugada  de  nuevo,  emi- 
gró de  Chile  con  sus  dos  hermanos,  y  O'Higgins  y  gran  número  de 
valientes  se  refugiaron  también  en  Mendoza,  en  donde  á  la  sazón 
era  gobernador  el  coronel  D.  José  de  San  Martín. 

Las  antiguas  discordias  entre  los  dos  jefes  chilenos  se  renovaron 
en  suelo  argentino,  y  Carrera,  tanto  porque  las  autoridades  apoyaban 
al  general  O'Higgins,  cuanto  porque  la  sed  de  libertar  á  su  patria 
no  le  prestaba  instante  de  reposo,  se  dirigió  á  Buenos  Aires,  y  de 
allí  á  los  Estados  Unidos,  en  busca  de  recursos  que  su  prestigio  y 
su  nombre  podrían  facilitarle. 

Sus  esperanzas  no  fueron  defraudadas,  y  en  1816  se  presentó  en 
Buenos    Aires   con   pertrechos   de   guerra,  hombres,   dinero  y  buques. 


JOSÉ   MIC4UEL    CABSS3A  221 

¡Pero  los  odios  fueron  implacables!  ¡Ni  aun  el  patriotismo  logró  dis- 
minuirlos ni  acallarlos! 

El  desventurado  é  insigne  caudillo,  vio  inutilizado  su  noble  empeño 
por  Pueyrredon,  que  instigado  por  los  enemigos  del  general  chileno, 
contrarrestó  sus  planes. 

Tal  vez  el  rencor,  la  asechanza  de  que  era  víctima,  la  pérdida 
de  aquellos  afanes  patrióticos  y  de  aquella  esperanza,  levantaron 
en  su  pecho  una  tempestad  de  indignación;  por  otra  parte,  Carrera 
estaba  pendiente  desde  extranjero  suelo,  de  aquella  patria  tan  querida, 
de  aquella  libertad  tan  deseada,  y  por  la  cual  se  batía  San  Martín 
sin  que  á  él  le  fuera  dable  tomar  parte.  ¡El  que  había  sido  el  iniciador 
más  esforzado,  más  atrevido,  más  popular! 

El  despecho  fué  grande,  é  impulsado  por  él,  lanzóse  en  las  revueltas 
argentinas  y  tomó  parte  activa  en  las  luchas  civiles  con  la  impetuosidad 
de  su  carácter:  la  mala  suerte  le  venció  una  vez  más,  y  prófugo  y  asi- 
lado en  Montevideo,  vivía  protegido  por  el  general  Lecor,  cuando  un 
terrible  acontecimiento  llenó  de  amargura  su  corazón ,  arrastrándole  á 
terribles  represalias  y  hasta  el  cadalso. 


V 


Vivían  en  Buenos  Aires,  ó  se  consumían  en  la  pobreza,  en  el  dolor 
y  en  las  amarguras'  del  ostracismo,  la  animosa  y  sublime  Javiera 
Carrera  1  y  sus  hermanos  Juan  José  y  Luis,  que  habían  abandonado 
á  su  amado  Chile  cuando  el  desastre  de  Rancagua. 

Aquella  mujer  sin  par  era  el  consuelo  de  los  suyos,  y  ahogaba,  se 
bebía  sus  lágrimas,  para  que  sus  hermanos  no  sufrieran  con  su  sufri- 
miento. Todos  en  aquel  mísero  hogar,  buscaban  en  el  trabajo  manual 
el  preciso  sustento. 

Pero  Luis  Carrera  tenía  una  esposa  adorada,  un  ángel  que  había 
unido  á  la  suya  su  existencia,  y  estaba  lejos  de  ella,  ¡vivía  sin  el  amoroso 
fuego  de  sus  ojos,  sin  la  ternura  de  su  amor,  sin  la  alegría  de  su 
sonrisa ,  sin  el  encanto  de  su  voz ! 

1    En  el  libro  Mujeres  Americanas  se  encuentra  la  biografía  de  Javiera  Carrera. 


222  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Luis  y  su  hermano  soñaban  con  el  cielo,  el  aire,  el  sol,  los  blancos 
penachos  de  la  cordillera  que  corona  al  suelo  chileno,  y  ansiosos,  for- 
jando irrealizables  planes  y  sufriendo  esa  enfermedad  inexplicable, 
esa  nostalgia  indescriptible  y  lógica  en  los  que  se  alimentan  con  el 
pan  del  destierro,  se  desprendieron  de  los  apasionados  brazos  de  la 
noble  Javiera,  y  por  diferente  rumbo  se  dirigieron  hacia  los  Andes  para 
seguir  hasta  la  anhelada  tierra  de  la  patria. 

La  traición  los  acechaba  y  delatados,  fueron  presos  y  aherrojados: 
uno  en  San  Luis,  y  el  otro  en  la  cárcel  de  Mendoza.  Los  acusaban  de 
conspiradores  y  los  habían  encontrado  acompañados  únicamente  por 
dos  fieles  amigos:  Juan  Felipe  Cárdenas  con  Luis  Carrera,  y  Cosme 
Alvarez  con  Juan  José. 

¡Su  capital  era  cuarenta  y  seis  onzas,  tal  vez  ganadas  con  largos 
desvelos  y  afanes,  tal  vez  economizadas  á  costa  de  dolorosas  pri- 
vaciones! 

El  anciano  padre,  la  atribulada  hermana,  la  triste  esposa  ausente, 
contribuyeron  con  sus  escasos  recursos  á  sustentar  á  los  presos  durante 
aquel  largo  cautiverio  que  finalizó  en  el  patíbulo  el  8  de  Abril  de  1818, 
es  decir,  el  mismo  día  que  Mendoza  celebraba  con  gritos  de  júbilo  la  vic- 
toria de  Maipu.  Días  antes  de  la  ejecución  se  les  había  presentado  la 
cuenta  de  gastos,  fecha  3  de  Abril;  era  preciso  que  apuraran  la  amarga 
copa  hasta  las  heces. 

La  Historia  hará  este  relato  más  extenso,  y  esta  contabilidad  del 
cadalso  * ,  y  estos  crueles  detalles  que  anteceden  á  la  ejecución  de  los  dos 
criminales,  serán  terrible  manifestación  de  los  odios  políticos. 

Un  año  había  pasado  desde  el  cruento  sacrificio,  cuando  el  terrible 
drama  de  Juan  José  y  Luis  Carrera  tuvo  su  cruel  epílogo. 

La  cuenta  total  de  gastos  hechos  en  la  prisión  y  la  de  las  últimas 
diligencias  fué  enviada  á  Chile,  presentada  al  general  O'Higgins  supre- 
mo director  y  pasada  por  éste  2  al  anciano  D.  Ignacio  de  la  Carrera. . . 

¡Padre  desventurado!  su  nombre  en  esas  hojas  malditas,  hace  extre- 
mecer    de    horror,    y    ese    sentimiento    se    traduce    y    transforma    en 

1    BicuSa  Mackenna:  Abril  8  de  1885,  aniversario  de  la  ejecución  de  los  dos  hermanos  Carrera. 

2  Santiago,  Marzo  29,  de  1819. —  Acúsese  recibo  y  pasen  estas  diligencias  al  alguacil  de  segundo  voto  para 
que  exija  de  D.  Ignacio  de   Carrera  el  pronto  pago  de  los  derechos  que  se  cobran. — O'Higgins  Echeverría. 

Santiago,  Abril  22,  de  1819.  —  Por  recibido  y  se  haga  saber  á  D.  Ignacio  de  la  Carrera  para  su  cumplimiento. 
—  Troncóse  Díaz. —  En  el  mismo  día  hice  saber  el  decreto  de  la  vuelta  á  D.  Ignacio  de  la  Carrera  y  firmo 
de  que  doy  fe. —  Ignacio  de  Carrera  Barcas. 


JOSÉ   MIGUEL    CABRERA  223 


doloroso  gemido,   al  contemplar  al  octogenario  agonizante  pocos  días 
después,  asesinado  por  aquel  postrer  detalle. . . 


VI 


La  ponzoña  del  odio,  la  sed  de  venganza,  hicieron  de  José  Miguel 
Carrera,  después  de  este  acontecimiento,  un  enemigo  formidable  para  la 
república  Argentina.  Durante  tres  años,  su  vida  fué  una  serie  de  comba- 
tes, de  victorias  y  de  decepciones. 

Con  algunos  fieles  chilenos  recorría  las  pampas,  é  incansable, 
valeroso  y  audaz,  no  perdonaba  medio  de  hostilizar  á  sus  enemigos. 

En  una  de  las  marchas  pasó  treinta  y  cinco  días  internándose  en  el 
desierto,  sin  encontrar  sustento  ni  asilo  hasta  llegar  á  una  tribu  de 
indios,  que  lo  veneraron  durante  algún  tiempo  como  Señor. 

Un  día,  después  de  haberse  batido  como  un  león,  fué  derrotado  por 
fuerzas  muy  superiores. 

Como  á  sus  hermanos,  la  traición  lo  entregó  maniatado  al  goberna- 
dor de  Mendoza;  allí,  arrojado  en  un  sótano  inmundo,  aguardó  su 
sentencia,  y  el  ilustre  mártir  condenado  como  bandido,  murió  en  el  cadalso 
con  la  arrogante  energía  del  guerrero,  sin  permitir  le  vendaran  los  ojos, 
le  asentaran  en  el  fatal  banquillo,  ni  lo  maniataran. 

¡Preclaro  adalid  de  la  libertad  chilena,  generoso  campeón  de  la 
sublime  causa ,  tu  nombre  es  inmortal  como  tus  glorias ,  y  la  corona  de 
espinas  que  en  Mendoza  ciñeron  á  tu  frente,  es  hoy  la  brillante  aureola 
del  héroe! 

¡Tu  patria  te  venera  y  te  bendice,  tu  hermosa  y  marcial  figura 
se  destaca  sobre  alto  pedestal,  y  el  infeliz  escarnecido  en  el  patíbulo  se 
levanta  orgulloso,  glorificado  por  la  Historia.  * 


1    En  1828  se  celebraron  en  Chile  solemnes  exequias  por  los  tres  hermanos  Carrera, y  el  16  de  Septiembre 
de  1861  se  inauguró  en  Santiago  la  estatua  en  bronce  de  José  Miguel  Carrera. 


MANUEL  BELGRADO 


«■Lego  d  la  Historia  el  nombre  más  ¡m  r<¡ 
fie  los  fastos  americanos). 

Bartolomé  Mitre. 


I A  historia  de  las  luchas  y  emancipación  ameri- 
canas presenta  tan  variados  y  originales  episo- 
dios, y  los  hombres  que  contribuyeron  al  éxito 
encierran  también  condiciones  tan  especiales, 
que  el  historiador  ó  el  aficionado  al  estudio  de 
las  evoluciones  políticas  se  siente  interesado  y 
atraído  hacia  épocas  tan  fecundas  en  nobles 
rasa'os  v  en  brillantes  resultados. 

El   caballeresco  vencedor   de   Tucuinán   es  uno  de  los 

proceres  argentinos  que  seduce  por  su  carácter  especia- 

lísimo:   espiritualista,   entusiasta,   apasionado,   lleno  de  abnegación  y 

patriotismo,  fué  de  los  primeros  que  rindieron  culto  á  la  diosa  Libertad 

en  las  orillas  del  ancho  Plata. 

Su  amor  por  Buenos  Aires  acusaba  que  esta  ciudad  había  sido  su 
cuna,  4  y  nunca  hijo  más  celoso  de  su  prosperidad  ni  de  su  autonomía 
sobrepujó  á  Belgrano. 

Era  profundamente  instruido,  y  cuando  apenas  contaba  diez  y  siete 
años ,  ya  poseía  corrrectamente  el  rico  idioma  de  Catón  y  el  armonioso 


1     Nació  en  1770. 


MANUEL   BELCJRANO  '¿'2ñ 

lenguaje  castellano  que  cultivó  en  las  clásicas  aulas  de  Vallado-lid  y 
de  Madrid. 

En  1806  era  capitán  de  milicias  urbanas  cuando  los  ingleses  ocu- 
paron la  ciudad  de  Buenos  Aires;  en  la  segunda  invasión  de  aquéllos, 
en  1807,  fué  sargento  mayor  de  la  legión  de  /o.s  patricios  1  y  más  tarde 
ayudante  de  campo  del  cuartel  maestre  del  general  César  Vabiani, 
contra  el  general  inglés  Witelocke. 

En  el  año  de  1809  tuvieron  lugar  en  el  Alto  Perú  acontecimientos 
de  gran  trascendencia ,  y  la  rebelión  de  Charcas  y  de  la  Paz  ahogada  en 
sangre,  renació  vigorosa  en  suelo  argentino,  y  al  recibirse  en  Buenos 
Aires  la  noticia  de  la  disolución  de  la  Junta  Central  de  Cádiz  y  de  los 
triunfos  franceses  en  España,  se  formó  el  plan  de  convocar  una 
Asamblea  para  que  nombrase  una  Junta  y  ésta  se  encargara  de  gober- 
nar el  virreinato,  á  lo  cual,  mal  de  su  grado  tuvo  que  acceder  el 
virrey  Cisneros,  por  el  aspecto  resuelto  de  la  población. 


JI 


El  día  22  de  Mayo  de  1810  pidió  el  pueblo  la  deposición  del  Virrey, 
y  á  pesar  de  que  el  Cabildo  que  había  asumido  el  mando  por  acuerdo 
de  la  Asamblea  intentara  contrarrestar  el  torrente  revolucionario,  no 
logró  su  objeto  y  tuvo  que  acceder  á  lo  solicitado  por  los  patriotas; 
pero  al  decretar  el  día  24  la  organización,  la  Junta  nombró  al  Virrey 
para  presidirla. 

No  se  conformaron  los  sublevados  con  aquella  solución  que  va 
apoyaba  la  tropa,  y  el  día  25  de  Mayo,  estando  reunido  el  Cabildo 
para  tratar  de  tan  serias  cuestiones,  invadió  el  pueblo  por  dos  veces  el 
edificio,  imponiendo  su  voluntad  soberana  para  que  se  nombrara  otra 
Junta  presidida  por  el  comandante  Saavedra  y  compuesta  de  seis  miem- 
bros, entre  éstos  Belgrano  y  Castelli,  quedando  instalada  como  gober- 
nadora del  virreinato,  pero  en  realidad  libre  é  independiente  de  la 
nación  española,  pues  que  días  más  tarde  se  ne<¡;ó  á  reconocer  el 
Consejo  de  Regencia  de  Cádiz  exigiendo  que  la  Audiencia  prestara  ju- 
ramento de  fidelidad  al  nuevo  Gobierno,  embarcando  de  noche  al  Virrey 
en  un  buque  inglés  que  hacía  rumbo  á  Canarias. 


226  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Desde  la  invasión  de  los  ingleses  se  habían  adoptado,  como  señal  de 
reunión  en  el  Cabildo  los  colores  del  uniforme  de  los  patricios ,  blanco  y 
azul ,  y  Belgrano  añadió  la  escarapela  que  por  primera  vez  se  ostentó  en 
el  Rosario,  cuando  todavía  el  pendón  gualda  y  rojo  ondeaba  en  la 
fortaleza  de  Buenos  Aires. 

No  tenía  Belgrano  práctica  ni  conocimientos  militares  más  que  los 
adquiridos  en  las  milicias,  cuando  la  invasión  inglesa ,  y  era  entonces 
abogado,  hombre  de  elevada  inteligencia  y  amante  de  la  ilustración; 
sin  embargo,  cuando  se  dispuso  la  expedición  al  Paraguay,  marchó  por 
patriotismo  á  la  cabeza  de  las  fuerzas  expedicionarias,  por  acatar  el 
nombramiento  de  la  Junta  gubernativa  y  llevado  de  su  carácter  caba- 
lleresco é  impresionable  y  de  su  enérgica  voluntad. 

La  marcha  fué  larga  y  trabajosa,  por  caminos  difíciles,  por  bosques 
vírgenes,  salvando  peligrosos  despeñaderos,  abismos  cubiertos  por  tan 
exuberante  vegetación,  que  bajo  su  fresca  y  verde  frondosidad  se 
ocultaba  la  profundidad  que  sorprendía  y  aterraba  á  los  soldados. 

Mediaba  Diciembre  cuando  la  división  atravesó  el  río  Paraná,  y  aun 
pasó  un  mes  antes  de  encontrarse  con  las  tropas  del  gobernador  Yelasco, 
fuerte  de  siete  mil  hombres,  que  había  salido  á  contener  la  invasión. 

A  orillas  del  arroyo  Paraguari  se  trabó  el  primer  combate,  y  Bel- 
grano y  sus  seiscientos  hombres  cayeron  sobre  el  enemigo  con  intrépido 
impulso,  dispersando  y  poniéndolo  en  fuga;  pero  los  paraguayos  no 
perseguidos  por  los  argentinos,  que  habían  ocupado  el  convento  de 
Paraguari,  se  rehicieron,  volviendo  a  la  pelea  y  derrotando  á  los 
patriotas. 


III 


El  segundo  encuentro  tuvo  lugar  en  las  márgenes  del  Tacuari,  en 
donde  los  independientes  se  batieron  con  denuedo  y  firmeza,  tanto 
más  admirables  cuanto  que  eran  uno  contra  seis:  los  enemigos  los  rodea- 
ban por  todas  partes;  pero  los  soldados  argentinos  no  se  rinden,  mueren. 

Belgrano  rompió  las  filas  del  enemigo  asombrándole  con  su  valor  y 
el  de  sus  soldados ,  y  tal  vez  debido  á  este  arrojo  otorgaron  los  españo- 
les el  armisticio  de  Tacuari\,  por  el  cual  pudieron  emprender  la  retirada 
tambor  b aliente  y  banderas  desplegadas. 


MANUEL   BELGRANO  227 

Belgrano,  persuasivo  y  elocuente,  ganó  á  varios  de  los  oficiales  para 
la  causa  separatista  y  «En  breve  se  oyeron  entre  las  filas  paraguayas 
conversaciones  de  independencia  que  las  habrían  hecho  temblar  pocos 
días  antes».  1 

Es  decir,  que  Belgrano,  hizo  la  propaganda  con  las  armas  en  la 
mano. 

La  banda  oriental  del  Uruguay  estaba  gobernada  por  el  general 
D.  Gaspar  de  Bigodet;  pero  fué  relevado  éste  por  el  general  D.  Francisco 
Javier  Elío,  aborrecido  por  los  americanos  por  su  insolente  orgullo  y  su 
falta  de  prudencia. 

Inmediatamente  rompió  las  hostilidades  contra  los  argentinos  y 
en  las  aguas  del  Paraná,  derrotó  la  insignificante  escuadrilla,  apresando 
las  embarcaciones. 

La  chispa  revolucionaria  había  prendido  en  tierra  uruguaya,  y  el 
28  de  Febrero  a  las  milicias  del  pueblo  de  Mercedes  se  sublevaron ,  reco- 
nocieron á  la  Junta  de  Buenos  Aires,  y  ésta  nombró  á  Belgrano  para 
dirigir  la  campaña  contra  Montevideo,  y  reunidos  mil  doscientos  hom- 
bres se  puso  en  marcha. 

El  Uruguay  secundaba  a  los  patriotas  argentinos ,  y  rápidamente 
se  había  extendido  el  espíritu  de  rebelión  contra  España. 

En  San  José  se  batían  realistas  é  independientes  pero  derrotados  los 
primeros  y  prisionera  la  guarnición,  se  replegaron  sobre  Montevideo. 

Belgrano  marchó  contra  aquella  plaza,  y  ya  muy  cerca,  recibióla 
noticia  de  la  revolución  de  Buenos  Aires  (Abril  de  1811)  y  de  su  sepa- 
ración del  mando  y  del  ejército. 

El  llamado  á  suceder  le  era  el  presidente  Saavedra. 


IV 


A  la  batalla  de  Huaqui,  ganada  por  los  españoles  cuando  aun  no 
había  concluido  el  armisticio,  entre  el  doctor  Castelli,  representante  de 
la  Junta  de  Buenos  Aires  y  el  general  Goyeneche,  jefe  de  los  realistas, 

1  Ensayo  histórico  sobre  la  revolución  del  Paraguay.  Rengger  y  Loncliamp. 

2  Mitre  dice  en  su  Historia  de  Belgrano,  el  28  de  Marzo,  pero  consultados  otros  autores  resulta  ser  una  equi- 
vocación. 


2'2H  AMERICANOS    CÉLEBRES 

siguieron  otros  desastres,  y  1811  corrió  en  medio  de  desórdenes  y 
luchas  populares,  hasta  que  se  formó  el  Triunvirato  que  desplegó 
acertada  dirección  y  resuelta  actitud  contra  los  afectos  á  motines 
y  á  trastornos  gubernativos,  y  como  en  el  Alto  Perú  (hoy  Bolivia)  fer- 
mentaba la  revolución,  nombró  á  Belgrano  general  en  jefe  en  reem- 
plazo de  Pueyrrcdón  de  aquel  ejército  batido  en  Huaqui  y  que  apenas 
contaba  mil  quinientos  hombres,  sin  armas,  sin  disciplina  y  sin  recursos. 

La  falta  de  las  grandes  condiciones  militares  las  suplía  Belgrano 
con  natural  bizarría,  con  patriotismo  á  toda  prueba,  con  el  culto  y  la 
delicadeza  para  el  cumplimiento  de  su  deber,  con  el  arrojo  moral  v  el 
pundonor  del  ciudadano. 

A  tales  condiciones  debió  su  celebridad  como  general,  y  llenar  con 
gloria  el  alto  destino  que  le  había  reservado  la  Providencia. 

Con  laboriosa  tenacidad  y  cívico  ardor  organizó  su  ejército,  y  sal- 
vando dificultades  que  otro  hubiera  encontrado  insuperables,  resol  vio 
entraren  campana,  y  el  ID  de  Mayo  adelantó  hasta  Jujui;  pero  ya  el 
general  español  Goyeneche  ocupaba  Cochabamba  y  enviaba  activa- 
mente fuerzas  para  conseguir  la  completa  pacificación  del  Alto  Perú  y 
trés  mil  hombres  salieron  al  mando  de  Pío  Tristán  contra  Belgrano 
v  su  ejército:  éste  no  podía  hacer  frente  á  enemigo  tan  superior  en 
fuerzas,  por  lo  cual  emprendió  la  retirada,  triste,  sombrío  y  abatido. 

Terrible  situación  la  de  aquel  hombre  y  abrumadora  responsabi- 
lidad: el  ejército  carecía  de  todo  y  hasta  los  víveres  se  conseguían  con 
luchas  é  inmensas  dificultades  por  la  oposición  de  los  habitantes;  ade- 
más, como  sucedía  en  todas  las  nacientes  repúblicas,  surgieron  riva- 
lidades v  falta  de  concordia  entre  los  jefes. 

A  pesar  de  aquel  presente  henchido  de  tempestades,  no  descuidó  Bel- 
grano inculcar  por  doquiera  y  despertar  la  idea  revolucionaria  y  el 
espíritu  de  hostilidad  contra  el  antiguo  régimen,  y  cuando  tuvo  noticia 
de  que  Tristán  había  recibido  refuerzos  y  que  la  resistencia  por  enton- 
ces era  imposible,  publicó  un  bando  enérgico  y  severo  contra  todos  los 
que  directa  ó  indirectamente  ayudaran  á  los  enemigos. 

Contra  las  órdenes  del  Directorio  se  dirigió  hacia  jTucumán,  pobla- 
ción patriota,  y  la  cual  ofreció  á  Belgrano  dinero  para  el  ejército  y  mil 
hombres  de  milicia  dispuestos  á  secundarle. 


MANUEL    BELGRANO  229 


V 


Era  la  madrugada  del  memorable  día  24  de  Septiembre  de  1812, 
•cuando  el  ejército,  español,  mandado  por  Tristán,  se  adelantaba  hacia  la 
liberal  y  patriótica  Tucumán,  sin  tener  el  presentimiento  de  que  tras 
cortas  horas  el  pueblo  argentino  entonaría  himnos  de  victoria  y  escri- 
biría con  letras  de  oro,  la  primera  página  en  el  poema  de  su  redención. 

Belgrano,  desobedeciendo  al  ilustre  Rivadavia,  se  coronó  con  inmar- 
cesible lauro  y  creó  la  patria  argentina. 

¡Fué  la  inspiración  del  triunfo!  ¡fué  la  decidida  idea  de  vencer  ó 
morir  en  el  campo  de  batalla!  (su  honor -en  caso  de  derrota  le  hubiera 
hecho  buscar  la  muerte);  fué  algo  extraño,  algo  sobrenatural,  lo  qué 
en  esa  mañana  hizo  á  Belgrano  reunir  algunos  voluntarios,  fortificar 
rápidamente  la  ciudad,  guarnecerla  con  corta  fuerza  disponible  y 
lanzarse  en  busca  de  los  realistas. 

«Rueguen  al  Cielo  haga  un  milagro»,  exclama  dirigiéndose  á  las 
nobles  hijas  de  Tucumán,  y  aquel  moderno  Leónidas  sale  al  campo  con 
su  escasa  tropa,  pero  llevando  en  sí  mismo  todo  un  ejército  vigoroso  y 
ferviente. 

Allí  se  batían  en  supremo  combate  las  tradiciones  veneradas  del 
pasado,  contra  la  potente  y  sublime  convicción  del  hombre  fuerte  con  su 
derecho  y  rebelde  á  pasivo  vasallaje. 

¡Cuan  denodadamente  peleó  la  caballería  gaucha  mandada  por  el 
bravo  é  intrépido  Balcarce!  ¡Qué  admirables  detalles,  (pié  perspectiva, 
debía  presentar  el  campo  de  batalla ! 

La  imaginación  evoca  á  los  audaces  gauchos,  sobre  briosos  caballos 
dé  las  pampas  que  manejan  con  increíble  soltura,  flotante  la  abundosa  y 
obscura  cabellera,  ardiente  la  mirada  cual  si  con  ella  pretendieran  herir 
al  enemigo,  cubierto  el  fornido  busto  con  el  -poncho  de  variados  colores  y 
venciendo  á  las  experimentadas  tropas  europeas  con  su  bravura  y  sel- 
vática porfía. 

La  victoria  de  Tucumán  hizo  retirar  al  enemigo  á  Salta,  y  Belgrano 
se  ocupó  sin  descanso  de  reforzar  su  ejército  para  volar  á  su  alcance;  sus 
movimientos  fueron  temerarios  y  coronados  por  brillante  éxito.  La  reñida 


l230  AMERICANOS   CÉLEBRES 

batalla  de  Salta  dio  nuevos  laureles  al  afortunado  General  en  jefe,  é  hizo- 
capitular  á  Tristán  el  20  de  Febrero  de  181o,  permitiendo  el  generoso 
argentino  que  se  retirara  por  el  camino  de  Huamahuaca ,  exigiéndole  el 
juramento  (que  no  cumplió)  de  no  tomar  las  armas  contra  el  Gobierno 
independiente,  en  territorio  argentino. 

La  Asamblea  le  concedió  al  vencedor  honores  y  dinero:  el  ínclito 
guerrero  aceptó  los  primeros,  y  el  segundo  (40,000  pesos)  lo  dedicó  para 
la  fundación  de  cuatro  escuelas. 

Dos  meses  más  tarde  ocupó  Belgrano  la  ciudad  del  Potosí  en  el  Alto- 
Perú,  haciéndola  centro  de  las  operaciones  del  ejército  argentino. 

Relevado  Goyeneche  por  solicitud  suya,  fué  reemplazado  por  el 
brigadier  de  artillería  D.  Joaquín  de  Pezuela,  y  éste  permaneció  tres 
meses  reconcentrando  fuerzas  y  preparándolas  para  la  campaña ,  empren- 
diendo ésta  y  marchando  contra  los  argentinos  hasta  encontrarlos  en 
la  pampa  del  Vilcapujio,  en  donde  en  1.°  de  Octubre  de  1813  se  dio  la 
batalla  indecisa  en  algunos  momentos,  pero  por  último  funesta  para  los 
independientes,  que  dispersos  y  diezmados  se  retiraron  á  Potosí;  pero 
perseguidos  por  Pezuela  volvieron  á  encontrarse  en  Ayouma,  y  Belgrano 
sufrió  el  dolor  de  ser  vencido  por  segunda  vez.  La  fortuna  se  tornaba 
contra  él,  y  con  1,000  hombres,  restos  de  su  ejército,  emprendió  precipi- 
tadamente la  retirada  hasta  Jujui. 


VI 


¡Tucumán  lo  recibió  de  nuevo  en  su  seno;  pero  sombrío,  desalentado  y 
enfermo! 

El  general  D.  José  de  San  Martín  se  adelantó  hasta  Yatosto  para 
tomar  el  mando  de  las  destruidas  tropas,  y  Belgrano,  quedó  en  Tucumán 
como  coronel  del  regimiento  número  uno  y  dispuesto  á  comparecer  ante 
el  consejo  de  guerra  por  orden  del  Congreso. 

El  caballeresco  é  infortunado  guerrero  encontró  en  San  Martín  la 
generosidad  del  héroe,  al  entregarle  su  espada  victoriosa  un  día: 
«Guardadla, —  dijo  el  futuro  vencedor  de  Chacabuco, —  aun  será  muy 
útil  en  pro  de  la  independencia  nacional». 


MANUEL    BELGRANO       .  231 

En  1814  envió  el  Gobierno  argentino  una  Comisión  diplomática 
á  Europa  compuesta  de  D.  Bernardino  Rivadavia,  D.  Manuel  Sarratea  y 
D.  Manuel  Belgrano,  para  solicitar  el  reconocimiento  de  la  independen- 
cia y  el  protectorado  de  alguna  de  las  grandes  potencias. 

La  Comisión  no  obtuvo  resultado  favorable  y  volvió  á  Buenos  Aires 
en  1815. 

El  9  de  Julio  de  1816  se  proclamó  solemnemente  la  independencia  por 
el  Congreso  reunido  en  Tucumán,  y  el  7  de  Agosto  del  mismo  año  fué 
repuesto  Belgrano  en  el  mando  del  ejército  del  Alto  Perú,  y  con  no 
desmentido  entusiasmo  y  perseverante  afán,  se  ocupó  durante  cuatro 
años  en  perfeccionar,  organizar  y  disciplinar  las  fuerzas. 

El  ejército  estaba  acuartelado,  parte  en  la  ciudadela  y.  parte  acam- 
pado en  Lules,  en  donde  Belgrano  volvió  á  ocupar  su  casita  rodeada  por 
una  lozana  huerta. 

Ya  empezaban  á  bosquejarse  las  temibles  luchas  civiles  y  la  prolon- 
gada serie  de  trastornos  que  tan  triste  espectáculo  habían  de  proporcio- 
nar, sumiendo  al  país  en  la  anarquía  y  haciéndole  presa  de  odiosos 
caudillajes. 

En  25  de  Mayo  de  1819  fué  jurada  la  nueva  Constitución,  y  Belgrano, 
que  había  sido  llamado  por  el  doctor  Pueyrredón,  se  trasladó  de  nuevo  á 
Tucumán  gravemente  enfermo. 

El  14  de  Noviembre  de  1819  estalló  un  movimiento  apoyado  por  la 
tropa  y  capitaneado  por  Abrahán  González,  quien  triunfó  sin  oposición: 
«Pero  en  esa  hora  de  la  noche  brillaba  una  luz  en  una  casita  blanca  y 
techada  de  paja,  hacia  la  ciudadela.  Velaba  allí  un  moribundo  cuya  voz, 
aun  prestigiosa,  podía  arrastrar  á  todo  un  pueblo.  Allí  se  dirigió  el 
oriental  González;  Belgrano  estaba  en  pie  luchando  contra  la  parálisis 
que  invadía  su  cuerpo  y  quería  destinarle  á  la  inmovilidad. 

»A  sus  palabras  indignadas,  González  no  contestó  sino  con  la  orden 
de  remacharle  una  barra  de  grillos,  en  circunstancias  que  sus  piernas 
hinchadas  no  podían  soportar  el  contacto  de  la  ropa  4;  felizmente  obtuvo 
su  médico  que  la  orden  no  fuera  ejecutada,  contentándose  con  poner  á  la 
puerta  un  centinela  de  vista  » . 

En  Febrero  de  1820  salió  Belgrano  de  Tucumán,  de  aquella  ciudad 
querida,  teatro  de  su  gloria. 

1    Bartolomé  Mitre. 


282  AMERICANOS   CÉLEBRES 


El  gobernador  D.  Bernabé  Araoz  se  había  negado  á  proporcionarle 
recursos  para  su  viaje  á  Buenos  Aires. 

¡Siempre  la  ingratitud  persigue  á  los  héroes! 


VII 


Su  médico,  el  capellán  y  dos  leales  ayudantes,  1).  Jerónimo  Elguera 
y  1).  Emilio  Salvigni,  acompañaban  al  desvalido  y  triste  General. 

Su  trayecto  hasta  la  capital  argentina,  fué  un  cruel  martirio  para  su 
sensible  y  patriótico  corazón. 

Por  todas  partes  veía  las  huellas  de  la  rebelión,  y  la  indiferencia 
v  hasta  el  desprecio  con  que  se  miraba  al  vencedor  de  Tucumán. 

En  Córdoba  sufrió  el  agudo  pesar  de  la  negativa  de  auxilios,  y  por 
último  llegó  á  su  ciudad  natal  paralizado  físicamente  por  la  enfermedad, 
y  decaído  el  espíritu,  y  amargado  por  la  adversa  suerte. 

Estaba  en  su  ocaso:  ¿Qué  esperaba  ya  sino  la  muerte? 

No  tardó  en  alcanzar  el  eterno  sueño.  El  20  de  Junio  del  mismo  año 
se  eclipsó  aquel  astro  de  la  independencia;  general  improvisado  por  el 
patriotismo,  guerrero  victorioso  por  el  pundonor  y  la  hidalguía,  alma 
grande  y  generosa,  sencilla  en  el  apogeo  de  su  gloria,  sufrida  en  los 
días  de  la  adversidad. 

¡Cuántas  veces  paseándome  por  el  pintoresco  pueblo  que  lleva  su 
nombre,  evocaba  aquella  existencia  toda  de  la  patria,  toda  de  la  liber- 
tad! ¡Qué  reflexiones  me  sugería  la  estatua  levantada  cincuenta  y  tres 
años  después  de  su  muerte  por  el  agradecimiento  nacional,  y  que  en 
cortas,  pero  elocuentes  frases,  encierra  la  historia  de  aquella  vida  de 
abnegación  y  sacrificio! 

Un  hombre  ilustre  ha  escrito  un  libro  admirable,  4  es  la  glorificación 
de  Belgrano.  Mitre  ha  sido  el  digno  Plutarco  del  héroe  argentino. 

¡Loor  al  nombre  del  vencedor  de  Tucumán !  Loor  eterno  á  su  memoria! 

1    Historia  de  Belgrann. 


MIGUEL    HIDALGO    Y    COSTILLA 


MIGUEL  HIDALGO  Y  COSTILLA 


hemos  propuesto  en  esta  galería  de  inmortales, 
presentar  aquellos  patricios  que  alzaron  en  cada 
uno  de  los  países  americanos  el  primer  grito  de 
libertad,  y  enarbolaron  la  santa  enseña  de  la 
independencia.  Sería  un  trabajo  extensísimo,  ó 
imposible  en  el  espacio  de  esta  obra,  dar  un 
puesto  á  todos  los  que  en  la  guerra  magna,  fueron 
astros  de  su  cielo,  y  por  esto  escogemos  las  figuras 
que  más  resaltan  y  que  pusieron  los  cimientos 
para  la  evolución  política  social  que,  se  efectuó 
en  los  países  del  nuevo  continente. 
Al  bosquejar  los  actos  del  sublime  cura  de  Dolores,  no  puede  menos 
de  fijarse  la  imaginación  en  que,  nacido  en  1753  y  consagrado  al  sacer- 
docio, surgiera  en  su  mente  una  idea  que  si  bien  encontró  apoyo  en 
una'pequeña  parte  del  clero,  éste  le  fué  generalmente  hostil,  sobre  todo 
en  las  individualidades  que  habían  nacido  en  época  muy  anterior  y  que 
abrigaban  principios  monárquicos  arraigadísimos  y  los  respetaban 
hasta  hacer  de  ellos  un  culto,  casi  una  religión. 

Con  fuertes  probabilidades  de  perder  en  la  contienda,  asombra  el 
arrojo  y  la  energía  de  aquel  modesto  párroco,  y  el  oleaje  de  ideas  que 
debieron  germinar  en  su  cerebro  para  encender  en  él  aquel  amor  á  la 
emancipación  de  su  patria. 


234  AMERICANOS   CÉLEBRES 


II 


Miguel  Hidalgo  y  Costilla  había  visto  la  primera  luz  en  una  hacienda 
de  Corralejo,  en  el  Estado  de  Guanajuato,  y  sin  duda  su  carácter  serio 
desde  niño  y  la  tendencia  á  estudios  de  fe  y  de  meditación,  prepararon 
su  espíritu  para  la  gran  misión  que  debía  desempeñar  en  la  tierra  y 
llevar  con  serena  resignación  la  palma  del  martirio;  pues  si  los  pri- 
meros cristianos  la  alcanzaron  sacrificándose  por  aquel  principio  lleno 
de  luz  y  de  consoladoras  promesas,  su  alma  tuvo  el  misticismo  de  la 
libertad  y  la  luminosa  perspectiva  de  la  redención  nacional. 

Hidalgo  saboreaba  en  autores  franceses,  á  los  cuales  era  aficionado 
por  que  conocía  el  idioma  francés,  las  reformas  y  adelantos  materiales  y 
morales,  y  nuevas  ideas  cambiaban  las  suyas  primitivas,  impulsándole 
por  un  camino  de  progreso  que  admiraba  entonces  y  le  perjudicaba 
para  con  los  refractarios  á  innovaciones. 


III 


Había* servido  varios  curatos,  cuando  la  muerte  se  cebó  en  su  herma- 
no mayor,  don  Joaquín,  pasando  entonces  á  desempeñar  el  de  Dolores, 
en  donde  vivió  retraído,  soñando  con  la  aurora  de  una  nueva  era,  pero 
sin  tomar  iniciativa  en  los  acontecimientos  ni  prestar  concurso  para  la 
deseada  independencia. 

Durante  el  mando  del  obispo  virrey  T.  J.  de  Lizana,  habían  tenido 
lugar  algunos  conatos  de  rebelión ,  sobre  todo  al  llegar  las  noticias  de  la 
agitación  que  se  advertía  en  el  Ecuador  y  en  Venezuela:  ya  en  1809, 
pudo  sofocarse  en  Valladolid  un  pronunciamiento  cuyo  jefe  era  Santa- 
maría, hombre  de  ideas  muy  avanzadas. 

Este  religioso,  fraile  franciscano,  fué  preso  al  bajar  del  pulpito  así 
como  otros  varios  de  los  conspiradores;  pero  debemos  decir  en  honor  del 
Virrey,  que  hizo  suspender  la  causa  y  puso  en  libertad  á  todos  los  proce- 


MIGUEL   HIDALGO  Y  COSTILLA  235 

sados,  á  quienes  el  sucesor  de  Lizana,  el  severo  y  cruel  Venegas,  volvió 
á  reducir  á  prisión ;  pero  Santamaría  pudo  burlar  la  vigilancia  y  esca- 
parse, muriendo  más  tarde  en  Acapulco. 

El  foco  de  insurrección  sofocado  en  Valladolid  (Morelia),  se  recon- 
centró en  Querétaro ,  en  donde  contaba  con  el  poderoso  auxiliar  del  go- 
bernador Domínguez  y  de  su  animosa  compañera. 

Ya  Hidalgo,  puesto  de  acuerdo  con  Allende,  se  ocupaba  en  hacer  pre- 
parativos de  guerra,  acopiando  materiales  aunque  en  escaso  número,  ha- 
ciendo construir  veinticinco  lanzas  y  procurando  sublevar  la  tropa  por 
medio  de  algunos  sargentos  del  batallón  Cluanajuato. 

Difícil  es  que  una  conspiración  estalle  sin  tener  en  su  seno  traidores, 
y  denunciada  la  de  Querétaro,  muchos  de  los  conspiradores  fueron  redu- 
cidos á  prisión ,  entre  ellos  el  gobernador  y  su  noble  y  patriota  esposa 
la  heroína  doña  Josefa  Ortiz.  A  pesar  del  sobresalto  y  de  la  natural  pre- 
mura ,  logró  la  valiente  matrona  pasar  el  aviso  de  lo  sucedido  al  patriota 
Allende,  y  por  medio  del  alcaide  Pérez  consiguió  que  el  capitán  Aldama 
llevase  la  noticia  á  Hidalgo,  quien  es  fama  que  al  escucharla  exclamó: 
« Caballeros ,  somos  perdidos :  —  aquí  no  hay.  más  que  ir  á  coger  gachu- 
pines». 1 

Y  el  modesto  y  obscuro  sacerdote  sintió  en  sí  el  impulso  de  los  héroes, 
el  arrojo  del  genio,  á  pesar  de  su  avanzada  edad. 

— ¿Qué  hacemos?  —  repuso  Aldama.  —  «Obrar  con  energía  y  aprove- 
char el  tiempo  » . 

Y  en  aquella  pobre  habitación  del  curato  de  Dolores,  se  resolvió  la 
independencia  mejicana  en  la  noche  del  15  de  Septiembre  de  1810. 


IV 


En  aquellos  momentos  llegó  Allende,  y  acompañado  por  este  capitán, 
por  don  José  Santos  Villa,  don  Mariano  Costilla  y  diez  hombres  más, 
todos  bajo  la  mágica  influencia  de  Hidalgo,  se  dirigieron  á  la  cárcel,  y 
amenazando  al  alcaide,  soltaron  los  presos  y  los  armaron  con  espadas 


1    Nombre  que  dan  en  Méjico  á  los  españoles. 


236  AMERICANOS    CÉLEBRES 

pertenecientes  al  regimiento  de  la  Reina  que  estaba  en  el  pueblo  y  que 
el  sargento  Martínez,  puso  á  disposición  de  los  patriotas. 

Con  tan  exigua  fuerza  y  algunos  habitantes  que  asistieron  á  la  misa 
dicha  muy  de  madrugada  ( pues  era  domingo),  salió  Hidalgo  con  direc- 
ción á  Quanajuato,  tomando  por  ensena  de  su  atrevida  empresa,  en  el 
templo  de  Atotonilco  una  imagen  de  la  Virgen  de  Guadalupe:  aquélla 
fué  la  insignia  del  ejército  independiente,  pues  hasta  en  los  sombre- 
ros la  llevaban  los  patriotas. 

Ciertamente  que  la  revolución  no  hubiera  tenido  eco  en  el  pueblo 
sino  por  la  influencia  de  la  religión,  y  tampoco  podría  haberse  iniciado 
á  no  ser  por  el  bajo  clero,  pues  la  especial  organización  de  la  colonia  la 
hacía  imposible  de  otra  manera:  tal  es  la  causa  por  la  cual  en  Méjico 
los  principales  jefes  del  levantamiento  fueron  sacerdotes. 

Hidalgo  encontró  en  su  marcha,  considerables  refuerzos  en  los  capa- 
taces de  las  Haciendas,  en  los  campesinos  que  muchos  iban  armados  con 
hondas,  palos,  azadas,  horquetas  y  otras  herramientas  de  campo. 

El  día  21  llegaron  á  Celaya,  en  donde  pusieron  presos  á  los  espa- 
ñoles v  —  sin  culpar  á  Hidalgo,  pues  que  él  había  prohibido  severa- 
mente todo  desorden;  —  preciso  es  confesar  que  se  cometieron  algunos 
abusos   en   nombre   de   la   libertad. 

En  aquella  población,  v  antes  de  llegar  los  patriotas,  los  frailes  del 
(¡armen  montados  a  caballo ,  recorrían  las  calles  con  la  espada  en  una  mano 
y  el  crucifijo  en  la  otra,  gritando: — ¿Hijos  míos,  los  herejes  vienen  á 
Telava:  levantaos  en  nombre  de  Dios  v  marchad  á  confundirlos».  1 

En  vano  deseaban  excitar  el  entusiasmo,  pues  jóvenes  y  viejos  corrían 
al  encuentro  del  improvisado  ejército  y  engrosaban  sus  filas. 

Si  el  cura  de  Dolores  al  salir  de  su  modesta  casa  no  contaba  para  la 
revolución  sino  con  quince  hombres,  doce  días  más  tarde  tenía  treinta 
mil  bajo  sus  órdenes  y  era  jefe  supremo  nombrado  por  el  Ayuntamiento 
de  Celaya. 

'    Mora. — Méjico  ¡/  su*  revoluciones. 


MIGUEL    HIDALGO  Y  COSTILLA  '2'M 


V 


Por  entonces  se  encontraba  recién  llegado  á  Méjico,  el  temible  cuanto 
valeroso  virrey  Venegas,  quien  sabiendo  que  en  Caracas  y  en  Buenos 
Aires  se  habían  sublevado  contra  la  dependencia  de  la  Metrópoli,  y  que 
Nueva  España  amenazaba  á  su  vez  derrocar  á  las  antiguas  instituciones, 
prohibió  terminantemente  la  entrada  de  periódicos  y  libros  que  pudieran 
desarrollar  los  nuevos  principios,  dando  esta  arbitraria  orden  precisa- 
mente cuando  acababa  de  proclamarse  por  las  Cortes  la  ley  de  libertad 
de  imprenta  y  facultad  individual  para  emitir  el  pensamiento  libre. 

Entretanto,  poseído  Hidalgo  por  el  ardiente  deseo  de  emancipación 
para  su  patria,  había  adelantado  á  Guanajuato  venciendo  antes  sus 
tropas  en  la  Albóndiga  de  Granaditas,  en  donde  el  intendente  Riaño  se 
hizo  fuerte  y  se  defendió  hasta  que,  asaltado  fué  muerto  y  pasados  A  cu- 
chillo los  nobles  defensores. 

Al  ocupar  la  ciudad  y  para  refrenar  á  sus  soldados  y  al  populacho. 
publicó  un  bando  imponiendo  serios  castigos  á  los  que  no  lo  observasen 
y  se  entregaran  al  saqueo  ó  cometieran  otros  abusos,  consagrándose 
inmediatamente  á  prepararse  contra  el  Virrey  y  sus  batallones  que  acu- 
dían á  sofocar  el  levantamiento.  Al  propio  tiempo  Hidalgo  se  ocupó  en 
la  organización  general. 

El  clero  anatematizó  al  cura  de  Dolores:  le  acusó  de  impío,  apóstata, 
cruel  y  sacrilego:  la  Inquisición  fulminó  terribles  cargos,  declarando  es- 
taba procesado  por  el  Santo  Oficio,  como  hereje,  reformista,  luterano, 
cargos  á  los  cuales  contestó  Hidalgo  con  serena  dignidad  defendiéndose 
y  citando  como  testigos  á  sus  feligreses  en  los  curatos  de  Dolores  y  San 
Felipe,  á  sus  soldados  y  á  sus  amigos.  Rechazó  haber  sido  encausado 
como  hereje,  pues  que  él  era  ardentísimo  defensor  de  la  religión,  por  la 
cual  sacrificaría  hasta  su  vida,  y  añadiendo  (pie  sólo  era  juzgado  como 
tal  desde  que  había  dado  el  grito  de  libertad;  pero  más  decidido  cada 
día  contra  el  sistema  colonial,  exclamaba :  —  «Rompamos  esos  lazos  de 
ignominia  que  nos  han  tenido  ligados  tanto  tiempo;  para  conseguirlo  no 
necesitamos  más  que  unirnos;  si  nosotros  no  peleamos  contra  nosotros 
mismos,  la  guerra  está  concluida  y  nuestros  derechos  á  salvo:  unámonos 


238  AMERICANOS   CÉLEBRES 

pues,  todos  los  que  hemos  nacido  en  este  dichoso  suelo;  veamos  desde  hoy 
como  extranjeros  y  enemigos  de  nuestras  prerrogativas  á  todos  los  que 
no  son  americanos». 

El  10  de  Octubre  de  1810,  salió  Hidalgo  para  el  Sur  con  el  grueso  de 
las  tropas,  dividido  el  ejército  en  dos  cuerpos,  y  marchando  por  el  valle 
de  Santiago  y  Acámbaro. 

Al  acercarse  á  Valladolid,  salió  una  comisión  á  su  encuentro  hasta 
Judaparapeos,  pues  que  no  siendo  posible  la  defensa,  y  abandonada  la 
ciudad  por  las  autoridades,  habían  resuelto  ponerla  en  manos  del  jefe 
de  los  independientes. 

El  17  de  Octubre  tomó  posesión  Hidalgo  de  Valladolid,  ya  ocupada 
el  15  y  16  por  tropas  patriotas,  y  dirigiéndose  á  la  catedral  para 
dar  gracias  por  el  éxito  que  hasta  entonces  tenía  la  campaña,  vio  con 
asombro  que  estaban  cerradas  las  puertas:  según  los  canónigos  estaba 
el  noble  caudillo  excomulgado  y  no  podía  entrar  en  sagrado. 

Hidalgo  se  sobrepuso  á  la  indignación  que  le  causaba  la  ruin  ven- 
ganza de  los  canónigos;  pero  como  el  Conde  de  Sierra  Gorda,  había 
quedado  en  la  población  de  gobernador  de  la  Mitra,  hizo  que  éste 
levantara  la  excomunión  y  que  se  pasara  comunicación  por  cordillera 
á  todos  los  curas. 

Durante  su  estancia  en  Valladolid,  se  engrosó  considerablemente  el 
ejército  con  milicias  provinciales,  ocho  compañías  para  guarnición 
de  la  ciudad  y  el  regimiento  de  dragones  de  Patzcuaro;  crecieron  los 
recursos  para  la  campaña  con  cuatrocientos  mil  pesos,  tomados  del 
cofre  de  la  catedral,  y  dinero  de  varios  particulares,  y  nombrado  don 
José  Anzorena  para  intendente  de  Valladolid,  salió  Hidalgo  el  19  con 
dirección  á  la  capital. 

Su  prestigio  crecía,  y  en  Acámbaro  fué  proclamado  generalísimo; 
Allende,  capitán  general,  y  Aldama,  Balleza  y  otros,  tenientes  generales. 

Entonces  Hidalgo  vistió  el  uniforme  de  su  grado:  casaca  azul  con 
vuelta  encarnada  y  bordada  de  oro  y  plata;  tahalí  de  terciopelo  negro 
bordado,  y  en  el  pecho  una  imagen  grande  de  oro  de  la  Virgen  de 
Guadalupe. 

Siguió  el  ejército  su  marcha ,  y  el  día  30  de  Octubre ,  en  la  acción 
del  monte  de  las  Cruces,  derrotó  completamente  á  la  división  realista 
mandada  por  el  coronel  Trujillo,  y  que  el  virrey  Venegas  había  enviado 
para  batir  á  los  patriotas  é  impedir  la  marcha  á  la  capital. 


MIGUEL    HIDALGO  Y  COSTILLA  239 


VI 


Cuando  recibió  el  virrey  Venegas  la  noticia  de  la  acción  del  monte 
de  las  Cruces,  se  alarmó  temiendo  una  sorpresa,  y  situó  la  guarnición 
de  la  capital  en  el  paseo  de  Bucarelli;  pero  por  extraña  é  incompren- 
sible vacilación  de  Hidalgo,  se  abandonó  la  idea  de  caer  sobre  Méjico, 
y  contra  la  opinión  de  Allende  y  de  otros,  dio  orden  para  que  el  ejército 
emprendiese  la  retirada. 

Allende,  que  comprendía  la  importancia  de  haber  aprovechado  de 
la  victoria  en  el  monte  de  las  Cruces  para  dar  un  golpe  en  la  capital 
antes  de  que.  el  general  Calleja  y  el  jefe  realista  Flon  acudieran  para 
auxiliar  al  Virrey,  manifestó  á  Hidalgo  su  desagrado,  y  el  altercado 
entibió  considerablemente  la  buena  inteligencia  de  ambos,  tanto  más 
cuanto  que  ya  anteriormente  había  empezado  la  desunión  entre  ellos. 

El  Virrey,  considerando  la  retirada  como  una  derrota ,  se  negó  á 
recibir  los  pliegos  y  parlamentarios  enviados  por  Hidalgo,  los  cuales  se 
presentaron  en  la  garita  de  Belén  el  día  de  Todos,  los  Santos. 

Dícese,  y  se  admite  como  hecho  histórico,  que  Allende  fué  el  iniciador 
de  la  idea  emancipadora  y  que  él  se  la  había  comunicado  á  Hidalgo 
mucho  tiempo  antes  del  grito  de  Dolores. 


VII 


Mientras  tenían  lugar  estos  acontecimientos,  el  general  Calleja,  que 
se  encontraba  en  el  pueblo  de  Dolores,  tuvo  noticia  de  que  Sánchez  y 
Villagrán  se  dirigían  contra  Querétaro,  y  como  de  la  plaza  se  le  pedían 
auxilios,  salió  para  aquel  punto  y  lo  ocupó  con  sus  tropas  el  1.°  de 
Noviembre  de  1810,  pero  había  pasado  el  peligro,  y  el  virrey  Venegas 
con  reiteradas  órdenes  le  llamaba  á  Méjico;  salió,  pues,  el  día  3  con 
dirección  á  la  capital  por  San  Juan  del  Río  de  Arroyozarco,  y  el  día  6  se 
encontró  con  una  partida  de  los  independientes  y  la  dispersó  dirigién- 


240  AMERICANOS   CÉLEBHE8 

dose  á  San  Jerónimo  de  Acúleo,  punto  donde  acampaba  el  generalísimo 
Hidalgo  con  todas  sus  fuerzas  que  se  componían  de  cuarenta  mil  hom- 
bres y  doce  cañones,  mientras  que  las  de  los  realistas  no  pasaban  de 
cinco  mil  doscientos  de  todas  armas  y  diez  piezas. 

La  batalla  era  inevitable;  por  lo  que  Hidalgo  hizo  ocupar  la  colina 
que  desde  el  pueblo  se  extiende  hasta  terminar  en  el  cerro  de  Acúleo, 
formando  con  su  ejército  tres  líneas  de  batalla:  la  posición  era  admirable 
para  la  defensa,  y  además,  fuerzas  tan  superiores  á  las  del  enemigo  eran 
una  garantía  más  para  el  triunfo. 

Pero  fácil  es  comprender  el  por  qué  sucedió  todo  lo  contrario  de  lo 
que  podía  creerse,  si  se  considera  que  las  tropas  realistas  estaban  perfec- 
tamente organizadas:  su  artillería  manejada  por  hábiles  jefes  y  soldados 
prácticos,  y  que  los  cinco  mil  doscientos  hombres  realistas  estaban  bien 
armados,  disciplinados  y  con  oficialidad  instruida  en  el  arte  de  la 
guerra;  mientras  que  la  mayoría  de  los  independientes  llevaba  hondas 
por  fusiles;  que  de  éstos  no  habría  tal  vez  trescientos  en  los  cuarenta 
mil,  que  en  lugar  de  bayonetas  se  batían  con  garrotes,  siendo  á  la  vez 
bisónos  en  campal  combate;  que  no  tenían  reglas  ni  saber  para  disparar 
sus  cañones,  y  por  último,  soldados  por  entusiasmo  y  por  amor  patrio, 
carecían  de  todas  las  condiciones  de  los  españoles,  y  apenas  éstos 
avanzaron  y  forzando  sin  gran  dificultad  el  paso  de  la  barranca  ocu- 
paron las  colinas,  huyeron  aquéllos  desbandados  por  el  terror,  proc ti- 
rando escariar  de  la  persecución  del  enemigo. 

Este  funesto  resultado  hizo  perder  á  Hidalgo  once  piezas  de  arti- 
llería; los  cañones  y  parque,  tomados  en  el  monte  de  las  Cruces;  cajas 
de  pólvora,  municiones,  banderas  del  Celaya  y  una  del  Valladolid: 
reses,  muías,  equipajes,  además  de  seiscientos  soldados  prisioneros, 
muchos  de  los  cuales  hizo  fusilar  el  general  Calleja,  militar  intransi- 
gente, fiel  á  su  deber  y  valeroso,  pero  cruel  en  demasía. 

El  desastre  de  Acúleo  no  entibió  la  fe  de  los  patriotas  en  su  causa. 
y  en  el  interior,  la  revolución  había  hecho  grandes  progresos,- y  pobla- 
ciones de  importancia  como  Guadalajara,  San  Luis  Potosí  y  otras,  esta- 
ban ocupadas  por  tropas  de  los  libres. 

Hidalgo,  que  después  de  la  derrota  de  Acúleo  se  había  retirado  á 
Valladolid,  marchó  para  Guadalajara,  participando  su  resolución  al 
general  Allende,  que  estaba  en  Guanajuato,  y  que  por  su  parte  contestó 
severa  y  destempladamente,  desaprobando  la  marcha  de  Hidalgo  é  indi- 


MIGUEL    HIDALGO  Y  COSTILLA  241 

candóle  que  aquella  población  necesitaba  auxilios  y  que  era  más  impor- 
tante socorrerla,  que  llevar  á  cabo  el  viaje  proyectado. 

Tero  ya  el  Generalísimo  había  salido  para  Guadalajara,  y  por  impres- 
cindible ley  de  represalia  hizo  fusilar  antes  á  los  españoles  prisioneros 
en  Valladolid. 

Esta  población  y  Guanajuato  volvieron  á  poder  de  los  realistas,  y  el 
Gobierno  patriota  se  estableció  en  Guadalajara,  nombrando  Hidalgo 
ministro  de  Gracia  y  Justicia  á  don  José  María  Chico,  y  secretario  de 
Estado  y  del  despacho  á  don  Ignacio  López  Rayón. 

Hidalgo  procuró  hacer  un  tratado  de  alianza  ofensiva  y  defensiva 
con  los  Estados  Unidos;  pero  el  comisionado,  que  lo  fué  Ortiz  de  Letona, 
cayó  prisionero  y  murió,  según  algunos,  de  un  ataque  al  cerebro,  y 
según  otros,  envenenado. 

Hidalgo,  de  acuerdo  ya  con  Allende,  que  después  de  vencido  en 
(Tuanajuato  por  Calleja  se  había  reunido  con  el  Generalísimo,  aumentó 
el  ejército  é  hizo  trasladar  desde  el  puerto  de  San  Blas  municiones  y 
artillería,  y  quiso  instruir  y  disciplinar  al  ejército;  abolió  la  esclavitud 
v  emprendió  útiles  reformas  administrativas. 

No  se  concibe  en  un  hombre  tan  modesto  y  liberal  como  Hidalgo, 
que  en  esa  época  se  rodeara  de  fastuoso  aparato  y  aceptara  el  trata- 
miento de  Alteza  Serenísima,  imprimiendo  á  todos  sus  actos  el  sello  de 
absoluta  autoridad,  y  también  que  con  desdoro  de  su  nombre,  de  sus 
ideas  y  hasta  del  prestigio  de  la  revolución,  permitiera  ejecuciones  y 
venganzas  reprobadas  por  jefes  como  Allende  y  que  han  empanado  la 
gloria  de  Hidalgo. 

Estimulado  el  ejército  por  el  virrey  Venegas,  quien  confirió  grados  y 
ofreció  recompensas,  y  formado  el  plan  de  campaña,  siguió  Calleja 
hasta  Tepatitlán,  en»  donde  esperó  al  general  Cruz,  recién  llegado  de 
España;  pero  el  14  de  Enero  de  1811,  decidieron  los  patriotas  dar  una 
batalla,  y  al  efecto  tomó  posiciones  el  ejército  en  el  puente  de  Calderón, 
sitio  elegido  por  Allende  y  Abasólo;  cien  mil  hombres  de  infantería  y 
veinte  mil  de  caballería  con  noventa  y  cinco  cañones,  estaban  dispuestos 
para  el  combate  que  tuvo  lugar  el  17;  los  patriotas  pelearon  seis  horas 
con  arrojo  y  perseverancia;  la  victoria  se  inclinaba  á  sus  filas,  pero  por 
último  triunfó  Calleja,  y  los  independientes  huyeron  con  inmensas  pér- 
didas, saliendo  Hidalgo  para  Aguas  Calientes  y  Zacatecas,  adonde  le 
alcanzaron  Allende,  Arias  y  otros  jefes. 


242  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Así  como  en  Acúleo,  la  derrota  de  Calderón  se  debió  tal  vez  á  la 
falta  de  organización  de  los  patriotas,  al  crecido  número  de  indios  y 
gente  del  campo  que  nada  entendían  de  táctica  militar,  á  la  falta  de 
armas  y  de  orden  y  también  á  la  diversidad  de  opiniones  entre  Hidalgo 
y  Allende:  durante  la  campaña  de  estos  dos  jefes,  la  falta  de  unión  entre 
ambos  influyó  fatalmente  y  los  condujo  á  su  ruina. 

Al  llegar  á  la  hacienda  de  Pabellón,  fué  depuesto  Hidalgo  y  tomó 
el  mando  Allende,  aun  cuando  sin  hacerlo  público,  y  el  Generalísimo 
siguió  al  ejército  hasta  proyectar  un  viaje  á  los  Estados  Unidos,  dejando 
las  tropas  á  las  órdenes  de  Rayón  y  dirigiéndose  Hidalgo,  Allende  y 
otros  á  las  Norias  de  Bajan. 

El  traidor  capitán  Ignacio  Elizondo  que  de  realista  se  había  tornado 
en  patriota,  y  de  nuevo  cuando  vio  el  mal  estado  de  la  causa  de  inde- 
pendencia, volvió  á  ser  partidario  del  Gobierno  español,  denunció  el 
sitio  en  donde  se  encontraban  los  jefes  patriotas,  y  uniendo  el  engaño  á 
la  traición,  pues  les  hizo  creer  iba  á  reunirse  con  ellos  y  llevando  tres- 
cientos cuarenta  y  dos  soldados,  hizo  prisioneros  á  los  nobles  defensores 
del  principio  de  libertad:  ¡eterno  anatema  para  los  malvados  y  trai- 
dores ! 


VIII 


Hidalgo  fué  conducido  á  Mondova  y  de  allí  á  Chihuahua,  en  donde 
un  consejo  de  guerra  le  juzgó  y  condenó  á  la  degradación ,  que  se  efectuó 
el  29  de  Junio  de  1811  en  el  Hospital  real  (pues  en  aquel  edificio  estaba 
preso  Hidalgo).  Por  el  juez  eclesiástico  Dr.  Valentín,  por  los  curas  ordi- 
nario y  castrense  y  por  el  guardián  de  San  Francisco,  fué  ejecutado 
aquel  acto. 

Después  de  la  ignominiosa  escena  le  entregaron  á  la  justicia  secular, 
la  que  condenó  al  noble  patriota  á  ser  pasado  por  las  armas. 

El  mártir  de  la  libertad  mejicana,  escuchó  su  sentencia  con  digna 
serenidad  y  se  preparó  á  morir.  En  la  prisión  tomó  chocolate  y  un  vaso 
de  leche  y  salió  tranquilo  para  el  sitio  de  la  ejecución ;  perdonó  a  los 
soldados,  les  confortó  con  suaves  palabras,  y  al  llegar  al  corral  del  edifi- 
cio y  ver  el  fatal  banquillo,  adelantó  con  paso  firme  y  sin  permitir  le 
pusieran  venda  en  los  ojos. 


MIGUEL    HIDALGO  Y  COSTILLA  243 

Apoyó  su  mano  sobre  el  corazón  indicando  á  los  soldados  el  sitio 
adonde  debían  tirar;  el  infortunado  cura  de  Dolores  sufrió  la  primera 
descarga  sin  perder  la  vida;  en  la  segunda,  rotas  las  ligaduras,  cayó  al 
suelo  bañado  en  sangre ,  y  tres  tiros  más  dieron  fin  á  su  agonía  en  30  de 
Julio  de  1811. 

Allende,  Aldama,  Giménez  y  Santamaría,  fueron  ejecutados  en  la 
plaza  al  día  siguiente  1.°  de  Agosto,  en  donde  hoy  se  levanta  un  monu- 
mento á  su  memoria,  y  fueron  enterrados,  así  como  D.  Miguel  Hidalgo  y 
Costilla,  en  la  tercera  orden  de  San  Francisco. 

La  cabeza  del  venerable  cura  de  Dolores,  con  las  de  Allende,  Aldama  y 
Giménez ,  fué  puesta  en  jaula  de  hierro  en  los  ángulos  de  la  Alhóndiga  de 
Granadita  de  Guanajuato,  hasta  que  en  1824,  *  reunida  al  tronco  se 
depositó  en  una  urna  con  los  restos  de  sus  tres  infortunados  compañeros, 
y  por  decreto  del  Soberano  Congreso  fué  conducida  á  México  recibida 
•con  pompa  y  solemnidad,  y  sepultada  en  la  catedral  bajo  el  altar  de  los 
reyes,  en  bóveda  destinada  en  la  época  del  coloniaje  para  los  virreyes 
y  después  para  los  presidentes  de  la  república. 

Dice  el  historiador  D.  Lucas  Alemán  «que  Hidalgo  era  de  mediana 
estatura,  cargado  de  espaldas,  de  color  moreno  y  ojos  vivos;  que  tenía 
la  cabeza  algo  caída  sobre  el  pecho  y  estaba  bastante  cano  y  calvo ,  pero 
vigoroso,  aunque  no  activo  ni  pronto  en  sus  movimientos;  de  pocas  pala- 
bras en  el  trato  común,  pero  animado  cuando  argumentaba  á  estilo  de 
colegio;  usaba  capote  de  paño  negro,  sombrero  redondo  y  bastón  grande, 
y  componía  su  vestido  el  calzón  corto,  chupa  y  una  chaqueta  de  un 
género  que  venía  de  la  India  y  se  llamaba  rompecoche;  era  compla- 
ciente y  obsequioso,  tenía  la  voz  dulce  y  la  conversación  amena». 

El  sacrificio  de  su  vida  corroboró  las  palabras  dirigidas  á  Allende 
momentos  antes  del  levantamiento:  «Los  autores  de  estas  empresas  no 
gozan  el  fruto  de  ellas». 

El  nombre  del  modesto  cura  de  Dolores  está  escrito  en  letras  de  oro 
en  el  salón  del  Congreso  mejicano,  y  éste,  le  declaró  benemérito  de  la 
patria. 

L<a  gratitud  del  pueblo  ha  hecho  mucho  más :  ha  levantado  un  altar 
en  su  corazón  al  mártir  de  la  independencia. 

I    En  el  libro  Gobernantes  de  Méjico  dice  que  fué  en  Julio  de  1823,  pero  otros  datos  afirman  haber  sido  en  1821* 


ANTONIO   RICATJRTE 


EL  HÉROE  DE  SAN  MATEO 


I    . 


N  el  gran  cuadro  de  la  historia   dé   las   naciones,  se 
consagra  privilegiado  puesto,  á  todo  aquello  que 
elevándose   sobre  la   generalidad  de    los    aconteci- 
mientos, tiende  á  ser  admiración  de  los  contem- 
poráneos y  noble  ejemplo  para  las  futuras  edades. 
Hav   hechos    tan  culminantes,   que   fijan    la    atención 
general  y   descubren    individualidades,   que    sólo    en    un 
momento   supremo   se   revelan  y  ponen   de    manifiesto   el 
tesoro   de   temerario   valor,   de  abnegación  sublime  ó   de 
^s*^^\     virtudes  ignoradas  hasta  aquel  instante. 

A  este  número  pertenece  Ricaurte. 
Este  inmortal  colombiano,  víctima  de  la  guerra  de  independencia  en 
Venezuela,  había  nacido  en  Bogotá  al  finalizar  el  siglo  xvtii,  y  como  ya 
en  aquella  época  se  agitaban  los  pueblos  americanos  pugnando  por 
plantear  principios  nuevos  y  formar  patria,  bebió  en  aquella  fuente  las 
ideas  de  libertad  que  se  desarrollaron  y  crecieron  al  empezarse  la  magna 
contienda,  sostenida  por  Miranda,  Bolívar,  Nariño  y  tantos  hombres, 
que  no  desmayaban  ni  cejaban  en  el  camino  emprendido. 

Su  carácter  adquirió  la  fría  serenidad  y  la  indiferencia  por  la  muerte, 
que  caracterizaba  á  los  caudillos  de  la  independencia  americana,  porque 
de  aquel  incesante  combatir,  de  aquellas  vidas  segadas  en  los  campos  de 


AXTOXIO    RIC.U'RTK  "245 

batalla,  de  la  preciosa  y  noble  sangre  derramada,  había  de  resultar 
el  bien  futuro  y  la  consolidación  de  la  libertad. 

Y  el  cómbate  fué  largo  entre  los  dos  sistemas  enemigos:  entre  dos 
bandos  igualmente  empeñados,  tenaces* y  decididos. 

El  movimiento  iniciado  en  casi  toda  la  extensión  del  nuevo  conti- 
nente, arreciaba  y  adquiría  colosales  proporciones.  La  fama  transmitía 
á  la  asombrada  Europa,  los  acontecimientos  de  aquel  mundo  casi  desco- 
nocido, en  donde  se  libraba  batalla  de  trascendentales  consecuencias 
para  el  universo,  desigual  en  fuerzas,  pues  cortísimo  número  de  valien- 
tes, se  atrevían  á  desafiar  á  ejércitos  aguerridos  y  que  disponían  de 
poderosos  elementos. 


II 


La  defensa  de  ¡San  Mateo  y  el  heroísmo  de  Ricaurte,  son  una  de 
aquellas  páginas  gloriosas  que  inmortalizan  á  un  pueblo. 

En  los  mediados  de  Marzo  de  1814,  ya  restablecido  el  terrible  Boves, 
de  una  herida  que  había  recibido  en  la  sangrienta  acción  de  San  Mateo, 
ganada  aunque  con  grandes  pérdidas  por  el  Libertador  Bolivar,  se  pro- 
paraba  de  nuevo  á  emprender  la  campaña  con  vigoroso  esfuerzo. 

Admírase  en  Boves,  la  perseverancia  y  valor  indomable  que  le  distin- 
guía, y  estas  mismas  condiciones  realzaban  el  empuje  de  sus  soldados, 
que  mandados  por  él,  estaban  siempre  ansiosos  de  medir  sus  armas  con 
las  de  los  patriotas,  no  menos  infatigables,  no  menos  valerosos  y  que  á 
su  vez  se  batían  á  las  órdenes  de  un  caudillo  denodado  y  tenaz. 

El  25  de  Marzo,  días  después  de  haber  sufrido  los  españoles  una 
derrota  en  el  camino  que  conduce  á  Valencia,  se  puso  Boves  al  frente  de 
sus  tropas  decidido  á  hostilizar  á  Bolivar  en  su  posición  de  San  Mateo, 
situado  entre  la  laguna  de  Valencia  y  la  Victoria,  en  el  espacio  en  donde 
las  cordilleras  forman  como  una  llanura;  coronan  al  pueblo  dos  series  de 
montañas:  una  al  Sur  y  otra  al  Norte.  En  la  última  se  ven  dos  eleva- 
ciones: la  primera  tiene  por  nombre  el  Calvario,  y  en  la  cima  de  la 
segunda  existía  una  casa  perteneciente  al  Libertador,  en  donde  se  halla- 
ban establecidos  el  hospital  de  sangre  y  el  parque,  defendidos  por  el 
capitán  Ricaurte. 


246  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Al  pie  de  esa  colina  se  extendía  el  Ingenio,  hermosa  hacienda  que 
también  formaba  parte  del  patrimonio  de  Bolívar. 

El  jefe  español  había  formado  el  plan  de  apoderarse  del  parque 
por  sorpresa,  y  para  lograrlo,  ordenó  á  sus  tropas  ocupasen  las  altu- 
ras mencionadas,  ínterin  él  distraía  al  enemigo  atacándolo  por  San 
Mateo. 

El  temerario  pensamiento  se  puso  en  ejecución ,  y  cuando  apuntaban 
los  primeros  albores  del  día,  Boves  se  lanzó  impetuosamente  sobre  el 
llano  rompiendo  el  fuego  por  todas  partes  y  estimulando  á  los  soldados 
con  su  valor  y  acertada  dirección. 

Bolívar  y  sus  tropas,  correspondieron  al  incansable  enemigo,  y  la 
infantería  patriota  peleó  con  aplomo  y  singular  bizarría. 

Unos  y  otros  se  buscaban  en  todas  direcciones  y  la  victoria  perma- 
necía indecisa,  inclinándose  á  favor  de  los  patriotas  unas  veces,  y  otras 
halagando  á  los  españoles. 

Los  independientes  atacaban  á  su  vez  vigorosamente. 

Las  tropas  de  Boves ,  plegaban  bajo  el  potente  esfuerzo  de  los  repu- 
blicanos; el  combate  era  dudoso,  pero  en  aquel  instante  el  estupor  para- 
lizó á  los  soldados  de  Bolívar. 

Los  realistas  ocupaban  las  alturas  y  amenazaban  al  parque.    . 

La  estrategia  de  Boves  había  logrado  feliz  éxito:  de  las  montañas 
descendían  fuerzas  numerosas,  y  el  peligro  era  supremo. 

Los  corazones  no  latían;  la  ansiedad  se  reflejaba  en  todas  las  miradas 
y  en  los  tostados  rostros  de  los  combatientes. 

Debía  suceder  algo  terrible,  algo  decisivo. 

El  esforzado  Ricaurte,  defendía  el  precioso  depósito.  De  su  patrio- 
tismo no  se  podía  dudar;  de  él  esperaban  los  patriotas  la  victoria. 

Pero  el  asombro  creció  y  no  tuvo  límites,  cuando  por  orden  de 
Ricaurte  salieron  los  heridos,  y  poco  después  les  siguieron  los  soldados 
que  bajaban  también  en  retirada. 

Bolívar,  como  los  antiguos  espartanos,  bajó  del  caballo,  y  sereno  ante 
la  espantosa  realidad,  se  colocó  en  el  centro  de  las  tropas  exclamando: 
«aquí,  aquí  moriré  el  primero». 

Los  patriotas  salieron  de  su  estupor:  la  aptitud  del  caudillo  les 
prestaba  nuevos  bríos  y  se  aprestaron  á  la  pelea. 

Pero  una  espantosa  detonación  contuvo  sus  impulsos:  humo  densí- 
simo anubló  la  atmósfera,  envolviendo  al  bando  amigo  y  enemigo. 


ANTONIO    RICAURTE  247 

La  confusión  y  el  espanto  aumentaron  hasta  que  la  causa  se  hizo 
visible. 

Ricaurte,  no  creyendo  posible  la  defensa,  había  hecho  volar  el  par- 
que, pereciendo  con  él  y  con  la  mayoría  de  las  tropas  enemigas  que  poco 
antes  coronaban  los  cerros.  * 

¡Qué  grandeza  sin  par,  qué  sublime  ofrenda  en  el  templo  de  la 
patria ! 


III 


Las  pérdidas  sufridas  por  Boves  en  el  llano,  habían  sido  muchas,  y  el 
estrago  producido  por  el  heroísmo  de  Ricaurte,  las  hacía  conside- 
rables. 

Las  fuerzas  que  aun  le  quedaban ,  no  hubieran  podido  seguir  comba- 
tiendo: el  desaliento  las  embargaba. 

El  jefe  realista  abandonó  el  campo  de  batalla,  y  aterrado,  se  retiró  de 
nuevo  á  las  alturas.  2 

«Bolívar  conservaba  siempre  tal  respeto,  por  este  valiente  oficial 
que  con  un  entusiasmo  guerrero  nos  decía  un  día:  «¿Qué  hay  de  seme- 
jante á  la  muerte  de  Ricaurte?  Este  suicidio  para  salvar  la  patria,  al 
ejército  y  á  mí,  sin  más  esperanza  que  el  amor  á  la  independencia  y  á 
la  libertad,  es  digno  de  cantarse  por  un  ilustre  genio  como  Alfieri». 3 

1    Los  detalles  históricos  están  tomados  en  la  Historia  de  Venezuela  por  Bai"alt  y  Díaz. 

J    El  general  José  Félix  Blanco,  autor  del  Bosquejo  Histórico  de  la  Revolución  de  Venezuela ,  fué  testigo  y  tomó 
parte  en  la  cruenta  jornada  de  San  Mateo. 

3    General  Tomás  C.  Mosquera:  Historia  del  Libertador. 


NICOLÁS  BRAVO 


ka  en  aquella  época  de  heroicidades  y  en  la  cual 
gran  número  de  ilustres  patricios  legaron  sus 
nombres  á  la  posteridad,  (pie  fecunda  y  obstinada 
fué  la  lucha  sostenida  por  los  principios  de  liber- 
tad en  las  regiones  descubiertas  por  el  insigne 
genovés  y  conquistadas  por  España. 

Por  el  año  de  1786,  el  día  10  de  Septiembre,  nació  en 
Ühilpancingo  un  niño,  hijo  de  acomodada  familia,  y  que 
más  tarde  había  de  alcanzar  en  la  historia  mejicana  una 
página  brillante. 

Desde  muy  joven  se  afilió  en  el  ejército  independiente, 
y  en  1811  tenía  el  mando  de  la  guarnición  de  Tixtla,  al  lado  del  vale- 
roso jefe  Hermenegildo  (laleana. 

Tocóle  en  suerte  pelear  á  las  órdenes  del  inmortal  Morelos,  y  en  el 
glorioso  ataque  y  toma  de  Tenancingo  se  cubrió  de  gloria,  siendo  desde 
aquel  día  Nicolás  Bravo  uno  de  los  héroes  que  compartieron  las  glorias 
de  la  independencia  americana,  con  Matamoros,  Galeana  y  otros  jefes, 
adquiriendo  sobre  todo  la  fuerza  de  voluntad  y  la  constancia  en  la  lucha, 
(pie  distinguían  á  Morelos. 


NICOLÁS    BKAVO 


NICOLÁS    BRAVO  •  249 


II 


1  En  páginas  de  bronce  graba  la  Historia  las  excelsas  virtudes  v 
heroísmo  de  privilegiados  seres,  y  sus  preclaros  hechos,  más  grandes 
y  radiantes.,  aparecen  á  medida  que  los  años  pasan  y  se  suceden  las 
generaciones. 

Justiciera  la  posteridad  los  coloca  en  el  templo  de  los  inmortales,  en 
donde,  al  despertar  universal  admiración,  sirven  de  noble  ejemplo  á  las 
edades  venideras. 

A  los  cien  años,  Méjico,  venturosa  patria  de  don  Nicolás  Bravo  y  el 
Estado  de  Guerrero,  su  cuna,  han  evocado  su  memoria  para  rendir 
público  homenaje  al  generoso  vencedor  en  el  Palmar,  al  inflexible  y  leal 
campeón  en  la  gran  causa  americana,  al  que  intransigente  con  el  ene- 
migo, fué,  sin  embargo,  asombro  del  universo  por  su  clemencia. 

Colocado  en  amarga  y  cruel  alternativa,  sacrificó  el  filial  amor  en 
aras  de  la  patria  independencia,  consintiendo  antes  que  hacer  traición 
á  sus  principios,  se  diese  cumplimiento  á  la  sentencia  que  condenaba  al 
autor  de  sus  días  á  ser  fusilado  por  patriota,  el  día  13  de  Septiembre- 
de  1812. 

Había  caído  prisionero  en  la  hacienda  de  San  Gabriel,  después  del 
famoso  sifio  y  dispersión  de  Cuautla. 

La  fortuna ,  cual  si  probar  quisiera  la  grandeza  del  alma  privilegiada 
de  Bravo,  le  sonrió  poco  después  en  el  Palmar,  dándole  brillante  triunfo 
y  poniendo  en  sus  manos  trescientos  prisioneros  españoles. 

El  vencedor,  por  ley  de  represalias  y  embargado  aún  por  la 
funesta    muerte    de   su    padre,    debía    satisfacer    su   venganza. 

Su  corazón  vaciló,  y  «aquella  noche,  no  pudiendo  tomar  el  sueño  en 
toda  ella,  —  dice  el  caudillo  en  una  carta  dirigida  al  historiador  don 
Lucas  Alamar,  — me  ocupé  en  reflexionar  que  las  represalias  que  iba  yo 
á  ejecutar  disminuirían  mucho  el  crédito  de  la  causa  que  defendía ,  y  que 
observando  una  conducta  contraria  á  la  del  Virrey,  podría  yo  conseguir 


1  Del  Álbum  Literario  dedicado  al  general  Nicolás  Bravo  en  el  aniversario  de  su  nacimiento  y  publicado 
en  el  Estado  de  Guerrero,  reproducimos  algunos  de  los  párrafos  que  allí  consagramos  á  la  memoria  del  procer 
mejicano. 


250  .  AMERICANOS   CÉLEBRES 

mejores  resultados,  cosa  que  me  halagaba  más  que  mi  primera  resolu- 
ción; pero  se  me  presentaba  para  llevarla  á  efecto,  la  dificultad  de  no 
poder  cubría-  mi  responsabilidad  de  la  orden  que  había  recibido,  en  cuyo 
asunto  me  ocupé  toda  la  noche  hasta  las  cuatro  de  la  mañana,  que  me 
resolví  á  perdonarlos  de  una  manera  que  se  hiciera  pública  y  surtiera 
todos  los  efectos  en  favor  de  la  causa  de  la  independencia». 

En  aquella  noche  debió  sostener  el  alma  de  Nicolás  Bravo,  titánica 
lucha  entre  sus  deberes  de  patriota,  su  amor  filial,  y  los  sentimientos 
generosos  y  levantados  que  albergaba  en  su  corazón.  Estos  alcanzaron  la 
victoria,  y  ya  sereno,  reposado  y  resuelto,  hizo  formar  la  tropa  á  las 
ocho  de  la  mañana  y  colocar  en  el  centro  á  los  trescientos  prisioneros. 

Formados  ante  el  caudillo,  presagiaban  cercano  fin ,  y  dirigían  men- 
talmente triste  y  supremo  adiós  á  la  lejana  patria  y  al  hogar. 

¡El  vencedor,  por  ley  de  represalias  y  embargado  aún  por  la  funesta 
é  injusta  muerte  de  su  padre,  debía  satisfacer  su  venganza! 

¡Las  tropas,  sólo  esperaban  la  orden  del  victorioso  jefe,  para  hacer 
fuego  á  aquellos  infortunados! 

¿Por  qué  vacilaba? 

¿Por  qué,  pensativo  y  embargado  su  ánimo,  parecía  olvidarse  de 
cuanto  le  rodeaba? 


III 


De  repente,  fulgor  extraño  iluminó  sus  ojos:  una  idea  gigante,  un 
pensamiento  único  y  sublime  se  sobrepuso  en  él  á  la  vacilación  de 
un  instante,  á  vulgares  pasiones  y  ajusto  rencor. 

Clara,  firme,  vibrante,  resonó  la  voz  del  ínclito  guerrero:  «Este  es  el 
momento, — dijo, — de  manifestar  á  mis  enemigos  y  al  mundo,  la  ven- 
ganza que  el  general  Bravo  quiere  tomar  contra  los  asesinos  de  su  padre 
y  los  opresores  de  su  patria. 

»  Ordeno  vuestra  libertad;  en  la  costa  os  aguarda  un  buque:  si  otra 
vez  alguno  de  vosotros  aparece  en  este  país,  pagará  con  la  vida. 

r  Id  á  decir  á  vuestro  rey  que  este  es  el  modo  con  que  la  República 
se  venga  de  sus  enemigos » . 

Tan  generosas  palabras  son  monumento  imperecedero,   que,  resis- 


NICOLÁS   BRAVO  ■         23  L 

tiendo  á  la  labor  de  los  siglos,  harán  querida  y  sagrada  en  Méjico,  en 
América  y  en  todo  el  universo,  la  memoria  de  don  Nicolás  Bravo. 

Hoy,  una  hija  de  la  hidalga  España  rinde  en  estas  páginas  un 
modesto,  pero  sincero  tributo  de  entusiasta  admiración,  al  generoso 
soldado  de  la  independencia  mejicana,  haciendo  justicia  á  la  grandeza 
de  su  alma  y  á  su  noble- corazón. 

Desde  ese  día,  la  vida  de  Bravo  fué  una  continuada  serie  de  gloriosos 
triunfos,  sobre  todo  en  el  día  30  de  Abril  de  1813,  que  en  la  posición  de 
Puente  Nacional ,  demostró  sus  grandes  dotes  de  soldado  y  un  valor  que 
rayaba  en  temeridad. 

En  San  Juan  de  Coscomatepec  sostuvo  el  sitio  por  espacio  de  más  de 
treinta  días  con  cuatrocientos  cincuenta  hombres,  llegando  á  reunir 
hasta  mil  para  sostener  los  repetidos  ataques  de  los  españoles. 

El  plan  de  fortificaciones  y  de  defensa  demostraba  la  inteligencia 
del  valeroso  mejicano,  y  era  tan  notable,  que  el  coronel  Águila  decía 
en  una  comunicación  al  virrey  Calleja: 

«La  empresa  es  difícil  y  no  lisonjearé  á  V.  E.  con  su  logro,  pero  el 
único  medio  racional  es  el  adoptado:  de  todos  modos  cuesta  más  de  lo 
que  vale  » . 

La  resistencia  en  Coscomatepec,  es  una  de  las  páginas  de  oro  en  la 
vida  de  Nicolás  Bravo. 

A  las  órdenes  del  invicto  Morelos  combatió  en  1814  y  1815,  hasta  la 
funesta  acción  de  Tesmalaca,  en  la  cual  perdió  la  libertad  el  denodado 
caudillo  i.  Celosos,  algunos  de  los  jefes  del  prestigio  y  popularidad  de 
Bravo,  le  dieron  orden  para  marchar  al  Sur,  dirigiéndose  á  las  cercanías 
de  Cuautla ,  después  de  haber  recibido  del  insigne  Guerrero  recursos  para 
la  guerra ,  continuando  su  viaje  hacia  las  orillas  del  Mexcala ,  evitando 
los  encuentros  con  Armijo  y  acampando  por  fin  en  el  pueblo  de  Aju- 
chitlan. 

En  Cóporo,  derrotó  por  completo  á  la  división  mandada  por  el  Virrey 
defendiendo  aquel  punto  con  una  bizarría  que  rayó  en  temeridad.  Sitia- 
do en  Cóporo  y  falto  de  víveres  para  el  ejército,  logró  salvarse  Bravo 
■con  algunos  de  sus  soldados  cuando  vio  imposible  la  defensa,  y  á  pie  y 
rendido  por  el  hambre ,  anduvo  más  de  treinta  leguas  hasta  el  rancho 
del  Atascadero. 

1     Véase  Morolos. 


252        '  AMERICANOS   CÉLEBRES 


Más  tarde,  unido  con  Guerrero,  Catalán,  Zabala  y  Elizalde,  persiguió 
al  enemigo,  retirándose  después  á  Dolores  para  reponer  su  quebrantada 
salud. 


IV 


El  día  22  de  Diciembre  de  1817  fué  hecho  prisionero  por  las  tropas 
del  Virrey  y  conducido  á  Cuernavaca,  allí  debió  la  vida  al  mismo  Armijo 
interesado  en  salvar  á  Bravo.  Permaneció  prisionero  hasta  el  decreto 
del  13  de  Octubre  de  1820.  Los  sufrimientos  durante  cerca  de  tres  añosT 
fueron  grandes,  pues  el  noble  mejicano  tuvo  constantemente  una  barra 
de  grillos,  y  como  sus  haciendas  estaban  confiscadas,  hubo  de  dedicarse 
á  pequeñas  industrias  para  vivir  con  su  producto,  entre  ellas  el  hacer 
cigarreras  de  cartón,  conservadas  después  como  una  reliquia  por  sus 
admiradores. 

Su  grandeza  de  alma  y  su  resignación  jamás  se  desmintieron  durante 
aquella  larga  serie  de  trabajos.  Sus  labios  nunca  se  quejaban ,  y  decía  el 
mismo  Virrey  «que  Bravo  le  causaba  la  misma  impresión  que  un  prín- 
cipe cautivo». 

El  plan  de  Iguala  proclamado  por  don  Agustín  de  Itúrbide,  encontró 
á  Bravo  en  Cuautla,  y  de  allí  salió  para  conferenciar  con  Itúrbide,  quien 
le  expidió  el  despacho  de  coronel  y  no  el  del  anterior  empleo  de  teniente 
general  que  obtuvo  en  la  primera  época  de  la  independencia ,  porque  el 
caudillo  de  Iguala  tenía  el  mismo  empleo.  «No  aspiro  á  distinciones, — 
dijo  Bravo; — me  presento  á  servir  como  soldado  y  sólo  deseo  contribuir 
á  realizar  la  independencia  de  mi  patria». 

La  gloria  de  su  nombre  y  el  amor  á  la  libertad  agruparon  bajo  sus 
banderas  á  esclarecidos  patriotas,  los  cuales  combatieron  á  su  lado 
cubriéndose  de  gloria  en  numerosos  y  reñidos  combates. 

Después  del  sitio  de  Puebla,  entró  en  Méjico  en  medio  del  alborozo 
general,  por  el  triunfo  de  los  independientes  y  consolidación  de  la  inde- 
pendencia. 


NICOLÁS    BRAVO  2E$ 


Pudiérase  decir  que  terminaba  entonces  la  vida  heroica  del  general 
Bravo,  pero  le  seguiremos  en  acontecimientos  posteriores.  En  1822  fué 
nombrado  el  caudillo,  coronel  del  primer  regimiento  de  caballería,  for- 
mado con  dragones  de  Méjico  y  las  escoltas  del  generoso  adalid  del 
Palmar  y  de  Guerrero.  En  Enero  de  1823  marchó  á  Veracruz  y  tomó 
parte  en  favor  de  Santa-Anua  contra  el  emperador  Itúrbide.  En  la 
acción  de  Almolonga  renovó  los  prodigios  de  su  valor  sin  poder  evitar  el 
desastre  por  el  cual  hubo  de  retirarse  hasta  el  rancho  de  Santa  Rosa, 
reuniéndose  más  tarde  en  Huajuapán  con  D.  Antonio  León,  dirigiéndose 
ambos  jefes  á  Oaxaca  en  donde  instalaron  la  Junta  de  Gobierno. 

Vencedor  Santa-Amia,  se  le  confió  á  Bravo  la  custodia  de  la  persona 
y  familia  de  Itúrbide  cuando  éste  marchaba  para  Tulancingo,  misión 
tan  honrosa  como  noble  y  la  que  desempeñó  Bravo  como  cumplía  á 
su  caballerosidad  y  patriotismo,  acompañando  al  augusto  prisionero 
hasta  la  fragata  inglesa  <Rowllins.» 

En  29  de  Marzo  de  1828,  fué  nombrado  Bravo  miembro  del  Poder 
Ejecutivo  con  los  generales  Victoria  y  Negretc ,  y  más  tarde  fué  electo 
vicepresidente  en  competencia  con  Guerrero. 

La  marcha  política  y  los  acontecimientos  que  se  sucedieron  llevaron 
íí  Bravo  á  .Guayaquil;  de  allí  al  Centro-América,  pisando  de  nuevo  el 
suelo  de  la  patria  en  1829,  época  en  la  cual  Santa-Anua  le  dio  el  mando 
del  ejército  del  Norte,  y  en  él  permaneció  hasta  183G,  en  que  los  sucesos 
de  Tejas  le  obligaron  á  retirarse  á  la  vida  privada  y  á  buscar  en  el 
hogar  doméstico,  una  existencia  menos  agitada. 

En  1889  fué  presidente  del  Consejo,  renunciando  al  derecho  que  le 
otorgaba  la  Constitución  para  ocupar  la  Suprema  Magistratura,  y  de 
nuevo  volvió  á  la  vida  de  familia,  hasta  1841,  en  que  fué  llamado  al 
Congreso  general  por  el  Estado  de  Méjico. 

En  26  de  Octubre  de  1842,  se  le  nombró  sustituto  como  presidente 
provisional  de  la  República,  elevadísimo  cargo  que  su  vasta  capacidad 
desempeñó  hasta  el  5  de  Mayo  de  1843  y  durante  ese  período  se  conquistó 
las  simpatías  y  aplauso  general.  En  1844  logró  sofocar  el  levantamiento 


254  AMERICANOS    CÉLEBRES 

délos  indígenas  de  Chilapa,  y  en  1846  puso  de  nuevo  su  brazo  y  su 
talento  al  servicio  de  la  patria.  Poco  después  ocupó  la  vicepresidencia 
de  la  República ,  y  como  Paredes ,  presidente  á  la  sazón ,  se  hizo  carga 
del  mando  del  ejército,  quedó  Nicolás  Bravo  como  Supremo  Magistrado, 
hasta  que  triunfante  el  plan  de  Jalisco  llevó  á  Santa-Amia  al  poder. 

El  caudillo  de  la  independencia ,  el  heroico  guerrero  del  Palmar,  sin- 
tió renacer  su  brío  y  su  entusiasmo  en  la  defensa  de  Chapul tepec,  en  la 
cual  el  noble  mejicano  ganó  nuevos  laureles;  pero  tomado  el  fuerte  por 
asalto,  fué  hecho  prisionero. 

En  esa  época  concluye  la  vida  militar  y  política  de  Nicolás  Bravo,  y 
en  Chilpaiicingo  vivía  entregado  á  las  alegrías  del  hogar,  cuando 
el  22  de  Abril  de  1854  se  apagó  repentinamente  aquella  benemérita 
existencia. 

Pocas  horas  separaron  su  muerte  de  la  de  su  esposa,  y  la  patria 
perdió  uno  de  sus  hombres  más  [insignes,  ante  cuya  tumba,  se  inclina 
con  respetuosa  admiración  la  Humanidad. 


BERNARDO  O'HIGGINS 


ruto  de  la  pasión  postrera  y  vehemente  de  un  anciano 
y  de  las  primeras  ilusiones  de  una  bellísima  y 
seductora  doncella  de  quince  Abriles,  fué  el  insigne 
chileno  que  con  entusiasmo,  pero  poco  hábil  pluma, 
vamos  á  retratar. 

Nació  el  20  de  Agosto  de  1776,  y  su  tranquila 
infancia  deslizóse  arrullada  por  los  rumores  que  pro- 
ducen las  altas  copas  de  los  árboles  en  los  bosques 
del  Maule,  al  ser  agitadas  por  el  viento.  El  niñoT 
embelesado  ante  los  esplendores  de  la  Naturaleza, 
veía  pasar  los  años  sin  que  el  mañana  alterase  el 
reposo  que  disfrutaba  en  la  hacienda  de  D.  Juan  Jacobo  Albano,  que 
en  amistoso  fraternal  afecto  estaba  unido  con  su  padre  D.  Ambrosio 
O'Higgins,  hasta  el  día  en  que  los  brazos  de  la  amorosa  madre  le 
estrecharon  en  Chillan. 

Tenía  nueve  años,  cuando  Lima  la  coqueta  sultana  del  Rimac,  le 
recibió  en  su  seno  y  como  vastago  de  noble  linaje  tuvo  entrada  en  el 
colegio  del  Príncipe. 

Seis  años  más  tarde,  salió  el  joven  O'Higgins  para  Europa,  que  tal 
era  el  mandato  paterno,  y  éste  mismo,  sin  duda,  le  colocó  bajo  la  tutela 
de  D.  Nicolás  de  la  Cruz,  chileno  que  por  aquel  tiempo  vivía  en  Cádiz  y 
al  cual  estaba  recomendado. 


*25(!  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Corta  fué  la  estancia  de  O'Higgins  en  las  risueñas  playas  gaditanas, 
y  larga  la  serie  de  aventuras  y  desgracias  que  consignadas  fueron  en  un 
diario,  que  escrito  por  él.  aun  se  conserva  v  guarda  con  esmero. 

Enviado  á  Inglaterra  para  completar  su  educación,  ingresó  en  el 
colegio  de  Hicliemond,  y  allí  tal  vez  recorriendo  el  hermoso  parque  ó 
disfrutando  desde  la  cima  de  la  colina,  de  la  bella  «perspectiva  que  ofre- 
cen los  bien  labrados  campos  y  el  profundo  y  caudaloso  Támesis,  evocaba 
los  días  de  su  niñez,  la  imagen  de  su  madre  y  la  fértil  naturaleza  de 
Chile. 


En  179#,  empezaron  sus  zozobras  c  inquietudes:  el  dinero  que  tenía 
se  concluyó,  y  los  relojeros  judíos  á  los  que  estaba  particularmente  enco- 
mendado por  I).  Nicolás  de  la  Cruz,  se  negaron  á  prestarle  los  auxilios 
que  le  eran  necesarios. 

En  país  extraño,  sin  recibir  carta  ni  noticias  de  su  familia  ni  de  su 
apoderado,  pasó  semanas  y  meses  en  angustiosa  desesperada  situación, 
mezclada  con  el  profundo  pesar  de  la  indiferencia  paterna;  á  sus  amantes 
y  desconsoladas  cartas,  que  ya  buscaban  abrigo  y  calor  en  el  indulgente 
corazón  de  su  madre,  i  ya  atravesando  el  espacio  é  interrumpiendo  las 
graves  ocupaciones  del  Estado  llegaban  hasta  las  manos  de  su  padre, 
virrey  en  aquel  tiempo  del  Perú,  ninguna  contestación  había  recibido. 

La  casualidad  ó  el  misterioso  decreto  de  la  Providencia  puso  el  joven 
chileno,  por  el  año  de  1799,  en  relación  con  Miranda,  el  apóstol  de  la 
causa  liberal,  y  ambos,  en  lejano  suelo,  soñaban  con  la  emancipación  de 
aquella  América  tan  querida,  de  aquella  patria  que  podía  ser  algún  día 
grande,  respetada  é  independiente. 

Las  convicciones  de  Miranda  se  transmitieron  al  colegial  de  Kiche- 
niond,  y  cuando  tras  largos  días  de  incertidumbre  consiguió  respuesta 
de  1).  Nicolás  de  la  Cruz  y  salió  para  España,  llevaba  g;uardado  en 
el  santuario  de  su  pecho  el  juvenil  entusiasmo  por  el  credo-libertad  y  el 
ardiente  anhelo  de  ser  uno  de  los  que  contribuyeran  á  la  magna  evo- 
lución. 

1    Doñfl  Isülx'l  Biqnelme,  apellido  qtie  usaba  en  Etiropit  el  jovejj  Bernardo. 


BERNARDO    O'HIGGINS  257 

En  Cádiz  creció  y  se  robusteció  la  semilla  sembrada  por  Miranda, 
cod  el  continuo  trato  del  sabio  canónigo  chileno  Cortés  Madariaga  y  el 
no  menos  noble  patriota  paraguayo  D.  Juan  Pablo  Fretes  y  otros  ameri- 
canos que  en  casa  de  D.  Nicolás  de  la  Cruz,  conde  del  Maule,  se  reunían 
en  familiar  comunión  de  ideas,  aun  cuando  éstas  fueran  extrañas  á  las 
que  ^profesaba  el  magnate. 

Las  penas  é  inquietudes  de  O'Higgins  encontraron  entonces  lenitivo 
en  los  planes,  y  sueños  de  la  futura  regeneración  del  nuevo  continente; 
pero  ansioso  de  volver  á  su  patria  y  luchando  para  conseguirlo,  se 
embarcó  por  fin  en  1800  en  la  fragata  Confianza,  despidiéndose  de  las 
playas  gaditanas  tal  vez  para  siempre. 


111 


Pero  la  adversa  fortuna  había  decretado  que  O'Higgins  no  lograra 
por  aquel  tiempo  el  cumplimiento  de  su  deseo  y  que  renacieran  las 
inquietudes  y  los  pasados  afanes  y  temores. 

Presa  de  los  ingleses  la  fragata  Confianza,  se  encontró  arrojado  en 
Gibraltar  el  infeliz  chileno,  sin  recursos,  sin  ropa  y  en  la  dura  necesidad 
de  volver  á  Cádiz,  merced  á  insignificante  suma  que  prestada  consiguió. 
Temblando  por  el  porvenir,  desalentado  por  tal  serie  de  infortunios  y 
bajo  el  peso  de  la  amargura  y  de  la  tristeza ,  buscó  de  nuevo  asilo  en 
casa  del  Conde  del  Maule,  y  con  éste  trasladóse  á  la  pintoresca  San- 
lúcar  de  Barrameda,  huyendo  del  vómito  negro  que  se  había  declarado 
en  Cádiz. 

Tal  vez  los  pesares  anteriores  y  la  desesperación  del  presente,  tur- 
bando su  espíritu  alteraron  á  la  vez  la  salud  y  dieron  fácil  entrada  á  la 
epidemia  reinante  que  le  llevó  hasta  los  umbrales  del  sepulcro;  sin 
embargo,  su  juventud  y  rica  naturaleza  se  sobrepusieron  y  triunfaron 
del  terrible  enemigo,  prolongando  aquella  vida  que  poco  después  había 
de  ser  tan  bienhechora  y  útil  para  el  bien  nacional. 


17 


258  AMERICANOS   CÉLEBRES" 


TV 


La  noticia  de  las  tendencias  y  aspiraciones  de  O'Higgins  había 
llegado  hasta  el  Perú  y  herido  los  sentimientos  monárquicos  del  anciano 
Virrey,  que  inexorable  con  su  hijo,  escribió  al  Conde  del  Maule  anun- 
ciándole que  desde  aquel  momento  no  se  consideraba  como  padre  del 
joven  Bernardo  y  que  éste  debía  renunciar  enteramente  á  su  nombre  v 
á  su  cariño.  Tan  cruel  resolución  influyó  para  que  D.  Nicolás  de  la  Cruz 
le  retirase  también  su  apoyo,  encontrándose  más  abandonado  que  nunca, 
más  solo  y  más  perplejo  para  resolver  y  buscar  los  medios  de  tornarse  á 
Chile. 

Ignoramos  el  cómo  alcanzó  el  logro  de  sus  esperanzas;  pero  es  lo 
cierto  que  al  recibir  en  1801  la  noticia  del  fallecimiento  de  su  padre, 
salió  para  América,  y  después  de  un  borrascoso  viaje,  de  arrostrar 
numerosos  peligros  por  haber  estado  la  nave  expuesta  á  zozobrar,  llegó 
por  fin  al  tan  querido  patrio  suelo  y  en  Julio  de  1803  entró  en  posesión 
de  los  bienes  que  su  padre  le  había  legado. 


V 


Más  arraigada  y  vigorosa  que  anteriormente  agitábase  en  su  cerebro 
la  idea  concebida  en  Londres,  y  ya  perfecta  y  madurada,  dio  por  resul- 
tado el  acuerdo  de  O'Higgins  con  varios  que  como  él  deseaban  establecer 
diferente  sistema  y  emancipar  á  Chile  de  la  Metrópoli. 

Diferentes  acontecimientos  hicieron  estallar  en  breve  la  tormenta 
revolucionaria. 

El  presidente  Carrasco,  sabedor  de  que  en  la  casa  de  D.  José  Antonio 
Rojas  se  reunían  varios  liberales  y  que  propagaban  ideas  de  emancipa- 
ción, cometió  la  arbitrariedad  de  prenderlos  y,  enviándoles  á  Valparaíso, 
les  hizo  embarcar  en  una  fragata  que  salía  con  rumbo  al  Callao. 

La  hostilidad  contra  el  Presidente  se  declaró  entonces  abiertamente, 
y  las  respetuosas  representaciones  pidiendo  la  libertad  de  los  presos, 


BERNARDO    o'HIGGIXS  '259 

se  tornaron  en  amenazante  exigencia,  y  Carrasco,  llamado  á  la  .sala  de 
sesiones  de  la  Real  xludiencia  y  no  encontrando  otra  solución  para 
calmar  la  efervescencia  pública,  firmó  el  decreto  para  que  el  animoso 
Rojas,  el  doctor  Bernardo  Vera  y  el  procurador  D.  Juan  Antonio  Ovalle, 
fueran  desembarcados  y  devueltos  á  Santiago:  ¡pero  ya  era  tarde!  la 
nave  surcaba  las  ondas  cuando  llegó  la  orden ,  é  indignado  el  pueblo  y 
culpando  á  García  Carrasco,  se  declaró  en  abierta  rebelión. 

La  Audiencia  creyó  conjurar  la  tempestad  pidiendo  al  presidente 
Carrasco  dimitiese  el  mando,  y  como  accediese  por  la  fuerza  de .  las 
circunstancias,  fué  nombrado  para  reemplazarle  D.  Mateo  de  Toro 
Zambrano ,  Conde  de  la  Conquista ,  brigadier  de  milicias  y  octogenario 
débil  y  poco  á  propósito  para  gobernar  Chile  en  momentos  tan  difíciles. 


VI 


¿Qué  pensaban  en  tanto  los  patriotas?  Los  días  pasaban,  la  impa- 
ciencia crecía,  y  propagado  el  espíritu  de  insurrección,  era  preciso 
iniciar  ésta  con  una  reunión  de  aquellos  que  por  su  popularidad  é 
influencia  pudieran  apoyar  el  movimiento  revolucionario. 

Instigado  el  Conde  de  la  Conquista,  llevó  á  efecto  el  plan,  y  reunido  el 
cabildo  en  cuerpo,  los  jefes  de  oficinas,  los  superiores  de  las  órdenes 
religiosas,  comandantes  militares  y  numeroso  vecindario,  se  acordó 
nombrar  una  Junta  de  gobierno  compuesta  de  siete  miembros. 

El  Conde  de  la  Conquista  había  renunciado  ya  al  mando,  y  fué  elegido 
presidente  de  la  Junta,  y  vicepresidente  el  obispo  electo  de  Santiago, 
Don  José  Antonio  Martínez  de  Aldunate. 

Cuéntase  que  el  impetuoso  padre  Larrain,  provincial  de  la  Merced, 
había  sacado,  en  una  de  las  reuniones  de  los  revolucionarios,  un  agudo 
puñal  de  una  manga  de  su  hábito,  exigiendo  el  juramento  de  libertad. 

La  revolución  era  ya  un  hecho;  en  los  confines  de  Chile,  existían 
además  dos  hombres  que  de  largo  tiempo  la  estimulaban  y  habían  sem- 
brado en  el  pueblo,  la  rica  semilla  de  las  reformas  que  pronto  debían 
ponerse  en  práctica. 

Eran  D.  Bernardo  O'Higgins  y  D.  Juan  Martínez  de  Rozas. 


260  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Apenas  se  había  efectuado  en  Santiago  el  cambio  de  Gobierno,  cuando 
el  primero  se  ocupó  en  la  organización  de  la  caballería  para  estar 
dispuesto  á  proteger  con  las  armas  la  evolución  política  y  se  puso  á  las 
órdenes  de  la  Junta,  en  la  cual,  como  hombre  de  acción,  había  entrado 
á  formar  parte  Martínez  de  Rozas. 

El  comandante  O'Higgins  gozaba  de  justa  popularidad  en  el  ultra 
Maule,  y  podría  asegurarse  que  en  sus  manos  y  en  las  de  Rozas,  estaba 
depositado  el  porvenir  del  país. 

El  15  de  Diciembre  de  1810,  decretó  la  Junta  la  convocación  del  pri- 
mer Congreso  nacional,  para  que  se  reuniera  el  15  de  Abril  y  tratara  de 
proclamar  la  independencia  de  Chile,  idea  iniciada  por  el  padre  Camilo 
Henríquez  en  las  enérgicas  y  patrióticas  proclamas  que  manuscritas  hacía 
circular  entre  las  masas.  1 

El  primero  de  Abril  era  el  día  señalado  para  las  elecciones,  cuando 
estalló  un  motín  en  Santiago,  al  frente  del  cual  estaba  el  teniente  coro- 
nel de  dragones  D.  Tomás  de  Figueroa,  español  y  que  según  varios  his- 
toriadores, estaba  de  acuerdo  con  la  Real  Audiencia,  y  según  otros, 
obraba  independiente  de  aquel  tribunal;  pero  que  de  todas  maneras 
alarmó  á  la  Junta,  y  ésta,  por- primera  vez,  hubo  de  apelar  á  las  armas 
y  derramar  sangre  para  dispersar  á  los  soldados  que  secundaban  la 
sublevación, 

Vencida  ésta  y  fugitivo  Figueroa,  se  empeñó  Rozas  en  perseguirle 
con  algunos  dragones,  logrando  capturarle  en  el  huerto  de  una  celda  del 
convento  de  Santo  Domingo  en  donde  se  había  refugiado. 

Formóse  en  el  mismo  día  la  causa  y  se  dio  sentencia  de  pasarlo  por 
las  armas,  la  que  tuvo  ejecución  á  las  cuatro  de  la  madrugada  del  2  de 
Abril  de  1811. 


VII 


A  consecuencia  de  este  infausto  acontecimiento,  se  retrasaron  las 
elecciones,  y  la  reunión  del  Congreso  no  se  efectuó  hasta  el  4  de  Julio, 
día   en  que  la  junta  cesaba  en  sus  funciones  y  entregaba    el  mando 

1    Por  aquol  tiempo,  la  Junta  pidió  al  Gobierno  de  Buenos  Aires  le  comprara  una  imprenta. 


BERNARDO    O  '  HIGGIN8  261 

á  los  representantes  del  país,  entre  los  cuales,  la  mayoría  eran  los  nobles 
y  reaccionarios,  contándose  únicamente  cinco  ó  seis  miembros  del 
partido  radical,  y  entre  éstos  el  alentado  y  entusiasta  O'Higgins.  ¿Pero, 
qué  influencia  podía  tener  ante  una  mayoría  adversa  á  la  revolución? 
¿qué  impulso  podría  darla  cuando  el  poder  se  hallaba  en  manos  de 
los  enemigos? 

Los  diputados  patriotas  así  lo  comprendieron,  protestaron  y  se  reti- 
raron . 

La  causa  de  la  revolución  amenazaba  ruina ,  cuando  inesperadamente 
se  presentó  en  la  escena  un  salvador  que,  bravo,  audaz,  joven  é  impe- 
tuoso, se  puso  á  la  cabeza  de  los  patriotas,  y  sin  derramar  sangre,  se 
declaró  dictador. 

Aquel  providencial  auxiliar,  fué  José  Miguel  Carrera. 


VIII 


O'Higgins  ocupó  el  puesto  de  vocal  en  la  nueva  Junta  creada,  como 
suplente  de  Rozas ,  que  se  encontraba  en  Concepción ,  y  aun  cuando  no 
satisfecho  del  nuevo  cargo,  siguió  en  él  hasta  que  en  completo  des- 
acuerdo con  la  disolución  del  Congreso  y  con  la  política  de  Carrera,  se 
retiró  á  su  hacienda  pensando  en  abandonar  á  Chile  y  trasladarse  á 
Buenos  Aires:  el  desembarco  del  brigadier  de  la  Real  Armada  D.  Antonio 
Pareja,  que  enviado  por  el  Virrey  del  Perú,  llegaba  con  fuerzas  realistas 
contra  los  liberales,  le  hizo  cambiar  de  opinión  y  consagrarse  á  la 
defensa  de  la  libertad  chilena. 

Reunióse  en  Talca  con  Carrera  que  había  tomado  el  mando  en  jefe 
del  ejército,  y  allí,  en  aras  del  interés  nacional,  depusieron  sus  enconos 
de  partido  y  se  propusieron  batir  al  enemigo,  resolviendo  que  O'Higgins 
sorprendiera  en  Linares  al  comandante  Carbajal,  que  confiado,  creía 
imposible  un  ataque  de  los  patriotas. 

Siete  húsares  y  veinte  milicianos  acompañaban  al  jefe  chileno,  y 
repentinamente  cayeron  sobre  los  realistas,  haciéndolos  prisioneros  sin 
disparar  un  tiro.  Victorioso  resultado  con  el  que  O'Higgins  ganó  el 
ascenso  á  coronel,  otorgado  por  la  Junta  de  Santiago. 


•2G'2  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Después  de  los  triunfos  alcanzados  en  Yerbas  Buenas  y  en  San  Carlos, 
tocó  á  O'Higgins  tomar  los  Ángeles  y  otros  pueblos  cercanos  del  Bío- 
bío,  para  aislar  al  enemigo  en  Chillan,  y  el  éxito  más  completo  coroné) 
sus  esfuerzos  y  arrojo. 

Con  sus  valientes  soldados  voló  al  sitio:  allí  fué  necesaria  toda 
la  grandeza  de  alma  de  que  estaba  revestido,  para  no  desmayar  ante  la 
serie  de  conflictos  ocasionados  por  el  rigor  de  los  elementos.  Llovía  á 
torrentes,  nevaba  sin  tregua,  y  los  soldados  perecían  entre  la  nieve,  sin 
remedio  y  sin  gloria . 

Sin  embargo,  O'Higgins  alcanzó  nuevos  lauros  en  Tijar  y  Lapidas, 
batiendo  también  á  los  españoles  en  otras  varias  acciones,  por  lo  que  su 
reputación  y  popularidad  crecieron,  cuando  Carrera,  precisado  á  levan- 
tar el  sitio  de  Chillan,  empezaba  á  perder  el  prestigio  y  la  confianza  de 
las  masas. 


IX 


Era  la  madrugada  del  día. 17  de  Octubre  de  1813;  á  orillas  del  Itata, 
veíase  al  ejército  patriota  en  el  lugar  denominado  el  Roble. 

Habían  pasado  quince  días  desde  que  en  las  gargantas  de  Huilqui- 
lemo  fuera  vencido  O'Higgins,  por  fuerzas  superiores,  y  reunido 
después  con  Carrera  en  Concepción,  ansiaba  reparar  el  desastre  y 
medir  nuevamente  sus  fuerzas  con  el  enemigo. 

Ambos  jefes  chilenos  tenían  sus  campamentos  en  la  orilla  izquierda 
del  Itata,  cuando  en  la  mañana  mencionada,  un  cuerpo  de  realistas  á 
las  órdenes  de  Elorreaga,  cayó  inesperadamente  sobre  las  tropas  de 
Carrera,  sembrando  en  ellas  la  confusión  y  el  espanto;  el  jefe  se  arrojó 
al  río  para  salvarse  entre  las  ondas:  la  derrota  parecía  inevitable, 
cuando  O'Higgins,  blandiendo  un  fusil,  exclamó:  ¡Á  mí,  muchachos! 
¡  Vivir  con  lionor  ó  morir  con  gloria l  ¡El  que  sea  valiente,  que  me  siga!  Su 
actitud  electrizó  á  los  soldados:  hacen  frente  al  enemigo,  lo  rechazan, 
lo  persiguen  y  obtienen  gloriosa  represalia. 


BERNARDO    O'HIGGINS  263 


X 


La  lentitud  de  las  operaciones  de  la  guerra  avivaron  las  enemis- 
tades contra  Carrera,  y  depuesto  del  mando  en  jefe  del  ejército,  fué 
nombrado  O'Higgins  para  sucederle.  ¿Cuál  fué  entonces  la  causa  de 
la  vacilación  del  insigne  chileno,  que  hizo  perder  un  tiempo  precioso  y 
acarreó  tan  graves  perjuicios  para  la  independencia*? 

El  nombramiento  había  sido  en  27  de  Noviembre  de  1813,  y  no 
recibió  el  mando  de  manos  de  Carrera  hasta  el  primero  de  Febrero  de 
1814,  en  momentos  tan  aciagos,  que  el  enemigo  orgulloso  con  nuevos 
refuerzos  y  mandado  por  el  brigadier  I).  Gabino  Gainza ,  se  posesionó 
de  Talca  y  aisló  al  bizarro  coronel  Mackenna  en  el  'Membrillar. 

O'Higgins,  á  pesar  de  los  continuados  y  favorables  movimientos  de 
los  realistas,  alcanzó  algunas  ventajas  en  Tres  Montes  y  Quecheregúas; 
sus  hábiles  operaciones  hicieron  retroceder  al  enemigo,  y  dar  la  vuelta 
á  Talca. 


XI 


Un  imprevisto  suceso  paralizó  la  campana  y  el  triunfo  decisivo  que 
pensaba  alcanzar  O'Higgins.    . 

El  comodoro  inglés  Hillyar  había  llegado  á  Santiago,  autorizado 
por  el  virrey  Abascal,  para  tratar  de  la  pacificación  de  Chile,  y  entabla- 
das las  negociaciones  y  aceptadas,  se  firmó  el  tratado  de  Lircay ,  entre 
O'Higgins,  por  mandato  del  director  Lastra,  Mackenna  y  Gainza. 

No  fué  duradera  la  suspensión  de  hostilidades.  Carrera,  1  que 
estaba  prisionero  de  los  realistas,  fué  puesto  en  libertad  por  el  tratado 
y  como  éste  no  merecía  la  aprobación  de  los  patriotas,  ayudaron  al 
atrevido  general,  quien,  sublevando  la  guarnición  de  Santiago,  depuso 
al  Director  supremo,  nombró  una  Junta  de  Gobierno  v  se  puso  á  la  cabeza 
de  ésta. 

J    Véase  José  Miguel  Carrera. 


264  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Poco  después  llegó  del  Perú,  el  coronel  D".  Mariano  Ossorio  con  gran 
refuerzo  de  tropas  para  someter  á  Chile ,  pues  el  Virrey,  no  había  apro- 
bado el  convenio  de  Lircay;  un  enviado  se  presentó  á  O'Higgins,  cuando 
éste,  después  de  haberse  batido  con  Carrera,  organizaba  de  nuevo  sus 
huestes  para  continuar  combatiendo  al  día  siguiente. 

El  peligro  nacional  unió  una  vez  más  á  los  dos  caudillos,  y  aun 
cuando  con  opiniones  contrarias  para  la  campaña,  se  siguió  para  ésta 
el  plan  propuesto  por  O'Higgins. 


XII 


Llegó  aquel  día  de  infausta  memoria,  2  de  Octubre  de  1814.  Rancagua 
estaba  cercada  por  los  enemigos,  y  O'Higgins  defendía  la  plaza. 

Los  célebres  y  aguerridos  Tala  veras  atacan  con  temerario  valor  á  los 
patriotas,  cargan  sobre  las  trincheras  y  se  ven  rechazados  por  la 
metralla,  una  y  otra  vez  hasta  siete. 

Los  dos  bandos  se  cubren  de.  gloria;  los  dos  bandos  derraman  su  san- 
gre generosa  en  aras  del  honor  y  del  patriotismo,  porque  si  unos  pelea- 
ban por  sagrado  principio  innato  en  el  corazón  humano,  el  otro  defendía 
la  honra  de  sus  banderas  y  el  nombre  de  la  lejana  patria. 

Los  cadáveres  siembran  el  suelo;  ya  los  libres  creen  segura  la 
victoria;  el' pabellón  gualdo  y  rojo,  ondea  en  retirada.  Carrera  ataca 
con  sus  divisiones;  O'Higgins  le  secunda;  el  combate  se  prolonga,  y  el 
triunfo  tórnase  en  derrota.  La  tropa  de  Carrera  se  desbanda,  huye; 
el  enemigo  recupera  el  decaído  vigor  y  gana  terreno.  ¡El  desastre  es 
seguro  para  los  defensores  de  Rancagua! 

O'Higgins  reúne  á  los  soldados:  ¡Viva  la  patria!  exclama,  y  dándoles 
la  orden  de  montar  á  caballo,  se  lanza  con  aquel  puñado  de  valientes, 
por  la  calle  del  Norte;  rompe  las  filas  dé  los  españoles  que  avanzaban 
por  ella,  se  abre  paso  con  lanzas  y  sables,  y  como  un  huracán  desapa- 
rece, se  pierde  con  los  suyos  y  los  salva  de  la  muerte. 


BERNARDO    o'hHJCIXS  266 


XIII 


Inútil  es  reseñar  los  acontecimientos  que  se  sucedieron  desde  esta 
derrota:  los  hemos  consignado  ya  en  la  vida  de  San  Martín  y  de  Carrera. 

Sabido  es  también  que  poco  después,  San  Martín  invadió  el  suelo 
chileno,  y  que  O'Higgins',  en  la  célebre  batalla  de  Chacabuco,  pasó  por 
entre  una  lluvia  de  balas  hasta  el  centro  de  aquel  ejército  superior  en 
número,  y  ya  sus  soldados  plegaban  bajo  el  peso,  cuando  un  escuadrón 
mandado  por  Molina,  cargó  sobre  los  cañones  y  artilleros  y  los  derrotó, 
mientras  que  O'Higgins  á  caballo,  corría  al  frente  de  la  artillería,  y 
tomaba  prisioneros  á  los  valerosos  y  temibles  jefes  Talavera ,  Elorreaga 
y  San  Bruno. 

Tantos  y  grandes  servicios  merecían  elevado  premio:  el  pueblo  así  1<> 
comprendió,  y  en  cabildo  abierto  proclamó  en  Santiago,  Director 
supremo  á  O'Higgins,  el  16  de  Febrero  de  1817. 


XIV 


La  tenaz  y  ruda  campaña  contra  los  realistas  continuó  con  mayor 
brío  y  entusiasmo,  despertado  ora  por  los  triunfos  de  los  libres,  ora  pol- 
los reveses. 

El  sitio  de  Talcahuano,  se  prolongó  durante  cuatro  meses  con  igual 
temeridad  por  los  patriotas  y  por  los  realistas;  las  poblaciones  fueron 
sucesivamente  ocupadas  por  ambos  ejércitos,  hasta  que  un  nuevo 
refuerzo  de  españoles ,  mandados  segunda  vez  por  Ossorio  y  que  desem- 
barcaron en  Talcahuano,  hicieron  necesaria  la  retirada  de  O'Higgins, 
para  contrarrestar  el  plan  del  jefe  español,  que  consistía  en  caer  con 
sus  fuerzas  sobre  las  de  los  patriotas  y  destruirlas. 

No  estaba  aún  declarada  la  independencia;  pero  Chile,  de  hecho, 
era  ya  un  pueblo  libre.  O'Higgins  había  suprimido  los  títulos  de 
nobleza,  las  armas  de  familia  como  incompatibles  con  la  República. 
y  las  condecoraciones,  instituyendo  la  orden  de  la  Legión  de  Mérito,  que 
debía  premiar  los  altos  hechos  de  los  defensores  de  la  patria. 


'IGG  AMERICANOS    CÉLEBRES 

La  declaratoria  de  independencia  tuvo  lugar  el  día  aniversario  de 
la  batalla  de  Chacabuco,  y  Chile  la  celebró  con  delirante  alborozo. 

Pero  en  pos  de  esos  días  en  que  el  sol  de  la  libertad  lanzaba  sus  rayos 
más  puros  y  luminosos,  llegaron  las  horas  de  consternación,  causadas 
por  la  derrota  de  Cancha  Rayada,  en  la  cual  el  Director  supremo  fué 
herido  gravemente  en  un-  brazo,  y  sus  tropas,  creyéndole  muerto,  se 
dispersaron  en  el  mayor  desorden,'  sin  que  el  ínclito  San  Martín  lograra 
contenerlas. 

El  arrojo  y  la  serenidad  del  célebre  Manuel  Rodríguez,  evitó  en  la 
capital  que  las  consecuencias  hubieran  sido  desastrosas. 

O'Higgins  reasumió  entonces  la  suprema  autoridad,  y  cuando  diez  y 
seis  días  más  tarde  tuvo  lugar  la  batalla  de  Maipu,  5  de  Abril  de  1818, 
que  consolidó  la  libertad  de  Chile ,  aun  sufriendo  de  la  herida ,  débil  y 
enfermo,  se  hizo  conducir  al  escenario  del  triunfo  y  tomó  parte  activa 
en  el  último  ataque. 


XV 


España  hacía  los  últimos  esfuerzos  para  dominar  y  vencer  el  alza- 
miento de  Chile:  en  ello  estaba  interesada  la  nación  guerrera,  que  en 
lejanos  tiempos,  no  se  ponía  el  sol  en  sus  dominios. 

En  Marzo  había  salido  de  Cádiz  un  nuevo  refuerzo  de  diez  mil  ochenta 
hombres  en  nueve  buques  de  transporte,  convoyados  por  la  gallarda 
fragata  María  Isabel. 

La  escuadra  chilena,  que  ya  á  la  sazón  se  componía  de  cinco  buques 
al  mando  del  bizarro  y  audaz  argentino  el  coronel  de  artillería  Blanco 
Encalada,  recibió  orden  de  O'Higgins  para  atacar  al  enemigo  que  ya 
en  parte  se  hallaba  en  tierra;  la  María  Isabel  estaba  fondeada,  protegida 
por  los  fuegos  de  los  fuertes;  pero  aun  así  y  á  pesar  de  aquéllos,  fué 
presa  de  los  chilenos,  1  y  cinco  transportes  cayeron  también  en  manos 
de  los  afortunados  independientes,  así  como  gran  número  de  los  soldados 
que  componían  la  expedición.  La  María  Isabel  perdió  su  nombre,  tomando 
el  de  O'Higgins,  y  más  tarde,  la  hermosa  fragata  llevó  altiva  la  ban- 
dera chilena  hasta  el  Callao. 

'    á*  4e  Ootébn  de  1818. 


BERNARDO    0*lU(i(!INS  267 

En  principios  del  «ano  1819,  salió  la  escuadra  chilena  para  el  Perú,  al 
mando  de  lord  Cochranne ,  con  el  objeto  de  hostilizar  al  Virrey  y  perfec- 
tamente equipada  por  la  solicitud  y  cuidado  de  O'Higgins.  Los  resultados 
si  no  definitivos  fueron  satisfactorios,  y  volvió  á  Valparaíso  aumen- 
tada con  algunas  presas  para  prepararse  á  la  segunda  campaña,  que 
emprendió  en  Septiembre,  llevando  nueve  buques  con  todo  lo  necesario 
para  la  expedición.  Al  volver,  se  dirigió  el  valiente  y  temerario  Cochran- 
ne  á  Valdivia,  ocupada  por  los  españoles'  y  defendida  por  nueve  cas- 
tillos. 

El  ilustre  Freiré,  intendente  de  Concepción,  le  prestó  refuerzo,  y  el 
denodado  inglés  cayendo  por  sorpresa  sobre  los  fuertes,  los  tomó  haciendo 
numerosos  prisioneros,  después  de  encarnizada  resistencia,  y  coronado 
con  inmarcesibles  laureles  tornó  á  Valparaíso. 

Pero  este  mismo  año  y  aun  cuando  la  guerra  estaba  terminada,  conti- 
nuaron los  españoles  hostilizando  en  la  frontera  de  Arauco,  capitaneados 
por  el  feroz  guerrillero  Benavides.  i 


XVI 


O'Higgins  continuaba  incansable  su  tarea  para  preparar  la  gran 
expedición  redentora  destinada  al  Perú;  pero  diez  años  de  revolución 
habían  agotado  el  erario,  y  reducido  el  país  á  miserable  estado. 

Con  inmensas  dificultades,  logró  equipar  once  buques  de  guerra  y 
quince  transportes,  y  organizar  cuatro  mil  hombres  con  pertrechos 
y  armamentos  para  quince  mil,  abasteciendo  al  ejército  para  seis 
meses. 

Efectuada  la  partida  de  la  escuadra,  tuvo  O'Higgins  que  ocuparse  acti- 
vamente de  enviar  fuerzas  en  persecución  del  atrevido  Benavides,  que 
obtenía  triunfos  en  el  Sur,  y  cometía  crueles  abusos.  El  denodado  Freiré 
y  el  coronel  Prieto,  lograron  derrotarle  en  Noviembre  1820,  arrojándolo 
de  nuevo  á  tierra  araucana;  pero  en  1821  volvió  á  la  lucha,  y  vencido 
en  Vegas  de  Saldías,  resolvió  pasar  al  Perú.  Entregado  por  los  suyos 


*  Este  soldado  prisionero  on  Maipti,  fué  condenado  &  muerto  y  fusilado;  pero  las  balas  le  respetaron:  fingióse 
muerto,  y  cuando  la  familia  acudió  para  enterrarle  le  encontró  vivo;  le  buscó  asilo,  y  más  tardo,  fué  el  terror  da 
la  frontera. 


208  AMERICANOS   CÉLEBRES 

á  las  autoridades  chilenas,  fué  condenado  á  muerte,  y  el  audaz  guerri- 
llero pagó  sus  crímenes  con  la  vida. 

O'Higgins,  combatido  por  tan  múltiples  cuidados,  no  descuidó  sin 
embargo,  cuanto  podía  hacerse  en  aquellas  circunstancias  para  el  ade- 
lanto nacional.  Dio  leyes  sabias  y  conciliadoras,  franquicias  para  el 
comercio,  impulso  a  la  instrucción  pública,  reformas  en  todos  los  ramos, 
disposiciones  para  ornato  público  y  para  higiene  y  salubridad. 

Los  largos  años  de  mando"  habían  prestado  á  O'Higgins  indiscutible 
superioridad;  pero  tal  vez  ésta  transformó  su  carácter  benévolo,  hacién- 
dole en  algunos  casos  duro  y  violento. 

El  que  había  sido  afable,  desinteresado  para  sí  propio,  exento  de 
ambición  y  dispuesto  á  sacrificarse  en  el  altar  de  la  patria ,  se  creyó  indis* 
pensable  y  tínico  para  regir  á  Chile,  y  tornándose  desconfiado  y  suspicaz, 
cometió  faltas  que  le  acarrearon  la  censura  y  el  desprestigio. 

Durante  largo  tiempo  ha  empañado  la  gloria  del  Director  supremo, 
el  fusilamiento  de  los  infortunados  hermanos  Carrera,  víctimas  del  rigor 
y  de  las  ideas  dominantes  en  los  Gobiernos  chileno  y  argentino;  el  mis- 
terioso asesinato  del  valiente  guerrillero  Manuel  Rodríguez  en  Til-til, 
fué  también  otro  cargo  contra  O'Higgins,  puesto  que  los  grandes  méritos 
del  infeliz  preso,  debían  haberle  salvado  de  muerte  tan  cruel.  ¿Fué  auto- 
rizada por  el  Director  supremo?  ¿fué  un  pretexto  para  asesinarle,  el 
dicho  de  los  soldados  de  que  había  intentado  fugarse?  Misterio  velado 
por  las  sombras  de  la  noche  y  encerrado  en  la  lúgubre  quebrada. 


XVT1 


Chile  disfrutó  durante  seis  años  inalterable  paz;  su  nombre  era  res- 
petado en  el  extranjero,  y  mientras  la  mayoría  de  las  nacientes  repú- 
blicas se  desgarraban  en  una  serie  de  contiendas,  marchaba  ya  por  la 
vía  del  progreso  y  del  orden. 

O'Higgins  gobernaba  con  acierto,  con  honradez  y  digna  economía; 
multiplicaba  los  cortos  recursos  y  hacía  de  ellos  uso  provechoso  y  de 
interés  nacional.  Tal  vez  un  patriotismo  exagerado  le  hizo  exclusivo,  juz- 
gando que  el  país  no  podría  aún  regirse  sin  su  apoyo  y  sin  la  forma 
casi  dictatorial  que  había  establecido. 


BERNARDO   O'HIGGINS  ',  '269 

La  Constitución  de  1822  se  resentía  de  esa  creencia  y  no  alcanzó  á 
contentar  á  la  mayoría  de  la  nación. 

El  descontento  llegó  á  ser  grande,  y  Coquimbo  y  Concepción  se 
agitaron  en  convulsiones  revolucionarias,  y  todos  los  pueblos  del  Sur 
apoyaron  al  general  D.  Ramón  Freiré,  cabeza  del  levantamiento,  amigo 
y  compañero  de  O'Higgins,  pero  que  había  visto  desatendida  su  opi- 
nión y  desechadas  sus  amistosas  advertencias. 

Las  tropas  que  el  Dictador  envió  contra  los  sublevados,  fueron  á 
engrosar  las  filas  de  éstos,  y  Santiago  levantándose  digno,  patriótico  y 
enérgico,  formó  una  Asamblea  y  llamó  á  su  seno  al  Jefe  supremo. 

Don  Mariano  Egaña  formaba  la  Junta,  con  D.  José  María  Guzmán  y 
don  Fernando  Errázuriz. 

O'Higgins  se  presentó  con  digna  actitud  y  noble  entereza. 

«El  pueblo  quiere,  — -  dijo  D.  Mariano  Egaña,  —  que  dimita  su  cargo 
el  Dictador». 

O'Higgins  no  vaciló:  ¿para  qué  luchar  y  resistir?  Su  gloria  había 
sido  grande,  su  popularidad  inmensa:  la  primera  pasaría  á  la  Historia, 
la  segunda  había  concluido. 

Sin  alteración  en  su  semblante,  se  despojó  de  la  banda  tricolor  y  la 
entregó  con  el  bastón  de  mando. 

La  corbeta  íly  zarpaba  rumbo  al  Callao:  sobre  cubierta  se  veían  tres 
personas,  un  hombre  y  dos  mujeres,  con  la  mirada  fija  en  las  playas  chi- 
lenas y  con  el  dolor  reflejado  en  el  semblante. 

Eran  el  exdirector  O'Higgins,  su  anciana  madre  D.a  Isabel  Riquelme 
y  su  hermana  Rosa. 


XVIII 


En  el  Perú,  vio  el  jefe  supremo  pasar  lentamente  diez  y  nueve  años, 
con  el  pensamiento  fijo  en  la  querida  tierra  chilena. 

Allí  habitó  en  su  hacienda  de  Montalván ,  protegido  y  amparado  por 
el  Perú,  hasta  qué  la  pérdida  de  su  madre  idolatrada  1  destruyó  su  salud, 
y  con  el  presentimiento  de  próximo  fin,  pensó  en  volver  á  su  suelo  natal. 

1    Tenía  75  años,  y  el  exdictador  60. 


270  AMERICANOS   CÉLEBRES 

El  esclarecido  general  Bulnes,  le  instaba,  para  el  regreso:  la  nación 
le  esperaba  para  demostrar  sn  gratitud  al  triste  desterrado,  y  el  Senado 
le  devolvía  todos  sus  honores. 

La  esperanza,  la  aspiración  de  volver  á  la  patria,- el  anhelo  de 
morir  en  ella,  le  hacían  trabajar  con  poderoso  brío;  tenía  que  cumplir 
una  deuda  sagrada,  antes  de  abandonar  el  hospitalario  suelo  del  des- 
tierro. 

Su  enfermedad  se  agravaba,  y  el  afán  crecía:  las  fuerzas  recobradas 
por  un  instante,  gracias  á  los  cuidados  de  la  ciencia  y  de  su  ángel  de 
consuelo,  su  hermana  Rosa,  decaían  de  nuevo;  pero  la  fuerza  de  voluntad 
le  permitió  lograr  su  deseo.  Ya  podía  partir.  Ya  todo  se  preparaba 
para  tan  deseado  instante,  y  pocos  días  le  separaban  de  aquel  de  la  par- 
tida; pero  Chile  no  debía  verle  en  su  seno,  sino  muerto. 

Un  fuerte  ataque  le  postró  por  completo  y  falleció  en  Lima  el  24  de 
Octubre  de  1842. 

En  Enero  de  1869,  una  comisión  presidida  por  el  benemérito  general 
Blanco  Encalada,  condujo  á  Chile  sus  restos  con  gran  pompa  y  solem- 
nidad. 

Hoy  una  estatua  ecuestre,  recuerda  en  su  patria ,  el  instante  en  que 
O'Higg'ins  abriéndose  paso  con  su  sable  por  entre  los  enemigos  en  Ran- 
cagua,  salvaba  la  existencia  de  algunos  soldados  valerosos  y  reservaba 
la  suya  propia,  para  honra  y  bien  de  Chile. 

Hemos  bosquejado  á  grandes  rasgos,  los  hechos  más  culminantes  del 
que  fué  uno  de  los  principales  fundadores  de  la  floreciente  y  adelantada 
república  chilena. 


FRANCISCO  JOSÉ   CALDAS 


el  Estado  del  Cauca  (Colombia),  escondida  entre 
selvas  y  flores  fertilizadas  por  caudaloso  río,  se 
asienta  la  ciudad  de  Popayán,  á  la  cual,  la  parte 
activa  que  ha  tomado  en  las  luchas  civiles  y  los 
méritos  de  muchos  de  sus  hijos,  han  conquistado 
honrosa  celebridad. 

Por  los  años  de  1771,  vivían  en  aquella  población, 
D.  José  Caldas  García  de  Camba  y  D.íl  Vicenta  Tenorio 
y  Arboleda ,  ambos  de  esclarecido  linaje  y  ricos  en  nobles 
prendas,  que  transmitieron  como  inapreciable  herencia 
al  niño  que  vino  al  mundo  en  la  mencionada  época, 
destinado  por  la  misteriosa  mano  del  Creador,  á  ser  un  astro  en  el 
cielo  de  la   Ciencia. 

Sus  primeros  estudios  los  efectuó  en  el  colegio  seminario  de  Popayán, 
en  donde  ya  que  la  fortuna  le  había  negado  sus  favores,  encontró  el  apoyo 
del  catedrático  doctor  D.  Félix  Restrepo,  que  siguiendo  el  natural 
impulso  del  niño  Francisco  José  Caldas  para  el  estudio  de  las  Matemáti- 
cas, consiguió  (pie  en  corto  tiempo  hiciera  grandes  adelantos  y  sobre- 
saliese entre  todos  sus  compañeros  por  su  infatigable  laboriosidad,  que 
llegó  hasta  alarmar  el  materno  cariño,  pues  penosas  vigilias  alteraban 
la  salud  del  joven  popayanejo;  la  madre  velaba  á  su  vez,  la  madre 
espiaba  y  contaba  las  horas,  y  cuando  creía  que  el  descanso  le  era  ya 


272  AMERICANOS   CÉLEBRES 

necesario,  con  amorosísimo  empeño  le  hacía  entregarse  á  él,  privándole 
de  la  luz. 

El  joven  Caldas  soñaba  con  la  Ciencia:  era  su  bello  ideal,  su  aspira- 
ción más  acariciada  y  deseada,  y  ya  en  el  colegio  mayor  del  Rosario, 
de  Bogotá,  y  á  la  vez  que,  cumpliendo  con  el  paternal  deseo,  estudiaba 
Jurisprudencia ,  se  consagró  con  fervoroso  empeño  á  la  Física  y  á  la 
Astronomía;  pero  su  pobreza,  la  carencia  de  lo  que  le  era  más  preciso, 
le  obligaron  á  volver  á  su  ciudad  natal  en  1793. 

No  se  amoldaba  el  carácter  del  futuro  sabio  con  la  rutina  del  comer- 
cio, ni  con  las  especulaciones  mercantiles,  y  abandonando  tan  contrarias 
tareas,  dedicóse  á  las  que  tan  gratas  le  habían  sido  desde  niño. 

Los  recursos  cada  día  eran  más  escasos,  y  por  consiguiente,  en  1796 
hizo  un  nuevo  viaje  á  la  capital,  y  de  regreso  á  su  país  natal,  su  cons- 
tancia suplió  á  lo  adverso  de  su  fortuna ,  pues  que  le  hizo  determinarse 
á  fabricar  algunos  de  los  instrumentos  que  le  eran  necesarios,  tomando 
por  guía  las  Observaciones  astronómicas ,  de  aquel  español  célebre  en  la 
marina  y  que  tenía  por  nombre  Jorge  Juan. 

De  la  bellísima  biografía  escrita  por  el  ilustre  colombiano  D.  Lino 
Pombo,  copiamos  algunos  detalles  que  dan  á  conocer  á  Caldas,  como 
botánico,  astrónomo,  geógrafo  y  físico. 


ÍT 


«El  primer   instrumento   astronómico    que  fabricó    Caldas,    fué    un 

gnomon  de  biomate,  madera  dura  y  fina  que  admite  bastante  puli- 

» mentó,  cuyo  horizonte  de  tres  pulgadas  de  grueso  estaba  apoyado  en 

>  cuatro  tornillos  de  hierro,  para  nivelarlo  y  tomar  alturas  de  sol  con  el 
» objeto  de  arreglar  una  péndola,  y  como  no  tenía  péndulo  ni  cronóme- 
tro para  sus  observaciones,  reformó  un  reloj  antiguo  inglés  de  péndola, 

quitándole  las  piezas  que   servían  para  las  campanas,   á  fin  de  que 

>  quedase  más  sencillo  y  menos  expuesto  á  variaciones,  y  revisando  y 
» remontando  con  sumo  cuidado  el  resto  de  la  máquina». 

«Luego  se  propuso  construir  un  cuadrante  solar  con  su  anteojo  acro- 
mático, y  he  aquí  el  procedimiento  y  sus  resultados:  fabricó  un  cuarto 
» de  círculo  de  madera  de  biomate  de  cuatro  pulgadas  de  espesor ,  para 


FRANCISCO    JOSÉ   CALDAS  273 

»que  no  se  torciese;  incrustó  en  él  una  faja  concéntrica  de  estaño  bru- 
»ñido  para  servir  de  limbo,  y  trazó  la  graduación  de  éste  con  escrupulosa 
» delicadeza.  El  centro  del  cuadrante  era  de  marfil  embutido  con  una  aguja 
»muy  fina  clavada  en  él,  de  que  pendía  una  pesita  de  plomo  al  extremo 
»de  un  cabello  humano,  destinado  á  marcar  los  arcos  de  los  ángulos,  ó 
>  alturas  medidas,  y  el  instrumento  giraba  verticalmente  sobre  un  eje  de 
» acero  fijado  á  un  mástil  de  madera  de  naranjo,  dándosele  movimiento' 
»por  medio  de  un  cordón  de  seda  atado  al  extremo  del  radio  superior, 
»que  pasaba  por  lo  alto  del  mástil,  é  iba  á  envolverse  abajo  en  una 
» clavija  ó  tornillo,  á  cuya  cabeza  se  aplicaban  los  dedos  del  observador. 
»E1  plano  horizontal  del  gnomon,  servía  también  para  colocar  el  cua- 
» drante  en  posición  vertical » . 

«Con  indecible  trabajo,  multiplicando  encargos  y  diligencias,  logró 
» hacerse  lentes  para  el  anteojo  de  cartón  que  puso  en  su  cuadrante,  y 
»cuyo  vidrio  objetivo  estaba  cortado  por  dos  diámetros  de  cabello 
» humano,  perpendiculares  entre  sí;  no  pudiendo  adaptar  al  cuadrante 
»un  nonio  para  la  valuación  de  fracciones  de  la  menor  división  del 
» limbo,  ideó  el  siguiente  ingeniosísimo  arbitrio:  un  tornillo  muy  fino,  en 
»que  el  paso  de  la  hélice  estaba  seguramente  en  conocida  relación  con  el 
»arco  de  esa  división  menor,  atravesaba  el  anteojo  en  sentido  perpendi- 
cular al  cabello  horizontal  del  objetivo,  entrando  por  el  centro  de  un 
» círculo,  situado  encima  del  anteojo,  y  cuya  circunferencia  se  hallaba 
» dividida  en  cien  partes:  lo  que  subía  ó  bajaba  el  extremo  visible  infe- 
rior del  tornillo  movido  por  arriba  con  un  botoncito,  lo  indicaba  un 
» puntero  en  aquel  círculo  graduado.  Observando,  pues,  la  altura  apa- 
rente de  la  respectiva  fracción  de  arco  sobre  el  cabello  horizontal,  y  la 
» vuelta  que  para  recorrerla  hacía  el  tornillo,  marcada  por  el  puntero, 
» computaba,  con  bastante  aproximación,  la  parte  fraccionaria  que  debía 
»  agregar  á  la  división  del  limbo  más  próxima  á  la  vertical  de  la  plomada 
»del  instrumento.  Es  notable  coincidencia  con  esta  idea  original  de 
» Caldas,  la  del  tomillo  nonio  de  dos  roscas  separadas,  de  paso  desigual, 
» indicado  después  en  Francia,  por  Mr.  Prouny,  para  mover  los  hilos  de 
»los  micrómetros  en  los  telescopios». 


1S 


274  AMERICANOS    CÉLEBRES 


III 


» 
» 


«El  péndulo  viejo  rejuvenecido  y  el  cuadrante  que  se  ha  descrito T 
cuya  forma  é  historia  causaron  agradable  sorpresa  al  barón  Alejandro 
de  Humbold,  á  su  paso  por  Popayán,  fueron  los  instrumentos  con  que 
hizo  Caldas  sus  primeras  observaciones  astronómicas,  con  que  fijó  la 
posición  geográfica  de  su  ciudad  natal,  con  que  calculó  varias  otras 
latitudes  y  longitudes  que  se  hallaron  discrepar  muy  poco  de  las  deter- 
minadas posteriormente  con  buenos  instrumentos  europeos». 

Antes  de  su  segundo  viaje  á  Bogotá,  y  durante  su  corta  residencia 
»en  la  capital,  ya  había  trabajado  bastante  con  el  barómetro,  y  publica  - 
»do  algunas  de  sus  observaciones  barométricas  en  el  periódico  titulado 
»  Correo  Curioso;  de  manera,  que  á  la  edad  de  veintiséis  años-,  estaba 
»en  plena  posesión  de  todas  las  dotes  intelectuales,  naturales  y  adqui- 
ridas, y  nociones  prácticas  necesarias  para  acometer  con  feliz  éxito 
»la  alta  empresa  que  meditaba  de  la  carta  general  del  antiguo  virrei- 
nato, para  servir  útilmente  á  la  Astronomía,  como  centinela  y  explo- 
» rador  del  hemisferio  austral  celeste  en  la  vecindad  del  Ecuador ,  y  para 
»ser  el  fundador  de  la  buena  enseñanza  de  las  ciencias  exactas  en  el  país 
»de  su  nacimiento». 

En  16  de  Octubre  de  1808,  dirigió  Caldas  un  informe  al  secretario 
del  virreinato,  y  en  él  se  expresaba  de  este  modo:  «En  1799  y  principios 
»de  1800,  se  presentaron  en  mi  espíritu,  muchas  ideas  sobre  la  cons- 
»tancia  del  calor  del  agua  en  ebullición  y  sobre  su  variación  mudando 
»de  nivel.  Las  ideas  se  pusieron  en  práctica,  y  subí  cuatro  veces  sobre  los 
» Andes  de  Popayán,  cargado  de  mis  barómetros,  termómetros  y  de  una 
> lámpara  de  ebullición;  verifiqué  una  larga  serie  de  observaciones:  el 
»  resultado  fué  que  las  montañas  se  puede)!  medir  roa  el. termómetro,  roma  sr 
»kace  eoa  el  barómetro». 

Continuamos  copiando  la  biografía  del  Sr.  Pombo:  «  Los  pormenores 
¿de  este  descubrimiento  importante,  debido  originariamente  al  contra- 
» tiempo  de  la  rotura  de  un  termómetro  inglés  por  la  extremidad  supe- 
»rior  del  tubo,  estaban  ya  consignadas  en  una  memoria  de  Caldas, 
» firmada  en  Quito,  en  Abril  de  1802, — ...  con  qué  viveza  de  colorido,  con 


FRANCISCO   JOSÉ   CALDAS  275 


cuánta  animación  y  entusiasmo  profesional  pinta  su  elegante  pluma  las 
-dudas  que  le  asaltan,  las  cuestiones  que  en  su  mente  se  encadenan, 

las  soluciones  que  vislumbra,  su  firme  propósito  de  proseguirlo  por 
» voluntad  y  por  deber,  y  hasta  la  simple  sucesión  de  los  hechos». 


IV 


«De  un  esfuerzo  en  otro,  de  raciocinio  en  raciocinio,  viene  Caldas  á 
parar,  con  inefable  gozo,  á  esta  serie  de  consecuencias:  «el  calor  del  agua 

» hirviendo  es  proporcional  á  la  presión  atmosférica ;  la  presión  atmos- 
férica es  proporcional  á  la  altura  sobre  el  nivel  del  mar;  la  presión 
atmosférica  sigue  la  misma  ley  que  las  elevaciones  del  barómetro,  ó, 
hablando  con  propiedad,  el  barómetro  no  nos  enseña  otra  cosa  que  la 
presión  atmosférica:  luego,  el  calor  del  agua  nos  indica  la  presión  atmos- 
férica,  del  mismo  modo  que  el  barómetro;  luego  puede  darnos  las  elevaciones 

■de  los  lugares,  sin  necesidad  del  barómetro  y  con  tanta  seguridad  corno  él». 
«Modesto  siempre  y  desconfiado  de  sus  alcances,  nuevas  reflexiones 
rebajan  á  sus  ojos  el  mérito  de  la  deducción  final,  considerándola  dema- 
siado obvia ,  y  se  rehusa  á  consentir  en  la  idea  de  que  ella  no  hubiese 
ocurrido  ya  de  tiempo  atrás  á  algún  sabio  europeo». 

«Consultando  sin  embargo  la  Física  experimental  de  la  más  moderna 
que  encuentra ,  nada  halla  parecido  á  su  teoría ,  y  aun  juzga  todavía 
imposible  que  á  tan   grandes  hombres    se  hubiesen   ocultado    tales  peque- 

» circes.  «¡Qué  dudas! — exclama. — ¡Qué  suerte  tan  triste  la  de  un 
americano!  Después  de  muchos  trabajos,  si  llega  á  encontrar  alguna 

»cosa  nueva,  lo  más  que  puede  decir  es:  no  está  en  mis  libros.  ¿Podrá 
algún  pueblo  de  la  tierra  llegar  á  ser  sabio  sin  una  acelerada  comuni- 
cación con  la  culta  Europa?  ¡Qué  tinieblas  las  que  nos  cercan!  Pero  ya 
dudamos,  ya  comenzamos  á  trabajar,  ya  deseamos,  y  esto  es  haber 
llegado  á  la  mitad  de  la  carrera  » . 

«Aguardaba  Caldas  con  impaciencia  la  llegada  del  Barón  de  Hum- 
boldt  á  Popayán,  para  someter  á  su  juicio  la  teoría  que  con  tanto 
esmero  había  creado  y  perfeccionado,  y  saber,  al  fin,  si  era  nueva.  El 
ilustre  viajero  sólo  pudo  citarle  otra  teoría  imperfecta  y  precaria  indi- 

-  cada  por  Sucio ,  de  que  ya  él  había  tenido  conocimiento  por  la  obra 

xle  Mr.  Sigand,  basada  en  la  simple  observación  termométrica  de  la 


276  AMERICANOS   CÉLEBRES 

» temperatura.  Entró,  pues,  Caldas  en  posesión  de  su  descubrimiento,  y 
»á  pesar  de  la  noticia  que  de  él  tuvo  Humboldt,  á  pesar  del  largo  tiempo 
>  transcurrido,  todavía  no  se  le  conoce  en  Europa,  según  parece,  y  muy 
»poco  en  nuestro  propio  país.  1  Indispensable,  aunque  penoso,  es  hacer 
»aquí  notar  que  el  Barón  de  Humboldt  no  correspondió  de  la  manera 
»que  era  de  esperarse  á  la  confianza  y  noble  franqueza  de  Caldas,  en  lo 
» relativo  á  su  descubrimiento,  del  principio  invariable  de  variabilidad 
»del  calor  del  agua  en  ebullición;  no  obstante,  haberlo  admitido  como 
» original ,  después  de  ceder  el  campo  en  la  objeción  que  propuso  de  que 
»el  calor  del  agua  variaba  á  la  misma  presión  hasta  un  ¡/rada,  según  lo 
» afirma  Caldas  en  su  memoria,  y  no  obstante  haberse  aprovechado  de  él 
»en  el  curso  subsecuente  de  sus  exploraciones  científicas». 

El  sabio  español  y  venerado  sacerdote  D.  José  Celestino  Mutis,  fué 
uno  de  los  que  prendado  del  talento  é  ingenio  de  Caldas,  le  dio  ocupación 
en  el  Jardín  Botánico  de  Santa  Fe,  del  que  era  director,  y  poco  después, 
agregado  á  la  expedición  botánica,  recorriólos  bosques  y  florestas  del 
Ecuador,  viaje  fecundo  y  de  grandes  resultados  para  la  Ciencia,  pues  en 
la  deslumbradora  vegetación  ecuatoriana  y  en  las  condiciones  especiales 
de  aquel  país,  encontró  Caldas  inmenso  y  variado  campo  para  sus 
estudios. 

Planos  topográficos  del  curso  de  los  ríos,  determinaciones  astronó- 
micas, herborizaciones,  extensos  trabajos  ■  geográficos,  geológicos  y 
metereológicos,  colecciones  de  semillas,  descripción  de  costumbres  y  de 
poblaciones,  fueron  el  tesoro  acumulado  en  aquella  peregrinación,  en  la 
cual  encontró  Caldas  vestigios  de  La  Condamine  y  Bouguer,  que  ante- 
riormente habían  estado  en  Quito  para  verificar  la  idea  del  gran  Newton 
sobre  la  figura  de  la  Tierra. 

Caldas  descubrió  en  sus  investigaciones  una  lápida  de  mármol ,  con 
inscripción  en  latín,  que  habían  dejado  los  sabios  académicos  franceses 
en  el  lugar  en  donde  midieron  el  grado  terrestre,  y  que  hacía  largo 
tiempo  formaba  puente  en  una  acequia. 

Como  sagrada  reliquia  la  recogió  el  astrónomo  colombiano,  regalán- 
dola más  tarde  al  observatorio  astronómico  fundado  en  Bogotá,  por 
aquel  cuyo  nombre  inmortal  no  borrará  ninguna  edad.  2 

1     Memoria  histórica  sobre  la  vida,  carácter,  trabajos  científicos  y  literarios,  y  servicios  patrióticos  de  Francisco 
José  de  Caldas,  publicada  en  la  Siesta,  Bogotá,  1852. 

4    Palabras  de  Sinneo  sobre  Mutis. 


FRANCISCO    JOSÉ   CALDAS  277 

El  precioso  hallazgo  hizo  exclamar  á  Caldas:  «'¡Qué  suerte  tan  triste 
la  del  viaje  más  célebre  de  que  puede  vanagloriarse  el  siglo  xvín!  Lápi- 
das, inscripciones,  pirámides,  torres,  todo  cuanto  podía  anunciar  á  la 
posteridad  que  estos  países  sirvieran  para  decidir  la  célebre  cuestión  de 
la  figura  de  la  Tierra,  ha  desaparecido.  Nosotros,  deseosos  de  perpetuar 
lo  que  se  pueda,  hemos  fijado  en  nuestro  plano  de  la  ciudad  de  Cuenca, 
el  lugar  en  que  existió  esta  torre  « de  la  Iglesia  Mayor » ,  más  célebre 
que  las  pirámides  de  Egipto». 


V 


El  observatorio  comenzado  á  edificar  en.  Mayo  de  1802,  bajo  la  espe- 
cial protección  del  virrey  Mendinueta,  se  concluyó  en  Agosto  de  1803,  y 
Caldas  fué  elegido  más  tarde  por  Mutis  para  dirigirlo ,  dedicándose 
desde  1805  á  1810,  á  la  gloriosa  y  sabia  tarea  que  se  le  había  encomen- 
dado: allí,  olvidado  del  universo,  feliz  y  conmovido  por  el  espectáculo  de 
las  maravillas  celestes,  exclama:  «Dueño  de  ambos  hemisferios  se  me 
presenta  todos  los  días  el  cielo  con  toda  su  riqueza;  colocado  en  el 
centro  de  la  zona  tórrida ,  veo  dos  veces  al  año  el  sol  en  su  cénit  y  los 
trópicos  casi  á  la  misma  elevación.  ¡Cuántas  estrellas  nuevas!  ¡Cuántas 
dobles  triples!  ¡Cuántas  nebulosas!  ¡Cuántas  planetarias!»  A  En  1808 
fundó  El  Semanario  de  la  Nueva  Granada  y  sus  columnas  transmitieron  á 
la  posteridad,  la  profunda  ilustración  de  Caldas,  sus  nobles  ideas,  el 
amor  á  su  patria  y  la  facilidad  de  su  lenguaje. 

Juzgúese  por  el  párrafo  de  uno  de  sus  artículos,  relativo  al  río  Mag- 
dalena. 

«  San  Agustín  es  el  primer  pueblo  que  baña :  está  habitado  de  pocas 
familias  de  indios,  y  en  sus  cercanías,  se  hallan  vestigios  de  una  nación 
artista  y  laboriosa  que  ya  no  existe.  Estatuas,  columnas,  adoratorios, 
mesas,  animales  y  una  imagen  del  sol  desmesurada,  todo  de  piedra,  en 
número  prodigioso,  nos  indican  el  carácter  y  las  fuerzas  del  gran  pueblo 
que  habitó  las  cabeceras  del  Magdalena.  En  1797  visité  estos  lugares  y 
vi,  con  admiración,  dos  productos  de  las  artes  de  esta  nación  sedentaria 

1    Caldas.  Semanario  del  Nuevo  Reino  de  Granada,  núm.  del  14  de  Febrero  de  1808. 


'278  AMERICANOS   CÉLEBRES 

de  que  nuestros  historiadores  no  nos  han  transmitido  la  menor  noticia. 
Sería  bien  interesante  recoger  y  diseñar  todas  las  piezas  que  se  hallan 
esparcidas  en  los  alrededores  de  San  Agustín:  ellas  nos  harían  conocer 
el  punto  á  que  llevaron  ía  escultura  los  habitantes  de  estas  regiones  y 
nos  manifestarían  algunos  rasgos  de  su  culto  y  de  su  policía».  * 

El  asiduo  trabajo  y  la  consagración  de  Caldas  al  estudio ,  sufrieron 
inesperada  interrupción  cuando  la  lucha  de  principios  se  hizo  más 
ruda  y  violenta:  nombrado  entonces  capitán  de  ingenieros,  y  poco 
después  director  del  mismo  cuerpo,  prestó  grandes  y  útiles  servicios  á 
la  causa  nacional,  por  más  que  la  vida  de  combates  y  luchas  guerreras 
fuera  tan  ajena  á  sus  gustos  y  aspiraciones. 

En  1816,  al  ocupar  el  general  realista  La  Tórrela  capital  de  la 
Nueva  Granada,  emigró  Caldas  con  otros  varios  patriotas  dirigiéndose 
al  Sur,  con  la  esperanza  de  abandonar  el  país  y  embarcarse  en  Buena- 
ventura. 

El  combate  de  la  Cuchilla  del  Tambo  hizo  imposible  la  salvación, 
pues  Popayán  cayó  en  poder  de  Sámano,  y  Caldas,  su  íntimo  amigo 
Francisco  Antonio  Ulloa  y  otros  patriotas,  se  refugiaron  en  la  hacienda 
de  Paispamba,  en  donde  fueron -hechos  prisioneros  por  Simón  Muñoz  y 
conducidos  á  Popayán. 

El  noble  y  leal  corazón  de  Caldas  resistió  á  la  oferta  que  en  el 
camino  le  hizo  el  patiano  Muñoz. 

—  Puedo  salvar  á  V.  — le  dijo  —  y  en  Quito  encontrará  asilo;  allí 
manda  Montes  que  es  humano  y  caballero. 

—  ¿Por  qué  se  interesa  V.  por  mí?  —  preguntó  Caldas. 

—  Porque  me  compadece  verle  en  esta  situación  y  también  me  ligan 
compromisos  y  empeños  de  familia. 

—  ¿Mis  compañeros  y  amigos  se  salvarán  conmigo? 

—  Imposible,  no  puedo  tanto. 

—  Pues  entonces  no  acepto  la  libertad. 

Pocos  días  después  salieron  los  presos  para  Santa  jFe. 

El  consejo  de  guerra  permanente  creado  por  Morillo,  condenó  á  los 
infortunados  á  ser  pasados  por  las  armas,  tirándoles  por  la  espalda 
como  á  traidores,  y  á  la  confiscación  de  todos  sus  bienes. 


1  Caldas  murió  sin  haber  alcanzado  los  tiempos  en  qno  se  imprimió  la  Orografía  do  Codazzi.  en  donde  se 
encuentra  la  espléndida  descripción  de  las  ruinas  de  antigüedades  do  San  Agustín,  notables  y  curiosísimas- 
para  la  historia  primitiva  americana. 


FRANCISCO    JOSÉ   CALDAS  279 

Al  escuchar  el  bárbaro  fallo  del  tribunal ,  Caldas  no  pensó  en  sí, 
pensó  en  la  Ciencia;  como  Andrés  Chenier,  no  le  aterró  la  muerte,  sino 
el  que  se  malograsen  los  pensamientos  que  aun  sin  desarrollo  hervían 
en  su  cerebro. 

Rogó,  suplicó  á  Morillo,  que  le  encerraran  en  una  fortaleza,  que  le 
condenaran  á  las  más  duras  privaciones,  y  que  le  pusieran  grillos  en 
los  pies;  pero,  aun  cuando  fuera  por  algunos  meses,  que  prolongaran  su 
vida  en  provecho  de  las  ciencias. 

El ,  únicamente  él ,  podía  descifrar  las  colecciones  y  los  estudios  de 
Mutis,  que  al  morir  en  1808,  había  dejado  en  manos  d"e  Caldas  los  teso- 
ros de  la  expedición  botánica,  pero  en  deplorable  confusión:  además  de 
esto  necesitaba  coordinar  sus  propios  trabajos  geográficos  y  astronómi- 
cos, para  que  no  se  perdieran  tantos  años  de  afanes  y  desvelos  útiles,  no 
sólo  para  Colombia,  sino  para  toda  América  y  para  España. 

Todo  fué  inútil:  tal  vez  Morillo,  conmovido  por  aquel  desprendi- 
miento de  sí  propio  en  favor  de  más  sublimes  pensamientos,  se  inclinó 
al  perdón;  tal  vez  la  grandeza  de  Caldas  hubiese  logrado  salvar  de] 
naufragio  político  los  valiosos  frutos  del  entendimiento,  si  el  cruel  gene- 
ral Enrile,  segundo  de  Morillo,  no  hubiera  contestado  desdeñosamente: 
«España  no  necesita  de  sabios». 

Y  la  sentencia  se  ejecutó. 

El  sabio,  el  austero  colombiano,  el  escritor  correcto,  el  profundo 
astrónomo,  el  incansable  matemático,  murió  á  los  45  años  de  edad,  el  2í) 
de  Octubre  de  1816.  *" 

Su  cuerpo  fué  arrojado  á  la  fosa  común  de  la  iglesia  de  la  Tercera. 

Ningún  vestigio  existe  que  indique  el  lugar  donde  se  encuentra. 

¡Oh  mártir  de  la  gran  Colombia!  ¡Oh  sublime  apóstol  de  la  Ciencia, 
oh  generosa  víctima  del  patriotismo!  Allá,  en  las  inmensidades  de  ese 
mundo  desconocido,  tenderás  también  tu  vuelo  como  con  el  solo  auxiliar 
de  tus  propias  fuerzas  lo  remontaste  en  la  tierra,,  y  recreándote  en 
horizontes  sin  fin,  en  mares  sin  tormentas,  en  alboradas  de  mágica  luz,  en 
paraísos  de  perfumes  embriagadores,  en  regiones  más  grandiosas  y 
vitales  que  aquellas  que  habitamos,  escucharás  tu  nombre  repetido 
y  ensalzado  en  la  tierra ,  y  contemplarás  ¡  oh  Arquímedes !  la  corona  que 
te  brindan  las  generaciones. 

1    Con  Caldas  murieron  Francisco  Antonio  Ulloa,  el  poeta  Miguel  Montalvo.  Miguel  Buch,   gobernador  del 
Chocó  y  José  León  Armoro.  gobernador  de  Mariquita. 


MANUEL  RODRÍGUEZ 


escritor  tiene  á  veces  extrañas  simpatías  y  prefe- 
rencias por  determinadas  individualidades,  y  al 
evocarlas,  es  con  singular  impresión  de  afectuoso 
interés  y  de  inexplicable  é  íntima  atracción,  cual 
si  vivido  hubiera  en  familiar  contacto  con  la  per- 
sonalidad, objeto  de  su  predilección. 

No  sé  por  qué  se  grabó  con  tal  insistencia  en  la  mente, 
el  melancólico  cuadro  de  Tiltil,  y  la  historia  del  esfor- 
zado é  interesante  guerrillero  Manuel  Rodríguez,  que  me 
fué  referida  en  Santiago  de  Chile  el  año  de  1876. 

La  tarea  de  mis  investigaciones  fué  fácil  en  la  patria 
de  los  Carrera,  porque  poseía  un  tesoro  inapreciable,  un  círculo  de 
amigos  ilustrados,  que  en  sus  obras  me  brindaban  inagotable  raudal 
histórico. 

Don  Miguel  Luis  Amunátegui,  D.  Ambrosio  Montt,  D.  Benjamín 
Vicuña  Mackenna,  D.  Victoriano  Lastarria  y  otras  altas  capacidades 
intelectuales,  me  dieron  a  conocer  á  los  prohombres  con  que  se  honra 
Chile. 

Escribí  por  entonces  un  boceto  biográfico  de  Manuel  Rodríguez,  y 
no  queriendo  alterar  la  primera  impresión,  respeto  hoy  la  labor  de  ayer 
y  le  doy  cabida  en  esta  galería  de  inmortales. 


wm 


MANUEL    RODRÍGUEZ 


MANUEL    RODRÍGUEZ  281 


II 


Apenas  arraigaba  en  Chile  la  idea  de  independencia  y  se  disputaban 
el  triunfo  en  los  campos  de  batalla  el  principio  monárquico  y  el  republi- 
cano, cuando  apareció  en  la  escena  pública  un  joven  abogado,  *  audaz, 
intrépido,  ardiente  partidario  del  dogma  liberal,  sereno,  bravo  y  ambi- 
cioso de  noble  gloria.  Era  Manuel  Rodríguez. 

Su  vida  fué  corta,  pero  fecunda  en  heroísmo;  su  muerte,  un  drama 
político. 

Soldado  de  la  libertad  desde  1811,  sirvió  leal  y  valerosamente  á  la 
causa  de  la  revolución,  y  en  1814,  durante  el  mando  de  Carrera,  desem- 
peñó el  cargo  de  secretario  del  inmortal  caudillo,  primer  presidente  de 
Chile. 

En  la  infausta  jornada  de  Rancagua ,  hizo  frente  al  peligro,  y  entre 
lluvia  de  balas  se  batió  bizarramente,  ajeno  el  fuerte  corazón  de  miedo:  las 
banderas  chilenas,  ostentaban  en  este  día  negros  crespones,  señal  de  la 
resolución  inquebrantable  de  batirse  hasta  morir,  pero  no  rendirse; 
aquel  combate  y  aquella  derrota,  son  páginas  gloriosas  en  los  fastos  de 
Chile. 

Manuel  Rodríguez  emigró  con  Carrera,  O'Higgins  y  otros  muchos, 
y  después  de  haber  sufrido  la  obstinada  persecución  de  los  realistas  y  de 
salvar  las  dificultades  de  la  cordillera  pisó  tierra  argentina,  formando 
ya  en  su  mente ,  diversos  planes  para  hostilizar  á  los  españoles . 

El  presidente  Ossorio  había  sido  reemplazado  por  entonces  por  el 
mariscal  de  campo  Marco  del  Pont,  y  éste,  que  carecía  de  grandes 
méritos  para  el  alto  puesto  que  ocupaba,  había  planteado  un  sistema 
tiránico  y  violento:  el  terror  que  sus  disposiciones  inspiraban,  aumenta- 
ron en  Chile  el  descontento  y  el  ardiente  anhelo  de  libertad. 

Don  José  de  San  Martín,  gobernador  entonces  de  Cuyo,  que  de  largo 
tiempo  abrigaba  la  generosa  idea  de  ayudar  á  la  independencia  de 
Chile,  consiguió  por  medio  de  hábiles  combinaciones,  que  el  presidente 
Marco  del  Pont  recibiera  informes  equivocados ,  que  presentándole  á  los 


4     Na"ió  en  178  i. 


282  AMERICANOS    CÉLEBRES 

emigrados  en  Mendoza ,  abatidos  y  sin  recursos ,  hicieran  crecer  su  con- 
fianza y  alejaran  el  temor  de  tentativas  de  revolución.  Poco  después, 
contando- San  Martín  con  hábiles  auxiliares,  logró  establecer  en  Chile 
aquel  sistema  de  resistencia  y  de  hostilidad  continua,  que  al  parecer 
no  tenía  gran  importancia  para  los  realistas,  pero  sí  lograba  admira- 
blemente diseminar  las  fuerzas  y  preparar  el  terreno  para  la  invasión 
argentina. 


TIT 


Manuel  Rodríguez  fué  el  alma  de  aquellas  combinaciones. 

Al  finalizar  el  año  de  1815  salió  de  Mendoza  en  completo  desacuerdor 
al  parecer,  con  San  Martín,  y  confiando  por  éste  á  los  remotos  límites  de 
la  provincia  de  Cuyo ;  profundo  sentimiento  causó  en  los  emigrados  la 
severidad  empleada  con  el  valeroso  abogado,  y  cuando  buscaban  medios 
para  suavizar  aquella  persecución ,  ya  el  perseguido  iniciaba  sus  hazañas 
en  los  campos  de  Colchagua  y  emprendía  la  campaña  en  la  cual  se  hizo- 
tan  útil  como  popular. 

.     Las  guerrillas  organizadas  por  el  sagaz  y  astuto  joven,  pulularon  por 
todas  partes  y  tuvieron  á  los  realistas  en  perpetua  alarma. 

Manuel  Rodríguez  burlaba  á  los  españoles  y  se  hacía  invisible  para 
ellos. 

Sus  guerrillas  tenían  actividad  prodigiosa  y  aparecían  y  desapare- 
cían en  distintos  puntos,  cansando  á  las  tropas  y  atacando  á  éstasr 
cuando  más  desprevenidas  se  hallaban. 

•  Una  montonera  de  campesinos  se  presentó  en  Colchagua,  y  no  con- 
tenta con  interceptar  las  comunicaciones  dirigidas  á  las  autoridades,  se 
batía  y  hostilizaba  cuando  el  momento  y  el  lugar  eran  propicios. 

Obstinados  los  realistas  en  su  persecución,  hacían  marchas  y  contra- 
marchas sin  dar  alcance  á  los  osados  guerrilleros,  hasta  que  éstos,  vién- 
dose en  peligro  de  ser  cercados,  se  dispersaron. 

Manuel  Rodríguez  llegó  á  ser  la  pesadilla  del  presidente  Marco  del 
Pont,  y  no  pasaba  día  ni  hora,  sin  que  una  nueva  muestra  de  su  audacia, 
de  su  ingeniosa  inventiva  y  de  su  temerario  arrojo,  no  llegara  á  la  noti- 
cia del  general  y  le  hiciera  temblar  de  enojo,  ante  aquel  enemigo  siempre 
invisible  é  infatigable 


MANUEL   RODRÍGUEZ  283 


IV 


No  bien  habían  descansado  los  realistas  con  la  dispersión  de  la  monto- 
nera de  Colchagua,  cuando  entre  los  ríos  Cacharjoal  y  Maule  aparecieron, 
como  si  brotaran  de  la  tierra,  nuevas  y  más  temerarias  guerrillas  que, 
prudentes,  no  entraban  en  combate;  pero  llamaban  la  atención  de  las 
tropas  y  las  desconcertaban  con  la  rapidez  de  sus  movimientos. 

La  cabeza  de  Manuel  Rodríguez,  fué  puesta  á  precio;  algunos  infe- 
lices, á  veces  inocentes  de  complicidad  y  de  tomar  parte  en  la  obstinada 
pugna,  fueron  fusilados;  pero  aun  cuando  el  terror  era  grande,  no  hacía 
disminuir,  sino  más  bien  aumentaba  la  general  hostilidad. 

Las  guerrillas  tomaron  en  1817,  actitud  más  agresiva  y  amenazadora, 
pues  el  3  de  Enero,  Manuel  Rodríguez  con  sus  guerrilleros  se  apoderó 
del  pueblo  de  Melipilla ,  tomó  prisioneros  á  los  españoles  y  distribuyó 
entre  los  suyos  los  haberes  encontrados,  producto  de  contribuciones,  y 
el  tabaco  almacenado  en  el  estanco. 

No  habían  pasado  ocho  días  cuando  San  Fernando  fué  también  ocu- 
pado por  una  guerrilla,  intentando  otra,  aun  cuando  sin  éxito,  apode- 
rarse de  Curicó. 

Tan  atrevidos  hechos  desesperaban  á  Marco  del  Pont  y  encendían 
más  y  más  su  empeño  de  apoderarse  de  Manuel  Rodríguez,  considerán- 
dole cabeza  de  aquella  singular  y  porfiada  lucha. 

A  la  sazón,  el  director  supremo  argentino  Pueyrredón,  había  auto- 
rizado al  gobernador  de  Cuyo,  San  Martín,  para  emprender  la  campaña 
de  Chile,  y  poco  después,  el  17  de  Enero  de  1817,  1  emprendió  aquella 
heroica  expedición  que  se  inmortalizó  en  Chacabuco  y  que  después  de 
proclamar  la  independencia  de  Chile  (12  de  Febrero  de  1818)  sufría  tan 
terrible  descalabro  en  Cancha  Rayada. 

1    Véase  San  Martin. 


284  AMERICANOS   CÉLEBRES 


V 


El  desastre  y  la  confusión  fueron  espantosos,  y  cuando  la  noticia 
con  la  rapidez  del  rayo  llegó  á  la  capital,  el  vecindario  y  las  autori- 
dades se  aterraron. 

La  huida  á  Mendoza  fué  el  pensamiento  de  todos,  y  el  coronel  don 
Luis  de  la  Cruz  que  representaba  al  supremo  director  O'Higgins,  en 
ausencia  de  éste,  pensó  en  organizar  la  marcha. 

Pero  la  serenidad  de  un  hombre,  contuvo  á  los  que  huían;  su  elocuen- 
cia levantó  el  abatido  espíritu,  y  su  valor  reanimó  el  de  los  patriotas, 
impulsándoles  á  la  defensa  de  la  capital,  si  los  realistas  marchaban 
sobre  ella. 

Era  el  teniente  coronel  Rodríguez ,  el  arrojado  é  intrépido  guerrillero 
que  constituyéndose  jefe  popular,  repartió  armas  al  pueblo  y  salvó  á  la 
ciudad  de  un  conflicto  aun  mayor  que  la  derrota  sufrida  por  el  ejército, 
pues  que  la  pérdida  de  intereses,  la  confusión  y  el  desorden  de  la  huida, 
y  las  consecuencias  de  ésta,  hubieran  sido  desastrosas  para  el  vecin- 
dario. 

Creemos  fué  durante  aquellos  días,  cuando  empezó  á  organizar  el 
célebre  escuadrón  conocido  con  el  nombre  de  húsares  de  la  Muerte. 

Santiago  se  hizo  el  centro  de  la  reorganización  de  las  tropas  inde- 
pendientes, y  con  la  llegada  de  O'Higgins  y  poco  después  la  de  San  Mar- 
tín, tomó  la  población  el  aspecto  de  cuartel  general  de  operaciones,  y 
el  4  de  Abril,  cuando  las  tropas  realistas  mandadas  por  Ossorio  acampa- 
ron en  la  llanura  de  Maipú,  ya  el  ejército  independiente  estaba  preve- 
nido para  la  lucha. 

Al  día  siguiente  los  patriotas  rompieron  el  fuego,  y  la  sangrienta 
batalla  del  5  de  Abril  de  1818,  fué  dirigida  'personalmente  por  el  general 
San  Martín. 

En  aquel  día  glorioso,  Manuel  Rodríguez  conquistó  nuevos  lauros; 
su  bravura  fué  grande,  y  á  la  cabeza  de  los  húsares  de  la  Muerte,  apare- 
ció como  el  genio  de  la  destrucción. 


MANUEL   RODRÍGUEZ  285 


VI 


¿Cuál  fué  el  motivo  por  el  que  después  del  triunfo  se  le  sometiera  á  un 
consejo  de  guerra?  ¿Cómo  el  recuerdo  de  los  grandes  servicios  prestadosr 
no  influyó  en  aquellos  que  cobardemente  pensaron  en  destruir  su  popu- 
laridad? 

Ya  les  hacía  sombra.  Era  un  rival  que  podía  llegar  a  ser  poderoso. 

La  franca  audacia  del  valiente,  su  ingenio  y  su  influjo,  fueron  su  sen- 
tencia de  muerte. 

Evoquemos  los  lúgubres  detalles. 

Bajo  pretexto  de  planes  revolucionarios  fué  reducido  á  prisión  algu- 
nos días  después  de  la  batalla  de  Maipú,  cuando  aun  estaba  latente  la 
entusiasta  admiración  que  en  el  pueblo  habían  causado  su  sangre  fría  y 
su  denuedo.  Tal  vez  aquel  justo  homenaje  popular  fué  su  pérdida. 

Entregado  á  un  piquete  de  soldados  al  mando  de  un  oficial  llamado 
Navarro,  salió  para  Quillota,  adonde  se  le  llevaba  para  ser  juzgado"  en 
consejo  de  guerra. 

Después  de  largas  horas  de  marcha,  acamparon  los  soldados  del  pré- 
stalo criminal,  en  la  triste  y  solitaria  quebrada  de  Tiltil. 


VII 


La  noche  era  obscura ,  el  lugar  desierto  y  propicio  para  la  cruel  ven- 
ganza; que  ese  cobarde  sentimiento  condenó  á  Rodríguez. 

El  preso,  tal  vez  con  el  pensamiento  acompañaba  á  seres  amados;  tal 
vez  soñaba  con  venturoso  porvenir,  con  días  de  íntima  felicidad  ó  con 
futuras  patrióticas  glorias,  cuando  instantáneamente  vióse  acometido 
por  los  soldados;  no  pudo  defenderse,  lo  tomaban  á  traición  y  estaba 
solo... 


•  286  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Se  consumó  el  crimen.  Manuel  Rodríguez,  el  guerrillero,  el  bizarro 
revolucionario,  murió  asesinado  á  balazos.  Contaba  treinta  y  dos  años. 

En  la  funesta  quebrada  se  levanta  una  columna  de  granito.  '  Ella  es 
el  padrón  de  infamia  para  los  asesinos;  2  ella  también  proclama  y  avalora 
los  nobles  hechos  de  la  víctima. 

1     Inaugurada  el  26  de  Majo  de  1863. 

*  Dice  Vicuña  Mackenna,  que  en  su  lecho  do  muerte  refirió  el  comandante  Maxire.  en  Santa  Rosa  de  los 
Andes,  quiénes  fueron  los  asesinos  de  Manuel  Rodríguez,  y  el  ilustre  escritor  chileno  añade  poseer  un  docu- 
mento que  pone  de  evidencia  los  motivos  del  asesinato. 


PASCUAL  PEINÓLES 


LA  PLAYA  DE  PESCADORES 


N  esa  inmensa  extensión  de  las  pampas  argentinas, 
-  que  comprenden  setecientas  leguas  de  Buenos 
Aires  á  Salta  y  de  esta  ciudad  á  Mendoza ;  en  esas 
soledades  que  tienen  extraña  semejanza  con  los 
desiertos  del  remoto  Oriente;  en  las  costumbres 
originalísimas  del  f/aucho,  rey  de  las  llanuras,  y  en  sus 
características  condiciones,  encuentra  el  viajero  obser- 
vador interesante  campo  para  el  estudio,  y  cuadros  nue- 
vos, pintorescos  y  diversos  para  inmortalizar  su  pincel. 
La  ilusión  es  completa:  aquellos  pueblos  primitivos, 
aquellas  tribus  que  atravesaban  el  desierto,  y  en  cara- 
vanas numerosas,  después  de  leguas  y  leguas  se  detenían  á  descansar 
en  frescos  oasis  para  adquirir  nuevas  fuerzas  y  seguir  su  marcha,  se 
encuentran  todavía  en  las  pampas  argentinas,  á  pesar  de  que  ya  la 
locomotora  cruza  en  varias  direcciones ,  crea  ciudades  á  su  paso ,  y 
presta  animación  y  vida  á  los  vastísimos  y  misteriosos  bosques  ó  á  los 
incultos  y  arenosos  llanos. 

Esa  analogía  subsiste  hasta  en  los  detalles  de  la  vida  del  campo,  y 
por  más  que  ya  la  acción  de  los  siglos  haya  extendido  por  todas  partes 
«ti  espíritu  civilizador. 


u   x^ 


288  AMERICANOS   CÉLEBRES 

En  las  estancias  se  sienten  las  impresiones  de  la  vida  patriarcal,  y  la 
hospitalidad  franca  y  sin  límites,  se  ejerce  como  en  las  remotas  edades 
bíblicas.  • 

¿Y  acaso  no  puede  compararse  la  vida  del  gancho  nómada  con  la  del 
árabe  que  en  fogoso  bruto  atraviesa  las  llanuras,  salva  precipicios  y  se 
pierde  en  la  inmensidad  de  los  desiertos? 

El  hijo  de  las  pampas  se  adiestra  desde  niño  en  dominar  al  caballo r 
lo  acostumbra  y  lo  sujeta  á  su  voluntad,  y  por  indómito  que  sea,  le 
refrena  y  le  maneja  á  su  antojo. 

El  tipo  del  gaucho  completa  la  semejanza  con  esos  pueblos  de  aparta- 
dos países,  y  sus  fuerzas,  su  amor  propio  salvaje,  sus  odios  y  sus  pasiones, 
le  conducen  hasta  el  crimen  como  al  arrogante  árabe. 


II 


En  el  territorio  que  hemos  descrito  á  grandes  rasgos,  existen  populo- 
sas y  bellas  ciudades,  como  Tucumán,  Córdoba,  Santiago,  Rioja  y  San 
Luis. 

En  esta  última,  y  ya  finalizando  el  siglo  pasado,  nació  Pascual  Prin- 
gles,  quien  muy  joven  abrazó  la  carrera  de  las  armas  en  defensa  de  la 
noble  causa  de  la  independencia. 

Carecemos  de  datos  exactos  relativos  á  los  servicios  prestados  á  la 
patria  en  el  principio  de  la  guerra:  pero  debieron  ser  importantes,  puesto 
que  en  Agosto  de  1820  acompañó  al  protector  San  Martín,  siendo  ya 
capitán,  y  formó  parte  de  la  expedición  destinada  al  Perú,  en  donde 
conquistó  la  inmortalidad. 

El  episodio  al  cual  debió  su  celebridad,  es  el  que  nos  hemos  pro- 
puesto reseñar. 


PASCUAL    PRINGLES  289 


TIT 


Cuando  llegaron  al  Perú  las  tropas  del  bravo  general  D.  José  de  San 
Martín,  era  virrey  el  general  Pezuela,  valeroso  y  buen  soldado,  pero 
impotente  para  contener  el  movimiento  revolucionario,  por  la  fuerza 
de  éste  y  por  el  espíritu  nacional,  contrario  al  sistema  colonial,  moral- 
mente  arruinado  y  vencido. 

El  enérgico  y  severo  general  Arenales,  operaba  con  suerte  en  la 
Sierra;  la  escuadra,  á  las  órdenes  del  caballeresco  lord  Cochranne,  blo- 
queaba el  Callao,  y  el  diestro  guerrero  San  Martín,  director  de  las  opera- 
ciones, establecía  su  cuartel  general  en  la  parte  norte  de  la  costa, 
excitando  con  su  actitud  el  entusiasmo  de  los  independientes. 

En  Chancay  estacionaba  una  pequeña  división,  y  al  efectuar  el  capi- 
tán Pascual  Pringles  con  veinticinco  granaderos  á  caballo  un  recono- 
cimiento de  vanguardia,  se  encontró  con  el  enemigo  frente  á  frente 
y  fuerte   de  tres  escuadrones. 

Empéñase  el  combate:  el  corto  número  de  patriotas  hacía  fácil  la 
victoria  para  los  españoles. 

Pringles,  al  frente  de  sus  granaderos,  sostiene  la  retirada;  se  bate 
denodadamente,  retrocediendo  hacia  el  mar;  sus  valientes  soldados  le 
imitan;  muchos  caen  y  sucumben;  los  caballos,  agobiados  por  el  cansan- 
cio y  por  la  sed,  no  pueden  caminar;  pocos  granaderos  quedan  ya  al  lado 
de  su  capitán.  «Rendirnos,  —  exclama,  — jamás»,  y  surge  en  su  mente 
un  pensamiento  tan  sublime  y  grandioso  como  heroico. 

Están  en  la  playa,  llamada  de  Pescadores:  el  mar  queda  muy  cerca; 
los  enemigos  los  acosan,  los  rodean,  van  á  tomarlos  prisioneros;  pero 
Pringles  y  sus  soldados  se  arrojan  con  los  caballos  al  mar,  gritando: 
¡  Viva  la  patria ! 

Prefieren  honrosa  muerte  entre  las  olas  antes  que  entregarse  al 
enemigo. 

Tal  heroicidad  vence  al  jefe  español:  le  horroriza,  como  un  crimen, 
la  idea  de  ver  morir  á  tantos  valientes;  les  ofrece  capitulación,  y  con 
dignas  frases  consigue  que  la  acepten. 

10 


290  AMERICANOS    CÉLEBRES 


Poco  después  el  Virrey  la  ratificó  y  aprobó  la  conducta  del  jefe  subal- 
terno, más  aun,  devolvió  á  su  ejército  tan  noble  campeón  y  San  Martín, 
para  premiar  tal  heroísmo  concedió  una  medalla  con  estelema: 

«Honor  y  gloria  á  los  vencidos  de  Chancay». 


IV 


Algunos  años  más  tarde  el  terrible  (/ancho  Facundo  Quiroga,  en  expe- 
dición sobre  la  Rioja,  recorría  con  trescientos  hombres  la  pampa  argen- 
tina sembrando  el  terror  y  ejerciendo  tiránico  poder. 

En  la  villa  de  Río  Quinto  encontró  al  inmortal  coronel  I).  Pascual 
Pringles;  el  antiguo  capitán  de  la  playa  de  Pescadores,  la  defendió  con 
denuedo,  pero  fué  en  vano:  murió  asesinado  por  las  hordas  de  Quiroga. 
Su  cadáver  fué  envuelto  en  la  manta  del  sanguinario  jefe,  legando  á  la 
posteridad  su  nombre  y  su  heroísmo. 


JOSÉ    MOEELOS    Y    PAVÓN 


JOSÉ  MOKELOS  Y  PAVÓN 


vé  hermosas,  qué  lozanas  y  qué  lujosamente  ataviadas 
están  las  costas  del  Océano  Pacífico! 

Aquel  sol  brillante  y  esplendoroso  baña  extraños 
y    frondosos    árboles,    selvas    y   montañas;    la    vege- 
tación   se    enseñorea    por   todas   partes,    con    matices 
tan  variados  y  poéticos  que  inspiran  sencillos  rego- 
cijos y  admiraciones  sin  fin. 

Por  entre  espesuras  vírgenes,  se  abren  paso  juguetones  arroyuelos 
que  serpentean  reflejando  los  graciosos  arbustos  de  las  orillas  y  aquel 
cielo  claro,  límpido,  azul,  que  cobija  alfombras  de  espléndido  verdor, 
bordadas  con  los  mil  colores  de  campestres  florecillas,  sobre  las  cuales 
se  posan  y  aspiran  el  suave  aroma  multitud  de  esmaltadas  mariposas, 
muchas  de  ellas  desconocidas  en  el  Viejo  Mundo. 

Allá,  en  el  fondo  del  risueño  cuadro,  se  extienden  las  mansas  y  riza- 
das olas  de  la  bella  y  segura  bahía  de  Acapulco. 

Sobre  un  peñasco  á  orillas  del  mar,  se  alza  orgulloso  el  castillo  de 
San  Diego,  construido  en  1778  y  en  donde  en  1810  ondeaba  todavía  la 
bandera  gualda  y  roja. 

En  la  costa  de  Acapulco,  se  destaca  el  cerro  del  Veladero,  inmortali- 
zado por  los  independientes  en  1810  y  1811,  así  como  la  sábana  llamada 
desde  entonces  Paso  á  la  Eternidad. 


292  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


El  jefe  que  mandaba  las  fuerzas  patriotas  en  la  Costa  del  Sur,  en 
Noviembre  de  1810,  se  había  presentado  dos  meses  antes  al  caudillo 
Hidalgo  y  Costilla  en  San  Miguel  Charo,  aldea  insignificante  cer- 
cana á  Valladolid,  suplicándole  le  permitiese  consagrarse  al  servicio  de 
la  patria  y  ayudarle  en  la  noble  tarea  de  su  redención. 

El  heroico  párroco  de  Dolores  accedió  al  deseo  de  aquel  hombre  sin- 
gular, autorizándole  con  documento  especial j  para  que  extendiera  la 
revolución  por  la  Costa  del  Sur.  Partió  sin  más  armas  ni  más  pertrechos 
de  guerra  para  emprender  la  campaña ,  que  una  escopeta  y  dos  trabucos 
y  sin  más  soldados  que  un  fiel  criado.  Pocos  días  después  le  acompaña- 
ban veinticinco  hombres  armados  con  escopetas  y  lanzas:  en  Coahua- 
yutla  se  reunió  al  naciente  ejército  D.  Rafael  Valdovinos,  siguiendo  su 
marcha  con  fe  y  resolución  inquebrantable. 


III 


La  noche  era  bella,  clara,  poética.  La  brisa  del  cercano  mar  acari- 
ciaba suavemente  las  gallardas  palmeras  y  los  altos  manglares  que  for- 
man poético  bosque  en  los  alrededores  de  Zacatula. 

¡Noches  de  los  trópicos,  noches  sin  par  que  inspiran  misterioso  reco- 
gimiento y  aspiraciones  generosas  y  grandes! 

La  luna  hacía  rielar  las  ondas  con  diamantinos  destellos,  con 
fosforescentes  chispas,  y  los  perfumes  de  frutos  y  flores,  saturaban  la 
atmósfera. 

En  aquella  soledad,  en  aquel  oasis  misterioso  se  detuvo  el  genio  más 
culminante  de  la  independencia  de  Nueva  España,  el  hombre  que  con 
admirable  sangre  fría  contrarrestó  durante  largo  tiempo  el  poder 
español. 

Veámosle  en  Zacatula;  su  rostro  nos  revelará  la  clara  inteligencia 
del  soldado,  la  serenidad  enérgica  del  héroe  que  domina  y  subyuga  á  la 
vez  por  su  bizarría  y  entusiasmo. 


JOSÉ   MORELOS   Y   PAVÓN  293 

En  su  complexión  sana  y  robusta ,  en  su  mirada  penetrante  y  obser- 
vadora se  adivina  la  fuerza  y  el  valor. 

Su  estatura  era  mediana ,  sus  ojos  vivos  y  revelando  superior  fuerza 
de  voluntad;  generalmente  cubría  su  traje  con  blanco  alquicel  á  seme- 
janzas de  temido  jefe  árabe,  y  cubría  su  cabeza  con  un  sombrero  de 
guayaquil,  debajo  del  cual  se  anudaba  un  pañuelo  de  seda  blanco, 
cuyas  puntas  flotaban  sobre  los  hombros. 

El  capitán  de  milicia ,  Marcos  Martínez ,  de  guarnición  en  Zacatilla, 
y  sus  soldados  y  oficiales,  vacilaban,  temían  declararse  por  la  revolución; 
pero  les  habló,  les  exhortó  en  nombre  4le  la  patria  y  del  deber,  les 
pintó  con  elocuentes  frases  la  noble  causa  que  esperaba  su  auxilio,  y 
avasallados  por  aquel  hombre  insigne,  juran  compartir  con  él  la  gloria 
ó  la  muerte.  Al  grito  de  ¡viva  la  independencia!,  ¡viva  la  América 
libre ! ,  ¡  viva  Morelos ! ,  se  inició  en  el  modesto  y  antes  inofensivo 
pueblo  la  célebre  campaña  del  Sur,  cuyo  centro  de  operaciones  fué  el 
Veladero  y  el  Paso  á  ¡a  Eternidad. 


IV 


El  ser  extraordinario,  la  gran  figura  en  las  luchas  de  la  independen- 
cia mejicana,  pertenecía  también  al  clero  como  D.  Miguel  Hidalgo  y 
Costilla;  era  por  aquellos  años  de  1810,  cura  y  juez  eclesiástico  de  Cara- 
cuaro  y  Nucupétaro,  en  donde  edificó  una  iglesia,  y  como  en  su  vida 
íntima  era  modesto  y  de  cortas  aspiraciones,  reunió  alguna  cantidad 
con  la  cual  compró  una  casa  en  Valladolid. 

D.  José  María  Morelos  y  Pavón,  había  nacido  en  Valladolid  hoy 
(Morelia)  el  30  de  Septiembre  de  1765.  Su  padre  D.  Manuel  Morelos 
ejercía  el  oficio  de  carpintero,  y  murió  dejando  muy  niño  al  futuro  y 
valiente  republicano,  por  lo  que  su  madre  D.a  Juana  Pavón,  careciendo 
de  recursos  para  que  siguiera  la  carrera  eclesiástica,  lo  puso  bajo  el 
amparo  de  D.  Felipe  Morelos,  y  en  su  casa  vivió  como  atajador  en  una 
recua  hasta  que  pudo  entrar  en  el  Colegio. 

Después  de  recibir  las  sagradas  órdenes,  desempeñó  los  curatos  de 
Churumucos  y  Huacana,  pasando  más  tarde  á  Caracuaro. 


294  AMERICANOS    CÉLEBRES 

El  grito  de  Dolores  le  hizo  extremecer  de  júbilo  y  de  entusiasmo,  y 
sin  vacilar,  corrió  en  busca  de  Hidalgo,  y  aceptados  sus  servicios, 
levantó  en  pocos  días  un  ejército  formado  con  aquellos  que  en  cada 
villa  y  en  cada  pueblecito  por  donde  iba  pasando,  se  adherían  á  la 
causa  de  la  libertad. 

Tecpán,  guardado  por  milicias  al  mando  del  capitán  realista 
D.  Juan  Antonio  de  la  Fuente,  fué  ocupado  por  Morelos,  sin  combate, 
porque  sabiendo  se  acercaba,  unos  huyeron  y  otros  se  presentaron  á 
engrosar  las  filas  de  los  libres. 

El  genio  militar  del  caudillo  del  Sur,  despertaba  confianza  y  entu- 
siasta admiración,  y  nosotros  mismos  hemos  considerado  siempre  á 
Morelos,  como  el  primero  de  los  guerreros  mejicanos  de  la  emancipación. 

Cuatro  hombres,  célebres  más  tarde  por  su  arrojo  v  lealtad,  se  unie- 
ron en  Tecpán  á  los  independientes:  los  señores  Pablo  Ternieu,  Juan  1  y 
Hermenegildo  Galeana;  al  último  citado  le  llamaba  Morelos  su  brazo 
derecho. 

Contaba  ya  tres  mil  hombres  aquel  ejército  improvisado  en  tan  corto 
tiempo,  cuando  le  pasó  revista  en  Ooyuca. 

De  allí  siguieron  su  marcha  para  el  Veladero,  ocupado  ya  por  sete- 
cientos hombres  al  mando  de  Cortés  y  Valdo vinos. 


El  primer  encuentro  con  tropas  realistas  enviadas  por  el  Gobernador 
de  Acapulco,  fué  curiosísimo,  pues  las  fuerzas  de  uno  y  otro  bando,  cre- 
yéndose vencidas,  emprendieron  la  fuga,  hasta  (pie  un  muchacho  de  los 
patriotas  que  asustado  se  había  subido  á  un  árbol,  observa  la  huida  de 
los  realistas,  y  bajó  corriendo  para  avisar  á  los  suyos:  éstos  volvieron  á 
tomar  posesión  del  campo  abandonado. 

La  campaña  del  Sur.  la  alentada  actitud  de  Morelos  v  la  superiori- 
dad de  su  carácter,  llamaron  la  atención  del  virrey  Venegas,  y  dispuso 
que  numerosas  fuerzas  de  la  milicia  al  mando  del  capitán  D.  Francisco 
Páris,  marcharan  á  batirlo. 

1    Éste  regaló  ;i  Morolos  mi  oañoncito  llamado  e]  Sino,  de  mínimo  calibre  «le  á  dos:  lo  había  comprado  á 
unos  náufragos  para  hacer  salvas  en  sn  hacienda. 


JOSÉ    MOKKLOS    Y    l'AYÓN  295 

El  1.°  de  Diciembre  de  1810,  fué  la  primera  acción  con  los  indepen- 
dientes; en  el  Arroyo  Moledor,  la  suerte  favoreció  á  los  realistas  y  sus 
bien  organizadas  tropas,  reforzadas  con  otra  división  á  las  órdenes 
de  Pareja,  alcanzaron  .mayores  resultados  el  í>  y  10,  pero  el  13,  des- 
pués de  diez  y  siete  horas  de  lucha,  el  laurel  del  triunfo  fué  de  los  inde- 
pendientes, retirándose  los  realistas  al  punto  llamado  Tres  Palos. 

Morelos,  era  arriesgado  y  tenaz,  y  reunía  á  la  pericia  y  al  valor, 
frío  cálculo,  tranquila  reflexión  y  sagacidad  suma:  la  buena  suerte  de  la 
ultima  acción  le  sugirió  un  audaz  propósito. 

La  obscuridad  de  la  noche  favoreció  su  intento.  La  sorpresa  que 
meditaba  debía  efectuarse  entre  sombras  y  misterios. 

El  coronel  D.  Julián  Avila  con  seiscientos  infantes,  marchó  por 
orden  de  Morelos  á  Tres  Palos,  cuartel  general  del  enemigo,  y  empeñé) 
la  acción  cayendo  como  un  rayo  sobre  las  tropas  de  Páris  el  4  de  Enero 
de  1811.  ¡Viva  Morelos!  ¡mueran  los  tiranos!  gritaban  los  soldados 
patriotas  al  empeñarse  la  lucha. 

Y  aquel  ejército  que  contaba  dos  meses  de  existencia,  cargó,  atro- 
pello y  se  batió  denodadamente,  y  cuatro  horas  después,  era  dueño  de 
seiscientos  nueve  fusiles,  de  cinco  cañones,  un  obús,  cincuenta  y  dos 
cajones  de  parque,  ochenta  y  tres  acémilas  con  víveres,  y  diez  y  nueve 
<<>n  pertrechos  de  guerra  y  numerario. 

Páris  y  Pareja  se  retiraron  hasta  Ormetepec,  en  donde  reunieron  sus 
dispersas  fuerzas  para  reorganizarlas  y  probar  de  nuevo  la  suerte  que,  se 
empeñaba  en  protege]-  al  poco  antes  obscuro  sacerdote  v  va  general  vic- 
torioso y  temido. 

El  caudillo  que  en  Dolores  había  levantado  el  grito  de  independon- 
dencia,  expresó  en  las  instrucciones  dadas  á  Morelos,  que  éste  debía 
apoderarse  de  Acapulco,  y  el  principal  móvil  del  jefe  patriota  al 
situarse  en  el  Veladero,  fué  cumplir  con  aquel  importante  designio,  y 
para. conseguirlo  pensó  en  tomar  el  castillo  de  San  Diego,  llave  de  la- 
ciudad  y  del  puerto.  Un  artillero  nombrado  Pepe  (í<t(/o,  se  puso  en  con- 
tacto con  los  independientes  y  ofreció  entregar  la  fortaleza:  la  señal 
convenida  era  una  luz  sobre  uno  de  los  merlones  que  dan  al  grifo. 
Morelos  abandonó  la  sábana  el  día  S  de  Febrero  y  se  situó  en  las 
Ui  «•ñeras. 


2Ü6  AMERICANOS   CÉLEBRES 


VI 


El  silencio  era  profundo ;.  aun  brillaban  las  estrellas  y  las  sombras  de 
la  noche  cubrían  cerros,  ciudad,  bahía  y  fortaleza:  eñ  el  obscuro  con- 
junto, á  corta  distancia  del  castillo,  brillaba  una  luz  en  el  centro  de 
un  grupo  de  soldados  patriotas  que  la  defendían  del  viento. 

Nadie  contestó  á  la  señal  mandada  hacer  por  Morelos. 

Este,  sin  embargo,  avanzó  con  alguna  tropa:  al  llegar  á  la  puerta 
del  castillo,  los  soldados,  se  detuvieron,  sorprendiéndose  del  silencio  que 
reinaba  y  temiendo  una  traición. 

Sintieron  pasos  y  que  cautelosamente  se  acercaban  á  la  puerta.  Una 
voz  preguntó  por  la  cerradura,  si  Morelos  se  encontraba  tillí. 

El  jefe  hizo  contestar  que  no. 

De  repente  tronó  la  artillería  sostenida  por  la  escuadra,  y  los  sol- 
dados, sobrecogidos  por  el  terror  del  inesperado  y  terrible  fuego  del 
castillo,  intentaron  huir. 

La  voz  de  Morelos  dominaba  el  tumulto  de  voces  y  el  ruido  del  cañón. 

Desesperado  y  colérico  ante  la  inutilidad  de  sus  esfuerzos  para  con- 
tener á  los  soldados,  tuvo  un  sublime  heroico  rasgo,  propio  de  su  carác- 
ter y  de  su  temerario  y  frío  valor. 

«Cobardes, —  exclamó,  — yo  les  pondré  un  puente  para  que  pasen», 
y  adelantándose  á  los  prófugos  hasta  el  sitio  llamado  de  los  Dragos,  se 
arrojó  al  suelo  para  cortar  la  fuga. 

•  Los  soldados  confusos  y  avergonzados,  levantaron  al  bizarro  general 
y  le  rodearon  con  ternura  y  cariño. 

Había  logrado  ser  para  su  ejército  un  profeta  venerado  y  querido. 
Su  superior  firmeza  y  sangre  fría  avasallaban  á  los  patriotas,  y  su  con- 
fianza en  él  era  ilimitada.  El  general  español  Calleja,  escribía  en.  una 
ocasión  al  virrey  Venegas :  « Este  clérigo  es  un  segundo  Mahoma » . 

En_aquella  funesta  madrugada,  el  capitán  Alvarez,  que  mandó  la 
Columna  destinada  á  posesionarse  del  castillo  de  San  Diego,  salió  herido 
de  un  balazo  que  le  atravesó  ambas  piernas:  un  soldado  le  condujo  en 
hombros  al  campamento.  1 

1    El  caudillo  más  tarde  de  la  revolución  de  Ayutla. 


JOSÉ   MORELOS    Y    PAVOS  297 


VII 


Los  jefes  españoles,  Cosió  primero  y  Fuentes  después,  enviados  por  el 
Virrey,  fueron  derrotados  sucesivamente  el  4  de  Abril  y  el  30  del  mismo 
mes.- 

El  1.°  de  Mayo,  viendo  Morelos  que  por  entonces  sería  difícil 
conseguir  el  apoderarse  del  castillo  de  San  Diego  y  de  la  ciudad  de 
Acapulco,  reunió  en  junta  á  los  principales  jefes,  entre  los  que  se  encon- 
traban los  intrépidos  Galeana,  D.  Leonardo  y  D.  Miguel  Bravo,  el  padre 
I).  José  Antonio  Tala  vera,  el  capitán  Vicente  Guerrero,  uno  de  los 
hombres  que  adquirió  después  renombre  inmortal,  D.  Nicolás  Bravo, 
patriota  eminentísimo,  D.  Juan  Alvarez  ya  mejorado  de  su  herida,  y 
otros  muchos.,que  con  el  ejemplo  de  Morelos,  lograron  después  distin- 
guirse por  su  patriotismo  y  por  sus  servicios  á  la  nación. 

El  caudillo  acababa  de  recibir  la  triste  noticia  de  la  prisión  de 
Hidalgo  y  de  sus  compañeros;  pero  en  vez  de  causarle  desaliento,  le 
prestó  nuevo  brío. 

Con  elocuentes  palabras,  describió  á  grandes  rasgos  las  victorias 
alcanzadas,  el  estado  de  disciplina  y  buen  orden  en  que  se  encontraba 
el  ejército,  las  ventajas  que  habían  conseguido,  posesionándose  de  toda 
la  Costa  Sur,  y  lo  necesario  que  creía  llevar  las  huestes  á  diferentes  pun- 
tos y  hasta  el  corazón  del  país,  á  la  capital,  para  completar  la  indepen- 
dencia. 

Puso  en  conocimiento  de  todos ,  los  terribles  detalles  de  la  prisión  de 
Hidalgo,  sirviéndole  este  funesto  suceso,  para  excitar  el  entusiasmo  y  el 
amor  por  la  gran  causa,  y  concluyó  diciendo  que  era  preciso  conservar 
la  importante  posición  del  Veladero,  para  lo  cual  había  pensado  dejar 
en  su  lugar  al  coronel  Avila,  señalando  á  los  oficiales  que  debían  man- 
dar en  diferentes  puestos. 

Contaba  para  la  nueva  campaña  con  poderosos  adictos  en  las  pobla- 
ciones adonde  pensaba  dirigirse:  todos  escuchaban  con  interés  y  entu- 
siasmo las  palabras  del  caudillo,  y  deseaban  ser  de  los  que  fueran  á 
adquirir  nuevos  lauros  á  su  lado. 

Al  día  siguiente  3  de  Mayo  de  1811,  salió  la  columna  del  regimiento 
de  Guadalupe,  al  mando  de  D.  Hermenegildo  Galeana:  la  descubierta 


298  AMERICANO»    CÉLEBRES 

llevaba  al  frente  á  un  joven  como  de  veintiocho  años,  gallardo,  airoso, 
de  nariz  aguileña,  cabellos  y  ojos  [negros:  el  color  de  su  cutis  acusaba 
origen  indígena,  y  en  su  rostro  se  leían  el  valor  y, fuerza  de  voluntad. 

Era  I).  Vicente  Guerrero. 

Entre  un  gran  grupo  de  oficiales  destacábase  Morelos;  su  semblante 
animado  y  la  expresión  de  sus  ojos  vivos  y  penetrantes,  reflejaban  la 
resolución  y  la  confianza  en  su  empresa. 


V  1 1 1 


El  24  de  Mayo  y  después  de  haber  tenido  las  tropas  independientes 
algunos  encuentros  con  los  realistas,  en  los  cuales  éstos  fueron  vencidos, 
ocupó  el  victorioso  Morelos  á  Ghilpancingo  sin  resistencia,  y  continuó 
su  marcha  hasta  Tixtla ,  defendida  á  la  sazón  por  los  comandantes  espa- 
ñoles Tosió  v  Guevara. 

El  12  de  Agosto  de  1811,  se  encontraba  Morelos  delante  de  aquella 
Ciudad  perfectamente  fortificada:  las  tropas  realistas  y  republicanas 
ansiaban  el  combate,  y  el  movimiento  era  general  para  romper  el  fuego. 

El  cielo  sonreía,  la  naturaleza  estaba  embellecida  con  vistosas  galas, 
ofreciendo  guirnaldas  de  follaje  para  el  vencedor. 

La  acción  se  empeñó;  espesas  columnas  de  humo  envolvían  Ciudad  y 
campiña  y  se  elevaban  hasta  el  firmamento:  sitiados  y  sitiadores  se 
batían  con  encarnizada  bizarría:  los  ayes  de  los  moribundos,  los  gritos 
de  la  agonía,  las  voces  de  mando,  se  mezclaban  con  el  continuado  tronar 
de  la  artillería. 

Morelos  estaba  en  todas  partes;  impávido,  previsor,  resuelto  é  invul- 
nerable, para  la  lluvia  de  balas  que  caía  en  torno  suyo. 

Su  valor  v  serenidad  electrizaban  á  las  tropas  y  á  su  lado  se  creían 
invencibles. 

Los  realistas  no  cejaban,  pero  á  pesar  de  su  esfuerzo,  éste  decayó 
cuando  vieron  que  el  fuego  cundía  en  la  población. 

El  inspirado  poeta  mejicano  Guillermo  Prieto,  cuenta  un  episodio 
curioso  de  esa  jornada:  le  damos  la  palabra  al  venerable  escritor. 

«Aunque  el  esfuerzo  no  minoraba  en  las  tropas  insurgentes,  se 
comenzó  á  notar  la  escasez  de  parque,  (pie  se  hizo  más  sensible  á  la  caída 


.JOSÉ   MORELOS    V    PAVÓN  .  299 

<le  la  tarde;  en  estas  circunstancias,  empeñóse  una  vivísima  lucha  en 
una  batería  enemiga.  Se  distinguía  allí  por  su  arrojo  temerario,  un  joven 
moreno,  de  ojos  rasgados  y  vivísimos  y  que  reía  en  medio  del  asalto, 
dejando  ver  su  dentadura  blanquísima.  El  muchacho  alegre  é  insolente 
todo  lo  animaba,  y  su  alborozo  inspiraba  ardimiento  y  placer. 

;>De  repente  desaparece  de  entre  sus  compañeros,  deslizase  arras- 
trando como  una  serpiente,  baja  á  la  cureña  contraria,  y  al  ir  á  dar 
fuego  el  artillero,  disparóle  un  tiro,  apoderase  del  cañón,  llevando  en 
una  mano  un  saco  de  pólvora  ,  y  Heno  de  gozo,  les  grita  á  sus  amigos: 
¿Ya  tenemos  parque». 


IX 


En  medio  del  trastorno  causado  por  el  incendio,  huyeron  los  realis- 
tas y  el  triunfante  general,  tomó  posesión  de  la  Ciudad,  y  con  ella  dos- 
cientos fusiles,  ocho  cañones  y  gran  número  de  prisioneros. 

Guarnecida  la  nueva  presa  con  ciento  cuatro  soldados  al  mando  de 
Galeana,  y  tomadas  algunas  precauciones  para  la  defensa  de  Tixtla, 
pasó  Morelos  á  Chilpancingo;  pero  sabedor  de  que  Fuentes  se  adelantaba 
<\  recuperar  lo  perdido,  vuela  en  auxilio  de  Galeana,  sorprende  al  jefe,  y 
cuando  éste  creía  fácil  apoderarse  de  la  Ciudad,  se  ve  envuelto  entre  el 
fuego  de  ésta  y  el  de  retaguardia,  que  Morelos  dirigía  desde  una  colina. 
A  la  vista  de  aquel  general,  aliéntanse  aún  más  los  de  la  Ciudad  y  saltan 
las  trincheras;  los  españoles  quisieron  morir  batiéndose,  pero  ni  aun  esta 
suprema  gloria  pudieron  obtener;  fueron  dispersos,  perseguidos,  muertos 
<')  prisioneros. 

En  aquella  gloriosa  batalla,  cayó  en  poder  de  Morelos,  José  Gago,  el 
traidor  del  castillo  de  San  Diego,  y  pagó  con  su  vida  la  de  tantos  valien- 
tes muertos  en  las  puertas  de  la  fortaleza.  Con  motivo  de  aquel  nuevo 
triunfo,  decía  Morelos: 

«  Hasta  esta  fecha  1 6  de  Agosto  de  1K11,  he  tenido  veintisiete  bata- 
llas, veintidós  ganadas  completamente,  y  en  cuatro  hice  una  retirada 
honrosa  ». 

El  vencedor  del  Sur  aborrecía  el  desorden ,  y  como  estaba  dotado  de 
recto   criterio  y  justa  apreciación  administrativa,  procedía  siempre  con 


300  .  AMERICANOS    CÉLEBRES 

calma  y  reflexión ,  sin  dejarse  llevar  de  rencores  ó  de  espíritu  de  ven- 
ganza. 

Tan  elevadas  condiciones  para  el  mando,  inspiraron  al  historiador 
Mora  el  siguiente  párrafo: 

« Su  primer  principio  fué  no  hacer  variación  ninguna  en  el  estado  de 
las  cosas,  limitándose  á  relevar  á  las  personas  que  no  le  inspiraban 
confianza,  para  lo  cual  nombró  intendente  y  subdelegado;  pero  la 
administración  de  Justicia  y  la  de  Hacienda ,  continuaron  en  los  térmi- 
nos establecidos  por  las  leyes,  sin  permitir  que  los  comandantes  se 
arrogasen  una  y  otra  como  sucedía  frecuentemente  entre  los  jefes  insur- 
gentes que  no  estaban  bajo  sus  órdenes.  Tampoco  se  permitió  á  los  jefes 
militares  imponer  contribución  ni  molestar  á  los  habitantes  con  vejacio- 
nes arbitrarias,  tan  comunes  en  otras  partes  y  que  habían  hecho  odiosa 
la  insurrección » . 

Por  entonces  y  á  pesar  del  creciente  prestigio  de  Morelos,  hubo 
intrigas  y  hasta  se  promovió  revolución  en  la  Costa,  encabezada  por 
David  y  Tabarés,  comisionados  por  el  general  para  entablar  relaciones 
con  los  Estados  Unidos;  pero  que  habiéndose  encontrado  con  Rayón, 
nombrado  por  Hidalgo  y  Allende  para  sucederle  en  el  mando,  los 
hizo  ir  á  Zitácuaro;  nombró  brigadier  á  Tabarés  y  coronel  á  David, 
grados  que  Morelos  no  quiso  reconocer.  Coléricos  contra  el  caudillo  del 
Sur,  promovieron  disturbios  y  sorprendiendo  a  Avila  en  el  Veladero, 
uno  llamado  Mayo,  se  hizo  jefe  de  las  tropas  que  allí  había:  Morelos 
tuvo  noticia  de  lo  ocurrido,  y  con  aquella  actividad  maravillosa  que  le 
caracterizaba,  se  presentó  en  aquel  punto,  sofocó  la  rebelión,  y  Avila 
volvió  á  ocupar  su  puesto.  Tabarés  y  David,  fueron  muertos  secreta- 
mente en  Chilapa. 

Rayón  nombró  á  Morelos,  vocal  de  la  Junta  de  Zitácuaro  y  Teniente 
general.  Aceptó  ambos  títulos,  pero  su  carácter  independiente  y  franco 7 
razonado  y  singular  en  todo,  no  podía  aprobar  que  aquélla  apareciera 
como  representante  de  Fernando  VII,  y  continuó  su  campaña  sin  con- 
tar con  Rayón  ni  con  la  Junta,  no  descuidando  cuanto  pudiera  ayudar 
al  éxito  de  la  independencia. 

Su  ejército  estaba  ya  equipado  y  no  admitía  aglomeración  de  hom- 
bres que  no  pudieran  estar  armados.  Había  formado  regimientos,  y 
para  seguir  batiéndose,  los  dividió  en  tres  cuerpos:  el  primero  marchó 
hacia   Oaxaca,   mandado  por  D.  Miguel  Bravo;   el  segundo  salió  para 


JOSÉ   MORELOS   Y    PAVÓN  301 

posesionarse  de  Tasco,  dirigido  por  Galeana  y  el  tercero  con  Morelos  al 
frente,  marchó  á  Chautla  de  la  Sal,  defendida  por  el  comandante  volun- 
tario Musitu,  quien  tenía  cuatro  cañones,  uno  de  ellos  llamado  Mata 
Morelos. 

El  general  patriota  alcanzó  una  vez  más  la  victoria,  tomando 
prisionero  al  jefe  español  con  doscientos  soldados,  parque,  armas  y 
cañones. 

Izacar  y  otros  puntos  fueron  ocupados  por  el  afortunado  general ,  y 
Tenancingo  lo  vio  á  sus  puertas  el  día  22  de  Enero  de  1812.  Hallábase 
enfermo  y  dirigió  el  combate  sentado  sobre  una  caja  de  guerra;  de 
allí,  volvió  á  Tierra  Caliente,  y  el  9  de  Febrero  estableció  su  cuartel 
general  en  Cuautla  de  Amilpas,  con  más  de  tres  mil  hombres. 

El  pueblo  era  pequeño,  tendido  en  .un  llano  y  abierto  por  todos  lados: 
en  las  cercanías  se  encontraba  la  hacienda  de  Buena  Vista. 

Las  fortificaciones  eran  débiles  como  improvisadas,  siendo  por  esto 
misino  más  grandiosa  la  resistencia  de  Morelos,  sitiado  por  el  general 
Calleja. 

El  indomable  patriota  contaba  con  leales  y  atrevidos  auxiliares,  entre 
éstos,  el  cura  Matamoros  y  el  esforzado  Galeana. 

Un  día,  queriendo  Morelos  juzgar  por  sí  mismo  de  las  fuerzas  enemi- 
gas, determinó  hacer  un  reconocimiento:  el  bravo  Galeana  lo  desapro- 
baba ;  pareciéndole  no  era  prudente  que  el  general  se  expusiera  sólo  con 
la  escolta,  y  llegara  hasta  cerca  del  campamento  contrario. 

«Déjeme  V.,  Galeana:  sólo  voy  al  Calvario  á  reconocer  con  mi  anteojo 
al  enemigo».  1 
.    Y  montando  á  caballo  se  alejó. 


X 


Cortos  momentos  habían  pasado,  cuando  tronó  la  artillería  embos- 
cada por  el  general  Calleja. 

El  grito  dado  por  los  vigías  de  «nos  cogen  al  general»,  aterró  á  los 
patriotas;  quisieron  volar  en  su  auxilio:  sus  soldados  que  lo  adoraban  y 
se  creían  invencibles  por  él,  resolvieron  morir  ó  salvarle. 

1     Bustamante:  Cuadros  históricos. 


302  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Mótelos,  en  aquel  instante  supremo,  se  batía  con  crecido  número  de- 
enemigos  y  con  indescriptible  arrojo:  una  granizada  de  balas,  dispersó 
su  escolta,  y  pocos  pero  muy  pocos,  quedaban  á  su  lado. 

«Muchachos,  —  exclama, — no  corráis,  que  las  balas  no  se  ven  por  la 
espalda  ». 

Los  realistas  cercaban  su  presa,  la  creían  segura. 

De  repente  Galeana  aparece  en  medio  de  ellos:  derriba,  dispersa, 
mata  y  hace  huir  á  los  que  cercaban  al  heroico  Morolos;  se  había  sal- 
vado. Cuando  regresaron  al  cuartel  general,  los  soldados  lloraban  de 
alegría:  milagrosamente  lo  habían  recobrado. 

El  cómbate  del  9,  fué  terrible  y  sangriento:  por  tres  veces  fueron 
rechazadas  las  tropas  de  Calleja,  dejando  en  el  campo  numerosos  muer- 
tos, armas  y  prisioneros. 

Parece  fabulosa  aquella  resistencia  de  sesenta  y  tres  días,  en  la  cual 
cortadas  las  comunicaciones,  suplía  á  éstas  la  inventiva  de  Morelos: 
ella  proporcionaba  víveres,  improvisaba  recursos,  creaba  fortificacio- 
nes y  atendía  á  todos  con  inflexible  tesón;  aquel  hombre  siempre  sereno, 
siempre  contento,  vigilante,  previsor  y  sagaz,  entusiasmaba  al  soldado 
y  le  hacía  llevadera  la  difícil  situación  con  su  propio  ejemplo;  partici- 
paba de  las  privaciones  del  hambre,  de  la  sed,  con  indiferente  perseve- 
rancia; convertía  en  fiestas  y  regocijos,  todo  aquello  que  en  los  campa- 
mentos es  sombrío  y  terrible;  celebraba  la  muerte  gloriosa  de  «cada 
soldado,  alentando  el  espíritu  de  los  que  sobrevivían. 

En  una  salida  se  apoderaron  del  Calvario:  los  combates  eran  incesan- 
tes; peleaban  á  todas  horas;  no  tenían  tregua  ni  descanso. 

Calleja  estaba  admirado  de  aquel  heroísmo,  y  viendo  que  el  asedio 
se  prolongaba  sin  obtener  más  resultados  que  continua  disminución 
del  ejército,  envió  á  los  sitiados  un  comisionado,  proponiendo  indulto 
para  Morelos,  Galeana  y  Bravo. 

El  jefe  independiente  escribió  al  reverso  del  papel  del  general  español: 
«  Otorgo  igual  gracia  á  Calleja  y  á  los  suyos». 


JOSÉ    MORELOS    Y    PAYÓH  ;30íi 


XI 


El  general  español  había  agotado  todos  los  recursos,  que  se  estrella- 
ban ante  el  brío  de  aquellos  hombres,  los  cuales  ni  aun  por  hambre  se 
rendían,  que  tan  absoluta  era  la  escasez  de  víveres,  que  .se  alimentaban 
con  los  animales  más  inmundos. 

Calleja  estaba  enfermo  física  y  moralmente,  pues  su  valor  y  su 
reputación  militar,  perdían  su  prestigio  en  Guautla. 

Sitiados  y  sitiadores  tenían  igual  tesón  y  bizarría ,  pero  viendo  Moro- 
los que  era  imposible  resistir  más,  evacuó  Cuantía  en  la  noche  del 
2  de  Mayo  y  .rompió  la  línea  enemiga,  dejando  la  artillería  y  enfermos: 
el  infatigable  (íaleana  mandaba  la  vanguardia,  Morolos  el  centro  y  el 
capitán  Anzures  la  retaguardia. 

I  n  soldado  realista  gritó:  «¿quién  vive?»  y  aun  cuando  el  infeliz 
pagó  con  su  vida,  fué  la  señal  de  alarma,  y  los  patriotas  se  vieron 
envueltos  en  una  tempestad  de  balas;  batiéndose  y  con  serenidad  imper- 
turbable, efectuaron  la  gloriosa  retirada,  digno  epílogo  de  aquel  episo- 
dio brillante. 


XII 


Morelos,  durante  el  mes  de  Mayo  permaneció  en  Chautla,  enfermo  de 
resultas  de  la  caída  en  una  zanja,  pero  poco  después  emprendía  otra  vez 
su  carrera  de  triunfo.  En  Huajapam,  derrotó  al  jefe  realista  Caldelas, 
tomando  catorce  cañones,  armamento  y  muchos  prisioneros. 

En  Tehuacán,  hizo  reclutamientos,  regularizó  el  ejército  y  le  ins- 
truyó secundado  hábilmente  por  el  cura  Matamoros  y  D.  Nicolás  Bravo, 
quien  en  San  Agustín  del  Palmar,  tomó  un  convoy  conducido  por  don 
Juan  Labaqui:  el  jefe  realista  fué  muerto  en  la  pelea,  y  su  espada 
presentada  por  Bravo  á  Morelos.  Osorno,  había  tomado  Pachuca  y  cuan- 
tioso botín,  y  Morelos  que  había  salido  de  Tehuacán  para  recibir  la 
parlé  que  le  correspondía ,  atacó   al  regresar    á  un   convoy,    pero  fué 


304  AMERICANOS    CÉLEBRES 

batido  por  los  realistas  en  Ojo  de  Agua,  y  volvió  con  los  dispersos  á  su 
cuartel  general. 

El  29  de  Octubre  de  1812,  se  apoderó  de  Orizaba,  aun  cuando  se 
defendieron  como  buenos,  el  jefe  Andrade  y  sus  soldados. 

En  aquel  punto  ocurrió  un  curioso  episodio.  Un  joven  nombrado 
Santa  María,  había  sido  sentenciado  á  muerte,  porque  infiel  á  su  ban- 
dera, se  había  pasado  á  los  realistas,  así  como  el  capitán  Melgar. 

El  primero  estaba  para  contraer  matrimonio,  y  su  novia,  agobiada 
por  el  dolor,  se  atrevió  á  pedir  su  vida  á  Morelos;  éste  inexorable  para 
las  faltas  de  lealtad  á  la  gran  causa,  leyó  la  solicitud  y  puso  al  mar- 
gen: «Escoja  otro  novio  más  decente». 

Trasladóse  Morelos  á  Tehuacán,  y  desde  allí  reunido  con  las  tropas 
de  Matamoros  y  de  D.  Miguel  Bravo,  marchó  contra  Oaxaca,  población 
bien  fortificada  y  guardada  por  dos  mil  soldados. 

El  24  de  Noviembre  de  1812,  llegó  Morelos  al  frente  de  la  ciudad:  al 
día  siguiente  después  de  haber  intimado  la  rendición  y  ser  rechazada 
ésta  por  los  defensores  de  la  plaza,  empezó  el  fuego  de  artillería;  se  for- 
malizó el  ataque  y  dos  horas  después  estaba  aquélla  en  poder  del  vence- 
dor: á  las  dos  de  la  tarde  se  encontraba  Morelos  en  la  plaza  mayor;  cua- 
tro jefes  realistas  fueron  pasados  por  las  armas  y  exhumados  los  restos 
de  varios  patriotas,  se  les  hicieron  suntuosas  honras  fúnebres. 

La  guerra  adquirió  mayor  impulso  con  el  inmenso  botín  recogido  en 
Oaxaca ,  ocupándose  Morelos  activamente  de  la  disciplina  y  organización 
del  ejército,  sin  que  el  Virrey  lo  hostilizara,  ni  procurase  impedir  el 
aumento  de  fuerzas  y  los  preparativos  para  empresas  de  mayor  magni- 
tud, cual  eran  la.  toma  de  Puebla  y  Méjico. 

¿Qué  causa  motivó  la  apatía  del  Virrey?  ¿Cómo  sus  tropas  permane- 
cieron en  la  inacción,  dando  tiempo  al  victorioso  caudillo  para  cubrir 
sus  bajas  y  reforzar  su  ejército? 

La  historia  juzgará  y  con  severa  rectitud  dará  su  fallo. 

Acertadísimo  Morelos  en  todas  sus  campañas,  no  lo  estuvo  al  aban- 
donar su  prodigioso  plan  de  operaciones  contra  Méjico:  tal  vez  su  nom- 
bre y  sus  victorias,  habrían  asegurado  un  éxito  decisivo  y  entonces  los 
acontecimientos  variando  de  rumbo,  no  hubieran  tenido  consecuencias 
tan  terribles  y  funestas. 


JOSÉ   MORELOS   Y   PAVÓN  305 


XIII 


El  7  ele  Febrero  de  1813,  salió  Morelos  de  Oaxaca,  y  el  26  de  Marzo, 
llegaba  á  su  famoso  campamento  Paso  á  la  Eternidad,  decidido  á 
poner  sitio  á  Acapulco  hasta  tomar  la  ciudad,  la  que,  en  12  de  Abril, 
cayó  en  su  poder,  pero  iio  así  la  fortaleza ,  que  se  resistió  durante  cinco 
meses  y  capituló  cuando  los  sitiados  vieron  que  era  inútil  la  resistencia, 
pues  dueño  Galeana  de  la  isla  Roqueta ,  tenían  cortados  los  víveres  y  la 
comunicación. 

La  Junta  de  Zitácuaro,  aun  cuando  por  aquel  tiempo  había  hecho 
grandes  servicios  á  la  causa  de  la  libertad,  no  tenía,  sin  embargo,  la 
cordura  y  sensatez  necesarias  para  dominar,  en  interés  de  la  patria,  las 
mezquinas,  pero  enconadas  rencillas  que  se  agitaban  en  su  seno,  por  lo 
que,  Morelos,  convocó  el  primer  Congreso  mejicano,  que  debía  reunirse 
en  Chilpancingo,  y  en  el  cual  tomaban  parte  los  miembros  de  la  Junta 
de  Zitácuaro. 

El  Congreso  reconoció  en  15  cíe  Septiembre  á  Morelos,  como  el 
primer  Jefe  del  ejército  y  depositario  del  Poder  ejecutivo:  al  aceptar, 
significó  que  si  llegaban  tropas  extranjeras,  no  se  habían  de  acercar  al 
lugar  residencia  del  Congreso.  Que  en  caso  de  su  fallecimiento  había  de 
tener  el  mando  el  jefe  de  mayor  graduación ,  sin  romper  la  unidad  del 
ejército  ni  del  Gobierno:  que  el  Congreso  no  le  había  de  negar  recursos 
y  auxilios,  sin  exceptuar  á  clase  alguna  del  servicio  militar. 

Prestó  el  juramento  de  defender  la  religión,  la  pureza  de  María 
Santísima ,  los  derechos  de  la  nación  mejicana  y  "desempeñar  lo  mejor 
que  pudiera  el  cargo  que  se  le  confería. 

Rehusó  el  título  de  Alteza,  y  se  dio  á  sí  mismo  el  de  Siervo  de 
la  Nación.  Decretó  el  Congreso,  la  independencia,  en  6  de  Noviembre 
de  1813,  por  medio  de  un  notable  documento  redactado  por  D.  Carlos 
María  Bustamante. 

Ordenó  Morelos  la  libertad  de  los  esclavos;  abolió  la  distinción  de  cas- 
tas, el  tributo;  prohibió  los  juegos  de  naipes  y  de  azar;  eximió  á  los  ame- 
ricanos de  pagar  las  deudas  á  los  europeos,  y  extinguió  los  estancos  de 
cobre  y  pólvora. 

20 


306  AMKUIOAXOS    CÉLEBRES 


XIV 


Creyendo  conveniente  establecer  en  'Valladolid  el  asiento  del  Con- 
greso, marchó  contra  aquella  ciudad,  y  con  cinco  mil  hombres,  treinta 
cañones,  municiones  y  pertrechos,  se  presentó  en  las  lomas  de  Santa 
María,  intimando  la  rendición,  y  pasado  el  término  de  tres  horas, 
intentó  tomar  un  fortín  cerca  de  la  Garita  del  Zapote;  pero  reforzados 
los  realistas,  tuvieron  (pie  abandonarlo  los  republicanos. 

Una  estratagema  dio  el  triunfo  á  los  sitiados. 

En  la  noche  del  24,  salió  íturbide  de  la  plaza  con  ciento  noventa 
hombres  de  caballería  y  otros  tantos  de  infantería  á  la  grupa  de  los 
caballos,  y  penetrando  en  el  campo  insurgente,  logró  que  se  batieran 
los  patriotas  entre  sí.  sembrando  terrible  confusión,  y  (pie  se  dispersa- 
ran sin  atender  á  la  voz  de  los  jefes. 

Las  pérdidas  fueron  tan  grandes,  que  no  sólo  quedaron  en  el  campo 
materiales  de  guerra,  dinero,  pertrechos,  reunidos  en  tantas  victorias, 
sino  que  hasta  la  fe,  el  entusiasmo  y  la  confianza,  quedaron  sepultados 
en  Puruarán,  lugar  en  donde  Morelos  esperó  a  las  tropas  vencedoras  que 
le  perseguían  para  hacerles  frente  con  los  restos  de  sus  tropas;  pero  allí 
se  completó  el  desastre:  todo  cayó  en  manos  de  los  realistas,  y  desban- 
dado el  resto  del  ejército  y  preso  Matamoros,  siguió  Morelos  para  la 
hacienda  de  Santa  Lucía. 


XV 


Lo  mismo  en  la  vida  de  las  naciones  (pie  en  la  de  las  individualida- 
des, hay  una  época,  límite  de  su  esplendor,  y  cuando  éste  llega  á  su 
más  culminante  cima,  el  descenso  es  rápido  y  desastroso,  acumulándose 
los  acontecimientos  para  acelerar  la  ruina. 

Por  primera  vez  sintió  Morelos  la  helada  brisa  de  la  amargura  y  del 
desaliento:  sus  aspiraciones,  sus  hermosos  planes,  la  libertad  para  su 
patria,  el  presente  y  el  futuro,  naufragaban  en  el  mar  de  la  adversidad. 


JOSÉ  MORELOS  Y   PAVÓN  307 

El  general  atrevido,  afortunado  y  valeroso,  andaba  errante  reco- 
ciendo los  desbandados  restos  de  su  ejército. 

Todos  los  dolores  le  abrumaban  á  un  tiempo:  el  Congreso  huía  de 
Chilpancingp,  y  Matamoros  era  fusilado  en  Yalladolid,  por  más  que  el 
héroe  en  cien  combates  propusiera  un  eange  al  Virrey  para  salvarlo. 

En  24  de  Febrero  de  1X14.  salió  Morelos  con  sesenta  hombres,  y 
trescientos  desarmados,  para  escoltar  y  defender  al  Congreso:  en  el 
rancho  de  las  Animas  le  sorprendió  el  enemigo:  archivos,  equipajes,  todo 
se  perdió,  y  con  dificultad  logró  salvarse  y  llegar  hasta  Acapulco. 

La  fortuna  abandonaba  al  que  por  tan  largo  tiempo  fué  su  predilecto. 

Desde  el  pie  de  la  Cuesta  ordenó  á  Montes  de  Oca  incendiar  la 
ciudad,  y  perseguido  de  nuevo,  se  retire'»  á  Tecpán:  infatigables  los 
realistas,  destacaron  ochenta  infantes  y  cincuenta  caballos  para  pren- 
derlo; pero  el  heroico  patriota  intentó  rehacerse  en  Alijo,  Estado  de 
Michoacíki,  y  se  fortificó  empezando  á  reclutar  gente  y  á  organizar  el 
ejército  con  animosa  perseverancia.  Allí  estableció  una  maestranza,  y 
poco  después,  con  trescientos  hombres,  se  unió  al  Congreso  con  generosa 
abnegación  y  olvidando  (pie  le  habían  destituido  del  mando  civil  cuando 
huía  vencido,  concediéndole  únicamente  el  militar. 

En  Junio  tuvo  noticia  de  la  muerte  de  ü.  Hermenegildo  Galeana,  y 
con  profunda  tristeza  exclamó:  «Acabaron  mis  dos  brazos;  ya  no 
soy  nada  ». 


XVI 


El  22  de  Octubre  de  1814,  se  sancionó  en  Apantzigán  el  Código  cons- 
titucional, firmándolo  Morelos  como  diputado  que  era  del  nuevo  reino 
de  León,  y  el  24  firmó  también  el  acta  de  independencia,  por  ser 
miembro  del  Poder  ejecutivo. 

Su  nuevo  cargo  le  inutilizaba  para  el  mando  militar,  y  sólo  en 
instantes  de  Supremo  riesgo,  podía  ponerse  al  frente  del  ejército:  ese 
momento  supremo  llegó. 

Iturbide  se  adelantaba  á  marchas  forzadas  para  sorprender  al  Con- 
greso: éste  huyó  á  Puruarán.  pero  como  Tehuacán  presentaba  condicio- 
nes de  mayor  seguridad,   determinó  aquella  corporación,  que  Morelos 


308  AMERICANOS    CÉLEBRES 

pusiera  en  ejecución  el  difícil  proyecto,  pues  tenían  que  salvar  ciento 
cincuenta  leguas  sin  víveres  ni  medios  de  transporte  y  atravesando  por 
lugares  ocupados  por  tropas  enemigas. 

Morelos  pudo  reunir  mil  hombres,  pero  sólo  quinientos  armados  con 
fusiles,  entre  ellos  los  soldados  que  componían  la  escolta  del  Congreso, 
mandada  por  Lobato. 

No  contaban  más  que  con  dos  cañones ,  y  los  archivos ,  municiones  y 
equipajes,  aumentaban  la  dificultad  de  aquel  largo  trayecto. 

Nombrada  una  junta  subalterna  en  la  provincia  de  Valladolid,  para 
que  ejerciera  todos  los  poderes  ínterin  duraba  la  ausencia  del  Congreso, 
emprendía  éste  la  aventurada  peregrinación ,  dispuesto  á  toda  clase  de 
privaciones  como  lo  requerían  las  circunstancias. 

Los  realistas  tuvieron  noticia  inmediatamente  del  proyecto  y  de  la 
marcha  de  Morelos,  y  Calleja  tomó  sus  disposiciones  para  asegurar  la 
importante  presa:  Morelos  debía  pasar  el  Mescala,  y  hacia  ese  punto  se 
dirigieron  gran  núcleo  de  tropas  formando  extensa  línea ,  siendo  el  plan 
de  operaciones  tan  hábilmente  combinado,  que  era  imposible  se  frus- 
trara: el  valeroso  jefe  independiente  había  tomado  también  precauciones 
para  que  en  diferentes  puntos  le  preparasen  raciones  y  no  supieran  los 
realistas  cuál  había  de  ser  el  paso  para  la  orilla  opuesta ;  pero  el  capitán 
Ortiz  de  la  Peña  dio  el  aviso  de  que  los  independientes  pasarían  por  el 
vado  de  Tenango. 

A  ese  punto  se  dirigió  D:  Manuel  de  la  Concha  á  marchas  forzadas. 

El  día  2  de  Noviembre  llegó  Morelos,  pero  como  no  encontró  las 
balsas  y  el  tiempo  apremiaba,  mandó  incendiar  el  pueblo,  y  después  de 
fusilar  al  capitán  de  los  realistas,  vadeó  el  río,  y  el  3  estaba  en  Tesma- 
laca ,  á  seis  leguas  de  Tenango. 

La  tropa  estaba  agobiada  de  cansancio,  y  Morelos,  siempre  solícito, 
la  concedió  un  día  de  descanso. 

XVII 

El  día  4 ,  á  las  nueve  de  la  mañana ,  Concha ,  que  había  acelerado  sus 
movimientos  y  vadeado  el  río  á  las  once  de  la  noche  anterior,  se  pre- 
sentó al  frente  de  la  retaguardia  de  Morelos,  que  marchaba  para  un 
pueblo  llamado  Coesala. 


JOSÉ    M ÓRELOS    Y    PAVÓN  309 

La  vigilancia  de  Morelos  no  se  había  desmentido  un  solo  instante 
durante  el  prolongado  viaje,  velando  por  aquellos  que  se  habían  puesto 
en  sus  manos  y  proporcionándoles  cuanto  les  era  necesario. 

Parque,  archivos,  mujeres  y  niños,  marchaban  en  carros  hacia 
Tehuacán;  los  demás  caminaban  formados,  á  ración  de  soldado  y 
acampando  al  raso. 

Aquella  mañana,  Morelos,  al  hacer  un  reconocimiento,  se  encontró 
frente  á  frente  con  el  enemigo. 

No  vaciló:  hizo  adelantar  á  los  diputados  y  bagajes,  y  ocupó  con 
escasas  fuerzas  la  colina  para  protegerlos  hasta  el  último  momento:  los 
realistas  lo  envolvían  por  todas  partes  y  el  fuego  era  vivísimo. 

Con  los  cuerpos  mandados  por  D.  Nicolás  Bravo, — fiel  siempre, — por 
Lobato  y  el  que  estaba  bajo  sus  órdenes,  empeñó  la  acción,  batiéndose 
con  temerario  valor;  pero  derrotada  el  ala  derecha,  exclamó: 

«Todos  á  escoltar  el  Congreso;  que  yo  muera,  nada  importa». 

Gran  número  de  soldados  independientes  huían,   Morelos  quedó  con 

pocos,  y  aun  así,  defendiéndose  sin  tregua:  sintió  vacilar  á  su  caballo: 

el  noble  bruto  estaba  desgarrado  á  balazos  y  no  podía  sostenerse  más: 

cayó.   Morelos,    impávido,   aun   cuando   se    considerase   perdido,    dijo: 

Pronto  se  cansó  este  caballo  y  anduvo  bien  poco » . 

Las  vidas  de  aquellos  pocos  que  aun  quedaban  á  su  lado,  preocu- 
paron al  héroe:  siempre  abnegado  y  siempre  sacrificándose  por  los 
demás,  les  ordenó  que  sé  salvaran  como  pudieran. 

Intentó  quitarse  las  espuelas.  Sin  ellas  podría  huir,  y  quien  sabe  si 
aun  ser  útil  á  la  buena  causa;  pero  el  capitán  de  realistas  Matías 
Carranco,  miserable  desertor  de  las  tropas  de  Morelos,  lo  alcanzó  con  su 
gente:  «Señor  Carranco,  parece  que  nos  conocemos», — dijo  irónica- 
mente el  caudillo. 

XVLII 

En  Tenango  fueron  á  visitar  al  prisionero  los  jefes  realistas  Villasana 
y  Concha.  ¿Qué  hubiera  V.  hecho  con  nosotros,  —le  preguntaron,  — en 
el  caso  de  habernos  cogido? 

«Darles  dos  horas  para  prepararse  y  fusilarlos  después»,  — contestó 
fríamente  Morelos. 


310  Imbrícanos  célebres 

Cargado  de  grillos,  fué  conducido  á  Méjico,  escuchando  en  el  tránsito 
groseros  insultos,  fanáticas  inventivas,  siendo  objeto  aquel  hombre  tan 
superior,  tan  grande  por  su  heroísmo  y  por  su  amor  á  la  patria,  del 
escarnio  de  varios,  de  la  piedad  y  de  la  admiración  de  muchos. 

A  los  jefes  y  tropas  que  hicieron  la  importante  captura,  les  recom- 
pensó el  Virrey  con  largueza  y  les  dio  ascensos  y  honores. 

Morolos,  preso,  degradado  por  la  Inquisición,  (pie  le  acusaba  de 
herejía,  de  mala  conducta,  de  perturbador  de  la  tranquilidad  pública  v 
de  haber  faltado  á  Dios  y  al  rey,  fué  enérgico  y  sublime,  hasta  el  pos- 
trer insta'nte  de  su  vida. 

Cuenta  el  venerable  escritor  mejicano  I).  Guillermo  Prieto,  que 
encontrándose  Morelos  en  los  calabozos  de  la  Inquisición,  hubo  un  hom- 
bre generoso  que  intentó  salvarlo:  el  cirujano. Francisco  Montes  de  Oca. 
lleg'ando  hasta  ofrecerle  sus  modestos  ahorros. 

Amigo  mío,  — contestó  enternecido  el  preso,  — es  muy  fácil  cosa 
averiguar  qué  V.  me  ha  sacado,  pues  entra  y  sale  por  razón  de  su  des- 
tino, en  estas  cárceles:  usted  tiene  familia,  v  de  consiguiente,  dentro  de 
poco  es  perdido  con  ella». 

Y  como  insistiera,  añadió:  -«No  permita  Dios  que  vo  le  cause  el 
menor  daño:  déjeme  morir,  y  en  mí  terminará  todo». 


XIX 


El  heroico  hijo  de  Anáhuac  nada  negó  al  ser  interrogado:  si  había 
levantado  el  estandarte  de  independencia,  era  porque  el  propio  Fer- 
nando VII  se  había  degradado,  entregando  España  como  un  rebaño  de 
ovejas;  1  (pie  en  virtud  de  represalias  había  fusilado  y  quemado  pobla- 
ciones; (pie  se  había  abstenido  de  decir  misa,  creyéndose  irregular  para 
(dio,  y  (pie  si  la  revolución  causaba  males  v  acarreaba  perjuicios,  eran 
naturales  en  todas  las  guerras. 

El  odioso  y  odiado  tribunal  de  la  Inquisición,  le  condenó  á  (pie  asis- 
tiera á  su  auto  de  fe  con  traje  de  penitente,  con  sotan  illa  y  vela  verde,  á 
(pie  hiciera  confesión  general   y   ejercicios,   y   en   el    caso   de   (pie   se   le 

1    El  fámliUri  mcjicíHio  jtusgafa*  <"n  justo  recte  criterio  y  ^nl>i¡i  lógica.  • 


JOSÉ    .MORELOS    Y    PAVÓN  311 

• 

hiciera    gracia   de  la   vida,   á  reclusión   perpetua  en   África,    bajo    las 
órdenes  del  Inquisidor  general. 

Asistió  Morelos,  sentado  en  un  banquillo  sin  respaldo,  obligándole  hiciera 

protesta  de  fe,  y  que  arrodillado  recibiera  azotes  coa  cara*. 

Conducido  al  altar  mayor  y  revestido  con  los  ornamentos  sacerdota- 
les, fué  después  despojado  de  ellos  por  el  obispo  de  Oaxaca,  sin  que  se 
alterara  su  pasmosa  serenidad  ni  digna  actitud. 

Dice  Ribera  Camba,  en  el  tomo  segundo  de  su  libro  Los  Gobernantes 
de  Méjico,  que,  únicamente  al  restregarle  las  manos,  se  deslizaron  por 
sus  mejillas  algunas  lágrimas. 

El  Virrey,  conforme  con  el  dictamen  del  Auditor,  sentenció  á 
Morelos  á  la  pena  capital,  pero  sin  aceptar  fuese  cortada  la  cabeza  ni  la 
mano  derecha,' pedido  por  el  fiscal. 


XX 


El  22  de  Diciembre  de  1815,  salió  para  la  villa  de  Guadalupe,  en  el 
coche  del  coronel  D.  Manuel  de  la  Concha,  con  el  Padre  Salazar  y  un 
oficial. 

De  Guadalupe  siguieron  para  el  pueblo  de  indios,  San  Cristóbal 
Ecatepec,  sitio  designado  para  la  ejecución. 

El  mártir  de  la  libertad  se  encerró  con  el  Padre  Salazar,  y  en  aquel 
solemne  instante,  imploró  al  Dios  de  la  justicia  y  elevó  sus  preces  hasta 
la  misericordiosa  Majestad. 

Con  rostro  sereno  escuchó  el  redoble  que  anunciaba  su  próximo  fin. 

Se  levantó  con  poderosa  fuerza  de  voluntad,  sin  (pie  los  grillos  le 
hicieran  vacilar,  v  llevando  en  la  mano  al  Crucificado,  se  puso  en 
marcha,  despojándose  antes  de  su  capote  y  vendándose  los  ojos. 

Pocos  momentos  después,  yacía  tendido,  bañado  en  sangre  el  leal  y 
decidido  patriota,  el  que  dio  forma  al  Gobierno  independiente,  el 
que  creando  ejércitos  y  hombres,  llevó  la  bandera  de  victoria  en  vic- 
toria, legando  á  las  edades  futuras  la  página  más  gloriosa  de  la  inde- 
pendencia mejicana,  y  una  de  las  más  grandes  y  bellas  de  la  historia  de 
América. 


ALEJANDRO   PETIÓN 


or  los  años  de  1768  á  1769,  vivía  en  Port- 
au-Prince    (Haití),    un    colono   nombrado 
Savés.   La   pasión   ó   el   capricho   le    incli- 
naron   á    una    joven    y    hermosa    esclava 
que,  respondiendo  á  su  amor,  se  unió  á  él  con 
los  lazos   de  la   más   tierna  intimidad.  Fruto 
de  ésta,  fué  un  niño  nacido  en  Abril  de  1770, 
á   quien    bautizaron   con    el    nombre    de   Ale- 
jandro. 
Privado  del  apellido  de  su  padre  y  no  teniéndolo 
Úrsula  su  madre,  tomó  el  que  el  cariño  de  su  madrina 
le    otorgaba    por    sobrenombre,    Pctiot ,    transformado    más 
tarde   en   Petión  y  que  ha  quedado  como  un  timbre  en   la 
historia  haitiana. 

Era  el  niño  arriesgado,  inteligente,  y  como  educado  bajo  régimen  de 
la  colonia  y  en  falsa  posición  social,  partidario  de  campo  más  vasto 
de  acción,  de  libertades  para  el  pensamiento  y  de  la  autonomía  de  los 
pueblos. 

No  tenía  aún  veinte  años  cuando  ya  se  distinguió  el  patriota  etíope 
por  sus  ideas  revolucionarias,  y  fué  principal  actor  en  conspiraciones  y 
pronunciamientos.  Nada  debía  á  la  raza  que  imperaba  en  su  patria,  sino 
la  desgracia  de  su  madre.  Su  padre,  el  orgulloso  colono,  le  había  dado 
por  única  muestra  de  amor  paternal  el  oficio  de  herrero;  éste  no  le  satis- 


ALEJANDKO    PETIÓN  313 

facía  porque  aspiraba  á  mucho  más.  Vacilando  en  sus  inclinaciones,  fué 
platero  y  después  soldado  raso  en  los  cazadores  de  milicia. 

Su  amor  á  la  libertad  le  hizo  abandonar  más  tarde  las  alegres 
florestas  y  los  bosques  de  Haití,  para  sentir  en  Francia  las  emociones  de 
otra  vida  más  agitada  y  los  variados  y  tumultuosos  choques  del  ciclón 
revolucionario ,  que  redujo  á  ruinas  el  trono  de  los  francos  y  destruyó 
para  siempre  las  fortalezas  y  baluartes  en  donde  el  pensamiento  se  redu- 
cía á  la  nulidad,  1  y  las  rejas  y  calabozos,  que  eran  la  mordaza  para  los 
descontentos  ó  atrevidos  campeones  de  la  justicia  y  del  derecho. 


II 


La  patria  de  Toussaint  Louverture,  estaba  gobernada  •  por  este 
sublime  negro,  que  había  desplegado  en  la  guerra  contra  los  colonos  y 
sus  aliados  los  ingleses,  un  acierto  y  un  valor  que  le  conquistaron  fama 
universal. 

Poseía  este  notable  jefe  brillantes  cualidades  militares,  y  su  entereza 
y  virtudes  merecieron  del  general  inglés  Maitlan ,  ostensibles  demostra- 
ciones de  aprecio  y  admiración,  cuando  en  9  de  Mayo  de  1798  celebró 
el  tratado  con  el  bravo  caudillo  de  los  negros  y  reconoció  la  indepen- 
dencia de  la  colonia  francesa.  Civil  y  militarmente  fué  Toussaint  Lou- 
verture, un  hombre  superior,  dotado  de  singular  perspicacia  y  de  admi- 
rable espíritu  de  progreso. 

Un  ejército  respetable  (sesenta  mil  hombres)  estaban  en  pie  de  guerra, 
y  cuanto  la  lucha  había  paralizado  y  destruido,  renacía  y  se  desarrollaba 
bajo  la  bienhechora  influencia  de  aquel  patricio  valiente,  modesto,  enér- 
gico y  amante  de  la  justicia  y  del  orden.  Convocada  una  asamblea,  á 
ésta  sometió  un  proyecto  de  constitución,  que  fué  aprobado  y  promul- 
gado en  1.°  de  Junio  de  1801 :  según  sus  bases,  quedaba  Haiti,  si  bien  bajo 
el  poder  francés,  regido  por  leyes  especiales  y  gobernado  por  una  auto- 
ridad superior  vitalicia.  Es  decir,  Toussaint  Louverture,  embozadamente, 
hacía  libre  á  su  patria  y  la  colocaba  bajo  el  protectorado  de  la  Francia ; 
cuando  fué  elegido  gobernador  reconoció  la  soberanía  francesa,  solici- 

1     La  Bastilla  ora  la  prisión  de  los  reos  políticos. 


314  AMERICANOS    CÉLEBRES 


táñelo  á  su  vez,  se  aprobara  por  el  primer  cónsul  el  sistema  de  gobierno 
establecido  en  Haití,  que  á  la  sazón  y  bajo  el  mando  del  animoso  negro 
había  alcanzado  paz,  progreso  y  riqueza. 


nr 


Napoleón  Bonaparte,  llevado  de  su  ambición  y  sed  de  dominio,  envió 
á  Santo  Domingo  al  general  Leclerc  á  la  cabeza  de  veinticinco  mil 
hombres,  con  una  escuadra  de  veintiséis  navios  de  guerra  y  numero- 
sos transportes.  Alejandro  I)eti<)ii,ya  coronel,  formaba  parte  de  aquel 
ejército  que  tan  alta  fama  conquistó  en  el  Rhin.  El  futuro  empera- 
dor había  empleado  promesas  liberales,  palabras  suaves  y  engañosas. 
hasta  conseguir  se  prestase  Petión  á  cooperar  eu  aquella  expedición  que 
tuvo  tan  funestos  resultados  para  su  patria. 

Leclerc  llevaba  órdenes  secretas;  era  preciso  (pie  Santo  Domingo 
volviera  á  ser  colonia,  restableciéndose  la  esclavitud  v  exterminando  á 
Louverture  v  á  los  jefes  qué  le  habían  ayudado  en  la  noble  empresa  de 
tranquilizar  aquel  pueblo  v  darle  orden  y  prosperidad. 

Las  proposiciones  de  Leclerc  para  rendir  la  plaza,  fueron  rechazadas 
por  Enrique  Cristóbal,  que  ejercía  el  mando  en  Cabo  Francés  en  ausen- 
cia del  gobernador  Toussaint,  y  quien,  no  pudiendo  defender  la  ciudad. 
prefirió  reducirla  á  cenizas  incendiándola  y  retirándose  al  interior. 


IV 


Comenzó  la  lucha.  Los  haitianos  defendieron  la  libertad  y  la  constitu- 
ción con  generoso  y  bélico  ardor:  aquellas  huestes  veteranas  y  vencedo- 
ras en  cien  combates  se  estrellaban  ante  la  constancia  de  los  negros  quer 
aun  derrotados,  continuaban  hostilizando  desde  los  bosques  ó  guarecidos 
en  las  altas  montañas. 

La  desesperación  llegó  á  su  colmo,  cuando  Leclerc  proclamó  de  nuevo 
la  esclavitud  y  agobió  cruelmente  á  los  infelices  negros  y  mulatos  sin 
más  derecho  que  el  de  raza,  por  lo  (pie  más  sangrienta  y  constante  se 


ALEJANDRO     1'KTIÓX  315 

empeñó  la  resistencia,  y  aun  cuando  la  superioridad  de  fuerzas  obligó  á 
los  principales  jefes  á  someterse  á  los  franceses,  no  por  esto  se  extinguió 
el  espíritu  de  rebelión. 

Preso  el  infeliz  Toussaint  Louverture,  fusilados  los  que  intentaron 
salvar  á  su  valeroso  jefe,  fué  éste  conducido  á  Europa  y  encerrado  en  el 
castillo  de  Joux  en  un  estrecho  calabozo,  con  un  criado  único  que  le 
acompañó  en  su  cautiverio. 

Más  tarde  Louverture,  tuvo  por  encierro  en  Besancon  una  torre 
lúgubre  y  helada :  la  idea  de  la  muerte  sería  para  el  infeliz  cautivo  el 
anhelado  puerto  ó  el  áncora  de  salvación.  ¡Inexorable  destino! 

El  frío  del  invierno,  el  hielo  terrible  de  la  desventura,  abatió  tí 
vigoroso  organismo  del  hijo  de  los  trópicos,  y  ya  cuando  los  rigores  de 
la  estación  habían  pasado  y  las  tibias  brisas  de  primavera  penetraban  á 
través  de  las  rejas  del  torreón,  encontró"  en  la  tumba  el  anhelado 
reposo. 

¡Pobre  mártir!  ¡pobre  redentor  de  su  raza!  su  muerte  debió  pesar 
como  losa  de  plomo  sobre  el  corazón  de  aquel  que,  años  más  tarde,  soli- 
tario también  después  de  haber  sido  soberano  y  arbitro  de  Europa ,  se 
extinguió  allá  en  el  peñasco  de  Santa  Elena. 


V 


Lector,  dispensa  si  apartándonos  del  principal  objeto  de  este  bos- 
quejo, nos  hemos  ocupado  en  recordarla  vida  de  un  hombre  digno  de 
otra  recompensa  y  merecedor  por  sus  cualidades  de  suerte  menos 
infausta.  ¡Tenía  el  rostro  negro,  pero  la  conciencia  blanca  y  el  corazón 
de  oro! 

Petión  y  Dessalines  vengaron  á  Louverture.  La  guerra  continuó  sin 
cuartel.  Leclerc  sucumbió  de  la  fiebre  amarilla  en  la  isla  de  la  Tortuga 
y  Rochambeau  le  sucedió.  Meses  más  tarde,  acosado  por  los  negros  y  no 
recibiendo  auxilio  de  Francia,  siendo  imposible  toda  resistencia,  vióse 
obligado  á  capitular,  saliendo  de  Cabo  Francés  durante  la  noche 
y  cayendo  en  manos  de  la  escuadra  inglesa. 

Los  restos  de  aquel  brillante  ejército  del  Rhin  fueron  prisioneros  de 
la  Inglaterra  hasta  la  caída  de  Napoleón.  De  tantos  miles  de  hombres 


316  AMERICANOS    CÉLEBRES 

que  orgullosos  y  seguros  del  triunfo  habían  pisado  el  suelo  dominicano, 
sólo  volvieron  á  su  patria  algunos  de  ellos. 

El  resultado  de  aquella  expedición  fué  desastroso  para  la  Francia. 
Sin  embargo,  los  negros  vencedores  fueron  generosos  para  sus  antiguos 
colonos. 

«Propietarios  de  Santo  Domingo, — exclamaron, —  que  vagáis  en  los 
países  extranjeros  proclamando  nuestra  independencia;  nosotros  no  os 
prohibimos  entrar  en  posesión  de  vuestros  bienes;  lejos  de  nosotros 
•este  pensamiento  injusto:  sabemos  que  hay  algunos  hombres  que  han 
abjurado  sus  antiguos  errores,  renunciado  á  sus  locas  pretensiones  y  reco- 
nocido la  justicia  de  la  causa  porque  vertemos  nuestra  sangre  desde 
doce  años  atrás;  trataremos  como  hermanos  á  los  que  nos  aman:  pueden 
contar  con  nuestra  estimación  y  con  nuestra  amistad  y  volver  á  vivir 
entre  nosotros». 

El  1.°  de  Enero  de  1804,  se  proclamó  solemnemente  la  independencia 
de  Haití,  y  el  general  Juan  Jacobo  de  Salines  fué  el  primer  gobernador 
vitalicio  del  Estado. 

En  1807,  ascendió  Petión  á  la  presidencia  y  después  fué  reelecto  dos 
veces:  su  valor,  sus  virtudes  y  carácter  desinteresado  y  generoso  le  die- 
ron popular  prestigio,  llegando  á  ser  un  semidiós  para  los  haitianos. 

En  todo  demostró  su  culto  por  la  patria:  la  instrucción  pública,  el 
comercio,  la  industria,  la  agricultura,  todos  los  ramos  de  riqueza,  todas 
las  reformas  sociales,  encontraron  en  Petión  extenso  apoyo  y  poderoso 
impulso.  La  habilidad  del  hombre  de  Estado  y  del  austero  legislador, 
sobresalían  en  él  presidente  haitiano;  su  carácter  era  franco,  firme, 
digno  y  recto;  amantísimo  de  la  inteligencia  y  del  mérito,  los  premiaba 
y  protegía,  y  con  entusiasta  empeño  y  generosa  eficacia  prestó  á  Bolí- 
var, armas,  pertrechos  de  guerra,  benévola  acogida,  cariñosa  hospitali- 
dad. ¡La  libertad  de  Venezuela  tuvo  en  Petión  bienhechor  auxiliar! 

«  ¡Que  Dios  proteja  vuestra  empresa ! » ,  decía  el  jefe  haitiano  al  futuro 
Libertador,  abrazándole  en  Port-au-Prince. 


ALEJANDRO     l'ETIÓN  317 


VI 


El  decreto  de  abolición  de  la  esclavitud,  dado  en  Venezuela  el  6  de. 
Julio  de  1816,  respondió  al  íntimo  deseo  de  Bolívar  y  á  la  promesa 
hecha  a  Petión. 

Posteriormente  se  ratificó  aquel  decreto  en  el  artículo  2.°  del  de  14  de 
Mayo  de  1818,  y  después  decía  Bolivar  en  1819  al  dar  cuenta  al  Con- 
greso de  sus  actos  durante  la  dictadura. 

«  Yo  abandono  al  Congreso,  á  vuestra  soberana  decisión ,  la  reforma  ó 
revocación  de  todos  mis  estatutos  y  decretos;  pero  imploro  la  confirmación 
de  la  libertad  absoluta  de  Jos  esclavos,  como  imploraría  mi  vida  y  la  vida  de  la 
república». 

El  pueblo  haitiano  reconoció  y  admiró  siempre  el  gran  carácter  del 
supremo  magistrado  padre  de  la  patria,  y  en  1816  fué  elegido  de  nuevo 
y  á  perpetuidad  para  presidente  de  la  república. 

Alejandro  Petión  dejó  de  existir  el  21  de  Marzo  de  1818. 

Su  patria  no  guarda  sus  cenizas.  El  amor  f  las  hizo  trasladar  á  tierra 
francesa,  y  reposan  en  elegante  monumento  en  el  cementerio  del  Padre 
Lachaise. 

1    La  señora  Fayo.  amaila  «lo  Petión. 


JOSÉ  ANTONIO  PÁEZ 


N  esa   famosa  nueva  era,  que  se  iniciaba  desde  prin- 
cipios  de   este   siglo    en    el   Mundo    de    Colón,  en 
aquella  época  en  que  sólo  la  Francia  había  osado 
lanzar    su    reto    á    los    revés,    levantando    en    sus 
robustos  hombros  la   diosa   Libertad,  los   pueblos 
colonias  de  la  nación  española  vieron  brotar  de  su   seno 
soldados  y  hombres,   que  con  sus  hazañas  y   patriotismo 
asombraron  al  universo* 

Hoy    yacen    en    el    sepulcro    los    Viriatos    del    Nuevo 
Mundo,  los  espartanos  del  siglo  xix,  los  genios  privile- 
giados, los  grandes   de   espíritu,  los  ricos  de  nobilísima 
gloria  y  los  sedientos  de  grandezas  futuras  para  América. 


11 


El  lo  de  Junio  de  1790,  nació  José  Antonio  Páez,  en  humilde  Vivienda 
cercana  al  pueblo  de  Acarigua,  en  los  llanos  de  Araure,  provincia  de 
Barinas.  «Mi  padre  servía  de  empleado  al  Gobierno  Colonial  en  el  ramo 
de  estanco  de  tabaco,  establecido  entonces  en  la  ciudad  de  Guana  re  de 
la  misma  provincia,  y  residía   allí  para  el  desempeño  de  sus   deberes, 


JOSÉ    ANTONIO    PAEZ 


JOSÉ    AXTOXIO    l'ÁKZ  319 

lejos  con  frecuencia  de  mi  excelente  madre,  que  por  diversos  motivos 
jamás  tuvo  con  sus  hijos  residencia  fija».  i 

Eu  el  pueblo  de  Guama  liabía  una  pequeña  é  insignificante  escuela, 
Como  lo  eran  en  general  las  de  época  tan  atrasada,  aun  en  grandes  pobla- 
ciones, y  á  ella  enviado  por  su  madre,  concurrió  Páez  durante  algún 
tiempo,  cuando  contaba  apenas  ocho  años,  según  él  mismo  refiere. 

Poco  después  un  cuñado  suyo  le  tomó  á  su  cargo,  dedicándolo  á  la 
siembra  de  cacao,  y  más  tarde  en  compañía  de  un  pariente  y  de  otro 
hermano,  pasó  á  la  ciudad  de  San  Felipe,  permaneciendo  en  ella  algún 
tiempo. 


IJ 


En  pocos  años  se  había  transformado  el  niño  en  hombre;  era  ágil, 
aficionado  á  la  caza .  resuelto  y  valiente. 

Un  día  regresaba  de  Cabudare  con  fuerte  suma  de  dinero  que  le  habían 
entregado  para  su  padre:  la  soledad  era  completa:  lo  agreste  y  exhube- 
rante  de  la  vegetación  deleitaban,  sin  duda,  al  joven  viajero,  y  al  buen 
paso  de  sus  muías  se  acercaba  al  término  de  su  jornada,  cuando  se  vio 
asaltado  por  cuatro  hombres  que  intentaban  robarle. 

Llevaba  consigo  un. par  de  pistolas,  precaución  aun  hoy  muy  en  uso 
para  atravesar  las  soledades  americanas,  y  con  ellas  mantuvo  á  distancia 
al  primero  que  le  amenazaba  con  machete  en  mano. 

Rayaba  José  Antonio  Páez  en  los  diez  y  siete  años,  y  su  edad  no  era 
para  imponer  respeto  á  los  agresores,  que  resueltos  se  adelantaron  hacia 
el  joven. 

Páez,  viéndose  acometido,  retrocedió  para  dejar  espacio  entre  él  y  su 
adversario,  y  disparando  una  de  sus  armas,  dio  en  tierra  con  el  principal 
bandido:  los  otros  emprendieron  la  huida  al  ver  muerto  á  su  compañero, 
internándose  en  el  bosque;  el  animoso  mozo,  continuó  su  viaje  hasta 
llegar  sano  y  salvo  á  su  modesta  casa,  no  sin  la  natural  preocupación  y 
terror  que  le  causaba  haber  cometido  un  asesinato,  aun  cuando  fuera  en 
defensa  propia. 

1     Palabras  ilel  general  l'áez:  Aimh-s  de   Venezuela. 


320  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Días  después,  estaba  Páez  convertido  en  ganadero  en  las  hermosas 
pampas  del  Apuré:  asustado  y  temeroso  por  la  involuntaria  muerte  del 
bandolero,  huyó  de  la  casa  paterna  y  entró  al  servicio  del  rico  hacen- 
dado D.  Manuel  Pulido,  en  el  hato  de  la  Calzada,  1  situado  en  las  frescas 
orillas  del  Apuré. 

Ya  se  cernía  la  tempestad  revolucionaria;  ya  Venezuela  adivinaba, 
veía  destacarse  y  crecer  la  figura  del  ínclito  Bolívar ;  ya  el  primer  grito 
de  emancipación  había  llegado  hasta  los  verdes  campos  en  donde  Páez 
apacentaba  su  ganado:  el  genio  sólo  necesita  un  instante  para  reve- 
larse en  todo  su  esplendor ;  el  mancebo  dirigió  una  rápida  y  desdeñosa 
mirada  en  torno  suyo;  comprendió  su  pequenez,  y  desconocida  sensación 
embargó  su  ser. 

Deslumhrado  por  radiantes  horizontes,  veía  en  lontananza  triunfos  y 
glorias,  y  abandonando  el  humilde  cayado,  empuñó  la  lanza  y  se  alistó 
cu  las  milicias  de  Barinas.  De  soldado  ascendió  en  breve  á  sargento,  y  el 
comandante  español  Tiscar,  satisfecho  de  sus  aptitudes  militares,  le 
extendió  el  despacho  de  capitán. 


V 


Pero  la  patria  necesitaba  corazones  y  brazos;  y  Páez,  desechando  el 
ascenso  en  las  filas  españolas,  se  unió  á  las  guerrillas  delteniente  coro- 
nel Pulido,  su  antiguo  amo,  y  empezó  á  distinguirse  y  á  prestar  grandes 
servicios  en  la  caballería;  pero  al  ocupar  las  tropas  de  Yáñez  la  provin- 
cia de  Barinas,  cayó  Páez  prisionero,  y  puesto  en  capilla,  las  balas  espa- 
ñolas iban  ya  á  borrarle  del  libro  de  los  vivos,  cuando  un  generoso 
español  llamado  Escutasol,  rescató  por  seiscientos  duros  aquella  exis- 
tencia que  tantos  lauros  iba  á  cosechar.  Sin  embargo,  no  alcanzó  la 
libertad,  sino  cuando  temerosos  los  realistas  por  la  victoria  de  los  patrio- 
tas en  Araure,  abandonaron  la  plaza. 

'     Haciendas. 


JOSÉ   ANTONIO    PÁEZ  321 


VI 


El  afortunado  guerrillero  se  encontró  poco  después  en  la  acción  de 
Estanques,  en  donde  persiguió  á  los  realistas,  hasta  alejarse  á  gran  dis- 
tancia de  los  suyos  y  verse  rodeado  de  enemigos:  fingiéndose  jefe  de 
un  cuerpo  de  jinetes,  empezó  á  dar  órdenes  como  si  quisiera  envolver  á 
los  que  huían,  i  y  con  esta  estratagema  logró  aumentar  la  confusión  y 
tomar  armas  y  prisioneros,  que  condujo  al  campamento  patriota  para 
engrosar  las  filas  del  ejército. 

Desde  esta  época  empezó  á  señalarse  por  su  valor  y  carácter,  y  pol- 
la fabulosa  fortuna  que  le  acompañaba  en  las  arriesgadas  empresas 
de  la  campaña. 

La  batalla  de  Mata  de  la  Miel,  en  la  cual  los  trofeos  fueron  numerosos, 
es  una  de  las  que  le  conquistaron  la  confianza  y  la  atención  de  Bolívar, 
y  en  la  cual  ganó  el  ascenso  de  teniente  coronel ,  haciéndose  notar  por 
su  noble  generosidad  con  los  vencidos. 

De  victoria  en  victoria  había  llegado  el  jefe  de  los  bravos  llaneros  á 
general  de  brigada,  al  propio  tiempo  que  á  ser  el  ídolo  de  sus  soldados  por 
su  impetuosidad,  por  su  desprecio  de  la  vida  en  los  combates,  por  la 
benévola  franqueza  é  interés  por  sus  tropas. 

Desafiaba  el  peligro,  lo  buscaba ,  y  á  igual  del  soldado,  sufría  la  falta 
absoluta  de  lo  más  preciso,  y  parécenos  curioso  y  de  interés  histórico 
hacer  mención  de  algunas  particularidades. 

Aquellos  hombres,  aquellos  venezolanos,  aquellos  soldados  desnudos 
y  alimentados  más  bien  idealmente  con  la  sacra  idea  de  libertad,  estaban 
descalzos  y  sufrían  las  lluvias  torrenciales,  el  sol  abrasador,  el  relente 
de  la  noche,  mal  cubierto  el  cuerpo  con  el  cuero  de  reses  muertas  para 
su  escaso  sustento. 

El  llanero,  como  el  gaucho  argentino,  tiene  muchos  puntos  de  contacto 
con  el  árabe,  y  era  y  es  diestrísimo  para  amansar  los  caballos  y  reducir- 
los al  dominio  del  hombre;  las  tropas  de  Páez  se  distinguían  por  su  caba- 
llería ,  y  con  ella  alcanzó  sus  mejores  triunfos. 


Borat.t  y  Díaz:  Historia  de  Venezuela. 


3-2  AMERICANOS    CÉLEBRES 


VII 


Para  facilitar  la  marcha  del  libertador  Bolivar,  había  distraído  Páez 
al -enemigo,  teniendo  al  propio  tiempo  sitiada  la  ciudad  de  San  Fernando; 
pero  cuando  llegaron  las  tropas  del  caudillo  al  paso  llamado  del  Dia- 
mante, no  encontraron  embarcaciones  para  cruzar  el  Apuré.  En  la 
orilla  opuesta  estaban  fondeadas  una  cañonera,  tres  flecheras  y  varias 
canoas  de  los  españoles. 

Cincuenta  húsares  de  Páez  mandados  por  el  bizarro  Aramendi,  se 
lanzaron  al  profundo  y  anchuroso  río  con  los  caballos  en  pelo,  los  que 
dejaron  á  merced  de  la  corriente,  y  al  abordaje,  tomaron  las  despreve- 
nidas embarcaciones. 

La  reputación  militar  de  Páez  y  su  prestigio,  llegó  á  su  puntó  culmi- 
nante en  el  glorioso  combate  de  Queseras  del  Medio. 

Durante  el  mes  de  Marzo  de  1819,  habían  sufrido  algunos  reveses  las 
tropas  republicanas  y  las  fuerzas  de  Morillo  y  las  de  Bolivar;  éstas  en  la 
orilla  derecha  del  Arauca,  y  aquéllas  en  la  izquierda,  permanecían  ace- 
chando momento  oportuno  para  un  nuevo  encuentro. 

Morillo  había  efectuado  algunos  movimientos,  hasta  colocarse  el 
día  2  de  Abril  casi  al  frente  de  las  posiciones  que  ocupaba  el  general 
presidente  Bolivar,  y  el  arriesgado  Páez,  á  la  cabeza  de  ciento  cincuenta 
y  un  hombres  de  su  caballería ,  formó  el  atrevido  plan  de  atravesar  el 
río  y  provocar  al  enemigo. 

Efectuado  el  paso,  dividió  sus  fuerzas  en  tres  columnas  y  siguió  mar- 
chando. 

Asombrado  Morillo  de  su  audacia,  puso  en  movimiento  sus  tropas,  y 
rompió  el  fuego  sobre  aquellos  valientes,  al  mismo  tiempo  que  la  caba- 
llería atacaba  también.  Distinguíase  uno  entre  aquéllos  por  su  figura 
marcial,  robusta,  alta,  imponente:  su  dormán  púrpura,  su  brioso  caballo 
blanco  que  le  señalaban  al  enemigo :  era  Páez ;  era  el  Aquiles  de  Amé- 
rica ;  era  el  venturoso  llanero  que  legaba  á  los  siglos  un  nombre  coronado 
por  inmarcesible  lauro. 

Páez  retrocede  en  orden  de  batalla;  los  jinetes  avanzan ;~el  jefe  del 
Apuré  deja  el  río  á  la  espalda;  Morillo  lo  cree  ya  en  su  poder  y  ordena 


JOSÉ   ANTONIO    PÁEZ  323 

marche  toda  la  caballería  contra  él  (compuesta  de  mil  hombres,  entre 
ellos  doscientos  carabineros),  y  vuelve  sus  fuegos  sobre  las  tropas  que 
defendían  la  orilla  derecha  del  Árauca. 

Pero  el  hábil  militar  ha  empleado  una  estrategia  de  guerra,  logrando 
que  la  caballería  enemiga  quede  á  larga  distancia  de  la  infantería; 
entonces  vuelve  como  el  rayo  dando  frente  al  enemigo ;  lo  acomete  divi- 
diendo su  tropa  en  grupos  de  veinte  hombres;  la  rapidez  del  movimiento, 
el  asombro,  impide  á  los  soldados  formar  filas;  Páez,  los  desordena 
aún  más  y  los  destroza  á  pesar  de  la  desesperada  resistencia ;  los  cara- 
bineros echan  pie  á  tierra  y  se  baten  como  fieras,  pero  mueren  sin 
la  gloria  del  triunfo,  porque  los  heroicos  llaneros  no  dan  cuartel  en  la 
obstinada  persecución. 

La  noche  cubre  con  su  manto  aquel  cuadro  de  horrible  confusión. 
Las  tropas  de  Morillo  se  refugian  en  la  selva,  y  Páez  vencedor,  recoge 
los  laureles  y  la  admiración  de  Bolívar,  quien,  al  día  siguiente,  concedió 
la  cruz  de  Libertadores  á  todos  los  jefes,  oficiales  y  soldados,  que  habían 
ganado  sobre  fuerzas  tan  superiores  la  acción  de  Queseras  del  Medio, 
venciendo  al  severo  y  valiente  general  Morillo,  al  jefe  de  los  bélicos 
escuadrones  que  habían  medido  sus  armas  con  los  soldados  de  Waterloo 
y  de  Marengo,  y  que  contaban  en  cada  batalla  una  victoria. 


VIII 


Las  armas  republicanas  continuaron  disputando  palmo  á  palmo  el 
terreno  de  la  naciente  república. 

El  convenio  y  armisticio  celebrado  en  1820  entre  el  Libertador  y 
el  general  español  Morillo,  dejó  adivinar  que  la  guerra  tomaría  un  carác- 
ter más  suave  y  conciliador. 

Sin  embargo,  la  suspensión  de  hostilidades  no  fué  de  larga  dura- 
ción, y  al  expirar  el  plazo,  volvieron  ambos  bandos  á  tomar  las  armas. 

La  llanura  de  Carabobo  fué  teatro  de  un  gran  triunfo  para  Bolívar, 
y  en  él  adquirió  nueva  gloria  Páez  mandando  la  segunda  división. 

En  1822,  organizada  la  administración  de  Colombia,  fué  nombrado 
Soublette,  jefe  militar  de  los   departamentos  de  Venezuela,  Orinoco  y 


324  AMERICANOS    CÉLEBRES 


Zulia:  este  nombramiento,  al  resentir  el  amor  propio  de  Páez,  coman- 
dante general  entonces  del  ya  expresado  territorio,  dio  margen  á  tristes 
y  trascendentales  discordias. 


IX 


Los  servicios  del  general  Páez  durante  la  campaña  emprendida  para 
apoderarse  de  Puerto  Cabello,  fueron  importantísimos,  y  á  no  dudarlo, 
su  pericia  militar,  su  acertada  inventiva ,  la  actividad  y  buena  dispo- 
sición para  oponerse  á  los  planes  del  enemigo,  desconcertó  á  éste,  y  dio 
nuevo  vigor  á  la  causa  de  la  libertad. 

Su  rápida  marcha  á  los  llanos  del  Apuré,  cortó  la  rebelión  que  ger- 
minaba y  de  sus  cimientos  obtuvo  ventajas;  pues  con  aquellos  que  busca- 
ban en  las  revueltas  los  medios  para  medrar,  formó  cuerpos  de  caballería 
y  varios  de  ellos  dejaron  glorioso  recuerdo  en  el  suelo  de  los  incas  á  las 
órdenes  de  Bolivar  y  de  Sucre. 

Innumerables  inconvenientes -se  opusieron  á  la  rendición  inmediata 
de  Puerto  Cabello,  y  Páez  tuvo  que  desistir  por  entonces;  pero  los  triun- 
fos conseguidos  por  los  patriotas  en  el  lago  de  Maracaíbo,  la  capitulación 
de  los  realistas  y  el  abandono  de  la  plaza,  el  contar  con  algunos  buques 
para  el  bloqueo  por  mar,  el  Úrica  y  el  Pichincha,  impulsaron  al  caudillo 
de  los  llanos  á  sitiar  de  nuevo  el  última  baluarte  del  poder  español  en 
Venezuela. 

Los  aguerridos  soldados  que  guarnecían  la  plaza  y  el  pundonoroso 
brigadier  Calzada,  estaban  resueltos  á  morir  antes  que  rendirse;  y  eran 
tan  obstinados  los  sitiadores  como  los  sitiados. 

Habían  sido  cortados  los  víveres  y  el  agua ,  y  aquellos  valientes  per- 
sistían en  la  defensa  de  la  plaza. 

Uno  de  los  atrevidos  pensamientos  de  Páez,  la  sometió  por  fin  á  los 
republicanos:  con  el  agua  á  la  cintura  lucharon  cuatrocientos  hombres- 
y  cien  lanceros  para  entrar  en  la  ciudad  por  la  laguna ,  guiados  por  Un 
esclavo  del  español  D.  Joaquín  Iztueta. 

Atacados  los  españoles  cuando  menos  lo  esperaban,  pelearon  con 
un  denuedo  que  asombró  á  los  patriotas,  y  se  rindieron  á  la  muerte,  no» 
á  la  fuerza  de  los  vencedores. 


JOSÉ    ANTONIO    l'ÁEZ  .  325 

Páez  fué  generoso  y  grande  en  la  capitulación,  y  los  restos  de  la 
heroica  guarnición  española,  se  embarcaron  para  Cuba- el  15  de  Noviem- 
bre de  1823. 


X 


La  brillante  carrera  del  general  Páez,  tuvo  un  eclipse  rápido,  pero 
de  «amargo  recuerdo  para  el  vencedor  de  Queseras  del  Medio. 

Por  un  decreto  expedido  por  el  vicepresidente  de  la  República,  en 
Agosto  de  1824,  para  el  alistamiento  general  de  milicias,  se  vio  precisado 
el  general  Páez  á  usar  de  medidas  arbitrarias,  para  que  la  orden  del 
Gobierno  fuera  cumplida:  pero  el  intendente  Escalona,  así  como  el  muni- 
cipio, se  opusieron  á  la  forma  de  aquel  reclutamiento  y  elevaron  al 
Congreso  sus  quejas  contra  Páez.  Exaltados  los  ánimos  de  los  diputados, 
y  á  pesar  de  la  templanza  y  cordura  del  vicepresidente  Santander,  que 
en  un  razonado  informe  recordaba  los  servicios  del  caudillo,  y  se  fijaba 
en  que  los  documentos  recibidos  no  atestiguaban  nada  que  diera  lugar  á 
la  severidad  del  Gobierno  para  juzgar  á  Páez,  los  diputados  acordaron 
suspenderlo  de  su  alto  cargo  de  Comandante  general,  y  llamarlo  á  Bogotá 
para  que  se  presentara  ante  el  Senado. 

Páez  recibió  la  noticia  con  sorpresa  é  indignación,  y  como  se  nom- 
brara á  Escalona  para  sucederle  en  el  mando  interinamente,  se  sometió 
á  la  orden  del  Gobierno  y  comunicó  á  éste,  se  preparaba  para  presen- 
tarse en  la  capital  y  justificarse. 


XI 


El  enojo  de  íáez,  justificado  si  se  consideran  los  grandes  servicios, 
el  incansable  afán  por  la  patria,  los  victoriosos  hechos  de  armas  que 
coronaban  la  frente  del  intrépido  jefe  de  los  llanos,  tomó  tempestuosos 
crecimientos  con  la  actitud  de  sus  numerosos  amigos,  quienes  encare- 
ciéndole el  peligro,  le  hicieron  pensar  que  un  cadalso  sería  la  recom- 
pensa de  sus  glorias. 


32G  t  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Valencia,  en  donde  á  la  sazón  se  encontraba  t?áez,  se  pronunció 
abicrtamenta  en  sn  favor:  el  movimiento  tenía  su  centro  en  la  munici- 
palidad. Serios  desórdenes  alteraron  el  orden  público,  y  los  sediciosos 
pidieron  á  gritos  que  Páez  fuera  repuesto  en  la  Comandancia  general; 
maltrataron  á  unos,  asesinaron  á  otros  y  acercándose  á  la  casa  del 
General,  lo  condujeron  en  triunfo  al  municipio  y  le  obligaron  á  acep- 
tar el  mando;  sólo  la  voz  del  intendente  Peñálver  se  opuso  á  un  acto  tan 
arbitrario  y  de  funesto  ejemplo  en  países,  que  empezaban  á  constituirse. 

El  fuerte  resentimiento  de  Páez,  su  irritación  centra  el  Gobierno,  se 
sobrepusieron  en  aquellas  circunstancias  á  su  inmaculada  reputación  y 
á  su  gloria,  pues  que  aceptando  un  hecho  contrario  á  la  ley,  empañaba 
su  brillo: 

¡  Cuánta  sangre  y  luchas  civiles  se  siguieron  á  tan  infausto  din  ! 
♦  El  mal  paso  dado  por  Valencia,  encontró  eco  en  otras  capitales;  la 
rebelión  se  extendió  por  todo  el  ámbito  de  Venezuela,  y  años  más  tarde, 
Páez ,    con   hidalga   franqueza,    confesaba   la   falta  y  se    arrepentía    de 
aquella  nube  que  manchaba  el  cielo  de  su  pasado. 

«Yo  he  cometido  mil  errores,  —  decía,  —  cuyas  dolorosas  sensaciones, 
se  han  disminuido  por  la  indulgencia  de  mis  compatriotas.  Los  sucesos 
de  1826,  á  que  me  condujo  una  acusación  injusta  y  mal  interpretada  por 
algunos,  introducida  contra  mí  en  el  Senado  de  Colombia,  me  llenan 
todavía  de  amargura  y  arrepentimiento». 

¡Qué  hombre!  ¡Qué  brillante  rasgo  en  la  vida  de  Páez!  ¡Qué  sublime 
lección  para  los  pueblos ! 


XII 


El  movimiento  revolucionario  siguió  hasta  convertirse  en  abierta 
pugna  contra  el  Gobierno  de  Colombia,  y  Páez  fué  aclamado  jefe 
supremo  civil  y  militar,  aun  cuando  apelando  á  la  autoridad  del  Liber- 
tador presidente,  que  se  encontraba  en  Lima ,  y  llamándolo  á  su  patria 
combatida  y  anarquizada. 

Debemos  consignar  aquí  algunos  párrafos  de  la  carta  que  Bolívar 
escribió  á  Páez  desde  Lima,  en  contestación  á  la  que  este  general  le 
había  dirigido  en  época  muy  anterior  á  los  sucesos  referidos. 


JOSÉ   ANTONIO   PÁEZ  327 

«He  recibido  la  muy  importante  de  V.,  por  medio  del  señor  Guzmán, 
á  quien  he  visto  y  he  oído,  no  sin  sorpresa,  pues  su  misión  es  extraordi- 
naria. Usted  me  dice  que  la  situación  de  Colombia  es  semejante  á  la  de 
Francia,  cuando  Napoleón  se  encontraba  en  el  Egipto,  y  que  yo  debo 
decir  con  él:  «Los  intrigantes  van  á  perder  á  la  patria;  vamos  á 
»salvarla».  A  la  verdad,  casi  toda  la  carta  de  V.  está,  escrita  con  el  buril 
de  la  verdad ;  mas  no  basta  esto  solo  para  que  un  plan  logre  su  efecto : 
usted  no  ha  juzgado,  me  parece,  bastante  imparcialmente  el  estado  de 
las  cosas  y  de  los  hombres;  ni  Colombia  es  Francia,  ni  yo  Napoleón.  En 
Francia  se  piensa  mucho  y  se  sabe  más  todavía;  la  población  es  homo- 
génea y  además  la  guerra  la  pondría  en  el  borde  del  precipicio.  No 
había  otra  república  más  grande  que  la  de  Francia ,  y  la  Francia  había 
sido  siempre  un  reino;*  el  Gobierno  republicano  se  había  desacreditado  y' 
abatido  hasta  entrar  en  un  abismo  de  execraciones,  los  monstruos  que 
dirigían  la  Francia  eran  igualmente  crueles  é  ineptos.  Napoleón  era 
grande,  único  y  además  sumamente  ambicioso:  aquí  no  hay  nada  de  eso; 
yo  no  soy  Napoleón  ni  quiero  .serlo,  tampoco  quiero  imitar  á  César, 
menos  aun  á  Iturbide.  Tal  ejemplo  me  parece  indigno  de  mi  gloria.  El 
título  de  Libertador  es  superior  á  todos  los  que  ha  recibido  el  orgullo 
humano;  por  tanto,  me  es  imposible  degradarlo. 

»Un  trono  espantaría  tanto  por  su  altura  como  por  su  brillo;  la 
igualdad  sería  rota  y  los  colores  temerían  perder  sus  derechos  por  una 
nueva  aristocracia. 

»Diré  á  V.  con  toda  franqueza,  que  este  proyecto  no  conviene  ni  á 
usted,  ni  á  mí,    ni  al  país. 

»Yo  enviaré  á  V.  un  proyecto  de  constitución  que  he  formado  para 
la  república  de  Bolivia:  en  él  se  encuentran  reunidas  todas  las  garantías 
de  permanencia  y  de  libertad,  de  igualdad  y  de  orden. 

»Por  lo  demás,  yo  no  aconsejo  á  V.  que  haga  para  sí  lo  que  no  acon- 
sejo para  mí,  mas  si  el  pueblo  lo  quiere  y  V.  acepta  el  voto  nacional, 
mi  espada  y  mi  autoridad  se  emplearán  con  infinito  gozo  en  sostener  y 
defender  los  decretos  de  la  Unión  popular». 


328  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Demuéstrase  en  esta  carta  el  verdadero  espíritu  de  Bolívar  y  lo 
injusto  de  las  acusaciones  que  sus  enemigos  le  han  hecho,  presentándole 
como  aspirante  á  una  corona. 

Al  tener  noticia  de  los  trastornos  ocurridos  en  Venezuela,  decía  el 
Libertador  en  su  carta  á  Páez  de  8  ole  Agosto  del  mismo  año,  lo 
siguiente : 

«Usted  me  envió  hará  meses  al  Sr.  Guzmán,  para  que  me  informara 
del  estado  de  Venezuela,  y  V.  mismo  me  escribió  una  hermosa  carta  en 
que  decía  las  cosas  como  eran :  desde  esta  época  todo  ha  marchado  con 
una  celeridad  extraordinaria;  los  elementos  del  mal  se  han  desarrollado 
visiblemente.  Diez  y  seis  años  de  amontonar  combustible,  va  á  dar  el 
incendio  que  quizá  devorará  nuestras  victorias,  nuestras  glorias,  la 
dicha  del  pueblo  y  la  libertad  de  todos.  Yo  creo  que  bien  pronto  no 
tendremos  más  que  ceniza  de  lo  que  hemos  hecho. 

»No  hablaremos  nada  de  los  demócratas  y  de  los  fanáticos;  tampoco 
diremos  nada  de  los  colores,  porque  al  entrar  en  el  hondo  abismo,  el 
genio  de  la  razón  iría  á  sepultarse  en  él  como  en  la  mansión  de  la 
muerte. 

»Crea  V. ,  mi  querido  general,  que  un  inmenso  volcán  está  á  nuestros 
pies,  cuyos  síntomas  no  son  poéticos,  sino  físicos  y  harto  verdaderos. 

»Sé  me  ha  escrito  que  muchos  pensadores  desean  un  Príncipe  con 
una  Constitución  federal.  ¿Pero  dónde  está  ese  Príncipe  y  qué  división 
política  producirá  armonía?  Todo  es  ideal  y  absurdo. 

» Desde  luego,  lo  que  más  conviene  hacer,  es  mantener  el  poder 
público  con  vigor  para  emplear  la  fuerza,  calmar  las  pasiones,  reprimir 
los  abusos,  ya  en  la  imprenta,  ya  en  los  pulpitos  y  ya  en  las  bayonetas». 

Esta  carta  demuestra  la  amargura  de  Bolívar  y  la  poca  confianza 
que  abrigaba  en  la  tranquilidad  y  unión  de  Colombia. 

Ceñida  la  frente  con  los  frescos  y  hermosos  laureles  conquistados  en 
tierra  peruana,  llegó  Bolívar  á  Puerto  Cabello,  y  al  día  siguiente 
expidió  el  memorable  decreto  de  amnistía  general ,  confirmando  á  Páez 
en   el  puesto   que   le   había   otorgado  la  revolución.  Cuando  recibió  el 


JOSÉ    ANTONIO    PÁEZ  329 

Presidente  el  acuerdo  que,  con  fecha  2  de  Enero,  había  dado  el  Coman- 
dante general  de  Venezuela,  reconociendo  y  ordenando  se  reconociera  la 
potestad  de  Bolívar  y  se  le  dispensaran  grandes  honores  por  sus 
triunfos,  dio  una  proclama  expresando  que  la  paz  estaba  restablecida 
bajo  régimen  legal. 

Reunidos  Bolívar  y  Páez,  se  pusieron  en  marcha  para  Caracas,  á 
donde  llegaron  el  10  de  Enero  de  1827:  allí,  el  Libertador,  fué  recibido 
con  loco  entusiasmo,  pues  su  presencia  era  bastante  para  que  cesara  la 
horrorosa  anarquía  que  reinaba  en  la  capital. 

Páez,  como  jefe  superior,  continuó  sosteniendo  siempre  el  orden,  v 
cuando  en  los  Teques  se  levantaron  facciones  numerosas,  marchó  á 
batirlas,  y  con  su  acostumbrado  celo,  pacificó  aquel  punto  y  sus  gene- 
rales los  demás  departamentos.  Destruyó  después  las  tentativas  hechas 
por  España  para  recuperar  su  imperio  en  Venezuela  y  tranquilizó  por 
completo  la  república. 

Cuando  tuvo  noticia  de  la  tentativa  de  asesinato  contra  Bolívar, 
publicó  un  manifiesto  henchido  de  amor  y  de  respeto  hacia  el  padre  de  la 
patria,  y  con  ardiente  patriotismo  y  recto  proceder,  expresó  de  ese  modo 
sus  ideas  relativas  á  las  calumnias  propagadas  contra  el  Libertador. 

«Vosotros, — decía,7*-sí ,  vosotros,  me  habéis  visto  elevarme  de  la  triste 
esfera  de  un  soldado  al  eminente  rango  que  ocupo:  desde  las  inmensas 
llanuras  del  Apuré  me  lancé  sobre  el  déspota  como  el  león  rabioso  sobre 
su  presa.  En  mil  combates  he  arrostrado  la  muerte,  la  he  tocado  con  mis- 
manos,  la  he  rechazado  con  mi  sangre,  y  armado  con  la  lanza  de  la 
libertad  he  ganado  mis  derechos,  los  vuestros  y  los  de  Colombia;  soy, 
pues,  incapaz  de  permitir  vuestra  opresión  ni  de  ayudar  á  imponer  las 
mismas  cadenas  que  he  despedazado.  ¡Yo  querer  un  monarca!  Primero" 
me  arrancaría  el  corazón  antes  que  intentar  perjurarle,  antes  que  yo 
sucumbiese  á  tan  vil  degradación. 

»Estad  seguros  de  esto,  colombianos  del  Norte.  Nunca,  nunca  el 
general  Bolívar,  nuestro  libertador  y  nuestro  padre,  será  rey  ni  sobe- 
rano en  Colombia ,  ni  en  América ,  ni  José  Antonio  Páez  cooperará  á  tan 
nefasto  parricidio». 


330  AMERICANOS   CÉLEBRES 


XIII 


La  marcha  de  Venezuela  impuesta  por  Páez  y  autorizada  por  las 
facultades  extraordinarias  que  Bolívar  le  había  concedido,  era  la  de  un 
país  independiente  y  que  sólo  en  el  nombre  dependía  del  Gobierno  de 
Bogotá. 

No  debía  transcurrir  largo  espacio  de  tiempo,  sin  que  lo  fuera  por 
completo. 

El  país  se  manifestaba  contrario  á  continuar  sometido  á  Colombia, 
y  en  Caracas  se  reunió  una  asamblea  numerosa  y  unánime  en  sus 
opiniones,  la  cual  decidió  romper  la  unidad  y  desconocer  la  autoridad 
de  Bolivar,  comisionando  al  jefe  superior  para  convocar  un  Congreso 
constituyente,  y  entre  tanto  que  éste  deliberaba  para  establecer  el  nuevo 
régimen  y  encargar  del  mando  al  general  Páez. 

Todo  Venezuela  secundó  el  acuerdo  que  tenía  por  lema: — Separación 
de  Colombia. — Desconocimiento  de  Bolivar. — El  mando  en  Páez. 

El  grandioso  plan  del  Libertador  se  desmoronó  por  causas  naturales, 
como  tal  vez  más  tarde  puede  suceder  en  los  Estados  Unidos  del  Norte  y 
como  ya  se  ha  intentado  en  18G2. 


XIV 


Para  sostener  la  revolución,  en  el  caso  que  Nueva  Granada  pensase 
en  reducir  por  la  fuerza  á  Venezuela ,  se  organizó  un  batallón  de  mil 
hombres  y  escuadrón  de  milicias  cívicas  de  Caracas. 

Por  decreto  del  13  de  Enero  de  183.0,  convocó  Páez  el  Congreso  cons- 
tituyente para  el  30  de  Abril,  aniversario  de  la  revolución  de  1826,  y 
aseguran  los  historiadores,  que  era  propósito  del  primer  magistrado 
y  de  los  hombres  que  le  rodeaban,  solemnizar  de  ese  modo  el  primer 
paso  dado  para  independizarse  de  Colombia. 


JOSÍ?  ANTONIO   PÁEZ  331 

El  Congreso  constituyente  no  pudo,  sin  embargo,  reunirse  hasta  el  6 
ile  Mayo,  y  en  ese  día,  contestando  al  mensaje  del  general  Páez,  en  que 
éste  se  consideraba  uno  de  tantos  ciudadanos  y  esperaba  se  nombrase  al 
jefe  del  Estado,  en  quien  debía  resignar  el  mando,  le  expresó  el  deseo  de 
la  nación,  que  era,  continuara  desempeñando  el  Poder  ejecutivo  hasta 
tanto  que  se  discutiera  lo  más  concerniente. 

El  2  de  Junio  de  1830,  se  acordó  en  el  Constituyente,  la  nota,  de 
triste  celebridad,  dirigida  al  Congreso  de  Bogotá,  y  en  la  cual  se  pedía  el 
ostracismo  del  Libertador:  esta  nota  estaba  firmada  por  el  presidente 
Francisco  Javier  Yanés. 

La  mayor  parte  de  los  historiadores  han  censurado  hecho  tan  igno- 
minioso, que  completó  el  Calvario  del  más  sublime  de  los  americanos. 

Al  renegar  de  aquel  sin  par  hijo  de  Caracas,  era  renegar  á  la  vez  de 
tantos  días  de  gloria  que  había  dado  á  la  patria. 

Puedo  asegurar  que,  no  pocas  veces,  leyendo  la  terrible  frase  de 
proscripción  para  Bolívar,  considerándolo  en  Santa  Marta  pobre,  triste, 
decepcionado,  enfermo,  próximo  á  bajar  al  sepulcro,  he  llorado  discul- 
pando, sólo  por  la  exaltación  de  aquellos  momentos,  á  los  que  dictaron 
ese  documento,  que  no  era  eco  de  los  sentimientos  del  pueblo  venezolano, 
sino  la  expresión  de  pasiones  de  partido. 


XV 


Las  discordias  civiles  no  tuvieron  término  aún  en  Venezuela,  y  Páez, 
primer  Presidente  dé  la  Eepública ,  tuvo  que  ponerse  al  frente  de  las 
tropas_  para  combatir  al  general  José  Tadeo  Monagas  y  á  otros 
descontentos. 

Y  aquí  cumple  referir  un  episodio  de  honroso  recuerdo  para  el 
insigne  Páez. 

El  guerrillero  Cisneros ,  hostil  al  Gobierno  é  indómito  y  tenaz,  fué 
sorprendido  por  una  partida  de  las  que  le  perseguían,  y,  al  huir,  dejó  en 
manos  de  los  soldados  á  un  niño  de  corta  edad,  hijo  suyo. 

Sabedor  del  caso  el  Presidente,  lo  tomó  bajo  su  protección,  y  lleván- 
dole á  su  casa,  lo  educó  y  cuidó  con  el  mayor  cariño  durante  cinco  años. 


332  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Vencido  Cisneros  por  tal  generosidad,  escribió  al  Presidente  manifes- 
tándole su  gratitud;  entonces  Páez  insistí*)  para  tener  una  entrevista,  y 
verificada  ésta,  consiguió  someterlo  á  su  partido,  reconociéndole  su 
grado  de  coronel,  que  le  habían  dado  los  españoles,  cerrando  con  ese 
acto  veinticinco  años  de  constante  lucha  en  los  valles  del  Túy. 

Hasta  el  9  de  Febrero  de  1835  continuó  Páez  en  el  mando,  deponién- 
dolo entonces  en  manos  del  doctor  D.  José  Vargas ,  y  retirándose  á  su 
hato  de  San  Pablo. 

Pero  su  vida  no  estaba  destinada  á  las  dulzuras  de  la  paz  doméstica. 
La  guerra  civil  volvía  á  levantar  su  odioso  estandarte.  El  presidente  Var- 
gas y  el  vicepresidente,  fueron  depuestos  y  expulsados  por  los  sublevados; 
pero  tuvo  aún  tiempo  el  jefe  del  Estado  para  nombrar  á  Páez  jefe 
militar. 

Inmediatamente  salió  éste  contra  los  reformistas,  y  en  veinte  días 
logró  reorganizar  el  Gobierno  y  mandar  un  comisionado  en  busca  del 
Presidente  proscripto. 

Continuó  la  campaña  con  gloria ,  y  la  terminó  con  la  toma,  de  Puerto 
Cabello,  ocupado  por  los  reformistas. 

En  1837,  fué  nuevamente  llamado  para  dirigir  las  operaciones  en  el 
Apuré  contra  el  coronel  Tarfán:  el  ejército  del  Gobierno  era  escaso,  por 
haber  sido  licenciado  al  concluir  la  anterior  lucha;  pero  aun  así,  Páez 
se  dirigió  contra  los  facciosos  que  sitiaban  á  San  Fernando;  mas  éstos, 
al  saber  se  acercaba  el  caudillo,  levantaron  el  asedio  y  se  trasladaron 
á  la  orilla  opuesta  del  Arauca. 

Tarfán  contaba  con  mil  hombres  montados,  y  como  Páez  veía 
cercana  la  estación  de  lluvia,  quiso  antes  concluir  con  el  enemigo. 

Tomó  cien  hombres  de  caballería,  se  puso  al  frente,  y  con  su  teme- 
rario arrojo  de  las  Queseras  del  Medio,  llegó  á  San  Juan  de  Payara  en 
busca  de  Tarfán. 

La  acción  era  atrevida:  Páez  excita  á  los  soldados,  vacilantes  á  la 
vista  de  la  superior  fuerza  del  enemigo. 

La  voz  de  su  general  los  reanima ;  cargan ,  persiguen  y  derrotan :  los 
llanos  del  Payara  fueron  testigos  de  una  nueva  victoria. 


JOSÉ    ANTONIO    PÁEZ  333 


XVI 


En  1838,  subió  de  nuevo  al  solio  presidencial,  y  ese  período  fué 
próspero  para  el  país  y  venturoso:  las  luchas  civiles  se  habían  extin- 
guido, y  Páez  pudo  saborear  la  dicha  de  ver  á  su  patria  unida  y  feliz. 

Pero  su  buena  estrella  se  eclipsaba ,  y  el  hombre  que  había  triunfado 
siempre,  el  audaz  guerrero  de  los  llanos,  fué  vencido  á  su  vez,  y  no 
encontró  en  sus  contrarios  la  generosidad  que  él  había  tenido  en  la 
victoria. 

Encerrado  en  lúgubre  fortaleza,  permaneció  largo  tiempo;  y  el 
incesante  clamor  del  pueblo,  los  ruegos  de  sus  amigos  y  el  grito  de  la 
conciencia  de  sus  perseguidores,  abrieron  las  puertas  de  su  prisión: 
Páez  salió  condenado  al  ostracismo,  pero  en  su  camino  todavía  recibió 
muestras  de  su  antigua  popularidad. 

Una  -procesión  de  niñas  vestidas  de  blanco,  salieron  á  despedir  al 
infeliz  desterrado.  ¡La  infancia,  en  nombre  de  la  patria,  le  daba  el 
postrer  adiós! 

Páez  no  podía  responder  á  la  infantil  manifestación  sino  con  sus 
lágrimas:  ellas  fueron  elocuente  respuesta,  y  el  pañuelo  que  las  enju- 
gaba, reclamado  por  uno  de  aquellos  ángeles,  existe  aún  como  sagrada 
reliquia. 

Algunos  años  pasó  viajando  por  el  extranjero.  Europa  y  América 
agasajaron  y  admiraron  al  venerable  guerrero,  que  ostentaba  ceñida  la 
frente  con  la  aureola  de  la  gloria. 

La  patria  de  Washington  fué  su  tumba  cuando  llegó  al  término  de  su 
larguísima  carrera.  1 

El  soldado  de  la  Independencia,  debía  morir  en  la  clásica  tierra  de  la 
libertad. 


1     Tenía  ochenta  años. 


ABRAHAM   LINCOLN 


NTEE  los  privilegiados  seres  que  desde  humilde  clase 
y  sin  más  fortuna  que   su  inteligencia,  han  esca- 
lado la  suprema  magistratura  en  los  Estados  Uni- 
dos de  América ,  cuéntase  Abraham  Lincoln ,  deci- 
mosexto gobernante  de  la  gran  República. 
Nació   el   12  de   Febrero  de   1809   en  un   distrito    del 
condado    de   Hardig,  y  siendo  muy  niño  se  trasladó  con 
su  familia  al  territorio  que  hoy  lleva  por  nombre  condado 
de  Spencer,  en  Indiana. 

•  Dedicado  su  padre  á  la  agricultura,  en  esas  mismas 
ocupaciones  empleó  el  joven  Abraham  los  primeros  años 
de  su  vida,  formándose  su  carácter  bajo  la  impresión  que  causa  la 
Naturaleza,  y  adquiriendo  en  ella  la  energía  que  resaltaba  aún  más, 
dada  su  natural  benevolencia  y  su  carácter  franco  y  alegre. 

Su  instrucción  fué  escasísima;  pues  corto  tiempo  había  asistido  á  las 
escuelas  provisionales  de  maestros  ambulantes,  y  más  bien  su  natural 
afición  le  proporcionó  algunos  conocimientos,  desarrollados  después  en 
campo  más  vasto  con  el  estudio  de  la  vida  práctica. 


ABRAHAM    LINCOLN 


ABRAHAM    LINCOLN  335 


II 


Lo  vemos  primero  haciendo  un  viaje  á  Nueva  Orleans,  en  la  lancha 
del  amo  á  quien  servía,  y  durante  el  trayecto  ejercitar  su  espíritu 
observador  y  comerciar  con  ventaja.  Más  tarde  en  Illinois  (en  donde  á  la 
sazón  vivía  su  padre),  lo  vemos  ocuparse  en  la  construcción  de  un  Flat- 
boat  i  y  salir  de  nuevo  para  Nueva  Orleans,  y  á  su  vuelta  entrar  como 
dependiente  en  casa  del  dueño  de  un  molino,  en  donde  pensamos  perma- 
neció, hasta  que  en  1832,  se  enganchó  voluntario  en  una  compañía  des- 
tinada á  batir  á  Black  Hawk,  que  con  sus  indios  había  roto  en  Illinois 
las  hostilidades. 

Los  méritos  de  Lincoln  le  hicieron  ascender  al  grado  de  capitán, 
y  su  comportamiento  en  la  guerra  le  aseguró  valiosas  recompensas,  con- 
sistentes en  terrenos  baldíos  en  Iowa. 


III 


Convienen  los  historiadores  y  biógrafos  en  que  rápidamente  con- 
quistó prestigio  y  consideración,  hasta  el  punto  de  ser  el  candidato  del 
partido  whig  en  las  elecciones  para  diputados;  pero  como  el  carácter 
del  futuro  Presidente  no  se  avenía  con  el  ocio  ni  con  la  inacción,  pues  que 
había  nacido  para  la  política  y  para  gobernante  de  un  gran  pueblo,  no 
habiendo  alcanzado  el  triunfo  en  las  urnas,  volvió  á  ser  modesto 
•empleado  de  un  almacén  en  Nueva  Salem;  pero  poco  afortunado  el 
dueño  de  aquél  y  frente  á  frente  con  la  ruina  y  el  descrédito,  se  declaró 
en  quiebra,  volviendo  á  encontrarse  Lincoln  sin  la  activa  ocupación 
yr  careciendo  de  seguridad  para  el  porvenir. 

Pensando  en  él,  tuvo  la  idea  de  consagrarse  al  foro,  y  precisamente 
es  cuando  encontramos  al  hombre  de  resolución  y  de  voluntad  inque- 
brantable. 

1     Lanchón. 


336  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Encerrado  horas  y  horas  con  las  obras  consagradas  al  Derecho  y  que 
amistosamente  le  prestaba  un  abogado  amigo  suyo,  logró  Lincoln 
adquirir  benéfico  caudal  de  conocimientos,  y  nombrado  por  entonces 
para  ayudar  al  agrimensor  del  condado,  pudo  con  el  sueldo  atender  á 
los  indispensables  estudios  y  crearse  honrosa  posición. 


IV 


Miembro  para  la  legislatura  del  Estado,  por  los  años  1838  y  1840,  y 
ejerciendo  la  abogacía  desde  1836,  vio  Lincoln  satisfechos  sus  deseos 
y  sus  aspiraciones ,  pues  que  ante  su  vista  se  presentaba  un  futuro  tran- 
quilo y  halagador. 

Aquella  inteligencia  se  desenvolvía  en  más  ancho  círculo  y  conquis- 
taba admiración  y  partidarios  con  su  elocuente  lógica ,  y  sobre  todo  por 
su  enérgica  actitud  antiesclavista,  que  se  manifestaba  no  sólo  en  el 
Congreso,  sino  en  los  discursos  dirigidos  al  pueblo  en  diferentes  ocasio- 
nes ,  y  en  los  cuales  resaltaba  tanto  la  profundidad  de  la  razón  y  de  la 
justicia,  como  la  convicción  y  el  noble  propósito  de  alcanzar  el  éxito. 

El  17  de  Junio  de  1856,  fué  candidato  para  la  vicepresidencia, 
elegido  por  Illinois,  y  en  1858  lo  señalaron  también  para  Senador, 
precisamente  cuando  la  lucha  abolicionista  estaba  entablada  y  la  agita- 
ción esclavista  iba  en  aumento  y  tendía  á  la  rebelión.  Entonces  pronun- 
ció Lincoln  el  famoso  discurso  sobre  la  esclavitud. 

« Cinco  años  hace  —  dijo  —  que  se  inició  la  política  encaminada 
á  poner  fin  á  las  agitaciones  esclavistas ,  y  lo  único  que  se  ha  conseguido 
es  hacerlas  aumentar  en  vez  de  disminuirlas;  por  mi  parte,  creo  que  no 
cesarán  hasta  que  llegue  la  crisis  y  se  pase  del  todo.  Una  casa  llena  de 
grietas  no  puede  sostenerse  en  pie  por  mucho  tiempo,  y  es  mi  opinión, 
que  un  Gobierno  mitad  libre  y  mitad  esclavo  no  puede  subsistir. 

»No  espero  que  se  disuelva  la  Unión;  no  espero  que  se  derrumbe 
la  casa ,  pero  creo  que  cesará  de  estar  dividida  y  será  por  entero  lo  uno 
ó  lo  otro. 

»No  tengo  intención  de  intervenir  directa  ni  indirectamente  con 
la  institución   de   la   esclavitud   en  los  Estados  en  donde  hoy  existe: 


ABRAHAM    LINCOLN  337 

creo  que  no  me  asiste  ningún  derecho  legal  para  intervenir,  ni  me  hallo 
dispuesto  á  hacerlo,  ni  es  tampoco  mi  ánimo  introducir  la  igualdad 
política  y  social  entre  la  raza  blanca  y  negra. 

»E1  negro  es  igual  á  todos  los  demás  seres  del  género  humano,  y  debe 
gozar  de  todos  los  derechos  naturales  que  se  especifican  en  la  declara- 
ción de  la  independencia». 

La  popularidad  de  Lincoln  crecía  y  ya  se  le  consideraba  como  jefe 
del  partido  republicano  abolicionista.  Su  candidatura  para  la  presiden- 
cia fué  un  grande  acontecimiento,  y  el  palenque  en  donde  midieron  sus 
fuerzas  Breckin  Ridge,  representante  del  partido  demócrata  esclavista, 
Doglas,  jefe  de  la  facción  modificadora,  y  Bell,  caudillo  de  los  conserva- 
dores moderados. 

Lincoln  obtuvo  mayoría  con  los  votos  de  todos  los  Estados  libres,  es 
decir  diez  y  siete,  sólo  divididos  en  el  de  Nueva  Jersey;  su  elección  fué 
objeto  de  encontradas  opiniones,  de  esperanzas  justas  para  los  abolicio- 
nistas y  de  hostilidades  y  amenazas  en  los  Estados  del  Sur. 


V 


Abraham  Lincoln  era  sencillo,  modesto,  probo,  recto  y  hábil  político; 
sin  embargo,  siendo  las  circunstancias  tan  excepcionales  y  borrascosas, 
asumía  en  el  nuevo  cargo  inmensa  responsabilidad  para  conducir  la 
nave  del  Estado  sobre  las  encrespadas  y  turbulentas  olas. 

Al  salir  de  su  casa  de  Springfield,  dirigió  las  siguientes  notables 
palabras  á  sus  amigos: 

«La  gravedad  de  los  deberes  que  voy  á  desempeñar,  excede  en  mucho 
á  la  de  los  que  ha  desempeñado  cualquier  otro  hombre  público  desde  los 
tiempos  de  Washington  » . 

El  partido  republicano  abolicionista,  fiaba  en  la  sagacidad  de  Lincoln 
para  cumplir  su  credo  político,  en  el  cual  se  declaraba: 

« Que  á  la  perfecta  unión  de  los  Estados ,  debía  el  país  su  prodigioso 
aumento  de  población ,  el  sorprendente  desarrollo  de  sus  recursos  mate- 
riales,  el  rápido  incremento  de  su  riqueza,  la  felicidad  interior  y  los 

22 


338  AMERICANOS   CÉLEBRES 

honores  eii  el  exterior;  y  todo  plan  de  desunión,  cualquiera  que  sea  six 
origen,  es  y  debe  de  ser  aborrecible». 

Al  dirigirse  á  Washington  para  tomar  posesión  de  la  presidencia, 
visitó  Abraham  Lincoln  algunos  Estados  del  Norte  y  Este,  compren- 
diendo más  que  nunca  durante  aquel  viaje ,  lo  difícil  de  la  misión  que  se 
le  encomendaba,  y  que  la  situación  política  del  país  era  por  demás- 
tirante  y  peligrosa. 


VI 


Los  rencores  políticos  empezaban  á  dibujarse  poderosamente,  y  un 
hecho  que  no  debemos  pasar  desapercibido,  hizo  comprender  la  exalta- 
ción de  los  partidos. 

Se  esperaba  en  Baltimore  la  llegada  de  Lincoln,  y  se  había  fraguado 
una  conspiración  para  asesinarlo  ínterin  se  encontraba  en  Filadelfia ,  en 
donde  se  reflejaron  más  firmes  y  marcadas  sus  ideas  abolicionistas. 

El  día  aniversario  del  nacimiento  de  Washington,  pronunció  un 
célebre  discurso  en  el  salón  de  la  Independencia,  é  impresionado  tal 
vez  por  la  noticia  recibida  de  Baltimore,  exclamó:  «Si  el  país  no  puede 
salvarse  sin  abandonar  de  una  vez  para  siempre  el  principio  de  la 
esclavitud,  preferiría  ser  asesinado  en  este  mismo  lugar  á  someterme 
voluntariamente  á  él». 

Dícese  que  á  favor  de  un  disfraz,  pasó  directamente  de  Filadelfia  ;í 
Washington ,  desviando  por  ese  medio  el  peligro  y  tomando  posesión  de 
la  presidencia  ocho  días  más  tarde. 

El  discurso  de  inauguración  del  mando,  fué  un  modelo  de  habilidad 
y  diplomacia ,  y  de  él  copiamos  algunos  párrafos. 

« Continuemos  observando  —  dice  —  con  fidelidad  lo  que  dispone 
nuestra  Constitución  nacional ,  y  la  Unión  será  imperecedera  y  será 
imposible  destruirla,  á  no  ser  que  nuestros  actos  sean  contrarios  á  lo 
que  previene  la  ley  fundamental. 

» Espero  que  esto  no  se  considerará  como  una  amenaza,  sino  sólo* 
como  la  declaración  que  hace  la  Unión  de  su  propósito  de  defenderse  y 


ABRAHA.M    LIXCOLX  339 


conservarse  á  sí  misma;  para  hacerlo,  no  será  necesario  que  haya  vio- 
lencia ni  derramamiento  de  sangre,  y  no  lo  habrá,  á  no  ser  que  la 
autoridad  nacional  se  vea  obligada  á  ello. 


\-' 


» Hasta  donde  fuere  posible,  tendrá  el  pueblo  por  doquier  esta  per- 
fecta seguridad,  que  es  la  más  favorable  para  tranquilizar  los  ánimos. 

» Conciudadanos:  á  todos  vosotros  en  general,  y  á  cada  uno  en 
particular,  os  recomiendo  que  penséis  en  calma  y  racionalmente  sobre 
todo  lo  relativo  á  este  asunto:  nada  se  pierde  en  hacer  las  cosas  con 
calma. 

»En  vuestras  manos,  descontentos  compatriotas,  y  no  en  las  mías, 
está  la  importantísima  cuestión  de  la  guerra  civil.  El  Gobierno  no  os 
atacará;  no  habrá  conflicto  alguno  como  no  seáis  vosotros  los  agresores; 
no  habéis  jurado  al  cielo  destruir  el  Gobierno,  al  paso  que  yo  he  jurado 
de  la  manera  más  solemne,  conservarlo,  protegerlo  y  defenderlo.  Voy  á 
concluir;  no  somos  enemigos,  somos  amigos;  no  debemos  ser  enemigos, 
aunque  la  pasión  nos  extravíe;  no  debemos  romper  los  lazos  de  afecto 
que  nos  unen.  » 

No  era  posible  detener  el  curso  de  los  acontecimientos,  y  la  guerra 
provocada  por  la  actitud  hostil  de  los  Estados  del  Sur,  era  inevitable, 
pues  que  la  separación  de  aquellos  era  un  hecho,  desde  que  en  20  de 
Diciembre  de  1860,  dio  su  acta  de  separación  la  Carolina  del  Sur, 
después  de  haber  sido  electo  Lincoln;  pero  antes  de  que  se  encargara  del 
mando,  siguieron  su  ejemplo  Georgia,  Virginia,  Alabama,  Luisiana, 
Florida,  Tennessee,  Kentucky,  Missouri,  Mississipi,  Tejas  y  Arkansas. 

En  vano  Buchanan ,  antecesor  de  Abraham  Lincoln ,  había  intentado 
usar  de  su  influencia  en  el  Sur,  para  impedir  actos  contrarios  á  la  Unión 
de  la  gran  República;  pero  los  esclavistas,  sordos  á  toda  intervención, 
persistieron  y  se  declararon  en  abierta  rebelión. 

Todavía  en  el  Norte  alentaban  esperanzas,  cuando  el  primer  caño- 
nazo disparado  el  12  de  Abril  de  1861  contra  el  fuerte  Sumter,  fué  la 
señal  de  la  guerra  para  el  Norte. 

Todos  corrieron  á  las  armas ,  respondiendo  como  un  solo  hombre  á 
la  llamada  hecha  por  Lincoln ,  en  su  elocuente  y  enérgica  proclama  del 
15  de  Abril  de  1861. 


340  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Setenta  y  cinco  mil  voluntarios  se  prepararon  á  defender  la  Unión, 
ínterin  treinta  y  dos  mil  en  el  Sur  se  alistaban  bajo  las  banderas  sepa- 
ratistas. 


VII 


La  guerra  se  inauguraba  sangrienta  y  terrible.  La  batalla  de  Bull- 
Run,  y  el  combate  de  Ball  's  Bluff,  eran  la  vanguardia  de  otros  no 
menos  transcendentales  para  la  Federación,  y  nuevos  ejércitos  surgían 
y  nuevas  batallas  los  diezmaban  ensangrentando  el  suelo  patrio. 

Del  vapor  inglés  Crent,  fueron  extraídos  Masón  y  Shidell,  ministros 
confederados ,  y  provocó  este  hecho  un  conflicto  con  la  Inglaterra ,  que 
felizmente  no  alcanzó  mayores  proporciones,  porque  el  Gobierno  federal 
puso  en  libertad  en  Enero  de  1862,  á  los  dos  apresados,  accediendo  á  la 
exigencia  de  la  Gran  Bretaña.  Las  circunstancias  no  favorecían  para 
suscitar  nuevas  dificultades,  tanto  más,  cuanto  que  la  ansiedad  pública 
era  intensa  por  la  suspensión  de  pagos  en  metálico,  hecha  por  los 
bancos  de  Nueva  York  y  por  varias  casas  de  crédito  en  el  Norte. 

En  el  mes  de  Febrero  consiguió  el  general  Ulises  Grant  apoderarse 
del  fuerte  Donelson  y  de  catorce  mil  prisioneros,  tres  mil  caballos, 
sesenta  y  cinco  piezas  de  artillería,  veinte  mil  armamentos  y  gran 
número  de  municiones  y  pertrechos. 

La  victoria  era  fiel  compañera  de  las  armas  federales;  pero  inconse- 
cuente como  el  mar,  se  pasó  al  campo  de  los  confederados.  La  derrota 
del  general  Pope,  la  invasión  de  Maryland,  las  tropelías  de  los  corsarios 
y  por  último  el  terrible  combate  de  Murfreesboro,  fueron  otros  tantos 
desastres  con  los  cuales  finalizó  el  año  1862. 


VIII 


Empezó  el  siguiente,  tercero  de  la  guerra,  sin  que  ésta  disminuyese 
su  furor,  y  cerca  de  un  millón  de  combatientes  estaban  en  campaña, 
más  resueltos  que  nunca  á  disputarse  unos  á  otros  la  palma  del  triunfo. 


ABRAHAM   LINCOLN  341 

Abraham  Lincoln  creyó  llegado  el  momento  de  dar  mayor  fuerza  á 
las  armas  federales,  y  acelerar  la  paz  con  la  abolición  definitiva  de  la 
esclavitud,  y  el  1.°  de  Enero  de  1864,  dio  su  memorable  proclama  de 
emancipación,  importante  é  indispensable  en  tan  críticas  circunstan- 
cias y  como  sanción  de  aquella  guerra  asoladora. 

Es  uno  de  los  hechos  más  culminantes  de  la  vida  de  Lincoln,  por  su 
oportunidad,  favorable  transcendencia  é  indiscutible  influjo  civilizador. 

Más  tarde  el  Congreso  aprobó  una  enmienda  á  la  Constitución,  pol- 
la cual  quedaba  abolida  la  esclavitud  en  todos  los  Estados  de  la  Unión. 


IX 


El  extensísimo  territorio  norte -americano  estaba  cruzado  por  nume- 
rosos ejércitos,  pero  éstos  disminuían  en  cada  combate;  sangre  generosa 
empapaba  la  tierra,  dejando  grandes  espacios  en  las  filas  que  era  preciso 
llenar  con  nuevos  soldados,  que  fueron  llamados  á  las  armas  por  sorteo, 
causando  en  Nueva  York  tumultos  y  serios  motines,  incendios,  saqueos 
y  víctimas  sin  cuento. 

La  formidable  escuadra  federal,  que  en  1864  se  componía  de  qui- 
nientos buques  de  guerra,  inclusive  los  famosos  monitores,  rendían  plazas 
y  plazas  de  la  Confederación,  y  ésta  encerrada  por  la  gigantesca  muralla 
de  fortificaciones  de  Bichemond,  veía  decaer  sus  fuerzas  de  día  en  día  y 
su  completa  destrucción. 

Lincoln  tenía  «íntimo  convencimiento  de  que  aquella  fatal  contienda 
tocaba  á  su  fin,  y  apoyado  por  el  pueblo,  caminaba  con  moderado  paso 
hacia  el  objeto  que  ambicionaba  la  mayoría  de  la  República.  El  sabio 
legislador  no  tuvo  jamás  otro  norte  que  el  bien  general  y  el  amor  á  la 
patria  poderosa,  extensa,  feliz,  admirada  por  el  universo. 

El  Presidente,  no  podía,  no  debía  permitir  que  se  desmoronase  el 
monumento  glorioso  levantado  por  Washington,  y  por  aquellos  que  le 
secundaron  y  dieron  su  vida  por  crear  un.  pueblo  único  en  la  historia 
de  las  naciones. 


342  AMERICANOS   CÉLEBRES 


X 


Las  sublimes  ideas  de  Lincoln  le  hacían  doblemente  querido  y  res- 
petado, y  no  es  de  extrañar  que  al  concluir  el  año  1864,  votaran  vein- 
titrés Estados  la  reelección  del  prudente  ciudadano. 

La  guerra  decaía;  el  país  deseaba  la  paz  que  era  imprescindible  y 
necesaria,  y  así  lo  comprendieron,  cuando  hombres  de  todos  los  partidos 
solicitaron  del  Presidente  recibiera  á  los  comisionados  del  Sur,  para 
establecer  condiciones  moderadas  y  aceptables. 

En  la  rada  de  Hampton,  recibió  Lincoln  á  los  enviados,  y  plantea- 
dos los  preliminares,  volvió  "Washington  para  encargarse  por  segunda 
vez  de  la  suprema  magistratura. 

Transcribimos  sus  palabras  en  ese  solemne  día  que  inauguraba  un 
nuevo  período  administrativo. 

«Sin  desear  mal  á  nadie — dijo — caritativo,  con  todos  y  apoyado  en  la 
justicia,  procuremos  completar  la  obra  que  hemos  empezado,  cicatri- 
cemos las  heridas  de  la  nación,  cuidemos  de  los  que  se  han  hallado  en 
el  campo  de  batalla,  socorramos  á  sus  viudas  y  á  sus  huérfanos  y  ha- 
gamos cuanto  sea  necesario  para  conseguir  y  asegurar  una  paz  justa  y 
duradera  entre  nosotros  y  en  todas  las  naciones». 

El  9  de  Abril  se  rindió  al  ilustre  general  Ulises  Grant,  el  valeroso 
Lee,  en  Appomattox  Court  Housse,  y  desde  ese  instante,  la  guerra  quedó 
moralmente  concluida,  pues  que  el  vencedor  impuso  •condiciones  nota- 
bles por  lo  generosas  y  humanitarias. 


XI 


Había  llegado  el  14  de  Abril,  aniversario  de  la  toma  del  fuerte  Sum- 
ter.  Lincoln  no  podía  festejar  un  acontecimiento,  en  el  cual  se  había 
derramado  sangre  norte-americana  sobre  el  suelo  de  la  patria,  y  en 
donde  si  la  victoria  brindó  verde  lauro  á  los  federales,  era  vistiendo  de 
luto  á  familias  de  hermanos.  Pero  si  bien  no  hubo  manifestación  alguna, 


ABEAHAM   LIXCOLN  343 

asistió  por  la  noche  al  teatro  Ford  con  su  esposa  y  el  mayor  Rattbone : 
con  empeño  se  le  había  convidado  y  aceptó. 

El  teatro  estaba  ocupado  por  inmenso  público,  cuando  el  Presidente 
se  presentó  en  su  palco;  entusiasta  fué  la  acogida  y  nutridos  aplausos 
saludaron  al  noble  ciudadano.  La  alegría  bañaba  los  semblantes;  la 
obra  de  paz  había  devuelto  el  sosiego  á  los  corazones  y  la  actividad 
material  para  el  trabajo. 

La  representación  del  drama ,  preocupaba  menos  á  los  espectadores 
que  la  presencia  de  aquel,  á  quien  acababan  de  confiar  de  nuevo  el  por- 
venir de  la  nación. 

Un  tiro  disparado  en  el  teatro,  produjo  primero  asombro  é  inquietud, 
después  indignación  y  terror.  Washington  presenciaba  un  gran  crimen, 
una  catástrofe  irreparable. 

El  Presidente,  como  herido  por  un  rayo,  yacía  en  su  palco  insensible 
é  inerte;  la  bala,  penetrando  en  el  cerebro,  le  privó  del  conocimiento  y 
conducido  á  una  casa  en  frente  del  teatro,  expiró  á  las  siete  y  veintidós 
minutos  de  la  mañana  del  15  de  Abril  de  1865. 

Juan  Wilke  Booth,  el  asesino,  saltó  al  escenario  fracturándose  una 
pierna  en  la  huida;  después  fué  muerto  al  ser  preso  en  Virginia:  había 
.sido  la  cabeza  y  el  brazo  de  una  conjuración  fraguada  para  asesinar 
al  jefe  del  Estado  y  á  varios  de  los  individuos  del  Gobierno. 

Una  mano  criminal  cortó  la  vida  de  Lincoln,  en  los  momentos  en  que 
sus  labios  pronunciaban  palabras  de  perdón  y  de  generoso  olvido; 
cuando  soñaba  con  cicatrizar  las  heridas  causadas  por  la  guerra  y  pen- 
saba consagrarse  al  engrandecimiento  de  la  nación,  durante  una  era 
de  paz  y  de  justicia. 


ANTONIO  LEOCADIO  GUZMAN 


l   14  de  Noviembre  de   1884,   murió   en  Caracas  el 
*"-  egregio  fundador  del  partido  liberal  de  Venezuela, 
el  confidente  y  amigo  del  libertador  Bolivar. 

La  luz  de  aquella  clarísima  inteligencia  se 
había  apagado  para' siempre. 
La  elocuente  palabra  que  en  la  lucha  contra  la  oligar- 
quía se  levantó  á  impulsos  del  patriótico  entusiasmo;  el 
inspirado  acento  que  dominaba  á  las  masas,  que  electri- 
zaba los  corazones ,  que  alentaba  el  abatido  espíritu  de  los 
ciudadanos,  que  hería  desde  la  tribuna  á  los  enemigos  de 
la  libertad;  aquella  voz  poderosa,  eco  del  pueblo,  defen- 
sora enérgica  de  sus  derechos,  arrogante  intérprete  del  pensamiento 
nacional,  raudal  inagotable  de  heroicas  ideas,  de  sublimes  aspiraciones, 
de  mágicas  promesas,  se  extinguió  tras  prolongada  y  victoriosa  batalla. 
El  Mirabeau  venezolano,  el  apóstol  en  los  borrascosos  días  del 
absolutismo,  el  pensador  profundo,  el  habilísimo  diplomático  y  el 
publicista  eminente,  ha  conquistado  ya  brillante  página  en  el  libro  de  la 
Historia. 


ANTONIO    LEOCADIO    OUZMAN 


ANTONIO   LEOCADIO    GUZMÁN  345 


II 


El  fundador  de  El  Venezolano,  cuya  sublime  divisa  era,  «más  quiero 
una  libertad  peligrosa  que  una  esclavitud  tranquila,»  no  es  sólo  gloria 
de  aquel  invicto  suelo  que  fué  su  cuna,  no  es  una  personalidad  nacional, 
no  representa  únicamente  al  tribuno  que  con  su  palabra  hizo  triunfar 
el  principio  universal,  aquel  por  el  cual  se  cuentan  numerosos  mártires 
en  los  anales  de  la  independencia  americana. 

D.  Antonio  Leocadio  Guzmán,  es  una  gigantesca  figura,  orgullo  de 
todo  un  continente,  uno  de  los  hijos  más  preclaros  del  Nuevo  mundo; 
brillante  lumbrera  en  la  senda  de  su  redención  y  de  su  progreso. 

Reformador  infatigable,  dotado  de  gran  sentido  práctico -político,  de 
clarísimo  entendimiento  y  de  vasta  y  sólida  ilustración;  su  nombre  y  sus 
hechos  se  destacan  entre  los  más  notables  de  esa  generación  tan  fecunda 
en  héroes,  tan  prodigiosamente  rica  en  intrepidez  y  en  patriotismo. 

Venezuela ,  al  perder  el  hombre  que  tanto  la  enaltecía ,  demostró  en 
su  actitud  el  valor  de  esa  pérdida. 


III 


Contaba  ochenta  y  dos  años  y  la  memoria  era  prodigiosa ;  las  ideas 
acusaban  juvenil  frescura  y  enérgica  fogosidad. 

En  1881,  durante  mi  estancia  en  Caracas,  admiré  más  de  una  vez  al 
noble  anciano  que  me  honró  desde  el  primer  día  de  mi  llegada  con  su 
benévola  y  cariñosa  amistad. 

Absorta  he  pasado  largas  horas  en  su  pintoresca  quinta  Guzmán, 
escuchando  de  sus  labios  la  narración  de  los  más  culminantes  aconteci- 
mientos que  formaron  las  nacionalidades  americanas,  y  los  cuales  con 
facilidad  y  precisión  bosquejaba;  detalles  de  la  vida  de  Bolívar,  ignora- 
dos tal  vez  por  la  generalidad;  rasgos  característicos  que  pintaban 
gráficamente  al  vencedor  de  Ayacucho,  pues  que  siendo  plenipotenciario 
de  Colombia  en  .el  Perú ,  Guzmán  estuvo  á  su  lado  como  Secretario  de 


346  AMERICANOS   CÉLEBRES 

Legación,  cuando  apenas  contaba  veintiún  años,  llegando  sin  embargo  á 
poseer  en  el  más  alto  grado,  la  confianza  del  Libertador  y  del  maris- 
cal Sucre. 

Sus  relatos  tenían  poderoso  interés  al  fotografiar  las  luchas  civiles, 
las  persecuciones  sufridas,  el  entusiasmo  por  la  causa  nacional  y  el  cua- 
dro de  la  agonía  de  la  gran  República  colombiana,  creada  por  el  genio 
de  Bolívar. 

¡  Qué  páginas  tan  esplendorosas  presentaba !  ¡  Qué  mágicos  contrastes ! 
1  Qué  bellísimas  perspectivas ! 

La  vida  pública  de  D.  Antonio  Leocadio  Guzmán,  empezó  con  la  vida 
independiente  de  su  patria ,  y  si  Bolivar  fué  el  brazo  de  la  emancipación 
de  Colombia,  del  Ecuador  y  del  Perú,  Guzmán  la  impulsó  con  el  pode- 
roso influjo  de  su  imaginación. 

Había  hecho  en  Madrid  sus  estudios  de  humanidades  y  en  Sevilla  los 
de  facultad  mayor,  siendo  sus  primeros  maestros  D.  Alberto  Lista,  el 
sabio  Zapata ,  el  notable  Mármol  y  otros ,  á  la  par  que  fué  Condiscípulo 
de  Espronceda,  Bretón  de  los  Herreros  y  Larra,  glorias  literarias  espa- 
ñolas y  apóstoles  de  las  ideas  liberales. 

En  1821  se  encontraba  Guzmán  en  Caracas,  cuando  ya  su  patria 
aspiraba  el  ambiente  de  la  independencia;  allí  ingresó  en  la  sociedad 
liberal  y  formó  parte  de  la  redacción  de  El  Venezolano,  hasta  que  pasó  al 
Perú. 

Al  hablar  de  Bolívar ,  describe  con  delicia  la  impresión  de  la  primera 
entrevista,  y  que  al  encontrarse  en  presencia  del  Libertador,  sintió 
perturbado  y  conmovido  su  ser,  y  desde  entonces  fué  el  más  entusiasta 
partidario  de  aquel  hombre  tan  grande  y  tan  digno  de  admiración. 


IV 


Por  su  parte ,  el  vencedor  de  Boyacá  encontró  en  Guzmán  un  joven 
pensador,  amante  de  su  patria  hasta  el  delirio  y  capaz,  á  pesar  de  su 
juventud,  de  secundar  su  pensamiento,  por  lo  cual  vemos  á  Guzmán 
marchar  comisionado  por  el  Libertador,  como  mensajero  de  paz,  procu- 
rando que  su  persuasiva  palabra  sembrara  la  confianza  y  alejara  la 
discordia.  Es  uno  de  los  más  bellos  laureles  de  la  vida  de  Guzmán. 


ANTONIO    LEOCADIO    GUZMÁN  347 

El  joven  era  orador  notable,  y  puede  decirse  que  en  la  célebre  asam- 
blea popular  de  Caracas,  celebrada  en  el  templo  de  San  Francisco,  salvó 
con  su  elocuencia  la  Unión  amenazada. 

Fué  más  tarde,  Secretario  general  de  Páez;  pero  no  conforme  con  la 
marcha  de  éste,  se  retiró  á  Anauco  dedicándose  á  trabajos  agrícolas. 

Volvió  á  Caracas  en  momentos  supremos,  cuando  la  muchedumbre 
amotinada  pedía  el  ostracismo  del  Libertador  y  hasta  su  vida. 

Entonces  la  voz  solemne,  agradecida,  elocuente,  del  joven  venezolano, 
se  elevó  en  favor  del  noble  proscripto. 

La  actitud  amenazadora  del  pueblo ,  los  puñales  asestados  á  su  pecho j 
hicieron  que  Guzmán  se  retirase. 

Al  publicar  los  Datos  históricos  sud- americanos  y  cuando  ya  habían 
pasado  largos  años  desde  esa  primera  entrevista ,  se  expresa  con  la  vehe- 
mencia de  la  juventud  y  dice :  « Los  siglos  que  con  corrientes  de  aire  han 
podido  gastar  los  mármoles  y  los  bronces;  los  siglos  que  han  sepultado 
en  la  noche  del  olvido  millares  de  años  de  la  vida  del  mundo ;  ellos ,  que 
borraron  de  sobre  la  faz  de  la  tierra  á  la  soberbia  Babilonia;  ellos, 
que  en  la  cuna  del  hombre,  en  ese  primer  asiento  del  género  humano  no 
han  dejado  sino  ruinas  en  Palmira ,  ruinas  en  Memphis ,  ruinas  en  Beirouz 
y  en  Balbec,  ruinas  en  Jerusalén;  ellos,  que  han  borrado  hasta  las 
huellas  del  suntuoso  Partenon  y  del  potente  Pireo;  ellos,  que  con  gra- 
nos de  arena  han  enterrado  los  palacios  levantados  por  la  soberbia  de 
los  Faraones;  los  siglos  no  serán  para  Bolívar  sino  nuevos  y  nuevos 
horizontes  tendidos  por  la  mano  de  la  Providencia  en  los  espacios  de  la 
inmortalidad.  Horizontes  á  que  servirán  de  celajes  sus  grandezas  y  en 
cuyo  confín  se  le  verá  como  destacado  en  el  espacio,  sosteniendo  los 
cielos  de  la  libertad». 

Anterior  á  este  párrafo  del  discurso  pronunciado  en  el  aniversario 
de  Bolívar,  encontramos  otros  no  menos  elocuentes  y  dignos  de  ser  um- 
versalmente conocidos. 

«  Todo  un  mundo  se  verá  hacer  alto,  para  descansar  á  la  sombra  de 
los  laureles  de  Bolívar,  y  en  medio  de  esta  vasta  alfombra  que  tre- 
pará los  Apalaches  como  los  Andes  y  que  parecerá  cubrir  sus  gigan- 
tescas cimas,  descollará  el  árbol  de  la  libertad  americana,  meciendo  su 
ancha  y  majestuosa  copa  entre  las  nubes. 

»Y  será  bajo  esta  sombra  augusta  y  bienhechora,  que  se  acumularán 
las  generaciones  colombianas  á  celebrar  las  hazañas  del  hijo  de  Caracas, 


348  AMERICANOS   CÉLEBRES 

y  á  levantar  hasta  las  puertas  del  empíreo  sus   cánticos  de  gratitud. 

» Figurémonos,  si  es  posible,  la  América  de  esos  siglos  lejanos.  ¡Cuán- 
tas y  cuan  florecientes  regiones  de  la  libertad!  Ya  la  culta  Europa,  la 
tierra  de  nuestros  padres,  habrá  abdicado  para  entonces  el  cetro  de  las 
ciencias,  de  las  artes  y  de  las  bellas  letras,  para  asociar  á  todo  el  mundo 
el  noble  imperio  de  la  civilización.  El  vapor  cruzará  las  soberbias  aguas 
del  Orinoco,  del  Magdalena.,  del  Casiquiare,  del  Apuré,  del  Amazonas 
y  de  tantos  otros  que  descienden  hasta  las  felices  pampas  que  riegan  el 
Uruguay  y  el  remoto  Plata.  Millares  de  ciudades  populosas  y  opulentas, 
esmaltarán  las  riberas  de  esos  canales  concedidos  por  la  bondad  eterna. 
El  movimiento  de  las  letras,  de  la  industria  y  del  trabajo  del  Nuevo 
mundo,  excederá  con  mucho  á  cuánto  el  orbe  ha  conocido  y  á  cuánto 
puedan  representar  las  cifras  de  nuestros  padres  y  las  ideas  de  nuestros 
tiempos. 

»E1  nombre  de  Bolivar  resonará  como  no  ha  resonado  el  de  ningún 
mortal  sobre  la  tierra.  Entre  los  dos  polos,  .entre  los  dos  mares,  no  se 
verán  sino  altares  levantados  por  la  gratitud:  todo  será  un  templo: 
Bolivar  será  un  semidiós». 

Nos  hemos  extendido  en  reproducir  largos  párrafos,  porque  en  ellos 
resalta  la  fácil  palabra  y  la  elocuencia  del  procer  venezolano. 


VI 


Ante  el  furor  de  las  turbas  y  protegido  por  el  general  Marino,  salió  de 
Caracas,  y  sólo  más  tarde  volvió  á  la  capital,  cuando  el  general  Páez  le 
confirió  el  Ministerio  del  Interior.  En  1835  fué  de  nuevo  llamado  Guzmán, 
para  que  prestase  su  valioso  apoyo  al  Gobierno,  y  después  fué  nombrado 
ministro  de  Relaciones  Exteriores. 

Separado  más  tarde  de  aquel  alto  puesto,  fundó  el  periódico  El  Vene- 
zolano y  enarboló  la  bandera  de  oposición  contra  el  gobierno  Oligarca, 
procurando  infundir  en  el  pueblo  ideas  para  la  reforma  liberal,  con  un 
valor  que  hasta  sus  enemigos  reconocieron  en  aquella  época. 


ANTONIO    LEOCADIO    GUZMÁN  _  349 

En  1846,  fué  candidato  para  la  Presidencia  de  la  República  y  acla- 
mado por  el  aura  popular;  pero  preso  y  encausado  por  delitos  imagi- 
narios, se  anuló  la  elección  y  fué  condenado  á  muerte,  conmutándose  la 
sentencia  en  destierro  perpetuo. 

Desempeñó  algún  tiempo  después,  la  plenipotencia  de  su  patria  en 
el  Perú  y  en  la  de  Washington ,  siendo  de  nuevo  expulsado  de  Venezuela 
cuando  los  oligarcas  volvieron  á  entronizarse  y  á  tomar  el  mando.  Fué 
miembro  de  la  Convención  Constituyente  de  Nueva  Granada  y  luego, 
siendo  presidente  Falcón,  ministro  de  aquella  República  en  Venezuela. 

Ha  desempeñado  el  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores  en  Venezuela, 
y  en  1873  fué  Senador  y  Diputado  en  los  Congresos  de  su  patria. 

D.  Antonio  Leocadio  Guzmán,  representa  una  de  las  épocas  más 
brillantes  de  Venezuela  y  no  sólo  como  hábil  estadista ,  sapientísimo 
político  y  noble  patriota,  sino  también  como  escritor  profundo  y  publi- 
cista notable. 

En  varios  de  sus  artículos,  que  hoy  forman  su  bellísima  colección 
titulada  Datos  históricos  sud- americanos,  resulta  su  entusiasmo  y  amor 
por  Bolivar  y  la  más  ferviente  adhesión  á  la  extinguida  unidad  colom- 
biana, hablando  de  la  cual,  decía  en  Diciembre  de  1861: 

« Colombia  se  lee  sobre  la  elevada  cumbre  del  Avila  majestuosa ,  en 
caracteres  resplandecientes  iluminados  por  el  fuego  de  nuestro  amor. 

» Lancemos  la  vista  sobre  el  luminoso  horizonte  de  Colombia,  que  se 
pierde  en  los  espacios  del  porvenir  sembrado  con  nuestros  derechos  que 
son  sus  planetas,  y  vivificado  con  el  calor  y  la  luz  del  sol  de  una  gran 
nacionalidad. 

»¿Tan  pequeños,  tan  ruines  seríamos  que  retrocediéramos  en  esta 
avenida  inmensa  á  los  espacios  del  orden  y  la  libertad?  Todo  es  en  ellos 
armonía,  como  en  las  obras  predilectas  del  Creador.  Es  un  cielo  sin  tem- 
pestades posibles,  sin  nubes  amenazadoras,  en  que  el  bien  ha  de  ser 
nuestro  patrimonio  como  condición  orgánica,  como  propiedad  conna- 
tural con  una  grande  y  poderosa  nacionalidad.  Ni  hombres,  ni  confabu- 
laciones, ni  Estados,  ni  la  ambición  exterior;  nada  será  más  poderoso 
que  Colombia » . 


350  AMERICANOS    CÉLEBRES 


VII 


En  la  exposición  que  siendo  ministro  del  Interior  y  de  Justicia ,  pre- 
sentó en  el  Congreso  de  Venezuela  en  1849,  hay  párrafos  admirables  al 
describir  la  situación  política  de  su  país,  y  al  señalar  la  reforma  que 
sería  necesaria,  revelando  lo  profundo  de  sus  conocimientos  y  lo  elevado 
de  su  inteligencia.  En  ese  trabajo  aboga  contra  la  pena  de  muerte,  y 
ocupándose  de  todas  las  cuestiones  públicas,  se  dedica  especialmente 
á  planes  administrativos  y  á  instrucción  popular. 

También  tiene  elocuentes  párrafos  contra  la  esclavitud,  desarro- 
llando en  todas  las  materias  el  buen  sentido  que  distingue  sus  trabajos 
literarios. 

Su  serie  de  artículos  publicados  en  El  Colombiano,  de  Bogotá,  son 
notables  y  dignos  del  procer  venezolano. 

En  el  concurso  literario  que  se  celebró  el  28  de  Octubre  de  1872,  en 
conmemoración  del  natalicio  de  Bolívar,  fué  encargado  D.  Antonio 
Leocadio  de  Guzmán  de  pronunciar  un  discurso,  en  que  no  se  sabe  que 
admirar  más,  si  la  novedad  de  los  conceptos,  ó  la  admiración  cada  día 
más  creciente  por  el  Libertador.  El  decir  algo  nuevo  en  obsequio  del 
padre  de  la  independencia  colombiana,  es  sumamente  difícil,  pues  es 
tanto  y  tan  extenso  lo  que  se  ha  escrito  relativo  al  Libertador,  que  sólo 
un  hombre  tan  rico  en  frases  y  en  talento  como  el  Sr.  Guzmán,  podía 
haber  presentado  algo  que  no  fuese  conocido. 

Nació  el  ilustre  estadista  en  1802;  pero  conservó  hasta  su  último  ins- 
tante, brillante  memoria,  frescura  de  ideas  y  novedad  de  pensamientos: 
recuerdo  que  preguntándome  su  ilustre  hijo,  el  general  Guzmán  Blanco, 
presidente  de  Venezuela,  qué  concepto  había  yo  formado  del  autor  de 
sus  días,  le  contesté:  — «Me  ha  parecido  un  hombre  de  treinta  años, 
con  todo  el  entusiasmo  y  la  vivacidad  de  la  juventud». 

Era  uno  de  los  representantes  de  esa  hermosa  generación  que  ha 
dado  tantas  páginas  brillantes  para  la  historia  de  América,  y  uno  de  los 
pocos  que  aun  quedaban  de  tan  gloriosísima  época. 


ANTONIO  LEOCADIO  GUZMÁN  351 


VIII 


El  noble  octogenario,  hasta  el  postrer  día  de  su  existencia,  vivió 
entre  los  recuerdos  del  pasado  y  la  venturosa  realidad  del  presente; 
su  patria  regenerada,  su  misión  cumplida,  y  al  final  de  laboriosa 
carrera,  la  conciencia  tranquila  y  satisfecha. 

Su  venerado  cadáver  reposa  en  el  panteón  nacional,  en  el  templo  de 
inmortales,  elevado  en  Caracas  por  el  general  Guzmán  Blanco,  para 
honrar  á  los  proceres  de  la  independencia  y  para  guardar  las  cenizas  de 
aquel  que,  allá  en  San  Pedro  Alejandrino,  murió  víctima  de  la  ingrati- 
tud y  de  las  decepciones. 

La  tumba  que  encierra  los  deleznables  restos  de  D.  Antonio  Leocadio 
Guzmán,  es  de  gran  significación  para  el  continente  americano;  es  una 
de  sus  glorias  más  puras  y  sublimes. 

El  soplo  de  la  muerte  ha  apagado  poco  á  poco  los  radiantes  astro» 
que  iluminaron  al  mundo  de  Colón,  en  la  alborada  de  su  independencia. 

Mas  si  aquella  generación  desaparece  y  se  pierde  en  las  profundida- 
des del  sepulcro,  renace  en  la  historia  y  es  inmortal  en  sus  páginas- 
de  oro. 

Las  doctrinas,  los  principios,  no  mueren  cuando  se  arraigan  más  y 
más  con  el  recuerdo  de  aquellos  que,  en  fértil  campo  pusieron  la  semilla 
y  legaron  benéfico  ejemplo. 

¡Paz  á  los]  restos  del  noble  caraqueño!  ¡Loor  y  gloria  eterna  á  su 
nombre!  En  esa  comunión  de  sentimientos,  entre  las  coronas  deposita- 
das en  su  tumba,  al  par  de  las  lágrimas  que  hace  brotar  el  cariño  y  la 
gratitud,  también  la  peregrina,  huésped  un  día  en  los  hogares  venezola- 
nos, se  identificó  con  ese  amor. 

El  me  condujo  hasta  la  postrer  morada  del  procer,  del  cariñoso- 
amigo,  para  depositar  en  ella  simbólica  guirnalda  de  laurel  y  encina. 


MANUEL   MONTT 


;ace  once  años  visitaba  el  suelo  chileno,  y  entre  las 
familias  que  á  porfía  dispensaron  á  la  peregrina  su 
amistad  y  cariñosa  acogida,  encontrábase  la  de 
D.  Manuel  Montt. 

Un  día  en  que  desarrollaba  el  plan  de  las  obras 
americanistas,  me  dijo  el  insigne  hombre  de  Estado 
con  su  indulgente  bondad:  <  El  viaje  es  largo,  difícil  y  peligroso  para 
una  mujer,  pero  la  voluntad  femenina  es  poderosa  y  fuerte;  ella  facili- 
tará á  V.  el  valor  y  la  energía  para  coronar  su  empresa». 

Hoy  descansa  ya  en  el  sepulcro  el  noble  chileno;  pero  como  un  supre- 
mo tributo  á  su  memoria,  vayan  estas  páginas  hasta  el  hospitalario 
hogar  de  sus  hijos  y  sean  cariñosa  ofrenda  de  inalterable  recuerdo. 


II 


«La  Inglaterra  del  Pacífico»,  se  había  extremecido  de  piedad  y  de 
horror  ante  el  cadáver  de  aquel  extraño  é  ilustre  ser,  llamado  Diego 
Portales. 

El  titán  de  la  historia  chilena,  había  caído  víctima  de  nefando  cri- 


MANUEL   MONTT 


MANUEL   MONTT  353 

men  en  los  Altos  de  Barón,  insultado  por  un  miserable,  i  y  aun  haciendo 
esfuerzos  para  obedecer  la  orden  de  ¡Hinqúese  V.!  "2  que  impedía  los 
grillos. 

— ¿Es  posible,  soldados,  que  me  tiréis  á  mí? — exclamó  con  la  convic- 
ción de  que  su  exclusivo  y  sagrado  amor  por  Chile,  le  hacían  inviolable 
para  los  asesinos  y  digno  de  otra  muerte. 

«Víctima  ilustre  3  del  más  funesto  de  los  extravíos  políticos,  ¡cuan 
grato  hubiera  sido  á  la  historia  haber  podido  presentarte  como  el  funda- 
dor de  la  libertad  de  tu  patria!  ¡No  comprendiste  que  la  tiranía  es  la 
guerra  y  no  el  orden;  que  la  arbitrariedad  no  puede  ser  jamás  la  fuerza 
de  la  autoridad,  que  ella  seca  la  fuente  del  amor  de  los  pueblos  hacia  el 
poder  encargado  de  dirigirlos  á  su  desarrollo  y  perfección ! » 

Con  profunda  emoción  contemplamos  vaciada  en  bronce,  elevándose 
en  el  atrio  de  la  Moneda,  la  grandiosa  figura  del  varón  insigne,  del  ciu- 
dadano chileno,  y  ante  ella,  ¡cuántas  reflexiones  se  agolparon  á  la  mente! 
A  sus  errores  políticos  se#  sobreponían  sus  altas  virtudes  cívicas  y  su 
acendrado  patriotismo;  á  su  carácter  dominante  y  avasallador,  el  triste 
y  cruento  sacrificio  del  mártir. 


III 


Asesinado  D.  Diego  Portales  el  día  6  de  Julio  de  1837,  aun  mal 
cerrada  su  prematura  tumba  y  palpitante  todavía  en  el  corazón  de  los 
chilenos  la  pavorosa  impresión,  surgió  otro  genio,  heredero  de  las  aspi- 
raciones del  ilustre  muerto  y  de  sus  fines  de  engrandecimiento  y  presti- 
gio para  Chile. 

Era  un  hombre  joven  aún,  Oficial  mayor  del  Ministerio  del  Interior, 
Rector  del  Instituto  Nacional,   y  profesor  de  Derecho  romano. 

Portales  había  juzgado,  sin  duda,  su  elevada  capacidad,  que  reveló 
en  los  aciagos  momentos  del  crimen  y  en  las  primeras  disposiciones  que 
las  críticas  circunstancias  requerían. 


1  El  soldado  Florín,  embriagado,  hizo  tajar  á  Portales  del  birlocho  diciendo:  «Baje  el  Ministro».— «No  pue  lo, 
-contestó  Portales  con  voz  grave  y  reposada,  — que  vengan  dos  soldados  á  bajarme». 

2  Cuando  ol  Ministro  estuvo  en  tierra,  Florin  lo  mandó  fusilar. 

3  Lastarima:  Juicio  histórico. 

23 


354  AMERICANOS   CÉLEBRES 

D.  Manuel  Montt  estaba  en  la  fuerza  de  la  juventud  madura,  y  ya 
juiciosa  y  pensadora:  había  nacido  en  1805  en  Petorca,  contaba  pues 
treinta  y  dos  años. 

Su  precoz  talento  que  demostró  en  los  estudios,  le  elevó  sumamente 
joven  al  Rectorado  del  Instituto,  y  de  allí  al  cargo  que  desempeñaba 
cuando  tuvo  lugar  el  motín  militar  de  Quillota. 

Poco  después,  como  Fiscal  de  la  Corte  Suprema  y  Ministro  de  aquel 
tribunal,  fijó  la  atención  por  su  activo  y  sabio  comportamiento,  poniendo 
en  relieve  las  superiores  condiciones  de  hombre  público,  cuando  fué 
Diputado  al  Congreso  y  Presidente  de  la  Cámara  de  Diputados. 

Colocado  en  aquellos  puestos,  propios  para  poner  en  relieve  al  futuro 
hombre  de  Estado,  sus  cualidades  sobresalientes  y  su  celo  organizador, 
le  hicieron  ser  elegido  por  el  presidente  Prieto,  para  Ministro  del  Inte- 
rior y  Relaciones  Exteriores. 

Su  sensatez,  austeridad  y  rectitud  en  el  manejo  de  los  asuntos  públi- 
cos, hicieron  de  D.  Manuel  Montt  la  esperanza  del  partido  conservador  ó 
peluco n ,  1  que  tenía  por  lema,  orden  y  prestigio  de  Chile. 

Esa  prepotencia  creció  cuando  D.  Joaquín  Tocornal,  que  á  la  sazón 
era  Ministro  de  Hacienda,  abandonó  aquel  puesto,  y  D.  Manuel  Montt 
tunó  á  su  cargo  las  carteras  de  Justicia,  Culto  é  Instrucción  Pública. 


IV 


El  pueblo  chileno  es  eminentemente  sensato,  y  por  carácter  y  por  con- 
vicción, apegado  al  orden  é  idólatra  de  su  preponderancia:  demuéstrase 
esta  verdad  en  la  marcha  que  ha  seguido  la  política  desde  cortos  años, 
después  de  la  independencia  hasta  hoy,  y  en  todos  los  actos  en  que  su 
amor  á  la  patria  se  encuentra  en  juego,  detalle  que  apoya  el  dictado 
que  se  le  aplica  á  Chile:  «La  Inglaterra  de  América». 

Ríndese  verdadero  culto  á  las  glorias  nacionales  y  á  los  hombres- 
genios,  y  está  justamente  orgulloso  el  pueblo  del  crédito  de  la  nación  y 
del  alto  puesto  que  ocupa :  sus  revoluciones  han  sido  especiales,  y  adviér- 


1  Los  Carreras  fueron  los  primeros  que  llamaron  peluemes  a  los  viejo3  diputados  del  Congreso  de  1911, 
contrarios  al  primer  Dictador  de  Chile,  y  que  usaban  en'on^es  la  trenza  y  peluca  e  n'polvala  y  el  traje  de  corte. 
Tal  fué  el  ori/jen  d3l  nombre  que  S3  le  dio  al  partido  conservador. 


MANUEL   MONTT  355 

tese  en  ellas  y  en  sus  caudillos,  no  el  personal  interés,  no  el  individua- 
lismo que  ha  dominado  generalmente  en  las  demás  repúblicas,  sino  el 
celo  por  los  intereses  generales,  los  que  estudiando  su  historia  detalla- 
damente, se  sobreponen  á  todo  vulgar  impulso. 

El  equilibrio  se  ha  conservado  siempre,  y  la  revolución  ha  sido  la 
lucha  de  las  ideas,  la  iniciativa  poderosa  para  una  nueva  era  de 
reformas  ó  engrandecimiento  del  país,  conspirando  cada  ciudadano 
para  realizar  el  noble  pensamiento. 


V 


ínterin  D.  Manuel  Montt  permaneció  en  el  Ministerio  de  Instrucción 
Pública,  prestó  á  tan  importante  ramo  el  valor  que  encierra,  afanán- 
dose por  crear  nuevas  escuelas  y  proporcionarles  textos  de  enseñanza, 
haciendo  más  vasto  el  campo  y  procurando  mayores  elementos  para  el 
Instituto  Nacional. 

Las  escuelas  normales  eran  una  necesidad,  y  el  activo  Ministro  creó 
la  de  Maestros,  restableciendo  la  Universidad  y  trabajando  con  laudable 
celo  en  pro  de  la  ilustración  chilena,  y  cuando  en  1846  cambió  de  Minis- 
terio volviendo  á  ocupar  el  del  Interior  y  Relaciones  Exteriores,  dejaba 
reformas  y  adelantos  en  todos  los  ramos  que  habían  sido  de  su  depen- 
dencia. 

Concluido  el  período  presidencial  del  insigne  Bulnes  y  reelecto  casi 
inmediatamente,  organizó  un  nuevo  Ministerio,  y  entonces  D.  Manuel 
Montt  volvió  á  ocupar  la  Presidencia  de  la  Corte  Suprema;  en  1848,  sus 
altas  dotes  oratorias  le  conquistaron  general  aplauso  y  consolidaron  su 
reputación  en  la  lucha  parlamentaria ,  sostenida  en  defensa  de  los  prin- 
cipios conservadores  y  constitucionales. 

Su  candidatura  para  Presidente  de  la  República,  provocó  ruda 
contienda  civil  y  campal  combate  entre  el  partido  llamado  progresista 
y  el  que  tenía  por  jefe  á  D.  Manuel  Montt.  El  combate  fué  encarnizado 
y  sangriento,  entre  los  partidarios  de  las  nuevas  ideas  y  los  mantene- 
dores de  las  antiguas;  el  torbellino  de  las  encontradas  teorías  llevó  muy 
lejos  á  los  dos  bandos,  y  como  asolador  huracán  destruyó  por  entonces 
la  paz  y  la  ventura  de  Chile,  hasta  que  la  batalla  de  Songanilla  y  el 
triunfo  de  Purapel,  pusieron  término  á  la  fratricida  guerra. 


356  AMERICANOS    CÉLEBRES 


VI 


El  mando  de  D.  Manuel  Montt,  fué  prolongado,  provechoso  é  inno- 
vador. 

Persuadido  de  que  la  instrucción  pública  era  la  base  y  adelanto  para 
las  naciones,  y  que  el  mejor  lauro  para  un  legislador  consistía  en  ins- 
truir á  los  niños,  creó  bibliotecas  populares  y  la  humanitaria  y  útil 
Escuela  de  Sordo-mudos. 

En  aquella  época  se  dio  considerable  impulso  á  las  líneas  de  caminos 
de  hierro;  los  alambres  eléctricos  facilitaron  las  comunicaciones  y  trans- 
mitieron el  pensamiento  á  lejanas  comarcas  con  desconocida  rapidez. 

Los  feraces  campos  de  la  República ,  se  vieron  poblados  por  laborio- 
sos y  activos  inmigrantes,  que  si  debieron  al  país  su  riqueza  y  porvenir, 
le  brindaron  en  cambio  su  trabajo  y  el  impulso  agrícola  y  comercial. 

Los  infelices  locos  tuvieron  cómodos  asilos  y  elementos  para  reco- 
brar la  perdida  razón;  el  desvalido  enfermo,  el, falto  de  familia  y  tal  vez 
de  hogar,  halló  afanoso  cuidado  é  higiénico  esmero  en  las  Hermanas 
de  la  Caridad,  que  también  á  la  sazón  llegaron  al  país,  conducidas  pol- 
la benéfica  iniciativa  del  Gobierno,  que  á  la  vez  fundó  hospitales,  casas 
de  corrección,  seminarios  y  templos. 

D.  Manuel  Montt  estableció  la  navegación  á  vapor  en  los  puertos  del 
Sur,  dotó  al  país  con  nuevos  caminos,  reformando  los  antiguos  y  dándo- 
les más  cómodas  condiciones  para  la  circulación. 

Promulgó  el  Código  civil,  inició  el  de  Minas,  Comercio  y  Enjuicia- 
miento, y  empleó  su  caudal  de  conocimientos  y  profundidad  de  estudios, 
en  mejoras  en  todos  los  ramos  y  en  reformas  de  trascendental  utilidad. 
Los  almacenes  fiscales  de  Valparaíso,  le  deben  su  construcción,  así  como 
el  palacio  del  Congreso,  cuarteles  y  otros  edificios  de  provecho  nacio- 
nal. Abolió  el  diezmo  y  creó  la  contribución  territorial,  y  durante  diez 
años  no  descansó  la  privilegiada  actividad  del  hombre  de  Estado,  ni 
vaciló  en  llevar  á  terreno  práctico  cuanto  pudiera  ser  base  de  prosperi- 
dad y  bien  general. 

Hombres  de  gran  alcance,  de  reconocida  honradez  y  de  acendrado 
civismo,  secundaron  al  Presidente  en  la  regeneradora  tarea,  sin  que 
jamás  faltase  la  unidad  en  cuestiones  útiles  y  provechosas  para  Chile. 


MANUEL   MONTT  357 


VII 


Respetado  por  sus  conciudadanos;  considerado  por  las  naciones 
extranjeras;  tranquilo  por  el  cuadro  risueño  y  feliz  que  presentaba 
Chile,  bajó  de  la  presidencia  el  sagaz  y  sabio  estadista  en  Septiembre 
de  1861,  para  volver  modestamente  á  su  antiguo  puesto  de  Presidente 
de  la  Corte  Suprema. 

Reuníase  en  Lima  en  1864,  el  Consejo  Internacional  Americano,  y 
D.  Manuel  Montt  fué  nombrado  para  el  importante  cargo  de  represen- 
tante de  Chile,  en  aquel  certamen  de  la  inteligencia  destinado  á  estrechar 
los  lazos  de  los  pueblos  sud-americanos,  y  á  robustecer  sus  instituciones 
y  principios. 

Desde  entonces  hasta  su  muerte,  dividió  su  tiempo  el  sabio  anciano 
entre  los  deberes  de  ciudadano  y  los  de  jefe  del  templo  doméstico, 
gozando  con  las  relevantes  prendas  y  virtudes  de  su  familia,  i  y  con  el 
próspero  estado  y  siempre  creciente  progreso  de  la  nación  chilena. 

Su  carácter  era  serio,  grave,  reflexivo;  y  en  su  aspecto,  en  su  mirada, 
en  su  conversación,  reflejábase  el  político  profundo,  el  celoso  y  probo 
magistrado. 

¡Feliz  la  patria  que  cuenta  entre  sus  hijos,  ciudadanos  tan  dignos  y 
preclaros  como  D.  Manuel  Montt! 

¡Loor  al  hombre  que  justo  y  prudente  legó  á  las  edades  futuras,  el 
modelo  de  las  virtudes  cívicas  y  de  una  sabia  y  honrada  administración! 


1  Su  hija  Luz  Montt  de  Montt,  está  dotada  do  clarísimo  ingenio  y  es  esposa  do  su  primo  D.  Ambrosio  Montt. 
jurisconsulto  chileno,  pensador,  político,  publicista,  galano  y  fecundo  escritor,  notahlo  personalidad  diplomá- 
tica, orador  parlamentario  y  uno  de  los  hombros  m'is  distinguidos,  y  qu9  son  honra  y  gloria  do  Chile. 


JOSÉ   MARÍA   HEREDIA 


(EL  CISNE    DEL  NIÁGARA) 


Abrió  el  Señor  su  mano  omnipotente, 
Cubrió  tu  faz  dé  nubes  agitadas, 
Dio  su  vos  á  tus  at/uas  desperadas, 
Y  ornó  con  su  arco  tu  terrible  frente 


e  visitado  el  Niágara:  he  contemplado  con  mudo 
arrobamiento  aquel  soberbio  espectáculo,  en  donde 
el  Hacedor  prodigó  toda  la  exuberancia  de  lo  po- 
derosamente bello,  terrible,  agreste,  admirable  é 
indescribible. 
t,v/  Ante  la  majestad  del  conjunto,  calla  la  inspira- 

ción: se  encuentra  impotente,  fría,  débil,  pálida,  pequeña  para  cantar 
la  sublime  y  colosal  grandeza  de  la  perspectiva. 

Sólo  un  gigante  ha  podido  pulsar  la  lira  inspirado  por  el  titán  de  la 
creación:  sólo  á  Heredia  le  estaba  reservado  ese  privilegio.  Si  el  horrí- 
sono estruendo  de  la  catarata,  si  el  aljófar  que  formando  extraños 
cambiantes,  se  precipita  en  el  abismo  y  su  espantoso  remolino  turba  y 
fascina  paralizando  nuestro  ser;  si  el  deslumbramiento  qLie  se  expe- 
rimenta, si  aquel  eterno  poder  que  ostenta  variadas  formas,  bellezas 
siempre  nuevas  que  desaparecen ,  vuelven  y  se  tornan  más  imponentes 
cada  vez;  si  sobrecogido  el  ánimo,  goza  y  sufre,  delira,  se  embota  y  se 
confunde  por  la  misma  fuerza  de  la  impresión,  ¿cómo  traducir  tan 
encontrados  sentimientos?  Por  eso  el  inmortal  poeta  ha  sido  único  para 


JOSÉ   Mi«ÍA    HEREDIA  -  359 


cantar  al  Niágara.  ¿Era  que  tal  vez,  como  él  mismo  dice,  había 
singular  analogía  entre  el  agitado  y  grandioso  caudal  y  la  vida  tem- 
pestuosa del  trovador  cubano? 


II 


José  María  Heredia,1  no  alcanzó  existencia  larga,  ni  venturosos 
días,  pero  ¡cuan  fecunda  en  gloria,  y  qué  luminosa  para  la  posteridad! 

Muy  niño  abandonó  con  su  padre  el  suelo  patrio,  y  en  la  risueña 
Caracas ,  en  ese  edén  que  el  Avila  corona  y  que  encierra  misteriosa  poe- 
sía ,  tuvieron  principio  sus  estudios ,  que  más  tarde  hubo  de  continuar 
bajo  el  ardiente  sol  de  Cuba,  deleitándose  su  juvenil  fantasía  con  aquella 
aurora  de  celajes  sin  rival,  con  aquellas  noches  tibias  y  perfumadas, 
con  aquel  voluptuoso  ambiente  que  seduce  al  poeta  y  le  brinda  desco- 
nocidas impresiones. 

Heredia,  ínterin  cursaba  Jurisprudencia  en  la  Habana,  robustecía  su 
poética  imaginación  con  las  maravillas  de  la  Naturaleza,  y  la  enriquecía 
con  nuevas  y  más  brillantes  ideas,  que  más  tarde  fueron  manantial 
fecundo,  lluvia  de  perlas  que  derramó  en  sus  célebres  composiciones  Al 
Sol,  La  Tempestad,  Meditación  en  el  Teocali  de  Cholula,  y  sobre  todo  en 
la  oda  inmortal  Al  Niágara. 

Por  el  año  1820  se  encontraba  en  Méjico,  cuando  sufrió  el  terrible 
pesar  de  la  muerte  de  su  padre,  y  anonadado  bajo  el  peso  del  infortunio, 
volvió  á  Cuba  y  se  recibió  de  abogado  en  Puerto  Príncipe,  en  donde 
permaneció  durante  algún  tiempo.  Sus  desgracias  crecieron  y  llegaron 
á  su  colmo,  cuando  por  sus  ideas  avanzadas  y  contrarias  al  régimen 
establecido  en  la  isla  de  Cuba,  fué  sentenciado  á  perpetuo  ostracismo,  y 
obligado  á  salir  de  su  patria ,  trasladándose  á  los  Estados  Unidos. 

Vio  la  luz  pública  por  entonces,  la  primera  edición  de  sus  poesías, 
y  el  fallo  fué  tan  favorable,  que  el  poeta  adquirió  universal  renom- 
bre y  fama  imperecedera.  No  sólo  grandes  ingenios  americanos,  entre 
estos  el  clásico  mejicano  José  Joaquín  Pesado  y  el  popular  é  ilustre  Gui- 


1    NacHo  en  Santiago  de  Cuba  el  31  de  Diciembre  de  1803,  bijo  del  doctor  José  Francisco  y  de  la  señora  doña 
Mercedes  de  Heredia. 


360  •  AMERICAIÍOSOÉLEBRES 

llermo  Prieto,  ensalzaron  al  poeta  cubano,  sino  nuestro  correcto  literato 
Alberto  Lista  y  el  erudito  Juan  Nicasio  Gallego. 

Adviértese  en  las  producciones  de  Heredia,  corrección  admirable, 
dulcísima  pureza  y  armonía,  originalidad  y  pensamientos  tan  variados 
como  brillantes.  Resulta  en  muchas  de  sus  composiciones,  singularísimo 
colorido  y  privilegiado  talento  descriptivo,  de  tal  modo,  que  cautiva  pol- 
la idealidad  poética  y  por  la  realidad  del  cuadro  que  con  hábil  pincel 
retrata  y  en  el  que  nada  falta,  ni  aun  el  más  insignificante  detalle. 
Como  las  pinturas  de  Murillo,  son  gráficas  las  que  Heredia  ha  legado  á 
la  posteridad.  Leamos  la  oda  Al  Sol.  Es  el  astro-rey  de  los  trópicos: 
es  el  torrente  de  luz  vivificador  de  aquella  tierra,  que  á  su  influencia 
prodiga  ricos  dones  con  inagotable  profusión.  Veamos  La  Tempestad, 
grandiosa  fotografía  de  lo  real,  en  la  cual,  á  la  par  del  naturalismo  más 
bello  y  sublime,  nos  deleitamos  con  el  idealismo  que  rebosa  en  cada 
pensamiento. 

La  ternura  desborda  en  numerosas  poesías  de  Heredia,  y  á  medida 
que  los  años  pasan,  más  fresca  y  más  lozana  es  la  corona  de  su  gloria: 
en  ella  resalta,  como  riquísima  joya  de  incalculable  mérito,  su  oda  Al 
Niágara ,  en  la  que  se  eleva  el  poeta  á  una  altura  sin  rival  y  se  inmorta- 
liza apareciendo  como  un  gigante  en  aquel  portentoso  escenario. 
Heredia  la  escribió  en  1824. 

Después  de  la  publicación  de  sus  poesías,  habitó  por  segunda  vez 
Méjico,  y  allí  desempeñó  diferentes  cargos  y  fué  electo  diputado. 

En  Toluca  (capital  del  Estado  de  Méjico)  publicó  una  segunda  edi- 
ción de  sus  poesías,  y  en  el  ingenioso  prólogo,  cuenta  Heredia  á  sus 
lectores  que  su  vida  ha  sido  un  tejido  de  contrastes,  y  en  ellos  aparece 
simultáneamente,  como  abogado  y  diplomático,  soldado  ó  periodista, 
viajero  y  profesor  de  idiomas,  poeta  y  magistrado.  Poseía  gran  facilidad 
para  traducir  idiomas  extranjeros,  y  Byron  y  Hugo  Foseólo  y  Ossian 
y  Beranger,  encontraron  en  el  gran  poeta  cubano,  un  fiel  é  inspirado 
intérprete  de  sus  pensamientos. 

¡Su  vida  fué  un  poema  corto,  pero  grandioso  y  sublime!  ¡Sus  desven- 
turas, su  hidalguía,  su  honrosa  pobreza,  son  otros  tantos  timbres  que 
engrandecen  al  inmortal  cantor  del  Niágara ! 

¡La  muerte  lo  sorprendió  en  Méjico  en  1838:  tenía  treinta  y  cinco 
años!  ¡Cuántas  ideas  luminosas  se  encerraban  aún  en  la  mente  del 
poeta!  ¡Cuántos  días  de  gloria  truncados  en  la  mitad  de  aquella  existen- 


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JUSTO   RUFINO   BARRIOS 


JOSÉ    MARÍA    HEREDIA  361 

cia  tan  fecunda  y  útil!  ¡Cuántas  esperanzas;  cuántas  aspiraciones 
abrigaba  todavía  su  corazón  ardiente  y  apasionado! 

El  genio  grabó  en  páginas  de  oro  sus  amarguras,  sus  horas  sombrías, 
el  noble  esfuerzo  de  su  volundad,  el  secreto  de  su  vida  entera. 

Cerremos  este  pálido  bosquejo  con  un  broche  de  perlas: 

¡Niágara  poderoso! 
¡Adiós!  ¡adiós!  Dentro  de  pocos  años 
Ya  devorado  habrá  la  tumba  fría 
A  tu  débil  cantor.  ¡Duren  mis  versos 
Cual  tu  gloria  inmortal!  Pueda  piadoso, 
Viéndote  algún  viajero, 
Dar  un  suspiro  á  la  memoria  mía, 

Y  al  sepultarse  Febo  en  Occidente, 
Feliz  yo  vuele  do  el  Señor  me  llama, 

Y  al  escuchar  los  ecos  de  mi  fama 
Alce  en  las  nubes  la  radiosa  frente. 1 

'    Hekeima:  Final  do  la  Oda  al  Niágara. 


JUSTO   RUFINO   BARRIOS 


i 


roduce  verdadero  asombro,  el  contraste  que 
presentan  moralmente  ciertas  individuali- 
dades, al  hacer  el  estudio  de  sus  especiales 
condiciones  características.  Tan  extraños 
seres  merecen  detenido  examen ,  más  aún  si 
favorecidos  por  la  suerte  ó  por  la  casualidad, 
y    también    auxiliados   por    algunas    de    esas 
cualidades  que  al  ponerlos  en  relieve  los  eleva 
sobre  la  vulgaridad,  llegan  á  escalar  el  pri- 
mer  puesto   y    tienen   el   privilegio    de   atraerse   la 
atención  general. 

A  pesar  de  que  aun  hace  corto  tiempo  que  el 
general  D.  Justo  Rufino  Barrios,  presidente  durante 
diez  años  de  la  república  de  Guatemala,  ha  descendido  al  sepulcro,  es 
una  de  esas  individualidades  que  no  podemos  menos  de  colocar  en 
nuestra  galería,  dejando  á  la  posteridad  que  juzgue  con  mayor  ó  menor 
justicia  sus  actos. 

En  aquella  doble  y  excepcional  naturaleza,  se  agitaban  en  confusa 
amalgama  el  bien  y  el  mal;  lanzaba  destellos  luminosos  el  sentimiento 
de  la  libertad,  obscurecida  y  empañada  á  veces  por  hechos  incalificables. 


JUSTO    RUFINO    BARRIOS  363 


El  general  Barrios  hizo  siempre  especial  alarde  de  su  rudeza  y  de  su 
falta  de  instrucción,  lo  cual  ponía  más  en  evidencia  las  grandes  refor- 
mas de  que  le  fué  deudora  la  patria,  dando  lugar  á  muy  encontradas 
opiniones  relativas  á  tan  extraña  personalidad. 


II 


Sería  indispensable,  para  juzgar  al  hombre  que,  en  alas  de  su  ambi- 
ción ó  sólo  guiado  por  una  idea  regeneradora  y  grande  encontró  la 
muerte  en  las  trincheras  de  Chalchuapa,  seguirle  paso  á  paso  desde 
la  infancia  hasta  el  trágico  fin  de  su  existencia;  de  ese  modo  podría 
apreciársele  como  fundador  de  liberales  instituciones,  ó  bajo  el  tene- 
broso aspecto  de  su  omnímoda  voluntad. 

El  corazón  del  general  Barrios  debe  haber  sido  un  vastísimo  campo 
de  batalla,  en  el  cual  los  encontrados  sentimientos  lucharon  sin  tregua 
obteniendo  á  veces  la  victoria,  la  generosidad  y  la  grandeza,  ó  sobrepo- 
niéndose á  éstas,  el  rencor  y  el  espíritu  de  venganza. 

En  los  rasgos  característicos  del  hombre  que  ha  dominado  durante 
largos  años,  no  sólo  á  la  república  de  Guatemala,  sino  á  todos  esos  pue- 
blos (exceptuando  Costa  Rica)  que  componen  la  América  Central,  por- 
que sobre  ellos,  más  ó  menos  se  hizo  sentir  la  presión  de  su  voluntad,  se 
observan  curiosas  semejanzas  con  diferentes  personalidades,  á  quienes 
aun  después  de  algunas  centurias  no  puede  comprender  ni  juzgar  el  his- 
toriador. 

El  estudio  sería  sobremanera  interesante,  resultando  de  él  un  todo 
enteramente  extraño,  digno  de  admirarse  á  veces  ó  de  censurarse  otras 
por  su  audacia  moral  y  por  el  sistema  planteado  en  la  república  de  Gua- 
temala. 


III 


Ante  el  sepulcro  se  calman  los  rencores;  ante  esa  tumba  de  cortos 
años  cerrada,  pierde  su  influencia  el  odio  creado  por  las  persecuciones; 
pero  se  despierta  el  deseo  de  retratar  al  hombre  singular  que  acometió 


3G4  AMERICANOS    CÉLEBRES 

una  empresa,  si  por  demás  grandiosa  y  necesaria  en  el  fondo  para  los 
destinos  del  Centro  América,  descabellada  en  la  forma. 

Justo  Rufino  Barrios,  nació  en  San  Lorenzo,  departamento  de  San 
Marcos,  el  21  de  Julio  de  1835. 

Descuidada  y  escasa  era  á  la  sazón  la  enseñanza  popular,  y  cortos  por 
consiguiente  los  conocimientos  que  adquirió  el  futuro  gobernante:  su 
perspicacia  y  natural  viveza  suplieron  más  tarde  á  la  cultura  y  edu- 
cación de  que  carecía. 

Ya  por  entonces  y  en  sus  juegos  de  niño,  se  destacaba  el  carácter  de 
ese  ser  anómalo  y  original;  pero  nos  limitaremos  á  bosquejar  algunos 
de  los  hechos  de  su  vida  para  que  puedan  dar  una  idea  del  presidente  de 
Guatemala. 


IV 


Enviado  á  la  ciudad  de  Quetzaltenango  para  cursar  latín,  se  distin- 
guía entre  sus  condiscípulos  por  esa  misma  especial  amalgama  de  su 
carácter;  veíasele  con  frecuencia  sacrificarse  con  generoso  impulso  en 
alas  del  compañerismo  y  de  la  amistad,  pero  instantáneamente  tenía 
la  medalla  su. reverso;  la  más  ligera  ofensa  tornaba  en  odio  el  anterior 
cariño,  y  despertando  la  natural  fiereza  ponía  de  relieve  los  defectos  de 
aquel  incomprensible  corazón. 

Concluida  su  carrera  escolar  con  la  adquisición  del  título  de  Escri- 
bano público,  regresó  a'l  hogar  paterno  manifestando  ya  ideas  altamente 
avanzadas,  y  rencorosa  antipatía  á  la  aristocracia. 


V 


Mandaba  por  esa  época  en  Guatemala  el  general  D.  Vicente  Cerná, 
electo  presidente  á  la  muerte  de  su  amigo  el  general  Carrera ,  acaecida 
en  1865.  La  administración  Cerná,  altamente  impopular,  estaba  comba- 
tida por  todos  aquellos  que  profesaban  principios  liberales,  y  este  des- 
acuerdo entre  la  mayoría  y  el  Gobierno,  dando  impulso  á  las  ideas  de 
Barrios,  le  prepararon  su  futuro  poderío. 


JUSTO    RUFINO    BARRIOS  365 


El  mando  de  Cerná  tocaba  á  su  término;  el  pueblo,  informado  de  la 
posibilidad  de  reelección,  protestaba  con  gritos  y  amenazas;  quería 
reformas  liberales,  progreso  y  horizontes  más  anchos  para  el  futuro  des- 
tino de  Guatemala. 


VI 


La  revolución  era  inevitable,  y  entre  los  que  más  activamente  la 
impulsaban  encontrábase  el  general  D.  Serapio  Cruz,  quien  tomó  las 
armas  contra  el  Gobierno  y  emprendió  la  lucha  para  llevar  á  cabo 
un  cambio  político. 

Entre  tanto,  Justo  Rufino  Barrios  hostilizaba  á  la  desprestigiada 
administración,  é  intentó  apoderarse  del  cuartel  de  San  Marcos  en  la 
ciudad  de  su  residencia,  con  la  partida  que  había  organizado. 

La  empresa  de  Barrios  para  apoderarse  del  cuartel,  fracasó  en 
Diciembre  de  1869,  cuando  el  general  Cruz  fué  derrotado  en  Huehuete- 
nango. 

Intentó  éste  después  reorganizarse  para  seguir  lá  campaña ,  pero  fué 
alcanzado  en  Palencia  por  las  tropas  del  Gobierno,  el  23  de  Enero  de  1870, 
muriendo  en  la  acción;  los  soldados  derrotados  completamente  y  varios 
de  los  revolucionarios,  entre  ellos  Barrios,  buscaron  asilo  en  Chiapas 
(Méjico".) 

Larrave,  Samayoa  y  D.  Miguel  García  Granados,  constituían  el  foco 
de  la  conspiración;  los  dos  primeros  fueron  desterrados  inmediatamente, 
y  el  tercero,  que  se  había  asilado  en  una  legación,  salió  también  del  país 
poco  después. 

A  pesar  del  triunfo  adquirido  por  el  Gobierno,  la  revolución  desple- 
gaba mayor  vuelo.  Barrios,  burlándose  con  rara  habilidad  de  los  soldados 
que  le  perseguían,  hostilizaba  á  las  autoridades  del  departamento  de  los 
Altos,  frontera  de  Méjico,  y  con  la  tenacidad  distintiva  de  su  carácter, 
pugnaba  por  elevarse,  ardía  en  deseos  de  venganza  y  tal  vez  ya  ambi- 
cionaba el  mando. 

La  suerte  favorecióle  siempre:  de  nuevo  se  organizaron  los  rebeldes, 
y  el  general  García  Granados  encontró  apoyo  en  el  prestigio  que  le 
daba    ser    enemigo   de  un   Gobierno   aborrecido:  reunió  pertrechos   de 


366  AMERICANOS    CÉLEBRKS 

guerra,  formó  un  núcleo  de  fuerzas  compuestas  por  los  emigrados,  y 
en  Mayo  de  1871  se  les  reunió  Barrios  con  su  partida. 

Después  de  triunfar  en  Tacana,  Retalhuleo,  Chiche,  Tierra-Blanca, 
Cochon  y  San  Lucas,  entró  el  30  de  Junio  en  la  capital  de  la  República. 

La  política  de  Carrera  había  concluido:  el  general  Cerná  fué  depuesto 
por  el  acta  de  Patricia. 

Barrios,  en  todos  los  combates,  había  dado  muestras  de  ser  un  guerri- 
llero sereno,  astuto  y  enérgico. 

En  aquella  época  fué  la  revolución  un  hecho  radical  para  el  país,  y  la 
magnanimidad,  el  orden  y  la  disciplina  acompañaron  á  las  tropas  ven- 
cedoras en  su  entrada  en  la  capital. 

Recordamos  un  periódico  extranjero,  que  al  significar  su  admiración 
añadía  : 

«  Que  el  cambio  de  situación  en  Guatemala  acusaba  una  espléndida  y 
civilizadora  era». 

Barrios  fué  nombrado  comandante  general  de  los  Altos  y  allí  ensan- 
chó su  atmósfera ,  haciendo  lisonjeras  promesas  é  instigando  á  sus  par- 
tidarios, según  algunas  opiniones,  contra  los  habitantes  de  la  capital ,  á 
quienes  afirman  aborrecía  por  una  de  las  anomalías  de  su  carácter. 

La  debilidad  de  García  Granados,  su  edad  avanzada  y  sus  achaques, 
le  imposibilitaban  de  llevar  á  buen  término  las  reformas  esperadas. 

Barrios  lo  dominaba,  le  imponía  su  voluntad,  y  sus  exigencias  eran 
leyes:  el  espíritu  dominador,  el  omnímodo  poder  que  más  tarde  pesaría 
con  cetro  de  hierro  sobre  Guatemala  empezaba  á  bosquejarse. 

En  vano  el  general  Zavala  intentó  substraer  al  Presidente,  de  aquella 
poderosa  influencia  que  crecía  más  y  más,  á  consecuencia  de  las  rebelio- 
nes que  estallaron  en  el  Oriente  y  que  fueron  enérgicamente  sofocadas 
por  Barrios. 


YII 


El  presidente  de  Honduras,  D.  José  María  Medina,  se  hizo  jefe  de  la 
reacción  en  1872. 

Declarada  la  guerra  por  Guatemala  y  el  Salvador,  repúblicas  aliadas, 
el  general  García  Granados,  al  tomar  el  mando  de  las  tropas  que  debían 
invadir  el  suelo  hondureno,  nombró  á  Barrios  presidente  interino. 


JUSTO    RUFINO    BARRIOS  367 

Los  decretos  de  libertad  de  la  prensa  y  de  extinción  de  comunidades 
religiosas,  fueron  los  primeros  actos  gubernativos  del  hombre  que  se 
había  encumbrado  al  primer  puesto. 

Continuaban  las  sediciones  acaudilladas  por  los  partidarios  del 
antiguo  régimen .  El  general  Barrios ,  con  actividad  y  energía ,  logró  de 
nuevo  restablecer  la  tranquilidad  pública. 

Desde  aquel  tiempo  se  manifestaron  más  aún  las  dos  naturalezas, 
la  doble  faz  del  hombre  extraño,  arbitro  de  los  destinos  de  Centro- 
América  desde  el  día  8  de  Mayo  de  1873  hasta  el  2  de  Abril  de  1885,  día 
de  su  muerte. 


VIII 


Tal  vez  por  alcanzar  pleno  dominio  sobre  las  masas,  ó  guiado  por 
natural  instinto,  planteó  Barrios  un  sistema  especiaren  Guatemala,  el 
del  terror,  que  ha  empañado  y  empequeñecido  actos  dignos  de  un  gran 
legislador  y  acreedores  á  justo  elogio. 

Ya  electo  presidente  y  en  posesión  de  tan  alto  puesto,  tuvo  que 
combatir  la  facción  capitaneada  por  D.  Enrique  Palacios,  quien  estaba 
de  acuerdo  con  los  revolucionarios  de  la  montaña ,  derrotados  por  las 
tropas  del  Gobierno  en  Chamelicón. 

El  brazo  del  Dictador  fué  de  hierro  para  los  conspiradores,  hizo 
fusilar  á  muchos  de  ellos  y  mandó  quemar  las  casas  de  los  pueblos  del 
Oriente  y  conducir  á  sus  habitantes  presos  á  la  ciudad  de  Guatemala. 

Él  cuadro  que  presentaron  aquellos  infelices  fué  tan  triste  como 
conmovedor. 

Entre  las  particularidades  dignas  de  mencionarse  y  que  demuestran 
habilidad  suma  en  el  general  Barrios,  es  la  que  concierne  al  clero,  que 
perseguido,  despojado  de  sus  bienes,  envilecido,  dominado,  careciendo 
de  prestigio  y  del  dominio  que  generalmente  ejerce,  no  pudo  alterar,  sin 
embargo,  la  buena  armonía  existente  entre  Guatemala  y  la  Santa  Sede. 


368  AMERICANOS    CÉLEBRES 


IX 


Por  entonces  quiso  el  Dictador  disfrutar  las  dulzuras  del  hogar. 
Su  corazón  anhelaba  sin  duda  encontrar  en  la  familia  otra  atmósfera  y 
otros  afectos;  enamorado  de  una  joven  hermosísima,  D.a  Francisca 
Aparicio,  la  hizo  su  esposa,  consagrándola  vehemente  cariño  y  rodeán- 
dola de  fastuoso  esplendor. 

Al  principiar  su  administración  se  ocupó  en  organizar  y  disciplinar 
al  ejército,  dotándolo  de  armamentos  y  uniformes  á  la  altura  de  los 
adelantos  del  siglo. 

La  instrucción  primaria  y  la  superior  adquirieron  poderoso  des- 
arrollo, empleándose  en  ellas  cuantiosas  sumas:  las  escuelas  de  segunda 
enseñanza  fueron  reglamentadas  y  regularizadas,  poniendo  de  esta 
manera  los  cimientos  para  un  futuro  lisonjero;  estableciéronse  Institutos 
en  la  capital,  en  Quetzaltenango  y  en  Chiquimula,  y  en  el  primero  hubo 
una  sección  para  Escuela  Normal  de  hombres. 

En  1876,  tuvo  que  atender  á  la  guerra  que  intentaban  los  reacciona- 
rios contra  Guatemala,  en  combinación  con  el  presidente  de  Honduras, 
D.  Policiano  Ley  va,  y  D.  Santiago  González,  presidente  del  Salvador. 

Entonces  fué  cuando  en  una  conferencia  que  tuvo  lugar  en  Chingo 7 
en  15  de  Febrero  de  dicho  año,  se  pactó  con  el  nuevo  presidente  del 
Salvador  D.  Andrés  Valle,  que  el  Dr.  D.  Marco  Aurelio  Soto,  apoyado 
por  ambas  repúblicas  limítrofes ,  pacificaría  á  Honduras  agitada  y  anar- 
quizada por  los  partidos. 


X 


El  convenio  no  se  llevó  á  efecto  en  aquella  época,  y  el  general 
Barrios  tuvo  que  ir  en  persona  á  la  cabeza  de  su  ejército  hasta  la 
frontera  salvadoreña,  en  donde  tuvieron  lugar  varios  combates,  triun- 
fando el  dictador  de  Guatemala  en  las  batallas  del  Platanar,  Apaneca, 
Pasaquino  y  Chalchuapa,  proponiendo  una  capitulación  que  los  salva- 


JUSTO   RUFINO    BARRIOS  369 

dórenos  aceptaron ;  al  exgeneral  mejicano  Uraga ,  se  le  debieron  en  parte 
aquellos  triunfos,  por  la  excelente  dirección  que  dio  á  las  operaciones. 

De  regreso  á  Guatemala  continuó  Barrios  su  obra  de  reformas,  y  la 
Asamblea  legislativa  aprobó  cuanto  había  hecho,*  invistiéndole  con 
amplias  facultades. 

La  tranquilidad  se  restableció  por  completo;  pero  preciso  es,  como 
fieles  narradores,  presentar  el  reverso  de  esa  medalla. 

Las  cárceles  abrieron  sus  puertas  para  muchos  inocentes  salvado- 
reños, prisioneros  de  Barrios,  y  el  hombre  que  acababa  de  dar  en  la 
capitulación  muestras  de  generosidad  para  los  vencidos,  fué  después 
ingrato  y  rencoroso.  El  doble  aspecto  se  encuentra  siempre  y  en  cada 
período  de  su  vida. 

Los  generales  Solares ,  quienes  en  la  guerra  con  el  Salvador  habían 
prestado  grandes  servicios,  y  decidido,  según  afirman  testigos  oculares, 
el  espléndido  triunfo  de  Pasaquina,  fueron  destituidos;  dícese  que  por 
receloso  temor  á  su  prestigio.  '  El  mejicano  Uraga  tuvo  que  salir  del  país, 
y  otros  varios  sufrieron  persecución  y  destierro. 

El  general  Barrios  fué  espléndido  y  generoso  en  algunas  ocasiones 
para  sus  amigos;  á  su  sombra  han  medrado,  ya  extranjeros,  ya  guate- 
maltecos; repetidas  veces  ha  pagado  deudas  de  alguna  familia  y  la  ha 
colmado  de  dádivas  y  favores,  no  siendo  de  extrañar  que  poco  después 
arrebatara  cuanto  había  dado  y  redujera  á  la  miseria  á  los  mismos  que 
había  enriquecido. 

Debemos,  sin  embargo,  hacer  una  observación:  esas  fortunas  impro- 
visadas bajo  la  tolerancia  de  los  presidentes,  como  ha  sucedido  en 
diferentes  repúblicas  hispano-americanas,  no  se  erigieron  en  Guatemala; 
Barrios  mismo  las  creaba,  pero  no  permitía  el  abuso  ni  la  dilapidación 
de  las  rentas  públicas. 


XI 


Reelegido  Barrios  en  1880  y  apoyado  por   la  nueva  constitución, 
siguió  por  la  comenzada  senda  de  innovaciones ,  fundando  en  Guatemala 


1    Después  do  la  muerte  de  Barrios,  salió  de  la  cárcel  uno  de  los  Solares.  Estaba  preso  hacía  dos  años,  sin 
saber  por  qué 

24 


370  AMERICANOS    CÉLEBRES 

la  Escuela  de  Artes  y  Oficios  y  la  de  Agricultura,  estableciendo  tam- 
bién la  enseñanza  nocturna  para  los  artesanos. 

Ordenó  que  se  formaran  el  Código  Civil ,  el  Penal ,  el  de  Procedimien- 
tos, el  de  Comercio*,  el  Militar  y  los  reglamentos  para  puertas  y  aduanas; 
el  servicio  de  Correos  se  hallaba  en  desfavorable  estado  y  en  poco  tiempo 
mejoró  su  sistema  y  plantea  reformas  de  gran  utilidad;  puso  en  comuni- 
cación las  principales  poblaciones  por  medio  del  telégrafo,  dando  al 
comercio  un  potente  auxiliar. 

Atendió  con  activo  empeño  á  mejorar  las  carreteras,  y  nuevos 
caminos  hicieron  fáciles  los  transportes  en  la  República,  y  por  último,  el 
ferrocarril  del  puerto  de  San  José  á  la  capital ,  unió  á  ésta  con  la  costa 
del  Pacífico,  y  es  á  no  dudarlo,  la  obra  más  importante  del  período 
dictatorial  del  general  Barrios. 

Esa  primera  línea  férrea  ha  sido  el  gran  paso  y  el  más  benéfico  para 
la  industria  y  el  comercio. 


XII 


El  asesinato  del  sacerdote  Pagés  en  el  departamento  de  los  Altos, 
durante  la  estancia  del  Presidente  en  aquel  punto,  y  en  su  presencia,  es 
una  de  las  páginas  más  negras  de  la  vida  del  general  Barrios ;  es  un 
acontecimiento  incalificable,"  que  la  severidad  de  la  historia  juzgará, 
así  como  la  rencorosa  persecución  contra  Lanuza,  amigo  y  compañero 
de  Pagés,  quien,  ni  aun  asilado  en  Colombia,  estuvo  exento  de  los 
conatos  de   venganza  del  Dictador.  1 

Larga  es  la  serie  de  fusilamientos  que  sembraron  por  entonces  la 
consternación  en  Guatemala.  D.  Jesús  Batres,  los  Sres.  Montenegro,  el 
licenciado  Pavón ,  el  padre  Aguilar  y  otros ,  figuran  en  aquellas  páginas 
de  sangre  como  víctimas  inmoladas  por  la  necesidad,  en  el  altar  de  la  tran- 
quilidad pública. 

*  Pagés  era  español  y  estaba  de  cura  en  uno  de  los  pueblos  de  los  Altos,  y  cuando  la  visita  del  dictador,  se 
presentó  á  él  para  implorar  su  protección  en  favor  de  los  indigenas,  y  en  la  conversación,  afírmase  que  Barrios 
insultó  las  creencias  del  digno  sacerdote,  provocando  una  discusión,  en  la  que  sobresalía  la  inteligencia  de  éste 
y  la  ignorancia  de  aquél. 

Ciego  de  cólera  se  lanzó  sobre  Pagés  y  le  abofeteó,  y  el  sacerdote,  al  defenderse,  se  asió  al  cuello  del  Presi- 
dente, y  es  probable  que  éste  hubiera  perecido  a  sus  m»uos  sin  el  auxilio  del  criado  de  Barrios,  José  Inés 
Cruz,  quien  disparó  un  pistoletazo  sobre  el  infeliz  Pagés,  que  fué  ultimado  por  otros  que  acudieron. 

Cruz,  fué  ascendido  á  comandante  de  batallón.  Tal  es  la  versión  recogida  en  correspondencias  y  de  boca 
de  personas  imparciales. 


Jüsrro.'  Rufino  b abrios  371 

En  1880,  empezó  á  regir  una  nueva  carta  fundamental,  al  propio 
tiempo  que  se  verificaban  las  elecciones  para  presidente,  y  Barrios 
fué  nuevamente  electo,  casi  por  unanimidad  de  votos  y  á  pesar  de  su 
resistencia. 

No  lucharon  los  pueblos:  ¿para  qué?  Soberano  absoluto  con  el  nombre 
de  presidente  republicano ,  dominaba  en  las  Cámaras  y  su  poder  llegaba 
hasta  el  punto,  que  era  frase  sacramental  «estar  bien  con  el  Sr.  Presi- 
dente,» para  salvarse  de  los  destierros  ó  persecuciones. 

Consolidado  el  poder  de  Barrios,  seguro  de  su  dominio,  éste  pesó  más 
y  más  sobre  los  guatemaltecos,  y  acontecimientos  que  no  pueden 
juzgarse  todavía,  porque  estando  demasiado  recientes  no  han  pasado 
por  el  crisol  del  tiempo,  ni  por  el  severo  criterio  de  la  Historia,  coarta- 
ron en  Guatemala  toda  libertad  de  acción. 

Ya  en  aquella  época  tomaba  forma  en  la  mente  de  Barrios  la  idea 
de  ensanchar  las  fronteras  de  su  poder ;  ya  soñaba  con  la  Unión  centro- 
americana. 

Este  pensamiento  grandioso,  bellísimo  ideal  del  intrépido  Morazán  y 
del  honrado  cuanto  valiente  Cabanas,  fué  para  el  autócrata  guatemal- 
teco horizonte  inmenso,  Océano  sin  límites,  campo  vastísimo  para  su 
ambición ,  y  tal  vez  ésta  tendió  no  sólo  á  satisfacerse  por  egoísmo  y  sed 
de  mando  cuanto  por  realizar  una  evolución  grande  y  benéfica. 

¡Quién  sabe!  ¿Aquel  ser  extraño  y  de  tan  encontradas  condiciones 
características ,  comprendería  en  toda  su  grandeza  la  idea  de  crear  un 
pueblo  unido,  poderoso  y  llamado  á  brillante  porvenir? 

¿Podríamos  pensar  que  Barrios,  generosamente  deseaba  formar  un 
gran  todo  de  los  cinco  Estados  independientes? 


XIII 


r 

ínterin  llegaba  el  momento  de  poner  en  ejecución  su  plan,  del  cual 
intentaba  hacer  partícipes  y  auxiliares  al  Dr.  D.  Rafael  Zaldívar, 
presidente  de  la  Eepública  de  San  Salvador  y  á  D.  Marco  Aurelio  Soto, 
que  ocupaba  el  mismo  alto  puesto  en  la  República  de  Honduras,  continuó 
Barrios  por  el  camino  emprendido,  y  entre  arbitrariedades  y  atentados, 
entablaba  á  la  vez  útiles  reformas,  organizaba  la  policía,  disciplinaba  el 


372  AMERICANOS    CÉLEBRES 

ejército,  y  proporcionaba  á  los  oficiales  superiores  y  subalternos  cono- 
cimientos militares  y  cultura ,  á  la  cual  habían  sido  ajenos  hasta 
entonces. 

Poseía  Barrios  carácter  enérgico  y  activo,  espíritu  de  progreso  mate- 
rial, y  tal  vez  con  mayor  grado  de  instrucción,  hubiera  logrado  reprimir 
sus  malévolas  inspiraciones. 

Entre  algunos  hechos  que  retratan  gráficamente  al  presidente  de  Gua- 
temala ,  hay  algunos  curiosos  y  que  tienen  grandes  puntos  de  contacto 
con  aquel  rey  castellano  que  llevó  en  la  historia,  el  nombre  de  Pedro  el 
Cruel  ó  el  Justiciero. 

Cuéntase  que  vivían  en  Guatemala  unos  huérfanos  poseedores  de  un 
desahogado  bienestar,  que  el  tutor  manejaba  abusando  de  la  confianza 
en  él  depositada,  y  viendo  impasible  en  el  mayor  abandono  y  miseria, 
á  los  menores  encomendados  á  su  cuidado.  Tal  vez  algún  caritativo 
amigo  puso  en  antecedentes  á  Barrios,  y  éste,  obedeciendo  á  uno  de  sus 
impulsos  que  á  veces  se  manifestaban  en  él,  hizo  llamar  al  tutor,  cen- 
suró su  conducta  y  le  intimó  que  si  no  entregaba  al  punto  la  herencia 
de  los  huérfanos,  sería  muerto  á  palos.  Fácil  es  comprender  que  la  orden 
se  cumplió  inmediatamente,  y  que  el  tutor,  para  salvar  la  vida,  devolvió 
los  bienes. 

En  el  singular  carácter  del  dictador  guatemalteco,  las  determinacio- 
nes eran  rápidas  y  extrañas  á  influencias  ajenas;  la  opinión  de  los 
demás  generalmente  no  tenía  imperio  sobre  él;  siempre  en  la  mayoría 
de  sus  actos  se  dejó  guiar  por  su  propia  inspiración. 

Entre  los  varios  individuos  desterrados  y  arruinados  por  Barrios, 
había  uno  al  que  lo  precario  de  su  situación  le  hizo  regresar  á  su 
país.  El  desaliento  y  la  falta  de  recursos  le  aconsejaron  dirigirse  á  un 
acaudalado  primo  suyo,  del  que  esperaba  protección  y  apoyo;  confuso  y 
avergonzado  solicitó  algo  que  representaba  un  valor  de  veinticinco 
duros,  con  lo  cual  creía  poder  buscar  medio  de  subsistencia;  el  pariente 
rehusó  el  auxilio  al  pobre;  el  egoísmo  se  sobrepuso  á  la  caridad  y  al 
deber.  Aquel  acontecimiento,  como  todo  cuanto  sucedía  en  Guatemala, 
llegó  á  noticia  del  Dictador,  y  castigó  con  ingeniosa  sagacidad  al  avaro 
socorriendo  al  necesitado. 

El  rico  egoísta  acostumbraba  á  visitar  con  frecuencia  á  Barrios,  y 
cuando  se  presentó,  manifestóle  éste  que  necesitaba  urgentemente  mil 
pesos. 


JUSTO    RUFINO    BARRIOS  373 

El  obediente  vasallo  sacó  de  su  cartera  la  cantidad  indicada,  que  por 
casualidad  llevaba  en  billetes,  y  se  la  entregó  al  Presidente.  «Esta  suma, 
— le  dijo  severamente  Barrios,, — es  para  su  primo  de  V.,  á  quien  V.  ha 
negado  veinticinco  pesos  >. 

Con  aquella  actividad  propia  de  todos  sus  actos,  hizo  buscar  al 
ex-emigrado,  y  al  presentársele  puso  en  sus  manos  el  dinero  diciéndole: 
«Aquí  tiene  Y.  mil  pesos  prestados,  vaya  V.  á  sembrar  papas  á  la 
Antigua*.  1 

Tal  era  la  influencia  que  ejercía ,  tal  el  poder  de  aquel  hombre  singu- 
lar, que  el  agraciado  salió  para  el  punto  que  se  le  había  ordenado,  dedi- 
cándose al  cultivo  indicado. 

Un  centro-americano,  imparcial,  nos  ha  expresado  la  impresión  que 
le  causó  la  vista  del  general  Barrios  en  una  reunión  solemne,  en  una 
fiesta  dada  para  festejar  á  los  presidentes  de  Honduras  y  San  Salvador  y 
á  los  representantes  de  Nicaragua  y  de  Costa  Rica.  Todos  los  concurren- 
tes á  aquel  acto  vestían  de  rigurosa  etiqueta;  el  oro  y  la  plata  de  los 
uniformes,  los  vistosos  bordados,  el  frac  y  la  corbata  blanca  presenta- 
ban brillante  cuadro,  ofreciendo  notable  variedad  y  risueña  perspectiva. 
Un  murmullo  general  anunció  la  llegada  del  Presidente;  oficiales  y  altos 
dignatarios  vistieron  su  semblante  con  la  expresión  del  respeto,  y  algu- 
nos con  la  de  la  admiración  y  del  entusiasmo.  El  viajero  centro-ameri- 
cano de  que  hemos  hecho  mención,  hombre  ilustradísimo  y  de  justa 
celebridad,  fijó  su  mirada  en  el  general  Barrios,  y  desde  aquel  momento 
absorbió  éste  toda  su  atención. 

Por  su  traje  parecíale  un  hombre  del  pueblo,  más  bien  que  el  arbitro 
de  una  nación,  y  sin  embargo,  estaba  en  relieve  y  descollaba  como  prin- 
cipal figura  en  aquel  conjunto  de  oropel  y  de  lujo.  La  sencillez  de  su  ata- 
vío ¿era  orgullo  ó  desprecio?  y  decimos  orgullo,  porque  demostraba 
singular  satisfacción  al  presentarse  en  el  teatro  ó  en  solemne  fiesta  con 
la  chaqueta  que  usaba  siempre. 

Aquella  multitud  que  le  rodeaba,  aquellos  gobernantes  y  presiden- 
tes eran  considerados  por  él  como  inferiores.  Pretendía  que  temblaran 
en  su  presencia  y  que  le  obedecieran  ciegamente. 

Decía  el  centro  -  americano  citado,  que  la  fisonomía  del  general 
Barrios  no  le  había  sido  antipática  y  repulsiva,  no:  sobre  todo  tenía 

1    La  antigua  Guatemala,  cercana  á  la  actual  capital  de  la  República.  —  ( Palabras  textuales ). 


374  AMERICANOS    CÉLEBRES 

algo  en  su  mirada  de  profunda  sagacidad  y  energía ,  y  en  algunos  mo- 
mentos reflejábase  en  ella  la  crueldad  y  la  audacia. 

Con  frecuencia  la  expresión  era  vaga ,  como  la  de  aquellos  seres  que 
se  reconcentran  en  sí  mismos  para  llevar  á  cabo  planes  que  en  su 
mente  se  agitan.  La  impetuosidad  y  precipitación  fueron  los  principales 
defectos  de  Barrios ,  y  jamás  retrocedió  cuando  había  tomado  una  deter- 
minación; precisamente  esas  condiciones  le  hicieron  víctima  en  Chal- 
chuapa. 


XIV 


Hacía  cincuenta  años  que  la  cuestión  de  límites  con  Méjico  estaba 
sin  resolverse.  Don  Lorenzo  Montufar,  representante  de  Barrios  en 
Washington,  había  interesado  á  Mr.  Blaine,  y  según  autorizadas 
opiniones,  con  ofertas  que  en  este  espacio  no  podemos  apreciar,  obte- 
niendo de  aquel  hombre  de  Estado,  que  ayudase  para  aumentar  la  exten- 
sión territorial  de  Guatemala.  La  muerte  de  Mr.  Blaine  rompió  el  pacto; 
pero  deseoso  el  general  Barrios  de  llevar  á  cabo  la  combinación ,  deter- 
minó emprender  un  viaje  á  los  Estados  Unidos  en  Julio  de  1882. 

Al  anunciar  su  partida,  intentó  demostrar  en  un  largo  manifiesto  las 
ventajas  que  pensaba  obtener  en  pro  de  la  nación  cuya  gloria  y  progreso 
decía  era  su  único  norte. 

Quedó  el  octogenario  general  Orante,  encargado  de  la  presidencia, 
y  el  Dictador,  acompañado  de  numeroso  séquito,  llegó  á  la  gran  Repú- 
blica, intentando  poner  en  práctica  inmediatamente  el  plan  que  había 
concebido.  Las  tentativas  fueron  inútiles;  la  prensa  americana  en  coro 
se  declaró  en  contra  del  general  Barrios ,  procurando  poner  en  evidencia 
todos  sus  defectos,  haciendo  punto  omiso  de  sus  méritos. 

Poco  después,  se  puso  en  comunicación  con  D.  Matías  Romero, 
ministro  de  Méjico,  y  con  él  procuró  llevar  á  feliz  término  la  cuestión  de 
límites. 

El  hábil  diplomático  mejicano  acordó  los  preliminares  que  servi- 
rían de  base  para  resolver  la  debatida  cuestión;  D.  Manuel  Herrera  y 
D.  Lorenzo  Montufar  discutieron  el  proyecto  de  arreglo,  presumiendo 
podrían  obtener  mayores  ventajas  para  Guatemala,  pero  el  primero  lo 
llevó  á  término,  por  lo  cual  manifestó  el  general  Barrios  su  satisfacción. 


JUSTO   RUFINO   BARRIOS  375 

Acompañado  por  su  esposa  emprendió  viaje  á  Europa ,  y  permane- 
ció entre  Francia  é  Inglaterra  como  quince  días,  regresando  después  á 
Guatemala. 

Había  transcurrido  algún  tiempo,  cuando  volvió  á  ocuparse  Barrios 
de  poner  en  práctica  su  idea  favorita:  la  unión  de  Centro  América. 

Envió  comisionados  cerca  de  los  Gobiernos  vecinos,  manifestando  que 
aquella  gran  evolución  política  no  se  llevaría  á  cabo  sin  el  beneplácito 
de  los  pueblos  que  componen  la  América  Central.  Surgió  entonces  una 
dificultad  inesperada;  el  doctor  D.  Marco  Aurelio  Soto,  presidente  de 
Honduras,  se  enemistó  con  el  general  Barrios,  y  poco  después,  al  ser 
derrocado  de  la  presidencia,  ocupó  su  puesto  el  general  Luis  Bográn. 

El  13  Abril  de  1884,  estalló  á  los  pies  del  general  Barrios  una  máquina 
infernal,  si  bien  no  tan  perfeccionada  como  la  de  Fieschi,  en  cambio  bien 
preparada  para  ocasionar  heridas  leves:  sobre  este  suceso  se  han  emitido 
diferentes  juicios  y  se  han  hecho  infinitos  comentarios ,  algunos  de  éstos 
presentan  el  hecho  como  preparado  por  el  general  Barrios,  bien  para 
ejercer  venganza  particular,  bien  para  adquirir  mayor  prestigio  con  la 
tentativa  de  asesinato. 

A  D.  Julio  García  Granados,  sobrino  del  presidente  de  este  apellido, 
y  á  D.  José  María  Samayoa,  se  les  acusó  de  haber  sido  directores  del 
atentado  del  13  de  Abril;  el  primero  fué  destituido  de  su  empleo  militar, 
y  el  segundo  encarcelado,  declarando  la  Asamblea  haber  lugar  para  la 
formación  de  causa,  pues  Samayoa  era  diputado  y  Consejero  de  Estado 
y  nadie  ignoraba  en  Guatemala  que  había  sido  el  alma  de  la  administra- 
ción de  Barrios,  su  amigo  y  el  más  hábil  político  del  país. 

El  tiempo  podrá  resolver  y  juzgar  con  entera  imparcialidad  este 
acontecimiento . 


XV 


La  Unión  centro-americana  había  llegado  á  ser  la  idea  dominante  del 
presidente  guatemalteco;  en  él,  la  aparente  tranquilidad  podría  compa- 
rarse á  esos  momentos  de  calma  que  se  advierten  en  la  Naturaleza  y  que 
son  precursores  de  ruda  tempestad:  puesto  de  acuerdo  con  los  presi- 
dentes de  Honduras  y  del  Salvador,  creyó  llegado  el  momento  de  poner 
en  práctica  su  proyecto. 


376  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Pero  se  observan  en  la  política  tan  extrañas  evoluciones,  que  todo 
cálculo  es  imposible.  El  28  de  Febrero  de  1880,  lanzó  un  decreto  el 
presidente  de  Guatemala,  declarándose  jefe  supremo  militar  de  las  cinco 
repúblicas,  y  proclamando  la  Unión  centro -americana. 

La  Asamblea  guatemalteca  secundó  el  decreto  y  hasta  el  periódico 
oficial  abandonó  su  título,  apareciendo  con  el  de  La  Unión  de  Centro- 
América. 

Real  ó  falso  despertó  el  entusiasmo.  Bográn  y  la  legislatura  de  Hon- 
duras secundaron  aquel  osado  decreto;  pero  el  Dr.  D.  Rafael  Zaldívar 
tomó  una  actitud  que,  por  lo  inesperada,  llamó  la  atención  general. 

Con  fecha  6  de  Marzo  de  1885,  decía  por  el  telégrafo  lo  siguiente: 

«Al  general  Presidente  D.  Justo  Rufino  Barrios. 

»Le  felicito  y  felicito  á  nuestra  patria  por  el  decreto  que  ha  dado 
sobre  nacionalidad  confirmando  lo  que  antes  le  he  dicho,  y  que  hoy  le 
repito,  de  que  corremos  la  misma  suerte.  Siento  no  haber  creído  lo  que 
anunció  aquí  el  Sr.  Barrutia,  pues  estando  entonces  reunido  el  Congreso 
tendría  hoy  más  amplitud  de  facultades,  pero  con  las  que  tengo  me 
encontrará  V.  de  lleno  para  secundar  esa  grande  idea. 

»Ha  llegado  el  término  de  la  prueba  y  lo  celebro,  porque  así  podré 
demostrarle  que  soy  su  mejor  amigo;  pero  tráteme  con  franqueza,  y  no 
con  la  reserva  con  que  ha  procedido  en  este  asunto. 

»Su  afectísimo  amigo, 

» Rafael  Zaldívar.  » 

Continuaremos  reproduciendo  los  telegramas,  por  creer  que  éstos 
dan  cumplida  idea  de  los  graves  acontecimientos  que  tuvieron  lugar  en 
esa  época. 

«  San  Salvador,  Marzo  8  de  1885. 

»Al  general  D.  Justo  Rufino  Barrios. 

»Por  acá  no  hay- novedad.  Le  saludo  con  el  cariño  de  siempre:  ayer 
tarde  se  publicó  aquí  un  decreto  convocando  extraordinariamente  al 
Congreso,  para  que  á  la  mayor  brevedad  posible  se  reúna  y  conozca  del 
decreto  aprobado  por  esa  Asamblea  sobre  Unión  Centro  América. 


JUSTO   RUFINO   BARRIOS  377 


» Espero  su  carta  que  me  anunció,  sin  perjuicio  de  mandarle  yo  el 
amigo  que  le  dije. 

»Su  afectísimo  amigo, 

»  Rafael  Zaldívar.  » 


«Sr.  D.  Rafael  Zaldívar. 

»san  salvador,. 

» Descansando  en  las  repetidas  manifestaciones  y  ofertas  que  V.  y  el 
general  Bogrén  me  hicieron  de  estar  conmigo  en  la  empresa  de  la 
Unión,  á  V.  y  a  él,  lo  mismo  que  al  Dr.  Cárdenas  *  y  al  general  Fernán- 
dez, 2  comuniqué  en  igual  sentido  la  resolución  adoptada  por  mí  en  el 
decreto  del  28  del  pasado.  El  general  Bográn  y  el  pueblo  hondureno, 
han  respondido  patriótica  é  inmediatamente  á  mi  voz,  adhiriéndose  á 
mi  decreto  y  proclamando  la  gran  patria  que  yo  quiero  para  Centro 
América.  El  Gobierno  de  V.  no  responde  y  no  necesito  decir  por  qué  no 
lo  hace;  pero  yo  cuento,  y  V.  lo  sabe,  con  el  poder  y  los  elementos  indis- 
pensables, y  con  el  concurso  de  todos  los  buenos  patriotas  de  Centro 
América  para  realizar  la  Unión ,  y  estoy  en  la  obligación  y  en  el  pro- 
pósito de  seguir  adelante  en  el  paso  que  he  dado,  suceda  lo  que  suceda. 

»En  ese  concepto,  y  con  esta  fecha,  nombro  al  general  Menéndez,  3 
para  que  se  haga  cargo  del  mando  militar  de  los  departamentos 
occidentales  del  Salvador,  y  levante  y  sostenga  el  pabellón  de  la 
República  de  Centro  América ;  y  espero  que  V. ,  que  en  su  parte  de  hace 
dos  días  todavía  me  dice  que  ©etá  conmigo  y  que  correrá  mi  misma 
suerte,  dará  prontas  y  eficaces  órdenes  para  que  el  general  Menéndez  sea 
inmediatamente  reconocido  y  obedecido,  en  el  carácter  de  delegado  de 
la  suprema  jefatura  militar  de  Centro  América  que  estoy  ejerciendo. 

»Mi  determinación  es  irrevocable,  y  todo  lo  que  no  sea  secundar 
desde  luego  la  idea  que  he  proclamado,  será  envolver  á  todo  el  país  en 
una  gran  revolución  de  la  cual  á  V.,  y  sólo  á  V.  y  á  su  círculo,  haré 
responsables  ante  el  Centro  América. 


1  Presidente  de  Nicaragua. 

2  Presidente  entonces  de  Costa  Rica. 

Hoy  presidente  de  la  República  del  Salvador. 


378  AMERICANOS   CÉLEBRES 

» Reunir  el  Congreso  como  V.  quiere,  me  parece  enteramente  inútil, 
cuando  se  trata  de  una  causa  que  todos  los  Gobiernos  por  sus  respectivas 
constituciones  están  obligados  á  abrazar  y  que  ningún  centro-americano 
puede  atreverse  á  combatir. 

»Las  dilaciones  en  este  asunto  sólo  argüirán  oposición,  temor  ó 
desconfianza. 

»  Justo  Rufino  Barrios.  » 


«  San  Salvador,  9  de  Marzo  de  Í8-85. 
»Sr.  general  D.  Justo  Rufino  Barrios. 

«Presidente  de  la  República  de  Guatemala. 

»Mi  estimado  amigo:  Le  mando  á  los  señores  ministros  Meléndez  y 
D.  Narciso  Avilez,  amigos  míos  y  que  lo  son  de  V.  igualmente,  para  que 
hable  con  ellos  y  le  comuniquen  mis  ideas  é  instrucciones  respecto  del 
asunto  que  actualmente  absorbe  la  atención  de  estas  Repúblicas. 

»He  escogido  á  estos  amigos  porque  sé  que  ellos  le  inspiran  toda 
confianza  y  que  no  dudará  V.  de  lo  que  le  comuniquen,  como  ya  le  está 
sucediendo  conmigo,  á  pesar  de  las  pruebas  que  siempre  le  he  dado  de 
mi  sinceridad. 

» Espero  que  V.  dará  entero  crédito  á  cuanto  le  informen  los  señores 
Meléndez  y  Avilez  de  mi  parte,  y  que  el  resultado  de  sus  gestiones  sea 
satisfacforio. 

»Le  confirmo  que  soy  y  no  podré  dejar  de  ser  su  amigo,  que  si  para 
conservar  este  titulo  fuese  necesario  cualquier  sacrificio  personal  lo  haré 
con  gusto. 

» Consérvese  V.  bien,  y  ordene  á  su  afectísimo  amigo, 

»  Rafael  Zaldívar.» 


JUSTO   RUFINO   BARRIOS  379 

«  Guatemala,  9  de  Marzo  de  1885. 


»Al  Dr.  D.  Rafael  Zaldívar. 

»SAN  SALVADOR. 


»Enterado  de  su  parte  de  hoy,  todas  las  providencias  dictadas  se  han 
mandado  suspender;  espero  pues  al  amigo  Meléndez  y  al  amigo  Avilez. 
Usted  me  dice  que  no  quiere  ser  mi  enemigo;  así  lo  he  creído,  y  no  dude 
usted  que  siempre  seremos  amigos,  si  como  lo  espero  todavía  militamos 
juntos  por  la  misma  causa  de  la  Unión  de  Centro  América. 

»Su  afectísimo  amigo, 

» Justo  Rufino  Barrios.» 


«San  Salvador,  9  de  Marzo  de  Í885. 

»Al  general  D.  Justo  Rufino  Barrios. 

» Agradezco   á  V.   que  espere  á  los  señores  Meléndez  y  Avilez;  éste 

último  acaba  de  llegar  de  Santa  Ana,  habiendo  caminado  toda  la  noche. 

Le  recomiendo  de  nuevo  calma,  y  que  no  me  trate  como  enemigo,  pues 

yo  no  quiero  serlo  nunca. 

»Su  afectísimo  amigo, 

» Rafael  Zaldívar.» 


«  Méjico,  Marzo  10  de  1885. 

«Sr.  general  D.  Justo  Rufino  Barrios. 

» Enterado  telegrama  7  del  corriente  mes.  La  resolución  tomada 
exclusivamente  por  la  Asamblea  de  esa  República,  es  rechazada  con 
energía  por  el  Gobierno  y  pueblo  de  las  demás  repúblicas  centro -ameri- 
canas ,  según  telegrama  que  he  recibido  de  Nicaragua ,  Costa  Rica  y  el 
Salvador;  esta  circunstancia  y  la  impresión  creciente  que  la  noticia 
causa  en  el  pueblo  mejicano,  influirá  en  la  actitud  que  ha  de  tomar  el 
Gobierno  de  mi  cargo,  ante  una  energía  que  es  una  amenaza  contra  la 
independencia  y  autonomía  de  las  nacionalidades  de  este  Continente. 

» 

» Porfirio  Díaz.» 


380  AMERICANOS   CÉLEBRES 

«Guatemala,  11  de  Marzo  de  188o. 

»Al  Sr.  Presidente  de  los  Estados  Unidos  Mejicanos. 

»méjico. 

»Por  correo  contesto  al  parte  de  V.  E.  que  recibí  ayer. 

»  Justo  Rufino  Barrios.» 


«  Tegucigalpa,  Marzo  14  de  188o. 
»Sr.  Presidente  Barrios: 

»Me  dice  el  Dr.  Zaldívar,  que  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  ha 
protestado  contra  el  decreto  sobre  nacionalidad  y  ordenado  á  una  parte 
de  su  marina  venga  a  Centro  América ,  y  que  Méjico  coloca  ejército  en 
la  frontera  de  Guatemala . 

»V.  debe  saber  lo  que  hay  sobre  el  particular:  por  aquí  todo  tran- 
quilo. 

»Su  afectísimo, 

»Luis  Bográn.»  * 


«Guatemala,  14  de  Marzo  de  1885. 
»Sr.  general  D.  Luís  Bográn. 

«TEGUCIGALPA. 

»Lo  que  el  Dr.  Zaldívar  le  dice  respecto  del  Gobierno  de  los  Estados 
Unidos,  es  una  solemne  mentira:  Zaldívar  ha  publicado  hasta  por  bando 
los  partes  del  general  Díaz  que  V.  conoce.  El  Gobierno  de  Cárdenas  y 
Fernández,  pero  muy  especialmente  el  de  Zaldívar,  son  un  oprobio  para 
Centro  América,  supuesto  están  pidiendo  protección  extranjera. 

» Justo  Rufino  Barrios.» 

1    Estos  documentos  pueden  utilizarse  más  tarde  en  la  Historia  de  América  y  por  eso  les  damos  cabida. 


JUSTO    RUFINO   BARRIOS  381 

■  «San  Salvador. 
»Sk.  Presidente  de  Nicaragua. 

»Dr.  D.  Adán  Cárdenas. 

»He  agotado  con  el  general  Barrios  todos  los  medios  suaves  que 
aconseja  la  prudencia;  hoy  asumo  la  dictadura,  para  enfrentar  la 
situación  con  Guatemala;  fío  en  que  V.  me  ayudará  en  todo  lo  que 
pueda ,  pues  tenemos  una  misma  causa  que  es  la  de  la  dignidad  é  inde- 
pendencia de  Centro  América. 

»Como  el  peligro  para  San  Salvador  es  grave  é  inmediato,  dígame 
con  qué  elementos  puedo  contar  de  su  parte  desde  luego.  Aquí  hay  gran 
entusiasmo  y  me  apoya  la  opinión  general. 

»  Honduras  ha  aceptado  en  absoluto  el  decreto  de  Guatemala.  Infór- 
meme qué  actitud  tomará  el  Gobierno  americano,  pues  el  asunto  del 
canal  es  el  que  ha  motivado  el  conflicto. 


Rafael  Zaldívar. 


XVI 


El  Gobierno  de  Méjico,  en  nombre  de  la  nación,  reprobó  la  conducta 
del  Dictador,  y  ofreció  su  apoyo  moral  y  acaso  su  eficaz  auxilio  en 
favor  de  las  repúblicas  amenazadas.  Los  Estados  Unidos  de  América, 
fueron  también  contrarios  á  la  Unión  centro -americana  que  Barrios 
anhelaba  efectuar  por  la  fuerza,  y  que  para  lograrlo  había  asegurado 
en  una  de  sus  proclamas  que  no  retrocedería,  sucediera  lo  que  sucediera, 
y  estas  palabras,  reflejo  de  su  carácter,  se  cumplieron  inmediatamente. 

El  26  de  Marzo  se  encontraban  ya  en  Jutiapa,  frontera  del  Salvador, 
doce  mil  hombres  dispuestos  á  romper  las  hostilidades,  y  el  27  empezó 
el  movimiento  de  las  tropas  en  dirección  á  Chingo,  á  cuyo  punto  llegó  el 
Dictador  el  31 ,  acompañado  por  su  Estado  Mayor,  guardia  de  honor  y 
la  brigada  Reina. 

No  intentaremos  seguir  paso  á  paso  á  los  combatientes,  ni  tampoco 
hacer  objeto  de  discusión  las  batallas  del  Coco  y  de  San  Lorenzo, 
cuyos  triunfos  se  disputaron  guatemaltecos  y  salvadoreños. 

El  presidente  Zaldívar,  tuvo  todo  el  mes  de  Marzo  para  prepararse, 


382  AMERICANOS    CÉLEBRES 

pues  aun  cuando  estaba  Barrios  impaciente,  esperó  recibir  noticias  de 
los  Estados  Unidos,  que  aprobaran  su  conducta,  influyendo  también 
en  su  tardanza  la  actitud  asumida  por  el  Gobierno  mejicano :  preocu- 
pado por  el  silencio  de  los  norte -americanos,  salió  de  Guatemala  y 
siguió  adelante  para  el  Salvador  hasta  Chalchuapa ,  población  que  había 
sido  fortificada  y  cuya  guarnición  estaba  decidida  á  la  defensa. 

En  la  mañana  del  2  de  Abril,  dos  horas  antes  de  su  muerte,  recibió  el 
general  Barrios  un  cablegrama  de  los  Estados  Unidos,  desaprobando 
su  actitud  belicosa,  y  tomando  como  ofensa  todo  ataque  contra  Costa 
Rica  y  Nicaragua.  La  cólera  y  el  orgullo,  al  mirar  defraudadas  sus 
esperanzas,  cegaron  al  Dictador,  y  entonces  decidió  ponerse  frente  á 
frente  de  la  situación  y  tal  vez  pensó  en  morir,  pero  no  en  retroceder. 

Había  echado  el  guante  y  no  podía  recogerlo:  era  demasiado  tarde. 
Desde  el  día  1.°  de  Abril  comenzó  el  bombardeo  y  correspondencias 
particulares  y  comunicaciones  oficiales  afirman,  que  el  día  2  el  batallón 
Jalapa  desobedeció  la  orden  de  ataque  contra  el  baluarte  la  Casa  Blanca. 

Con  verdadero  valor  ó  acaso  con  el  de  la  desesperación,  se  puso 
Barrios  al  frente  de  aquellos  insubordinados  y  cobardes  soldados,  y 
como  una  tempestad  se  lanzó  contra  las  trincheras:  su  serenidad  ante  el 
peligro,  su  arrojo,  alentó  á  los  hombres  que  le  seguían,  quienes  atacaron 
con  denodado  esfuerzo.  Pero  la  fortuna  abandonó  al  hombre  á  quien  por 
tan  largo  tiempo  había  protegido. 

«Los  salvadoreños  eran  unos  cinco  mil  hombres,  y  Barrios,  dejando 
atrás  los  ocho  mil  soldados  que  formaban  el  grueso  del  ejército,  comenzó 
el  combate  con  su  artillería  en  la  tarde  del  1.°  de  Abril.  El  ataque  se 
renovó  por  la  madrugada,  y  á  las  siete  una  columna  de  ochocientos 
hombres  escogidos  se  apoderó  de  la  primera  trinchera.  La  lucha  fué 
sangrienta,  y  los  guatemaltecos  comenzaban  á  vacilar,  cuando  el 
general  Barrios ,  poniendo  abrupto  fin  á  un  Consejo  de  guerra ,  montó  á 
caballo,  desenvainó  la  espada  y  arengó  á  sus  soldados.  * 

»La  segunda  trinchera  fué  tomada  bizarramente,  y  cuando  subían 
las  tropas  por  una  colina  cubierta  de  árboles  en  dirección  á  la  tercera 
línea  fortificada,  se  les  hizo  desde  la  cumbre  un  fuego  mortífero.  Cuando 
se  disipó  el  humo,  vieron  á  Barrios  casi  solo,  y  al  levantar  su  espada, 


1  Se  afirmó  en  varias  correspondencias,  que  tinos  salvadoreños  ofrecieron  ensoñar  á  Barrios  una  vereda  por 
los  flancos  de  las  trincheras,  y  que  el  dictador,  sin  reflexionar  que  podía  ser  una  celada,  aceptó,  encontrando  en 
aquel  camino  la  muerte 


JUSTO    RUFINO    BARRIOS  383 

sonó  un  disparo  aislado  que  le  hizo  lanzar  un  grito  y  lo  derribó  del 
caballo,  arrojando  sangre  por  boca  y  nariz;  la  muerte  fué  instantánea.»  1 

Aquella  bala  cortó  el  nudo  gordiano,  despejó  el  horizonte  político,  y 
resolvió  en  un  segundóla  cuestión  centro -americana.  Si  el  dictador  de 
Guatemala  no  hubiese  encontrado  la  muerte  en  las  trincheras  de  Chal- 
chuapa ,  difícil  habría  sido  augurar  el  resultado  de  la  campaña  y  tal  vez 
hoy  Centro -América  formaría  una  sola  nación. 

»Su  hijo,  el  joven  general  Venancio  Barrios,  tomó  unos  cuantos 
soldados  de  la  brigada  Enríquez,  y  aunque  ya  había  luchado  bastante  y 
estaba  herido,  se  lanzó  intrépidamente  á  lo  más  recio  de  la  pelea,  saltó 
dos  trincheras  enemigas,  y  cuando  se  disponía  hacerlo  por  la  tercera, 
recibió  tres  balazos  que  le  dejaron  muerto  en  el  acto. 

»De  sus  valientes  compañeros  murieron  algunos,  y  los  que  quedaron 
sacaron  en  sus  hombros  el  cadáver  de  su  malogrado  jefe». 

La  muerte  de  Barrios,  ha  hecho  aún  más  difícil  la  agrupación  de  las 
cinco  repúblicas  bajo  una  sola  bandera;  las  ambiciones  personales,  la 
falta  de  energía  y  la  sed  de  dominio  de  algunos  hombres  sobre  los  demás, 
harán  imposible  por  ahora,  la  creación  de  una  patria  poderosa  y  fuerte. 
La  reconstrucción  centro-americana  ni  puede  obtenerse  por  la  fuerza  de 
las  armas,  ni  por  ambiciones  bastardas,  sino  por  la  convicción  y  el 
patriotismo.  » 

XVII 

El  Dictador  murió  como  soldado. 

El  atrevido  y  censurable  decreto  de  28  de  Febrero,  fué  derogado  por 
la  Asamblea  guatemalteca,  cuando  aquel  alto  cuerpo  se  consideró  con 
libertad  de  acción. 

Honduras  siguió  su  ejemplo,  y  la  paz  se  restableció  en  la  América 
central. 

1    Varias  opiniones  afirman  que  el  tiro  fué  intencionado  y  especialmente  dirigido  contra  Barrios. 


FIN    DEL    TOMO     PRIMERO 


índice  del  tomo  primero 


Al  Excmo.  Sr.  General  D.  Porfirio  Díaz,  Presidente  de  la  Repú- 
blica de  Méjico  (mejicano) 7 

América  y  su  historia.  —  Reseña  general 9 

Cuauhtemotzin  (mejicano). 29 

El  inca  Atauhalpa  (peruano) 38 

Simón  Bolivar  (venezolano) 57 

Jorge  Washington  (norteamericano) 104 

José  de  San  Martín  (uruguayo) 135 

Francisco  Miranda  (venezolano) 157 

José  Olaya  (peruano) 174 

José  Antonio  Sucre,  gran  mariscal  de  Ayacucho  (venezolano).  178 

William  Penn  (Estados  Unidos.  —  Inglés) 198 

Antonio  Nariño  (colombiano).. 203 

José  Miguel  Carrera  (chileno) ' 215 

Manuel  Belgrano  (argentino) 224 

Miguel  Hidalgo  y  Costilla  (mejicano) 233 

Antonio  Ricaurte,  el  héroe  de  San  Mateo  (colombiano).    .     .     .  244 

Nicolás  Bravo  (mejicano) .  248 

Bernardo  O'Higgins  (chileno) 255 

Francisco  José  Caldas  (colombiano) 271 

Manuel  Rodríguez  (chileno) 280 

Pascual  Pringles.  —  La  playa  de  Pescadores  (argentino).     .      .  287 

José  Morelos  y  Pavón  (mejicano  ) 291 

Alejandro  Petión  (haitiano) 312 

José  Antonio  Páez  (venezolano) 318 

Abraham  Lincoln  (norteamericano) 334 

Antonio  Leocadio  Guzmán  (venezolano) 344 

Manuel  Montt  (chileno) ,  \ 352 

José  María  Heredia,  el  cisne  de  Niágara  (cubano) 358 

Justo  Rufino  Barrios  (guatemalteco) 362 


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