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SUCESORES DE N. RAMÍREZ Y CA. EDITORES
BARCELONA
AMERICANOS
GLORIAS DEL NUEYO MUNDO
POR LA
BARONESA DE WILSON
BARCELONA
TIPOLITOGRAFÍA DE LOS SUC*. DE N. RAMÍREZ Y C.1
Pasaje de Kscudillers, número 4
1888
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Í7f
AMERICANOS CÉLEBRES
TOMO PRIMERO
• SstA n^Tfl/^ ajpz* j&uttr* ¿¿es 1 _
1^1
Ef propiedad de los Editores
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Todas las glorias se han extinguido como la terrible
llama del cráter Popocatepelt, l sin dejar otros vestigios
de su existencia que una página en las crónicas.
NEZAHUALCOYOLT. 2
1 Cerro que humea,
4 Rey de Acolhuacan y uno de los más Ilustres poetas del Anahuac {México).
488247
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'^#«1
BARONESA DE WILSON
AL Excmo. Sb. GENERAL
D. PORFIRIO DÍAZ
Presidente de la Kepública de México
JliUSTRZ ÁMJGO:
Grandes obstáculos y serias dificultades se encuentran siempre al paso
para conducir á feliz término empresas que, por sus especiales condiciones,
aparecen como irrealizables ; más aun, cuando relacionadas con diferentes
nacionalidades , necesitan inquebrantable perseverancia en las prolijas inves-
tigaciones que más tarde puedan contribuir, aun cuando sea en modestas
proporciones , á perfeccionar el brillante y glorioso cuadro de la Historia
americana.
Inconvenientes y luchas fáciles de comprender si se consideran los penosos
y prolongados viajes, los años invertidos en el estudio de un vasto conti-
nente, las arduas exploraciones y tenaces esfuerzos para coleccionar datos,
ora buscándolos en las ruinas y sepulcros casi perdidos entre vigorosa
vegetación , ó con afanosa constancia registrando bibliotecas y archivos públi-
cos ó particulares, han hecho más lento y penoso el largo camino que me
había propuesto recorrer. ■
No mergos reñido ha sido el combate entre la energía moral y la fuerza de-
voluntad que no conoce trabas, y las preocupaciones sociales y delicada orga-
nización de la mujer.
Indudablemente y á la par de esas luchas, el desfallecimiento moral era
inevitable á no haber encontrado la escritora española en la gran familia
americana aliento para el espíritu, amistaa\y fraternal, cariño para ayudarla
y sostenerla en la trabajosa peregrinación.
Gobiernos y particulares, prestaron eficaz cooperación á Ja Viajera que sin
temor alguno, cruzaba solitarios bosques, surcaba los mares y ascendía á la
maravillosa cordillera andina, protegida siempre por la entusiasta hospita-
lidad americana, jamás desmentida.
Con tan poderosos auxiliares y doce años de incesante actividad duran Ir
los cuales ¿porqué negarlo? he tenido épocas de amargo desaliento, horas de
vacilación y de sombría desconfianza, logré perfeccionar el pensamiento que
tras breve plazo será huésped del mundo.
Las maravillas y magnificencias de este dilatado continente, los deslum-
bradores horizontes, el mágico espectáculo de enmarañadas selvas que con
frecuencia he atravesado; las misteriosas ruinas, los torrentes, cataratas, los
anchos y profundos ríos, las noches tibias y deleitosas, los rayos de un sol de
fuego; el eterno himno de la naturaleza, la majestad de ese todo incom-
parable, habrá prestado algo de su grandiosa ¡poesía á la imperfecta labor
histórica.
Al evocar en esta galería de inmortales á los que en titánica lucha con-
quistaron la inmortalidad , me complace pensar, que pocos muy pocos de los
historiadores han visitado y esplorado los diferentes y lejanos pueblos, teatro
de los sucesos y que tal será el único mérito de mis libros americanistas.
Los detalles adquiridos, las íntimas narraciones , los documentos con
empeño y esmero recogidos, servirán para resultados más completos.
A pincel más hábil á la pluma de aquél que en América pueda ser algún
día Tácito inmortal, le estará reservado en lo futuro dar acabada forma á
estos bocetos y gráfico brillante colorido.
Señor General Presidente; merced al valioso apoyo y generosa protección
de V. como jefe del Estado y á su benevolencia como amigo, lograré realizar
la empresa, á la cual he consagrado todas las aspiraciones de mi vida; todos
los latidos de mi corazón.
V. ha sido en México, el liberal Mecenas de mis trabajos histórico -ameri-
canos; á V. pues tengo el honor de dedicar el primero que verá la luz pública.
Será la ofrenda de la gratitud y sincera admiración de su amiga
§A ¡¡AROrtZSA t)El ^JUSON
México 31 de Mayo de 1886
AMÉRICA Y SU HISTORIA
(•RESEÑA GENERAL)
La Historia no es mas que la repetición de los mismos
hechos aplicados d hombres y d épocas diferentes.
Chateaubriand.
nvueltos en las sombras del misterio y entre los
espesos velos del pasado, yacen aún muchos de
los períodos más interesantes de la historia ame-
ricana, y son un poblema sin resolver, aun para
aquellos que á su estudio se han dedicado con
prolijidad, constancia y buen deseo; pero, limitada esta
á determinadas nacionalidades, á las épocas más culmi-
nantes y á heroicos hechos que, ya en la conquista,
durante el coloniaje, ó más tarde en la epopeya de
la emancipación, en esa era que iniciaba en todo un
continente total cambio político -social, habían asom-
brado al universo por su grandeza, por su osadía, ó por los resultados
obtenidos; los que por doquiera desarrollaban no sólo la libertad del
pensamiento, sino ideas nuevas y regeneradoras.
Obras importantes han visto la luz pública, dando á conocer
aproximadamente y con magistrales rasgos este Nuevo Mundo, esta
tierra que tal importancia tiene y que está llamada en el futuro
tiempo á ser rival de la civilizada Europa.
Pero entre esos notables trabajos de la inteligencia, no existe
ninguno que en toda su extensión presente un cuadro general de la
. 10 AMERICANOS CÉLEBRES
historia americana, en su pasado, en su desarrollo y muy especial-
mente de la contemporánea y del grado de civilización que han
alcanzado tan dilatadas regiones..
Sería indispensable para formarse una idea de las diversas naciones
que componen el mundo soñado y encontrado por Colon, estudiar
una por una las varias crónicas relativas á cada república: y aún
dado ese caso, el resultado no sería completo, ni las presentaría tal
cual son, ante los ojos del positivista y antiguo continente.
La historia es la evocación de los siglos: la fotografía de los
pueblos; es el concienzudo estudio de su origen, de sus principios
orgánicos, de sus causas y de sus consecuencias. El análisis, el escal-
pelo de las revoluciones (si es permitida esta frase), y de aconte-
cimientos, que aparecen á primera vista tan inverosímiles como
obscuros.
La historia es la escuela político -social; y la imaginación del
historiador, el Pigmaleón, que presta nuevo ser á generaciones y
generaciones, realzándolas con su tradicional colorido y el singular
encanto que se desprende de narraciones que, á la par de verídicas
é imparciales, están embellecidas con las galas del buen decir y de
la poesía.
La historia no ha sido ciencia ni podia serlo, hasta que en nues-
tros días se han planteado sus bases cardinales, siendo así que refor-
mada la antigua al tenor de los nuevos principios, se desecha hoy la
del Asia Menor, Egipto, Grecia y Koma, y la que "alcanzaba hasta el
último tercio del pasado siglo, concediendo lógica preferencia á la
que por las excavaciones, geroglíficos, monumentos, ídolos, vestigios
de remotas civilizaciones ^ presenta como en pintoresco panorama
el pasado de aquellos pueblos.
El problema del origen atribuido . á la gran familia americana,
también empieza á resolverse: la ciencia arqueológica, los estudios etno-
lógicos, son el guía luminoso en la noche de los tiempos y la historia,
con más sólidas bases, no será ya, como en los pasados siglos, árido
relato de guerra, batallas ó crímenes que presentaban á la humani-
dad bajo tristísimo aspecto, aun cuando en el fondo del sombrío cuadro
se destacasen con más vigor las virtudes ó el heroísmo, de privilegiadas
individualidades.
Entre los elementos de la magna evolución histórica y que han de
RESEÑA GENERAL 11
constituir el punto de partida, deben contarse las razas y sus anteceden-
tes, la prodigiosa fecundidad del suelo, los variados climas, las ideas
políticas y religiosas, el adelanto material é intelectual- de conquistados
y conquistadores, en el momento en que el nuevo continente aparecía
ante los atónitos ojos del antiguo.
Formada la raza española por otras varias que sucesivamente inva-
dieron en lejanas edades el suelo ibero, presenta sin embargo y casi
exclusivamente los característicos rasgos de la goda y la árabe.
La raza americana, que en una gran parte tiene todos los distintivos
de la mongólica, no es tampoco y cual á primera vista pudiera creerse,
vastago de una sola familia y los recientes estudios la dividen en nume-
rosas ramas, y aun con distinto origen, puesto que si algunos investiga-
dores le dan el Asia por cuna, otros, fundados en especiales observacio-
nes, las hacen descender de egipcios ó japoneses.
¿Cómo penetrar ese misterio? Sólo es indudable que emigraciones
diversas poblaron el suelo americano ¿cuándo? ¿cómo? hé aquí el pro-
blema.
Si á demostrarlo no bastaran sus tradiciones, sin dar lugar á vacila-
ción lo prueban palpablemente los colosales monolitos de Tiahuanaco y
las ruinas de Sicasica en Bolivia, objeto de no lejanas investigaciones,
así como las de Telimbela, en el Ecuador, completamente distintas y
anteriores á las incásicas 'del lago Titicaca y de Silustani en el Perú,
vestigios irrecusables de la existencia de pueblos y civilizaciones ante-
riores y superiores, á las que se encontraron en la risueña América, en la
época de la conquista.
Cruzáronse en Méjico los Tlacastecas y los aztecas, con otras distintas
y variadas tribus, que anteriormente habían dominado en el país á
pesar de que en su mayoría todas tienen entre sí muy marcados puntos
de contacto.
Muy diverso tipo presentan en Colombia los turbacos y los indios del
Darien, con los muiscas y tundamas; los pastusos y rayanos del Ecua-
dor, con los quichuas que tomaron carta de naturaleza desde el reinado
del infortunado Atahualpa.
No menos diferentes entre sí son los antiguos vasallos del Inca en
Bolivia y los fieros aimaraes, ya cruzados con los araucanos, así como
en Chile y en la Argentina,, mezcláronse también esos indomables indios
de la Araucania, con otras familias menos belicosas.
12 AMERICANOS CÉLEBRES
Pero otro elemento nuevo, industrial en su origen, político-social más
tarde, aumentó la confusión de razas y prestó algunos de sus especiales
distintivos á los conquistados. .
Introducidos los africanos en América, por la codicia europea, se pro-
pagaron esclavos; libres después por el espíritu del siglo, se confundie-
ron con las masas y formaron — sobre todo en los países tropicales — no
pequeña parte de éstas, adquiriendo como componentes de la democra-
cia, participación en las contiendas pacíficas 6 armadas y desempeñando
aún en los gobiernos, papel no desairado.
Durante los primeros años de la conquista fué la tierra americana
vastísimo campo de batalla; lo portentoso de los descubrimientos,
prestaba gigantesco brío á los aventureros europeos, y asombro causa
verlos internarse en países desconocidos, trepar por las cordilleras, esca-
lar cerros inaccesibles y vadear anchos y caudalosos ríos.
Verdad es que las luchas de los invasores con los indígenas, aquel
tesón y enérgica bravura de los unos y de los otros, la perpetua con-
tienda con la virgen naturaleza, que vigorosa se oponía á la marcha de
los conquistadores, aquel conjunto de grandeza y de miseria, de peligros
y de esperanzas, estimulaba la fuerza de voluntad y el indomable
empeño de los españoles. La ambición y sed de riquezas, la tenaz perse-
verancia, dieron cima á una empresa que en venideras edades aparecerá
como fabulosa por lo arriesgada y grande, y aun hoy juzgamos determi-
nados episodios, como fantásticos é inverosímiles.
Largo período fué el de la conquista: prolongada y sin tregua la
lucha con los sencillos y valerosos hijos de la virgen América; turbulen-
tas las contiendas y rivalidades entre los conquistadores. Transformado
el Nuevo mundo en colonia, subyugados los indígenas y establecida la
autoridad de los vireyes, vegetó por espacio de siglos, y aun cuando en
diversas ocasiones intentara sacudir el yugo impuesto y recobrar su per-
dida libertad, no consiguió sino diezmar sus primitivos moradores, pre-
senciando el terrible castigo impuesto á los que osados rechazaban los
abusos y defendían los derechos de los infelices indios.
Recorriendo la historia, se -encuentra en ella y en diferentes pueblos
americanos el germen de independencia que de vez en cuando brotaba ;
en el principio sus manifestaciones no se encaminaban á lograr la eman-
cipación, no, sino únicamente pretendían disminuir y hacer más ligero
el dominio de los conquistadores.
RESEÑA GENERAL 13
Desde la revolución de los araucanos en el siglo xvi, la de Potosí, en
el siglo xvn, las de 1742 en el Perú, 1749 en Venezuela, 1765 y 1766 en
Méjico y en Quito, la del infortunado Tupac-Amaru en 1780 y la rebe-
lión en Colombia, capitaneada por José Antonio Galán, la idea de liber-
tad fué tomando carta de naturaleza y desarrollándose más y más en
suelo americano, hasta que por esa natural é imprescindible ley que á la
par que crea y forma las familias, las separa en tiempo sucesivo para
.que á su vez compongan otras nuevas, preparábase ya la independencia
de las colonias hispano-americanas y la invasión francesa en la penín-
sula ibérica proporcionó momento oportuno.
¿Cómo y con qué elementos se llevó á cabo?
¿Cuáles fueron los detalles de aquel trascendental acontecimiento?
Con buen deseo é imparcial justicia, procuraré ser fiel narradora de
los hechos en mi obra América y su historia, limitándome por ahora á
señalar en este rápido bosquejo el camino emprendido y las anchas bases,
para el colosal edificio.
Aquella magna lucha, tuvo semejanza en la mayoría de las colonias,
en donde padres é hijos combatieron con heroica porfía, regando con su
sangre los fecundos campos americanos.
En no lejano día tendré oportunidad de extenderme en consideracio-
nes relativas á ese combate de principios, en el que cada cual creía tener
legítimo derecho.
Causas que no es posible analizar en esta rápida reseña, modificaron
en el fondo las consecuencias de la consumada emancipación; las huellas
del coloniaje, aquellos especiales elementos de la Edad media que los
conquistadores transportaron y desarrollaron en el Nuevo continente; la
lucha de ideas nuevas contra la tradición y el pasado, principios total-
mente opuestos á los célebres Derechos del hombre, proclamados en la
Asamblea francesa, que fueron el avanzado centinela del noventa y tres;
las ambiciones, las teorías políticas, aprendidas en la historia dé otros
pueblos, pero cuyas especiales circuntancias no tenían mancomunidad
alguna, dieron tal diversidad de matices á las nuevas naciones, que sin
vacilar puede mirarse en ellos el principal motor en sus discordias y
luchas civiles.
Aun cuando no completamente exento de rivalidades en la primera
época de su independencia, no fué el Brasil teatro de esos disturbios y
odios de partido que buscan su triunfo en el campo de batalla, si bien
14 - AMERICANOS CÉLEBKES
debió en gran parte tan ventajoso resultado á la prudencia de sus gober-
nantes, pues no contrariados los ánimos y reconocida sin efusión de san-
gre su separación de la Corona de Portugal por la Corte de Lisboa, con-
tinuó la marcha pacífica que había presidido en su colonización, diferente
en todo de la de los países hispano-americanos.
Poco ó nada hizo Portugal por el Brasil-colonia, la que vegetaba en
el oscurantismo y en la ignorancia; pero dedicada á la industria y al
comercio, no tuvo que lamentar otros males, sino su impotencia y escla-
vitud.
Hoy, ese imperio que se levanta en la América republicana, dista
mucho de la perfección y prosperidad que se le atribuye, no estando
tampoco de acuerdo su forma de gobierno con el espíritu del siglo ni con
las aspiraciones populares.
Las ideas democráticas adquieren de día en día inevitable influencia,
y sólo la sabiduría del monarca brasileño alcanzará á contener durante
su vida la conversión de aquellas vastas regiones en dos ó más repúbli-
cas, ó tal vez, en poderosa confederación de Estados democráticamente
gobernados.
Posterior á las conquistas del Perú y de Méjico, fué la invasión espa-
ñola en la tierra de los araucanos, no encontrando entre aquellos vale-
rosos y enérgicos indios la acogida humilde, ni la facilidad para el
triunfo, que en la mayoría de los hijos del Nuevo mundo.
Celoso guardador el araucano, de aquel suelo que lo vio nacer y en
donde reposaban sus mayores, peleó con heroico tesón contra los que
amenazaban arrebatárselo, y ya vencido ó vencedor, volvía con inque-
brantable constancia á reorganizar sus huestes para la lucha sin tregua,
hasta el día en que posesionados los españoles de una parte del territorio
chileno, entablaron negociaciones de paz con aquellos terribles enemi-
gos, los que á pesar de los tratados, invadían de vez en cuando la colonia
y renovaban la sangrienta pelea.
Esa raza es aún hoy, y de generación en generación, tan osada como
inconquistable. • «
■ Sonó la hora en que la patria de José Miguel Carrera, pudiera
llamarse también pueblo libre y después de sacrificios inmensos, de supre-
mos esfuerzos, consolidó su régimen administrativo y proclamó la repú-
blica.
Pero de la misma guerra de la independencia surgieron los disturbios
RESEÑA GENERAL 15
de que fué teatro Chile, durante más de quince años, y los enconos y
ambiciones de los partidos en un país nuevamente constituido, tuvieron
desastrosos resultados.
Triunfante el espíritu de orden y de progreso, más tarde buscó el pue-
blo chileno su crédito y su preponderancia en el trabajo, en el respeto á
las leyes, en la paz, conquistando palmo á palmo la consideración de las
naciones y adquiriendo ese vigor que le ha conducido á la victoria.
He citado á Chile á continuación del Brasil, porque la topografía y
la índole de la población, han sido elementos tan benéficos como los que
ayudaron en su organización al imperio de origen portugués.
Causas semejantes á las que han influido en el desarrollo de Chile,
sobre todo refiriéndonos más particularmente al clima y producciones,
influyeron en el creciente prestigio de la República Argentina, elevada
al rango de nación por la inteligencia y condiciones militares de Bel-
grano, San Martín y Grüemes
Acontecimientos especiales y que obtendrán detenido examen, parali-
zaron material y moralmente su progreso por espacio de algún tiempo,
contrarestando los esfuerzos de patriotas tan abnegados como Rivada-
via y San Martín.
El caudillaje, el gaucho nómade, ese tipo tan original como indómito,
rey de las pampas argentinas, el dominio que Buenos Aires anhelaba
ejercer sobre las demás provincias; la singularísima vida de la pampa,
los bandos federales y unitarios, fueron otros tantos gérmenes de anar-
quía en aquella tan feraz como vastísima región, víctima del maniático
y déspota Rosas, que tan sombría y general celebridad alcanzó.
Vencido en Monte Caseros por el elemento civilizador personificado en
Mitre, Sarmiento y el Dr. Yélez Sarfield, ayudados en tan supremos
momentos por el federal general Urquiza, se inició el sistema constitu-
cional, sin que por eso se consolidaran la paz y el orden; la guerra civil
siguió ejerciendo su alevoso influjo, pero sobreponiéndose el espíritu de
civilización y de industria, llevó numerosa emigración, base hoy de la
importancia comercial argentina y de su riqueza material.
Brasileños y argentinos, ingleses y portugueses, han hecho juguete
de su política y de sus intereses á esa pintoresca República Oriental del
Uruguay, última trinchera de los españoles en el Plata y tal vez por su
situación geográfica, parte integrante en no lejana época, de las repú-
blicas que según autorizadas opiniones deben surgir, del Mediodía del
16 AMERICANOS CÉLEBRES
Brasil, por más que estudiando su política, su historia y sus costumbres,
pudiera creerse más acertado y lógico, volviese á ser complemento de la
reina del Plata.
La historia de los pueblos nos demuestra que en su marcha y en su
porvenir, ejerce el carácter de sus hijos saludable ó perniciosa influencia.
Sumisos, bondadosos, fáciles de gobernar los indios del Paraguay,
esos guárante tan diferentes por su índole de los gauchos argentinos obtu-
vieron la preferencia de los españoles en la primera época de la con-
quista, pero volvieron á su aislamiento y quedaron abandonados á su
propia suerte, cuando los invasores europeos encontraron camino más
ventajoso y fácil para el Perú.
Sin combate, sin esfuerzos, afianzó el Paraguay su independencia y
vegetó durante veinticinco años bajo la. tenebrosa dictadura del doctor
Francia, verdadero rey absoluto de los ignorantes y sencillos paragua-
yos, quienes sometidos á las misiones y sin dar un paso en la senda de la
civilización, hubiérase creído eran incapaces de desplegar el vigor y el
heroismo, que ostentaron más tarde en la titánica lucha con sus tres
vecinos y enemigos y en la cual tan valerosamente sucumbió el propio
hijo del Presidente López, héroe ya cuando apenas contaba catorce
años.
Nación de tal arrojo, fuera digna de mejor suerte que la de formar
un todo con la gran República brasileña, como lo indican su situación y
condiciones y la marcha de los acontecimientos.
Según el parecer de algunos sabios, entre éstos el notable geólogo
francés D. Carlos Manó, ha sido Bolivia cuna de esa civilización andina
anterior á los incas, la que desde las orillas del lago Titicaca, maravilla
de la naturaleza, se extendió por el Perú, recorrió el Ecuador, atravesó
Colombia, grabó su huella en la América Central, y afianzándose en suelo
mejicano, alcanzó allí perfecto desarrollo, legando á otras edades intere-
santes vestigios, en cuyo número podrían contarse los existentes, en la
región ecuatoriana y colombiana, y los tan importantes del Palenque.
Singular semejanza la de esas antigüedades, con las que en grabados
admiramos del Egipto y Siria.
Se advierte en las esculturas egipcias mayor perfección, detalles más
correctos, superior delicadeza en los rasgos, que en aquellas encontradas
en el imperio de los incas, en la América Central y en Méjico, pero sin
embargo, unas y otras acusan un mismo origen.
RESEÑA GENERAL . 17
En la república Argentina, en el Chaco fortín de Samaipata, existe
esculpido de relieve en la roca un disco curiosísimo, en el centro del
cual hay una figura felina tigre ó jaguar, en un todo semejante á esas
primitivas y toscas esculturas de las ciudades asirias y también á las de
la India inglesa, reproducidas en grabados.
Cerca de Charqui, en los límites del Ecuador y Colombia, existen
notables vestigios que hacen pensar más aun en esa comunidad de origen
el que en Bolivia, en el Perú y en el Centro América, se manifiesta en cada
piedra, en cada monolito, en todos los colosales restos de la antigüedad.
En la historia general de América nos permitiremos expresar nuestra
opinión, y con mayor espacio, hacer algunas descripciones y desarrollar
las ideas que han surgido en nuestra mente, á la vista, de estos prodi-
giosos restos de un pasado que se pierde en la noche de los siglos.
Encerrado el que se llamó Alto Perú entre la Argentina y Bajo Perú,
disputado alternativamente en la época del coloniaje por los Gobiernos
de Buenos Aires y Lima, objeto de ambiciones y discordias,, llegó á ser
nación con el nombre de Bolivia.
La batalla de Ayacucho fué su cuna; al coloso de la independencia
americana, al libertador Bolívar y al heroico mariscal Sucre, debió su
autonomía.
Dos poderosas rivalidades, á semejanza de la República Oriental del
Uruguay, fueron sólidos cimientos sobre los cuales se apoyó la naciente
nacionalidad.
Caudillos ambiciosos y osados anarquizaron ese pueblo, compuesto en
su mayor número de indígenas, y el deseo de escalar la suprema magis-
tratura, dio lugar á sangrientas revoluciones que arrollaron y destruye-
ron cuanto á su objeto se oponía , y las cuales se contienen sólo ante el
verdadero patriotismo y cordura de los partidos.
Consecuencia funesta de esa relajación política fueron los asesinatos
del general Belzú, de su yerno el general Córdoba, de Melgarejo 1 y del
general Morales.
Mal trazada la área de Bolivia, desfavorable en extremo su condición
etnológica, no podría adivinarse su porvenir: ¿se transformará por ane-
xiones voluntarias ó forzosas? ¿Sus valiosas minas y producciones agrí-
colas enriquecerán á otros pueblos? ¿Arrastrará lánguida existencia ó se
1 Asesinado en Lima ñor un tal Sánchez.
18 AMERICANOS CÉLEBRES
verá engrandecida ]>or interés político de chilenos, brasileños ó argen-
tinos?
Nebuloso el horizonte nada deja traslucir de la evolución política mate-
rial y social que se efectuara en esa región que tanta riqueza encierra
en su fecundo seno.
No más despejada se presenta la atmósfera en el grandioso imperio de
Atahualpa, en ese Perú, foco de las ambiciones en la conquista, cuya
celebridad fué universal, por lo fabuloso de sus tesoros, á la vez que pol-
las contiendas sangrientas que desde el coloniaje se han sucedido sin inte-
rrupción hasta nuestros días.
Antagonismo y altiva ambición entre los conquistadores; rencillas y
desunión entre los jefes de la independencia argentinos, chilenos y colom-
bianos que sellaron la libertad en decisivos combates en el territorio de
los incas; la variedad de razas, los diferentes caracteres, han sido la base
disolvente para los sanos principios de moral, orden y legalidad, (pie
constituyen el crédito y supremacía de las naciones.
El militarismo se sobrepuso á la administración civil y repetidos
motines completaron el desorden y la anarquía.
Desde 1834 hasta 1836 el Presidente Orbegoso y el general Gamarra
estuvieron en perpetua lucha, uniéndose el último con el intrépido gene-
ral Salayerry, su rival político, para combatir ambos al general Santa
Cruz, Presidente de Bolivia, quien había invadido el territorio peruano
de acuerdo con Orbegoso, y autorizado por la Asamblea para intervenir
y hacer cesar la guerra civil.
El esforzado Salaverry, intentó oponerse á la invasión boliviana y al
proyecto de confederación iniciado por Santa Cruz, desplegando un valor
prodigioso, energía incansable y rara habilidad, pero vencido en Soca-
baya, hecho prisionero v presentado á Santa Cruz, fué condenado á
muerte y fusilado.
En octubre de 1836 se decretó la confederación Perú-boliviana, pero
la nueva organización de ambas repúblicas no podía obtener ni presti-
gio, ni la aprobación de Chile y de la República Argentina.
Ambos países rompieron las hostilidades.
Santa Cruz, protector de la confederación, era un peligro para el
porvenir.
El ejército boliviano, victorioso en varios encuentros, fué derrotado
por los chilenos en enero de 183!), en la batalla de Yunga y, y disuelta la
TÍESEXA GENERA! 10
confederación, continuó" el Peni en aquel oleaje de eterno desasosiego y de
ideas encontradas.
General terror é indignación Cansó el levantamiento de los hermanos
Gutiérrez, el asesinato del general Balta, Presidente de la República y las
escenas sangrientas que fueron tumba de aquellos insensatos, siendo pre-
cisa toda la habilidad de D. Manuel Pardo para calmar los ánimos y
devolver al país consoladora calma.
Al cáncer del caudillaje endémico en todas las repúblicas hispano-
americanas, se agregó en el Perú otra plaga mayor aun, factor principal
tal vez de la sombría actualidad y que tuvo la singular virtud de inver-
tir el orden de la Hacienda pública.
La riqueza natural de aquel fértil suelo (pie parecía inagotable y
llenaba mágicamente las arcas del Tesoro, creó de éste colosales fortunas
individuales, en lugar de que las contribuciones particulares, por igual
v económicamente distribuidas, cubrieran las necesidades del fisco; el
resultado de tal régimen fué la molicie, la imprevisión, la bancarrota y
toda clase de desastres.
¡Ojalá el generoso pueblo peruano adquiera en la escuela de la 'des-
gracia, mayor cautela para lo futuro y le sirva de lección cuanto ha
sufrido, como á la Francia, le sirvió su guerra con Prusia y sus derrotas.
Entre las repúblicas Sud-americanas, existe una, que fué llamada en
un tiempo á formar una gran nación tal y como la soñaba el libertador
Bolivar.
Colombia, creación colosal de aquel genio, entidad militar más que
política, murió con el héroe; los celos y disensiones destruyeron aquella
notable república modelo.
Acaso el Ecuador, una de sus secciones pertenezca geográficamente á
la constelación meridional; pero la antigua Nueva Granada, hoy Estados
Unidos de Colombia, está de tal manera ligada por la naturaleza con
sus vecinos los Estados Unidos de Venezuela, que parecen creados para
formar una sola nación.
Venezuela y el Ecuador, aun cuando bajo diversas condiciones, han
estado sometidos á Gobiernos personales, no así Colombia, la cual hasta
por sus elementos especiales, inauguró un régimen legal, al corto tiempo
de afianzada su independencia, que prevalece y tiende á consolidarse á
pesar de que, en determinadas circunstancias, lo hayan falseado los
revoltosos, las ambiciones y el odio de los partidos.
20 AMERICANOS CÉLEBRES
Tomados de la escuela socialista francesa, campean allí los principios
de política teórica, mezclados hoy con las doctrinas de la escuela inglesa y
cuya base es el sistema parlamentario, cimentado sobre el sufragio libre.
El pensamiento de un joven estudioso propuesto á varios amigos, fué
la primera piedra del edificio federal. 1
Se trataba de erigir en Estado el territorio panameño y elevado á
proyecto y presentado á las Cámaras en 1852, obtuvo definitiva aproba-
ción en 1855: el ejemplo del Istmo fué seguido por otras provincias y la
reforma en sentido federativo, se llevó á cabo.
Prolijo sería entrar ahora en detalles de la revolución posterior á la
federación y no fácil de agruparlos en los límites de esta reseña, pero sí
diremos que sembró el desorden y encendió la tea de la discordia en el
hermoso suelo colombiano: aun hoy se sufren las funestas consecuencias
y se podría creer que sus actuales instituciones requieren una reforma
fundamental, adecuada á sus circunstancias y que se granjee la general
consideración de los partidos.
Poblado el Ecuador como Bolivia, por aborígenes descendientes de
diversas familias, cuéntanse entre éstas los belicosos é indomables giva-
ros, fuertes en la guerra y enemigos de todo dominio: su tipo no carece
de belleza y altivez; en las tribus que habitan las orillas del Ñapo y del
Pastasa, apenas se conoce el idioma de los conquistadores; pues aunque
sometidos durante algún tiempo, sacudieron en breve el yugo, y han
hecho inútiles las tentativas posteriores.
La gran mayoría de indios sumisos, han sido y son con frecuencia
escabel para los ambiciosos que no confían sus esperanzas de mando á
elección constitucional, ó en quienes la impaciencia del poder se sobre-
pone al patriotismo y al amor, al orden y á la paz.
Casi al propio tiempo que la mayoría de los pueblos americanos,
impulsada por idénticas causas y anhelando los derechos de un pueblo
libre, se declaró Quito en abierta rebelión contra la península, procla-
mándose independiente y formando un todo con la República de Colom-
bia, hasta que, disuelta aquella, se constituyó por sí solo y bajo régimen
republicano.
Desgraciadamente al dar los primeros pasos, no pudo contar con
hombres, como Santander, en la Nueva Granada, ni cual Paez, Súblette
1 *D. .Insto Arosemona, hoy decano de los diplomáticos colombianos y escritor distinguido.
RESEÑA GENERAL 21
y otros, cuyas elevadas condiciones para el mando fueron una garantía
en las nacientes Repúblicas.
El congreso constituyente de 1872, formó el código fundamental
y proclamó presidente al general Juan José Flores, jefe militar á la
sazón del departamento de Quito, y que apoyado por la constitución y
en la fuerza militar, ejerció un mando absoluto.
La célebre batalla de Mi ña rica, propicia para Flores, fué sin embargo
el pedestal para que Rocafuerte llegara á la suprema magistratura,
pero en 1839 volvió á pesar el caudillo militar en la balanza hasta 1845.
Desde esa época continuó el Ecuador su marcha entre sediciones y
trastornos, hasta que subió al poder el general D. José María Urbina,
como jefe supremo y caudillo de la insurrección militar que derrocó la
elección hecha en Noboa.
Algunas reformas y sobre todo el benéfico decreto para la emancipa-
ción de los esclavos y el impulso dado á la instrucción pública, fueron los
principales actos de su Gobierno, debiéndole el Ecuador los primeros
pasos en la senda del progreso.
Nuevas luchas y nuevas ambiciones renovaron odios extinguidos, y la
anarquía volvió á enseñorearse con mayor fuerza, hasta que por segunda
vez, otro levantamiento militar elevó hasta el solio presidencial á García
Moreno, el Felipe II del Ecuador.
Después de un prolongado mando, imposible de reseñar en tan redu-
cido cuadro, murió aquel mandatario, asesinado por el colombiano Rayo.
Entronizadas las ideas del siglo xix en la comercial Guayaquil, llave
déla riqueza ecuatoriana, se extendieron rápidamente por el interior,
adquiriendo los principios liberales singular prestigio, á pesar de añejas
preocupaciones.
Generalmente, la forma política de los pueblos está en relación con
sus costumbres sociales, siendo doblemente difícil transformar aquélla
ínterin éstos no abandonen el antiguo rumbo.
El Ecuador, ha fluctuado posteriormente entre su pasado y su pre-
sente: entre la teocracia y la libertad del pensamiento: en ese choque
naufragan á veces innovaciones útiles, impidiendo la consolidación de
principios más en armonía con el espíritu del siglo.
Distintas causas que en el antiguo reino de Quito, han militarizado á
Venezuela, sujetándola á Gobiernos personales, si bien calificados como
civiles.
22 AMERICANOS CÉLEBBES
Las guerreras inclinaciones de los tiempos heroicos, la enfermedad ó
manía de los combates, anularon los primeros años de paz y garantías
iniciadas por la superior grandeza de alma de Bolívar, cuando, la pri-
mera en sus aspiraciones de independencia, rompió Venezuela los lazos
que la unían con la madre patria.
Una serie de motines, revoluciones y luchas electorales, dieron ser al
partido liberal, creado por la superior inteligencia de D. Antonio Leo-
cadio Guzmán, para hacer frente al oligarca, que por aquel entonces
ocupaba el poder.
Siguió Venezuela en su intranquilidad política en la permanente des-
confianza v malestar, haciendo ensayos y valerosos esfuerzos para alcan-
zar la prosperidad y el orden á la sombra constitucional.
Prolongado fué el combate.
Enérgica la lucha.
Glorioso el triunfo.
La federación se planteó como definitivo régimen político.
La industria y el comercio han adquirido desde hace algunos años
verdadero desarrollo, afluyendo la emigración al suelo venezolano, muy
especialmente, durante la presidencia del general Guzmán Blanco.
Alemanes, italianos v españoles, son otros tantos elementos nuevos
para empresas de todas clases, para los trabajos agrícolas y creación de
intereses particulares, los que constituyen una garantía y un apoyo para
la civilización y el crédito nacional.
Pródiga la naturaleza, dotó á Venezuela con un clima suave y delei-
toso, con ricas y abundantes producciones, con esplendorosa y lozana
vegetación, añadiéndose la facilidad de comunicaciones con Europa, y
por ahora la seguridad individual.
En extremo curioso es para el viajero el territorio dividido hoy en
cinco repúblicas que un día, al independizarse de España, formaron
una sola.
Esa región que encontraron los invasores habitada por numerosas
tribus, con civilización é historia, que encerraba notables restos de otros
tiempos y de otras razas, esa fecunda tierra, que para el anticuario y el
historiador se presenta bajo tan interesante aspecto, ha adolecido tam-
bién de idénticos males y ha sufrido las mismas consecuencias que se
derivan de las guerras civiles, de las cuales en vano intentó salvarla el
desgraciado cuanto intrépido general Morazan.
KESEÑA GENERAL 23
Disuelto el pacto federal por el general Carrera en 1847, Guatemala,
el Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Honduras, combatidas por partidos,
vacilantes en su política, dominadas por el espíritu de rebelión que ha
pesado y pesa sobre la mayoría de las antiguas colonias, iniciaron tras
infecundas y asoladoras contiendas, una era de progreso y de relativo
bienestar con horizontes risueños y despejados, que presagiaban risueño
porvenir.
Tan despejado cielo volvió á empañarse, y nuevos conflictos pusieron
frente á frente á las cinco repúblicas hermanas.
Un decreto del Presidente de Guatemala, general Barrios, declarando
la unión centro-americana , fué origen de temores y de abierta hostilidad
por parte del Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Iniciada la guerra, tuvo ésta una solución tan rápida como ines-
perada .
Una bala resolvió el problema, y al cortar la vida del general Barrios,
devolvió la paz á los pueblos centro-americanos.
Sin embargo, esas cinco repúblicas nunca alcanzarán completo desa-
rrollo, ni preponderancia, ínterin no formen un todo bajo régimen fede-
rativo.
La aspiración es general; para llevarla á cabo sólo se necesita patrio-
tismo y abnegación.
Feliz y civilizado, poderoso y sometido á leyes tan hábiles como res-
petadas, engalanado con el lujo de la creación, extenso, feraz y embelle-
cido con suave y delicioso clima, apareció el imperio de Moctezuma
ante Hernán Cortés y sus castellanos: hermosas poblaciones, bien acon-
dicionadas casas, caminos, puentes, floreciente agricultura é inmensas
riquezas, aumentaron el asombro de los audaces invasores, que en nom-
bre de su Dios y de su Rey, arrebataban su independencia, imponían su
religión y costumbres, á pueblos aterrados por lo desconocido y venci-
dos por la osadía, la temeridad y el valor.
Una de las figuras que más resaltan en esa historia de la conquista,
que á no ser de tan pocos siglos, nos parecería inverosímil por lo rápida
y audaz, es la de aquel hombre extraordinario que sometió el imperio
mejicano á la Corona de España.
Hernán Cortés peleó, sufrió, triunfó y puso á los pies de Carlos V
joya de tanto precio y valía; pero ¡triste privilegio de los grandes genios!
¡murió pobre, oscuro y olvidado!
24 ' AMERICANOS CÉLEBRES
Importante colonia fué la Nueva España; vastísima extensión del con-
tinente americano, poblada en gran parte por la raza india, por africa-
nos, europeos y mestizos, cuando desprendida de la península ibérica y
organizada su regencia , se proclamó emperador el mal aconsejado
Iturbide.
D. Antonio López de Santa Ana, entonces, y el esclarecido patricio
D. Benito Juárez años después, redimieron á su patria salvando los prin-
cipios republicanos.
El pueblo de Padilla y Querétaro, el infortunado Maximiliano, víc-
tima de la política rastrera de Napoleón III y anteriormente Iturbide,
señalan dos épocas notables: son la personificación del combate entre
las ideas democráticas y autocráticas: el sufragio libre, ante el dominio
que se impone y esclaviza.
Muerto Juárez, legando á la posteridad una vida tan esclarecida
como pura, las rivalidades entre los aspirantes al mando promovieron
nuevos conflictos, dando triste espectáculo á las demás naciones y sem-
brando la ruina y el desaliento en el suelo azteca.
Esta desastrosa situación tuvo al fin, deseado término, y durante la
presidencia del valeroso general D. Porfirio Díaz, A se cimentó el orden
bajo régimen estrictamente legal, se llevaron á terreno práctico mejoras
materiales y de ventajosa trascendencia, cobrando la república nueva
vida y movimiento.
La intervención de capitales extranjeros, es también poderoso auxiliar
en las nacientes empresas y en el bienestar de las masas populares, pro-
porcionando al propio tiempo medios honrosos de subsistencia á los
revoltosos por codicia y anhelo de medrar. »
El pueblo inteligente y laborioso es el que, reducido á la impotencia
con las revoluciones, mira la nueva faz y se regocija con la idea de que
no vuelvan á penetrar en su hogar la miseria, la desesperación y el
luto, compañeros inseparables de los motines y de la intranquilidad
pública.
No por menos rica y extensa, tuvo escasa importancia, la antigua
Española ó Isla de Santo Domingo, primera colonia de los españoles en
tierra americana y punto de partida, para la colonización del Nuevo
mundo.
1 Presidente por segunda vez, en la época en que estas páginas se dan al público
RESEÑA GENERAL 25
Descubiertos el Perú y Méjico, perdió entonces su primitiva impor-
tancia, y su suerte ha sido tan caprichosa como interesante.
Anexionada la parte española, unas veces á los haitianos, otras á los
franceses, separada de España no voluntariamente, sino por el tratado de
Basilea; invadida por el célebre Toussaint Louverture, una vez más colo-
nia francesa; más tarde recuperada para España por el arrojado Sánchez
Ramírez en la batalla de Palo Hincado, después fué independiente y
juguete de los unos y de los otros, languideciendo en la nulidad y en la
ignorancia, hasta que el héroe de las Carreras, D. Pedro Santana,
librándola del dominio haitiano consolidó su autonomía, rechazando á
sus pertinaces vecinos y enemigos.
Electo Presidente el general Baez, ocupó el poder hasta 1853 y segunda
vez aún cuando por corto tiempo, en 1857.
De nuevo en 1859 y 60 se renovaron las gestiones hechas anterior-
mente para la reincorporación de Santo Domingo á España, activamente
impulsadas en Madrid por el general D. Felipe Alfau, plenipotenciario
del Presidente Santana y hermano del Vicepresidente general Antonio
Alfau y á quien se atribuía ser el iniciador de la idea.
Este acontecimiento se ha -prestado á muy diversos comentarios
y á rumores poco favorables, siendo conocido de cortísimo número de
personas el verdadero móvil que guió á los iniciadores, cuyos detalles
imparcialmente relatados, reservamos para el libro América y su
historia.
La experiencia demostró, tras corto plazo, había sido la anexión un
gran error político, del que dos años después se arrepentía España, aban-
donando casi sin combatir aquel territorio minado por la revolución, no
sin haber perdido cuantiosas sumas y gran número de hombres.
Fácil será en tiempo oportuno poner de relieve las causas del levan-
tamiento, los abusos cometidos por los mismos á quienes el Gobierno espa-
ñol enviara de la Península, encomendándoles el buen éxito de la anexión,
y el porqué de la marcha que siguieron.
La historia es juez severo é imparcial y no está sujeta á pasiones de
partido, ni dominada por ciego amor nacional.
Sucesivas revoluciones, rivalidades y ambiciones han alterado la paz
en Santo Domingo, pero por ley ineludible del progreso, ha salido del
estado de atraso y de abatimiento en que yacía.
El comercio, la industria, la instrucción pública y mejoras materia-
26 AMERICANOS CKLKBKF.S
les prestan hoy risueño aspecto á la República dominicana, presagiando
próspero porvenir.
¿Estará ligado con el de Cuba y Puerto Rico?
Esas dos colonias, las únicas que aun conserva España de todo su
poderío en América, han sido á su vez foco de intereses encontrados, par-
ticularmente la primera, que de largo tiempo viene combatiendo por su
independencia, aun cuando en mucho haya variado el sistema colonial
que hoy rige en las Antillas, de aquel establecido en las demás colonias
americanas, más bien por los mandatarios, que por las leyes españolas
muchas de ellas sabias protectoras v benévolas, pero contrarias á los
intereses de los ambiciosos quienes, á su antojo las transformaban con
notable mengua para la madre patria; con fatales consecuencias para las
colonias.
Ese combate de las ideas, esa lucha propia de otros tiempos en que no
existía otro derecho que el de la fuerza, ha costado ya mucha sangre y Ift
pérdida de grandes intereses. ,
La sagacidad de Inglaterra adivinó que no era dable luchar contra
principios que de día en día adquirieron mayor solidez y que estaban de
acuerdo con la marcha de los siglos: dio un gran paso político recono-
ciendo la independencia del Norte América, no ocultándose á su pene-
tración que el triunfo de su colonia era seguro.
Ese coloso fué posterior en su organización colonial á los países con-
quistados por los españoles.
En los primeros años del siglo xvn se establecieron los ingleses en
Virginia y Plimouth (Nueva Inglaterra), poblada la primera por aventu-
reros turbulentos y la segunda por emigrados religiosos y políticos.
Tal diferencia entre sus colonos, grabó indudablemente en ambas
regiones sus especiales rasgos característicos y cuando al independizarse
en 1776 fueron sometidas á un sólo Gobierno federativo las trece colonias
de que constaban, conservaron las condiciones especiales de su origen,
por lo cual prevaleció en el Sur la esclavitud doméstica, y en el Norte
el espíritu de libertad social y política.
Proclamado el principio de soberanía de los Estados federales, se
complicó la situación por la anterior disidencia entre las dos grandes
secciones que componen los Estados Unidos de América, dando por resul-
tado aquella formidable guerra que terminó en 1865 y que fué asombro
de Europa y tumba de Lincoln.
RESEÑA GENERAL 27
Esa prodigiosa república cuenta hoy cincuenta millones de habitan-
tes, en los que el espíritu emprendedor forma su principal elemento de
prosperidad industrial .
Su actividad, el amor al trabajo y la energía, son el cimiento de su
preponderancia y riqueza. ¿Su propia vastísima extensión, la diversidad
de intereses, consecuencia lógica del notable desarrollo, podrían alterar
más tarde la paz de que disfruta?
Misterio del porvenir, tanto más difícil de penetrar, si su progreso
guarda proporción en los tiempos venideros con el que ha tenido desde
que Washington, su inmortal fundador, y los nobles patriotas Franklin,
Jefferson y Madison transformaron á una pobre colonia de tres millones
de habitantes, en la potente nación que inspira respeto universal.
No de escasa importancia política y comercial, es la colonia fede-
rativa. El Dominio, sometido pro-formula á la Gran Bretaña y formado
en parte, por la antigua colonia francesa, el Canadá.
Ancho espacio tendría para dar cabida á varias de las naciones euro-
peas, y su diversidad de razas, su riqueza y tal vez espíritu de rivalidad,
la mantienen en dependencia nominal, en vez de incorporarse á sus pode-
rosos vecinos.
No sería aventurado pensar, vista la progresiva preponderancia de
esa colonia, que andando el tiempo formase una confederación destinada
á equilibrar en el mundo americano y ayudada por las repúblicas al Sur
de Panamá, la gigantesca influencia de los Estados Unidos de América.
Tal vez los acontecimientos respondan á vaticinios presuntuosos; entre
tanto, discúlpese el atrevimiento de la historiadora, quien en esta reseña
histórica y en los perfiles biográficos de « Americanos Célebres, » no ha
sido guiada por interesada adulación, sino por dos elevados sentimientos.
Entusiasta admiración por América; eterna gratitud hacia sus hijos.
■■u.,jii.iMi»m.ji miliir'inwiiimniiiu'». ininmiM^'-miw.uiHiimwninwrii
CUAUHTEMOTZIN
AMERICANOS CÉLEBRES
CUAÜHTEM'OTZIN
N los sorprendentes descubrimientos y conquistas de
América, descuellan por su poderío, riqueza y
civilización, el imperio de los aztecas en Méjico
y el de los incas en el Perú.
Ambas gigantescas nacionalidades sufrieron
igual suerte y fueron sometidas á la entonces potente
nación española, por dos hombres audaces, valerosos y
obstinados.
Cayó el Perú casi instantáneamente en poder del con-
quistador Francisco Pizarro y de su cortísimo número de
soldados, por medio de la atrevida captura de su monarca,
que facilitó ^riquezas inmensas en cortísimo espacio de tiempo y libre
campo para conseguir también tras breve plazo la deseada posesión
del territorio.
En Méjico, el pusilánime Moctezuma aunque sabio político y hombre
astuto y muy reverenciado por los suyos, no opuso resistencia al con-
quistador Hernando Cortés y á los arrojados caudillos que á la conquista
contribuyeron; pero no fué ésta muy fácil ni decisiva cuando por la
muerte del soberano de Anáhuac, tomó el noble Cuauhtemoc ó Cuauhte-
motzin la defensa del imperio azteca y opuso á las antiguas predicciones
y á la táctica europea, al terror que inspiraban las armas desconocidas,
los caballos, y el denodado esfuerzo de los_ españoles, su inquebrantable
30 AMEBICANOS CELEBRES
yokmtacl, su valor, su amor patrio, haciéndose inmortal en el sitio de
Tenochtitlán.
Era Cuauhtemoc hijo de Ahuitzolt, primo de los dos últimos monar-
cas y casado con una hermosa hija del emperador Moctezuma. Dicen
las crónicas que contaba por aquel entonces 25 anos y que su presencia
era arrogante y varonil.
Ascendido al trono en circunstancias tan críticas y teniendo en pers-
pectiva la prisión ó el suplicio, se consagró exclusivamente á la destruc-
ción de los invasores y á dejar libre su patria del yugo extranjero, no
abrigando ni por un momento vacilación ni desaliento.
Preparó la capital para la defensa; hizo fabricar armas entre pilas
unas lanzas lafgas destinadas contra la caballería, armadas ron tos puñales y
las espadas que había lomada á los castellanos; aumentó y mejoró las forti-
ficaciones sin descansar ni de día ni de noche. x
Los preparativos hechos por Cortés para rendir á la ciudad eran for-
midables; anhelaba tomar venganza de aquel funesto desastre de la
noche triste y de su salida de Méjico y estaba decidido á llevar todo á
sangre y fu cijo hasta ser dueño de la corte azteca.
Más de 150,000 hombres 2 componían su ejército, con las tribus
auxiliares indígenas, tribus que siempre le fueron fieles entre éstas, los
tlaxcatecas, texcocanos, xochimilcos y otros.
Las naciones de Anáhuac, como demostraremos en la historia gene-
ral de América , sufrían con mal reprimida violencia el yugo azteca y
eran rivales entre sí; esta división sirvió á Cortés, para que en ellas
encontrase poderoso auxilio, y que todas contribuyeran á la destrucción
del imperio mejicano, del que en su mayoría eran tributarias, por la
fuerza y el terror, pero que aborrecían al tirano y esperaban con afán
la ocasión de vengar las vejaciones sufridas. Tal fué el arma principal
para Cortés.
Cuauhtemoc quería oponer fuerza á la fuerza y con singular energía ,
actividad y heroico tesón, fortificó calles y plazas, encerró víveres en la
ciudad, y abandonado por los que debían á su vez rechazar al conquis-
tador, se entregó con los fieles tenochca á la defensa v á vencer ó
á morir, habiendo sido y siendo un ejemplo admirable de temerario
arrojo digno de haber triunfado.
4 Bernal Díaz dol Castillo.
- Ixfhüxooliitl y otros historiadores dicen de 110 á 150 mil.
(TAUHTEMOTZTX 31
Cortés tenía el mando de la flota, de aquellos 13 bergantines cons-
truidos en tierra firme y conducidos hasta Texcoco para navegar en las
aguas del lago; es uno de los pensamientos más grandiosos de Cortés y
¡extraño suceso!- los propios indios ayudaron á la construcción, es decir,
dieron armas contra sí mismos, sin comprender que su apoyo era la
ruina para su patria y para sus hogares.
Asombra é inspira respeto y entusiasta admiración, la actitud de
Cuauhtemoc: no le arredraban aquellos españoles cubiertos de acero ni
las armas destructoras, ni lo numeroso de aquel ejército, ni tampoco
se desalentó cuando la ciudad estaba cercada por todas partes, ni perdo-
nó medio para sostener el sitio. Aquellos infelices indios medio des-
nudos, sin víveres, sin esperanza de auxilio, rechazaron varias veces
proposiciones de paz y juraron morir antes que entregarse.
Los habitantes acechaban los bergantines y desde las casas los arro-
jaban cuanto á su alcance estaba: que en su pecho ardía puro el fuego
del patriotismo.
El ejército sitiador vivía en continua alarma, pues ni de noche ni de
día estaba libre de sorpresas y ataques de los sitiados, y estos en la obscu-
ridad recibían frugales víveres que para su sustento necesitaban, tales
como tortillas, i tuna, capulines, y otros frutos.
El conquistador Cortés dispuso un ataque general el domingo 9 de
junio de 1521, y Cuauhtemoc en ese día se cubrió de gloria; las calles
estaban sembradas de cadáveres, pero los aztecas no cejaron en la
defensa y se batieron como leones. Al llegar Cortés á la plaza principal,
aquellos soldados, los primeros que defendieron la causa de la indepen-
dencia americana, refugiados en un teocali i y arrojados de él por los
vencedores, se rehicieron y los atacaron enérgicamente volviendo á
tomar el templo (teocatti), y arrollando á los enemigos les hicieron aban-
donar la plaza apoderándose del cañón que momentos antes barría sus
filas. Los españoles retrocedieron por la calle que les había dado entrada,
y si bien los Iohx-Jh'/i eran vencedores, la pelea aun no estaba terminada
en aquel día.
1 Tortas do maíz: tuna ( higos clmmlios ); cnpvlinétl, osporio do corozas.
'¿"■2 AMERICANOS CÉLEBRES
II
Dos jinetes penetraron en la plaza: al verlos, los méxica retrocedie-
ron pensando que toda la caballería caía sobre ellos; los de Cortés, que
habían sido arrollados volvieron, y el terreno perdido fué recobrado. En
la gran pirámide del teocaUíse parapetaron diez ó doce sacerdotes, se
defendieron con denuedo, pero los españoles y tlaxcaltecas, se lanzaron
por las gradas y fueron pasando á cuchillo á los bravos tenochca que
tuvieron que abandonar la plaza.
La batalla duró todo el día , y ya en la tarde , invadieron los canales
multitud dé canoas llenas de combatientes; eran los esforzados batallo-
nes de los cuacuachicti; saltan en tierra y apoyados por los que se
batían cargan sobre los de Cortés y éste ordena la retirada perseguido
por los defensores de la ciudad que de nuevo en las azoteas, disparaban
sobre los españoles flechas, piedras y saetas.
Los asaltos se repitieron en los días sucesivos, y Cortés, tan bravo en
la pelea como hábil, se ocupó en rellenar los fosos, en cegar los canales
de aquella Venecia americana, y viendo que los sitiados no cedían y que
Cuauhtemoc no desmayaba, determinó destruir la capital, y el fuego y la
ruina empezaron desde aquel momento. El primer paso para el asedio
de la ciudad se había dado en el bello lago de Texcoco. En medio de las
aguas se destacaba un alto y escarpado cerro llamado antes del Marqués
y hoy peñón viejo. La cima estaba cubierta de indios dispuestos á
defenderse, y como Cortés mandando los bergantines había fondeado
muy cerca de aquel sitio, cayó sobre él una lluvia de flechas: compren-
diendo el conquistador que para surcar el lago sería continua la batalla
con los indígenas parapetados en el peñón, desembarcó con 150 espa-
ñoles, y escalando la fragosa pendiente se apoderó de la plataforma
y pasó á cuchillo á sus enemigos.
Al socorro del peñón acudieron 500 acalli; i pero Cortés al distin-
guir á los enemigos se reembarcó apresuradamente y aguardó á la floti-
lla, derrotándola, poco después y encontrando los heroicos indios hondo
sepulcro en el lecho del lago.
1 Piraguas.
CUAUHTEMOTZIN 33
III
Este primer encuentro, había ya dado á Cortés la medida del valor de
los indios que esforzados patriotas estaban decididos á una lucha deses-
perada. El noble defensor del patrio suelo, el indomable soberano azteca
estaba decidido á morir, puesto que "la victoria no coronaría sus esfuer-
zos: que en las filas contrarias peleaban, no en contra suya sino en
contra de aquella patria querida, multitud de traidoras tribus y eran
las más encarnizadas en la sangrienta pelea. ¿Qué extraño, pues, que
sucumbiera Anáhuac, si sus propios hijos lo entregaban? Que de no ser
así, quién sabe si sus dioses habrían exterminado á los blancos que eran
como 600, aunque su valor doblaba el número.
Se sucedían los asaltos, la destrucción continuaba sin que desfalle-
cieran ni Cuauhtemoc ni los suyos : tan constantes como los conquista-
dores, defendían palmo á palmo sus hogares y el último baluarte del
imperio azteca.
Era el combate encarnizado de dos razas, de dos continentes; el cho-
que de dos inquebrantables empeños ; trágica epopeya digna de las anti-
guas edades. Nada tan grandioso; nada tan sublime. Si en Cortés se
admira la fuerza de voluntad, el sereno valor y la habilidad suma para
vencer obstáculos y triunfar conservando el dominio sobre las circuns-
tancias, en Cuauhtemoc, se respeta el sagrado deber cumplido y el sacri-
ficio de sí mismo en aras de la patria.
Los tenochca fueron victoriosos en varios encuentros, y con estrata-
gemas y celadas sorprendían á los guerreros castellanos; cuanto más
arreciaba el peligro más animosos aparecían los sitiados, porque Cuau-
themoc les infundía su espíritu y su arrojo.
Pero llegó el día en que ardieron los templos, se desmoronaron las
casas bajo la acción de la piqueta destructora : los cadáveres se amonto-
naban en las calles y los defensores ya no eran sino sombras de sí mis-
mos; el hambre y la peste arrasaban la población, tanto como las tropas
invasoras.
De nuevo Cortés hizo proposiciones de paz; Cuauhtemoc las rechazó.
No, no, — exclamó; — todos pereceremos antes que entregarnos.
84 AMERICANOS CÉLEBKEs
Y la .sangre corría á torrentes y aquellos héroes convirtieron á la
rica y alegre Tenochtitlán en un montón de ruinas. Nuevos numantinos
prefirieron la muerte al perdón del enemigo.
En el asedio de la capital del imperio, elévanse por igual las dos
figuras colosales de aquella epopeya; la de Cuauhtemoc y la de Cortés.
Eran dignos rivales, y el intrépido é indómito guerrero azteca, nada
menguaba al lado del héroe castellano. Su arrojo y su tenacidad fueron
sublimes y ni el incendio, ni el hambre, ni la certeza de la derrota,
doblaron su enérgica voluntad.
Con estoica indiferencia (aunque tal vez el dolor desgarrase sn
corazón) vio arder aquellos palacios de Axayacatl, asombro de los
españoles, por su riqueza y su vastísima extensión; las casas de recreo
suntuosos edificios en los cuales rivalizaban lo pintoresco de la natu-
raleza, con el refinado buen gusto artístico: aquellos salones de ricas
maderas y con magníficos artesonados. Al reducirse á cenizas y á
escombros, las regias moradas, se hundía con ellas el imperio azteca,
pero Cuauhtemoc, como un gigante descollaba sobre las ruinas de los
suntosos ieocalUs y de los palacios.
En uno de los combates cuando ya los tenochca peleaban con la rabia
de la desesperación, Cortés y los suyos cayeron en una emboscada prepa-
rada hábilmente: allí, al estruendo del gran atambor del templo de Tla-
telolco, al lúgubre son del caracol de Cuauhtemoc, acudieron los méxica
con furioso empuje; cargaron sobre los castellanos y los pusieron en
fuga, luchando cuerpo á cuerpo y con igual bravura. Cortés fué presa de
los campeones méxica al grito de «Malinche, Malinche.» i
El fanatismo de los indígenas salvó al conquistador. Pudieron matarle
en aquel instante , pero no : su deseo era llevarlo en trofeo ante el empe-
rador y de allí al templo para sacrificarlo, dando tiempo á que llegaran
en socorro del noble general; acudieron todos á salvarle, tanto de
los suyos como de sus aliados , logrando arrancarlo de las manos de los
tenochca que incansables les persiguieron ínterin el combate seguía por
otros lados obteniendo los méxica. señalada victoria.
Los castellanos prisioneros fueron víctimas inmoladas en los templos
en honor de los dioses.
1 Nombre dado por los indios ft Marina, la india intérprete y amada de Cortés y qne a él mismo le cono-
clan por ese nombre.
CUAÜHTBMOTZIK 36
Durante algunos días cesó el exterminio. Cortés reorganizaba sus
fuerzas sin perder la confianza ni la firmeza por el terrible desastre
sufrido, y se aprestaba á combatir de nuevo.
El infortunio nunca lo arredró y abandonado por varios de los aliados
no pensaba sino en la victoria sin calcular ni temer con la reducción del
ejército. Cortés propuso una vez más la paz. El guerrero azteca reunió
un consejo de notables y pintándoles el angustioso estado de la ciudad
les pidió su opinión ; todos rechazaron la paz y en vez de contestar al
general castellano se arrojaron sobre los campamentos y quisieron, ani-
mados por el caracol guerrero de Cuauhtemoe, vencer v escarmentar
á sus enemigos: la suerte les fué contraria.
Siguieron peleando sin descanso, prestándoles mayor brío la vista
de las casas incendiadas y los alaridos de sus hijos v mujeres (pie pere-
cían entre los escombros.
El gran templo de Tlatelolco fué destruido , y día por día , con infati-
gable perseverancia se adelantaba en la rendición de la ciudad. La
miseria era espantosa: mujeres y niños, se presentaban al ejército espa-
ñol para no caer muertos de hambre en las calles.
Las últimas trincheras cayeron en poder del caudillo castellano y los
infortunados méxica morían á millares, va en tierra, va en las aguas
del lago.
La resistencia era un imposible, y el triste y heroico Cuauhtemoe,
pensó en huir para tal atcz rehacerse más tarde y volver sobre los inva-
sores.
IV
ínterin se batían por distintos lados, intentó ganar tierra conducido
por rápido acalli, pero el capitán Holguin, que mandaba uno de los ber-
gantines más veleros observó aquella embarcación que se alejaba y com-
prendiendo por el lujo de los ropajes y por su celeridad, que en la
piragua debía ir Cuauhtemoe con su familia, la dio caza y la abordó.
El emperador se puso en pié, y con entero acento y digno ademán
dijo: «No me tiren; soy el rey de Méjico y de esta tierra, y lo que te
ruego es que no me llegues á mi mujer ni á mis hijos, ni á ninguna
36 AMERICANOS CÉLEBRES
mujer ni á ninguna cosa de lo que aquí traigo, sino que me tomes á mí
y me lleves a Malinche.»
Al llegar el desventurado monarca á la presencia de Cortés, le dijo:
«Señor Malinche, i he cumplido con lo que estaba obligado en defensíi
de mi ciudad y vasallos; no puedo más, y pues vengo por fuerza y
preso ante tu persona y poder, haz de mí lo que te plazca (y poniendo
mano en el puñal que Cortés llevaba al cinto añadió): Toma luego
este puñal y mátame con él.»
Cortés honró al prisionero, á la reina Tecuichpo hija de Moctezuma,
y á los nobles que con él se entregaron, con la cortesanía que admiraban
en él amigos y enemigos. a
El asedió de la ciudad había durado 75 días.
La ambición del oro y la sed de riquezas, empañaron la victoria
ganada á tanta costa.
Cuauhtemoc y el señor de Tlacopán, fueron puestos en el tormento
para obligarles á confesar en donde estaban ocultos los tesoros. ¡Nunca
rayó tan alto el heroísmo del príncipe azteca; su rostro permaneció
sereno ínterin le quemaban los pies y las manos!
El infeliz Tetlepanquetzaltzín , agobiado por el dolor tornó los ojos
á su rey como suplicándole gracia y licencia para hacer revelaciones.
Cuauhtemoc, mirándole severamente, dijo: «¿Estoy yo en algún deleite ó
baño?» 3 El noble azteca se resignó á sufrir y murió en el tormento.
El héroe legendario , el patriota sublime vegetó prisionero desde
el 13 de agosto de 1521, día de la toma de Méjico, hasta 1525, es decir,
cuatro años, después de haberse reducido á escombros el imperio azteca.
En aquella época salió Cortés para las Hibueras, llevando consigo
á Cuauhtemoc, al rey de Tacuba y á otros nobles, temiendo que en
su ausencia promovieran una revuelta, pues á pesar del trascurso del
tiempo y del aislamiento en que vivía no había decaído el prestigio
del valeroso emperador ni el respeto y amor que le profesaban sus
vasallos, ni en él, la grandiosa idea de redimir á la patria.
Abrigaba aún el levantado pensamiento de devolver á sus vasallos la
perdida libertad y es creible conspiraba para alcanzar tan sagrado objeto.
1 Malinche ó Malitzín.
2 Detalles copiados de Sahagún de Bernal Diez do Cortés, do Orozco y Berra, de Carbajal Espinosa y do
Gomara.
3 Algunos historiadores han alterado esta frase diciendo: «¿Estoy yo en lecho de rosas'?» poro (tomara
«Crónicas.» cree que es auténtica la citada por nosotros.
CUAUHTEMOTZIK 37
V
Un infame delator 1 puso en noticia de Cortés el combinado plan
y el riesgo que corría su vida si la conspiración estallaba. Horas
después fueron reducidos á prisión Cuauhtemoc, el rey de Tacuba y
varios nobles; nada negaron en las declaraciones: el monarca confesó
haberse ocupado de aquel particular pero sin tener pensamiento de
ponerlo en ejecución.
El caudillo azteca fué condenado á la pena de horca así como el rey
de Tacuba; los demás nobles fueron puestos en libertad. Al dirigirse de
la prisión al sitio fatal en que debían abandonar para siempre el mundo
marchaban con firme y sosegado paso. 2 Un religioso les exhortaba por
medio de la bondadosa Marina y los demás iban rezando á su lado; pronto
llegaron al sitio donde debía verificarse la ejecución. CuauhtemoC conser-
vando el valeroso espíritu que siempre le había distinguido, exclamó al
verse debajo del árbol en que iba á ser colgado: «Bien sabía yo, capitán
Malinche, que este era el fin á que me destinabas, ya que no me di la
muerte por mi propia mano cuando te apoderaste de la capital. ¿Por qué
me matas sin justicia? Dios te lo demande cuando aparezcas ante su
recto tribunal. » El señor de Tacuba dijo que consideraba como una feli-
cidad morir al lado de su emperador.
Poco después los dos desgraciados príncipes, fueron colgados de las
robustas ramas de un frondoso ceibo que se hallaba á orillas del camino.
La noble víctima del patriotismo, el mártir de la independencia de
Anáhuac, el héroe legendario, no desmintió un instante la serenidad
de que tantas pruebas había dado.
La digna altivez de aquella gran figura de la historia de América , lo
acompañó hasta el sepulcro. 3
Los pueblos de Anáhuac quedaron sometidos al conquistador y la
noble raza azteca dominada y sierva.
1 Mexicaltziii.
3 Bemal Díaz del Castillo. «
3 La ejecución se efectuó en el carnaval de 1525, ó- según Herrera en los principios de la cuaresma. El
lugar fué Izancanac provincia de Acala.
EL INCA ATAUHALPA
ara presentar en la escena pública personajes
y acontecimientos de la antigua América , es
preciso identificarse con aquella época que
entre brumas aun no se destaca con la preci-
sión que al historiador fuera necesaria pues el
fanatismo, las preocupaciones, el continuo gue-
rrear y la falta de previsión han hecho desapa-
recer documentos y datos que hoy serían de
incalculable valor.
Multitud de curiosas tradiciones prestan alguna luz
para la historia y ayudadas por escasos documentos que
por casualidad se han (salvado de la general destrucción, pue-
den guiar por el enmarañado laberinto de edades anteriores al
descubrimiento y á la conquista, aun cuando fueran muy cercanas á
estos dos maravillosos hechos y se enlazaran con la llegada de los
conquistadores.
r
Estos se deslumhraron con aquellos palacios en donde brillaban los
metales más preciosos y seducían las telas más delicadas y ricas; con
aquellos templos que cubiertos de oro servían de asilo á las escogidas y
hermosas criaturas destinadas al culto del sol ó al tálamo del poderoso
inca; los manantiales murmuraban cayendo en fuentes de oro; las grandes
pirhuas i recibían las cuantiosas ofrendas; las anchas fajas del preciado
1 Orones.
EL INCA ATAHUALPA
EL INCA ATAHUALPA 39
metal se extendían por techos y paredes y aquel templo de Coricancha
reluciente como una ascua de oro engarzada en guirnaldas y en fes-
tones de extrañas flores, de árboles colosales, de góticas portadas de
follaje, con todas las galas de la riqueza, con todos los dones de la madre
tierra, con toda la poesía de lo desconocido
Y no pudo menos de maravillar á los rudos y audaces conquistado-
res el encuentro de canales y prodigiosos caminos de leguas y leguas
como el del Cuzco á Quito i y fortalezas - como la de Sacsahuaman que
parecía construida por titanes: los gigantestos acueductos, las precio-
sas quintas encerradas en selvas de rica vegetación , los sólidos rumi-
chaca ó puentes de piedra taladrada y tantas maravillas que superaban
á las del remoto Oriente y tenían singular aspecto.
II
Causan asombro las sabias leyes de los incas, la administración de
países tan dilatados; el noble apoyo á los menesterosos; la caridad, el
espíritu de protección mutua fomentada por la especial y benéfica forma
político-administrativa .
Holgábanse los aventureros con tantos esplendores y a pesar de la
ambición del oro y de la codicia que en su pecho despertaba las inespe-
radas riquezas, ofrendaron su admiración en el altar de aquella magnifi-
cencia, de aquellos verjeles, de aquel cielo y de aquel sol padre de los
incas.
Uno de los soberanos más poderosos y que elevó el imperio á la
mayor altura fué Huainacapac el Grande, quien ambicioso de extender
sus dominios llevó sus armas triunfantes hasta el corazón del reino de
Quito y en la gran llanura de Hatum Taqui, obtuvo la victoria en san-
griento combate que fué tumba del scyri 3 Cacha XV, último rey de
Quito .
Y cuenta el P. Velasco que en el inmenso llano hubo desde ese día
1 500 leguas que A cada 2 millas tenían casa de postas llamadas Chasqui Huasi.
2 Una de las obras más maravillosas de las incas: dicen los historiadores que trabajaron para su construc-
ción 20,000 obreros por espacio de más de 50 años.
* Rey.— Señor de todos.
40 AMEKICAXOS CÉLEBKKS
más de 12,000 tulas ' de forma cónica según la costumbre de los caras,
pues á tanto subieron los muertos del ejército real.
Derrotados los quiteños y poseídos de religioso respeto á la vista del
cadáver de su rey, tuvieron el generoso impulso y la energía de procla-
mar por su reina á Pacha, hija única del monarca en el propio campo de
batalla y á la vista del vencedor.
Dan cuenta las antiguas crónicas, de la singular belleza , gracia y
juventud que adornaban á la scyri Pacha y que siendo el inca de
carácter apasionado y rendido admirador de la mujer cedió á la seduc-
ción que ejercieron sobre él los atractivos de la princesa, confundiéndose
á la vez con su naciente pasión, hábil cálculo político, pues que su casa-
miento con la heredera de los scyris, le otorgaba por la ley el derecho
de reinar con ella y daba por consecuencia pacífica solución á sus planes
y á su ambición de conquistador.
Todos los actos del inca se encaminaron desde aquel momento al
buen éxito de su propósito.
La reina de Quito, se encontraba en circunstancias especialísimas: la
muerte de su padre y de sus principales defensores, los triunfos de
Huaina Capac y su débil condición de mujer, la ponían en manos del
vencedor y éste era arbitro de su suerte y de su reino. Tan poderosa
causa y tal vez secreta inclinación al inca , pues según los historiadores
era gallardo y de arrogante presencia, influyeron para que consintiera
en compartir su autoridad real con el soberano del Perú.
Cesaron el luto y la consternación ; las lágrimas que se derramaban
por el rey Cacha se enjugaron y no pensó el pueblo en otra cosa , sino en
festejar á su reina por la elección de esposo.
Huaina Capac, cediendo á la influencia de la hermosa Pacha ó por
halagar á sus nuevos subditos manifestó su aprobación por la entusiasta
actitud del puebloy por aquellas demostraciones, y el día de su casamiento
puso en el ¡lauto 2 la simbólica esmeralda insignia de los scyris de Quito.
De este amor y de aquel matrimonio nació el príncipe Atahualpa. ;!
1 Tumbas.
2 Especie de corona imperial.
3 Huaina Capac estuvo casado dos ó tres veces , esto ha dado lugar á que algunos historiadores hayan
considerado como ilegítimo su enlace con Pacha y le den el nombre de concubina pero Fray Marcos de Niza'
Bravo Saravia, Gomara y otros lo consideran legitimo, tenía ya Huaina Capac heredero para el imperio en
Huáscar (cadena) llamado así por una de or^jue, según la tradición, mandó hacer el inca para celebrar el nata-
licio del heredero y que mas tarde arrojaron los indios on el lago Titicaca para salvarla de los españoles.
EL INCA ATAHUALPA 41
III
La infancia y juventud de Atahualpa, hijo predilecto del inca, fué
tan dichosa y tranquila .como agitados é infaustos los últimos años de
su vida.
Aseguran antiguos historiadores que tenía talento, singular viveza
y penetración; dignidad sin orgullo, majestuosa y noble presencia y
habilidad suma en la carrera , en la lucha y en la caza ; era de estatura
mediana, cara aguileña, con hermosos ojos negros vivos y expresivos;
descollaba el príncipe por sus estudios en las artes, ciencias y astrología
y las bellas condiciones de su carácter afable y conciliador, le conquis-
taban el corazón de sus vasallos y el aplauso de todos.
La muerte de Huaina Capac ocurrida en diciembre de 1525 ' fué la
primera nube en el cielo de su vida; contaba entonces 37 años.
La gloria y la sabuduría del soberano le habían hecho tan querido
que más de i, 000 personas se sacrificaron para estar á su Jado y servirle
más allá de la tumba.
Por su testamento, legaba el reino de Quito al inca Atahualpa como
sucesor de los scyris y el rico imperio del Perú al hijo primogénito
Huáscar, quien al coronarse recibió la borla encarnada insignia de los
incas así como Atahualpa la esmeralda.
IV
Durante cuatro años nada alteró la paz de su reinado, pero había
llegado el momento de la ruina de los incas y de su destrucción.
Las discordias civiles estallaron y el rencor de Huáscar por la divi-
sión del imperio, largo tiempo contenido, se manifestó contra el bástanlo
como llamaban los hijos de las coyas 2 al rey de Quito.
1 Según el P. Velasco.
1 Princesas.
42 AMERICANOS CÉLEBRES
La provincia de Cañar , fué el pretexto para aquella guerra fratricida
la cual abría las puertas y daba mayor probabilidad de triunfo á los
extranjeros que según noticias, se habían presentado en algunos puntos
de la costa conducidos por grandes huampüs.. 1
Ambos monarcas se disputaban la posesión del territorio Cañar,
tomado al Perú por los scyris hacía largo tiempo.
Atahualpa era valiente, y no queriendo desmembrar nada de los
dominios que como á hijo de Pacha le pertenecían fió el triunfo de su
suerte á las armas. Estas al principio le fueron contrarias en Turne-
bamba , en donde cayó prisionero del general Yupamqui ínterin su ejér-
cito perecía ó se desbandaba huyendo de los vencedores.
El inca no se abatió ; los soldados rendidos por el cansancio ó por la
embriaguez descuidaron la guarda que se les había, encomendado y el
rey de Quito logró evadirse y llegar á su capital sin riesgo.
El odio creció entre los dos monarcas y el deseo de vengar el desas-
tre de Tumebamba, prestó nuevo brío á los quiteños aumentando su con-
fianza con la adhesión de generales veteranos compañeros de armas de
Huaina Capac.
La victoria de Ambato, aterró á los partidarios de Huáscar pues el
triunfante Atahualpa llevó todo á sangre y fuego y no perdonó á los
infelices cañares ni á uno solo de los vencidos.
Entretanto sus generales Quisquís y Chalcuchima, ganaban terreno en
el Norte del Perú, y llevaban ya el ejército hasta Quipaypán muy inme-
diato al Cuzco en donde empeñaron el combate decisivo de la guerra.
Las tropas de Huáscar , fueron completamente derrotadas cayendo el
inca en poder de Chalcuchima y pereciendo en el campo más de 30,000
combatientes del ejército peruano.
Tan señalado triunfo colmó de alegría al rey de Quito que á la sazón
se encontraba en Cajamarca, curándose una herida recibida en la Puna.
Inmediatamente ordenó á los generales se apoderasen del Cuzco y
demás capitales mudando guarniciones y gobernadores en aquellas que
sin apelar á la fuerza se rindiesen, pero castigando sin piedad á los pue-
blos que no se sometieran á su poder.
Desde el triunfo de Paypán se consideró Atahualpa como señor del
Perú y añadió á su corona, en abril de 1532, la borla carmesí.
1 Naves.
EL INCA ATAHUALPA 43
El inca Huáscar, había sido conducido á una fortaleza en la provin-
cia de Jauja en la cual, estaba cuidadosamente vigilado y en donde per-
maneció durante nueve meses sin que aceptase la mitad del imperio del
Perú que su hermano le cedió, puesto que ya de hecho era Atahualpa el
soberano.
V
Ocupado Atahualpa en la contienda provocada por su hermano, no
había dado importancia á la llegada de los extranjeros á Tumbez aun
cuando Pizarro, sabedor de las desavenencias y lucha civil y pensando
utilizarlas provechosamente para la conquista , le envió seiscientos pri-
sioneros tomados á los indios en uno de los encuentros , ofreciéndole á la
vez su ayuda para combatir á Huáscar.
El inca, continuó de triunfo en triunfo en la campaña empeñada con-
tra su hermano sin aceptar la oferta de Pizarro por creerla insignifi-
cante ó por que la restitución de los seiscientos indios le pareciese ocultar
algo extraño y sospechoso.
Había recibido noticias de que los extranjeros cometían abusos en
algunos lugares, muertes, robos y atropellos en los pueblos por donde
iban pasando; que los indígenas se quejaban y huían y estos hechos le
inspiraban desconfianza abrigando el deseo de ir á su encuentro y exter-
minarlos apenas concluyera la guerra civil.
Los ofrecimientos del conquistador Pizarro habían llegado hasta el
Cuzco, y Huáscar, envió una embajada al audaz extranjero portadora de
grandes regalos y encargada de solicitar el apoyo y la amistad del con-
quistador en contra del usurpador.
Atahualpa estaba en Cajamarca, y sus ejércitos marchaban victorio-
sos hacia la capital del imperio de los incas, cuando Pizarro con el
arrojo y la decisión propia de su carácter se resolvió á dirigirse al inte-
rior del país para llevar rápidamente la conquista y al efecto, empren-
dió la marcha el día 24 de septiembre de 1532.
Cien infantes y aproximadamente 70 caballos, era el total de la fuerza
que mandaba Pizarro para la conquista del grandioso imperio de los
incas.
44 AMERICANOS CÉLEBRES
Temeraria y arriesgada era la empresa , pero digna del hombre que
había soportado en la Gorgona el hambre y la desnudez, que había
luchado con los elementos y que no perdió jamás la serena firmeza ni el
indomable valor.
Asombra su audacia al internarse en país pobladísimo y desconocido
y parece imposible se efectuara la conquista con aquel cortísimo número
de hombres.
Cuando pasen los siglos, cuando se sucedan las generaciones y la
conquista de América sea un estudio como lo es hoy la historia de las
guerras del Asia y de la Grecia, aparecerán los hechos como fabulosos é
inverosímiles ó concederán á los conquistadores algo de sobrenatural y
maravilloso.
VI
Deseoso Atahualpa de atraerse la amistad de aquellos desconocidos
hijos del sol ó del mar, pues que tal origen les daba la popular opinión ,
les había enviado el inca un embajador con varios y ricos presentes.
Varios historiadores afirman y entre ellos Jerez que, al enviar el inca
su primera embajada había hecho expresar á Pizarro no siguiera ade-
lante con su gente y se retirase con ellos porque no quería recibirlos.
Gomara añade que esa intimación fué acompañada de amenazas — Historia
General — pero el P. Velasco altamente imparcial en sus juicios y refirién-
dose á Robertson — Hist. de Ame. — lib. 6, pág. 200, opina que por el con-
trario Atahualpa, le hizo por medio de su embajada ofertas de amistad
instándole para que fuese á Cajamarca.
Por otra parte si el monarca hubiera tomado la resolución que indi-
can Jerez y Gomara, no hubiera permitido que los españoles llegaran
hasta la ciudad , y hubiera enviado tropas contra ellos ó al llegar fácil-
mente podía haberlos derrotado.
La sencillez y buen proceder del inca, se manifestaron en todos sus
actos y nunca desmintió su generosa hospitalidad.
EL INCA ATAHUALPA 45
VII
El historiador tiene la facultad ó el poder de evocar el pasado, de
examinar reposadamente los acontecimientos y de investigar más allá
de la tumba.
Atahualpa no pensó jamás en ser víctima de aquel corto número de
extranjeros, y ¿cómo podía pensarlo rodeado de su victorioso ejército y
en el centro de su imperio?
Siguieron los españoles su marcha con precaución y cuidado: la
voluntad de hierro de Pizarro se oponía á toda señal de descontento, y
su carácter indómito y enérgico hacía aceptar su dominio sin mur-
murar.
Por fin llegaron al pie de la sierra y á las cabeceras de Cajamarca.
La subida de la cordillera fué penosa y larga por aquellas escabrosi-
dades, ya remontándose más allá de las nubes ó descendiendo á profun-
dos abismos; los caminos eran pendientes y á veces resbaladizos, angos-
tos desfiladeros , gargantas encerradas entre altas montañas y, por
último, la glacial puna en donde el rigor de la temperatura les causó
poderosa impresión.
De nuevo el inca mandó embajadores á Pizarro, y provisiones, y por
fin, otro enviado con numerosa comitiva y ricos regalos.
Los rigores de la cordillera , las escabrosidades del terreno y el ansia
de llegar al término tan deseado, hizo para los españoles más esplendo-
roso y bello el lozano verjel en donde está situada Cajamarca:
Jerez, en su obra Conquista del Perú, describe así la ciudad que iba á
ser teatro de acontecimientos de tan alta trascendencia.
«Esta es — dice — la tierra principal de este contorno, puesta al pie
de una montaña en un valle rodeado de colinas, de circuito de cuatro
millas; le pasan cerca dos bellísimos ríos, cada uno con su puente por
el cual se entra á la ciudad por dos puertas: por la una puerta, antes de
entrar á la ciudad hay un gran palacio rodeado de muros á uso de tem-
plo y en su gran patio ó plaza están puestos varios árboles que hacen
sombra. A este palacio llaman la casa del sol al cual adoran y antes de
entrar se descalzan. Dentro de la ciudad hay cerca de dos mil casas dis-
tinguidas y todas sus calles tiradas á cordel, con muros de piedra fuer-
46 AMERICANO* CÉLEBRES
te, bien distribuidas por dentro y con bellísimas fuentes. En medio está
la plaza , mejor que algunas de España , toda cerrada en contorno y
dominada de una fortaleza de piedra con una escala por la cual se
comunica á la plaza. En el frontis de la plaza está el palacio del señor
Atahualpa , mucho mejor que todos los otros , con jardines y magníficos
portales donde él estaba todo el día; sus habitaciones son todas pintadas
de diversos colores y entre otras una de color rojo como el bermellón.
En uno de sus pórticos hay dos grandes fuentes adornadas con planchas
de oro y en una de ellas sale por un cañón el agua hirviendo y por otro
la fría, conducidas ambas de la vecina montaña.»
Cuando llegaron los españoles , estaba el inca descuidado y tranquilo
en los baños, como á tres millas de la ciudad, y ésta sin guarnición; dio
fácil hospedaje á los conquistadores en el gran Tambo x real que á la
entrada se encontraba.
El ejército del inca se extendía en más de una legua en torno de la
casa de campo que ocupaba el soberano, y éste, rodeado de la familia
real y de toda su corte, recibió al capitán Soto enviado por Pizarro
para anunciar su llegada , en un trono portátil y luciendo en sn frente
la mascaipacha , una de las insignias de su rango.
La serena majestad de Atahualpa, no se desmintió durante la entre-
vista y ni aun se alteró su gravedad cuando Soto, haciendo caracolear á
su caballo lo acercó tanto al inca, que la espuma de la boca del bruto
salpicó su rostro.
Sin levantar la vista, escuchó el mensaje, autorizando á uno de los
nobles para contestar : Árí — Bien está ; — y sólo al acercarse Hernando
de Pizarro, hermano del conquistador, depuso la reserva al saber quién
era y le dirigió la palabra, con amable deferencia, haciendo movimiento
como para levantarse y saludarlo.
Fray Marcos de Niza, Garcilaso de la Vega y otros historiadores,
hacen mención de las palabras de Atahualpa dirigidas á los nobles :
« Veis vosotros como él traje, la figura, el color, la barba y todas las
demás señales de estos forasteros son las mismas que de nuestro Dios, Vira-
cocha, y tales cuales nuestro antecesor Y aguar -qn a cae quiso que fuesen repre-
sentados en una estatua de piedra.y> 2
1 Hostería Real .
a Se asegura existía una predicción del inca Viracor-li a, que anunciaba la ruina del imperio cuando apa-
recieran extranjeros de color blanco y barba poblada.
Bli INCA ATAHUALPA 17
VIII
El historiador Sebastián Lorente , dice : « Al saber quién le hablaba y
movido por la cortesanía de Hernando, alzó el inca la vista, y mirándole
con grata sonrisa, le dijo entre otras cosas: Maizavilca, un capitán mío,
me ha avisado que sois mala gente y no buena para la guerra, y que ha
muerto á tres de vosotros y á un caballo; quiero con todo ser amigo
vuestro é iré á verme mañana con vuestro hermano el general.» — «Mai-
zavilca ha mentido — replicó Hernando con la arrogancia que le era
natural y tal vez exagerada de intento. — Los indios de San Miguel, son
como mujeres y un solo caballo basta para sujetar todo aquel valle. Ya
conoceréis quienes somos cuando nos veáis pelear. Mi hermano os quiere
mucho; decidnos si tenéis algún enemigo, que él lo sujetará. » — «Cuatro
jornadas de aquí — dijo el inca — están unos indios muy bravos con quie-
nes yo no puedo; allí podéis ir á ayudar á mi gente.» — «Diez de á
caballo enviará mi hermano, — contestó Hernando — y bastarán para
sujetar toda la tierra; tus indios no son menester sino para buscar á los
que se escondan». i
Atahualpa obsequió á sus huéspedes con licores y chicha servidos por
las coyas, en rica vajilla de oro, y los españoles regresaron al tambo
maravillados de la riqueza y fausto de la corte y no exentos de temor,
por el numeroso ejército acampado en las cercanías.
No había dejado de asombrar á los indios la ligereza y fuerza de los
caballos , y aun se dice huyeron algunos cuando Soto, llegó á visitar al
inca; pero la verdades, que sentían como presentimiento de una des-
gracia, porque siempre superticiosos, daban importancia suma á los
trastornos de la naturaleza , y ésta se había manifestado rebelde para
los españoles, ocultando sus rayos el sol y destacándose fuerte borrasca
el día de su arribo á .Cajamarca, llegando á tanto la inquietud de los
indios que manifestaron sus temores al inca.
Procuró el monarca tranquilizarlos; con su clara inteligencia les
hizo comprender que no eran seres sobrenaturales, y que los caballos,
1 Sebastian Lorente, Conquista del Perú.
48 AMERICANOS CÉLEBRES
eran animales propios de su país como en el Perú lo eran las llamas ó
los guanacos.
Sin embargo y .después de haber hecho plegarias y ofrendas á sus
dioses, ordenó que sus tropas le acompañaran á la visita que al día
siguiente — 16 de noviembre de 1532 — pensaba hacer al jefe extranjero,
tal vez más que por temor por ostentación de su poder.
Toda la carrera se cubrió de lucidos escuadrones perfectamente ves-
tidos, y después por el centro se puso en marcha la lujosa comitiva del
inca; delante y quitando las piedrecillas del camino iban trescientos
indios.
Más- lejos, seguía la nobleza con ricos trajes, y en medio de ella Ata-
hualpa en hombros de ochenta nobles subditos, en preciosa litera cha-
peada de oro y plata sentado en almohadón de alpaca bordado con
piedras de gran valor.
El traje imperial riquísimo, la corona en su cabeza y el collar de
esmeraldas gruesas y de pureza sin par, le prestaban majestuosa digni-
dad y soberbia grandeza.
Como á mil varas de Cajamarca se detuvo el inca. ¿Le advirtió su
corazón el peligro? ¿su razón y claro entendimiento le aconsejaban
mayor cautela y despertaban en su pecho la desconfianza? quién sabe
cuáles fueron los pensamientos del monarca al enviar el mensaje á Piza-
rro y aplazar su entrevista para la mañana siguiente.
Pero el conquistador instó, y reflexionando el inca que eran pocos,
que nada podía temer de ellos, abandonó su primer pensamiento, con-
testando que continuaba para Cajamarca sin más acompañamiento que
su vanguardia y ésta sin armas.
Aseguran algunas crónicas que á pesar de esta orden varios soldados
llevaban mazas y hondas, y dice Velasco, y Lorente lo repite, que el
general Rumiñahui se había apostado con 5,000 hombres por el lado del
cumbé para cortar la retirada á los blancos en el caso en que pensaran
en huir.
i:r> INCA ATAHUALPA 40
IX
Acompañado por sus nobles, por gran número de criados y unos 4 á
6 mil hombres y conducido en su áureo trono portátil, entró el inca en
la plaza de Cajamarca , desierta á la sazón , y cuando ya el sol en su
ocaso lanzaba los postreros fulgores.
La comitiva formó un extenso círculo, y el soberano quedó en el cen-
tro atónito é inquieto tal vez, porque no veía salir á su encuentro á nin-
guno de aquellos extranjeros.
Pero aumentó su asombro al ver adelantarse hacia él á Fray Vicente
Valverde acompañado por el intérprete Felipillo, y aseguran que al
llegar al trono, saludó al inca y lo bendijo con un Cristo haciendo la
señal de la cruz; Atahualpa entonces se volvió á los suyos diciendo con
ingenua sencillez: «estas (/entes son mensajeros do los dioses, guardaos de
hacerles daño ».
El fraile dominico se dirigió al inca y pronunció larguísima arenga
mal traducida por FelipiUo, y en la cual se trataba de imponerle en los
misterios del verbo y ordenarle que él y los suyos se sometieran al Rey
de España, de quien era Pizarro representante y abrazaran la religión
católica .
Pero al escuchar el discurso del fraile dominico, por intuición adivinó
el inca, si bien confusamente, el propósito de aquellos extranjeros.
Era de regia estirpe y no podía aceptar religión para él desconocida,
ni el vasallaje suyo y el de su imperio á otro soberano que precisamente
pensaba, no podía ser tan poderoso como él.
Decía el P. Valverde, que el Papa, había dado aquel país al rey de
España para conseguir nuevos servidores y adictos á la religión del Cru-
cificado y salvar á infieles.
Y ¿quién era el Papa, decía Atahualpa con verdadera lógica, para
ceder lo que no era suyo? ¿cómo disponía á su antojo del A^astísimo
imperio de los Incas, es decir, de dominios inmensos, pueblos numero-
sos , riquezas heredadas de sus mayores?
Sofocaba al inca la indignación por tal desacato, y cuando el fraile
50 AMERICANOS CÉLEBRKS
dominico le presentó el breviario diciéndole era el sagrado libro de la
religión católica, le tomó, le aplicó al oído, le hojeó y arrojándolo con
despecho, dijo 1 «esto nada me dice; no me iré sin que me deis satisfacción de
vuestros ultrajes».
Al arma, al arma, exclamó el P. Valverde; venganza, cristianos; este
perro desprecia la religión de Jesucristo y arroja los evangelios.
Atahualpa puesto en pie hablaba con los suyos, notándose entre las
masas de los indios sorda agitación.
El invasor dio la señal, se disparó el primer tiro, salieron los caba-
llos á galope con sonajas y cascabeles para aumentar el ruido y la
Confusión; las descargas de artillería sucedieron á los toques de trom-
peta , y los indios aterrados por el estruendo, huían sin encontrar salva-
ción, pues aun cuando lograron derribar en crecido número una tapia
de la plaza y salir por ella, los caballos siguieron á galope, y pocos fue-
ron los que en las angostas gargantas ó en los empinados cerros, pudie-
ron quedar con vida protegidos por la oscuridad de la noche.
La carnicería fué espantosa. Atahualpa había visto caer á su lado á
sus más fieles defensores que sostenían el venerado trono; las espadas
atravesaban los pechos de los nobles sin resistencia; morían por el inca
sin defenderse , sin combate como los mártires en vasto circo morían en
las garras de las fieras.
Un soldado intentaba herir al inca, cuando Pizarro con resuelto ade-
mán gritó: «Nadie toque al indio so pena de la vida», y protegiéndolo
con su brazo y ayudado por sus rodeleros le bajó de las andas y le hizo
prisionero.
X
Nadie acudió en su auxilio; el suelo estaba sembrado de cadáveres, y
aseguran los historiadores que Rumiñahui , al escuchar el estampido de
la artillería en vez de correr al socorro del monarca salió para Quito
con los 5,000 hombres.
La prisión del desventurado príncipe, aseguró la conquista del Perú,
y facilitó á Pizarro la posesión de aquellas fabulosas riquezas ambicio-
EL INCA ATAHUALPA 51
nadas. Cromara afirma que sólo la vajilla del inca pesó 100,000 ducados
de oro. 4
En esa infausta noche, empezó la servidumbre de los infelices indíge-
nas, y cuéntase que cenando el inca con Pizarro y hablando de la derro-
ta , dijo : « usos son de la guerra vencer y ser vencido , » y admiró la des-
treza de los invasores no haciendo ni alusión á la perfidia ni al engaño
de que había sido víctima. 2 Lo grandioso de los descubrimientos, la
gloria de-la conquista del Perú se oscureció con la crueldad que los con-
quistadores usaron con Atahualpa.
El inca Huáscar, fué otra de las víctimas sacrificadas á consecuencia
de aquella funesta jornada.
Atahualpa temió más tarde una alianza de Pizarro con su hermano,
y para evitarlo, trasmitió la orden de asesinarlo, y el infeliz y destro-
nado soberano fué ahogado por Chalcuchima en el río Jauja según unos,
y según otros en la prisión.
XI
Holgábanse los españoles con el resultado de la trama urdida y más
aun con la oferta del infeliz monarca. Consistía ésta, en pagar su rescate
cubriendo de oro un aposento hasta la altura que señalaba con su
brazo.
Tal riqueza deslumhró á los invasores y aceptado el ofrecimiento,
corrieron una línea roja para señal hasta donde el inca podía alcanzar
con su mano. :5
Las distancias eran inmensas, el tiempo largo para la ansiedad del
inca y la codicia de sus vencedores; por lo que las órdenes fueron trans-
mitidas en todas direcciones apremiando Atahualpa á sus vasallos para
.que, reunieran los tesoros que debían restituirle la libertad.
El capitán Soto y Hernando Pizarro, salieron comisionados para
recoger el fabuloso rescate comprendiendo entonces cuan grande era la
1 El ducado de oro equivalía A 4 posos fuertes.
2 Lorente. Conquista del Perú.
3 Es la versión más general, aun cuando algunos aseguran ora basta la altura que tocaba con un bastón.
52 AMERICANOS CÉLEBRES
veneración y el amor por el Soberano pues por todas partes en el dila-
tado imperio, recibían honores, agasajos y muestras de la buena fe del
inca.
Las riquezas acumuladas fueron tantas (pie, conducidas á Oajamarca
y hechas las particiones debió pareeerles á los aventureros algo increí-
ble, algo que sobrepujaba á cuanto la ambición pudiera haber soñado.
Entretanto el inca sufría el cautiverio con digna resignación y
jamás desmintió cu su comportamiento su elevado rango, su nobleza,
su regia altivez; la generosidad de que había dado tantas muestras, le
hacían cada día más temido para los conquistadores, pues su prestigio
crecido aún con el infortunio, podía hacer brotar ejércitos cuando estu-
viera en libertad é inutilizar los esfuerzos y buen éxito para la con-
quista.
Estas reflexiones se acumulaban á la mente de Pizarro y la causa de
Atahualpa, no podía ni prolongarse más ni decidirse favorablemente
para el inca.
Poderosos intereses pugnaban en contra del infeliz preso y hasta el
miserable Felipillo [ atizaba el fuego del odio y de la desconfianza
haciendo creer á Pizarro y á los españoles que los indios se armaban en
son de guerra para libertarlo y que juraban aniquilarlos, añadiendo que
el general Chalcuchima de acuerdo con el monarca exhortaba á los pue-
blos para la rebelión.
Sólo tenía Atahualpa dos auxiliares, dos caballerescos defensores y
aquéllos también se alejaban abandonándole indefenso en manos de sus
terribles adversarios: eran Hernando Pizarro y el capitán Soto.
El primero salía para España, portador del oro para el rey y de las
portentosas noticias de la conquista del Perú y el segundo mandando una
expedición al interior para averiguar si los rumores de revueltas eran
ciertos ó más bien, con este pretexto, para alejarle del inca á quien siem-
pre protegía y defendía.
Comprendía Atahualpa que estaba en grave riesgo y que el generoso
sacrificio de sus vasallos y el raudal de oro entregado, no le devolvería
su libertad ni tal vez salvaría su vida.
Un día los rumores de conspiración tomaron mayor altura y Pizarro
reconvino al prisionero:
1 Intérprete indio. Se da, por cierto que, enamorado ciegamente de vina Coya, temió que, sabedor el inca
de aquella audacia, lo castigara severamente si llegaba á obtener su libertad.
EL INCA ATAHUALPA 53
«¿Qué traición es ésta que me tienes armada, habiéndote v<> hecho
honrar como si fueras mi hermano y habiéndome nado de tus pala-
bras?»
Con rostro sereno y risueño le contestó Atahualpa:
«¿Burlaste conmigo? Siempre me hablas cosas de chanza. ¿Qué parte
somos yo y toda mi gente para enojar á tan valientes hombres como sois
Aosotros? No me digas esas burlas».
En aquella contestación vio Pizarro corroboradas sus sospechas ó
quiso hacerlo creer así, y recargó la vigilancia y el rigor contra el infe-
liz cautivo.
¿Será posible que influyera también en el ánimo de Pizarro y según
aseguran varios historiadores, la humillación sufrida delante del inca?
Hé aquí el suceso: Habiéndose admirado Atahualpa de la lectura y
escritura, ciencia que poseían los europeos y (pie éstos le aseguraban
aprendían en la infancia, deseoso de saber si era verdad, pidió le escri-
bieran en una uña la palabra Dios y la mostró á cuantos en su aposento
entraban convenciéndose de que la conocían y leían sin vacilación; entró
Pizarro y á su vez le enseñó la palabra escrita, pero nadie ignora que la
educación del conquistador había sido muy descuidada , por lo que con-
testó resentido en su amor propio y avergonzado que no lo entendía, y.
el inca le tuvo desde entonces en menos que á sus soldados, pues que
estos le superaban en sabiduría.
XII
Dos extrañas causas influyeron en el ánimo de Atahualpa convencién-
dole de que estaba perdido.
Diestro el inca en la astrología pidió y obtuvo licencia para observar
un meteoro que decían los españoles había aparecido en el cielo, mas al
fijarse en él, manifestó profunda impresión y desaliento; aquel extraño
fuego brilló en el cielo algunos días antes de la muerte de Huaina-Ca-
pac: el inca desde este instante no pudo dudar de que su muerte se
acercaba .
54 AMERICANOS CÉLEBRES
Efectivamente, Pizarro, fuera por instigaciones fanáticas del P. Val-
verde ó por propia convicción y conveniencia, pues quería llevar á
cabo la conquista, sin trabas ni dificultades y. aguijoneado por los que
pedían la cabeza del infortunado peruano, pretextando peligros y cons-
piraciones, nombró un Tribunal para entender en la causa y lo formó
de este modo:
Dos jueces, que fueron Pizarro y Almagro; tres procuradores; dos
letrados, fiscal, escribano y defensor; diez testigos, siete del servicio
español y tres extraños.
El inca fué acusado de ser hijo ilegítimo, de haber usurpado el impe-
rio; de si había hecho asesinar al inca Huáscar; qué religión profesaba;
si tenía concubinas y entre ellas hermanas y la acusación más capital si
había levantado tropas contra los españoles.
Hubo indios á quienes no .espantaron las amenazas y dijeron no
á todos los cargos; hubo otros más resueltos que no quisieron con-
testar.
El injusto y antipatriótico tribunal condenó á Atahualpa á ser que-
mado vivo: ¡qué horror! ¡cuánta afrenta para España! ¡qué borrón en
aquella brillante epopeya de la conquista!
No faltaron sin embargo leales é hidalgos pechos españoles, que lanza-
ron un grito de indignación y defendieron al desventurado Soberano; les
parecía monstruosa aquella sentencia, considerándola como negra, man-
cha en las limpias páginas de la historia de España.
Aquel asesinato era repugnante, inicuo tratándose de un hombre que
no sólo había sido benéfico y generoso para los invasores, sino sobre
quien ningún derecho podían tener los conquistadores.
El augusto cautivo no podía ni debía ser acusado por polígamo, ni
por idólatra, pues las leyes de su país le autorizaban á lo primero y á lo
segundo.
Las contiendas y desenlace de la guerra con Huáscar, no entraba en el
dominio de extranjeros recién llegados al Perú, y de las conspiraciones y
la leva de tropas contra los españoles, no había sido posible adquirir prue-
ba convincente.
Pero la muerte estaba decretada; todos los medios eran buenos para
llegar al fin y Pizarro, aquel hombre audaz y valeroso que en la Gór-
gona había sido tan grande y heroico, fué pequeño, ingrato é injusto, y
arrastrado tal vez á su pesar por otras poderosas individualidades firmó
EL ESrCA A TAHUALPA 55
tan deshonrosa sentencia, contraria á toda ley, á todo deber humani-
tario y leal.
Con razón exclamó Atahualpa dirigiéndose á Pizarro al saber el fallo:
-¿qué he hecho yo para merecer tal sentencia? ¿Debía esperar esto de tí
con quien he repartido mis tesoros , que no has encontrado en mi pueblo
sino amistad y veneración, y no has recibido de mí sino beneficios? Si
me dejáis con vida , yo os respondo por la de todos los españoles y reu-
niré doble rescate del que os he pagado».
Cumple á la misión histórica, poner claros los hechos y con imparcial
criterio juzgarlos.
XIII
La noble dignidad del inca recobró su imperio; firme y altivo aguardó
la muerte y en la noche del 29 de Agosto de 153o salió para el patíbulo
á pie y con grillos.
Ya sobre los haces de leña de la hoguera le protestó el P. Valverde y
le aseguró Pizarro, que si moría cristiano le conmutaría la pena del fuego
por lamínenos terrible del garrote , y con esa seguridad aceptó el bautismo
con el nombre de Juan, pues era aquel día el evangelista (1).
El sin ventura , suplicó al conquistador Pizarro que se doliera de sus
hijos y los tomara bajo su protección y que deseaba descansara su cuerpo
en la tumba de sus antepasados maternos en Quito
El P. Velasco dice refiriéndose á Gomara, que Atahualpa recomendó á
los suyos que después que los cristianos le sepultaran con sus ritos y
ceremonias, sacasen su cuerpo y embalsamado según costumbre lo lleva-
ran á depositar en el sepulcro de los reyes de Quito.
Aseguran los mismos historiadores, que Pizarro mandó hacer los
funerales con gran pompa y los indios en número de dos mil sacaron
después el cadáver de su último Soberano, le embalsamaron y conduje-
(1; Eu los archivos de Quito se han 'encontrado dos interesantes documentos; el l.u expresa haberse bauti-
zado Atahualpa con el nombre de Francisco, tal vez en momentos tan supremos fué Pizarro su padrino («Apun-
tes para la historia do Quito» por D. Pablo Herrera). El 2." (loeumento so refiere á pensiones otorgadas á uri.
hijo de Atahualpa llamado también Francisco.
56 AMERICANOS CÉLEBRES
ron con cantos lúgubres y tristísimos lamentos por el espacio de 250
leguas hasta la ciudad de Quito 1
El inca Atahualpa, fué el último Soberano de aquel poderoso imperio
extendido desde Pasto hasta Chile y con su muerte empezó el tristísimo
calvario de su raza. Aun hoy los indios invocan su nombre con respeto,
aun hoy la tradición conserva su recuerdo entre los humillados hijos
del sol.
1 Vki.am <>. — ERstofia antiguo ñe Quito.
SIMÓN BOLIVAE
SIMÓN BOLÍVAR
/ Libertad ú la. patria de tus Incas!
¡ Libertad de Colón al hemisferio !
Lauro al Libertador del Cusco antiguo;
Las vírgenes preciadas
Libres del afrentoso cautiverio,
Himnos de triunfo entonan á Bolívar;
Los pueblos que feliz libra y aduna .
Manco J nuevo le llaman
Y con ardiente gratitud le aclaman
El (/en/o de la atierra y la fortuna.
■i. M. Hekedia (cubano).
■S¿ Botica r muere sin haberse ceñido una corona, será en los siglo»
venideros una figura, singular. En lo pasado no tiene semejante, porque
Washington, no tuvo nunca en sus manos, en las colonias británicas del
Norte, el poder que Bolívar ha. asumido entre los pueblos y desiertos
de la América del Sur.
Benjamín Ookstaht.
Bolívar, la figura, más grandiosa de la independencia americana ,
será también en venideros siglos la más deslumbradora en la historia
universal. Honrado como Washington, inspirado como éste en el fuego
santo de la libertad, guerrero cual Alejandro, desinteresado patricio,
fué grande en el apogeo de su gloria y nías grande aun y más sublime
én el infortunio.
Bakoxeka DK WUjOOK.
xiste un pueblo heroico, noble, audaz, encerrado
entre pintorescas montañas, esparcido en lozanos
valles , cobijado por un cielo siempre radiante y
azul.
Vistosos y poéticos caseríos ediñcados al pie
de los riscos, chozas arrulladas por las ondas del mar,
cabanas construidas entre breñas , civilizadas é indus-
triosas poblaciones, dan albergue á ese pueblo que desde
las edades más remotas toma parte en universales luchas,
pertenece á la historia de los siglos y se conserva puro y
sin mezcla entre los pobladores del Nuevo Mundo.
El pueblo vascongado cuenta con preclaros descendientes en el
mundo de Colón, con ilustres vastagos de los indomables cántabros,
que en la gloriosa epopeya de la independencia americana conquistaron
1 Manco Capao, fundador del imperio de los Incas.
58 AMERICANOS OÉLJEBBEB
inmortal renombre y esplendorosa página en el augusto libro de la
Historia. ,
Los ascendientes del libertador Bolívar tenían su casa solariega en
el señorío de Vizcaya, y como por los años 1590, y en compañía del
gobernador Osorio, llegó á Venezuela D. Simón de Bolivar, el primero
de aquel noble linaje que se radicó en la ciudad de Caracas.
Enviado á España como procurador general, consiguió ventajosas
franquicias y regias mercedes, aun cuando una de ellas debía tener gran
influencia y funesto resultado para las. colonias hispano- americanas:
La autorización para introducir africanos, considerados como escla-
vos auxiliares de los indios en los trabajos agrícolas.
Esta nueva raza, este cuerpo extraño agregado y mezclado con los
diversos que poblaban el continente americano, tuvo en su origen tal
vez humanitario impulso; pero abusándose más y más cada día de aque-
lla concesión, llegó á ser taii arbitraria como cruel y mina inagota-
ble para aquellos que especulaban y explotaban aquel nuevo y triste
comercio.
Algunos de los historiadores vizcaínos , al mencionar el apellido
Bolivar, le dan origen éuskaro, añadiendo que la casa primitiva tenía
por arma una piedra de molino en campo de plata y que el nombre sig-
nifica pradera del molino.
Dice el ilustrado español D. Antonio Trueba, que la casa de Boli-
var i existía desde tiempo inmemorial y que algunos de los antepasa-
dos del Libertador, figuraron desde muy antiguo en los gobiernos de
Vizcaya y gozaron de preponderante prestigio.
Guerras y disturbios entre la sede episcopal de Armentía y los viz-
caínos, dieron por resultado recayeran los bienes confiscados.de la casa
de Bolivar, en el señorío de Vizcaya; pero la noble familia fundó nueva
casa solariega, cambiando su escudo primitivo y tomando el de alguno
de sus entronques, siendo el moderno una faja azul con panelas en
campo verde.
Añade el erudito escritor español que los labradores censuarios de los
señores de Vizcaya , que en aquella comarca eran veintitrés, fundaron á
principios del siglo x el monasterio é iglesia de Santo Tomás apóstol, y
la casa de Bolivar hizo la fundación á expensas propias.
1 Dice el Sr. Trueba os puramente latina y extraña al ouskaro, al que portenoco el apellido Bolivar.
simón bolívar 59
He creído importantes los anteriores detalles, pues que en ellos se
trata de un nombre que tan culminante y tan grande es hoy en la histo-
ria americana, causa también para que sea el primero de la época de la
independencia en esta galería de inmortales.
Los años pasan , las hazañas se despojan del manto con que el entu-
siasmo las engalanó (5 de las sombras interpuestas por la envidia para
obscurecerlas , y cada día aparece más radiante y más pura la memoria
de los hombres que las ejecutaron.
A tal altura se encuentran algunas de esas individualidades, que
sería audaz y temerario empeño analizar, juzgar su vida y pintarla con
gráfica naturalidad y brillante colorido.
La mano del más hábil artista, no ha logrado jamás reproducir en el
lienzo la esplendidez del sol.
II
Las majestuosas y elevadas cumbres del Avila coronan un deleitoso
valle, en donde alegre, pintoresca, acariciada por suaves auras, se
extiende la ciudad de Caracas.
Las mansas y cristalinas aguas del Guaire, sombreadas por altaneras
palmas reales, que en ambas orillas ondean sus frondosas ramas, fertili-
zan y refrescan ese verjel americano.
Dos gloriosos acontecimientos le dan renombre universal.
En aquel privilegiado suelo brotó la independencia sud-americana ,
y allí también el 24 de julio de 1783, diez años antes de aquel en que
el pueblo francés derribó un trono y sobre un río de sangre levantó el
altar de la libertad, nació Simón Bolivar *;
El genio de la gloria cobijó su cuna : cada paso dado en su infancia
le conducía al templo de la inmortalidad. La majestuosa pompa de la
naturaleza tropical, inspiró á su corazón de niño la admiración por todo
lo sublime, haciéndole partícipe de su grandeza.
Tal vez los secretos designios del Supremo Ser, le privaron de sus
padres en la más tierna infancia.
1 La casa on donde nació el Libertador sirve hoy de oficina para un Banco.
60 AMERICANOS CÉLEBRES
En su pecho no debía albergarse más cariño ni afecto que el amor á
la libertad.
Contaba apenas catorce años, cuando fué. enviado á España en el
navio San Ildefonso. En aquella época pertenecía Bolívar, como subte-
niente, á las milicias disciplinadas de los valles de Aragua.
Coronel de aquéllas había sido su padre D. Juan Vicente Bolívar.
Su noble linaje, su clarísima inteligencia, su gallarda apostura, le
conquistaron el favor y las simpatías.
Uno de sus tíos, que se encontraba al servicio del Rey, le prodigó
paternal cariño, esmerándose en que adquiriera brillante educación v
mayor número de conocimientos que aquellos más generales, que se
daban en fin del pasado siglo y que estuvieran á la altura de su clase y
fortuna.
Apreciador de su talento y adivinando por él brillante porvenir,
solicite) su tío se le enviase como agregado de embajada á alguna de las
capitales europeas, pero S. M. no atendió su justa pretensión.
No. ¡Bolívar estaba destinado á ser el redentor de un mundo, el
creador de naciones, el apóstol de una idea inmortal!
¡A los diez y nueve años sintió por primera vez el anhelo de amar y
ser amado!
Según consta por el siguiente documento que el general O'Leary, en
sus memorias, extracta del archivo del Libertador, pronto creó Bolívar
familia y hogar.
«Aranjiwz 15 de mayo de Í802¡
Señor Capitán General be Caracas:
Con esta fecha comunico al Capitán general de Castilla la Nueva lo
siguiente :
El Rey se ha servido conceder á 1). Simón de Bolívar y Palacio,
subteniente del batallón de Milicias disciplinadas de los Valles de
Aragua, en la provincia de Venezuela, actualmente residente en Madrid,
el permiso que ha solicitado para contraer matrimonio con D.a María
Teresa Rodríguez del Toro, previos los requisitos prevenidos del con-
sentimiento paterno y demás Reales disposiciones.
Lo traslado á V. E. de Real orden para su inteligencia.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Caballero,
SIMÓX BOLÍVAR 01
III
¡ Su ventura fué breve : la patria no admitía rivales !
Por misteriosa ley del destino estaba consagrada su existencia á una
causa noble y santa, que rechazaba otros deberes y otros afectos.
Ya de regreso en Venezuela , se ocupaba Bolívar en hacer prosperar
sus haciendas, entregado á la vida doméstica y buscando en ella solaz y
ventura.
Era capitán entonces de las milicias de Aragua; se dedicaba á ejerci-
cios militares y á perfeccionarse para la guerra , cuando terrible epide-
mia devastó Venezuela, sembrando el terror y la consternación.
El noble hogar de Bolívar perdió su alegre tranquilidad; la joven
esposa sucumbió, v el vacío y la soledad, abatieron la entereza de aquel
carácter, destinado á perpetua lucha y á sucumbir en ella.
En breve abandonó los lugares, testigos de su dicha.
Los viajes le ofrecían vasto campo, para desarrollar las ideas que ya
germinaban en su mente.
De nuevo visitó Europa , y entusiasta por las hazañas de Napo-
león/se detuvo en París y presenció el acto de la coronación del empe-
rador.
¿Qué ideas despertaría en su corazón republicano?
Desde esa época, la existencia del hombre extraordinario, que en la
historia de la emancipación americana conquistó el primer puesto, se
consagra á la patria y á la libertad.
Imposible sería seguirle paso á paso en esa prodigiosa carrera mili-
tar, que está enlazada con los hechos más memorables de la indepen-
dencia.
Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú, Bolivia, cinco naciona-
lidades creadas por el héroe y que hoy son miembros en la gran familia
de los pueblos libres, presentan la vida de Bolívar con gráfico esplendor.
62 AMERICANOS CÉLEBRES
17
En diferentes regiones del continente americano y en diversas épo-
cas se habían sofocado bien organizadas conspiraciones, si no cimenta-
das en el principio de independencia , ni en el deseo de sacudir el yugo
del coloniaje, encaminadas á reformar el sistema administrativo y á
obtener algunas franquicias que, colocaran á las vastas regiones con-
quistadas en más ventajosas condiciones é impulsaran el desarrollo del
comercio y de la industria.
La idea de libertad se despertaba, se extendía, brotaba, pero sin
forma y cual una aspiración innata en el corazón humano.
La Revolución francesa fué el rayo de luz.
El noventa y tres, la página en donde los pueblos aprendieron á ser
libres.
La invasión francesa en España , el pretexto para que las colonias
hispano americanas lanzaran el grito de independencia.
Los hombres más ilustres por su elevación de sentimientos é inteli-
gencia , anhelaban crear patria y la engalanaban con todos los adelan-
tos que la libertad podría prodigarle.
Ilustración, prestigio, preponderancia, civilizadoras instituciones y
desarrollo de su riqueza.
Cabe la gloria á Venezuela, de haber sido la primera, en aquella
nueva era que se presentaba erizada de escollos y de dificultades.
Sin embargo y á pesar de todo, como el descontento era cada vez
mayor, se hizo inevitable le evolución política de largo tiempo ambi-
cionada.
Había llegado el día para los pueblos americanos, en que por ley
natural se emancipasen de la madre patria y formaran nuevo hogar y
familia.
Caracas, tomó la iniciativa. En Quito y en el Alto Perú, habían
tenido lugar algunos trastornos en el año de 1809, pero sin resultado
alguno para la emancipación americana.
La aurora del 19 de abril de 1810 en Venezuela, extendió sus fulgo-
SIMÓN BOLÍVAR 63
res por todos los ámbitos del Nuevo Mundo y fué el cimiento de la inde-
pendencia.
En el movimiento efectuado el 19 de abril de 1810, para cambiar
radicalmente en Caracas la forma de gobierno, fué Simón Bolivar uno
de los mas entusiastas instigadores, y su juvenil energía, su impe-
tuosidad y decidido empeño por la noble causa le conquistaron prestigio
y popular admiración.
« Es un hecho histórico, — dice el ilustrado escritor venezolano Don
Ramón Azpurua, — que para tramar la revolución que comenzó con el
suceso del 19 de abril, se tenían reuniones secretas é interesantes en la
estancia del joven Simón Bolivar, á las que asistían , con él , su hermano
Juan Vicente, los Montillas, los Ribas, Toro y otros actores del gran
acontecimiento. »
Establecida la Junta suprema en aquel memorable jueves santo, obli-
gado Emparán por la actitud del pueblo y del Ayuntamiento, y más aun
desconcertado por la sagaz y oportuna iniciativa de D. José Cortés
Madariaga, ilustre chileno y canónigo á la sazón de la catedral de
Caracas, resignó el mando, y la revolución triunfó apenas iniciada.
El arresto de las autoridades españolas se llevó á cabo sin lucha,
pues que la tropa fraternizaba con el pueblo, y bien custodiadas, fueron
conducidas á la Guaira, en donde á bordo de un buque pudieran esperar
su salida para los Estados Unidos.
Con hidalga generosidad procedió la Junta independiente, abonando
sus sueldos á las destituidas autoridades y otorgándoles cuanto pudieran
necesitar para su viaje á la madre patria.
V
Al divulgarse la noticia de la atrevida evolución efectuada en Cara-
cas, las provincias vacilaron : la costumbre y el respeto á instituciones
seculares, rechazaban la libertad de acción.
En Coro, encontraron los emisarios de la Junta suprema, formal
resistencia.
Gobernadores españoles, Miyares y Ceballos, populares y estimados,
se ocuparon activamente en contrarestar el cambio político y acusando
64 .AMERICANOS OÉLEBRES
de traición á los que representaban la opinión nacional, los enviaron
presos á Puerto Rico.
Liberal y alentada por el deseo de popularizar y consolidar el nuevo
sistema de gobierno, dictaba entretanto la Junta suprema disposiciones
sabias y regeneradoras, cuales eran, la supresión de las alcabalas y
el tributo pagado por los indios, procurando á la vez atraerse las sim-
patías y amistad de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña,
Entre los comisionados enviados por la Junta á las naciones extranje-
ras, se encontraba Simón Bolivar, ya coronel, quien acompañado por
López Méndez y por D. Andrés Bello, partió para Londres, con la noble
misión de alcanzar para Venezuela la protección de Inglaterra.
Tal vez los resultados no estuvieron á la altura de sus aspiraciones,
pues ligado con España, el Gabinete- británico no podía otorgar apoyo
al nuevo Gobierno sino bajo la condición de «fidelidad á su legítimo
soberano y resistencia á la usurpación de la Francia > .
El Marqués de Welesley, ministro de relaciones exteriores, manifestó
por los venezolanos simpatías y cordial interés, insistiendo en nombre
del rey de la Gran Bretaña, en recomendar á los comisionados «resta-
bleciesen las buenas y amistosas relaciones con la madre patria, para
lo cual ofrecía su mediación la Inglaterra , y que entretanto los jefes
ingleses de las Antillas, tenían el deber de adoptar cuantas medidas
creyesen necesarias para sostener á los Gobiernos de las provincias
españolas contra el tirano de la Francia, ya reconocieran ó no, la auto-
ridad del Consejo de Regencia de Cádiz.
Los comisionados comprendieron que el sagaz y altivo Gabinete
inglés no iría más allá en su protección, y que aún se había excedido en
la cortesía con la cual acogió á los representantes de la Junta suprema
de Caracas.
Bolivar, regresó á su patria en compañía de Miranda. El apóstol de
la libertad; el maestro para la emancipación de las colonias: el primero
que enarboló el estandarte tricolor en tierra sud americana.
Llegaba Bolivar, en momentos decisivos y solemnes: la patria nece-
sitaba del amor, de la inteligencia y del brazo de sus hijos.
Se iniciaba la lucha sin tregua. El horizonte aparecía tempestuoso y
sombrío. Anunciaba quince años de guerra y de heroísmo.
SIMÓN bolívar 65
VI
Dotado Bolívar de gran fuerza de voluntad, de vasta instrucción y
profundo conocimiento de las necesidades y. elementos de los pueblos
americanos, soñaba con crear en ellos poderosas naciones, y con asidua
perseverancia é incesante labor, consiguió no sólo vencer grandes obs-
táculos, sino despertar al propio tiempo con la magia de su palabra, el
entusiasmo de las masas, vacilantes aun entre el respeto al soberano y la
aspiración de la libertad.
Al finalizar el año de 1810, la Regencia de Cádiz comisionó á don
Antonio Ignacio de Cortabaria para pacificar las provincias americanas
sublevadas, ofreciendo perdón y olvido, para que volvieran á cobijarse
bajo el pabellón gualdo v rojo.
No era, sin embargo, tan fácil de dar cumplimiento al decreto de las
Cortes generales españolas, y Cortabaria, al comunicarlo desde Puerto
Rico á la suprema Junta de Caracas y recibir la enérgica y razonada
Contestación de aquélla, pudo convencerse de la altitud que tomaban los
hasta entonces humildes y sumisos colonos.
La semilla de insurrección cundió más y mas, no sólo fertilizada por
la idea de independencia, sino también porque ninguna de las disposi-
ciones adoptadas por el Gobierno español, podían ser á propósito para
calmar los ánimos y contrarrestar el influjo de los nuevos principios.
La Junta patriótica creada en Caracas á imitación de los célebres
clubs franceses, que tan poderosamente ayudaron á la marcha de los
acontecimientos del noventa y tres, pugnaba por decidir al Congreso
constituido el 2 de marzo de 1811, para que abandonara su marcha
vacilante, y Bolivar, el más entusiasta, audaz é intrépido de los caudi-
llos, exclamó en una de las sesiones:
«Unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, fué
ayer una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso nacio-
nal, lo que debiera estar decidido.
»La Junta patriótica respeta como debe al Congreso de la nación;
pero el Congreso debe escuchar á la Junta patriótica , centro de luces y
de todos los intereses revolucionarios.
5
66 AMERICANOS CÉLEBRES
» Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sur-ame-
ricana : vacilar es perdernos. »
Tan elocuentes frases, fueron el cimiento del acta de independencia
del 9 de julio de 1811.
En el mismo año y pocos meses después, se afianzaba el principio
federal con la Constitución para los Estados Unidos de Venezuela.
Era el más admirable evangelio de los pueblos libres.
El libro del ciudadano.
El altar de sus derechos.
En la mayoría de las que fueron colonias españolas, se proclamaba
la independencia , preparándose á la lucha á pesar de que la escasez de
recursos, las antiguas leyes y las costumbres, paralizaban la marcha
que hombres como Bolivar deseaban fuera rápida y gloriosa.
El congreso constituyente de Venezuela suspendió sus arduas tareas
el 15 de febrero de 1812, aquel congreso, que había proclamado las sabias
leyes de la república y que debía congregarse de nuevo el primero de
marzo.
A grandes rasgos hemos reseñado algunos de los acontecimientos de
aquella época , hasta el momento en que ya Bolivar, elevándose sobre la
generalidad de los seres, fué el meteoro más radiante de la independen-
cia , el hombre extraordinario que soñó y realizó la emancipación de
vastos territorios, creando en ellos cinco nacionalidades independientes.
VII
La libertad tan deseada, estaba en peligro.
Diariamente recibían los patriotas noticias desconsoladoras.
El horizonte venezolano aparecía sombrío y tempestuoso, triste y
amenazador.
El marqués de Toro había rehusado el mando supremo que con ins-
tancia le ofrecieron los independientes, y en tal conflicto, se fijó el Poder
Ejecutivo en Miranda, confiriéndole el mando de las tropas, con el título
de generalísimo, contrarestando la opinión de una gran mayoría de lar-
go tiempo opuesta al nombramiento.
En aquella época era importantísimo conservar la plaza de Puerto
SIMÓN BOLÍVAR 67
Cabello, pues que en ella se encerraba el parque del ejército y Miranda,
entre los jefes más valientes y decididos, escogió al coronel Bolivar para
mandar y custodiar la población.
Algunos contemporáneos del Libertador y fieles narradores de aquella
larga contienda, aseguran que el generalísimo manifestó siempre deci-
dido empeño de alejar á Bolivar del ejército de operaciones *, y que en
una ocasión, pidió Miranda al Poder Ejecutivo la separación del bizarro
venezolano en aquella campaña «Porque, señor, — dijo, — éste es un joven
peligroso».
En la obra Documentos relativos á la vida pública del Libertador, se con-
signa que llevado el general en jefe de su prevención contra Bolivar, en
lugar de emplearle con utilidad en la campaña, le destinó á servir
la comandancia de Puerto Cabello, en donde experimentó una desgracia
en su carrera militar.
Efectivamente, la traición enarboló en el castillo de San Felipe la
bandera española y la guardia, infiel á sus juramentos , puso en libertad
á los presos españoles y en compañía de ellos hostilizó á la población con
su artillería.
En tan críticos momentos, quiso Bolivar sostenerse y esperar auxi-
lio del generalísimo, pero éste, ignorante de cuanto sucedía en Puerto
Cabello y atento sólo á los movimientos del jefe español Monteverde
quien acababa de ser derrotado en Victoria, no pensaba en otra cosa que
en mantenerse á la defensiva.
Noticioso Monteverde del buen éxito de sus planes en Puerto Cabe-
llo, marchó de San Mateo para Valencia: desde allí dispuso la salida
de algunas tropas para que, se posesionaran del importante puerto que
una infame traición le entregaba.
Bolivar hizo un esfuerzo desesperado para detener al enemigo que se
adelantaba.
Envió á su encuentro doscientos hombres al mando de los coroneles
españoles Jalón y Mires, pero este último regresó á la plaza con siete
hombres; el resto había sido derrotado, quedando Jalón prisionero.
Aun con los cuarenta soldados que le quedaban intentó Bolivar
defenderse fuera de la población, pues los habitantes, temerosos del
estrago que causaba la artillería del castillo, habían capitulado.
1 José Austria, oficial á las órdenes de Miranda.
68 AMERICANOS CÉLEBRES
La suerte continuó siendo contraría para los patriotas, y Bolívar,
abandonado por sus compañeros, determinó embarcarse en el bergantín
Zeloso , acompañado por sus oficiales , trasladándose á la Guaira y de allí
á Caracas, desde donde participó al generalísimo el infausto suceso.
La posesión de Puerto Cabello dio á las tropas españolas armas
y municiones, alentando su decaído espíritu pero abatiendo por com-
pleto al general Miranda , quien aceptó la capitulación propuesta por el
jefe español Monteverde y por la cual, las provincias venezolanas aun
fieles á la idea republicana, debían prestar de nuevo obediencia por
el antiguo régimen.
No se había firmado aún la capitulación cuando, se empezaron á
sufrir las fatales consecuencias.
Dice en sus apuntes el general Briceño Méndez, amigo íntimo y
secretario privado de Bolívar, que éste no conforme con la capitulación
que sometía su país de nuevo á los españoles, se dirigió á la Guaira,
determinado á embarcarse para el extranjero, con varios oficiales del
ejército republicano, pero el jefe de los realistas había dado una orden
para impedir el embarque de todos. Briceño añade «exceptuando á
Miranda»; otros historiadores aseguran que esta excepción fué única-
mente para exasperar á Bolívar y á sus compañeros impulsándoles
á dirigirse contra el generalísimo, como lo efectuaron y engañados por
infames calumnias propaladas contra el venerable apóstol de la libertad.
Bolívar, acompañado por el coronel José Felipe Ribas y el capitán
Francisco Ribas Galindo, pudo lograr la evasión, con pasaporte de
Monteverde, obtenido por la influencia del español don Francisco Iturbe,
leal amigo del patriota venezolano.
Tan repetidos desastres, no disminuían ni aun doblegaban el valor de
aquellos que rendían culto á la diosa libertad, y que anhelaban la inde-
pendencia americana con verdadero fanatismo.
En Curazao, recibió Bolívar la noticia de la confiscación de sus cuan-
tiosos bienes, cuando estaba preparándose para dirigirse á la Nueva
Granada.
La pérdida de su fortuna no le abatió: ya en su mente bosque-
jaba gigantesco plan que debía conquistarle imperecedera gloria.
Dispuesto á sacrificar sus intereses y su vida en aras de aquel pen-
samiento, salió de Curazao dirigiéndose á Cartagena (Nueva Granada),
adonde llegó en los primeros días de Octubre de 1812.
SIMÓN BOLÍVAR 69
Bolívar no tenía otros elementos para la magna empresa, que su va-
lor, su perseverancia y su amor patrio; este conjunto ofreció al llegar á
Nueva Granada , para ayudar á ésta en la lucha que sostenía por su
independencia, pensando en reconquistar más tarde la de Venezuela,
pues era indispensable para consolidar la primera obtener también la
segunda , decía el denodado caraqueño , en el manifiesto publicado en
Cartagena, el 15 de Diciembre de 1812.
VIII
En aquella época había sido nombrado para la comandancia de Bar-
ranca, bajo las órdenes del francés Labatut.
Pero Bolívar no podía permanecer en la inacción : con algunas fuer-
zas que había logrado organizar se dirigió á Tenerife para arrebatársela
á los españoles y, facilitar la navegación del alto Magdalena.
El éxito coronó su esfuerzo, y de triunfo en triunfo llegó hasta Oca-
ña, batiendo por doquiera á las tropas enemigas y conquistando tanto
prestigio como entusiasta admiración.
El coronel Castillo, jefe militar de Pamplona, solicitó por entonces el
auxilio de Bolívar para contrarestar las fuerzas del jefe español Correa,
quien se encontraba en la frontera venezolana.
El caudillo de la independencia accedió con inmenso júbilo, á los
deseos de Castillo.
Acercarse á Venezuela, luchar por su libertad, era la más ardiente
aspiración del héroe.
Para lograr su plan, solicitó permiso del gobierno de Cartagena
y obtenido, emprendió aquel viaje que gloriosamente compartieron con
él, cuatrocientos hijos de la heroica Mompox, 1 algunos venezolanos y
cartageneros.
Por escabrosas sendas, á través de la cordillera y ya reunido con
las escasas fuerzas de Castillo, atravesó en frágil canoa el caudaloso
Zulia , sé avistó con las fuerzas realistas y las derrotó consiguiendo
1 Ciudad del Estado de Bolívar, situada á la orilla del río Magdalena.
70 • AMERICANOS CÉLEBRES
abandonaran en poder de los patriotas, el parque y numerosos objetos
de valor comercial.
Alentado Bolivar por tantos brillantes resultados, no vaciló para
emprender la conquista de Venezuela y hacerla grande é independiente.
Ya por entonces, su creciente popularidad despertaba rivalidades,
y éstas entorpecieron los planes que su patriotismo formaba.
Lucha estéril sostenía el jefe venezolano con el gobierno general de
la Nueva Granada , el que vacilaba no prestando todo el valor que en sí
tenían á los atrevidos planes de Bolivar, quien con inquebrantable fe y
grandeza de alma arrostraba dificultades y caminaba sin detenerse por
el camino que debía conducirle al anhelado fin.
El guerrero llevó en corto tiempo á feliz término, la conquista de dos
provincias venezolanas y la independencia nacional tomaba forma ante
la voluntad de un solo hombre; era la obra de un genio que hoy
aparece aun más colosal é inspirado, á medida que los años pasan y
crece la distancia, aumentando su gloria y disminuyendo los efectos de
la malevolencia, de la envidia y de la rivalidad.
Las victorias sucesivas de Niquitao y de Horcones, en donde prez
y gloria alcanzaron los oficiales Urdaneta y Ribas, contra los españoles,
y otros reñidos encuentros, aumentaron considerablemente el arma-
mento de los patriotas y los recursos de los vencidos; ensancharon el
escabroso camino que seguía Bolivar y lo condujeron hasta Caracas, en
donde el pueblo, frenético y entusiasta, le daba el nombre de padre
de la patria y el dictado de Libertador.
IX
Obra de gran aliento y de extensísimas proporciones sería aquella
que, paso á paso, siguiera á Bolivar, y más bien que biografía, fuera el
relato de esa brillante época de la independencia sud americana que
presenta en cada~ página, en vasto espacio y con indelebles rasgos al
Alejandro del Nuevo Mundo.
Bolivar dominó á los hombres y libertó á los pueblos. Con la magia
de su talento y de su palabra á los primeros : con el arrojo , la perseve-
rancia y la fe á los segundos.
SIMÓN BOLÍVAR 71
En sus proclamas , en sus cartas , en sus discursos , se le adivina y
comprende: su alma generosa, prestaba vigor á la palabra, expresión
y sublimidad al pensamiento.
Poseedor de una gran fortuna y ocupando notable posición social,
sacrificó ambas en aras de su amor patrio, y sin embargo, ha sido cali-
ficado de ambicioso.
¡Sí; ambicionaba la grandeza y el prestigio para el continente
americano; ambicionaba la gloria de consolidarle!
Bajo tal aspecto, Bolivar fué ambicioso; ¡pura y heroica ambición,
sed de renombre y de libertad para todo un continente !
Por entonces, empezaba ya esa lucha de partidos, que tanto ha
influido é influye en la suerte de los pueblos hispano-americanos.
Bolivar luchaba con el principio federalista , comprendiendo y abar-
cando, con su mirada de águila, las dificultades que surgirían en países
nuevamente emancipados, si perfecta unidad no presidía al consti-
tuirlos.
Sangrientos episodios, terribles represalias de vencidos y vencedores
aterraban á los sencillos habitantes de los pueblos y esto provocaba des-
contento , vacilación y rebeldía . Bolivar no sólo luchaba con los ejérci-
tos españoles, sino tpie á la vez encontraba enemigos entre aquellos
por quienes sacrificaba porvenir y fortuna ; pero el desaliento no encon-
tró jamás albergue en su alma , ni la desgracia y decepciones lograron
abatir su levantado espíritu.
A los brillantes triunfos siguieron las derrotas; á los laureles recogi-
dos en Bárbula , á la victoria de las Trincheras á la heroica hazaña de San
Mateo y al triunfo de Carabobo, siguieron los desastres de La Puerta y
de Barquisimeto, en donde los patriotas murieron á centenares tras de
porfiada lucha, siendo muchos asesinados y otros prisioneros de Bóves.
Poco después en Valencia capitulaba Escalona y entregaba la pobla-
ción al jefe español, sin haber podido cumplir las órdenes de Bolivar,
relativas á la defensa de aquella importante ciudad.
72 AMERICANOS CÉLEBRES
X
Poco á poco se desmoronaba el edificio levantado con titánicos
esfuerzos. Caracas fué también ocupada de nuevo por los españoles, y el
héroe de la independencia venezolana se encaminaba hacia la costa con
el corazón hecho pedazos por el peso del infortunio, y no ignorando que
Morales, jefe de infantería á las órdenes de Bóves, había sido enviado
en su persecución.
El caudillo, sin embargo, intentó rehacerse y probar de nuevo en
Aragua si continuaba la suerte siéndole contraria : allí peleó con deno-
dado esfuerzo, haciendo frente á 8,000 hombres con 2,000 que había
logrado reunir.
Nuevamente fué vencido, no sin graves pérdidas para los contrarios,
quienes en aras de la venganza inmolaron numerosas víctimas: ¡día
funesto en el cual perecieron 4,700 hombres!
Bolivar abandonó Aragua de Barcelona dirigiéndose á Cumaná v
embarcándose poco después para la Margarita, acompañado por Marino
siguiendo la opinión de otros jefes, que veían imposible la resistencia.
Un filibustero italiano llamado Bianchi, á quien la sed de medrar
había puesto al servicio de Venezuela, mandaba la escuadrilla, á bordo
de la cual había trasladado Marino, caudales, armas y municiones que
se encontraban en Cumaná, y como tuviera la seguridad de que el
Libertador, llevaba consigo valiosas joyas que el alto clero caraqueño
le había entregado para que haciendo uso de ellas buscase recursos que
sirvieran á la causa de la libertad, intimó á Bolivar le entregase el
tesoro despojándole de este porque no había fuerza allí que se opusiera.
Después vencido por las reclamaciones de los patriotas les cedió dos de
sus buques, y algunas joyas.
Bolivar y Marino formaron entonces otro plan, y abandonando el
viaje á Nueva Granada , hicieron rumbo á Campano en donde desembar-
caron el 3 de Septiembre, resueltos á nuevos sacrificios por la indepen-
dencia de la patria.
¡Inútil esfuerzo! Los envidiosos y los intrigantes habían logrado se
diese un decreto de destierro contra ambos caudillos, como traidores por
SIMÓX BOLÍVAR 73
haber abandonado el ejército. Ocupaban los primeros puestos Ribas y
Piar ; el primero voló á Carúpano , prendió á Marino v dejó en libertad
á Bolivar, pero destituido de mando. La suerte les protegió de extraño
modo valiéndose del propio Bianchi como auxiliar é inspirándole la idea,
por remordimiento ó capricho, de presentarse á Ribas reclamándolos en
actitud amenazadora, y auxiliados por el italiano salieron el día 8 para
Cartagena.
XI
Para seguir á Bolivar en el vastísimo camino de su gloria, fuera pre-
ciso escribir no una biografía , sino la historia americana de casi medio
siglo en la cual ocupó tan ancho campo.
Era aquel hombre águila caudal cuyo raudo vuelo se perdía en
la inmensidad, sin encontrar rival en su camino.
Era un titán, que creaba naciones con el poder de su enérgica bravu-
ra y poderosa voluntad.
Hemos dado gran extensión á la primera época de su vida, y hemos
señalado los inconvenientes y las trabas que se presentaban á su paso,
para llevar á feliz término la magna idea de la libertad é independencia
sudamericana.
Era Bolivar, del número de aquellos que conciben un pensamiento
grandioso sin mezclar en él interés ninguno personal.
Su actividad maravillosa, su potente constancia y su sereno valor
para arrostrar el peligro, hicieron que jamás decayera su espíritu en los
momentos de prueba. Creó héroes como pueblos. ¡Cuántos hombres han
llegado al templo de la inmortalidad por haber combatido á su lado!
Emprendió con algunos valientes, una lucha titánica, contra soldados
numerosos y aguerridos, y sus esfuerzos se estrellaron á veces ante la
intriga, la calumnia ó la envidia de aquellos á quienes intentaba dar
patria y libertad. Fué amado cual ninguno, admirado hasta el delirio:
pero también blanco de odios y de ingratitud sin ejemplo.
Bolivar, hoy aparece como un genio sin par, como un ser extraño,
único en la Historia, que apenas cumplida su difícil y portentosa misión
en la tierra, desaparece dejando profunda y luminosa huella.
74 AMERICANOS CÉLEBRES
Volvamos á su época y evoquemos los hechos á grandes rasgos .
ínterin el caudillo salía de Carúpano y surcaba el Océano con rumbo
á Cartagena, triunfaba Bermúdez del jefe español Morales, en la batalla
de Maturín , apoderándose de pertrechos de guerra , provisiones y nume-
rosos prisioneros. Morales tuvo que emprender la fuga hasta Úrica en
donde aguardó la llegada de Bóves.
Con el resultado obtenido, cobraron nuevos bríos los patriotas y más
aun con el que alcanzó Piar en la Quebrada de los Frailes al dirigirse á
Cumaná, por orden de Ribas, para proteger la marcha de los emigrados
caraqueños hasta Maturín.
Sabedor Bóves de todo lo ocurrido, dispuso inmediatamente ir á com-
batir a Piar, quien desobedeciendo las órdenes recibidas permanecía en
Cumaná, en donde pensaba hacerse fuerte con 2,000 hombres que había
logrado reunir.
Desgraciadamente, Bóves lo derrotó en la Sabana del Salado, pere-
ciendo en ella la mayor parte de los patriotas; desde aquel momento la
victoria acompañó á los españoles, aun cuando el triunfo en la jornada
del 5 de Diciembre de 1814 costó la vida á Bóves: un soldado, cuando la
batalla estaba aún indecisa , le atravesó el pecho con una lanza , y sin
embargo, en vez de influir este acontecimiento en favor de los indepen-
dientes, no fué así, y el valeroso Castillo, que mandaba la infantería,
pereció con toda su gente toda, toda, cercada por el ejército contrario,
según dice Baralt *.
Pocos días después, á pesar del valor y heroísmo de sus defensores,
cayó la noble Maturín en poder de Morales , sucesor de Bóves.
Bermúdez se refugió con 200 hombres en la montaña del Tigre , y
Ribas se dirigió hacia Barquisimeto ; pero sorprendido en los montes de
Tamanaco cuando estaba entregado al sueño fué conducido prisionero al
vecino pueblo, en donde á manos de la plebe amotinada perdió la vida, y
su cabeza, aun cubierta con el gorro frigio, fué puesta en una jaula y colo-
cada en el camino de la Guaira á Caracas.
Bolivar, entretanto, luchaba en la Nueva Granada contra la adversi-
dad á pesar del apoyo que encontraba en el Gobierno general . La calum-
nia se oponía á la realización de sus patrióticos deseos.
Sometido Bogotá al ejército republicano, dispuso el Gobierno de la
1 Resumen de la historia de Venezuela.
SIMÓN BOLÍVAR 75
Unión la toma de Santa Marta, apenas defendida por débil guarnición,
comisionando á Bolivar para empresa de tal importancia.
Reunido un cuerpo de tropas en Santa Fe, salió el caudillo para
Cartagena, en donde por las órdenes del Gobierno debían suministrarle
pertrechos de guerra para llevar la campaña á feliz término.
En la heroica Mompox , se ocupó Bolivar en organizar sus tropas y
desde allí escribió al jefe militar de Cartagena para solicitar el cumpli-
miento del mandato superior; pero aquel jefe se negó á prestarle apoyo,
rechazando toda proposición amistosa que dictaban á Bolivar la pruden-
cia y el amor á la santa causa.
Perdida la esperanza de obtener los auxilios pacíficamente y habiendo
empleado cuantos medios estaban á su alcance para evitarlo, determinó
Bolivar atacar la plaza , sin contar las consecuencias que tuvo para la
ciudad el inconcebible odio del jefe militar Castillo: ¡cuántos hombres
útiles á la .patria perecieron en aquella lucha civil que prestaba mayor
fuerza y aliento á los enemigos! ¡Todo le era contrario al Libertador!
¡ todo se oponía á sus más vehementes deseos ! se le negaban víveres , se
le hostilizaba , pretendiendo que él y sus venezolanos saqueaban y arrui-
naban pueblos y haciendas.
XII
La llegada de Morillo á Venezuela mandando fuerzas considerables,
enmudeció los rencores; pero Castillo siempre opuesto á marchar de
acuerdo con Bolivar, desbarató los planes que podían contrarestar en
parte los del enemigo, quien aprovechándose entonces de las circuns-
tancias se había apoderado de Mompox, y era demasiado tarde cuando
las autoridades de Cartagena, dieron un manifiesto reconociendo su error
y fraternizando con Bolivar.
Sentimientos indignos del levantado amor patrio, dieron nuevos triun-
fos á los españoles y crearon grandes dificultades para la anhelada inde-
pendencia.
Comprendió Bolivar, que nada podía hacer por la libertad en aque-
llos momentos y salió para Jamaica , condenándose á voluntario ostra-
cismo; desde allí, con fecha 10 de Julio de 1815, escribió una nota al
76 AMERICANOS CÉLEBRES
Gobierno Supremo de la Unión , dictada por el más acendrado patriotis-
mo pero traduciéndose en ella la amargura del corazón herido.
1 «Estoy tranquilo, — dice, — en mi conciencia; conceptúo que he
» llenado mi deber; que he procurado el bien, que he huido de la guerra
» doméstica , y que he sacrificado todo por la paz . »
Poco después de salir Bolivar para Kingston, fué tomada Cartagena
por Morillo.
Por aquel entonces un negro libre, criado de Bolivar, llamado Pío,
intentó asesinarle seducido por la oferta de dos mil pesos que ofreciera
don Salvador Moxó, gobernador y capitán general de Caracas.
'2 « Bolivar había dormido por dos noches en el cuarto de Páez,
» posada de Rafael Poisa, en la esquina de la calle de la Princesa
»( Kingston ). Para la tercera ya había encontrado las piezas de Madame
Julienne y no volvió. Ocupó su hamaca el emigrado Félix Amestoy,
» comisario de la guardia de honor del general Bolivar, y como Pío no
» supiese si su amo había entrado ó no , á eso de las diez y media de la
» noche del sábado 9 de Diciembre, fué á tientas á descubrir si aquél
» había llegado. . .
> El peso de la hamaca le hizo sospechar que sí.
» Dormía tranquilo en ella el pobre Amestoy , cuando el negro le tiró
»una puñalada y le hirió horriblemente por el pescuezo. Amestoy tuvo
ánimo para reincorporarse y gritar: «Páez, Páez, que el negro me
» asesina . » En este instante Pío descargó otra vez su brazo y le enterró
» el puñal en el corazón.
» Esta feliz casualidad salvó de la muerte al Libertador de Colombia
» y del Perú . »
Venezuela y la Nueva Granada, estaban humilladas, pero no vencidas;
en sus llanuras y en sus ciudades se disputaba palmo á palmo el terreno,
v realistas y republicanos peleaban con singular denuedo ; unos por leal-
tad al juramento prestado y por el honor de España ; otros , por sublime
y venerado principio.
Más poderosa que nunca agitábase en la mente de Bolivar la idea de
libertad; conducíanle su fe y su entusiasmo á los Cayos de San Luis,
en donde Petión , Presidente entonces de la república de Haití , ayudó
1 Tomo 5.". pag. b03. Blanco y Azpurua. Apuntes para la historia del Libertadoi
s Tomo 5.u, pág. B4f. Documento* para la historia pública del Libertador.
SIMÓX BOLTVAB 77
eficazmente al noble general venezolano , pues su alma generosa no sólo
comprendía la abnegación de Bolívar, sino que veía surgir de la inde-
pendencia americana, la emancipación de los esclavos.
Aquellos dos seres tenían dos almas hermanas: el Libertador era el
apóstol de una idea grande y redentora, Petión, aspiraba á redimir su
raza.
Un reducido número de valientes salió de los Cayos en la escuadrilla
mandada por Luis Brion; entre todos serían 250 hombres i de desem-
barco. Marino era jefe de estado mayor; Carlos Soublette, después inmor-
tal en la historia americana, acompañaba á Bolivar, así como Piar, el
escocés Mac-Gregor, Brizeño Méndez secretario del general en jefe y
el granadino Francisco Antonio Zea, que tan alto renombre conquistó
más tarde.
En Abril de 1816, se inició la campaña con la captura del «Intré-
pido » y de la goleta « Rita > que bloqueaban los puertos de la isla de
Margarita.
Vuela Bolivar á Campano, y sin gran resistencia se apodera de
la población y desde allí escribía al general Marión, gobernador de los
Cayos , y le decía estas sublimes palabras en uno de los párrafos :
« He proclamado la libertad absoluta de los esclavos . »
La fama daba fabulosas proporciones al pequeño ejército , y los rea-
listas no podían creer en el arrojo de Bolivar, ni que se lanzara con un
puñado de hombres á combatirlos.
El desastre de Ocumare probó una vez más la constancia del jefe
independiente, y cuando arrostrando peligros sin cuento llegó á Güiria,
las tropas que allí tenía Marino desobedecieron su autoridad y faltó
poco para que fuera víctima de Bermúdez, y de la ambición que por
momentos se enseñoreaba del pecho de Marino.
XIII
Una vez más solícito Bolivar asiló en Haiti; de nuevo el noble Petión
le prestó desinteresado apoyo para la campaña que debía emprender.
1 Baralt y Austria.
78 AMERICANOS CÉLEBRES
Entretanto los patriotas habían alcanzado algunas victorias en el Jun-
cal, Quebrada Honda y el Alacrán; pero para consolidar la libertad y
obtener sólidos resultados de aquellos triunfos, se necesitaban la energía,
el prestigio y el superior talento de Bolivar.
Tanto por su ardiente amor á la patria cuanto porque ésta lo llama-
ba como á su salvador , salió del puerto de Jacquemel el 28 de Diciembre
de 1816.
Aquel hombre era infatigable: llevaba hasta el heroísmo la genero-
sidad, pues á su regreso al suelo venezolano y olvidando la ingratitud de
los que en Güiria le escarnecieron y le insultaron, los trató como amigos,
colmándoles de distinciones.
La campaña de 1817 fué reñida y constante, resaltando en ella el
potente impulso y el genio creador del Alejandro americano.
Las victorias alentaban á los patriotas á la par que los reveses eran
fuente de vigoroso brío para los realistas, y un día unos, y otro día
otros, creían seguro y consolidado el triunfo. Cumaná, Barcelona y las
llanuras de Caracas eran libres . Páez ocupaba el centro entre el Apuré y
el Arauca, y la brillante batalla de San Félix, ganada por el valeroso
Piar, enriqueció á los republicanos con armas, municiones, dinero y hom-
bres. Bolivar, que todo lo veía con su mirada de águila, comprendiendo la
importancia de comunicar con el exterior por las bocas del Orinoco,
resolvió transformar las insignificantes piraguas en buques de guerra.
El resultado no coronó sus esfuerzos , pues fueron tomados por los enemi-
gos en la salida del Caño de Casacoima.
Cuenta Restrepo , que Bolivar , en la crítica situación que se
encontraba al ser la escuadrilla presa de los españoles , había desnudada
su garganta y preparado un puñal para degollarse antes de caer en
poder de los realistas. ¡ Cuan diferente tal vez habría sido la marcha de
los sucesos si se hubiera realizado tan terrible acontecimiento! En la
noche de ese mismo día hablaba el Libertador con sus compañeros, y
con los colores de su brillante imaginación pintaba libres á la Nueva
Granada y Venezuela; al pabellón tricolor flotando sobre la cima del
Chimborazo , y más tarde las banderas victoriosas ondeando en el Perú
independiente. El Capitán Martel que escuchaba, exclamó: «Nos halla-
mos sumidos en la última desgracia, Bolivar está loco. »
Durante el curso de estos acontecimientos, Piar, movido por celoso
impulso y ambiciosas ideas, procuró extraviar la opinión pública sem-
SIMÓN BOLÍVAR 7#
brando la discordia entre los jefes é induciéndoles á desconocer la auto-
ridad del Libertador. Este, sabedor de tales maniobras, llamó á Piar al
cuartel general pretextando era para que ocupase su puesto en el
ejército, pues por licencia solicitada hacía algún tiempo con empeño,
se encontraba fuera de servicio.
No acudió al llamamiento, y entonces Bolivar, convencido de que las
maquinaciones continuaban, dio orden para prenderlo en Angostura.
Piar se fugó á Maturín y después á Aragua de Barcelona , en donde fué
preso y de allí conducido á Angostura ; sometido á un consejo de guerra
y condenado por unanimidad de votos á ser pasado por las armas, sufrió
el castigo de su falta que empañó los brillantes servicios prestados á la
santa causa de la independencia.
Los triunfos de Calabozo y San Fernando , la ocupación de los valles
de Aragua, compensaron el desastre de la Hogaza, y aun cuando en la
batalla de Semen fueron vencedores los españoles, ya los patriotas, fuertes
y animados por la inquebrantable energía de Bolivar, no perdían terreno
ni decaían en sus esperanzas, y los realistas vieron con asombro surgir
nuevas legiones en donde creían encontrar sólo restos dispersos del ejér-
cito derrotado en el Semen y en el cual fué peligrosamente herido
Morillo.
XIV
Nuevos desastres comprometieron al denodado ejército republicano, y
en Cojede y en los Patos, quedaron de nuevo á merced de los españoles las
llanuras de Calabozo hasta el río Apuré.
El ejército independiente había sucumbido casi en totalidad: parte
en los combates, y parte prisionero de los realistas.
Y sin embargo, no desmayaba Bolivar. El descendiente de los indoma-
bles vascongados había heredado su porfiada bravura.
Los ejércitos españoles, aguerridos, numerosos, aquella infantería
admirable y casi invencible, encontraban dignos adversarios.
Contaba Bolivar para el ejército de Venezuela con esforzados caudi-
llos, como el heroico Páez, Monagas P. Urdaneta, Cedeño, Marino y
80 AMERICANOS CÉLEBRES
otros , por lo cual formó el atrevido plan de libertar á la Nueva Grana-
do; pensarlo, era ponerlo en ejecución.
Don Francisco Antonio Zea, fué elegido Vicepresidente durante la
ausencia del Libertador.
Las lluvias inundaban los campos de Venezuela . Morillo había toma-
do cuarteles de invierno cuando Bolivar, se puso en marcha para la Nueva
Granada con soldados medio desnudos, escasos en número (2,500 hom-
bres), acostumbrados al clima abrasador de Venezuela, que debían
atravesar anchos ríos, campos inundados, subir la cordillera Andina y
soportar el frío de sus perpetuas nieves.
Fueron tan rápidos los movimientos del caudillo, tan inesperada su
aparición en suelo granadino, que al llegar la vanguardia mandada por
el general Santander á la fuerte posición española de Paya, los prófugos
del primer combate y primera victoria de los independientes, llevaron á
los realistas el aviso de su llegada.
Imposible sería describir las penalidades de su marcha, el frío que
agooiaba á los soldados y del cual muchos morían, v los que pudieron
resistir llegaron á la hermosa provincia de Tunja exánimes y sin fuer-
zas. En situación tan desesperada, nadie sino Bolivar hubiera podido
hacer frente.
El enemigo tenía su cuartel cercano y era preciso no darle tiempo de
aprovechar la mala situación de los patriotas. Tres días bastaron para
que aquel hombre, templado como el acero, allanara todas las dificulta-
desy reorganizase su diezmado ejército.
Jefes como Santander, Soublette y Anzoategui, le secundaron con
activa eficacia.
Después de la acción de Gámeza pasó Bolivar el río Chicamocha y
tomó posiciones en los corrales de Bonza.
Por patriotismo y por el ascendiente de su jefe, no murmuraba el ejér-
cito; pero sufría con el rigor del clima y la falta de vestuario.
Numerosos partidarios de la libertad acudían al campamento : unos
para alistarse como voluntarios; otros llevando víveres y caballos para
aquellos que , más que temor , inspiraban al enemigo irónica compasión ;
pero llegó el día del combate, y en la acción de Vargas, ganada por los
patriotas y en la que fueron desalojados los realistas de todas sus posi-
ciones, comprendieron éstos que el amor á la libertad transformaba en
leones á los míseros llaneros.
SIMÓN BOLÍVAR 81
El Libertador, aprovechándose de la obscuridad de la noche y por
sorpresa, se apoderó de Tunja, haciendo prisionera á la guarnición y
tomándole su vestuario, fusiles y pertrechos.
El día 8" de Agosto de 1819 se dio la decisiva batalla de Boyacá: la
derrota del enemigo fué completa ; la independencia de la Nueva Grana-
da fué el resultado de aquella gran victoria. Siguió Bolivar su marcha
para Santa Fe de Bogotá, y sabiendo que el virey Sámano al tener noti-
cia de la acción de Boyacá había abandonado la capital acompañado por
sus edecanes y criados, tomó posesión de la ciudad, el 10 de Agosto á las
cinco de la tarde.
XV
Tan hábil gobernante como esforzado guerrero , ocupóse durante un
mes en organizar ejércitos , en surtirlos de armamentos y municiones , de
la administración política , nombrando como vicepresidente de la Nueva
Granada al general Santander, uniendo aquélla con Venezuela bajo el
mando de un jefe supremo.
Colombia estaba creada. Bolivar, con habilidad suma, corregía una
injusticia incalificable rindiendo homenaje á la memoria de Colón.
Al dictar el Congreso de Angostura la ley fundamental para la gran
república, decía:
«Artículo 1.° Las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada que-
»dan desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de Repú-
»blica de Colombia.»
Con ese nombre debía conocerse toda América.
Ya entonces, el Ecuador era libre en el pensamiento de aquel que no
encontraba obstáculos ni barreras para su fuerza moral. La misma ley,
añadía :
«Artículo 5.° La República de Colombia se dividirá en tres grandes
» departamentos, Venezuela, Quito y Cundinamarca que comprenderá
»las provincias de Nueva Granada, cuyo nombre queda desde hoy supri-
»mido. Las capitales de estos departamentos serán Caracas, Quito y
» Bogotá. »
Colombia fué la creación augusta del genio; las brisas de las vírge-
82 AMERICANOS CÉLEBRES
nes selvas de Orinoco mecieron su cuna, é inmarcesible lauro coronó su
frente.
- La proclama del 8 de Marzo de 1820 dirigida por Bolívar á los colom-
bianos, concluía con las siguientes palabras, brillante reflejo' de la idea
que había guiado los pasos del Libertador: «la intención de mi vida ha
»sido una, la formación de la república de Colombia, libre é independiente
centre dos pueblos hermanos; lo he alcanzado: ¡viva el Dios de Colombia! »
XVI
Los acontecimientos políticos que habían tenido lugar en España die-
ron por resultado que solicitase Morillo una suspensión de hostilidades,
pues el rey Fernando VII había jurado en Cádiz la Constitución del año
1812 y esto hacía creer que de nuevo reinase la paz entre España
y Colombia.
Proclamado el código de la nación , intentó Morillo entenderse con el
Congreso nacional y con Bolivar para entablar negociaciones: los patrio-
tas rehusaron; pero el Libertador, comprendiendo que podía ser conve-
niente para el ejército. y para el país, accedió á la proposición de armis-
ticio á condición que se hiciera canje de prisioneros y de que Colombia
tuviera toda clase de garantías , y se guardara respeto y consideración á
los pueblos vencidos y ocupados alternativamente por ambos gobiernos.
El armisticio era por seis meses.
Firmado ya el tratado , manifestó Morillo el deseo de tener una confe-
rencia con Bolivar, quien, al aceptar, se puso en marcha para Santa
Ana acompañado únicamente por algunos jefes y oficiales.
En aquel sitio, también aguardaba el jefe español: ambos echaron pie
á tierra y se confundieron en estrecho abrazo.
Morillo había mandado preparar una comida sencilla y sin etiqueta,
fraternizando en ella ambos generales y los jefes que los acompañaban.
La caballeresca hidalguía de Bolivar, su elevada inteligencia, su corte-
sanía y franco alborozo por la paz cautivaron á Morillo y á su vez, la
rudeza de soldado, la cariñosa acogida y la expansión del jefe español
despertaron en el Libertador estimación y simpatía fraternal , brindando
ambos por. la paz y por los valientes de ambos ejércitos. Poco después
SIMÓN BOLÍVAR 8á
Morillo salía para España : eternamente conservó el recuerdo de aquel
día , y entusiasta afecto por el americano sin par que le había electrizado
con la magia de su palabra, con la tenacidad y la resistencia en la lucha,
y con su heroico valor.
«Es uno de esos hombres que nacen, no para obedecer, sino para ,
» mandar y que se imponen por la admiración y por. el cariño que ins-
» piran » . *
El pronunciamiento de Maracaybo y la ocupación, de la ciudad por
las tropas de Urdaneta en Enero de 1821, anuló, el armisticio y de nuevo
se rompieron las hostilidades á pesar de los esfuerzos que para evitarlo
hizo el general Latorre, sucesor de Morillo. Pero la impaciencia era
mucha; gran parte del territorio estaba aún ocupado por los españoles, y
alegando el mal estado del ejército, dio Bolivar á Latorre los cuarenta
días de término estipulados en el armisticio. Rota la tregua, favoreció la
suerte á los independientes, y la victoria de Carabobo aseguró la libertad
de Colombia.
El día anterior á la batalla , 23 de Junio de 1821 , pasó Bolivar revista
al ejército , arengándole con aquella elocuencia que era uno de sus mayo-
res auxiliares.
Al encontrarse frente á la legión británica dijo: «Mañana veréis que
»los colombianos son dignos de pelear al lado de los hijos de Albión» y
después dirigiéndose á todos exclamó: «Mañana seréis invictos en
» Carabobo». 2
La primera división , al mando del valiente Páez y en la cual estaba
incluida la legión británica, se cubrió de gloria, rodilla en tierra y al
grito de ¡ viva la América libre !
En el diezmado ejército español, el batallón primero Valencey, man-
dado por el coronel D. Tomás García, se defendió con intrépida bravura
haciendo la retirada con tan admirable acierto que pudo considerarse
como una victoria. El ejército independiente tuvo escasas pérdidas; pero
una , conmovió profundamente ai Libertador : la muerte del bizarro
general Cedeño. «Murió como merecía terminar su carrera, el bravo
» entre los bravos de Colombia». 3 •
1 Palabras de Morillo. En 1832, mi abitólo D¡ Ramón Serrano y Peñalver conoció en Galicia á Morillo y le
escuchó el relato de la entrevista con el Libertador.
2 Palabras de Bolivar.
3 Ilustración de Bogotá, 24 de Junio de 1870, aniversario de la batalla.
84 AMERICANOS CÉLEBRES
XVII
Con la rendición de la Guayra terminó la campaña de Venezuela,
y entonces la sagrada causa de la independencia llamó á Bolivar al
Ecuador , ansioso ,de nuevos lauros para su patria y de redimir las colo-
nias que pugnaban por ser naciones.
El ejército de Venezuela quedaba bajo la hábil dirección de Soublette,
como intendente, y el denodado Páez desempeñaba la comandancia
general. En Colombia mandaba el ínclito Santander, y todo aparecía
bajo favorable aspecto para la emancipación americana.
Los acontecimientos que se habían sucedido en Buenos Aires , Monte-
video, Chile, Perú, Ecuador y Méjico, durante la lucha de Venezuela y
Colombia, también habían dado gloriosos triunfos á los nuevos principios
y en tocia la vasta extensión americana se enarbolaba la enseña de la
libertad. El general San Martín , el insigne argentino tan intrépido gue-
rrero, tan americano, es decir, idólatra de las glorias de América,
peleaba en el Perú como había peleado en San Lorenzo y en Maipu , y
apoyado por sus admirables granaderos de los Andes hacía prodigios de
valor rodeado de dificultades pero incansable en la lucha , porque , como
en el de Bolivar, no cabía en su pecho el desaliento.
Ya el general Laserna había evacuado la capital del Perú , y el Pro-
tector ocupaba la ciudad de los reyes en Julio de 1821. El primer acto de
su mando fué el decreto de libertad para los esclavos.
En Guayaquil se dio el grito de independencia y los independientes
victoriosos ó vencidos, continuaban su obra sin descanso ni vacilación.
Sucre, al obtener la brillante victoria de Yaguachi sobre los realistas,
había asegurado la independencia de Guayaquil , aun cuando más tarde
en las llanuras del risueño Ambato, sufrió, al encontrarse con las fuerzas
de Aymerich, pérdidas considerables en el combate de Guachi.
Sucre, después de este desastre, deseoso de organizar sus tropas,
propuso á los contrarios una tregua que fué aceptada por D. Carlos
Tolrá, jefe de la división realista.
Al empezar el año 1822 se dirigió Bolivar de Cali á Popayán (Cauca),
para dar principio á la campaña que debía conducirle hasta la capital
SIMÓN BOLÍVAR 85
del Ecuador. Entre tanto el esforzado Sucre, había salido de Guayaquil y
süi detenerse por la inundación que en esa época del año se desborda por
montes y llanuras ecuatorianas, arrostrando el frío y el hambre logró
llegar á Zaraguro, en la provincia de Loja, y allí, dos ó tres días des-
pués, se unió con la división peruana mandada por Santa Cruz.
Algunos días más tarde ocupaba Sucre la ciudad de Cuenca, cuando
acababa de abandonarla el coronel español Tolrá, resolviendo dar en ella
descanso á la tropa y organizar la administración de aquellos pueblos,
llamando al propio tiempo hacia él la atención de los realistas y dismi-
nuyendo de ese modo las fuerzas que pudieran dirigirse á Quito, contra
el ejército del Libertador. Este, queriendo apoderarse del territorio pas-
tuso , llegó á las márgenes del Juanambú continuando después hasta Con-
sacá, pueblo situado en una alta planicie hacia las barrancas del río
Guaytara; el volcán de Pasto corona las quebradas.
Cerca de aquel sitio está el llano de Bombona , en donde Bolivar
extendió su ejército , separado del español por una profunda cañada y por
un puente dominado por los fuegos realistas.
El día 7 de Abril de 1822, el general patriota Valdés escaló una parte
del volcán de Pasto , teniendo los soldados que clavar las bayonetas para
llegar al punto designado, por lo escabroso de la subida. «La posición es
» formidable; pero no. debemos permanecer aquí ni podemos retroceder;
» tenemos que vencer y venceremos.» Estas palabras de Bolivar fueron
la orden de combate.
La batalla estuvo durante muchas horas indecisa y el encarniza-
miento de uno y otro bando, era cada vez mayor; por fin la bandera
del batallón republicano Rifles ocupó el lugar en donde poco antes
ondeaba la española, á pesar de la fuerte resistencia y heroísmo del
ejército realista.
El jefe español D. Basilio García remitió al Libertador al día siguien-
te las banderas de los batallones Bogotá y Vargas , que recogió del suelo
cuando los valientes abanderados quedaron tendidos en el campo de bata-
lla. El jefe realista escribió á Bolivar: «Remito á V. E. las banderas de
»los batallones Bogotá y Vargas: yo no quiero conservar un trofeo que
» empaña las glorias de esos batallones, de los cuales se puede decir,
»que si fué fácil destruirlos, ha sido imposible vencerlos». *
1 Recuerdas históricos del coronel Manuel Antonio López, ayudante del estado mayor general libertador
á quien conoci en Bogotá en 1881,
86 AMERICANOS CÉLEBRES
XVIII
A los ojos de los realistas , tomaba bolívar proporciones gigantescas
y la energía del jefe venezolano aumentaba á medida que las dificultades
eran mayores, pues la falta de refuerzos y de víveres hacía tiempo espe-
rados pusieron en grave conflicto al ejército, tanto más, cuanto que
había tenido que retirarse á las alturas del Peñón y abandonar la posi-
ción de Bombona, viendo que las negociaciones entabladas para un
armisticio no daban resultado. Pocos días más tarde, dirigió una postrera
intimación al comandante D. Basilio García, porque las enfermedades
minaban el ejército, y Bolivar, decidido á llegar rápidamente al término
de la guerra, deseaba que el jefe español capitulase, precisamente en
los momentos en que el valeroso Sucre ganaba la brillante acción del
Pichincha, en la cual los realistas tuvieron inmensas pérdidas, no sólo
en municiones, armas, cañones y banderas, sino en hombres muertos
ó prisioneros.
La batalla tuvo lugar el 24 de Mayo de 1822; en la tarde del mismo
día, Sucre intimó la rendición á la capital, á cuyas puertas había tenido
lugar el combate; el 25 capituló el virrey Aymerich, y el héroe de.
Pichincha tomó posesión de Quito.
Sabedor el coronel García de aquellos trascendentales acontecimientos
capituló á su vez con el Libertador, ignorante éste aun de los sucesos
que acabamos de reseñar y de los que tuvo conocimiento al posesionarse
de Pasto, cuyos habitantes eran hostiles á los patriotas.
En aquella capitulación fué admirable la generosidad de Bolivar: se
garantizaban personas y propiedades del territorio ocupado por la segun-
da división española. Los jefes y oficiales conservaban espadas, equipa-
jes y propiedades, y se transportaba, costeado por Colombia^ á puerto
español , á los militares que lo desearan y sin que fueran como prisione-
ros de guerra. Este convenio es uno de los más hermosos laureles de la
corona del Libertador.
El Sur de Colombia era libre, y Bolivar, enajenado de júbilo, procedió
á dictar órdenes necesarias y á organizar el territorio en donde ya
SIMÓN BOLÍVAR 87
ondeaba la bandera de la libertad: después salió para Quito. El vasto
departamento ecuatoriano compuesto de las provincias de Cuenca, Quito
y Loja , formó un todo con la gran república de Colombia , y Sucre, ya
general de división, fué nombrado para gobernarlo. El Libertador, infa-
tigable y soñando con la independencia del Perú, salió para Guayaquil,
desde allí escribió al noble San Martín, y son de elevado interés las
cartas que entonces se cruzaron entre aquellos dos hombres, redentores
de América y genios de la guerra. *
El Protector llegó á Guayaquil el 25 de Julio de 1822, es decir, el.
mismo día en que Bolivar le escribía lleno de alborozo , rogándole fuera
á encontrarse con él. Durante tres días estuvieron siempre unidos ambos
caudillos; sus conferencias fueron largas y secretas, pero se sabe se tra-
tó en ellas de los auxilios de Colombia al Perú, para concluir con la gue-
rra y arrojar del territorio á los españoles.
Aseguran la mayor parte de los historiadores que ni Bolivar quedó
satisfecho del Protector, ni éste ¿leí jefe supremo de Colombia. Sus ideas
eran completamente opuestas y veíali bajo muy diferente aspecto la
organización de los países americanos.
Inmediatamente cuando el Protector volvió á Lima, presentó su
renuncia y salió para Chile, Buenos Aires y Europa.
¡Noble desprendimiento! ¡digna abnegación del vencedor de Cha-
cabuco !
ínterin Bolivar, esperaba en Guayaquil, la autorización del Congreso
para dirigir la campaña del Perú , mandó al general Sucre como enviado
extraordinario, con instrucciones que reflejaban en su fondo los nobles
sentimientos, y el único empeño de libertar al Perú.
Por fin , autorizado por el Congreso, partió de Guayaquil el 6 de Agos-
to de 1823 y llegó al Callao y Lima el 1.° de Setiembre. Aquel pueblo
entusiasta y demostrativo recibió á Bolivar con intenso regocijo , pues en
el caudillo veía su próxima redención.
1 Vóaso San Martin.
88 AMERICANOS CÉLEBRES
XIX
En el gran convite que en Palacio le dieron, pronunció las célebres
palabras: «Caigan los usurpadores de los derechos del pueblo americano,
.»sin que uno solo quede triunfante en toda la dilatada extensión del
» Nuevo Mundo. . » . *
Aumentó el entusiasmo del pueblo 'peruano cuando Bolivar rehusó
los 50,000 pesos de sueldo que le señalaba el Congreso, aceptando
únicamente la asignación igual á la del Presidente de la República. El
desinterés del esclarecido caraqueño rayaba á la misma altura que su
heroísmo.
La causa de la independencia no estaba aún ganada : recias luchas ;
encuentros en que los realistas llevaban la mejor parte; discordias civiles
y rivalidades de partido, aumentaban la impaciencia de Bolivar viendo
á los españoles recobrar terreno y que se proponían marchar sobre la
capital. El horizonte político se presentaba sombrío y amenazador; sólo
un hombre conservaba serenidad y esperanza; sólo un corazón alentaba
con la fe en el triunfo ; sólo un genio sentía crecer su vigor en medio de
los mayores reveses: el Libertador.
Estudiando detenidamente las pasadas zozobras, los quebrantos, las
dificultades, los titánicos esfuerzos en la prolongada contienda, parece-
rá imposible que aquel ser extraño y sin par, conservara aún la confian-
za que demuestra en su conversación con Mosquera, ministro de Co-
lombia.
Se había retirado enfermo á Pativilca; las circunstancias eran tan
críticas, el cuadro tan desconsolador, que Mosquera le preguntó: «¿Y qué
piensa V. hacer ahora?» — «Triunfar, » contestó sin titubear.
Cuenta D. Joaquín Mosquera, que al separarse de Bolivar en Pati-
vilca , éste le acompañó hasta la entrada del desierto de Huarmei monta-
do sobre una muía mansa. El equipaje de Mosquera se había retrasado y
tuvo que esperar allí su llegada.
Bolivar, que estaba muy débil, se apeó y acostó sobre un capote de
barragán. Eran las seis de la tarde; el sol se ponía perdiéndose entre las
SIMÓN BOLÍVAR 89
olas del Océano. La soledad era completa y solemne; el Libertador, ten-
dido aún en el suelo, dijo: «Diga V. allá á nuestros compatriotas cómo
»me deja V.: moribundo, en esta playa inhospitalaria, teniendo que
» pelear á brazo partido para conquistar la independencia del Perú y la
» seguridad de Colombia » .
Días después la fortaleza del Callao había caído en poder de los
españoles; los buques y pertrechos se habían perdido; el presidente de la
República Torretagle, el ministro Berindoaga, numerosos oficiales y
soldados argentinos y peruanos, desertaron las filas de la patria para
engrosar las de los realistas.
Pero Bolivar arrostró la tempestad, y recobrada la salud, salió á cam-
paña ; los desfiladeros y agrestes gargantas de los Andes lo vieron intré-
pido , sereno y confiado hasta llegar al valle de Huaraz , situado en el
centro de dos ramificaciones de la cordillera, y de allí siguió hacia
Pasco. El 2 de Agosto pasó revista en la pampa del Sacramento; con su
notable elocuencia arengó á los soldados, fijando la batalla para el día 7,
aniversario de Caracas y de Boyacá.
La pampa de Junín fué el sitio escogido para el combate. El 3 empe-
zó el movimiento del ejército patriota por la derecha del Jauja , forzando
la marcha al saber que el ejército español , mandado por Canterac , se reti-
raba desde Carhuamayo y después desde Pasco hacia Tarma. A las 2 de
la tarde del 6 de Agosto de 1824, se avistaron ambos ejércitos en la
llanura de Junín y se prepararon para la batalla.
La brillante caballería española dio la primera carga mandada por
el general Canterac: el desorden fué espantoso.
Ambos ejércitos se batieron lanza en ristre, y á sable con tal empuje
y bizarría, que unos y otros rivalizaron en heroísmo. El Libertador creyó
perdida la batalla.
El coronel D. Manuel Antonio López, dice en sus Memorias históricas
y ños lo ha repetido á nosotros mismos, que presenció un diálogo que
pinta gráficamente el carácter de Bolivar:
« Estaba éste reuniendo los maltrechos jinetes cuando llegó el gene-
ral Lara y le preguntó :
— »¿Qué hay, general?
— »Que ha de haber, — contestó el Libertador: — que nos han derro-
cado nuestra caballería.
— »¿Y tan buena así es la del enemigo?
90 AMERICANOS CÉLEBRES
— » Demasiado buena, cuando ha vencido á la nuestra, contestó
s Bolívar.
— »¿ Quiere V. que yo vaya á dar una carga con esta caballería?
» propuso Lar-a señalando á los arrollados.
— »No, — contestó el Libertador, — porque esto sería quedarnos sin
»ella para concluir la campaña».
Tal era la confianza que tenía en la victoria de la gran causa.
A las seis y media, el coronel Carvajal, herido y con un prisionero á
la anca del caballo, anunció la derrota del enemigo que emprendía reti-
rada por las fragosidades de los Andes hasta el Cuzco, ocupando Bolívar
y su ejército el territorio al Norte del Apurimac.
El hermoso canto á Junín del inspirado Olmedo, es una de las ofren-
das más bellas que por aquel triunfo recibió el Libertador.
La caballería peruana se batió con bravura y mereció el nombre de
húsares de Junín, dado por el general en jefe.
XX
Los historiadores españoles, son los primeros en reconocer las gran-
des cualidades de Boliyar para el mando. Torrente en su Historia de la
Revolución Hispano Americana, dice:
«Inconcebible parece como en tan poco tiempo hubieran logrado los
-insurgentes, poner en campaña una fuerza tan numerosa y bajo un pie
»tan respetable de arreglo y buena dirección. Abundaban las provisiones de
» guerra y boca, el armamento, .vestuario, medios de transporte y cuantos
» elementos guerreros se necesitan para abrir una importante campaña... Las
» tropas de Bolivar, cruzaron los horribles desfiladeros de la cordillera de
»los Andes con tanta constancia y sufrimiento, que sería un acto de injusticia
^negarles el gran mérito contraído en esta campaña. . . Al llegar Bolivar al
» llano que se encuentra entre Ranea y Pasco, dio una enérgica proclama
»á su ejército para animarle á combatir contra las brillantes tropas del
» citado Canterac. . . »
Cuatro meses después, el 9 de Diciembre de 1824, se dirigió Bolivar
á Lima con el objeto de crear nuevos recursos para la campaña y tran-
SIMÓN BOLÍVAR 91
quilizar los ánimos exaltados por las violencias que cometían los mon-
toneros.
Ocupaban la capital peruana alternativamente patriotas y realistas;
motivo por el cual estaba la población en continua alarma. La entrada
del general en jefe causó verdadero delirio : le abrazaban y le tocaban
vitoreándole frenéticamente; era un semidiós para aquel pueblo, loco
de entusiasmo, y sin embargo, el Congreso colombiano acababa de dar
una ley derogando las facultades extraordinarias concedidas en Octu-
bre de 1821, al Presidente de la República en campaña. La nueva ley de
28 de Julio de 1824, concedía aquellas facultades al encargado del Poder
Ejecutivo, y éste podía delegarlas, como efectivamente lo había hecho
en el jefe superior de los departamentos meridionales de Colombia.
Por el último artículo de la misma ley quedaba privado de mandar
el ejército colombiano, nombrando para reemplazarle al noble Sucre.
Tenía pues Bolivar la dirección general de las operaciones militares
como jefe de la república peruana por decreto de 10 de Febrero de 1824,
en el cual se le confería el mando supremo, político y militar.
Después de la batalla de Junín, y sediento de reparar aquel desas-
tre, se ocupó el virrey Laserna en la organización de su ejército en el
Cuzco, formando tres divisiones de infantería y una de caballería para
inmediatamente caer sobre el enemigo, como lo efectuó apoderándose en
su camino de la ciudad de Huamanga, de la guarnición, de los almacenes
y pertrechos que allí existían, cortando toda comunicación con la costa
al valiente ejército patriota que estaba situado en Andahuailas, manda-
do por Sucre.
XXI
En el encuentro de Matará fueron derrotados los independientes, y
siguiendo el general Sucre las instrucciones del Libertador, que no veía
salvación sino buscándola en el campo de batalla , determinó dar cara al
enemigo y atacar. El 8 de Diciembre ambos ejércitos estaban cercanos,
ambos deseaban la batalla y los momentos eran supremos. El día 9 de
92 . AMERICANOS CÉLEBRES
Diciembre, la Naturaleza sonreía mostrando sus más bellas galas, y
torrentes de luz bañaban la sabaneta de Ayacucho. i
A las diez de la mañana el general Sucre arengó á los patriotas prepa-
rándose a romper el fuego. Los españoles estaban situados en las cum-
bres del Condorcanqui como águilas dispuestas á lanzarse sobre su presa.
A la una del día el triunfo era completo. 2 El virey, Canterac y Carra-
talá, gran número de generales (catorce), cayeron prisioneros con todo
aquel denodado ejército que había hecho desesperados esfuerzos por
alcanzar la victoria. a
Dice D. Manuel Antonio López, en sus Recuerdos Históricos que el
general Canterac bajó solo, con un pañuelo blanco en la mano, para soli-
citar la capitulación que fué honrosa y digna del vencedor.
La batalla de Ayacucho terminó la guerra en el Sur, y Bolivar, al
recibir la noticia, pudo exclamar: América es libre.
Los españoles conservaron aún las fortalezas del Callao durante un
año, y por último, aquel postrer baluarte de su dominio en el Perú cayó, *
por capitulación, en poder de los patriotas el 23 de Enero de 1826. Boli-
var otorgó á Sucre, merecidos honores y el lauro de la victoria por su
acierto y bizarría, pero el caballeresco vencedor de Pichincha y de Aya-
cucho, no admitía el triunfo sino por los acertados planes del Libertador.
ínterin habían tenido lugar en el Ecuador y en el Perú tan grandio-
sos acontecimientos, habían sufrido los realistas constantes reveses en
Venezuela, hasta que en el combate naval del lago de Maracaibo (24 de
Julio de 1826) capituló el ejército español, embarcándose para Cuba el 5
de Agosto. La lucha de catorce años tocaba á su fin.
La victoria de Ayacucho entregó á los patriotas las ciudades del
Cuzco y Arequipa, dirigiéndose después el ejército vencedor hacia el
Alto Perú (hoy Bolivia), y en Abril de 1825 ondeaba la bandera republi-
cana en todo su territorio.
A raíz del combate de Ayacucho, convocó el Libertador el Congreso
Constituyente que debía reunirse el 10 de Febrero de 1825, aniversario
del día en que le había otorgado el Perú el mando supremo.
Después de haber decretado honores y recompensas para los liberta-
1 Campo de sangre fétido.
2 La fuerza española consistía en 9,310 hombres y 11 piezas de campaña, y la de los republicanos era de
cerca de 6,000 hombres y una pieza de artillería,
* Véase Sucre.
SIMÓN bolívar 93
dores , terminó el Congreso sus sesiones confiando de nuevo el mando al
caudillo venezolano y facultades extraordinarias. En Abril y Mayo de
1825 recorrió Bolívar el país, acogido por el amor, la gratitud y el rego-
cijo de aquel pueblo que le aclamaba padre de la patria.
En Agosto de 1825, convocó la Asamblea general y creó la república
Bolivar (más tarde Bolivia), en los departamentos del Alto Perú.
En Julio, dio el filantrópico decreto eximiendo á los indígenas de todo
servicio forzoso y que no procediera de contrato y precio del trabajo.
Abolió el título de autoridad de cacicazgo; prohibió la matanza de vicu-
ñas, con el objeto de aumentar aquellos preciosos animales, y para
fomentar la cría de ellos ofreció un premio á los que formaran numero-
sos rebaños; creó colegios y se ocupó con actividad de la instrucción
pública, muy descuidada entonces; decretó la fundación de hospitales y
hospicios; fijó su vista de águila en la falta de carreteras, en la explota-
ción de minas y en todo cuanto pudiera aumentar la prosperidad de las
naciones que eran hijas de su valor heroico y de su abnegación.
A la sazón ardía el fuego de la discordia en Colombia : sólo Bolivar
podía apagarle, y á él acudieron los pueblos; siempre generoso, voló en
su auxilio, dejando encargado del mando supremo del Perú al general
Santa Cruz y á los ministros del despacho. A su llegada á Guayaquil
encontró dominantes las ambiciones de partido en toda la extensión de
la gran república, y su alma noble y conciliadora le dictó estas pala-
bras :
«No he querido saber quien ha faltado; mas no olvido jamás que
»sois mis hermanos de sangre y mis compañeros de armas. Os llevo un
» ósculo común y dos brazos para uniros en mi seno».
Más bellas aun fueron las que pronunció en Bogotá al tomar posesión
del Poder Ejecutivo, en Noviembre de 1826.
XXII
No desconocía el Libertador las intrigas de sus enemigos y las calum-
nias propaladas con aviesa intención; le acusaban de ambicioso, de sed
insaciable del mando y de soñar con el trono.
94 AMERICANOS CÉLEBRES
«El voto nacional, — dijo, — me obliga á encargarme del mando su-
»premo; yo le aborrezco mortalmente, pues por él me acusan de ambi-
cioso y de atentar a la Monarquía. ¡Qué! ¿me creen tan insensato que
» aspire á descender? ¿No saben que el destino de libertador es más subli-
»me que un trono?»
¿Qué, mejor defensa que estas palabras dictadas por sentimientos de
hidalga grandeza? En aquel ser no cabían vulgares aspiraciones, todo
en él lo elevaba á una altura á la cual no podían alcanzar los pigmeos.
Anhelaba para su patria , para aquella hija predilecta de su entusiasmo,
un futuro brillante; soñaba hacerla grande, poderosa, única por su
gobierno y su organización política, no calcada sobre la de otros. países
cuyas instituciones eran diametralmente opuestas para la paz y seguri-
dad de Colombia.
Venezuela, se había declarado en abierta oposición. La presencia del
Libertador fué suficiente para sofocar las facciones y devolver la tran-
quilidad al país. A su llegada á Caracas, los partidos central y federal
amenazaban declararse en sangrienta guerra civil. Bolívar, al hacerse
cargo del Poder Ejecutivo , se ocupó activamente de reformas urgentes,
sobre todo en el ramo de Hacienda, que se encontraba en deplorable esta-
do. Sabias economías dieron propicios resultados, y la benéfica mano del
Libertador, se extendió por toda la república. Pensaba por entonces en
formar una confederación que dividiese al Perú en dos estados y á
Colombia en tres, que aun cuando dependientes del jefe de la confedera-
ción pudieran gobernarse cada uno de por sí. Bolívar abarcaba el por-
venir con su mirada de águila y preveía que la desunión sería inevitable
después de su muerte.
La actitud de Venezuela, las fratricidas luchas federal y central,
hicieron necesaria la presencia del Libertador , y éste salió para Mará-
caibo recogiendo en su marcha hombres y fondos para sofocar la rebe-
lión con enérgica severidad. La proclama que dio á1 su llegada
rebosaba amargura y profundo pesar.
« j Venezolanos ! Ya se ha manchado la gloria de vuestros bravos con
»el crimen del fratricidio. ¿Era esta la corona debida á vuestra obra de
» virtud y valor? No. — Alzad, pues, vuestras armas parricidas; no matéis
»á la patria. Escuchad la voz de vuestro hermano y compañero, antes de
» consumar el último sacrificio de una sangre escapada de los tiranos,
»que el Cielo reservaba para conservar la república de los héroes.
SIMÓN BOLÍVAR 95
» ¡ Venezolanos ! . .
»0s empeño mi palabra. Ofrezco solemnemente llamar al pueblo para
»que delibere con calma sobre su bienestar y su propia soberanía. Muy
» pronto, este año mismo, seréis consultados para que digáis cuándo,
» dónde y en qué términos queréis celebrar la gran Convención nacional.
» Allí el pueblo ejercerá libremente su omnipotencia, allí decretará sus
» leyes fundamentales. Tan sólo él conoce -su bien y es dueño de su suer-
»te; pero no un poderoso, ni un partido, ni una fracción. Nadie, sino
»la mayoría, es soberana. Es un tirano el que se pone en lugar del pue-
»blo, y su potestad una usurpación.
» ¡ Venezolanos !
»Yo marcho hacia vosotros á ponerme entre vuestros tiros y vues-
tros pechos. Quiero morir primero que veros en la ignominia, que es
» todavía peor que la misma tiranía, y contra ésta ¿qué no hemos sacri-
»flcado? — ¡Desgraciados los que desoigan mis palabras y falten á su
» deber ! ! !
»Bolivar.
» Cuartel, general Libertador en Maracaibo, á 16 de Diciembre
»de 1820.-16.°»
XXIII
La llegada del denodado caudillo calmó las pasiones y tranquilizó
los partidos: su habilidad política y su tacto consiguieron grandes venta-
jas y dispuso cesaran las hostilidades, dirigiéndose á Páez con dignidad
y carácter, asegurándole temblaba ante una contienda entre hermanos,
pero que estaba resuelto á combatirla. «Sólo quiero, — decía, — que la ley
» reúna á los ciudadanos, que la libertad los deje obrar y que la sabidu-
ría los guíe, para que admitan mi renuncia y me dejen ir lejos, muy
» lejos, de Colombia.»*
No concebía Bolivar que en el suelo de la libertad en donde tanta
sangre se había derramado , se vertiera y se sacrificara por ruines ambi-
ciones ó falta de tacto político.
96 AMERICANOS CÉLEBRES
Para cortar la revolución, dio el decreto que alejaba todo temor de
persecuciones ó castigos, garantizando bienes y empleos de los que abra-
zaban las reformas, confirmando á Páez en su cargo de jefe superior de
Venezuela y disponiendo sometieran á la autoridad 'del Libertador como
presidente de la República.
El efecto fué instantáneo , y Bolivar , recibiendo manifestaciones de
entusiasmo, festines y vítores por donde pasaba, llegó hasta Caracas, y
aquel pueblo que veía en él á su salvador , al esclarecido guerrero , expre-
só su regocijo con grandes festines.
En tan hermoso cielo no se vio la más pequeña nube: allí, como en
Bogotá, se consagró el Presidente á remediar las necesidades públicas, á
reformar abusos, á plantear economías, á crear colegios y centros de
educación , á redimir esclavos, á la reorganización universitaria , y al
estudio de aranceles de aduanas.
Todo lo invadía su fabulosa actividad; todo lo abarcaba su vasta
inteligencia; pero ínterin se dedicaba al bien "de aquellos pueblos, las
revueltas se sucedían en el Perú, y en Bogotá aplaudían aquel levanta-
miento; también en Guayaquil se efectuaban grandes trastornos, y de
aquel modo empezaba á desmoronarse el edificio á costa de tantos sacri-
ficios levantado.
En Julio de 1827, salió Bolivar de Caracas, para hacer frente á las
contiendas civiles que tenían lugar en otros puntos de la república. El
orden se restableció, si bien por muy corto tiempo, pues no sólo estaban
en guerra abierta los partidos, sino que algunos corsarios y guerrillas
españolas amenazaban por el lado de la costa.
Tantas calamidades, tan continuos combates encaminados á malograr
el fruto de diez y ocho años de fatigas y de vigorosa resistencia , abatían
al Libertador, por más que su espíritu fuera siempre valeroso y enérgico.
La Convención de Ocaña, reunida para reformas y saludables resulta-
dos, no respondió tal .vez á las esperanzas del país, y los pueblos protes-
taron enérgicamente asociándose al pronunciamiento de Bogotá, que
confería la dictadura y facultades extraordinarias á Bolivar. Al aceptar
en circunstancias tan difíciles, ¿podía tachársele de tirano ó ambicioso?
¿No era más bien una nueva prueba de amor á la patria, y un sacrificio
noble y digno? Creemos que sí, y que á medida que pasen las generacio-
nes aparecerá más grande y sin tacha la figura de aquel hombre , cuya
vida fué un prolongado heroísmo.
SIMÓN BOLÍVAR 97
Ninguno de los hombres de la independencia americana tuvo que
luchar con tantas dificultades , ni jamás estuvo tan largo tiempo expues-
to á ellas.
XXIV
España reforzaba sus ejércitos en las Antillas y amenazaba las costas
de las nacientes repúblicas. Bolivar, infatigable como siempre, se dedi-
có á la organización de tropas, á disciplinarlas y á reformar la orde-
nanza.
Venezuela estaba más tranquila y en villas, ciudades y aldeas, se juró
obediencia al dictador. Sin embargo de que su benéfico influjo se exten-
día por todas partes, sus enemigos no descansaban: le acusaban de amar
el poder, y éste, absoluto, omnímodo, lo cual no vacilamos en creer; pero
no por sed de dominio, sino por exceso de amor patrio; se creía necesa-
rio para consolidar el edificio que él había levantado.
Las pasiones se exaltaron; los rencores no tuvieron límites y, con
asombro del mundo, se vio amenazada la vida del Libertador, del gue-
rrero, del victorioso en cien combates. La audacia conduce á los amoti-
nados hasta el palacio, sorprenden á la guardia, asesinan á los centinelas
y se lanzan en busca del Libertador. El joven y esforzado edecán Andrés
Ibarra trata de oponerse, aunque inútilmente, é hiriéndole en un brazo,
llegan hasta el dormitorio en donde descansaba Bolivar: con su natural
bravura se había levantado al escuchar el ruido , y esperaba para ven-
cer ó morir, que impropio é indigno de su carácter creía emprender la
fuga.
Pero alguien velaba por su vida: una mujer amorosa y fuerte, una
varonil quiteña. D.a Manuela Sanz 1 al salvar á Bolivar haciéndole huir
por una ventana, salvó también de un gran crimen, á los colombianos de
una ingratitud sin ejemplo, y á la patria de infinitos males.
La noticia voló por Bogotá con la rapidez del relámpago y fué reci-
bida con estupor é indignación: los cobardes asesinos no encontraron ni
apoyo ni auxilio.
1 Era la amada del Libertador
98 AMERICANOS CÉLEBKES
Muerto el Libertador, hubiera sido espantosa la anarquía , y jamás
Bolivar pudo creer que llegara á tal punto el odio de sus enemigos.
Esta tentativa contra su persona le causó profundo desaliento y
alteró su salud, ya quebrantada de largos años de fatigas y decepciones.
El 2 de Enero de 1830 debía reunirse el Congreso en Bogotá, con carácter
de constituyente, y entre tanto el malestar crecía, y se arraigaba en
los ánimos la convicción de mayores trastornos.
En Venezuela se había convocado una Asamblea general y ésta deter-
minó organizar una nación independiente, consultar la voluntad del
pueblo , y por medio de un Congreso constituyente manifestar y reconocer
la separación del Gobierno de Colombia.
Hasta la instalación del Congreso se confirió el mando al general
José Antonio Páez.
En el Perú y Bolivia , no era menor la agitación y la hostilidad á lo
que se llamaba tiranía de Colombia , y si bien Bolivar había sido procla-
mado presidente vitalicio con el hermoso título de' padre y salvador del
Perú, sin embargo, en Lima se cometieron atropellos contra la división
colombiana, se prendieron jefes y oficiales, y después de estar aprisio-
nados cuatro días en obscuros calabozos, se les embarcó á bordo del
bergantín inglés «Bucher» tratándolos indignamente hasta que desem-
barcaron en Buenaventura. 1
XXV
En Bolivia tenían «lugar motines y pronunciamientos apoyados por el
general Gamarra , y á pesar de que Sucre hizo saber que la división
colombiana (pretexto para los revolucionarios) abandonaría el país, sin
embargo el desorden crecía hasta desconocer la autoridad del vencedor
de Ayacucho , quien había sido herido en una de las revueltas y á pesar
de esto fué sacado de su casa y conducido preso.
Poco después el valiente general renunció su alto cargo y se embarcó
para Colombia, su patria, dejando un recuerdo sin tacha de su elevado
carácter y de sus nobles cualidades como mandatario.
1 Restrepo.— Historia de la Revolución de Colombia.
SIMÓN BOLÍVAR 99
Los alzamientos del Perú y Bolivia, repercutieron en el Ecuador y
el Cauca se levantó en favor de los peruanos que intentaban invadir el
país. Tales noticias contristaron hondamente al Libertador, quien activo
y decidido organizaba ejércitos, agotados ya los medios de conciliación, y
se decidía á rechazar á los peruanos qué ocupaban una parte del Ecua-
dor. ¡ Qué reflexiones tan amargas debieron surgir en la mente del héroe
de Junín! ¡qué terrible desencanto para el caudillo de la libertad! ¡qué
hondo desaliento para aquel espíritu enérgico y soberano !
Pero Bolívar era más grande aun en el infortunio. Ni la adversidad,
ni las decepciones, lograron abatir ni exacerbar su noble condición.
Con su acostumbrada actividad marchó para el Ecuador, terminó la
guerra con el Perú y sofocó la guerra civil.
En Julio de 1829 escribía desde la costa ecuatoriana á D. Estanislao
Vergara, y en aquella larga carta, se reflejaba la tristeza por lo infruc-
tuoso de sus esfuerzos para crear países fuertes y pacíficos.
«No quiero engañar á V., — decía, — ni perderme yo; no puedo más,
»y este sentimiento me lo dice mi corazón cien veces por día». En otro
párrafo de la misma carta añadía : « me ha tenido tan melancólico estos
» días la perspectiva de la América, que ni la caída de Lámar y los servi-
cios que nos ha hecho el Perú en su mudanza me han consolado, y antes
» por el contrario han aumentado mi pena , porque esto nos dice clara-
» mente que el orden , la seguridad , la vida y todo se aleja cada vez más
» de esta tierra, condenada á destruirse ella misma y á ser esclava de
» Europa». 1
También escribía al general Daniel Florencio O'Leary, expresándole
la misma amargura y su incesante pensamiento fijo en la suerte de aque-
lla patria que idolatraba. Lo futuro le preocupaba hondamente, dando
su sabia opinión para organizar el país.
Veía inevitable la división de la gran república y deseaba se hiciera
pacíficamente, y si era posible durante su vida, para utilizarla aún en
servicio de la patria, como mediador, consejero y amigo.
Esa notable carta que no reproducimos por su extensión, demostraba
palpablemente que jamás había abrigado Bolívar ideas monárquicas, ni
tendencias á ceñirse corona : todos sus actos desmienten tan calumnioso
aserto.
1 Felizmente en esto riltimo no se ha cumplido la predicción de Bolívar.
100 AMERICANOS CÉLEBRES.
El día 15 de Enero de 1830, y terminada la guerra con el Perú, vol-
vió á Bogotá, y persuadido de que debía abandonar el mando por la
tranquilidad de la nación, dirigió al Congreso en 20 de Enero de 1830
la renuncia , apoyada patriótica y enérgicamente por reflexiones y votos
de concordia.
«* Si os obstinaseis en que yo mandara sucumbiría: oid mis súplicas:
» salvad la república, salvad mi gloria que es de Colombia. Disponed de
»la presidencia que respetuosamente abdico en vuestras manos.»
El 20, en una proclama se despidió de los colombianos, y el 22 con-
testó el Congreso Constituyente al mensaje de Bolívar. Aceptaron su
renuncia, pero expresándole la inmensa gratitud que le debían los pue-
blos y el deseo de que con su presencia y sabiduría entendiese en los
asuntos públicos y de gobierno, ínterin se nombrase quien debía suce-
derle.
XXVI
De día en día se multiplicaban los acontecimientos. En Mayo se pro-
nunciaron algunas de las poblaciones ecuatorianas en favor de la sepa-
ración de la Nueva Granada, y en Setiembre del mismo año, se constituía
Venezuela en estado soberano independiente.
El 4 de Mayo de 1830, fué electo presidente D. Joaquín Mosquera, y
vicepresidente D. Domingo Caicedo. Dos días después presenciaba Bogo-
tá la sublevación del batallón de granaderos y húsares de Apuré, y en
la noche del 7 no se creía libre de un atentado el caudillo caraqueño.
El día 8 salió para Cartagena ; el Congreso había dado un decreto que
fué aprobado, para honra de Colombia: se le rendía un homenaje de
gratitud, se otorgaba la veneración á que era tan acreedor y se asegu-
raban á Bolivar 30,000 pes*>s anuales vitalicios. Aquel hombre, arbitro
del destino de cinco naciones durante largos años, estaba pobre y carecía
de recursos para trasladarse al extranjero.
El crimen de Berruecos 2 fué un nuevo y terrible golpe para el legen-
1 Palabras del Libertador.
2 Asesinato del general Sucre
SIMÓN BOLÍVAR 1ÓÍ
dario héroe americano, ya muy débil y enfermo. Sucre había sido uno de
sus compañeros más nobles, fiel y consecuente amigo; pero, á no dudarlo,
la herida más profunda para su corazón,- la incurable, fueron aquellas
palabras de José Osío, Ángel Quintero y otros venezolanos, quienes al
participar la instalación del Congreso como nación independiente, exi-
gían de la Nueva Granada una villanía, un deshonroso proceder; la
expulsión del general Bolívar del territorio colombiano .
Pocos días más tarde se llevaba más lejos el odio al Libertador de
Venezuela. Los diputados Ramón Ayala, de Caracas, y Juan Evangelis-
ta González, de Maracaibo, pedían se declarara al general Bolívar fuera de
la ley si iba á Curacao ; para honra y gloria de los ecuatorianos debemos
consignar, que asombrados por aquella incalificable ingratitud que
rechazaba á Bolivar del suelo patrio, le ofrecieron, con el respeto
que merecían sus glorias, cariñoso asilo en el Ecuador.
El 1.° de Diciembre de 1830 llegó el Libertador á Santa Marta á bor-
do del bergantín «Manuel» ya tan gravemente enfermo, que fué trasla-
dado á tierra en una silla de brazos, y el día 6, deseoso de respirar el aire
puro del campo se trasladó á San Pedro Alejandrino, lugar cercano á
Santa Marta, á una propiedad de D. Joaquín Mier, á quien creemos
español.
Bolivar vivía ya sólo con el espíritu.
A la una de la tarde del día 17 de Diciembre de 1830 se extinguió
aquella útil y heroica existencia: tenía 47 años. El dolor respetó al héroe
en los postreros momentos. No sufrió, se apagó lentamente como una
lámpara.
Grande hasta la tumba, otorgó su perdón á sus enemigos. Seis días
antes de morir dictó la última proclama:
«¡Colombianos! Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la
» libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés,
» abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando
» cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis
» enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más
» sagrado: mi reputación y mi amor á la libertad. He sido víctima de mis
» perseguidores y me han conducido á^las puertas del sepulcro. Yo los
» perdono. . . Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice
» que debo haceros la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro á
»otra cosa que á la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por
102 AMERICANOS CÉLEBRES
»el bien inestimable de la unión: los pueblos, obedeciendo al actual
» Gobierno para libertarse de la anarquía; los Ministros del Santuario,
» dirigiendo sus oraciones al Cielo, y los militares, empleando la espada
»en defender las garantías sociales.
» ¡ Colombianos ! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si
»mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la
» unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
»Stmón Bolívar.»
XXVII
Nacido el Libertador en la riqueza y en el fausto *, acariciado por la
gloria y la fortuna, moría pobr>e y solitario. Su desinterés y su indife-
rencia por el oro eran tan grandes como su heroísmo.
Entre los varios retratos y bustos que se conservan del Libertador 2,
el mejor , sin duda alguna , es la obra al óleo ejecutada por el bogotano
José M.a Espinosa.
La estatura de Bolivar era mediana; tenía músculos finos, tez blanca
mate que habíase tornado morena á favor de los ardores del sol; el ros-
tro era ovalado , anguloso y agudo en la barba ; su cabeza era deprimi-
da en las sienes, bien conformada y prominente en la parte superior;
los ojos eran negros, grandes, vivísimos, brillantes; la boca pequeña, la
frente ancha, la nariz fina, correctamente delineada; era muy pronto en
sus movimientos , y su presencia y su actitud acusaban la costumbre del
mando.
Con su palabra deslumhraba, y elocuentísimo y especial en su decir,
cautivaba á las masas y a los soldados.
En Bolivar, todo era potente, y soñaba con algo superior, con algo
grande, con algo colosal. Era un ser único; tenía todas las grandes con-
diciones del guerrero, las del hábil político y las del estadista, nobilísi-
mas aspiraciones y generoso impulso.
V
1 Su padre era el Marqués de Aragua, Vizconde de Toro y Señor de Aroa.
4 El mejor retrato que existe del general Bolívar, es el que hizo José M.» Espinosa en vísperas del atenta-
do del 25 de Setiembre de 1828. La autora de este libro posee un admirable busto que le fué obsequiado en
Mompox.
SIMÓN BOLÍVAR 103
Con profunda veneración hemos visitado San Pedro Alejandrino: en
la habitación en donde murió el Libertador, nos parecía encontrar algo
de su ser, y en tropel acudieron á nuestra imaginación los grandes
hechos de la vida del héroe, su abnegación é incansable porfía, sus tris-
tezas y decepciones, los días de luz y de esplendor, las horas sombrías,
los instantes que precedieron á su muerte: ¡cuántas filosóficas reflexio-
nes nos sugería aquella vivienda, convertida en templo de inmorta-
lidad!
Bolivar, preso en el pequeño espacio de un sepulcro, vive en los
corazones y ejerce poderoso influjo en generaciones y generaciones.
Colombia, hija del héroe, murió con él.
JORGE WASHINGTON
<> El primero en la guerra, el primero en la paz, el pri-
mero en los corazones de todos sus compatriotas. »
V . 1
-Y *<ÍJ¿A
í
1
n hombre coronado con luminosa aureola; principio
y complemento de heroica epopeya; genio de la
independencia norteamericana; creador de la más
gigante de las repúblicas; inmortal arquitecto del
más grandioso de los monumentos.
Tal fué Washington.
El, en el Norte. Bolivar, en el Sur. Dos colosales
y '— — ' cimas que se pierden entre la majestad del infinito;
eternos contemporáneos de las generaciones que
avasallan con su poderoso influjo; sublimes predestinados que obedecen
al impulso de algo tan superior, tan omnipotente, como los augustos
derechos del hombre en pugna con las cadenas de la esclavitud.
Invulnerables é intrépidos, asombran con su grandeza, asustan con su
arrojo y desafían con la fe en la victoria. Son dos elementos que no
encuentran dique ni barrera, que no ceden ni se abaten.
¿En qué se apoyan Washington y Bolivar para ponerse frente á fren-
te de la poderosa Inglaterra el primero, y en abierta lucha con la altiva
y tenaz España el segundo? ¿Cuál es su fuerza? ¿Cómo alcanzan á bastar-
se á sí mismos? ¿Cómo forman de humildes colonos, soldados aguerridos
para la guerra? ¿Con qué misterioso poder improvisan ejércitos, los con-
ducen á la pelea y luchan y vencen?
JORGE WASHINGTON
JORGE WASHINGTON 105
A los ojos de los pueblos, esos dos colosos son semidioses; á los ojos
del historiador son genios, son guerreros de la moderna Ilíada, más
sublime y grande que la de Homero.
¡ El evangelio de esos redentores heroicos es la libertad !
II
Jorge Washington era de noble linaje; la cuna de sus antepasados se
había mecido en la poderosa Inglaterra.
Dos de aquéllos, Juan y Lorenzo Washington, se trasladaron en 1657
á las feraces y risueñas márgenes del Potomac, cuando ya la colonia
Virginia había tomado la iniciativa desde 1620 y adquirido franquicias
y libertades apoyadas por su Cámara de representantes.
En un fresco valle cercano al Potomac, á orillas del manso arroyuelo
de Bridges, vivían Agustín Washington y la hermosa María Ball, ventu-
rosos, tranquilos y disfrutando mediano bienestar.
Aquella ventura creció el 22 de Febrero de 1732 con el nacimiento de
un niño, que era el primogénito de las segundas nupcias de su padre, y
éste, que se había trasladado á una de sus haciendas del condado de Sta-
fford, falleció cuando Jorge Washington contaba aún muy pocos años,
quedando á cargo de María, la digna y virtuosa madre, que unía á su
carácter elevado la energía , la sencilla dignidad y natural grandeza de
la mujer espartana.
¿Cuál fué su influjo en los primeros pasos del niño que más tarde*
había de ser el primer ciudadano.de los Estados Unidos?
Horacio Mann , nos indica lo que en aquella época eran las escuelas
rurales, y Washington no podía adquirir grandes conocimientos en la
que estaba á cargo del sepulturero Hobby f , de escasa inteligencia de
acuerdo con su apellido, y hombre poco á propósito para inculcar amor
al estudio ni desarrollar eí natural entendimiento del niño.
Su madre hizo mucho más que el maestro, y diariamente le señalaba
la lección en un libro que, á decir verdad, fué su Mentor, abundante
1 Hombre rucio j*-torpe.
106 AMERICANOS CÉLEBRES
en sanos consejos, en nobles principios, profunda moralidad y magnáni-
mas ideas. Contemplaciones morales y divinas, por Matthew Hale.
Más tarde consiguió aprender correctamente la Aritmética, algo de
Trigonometría, Geometría y Topografía, y los estudios concluyeron
cuando ya , adolescente y escaso en bienes de fortuna , hubo de pensar
en crearse por sí mismo posición y porvenir.
III
Tenía Jorge Washington un hermano mayor, primogénito del primer
enlace de su padre, y ya retirado del servicio que como marino había
hecho en la escuadra de las Antillas, y establecido en la hacienda del
Potomac á la que había dado el nombre de Mont Vernón. Deseoso de que
Jorge siguiera la misma carrera y conquistara nombre, consiguió un
despacho de guardia marina, que el joven aceptó con entusiasmo y aun
obtuvo el beneplácito de su madre, pero ésta negó poco después lo que
primero había concedido.
El corazón de las madres tiene extraños presentimientos, y el de
María tal vez leyó en el porvenir, y con aquella negativa hizo de su hijo
el salvador de un gran pueblo.
Durante algunos años, ocupado como agrimensor, llevó á cabo gran-
des y provechosos estudios para el deslinde de los terrenos y propiedad
del acaudalado Lord Fairfax, emparentado con la esposa de su hermano
Lorenzo, adquiriendo vigorosa robustez y la incansable resistencia física
que tan útiles fueron más tarde al guerrero.
Jorge adoraba á su hermano, y con profundo pesar le vio languide-
cer, extinguirse lentamente y sucumbir bajo el peso de terrible dolencia *,
dejando por heredera á su hija única, á una niña que también falleció
poco después.
De ese modo, la hacienda de Mont Vernón , hoy célebre en la Histo-
ria, pasó á ser propiedad de Washington, cuando éste era ya mayor
comandante de milicias coloniales, organizadas para rechazar los pro-
bables ataques de los franceses y las hostilidades de los indios.
* La tisis.
JORGE WASHINGTON 107
El ayudante Van Braam y Ware, compañeros y amigos de Lorenzo,
le habían enseñado el arte de la guerra.
IV
En esta época de la vida de Washington, se registra un notable epi-
sodio: su viaje al campamento francés para cumplir las órdenes del
gobernador Diuwiddie.
El camino estaba erizado de peligros; el indio enemigo era rey de
enmarañadas selvas, por las cuales tenía que cruzar el bizarro joven 4
con sus pocos pero esforzados compañeros. Las dificultades fueron venci-
das, y ya desde Logstown alcanzó de los indígenas, guías seguros hasta el
campo francés , y cumplida en éste su misión emprendió la vuelta , en la
cual crecieron los obstáculos: el invierno, con todos sus rigores, se oponía
á su marcha; espesas capas de hielo cubrían los ríos; montañas de nieve
amenazaban servirles de sudario; extensísimos bosques, no hollados aún
sino por las fieras , inspiraban al cruzarlos misterioso pavor , pero nada
arredró el valeroso corazón de Washington.
Poco después marchó como teniente coronel de un regimiento de
trescientas plazas , destinado á la frontera de Virginia ; ya los franceses
habían iniciado la campaña, y en el primer encuentro en Great Mesdows
derrotó á la partida que mandaba Jumonville, el que fué muerto en la
acción.
Se acercaba para los Estados Unidos la época de luchas y de tormen-
tas, y ya en la tenaz defensa del fuerte Necessity, se reveló el carácter
de aquel que mandaba las fuerzas como coronel por haber fallecido éste.
La superioridad del número en los enemigos franceses é indios, hizo
inevitable la capitulación, pero ésta fué con los honores de guerra y
libertad para los vencidos.
Tenia veinte y un años.
108 AMERICANOS CÉLEBRES
V
Por algún tiempo permaneció Jorge Washington en Mont Vernón;
pero nuevamente fué llamado para ponerse bajo las órdenes del general
Braddock, y á su lado como ayudante peleó el 9 de Julio de 1755, día de
funesto recuerdo, página sombría en la historia norteamericana.
El bizarro Braddock cayó en una emboscada , caso que la prudencia
de Washington había previsto aconsejando ciertas precauciones que des-
graciadamente se descuidaron , entre éstas que se avanzara á marchas
forzadas para impedir que el enemigo recibiera refuerzos, y que los
bagajes se condujeran á lomo de bestias, más ligeras que los carros: ya
empeñada la acción, opinó que los soldados de las tropas de línea se
guarecieran detrás de los árboles, como lo hacían las compañías de Vir-
ginia, para que no presentaran blanco al enemigo.
El general optó por no abandonar su táctica europea, pretendiendo
Con su denuedo y heroico ejemplo reanimar la desatentada tropa ; todo
fué inútil , y el desastre se completó con la mortal herida del valeroso
Braddock, y ya en retirada, murió al llegar en Great Mesdows.
En aquel azaroso combate sucumbieron ochenta y dos oficiales, y
Washington se salvó porque el Gran Espíritu, como decían los indios,
protegía su vida.
Estaba destinado á mayor gloria.
VI
Nombrado más tarde comandante en jefe de las tropas de Virginia,
mostróse la fortuna favorable á los franceses como en los encuentros
anteriores, y las dificultades de la campaña aumentaron el prestigio de
Washington , por su actividad en la organización de fuerzas , por la seve-
ridad en la disciplina y en el principio de autoridad que puso de mani-
fiesto cuando el comandante del fuerte Cumberland, oficial nombrado por
JORGE WASHINGTON 109
el rey de Inglaterra, se negó, apoyado en tal privilegio, á obedecer las
órdenes del joven jefe de las fuerzas de Virginia.
Éste, desafiando el rudo invierno, atraviesa á caballo gran distancia;
preséntase en el campamento del comandante en jefe del ejército general,
Shirley y le da cuenta del agravio : justo é imparcial , falló en favor de
Washington.
De vuelta á Virginia continuó ocupándose de sus deberes militares, y
á pesar de los grandes méritos contraídos y de su noble desinterés, no
logró salvarse de la ingratitud que siempre encuentra abrigo en las
almas pequeñas.
Desalentado y ofendido, pugnó por presentar su dimisión; pero
nobles y generosos influjos, la voz de sus amigos y el deseo de ser útil á
su país , le hicieron desistir de su propósito , sin embargo que poco des-
pués, abatido físicamente por las tercianas y moralmente por las decep-
ciones y el desencanto, se retiró á Mont Vernón, hasta que en 1758
volvió á emprender la campaña con las tropas de Virginia , que unidas á
las del general inglés Forbes tomaron el fuerte Du Quesne, el Ohío
quedó libre de invasores, y Virginia vio lucir de nuevo la aurora de
paz.
Washington había ya tomado asiento en la Cámara como diputado
por Winchester, y en ella recibió señaladas muestras del prestigio que
sus méritos de soldado habían conquistado.
VII
Veintisiete años contaba la hermosa viuda Marta Cutis , cuando
Washington la eligió por compañera.
Tenía la soñadora expresión de las hijas del Rhin; correctas faccio-
nes; ojos de ese color indefinible que se apellida garzo; profusa
la castaña cabellera, y esbelta y flexible la cintura; era grave, seria, pru-
dente, dechado de virtudes domésticas, sacerdotisa del hogar y de la
familia.
La Providencia la hizo compañera del fundador de la independencia
americana.
110 AMERICANOS CÉLEBRES
Eran dos almas gemelas, dos seres creados para comprenderse.
La gallarda viuda residía en las cercanías de Williamsburg, y fes-
tejado Washington por un entusiasta amigo suyo, obligado por éste á
aceptar un convite en el campo, la conoció, la admiró, la amó y fué
amado.
En los combates llevaba por talismán la imagen de Marta, y su no
interrumpida correspondencia encendió más en ambos el fuego de la
pasión. Fijóse el día de su ventura, y en el mes de Enero de 1759, indi-
soluble lazo los unió para siempre en Casa Blanca , morada de la casta
prometida.
Los esplendores de la luna de miel iluminaron con suavísima luz la
vida de Washington , árida y vacía hasta entonces de las tiernas expan-
siones del amor.
Dice el notable biógrafo Mister Sparks , que una de las grandes con-
diciones características en el padre de la gran república era observar
y ejecutar puntualmente cuantos deberes le fueron encomendados , y por lo
cual en la vida doméstica se distinguió por la estricta moralidad, por el
amor á su familia, por la consagración á sus intereses y cuidado de su
hacienda y por el orden que presidía hasta en los menores detalles de
su vida.
Cuando pasados los primeros meses de su matrimonio se trasladó á
Mont Vernón, santuario de la familia; cuando allí se vio rodeado de su
esposa y de los hijos de ésta , un niño y una niña , se ocupó activamente
de la agricultura, de la exportación del tabaco, del trigo y de harina,
manantiales de inagotable riqueza , complaciéndose en hermosear su casa
con artísticos objetos, con muebles de severo estilo, para hacer de su
hogar un templo feliz y digno de la esposa que en él reinaba.
La hospitalidad en Mont Vernón era proverbial, y durante 15 años,
aquella incesante prodigalidad de bienes y de venturoso anhelo no fué
empañada por la más imperceptible nube, y el cielo de aquella vida
estaba exento de tempestades.
JORGE WASHINGTON 111
VIII
« El imperio del mundo se dirige al occidente.; ya están representados
los cuatro primeros actos; la pieza terminará el quinto con el ocaso del
sol; el hijo menor del tiempo será el más noble de todos».
Proféticas palabras del idealista filosófico Berkeley, que analizadas
más tarde, simbolizan la altivez y el orgullo del país que piensa será
un día el punto central de la civilización , y en mucho contribuyó á la
magna lucha y social reforma , la idea de esa futura soberanía,.
El monopolio del comercio colonial había sido inagotable fuente de
discordias , y Francia , Inglaterra y España , luchaban sin tregua para
arrebatarse el cetro del dominio y la rica mina descubierta allende
el Océano.
La dependencia en que vivían las colonias respecto de Inglaterra y el
afán natural de crear patria, germinaba en la mente de los americanos,
y la idea había adquirido prodigioso desarrollo y completa madurez
cuando la altivez y poder del Parlamento y la voluntad de Grenville,
dictaron el impuesto del papel sellado.
Ya de larga fecha había surgido la idea de contribuciones sobre las
colonias, y en 1745, el hábil ministro Walpole rechazó la proposición,
poniendo de manifiesto su marcha teóricopráctica en aquella cuestión
que se le sometía.
«Me basta, — dijo, — el tener que habérmelas con la vieja Inglaterra,
no quiero entretenerme también con la joven ; conozco sus planes : se los
abandono á los que sean menos aficionados que yo á la tranquilidad, y
sobre todo, á la prosperidad comercial de este país. Sé perfectamente lo
que hacen los americanos: comercian con las Antillas y con el Portugal
sacándoles oro; con ese oro vienen á comprar nuestras mercancías, y yo
calculo que si sus negocios subiesen á doce millones anuales , la mitad de
éstos entran en algunos años en las arcas del rey. He aquí mi sistema
de impuestos; que otros más hábiles ó más atrevidos que yo procedan
como les plazca».
En 1750 se renovó la idea de la contribución; pero como encontrara
acogida hostil en el Parlamento , quedó sin efecto , no alcanzando
112 AMERICANOS CÉLEBRES
mejor éxito con Míster Pitt en 1757 alegando éste, era inconveniente y
desleal*levantar impuestos en país que tenía asambleas propias y dere-
chos para votar sus contribuciones. .
Tan recto criterio no fué, sin embargo, más tarde suficiente argumen-
to para evitar que Carlos Towshend, presidente del Tribunal de comer-
cio, pensara en descargar á las colonias del pago de los gobernadores,
jueces y demás empleados ingleses, imponiéndoles en cambio fuerte con-
tribución, útilísima para que S. M. el Rey de la Gran Bretaña, sostuviera
con ella y pagara veinte regimientos.
Al ministerio Bute y Towshend, sucedió Grenville, y apoderándose de
la idea y dándole carácter benévolo, la sometió á la voluntad de los
americanos, á los que dejaba con libertad de escoger el impuesto que
pudiera serles más grato y fácil.
El resultado fué contraproducente, y Norteamérica lanzó las prime-
ras chispas del incendio y éste tomó incremento, cuando Lord Grenville,
irritado por la resistencia y contra la vacilante opinión del Parlamento,
hizo votar el impuesto del papel sellado.
« La Inglaterra no tiene derecho de imponernos contribuciones , —
dijeron las colonias , — y no las pagaremos » .
Esta negativa fué la base de la evolución política social.
Un abogado de Virginia pobre y desconocido, Patrick Henry, pero
elocuentísimo orador y diputado entonces, fué el primero que impulsó á
sus conciudadanos y les fortaleció para la resistencia contra el injusto
impuesto.
Washington secundó al audaz patriota: aquel memorable día 29 de
Mayo de 1765, fué decisivo en la vida del héroe y en la emancipación
americana.
Inglés por familia , leal á la Corona de Inglaterra , interesado en la paz
por la seguridad de sus numerosas haciendas, jamás había pensado en
que llegara un momento de prueba en el cual su amor patrio se sobrepu-
siera á todo, hasta el punto de ponerse frente á frente de la nación, cuna
de sus antepasados.
A pesar de estos antecedentes, encontramos á Washington, en las pri-
meras revueltas de Virginia figurando entre los patriotas y más tarde en
el primer Congreso reunido en Filadelfia.
Desde entonces se destacan en la tenaz lucha americana, la imponente
figura y el carácter firme del guerrero.
JORGE WASHINGTON 113
IX
Copiamos algunos párrafos de la patriótica carta dirigida por el coro-
nel Washington á Bry Fairfax como documento de la historia de la
revolución.
Moni Ver non W de Julio de 4774.
» Querido señor: No vacilo en reconocer cuan distante estoy de estar de
acuerdo con vos, acerca de los medios de obtener la revocación de las
actas de que se quejan con tanta vehemencia y justicia: convengo en que
esta diferencia de opinión, parece que proviene de las diferentes inter-
pretaciones que nosotros damos á la conducta del Ministerio. Como nada
veo que pueda inclinarme á creer que el Parlamento aprovechará una oca-
sión favorable para volver á tomar en consideración, actos que se obstina
en adoptar para mantener su sistema tiránico; como, por otra parte,
observo ó creo observar que el Gobierno, con desprecio de las leyes y de
la justicia , persiste en su plan decidido de destruir nuestras leyes
y nuestras libertades constitucionales, ¿cómo puedo esperar alguna cosa
de una medida que ya se ha puesto en planta inútilmente? En suma,
señor : ¿qué rechazamos? ¿es el impuesto de 3 peniques por libra de te como
excesivo? No, es el derecho únicamente el que hemos negado y cuya
reclamación hemos elevado á S. M. con todo el respeto y afecto de sub-
ditos fieles. Además nos hemos dirigido á la Cámara de los Lores y á la
de los Comunes para representarles que, en nuestra calidad de ingleses
no podemos ser privados de esta disposición esencial y preciosa de nues-
tra Constitución.
» Luego, si es contra el derecho de imposición ,que nosotros protesta-
mos ahora y que hemos constantemente protestado, ¿por qué ha de supo-
nerse en Inglaterra que la aplicación de este derecho sea hoy día menos
odiosa que lo que fué antes? ¿Qué razón tenemos para creer que se deci-
dan por una segunda tentativa cuando existen siempre los mismos
resentimientos en nuestros corazones , si no es que se tenga la intención
de impulsarla hasta su fin por todos los medios que están en su poder?
» La conducta del pueblo de Boston no puede justificar el rigor de las
114 AMERICANOS CÉLEBRES
medidas que se han tomado respecto de ella , si no es el caso en que hubie-
ra habido demanda ó denegación de pago: no había necesidad á causa
de esta conducta de privar de su carta al Gobierno de Massachusettes ó
impedir que los culpables fuesen juzgados en el lugar en que el delito ha
sido cometido, pues que no hay ni puede haber ningún caso que exija
esta medida. ¿Todos estos hechos no son pruebas evidentes de un plan
fijo y decidido para someternos al impuesto? ¿Y si tuviéramos necesidad
de otras pruebas, no nos las dan los debates en la Cámara de los Comu-
nes? ¿La' conducta del general Gages suprimiendo la representación de
su Consejo \y publicando una proclama más digna de un bajá turco que
de un general inglés, en la que califica de traición toda asociación
que tenga por objeto afectar el comercio de la Gran Bretaña; esta con-
ducta , digo, no es un testimonio sin ejemplo del más despótico sistema de
tiranía que se haya jamás practicado bajo un gobierno libre? En una
palabra: para convencernos de los proyectos ministeriales, ¿qué más
pruebas que los actos mismos del Ministerio, actos que tienden todos al
mismo fin, es decir, si no me engaño, á establecer el derecho de imponer-
nos contribuciones? ¿Qué podemos esperar de nuestras reclamaciones,
cuando nos dicen que ha llegado el momento de decidir ahora ó nunca la
cuestión? ¿haremos escuchar nuestras quejas después de esto y pediremos
que se nos haga justicia cuando ya lo hemos hecho en vano?
» ¿ Queréis que á la vista de semejante conducta nos limitemos á
lamentarnos y á suplicar humildemente á los ministros que nos admi-
nistren justicia, después que nos la han negado tantas veces? ¿ó bien
permaneceremos con los brazos cruzados mientras que nuestras provin-
cias son inmoladas una tras otra á un ciego despotismo?
»Si yo viera alguna razón en favor del derecho que se abroga el
Parlamento de la Gran Bretaña para someternos al impuesto sin nues-
tro consentimiento, creería de muy buena voluntad y estaría de acuerdo
con vos, que á la vía de petición únicamente convenía que recurriéra-
mos para obtener la reparación de nuestras quejas, porque entonces
pediríamos un favor en vez de reclamar un derecho que, en mi opinión,
nos pertenece incontestablemente, tanto por la ley natural como por
nuestra Constitución; sería aún, en mi opinión, un crimen dar un paso
más si tuviera tal idea, pero no la tengo. Pienso que el Parlamento de la
Gran Bretaña no tiene el derecho de poner sus manos en mi bolsillo sin
consentimiento mío, como yo no tengo el derecho de poner las mías en
JORGE WASHINGTON 115
el vuestro. Y como ha rechazado ya las manifestaciones respetuosas de
todas las colonias, ¿qué se puede esperar ahora de su justicia?
»En cuanto á la proposición de una exposición á la Cámara, os con-
fieso, señor, que mi pensamiento es que lo mejor habría sido no ocuparse
de ella.
»Nada espero de esta medida y mi voto no la habría sancionado si
ella debiera retardar la adopción del sistema de no importación , porque
estoy convencido, como de mi propia existencia, que no hay salvación
para nosotros más que en la penuria de nuestros adversarios, y pienso
ó por lo menos espero que ha quedado entre nosotros demasiada virtud
pública para renunciar á todo, á excepción de las cosas necesarias á la
vida, á fin de llegar á este resultado. Tenemos el derecho de obrar así y
no hay poder en el mundo que pueda forzarnos á desprendernos de él , en
tanto que no estemos reducidos á la esclavitud más abyecta.
» La interdicción puesta á nuestras exportaciones sería, sin duda, un
medio más expedito que el otro para llenar nuestro objeto, y si debemos
algunas sumas de dinero á la Gran Bretaña , la extrema necesidad basta
á justificar la denegación de pagarlas.
» Tengo dudas sobre esta medida y deseo desde luego que tengan el
ensayo de otro medio que es legal y debe facilitar los pagos.
»No concluiré sin expresaros mi sentimiento por no estar de acuerdo
con vos, acerca de una cuestión de tan grande importancia y de interés
tan general: desconfiaría de mi propio juicio en estas circunstancias
si no tuviera una convicción profunda , y si no retrocediese ante el pensa-
miento de someterme á medidas que creo subversivas de todo lo que debe
de ser caro y sagrado, y si no conociera al mismo tiempo que la voz del
género humano está conmigo.
» Espero me disimularéis que os envíe un bosquejo poco legible de las
ideas que me ha sugerido vuestra carta; pero al ver la extensión de la
mía y como estoy muy ocupado en este momento, no me es posible hacer
una copia más limpia.
»Soy, querido señor, vuestro obediente servidor.
» Jorge Washington. »
116 AMERICANOS CÉLEBRES
X
Las transacciones de la Inglaterra al tener noticia de la tormenta
que se formaba en América , fueron paliativos para hacer triunfar de su
voluntad. Se derogó el impuesto sobre varios artículos, exceptuando el
te, y por medio de una circular se estimuló á las autoridades para hacer
cumplir lo ordenado y para prohibir que las asambleas discutieran con-
tra la contribución; pero los que ya se llamaban americanos, porfiados y
firmes en su propósito, desistieron de tomar lo que constituye una de sus
costumbres más inveteradas.
Las señoras norteamericanas abrazaron ciegamente la opinión
general y ayudaron á la resistencia pasiva de aquel extraño pueblo que
no pudiendo impedir el desembarque del te, por la inflexible actitud del
gobernador inglés, hizo abrir las cajas en el muelle y arrojó cuanto
encerraban al mar, y la Compañía de Indias fué causa del bilí presentado
el 16 de Marzo de 1774 cerrando el puerto de Boston, ínterin los habitan-
tes no indemnizasen á la citada Compañía.
S. M. Británica no comprendía la rebelión á sus mandatos, y una
serie de bilis arbitrarios y despóticos acabaron de exasperar á los ame-
ricanos.
En el Congreso de 1774 había dicho Patrick Henry: «Si habláis de
elocuencia, Butledge, de la Carolina del Sur, es el más grande orador;
pero si habláis de la solidez de juicio y del profundo conocimiento de las
cosas, el coronel Washington es incontestablemente el hombre superior».
En el segundo Congreso, reunido en Mayo de 1775, fué considerado el
coronel Washington como el hombre más apto para ser comandante en
jefe , pues ya en las cercanías de Boston acampaba un reducido ejército
provincial, y los ingleses se presentaban tomando la ofensiva y parape-
tándose en aquella ciudad, hoy la Atenas de los Estados Unidos.
Al aceptar el nombramiento, comprendió Washington la grave res-
ponsabilidad que pesaba sobre él , no ocultándosele tampoco que desde
aquel instante perdía la apacible vida del hogar, trocándola por la
azarosa del campamento y por los peligros de la lucha que se iniciaba ,
escasa de elementos, pero rica en esperanza y patriotismo.
JORGE WASHINGTON 117
Con noble modestia expresó su insuficiencia para corresponder al
elevado cargo que se, le encomendaba y con generoso desinterés mani-
festó su deseo de no aceptar ninguna cantidad por sus servicios, más que
aquellas indispensables para gastos públicos , de las cuales llevaría exac-
ta cuenta.
Partió : el 22 de Julio llegó al campamento y tomó el mando de las
tropas cuando ya el día 17 se había dado el célebre combate de Bunkers
Hill; el valor de los milicianos era incontestable, pero faltaba todo para
organizar aquellos mil cuatrocientos ó mil quinientos hombres sin
armas y casi desnudos.
Parecía caso imposible intentar batirse ni abrigar la esperanza del
triunfo; sin embargo, Washington, con la audacia de los héroes y jugan-
do el todo por el todo, tomó posiciones en las alturas de Dorchester, las
que fortificó, resolviendo atacar la plaza.
Protectora tempestad para los americanos impidió que los ingleses
intentaran desalojarlos, y ya decidido el general Howe á retirarse,
abandonó la ciudad y se embarcó con sus tropas para Halifax, ocupán-
dola Washington en la mañana siguiente.
La situación era delicadísima , y sobre todo difícil , pues el ejército
carecía hasta de lo más necesario y no existía medio alguno para procu-
rarse recursos. Entonces el Congreso recurrió á los asignados, emitien-
do primero dos millones de duros, ó sean diez millones de pesetas, medida
arriesgadísima y disculpable únicamente por la gravedad de las circuns-
tancias.
Entretanto el jefe del ejército, rodeado de dificultades, procuraba ven-
cerlas con inteligente y activo afán : de día en día crecía su fama y á la
vez la admiración de los pueblos y la confianza en el caudillo.
El Congreso se reunió de nuevo en Mayo de 1776, decidido á la sepa-
ración de Inglaterra y á la declaración de independencia , que fué adop-
tada el 4 de Julio.
Desde ese día la América del Norte, entró á formar parte de la gran
familia de los pueblos libres.
El acta contiene párrafos admirables, y resaltan en ellos la cordura,
la sencillez, la rectitud y la prudencia.
Al comunicarla Washington al ejército, excitó con su palabra el
patriotismo y la fe en el triunfo.
Por entonces había llegado el general Howe con instrucciones del
118 AMERICANOS CÉLEBRES
Gobierno inglés, dirigiéndose al ilustre Franklin, y al propio tiempo
envió un parlamentario á Washington con una carta.
El sobre decía: «A Mr. George Washington Squire,» pero fué rechazado
el mensaje : el orgullo del general inglés no quería reconocer á Washing-
ton como jefe del ejército, y éste, por su parte, sostenía la dignidad del
nombramiento hecho por el Congreso.
«Jamás, — decía dando cuenta al Congreso, — sacrificaré una cosa
esencial á una etiqueta vana ; pero por mi país y por mi posición , he
creído que debía insistir sobre una muestra de consideración , en la que
no me habría fijado si el honor del país no estuviera comprometido».
Mientras que el general Howe trataba de iniciar la reconciliación,
habían llegado nuevos refuerzos, y Washington se dispuso á combatir
por más que el número de sus tropas fuera muy inferior al del enemigo,
pues sólo contaba con diez mil hombres y era preciso guarnecer Nueva
York , contener la marcha de los ingleses y resguardar la bahía ; pero su
grandeza de alma le inspiraba palabras dignas de inmortalizarse en
mármol ó en bronce.
«Mientras yo pueda, — decía escribiendo al Congreso, — juzgar por el
lenguaje y disposiciones aparentes de mis tropas, me sostendré, y aun-
que el llamamiento á su valor no llegue á producir el feliz resultado
que deseo, el enemigo no triunfará sin grandes pérdidas. Toda ventaja le
costará caray. 1
XI
Prudente como Temístocles y valeroso como Aníbal, formó su plan de
batalla , y á no ser por la enfermedad del bizarro Greene y el lamentable
descuido y falta de cumplimiento, á sus órdenes del general Putuam, la
victoria hubiera coronado sus esfuerzos, y el 27 de Agosto en Long Island
no sería una página de luto en los anales americanos.
Washington atendía entretanto á defender á Nueva York, y al reci-
bir noticia de que el enemigo triunfaba , voló al campo de batalla , y la
1 Life of Washington, Mars hall's.
JORGE WASHINGTON 119
pérdida de ésta le causó el más profundo pesar, pero aun se cubrió de
gloria en la retirada : el diezmado ejército , se salvó por su serenidad y
notable dirección.
Dos días más tarde, hombres, caballos, artillería y pertrechos,
burlando al enemigo y ayudados por la espesa niebla, evacuaron Long
Island durante la noche, pasaron el río y se replegaron sobre Nueva
York.
Washington fué el último. Había estado cuarenta y ocho horas á
caballo.
El general Howe , creyendo que la derrota habría debilitado el tesón
de los americanos, volvió á entablar negociaciones, y como en el desas-
tre del 27 de Agosto había caído prisionero el general Sullivan, fué enviado
bajo palabra con mensaje verbal que tenía por objeto solicitar una con-
ferencia con alguno de los representantes al Congreso, por más que no
reconociera á éste, ni viese en aquéllos sino simples particulares.
La dignidad del cuerpo legislativo no se desmintió y respondió al
altivo inglés que enviaría una comisión, pero ésta en nombre de la cor-
poración de representantes de un pueblo independiente.
Entre los comisionados, se hallaba Franklin. Sus palabras sensatas y
dignas al dar cuenta al Congreso merecen consignarse.
«Hemos dicho á S. S., que no deberá contar con que la América vol-
viese á la dominación de la Gran Bretaña. Hemos recordado el pasado;
las humildes y frecuentes peticiones dirigidas por las colonias al Rey y
al Parlamento, vistas con desprecio y que no han recibido más que
respuestas insultantes; la paciencia inaudita que mostramos bajo este
Gobierno tiránico. Hemos agregado, que para declarar nuestra indepen-
dencia, hemos esperado los últimos actos del Parlamento que nos decla-
ran la guerra y nos ponen fuera de la protección del Rey.
» Ésta declaración ha sido pedida por el pueblo de todas las colonias
y aprobada por todos; las colonias se miran como estados independien-
tes y, en consecuencia, han establecido su gobierno.
»Si S. S. no tiene poderes suficientes para tratar con nosotros como
estados independientes, puede pedirlos á la Inglaterra, bajo el concepto
de que el Congreso no obtendrá de las colonias su consentimiento para
someterse. »
La avenencia fué imposible y la guerra inevitable.
Los acontecimientos se sucedieron, los desastres fueron sucesivos,
320 AMERICANOS CÉLEBRES
Washington tenía que luchar no sólo con los ingleses, sino con la
desmoralización de sus tropas, abatidas, cansadas y sin entusiasmo.
Al abandono de Nueva York siguió la retirada á Wentchester, y en el
combate de White Plains pudo observarse cuanto había sido el trabajo
del general en jefe durante su permanencia en Harlem, para discipli-
nar al ejército y acostumbrarlo á combatir y á obedecer.
Poco á poco disminuyeron los combatientes en aquella retirada que
fué, á no dudarlo, la época más triste y funesta en la lucha de indepen-
dencia, y sólo el inquebrantable patriotismo de Washington y su decisión
lograron mantener aquella sombra de ejército que, siempre alerta é infa-
tigable, en marchas y contramarchas, ganando hoy terreno y perdién-
dolo mañana, trastornaba y paralizaba las operaciones de los ingleses.
Dice un escritor hispanoamericano:
« La América del Norte estaba bajo la dominación de la Gran Bre-
taña que veía en sus colonias, no esclavos á quienes explotar, sino pue-
blos libres que gozaban de grandes privilegios; cuando en aquellos
pueblos llegó la hora de la emancipación, la labor fué fácil, y en su
ayuda acudieron España y Francia; los colonos estabaai acostumbrados
á los hábitos de la vida ciudadana, y leyes, costumbres, vida propia,
todo concurría á hacer fecunda la obra de Washington y allanarle
todos los obstáculos que encontraba en su camino».
No encontramos conformes los anteriores párrafos con la opinión de
otros varios historiadores , pues Washington tuvo grandes dificultades
que vencer, poderosos inconvenientes en el seno mismo del pueblo, que
ante los desastres, y como sucede siempre en parecidas circunstancias,
se retraía de la gran causa y se cobijaba á la sombra de la bandera más
potente.
El Dr. Ramsay, contemporáneo de aquellos días de prueba, dice:
« Mientras que los americanos atravesaban el país en retirada nadie
se les unía, al mismo tiempo que una porción de habitantes corría hacia
el ejército real para hacer la paz y obtener su protección. De un lado, un
ejército numeroso, bien vestido, bien equipado, que encantaba la vista
por la elegancia de sus -uniformes ; del otro, un puñado de soldados pobres,
cuyo mal vestido superaba á los rdgamuffins (haraposos), huyendo para
salvar la vida : no fué sólo el pueblo quien en estas circunstancias cam-
bió de partido; algunos de los hombres influyentes de Nueva Jersey, de
la Pensilvania, hicieron otro tanto».
JORGE WASHINGTON 121
Por lo que antecede se ve que Washington no encontraba allanados
los obstáculos latí fácilmente, y que á costa de grandes penalidades, priva-
ciones y sacrificios, alcanzó el deseado éxito.
XII
Penoso, triste y henchido de decepciones y tempestades concluía el
año 1776, y en 18 de Diciembre, el campeón de la libertad americana
pintaba su desaliento y describía la situación en los siguientes términos:
«No dudo que el general Howe haga en este invierno alguna tenta-
tiva sobre Filadelfia; no veo como podemos resistirle dentro de 15 días,
época en que expiran los enganches de todas nuestras tropas , excepto las
de Virginia, bastante reducidas, y el regimiento de Smallwood com-
puesto de gente de Maryland. En una palabra, si no se hace un esfuerzo
supremo para reclutar un ejército, temo que perdamos bien pronto la
partida : triste desenlace al que no habrán contribuido poco las intrigas
del enemigo, el mal espíritu de ciertas colonias, el ruinoso sistema de
los enganches por corto tiempo y la confianza ciega que se ha tenido en
la milicia».
» Estas consecuencias desgraciadas las he previsto y casi profetizado
hace diez y seis meses.
»No podéis formaros una idea de los inconvenientes de mi situación;
jamás hombre alguno ha tenido , según creo , más dificultades que vencer
y menos recursos para combatirlas ; convencido , sin embargo , de la justi-
cia de nuestra causa, no puedo figurarme que sucumbamos, bien que
puede suceder que nuestra estrella permanezca oculta por algún tiempo
en las nubes».
El 20 del mismo mes escribía al Presidente del Congreso pidiendo se
le ampliasen sus facultades.
« Dentro de 10 días, nuestro ejército no existirá si el corto tiempo
que queda se emplea en consultar al Congreso sobre la oportunidad de
las medidas que deban tomarse; si esperamos las decisiones á ciento cua-
renta millas de distancia, pasará la oportunidad y se habrá perdido un
tiempo precioso.
122 AMERICANOS CÉLEBRES
»Se me objetará que yo reclamo poderes que es peligroso confiar,
pero para desesperados males se necesitan remedios extremos; yo
declaro, con toda sinceridad, que no ambiciono estos poderes: suspiro
tan ardientemente como cualquier otro ciudadano por que llegue el
momento en que podamos dejar la espada por el arado; pero como ofi-
cial y como hombre, estoy obligado á declarar que nadie ha encontrado
jamás tantos obstáculos como yo en su camino. Inútil es agregar que la
corta duración de los enganches y nuestra confianza ciega en la milicia,
han traído todas nuestras desgracias y causado el espantoso aumento de
nuestra deuda.
»No es el momento de retroceder ante el gasto; no es el dinero el
único objeto que debe tenerse en consideración » .
XIII
Tan apremiantes circunstancias hicieron que el Congreso concediera
á Washington la dictadura militar por seis meses, comprendiendo que
la libertad estaba en peligro y el país expuesto á ser de nuevo esclavo
de la Inglaterra.
El invierno de 1776 fué uno de los más fuertes y crueles de los Esta-
dos Unidos, y el enemigo ocupaba sus posesiones de Trenton y Borden
Town, esperando pasara el rigor de la estación.
La falta de víveres y la desnudez diezmaron el ejército americano;
todo parecía luchar Contra él, y retirado en la orilla opuesta del Dela-
ware, logró Washington con perseverante enegía, organizar seis mil
hombres.
Luchando y haciendo prolongados sacrificios y decididos á resistir
hasta lo último: retrocediendo de estado en estado, de posesión en posesión,
hasta llevar la guerra, si era preciso, más allá de los montes Alleghanys i.
En tal situación resolvió atacar al enemigo atravesando el río Dela-
ware para sorprenderlo, idea que, madurada, le pareció podía ponerse
i
1 Ramasay.— Palabras de Washington.
JORGE WASHINGTON 123
en práctica en la noche de Navidad, obscura, fría y á propósito para tal
empresa.
La expedición se efectuó mandada por el general en jefe, y como el
transporte en barcas se hizo con gran cuidado y fué lento, era ya la
madrugada cuando pudieron emprender la marcha , difícil también pol-
la nieve y el granizo que les azotaba el rostro, no logrando llegar antes
de las ocho de la mañana á las avanzadas del enemigo.
El plan ideado por Washington y ejecutado con acierto y valor,
obtuvo brillante resultado y triunfo completo; mil hombres cayeron en
poder de los americanos, y su general Rahl fué muerto en la pelea.
La victoria causó profundo asombro é hizo aún más difícil la situa-
ción , porque Lord Cornwallis salió de Nueva York á Nueva Jersey en
persecución de los americanos, y éstos se encontraban en la alternativa
de abandonar Filadelfia, asiento del Congreso, ó pelear, y si eran venci-
dos, la retirada era imposible por tener el río á retaguardia.
La capacidad de Washington resolvió tan difícil problema; los fuegos
del campamento denunciaban al enemigo la posición que tenía el ejér-
cito americano, y según aquél, la destrucción de éste era segura.
De repente, en la noche del 2 al 3 de Enero de 1777, se vio atacada la
retaguardia de Lord Cornwallis que estacionaba en Princetón , y la atre-
vida operación de guerra que Washington durante la noche ejecutó
y la derrota del enemigo, obligaron al general Howe á ordenar la eva-
cuación de Nueva Jersey.
Aquellos dos combates, coronados con el lauro del triunfo, fueron de
gran trascendencia por el prestigio y confianza que despertaron, infun-
diendo entusiasmo en el soldado y noble afán á la vez por la causa de la
patria.
La intrepidez de Washington en la acción de Princetón había sido
admirable, pues siempre era el primero en el sitio del peligro y siempre
estaba al frente de las filas.
Por entonces llegó un poderoso y heroico auxiliar, el Marqués de
Lafayette, que empeñado en el triunfo de la libertad americana, se pre-
sentó al Gobierno como voluntario, ofreciendo generosa y desinteresa-
damente su. persona y su espada.
El 31 de Julio de 1777 fué aceptada su oferta y poco después formaba
parte del estado mayor del general en jefe.
La idea fija en el general Howe era tomar Filadelfia , para lo cual
124 AMERICANOS CÉLEBRES
había subido hasta el nacimiento del Elk, desembarcando diez y ocho mil
ingleses * el 25 de Agosto de 1777.
El ejército americano se componía de doce mil hombres , y éstos avan-
zaron al encuentro del enemigo hasta la orilla del río "Bradywine.
Las tropas inglesas formaron dos columnas, una á las órdenes del
general Kuyphansen y otra á las de Lord Cornwallis : la primera atacó
el frente, y la segunda rodeó á los americanos por el flanco y reta-
guardia.
La indecisión de algunos momentos había sido la causa de ser envuel-
tos y sólo la valerosa resistencia del general Greene disminuyó la grave-
dad de la derrota.
En aquella acción fué herido Lafayette en una pierna; algunas
semanas después escribía á su esposa diciéndole:
«Al presente, como mujer de un oficial general americano, es necesa-
rio que os dé vuestra lección. Se os dirá: han sido batidos; responderéis:
es verdad, pero entre dos ejércitos iguales en número y en campo raso,
los soldados viejos tienen ventaja sobre los nuevos, pero han tenido el
gusto de matar muchos. Después de esto, se os dirá: bien, pero Filadel-
fia ha sido tomada, la capital de la América, el baluarte de la libertad.
Vos replicaréis con política: sois unos imbéciles. Filadelfia es una triste
villa abierta por todas partes , que la residencia del Congreso ha hecho
famosa, yo no sé por qué. He aquí lo que es esta célebre ciudad á la que,
entre paréntesis, llevaremos el bien tarde ó temprano».
Washington activó la reparación de aquel desastre reorganizando el
ejército y adiestrándolo para la pelea; el temple de su alma era de acero,
su fortaleza de granito que ni se rompía ni doblegaba.
Aquella intrepidez y serena perseverancia inspiraban á los america-
nos respeto y veneración , y familiarizados con los desastres , confiaban
en que Washington alcanzaría la victoria.
1 Según el biógrafo Evert A. Duyckinck, pero Laboulaye no cuenta sino catorce mil.
JORGE WASHINGTON 125
XIV
El Congreso se había refugiado en York, provincia de Pensilvania, y
allí se estableció por espacio de ocho meses , tiempo que los ingleses per-
manecieron en Filadelfia.
Una parte del ejército enemigo estaba acampada en Germán -Town,
distante algunas millas de la ciudad, y el comandante en jefe de los ame-
ricanos viendo á sus soldados descalzos, desnudos y hambrientos, intentó
equiparlos con el botín tomado al enemigo y atacó á éste el 4 de Octu-
bre de 1777.
La sorpresa desordenó á los ingleses y hubieran sido infaliblemente
derrotados, á no impedirlo la espesa niebla que, sembrando el pánico
entre los americanos, les arrebató la victoria.
A pesar de esta circunstancia , el combate fué sangriento y las pérdi-
das del enemigo fueron grandes, por lo que no puede considerarse como
una derrota para los americanos.
Durante esta campana habían tenido lugar otros combates en el
Norte entre las tropas independientes, fuertes de trece mil hombres
indisciplinados y sin organizar, al mando del general Gates, y las ingle-
sas a las órdenes del general Burgogne; entre los primeros se encontraba
Arnold, americano valeroso y activo, incansable en la pelea, sagaz,
astuto y emprendedor.
Washington , satisfecho de sus servicios y bizarría , lo hizo jefe de una
de las divisiones que marcharon contra Quebec, en donde se había batido
denodadamente.
Arnold hubiera sido un héroe legendario, si la ambición no hubiese
ahogado en él su valerosa condición. Lo volveremos á encontrar más
tarde en circunstancias tristes y desastrosas.
El encuentro de Bennington fué favorable á las milicias del Nuevo
Hampshire, mandado por el general Stark, y dio por resultado contener
en su marcha al general Burgogne.
El 19 de Setiembre adelantó el enemigo hacia Saratoga atravesando
el Hudson, y los americanos, sobre las alturas de Behmus, sostuvieron el
choque de los ingleses; el 7 de Octubre fueron de nuevo rechazados, y
126 AMERICANOS CÉLEBRES
Burgogne, con el ejército diezmado y reducido á tres mil quinientos
hombres, tuvo que retirarse, y perseguido y hostilizado por Arnold,
hubo al fin de capitular, si bien con honrosas condiciones.
Gates , orgulloso con sus triunfos se envalentonó hasta el extremo de
dar parte al Congreso sin dirigirse á Washington, como general en jefe.
«Podemos esperar, — decía el prudente caudillo á Patrick Henry, —
que todo acabará bien ; si nuestra causa es feliz , poco me importa en
dónde y por quién se alcance el triunfo ».
Por aquel entonces , Lord Chatham pronunció un célebre discurso en
la Cámara , modelo de elocuencia y de recto criterio ; la cuestión relativa
á las colonias preocupaba á todos y el orador exclamaba:
« Milores: En medio de inquietudes y peligros parecidos á los nuestros,
la costumbre de la Corona ha sido siempre solicitar el auxilio y concurso
de esta Cámara: el gran consejo hereditario de la nación. Derecho ha
sido del Parlamento prestarlo, como deber de la Corona pedirlo.
» Estos colonos que al principio hemos despreciado como rebeldes,
pero que ahora nos es preciso reconocer como enemigos, se han conju-
rado contra nosotros : nuestro inveterado enemigo les proporciona armas
y provisiones, consulta su interés, recibe sus embajadores, y nuestros
ministros no pueden ni se atreven á obrar con dignidad y con energía.
» Conocemos en parte la situación que guardan nuestras tropas allá;'
nadie más que yo tiene una idea tan elevada de los ejércitos ingleses;
conozco su virtud y su valor; sé que todo pueden hacerlo, pero sé tam-
bién que la conquista de la América Inglesa es una cosa imposible. No
podéis, milores, no podéis conquistar la América... Mas serán vanos é
impotentes todos vuestros esfuerzos, y doblemente impotentes, cuanto
que os apoyáis sobre recursos mercenarios, recursos que excitan un pro-
fundo resentimiento en el corazón de vuestros adversarios, de esos hom-
bres que entregáis á la espada mercenaria de la rapiña y del robo, de
esos hombres que libráis con sus bienes á la crueldad penal de unos
cuantos pillos pagados. Si yo fuese americano, mientras un soldado
extranjero permaneciese en mi patria, nunca depondría las armas,
nunca jamás».
JORGE WASHINGTON 127
XV
Llegó el invierno de 1777 á 1778, rudo, inclemente y desplegando
todo su furor.
Los hielos, las nieves, el intenso frío, las torrenciales lluvias y el
viento que como hoja de afilado acero cortaba al cruzar los semblantes y
hacía acudir lágrimas á los ojos, abatían en el campamento de Valley
Jorge el valor moral y físico del soldado.
Pobres y mal abrigadas chozas casi enterradas entre espesa capa de
nieve, servían de albergue al ejército, que resignado sufría la falta
de cuanto pudiera hacerle sobrellevar el rigor de la estación.
Con ellos, partícipe de los sufrimientos, compañero inseparable en
sus privaciones y haciendo frente con estoica serenidad á la inclemencia
de los elementos, estaba Washington atendiendo á la salud del soldado, á
su sustento, reanimando su decaído espíritu, y eficazmente apoyado por
aquella que solícita acudía en el invierno para ser el ángel del campa-
mento, el consuelo del infeliz soldado, la hermana de caridad, activa,
laboriosa é infatigable. La Señora, como la llamaban, la esposa sin par,
la caritativa Marta, vivía allí sin fausto ni comodidades, tomando su
parte en el rancho del ejército y ocupada constantemente en dulcificar
la influencia del frío cosiendo prendas de abrigo para el soldado , mien-
tras el héroe, el genio americano, trabajaba en pro del ejército prepa-.
rándolo para la próxima campaña. *
Se había sabido en Diciembre que el Gobierno de Luis XVI estaba
dispuesto á reconocer generosamente y á sostener la independencia de
los Estados Unidos, sin más condición que la de no volver jamás al
poder de la Inglaterra.
El tratado se firmó en Febrero de 1778.
Lafayette, el noble admirador, el amigo leal, el entusiasta partidario
de Washington y de los americanos , al recibir la fausta nueva corrió á
ver al general, y lleno de júbilo le abrazó diciendo:
« El Rey mi soberano , ha reconocido vuestra independencia y se alia
con vosotros para ayudar á establecerla».
¡ Aquel día fué de fiesta para el ejército : la Francia los protegía , la
128 AMERICANOS CÉLEBRES
Francia los ayudaba; su libertad, su independencia, tenía ya garantías
para el triunfo!
La idea de reconocer la autonomía de las colonias, g'anaba terreno
también en Inglaterra , y ya el Duque de Richmond se inclinaba á pro-
ponérselo al Rey, pero Lord Chatham combatía enérgicamente, y enfer-
mo y agobiado se hizo llevar á la Cámara para excitar el patriotismo y
la altivez de los ingleses.
«Jamás, — exclamó, — jamás consentiré en privar de su más bella he-
rencia á un descendiente de la casa de Brunswick, á un heredero de la
Princesa Sofía. Milores: S. M. ha heredado un imperio tan extenso como
respetable. ¿Mancharemos los fastos de este imperio por un ignominioso
abandono de nuestros derechos? ¿caeremos de rodillas ante la casa de
Borbón? ¿no es verdad, Milores, que esta nación no es ya lo que era
antes? ¿Un pueblo que hace diez y siete años era el terror del mundo, ha
descendido tanto, para verse obligado hoy día á decir á su constante
enemigo: toma todo lo que tenemos, pero danos la paz"? No, es imposible .
Tocó á Richmond contestar con enérgicas frases:
«Nadie, — dijo, — -respeta más que yo el gran nombre de Chatham,
pero este nombre no puede hacer lo imposible; las cosas no están ya en el
punto en que el noble Lord las ha dejado al retirarse del poder ; entonces
teníamos á la América de nuestra parte, entonces eran la Gran Bretaña y
la América las que hacían frente á la Francia y á la España, hoy día
son la Francia , la España y la América las que se reúnen contra la Gran
Bretaña » .
El noble Lord Chatham quiso protestar y levantándose gritó : La
•América se pierde y triunfan los Borbones...» y cayó cual corpulento
árbol abrasado por el rayo.
Semanas después había muerto sin recobrar la razón.
XVI
Filadelfia había sido evacuada por los ingleses, dirigiéndose éstos
hacia Nueva York para efectuar su embarque.
Pensó Washington en atacar á los enemigos , y aun cuando Carlos Lee
JORGE WASHINGTON 129
desaprobó la idea , como estuviera de acuerdo con la opinión de la mayo-
ría de jefes y oficiales se puso en ejecución, nombrando á Lafayette para
que dirigiera la vanguardia , determinación á la cual se opuso Lee, ale-
gando que él también podía mandarla y sin que esa instancia despertase
recelos ni diese lugar á vacilaciones.
Washington , con la reserva marchó á la vez contra el enemigo ; pero a
corto trecho tuvo noticia de que Lee se retiraba sin justificado motivo, y
como este suceso pedía hacer trastornar sus planes y desconcertar el
orden del ejército, tomó instantáneamente acertadas disposiciones, y
cuando el mismo. Lee se presentó, el enojo del general no conoció' lími-
tes ; recordó algunos incidentes , y la sospecha de traición atravesó por su
mente.
Sin embargo , y merced á su hábil dirección , la batalla de Monmouth
fué un triunfo para los americanos, aun cuando menos glorioso por la
censurable actitud de Lee.
Este combate fué el acontecimiento más notable de la campaña en el
año 1778, y Washington , desde la orilla oriental del Hudson ejercía vigi-
lancia sobre el enemigo y se preparaba á combinar sus movimientos con
los de los franceses recién llegados y que estaban á las órdenes de
D' Staing.
La situación general del país era triste y precaria , é ínterin los esta-
dos empezaban á constituirse, el Congreso y el ejército se hallaban en
apuradas condiciones; la hacienda pública corría á inevitable ruina y
en vano Washington procuraba despertar el patriotismo de unos y el
valor moral de otros, para que cooperasen á salvar tan alarmantes y
críticas circunstancias.
El año 1779 corrió casi en el mismo estado: los ingleses hostilizaban y
merodeaban , y el ejército americano , sin recursos y sin pan , no podía
oponerse á los abusos cometidos por el enemigo.
La toma por asalto de la Punta S. — Tony, perfectamente defendida y
artillada por los ingleses, fué un brillante. episodio que honra á Washing-
ton y á sus conocimientos militares, así como el ataque de Paulus Hook,
por las tropas mandadas por Carlos Lee.
El invierno de 1779 á 1780 fué aún más rígido que los anteriores, y
las tropas, sufriendo dolorosas privaciones, pasaron largos meses de
ansiedad en el campamento de Morris Town: la situación empeoraba
y sólo Lafayette al regresar de Francia logró reanimar el abatido espí-
130 AMERICANOS CÉLEBRES
ritu de todos con la noticia de la llegada de tropas francesas (cinco mil
hombres) al mando del general Rochambeau.
Por aquel entonces tuvo lugar la traición de Arnold, que condenado
en Enero de 1779 por la corte marcial á ser reconvenido por el general
en jefe por los abusos cometidos en Filadelfia , sintió arder en su pecho
el fuego del enojo y del amor propio ofendido; surgió en su mente el pen-
samiento de ser traidor á su patria, creyendo de fácil ejecución entregar
West Point á los ingleses acuartelados en Nueva York y hacerles dueños
del ejército americano, de sus armas y pertrechos.
El mayor André era cómplice, y descubierto el plan,, fué sentenciado
á muerte y ejecutado. Arnold buscó refugio entre los ingleses, de los que
recibió treinta mil libras esterlinas reconociéndole como general del ejér-
cito. Fué sanguinario y feroz para su patria , y en 1801 murió en Londres,
objeto de desprecio y vilipendio general.
Washington sintió profunda amargura por la traición , pero no vaciló
ante el cumplimiento de su deber para imponer el castigo al extraviado
André.
Durante el año 1780, la lucha en el Sur fué sangrienta y los ingleses
se posesionaron de Charleston, pérdida inmensa para la confederación;
pero si en América triunfaban los ingleses, en Europa se encontraban
amenazados por casi todas las naciones.
El año 1781 se inició con la sublevación de mil ochocientos hom-
bres que estacionaban en Morris Town, y aun cuando Washington trató
de desarmar á los rebeldes con benévola indulgencia , hubo al fin de ape-
lar á la fuerza para cortar la rebelión.
XVII
La miseria hacía imposible la situación, y Washington solicitó de
nuevo de su aliada la Francia, hombres y dinero para contrarrestar el
desaliento del ejército y del pueblo, porque en los Estados Unidos era ya
imposible encontrar recursos.
«Por lo demás, — decía Washington, — sólo solicitamos un empréstito,
y ningún otro pueblo tendrá más facilidad para pagarlo que nosotros.
JORGE WASHINGTON 131
Nuestras deudas son poco considerables, nuestro territorio inmenso, la
fecundidad del suelo, nuestros recursos comerciales, todo asegura que en
pocos años la América podría pagar » .
Lafayette estaba en Virginia persiguiendo á Fhilips y á Arnold y
defendiendo al país contra aquellos feroces enemigos, cuando el Conde
de Grasse llegó á las Antillas con veintiocho navios de guerra y
cuatro mil hombres de tropa. Feliz consecuencia del auxilio pedido á la
Francia por Washington.
Lord Cornwallis se hacía fuerte en York Town con siete mil hombres,
y el general en jefe resolvió dar un golpe decisivo ó por lo menos que
levantara el abatido espíritu y el adormecido entusiasmo, y trasladán-
dose á Williamsbourg, se puso al frente de las tropas, teniendo á sus
órdenes al general Rochambeau; americanos y franceses componían un
total de diez y ocho mil hombres, que el 1.° de Octubre cercaron la
plaza, siendo dignos compañeros los soldados franceses de los ameri-
canos y batiéndose ambos con bizarría y denuedo..
Tomados los reductos y convencido Lord Cornwallis de que Sir
Henry Clyton no le enviaría auxilio, determinó rendirse; Washington
dictó las condiciones, y aceptadas por los ingleses, evacuaron la plaza.
El dominio de la Inglaterra había concluido.
Mathieu Dumas refiere en sus memorias un curioso episodio.
«Fui encargado de ir delante de las tropas de la guarnición y de
dirigir la columna.; me coloqué á la izquierda del general O'Hara; al
aproximarnos á los fosos me preguntó en donde estaba el general
Rochambeau». — A la izquierda, — le contesté; — á la cabeza de la línea
francesa. — El general inglés violentó el paso de su caballo para pre-
sentar su espada al general francés. Presintiendo su intención, partí á
galope para ponerme entre él y Mr. de Rochambeau que en este
momento me indicaba con el gesto al general Washington que estaba
en frente, á la cabeza de la línea americana: — «Os engañáis, — dije al
general O'Hara: — el general en jefe de nuestro ejército está á la dere-
cha»;— y lo conduje; y en el momento en que sacaba su espada, el gene-
» ral Washington le dijo: — «Jamás: está en buena mano».
»La guarnición desfiló entre las dos líneas, en medio de las que se les
hizo formar en batalla y poner las armas en pabellones. Los oficiales
ingleses manifestaban el más vivo despecho , y recuerdo que el coronel
Abercronbie, de las guardias inglesas, el mismo que más tarde pereció
132 AMERICANOS CÉLEBRES
en Egipto, en el momento en qne su tropa entregaba las armas se alejó
violentamente cubriéndose la cara y mordiendo su espada».
En Marzo de 1782 llegó Sir Guy Carleton para reemplazar á Sir Cly-
ton en el mando de las fuerzas inglesas que estaban en Nueva York:
prudente y digno, opinó porque se suspendieran las hostilidades, conser-
vando ambos ejércitos sus posiciones hasta que se hiciera la paz que
creían segura.
El 20 de Enero de 1783 se firmaron en Ver salles los preliminares de
paz y el 3 de Septiembre se firmó aquel célebre tratado impuesto por las
naciones á la Inglaterra.
El 25 de Noviembre salieron los ingleses de Nueva York. La ciudad
estaba de fiesta, alegre, engalanada. Washington, á la cabeza de una
procesión militar y cívica, efectuaba su entrada al propio tiempo, acla-
mado como padre de la patria y vitoreado con delirante entusiasmo.
XVIII
Tierna y conmovedora fué su despedida al separarse el 4 de Diciem-
bre del ejército que él había creado : estaba rodeado por los oficiales en
France-Tabern.
Conmovido, tembloroso y sin voz, ahogado por la emoción, estrechó
la mano Uno á uno á sus compañeros, diciéndoles: «Amigos míos: con el
corazón lleno de amor y de reconocimiento me separo de vosotros; que
los días que van á seguir sean tan felices como fueron los primeros, tan
honrosos y llenos de gloria » .
Momentos después se embarcaba en el río del Norte; hasta allí le
acompañaron jefes y oficiales, y todavía desde la embarcación daba el
último adiós con su sombrero á los soldados.
En Filadelfia entregó al contador la cuenta de los gastos escrita
por él.
En ocho años se habían empleado trescientos sesenta mil francos,
comprendiendo sus gastos personales como general , pues que desde el
primer día había renunciado á recibir sueldo.
Los gastos secretos importaban cincuenta mil francos.
JORGE WASHINGTON 133
Desde allí se dirigió á Annápolis (Maryland) en donde se presentó al
Congreso para deponer el mando, y en sentidas y sencillas frases se des-
pidió expresando cuan dichoso era considerando libres y tranquilos á los
Estados Unidos.
«Fe-liz al ver asegurada la independencia de los Estados Unidos, me
separo con gusto de unas funciones de que estaba encargado con la
mayor desconfianza: la carga era difícil y sentía toda la debilidad de
mis medios ; pero la justicia de nuestra causa , la unión de todos los ciu-
dadanos, y sobre todo la protección del Cielo que dispone de los hombres
y de los pueblos, son los motivos poderosos que me han sostenido. El
éxito que ha coronado nuestras armas ha sobrepujado a nuestras espe-
ranzas. Cumplido mi deber, me retiro del teatro de los negocios públicos;
ruego á la augusta Asamblea, cuyas órdenes he ejecutado tanto tiempo,
que se sirva aceptar mi más afectuosa despedida.
» Depongo mi encargo y me retiro al mismo tiempo de todos los
empleos de la vida pública». . .
El modesto fundador de una nación logró concluir el año rodeado de
su familia y en su casa de Mont Vernón á la sombra de su viña y de su
higuera i , consagrándose de nuevo á las tareas agrícolas y á la sencilla
vida campestre.
XIX
Sin embargo , así como en la guerra había sido siempre el primero
frente al enemigo, debía serlo también en la paz como legislador, presi-
diendo la Asamblea cuando fué preciso dar forma al país por medio de
la Constitución, y más tarde como gobernante y primer magistrado dos
veces, consolidando el heroico monumento y creando la gran república
fuerte y respetada.
La muerte de su madre, de aquella mujer admirable por sus virtudes,
por su energía, por su carácter digno y sencillo á la vez, causó honda
herida en Washington: él la idolatraba. Al ser elevado á la Presidencia
fué á estrecharla en sus brazos antes de tomar el mando.
Ramasay.
134 AMERICANOS CÉLEBRES
«No me volverás -a ver,» le había dicho, y aquellas palabras fueron
una profecía.
Sobrevino la revolución francesa , y al recibir la llave de la Bastilla
que le enviaba Lafayette como recuerdo, se sobresaltó y tembló ante aquel
torrente desbordado que amenazaba anegar en sangre cuanto á su paso
se oponía.
Mantuvo la neutralidad , é impasible , arrastró las encontradas opinio-
nes sin desistir de su propósito, su juiciosa actitud fué aplaudida más
tarde y aprobada por toda la nación.
Renunció á la tercera presidencia y ansioso de descanso se retiró de
nuevo á Mont Vernón.
Poco después Francia , el caballeresco país que tan eficazmente ayudó
á los Estados Unidos en tiempo de Luis XVI para conseguir su emanci-
pación , amenazó bajo el Directorio á la joven república , y Washington
fué encargado por el Presidente Adams de organizar el ejército para si
era preciso, que se pusiera al frente y defenderse contra los franceses.
Afanoso empezaba á ocuparse del bien público, cuando el 12 de
Diciembre , repentina dolencia motivada por un constipado , le ocasionó
fuerte malestar é inflamación en la garganta.
El 13 la situación era desesperada y el médico no ocultó la gravedad.
Washington , comprendiendo que se acercaba el fin de aquella carrera
tan útil y gloriosa, se preparó a morir diciendo: «el viaje no me causa
temor. »
En la noche del 13 al 14 de Diciembre de 1799 expiró. Su agonía
había sido la del justo; sin zozobra, sin dolor, sin sufrimiento. Sobre su
pecho tenía la miniatura de Marta que siempre había" llevado consigo.
Washington era amable, caballeresco; sencillo en sus costumbres y
refractario á fastuosas demostraciones; madrugador en extremo, parco
y comedido, honrado en todo, activo, celoso de sus intereses que manejó
con orden y economía.
Había tenido sublimes deberes que cumplir, pero su grandeza de
alma y sus virtudes le guiaron siempre para salvar poderosos obstáculos
y llenar la misión que su patria le había encomendado.
El nombre de Washington , pasará á través de los siglos , como ejem-
plo de sabiduría, prudencia, valor y patriotismo.
■■■*•»'■"*
JOSÉ DE SAN MARTIN
JOSÉ DE SAN MARTIN
kcontrábame en Chile hace algunos años. Estudiaba
con avidez los episodios culminantes de la indepen-
dencia chilena ;-me entusiasmaba con sus héroes, y
admiraba, llena de asombro, los hechos de aquella
pléyade de valientes patriotas: comuneros caste-
llanos por las ideas, y descendientes del Cid, por su valor
indomable.
Leía una noche el Ostracismo de los Carrera; seguía
con alma y vida el glorioso vía crucis del mayor de los
hermanos, y de mis ojos brotaba una lágrima por el
patriota sin ventura, por el hombre abnegado, por
el esposo amante.
En aquel instante entró sin anunciarse una amiga mía , mujer de
singular talento y de carácter tan apasionado como impetuosamente
dispuesto á dejarse arrebatar por la sensación que produce todo lo
bello y todo lo grande.
Sobre mi mesa de escribir estaba el retrato de José Miguel Carrera.
Con su belleza , realzada por el traje de húsar que tan perfectamente
ceñía sus correctas formas; con su belleza artística y aristocrática-
mente erguida, y con su fantástico dolmen rodeado de pieles, resultaba
el general Carrera, un tipo perfecto de la hermosura varonil.
136 AMERICANOS CÉLEBRES
El artista había prestado á la mirada del mártir de Mendoza una
expresión de tristeza dulce y habíale puesto en su pequeña boca una con-
tracción tan amarga y significativa, que á la sola vista de su retrato,
sin conocer su vida aventurera y accidentada, sin amarlo por sus
glorias, se le admiraría por su arrogancia y por la distinción que de su
apostura marcial se desprendía.
Mi amiga contempló un momento el retrato, y visiblemente conmo-
vida me dijo: — ¿Quieres creer que estoy enamorada de un muerto?
— Sí, — le contesté, — y ese muerto es José Miguel Carrera.
— El mismo. Pero ¿no te asombra mi ridicula impresión?
— ¡Asombrarme! — repliqué. — No, amiga mía: no puedo asom-
brarme, ni tener por ridículo, un sentimiento que á mi alma inspiran
otros dos personajes de la historia americana , con quienes vivo identifi-
cada y unida por recuerdos imborrables.
Estos dos amores que estrechamente enlazados á mi pensamiento,
me acompañan como centinelas fieles en las tristes soledades de mi alma
huérfana, son dos hombres inmortales, dos nombres que iluminan el
mundo con los deslumbrantes focos de luz que sus vidas irradian: son
Bolivar y San Martín ; son esos colosos , arbitros de un continente vastí-
simo, padres de ideas regeneradoras, y genios audaces que conquistaron
para el nuevo continente la representación que merece ante la civiliza-
ción y la Historia; son aquellos dos seres que, desde las orillas del Plata
uno, y desde el Orinoco el otro, fueron á confundirse en estrecho abrazo
en las márgenes del Guayas. Sí, yo comprendo este amor que retrocede
hasta la tumba, en donde descansan los hombres que con sus hechos
llenan de ilusiones nuestro corazón entusiasta. Yo conozco esa pasión
tanto riiás intensa, cuanto más consume el pecho con el fuego de la
admiración que sentimos por un imposible, y te compadezco como me
compadezco á mí propia , cuando revolviéndome en la impotencia de un
amor sobrenatural, cojo la pluma para aliviar de un peso enorme á mi
atormentado corazón. Bolivar, San Martín, dechados de todas las vir-
tudes cívicas, persiguiendo un fin noble y santo, aparecen á mis ojos
como soldados mil veces superiores á todos los heroicos y legendarios
capitanes de los tiempos primitivos. Mi mente retrocede hasta su época;
recorre uno á uno los más insignificantes detalles de su existencia
azarosa; paso á paso los acompaña desde las inmensas llanuras de las
áridas pampas , hasta las cumbres majestuosas de los Andes.
JOSÉ DE SAN MARTÍN 137
Siento el amor que impulsa á la mujer hacia un objeto grandioso y
elevado; hablo con aquellos amantes de mi espíritu; con ellos vivo en
un mundo superior, y por fin , necesito imponerme á la imaginación para
cerciorarme de que la dulcísima ficción de mis deseos, es ficción al fin.
Ya ves , amiga querida , si puedo comprender tu pasión y entusiasmo
por José Miguel Carrera.
¡Bolívar! ¡San Martín! — Nombres sagrados escritos por lá fantasía
en cualquier parte en donde fijo mi vista. Guerreros insignes,, más
grandes que Jerjes y Julio César, porque si fueron sus émulos en cien
batallas , no dejaron en pos de sí la estela sangrienta que marca el paso
de los conquistadores.
II
Había nacido José de San Martín, en 25 de Febrero de 1778 en
Yapeyú, punto situado en la misma costa del Uruguay, "y según Azara,
hace setenta años que era población importante y tenía cinco mil nove-
cientos habitantes como capital de las misiones; hoy no quedan sino
ruinas y ha tomado el nombre glorioso de San Martín; en la actualidad
forma parte del territorio argentino.
El futuro soldado de la patria siguió los primeros estudios en el
seminario de nobles de Madrid, y destinado á la carrera militar, pasó
con rapidez de cadete á subteniente, y cuando contaba quince años servía
en los ejércitos españoles, en los cuales estaba sucesivamente á las órde-
nes de los generales más valientes y entendidos, tales como Castaños, el
Marqués de la Romana y Coupigny, siendo también ayudante predilecto
y querido del gobernador de Cádiz, el infortunado general Solano, cuya
muerte era para San Martín el recuerdo más triste de su carrera militar,
pues tuvo el dolor de ver á su jefe á quien amaba como á un padre,
til'dado de afrancesado ó traidor á la patria, y como á tal, arras-
trado por las desenfrenadas turbas en el motín del 29 de Mayo de 1808.
San Martín estaba* de guardia cuando fué atacado el palacio y
defendió la entrada con sereno valor, pero Solano había ordenado no se
hiciera fuego contra el pueblo: huyó de palacio acompañado por San
Martín, pero descubierto su asilo fué sacrificado sin piedad.
138 AMERICANOS CÉLEBRES
San Martín se salvó milagrosamente y pudo llegar convida á Sevilla,
y desde allí marchar á incorporarse al ejército que mandaba el escla-
recido Castaños.
La invasión francesa puso de relieve las altas aptitudes militares del
joven argentino, distinguiéndose el 19 de Julio de 1808 en la gloriosa
jornada de Bailen, descollando entre los más bravos y mereciendo que
su nombre fuese citado en los partes que envió al Gobierno el general
Castaños, elogiando su valeroso comportamiento en aquel campo, pri-
mer teatro de sus triunfos.
Continuó en la guerra de la independencia española, y ya sus
méritos habían ganado el ascenso de teniente coronel, cuando tuvo
noticia de que en su patria se había dado el grito de libertad. El insigne
ciudadano no vaciló un instante, y por medio de su amigo y general
lord C. Stuart de Rotesmy, consiguió pasaporte para Inglaterra, y renun-
ciando á su brillante carrera en España se embarcó para Buenos Aires
en el buque Jorje Canning.
El corazón del entusiasta patriota se dividió entonces entre dos
nobles y grandes sentimientos: el amor por la libertad y el que le
inspiró la señorita Escalada, con la cual contrajo matrimonio.
El futuro vencedor de Maipu estaba en la flor de la edad v tenía
notables cualidades físicas y morales. Era alto, de marcial presencia,
con ese color moreno pálido, natural en la mayoría de los hispano ameri-
canos; ojos negros, rasgados y penetrantes; la mirada, espejo fiel del
carácter serio y pensador; la nariz larga, la boca graciosa y el andar
airoso; franco, amable y sencillo en el trato y en las costumbres; estaba
formado para la vida militar; jamás el austero patricio se pagó de
lisonjas, ni durante aquella serie de glorias se enorgulleció con los
homenajes y las ovaciones. Su pericia militar, sus servicios en España,
ya en infantería, en caballería y hasta en marina, le habían dado
extensos conocimientos en el arte de la guerra , que le sirvieron para las
luchas americanas. Tenía grandes virtudes políticas y administrativas,
y su primer cuidado al llegar á Buenos Aires, fué organizar el ejér-
cito, formando aquel batallón de granaderos que adquirió renombre
inmortal.
Su primer triunfo en favor de la gran causa, lo obtuvo en el con-
vento de San Lorenzo en las orillas del hermoso río Paraná.
Las naves españolas poseían el puerto de Montevideo, y con fre-
JOSÉ DE SAN MARTÍN 139
cuencia dirigían sus excursiones á las ciudades y pueblos de la costa,
sosteniéndolos en alarma incesante.
Llegó á noticia de San Martín, que intentaban los realistas hacerse
dueños de San Lorenzo y de una parte de aquel territorio, y con sus
granaderos ocupó aquel punto y esperó al destacamento que se acercaba
á tambor batiente y banderas desplegadas; de repente, como un rayo en-
vuelve á la caballería, y sable en mano la destroza y persigue á pesar del
valeroso tesón del enemigo, haciéndole replegarse hasta que alcanzó la
protección de los fuegos de la escuadra, y el 13 de Febrero de 1813 fué
un día de gloria para la patria.
. • III
La independencia americana tuvo, de 1814 á 1817, crueles y terribles
alternativas; los realistas obtuvieron grandes ventajas, y sus victoriosos
batallones habían invadido de nuevo en Venezuela y en Colombia el
terreno conquistado por los patriotas, á costa de tanta sangre generosa.
El día 2 de Octubre de 1814, se había dado en Chile la sangrienta
batalla de Rancagua, en la cual los chilenos, mandados por intrépidos
jefes como José Miguel Carrera, Bernardo O'Higgins, Diego José
Benavente y otros, batallaron con desesperado é impetuoso aliento;
pero fueron vencidos, y la ciudad argentina Mendoza sirvió de asilo y
refugio á millares de emigrados que huían con los restos del ejército
patriota , pasando á pie por entre las nieves de la cordillera y por las
fragosidades de la sierra.
San Martín estaba en Mendoza como gobernador intendente de la
provincia de Cuyo; con escasos recursos organizó una división para
libertar á Chile, y aumentó sus filas con los desalentados prófugos,
entre los que se encontraba el arrojado O'Higgins, con el cual frater-
nizó por la identidad de ideas y por el heroísmo que adivinaba el pre-
claro argentino.
El ejército patriota estaba dividido en tres columnas: la primera á
las órdenes de Soler, la segunda bajo el mando de O'Higgins, y la
reserva que tenía por jefe á San Martín .
El paso " de la cordillera fué asombroso; en aquel penoso viaje
140 AMERICANOS CÉLEBRES
tuvieron lo.s soldados precisión, algunas veces, de bajar la artillería
á brazo en las grandes pendientes, otras poner las piezas en cueros de
toro y las arrastraban ó las conducían en cabrestantes, siendo difícil en
aquel terreno fragoso y. erizado de precipicios. 1
Los soldados escalaron los gigantescos Andes, nada les arredró; sin
desmayar sufrieron el frío glacial y mortífero, las fatigas y riesgos
inmensos, el larguísimo trayecto de ochenta leguas vencidas en diez y
ocho días, hasta reunirse todo el ejército en la falda occidental de la cor-
dillera á 4 de Febrero de 1817.
Refieren algunos historiadores, que para distraer la atención del
enemigo, solicitó San Martín, cuando ya tenía todo preparado para
marchar á Chile , una' entrevista con algunos caciques pehuenches , y en
ella pedía permiso para atravesar por su territorio y caer sobre los
españoles por el paso del Planchón , alegando que los extranjeros pen-
saban despojarlos de sus pastos y ganados y quitarles sus mujeres é
hijos.
Los pehuenches reflexionaron y discutieron , dando su beneplácito y
aceptando después un festín que duró tres días, y durante el cual se
embriagaron con licores y vinos que el general San Martín había
enviado al fuerte de San Carlos.
Efectivamente, el estratégico adalid envió poí Planchón una pequeña
parte del ejército, al mando del teniente coronel Manuel Rodríguez.
Este ardid de guerra dio el resultado que se deseaba. Marco del Pont
dividió su ejército dispuesto á recibir á los independientes y á combatir
las tropas.
El día 7 de Febrero estaban ya en el valle de Putaendo, y en esa
misma noche abandonaron los españoles, mandados por el general
Maroto, las posesiones de Aconcagua y Curimón, dejando armas, muni-
ciones y otros pertrechos, y situándose en la cuesta de. Chacabuco,
adonde se dirigió San Martín para empeñar la batalla.
No se sabrá qué admirar más en esa memorable acción; si el valor
temerario de los patriotas ó la vigorosa resistencia de los españoles. Por
ambas partes el tesón era igual, un mismo deseo animaba á los dos ejér-
citos, y el amor á la patria guiaba á los dos para alcanzar la palma de
la victoria.
1 Guzmán. — Historia de Cliile,
JOSÉ DE SAN MARTÍN 141
Sin embargo, los independientes cargaron de nuevo con mayor vigor
y la infantería realista fué arrollada y vencida : la victoria del ejército
de los Andes era segura .
Numerosos prisioneros, el parque, los almacenes y la bandera del
regimiento de Chiloé, fueron los trofeos.
« Las consecuencias , — decía el general San Martín en el parte de la
batalla dirigido al jefe supremo argentino, — han sido aún más impor-
tantes.
» El presidente Marco del Pont , en medio de la confusión y del terror
que produjo la batalla, salió la misma noche del día 12 de la capital y
se dirigió con escasas fuerzas á Valparaíso, pero fué alcanzado por una
partida de granaderos y tomado prisionero».
IV
Dos días después de la jornada de Chacabuco ocupó la capital el
brigadier Soler en nombre de la libertad.
Chile aclamó al general San Martín como jefe supremo del Estado.
El entusiasmo fué inmenso; pero la modestia y sabiduría del general,
le hicieron rehusar los honores que le habían conferido, y convocando
nueva elección, le fué otorgado el mando supremo al brigadier D. Ber-
nardo O' Higgins, quedando San Martín como director militar de
Administración .
La noticia del triunfo causó en Buenos Aires verdadero delirio y se
celebró la fausta nueva con fiestas civiles , otorgándose por el Directorio
honrosas distinciones al egregio ciudadano y hábil militar autorizándole
para usar un escudo con estas palabras: La Patria, en Chacabuco, al
vencedor de los Andes y libertador de Chile. Su hija doña María Mercedes
Tomasa de San Martín, fué agraciada con una pensión vitalicia de
seiscientos pesos.
A un valor á toda prueba reunía San Martín la sagacidad del hombre
de Estado, acrisolada honradez y desinterés sin límites. En la porten-
tosa emancipación americana, parece verse que la Providencia le otor-
gaba genios superiores para conseguir el deseado fin.
142 AMERICANOS CÉLEBRES
El primer cuidado fué crear escuelas militares, pues si bien los resul-
tados de la campaña eran brillantes, no estaba consolidado el país y
necesitaba soldados.
El ejército de Chile, empezó á formarse bajo la acertada dirección de
aquel hombre que había adquirido desde muy joven nociones prácticas
y científicas en la guerra y en la política, y que tan feliz había sido en
sus campañas y en el mando.
El ejército debía tener una organización completamente europea , y
la caballería toda la disciplina y severa corrección de los famosos
« granaderos de los Andes » que llevaron hasta el Chimborazo la gloriosa
bandera argentina.
La presencia del general San Martín era necesaria en Buenos Aires,
su persuasión conseguiría del Gobierno los auxilios que le eran necesa-
rios para intentar la libertad del Perú.
Al despedirse de sus soldados les dijo: «Vuestro bien y el de la patria
me obligan á separarme de vosotros por pocos días».
Entonces tuvo un brillante rasgo de generoso desprendimiento.
Había recibido diez mil pesos que para gastos de viaje le regaló el
cabildo de Santiago, pero su noble corazón no deseaba sino la gratitud
de Chile y la dicha de haberlo hecho libre.
Al llegar á Mendoza escribió rehusando el cariñoso don: «¡cuánto
más valía consagrarlo á la fundación de la biblioteca de Santiago! » «La
ilustración y fomento de las Letras, — decía , — es una llave maestra que *
abre las puertas de la abundancia y hace felices á los pueblos. Yo deseo
que todos se ilustren en los sagrados derechos que forman la esencia de
los hombres libres. »
V
Entre las manifestaciones de aprecio y de entusiasmo patrio, recibió
San Martín el despacho de brigadier de los ejércitos de la patria.
Era el premio de los 'triunfos de la campaña de Chile; pero, modesto
como siempre y* parco en sus aspiraciones, rehusó los honores que se
le dispensaban, aceptando únicamente ante la justa insistencia del
Gobierno.
.IOsK OK SAX MARTÍN" 143
. Con activo interés se ocupó de alcanzar auxilios y protección
para Chile, envió comisionados á Inglaterra y á los Estados Unidos para
adquirir buques, organizar la marina y contratar oficiales; además de
conseguir por cuenta del Gobierno argentino una cantidad de quinientos
mil pesos, negoció un empréstito en nombre de Chile, autorizado por
poderes ilimitados.
Entretanto los realistas, intentaban de nuevo lanzarse á ,1a pelea y
reconcentraban fuerzas en Talcahuano al mando del intendente de
Concepción, D. José Ordóñez.
Para contener en su propósito al jefe español, fué nombrado el
coronel D. Juan Gregorio de las Heras, á quien hoy llama Chile, el Sucre
del Sur.
La victoria le dio sus lauros en el primer combate: Carapaligüe
le abrió las puerta^ de Concepción, consiguiendo que el enemigo se
replegara á su cuartel de Talcahuano.
Ya el director 0' Higgins había salido para dirigir la campaña,
delegando el mando en el argentino coronel Quintana, cuando llegó
San Martín. Su grande capacidad como hacendista, fué el alma de
aquella administración en la cual operaba milagros para subvenir á
todos los gastos de la guerra.
Se procedió inmediatamente • á la elección de tres beneméritos
patriotas chilenos, como supremos magistrados, y en el acto solemne
de prestar juramento, expresó el generoso San Martín que el ejército
puesto á sus órdenes por el Gobierno argentino, no tenía más objeto que,
asegurar y mantener la absoluta independencia de Chile.
Estas palabras respondían á calumniosos comentarios esparcidos
contra San Martín, pues siempre el genio y la heroicidad tienen
detractores y émulos.
Pero se acercaba el momento del peligro y de gloriosa prueba para
el ejército libertador y para el pueblo chileno.
Una numerosa expedición, al mando del general Osorio, se dirigió
desde el Callao á las costas chilenas y desembarcó en Talcahuano, en
donde estaba Ordóñez, reuniendo entre las fuerzas existentes y las
recién llegadas un ejército como de siete á ocho mil hombres.
0' Higgins y las Heras, retirados al lado opuesto del Maule, replegá-
ronse de allí á Talca para reconcentrarse y unirse con la división de
San Martín, siguiendo las instrucciones del hábil jefe, eligiendo éste
144 AMERICAHOS CÉLEBRES
para campamento la hacienda de las Tablas, distante de la capital como
treinta leguas y al sur de Valparaíso, cuyo puerto puso San Martín en
estado de defensa.
Había llegado el 12 de Febrero, aniversario de la acción memorable
de Chacabuco, y en ese día de eterna memoria, para alentar el entu-
siasmo y prepararse á la pelea se leyó el acta de independencia.
«Declaro el Gobierno solemnemente y en nombre de los pueblos en
presencia del Altísimo, é hizo saber á la gran confederación del género
humano que el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes
formaban de hecho y por derecho un Estado libre, independiente y sobe-
rano y quedaba para siempre separado de la monarquía de España».
Al terminar la fiesta nacional, abandonó San Martín el traje de gala,
y vestido con el de soldado, salió para el campamento de O' Higgins á
conferenciar porque el tiempo era precioso y el éhemigo acechaba su
presa.
VI
Reconcentrado el ejército, se dispuso San Martín á dar* un combate
que consolidara la libertad; tomó el mando de la primera división á
vanguardia, y O' Higgins el del resto de las fuerzas, provistas de todo lo
necesario y ansiosas de luchar y de vencer.
El día 19 de Marzo de 1818, se encontraban. ambos ejércitos como á
legua y media uno del otro, y San Martín se propuso atacar al día
siguiente al enemigo, quien, encerrado en Talca, desconfiaba del éxito y
temía la destrucción de su ejército, pues la retirada sería imposible
después de una derrota ; pero en aquella noche de funesto recuerdo para
Chile, el brigadier Ordóñez, el coronel Baeza y otros, opinaron en el
consejo de oficiales, que la salvación estaba en arriesgar un combate
nocturno, y aceptado el plan por la mayoría, lo pusieron en práctica.
San Martín, estaba situado en el sitio que tiene por nombre Cancha
Rayada y había dado orden de cambiar los campamentos, maniobra que
se ejecutaba en el momento en que los tiros de las avanzadas republi-
canas anunciaban el ataque imprevisto del enemigo. La línea de
avanzada fué dispersa , y poseída de terror inexplicable , se dispersó en
distintas direcciones.
JOSÉ DE KAN MASTÍN 145
La confusión fué espantosa; el valor de O'Higgins á pesar de una
herida que había recibido, no pudo contenerla; los realistas hacían fuego
en toda la línea, y la obscuridad de la noche contribuyó á que en la
sorpresa obtuvieran completo resultado.
El coronel de las Heras que con su división formaba el ala derecha,
se retiró gloriosamente sin pérdida hasta Chimbarongo, en donde se
encontraba el general en jefe, quien con serenidad y activa energía
organizó la retirada, mandada la artillería chilena por el mayor
Borgoño, pues la de los Andes se había quedado en poder del enemigo.
La primera división era la que estaba al mando del intrépido las Heras.
Tal fué la desastrosa noche de Cancha Rayada.
VII
El golpe fué rudo, y la noticia causó vivísima impresión en la
capital , pues varios de los fugitivos exageraron el desastre y dieron por
perdida la causa de la libertad. Una gran parte del vecindario creyó
completamente derrotado el ejército y procurando salvar vidas y hacien-
das de la crueldad de Osorio, escondieron joyas y dinero y huyeron
á Mendoza, mientras que otros, temblando, aguardaban á que llegaran
los realistas de un momento á otro.
En aquellas circunstancias tan críticas y desesperadas, llegó el
teniente coronel D. Manuel Rodríguez y trató de aplacar aquel des-
aliento y desesperación; repartió armas para todos los que deseasen
servir á la patria, levantó un regimiento de caballería y procuró
transmitir la confianza.
Los conductores del Tesoro público que ya marchaban hacia Men-
doza, recibieron orden de volver, y puso en juego todos los medios para
conjurar la mala impresión.
Sabedor San Martín de lo ocurrido en Santiago, creyó oportuno
presentarse en la ciudad con O'Higgins, para tranquilizar los ánimos y
devolver el entusiasmo y la fe.
«¡Chilenos! — 'exclamó San Martín, al verse rodeado de inmenso
pueblo que acudía á su encuentro como para implorar su protección. —
Una casualidad que no es dado al hombre evitar, hizo sufrir á nuestros
10
146 AMERICANOS CÉLEBRES
ejércitos un golpe que jamás esperabais, y la incertidumbre os hacía
vacilar; pero ya es tiempo de que volváis sobre vosotros mismos y
observéis que el ejército de la patria se sostiene con gloria al frente del
enemigo, que vuestros compañeros de armas se reúnen apresuradamente
y que son inagotables los recursos de vuestro patriotismo. Al mismo
tiempo que los tiranos no han avanzado un punto de sus_ atrinchera-
mientos, yo dejo en el cuartel general una fuerza de más de cuatro mil
hombres, sin contar con las milicias. Me presento á aseguraros del estado
ventajoso de vuestra suerte, v regresando muy en breve á nuestro
cuartel general, tendré la felicidad de concurrir á dar un día de gloria
á la América del Sur».
Su esperanza y su fe en el porvenir se comunicó á la población. Todo
lo esperaba de su genio y del supremo director O'Higgins.
En las comunicaciones enviadas á los departamentos, se decía:
«El general ofrece con su cabeza no dejar una de las del enemigo, si
los subditos del Estado creen en su palabra $ si los ciudadanos le
ayudan en la esfera de sus alcances».
Y con su ejemplo, soldados y pueblo trabajaban para reorganizar el
ejército .
El llano de Maipu se transformó en vasto campo de instrucción , y á
los trece días de la derrota de Cancha Rayada, estaban los patriotas
dispuestos á combatir.
El general español Osorio, orgulloso con el triunfo y creyendo segura
total victoria, se dirigió lentamente á la capital, y el 1.° de Abril vadeó
el rio Maipu, permaneciendo hasta el 4 en la hacienda de la Calera.
El día 5 se puso en movimiento con dirección al campo republicano.
San Martín lo aguardaba; había tomado el mando déla caballería, y
muy de madrugada, al recorrer la línea y estudiar las posiciones del
enemigo, dijo á sus ayudantes.
« El sol que asoma en la cumbre de los Andes , va á ser testigo del
triunfo de nuestras armas. Osorio es mucho más torpe de lo que yo
pensaba » .
Colocados uno y otro ejército sobre colinas que dominan el valle
plano y angosto, se contemplaron por un momento como dos atletas,
provocándose á la lucha: el que tomó la iniciativa fué San Martín; su
artillería empezó á cañonear la posición enemiga , y como ésta no
contestara, dio la orden de marcha, arma al brazo, y las columnas
JOSÉ DE SAN MARTÍN 147
empezaron el descenso, ínterin tronaba el cañón y á pesar del nutrido
fuego de los contrarios. Los escuadrones realistas bajaron á su vez, pero
el coronel Zapiola se lanzó sobre ellos y los rechazó valerosamente. La
acción se hizo general , y los bravos soldados de la patria y las aguerri-
das huestes castellanas se acometieron con furor y se confundieron en la
bizarría y en la temeridad.
Retroceden los realistas; avanzan los republicanos hasta una loma
de la cual vigorosamente los rechazad enemigo, y por último la victoria
bate palmas en el campo patriota , y San Martín adelanta con su escolta
para activar la persecución de los vencidos.
El supremo director O'Higgins, no repuesto de la herida que recibió
en Cancha Rayada, asistió sin embargo, á la acción, presenciando el
triunfo.
A las seis de la tarde del día 5 de Abril de 1818, el ejército vencido
diez y ocho días antes, era vencedor v afirmaba en Maipu la indepen-
dencia chilena.
Los realistas huían, y O'Higgins exclamaba: ¡Gloria al salvador de
Chile !
VIH
San Martín entró en la capital á las diez de la noche, saludado
con frenético entusiasmo, con delirante júbilo por la población en masa;
cien lenguas de bronce aclamaban al propio tiempo al vencedor.
La alegre nueva llegó á Mendoza poco después de haber sido pasado
por las armas, Juan, José y Luis Carrera, presos hacía tiempo en los
calabozos de aquella población y acusados de conspiración.
La calumnia ha intentado manchar la limpia historia de San Martín
culpándole por aquellas sangrientas ejecuciones, que sólo tuvieron por
base los odios políticos y las circunstancias especiales que concurrieron
á la pérdida de aquellos infortunados.
La Historia ha justificado á San Martín.
Años después, un ilustre escritor chileno, un incansable narrador de
glorias nacionales 1, acusaba también á San Martín en su libro Ostracismo
Viouña Muckenuii.
148 AMERICANOS CÉLEBRES
de Carrera , pero reconocido su error, más tarde con leal franqueza lo
celebra en el Ostracismo de O' Higgins y dice «se congratula por haber
hallado documentos que lavan una mancha que, como el reflejo de una
afrenta nacional, la tradición desautorizada hacía pesar sobre dos
nombres tan grandes como San Martín y O 'Higgins».
El noble vencedor de Maipu soñaba siempre con la redención del
Perú y en 10 de Mayo de 1818, volvió á Buenos Aires para insistir en la
magna empresa.
La sencillez y modestia del guerrero, esquivaban toda manifestación
pública; pero el entusiasmo y la admiración del pueblo argentino le
tributaron grandes ovaciones, á la par de aquellas que el Gobierno
le otorgó.
A pesar de sus esfuerzos no logró los auxilios para la expedición del
Perú, y después de permanecer en Mendoza hasta el mes de Octubre,
abatido y descontento volvió á Chile, presentándose de improviso en
Santiago para no dar lugar á fastuosa entrada que el pueblo agradecido
pensaba proporcionarle.
La situación de Chile era lisonjera , y precisamente uno de los valien-
tes en la retirada de Cancha Rayada y de los héroes en Maipu acababa
de dar á su patria una página más de gloria: la captura de la fragata
española María Isabel, que se dirigía al Callao custodiando un convoy.
El marino que llevó á cabo tal hazaña era el contraalmirante Blanco
Encalada.
San Martín se encontró en difíciles y extrañas circunstancias. Su
noble y liberal ambición, le llamaba al Perú; su deber, á la república
Argentina, i amenazada por numerosas fuerzas españolas y por discor-
dias civiles; pero la suerte favoreció de nuevo al victorioso caudillo;
el Gobierno autorizó su marcha al Perú, permitiendo que los escua-
drones de cazadores á caballo que se encontraban en Cuyo, pasaran á
Chile.
El 20 de Agosto de 1820 estaba la escuadra chilena reunida cu
Valparaíso y dispuesta para llevar al Perú al ejército libertador.
Lord Cochrane, conde de Dundonald, el valiente escocés, partidario
1 Dice el general Mitre que el reclamo urgente del Gobierno argentino para el regreso del ejército libertador,
oreó nna situación dificilísima al general San Martin, y las vacilaciones de su alma, combatida por sus convic-
ciones y por la obligación de la obediencia militar, se traslucían on su correspondencia oficial y en la confiden-
cial con sus amigos.
JOSÉ DE SAN MASTÍN 149
decidido de la libertad americana, era el almirante, y San Martín el
general en jefe de la expedición , compuesta de unos siete mil hombres
entre argentinos y chilenos. 1
El puerto de Pisco fué elegido para el desembarque, acampando el
ejército á corta distancia de la costa, confiando San Martín en la
grandeza de su misión y en el triunfo.
«Es verdaderamente curioso, — dice Azpurua en sus hombres ilustres
— que el hombre que había atravesado los Andes al galope con su
caballo y afrontado en serias batallas á los españoles en las mismas
faldas de la cordillera por donde descendía , cambiase completamente de
táctica al desembarcar en la ribera peruana y ofreciese á los inteligentes
el raro aspecto de un general que en. dos campañas emprendidas con
idéntico objeto, siguiera dos sistemas abiertamente contrarios y obtu-
viera el mismo resultado».
El General en jefe destacó una columna al mando del fiel Arenales y
la envió á la sierra', ínterin el grueso del ejército se ponía en marcha
para acercarse por el Norte á la capital; al efecto se dirigió al puerto de
Huacho y acampó con todo su ejército en el saludable, pintoresco y
abundante valle de Huaura.
El esforzado general Alvarez de Arenales, español educado en
Buenos Aires, empezó la campaña con notable acierto y buena fortuna,
pues batió en el Cerro á una división española mandada por el brigadier
O'Reilly, cayendo éste prisionero.
Su derrota le causó al bravo brigadier tal vergüenza , que habiéndole
mandado prisionero al campamento de San Martín, pidió á éste le
permitiera regresar á España, y otorgado su deseo, se embarcó en el
San Patricio el 23 de Noviembre de 1821; pero creyendo una deshonra
presentarse vencido, se arrojó al mar. Era irlandés de nacimiento, pero
había servido en España contra las tropas francesas.
Entretanto la escuadra, dirigida por Cochrane, había empezado el
bloqueo del Callao, tomando la fragata Esmeralda el intrépido Almi-
rante y el capitán Guisse ; esta presa fué en alto grado ventajosa ,para
los republicanos, pues asombrados los españoles por aquella audacia, les
dieron mayor valor é importancia, y los altivos generales y jefes del
ejército realista que hasta entonces habían considerado á los patriotas
' En algunas biografías y crónicas se dice no pasaban de cuatro mil
150 AMERICANOS CÉLEBRES
como revoltosos, los juzgaron como beligerantes y con derecho de
guerra como á tales.
El general Arenales era un militar leal, valiente v severo, hasta el
punto de no aceptar un ascenso para un hijo suvo teniente, por creer no
había hecho méritos para tal recompensa.
La primera campaña de la sierra, llevada á cabo por este general, es
una de las páginas más gloriosas de su vida militar.
San Martín se había adelantado por el Norte para cortar todo apoyo
ó refuerzo á la capital.
Ya desde Pisco se había puesto en contacto con los patriotas para que
ayudaran á llevar á buen término la guerra, autorizándole para tomar
lo que fuera preciso y comprometiéndose á pagar cuando el ejército
entrara en la capital.
«Por la presente, — decía San Martín, — empeño mi palabra de honor
y. los respetos de mi autoridad, que inmediatamente que las armas de mi
patria entren á la capital del Perú, pagaré fiel y cumplidamente las
cantidades que los buenos patriotas quisiesen suministrar al dador de
ésta para objetos interesantes á la causa sagrada de América, para lo
cual ruego contribuyan según sus fuerzas en el concepto de que estimaré
este servicio como el más importante á la patria v que será cubierto
por mí todo recibo que en virtud de este documento se me presente en
Lima » .
El General en jefe mandó á los departamentos emisarios inteligentes
para fomentar la insurrección y creó la bandera peruana, tomando dos
de los colores de las naciones hermanas y auxiliares: el color rojo de
Chile y el b Janeo de la Argentina.
Precisamente el triunfo de Arenales mencionado anteriormente, coin-
cidió con la presa de la Esmeralda y con la incorporación del batallón
Numaneia á las tropas auxiliares, esta deserción se debió en gran parte
no sólo á la inclinación natural de los soldados y jefes que eran en su
mayoría colombianos, sino también á los hábiles estímulos de San
Martín, pues que usó hasta de las armas femeninas, es decir, de los
fulgores que lanzan los ojos de las seductoras limeñas y del amor que
inspiran sus encantos.
El batallón Numaneia, fuerte de seiscientas cincuenta plazas, se
encontraba en el valle de Chancay, cuando en masa fué á incorporarse
con los patriotas en Huaura, que le recibieron con loco entusiasmo.
JOS]': DE SAX MARTÍN 151
San Martín le entregó la bandera del ejército como muestra de ilimitada
confianza.
Uno de los planes más importantes para los patriotas era apoderarse
del castillo Real Felipe en el Callao, para lo cual estaban en connivencia
con un* coronel caraqueño, Cortines, y con un español coronel graduado,
Santalla: pero sabedor el Virrey de que se fraguaba la entrega por
traición, depuso á varios oficiales, redujo á prisión á otros v se fustró
por entonces el resultado apetecido.
La gran causa de independencia peruana estaba, sin embargo, muy
adelantada v en buen camino; pero San Martín procuraba activar el
éxito por medio de deserciones en el ejército, de combinaciones con los
patriotas de cada provincia y por continuas escaramuzas, sin presentar
batalla decisiva, pues ,su ejército era escaso para batir á los españoles;
éstos, intentaron atacarlo en Retes adonde se había dirigido, pero
informado de aquel plan retrocedió á Huaura y el Virrey Pezuela , tal
vez mal informado, hizo retroceder sus tropas hasta el campamento de
Azuapuquio, temiendo que San Martín se embarcara en Huacho para
ir á Chorrillos y de allí dirigirse á Lima.
Los jefes Canterae y Laserna, conspiraron poco después contra el
virrey Pezuela, y gran número de oficiales de acuerdo con aquellos
generales, le intimaron resignase el mando y saliera para España
La Junta Directiva de Guerra le dio á Laserna por sucesor en el
virreinato.
San Martín, aleccionado en la guerra de España contra Francia,
estableció el sistema de guerrillas tan temibles para los franceses y que
tal estrago causaron en los ejércitos de Napoleón, y á las cuales en
América llamaron los realistas montoneras . Varios de los guerrilleros
adquirieron verdadera celebridad y ayudaron poderosamente en todos
los países americanos al triunfo de la libertad-.
España, noticiosa de los acontecimientos del Perú, había enviado
comisionados para tratar un arreglo ventajoso, y uno de ellos llegó al
campamento de San Martín en donde éste le hizo todos los honores
debidos á su cargo, y poco después se entablaron conferencias que
tendían á un arreglo satisfactorio entre España y América; pero no se
consiguió el completo acuerdo en las bases, y únicamente se acordó
que el Virrey saliera de Lima para el Sur, dejando á San Martín la
capital y territorio del Perú que queda al Norte del departamento del
152 AMERICANOS CÉLEBRES
Cuzco 1 ínterin se mandaban comisionados á la metrópoli para ajustar
un tratado y durante un armisticio de diez y ocho meses.
Arenales había conseguido nuevas victorias y ocupaba gran exten-
sión de territorio, cuando evacuada Lima por los españoles que con el
Virrey se dirigían á la Sierra , tomó San Martín pacífica posesión de la
ciudad, declarando desde aquel momento al I}<tú libre é independiente.
- El sitio de los castillos del Callao continuó, y San Martín reasumió
el mando supremo con el nombre de Protector del Perú, entre los minis-
tros figuraba el notable argentino Monteagudo, uno de los hombres
más hábiles en política, y de elevadísima , sagaz inteligencia.
La causa española estaba perdida, y á pesar de los poderosos es-
fuerzos del virrey Laserna y del general Canterac para sostener la
bandera de la patria en los castillos del Callao, fué imposible impedir
la capitulación y entrega de aquellos baluartes del poder colonial, el
día 21 de Septiembre de 1821.
La enseña republicana ondeó por primera vez en las temibles forta-
lezas.
La organización y administración del país fijaron muy particular-
mente la atención de San Martín, y la instrucción pública, las mejores
reformas á todos los ramos, los censos, el desarrollo del comercio é
industria, la libertad para los esclavos, decretada el 12 de Agosto de
1821, fueron otros tantos bienes que derramó y que hacen inolvidable
el recuerdo de su mando\ así como el de sus virtudes cívicas y de las
sabias reformas sociales, que es el más lozano laurel de su corona.
Sin embargo de tan relevantes cualidades, la calumnia y la ingra-
titud se cebaron en el procer argentino. En Diciembre de 1821 , se
formó una conspiración encaminada á derrocarle del mando y tal vez
haber llegado hasta el crimen, según algunos historiadores.
La conspiración fué descubierta por denuncia, y la amargura y el
desaliento, invadieron el corazón de San Martín. Creyéndolo deshonroso
ni aun pretendió hacer extensas averiguaciones, para no tener que
castigar á los culpables.
La vida pública le era ya insoportable, porque su corazón estaba
dilacerado con tantos desengaños , traiciones, ingratitudes y bajezas. -
' Paz Soldán, Perú independiente,
2 Palabras de San Martín.
JOSÉ DE SAN MAKTÍN 153
Todavía el poder español tenía en el Perú ejércitos y generales,
agonizante virreinato y parte del territorio, cuando Bolivar, triunfante
en Pasto, y libre el Ecuador por la batalla del Pichincha, ganada por
el invicto Sucre, se dirigió á Guayaquil y verificó allí la memorable
conferencia con el protector San Martín, para tratar de la completa
emancipación del suelo peruano, que reclamaba el auxilio del libertador
de Colombia.
Aquella entrevista entre los dos colosos de la libertad americana,
fué decisiva , porque el vencedor de Chacabuco y Maipu y el valeroso
Bolivar, convinieron los medios para terminar la prolongada contienda,
la cual no podía tener tan fácil solución si el jefe venezolano no pres-
taba su auxilio.
El héroe le prometió eficazmente ayudar al logro del noble pro-
pósito, y combatiólas ideas monárquicas de San Martín, que, franco y
sencillo manifestaba abiertamente su opinión en los pueblos de América;
decía: «No hay elemento republicano, y en mi concepto, sería más fácil
establecer monarquía como la del Brasil». 1
El Protector permaneció tres días en Guayaquil, y el 19 de Agosto
de 1822 volvió á Lima, decidido á separarse del mando, para lo cual
activó la instalación del Congreso Constituyente .
Suspiraba por la tranquilidad y aislamiento que tanto necesitaba. Así
le decía á su amigo querido O'Higgins.
El 20 de Septiembre se reunió el primer Congreso del Perú indepen-
diente. »
En ese día , San Martín , después de asistir al Tedeum en la catedral,
acompañado por las autoridades, ministros y diputados, se dirigió al
salón de sesiones, y cuando los representantes del país tomaron asiento,
se puso en pie, y despojándose de la banda bicolor, dijo:
«Al depositar la insignia que caracteriza al Jefe Supremo del Estado,
no hago sino cumplir con mi deber y con los votos de mi corazón; si
algo tienen que agradecerme los peruanos, es el ejercicio del Supremo
Poder que el imperio de las circunstancias me hizo obtener, y hoy que
felizmente lo dimito, pido al Ser Supremo que conceda á este Congreso,
el acierto, luz y tino que necesita para hacer la felicidad de sus repre-
sentantes. ¡¡¡Peruanos!!! Desde este momento queda instalado el Con-
1 Memorias do T. C. Mosquera
154 AMEBICAXOS CÉLEBRES
greso Soberano, y el pueblo reasumirá el Poder Supremo en todas sus
partes. »
El Protector puso sobre la mesa seis pliegos cerrados v salió del
Congreso, marchando en seguida al inmediato pueblo de la Magdalena
para ocuparse en los preparativos de viaje.
El Congreso nombró al desinteresado ciudadano, Generalísimo de las
armas de mar y tierra del Perú. El Protector sólo aceptó el título
como página de grata memoria , puesto que decidido á entrar en la vida
privada, sólo saldría de ella si los peruanos necesitaran su auxilio y
viesen amenazada su libertad.
Su despedida fué tan elevada y digna como todos los actos de su
vida.
« ¡ ¡ ¡Peruanos! ! ! Presenciad la declaración de la independencia de los
Estados de Chile y Perú; existe en mi poder el estandarte (pie trajo
Pizarro para esclavizar el imperio de los incas] y he dejado de ser
hombre público. He aquí recompensados, con usura, diez años de
revolución y de guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he
hecho la campaña, están cumplidas: hacer su independencia y dejar
á su voluntad la elección de sus Gobiernos; la presencia de un militar
afortunado, por más desprendimiento que tenga, es temible á los Es-
tados que de nuevo se constituyan. Por otra parte, ya estoy aburrido
de oír decir que quiero hacerme Soberano; sin embargo, siempre estaré
pronto á hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase
de simple particular y no más. ■
En cuanto á mi conducta pública, los patriotas dividirán sus opi-
niones, como sucederá en todo lo demás: á las generaciones futuras
queda reservada la misión de pronunciar su verdadero fallo con impar-
cialidad.
¡¡¡Peruanos!!! Os dejo establecida la representación nacional: si
depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo; si no la
anarquía os va á devorar. ¡Que el acierto presida vuestros destinos y
que éstos os colmen de felicidad y paz ! — José de San Martín » .
Notició á Bolivar su renuncia del mando y son dignos de mención
algunos párrafos de su carta.
«Lleno de laureles en los campos de batalla, mi corazón jamás ha
sido agitado de la dulce emoción que le conmueve en este día venturoso;
el placer del triunfo para un guerrero que pelea para la felicidad de los
JOSÉ I>E SAX MARTÍX • 155
pueblos, sólo lo produce la persuasión de ser un medio para que goce
de sus derechos Mi gloria está colmada cuando veo instalado el
Congreso Constituyente Si mis servicios por la causa de América
merecen consideración al Congreso, yo los, represento hoy, sólo con el
objeto de que no haya ni un sólo sufragante que opine por mi conti-
nuación al frente del Gobierno; por lo demás, la voz del Poder Soberano
de la nación será siempre oída con respeto por San Martín como
ciudadano del Perú, y obedecida y hecha obedecer por él mismo,
como el primer soldado de la libertad».
El Generalísimo llegó á Valparaíso á bordo de la goleta Moctezuma,
y escaso de salud y de recursos, pidió hospitalidad á su fiel amigo
O'Higgins. Su decaimiento físico era grande, y esto le hizo permanecer
dos meses en aquella tierra chilena tan querida, que le había aclamado
con loco entusiasmo cuando le debió su libertad, pero que entonces le
acogió con el frío glacial del olvido.
Otro dolor profundo, acerbo, desgarró su corazón al llegar á Men-
doza. Su compañera, su esposa, en quien creía encontrar el amante
consuelo para sus decepciones políticas, había muerto; y al recibir la
infausta nueva tornóse aún más triste y sombría la vida de San Martín,
y su desaliento creció en Buenos Aires, envuelto en fratricida lucha,
en la cual preocupada la atención general, ni aun se fijó en la presencia
del procer argentino.
Sólo un lazo le era aún grato y querido: su hija.
Con ella se trasladó á Europa, y en Bélgica vivió aislado, casi care-
ciendo de lo necesario, completando la educación de aquella única
heredera de su nombre.
Más tarde , un noble corazón se encargó de ser la providencia del
Protector del Perú 1 y proporcionarle, con delicadeza suma, lo nece-
sario para su bienestar.
En 1832, Mercedes San Martín, el ángel del solitario hogar del
proscrito, se unió con el elegido de su corazón, con otro hijo benemé-
rito de las orillas del Plata 2; pero siempre fué la tierna y cariñosa
compañera del venerable anciano que vivió en Grand-Bourg, rodeado
de trofeos de su vida de soldado y siendo objeto de veneración de
propios y de extraños.
1 D. Alejandro Aguado.
3 D. Mariano Balcarcp.
156 • AMERICANOS CÉLEBRES
Allí murió en brazos de su hija amantísima, ella recoció el postrer
suspiro del héroe y vio extinguirse aquella vida fecunda en bienes
para la Humanidad y en glorias para su patria.
Pasaron largos años, y el día 13 de Julio de 18G2, vistió de fiesta
la ciudad de Buenos Aires. En la hermosa plaza de Marte se agitaba
inmensa multitud que rendía homenaje á la memoria del general don
José de San Martín, cuya estatua se levantaba arrogante y era objeto
del público regocijo.
Había llegado la hora del verdadero fallo, y la justicia y la gratitud
de los pueblos eternizaba en bronce la imagen del soldado de la
libertad, y su nombre y su recuerdo, viven y vivirán en las futuras
generaciones, y serán eternos como las heladas cumbres de los Andes.
En Mayo de 1880, se cumplió el último deseo del general San
Martín: sus venerados restos descansan ya en suelo argentino, y si
la vida le abandonó en extraño suelo, hoy sus cenizas están cobijadas
por la bandera de la patria.
^
FRANCISCO MIRANDA
FRANCISCO MIRANDA
L 9 de junio *de 1756 nació en Caracas un niño,
hijo de I). Sebastián Miranda y de D.a Fran-
cisca A. Rodríguez y Espinosa.
Pasados los primeros años y deseosos sus padres
de que siguiera la carrera militar por la cual
Francisco Gabriel era entusiasta, le enviaron á España,
porque como en las pasadas generaciones, la nobleza
era intransigente sobre todo en las colonias, no había
consentido la de Caracas en recibir a Miranda como
cadete, aun cuando perteneciera á familia rica, honrada
y de merecida reputación.
El carácter y clarísimo talento del joven venezolano le hicieron
alcanzar rápidamente buen puesto en el ejército español, y cuando la
. Francia y la España se declararon á favor de las colonias contra
Inglaterra, formó parte de las fuerzas españolas enviadas al Norte-
américa, y sin duda, entonces., cultivando el trato con los independientes,
surgió en su pecho el sentimiento de libertad para su patria.
Firmado en Versalles el tratado de paz, reconocida la independencia
de los Estados Unidos, pasó Miranda á la isla de Cuba, en donde el
bondadoso capitán general D. Manuel Cajigal, prendado del joven
hispano-americano, le colocó á su lado como ayudante, y afectuosa
simpatía unió al jefe y al oficial con sólida amistad.
158 AMERICANOS CÉLEBRES
Así corrió la vida de Miranda durante algún tiempo, hasta que perse-
guido con su jefe por imaginario plan de entregar la isla á los ingleses
y temiendo, que la causa languideciese años v años como sucedió, '
resolvió viajar y prepararse para poner en práctica el pensamiento que
de larga fecha meditaba.
II
Prusia, Austria, Turquía y después Rusia, fueron para el joven
caraqueño inagotable fuente de estudios políticos, v la emperatriz
Catalina II mostró tan entusiasta predilección por su talento v cuali-
dades características, que dio lugar á comentarios y á diferentes
apreciaciones, y entre éstas contábanse flaquezas mujeriles, las cuales
son ajenas á la vida pública de Miranda, por lo que, nos concretamos á
consignar que fué autorizado para usar el uniforme de coronel de la
milicia rusa; que recibió singulares atenciones en San Petersburgo de
toda la sociedad, y que la Emperatriz, después de haberle ofrecido
protección para la gran empresa.de libertar á Venezuela, le recomendó
á todos sus embajadores en el extranjero, de este modo:
«Queriendo S, M. Imperial dar á D. Francisco Miranda una prueba
relevante de su singular aprecio y del interés particular que toma por él,
encarga á V. E. haga á este oficial una acogida proporcionada al aprecio
con que ella le distingue.
»Le tributará V. E. todas las atenciones y cuidados posibles, y dará,
asistencia y protección siempre .que la necesite y cuando él quiera
reclamarla, y le franqueará, en «fin, en caso necesario, un asilo en su
palacio.»
En 1790 se encontraba Miranda en Inglaterra y su alta capacidad, le
sugirió la idea de someter al ministro Pitt su plan de emancipación de
Venezuela, y seguramente hubiera conseguido ayuda del sagaz inglés,
si las consideraciones políticas y diplomáticas no hubieran hablado
muy alto en contra del proyecto de Miranda é hicieran imposible, toda
protección ó aceptación del plan revolucionario.
1 Diez, y ocho años más larde se reconoció que Cajigal y Miranda eran ¡nocentes.
FRANCISCO MIRANDA 159
Trasladóse á Francia, en momentos, de terrible crisis cuando la
convulsión de aquel pueblo atraía las miradas del universo y muy
especialmente las de los monarcas, aterrados, al contemplar por tierra
seculares principios y reducido á escombros el trono de San Luis.
La elevación de ideas de Miranda, sus convicciones liberales y su
patriotismo, le hicieron simpático á los franceses, y el ministro Servant
formó empeño en que tomase parte en la campaña como mariscal de
campo, colocándole aquella resolución al lado de generales de la más alta
Hombradía, entre los cuales adquirió justa fama y mereció por sus
servicios ser ascendido á teniente general.
III
La traición de Dumouriez, le hizo comparecer acusado de complicidad
ante aquel Tribunal revolucionario que ya empezaba á ejercer siniestro
influjo y que tantas víctimas había de dar al cadalso; la atracción que
ejercía el ilustre americano fué entonces tan grande, que consiguió ser
absuelto por unanimidad, y Chauveau La Garde, el célebre, persuasivo
y elocuente defensor de la desventurada María Antonieta y de la heroína
Carlota Corday, se expresa, hablando de Miranda, con admiración y
cariño:
«Viles calumniadores, hombres sedientos de sangre que no ven sino
culpables, que no quieren sino víctimas, no se ruborizan de ultrajar
hasta la misma virtud. El día más hermoso de mi vida ha sido aquel en
que defendí á Miranda. Declaro que jamás he conocido hombre que me
haya inspirado más estimación, y más diré, ni más veneración; es imposible
tener más grandeza de carácter, más elevación en las ideas, ni un amor
más verdadero á todas las virtudes. Habría deseado que toda la Europa
lo hubiera oído. No es posible ser más preciso en las respuestas, más
claro en las explicaciones, más fuerte en el razonamiento, más enérgico
en todo lo que emana del sentimiento, y sobre todo, tener más de esa
calma imperturbable que sólo es fruto de uña sana conciencia».
El terrible Tribunal no pudo acallar con su fallo á los enemigos de
Miranda, que empeñados en su pérdida y acumulando acusaciones
calumniosas, lograron obtener una orden de prisión y conducirle á las
mazmorras de la Forcé.
160 AMERICANOS CÉLEBRES
IV
Diez y ocho meses duró la terrible persecución, hasta que se dirigió ;í
la Convención, enérgica y razonadamente:
«O soy culpable — decía — y se comete un crimen contra la Sociedad
dejándome impune, ó soy inocente y entonces se ultraja á la Socie-
dad reteniéndome en prisión sin juicio. ¿Qué digo? sin motivo que pueda
honestamente confesarse. Cualesquiera que hayan sido en la época de mi
mando las intrigas que estuvieron á punto de comprometer el buen éxito
de la revolución francesa, es evidente que no hay en toda la nación un
solo hombre menos sospechado que yo de haber tomado parte en aquellas
maniobras, porque nadie ha dado de su conducta una cuenta más severa.
»Pero los más encarnizados en perderme, ocurren de nuevo por armas
al arsenal de la calumnia, y desde esa fortaleza, inaccesible á la inocencia,
me asestan sus tiros, cual cobardes, ocultando el rostro. Según ellos,
mis cajas de libros estaban llenas de fusiles, las memorias de mis viajes
eran correspondencias con el extranjero: pues todo fué registrado, y por
doquiera se encontraron sólo mentiras y calumnias ó necesario fué
buscarme entonces delitos en el porvenir, á fin de quitarme el medio de
probar que no existen, y supusieron que proyectaba un viaje á Burdeos.
Cambón lo anunció así en la tribuna de la Convención, y aunque no
existía ni podía existir indicio alguno de semejante viaje, Pache dio con
tan ridicula protesta la orden de prenderme; curioso es ver las acepcio-
nes diferentes y contradictorias que con respecto á mí se han dado á la
palabra sospechoso: desde luego, y como un pretexto para perseguirme,
fui sospechoso por atribuírseme complicidad con Dumouriez; cuando
quedó probado que lejos de haber sido cómplice suyo fuera su víctima,
me hice sospechoso por un republicanismo racional y no revolvedor;
poco después, lo de sospechoso se entendió con respecto al federalismo, y
hoy, que esta circunstancia no puede servir ya de pretexto á la opresión,
la calificación de sospechoso se me da con relación al capetismo.>-
FRANCISCO MIRANDA 161
V
Su elocuente y justa reclamación alcanzó la libertad, pero intimándole
dejara el suelo francés , lo que efectuó tan luego como logró el arreglo de
varios asuntos, dirigiéndose á Londres, pues había recibido en París
varias comisiones de diferentes paises del nuevo continente para que,
intentara su independencia y pretendiese el apoyo de la Gran Bretaña.
Sus entrevistas con el ministro Pitt , demostraron una vez más que
los profundos conocimientos políticos de Miranda , su elocuencia , su
noble brío para defender la causa americana, alcanzaban las simpatías
de todos, y la emancipación de América tenía en el sabio caraqueño un
auxiliar poderoso.
Siempre, sin embargo, encontró entorpecimientos para que el proyecto
alcanzara completa solución, hasta 1803 y 1804 en que la Inglaterra
pensó en utilizar el empeño de Miranda en pro de sus propios intereses y
ayudar á la libertad sud-americana, para atacar á España en sus colonias.
Tampoco las negociaciones emprendidas tuvieron entonces resultado:
Europa se conmovía hasta en sus cimientos al paso de las tropas
francesas, las naciones estaban pendientes de una palabra ó una orden
dada por Napoleón, y los pueblos se coaligaban contra el coloso que era
perpetua amenaza para la tranquilidad general.
VI
Desalentado Miranda, después de la prolongada expectativa para
obtener protección y haber visto repetidas veces defraudadas sus
esperanzas en favor de aquella emancipación tan anhelada , tan querida
y tan necesaria para, el progreso de la patria ; cediendo á la vez á las
instancias de muchos de sus compatriotas , resolvió hacer campo de sus
aspiraciones la propia América y ayudarse con los mismos que suspira-
ban por la independencia.
H
162 AMERICANOS CÉLEBRES
También pensó, en que, la hermosa porción americana que disfrutaba
ya los beneficios de pueblo libre apoyaría la realización de su deseo , y
aun cuando á la llegada á los Estados Unidos vio desvanecida tan
risueña esperanza, obtuvo la incansable actividad de aquel apóstol del
principio republicano, pertrechos de guerra y unos doscientos hombres
reclutados por el coronel W. Smith, además de dos corbetas armadas en
guerra, y fusiles y municiones. 1
Los contratiempos acompañaban siempre y se interponían entre
Miranda y el buen éxito, y no faltaron en este caso para retrasar la bien
combinada expedición.
El Gobierno norte-americano para dar cumplida satisfacción al
Gobierno español, quejoso de que en territorio de un país amigo se
organizara "un plan revolucionario, encausó á los que habían procurado
los auxilios enumerados, y aun cuando con imparcialidad y justicia
fueron absueltos y merecieron el aplauso hasta de sus jueces, se perdió
un tiempo precioso y una de las corbetas , temoroso su capitán de sufrir
perjuicios y consecuencias trascendentales en su persona é intereses.
El valeroso y perseverante Miranda , no cedió ni se arredró con tal
cúmulo de contrariedades, y salvándolas y renovando con dos goletas su
reducida escuadra, se dio al mar, rumbo á Costa Firme, pensando en
pisar tierra venezolana y romper las hostilidades contra los españoles.
De repente, cuando soñaba con ser el salvador predestinado por la
Providencia, cuando creía que le separaban pocas horas de aquel
instante deseado durante largos años en que enarbolase la bandera
símbolo de redención, se vio acometido por dos bergantines de guerra que
le esperaban apercibidos para el combate, y éste, porfiado por ambos
combatientes, hizo fracasar de nuevo los planes de Miranda, y derrotado,
buscó en la huida la salvación : j que aun podía ser útil á su país y no
había llegado la hora de morir!
VII
La vida de este impertérrito patriota tiene á «veces el interesante
colorido de aquellas de los obstinados capitanes de la Edad Media, y su
* Detalles tomados de la Historia de Venezuela, por Barrall y Díaz.
FRANCISCO MIRANDA 163
caballeresca figura se destaca siempre grande y heroica, aun en su
martirio y en su muerte.
¿Acaso el auto de fe ejecutado en Caracas con la bandera libertadora,
con las patrióticas proclamas, con la efigie del audaz revolucionario,
destruyó el germen de la rebelión? ¿Pudo el fuego extinguir el que ardía
en los corazones de esforzados patricios que, no esperaban sino el
momento favorable para lanzarse a la lucha?
Las chispas de aquel incendio llegaron en no lejano día hasta las más
remotas regiones americanas, y formando hogueras, consumieron en ellas
las instituciones y las antiguas respetadas creencias.
Miranda , en tanto , celebraba en Trinidad un tratado con las autori-
dades inglesas para que á él fueran unidos, el auxilio que solicitaba y
el apoyo de la Gran-Bretaña, y torpe calumnia fué el atribuírsele
entonces promesas de dominio hechas á los ingleses y antipatrióticos
amaños, ajenos á su acendrado patriotismo y á la grandeza de su
carácter.
Estipuló el jefe revolucionario, franquicias para el comercio inglés
en los pueblos que alcanzaran su autonomía, privilegio extensivo al
Norteamérica, pero sin efecto para las naciones enemigas de Inglaterra;
ésta abusaba, como siempre, de la situación, para obtener grandes
ventajas comerciales, pero en cambio > lord Cochrane, almirante de la
escuadra inglesa que á la sazón se encontraba en las islas de Barlovento,
daría algunos buques de guerra , autorizaría el reclutamiento de ingleses
en Trinidad y se opondría a las fuerzas marítimas que cruzasen aquellos
mares.
Las condiciones podían ser en extremo ventajosas para Inglaterra,
pero Miranda estaba en situación decisiva.
VIII
Habían pasado cinco meses, cuando una mañana se avistó desde la
Vela de Coro, una escuadra compuesta de catorce ó quince buques y
llevando á su bordo quinientos hombres de desembarco, decididos
y entusiastas.
En ella iba Miranda con sus atrevidos compañeros, y en la noche del
164 AMERICANOS CÉLEBRES
primero de agosto de 1806 pisaron tierra, conducidos en botes y á fuerza
de remos, desafiando el nutrido fuego que les hacían los españoles.
La primera escaramuza fué contraria á los realistas, y los expedicio-
narios se hicieron dueños de un fortín , cañones y almacenes , y muy de
madrugada ocuparon Coro y se prepararon á resistir al enemigo. La
actitud de la población era fría é indiferente, primera decepción que
Miranda sufrió al pisar el suelo natal, y la cual trastornaba todos sus
planes por el convencimiento de que no estando eficazmente apoyado por
los pueblos, era imposible que su escasa fuerza iniciase ventajosa
campaña ni intimidara al enemigo, influyendo tales consideraciones para
que Miranda se reembarcara dirigiéndose á la isla de Oruba, desde
donde solicitó nuevos auxilios. Llegaron éstos, pero fueron escasos, y aun
así retirados poco después , porque la Gran Bretaña entablaba negocia-
ciones de paz con la nación española y ya no podía convenirle prestar su
apoyo para la emancipación de las colonias.
¡Qué serie de reveses para el ánimo esforzado de Miranda: qué triste
desengaño el de aquella expedición emprendida con tanta fe y heroico
civismo !
Era imposible emprender solo la guerra de independencia y hubo de
resignarse á volver á Europa, en donde permaneció hasta el año 1810,
primero de la libertad de Venezuela.
IX
Enviado Bolívar a Inglaterra por la Junta Suprema de Caracas, no
vaciló en anunciar la vuelta de Miranda á Venezuela ni en apoyar ésta,
porque su carácter enérgico, el conocimiento de los hombres y de la
política, adquirido en los viajes y perfeccionado con la labor.de una
inteligencia tan despejada como innovadora, el amor á la patria,
intenso, profundo y exclusivo, le impulsaban á prestar un inmenso servicio
á la revolución, dándole el apoyo intelectual de Miranda y su firme
brazo: ambos podían ser de grande utilidad para la santa causa.
Tenía Miranda entonces cincuenta y cuatro años; la presencia arro-
gante ; el fuego de la juventud unido á la serena y reflexiva sabiduría de
la edad madura; su larga estancia en la Francia del 93, le prestaba
FRANCISCO MIRANDA 165
algo de aquel especialísimo aspecto de Mirabeau ó de los girondinos,
y en toda su persona se traducía el hombre eminente, distinguido, culto,
pensador y consagrado al triunfo de una idea.
Su fisonomía era grave, seria; su mirada profunda, observadora y
penetrante; valeroso como guerrero, era elocuente como orador, y como
hombre, virtuoso y digno.
Aquella célebre Sociedad patriótica , establecida en Caracas , fué obra
suya: era un club de jacobinos venezolanos destinados á ser el cerebro
de la revolución, el alma y el impulso del acta del 5 de julio de 1811.
Poco después alcanzó el venerable patricio completo triunfo en
Valencia , en donde los realistas enarbolaron el estandarte de la subleva-
ción contra el Congreso y el Gobierno nacional, y cuando volvió vencedor
de la campaña , encontró , á pesar del acierto en las operaciones y de su
generosa benevolencia con los vencidos, germen de discordia y hostilidad
contra él en el Congreso.
X
El 21 de diciembre se sancionó y firmó la Constitución, la que si bien
no respondía á las especiales circunstancias del país, era, sin embargo,
un documento admirable y sensato, dictado por las ideas más filantrópicas
y redactado con profunda sensatez y cordura.
Diversos acontecimientos, desastrosos para Venezuela, tuvieron lugar
en el primer tercio de 1812; los jefes españoles Cevallos y Monteverde
habían alcanzado algunas ventajas contra los patriotas , precisamente en
momentos de angustia y desolación.
Eran las cuatro de la tarde del Jueves ¡Santo, 2o* de marzo, cuando un
terrible terremoto convirtió en ruinas poblaciones enteras, y los
habitantes que no perecieron entre los escombros , quedaron reducidos á
la mendicidad: la guerra, la miseria, las catástrofes de todo género
hicieron insostenible la situación, y el Gobierno dictó medidas enérgicas
y confirió la dictadura á Miranda, nombrándole generalísimo de las
fuerzas de mar y tierra.
166 AMERICANOS CÉLEBRES
XI
El malestar del país aumentó con los temores y preocupación del
pueblo que , dando al terremoto causa puramente política y atribuyendo
los desastres ocasionados por él, á la revolución, influyó para que las
filas de los realistas engrosaran con los tránsfugas de los republicanos.
Miranda desplegaba activa iniciativa, y su singular capacidad y
prestigio obtuvieron benéfico influjo para la noble causa que defendían;
franceses, ingleses, holandeses, se alistaban con entusiasmo para la
campaña regeneradora, y la juventud venezolana, arrastrada á su vez por
la perspectiva de la independencia y por el ardor de la mocedad, se
unió en bien de la patria á las fuerzas independientes.
Simón Bolivar, el más intrépido, sereno y entusiasta de los patriotas,
fué destinado á defender la importante plaza de Puerto Cabello, y el
Generalísimo, que se encontraba en Maracay, había tomado algunas
medidas dictadas por lo apremiante de la situación, y rodeado por los
hombres que componían el Poder Ejecutivo, diputados y senadores, formó
un cuerpo consultivo y promulgó en marzo la célebre ley marcial por la
cual llamaba á las armas á todo ciudadano apto para entrar en campaña,
aumentando el ejército con el decreto de libertad para los esclavos que
sirviesen á la patria durante diez años; disposiciones que si bien
proporcionaban hombres para la lucha, tenían gravísimos inconve-
nientes, creaban á Miranda grandes dificultades, hacían decaer su
prestigio y disminuir el número de sus partidarios y amigos, á la vez que
los realistas confiaban más y más en el triunfo, extendían su dominio y
recuperaban plazas importantes como Valencia, ocupada el 3 de mayo
de 1812.
En Calabozo y en San Juan de los Morros, tuvieron lugar sangrientos
combates favorables al jefe español, y el Generalísimo vióse en la
necesidad de abandonar Maracay retirándose á la Victoria, en donde
estableció su cuartel general,
FRANCISCO MIRANDA 167
XII
La acción de Pantanero, ganada por los patriotas en el ataque de
Monteverde al cuartel general de la Victoria, influyó favorablemente
reanimando la confianza, aunque el mal estado de la Hacienda pública,
las luchas contra el fanatismo religioso, agravaban la situación del
Generalísimo; éste había logrado reunir ya en la Victoria cinco mil
hombres y veinte y ocho piezas de artillería , proponiéndose esperar allí
los acontecimientos, que no tardaron en precipitar á Miranda en el
abismo del desaliento y del infortunio.
La sublevación de los negros libertados y la amenaza contra la
capital, obligaron al Jefe supremo á desprenderse de algunas fuerzas
para que la defendieran y evitaran los terribles excesos, los incendios,
los saqueos cometidos en diferentes puntos, y los cuales consternaron á
Caracas tanto más, cuanto que aquellos foragidos se proponían destruirla.
Por otra parte, los odios contra Miranda , se manifestaban y crecían de
día en día, hasta el punto de que muchos de los patriotas dieron la
preferencia al enemigo y traicionaron la fe jurada á la patria ; la división
era cada vez mayor, las deserciones de la tropa eran frecuentes é
inevitables y el desaliento, cundía y paralizaba á los que aun eran fieles
á las banderas republicanas.
Pero no era bastante, las calamidades se sucedían unas á otras: y al
tener noticia en la Victoria de la pérdida del castillo de Puerto Cabello,
que defendía Bolívar, exclamó Miranda: «Venezuela está herida en su
corazón.»
La traición había hecho ondear de nuevo la bandera española en
aquella fortaleza.
Un oficial de milicia, llamadoi Francisco Vinoni, puesto de acuerdo con
algunos presos y con la tropa , aprovechando la estancia de Bolívar y
del comandante del castillo en la ciudad, habían proclamado al rey de
España y enarbolado el pabellón español.
El Generalísimo no encontraba ya salvación , y apoyado por la junta
convocada en el cuartel general, resolvió capitular con Monteverde, no
desistiendo de su propósito á pesar de que las tropas independientes
• 168 AMEKICANOS CÉLEBKES
batieron á los realistas , ni de la abierta oposición de jefes y oficiales que
preferían seguir peleando y vencer ó morir, á perder la libertad
conseguida á costa de tantos sacrificios.
El ejército intentó insurreccionarse, rechazar las deshonrosas propo-
siciones, arrebatar el mando al Generalísimo y ponerle en manos de
quien pudiera defender la amenazada causa ; pero la energía de Miranda
y prontas medidas apagaron la sedición y concluyeron el pacto con
Monteverde, estipulándose en 20 de julio la entrega de las provincias
ocupadas por los republicanos, pertrechos de guerra, y cuanto pertenecía
á la República.
El jefe español se comprometía á respetar las personas y bienes de
los revolucionarios, á conceder pasaportes á los que desearan salir de
Venezuela, en el término de tres meses, y á no perseguir á los compro-
metidos en la revolución, fueran extranjeros ó nacionales.
XIII
Dueño Monteverde de la situación , dio cuarenta y ocho horas de tér-
mino á Miranda para ratificar, y én último término doce horas, por lo
que vióse el Generalísimo en la ineludible precisión de aprobar el con-
venio y autorizar al teniente coronel Sata y Bussy para que terminase
el trascendental asunto.
La independencia se había hundido en él abismo, y Venezuela, de
república, tornaba á ser colonia de la nación española, bajo el mando
de Monteverde, cláusula dictada por el astuto jefe español y á la que fué
ajeno Miranda, según los datos que la Historia nos ofrece.
La Victoria y Caracas fueron ocupadas inmediatamente por tropas
españolas, y Miranda, abrumado por la desventura y por el dolor, se
dirigió á la Guaira para embarcarse con otros patriotas.
La llave de la traición cerró el puerto para los republicanos,
pidiendo apoyo á la calumnia para que manchara el preclaro nombre
de Miranda , con el falso rumor de haber vendido su patria á los espa-
ñoles.
i Qué tumulto é indignación causó la vil serpiente en el corazón de
aquellos hombres que creían culpable al Generalísimo, y dispuesto á
FRANCISCO MIRANDA 169
partir para disfrutar en extraño suelo del bienestar procurado por la
perfidia !
Además, se aseguraba que Monteverde no cumpliría lo pactado y
que no se permitiría la salida de los emigrados: ¡en ese caso Miranda
no debía partir ! ó todos ó ninguno , ¡ era preciso prenderle para que se
le juzgara !
Bolivar fué de los más exaltados contra aquel que había sido su
amigo. ¡La calumnia cumplía su misión!
XIV
La orden de prisión contra el Jefe supremo fué dada por el gober-
nador de la Guaira, doctor Miguel Peña, y el comandante de armas,
coronel Manuel María de las Casas, nombres que la Historia ha con-
signado como autores de una gran injusticia , de falta de hidalguía , de
caballerosidad y de respeto á los deberes de la hospitalidad.
¡Miranda era huésped de Casas!
Tal vez debilitado el noble anciano por los sufrimientos , perseguido
por las circunstancias, obcecado por el temor de mayores males,
cometió el error de confiar en Monteverde; pero jamás se manchó con
indigno lucro, ni con haber faltado á la austera honradez y á la pureza
de su carácter.
¡Era pobre! Cuanto había poseído lo sacrificó en aras de la idea
libertadora. ¡Su vida la gastó en servicio de la patria! ¡nada tenía que
reprocharse ! Su conciencia de nada le acusaba : por eso al verse rodeado
de enemigos , marchó á la cárcel sin quejarse , sin acriminar , sin hacer
alarde de altivez, pero sí con sencilla dignidad.
Todos los historiadores afirman que Bolivar, ofuscado, creyó culpable
á Miranda y quiso que se le juzgara ; pero jamás su alma generosa pudo
albergar la idea de entregarle á sus enemigos los españoles.
« Esa fué la obra deshonrosa , y acaso pérfida , de otros jefes que con-
currieron á la prisión del Generalísimo». i
1 fosí: Manuel Rkstkepo, pág. 89, cap. 4° - Historia de la Revolución de Colombia.
170 AMERICANOS CÉLEBRES
Al día siguiente, una orden terminante de Monte verde hizo imposible
el embarque de los republicanos.
— Señores, — dijo Casas, — nadie se embarca, y juntos correremos la
misma suerte.
Y con la mayor severidad cumplió las órdenes del jefe español, con
profunda sorpresa de Miranda y de los que debían abandonar el suelo
venezolano.
Aquella misma tarde llegó Monteverde, y los republicanos más auto-
rizados y eminentes fueron reducidos á prisión, no sólo los que con
Miranda llegaron á la Guaira , sino otros muchos en Caracas y en otras
poblaciones de Venezuela.
XV
La capitulación de San Mateo había sido una censurable farsa, y
Monteverde, Señor entonces de Venezuela, mancilló el nombre de la
hidalga España, con la violación del pacto y la persecución de los
insignes patriotas que habían fiado la vida a su palabra.
«Esta fué la célebre capitulación que, terminó la primera época de la
existencia de la república de Venezuela. Algunos la han mirado como
una traición del general Miranda, cuyo nombre han querido mancillar,
sin embargo de haber empleado gran parte de su vida en trabajar por
la independencia y libertad de su patria. Otros, censuran la capitulación,
creyéndola un acto de debilidad que tuvo lugar en momentos en que
podía haber triunfado de las tropas colectivas y mal armadas de Monte-
verde.
»De todos los hechos anteriores se deduce, que este triunfo, tan fácil
para alguno, era harto difícil en el estado en que se hallaba el país, per-
dida la importante plaza de Puerto Cabello, sublevados los esclavos y
libertos de la costa de Barlovento y ocupado en su mayor parte el terri-
torio de la Confederación.
»En aquellas circunstancias difíciles, habría sido necesario verter
mucha sangre venezolana para que los patriotas pudieran mantener
libres algunas provincias, y corrían el peligro de que los mismos
pueblos los entregasen á los realistas. La filantropía de Miranda, sus
FRANCISCO MIRANDA 171
deseos de ahogar el derramamiento de sangre y las consideraciones
arriba indicadas, lo decidieron á la capitulación.
» Lejos de nosotros la menor idea de que un interés pecuniario
hubiera influido en el ánimo del Generalísimo para capitular. Esta
patraña, inventada por algunos escritores realistas que aun dicen haber
recibido á' cuenta setecientas cincuenta onzas de oro , es una verdadera
calumnia que rechazamos con indignación , y para la cual no hubo fun-
damento razonable». 1
Miranda yacía en lúgubre calabozo con otros patricios de inmortal
renombre, como el canónigo Madariaga, Roscio, Juan Pablo Ayala,
José Mires, José Barona, Juan Paz del Castillo, Manuel Ruiz y Fran-
cisco Isnardí.
El infortunado y sabio Generalísimo fué trasladado de la Guaira al
castillo de Puerto Cabello, y encerrado en una bóveda, vio pasar días,
semanas y meses, en amarga clausura y triste soledad. Grande, magná-
nimo, generoso, jamás apeló á la queja ó la injuria con los que tan
cruelmente le habían calumniado y vilipendiado.
El ilustre anciano permaneció en Puerto Cabello hasta el año
siguiente, época en la cual se le transportó á Puerto Rico, más tarde
á Cádiz y al arsenal de la Carraca.
¡Allí vivió muriendo, el patriota insigne, el honrado dictador, el
infeliz Miranda; allí, olvidado, mísero, á solas con sus recuerdos, con
sus pesares, anhelando tal vez gratas nuevas de la patria y del hogar,
sin esperanza de volver á su seno, pasaría las noches sin reposo y los
días sin consuelo!
¡Allí evocaría la imagen de sus hijos, 2 las horas felices, los años
empleados en la política contienda! ¡Y qué cúmulo de ideas se agol-
parían á su fecunda mente! ¡Los rencores de unos, la envidia de otros,
el terrible y cruel desengaño de la Guaira, premio de sus servicios; la
prisión, el abandono, la incertidumbre del presente y del porvenir, el
reconcentrado pensamiento, sin un corazón amigo que de él fuera depo-
sitario, y por último, la agonía lenta, la terrible idea de la muerte, solo
é ignorado!
¡Cuan largas serían las horas de aquella noche postrera, acompañado
1 Restrepo. — Historia de la Revolución de Colombia.
2 Leandro y Francisco Miranda, á quienes el libertador Bolivar demostró gran afecto y simpatías.
172 AMERICANOS CÉLEBRES
por un fiel sirviente, cuando ya miraba en lontananza la paz del sepul-
cro, el olvido, el término de tantas amarguras!
XVI
Á la una de la mañana del 14 de julio de 1816, se desprendió del
barro terrenal , el alma noble y hermosa de Miranda , del revolucionario
admirable, de aquel á quien Caracas había prodigado los nombres de
Padre y Redentor'.
Sus enemigos primero , y algunos historiadores después , presentaron
al austero patriota bajo sombríos y odiosos colores , y el desventurado ,
víctima de Monteverde, ni aun pudo defenderse; aprisionado instantá-
neamente, cadáver cortos años más tarde, ignorante del feroz ensaña-
miento de sus enemigos y de los odios de partido, murió con la conciencia
sana y tranquila pero con el corazón desgarrado por el dolor; la protesta
enérgica que hubiera brotado de sus labios no pudo formularse, y José
Domingo Díaz, Torrente y Urquinaona, dejaron consignada la impos-
tura,1 que conociendo la vida de Miranda, su abnegación y acrisolada
honradez, no merece de la posteridad sino el profundo desprecio por los
autores que, si enemigos en principios, batiéndose en campal batalla
cumplían con su deber, era indigno de almas elevadas é hidalgas
emplear armas arteras y manchar el nombre de un ínclito capitán y
noble patricio.
La Historia ha dado ya su fallo. Las generaciones juzgan á Miranda
como al mártir del primer período de la revolución de Venezuela, y el día
24 de septiembre de 1849, el Municipio de Caracas, libre y espontánea-
mente acordó : « Que como muestra de gratitud de los venezolanos á la
memoria y servicios del general Miranda, fuese colocado, y se colocó, su
retrato en el salón de sesiones del Consejo, en ocasión de la fiesta nacional
del 28 de octubre de aquel año » .
Los errores que Miranda cometiera durante la época de su mando, la
inacción de que se le acusa, la censura á que dio margen el pacto con
Monteverde cuando éste, derrotado en Pantanero, con sus fuerzas diezma-
1 Mariano Torrente. — Historia de la Revolución Hispanoamericana, tomo l.u, p;ig. 3055.
FRANCISCO MIRANDA 173
das y sin* municiones ni recursos, reunió una junta de oficiales para
resolver en tan apurados momentos, creyendo que le hostilizaría el
enemigo con ventaja, toca á la Historia juzgar; pero ésta grabará
el nombre de Miranda, puro y digno para las edades futuras, como el de un
infatigable atleta de la patria libertad , perseguido siempre por adversa
suerte , en eterna lucha con el infortunio y sucumbiendo al fin en tierra
extraña, oprimido entre las pesadas rejas de una prisión y con las míseras
ropas de su lecho por mortaja. 1
Desapareció arrastrado por el huracán político, dejando sublime
enseñanza para la posteridad, y el recuerdo de aquella vida fecunda en
contrastes, en grandeza y en sublimes sacrificios y abnegación.
1 «De manera, que en los mismos términos que expiró, con colchón, sábana y demás ropas de cama lo agarra-
ron y se lo llevaron para enterrarlo; de seguida volvieron y se llevaron cuanto era suyo para quemarlo.» —
Tomado de una carta del criado que asistía á Miranda en su prisión
JOSÉ OLAYA
\á independencia sud-americana, tan fecunda en
heroicidades, nos ha dado mil ejemplos para
poder combatir las ideas de los retrógrados.
Dicen éstos, que sin educación no hay acciones
magnánimas, y niegan que pueda ser héroe
legendario el que no cuenta entre sus antepa-
sados dos ó tres abuelos mecidos en dorada
cuna: error crasísimo que si no estuviera bastante comba-
tido por las metamorfosis sociales y por las conquistas
de la civilización, bastaría recorrer las páginas de la
historia patriótica de los pueblos para convencerse de la gran verdad
que encierran las consoladoras doctrinas de la igualdad humana.
José Olaya es un ejemplo de glorioso civismo, desconocido fuera del
círculo en donde se ha desarrollado el acontecimiento que inmortalizará
su nombre; por eso yo, que venero la memoria del pescador indígena
como el creyente venera la de los mártires del Catolicismo, he querido
que el descendiente de los hijos del Sol, el peruano denodado como hombre
y sublime como patriota, figure entre los elegidos de mi galería
de inmortales.
José Olaya y Balandra nació de José y Melchora en la villa de
Chorrillos, en las cercanías de Lima, y desde su infancia se dedicó al
oficio de pescador. De familia indígena, pero unida entre sí por el más
acendrado cariño, llegó á la juventud siendo el sostén de su madre y de
JOSÉ OLAYA
JOSÉ OLAYA 175
sus hermanos Narcisa, Mercedes, Josefa y Cecilio. Tocaba á su término
la dominación española en el Pacífico y se hacía á cada momento más
difícil la situación del ejército fiel al rey de España. Rodil, el tan tirano
como valiente jefe español, hacía un esfuerzo supremo, y el virrey Laserna
llamaba al general Canterac, que á la sazón se encontraba en el Cuzco,
para que acudiese en auxilio suyo. Con la llegada de este general y sus
tropas se replegaron los patriotas al Callao, en donde, al amparo de los
castillos , se hacían fuertes y temibles. Era aquel un baluarte en el cual
se embotaban las armas realistas. La infantería española acordonaba la
la ciudad de los Virreyes, y nadie sin ser registrado pasaba del Callao
a la capital, pues dentro de Lima había insurgentes de gran prestigio que
sostenían el entusiasmo de los Chalacos *. ¿Pero, porqué medio se
comunicaban? ¿Qué paloma mensajera llevaba y transmitía las órdenes
que se traducían por los hechos de los independientes? Olaya, el valeroso
indio, ocultando su corazón de patriota bajo la tosca sarga de su
pobre traje y alejando de él toda sospecha por el oficio que siempre había
ejercido, llegaba furtivamente por mar al Callao, conducía las órdenes,
recogía las respuestas, y al día siguiente entraba en Lima con las cartas
que debía entregar á los jefes: llevábalas ocultas en las alforjas y en
las cestas que le servían para conducir el pescado. No faltó un delator;
algunos de sus manejos se dejaron traslucir entre, sus vecinos, y los
patriotas han señalado como infames delatores á un mulato, José Mirones
y á otro indio pescador compañero de Olaya , llamado Leocadio Laines,
pero acentuando más las sospechas en contra del primero.
II
Un día, del 17 al 20 de Junio de 1823, en que el valiente indígena
aparentaba volver de su pesca , se dirigió á Lima llevando la correspon-
dencia para los patriotas de la capital, correspondencia que por la noche
le habían entregado los independientes del Callao.
Al entrar en la ciudad por la calle llamada de la Acequia Alta,
encontró un retén de guardia de policía que le detuvo; pero no tan
1 Nombre qiie se da a los naturales del Callao
176 AMERICANOS CÉLEBRES
pronto que no le diese tiempo, y gracias á su viveza, para arrojar á la
acequia, que en aquella época pasaba por esa calle como por todas las de
la población, un paquete de papeles que fué arrastrado por la turbia
corriente. Esto desorientó á sus captores, pues en aquellas cartas, tan
presto arrojadas por el indio, debían encontrarse nombres ó datos que
que pudieran haber dado luz á los realistas. Fué conducido al local de
policía y registrado minuciosamente: en una alforja se le encontró una
caja de dulce, y en el fondo de esta caja cartas, que carecían de firmas y
de nombre de las personas á quienes iban dirigidas.
José Olaya se negó á revelarlo, y á todas las preguntas contestó con
el más obstinado silencio. Ante la entereza de aquel corazón de acero, le
sujetaron á inquisitoriales castigos, llegando la crueldad á tenerle durante
ocho días suspendido por los índices, al paso que lo martirizaban con
ensañamiento impropio de seres humanos.
El virey Laserna estaba en la Legua, sitio intermedio entre el
Callao y Lima, acantonado con las tropas de Canterac, por lo cual,
algunos cronistas de la época hacen caer todo el peso de esta infamia
sobre la cabeza de Rodil.
Tenía José Olaya , en aquella* época veinte y ocho años , y sufría el
tormento con un heroísmo que admiró hasta á sus enemigos, salvando á
los patriotas de las iras de los realistas con su lealtad, pues que se asegura
que algunas de las cartas arrojadas á la acequia , eran del esforzado Sucre
y que estaban escritas con clave.
III
La familia de Olaya nada sabía de su prisión, aun cuando, impaciente
por su tardanza , suponía que sus compromisos con los patriotas le tenían
alejado de Chorrillos. Pero el 29 de Junio, día en que su hermana
Mercedes se dirigía á la capital á vender pescado, supo que el desgra-
ciado José estaba condenado á muerte y que la fatal sentencia debía ser
ejecutada en la tarde de aquel mismo día. Mercedes corrió desolada á la
Legua: imploró del Virey el indulto de su hermano, se arrastró á sus
plantas, lloró, suplicó, y tanto dolor, hizo sensación en el alma de
Laserna que le otorgó el perdón de Olaya.
.TOSK OLAYA 177
Delirante, loca de júbilo, llegó al pie de la prisión en donde se
encerraba el valeroso pescador, aquel hijo del pueblo que había de
merecer más tarde el premio reservado á los héroes. ¡Cuál fué el dolor,
la desesperación de Mercedes, al saber que José acababa de ser pasado
por las armas! El alma del denodado pescador, volaba con las alas
refulgentes de un martirio glorioso á esconder el secreto de los libres en
el seno de Dios.
José Olaya era creyente fervoroso: al religioso dominico Fray
Evaristo Enreche que le prodigó los auxilios espirituales, le negó los
nombres de aquellos que faltaban en las cartas; le dijo que tenía en su
rancho de Chorrillos algún dinero oculto, dinero que dedicaba á fune-
rales para el eterno descanso del alma de su padre. Su hermana mayor
Narcisa percibió después una pensión que le asignó el Gobierno patriota,
y á la muerte de ésta pasó* dicha pensión á sus hermanas Mercedes y
Josefa.
IV
.El Gobierno patriota ordenó que por espacio de cincuenta años pasara
revista de comisario como subteniente, y que al ser llamado en la lista,
el mayor de plaza contestara: presente en la mansión de los héroes >.
Algunos años más tarde, el 2 de Agosto de lKft7, fué colocado en el
malecón de la aristocrática villa de Olaya (Chorrillos) el busto del
patriota abnegado, del pescador inmortal, del Cristo de la independencia
peruana.
Se acordó que en la parroquia de su nacimiento, todos los años, el día
29 de Junio, debían celebrarse solemnes exequias, con asistencia de la
Municipalidad, y en la sala de la consistorial debía ponerse su'retrato.
La veneración de sus descendientes no se ha entibiado. Hace nueve
años vivía en Chorrillos una hija de Mercedes, Alberta Robles y Olaya,
casada con el indígena Camilo Eodríguez. Era tan grande el respeto, el
amor, la admiración con que pronunciaban el nombre del mártir cho-
rrillano, que se creían superiores al resto de los mortales por la honra
de llevar tan glorioso apellido.
12
JOSÉ ANTONIO SUCRE
(GRAN MARISCAL DE AYACUCHO)
,%uando la Revolución francesa había reducido á
escombros la Bastilla, y con asombro universal se
desplomaba el trono de San Luis, cuando se inmo-
laban en el altar de la patria augustas víctimas
y la mano del verdugo segaba á centenares la cabeza
de nobles y plebeyos, nació en Cumaná (Venezuela)
José Antonio Sucre, el 3 de Febrero de 1793, es decir
trece días después que el infortunado Luis XVI había
muerto en el cadalso víctima de las culpas y des-
aciertos de sus antepasados.
Sus padres D.a María Manuela Alcalá y D. Vicente Sucre y
Urbaneja, le dedicaron á la carrera de ingeniero, y por los
años de* 1810 había obtenido el grado de teniente, cuando sobrevino
el pronunciamiento de Caracas. Por entonces el joven cumanés, que
contaba diez y siete años, fué enviado á la comandancia de ingenieros
de Barcelona, en Venezuela. 1
Iniciada la guerra de independencia, y por una orden del general
Miranda, fué el joven Sucre en 1811 á formar parte del estado mayor, en
donde empezó su carrera de gloria y de noble heroísmo.
1 En las Memorión ilel general O'Leary. tomo T. jiát;- !>. dioo QTtte Sucre nació en 1790.
•
JOSÉ ANTONIO SUCRE
JOSÉ AXTONIO SUCRE 179
II
Todos los biógrafos del gran mariscal de Ayacucho están conformes
en decir que desde la triste y desastrosa campaña de 1812, que concluyó
con el pacto de San Mateo, la violación de éste por Monteverde y la
dispersión de los independientes, mostró Sucre el carácter arrojado,
digno y caballeresco que más tarde le hizo descollar sobre tantos héroes
y merecer el calificativo de el soldado más virtuoap de la independencia.
En su vida no hay tacha ni nube que empañe su pureza. Sucre
reunía á su serenidad en el combate, á su firmeza y arrojo, el amable
trato y la distinción que cautiva y avasalla.
Tenía la sencillez del guerrero espartano y la modestia del verdadero
sabio.
Era en el hogar, modelo de virtudes domésticas. El amante esposo, el
tierno padre, y el noble sostén y apoyo de su familia.
Tenía en el mando benévola generosidad, indulgente carácter, al
propio tiempo que la necesaria energía y severa rectitud del magis-
trado.
III
Tal vez su trágica muerte tuvo origen, en la nunca desmentida
fidelidad y abnegación por el Libertador, y éste, que le debió grandes y
decisivos triunfos para la causa americana, decía en un perfil biográfico
de Sucre:
« El era el alma del ejército en que servía , todo lo metodizaba , todo
lo dirigía, pero con aquella modestia, con aquella gracia con que hermo-
seaba cuanto hacía; él era el mediador, el consejero, el guía, siguiendo
siempre la buena causa, corrigiendo el desorden y sin dejar de ser amigo
de todos los compañeros de armas. »
Sirvió en el estado mayor general Libertador del ejército de Oriente,
en cuyo cargo se revelaron las singulares facultades de Sucre y su alta
capacidad militar.
180 AMERICANOS CÉLEBRES
Ya desde aquella época conquistó el afecto y total confianza de
Bolívar, y siendo general de brigada, desempeñó en las Antillas la difícil
misión de reunir armas y municiones, sin crédito, sin dinero, y sólo por
medio de la elocuencia y de la persuasión.
Su celo, su actividad, su talento y su carácter, conquistador de
simpatías, fueron la base de la tercera campaña en Venezuela, porque
sus esfuerzos alcanzaron éxito completo y consiguieron fusiles, artillería
y pertrechos de toda clase para la guerra, con la garantía de la honra-
dez y del nombre del general Sucre.
En Noviembre de 1820, y sieiído jefe del estado mayor 'del general
Libertador, ajustó las bases del célebre tratado con el general Pablo
Morillo, acompañado por el coronel Briceño Méndez y el teniente
coronel Gabriel Pérez.
« Este tratado es digno del alma de Sucre: la benignidad, la cle-
mencia., el genio de la beneficencia lo dictaron; él será eterno como el
más bello monumento de la piedad aplicada á la guerra; él será eterno
como el nombre del vencedor de Ayacucho> »'. 1
IV
El 9 de Octubre de 1820 se había dado en Guayaquil el grito de
libertad y nombradas algunas autoridades é instalado un Gobierno
provisional, determinó éste que una división marchara al interior con
el objeto de realizar el levantamiento y proclamar la independencia en
Quito.
La división se componía de unos mil quinientos hombres al mando
del capitán Luis Urdaneta, quien, adelantando hacia Ambato, logró que
las poblaciones del tránsito se declararan contra el Gobierno español y
apoyaran, al sublevarse, la marcha de la columna salvadora.
En la llanura de Guachi se habían acampado los realistas, y allí,
provocados los patriotas al combate, sufrieron éstos grandes pérdidas, y
en completa derrota volvieron á Guayaquil. El coronel José García salió
1 Esto escribía defede el l'eríi el Libertador en im-j.">. •
JOSÉ ANTONIO SUCHE 181
al frente de otra expedición con peor fortuna, pues, derrotado en
Tonasigua, cayó prisionero de los realistas y fué pasado por las armas.
Los ejércitos españoles alcanzaron aún otras victorias y el Ecuador
tal vez hubiera sido por entonces sometido de nuevo al dominio español,
si- Bolivar, con sus triunfos de Boyacá y el convenio con Morillo, no
hubiera podido consagrarse inmediatamente á la causa de la libertad
ecuatoriana.
El general D. José Antonio de Sucre llegó por entonces, nombrado
para mandar el reducido ejército del Sur, y su capacidad política,
su tacto y acierto, empezaban á tener ventajoso resultado, cuando
recibió orden para trasladarse á Guayaquil y cumplimentar ]os deseos
del Libertador, que eran persuadir al Gobierno de aquella porción del
Ecuador, que dividido el país en reducidas repúblicas, éstas no alcanza-
rían nunca porvenir ni preponderancia, y que, incorporadas á Colom-
bia, formarían un todo grandioso y respetado.
La razón, la lógica v el amor patrio dictaban ese pensamiento,
digno de Bolivar, y en verdad que hoy, la nación colombiana sería
potente rival de los Estados Unidos. La sabiduría y el don de leer en el
libro del porvenir, impulsaban al hombre más portentoso de América
para realizar tan magna obra.
• ¡Oh Colombia! ¡qué futuro tan deslumbrador te estaba reservado;
qué adoración, qué amor, qué noble orgullo deberías al hombre que
soñaba con este porvenir!
V
Las instrucciones dadas al general Sucre abrazaban, además, el con-
seguir se le confiriese el mando en jefe de las tropas independientes del
Ecuador, para que unidas con la división colombiana, alcanzaran en
breve término la independencia del país.
La expedición salió para el Pacífico en Abril, en una escuadrilla
adquirida en Chile y con algunos transportes enviados de Guayaquil.
Activo y previsor, logró Sucre organizar su ejército como auxiliar
del ecuatoriano, pues que,- á pesar de su influencia moral y de
su persuasivo talento, no consiguió que Guayaquil se resolviera á su
incorporación á Colombia.
182 AMERICANOS CÉLEBRES
El genio militar del general Sucre salvó á Guayaquil de una contra-
revolución intentada por los realistas, y decidido á emprender la
campaña y no dar tiempo á la llegada de tropas que enviaba el virrey
Aymerich contra los independientes, salió al encuentro, y tomando
posiciones en Yaguachi, empeñó el combate con la división realista á las
órdenes del coronel González, procurando, como lo consiguió, vencerla
antes que llegase la de Aymerich.
La batalla fué un brillante triunfo, y numerosos prisioneros, muni-
ciones y armamento, cayeron en poder de los patriotas.
VI
Iniciada la campaña con tan pronto y notable resultado, y después de
conseguir que las tropas de Aymerich, al saber la derrota de Yaguachi.
retrocedieran rápidamente, dejando en la retirada á merced del vence-
dor, bagajes, armas y prisioneros, volvió Sucre á Guayaquil, y fuerte
con las ventajas conseguidas , intentó de nuevo incorporar la provincia
á la república de Colombia, convocando con tal objeto un colegio electo-
ral que resolviera en tan importante cuestión.
Entretanto marchó para Babahoyo y siguió hasta Ambato . por el
camino de Pucobamba, decidido á permanecer en las alturas de la
cordillera y á observar al enemigo, pues que las fuerzas de éste eran
muy superiores en número; pero combatido el plan por algunos jefes,
cedió Sucre y bajó á la llanura de Guachi; las fuerzas realistas atacaron
vigorosamente, y á pesar de una resistencia de tres horas, la derrota de
los patriotas fué espantosa. Los soldados se desbandaron, murieron, ó
defendiéndose cayeron prisioneros y Sucre debió su salvación al valiente
oficial chileno D. Manuel Jordán edecán del General, quien encontrán-
dolo atropellado por los fugitivos y desmontado, le puso en las ancas
de su caballo diciéndole: «Mi general, si estos godos nos han de fusilar
cayendo en sus manos, tanto da que nos fusilen por delante ó por
detrás. Tratemos, pues, de salir de entre ellos». 1
1 Antonio José de Sucre, pariente del vencedor de Ayacucho, en su articulo Aclaraciones, publicado en
Santiago de Chile en 1885.
JOSÉ ANTONIO SUCRE - 183
Ambos se salvaron, aun cuando ligeramente heridos, y el caballe-
resco Sucre jamás olvidó, la abnegación de su heroico ayudante.
VII
Aquel desastre hubiera desalentado á otro jefe menos audaz y
valeroso, pues que ¡perdieron en la funesta batalla todos sus pertrechos
y dejaron en el campo gran número de muertos y prisioneros.
Los restos de la división patriota regresaron á Babahoyo,. en donde
se ocupó Sucre de reorganizar sus fuerzas, canjear, los prisioneros
y formar un núcleo suficiente para defender á Guayaquil, pues los
realistas, al mando del coronel Tolrá, habían penetrado hasta Saba-
neta, pero el jefe español que no miraba por entonces muy fácil
apoderarse de la capital, solicitó una conferencia del general para
tratar de un armisticio propuesto por la Junta del Guayas. La cortesía,
habilidad é inteligencia de Sucre, consiguieron se firmara una tregua
de noventa días.
Entretanto se había diferido para circunstancias más bonancibles, la
incorporación de la provincia á la república de Colombia, y dispuestas
las tropas, reforzadas por recién llegados colombianos, debiendo reu-
nirse con la división peruana que mandaba el coronel Santa Cruz y se
encontraba ya en la provincia de Loja, y finalizado el armisticio, salió
el constante y valeroso Sucre para el interior del Ecuador, resuelto á
seguir hasta Quito.
Sus combinaciones obtuvieron completo éxito, y por las fragosas y
empinadas sierras, arrostrando el frío y hasta la falta del preciso
sustento, llegó con sus soldados hasta Cuenca, en unión ya con las
fuerzas peruanas, apoderándose de la ciudad, y después de dar descanso
á las tropas y haber aumentado éstas, siguió su marcha victoriosa;
ocupó á Riobamba en Abril de 1822, y pocos días después continuó hasta
llegar al pintoresco y fértil valle de Chillo, á cuatro leguas de la capital
ecuatoriana.
El 24 de Mayo se trabó el combate entre realistas y republicanos en
las alturas del Pichincha: ambos ejércitos combatían con denuedo y
bizarría; intrépidos jefes peleaban con tesón y anhelo de gloria; el
184 • ' AMERICANOS CÉLEBRES
noble empuje de los batallones republicanos fué rechazado con igual
bravura por los españoles ; pero la victoria se declaraba ya por los hijos
de América, y desordenados aquéllos, huyeron, perseguidos hasta Quito
por los soldados del batallón Magdalena y por su jefe el esforzado
Córdoba.
Aymerich aceptó la honrosa capitulación propuesta por Sucre, v el
Ecuador fué libre y formó parte de la gran República.
El vencedor de Pichincha ascendió á general de división v fué
nombrado- intendente de Quito.
Los laureles se agrupaban sobre la cabeza de aquel hombre generoso,
y el Libertador encontraba en él su más firme y constante auxiliar.
La ciudad de Pasto, que cayó en poder de Bolivar, después de la
batalla de Bombona se había sublevado, y el general Sucre marchó á
someterla, y derrotando á los realistas, ocupó la ciudad.
El Perú necesitaba aliados y auxiliares valerosos; allí la situación
era complicada y dificilísima; los hijos de los incas imploraban el
socorro ele Bolivar y éste buscó en torno suyo un militar leal á toda
prueba, inteligente é intrépido; Sucre llenaba sus deseos, le dio la orden
de marcha y sus precisas instruciones.
VIII
A su llegada al Perú, tuvo que aceptar el mando para defender el
Callao y rechazar á las fuerzas realistas que, adelantaban numerosas y
decididas á la lucha.
Y no sólo el temor de los españoles sobrecogía los ánimos: la
Contienda civil era tan temible y amenazadora como las armas de los rea-
listas, y el edificio de la independencia se desmoronaba por la división
de los partidos y por el encono del presidente Riva Agüero, quien
desde Trujillo estaba en negociaciones con los españoles para establecer
la monarquía en el Perú, secundándole en su propósito, el ministro gene-
ral Herrera.
Bolivar, que había llegado á Lima para dirigir las operaciones de la
campaña contra los realistas y que tenía noticia de que se fraguaba un
atentado contra la libertad peruana, marchó á Huaras á batir las
JOSÉ ANTONIO SUCHE 185
facciones, y cuando se disponía á continuar hasta Trujillo, recibió la
nueva de que el coronel La Fuente, sabedor de la traición tramada por
Riva Agüero, se había apoderado de éste, y que el mayor Castilla, á su
vez, había hecho prisionero en Santa al ministro Herrera. En la Historia
General. de América detallaremos la feliz casualidad, que puso en manos
del coronel La Fuente los hilos de aquella trama.
Después de apagada la discordia civil, volvió el general Sucre á
encargarse de la comandancia general del ejército unido, ya que su
carácter digno y noble se sublevó ante la idea de tomar parte en
aquella campaña contra Riva Agüero, que le había calumniado y que le
creía enemigo personal.
IX
Además de la guerra civil y de las consecuencias fatales para el Perú,
se complicaron cien diversas causas de sobresalto para Bolívar, ocupado
en reorganizar su ejército. Los triunfos de los realistas, la falta de
refuerzos, las enfermedades que postraron el espíritu y la energía del
vencedor de Bombona , la pérdida de las tropas del general Santa Cruz
desbandadas en el alto Perú y la ocupación del Callao por los españoles.
En momentos tan críticos, y agonizante la independencia peruana,
decretó el Congreso la dictadura con facultades extraordinarias: Bolívar
fué nombrado dictador en los momentos en que los realistas ocuparon
Lima (27 de Febrero de 1824).
Torre Tagle y el ministro de la Guerra Berinduaga , el general Porto-
carrero, y otros se pasaron á los españoles.
Bolívar acabó de reorganizar el ejército y se lanzó en busca del
enemigo. El general Sucre mandaba en jefe las tropas de Colombia; La
Mar, las del Perú; Miller, la caballería peruana, y Santa Cruz, el estado
mayor.
El día 6 de Agosto marchaban las tropas hacia el pueblo de los Reyes,
departamento de Huánuco, y á las cuatro de la tarde se empeñó el
combate.
Allí los soldados de Boyacá y de Pichincha, los coraceros del Perú,
llamados después húsares de Juntn , se batían cuerpo á cuerpo con los
españoles triunfantes y orgullosos por sus victorias. Lanza en -ristre
186 AMERICANOS CÉLEBRES
los recibieron los patriotas , y los caballos se estrellaban unos contra los
otros, ya adelantando, ya retrocediendo en aquel mar de combatientes:
eran leones contra leones.
Los republicanos fueron vencedores en aquella brillante jornada.
Obligado el Libertador á volver á Lima, confió el mando en jefe del
ejército al general Sucre por haberse excusado de tomarlo el general La Mar,
que era de más graduación, previniéndole, sin embargo, que obrase de
acuerdo con este general, tanto por las consideraciones de su grado, como
por los conocimientos militares y prácticos del país que, sin duda,
influyeron en el éxito de la campaña *.
Partió el general Bolivar, y Sucre siguió su marcha con el ejército
hasta formar su línea de observación en la orilla occidental del
Apurimac, desde donde empezó la retirada, siguiendo las instrucciones
del Libertador, puesto que el enemigo se adelantaba á su encuentro. Los
patriotas sostuvieron algunas escaramuzas hasta la pampa de Matará en
donde los españoles prepararon hábilmente una emboscada, y cargando
sobre los republicanos les persiguieron en todas direcciones, derrotán-
dolos y causándoles considerables pérdidas.
La noche llegó á proteger la retirada, cuando todavía los realistas
continuaban activa persecución, y Sucre se afectó profundamente con
aquel terrible desastre , tanto más cuanto que al día siguiente pudieron
apreciarse en toda su extensión los funestos resultados.
El ejército, diezmado y sin víveres, continuó la retirada hasta más
allá de la quebrada de Acocro, habiendo recibido Sucre comunicaciones
del Libertador é instrucciones, entre éstas la de arriesgar á todo trance
una gran batalla sin contar con mayores fuerzas, pues, á consecuencia
de algunos reveses y de que la situación era cada vez más apurada, sólo
podría encontrarse la salvación en una victoria.
Arriesgadísimo era cumplimentar el deseo de Bolivar. El ejército
enemigo contaba con dobles fuerzas, y las de Sucre, si bien animadas de
bélico ardor, se exponían á ser destrozadas por el mayor número de los
contrarios.
Sin embargo, en tan decisivos momentos, no hubo vacilación ni temor,
y Sucre, escogiendo para el combate la pequeña sabana de Ayacucho,
tomó posición y se dispuso á morir ó á vencer.
1 Manuel Antonio López: Recuerdos Históricos
JOSÉ ANTONIO SUCRE . ■ 187
Los corazones latían á impulso de juvenil entusiasmo; los soldados,
serenos y satisfechos , se aprestaban a la pelea; 'la Naturaleza sonreía,
engalanada como para una fiesta.
Y era imponente y solemne. En ella se jugaba no sólo la indepen-
dencia peruana, sino la de Colombia. La caduca Europa y la joven
América estaban frente á frente, y ambas empeñadas, tenaces y
arrogantes.
Cuentan que, en la derrota de Matará, había dicho el general Cante-
rae al presenciar el denuedo del batallón Rifles que sostenía la retirada
del Vargas y el Vencedor: «General Valdés, ¿son soldados esos, ó no son?»
Y los españoles eran aguerridos y valerosos; contaban victorias y
victorias en todo el continente americano; eran dueños de la costa y del
Norte; llevaban la seguridad del triunfo por lo numerosos y lo escaso
del ejército de los independientes, ya vencidos en los últimos encuentros.
X
Poco antes de la batalla se habían confundido en tierno abrazo,
varios individuos de los ejércitos: eran parientes, amigos y hermanos
que combatían en opuestos bandos y que solicitaron permiso para darse
tal vez el postrer adiós. El cuadro era admirable, triste y poético á
la vez.
En las alturas del Cóndor -Kanqui, formaba el sol caprichosos y
brillantes reflejos sobre los ricos y vistosos uniformes de los realistas
y sobre sus brillantes armas.
Los alabarderos del Virrey, regimiento creado én 1557 por el Marqués
de Cañete, cuarto virrey del Perú, ostentaban marcialmente su elegante
pantalón blanco y el dormán verde con vueltas negras. El regimiento
guías del General, vestía de encarnado con vueltas blancas, y ambos
descollaban en aquella perspectiva en donde se confundían el gualdo y
el rojo, el azul y el blanco, el verde y el gris, entre los plumeros, los
entorchados de plata y oro, las lucientes charreteras, las bandas y
cruces, las fajas rojas ó azules y las banderas de la patria que ondulaban
á favor del- ligero ambiente , extendiéndose y cobijando á los cam-
peones de la noble España. Los soldados republicanos carecían de
188 AMERICANOS CÉLEBRES
fastuoso atavío pero mostraban orgullosos en el morrión la escarapela ó
roseta tricolor, los cordones encarnados, verdes ó blancos y el pompón;
el capote tradicional completaba el uniforme general. En aquel conjunto
sobresalían las chaquetas azules y alamares amarillos de los jinetes,
las borlas de oro en los sombreros de los jefes y de la oficialidad,
con las escarapelas tricolor ó bicolor de los colombianos ó peruanos. Una
orla de pluma blanca en el sombrero era el distintivo de los generales '.
El gallardo general Sucre, vestido con pantalón blanco, levita azul,
cerrada por botones dorados, charreteras de oro v espada al cinto,
montado sobre brioso caballo castaño obscuro, recorrió el ejército y
arengó á cada regimiento, recordándoles sus victorias, inflamando su
entusiasmo por la causa de la libertad y escitando su heroísmo y amor
propio patriótico.
Ya los soldados españoles se ponían en movimiento; Sucre volvió ;í
ocupar su puesto, y con voz sonora exclamó: «De los esfuerzos de hoy
pende la suerte de la América del Sur: otro día de gloria va á recom-
pensar vuestra admirable constancia,» añadió señalando las numerosas
huestes españolas.
Y se empeñó la decisiva acción: y las balas se cruzaban sembrando
la muerte y aclarando las filas de los dos ejércitos. De las alturas del
Cóndor -Kanqui se desprendían batallones y batallones sobre el campo
de los republicanos y éstos los rechazaban con estoica entereza,
supliendo el valor al número de combatientes.
El bizarro general La Mar, Sucre, Córdoba y otros, rivalizaron en
hábil dirección contrarestando las acertadas maniobras de Monet Valdés
y Villalobos; era una lucha de gigantes, en la cual el triunfo fué de los
patriotas. Triunfo imponente, brillante, grandioso, absoluto.
El general español García Camba dice en sus memorias: «Resultado
tan rápido como terrible é inesperado, produjo grandísima sensación en
el ejército real.»
En aquella jornada, el anciano virrey Laserna había tomado parte
activa, atendiendo á todo, animando á unos, ordenando á otros y
desesperándose del asjjecto que tomaba la acción.
El general Valdés, dice García Camba, á la vista de tal desastre.
1 Los detalles para esta descripción están tomados de los Apuntes Históricos del coronel Antonio López
dicial entonces dol batallón Vencedor.
JOSÉ ANTONIO SUCRE . 189
buscaba como de intento la muerte, y llegó á sentarse sobre una piedra
para que los vencedores le acabaran; mas el valiente coronel D. Diego
Pacheco y otros oficiales, le obligaron á abandonar tan temerario empeño
y á continuar retirándose hacia la cumbre de la cordillera » .
Entre los heridos y prisioneros se contaba el triste Virrey, y en el
hospital de sangre, establecido en la pequeña iglesia de Quinua, aguar-
daba la visita de los médicos. Dice Miller que. cuando entró, le halló
sentado en un banco y recostado contra la pared de barro de la choza;
un corto reflejo de la llama de una pequeña lámpara , apenas esparcía
luz para que pudiera percibirse su faz teñida en sangre de la herida que
había recibido. La actitud, la situación y la amargura todo junto, era
precisamente lo que un pintor histórico habría escogido para representar
la dignidad de perdidas grandezas.
Reflexionando en las vicisitudes de la fortuna, puede fácilmente
imaginarse con qué sentimiento se iría adelantando Miller hacia el
hombre, que pocas horas antes ejercía el poder real.
El mismo general Miller envió á buscar á un cirujano, y lo único que
pudo brindar ál abatido Virrey fué una taza de ihé: «eso es, á la verdad,
la única cosa que podría tomar ahora; una sola taza me reanimaría
y me preservaría de empeorar y de un desvanecimiento».
Laserna, fué después trasladado por orden del victorioso Sucre y
acompañado por éste á sitio más reservado.
Con razón Bolívar decía en nota oficial al general Alvarez, nombrado,
después de Ayacucho, virrey interino: < Sabrá TT. S. que la nube cargada
de tempestades que tronó en el Atlántico voló al Pacífico para ir á
descargar sobre el. campo de Ayacucho los rayos que le sobraron en
Carabobo » .
XI
Sucre continuó su carrera triunfal por el Alto Perú, y convocado á
una asamblea para el 10 de Julio de 1825, declaró la independencia de
aquellas provincias bajo el nombre de República de Bolivia , y en Abril
de 1826, el Congreso Constituyente nombró al general Sucre presidente
vitalicio.
190 AMERICANOS CÉLEBRES
Pero el caballeresco guerrero no se creía con derecho á mandar en
aquel país adonde le condujo la victoria , y alarmada su modestia sin
par y su desinterés sin rival, procuró atenuar en sí mismo su nombra-
miento, aceptándole únicamente por dos años, el Washington del Sur,
como 16 nombra un escritor chileno.
Honrado y conciliador, esclavo de su deber, magistrado recto y
justo, se ocupó en la organización del país, y con su benévola mode-
ración procuró cicatrizar las heridas causadas por la guerra.
Pero no había concluido la lucha: bastardos intereses levantaron
obstáculos en su camino, y dos motines fueron el resultado de las
maquinaciones é intrigas, á pesar de haber salido ya del país la
división colombiana, pretexto de todos aquellos trastornos. (El 27 de
Abril J.
El 27 de Abril de 1828, escribía el general Sucre al Libertador
de Colombia, y de su carta copiamos algunos párrafos.
«Mi general, esta carta será corta, pero importante: el 18 del
corriente se sublevó la primera compañía de granaderos á caballo
que formaba toda la guarnición de esta ciudad, á pretexto de dinero;
creí contenerla echándome encima, pero habiéndome recibido á ba-
lazos, me hirieron gravemente en el brazo derecho. Tras este amoti-
namiento, se apoderaron algunos facciosos de la tropa y pretendieron
dar al tumulto un aire de revolución popular... Todas las cosas se han
restablecido y las autoridades restituídose á sus puestos. Hasta hoy
han llegado de Potosí y Oruro, más de trescientos hombres de tropa,
que al saber las novedades han marchado con una celeridad grande
á salvarme y á salvar las leyes Debo decir en honor de Chuquisaca,
que ninguna persona de respetabilidad se ha mezclado en este alboroto
y que, en medio de los malvados, mi casa estaba, día y noche,
llena de personas decentes Mi herida impide que ejerza el gobierno,
y lo delegué el mismo día 18 en el Consejo de Ministros conforme á la
Constitución.
No desempeñaré otro acto de la presidencia que instalar el Congreso
y leerle mi mensaje; pienso abreviar la reunión del Congreso. Adiós,
mi querido general. Por Septiembre estaré en Quito, pero nadie me
hará emplear en servicio público: llevó la sefyal de la ingratitud de ¡os
hombres en un brazo rolo, cuando h&sta en la guerra de la independencia pude
salir sano.
JOSÉ ANTONIO SUCRE 191
Como no podré firmar en dos ni tres meses , lo hará por mí el coman-
dante Andrade».
Al vergonzoso atentado del 18 de Abril, siguió otro más indigno
aún, pues los amotinados sacaron de su casa, herido y enfermo, al vence-
dor de Ayacucho, y le hicieron prisionero.
Hecho un convenio y convocado el Congreso, pensó Sucre no sólo
en retirarse del mando, sino en salir del país, depositando en manos
de algunos diputados tres pliegos que encerraban su renuncia de la
presidencia, la organización del Gobierno provisional y las propuestas
para la vicepresidencia que, según la Constitución le tocaba hacer.
Inmediatamente después salió de Bolivia para su patria, tocando
en el Callao, en donde ofreció al Gobierno ser mediador en la guerra
entre Perú y Colombia.
La generosidad de Sucre fué escuchada con glacial desdén, y el
noble vencedor salió para Guayaquil y desde allí escribió al Liber-
tador.
En uno de los párrafos decía: «Estaré en Guayaquil cuatro ó seis
días y haré cuanto pueda por llegar á Quito el 30 de este mes para reu-
nirme á mi familia. Hará sesenta y seis meses cumplidos que me separé
de ella: vuelvo á Colombia con el brazo roto por consecuencia de este
alboroto revolucionario y por instigación del Perú, á quien he hecho
tantos servicios y de algún boliviano que tiene patria por mí. Traigo
por toda recompensa la experiencia que me han dejado los sucesos, y
ellos me harán pertenecer á mi familia como tantas veces he dicho á
V. y como es mi voto y ambición.
El servicio á pueblos ingratos me es tan molesto como la carrera
pública. Antes de pasar a suelo colombiano repito esta declaración, así
como repito que el mayor premio que pueda recibir por mis servicios , es
la amistad y el afecto del Libertador de mi patria».
A principios de Octubre estaba ya Sucre en Quito, y apenas repuesto
de su herida , tuvo noticia de que tropas peruanas se preparaban á inva-
dir el territorio colombiano, y con fecha 14 de Noviembre escribió
el esforzado campeón de la libertad al comandante en jefe del ejército
del Sur y al ministro, lo siguiente:
« Si la tierra colombiana fuera pisada por algún enemigo y se dispu-
siera una batalla, sírvase V. S. manifestármelo ó hacerme alguna ligera
indicación. Cualquiera que sea el estado de mi salud volaré al ejército,
102 AMERICANOS 0ÉLÉBBE8
v en el puesto que se me señale participaré con mis antiguos compañe-
ros de sus peligros y de la victoria».
La invasión peruana se efectuó presentándose una escuadra frente á
Guaya quil.
Entonces el Gobierno, aceptando el ofrecimiento del vencedor de Aya-
cucho, le nombró director de la campaña, y por su segundo al valiente y
después ilustre general Flores.
No desmintió su natural actividad el noble héroe de Pichincha, y
viendo que sus esfuerzos para evitar la guerra eran inútiles y que el
enemigo ocupaba el Pórtete, determinó dar la batalla , añadiendo el 27
de Febrero de 1829 un lauro más á su corona de gloria, y nuevos timbres
de generosa hidalguía* en las bases que propuso á los peruanos para la
capitulación, tal vez demasiado ventajosas para el enemigo que se
retiró derrotado y reducido á dox mil quinientos hombres, resto de ocho
mil cuatrocientos <\ui> habían invadido ó Colombia 1.
La brillante y heroica acción de Tarqui fué la última del guerrero
virtuoso y leal, del patriota digno y consecuente.
Figuró después en el Congreso Constituyente de Bogotá en Enero de
1S30 como diputado por el Ecuador, y presidente de la Asamblea cuando
Bolívar se retir») del mando, quien al entregarle su mensaje le expresó
su confianza, pues que dejaba el Congreso presidido por el más <I¡</ho de
los generales de Colombia ~.
El Gran Mariscal de Ayacucho, asistió también como comisionado á
las conferencias en el Rosario de Cuenta, entabladas con los diputados
de Venezuela para mantener en Colombia la organización federal.
Con este motivo se manifestó en grado superior la grandeza de alma
de Sucre. Expresó que para regir los destinos de la patria se necesita-
ban hombres nuevos, y que los que hubieran sido generales en jefe, pre-
sidentes, vicepresidentes, consejeros de Estado y jefes superiores en
cualquiera de los Estados de la nueva federación , quedaran excluidos del
mando durante un largo período.
Noble y sublime patriotismo, pues que al excluirse, á sí mismo, daba
el ejemplo y hacía comprender que las naciones necesitan renovación de
ideas y renovar glorias y gobernantes para el bien general.
1 Restkei'o. Tlittoria de /" Revolución ñ<- Colombtaf tomo i.n. pág. 17<>.
- Elogio que aseguran ofendió al general Urtlaviota. qne era también miembro del Congreso. Al publicar el
discurso en la Gaceta Oficial se cambió diciendo: «por uno de los más dignos generales de Colombia».
JOSÉ ANTONIO SUCRE 193
Como todo fuera inútil, y Sucre viera con profundo pesar que cada
día peligraba más la salvación de Colombia , y deseando únicamente con-
sagrarse á la felicidad de su hogar y al amor de su esposa 4 y de su hija,
exento de ambiciones, cansado de la política, no pensó sino en regresar
á Quito, y á fin de Mayo salió para Popayán.
Como generalmente se cree que la última carta que escribió días
antes de su salida de Bogotá, es la dirigida al Libertador y que éste
recibió en Turbaco, la reproducimos.
«Mi general: Cuando he ido á casa de V. para acompañarlo, ya
se había marchado; acaso es esto un bien, pues me ha evitado el dolor
de la más penosa despedida; ahora mismo, comprimido mi corazón, no sé
que decir á usted.
» Mas no son palabras las que pueden fácilmente explicar los senti-
mientos de mi alma respecto á V.; V. los conoce, pues me conoce mucho
tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad, la que me ha inspirado
el más tierno afecto á su persona: lo conservaré cualquiera que sea la
suerte que nos quepa, y me lisonjeo que V. me conservará siempre el
aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo.
» Adiós, mi general: reciba V. por gaje de mi amistad las lágrimas
que en este momento me hace verter la ausencia de V. Sea V. feliz
en todas partes, y en todas partes cuente con los servicios y con la
gratitud de su más fiel y apasionado amigo. — Antonio José de Sucre».
Se cree que esta carta fué escrita á 8 de Mayo de 1830.
XII
El general Sucre era fiel y entusiasta amigo de Bolivar, y constante-
mente aumentaba ó sostenía con sus palabras la popularidad del hombre
á quien admiraba y amaba. Esta amistad tan pura y desinteresada le
había creado numerosos enemigos al mariscal de Ayacucho, y tal vez
fué la base de su trágico fin , tanto más cuanto que expresamente habíase
difundido la idea de que pensaba influir para que el Sur de Colombia se
1 D.a Mariana Carvelen de Suero era quiteña, y hemos conocido en Guayaquil á la inteligente escritora
Doña Dolores Suero, descendionte del Gran Mariscal.
•13
194 AMERICANOS CÉLEBRES
independizase, bajo el protectorado del Perú, y llevando más lejos la
calumnia aseguraban los ultraliberales que Sucre trabajaría para
coronar á Bolivar y que tal vez éste recobraría su dominio sobre
Colombia.
Lo cierto es que de Bogotá se enviaron correos á todas las pobla-
ciones por donde debía pasar y que El Demócrata , órgano del partido
exaltado, decía el 1.° de Junio de 1830: «Puede ser que Obando haga
con Sucre lo que nosotros no hicimos con Bolivar, y por lo cual el
Gobierno está tildado de débil y nosotros todos y el Gobierno, carece-
remos de seguridad».
Habían circulado funestos rumores en Popayán , y los amigos del
caballeresco Sucre intentaron continuara su viaje por Buenaventura y
Guayaquil, y desistiera de seguir por Pasto, pues que allí con motivo de
la guerra de 1822 á 23, tenía rencorosos enemigos.
¡Inútil empeño! El noble guerrero jamás había conocido el temor y
hasta sin escolta y apesar de recordarle algunos de sus adictos, entre
ellos el alcalde de Patía, que en la montaña se albergaban alevosos
guerrilleros, no consintió y con tres compañeros y los arrieros, conduc-
tores en muías, de su equipaje, se internó en la montaña que difícil-
mente escalaban los caballos. Durmió en el Salto del Mayo en casa del
célebre asesino y guerrillero Erazo, que era temible en el país; al día
siguiente continuó su viaje y no había andado dos leguas cuando la
noche les cubrió con sus sombras.
En Venta Quemada, en donde pernoctó por la vez postrera de su
existencia se encontró á Erazo á quien había dejado muy atrás, y que
por otro camino se había adelantado. El general manifestó su sorpresa,
pero Erazo logró disiparla con insignificante pretexto.
Allí también se reunieron otros tres con Sarria, guerrilleros como
Erazo y Apolinar Morillo, antiguo oficial del ejército venezolano,
expulsado del Ecuador por el comandante general del departamento de
Quito, Barriga *, siendo Morillo el terrible jefe de aquel bando
de asesinos pagados por individualidades que deseaban la muerte de
Sucre y que tomaban por pretexto, la salvación de la patria y el encono
contra Bolivar.
Sarria salió para el Salto con Erazo, donde debía esperar la noticia
1 Esposo más tarde de la viuda del general Sucre,
JOSÉ ANTONIO SUCRE 195
<del asesinato para llevarla á Popayán, y Morillo y los tres asesinos
fueron á tomar su puesto y á esperar á la víctima.
Muy de madrugada salió Sucre, despachando delante de él á sus
peones y equipajes, y únicamente acompañado por el diputado por
Cuenca, García, por un ordenanza y su leal asistente Caicedo. El camino
del bosque de Berruecos, era sombrío y enmarañado con malezas y
gigantescos árboles que dificultaban el paso de los caballos.
Uno á uno entraron en aquel laberinto hasta llegar á obscurísimo
y estrecho sitio llamado Angostura de la Jacoba o del Cabuyal, en donde
era más espeso aún el follaje y más enmarañado. En aquel instante sonó
un tiro y en seguida dos ó tres más: Sucre cayó, atravesada la cabeza
por un balazo, y el pecho y cuello por cortados de plomo. *
El héroe de Ayacucho había dejado de existir. El que había sido
respetado por las balas en el campo de batalla, moría en siniestra
encrucijada á manos de cobardes asesinos.
El diputado por Cuenca, al escuchar los tiros, huyó hasta encontrar
á los arrieros. Lorenzo Caicedo, asistente del General, voló á socorrerlo:
pero era tarde; corrió á la Venta Quemada; nadie se atrevió á ir á la
montaña. Sólo horas después el soldado y otros dos mozos fueron en
busca del cadáver y lo trasladaron á un prado llamado la capilla. Allí se
le dio sepultura á la mañana siguente. Tenía entonces Sucre treinta y
siete años.
«Los tres soldados que con Morillo asesinaron al héroe, recibieron, —
dice D.a Soledad Acosta de Samper, — diez pesos cada uno en premio de
su crimen, y no los habían acabado de gastar cuando murieron envene-
nados. ¿Quién los mandó envenenar? ¿Quién sino aquellos que los habían
ocupado?»
La opinión pública unánime, designó al general Obando, comandante
general del departamento de Pasto, como autor del crimen, pues cuando
llegó Morillo desterrado del Ecuador, lo mandó llamar y le dijo se había
fijado en él para aquella misión patriótica, y le dio carta para Erazo,
concebida en los siguientes términos:
1 La ilustre escritora colombiana D.a Soledad Acosta de Samper, dice: «Cayó muerto entre el lodo del camino
^atravesado el corazón y horadada la cabeza con sendos balazos».
196 AMERICANOS CÉLEBRES
«Buesaco, Mayo ^8.
»Mi estimado Erazo: El dador de ésta le advertirá de un negocio
importante que es preciso lo haga con él. El dirá á la vez todo, y manos
á la obra. Siga todo lo que diga y V. dirija el golpe. Suyo,
José María Obando.»
A esta carta le adjuntó otra el comandante Antonio María Álvarez, 1
y la protección dispensada á Morillo era la prueba más segura de la
culpabilidad.
Erazo y Sarria fueron presos en Popayán por sospecha, pero al día
siguiente, por misteriosos medios, estaban en libertad.
En 1839 persiguiendo al guerrillero pastuso Andrés Noguera y
habiendo encontrado unas cartas de Erazo en las que resultaba ser espía
contra el Gobierno y á favor de los facciosos de Pasto, se dio orden para
prenderlo, y al efectuarlo, el feroz asesino palideció, y su mujer
Desideria Meléndez no pudo contener el llanto.
Ambos creyeron que el asesinato del general Sucre era la causa de su
desgracia.
«El culpable, — dijo la mujer, — no fué José, sino Apolinar Morillo. —
¿Apolinar Morillo? preguntaron los soldados que no tenían porque
ocuparse de un militar insignificante que vivía entonces en Cali retira-
do del servicio militar. — Sí: el coronel Morillo, — añadió la mujer, — y
lo puedo probar, porque previendo este caso guardé las cartas que trajo
este militar de parte del general Obando y del comandante Alvarez;
con ellas mi marido podría sincerarse. — Entonces se comprendió que
aludía la mujer de Erazo al asesinato del Mariscal de Ayacucho, crimen
que nadie había olvidado nunca y que hacía muchos años que no se
averiguaba quienes fueran los culpables. Erazo entonces, casi sin que le
interrogasen, confesó que el 3 de Junio de 1830, estando él en su casa en
el Salto de Mayo, donde había dormido la noche anterior al asesinato
del general Sucre, había llegado precipitadamente el entonces capitán
Apolinar Morillo, con cartas de recomendación del general Obando, en
las cuales le decía que auxiliase al capitán en una empresa que tenía
entre manos. Que Morillo le dijo llevaba orden de matar al general
Sucre, para lo cual él debía prestarle su contingente».
1 Delante del cual Obando tramó la muerte de Sucre.
JOSÉ ANTONIO SUCRE 197
XIII
La escolta que llevaba preso á Erazo, informó á las autoridades de
Pasto de la declaración de éste, y en la casa malhadada de Salto
de Mayo, centro de todos los bandidos de los contornos, se encontraron
las cartas que había indicado la mujer de Erazo, y por las cuales
se redujo á prisión á Morillo, el que al prenderlo, exclamó: «Gracias á
Dios, al fin podré hablar, podré desahogarme: este crimen no me
dejaba vivir».
Morillo pereció en un patíbulo en 1842; Erazo, en presidio á per-
petuidad; el comandante Álvarez, fusilado después de una batalla, y
Sarria en el destierro. En cuanto á Obando, sufrió desastrosa muerte en
un combate: fué alanceado.
Todos ó la mayor parte de los que consintieron ó ayudaron al
horroroso asesinato del general Sucre, han tenido trágico fin.
El bizarro y generoso Sucre sucumbió el 4 de Junio de 1830. Solita-
rio y abandonado en humilde fosa permaneció el cadáver del Bayardo
americano, hasta que, años después, su familia hizo trasladar los restos á
la iglesia de San Francisco de Quito.
En 1845, el Gobierno de Bolivia solicitó las amadas cenizas de
su libertador y primer presidente, pero el Ecuador ha querido guardar
en su seno los venerados restos del vencedor de Pichincha *.
1 La importante obra El oran Mariscal de Ayacucho por el Exorno. Sr. D. Antonio Flores, actual presi-
dente del Ecuador, contiene documentos importantísimos para la Historia y relativos al triste episodio de
Berruecos, en ellos se encontrarán algunas, en nuestro libro América y su Historia qu9 en breve daremos á luz.
WILLIAM PENN
[TRE los más celosos partidarios de los Estuardos
distinguíase, en el fecundísimo siglo xvi, el vice-
almirante Guillermo Penn, marino que había ga-
nado honroso nombre en la conquista de Jamaica,
durante el mando de Cromwell, y que más tarde,
bajo el reinado de Carlos Estuardo, alcanzó contra los
holandeses señalados triunfos, premiados con largueza
por el desventurado Rey.
De aquel robusto tronco nació, en Londres en 1644.
William Penn, el célebre legislador de Pensilvania, que
desde edad temprana manifestó extrañas ideas, dema-
siado avanzadas para su época.
Siguió sus estudios el joven Penn en la universidad de Oxford; mas
como expresara teorías favorables á los cuákeros, fué arrojado de la
universidad y, con notoria injusticia, del hogar paterno, convirtiéndose
en un ser odioso para los suyos.
Su espíritu observador lo llevó á Francia y á los Países Bajos, y
como las doctrinas calvinistas aun tenían prestigio á pesar de la recia
batalla que desde 1536, y muy en particular desde aquella terrible noche
de la San Bartolomé en 1572, sostenían contra enemigos poderosos,
dedicóse William Penn á estudiarlas, y tal vez entonces arraigaron en
su mente los principios que defendió más tarde : la tolerancia y libertad
de conciencia.
WILLIAM PENN
WILLIAM PENN 199
Volvió á Inglaterra y tomó asiento entre los cuákeros, como adepto
á su secta, exponiéndose y sufriendo las iras de su padre, las persecu-
ciones, la prisión y el ser expulsado de la casa doméstica. Parecíale al
rígido servidor de Carlos II que la conducta de su hijo era monstruosa,
y le negó su apoyo y su amor.
Dotado de energía y de claro talento, escribió en favor de lá toleran-
cia religiosa y de la libertad de conciencia, siendo también apóstol de
la secta cuákera.
El vicealmirante Penn, murió por entonces, y su hijo heredó gran
fortuna y un crédito de seis mil libras esterlinas contra la Corona. Penn,
soñaba con las soledades americanas, con extender sus ideas y practi-
car en vasta escala sus aspiraciones; pidió, pues, al Rey, en pago de la
deuda , la concesión de tierras en el Norte América , y Carlos II accedió
á su deseo, tanto más cuanto que á la sazón los terrenos en aquel terri-
torio, tenían valor limitadísimo. La cesión se llevó á efecto de las regio-
nes comprendidas entre el Mariland y el Delaware, dándoles el Rey el
nombre de Pensilvania como homenaje á la memoria de su leal subdito,
el almirante Penn.
El decreto de concesión, — 4 de Marzo de 1681, — expresaba adminis-
tración libre y con el tributo á la Corona de dos pieles de castor por
año, reservándose el Parlamento inglés el derecho de imponer contribu-
ciones á la nueva provincia ó colonia.
II
En la carta que Pénn escribía noticiando la concesión que se le
había hecho, encuéntranse las siguientes generosas palabras:
«Dios me ha dado la conciencia del deber y una alma honrada para
obrar rectamente. Espero que no extrañaréis el cambio, ni la elección
de rey, porque aquí quedaréis sólidamente establecidos y no á merced
de un gobernador que venga á hacer su fortuna. Seréis gobernados por
las leyes que hagáis vosotros mismos; viviréis libres y, si queréis, como
una nación sabia é industriosa » .
Treinta años gobernó Penn aquellos dominios ricos, fértiles é
inmensos, uno de los centros, hoy, más importantes y no lejos de
200 AMERICANOS CÉLEBRES
Nueva York. Allí dio asilo á todas las sectas religiosas: allí abolió la
esclavitud, trató con los indios y conquistó su amistad por la fe guar-
dada en los tratados. Allí desde 1682, época de su arribo, se distinguió
por el célebre convenio con los indígenas, á la sombra del olmo de Sha-
kamaxon, que jamás fué jurado, decía Voltaire, pero jamás roto.
El fué el primero de los hijos de la vieja Europa, que habló á los
indios con lealtad, con afecto, y de igual á igual. Bajo sus auspicios se
dio la notable Constitución, que algunos afirman fué el modelo de la que
hoy rige en los Estados Unidos, y otros, indican era semejante á la de
otras colonias ya establecidas en los Estados Unidos.
De todos modos, y sin participar por completo de las dos opiniones,
William Penn, fue de los más avanzados en el camino de liberales insti-
tuciones y de benévolas, justas y rectas ideas, que fueron el credo de su
vida y el pedestal de su inmortalidad.
Débele su origen la hermosa ciudad de Filadelfia, que más tarde
tuvo su timbre de gloria por haberse reunido en. ella el primer Congreso
de 1774, en el cual los representantes de las doce colonias dieron el
primer paso para la independencia, y el de 1775, para declararse la
completa emancipación de los Estados Unidos.
William Penn, es el más perfecto modelo de filantropía y probidad;
el más hermoso tipo de benevolencia y del legislador honrado y justo.
Escocia, Irlanda y Alemania, poblaron la nueva colonia, y la emigra-
ción fué tan grande, que en corto tiempo adquirió inmensa preponde-
rancia.
Como los cuákeros revisten tal severidad de principios, no se per-
mitían bailes, ni juego, ni fausto, ni duelos ó riñas: la sobriedad era su
sistema, y fueron los primeros que aboliendo la pena de muerte, crea-
ron como estímulo, el trabajo en las cárceles. Tampoco permitieron los
diezmos, ni que el culto fuera pretexto para lucrativos fines.
La existencia de Penn, se consagró al triunfo de sus generosos pen-
samientos y presenta admirables detalles, para estudio de los gober-
nantes.
Fiel á sus principios, jamás se doblegó en la adversidad, ni renunció
á la misión que se había impuesto y que llevó á cabo.
El creó una democracia pura, siendo sin embargo, un señor feudal
en aquellos dominios, y el pueblo comenzaba á rebelarse en contra de
sus derechos, que más tarde fueron rescatados de la familia y herederos
WILLIAM PENN 201
de Penn por ciento treinta mil libras esterlinas, cuando la Pensilvania
se declaró Estado independiente.
Volvió Penn á Inglaterra, y Jacobo II le otorgó todo su favor, y la
influencia fué noblemente aprovechada en favor de los perseguidos
por religión; abrió las puertas de la cárcel á cuatrocientos cuákeros,
que en ella gemían bajo el peso de la intolerancia inglesa; escribió en
obsequio de la libertad de sectas , creándose con esto encarnizados ene-
migos entre los que aborrecían el catolicismo, y la calumnia se ensañó
también contra aquel hombre austero y honradísimo, hasta el punto de
que los protestantes le acusaran de estar vendido al Rey.
Cayó Jacobo II por la revolución de 1688, y Guillermo de Orange,
sin respetar la grandeza de alma de Penn, le persiguió y encarceló, y
hasta 1693 no alcanzó, con la libertad, la devolución de sus derechos en
la colonia por él creada y que le habían sido arrebatados.
ínterin sufría con alma entera las consecuencias de su generoso
empeño, tenían lugar en Pensilvania otros acontecimientos que amar-
garon más aún los últimos años de la vida de Penn, por la actitud de
los colonos cuando volvió entre ellos.
III
Las disensiones reinaban: la provincia de Delaware, que formaba
parte de la Pensilvania , pugnaba por separarse y hubo de convocarse
una Asamblea.
Los intereses públicos y suyos propios llamaban á Penn á Inglaterra
y dejando en libertad á la colonia para darse su nueva Constitución,
partió, encontrándose benévolamente acogido por la reina Ana; sin
embargo, nuevas pruebas le estaban reservadas, nuevos sufrimientos.
La creación de su colonia lo había arruinado y se calcula en ciento
veinte mil libras esterlinas el desembolso hecho por Penn: los acree-
dores le acosaban y, por último, dieron con él en la cárcel, sin mira-
miento á sus nobles prendas ni á su edad.
El sostenimiento de los derechos de la colonia y el plan de Ingla-
terra, de unificar aquellas provincias bajo un solo gobierno, hicieron
imposible su deseo de ceder á la Corona por doce mil libras, el terri-
202 . AMERICANOS CÉLEBRES
torio que en un tiempo le fué concedido en pago de una deuda y al que
amaba con paternal cariño. Kesentida su salud por un ataque apoplé-
tico, vegetó Penn desde 1712 á 1718, y murió, como el hombre justo,
con la conciencia tranquila y pensando tal vez en que la posteridad
liaría justicia á su elevado comportamiento.
Aquel legislador inmortal , dejó un nombre querido en América , y tal
es la causa de darle cabida en nuestro libro, consagrado únicamente á
los hijos del suelo americano.
William Penn, era inglés, pero en América desarrolló las grandes
dotes que le había otorgado la Providencia : en América vivió consagrado
á la noble tarea de hacer bien ; América recogió el fruto de sus afanes y
de su levantado carácter; su gloria es de América, y por ello tiene justo
derecho á considerársele entre los hombres más ilustres de aquel suelo.
ANTONIO NAB-1NO
ANTONIO NARIÑO
«Amé d mi patria; cuánto fué ese amor, lo
dirá un dia la Historia.»
NariSo.
iguiendo mi peregrinación americana, llegué á Bogotá en
Julio de 1881. El objeto de mis viajes, el afán del estudio
en países que me son tan queridos y amables, y el vehe-
mente deseo de investigar y conocer con imparcial cri-
terio los acontecimientos y los personajes de la magna
historia americana, me pusieron en contacto con el gran
núcleo de hombres ilustrados y eminentes con que justa-
mente se enorgullece Colombia.
Allí, más que en los diferentes historiadores que de largo tiempo
conocía, pude admirar, amar y estudiar bajo su verdadero punto de
vista, á los que, no por odio á España, sino por razón natural y lógica,
por aspiración del individuo á crear en su mayor edad, hogar y
familia, se lanzaron á la lucha fuertes con su derecho, sacrificando vida,
fortuna y bienestar, por el triunfo del principio de emancipación.
En tierra colombiana me identifiqué con Bolivar y Santander, con
Zea y el heroico Ricaurte; con aquel esforzado Girardot, vencedor en
Palacé; con el sapientísimo Caldas y con el infortunado cuanto ilustre
Antonio Nariño.
204 AMERICANOS CÉLEBRES
II
De la revolución de 1793, que esparció por el universo nuevas y auda-
ces doctrinas, brillantes destellos de vivísima luz que iluminaron el anti-
guo y nuevo continente; de aquel foco de ideas-, ora turbulentas, ora
benéficas ó exageradas; de aquella devastación y lucha encarnizada entre
seculares principios de absolutismo, y otro nuevo, justo y grande, surgió
en América el folleto Derechos del hombre extractado de un tomo de
la Historia de ¡a Asamblea Constituyente de Francia 1, trasladado á lengua
castellana en 1794 por D. Antonio Nariño, natural de Santa Fe de
Bogotá y que contaba entonces veintinueve años de edad, pues había
nacido en 1765.
Era el sabio apóstol de las ideas democráticas, de seductora y bellí-
sima fisonomía ; tenía los labios y nariz borbónicas, como dice el ilustre
Vergara, y la mirada apacible y dulce. «Era activo, insinuante,
emprendedor, y tenía el carácter tanto más dominante, cuanto que no lo
dejaba conocer á los que dominaba».
III
A semejanza de Emilio Cástelar, lo llamaban en Bogotá desde muy
joven, el Sabio, pues su entendimiento, despejado de suyo, se había enri-
quecido y desarrollado con la lectura de notables obras filosóficas,
adquiridas en Europa, y en grato comercio con los autores más avan-
zados en ideas, se ensancharon cada día más, las que en favor de la
libertad y de la patria brotaban en su impetuosa imaginación.
Fué Nariño uno de esos seres singulares que de existir en épocas más
remotas, aparecería como personaje de fantástica leyenda, creado por la
imaginación del escritor.
1 Tomás Paine, ministro de Relaciones exteriores en los Estados Unidos, fué el autor del artículo Derechos
del hombre en sociedad: pasó á Francia ó Inglaterra, de donde era nativo, y lo reprodujo, siendo por ello
fuertemente perseguido. Como representante del paso de Calais, fué miembro de la Convención francesa é hizo
una nueva edición de sn folleto, y la Asamblea Constituyente lo reprodujo en su Código de libertades públicas.
ANTONIO NAKIÑO 205
Distinguido por los virreyes, y muy en particular por Gil y Le mus,
éste le nombró tesorero de diezmos en propiedad del arzobispado, y
desempeñaba tal cargo, cuando formado en la escuela de los filósofos
griegos, y de los franceses, Rousseau, Voltaire, Montesquieu y otro, por
la lectura de sus obras, tradujo y dio á la imprenta los Derechos del
hombre, semilla fructífera para la independencia americana.
Informado el virrey Ezpeleta de tan audaz acontecimiento, que
alteraba la vida patriarcal y tranquila de la capital neogranadina,
procedió á dar parte á la Audiencia , y ésta , de acuerdo con el Virrey,
formó rápidamente la causa y condenó á Nariño á diez años de presidio
en África, confiscación de todos sus bienes y ostracismo perpetuo.
Conducido como reo de Estado á España , logró fugarse á la llegada
á Cádiz, pasar de incógnito á Madrid y de allí á Francia é Inglaterra,
trabajando en ambas naciones para que los Gobiernos ayudaran eficaz-
mente á la independencia de la Nueva Granada.
IV
Sin arredrarse por las consecuencias y á pesar del fallo judicial que
le alejaba de su patria, creyó, que ésta podía necesitar su apoyo, y
se embarcó para la Guaira, siguiendo de allí por Cucuta á Bogotá
en donde mandaba á la sazón el virrey D. Pedro Mendinueta.
Oculto en su casa ó en la de sus hermanas y cuñados, pasó los
primeros días; pero como en breve se divulgó su llegada, pidió su
indulto por la influencia del arzobispo señor Compañón é ínterin se daba
cuenta á España, permaneció Nariño preso en el cuartel de caballería de
Santa Fe.
Restrepo, en su Historia de Colombia, ha empañado el claro nom-
bre, la hidalguía y la elevación de carácter de Nariño, con estas
duras palabras: «Nariño delató á sus compañeros de conspiración,
conducta débil que le ha atraído justa censura,» pero dice Vergara, que
aquéllos á quienes delató fueron Tallién y Peel, que estaban fuera del
alcance del Virrey, puesto que eran ministros de nación extranjera, y á
D. José Caro, cubano que vivía en París. Sus amigos comprometidos con
206 AMERICANOS CÉLEBRES
él por la independencia americana, quedaron siempre en la sombra y sin
que sus nombres aparecieran para nada.
Mientras duró el mando del virrey Mendinueta, nada turbó la
vida laboriosa y útil de Nariño, desde que recobrada su libertad
habitaba en su quinta de Tucha 1 entregado á trabajos agrícolas; pero,
como ya hemos señalado, nuestro inmortal bogotano estaba destinado
á una existencia tan accidentada como interesante, y apenas empezaba á
reponerse de las graves pérdidas sufridas por el destierro y la prisión,
cuando el nuevo virrey, el anciano é inepto D. Antonio Amar y
Borbón, lo hizo prender y enviar á Cartagena, en donde, á pesar de una
tentativa de fuga, fué encerrado en el castillo de Boca chica y por
severas órdenes del Virrey, cargado de grillos.
V
Había llegado la época gloriosa en que la Nueva Granada se tornase
de colonia en nación. El año de 1810 había sido fecundo en aconteci-
mientos : varias provincias levantaron el grito de libertad y contaron en
sus anales el martirio de aquellos que tomaron la iniciativa.
En el Socorro, los jóvenes D. José María Bosillos y D. Vicente
Cadena en unión de D. Carlos Salgar, se lanzaron á la revolución
apelando al patriotismo de villas y lugares para que secundaran el
movimiento.
El Virrey envió tropas contra los sublevados, y hechos prisioneros
por el gobernador D. Remigio Bobadilla, fueron condenados á muerte y
ejecutados. La Real Audiencia intentó que las cabezas de aquellos
desventurados se expusieran en escarpias á la pública execración,
pero indignado el pueblo de Bogotá ante aquel propósito, manifestó en
su actitud estaba dispuesto á todo, si presenciaba tan sangriento
espectáculo.
Este y otros hechos aceleraron la marcha de la revolución y en
breve se llevó á efecto el nombramiento de una junta, la deposición del
Virrey y su salida para España; pero las consecuencias amenazaban ser
1 Hoy quinta de Ramos.
ANTONIO NARIÑO 207
desastrosas, y cada provincia, queriendo erigirse soberana, convocaba
juntas, nombraba representantes y se dividía en partidos, desconociendo
la autoridad central y las disposiciones de Lozano, presidente del
Colegio Constituyente..
Nariño había sido puesto en libertad por el Gobierno de la revolución
y retirado en su casa de campo, escribía y publicaba su periódico
La Bagatela y en éste censuraba el sistema federal y presentaba la
situación del país bajo verdadero aspecto, señalando como único reme-
dio la forma de Gobierno central para contrarrestar al poder español
y la anarquía.
El pueblo, que tenía grandes simpatías por Nariño, pidió que éste
fuera nombrado para el puesto que ocupaba Lozano, y el Congreso
satisfaciendo los deseos de la mayoría, elevó á Nariño á presidente
de Cundinamarca en Septiembre de 1811.
VI
Los partidos centralista y federalista se declararon la guerra , y Nariño
se reveló entonces con toda la sublimidad de su carácter: insultado en
libelos, calumniado por sus enemigos, hacía publicar sin comentarios
en la Gaceta de Cundinamarca, cuanto contra él se decía, haciendo juez
al pueblo para que éste diera su fallo. Para sus partidarios, era un
Cincinato; para sus enemigos era un Tiberio.
En una ocasión le advirtieron que se fraguaba una conspiración
•contra su vida, y que el jefe de los conjurados, designado para ser su
asesino, se presentaría pidiéndole una audiencia privada.
Sucedió así, y Nariño se la concedió, conduciéndole á otro salón, el
•cual cerró con llave, entregando ésta al conspirador.
— «¿Qué hace vuecencia?» preguntó éste asombrado.
— «Favorecer la fuga del que me va á matar, — respondió el Presi-
dente:— no quiero que V. vaya á sufrir por mi causa; » y sin alteración
en su semblante, tomó asiento.
Tal grandeza asombró al conspirador, y sacando un puñal que tenía
•escondido, se lo entregó diciendo:
208 AMERICANOS CÉLEBRES
— «Creía que venía á quitar la vida á un tirano; pero jamás privaré
de ella á un ángel, que lo penetra todo y lo perdona».
— «Siéntese V. á mi lado y hablaremos sobre estas cosas de la
patria», dijo Nariño.
Continuaba el estado de agitación en las provincias, optando éstas
por la federación, y Nariño, siempre consecuente en su plan de centra-
lización, que al constituir al país en pueblo libre conceptuaba más
adecuado y con mayores recursos para hacer frente á los realistas y
consolidar la independencia, envió fuerzas para agregar pueblos y ciu-
dades á Cundinamarca^ * fuera por la persuasión ó por las armas.
Dio por resultado aquella campaña, la ocupación de Tanja por
Nariño y la transacción hecha con el gobernador D. Juan Nepomuceno
Niño.
Sin embargo, la gravedad de las circunstancias era siempre la misma,
y la anarquía devoraba al país neogranadino. Nariño hizo renuncia de
la presidencia, retirándose á su quinta de Tucha; pero no habían
pasado muchos días, cuando algunas noticias alarmantes consternaron
al pueblo, y éste corrió á la casa del generoso patriota y le condujo en
triunfo á la capital.
A la mañana siguiente, fué elegido de nuevo presidente del Estado
con omnímodas facultades.
VII
En la historia política de los pueblos americanos descuella la figura
de Nariño, por las especiales circunstancias que le rodearon, por el
delirio y fanatismo de sus partidarios, por el odio intransigente de sus
numerosos enemigos.
Sus discordias con el Congreso, sus triunfos, los altercados con las
provincias sobre el sistema de gobierno, sus esfuerzos para centralizar
el poder, hicieron que su vida fuera una continuada lucha, en la cual
siempre su generosidad y benevolencia se sobreponían á las injustas
recriminaciones de sus contrarios.
1 Nombre primitivo de la provincia de Santa Fe.
ANTONIO NARIÑO 209
La situación del país era cada vez más crítica.
El jefe español D. Toribio Montes, amenazaba á Nueva Granada por
el Sur; el brigadier Sámano disponía de un ejército al Norte de Quito, y
Monteverde en Venezuela con numerosas fuerzas, podía apoyar los
movimientos de sus compañeros de armas.
Pero si el peligro era grande, la constancia de Nariño lo sobrepujaba
y como ya el brigadier Sámano había invadido la república , determinó
ponerse al frente de las tropas y emprender la campaña contra los
realistas.
Vencedor en el Alto Palacé de las tropas mandadas por Sámano,
continuó Nariño su marcha y entró en Popayán, abandonada por el
enemigo .
En Colibio obtuvo un nuevo triunfo, y con inmensas dificultades
forzó el paso del caudaloso Juanambú y sostuvo, en difícil posición,
el choque con las tropas de Aymerich.
VIH
Pocos días después estaban los republicanos en el Ejido de Pasto, en
donde se trabó el combate con las tropas realistas, batiéndose Nariño
en el centro con intrépida valentía.
El resto del ejército había quedado en Tasines, y como algunos
soldados habían huido del campo de batalla creyendo ésta perdida , lle-
varon la noticia de que el jefe estaba prisionero, y el coronel Rodríguez,
que mandaba las fuerzas de Tasines , clavó las piezas de artillería , y
abandonando municiones, caballos y tiendas, emprendió la retirada.
El estupor de Nariño, no conoció límites al encontrar levantado
el campo en donde creía reunirse con el resto del ejército.
Los pocos que le acompañaban y algunos oficiales, entre éstos
un hijo suyo, salieron para reunir á los dispersos, pero sabedores de
que los realistas los perseguían de cerca, continuaron su retirada
mandados por Cabal.
El general Nariño permaneció oculto algunos días en la montaña de
Lagartijas, con la esperanza de que los suyos volarían á socorrerlo; no
fué así, y entonces resolvió entregarse al general Aymerich.
14
210 AMERICANOS CÉLEBRES
Acompañado por un indio y por un soldado se presentó en Pasto, en
donde estuvo expuesto á perder la vida, porque los pastusos pedían
á gritos su cabeza, y Nariño con elocuente palabra conjuró la tempes-
tad: habló al pueblo, y aquella voz armoniosa, aquella figura sim-
pática, la noble actitud del preso y el poder de su mirada, avasalla-
ron á sus enemigos y calmaron su rencor.
Nariño estuvo trece meses preso en Pasto; después fué conducido
á Quito, y sin que se atrevieran á fusilarle, los españoles lo mandaron á
Lima y á España, en donde en la prisión de la «Carraca» (Cádiz)
vegetó cuatro años, hasta que en el levantamiento liberal, acaudillado
por el invicto Riego, consiguió la libertad.
IX
Rebosaba la alegría en el corazón de Nariño, pues al aspirar el
ambiente de la libertad en tierra española , tuvo noticia de las victorias
de Bolivar, de los triunfos que conseguía la independencia, de la
cercana época en que aquélla fuera completa.
Acompañado por la fe y por el patriotismo, volvió al suelo natal.
¡Cuan terrible era el desengaño que debía sufrir el iniciador de
la independencia , el precursor de aquella nueva era !
Postrado por gravísima enfermedad, llegó á Bogotá en litera,
después de largos años de ausencia. Electo senador para 1822 se disponía
á las tareas parlamentarias, á pesar del mal estado de su salud, cuando
sus implacables enemigos le acusaron de haber permanecido fuera
de la patria por propia voluntad y careciendo del permiso del
Gobierno.
Tal injusticia, fué el sublime epílogo en la vida de aquel hombre, que
ostentaba en el rostro las indelebles huellas de los padecimientos físicos
y morales.
Nariño se presentó en la barra para defenderse, con tardo paso,,
que todavía las heridas abiertas por los grillos no estaban cicatrizadas:
las prematuras arrugas, el nevado cabello, la expresión de suprema
amargura de aquella mirada, antes tan dulce, la voz solemne y
ANTONIO NAEIÑO 211
vibrante, y la triste elocuencia, crecida por la emoción, ganaron al
auditorio, y hasta sus acusadores estaban conmovidos.
«Hoy me presento, señores, — dijo, — como reo ante el Senado de
que he sido nombrado miembro, acusado por el Congreso que yo
mismo he instalado y que ha hecho este nombramiento. Si los delitos
de que se me acusa hubieran sido cometidos después de la institución
del Congreso, nada tenía de particular esta cuestión; lo que tiene
de admirable, es ver á dos hombres que no habrían quizá nacido
cuando yo ya padecía por la patria, haciéndome cargos de inhabi-
litación para ser senador, después de haber mandado en la república
política y militarmente en los primeros puestos, sin que á nadie le
haya ocurrido hacerme tal objeción, pero lejos de sentir este paso
atrevido, yo les doy las gracias por haberme proporcionado la ocasión
de poder hablar en público sobre unos puntos que daban pábulo á mis
enemigos para sus murmuraciones secretas. Hoy se pondrá en claro
y deberé á estos mismos enemigos mi vindicación, de que jamás he
creído tener necesidad, así como el poder hablar sin rubor de mis
propias acciones. ¡Qué satisfactorio es para mí, señores, verme hoy
como en otro tiempo Timoleón, acusado ante un Senado que él había
creado, acusado por dos jóvenes, acusado por malversación después
de los servicios que había hecho á la república, y el poder decir sus
mismas palabras al principiar el juicio: oíd á mis acusadores, — decía
aquel grande hombre, — oídlos, señores, advertid que lodo ciudadano tiene
derecho de acusarme y que en no permitirlo daría un golpe á esa misma
libertad que me es tan glorioso haberos dado! El tercer cargo que se
me hace es la falta de residencia que exige la Constitución por haber
estado ausente
»Por mi gusto dejé de ser presidente y dictador de Cundinamarca,
dejé de ser general en jefe de los ejércitos combinados de la república :
por mi gusto perdí veinte años de sacrificios hechos á la libertad, las
penalidades de ocho meses de marchas y el fruto de las victorias que
acababa de conseguir; por mi gusto abandoné mi patria, las comodida-
des de mi casa, la compañía de mis amigos y mi numerosa familia;
por mi gusto desprecié el amor de los pueblos que mandaba, para irme
á sentar con un par de grillos entre los feroces pastusos, que á cada hora
pedían mi cabeza; por mi gusto permanecí allí trece meses, sufriendo
toda suerte de privaciones y de insultos; por mi gusto fui transportado
2V2 AMERICANOS CÉLEBRES
preso entre doscientos hombres hasta Guayaquil, y de allí á Lima, y de
Lima, por el cabo de Hornos, á la Real Cárcel de Cádiz, y por mi gusto
permanecí cuatro años en esta cárcel, encerrado en un cuarto, desnudo,
comiendo el rancho de la enfermería , sin que se me permitiese saber de
mi familia. ¿No os parece, señores, que es más claro que la luz del día,
que yo he estado ausente por mi gusto y no por causas de la república?
¿Qué deberemos presagiar de nuestra república? ¿Qué podremos esperar
para lo sucesivo, si mis acusadores triunfan ó se quedan impunes?
»Por una de estas singularidades que no están en la previsión humana,
este juicio, que á primera vista parece de poca importancia, va á ser
la piedra angular del edificio de vuestra reputación. Hoy, señores, hoy
va á ver cada ciudadano lo que debe esperar para la seguridad de
su honor, de sus bienes y de su persona; hoy va á ver toda la repú-
blica lo que debe esperar de vosotros para su gloria.
»Si vosotros, señores, al presentaros á la faz del mundo como
legisladores, como jueces, como defensores de la libertad y de la
virtud, no dais un ejemplo de la integridad de Bruto, del desinterés
de Foción y de la justicia severa del tribunal de Atenas, nuestra liber-
tad va á morir en su nacimiento.»
X
El Senado en masa, electrizado por aquel acento, subyugado por
aquel infortunio, le absolvió por unanimidad.
Aun continuó algún tiempo sirviendo á su patria ; pero sintiendo que
su vida concluía, se alejó de Bogotá para buscar en el hermoso clima
de Leiva, solitaria y pintoresca tumba.
Dice Vergara, que al despedirse de sus amigos y familia, le pre-
guntaron: «¿Hasta cuándo?» — «Hasta nunca», contestó sonriendo.
En Diciembre de 1823 y después de recibir los sacramentos, aquel
hombre singular montó á caballo, y dirigiéndose á casa de cada uno de
sus amigos, se despidió de ellos con la cortés sonrisa que le era peculiar.
— «¿Para donde se va V.?» le preguntaban. — «Para la eternidad,»
respondía con expresión risueña.
ANTONIO NARIÑO 213
«¡Qué hermoso día tendré!» exclamó en la mañana del 13 de Diciem-
bre, y con serenidad imperturbable consultaba su reloj y señalaba
la disminución del pulso.
— « He muerto ya, — decía á los médicos: — hablan ustedes con un
cadáver».
— «No tenga V. cuidado,» le dijo el cura de Sachica.
— «Jamás lo he tenido, » contestó.
Poco después, cerrando su reloj, lo guardó en el bolsillo, y dijo: ¡ya
es tiempo! y expiró.
En la noche anterior á su muerte, había pronunciado las palabras que
reproducimos y que pintan la nobleza de sus sentimientos, las aspira-
ciones de su vida y la moderación de su carácter. *
«Odié siempre, por instinto, á los tiranos; luchando contra ellos perdí
cuanto tenía, ¡perdí hasta la patria! Cuando apareció por fin esa liber-
tad por quien había yo sufrido tanto, lo primero que hizo fué tratar de
ahorcarme con sus propias manos. Es increíble que, ya hubiera audien-
cia ó asamblea patriota, al aparecer el día, le saludaba yo preso, ame-
nazado ó desterrado... Me han dado cadenas todos, me han calumniado,
pero no he aborrecido ni á los que más me han perseguido.
» Póngame este epitafio: no quiero nada más, ni nada menos: Amé á
mi patria; cuanto fué ese amor, lo dirá algún día la Historia.
» No tengo que dejar á mis hijos sino mi recuerdo ; á mi patria , le
dejo mis cenizas».
Aun más allá del sepulcro lo persiguió el encono de sus enemigos;
dispuesta la solemnidad fúnebre para el 13 de Febrero de 1824, reci-
bieron sus hijos la siguiente carta del canónigo Guerra.
«Sk. D. Antonio Nariño y Ortega.
»Mi querido amigo: Cuando en repetidas ocasiones hemos tratado
sobre que yo predicase la consabida oración fúnebre, siempre me
dijo V. que había de ser sin que de ello me resultara algún perjuicio.
»Yo nunca calculé que así sucediera; pero de tres días á esta parte y
hoy muchísimo más, tengo positivas razones, las más poderosas, no
sólo para temerlo, sino para esperarlo indudablemente; es decir, me
consta, con absoluta evidencia, que de hacer yo el elogio que me había
propuesto del general Antonio Nariño, me van á resultar gravísimos
daños en mi carrera y, sin disputa , lo padecería hasta mi cuerpo ; harto
214 AMERICANOS CÉLEBRES
sufre mi espíritu al verme compelido á hacer á V. esta dolorosa exposi-
ción, que tampoco me es lícito amplificar porque soy sacerdote; pero yo
libro sobre el fino entendimiento de V. para que la comprenda, y sobre
el mundo, para que disimule este horrible chasco que las circunstancias
hacen inevitable.
»F. X. Guerra de Mier.
»De esta su casa á 9 de Febrero de 1824».
XI
Durante treinta años han permanecido los restos de Nariño en Leiva;
hoy sería difícil encontrarlos. Ningún monumento ha sido consagrado á
la memoria del patriota que á pesar de la adversa suerte que le acom-
pañó, es uno de los primeros y más culminantes prohombres de aquella
serie de héroes. El día aniversario de Nariño debía ser de fiesta nacio-
nal, de ofrenda al procer. ¡Que de pechos hidalgos es, reconocer los
servicios y honrar la memoria de los bienhechores de la patria !
JOSÉ MIGUEL CARRERA
JOSÉ MIGUEL CABRERA
Cubran cipreses fúnebres la escena
Del sacrificio atroz, riegúela el llanto
De la nación chilena.
Y desde el trono santo
Donde reside el Hacedor Divino,
Grato perdón descienda al asesino;
Mas eternice el genio de la Historia
La incorrupta memoria
Del que sabe morir coma hombre fuerte,
Del que marcha á la muerte
Sin que le imprima susto.
Asi muere el honrado y muere el justo:
Así, inmolados por venganzas fieras,
Murieron en Mendoza los Carreras.
amas ha temblado mi pluma al escribir un nombre.
Jamás el espíritu se ha sentido cobarde reseñando
la vida de los genios que he tenido la honra de
biografiar; pero hoy, al evocar al mártir de Men-
doza, despierta en mi alma sentimientos indes-
criptibles, en mi corazón sensaciones vivísimas,
y en mi mente ideas que me transportan á un mundo desconocido,
inmortal é infinito.
El nombre de José Miguel Carrera es el de aquel patriota sacrificado
por bastardos rencores, por envidiosos de sus triunfos, por repulsivos
sentimientos contra el que, podía obscurecer sus personalidades con la
sombra de gloria conquistada hidalga y valerosamente.
José Miguel Carrera es el héroe sublime de la epopeya sud americana;
es el mártir glorioso de la perfidia de los hombres; es el patriota legen-
dario de los guerreros tiempos , el más infortunado de los caudillos y á
la vez el más ilustre y popular.
Vio la primera luz en Santiago de Chile, el día 15 de Octubre de 1785,
en el seno del bienestar que disfrutaban sus padres D. J. Ignacio de la
Carrera y D.a Francisca de Paula Verdugo.
216 AMERICANOS CÉLEBEES
Refractario á la filosofía que estudiaba en el colegio de San Carlos,
fué enviado á Lima en casa de un tío suyo comerciante; pero como
tampoco manifestó disposición ni deseo para el comercio, y sí indicara se
encontraba inclinado á la carrera militar, pasó á España autorizado por
su padre é ingresó como teniente, apoyado por altas influencias, en el
regimiento de Farnesio.
La injusta invasión francesa de 1808 y el odio á todo yugo extranjero,
levantaron el decaído espíritu de los españoles, y como un solo hombre,
lanzáronse á la lucha contra los soldados que en cien combates, habían
alcanzado en otros pueblos la victoria.
Entre los denodados defensores de aquella gloriosa época de indepen-
dencia se encontraba José Miguel Carrera, que audaz y arriesgado alcanzó
valiosos premios y el ascenso de sargento mayor, así como la honrosa
comisión de formar el regimiento húsares de Galicia.
Brillante porvenir se iniciaba en España para el joven chileno, cuando
llegó á su noticia que su patria se agitaba anhelando su emancipación,
y lleno de noble brío y patriotismo, abandonó cuantos honores le
prometía la guerra, y el 25 de Julio de 1811 desembarcaba en Valparaíso.
Pocos días después estaba al frente de la revolución , y vencedor, esta-
bleció el 10 de Septiembre, apoyado por sus hermanos Luis y Juan
José Carrera, un Gobierno con facultades tan amplias como el mismo
Congreso. Aquél actuó hasta el 15 de Noviembre en que se estableció
otra Junta gubernativa, compuesta de Juan Martínez de Rosas por las
provincias del Sur, de D. Gaspar Marín, por el Norte, y del caudillo
Carrera como representante del Centro.
D. Bernardo O'Higgins formó parte de esta Junta por la ausencia de
Rosas; pero en Diciembre, disuelto el Congreso por la tropa, se procedió
al nombramiento de nuevo Gobierno, compuesto de José Miguel Carrera,
D. José Nicolás Cerda y D. Juan G. Aldunate.
Tenía José Miguel Carrera, figura elegante, distinguida y bella; aire
marcial, mirada dulce, pero enérgica á la vez; era joven, impetuoso,
valiente, y su carácter le hizo popular y querido, y sus infortunios le han
creado inmortales simpatías.
JOSÉ MIGUEL CARRERA 217
II
El mando de Carrera dio forma á la revolución, que hasta entonces
había caminado indecisa y débilmente.
Su aparición en la escena política chilena, impulsó el movimiento
general revolucionario, apoyado en poderosos elementos: la prensa,
representada por el periódico La Aurora, el primero que se publicó en
Chile, 1 y dirigido por el sabio y filosófico Camilo Enríquez; los centros de
instrucción pública que ponían al alcance de los jóvenes mayor caudal
de conocimientos, preparando así patriotas ilustrados para la futura
generación y ciudadanos educados ya en el nuevo orden de ideas,
arraigando en sus juveniles corazones el grandioso evangelio de la
Libertad, y sembrando fructífera semilla, benéfica para la patria.
El general Carrera, enérgico y decidido, abrigaba aspiraciones
radicales; su alma grande soñaba con formar una patria poderosa,
emancipada de rancias preocupaciones, y con heroico desinterés trabajó
para realizar tan hermoso ideal.
¡Cuántos afanes, cuántos desvelos, cuan glorioso conjunto de sacri-
ficios y de abnegada heroicidad!
¡ Cuántas veces tachado de ambicioso cedió, para desmentir tan injusto
calificativo, llevando á efecto reformas en la Constitución consultadas
con hombres de la mayor influencia y aceptadas por éstos!
Dice Benavente que: Carrera era el único hombre de aquel tiempo, capaz
de poner en movimiento los medios de defensa que el país poseía, y si la opinión
pública le hubiese prestado su concurso, muchos males se habrían ahorrado á
(II) ¡Ir ¡i á casi toda esta parte de América.
Creó ejércitos destinados á pelear por la independencia, arregló las
rentas públicas y dio los primeros pasos para la organización del país.
En Abril de 1813 llegó á Chile una expedición enviada por don José
Abascal, virrey del Perú, á las órdenes del brigadier don Antonio
Pareja, hombre arriesgado y valeroso.
Librando á la suerte de las armas el triunfo de la magna contienda,
1 La imprenta fué podida por Carrera á los Estados Unidos.
218 AMERICANOS CÉLEBRES
fué preciso que Carrera se pusiera al frente del ejército, nombrando el
Senado para sustituirlo en su ausencia á su hermano Juan José Carrera,
pero como éste tuvo á su vez que marchar á incorporarse á las tropas,
se acordó poner en su lugar á don Agustín Eizaguirre, y enfermos á la
sazón los vocales Portales y Prado, fueron nombrados en su lugar los
patriotas Pérez y el hábil Infante.
«Nuestro virtuoso pueblo, — dice Camilo Enríquez, — sea que tuviese
presente la premura de nuestras circunstancias, ó la moderación y alto
mérito de las personas nombradas, ó la confianza que le había merecido
-el Senado, no hizo sobre estos nombramientos alguna reclamación.
Estos nombramientos, no estando entre las facultades senatorias, se
reservaban, según el mismo reglamento, al pueblo soberano. Pero
nuestras circunstancias fueron terribles... » 1
III
En ese mismo año se publicó por orden del Supremo Gobierno el
proyecto de Constitución, compuesto en 1811 por el profundo é ilustrado
Egaña, documento notabilísimo que revela la clara inteligencia de su
autor y el tesoro de nuevas ideas que albergaba en su mente.
Ya en campaña, desplegó el general Carrera, en el combate de San
Carlos, el esfuerzo y bizarría de los héroes, y más tarde el sitio de
Chillan fué una de las glorias del ínclito chileno por su arrojo en la
lucha y sus acertadas disposiciones militares, aun cuando la fortuna,
valiéndose del engaño fraguado por el general realista Sánchez, de
la deserción del teniente Cálao y de otros contratiempos, ayudó á las
tropas españolas.
Los reveses no amortiguaban la constancia del General en jefe, que
trabajaba sin descanso en bien de la patria , luchando al propio tiempo
con el descontento y con las intrigas de los que pretendían derrotarle y
cambiar la dirección dada á la marcha pública. Ya El Republicano,
dirigido por D. Antonio José de Irrisarri, y El Monitor, se declararon en
abierta lucha contra Carrera y sus hermanos, aun cuando éstos, inteli-
4 Monitor Araucano. Razonamiento del senador Enriquez & las Corporaciones, el 6 de Octubre de 1813.
JOSÉ MIGUEL CARRERA 219
gentes y bravos, duplicaban sus esfuerzos á favor de la independencia;
sin embargo, el enemigo había ganado terreno en el Sur, y nuevos
refuerzos á las órdenes de Gaínza, le enorgullecieron y activaron sus
movimientos.
El ejército independiente estaba pobre, desnudo, sin poder mante-
nerse para la guerra, y dividido por tristes desavenencias, por rencores
y rivalidades.
Los esfuerzos de Carrera para contener á unos y halagar á otros,
fueron ineficaces, y la Junta inutilizó sus nobles afanes separándolo del
mando y nombrando en su lugar, jefe del ejército chileno, al coronel
O'Higgins. Poco después, disuelta aquella Corporación y nombrado
un Director Supremo, se creó el Gobierno Provisorio, y la administración del
país tomó diferente rumbo.
Entretanto el enemigo había tomado Talca, pero por su parte el
valeroso O'Higgins, previsor y activo, alcanzó la victoria en varios
combates contra las tropas de Gaínza, é intrépido y acertado, marchan-
do á la retaguardia del enemigo, atravesó el Maule, y en Río Claro
y Quechereguas ganó glorioso renombre.
Grandes acontecimientos amenazaron por entonces la independencia
de la naciente república, pues la debilidad y abatimiento de algunos
ciudadanos, la oculta simpatía de otros por el antiguo régimen y el
desconcierto de los partidos, hicieron fácil la aceptación de las proposi-
ciones de paz que el comodoro inglés Hillyar en nombre del Virrey del
Perú presentó al supremo director D. Francisco de la Lastra, y que, acep-
tadas por el Gobierno y el Senado, hacían nuevamente de Chile parte inte-
grante de la Monarquía española y obediente vasalla de Fernando VII.
En virtud de este tratado, se puso en libertad á varios prisioneros,
entre éstos al esclarecido Carrera y á su hermano D. Luis, que habían sido
tomados por sorpresa en Penco Viejo al intentar dirigirse á la capital en
la época de la llegada de Gaínza y antes de la toma de Talca *.
Juzgó el esclarecido patricio que el tratado era humillante para Chile,
y el 23 de Julio 2 de 1814 llegó á Santiago, se posesionó de los cuarteles
auxiliado por sus partidarios , depuso pacíficamente al Director supremo
y nombró una Junta 3 que hizo los postreros esfuerzos por reorganizar
1 Guzmán.
2 Guzmán dice el 23 de Agosto.
3 Compuesta de D. Julián Uribe. D. Manuel Muñoz de Urgía y del mismo general Carrera.
220 AMERICANOS CÉLEBRES
la defensa pública, dictó apremiantes disposiciones, eligió un cabildo y
trató de encauzarla administración de justicia.
El general O'Higgins, no conforme con el cambio verificado en San-
tiago, levantó el campo, pasó el Maipu y se dirigió á la capital, hasta
encontrarse en Ochagabia con las tropas de Carrera y trabar con ellas
fratricida combate. ¡Entretanto el enemigo avanzaba y la causa de la
libertad se perdía ! . . .
Sin embargo, el general Carrera, generoso siempre, sacrificando sus
particulares desavenencias en aras de la patria, se unió con el general
O'Higgins tratando de oponerse á la marcha triunfal de los realistas que,
al mando del recién llegado Osorio, se enseñoreaban del país.
IV
La funesta y heroica batalla de Rancagua puso el colmo á las desven-
turas de los independientes, y el 2 de Octubre de 1814 señaló en la
historia de Chile un día sombrío y de infausta memoria.
Durante treinta y seis horas pelearon los patriotas con el heroísmo
de la desesperación; durante treinta y seis horas hicieron prodigios de
valor; pero aun en medio del peligro, aun frente al enemigo, surgieron
la diversidad de opiniones para el plan de ataque y las rivalidades
entre ambos caudillos, contribuyendo al desastre, á la confusión y á la
total derrota.
Carrera, desesperado, viendo á su patria subyugada de nuevo, emi-
gró de Chile con sus dos hermanos, y O'Higgins y gran número de
valientes se refugiaron también en Mendoza, en donde á la sazón
era gobernador el coronel D. José de San Martín.
Las antiguas discordias entre los dos jefes chilenos se renovaron
en suelo argentino, y Carrera, tanto porque las autoridades apoyaban
al general O'Higgins, cuanto porque la sed de libertar á su patria
no le prestaba instante de reposo, se dirigió á Buenos Aires, y de
allí á los Estados Unidos, en busca de recursos que su prestigio y
su nombre podrían facilitarle.
Sus esperanzas no fueron defraudadas, y en 1816 se presentó en
Buenos Aires con pertrechos de guerra, hombres, dinero y buques.
JOSÉ MIC4UEL CABSS3A 221
¡Pero los odios fueron implacables! ¡Ni aun el patriotismo logró dis-
minuirlos ni acallarlos!
El desventurado é insigne caudillo, vio inutilizado su noble empeño
por Pueyrredon, que instigado por los enemigos del general chileno,
contrarrestó sus planes.
Tal vez el rencor, la asechanza de que era víctima, la pérdida
de aquellos afanes patrióticos y de aquella esperanza, levantaron
en su pecho una tempestad de indignación; por otra parte, Carrera
estaba pendiente desde extranjero suelo, de aquella patria tan querida,
de aquella libertad tan deseada, y por la cual se batía San Martín
sin que á él le fuera dable tomar parte. ¡El que había sido el iniciador
más esforzado, más atrevido, más popular!
El despecho fué grande, é impulsado por él, lanzóse en las revueltas
argentinas y tomó parte activa en las luchas civiles con la impetuosidad
de su carácter: la mala suerte le venció una vez más, y prófugo y asi-
lado en Montevideo, vivía protegido por el general Lecor, cuando un
terrible acontecimiento llenó de amargura su corazón , arrastrándole á
terribles represalias y hasta el cadalso.
V
Vivían en Buenos Aires, ó se consumían en la pobreza, en el dolor
y en las amarguras' del ostracismo, la animosa y sublime Javiera
Carrera 1 y sus hermanos Juan José y Luis, que habían abandonado
á su amado Chile cuando el desastre de Rancagua.
Aquella mujer sin par era el consuelo de los suyos, y ahogaba, se
bebía sus lágrimas, para que sus hermanos no sufrieran con su sufri-
miento. Todos en aquel mísero hogar, buscaban en el trabajo manual
el preciso sustento.
Pero Luis Carrera tenía una esposa adorada, un ángel que había
unido á la suya su existencia, y estaba lejos de ella, ¡vivía sin el amoroso
fuego de sus ojos, sin la ternura de su amor, sin la alegría de su
sonrisa , sin el encanto de su voz !
1 En el libro Mujeres Americanas se encuentra la biografía de Javiera Carrera.
222 AMERICANOS CÉLEBRES
Luis y su hermano soñaban con el cielo, el aire, el sol, los blancos
penachos de la cordillera que corona al suelo chileno, y ansiosos, for-
jando irrealizables planes y sufriendo esa enfermedad inexplicable,
esa nostalgia indescriptible y lógica en los que se alimentan con el
pan del destierro, se desprendieron de los apasionados brazos de la
noble Javiera, y por diferente rumbo se dirigieron hacia los Andes para
seguir hasta la anhelada tierra de la patria.
La traición los acechaba y delatados, fueron presos y aherrojados:
uno en San Luis, y el otro en la cárcel de Mendoza. Los acusaban de
conspiradores y los habían encontrado acompañados únicamente por
dos fieles amigos: Juan Felipe Cárdenas con Luis Carrera, y Cosme
Alvarez con Juan José.
¡Su capital era cuarenta y seis onzas, tal vez ganadas con largos
desvelos y afanes, tal vez economizadas á costa de dolorosas pri-
vaciones!
El anciano padre, la atribulada hermana, la triste esposa ausente,
contribuyeron con sus escasos recursos á sustentar á los presos durante
aquel largo cautiverio que finalizó en el patíbulo el 8 de Abril de 1818,
es decir, el mismo día que Mendoza celebraba con gritos de júbilo la vic-
toria de Maipu. Días antes de la ejecución se les había presentado la
cuenta de gastos, fecha 3 de Abril; era preciso que apuraran la amarga
copa hasta las heces.
La Historia hará este relato más extenso, y esta contabilidad del
cadalso * , y estos crueles detalles que anteceden á la ejecución de los dos
criminales, serán terrible manifestación de los odios políticos.
Un año había pasado desde el cruento sacrificio, cuando el terrible
drama de Juan José y Luis Carrera tuvo su cruel epílogo.
La cuenta total de gastos hechos en la prisión y la de las últimas
diligencias fué enviada á Chile, presentada al general O'Higgins supre-
mo director y pasada por éste 2 al anciano D. Ignacio de la Carrera. . .
¡Padre desventurado! su nombre en esas hojas malditas, hace extre-
mecer de horror, y ese sentimiento se traduce y transforma en
1 BicuSa Mackenna: Abril 8 de 1885, aniversario de la ejecución de los dos hermanos Carrera.
2 Santiago, Marzo 29, de 1819. — Acúsese recibo y pasen estas diligencias al alguacil de segundo voto para
que exija de D. Ignacio de Carrera el pronto pago de los derechos que se cobran. — O'Higgins Echeverría.
Santiago, Abril 22, de 1819. — Por recibido y se haga saber á D. Ignacio de la Carrera para su cumplimiento.
— Troncóse Díaz. — En el mismo día hice saber el decreto de la vuelta á D. Ignacio de la Carrera y firmo
de que doy fe. — Ignacio de Carrera Barcas.
JOSÉ MIGUEL CABRERA 223
doloroso gemido, al contemplar al octogenario agonizante pocos días
después, asesinado por aquel postrer detalle. . .
VI
La ponzoña del odio, la sed de venganza, hicieron de José Miguel
Carrera, después de este acontecimiento, un enemigo formidable para la
república Argentina. Durante tres años, su vida fué una serie de comba-
tes, de victorias y de decepciones.
Con algunos fieles chilenos recorría las pampas, é incansable,
valeroso y audaz, no perdonaba medio de hostilizar á sus enemigos.
En una de las marchas pasó treinta y cinco días internándose en el
desierto, sin encontrar sustento ni asilo hasta llegar á una tribu de
indios, que lo veneraron durante algún tiempo como Señor.
Un día, después de haberse batido como un león, fué derrotado por
fuerzas muy superiores.
Como á sus hermanos, la traición lo entregó maniatado al goberna-
dor de Mendoza; allí, arrojado en un sótano inmundo, aguardó su
sentencia, y el ilustre mártir condenado como bandido, murió en el cadalso
con la arrogante energía del guerrero, sin permitir le vendaran los ojos,
le asentaran en el fatal banquillo, ni lo maniataran.
¡Preclaro adalid de la libertad chilena, generoso campeón de la
sublime causa , tu nombre es inmortal como tus glorias , y la corona de
espinas que en Mendoza ciñeron á tu frente, es hoy la brillante aureola
del héroe!
¡Tu patria te venera y te bendice, tu hermosa y marcial figura
se destaca sobre alto pedestal, y el infeliz escarnecido en el patíbulo se
levanta orgulloso, glorificado por la Historia. *
1 En 1828 se celebraron en Chile solemnes exequias por los tres hermanos Carrera, y el 16 de Septiembre
de 1861 se inauguró en Santiago la estatua en bronce de José Miguel Carrera.
MANUEL BELGRADO
«■Lego d la Historia el nombre más ¡m r<¡
fie los fastos americanos).
Bartolomé Mitre.
I A historia de las luchas y emancipación ameri-
canas presenta tan variados y originales episo-
dios, y los hombres que contribuyeron al éxito
encierran también condiciones tan especiales,
que el historiador ó el aficionado al estudio de
las evoluciones políticas se siente interesado y
atraído hacia épocas tan fecundas en nobles
rasa'os v en brillantes resultados.
El caballeresco vencedor de Tucuinán es uno de los
proceres argentinos que seduce por su carácter especia-
lísimo: espiritualista, entusiasta, apasionado, lleno de abnegación y
patriotismo, fué de los primeros que rindieron culto á la diosa Libertad
en las orillas del ancho Plata.
Su amor por Buenos Aires acusaba que esta ciudad había sido su
cuna, 4 y nunca hijo más celoso de su prosperidad ni de su autonomía
sobrepujó á Belgrano.
Era profundamente instruido, y cuando apenas contaba diez y siete
años , ya poseía corrrectamente el rico idioma de Catón y el armonioso
1 Nació en 1770.
MANUEL BELCJRANO '¿'2ñ
lenguaje castellano que cultivó en las clásicas aulas de Vallado-lid y
de Madrid.
En 1806 era capitán de milicias urbanas cuando los ingleses ocu-
paron la ciudad de Buenos Aires; en la segunda invasión de aquéllos,
en 1807, fué sargento mayor de la legión de /o.s patricios 1 y más tarde
ayudante de campo del cuartel maestre del general César Vabiani,
contra el general inglés Witelocke.
En el año de 1809 tuvieron lugar en el Alto Perú acontecimientos
de gran trascendencia , y la rebelión de Charcas y de la Paz ahogada en
sangre, renació vigorosa en suelo argentino, y al recibirse en Buenos
Aires la noticia de la disolución de la Junta Central de Cádiz y de los
triunfos franceses en España, se formó el plan de convocar una
Asamblea para que nombrase una Junta y ésta se encargara de gober-
nar el virreinato, á lo cual, mal de su grado tuvo que acceder el
virrey Cisneros, por el aspecto resuelto de la población.
JI
El día 22 de Mayo de 1810 pidió el pueblo la deposición del Virrey,
y á pesar de que el Cabildo que había asumido el mando por acuerdo
de la Asamblea intentara contrarrestar el torrente revolucionario, no
logró su objeto y tuvo que acceder á lo solicitado por los patriotas;
pero al decretar el día 24 la organización, la Junta nombró al Virrey
para presidirla.
No se conformaron los sublevados con aquella solución que va
apoyaba la tropa, y el día 25 de Mayo, estando reunido el Cabildo
para tratar de tan serias cuestiones, invadió el pueblo por dos veces el
edificio, imponiendo su voluntad soberana para que se nombrara otra
Junta presidida por el comandante Saavedra y compuesta de seis miem-
bros, entre éstos Belgrano y Castelli, quedando instalada como gober-
nadora del virreinato, pero en realidad libre é independiente de la
nación española, pues que días más tarde se ne<¡;ó á reconocer el
Consejo de Regencia de Cádiz exigiendo que la Audiencia prestara ju-
ramento de fidelidad al nuevo Gobierno, embarcando de noche al Virrey
en un buque inglés que hacía rumbo á Canarias.
226 AMERICANOS CÉLEBRES
Desde la invasión de los ingleses se habían adoptado, como señal de
reunión en el Cabildo los colores del uniforme de los patricios , blanco y
azul , y Belgrano añadió la escarapela que por primera vez se ostentó en
el Rosario, cuando todavía el pendón gualda y rojo ondeaba en la
fortaleza de Buenos Aires.
No tenía Belgrano práctica ni conocimientos militares más que los
adquiridos en las milicias, cuando la invasión inglesa , y era entonces
abogado, hombre de elevada inteligencia y amante de la ilustración;
sin embargo, cuando se dispuso la expedición al Paraguay, marchó por
patriotismo á la cabeza de las fuerzas expedicionarias, por acatar el
nombramiento de la Junta gubernativa y llevado de su carácter caba-
lleresco é impresionable y de su enérgica voluntad.
La marcha fué larga y trabajosa, por caminos difíciles, por bosques
vírgenes, salvando peligrosos despeñaderos, abismos cubiertos por tan
exuberante vegetación, que bajo su fresca y verde frondosidad se
ocultaba la profundidad que sorprendía y aterraba á los soldados.
Mediaba Diciembre cuando la división atravesó el río Paraná, y aun
pasó un mes antes de encontrarse con las tropas del gobernador Yelasco,
fuerte de siete mil hombres, que había salido á contener la invasión.
A orillas del arroyo Paraguari se trabó el primer combate, y Bel-
grano y sus seiscientos hombres cayeron sobre el enemigo con intrépido
impulso, dispersando y poniéndolo en fuga; pero los paraguayos no
perseguidos por los argentinos, que habían ocupado el convento de
Paraguari, se rehicieron, volviendo a la pelea y derrotando á los
patriotas.
III
El segundo encuentro tuvo lugar en las márgenes del Tacuari, en
donde los independientes se batieron con denuedo y firmeza, tanto
más admirables cuanto que eran uno contra seis: los enemigos los rodea-
ban por todas partes; pero los soldados argentinos no se rinden, mueren.
Belgrano rompió las filas del enemigo asombrándole con su valor y
el de sus soldados , y tal vez debido á este arrojo otorgaron los españo-
les el armisticio de Tacuari\, por el cual pudieron emprender la retirada
tambor b aliente y banderas desplegadas.
MANUEL BELGRANO 227
Belgrano, persuasivo y elocuente, ganó á varios de los oficiales para
la causa separatista y «En breve se oyeron entre las filas paraguayas
conversaciones de independencia que las habrían hecho temblar pocos
días antes». 1
Es decir, que Belgrano, hizo la propaganda con las armas en la
mano.
La banda oriental del Uruguay estaba gobernada por el general
D. Gaspar de Bigodet; pero fué relevado éste por el general D. Francisco
Javier Elío, aborrecido por los americanos por su insolente orgullo y su
falta de prudencia.
Inmediatamente rompió las hostilidades contra los argentinos y
en las aguas del Paraná, derrotó la insignificante escuadrilla, apresando
las embarcaciones.
La chispa revolucionaria había prendido en tierra uruguaya, y el
28 de Febrero a las milicias del pueblo de Mercedes se sublevaron , reco-
nocieron á la Junta de Buenos Aires, y ésta nombró á Belgrano para
dirigir la campaña contra Montevideo, y reunidos mil doscientos hom-
bres se puso en marcha.
El Uruguay secundaba a los patriotas argentinos , y rápidamente
se había extendido el espíritu de rebelión contra España.
En San José se batían realistas é independientes pero derrotados los
primeros y prisionera la guarnición, se replegaron sobre Montevideo.
Belgrano marchó contra aquella plaza, y ya muy cerca, recibióla
noticia de la revolución de Buenos Aires (Abril de 1811) y de su sepa-
ración del mando y del ejército.
El llamado á suceder le era el presidente Saavedra.
IV
A la batalla de Huaqui, ganada por los españoles cuando aun no
había concluido el armisticio, entre el doctor Castelli, representante de
la Junta de Buenos Aires y el general Goyeneche, jefe de los realistas,
1 Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay. Rengger y Loncliamp.
2 Mitre dice en su Historia de Belgrano, el 28 de Marzo, pero consultados otros autores resulta ser una equi-
vocación.
2'2H AMERICANOS CÉLEBRES
siguieron otros desastres, y 1811 corrió en medio de desórdenes y
luchas populares, hasta que se formó el Triunvirato que desplegó
acertada dirección y resuelta actitud contra los afectos á motines
y á trastornos gubernativos, y como en el Alto Perú (hoy Bolivia) fer-
mentaba la revolución, nombró á Belgrano general en jefe en reem-
plazo de Pueyrrcdón de aquel ejército batido en Huaqui y que apenas
contaba mil quinientos hombres, sin armas, sin disciplina y sin recursos.
La falta de las grandes condiciones militares las suplía Belgrano
con natural bizarría, con patriotismo á toda prueba, con el culto y la
delicadeza para el cumplimiento de su deber, con el arrojo moral v el
pundonor del ciudadano.
A tales condiciones debió su celebridad como general, y llenar con
gloria el alto destino que le había reservado la Providencia.
Con laboriosa tenacidad y cívico ardor organizó su ejército, y sal-
vando dificultades que otro hubiera encontrado insuperables, resol vio
entraren campana, y el ID de Mayo adelantó hasta Jujui; pero ya el
general español Goyeneche ocupaba Cochabamba y enviaba activa-
mente fuerzas para conseguir la completa pacificación del Alto Perú y
trés mil hombres salieron al mando de Pío Tristán contra Belgrano
v su ejército: éste no podía hacer frente á enemigo tan superior en
fuerzas, por lo cual emprendió la retirada, triste, sombrío y abatido.
Terrible situación la de aquel hombre y abrumadora responsabi-
lidad: el ejército carecía de todo y hasta los víveres se conseguían con
luchas é inmensas dificultades por la oposición de los habitantes; ade-
más, como sucedía en todas las nacientes repúblicas, surgieron riva-
lidades v falta de concordia entre los jefes.
A pesar de aquel presente henchido de tempestades, no descuidó Bel-
grano inculcar por doquiera y despertar la idea revolucionaria y el
espíritu de hostilidad contra el antiguo régimen, y cuando tuvo noticia
de que Tristán había recibido refuerzos y que la resistencia por enton-
ces era imposible, publicó un bando enérgico y severo contra todos los
que directa ó indirectamente ayudaran á los enemigos.
Contra las órdenes del Directorio se dirigió hacia jTucumán, pobla-
ción patriota, y la cual ofreció á Belgrano dinero para el ejército y mil
hombres de milicia dispuestos á secundarle.
MANUEL BELGRANO 229
V
Era la madrugada del memorable día 24 de Septiembre de 1812,
•cuando el ejército, español, mandado por Tristán, se adelantaba hacia la
liberal y patriótica Tucumán, sin tener el presentimiento de que tras
cortas horas el pueblo argentino entonaría himnos de victoria y escri-
biría con letras de oro, la primera página en el poema de su redención.
Belgrano, desobedeciendo al ilustre Rivadavia, se coronó con inmar-
cesible lauro y creó la patria argentina.
¡Fué la inspiración del triunfo! ¡fué la decidida idea de vencer ó
morir en el campo de batalla! (su honor -en caso de derrota le hubiera
hecho buscar la muerte); fué algo extraño, algo sobrenatural, lo qué
en esa mañana hizo á Belgrano reunir algunos voluntarios, fortificar
rápidamente la ciudad, guarnecerla con corta fuerza disponible y
lanzarse en busca de los realistas.
«Rueguen al Cielo haga un milagro», exclama dirigiéndose á las
nobles hijas de Tucumán, y aquel moderno Leónidas sale al campo con
su escasa tropa, pero llevando en sí mismo todo un ejército vigoroso y
ferviente.
Allí se batían en supremo combate las tradiciones veneradas del
pasado, contra la potente y sublime convicción del hombre fuerte con su
derecho y rebelde á pasivo vasallaje.
¡Cuan denodadamente peleó la caballería gaucha mandada por el
bravo é intrépido Balcarce! ¡Qué admirables detalles, (pié perspectiva,
debía presentar el campo de batalla !
La imaginación evoca á los audaces gauchos, sobre briosos caballos
dé las pampas que manejan con increíble soltura, flotante la abundosa y
obscura cabellera, ardiente la mirada cual si con ella pretendieran herir
al enemigo, cubierto el fornido busto con el -poncho de variados colores y
venciendo á las experimentadas tropas europeas con su bravura y sel-
vática porfía.
La victoria de Tucumán hizo retirar al enemigo á Salta, y Belgrano
se ocupó sin descanso de reforzar su ejército para volar á su alcance; sus
movimientos fueron temerarios y coronados por brillante éxito. La reñida
l230 AMERICANOS CÉLEBRES
batalla de Salta dio nuevos laureles al afortunado General en jefe, é hizo-
capitular á Tristán el 20 de Febrero de 181o, permitiendo el generoso
argentino que se retirara por el camino de Huamahuaca , exigiéndole el
juramento (que no cumplió) de no tomar las armas contra el Gobierno
independiente, en territorio argentino.
La Asamblea le concedió al vencedor honores y dinero: el ínclito
guerrero aceptó los primeros, y el segundo (40,000 pesos) lo dedicó para
la fundación de cuatro escuelas.
Dos meses más tarde ocupó Belgrano la ciudad del Potosí en el Alto-
Perú, haciéndola centro de las operaciones del ejército argentino.
Relevado Goyeneche por solicitud suya, fué reemplazado por el
brigadier de artillería D. Joaquín de Pezuela, y éste permaneció tres
meses reconcentrando fuerzas y preparándolas para la campaña , empren-
diendo ésta y marchando contra los argentinos hasta encontrarlos en
la pampa del Vilcapujio, en donde en 1.° de Octubre de 1813 se dio la
batalla indecisa en algunos momentos, pero por último funesta para los
independientes, que dispersos y diezmados se retiraron á Potosí; pero
perseguidos por Pezuela volvieron á encontrarse en Ayouma, y Belgrano
sufrió el dolor de ser vencido por segunda vez. La fortuna se tornaba
contra él, y con 1,000 hombres, restos de su ejército, emprendió precipi-
tadamente la retirada hasta Jujui.
VI
¡Tucumán lo recibió de nuevo en su seno; pero sombrío, desalentado y
enfermo!
El general D. José de San Martín se adelantó hasta Yatosto para
tomar el mando de las destruidas tropas, y Belgrano, quedó en Tucumán
como coronel del regimiento número uno y dispuesto á comparecer ante
el consejo de guerra por orden del Congreso.
El caballeresco é infortunado guerrero encontró en San Martín la
generosidad del héroe, al entregarle su espada victoriosa un día:
«Guardadla, — dijo el futuro vencedor de Chacabuco, — aun será muy
útil en pro de la independencia nacional».
MANUEL BELGRANO . 231
En 1814 envió el Gobierno argentino una Comisión diplomática
á Europa compuesta de D. Bernardino Rivadavia, D. Manuel Sarratea y
D. Manuel Belgrano, para solicitar el reconocimiento de la independen-
cia y el protectorado de alguna de las grandes potencias.
La Comisión no obtuvo resultado favorable y volvió á Buenos Aires
en 1815.
El 9 de Julio de 1816 se proclamó solemnemente la independencia por
el Congreso reunido en Tucumán, y el 7 de Agosto del mismo año fué
repuesto Belgrano en el mando del ejército del Alto Perú, y con no
desmentido entusiasmo y perseverante afán, se ocupó durante cuatro
años en perfeccionar, organizar y disciplinar las fuerzas.
El ejército estaba acuartelado, parte en la ciudadela y. parte acam-
pado en Lules, en donde Belgrano volvió á ocupar su casita rodeada por
una lozana huerta.
Ya empezaban á bosquejarse las temibles luchas civiles y la prolon-
gada serie de trastornos que tan triste espectáculo habían de proporcio-
nar, sumiendo al país en la anarquía y haciéndole presa de odiosos
caudillajes.
En 25 de Mayo de 1819 fué jurada la nueva Constitución, y Belgrano,
que había sido llamado por el doctor Pueyrredón, se trasladó de nuevo á
Tucumán gravemente enfermo.
El 14 de Noviembre de 1819 estalló un movimiento apoyado por la
tropa y capitaneado por Abrahán González, quien triunfó sin oposición:
«Pero en esa hora de la noche brillaba una luz en una casita blanca y
techada de paja, hacia la ciudadela. Velaba allí un moribundo cuya voz,
aun prestigiosa, podía arrastrar á todo un pueblo. Allí se dirigió el
oriental González; Belgrano estaba en pie luchando contra la parálisis
que invadía su cuerpo y quería destinarle á la inmovilidad.
»A sus palabras indignadas, González no contestó sino con la orden
de remacharle una barra de grillos, en circunstancias que sus piernas
hinchadas no podían soportar el contacto de la ropa 4; felizmente obtuvo
su médico que la orden no fuera ejecutada, contentándose con poner á la
puerta un centinela de vista » .
En Febrero de 1820 salió Belgrano de Tucumán, de aquella ciudad
querida, teatro de su gloria.
1 Bartolomé Mitre.
282 AMERICANOS CÉLEBRES
El gobernador D. Bernabé Araoz se había negado á proporcionarle
recursos para su viaje á Buenos Aires.
¡Siempre la ingratitud persigue á los héroes!
VII
Su médico, el capellán y dos leales ayudantes, 1). Jerónimo Elguera
y 1). Emilio Salvigni, acompañaban al desvalido y triste General.
Su trayecto hasta la capital argentina, fué un cruel martirio para su
sensible y patriótico corazón.
Por todas partes veía las huellas de la rebelión, y la indiferencia
v hasta el desprecio con que se miraba al vencedor de Tucumán.
En Córdoba sufrió el agudo pesar de la negativa de auxilios, y por
último llegó á su ciudad natal paralizado físicamente por la enfermedad,
y decaído el espíritu, y amargado por la adversa suerte.
Estaba en su ocaso: ¿Qué esperaba ya sino la muerte?
No tardó en alcanzar el eterno sueño. El 20 de Junio del mismo año
se eclipsó aquel astro de la independencia; general improvisado por el
patriotismo, guerrero victorioso por el pundonor y la hidalguía, alma
grande y generosa, sencilla en el apogeo de su gloria, sufrida en los
días de la adversidad.
¡Cuántas veces paseándome por el pintoresco pueblo que lleva su
nombre, evocaba aquella existencia toda de la patria, toda de la liber-
tad! ¡Qué reflexiones me sugería la estatua levantada cincuenta y tres
años después de su muerte por el agradecimiento nacional, y que en
cortas, pero elocuentes frases, encierra la historia de aquella vida de
abnegación y sacrificio!
Un hombre ilustre ha escrito un libro admirable, 4 es la glorificación
de Belgrano. Mitre ha sido el digno Plutarco del héroe argentino.
¡Loor al nombre del vencedor de Tucumán ! Loor eterno á su memoria!
1 Historia de Belgrann.
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA
hemos propuesto en esta galería de inmortales,
presentar aquellos patricios que alzaron en cada
uno de los países americanos el primer grito de
libertad, y enarbolaron la santa enseña de la
independencia. Sería un trabajo extensísimo, ó
imposible en el espacio de esta obra, dar un
puesto á todos los que en la guerra magna, fueron
astros de su cielo, y por esto escogemos las figuras
que más resaltan y que pusieron los cimientos
para la evolución política social que, se efectuó
en los países del nuevo continente.
Al bosquejar los actos del sublime cura de Dolores, no puede menos
de fijarse la imaginación en que, nacido en 1753 y consagrado al sacer-
docio, surgiera en su mente una idea que si bien encontró apoyo en
una'pequeña parte del clero, éste le fué generalmente hostil, sobre todo
en las individualidades que habían nacido en época muy anterior y que
abrigaban principios monárquicos arraigadísimos y los respetaban
hasta hacer de ellos un culto, casi una religión.
Con fuertes probabilidades de perder en la contienda, asombra el
arrojo y la energía de aquel modesto párroco, y el oleaje de ideas que
debieron germinar en su cerebro para encender en él aquel amor á la
emancipación de su patria.
234 AMERICANOS CÉLEBRES
II
Miguel Hidalgo y Costilla había visto la primera luz en una hacienda
de Corralejo, en el Estado de Guanajuato, y sin duda su carácter serio
desde niño y la tendencia á estudios de fe y de meditación, prepararon
su espíritu para la gran misión que debía desempeñar en la tierra y
llevar con serena resignación la palma del martirio; pues si los pri-
meros cristianos la alcanzaron sacrificándose por aquel principio lleno
de luz y de consoladoras promesas, su alma tuvo el misticismo de la
libertad y la luminosa perspectiva de la redención nacional.
Hidalgo saboreaba en autores franceses, á los cuales era aficionado
por que conocía el idioma francés, las reformas y adelantos materiales y
morales, y nuevas ideas cambiaban las suyas primitivas, impulsándole
por un camino de progreso que admiraba entonces y le perjudicaba
para con los refractarios á innovaciones.
III
Había* servido varios curatos, cuando la muerte se cebó en su herma-
no mayor, don Joaquín, pasando entonces á desempeñar el de Dolores,
en donde vivió retraído, soñando con la aurora de una nueva era, pero
sin tomar iniciativa en los acontecimientos ni prestar concurso para la
deseada independencia.
Durante el mando del obispo virrey T. J. de Lizana, habían tenido
lugar algunos conatos de rebelión , sobre todo al llegar las noticias de la
agitación que se advertía en el Ecuador y en Venezuela: ya en 1809,
pudo sofocarse en Valladolid un pronunciamiento cuyo jefe era Santa-
maría, hombre de ideas muy avanzadas.
Este religioso, fraile franciscano, fué preso al bajar del pulpito así
como otros varios de los conspiradores; pero debemos decir en honor del
Virrey, que hizo suspender la causa y puso en libertad á todos los proce-
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA 235
sados, á quienes el sucesor de Lizana, el severo y cruel Venegas, volvió
á reducir á prisión ; pero Santamaría pudo burlar la vigilancia y esca-
parse, muriendo más tarde en Acapulco.
El foco de insurrección sofocado en Valladolid (Morelia), se recon-
centró en Querétaro , en donde contaba con el poderoso auxiliar del go-
bernador Domínguez y de su animosa compañera.
Ya Hidalgo, puesto de acuerdo con Allende, se ocupaba en hacer pre-
parativos de guerra, acopiando materiales aunque en escaso número, ha-
ciendo construir veinticinco lanzas y procurando sublevar la tropa por
medio de algunos sargentos del batallón Cluanajuato.
Difícil es que una conspiración estalle sin tener en su seno traidores,
y denunciada la de Querétaro, muchos de los conspiradores fueron redu-
cidos á prisión , entre ellos el gobernador y su noble y patriota esposa
la heroína doña Josefa Ortiz. A pesar del sobresalto y de la natural pre-
mura , logró la valiente matrona pasar el aviso de lo sucedido al patriota
Allende, y por medio del alcaide Pérez consiguió que el capitán Aldama
llevase la noticia á Hidalgo, quien es fama que al escucharla exclamó:
« Caballeros , somos perdidos : — aquí no hay. más que ir á coger gachu-
pines». 1
Y el modesto y obscuro sacerdote sintió en sí el impulso de los héroes,
el arrojo del genio, á pesar de su avanzada edad.
— ¿Qué hacemos? — repuso Aldama. — «Obrar con energía y aprove-
char el tiempo » .
Y en aquella pobre habitación del curato de Dolores, se resolvió la
independencia mejicana en la noche del 15 de Septiembre de 1810.
IV
En aquellos momentos llegó Allende, y acompañado por este capitán,
por don José Santos Villa, don Mariano Costilla y diez hombres más,
todos bajo la mágica influencia de Hidalgo, se dirigieron á la cárcel, y
amenazando al alcaide, soltaron los presos y los armaron con espadas
1 Nombre que dan en Méjico á los españoles.
236 AMERICANOS CÉLEBRES
pertenecientes al regimiento de la Reina que estaba en el pueblo y que
el sargento Martínez, puso á disposición de los patriotas.
Con tan exigua fuerza y algunos habitantes que asistieron á la misa
dicha muy de madrugada ( pues era domingo), salió Hidalgo con direc-
ción á Quanajuato, tomando por ensena de su atrevida empresa, en el
templo de Atotonilco una imagen de la Virgen de Guadalupe: aquélla
fué la insignia del ejército independiente, pues hasta en los sombre-
ros la llevaban los patriotas.
Ciertamente que la revolución no hubiera tenido eco en el pueblo
sino por la influencia de la religión, y tampoco podría haberse iniciado
á no ser por el bajo clero, pues la especial organización de la colonia la
hacía imposible de otra manera: tal es la causa por la cual en Méjico
los principales jefes del levantamiento fueron sacerdotes.
Hidalgo encontró en su marcha, considerables refuerzos en los capa-
taces de las Haciendas, en los campesinos que muchos iban armados con
hondas, palos, azadas, horquetas y otras herramientas de campo.
El día 21 llegaron á Celaya, en donde pusieron presos á los espa-
ñoles v — sin culpar á Hidalgo, pues que él había prohibido severa-
mente todo desorden; — preciso es confesar que se cometieron algunos
abusos en nombre de la libertad.
En aquella población, v antes de llegar los patriotas, los frailes del
(¡armen montados a caballo , recorrían las calles con la espada en una mano
y el crucifijo en la otra, gritando: — ¿Hijos míos, los herejes vienen á
Telava: levantaos en nombre de Dios v marchad á confundirlos». 1
En vano deseaban excitar el entusiasmo, pues jóvenes y viejos corrían
al encuentro del improvisado ejército y engrosaban sus filas.
Si el cura de Dolores al salir de su modesta casa no contaba para la
revolución sino con quince hombres, doce días más tarde tenía treinta
mil bajo sus órdenes y era jefe supremo nombrado por el Ayuntamiento
de Celaya.
' Mora. — Méjico ¡/ su* revoluciones.
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA '2'M
V
Por entonces se encontraba recién llegado á Méjico, el temible cuanto
valeroso virrey Venegas, quien sabiendo que en Caracas y en Buenos
Aires se habían sublevado contra la dependencia de la Metrópoli, y que
Nueva España amenazaba á su vez derrocar á las antiguas instituciones,
prohibió terminantemente la entrada de periódicos y libros que pudieran
desarrollar los nuevos principios, dando esta arbitraria orden precisa-
mente cuando acababa de proclamarse por las Cortes la ley de libertad
de imprenta y facultad individual para emitir el pensamiento libre.
Entretanto, poseído Hidalgo por el ardiente deseo de emancipación
para su patria, había adelantado á Guanajuato venciendo antes sus
tropas en la Albóndiga de Granaditas, en donde el intendente Riaño se
hizo fuerte y se defendió hasta que, asaltado fué muerto y pasados A cu-
chillo los nobles defensores.
Al ocupar la ciudad y para refrenar á sus soldados y al populacho.
publicó un bando imponiendo serios castigos á los que no lo observasen
y se entregaran al saqueo ó cometieran otros abusos, consagrándose
inmediatamente á prepararse contra el Virrey y sus batallones que acu-
dían á sofocar el levantamiento. Al propio tiempo Hidalgo se ocupó en
la organización general.
El clero anatematizó al cura de Dolores: le acusó de impío, apóstata,
cruel y sacrilego: la Inquisición fulminó terribles cargos, declarando es-
taba procesado por el Santo Oficio, como hereje, reformista, luterano,
cargos á los cuales contestó Hidalgo con serena dignidad defendiéndose
y citando como testigos á sus feligreses en los curatos de Dolores y San
Felipe, á sus soldados y á sus amigos. Rechazó haber sido encausado
como hereje, pues que él era ardentísimo defensor de la religión, por la
cual sacrificaría hasta su vida, y añadiendo (pie sólo era juzgado como
tal desde que había dado el grito de libertad; pero más decidido cada
día contra el sistema colonial, exclamaba : — «Rompamos esos lazos de
ignominia que nos han tenido ligados tanto tiempo; para conseguirlo no
necesitamos más que unirnos; si nosotros no peleamos contra nosotros
mismos, la guerra está concluida y nuestros derechos á salvo: unámonos
238 AMERICANOS CÉLEBRES
pues, todos los que hemos nacido en este dichoso suelo; veamos desde hoy
como extranjeros y enemigos de nuestras prerrogativas á todos los que
no son americanos».
El 10 de Octubre de 1810, salió Hidalgo para el Sur con el grueso de
las tropas, dividido el ejército en dos cuerpos, y marchando por el valle
de Santiago y Acámbaro.
Al acercarse á Valladolid, salió una comisión á su encuentro hasta
Judaparapeos, pues que no siendo posible la defensa, y abandonada la
ciudad por las autoridades, habían resuelto ponerla en manos del jefe
de los independientes.
El 17 de Octubre tomó posesión Hidalgo de Valladolid, ya ocupada
el 15 y 16 por tropas patriotas, y dirigiéndose á la catedral para
dar gracias por el éxito que hasta entonces tenía la campaña, vio con
asombro que estaban cerradas las puertas: según los canónigos estaba
el noble caudillo excomulgado y no podía entrar en sagrado.
Hidalgo se sobrepuso á la indignación que le causaba la ruin ven-
ganza de los canónigos; pero como el Conde de Sierra Gorda, había
quedado en la población de gobernador de la Mitra, hizo que éste
levantara la excomunión y que se pasara comunicación por cordillera
á todos los curas.
Durante su estancia en Valladolid, se engrosó considerablemente el
ejército con milicias provinciales, ocho compañías para guarnición
de la ciudad y el regimiento de dragones de Patzcuaro; crecieron los
recursos para la campaña con cuatrocientos mil pesos, tomados del
cofre de la catedral, y dinero de varios particulares, y nombrado don
José Anzorena para intendente de Valladolid, salió Hidalgo el 19 con
dirección á la capital.
Su prestigio crecía, y en Acámbaro fué proclamado generalísimo;
Allende, capitán general, y Aldama, Balleza y otros, tenientes generales.
Entonces Hidalgo vistió el uniforme de su grado: casaca azul con
vuelta encarnada y bordada de oro y plata; tahalí de terciopelo negro
bordado, y en el pecho una imagen grande de oro de la Virgen de
Guadalupe.
Siguió el ejército su marcha , y el día 30 de Octubre , en la acción
del monte de las Cruces, derrotó completamente á la división realista
mandada por el coronel Trujillo, y que el virrey Venegas había enviado
para batir á los patriotas é impedir la marcha á la capital.
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA 239
VI
Cuando recibió el virrey Venegas la noticia de la acción del monte
de las Cruces, se alarmó temiendo una sorpresa, y situó la guarnición
de la capital en el paseo de Bucarelli; pero por extraña é incompren-
sible vacilación de Hidalgo, se abandonó la idea de caer sobre Méjico,
y contra la opinión de Allende y de otros, dio orden para que el ejército
emprendiese la retirada.
Allende, que comprendía la importancia de haber aprovechado de
la victoria en el monte de las Cruces para dar un golpe en la capital
antes de que. el general Calleja y el jefe realista Flon acudieran para
auxiliar al Virrey, manifestó á Hidalgo su desagrado, y el altercado
entibió considerablemente la buena inteligencia de ambos, tanto más
cuanto que ya anteriormente había empezado la desunión entre ellos.
El Virrey, considerando la retirada como una derrota , se negó á
recibir los pliegos y parlamentarios enviados por Hidalgo, los cuales se
presentaron en la garita de Belén el día de Todos, los Santos.
Dícese, y se admite como hecho histórico, que Allende fué el iniciador
de la idea emancipadora y que él se la había comunicado á Hidalgo
mucho tiempo antes del grito de Dolores.
VII
Mientras tenían lugar estos acontecimientos, el general Calleja, que
se encontraba en el pueblo de Dolores, tuvo noticia de que Sánchez y
Villagrán se dirigían contra Querétaro, y como de la plaza se le pedían
auxilios, salió para aquel punto y lo ocupó con sus tropas el 1.° de
Noviembre de 1810, pero había pasado el peligro, y el virrey Venegas
con reiteradas órdenes le llamaba á Méjico; salió, pues, el día 3 con
dirección á la capital por San Juan del Río de Arroyozarco, y el día 6 se
encontró con una partida de los independientes y la dispersó dirigién-
240 AMERICANOS CÉLEBHE8
dose á San Jerónimo de Acúleo, punto donde acampaba el generalísimo
Hidalgo con todas sus fuerzas que se componían de cuarenta mil hom-
bres y doce cañones, mientras que las de los realistas no pasaban de
cinco mil doscientos de todas armas y diez piezas.
La batalla era inevitable; por lo que Hidalgo hizo ocupar la colina
que desde el pueblo se extiende hasta terminar en el cerro de Acúleo,
formando con su ejército tres líneas de batalla: la posición era admirable
para la defensa, y además, fuerzas tan superiores á las del enemigo eran
una garantía más para el triunfo.
Pero fácil es comprender el por qué sucedió todo lo contrario de lo
que podía creerse, si se considera que las tropas realistas estaban perfec-
tamente organizadas: su artillería manejada por hábiles jefes y soldados
prácticos, y que los cinco mil doscientos hombres realistas estaban bien
armados, disciplinados y con oficialidad instruida en el arte de la
guerra; mientras que la mayoría de los independientes llevaba hondas
por fusiles; que de éstos no habría tal vez trescientos en los cuarenta
mil, que en lugar de bayonetas se batían con garrotes, siendo á la vez
bisónos en campal combate; que no tenían reglas ni saber para disparar
sus cañones, y por último, soldados por entusiasmo y por amor patrio,
carecían de todas las condiciones de los españoles, y apenas éstos
avanzaron y forzando sin gran dificultad el paso de la barranca ocu-
paron las colinas, huyeron aquéllos desbandados por el terror, proc ti-
rando escariar de la persecución del enemigo.
Este funesto resultado hizo perder á Hidalgo once piezas de arti-
llería; los cañones y parque, tomados en el monte de las Cruces; cajas
de pólvora, municiones, banderas del Celaya y una del Valladolid:
reses, muías, equipajes, además de seiscientos soldados prisioneros,
muchos de los cuales hizo fusilar el general Calleja, militar intransi-
gente, fiel á su deber y valeroso, pero cruel en demasía.
El desastre de Acúleo no entibió la fe de los patriotas en su causa.
y en el interior, la revolución había hecho grandes progresos,- y pobla-
ciones de importancia como Guadalajara, San Luis Potosí y otras, esta-
ban ocupadas por tropas de los libres.
Hidalgo, que después de la derrota de Acúleo se había retirado á
Valladolid, marchó para Guadalajara, participando su resolución al
general Allende, que estaba en Guanajuato, y que por su parte contestó
severa y destempladamente, desaprobando la marcha de Hidalgo é indi-
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA 241
candóle que aquella población necesitaba auxilios y que era más impor-
tante socorrerla, que llevar á cabo el viaje proyectado.
Tero ya el Generalísimo había salido para Guadalajara, y por impres-
cindible ley de represalia hizo fusilar antes á los españoles prisioneros
en Valladolid.
Esta población y Guanajuato volvieron á poder de los realistas, y el
Gobierno patriota se estableció en Guadalajara, nombrando Hidalgo
ministro de Gracia y Justicia á don José María Chico, y secretario de
Estado y del despacho á don Ignacio López Rayón.
Hidalgo procuró hacer un tratado de alianza ofensiva y defensiva
con los Estados Unidos; pero el comisionado, que lo fué Ortiz de Letona,
cayó prisionero y murió, según algunos, de un ataque al cerebro, y
según otros, envenenado.
Hidalgo, de acuerdo ya con Allende, que después de vencido en
(Tuanajuato por Calleja se había reunido con el Generalísimo, aumentó
el ejército é hizo trasladar desde el puerto de San Blas municiones y
artillería, y quiso instruir y disciplinar al ejército; abolió la esclavitud
v emprendió útiles reformas administrativas.
No se concibe en un hombre tan modesto y liberal como Hidalgo,
que en esa época se rodeara de fastuoso aparato y aceptara el trata-
miento de Alteza Serenísima, imprimiendo á todos sus actos el sello de
absoluta autoridad, y también que con desdoro de su nombre, de sus
ideas y hasta del prestigio de la revolución, permitiera ejecuciones y
venganzas reprobadas por jefes como Allende y que han empanado la
gloria de Hidalgo.
Estimulado el ejército por el virrey Venegas, quien confirió grados y
ofreció recompensas, y formado el plan de campaña, siguió Calleja
hasta Tepatitlán, en» donde esperó al general Cruz, recién llegado de
España; pero el 14 de Enero de 1811, decidieron los patriotas dar una
batalla, y al efecto tomó posiciones el ejército en el puente de Calderón,
sitio elegido por Allende y Abasólo; cien mil hombres de infantería y
veinte mil de caballería con noventa y cinco cañones, estaban dispuestos
para el combate que tuvo lugar el 17; los patriotas pelearon seis horas
con arrojo y perseverancia; la victoria se inclinaba á sus filas, pero por
último triunfó Calleja, y los independientes huyeron con inmensas pér-
didas, saliendo Hidalgo para Aguas Calientes y Zacatecas, adonde le
alcanzaron Allende, Arias y otros jefes.
242 AMERICANOS CÉLEBRES
Así como en Acúleo, la derrota de Calderón se debió tal vez á la
falta de organización de los patriotas, al crecido número de indios y
gente del campo que nada entendían de táctica militar, á la falta de
armas y de orden y también á la diversidad de opiniones entre Hidalgo
y Allende: durante la campaña de estos dos jefes, la falta de unión entre
ambos influyó fatalmente y los condujo á su ruina.
Al llegar á la hacienda de Pabellón, fué depuesto Hidalgo y tomó
el mando Allende, aun cuando sin hacerlo público, y el Generalísimo
siguió al ejército hasta proyectar un viaje á los Estados Unidos, dejando
las tropas á las órdenes de Rayón y dirigiéndose Hidalgo, Allende y
otros á las Norias de Bajan.
El traidor capitán Ignacio Elizondo que de realista se había tornado
en patriota, y de nuevo cuando vio el mal estado de la causa de inde-
pendencia, volvió á ser partidario del Gobierno español, denunció el
sitio en donde se encontraban los jefes patriotas, y uniendo el engaño á
la traición, pues les hizo creer iba á reunirse con ellos y llevando tres-
cientos cuarenta y dos soldados, hizo prisioneros á los nobles defensores
del principio de libertad: ¡eterno anatema para los malvados y trai-
dores !
VIII
Hidalgo fué conducido á Mondova y de allí á Chihuahua, en donde
un consejo de guerra le juzgó y condenó á la degradación , que se efectuó
el 29 de Junio de 1811 en el Hospital real (pues en aquel edificio estaba
preso Hidalgo). Por el juez eclesiástico Dr. Valentín, por los curas ordi-
nario y castrense y por el guardián de San Francisco, fué ejecutado
aquel acto.
Después de la ignominiosa escena le entregaron á la justicia secular,
la que condenó al noble patriota á ser pasado por las armas.
El mártir de la libertad mejicana, escuchó su sentencia con digna
serenidad y se preparó á morir. En la prisión tomó chocolate y un vaso
de leche y salió tranquilo para el sitio de la ejecución ; perdonó a los
soldados, les confortó con suaves palabras, y al llegar al corral del edifi-
cio y ver el fatal banquillo, adelantó con paso firme y sin permitir le
pusieran venda en los ojos.
MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA 243
Apoyó su mano sobre el corazón indicando á los soldados el sitio
adonde debían tirar; el infortunado cura de Dolores sufrió la primera
descarga sin perder la vida; en la segunda, rotas las ligaduras, cayó al
suelo bañado en sangre , y tres tiros más dieron fin á su agonía en 30 de
Julio de 1811.
Allende, Aldama, Giménez y Santamaría, fueron ejecutados en la
plaza al día siguiente 1.° de Agosto, en donde hoy se levanta un monu-
mento á su memoria, y fueron enterrados, así como D. Miguel Hidalgo y
Costilla, en la tercera orden de San Francisco.
La cabeza del venerable cura de Dolores, con las de Allende, Aldama y
Giménez , fué puesta en jaula de hierro en los ángulos de la Alhóndiga de
Granadita de Guanajuato, hasta que en 1824, * reunida al tronco se
depositó en una urna con los restos de sus tres infortunados compañeros,
y por decreto del Soberano Congreso fué conducida á México recibida
•con pompa y solemnidad, y sepultada en la catedral bajo el altar de los
reyes, en bóveda destinada en la época del coloniaje para los virreyes
y después para los presidentes de la república.
Dice el historiador D. Lucas Alemán «que Hidalgo era de mediana
estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos vivos; que tenía
la cabeza algo caída sobre el pecho y estaba bastante cano y calvo , pero
vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos; de pocas pala-
bras en el trato común, pero animado cuando argumentaba á estilo de
colegio; usaba capote de paño negro, sombrero redondo y bastón grande,
y componía su vestido el calzón corto, chupa y una chaqueta de un
género que venía de la India y se llamaba rompecoche; era compla-
ciente y obsequioso, tenía la voz dulce y la conversación amena».
El sacrificio de su vida corroboró las palabras dirigidas á Allende
momentos antes del levantamiento: «Los autores de estas empresas no
gozan el fruto de ellas».
El nombre del modesto cura de Dolores está escrito en letras de oro
en el salón del Congreso mejicano, y éste, le declaró benemérito de la
patria.
L<a gratitud del pueblo ha hecho mucho más : ha levantado un altar
en su corazón al mártir de la independencia.
I En el libro Gobernantes de Méjico dice que fué en Julio de 1823, pero otros datos afirman haber sido en 1821*
ANTONIO RICATJRTE
EL HÉROE DE SAN MATEO
I .
N el gran cuadro de la historia dé las naciones, se
consagra privilegiado puesto, á todo aquello que
elevándose sobre la generalidad de los aconteci-
mientos, tiende á ser admiración de los contem-
poráneos y noble ejemplo para las futuras edades.
Hav hechos tan culminantes, que fijan la atención
general y descubren individualidades, que sólo en un
momento supremo se revelan y ponen de manifiesto el
tesoro de temerario valor, de abnegación sublime ó de
^s*^^\ virtudes ignoradas hasta aquel instante.
A este número pertenece Ricaurte.
Este inmortal colombiano, víctima de la guerra de independencia en
Venezuela, había nacido en Bogotá al finalizar el siglo xvtii, y como ya
en aquella época se agitaban los pueblos americanos pugnando por
plantear principios nuevos y formar patria, bebió en aquella fuente las
ideas de libertad que se desarrollaron y crecieron al empezarse la magna
contienda, sostenida por Miranda, Bolívar, Nariño y tantos hombres,
que no desmayaban ni cejaban en el camino emprendido.
Su carácter adquirió la fría serenidad y la indiferencia por la muerte,
que caracterizaba á los caudillos de la independencia americana, porque
de aquel incesante combatir, de aquellas vidas segadas en los campos de
AXTOXIO RIC.U'RTK "245
batalla, de la preciosa y noble sangre derramada, había de resultar
el bien futuro y la consolidación de la libertad.
Y el cómbate fué largo entre los dos sistemas enemigos: entre dos
bandos igualmente empeñados, tenaces* y decididos.
El movimiento iniciado en casi toda la extensión del nuevo conti-
nente, arreciaba y adquiría colosales proporciones. La fama transmitía
á la asombrada Europa, los acontecimientos de aquel mundo casi desco-
nocido, en donde se libraba batalla de trascendentales consecuencias
para el universo, desigual en fuerzas, pues cortísimo número de valien-
tes, se atrevían á desafiar á ejércitos aguerridos y que disponían de
poderosos elementos.
II
La defensa de ¡San Mateo y el heroísmo de Ricaurte, son una de
aquellas páginas gloriosas que inmortalizan á un pueblo.
En los mediados de Marzo de 1814, ya restablecido el terrible Boves,
de una herida que había recibido en la sangrienta acción de San Mateo,
ganada aunque con grandes pérdidas por el Libertador Bolivar, se pro-
paraba de nuevo á emprender la campaña con vigoroso esfuerzo.
Admírase en Boves, la perseverancia y valor indomable que le distin-
guía, y estas mismas condiciones realzaban el empuje de sus soldados,
que mandados por él, estaban siempre ansiosos de medir sus armas con
las de los patriotas, no menos infatigables, no menos valerosos y que á
su vez se batían á las órdenes de un caudillo denodado y tenaz.
El 25 de Marzo, días después de haber sufrido los españoles una
derrota en el camino que conduce á Valencia, se puso Boves al frente de
sus tropas decidido á hostilizar á Bolivar en su posición de San Mateo,
situado entre la laguna de Valencia y la Victoria, en el espacio en donde
las cordilleras forman como una llanura; coronan al pueblo dos series de
montañas: una al Sur y otra al Norte. En la última se ven dos eleva-
ciones: la primera tiene por nombre el Calvario, y en la cima de la
segunda existía una casa perteneciente al Libertador, en donde se halla-
ban establecidos el hospital de sangre y el parque, defendidos por el
capitán Ricaurte.
246 AMERICANOS CÉLEBRES
Al pie de esa colina se extendía el Ingenio, hermosa hacienda que
también formaba parte del patrimonio de Bolívar.
El jefe español había formado el plan de apoderarse del parque
por sorpresa, y para lograrlo, ordenó á sus tropas ocupasen las altu-
ras mencionadas, ínterin él distraía al enemigo atacándolo por San
Mateo.
El temerario pensamiento se puso en ejecución , y cuando apuntaban
los primeros albores del día, Boves se lanzó impetuosamente sobre el
llano rompiendo el fuego por todas partes y estimulando á los soldados
con su valor y acertada dirección.
Bolívar y sus tropas, correspondieron al incansable enemigo, y la
infantería patriota peleó con aplomo y singular bizarría.
Unos y otros se buscaban en todas direcciones y la victoria perma-
necía indecisa, inclinándose á favor de los patriotas unas veces, y otras
halagando á los españoles.
Los independientes atacaban á su vez vigorosamente.
Las tropas de Boves , plegaban bajo el potente esfuerzo de los repu-
blicanos; el combate era dudoso, pero en aquel instante el estupor para-
lizó á los soldados de Bolívar.
Los realistas ocupaban las alturas y amenazaban al parque. .
La estrategia de Boves había logrado feliz éxito: de las montañas
descendían fuerzas numerosas, y el peligro era supremo.
Los corazones no latían; la ansiedad se reflejaba en todas las miradas
y en los tostados rostros de los combatientes.
Debía suceder algo terrible, algo decisivo.
El esforzado Ricaurte, defendía el precioso depósito. De su patrio-
tismo no se podía dudar; de él esperaban los patriotas la victoria.
Pero el asombro creció y no tuvo límites, cuando por orden de
Ricaurte salieron los heridos, y poco después les siguieron los soldados
que bajaban también en retirada.
Bolívar, como los antiguos espartanos, bajó del caballo, y sereno ante
la espantosa realidad, se colocó en el centro de las tropas exclamando:
«aquí, aquí moriré el primero».
Los patriotas salieron de su estupor: la aptitud del caudillo les
prestaba nuevos bríos y se aprestaron á la pelea.
Pero una espantosa detonación contuvo sus impulsos: humo densí-
simo anubló la atmósfera, envolviendo al bando amigo y enemigo.
ANTONIO RICAURTE 247
La confusión y el espanto aumentaron hasta que la causa se hizo
visible.
Ricaurte, no creyendo posible la defensa, había hecho volar el par-
que, pereciendo con él y con la mayoría de las tropas enemigas que poco
antes coronaban los cerros. *
¡Qué grandeza sin par, qué sublime ofrenda en el templo de la
patria !
III
Las pérdidas sufridas por Boves en el llano, habían sido muchas, y el
estrago producido por el heroísmo de Ricaurte, las hacía conside-
rables.
Las fuerzas que aun le quedaban , no hubieran podido seguir comba-
tiendo: el desaliento las embargaba.
El jefe realista abandonó el campo de batalla, y aterrado, se retiró de
nuevo á las alturas. 2
«Bolívar conservaba siempre tal respeto, por este valiente oficial
que con un entusiasmo guerrero nos decía un día: «¿Qué hay de seme-
jante á la muerte de Ricaurte? Este suicidio para salvar la patria, al
ejército y á mí, sin más esperanza que el amor á la independencia y á
la libertad, es digno de cantarse por un ilustre genio como Alfieri». 3
1 Los detalles históricos están tomados en la Historia de Venezuela por Bai"alt y Díaz.
J El general José Félix Blanco, autor del Bosquejo Histórico de la Revolución de Venezuela , fué testigo y tomó
parte en la cruenta jornada de San Mateo.
3 General Tomás C. Mosquera: Historia del Libertador.
NICOLÁS BRAVO
ka en aquella época de heroicidades y en la cual
gran número de ilustres patricios legaron sus
nombres á la posteridad, (pie fecunda y obstinada
fué la lucha sostenida por los principios de liber-
tad en las regiones descubiertas por el insigne
genovés y conquistadas por España.
Por el año de 1786, el día 10 de Septiembre, nació en
Ühilpancingo un niño, hijo de acomodada familia, y que
más tarde había de alcanzar en la historia mejicana una
página brillante.
Desde muy joven se afilió en el ejército independiente,
y en 1811 tenía el mando de la guarnición de Tixtla, al lado del vale-
roso jefe Hermenegildo (laleana.
Tocóle en suerte pelear á las órdenes del inmortal Morelos, y en el
glorioso ataque y toma de Tenancingo se cubrió de gloria, siendo desde
aquel día Nicolás Bravo uno de los héroes que compartieron las glorias
de la independencia americana, con Matamoros, Galeana y otros jefes,
adquiriendo sobre todo la fuerza de voluntad y la constancia en la lucha,
(pie distinguían á Morelos.
NICOLÁS BKAVO
NICOLÁS BRAVO • 249
II
1 En páginas de bronce graba la Historia las excelsas virtudes v
heroísmo de privilegiados seres, y sus preclaros hechos, más grandes
y radiantes., aparecen á medida que los años pasan y se suceden las
generaciones.
Justiciera la posteridad los coloca en el templo de los inmortales, en
donde, al despertar universal admiración, sirven de noble ejemplo á las
edades venideras.
A los cien años, Méjico, venturosa patria de don Nicolás Bravo y el
Estado de Guerrero, su cuna, han evocado su memoria para rendir
público homenaje al generoso vencedor en el Palmar, al inflexible y leal
campeón en la gran causa americana, al que intransigente con el ene-
migo, fué, sin embargo, asombro del universo por su clemencia.
Colocado en amarga y cruel alternativa, sacrificó el filial amor en
aras de la patria independencia, consintiendo antes que hacer traición
á sus principios, se diese cumplimiento á la sentencia que condenaba al
autor de sus días á ser fusilado por patriota, el día 13 de Septiembre-
de 1812.
Había caído prisionero en la hacienda de San Gabriel, después del
famoso sifio y dispersión de Cuautla.
La fortuna , cual si probar quisiera la grandeza del alma privilegiada
de Bravo, le sonrió poco después en el Palmar, dándole brillante triunfo
y poniendo en sus manos trescientos prisioneros españoles.
El vencedor, por ley de represalias y embargado aún por la
funesta muerte de su padre, debía satisfacer su venganza.
Su corazón vaciló, y «aquella noche, no pudiendo tomar el sueño en
toda ella, — dice el caudillo en una carta dirigida al historiador don
Lucas Alamar, — me ocupé en reflexionar que las represalias que iba yo
á ejecutar disminuirían mucho el crédito de la causa que defendía , y que
observando una conducta contraria á la del Virrey, podría yo conseguir
1 Del Álbum Literario dedicado al general Nicolás Bravo en el aniversario de su nacimiento y publicado
en el Estado de Guerrero, reproducimos algunos de los párrafos que allí consagramos á la memoria del procer
mejicano.
250 . AMERICANOS CÉLEBRES
mejores resultados, cosa que me halagaba más que mi primera resolu-
ción; pero se me presentaba para llevarla á efecto, la dificultad de no
poder cubría- mi responsabilidad de la orden que había recibido, en cuyo
asunto me ocupé toda la noche hasta las cuatro de la mañana, que me
resolví á perdonarlos de una manera que se hiciera pública y surtiera
todos los efectos en favor de la causa de la independencia».
En aquella noche debió sostener el alma de Nicolás Bravo, titánica
lucha entre sus deberes de patriota, su amor filial, y los sentimientos
generosos y levantados que albergaba en su corazón. Estos alcanzaron la
victoria, y ya sereno, reposado y resuelto, hizo formar la tropa á las
ocho de la mañana y colocar en el centro á los trescientos prisioneros.
Formados ante el caudillo, presagiaban cercano fin , y dirigían men-
talmente triste y supremo adiós á la lejana patria y al hogar.
¡El vencedor, por ley de represalias y embargado aún por la funesta
é injusta muerte de su padre, debía satisfacer su venganza!
¡Las tropas, sólo esperaban la orden del victorioso jefe, para hacer
fuego á aquellos infortunados!
¿Por qué vacilaba?
¿Por qué, pensativo y embargado su ánimo, parecía olvidarse de
cuanto le rodeaba?
III
De repente, fulgor extraño iluminó sus ojos: una idea gigante, un
pensamiento único y sublime se sobrepuso en él á la vacilación de
un instante, á vulgares pasiones y ajusto rencor.
Clara, firme, vibrante, resonó la voz del ínclito guerrero: «Este es el
momento, — dijo, — de manifestar á mis enemigos y al mundo, la ven-
ganza que el general Bravo quiere tomar contra los asesinos de su padre
y los opresores de su patria.
» Ordeno vuestra libertad; en la costa os aguarda un buque: si otra
vez alguno de vosotros aparece en este país, pagará con la vida.
r Id á decir á vuestro rey que este es el modo con que la República
se venga de sus enemigos » .
Tan generosas palabras son monumento imperecedero, que, resis-
NICOLÁS BRAVO ■ 23 L
tiendo á la labor de los siglos, harán querida y sagrada en Méjico, en
América y en todo el universo, la memoria de don Nicolás Bravo.
Hoy, una hija de la hidalga España rinde en estas páginas un
modesto, pero sincero tributo de entusiasta admiración, al generoso
soldado de la independencia mejicana, haciendo justicia á la grandeza
de su alma y á su noble- corazón.
Desde ese día, la vida de Bravo fué una continuada serie de gloriosos
triunfos, sobre todo en el día 30 de Abril de 1813, que en la posición de
Puente Nacional , demostró sus grandes dotes de soldado y un valor que
rayaba en temeridad.
En San Juan de Coscomatepec sostuvo el sitio por espacio de más de
treinta días con cuatrocientos cincuenta hombres, llegando á reunir
hasta mil para sostener los repetidos ataques de los españoles.
El plan de fortificaciones y de defensa demostraba la inteligencia
del valeroso mejicano, y era tan notable, que el coronel Águila decía
en una comunicación al virrey Calleja:
«La empresa es difícil y no lisonjearé á V. E. con su logro, pero el
único medio racional es el adoptado: de todos modos cuesta más de lo
que vale » .
La resistencia en Coscomatepec, es una de las páginas de oro en la
vida de Nicolás Bravo.
A las órdenes del invicto Morelos combatió en 1814 y 1815, hasta la
funesta acción de Tesmalaca, en la cual perdió la libertad el denodado
caudillo i. Celosos, algunos de los jefes del prestigio y popularidad de
Bravo, le dieron orden para marchar al Sur, dirigiéndose á las cercanías
de Cuautla , después de haber recibido del insigne Guerrero recursos para
la guerra , continuando su viaje hacia las orillas del Mexcala , evitando
los encuentros con Armijo y acampando por fin en el pueblo de Aju-
chitlan.
En Cóporo, derrotó por completo á la división mandada por el Virrey
defendiendo aquel punto con una bizarría que rayó en temeridad. Sitia-
do en Cóporo y falto de víveres para el ejército, logró salvarse Bravo
■con algunos de sus soldados cuando vio imposible la defensa, y á pie y
rendido por el hambre , anduvo más de treinta leguas hasta el rancho
del Atascadero.
1 Véase Morolos.
252 ' AMERICANOS CÉLEBRES
Más tarde, unido con Guerrero, Catalán, Zabala y Elizalde, persiguió
al enemigo, retirándose después á Dolores para reponer su quebrantada
salud.
IV
El día 22 de Diciembre de 1817 fué hecho prisionero por las tropas
del Virrey y conducido á Cuernavaca, allí debió la vida al mismo Armijo
interesado en salvar á Bravo. Permaneció prisionero hasta el decreto
del 13 de Octubre de 1820. Los sufrimientos durante cerca de tres añosT
fueron grandes, pues el noble mejicano tuvo constantemente una barra
de grillos, y como sus haciendas estaban confiscadas, hubo de dedicarse
á pequeñas industrias para vivir con su producto, entre ellas el hacer
cigarreras de cartón, conservadas después como una reliquia por sus
admiradores.
Su grandeza de alma y su resignación jamás se desmintieron durante
aquella larga serie de trabajos. Sus labios nunca se quejaban , y decía el
mismo Virrey «que Bravo le causaba la misma impresión que un prín-
cipe cautivo».
El plan de Iguala proclamado por don Agustín de Itúrbide, encontró
á Bravo en Cuautla, y de allí salió para conferenciar con Itúrbide, quien
le expidió el despacho de coronel y no el del anterior empleo de teniente
general que obtuvo en la primera época de la independencia , porque el
caudillo de Iguala tenía el mismo empleo. «No aspiro á distinciones, —
dijo Bravo; — me presento á servir como soldado y sólo deseo contribuir
á realizar la independencia de mi patria».
La gloria de su nombre y el amor á la libertad agruparon bajo sus
banderas á esclarecidos patriotas, los cuales combatieron á su lado
cubriéndose de gloria en numerosos y reñidos combates.
Después del sitio de Puebla, entró en Méjico en medio del alborozo
general, por el triunfo de los independientes y consolidación de la inde-
pendencia.
NICOLÁS BRAVO 2E$
Pudiérase decir que terminaba entonces la vida heroica del general
Bravo, pero le seguiremos en acontecimientos posteriores. En 1822 fué
nombrado el caudillo, coronel del primer regimiento de caballería, for-
mado con dragones de Méjico y las escoltas del generoso adalid del
Palmar y de Guerrero. En Enero de 1823 marchó á Veracruz y tomó
parte en favor de Santa-Anua contra el emperador Itúrbide. En la
acción de Almolonga renovó los prodigios de su valor sin poder evitar el
desastre por el cual hubo de retirarse hasta el rancho de Santa Rosa,
reuniéndose más tarde en Huajuapán con D. Antonio León, dirigiéndose
ambos jefes á Oaxaca en donde instalaron la Junta de Gobierno.
Vencedor Santa-Amia, se le confió á Bravo la custodia de la persona
y familia de Itúrbide cuando éste marchaba para Tulancingo, misión
tan honrosa como noble y la que desempeñó Bravo como cumplía á
su caballerosidad y patriotismo, acompañando al augusto prisionero
hasta la fragata inglesa <Rowllins.»
En 29 de Marzo de 1828, fué nombrado Bravo miembro del Poder
Ejecutivo con los generales Victoria y Negretc , y más tarde fué electo
vicepresidente en competencia con Guerrero.
La marcha política y los acontecimientos que se sucedieron llevaron
íí Bravo á .Guayaquil; de allí al Centro-América, pisando de nuevo el
suelo de la patria en 1829, época en la cual Santa-Anua le dio el mando
del ejército del Norte, y en él permaneció hasta 183G, en que los sucesos
de Tejas le obligaron á retirarse á la vida privada y á buscar en el
hogar doméstico, una existencia menos agitada.
En 1889 fué presidente del Consejo, renunciando al derecho que le
otorgaba la Constitución para ocupar la Suprema Magistratura, y de
nuevo volvió á la vida de familia, hasta 1841, en que fué llamado al
Congreso general por el Estado de Méjico.
En 26 de Octubre de 1842, se le nombró sustituto como presidente
provisional de la República, elevadísimo cargo que su vasta capacidad
desempeñó hasta el 5 de Mayo de 1843 y durante ese período se conquistó
las simpatías y aplauso general. En 1844 logró sofocar el levantamiento
254 AMERICANOS CÉLEBRES
délos indígenas de Chilapa, y en 1846 puso de nuevo su brazo y su
talento al servicio de la patria. Poco después ocupó la vicepresidencia
de la República , y como Paredes , presidente á la sazón , se hizo carga
del mando del ejército, quedó Nicolás Bravo como Supremo Magistrado,
hasta que triunfante el plan de Jalisco llevó á Santa-Amia al poder.
El caudillo de la independencia , el heroico guerrero del Palmar, sin-
tió renacer su brío y su entusiasmo en la defensa de Chapul tepec, en la
cual el noble mejicano ganó nuevos laureles; pero tomado el fuerte por
asalto, fué hecho prisionero.
En esa época concluye la vida militar y política de Nicolás Bravo, y
en Chilpaiicingo vivía entregado á las alegrías del hogar, cuando
el 22 de Abril de 1854 se apagó repentinamente aquella benemérita
existencia.
Pocas horas separaron su muerte de la de su esposa, y la patria
perdió uno de sus hombres más [insignes, ante cuya tumba, se inclina
con respetuosa admiración la Humanidad.
BERNARDO O'HIGGINS
ruto de la pasión postrera y vehemente de un anciano
y de las primeras ilusiones de una bellísima y
seductora doncella de quince Abriles, fué el insigne
chileno que con entusiasmo, pero poco hábil pluma,
vamos á retratar.
Nació el 20 de Agosto de 1776, y su tranquila
infancia deslizóse arrullada por los rumores que pro-
ducen las altas copas de los árboles en los bosques
del Maule, al ser agitadas por el viento. El niñoT
embelesado ante los esplendores de la Naturaleza,
veía pasar los años sin que el mañana alterase el
reposo que disfrutaba en la hacienda de D. Juan Jacobo Albano, que
en amistoso fraternal afecto estaba unido con su padre D. Ambrosio
O'Higgins, hasta el día en que los brazos de la amorosa madre le
estrecharon en Chillan.
Tenía nueve años, cuando Lima la coqueta sultana del Rimac, le
recibió en su seno y como vastago de noble linaje tuvo entrada en el
colegio del Príncipe.
Seis años más tarde, salió el joven O'Higgins para Europa, que tal
era el mandato paterno, y éste mismo, sin duda, le colocó bajo la tutela
de D. Nicolás de la Cruz, chileno que por aquel tiempo vivía en Cádiz y
al cual estaba recomendado.
*25(! AMERICANOS CÉLEBRES
Corta fué la estancia de O'Higgins en las risueñas playas gaditanas,
y larga la serie de aventuras y desgracias que consignadas fueron en un
diario, que escrito por él. aun se conserva v guarda con esmero.
Enviado á Inglaterra para completar su educación, ingresó en el
colegio de Hicliemond, y allí tal vez recorriendo el hermoso parque ó
disfrutando desde la cima de la colina, de la bella «perspectiva que ofre-
cen los bien labrados campos y el profundo y caudaloso Támesis, evocaba
los días de su niñez, la imagen de su madre y la fértil naturaleza de
Chile.
En 179#, empezaron sus zozobras c inquietudes: el dinero que tenía
se concluyó, y los relojeros judíos á los que estaba particularmente enco-
mendado por I). Nicolás de la Cruz, se negaron á prestarle los auxilios
que le eran necesarios.
En país extraño, sin recibir carta ni noticias de su familia ni de su
apoderado, pasó semanas y meses en angustiosa desesperada situación,
mezclada con el profundo pesar de la indiferencia paterna; á sus amantes
y desconsoladas cartas, que ya buscaban abrigo y calor en el indulgente
corazón de su madre, i ya atravesando el espacio é interrumpiendo las
graves ocupaciones del Estado llegaban hasta las manos de su padre,
virrey en aquel tiempo del Perú, ninguna contestación había recibido.
La casualidad ó el misterioso decreto de la Providencia puso el joven
chileno, por el año de 1799, en relación con Miranda, el apóstol de la
causa liberal, y ambos, en lejano suelo, soñaban con la emancipación de
aquella América tan querida, de aquella patria que podía ser algún día
grande, respetada é independiente.
Las convicciones de Miranda se transmitieron al colegial de Kiche-
niond, y cuando tras largos días de incertidumbre consiguió respuesta
de 1). Nicolás de la Cruz y salió para España, llevaba g;uardado en
el santuario de su pecho el juvenil entusiasmo por el credo-libertad y el
ardiente anhelo de ser uno de los que contribuyeran á la magna evo-
lución.
1 Doñfl Isülx'l Biqnelme, apellido qtie usaba en Etiropit el jovejj Bernardo.
BERNARDO O'HIGGINS 257
En Cádiz creció y se robusteció la semilla sembrada por Miranda,
cod el continuo trato del sabio canónigo chileno Cortés Madariaga y el
no menos noble patriota paraguayo D. Juan Pablo Fretes y otros ameri-
canos que en casa de D. Nicolás de la Cruz, conde del Maule, se reunían
en familiar comunión de ideas, aun cuando éstas fueran extrañas á las
que ^profesaba el magnate.
Las penas é inquietudes de O'Higgins encontraron entonces lenitivo
en los planes, y sueños de la futura regeneración del nuevo continente;
pero ansioso de volver á su patria y luchando para conseguirlo, se
embarcó por fin en 1800 en la fragata Confianza, despidiéndose de las
playas gaditanas tal vez para siempre.
111
Pero la adversa fortuna había decretado que O'Higgins no lograra
por aquel tiempo el cumplimiento de su deseo y que renacieran las
inquietudes y los pasados afanes y temores.
Presa de los ingleses la fragata Confianza, se encontró arrojado en
Gibraltar el infeliz chileno, sin recursos, sin ropa y en la dura necesidad
de volver á Cádiz, merced á insignificante suma que prestada consiguió.
Temblando por el porvenir, desalentado por tal serie de infortunios y
bajo el peso de la amargura y de la tristeza , buscó de nuevo asilo en
casa del Conde del Maule, y con éste trasladóse á la pintoresca San-
lúcar de Barrameda, huyendo del vómito negro que se había declarado
en Cádiz.
Tal vez los pesares anteriores y la desesperación del presente, tur-
bando su espíritu alteraron á la vez la salud y dieron fácil entrada á la
epidemia reinante que le llevó hasta los umbrales del sepulcro; sin
embargo, su juventud y rica naturaleza se sobrepusieron y triunfaron
del terrible enemigo, prolongando aquella vida que poco después había
de ser tan bienhechora y útil para el bien nacional.
17
258 AMERICANOS CÉLEBRES"
TV
La noticia de las tendencias y aspiraciones de O'Higgins había
llegado hasta el Perú y herido los sentimientos monárquicos del anciano
Virrey, que inexorable con su hijo, escribió al Conde del Maule anun-
ciándole que desde aquel momento no se consideraba como padre del
joven Bernardo y que éste debía renunciar enteramente á su nombre v
á su cariño. Tan cruel resolución influyó para que D. Nicolás de la Cruz
le retirase también su apoyo, encontrándose más abandonado que nunca,
más solo y más perplejo para resolver y buscar los medios de tornarse á
Chile.
Ignoramos el cómo alcanzó el logro de sus esperanzas; pero es lo
cierto que al recibir en 1801 la noticia del fallecimiento de su padre,
salió para América, y después de un borrascoso viaje, de arrostrar
numerosos peligros por haber estado la nave expuesta á zozobrar, llegó
por fin al tan querido patrio suelo y en Julio de 1803 entró en posesión
de los bienes que su padre le había legado.
V
Más arraigada y vigorosa que anteriormente agitábase en su cerebro
la idea concebida en Londres, y ya perfecta y madurada, dio por resul-
tado el acuerdo de O'Higgins con varios que como él deseaban establecer
diferente sistema y emancipar á Chile de la Metrópoli.
Diferentes acontecimientos hicieron estallar en breve la tormenta
revolucionaria.
El presidente Carrasco, sabedor de que en la casa de D. José Antonio
Rojas se reunían varios liberales y que propagaban ideas de emancipa-
ción, cometió la arbitrariedad de prenderlos y, enviándoles á Valparaíso,
les hizo embarcar en una fragata que salía con rumbo al Callao.
La hostilidad contra el Presidente se declaró entonces abiertamente,
y las respetuosas representaciones pidiendo la libertad de los presos,
BERNARDO o'HIGGIXS '259
se tornaron en amenazante exigencia, y Carrasco, llamado á la .sala de
sesiones de la Real xludiencia y no encontrando otra solución para
calmar la efervescencia pública, firmó el decreto para que el animoso
Rojas, el doctor Bernardo Vera y el procurador D. Juan Antonio Ovalle,
fueran desembarcados y devueltos á Santiago: ¡pero ya era tarde! la
nave surcaba las ondas cuando llegó la orden , é indignado el pueblo y
culpando á García Carrasco, se declaró en abierta rebelión.
La Audiencia creyó conjurar la tempestad pidiendo al presidente
Carrasco dimitiese el mando, y como accediese por la fuerza de . las
circunstancias, fué nombrado para reemplazarle D. Mateo de Toro
Zambrano , Conde de la Conquista , brigadier de milicias y octogenario
débil y poco á propósito para gobernar Chile en momentos tan difíciles.
VI
¿Qué pensaban en tanto los patriotas? Los días pasaban, la impa-
ciencia crecía, y propagado el espíritu de insurrección, era preciso
iniciar ésta con una reunión de aquellos que por su popularidad é
influencia pudieran apoyar el movimiento revolucionario.
Instigado el Conde de la Conquista, llevó á efecto el plan, y reunido el
cabildo en cuerpo, los jefes de oficinas, los superiores de las órdenes
religiosas, comandantes militares y numeroso vecindario, se acordó
nombrar una Junta de gobierno compuesta de siete miembros.
El Conde de la Conquista había renunciado ya al mando, y fué elegido
presidente de la Junta, y vicepresidente el obispo electo de Santiago,
Don José Antonio Martínez de Aldunate.
Cuéntase que el impetuoso padre Larrain, provincial de la Merced,
había sacado, en una de las reuniones de los revolucionarios, un agudo
puñal de una manga de su hábito, exigiendo el juramento de libertad.
La revolución era ya un hecho; en los confines de Chile, existían
además dos hombres que de largo tiempo la estimulaban y habían sem-
brado en el pueblo, la rica semilla de las reformas que pronto debían
ponerse en práctica.
Eran D. Bernardo O'Higgins y D. Juan Martínez de Rozas.
260 AMERICANOS CÉLEBRES
Apenas se había efectuado en Santiago el cambio de Gobierno, cuando
el primero se ocupó en la organización de la caballería para estar
dispuesto á proteger con las armas la evolución política y se puso á las
órdenes de la Junta, en la cual, como hombre de acción, había entrado
á formar parte Martínez de Rozas.
El comandante O'Higgins gozaba de justa popularidad en el ultra
Maule, y podría asegurarse que en sus manos y en las de Rozas, estaba
depositado el porvenir del país.
El 15 de Diciembre de 1810, decretó la Junta la convocación del pri-
mer Congreso nacional, para que se reuniera el 15 de Abril y tratara de
proclamar la independencia de Chile, idea iniciada por el padre Camilo
Henríquez en las enérgicas y patrióticas proclamas que manuscritas hacía
circular entre las masas. 1
El primero de Abril era el día señalado para las elecciones, cuando
estalló un motín en Santiago, al frente del cual estaba el teniente coro-
nel de dragones D. Tomás de Figueroa, español y que según varios his-
toriadores, estaba de acuerdo con la Real Audiencia, y según otros,
obraba independiente de aquel tribunal; pero que de todas maneras
alarmó á la Junta, y ésta, por- primera vez, hubo de apelar á las armas
y derramar sangre para dispersar á los soldados que secundaban la
sublevación,
Vencida ésta y fugitivo Figueroa, se empeñó Rozas en perseguirle
con algunos dragones, logrando capturarle en el huerto de una celda del
convento de Santo Domingo en donde se había refugiado.
Formóse en el mismo día la causa y se dio sentencia de pasarlo por
las armas, la que tuvo ejecución á las cuatro de la madrugada del 2 de
Abril de 1811.
VII
A consecuencia de este infausto acontecimiento, se retrasaron las
elecciones, y la reunión del Congreso no se efectuó hasta el 4 de Julio,
día en que la junta cesaba en sus funciones y entregaba el mando
1 Por aquol tiempo, la Junta pidió al Gobierno de Buenos Aires le comprara una imprenta.
BERNARDO O ' HIGGIN8 261
á los representantes del país, entre los cuales, la mayoría eran los nobles
y reaccionarios, contándose únicamente cinco ó seis miembros del
partido radical, y entre éstos el alentado y entusiasta O'Higgins. ¿Pero,
qué influencia podía tener ante una mayoría adversa á la revolución?
¿qué impulso podría darla cuando el poder se hallaba en manos de
los enemigos?
Los diputados patriotas así lo comprendieron, protestaron y se reti-
raron .
La causa de la revolución amenazaba ruina , cuando inesperadamente
se presentó en la escena un salvador que, bravo, audaz, joven é impe-
tuoso, se puso á la cabeza de los patriotas, y sin derramar sangre, se
declaró dictador.
Aquel providencial auxiliar, fué José Miguel Carrera.
VIII
O'Higgins ocupó el puesto de vocal en la nueva Junta creada, como
suplente de Rozas , que se encontraba en Concepción , y aun cuando no
satisfecho del nuevo cargo, siguió en él hasta que en completo des-
acuerdo con la disolución del Congreso y con la política de Carrera, se
retiró á su hacienda pensando en abandonar á Chile y trasladarse á
Buenos Aires: el desembarco del brigadier de la Real Armada D. Antonio
Pareja, que enviado por el Virrey del Perú, llegaba con fuerzas realistas
contra los liberales, le hizo cambiar de opinión y consagrarse á la
defensa de la libertad chilena.
Reunióse en Talca con Carrera que había tomado el mando en jefe
del ejército, y allí, en aras del interés nacional, depusieron sus enconos
de partido y se propusieron batir al enemigo, resolviendo que O'Higgins
sorprendiera en Linares al comandante Carbajal, que confiado, creía
imposible un ataque de los patriotas.
Siete húsares y veinte milicianos acompañaban al jefe chileno, y
repentinamente cayeron sobre los realistas, haciéndolos prisioneros sin
disparar un tiro. Victorioso resultado con el que O'Higgins ganó el
ascenso á coronel, otorgado por la Junta de Santiago.
•2G'2 AMERICANOS CÉLEBRES
Después de los triunfos alcanzados en Yerbas Buenas y en San Carlos,
tocó á O'Higgins tomar los Ángeles y otros pueblos cercanos del Bío-
bío, para aislar al enemigo en Chillan, y el éxito más completo coroné)
sus esfuerzos y arrojo.
Con sus valientes soldados voló al sitio: allí fué necesaria toda
la grandeza de alma de que estaba revestido, para no desmayar ante la
serie de conflictos ocasionados por el rigor de los elementos. Llovía á
torrentes, nevaba sin tregua, y los soldados perecían entre la nieve, sin
remedio y sin gloria .
Sin embargo, O'Higgins alcanzó nuevos lauros en Tijar y Lapidas,
batiendo también á los españoles en otras varias acciones, por lo que su
reputación y popularidad crecieron, cuando Carrera, precisado á levan-
tar el sitio de Chillan, empezaba á perder el prestigio y la confianza de
las masas.
IX
Era la madrugada del día. 17 de Octubre de 1813; á orillas del Itata,
veíase al ejército patriota en el lugar denominado el Roble.
Habían pasado quince días desde que en las gargantas de Huilqui-
lemo fuera vencido O'Higgins, por fuerzas superiores, y reunido
después con Carrera en Concepción, ansiaba reparar el desastre y
medir nuevamente sus fuerzas con el enemigo.
Ambos jefes chilenos tenían sus campamentos en la orilla izquierda
del Itata, cuando en la mañana mencionada, un cuerpo de realistas á
las órdenes de Elorreaga, cayó inesperadamente sobre las tropas de
Carrera, sembrando en ellas la confusión y el espanto; el jefe se arrojó
al río para salvarse entre las ondas: la derrota parecía inevitable,
cuando O'Higgins, blandiendo un fusil, exclamó: ¡Á mí, muchachos!
¡ Vivir con lionor ó morir con gloria l ¡El que sea valiente, que me siga! Su
actitud electrizó á los soldados: hacen frente al enemigo, lo rechazan,
lo persiguen y obtienen gloriosa represalia.
BERNARDO O'HIGGINS 263
X
La lentitud de las operaciones de la guerra avivaron las enemis-
tades contra Carrera, y depuesto del mando en jefe del ejército, fué
nombrado O'Higgins para sucederle. ¿Cuál fué entonces la causa de
la vacilación del insigne chileno, que hizo perder un tiempo precioso y
acarreó tan graves perjuicios para la independencia*?
El nombramiento había sido en 27 de Noviembre de 1813, y no
recibió el mando de manos de Carrera hasta el primero de Febrero de
1814, en momentos tan aciagos, que el enemigo orgulloso con nuevos
refuerzos y mandado por el brigadier I). Gabino Gainza , se posesionó
de Talca y aisló al bizarro coronel Mackenna en el 'Membrillar.
O'Higgins, á pesar de los continuados y favorables movimientos de
los realistas, alcanzó algunas ventajas en Tres Montes y Quecheregúas;
sus hábiles operaciones hicieron retroceder al enemigo, y dar la vuelta
á Talca.
XI
Un imprevisto suceso paralizó la campana y el triunfo decisivo que
pensaba alcanzar O'Higgins. .
El comodoro inglés Hillyar había llegado á Santiago, autorizado
por el virrey Abascal, para tratar de la pacificación de Chile, y entabla-
das las negociaciones y aceptadas, se firmó el tratado de Lircay , entre
O'Higgins, por mandato del director Lastra, Mackenna y Gainza.
No fué duradera la suspensión de hostilidades. Carrera, 1 que
estaba prisionero de los realistas, fué puesto en libertad por el tratado
y como éste no merecía la aprobación de los patriotas, ayudaron al
atrevido general, quien, sublevando la guarnición de Santiago, depuso
al Director supremo, nombró una Junta de Gobierno v se puso á la cabeza
de ésta.
J Véase José Miguel Carrera.
264 AMERICANOS CÉLEBRES
Poco después llegó del Perú, el coronel D". Mariano Ossorio con gran
refuerzo de tropas para someter á Chile , pues el Virrey, no había apro-
bado el convenio de Lircay; un enviado se presentó á O'Higgins, cuando
éste, después de haberse batido con Carrera, organizaba de nuevo sus
huestes para continuar combatiendo al día siguiente.
El peligro nacional unió una vez más á los dos caudillos, y aun
cuando con opiniones contrarias para la campaña, se siguió para ésta
el plan propuesto por O'Higgins.
XII
Llegó aquel día de infausta memoria, 2 de Octubre de 1814. Rancagua
estaba cercada por los enemigos, y O'Higgins defendía la plaza.
Los célebres y aguerridos Tala veras atacan con temerario valor á los
patriotas, cargan sobre las trincheras y se ven rechazados por la
metralla, una y otra vez hasta siete.
Los dos bandos se cubren de. gloria; los dos bandos derraman su san-
gre generosa en aras del honor y del patriotismo, porque si unos pelea-
ban por sagrado principio innato en el corazón humano, el otro defendía
la honra de sus banderas y el nombre de la lejana patria.
Los cadáveres siembran el suelo; ya los libres creen segura la
victoria; el' pabellón gualdo y rojo, ondea en retirada. Carrera ataca
con sus divisiones; O'Higgins le secunda; el combate se prolonga, y el
triunfo tórnase en derrota. La tropa de Carrera se desbanda, huye;
el enemigo recupera el decaído vigor y gana terreno. ¡El desastre es
seguro para los defensores de Rancagua!
O'Higgins reúne á los soldados: ¡Viva la patria! exclama, y dándoles
la orden de montar á caballo, se lanza con aquel puñado de valientes,
por la calle del Norte; rompe las filas dé los españoles que avanzaban
por ella, se abre paso con lanzas y sables, y como un huracán desapa-
rece, se pierde con los suyos y los salva de la muerte.
BERNARDO o'hHJCIXS 266
XIII
Inútil es reseñar los acontecimientos que se sucedieron desde esta
derrota: los hemos consignado ya en la vida de San Martín y de Carrera.
Sabido es también que poco después, San Martín invadió el suelo
chileno, y que O'Higgins', en la célebre batalla de Chacabuco, pasó por
entre una lluvia de balas hasta el centro de aquel ejército superior en
número, y ya sus soldados plegaban bajo el peso, cuando un escuadrón
mandado por Molina, cargó sobre los cañones y artilleros y los derrotó,
mientras que O'Higgins á caballo, corría al frente de la artillería, y
tomaba prisioneros á los valerosos y temibles jefes Talavera , Elorreaga
y San Bruno.
Tantos y grandes servicios merecían elevado premio: el pueblo así 1<>
comprendió, y en cabildo abierto proclamó en Santiago, Director
supremo á O'Higgins, el 16 de Febrero de 1817.
XIV
La tenaz y ruda campaña contra los realistas continuó con mayor
brío y entusiasmo, despertado ora por los triunfos de los libres, ora pol-
los reveses.
El sitio de Talcahuano, se prolongó durante cuatro meses con igual
temeridad por los patriotas y por los realistas; las poblaciones fueron
sucesivamente ocupadas por ambos ejércitos, hasta que un nuevo
refuerzo de españoles , mandados segunda vez por Ossorio y que desem-
barcaron en Talcahuano, hicieron necesaria la retirada de O'Higgins,
para contrarrestar el plan del jefe español, que consistía en caer con
sus fuerzas sobre las de los patriotas y destruirlas.
No estaba aún declarada la independencia; pero Chile, de hecho,
era ya un pueblo libre. O'Higgins había suprimido los títulos de
nobleza, las armas de familia como incompatibles con la República.
y las condecoraciones, instituyendo la orden de la Legión de Mérito, que
debía premiar los altos hechos de los defensores de la patria.
'IGG AMERICANOS CÉLEBRES
La declaratoria de independencia tuvo lugar el día aniversario de
la batalla de Chacabuco, y Chile la celebró con delirante alborozo.
Pero en pos de esos días en que el sol de la libertad lanzaba sus rayos
más puros y luminosos, llegaron las horas de consternación, causadas
por la derrota de Cancha Rayada, en la cual el Director supremo fué
herido gravemente en un- brazo, y sus tropas, creyéndole muerto, se
dispersaron en el mayor desorden,' sin que el ínclito San Martín lograra
contenerlas.
El arrojo y la serenidad del célebre Manuel Rodríguez, evitó en la
capital que las consecuencias hubieran sido desastrosas.
O'Higgins reasumió entonces la suprema autoridad, y cuando diez y
seis días más tarde tuvo lugar la batalla de Maipu, 5 de Abril de 1818,
que consolidó la libertad de Chile , aun sufriendo de la herida , débil y
enfermo, se hizo conducir al escenario del triunfo y tomó parte activa
en el último ataque.
XV
España hacía los últimos esfuerzos para dominar y vencer el alza-
miento de Chile: en ello estaba interesada la nación guerrera, que en
lejanos tiempos, no se ponía el sol en sus dominios.
En Marzo había salido de Cádiz un nuevo refuerzo de diez mil ochenta
hombres en nueve buques de transporte, convoyados por la gallarda
fragata María Isabel.
La escuadra chilena, que ya á la sazón se componía de cinco buques
al mando del bizarro y audaz argentino el coronel de artillería Blanco
Encalada, recibió orden de O'Higgins para atacar al enemigo que ya
en parte se hallaba en tierra; la María Isabel estaba fondeada, protegida
por los fuegos de los fuertes; pero aun así y á pesar de aquéllos, fué
presa de los chilenos, 1 y cinco transportes cayeron también en manos
de los afortunados independientes, así como gran número de los soldados
que componían la expedición. La María Isabel perdió su nombre, tomando
el de O'Higgins, y más tarde, la hermosa fragata llevó altiva la ban-
dera chilena hasta el Callao.
' á* 4e Ootébn de 1818.
BERNARDO 0*lU(i(!INS 267
En principios del «ano 1819, salió la escuadra chilena para el Perú, al
mando de lord Cochranne , con el objeto de hostilizar al Virrey y perfec-
tamente equipada por la solicitud y cuidado de O'Higgins. Los resultados
si no definitivos fueron satisfactorios, y volvió á Valparaíso aumen-
tada con algunas presas para prepararse á la segunda campaña, que
emprendió en Septiembre, llevando nueve buques con todo lo necesario
para la expedición. Al volver, se dirigió el valiente y temerario Cochran-
ne á Valdivia, ocupada por los españoles' y defendida por nueve cas-
tillos.
El ilustre Freiré, intendente de Concepción, le prestó refuerzo, y el
denodado inglés cayendo por sorpresa sobre los fuertes, los tomó haciendo
numerosos prisioneros, después de encarnizada resistencia, y coronado
con inmarcesibles laureles tornó á Valparaíso.
Pero este mismo año y aun cuando la guerra estaba terminada, conti-
nuaron los españoles hostilizando en la frontera de Arauco, capitaneados
por el feroz guerrillero Benavides. i
XVI
O'Higgins continuaba incansable su tarea para preparar la gran
expedición redentora destinada al Perú; pero diez años de revolución
habían agotado el erario, y reducido el país á miserable estado.
Con inmensas dificultades, logró equipar once buques de guerra y
quince transportes, y organizar cuatro mil hombres con pertrechos
y armamentos para quince mil, abasteciendo al ejército para seis
meses.
Efectuada la partida de la escuadra, tuvo O'Higgins que ocuparse acti-
vamente de enviar fuerzas en persecución del atrevido Benavides, que
obtenía triunfos en el Sur, y cometía crueles abusos. El denodado Freiré
y el coronel Prieto, lograron derrotarle en Noviembre 1820, arrojándolo
de nuevo á tierra araucana; pero en 1821 volvió á la lucha, y vencido
en Vegas de Saldías, resolvió pasar al Perú. Entregado por los suyos
* Este soldado prisionero on Maipti, fué condenado & muerto y fusilado; pero las balas le respetaron: fingióse
muerto, y cuando la familia acudió para enterrarle le encontró vivo; le buscó asilo, y más tardo, fué el terror da
la frontera.
208 AMERICANOS CÉLEBRES
á las autoridades chilenas, fué condenado á muerte, y el audaz guerri-
llero pagó sus crímenes con la vida.
O'Higgins, combatido por tan múltiples cuidados, no descuidó sin
embargo, cuanto podía hacerse en aquellas circunstancias para el ade-
lanto nacional. Dio leyes sabias y conciliadoras, franquicias para el
comercio, impulso a la instrucción pública, reformas en todos los ramos,
disposiciones para ornato público y para higiene y salubridad.
Los largos años de mando" habían prestado á O'Higgins indiscutible
superioridad; pero tal vez ésta transformó su carácter benévolo, hacién-
dole en algunos casos duro y violento.
El que había sido afable, desinteresado para sí propio, exento de
ambición y dispuesto á sacrificarse en el altar de la patria , se creyó indis*
pensable y tínico para regir á Chile, y tornándose desconfiado y suspicaz,
cometió faltas que le acarrearon la censura y el desprestigio.
Durante largo tiempo ha empañado la gloria del Director supremo,
el fusilamiento de los infortunados hermanos Carrera, víctimas del rigor
y de las ideas dominantes en los Gobiernos chileno y argentino; el mis-
terioso asesinato del valiente guerrillero Manuel Rodríguez en Til-til,
fué también otro cargo contra O'Higgins, puesto que los grandes méritos
del infeliz preso, debían haberle salvado de muerte tan cruel. ¿Fué auto-
rizada por el Director supremo? ¿fué un pretexto para asesinarle, el
dicho de los soldados de que había intentado fugarse? Misterio velado
por las sombras de la noche y encerrado en la lúgubre quebrada.
XVT1
Chile disfrutó durante seis años inalterable paz; su nombre era res-
petado en el extranjero, y mientras la mayoría de las nacientes repú-
blicas se desgarraban en una serie de contiendas, marchaba ya por la
vía del progreso y del orden.
O'Higgins gobernaba con acierto, con honradez y digna economía;
multiplicaba los cortos recursos y hacía de ellos uso provechoso y de
interés nacional. Tal vez un patriotismo exagerado le hizo exclusivo, juz-
gando que el país no podría aún regirse sin su apoyo y sin la forma
casi dictatorial que había establecido.
BERNARDO O'HIGGINS ', '269
La Constitución de 1822 se resentía de esa creencia y no alcanzó á
contentar á la mayoría de la nación.
El descontento llegó á ser grande, y Coquimbo y Concepción se
agitaron en convulsiones revolucionarias, y todos los pueblos del Sur
apoyaron al general D. Ramón Freiré, cabeza del levantamiento, amigo
y compañero de O'Higgins, pero que había visto desatendida su opi-
nión y desechadas sus amistosas advertencias.
Las tropas que el Dictador envió contra los sublevados, fueron á
engrosar las filas de éstos, y Santiago levantándose digno, patriótico y
enérgico, formó una Asamblea y llamó á su seno al Jefe supremo.
Don Mariano Egaña formaba la Junta, con D. José María Guzmán y
don Fernando Errázuriz.
O'Higgins se presentó con digna actitud y noble entereza.
«El pueblo quiere, — - dijo D. Mariano Egaña, — que dimita su cargo
el Dictador».
O'Higgins no vaciló: ¿para qué luchar y resistir? Su gloria había
sido grande, su popularidad inmensa: la primera pasaría á la Historia,
la segunda había concluido.
Sin alteración en su semblante, se despojó de la banda tricolor y la
entregó con el bastón de mando.
La corbeta íly zarpaba rumbo al Callao: sobre cubierta se veían tres
personas, un hombre y dos mujeres, con la mirada fija en las playas chi-
lenas y con el dolor reflejado en el semblante.
Eran el exdirector O'Higgins, su anciana madre D.a Isabel Riquelme
y su hermana Rosa.
XVIII
En el Perú, vio el jefe supremo pasar lentamente diez y nueve años,
con el pensamiento fijo en la querida tierra chilena.
Allí habitó en su hacienda de Montalván , protegido y amparado por
el Perú, hasta qué la pérdida de su madre idolatrada 1 destruyó su salud,
y con el presentimiento de próximo fin, pensó en volver á su suelo natal.
1 Tenía 75 años, y el exdictador 60.
270 AMERICANOS CÉLEBRES
El esclarecido general Bulnes, le instaba, para el regreso: la nación
le esperaba para demostrar sn gratitud al triste desterrado, y el Senado
le devolvía todos sus honores.
La esperanza, la aspiración de volver á la patria,- el anhelo de
morir en ella, le hacían trabajar con poderoso brío; tenía que cumplir
una deuda sagrada, antes de abandonar el hospitalario suelo del des-
tierro.
Su enfermedad se agravaba, y el afán crecía: las fuerzas recobradas
por un instante, gracias á los cuidados de la ciencia y de su ángel de
consuelo, su hermana Rosa, decaían de nuevo; pero la fuerza de voluntad
le permitió lograr su deseo. Ya podía partir. Ya todo se preparaba
para tan deseado instante, y pocos días le separaban de aquel de la par-
tida; pero Chile no debía verle en su seno, sino muerto.
Un fuerte ataque le postró por completo y falleció en Lima el 24 de
Octubre de 1842.
En Enero de 1869, una comisión presidida por el benemérito general
Blanco Encalada, condujo á Chile sus restos con gran pompa y solem-
nidad.
Hoy una estatua ecuestre, recuerda en su patria , el instante en que
O'Higg'ins abriéndose paso con su sable por entre los enemigos en Ran-
cagua, salvaba la existencia de algunos soldados valerosos y reservaba
la suya propia, para honra y bien de Chile.
Hemos bosquejado á grandes rasgos, los hechos más culminantes del
que fué uno de los principales fundadores de la floreciente y adelantada
república chilena.
FRANCISCO JOSÉ CALDAS
el Estado del Cauca (Colombia), escondida entre
selvas y flores fertilizadas por caudaloso río, se
asienta la ciudad de Popayán, á la cual, la parte
activa que ha tomado en las luchas civiles y los
méritos de muchos de sus hijos, han conquistado
honrosa celebridad.
Por los años de 1771, vivían en aquella población,
D. José Caldas García de Camba y D.íl Vicenta Tenorio
y Arboleda , ambos de esclarecido linaje y ricos en nobles
prendas, que transmitieron como inapreciable herencia
al niño que vino al mundo en la mencionada época,
destinado por la misteriosa mano del Creador, á ser un astro en el
cielo de la Ciencia.
Sus primeros estudios los efectuó en el colegio seminario de Popayán,
en donde ya que la fortuna le había negado sus favores, encontró el apoyo
del catedrático doctor D. Félix Restrepo, que siguiendo el natural
impulso del niño Francisco José Caldas para el estudio de las Matemáti-
cas, consiguió (pie en corto tiempo hiciera grandes adelantos y sobre-
saliese entre todos sus compañeros por su infatigable laboriosidad, que
llegó hasta alarmar el materno cariño, pues penosas vigilias alteraban
la salud del joven popayanejo; la madre velaba á su vez, la madre
espiaba y contaba las horas, y cuando creía que el descanso le era ya
272 AMERICANOS CÉLEBRES
necesario, con amorosísimo empeño le hacía entregarse á él, privándole
de la luz.
El joven Caldas soñaba con la Ciencia: era su bello ideal, su aspira-
ción más acariciada y deseada, y ya en el colegio mayor del Rosario,
de Bogotá, y á la vez que, cumpliendo con el paternal deseo, estudiaba
Jurisprudencia , se consagró con fervoroso empeño á la Física y á la
Astronomía; pero su pobreza, la carencia de lo que le era más preciso,
le obligaron á volver á su ciudad natal en 1793.
No se amoldaba el carácter del futuro sabio con la rutina del comer-
cio, ni con las especulaciones mercantiles, y abandonando tan contrarias
tareas, dedicóse á las que tan gratas le habían sido desde niño.
Los recursos cada día eran más escasos, y por consiguiente, en 1796
hizo un nuevo viaje á la capital, y de regreso á su país natal, su cons-
tancia suplió á lo adverso de su fortuna , pues que le hizo determinarse
á fabricar algunos de los instrumentos que le eran necesarios, tomando
por guía las Observaciones astronómicas , de aquel español célebre en la
marina y que tenía por nombre Jorge Juan.
De la bellísima biografía escrita por el ilustre colombiano D. Lino
Pombo, copiamos algunos detalles que dan á conocer á Caldas, como
botánico, astrónomo, geógrafo y físico.
ÍT
«El primer instrumento astronómico que fabricó Caldas, fué un
gnomon de biomate, madera dura y fina que admite bastante puli-
» mentó, cuyo horizonte de tres pulgadas de grueso estaba apoyado en
> cuatro tornillos de hierro, para nivelarlo y tomar alturas de sol con el
» objeto de arreglar una péndola, y como no tenía péndulo ni cronóme-
tro para sus observaciones, reformó un reloj antiguo inglés de péndola,
quitándole las piezas que servían para las campanas, á fin de que
> quedase más sencillo y menos expuesto á variaciones, y revisando y
» remontando con sumo cuidado el resto de la máquina».
«Luego se propuso construir un cuadrante solar con su anteojo acro-
mático, y he aquí el procedimiento y sus resultados: fabricó un cuarto
» de círculo de madera de biomate de cuatro pulgadas de espesor , para
FRANCISCO JOSÉ CALDAS 273
»que no se torciese; incrustó en él una faja concéntrica de estaño bru-
»ñido para servir de limbo, y trazó la graduación de éste con escrupulosa
» delicadeza. El centro del cuadrante era de marfil embutido con una aguja
»muy fina clavada en él, de que pendía una pesita de plomo al extremo
»de un cabello humano, destinado á marcar los arcos de los ángulos, ó
> alturas medidas, y el instrumento giraba verticalmente sobre un eje de
» acero fijado á un mástil de madera de naranjo, dándosele movimiento'
»por medio de un cordón de seda atado al extremo del radio superior,
»que pasaba por lo alto del mástil, é iba á envolverse abajo en una
» clavija ó tornillo, á cuya cabeza se aplicaban los dedos del observador.
»E1 plano horizontal del gnomon, servía también para colocar el cua-
» drante en posición vertical » .
«Con indecible trabajo, multiplicando encargos y diligencias, logró
» hacerse lentes para el anteojo de cartón que puso en su cuadrante, y
»cuyo vidrio objetivo estaba cortado por dos diámetros de cabello
» humano, perpendiculares entre sí; no pudiendo adaptar al cuadrante
»un nonio para la valuación de fracciones de la menor división del
» limbo, ideó el siguiente ingeniosísimo arbitrio: un tornillo muy fino, en
»que el paso de la hélice estaba seguramente en conocida relación con el
»arco de esa división menor, atravesaba el anteojo en sentido perpendi-
cular al cabello horizontal del objetivo, entrando por el centro de un
» círculo, situado encima del anteojo, y cuya circunferencia se hallaba
» dividida en cien partes: lo que subía ó bajaba el extremo visible infe-
rior del tornillo movido por arriba con un botoncito, lo indicaba un
» puntero en aquel círculo graduado. Observando, pues, la altura apa-
rente de la respectiva fracción de arco sobre el cabello horizontal, y la
» vuelta que para recorrerla hacía el tornillo, marcada por el puntero,
» computaba, con bastante aproximación, la parte fraccionaria que debía
» agregar á la división del limbo más próxima á la vertical de la plomada
»del instrumento. Es notable coincidencia con esta idea original de
» Caldas, la del tomillo nonio de dos roscas separadas, de paso desigual,
» indicado después en Francia, por Mr. Prouny, para mover los hilos de
»los micrómetros en los telescopios».
1S
274 AMERICANOS CÉLEBRES
III
»
»
«El péndulo viejo rejuvenecido y el cuadrante que se ha descrito T
cuya forma é historia causaron agradable sorpresa al barón Alejandro
de Humbold, á su paso por Popayán, fueron los instrumentos con que
hizo Caldas sus primeras observaciones astronómicas, con que fijó la
posición geográfica de su ciudad natal, con que calculó varias otras
latitudes y longitudes que se hallaron discrepar muy poco de las deter-
minadas posteriormente con buenos instrumentos europeos».
Antes de su segundo viaje á Bogotá, y durante su corta residencia
»en la capital, ya había trabajado bastante con el barómetro, y publica -
»do algunas de sus observaciones barométricas en el periódico titulado
» Correo Curioso; de manera, que á la edad de veintiséis años-, estaba
»en plena posesión de todas las dotes intelectuales, naturales y adqui-
ridas, y nociones prácticas necesarias para acometer con feliz éxito
»la alta empresa que meditaba de la carta general del antiguo virrei-
nato, para servir útilmente á la Astronomía, como centinela y explo-
» rador del hemisferio austral celeste en la vecindad del Ecuador , y para
»ser el fundador de la buena enseñanza de las ciencias exactas en el país
»de su nacimiento».
En 16 de Octubre de 1808, dirigió Caldas un informe al secretario
del virreinato, y en él se expresaba de este modo: «En 1799 y principios
»de 1800, se presentaron en mi espíritu, muchas ideas sobre la cons-
»tancia del calor del agua en ebullición y sobre su variación mudando
»de nivel. Las ideas se pusieron en práctica, y subí cuatro veces sobre los
» Andes de Popayán, cargado de mis barómetros, termómetros y de una
> lámpara de ebullición; verifiqué una larga serie de observaciones: el
» resultado fué que las montañas se puede)! medir roa el. termómetro, roma sr
»kace eoa el barómetro».
Continuamos copiando la biografía del Sr. Pombo: « Los pormenores
¿de este descubrimiento importante, debido originariamente al contra-
» tiempo de la rotura de un termómetro inglés por la extremidad supe-
»rior del tubo, estaban ya consignadas en una memoria de Caldas,
» firmada en Quito, en Abril de 1802, — ... con qué viveza de colorido, con
FRANCISCO JOSÉ CALDAS 275
cuánta animación y entusiasmo profesional pinta su elegante pluma las
-dudas que le asaltan, las cuestiones que en su mente se encadenan,
las soluciones que vislumbra, su firme propósito de proseguirlo por
» voluntad y por deber, y hasta la simple sucesión de los hechos».
IV
«De un esfuerzo en otro, de raciocinio en raciocinio, viene Caldas á
parar, con inefable gozo, á esta serie de consecuencias: «el calor del agua
» hirviendo es proporcional á la presión atmosférica ; la presión atmos-
férica es proporcional á la altura sobre el nivel del mar; la presión
atmosférica sigue la misma ley que las elevaciones del barómetro, ó,
hablando con propiedad, el barómetro no nos enseña otra cosa que la
presión atmosférica: luego, el calor del agua nos indica la presión atmos-
férica, del mismo modo que el barómetro; luego puede darnos las elevaciones
■de los lugares, sin necesidad del barómetro y con tanta seguridad corno él».
«Modesto siempre y desconfiado de sus alcances, nuevas reflexiones
rebajan á sus ojos el mérito de la deducción final, considerándola dema-
siado obvia , y se rehusa á consentir en la idea de que ella no hubiese
ocurrido ya de tiempo atrás á algún sabio europeo».
«Consultando sin embargo la Física experimental de la más moderna
que encuentra , nada halla parecido á su teoría , y aun juzga todavía
imposible que á tan grandes hombres se hubiesen ocultado tales peque-
» circes. «¡Qué dudas! — exclama. — ¡Qué suerte tan triste la de un
americano! Después de muchos trabajos, si llega á encontrar alguna
»cosa nueva, lo más que puede decir es: no está en mis libros. ¿Podrá
algún pueblo de la tierra llegar á ser sabio sin una acelerada comuni-
cación con la culta Europa? ¡Qué tinieblas las que nos cercan! Pero ya
dudamos, ya comenzamos á trabajar, ya deseamos, y esto es haber
llegado á la mitad de la carrera » .
«Aguardaba Caldas con impaciencia la llegada del Barón de Hum-
boldt á Popayán, para someter á su juicio la teoría que con tanto
esmero había creado y perfeccionado, y saber, al fin, si era nueva. El
ilustre viajero sólo pudo citarle otra teoría imperfecta y precaria indi-
- cada por Sucio , de que ya él había tenido conocimiento por la obra
xle Mr. Sigand, basada en la simple observación termométrica de la
276 AMERICANOS CÉLEBRES
» temperatura. Entró, pues, Caldas en posesión de su descubrimiento, y
»á pesar de la noticia que de él tuvo Humboldt, á pesar del largo tiempo
> transcurrido, todavía no se le conoce en Europa, según parece, y muy
»poco en nuestro propio país. 1 Indispensable, aunque penoso, es hacer
»aquí notar que el Barón de Humboldt no correspondió de la manera
»que era de esperarse á la confianza y noble franqueza de Caldas, en lo
» relativo á su descubrimiento, del principio invariable de variabilidad
»del calor del agua en ebullición; no obstante, haberlo admitido como
» original , después de ceder el campo en la objeción que propuso de que
»el calor del agua variaba á la misma presión hasta un ¡/rada, según lo
» afirma Caldas en su memoria, y no obstante haberse aprovechado de él
»en el curso subsecuente de sus exploraciones científicas».
El sabio español y venerado sacerdote D. José Celestino Mutis, fué
uno de los que prendado del talento é ingenio de Caldas, le dio ocupación
en el Jardín Botánico de Santa Fe, del que era director, y poco después,
agregado á la expedición botánica, recorriólos bosques y florestas del
Ecuador, viaje fecundo y de grandes resultados para la Ciencia, pues en
la deslumbradora vegetación ecuatoriana y en las condiciones especiales
de aquel país, encontró Caldas inmenso y variado campo para sus
estudios.
Planos topográficos del curso de los ríos, determinaciones astronó-
micas, herborizaciones, extensos trabajos ■ geográficos, geológicos y
metereológicos, colecciones de semillas, descripción de costumbres y de
poblaciones, fueron el tesoro acumulado en aquella peregrinación, en la
cual encontró Caldas vestigios de La Condamine y Bouguer, que ante-
riormente habían estado en Quito para verificar la idea del gran Newton
sobre la figura de la Tierra.
Caldas descubrió en sus investigaciones una lápida de mármol , con
inscripción en latín, que habían dejado los sabios académicos franceses
en el lugar en donde midieron el grado terrestre, y que hacía largo
tiempo formaba puente en una acequia.
Como sagrada reliquia la recogió el astrónomo colombiano, regalán-
dola más tarde al observatorio astronómico fundado en Bogotá, por
aquel cuyo nombre inmortal no borrará ninguna edad. 2
1 Memoria histórica sobre la vida, carácter, trabajos científicos y literarios, y servicios patrióticos de Francisco
José de Caldas, publicada en la Siesta, Bogotá, 1852.
4 Palabras de Sinneo sobre Mutis.
FRANCISCO JOSÉ CALDAS 277
El precioso hallazgo hizo exclamar á Caldas: «'¡Qué suerte tan triste
la del viaje más célebre de que puede vanagloriarse el siglo xvín! Lápi-
das, inscripciones, pirámides, torres, todo cuanto podía anunciar á la
posteridad que estos países sirvieran para decidir la célebre cuestión de
la figura de la Tierra, ha desaparecido. Nosotros, deseosos de perpetuar
lo que se pueda, hemos fijado en nuestro plano de la ciudad de Cuenca,
el lugar en que existió esta torre « de la Iglesia Mayor » , más célebre
que las pirámides de Egipto».
V
El observatorio comenzado á edificar en. Mayo de 1802, bajo la espe-
cial protección del virrey Mendinueta, se concluyó en Agosto de 1803, y
Caldas fué elegido más tarde por Mutis para dirigirlo , dedicándose
desde 1805 á 1810, á la gloriosa y sabia tarea que se le había encomen-
dado: allí, olvidado del universo, feliz y conmovido por el espectáculo de
las maravillas celestes, exclama: «Dueño de ambos hemisferios se me
presenta todos los días el cielo con toda su riqueza; colocado en el
centro de la zona tórrida , veo dos veces al año el sol en su cénit y los
trópicos casi á la misma elevación. ¡Cuántas estrellas nuevas! ¡Cuántas
dobles triples! ¡Cuántas nebulosas! ¡Cuántas planetarias!» A En 1808
fundó El Semanario de la Nueva Granada y sus columnas transmitieron á
la posteridad, la profunda ilustración de Caldas, sus nobles ideas, el
amor á su patria y la facilidad de su lenguaje.
Juzgúese por el párrafo de uno de sus artículos, relativo al río Mag-
dalena.
« San Agustín es el primer pueblo que baña : está habitado de pocas
familias de indios, y en sus cercanías, se hallan vestigios de una nación
artista y laboriosa que ya no existe. Estatuas, columnas, adoratorios,
mesas, animales y una imagen del sol desmesurada, todo de piedra, en
número prodigioso, nos indican el carácter y las fuerzas del gran pueblo
que habitó las cabeceras del Magdalena. En 1797 visité estos lugares y
vi, con admiración, dos productos de las artes de esta nación sedentaria
1 Caldas. Semanario del Nuevo Reino de Granada, núm. del 14 de Febrero de 1808.
'278 AMERICANOS CÉLEBRES
de que nuestros historiadores no nos han transmitido la menor noticia.
Sería bien interesante recoger y diseñar todas las piezas que se hallan
esparcidas en los alrededores de San Agustín: ellas nos harían conocer
el punto á que llevaron ía escultura los habitantes de estas regiones y
nos manifestarían algunos rasgos de su culto y de su policía». *
El asiduo trabajo y la consagración de Caldas al estudio , sufrieron
inesperada interrupción cuando la lucha de principios se hizo más
ruda y violenta: nombrado entonces capitán de ingenieros, y poco
después director del mismo cuerpo, prestó grandes y útiles servicios á
la causa nacional, por más que la vida de combates y luchas guerreras
fuera tan ajena á sus gustos y aspiraciones.
En 1816, al ocupar el general realista La Tórrela capital de la
Nueva Granada, emigró Caldas con otros varios patriotas dirigiéndose
al Sur, con la esperanza de abandonar el país y embarcarse en Buena-
ventura.
El combate de la Cuchilla del Tambo hizo imposible la salvación,
pues Popayán cayó en poder de Sámano, y Caldas, su íntimo amigo
Francisco Antonio Ulloa y otros patriotas, se refugiaron en la hacienda
de Paispamba, en donde fueron -hechos prisioneros por Simón Muñoz y
conducidos á Popayán.
El noble y leal corazón de Caldas resistió á la oferta que en el
camino le hizo el patiano Muñoz.
— Puedo salvar á V. — le dijo — y en Quito encontrará asilo; allí
manda Montes que es humano y caballero.
— ¿Por qué se interesa V. por mí? — preguntó Caldas.
— Porque me compadece verle en esta situación y también me ligan
compromisos y empeños de familia.
— ¿Mis compañeros y amigos se salvarán conmigo?
— Imposible, no puedo tanto.
— Pues entonces no acepto la libertad.
Pocos días después salieron los presos para Santa jFe.
El consejo de guerra permanente creado por Morillo, condenó á los
infortunados á ser pasados por las armas, tirándoles por la espalda
como á traidores, y á la confiscación de todos sus bienes.
1 Caldas murió sin haber alcanzado los tiempos en qno se imprimió la Orografía do Codazzi. en donde se
encuentra la espléndida descripción de las ruinas de antigüedades do San Agustín, notables y curiosísimas-
para la historia primitiva americana.
FRANCISCO JOSÉ CALDAS 279
Al escuchar el bárbaro fallo del tribunal , Caldas no pensó en sí,
pensó en la Ciencia; como Andrés Chenier, no le aterró la muerte, sino
el que se malograsen los pensamientos que aun sin desarrollo hervían
en su cerebro.
Rogó, suplicó á Morillo, que le encerraran en una fortaleza, que le
condenaran á las más duras privaciones, y que le pusieran grillos en
los pies; pero, aun cuando fuera por algunos meses, que prolongaran su
vida en provecho de las ciencias.
El , únicamente él , podía descifrar las colecciones y los estudios de
Mutis, que al morir en 1808, había dejado en manos d"e Caldas los teso-
ros de la expedición botánica, pero en deplorable confusión: además de
esto necesitaba coordinar sus propios trabajos geográficos y astronómi-
cos, para que no se perdieran tantos años de afanes y desvelos útiles, no
sólo para Colombia, sino para toda América y para España.
Todo fué inútil: tal vez Morillo, conmovido por aquel desprendi-
miento de sí propio en favor de más sublimes pensamientos, se inclinó
al perdón; tal vez la grandeza de Caldas hubiese logrado salvar de]
naufragio político los valiosos frutos del entendimiento, si el cruel gene-
ral Enrile, segundo de Morillo, no hubiera contestado desdeñosamente:
«España no necesita de sabios».
Y la sentencia se ejecutó.
El sabio, el austero colombiano, el escritor correcto, el profundo
astrónomo, el incansable matemático, murió á los 45 años de edad, el 2í)
de Octubre de 1816. *"
Su cuerpo fué arrojado á la fosa común de la iglesia de la Tercera.
Ningún vestigio existe que indique el lugar donde se encuentra.
¡Oh mártir de la gran Colombia! ¡Oh sublime apóstol de la Ciencia,
oh generosa víctima del patriotismo! Allá, en las inmensidades de ese
mundo desconocido, tenderás también tu vuelo como con el solo auxiliar
de tus propias fuerzas lo remontaste en la tierra,, y recreándote en
horizontes sin fin, en mares sin tormentas, en alboradas de mágica luz, en
paraísos de perfumes embriagadores, en regiones más grandiosas y
vitales que aquellas que habitamos, escucharás tu nombre repetido
y ensalzado en la tierra , y contemplarás ¡ oh Arquímedes ! la corona que
te brindan las generaciones.
1 Con Caldas murieron Francisco Antonio Ulloa, el poeta Miguel Montalvo. Miguel Buch, gobernador del
Chocó y José León Armoro. gobernador de Mariquita.
MANUEL RODRÍGUEZ
escritor tiene á veces extrañas simpatías y prefe-
rencias por determinadas individualidades, y al
evocarlas, es con singular impresión de afectuoso
interés y de inexplicable é íntima atracción, cual
si vivido hubiera en familiar contacto con la per-
sonalidad, objeto de su predilección.
No sé por qué se grabó con tal insistencia en la mente,
el melancólico cuadro de Tiltil, y la historia del esfor-
zado é interesante guerrillero Manuel Rodríguez, que me
fué referida en Santiago de Chile el año de 1876.
La tarea de mis investigaciones fué fácil en la patria
de los Carrera, porque poseía un tesoro inapreciable, un círculo de
amigos ilustrados, que en sus obras me brindaban inagotable raudal
histórico.
Don Miguel Luis Amunátegui, D. Ambrosio Montt, D. Benjamín
Vicuña Mackenna, D. Victoriano Lastarria y otras altas capacidades
intelectuales, me dieron a conocer á los prohombres con que se honra
Chile.
Escribí por entonces un boceto biográfico de Manuel Rodríguez, y
no queriendo alterar la primera impresión, respeto hoy la labor de ayer
y le doy cabida en esta galería de inmortales.
wm
MANUEL RODRÍGUEZ
MANUEL RODRÍGUEZ 281
II
Apenas arraigaba en Chile la idea de independencia y se disputaban
el triunfo en los campos de batalla el principio monárquico y el republi-
cano, cuando apareció en la escena pública un joven abogado, * audaz,
intrépido, ardiente partidario del dogma liberal, sereno, bravo y ambi-
cioso de noble gloria. Era Manuel Rodríguez.
Su vida fué corta, pero fecunda en heroísmo; su muerte, un drama
político.
Soldado de la libertad desde 1811, sirvió leal y valerosamente á la
causa de la revolución, y en 1814, durante el mando de Carrera, desem-
peñó el cargo de secretario del inmortal caudillo, primer presidente de
Chile.
En la infausta jornada de Rancagua , hizo frente al peligro, y entre
lluvia de balas se batió bizarramente, ajeno el fuerte corazón de miedo: las
banderas chilenas, ostentaban en este día negros crespones, señal de la
resolución inquebrantable de batirse hasta morir, pero no rendirse;
aquel combate y aquella derrota, son páginas gloriosas en los fastos de
Chile.
Manuel Rodríguez emigró con Carrera, O'Higgins y otros muchos,
y después de haber sufrido la obstinada persecución de los realistas y de
salvar las dificultades de la cordillera pisó tierra argentina, formando
ya en su mente , diversos planes para hostilizar á los españoles .
El presidente Ossorio había sido reemplazado por entonces por el
mariscal de campo Marco del Pont, y éste, que carecía de grandes
méritos para el alto puesto que ocupaba, había planteado un sistema
tiránico y violento: el terror que sus disposiciones inspiraban, aumenta-
ron en Chile el descontento y el ardiente anhelo de libertad.
Don José de San Martín, gobernador entonces de Cuyo, que de largo
tiempo abrigaba la generosa idea de ayudar á la independencia de
Chile, consiguió por medio de hábiles combinaciones, que el presidente
Marco del Pont recibiera informes equivocados , que presentándole á los
4 Na"ió en 178 i.
282 AMERICANOS CÉLEBRES
emigrados en Mendoza , abatidos y sin recursos , hicieran crecer su con-
fianza y alejaran el temor de tentativas de revolución. Poco después,
contando- San Martín con hábiles auxiliares, logró establecer en Chile
aquel sistema de resistencia y de hostilidad continua, que al parecer
no tenía gran importancia para los realistas, pero sí lograba admira-
blemente diseminar las fuerzas y preparar el terreno para la invasión
argentina.
TIT
Manuel Rodríguez fué el alma de aquellas combinaciones.
Al finalizar el año de 1815 salió de Mendoza en completo desacuerdor
al parecer, con San Martín, y confiando por éste á los remotos límites de
la provincia de Cuyo ; profundo sentimiento causó en los emigrados la
severidad empleada con el valeroso abogado, y cuando buscaban medios
para suavizar aquella persecución , ya el perseguido iniciaba sus hazañas
en los campos de Colchagua y emprendía la campaña en la cual se hizo-
tan útil como popular.
. Las guerrillas organizadas por el sagaz y astuto joven, pulularon por
todas partes y tuvieron á los realistas en perpetua alarma.
Manuel Rodríguez burlaba á los españoles y se hacía invisible para
ellos.
Sus guerrillas tenían actividad prodigiosa y aparecían y desapare-
cían en distintos puntos, cansando á las tropas y atacando á éstasr
cuando más desprevenidas se hallaban.
• Una montonera de campesinos se presentó en Colchagua, y no con-
tenta con interceptar las comunicaciones dirigidas á las autoridades, se
batía y hostilizaba cuando el momento y el lugar eran propicios.
Obstinados los realistas en su persecución, hacían marchas y contra-
marchas sin dar alcance á los osados guerrilleros, hasta que éstos, vién-
dose en peligro de ser cercados, se dispersaron.
Manuel Rodríguez llegó á ser la pesadilla del presidente Marco del
Pont, y no pasaba día ni hora, sin que una nueva muestra de su audacia,
de su ingeniosa inventiva y de su temerario arrojo, no llegara á la noti-
cia del general y le hiciera temblar de enojo, ante aquel enemigo siempre
invisible é infatigable
MANUEL RODRÍGUEZ 283
IV
No bien habían descansado los realistas con la dispersión de la monto-
nera de Colchagua, cuando entre los ríos Cacharjoal y Maule aparecieron,
como si brotaran de la tierra, nuevas y más temerarias guerrillas que,
prudentes, no entraban en combate; pero llamaban la atención de las
tropas y las desconcertaban con la rapidez de sus movimientos.
La cabeza de Manuel Rodríguez, fué puesta á precio; algunos infe-
lices, á veces inocentes de complicidad y de tomar parte en la obstinada
pugna, fueron fusilados; pero aun cuando el terror era grande, no hacía
disminuir, sino más bien aumentaba la general hostilidad.
Las guerrillas tomaron en 1817, actitud más agresiva y amenazadora,
pues el 3 de Enero, Manuel Rodríguez con sus guerrilleros se apoderó
del pueblo de Melipilla , tomó prisioneros á los españoles y distribuyó
entre los suyos los haberes encontrados, producto de contribuciones, y
el tabaco almacenado en el estanco.
No habían pasado ocho días cuando San Fernando fué también ocu-
pado por una guerrilla, intentando otra, aun cuando sin éxito, apode-
rarse de Curicó.
Tan atrevidos hechos desesperaban á Marco del Pont y encendían
más y más su empeño de apoderarse de Manuel Rodríguez, considerán-
dole cabeza de aquella singular y porfiada lucha.
A la sazón, el director supremo argentino Pueyrredón, había auto-
rizado al gobernador de Cuyo, San Martín, para emprender la campaña
de Chile, y poco después, el 17 de Enero de 1817, 1 emprendió aquella
heroica expedición que se inmortalizó en Chacabuco y que después de
proclamar la independencia de Chile (12 de Febrero de 1818) sufría tan
terrible descalabro en Cancha Rayada.
1 Véase San Martin.
284 AMERICANOS CÉLEBRES
V
El desastre y la confusión fueron espantosos, y cuando la noticia
con la rapidez del rayo llegó á la capital, el vecindario y las autori-
dades se aterraron.
La huida á Mendoza fué el pensamiento de todos, y el coronel don
Luis de la Cruz que representaba al supremo director O'Higgins, en
ausencia de éste, pensó en organizar la marcha.
Pero la serenidad de un hombre, contuvo á los que huían; su elocuen-
cia levantó el abatido espíritu, y su valor reanimó el de los patriotas,
impulsándoles á la defensa de la capital, si los realistas marchaban
sobre ella.
Era el teniente coronel Rodríguez , el arrojado é intrépido guerrillero
que constituyéndose jefe popular, repartió armas al pueblo y salvó á la
ciudad de un conflicto aun mayor que la derrota sufrida por el ejército,
pues que la pérdida de intereses, la confusión y el desorden de la huida,
y las consecuencias de ésta, hubieran sido desastrosas para el vecin-
dario.
Creemos fué durante aquellos días, cuando empezó á organizar el
célebre escuadrón conocido con el nombre de húsares de la Muerte.
Santiago se hizo el centro de la reorganización de las tropas inde-
pendientes, y con la llegada de O'Higgins y poco después la de San Mar-
tín, tomó la población el aspecto de cuartel general de operaciones, y
el 4 de Abril, cuando las tropas realistas mandadas por Ossorio acampa-
ron en la llanura de Maipú, ya el ejército independiente estaba preve-
nido para la lucha.
Al día siguiente los patriotas rompieron el fuego, y la sangrienta
batalla del 5 de Abril de 1818, fué dirigida 'personalmente por el general
San Martín.
En aquel día glorioso, Manuel Rodríguez conquistó nuevos lauros;
su bravura fué grande, y á la cabeza de los húsares de la Muerte, apare-
ció como el genio de la destrucción.
MANUEL RODRÍGUEZ 285
VI
¿Cuál fué el motivo por el que después del triunfo se le sometiera á un
consejo de guerra? ¿Cómo el recuerdo de los grandes servicios prestadosr
no influyó en aquellos que cobardemente pensaron en destruir su popu-
laridad?
Ya les hacía sombra. Era un rival que podía llegar a ser poderoso.
La franca audacia del valiente, su ingenio y su influjo, fueron su sen-
tencia de muerte.
Evoquemos los lúgubres detalles.
Bajo pretexto de planes revolucionarios fué reducido á prisión algu-
nos días después de la batalla de Maipú, cuando aun estaba latente la
entusiasta admiración que en el pueblo habían causado su sangre fría y
su denuedo. Tal vez aquel justo homenaje popular fué su pérdida.
Entregado á un piquete de soldados al mando de un oficial llamado
Navarro, salió para Quillota, adonde se le llevaba para ser juzgado" en
consejo de guerra.
Después de largas horas de marcha, acamparon los soldados del pré-
stalo criminal, en la triste y solitaria quebrada de Tiltil.
VII
La noche era obscura , el lugar desierto y propicio para la cruel ven-
ganza; que ese cobarde sentimiento condenó á Rodríguez.
El preso, tal vez con el pensamiento acompañaba á seres amados; tal
vez soñaba con venturoso porvenir, con días de íntima felicidad ó con
futuras patrióticas glorias, cuando instantáneamente vióse acometido
por los soldados; no pudo defenderse, lo tomaban á traición y estaba
solo...
• 286 AMERICANOS CÉLEBRES
Se consumó el crimen. Manuel Rodríguez, el guerrillero, el bizarro
revolucionario, murió asesinado á balazos. Contaba treinta y dos años.
En la funesta quebrada se levanta una columna de granito. ' Ella es
el padrón de infamia para los asesinos; 2 ella también proclama y avalora
los nobles hechos de la víctima.
1 Inaugurada el 26 de Majo de 1863.
* Dice Vicuña Mackenna, que en su lecho do muerte refirió el comandante Maxire. en Santa Rosa de los
Andes, quiénes fueron los asesinos de Manuel Rodríguez, y el ilustre escritor chileno añade poseer un docu-
mento que pone de evidencia los motivos del asesinato.
PASCUAL PEINÓLES
LA PLAYA DE PESCADORES
N esa inmensa extensión de las pampas argentinas,
- que comprenden setecientas leguas de Buenos
Aires á Salta y de esta ciudad á Mendoza ; en esas
soledades que tienen extraña semejanza con los
desiertos del remoto Oriente; en las costumbres
originalísimas del f/aucho, rey de las llanuras, y en sus
características condiciones, encuentra el viajero obser-
vador interesante campo para el estudio, y cuadros nue-
vos, pintorescos y diversos para inmortalizar su pincel.
La ilusión es completa: aquellos pueblos primitivos,
aquellas tribus que atravesaban el desierto, y en cara-
vanas numerosas, después de leguas y leguas se detenían á descansar
en frescos oasis para adquirir nuevas fuerzas y seguir su marcha, se
encuentran todavía en las pampas argentinas, á pesar de que ya la
locomotora cruza en varias direcciones , crea ciudades á su paso , y
presta animación y vida á los vastísimos y misteriosos bosques ó á los
incultos y arenosos llanos.
Esa analogía subsiste hasta en los detalles de la vida del campo, y
por más que ya la acción de los siglos haya extendido por todas partes
«ti espíritu civilizador.
u x^
288 AMERICANOS CÉLEBRES
En las estancias se sienten las impresiones de la vida patriarcal, y la
hospitalidad franca y sin límites, se ejerce como en las remotas edades
bíblicas. •
¿Y acaso no puede compararse la vida del gancho nómada con la del
árabe que en fogoso bruto atraviesa las llanuras, salva precipicios y se
pierde en la inmensidad de los desiertos?
El hijo de las pampas se adiestra desde niño en dominar al caballo r
lo acostumbra y lo sujeta á su voluntad, y por indómito que sea, le
refrena y le maneja á su antojo.
El tipo del gaucho completa la semejanza con esos pueblos de aparta-
dos países, y sus fuerzas, su amor propio salvaje, sus odios y sus pasiones,
le conducen hasta el crimen como al arrogante árabe.
II
En el territorio que hemos descrito á grandes rasgos, existen populo-
sas y bellas ciudades, como Tucumán, Córdoba, Santiago, Rioja y San
Luis.
En esta última, y ya finalizando el siglo pasado, nació Pascual Prin-
gles, quien muy joven abrazó la carrera de las armas en defensa de la
noble causa de la independencia.
Carecemos de datos exactos relativos á los servicios prestados á la
patria en el principio de la guerra: pero debieron ser importantes, puesto
que en Agosto de 1820 acompañó al protector San Martín, siendo ya
capitán, y formó parte de la expedición destinada al Perú, en donde
conquistó la inmortalidad.
El episodio al cual debió su celebridad, es el que nos hemos pro-
puesto reseñar.
PASCUAL PRINGLES 289
TIT
Cuando llegaron al Perú las tropas del bravo general D. José de San
Martín, era virrey el general Pezuela, valeroso y buen soldado, pero
impotente para contener el movimiento revolucionario, por la fuerza
de éste y por el espíritu nacional, contrario al sistema colonial, moral-
mente arruinado y vencido.
El enérgico y severo general Arenales, operaba con suerte en la
Sierra; la escuadra, á las órdenes del caballeresco lord Cochranne, blo-
queaba el Callao, y el diestro guerrero San Martín, director de las opera-
ciones, establecía su cuartel general en la parte norte de la costa,
excitando con su actitud el entusiasmo de los independientes.
En Chancay estacionaba una pequeña división, y al efectuar el capi-
tán Pascual Pringles con veinticinco granaderos á caballo un recono-
cimiento de vanguardia, se encontró con el enemigo frente á frente
y fuerte de tres escuadrones.
Empéñase el combate: el corto número de patriotas hacía fácil la
victoria para los españoles.
Pringles, al frente de sus granaderos, sostiene la retirada; se bate
denodadamente, retrocediendo hacia el mar; sus valientes soldados le
imitan; muchos caen y sucumben; los caballos, agobiados por el cansan-
cio y por la sed, no pueden caminar; pocos granaderos quedan ya al lado
de su capitán. «Rendirnos, — exclama, — jamás», y surge en su mente
un pensamiento tan sublime y grandioso como heroico.
Están en la playa, llamada de Pescadores: el mar queda muy cerca;
los enemigos los acosan, los rodean, van á tomarlos prisioneros; pero
Pringles y sus soldados se arrojan con los caballos al mar, gritando:
¡ Viva la patria !
Prefieren honrosa muerte entre las olas antes que entregarse al
enemigo.
Tal heroicidad vence al jefe español: le horroriza, como un crimen,
la idea de ver morir á tantos valientes; les ofrece capitulación, y con
dignas frases consigue que la acepten.
10
290 AMERICANOS CÉLEBRES
Poco después el Virrey la ratificó y aprobó la conducta del jefe subal-
terno, más aun, devolvió á su ejército tan noble campeón y San Martín,
para premiar tal heroísmo concedió una medalla con estelema:
«Honor y gloria á los vencidos de Chancay».
IV
Algunos años más tarde el terrible (/ancho Facundo Quiroga, en expe-
dición sobre la Rioja, recorría con trescientos hombres la pampa argen-
tina sembrando el terror y ejerciendo tiránico poder.
En la villa de Río Quinto encontró al inmortal coronel I). Pascual
Pringles; el antiguo capitán de la playa de Pescadores, la defendió con
denuedo, pero fué en vano: murió asesinado por las hordas de Quiroga.
Su cadáver fué envuelto en la manta del sanguinario jefe, legando á la
posteridad su nombre y su heroísmo.
JOSÉ MOEELOS Y PAVÓN
JOSÉ MOKELOS Y PAVÓN
vé hermosas, qué lozanas y qué lujosamente ataviadas
están las costas del Océano Pacífico!
Aquel sol brillante y esplendoroso baña extraños
y frondosos árboles, selvas y montañas; la vege-
tación se enseñorea por todas partes, con matices
tan variados y poéticos que inspiran sencillos rego-
cijos y admiraciones sin fin.
Por entre espesuras vírgenes, se abren paso juguetones arroyuelos
que serpentean reflejando los graciosos arbustos de las orillas y aquel
cielo claro, límpido, azul, que cobija alfombras de espléndido verdor,
bordadas con los mil colores de campestres florecillas, sobre las cuales
se posan y aspiran el suave aroma multitud de esmaltadas mariposas,
muchas de ellas desconocidas en el Viejo Mundo.
Allá, en el fondo del risueño cuadro, se extienden las mansas y riza-
das olas de la bella y segura bahía de Acapulco.
Sobre un peñasco á orillas del mar, se alza orgulloso el castillo de
San Diego, construido en 1778 y en donde en 1810 ondeaba todavía la
bandera gualda y roja.
En la costa de Acapulco, se destaca el cerro del Veladero, inmortali-
zado por los independientes en 1810 y 1811, así como la sábana llamada
desde entonces Paso á la Eternidad.
292 AMERICANOS CÉLEBRES
II
El jefe que mandaba las fuerzas patriotas en la Costa del Sur, en
Noviembre de 1810, se había presentado dos meses antes al caudillo
Hidalgo y Costilla en San Miguel Charo, aldea insignificante cer-
cana á Valladolid, suplicándole le permitiese consagrarse al servicio de
la patria y ayudarle en la noble tarea de su redención.
El heroico párroco de Dolores accedió al deseo de aquel hombre sin-
gular, autorizándole con documento especial j para que extendiera la
revolución por la Costa del Sur. Partió sin más armas ni más pertrechos
de guerra para emprender la campaña , que una escopeta y dos trabucos
y sin más soldados que un fiel criado. Pocos días después le acompaña-
ban veinticinco hombres armados con escopetas y lanzas: en Coahua-
yutla se reunió al naciente ejército D. Rafael Valdovinos, siguiendo su
marcha con fe y resolución inquebrantable.
III
La noche era bella, clara, poética. La brisa del cercano mar acari-
ciaba suavemente las gallardas palmeras y los altos manglares que for-
man poético bosque en los alrededores de Zacatula.
¡Noches de los trópicos, noches sin par que inspiran misterioso reco-
gimiento y aspiraciones generosas y grandes!
La luna hacía rielar las ondas con diamantinos destellos, con
fosforescentes chispas, y los perfumes de frutos y flores, saturaban la
atmósfera.
En aquella soledad, en aquel oasis misterioso se detuvo el genio más
culminante de la independencia de Nueva España, el hombre que con
admirable sangre fría contrarrestó durante largo tiempo el poder
español.
Veámosle en Zacatula; su rostro nos revelará la clara inteligencia
del soldado, la serenidad enérgica del héroe que domina y subyuga á la
vez por su bizarría y entusiasmo.
JOSÉ MORELOS Y PAVÓN 293
En su complexión sana y robusta , en su mirada penetrante y obser-
vadora se adivina la fuerza y el valor.
Su estatura era mediana , sus ojos vivos y revelando superior fuerza
de voluntad; generalmente cubría su traje con blanco alquicel á seme-
janzas de temido jefe árabe, y cubría su cabeza con un sombrero de
guayaquil, debajo del cual se anudaba un pañuelo de seda blanco,
cuyas puntas flotaban sobre los hombros.
El capitán de milicia , Marcos Martínez , de guarnición en Zacatilla,
y sus soldados y oficiales, vacilaban, temían declararse por la revolución;
pero les habló, les exhortó en nombre 4le la patria y del deber, les
pintó con elocuentes frases la noble causa que esperaba su auxilio, y
avasallados por aquel hombre insigne, juran compartir con él la gloria
ó la muerte. Al grito de ¡viva la independencia!, ¡viva la América
libre ! , ¡ viva Morelos ! , se inició en el modesto y antes inofensivo
pueblo la célebre campaña del Sur, cuyo centro de operaciones fué el
Veladero y el Paso á ¡a Eternidad.
IV
El ser extraordinario, la gran figura en las luchas de la independen-
cia mejicana, pertenecía también al clero como D. Miguel Hidalgo y
Costilla; era por aquellos años de 1810, cura y juez eclesiástico de Cara-
cuaro y Nucupétaro, en donde edificó una iglesia, y como en su vida
íntima era modesto y de cortas aspiraciones, reunió alguna cantidad
con la cual compró una casa en Valladolid.
D. José María Morelos y Pavón, había nacido en Valladolid hoy
(Morelia) el 30 de Septiembre de 1765. Su padre D. Manuel Morelos
ejercía el oficio de carpintero, y murió dejando muy niño al futuro y
valiente republicano, por lo que su madre D.a Juana Pavón, careciendo
de recursos para que siguiera la carrera eclesiástica, lo puso bajo el
amparo de D. Felipe Morelos, y en su casa vivió como atajador en una
recua hasta que pudo entrar en el Colegio.
Después de recibir las sagradas órdenes, desempeñó los curatos de
Churumucos y Huacana, pasando más tarde á Caracuaro.
294 AMERICANOS CÉLEBRES
El grito de Dolores le hizo extremecer de júbilo y de entusiasmo, y
sin vacilar, corrió en busca de Hidalgo, y aceptados sus servicios,
levantó en pocos días un ejército formado con aquellos que en cada
villa y en cada pueblecito por donde iba pasando, se adherían á la
causa de la libertad.
Tecpán, guardado por milicias al mando del capitán realista
D. Juan Antonio de la Fuente, fué ocupado por Morelos, sin combate,
porque sabiendo se acercaba, unos huyeron y otros se presentaron á
engrosar las filas de los libres.
El genio militar del caudillo del Sur, despertaba confianza y entu-
siasta admiración, y nosotros mismos hemos considerado siempre á
Morelos, como el primero de los guerreros mejicanos de la emancipación.
Cuatro hombres, célebres más tarde por su arrojo v lealtad, se unie-
ron en Tecpán á los independientes: los señores Pablo Ternieu, Juan 1 y
Hermenegildo Galeana; al último citado le llamaba Morelos su brazo
derecho.
Contaba ya tres mil hombres aquel ejército improvisado en tan corto
tiempo, cuando le pasó revista en Ooyuca.
De allí siguieron su marcha para el Veladero, ocupado ya por sete-
cientos hombres al mando de Cortés y Valdo vinos.
El primer encuentro con tropas realistas enviadas por el Gobernador
de Acapulco, fué curiosísimo, pues las fuerzas de uno y otro bando, cre-
yéndose vencidas, emprendieron la fuga, hasta (pie un muchacho de los
patriotas que asustado se había subido á un árbol, observa la huida de
los realistas, y bajó corriendo para avisar á los suyos: éstos volvieron á
tomar posesión del campo abandonado.
La campaña del Sur. la alentada actitud de Morelos v la superiori-
dad de su carácter, llamaron la atención del virrey Venegas, y dispuso
que numerosas fuerzas de la milicia al mando del capitán D. Francisco
Páris, marcharan á batirlo.
1 Éste regaló ;i Morolos mi oañoncito llamado e] Sino, de mínimo calibre «le á dos: lo había comprado á
unos náufragos para hacer salvas en sn hacienda.
JOSÉ MOKKLOS Y l'AYÓN 295
El 1.° de Diciembre de 1810, fué la primera acción con los indepen-
dientes; en el Arroyo Moledor, la suerte favoreció á los realistas y sus
bien organizadas tropas, reforzadas con otra división á las órdenes
de Pareja, alcanzaron .mayores resultados el í> y 10, pero el 13, des-
pués de diez y siete horas de lucha, el laurel del triunfo fué de los inde-
pendientes, retirándose los realistas al punto llamado Tres Palos.
Morelos, era arriesgado y tenaz, y reunía á la pericia y al valor,
frío cálculo, tranquila reflexión y sagacidad suma: la buena suerte de la
ultima acción le sugirió un audaz propósito.
La obscuridad de la noche favoreció su intento. La sorpresa que
meditaba debía efectuarse entre sombras y misterios.
El coronel D. Julián Avila con seiscientos infantes, marchó por
orden de Morelos á Tres Palos, cuartel general del enemigo, y empeñé)
la acción cayendo como un rayo sobre las tropas de Páris el 4 de Enero
de 1811. ¡Viva Morelos! ¡mueran los tiranos! gritaban los soldados
patriotas al empeñarse la lucha.
Y aquel ejército que contaba dos meses de existencia, cargó, atro-
pello y se batió denodadamente, y cuatro horas después, era dueño de
seiscientos nueve fusiles, de cinco cañones, un obús, cincuenta y dos
cajones de parque, ochenta y tres acémilas con víveres, y diez y nueve
<<>n pertrechos de guerra y numerario.
Páris y Pareja se retiraron hasta Ormetepec, en donde reunieron sus
dispersas fuerzas para reorganizarlas y probar de nuevo la suerte que, se
empeñaba en protege]- al poco antes obscuro sacerdote v va general vic-
torioso y temido.
El caudillo que en Dolores había levantado el grito de independon-
dencia, expresó en las instrucciones dadas á Morelos, que éste debía
apoderarse de Acapulco, y el principal móvil del jefe patriota al
situarse en el Veladero, fué cumplir con aquel importante designio, y
para. conseguirlo pensó en tomar el castillo de San Diego, llave de la-
ciudad y del puerto. Un artillero nombrado Pepe (í<t(/o, se puso en con-
tacto con los independientes y ofreció entregar la fortaleza: la señal
convenida era una luz sobre uno de los merlones que dan al grifo.
Morelos abandonó la sábana el día S de Febrero y se situó en las
Ui «•ñeras.
2Ü6 AMERICANOS CÉLEBRES
VI
El silencio era profundo ;. aun brillaban las estrellas y las sombras de
la noche cubrían cerros, ciudad, bahía y fortaleza: eñ el obscuro con-
junto, á corta distancia del castillo, brillaba una luz en el centro de
un grupo de soldados patriotas que la defendían del viento.
Nadie contestó á la señal mandada hacer por Morelos.
Este, sin embargo, avanzó con alguna tropa: al llegar á la puerta
del castillo, los soldados, se detuvieron, sorprendiéndose del silencio que
reinaba y temiendo una traición.
Sintieron pasos y que cautelosamente se acercaban á la puerta. Una
voz preguntó por la cerradura, si Morelos se encontraba tillí.
El jefe hizo contestar que no.
De repente tronó la artillería sostenida por la escuadra, y los sol-
dados, sobrecogidos por el terror del inesperado y terrible fuego del
castillo, intentaron huir.
La voz de Morelos dominaba el tumulto de voces y el ruido del cañón.
Desesperado y colérico ante la inutilidad de sus esfuerzos para con-
tener á los soldados, tuvo un sublime heroico rasgo, propio de su carác-
ter y de su temerario y frío valor.
«Cobardes, — exclamó, — yo les pondré un puente para que pasen»,
y adelantándose á los prófugos hasta el sitio llamado de los Dragos, se
arrojó al suelo para cortar la fuga.
• Los soldados confusos y avergonzados, levantaron al bizarro general
y le rodearon con ternura y cariño.
Había logrado ser para su ejército un profeta venerado y querido.
Su superior firmeza y sangre fría avasallaban á los patriotas, y su con-
fianza en él era ilimitada. El general español Calleja, escribía en. una
ocasión al virrey Venegas : « Este clérigo es un segundo Mahoma » .
En_aquella funesta madrugada, el capitán Alvarez, que mandó la
Columna destinada á posesionarse del castillo de San Diego, salió herido
de un balazo que le atravesó ambas piernas: un soldado le condujo en
hombros al campamento. 1
1 El caudillo más tarde de la revolución de Ayutla.
JOSÉ MORELOS Y PAVOS 297
VII
Los jefes españoles, Cosió primero y Fuentes después, enviados por el
Virrey, fueron derrotados sucesivamente el 4 de Abril y el 30 del mismo
mes.-
El 1.° de Mayo, viendo Morelos que por entonces sería difícil
conseguir el apoderarse del castillo de San Diego y de la ciudad de
Acapulco, reunió en junta á los principales jefes, entre los que se encon-
traban los intrépidos Galeana, D. Leonardo y D. Miguel Bravo, el padre
I). José Antonio Tala vera, el capitán Vicente Guerrero, uno de los
hombres que adquirió después renombre inmortal, D. Nicolás Bravo,
patriota eminentísimo, D. Juan Alvarez ya mejorado de su herida, y
otros muchos.,que con el ejemplo de Morelos, lograron después distin-
guirse por su patriotismo y por sus servicios á la nación.
El caudillo acababa de recibir la triste noticia de la prisión de
Hidalgo y de sus compañeros; pero en vez de causarle desaliento, le
prestó nuevo brío.
Con elocuentes palabras, describió á grandes rasgos las victorias
alcanzadas, el estado de disciplina y buen orden en que se encontraba
el ejército, las ventajas que habían conseguido, posesionándose de toda
la Costa Sur, y lo necesario que creía llevar las huestes á diferentes pun-
tos y hasta el corazón del país, á la capital, para completar la indepen-
dencia.
Puso en conocimiento de todos , los terribles detalles de la prisión de
Hidalgo, sirviéndole este funesto suceso, para excitar el entusiasmo y el
amor por la gran causa, y concluyó diciendo que era preciso conservar
la importante posición del Veladero, para lo cual había pensado dejar
en su lugar al coronel Avila, señalando á los oficiales que debían man-
dar en diferentes puestos.
Contaba para la nueva campaña con poderosos adictos en las pobla-
ciones adonde pensaba dirigirse: todos escuchaban con interés y entu-
siasmo las palabras del caudillo, y deseaban ser de los que fueran á
adquirir nuevos lauros á su lado.
Al día siguiente 3 de Mayo de 1811, salió la columna del regimiento
de Guadalupe, al mando de D. Hermenegildo Galeana: la descubierta
298 AMERICANO» CÉLEBRES
llevaba al frente á un joven como de veintiocho años, gallardo, airoso,
de nariz aguileña, cabellos y ojos [negros: el color de su cutis acusaba
origen indígena, y en su rostro se leían el valor y, fuerza de voluntad.
Era I). Vicente Guerrero.
Entre un gran grupo de oficiales destacábase Morelos; su semblante
animado y la expresión de sus ojos vivos y penetrantes, reflejaban la
resolución y la confianza en su empresa.
V 1 1 1
El 24 de Mayo y después de haber tenido las tropas independientes
algunos encuentros con los realistas, en los cuales éstos fueron vencidos,
ocupó el victorioso Morelos á Ghilpancingo sin resistencia, y continuó
su marcha hasta Tixtla , defendida á la sazón por los comandantes espa-
ñoles Tosió v Guevara.
El 12 de Agosto de 1811, se encontraba Morelos delante de aquella
Ciudad perfectamente fortificada: las tropas realistas y republicanas
ansiaban el combate, y el movimiento era general para romper el fuego.
El cielo sonreía, la naturaleza estaba embellecida con vistosas galas,
ofreciendo guirnaldas de follaje para el vencedor.
La acción se empeñó; espesas columnas de humo envolvían Ciudad y
campiña y se elevaban hasta el firmamento: sitiados y sitiadores se
batían con encarnizada bizarría: los ayes de los moribundos, los gritos
de la agonía, las voces de mando, se mezclaban con el continuado tronar
de la artillería.
Morelos estaba en todas partes; impávido, previsor, resuelto é invul-
nerable, para la lluvia de balas que caía en torno suyo.
Su valor v serenidad electrizaban á las tropas y á su lado se creían
invencibles.
Los realistas no cejaban, pero á pesar de su esfuerzo, éste decayó
cuando vieron que el fuego cundía en la población.
El inspirado poeta mejicano Guillermo Prieto, cuenta un episodio
curioso de esa jornada: le damos la palabra al venerable escritor.
«Aunque el esfuerzo no minoraba en las tropas insurgentes, se
comenzó á notar la escasez de parque, (pie se hizo más sensible á la caída
.JOSÉ MORELOS V PAVÓN . 299
<le la tarde; en estas circunstancias, empeñóse una vivísima lucha en
una batería enemiga. Se distinguía allí por su arrojo temerario, un joven
moreno, de ojos rasgados y vivísimos y que reía en medio del asalto,
dejando ver su dentadura blanquísima. El muchacho alegre é insolente
todo lo animaba, y su alborozo inspiraba ardimiento y placer.
;>De repente desaparece de entre sus compañeros, deslizase arras-
trando como una serpiente, baja á la cureña contraria, y al ir á dar
fuego el artillero, disparóle un tiro, apoderase del cañón, llevando en
una mano un saco de pólvora , y Heno de gozo, les grita á sus amigos:
¿Ya tenemos parque».
IX
En medio del trastorno causado por el incendio, huyeron los realis-
tas y el triunfante general, tomó posesión de la Ciudad, y con ella dos-
cientos fusiles, ocho cañones y gran número de prisioneros.
Guarnecida la nueva presa con ciento cuatro soldados al mando de
Galeana, y tomadas algunas precauciones para la defensa de Tixtla,
pasó Morelos á Chilpancingo; pero sabedor de que Fuentes se adelantaba
<\ recuperar lo perdido, vuela en auxilio de Galeana, sorprende al jefe, y
cuando éste creía fácil apoderarse de la Ciudad, se ve envuelto entre el
fuego de ésta y el de retaguardia, que Morelos dirigía desde una colina.
A la vista de aquel general, aliéntanse aún más los de la Ciudad y saltan
las trincheras; los españoles quisieron morir batiéndose, pero ni aun esta
suprema gloria pudieron obtener; fueron dispersos, perseguidos, muertos
<') prisioneros.
En aquella gloriosa batalla, cayó en poder de Morelos, José Gago, el
traidor del castillo de San Diego, y pagó con su vida la de tantos valien-
tes muertos en las puertas de la fortaleza. Con motivo de aquel nuevo
triunfo, decía Morelos:
« Hasta esta fecha 1 6 de Agosto de 1K11, he tenido veintisiete bata-
llas, veintidós ganadas completamente, y en cuatro hice una retirada
honrosa ».
El vencedor del Sur aborrecía el desorden , y como estaba dotado de
recto criterio y justa apreciación administrativa, procedía siempre con
300 . AMERICANOS CÉLEBRES
calma y reflexión , sin dejarse llevar de rencores ó de espíritu de ven-
ganza.
Tan elevadas condiciones para el mando, inspiraron al historiador
Mora el siguiente párrafo:
« Su primer principio fué no hacer variación ninguna en el estado de
las cosas, limitándose á relevar á las personas que no le inspiraban
confianza, para lo cual nombró intendente y subdelegado; pero la
administración de Justicia y la de Hacienda , continuaron en los térmi-
nos establecidos por las leyes, sin permitir que los comandantes se
arrogasen una y otra como sucedía frecuentemente entre los jefes insur-
gentes que no estaban bajo sus órdenes. Tampoco se permitió á los jefes
militares imponer contribución ni molestar á los habitantes con vejacio-
nes arbitrarias, tan comunes en otras partes y que habían hecho odiosa
la insurrección » .
Por entonces y á pesar del creciente prestigio de Morelos, hubo
intrigas y hasta se promovió revolución en la Costa, encabezada por
David y Tabarés, comisionados por el general para entablar relaciones
con los Estados Unidos; pero que habiéndose encontrado con Rayón,
nombrado por Hidalgo y Allende para sucederle en el mando, los
hizo ir á Zitácuaro; nombró brigadier á Tabarés y coronel á David,
grados que Morelos no quiso reconocer. Coléricos contra el caudillo del
Sur, promovieron disturbios y sorprendiendo a Avila en el Veladero,
uno llamado Mayo, se hizo jefe de las tropas que allí había: Morelos
tuvo noticia de lo ocurrido, y con aquella actividad maravillosa que le
caracterizaba, se presentó en aquel punto, sofocó la rebelión, y Avila
volvió á ocupar su puesto. Tabarés y David, fueron muertos secreta-
mente en Chilapa.
Rayón nombró á Morelos, vocal de la Junta de Zitácuaro y Teniente
general. Aceptó ambos títulos, pero su carácter independiente y franco 7
razonado y singular en todo, no podía aprobar que aquélla apareciera
como representante de Fernando VII, y continuó su campaña sin con-
tar con Rayón ni con la Junta, no descuidando cuanto pudiera ayudar
al éxito de la independencia.
Su ejército estaba ya equipado y no admitía aglomeración de hom-
bres que no pudieran estar armados. Había formado regimientos, y
para seguir batiéndose, los dividió en tres cuerpos: el primero marchó
hacia Oaxaca, mandado por D. Miguel Bravo; el segundo salió para
JOSÉ MORELOS Y PAVÓN 301
posesionarse de Tasco, dirigido por Galeana y el tercero con Morelos al
frente, marchó á Chautla de la Sal, defendida por el comandante volun-
tario Musitu, quien tenía cuatro cañones, uno de ellos llamado Mata
Morelos.
El general patriota alcanzó una vez más la victoria, tomando
prisionero al jefe español con doscientos soldados, parque, armas y
cañones.
Izacar y otros puntos fueron ocupados por el afortunado general , y
Tenancingo lo vio á sus puertas el día 22 de Enero de 1812. Hallábase
enfermo y dirigió el combate sentado sobre una caja de guerra; de
allí, volvió á Tierra Caliente, y el 9 de Febrero estableció su cuartel
general en Cuautla de Amilpas, con más de tres mil hombres.
El pueblo era pequeño, tendido en .un llano y abierto por todos lados:
en las cercanías se encontraba la hacienda de Buena Vista.
Las fortificaciones eran débiles como improvisadas, siendo por esto
misino más grandiosa la resistencia de Morelos, sitiado por el general
Calleja.
El indomable patriota contaba con leales y atrevidos auxiliares, entre
éstos, el cura Matamoros y el esforzado Galeana.
Un día, queriendo Morelos juzgar por sí mismo de las fuerzas enemi-
gas, determinó hacer un reconocimiento: el bravo Galeana lo desapro-
baba ; pareciéndole no era prudente que el general se expusiera sólo con
la escolta, y llegara hasta cerca del campamento contrario.
«Déjeme V., Galeana: sólo voy al Calvario á reconocer con mi anteojo
al enemigo». 1
. Y montando á caballo se alejó.
X
Cortos momentos habían pasado, cuando tronó la artillería embos-
cada por el general Calleja.
El grito dado por los vigías de «nos cogen al general», aterró á los
patriotas; quisieron volar en su auxilio: sus soldados que lo adoraban y
se creían invencibles por él, resolvieron morir ó salvarle.
1 Bustamante: Cuadros históricos.
302 AMERICANOS CÉLEBRES
Mótelos, en aquel instante supremo, se batía con crecido número de-
enemigos y con indescriptible arrojo: una granizada de balas, dispersó
su escolta, y pocos pero muy pocos, quedaban á su lado.
«Muchachos, — exclama, — no corráis, que las balas no se ven por la
espalda ».
Los realistas cercaban su presa, la creían segura.
De repente Galeana aparece en medio de ellos: derriba, dispersa,
mata y hace huir á los que cercaban al heroico Morolos; se había sal-
vado. Cuando regresaron al cuartel general, los soldados lloraban de
alegría: milagrosamente lo habían recobrado.
El cómbate del 9, fué terrible y sangriento: por tres veces fueron
rechazadas las tropas de Calleja, dejando en el campo numerosos muer-
tos, armas y prisioneros.
Parece fabulosa aquella resistencia de sesenta y tres días, en la cual
cortadas las comunicaciones, suplía á éstas la inventiva de Morelos:
ella proporcionaba víveres, improvisaba recursos, creaba fortificacio-
nes y atendía á todos con inflexible tesón; aquel hombre siempre sereno,
siempre contento, vigilante, previsor y sagaz, entusiasmaba al soldado
y le hacía llevadera la difícil situación con su propio ejemplo; partici-
paba de las privaciones del hambre, de la sed, con indiferente perseve-
rancia; convertía en fiestas y regocijos, todo aquello que en los campa-
mentos es sombrío y terrible; celebraba la muerte gloriosa de «cada
soldado, alentando el espíritu de los que sobrevivían.
En una salida se apoderaron del Calvario: los combates eran incesan-
tes; peleaban á todas horas; no tenían tregua ni descanso.
Calleja estaba admirado de aquel heroísmo, y viendo que el asedio
se prolongaba sin obtener más resultados que continua disminución
del ejército, envió á los sitiados un comisionado, proponiendo indulto
para Morelos, Galeana y Bravo.
El jefe independiente escribió al reverso del papel del general español:
« Otorgo igual gracia á Calleja y á los suyos».
JOSÉ MORELOS Y PAYÓH ;30íi
XI
El general español había agotado todos los recursos, que se estrella-
ban ante el brío de aquellos hombres, los cuales ni aun por hambre se
rendían, que tan absoluta era la escasez de víveres, que .se alimentaban
con los animales más inmundos.
Calleja estaba enfermo física y moralmente, pues su valor y su
reputación militar, perdían su prestigio en Guautla.
Sitiados y sitiadores tenían igual tesón y bizarría , pero viendo Moro-
los que era imposible resistir más, evacuó Cuantía en la noche del
2 de Mayo y .rompió la línea enemiga, dejando la artillería y enfermos:
el infatigable (íaleana mandaba la vanguardia, Morolos el centro y el
capitán Anzures la retaguardia.
I n soldado realista gritó: «¿quién vive?» y aun cuando el infeliz
pagó con su vida, fué la señal de alarma, y los patriotas se vieron
envueltos en una tempestad de balas; batiéndose y con serenidad imper-
turbable, efectuaron la gloriosa retirada, digno epílogo de aquel episo-
dio brillante.
XII
Morelos, durante el mes de Mayo permaneció en Chautla, enfermo de
resultas de la caída en una zanja, pero poco después emprendía otra vez
su carrera de triunfo. En Huajapam, derrotó al jefe realista Caldelas,
tomando catorce cañones, armamento y muchos prisioneros.
En Tehuacán, hizo reclutamientos, regularizó el ejército y le ins-
truyó secundado hábilmente por el cura Matamoros y D. Nicolás Bravo,
quien en San Agustín del Palmar, tomó un convoy conducido por don
Juan Labaqui: el jefe realista fué muerto en la pelea, y su espada
presentada por Bravo á Morelos. Osorno, había tomado Pachuca y cuan-
tioso botín, y Morelos que había salido de Tehuacán para recibir la
parlé que le correspondía , atacó al regresar á un convoy, pero fué
304 AMERICANOS CÉLEBRES
batido por los realistas en Ojo de Agua, y volvió con los dispersos á su
cuartel general.
El 29 de Octubre de 1812, se apoderó de Orizaba, aun cuando se
defendieron como buenos, el jefe Andrade y sus soldados.
En aquel punto ocurrió un curioso episodio. Un joven nombrado
Santa María, había sido sentenciado á muerte, porque infiel á su ban-
dera, se había pasado á los realistas, así como el capitán Melgar.
El primero estaba para contraer matrimonio, y su novia, agobiada
por el dolor, se atrevió á pedir su vida á Morelos; éste inexorable para
las faltas de lealtad á la gran causa, leyó la solicitud y puso al mar-
gen: «Escoja otro novio más decente».
Trasladóse Morelos á Tehuacán, y desde allí reunido con las tropas
de Matamoros y de D. Miguel Bravo, marchó contra Oaxaca, población
bien fortificada y guardada por dos mil soldados.
El 24 de Noviembre de 1812, llegó Morelos al frente de la ciudad: al
día siguiente después de haber intimado la rendición y ser rechazada
ésta por los defensores de la plaza, empezó el fuego de artillería; se for-
malizó el ataque y dos horas después estaba aquélla en poder del vence-
dor: á las dos de la tarde se encontraba Morelos en la plaza mayor; cua-
tro jefes realistas fueron pasados por las armas y exhumados los restos
de varios patriotas, se les hicieron suntuosas honras fúnebres.
La guerra adquirió mayor impulso con el inmenso botín recogido en
Oaxaca , ocupándose Morelos activamente de la disciplina y organización
del ejército, sin que el Virrey lo hostilizara, ni procurase impedir el
aumento de fuerzas y los preparativos para empresas de mayor magni-
tud, cual eran la. toma de Puebla y Méjico.
¿Qué causa motivó la apatía del Virrey? ¿Cómo sus tropas permane-
cieron en la inacción, dando tiempo al victorioso caudillo para cubrir
sus bajas y reforzar su ejército?
La historia juzgará y con severa rectitud dará su fallo.
Acertadísimo Morelos en todas sus campañas, no lo estuvo al aban-
donar su prodigioso plan de operaciones contra Méjico: tal vez su nom-
bre y sus victorias, habrían asegurado un éxito decisivo y entonces los
acontecimientos variando de rumbo, no hubieran tenido consecuencias
tan terribles y funestas.
JOSÉ MORELOS Y PAVÓN 305
XIII
El 7 ele Febrero de 1813, salió Morelos de Oaxaca, y el 26 de Marzo,
llegaba á su famoso campamento Paso á la Eternidad, decidido á
poner sitio á Acapulco hasta tomar la ciudad, la que, en 12 de Abril,
cayó en su poder, pero iio así la fortaleza , que se resistió durante cinco
meses y capituló cuando los sitiados vieron que era inútil la resistencia,
pues dueño Galeana de la isla Roqueta , tenían cortados los víveres y la
comunicación.
La Junta de Zitácuaro, aun cuando por aquel tiempo había hecho
grandes servicios á la causa de la libertad, no tenía, sin embargo, la
cordura y sensatez necesarias para dominar, en interés de la patria, las
mezquinas, pero enconadas rencillas que se agitaban en su seno, por lo
que, Morelos, convocó el primer Congreso mejicano, que debía reunirse
en Chilpancingo, y en el cual tomaban parte los miembros de la Junta
de Zitácuaro.
El Congreso reconoció en 15 cíe Septiembre á Morelos, como el
primer Jefe del ejército y depositario del Poder ejecutivo: al aceptar,
significó que si llegaban tropas extranjeras, no se habían de acercar al
lugar residencia del Congreso. Que en caso de su fallecimiento había de
tener el mando el jefe de mayor graduación , sin romper la unidad del
ejército ni del Gobierno: que el Congreso no le había de negar recursos
y auxilios, sin exceptuar á clase alguna del servicio militar.
Prestó el juramento de defender la religión, la pureza de María
Santísima , los derechos de la nación mejicana y "desempeñar lo mejor
que pudiera el cargo que se le confería.
Rehusó el título de Alteza, y se dio á sí mismo el de Siervo de
la Nación. Decretó el Congreso, la independencia, en 6 de Noviembre
de 1813, por medio de un notable documento redactado por D. Carlos
María Bustamante.
Ordenó Morelos la libertad de los esclavos; abolió la distinción de cas-
tas, el tributo; prohibió los juegos de naipes y de azar; eximió á los ame-
ricanos de pagar las deudas á los europeos, y extinguió los estancos de
cobre y pólvora.
20
306 AMKUIOAXOS CÉLEBRES
XIV
Creyendo conveniente establecer en 'Valladolid el asiento del Con-
greso, marchó contra aquella ciudad, y con cinco mil hombres, treinta
cañones, municiones y pertrechos, se presentó en las lomas de Santa
María, intimando la rendición, y pasado el término de tres horas,
intentó tomar un fortín cerca de la Garita del Zapote; pero reforzados
los realistas, tuvieron (pie abandonarlo los republicanos.
Una estratagema dio el triunfo á los sitiados.
En la noche del 24, salió íturbide de la plaza con ciento noventa
hombres de caballería y otros tantos de infantería á la grupa de los
caballos, y penetrando en el campo insurgente, logró que se batieran
los patriotas entre sí. sembrando terrible confusión, y (pie se dispersa-
ran sin atender á la voz de los jefes.
Las pérdidas fueron tan grandes, que no sólo quedaron en el campo
materiales de guerra, dinero, pertrechos, reunidos en tantas victorias,
sino que hasta la fe, el entusiasmo y la confianza, quedaron sepultados
en Puruarán, lugar en donde Morelos esperó a las tropas vencedoras que
le perseguían para hacerles frente con los restos de sus tropas; pero allí
se completó el desastre: todo cayó en manos de los realistas, y desban-
dado el resto del ejército y preso Matamoros, siguió Morelos para la
hacienda de Santa Lucía.
XV
Lo mismo en la vida de las naciones (pie en la de las individualida-
des, hay una época, límite de su esplendor, y cuando éste llega á su
más culminante cima, el descenso es rápido y desastroso, acumulándose
los acontecimientos para acelerar la ruina.
Por primera vez sintió Morelos la helada brisa de la amargura y del
desaliento: sus aspiraciones, sus hermosos planes, la libertad para su
patria, el presente y el futuro, naufragaban en el mar de la adversidad.
JOSÉ MORELOS Y PAVÓN 307
El general atrevido, afortunado y valeroso, andaba errante reco-
ciendo los desbandados restos de su ejército.
Todos los dolores le abrumaban á un tiempo: el Congreso huía de
Chilpancingp, y Matamoros era fusilado en Yalladolid, por más que el
héroe en cien combates propusiera un eange al Virrey para salvarlo.
En 24 de Febrero de 1X14. salió Morelos con sesenta hombres, y
trescientos desarmados, para escoltar y defender al Congreso: en el
rancho de las Animas le sorprendió el enemigo: archivos, equipajes, todo
se perdió, y con dificultad logró salvarse y llegar hasta Acapulco.
La fortuna abandonaba al que por tan largo tiempo fué su predilecto.
Desde el pie de la Cuesta ordenó á Montes de Oca incendiar la
ciudad, y perseguido de nuevo, se retire'» á Tecpán: infatigables los
realistas, destacaron ochenta infantes y cincuenta caballos para pren-
derlo; pero el heroico patriota intentó rehacerse en Alijo, Estado de
Michoacíki, y se fortificó empezando á reclutar gente y á organizar el
ejército con animosa perseverancia. Allí estableció una maestranza, y
poco después, con trescientos hombres, se unió al Congreso con generosa
abnegación y olvidando (pie le habían destituido del mando civil cuando
huía vencido, concediéndole únicamente el militar.
En Junio tuvo noticia de la muerte de ü. Hermenegildo Galeana, y
con profunda tristeza exclamó: «Acabaron mis dos brazos; ya no
soy nada ».
XVI
El 22 de Octubre de 1814, se sancionó en Apantzigán el Código cons-
titucional, firmándolo Morelos como diputado que era del nuevo reino
de León, y el 24 firmó también el acta de independencia, por ser
miembro del Poder ejecutivo.
Su nuevo cargo le inutilizaba para el mando militar, y sólo en
instantes de Supremo riesgo, podía ponerse al frente del ejército: ese
momento supremo llegó.
Iturbide se adelantaba á marchas forzadas para sorprender al Con-
greso: éste huyó á Puruarán. pero como Tehuacán presentaba condicio-
nes de mayor seguridad, determinó aquella corporación, que Morelos
308 AMERICANOS CÉLEBRES
pusiera en ejecución el difícil proyecto, pues tenían que salvar ciento
cincuenta leguas sin víveres ni medios de transporte y atravesando por
lugares ocupados por tropas enemigas.
Morelos pudo reunir mil hombres, pero sólo quinientos armados con
fusiles, entre ellos los soldados que componían la escolta del Congreso,
mandada por Lobato.
No contaban más que con dos cañones , y los archivos , municiones y
equipajes, aumentaban la dificultad de aquel largo trayecto.
Nombrada una junta subalterna en la provincia de Valladolid, para
que ejerciera todos los poderes ínterin duraba la ausencia del Congreso,
emprendía éste la aventurada peregrinación , dispuesto á toda clase de
privaciones como lo requerían las circunstancias.
Los realistas tuvieron noticia inmediatamente del proyecto y de la
marcha de Morelos, y Calleja tomó sus disposiciones para asegurar la
importante presa: Morelos debía pasar el Mescala, y hacia ese punto se
dirigieron gran núcleo de tropas formando extensa línea , siendo el plan
de operaciones tan hábilmente combinado, que era imposible se frus-
trara: el valeroso jefe independiente había tomado también precauciones
para que en diferentes puntos le preparasen raciones y no supieran los
realistas cuál había de ser el paso para la orilla opuesta ; pero el capitán
Ortiz de la Peña dio el aviso de que los independientes pasarían por el
vado de Tenango.
A ese punto se dirigió D: Manuel de la Concha á marchas forzadas.
El día 2 de Noviembre llegó Morelos, pero como no encontró las
balsas y el tiempo apremiaba, mandó incendiar el pueblo, y después de
fusilar al capitán de los realistas, vadeó el río, y el 3 estaba en Tesma-
laca , á seis leguas de Tenango.
La tropa estaba agobiada de cansancio, y Morelos, siempre solícito,
la concedió un día de descanso.
XVII
El día 4 , á las nueve de la mañana , Concha , que había acelerado sus
movimientos y vadeado el río á las once de la noche anterior, se pre-
sentó al frente de la retaguardia de Morelos, que marchaba para un
pueblo llamado Coesala.
JOSÉ M ÓRELOS Y PAVÓN 309
La vigilancia de Morelos no se había desmentido un solo instante
durante el prolongado viaje, velando por aquellos que se habían puesto
en sus manos y proporcionándoles cuanto les era necesario.
Parque, archivos, mujeres y niños, marchaban en carros hacia
Tehuacán; los demás caminaban formados, á ración de soldado y
acampando al raso.
Aquella mañana, Morelos, al hacer un reconocimiento, se encontró
frente á frente con el enemigo.
No vaciló: hizo adelantar á los diputados y bagajes, y ocupó con
escasas fuerzas la colina para protegerlos hasta el último momento: los
realistas lo envolvían por todas partes y el fuego era vivísimo.
Con los cuerpos mandados por D. Nicolás Bravo, — fiel siempre, — por
Lobato y el que estaba bajo sus órdenes, empeñó la acción, batiéndose
con temerario valor; pero derrotada el ala derecha, exclamó:
«Todos á escoltar el Congreso; que yo muera, nada importa».
Gran número de soldados independientes huían, Morelos quedó con
pocos, y aun así, defendiéndose sin tregua: sintió vacilar á su caballo:
el noble bruto estaba desgarrado á balazos y no podía sostenerse más:
cayó. Morelos, impávido, aun cuando se considerase perdido, dijo:
Pronto se cansó este caballo y anduvo bien poco » .
Las vidas de aquellos pocos que aun quedaban á su lado, preocu-
paron al héroe: siempre abnegado y siempre sacrificándose por los
demás, les ordenó que sé salvaran como pudieran.
Intentó quitarse las espuelas. Sin ellas podría huir, y quien sabe si
aun ser útil á la buena causa; pero el capitán de realistas Matías
Carranco, miserable desertor de las tropas de Morelos, lo alcanzó con su
gente: «Señor Carranco, parece que nos conocemos», — dijo irónica-
mente el caudillo.
XVLII
En Tenango fueron á visitar al prisionero los jefes realistas Villasana
y Concha. ¿Qué hubiera V. hecho con nosotros, —le preguntaron, — en
el caso de habernos cogido?
«Darles dos horas para prepararse y fusilarlos después», — contestó
fríamente Morelos.
310 Imbrícanos célebres
Cargado de grillos, fué conducido á Méjico, escuchando en el tránsito
groseros insultos, fanáticas inventivas, siendo objeto aquel hombre tan
superior, tan grande por su heroísmo y por su amor á la patria, del
escarnio de varios, de la piedad y de la admiración de muchos.
A los jefes y tropas que hicieron la importante captura, les recom-
pensó el Virrey con largueza y les dio ascensos y honores.
Morolos, preso, degradado por la Inquisición, (pie le acusaba de
herejía, de mala conducta, de perturbador de la tranquilidad pública v
de haber faltado á Dios y al rey, fué enérgico y sublime, hasta el pos-
trer insta'nte de su vida.
Cuenta el venerable escritor mejicano I). Guillermo Prieto, que
encontrándose Morelos en los calabozos de la Inquisición, hubo un hom-
bre generoso que intentó salvarlo: el cirujano. Francisco Montes de Oca.
lleg'ando hasta ofrecerle sus modestos ahorros.
Amigo mío, — contestó enternecido el preso, — es muy fácil cosa
averiguar qué V. me ha sacado, pues entra y sale por razón de su des-
tino, en estas cárceles: usted tiene familia, v de consiguiente, dentro de
poco es perdido con ella».
Y como insistiera, añadió: -«No permita Dios que vo le cause el
menor daño: déjeme morir, y en mí terminará todo».
XIX
El heroico hijo de Anáhuac nada negó al ser interrogado: si había
levantado el estandarte de independencia, era porque el propio Fer-
nando VII se había degradado, entregando España como un rebaño de
ovejas; 1 (pie en virtud de represalias había fusilado y quemado pobla-
ciones; (pie se había abstenido de decir misa, creyéndose irregular para
(dio, y (pie si la revolución causaba males v acarreaba perjuicios, eran
naturales en todas las guerras.
El odioso y odiado tribunal de la Inquisición, le condenó á (pie asis-
tiera á su auto de fe con traje de penitente, con sotan illa y vela verde, á
(pie hiciera confesión general y ejercicios, y en el caso de (pie se le
1 El fámliUri mcjicíHio jtusgafa* <"n justo recte criterio y ^nl>i¡i lógica. •
JOSÉ .MORELOS Y PAVÓN 311
•
hiciera gracia de la vida, á reclusión perpetua en África, bajo las
órdenes del Inquisidor general.
Asistió Morelos, sentado en un banquillo sin respaldo, obligándole hiciera
protesta de fe, y que arrodillado recibiera azotes coa cara*.
Conducido al altar mayor y revestido con los ornamentos sacerdota-
les, fué después despojado de ellos por el obispo de Oaxaca, sin que se
alterara su pasmosa serenidad ni digna actitud.
Dice Ribera Camba, en el tomo segundo de su libro Los Gobernantes
de Méjico, que, únicamente al restregarle las manos, se deslizaron por
sus mejillas algunas lágrimas.
El Virrey, conforme con el dictamen del Auditor, sentenció á
Morelos á la pena capital, pero sin aceptar fuese cortada la cabeza ni la
mano derecha,' pedido por el fiscal.
XX
El 22 de Diciembre de 1815, salió para la villa de Guadalupe, en el
coche del coronel D. Manuel de la Concha, con el Padre Salazar y un
oficial.
De Guadalupe siguieron para el pueblo de indios, San Cristóbal
Ecatepec, sitio designado para la ejecución.
El mártir de la libertad se encerró con el Padre Salazar, y en aquel
solemne instante, imploró al Dios de la justicia y elevó sus preces hasta
la misericordiosa Majestad.
Con rostro sereno escuchó el redoble que anunciaba su próximo fin.
Se levantó con poderosa fuerza de voluntad, sin (pie los grillos le
hicieran vacilar, v llevando en la mano al Crucificado, se puso en
marcha, despojándose antes de su capote y vendándose los ojos.
Pocos momentos después, yacía tendido, bañado en sangre el leal y
decidido patriota, el que dio forma al Gobierno independiente, el
que creando ejércitos y hombres, llevó la bandera de victoria en vic-
toria, legando á las edades futuras la página más gloriosa de la inde-
pendencia mejicana, y una de las más grandes y bellas de la historia de
América.
ALEJANDRO PETIÓN
or los años de 1768 á 1769, vivía en Port-
au-Prince (Haití), un colono nombrado
Savés. La pasión ó el capricho le incli-
naron á una joven y hermosa esclava
que, respondiendo á su amor, se unió á él con
los lazos de la más tierna intimidad. Fruto
de ésta, fué un niño nacido en Abril de 1770,
á quien bautizaron con el nombre de Ale-
jandro.
Privado del apellido de su padre y no teniéndolo
Úrsula su madre, tomó el que el cariño de su madrina
le otorgaba por sobrenombre, Pctiot , transformado más
tarde en Petión y que ha quedado como un timbre en la
historia haitiana.
Era el niño arriesgado, inteligente, y como educado bajo régimen de
la colonia y en falsa posición social, partidario de campo más vasto
de acción, de libertades para el pensamiento y de la autonomía de los
pueblos.
No tenía aún veinte años cuando ya se distinguió el patriota etíope
por sus ideas revolucionarias, y fué principal actor en conspiraciones y
pronunciamientos. Nada debía á la raza que imperaba en su patria, sino
la desgracia de su madre. Su padre, el orgulloso colono, le había dado
por única muestra de amor paternal el oficio de herrero; éste no le satis-
ALEJANDKO PETIÓN 313
facía porque aspiraba á mucho más. Vacilando en sus inclinaciones, fué
platero y después soldado raso en los cazadores de milicia.
Su amor á la libertad le hizo abandonar más tarde las alegres
florestas y los bosques de Haití, para sentir en Francia las emociones de
otra vida más agitada y los variados y tumultuosos choques del ciclón
revolucionario , que redujo á ruinas el trono de los francos y destruyó
para siempre las fortalezas y baluartes en donde el pensamiento se redu-
cía á la nulidad, 1 y las rejas y calabozos, que eran la mordaza para los
descontentos ó atrevidos campeones de la justicia y del derecho.
II
La patria de Toussaint Louverture, estaba gobernada • por este
sublime negro, que había desplegado en la guerra contra los colonos y
sus aliados los ingleses, un acierto y un valor que le conquistaron fama
universal.
Poseía este notable jefe brillantes cualidades militares, y su entereza
y virtudes merecieron del general inglés Maitlan , ostensibles demostra-
ciones de aprecio y admiración, cuando en 9 de Mayo de 1798 celebró
el tratado con el bravo caudillo de los negros y reconoció la indepen-
dencia de la colonia francesa. Civil y militarmente fué Toussaint Lou-
verture, un hombre superior, dotado de singular perspicacia y de admi-
rable espíritu de progreso.
Un ejército respetable (sesenta mil hombres) estaban en pie de guerra,
y cuanto la lucha había paralizado y destruido, renacía y se desarrollaba
bajo la bienhechora influencia de aquel patricio valiente, modesto, enér-
gico y amante de la justicia y del orden. Convocada una asamblea, á
ésta sometió un proyecto de constitución, que fué aprobado y promul-
gado en 1.° de Junio de 1801 : según sus bases, quedaba Haiti, si bien bajo
el poder francés, regido por leyes especiales y gobernado por una auto-
ridad superior vitalicia. Es decir, Toussaint Louverture, embozadamente,
hacía libre á su patria y la colocaba bajo el protectorado de la Francia ;
cuando fué elegido gobernador reconoció la soberanía francesa, solici-
1 La Bastilla ora la prisión de los reos políticos.
314 AMERICANOS CÉLEBRES
táñelo á su vez, se aprobara por el primer cónsul el sistema de gobierno
establecido en Haití, que á la sazón y bajo el mando del animoso negro
había alcanzado paz, progreso y riqueza.
nr
Napoleón Bonaparte, llevado de su ambición y sed de dominio, envió
á Santo Domingo al general Leclerc á la cabeza de veinticinco mil
hombres, con una escuadra de veintiséis navios de guerra y numero-
sos transportes. Alejandro I)eti<)ii,ya coronel, formaba parte de aquel
ejército que tan alta fama conquistó en el Rhin. El futuro empera-
dor había empleado promesas liberales, palabras suaves y engañosas.
hasta conseguir se prestase Petión á cooperar eu aquella expedición que
tuvo tan funestos resultados para su patria.
Leclerc llevaba órdenes secretas; era preciso (pie Santo Domingo
volviera á ser colonia, restableciéndose la esclavitud v exterminando á
Louverture v á los jefes qué le habían ayudado en la noble empresa de
tranquilizar aquel pueblo v darle orden y prosperidad.
Las proposiciones de Leclerc para rendir la plaza, fueron rechazadas
por Enrique Cristóbal, que ejercía el mando en Cabo Francés en ausen-
cia del gobernador Toussaint, y quien, no pudiendo defender la ciudad.
prefirió reducirla á cenizas incendiándola y retirándose al interior.
IV
Comenzó la lucha. Los haitianos defendieron la libertad y la constitu-
ción con generoso y bélico ardor: aquellas huestes veteranas y vencedo-
ras en cien combates se estrellaban ante la constancia de los negros quer
aun derrotados, continuaban hostilizando desde los bosques ó guarecidos
en las altas montañas.
La desesperación llegó á su colmo, cuando Leclerc proclamó de nuevo
la esclavitud y agobió cruelmente á los infelices negros y mulatos sin
más derecho que el de raza, por lo (pie más sangrienta y constante se
ALEJANDRO 1'KTIÓX 315
empeñó la resistencia, y aun cuando la superioridad de fuerzas obligó á
los principales jefes á someterse á los franceses, no por esto se extinguió
el espíritu de rebelión.
Preso el infeliz Toussaint Louverture, fusilados los que intentaron
salvar á su valeroso jefe, fué éste conducido á Europa y encerrado en el
castillo de Joux en un estrecho calabozo, con un criado único que le
acompañó en su cautiverio.
Más tarde Louverture, tuvo por encierro en Besancon una torre
lúgubre y helada : la idea de la muerte sería para el infeliz cautivo el
anhelado puerto ó el áncora de salvación. ¡Inexorable destino!
El frío del invierno, el hielo terrible de la desventura, abatió tí
vigoroso organismo del hijo de los trópicos, y ya cuando los rigores de
la estación habían pasado y las tibias brisas de primavera penetraban á
través de las rejas del torreón, encontró" en la tumba el anhelado
reposo.
¡Pobre mártir! ¡pobre redentor de su raza! su muerte debió pesar
como losa de plomo sobre el corazón de aquel que, años más tarde, soli-
tario también después de haber sido soberano y arbitro de Europa , se
extinguió allá en el peñasco de Santa Elena.
V
Lector, dispensa si apartándonos del principal objeto de este bos-
quejo, nos hemos ocupado en recordarla vida de un hombre digno de
otra recompensa y merecedor por sus cualidades de suerte menos
infausta. ¡Tenía el rostro negro, pero la conciencia blanca y el corazón
de oro!
Petión y Dessalines vengaron á Louverture. La guerra continuó sin
cuartel. Leclerc sucumbió de la fiebre amarilla en la isla de la Tortuga
y Rochambeau le sucedió. Meses más tarde, acosado por los negros y no
recibiendo auxilio de Francia, siendo imposible toda resistencia, vióse
obligado á capitular, saliendo de Cabo Francés durante la noche
y cayendo en manos de la escuadra inglesa.
Los restos de aquel brillante ejército del Rhin fueron prisioneros de
la Inglaterra hasta la caída de Napoleón. De tantos miles de hombres
316 AMERICANOS CÉLEBRES
que orgullosos y seguros del triunfo habían pisado el suelo dominicano,
sólo volvieron á su patria algunos de ellos.
El resultado de aquella expedición fué desastroso para la Francia.
Sin embargo, los negros vencedores fueron generosos para sus antiguos
colonos.
«Propietarios de Santo Domingo, — exclamaron, — que vagáis en los
países extranjeros proclamando nuestra independencia; nosotros no os
prohibimos entrar en posesión de vuestros bienes; lejos de nosotros
•este pensamiento injusto: sabemos que hay algunos hombres que han
abjurado sus antiguos errores, renunciado á sus locas pretensiones y reco-
nocido la justicia de la causa porque vertemos nuestra sangre desde
doce años atrás; trataremos como hermanos á los que nos aman: pueden
contar con nuestra estimación y con nuestra amistad y volver á vivir
entre nosotros».
El 1.° de Enero de 1804, se proclamó solemnemente la independencia
de Haití, y el general Juan Jacobo de Salines fué el primer gobernador
vitalicio del Estado.
En 1807, ascendió Petión á la presidencia y después fué reelecto dos
veces: su valor, sus virtudes y carácter desinteresado y generoso le die-
ron popular prestigio, llegando á ser un semidiós para los haitianos.
En todo demostró su culto por la patria: la instrucción pública, el
comercio, la industria, la agricultura, todos los ramos de riqueza, todas
las reformas sociales, encontraron en Petión extenso apoyo y poderoso
impulso. La habilidad del hombre de Estado y del austero legislador,
sobresalían en él presidente haitiano; su carácter era franco, firme,
digno y recto; amantísimo de la inteligencia y del mérito, los premiaba
y protegía, y con entusiasta empeño y generosa eficacia prestó á Bolí-
var, armas, pertrechos de guerra, benévola acogida, cariñosa hospitali-
dad. ¡La libertad de Venezuela tuvo en Petión bienhechor auxiliar!
« ¡Que Dios proteja vuestra empresa ! » , decía el jefe haitiano al futuro
Libertador, abrazándole en Port-au-Prince.
ALEJANDRO l'ETIÓN 317
VI
El decreto de abolición de la esclavitud, dado en Venezuela el 6 de.
Julio de 1816, respondió al íntimo deseo de Bolívar y á la promesa
hecha a Petión.
Posteriormente se ratificó aquel decreto en el artículo 2.° del de 14 de
Mayo de 1818, y después decía Bolivar en 1819 al dar cuenta al Con-
greso de sus actos durante la dictadura.
« Yo abandono al Congreso, á vuestra soberana decisión , la reforma ó
revocación de todos mis estatutos y decretos; pero imploro la confirmación
de la libertad absoluta de Jos esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la
república».
El pueblo haitiano reconoció y admiró siempre el gran carácter del
supremo magistrado padre de la patria, y en 1816 fué elegido de nuevo
y á perpetuidad para presidente de la república.
Alejandro Petión dejó de existir el 21 de Marzo de 1818.
Su patria no guarda sus cenizas. El amor f las hizo trasladar á tierra
francesa, y reposan en elegante monumento en el cementerio del Padre
Lachaise.
1 La señora Fayo. amaila «lo Petión.
JOSÉ ANTONIO PÁEZ
N esa famosa nueva era, que se iniciaba desde prin-
cipios de este siglo en el Mundo de Colón, en
aquella época en que sólo la Francia había osado
lanzar su reto á los revés, levantando en sus
robustos hombros la diosa Libertad, los pueblos
colonias de la nación española vieron brotar de su seno
soldados y hombres, que con sus hazañas y patriotismo
asombraron al universo*
Hoy yacen en el sepulcro los Viriatos del Nuevo
Mundo, los espartanos del siglo xix, los genios privile-
giados, los grandes de espíritu, los ricos de nobilísima
gloria y los sedientos de grandezas futuras para América.
11
El lo de Junio de 1790, nació José Antonio Páez, en humilde Vivienda
cercana al pueblo de Acarigua, en los llanos de Araure, provincia de
Barinas. «Mi padre servía de empleado al Gobierno Colonial en el ramo
de estanco de tabaco, establecido entonces en la ciudad de Guana re de
la misma provincia, y residía allí para el desempeño de sus deberes,
JOSÉ ANTONIO PAEZ
JOSÉ AXTOXIO l'ÁKZ 319
lejos con frecuencia de mi excelente madre, que por diversos motivos
jamás tuvo con sus hijos residencia fija». i
Eu el pueblo de Guama liabía una pequeña é insignificante escuela,
Como lo eran en general las de época tan atrasada, aun en grandes pobla-
ciones, y á ella enviado por su madre, concurrió Páez durante algún
tiempo, cuando contaba apenas ocho años, según él mismo refiere.
Poco después un cuñado suyo le tomó á su cargo, dedicándolo á la
siembra de cacao, y más tarde en compañía de un pariente y de otro
hermano, pasó á la ciudad de San Felipe, permaneciendo en ella algún
tiempo.
IJ
En pocos años se había transformado el niño en hombre; era ágil,
aficionado á la caza . resuelto y valiente.
Un día regresaba de Cabudare con fuerte suma de dinero que le habían
entregado para su padre: la soledad era completa: lo agreste y exhube-
rante de la vegetación deleitaban, sin duda, al joven viajero, y al buen
paso de sus muías se acercaba al término de su jornada, cuando se vio
asaltado por cuatro hombres que intentaban robarle.
Llevaba consigo un. par de pistolas, precaución aun hoy muy en uso
para atravesar las soledades americanas, y con ellas mantuvo á distancia
al primero que le amenazaba con machete en mano.
Rayaba José Antonio Páez en los diez y siete años, y su edad no era
para imponer respeto á los agresores, que resueltos se adelantaron hacia
el joven.
Páez, viéndose acometido, retrocedió para dejar espacio entre él y su
adversario, y disparando una de sus armas, dio en tierra con el principal
bandido: los otros emprendieron la huida al ver muerto á su compañero,
internándose en el bosque; el animoso mozo, continuó su viaje hasta
llegar sano y salvo á su modesta casa, no sin la natural preocupación y
terror que le causaba haber cometido un asesinato, aun cuando fuera en
defensa propia.
1 Palabras ilel general l'áez: Aimh-s de Venezuela.
320 AMERICANOS CÉLEBRES
Días después, estaba Páez convertido en ganadero en las hermosas
pampas del Apuré: asustado y temeroso por la involuntaria muerte del
bandolero, huyó de la casa paterna y entró al servicio del rico hacen-
dado D. Manuel Pulido, en el hato de la Calzada, 1 situado en las frescas
orillas del Apuré.
Ya se cernía la tempestad revolucionaria; ya Venezuela adivinaba,
veía destacarse y crecer la figura del ínclito Bolívar ; ya el primer grito
de emancipación había llegado hasta los verdes campos en donde Páez
apacentaba su ganado: el genio sólo necesita un instante para reve-
larse en todo su esplendor ; el mancebo dirigió una rápida y desdeñosa
mirada en torno suyo; comprendió su pequenez, y desconocida sensación
embargó su ser.
Deslumhrado por radiantes horizontes, veía en lontananza triunfos y
glorias, y abandonando el humilde cayado, empuñó la lanza y se alistó
cu las milicias de Barinas. De soldado ascendió en breve á sargento, y el
comandante español Tiscar, satisfecho de sus aptitudes militares, le
extendió el despacho de capitán.
V
Pero la patria necesitaba corazones y brazos; y Páez, desechando el
ascenso en las filas españolas, se unió á las guerrillas delteniente coro-
nel Pulido, su antiguo amo, y empezó á distinguirse y á prestar grandes
servicios en la caballería; pero al ocupar las tropas de Yáñez la provin-
cia de Barinas, cayó Páez prisionero, y puesto en capilla, las balas espa-
ñolas iban ya á borrarle del libro de los vivos, cuando un generoso
español llamado Escutasol, rescató por seiscientos duros aquella exis-
tencia que tantos lauros iba á cosechar. Sin embargo, no alcanzó la
libertad, sino cuando temerosos los realistas por la victoria de los patrio-
tas en Araure, abandonaron la plaza.
' Haciendas.
JOSÉ ANTONIO PÁEZ 321
VI
El afortunado guerrillero se encontró poco después en la acción de
Estanques, en donde persiguió á los realistas, hasta alejarse á gran dis-
tancia de los suyos y verse rodeado de enemigos: fingiéndose jefe de
un cuerpo de jinetes, empezó á dar órdenes como si quisiera envolver á
los que huían, i y con esta estratagema logró aumentar la confusión y
tomar armas y prisioneros, que condujo al campamento patriota para
engrosar las filas del ejército.
Desde esta época empezó á señalarse por su valor y carácter, y pol-
la fabulosa fortuna que le acompañaba en las arriesgadas empresas
de la campaña.
La batalla de Mata de la Miel, en la cual los trofeos fueron numerosos,
es una de las que le conquistaron la confianza y la atención de Bolívar,
y en la cual ganó el ascenso de teniente coronel , haciéndose notar por
su noble generosidad con los vencidos.
De victoria en victoria había llegado el jefe de los bravos llaneros á
general de brigada, al propio tiempo que á ser el ídolo de sus soldados por
su impetuosidad, por su desprecio de la vida en los combates, por la
benévola franqueza é interés por sus tropas.
Desafiaba el peligro, lo buscaba , y á igual del soldado, sufría la falta
absoluta de lo más preciso, y parécenos curioso y de interés histórico
hacer mención de algunas particularidades.
Aquellos hombres, aquellos venezolanos, aquellos soldados desnudos
y alimentados más bien idealmente con la sacra idea de libertad, estaban
descalzos y sufrían las lluvias torrenciales, el sol abrasador, el relente
de la noche, mal cubierto el cuerpo con el cuero de reses muertas para
su escaso sustento.
El llanero, como el gaucho argentino, tiene muchos puntos de contacto
con el árabe, y era y es diestrísimo para amansar los caballos y reducir-
los al dominio del hombre; las tropas de Páez se distinguían por su caba-
llería , y con ella alcanzó sus mejores triunfos.
Borat.t y Díaz: Historia de Venezuela.
3-2 AMERICANOS CÉLEBRES
VII
Para facilitar la marcha del libertador Bolivar, había distraído Páez
al -enemigo, teniendo al propio tiempo sitiada la ciudad de San Fernando;
pero cuando llegaron las tropas del caudillo al paso llamado del Dia-
mante, no encontraron embarcaciones para cruzar el Apuré. En la
orilla opuesta estaban fondeadas una cañonera, tres flecheras y varias
canoas de los españoles.
Cincuenta húsares de Páez mandados por el bizarro Aramendi, se
lanzaron al profundo y anchuroso río con los caballos en pelo, los que
dejaron á merced de la corriente, y al abordaje, tomaron las despreve-
nidas embarcaciones.
La reputación militar de Páez y su prestigio, llegó á su puntó culmi-
nante en el glorioso combate de Queseras del Medio.
Durante el mes de Marzo de 1819, habían sufrido algunos reveses las
tropas republicanas y las fuerzas de Morillo y las de Bolivar; éstas en la
orilla derecha del Arauca, y aquéllas en la izquierda, permanecían ace-
chando momento oportuno para un nuevo encuentro.
Morillo había efectuado algunos movimientos, hasta colocarse el
día 2 de Abril casi al frente de las posiciones que ocupaba el general
presidente Bolivar, y el arriesgado Páez, á la cabeza de ciento cincuenta
y un hombres de su caballería , formó el atrevido plan de atravesar el
río y provocar al enemigo.
Efectuado el paso, dividió sus fuerzas en tres columnas y siguió mar-
chando.
Asombrado Morillo de su audacia, puso en movimiento sus tropas, y
rompió el fuego sobre aquellos valientes, al mismo tiempo que la caba-
llería atacaba también. Distinguíase uno entre aquéllos por su figura
marcial, robusta, alta, imponente: su dormán púrpura, su brioso caballo
blanco que le señalaban al enemigo : era Páez ; era el Aquiles de Amé-
rica ; era el venturoso llanero que legaba á los siglos un nombre coronado
por inmarcesible lauro.
Páez retrocede en orden de batalla; los jinetes avanzan ;~el jefe del
Apuré deja el río á la espalda; Morillo lo cree ya en su poder y ordena
JOSÉ ANTONIO PÁEZ 323
marche toda la caballería contra él (compuesta de mil hombres, entre
ellos doscientos carabineros), y vuelve sus fuegos sobre las tropas que
defendían la orilla derecha del Árauca.
Pero el hábil militar ha empleado una estrategia de guerra, logrando
que la caballería enemiga quede á larga distancia de la infantería;
entonces vuelve como el rayo dando frente al enemigo ; lo acomete divi-
diendo su tropa en grupos de veinte hombres; la rapidez del movimiento,
el asombro, impide á los soldados formar filas; Páez, los desordena
aún más y los destroza á pesar de la desesperada resistencia ; los cara-
bineros echan pie á tierra y se baten como fieras, pero mueren sin
la gloria del triunfo, porque los heroicos llaneros no dan cuartel en la
obstinada persecución.
La noche cubre con su manto aquel cuadro de horrible confusión.
Las tropas de Morillo se refugian en la selva, y Páez vencedor, recoge
los laureles y la admiración de Bolívar, quien, al día siguiente, concedió
la cruz de Libertadores á todos los jefes, oficiales y soldados, que habían
ganado sobre fuerzas tan superiores la acción de Queseras del Medio,
venciendo al severo y valiente general Morillo, al jefe de los bélicos
escuadrones que habían medido sus armas con los soldados de Waterloo
y de Marengo, y que contaban en cada batalla una victoria.
VIII
Las armas republicanas continuaron disputando palmo á palmo el
terreno de la naciente república.
El convenio y armisticio celebrado en 1820 entre el Libertador y
el general español Morillo, dejó adivinar que la guerra tomaría un carác-
ter más suave y conciliador.
Sin embargo, la suspensión de hostilidades no fué de larga dura-
ción, y al expirar el plazo, volvieron ambos bandos á tomar las armas.
La llanura de Carabobo fué teatro de un gran triunfo para Bolívar,
y en él adquirió nueva gloria Páez mandando la segunda división.
En 1822, organizada la administración de Colombia, fué nombrado
Soublette, jefe militar de los departamentos de Venezuela, Orinoco y
324 AMERICANOS CÉLEBRES
Zulia: este nombramiento, al resentir el amor propio de Páez, coman-
dante general entonces del ya expresado territorio, dio margen á tristes
y trascendentales discordias.
IX
Los servicios del general Páez durante la campaña emprendida para
apoderarse de Puerto Cabello, fueron importantísimos, y á no dudarlo,
su pericia militar, su acertada inventiva , la actividad y buena dispo-
sición para oponerse á los planes del enemigo, desconcertó á éste, y dio
nuevo vigor á la causa de la libertad.
Su rápida marcha á los llanos del Apuré, cortó la rebelión que ger-
minaba y de sus cimientos obtuvo ventajas; pues con aquellos que busca-
ban en las revueltas los medios para medrar, formó cuerpos de caballería
y varios de ellos dejaron glorioso recuerdo en el suelo de los incas á las
órdenes de Bolivar y de Sucre.
Innumerables inconvenientes -se opusieron á la rendición inmediata
de Puerto Cabello, y Páez tuvo que desistir por entonces; pero los triun-
fos conseguidos por los patriotas en el lago de Maracaíbo, la capitulación
de los realistas y el abandono de la plaza, el contar con algunos buques
para el bloqueo por mar, el Úrica y el Pichincha, impulsaron al caudillo
de los llanos á sitiar de nuevo el última baluarte del poder español en
Venezuela.
Los aguerridos soldados que guarnecían la plaza y el pundonoroso
brigadier Calzada, estaban resueltos á morir antes que rendirse; y eran
tan obstinados los sitiadores como los sitiados.
Habían sido cortados los víveres y el agua , y aquellos valientes per-
sistían en la defensa de la plaza.
Uno de los atrevidos pensamientos de Páez, la sometió por fin á los
republicanos: con el agua á la cintura lucharon cuatrocientos hombres-
y cien lanceros para entrar en la ciudad por la laguna , guiados por Un
esclavo del español D. Joaquín Iztueta.
Atacados los españoles cuando menos lo esperaban, pelearon con
un denuedo que asombró á los patriotas, y se rindieron á la muerte, no»
á la fuerza de los vencedores.
JOSÉ ANTONIO l'ÁEZ . 325
Páez fué generoso y grande en la capitulación, y los restos de la
heroica guarnición española, se embarcaron para Cuba- el 15 de Noviem-
bre de 1823.
X
La brillante carrera del general Páez, tuvo un eclipse rápido, pero
de «amargo recuerdo para el vencedor de Queseras del Medio.
Por un decreto expedido por el vicepresidente de la República, en
Agosto de 1824, para el alistamiento general de milicias, se vio precisado
el general Páez á usar de medidas arbitrarias, para que la orden del
Gobierno fuera cumplida: pero el intendente Escalona, así como el muni-
cipio, se opusieron á la forma de aquel reclutamiento y elevaron al
Congreso sus quejas contra Páez. Exaltados los ánimos de los diputados,
y á pesar de la templanza y cordura del vicepresidente Santander, que
en un razonado informe recordaba los servicios del caudillo, y se fijaba
en que los documentos recibidos no atestiguaban nada que diera lugar á
la severidad del Gobierno para juzgar á Páez, los diputados acordaron
suspenderlo de su alto cargo de Comandante general, y llamarlo á Bogotá
para que se presentara ante el Senado.
Páez recibió la noticia con sorpresa é indignación, y como se nom-
brara á Escalona para sucederle en el mando interinamente, se sometió
á la orden del Gobierno y comunicó á éste, se preparaba para presen-
tarse en la capital y justificarse.
XI
El enojo de íáez, justificado si se consideran los grandes servicios,
el incansable afán por la patria, los victoriosos hechos de armas que
coronaban la frente del intrépido jefe de los llanos, tomó tempestuosos
crecimientos con la actitud de sus numerosos amigos, quienes encare-
ciéndole el peligro, le hicieron pensar que un cadalso sería la recom-
pensa de sus glorias.
32G t AMERICANOS CÉLEBRES
Valencia, en donde á la sazón se encontraba t?áez, se pronunció
abicrtamenta en sn favor: el movimiento tenía su centro en la munici-
palidad. Serios desórdenes alteraron el orden público, y los sediciosos
pidieron á gritos que Páez fuera repuesto en la Comandancia general;
maltrataron á unos, asesinaron á otros y acercándose á la casa del
General, lo condujeron en triunfo al municipio y le obligaron á acep-
tar el mando; sólo la voz del intendente Peñálver se opuso á un acto tan
arbitrario y de funesto ejemplo en países, que empezaban á constituirse.
El fuerte resentimiento de Páez, su irritación centra el Gobierno, se
sobrepusieron en aquellas circunstancias á su inmaculada reputación y
á su gloria, pues que aceptando un hecho contrario á la ley, empañaba
su brillo:
¡ Cuánta sangre y luchas civiles se siguieron á tan infausto din !
♦ El mal paso dado por Valencia, encontró eco en otras capitales; la
rebelión se extendió por todo el ámbito de Venezuela, y años más tarde,
Páez , con hidalga franqueza, confesaba la falta y se arrepentía de
aquella nube que manchaba el cielo de su pasado.
«Yo he cometido mil errores, — decía, — cuyas dolorosas sensaciones,
se han disminuido por la indulgencia de mis compatriotas. Los sucesos
de 1826, á que me condujo una acusación injusta y mal interpretada por
algunos, introducida contra mí en el Senado de Colombia, me llenan
todavía de amargura y arrepentimiento».
¡Qué hombre! ¡Qué brillante rasgo en la vida de Páez! ¡Qué sublime
lección para los pueblos !
XII
El movimiento revolucionario siguió hasta convertirse en abierta
pugna contra el Gobierno de Colombia, y Páez fué aclamado jefe
supremo civil y militar, aun cuando apelando á la autoridad del Liber-
tador presidente, que se encontraba en Lima , y llamándolo á su patria
combatida y anarquizada.
Debemos consignar aquí algunos párrafos de la carta que Bolívar
escribió á Páez desde Lima, en contestación á la que este general le
había dirigido en época muy anterior á los sucesos referidos.
JOSÉ ANTONIO PÁEZ 327
«He recibido la muy importante de V., por medio del señor Guzmán,
á quien he visto y he oído, no sin sorpresa, pues su misión es extraordi-
naria. Usted me dice que la situación de Colombia es semejante á la de
Francia, cuando Napoleón se encontraba en el Egipto, y que yo debo
decir con él: «Los intrigantes van á perder á la patria; vamos á
»salvarla». A la verdad, casi toda la carta de V. está, escrita con el buril
de la verdad ; mas no basta esto solo para que un plan logre su efecto :
usted no ha juzgado, me parece, bastante imparcialmente el estado de
las cosas y de los hombres; ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón. En
Francia se piensa mucho y se sabe más todavía; la población es homo-
génea y además la guerra la pondría en el borde del precipicio. No
había otra república más grande que la de Francia , y la Francia había
sido siempre un reino;* el Gobierno republicano se había desacreditado y'
abatido hasta entrar en un abismo de execraciones, los monstruos que
dirigían la Francia eran igualmente crueles é ineptos. Napoleón era
grande, único y además sumamente ambicioso: aquí no hay nada de eso;
yo no soy Napoleón ni quiero .serlo, tampoco quiero imitar á César,
menos aun á Iturbide. Tal ejemplo me parece indigno de mi gloria. El
título de Libertador es superior á todos los que ha recibido el orgullo
humano; por tanto, me es imposible degradarlo.
»Un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo; la
igualdad sería rota y los colores temerían perder sus derechos por una
nueva aristocracia.
»Diré á V. con toda franqueza, que este proyecto no conviene ni á
usted, ni á mí, ni al país.
»Yo enviaré á V. un proyecto de constitución que he formado para
la república de Bolivia: en él se encuentran reunidas todas las garantías
de permanencia y de libertad, de igualdad y de orden.
»Por lo demás, yo no aconsejo á V. que haga para sí lo que no acon-
sejo para mí, mas si el pueblo lo quiere y V. acepta el voto nacional,
mi espada y mi autoridad se emplearán con infinito gozo en sostener y
defender los decretos de la Unión popular».
328 AMERICANOS CÉLEBRES
Demuéstrase en esta carta el verdadero espíritu de Bolívar y lo
injusto de las acusaciones que sus enemigos le han hecho, presentándole
como aspirante á una corona.
Al tener noticia de los trastornos ocurridos en Venezuela, decía el
Libertador en su carta á Páez de 8 ole Agosto del mismo año, lo
siguiente :
«Usted me envió hará meses al Sr. Guzmán, para que me informara
del estado de Venezuela, y V. mismo me escribió una hermosa carta en
que decía las cosas como eran : desde esta época todo ha marchado con
una celeridad extraordinaria; los elementos del mal se han desarrollado
visiblemente. Diez y seis años de amontonar combustible, va á dar el
incendio que quizá devorará nuestras victorias, nuestras glorias, la
dicha del pueblo y la libertad de todos. Yo creo que bien pronto no
tendremos más que ceniza de lo que hemos hecho.
»No hablaremos nada de los demócratas y de los fanáticos; tampoco
diremos nada de los colores, porque al entrar en el hondo abismo, el
genio de la razón iría á sepultarse en él como en la mansión de la
muerte.
»Crea V. , mi querido general, que un inmenso volcán está á nuestros
pies, cuyos síntomas no son poéticos, sino físicos y harto verdaderos.
»Sé me ha escrito que muchos pensadores desean un Príncipe con
una Constitución federal. ¿Pero dónde está ese Príncipe y qué división
política producirá armonía? Todo es ideal y absurdo.
» Desde luego, lo que más conviene hacer, es mantener el poder
público con vigor para emplear la fuerza, calmar las pasiones, reprimir
los abusos, ya en la imprenta, ya en los pulpitos y ya en las bayonetas».
Esta carta demuestra la amargura de Bolívar y la poca confianza
que abrigaba en la tranquilidad y unión de Colombia.
Ceñida la frente con los frescos y hermosos laureles conquistados en
tierra peruana, llegó Bolívar á Puerto Cabello, y al día siguiente
expidió el memorable decreto de amnistía general , confirmando á Páez
en el puesto que le había otorgado la revolución. Cuando recibió el
JOSÉ ANTONIO PÁEZ 329
Presidente el acuerdo que, con fecha 2 de Enero, había dado el Coman-
dante general de Venezuela, reconociendo y ordenando se reconociera la
potestad de Bolívar y se le dispensaran grandes honores por sus
triunfos, dio una proclama expresando que la paz estaba restablecida
bajo régimen legal.
Reunidos Bolívar y Páez, se pusieron en marcha para Caracas, á
donde llegaron el 10 de Enero de 1827: allí, el Libertador, fué recibido
con loco entusiasmo, pues su presencia era bastante para que cesara la
horrorosa anarquía que reinaba en la capital.
Páez, como jefe superior, continuó sosteniendo siempre el orden, v
cuando en los Teques se levantaron facciones numerosas, marchó á
batirlas, y con su acostumbrado celo, pacificó aquel punto y sus gene-
rales los demás departamentos. Destruyó después las tentativas hechas
por España para recuperar su imperio en Venezuela y tranquilizó por
completo la república.
Cuando tuvo noticia de la tentativa de asesinato contra Bolívar,
publicó un manifiesto henchido de amor y de respeto hacia el padre de la
patria, y con ardiente patriotismo y recto proceder, expresó de ese modo
sus ideas relativas á las calumnias propagadas contra el Libertador.
«Vosotros, — decía,7*-sí , vosotros, me habéis visto elevarme de la triste
esfera de un soldado al eminente rango que ocupo: desde las inmensas
llanuras del Apuré me lancé sobre el déspota como el león rabioso sobre
su presa. En mil combates he arrostrado la muerte, la he tocado con mis-
manos, la he rechazado con mi sangre, y armado con la lanza de la
libertad he ganado mis derechos, los vuestros y los de Colombia; soy,
pues, incapaz de permitir vuestra opresión ni de ayudar á imponer las
mismas cadenas que he despedazado. ¡Yo querer un monarca! Primero"
me arrancaría el corazón antes que intentar perjurarle, antes que yo
sucumbiese á tan vil degradación.
»Estad seguros de esto, colombianos del Norte. Nunca, nunca el
general Bolívar, nuestro libertador y nuestro padre, será rey ni sobe-
rano en Colombia , ni en América , ni José Antonio Páez cooperará á tan
nefasto parricidio».
330 AMERICANOS CÉLEBRES
XIII
La marcha de Venezuela impuesta por Páez y autorizada por las
facultades extraordinarias que Bolívar le había concedido, era la de un
país independiente y que sólo en el nombre dependía del Gobierno de
Bogotá.
No debía transcurrir largo espacio de tiempo, sin que lo fuera por
completo.
El país se manifestaba contrario á continuar sometido á Colombia,
y en Caracas se reunió una asamblea numerosa y unánime en sus
opiniones, la cual decidió romper la unidad y desconocer la autoridad
de Bolivar, comisionando al jefe superior para convocar un Congreso
constituyente, y entre tanto que éste deliberaba para establecer el nuevo
régimen y encargar del mando al general Páez.
Todo Venezuela secundó el acuerdo que tenía por lema: — Separación
de Colombia. — Desconocimiento de Bolivar. — El mando en Páez.
El grandioso plan del Libertador se desmoronó por causas naturales,
como tal vez más tarde puede suceder en los Estados Unidos del Norte y
como ya se ha intentado en 18G2.
XIV
Para sostener la revolución, en el caso que Nueva Granada pensase
en reducir por la fuerza á Venezuela , se organizó un batallón de mil
hombres y escuadrón de milicias cívicas de Caracas.
Por decreto del 13 de Enero de 183.0, convocó Páez el Congreso cons-
tituyente para el 30 de Abril, aniversario de la revolución de 1826, y
aseguran los historiadores, que era propósito del primer magistrado
y de los hombres que le rodeaban, solemnizar de ese modo el primer
paso dado para independizarse de Colombia.
JOSÍ? ANTONIO PÁEZ 331
El Congreso constituyente no pudo, sin embargo, reunirse hasta el 6
ile Mayo, y en ese día, contestando al mensaje del general Páez, en que
éste se consideraba uno de tantos ciudadanos y esperaba se nombrase al
jefe del Estado, en quien debía resignar el mando, le expresó el deseo de
la nación, que era, continuara desempeñando el Poder ejecutivo hasta
tanto que se discutiera lo más concerniente.
El 2 de Junio de 1830, se acordó en el Constituyente, la nota, de
triste celebridad, dirigida al Congreso de Bogotá, y en la cual se pedía el
ostracismo del Libertador: esta nota estaba firmada por el presidente
Francisco Javier Yanés.
La mayor parte de los historiadores han censurado hecho tan igno-
minioso, que completó el Calvario del más sublime de los americanos.
Al renegar de aquel sin par hijo de Caracas, era renegar á la vez de
tantos días de gloria que había dado á la patria.
Puedo asegurar que, no pocas veces, leyendo la terrible frase de
proscripción para Bolívar, considerándolo en Santa Marta pobre, triste,
decepcionado, enfermo, próximo á bajar al sepulcro, he llorado discul-
pando, sólo por la exaltación de aquellos momentos, á los que dictaron
ese documento, que no era eco de los sentimientos del pueblo venezolano,
sino la expresión de pasiones de partido.
XV
Las discordias civiles no tuvieron término aún en Venezuela, y Páez,
primer Presidente dé la Eepública , tuvo que ponerse al frente de las
tropas_ para combatir al general José Tadeo Monagas y á otros
descontentos.
Y aquí cumple referir un episodio de honroso recuerdo para el
insigne Páez.
El guerrillero Cisneros , hostil al Gobierno é indómito y tenaz, fué
sorprendido por una partida de las que le perseguían, y, al huir, dejó en
manos de los soldados á un niño de corta edad, hijo suyo.
Sabedor del caso el Presidente, lo tomó bajo su protección, y lleván-
dole á su casa, lo educó y cuidó con el mayor cariño durante cinco años.
332 AMERICANOS CÉLEBRES
Vencido Cisneros por tal generosidad, escribió al Presidente manifes-
tándole su gratitud; entonces Páez insistí*) para tener una entrevista, y
verificada ésta, consiguió someterlo á su partido, reconociéndole su
grado de coronel, que le habían dado los españoles, cerrando con ese
acto veinticinco años de constante lucha en los valles del Túy.
Hasta el 9 de Febrero de 1835 continuó Páez en el mando, deponién-
dolo entonces en manos del doctor D. José Vargas , y retirándose á su
hato de San Pablo.
Pero su vida no estaba destinada á las dulzuras de la paz doméstica.
La guerra civil volvía á levantar su odioso estandarte. El presidente Var-
gas y el vicepresidente, fueron depuestos y expulsados por los sublevados;
pero tuvo aún tiempo el jefe del Estado para nombrar á Páez jefe
militar.
Inmediatamente salió éste contra los reformistas, y en veinte días
logró reorganizar el Gobierno y mandar un comisionado en busca del
Presidente proscripto.
Continuó la campaña con gloria , y la terminó con la toma, de Puerto
Cabello, ocupado por los reformistas.
En 1837, fué nuevamente llamado para dirigir las operaciones en el
Apuré contra el coronel Tarfán: el ejército del Gobierno era escaso, por
haber sido licenciado al concluir la anterior lucha; pero aun así, Páez
se dirigió contra los facciosos que sitiaban á San Fernando; mas éstos,
al saber se acercaba el caudillo, levantaron el asedio y se trasladaron
á la orilla opuesta del Arauca.
Tarfán contaba con mil hombres montados, y como Páez veía
cercana la estación de lluvia, quiso antes concluir con el enemigo.
Tomó cien hombres de caballería, se puso al frente, y con su teme-
rario arrojo de las Queseras del Medio, llegó á San Juan de Payara en
busca de Tarfán.
La acción era atrevida: Páez excita á los soldados, vacilantes á la
vista de la superior fuerza del enemigo.
La voz de su general los reanima ; cargan , persiguen y derrotan : los
llanos del Payara fueron testigos de una nueva victoria.
JOSÉ ANTONIO PÁEZ 333
XVI
En 1838, subió de nuevo al solio presidencial, y ese período fué
próspero para el país y venturoso: las luchas civiles se habían extin-
guido, y Páez pudo saborear la dicha de ver á su patria unida y feliz.
Pero su buena estrella se eclipsaba , y el hombre que había triunfado
siempre, el audaz guerrero de los llanos, fué vencido á su vez, y no
encontró en sus contrarios la generosidad que él había tenido en la
victoria.
Encerrado en lúgubre fortaleza, permaneció largo tiempo; y el
incesante clamor del pueblo, los ruegos de sus amigos y el grito de la
conciencia de sus perseguidores, abrieron las puertas de su prisión:
Páez salió condenado al ostracismo, pero en su camino todavía recibió
muestras de su antigua popularidad.
Una -procesión de niñas vestidas de blanco, salieron á despedir al
infeliz desterrado. ¡La infancia, en nombre de la patria, le daba el
postrer adiós!
Páez no podía responder á la infantil manifestación sino con sus
lágrimas: ellas fueron elocuente respuesta, y el pañuelo que las enju-
gaba, reclamado por uno de aquellos ángeles, existe aún como sagrada
reliquia.
Algunos años pasó viajando por el extranjero. Europa y América
agasajaron y admiraron al venerable guerrero, que ostentaba ceñida la
frente con la aureola de la gloria.
La patria de Washington fué su tumba cuando llegó al término de su
larguísima carrera. 1
El soldado de la Independencia, debía morir en la clásica tierra de la
libertad.
1 Tenía ochenta años.
ABRAHAM LINCOLN
NTEE los privilegiados seres que desde humilde clase
y sin más fortuna que su inteligencia, han esca-
lado la suprema magistratura en los Estados Uni-
dos de América , cuéntase Abraham Lincoln , deci-
mosexto gobernante de la gran República.
Nació el 12 de Febrero de 1809 en un distrito del
condado de Hardig, y siendo muy niño se trasladó con
su familia al territorio que hoy lleva por nombre condado
de Spencer, en Indiana.
• Dedicado su padre á la agricultura, en esas mismas
ocupaciones empleó el joven Abraham los primeros años
de su vida, formándose su carácter bajo la impresión que causa la
Naturaleza, y adquiriendo en ella la energía que resaltaba aún más,
dada su natural benevolencia y su carácter franco y alegre.
Su instrucción fué escasísima; pues corto tiempo había asistido á las
escuelas provisionales de maestros ambulantes, y más bien su natural
afición le proporcionó algunos conocimientos, desarrollados después en
campo más vasto con el estudio de la vida práctica.
ABRAHAM LINCOLN
ABRAHAM LINCOLN 335
II
Lo vemos primero haciendo un viaje á Nueva Orleans, en la lancha
del amo á quien servía, y durante el trayecto ejercitar su espíritu
observador y comerciar con ventaja. Más tarde en Illinois (en donde á la
sazón vivía su padre), lo vemos ocuparse en la construcción de un Flat-
boat i y salir de nuevo para Nueva Orleans, y á su vuelta entrar como
dependiente en casa del dueño de un molino, en donde pensamos perma-
neció, hasta que en 1832, se enganchó voluntario en una compañía des-
tinada á batir á Black Hawk, que con sus indios había roto en Illinois
las hostilidades.
Los méritos de Lincoln le hicieron ascender al grado de capitán,
y su comportamiento en la guerra le aseguró valiosas recompensas, con-
sistentes en terrenos baldíos en Iowa.
III
Convienen los historiadores y biógrafos en que rápidamente con-
quistó prestigio y consideración, hasta el punto de ser el candidato del
partido whig en las elecciones para diputados; pero como el carácter
del futuro Presidente no se avenía con el ocio ni con la inacción, pues que
había nacido para la política y para gobernante de un gran pueblo, no
habiendo alcanzado el triunfo en las urnas, volvió á ser modesto
•empleado de un almacén en Nueva Salem; pero poco afortunado el
dueño de aquél y frente á frente con la ruina y el descrédito, se declaró
en quiebra, volviendo á encontrarse Lincoln sin la activa ocupación
yr careciendo de seguridad para el porvenir.
Pensando en él, tuvo la idea de consagrarse al foro, y precisamente
es cuando encontramos al hombre de resolución y de voluntad inque-
brantable.
1 Lanchón.
336 AMERICANOS CÉLEBRES
Encerrado horas y horas con las obras consagradas al Derecho y que
amistosamente le prestaba un abogado amigo suyo, logró Lincoln
adquirir benéfico caudal de conocimientos, y nombrado por entonces
para ayudar al agrimensor del condado, pudo con el sueldo atender á
los indispensables estudios y crearse honrosa posición.
IV
Miembro para la legislatura del Estado, por los años 1838 y 1840, y
ejerciendo la abogacía desde 1836, vio Lincoln satisfechos sus deseos
y sus aspiraciones , pues que ante su vista se presentaba un futuro tran-
quilo y halagador.
Aquella inteligencia se desenvolvía en más ancho círculo y conquis-
taba admiración y partidarios con su elocuente lógica , y sobre todo por
su enérgica actitud antiesclavista, que se manifestaba no sólo en el
Congreso, sino en los discursos dirigidos al pueblo en diferentes ocasio-
nes , y en los cuales resaltaba tanto la profundidad de la razón y de la
justicia, como la convicción y el noble propósito de alcanzar el éxito.
El 17 de Junio de 1856, fué candidato para la vicepresidencia,
elegido por Illinois, y en 1858 lo señalaron también para Senador,
precisamente cuando la lucha abolicionista estaba entablada y la agita-
ción esclavista iba en aumento y tendía á la rebelión. Entonces pronun-
ció Lincoln el famoso discurso sobre la esclavitud.
« Cinco años hace — dijo — que se inició la política encaminada
á poner fin á las agitaciones esclavistas , y lo único que se ha conseguido
es hacerlas aumentar en vez de disminuirlas; por mi parte, creo que no
cesarán hasta que llegue la crisis y se pase del todo. Una casa llena de
grietas no puede sostenerse en pie por mucho tiempo, y es mi opinión,
que un Gobierno mitad libre y mitad esclavo no puede subsistir.
»No espero que se disuelva la Unión; no espero que se derrumbe
la casa , pero creo que cesará de estar dividida y será por entero lo uno
ó lo otro.
»No tengo intención de intervenir directa ni indirectamente con
la institución de la esclavitud en los Estados en donde hoy existe:
ABRAHAM LINCOLN 337
creo que no me asiste ningún derecho legal para intervenir, ni me hallo
dispuesto á hacerlo, ni es tampoco mi ánimo introducir la igualdad
política y social entre la raza blanca y negra.
»E1 negro es igual á todos los demás seres del género humano, y debe
gozar de todos los derechos naturales que se especifican en la declara-
ción de la independencia».
La popularidad de Lincoln crecía y ya se le consideraba como jefe
del partido republicano abolicionista. Su candidatura para la presiden-
cia fué un grande acontecimiento, y el palenque en donde midieron sus
fuerzas Breckin Ridge, representante del partido demócrata esclavista,
Doglas, jefe de la facción modificadora, y Bell, caudillo de los conserva-
dores moderados.
Lincoln obtuvo mayoría con los votos de todos los Estados libres, es
decir diez y siete, sólo divididos en el de Nueva Jersey; su elección fué
objeto de encontradas opiniones, de esperanzas justas para los abolicio-
nistas y de hostilidades y amenazas en los Estados del Sur.
V
Abraham Lincoln era sencillo, modesto, probo, recto y hábil político;
sin embargo, siendo las circunstancias tan excepcionales y borrascosas,
asumía en el nuevo cargo inmensa responsabilidad para conducir la
nave del Estado sobre las encrespadas y turbulentas olas.
Al salir de su casa de Springfield, dirigió las siguientes notables
palabras á sus amigos:
«La gravedad de los deberes que voy á desempeñar, excede en mucho
á la de los que ha desempeñado cualquier otro hombre público desde los
tiempos de Washington » .
El partido republicano abolicionista, fiaba en la sagacidad de Lincoln
para cumplir su credo político, en el cual se declaraba:
« Que á la perfecta unión de los Estados , debía el país su prodigioso
aumento de población , el sorprendente desarrollo de sus recursos mate-
riales, el rápido incremento de su riqueza, la felicidad interior y los
22
338 AMERICANOS CÉLEBRES
honores eii el exterior; y todo plan de desunión, cualquiera que sea six
origen, es y debe de ser aborrecible».
Al dirigirse á Washington para tomar posesión de la presidencia,
visitó Abraham Lincoln algunos Estados del Norte y Este, compren-
diendo más que nunca durante aquel viaje , lo difícil de la misión que se
le encomendaba, y que la situación política del país era por demás-
tirante y peligrosa.
VI
Los rencores políticos empezaban á dibujarse poderosamente, y un
hecho que no debemos pasar desapercibido, hizo comprender la exalta-
ción de los partidos.
Se esperaba en Baltimore la llegada de Lincoln, y se había fraguado
una conspiración para asesinarlo ínterin se encontraba en Filadelfia , en
donde se reflejaron más firmes y marcadas sus ideas abolicionistas.
El día aniversario del nacimiento de Washington, pronunció un
célebre discurso en el salón de la Independencia, é impresionado tal
vez por la noticia recibida de Baltimore, exclamó: «Si el país no puede
salvarse sin abandonar de una vez para siempre el principio de la
esclavitud, preferiría ser asesinado en este mismo lugar á someterme
voluntariamente á él».
Dícese que á favor de un disfraz, pasó directamente de Filadelfia ;í
Washington , desviando por ese medio el peligro y tomando posesión de
la presidencia ocho días más tarde.
El discurso de inauguración del mando, fué un modelo de habilidad
y diplomacia , y de él copiamos algunos párrafos.
« Continuemos observando — dice — con fidelidad lo que dispone
nuestra Constitución nacional , y la Unión será imperecedera y será
imposible destruirla, á no ser que nuestros actos sean contrarios á lo
que previene la ley fundamental.
» Espero que esto no se considerará como una amenaza, sino sólo*
como la declaración que hace la Unión de su propósito de defenderse y
ABRAHA.M LIXCOLX 339
conservarse á sí misma; para hacerlo, no será necesario que haya vio-
lencia ni derramamiento de sangre, y no lo habrá, á no ser que la
autoridad nacional se vea obligada á ello.
\-'
» Hasta donde fuere posible, tendrá el pueblo por doquier esta per-
fecta seguridad, que es la más favorable para tranquilizar los ánimos.
» Conciudadanos: á todos vosotros en general, y á cada uno en
particular, os recomiendo que penséis en calma y racionalmente sobre
todo lo relativo á este asunto: nada se pierde en hacer las cosas con
calma.
»En vuestras manos, descontentos compatriotas, y no en las mías,
está la importantísima cuestión de la guerra civil. El Gobierno no os
atacará; no habrá conflicto alguno como no seáis vosotros los agresores;
no habéis jurado al cielo destruir el Gobierno, al paso que yo he jurado
de la manera más solemne, conservarlo, protegerlo y defenderlo. Voy á
concluir; no somos enemigos, somos amigos; no debemos ser enemigos,
aunque la pasión nos extravíe; no debemos romper los lazos de afecto
que nos unen. »
No era posible detener el curso de los acontecimientos, y la guerra
provocada por la actitud hostil de los Estados del Sur, era inevitable,
pues que la separación de aquellos era un hecho, desde que en 20 de
Diciembre de 1860, dio su acta de separación la Carolina del Sur,
después de haber sido electo Lincoln; pero antes de que se encargara del
mando, siguieron su ejemplo Georgia, Virginia, Alabama, Luisiana,
Florida, Tennessee, Kentucky, Missouri, Mississipi, Tejas y Arkansas.
En vano Buchanan , antecesor de Abraham Lincoln , había intentado
usar de su influencia en el Sur, para impedir actos contrarios á la Unión
de la gran República; pero los esclavistas, sordos á toda intervención,
persistieron y se declararon en abierta rebelión.
Todavía en el Norte alentaban esperanzas, cuando el primer caño-
nazo disparado el 12 de Abril de 1861 contra el fuerte Sumter, fué la
señal de la guerra para el Norte.
Todos corrieron á las armas , respondiendo como un solo hombre á
la llamada hecha por Lincoln , en su elocuente y enérgica proclama del
15 de Abril de 1861.
340 AMERICANOS CÉLEBRES
Setenta y cinco mil voluntarios se prepararon á defender la Unión,
ínterin treinta y dos mil en el Sur se alistaban bajo las banderas sepa-
ratistas.
VII
La guerra se inauguraba sangrienta y terrible. La batalla de Bull-
Run, y el combate de Ball 's Bluff, eran la vanguardia de otros no
menos transcendentales para la Federación, y nuevos ejércitos surgían
y nuevas batallas los diezmaban ensangrentando el suelo patrio.
Del vapor inglés Crent, fueron extraídos Masón y Shidell, ministros
confederados , y provocó este hecho un conflicto con la Inglaterra , que
felizmente no alcanzó mayores proporciones, porque el Gobierno federal
puso en libertad en Enero de 1862, á los dos apresados, accediendo á la
exigencia de la Gran Bretaña. Las circunstancias no favorecían para
suscitar nuevas dificultades, tanto más, cuanto que la ansiedad pública
era intensa por la suspensión de pagos en metálico, hecha por los
bancos de Nueva York y por varias casas de crédito en el Norte.
En el mes de Febrero consiguió el general Ulises Grant apoderarse
del fuerte Donelson y de catorce mil prisioneros, tres mil caballos,
sesenta y cinco piezas de artillería, veinte mil armamentos y gran
número de municiones y pertrechos.
La victoria era fiel compañera de las armas federales; pero inconse-
cuente como el mar, se pasó al campo de los confederados. La derrota
del general Pope, la invasión de Maryland, las tropelías de los corsarios
y por último el terrible combate de Murfreesboro, fueron otros tantos
desastres con los cuales finalizó el año 1862.
VIII
Empezó el siguiente, tercero de la guerra, sin que ésta disminuyese
su furor, y cerca de un millón de combatientes estaban en campaña,
más resueltos que nunca á disputarse unos á otros la palma del triunfo.
ABRAHAM LINCOLN 341
Abraham Lincoln creyó llegado el momento de dar mayor fuerza á
las armas federales, y acelerar la paz con la abolición definitiva de la
esclavitud, y el 1.° de Enero de 1864, dio su memorable proclama de
emancipación, importante é indispensable en tan críticas circunstan-
cias y como sanción de aquella guerra asoladora.
Es uno de los hechos más culminantes de la vida de Lincoln, por su
oportunidad, favorable transcendencia é indiscutible influjo civilizador.
Más tarde el Congreso aprobó una enmienda á la Constitución, pol-
la cual quedaba abolida la esclavitud en todos los Estados de la Unión.
IX
El extensísimo territorio norte -americano estaba cruzado por nume-
rosos ejércitos, pero éstos disminuían en cada combate; sangre generosa
empapaba la tierra, dejando grandes espacios en las filas que era preciso
llenar con nuevos soldados, que fueron llamados á las armas por sorteo,
causando en Nueva York tumultos y serios motines, incendios, saqueos
y víctimas sin cuento.
La formidable escuadra federal, que en 1864 se componía de qui-
nientos buques de guerra, inclusive los famosos monitores, rendían plazas
y plazas de la Confederación, y ésta encerrada por la gigantesca muralla
de fortificaciones de Bichemond, veía decaer sus fuerzas de día en día y
su completa destrucción.
Lincoln tenía «íntimo convencimiento de que aquella fatal contienda
tocaba á su fin, y apoyado por el pueblo, caminaba con moderado paso
hacia el objeto que ambicionaba la mayoría de la República. El sabio
legislador no tuvo jamás otro norte que el bien general y el amor á la
patria poderosa, extensa, feliz, admirada por el universo.
El Presidente, no podía, no debía permitir que se desmoronase el
monumento glorioso levantado por Washington, y por aquellos que le
secundaron y dieron su vida por crear un. pueblo único en la historia
de las naciones.
342 AMERICANOS CÉLEBRES
X
Las sublimes ideas de Lincoln le hacían doblemente querido y res-
petado, y no es de extrañar que al concluir el año 1864, votaran vein-
titrés Estados la reelección del prudente ciudadano.
La guerra decaía; el país deseaba la paz que era imprescindible y
necesaria, y así lo comprendieron, cuando hombres de todos los partidos
solicitaron del Presidente recibiera á los comisionados del Sur, para
establecer condiciones moderadas y aceptables.
En la rada de Hampton, recibió Lincoln á los enviados, y plantea-
dos los preliminares, volvió "Washington para encargarse por segunda
vez de la suprema magistratura.
Transcribimos sus palabras en ese solemne día que inauguraba un
nuevo período administrativo.
«Sin desear mal á nadie — dijo — caritativo, con todos y apoyado en la
justicia, procuremos completar la obra que hemos empezado, cicatri-
cemos las heridas de la nación, cuidemos de los que se han hallado en
el campo de batalla, socorramos á sus viudas y á sus huérfanos y ha-
gamos cuanto sea necesario para conseguir y asegurar una paz justa y
duradera entre nosotros y en todas las naciones».
El 9 de Abril se rindió al ilustre general Ulises Grant, el valeroso
Lee, en Appomattox Court Housse, y desde ese instante, la guerra quedó
moralmente concluida, pues que el vencedor impuso •condiciones nota-
bles por lo generosas y humanitarias.
XI
Había llegado el 14 de Abril, aniversario de la toma del fuerte Sum-
ter. Lincoln no podía festejar un acontecimiento, en el cual se había
derramado sangre norte-americana sobre el suelo de la patria, y en
donde si la victoria brindó verde lauro á los federales, era vistiendo de
luto á familias de hermanos. Pero si bien no hubo manifestación alguna,
ABEAHAM LIXCOLN 343
asistió por la noche al teatro Ford con su esposa y el mayor Rattbone :
con empeño se le había convidado y aceptó.
El teatro estaba ocupado por inmenso público, cuando el Presidente
se presentó en su palco; entusiasta fué la acogida y nutridos aplausos
saludaron al noble ciudadano. La alegría bañaba los semblantes; la
obra de paz había devuelto el sosiego á los corazones y la actividad
material para el trabajo.
La representación del drama , preocupaba menos á los espectadores
que la presencia de aquel, á quien acababan de confiar de nuevo el por-
venir de la nación.
Un tiro disparado en el teatro, produjo primero asombro é inquietud,
después indignación y terror. Washington presenciaba un gran crimen,
una catástrofe irreparable.
El Presidente, como herido por un rayo, yacía en su palco insensible
é inerte; la bala, penetrando en el cerebro, le privó del conocimiento y
conducido á una casa en frente del teatro, expiró á las siete y veintidós
minutos de la mañana del 15 de Abril de 1865.
Juan Wilke Booth, el asesino, saltó al escenario fracturándose una
pierna en la huida; después fué muerto al ser preso en Virginia: había
.sido la cabeza y el brazo de una conjuración fraguada para asesinar
al jefe del Estado y á varios de los individuos del Gobierno.
Una mano criminal cortó la vida de Lincoln, en los momentos en que
sus labios pronunciaban palabras de perdón y de generoso olvido;
cuando soñaba con cicatrizar las heridas causadas por la guerra y pen-
saba consagrarse al engrandecimiento de la nación, durante una era
de paz y de justicia.
ANTONIO LEOCADIO GUZMAN
l 14 de Noviembre de 1884, murió en Caracas el
*"- egregio fundador del partido liberal de Venezuela,
el confidente y amigo del libertador Bolivar.
La luz de aquella clarísima inteligencia se
había apagado para' siempre.
La elocuente palabra que en la lucha contra la oligar-
quía se levantó á impulsos del patriótico entusiasmo; el
inspirado acento que dominaba á las masas, que electri-
zaba los corazones , que alentaba el abatido espíritu de los
ciudadanos, que hería desde la tribuna á los enemigos de
la libertad; aquella voz poderosa, eco del pueblo, defen-
sora enérgica de sus derechos, arrogante intérprete del pensamiento
nacional, raudal inagotable de heroicas ideas, de sublimes aspiraciones,
de mágicas promesas, se extinguió tras prolongada y victoriosa batalla.
El Mirabeau venezolano, el apóstol en los borrascosos días del
absolutismo, el pensador profundo, el habilísimo diplomático y el
publicista eminente, ha conquistado ya brillante página en el libro de la
Historia.
ANTONIO LEOCADIO OUZMAN
ANTONIO LEOCADIO GUZMÁN 345
II
El fundador de El Venezolano, cuya sublime divisa era, «más quiero
una libertad peligrosa que una esclavitud tranquila,» no es sólo gloria
de aquel invicto suelo que fué su cuna, no es una personalidad nacional,
no representa únicamente al tribuno que con su palabra hizo triunfar
el principio universal, aquel por el cual se cuentan numerosos mártires
en los anales de la independencia americana.
D. Antonio Leocadio Guzmán, es una gigantesca figura, orgullo de
todo un continente, uno de los hijos más preclaros del Nuevo mundo;
brillante lumbrera en la senda de su redención y de su progreso.
Reformador infatigable, dotado de gran sentido práctico -político, de
clarísimo entendimiento y de vasta y sólida ilustración; su nombre y sus
hechos se destacan entre los más notables de esa generación tan fecunda
en héroes, tan prodigiosamente rica en intrepidez y en patriotismo.
Venezuela , al perder el hombre que tanto la enaltecía , demostró en
su actitud el valor de esa pérdida.
III
Contaba ochenta y dos años y la memoria era prodigiosa ; las ideas
acusaban juvenil frescura y enérgica fogosidad.
En 1881, durante mi estancia en Caracas, admiré más de una vez al
noble anciano que me honró desde el primer día de mi llegada con su
benévola y cariñosa amistad.
Absorta he pasado largas horas en su pintoresca quinta Guzmán,
escuchando de sus labios la narración de los más culminantes aconteci-
mientos que formaron las nacionalidades americanas, y los cuales con
facilidad y precisión bosquejaba; detalles de la vida de Bolívar, ignora-
dos tal vez por la generalidad; rasgos característicos que pintaban
gráficamente al vencedor de Ayacucho, pues que siendo plenipotenciario
de Colombia en .el Perú , Guzmán estuvo á su lado como Secretario de
346 AMERICANOS CÉLEBRES
Legación, cuando apenas contaba veintiún años, llegando sin embargo á
poseer en el más alto grado, la confianza del Libertador y del maris-
cal Sucre.
Sus relatos tenían poderoso interés al fotografiar las luchas civiles,
las persecuciones sufridas, el entusiasmo por la causa nacional y el cua-
dro de la agonía de la gran República colombiana, creada por el genio
de Bolívar.
¡ Qué páginas tan esplendorosas presentaba ! ¡ Qué mágicos contrastes !
1 Qué bellísimas perspectivas !
La vida pública de D. Antonio Leocadio Guzmán, empezó con la vida
independiente de su patria , y si Bolivar fué el brazo de la emancipación
de Colombia, del Ecuador y del Perú, Guzmán la impulsó con el pode-
roso influjo de su imaginación.
Había hecho en Madrid sus estudios de humanidades y en Sevilla los
de facultad mayor, siendo sus primeros maestros D. Alberto Lista, el
sabio Zapata , el notable Mármol y otros , á la par que fué Condiscípulo
de Espronceda, Bretón de los Herreros y Larra, glorias literarias espa-
ñolas y apóstoles de las ideas liberales.
En 1821 se encontraba Guzmán en Caracas, cuando ya su patria
aspiraba el ambiente de la independencia; allí ingresó en la sociedad
liberal y formó parte de la redacción de El Venezolano, hasta que pasó al
Perú.
Al hablar de Bolívar , describe con delicia la impresión de la primera
entrevista, y que al encontrarse en presencia del Libertador, sintió
perturbado y conmovido su ser, y desde entonces fué el más entusiasta
partidario de aquel hombre tan grande y tan digno de admiración.
IV
Por su parte , el vencedor de Boyacá encontró en Guzmán un joven
pensador, amante de su patria hasta el delirio y capaz, á pesar de su
juventud, de secundar su pensamiento, por lo cual vemos á Guzmán
marchar comisionado por el Libertador, como mensajero de paz, procu-
rando que su persuasiva palabra sembrara la confianza y alejara la
discordia. Es uno de los más bellos laureles de la vida de Guzmán.
ANTONIO LEOCADIO GUZMÁN 347
El joven era orador notable, y puede decirse que en la célebre asam-
blea popular de Caracas, celebrada en el templo de San Francisco, salvó
con su elocuencia la Unión amenazada.
Fué más tarde, Secretario general de Páez; pero no conforme con la
marcha de éste, se retiró á Anauco dedicándose á trabajos agrícolas.
Volvió á Caracas en momentos supremos, cuando la muchedumbre
amotinada pedía el ostracismo del Libertador y hasta su vida.
Entonces la voz solemne, agradecida, elocuente, del joven venezolano,
se elevó en favor del noble proscripto.
La actitud amenazadora del pueblo , los puñales asestados á su pecho j
hicieron que Guzmán se retirase.
Al publicar los Datos históricos sud- americanos y cuando ya habían
pasado largos años desde esa primera entrevista , se expresa con la vehe-
mencia de la juventud y dice : « Los siglos que con corrientes de aire han
podido gastar los mármoles y los bronces; los siglos que han sepultado
en la noche del olvido millares de años de la vida del mundo ; ellos , que
borraron de sobre la faz de la tierra á la soberbia Babilonia; ellos,
que en la cuna del hombre, en ese primer asiento del género humano no
han dejado sino ruinas en Palmira , ruinas en Memphis , ruinas en Beirouz
y en Balbec, ruinas en Jerusalén; ellos, que han borrado hasta las
huellas del suntuoso Partenon y del potente Pireo; ellos, que con gra-
nos de arena han enterrado los palacios levantados por la soberbia de
los Faraones; los siglos no serán para Bolívar sino nuevos y nuevos
horizontes tendidos por la mano de la Providencia en los espacios de la
inmortalidad. Horizontes á que servirán de celajes sus grandezas y en
cuyo confín se le verá como destacado en el espacio, sosteniendo los
cielos de la libertad».
Anterior á este párrafo del discurso pronunciado en el aniversario
de Bolívar, encontramos otros no menos elocuentes y dignos de ser um-
versalmente conocidos.
« Todo un mundo se verá hacer alto, para descansar á la sombra de
los laureles de Bolívar, y en medio de esta vasta alfombra que tre-
pará los Apalaches como los Andes y que parecerá cubrir sus gigan-
tescas cimas, descollará el árbol de la libertad americana, meciendo su
ancha y majestuosa copa entre las nubes.
»Y será bajo esta sombra augusta y bienhechora, que se acumularán
las generaciones colombianas á celebrar las hazañas del hijo de Caracas,
348 AMERICANOS CÉLEBRES
y á levantar hasta las puertas del empíreo sus cánticos de gratitud.
» Figurémonos, si es posible, la América de esos siglos lejanos. ¡Cuán-
tas y cuan florecientes regiones de la libertad! Ya la culta Europa, la
tierra de nuestros padres, habrá abdicado para entonces el cetro de las
ciencias, de las artes y de las bellas letras, para asociar á todo el mundo
el noble imperio de la civilización. El vapor cruzará las soberbias aguas
del Orinoco, del Magdalena., del Casiquiare, del Apuré, del Amazonas
y de tantos otros que descienden hasta las felices pampas que riegan el
Uruguay y el remoto Plata. Millares de ciudades populosas y opulentas,
esmaltarán las riberas de esos canales concedidos por la bondad eterna.
El movimiento de las letras, de la industria y del trabajo del Nuevo
mundo, excederá con mucho á cuánto el orbe ha conocido y á cuánto
puedan representar las cifras de nuestros padres y las ideas de nuestros
tiempos.
»E1 nombre de Bolivar resonará como no ha resonado el de ningún
mortal sobre la tierra. Entre los dos polos, .entre los dos mares, no se
verán sino altares levantados por la gratitud: todo será un templo:
Bolivar será un semidiós».
Nos hemos extendido en reproducir largos párrafos, porque en ellos
resalta la fácil palabra y la elocuencia del procer venezolano.
VI
Ante el furor de las turbas y protegido por el general Marino, salió de
Caracas, y sólo más tarde volvió á la capital, cuando el general Páez le
confirió el Ministerio del Interior. En 1835 fué de nuevo llamado Guzmán,
para que prestase su valioso apoyo al Gobierno, y después fué nombrado
ministro de Relaciones Exteriores.
Separado más tarde de aquel alto puesto, fundó el periódico El Vene-
zolano y enarboló la bandera de oposición contra el gobierno Oligarca,
procurando infundir en el pueblo ideas para la reforma liberal, con un
valor que hasta sus enemigos reconocieron en aquella época.
ANTONIO LEOCADIO GUZMÁN _ 349
En 1846, fué candidato para la Presidencia de la República y acla-
mado por el aura popular; pero preso y encausado por delitos imagi-
narios, se anuló la elección y fué condenado á muerte, conmutándose la
sentencia en destierro perpetuo.
Desempeñó algún tiempo después, la plenipotencia de su patria en
el Perú y en la de Washington , siendo de nuevo expulsado de Venezuela
cuando los oligarcas volvieron á entronizarse y á tomar el mando. Fué
miembro de la Convención Constituyente de Nueva Granada y luego,
siendo presidente Falcón, ministro de aquella República en Venezuela.
Ha desempeñado el Ministerio de Relaciones Exteriores en Venezuela,
y en 1873 fué Senador y Diputado en los Congresos de su patria.
D. Antonio Leocadio Guzmán, representa una de las épocas más
brillantes de Venezuela y no sólo como hábil estadista , sapientísimo
político y noble patriota, sino también como escritor profundo y publi-
cista notable.
En varios de sus artículos, que hoy forman su bellísima colección
titulada Datos históricos sud- americanos, resulta su entusiasmo y amor
por Bolivar y la más ferviente adhesión á la extinguida unidad colom-
biana, hablando de la cual, decía en Diciembre de 1861:
« Colombia se lee sobre la elevada cumbre del Avila majestuosa , en
caracteres resplandecientes iluminados por el fuego de nuestro amor.
» Lancemos la vista sobre el luminoso horizonte de Colombia, que se
pierde en los espacios del porvenir sembrado con nuestros derechos que
son sus planetas, y vivificado con el calor y la luz del sol de una gran
nacionalidad.
»¿Tan pequeños, tan ruines seríamos que retrocediéramos en esta
avenida inmensa á los espacios del orden y la libertad? Todo es en ellos
armonía, como en las obras predilectas del Creador. Es un cielo sin tem-
pestades posibles, sin nubes amenazadoras, en que el bien ha de ser
nuestro patrimonio como condición orgánica, como propiedad conna-
tural con una grande y poderosa nacionalidad. Ni hombres, ni confabu-
laciones, ni Estados, ni la ambición exterior; nada será más poderoso
que Colombia » .
350 AMERICANOS CÉLEBRES
VII
En la exposición que siendo ministro del Interior y de Justicia , pre-
sentó en el Congreso de Venezuela en 1849, hay párrafos admirables al
describir la situación política de su país, y al señalar la reforma que
sería necesaria, revelando lo profundo de sus conocimientos y lo elevado
de su inteligencia. En ese trabajo aboga contra la pena de muerte, y
ocupándose de todas las cuestiones públicas, se dedica especialmente
á planes administrativos y á instrucción popular.
También tiene elocuentes párrafos contra la esclavitud, desarro-
llando en todas las materias el buen sentido que distingue sus trabajos
literarios.
Su serie de artículos publicados en El Colombiano, de Bogotá, son
notables y dignos del procer venezolano.
En el concurso literario que se celebró el 28 de Octubre de 1872, en
conmemoración del natalicio de Bolívar, fué encargado D. Antonio
Leocadio de Guzmán de pronunciar un discurso, en que no se sabe que
admirar más, si la novedad de los conceptos, ó la admiración cada día
más creciente por el Libertador. El decir algo nuevo en obsequio del
padre de la independencia colombiana, es sumamente difícil, pues es
tanto y tan extenso lo que se ha escrito relativo al Libertador, que sólo
un hombre tan rico en frases y en talento como el Sr. Guzmán, podía
haber presentado algo que no fuese conocido.
Nació el ilustre estadista en 1802; pero conservó hasta su último ins-
tante, brillante memoria, frescura de ideas y novedad de pensamientos:
recuerdo que preguntándome su ilustre hijo, el general Guzmán Blanco,
presidente de Venezuela, qué concepto había yo formado del autor de
sus días, le contesté: — «Me ha parecido un hombre de treinta años,
con todo el entusiasmo y la vivacidad de la juventud».
Era uno de los representantes de esa hermosa generación que ha
dado tantas páginas brillantes para la historia de América, y uno de los
pocos que aun quedaban de tan gloriosísima época.
ANTONIO LEOCADIO GUZMÁN 351
VIII
El noble octogenario, hasta el postrer día de su existencia, vivió
entre los recuerdos del pasado y la venturosa realidad del presente;
su patria regenerada, su misión cumplida, y al final de laboriosa
carrera, la conciencia tranquila y satisfecha.
Su venerado cadáver reposa en el panteón nacional, en el templo de
inmortales, elevado en Caracas por el general Guzmán Blanco, para
honrar á los proceres de la independencia y para guardar las cenizas de
aquel que, allá en San Pedro Alejandrino, murió víctima de la ingrati-
tud y de las decepciones.
La tumba que encierra los deleznables restos de D. Antonio Leocadio
Guzmán, es de gran significación para el continente americano; es una
de sus glorias más puras y sublimes.
El soplo de la muerte ha apagado poco á poco los radiantes astro»
que iluminaron al mundo de Colón, en la alborada de su independencia.
Mas si aquella generación desaparece y se pierde en las profundida-
des del sepulcro, renace en la historia y es inmortal en sus páginas-
de oro.
Las doctrinas, los principios, no mueren cuando se arraigan más y
más con el recuerdo de aquellos que, en fértil campo pusieron la semilla
y legaron benéfico ejemplo.
¡Paz á los] restos del noble caraqueño! ¡Loor y gloria eterna á su
nombre! En esa comunión de sentimientos, entre las coronas deposita-
das en su tumba, al par de las lágrimas que hace brotar el cariño y la
gratitud, también la peregrina, huésped un día en los hogares venezola-
nos, se identificó con ese amor.
El me condujo hasta la postrer morada del procer, del cariñoso-
amigo, para depositar en ella simbólica guirnalda de laurel y encina.
MANUEL MONTT
;ace once años visitaba el suelo chileno, y entre las
familias que á porfía dispensaron á la peregrina su
amistad y cariñosa acogida, encontrábase la de
D. Manuel Montt.
Un día en que desarrollaba el plan de las obras
americanistas, me dijo el insigne hombre de Estado
con su indulgente bondad: < El viaje es largo, difícil y peligroso para
una mujer, pero la voluntad femenina es poderosa y fuerte; ella facili-
tará á V. el valor y la energía para coronar su empresa».
Hoy descansa ya en el sepulcro el noble chileno; pero como un supre-
mo tributo á su memoria, vayan estas páginas hasta el hospitalario
hogar de sus hijos y sean cariñosa ofrenda de inalterable recuerdo.
II
«La Inglaterra del Pacífico», se había extremecido de piedad y de
horror ante el cadáver de aquel extraño é ilustre ser, llamado Diego
Portales.
El titán de la historia chilena, había caído víctima de nefando cri-
MANUEL MONTT
MANUEL MONTT 353
men en los Altos de Barón, insultado por un miserable, i y aun haciendo
esfuerzos para obedecer la orden de ¡Hinqúese V.! "2 que impedía los
grillos.
— ¿Es posible, soldados, que me tiréis á mí? — exclamó con la convic-
ción de que su exclusivo y sagrado amor por Chile, le hacían inviolable
para los asesinos y digno de otra muerte.
«Víctima ilustre 3 del más funesto de los extravíos políticos, ¡cuan
grato hubiera sido á la historia haber podido presentarte como el funda-
dor de la libertad de tu patria! ¡No comprendiste que la tiranía es la
guerra y no el orden; que la arbitrariedad no puede ser jamás la fuerza
de la autoridad, que ella seca la fuente del amor de los pueblos hacia el
poder encargado de dirigirlos á su desarrollo y perfección ! »
Con profunda emoción contemplamos vaciada en bronce, elevándose
en el atrio de la Moneda, la grandiosa figura del varón insigne, del ciu-
dadano chileno, y ante ella, ¡cuántas reflexiones se agolparon á la mente!
A sus errores políticos se# sobreponían sus altas virtudes cívicas y su
acendrado patriotismo; á su carácter dominante y avasallador, el triste
y cruento sacrificio del mártir.
III
Asesinado D. Diego Portales el día 6 de Julio de 1837, aun mal
cerrada su prematura tumba y palpitante todavía en el corazón de los
chilenos la pavorosa impresión, surgió otro genio, heredero de las aspi-
raciones del ilustre muerto y de sus fines de engrandecimiento y presti-
gio para Chile.
Era un hombre joven aún, Oficial mayor del Ministerio del Interior,
Rector del Instituto Nacional, y profesor de Derecho romano.
Portales había juzgado, sin duda, su elevada capacidad, que reveló
en los aciagos momentos del crimen y en las primeras disposiciones que
las críticas circunstancias requerían.
1 El soldado Florín, embriagado, hizo tajar á Portales del birlocho diciendo: «Baje el Ministro».— «No pue lo,
-contestó Portales con voz grave y reposada, — que vengan dos soldados á bajarme».
2 Cuando ol Ministro estuvo en tierra, Florin lo mandó fusilar.
3 Lastarima: Juicio histórico.
23
354 AMERICANOS CÉLEBRES
D. Manuel Montt estaba en la fuerza de la juventud madura, y ya
juiciosa y pensadora: había nacido en 1805 en Petorca, contaba pues
treinta y dos años.
Su precoz talento que demostró en los estudios, le elevó sumamente
joven al Rectorado del Instituto, y de allí al cargo que desempeñaba
cuando tuvo lugar el motín militar de Quillota.
Poco después, como Fiscal de la Corte Suprema y Ministro de aquel
tribunal, fijó la atención por su activo y sabio comportamiento, poniendo
en relieve las superiores condiciones de hombre público, cuando fué
Diputado al Congreso y Presidente de la Cámara de Diputados.
Colocado en aquellos puestos, propios para poner en relieve al futuro
hombre de Estado, sus cualidades sobresalientes y su celo organizador,
le hicieron ser elegido por el presidente Prieto, para Ministro del Inte-
rior y Relaciones Exteriores.
Su sensatez, austeridad y rectitud en el manejo de los asuntos públi-
cos, hicieron de D. Manuel Montt la esperanza del partido conservador ó
peluco n , 1 que tenía por lema, orden y prestigio de Chile.
Esa prepotencia creció cuando D. Joaquín Tocornal, que á la sazón
era Ministro de Hacienda, abandonó aquel puesto, y D. Manuel Montt
tunó á su cargo las carteras de Justicia, Culto é Instrucción Pública.
IV
El pueblo chileno es eminentemente sensato, y por carácter y por con-
vicción, apegado al orden é idólatra de su preponderancia: demuéstrase
esta verdad en la marcha que ha seguido la política desde cortos años,
después de la independencia hasta hoy, y en todos los actos en que su
amor á la patria se encuentra en juego, detalle que apoya el dictado
que se le aplica á Chile: «La Inglaterra de América».
Ríndese verdadero culto á las glorias nacionales y á los hombres-
genios, y está justamente orgulloso el pueblo del crédito de la nación y
del alto puesto que ocupa : sus revoluciones han sido especiales, y adviér-
1 Los Carreras fueron los primeros que llamaron peluemes a los viejo3 diputados del Congreso de 1911,
contrarios al primer Dictador de Chile, y que usaban en'on^es la trenza y peluca e n'polvala y el traje de corte.
Tal fué el ori/jen d3l nombre que S3 le dio al partido conservador.
MANUEL MONTT 355
tese en ellas y en sus caudillos, no el personal interés, no el individua-
lismo que ha dominado generalmente en las demás repúblicas, sino el
celo por los intereses generales, los que estudiando su historia detalla-
damente, se sobreponen á todo vulgar impulso.
El equilibrio se ha conservado siempre, y la revolución ha sido la
lucha de las ideas, la iniciativa poderosa para una nueva era de
reformas ó engrandecimiento del país, conspirando cada ciudadano
para realizar el noble pensamiento.
V
ínterin D. Manuel Montt permaneció en el Ministerio de Instrucción
Pública, prestó á tan importante ramo el valor que encierra, afanán-
dose por crear nuevas escuelas y proporcionarles textos de enseñanza,
haciendo más vasto el campo y procurando mayores elementos para el
Instituto Nacional.
Las escuelas normales eran una necesidad, y el activo Ministro creó
la de Maestros, restableciendo la Universidad y trabajando con laudable
celo en pro de la ilustración chilena, y cuando en 1846 cambió de Minis-
terio volviendo á ocupar el del Interior y Relaciones Exteriores, dejaba
reformas y adelantos en todos los ramos que habían sido de su depen-
dencia.
Concluido el período presidencial del insigne Bulnes y reelecto casi
inmediatamente, organizó un nuevo Ministerio, y entonces D. Manuel
Montt volvió á ocupar la Presidencia de la Corte Suprema; en 1848, sus
altas dotes oratorias le conquistaron general aplauso y consolidaron su
reputación en la lucha parlamentaria , sostenida en defensa de los prin-
cipios conservadores y constitucionales.
Su candidatura para Presidente de la República, provocó ruda
contienda civil y campal combate entre el partido llamado progresista
y el que tenía por jefe á D. Manuel Montt. El combate fué encarnizado
y sangriento, entre los partidarios de las nuevas ideas y los mantene-
dores de las antiguas; el torbellino de las encontradas teorías llevó muy
lejos á los dos bandos, y como asolador huracán destruyó por entonces
la paz y la ventura de Chile, hasta que la batalla de Songanilla y el
triunfo de Purapel, pusieron término á la fratricida guerra.
356 AMERICANOS CÉLEBRES
VI
El mando de D. Manuel Montt, fué prolongado, provechoso é inno-
vador.
Persuadido de que la instrucción pública era la base y adelanto para
las naciones, y que el mejor lauro para un legislador consistía en ins-
truir á los niños, creó bibliotecas populares y la humanitaria y útil
Escuela de Sordo-mudos.
En aquella época se dio considerable impulso á las líneas de caminos
de hierro; los alambres eléctricos facilitaron las comunicaciones y trans-
mitieron el pensamiento á lejanas comarcas con desconocida rapidez.
Los feraces campos de la República , se vieron poblados por laborio-
sos y activos inmigrantes, que si debieron al país su riqueza y porvenir,
le brindaron en cambio su trabajo y el impulso agrícola y comercial.
Los infelices locos tuvieron cómodos asilos y elementos para reco-
brar la perdida razón; el desvalido enfermo, el, falto de familia y tal vez
de hogar, halló afanoso cuidado é higiénico esmero en las Hermanas
de la Caridad, que también á la sazón llegaron al país, conducidas pol-
la benéfica iniciativa del Gobierno, que á la vez fundó hospitales, casas
de corrección, seminarios y templos.
D. Manuel Montt estableció la navegación á vapor en los puertos del
Sur, dotó al país con nuevos caminos, reformando los antiguos y dándo-
les más cómodas condiciones para la circulación.
Promulgó el Código civil, inició el de Minas, Comercio y Enjuicia-
miento, y empleó su caudal de conocimientos y profundidad de estudios,
en mejoras en todos los ramos y en reformas de trascendental utilidad.
Los almacenes fiscales de Valparaíso, le deben su construcción, así como
el palacio del Congreso, cuarteles y otros edificios de provecho nacio-
nal. Abolió el diezmo y creó la contribución territorial, y durante diez
años no descansó la privilegiada actividad del hombre de Estado, ni
vaciló en llevar á terreno práctico cuanto pudiera ser base de prosperi-
dad y bien general.
Hombres de gran alcance, de reconocida honradez y de acendrado
civismo, secundaron al Presidente en la regeneradora tarea, sin que
jamás faltase la unidad en cuestiones útiles y provechosas para Chile.
MANUEL MONTT 357
VII
Respetado por sus conciudadanos; considerado por las naciones
extranjeras; tranquilo por el cuadro risueño y feliz que presentaba
Chile, bajó de la presidencia el sagaz y sabio estadista en Septiembre
de 1861, para volver modestamente á su antiguo puesto de Presidente
de la Corte Suprema.
Reuníase en Lima en 1864, el Consejo Internacional Americano, y
D. Manuel Montt fué nombrado para el importante cargo de represen-
tante de Chile, en aquel certamen de la inteligencia destinado á estrechar
los lazos de los pueblos sud-americanos, y á robustecer sus instituciones
y principios.
Desde entonces hasta su muerte, dividió su tiempo el sabio anciano
entre los deberes de ciudadano y los de jefe del templo doméstico,
gozando con las relevantes prendas y virtudes de su familia, i y con el
próspero estado y siempre creciente progreso de la nación chilena.
Su carácter era serio, grave, reflexivo; y en su aspecto, en su mirada,
en su conversación, reflejábase el político profundo, el celoso y probo
magistrado.
¡Feliz la patria que cuenta entre sus hijos, ciudadanos tan dignos y
preclaros como D. Manuel Montt!
¡Loor al hombre que justo y prudente legó á las edades futuras, el
modelo de las virtudes cívicas y de una sabia y honrada administración!
1 Su hija Luz Montt de Montt, está dotada do clarísimo ingenio y es esposa do su primo D. Ambrosio Montt.
jurisconsulto chileno, pensador, político, publicista, galano y fecundo escritor, notahlo personalidad diplomá-
tica, orador parlamentario y uno de los hombros m'is distinguidos, y qu9 son honra y gloria do Chile.
JOSÉ MARÍA HEREDIA
(EL CISNE DEL NIÁGARA)
Abrió el Señor su mano omnipotente,
Cubrió tu faz dé nubes agitadas,
Dio su vos á tus at/uas desperadas,
Y ornó con su arco tu terrible frente
e visitado el Niágara: he contemplado con mudo
arrobamiento aquel soberbio espectáculo, en donde
el Hacedor prodigó toda la exuberancia de lo po-
derosamente bello, terrible, agreste, admirable é
indescribible.
t,v/ Ante la majestad del conjunto, calla la inspira-
ción: se encuentra impotente, fría, débil, pálida, pequeña para cantar
la sublime y colosal grandeza de la perspectiva.
Sólo un gigante ha podido pulsar la lira inspirado por el titán de la
creación: sólo á Heredia le estaba reservado ese privilegio. Si el horrí-
sono estruendo de la catarata, si el aljófar que formando extraños
cambiantes, se precipita en el abismo y su espantoso remolino turba y
fascina paralizando nuestro ser; si el deslumbramiento qLie se expe-
rimenta, si aquel eterno poder que ostenta variadas formas, bellezas
siempre nuevas que desaparecen , vuelven y se tornan más imponentes
cada vez; si sobrecogido el ánimo, goza y sufre, delira, se embota y se
confunde por la misma fuerza de la impresión, ¿cómo traducir tan
encontrados sentimientos? Por eso el inmortal poeta ha sido único para
JOSÉ Mi«ÍA HEREDIA - 359
cantar al Niágara. ¿Era que tal vez, como él mismo dice, había
singular analogía entre el agitado y grandioso caudal y la vida tem-
pestuosa del trovador cubano?
II
José María Heredia,1 no alcanzó existencia larga, ni venturosos
días, pero ¡cuan fecunda en gloria, y qué luminosa para la posteridad!
Muy niño abandonó con su padre el suelo patrio, y en la risueña
Caracas , en ese edén que el Avila corona y que encierra misteriosa poe-
sía , tuvieron principio sus estudios , que más tarde hubo de continuar
bajo el ardiente sol de Cuba, deleitándose su juvenil fantasía con aquella
aurora de celajes sin rival, con aquellas noches tibias y perfumadas,
con aquel voluptuoso ambiente que seduce al poeta y le brinda desco-
nocidas impresiones.
Heredia, ínterin cursaba Jurisprudencia en la Habana, robustecía su
poética imaginación con las maravillas de la Naturaleza, y la enriquecía
con nuevas y más brillantes ideas, que más tarde fueron manantial
fecundo, lluvia de perlas que derramó en sus célebres composiciones Al
Sol, La Tempestad, Meditación en el Teocali de Cholula, y sobre todo en
la oda inmortal Al Niágara.
Por el año 1820 se encontraba en Méjico, cuando sufrió el terrible
pesar de la muerte de su padre, y anonadado bajo el peso del infortunio,
volvió á Cuba y se recibió de abogado en Puerto Príncipe, en donde
permaneció durante algún tiempo. Sus desgracias crecieron y llegaron
á su colmo, cuando por sus ideas avanzadas y contrarias al régimen
establecido en la isla de Cuba, fué sentenciado á perpetuo ostracismo, y
obligado á salir de su patria , trasladándose á los Estados Unidos.
Vio la luz pública por entonces, la primera edición de sus poesías,
y el fallo fué tan favorable, que el poeta adquirió universal renom-
bre y fama imperecedera. No sólo grandes ingenios americanos, entre
estos el clásico mejicano José Joaquín Pesado y el popular é ilustre Gui-
1 NacHo en Santiago de Cuba el 31 de Diciembre de 1803, bijo del doctor José Francisco y de la señora doña
Mercedes de Heredia.
360 • AMERICAIÍOSOÉLEBRES
llermo Prieto, ensalzaron al poeta cubano, sino nuestro correcto literato
Alberto Lista y el erudito Juan Nicasio Gallego.
Adviértese en las producciones de Heredia, corrección admirable,
dulcísima pureza y armonía, originalidad y pensamientos tan variados
como brillantes. Resulta en muchas de sus composiciones, singularísimo
colorido y privilegiado talento descriptivo, de tal modo, que cautiva pol-
la idealidad poética y por la realidad del cuadro que con hábil pincel
retrata y en el que nada falta, ni aun el más insignificante detalle.
Como las pinturas de Murillo, son gráficas las que Heredia ha legado á
la posteridad. Leamos la oda Al Sol. Es el astro-rey de los trópicos:
es el torrente de luz vivificador de aquella tierra, que á su influencia
prodiga ricos dones con inagotable profusión. Veamos La Tempestad,
grandiosa fotografía de lo real, en la cual, á la par del naturalismo más
bello y sublime, nos deleitamos con el idealismo que rebosa en cada
pensamiento.
La ternura desborda en numerosas poesías de Heredia, y á medida
que los años pasan, más fresca y más lozana es la corona de su gloria:
en ella resalta, como riquísima joya de incalculable mérito, su oda Al
Niágara , en la que se eleva el poeta á una altura sin rival y se inmorta-
liza apareciendo como un gigante en aquel portentoso escenario.
Heredia la escribió en 1824.
Después de la publicación de sus poesías, habitó por segunda vez
Méjico, y allí desempeñó diferentes cargos y fué electo diputado.
En Toluca (capital del Estado de Méjico) publicó una segunda edi-
ción de sus poesías, y en el ingenioso prólogo, cuenta Heredia á sus
lectores que su vida ha sido un tejido de contrastes, y en ellos aparece
simultáneamente, como abogado y diplomático, soldado ó periodista,
viajero y profesor de idiomas, poeta y magistrado. Poseía gran facilidad
para traducir idiomas extranjeros, y Byron y Hugo Foseólo y Ossian
y Beranger, encontraron en el gran poeta cubano, un fiel é inspirado
intérprete de sus pensamientos.
¡Su vida fué un poema corto, pero grandioso y sublime! ¡Sus desven-
turas, su hidalguía, su honrosa pobreza, son otros tantos timbres que
engrandecen al inmortal cantor del Niágara !
¡La muerte lo sorprendió en Méjico en 1838: tenía treinta y cinco
años! ¡Cuántas ideas luminosas se encerraban aún en la mente del
poeta! ¡Cuántos días de gloria truncados en la mitad de aquella existen-
'■■'lir ' "'•¡'
JUSTO RUFINO BARRIOS
JOSÉ MARÍA HEREDIA 361
cia tan fecunda y útil! ¡Cuántas esperanzas; cuántas aspiraciones
abrigaba todavía su corazón ardiente y apasionado!
El genio grabó en páginas de oro sus amarguras, sus horas sombrías,
el noble esfuerzo de su volundad, el secreto de su vida entera.
Cerremos este pálido bosquejo con un broche de perlas:
¡Niágara poderoso!
¡Adiós! ¡adiós! Dentro de pocos años
Ya devorado habrá la tumba fría
A tu débil cantor. ¡Duren mis versos
Cual tu gloria inmortal! Pueda piadoso,
Viéndote algún viajero,
Dar un suspiro á la memoria mía,
Y al sepultarse Febo en Occidente,
Feliz yo vuele do el Señor me llama,
Y al escuchar los ecos de mi fama
Alce en las nubes la radiosa frente. 1
' Hekeima: Final do la Oda al Niágara.
JUSTO RUFINO BARRIOS
i
roduce verdadero asombro, el contraste que
presentan moralmente ciertas individuali-
dades, al hacer el estudio de sus especiales
condiciones características. Tan extraños
seres merecen detenido examen , más aún si
favorecidos por la suerte ó por la casualidad,
y también auxiliados por algunas de esas
cualidades que al ponerlos en relieve los eleva
sobre la vulgaridad, llegan á escalar el pri-
mer puesto y tienen el privilegio de atraerse la
atención general.
A pesar de que aun hace corto tiempo que el
general D. Justo Rufino Barrios, presidente durante
diez años de la república de Guatemala, ha descendido al sepulcro, es
una de esas individualidades que no podemos menos de colocar en
nuestra galería, dejando á la posteridad que juzgue con mayor ó menor
justicia sus actos.
En aquella doble y excepcional naturaleza, se agitaban en confusa
amalgama el bien y el mal; lanzaba destellos luminosos el sentimiento
de la libertad, obscurecida y empañada á veces por hechos incalificables.
JUSTO RUFINO BARRIOS 363
El general Barrios hizo siempre especial alarde de su rudeza y de su
falta de instrucción, lo cual ponía más en evidencia las grandes refor-
mas de que le fué deudora la patria, dando lugar á muy encontradas
opiniones relativas á tan extraña personalidad.
II
Sería indispensable, para juzgar al hombre que, en alas de su ambi-
ción ó sólo guiado por una idea regeneradora y grande encontró la
muerte en las trincheras de Chalchuapa, seguirle paso á paso desde
la infancia hasta el trágico fin de su existencia; de ese modo podría
apreciársele como fundador de liberales instituciones, ó bajo el tene-
broso aspecto de su omnímoda voluntad.
El corazón del general Barrios debe haber sido un vastísimo campo
de batalla, en el cual los encontrados sentimientos lucharon sin tregua
obteniendo á veces la victoria, la generosidad y la grandeza, ó sobrepo-
niéndose á éstas, el rencor y el espíritu de venganza.
En los rasgos característicos del hombre que ha dominado durante
largos años, no sólo á la república de Guatemala, sino á todos esos pue-
blos (exceptuando Costa Rica) que componen la América Central, por-
que sobre ellos, más ó menos se hizo sentir la presión de su voluntad, se
observan curiosas semejanzas con diferentes personalidades, á quienes
aun después de algunas centurias no puede comprender ni juzgar el his-
toriador.
El estudio sería sobremanera interesante, resultando de él un todo
enteramente extraño, digno de admirarse á veces ó de censurarse otras
por su audacia moral y por el sistema planteado en la república de Gua-
temala.
III
Ante el sepulcro se calman los rencores; ante esa tumba de cortos
años cerrada, pierde su influencia el odio creado por las persecuciones;
pero se despierta el deseo de retratar al hombre singular que acometió
3G4 AMERICANOS CÉLEBRES
una empresa, si por demás grandiosa y necesaria en el fondo para los
destinos del Centro América, descabellada en la forma.
Justo Rufino Barrios, nació en San Lorenzo, departamento de San
Marcos, el 21 de Julio de 1835.
Descuidada y escasa era á la sazón la enseñanza popular, y cortos por
consiguiente los conocimientos que adquirió el futuro gobernante: su
perspicacia y natural viveza suplieron más tarde á la cultura y edu-
cación de que carecía.
Ya por entonces y en sus juegos de niño, se destacaba el carácter de
ese ser anómalo y original; pero nos limitaremos á bosquejar algunos
de los hechos de su vida para que puedan dar una idea del presidente de
Guatemala.
IV
Enviado á la ciudad de Quetzaltenango para cursar latín, se distin-
guía entre sus condiscípulos por esa misma especial amalgama de su
carácter; veíasele con frecuencia sacrificarse con generoso impulso en
alas del compañerismo y de la amistad, pero instantáneamente tenía
la medalla su. reverso; la más ligera ofensa tornaba en odio el anterior
cariño, y despertando la natural fiereza ponía de relieve los defectos de
aquel incomprensible corazón.
Concluida su carrera escolar con la adquisición del título de Escri-
bano público, regresó a'l hogar paterno manifestando ya ideas altamente
avanzadas, y rencorosa antipatía á la aristocracia.
V
Mandaba por esa época en Guatemala el general D. Vicente Cerná,
electo presidente á la muerte de su amigo el general Carrera , acaecida
en 1865. La administración Cerná, altamente impopular, estaba comba-
tida por todos aquellos que profesaban principios liberales, y este des-
acuerdo entre la mayoría y el Gobierno, dando impulso á las ideas de
Barrios, le prepararon su futuro poderío.
JUSTO RUFINO BARRIOS 365
El mando de Cerná tocaba á su término; el pueblo, informado de la
posibilidad de reelección, protestaba con gritos y amenazas; quería
reformas liberales, progreso y horizontes más anchos para el futuro des-
tino de Guatemala.
VI
La revolución era inevitable, y entre los que más activamente la
impulsaban encontrábase el general D. Serapio Cruz, quien tomó las
armas contra el Gobierno y emprendió la lucha para llevar á cabo
un cambio político.
Entre tanto, Justo Rufino Barrios hostilizaba á la desprestigiada
administración, é intentó apoderarse del cuartel de San Marcos en la
ciudad de su residencia, con la partida que había organizado.
La empresa de Barrios para apoderarse del cuartel, fracasó en
Diciembre de 1869, cuando el general Cruz fué derrotado en Huehuete-
nango.
Intentó éste después reorganizarse para seguir lá campaña , pero fué
alcanzado en Palencia por las tropas del Gobierno, el 23 de Enero de 1870,
muriendo en la acción; los soldados derrotados completamente y varios
de los revolucionarios, entre ellos Barrios, buscaron asilo en Chiapas
(Méjico".)
Larrave, Samayoa y D. Miguel García Granados, constituían el foco
de la conspiración; los dos primeros fueron desterrados inmediatamente,
y el tercero, que se había asilado en una legación, salió también del país
poco después.
A pesar del triunfo adquirido por el Gobierno, la revolución desple-
gaba mayor vuelo. Barrios, burlándose con rara habilidad de los soldados
que le perseguían, hostilizaba á las autoridades del departamento de los
Altos, frontera de Méjico, y con la tenacidad distintiva de su carácter,
pugnaba por elevarse, ardía en deseos de venganza y tal vez ya ambi-
cionaba el mando.
La suerte favorecióle siempre: de nuevo se organizaron los rebeldes,
y el general García Granados encontró apoyo en el prestigio que le
daba ser enemigo de un Gobierno aborrecido: reunió pertrechos de
366 AMERICANOS CÉLEBRKS
guerra, formó un núcleo de fuerzas compuestas por los emigrados, y
en Mayo de 1871 se les reunió Barrios con su partida.
Después de triunfar en Tacana, Retalhuleo, Chiche, Tierra-Blanca,
Cochon y San Lucas, entró el 30 de Junio en la capital de la República.
La política de Carrera había concluido: el general Cerná fué depuesto
por el acta de Patricia.
Barrios, en todos los combates, había dado muestras de ser un guerri-
llero sereno, astuto y enérgico.
En aquella época fué la revolución un hecho radical para el país, y la
magnanimidad, el orden y la disciplina acompañaron á las tropas ven-
cedoras en su entrada en la capital.
Recordamos un periódico extranjero, que al significar su admiración
añadía :
« Que el cambio de situación en Guatemala acusaba una espléndida y
civilizadora era».
Barrios fué nombrado comandante general de los Altos y allí ensan-
chó su atmósfera , haciendo lisonjeras promesas é instigando á sus par-
tidarios, según algunas opiniones, contra los habitantes de la capital , á
quienes afirman aborrecía por una de las anomalías de su carácter.
La debilidad de García Granados, su edad avanzada y sus achaques,
le imposibilitaban de llevar á buen término las reformas esperadas.
Barrios lo dominaba, le imponía su voluntad, y sus exigencias eran
leyes: el espíritu dominador, el omnímodo poder que más tarde pesaría
con cetro de hierro sobre Guatemala empezaba á bosquejarse.
En vano el general Zavala intentó substraer al Presidente, de aquella
poderosa influencia que crecía más y más, á consecuencia de las rebelio-
nes que estallaron en el Oriente y que fueron enérgicamente sofocadas
por Barrios.
YII
El presidente de Honduras, D. José María Medina, se hizo jefe de la
reacción en 1872.
Declarada la guerra por Guatemala y el Salvador, repúblicas aliadas,
el general García Granados, al tomar el mando de las tropas que debían
invadir el suelo hondureno, nombró á Barrios presidente interino.
JUSTO RUFINO BARRIOS 367
Los decretos de libertad de la prensa y de extinción de comunidades
religiosas, fueron los primeros actos gubernativos del hombre que se
había encumbrado al primer puesto.
Continuaban las sediciones acaudilladas por los partidarios del
antiguo régimen . El general Barrios , con actividad y energía , logró de
nuevo restablecer la tranquilidad pública.
Desde aquel tiempo se manifestaron más aún las dos naturalezas,
la doble faz del hombre extraño, arbitro de los destinos de Centro-
América desde el día 8 de Mayo de 1873 hasta el 2 de Abril de 1885, día
de su muerte.
VIII
Tal vez por alcanzar pleno dominio sobre las masas, ó guiado por
natural instinto, planteó Barrios un sistema especiaren Guatemala, el
del terror, que ha empañado y empequeñecido actos dignos de un gran
legislador y acreedores á justo elogio.
Ya electo presidente y en posesión de tan alto puesto, tuvo que
combatir la facción capitaneada por D. Enrique Palacios, quien estaba
de acuerdo con los revolucionarios de la montaña , derrotados por las
tropas del Gobierno en Chamelicón.
El brazo del Dictador fué de hierro para los conspiradores, hizo
fusilar á muchos de ellos y mandó quemar las casas de los pueblos del
Oriente y conducir á sus habitantes presos á la ciudad de Guatemala.
Él cuadro que presentaron aquellos infelices fué tan triste como
conmovedor.
Entre las particularidades dignas de mencionarse y que demuestran
habilidad suma en el general Barrios, es la que concierne al clero, que
perseguido, despojado de sus bienes, envilecido, dominado, careciendo
de prestigio y del dominio que generalmente ejerce, no pudo alterar, sin
embargo, la buena armonía existente entre Guatemala y la Santa Sede.
368 AMERICANOS CÉLEBRES
IX
Por entonces quiso el Dictador disfrutar las dulzuras del hogar.
Su corazón anhelaba sin duda encontrar en la familia otra atmósfera y
otros afectos; enamorado de una joven hermosísima, D.a Francisca
Aparicio, la hizo su esposa, consagrándola vehemente cariño y rodeán-
dola de fastuoso esplendor.
Al principiar su administración se ocupó en organizar y disciplinar
al ejército, dotándolo de armamentos y uniformes á la altura de los
adelantos del siglo.
La instrucción primaria y la superior adquirieron poderoso des-
arrollo, empleándose en ellas cuantiosas sumas: las escuelas de segunda
enseñanza fueron reglamentadas y regularizadas, poniendo de esta
manera los cimientos para un futuro lisonjero; estableciéronse Institutos
en la capital, en Quetzaltenango y en Chiquimula, y en el primero hubo
una sección para Escuela Normal de hombres.
En 1876, tuvo que atender á la guerra que intentaban los reacciona-
rios contra Guatemala, en combinación con el presidente de Honduras,
D. Policiano Ley va, y D. Santiago González, presidente del Salvador.
Entonces fué cuando en una conferencia que tuvo lugar en Chingo 7
en 15 de Febrero de dicho año, se pactó con el nuevo presidente del
Salvador D. Andrés Valle, que el Dr. D. Marco Aurelio Soto, apoyado
por ambas repúblicas limítrofes , pacificaría á Honduras agitada y anar-
quizada por los partidos.
X
El convenio no se llevó á efecto en aquella época, y el general
Barrios tuvo que ir en persona á la cabeza de su ejército hasta la
frontera salvadoreña, en donde tuvieron lugar varios combates, triun-
fando el dictador de Guatemala en las batallas del Platanar, Apaneca,
Pasaquino y Chalchuapa, proponiendo una capitulación que los salva-
JUSTO RUFINO BARRIOS 369
dórenos aceptaron ; al exgeneral mejicano Uraga , se le debieron en parte
aquellos triunfos, por la excelente dirección que dio á las operaciones.
De regreso á Guatemala continuó Barrios su obra de reformas, y la
Asamblea legislativa aprobó cuanto había hecho,* invistiéndole con
amplias facultades.
La tranquilidad se restableció por completo; pero preciso es, como
fieles narradores, presentar el reverso de esa medalla.
Las cárceles abrieron sus puertas para muchos inocentes salvado-
reños, prisioneros de Barrios, y el hombre que acababa de dar en la
capitulación muestras de generosidad para los vencidos, fué después
ingrato y rencoroso. El doble aspecto se encuentra siempre y en cada
período de su vida.
Los generales Solares , quienes en la guerra con el Salvador habían
prestado grandes servicios, y decidido, según afirman testigos oculares,
el espléndido triunfo de Pasaquina, fueron destituidos; dícese que por
receloso temor á su prestigio. ' El mejicano Uraga tuvo que salir del país,
y otros varios sufrieron persecución y destierro.
El general Barrios fué espléndido y generoso en algunas ocasiones
para sus amigos; á su sombra han medrado, ya extranjeros, ya guate-
maltecos; repetidas veces ha pagado deudas de alguna familia y la ha
colmado de dádivas y favores, no siendo de extrañar que poco después
arrebatara cuanto había dado y redujera á la miseria á los mismos que
había enriquecido.
Debemos, sin embargo, hacer una observación: esas fortunas impro-
visadas bajo la tolerancia de los presidentes, como ha sucedido en
diferentes repúblicas hispano-americanas, no se erigieron en Guatemala;
Barrios mismo las creaba, pero no permitía el abuso ni la dilapidación
de las rentas públicas.
XI
Reelegido Barrios en 1880 y apoyado por la nueva constitución,
siguió por la comenzada senda de innovaciones , fundando en Guatemala
1 Después do la muerte de Barrios, salió de la cárcel uno de los Solares. Estaba preso hacía dos años, sin
saber por qué
24
370 AMERICANOS CÉLEBRES
la Escuela de Artes y Oficios y la de Agricultura, estableciendo tam-
bién la enseñanza nocturna para los artesanos.
Ordenó que se formaran el Código Civil , el Penal , el de Procedimien-
tos, el de Comercio*, el Militar y los reglamentos para puertas y aduanas;
el servicio de Correos se hallaba en desfavorable estado y en poco tiempo
mejoró su sistema y plantea reformas de gran utilidad; puso en comuni-
cación las principales poblaciones por medio del telégrafo, dando al
comercio un potente auxiliar.
Atendió con activo empeño á mejorar las carreteras, y nuevos
caminos hicieron fáciles los transportes en la República, y por último, el
ferrocarril del puerto de San José á la capital , unió á ésta con la costa
del Pacífico, y es á no dudarlo, la obra más importante del período
dictatorial del general Barrios.
Esa primera línea férrea ha sido el gran paso y el más benéfico para
la industria y el comercio.
XII
El asesinato del sacerdote Pagés en el departamento de los Altos,
durante la estancia del Presidente en aquel punto, y en su presencia, es
una de las páginas más negras de la vida del general Barrios ; es un
acontecimiento incalificable," que la severidad de la historia juzgará,
así como la rencorosa persecución contra Lanuza, amigo y compañero
de Pagés, quien, ni aun asilado en Colombia, estuvo exento de los
conatos de venganza del Dictador. 1
Larga es la serie de fusilamientos que sembraron por entonces la
consternación en Guatemala. D. Jesús Batres, los Sres. Montenegro, el
licenciado Pavón , el padre Aguilar y otros , figuran en aquellas páginas
de sangre como víctimas inmoladas por la necesidad, en el altar de la tran-
quilidad pública.
* Pagés era español y estaba de cura en uno de los pueblos de los Altos, y cuando la visita del dictador, se
presentó á él para implorar su protección en favor de los indigenas, y en la conversación, afírmase que Barrios
insultó las creencias del digno sacerdote, provocando una discusión, en la que sobresalía la inteligencia de éste
y la ignorancia de aquél.
Ciego de cólera se lanzó sobre Pagés y le abofeteó, y el sacerdote, al defenderse, se asió al cuello del Presi-
dente, y es probable que éste hubiera perecido a sus m»uos sin el auxilio del criado de Barrios, José Inés
Cruz, quien disparó un pistoletazo sobre el infeliz Pagés, que fué ultimado por otros que acudieron.
Cruz, fué ascendido á comandante de batallón. Tal es la versión recogida en correspondencias y de boca
de personas imparciales.
Jüsrro.' Rufino b abrios 371
En 1880, empezó á regir una nueva carta fundamental, al propio
tiempo que se verificaban las elecciones para presidente, y Barrios
fué nuevamente electo, casi por unanimidad de votos y á pesar de su
resistencia.
No lucharon los pueblos: ¿para qué? Soberano absoluto con el nombre
de presidente republicano , dominaba en las Cámaras y su poder llegaba
hasta el punto, que era frase sacramental «estar bien con el Sr. Presi-
dente,» para salvarse de los destierros ó persecuciones.
Consolidado el poder de Barrios, seguro de su dominio, éste pesó más
y más sobre los guatemaltecos, y acontecimientos que no pueden
juzgarse todavía, porque estando demasiado recientes no han pasado
por el crisol del tiempo, ni por el severo criterio de la Historia, coarta-
ron en Guatemala toda libertad de acción.
Ya en aquella época tomaba forma en la mente de Barrios la idea
de ensanchar las fronteras de su poder ; ya soñaba con la Unión centro-
americana.
Este pensamiento grandioso, bellísimo ideal del intrépido Morazán y
del honrado cuanto valiente Cabanas, fué para el autócrata guatemal-
teco horizonte inmenso, Océano sin límites, campo vastísimo para su
ambición , y tal vez ésta tendió no sólo á satisfacerse por egoísmo y sed
de mando cuanto por realizar una evolución grande y benéfica.
¡Quién sabe! ¿Aquel ser extraño y de tan encontradas condiciones
características , comprendería en toda su grandeza la idea de crear un
pueblo unido, poderoso y llamado á brillante porvenir?
¿Podríamos pensar que Barrios, generosamente deseaba formar un
gran todo de los cinco Estados independientes?
XIII
r
ínterin llegaba el momento de poner en ejecución su plan, del cual
intentaba hacer partícipes y auxiliares al Dr. D. Rafael Zaldívar,
presidente de la Eepública de San Salvador y á D. Marco Aurelio Soto,
que ocupaba el mismo alto puesto en la República de Honduras, continuó
Barrios por el camino emprendido, y entre arbitrariedades y atentados,
entablaba á la vez útiles reformas, organizaba la policía, disciplinaba el
372 AMERICANOS CÉLEBRES
ejército, y proporcionaba á los oficiales superiores y subalternos cono-
cimientos militares y cultura , á la cual habían sido ajenos hasta
entonces.
Poseía Barrios carácter enérgico y activo, espíritu de progreso mate-
rial, y tal vez con mayor grado de instrucción, hubiera logrado reprimir
sus malévolas inspiraciones.
Entre algunos hechos que retratan gráficamente al presidente de Gua-
temala , hay algunos curiosos y que tienen grandes puntos de contacto
con aquel rey castellano que llevó en la historia, el nombre de Pedro el
Cruel ó el Justiciero.
Cuéntase que vivían en Guatemala unos huérfanos poseedores de un
desahogado bienestar, que el tutor manejaba abusando de la confianza
en él depositada, y viendo impasible en el mayor abandono y miseria,
á los menores encomendados á su cuidado. Tal vez algún caritativo
amigo puso en antecedentes á Barrios, y éste, obedeciendo á uno de sus
impulsos que á veces se manifestaban en él, hizo llamar al tutor, cen-
suró su conducta y le intimó que si no entregaba al punto la herencia
de los huérfanos, sería muerto á palos. Fácil es comprender que la orden
se cumplió inmediatamente, y que el tutor, para salvar la vida, devolvió
los bienes.
En el singular carácter del dictador guatemalteco, las determinacio-
nes eran rápidas y extrañas á influencias ajenas; la opinión de los
demás generalmente no tenía imperio sobre él; siempre en la mayoría
de sus actos se dejó guiar por su propia inspiración.
Entre los varios individuos desterrados y arruinados por Barrios,
había uno al que lo precario de su situación le hizo regresar á su
país. El desaliento y la falta de recursos le aconsejaron dirigirse á un
acaudalado primo suyo, del que esperaba protección y apoyo; confuso y
avergonzado solicitó algo que representaba un valor de veinticinco
duros, con lo cual creía poder buscar medio de subsistencia; el pariente
rehusó el auxilio al pobre; el egoísmo se sobrepuso á la caridad y al
deber. Aquel acontecimiento, como todo cuanto sucedía en Guatemala,
llegó á noticia del Dictador, y castigó con ingeniosa sagacidad al avaro
socorriendo al necesitado.
El rico egoísta acostumbraba á visitar con frecuencia á Barrios, y
cuando se presentó, manifestóle éste que necesitaba urgentemente mil
pesos.
JUSTO RUFINO BARRIOS 373
El obediente vasallo sacó de su cartera la cantidad indicada, que por
casualidad llevaba en billetes, y se la entregó al Presidente. «Esta suma,
— le dijo severamente Barrios,, — es para su primo de V., á quien V. ha
negado veinticinco pesos >.
Con aquella actividad propia de todos sus actos, hizo buscar al
ex-emigrado, y al presentársele puso en sus manos el dinero diciéndole:
«Aquí tiene Y. mil pesos prestados, vaya V. á sembrar papas á la
Antigua*. 1
Tal era la influencia que ejercía , tal el poder de aquel hombre singu-
lar, que el agraciado salió para el punto que se le había ordenado, dedi-
cándose al cultivo indicado.
Un centro-americano, imparcial, nos ha expresado la impresión que
le causó la vista del general Barrios en una reunión solemne, en una
fiesta dada para festejar á los presidentes de Honduras y San Salvador y
á los representantes de Nicaragua y de Costa Rica. Todos los concurren-
tes á aquel acto vestían de rigurosa etiqueta; el oro y la plata de los
uniformes, los vistosos bordados, el frac y la corbata blanca presenta-
ban brillante cuadro, ofreciendo notable variedad y risueña perspectiva.
Un murmullo general anunció la llegada del Presidente; oficiales y altos
dignatarios vistieron su semblante con la expresión del respeto, y algu-
nos con la de la admiración y del entusiasmo. El viajero centro-ameri-
cano de que hemos hecho mención, hombre ilustradísimo y de justa
celebridad, fijó su mirada en el general Barrios, y desde aquel momento
absorbió éste toda su atención.
Por su traje parecíale un hombre del pueblo, más bien que el arbitro
de una nación, y sin embargo, estaba en relieve y descollaba como prin-
cipal figura en aquel conjunto de oropel y de lujo. La sencillez de su ata-
vío ¿era orgullo ó desprecio? y decimos orgullo, porque demostraba
singular satisfacción al presentarse en el teatro ó en solemne fiesta con
la chaqueta que usaba siempre.
Aquella multitud que le rodeaba, aquellos gobernantes y presiden-
tes eran considerados por él como inferiores. Pretendía que temblaran
en su presencia y que le obedecieran ciegamente.
Decía el centro - americano citado, que la fisonomía del general
Barrios no le había sido antipática y repulsiva, no: sobre todo tenía
1 La antigua Guatemala, cercana á la actual capital de la República. — ( Palabras textuales ).
374 AMERICANOS CÉLEBRES
algo en su mirada de profunda sagacidad y energía , y en algunos mo-
mentos reflejábase en ella la crueldad y la audacia.
Con frecuencia la expresión era vaga , como la de aquellos seres que
se reconcentran en sí mismos para llevar á cabo planes que en su
mente se agitan. La impetuosidad y precipitación fueron los principales
defectos de Barrios , y jamás retrocedió cuando había tomado una deter-
minación; precisamente esas condiciones le hicieron víctima en Chal-
chuapa.
XIV
Hacía cincuenta años que la cuestión de límites con Méjico estaba
sin resolverse. Don Lorenzo Montufar, representante de Barrios en
Washington, había interesado á Mr. Blaine, y según autorizadas
opiniones, con ofertas que en este espacio no podemos apreciar, obte-
niendo de aquel hombre de Estado, que ayudase para aumentar la exten-
sión territorial de Guatemala. La muerte de Mr. Blaine rompió el pacto;
pero deseoso el general Barrios de llevar á cabo la combinación , deter-
minó emprender un viaje á los Estados Unidos en Julio de 1882.
Al anunciar su partida, intentó demostrar en un largo manifiesto las
ventajas que pensaba obtener en pro de la nación cuya gloria y progreso
decía era su único norte.
Quedó el octogenario general Orante, encargado de la presidencia,
y el Dictador, acompañado de numeroso séquito, llegó á la gran Repú-
blica, intentando poner en práctica inmediatamente el plan que había
concebido. Las tentativas fueron inútiles; la prensa americana en coro
se declaró en contra del general Barrios , procurando poner en evidencia
todos sus defectos, haciendo punto omiso de sus méritos.
Poco después, se puso en comunicación con D. Matías Romero,
ministro de Méjico, y con él procuró llevar á feliz término la cuestión de
límites.
El hábil diplomático mejicano acordó los preliminares que servi-
rían de base para resolver la debatida cuestión; D. Manuel Herrera y
D. Lorenzo Montufar discutieron el proyecto de arreglo, presumiendo
podrían obtener mayores ventajas para Guatemala, pero el primero lo
llevó á término, por lo cual manifestó el general Barrios su satisfacción.
JUSTO RUFINO BARRIOS 375
Acompañado por su esposa emprendió viaje á Europa , y permane-
ció entre Francia é Inglaterra como quince días, regresando después á
Guatemala.
Había transcurrido algún tiempo, cuando volvió á ocuparse Barrios
de poner en práctica su idea favorita: la unión de Centro América.
Envió comisionados cerca de los Gobiernos vecinos, manifestando que
aquella gran evolución política no se llevaría á cabo sin el beneplácito
de los pueblos que componen la América Central. Surgió entonces una
dificultad inesperada; el doctor D. Marco Aurelio Soto, presidente de
Honduras, se enemistó con el general Barrios, y poco después, al ser
derrocado de la presidencia, ocupó su puesto el general Luis Bográn.
El 13 Abril de 1884, estalló á los pies del general Barrios una máquina
infernal, si bien no tan perfeccionada como la de Fieschi, en cambio bien
preparada para ocasionar heridas leves: sobre este suceso se han emitido
diferentes juicios y se han hecho infinitos comentarios , algunos de éstos
presentan el hecho como preparado por el general Barrios, bien para
ejercer venganza particular, bien para adquirir mayor prestigio con la
tentativa de asesinato.
A D. Julio García Granados, sobrino del presidente de este apellido,
y á D. José María Samayoa, se les acusó de haber sido directores del
atentado del 13 de Abril; el primero fué destituido de su empleo militar,
y el segundo encarcelado, declarando la Asamblea haber lugar para la
formación de causa, pues Samayoa era diputado y Consejero de Estado
y nadie ignoraba en Guatemala que había sido el alma de la administra-
ción de Barrios, su amigo y el más hábil político del país.
El tiempo podrá resolver y juzgar con entera imparcialidad este
acontecimiento .
XV
La Unión centro-americana había llegado á ser la idea dominante del
presidente guatemalteco; en él, la aparente tranquilidad podría compa-
rarse á esos momentos de calma que se advierten en la Naturaleza y que
son precursores de ruda tempestad: puesto de acuerdo con los presi-
dentes de Honduras y del Salvador, creyó llegado el momento de poner
en práctica su proyecto.
376 AMERICANOS CÉLEBRES
Pero se observan en la política tan extrañas evoluciones, que todo
cálculo es imposible. El 28 de Febrero de 1880, lanzó un decreto el
presidente de Guatemala, declarándose jefe supremo militar de las cinco
repúblicas, y proclamando la Unión centro -americana.
La Asamblea guatemalteca secundó el decreto y hasta el periódico
oficial abandonó su título, apareciendo con el de La Unión de Centro-
América.
Real ó falso despertó el entusiasmo. Bográn y la legislatura de Hon-
duras secundaron aquel osado decreto; pero el Dr. D. Rafael Zaldívar
tomó una actitud que, por lo inesperada, llamó la atención general.
Con fecha 6 de Marzo de 1885, decía por el telégrafo lo siguiente:
«Al general Presidente D. Justo Rufino Barrios.
»Le felicito y felicito á nuestra patria por el decreto que ha dado
sobre nacionalidad confirmando lo que antes le he dicho, y que hoy le
repito, de que corremos la misma suerte. Siento no haber creído lo que
anunció aquí el Sr. Barrutia, pues estando entonces reunido el Congreso
tendría hoy más amplitud de facultades, pero con las que tengo me
encontrará V. de lleno para secundar esa grande idea.
»Ha llegado el término de la prueba y lo celebro, porque así podré
demostrarle que soy su mejor amigo; pero tráteme con franqueza, y no
con la reserva con que ha procedido en este asunto.
»Su afectísimo amigo,
» Rafael Zaldívar. »
Continuaremos reproduciendo los telegramas, por creer que éstos
dan cumplida idea de los graves acontecimientos que tuvieron lugar en
esa época.
« San Salvador, Marzo 8 de 1885.
»Al general D. Justo Rufino Barrios.
»Por acá no hay- novedad. Le saludo con el cariño de siempre: ayer
tarde se publicó aquí un decreto convocando extraordinariamente al
Congreso, para que á la mayor brevedad posible se reúna y conozca del
decreto aprobado por esa Asamblea sobre Unión Centro América.
JUSTO RUFINO BARRIOS 377
» Espero su carta que me anunció, sin perjuicio de mandarle yo el
amigo que le dije.
»Su afectísimo amigo,
» Rafael Zaldívar. »
«Sr. D. Rafael Zaldívar.
»san salvador,.
» Descansando en las repetidas manifestaciones y ofertas que V. y el
general Bogrén me hicieron de estar conmigo en la empresa de la
Unión, á V. y a él, lo mismo que al Dr. Cárdenas * y al general Fernán-
dez, 2 comuniqué en igual sentido la resolución adoptada por mí en el
decreto del 28 del pasado. El general Bográn y el pueblo hondureno,
han respondido patriótica é inmediatamente á mi voz, adhiriéndose á
mi decreto y proclamando la gran patria que yo quiero para Centro
América. El Gobierno de V. no responde y no necesito decir por qué no
lo hace; pero yo cuento, y V. lo sabe, con el poder y los elementos indis-
pensables, y con el concurso de todos los buenos patriotas de Centro
América para realizar la Unión , y estoy en la obligación y en el pro-
pósito de seguir adelante en el paso que he dado, suceda lo que suceda.
»En ese concepto, y con esta fecha, nombro al general Menéndez, 3
para que se haga cargo del mando militar de los departamentos
occidentales del Salvador, y levante y sostenga el pabellón de la
República de Centro América ; y espero que V. , que en su parte de hace
dos días todavía me dice que ©etá conmigo y que correrá mi misma
suerte, dará prontas y eficaces órdenes para que el general Menéndez sea
inmediatamente reconocido y obedecido, en el carácter de delegado de
la suprema jefatura militar de Centro América que estoy ejerciendo.
»Mi determinación es irrevocable, y todo lo que no sea secundar
desde luego la idea que he proclamado, será envolver á todo el país en
una gran revolución de la cual á V., y sólo á V. y á su círculo, haré
responsables ante el Centro América.
1 Presidente de Nicaragua.
2 Presidente entonces de Costa Rica.
Hoy presidente de la República del Salvador.
378 AMERICANOS CÉLEBRES
» Reunir el Congreso como V. quiere, me parece enteramente inútil,
cuando se trata de una causa que todos los Gobiernos por sus respectivas
constituciones están obligados á abrazar y que ningún centro-americano
puede atreverse á combatir.
»Las dilaciones en este asunto sólo argüirán oposición, temor ó
desconfianza.
» Justo Rufino Barrios. »
« San Salvador, 9 de Marzo de Í8-85.
»Sr. general D. Justo Rufino Barrios.
«Presidente de la República de Guatemala.
»Mi estimado amigo: Le mando á los señores ministros Meléndez y
D. Narciso Avilez, amigos míos y que lo son de V. igualmente, para que
hable con ellos y le comuniquen mis ideas é instrucciones respecto del
asunto que actualmente absorbe la atención de estas Repúblicas.
»He escogido á estos amigos porque sé que ellos le inspiran toda
confianza y que no dudará V. de lo que le comuniquen, como ya le está
sucediendo conmigo, á pesar de las pruebas que siempre le he dado de
mi sinceridad.
» Espero que V. dará entero crédito á cuanto le informen los señores
Meléndez y Avilez de mi parte, y que el resultado de sus gestiones sea
satisfacforio.
»Le confirmo que soy y no podré dejar de ser su amigo, que si para
conservar este titulo fuese necesario cualquier sacrificio personal lo haré
con gusto.
» Consérvese V. bien, y ordene á su afectísimo amigo,
» Rafael Zaldívar.»
JUSTO RUFINO BARRIOS 379
« Guatemala, 9 de Marzo de 1885.
»Al Dr. D. Rafael Zaldívar.
»SAN SALVADOR.
»Enterado de su parte de hoy, todas las providencias dictadas se han
mandado suspender; espero pues al amigo Meléndez y al amigo Avilez.
Usted me dice que no quiere ser mi enemigo; así lo he creído, y no dude
usted que siempre seremos amigos, si como lo espero todavía militamos
juntos por la misma causa de la Unión de Centro América.
»Su afectísimo amigo,
» Justo Rufino Barrios.»
«San Salvador, 9 de Marzo de Í885.
»Al general D. Justo Rufino Barrios.
» Agradezco á V. que espere á los señores Meléndez y Avilez; éste
último acaba de llegar de Santa Ana, habiendo caminado toda la noche.
Le recomiendo de nuevo calma, y que no me trate como enemigo, pues
yo no quiero serlo nunca.
»Su afectísimo amigo,
» Rafael Zaldívar.»
« Méjico, Marzo 10 de 1885.
«Sr. general D. Justo Rufino Barrios.
» Enterado telegrama 7 del corriente mes. La resolución tomada
exclusivamente por la Asamblea de esa República, es rechazada con
energía por el Gobierno y pueblo de las demás repúblicas centro -ameri-
canas , según telegrama que he recibido de Nicaragua , Costa Rica y el
Salvador; esta circunstancia y la impresión creciente que la noticia
causa en el pueblo mejicano, influirá en la actitud que ha de tomar el
Gobierno de mi cargo, ante una energía que es una amenaza contra la
independencia y autonomía de las nacionalidades de este Continente.
»
» Porfirio Díaz.»
380 AMERICANOS CÉLEBRES
«Guatemala, 11 de Marzo de 188o.
»Al Sr. Presidente de los Estados Unidos Mejicanos.
»méjico.
»Por correo contesto al parte de V. E. que recibí ayer.
» Justo Rufino Barrios.»
« Tegucigalpa, Marzo 14 de 188o.
»Sr. Presidente Barrios:
»Me dice el Dr. Zaldívar, que el Gobierno de los Estados Unidos ha
protestado contra el decreto sobre nacionalidad y ordenado á una parte
de su marina venga a Centro América , y que Méjico coloca ejército en
la frontera de Guatemala .
»V. debe saber lo que hay sobre el particular: por aquí todo tran-
quilo.
»Su afectísimo,
»Luis Bográn.» *
«Guatemala, 14 de Marzo de 1885.
»Sr. general D. Luís Bográn.
«TEGUCIGALPA.
»Lo que el Dr. Zaldívar le dice respecto del Gobierno de los Estados
Unidos, es una solemne mentira: Zaldívar ha publicado hasta por bando
los partes del general Díaz que V. conoce. El Gobierno de Cárdenas y
Fernández, pero muy especialmente el de Zaldívar, son un oprobio para
Centro América, supuesto están pidiendo protección extranjera.
» Justo Rufino Barrios.»
1 Estos documentos pueden utilizarse más tarde en la Historia de América y por eso les damos cabida.
JUSTO RUFINO BARRIOS 381
■ «San Salvador.
»Sk. Presidente de Nicaragua.
»Dr. D. Adán Cárdenas.
»He agotado con el general Barrios todos los medios suaves que
aconseja la prudencia; hoy asumo la dictadura, para enfrentar la
situación con Guatemala; fío en que V. me ayudará en todo lo que
pueda , pues tenemos una misma causa que es la de la dignidad é inde-
pendencia de Centro América.
»Como el peligro para San Salvador es grave é inmediato, dígame
con qué elementos puedo contar de su parte desde luego. Aquí hay gran
entusiasmo y me apoya la opinión general.
» Honduras ha aceptado en absoluto el decreto de Guatemala. Infór-
meme qué actitud tomará el Gobierno americano, pues el asunto del
canal es el que ha motivado el conflicto.
Rafael Zaldívar.
XVI
El Gobierno de Méjico, en nombre de la nación, reprobó la conducta
del Dictador, y ofreció su apoyo moral y acaso su eficaz auxilio en
favor de las repúblicas amenazadas. Los Estados Unidos de América,
fueron también contrarios á la Unión centro -americana que Barrios
anhelaba efectuar por la fuerza, y que para lograrlo había asegurado
en una de sus proclamas que no retrocedería, sucediera lo que sucediera,
y estas palabras, reflejo de su carácter, se cumplieron inmediatamente.
El 26 de Marzo se encontraban ya en Jutiapa, frontera del Salvador,
doce mil hombres dispuestos á romper las hostilidades, y el 27 empezó
el movimiento de las tropas en dirección á Chingo, á cuyo punto llegó el
Dictador el 31 , acompañado por su Estado Mayor, guardia de honor y
la brigada Reina.
No intentaremos seguir paso á paso á los combatientes, ni tampoco
hacer objeto de discusión las batallas del Coco y de San Lorenzo,
cuyos triunfos se disputaron guatemaltecos y salvadoreños.
El presidente Zaldívar, tuvo todo el mes de Marzo para prepararse,
382 AMERICANOS CÉLEBRES
pues aun cuando estaba Barrios impaciente, esperó recibir noticias de
los Estados Unidos, que aprobaran su conducta, influyendo también
en su tardanza la actitud asumida por el Gobierno mejicano : preocu-
pado por el silencio de los norte -americanos, salió de Guatemala y
siguió adelante para el Salvador hasta Chalchuapa , población que había
sido fortificada y cuya guarnición estaba decidida á la defensa.
En la mañana del 2 de Abril, dos horas antes de su muerte, recibió el
general Barrios un cablegrama de los Estados Unidos, desaprobando
su actitud belicosa, y tomando como ofensa todo ataque contra Costa
Rica y Nicaragua. La cólera y el orgullo, al mirar defraudadas sus
esperanzas, cegaron al Dictador, y entonces decidió ponerse frente á
frente de la situación y tal vez pensó en morir, pero no en retroceder.
Había echado el guante y no podía recogerlo: era demasiado tarde.
Desde el día 1.° de Abril comenzó el bombardeo y correspondencias
particulares y comunicaciones oficiales afirman, que el día 2 el batallón
Jalapa desobedeció la orden de ataque contra el baluarte la Casa Blanca.
Con verdadero valor ó acaso con el de la desesperación, se puso
Barrios al frente de aquellos insubordinados y cobardes soldados, y
como una tempestad se lanzó contra las trincheras: su serenidad ante el
peligro, su arrojo, alentó á los hombres que le seguían, quienes atacaron
con denodado esfuerzo. Pero la fortuna abandonó al hombre á quien por
tan largo tiempo había protegido.
«Los salvadoreños eran unos cinco mil hombres, y Barrios, dejando
atrás los ocho mil soldados que formaban el grueso del ejército, comenzó
el combate con su artillería en la tarde del 1.° de Abril. El ataque se
renovó por la madrugada, y á las siete una columna de ochocientos
hombres escogidos se apoderó de la primera trinchera. La lucha fué
sangrienta, y los guatemaltecos comenzaban á vacilar, cuando el
general Barrios , poniendo abrupto fin á un Consejo de guerra , montó á
caballo, desenvainó la espada y arengó á sus soldados. *
»La segunda trinchera fué tomada bizarramente, y cuando subían
las tropas por una colina cubierta de árboles en dirección á la tercera
línea fortificada, se les hizo desde la cumbre un fuego mortífero. Cuando
se disipó el humo, vieron á Barrios casi solo, y al levantar su espada,
1 Se afirmó en varias correspondencias, que tinos salvadoreños ofrecieron ensoñar á Barrios una vereda por
los flancos de las trincheras, y que el dictador, sin reflexionar que podía ser una celada, aceptó, encontrando en
aquel camino la muerte
JUSTO RUFINO BARRIOS 383
sonó un disparo aislado que le hizo lanzar un grito y lo derribó del
caballo, arrojando sangre por boca y nariz; la muerte fué instantánea.» 1
Aquella bala cortó el nudo gordiano, despejó el horizonte político, y
resolvió en un segundóla cuestión centro -americana. Si el dictador de
Guatemala no hubiese encontrado la muerte en las trincheras de Chal-
chuapa , difícil habría sido augurar el resultado de la campaña y tal vez
hoy Centro -América formaría una sola nación.
»Su hijo, el joven general Venancio Barrios, tomó unos cuantos
soldados de la brigada Enríquez, y aunque ya había luchado bastante y
estaba herido, se lanzó intrépidamente á lo más recio de la pelea, saltó
dos trincheras enemigas, y cuando se disponía hacerlo por la tercera,
recibió tres balazos que le dejaron muerto en el acto.
»De sus valientes compañeros murieron algunos, y los que quedaron
sacaron en sus hombros el cadáver de su malogrado jefe».
La muerte de Barrios, ha hecho aún más difícil la agrupación de las
cinco repúblicas bajo una sola bandera; las ambiciones personales, la
falta de energía y la sed de dominio de algunos hombres sobre los demás,
harán imposible por ahora, la creación de una patria poderosa y fuerte.
La reconstrucción centro-americana ni puede obtenerse por la fuerza de
las armas, ni por ambiciones bastardas, sino por la convicción y el
patriotismo. »
XVII
El Dictador murió como soldado.
El atrevido y censurable decreto de 28 de Febrero, fué derogado por
la Asamblea guatemalteca, cuando aquel alto cuerpo se consideró con
libertad de acción.
Honduras siguió su ejemplo, y la paz se restableció en la América
central.
1 Varias opiniones afirman que el tiro fué intencionado y especialmente dirigido contra Barrios.
FIN DEL TOMO PRIMERO
índice del tomo primero
Al Excmo. Sr. General D. Porfirio Díaz, Presidente de la Repú-
blica de Méjico (mejicano) 7
América y su historia. — Reseña general 9
Cuauhtemotzin (mejicano). 29
El inca Atauhalpa (peruano) 38
Simón Bolivar (venezolano) 57
Jorge Washington (norteamericano) 104
José de San Martín (uruguayo) 135
Francisco Miranda (venezolano) 157
José Olaya (peruano) 174
José Antonio Sucre, gran mariscal de Ayacucho (venezolano). 178
William Penn (Estados Unidos. — Inglés) 198
Antonio Nariño (colombiano).. 203
José Miguel Carrera (chileno) ' 215
Manuel Belgrano (argentino) 224
Miguel Hidalgo y Costilla (mejicano) 233
Antonio Ricaurte, el héroe de San Mateo (colombiano). . . . 244
Nicolás Bravo (mejicano) . 248
Bernardo O'Higgins (chileno) 255
Francisco José Caldas (colombiano) 271
Manuel Rodríguez (chileno) 280
Pascual Pringles. — La playa de Pescadores (argentino). . . 287
José Morelos y Pavón (mejicano ) 291
Alejandro Petión (haitiano) 312
José Antonio Páez (venezolano) 318
Abraham Lincoln (norteamericano) 334
Antonio Leocadio Guzmán (venezolano) 344
Manuel Montt (chileno) , \ 352
José María Heredia, el cisne de Niágara (cubano) 358
Justo Rufino Barrios (guatemalteco) 362
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