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Full text of "Americanos célebres; glorias del Nuevo mundo"

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SUCESORES  DE  N.    RAMÍREZ  Y  C".    EDITORES 

BARCELONA 


AMESIOANOS 


CÉLBBRBS 


GLORIAS  DEL  NUKYO  MUNDO 


POR     LA 


BARONESA  DE  WII^SON 


TOMO   II 


i  <^OP 


BARCELONA 


TIPOLITOGRAFIA  DE  LOS  SUC.  DE  N.  RAMÍREZ  Y  C 

Pasaje  de  KscudilleíS,  número  4 

1888 


AMEElCAÍsOS  CÉLEBRES 


TOMO    SEGUNDO 


BARCELONA 

I.Ml'.    StCKSOKKS    IJK    N.    EaMÍUEZ    Y    C. 

Pasaje  de  Escndillers,  4 

188  8 


Es    PltOPIKDAD    DE    LOS    EdITORKS 


^  v„  c  AÍ  -i-  o 


BRAULIO    (JARIIILLO 


AMERICANOS  CÉLEBRES 


BRAULIO  CARRILLO 


diáfano  y  hermoso  cielo  de  Costa  Rica,  cobijó  en 
Cartag'o  La  cuna  del  benemérito  Carrillo,  en  el 
primer  año  del  sig'lo  xix:  y  como  en  aquella  época 
la  Universidad  de  León  (Nicaragua)  era  la  más 
cercana,  notable  y  á  propósito  para  que  la  juven- 
•ostarricense  recibiese  esmerados  estudios,  á  ella  con- 
(')  el  niño  Braulio  hasta  recibirse  de  abog-ado. 
El  estudiante  presenció  en  Nicaragua  los  primeros 
esfuerzos  de  los  patriotas  La  Cerda,  Soto  y  Argfüello,  para 
dejar  de  ser  colonos  y  convertirse  en  ciudadanos,  y  las 
terril)les  persecuciones,  los  destierros  y  por  último,  el 
triunfo  de  las  ideas  liberales  proclamadas  el  15  de  Septiembre  de  1821. 
Braulio  Carrillo  albergaba  alma  grande  y  enérgica  en  pequeña 
estatura,  inquebrantable  fuerza  de  voluntad,  carácter  resuelto,  serio, 
honradez  á  toda  prueba  v  modestas  costumbres.  Concluida  su  carrera  v 
deseoso  de  conocer  todo  el  Centro  América,  visitó  el  Salvador,  Honduras, 
Uuatemala  v  di<)  vuelta  al  suelo  patrio  en  I80O. 

Su  notable  instrucción,  su  amor  al  trabajo,  v  la  austeridad  que 
demostraba  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes,  le  conquistaron  popular 
reputaci(')n  v  el  honroso  cargo  de  Fiscal  en  la  suprema  corte  de  Justicia, 
de  la  cual  fué  poco  después  Presidente. 


AMERICANOS-   f!KLKBRp:S 


II 


Mandaba  por  aquel  tiempo  en  Costa  Rica  el  honrado  ciudadano 
D.  Juan  Mora,  que  á  raíz  de  la  independencia  había  sido  electo  jefe 
supremo  y  era  liberal  conservador  y  hom-bre  de  prestigio  y  popu- 
laridad. 

Carrillo,  asociado  con  otros  jóvenes,  intentó  algunas  reformas  en  la 
administración  judicial  para  los  nombramientos  de  jueces  y  magistra- 
dos; pero  juicioso  y  reservado,  rechazó  la  idea  de  atropellar  el  orden  y 
de  crear  conflictos  y  desavenencias. 

En  1834  fué  nombrado  para  representante  de  Costa  Rica  en  el  Con- 
greso federal  que  se  encontraba  reunido  en  Sonsonate  (vSan  Salvador),  y 
el  que  poco  después  se  trasladó  á  la  capital  en  abierta  pugna  contra  el 
jefe  Sanmartín,  que  fué  derrotado  por  las  tropas  federales  y  las  del 
Estado  de  Guatemala  el  23  de  Junio  de  1834  y  completamente  disper- 
sas sus  fuerzas  el  4  de  Julio. 

D.  Braulio  Carrillo  se  ausentó  del  Salvador  y  llegó  á  Costa  Rica 
en  1835,  precisamente  en  momentos  en  que  1).  ^lanuel  Fernández  había 
sido  nombrado  vicejefe,  y  que  por  dimisicni  del  jefe  D.  José  Rafael 
(lallegos,  desempeñaba  provisionalmente  aquel  cargo. 

Carrillo  fué  electo  primer  jefe  del  Estado  durante  los  dos  años  que 
faltaban  para  concluir  el  período  de  Gallegos. 

La  asamblea  del  Estado  había  decretado  la  supresión  de  diezmos 
el  31  de  IMarzo  de  1834,  y  Carrillo  expidió  otro  decreto  el  20  de  Agosto 
del  año  siguiente,  suprimiendo  varios  de  los  días  festivos  y  las  procesio- 
nes por  las  calles  en  los  destinados  al  trabajo.  Ambos  acuerdos  fueron 
desaprobados  por  el  clero,  y  como  también  había  producido  verdadero 
descontento  y  seria  alarma  la  traslación  del  Gobierno  desde  la  capital 
Cartago,  á  San  José,  alteróse  el  orden,  y  D.  Desiderio  Cuadra,  vicario 
capitular  de  Costa  Rica  y  Nicaragua ,  que  componían  una  sola  Diócesis, 
tomó  parte  en  contra  de  Carrillo  por  los  decretos  ya  mencionados. 


BRAULIO    CARRILLO 


III 


El  Gobierno  resistirá  con  entereza  y  triunfó  del  pronunciamiento, 
dejando  afianzado  el  principio  de  autoridad  y  consolidada  la  tranquili- 
dad pública. 

Al  concluirse  la  lucha,  present<5  Carrillo  su  renuncia  del  mando  á  la 
Asamblea  Constituyente;  pero  esta  corporación  crey(5  que  podía  ser  per- 
judicial á  los  intereses  del  pueblo  admitir  la  dimisión  del  jefe  supremo, 
manifestándole  en  nota  oficial  cuan  necesarios  eran  aún  sus  servicios 
l)ara  el  país,  y  restablecidos  los  diezmos  por  acuerdo  del  11  de  Marzo 
de  183(j,  continuó  el  })rimer  magistrado  ejerciendo  el  poder  hasta  1837, 
época  en  la  cual  concluía  su  corto  período,  después  de  haber  sofocado  un 
conato  de  revolución  acaudillada  por  el  coronel  Quijano,  que  había  inva- 
dido el  Guanacaste  con  algunos  nicaragüenses. 

Carrillo  desplegó  en  aquella  intentona  no  sólo  gran  actividad,  sino 
severa  entereza  para  castigar  á  los  culpables,  y  promulg()  un  decreto 
})oniéndolos  fuera  de  la  ley  y  sometiéndolos  á  la  justicia  pública,  pues 
que  el  artículo  1.'^  dice  así: 

« Se  ponen  fuera  de  la  protección  de  las  leyes  á  Manuel  Quijano, 
Pedro  Avella  a^  ^Manuel  Dengo,  por  haber  invadido  con  armas  el  Estado 
y  á  los  que  en  ésto  les  acompañen;  en  consecuencia,  cualquier  persona 
puede  ({uitarles  la  vida  sin  responsabilidad,  y  ejecutándolo  con  alguno 
de  los  tres  primeros  si  fuese  de  sus  mismos  cómplices,  queda  indultado 
de  la  pena  que  por  su  complicidad  mereciere». 


IV 


I).  Manuel  Aguilar  sucedió  á  Carrillo  como  jefe  supremo  y  D.  Juan 
^lora  como  vicejefe,  pero  á  pesar  de  que  ambos  atendieron  con  paternal 
esmero  para  contrarrestar  los  terribles  estragos  del  cólera,  ocupándose 
eficazmente  de  la  higiene  pública  y  en  auxiliar  á  las  poblaciones 
durante  la  asoladora  e[)idemia,  reinaba  profundo  descontento,  y  la  opo- 
siciiMí  contra  Aguilar  era  base  de  serios  conflictos.  El  2(5  de  Agosto 
de  IH.'jT,  estall<)  un  [)roniniciamiento  que  el  Gobierno  paraliz(')  con  mano 


AMERICANOS    CELEBRP:S 


fuerte  expulsando  á  varios  de  los  sediciosos;  pero  la  revoliici<')ii  no 
estaba  sofocada;  D.  Braulio  Carrillo  atizaba  el  fuego  de  la  discordia, 
aspirando  de  nuevo  al  supremo  poder. 

El  27  de  Mayo  de  1838,  estalló  el  motín  provocado  por  Carrillo,  (pie 
vestido  con  la  mayor  sencillez,  se  había  presentado  en  la  plaza  en 
momentos  que  tenía  lugar  una  parada,  y  arengando  á  los  soldados  y 
excitando  su  amor  propio  con  el  recuerdo  de  pasadas  glorias,  les  impulsó 
á  la  revolución  al  grito  de  «  ¡Viva  el  jefe  del  Estado  D.  Braulio  Carrillo! ». 

La  sedición  triunfó,  y  Aguilar  y  Mora  salieron  desterrados  por  el 
hombre  que  con  censurable  afán  de  mando  mostraba  la  nueva  senda 
para  violar  las  instituciones  y  atacar  á  la  legitimidad  y  al  derecho. 
¡Lamentable  ejemplo  seguido  con  frecuencia  y  que  ha  dado  resultados  de 
gran  [magnitud  en  contra  de  los  países  americanos;  dañada  semilla  (pie 
al  brotar  ha  sembrado  la  ruina,  la  paralización  y  el  luto! 


V 


Había  sido  Aguilar  hombre  conciliador,  amante  del  cuni})limiento  de 
su  deber,  recto  en  sus  disposiciones,  todas  aprobadas  por  la  Asamblea;  y 
aun  para  castigar  á  los  perturbadores  del  orden  público,  se  sujet(')  á  la 
opinión  del  alto  cuerpo  nacional.  Nada  autorizaba  la  insurrección,  nada 
podía  absolverla.  Los  pueblos  no  protestaron,  por  debilidad  tal  vez,  y 
numerosas  firmas  llenaron  las  actas. 

Esta  falta  de  Carrillo,  si  bien  inñuyó  desfavorableuiente  en  la  opinión 
pública,  no  impidi(^  reconocer  (jue  el  golpe  inconstitucional  ([uc  le 
investía  de  nuevo  con  la  suprema  autoridad,  era  base  de  la  organiza- 
ción de  Costa  Rica,  unida  hasta  entonces  y  formando  un  todo  con  los 
demás  Estados  del  Centro  América. 

Estableció  los  códigos  civil,  penal  y  de  procedimiento;  reglament(> 
la  policía,  organizó  los  tribunales  y  la  Hacienda  nacional.  Las  disposi- 
ciones, planes  y  decretos  de  Carrillo  tendieron  á  la  completa  autonomía 
del  país;  siendo  su  constante  afán  engrandecerlo  y  mejorarlo  dotán- 
dole con  puentes,  caminos,  edificios,  alumbrado  en  varias  poblaciones  y 
haciendo  reformas  para  embellecerlo  y  poniendo  los  cimientos  para  su 
progreso  y  riqueza. 


HRAILIO    CAKRILLO 


VI 


Entre  los  acuerdos  de  Carrillo  hay  varios  que  le  hacen  merecedor  de 
justos  elogios,  por  más  que  en  ellos  se  encuentre  el  deseo  de  tomar  la  ini- 
ciativa, más  bien  ({ue  la  madurez  de  planes  destinados  á  desarrollar  la 
instrucción  popular  y  á  formar  ciudadanos  útiles  é  instituciones 
benéficas. 

Algunas  tentativas  de  revolucicni ,  provocaron  terribles  castigos  y 
sentencias  de  muerte  conmatadas  })or  destierro.  La  severidad  y  dureza 
contra  los  revolucionarios  obscurecieron  acciones  bellísimas  y  sobresa- 
lientes hechos  de  la  vida  de  Carrillo:  muchos  de  sus  decretos  fueron 
arbitrarios,  y  en  Marzo  de  1<S41  se  había  declarado  jefe  supremo  perpe- 
tuo, promulgando  la  célebre  Ici/  de  (jarantías,  sobreponiéndose  á  liberta- 
des, derechos  y  leyes,  é  imponiendo  omnímoda  su  voluntad. 

El  mando  de  Carrillo  puede  considerarse  como  una  dictadura,  y  á 
pesar  de  que  en  ella  resaltaran  grandes  condiciones  de  mando,  sin 
embargo,  pesaba  sobre  los  pueblos  y  creaba  descontentos  y  enemigos, 
precisamente  cuando  la  América  Central  atravesaba  por  una  serie  de 
acontecimientos  políticos  (pie  la  conducían  á  la  ruina  y  á  la  anarquía. 

Los  pueblos,  en  tal  conñicto,  no  vieron  su  salvación  sino  en  el  invicto 
Morazán,  y  llamado  por  beneméritos  patriotas  centroamericanos,  se 
presentó  en  1S42  en  aguas  costarricenses. 

La  noticia  alarmó  á  Carrillo,  que  ex})idp()  correos  á  todas  partes 
para  organizar  la  defensa,  y  setecientos  hombres,  puestos  á  las  órdenes 
del  general  Villaseñor,  salieron  á  batir  á  Morazán. 


\u 


No  repetiremos  detalles  que  ya  hemos  consignado,  ^  ni  acontecimien- 
tos que  dieron  por  resultado  el  convenio  de  Jocote,  la  caída  de  Carrillo 

Biogratia  ilo  ^[orazúii. 


10  AMERICANOS    CÉLEBRES 

V  SU  expatriación  que  le  llevó  á  las  repúblicas  del  Sur,  y  por  último,  á 
San  Salvador.  En  San  Miguel ,  vivió  durante  algún  tiempo  ejerciendo  la 
abogacía  y  deseando  en  vano  volver  á  Costa  Rica. 

Vu  decreto  fechado  en  San  José  en  5  de  Octubre  de  1842,  prohibía 
A'olver  al  suelo  patrio  á  los  proscriptos,  y  Carrillo  estaba  sentenciado  á 
la  triste  vida  del  destierro. 

Tres  años  más  tarde  fué  víctima  de  un  crimen  y  de  una  venganza 
personal. 

Las  luchas  civiles  dieron  facilidad  al  hombre  que,  resentido  por  la 
pérdida  de  un  pleito,  se  asoció  con  algunos  facinerosos,  y  sorprendiendo 
á  Carrillo  en  un  bosque  solo  é  indefenso,  lo  asesinó  villanamente. 

Contaba  cuarenta  y  cinco  años.  Su  trágica  muerte  despertó  en  Costa 
Rica  profunda  piedad  y  generoso  interés  hasta  en  el  corazón  de  sus  ene- 
migos políticos.  Recordáronse  sus  servicios,  su  honradez  y  sus  sencillas 
costumbres,  lamentando  que  hombre  de  tantos  méritos  hubiera  tenido 
tan  prematuro  y  desastroso  fin. 

Sus  restos  fueron  transportados  en  1849  por  orden  del  Gobierno  de 
Costa  Rica,  y  descansan  hoy  en  San  José,  en  el  seno  de  la  patria  que 
venera  y  respeta  la  memoria  de  uno  de  sus  hijos  más  notables. 

Enemigo  del  hombre  vicioso,  admirador  del  hombre  de  talento  y 
amante  del  trabajo,  premiaba  y  estimulaba  con  largueza  al  último,  á  la 
par  que  anatematizaba  y  perseguía  tenazmente  al  primero. 

Sus  errores  y  las  sombras  de  su  mando,  desaparecen  ante  las  brillan- 
tes cualidades  del  ciudadano  probo  y  abnegado. 


i0f6-'m<'     ^tu"»- 


benjamín  feanklin 


BENJAMÍN   FRANKLIN 


^x  una  pobre  casa  de  Goveriior's  Eiland,  en  las  cer- 
""  -  canias  de  la  Atenas  norteamericana  (Boston), 
nació  el  17  de  Enero  de  170G,  el  niño  que  andando 
el  tiempo,  había  de  ser  orgullo  y  gloria  de  su 
patria. 
Destinado  estaba  á  la  fabricación  de  velas  y  jabón, 
como  su  padre;  pero  siendo  el  más  joven  de  sus  seis  her- 
manos, más  delicado  de  salud  y  tal  vez  porque  aun  desde 
la  niñez  manifestaba  despejada  inteligencia ,  obtuvo,  ya 
cumplidos  los  doce  años,  el  puesto  de  aprendiz  en  casa  de 
su  hermano  Santiago,  en  donde  i)or  ser  éste  impresor, 
consagraba  todos  sus  momentos  de  ocio  y  aun  las  horas  de  la  noche  al 
estudio,  desarrollándose  con  él,  la  natural  tendencia  á  la  literatura. 
Ya  en  1720,  se  publicaron  algunas  de  sus  producciones  en  \\n  perió- 
dico propiedad  de  su  hermano,  y  poco  después  pasó  á  Filadelfia  y  de 
allí  en  1723  á  Londres,  con  el  objeto  de  adíjuirir  cuanto  necesario  fuera 
para  instalar  una  imprenta;  proyecto  que,  á  pesar  de  sus  esfuerzos  y 
del  empeño  que  en  llevarlo  á  cabo  tenía,  no  logró  realizar  por  entonces. 
De  regreso  á  Filadelfia,  hubo  de  aceptar  el  puesto  de  tenedor  de  libros 
en  la  casa  del  comerciante  Denham,  si  bien  fué  de  corta  duración  su 
estancia  en  ella.  Su  muerte  le"  privó  de  su  protector,  y  Benjamín  Fran- 
klin,  se  encontr*')  de  nuevo  sin  otra  riqueza  (|ue  su  perseverancia  y  su 
talento. 


12  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


Pero  tenía  A'einte  años  y  era  norteamericano.  Es  decir,  contaba  con 
el  poderoso  auxiliar  de  la  juventud  y  del  carácter  emprendedor  y  labo- 
rioso de  los  hijos  del  Norte  América,  poseyendo  además  un  corazón  lleno 
de  entusiasmo  y  ansioso  de  gloria. 

Resplandece  en  los  Estados  Unidos  el  espíritu  de  protección ,  v 
j^racias  á  Ui  de  alj^'unos  amig-os,  consiguió  Franklin  fundar  una  imprenta, 
y  de  lleno  entró  en  la  senda  literaria  alcanzando  en  ella,  honra  y  prez. 

E¡  Ahiiaiiaqnc  del  huen  Ricardo^  publicado  en  1782,  fué  un  modelo  de 
originalidad  en  el  estilo  y  en  los  pensamientos,  y  en  ellos  se  reflejaba  la 
moral  más  práctica  y  bella,  y  el  amor  á  la  humanidad. 

Adviértese  en  sus  producciones,  la  elevación  de  un  fil()sofo  y  la  de  un 
sabio,  y  el  anhelo  é  interés  vehementísimo  por  el  desarrollo  de  las  gran- 
des y  sublimes  virtudes  en  el  hogar  y  en  la  sociedad. 

Realmente,  su  libro  Proverbios  del  viejo  Enri(iue  ó  la  (dencia  del  huen 
liieai'do,  es  una  de  las  obras  más  perfectas  por  sus  tendencias  V  singula- 
rísima forma. 

Pero  no  era  la  literatura  para  Franklin,  sino  agradable  pasatiempo; 
distracción  en  los  profundos  estudios  de  la  Física  y  de  la  Mecánica. 

Le  estaba  reservada  gloria  mayor,  y  el  lauro  de  útiles  y  grandiosos 
descubrimientos. 


III 


Por  medio  de  ensayos  experimentales,  resolvi()  ])roblemas  hidrodiná- 
micos, é  hizo  notables  estudios  relativos  al  calor  económico:  su  incansa- 
ble actividad  y  amor  á  la  Física  y  á  la  Mecánica,  le  hacían  creador  de 
aparatos  sencillísimos  para  sus  experimentos;  y  cuando  se  estudia  la 
vida  de  Franklin  y  se  le  ve  usando  como  péndulo  })ara  medir  el  tiempo, 
una  insignificante  varita,  se  recuerda  al  sabio  colombiano  Caldas  y  á  sus 
aparatos  inventados  por  él. 


BENJAMÍN    FRANKLIN  13 

Son  dos  hombres  que  tienen  en  su  vida  grandes  puntos  de  con- 
tacto; ambos  están  identificados  con  el  progreso  científico  de  su  suelo 
patrio;  ambos  eran  sencillos  en  sus  gustos,  modestos  en  sus  costumbres. 

Por  el  año  1747,  había  ya  conquistado  el  sabio  norteamericano  la 
consideraci(')n  debida  al  genio,  y  el  entusiasmo  por  sus  investigaciones 
sol)re  la  electricidad. 

En  1700,  tuvo  Filadelfia  un  pararrayos  colocado  por  Franklin  en  casa 
de  M.  AVest;  formábale  una  barra  de  hierro  aguzada  en  la  extremidad 
superior  y  puesta  en  comunicación,  por  medio  de  una  varilla  metálica, 
con  otra  que  llegando  hasta  el  suelo,  se  introducía  en  él  á  gran  profun- 
didad. 

El  rayo  casi  inmediatamente  hizo  ver  la  utilidad  del  aparato. 

En  1783,  se  encontraba  en  París  el  afortunado  inventor,  negociando 
el  célebre  tratado  de  paz  y  reconocimiento  de  la  independencia  ameri- 
cana: entonces,  en  su  propia  casa,  colocó  un  pararrayos,  el  primero 
que  se  veía  en  París. 

Francia  é  Inglaterra ,  no  habían  concedido  á  la  invención  el  valor 
que  tenía,  v  no  faltaron  físicos  que  intentaron  reformarla,  pero  sin  éxito, 
demostrando  la  experiencia,  cuan  acertado  estaba  el  sabio  americano. 


IV 


Su  inteligencia  y  prestigio,  le  llevó  á  ser  doctor  en  Derecho  de  la 
ITniversidad  de  Oxford,  Director  general  de  Correos  en  las  colonias 
inalesas  del  Norte  América  y  delegado  de  Pensil vania  en  Londres. 

Su  talento,  sus  apreciaciones  en  la  trascendental  cuestión  americana, 
aumentaron  la  fama  (pie  el  docto  hijo  de  Boston  había  conquistado,  y 
de  tal  modo,  que  á  su  regreso  á  Filadelfia,  después  de  haber  corrido  grave 
riesgo  en  la  Metrópoli  inglesa,  en  la  cual  era  ya  un  rebelde,  fué  desde 
entonces  más  admirado  aiin  el  patriota,  el  hombre  consagrado  á  la 
emancipación  de  su  patria,  que  el  sapientísimo  físico  y  mecánico  que  de 
los  fen(')menos  de  la  electricidad  hizo  surgir  el  pararrayos. 

Como  ya  hicimos  referencia,  fué  nombrado  en  1775,  embajador  de  los 
Estados  Tenidos  en  París,  cuando  aun  la  independencia  de  su  patria  no 
había  sido  reconocida,  ocupando  tan  alto  cargo  hasta  1785. 


14  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Tuvo  la  (gloria  de  firmar  los  preliminares  de  paz  con  Ingdaterra,  y 
haber  contribuido  á  tan  feliz  solución. 

Avanzadísima  era  ya  su  edad  al  regresar  á  su  país:  contaba  setenta 
y  ocho  años;  pero  aun,  como  presidente  del  Cong-reso  de  Pensilvania, 
empleó  su  inteligencia  en  bien  de  la  patria. 

El  17  de  Abril  de  1790,  fué  un  día  de  duelo  para  el  Norte  América,  y 
es  aniversario  de  imperecedero  recuerdo:  el  de  la  muerte  de  Franklin. 

Al  entregar  su  cuerpo  á  la  Tierra,  adquirió  segunda  vida  en  el  templo 
de  la  inmortalidad. 


ABDON   CALDEIION 


ABDÓÍí    CALDERÓN 


EL  HÉROE  DE  PICHINCHA 


ORRÍA  el  año  de  1822:  el  sol  de  Mayo  iluminaba  con 

brillantes  fulgores  la  cima  del  volcán  Pichincha,  y 

en  su  regazo  bullía  y  se  agitaba  la  ciudad  de  Quito, 

temerosa  é  impaciente  por  el  resultado  de  la  batalla 

que  entre  realistas   y   patriotas   se   libraba   en   aquellos 

momentos. 

Al  sur  del  volcán  y  á  una  altura  de   tres  mil  sete- 
cientos cincuenta  metros  sobre  el  nivel  del  mar,  esta- 
ban escalonadas  en  el  descenso  de  la  loma,  las  fuerzas 
^^^E     independientes  mandadas  por  el  intrépido  general  Sucre. 

En  la  noche  anterior  á  la  batalla ,  —  23  de  Mayo,  —  los 
soldados  habían  escalado  las  peñascosas  faldas  del  Pichincha,  y  en  tales 
posiciones  aguardaban  á  las  tropas  realistas  del  virrey  Aymerich,  que 
subían  por  los  difíciles  descensos  del  volcán. 

Las   empinadas  crestas  del  Rncu    PichincJia  y  de  Guagua  Pichiucha,  ^ 

})arecían  los  testigos  impasibles  v  severos  de  aquel  desafío  de  principios. 

Los  jueces  inexorables;  los  mudos  representantes  de  la  raza  de  los  incas. 

El  lujo  y  gala  de  la  pr(')diga  Naturaleza,   los  frescos   valles   bañados 

por  mágica  luz,  la  lozanía  de  aquel  risueño  todo,  hacían  singular  con- 


'     Picliinclia  viejo  y  I'icliii 


ICilil    IIIIK 


16  AMERICANOS    CÉLEBRÍ^S 

traste  con  el  fragor  del  combate  empeñado  y  con  la  sangre  que  enrojecía 
ya  el  manto  de  esmeraldas  que  cubre  el  montecillo. 

Con  igual  denuedo  se  batían  los  soldados  de  España  y  los  de  la  liber- 
tad, siendo  de  éstos  el  batall(5n  Yaguaclií  el  más  em})eñado  en  la 
contienda. 


JI 


Mandaba  la  tercera  compañía  un  joven  guayaquileño,  esforzado  y 
entusiasta  republicano,  vastago  de  noble  y  vigoroso  tronco:  batíase  con 
denuedo,  y  peleaba  además  con  la  desesperaci<')n  y  el  dolor  producido  en 
él,  por  el  fusilamiento  de  su  padre.  Este  joven,  destinado  en  ese  día  á 
escalar  el  templo  de  la  inmortalidad,  era  Abdón  Calderón.  '^ 

Su  ciudad  natal  era  Guayaquil:  sus  padres,  D.  Francisco  Calderé)n  y 
doña  N.  Garaicoa,  respetada  matrona  y  decidida  republicana. 

Diez  años  hacía  que  el  denodado  coronel  Calderón,  había  sido  víc- 
tima de  su  patriotismo.  En  la  acción  de  San  Antonio,  mandaba  una  parte 
de  las  fuerzas  patriotas  que  fueron  atacadas  por  el  virrey  Sámano;  pero 
la  suerte  protegió  á  los  realistas,  así  como  en  el  combate  de  Ibarra  el 
1.'^  de  Diciembre  de  1812. 

Derrotados  los  independientes,  huyeron  Calderón  y  varios  compañe- 
ros de  infortunio,  con  dirección  á  la  Nueva  Granada,  para  engrosar  las 
ñlas  de  los  republicanos  que  se  batían  en  el  Cauca. 

Los  vencedores  persiguieron  activamente  á  los  fugitivos,  y  no  habían 
vencido  larga  jornada,  cuando  los  realistas  lograron  darles  alcance  y 
conducirlos  prisioneros  á  Ibarra ,  en  donde  fueron  fusilados  en  el  mismo 
día.  Calderón,  D.  Manuel  Aguilar,  el  francés  Marcos  Buyón  y  otros. 

En  ese  funesto  combate  se  sacrificaron  nol)les  vidas,  útiles  y  glorio- 
sas para  la  patria. 

El  recuerdo  de  aquel  terrible  episodio  vivía  siempre  en  el  corazón  del 
valeroso  hijo  del  Guayas,  y  esto,  unido  á  su  acendrado  amor  por  la 
independencia,  le  prestaba  brioso  empuje  y  sed  de  triunfo  y  de  ven- 
ganza. 

-    Hermano  de  D.'  Baltasara  Caklorún  de  Roca  Fuerte,  esposa  del  procer  ecuatoriano  do  este  nombra 


AI5I)(')X    ('ALI)i:ií<)X  17 


II 


Casi,  en  el  principio  de  la  {xcciun,  una  bala  encmif^'a  le  hirió  en  el 
brazo  derecho,  imposibilitándole  para  seguir  manejando  la  espada;  pero 
impávido,  sereno,  sin  cuidarse  de  la  sangre  que  de  su  herida  corría, 
])asó  á  la  mano  izquierda  el  acero  y  continuó  luchando  sin  que  decayora 
.su  animoso  espíritu:  al  contrario,  podría  asegurarse  qne,  cual  león 
herido,  sintió  crecer  su  arrojo  y  su  braveza,  puesta  de  nuevo  á  prueba 
})or  otra  bala,  que  rompiéndole  el  hueso  del  antebrazo,  hizo  saltar  la 
espada  de  su  mano. 

No  por  eso  quedó  fuera  de  combate.  El  alma  de  Calderón  estaba  tem- 
plada como  el  acero,  y  ligado  su  brazo  por  un  sargento  y  sostenido  por 
un  })ai'iuelo  colgado  del  cuello,  y  con  la  espada  colocada  en  la  vaina,  á 
la  cintura,  siguió  mandando  á  la  cabeza  de  sus  bravos  soldados  con 
bizarra  serenidad. 

La  resistencia  de  los  españoles  era  tenaz:  disputaban  palmo  á  palmo 
el  terreno,  y  con  estoica  constancia  defendían  sus  "posiciones,  haciendo 
murallas  con  sus  cuerpos. 

Era  preciso  forzar  la  última  que  aun  conservaban  en  la  falda  del 
niontecillo,  y  la  tercera  compañía  del  Yaguachí  adelantó  sobre  los 
enemigos. 

(^alderón  sintió  un  dolor  vivísimo:  un  balazo  le  había  dado  en  el 
muslo  izquierdo,  poco  más  arriba  de  la  rodilla,  desastillándole  el  hueso. 
Pero  los  momentos  eran  supremos;  los  españoles  lanzaban  su  reserva,  y 
la  batalla  se  decidía  en  aquel  instante.  El  heroico  guerrero  dio  una 
carga  con  su  compañía ,  sostenido  por  la  fuerza  moral ,  pues  la  física  le 
abandonaba  va. 


I Y 


La  victoria  estaba  ganada;  pero  no  sin  que  una  de  las  últimas  balas 

fuese  á  destrozar  el  muslo  derecho  de  Calderón. 

Al  caer  exánime,  exclamó:  «Hemos  vencido;   ahora   se   puede  morir 

en  paz  ». 
* 


18  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Sus  soldados,  que  le  adoraban,  le  recogieron  con  religioso  respeto,  y 
envuelto  en  una  ruana,  lo  condujeron  al  campamento. 

Al  amanecer  del  día  siguiente,  se  extinguía  el  soplo  de  vida  (^ue 
aun  tenía  el  valeroso  joven. 

El  general  Sucre  le  ascendió  á  capitán  después  de  muerto,  y  Bolívar, 
admirador  de  todo  lo  grande,  quiso  honrar  su  memoria  con  el  decreto 
siguiente: 

•    «1.*^     Que  á  la  tercera  compañía  de  Yaguachí,  no  se  le  pusiera  otro 
capitán. 

»2.*^  Que  siempre  pasara  revista  en  ella  como  vivo,  el  capitán  Calde- 
rón, y  cuando  fuera  llamado  por  su  nombre,  toda  la  compañía  respon- 
diera: «Murió  gloriosamente  en  Pichincha,  pero  vive  en  nuestros 
» corazones». 

»o/^  Que  á  su  madre  D.''^  N.  Garaicoa,  de  Guayaquil,  se  le  pagara 
mensualmente  el  sueldo  que  disfrutaba  su  hijo » . 

¡Gloriosa  ovación  y  recompensa  justa  á  tanto  merecimiento! 


FRANCISCO    MOEAZAN 


FRANCISCO   MORAZÁN 


uÉ  extraña  simpatía  nos  liga  á  veces  con  determinadas 
individualidades?  ¿Qué  intraducibie  atracción  ejercen 
sobre  nosotros,  su  nombre,  sus  triunfos,  su  historia  y 
el  trágico  desenlace  de  su  vida? 

¿Existe,   por  ventura,   algún   lazo   misterioso   que 
nos  une  con  el  pasado  y  nos  identifica  con  aquellos 
seres,   cuyas   ideas  fueron    las   mismas  que  hoy  se   agitan  en  nuestra 
imaginaci(5u  y  hasta  impulsan  nuestros  actos? 

La  azarosa  existencia  del  general  D.  Francisco  Morazán,  ha  desper- 
tado en  mí,  no  sólo  interés  sino  entusiasta  admiración,  y  con  cariñoso 
empeño,  evoco  su  recuerdo  y  trazo  los  hechos  más  culminantes  que  ins- 
piraron culto  y  respetuoso  amor  en  muchos,  y  el  odio  implacable  de 
aquellos  que,  eran  demasiado  pequeños  para  juzgar  y  comprender  la 
grandeza  de  sus  ideas  y  la  hidalguía  de  su  corazón. 


II 


El  día  oO  de  Agosto  de  1882,  llegué  á  Chinandega,  alegre  y  pintoresco 
verjel  de  Nicaragua,  y  entre  las  personas  que  festejaron,  halagaron  y 
acogieron  á  la  peregrina,  se  encontraba  un  hijo  del  general  Moraz;ín, 
del  héroe  centroamericano:  á  él  debí  el  retrato  que  aconq)aña  á  este 
perfil  biográfico;  él  también  desvaneció  algunos  errores  que  en  mis 
apuntes  había.   ¡Que  vayan  estas  líneas  hasta  el  modesto  hogar  de  la. 


20  AMERICANOS    CÉLEBRP^S 

familia  Morazáii,  como  un  recuerdo  de  aquella  que  cumple  hoy  la  pro- 
mesa empeñada  entonces! 

El  legendario  apóstol  de  la  unión  centroamericana,  nació  en  Teoni- 
cigalpa  (Honduras),  en  1799;  su  padre  era  criollo  francés,  natural  de 
una  de  las  islas  de  la  India  Occidental  y  su  madre  hondurena.  Sus  pri- 
meros años  pasaron  dedicados  á  los  cortos  estudios  que  en  aquella  época 
se  podían  proporcionar,  hasta  que  la  provincia  de  Honduras  fué  inva- 
dida  por   las   tropas   del    presidente   Arce,    al   mando   del   coronel   don 
Justo  Milla,  para  derrocar  á  D.  Dionisio  Herrera,  jefe  del  Estado  de 
Honduras  y  liberal  honrado.  Entonces  se  revelaron  las  elevadas  prendas 
morales  de  Francisco  Morazán.  Su  carácter  era  vivo,   enérgico,  intré- 
pido; estaba  dotado  de  claro  entendimiento  y  cultura  natural.  Su  pre- 
sencia   era    distinguida,    la    estatura    gallarda,    el    semblante    noble   y 
simpático,  la  mirada  profunda  y  penetrante:   tenía  las   cejas  bastante 
poljladas,  indicio  de  voluntad  absoluta;  su  nariz  podía  calificarse  como 
aguileña,  su  frente   era   ancha   y   toda   su  persona  llevaba   el  sello  de 
superioridad. 

La  tempestad  revolucionaria  se  extendía  por  todo  el  Centro  Amé- 
rica, y  la  federación  sucumbía  en  las  pampas  de  Chalchuapa,  cuando  apa- 
reci(')  en  la  escena  política  el  hombre  que  enarbolando  el  estandarte  de 
los  libres,  se  declaraba  defensor  de  la  agonizante  república.  Su  primer 
triunfo  fué  el  de  la  Trinidad.  A^ictorioso  y  dueño  de  Comayagua  (Hon- 
duras), entró  en  la  capital  encargado  del  Poder  ejecutivo  como  el  m;ís 
antiguo  de  los  consejeros,  é  inmediatamente  se  consagr()  á  organizar  el 
ejército  destinado  á  socorrer  á  los  salvadoreños.  El  general  Morazán  se 
puso  al  frente  de  la  expedición,  y  sin  vacilar,  salió  para  San  Miguel, 
arrostrando  las  torrenciales  lluvias:  la  falta  de  víveres  y  las  privaciones 
de  todas  clases,  viendo  de  día  en  día  disminuir  su  ejército;  entonces  se 
dio  la  acción  de  Gualcho,  en  la  cual  se  cubrieron  de  gloria  hondurenos  y 
nicaraíiüenses:  «...de  Gualcho  me  dirigí  á  la  ciudad  de  San  Miguel  en 
busca  de  recursos  para  pagar  los  haberes  atrasados  á  los  soldados,  ves- 
tirlos y  darles  de  gratificación  medio  sueldo  que  se  les  había  ofre- 
cido». ^  Corta  fué  la  permanencia  de  Morazán  en  San  Miguel.  El  general 
Arzú  se  dirigía  al  Lempa  mandando  una  división,  y  el  valiente  hondu- 
reno marchó  á  impedir  el  paso  del  río  al  enemigo. 

*    Memorias  de  Morazán. 


FRANCISCO    MORAZÁN  21 

Este  adelantó  ocupando  la  hacienda  del  Socorro,  situada, — dice  Gar- 
cía Granados, 'en  sus  memorias, — como  á  ochocientas  varas  de  la  mar^i^en 
del  río,  y  comprendiendo  la  imposibilidad  de  pasarlo  por  aquel  punto, 
descendi(5  hasta  tres  leguas  y'  empezó  á  cruzarlo  en  dos  canoas  que  al 
efecto  había  conducido  por  el  bosque  hasta  aquel  sitio. 

Cuando  Morazán  tuvo  noticia  de  que  el  enemigo  desembarcaba,  ya 
era  tarde ,  y  Aycinena ,  jefe  de  la  división  compuesta  como  de  cuatro- 
cientos hombres,  había  logrado  hacer  pasar  unos  ciento  cincuenta. 
Sin  embargo,  el  jefe  hondureno  intentó  impedir  á  los  serviles  la  mar- 
cha hacia  San  Miguel;  pero  aun  cuando  el  encuentro  fué  reñido,  tuvo 
([ue  abandonar  las  orillas  del  Lempa.  Morazán  se  encontraba  escaso  de 
fuerzas,  y  deseando  rehacerse  para  conseguir  el  completo  triunfo  sobre 
los  serviles,  se  retiró  á  Tegucigalpa;  pocos  días  después,  con  la  prodi- 
giosa actividad  que  le  era  característica,  emprendió  de  nuevo  la  cam- 
pana y  venci(')  al  enemigo  en  San  Antonio:  «La  capitulación  que 
redacté, — dice  el  general  Morazán  en  sus  memorias, — fué  firmada  inme- 
diatamente, y  con  sorpresa  vieron  los  enemigos  que  aun  cuando  ellos 
habían  convenido  ya  en  ser  mis  prisioneros  de  guerra,  se  les  dejaba  en 
libertad  ])ara  volver  á  Guatemala,  suministrándoles  además  el  dinero 
necesario  para  el  prest  del  soldado  y  concediéndoles  como  uiía  gracia 
todo  lo  que  solicitaban). 


III 


Tan  noble  comportamiento  aumentó  el  entusiasmo  general,  cuando 
Morazán,  victorioso,  entró  en  la  capital  de  San  Salvador. 

Sin  descansar,  y  para  no  dar  tiempo  á  que  las  tropas  del  Gobierno  se 
reorganizaran,  salió  el  intrépido  jefe  para  Ahuachapán,  y  de  allí  siguió 
hasta  Guatemala,  precedido  por  mil  hombres  que  mandaba  el  general 
Prem:  las  tropas  de  Morazán  ocuparon  la  Antigua,  '  reinstalándose  en 
aquella  ciudad  las  autoridades  de  1826  y  formando  un  Gobierno  pro- 
visional. 

'     Guatomalíi.  ccrcaníi  ¡'i  la  capital  actual. 


AMERICANOS    CELEBRES 


El  coronel  Cayetano  Cerda  había  sufrido  por  imjDrevisión  un  desca- 
labro en  Mixco,  que  defendía  por  orden  de  Morazán;  pero  la  derrota 
tuvo  su  desquite  en  San  Miguelito,  y  sobre  todo  en  la  brillante  jornada 
de  las  Charcas,  que  abrió  al  vencedor  las  puertas  de  Guatemala.  El  cau- 
dillo procuró  en  vano  que  la  ciudad  se  entregase  sin  derramar  sangre 
generosa  en  defensa  de  un  partido  que  sólo  había  causado  trastornos  al 
país  y  asoladora  guerra:  ([ue  carecía  de  prestigio  y  que  trataba  de  des- 
truir la  ley  fundamental  de  la  república,  para  gobernar  despóticamente 
apoyado  por  fanáticas  preocupaciones.  El  generoso  empeño  por  llevar  á 
término  una  honrosa  transacción,  no  tuvo  éxito  propicio,  á  pesar  de  que 
el  heroico  jefe  republicano  ofrecía  olvido  y  la  seguridad  de  la  clemencia 
en  el  vencedor. 

Desechando  las  proposiciones,  continu(j  Morazán  el  ataque,  (jue  se 
prolongó  durante  tres  días,  hasta  que  el  11  por  la  mañana,  recibía  una 
comunicación  de  I).  Mariano  Aycinena,  pidiendo  se  suspendieran  las 
hostilidades  ínterin  se  llevaba  á  efecto  la  capitulaci()n.  El  11)  Abril  de 
1829,  era  Morazán  dueño  de  la  capital  gualtemalteca,  v  i)or  segunda 
Aez,  en  el  espacio  de  algunos  años,  triunfaba  el  principio  liberal. 

iMorazán  convocó  inmediatamente  al  Congreso  y  al  Senado;  las  auto- 
ridades que  estaban  en  la  Antigua  se  trasladaron  á  Guatemala,  y  el 
ilustre  D.  José  Francisco  Barrundia  (jue  andaba  desterrado,  fué  elegido 
jefe  del  Estado  y  relev()  al  benemérito  Centeno  de  a(j[uel  cargo  que 
ejercía  provisionalmente.  El  Congreso,  instalado  en  22  de  Junio,  se 
ocupó  en  la  elección  de  presidente  interino,  nombrando  para  este 
puesto  al  honrado  y  sencillo  Barrundia.  Morazán  continuó  de  (coman- 
dante general  del  ejército  aliado. 

A  la  sazón  se  trataba  en  España  de  reconquistar  algunos  de  los 
países  emancipados  en  América:  Méjico  y  la  República  Central  eran  las 
([ue  estaban  más  expuestas  á  la  anunciada  invasión :  ésta  se  llevó 
á  efecto  en  Tampico  al  mando  del  coronel  Barradas:  v  no  sólo  el 
general  López  de  Santa  Ana  y  el  esforzado  Mier  y  Terán  volaron  en 
auxilio  del  invadido  territorio,  sino  que  el  insalubre  clima  fué  el  poderoso 
auxiliar  (jue  activó  la  ruina  de  la  expedición  y  el  rendimiento  de 
Barradas. 

Morazán,  había  dictado  sus  órdenes  para  fortificar  los  puntos  de 
Centro  América  que  pudieran  dar  fácil  entrada  á  los  españoles.  El  mal 
éxito  en  Méjico  disipó  la  nube  ({ue  empañaba  el  horizonte. 


FRANCISCO    .A[OUAZÁN  23 


lY 


Entre  tanto  los  decretos  ele  expatriación  que  comprendían  gran 
número  de  individuos,  no  sólo  de  Guatemala  sino  de  los  varios  Estados 
de  la  República,  habían  llevado  á  extranjeras  playas  á  numerosos  des- 
i'ontentos,  y  éstos  trabajaban  sin  cesar  para  encender  otra  vez  la  tea  de 
la  revolución. 

El  departamento  de  Uolandio,  en  Honduras,  se  declaró  en  abierta 
rel)elión. 

Morazán  era  jefe  del  Estado  y  general  en  jefe  del  ejército  centro- 
americano: con  la  bizarría  y  abnegación  propias  de  su  patriotismo, 
march(')  contra  los  enemigos  del  orden,  los  batió  en  Las  Vueltas  deJ 
Ocofe  y  después  en  Opoíeca ,  restableciendo  la  paz  en  el  Estado  hondu- 
reno y  en  el  de  Nicaragua,  agitado  también  é  intranquilo. 

El  valor,  el  amor  y  la  gratitud  de  los  pueblos  llamaron  á  Morazán  á 
ocupar  la  suprema  magistratura  en  1830,  abriéndose  con  su  robusta 
iniciativa  ancha  senda  para  el  progreso,  y  dando  impulso  general  á 
todos  los  ramos  de  riqueza  y  preponderancia  pública. 

Pero  de  nuevo  lucha  fratricida,  lucha  civil  paralizó  el  movimiento 
regenerador,  y  Morazán  tuvo  que  correr  al  campo  de  batalla,  y  confiar 
á  las  armas  la  salvación  del  país.  La  victoria  coronó  sus  esfuerzos  en 
San  Salvador,  á  donde  trasladó  la  residencia  del  Gobierno  para  contra- 
rrestar ri^'alidades  y  atender  á  la  total  pacificación  de  aquel  Estado.  No 
€onsigui<')  el  noble  caudillo  apagar  la  tea  de  la  discordia;  la  lucha  conti- 
iiu('),  y  San  INIartín ,  jefe  entonces  del  Estado  de  San  Salvador,  se  declaró 
completamente  enemigo  del  Presidente,  á  pesar  de  haber  éste  agotado 
todos  los  medios  de  conciliación. 

Además  de  la  situaci(')n  del  Estado  salvadoreño,  tenía  Morazán  fija  la 
atenci(')n  en  las  tendencias  separatistas,  cada  día  más  acentuadas,  y  las 
cuales  han  formado  en  Centro  América,  en  vez  de  una  grande  y  pode- 
rosa naci(')n,  cinco  débiles  repúblicas. 

El  mañana  se  presentaba  cada  vez  más  sombrío  y  el  cólera  como 
auxiliar  de  los  revoltosos,  invadió  los  pueblos  centroamericanos  dando 
armas  á  los  reaccionarios,  quienes  acusaron  al  Gobierno  de  haber  enve- 


24  AMERICANOS    CÉLEBRES 

licuado  las  ag'uas  para  concluir  con  los  inclíg-enas,  de  la  misma  manera 
que  en  España,  en  1834,  se  invent(5  aquella  patraña  para  abusar  de  la 
credulidad  pública  y  llevar  á  cabo  un  terrible  plan  político.  ^ 

En  tal  estado  las  cosas,  y  extendiéndose  el  contagio  físico  y  moral., 
estalló  en  Santa  Rosa  (Guatemala),  un  motín  que  tenía  por  jefe  á 
Rafael  Carrera,  el  hombre  destinado  á  disolver  la  federación  centro- 
americana, y  á  minar  el  poder  y  la  política  del  invicto  Morazán. 

Era  el  nuevo  revolucionario  hombre  obscuro,  sin  instrucci<')n  y 
sumamente  joven  cuando  capitaneó  el  levantamiento  de  Santa  Rosa. 
Hijo  de  indio  y  de  negra,  tenía  la  actividad  de  acción  y  la  enérgica  y 
selvática  naturaleza  africana.  Cuando  el  cabecilla  Carrera  tome')  las 
armas  contra  el  Gobierno,  las  ideas  reaccionarias  se  despertaban  en 
tumultuoso  tropel,  y  el  edificio  levantado  por  el  intrépido  ISforazán. 
amenazaba  desplomarse  para  siempre. 

Llamado  por  la  Asamblea ,  y  comprendiendo  que  su  intervención  era 
indispensable  para  el  orden  público,  se  trasladó  Morazán  de  San  Salva- 
dor á  Guatemala,  en  donde  fué  recibido  con  entusiasta  regocijo;  al  día 
siguiente  de  su  llegada  tonn')  posesicni  de  la  suprema  magistratura. 

Carrera,  en  tanto,  cometía  crímenes  y  atropellos  inauditos;  más  ([ue 
soldados  mandaba  cuadrillas  de  bandoleros,  que  por  todas  partes  sa([uea- 
ban ,  robaban  y  asesinaban.  La  bizarría  y  acierto  de  IMorazán ,  los^ 
puso  en  derrota.  Entonces,  organizadas  las  divisiones  })ara  concluir 
con  los  facciosos  y  seguro  del  triunfo,  volvi(')  á  San  Salvador  para  ocu- 
parse de  asuntos  del  Gobierno;  pero  Carrera,  alentado  ])or  la  marcha 
del  Presidente,  se  lanzó  con  más  vigor  que  nunca,  y  ya  vencido,  ya 
vencedor,  continuó  sus  excesos  y  tropelías;  su  rapacidad  no  conoci('> 
límites,  Y  los  incendios,  los  asaltos  y  la  inmoralidad  llegaron  á  tal 
extremo,  que  inspiraron  terror  general. 

Estudiando  los  historiadores,  causa  repugnancia  y  espanto  leer  los 
detalles  de  los  abusos  cometidos  por  el  cabecilla  y  sus  soldados,  y 
apenas  puede  comprenderse  que  aquel  hombre  fuera  después  y  durante 
largo  tiempo,  el  mandatario  supremo  y  el  arbitro  de  la  })()lítica  gualte- 
nuilteca. 

'     La  mortandail  do  los  frailes,  acusados  do  envenonaiiiicnto  Jo  fixontes  y  do  frutns  en  ÍH\L 


FRANCISCO    MoRaZAX 


V 


Moi-fiziiii  había  vuelto  á  Guatemala  para  ponerse  otra  vez  al  frente 
de  las  tropas  y  dar  caza  á  las  terribles  facciones.  En  aquella  época,  el 
partido  conservador,  el  representante  de  la  alta  clase,  el  que  deseaba 
g'uardar  inc»'>lunies  sus  derechos  y  sus  ambiciones,  se  postrcj  á  los  pies 
de  ]\[orazán  y  le  coIuk)  de  agasajos;  deseaba  atraerle  á  sus  filas,  no 
perdonando  medio  para  conseguirlo  y  no  contando  con  la  dignidad  de 
carácter  ni  con  la  firmeza  de  sus  ideas,  propuso  á  Morazán  la  dictadura 
absoluta,  sin  trabas,  pero  que  aboliera  toda  instituci(')n  liberal.  Tan 
absurda  proposición  no  podía  ser  atendida  por  Morazán;  sus  principios, 
sus  convicciones,  la  marcha  de  su  vida  entera  se  oponían,  y  hubiera 
sido  una  mancha  en  aquella  noble  existencia:  era  republicano,  era 
amante  de  la  libertad.  ¿Cómo,  pues,  podría  convertirse  en  Dictador?  El 
ilustre  vencedor  en  (ludlclio,  no  podía  rebajarse  hasta  á  abdicar  la 
altiva  independencia  de  sus  ideas,  ,sus  compromisos  políticos,  el  respeto 
y  cariño  á  sus  amigos  y  compañeros.  Kechaz()  con  tesón  y  se  dispuso  á 
entrar  en  campaña,  marchando  á  San  Salvador  con  las  tropas  federales 
en  persecución  de  Carrera,  que  había  invadido  aquel  territorio,  devas- 
tando cuanto  á  su  paso  encontraba  y  sembrando  por  todas  partes  la 
ruina  y  el  terror. 

Morazán  derrotó  y  puso  en  fuga  al  atrevido  cabecilla,  quien  so 
internó  de  nuevo  en  Guatemala,  continuando  la  vida  de  rapiña  y  de 
excesos,  hasta  (pie  en  Diciembre  de  1838  se  firmaron  los  tratados  de  Ixin- 
concito,  ratificados  por  Morazán  para  consolidar  el  orden  y  la  paz.  El 
general  convocó  la  asamblea  ordinaria,  la  cual  se  instaló  el  30  de 
Enero  de  1839. 

El  1.'^  de  Febrero  terminó  el  segundo  período  del  mando  de  Morazán, 
y  aquel  hombre  ilustre  y  honrado  salió  del  poder  con  gloria  y  dignidad; 
pero  desprovisto  en  gran  parte  de  su  prestigio  por  las  intrigas  de  sus 
enemigos. 

El  ])artido  conservador  empezaba  de  nuevo  á  tener  influencia  en  los 
negocios  públicos,  valiéndose  de  Carrera  para  conseguir  sus  planes:  y 


tl(i  AMERICANOS    CELKBKKS 

■(V)sta  Rica,  Honduras  y  Nicaragua,  hacían  jirones  la  federación 
centroamericana,  dando  por  resultado,  la  invasi()n  de  San  Salvador  por 
fuerzas  nicaragüenses,  al  mando  del  coronel  Méndez,  decididas  á  con- 
cluir con  Morazán  y  con  la  Uniíni.  Ya  en  Guatemala  tomaba  cuerpo  la 
idea  de  nombrar  á  Carrera  presidente  vitalicio  y  ejercer  ])rotectorado 
sobre  los  demás  Estados  constituidos  en  naciones.  En  los  primeros 
encuentros  con  las  tropas  federales,  fueron  vencedores  los  (j[ue,  sin 
.motivo  alguno,  invadían  el  territorio  salvadoreño;  pero  en  diboa,  la 
suerte  les  fué  contraria ,  sin  (|ue  por  esto  desmayaran  en  su  propcVsito. 
]\rorazán  era  únicamente  jefe  de  armas,  y  aun  cuando  con  muy  escasas, 
fuerzas,  salié)  de  la  capital  salvadoreña  para  batir  al  enemigo  al  frente 
de  unos  seiscientos  hombres. 

El  día  5  de  Abril  de  18o9,  ocupó  la  hacienda  del  Espíritu  Santo,  y  este 
mismo  día  se  empeñó  la  batalla,  sin  resultado  decisivo  hasta  la  mañana 
siguiente,  en  que  Morazán  obtuvo  completa  y  gloriosa  victoria  ,  debida 
á  su  valor  y  serenidad,  pues  en  persona  se  lanzó,  espada  en  mano,  sobre 
las  tropas  aliadas;  en  los  momentos  su})remos  del  combate  recibi('>  una 
herida  en  el  l)razo  derecho.  La  acción  fué  sangrienta,  v  quedaron  en  el 
camjx)  trescientos  diez  y  nueve  cadáveres;  los  numerosos  prisioneros 
lograron  libertad  y  permiso  para  volver  á  sus  h(^gares,  y  Moraziín  se 
i'síorz(')  en  hacerles  ver  cuan  injustos  eran  los  (pie  le  calumniaron,  pre- 
sentándole como  enemigo  de  Honduras,  su  patria.  Esta  brillante  jornada 
liizo  temer  á  sus  enemigos  que  recobrase  el  perdido  prestigio,  y  acelerí')  el 
triunfo  de  Carrera  y  su  entrada  en  Guatemala.  Llamado  por  los  conser- 
vadores ^  el  día  1.')  de  Abril  de  18o9,  Carrera  y  sus  salvajes  conq)añeros. 
invadieron  por  sorpresa  la  capital,  allanaron  las  casas  de  ciudadanos 
respetables,  como  la  del  general  Salazar,  jefe  provisional  del  Estado,  y 
la  del  benemérito  Barrundia. 

Las  tropelías  y  violencias  de  toda  clase  infundieron  es])anto  general. 
y  Guatemala  qued()  á  merced  de  a({uel  hombre,  (pie  debía  ejercer  pode- 
rosa influencia  por  largo  espacio  de  tiempo. 

'     M(>NTi-i-Ai:.  I'eserio  Iiistói-icx  del  Centro  Aiiu:ri.c<i.  • 


FRAX(íISCO    MORAZÁX  27 


VI 


El  S  (le  Julio,  fué  Morazáii  electo  jefe  del  Estado  del  Salvador,  aconte- 
^•¡luieuto  que  despertó  más  vigoroso  que  nunca  el  odio  de  sus  enemigos 
V  la  idea  de  aniquilarlo. 

A  pesar  del  tratado  de  paz  firmado  en  5  de  Junio,  volvió  Honduras  á 
tomar  las  armas,  y  Carrera,  ya  con  el  grado  de  brigadier,  se  dirigió 
<í  la  frontera,  mandando  mil  doscientos  hombres  y  dando  una  proclama 
en  la  que  excitaba  á  los  salvadoreños  á  un  levantamiento.  Se  acercaba 
v\  momento  de  terrible  prueba  para  el  gran  corazón  de  Morazán.  Las 
fronteras  estaban  amenazadas  por  enemigos  numerosos,  el  Tesoro 
exhausto,  el  ejército  muy  reducido  y  la  traición  acechando  su  presa. 
Eii  tales  circunstancias,  se  dirigió  el  héroe  á  Suchitoto,  con  trescientos 
hombres,  para  observar  los  movimientos  del  general  hondureno  Ferrera, 
(|ue  había  invadido  las  ciudades  fronterizas:  su  marcha  dejó  libre  el 
campo  para  que,  en  la  capital,  una  facción  sorprendiera  el  cuartel  y  se 
hiciera  dueño  de  la  ciudad  y  de  la  familia  del  general  Morazán,  que  fué 
reducida  á  prisión. 

Los  revolucionarios  hicieron  reunir  la  municipalidad,  y  acordaron, 
con  ella ,  enviar  dos  comisionados  al  jefe  del  Estado  para  que  resignase 
el  mando,  pues  en  caso  contrario,  sería  su  familia  pasada  por  las  armas: 
l(^s  enviados  eran  D.  Pedro  Zeledón  y  Tomás  Alfaro. 

Morazán,  al  escuchar  tal  proposición,  guardó  silencio;  sacó  su  caja 
de  rapé,  tomó  un  polvo,  y  pronunció  estas  palabras:  «Los  rehenes  que 
mis  enemigos  tienen,  son  para  mí  sagrados,  y  hablan  muy  alto  á  mi 
Corazón;  pero  soy  el  jefe  del  Estado  y  debo  atacar  pasando  sobre  los 
cadáveres  de  mis  hijos;  mas  no  sobreviviré  un  momento  á  tan  horrible 
desgracia».  Dio  la  orden  de  ataque,  y  pocos  momentos  después  la  vic- 
toria coronó  su  frente.  ^ 

líasgo  digno  del  héroe  inmortal  y  de  la  grandeza  de  alma  del 
j)atriota. 

*     LoiíF.Nzo  Mi>xTrrAi!,  Resfila  Iiistórica  del  Centro  Auiér/cn. 


28  AMERICANOS    CÉLEBRES 

La  derrota  de  Ferrera  cu  Perulapán,  corono  las  victorias  del  ínclita 
guerrero  y  dejó  libre  el  territorio  salvadoreño;  poco  después,  tropas 
hondurenas  volvieron  á  invadirlo  hasta  San  Miíi'uel. 

A  pesar  de  su  deseo  conciliador,  no  pudo  menos  Morazán  de  hacer  la 
guerra  á  Honduras,  y  el  general  Cabanas,  con  doscientos  hombres,  pasó 
la  frontera ,  llegó  hasta  Comayagua  y  la  ocupó  ínterin  el  Gobierno  em- 
prendió la  fuga  para  Olancho. 

El  general  Cabanas  continuó  para  Tegucigalpa;  obtuvo  á  su  paso  el 
hermoso  triunfo  de  la  Soledad,  y  entró  sin  resistencia  en  la  ciudad: 
desde  allí  marchó  á  Choluteca,  pero  se  replegó  hacia  Tegucigalpa,  y  en 
la  acción  del  Potrero,  fué  vencido  por  Quijano,  siéndole  preciso  efec- 
tuar la  retirada  y  abandonar  el  suelo  hondureno. 

No  descansaban,  en  tanto,  los  enemigos  de  Morazán,  sembrando- 
infames  calumnias  para  aislarle  hasta  de  los  unionistas,  haciéndoles 
creer  que  el  noble  campeón  de  la  república  era  el  obstáculo  para  reor- 
ganizar áésta,  y  que  al  desaparecer  la  causa,  volverían  la  paz  y  la 
tranquilidad  á  los  Estados  Centrales  de  América. 

Olvidábanse  la  gloria  y  los  servicios  de  Morazán;  su  prestigia 
sucumbía,  y  grandes  dificultades  paralizaban  todos  sus  planes:  sin 
embargo,  su  energía  no  se  doblegó,  y  jugando  el  todo  por  el  todo,  quiso 
salvar  al  país  y  salvarse,  marchando  sobre  Guatemala  para  triunfar  de 
Carrera  v  de  los  conservadores. 

Rápidamente  se  dirigió  á  la  capital,  y,  ya  á  sus  puertas,  foruu)  el 
plan  de  ataque;  hizo  adelantar  sus  fuerzas  divididas  en  tres  colmnnas,  y 
éstas  ocuparon  la  plaza  desalojando  al  enemigo.  Lanzóse  Carrera  para 
destruir  las  trincheras  que  habían  levantado  los  salvadoreños,  y  enton- 
ces bizarramente  acudió  ]Morazán  con  el  resto  de  sus  valientes. 

El  combate  se  generalizó,  y  la  victoria  parecía  acompañar  á  ^lora- 
zán  una  vez  más;  pero  estaban  agotadas  las  municiones:  el  ejército  de 
Carrera  superaba  en  número  al  de  ]\Iorazár. ;  la  ciudad  estaba  cercada  y 
la  derrota  era  inevitable. 

¿Caer  en  manos  de  Carrera?  Lnposible.  Y  á  todo  trance  pensó  Mora- 
zán en  salvar  el  resto  de  su  ejército,  y  retirarse.  Con  peligro  inmenso, 
con  dificultades  casi  insuperables,  lograron  aquellos  heroicos  hijos  del 
Salvador  abrirse  paso  entre  una  lluvia  de  balas  y  efectuaj-  su  retirada 
por  la  garita  del  Incioiso  á  Mixco  hasta  la  antigua  Guatemala.  Pocoí> 
días  después  entraba  Morazán  en  la  capital  de  San  Salvador. 


l-RAXCISCO    MOKAZAX  29 


Vil 


Honduras  fc'licit()  al  Gobierno  de  Griiatemala  por  la  derrota  de  Mora- 
y.fín,  disponiéndose,  así  como  Nicaragua,  á  perseguir  al  Urano,  para  que 
las  repúblicas  centroamericanas  recobraran  su  ya  expirante  naciona- 
lidad. 

La  caída  de  Morazán  no  admitía  duda,  y  engañados  los  pueblos, 
^e  coligaban  contra  el  único  sostenedor  de  su  unión  y  de  su  libertad: 
¡funesto  error! 

El  noble  corazón  de  Morazán  quiso  evitar  se  derramara  más  sangre 
de  hermanos,  y  se  embarc()  en  la  Libertad,  á  bordo  de  la  goleta  Tzalco, 
.  €on  rumbo  á  Costa  Rica,  en  donde  le  fué  negada  la  hospitalidad. 

El  suelo  colombiano  le  dio  asilo,  y  desde  allí  dirigió  un  elocuente 
maniñesto  á  los  pueblos  centroamericanos.  Los  acontecimientos  se 
habían  precipitado:  todos  los  Estados  se  encontraban  despedazados, 
oprimidos  y  diezmados,  y  los  verdaderos  amantes  de  su  nacionalidad  y 
de  la  unión,  llamaron  á  Morazán  como  á  su  salvador. 

El  generoso  adalid  no  vaciló:  la  patria  estaba  en  peligro;  voló  á  su 
.socorro:  desembarcó  en  la  Unión:  reunió  algunas  fuerzas;  se  reembarcó 
y  fondeó  en  Acajutla;  bajó  á  tierra  y  se  internó  hasta  Sonsonate.  Costa 
Kica  reclamaba  su  auxilio  contra  Carrillo;  soñaba  con  la  idea  de  ser  su 
libertador,    y   reorganizar   allí  la  Unión ,   que  era  su  pensamiento  fijo. 

Desde  Acajutla  hizo  rumbo  á  la  isla  de  Martín  Pérez,  en  el  golfo  de 
Fonseca,  y  en  aquel  punto  organizó  su  ejército  compuesto  de  quinientos 
hombres,  según  afirma  el  coi-onel  Riveras,  jefe  que  acompañaba  á 
Morazán ;  con  su  escuadrilla ,  que  la  formaban  cinco  buques ,  salió  para 
Caldera,  en  donde  desembarcó  el  7  de  Abril  de  1842. 

El  jefe  supremo  de  Costa  Rica,  D.  Braulio  Carrillo,  organizó  inme- 
diatamente una  división  de  setecientos  hombres,  al  mando  del  coronel 
Villaseñor,  para  oponerse  á  la  marcha  del  general  Morazán;  pero  aquél 
propuso  á  los  jefes  y  oficiales  hacer  un  convenio  con  Morazán;  todos 
ace})taron,  y  ambos  ejércitos  fraternizaron  y  celebraron  un  tratado 
exigiendo  á  Carrillo  depusiera  el  mando  y  saliera  de  Costa  Rica. 

El  jefe  supremo  ratificó  y  aprobó  con  algunas  modificaciones  el  tra- 
tado de   Ocote,   y  persuadido  no  podía  oponerse,  aguardó  á  Morazán 


30  AMERICANOS    CÉLEBRES 

para  entregarle  el  mando  y  abandonó  á  Costa  Rica .  Tal  era  el  prestigio- 
del  vencedor  de  Charcas. 

Su  primer  acto  fué  abrir  las  puertas  del  Estado  costarricense  á  los 
emio-rados  políticos,  no  sólo  hijos  de  aquel  suelo,  sino  de  todos  los  del 
Centro  América,  derogó  los  decretos  que  había  dado  (barrillo  en  per- 
juicio del  comercio  y  de  la  propiedad;  restableció  las  garantías  indivi- 
duales y  políticas ;  se  consagró  á  reformas  urgentes  y  á  útiles  innovacio- 
nes y  convocó  la  Asamblea  constituyente.  Instalada  ésta,  nombre')  á 
Morazán  jefe  del  Estado. 


VIII 


El  presidente  de  la  Asamblea,  presbítero  D.  José  Francisco  Peralta, 
decía  en  un  discurso  de  inauguración:  «Saludemos,  señores,  con  grati- 
tud, al  sol  que  el  día  7  de  Abril  de  1842  alumbró  al  libertador  de  Costa 
Rica  y  á  sus  huestes  valerosas;  señalémosle  como  el  primero  de  nuestra 
regeneración  política.  Señor  general  Jefe  supremo,  quiera  la  Prcn  iden- 
cia  que  este  día  tan  memorable  en  nuestro  país  por  la  libertad  que  os- 
debe,  sea  la  primera  hoz  que  penetre  el  caos  en  que  se  halla  Centro- 
América  y  el  principio  de  nuestra  nueva  gloria    . 

Terrible  sensación  causó  en  (Tuatemala  la  elección  del  antiguo  presi- 
dente para  jefe  del  Estado  de  Cosra  Rica  y  la  caída  de  Carrillo;  las  rela- 
ciones entre  ambos  países  se  interrumpieron,  y  lo  mismo  sucedió  con  los 
demás  Estados:  creían  que  Morazán  había  caído  i)ara  siempre,  y  el 
logro  de  sus  planes  estaba  de  nuevo  amenazado.  Se  reanudaron  las  intri- 
gas, y  por  medio  de  hábiles  auxiliares,  se  propaló  entre  el  pueblo  la 
idea  de  próxima  guerra  y  el  riesgo  de  (j[ue  ésta  causara  la  ruina  de 
Costa  Rica. 

El  Estado  no  quería  lucha,  no  estaba  dispuesto  á  secundarla  noble- 
ambición  de  su  jefe,  y  la  convocatoria  y  llamada  á  las  armas  para  reor- 
ganizar la  Unión,  encontró  resistencia  y  predispuso  los  ánimos  para  la 
rebelión. 

Un  acontecimiento  de  profunda  trascendencia  aumentó  las  dificulta- 
des que  rodeaban  al  general  Morazán.  «El  coronel  Molina,  gualtemal- 
teco,  al  servicio  del  Estado,  reunió  algunos  soldados  en  el  pueblo  de 
Bagases,  y  marchó  sobre  el  Guanacaste  á  atacar  al  general  Rivas,  jefe 


FH  AXnscO    MOHAZÁX  31 

(le  la  (livisi(')ii  (le  Naiiiiiiardia  del  ejército  c'\])C'(li('i()iiai"i(>,  (¿iic  se  prepa- 
raba para  la  e<)ii(|iiista  de  los  otros  Estados.  El  ueiieral  Kivas  le  opuscr 
resistencia  en  la  entrada  de  la  ])ol)laci()n,  v  fué  muerto  juntamente  con  el 
oficial  Eduvijes  y  otro  individuo  de  su  tropa:  este  atentado  no  tuvo 
niniiiin  color  político,  y  fué  puramente  el  primer  acto  de  una  ven^-anza 
personal.  El  coronel  Molina  estaba  en  vísperas  de  enlazarse  con  una  seño- 
rita del  (luanacaste,  donde  servía  en  la  (Comandancia  departamental,  y 
había  pasado  á  San  José  á  evacuar  las  diligencias  necesarias  para  la 
l)oda.  A  su  regreso,  encontrando  desviada  la  voluntad  de  su  novia,  y 
viendo  la  preferencia  por  su  rival  (el  mencionado  Eduvijes,  favorito  de 
Rivas,)  al  mismo  tiempo  (pie  la  Comandancia  departamental  se  había 
mandado  reasumir  por  dicho  general,  y  atribuyendo  esta  desgracia  á 
los  informes  siniestros  de  aquellos  señores,  le  sobrevino  mía  fiebre, 
perdic)  la  raz()n  y  se  hizo  criminal:  aunque  protestó  su  lealtad  y  obe- 
diencia al  general  Morazán  y  permaneció  en  completa  inacción  postrado 
en  su  lecho,  sin  tomar  medida  alguna  para  salvarse,  Morazán  emió  una 
divisi()n  á  prenderle,  y  vendido  por  uno  de  sus  cómplices,  fué  capturada, 
sin  ofrecer  ninguna  resistencia,  v  pasado  por  las  armas  en  Punta  Are- 
nas, habiendo  antes  corrido  la  misma  suerte  el  oficial  Guerrero,  otro  de 
sus  cómplices  ». 

Se  preparaba  activamente  el  embar(pie  de  las  fuerzas  expediciona- 
rias, cuando  Alajuela  di(')  la  señal  para  la  revolución:  preparado  el 
pueblo  de  San  José  por  los  enemigos  del  jefe  del  Estado,  secundó 
el  movimiento,  poniendo  á  la  cabeza  á.D.  Antonio  Pinto,  hombre  rico 
y  emparentado  con  familias  influyentes. 

La  insurrección  se  formalizó,  y  cuatrocientos  hombres  atacaron  la 
guardia  de  Morazán,  (pie  se  componía  de  cuarenta  salvadoreños,  los  que 
se  batieron  con  heroísmo  tan  singular,  que  hicieron  frente  á  las  nume- 
rosas fuerzas  de  los  insurrectos,  ciue,  según  Mont-ufar,  subían  á  mil 
hombres. 

La  lucha  continu()  encarnizada  y  tenaz:  los  sitiados  disminuían;  los 
sitiadores  aumentaron:  el  conflicto  crecía  y  la  sangre  se  derramaba  á 
torrentes.  El  capellán  D.  José  Antonio  Castro  propuso  una  capitulación 
á  JMorazán ,  garantizándole  vida,  hacienda  y  libre  paso  hasta  dejar  el 
país:  el  caudillo  rehusó.  Tal  vez  aquella  alma  altiva  creía  cobardía  ren- 
dirse, y  opt()  por  la  resistencia,  que  era  ya  imposible. 

Queriendo  salvar  á  su  esposa,  la  hizo  salir  para  buscar  refugio  en 


32  AMERICANOS    CELEBRES 

uiui  casa  cercana,  la  de  los  señores  Escalante;  pero  la  turba  la  tomó  pri- 
sionera Y  la  condujo  á  casa  del  jefe  Pinto:  de  allí  la  infeliz  señora  se 
trasladó  á  la  morada  del  padre  Blanco. 

A  cada  instante  aumentaba  el  peligro.  Morazán  carecía  de  tropas, 
de  víveres  j  de  municiones.  El  general  Sajet,  que  preparaba  en  Punta - 
Arenas  el  embarque  de  la  expedición  y  tenía  orden  de  acudir  á  la  capi- 
tal con  refuerzos  en  el  caso  de  no  recibir  parte  diario  del  jefe,  no 
lleo'aba;  los  valerosos  p.artidarios  del  caudillo  morían  en  su  defensa,  y 
al  perder  la  vida  aumentaban  el  vacío  y  lo  terrible  de  la  situación. 

El  hambre  hacía  desmayar  á  los  más  intrépidos,  y  Morazán  se  resol- 
v¡(')  á  romper  la  muralla  de  enemigos  y  salir  de  San  José.  El  noble 
Cabanas,  con  treinta  hombres,  sostuvo  la  retirada  de  aquel  corto 
número  de  amigos  leales  que  acompañaban  al  ilustre  prófugo,  herido  y 
desalentado. 

Su  primer  impulso  fué  marchar  á  reunirse  con  Sajet.  En  ese  caso,  tal 
vez  la  historia  de  Costa  Rica  no  tendría  hoy  la  lúgubre  página  del  15 
de  Septiembre.  Pero  aceptando  la  opinión  de  otros  jefes,  en  particu- 
lar de  Villaseñor,  se  dirigió  á  Cartago,  poniéndose  en  manos  de  Mayorga, 
([ue  había  sido  su  amigo;  pero  que  en  el  momento  más  supremo,  no  sólo 
faltó  al  sagrado  deber  de  la  amistad^  sino  también  al  respeto  debido  al 
infortunio.  Morazán,  advertido  por  la  compasiva  y  generosa  señora 
de  Mayorga,  quiso  ponerse  en  salvo:  pero  la  casa  estaba  cercada  y  el 
caudillo,  con  los  suyos,  fué  reducido  á  prisión. 

Un  español,  D.  Buenaventura  Espinac,  complicó  más  la  triste 
situación,  desviando  de  Cartago  al  único  que  podía  aún  salvar  á  Mora- 
zán. Salió  en  busca  de  Cabanas;  le  hizo  creer  que  el  jefe  marchaba  hacia 
Matina;  que  disolviera  las  fuerzas  que  llevaba  por  ser  ya  inútil  su 
ayuda,  y  el  honrado  militar,  juzgando  por  sí  mismo,  dio  crédito  á 
Espinac  y  corrió  á  reunirse  con  Morazán;  pero  al  llegar  á  Paraíso  fué 
hecho  prisionero. 


IX 


Entre  tanto,  Morazán  había  sufrido  la  humillación  de  ser  tratado 
como  el  último  de  los  criminales:  á  él  y  á  sus  fieles  amigos  y  compañe- 
ros les  aseguraron  con  grillos. 


KHAXCISCO    MOIÍAZAX  33 

Dos  rasgos  de  abiiegaci<')n  y  de  cariño,  enaltecieron  la  cobardía  de 
aquel  acto.  El  general  Villaseñor,  quiso  suicidarse:  tomó  un  puñal,  é 
hiriéndose  gravemente,  cayó  al  suelo  bañado  en  sangre;  aun  así  le 
pusieron  los  grillos.  El  joven  y  valiente  general  Saravía ,  el  fiel  y  adicto 
amigo  del  vencedor  de  Charcas,  no  pudo  sobrellevar  la  ignominia  que 
se  infería  á  su  jefe,  y  quiso  con  una  pistola  poner  ñn  á  su  vida:  Morazán 
le  contuvo,  pero  un  momento  después  era  cadáver;  una  terrible  convul- 
siíui  había  cumplido  su  deseo. 

Don  José  María  Castro,  ^  D.  Mariano  Montealegre  y  el  Dr.  Madrid, 
optaron  porque  se  juzgara  al  ilustre  preso,  sometiendo  al  cuerpo  legisla- 
tivo si  había  ó  no  lugar  á  la  formación  de  causa  y  en  el  primer  caso, 
juzgarle  según  la  ley,  puesto  que  era  jefe  del  Estado. 

Pero  la  animosidad  fué  más  fuerte  que  la  razón;  el  funesto  Herrera, 
consejero  y  secretario  de  Pinto,  1).  Luz  Blanco  y  otros,  decidieron  la 
muerte  de  aquel  que  había  sido  acogido  y  venerado  á  su  llegada  como 
redentor  de  la  patria. 

La  sensata  y  justa  opinión  de  los  primeros,  el  rencor,  la  injusticia  y 
el  empeño  de  los  segundos,  hacía  vacilar  al  general  Pinto,  inclinando  la 
balanza  en  favor  del  destierro  de  Morazán;  pero  triunfaron  los  perversos 
amaños  de  D,  Luz  Blanco  y  de  Herrera,  que  explotaron  hábilmente  la 
sencillez  y  el  amor  de  la  familia  de  Pinto,  pintándola  con  vivos  colores 
la  venganza  que  tomaría  más  tarde  Morazán,  si  se  salvaba  entonces. 


X 


La  sentencia  de  muerte  comunicada  al  héroe,  no  alteró  la  serenidad 
de  su  semblante  ni  la  tranquila  expresión  de  su  mirada.  Moría  por  su 
patria;  la  conciencia  nada  le  reprochaba;  había  sido  siempre  leal  á  sus 
principios  de  libertad,  y  su  nombre  pasaría  sin  mancha  á  la  pos- 
teridad. 

Su  hijo  Francisco,  -  escuchó  la  postrera  voluntad  de  la  insigne 
víctima.  Su  testamento  es  el  del  justo;  refleja  la  grandeza  de  su  alma  y 


1  Despiiés  presidente  de  la  República  y  de  cuyos  labios  escuché  los  terribles  detalles. 

2  Á  quien  conocimos  on  Chinandega  (Nicaragua). 

* 


34  AMERICANOS    CÉLEBRES 

el  inextinguible  amor  á  Centro  América.  De  él  copiamos  algunos  párra- 
fos: «San  José,  Septiembre  15  de  1842,  día  del  aniversario  de  la  inde- 
pendencia: en  nombre  del  Autor  del  Universo,  en  cuya  religi<)n  muero, 
declaro  que  soy  casado  y  dejo  á  mi  mujer  por  única  albacea:  declaro 
(pie  todos  los  intereses  que  poseía  míos  y  de  mi  esposa,  los  he  gastado 
en  dar  un  gobierno  de  leyes  á  Costa  Rica,  lo  mismo  que  diez  y  ocho  mil 
j)esos  V  réditos  que  al  señor  general  Pedro  Bermúdez  debo:  declaro  (pie 
no  he  merecido  la  muerte,  porcjue  n,o  he  cometido  más  falta  que  dar 
libertad  á  Costa  Rica  y  procurar  la  paz  de  la  república;  por  consi- 
guiente, mi  muerte  es  un  asesinato,  tanto  más  agravante,  cuanto  ([ue 
no  se  me  ha  juzgado  ni  oído;  yo  no  he  hecho  más  (|ue  cumplir  las  cn-de- 
nes  de  la  Asamblea,  en  consonancia  con   mis  deseos  de  reorganizar  la 

república .  Declaro  (|ue  mi  amor  al  Centro  América  muere  conmigo; 

excito  á  la  juventud,  que  es  la  llamada  á  dar  vida  á  este  país  que  dejo 
con  sentimiento,  por  quedar  anarquizado,  y  deseo  (][ue  imiten  mi  ejemplo 
de  morir  con  firmeza,  antes  que  dejarlo  abandonado  al  desorden  en  que 
desgraciadamente  hoy  se  encuentra.  Declaro  que  no  tengo  enemigos,  ni 
el  menor  rencor  llevo  al  sepulcro  contra  mis  asesinos,  que  les  perdono 
v  les  deseo  el  mayor  bien  posible». 

En  los  postreros  instantes  de   su  vida,   pidi(')  (|ue  sus    restos  fueran 
trasladados  á  San  Salvador;  allí  le  amaban  y  conq)rendían.  ' 
Villaseñor  fué  fusilado  á  la  par  cjue  Morazán. 

Era  el  día  aniversario  de  la  independencia;  el  sol  ¡joniente  lanzal)a 
sus  postreros  resplandores^  cuando  el  invicto  defensor  de  los  pueblos 
libres  desapareci(5  de  la  tierra. 

Su  valor  temerario,  sus  victorias,  su  noble  desinterés  v  trágico  fin, 
han  hecho  del  ji'eneral  Morazán  el  héroe  legendario  de  Centro  América. 

*     Kn  Síin  Salva<loi'.  el  uouiln'c  de  "Morazán  y  su   rceucrdo  es  tan  voneru'lo  eonio  'iiioi'i'lo. 


FRANCISCO    DE    PAULA    SANTANDER 


FRANCISCO  DE  PAULA  SANTANDER 


L  Último  tercio  del  sigio  xviii  fué  feciuulo,  no  sólo 
en  dramáticos  acontecimientos  políticos  y  trascen- 
dentales evoluciones  europeas,  sino  en  haber  dado 
ser  á  gran  número  de  individualidades  destinadas 
á  ejercer  en  tierra  americana,  poderoso  influjo  en 
la  época  de  su  organizacié)n  y  durante  la  guerra,  entre 
las  colonias  españolas  con  la  metrópoli. 

El  Rosario  de  Cúcuta  fué  cuna,  en  1792,  de  uno  de 
los  que  pertenecieron  al  gran  núcleo  de  beneméritos  é 
inmortales  })róceres,  y  que  vastago  de  ilustre  rama,  sir- 
vi(')  desde  juveniles  anos  en  la  ya  iniciada  campaña 
separatista,  unido  en  comuni()n  de  ideas  con  los  nobles  evangelistas 
<lel  principio  liberal. 

Brillante  en  los  estudios  que  sigui<)  en  el  Colegio  de  San  Bartolomé, 
cu  Bogotá,  y  distinguido  por  el  talento  (pie  empezaba  á  demostrar,  fué 
destinado,  en  1<S10,  á  la  secretaría  de  la  Comandancia  de  armas  de 
Mari(piita  ,  empezando  á  formarse  para  la  guerra  con  D.  Manuel  (Vis- 
tillo  y  Rada. 

Sucesivamente  ociqx)  diferentes  cargos,  hasta  (pie,  defensor  de  la 
causa  federal,  fué  herido  y  hecho  prisionero  en  1<S12,  en  la  derrota  de 
las  fuerzas  de  la  Tniíni,  mandadas  por  Baraya  contra  los  centralistas 
á  las  órdenes  de  Nariño. 


Sii]  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Prancisco  de  Paula  Santander,  era  sargento  mayor  cuando  en 
Angostura  se  dio  la  acción  entre  las  diezmadas  tropas  del  jefe  español 
Correa,  vencido  en  Cúcuta  por  Bolívar,  y  las  que  mandaba  el  coronel 
Manuel  Castillo:  en  este  reñidísimo  encuentro,  adverso  para  los  realis- 
tas, puso  en  relieve  Santander,  su  bizarría  y  patriotismo,  y  más  tarde 
en  Loma  Pelada,  derrotó  al  audaz  guerrillero  Matute,  aun  cuando  á 
sil  vez  fué  vencido  por  el  capitán  Bartolomé  Lizón  en  la  llanura  de 
Carrillo,  salvándose  Santander  milagrosamente. 


II 


El  coronel  escocés  Mac  Gregor  tomó  el  mando  de  las  tropas  de  la 
T'niíui,  y  Santander  pasó  á  sus  órdenes  como  segundo  jefe,  teniendo  e¡i 
1S14,  la  gloria  de  contribuir  valerosamente  á  la  emancipación  de  los 
l)ellísimos  y  lozanos  campos  de  Ciicuta,  alcanzando  señalado  triunfo  en 
San  Faustino,  ínterin  Mac  Gregor  batía  á  Lizón  y  le  obligaba  á  huir 
en  dirección  á  Maracaíbo. 

Ya  establecido  el  cuartel  general  en  el  Rosario,  renunció  Mac  Gregor 
el  mando,  y  el  coronel  Santander  volvió  á  ser  nombrado  segundo  jefe 
de  la  frontera,  á  las  órdenes  del  bizarro  Urdaneta,  sufriendo  con  las 
tropas  el  hambre,  la  desnudez  y  el  malestar  natural  en  tan  críticas  cir- 
cunstancias, resguardando  la  frontera  según  las  órdenes  del  Gobierno, 
y  retirándose  á  las  alturas  de  Chopo,  cuando  el  enemigo,  fuerte  de  dos 
mil  hombres,  invadía  los  valles  de  Cúcuta. 

En  Febrero  de  1814,  volvió  Urdaneta  á  ocuparlos,  pues  los  españoles 
se  retiraron  por  orden  de  Calzada,  á  consecuencia  déla  derrota  sufrida 
por  Pacheco  en  Guadalito,  batido  por  las  escasas  tropas  al  mando  de 
Páez. 

Entretanto,  Santander,  con  su  columna  de  cuatrocientos  hombres, 
había  interceptado  el  paso  de  los  realistas  al  interior  de  la  Nueva  Gra- 
nada; y  los  valles  de  Cúcuta  que  rebosan  lozanía  y  feracidad,  que 
presentan  admirables  paisajes,  que  ostentan  el  lujoso  atavío  de  la  natu- 
raleza, estaban  fertilizados  por  sangre  generosa  de  uno  y  otro  bando. 


FRANCISCO    DE    PAULA    SAXTAXDF.K  87 


III 


Los  realistas  habían  ocupado  á  Pamplona,  y  Santander  con  quinien- 
tos hombres,  estaba  cortado  en  Ocaña;  ^  pero  con  sereno  valor  y  gran 
acierto,  emprendió  la  retirada  que,  según  afirman  todos  sus  biógrafos, 
es  una  de  las  páginas  más  brillantes  de  su  carrera  militar;  pues  (pie 
reuniéndose- sus  tropas  en  Pie  de  Cuesta  con  las  de  Urdaneta  y  Rovira, 
fueron  la  base  del  nuevo  ejército  de  operaciones  contra  Calzada.  En 
corto  tiempo  organizó  dos  mil  quinientos  soldados,  que  batieron  más 
tarde  al  jefe  español  en  Cachiri;  y  á  su  vez,  fueron  días  después  derrro- 
tados  por  aquél,  dispersados  completamente  y  muertos  ó  prisioneros. 

El  general  Servíez  y  su  segundo,  que  lo  era  Santander,  se  retiraron 
hasta  el  Socorro. 

Sería  ajeno  á  nuestro  cuadro  biográfico,  reseñar  los  continuos  reve- 
ses de  aquella  campaña  y  los  triunfos  de  los  españoles:  reservado  está 
para  obra  de  mayores  proporciones,  '^  por  lo  que  nos  concretamos  hoy  á 
seguir  al  coronel  Santander,  hasta  el  nuevo  teatro  de  sus  campañas^  en 
aquellos  llanos  del  Apuré  y  del  Arauca. 

Rápidamente  recorreremos  esta  época  de  la  vida  del  soldado,  fecunda 
en  sacrificios,  privaciones  y  abnegación,  y  durante  la  cual,  no  sólo 
combatió  con  el  enemigo  de  la  libertad,  sino  también  con  la  miseria  y 
la  inclemencia  de  largos  inviernos,  la  falta  de  pan  y  abrigo,  la  peli- 
grosa compañía  de  miles  de  alimañas  y  los  ataques  de  las  fieras. 


lY 


Nombrado  Santander,  en  1816,  para  mandar  en  jefe  á  los  llaneros  de 
Venezuela,  hombres  semisalvajes ,  ^  osados,  vigorosos  y  acostumbrados  á 
vivir  en  la  intemperie  y  en  medio  de  campos  anegados,  vacih')  en  acep- 

'     En  la  hiogriií'ía  de  Bolívar  so  habla  de  varios  de  estos  comljates  y  de  lina  parte  de  la  historia  deesa  ójioea. 

-^    América  y  su  histuria. 

3    Véase  José  Antonio  Páez. 


BS  AMERICANOS    CÉLEBRES 

tar:  sus  costumbres,  su  carácter,  su  educación,  no  eran  á  propósito 
para  dominar  á  los  que  ponían  bajo  sus  órdenes,  y  aun  cuando  sus  obser- 
vaciones y  renuncia  fueron  desechadas,  sólo  ejerció  su  cargo  corto 
espacio  de  tiempo,  hasta  que  la  insurrección  de  tres  escuadrones  le  hizo 
de  nuevo  insistir  en  su  dimisión,  que  entonces  fué  admitida,  y  nombrado 
ráez  comandante  general  del  ejército,  y  dividido  éste  en  tres  brigadas, 
dióse  el  mando  de  la  segunda  á  Santander. 

En  esa  gloriosa  campaña  del  Apuré,  inmortalizada  no  sólo  por  las 
hazañas  del  Bayardo  Venezolano  (Páez),  sino  por  el  heroísmo  de  otros 
jefes,  no  escasearon  tampoco  los  laureles  para  Santander,  ya  al  frente 
de  su  l)rigada,  ya  perteneciendo  al  Estado  Mayor  del  Libertador  en  la 
l)atalla  de  (^alabozo,  La  Puerta,  Hincón  de  los  Toros  y  otras  no  menos 
inemorables. 

Los  españoles,  en  diferentes  encuentros,  habían  obtenido  señalados 
triunfos,  disputados  con  encarnizamiento  y  bravura  á  los  independien- 
tes. V  éstos  renovaron  los  marchitos  laureles  con  otros  recogidos  en 
Cañafistola,  Las  Queseras  del  Medio  y  Cantaura. 

El  libertador  Bolívar  ascendió  por  aquel  tiempo  al  subjefe  de  Estado 
j\[avor,  Santander,  á  general  de  brigada,  ordenándole  marchase  á  Casa- 
nare  para  organizar  las  tropas  destinadas  á  la  campaña  de  Nueva 
(iranada,  v  el  29  de  Enero  de  1819  se  encontraba  en  el  punto  designado. 

Tres  meses  después,  había  organizado  con  varias  partidas  de  los  jefes 
Pérez.  Galea  v  Moreno,  un  ejército  de  mil  doscientos  infantes  y  seiscien- 
tos caballos,  y  burlando  al  coronel  español  Barreiro  y  evitando  jugar  en 
una  batalla  el  iodo  por  el  todo,  reservó  aquellas  tropas  para  gloriosos  y 
decisivos  resultados. 


V 


Invadida  la  Nueva  Granada  por  Bolívar  é  iniciada  la  campaña 
redentora  con  gran  número  de  jefes  entudastas,  bizarros  y  audaces, 
como  Soublette,  Anzoátegui,  Santander,  Obando,  Páris  y  otros,  alcanzó 
feliz  término  en  cuarenta  y  cinco  días,  con  la  toma  de  Bogotá  y  tras  una 
serie  de  ruidosas  y  l)rillantes  victorias. 


i"i;axcis((»  dk  i'Ai  la  sAxrAxnKi!  í31> 


Bolívar  creHl)íi  bi  gran  rc'})iiblica  de  Colombia,  y  Santander  era  vice- 
presidente de  C'undinamarca,  nombrado  en  Angostura  por  el  Congreso 
de  la  naciente  república. 


VI 


I)esde  a(]uel  momento  se  presentó  Santander  bajo  nueva  faz.  Desti- 
nado á  la  sublime  tarea  de  la  organización  y  administración  del  país,  y 
encumbrado  por  su  mérito  y  noble  ánimo  á  un  puesto  dificilísimo,  lleno 
de  peligros  y  dificultades,  pero  glorioso  y  útil,  cumplió  su  misión  con 
probidad,  inteligencia,  ])atriotismo  sin  mancha,  firme  voluntad  y  espí- 
ritu organizador,  (pie  eran  las  especiales  condiciones  de  su  carácter. 

Con  celosa  actividad,  arregló  las  rentas  públicas  y  los  tribunales: 
organizó  y  aument<'>  el  ejército;  se  ocupó  de  la  defensa  nacional;  busc<') 
y  creó  recursos  para  (pie  las  tropas  no  carecieran  de  lo  necesario;  con 
robusto  esfuerzo  procuró  establecer  administración  y  forma  republicana, 
desarrollando  el  orden  político,  el  sentimiento  del  deber,  el  derecho 
individual  y  la  })ráctica  de  la  vida  del  ciudadano;  todo  esto  entre  las 
su})remas  dificultades  de  la  guerra,  siempre  continua  y  encarnizada,  la 
falta  de  dinero,  la  incesante  amenaza  de  los  españoles  y  la  necesidad  de 
nuevos  ejércitos  para  reforzar  los  destruidos  en  la  lucha. 

Santander  estaba  dotado  de  ex([uisito  tacto  político,  era  austero  en 
observar  las  leyes,  activo  para  hacerlas  respetar,  y  la  historia  le  reco- 
noce el  indisputable  niérito  de  haber  difundido  los  principios  liberales, 
cuando  la  reciente  evolución  política  y  lo  arraigadas  que  estaban  las 
ideas  dominantes  durante  trescientos  años,  hacían  difícil  darles  distinta 
direcci<')n. 

En  la  vida,  del  general  Santander  se  registran  algunos  errores. 
¿Quién  no  los  comete?  Todos  los  biógrafos  han  desaprobado  algunos  de 
sus  actos  políticos,  entre  otros  sus  ata(pies,  ya  directos  ó  indirectos  con- 
tra el  hombre  más  grande  de  la  independencia  del  Sur  América,  tanto 
más  extraño  cuanto  (pie,  hasta  ])or  gratitud,  debían  no  haberse  for- 
mulado. 

El  motín  de  la  división  colombiana  ó  la  sedición  militar,  que  tuvo 
lugar   en   Lima    el   2(5   de   Enero   de   1S27,    y   la   aprobación   hecha   por 


40  A>[ERICAX08    CÉLEBRES 


Santander  de  aquel  hecho,  indigno  é  hirió  profundamente  á  Bolivar^ 
quien,  desde  entonces,  para  siempre  y  totalmente,  rompi<5  toda  relación 
con  el  vicepresidente  de  Colombia. 


VII 


En  Julio  de  aquel  mismo  año,  debió  estallar  en  Bogotá  un  movi- 
miento revolucionario  contra  la  autoridad  de  Bolívar,  con  la  aprobación 
de  Santander;  pero  felizmente  el  leal  y  caballeresco  general  Soublette, 
conjuró  la  tempestad  é  hizo  reflexionar  al  vicepresidente  y  retroceder 
ante  la  mancha  que  caería  sobre  su  nombre  y  la  severidad  de  la  historia 
para  juzgar  aquel  acto. 

Una  revolución  contra  Bolívar,  con  Santander  al  frente,  ¿no  habría 
empañado  toda  aquella  benemérita  carrera  del  soldado  y  del  hombre' 
político? 

La  generosidad  del  Libertador  no  se  desminti()  jamás  en  las  repe- 
tidas tentativas  contra  su  mando,  ni  en  las  inconsecuencias  de  que  en 
esa  época  se  hizo  culpable  el  general  Santander. 

Más  aún:  á  consecuencia  de  a([uel  incalificable  atentado  contra  la 
vida  de  Bolívar,  en  la  noche  del  2~)  de  Septiembre  de  1S2S,  la  justa 
espada  de  la  ley  condene)  á  los  acusados  á  la  pena  capital,  entre  éstos 
Santander.  Conmutada  en  destierro  y  destituci()n  del  empleo  de  general 
la  sentencia  por  el  Consejo  de  (lob.ierno,  al  cual  había  sometido  Boli- 
var  la  causa,  aprobó  el  Libertador  el  dictamen. 


VIII 


Más  tarde,  prisionero  en  Bocachica  (Cartagena),  solicit*')  se  le  })er- 
mitiera  pasar  al  extranjería  y  Bolívar  autorizó  al  Consejo  para  resolver: 
la  decisión  fué  favorable,  y  en  la  fragata  CiiiuHiKinKirca  sali<'>  Santander 
para  Puerto  Cabello,  y  de  allí  fué  enviado  por  Páez  á  Europa ,  en  un 
buípie  mercante  que  hacía  rumbo  para  Hamburgo. 

En  10  de  Junio  de  18,-n  ,  cuando  va  BoJivar  descansaba  en  el  sei)nl- 


]•  KANCISCO    DE    PAULA    SANTANDER  41 

ero,  le  fueron  devueltos  sus  honores  y  grados  militares  con  todos  los 
derechos  de  ciudadanía,  acordando  el  Gobierno  regresara  á  la  patria,  á 
la  cual,  en  1837  y  1889,  prestó  grandes  servicios  como  representante  al 
Congreso  de  la  nación. 

Esta  gran  entidad  política,  que  á  pesar  de  los  errores  rápidamente 
mencionados,  es  una  de  las  figuras  más  bellas  y  culminantes  de  la  Gran 
Colombia,  acabó  su  benemérita  carrera  el  5  de  Mayo  de  1840. 

El  práctico  y  habilísimo  hombre  de  Estado,  el  elocuente  orador,  el 
popular  ciudadano,  legó  á  la  historia  y  á  su  familia  '  nombre  respetado 
V  recuerdo  querido  é  inmortal. 

*    Tenia  'los  hijas. 


JOSÉ  BONIFACIO  ANDRADA  Y   SILVA 


I  A  celebridad  del  ilustre  brasileño  que  allá  por  los 
años  de  ITGo,  nació  en  la  })rovincia  de  San  Pablo, 
no  es  de  las  (|ue  crecen  á  favor  del  incienso  de  un 
partido  ni  de  las  que  se  exting^uen  cual  fuego  de 
hoja  seca,  que  lanza  resplandor  por  un  instante 
Y  desa})arece  sin  dejar  l)rasa  entre  la  ceniza, 
(jue  sea  capaz  de  reaniuiarlo,  pues  que  á  ser 
de  ese  modo,  no  tendría  hoy  el  _<>-ran  ciudadano  tan  justo 
Y  merecido  renoml)re. 

La  TTniversidad  de  Coiuibra  fué  el  centro  en  donde 
siguió  los  estudios  de  Derecho  y  C^iencias  naturales,  y  como  descolló 
entre  la  juventud  de  entonces,  por  sus  adelantos  como  naturalista,  fué 
nombrado  por  la  reina  D.'''  María  para  formar  ])arte  en  la  comisicni 
científica,  que  en  1790  recorri(')  Europa,  y  que  contaba  en  su  seno  al 
médico  Amado  Cámara,  insigne  hijo  de  Pernambuco. 

Cuando  Andrada  y  Silva  volvió  á  Portugal,  no  sólo  hal)ía  adquirido 
en  su  viaje  extensos  y  profundos  conocimientos,  sino  que  el  frecuente  é 
intimo  trato  con  los  sabios  alemanes,  franceses,  ingleses  é  italianos, 
inculcó  en  su  mente  ideas  vastísimas  de  progreso  y  liberales  aspi- 
raciones. 

Sus  notables  trabajos  científicos  y  literarios  fueron  })ublicados,  circu- 
laron por  toda  Europa  y  enriquecieron  las  columnas  de  los  periódicos  de 


JOSÉ    BONIFACIO    ANDKADA    Y    SILVA  43 

Akinaiiia,  Francia.  Italia  y  otros  países  que  á  la  sazón  estaban  á  la 
cabeza  de  la  civilizaci(5n,  y  consideraban  al  sabio  brasileño  como 
luminoso  astro  de  la  Ciencia. 


II 


Coimbra,  en  donde  había  corrido  la  alegre  existencia  del  estudiante^ 
le  recibió  con  alborozo  y  orgullo,  y  en  breve  se  holgaba  de  contarle  en 
el  niunero  de  los  profesores  de  la  Universidad,  para  las  cátedras  de  Geo- 
desia y  Metalurgia,  creadas  para  Andrada  y  Silva;  y  si  respetado  era 
por  su  esclarecida  inteligencia  y  el  incansable  afán  en  el  desempeño  de 
su  cargo,  fué  más  admirado  aún  en  la  invasión  francesa  de  LS08,  por  la 
actitud  patriótica  que  tomó  y  los  grandes  servicios  prestados  en 
la  Dirección  de  Policía  de  Oporto,  que  le  había  sido  encomendada. 

No  existe  empleo  más  noble  y  á  la  vez  más  difícil,  que  el  de  adminis- 
trar justicia;  pues  la  severidad  impuesta  al  magistrado,  colócale  á  veces 
en  crueles  alternativas  que  ponen  á  prueba  su  generosidad  y  benevolen- 
cia, en  pugna  con  el  deber:  sin  embargo,  Andrada  y  Silva,  abrió  las 
puertas  de  las  cárceles  á  numerosos  inocentes  acusados  de  traición,  y  no 
se  arredró  por  ser  acusado  él  mismo  por  su  benignidad. 

Ya  por  entonces,  en  alas  de  la  fama,  había  corrido  su  nombre  por  el 
Universo,  y  desde  las  capitales  más  adelantadas,  recibía  Andrada  y 
Silva  nombramientos  de  socio  para  las  Academias  de  Ciencias  de  Copen- 
hague y  Turín,  para  la  de  Historia  Natural  de  París,  de  Geología  de 
Londres,  de  Física  de  Genova,  de  Filosofía  de  Filadelña,  de  la  Lnperial 
de  Medicina  de  Eío  Janeiro,  de  la  Real  de  Ciencias  de  Lisboa  y  otras. 
Andrada  y  Silva,  era  ya  una  gloria  nacional;  y  la  nobleza  de  carácter, 
la  probidad,  la  clara  inteligencia  del  sabio  y  la  modestia  del  hombre 
sencillo,  le  granjeaban  mayor  popularidad. 


44  AMERICANOS    CÉLEBRES 


III 


Trasladémonos  al  Brasil:  de  regreso  en  su  patria,  encontraremos, 
en  1819,  al  doctísimo  Andrada  y  Silva,  v  le  seguiremos  en  su  excursión 
científica  de  1820,  fecunda  en  resultados  y  en  descubrimientos  para  la 
(Uencia. 

En  1821,  era  ministro  del  Interior  y  de  Relaciones  exteriores.  Fué 
época  memorable,  porque  el  Príncipe  Regente  se  disponía  á  salir  para 
Lisboa,  el  9  de  Enero  de  1822,  y  Andrada  apoyó  el  voto  popular  para  ([uc 
1).  Pedro  quedara  en  el  Brasil  y  llevara  á  cabo  la  scparaci(')n  de  la 
Metrópoli. 

Andrada,  fué  nombrado  Vicepresidente  de  la  Junta  gubernativa  de 
San  Pablo,  siendo  el  alma  del  movimiento  separatista  y  el  hombre  (pie 
con  su  influencia  impulsó  á  D.  Pedro,  y  tal  vez  le  decidi()  á  proclamar 
la  independencia  del  Brasil  y  el  Imperio  el  7  de  Septiembre  de  1822:  ;i 
ese  acto  solemne  se  le  da  en  la  historia  nacional  el  nombre  de  (Ir/lo  (h* 
Jpiratif/a. 

Andrada  y  Silva,  fortaleció  por  sus  consejos  la  naciente  soberanía,  y 
la  escuadra  brasileña,  mandada  por  el  célebre  lord  Tomás  Cochrane,  el 
intrépido  inglés  que  en  Chile  y  en  el  Perú  ayud(')  con  hidalga  bravura 
al  triunfo  de  la  libertad,  sostuvo  con  gloria  los  choques  contra  la  escua- 
dra portuguesa,  y  en  el  espacio  de  seis  meses  ensanch(')  el  dominio  de 
don  Pedro,  libertó  provincias,  apresó  ciento  veinte  buf[ues  enemigos  é 
liizo  que  el  ejército  enemigo  abandonara  el  Brasil. 

El  8  de  Mayo  de  1823,  se  reunió  la  Asamblea,  y  dividida  en  dos  par- 
tidos, uno  exaltado  y  otro  moderado,  éste  se  declar()  en  guerra  abierta 
contra  la  política  de  acción  y  las  ideas  radicales  del  ilustre  Andrada, 
([ue  se  encontraba  apoyado  en  el -Consejo  del  Em})erador,  por  uno  de  sus 
hermanos,  y  por  otro  en  la  misma  Asamblea. 

Aquellos  tres  heroicos  brasileños,  sostuvieron  la  oposición  exaltada; 
pero  llegando  ambos  partidos  á  ser  una  barrera  para  la  marcha  del  país 
y  para  el  Emperador,  éste  cercó  el  palacio  de  los  diputados  y  les  intim(') 
la  disolución  de  la  Asamblea,  ofreciendo  convocar  otra  que  constituyese 
y  consolidara  el  nuevo  régimen. 


JOSÉ    BOXHACIO    AXDKADA    Y    SILVA  45 

x\iidrada  y  Silva,  fué  desterrado  con  sus  hermanos,  pero   con   una 
])ensi(')n  del  o'obierno  imperial. 


lY 


Cinco  años  más  tarde',  pisaba  de  nuevo  Andrada  el  suelo  patrio,  en 
donde  vivi()  alejado  de  la  política  hasta  1831.  El  Brasil  había  atravesado 
situaciones  dificilísimas:  la  tormenta  política  rugía  y  amenazaba  al 
Imperio  y  á  las  nuevas  instituciones,  llevando  á  D.  Pedro  I  hasta  la 
abdicación,  en  7  de  Abril  de  1831. 

Andrada  fué  uno  de  los  tutores  del  nuevo  emperador  D.  Pedro  II,  y 
i*es(')  fii  ese  cargo  en  1833. 

Su  larga  y  brillante  carrera  se  prolongó  aún  cinco  años  más,  y  á 
los  setenta  y  cinco  de  edad,  bajó  á  la  tumba,  dejando  inmenso  vacío  y  el 
recuerdo  imperecedero  de  su  sabiduría,  de  sus  revelantes  prendas  como 
ciudadano  y  de  la  sencillez  de  sus  costumbres. 

Fai  1872.  se  levantó  en  Río  Janeiro  la  estatua  en  bronce  del  patriota 
insigne,  v  el  emperador  Pedro  II,  presidió  tan  justo  y  solemne  acto, 
digno  del  monarca  liberal  y  sabio  reformador  y  del  que  había  vivido 
consagrado  á  los  intereses  y  gloria  del  Brasil. 


JOSÉ   BALLIVIÁN 


É  uno  de  los  soldados  que  con  poderoso  brío  con- 
tribuyeron á  convertir  en  naciones  los  pueblos 
conquistados  por   la   España   del   si<2;lo  xví. 

Pertenecía  á  familia  bien  acomodada  y  vi(')  la 
primera  luz  en  la  Paz  de  Ayacucho,  en  el  mes  de 
Mayo   de   1804. 

Como  cadete  sirvicS  con  las  tropas  españolas: 
pero  el  amor  á  la  patria  le  llev(>  nuiy  joven  bajo 
las  órdenes  de  José  Miguel  Lanza,  ilustre  guerrillero 
boliviano  que  jamás  cedió  ante  las  armas  realistas, 
y  que  desde  1811  á  1824,  enarbol()  la  bandera  revo- 
lucionaria y  se  hizo  temible  á  los  ejércitos  de  Laserna  y  Olañeta. 

Lanza  es  uno  de  esos  tipos  de  las  antiguas  tradiciones  que  ])re()cupan 
la  imaginación  con  sus  hazañas;  es  el  atrevido  campe(')n  de  la  Edad 
^ledia;  el  moderno  cruzado,  que  en  vez  de  medir  sus  armas  con  los  infie- 
les para  reconquistar  el  sagrado  espacio  (jue  por  algunas  horas  fué  la 
tumba  del  más  insigne  de  los  legisladores,  del  más  heroico  de  los  márti- 
res, las  medía  con  los  españoles  para  recuperar  el  patrimonio  de  los 
incas  á  la  sombra  del  estandarte  del  Derecho  y  predicando  el  evangelio 
de  la  libertad. 

Toda  la  familia  de  Lanza  perteneci()  á  tan  sublime  hueste;  pero  entre 


JÓSE    BALLIVIAX 


.losÉ    liALr.iviÁx  47 

sus  lierniauos,  uiuuuuo  como  José  Miguel  podría  ser  el  héroe  de  una 
novela,  en  la  ([ue  rebosaría  la  originalidad  de  los  episodios  y  lo  extraño 
de  aquel  ser  valiente,  audaz,  con  brazo  de  hierro  y  corazi'ni  de  acero. 

Su  bravura  conípiistó  grado  por  grado  el  de  general,  que  le  otorg(') 
el  Gobierno  de  Buenos  Aires,  y  niuri(3  como  leal,  defendiendo  al  noble 
Sucre  en  el  motín  de  cuartel,  ([ue  cost()  uii  brazo  al  vencedor  de  Aya- 
cucho. 


II 


Todos  a([uellos  (pie  se  habían  formado  en  la  escuela  de  Lanza  y  al 
calor  de  su  entusiasmo  patri()tico,  fueron  valerosos  y  ad(piirieron  mere- 
cida fama  C(^mo  guerreros  y  patriotas.  Entre  los  más  insignes,  citaremos 
á  José  Ballivián,  ([uien  ,  durante  las  luchas  civiles  de  Bolivia  ya  cons- 
tituida en  Repéiblica ,  pele(')  con  fortuna  v  valor,  elevándole  acpiél  á 
teniente  coronel:  v  cuando  el  protector  Santa  (U'uz  marcln)  al  Peni, 
sigui(')  l)ajo  su  bandera,  distinguiéndose  en  la  campana  de  pacificaci(5n 
v^  siendo  ascendido  á  general  en  la  batalla  de  Yanacocha  ,  en  la  cual 
despleg(')  el  ari'ojo  y  pericia  de  los  héroes. 

En  I  chumayu,  combati(')  contra  el  desventurado  y  bizarro  Salaverry^, 
que,  entusiasta  por  el  arrojo  de  su  enemigo,  le  felicit()  sinceramente  y  le 
manifest(')  su  admiraci<')n. 

!Más  tarde  forme')  parte  de  la  expedicicni  ;í  Paucarpata,  la  cual,  sin 
combatí',  (li()  por  resultado  el  pacto  (pie  lleva  su  nombre. 

Era  Hallivijín  de  car;ícter  enérgico,  in(j[uieto  y  ambicioso;  y  aun 
cuando  no  dotado  de  gran  ilustraci<')n ,  poseía  natural  inteligencia  y 
facilidad  para  achpiii'ir  los  conocimientos  (pie  le  faltaban  y  el  l)arniz 
social  j)ara  el  mando  supremo  al  cual  aspiraba. 

Dui'ante  su  estancia  en  Lima  y  unido  por  amistoso  lazo  con  el  ilus- 
trado español  José  .loa([uín  de  ^íora  ,  recibi»)  de  éste  lecciones  de  filoso- 
fía y  de  literatura,  tomand<^  á  la  vez  algo  de  su  aspecto  y  de  su  trato, 
condiciones  ([ue  en  no  lejana  época  le  hicieron  más  culto  en  la  forma  y 
más  sagaz  en  el  fondo. 


48  AMERICANOS    CÉLKBRKS 


111 


Vencido  Santa  Cruz  en  Yungay  y  disuelta  la  confederación,  subi('t 
Velasco  al  poder  como  presidente  interino,  formando  el  «gobierno  que  se 
llannS  de  la  Restauración,  j  contra  el  cual  se  pronunció  el  general 
Ballivián,  proclamándose  jefe  supremo  apoyado  por  una  parte  del 
ejército. 

La  campafia  le  fué  desfavorable,  y  después  de  inútiles  esfuerzos 
vióse  obligado  á  desistir  por  entonces  de  sus  planes  y  á  refugiarse  en  el 
Perú,  acechando  desde  Puno  el  momento  á  })rop()sit<)  j)ara  renovar  la 
lucha. 

Por  entonces  firmóse  el  tratado  perú -boliviano,  y  hechas  las  elec- 
ciones populares  parecía  haberse  consolidado  Velasco,  electo  Presidente 
constitucional,  cuando  un  nuevo  acontecimiento  turbó  el  orden  y  fué 
causa  de  terribles  castigos. 

El  batallón  Legión  se  sublevó  en  Oruro,  aclamando  al  general  Balli- 
vián como  jefe  del  Estado:  el  Gobierno  sofocó  el  pronunciamiento  con 
enérgica  entereza,  y  no  vacil<)  en  hacer  pesar  sobre  los  culpables  todo 
el  rigor  de  la  ley;  pero  casi  al  propio  tiempo  tenía  lugar  otro  levanta- 
miento acaudillado  por  el  general  Agreda  y  en  favor  del  protector  Santa 
Cruz.  El  Presidente  fué  hecho  prisionero,  y  los  vencedores  organizaron  el 
gobierno  de  la  Regeneración ,  en  momentos  en  ([ue  varias  de  las  pobla- 
ciones se  pronunciaban  en  favor  de  Ballivián.  Velasco,  desterrado  en 
.Tujui,  intentaba  recobrar  el  poder  en  Tarija,  y  (lauíarra  invadía  Bolivia 
pretextando  oponerse  al  triunfo  de  Santa  Cruz.  ¿Ccuno  salvar  tan  difíciles 
circunstancias  y  tan  encontrados  hechos  que  amenazaban  convertir  al 
país  en  un  caos,  en  un  abismo  de  males  y  en  campo  de  odios  y  ambicio- 
nes? Tales  fueron  los  cimientos  para  la  elevación  de  Ballivián,  que 
proclamado  por  el  ejército  como  salvador  de  la  patria,  volvió  del  destie- 
rro á  recibir  del  mismo  Velasco,  las  tropas  que  todavía  le  eran  fieles 
para  combatir  á  Gamarra,  acampado  y  fortificado  en  Viacha. 

Ballivián  organizó  su  ejército  en  Sicásica  y  se  puso  en  marcha  con 
cuatro  mil  hombres,  situándose  en  la  llanura  de  Yngavi ,  á  donde  fué  ;í 
encontrarle,  abandonando  sus  posiciones,  el  poco  prudente  Gamarra. 


JOSÉ    BALLIVIÁN  49 

Empeñóse  el  combate,  indeciso  por  la  porfía  de  ambos  ejércitos  y  el 
arrojo  de  los  jefes  de  uno  y  otro  bando:  una  parte  de  las  tropas  perua- 
nas perdía  terreno  y  se  dispersaba:  los  bolivianos  cargaron  con  más 
brío  sobre  el  centro  del  enemig-o  que  hacía  desesperada  resistencia, 
cuando  decidió  la  batalla  el  general  Clamarra,  que  herido  de  muerte, 
cay()  combatiendo.  La  victoria  de  los  bolivianos  fué  completa,  y  el  ejér- 
cito invasor,  desbandado,  perseguido  y  en  parte  prisionero,  no  podía 
disputar  la  palma  á  Ballivián. 


IV 


El  Dictador,  arrullado  por  el  aura  popular,  engreído  con  el  triunfo  y 
omnipotente,  fué  arbitro  de  la  suerte  de  Bolivia,  y  más  que  nunca  conso- 
lide') el  militarismo,  poderoso  siempre  en  la  tierra  predilecta  de  Bolivar. 

No  puede  negarse  á  Ballivián,  su  acierto  político  al  rodearse  en  su 
administración  de  elevadas  inteligencias  y  de  honrados  ciudadanos.  Su 
noble  aspiración  para  las  reformas  útiles,  el  impulso  á  la  instrucción 
pública  que  tuvo  eficaz  auxiliar  en  el  sabio  hombre  de  Estado,  en  el  pru- 
dente y  docto  boliviano,  ministro  de  Instrucción  pública,  D.  Tomás 
Frías. 

La  escuela  de  cadetes  creada  en  la  Paz,  la  conversión  de  la  Deuda, 
la  iniciativa  para  la  Cajas  de  Ahorros;  la  creación  de  la  Comisión  de 
Estadística  y  los  empadronamientos,  son  hermosas  páginas  de  aquella 
época  y  honran  al  Dictador. 

Uno  de  los  más  bellos  pensamientos  de  Ballivián ,  fué  renovar  el  de 
Bolívar,  para  reunir  un  Congreso  americanista  y  establecer  fraternal 
apoyo  entre  los  pueblos  del  nuevo  Continente  é  inquebrantables  lazos 
provechosos  para  su  prosperidad. 

Desgraciadamente,  las  perdurables  desavenencias  entre  el  Perú  y  la 
Repiiblica  boliviana,  hicieron  imposible  tuviera  feliz  éxito  la  idea  gran- 
diosa y  benéfica  del  Libertador. 

Varias  conspiraciones  atentatorias  contra  la  autoridad  del  jefe  supre- 
mo, fueron  motivo  de  crueles  ejecuciones,  sin  que  por  el  temor  cesaran 
los  conatos  de  revolución,  y  uno  de  ellos  fué  acaudillado  por  el  coronel 


50  AMKKICAX08    CÉLKF.IfKS 

Isidoro  Bt'lzii,  '  que  asaltó  el  palacio  resuelto  á  cometer  el  asesinato  de 
Balliviáu,  scg'ún  opinión  de  al<i'unos  historiadores;  pero  éste  se  saly(> 
escalando  una  muralla,  y  como  los  soldados  insurrectos  vieran  llejj;"ar 
<los  batallones,  vacilaron  y  retrocedieron.  Belzu,  desconñ(')  de  su  lealtad 
V  abandonííndolos,  emprendió  la  fn:L>a. 


Perú  V  Bolivia  se  aprestaban  otra   vez  á    la   í>uerra,    v   ésta   hacía  , 
crecer   la  animosidad  contra  el    [^residente  aumentando  el  descontento 
:Lieneral,  que  se  manifestaba  por  frecuentes  conjuraciones  y  la  intranqui- 
lidad y  agitación  que  en  todo  el  país  reinaba. 

El  Congreso  de  1847,  había  negado  su  voto  en  favor  de  la  contienda 
(pie  el  general  Ballivián  v  el  mariscal  (■astilla,  intentaban  resolver  con 
las  armas  en  la  mano,  en  vez  de  cpie  la  diplomacia  y  la  buena  fe  resta- 
blecieran la  armonía  entre  ambos  (Tol)iernos. 

La  efervescencia  había  llegado  á  su  colmo,  y  el  Sur  se  levantaba 
contra  el  Dictador  para  derrocar  la  ('Onstitución  de  1S4,-),  y  poner 
vigente  la  de  1839. 

El  general  Ballivián  march(')  al  frente  de  las  tropas  que  estaban  des- 
tinadas para  la  guerra  del  Perú  y  ganó  la  batalla  de  Vitichí;  ])ero  com- 
])rendiendo  ([ue  su  prestigio  y  popularidad  decaían,  desisti(>  de  la  lucha 
V  firmó  el  tratado  de  libre  comercio,  por  el  cual  el  Perú  no  debía  impo- 
ner derechos  á  las  mercancías  de  paso  por  Arica  para  Bolivia,  ni  ésta 
acunar  en  lo  sucesivo  moneda  feble;  pero  si  bien  la  causa  primordial 
([ue  había  agitado  al  país  desaparecía,  no  consiguió  Ballivián  restable- 
cer su  prestigio  que  minaba  Belzu,  hasta  que  consiguió  contar  con  gran 
parte  del  ejército. 

No  era  Ballivián  hombre  capaz  de  resignarse  ni  de  abrigar  temor  de- 
sús enemigos,  pero  rechazaba  instintivamente  la  idea  de  la  contienda 
civil,  y  resolviendo  abandonar  el  mando,  lo  entregó  en  manos  del  Pre- 
sidente del  Consejo  de  Estado,  y  ])oniéndose  al  frente  del  ejército  fiel,  se 
dirigió  hacia  el  Norte  para  emprender  la  campaña  contra  Belzu. 

'     Presi'.lonto  más  tarde  de  Bolivia.  —  Muerto  en  una  revuelta  siendo  jiro.-idento  Melgarejo. 


.losK  i;a[.li\iax 


ol 


Kl  coincnciiiiiciito  de  (\uv  la  iiisurrec'ci<ni  era  viu'orosa  y  extensa, 
aíiriiu)  su  pr(>j)(')sit()  de  alejarsi-  no  s(')l()  de  la  política,  sino  de  Bolivia: 
sali<'>  [)ai-a  (Miile  y  de  allí  pase'»  más  tarde  al  Brasil,  convencido  de  que 
el  aura  popular  es  Noluble  como  las  olas,  (pie  si  liov  apacibles  a'  suaves 
acarician  \'  arrullan,  mañana  altivas  y  amenazadoras  arrastran  al 
abismo. 

l>alli\  ian  muri('>  en  ivío  .bineiro,  en  1X52. 


JUAN  JOSÉ   FLORES 


REEKÍAMOS  faltar  al  })]an  de  nuestra  obra,  si  liahicii- 
(lo  colocado  en  ella  i'i  los  que  iniciaron  la  indepen- 
dencia en  cada  país  americano  ,  no  niencion/iranios 
al  primer  presidente  de  la  república  del  Ecnad(^r, 
(jue   si   bien   venezolano    de   nacimiento,  tuvo  su   prin- 
cipal escenario  político  en  el  suelo  ecuatoriano. 

Era  hijo  de  español,  y  naci«')  en  Puerto  (^abello  en 
Julio  de  1<S(J0.  vSu  primera  infancia  la  pas()  al  cuidado 
de  I).  Mcente  ^Molina,  sujeto  de  honradez  acrisolada 
V  de  carácter  franco  v  bondadoso. 
La  g'uerra  en  Venezuela  había  tomado  ya  un  carácter  fuer- 
temente agresivo,  y  Juan  José  Flores  vi(')se  obligado  á  emigrar 
de  su  ciudad  natal  á  Valencia,  en  donde,  á  la  corta  edad  de  doce 
años,  se  dedic()  á  practicar  la  Cirugía,  presenciando  los  tristes  días  d(d 
primer  sitio  de  la  ciudad  ])or  Ceballos  y  los  del  segundo  por  Boves  y 
Morales,  cayendo  en  poder  de  éstos  cuando  la  ])laza  capitul(>,  en  1S14. 
Salvado  Flores  como  por  milagro  con  dos  de  sus  compañeros,  fué 
conducido  á  Barinas  prisionero,  y  allí,  protegido  por  uno  de  los  jefes, 
se  consagró  al  comercio,  pues  que  su  patrimonio  era  corto  y  le  precisaba 
aumentarlo  con  su  trabajo,  hasta  que  más  tarde  se  le  traslad()  á  Guas- 
dualito,  en  donde  permaneció  durante  algún  tiempo  con  sus  dos 
amÍ2"os. 


JUAX    JOSÉ    FLORES 


JUAN    JOSÉ    FLORf:S  53 


II 


La  carrera  militar  de  Juan  José  Flores,  comenzó  al  cumplir  los 
catorce  anos,  que  nombrado  cadete  y  poco  después  alférez  por  el  l)ri<j;'a- 
dier  patriota  liicaurte,  formó  parte  de  a([nel  ejército  del  Apuré^  tan 
denodado  como  célebre  en  los  anales  de  la  independencia  venezolana. 

Ya  en  algunas  pág-inas  de  este  libro,  hemos  reseñado  los  combates  y 
^  ictorias  de  tan  famosa  época,  y  en  ésta  se  distinf»'uió  Flores  por  su 
bizarría,  su  serenidad,  empeño  y  subordinación:  día  por  día  fué  ascen- 
diendo y  formándose  en  la  escuela  del  Libertador,  del  g'eneral  Páez  y  de 
otros  jefes  (pie  ya  gozaban  alta  fama  militar. 

Ostentaba  sobre  su  pecho  la  cruz  de  Libertadores  cuando  marchó  á  la 
Nueva  (iranada  en  pos  de  nuevas  gdorias:  en  1S20  fué  ascendido  á 
teniente  coronel,  y  en  1S21  se  batió  en  Carabobo  y  era  jefe  de  Estado 
?iIavor  en  el  ejército  de  Occidente. 

Asisti(')  á  todas  las  funciones  de  armas  que  fueron  corona  de  Bolívar, 
v  en  Cuenca,  estando  á  su  cargo  el  Estado  Mayor,  general  libertador, 
alcanz('»  el  ascenso  á  coronel. 


III 


Va\  1.S2o,  desgraciado  en  el  mando  civil  y  militar  de  Pasto,  vivió 
retraído  en  Popay/m,  hasta  (pie  se  le  nombró  segundo  del  general 
Salom,  volviendo  á  encargarse  en  1.S24  del  mando  en  jefe  de  aquel 
cuerpo  de  ejército,  que  triunf()  en  Sucuimbio  y  pacificó  Pasto,  termi- 
nando la  guerra  del  Sur. 

Ya  entonces  era  Flores  comandante  general  del  Ecuador,  y  como  su 
valor  y  pericia  se  hicieron  aún  más  notables  en  la  sublevaci()n  militar 
de  Quito  y  (Guayaquil,  fué  ascendido  á  general  de  brigada  y  conquistó 
la  gratitud  del  pueblo  ecuatoriano:  la  conducta  del  general  Flores,  en 
los   momentos   en   que  la  tercera  división  colombiana  sublevada  en  el 


54  A^IEEICAXOS    CÉLEBRES 

Peni,  intentaba  llevar  la  íi'iierra  á  ('(^lonibia.  t'iu'  valerosa  v  divina,  y  mi 
tact(^  V  esfuerzo  llev(')  ;í  feliz  término  la  eonti'arrc'voluei<'»n. 

Nonil)ra(lo  para  el  mando  en  jefe  del  ejército  de  operaciones  en  la 
defensa  contra  las  tropas  peruanas,  y  concentradas  sus  fuerzas  en 
Cuenca,  reconoci(')  al  insio-ne  luariscal  de  Avacucho  como  director  de  la 
campaña.  ?í  (piien  l>olivai'  acababa  'de  investir  con  plenas  facultades  v 
con  el  mando  civil  y  militar  de  los  tres  departamentos  del  Sur,  (jue- 
dando  Flores  de  comandante  en  jefe.  En  la  batalla  de  Tarípii,  el 
denuedo  de  Flores  y  su  impetuc^sidad  en  el  combate,  «¿'anaron  cd  asccíiso 
á  g-eneral  de  divisiíni .  (pie  Sucre  le  otor,ii'(')  en  el  mismo  cam))o  de  batalla 
con  el  valiente  O'Leary.  (pu'  ;í  su  vez  fué  ascendido  ;'i  ueneral  de 
brigada. 

La  acción  de  Tarípii  di(')  por  resultado  v\  desaliento  en  il  ejército 
])cruano,  el  convenio  de  Oir<')n  v  la  retirada  de  Lámar. 

El  comportamiento  de  Mores  fué  tan  l)rillante  en  a(piel  combate  v 
durante  toda  la  campana,  ([ue  el  Libertador  le  decía  en  una  de  sus 
cartas: 

«Diez  millones  de  uracias,  mi  (pierido  Flores,  por  tan  inmenso  ser- 
vicio á  la  patria  y  á  la  gloria  de  Colomlua:  yo  dcd)o  ;í  V.  nnudio.  inñ- 
nito;  más  de  lo  (pie  puedo  decir.  Los  servicios  de  \.  no  tienen  precio  ni 
i-ecompensa:  pero  era  mi  de))er  mostrar  la  üratitud  de  (V)loml)ia  hacia 
usted.  Quise  enviarle  desde  Popayán  el  despacho  de  general  de  (b^  isié)n. 
mas  no  hubo  yía  seuu ra :  TaiMpii  se  lo  (li(').  y  esto  vale  unís 

En  otra,  fecha  IS  de  ]\Iarzo.  decía  el  Libertador: 

«Me  llena  Y.  de  liozo  con  las  expresiones  de  consa«^racié)n  con  <pie 
empieza  Y.  su  carta.  Las  heridas  (pie  Y.  deseara,  las  hubiera  sufrido  mi 
coraz(')n  con  mayor  dolor  (pie  Y.  mismo:  su  ])ér(lida  sería  irreparable 
para  Colombia,  para  la  amistad  y  para  nuestra  gloria.  Va  V.  se  ha 
sentado  entre  los  inmortales,  y  por  lo  mismo  no  (Ud)e  ))erecer.  Estoy 
lleno  de  gratitud  por  Y.,  pues  sus  servicios  en  esta  ocasiíui,  han  sido 
imcomparables:  todo  el  mundo  está  lleno  de  admiracicui  ])or  Y.:  pero  la 
mía ,  creo  no  tiene  rival » . 

El  premio  á  tan  brillantes  servicios,  fué,  además  del  generalato,  ( 1 
mando  civil  y  militar  del  Sur,  con  el  cargo  de  Prefecto  general  y 
comandante  en  jefe  del  ejército. 


¡CAN    .)(>>!•;    FLOIÍKS 


IV 


Llegó  el  MÜo  de  I80O,  fecundo  en  acontecimientos  ([iie  fueron  de  gran 
trascendencia  para  América.  La  gran  república  de  Colombia  dejaba  de 
existir  para  formar  tres  naciones,  y  caía  envuelta  en  el  sudario  de  Boli- 
var,  su  inmortal  fundador.  Venezuela  había  dado  su  primer  paso  y  el 
Ecuador  sigui(')  sus  huellas. 

Varias  de  las  autoridades  de  la  })rovincia  de  Pasto,  pidieron  la  sepa- 
raci(')n  de  Colombia  del  departamento  del  Cauca  é  incorporaci<)n  al 
Ecuador. 

Flores  accedi(')  á  la  solicitud,  y  dio  cuenta  al  Poder  ejecutivo:  ])ero  el 
prefecto  del  Cauca  y  el  comandante  g-eneral  José  María  Obando  protes- 
taron,  marchando  el  último  con  tropas  para  impedir  la  desmembración 
de  territorio. 

Los  tres  de])artamentos  que  habían  formado  la  antigua  presidencia 
de  Quito,  estaban  decididos  á  separarse  de  la  gran  re])ública  y  crear 
naci()n  independiente  como  Venezuela,  si  bien  la  Prefectura  general 
constituida  por  Bolívar,  hacía  estuvieran  administrados  como  país  libre 
y  extraño  al  Gobierno  central. 


V 


El  día  12  de  Mayo  de  1830,  el  Dr.  Ramón  Miño  se  dirigió  á  Flores, 
manifestando  en  respetuosa  comunicaciíui ,  que  el  pueblo  ecuatoriano 
ansial)a  usar  de  sus  derechos  y  organizar  su  administracicni ,  para  L^ 
(jue  ])edía  la  convocatoria  de  una  asamblea  que  decidiera  en  tan  impor- 
tante cuestión. 

Flores  accedi(')  sin  vacilar,  cual  si  no  fuera  extraño  al  pensamiento 
de  separaciíju,  y  al  día  siguiente,  18,  reunidos  en  el  salón  de  la  Univer- 
sidad de  Quito  los  vecinos  más  autorizados,  declararon  al  Ecuador 
estado  libre  é  independiente,  y  al  general  Juan  José  Flores,  su  jefe 
supremo  civil  y  militar. 


5G  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Debía  reunirse  un  Cong-reso  constituyente,  después  que  los  pueblos 
expresaran  en  actas  su  voluntad  soberana  ])ara  organizar  el  (lobierno 
nacional.  El  81  de  Mayo,  expidió  Flores  el  decreto  convocando  el  Con- 
£>'reso  constituyente,  del  que  la  ciudad  de  Riobamba  había  de  ser  el 
centro,  y  desde  entonces  pudo  considerarse  al  Ecuador  independizado  de 
Oolombia  y  á  Flores  presidente  de  la  República.  Entre  tanto,  las  faccio- 
nes desgarraban  la  tierra  colombiana,  haciendo  vacilar  la  nave  del 
Estado,  sin  que  los  esfuerzos  de  Mosquera  ni  del  discreto  (-^alcedo  pudie- 
ran conciliar  los  partidos  ni  las  exigencias  de  las  tropas,  relativas  á 
sueldos  atrasados  y  pag'o  de  éstos  cuando  las  cajas  estaban  vacías  y  el 
Gobierno  era  impotente  para  salvar  la  dificilísima  situaciini. 

Bolivar,  salía  ya  para  la  costa  puesto  fuera  de  la  leij  por  el  Cong-reso 
de  Venezuela. 

El  Ecuador,  en  aquella  memorable  época,  fué  tan  ag^'adecido  como 
noble,  levantando  acta  de  respetuosa  admiraci(3n ,  de  cariño  y  de  piedad 
para  el  Libertador. 

«Señor,  —  decía,  —  servios  eleg'ir  para  vuestra  residencia  esta  tierra 
que  os  adora  y  admira  por  vuestras  virtudes:  venid  á  vivir  en  nuestros 
corazones  y  á  recibir  los  homenajes  de  gratitud  y  de  respeto  que  se 
deben  al  g-enio  de  la  América,  al  Libertador  de  un  mundo». 

El  Cong-reso  del  Ecuador  dictó  en  24  de  Septiembre  el  decreto  que 
proclamaba  Padre  de  la  Patria  y  Proteetor  del  Sur  de  Colondtia ,  al  héroe 
de  tantas  hazañas. 


Y I 


En  11  de  Septiembre  de  ISoO,  reunido  el  Cong-reso  ecuatoriano  en 
Riobamba,  nombró  Presidente  á  Flores  y  Vicepresidente  al  sabio 
Ohnedo,  y  constituyó  al  país  satisfaciendo  el  voto  po})ular. 

No  tardaron  en  sobrevenir  graves  conflictos  que  amenazaron  la 
naciente  República  y  fueron  base  de  nuevos  triunfos  para  el  general 
Flores. 

El  espíritu  revolucionario  que  en  Bog-otá  se  manifestaba  entre  el 
ejército,  se  extendió  hacia  Guayaquil  en  momentos  en  que  el  general 
Flores  se  encontraba  en  Pasto  sosteniendo  la  manifestación  del  Cauca, 


.ir.VX    JOSÉ    FLOHKS  57 

í'avñr;i1)k'  á  su  auexiúii  al  Ecuador  y  rechazando  las  pretensiones  de 
integridad  (|ue  abrig'aba  C/olonibia. 

El  g'eneral  Luis  Urdaneta  llei^'ó  á  (íuavatiuil,  é  invocando  el  sag'rado 
nombre  de  Bolívar  entre  los  oficiales  y  soldados  acantonados  en  aque- 
llos puntos,.  consi<iUÍó  sublevarlos  contra  las  nuevas  instituciones,  pro- 
clamar al  Libertador  y  la  reincorporación  á  Colombia. 

En  Cuenca  y  en  otras  poblaciones,  siguieron  las  tropas  el  mismo 
ejemplo,  hasta  llegar  la  rebelión  á  Quito,  en  donde  la  oficialidad  y  jefes 
de  granaderos  se  unieron  al  movimiento  de  (ruayaquil,  apoyados  })or 
izenerales  apasionados  por  el  Libertador;  y  creyendo  que  éste  había  de 
^'olver  á  tomar  el  niando  en  Colombia,  se  adueñaron  de  la  población 
el  í)  de  Diciembre,  aun  cuando  á  este  pronunciamiento  siguió  el  11  una 
<:'ontrarrevoluci<')n. 

Batidos  algunos  cuerpos  de  los  rebeldes  mandados  por  el  coronel 
^fanuel  INlaría  Franco,  y  merced  á  las  acertadas  operaciones  de  Flores, 
<[ue  se  había  apoyado  en  la  mayoría  del  país,  emprendió  la  campana 
contra  Frdaneta,  que  había  ocupado  á  liiobamba,  y  que  desechando 
algunas  proposiciones  de  paz,  hechas  para  ganar  tiempo  por  el  hábil 
Presidente,  adelant(')  hasta  Ambato,  y  allí,  atendiendo  á  nuevas  comu- 
nicaciones de  Flores,  estipuló  un  armisticio,  nombrando  comisionados 
})ara  un  arreglo  definitivo,  (pie  debía  ser  más  fácil  por  la  noticia  reci- 
bida de  (|ue  Bolívar  se  em1)arcal)a  para  Europa. 


VI  r 


Los  comisionados  del  Gobierno  y  los  del  jefe  colombiano  no  pudieron 
concluir  un  .<*onvenio:  pero  entre  tanto,  Flores  aprovechaba  para  orga- 
nizar sus  fuerzas,  hasta  que  Urdaneta  rompió  de  nuevo  las  hostilidades, 
sospechando  tal  vez  el  })lan  de  su  enemigo. 

l)es})ués  de  vacilaciones  por  ])arte  de  Urdaneta  y  astutas  maniobras  de 
Flores  para  alcanzar  la  deseada  paz,  se  llevó  á  efecto  ésta  con  una  tran- 
sacci'ni,  suspendiendo  la  campaña  ínterin  pudiera  averiguarse  si  Bolí- 
var tomaba  una  vez  más  el  mando  de  Colombia,  en  cuyo  caso  el  Estado 
del  Ecuador  reconocería  su  autoridad;  y  de  lo  contrario,  si  no  existiera 
<')  se  hubiese  ausentado,  debía  reconocer  I'rdaneta  al  Gobierno  del  Sur  y 


TíH  AMKKICAXOS    rKí.KBRKS 

someterse  á  su  coiistitucióii  y  leyes.  La  muerte  del  Libertador  v  la  uoti- 
eia  de  ella.  di<)  origen  á  (]ue  se  prouuuciaseu  los  pueblos  por  el  restahle- 
eimieuto  de  la  (^)ust¡tuci(ui ,  y  auu  cuando  el  gem'ral  eolomhiauo 
iuteut<)  continuar  la  guerra,  vi()se  precisado  á  desistir  por(jiU'  las  tropas 
le  abandonarou  pasáudose  al  general  Flores,  (jue  g'cneroso  y  nol)l(' 
|)roteg"ió  á  T'rdaneta  con  una  escolta  para  (jue  siu  riesgo  pudiera  salir 
del  Ecuador,  l^a  calma  se  restableci<')  eu  el  ])aís. 


V  1 1 1 


En  el  mes  de  Septiembre  de  18.-U,  se  reuuió  el  ])rimer  Congreso  cons- 
titucional, y  por  decreto  admiti()  la  iucorporaci<)U  del  departamento  del 
Cauca  al  Ecuador,  uiedida  desaprobada  por  el  ÍTobiei-no  de  Colombia  y 
causa  de  nuevos  trastornos. 

La  sublevaci<)n  de  los  soldados  del  batallón  Vargas,  en  Quito,  pudo 
acarrear  terribles  consecuencias,  y  sobre  todo  porcpie  la  vida  dv\ 
Presidente  estuvo  en  grave  riesgo,  y  debió  su  salvaciíui  á  su  agilidad  v 
al  loable  impulso  de  un  soldado  de  los  sublevados,  (pie  (lesvi(')  el  tiro 
destinado  á  matar  á  Flores. 

Muchos  de  los  culpables  perdieron  la  vida  en  la  perseeuci(')n  y  otros 
fueron  fusilados  en  Quito:  al  dar  cuenta  al  Cíuigreso  de  aípiellos  casri- 
gos,  decía  el  Presidente  en  su  mensaje: 

«Cuando  la  historia  del  Ecuador  refiera  ([ue  un  cuei-po  de  tro])a  (pie- 
brantó  las  leyes  de  la  obediencia  y  del  Innior  militar,  referirá  también 
(pie  la  espada  de  la  ley  cay()  sobre  las  cabezas  de  los  c(Mnplices  en  tan 
nefando  crimen,  y  (pie  ningvnio  de  ellos  sobrevivi(')  al  delito». 

En  aquella  legislatura  se  presentaron  varios  proyectos  para  premiar 
al  general  Flores  por  los  servicios  prestados  al  país  en  la  reciente  revo- 
lución, y  por  último,  se  di(')  un  decreto  declarando  al  Presidente  Bnirmí'- 
rito  de  ¡a  Patria  y  padrr  prolcdor  dcJ  Estado;  pero  el  general  Flores,  con 
honrosísima  modestia  no  lo  sanciouí).  juzgando  la  recompensa  inme- 
recida. 


.ll'AX    .lOsT;    FF.OHKS  51» 


IX 


Coineiizaha  el  ano  1S,')2,  diseutiéiidosc  por  los  (iobicnios  ecuatoriano 
V  colombiano  la  anexi('»n  del  ('auc^i,  defendiendo  el  i'dtinio  sus  derechos 
s(>l)re  aípiel  territorio  v  el  primero  apelando  á  una  coiiNcncifUi  de  ])leni- 
potenciarios  para  resolver  la  cuesti()n  de  límites. 

Ya  en  Poparán  había  tenido  lu^ar  un  pronunciamiento  encal)ezado 
])or  v\  ;^-eneral  I).  José  Hilario  L(')pez,  en  favor  de  la  reincorporación  ;í 
(^olombia. 

Los  (iobiernos  ecuatoriano  y  colombiano  no  estaban  dispuestos  á 
ceder,  v  el  o'eneral  Flores  resolvió  emplear  la  fuerza  de  las  armas  para 
cf)nservar  el  departamento  del  Cauca;  y  había  dictado  disposiciones  y 
escalonado  cnerpos  de  ejército,  cuando  el  Gobierno  central  envió  comi- 
sioiuxdos  para  restablecer  la  paz  entre  ambos  países,  en  virtud  de  un 
decreto  por  el  cual  el  poder  ejecutivo  reuniera  nn  Con,u'reso  de  plenipo- 
tenciarios de  Venezuela,  Colombia  y  el  Ecuador. 

Entabladas  las  negociaciones,  se  prolongaron  sin  obtener  resultado 
definitivo,  cuando  una  insurrecciíni  militar  consterm')  al  Ecuador  é  hizo 
im[)osi1)le  todo  conveni(^  con  los  comisionados  neogranadinos. 

Los  sul)levados  en  Latacunga,  cometieron  los  mayores  desórdenes  y 
recorrieron  ])arte  del  país  con  direcci(')n  á  (jluayaquil:  pero  el  coronel 
Otamendi  los  derrot(),  ([uedando  nnos  en  el  campo,  otros  (pie  huyeron 
desbandados  y  otros  fueron  pasados  por  las  armas. 


X 


Varios  sucesos  habían  determinado  la  cuestión  de  Pasto  en  favor  de 
Colond)ia,  precisamente  en  momentos  en  que  Flores  salía  de  Quito  con 
refuerzos  y  decidido  á  impulsar  vigorosamente  la  campaña,  en  la  cual, 
las  deserciones,  la  traición  y  los  pronunciamientos,  habían  tenido  tan 
desastroso  influjo.    La  retirada  de  la  división  que  mandaba  el  general 


(30  AMERICANOS    CÉLEBRES 

FaríVui,  fué  la  base  para  aquel  resultado;  y  aun  cuando  Flores  marcli''» 
hasta  Tuquerres,  vio  que  era  difícil  volver  á  apoderarse  de  Pasto,  ocupado 
ya  por  0])ando  y  fuerzas  neog'ranadinas:  entonces  trat(')  de  ajustar  mi 
armisticio,  y  sometido  al  Congreso  ecuatoriano,  éste  fué  de  opini(')n  (|ue 
Flores  viese  la  manera  más  adecuada  y  decorosa  para  el  arreglo  de  la>^ 
•diferencias  con  Colombia;  y  aquella  guerra  de  un  año,  fecunda  en  ren- 
cores y  en  tristes  episodios,  concluyó  por  un  tratado  de  paz  celebrad) 
el  8  de  Diciembre  de  1832. 

Flores,  durante  aquel  tiempo,  había  tenido  que  atender  á  la  luch  i 
interior  y  exterior  y  sufrir  las  consecuencias  de  insurrecciones  y  la  faltü 
de  patriotismo  en  los  mismos  jefes  que  mandaban  las  fuerzas  en  el  Cauca  : 
así,  pues,  si  muchos  lo  han  censurando,  empañando  su  gloria  de  soldado 
y  su  acierto  político,  otros  más  imparciales  y  justos,  culpan  á  las  cir- 
cunstancias especiales  que  le  rodearon,  y  que  salvó  con  sagacidad  y 
entereza. 


XI 


Ya  por  entonces  había  decaído  el  prestigio  del  general  Flores: 
los  pueblos  no  rinden  incienso  durante  largo  tiempo  al  mismo  ídolo;  los 
hombres  de  Estado  se  gastan,  y  el  entusiasmo  poi)ular  se  amortigua  con 
pasmosa  facilidad.  El  descontento  era  general  en  el  Ecuador:  todas  las 
clases  sufrían  por  la  deplorable  decadencia  de  la  Hacienda  y  la  })enosa 
crisis  monetaria,  ([ue  acarreaba  abusos,  contra  los  cuales  era  impotente 
el  Gobierno.  La  acuñación  de  moneda  falsa,  se  había  hecho  una  nece- 
í^idad,  y  hasta  las  mismas  autoridades  hacían  forzosa  la  circulación:  el 
favoritismo  de  que  disfrutaban  algunos  hombres,  en  detrimento  de  otros 
respetados  y  ([ueridos  por  el  pueblo;  el  desconcierto  que  reinaba  en 
todos  los  ramos  y  la  falta  de  medios  para  combatir  tantas  dificultades  y 
sacar  al  país  de  aquel  caos,  debía  dar  y  dio  por  resultado  una  revo- 
lución. 

Las  economías  que  el  Gobierno  puso  en  práctica,  los  buenos  deseos 
para  conjurar  el  mal,  fueron  ineficaces;  y  la  oposición  se  desencadenó 
contra   Flores  y  sus  ministros,   teniendo   por  elocuente  auxiliar   á  un 


JUAN   JOSK    FLORKS  Gl 

hombre  ([ue  debía  ocupar  en  la  historia  del  Ecuador  una  de  las  páginas 
más  bellas:  Vicente  Rocafuerte.  "■ 

El  (hiUcño  JJhre  era  por  aquel  tiempo  campo  de  acci<')n,  en  donde 
Aii^'orosamente  se  atacaba  al  Gobierno;  y  tales  carg-os  se  hicieron  al 
Presidente,  v  de  tal  fuerza,  que  éste,  con  digna  actitud,  tuvo  que  buscar 
en  la  ley  su  descargo  y  protecci()n. 

El  10  de  Septiembre  se  reuni(')  el  Congreso  constitucional;  y  corno- 
corría  muy  válida  la  voz  de  reelecci<ni  en  favor  del  general  Flores  para- 
la Presidencia,  éste,  en  su  mensaje,  desminti<S  el  dicho  con  hidalga  sin- 
ceridad. 

:<  Toca  al  (-ongreso, —  dijo, —  desmentir  con  su  sabiduría  los  rumores 
([ue  ])ara  mancillar  mi  honor  han  propagado  los  enemigos  del  reposo 
])úblico.  Si  mis  pequeños  servicios  tienen  alguna  aceptación  á  vuestros 
ojos,  os  pido  como  la  única  recompensa,  en  nombre  de  la  libertad,  que 
al  iniciar  las  reformas  que  demanda  nuestro  Código  fundamental,  no 
to([uéis  en  manera  alguna  aquel  artículo  cuya  alteración  pudiera  dar 
fundados  motivos,  para  que  se  creyese  que  yo  aspiro  ;í  la  reelección  de 
l^residente  >. 


Xlí 


Algunas  tentativas  para  alterar  el  orden  público,  dieron  origen  á 
cpic  se  le  otorgasen  á  Flores  facultades  extraordinarias,  empleada.; 
inmediatamente  en  disolver  la  sociedad  de  El  (Jn'iteño  Líhrr,  en  prender 
;'i  varios  de  sus  miem})ros  y  en  desterrarlos  al  extranjero;  y  como  la 
violencia  era  el  peor  de  los  medios  para  que  enmudeciera  la  oposición, 
ésta  fué  más  violenta  y  más  intransigente.  Algunos  diputados  manifes- 
taron su  descontento  por  las  amplias  facultades  concedidas  al  Presi- 
dente, entre  ellos  I\ocafuerte,  ([ue  fué  destituido  con  varios  y  desterrado 
al  Perú;  otros  desistieron  de  asistir  al  Congreso,  y  la  agitaci(')n  y  el 
malestar  lleg()  ;í  su  colmo. 

La  revoluci(')n  fué  un  hecho  el  día  12  de  Octubre,  en  que  el  coman- 
dante de  artillería  ^Mena,  levantó  en  Guayaquil  el  estandarte  de  la  rebe- 

'    Vúaso  su  biograí'la. 


G2  AMEIÍICAXO.S    CÉLEBRES 

li(')]i:  V  aun  cuaiido  los  primeros  jefes  de  ella  fueron  impopulares,  cont<') 
después  con  el  a})ovo  de  hombres  notables,  entre  ellos  Hoeafuerte,  que 
caminaba  ])or  el  Naranjal  en  direccicni  á  la  costa,  cuando  los  rebeldes 
fueron  á  su  encuentro  y  lo  llevaron  en  triunfo  á  (iuava(piil. 

Aprovechando  la  salida  de  Flore  ^i,  ({ue  marchaba  contra  los  pronun- 
ciados en  el  (xuayas,  se  tramó  un  levantamiento  en  Quito,  a-  la  conjura- 
ciini  que  desde  su  oi'i_i>en  tuvo  traidores  en  su  seno,  fué  delatada  y  no 
estalló  sino  para  hacer  víctimas  en  la  triste  noche  del  lí>  de  Octubre 
de  m\}\. 

La  revolución  en  (iuaya([uil  presentaba  aspecto  amenazador,  v 
tenía  á  su  cabeza  como  jefe  su})remo  á  Hoeafuerte:  Flores  contaba  con 
elementos  para  vencer,  y  mediante  una  hábil  estrate<iia  .  se  apoder(')  de 
h\  poblaci('>n  (|ue  haV)ían  abandonado  los  principales  jefes  revoluciona- 
rios, i)ara  refugiarse  en  la  fragata  (lolninhia ,  desde  donde  Eocafuerte 
continuó  la  resistencia  con  inmensas  diñcultades,  ])or  la  falta  de  víveres 
V  i\v  recursos  pecuniarios. 

En  lSo4,  se  multiplicaron  los  horrores  de  la  lucha  civil  en  el  departa- 
mento del  Guayas,  que  hizo  más  terrible  la  jíchre  amariJht  desencade- 
nada contra  los  infelices  ecuatorianos. 

En  el  interiíu*,  la  tea  de  la  discordia  ardía  también,  y  otro  jefe 
supremo  había  sido  aclamado  por  la  revoluci('>n. 

Entregado  por  traición  Rocafuerte  á  Flores,  éste,  sagaz  como  siem- 
pre, no  abrigó  ni  por  ini  instante  la  idea  de  manchar  su  nombre  con  la 
muerte  del  sabio  g'uayaíiuileuo,  y  se  propuso  hacer  de  él  un  amig'o. 

Ambos  deseaban  la  [)az:  y  Rocafuerte  acept(')  las  proposiciones  del 
g'eneroso  Flores,  ayudándole  después  en  la  tarea  de  pacificación,  larg'a 
y  refiida  en  el  norte  del  país,  porcpie  reconocía  por  caudillo  al  doctor 
don  José  Félix  Valdivieso. 

Al  concluir  el  ])eríodo  constitucional  del  general  Flores,  fué  nom- 
brado Rocafuerte  jefe  su])remo  del  Guayas,  y  como  continuaba  la  guerra 
civil,  encargó  á  Flores  el  mando  en  jefe  de  las  tropas,  poniéndose  éste 
en  campana  contra  el  ([ue  se  llamaba  Ejrrcito  íirsiaurado)',  mandado  por 
el  general  Barrig-a.  La  célebre  batalla  de  Miñarira ,  puso  fin  á  la  san- 
g-rienta  contienda,  y  ocupado  Quito  por  el  victorioso  y  magnánimo 
Flores,  se  organizó  el  Gobierno  provisional  de  Rocafuerte. 


.HAN'    JosK    r[.<»RKS  63 


XIll 


Kn  a([iR'llH  ()C;isi('ni  fué  lioiirosísiinn  la  conducta  de  Flores  y  .su  noble 
<M»iH})ortainient<>  con  los  vencidos  en  Quito,  entre  los  cuales  habían 
encarnizados  enenii<;os  suvos:  co))ianios  al<i'unas  de  sus  [)alabras  de  la 
j)roclania  ([ue  di*')  en  la  cai)ital. 

l*ara  facilitaros  este  examen,  tócame  deciros  (jue  ningún  ciuda- 
dano, ni  los  diputados  de  la  proscripción,  ni  el  mismo  üeneral  vencido 
([ue  vínc  entre  nosotros,  han  sido  molestados  ni  reconvenidos:  todos  dis- 
frutan de  las  íi'arantías  prometidas;  todos  <i'ozan  de  los  bienes  de  la  paz. 
Los  emij^rados  (¡ue  de  mí  solicitaron  permiso  para  volver  ;í  sus  hograrc'^^, 
lo  obtuvieron  sin  ninguna  restricci(')n,  y  los  (jue  no  han  participado  de 
este  l)eneticio,  es  sin  duda,  porque  no  han  (pierido.  mas  no  ])orque  les 
haya  puesto  estorbo  ni  embarazo  >. 

Después  de  la  llegada  de  Rocafuerte  á  Quito,  se  retir('>  ;í  su  hacienda 
de  Eh'irtí ,  situada  en  las  risueñas  nn'irgenes  del  Babahoyo,  y  reunida  la 
Oonvenci()n  de  Ambato  el  22  de  . I  unió  de  ISI)").  recibi()  el  decreto  de 
acciíhi  de  gracias  '  [)or  sus  victorias  y  empeño  en  afianzar  la  paz. 

Dos  ó  tres  veces  abandonó  su  retiro  para  vencer  á  los  ])erturbadores 
del  orden ,  y  por  completo  había  recobrado  su  infiuencia  política  y 
gozaba  de  mayor  prestigio  ([ue  anteriormente,  siendo  electo  senador 
en  IHoT  y  Presidente  de  tan  alta  (■ánnira:  concluido  en  l<S,->9.  el  fecundo 
y  ])enéfico  período  de  Rocafuerte,  ascendió  de  nuevo  al  solio  presiden- 
cial. En  1840,  se  renovaron  las  dificultades  en  la  Nueva  (iranada,  y 
Flores  intervino  y  apoyó  al  general  Herrán ,  y  en  1841,  con  facultades 
extraordinarias,  se  dirigió  á  Pasto,  que  por  decreto  del  (i  de  Mayo,  se 
puso  bajo  el  protectorado  del  Ecuador,  así  como  el  cantíni  de  Tuquerres. 

Durante  aquella  campaña,  el  general  Flores  sostuvo  combates,  ven- 
ció á  los  facciosos  y  á  los  indios,  y  pacificó  la  provincia  de  Pasto, 
poniéndola  en  manos  del  general  Mosquera  con  desinteresada  lealtad. 

El  año  de  1842,  se  pasó  tranquilo  y  consagrado  á  útiles  reformas  y  á 
la  administración  del  país. 


'     Vt'aso  H(jc:ti'uri-tj. 


G4  AMERICANOS    CÉLEBRES 

En  15  de  Enero  de  184,'],  se  rcnni(5  la  Convención  de  Cuenca,  que  san- 
cionó una  nueva  constitución  y  elev()  al  general  Flores  por  tercera  vez^ 
en  el  término  de  trece  anos,  al  mando  supremo;  v  aun  cuando  estalló 
una  insurrección  cimentada  en  un  impuesto  decretado  por  la  C<uiven- 
ción  V  se  sucedieron  las  conspiraciones,  el  Clobierno  sali()  vencedor  de 
ellas,  y  continuó  su  marcha  sin  que  en  1844  se  turbase  el  orden 
público. 

En  Guayaquil,  se  maquinaba  desde  hacía  algún  tiempo,  y  en  abierta 
lucha  desconocieron  los  revoltosos  al  presidente  Flores,  estableciendo 
un  (xobierno  provisional:  en  aquella  insurrección,  tonu')  parte  activa  el 
gobernador  de  Manabí,  José  Alaría  Turbina,  '  amigo  de  Flores,  joven 
popular,  inteligente  y  ambicioso  de  renombre. 

El  pronunciamiento  de  Guayaquil  lleg(')  á  noticia  de  Flores,  cjue, 
decidido  á  sofocarlo,  salió  inmediatamente  para  la  costa;  pero  enfermo 
en  La  Tacunga,  hubo  de  detenerse  algunos  días  y  hacerse  conducir  en 
liiimaca  hasta  Guaranda,  desde  donde  dictó  sus  (u-denes. 

El  general  Otamendi,  que  había  tomado  posiciones  y  fortifici'ulose  en 
Elrira,  hacienda  perteneciente  á  Flores,  fué  atacado  por  las  tropas 
revolucionarias  mandadas  por  el  veterano  general  Elizalde. 

El  combate  fué  sangriento  y  completa  la  derrota  de  los  sublevados. 

Seis  días  más  tarde,  Elizalde  había  reorganizado  su  ejército  en  Gua- 
ya([uil,  y  volvía  para  combatir  de  nuevo,  cuando  va  Flores  se  encon- 
traba en  Babahoyo;  el  resultado  de  esta  segunda  tentativa,  fué  tan 
infausta  para  los  sublevados  como  la  primera.  La  guerra  se  había  gene- 
ralizado en  el  interior,  y  en  varios  encuentros  fueron  vencidas  las 
tropas  del  Gobierno;  los  motines,  las  insurrecciones  se  multii)licaban 
por  todas  partes,  y  la  situaciíúi  de  Flores  lleg()  á  ser  en  cada  hora  más 
difícil.  Sin  embargo,  aun  contaba  con  hombres  fieles  y  soldados  aguerri- 
dos, cuando  tonu)  una  determinaci()n  que,  considerada  bajo  el  punto  de 
vista  del  patriotismo,  fué  grande,  generosa  y  noble. 

Con  ella  evit()  mayores  conñictos  y  derramamiento  de  sangre  de 
hermanos.  Flores  propuso  al  general  en  jefe  del  ejército  enemigo,  la 
suspensión  de  hostilidades,  y  aceptada,  se  entablaron  negociaciones 
de  paz. 


'     Presidonto  más  tardo  del  Ef  nador:  on  r.atnral  do  Ambnto:  homhro  dotado  do  tdaro  talento  y  do  eraad 
íictividad;  hoy  vive  modostamonto  en  Babahoyo.  provincia  do  Los  Ríos. 


.H'AX    JOSÉ    l-LOKKS  65 


El  17  de  Junio  de  1(84"),  se  celebr*')  el  tratado  en  la  hacienda  de  A'ir- 
üinia,  estipulando  por  convenio  adicional,  que  el  <¿'eneral  Flores  se 
ausentaría  del  Ecuador  y  permanecería  en  el  extranjero  por  espacio  de 
dos  años;  que  se  le  conservarían  sus  orados,  bienes,  honores  y  rentas; 
(][ue  se  le  pagaría  cuanto  le  fuera  adeudado  y  la  suma  de  veinte  mil 
l)esos  para  vivir  en  Europa ,  así  como  se  le  entregaría  á  su  esposa  la 
mitad  del  sueldo  que  á  él  correspondía  como  general,  y  que  ])asados  dos 
anos  podría  volver  á  su  patria. 

El  general  Flores  salió  en  el  bergantín  Seis  de  Mdrzo  con  rumbo  á 
Panamá. 


XIY 


La  revoluci<5n  del  G  de  ]\Iarzo  de  184"),  fué  completamente  popular  y 
base  de  la  Convención  de  Cuenca  del  mismo  año.  Quince  años  vivió 
Flores  lejos  del  Ecuador,  y  dolorosamente  afectado  por  la  anarquía  que 
reinaba  en  el  país,  intente)  en  una  borrascosa  época  llevar  una  interven- 
ci<)n  extranjera ,  medio  reprobado  y  censurado  por  toda  América  y  que 
no  tuvo  efecto,  por  la  protesta  ([ue  hicieron  en  París  y  Londres  los 
ministros  ecuatorianos. 

En  18G.-),  regresó  Flores  al  Ecuador  y  contribuyó  con  su  espada  al 
triunfo  de  García  Moreno,  contra  los  revolucionarios  en  Bodegas,  Paso 
del  Salado  y  Guayaquil.  ^ 

Más  tarde  volvi()  á  batirse  en  servicio  de  su  patria  adoptiva,  poco 
tiempo  antes  de  su  muerte  acaecida  por  el  año  de  18G4. 

Poseía  el  general  Flores  gran  afabilidad  de  carjicter,  con  la  cual 
seducía  hasta  á  sus  mayores  enemigos  y  se  hacía  simpático  á  primera 
vista;  era  burlón  con  gracia  y  amaba  las  ciencias  y  las  letras;  en  estas 
lUtimas  había  hecho  algunos  ensayos  no  desprovistos  de  inspiraci('»n 
V  facilidad. 


•  En  1850,  18Ó1  y  1860.  so  siicedioroii  las  revoluciojies  en  el  Ecuador:  en  1881.  fué  electo  presidente  García 
Moreno  hasta  ISBó;  en  18(39  volvió  á  ser  Presidente  hasta  187o;  entonces  pensaba  en  la  reelección,  cnando  fué 
asesinado  el  6  do  Agosto  <lo  1875  por  un  colombiano  llamado  Rayo,  despides  de  haber  ejercido  poder  a))solnto  y 
autocrático. 

*  5 


66  AMERICANOS    CÉLEBRES 


La  historia  juz<>ará  algunos  de  sus  actos,  por(|ue  el  poder  escarba 
muy  pesada  en  la  cual  se  encuentran  grandes  escollos.  Con  preclaras 
condiciones  de  mando,  se  cometen  á  veces  censurables  errores  (pie  la 
fuerza  de  las  circunstancias  hicieron  necesarios,  ó  lo  apremiante  de  los 
momentos  no  permitió  madurar  las  ideas  ó  desistir  de  ellas. 

Flores  cumpli(')  su  misión  v  baj<')  al  sepulcro  honrado  y  respetado. 


J.    JOAQUÍN    DE    OLMEDO 


JOSÉ  JOAQUÍN  DE  OLMEDO 


"% 


(EL  CANTOR  DE  JÜNÍN) 


Fiír  el  padre  de  la  'patria, 
el  ídolo  del  pueblo; 
pcsryo  todos  los  talentos , 
practicó  todas  las  virtudes. 


f\i\^  las  siete  de  la  noche,  ^  cuando  desde  el  vapor 
f^nhnnhia,  divisamos  por  vez  primera  la  pintoresca 
ciudad  de  Guayaquil.  ¡Cuan  hermosa  y  alegre 
aparcci(5  á  nuestros  ojos,  blandamente  acariciada 
})or  el  tranquilo  Guayas,  que  amoroso,  rinde  tri- 
buto á  la  feliz  sultana! 

Después  de  algunos  días  de  navegación,  y  aun  con- 
movida por  el  último  adiós  dado  á  mis  amigos  al  aban- 
donar el  puerto  del  Callao,  sentí  suprema  satisfacción  al 
encontrarme  en  un  nuevo  país,  en  el  cual  me  presentaba 
'~'      mi  fantasía  horizontes  ignorados. 
>> Experimenté  el  anhelo  de  encontrarme  en  tierra,  halagada  por  el 
cariño  y  hospitalidad  tradicional  en  los  pueblos  hispano-americanos. 

»A  la  mañana  siguiente,  víspera  del  S  de  Ociuhre,  desembarqué. 
Guayaquil  estaba  de  fiesta,  ataviada  como  una  hermosa  prometida, 
risueña  v  feliz:  la  alegría  rebosada  en  los  semblantes  y  en  los  corazones. 


*     1)0  mi  THarii) 


68  AMERICANOS    CÉLEBRES 

»¡Era  el  aniversario  de  la  independencia!  ¡Érala  fecha  conmemo- 
rativa de  aquella,  en  que  la  hija  se  emancipó  de  la  tutela  de  la  madre, 
aspirando  á  formar  familia  y  hogar! » 

Es  la  risueña  ninfa  del  Guayas,  cuna  de  hombres  eminentísimos 
en  política,  ciencias  y  letras,  y  diríase  que  en  la  fecunda  y  lozana  ima- 
íiinación  de  sus  hijos,  se  refleja  la  galanura  y  deslumbrador  atavío  de 
la  Naturaleza,  los  perfumes  y  exuberancia  de  sus  jazmines  del  Cabo,  ' 
que  embalsaman  el  ambiente  y  reprean  la  mirada. 

En  las  orillas  de  aquel  espléndido  río,  sombreado  por  verdes  y  esbel- 
tas palmeras,  por  tupidas  selvas  de  árboles  tropicales,  que  bajo  el  peso 
del  sabroso  fruto  inclinan  á  la  tierra  su  ramaje:  bajo  un  cielo  siempre 
azul,  siempre  sereno,  que  cual  en  limpio  espejo  se  refleja  en  las  serenas 
ondas  del  Guayas;  en  la  Georgia  de  América,  llamada  así  por  el  especia- 
lísimo  y  gracioso  tipo  de  sus  mujeres,  nació  en  1782,  el  sabio  patriota, 
el  arroíi'ante  cantor  de  Junín. 


II 


A  la  fiebre  de  la  inspiración  homérica,  reunió  Olmedo  la  austeridad 
y  severa  precisión  de  Tácito;  el  ardiente  sol  del  Ecuador  prest()  á  su  lira 
patriótico  entusiasmo;  las  templadas  brisas  de  la  ciudad  de  los  Reyes, 
el  dulcísimo  estro  poético. 

Era  clásico  por  sus  estudios,  que  siguió  en  el  colegio  de  San  Carlos, 
de  Lima,  hasta  doctorarse  en  Leyes;  carrera  no  de  acuerdo  con  su  amor 
á  las  letras,  por  las  cuales  la  abandone). 

Tenía  Olmedo  carácter  noble  y  amable,  clarísimo  talento,  cultura  v 
vasta  instrucción;  la  frente  despejada  y  espaciosa,  albergue  de  múlti- 
ples y  generosas  ideas;  cejas  pobladas,  ojos  negros,  de  reposada  expre- 
sión, mediana  estatura  y  aspecto  digno  y  modesto. 

Diputado  por  Guayaquil  á  las  Cortes  españolas  de  1812,  se  distingui(> 
en  ellas  por  su  liberalismo  y  su  decidido  enq^eño  por  las  reformas  que 
América  anhelaba. 

Volvió  al  suelo  patrio  y  encerrado  en  sí  mismo,  permaneció  hasta  el 

'     Gardenias  ninj-  abunilantos  en  la  costa  ecuatoriana. 


JOSÉ    JOAQUÍN    DR    OLMEDO  69 

iiicmoral)lx?  20  de  Octubre:  el  ^rito  de  independeiicia  despertó  su 
ciitusiiisiuo,  y  formó  parte  de  la  Jimln  de  (lohio-no  provi.'^oria  con  Jinieno 
y  Roca. 

Los  reveses  de  las  tropas  independientes  abrumaron  á  la  Junta,  y  á 
pesar  de  la  capacidad  de  Olmedo,  corría  la  revolución  á  un  abismo, 
cuando  dos  <>enios  volaron  á  salvarla:  Bolívar  y  Sucre. 


ÍII 


La  gran  Colombia  tendió  sus  brazos  \  recibió  en  ellos  ul  Ecuador. 
Guayaquil  se  dividió  en  dos  bandos;  uno,  uniéndose  al  gran  todo  creado 
por  Bolívar:  otro,  buscando  cariñoso  hogar  en  el  Perú. 

Olmedo  y  sus  compañeros  fueron  á  tomar  asiento  en  el  último,  en 
1822,  y  allí,  el  aura  popular,  la  admiración  y  el  amor  acompañaron  al 
poeta  del  Guayas. 

El  Congreso  constituyente  de  la  República  peruana  lo  llamó  á  su 
seno,  y  nombrado  de  la  comisión  encargada  para  solicitar  el  apoyo  del 
Libertador  y  el  Ix-azo  de  los  soldados  colombianos,  en  favor  de  la  santa 
causa  de  la  libertad,  cumplió  con  patriótico  anhelo  y  obtuvo  el  éxito, 
decidiendo  al  héroe  á  completar  la  magna  evolución. 


IV 


¡Gloria  al  cantor  de  Junín  y  de  Ayacucho!  Inflamada  su  mente  por 
la  epopeya  de  la  Lidependencia,  pulsa  la  lira  y  canta:  ¡es  el  Homero 
de  aquella  Ilíada,  es  el  ruiseñor  de  un  esplendoroso  aurora;  Olmedo  la 
brinda  su  tributo! 

Ei^ta  es  la  hora  feliz;  desde  aquí  empieza 
la  nueva  edad,  al  Inca  prometida , 
de  libertad,  de  paz  ij  de  grandeza. 

Sus  versos  son  perlas  engarzadas  en  corona  de  oro  purísimo,  para 
ceñir  la  frente  del  vencedor. 


70  AMEEICANOS    CELEBEES 

En  jig'aiitesco  grupo  aparecen  los  hombres  y  los  hechos,  iluniinados^ 
por  los  fulgores  de  la  inspiraci(5n,  y  la  fama  lleva  á  un  tiempo  mismo  en 
sus  alas  y  á  través  del  Universo,  el  nombre  de  los  ínclitos  guerreros  y  el 
del  vate  inmortal. 

«Confieso  á  V.  humildemente, —  decía  Bolívar  en  su  carta,  escrita 
desde  el  Cuzco  en  12  de  Julio  de  1825,  —  que  la  versificación  de  su  poema 
me  parece  sublime:  un  genio  lo  arrebató  á  Y.  á  los  cielos:  V.  con- 
serva en  la  mayor  parte  del  canto  un  calor  vivificante  y  continuo;  algu- 
nas de  las  inspiraciones  son  originales;  los  pensamientos  nobles  y 
hermosos;  el  rayo  que  el  héroe  de  V.  presta  á  Sucre,  es  superior  á  la 
cesión  de  las  armas  que  hizo  Aquiles  á  Patroclo.  La  estrofa  ciento  treinta 
es  bellísima;  oigo  rodar  los  torbellinos  y  veo  arder  los  ejes;  aquello  e.s 
griego,  es  homérico.  En  la  presentación  de  Bolívar  en  Junín,  se  ve,  aun- 
que de  perfil,  el  momento  antes  de  colocarse  Turno  y  Eneas;  la  })arte  que 
usted  da  á  Sucre,  es  guerrera  y  grande,  y  cuando  habla  de  la  ^lar,  me 
acuerdo  de  Homero  cantando  á  su  amigo  Mentor. 

» Permítame  A^. ,  ([uerido  amigo,  le  pregunte:  ¿JJe  d(')nde  sacó)  usted 
tanto  estro  para  mantener  un  canto  tan  bien  sostenido  desde  el  princi- 
pio hasta  el  fin?  . 

»E1  término  de  la  batalla,  da  la  victoria;  y  V.  se  la  ha  ganado,  por- 
que ha  finalizado  su  poema  en  dulces  versos,  altas  ideas  y  pensamientos* 
filosóficos. 

»Su  vuelta  de  Y.  al  campo  es  pindárica ,  y  á  mí  me  ha  gustado 
tanto,  que  la  llamaría  divina    . 

Bolívar  envió  poco  después  á  Olmedo  á  Francia  é  Tuglaterra  como 
representante  del  Perú. 

Yeamos  un  párrafo  de  su  carta  del  Cuzco,  de  27  de  Junio  de  182"). 

«Yo  no  dudo  que  Y.  llenará  dignamente  su  comisi(')n  á  Inglaterra^ 
tanto  lo  he  creído,  que  habiendo  echado  la  faz  sol)re  todo  el  Imperio 
del  Sol,  no  encontré  un  diplomático  ([ue  fuese  capaz  de  representar  y 
negociar  por  el  Peni,  más  ventajosamente  que  usted. 

»Uno  á  Y.  un  matemático,  ^  porque  no  fuese  que  llevado  Y.  de  la 
verdad  poética,  creyese  que  dos  y  dos  formaban  cuatro  mil;  pero  Eucli- 
des  ha  ido  á  abrirle  los  ojos  á  nuestro  Homero,  para  que  no  vea  con  su 


Paredes. 


JOSÉ    JOAliUiX    DE    OLMEDO 


iinaoiiiaci(')ii ,  sino  con  sus  miembros,  y  para  que  no  le  permita  que  lo 
encanten  con  armonías  y  metros,  y  abra  los  oídos  solamente  á  la  ])rosa 
tosca,  dura  y  despellejada  de  los  políticos  y  de  los  publícanos    . 

Vivió  Olmedo  en  Europa,  en  los  círculos  de  los  sabios  y  de  los  pensa- 
dores, y  en  frescos  y  abundantes  manantiales,  adíjuiric)  nueva  savia  y 
nuevo  viii'or  político. 


V 


La  carta  fundamental  de  Bolivia,  fué  desaprobada  por  Olmedo;  el 
austero  republicano  no  admitió  presidencia  vitalicia,  creíala  contraria 
al  principio  de  libertad  de  los  pueblos.  Era  imponerles  un  soberano,  y 
abandonando,  por  su  desacuerdo  con  el  Gobierno,  las  márgenes  del  Táme- 
sis,  volvió  á  Guayaquil  aislándose  en  su  modesto  hogar. 

Allí  ios  trabajos  literarios  le  preocuparon  por  completo,  hasta  que 
(íi  ISoO,  ya  independiente  el  Ecuador,  fué  electo  para  ser  Vicepresi- 
dente; cargo  que  rehusó,  admitiendo  el  de  Prefecto  del  departamento  de 
(Guayaquil. 

Sus  especiales  ideas  le  hicieron  renunciar  más  tarde;  y  la  traní^uili- 
dad  doméstica  volvió  á  ser  su  encanto  hasta  1X85,  que,  como  diputado, 
asisti<)  á  la  Convención  de  Ambato,  Era  á  la  sazón  poder  ejecutivo  el 
justo  y  renoml)rado  ecuatoriano  Rocafuerte,  quien  inútilmente  preten- 
di<)  tener  á  Olmedo  á  su  lado. 

El  modesto  y  sin  ambición  poeta,  prefiri(>  las  letras  á  los  honores 
]iolíticos,  y  sólo  en  1845,  le  volvemos  á  encontrar  formando  parte  del 
Gobierno  provisional  con  Noboa  y  Roca,  creado  á  consecuencia  de  la  re- 
volución que  estalló,  rechazando  los  actos  de  la  Convenci()n  de  Ambato; 
])ero  constituido  el  país  legalmente,  abandonó  Olmedo  la  escena  })iiblica 
[)ara  volver  á  seguir  su  vida  consagrada  al  estudio  y  á  las  letras. 

Su  oda  al  general  Flores,  vencedor  en  ]\Iiñarica,  es  una  de  sus  más 
bellas  conq)osiciones. 

T'^n  día,  el  17  de  Febrero  de  1847,  se  exting'ui<)  la  inspiraci<')n  del 
sublime  genio  ecuatoriano;  bajó  al  sepulcro  para  cantar  los  misterios  de 
la  eternidad:  su  tarea  en  la  tierra  había  concluido,  y  el  trovador  de  los 
héroes  de  .Tunín,  dej(>  un  vacío  en  su  patria  y  un  nombre  más  en  el  tem- 
plo de  los  inmortales. 


AísDliÉS  SANTA   CRUZ 


existían  descendientes  de  aqnellos  poderosos  incas,  que 
un  tiempo  fueron  soberanos  del  rico  y  dilatado  imperio 
del  Perú. 

Aun  los  indios  prestaban  entusiasta  culto  al  g'randiot-o 
- ^^     ,_.,  pasado   (pie   sus   mayores   disfrutaron,    y  todavía   estaba 

^^\uvr*5í:  "  iiii^iy  reciente   la  trágica  muerte  del  último  (pie  había  osten- 
tado el  ¡Jaldo,  '  que  como  á  hijo  del  Sol  le  pertenecía. 

Tumac-Amaru,  el  cacique  de  Tung-asuca,  el  g-eneroso  y 
bravo  heredero  de  los  antiguos  señores ,  había  perecido  en  el 
patíbulo  el  18  de  Mayo  de  17<Sl,  por  haber  sido  el  caudillo  de 
la  sangrienta  revolución  que  estalló  el  4  de  Noviembre  de  1780, 
en  el  banquete  que  en  celebridad  de  los  días  del  rey  Carlos  III, 
se  celebraba  en  casa  del  cura  de  Yanaoca. 

En  el  distrito  colonial  de  las  Charcas,  en  la  ciudad  de  la  Paz,  vivía 
á  los  últimos  años  del  siglo  xvín ,  la  inca  Huarina ,  y  á  ella  debió  el  ser 
Andrés  de  Santa  Cruz,  que  en  la  historia  de  la  futura  Bolivia  había  de 
ocupar  brillante  página. 


'     I.laufn,  especie  de  guiruaMa  ó  corona  uno  níialiari  los  incas  como  insignia  real. 


ANDRÉS    SANTA    CRUZ 


AXDIIKS    SAXTA    CRUZ  73 


11 


Muy  joven  se  C()iisa«>r(')  á  las  anna.s:  era  decidido,  intrépido  y  ambi- 
<'ioso  de  taina;  condiciones  para  escalar  elevado  puesto  y  satisfacer  los 
ni;ís  exi<j;"entes  deseos  de  mando  y  predominio. 

8irvi()  primero  en  las  filas  españolas,  y  ya  era  teniente  coronel 
cuando  las  victorias  de  Bolívar  en  Venezuela  y  en  Colombia  y  las  felices 
campañas  de  San  Martín  en  Chile,  abrieron  nueva  senda  á  sus  ideas  y 
decidieron  de  su  porvenir. 

Emprendida  por  San  Martín  la  campaña  de  la  Sierra  en  que  Arena- 
les o-anó  honra  y  prez,  derrotado  O'Reilly  y  tomando  la  revolución 
amenazador  incremento,  pasó  Santa  Cruz  á  formar  parte  de  las  fuerzas 
patriotas  como  coronel,  g"rado  reconocido  por  el  protector  San  Martín. 

Las  alturas  del  Pichincha  fueron  testigos  de  su  arrojo  en  la  batalla 
(pie  lleva  a({uel  nombre,  ganada  por  el  invicto  Sucre,  y  en  Junín  fué  el 
jefe  del  Estado  ^fayor  general.  Más  tarde,  en  la  campaña  del  Alto  Perú, 
mandando  la  divisi(')n  de  auxilio  para  los  alto -peruanos^  sufrió  Santa 
Criií  fuertes  descalabros,  y  en  una  desastrosa  retirada  perdió  la  mayor 
parte  del  ejército. 

Los  generales  Olañeta,  La  Serna  y  Yaldés,  operaban  en  el  x\lto  Peréi, 
y  los  independientes  sufrieron  por  entonces  formidable  persecución  de 
aquellos  jefes  realistas. 

Asegurada  la  independencia  por  las  batallas  de  Junín  y  de  Ayacu- 
cho,  era  Lolivar  Dictador  y  Presidente  del  Perii,  cuando  Colombia 
reclam(')  sus  servicios,  y  parti(')  dejando  interinamente  nombrado  un 
Consejo  de  ministros  presidido  por  Santa  Cruz,  ([ue  desempeñaba  á  la 
saz(')n  la  presidencia  del  Consejo  de  Estado. 


IIT 


liia  c(»nspiraci()n  militar  derrocó  al  gobierno  que  Bolívar  había 
establecido:  v  el  nuevo,  tuvo  también  por  jefe  á  Santa  Cruz,  que  ya  por 
entonces  abrigaba  ideas  de  federación  ó  de  incorporación  entre  Bolivia 
y  el  Perú.  ])r(^yectos  que  rechaz()  el  noble  Sucre,  lo  que  tal  vez  fué  base 


74  AMERICANOS    CÉLEBRES 

de  los  motines  y  sublevaciones  que  dieron  por  resultado  la  (liniisi()n  del 
mariscal  de  Ayacucho,  y  la  salida  de  Bolivia  de  a(|uel  inmaculado 
gobernante,  que  puso  los  cimientos  para  constituir  el  país  y  dict(>  sabiíw 
leyes  y  provechosas  disposiciones. 

Estaba  Santa  Cruz  de  plenipotenciario  en  Chile,  cuando  en  1829  fué 
electo  Presidente  provisional,  y  desde  esa  época  reveh)  el  sagaz  boliviano 
su  relevante  mérito  político  administrativo.  No  había  sido  extraño  á  las 
insurrecciones  (pie  en  Bolivia  habían  tenido  lug-ar,  y  preparado  el 
terreno  para  que  sus  proyectos  de  confederación  alcanzaran  feliz  éxito. 

Con  tal  propósito,  organizó  y  aumentó  el  ejército  para  ([ue  en  su  día 
invadiese  el  Perú,  é  ínterin  se  dedicó  á  dotar  á  Bolivia  con  útiles  leyes 
y  brillante  administración. 

Los  Códigos  civil  y  penal,  de  minería  y  de  procedimientos,  se  debie- 
ron al  activo  gobernante,  así  como  las  universidades  de  Cocliabamba  v 
de  la  Paz:  la  instrucción  pública  mejor()  y  fué  objeto  de  su  predileccitni: 
los  ingresos  crecieron,  el  comercio  prosperó  v  la  fabulosa  economía  del 
Presidente  había  dado  grandes  resultados  para  el  país,  ciumdo  en  IS.n. 
se  reunió  un  Congreso  que  dio  nueva  constitución  y  aciano)  presidente 
efectivo  á  Santa  Cruz. 

Una  de  las  cualidades  de  Santa  Cruz  (pie  le  honraron  v  honraif  su 
memoria,  fué  el  profundo  carino  y  entusiasta  admiración  ([ue  siempre 
conservó  por  el  libertador  Bolívar,  y  cuando  el  gran  patriota  americano 
era  víctima  de  la  ingratitud  y  de  la  exaltación  de  los  partidos,  cuando 
pensaba  dirigirse  á  Europa,  proyecto  que  la  muerte  impidi<')  realizar, 
Santa  Cruz,  dolorosamente  afectado  por  el  infortiniio  del  héroe,  le  escri- 
bía en  Octubre  de  1830. 

«El  presidente  de  la  República  boliviana,  tiene  la  honra  de  saludar 
en  nombre  de  la  nación,  al  jefe  de  la  libertad  americana,  al  fundador  de 
su  patria.  Instruido  de  vuestra  separación  de  América,  no  puede  pres- 
cindir de  seguiros  con  su  corazón  y  transmitiros  los  sentimientos  m;ís 
puros  de  gratitud  y  respeto  (|ue  afectan  al  pueblo  boliviano,  constante 
siempre  en  amaros  y  en  recordar  los  beneficios  (|ue  os  dt?be». 

En  esta  nota  expresaba  Santa  Cruz  el  deseo  que  abrigaba  la  Re})ú- 
blica  boliviana,  de  (|ue  Bolívar  la  representase  como  Ministi-o  Plenipo- 
tenciario acerca  de  la  Santa  Sede. 


AXDKÉS    SANTA    CKUZ  75 


IV 


El  proo-rcso  y  buen  sistema  de  gobierno  (jue  imperaba  en  Bolivia, 
la  confianza  y  el  prestigio  que  tenían  todas  las  clases  por  el  Presidente, 
el  orden  en  el  interior,  el  crédito  en  el  exterior,  aseguraban  el  triunfo 
([ue  de  largo  tiempo  ambicionaban  ,  y  las  discordias  civiles  del  Perú 
fueron  el  eficaz  auxiliar  para  sus  planes. 

La  hermosa  tierra  de  los  incas,  estaba  desgarrada  por  las  facciones 
([ue  hostilizaban  al  presidente  Orbegozo,  y  que  tenían  por  caudillo  unas 
al  general  Salaverry,  y  otras  al  mariscal  Agustín  Gamarra,  al  insigne 
patricio,  (jue  en  la  canq^ana  de  libertad  había  contribuido  al  triunfo  con 
su  denodado  esfuerzo,  y  había  sido  ascendido  á  gran  mariscal,  cuando 
en  1S2S  invadió  á  Polivia  con  el  ejército  que  él  había  organizado  (cinco 
mil  hombres),  y  cerr<)  la  campana  con  el  tratado  de  Piquiza  de  honro- 
sísimas condiciones  para  el  Perú. 

Gamarra  había  sido  Presidente  cinco  años  y  tuvo  por  sucesor  á  Orbe- 
gozo;  pero  desavenencias  entre  ambos  ilustres  peruanos,  hicieron  que  el 
primero  enarbolara  la  bandera  revolucionaria,  proclamando  al  general 
Bermúdez.  Por  entonces,  reconciliados  los  dos  jefes  en  Maquinguayo, 
emigró  Gamarra  á  Bolivia;  pero  el  esforzado  cuanto  infeliz  Salaverry 
continu()  la  canqjaña  contra  Orbegozo,  y  fué  el  anhelado  pretexto  para 
([ue  Santa  Cruz  invadiera  el  territorio  peruano. 


V 


Desde  Puno  comunicó  á  la  Cámara  boliviana,  el  plan  de  confedera- 
ei(ni  (pie  había  de  llevar  á  efecto,  por  convenio  hecho  con  el  gran  maris- 
cal presidente  del  Perú,  Luis  José  Orbegozo;  y  se  puso  en  marcha  para 
combatir  á  (ianiarra,  ([ue,  enemigo  de  la  intervención,  había  organizado 
un  ejército  en  el  sur  del  Perú,  de  acuerdo  con  Salaverry,  (pie  á  su  vez 
hacía  frente  á  los  aliados  de  Orbegozo. 

En  la  batalla  de  Yanacocha,   Santa  Cruz  recogió  los  laureles  de  la 


76  AMERICANOS    CÉLEBRES 

victoria  venciendo  á  Gamarra ,  y  en  la  de  Socabaya  fué  también  vencedor 
de  Salaverry:  ^  libre  ya  para  poner  en  ejecución  sus  proyectos,  dividi(') 
el  Perú  en  dos  Estados:  Sud-peruano  y  Nor-peruano,  estableciendo  por 
decreto  de  28  de  Octubre  de  183G,  la  Confederación  Peru-Boliviana,  que- 
dando Orbegozo  de  Presidente  del  Estado  Nor-peruano. 

El  Cong-reso  de  Bolivia,  sancionó,  autorizó  y  premió  los  triunfos  y 
disposiciones  de  Santa  Cruz ,  que  fué  aclamado  mariscal  y  protector  de  la 
Confederación  é  hizo  su  entrada  en  Lima  con  fastuosa  pompa,  porque  si 
bien  era  gran  político  y  hábil  gobernante,  se  dejaba  fácilmente  dominar 
por  la  vanidad,  defecto  característico  en  Santa  Cruz. 

El  hombre  de  Estado  boliviano,  planteó  las  bases  de  saina  adminis- 
tración para  la  Hacienda  pública,  la  prosperidad  comercial  y  el  presti- 
gio exterior. 


Y I 


Sin  embargo,  la  nueva  organización  política  á  pesar  de  las  sobresa- 
lientes cualidades  del  Protector,  no  satisfacía  ni  á  los  peruanos  ni  á  los 
bolivianos;  y  Chile  y  la  República  Argentina,  alarmadas  con  el  vuelo 
([ue  andando  el  tiempo  pudiera  tomar  la  Confederación,  se  declararon 
hostiles  á  Santa  Cruz,  y  favorables  á  los  planes  de  los  (|ue  ansiaban  res- 
tablecer la  unidad  peruana. 

El  coloso  de  la  política  chilena,  el  ministro  T^ortales,  se  pre})aró  para 
la  guerra,  -  é  hizo  saber  que  la  obra  de  Santa  Cruz  era  indigna  usurpa- 
ción y  amenazaba  la  tranquilidad  de  las  naciones  Sur-americanas,  y  en 
consecuencia  Chile  rompió  las  hostilidades.  I).  A^ictoriano  (larrido,  como 
comisionado  de  la  República,  salió  para  el  Callao  en  donde  hizo  presa 
de  las  naves  peruanas  Santa  (Iruz ,  El  Arcquipcrio  y  La  l^'ruriaiía ,  acto 
que  encolerizó  al  Protector,  hasta  el  punto  de  hacer  prender  al  cónsul 
chileno  La  valle,  que  merced  á  la  pronta  mediaci(')n  del  ilustre  O'Hig- 
gins,  que  vivía  desterrado  en  el  Perú  y  aprovechaba  sienqn-e  la  ocasi<')n 


<     La  cabeza  do  Salaverry.   había  sido  i)nosta   A  precio  y  ofrecido  por  olla   diez  mil  pesos;  este  detallo   re 
encuentra  en  la  biografía  do  Portales,  por  Bicuña  Mackeuna. 

^    El  pretexto  fué  la  expedición  armaila.  capitaneada  por  ol  benemérito  general  D.  Ramón  Freiré,  que  babia 
encontrado  apoyo  en  Orbegozo. 


ANDRÉS    SANTA    CRUZ  77 

para  servir  á  su  patria,  recibió  sus  pasaportes  y  sali<')  para  Chile, 
fírmándose  un  tratado  provisional  entre  el  comisionado  chileno  y  el 
general  peruano  Herrera. 

Declarada  por  Portales  la  guerra  al  Perú,  zarparon  de  Valparaíso  las 
naves  que  llevaban  á  su  bordo  á  la  expedición  mandada  por  el  célebre 
marino,  Blanco  Encalada;  pero  no  tuvo  resultados:  pues  Santa  Cruz 
alcanzó  ventaja  y  celebró  en  17  de  Noviembre  de  1837,  el  tratado  de  paz 
de  Paucarpata. 


VII 


El  hombre  extraordinario  y  arbitro  de  los  destinos  de  Chile  no  desis- 
tió de  la  guerra,  y  otra  nueva  expedición  al  mando  del  general  Bulnes, 
se  preparó  á  salir  para  el  Perú. 

Portales  no  vio  el  resultado,  pues  por  efecto  de  una  conjuración  del 
batallón  Maipu  pronunciado  en  Quillota,  fué  villanamente  asesinado  el 
omnipotente  ministro  en  las  Alturas  del  Barón;  pero  este  terrible  acon- 
tecimiento no  suspendió  las  disposiciones  tomadas,  y  la  expedición  salió 
de  A^alparaíso  y  emprendió  la  campana  contra  Santa  Cruz. 

Las  armas  argentinas  habían  sufrido  algunos  reveses  en  Iruya ,  Hua- 
mahuaca  y  Montenegro,  en  los  encuentros  con  las  fuerzas  confederadas 
peru-bolivianas;  pero  el  edificio  levantado  por  el  Protector,  no  tenía 
sólidos  cimientos  y  amenazaba  ruina  y  ya  Orbegozo  había  desertado  de 
sus  filas,  declarándose  partidario  del  antiguo  sistema  de  unidad  peruana. 

Las  tropas  chilenas  impulsaron  en  el  Perú  las  corrientes  contrarias  á 
la  confederación,  y  el  afortunado  ambicioso  apeló  á  las  armas;  éstas^ 
fueron  también  desfavorables  para  Santa  Cruz.  * 

La  suerte  se  había  cansado  de  colmarle  con  sus  favores,  y  en  la 
batalla  de  Yungay  dio  el  triunfo  á  los  chilenos  y  peruanos  que  acompa- 
ñaban á  la  expedición,  y  casi  al  mismo  tienq)o  se  pronunciaba 
Bolivia  en  favor  de  su  primitiva  autonomía  proclamada  por  Ballivián  y 
Velasco :  Santa  Cruz,  en  aquella  desecha  tempestad,  se  refugió  en  (Tua- 
yaquil. 

En  1843,  intentó  sin  éxito  penetrar  en  Bolivia;  pero  las  autoridades 
peruanas  le  prendieron  y  enviaron  á  Valparaíso.  Chile,  Perú  y  Bolivia ^ 


78  AMERICANOS    CÉLEBEES 


concertaron  desterrarlo  á  Europa,  y  en  1849,  le  nombraron  Ministro 
Plenipotenciario  en  París,  Londres,  Roma,  Madrid  y  Bruselas,  con- 
.sio-uiendo  de  ese  modo,  crearle  una  posición  honrosa  en  el  extranjero. 


VIII 


Años  después  salió  para  las  repúblicas  del  Plata,  en  donde  enlazó  á 
su  hijo  mayor  con  una  hija  del  célebre  uruguayo  general  Urquiza,  el 
bizarro  vencedor  de  Rosas  en  Monte  Caseros.  '' 

Santa  Cruz  yoIvÍ(')  á  Francia  y  se  retiró  á  Versalles,  hasta  que 
en  ISGo,  fué  nombrado  Ministro  Plenipotenciario  de  Bolivia  y  negoció 
un  tratado  de  comercio  ventajoso  para  su  patria,  á  la  cual  amaba  con 
desinteresada  abnegación. 

El  mariscal  Santa  Cruz,  muri(')  en  l<S()r)  en  el  castillo  de  Beauvoir, 
cerca  de  Nantes. 

El  gobernante,  el  legislador,  el  soldado  de  la  libertad,  dejó  de  existii- 
lejos  de  su  patria,  i)ero  rodeado  por  la  pública  consideración  y  el  respeto 
debido  á  su  honradez,  á  su  valor  y  á  su  larga  carrera,  fecunda  en  méri- 
tos y  en  patrióticas  glorias.  - 


'  La  batalla  citada,  dei-rocó  á  T).  -Juan  Manuel  liosas,  y  l'iviiii/ca  so  ciicargij  di'  coustituir  al  iwiis  invitamlo  i'i 
los  Gobiornos  de  varias  in-ovincias,  á  xxna  Convoiición  qne  se  celebró  en  San  Nicolás,  ol  ül  de  Mayo  tle  1852. 
l'rqniza  fué  Presidente  y  so  lo  deben  lineas  do  vapores,  centros  de  comercio  y  respetabilidad  en  el  interior  y 
en  el  exterior.  En  1861.  después  do  un  combate,  renunció  el  maiido  en  el  g;eneral  Mitre,  aclamado  entonces  Pre- 
.sidente  do  la  República. 

Sus  últimos  años  los  pasó  en  su  soberbio  palacio  do  San  José  en  Entre-Rios.  en  donde  nuirió  asesinado  en 
brazos  de  su  hija  Dolores,  por  un  grujió  de  hombros  armados.  Se  han  hecho  sobro  este  acontecimiento  diferen- 
tes comentarios;  unos  dtiii  origen  al  asesinato  en  nna  venganza,  en  otros  es  un  hecho  misterioso  ó  una  combi- 
nación délos  hombres  de  Buenos  Aires;  lo  que  sí  fué  cierto,  que  los  hombres  más  notables  do  Entre-Eíos 
formaljan  parte  déla  conspiración. 

La  vida  de  Ur<juiza  fué  útilísima  para  su  patria:  salvó  á  las  i)ro\incias  del  Plata  >■  al  l'iuguay  del  yug.) 
dfi  Rosas,  estableció  la  Constitución  Nacional  Argentina,  imjiulsó  la  inmigración,  los  ffMTocarriles,  el  comercio  y 
en  todos  los  ramos  i)rotegii)  el  ]irogroso;  ei-a  gobernadoi'  de  Entre-Rios.  en  la  época  del  asesinato. 

-  A  nuestro  entender  la  única  nub<^  que  lia  cmiiañado  la  vida  de  Santa  Cruz,  es  el  rigor  (juo  usó  con  el  des- 
venta ra<l  o  Salaverrj . 


VICENTE   ROCAFUEETE 


É  aquí  uno  de  los  prohombres  del  Ecuador  más  justa- 
mente célebres,  virtuosos  y  de  veneranda  memoria 
para   sus  compatriotas. 

Nació  en  Guayaquil  el  o  de  Mayo  de  1783,  hijo 
de  I).  Juan  iVntonio  Eocafuerte  y  de  D.'^  Josefa 
Bejarano.  De  noble  alcurnia  y  favorecido  por  la 
fortuna,  no  fué  su  educación  como  aquella  que  generalmente  se  recibía 
en  América  en  épocas  tan  atrasadas.  Muy  niño,  Vicente  Rocafuerte 
fué  conducido  á  España,  y  empezó  sus  estudios  en  el  colegio  de 
Nobles,  en  Madrid,  y  como  debía  ingresar  más  tarde  en  el  regimiento 
Granaderos  del  Estado >^,  deseoso  su  tío,  el  coronel  Bejarano,  de  que  su 
instrucción  fuera  más  profunda,  lo  llevó  á  Francia,  al  colegio  de  San 
Germán  -  en  -  Laya . 

La  revoluci<')n  francesa,  las  avanzadas  ideas  puestas  en  práctica  y  el 
entusiasmo  (pie  difundían  en  juveniles  pechos,  ejercieron  también  su 
incontrastable  influjo  en  el  porvenir  del  ecuatoriano  que  hoy  evocamos 
})ara  este  bosquejo. 

En  París  se  había  relacionado  con  Simón  Bolivar,  joven  de  su  misma 
edad,  con  el  ([uiteño  Montúfar,  con  Fernando  Toro  y  otros  muchos  ame- 
ricanos, que  ya  soñaban  con  la  emancipación  del  vasto  Continente,  y 
que  unidos  p(»r  ideas,  lo  fueron  también  por  fuertes  lazos  de  amistad. 


80  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


En  el  manifiesto  dado  más  tarde  á  la  naci(5n  por  T).  Vicente  Roca- 
fuerte,  expresa  la  honrosa  parte  que  tomó  en  la  independencia  del  Ecua- 
dor, y  da  alg'unos  detalles  relativos  á  su  familia. 

..De  lo  expuesto,  — dice,  — resulta:  Que  en  la  hacienda  del  Naran- 
jito,  que  pertenece  á  mi  casa,  se  formó  el  plan  de  independencia  de 
Quito,  que  se  ejecutó  en  la  noche  del  9  de  Agosto  de  1809.  Que  en  el 
Ecuador,  mi  tío  el  coronel  Bejerano  y  yo,  hemos  sido  los  primeros  per- 
seguidos por  la  causa  de  la  emancipación,  y  permítaseme  añadir  ahora, 
(pie  mi  tío  el  Dr.  D.  Pablo  Arenas,  fué  una  de  las  víctimas  del  10  de 
Agosto;  que  mi  suegro,  el  Sr.  Calderón,  uno  de  los  primeros  jefes  de  la 
independencia,  fué  cruelmente  pasado  por  las  armas  por  los  españoles; 
que  mi  cuñado  Abdón,  ^  murió  heroicamente  en  la  batalla  de  Pichincha, 
todo  lo  que  prueba  que  mi  familia  es  una  de  las  (pie  más  servicios  han 
hecho  á  la  causa  de  la  independencia.  Que  mi  casa,  (¡ue  era  una  de  las 
más  ricas  del  Ecuador  antes  de  la  revolución,  es  (piizás  la  (|ue  más  ha 
perdido  en  bienes  de  fortuna  en  la  transformaci<')n  del  sistema  colonial 
al  de  la  independencia.  Que  en  el  año  10  fui  nombrado  Alcalde  ordinario 
para  promover  las  ideas  de  independencia;  ([ue  en  el  año  11  fui  nom- 
brado Procurador  general,  auuíjue  no  admití  el  cargo  por  atender  á  los 
nef^ocios  de  mi  casa,  en  consecuencia  de  la  nuierte  de  mi  cuñado,  el 
comandante  general  de  ingenieros  D.  Luis  Rico,  ([ue  acaeci(i  en  ese 
tiempo.  Que  en  el  año  12  fui  nombrado  diputado  á  las  Cortes  de  España, 
por  la  provincia  de  Guayaquil». 

Entusiasta  D.  Vicente  Rocafuerte  por  la  libertad  americana,  y 
opuesto  á  las  ideas  del  gobierno  de  Fernando  VII,  tuvo  que  a})elar  á  la 
fuga  para  librarse  de  un  auto  de  prisión  extendido  contra  él,  y  refu- 
giado en  Francia,  se  consagre')  durante  algún  tiempo  á  viajar  por  Ingla- 
terra, Italia,  Rusia  y  Alemania,  volviendo  á  ÍTuayaípiil  en  1S17,  y 
visitando  dos  años  más  tarde  el  Perú  y  los  Estados  Unidos. 

En  tan  prolongados  viajes  había  adquirido  profundos  conocimientos, 
estudiado  la  política  de  cada  país  y  tratado  con  los  hombres  más  emi- 


'     Véase  ol  héroe  del  Pichincha. 


A'ICKNTK    HOCAITKKTE  S  t 

nentes,  y  habiendo  recibido  durante  su  estancia  en  los  Estados  Unidos 
una  carta  de  su  cunado  el  general  Gaínza,  nombrado  por  Iturbide  su 
primer  edecán  ,  en  (]ue  le  rogaba  fuese  á  México  á  pasar  algún  tiempo 
en  la  intimidad  de  la  familia,  efectuó  su  viaje  á  la  República  mexicana  y 
fué  nombrado  por  los  «Escoceses»,  sociedad  secreta  contraria  al  imperio 
y  partidaria  de  la  república,  para  una  comisión  privada  en  los  Esta- 
dos Tenidos,  en  cuyo  país  escribió  y  publicó  el  bosquejo  de  la  revoluci<')n 
de  México,  desde  el  grito  de  Iguala  hasta  la  proclamación  im})erial. 


III 


En  1824,  fué  nombrado  por  el  Gobierno  de  México  para  desempeñar 
una  importante  misión  en  Londres,  y  prestó  notorios  y  grandes  servi- 
cios á  la  República,  y  avudó  á  que  se  concluyera  un  tratado  de  comer- 
cio y  navegaci(')n  entre  ambos  países,  después  de  haber  sido  reconocida 
la  República  mexicana  por  la  (irán  Bretaña. 

En  Febrero  de  1827  desembarcaba  en  Yeracruz,  portador  del  tra- 
tado, y  á  pesar  de  las  dificultades  que  acumulaba  el  ministro  de  los 
Estados  Unidos,  consiguió  se  ratificase,  saliendo  de  nuevo  para  Lon- 
dres, en  donde  llevó  á  efecto  el  canje,  algunos  días  antes  que  el  sabio 
(^aning  bajara  al  sepulcro. 

Ocupado  siempre  en  el  servicio  de  América,  hizo  publicar  varias 
obras  de  utilidad  para  la  enseñanza  populai*,  tales  como  los  «Catecis- 
mos», ])or  Ackerman;  «Elementos  de  Hacienda»  y  «Diccionario  de 
Hacienda»,  por  Canga-Arguelles;  «Teología  Natural»,  de  Paley;  «Vida 
literaria  de  D.  F.  L.  Yillanueva » ,  y  un  Curso  de  estudios  militares 
para  los  jóvenes  americanos  independientes,  escrito  por  el  general  don 
Evaristo  Sanmiguel. 

En  1820,  solicit(')  sus  cartas  de  retiro;  pues  las  continuas  revoluciones 
de  ^léxico  habían  desmoronado  el  crédito  de  aquella  República,  y  Roca- 
fuerte,  disgustado  y  triste,  había  resuelto  abandonar  á  Europa. 

Invitado  por  Lafayette,  el  generoso  amigo  y  conq)añero  de  Washing- 
ton ,  que  desde  el  suelo  francés  corri(')  en  alas  de  su  entusiasmo  á 
defenderla  causa  de  la  emancipación  norteamericana,  pasó  Rocafuerte 
á  París  y  perinaneció  dos  meses  al  lado  del  ilustre  caudillo;  pero  en 
Febrero  de  18,')0,  })isaba  de  nuevo  las  playas  mexicanas. 

*  c, 


82  AMERICANOS    CÉLEBRES 

JjO.s  rudos  ataques  dirigidos  contra  la  administración  del  general 
Bustamante  desde  las  columnas  del  Féiit.r  de  h(  Lihcrlad ,  dieron  lugar  á 
([ue  liocafuerte  fuera  preso  y  conducido  á  Chalco :  corto  tiemj)o  perma- 
neció en  la  cárcel,  y  cuando  ya  libre  acariciaba  la  esperanza  de  volver 
íi  su  país,  un  comandante  de  armas  de  Iguala  hizo  lo  prendieran  por 
segunda  vez,  exponiéndole  á  perder  la  vida  por  el  rigor  del  tratamiento 
(pie  empleó  con  él,  hasta  que  probada  su  inocencia,  fué  puesto  en  liber- 
tad. Pero  no  habían  concluido  aún  sus  desgraciadas  aventuras.  En  la 
orilla  del  Mescala  cayó  en  las  manos  de  un  general  revolucionario, 
á  quien  costó  inmenso  trabajo  disuadir  de  la  idea  de  fusilarlo  y  conven- 
cerle de  que  no  era  (jarhiipín.  ' 

Reintegrado  el  general  Pedraza  en  sus  derechos  constitucionales  y 
ocupando  el  solio  presidencial,  llamó  á  liocafuerte  á  México,  pensando 
en  corresponder  á  los  servicios  que  había  prestado  á  la  nación  el  inteli- 
gente ecuatoriano:  pero  ya  era  tarde,  pues  éste  prefiri(')  dirigirse  á  (xua- 
yaquil,*  su  patria,  á  donde  llegó  en  Febrero  de  18o,'),  y  electo  diputado 
poco  después  por  la  provincia  de  Pichincha ,  trabajó  afanosamente  y 
con  brío  en  favor  del  orden  legal  y  de  las  instituciones  liberales. 

8us  ataques,  al  Gobierno  presidido  por  el  general  Flores,  dieron 
margen  á  que  fuera  preso  v  enviado  á  la  costa,  con  el  objeto  de 
embarcarle  para  el  Perú;  pero  la  revolución  de  (luayaquil  inq)idi(')  su 
embarque  devolviéndole  la  libertad,  y  nombrado  jefe  supremo  del 
<lepartamento  se  puso  al  frente  de  la  insurrección,  trasladándose  más 
tarde  á  Lima,  con  el  objeto  de  conseguir  armamento  y  vestuario  para 
la  campai'ia. 

Importantes,  múltiples  y  tristes  acontecimientos  políticos  tuvieron 
lugar  por  entonces  en  la  República  ecuatoriana,  los  cpie  llevaron  al 
general  Flores  á  Guayaquil,  en  donde  la  revolución  contra  su  autoridad 
tomaba  proporciones  alarmantes,  uniéndose  al  derramamiento  de  san- 
gre el  terror  causado  por  la  asoladora  epidemia  de  la  ñebre  amarilla. 

Funesto  fué  aquel  año  para  el  infortunado  Ecuador,  pues  en  él  tam- 
bién sucumbieron  en  el  encuentro  de  Pesillo  entre  las  tropas  del 
Gí)bierno,  al  mando  del  general  Pallares  y  las  sublevadas,  el  general 
Sáenz  y  el  Sr.  Zaldunvide,  que  emigrados  en  Pasto,  habían  entrado  en 
.su  patria  enarbolando  la  bandera  revolucionaria. 

•     X'omljro  quo  se  da  á  l(>s  espaüoltis  on  México 


VICKXTE    KOt'AFUKin'E  Ki 


IV 


¡  Infelices  mártires  del  fanatismo  político,  asesinados  vilmente  después 
(le  lial)erse  rendido!  El  g'eneral  Sáenz,  era  distinguidísimo  oficial  del 
batallíMi  Infante»  que  había  pertenecido  al  ejército  español  y  (]ue 
abrazó  la  causa  americana;  era  joven,  de  gallarda  apostura,  de  familia 
distinguida,  y  su  muerte  causó  dolor  general.  El  Sr.  Zaldunvide  era  uno 
de  los  fundadores  de  la  sociedad  El  Oiu'fcíio  Libre,  j)atriota  eminente  y 
(|ue  también  pertenecía  á  familia  que  se  había  batido  por  la  causa  de  la 
in(le})endencia  y  que  era  de  las  más  distinguidas  del  Ecuador. 

(Tuiado  Rocafuerte  en  Lima  por  su  sienqjre  acendrado  patriotismo,  ^ 
v  como  encargado  del  Supremo  (Gobierno  del  departamento  del  Guayas, 
invit<')  al  (lobierno  del  Perú  para  que  interpusiera  su  mediación  con  el 
del  Ecuador  é  intentara  concluir  con  la  guerra  que  tantas  víctimas 
hacía  y  causaba  incalculables  trastornos;  indicando  se  suspendieran  las 
hostilidades  ínterin  se  reunía  una  Convención  para  decidir  lo  más  con- 
veniente ])ara  el  país. 

El  jefe  supremo  había  vuelto  del  Callao  á  Puna,  -  cuando  el  general 
revolucionario  Mena  resolvi»')  traicionarlo  entregándole  al  presidente 
Flores  con  los  coroneles  1).  Francisco  Labayen,  1).  Ricardo  Wright  y  el 
teniente  coronel  Tlivas,  todos  hechos  prisioneros  por  el  comandante 
Ponte. 

Fna  entidad  '  de  la  nombradía  del  prisionero;  una  entidad  de  los 
antecedentes  y  posici()n  del  Sr.  Rocafuerte,  no  podía  perderse  impune- 
mente sin  causar  un  ruidoso  escándalo  en  toda  América,  ni  dejar  de 
perderse  el  mismo  (pie  consintiera  en  ello.  El  general  Flores,  por  lo 
tanto,  prefirií)  salvarle,  sin  mancharse  con  la  sangre  de  un  personaje 
ilustre,  vinculado  desde  nniy  atrás  con  otros  ilustres  americanos,  y  le 
salvó  generosamente  á  despecho  de  las  almas  ruines,  y  se  salvó  él 
mismo  de  una  ignominia  inevitable. 

y  Y  no  s(')lo  le  perdonó  la  vida,  sino  que,   conociendo  acertadamente 


'     Xumoropos  datos  q\io  tenemos  á  la  vista  así  lo  afirman  y  demnestran. 

-     Ecu  idor. 

^    I'KDito  Fkumíx  CiíiiAr.Los,  Jíesttmen  di'  la  líigforiii  del  Ecuador. 


84  AMERICANOS    CÉLEBRES 

cuáles  eran  el  talento,  carácter  elevado,  anibicicni  y  demás  pasiones 
poderosas  del  prisionero,  calcul()  con  tino  y  con  destreza  las  ventajas  ([uc 
podía  sacar  si  lograba  hacerse  amig-o  suyo  y  tenerle  de  su  parte.  En 
consecuencia,  envió  á  su  confidente  Dr.  Daste,  acompañado  de  algún 
otro,  á  que  le  aconsejasen  propusiera  arreglos,  seguro  de  que  serían 
escuchados  como  si  aun  mantuviera  todavía  el  papel  de  beligerante». 


El  convenio  del  o  de  Julio  entre  el  Presidente  Flores  a-  Rocafuerte 
no  se  publicó,  pero  sí  se  puso  en  práctica;  convenio  que  })onía  término  ;í 
las  rencillas  políticas,  puesto  que  el  artículo  1."  decía:  «Habrá  entre 
ambos  amistad  sincera,  fiel  y  constante,  y  procurarán  que  se  extienda  á 
todos  sus  amigos  '.  Y  en  19  de  Julio  se  pactó  públicamente  otro  con  las 
siguientes  condiciones : 

«Los  infrascritos,  animados  del  más  vivo  deseo  de  poner  término  ;í 
las  calamidades  que  afligen  al  Ecuador  y  de  restablecer  la  paz  de  un 
modo  sólido  y  ])ermanente,  han  convenido  en  los  artículos  siguientes: 

«Artículo  1."  Habrá  paz,  uni()n,  concordia  sincera  y  fraternal 
entre  todos  los  ecuatorianos. 

»Art.  2/^  8e  reunirá  un  (^ongreso  extraordinario  con  el  princi})al 
objeto  de  crear  una  Convención  nacional  (j[ue  se  ocupe  de  los  grandes 
arreglos  y  reformas,  que,  ajuicio  de  la  Convención,  sean  necesarias  para 
el  bien  y  prosperidad  de  los  pueblos. 

;>Art.  o."  El  Sr.  Vicente  Rocafuerte,  mandará  el  departamento  del 
Guayas,  con  el  carácter  de  jefe  su})erior. 

»Art.  4.'^  La  pl/iza  de  (luai/dqnil  scrt'i  ¡jKai'iiccidif  con  (¡oscÍí'hIos- 
Itotiihi'es  de  rada  una  de  Jtt.s  diuisioiirs  del  cjri'cilo  del  Kcua(hn\ 

»  Art.  5.'^'  La  caballería  y  el  resto  de  la  infantería  de  las  fuerzas  que 
se  hallan  actualmente  en  Sonó  y  la  fragata  C(dond>ia ,  se  acantonar;ín 
entre  Taura,  el  Morro,  Puna  y  fSanta  Elena;  y  las  tropas  que  est;ín 
situadas  en  Guayaquil,  se  compartirán  en  Daulc  y  Samboronchni,  mas 
no  podrán  pasar  al  interior  del  Estado,  entre  tanto  no  se  haya  publicado  el 
decreto  de  amnistía  de  que  habla  el  artículo  12  en  todos  los  pueblos. 


VrCKXPE    ÜOt'AlTKIM'K  85 

»Art.  G."  Líi  fragata  CoJonthia  permanecerá  en  el  fondeadero  de 
Tuna  con  la  guarnición  de  cien  hombres  y  otros  tantos  de  tripulación, 
bujo  Jii  ¡/(waiil/ii  (li'l  si'Hdr  Comodoro  dr  los  Estados  Ihiídos  en  d  Pavíficn, 
Ji((s(((  (¡uc  I((  (lonvciicinii  dispoití/a  de  es(c  buque. 

»Akt.  7/'  Todas  las  fuerzas  útiles  serán  desarmadas  en  Guayaquil, 
á  excepci(')n  de  dos  buques  que  se  destinarán  al  servicio  de  la  nación, 
tripulados  y  armados  con  marineros  y  jefes  de  cada  una  de  las  partes. 

>>Akt.  8."  L')s  Sf'riorcs  Jefes  ¡/  oficiales  serán  ¡'ecouocidos  eu  los  empleos 
que  aeíualnieiite  tieneit ,  //  al  efecto  se  les  e.rpcdii'áu  por  el  Gohio'uo  sus  corres- 
¡xiitdicides  dcspaclins. 

;:>Akt.  9."  La  deuda  causada  por  el  ejército,  fragata  <i  Colombia »  y 
fuerzas  útiles,  desde  el  h^  de  Octubre  del  año  pasado,  será  reconocida  como 
deuda  pública. 

;  Art.  10."^  El  Gobierno  abonará  mensualmente  las  medias  pagas  y  sos- 
laidrá  el  ejército  conforme  á  ordenanza  en  sus  acantona)nientos. 

»Akt.  11.*^  Los  Comisarios  de  cada  una  de  las  partes ,  harán  los  ajusta- 
iiiiciilos  de  los  sueldos  devengados. 

;  Art.  12.^  Se  dará  por  el  Gobierno  un  decreto  de  olvido  para  que  ningún 
individuo  sea  perseguido  por  sus  opiniones  politieas,  aun  que  las  haya  soste- 
nido con  l((s  arna^s  eii  la  mano.  Regresarán  al  país  todos  los  que  han  sido 
4\i-pulsados  desde  el  li  de  Septiembre  hasta  la  fecha. 

Art.  lo.**  Todos  los  militares  guardarán  entre  sí  buena  armonía 
y  amistad,  quedando  sujetos  á  las  penas  de  ordenanza  los  que  promovie- 
ren disgustos  y  disensiones  por  las  cosas  pasadas. 

En  fe  de  lo  cual,  los  infrascritos  lian  suscrito  y  firmado  este  con- 
venio hecho  en  Guayaquil  á  19  de  Julio  de  18o4.  —  Firmado.  —  Juan 
José  Flores.  — Vicente  Rocafuerte». 

El  período  administrativo  constitucional  del  general  Flores,  terminó 
el  10  de  Septiembre,  y  sin  vacilación  dejó  el  mando,  aunque  por  las 
anormales  circunstancias  que  atravesaba  el  Ecuador  no  tuviera  todavía 
sucesor  legal,  por  lo  cual  Rocafuerte,  convocó  á  respetables  ciudadanos 
para  (pie  éstos  resolvieran  lo  que  fuese  conveniente  para  el  departamento 
que  estaba  á  su  cargo. 


8G  AMERICANOS    CÉLEBRES 


VI 


El  acuerdo  de  la  Asamblea  dio  de  nuevo  el  mando  á  Rocafuerte 
como  jefe  supremo,  decidiendo  que  éste  se  pusiera  de  acuerdo  con  los 
demás  jefes  de  departamento,  para  convocar  la  ( 'onvenciíni  como  medida 
de  trascendencia  y  de  perentoria  necesidad. 

La  política  se  presentaba  tempestuosa  y  difícil.  Las  facciones  ensan- 
,i>-rentaban  el  suelo  ecuatoriano  y  la  revoluci(>n  toma])a  un  as])ecto  tanto 
nuís  encarnizado,  cuanto  que  se  convirti(')  en  arma  i)ara  venganzas  y 
desagravios  personales:  y  el  general  Flores,  con  el  ejército  llamado  r(ni- 
rnicional,  adelantaba  por  el  interior  para  batir  al  general  Barriga,  ([uicn, 
con  sus  fuerzas,  estacionaba  en  Ambato,  ameno,  sano  y  templado  oasis 
(pie  se  encuentra  en  el  camino  ([ue  conduce  á  Quito. 

Los  movimientos  de  uno  y  otro  ejército  los  hicieron  avistarse  el  LS  de 
Enero  de  LS.');"),  eu  una  llanura  llamada  de  ]\ririarica,  célebre  en  la  histo- 
ria ecuatoriana  por  la  sangrienta  batalla  del  mencionado  día,  ([ue  puso 
punto  final  á  la  desastrosa  guerra  de  un  año,  dando  el  triunfo  á  Flores  y 
dejando  en  el  campo  ochocientos  cadáveres  anegados  en  un  mar  de 
sangre. 

Volvamos  la  vista  á  Guayaipiil  y  veamos  á  Rocafuerte  desenq)eñando 
el  gobierno  provisional  y  justamente  ([uerido  por  las  sabias  disposicio- 
nes que  abolieron  el  tributo  de  los  indios  del  departamento  del  (Uiayas, 
reorganizaron  la  administraci<')n,  suprimieron  inveterados  abusos  y 
derogaron  derechos  y  gabelas  que  eran  remora  para  el  adelanto  de  hi 
industria.  El  decreto  del  LS  de  Febrero  de  18.')5,  convocó  la  Convencí* ni 
para  el  L*^  de  Junio,  dejando  excluidos  para  la  votación  al  jefe  supremo, 
á  los  ministros,  presidentes  de  tribunales  de  justicia,  gobernadores, 
sacerdotes  cou  jurisdicción  y  los  que  componían  sus  cabildos,  los  ])árro- 
cos,  los  tenientes  pedáneos  y  los  militares  en  actual  servicio. 

En  el  mes  de  Abril  sali()  Eocafuerte  para  Quito,  y  á  su  llegada  di(') 
una  proclama  de  la  cual  extractamos  algunas  palabras  que  retratan  su 
fuerza  de  voluntad  y  entereza. 

«No  haré  caso  de  las  opiniones  particulares  cualesquiera  (pie  sean  ('> 
hayan  sido;  seré  muy  indulgente  eu  este  punto,    pero   seré   igualmente 


VICKXTK    ROCAl  TKirrK  H? 

inflexible  en  la  severa  aplicación  de  la  ley  contra  los  facciosos  que  inten- 
taren turbar  la  tran(j[uilidacl  pública». 

Es  de  notar  la  admirable  consa<4'raci<)n  del  Jefe  sn])reino  á  las 
reformas  de  cárceles,  escuelas,  oficinas,  cuarteles,  caminos  y  benéficas 
instituciones  (pie  plantee'),  entre  éstas  el  colegio  de  Santa  ]\raría  del 
Socorro. 

Fué  intransii>'ente  con  todos  los  que  atentaron  al  orden  público, 
fuera  con  la  pluma  ó  con  las  armas,  y  en  su  decreto  del  24  de  Abril, 
amenazaba  á  todo  revolucionario  con  el  destierro,  la  pérdida  de  la  ciuda- 
danía y  la  confiscación  de  todos  sus  bienes,  y  que  serían  vendidos  éstos 
para  ([iie  su  producto  resarciera  los  males  ocasionados. 

Rocafuerte,  como  hombre  de  elevadísimo  talento,  conocía  los  medios 
de  halagar,  de  entusiasmar  y  de  hacerse  amable  con  todos,  vaciando 
su  bolsillo  con  mano  g'enerosa  para  socorrer  á  los  desheredados  por  la 
fortuna  ó  abatidos  por  el  sufrimiento  físico. 

Tenía  además  hcUísituo  (Iccii',  y  cautive')  más  de  una  vez  al  auditorio 
en  actos  públicos. 

El  22  de  Junio  se  instah')  la  Conveiici(')n,  y  el  hombre  destinado  para 
presidirla,  era  el  elocuente  é  insigne  poeta  Olmedo. 


VII 


Por  el  primer  acuerdo  quedó  nombrado  Rocafuerte  Presidente  provi- 
sional, retirándole  las  facultades  extraordinarias  de  que  disfrutaba; 
después  discutieron  los  convencionales  la  nueva  constitución  más  liberal 
y  propia  de  un  país  independiente  que  la  de  18.-)0;  pues  ésta  era  en 
extremo  defectuosa  y  propicia  para  el  extenso  poder  que  ejercía  el  gene- 
ral Juan  José  Flores,  primer  presidente  de  la  República  ecuatoriana, 
quien,  por  un  decreto  expedido  en  la  misma  fecha  en  que  se  daba  la 
nueva  constitucieni,  quedaba  como  g-eneral  en  jefe  y  en  el  pleno  r/ocr  th' 
iodos  los  (h')-<'chos  que  eonipeten  ó  un  eeuutoriano  de  nacimiento. 

Otro  notable  acuerdo  de  la  Convención,  fué  el  de  protectorado  para 
los  indios,  así  como  la  aprobación  de  leyes  orgánicas  de  alta  importan- 
cia y  de  utilidad  pública. 


>!^S  AMERICANOS    CELEBRES 

liocafucrte  fué  electo  presidente  de  la  República,  y  al  tomar  posesión 
en  <S  de  Agosto,  escuchó  de  los  labios  del  Presidente  de  la  Convención, 
frases  de  tal  austeridad  y  profnnda  enseñanza ,  que  debían  grabarse 
con  letras  de  oro  en  el  libro  de  la  Historia. 

«La  Convención  nacional,  —  dijo,  —  después  de  haber  sancionado  la 
institución  en  que  deja  escrito  los  derechos  del  pueblo  ecuatoriano  v 
establecida  la  forma  de  su  gobierno,  ha  querido  confiar  este  caro 
depósito  á  vuestras  manos,  para  que  lo  conservéis  íntegro,  ileso,  como 
lo  habéis  recibido. 

»E1  poder  público  no  es  una  propiedad  que  se  adquiere,  no  es  un 
fuero,  no  es  un  premio  que  la  nación  concede;  es  una  carga  honrosa  v 
grave;  es  una  confianza  grande  y  terrible  que  lleva  consigo  grandes 
y  terribles  obligaciones.  El  ciudadano  investido  con  el  poder,  no  tiene 
otros  derechos  ni  otras  prerrogativas,  que  la  de  tener  mayores  faculta- 
des para  hacer  el  bien,  y  la  de  ser  el  primero  que  tiene  que  andar  por 
la  estrecha  senda  de  las  leyes;  ni  debe  proponerse  otra  recompensa  (|ue 
la  esperanza  de  merecer  un  día,  por  su  moderación,  constancia  y  cordial 
sumisión  á  esas  mismas  leyes,  el  amor  de  sus  conciudadanos  y  la  gra- 
titud de  la  patria». 

¡Qué  período  de  noble  desinterés,  de  activa  tarea  en  gloria  y  bien  de 
la  patria,  de  moralidad  y  respeto  interior  y  exterior,  de  sano  ejemplo 
V  abnegado  empeño! 

Las  simpatías  se  despertaban  poderosas  en  favor  del  sabio  gober- 
nante que,  consagraba  todas  sus  acciones  al  prestigio  nacional. 

Su  eficacia  v  la  del  sagaz  ministro  Tamariz,  dieron  resultados  prove- 
chosos para  encauzar  la  corriente  de  la  Hacienda  pública,  que  de  largo 
tiempo  corría  sin  dique  á  segura  bancarrota,  arrastrando  en  su  tortuosa 
carrera  el  porvenir  y  la  esperanza  de  numerosas  familias. 

Rocafuerte,  luchó  sin  descanso  contra  las  preocupaciones  que  habían 
entronizado  los  altivos  aventureros,  pobladores  un  día  de  la  tierra  de  los 
Scyris,  y  di()  amistosa  acogida  en  palacio  y  asiento  en  su  mesa,  á  cuan- 
tos rendían  culto  á  las  artes  y  eran  por  su  ingenio  una  gloria  nacional. 


VICENTE    ROCAFUERTE  89 


Yin 


Dt'siii-aeiadanieiite,  Li  paz  tan  deseada  por  el  Presidente,  no  fué 
duradera:  varios  jefes  desterrados  en  el  Peni,  entre  ellos  el  coman- 
dante (luillernio  Franco,  de  acuerdo  con  otros  descontentos  en  el  Ecua- 
dor, llegaron  á  Tumbes,  al  propio  tiempo  que  el  coronel  Agustín 
Franco  se  dirigía  á  Esmeraldas,  para  empezar  la  campaña  é  iniciar 
nueva  lucha  civil,  funesta  para  los  revolucionarios  y  de  corta  duraci(5n; 
míos  fueron  nuiertos,  otros  derrotados  y  dispersos,  y  aquellos  pocos  que 
<*averoH  prisioneros,  encontraron  la  inflexible  A^oluntad  de  Rocafuerte, 
([ue  les  conden(')  á  ser  pasados  por  las  armas,  para  asegurar  la  tranquili- 
dad pública. 

Otros  desórdenes  ocurrieron  por  entonces,  ajenos  á  nuestro  propó- 
sito, y  entre  tanto  seguía  su  marcha  gubernativa  el  preclaro  patricio 
i'Cuatoriano,  planteando  sistemas  económicos,  amortizando  la  Deuda 
pública,  haciendo  respetar  las  sabias  y  acertadas  disposiciones,  certero 
golpe  para  el  contrabando,  y  con  rápida  probidad,  poniendo  valla  á 
toda  codicia  ilegal  ó  ambici(')n  bastarda  con  los  decretos  del  10  de 
Febrero. 

La  íirme  é  inquebrantable  actitud  del  Gobierno,  si  bien  era  apro- 
bada V  satisfacía  á  los  hombres  sensatos  y  honrados,  encontraba  oposi- 
<'i(')n  en  a([uellos  perjudicados  en  sus  aspiraciones,  y  de  nuevo  se  turbó 
la  i)az,  y  con  la  misma  entereza  y  severidad,  fueron  perseguidos  y  casti- 
gados los  rebeldes,  y  su  jefe,  el  joven  comandante  Maldonado,  fué 
conducido  á  Quito  y  puesto  á  disposición  del  Gobierno.  El  Presidente, 
firme  en  sus  deseos  de  restablecer  el  orden  y  castigar  todo  conato  de 
revolución,  le  condenó  á  muerte. 

El  25  de  Noviembre  de  188(5,  á  los  noventa  años  de  haber  sido  demoli- 
das, en  1741),  por  orden  del  rey  de  España  las  pirámides  de  Caraburo  ¡/ 
( h/(inih((r(>,  levantadas  en  1740,  ^  por  los  científicos  académicos  franceses, 
Luis  (ilodin,  Pedro  Bouguer  y  Carlos  María  de  la  Condamine,  se  resta- 


"     T)ico  ol  I'.  \'('I:is((i.  quo  fué  cu  Xovionibre  de  ll^Mr.  poro  fué,  según  datos  fidedignos  y  versión  del  historiador 
don  Ferinin  Ctitiallos.  en  ol  uño  1710. 


00  AMKRICAXOS    CÉLEBRES 

blecieron  por  orden  de  Rocafuerte,  asistiendo  éste  á  la  solemne  cere- 
monia, con  los  ministros,  antoridades,  cner])o  considar  y  empleados^ 
superiores. 

El  3  de  Enero  de  18.-)7,  se  reuni(>  el  Cong-rcso  extraordinario  convo- 
cado por  el  Presidente,  para  ([ue  fuese  juez  de  sus  actos  gubernativos:  el 
mensaje  es  una  página  admirable  del  sabio  legislador,  cuadro  exacto  y 
elocuente  del  estado  de  la  nación,  y  de  la  necesidad  que  había  dictado 
los  decretos  del  10  de  Febrero. 

Entonces  y  como  siempre,  frente  á  frente  Rocafuerte  con  la  oposición 
(pie  en  el  Congreso  le  hacían  la  mayoría  de  diputados  y  senadores  ])arti- 
darios  ó  instrumentos  del  general  Flores,  destituyó  al  ministerio,  san'/'/i- 
iio  hecho  ni  cJ  altar  de  la  patria,  y  obligado  por  la  imprescindible 
necesidad  de  evitar  un  conflicto,  dadas  las  aspiraciones  de  Flores  y  la 
tendencia  á  ([ue  el  Ecuador  tomara  parte  en  la  guerra  de  diile  contra 
la  Confederaci()n  peruano-boliviana^  presidida  por  el  protector  Santa 
(^•uz.  La  energía  de  Rocafuerte  triunfó  de  las  asechanzas  de  sus  enemi- 
gos, de  la  acusación  presentada  por  el  diputado  Atanasio  Carri<')n ,  de 
los  ataques  (|ue  le  dirigieron ,  aun  cuando  la  legislatura  anul(')  los  nota- 
bles acuerdos  del  10  de  Febrero,  y  condenó  al  honrado  y  d(^cto  ministro 
Tamariz,  á  dos  años  de  suspensión  en  los  destinos  públicos. 

Corrió  el  año  de  ISoT,  sin  alteraci(')n  en  la  política,  á  pesar  de  los 
conatos  de  rebelión  por  el  general  Otamendi  y  })or  el  coronel  .losé  María 
Frbina :  ^  y  lHo8  hubiera  transcurrido  á  su  vez  en  el  seno  de  la  tran([ui- 
lidad,  sin  la  sublevación  de  Riobamba,  acaudillada  ])or  el  coronel 
Alejandro  Machuca,  instigado  éste  por  Valdivieso,  exjefe  supremo  de 
(^uito  en  la  época  de  la  última  guerra  civil. 

Sin  embargo,  también  Rocafuerte,  con  habilidad  y  con  fortuna^ 
reconquistó  la  paz,  y  el  .'H  de  Enero  de  18o9,  descendí*')  de  la  suprema 
magistratura  con  la  conciencia  satisfecha  por  el  deber  cum})lido, 
dejando  á  la  nación  tranquila,  adelantada,  guarnecida  por  ejércitos  bien 
equipados,  con  la  Hacienda  organizada  y  con  prestigio  en  el  extranjero. 

Al  entregar  las  riendas  del  Estado,  tenía  éste  escuelas,  hospitales^ 
casas  de  asilo  y  colegios  militares,  y  Rocafuerte  dejaba  el  puro  ejemplo 
de  una  honrada  administración,  y  el  recuerdo  de  sus  altas  cualidades 
y  de  su  sabiduría. 

'     l'iosiilonte  niAs  tarde  del  Ecuador. 


Vlf'KXTK    KOCAFri:RTE  91 


Quince   días   después,   fué   electo    Presidente   el    general    Juan    José 
Flores,  y  Kocafuerte  era  nombrado  o-obernador  de  Cluayaquil. 


IX 


La  acuñaci<')n  de  moneda  falsa  en  aquel  departamento,  di(')  lug"ar 
á  serios  conflictos  por  las  disposiciones  tomadas  por  la  autoridad  v  la 
(^orte  superior  de  Justicia  y  la  desaprobaci(5n  de  la  sentencia  por  el 
gobernador  T^ocafuerte.  Apoyaban  unos  su  fallo  en  el  Cíkliii'o  penal  y 
defendían  con  calor  su  derecho,  ordenando  se  procediera  á  inutilizar  por 
completo  la  moneda  falsa  que  existiese;  ¿pero  cómo?  ¿Acaso  podía  lle- 
varse á  cabo  sin  acarrear  completo  desconcierto  en  el  comercio? 

Todo  el  metálico  que  entonces  corría  en  el  Ecuador,  era  falso,  y 
circulaba  hacía  más  de  tres  anos,  porípie  la  escasez  de  fondos  no  había 
[)ermitido  fuera  amortizado  por  el  Gobierno. 

Kocafuerte  emiti()  billetes  para  retirar  de  la  circulación  la  moneda 
falsa,  y  esto  por  disposiciíni  del  Gobierno,  como  línico  medio  para  la 
conA'eniencia  pública. 

Desarrollóse  á  la  saz<^n  en  (ruayaquil  la  terrible  //>/>/ v  <un(iri¡l<(,. 
aumentando  el  pánico  y  malestar  g'eneral  y  poniendo  á  prueba  una  vez 
más  la  abneo-ación  del  insio-ne  Rocafuerte,  que  provey<)  á  la  poblaciéni 
(le  cuanto  en  tan  aflictivos  instantes  necesitaba,  socorriendo  con  mano 
})ródi<i"a  á  las  infelices  familias  de  los  atacados. 

El  1")  de  Enero  de  lH4.j,  se  reuni(')  la  Convencifui  en  Quito,  y  elect<> 
diputado,  fué  <'l  único  que  en  la  Asamblea  combati(')  vig'orosamente  la 
reelección  del  presidente  Flores,  por  ser  anticonstitucional  y  contraria 
á  la  ley  fundamental,  por  más  que  ésta  hubiera  sido  reformada  para  el 
resultado  apetecido. 

Si  Rocafuerte  había  sido  fiel  al  gobierno  legal  de  Flores,  no  podía 
serlo  al  nuevo  período  de  los  ocho  anos,  por  lo  cual,  abandom'»  el  Ecua- 
dor y  se  íraslad(')  á  Lima. 


í)2  AMERICANOS    CÉLEBRES 


X 


El  Gobierno  provisional  creado  en  1845  por  la  revolución  de  Cluaya- 
qiiil  contra  el  poder  de  Flores,  nombró  á  Rocafuerte  su  encargado  de 
Negocios  en  el  Perú,  y  al  finalizar  el  mismo  año  asistió  como  diputado  á 
la  Convención  de  Cuenca. 

Sucesivamente  fué  Senador  y  Presidente  del  mismo  alto  Cuerpo. 
En  1S45,  Ministro  Plenipotenciario  en  Perú,  Bolivia  y  Chile,  con  la 
noble  misión  de  acordar  la  defensa  contra  la  expedición  proyectada 
desde  Europa  por  el  general  Flores,  y  por  último.  Plenipotenciario  al 
Oongreso  americano,  que  debía  reunirse  y  se  reunió  en  Lima,  en  dicho 
año  de  1846. 

Nombrado  para  este  último  cargo,  y  ya  moral  y  físicamente  abatido 
y  enfermo,  emprendió  el  viaje  al  Perú,  llevado  sólo  por  la  fuerza  de 
voluntad  y  el  deseo  de  servir  á  su  patria. 

¡Postreros  esfuerzos  de  aquella  energía  poderosa! 

El  IG  de  Marzo  de  1847,  se  apagó  á  la  edad  de  sesenta  y  cuatro  años 
la  luz  de  aquella  inteligencia,  que  durante  largo  período  había  ejerci- 
tado filantrópico  y  útil  influjo  en  el  Ecuador. 

Espléndido  mausoleo  de  mármol  levantado  por  el  amor  conyugal ,  ' 
encierra  sus  restos.  Años  después,  el  pueblo  guayaquileño  perpetuó  en 
bronce  la  imagen  del  patricio,  como  sus  hechos  han  perpetuado  su 
recuerdo. 

'     La  esposa  de  Rocafuerte,  fué  la  ilustre  matrona  D.»  Baltasara  Calderón,  hermana  del  héroe  de  Pichincha, 


FELirE  SANTIAGO   DE   8ALAVERRY 


'■vV 


^A  novela  no  es  sino  la  fotografía  de  personajes  y 
de  episodios  de  la  vida  real:  el  escritor,  con  las 
galas  de  su  fantasía,  con  los  perfiles  de  su  deli- 
cada inventiva,  les  presta  mayor  relieve  y  poé- 
tica aureola;  pero  recorriendo  la  historia,  c> 
identificándonos  con  la  vida  y  con  los  hechos  de 
determinadas  individualidades ,  encontraríamos^ 
en  cada  pensamiento,  en  cada  etapa  de  su  agitada 
existencia,  el  inmortal  tipo  caballeresco  é  ideal  que  presta 
á  una  novela  palpitante  interés  y  gráfico  carácter. 
T^no  de  esos  seres  sublimes,  guerrero  audaz,  belicoso  é  intrépido^ 
dotado  con  todas  las  nobles  cualidades  de  los  héroes,  adornado  con 
el  deslumbrador  atavío  de  la  belleza  física  y  de  la  juventud,  es  el  que 
hoy  penetra  en  el  santuario  de  nuestros  ilustres,  entre  el  corto  numera 
de  grandiosas  figuras  que  con  amor  hemos  agrupado. 


II 


Felipe  Santiago  de  Salaverry  era  limeño,  y  bajo  aquel  cielo  de  incom- 
parable pureza,  de  ardientes  reflejos,  de  prodigiosos  celajes,  vi(5  la 
primera  luz  en  180G. 


04  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Las  tibias  íiuras  del  Eiiiiac,  prestaron  á  su  infancia  suaves  arrullos, 
dulces  armonías,  plácidos  ensueños;  las  verdes  y  frescas  praderas  baña- 
das por  el  ardientísimo  sol  de  los  incas,  fueron  teatro  para  sus  jueg'os 
de  niño;  la  voluptuosa  atmósfera  sin  par,  desarrolló  en  el  adolescente  el 
apasionado  carácter,  y  era  colegial  en  San  Carlos,  cuando  los  albores  de 
independencia  despertaron  su  alma  de  fuego  y  su  ambición  de  gloria. 

Sus  padres  no  soñaban  con  los  peligros  de  la  guerra  para  el  hijo 
amado;  pretendían  la  plácida  existencia  y  los  triunfos  del  foro  ([ue  su 
claro  talento  prometía. 

Inútil  empeño  era  solicitar  su  beneplácito.  Para  marchar  á  la  pelea 
jamás  se  lo  darían,  por  lo  ([ue  el  colegial  de  catorce  años,  sin  vacilación 
ni  temor,  dio  rienda  suelta  á  su  albedrío  y  busc('>  en  la  fuga,  la  realiza- 
ción del  pensamiento  que  en  su  mente  había  brotado  y  le  dominaba  por 
completo.  En  breve  troc(')  los  libros  por  la  espada;  y  su  habilidad,  su 
osadía  y  tesón ,  burlaron  las  avanzadas  del  ejército  español  y  con  la 
sangre  fría  de  un  veterano,  se  presentó  en  Huaura  al  general  San 
Martín. 

Su  apostura  era  marcial.  Su  mirada  brillaba  de  entusiasmo;  su  pala- 
bra revelaba  la  decisión.  El  jefe  de  las  fuerzas  libertadoras  admir(')  en  el 
adolescente  al  futuro  héroe,  y  cortas  horas  habían  jiasado,  cuando  ya 
era  cadete  en  el  batallón  -  Numancia^,  que  se  disponía  á  entrar  en  cam- 
paña. 


III 


La  gloria  le  tonu)  bajo  su  protecciíui;  por  ella  escudado,  })ele(')  como 
un  león  v  se  hizo  notable  en  los  combates:  su  carrera  militar  fué  tan 
rápida  como  gloriosa.  San  Martín,  Bolívar,  Sucre  y  otros  ilustres 
guerreros  le  sirvieron  de  modelo  en  la  azarosa  senda  de  la  guerra, 
y  en  el  escenario  de  grandes  batallas  y  de  heroicas  victorias  como  la  de 
Junín  y  la  de  Ayacucho,  puso  en  relieve  sus  hazañas  y  su  temeraria 
intrepidez. 

Generoso  hasta  el  sacrificio,  patriota  exaltadísimo,  ansioso  de  renom- 
bre, ganó  todos  los  grados  con  su  espada,  y  á  los  veintiocho  años  era 
general. 


IKl.Il'i:    SANl'lAdO    PK    SALAVKHHV  95 

Poseía  espíritu  orj^aiiizador,  carácter  para  el  mando,  riqueza  y 
<.'\uberaucia  de  ideas,  elocuencia  arrebatadora,  con  la  cual,  hablaba 
á  sus  soldados  y  los  conducía  al  triunfo  cautivos  de  su  palabra  y  dis- 
puestos á  nutrir  por  él  y  por  la  patria. 

La  vida  de  Salaverry  es  la  de  un  paladín  de  la  Edad  Media,  la  de 
un  soldado  legendario,  la  de  un  ser  fantástico  á  veces;  está  mezclada  en 
todas  las  oloria.s  de  la  independencia  peruana;  se  destaca  en  la  brillante 
epopeya  (jue  inici(')  San  Martín  y  coronó  Bolivar.  Tiene  todos  los  fulgo- 
ri's  de  aquellas  mágicas  alboradas,  todo  el  prestigio  del  reñido  é  inmor- 
tal antagonismo  entre  la  altiva  y  secular  Europa,  y  la  joven  y  fogosa 
América. 

¡Fué  un  huracán:  debía  desaparecer  en  desecha  tenq)estad! 


MV 


Era  una  época  luctuosa  para  el  Perú:  la  lucha  civil  ensangrentaba  el 
suelo:  la  anarquía  esterilizaba  los  triunfos  de  la  independencia. 

El  bizarro  general  D.  Luís  .José  Orbegozo,  presidente  de  la  República, 
hal)ía  solicitado  el  apoyo  del  general  Santa  Cruz,  presidente  de  Bolivia, 
<pie,  ambicioso  de  formar  una  confederaci()n  entre  ambos  países,  y 
aprovechando  de  las  discordias  y  desuni()n  entre  el  gobernante  del  Perú 
y  el  general  Salaverry  opuesto  al  plan  de  confederaci<)n ,  pas(^  el  Desa- 
guadero mandando  un  ejército  de  cinco  mil  hombres. 

El  general  Clamarra,  enemigo  político  de  Salaverry,  se  unió  con  éste 
para  combatir  la  intervención,  y  el  primero  fué  derrotado  por  Santa 
Cruz  en  la  acción  de  Yanacocha. 

No  por  este  triunfo  se  afianzó  la  confederación,  ni  termin()  la  guerra. 

Salaverry  sostuvo  la  campaña  con  pasmosa  actividad;  la  suerte  le 
acmnpañaba  siempre,  auxiliada  por  la  firmeza  de  su  carácter  é  infati- 
gable constancia.  Su  figura  adquiría  proporciones  gigantescas;  sublevá- 
l)ale  la  idea  de  ([ue  extranjera  planta  se  grabara  en  el  suelo  de  la  patria 
intentando  subyugarla,  y  su  acendrado  civismo  prolongó  la  lucha  y 
multiplicó  sus  recursos  y  esfuerzos. 

Las  tropas  de  Santa  Cruz  le  perseguían  en  todas  direcciones:  cuando 


96  AMEEICAXOS    CÉLEBRES 

pensaban  cercarlo  y  batirlo  en  determinado  Ingar,  se  aparecía  en  otro  á 
g-ran  distancia,  tomando  la  ofensiva  y  persig'niendo  á  sn  vez.  Sn  sagaci- 
dad burlaba  las  pesquisas:  en  vano  los  soldados  peruanos  y  bolivianos, 
pugnaban  por  apoderarse  del  caudillo,  que  éste  sagaz  y  activo  eludía 
las  emboscadas  y  el  encarnizado  empeño  de  sus  enemigos. 

La  derrota  en  el  disputado  combate  de  Socabaya ,  7  de  Febrero 
de  183G,  fué  el  triste  desenlace  de  la  campaña  y  el  término  de  una  exis- 
tencia tan  heroica  como  brillante. 


V 


Salaverry  cayó  prisionero:  la  razón  política,  es  decir,  la  ambiciosa 
tendencia  de  Santa  Cruz,  aconsejaba  el  exterminio  de  un  enemigo  peli- 
groso: el  egoísmo  era  terrible  móvil,  y  Salaverry  fué  víctima  de  él. 

Arequipa  presenci()  la  sublime  escena  de  aquel  drama ,  el  día  9  de 
Febrero  de  1836. 

Antes  de  salir  para  el  sitio  en  que  debía  ser  pasado  por  las  armas, 
brotó  de  los  labios  del  héroe  elocuente  protesta. 

¡Cerremos  con  sus  propias  palabras,  la  postrera  y  triste  página  del 
libro  de  su  vida! 

«Protesto  ante  mis  compatriotas,  ante  la  América,  ante  la  historia  y 
la  posteridad  más  remota,  del  horroroso  asesinato  que  se  comete  con- 
migo. Habiéndome  entregado  espontáneamente  al  general  Miller,  él  me 
ha  presentado  como  prisionero  á  Santa  Cruz,  que  sobre  cadáveres  perua- 
nos quiere  cimentar  su  conquista.  Yo  debía  haber  sido  juzgado  conforme 
á  las  leyes  de  mi  país,  y  no  por  un  tribunal  de  esclavos  (pie  me  ha  con- 
denado sin  oirme.  He  sido  sometido  á  un  Consejo  de  guerra  verbal,  ante 
el  cual  solamente  protesté  de  su  incompetencia  y  de  la  im])osibilidad  de 
reivindicarme,  á  tan  larga  distancia  de  mis  papeles  justificativos.  Me 
retiré  después,  y  he  sido  condenado:  ¡Peruanos!...  ¡Americanos!... 
¡Hombres  todos  del  Universo!...  Ved  aquí  la  verdadera  conducta  del 
conquistador,  con  un  peruano  que  no  ha  cometido  delitos,  que  no  ha 
tenido  otra  ambici(')n  que  la  felicidad  y  gloria  de  su  patria ,  })or  las  cua- 
les combati(í  hasta  el  momento  de  su  muerte;  ved  aquí,   cuan  horribles 


FELIPE    SANTIAGO    DE    SALAVERRY  07 

son  los  primeros  pasos  del  que  ha  jurado  enseñorearse  del  Perú,  destru- 
yendo á  sus  mejores  hijos. 

»En  capilla  en  Arequipa.  —  Febrero  18  de  l8Sü. — Felipe  Santiago 
DE  Salaverky.- 

Tenía  entonces  veintinueve  años  y  once  meses  de  edad.  ^ 


'  La  muerte  de  Salíiverry  dejó  eii  la  orlaudad  al  hijo  del  amor,  Cai'los  Angnstu,  cuando  ésto  contaba  seis 
años.  Las  flores  y  alegrías  do  la  infancia,  se  trocaron  en  luto  y  amargura.  Más  tardo  su  poética  y  brillante  ima- 
ginación, ha  enriquecido  la  literatura  peruana  con  dulcísimas  é  ins2iiradas  composiciones:  también  so  ha  dedi- 
cado á  la  literatura  ilramática,  j'  sus  obras,  representadas  en  todos  los  teatros  de  la  América  del  Sur,  rebosan 
originalidad,  poesía  y  pensamientos  bellísimos,  reflejándose  en  algunos  de  sus  versos  la  melancolía  de  sus 
jirimeros  años. 


JOSÉ  CECILIO  DEL  YALLE 


\  A  vida  de  los  hombres-genios,  guerreros,  filósofos, 
legisladores,   eminentes   patriotas   ñ   esclarecidos 
atletas   del   pensamiento,    ([ne    con    su   ])luma    se 
inmortalizaron,    es   cam})o   vastísimo  ])ara    estu- 
diar el  progreso   humano,  í'otogr/ifico   cuadro   de 
los  pueblos  V  digna  enseñanza  j)ara    las   genera- 
ciones, pues   que   los   privilegiados   seres   (pie   se 
elevan  y   sobreponen   á  la  generalidad,   ya  olvidados  en 
su    época,    ya    mal    juzgados    en    ella,    se    destacan    más 
arrogantes    y    gloriosos    cuando    los    años    pasan    y    sus 
méritos  aparecen  descartados  de  nubes  ó  de  sombras   (pie   injustamente 
los  empañaban. 

Las  generaciones  honran  á  los  héroes  y  á  los  genios;  los  coronan  con 
la  eterna  siempreviva  y  los  presentan  á  la  universal  admiraciíSn. 

La  idea  de  la  justicia  p(5stuma,  es  el  bálsamo  y  la  esperanza  de  a(]uc- 
llos  que  sembraron  glorias  para  recoger  decepciones:  (pie  derramaron 
torrentes  de  luz  para  quedar  envueltos  en  las  brumas  del  olvido:  (pie 
tuvieron  por  bello  ideal  la  pureza  y  límpido  cendal  del  cielo,  para  vivir 
entre  las  tempestades  y  la  obscura  noche  de  la  ingratitud. 


JOSÉ    CECILIO    DEL    VALLE 


JOSÉ    CECILIO    DEL    VALLE  99 


II 


¡Qué  noble  ejemplo  el  del  sabio  hondureno  que  hoy  bosquejamos  á 
grandes  rasgos!  ¡Qué  vida  tan  útil!  ¡Qué  honra  para  Choluteca  haber 
sido  su  cuna ! 

Otra  estudiosa  inteligencia  ha  presentado  en  acabado  y  luminoso 
cuadro,  la  gran  figura  de  José  Cecilio  del  Valle.  ^  Nos  permitiremos 
copiar  las  ideas  emitidas  en  la  dedicatoria  al  presidente  Soto,  para 
prestar  mayor  relieve  á  nuestro  imperfecto  boceto. 

«Señor, — dice: — Vos  habéis  tenido  piedad  del  pasado,  rehabili- 
tando la  memoria  del  gran  Valle,  y  yo  he  querido  tener  piedad  de  la 
Historia,  rechazando  el  estrecho,  el  inmoral  criterio  de  las  circunstan- 
cias ,  al  escribir  su  biografía  y  juzgar  los  principales  acontecimientos  de 
,su  época.  Ese  criterio,  no  es  el  criterio  de  la  Ciencia,  no  es  el  criterio 
de  la  razón,  no  es  el  criterio  de  la  recta  justicia,  no  es  el  criterio  del 
noble  sentimiento.  Señor:  Yo  que  tengo  la  buena  suerte  de  estar  de 
acuerdo  con  vuestras  elevadas  ideas,  sé  que  estáis  de  acuerdo  con  mi 
criterio  histórico;  sé  que  no  queréis  hacer  de  la  Historia  un  Santo 
Oficio,  una  despiadada  Inquisición.  Nosotros  no  podemos  decir  á  libera- 
les ni  á  conservadores,  «creed  ó  arded»;  nosotros  somos  y  debemos  ser 
de  nuestro  siglo  de  tolerancia,  de  libertad  y  de  crítica  imparcial;  nos- 
otros, cueste  lo  que  cueste,  debemos  mirar  al  porvenir  de  las  ideas,  que 

es  el  porvenir  de  nuestra  patria > 

En  las  orillas  del  hermoso  río  Choluteca,  se  deslizó  la  infancia  del 
futuro  patriota  que,  hijo  de  familia  de  alto  linaje,  rico,  no  sólo  en  per- 
gamino, sino  también  en  valiosa  hacienda,  no  adquirió,  sin  embargo,  la 
instrucción  que  hoy  adquieren  hasta  los  más  humildes,  por  carecer  de 
centros  destinados  á  la  enseñanza  y  de  escuelas  en  donde  pudiera  con- 
seguir útiles  conocimientos.  Tenía  nueve  años  -  cuando  fué  llevado  á 
Guatemala  por  sus  padres ,  y  á  poco  era  colegial  en  « Betlén  »  y  empe- 
zaba sus  estudios  de  primeras  letras. 

'     Eamón  Rosa,  ilustradísimo  y  bonemórito  hondureno,  escribió  la  biografía  de  Valle  oii  18S2,  por  encargo 
<lel  Presidente  D.  Marco  Aurelio  Soto. 

*    Nació  el  22  de  Noviembre  de  1780. 


100  AMERICANOS    CÉLEBRES 


III 


No  era  época  á  propósito  en  América  para  el  desarrollo  de  la  inteli- 
gencia ni  para  impnlso  del  natural  talento,  y  menos  aún  en  Guatemala, 
alejada,  y  á  gran  distancia,  de  las  poblaciones  más  adelantadas  enton- 
ces; pero  el  audaz  é  intrépido  franciscano  Goicochea ,  planteó  reformas  y 
estableció  plan  de  estudios,  que  fué  de  grandes  resultados  para  la  juven- 
tud, y  los  cuales  felizmente  brindaron  á  Valle  manantial  fecundo  en 
donde  saborear  los  raudales  de  sabiduría  emanados  del  docto  maestro,  y 
que  al  pasar  más  tarde  á  la  Universidad  de  Guatemala,  facilitaron  sus 
rápidos  adelantos  y  le  dieron  el  resultado  de  ser  elegido  ^  para  el  exa- 
men público  de  Lógica,  Metafísica  y  Física  experimental,  y  el  cual  fué 
un  verdadero  acontecimiento  y  de  brillante  resultado  itava  Valle.  Con 
incesante  y  sin  par  afán,  poseyó  el  joven  privadamente  el  álgebra,  geo- 
metría, literatura,  francés,  inglés  é  italiano,  haciendo  sus  constantes 
amigos  y  nobles  compañeros  de  los  autores  clásicos  latinos,  ingleses, 
españoles  y  franceses. 

No  hubo  terreno  que  su  deseo  de  saber  no  invadiera ,  ni  fuente  que 
no  buscara  con  anhelo  para  apagar  la  sed  de  ciencia  que  le  dominaba. 

En  Agosto  de  1803,  concluida  su  brillante  carrera,  se  examiiuj  y 
recibió  de  abogado,  y  aun  cuando  muy  joven,  tenía  ya  la  sensatez, 
aplomo,  cordura  y  profundidad  de  un  genio.  Celosísimo  en  el  deber, 
anciano  por  lo  reposado  de  las  costumbres,  modesto  y  sencillo  como 
ignorante  de  su  propio  valer,  entusiasta  por  las  artes,  —  pues  que  era 
artista  por  el  amor  á  lo  bello,  —  fácil  en  la  palabra,  suave  en  el  trato, 
digno  en  la  apostura:  tal  era  José  Cecilio  Valle. 

Tenía  la  frente  espaciosa,  capaz  de  contener  gran  cúmulo  de  ideas, 
pero  medio  sombreada  por  el  cabello;  la  mirada  de  sus  ojos  negros  lan- 
zaba destellos  de  inteligencia;  la  nariz  era  regular,  el  color  del  cutis 
moreno  pálido,  la  boca  bien  delineada  y  el  todo  distinguido  y  simpático. 


'    Sogún  costumbre  de  elegir  iilio  de  los  ahimnos  al  concluir  el  año  escolar,  jiara  el  examon  que  demuestra  ol 
pro^'roso  en  los  estudios. 


JOSÉ    CKCILIO    DEI.    VAI.I.K  101 


IV 


La  cai)aci(l;ul  de  Valle,  llamó  la  atención  del  Capitán  general,  y  feliz 
en  ntilizarla,  le  nombró  Censor  de  La  Gaceta  de  la  ciudad  de  Guatemala, 
Diputado  interino  de  la  Comisión  gubernativa  de  Consolidación  y  Defen- 
sor de  Obras  ])ías. 

En  Febrero  de  ISOG,  se  le  dio  el  cargo  de  Asesor  del  Consulado;  en 
-\rarzo  del  año  siguiente  era  Fiscal  del  Juzgado  de  los  Reales  Cuerpos 
de  Artillería  é  Ingenieros,  y  más  tarde  Asesor  de  los  mismos,  siendo  de 
advertir  (pie  la  mavor  parte  de  los  destinos  los  desempeñó  honorífica- 
mente. En  ISOO,  fué  electo  Diputado  de  la  Junta  Central  de  la  provincia 
y  Secretario  de  la  junta  preparatoria. 

En  1810,  se  agitaron  las  regiones  americanas  en  las  primeras  convul- 
siones de  independencia:  la  chispa  de  insurrección  se  extendió  por  el 
Centro  América,  y  Valle,  empleado  por  las  autoridades  españolas  é 
hidalgo  y  caballeresco,  fué  consecuente  con  sus  amigos  y  neutral  en  las 
cuestiones  entre  la  ^Metrópoli  y  las  Colonias. 

El  arzobispo  de  Guatemala,  Frav  Ramón  Casaus,  decía  en  1815: 
:  Este  sujeto  ha  brillado  como  modelo  de  lealtad  española ,  de  patrio- 
tismo verdadero  y  de  adhesión  heroica  al  legítimo  Gobierno,  á  pesar  de 
lo  que  por  estos  nobles  sentimientos  ha  tenido  que  sufrir  por  los  tiros 
de  la  envidia  y  malignidad  de  los  propensos  á  la  disolución  del  Estado 
monárquico  ». 

Considerado  Valle  bajo  el  punto  de  vista  de  americano,  faltó  enton- 
ces á  sus  deberes  cívicos;  pero  reñexionando  en  la  posición  que  ocupaba 
y  los  múltiples  cargos  que  debía  al  Gobierno  español,  es  disculpable  que 
viese  tal. vez  como  una  traición  el  separarse  de  la  senda  que  había 
seguido  hasta  aquella  época,  y  sin  duda  debió  empeñarse  en  fuerte 
lucha  consigo  mismo  para  sostenerse  fiel  á  los  cargos  que  desempeñaba. 

Creemos  muy  á  propósito  citar  unos  párrafos  de  D.  Ramón  de  la 
Rosa  (hondureno)  en  la  biografía  de  Valle,  ocupándose  precisamente  de 
la  actitud  del  sabio  compatriota. 

<  No  es  para  todos  el  heroísmo  de  las  revoluciones  redentoras.  Valle 
no  tuvo  ese  heroísmo,  y  lo  siento  y  debe  deplorarlo  la  Historia,  pues  es 


102  AMERICANOS    CÉLEBRES 

de  desearse  que  el  sabio  estadista  hubiese  dado  en  todo  y  por  todo  uu 
alto  ejemplo  de  desprendimiento,  de  abneg-ación  y  de  elevadas  miras;  su 
sumisión  á  la  Colonia,  según  el  criterio  del  arzobispo  Casaus,  imitada 
por  los  americanos,  habría  hecho  la  felicidad  de  América.  Este  es 
el  absurdo  de  los  absurdos;  y  no  se  crea  que  hago  esta  afirmación  en 
menosprecio,  y  menos  en  odio  á  España. 

» España  nos  dio  toda  lo  que  podía  darnos;  su  noble  sangre,  su  habla 
hermosísima,  su  religión,  sus  caballerescas  costumbres,  su  genio  atre- 
vido, espiritual  y  sus  protectoras  leyes  de  Indias,  que  han  permitido 
para  su  eterna  honra  que  hayan  vivido  y  vivan  al  lado  de  sus  biznietos, 
millones  de  los  biznietos  de  los  indios,  que  han  venido,  de  manera  gra- 
dual, civilizándose  y  formando  un  gran  elemento  social  de  nuestra 
América. 

>  Este  honor  insigne  corresponde  á  España ,  nuestra  madre  patria ,  de 
([uien  tenemos  los  vicios,  pero  también  las  preclaras  virtudes.  Nuestra 
independencia  se  ha  operado,  porque  debía  operarse,  en  cumplimiento 
de  indefectibles  leyes  históricas.  Fué  natural  el  resentimiento,  fué  natu- 
ral el  odio  en  tiempo  de  acerbas,  de  crueles  luchas;  pero  hoy,  ley  de 
amor,  debe  presidir  á  nuestras  relaciones  con  la  madre  patria.  Sus  dolo- 
res son  nuestros  dolores,  sus  errores  son  nuestros  errores,  sus  alegrías 
son  nuestras  alegrías,  sus  glorias  son  nuestras  glorias,  su  historia  es 
nuestra  historia,  y  á  buen  seguro,  en  lo  porvenir,  sus  destinos  serán 
nuestros  destinos  • . 


V 


En  1812,  dispuso  la  sociedad  Amif/os  de  Guatemala,  se  diese  la  ense- 
ñanza de  la  Economía  Política,  y  Valle  fué  nombrado  para  regentar 
la  recién  creada  cátedra.  Su  plan  de  enseñanza  y  exposición  fué  habilí- 
simo, lleno  de  ciencia,  descollando  la  riqueza  de  ideas,  la  elevación  de 
conceptos  y  doctrinas  completamente  nuevas  y  anteriores  á  las  de  Stuart 
Mili,  á  las  de  Rossi,  de  Courcelle-Seneuil  y  otras  lumbreras  en  Economía 
Política. 


JOSÉ    CECILIO    r>EL    VALLE  103 

El  carácter  de  Valle  no  se  prestaba,  como  dice  su  biógrafo  Ramón  de 
la  Rosa,  á  locos  devaneos,  y  sólo  podía  imperar  en  aquel  corazón  un 
amor  grande,  único  y  exclusivo,  como  el  que  consagró  á  la  que  fué  su 
esposa.  ^ 

Su  hogar  fué  un  templo  de  virtudes,  de  constancia  y  de  felicidad. 
En  181o,  recibió  nuevas  muestras  de  consideración  y  fué  agraciado 
con  el  nuevo  destino  de  Auditor  de  Guerra  del  ejército  y  provincia  de 
(iuatemala ,  consagrando  los  ratos  de  ocio  á  escribir  Memorias  sobre 
Jurisprudencia,  Comercio,  Economía  Política  y  otras  particulares  de 
interés  general,  y  mientras  el  huracán  revolucionario  se  desencadenaba 
obedeciendo  á  naturales  causas.  Valle  permaneció  frío  é  impasible,  y 
como  Fiscal  interino  de  la  Real  Audiencia,  pidió  en  4  de  Julio  de  1817  se 
ampliara  la  Real  Cédula  de  Fernando  VII,  que  concedía  un  indulto 
üeneral  con  motivo  del  fausto  acontecimiento  de  su  matrimonio. 

La  amnistía  fué  un  rasgo  de  Ja  real  piedad  para  con  los  insurrectos  que 
gemían  en  las  cárceles,  víctimas  de  su  liberalismo  y  de  su  amor  á  la 
patria.  Los  primeros  pasos  en  favor  de  la  independencia,  no  tuvieron 
éxito  hasta  1820,  en  que  el  Capitán  general  de  Guatemala,  D.  José  de 
Bustamante  y  Guerra,  transmitió  el  mando  á  su  sucesor  D.  Carlos  Urru- 
tia ,  ([ue  indulgente  y  débil,  dejó  en  libertad  á  los  independientes,  lo» 
cuales,  al  restablecerse  en  España  la  Constitución  del  año  12,  adquirie- 
ron mayor  vuelo  é  impulso  con  la  franca  emisión  del  pensamiento,  que 
en  el  Editor  Constitucional ,  fundado  por  el  Dr.  D.  Pedro  Molina,  y  en  La 
Patria,  órgano  creado  por  Valle,  propagaba  las  ideas  y  convicciones 
políticas  de  cada  uno  de  los  jefes  del  partido  gazista  y  caco:  el  primero- 
tenía  á  Valle  por  caudillo,  el  segundo  á  Molina  y  á  Barrundia. 


VI 


Ambos  periódicos  eran  de  lucha  y  encontrados  en  ideas:  el  de  Valle 
era  moderado,  el  de  Molina  era  la  bandera  del  radicalismo  sin  mira- 
mientos ni  trabas. 

'     Josefa  Valoro:  cinco  hijos  fueron  el  fruto  de  aquel  ontraña'ilo  y  nunca  dcsnicntido  ciriño. 


104  AMERICANOS    CÉLEBRES 

¡Qué  herniosa  bíitalla  la  de  aquellos  dos  hombres  insignes!  ¡Qué 
noble  combate  de  aspiraciones,  de  patriotismo!  De  aquel  siníj;"ular  anta- 
gonismo surgió  la  independencia  centro-americana. 

Instado  Urrutia  por  la  Diputación  provincial  de  Guatemala ,  deleg<'' 
el  poder  en  D.  Gabino  Gaínza,  subinspector  del  ejército,  que  voluble  v 
poco  hábil  piloto,  no  acertó  á  defenderse  de  los  escollos  que  la  opinión 
pública,  cada  día  más  pronunciada,  oponía  al  sistema  colonial. 

La  revoluciíHi  obtuvo  completo  triunfo  en  México,  y  con  tal  suceso 
creci()  el  deseo  de  los  guatemaltecos,  y  condescendiendo  (íaínza  á  sus 
instancias,  convocó  una  junta  para  que  en  ella  se  decidiera  la  marcha 
política  del  país. 

En  aquella  memorable  reunión  pronunci()  Talle  un  discurso  ([ue 
arrebató,  aun  cuando  contra  la  impaciencia  ])opular,  propusiera  consul- 
tar á  las  provincias  antes  de  proclamar  los  nuevos  principios. 

La  junta,  electrizada  por  el  delirio  de  las  masas  y  participando  de  su 
entusiasmo  patrio,  resolvi(')  declarar  la  independencia  del  Centro  Amé- 
rica, y  Valle  fué  el  encargado  de  redactar  el  famoso  documento  v  el 
manifiesto  que  di()  el  capitán  general  Gaínza. 

La  vacilaci(')n  había  cesado:  Valle  era  ya  un  ciudadano  ansioso  de 
afianzar  la  joven  República,  y  trabajaba  con  fe  y  tesón,  ofreciendo  su 
clarísimo  talento  en  aras  de  la  nueva  nacionalidad.  Aballe  era  la  cabeza 
organizadora,  el  alma  de  la  evoluci(')n  que  cambiaba  totalmente  la  faz 
política  de  la  América  Central. 

La  administracióii  se  organizó  bajo  la  sabia  direcci()n  del  hombre 
infatigable  que  adivinaba  las  necesidades  y  peligros  de  la  transforma- 
ción político-social;  pero  con  dolor  profundo  vio  surgir  en  el  horizonte 
las  ambiciones  y  las  rivalidades  y  dividirse  en  partidos  (pie  })odían 
crear  graves  conflictos  á  la  naciente  República. 

El  imperio  de  Iturbide  en  México,  hacía  soñar  con  anexiones  y 
risueilo  porvenir  á  la  sombra  de  la  bandera  imperialista,  y  más  honda 
se  hacía  á  cada  instante  y  más  se  arraigaba  en  algunas  provincias  la 
idea  de  unión  á  México,  mientras  en  otras  proclamaban,  como  en  San 
Salvador  y  Tegucigalpa,  la  absoluta  separación  y  la  creación  de  pue- 
blos libres.  Costa  Rica  manteníase  neutral. 


.lOSK    CKCILIO    DEL    VALLK  105 


Vil 


Noticioso  Iturbidc  de  aquellíis  favorables  disposiciones,  hizo  pasar 
una  nota  á  (laínza,  (|ue  desde  la  proclamación  de  Independencia 
había  quedado  de  jefe  superior  político  y  militar,  y  en  ella  expresaba  que 
(íuatemala,  careciendo  de  elementos  })ara  constituirse  en  nación,  debía 
ibrniar  un  <ira}i  todo  con  IMéxico,  aceptando  el  })lan  de  l^-uala  y  tratados 
de  ('('«rdoba:  que  el  Imperio  la  protegería  contra  .los  planes  extranjeros 
y  que  un  ejército  marchaba  ya  hacia  la  frontera  ])ara  guardarla  y 
defenderla. 

I^os  partidarios  del  Imperio  batieron  palmas,  y  uno  de  éstos,  el 
IMarqués  de  Aycinena,  fué  de  opinión,  aprovechando  de  las  perplegida- 
(les  de  la  Junta,  que  los  ayuntamientos  en  cabildo  abierto,  interpretaran 
la  voluntad  popular,  y  que  ésta  diera  su  voto  para  la  organización 
del  país. 

Al  C'Ongreso  tocaba  resolver  en  tan  cárdua  alternativa;  pero  precisa- 
mente se  someti<)  el  fallo,  no  á  hombres  de  gran  alcance  y  talento,  sino 
al  ])opular  criterio,  porque  éste  no  podía  ser  tan  docto  como  el  de  aqué- 
llos, V  era  fácil  cohibirlo  y  desorientarlo. 

El  resultadf)  fué  el  (¡ue  ambicionaban  los  anexionistas. 

Algunas  provincias  se  sometieron  á  la  opinión  de  la  Junta  provi- 
sional: otras  encomendaban  al  Congreso  la  difícil  solución:  varias  acep- 
taban la  anexión  })ajo  ciertas  condiciones;  sesenta  y  siete  ayuntamientos 
.se  abstuvieron  de  vf)tar. 

En  la  solemne  reuni(')n  del  día  T)  de  Enero  de  JS22,  presidida  por 
(íaínza,  se  discutió  para  resolver  si  la  anexión  á  México  era  (')  no  conve- 
niente para  el  antiguo  reino  de  Guatemala. 

La  mayoría  fué  favorable  al  sacrificio  de  la  patria.  El  plan  de  las 
Irrx  (i<tranii<if<  ^  y  los  tratados  de  Córdoba,  eran  desde  entonces  la  ley  y 
constitución  para  el  Centro  América. 


'  So  llamó  t¡inil)ii''n  do  os!o  nioilo  ol  i)l!in  (l(t  Tp^nala  .  pon^iio  encorraliii  tros  puntos  csenoialos:  la  conserva- 
<i(')n  do  la  líoligión  ("ati'ilioa.  Ajiostólioa.  Romana,  la  indopendcnoia  de  Xiicva  Kspaña  Lajo  un  fioliiorno  monái- 
quico  moilerado  y  la  unidad  do  ainoricanos  y  europeos. 


10()  •  AJIERICAXOS    CÉLEBRES 

La  VOZ  elocuentísima  de  Valle  ,se  alz(')  potente,  protestando  en  vano 
contra  un  acto  á  todas  luces  contrario  al  patriotismo  y  á  las  ideas  de 
libertad. 

Valle,  franco  y  decidido,  libre  ya  de  los  compromisos  que  en  un 
tiempo  le  hicieran  indiferente,  en  apariencia,  á  la  evoluci(5n  llevada  A 
cabo,  se  colocaba  á  la  altura  de  la  situación  y  exclamaba: 

.<Bien  administrada  —  Guatemala  —  por  un  Gobierno  que  quiera, 
sepa  y  tenga  las  facultades  precisas  para  desenvolver  aquellos  gérmenes ,^ 
Guatemala,  no  sólo  puede  ser  nación  independiente,  sino  rica  también, 
fuerte  y  poderosa;  pero  mal  administrada  por  un  Gobierno  que  no 
quiera ,  ó  no  sepa ,  ó  no  esté  bastante  autorizado  para  desarrollar  sus 
elementos,  Guatemala  no  podrá  ser  independiente  y  libre,  grande  ni 
rica.  Ved  esas  tierras  tendidas,  fértiles  y  bien  situadas,  serán  jardines 
si  el  propietario  dueño  de  ellas  quiere  y  sabe  labrarlas;  serán  malezas, 
abrojos  ó  gramas,  si  no  tiene  voluntad  ó  pericia  para  cultivarlas. 

» Mirad  á  ese  joven  robusto  y  bien  dispuesto  para  recibir  la  educa- 
ción más  feliz:  será  pequeño  si  su  preceptor  no  quiere  que  sea  grande; 
pero  será  sabio  si  su  maestro  quiere  que  sea  ilustrado. 

»Un  pueblo  de  dos  millones  de  habitantes  colocado  en  lo  mejor  del 
Nuevo  Mundo,  tiene  principios  ó  recursos  que  no  teme  llamar  inmensos, 
acaba  de  proclamar  con  todos  los  acentos  de  la  alegría,  con  todos  los 
idiomas  del  gozo,  su  libertad  é  independencia  absoluta.  ¿Podrá  pensarse 
que  quiera  perderla  ahora  que  empieza  á  gustarla?  Los  hombres  de  Gua- 
temala son  como  los  de  Chile,  los  de  Buenos  Aires,  los  del  Perú,  los  de 
Colombia,  los  de  México:  quieren  ser  independientes  y  tendré  por  men- 
tirosos á  los  que  supongan  en  ellos  voluntad  contraria :  no  hablan  lo  que 
sienten  ó  son  locos  que  han  perdido  la  razón,  los  que  dicen  que  aman  la 
esclavitud. 

>Sólo  Guatemala  puede  decidir  de  Guatemala;  y  esta  voluntad  no  se  ha 
pronunciado  hasta  ahora:  Guatemala  no  debe  ser  provincia  de  México, 
debe  ser  independiente;  esto  es  lo  que  enseña  la  razón,  lo  que  dicta  la 
justicia,  lo  que  inspira  el  patriotismo». 


JOKÉ    CECILIO    DEL    VALLE  107 


VIH 


Centro  América,  era  una  provincia  del  emperador  Iturbide.  Valle, 
había  bnscado  en  su  hogar  poderoso  consuelo  á  tan  amarga  decepción: 
sus  ideas  elevadísimas  y  patrióticas,  se  esparcieron  en  la  profusión  de 
escritos  que  en  aquella  época  brotaron  de  su  fecunda  pluma. 

El  grandioso  empeño  de  Bolívar,  tendiendo  á  la  unión  de  todos  los 
})ueblos  sud-americanos,  había  también  germinado  en  la  mente  de  Valle, 
y  en  El  Amujo  de  la  Patria,  se  expresaba  de  este  modo. 

«La  América  se  dilata  por  todas  las  zonas,  pero  forma  un  solo  Conti- 
nente; los  americanos  están  diseminados  por  todos  los  climas,  pero 
deben  formar  una  familia.  ¿Si  la  Europa  sabe  juntarse  en  Congreso 
cuando  la  llaman  á  la  unión  cuestiones  de  alta  importancia ,  no  sabrá 
la  América  unirse  en  Cortes  cuando  la  necesidad  de  ser  ó  el  interés  de 
existencia  más  grande  la  obliga  á  congregarse?  Oíd,  americanos,  mis 
deseos.  Los  inspira  el  amor  á  la  América,  que  es  nuestra  cara  patria,  mi 
digna  cuna ». 

A  estas  palabras,  seguía  el  plan  para  el  Congreso  americanista. 

Políticos  profundos  han  prodigado  á  Valle  justos  y  entusiastas  elo- 
gios, por  haber  iniciado  la  idea  madre  *  de  esa  liga  que  sería  inagotable 
cosecha  de  bienes  para  las  repúblicas  hermanas, 


IX 


San  Salvador  se  preparaba  á  resistir  con  las  armas  á  la  ya  decre- 
tada incorporación  á  México,  y  Valle  fué  elegido  jefe  superior  político 
de  aquella  provincia  que  enarbolaba  el  estandarte  liberal  con  patriótico 
brío.  Valle  no  aceptó  el  nombramiento;  pensaba  ir  á  México  y  defender 
allí  la  causa  centro-americana,  pues  había  sido  electo  diputado  por 
Tegucigalpa  y  Chiquimula.  Su  amor  á  la  libertad  y  á  la  nación  que  fué 

*    Bernardo  Moiiteagu<lo.  El  hombre  ile  Estado  argoniino,  ministro  más  tarde  de  Bolivar  en  el  Perú. 


1U8  AMERICANOS    CÉLEBRES 

í^ii  cuna,  le  prestó  valor  para  el  prolongado  viaje  y  para  la  dolorosa 
se})aración  de  su  familia  á  (|uien  idolatraba. 

A  su  arribo  á  México,  Iturbide  se  había  hecho  coronar  con  gran 
pompa,  tomando  el  nombre  de  Agustín  I,  emperador;  el  Congreso 
recibió  en  su  seno  el  día  o  de  Agosto  de  1822,  al  sapientísimo  centro  ame- 
ricano. 

Dos  días  después,  fué  nombrado  individuo  de  la  Comisión  de  Consti- 
tuci<')n,  y  desde  entonces,  procuró  conquistar  simpatías  que  respondie- 
ran á  su  plan  de  independencia  para  la  patria ,  y  como  la  situaci()n  del 
hnperio  no  aparecía  sólida  y  el  trono  vacilaba  al  choque  de  los  partidos 
y  de  las  conspiraciones,  no  dud<')  en  obtener  algún  día  el  cumplimiento 
de  su  deseo. 

Las  altas  dotes  parlamentarias  que  poseía  Valle,  y  que  en  más  de 
una  ocasión  le  proporcionaron  brillantes  triunfos  en  el  Congreso  mexi- 
cano, le  habían  granjeado  prestigio  y  admiración  entre  sus  conq:)afieros, 
que  lo  nombraron  Vicepresidente  de  la  Cámara. 

Tal  muestra  de  confianza  daba  mayor  vuelo  á  las  esperanzas  de 
Aballe,  cuando  el  2G  de  Agosto  fué  reducido  á  prisión  con  otros  diputados 
de  la  oposici()n,  y  conducido  como  reo  de  Estado  al  convento  de  Santo 
Domingo,  en  donde  abandonado  y  en  conq^leta  incomunicacitni ,  vi(') 
pasar  las  semanas  y  los  meses  con  el  i)ensamiento  fijo  en  la  lejana  tierra 
natal  y  en  la  adorada  familia,  sirviéndole  de  consuelo  y  lenitivo  en  sus 
pesares,  los  libros  que  en  la  biblioteca  del  convento  había  hallado,  mer- 
ced al  benévolo  interés  de  los  religiosos. 

Da  bella  figura  del  infeliz  patricio,  se  destaca  en  esa  época  coronada 
con  la  doble  aureola  de  la  sabiduría  y  del  infortunio.  Sn  inteligencia  se 
depuraba  y  enri(|uecía  más  y  más  con  el  estudio  de  seculares  pergami- 
nos, y  perdido  en  nuevos  horizontes,  se  olvidaba  de  sus  amarguras  y  de 
las  injusticias  de  la  humanidad,  cuando  el  22  de  Febrero  de  1S2,'),  recibi(') 
su  nombramiento  de  Secretario  del  Despacho  y  Relaciones  Exteriores. 
¡Lo  firmaba  Iturbide! 

]\Iudo  por  la  sorpresa,  se  dej(>  conducir  Valle  por  una  escolta  hasta 
Zapaluta,  morada  entonces  del  Emperador,  y  á  pesar  de  que  modesta- 
mente rehusó  el  elevado  y  honroso  puesto,  debió  ceder  ante  la  insisten- 
cia del  Soberano,  que  quería  recompensarle  los  males  sufridos. 


JOSÉ    CECILIO    DEL    VALLE  10!> 


X 


La  situación  de  Valle  era  nuiy  crítica :  servidor  del  Imperio,  aparecía 
como  tránsfuga  en  el  campo  republicano,  cuando  después  de  haber 
renunciado  por  seg'unda  vez,  vióse  precisado  á  continuar  por  no  serle 
admitida  su  reniijicia. 

;La  tempestad  se  cernía  amenazadora  é  inevitable!  ¡El  trono  estaba 
herido  de  muerte,  y  Yalle  trabajaba  con  ahinco  para  que  la  catástrofe 
fuera  menos  violenta,  y  la  moderacitni  fué  el  norte  de  su  política! 

Llegó  el  momento  supremo:  proclamada  la  república  en  Veracruz 
por  el  general  Santa  Ana  ,  con  el  plan  de  Casa  Mata,  aceptado  por  Bravo, 
Guerrero  y  otros  jefes,  vióse  precisado  Iturbide,  para  evitar  los  desastres 
de  la  guerra  civil,  á  abdicar  en  20  de  Marzo^  embarcándose  en  Veracruz 
con  su  familia  el  11  de  Mayo,  en  el  bergantín  inglés  Rawlins. 

Instalado  de  nuevo  el  Congreso  que  había  sido  disuelto  en  Octubre, 
creó  un  Poder  ejecutivo  en  .'U  de  Mayo  de  1823,  que  componían  Bravo, 
Victoria,  Guerrero  y  Negrete.  Valle  volvió  á  su  asiento  de  Diputado,  y 
el  12  de  Abril,  pidi()  en  razonada  exposición  se  anulase  el  acta  de  incor- 
poración de  Guatemala  á  ^México,  y  en  un  profundo  y  bellísimo  discurso, 
demostró  lo  injusto  y  arbitrario  de  aquel  acontecimiento.  Su  voz  inspi- 
rada, su  noble  actitud  y  profundas  teorías,  devolvieron  la  libertad  al 
Centro  América,  hecho  culminante  de  la  vida  del  docto  hijo  de  Hon- 
duras. 

Los  deseos  de  Valle  estaban  satisfechos,  y  con  el  corazón  henchido  de 
alborozo,  dirigi<S  una  nota  al  Congreso  expresando  que  electo  diputado 
para  la  Asamblea  de  Guatemala,  tenía  que  partir  con  sus  compararos 
guatemaltecos. 

Comenzaba  el  ano  lí^24,  cuando  el  esclarecido  Valle  volvió  al  seno  de 
la  patria  y  al  amor  de  la  familia. 


lio  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XI 


Ruidosos  acontecimientos  habían  tenido  lugar  en  la  América  Cen- 
tral. Todos  los  pueblos  ardían  en  el  fuego  de  la  discordia,  cuando 
el  24  de  Junio,  instalada  la  Asamblea  Constituyente,  declaró  en  1.*^  de 
Julio  de  1823,  la  independencia  total  de  las  provincias  que  componían 
el  antiguo  Reino  de  Guatemala ,  y  organiz(5  un  poder  ejecutivo  provisio- 
nal compuesto  de  tres  miembros,  D.  Manuel  José  Arce,  D.  Pedro  Molina 
y  D.  Juan  Vicente  Villacorta,  entrando  Valle  en  la  segunda  elección  de 
la  Asamblea  á  formar  parte  del  poder  ejecutivo,  y  tomando  posesión 
de  tan  honroso  cargo  á  su  vuelta  á  la  patria. 

La  vida  de  Valle  se  consagró  al  trabajo  asiduo  como  Presidente  de  la 
Comisión  de  Hacienda,  como  redactor  de  la  Gaceta  del  Gobierno  Supi-euio 
de  Guatemala  y  como  miembro  del  poder  ejecutivo. 

Promulgada  en  Noviembre  de  1824,  la  célebre  constitución  federal 
que  anulaba  las  esperanzas  del  partido  centralista  é  instalado  el  primer 
Congreso,  procedió  á  las  elecciones  para  Presidente  de  la  República.  El 
voto  popular  favoreció  á  Valle;  pero  las  combinaciones  de  la  política, 
los  planes  de  los  partidos  y  tal  vez  el  temor  de  su  carácter  dominante  y 
absoluto,  influyeron  para  que  bajo  insignificante  pretexto,  se  anulara  la 
elección  y  se  eligiera  en  el  Congreso  al  general  Arce  para  Presidente,  y 
á  Valle,  Vicepresidente. 

La  ciencia,  la  sabiduría,  la  probidad  de  Aballe,  su  capacidad  admi- 
nistrativa, sus  profundos  conocimientos  en  Economía  Política,  la  severi- 
dad y  rectitud  del  sabio,  hubieran  tenido  bienhechora  influencia  en 
momentos  tan  difíciles:  pero  Valle  renunció  la  A^icepresidencia  é  insistió 
hasta  que  le  fué  admitida  por  el  Congreso,  y  resentido  tal  vez  ó  cansado 
de  la  política,  volvió  á  la  vida  doméstica,  al  estudio  y  al  trabajo  inte- 
lectual. 

Entre  sus  publicaciones  más  importantes,  citaremos  E¡  Redactor  Gene- 
ral, que  alcanzó  justa  fama  por  la  forma  y  por  el  fondo  de  las  cuestiones 
de  que  se  ocupaba,  todas  de  palpitante  interés  para  la  América  y  reve- 
lando los  extensos  conocimientos  de  Aballe. 


JOSK    CKCILIO    DEL    VALLE  ill 

Eli  1826,  fué  elegido  diputado  por  la  capital  de  Guatemala,  Santa 
Bárbara  y  Chiquimula ,  y  en  los  debates  parlamentarios  alcanzó  nuevos 
lauros  y  sobresalió  una  vez  más. 

En  Junio  de  182G,  el  Congreso  clausuró  sus  sesiones,  y  Valle, 
patriarca  de  su  hogar  y  alejado  de  la  escena  política,  vio  desencade- 
narse los  terribles  desórdenes  de  1827,  1828  y  los  cuatro  meses  de  1829, 
hasta  el  triunfo  del  noble  Morazán. 

Centro  América  era  un  caos:  la  tea  de  la  guerra  civil  lanzaba  sinies- 
tros resplandores  por  todas  partes:  cada  Estado  defendía  sus  derechos 
hollados  y  las  agresiones  injustificadas.  Época  terrible  fué  aquella  para 
los  centro-americanos,  y  podrían  citarse  en  la  desastrosa  lucha,  episodios 
aislados  dignos  de  los  guerreros  romanos  y  de  los  tiempos  de  Alejandro. 


XII 


El  24  de  Junio  de  1829,  el  Congreso  volvió  á  sus  tareas,  y  Valle  á  su 
puesto  de  diputado  para  apoyar  la  reorganización  de  la  República. 

La  Sociedad  Económica  disuelta  en  1825,  reanudó  sus  reuniones,  y 
el  21  de  Noviembre,  se  escuchó  la  voz  de  Valle  desarrollando  nuevas 
ideas  y  presentando  desconocidos  y  radiantes  horizontes:  no  tenía  Aballe 
esa  elocuencia  que  forma  caprichosos  giros ,  que  murmura ,  que  sonríe  ó 
(j[ue  es  el  ronco  trueno  en  desecha  tempestad.  «Era,  —  dice  Ramón  Rosa, 
—  la  elocuencia  del  Parlamento  y  de  la  Academia;  no  era  la  elocuencia 
de  las  luchas  ardientes  impetuosas;  era  la  elocuencia  de  la  razón  que 
inq)era  sin  grandes  arrebatos,  sin  grandes  arranques  de  entusiasmo, 
(j[ue  impera  en  fuerza  del  convencimiento.  La  elocuencia  de  Valle,  era  la 
elocuencia  de  Mr.  Guizot,  con  quien  tenía  grandes  afinidades  como  ora- 
dor: enseñaba  y  convencía  más  bien  que  peroraba  y  fantaseaba;  como 
Guizot,  era  grave  en  su  carácter,  severo  en  su  apostura  y  de  ordinario 
sobrio  en  el  decñr » 

Morazán ,  de  triunfo  en  ti'iunfo  y  sobre  alfombra  de  laureles ,  había 
llegado  hasta  la  capital  de  Guatemala.  El  ínclito  guerrero,  el  pacificador 
de  Nicaragua,  seguía  sus  campañas  ínterin  el  honrado  D.  José  Fran- 
cisco Barrundia   gobernaba;   y  los  pueblos,  en  uso  de  su  derecho,  con 


112  AMERICANOS    CÉLEBEES 

libertad  y  sin  desorden,  emitían  su  voto  en  favor  del  candidato  de  su 
predilección. 

Dos  hombres  eran  los  privilegiados:  dos  armas  llevaban  la  ventaja 
y  obtenían  el  sufragio  de  sus  conciudadanos:  la  pluma  y  la  espada; 
Morazán  y  Valle.  El  primero  alcanzó  la  mayoría:  el  segundo,  sin  celos 
ni  despecho,  aplaudió  el  triunfo  del  soldado.  Había  sido  justo,  legal, 
reposado  y  digno  de  un  pueblo  grande  é  independiente:  ¡Noble  impulso 
y  acendrado  patriotismo  presidió  para  la  elección  de  Morazán! 

Barrundia,  el  austero,  el  amigo  prudente  republicano,  era  el  dele- 
gado del  victorioso  caudillo,  y  vio  con  alborozo  que  se  le  aclamaba 
Presidente.  El  IG  de  Septiembre,  en  medio  de  los  regocijos  públicos  por  el 
aniversario  de  la  independencia,  que  había  sido  el  15,  entregó  el  mando 
en  el  Congreso  al  vencedor  de  Charcas. 

Al  felicitar  los  Estados  al  general  Morazán^  felicitaron  á  la  vez  al 
sencillo  y  modesto  Barrundia,  por  la  sensatez,  la  cordura,  la  probidad  y 
la  justicia  que  había  presidido  durante  su  mando.  Era  Barrundia  uno  de 
esos  hombres  cultos,  ilustrados,  de  gran  prestigio,  de  sólido  talento  y 
notable  a  la  vez  como  escritor.  El,  como  Trinidad  Cabanas,  Dionisio 
Herrera,  Pedro  Molina,  José  de  Irrizarri,  José  Batres  Montufar, 
Mariano  Gal  vez  y  otros,  son  honra  y  prez  del  Centro  América. 


XITI 


El  general  Morazán  nombró  al  sabio  Valle,  ^Ministro  de  (dentro  Amé- 
rica en  Francia;  pero  ignoramos  las  causas  por  las  cuales  el  profundo 
estadista  rehusó  aquel  honroso  cargo. 

El  período  presidencial  de  Morazán,  fué  agitadísimo,  y  la  iiupiebran- 
table  voluntad  de  aquel  hombre  valeroso,  hizo  frente  á  los  peligros  ([ue 
por  todas  partes  amenazaban  al  país  y  trastornaban  el  orden. 

¡Inspira  profunda  admiración,  simpatía  y  piedad,  'la  vida  de  esi- 
grande  hombre  centro-americano,  y  el  fatal  desenlace  ([ue  su  inteligencia 
y  sabia  política  no  pudo  contrarrestar ! 

En  medio  de  los  tumultos  y  de  las  sediciones,  preocupado  á  cada 
instante  por  nuevos  disturbios,  vio  llegar  el  fin  de  su  período  presiden- 


JOSÉ    CECILIO    DEL    VALLE  113 

cial,  y  fiel  observador  de  las  leyes  é  instituciones,  dejó  en  libertad  al 
pueblo  para  elegir  el  sucesor. 

Por  tercera  vez  se  declaró  la  opinión  pública  favorable  á  José  Cecilio 
del  Valle,  y  obteniendo  mayoría,  fué  electo  Presidente  del  Centro  Amé- 
rica. 

Por  arbitraria  intriga  del  Congreso,  se  había  anulado  la  primera 
vez  la  libre  y  popular  elección.  El  general  Arce  subió  al  poder  en  lugar 
de  Valle,  y  el  Centro  América  vio  defraudado  su  deseo.  La  segunda, 
compitió  en  prestigio  con  Morazán;  la  mayoría  favoreció  al  caudillo.  La 
tercera,  fué  la  muerte  quien  se  opuso  al  voto  nacional,  no  permitiendo 
que  Valle  ni  aun  llegara  á  conocer  la  voluntad  de  la  nación. 

Encontrábase  en  su  hacienda  de  la  Concepción,  cuando  el  1.^*  de 
Febrero  de  1834,  se  sintió  acometido  de  insignificante  dolencia^  que  se 
agravó  el  22;  pero  á  la  cual,  el  doctor  Flores  no  dio  importancia,  y 
dado  su  parecer  á  la  familia,  resolvió  trasladar  al  enfermo  á  Guatemala, 
conducido  en  camilla  y  con  grandes  precauciones  y  cuidados. 

A  corta  distancia  de  la  hacienda  el  alivio  fué  notorio,  y  la  marcha 
continuó  sin  incidente  hasta  que  en  la  noche  tomó  repentinamente  la 
enfermedad  altura  alarmante,  declarándose  fuerte  delirio,  durante  el 
cual,  la  mente  de  Valle  se  preocupó  del  estado  de  su  patria  y  de  su  elec- 
ci('»n  para  Presidente,  que  repugnaba  por  temor  á  no  responder  á  las 
aspiraciones  del  país.  El  estado  de  Valle  empeoraba;  el  delirio  cedió, 
pero  la  fatiga  era  grande  y  parecía  querer  ahogarle. 


XIV 


Eran  las  diez  de  la  mañana  del  2  de  Mayo  de  1834. 

La  muerte  se  acercaba  en  momentos  solemnes;  cuando  tan  necesario 
era  Valle  para  salvar  á  la  patria,  descendía  á  la  tumba  apagándose 
aquella  existencia  tan  meritoria  y  honrosa. 

La  llanura  en  que  la  camilla  estaba  detenida,  era  lozana,  fresca  y 
risueña;  el  sol  la  bañaba  con  ardientes  rayos  y  la  naturaleza  sonreía. 

No  era  el  lúgubre  cuadro  de  la  muerte:  era  la  luminosa  aureola  del 
hombre  justo. 


114  AMERICANOS    CÉLEBRES 

¡Aun  su  mirada  buscó  al  hijo  de  su  amor;  todavía  su  mano  estrechó 
la  del  niño  que  pocos  minutos  más  tarde  era  huérfano! 

¡La  patria  estaba  de  duelo! 

Don  José  Francisco  Barrundia  consagró  á  la  irreparable  pérdida  del 
patricio,  frases  admidables. 

<' Ha  muerto  Valle, — dijo,  —  este  hombre  era  conocido  en  Europa: 
su  cabeza  fué  una  luz,  su  boca  fué  el  órgano  de  la  elocuencia  en  la  tri- 
buna; sus  escritos  la  honra  de  la  patria  y  de  las  ciencias.  Se  hundió 
Bentham  en  la  noche  eterna  en  Inglaterra;  desapareció  su  amigo  Valle 
en  Centro  América.  Ciudadano  pacífico,  cultivó  con  ardor  la  sabidudría; 
él  estaba  lleno  de  todos  los  principios  elementales  de  gobierno;  él  escribía 
para  la  gloria  nacional  y  por  el  interés  de  la  humanidad;  su  concepción 
profunda  y  exacta,  aparecía  en  un  lenguaje  pausado,  puro  y  majestuoso, 
que  presentaba  los  objetos  por  todas  sus  fases  y  se  desarrollaba  en  una 
argumentación  clara  y  victoriosa.  Su  carácter  firme  y  decidido,  tenía 
acaso  los  caprichos  y  las  singularidades  del  genio. 

»Bajó  ya  á  la  tumba,  cuando  su  sentimiento  por  la  nacionalidad, 
cuando  los  votos  del  pueblo  le  ponían  al  frente  de  la  república  agitada. 

»¡ Honor  de  esta  cara  patria!...  ¡Descansa  en  paz!...  ¡Recibe  el  tri- 
buto de  los  sabios  y  el  gemido  de  tus  amigos!  ¡Únete  á  Bentham  y  á  los 
otros  sabios!  ¡Pensador  luminoso,  el  crepúsculo  de  tu  ocaso  brillará 
siempre  en  la  nación!  ¡Que  el  honor  de  los  hombres  ilustres  corone  tus 
sienes  y  que  enjuguen  el  llanto  de  tu  familia ,  la  virtud  inmortal  y  los 
acentos  de  la  patria ! » 

Los  poderes  públicos  de  Guatemala,  las  Asambleas  y  corporaciones 
centro-americanas,  todas  las  clases,  todos  los  partidos,  expresaron  el 
pesar  inmenso  exhalando  un  grito  de  dolor  profundo. 

La  Presidencia  de  la  República,  fué  de  nuevo  otorgada  al  infortu- 
nado y  glorioso  Morazán. 

¡Desde  el  sepulcro  de  Valle,  el  destino  le  marcaba  la  senda  del 
cadalso!  ¡La  vida  del  sabio  tal  vez  hubiese  sido  su  salvación! 

Los  honores  fúnebres  decretados  por  las  asambleas  de  los  Estados, 
respondieron  á  los  relevantes  méritos  de  Valle. 

¡Aquel  hombre  tan  grande  por  su  talento,  tan  general  por  su  ciencia, 
que  poseía  todas  las  glorias,  todos  los  conocimientos,  desapareció  en  los 
misterios  de  la  eternidad! 


J08É    CECILIO    DEL    VALLE  115 

Era  un  pensador  profundo,  publicista,  político,  orador,  sabio  en  todas 
las  esferas  de  la  ciencia,  singularísimo  en  su  decir  y  en  la  forma  y  fondo 
de  las  ideas:  al  estudiarlo,  se  saborea  la  originalidad  y  la  riqueza  de 
pensamientos.  Valle  tenía  imaginación  verdaderamente  excepcional,  y 
su  elocuente  biógrafo  I).  Ramón  de  la  Rosa,  ha  sabido  comprenderle 
y  analizarle. 

Centro  América  venera  el  recuerdo  de  Valle ,  y  el  Gobierno  de  Hon- 
duras, bajo  la  presidencia  de  D.  Marco  Aurelio  Soto,  honró  al  hijo 
insigne  decretando  se  le  erigiera  una  estatua. 

¡Noble  tierra  centro-americana,  fecunda  en  gloriosos  anales,  cuna  de 
esclarecidos  varones!  ¡Patria  de  Valle,  de  Morazán,  de  La  Cerda, 
de  Barrundia  y  de  Cabanas!  ¡Si  ellos  te  dejaron  el  recuerdo  de  sus  vir- 
tudes esclarecidas,  tú  les  honras  y  enalteces! 


JOSÉ  GASPAR  RODRÍGUEZ  FRANCIA 


Ko  liai/  piifria  cuando  inipera  la   Urania,  dice 
Cicerón;  no  Innj  sociedad   con  un  tirano. 


X   la    hi.storia    de   la   América   libre,    de   la   xVmérica 
-  republicana,  descuellan  algunas  figuras  sombrías, 
terribles  y  odiosas,  que  arrogándose  una  autoridad 
absoluta  y  cruel,  han  hecho  retroceder  á  los  pue- 
blos  siglos  y  siglos,  colocándoles  en  la  condición 
de  aquellos  esclavos  de  un  señor  de  horca  y  cuchillo,  de 
un   soberano  feudal,  que  disponía  de  vidas  y  haciendas, 
de  la  honra  de  la  esposa  y  de  la  pureza  de  la  virgen. 
^.  El   doctor  Francia  y  D.  Juan  Manuel  Rosas,  son   los 

J  ^^^^^^  déspotas  crueles  y  sanguinarios,  los  dictadores  que  ocu- 
^^  pan  el  puesto  más  culminante  en  ese  cuadro  de  triste 
celebridad,  y  la  República  Argentina  y  el  Paraguay  el  campo  de  batalla 
de  sus  sangrientos  combates. 


II 


En  17G1,  nació  José  Gaspar  R.  Francia,  hijo  del  brasileño  García 
Rodríguez  Francia,  establecido  en  el  Paraguay  por  contratos  con  el 
Gobierno  español,  para  la  explotación  del  tabaco. 


JOSÉ    GASPAR    RODRÍÍiUEZ    FRANCIA  117 

Aun  cuando  recibió  la  primera  enseñanza  en  Córdoba,  y  cursó  Dere- 
cho canónico  en  aquella  Universidad,  no  descolló  por  sus  adelantos  ni 
por  el  amor  á  los  estudios,  y  sí  por  las  condiciones  especiales  de  su 
carácter  irascible  y  dominador. 

Consagrado  más  tarde  en  la  Asunción  á  la  jurisprudencia ,  hubiera 
pasado  desapercibido  fuera  del  círculo  de  los  que  como  legista  le  cono- 
cían, sin  la  revolución  que  triunfó  el  15  de  Mayo  de  1811,  acaudillada 
por  Pedro  Juan  Caballero. 

Establecido  un  Congreso  paraguayo  cuya  ley  fundamental  era,  sin- 
ceridad y  protección  á  los  pueblos  hermanos,  valor  contra  el  enemigo, 
desprecio  y  castigo  para  los  traidores;  declarado  el  Paraguay  completa- 
mente independiente  de  lo  que  se  llamó  el  virreinato  de  Buenos  Aires  y 
hecho  un  tratado  con  el  Gobierno  de  este  país,  ya  empezó  á  manifes- 
tarse la  ambición  del  doctor  Francia  y  su  sed  de  dominio  absoluto. 

Tenía  el  futuro  Dictador,  carácter  sombrío,  desconfiado,  observativo 
é  implacable  en  sus  odios. 

Estudiándole  detenidamente  recogiendo  datos  y  episodios  aislados, 
podría  inferirse  que  átomos  desprendidos  de  Cromwell,  de  Tiberio,  de 
Luis  XI  y  de  Sila,  habían  buscado  nueva  cárcel  en  el  doctor  Francia, 
formando  un  ser  extraño,  insociable,  maniático  é  inconcebible  en  un 
país  recién  constituido  bajo  la  ensena  de  la  libertad. 

Sus  primeros  pasos  fueron,  alejar  á  los  que  habían  contribuido  á  que 
formara  parte  del  (lobierno  provisional:  el  bondadoso  Velasco,  antiguo 
gobernador  español  y  el  honrado  D.  Pedro  Somellera,  deseosos  de  utili- 
zar los  conocimientos  de  Francia ,  eran  quienes  habían  aconsejado  se  le 
diera  parte  en  la  Administración;  y  como  su  inteligencia  era  superior  á 
la  de  cuantos  diputados  formaron  el  Congreso  de  1813,  fácilmente 
alcanzó  Francia  que  constituyeran  el  país  según  su  deseo,  dando  al 
Paraguay  el  título  de  República  en  vez  de  provincia,  y  confiriendo 
el  poder  ejecutivo  á  dos  cónsules,  Francia  y  Yegros,  que  habían  sido 
presidentes  de  la  Junta  gubernativa  en  1811,  y  hombres  populares,  sim- 
l)áticos  y  de  reconocida  competencia  ])olítica. 


118  AMERICANOS    CÉLEBRES 


III 


El  ambicioso  y  astuto  Francia ,  estableció  la  marcha  de  la  Adminis- 
tración judicial,  organizó  el  ejército,  y  no  presentándose  aún  como 
señor,  procuró  ganarse  partidarios  que  le  aclamaron  Dictador  por  tres 
años  en  la  legislatura  de  1814,  y  concluido  aquel  término  se  le  confirió 
la  dictadura  perpetua  invocando  el  voto  nacional  y  la  libertad. 

Desde  esa  época,  pudo  exclamar  como  Luis  XIV:  El  Estado  soy  yo. 

Por  sistema  y  por  cálculo,  adoptó  desde  entonces  severidad  impo- 
nente; y  su  consagración  á  las  tareas  gubernamentales,  sus  asiduos  estu- 
dios en  las  ciencias  y  su  alejamiento  de  toda  distracción  que  no  fuera 
seria  é  instructiva,  le  granjearon  el  respetuoso  acatamiento  de  todos  y 
la  veneración  del  pueblo. 

A  favor  de  los  años  se  obscurecen  y  se  pierden  los  hechos  que  sólo  se 
transmiten  por  tradición,  y  ya  ocultos  en  la  bruma  del  pasado,  se  juz- 
gan como  invenciones  del  vulgo  ó  exagerada  herencia  del  rencor  y  odio 
político. 

La  verdad  y  exactitud  histórica,  requieren,  pues,  señalemos  la  doble 
faz  y  algunos  rasgos  característicos  que  puedan  presentar  al  tirano 
paraguayo,  con  todos  sus  defectos  y  las  buenas  cualidades  que  á  la  par 
poseía. 

Entre  las  últimas,  resalta  el  desprendimiento  de  sus  intereses  que 
con  mano  pródiga  derramaba  para  sus  amigos,  á  la  vez  que  era  severí- 
simo  en  cuanto  se  relacionaba  con  las  cajas  del  Estado,  llevando  su  eco- 
nomía en  la  Hacienda  pública ,  hasta  no  recibir  sino  la  tercera  parte  de 
los  sueldos  á  que  por  su  alto  cargo  tenía  justo  derecho. 

En  la  primera  época  de  su  dictadura,  efectuó  grandes  reformas, 
entre  otras,  la  abolición  de  los  cabildos  populares,  sustituyéndolos  por 
juntas  de  alcaldes  y  regidores  escogidos  por  él ,  y  enteramente  adictos 
para  consolidar  su  dominio. 

El  terrible  Tribunal  de  la  Inquisición,  que  en  el  Paraguay  ejercía  su 
omnímodo  poder,  por  medio  de  un  comisario,  fué  también  suprimido;  y 
como  los  indios  del  Chaco  hacían  frecuentes  invasiones,  coronó  la  línea 
de  defensa  de  las  fronteras  con  nuevas  fortificaciones,  reprimiendo  enér- 
gicamente las  algaradas  de  las  tribus  salvajes. 


JOSÉ    (4A.SFAR    RODRÍGUEZ    FRANCIA  119 


lY 


Por  los  años  1816  y  1817,  se  había  apoderado  de  las  provincias  de 
Entre-Ríos  y  Corrientes  y  del  territorio  de  Misiones,  el  feroz  caudillo 
argentino  José  Gervasio  Artigas,  llamado  por  el  pueblo  el  Patriarca  de 
la  Federación,  porque  se  batía  en  la  banda  oriental  contra  Buenos  Aires. 

Fuerzas  paraguayas  habían  marchado  á  la  defensa  del  territorio 
invadido;  pero  derrotadas  por  Artigas,  incendiaron  y  asolaron  las  aldeas 
V  casas  extendidas  entre  el  Paraná  y  el  Uruguay,  para  que  el  vencedor 
no  encontrara  ni  víveres  ni  apoyo.  Dicen  Terán  y  Gamba,  que  quince 
poblaciones  fueron  destruidas  por  ambos  bandos;  y  esto,  unido  á  los 
estragos  que  causaron  los  portugueses  en  el  mismo  territorio  de  Misiones 
al  renovar  sus  hostilidades  contra  Montevideo,  aislaron  al  Paraguay, 
pues  el  dictador  Francia  cerró  los  puertos  de  la  República ,  prohibió  la 
emigración  y  redujo  á  los  paraguayos  á  vivir  como  en  clausura,  ence- 
rrados en  sí  mismos,  sistema  que  salvó  á  la  nación  de  las  luchas  civiles 
y  de  la  anarquía  en  que  se  agitaban  los  países  vecinos. 


V 


El  cruzamiento  de  las  razas,  la  igualdad  establecida  entre  ellas,  la 
preponderancia  otorgada  á  los  criollos,  fué  uno  de  los  sabios  actos  polí- 
ticos, pues  de  ese  modo  debilitaba  el  elemento  extranjero  y  creaba  otro 
puramente  nacional. 

La  agricultura  recibió  gran  impulso,  y  la  industria  pudo  también 
contar  con  maestros  inteligentes  y  obreros  laboriosos  y  entendidos. 

Poco  á  poco  extinguió  cuanto  se  relacionaba  con  Europa,  y  como 
Enrique  VIH,  se  proclamó  Jefe  de  la  Iglesia  paraguaya,  suprimiendo 
seminarios,  conventos  y  Autoridad  episcopal,  persiguiendo  entonces 
cruelmente  al  obispo  García  de  Panes. 

Refiriéndose  á  la  persecución  de  este  venerable  sacerdote,  dice  don 
Mariano  A.  Molas  en  su  Descripción  Histórica  del  Paracjuay:  «Tiró  á  per- 


120  AMERICANOS    CÉLEBRES 

seguir  al  Obispo  hasta  envenenarlo  finalmente,  y  después  de  hacerle 
padecer  como  queda  dicho».  Otros  historiadores  dicen  murió  de  pesa- 
dumbre en  la  cárcel. 

Las  procesiones  fueron  abolidas,  así  como  también  muchos  de  los  día^ 
festivos;  y  los  bienes  del  clero  enriquecieron  las  arcas  del  Estado. 

«Los  clérigos  y  la  religión, —  decía, —  no  sirven  á  estas  gentes  para 
creer  en  Dios,  sino  para  temer  al  diablo». 

En  la  naturaleza  de  Francia,  existían  dos  poderosos  rivales,  que 
alternativamente  alcanzaban  el  triunfo:  el  bien  y  el  mal;  y  puede  asegu- 
rarse que  el  último,  comenzó  á  reinar  despóticamente  desde  1820. 

En  tres  ó  cuatro  conspiraciones  que  contra  su  despotismo  se  fragua- 
ron ,  fué  inexorable ,  y  animado  por  el  espíritu  de  Felipe  II  ó  de  Luis  XI , 
sacrificó  á  los  cidpables  en  misteriosas  mazmorras,  ó  en  sombríos  calabo- 
zos; y  el  crimen,  avergonzado  de  la  luz  del  sol,  se  envolvió  en  las  tinie- 
blas de  la  noche  para  dejar  ignoradas  las  terribles  ^ijecuciones.  Cuanto 
podía  hacerle  sombra,  lo  destruía  sin  piedad;  y  redujo  el  Paraguay  á 
un  ingenio  de  esclavos,  del  cual,  él  era  el  capataz  que  les  manejaba  con 
brazo  de  hierro  y  los  dominaba  por  el  terror. 


VI 


Las  crueles  y  sanguinarias  hazañas  del  gancho  oriental  Artigas, 
sufrieron  en  aquella  época  grandes  reveses,  y  al  fin,  vencido  y  abando- 
nado por  los  suyos,  se  vio  el  terrible  uruguayo  en  la  dura  necesidad  de 
pedir  asilo  al  tirano  Francia;  concedióselo  éste,  pero  casi  inmediata- 
mente lo  envió  á  Curuguaty,  dándole  casa,  terreno  y  una  pensión  para 
vivir:  más  tarde  fué  llamado  por  López,  y  pasó  á  la  Oíacra  de  Ibirai, 
cerca  de  la  Asunción ,  y  pobre  y  proscripto  por  el  peso  de  sus  terribles 
recuerdos,  vivió  hasta  1850,  época  en  la  cual  tenía  noventa  años. 


VII 


Han  corrido  pocos  años  desde  que  en  una  república  del  Centro  Amé- 
rica, eran  un  credo  de  felicidad  las  palabras  estar  bien  con  el  Sr.  Presi- 
dente, para  no  exponerse  á  ¡persecuciones,  á  calumnias  ó  á  triste  ostracismo. 


JOSÉ    (ÍASI'AR    KODKÍ(;UKZ    FKANCIA  121 

Del  doctor  Francia,  pudiéramos  tdinhiñi  decir  que  tenía  algunos  pun- 
tos de  contacto  con  el  Dictador  á  quien  aludimos  y  que  descansa  en  el 
sepulcro. 

El  sistema  de  terror  planteado  desde  1820,  adquirió  cada  día  nuiyor 
incremento;  y  ya  el  sagrado  de  las  familias,  la  investigación  íntima ^ 
la  tortura  y  los  más  crueles  tratamientos,  hicieron  temible  el  nombre 
del  Dictador:  jamás  el  despotismo  ?e  ha  presentado  más  descarada- 
mente que  en  ese  funesto  período  y  el  resultado  inmediato  fué  el 
envilecimiento  del  pueblo  paraguayo  y  la  falta  absoluta  de  voluntad 
propia. 

Francia  había  suprimido  los  ministros,  y  sólo  tenía  un  Secretario 
general,  D.  Bernardino  Yillamayor;  pero  al  suicidarse  éste,  fué  susti- 
tuido por  una  especie  de  fiel  de  fechos,  elegido  entre  sus  adictos;  y  uno  de 
ellos  llegó  á  ser  tristemente  célebre,  Policarpo  Patino,  (pie  secund(> 
todos  los  tiránicos  actos  de  Francia. 

Descubierta  la  conspiración  que  debía  ser  apoyada  por  el  entre-riar.o 
Ramírez,  se  condenó  á  los  reos  á  la  última  pena,  á  confiscación  de  bie- 
nes y  al  arrasamiento  de  la  casa  que  habitaban,  por  delito  de  lesa  patria, 
por  intentar  el  asesinato  del  jefe  del  Estado,  y  la  distribución  de  las  rique- 
zas de  sus  víctimas,  y  además  por  el  plan  de  entregar  el  Paraguay  á 
Buenos  Aires. 

¡Qué  hombre!  ¡(jué  horror!  ¡([ué  humillación  para  un  pueblo!  ¡Nada 
falta  en  aquella  causa!  ¡El  tormento,  que  tenía  por  irrisorio  nombre 
Cámara  de  la  Verdad^  en  donde  los  indios  juaycurues  rasgaron  las  carnes 
de  los  infelices  procesados  y  emplearon  el  refinamiento  de  la  crueldad, 
para  obtener  declaraciones  arrancadas  por  la  desesperación! 

Entre  los  presos  estaban  Yegros,  Caballero,  Montiel,  Acosta,  Valdo- 
vinos  y  otros  muchos.  Simón,  el  esclavo  de  la  casa  de  Yaldovinos,  expiró 
en  el  tormento,  sin  que  uua  palabra  saliera  de  sus  labios;  sin  que  el 
tirano  consiguiera  hacerle  faltar  á  la  lealtad  para  sus  dueños. 

Caballero,  fué  el  único  que  se  salvó  del  tormento,  por  haberse  dado 
la  muerte  antes,  pidiendo  que  su  sangre  cayera  sobre  el  Nerón  del 
Paraguay. 

¡Aquellos  mártires  salieron  al  patíbulo  como  héroes;  su  noble  sangre 
no  redimió  á  la  patria  ni  rompió  sus  cadenas!  ¡La  nobleza  paraguaya 
sucumbi()  á  manos  del  autócrata! 

Poco   á  poco   desaparecieron   misteriosamente   todos   los  encausados 


122  AMERICANOS    CÉLEBRES 

políticos;  y  el  país,  más  que  nunca,  quedó  sometido  al  déspota,  consa- 
grándose á  la  agricultura  y  al  nacional  adelanto. 

La  instrucción  primaria  adquirió  gran  impulso,  y  libre  por  entonces 
de  luchas  y  conjuraciones,  se  dedicó  Francia  á  mejorar  las  carreteras,  á 
construir  cuarteles,  escuelas  y  á  introducir  benéficas  reformas. 

En  1825,  el  libertador  Bolívar  se  dirigió  á  Francia  encareciéndole  la 
necesidad  de  que  «pusiera  término  al  estado  de  aislamiento  y  neutrali- 
dad que  observaba  hacía  más  de  doce  años,  y  proponiéndole  enviar  y 
recibir  agentes  y  representantes  de  uno  y  otro  Gobierno».  La  respuesta 
de  Francia  fué  la  siguiente: 

«Al  Excmo.  8r.  General  Simón  Bolívar, 

PRESmEXTE    DE    COLOMBIA. 

> Patricio:  Los  portugueses,  porteños,  ingleses,  chilenos,  brasileños  y 
peruanos,  han  manifestado  á  este  Gobierno  iguales  deseos  á  los  de 
Colombia ,  sin  otro  resultado  que  la  confirmación  del  principio  sobre  que 
gira  el  feliz  régimen  que  ha  libertado  de  la  rapiña  y  de  otros  males  á 
esta  provincia ,  y  que  seguirá  constante  hasta  que  se  restituya  al  Nuevo 
Mundo  la  tranquilidad  que  disfrutaba  antes  que  en  él  apareciesen  após- 
toles revolucionarios,  cubriendo  con  el  ramo  de  oliva  el  pérfido  puñal, 
para  regar  con  sangre  la  libertad  que  los  ambiciosos  pregonan;  pero  el 
Paraguay  no  lo  desconoce,  y  en  cuanto  pueda  no  abandonará  su  estado, 
al  menos  en  cuanto  yo  me  halle  al  frente  de  su  Gobierno,  aunque  sea 
preciso  empuñar  la  espada  de  la  justicia  para  hacer  respetar  tan  santos 
fines,  y  si  Colombia  me  ayudara  á  ello,  me  daría  un  día  de  placer  y 
repartiría  con  el  mayor  agrado  mis  esfuerzos  ante  sus  buenos  hijos, 
cuya  vida  deseo  que  Dios  Nuestro  Señor  guarde  muchos  años. 

■^Asunciüii,  Í-J.j  de  A¡¡otito  de  JS^Jd. 

»JosÉ  Gaspar  Francia».  ^ 

Cuando  Francia  llegó  á  la  avanzada  edad  de  setenta  años,  crecieron 
«u  despotismo  y  su  crueldad.  Más  receloso  aún  que  anteriormente,  más 
tirano  y  maniático,  ordenó  fusilamientos  y  prisiones  injustificables, 
llenando  las  cárceles  con  inocentes  ó  culpables,  nobles  ó  plebeyos,  hom- 

1    La  nota  de  Francia  fué  publicada  on  El  Federalista  do  Caracr.s  del  21  de  Diciembre  de  1867. 


JOSÉ    (ÍASPAR    RODRÍGUEZ    FRANCIA  123 

bres  ó  mujeres,  sacerdotes  o  seglares.  La  miseria  invadía  las  casas  de 
familias  dig-nísimas;  los  arrebatos  del  Dictador  dejaban  los  hogares  enlu- 
tados y  sombríos;  el  brazo  de  hierro,  la  cadena  y  los  grillos  pesaban 
cada  día  más  sobre  el  desventurado  paraguayo.  El  apóstata,  que  hacía 
<!reer  á  sus  oficiales  era  inmortal  y  á  sus  sátrapas,  los  comandantes 
de  partidos,  que  se  salvarían  con  él,  ordenó  degollar  los  rebaños  que 
tenían  la  plaga  de  la  garrapata,  y  como  la  orden  se  cumplió,  no  sólo  en 
los  infestados  sino  también  en  los  que  no  lo  estaban,  los  más  ricos 
hacendados  se  arruinaron  completamente,  castigados  tal  vez  por  ser 
refractarios  á  la  detestada  dictadura. 


YIII 


La  locura  ¡de  Francia  llegó  al  extremo  de  exigir,  que  cuando  salía  á 
<íaballo  se  tornasen  los  transeúntes  pecho  á  la  pared,  para  no  faltar  al 
respeto  debido  al  fijar  su  vista  en  el  Dictador,  así  como  debían  cerrarse 
las  puertas  y  ventanas  á  su  paso. 

IVIedio  postrado  por  la  parálisis  y  por  la  vejez ,  continuó  gobernando 
hasta  el  20  de  Septiembre  de  1840,  día  en  que  expiró  en  brazos  de  su 
médico  Vicente  Estegarribia. 

Pocos  días  antes,  el  fuego  había  destruido  parte  del  palacio,  convir- 
tiendo en  cenizas  el  archivo  oficial  del  Dictador.  ¿Fué  casual?  ¿Fué 
obra  de  aquel  hombre  casi  agonizante,  para  que  desaparecieran  docu- 
mentos que  más  tarde  pudieran  tomarse  como  delatores  de  su  crueldad? 


IX 


El  pueblo  en  masa  corrió  al  palacio  al  esparcirse  la  noticia  de  que  el 
Paraguay,  ante  el  cadáver  del  tirano,  recobraba  su  libertad. 

El  estupor  embargó  ala  muchedumbre;  los  gritos  de  pesar  resonaron 
en  aquel  sombrío  recinto;  el  populacho  lloraba  la  pérdida  del  déspota,  y 
íil  verse  libre  del  yugo  que  durante  veintiocho  años  le  había  reducido  á 
la  más  abyecta  servidumbre,  no  se  alegraba,  no  comprendía  ya  ni  las 


124  AMEEICANOS    CÉLEBRES 

aspiraciones  del  pueblo  independiente,  ni  la  degradación  é  impotencia 
en  que  vivía. 

Multitud  inmensa  recorría  las  calles  de  la  Asunción,  y  las  intiji'rcs, 
mesándose  el  cabello,  gritaban  desesperadas:  «Posible  es  que  te  Jiai/as  niacrto^ 
wi  hombre  grande».  ^ 

Para  completar  nuestro  cuadro  histórico  faltan  algunos  detalles. 

Era  el  dictador  Francia  de  estatura  elevada,  delgado,  de  ojos  muy 
vivos,  frente  despejada,  nariz  aguileña,  aspecto  severo  que  inspiraba 
respeto  y  temor,  mirada  penetrante,  y  en  los  rasgos  de  su  fisonomía, 
acusaba  la  rigidez  é  inñexibilidad  de  su  carácter. 

La  gravedad  del  mal  no  le  hizo  reconciliarse  con  la  religión  católicay 
ni  tampoco  pensar  en  disposiciones  de  ultratumba. 

«No  tengo  de  que  disponer,  —  dijo  al  indicarle  la  conveniencia  de 
hacer  testamento;  — mis  soldados  son  mis  herederos». 

Las  honras  fúnebres  fueron  suntuosas;  y,  ¡caso  extraño!  la  tristeza 
cubría  los  semblantes  del  pueblo  que  seguía  al  cadáver;  copioso  llanto 
bañaba  las  mejillas;  el  público  dolor  acompañe)  al  tirano  hasta  el  pos- 
trer asilo. 

Cuéntase  un  episodio,  que  aun  hoy  es  un  misterio,  y  completa  la 
historia  del  dictador  Francia.  En  la  iglesia  de  la  Encarnación,  y  en 
rico  sepulcro,  habían  sido  depositados  sus  restos;  una  mano  ofendida^ 
una  venganza  de  largo  tiempo  esperada,  el  odio,  destruyó  el  fúnebre 
monumento;  las  sombras  de  la  noche  envolvieron  con  su  manto  el  signi- 
ficativo hecho. 

En  la  majestuosa  Basílica  de  la  Historia  no  deben  aparecer  los 
nombres  de  los  tiranos;  negro  crespón  ha  de  cubrirlos:  el  vacío  para  su 
memoria. 

¡Oh,  nobles  hijos  de  la  libre  América! 

La  tiranía  es  la  lepra  de  las  naciones;  es  la  ponzoña  que  lentamente 
las  consume;  es  la  abrasadora  lava  que  esteriliza  y  seca  para  siempre  el 
manantial  de  la  riíjueza  y  de  la  prosperidad. 

'     Dotallos  tomados  de  la  Descripción  Histórica  (leí  l'araguaij,  por  D.  Mariano  Antonio  Molas. 


ANDRÉS    BELLO 


ANDRÉS   BELLO 


^^■ 

^ 


A  niajcHtuo.sa  pompa  americana,  su  cielo  de  pureza 
sin  par,  la  magnificencia  de  las  perspectivas,  la 
sonrisa  de  aquel  suelo  siempre  florido,  siempre 
lozano,  eternamente  fresco  y  primaveral,  visten 
con  luminosos  destellos  el  laúd  del  poeta  y  lo 
engalanan  con  flores  de  inmortal  perfume. 

Los    ríos    que    asemejan   mares,   dan  vigor  y 
energía  al  pensamiento;   los  elevados  riscos  y  colosales 
cordilleras,  variedad  y  grandeza;   las  tumultuosas  cata- 
ratas, el  inagotable  raudal  de  poesía. 
La   literatura  americana  es  singularísima,  porque  armoniza  con  las 
costumbres,  con  el  clima  y  con  el  lujo  de  aquel  suelo,  y  es  exacto  reflejo 
<le  la  juventud  y  savia  de  los  pueblos  que  aun  á  principios  de  este  siglo 
no  habían  llegado  al  rango  de  naciones. 

El  pintoresco  cuadro  de  las  primitivas  nacionalidades  y  la  heroica 
lucha  sostenida  primero  por  los  sencillos  é  infortunados  indios,  y  después 
por  los  apíSstoles  del  evangelio  liberal,  presentan  vastísimo  campo  al 
brindar  detalles  de  colorido  sin  rival. 

Estudiando  su  pasado  y  su  presente,  se  tropieza  á  cada  paso  con 
hombres  que  nada  pueden  envidiar  á  la  gdoria  de  los  grandes  ingenios 
europeos;  corrección,  fácil  decir,  clásica  forma,  maravillosa  riqueza  de 
ideas,  originalidad,  y  lirismo  dulce,  suave  y  armonioso. 


126  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Adviértese  en  la  mayoría  de  los  escritores  americanos,  facilísima  elo- 
cuencia, y  en  ella  la  augusta  majestad  inspirada  en  las  sublimes  galas 
de  sus  campos  6  en  la  epopeya  de  su  emancipación.  En  las  poesías  y 
aun  en  la  prosa,  se  nota  el  amor  á  los  clásicos  griegos  y  latinos, 
y  también  el  estudio  de  Rioja ,  Herrera  y  Quintana ;  pero  esto  en  lo  (pie 
se  refiere  á  la  forma  y  corrección  de  estilo;  que  sobra  natural  inspi- 
ración en  la  poesía  americana  y  rebosa  en  ella  el  singular  encanto  y  los 
brillantes  fulgores  de  su  fantasía  tropical. 

La  conquista  fué  inexorable,  que  á  no  serlo,  hoy  podrían  juzgarse  v 
conocerse  las  obras  de  los  bardos  anteriores  al  descubrimiento,  como 
Nezahualcoyolt,  los  poemas  del  reino  quiche,  las  leyendas  peruanas, 
las  composiciones  amorosísimas  de  los  toltecas,  las  de  los  quitus  y  de  los 
chibchas  y  muiscas. 

En  la  época  del  coloniaje,  también,  aunque  no  en  gran  niímero, 
sobresalieron  escritores  de  brío  que  en  más  vasto  campo  presentare- 
mos. ^  El  estro  poético  ha  sido  y  es  en  América  privilegio  de  sus  hijos,  y 
recuerdo  haber  encontrado  en  insignificantes  pueblos  colombianos,  la 
inspiración  sin  forma,  pero  vigorosa,  rica  y  bellísima. 


II 


Hoy  colocamos  entre  los  predilectos  de  nuestra  galería,  al  Fénix  de  /o.s 
(iigenios  americanos. 

Tres  años  antes  de  que  fuera  huésped  del  mundo  el  libertador  Bolí- 
var, en  su  misma  ciudad  natal,  la  alegre  Caracas,  vio  la  luz  del  día  un 
niño,  -  que  desde  sus  primeros  años  manifestó  señalada  afición  por  el 
estudio  y  precoz  entusiasmo  por  las  letras,  complaciendo  en  esto  á  su 
maestro  el  sabio  mercedario  fray  Cristóbal  de  Losada  y  estimulando 
su  deseo  en  favor  del  aventajado  discípulo. 

El  natural  despejo  de  Andrés  Bello,  se  desarrolló  rápidamente  bajo  la 
dirección  y  empeño  del  ilustrado  fraile,  y  si  bien  su  fortuna  no  estaba 


'     En  una  obra  proyecta'la  y  que  tiene  por  titulo,  Literatura  del  Continente  americano. 
-    En  1780. 


ANDRÉS    BELLO  127 

á  la  altura  de  la  noble  casa  á  que  pertenecía,  no  por  esto  fué  más  lenta 
8u  reputación  literaria,  y  ya  en  1S07  formaba  parte  de  la  Secretaría  del 
capitán  general  Vasconcelles,  fallecido  en  Octubre  de  aquel  año. 

En  1810,  se  le  confirió  el  cargo  de  Secretario  en  la  legación  que  tenía 
por  jefe  á  Bolivar  y  que  marchaba  á  Londres,  para  alcanzar  la  protec- 
ción del  Gobierno  británico  en  favor  de  la  independencia;  pero  como  el 
plan  fracasara  y  el  Libertador  regresase  á  Caracas,  Bello,  reducido  á  la 
mayor  estrechez,  se  dedicó  á  dar  lecciones  de  castellano,  arraigándole 
en  Inglaterra  una  rubia  hija  de  Albión,  hermosa  é  inteligente,  que  unió 
su  suerte  á  la  del  poeta,  haciendo  la  pobreza  de  éste  menos  penosa. 

Bello  desempeñó  sucesivamente  la  Secretaría  de  la  legación  de  Chile 
y  después  la  de  Colombia;  y  entre  tanto,  con  asiduos  trabajos  literarios^ 
daba  á  conocer  en  Europa  á  los  pueblos  americanos,  y  ayudaba  á  éstos 
con  su  pluma  á  la  obra  de  la  emancipación. 

El  Censor  Americano ,  fundado  por  el  sabio  guatemalteco  Irrizarri,  fué 
uno  de  los  primeros  periódicos  en  que  colaboró;  y  La  Biblioteca  Americana 
y  El  Repertorio  Americano,  dieron  más  tarde  honra  y  prez  al  clásico  poeta 
venezolano. 

Sin  embargo,  gloríase  justamente  Chile  de  ser  la  patria  adoptiva  de 
aquel  genio;  pues  decepcionado  en  sus  aspiraciones  y  no  encontrando  en 
Colombia  la  recompensa  que  merecían  sus  servicios,  se  dirigió  á  la  Repú- 
blica que  le  ofrecía  alto  puesto  en  el  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores, 
derramando  en  aquel  suelo  durante  veintitrés  años,  torrentes  de  sabia  y 
profunda  ilustración  y  las  ñores  de  su  privilegiada  inteligencia. 

¿Para  quién  puede  ser  desconocido  el  nombre  de  Andrés  Bello? 

Como  Poeta,  es  el  Herrera  de  América;  ñorido,  ameno,  inspirado, 
correctísimo,  elevado  en  los  conceptos,  armónico  y  dulcísimo. 

Deslumhra  en  su  composición  La  América,  por  la  profundidad  del 
asunto,  por  la  belleza  de  la  ejecución,  por  la  verdad  en  los  detalles  y 
por  el  entusiasmo  patriótico  en  que  rebosan  tan  gallardos  versos. 

La  fecunda  imaginación  pintó  con  gráfico  pincel  y  puso  en  relieve 
como  en  admirable  panorama,  las  bellezas  del  Nuevo  Mundo,  los  múlti- 
})les  productos  de  sus  campos  y  su  alegre  variedad,  en  la  admirable  oda 
;.í  la  A(/ricu liara  de  la  Zona  Tórrida! 

Las    correctas   quintillas   El  .Incendio^  ^  tienen   tanta   naturalidad   y 

'     En  la  iglesliv  llamada  do  la  Compañia,  en  Santiago  de  Chile. 


128  AMERICANOS    CÉLEBRES 

gráfica  soltura,  que  el  áuiuio  se  coumueve  ante  el  desastre  que  largo 
espacio  lamentó  Santiago  de  Chile. 

jQué  lujo  de  elevados  pensamientos  campea  en  la  oda  AJ  18  de  Sep- 
iicinhre,  ofrenda  bellísima  y  sencilla  á  la  vez,  depositada  en  el  altar 
de  la  patria  chilena ! 

Resalta  en  todas  las  obras  del  ilustre  clásico,  la  facilidad  del  len- 
guaje, y  su  brillante  estro  invade  todos  los  terrenos,  y  no  es  menos  admi- 
rable en  las  traducciones  del  francés  y  del  latín :  confesamos  que  en  una 
de  aquéllas,  nos  parecen  más  bellos  los  versos  castellanos  que  los  fran- 
ceses. 

Debe  Chile  al  sabio  y  erudito  Bello,  notables  trabajos  y  asiduo  afán 
en  obsequio  de  la  instrucción  pública,  y  entre  los  primeros.  Lecciones  de 
Ortología  y  Métrica,  que  le  abrieron  por  su  mérito  las  puertas  de  la  Aca- 
demia Española. 

El  Código  Civil  Chiloío,  revela  las  culminantes  dotes  y  la  profundidad 
meditativa  en  todas  las  materias,  así  como  la  perfección  de  su  talento 
privilegiado. 

La  juventud  chilena  abriga  eterna  gratitud  por  sus  obras  científicas, 
en  las  cuales,  generaciones  y  generaciones  encontrarán  alimento  para  la 
inteligencia,  útiles  y  magistrales  reg-las  é  inaí^otablc  fuente  de  sa])i- 
duría. 

Al  fundarse  la  Universidad  de  Chile,  fué  nombrado  Rector,  cargo  que 
desempeñó  hasta  la  muerte.  En  aquel  centro  de  estudios  y  nobles 
aspiraciones,  levantó  sagrado  templo  á  la  Ciencia  perfeccionándola  y 
enalteciéndola. 

La  gloria  no  alteró  la  modestia  ni  la  bondad  característica  de  Bello. 
El  diplomático,  el  poeta,  el  educacionista,  el  hombre  probo  colmado  por 
la  Providencia  con  todos  los  dones,  adornado  con  todas  las  virtudes, 
acabó  su  laboriosa  vida  en  Santiago  de  Chile  á  la  edad  de  ochenta  y 
cinco  años,  el  15  de  Octubre  de  1865. 

El  respeto,  el  amor  y  la  veneración  pública,  forman  su  corona  inmar- 
cesible. ¡Bello  no  ha  muerto!  Vive  en  el  corazón  de  todos  los  hijos  de  la 
culta  Chile,  su  patria  adoptiva. 


HORACIO   MANN 


J 


Aijiidar  d  la  instrucdóa  populiir,  es  ayuúnr  al 
eiu/randficimieiito  de  la  patria. 


menos  gloriosa  que  la  corona  de  laurel  que  ciñe  la 
frente  de  un  guerrero,  es  aquella  que  la  gratitud 
general  otorga  al  que,  como  Horacio  Mann,  es  bien- 
hechor de  la  humanidad,  pues  que  le  consagra  su 
inteligencia,  su  paternal  solicitud  y  su  abnegación. 
Horacio  Mann,  es  uno  de  esos  seres  que  perte- 
necen á  todas  las  clases,  á  todos  los  partidos,  á 
todas  las  nacionalidades. 

Su  patria  es  el  Universo ;  sus  principios ,  como 
caudal  fertilizador,  se  extienden  por  todos  los 
pueblos.  • 

El  generoso  esfuerzo  en  favor  de  la  educación  y  de  las  reformas  en 
las  escuelas,  fué  el  constante  afán  de  su  existencia;  la  tarea  de  infundir 
conocimientos  útiles  y  virtudes,  su  principal  anhelo. 

Sus  padres  no  eran  ricos:  vivían  modestamente  en  Franklin,  en  el 
Estado  de  Massachussetts,  con  los  productos  de  una  pequeña  hacienda, 
en  donde,  en  4  de  Mayo  de  179(),  nació  el  niño  que  tantos  bienes  estaba 
destinado  á  derramar. 

No  contaba  aún  trece  años,  cuando  la  muerte  arrebató  á  sus  padres, 
y  sin  grandes  elementos  para  su  educación,  tanto  por  la  escasez  de 
recursos  cuanto  por  la  insignificancia  del  lugar,  adquirió  algunos  cono- 

*  9 


130  '  AMERICANOS    CÉLEBRES 

cimientos  en  la  mísera  escuela  pública,  y  ya  su  espíritu  observador  se 
fijó  en  el  local  que  ser^■ía  para  la  enseñanza  y  que  él  ha  descrito  con 
admirable  precisi<')n  y  sencillez. 

Débil  por  herencia,  pues  su  padre  sucumbió  minado  por  la  tisis, 
])asó  alg'unos  años  luchando  con  su  propia  naturaleza,  hasta  que  su 
valor  moral  se  sobre})uso  al  mal  físico,  aun  cuando. en  la  miserable  aldea 
no  podía  desarrollar  las  condiciones  intelectuales,  por  más  que  as})irase 
desde  temprana  edad  á  girar  en  más  ancho  campo. 

Más  tarde,  recordando  a([uellos  primeros  años  en  que  su  imaginación 
tenía  que  encerrarse  en  tan  estrechos  límites,  decía  en  una  carta: 

Considero  como  una  irreparable  desgracia  no  haber  disfrutado 
durante  mi  niñez,  dotada  naturalmente  de  un  g-enio  expansivo  y  viva- 
racho; la  pobreza  de  mis  padres  no  me  permitió  desahogos  ni  diversio- 
nes. Conveng'o  en  (jue  el  trabajo  sea  la  nodriza  del  hombre;  pero  á  mí 
me  nutrió  demasiado  con  su  amarg'a  leche. 

:  En  el  invierno,  mis  (piehaceres  dentro  de  la  casa  eran  de  un  género 
tan  sedentario,  que  me  destinaban  á  la  inmovilidad,  mientras  que  en  el 
Aera  no,  las  labores  del  campo  eran  tan  recias,  que  muchas  veces  no 
alcanzaba  uno  á  satisfacer  el  sueño:  ni  memoria  conservo  del  tiempo  en 
(pie  comencé  á  trabajar. 

>  Los  días  de  recreo  (no  días,  que  jamás  disfruté  uno,  sino  horas  de 
recreo),  me  costaban  una  redoblada  tarea  á  ñu  de  darme  un  rato  de  ocio 
en  que  jug'ar  con  mis  conq)añeros. 

>  Acostumbrad  á  vuestros  hijos  al  trabajo,  pero  que  éste  no  sea  duro; 
y  á  menos  que  sean  linfáticos,  dejadlos  dormir  cuanto  g-usten. 

>  ¡Cuántas  veces,  siendo  niño,  no  me  detuve  como  el  cervatillo  de  Aken- 
side  para  contemplar  la  caída  del  sol,  ó  me  recostaba  de  espaldas  por  la 
noche  á  mirar  las  estrellas  con  toda  la  avidez  de  nuestros  sentidos  y 
facultades  retentivas!  ¡Desde  qué  época  se  nos  enseñaba,  ó  mejor  dicho, 
cuántos  embarazos  no  se  interponían  entre  nosotros  y  la  sublime  misión 
de  la  Natura ! 

»Si  estuviera  en  mí,  derramaría  lumbre  por  toda  la  tierra,  como  el 
labrador  desparrama  el  trigo  en  los  prados. 


HORACIO    .MAXX  131 

Xiiiica  me  he  embriagado  en  mi  vida,  sino  tal  vez  por  los  humos  del 
})lacer  ('>  de  la  cólera:  jamás  reneg'ué,'v  el  leng-uaje  profano  me  fué  siem- 
pre desagradable  y  re})ulsivo:  tani})oco  he  usado  el  tabaco  en  forma 
alguna:  temprano  me  resolví  á  no  ser  esclavo  de  ningún  vicio:  por  lo 
demás,  mi  vida  })ública  es  tan  conocida  de  todos  como  de  mí  mismo,  v 
como  acontece  de  ordinario  á  los  hombres  públicos,  oíros  ron/prciiden 
ji/iicho  iio'jor  mis  niofií'Os». 

l'na  casualidad  le  puso  en  el  verdadero  camino  que  debía  seguir, 
mostrándole  más  vastos  horizontes,  ensanchando  sus  conocimientos  v 
desarrollando  su  clara  inteligencia. 

I  11  profesor  llamado  Barret,  pobre  en  fortuna,  pero  rico  en  sabidu- 
ría, se  instal(')  en  la  localidad  que  habitaba  el  joven  Mann,  y  éste  acudió 
solícito  á  beber  en  a<|uella  fuente,  que  en  vez  de  apagar  su  sed  de  estu- 
dios, la  hizo  nnís  ardiente  é  inextinguible. 

Por  pi-imera  vez  el  latín  y  el  griego  sonaron  en  los  oídos  de  Horacio 
como  celestial  armonía,  y  desde  aquel  instante  el  afán  de  estudio  absor- 
l)i(')  su  ser. 

Después  entr(')  en  la  Universidad  de  Brown  y  trabajó  sin  descanso 
para  alcanzar  laureles  universitarios. 

Penosa  enfermedad  (pues  el  físico  se  sublevaba  siempre  contra  la  tira- 
nía moral)  le  postró,  separándole  forzosamente  de  sus  tareas,  y  cuando 
pudo  volver  á  ellas,  al)ri(')  una  escuela  con  el  objeto  de  subvenir  á  sus 
gastos  de  estudios,  y  éstos  fueron  tan  brillantes,  que  obtuvo  el  puesto 
de  honor  por  el  tema  y  desarrollo  de  su  disertación  v  Carácter  progre- 
sivo de  la  raza  liumana». 

Era  audaz  en  sus  investigaciones,  pensador  serio  y  reflexivo,  dotado 
de  maravillosa  actividad  y  de  enérgica  perseverancia. 


II 


En  la  carrera  del  foro  alcanz('>  rá})idamente  gran  rej)utación,  y  en 
1S27,  con  aplauso  y  simpatías,  fué  electo  representante  del  condado  de 
Dedham,  en  la  legislatura  de  Massachussetts,  y  aun  cuando  no  era  hom- 
bre para  militar  en  el  canqx)  político  por  sus  ideas  y  carácter,  sin 
embargo,  se  afili(!)  en  el  partido  de  los  irhit/s,  ó  republicanos  nacionales, 
pero  sin  otro  norte  ([ue  la  justicia  y  la  rectitud  administrativa. 


♦ 

132  AMERICAXOS    CÉLEBRES 

Sus  triunfos  oratorios  fueron  muchos,  y  el  primero  lo  obtuvo  contra- 
rrestando un  bilí  que  se  oponía  al  progreso  de  las  opiniones  religiosas, 
pues  aunque  la  ¡e(jislac'i6n  del  Estado,  ¡a  decisión  de  Ja  Corte  Suprema  y  una 
enmienda  de  la  Constitución  ^  tenían  elevado  carácter  de  igualdad  para 
todas  las  religiones,  sin  embargo,  el  bilí  mencionado  amenazaba  estable- 
cer preferencia  para  una  de  ellas,  algo  en  contraposición  con  las  ideaos 
del  siglo  XIX. 

Horacio  Mann  gañó,  y  su  victoria  fué  brillante  y  decisiva,  granjeán- 
dole general  estimación  como  orador  y  numerosos  partidarios. 

Redactó  y  apoyó  la  ley  que  tuvo  por  objeto  concluir  con  el  juego  de 
lotería;  y  la  humanidad  doliente  le  debe  su  iniciativa  en  la  fundaciíni 
del  hospital  de  dementes  en  Worcester,  su  organización  y  adminis- 
tración. 

En  la  honrosa  carrera  que  había  recorrido,  su  corazón  sufri()  heridas 
profundas,  pues  casado  con  una  hermosa  criatura,  hija  del  Rector  de  la 
Universidad  de  Brown,  prendado  de  sus  gracias  y  de  sus  bellas  cualida- 
des, vio  á  los  dos  años  de  matrimonio  desaparecer  la  estrella  que  ilumi- 
naba su  hogar  con  suave  resplandor,  dejándole  triste  y  solitario. 


111 


El  condado  de  Suffolls.  le  eligi<')  senador,  y  en  183G,  por  unanimidad 
de  votos,  ascendió  á  la  presidencia  de  a({uel  alto  CHierpo,  y  siempre 
reelecto,  ocupó  el  mismo  puesto  hasta  abandonar  la  vida  })iiblica. 

El  nombre  de  Horacio  Mann  está  asociado  á  toda  reforma  útil,  jí 
toda  innovación  noble,  á  cuanto  se  relacionaba  con  el  bien  de  la  huma- 
nidad, así  como  tomó  parte  activa  en  corregir  vicios  y  abusos,  entre 
ellos  la  embriaguez,  para  la  cual  se  votó  una  ley  imponiendo  castigos  al 
reo  de  tan  repugnante  crimen. 

El  ilustre  norte-americano  tenía  ideas  prácticas;  era  severo  en  sus 
juicios  y  buscaba  siempre  la  base,  el  fondo  de  las  cosas,  sujetándolas 
después  á  razonada  discusi()ñ,  en  la  cual  triunfaba  su  elocuencia  y  pro- 
funda convicción. 


r 


'     Domingo  Sakmikxto,    Vida  de  Horitcio  Man) 


HORACIO    MANN  l'33 


IV 


Son  notables  algunas  de  las  frases  dirigidas  á  la  juventud,  enco- 
miando la  moderación  en  todo  y  las  ventajas  que  de  ella  resultan. 

«Un  joven  moderado,  — dice,  — reverencia  la  Divina  Sabiduría,  por 
la  cual  ha  sido  tan  asombrosamente  hecha  su  constitución  física ,  y  la 
conserva  pura  y  limpia  como  templo  adecuado  para  la  mansión  de  Dios. 
Por  cada  concesión  hecha  á  los  apetitos  que  enervarían  al  cuerpo  ó  ale- 
targarían la  vivacidad  de  los  sentidos,  ó  nublarían  el  luminoso  cerebro, 
él  tiene  un  vade  retro  tan  duro  y  tan  profundo,  que  el  Satanás  de  la  ten- 
tación se  alejaría  de  su  presencia  lleno  de  vergüenza  y  desesperación  >. 

Nombrado  en  1837,  Secretario  del  Consejo  de  Educación,  lo  abandonó 
todo  para  dedicarse  á  su  pasión  favorita:  la  instrucción  popular.  Su  for- 
tuna, sus  libros,  su  apoyo,  estaban  siempre  al  servicio  de  los  pobres  que 
carecían  de  recursos  para  los  estudios,  y  gratuitamente  daba  lecciones  y 
propagaba  en  ancho  círculo  sus  conocimientos  y  entusiasmo  por  el  pro- 
greso de  la  educación. 

Juzguémosle  en  los  párrafos  de  una  carta  dirigida  á  su  hermana, 
digna  V  virtuosa  criatura  que  se  consagró  también  á  la  enseñanza  y 
tenía  en  Rho  de  Island  (Providencia)  una  escuela  gratuita  para  niños 
de  color. 

En  otra  obra  que  próximamente  verá  la  luz  pública,  nos  ocuparemos 
de  esa  abnegada  educacionista  y  de  la  admirable  madre  de  Horacio 
Mann.  ^ 

<  He  aceptado  el  empleo  de  Secretario  del  Consejo  de  Educación ,  y 
como  sus  deberes  me  quitarán  todo  el  tiempo,  por  necesidad  he  debido 
renunciar  á  mi  profesi()n  á  fin  de  consagrarle  toda  mi  atención. 

» Muchos  me  desaprueban  el  que  deje  la  posición  que  ocupo,  en  la 
que  hasta  hoy  me  ha  ido  tan  bien  como  podía  esperar;  otros  piensan  que 
mi  posición  política  no  era  ya  para  abandonada,  prefiriéndola  á  un 
puesto  cuyos  frutos  sólo  verán  otras  generaciones,  y  que  mi  presente 

'     ¥^-a.  éilihro  Mujeres  americanas. 


134  .   AMERICANOS    CÉLEBRES 

posición  en  el  Senado  era  preferible  á  andar  de  condado  en  condado 
buscando  la  felicidad  de  los  niños,  que  nunca  saben  de  díhide  les  vendrá 
el  beneficio,  y  arrastrando  los  celos,  preocupaciones  y  mala  inteli«^encia 
de  sus  padres.  ¿Pero  no  es  mejor  hacer  un  bien  que  ser  elogiado  por 
ello?  Si  no  hubiera  de  sembrarse  otra  semilla  que  aquella  que  asegura 
en  vida  una  buena  cosecha,  la  especie  humana  hubiera  vuelto  á  la 
barbarie. 

»Si  yo  llego  á  descubrir  qué  resortes  seguros  se  pueden  tocar  para 
que  de  un  niño  que  no  piensa,  que  no  reflexiona,  que  no  habla,  se  haga 
un  noble  ciudadano  pronto  á  defender  sus  derechos  y  á  morir  ])or  la 
justicia;  si  sólo  consigo  obtener  y  difundir  en  este  sentido  alguna  buena 
idea  y  cosas  semejantes,  ¿no  habré  de  lisonjearme  de  que  mi  ministerio 
no  haya  sido  del  todo  vano?  > 

El  cargo  de  Secretario  del  Consejo  de  Educación,  no  podía  ser  ambi- 
cionado por  el  cortísimo  sueldo,  pues  sólo  era  de  mil  pesos,  admirándose 
mayormente  aún  la  abnegación  de  Horacio  Mann ,  puesto  que  para  ejer- 
cer su  noble  misión  y  consagrarse  á  plantear  reformas  y  á  dar  c'nsanche 
á  sus  ideas,  renunció  la  senaduría  y  todos  los  cargos  que  desenqjeñaba. 

Hubo,  sin  embargo,  un  competidor  en  la  primera  elecci()n ,  aun 
cuando  después  y  durante  once  fué  reelegido  en  todas. 

Llamábase  Mr.  Dwight;  pero  generoso  también  y  entusiasta  protec- 
tor de  la  idea,  dio  diez  mil  pesos  en  1845  para  fundar  la  primera  Escuela 
Normal. 

Al  aceptar  Horacio  Mann,  el  cargo  de  Secretario  del  Consejo  educa- 
cionista, luchó  con  todos  sus  amigos  y  partidarios  que  se  oponían  á  su 
alejamiento  de  la  escena  pública,  no  pudiendo  admitir  ({ue  abandonara 
honrosísimos  y  elevados  puestos  para  ocupar  otro  más  inferior,  á  su 
parecer,  sin  adivinar  la  importancia  que  llegó  á  obtener  ni  el  resultado 
benéfico  para  el  país. 


V 


Con  rápida  y  segura  acción  planteó  el  hábil  reformador  su  plan  de 
innovaciones  y  sabias  leyes  para  las  escuelas:  protectores  decretos  ope- 
raron en  corto  espacio  de  tiempo  ventajoso  cambio. 


H()HA(  10    MAXN  135 

Las  escuelas  tuvieron  recursos  de  ([ue  carecían  hasta  entonces;  se 
crearon  establecimientos  normales,  y  el  público  con  su  justo  criterio, 
apreció  el  beneficio  que  Mann  hacía  á  su  país. 

Hubo,  sin  embargo,  que  luchar  y  combatir  con  aquellos  que  no 
encontraban  lucro  en  el  nuevo  sistema,  ó  eran  refractarios  á  toda 
reforma .  y  llegaron  á  proponer  un  hill  que  aboliese  el  Consejo  de 
Educaci<)n,  las  escuelas  normales  y  cuantas  innovaciones  se  habían 
hecho. 

Pero  Horacio  Mann ,  con  destreza ,  destruyó  siempre  los  planes  de  los 
enemigos  del  progreso  y  continuó  su  obra  civilizadora. 

Había  contraído  segundas  nupcias  á  los  diez  años  de  su  viudez,  y  la 
nueva  compañera  del  templo  doméstico,  tenía  singular  talento  y  era  tan 
entusiasta  por  la  educación  como  aquel  que  la  dio  su  nombre. 

En  184.'>,  visiti)  Horacio  Mann  á  Europa  para  estudiar  los  grandes 
centros  de  instrucción  pública,  y  en  un  notable  Informe  dio  á  conocer  el 
gran  resultado  de  aquel  viaje:  con  prolijo  interés  adquirió  un  caudal  de 
datos  para  las  escuelas  normales  de  primera  enseñanza;  formulaba 
planos  sin  descanso  para  levantar  edificios  escolares  impulsando  la 
construcci(')n  é  inauguraci(ni  de  dos  escuelas  normales;  trabajó  incesan- 
temente para  que  por  todas  partes  se  difundiera  el  interés  por  la  educa- 
ción é  instrucción  y  se  comprendiera  el  vahn*  que  encerraba. 

En  1S4S,  muri()  Juan  Quincy  Adams,  diputado  por  el  distrito  que 
habitaba  ]\Iann,  y  éste  fué  nombrado  para  reemplazarle. 

El  filantrópico  y  noble  corazón  de  Horacio  que  sentía  fraternal  inte- 
rés por  todos  los  seres,  no  podía  tener  indiferencia  para  aquellos  que 
arrastraban  la  cadena  de  esclavos,  y  en  Febrero  de  1850  pronunció  su 
famoso  discurso  sobre  la  abolición  de  la  esclavitud,  causando  profunda 
sensaci<)n,  tanto  más,  cuanto  (pie  Webster,  el  célebre  orador  y  estadista 
contrarrestó  las  opiniones  de  ]\[ann,  que  eran  ya  las  de  la  mayoría  sen- 
sata é  ilustrada.  La  cuesti()n  adquirió  proporciones  colosales  y  las  ideas 
de  ambos  populares  ciudadanos,  formaron  dos  poderosos  partidos. 

Kn  Febrero  de  1<S51,  el  elocuente  y  generoso  protector  de  los  esclavos, 
levant<')  de  nuevo  su  voz  para  tratar  de  la  ley  de  extradición  de  siervos, 
porque  aquel  hombre  tan  ilustrado  y  justo  los  consideraba  como  herma- 
nos en  la  gran  familia  universal. 

La  ¿ibolición  de  la  esclavitud  es  hov  un  hecho  grandioso:  el  comercio 
de  carne  liumana  horroriza  y  apenas  se  comprende  haya  habido  épocas 


13G  AMERICANOS    CÉLEBRES 

en  que  á  sangre' fría  se  cometieran  tales  injusticias  y  se  hicieran  con 
indiferencia  tantas  víctimas. 

En  1(S52,  ocupó  el  ap(5stol  de  la  Instrucción  el  rectorado  del  coleg-io  de 
Antioquía,  Estado  de  Ohío:  entonces  surgió  en  su  fecunda  mente  la  idea 
de  proporcionar  estudios  á  la  mujer,  que  fueran  más  adecuados  para 
crearse  porvenir  y  posición  independiente,  creyéndola  con  bastantes 
a])titudes  para  ser  útil  á  sí  misma  y  á  los  suyos  en  límites  menos 
estrechos. 

En  Junio  de  1859  y  el  mismo  día  de  exámenes  en  el  Colegio,  fué  aco- 
metido Horacio  Mann,  por  fulminante  fiebre  cerebral,  y  á  los  pocos  días 
habían  perdido  cuantos  le  rodeaban  la  esperanza  de  salvarle. 

.<  ¡Oh!  ¡cuánto  les  amo!  ¡cuánto  les  amo!  —  decía,  recordando  á  pro- 
fesores y  á  sus  ausentes  amigos,  —  ruego  que  así  se  les  exprese.  ¡Av! 
¡Mis  planes,  mis  bellos  planes  para  el  Colegio!  »  . . .  y  con  el  pensamiento 
fijo  en  la  única  y  exclusiva  aspiración  de  su  vida,  expiró  el  noble  hijo  de 
la  Gran  República,  el  que  trabajó  constantemente  para  la  elevaci(')n 
intelectual  y  moral  de  la  humanidad. 

En  Boston,  la  ciudad  de  los  sabios  y  de  la  aristocracia  intelectual,  v 
en  la  cima  de  Beacon  Hill ,  se  levanta  la  estatua  de  Horacio  Mann :  los 
niños  y  los  maestros  en  cuyo  corazón  vivía,  contribuyeron  con  su 
modesto  óbolo  á  perpetuar  el  recuerdo  de  su  sublime  protector,  y  una 
mujer  ''  dio  cuna  al  pensamiento. 

¡Loor  al  pueblo  que  supo  guardar  incólume  la  gratitud  y  honrar  á  su 
hijo  predilecto  más  allá  del  sepulcro! 

•     La  señorita  Stebbins.  — La  cstatxia  costó  cinco  mil  posos. 


.:i^^:s^i;^»*y!Tr^M 


RAMÓN    CASTILLA 


RAMÓN   CASTILLA 


■►•.^.-¿í»^ 


el   inmortal   combate   de    Juiíín   y  en    la   decisiva 
acción    de    Ayacucho,   batíase'  un  joven    teniente 
coronel   con  vigoroso  arrojo,   conquistando  mere- 
cidos lauros  en  la  victoria  que  aseguraba  la  inde- 
pendencia peruana. 
Había  militado  anteriormente  en  las  filas  realistas,  en 
las  cuales  sentó  plaza  á  la  edad  de  diez  y  siete  años;  i)ero 
ya  á  los  veinte,  entusiasta  por  el  credo  republicano  y  por 
la  emancipación  del  Perú,  tomó  parte  en  la  lucha  y  se 
consagró  al  triunfo  de  la  sublime  idea. 

Ramón  Castilla  ^  era  uno  de  esos  seres  nacidos  para 
derramar  bienes,  y  que  dotados  de  altísimas  virtudes,  las  transmiten  á 
los  pueblos  entre  los  beneficios  que  derraman. 

En  1834,  fué  ascendido  á  general  de  brigada,  honroso  grado  que  su 
valor  alcanzó  en  la  contienda  entre  el  g-eneral  Gamarra  y  el  general 
Orbegozo,  siendo  Castilla  partidario  del  último.  Derrotado  en  Yanacocha 
y  Socabaya,  buscó  en  Chile  seguridad  y  asilo,  y  el  20  de  Enero  de  1839, 
se  encontró  como  general  de  división  en  la  campaña  restauradora  ([ue 
tuvo  brillante  desenlace  en  la  célebre  batalla  de  Yungay,  entre  el  ejér- 
cito chileno-peruano  al  mando  del  insigne  general  Bulnes,  y  el  peru- 
boliviano á  las  órdenes  del  Protector  Presidente  de  Bolivia,  Santa  Cruz. 


'     Kaciü  on  Tarapucá,  en  1797. 


138  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Las  luchas  civiles  eiisaiigreutaroii  una  \qz  más  el  suelo  de  los  iucas^ 
después  de  la  muerte  del  presidente  g*eneral  Clamarra;  y  el  ejército  y  la 
mayoría  de  la  liepública  aclamaron  en  184o  á  Vivanco  como  supremo 
Director.  Numerosos  descontentos  pululaban  rechazando  la  política  del 
Dictador  y  combatían  para  derrocarlo,  entre  ellos,  Torrico  y  San 
Román  en  Puno,  Nieto  y  Castilla  en  Moqueg'ua;  y  vencedor  el  último  en 
Carmen  Alto  en  Julio  de  184-4:  y  convocado  el  Cong-reso  en  1845,  fué 
electo  Presidente,  asociando  desde  entonces  su  nombre  á  sabias  y  iitiles 
reformas,  á  notables  innovaciones  y  á  prog'resivos  adelantos. 


II 


El  mando  de  Castilla  se  prolonga')  durante  catorce  años,  y  á  él  debi(> 
el  Perú  su  crédito  interior  y  exterior,  y  decidido  apoyo  para  toda 
empresa  industrial  y  útil. 

El  patriotismo  de  Castilla  y  el  amor  á  la  libertad,  lo  hicieron  digno 
de  la  alta  estimación  que  le  profesaron  los  pueblos,  que  espontánea- 
mente lo  aclamaron  varias  veces  primer  Magistrado  de  la  naci()n. 

En  1849,  expidió  el  justiciero  y  célebre  decreto ^  aboliendo  el  trilnito 
(pie  pagaban  dos  millones  de  indios  á  los  antiguos  conquistadores:  no 
menos  humanitario  y  digno  de  su  gran  corazón,  fué  el  decreto  dictatc- 
rial  de  1854,  por  el  cual,  treinta  mil  esclavos  fueron  otros  tantos  ciuda- 
danos útiles  y  agradecidos,  por  los  derechos  sociales  (pie  desde  aíjuel  día 
disfrutaban. 

Sus  sentimientos  liberales,  su  carácter  refractario  á  toda  tiranía  y 
opresión  nn^ral,  concedieron  amplia  libertad  en  las  elecciones^  y  la 
prensa  disfrutó  de  la  misma  facultad  y  autonomía. 

Con  un  hombre  tan  benévolo  para  sus  semejantes,  no  podía  existir  el 
cadalso  político,  por  lo  (j[ue  fué  abolido,  y  no  existe  sentencia  de  muerte 
autorizada  con  la  firma  de  líamón  Castilla. 

El  camino  de  hierro  de  Lima  al  Callao,  fué  el  primero  de  la  América 
del  Sur,  y  el  (pie  conduce  á  Chorrillos  también  se  construy()  durante  el 
mando  de  Castilla. 

Consagró  sus  desvelos  á  establecer  colonias  y  á  fomentar  la  inmig-ra- 
ción,  procurando  hacer  grato  y  amable  el  nombre  peruano,  é  im})ulsar 
el  comercio  y  la  industria. 


KAM('>N    CASI'ILI.A  13Í) 


III 


Contaba  setentíi  afios,  cuando  no  conforme  con  la  marcha  del  dictador 
Don  Mariano  Ignacio  Prado,  promovi(')  una  revolución  militar,  muriendo 
como  soldado  en  el  campo  de  batalla,  al  frente  de  las  tropas  sublevadas. 

En  su  prolongada  carrera  di()  repetidas  muestras  de  su  acendrado 
amor  por  América  v  de  su  celo  por  su  autonomía,  haciendo  fracasar, 
secundado  por  el  benemérito  ministro  de  Relaciones  Exteriores,  José 
(ireíi'orio  Paz  Soldán,  los  planes  del  u'eneral  Juan  José  Flores,  cpiien, 
menoscabando  sus  pasadas  glorias  y  por  resentimientos  políticos, 
intent<>,  de  acuerdo  con  la  Reina  I).''  María  Cristina  de  Borbón,  llevar 
;i  efecto  un  cambio  político  en  contra  de  la  libertad  americana,  hecho 
incomprensible  en  hombre  de  tanta  valía. 

El  sublime  rasgo  de  Castilla  y  los  decretos  de  abolición  del  tributo  y 
de  la  esclavitud,  son  las  más  bellas  páginas  de  su  gloriosa  vida. 

Tenía  el  mariscal  D.  Ramón  Castilla,  carácter  enérgico,  originalí- 
simo,  y  estaba  dotado  de  alma  grande  y  de  superior  entereza.  Era  gra-- 
cioso,  oportuno  y  decidor,  siendo  numerosas  las  anécdotas  que  de  él  se 
refieren  y.  (pie  demuestran  su  ingenio  y  su  vivacidad  de  imaginación. 

Las  elevadas  condiciones  de  mando,  las  nobles  y  generosas  aspira- 
ciones, prestan  al  mariscal  Castilla  inmortal  aureola,  y  han  hecho  su 
recuerdo  popular  y  (juerido  en  el  Perú. 


CARLOS  ANTONIO   LÓPEZ 


Y    SOLANO    LOTEZ 


EspuÉs  de  \a  nebulosa  época  del  doctor  Francia,  al 
desaparecer  en  el  sepulcro,  al  desvanecerse  el  tirano,  se 
ilumina  el  país  con  los  fulg'ores  de  una  era  que  abarca 
más  anchos  horizontes,  y  en  la  cual  ocupa  la  suprema 
magistratura  Carlos  Antonio  López,  ciudadano  modesfo 
y  dedicado  al  foro  y  á  la  enseñanza  secundaria.. 

Era  natural  de  la  Asunción  y  había  nacido  en  1810. 
La  ley  de  IG  de  Mayo  de  1S44,  prolongaba  el  período 
presidencial  por  diez  años  y  autorizaba  la  reelecciíhi. 
El  Presidente  era  jefe  supremo  de  mar  y  tierra,  arbitro 
en  la  Administración  civil  y  militar,  Gran  Patrono  de 
la  Iglesia  y  con 'exclusiva  autoridad  en  todos  los  ramos,  apoyada  por 
un  Consejo  de  Estado  que  dictaminaba ,  dejando  sin  embargo  en  libertad 
al  Presidente  para  aceptar  ó  no  el  dictamen. 

A(j[uella  ley  ponía  límites  á  las  garantías,  á  la  igualdad  legal,  al 
derecho  de  quejarse  ante  el  Clobierno,  á  la  salida  del  país,  á  la  abolición 
de  la  esclavitud  y  á  la  protección  judicial. 

El  número  de  diputados  se  redujo  á  doscientos,  los  que  debían  con- 
gregarse cada  cinco  años  para  ocuparse  de  votar  los  presupuestos,  de 
presentar  proyectos  de  leyes  generales,  resolver  en  casos  de  guerra 
y  fijar  los  límites  de  las  fronteras. 


SOLANO    LÓPEZ 


CARLOS    ANTONIO    I.Ól'KZ    Y    SOLANO    L('»I'KZ  141 

El  completo  retraimiento  de  Francia,  había  hecho  que  el  Paraguay- 
no  estuviera  aún  en  relaci<'>n  con  las  naciones  europeas  y  americanas* 
pero  antes  de  pasar  el  primer  año  de  la  presidencia  de  López,  estaba  ya 
reconocida  la  república  por  los  principales  países  de  Europa  y  del 
Nuevo  ('Ontinente. 

El  arbitrario  Rosas,  cerr(5  por  dos  decretos  los  puertos  argentinos 
para  el  comercio  del  Paraguay;  y  asumiendo  López  dignísima  actitud^ 
dirigió  una  nota  al  Gobierno  de  Buenos  Aires,  manifestando  su  resenti- 
miento en  razonadas  reflexiones,  entre  las  cuales  añadía:  «El  Paraguay 
es  inconquistable;  puede  ser  destruido  por  una  fuerte  potencia,  pero 
no  esclavizado  por  ninguna». 

A  pesar  de  la  discordia  entre  ambos  gobernantes,  no  se  rom})ieron 
las  hostilidades;  y  López  se  consagró  á  llevar  inmigración,  aun 
cuando  los  extranjeros  estuvieran  sujetos  á  no  casarse  con  naturales  del 
país  sin  permiso  del  Gobierno;  tampoco  podían  afincarse  sin  estar  auto- 
rizados para  ello. 

El  presidente  López  organizó  ejércitos  y  creó  marina;  prestó  deci- 
dido a})ovo  á  la  industria  v  fomentí)  la  agricultura.  Como  la  hierba  mate 
v  el  tabaco  son  manantiales  de  riqueza  para  el  país,  dio  á  estas  produc- 
ciones mayor  desarrollo. 

Se  abrieron  caminos,  escuelas,  se  mejoraron  las  antiguas  carreteras 
y  se  construyeron  edificios  públicos,  así  como  se  aumentaron  los  fuertes 
para  prevenir  las  invasiones  indias  por  el  Chaco. 

La  Administración,  á  pesar  de  ser  omnipotente,  fué  benéfica  jjara  el 
país,  y  el  Congreso  reunido  en  1849^,  aprobó  sus  actas  y  elogió  su  mar- 
cha administrativa. 


II 


La  cuesti()n  de  límites  provocó  las  primeras  desavenencias  con  el 
Brasil,  por([ue  en  detrimento  del  Paraguay  intentaba  extender  su  terri- 
torio, invadiendo  parte  de  los  lugares  pertenecientes  á  la  república 
vecina;  pero  ésta  se  o])uso  y  rechazó  á  los  brasileños.  El  Lnperio  enton- 
ces retiró  del  Paraguay  á  su  representante. 

Por  encono  de  los  partidos  y  malestar  general,  había  sido  derrocado 


142  AMEKICAXOS    CÉLEBRES 

vi  dictador  ai\ü'entiiio  Rosas,  y  el  Gol)ieriio  provi«ioiia] ,  no  sólo  rccoiio- 
<;-i(')  la  independencia  del  Paraguay,  sino  que  los  puertos  fueron  de  nuevo 
libres  para  el  comercio. 

La  República  estaba  tranquila  y  pros])eraba  á  la  sombra  de  un 
poder  que  si  bien  absoluto,  era  prudente  é  innovador;  y  el  Congreso 
nacional  de  l<sr)4,  reunido  para  la  elección  de  Presidente,  puso  de  nuevo 
la  suerte  del  país  en  manos  de  López,  quien  línicamente  acept<')  por  tres 
años  lasuprema  magistratura,  en  vez  de  diez  ([ue  marcaba  la  lev. 

El  carácter  del  general  López,  era  enéigico,  astuto,  altivo  é  inti-an- 
sigente  en  cuestiones  de  honra  ó  de  independencia  nacional. 

Era  amante  de  su  patria  hasta  la  exageraci<)n ,  v  tal  lia  sido  uno  de 
sus  principales  méritos. 

Los  tratados  con  potencias  extranjeras,  abrieron  ancho  campo  \ 
alentaron  al  espíritu  de  empresa,  aletargado  (')  muerto  durante  el  mando 
del  doctor  Francia. 

La  frialdad  continuaba  entre  el  Brasil  v  el  Faraguav,  v  una  escua- 
dra del  Lnperio  suliió  hasta  el  río  Paraná:  L(')pez  di(')  orden  para  que  se 
detuviera,  v  llamamlo  á  la  cai)ital  al  comandante  Ferreira  de  Oliveira, 
celebr(')  un  tratado  dé  comercio  v  una  tregua  por  un  aílo  para  resolver 
la  cuestitni  de  límites. 

Numerosos  colonos  franceses,  fundaron  casi  en  la  misma  é])oca  la 
Nueva  Burdeos  en  el  (irán  Chaco,  conocida  hov  con  el  nombre  de  Villa 
Hay  es. 

En  1S57,  concluían  los  tres  ai'ios  aceptados  por  L(')pez,  y  los  pueblos 
lo  eligieron  para  otro  período  de  diez  ailos. 

En  18G0,  fué  mediador  en  la  lucha  entre  los  generales  rrquiza  y 
IMitre,  y  consigui(')  se  firmara  un  tratado  por  el  cual  ([uedaba  iniida  la 
provincia  de  Buenos  Aires  á  la  Confederaciíni  Argentina,  de  la  ([ue  se 
había  independizado  en  Lsr)4. 

La  marcha  de  L(')pez  continu(')  siem})re  en  favor  del  progreso  del 
país,  y  el  primer  camino  de'  hierro  construido  en  las  repúblicas 
del  Plata,  fué  en  el  Paraguay:  la  ri([ueza  aumcnt<')  por  el  tráfico,  por  la 
canalización  de  los  ríos,  ([ue  facilitaron  la  exportación  é  importación:  el 
astillero,  la  construcción  de  muelles  y  de  una  fundici(')n,  harán  grato 
el  recuerdo  de  uno  de  los  gobernantes  más  notables  de  acpiella  República. 

A  los  veinte  anos  de  asidua  laboriosidad  administrativa,  el  10  de 
Septiembre  de  1862,  descendi(')  al  sepulcro  D.  Carlos  Antonio  López. 


(AKLOS    AXTOXIO    L(')1'EZ    Y    SOLANO    L<')I'EZ  143 


En  SU  testaineiito,  hfihía  iioiiibrado  vicepresidente  á  su  hijo  Fran- 
oi.seo  Solano  L(')pez,  mientras  (pie  el  Congreso  nacional  acordara  á  (juien 
del)í;i  elevar  ;í  jefe  de  la  nación. 


H 


Solano  L(')pez,  en  IS"),'),  había  estado  en  Francia  é  Inglaterra  como 
plenipotenciario  del  l'araguav,  })ara  firmar  los  tratados  de  comercio  y 
navei>aci('>n ,  y  acredit(')  más  tarde  su  sagacidad,  cuando  fué  mediador  en 
las  discordias  civiles  de  la  Confederaci()n  Argentina:  su  cultura  y  su 
talento  le  conquistaron  general  aprecio. 

Cuando  muri<')  el  general  Carlos  Antonio  López,  contaba  su  hijo 
treinta  v  seis  aí'ios  de  edad,  pues  había  nacido  en  la  Asunción  en  1827. 
Su  carácter,  sus  estudios  y  sus  viajes  garantizaban  una  época  feliz  para 
la  líepública,  por  lo  (¡ue  ni  el  Congreso  ni  el  voto  popular,  vacilaron  en 
elevarlo  al  solio  presidencial. 

Al  iniciar  su  marcha  política,  di(')  nuevo  vuelo  á  las  risueñas  espe- 
ranzas de  la  nación  con  las  levantadas  ideas  (¿ue  vertió  en  su  proclama. 

«El  voto  luiánime  de  vuestros  representantes, —  decía,  —  acaba 

de  elevarme  al  puesto  de  primer  magistrado  del  país:  lleno  de  abnega- 
ci(')n  hacia  mi  patria,  he  aceptado  esta  difícil  misión.  Este  patriotismo  y 
la  nni(')n  de  todos  los  habitantes,  me  hacen  esperar  que  la  República  del 
Paraguay,  realizará  un  día  la  obra  de  su  regeneración  política,  sin 
tener  que  enjugar  las  lágrimas  amargas  de  un  conflicto  de  familia  -. 

La  índole  de  Solano  López  era  altiva  y  dominadora,  y  á  pesar  de  la 
educaciíMi  y  de  las  costumbres  sociales  adquiridas  en  los  salones  euro- 
peos, siguió  la  senda  de  sus  predecesores  y  fué  más  bien  un  dictador,  un 
monarca  absoluto,  que  el  presidente  de  un  país  republicano. 

Sin  embargo  de  esa  ambiciini  de  predominio,  que  desde  luego 
manifestó,  su  nombre  lia  quedado  en  la  historia  como  el  de  un  héroe 
legendario,  cual  el  de  un  valeroso  guerrero  de  la  Edad  media. 

Corto  fué  el  tiempo  de  su  mando,  fecundo  en  acontecimientos  y  céle- 
bre por  sus  desastres  y  heroísmo. 

Solano  L(')pez,  había  aumentado  la  marina  y  se  ocupaba  en  formar  y 
disciplinar  un  fuerte  cuerpo  de  ejército  de  treinta  mil  hombres,  cuando 


144  AMERICANOS    CÉLEBRES 

las  exigencias  del  Gobierno  brasileño  con  el  Uruí>uav,  dieron  niaruen  ;í 
que  ofreciera  su  mediación  al  Brasil,  la  que  no  fué  aceptada  por  creer 
de  fácil  arreglo  la  cuestión. 

No  lo  pensó  así  el  gobierno  de  López,  y  como  en  una  invasicni  del 
territorio  uruguayo,  miraba  en  peligro  al  Paraguay,  dirigió  enérgica 
protesta  al  Gabinete  de  San  Cristóbal ,  á  pesar  de  la  'cual  las  tropas  bra- 
sileñas ocuparon  territorio  del  Uruguay,  dando  con  este  paso  motivo  á 
López  para  romper  las  hostilidades. 

Ya  dispuesto  el  ejército,  solicitó  del  Gobierno  de  Buenos  Aires  y  del 
presidente  general  Mitre,  el  permiso  para  que  sus  soldados  pudieran 
tener  libre  el  paso  por  la  provincia  de  Corrientes. 

La  contestación  fué  negativa,  y  tornábase  en  hostil  al  exigir  pronto 
explicación  relativa  á  las  tropas  ([ue  se  aglomeraban  en  la  frontera. 

López,  sorprendido  é  indignado,  declaró  la  guerra  al  Estado  argen- 
tino, previa  anuencia  del  Congreso. 

Entre  tanto  en  el  L^ruguay,  causa  primordial  de  aquel  conflicto, 
tenía  lugar  un  cambio  de  Gobierno,  y  ocupaba  la  presidencia  el  general 
Venancio  Flores,  que  protegido  por  el  Brasil  y  por  el  general  Barto- 
lomé Mitre,  había  derribado  á  Berro  y  era  ya  aliado  del  Imperio  y  de  la 
Confederación  Argentina  contra  el  Paraguay. 


1\ 


Encontrábase  Solano  López,  frente  á  frente  contra  tres  adversarios, 
y  aquí  empieza  esa  epopeya  de  tres  años,  el  más  brillante  florón  de 
la  historia  del  Paraguay  y  glorioso  é  imperecedero  monumento  de  su 
heroicidad.  , 

Empeñada  la  contienda,  no  sabemos  que  admirar  más  en  ella:  si  las 
especiales  condiciones  del  guerrero  y  su  tenaz  resistencia,  ó  el  prestigio 
sobre  las  masas  y  el  fanatismo  patrio  que  logró  inspirarlas. 

Hombres,  mujeres  y  hasta  los  niños  corrían  á  la  lucha,  y  los  genera- 
les paraguayos  Duarte,  Estígarribia,  Robles  y  Caballero,  rivalizaron  en 
sereno  valor  y  en  heroicos  rasgos,  con  el  dictador  y  general  en  jefe  (|uc 
constantemente  estuvo  á  la  cabeza  del  ejército. 


CÁELOS    ANTONIO    LÓPEZ    Y    SOLANO    LÓPEZ  145 

El  intrépido  Robles  desembarcó  en  Corrientes  con  tres  mil  hombres 
y  tom(')  posesi(5n  de  la  capital,  organizando  en  ella  un  Gobierno  provi- 
sional mientras  doce  mil  soldados  al  mando  de  Duarte  y  Estigarribia, 
marchaban  por  las  Misiones  argentinas  para  invadir  la  provincia  de 
Río  Grande. 

Trece  mil  soldados  al  mando  del  general  Flores,  atacaron  á  Duarte 
y  sus  dos  mil  quinientos  hombres  en  Yatay:  la  superioridad  de  fuerzas 
no  aterró  á  los  nuevos  numantinos;  se  batieron  intrépidamente  y  sólo 
se  rindieron  al  exhalar  el  último  suspiro. 

Estigarribia  capituló  en  Uruguayana ,  y  la  fuerza  de  los  aconteci- 
mientos hizo  necesaria  la  evacuación  de  Corrientes  por  las  tropas 
paraguayas. 

López  ordenó  la  concentración  de  todo  el  ejército  en  el  Paso  de 
¡(I  Patria  y  tomó  el  mando  en  jefe. 

En  esa  guerra  hay  episodios  dignos  de  ser  cantados  por  Homero. 
Cerca  de  Corrientes  existe  un  sitio  llamado  el  Riachuelo  en  el  cauda- 
loso  río   Paraná;   allí  se   encontraron  los  diez  vapores  de  la  escuadra 
brasileña  mandada  por  el   almirante  Tomandaré,  con  ocho  de   la  para- 
guaya á  las  órdenes  del  almirante  Mesa  y  del  general  Robles. 

Rómpese  el  fuego  y  durante  ocho  horas  se  baten  los  paraguayos  y 
brasileños  sin  descanso  y  con  arrojado  tesón. 

Robles  y  los  suyos  demostraron  admirable  bizarría;  cuatro  de  sus 
vapores  zozobraron  y  los  otros  restantes  tuvieron  que  abandonar  el 
escenario  de  sus  hazañas;  mil  doscientos  hombres  perecieron;  y  Robles, 
herido  y  prisionero,  invocaba  á  la  muerte  en  la  cámara  del  jefe 
enemigo. 

Cuéntase  que  los  soldados  paraguayos,  se  arrojaban  á  nado  é  intenta- 
ban á  brazo  tomar  los  buques  brasileños,  perdiendo  la  vida  entre  las 
ondas  para  no  entregarse  á  los  contrarios. 

En  la  batalla  de  Curupayti  y  en  la  de  Tuyuti,  derrotó  López  á  los 
aliados,  tomándolos  pertrechos  y  prisioneros. 

Mezclábase  con  el  júbilo  de  esas  victorias  la  profunda  amargura  por 
los  estragos  causados  por  el  cólera  ,  cuya  terrible  epidemia  asolaba  al 
Paraguay. 

El  más  poderoso  baluarte  de  López,  la  fortaleza  Humaita,  cayó  en 
poder  de  las  tropas  aliadas,  agotadas  las  provisiones  y  después  de  haber 
.sido  defendida  por  el  bravo  general  Caballero  con  temerario  valor. 

*  10 


146  xVMERICANOS   cíí:lebres 

La  nación  paraguaya  estaba  reducida  á  mujeres,  niños  y  á  octog'c- 
narios;  la  g'uerra  y  el  colera  habían  dejado  desiertos  los  hogares  é  inde- 
fensas las  poblaciones. 

La  grandeza  de  alma  de  López,  resistió  tan  reiterados  golpes,  y 
errante  y  fugitivo,  aun  oponía  á  sus  contrarios  su  perseverancia  v  la 
hábil  lucha  de  guerrillas;  nada  quedaba  de  sus  ejércitos:  había  visto 
caer  á  su  lado  hasta  un  valiente  hijo  suyo,  niño  de  doce  á  catorce  años, 
que  perdió  la  vida  combatiendo.  Algunos  leales  le  acompañaban  v  los 
espesos  bosques  le  dieron  asilo. 

Rechazó  con  orgulloso  desdén  toda  proposición  de  paz  y  con  unos 
pocos  se  retiró  á  Cerro  León. 

La  veracidad  del  historiador  nos  obliga  á  consignar  algunos  hechos 
que  empañan  tan  gloriosos  infortunios. 


Y 


Los  fusilamientos  del  hermano  del  dictador  López,  de  Bérges,  del 
coronel  Alen  y  del  obispo  Palacios,  no  admiten  disculpa,  ni  puede  do- 
minarse el  horror  que  inspiran. 

Otras  crueldades,  otras  vidas  inocentes  acusadas  injustamente  de 
atentar  contra  la  existencia  del  jefe  de  Estado,  son  negra  mancha  en 
el  brillante  cuadro  del  heroísmo  paraguayo. 

En  breve  la  Asunción  se  vio  ocupada  por  el  Marqués  de  Caxiás,  que 
había  reemplazado  al  general  Mitre  en  el  mando  de  las  tropas.  Una 
legión  de  emigrados  paraguayos  las  acompañaban  y  precedían  en  su 
entrada  á  la  capital. 

Ocurrió  entonces  algo  extraño  y  conmovedor. 

Con  las  fuerzas  vencedoras,  llegaron  á  la  capital  numerosos  extran- 
jeros que  ocuparon  casas  y  edificios  abandonados  por  sus  moradores:  pero 
éstos,  que  cuando  ordenó  López  desalojar  la  ciudad,  habían  seguido  al 
Gobierno  y  al  ejército  paraguayo,  volvieron  á  sus  hogares,  pobres,  des- 
nudos, enfermos,  estenuados,  y  se  consideraron  venturosos  recibiendo 
hospitalidad  de  los  que,  como  dueños,  ocupaban  sus  propiedades. 

La  o"uerra  tocaba  á  su  fin. 


CARLOS    AXTOXIO    LÓPEZ    Y    SOLANO    LÓl'KZ  147 

López  oponía  aún  resistencia  desde  la  cordillera  en  donde  había 
logrado  rennir  algnnos  soldados,  porque  la  pérdida  de  su  ejército,  los 
tres  años  de  continuo  y  adverso  combatir,  no  lograron  doblegar  su 
espíritu. 

El  último  baluarte  que  aun  le  quedaba  era  Cerro  Cora:  allí  se  hacía 
fuerte:  pero  atacado  por  fuerzas  brasileñas,  rindió  la  vida  combatiendo 
con  desesperado  y  valeroso  arrojo  el  1.'^  de  Marzo  de  1870. 


VI 


Era  un  tirano;  pero  considerándole  á  la  cabeza  del  ejército,  se  admi- 
ran en  él  las  cualidades  de  un  gran  guerrero,  el  ardor  impetuoso,  la 
audacia,  la  sangre  fría  y  la  "fuerza  para  soportar  el  cansancio,  los  reve- 
ses y  las  decepciones. 

Al  empeñarse  en  aquella  guerra  que  arruinó  al  Paraguay,  no  lo  hizo 
sólo  por  propia  iniciativa,  sino  instigado  por  una  mujer  tan  bella  como 
altiva  y  ambiciosa :  Elisa  Linch. 

Era  sueca:  había  conocido  á  López  en  París,  y  desde  entonces 
ejerció  sobre  él  la  poderosa  y  doble  influencia  de  su  talento  y  de  su 
grande  hermosura. 

Durante  algún  tiempo  fué  la  soberana  en  el  Paraguay;  y  al  estallar 
la  guerra ,  la  vemos  alentando  á  los  soldados  en  nombre  de  la  patria  y 
recorriendo  las  trincheras. 

El  año  1875  la  conocí  en  Buenos  Aires;  estaba  acompañada  por  dos 
ó  tres  niños  que  tenía  de  López. 

La  curiosidad  y  el  anhelo  de  recoger  noticias,  hizo  que  proA'ocara 
una  entrevista. 

Su  presencia  era  arrogante,  como  la  de  quien  está  acostumbrada  ;l 
mandar  y  á  ser  obedecida. 

Sus  ojos  azules  tenían  indefinible  expresión,  infinita  dulzura;  pero  al 
propio  tiempo  revelaban  la  enérgica  voluntad,  el  indomable  espíritu  de 
la  rebeli('>n  cuando  el  enojo  los  iluminaba. 

En  la  voz  se  operaba  la  misma  transformación,  y  entonces  se  com- 
prendía que  en  la  guerra  secundara  al  Dictador  é  incitara  á  los  soldados 
á  vencer  ó  á  morir. 


148  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Creemos  completar  con  estos  detalles  la  vida  de  Solano  L(5pez,  qne  si 
bien  presenta  rasgos  crueles  de  tiranía  y  de  injustas  violencias,  si  apa- 
rece manchada  con  la  sangre  de  nobles  ciudadanos,  es  de  ghn-ioso 
recuerdo  por  su  heroísmo  y  por  la  generación  que  sucumbió  glori(xsa- 
mente  en  el  campo  de  batalla. 

Su  muerte  fué  el  digno  epílogo  de  aquella  lucha  de  titanes. 


JUAN  MANUEL  EOSAS 


fox  tan  contradictorias,  las  opiniones  emitidas  desde  algunos 
años  á  esta  parte,  concernientes  al  célebre  Dictador  de  la 
República  Arg-entina,  son  tan  extraños  los  hechos  que 
resonaron  en  toda  América  y  llevaron  el  nombre  de  Rosas 
hasta  los  confines  de  Europa ,  que  aun  hoy  sería  imposible 
l)oder  emitir  un  juicio  exacto,  ni  publicar  los  hechos  de  aquel 
hombre  que  ha  dejado  indeleble  recuerdo  y  que  ejerció  la 
dictadura  por  una  ley  que  coexisti(5  con  su  Gobierno,  y  se  renovó 
treinta  y  tres  veces. 

Antes  de  ocuparme  de  la  espantosa  celebridad  de  Rosas,  copiaremos 
de  La  Libertad  de  Buenos  Aires,  un  artículo  refutando  varios  de  los  acon- 
tecimientos que  más  empañan  la  memoria  de  Rosas. 


II 


«Un  anciano  espiritual  nos  preguntaba  ahora  dos  años: 
» —  ¿Cree  V.  en  la  existencia  de  Nerón? 
>  La  respuesta  no  merecía  sino  una  sonrisa. 

» — Es  que  creo  que  la  historia  miente  tanto, — nos  replicó, — que 
hay  momentos  en  que  á  juzgar  lo  que  se  escribe  sobre  lo  que  he  visto, 


150  AMERICANOS    CÉLEBRES 

» sobre  sucesos  de  ayer  no  más,  que  he  venido  á  dudar  de  lo  que  se  ha 
»  dicho  respecto  de  hombres  y  cosas  distanciadas  por  los  sio-los. 

»La  persona  que  así  nos  hablaba,  se  refería  á  narraciones  que  aca- 
chaban de  aparecer  sobre  I).  Juan  jManuel  Rosas,  presentánd(^le  autor 
;>de  un  cúmulo  de  extravagancias  tales  y  de  crueldades  sin  nombre,  sufi- 
-cientes  para  tener  al  hombre  por  un  loco  y  por  un  monstruo. 

>c  —  ¿Pero  qué  no  son  exactas  esas  exposiciones?  —  le  observamos 
» sorprendidos  de  lo  que  oíamos. — Desde  muy  niños  habíamos  visto 
» referir  esas  acusaciones,  habíamos  leído  gran  parte  de  lo  ([ue  se  había 
•  escrito  en  contra  de  Rosas;  no  habíamos  escuchado  una  palabra  A'indi- 
»catoria,  algo  que  negase,  por  lo  menos,  que  explicase  en  último  extre- 
^mo,  ese  cúmulo  de  atentados  que  han  venido  á  f(n-mar  la  creencia 
» popular,  respecto  del  Dictador  de  veinte  años. 

» Nuestra  duda  no  sorprendió  al  anciano.  Mientras  más  antiguo  es  el 
>:> período  de  una  historia,  tanto  más  depurado  se  encuentra,  porque 
»el  transcurso  de  los  años  y  de  los  siglos  permite  la  investigación 
» desapasionada,  y  da  tiempo  á  que  se  conozcan  los  archivos  primados  y 
» secretos  del  pasado. 

»No  hace  tanto  tiempo  que  hemos  visto  aparecer  la  vindicación  de 
» Lucrecia  Borgia,  después  de  cuatro  siglos  de  execración  universal. 
»Maquiavelo  ha  ofrecido  el  mismo  ejemplo. 

»La  historia  contemporánea  no  puede  aspirar  á  resultados  defini- 
>tivos,  á  decir  la  última  palabra.  Las  pasiones,  los  sufrimientos,  los 
» sacrificios,  no  discuten  ni  se  someten  á  la  razón. 

» Obedeciendo  á  estas  consideraciones  y  al  conocimiento  particular 
»que  adquirimos  de  un  número  dado  de  documentos  y  exposiciones  que 
» el  anciano  amigo  nos  facilitó,  fué  que  suspendimos  la  continuación  de 
»la  historia  de  Rosas. 

»No  er?i  posible  ir  adelante  sin  tener  el  completo  de  los  papeles  de 
»la  dictadura,  porque  nos  exponíamos  á  sabiendas  á  ser  enrostrados 
»por  los  que  habían  militado  en  esa  época,  sin  tener  como  justificar  lo 
» que  aseverásemos'. 

» Desde  entonces  hemos  estado  procurándonos  los  conocimientos  que 
> necesitábamos,  examinando  acusaciones,  depurando  los  hechos  y  pre- 
» parándonos  para  el  conocimiento  exacto  de  los  sucesos,  á  dar  la  expli- 
»cación  de  ellos,  los  móviles  que  los  producían  y  el  plan  y  pensamiento 
»á  que  obedecían. 


JUAX    MANUEL    EOSAS  151 

»A  medida  que  hemos  avanzado  en  esas  investig'aciones,  hemos 
» venido  á  adquirir  el  convencimiento  de  que  la  historia  del  Dictador 
»y  de  la  Dictadora,  no  es  conocida  á  la  luz  de  la  verdad. 

»E1  extravío  público  se  debe  á  dos  circunstancias. 

-La  primera,  á  que  hasta  este  momento  no  se  conoce  sino  la  acusa- 
»ción  hecha  á  Rosas  y  á  su  g'obierno. 

La   segunda,    á  que  Rosas  y   los   que  estaban  en  actitud  de  hacer 
-esclarecimientos,  se  negaron  á  ello  por  diferentes  razones. 


III 


»  —  ¿Será  tiempo  de  que  se  me  oiga?  —  interrogaba  Rosas  en  varias 
»de   sus  correspondencias  escritas  en  Southampton,  y  él  mismo  se  con- 

>  testaba:  — creo  que  no.    Para  vindicarme, — agregaba  —  necesitaría 

>  perjudicar   á   muchos   y  echar   mano   de   mis   papeles,  que  exhibirían 
» documentos  que  aun  considero  deben  esperar  su  época. 

» Realmente,  hasta  ahora  no  se  conoce  por  el  público  la  palabra  de 
» Rosas  en  el  ostracismo,  ni  sus  papeles  valiosísimos. 

»D.  Juan  Manuel  Rosas  se  ocupó  durante  su  retiro  en  Inglaterra, 
»en  llevar  una  larga  correspondencia,  en  la  cual  se  hacía  cargo  de  las 
» acusaciones  que  la  prensa  le  dirigía,  dilucidando  cada  hecho  con  pro- 
»lijidad,  dando  la  razón  de  sus  actos  ó  refutando  los  que  consideraba 
» falsos. 

>  La  colección  de  esas  comunicaciones  podrían  formar  un  grueso 
» volumen,  que  sería  tenido  como  las  memorias  inéditas  del  Dictador. 

»Esas  cartas,  cada  una  de  las  cuales  es  un  cuaderno  escrito  con 
» claridad,  adicionadas  de  los  documentos  que  cita,  servirían  para  la 
» historia  como  ninguno  de  los  libros  que  han  visto  la  luz  pública  en 
»pro  y  en  contra  de  Rosas. 

» Aparte  de  esa  fuente  de  esclarecimientos^  hay  otras  de  suma  impor- 
»tancia,  desconocidas  enteramente  hasta  el  presente,  y  que  traerían 
»una  luz  poderosa  para  alumbrar  las  tinieblas  que  obscurecen  esa  época. 

»Esos  archivos,  esas  relaciones,  no  niegan  ninguna  de  las  ejecucio- 
»nes  y  muertes  del  tiempo  de  la  dictadura;  las  explican,  dan  á  cada  cual 
»su  participación,  no  aparecen  como  hechos  brutales  de  una  fiera  que 


152  AMERICAXOS    CÉLEBRES 

»se  entretiene  en  derramar  .sangre,  ni  como  resultado  de  un  demente 
>que  no  tiene  conciencia  de  lo  que  hace. 

»Pero  allí  mismo  se  encuentra  el  desmentido  á  muchas  historias 
» novelescas  que  han  circulado,  y  que  todas  ellas  forman  la  conciencia 
»  pública. 

> Queremos  citar  por  vía  de  corolario,  una  de  esas  invenciones  acli- 
» matadas  en  la  opinión,  y  que  al  verla  desmentida  se  han  de  sorprender. 

^¿  Quién  no  conoce  la  fuga  del  doctor  D.  Valentín  Alsina,  de  la 
» prisión  en  que  estaba  poco  antes  de  la  ejecución  del  coronel  ^Maza? 

»Esta  narración  popular  dice:  el  doctor  Alsina  iba  á  ser  fusilado  <> 
>>  asesinado. 

»Era  necesario  salvarle  de  las  garras  del  tigre.  La  señora  dona 
» Antonia  Maza,  esposa  de  aquél,  acometió  la  empresa,  disfrazándose  de 
» guardia  marina,  yendo  á  bordo  en  una  noche  lóbrega,  con  una  orden 
» falsa  para  que  le  entregasen  al  preso  y  ponerlo  en  salvo  en  vía  de 
» Montevideo. 

»¿ Quién  duda  de  esa  historia? 

»Sin  embargo,  de  documentos  que  existen,  resulta  este  curiosísimo 
» hecho:  quien  hizo  fugar  al  doctor  Alsina,  fué  D.   Juan  Manuel  Rosas. 

»E1  tigre  se  convierte  en  protector,  y  la  novela  queda  fuera  de 
» lugar. 

)>  Adelantemos  otro  hecho. 

»¿ Quién  no  conoce  los  pormenores  del  asesinato  del  coronel  Maza? 
>> Rosas  aparece  tras  de  la  puerta,  gozándose  en  la  muerte  del  que  había 
»sido  su  amigo. 

»Los  documentos  dicen  esto  otro: 

»  Rosas  dormía  esa  noche  desde  las  oraciones  hasta  las  doce.  Al  coro- 
»nel  Maza,  le  había  mandado  decir  dos  veces  repetidas:  <  Que  se  vaya 
»del  país,  porque  no  podré  salvarlo  >>,  consejos  que  no  escuchó  la  víctima. 

»¿Por  qué  no  podía  salvarle? 

»He  aquí  una  explicación  que  la  historia  hará,  porque  existe  consig- 
»nada  por  gentes  que  han  muerto  y  constatada  por  papeles  ([ue  son  de 
» aquella  época. 

»La  misma  ejecución  de  Camila  O'Gorman,  el  hecho  más  inexplicable 
» de  la  dictadura ,  el  que  fué  un  campanazo  dado  en  todos  los  países 
» conocidos,  no  ha  sido  explicado  aún. 

»Se  conoce  la  desgraciada  historia  de  esa  joven,  todo  un  poema  de 


JUAX    MAXUEI.    ROSAS  153 

» sufrimientos  y  de  dolores;  pero  no  se  conocen  las  causas  de  ese  aten- 
»tado  ni  las  consideraciones  v  consejos  que  obraron  para  llevarlo  á 
»cabo,  en  nin<4iin  caso  justificable. 

» Pasando  de  esta  orden  de  sucesos,  á  otro  que  se  relaciona  con  la 
» demencia,  podemos  citar  otros  hechos  que  han  pasado  y  circulan  coma 
» moneda  de  buena  ley. 

>No  sólo  se  ha  repetido  en  todos  los  tonos,  sino  que  se  ha  llegado 
>  hasta  publicar  un  decreto  de  Rosas,  condenando  á  San  Martín,  patrono 
»de  esta  diócesis,  por  francés  y  como  tal,  salvaje  unitario,  suprimiendo 
su  festividad. 

>No  ha  podido  dudarse  de  ese  decreto,  de  esa  extravagancia,  que 
> llegó  á  repercutir  en  el  Timen  de  Londres,  en  1876. 

» Podemos  asegurar,  á  vista  de  documentos  incontestables,  que  ese 
» decreto  es  apócrifo;  que  lejos  de  prohibir  esa  festividad,  la  estimulaba 
»  anualmente.  Según  los  referidos  documentos  que  empiezan  en  1884  y 
» acaban  en  1851,  la  víspera  del  Santo  Patrono,  se  le  pedía  á  Rosas,  por 
» medio  de  un  oficio,  la  medalla  que  se  le  había  ofrecido  por  su  expe- 
»dición  al  desierto,  para  adornar  la  imagen  durante  la  ñesta. 

»No  hay  ejemplo  de  un  solo  año  en  que  no  remitiera  la  medalla  con 
»una  contestación  satisfactoria. 

»A1  traer  al  recuerdo  los  hechos  expuestos,  no  tenemos  otro  objeto 
»que  el  confirmar  lo  que  decíamos  anteriormente:  la  historia  no  ha 
»  podido  escribirse  sin  el  estudio  previo  de  los  archivos  privados  del  Dic- 
»tador  y  el  de  sus  amigos,  y  sin  tener  á  la  vista  las  explicaciones  dadas 
»por  los  mismos  que  han  sido  acusados,  y  que  aun  no  han  querido  defen- 
»derse  ó  explicar  las  causas  y  participación  de  sus  actos.» 


IV 


«La  historia  de  la  tiranía  de  Rosas  es  la  más  solemne  y  la  más  triste 
página  de  la  especie  humana ,  tanto  para  los  pueblos  que  de  ella  han  sido 
víctimas,  como  para  las  naciones,  gobiernos  y  políticos  europeos  ó  ame- 
ricanos que  han  sido  actores  en  el  drama  ó  testigos  interesados.»  ' 

'    DoMiNco  P.  Saiímikxto,  18Ó1.  — FAfUNDO  (iuiuooA.  Cicilización  ¡j  bu rbaríe. 


154  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Corría  el  mes  de  Marzo  del  memorable  año  de  ITOo,  cuando  naci('» 
Don  Juan  Manuel  Eosas  en  Buenos  Aires,  descendiente  del  noble  Ortiz 
de  Eosas,  capitán  general,  Presidente  de  Chile  y  Conde  de  Pol)laciones. 

Muy  niño  fué  destinado  al  pastoreo  y  habitó  en  el  campo,  en  a([uellas 
extensísimas  pampas  cubiertas  de  o-anado,  en  donde  vivían  los //í/^ír//n.s 
con  la  especial  existencia  del  desierto,  independiente,  ruda,  semisalvaje. 
y  á  la  par  poética  y  majestuosa,  y  sobre  todo  orig'inal  y  á  propósito 
para  desarrollar  la  fuerza  y  vig'or  del  león,  y  la  astucia  é  instinto  del 
tio-re. 

Huido  Eosas  de  la  casa  paterna  y  errante  por  algún  tiempo,  se 
encontró  un  protector  en  D.  Luis  Dorrego,  y  en  su  <".s7r///tvV/ ,  empleado 
en  uno  de  los  saladeros,  empezí)  á  cultivar  la  escritura  y  la  aritmética, 
(pie  el  bondadoso  doctor  D.  Manuel  Vicente  Maza  le  enseñaba:  estos  dos 
hombres  fueron  la  base,  el  cimiento  del  futuro  poder  de  Eosas. 

No  tiene  explicación  que  en  vez  de  continuar  llevando  el  honroso 
apellido  Ortiz  de  Eosas,  se  hiciera  llamar  desde  entonces  Juan  Manuel 
EosaS;,  aun  cuando  Eivera  Indarte,  añade  fiir  completar  el  escándalo , de  sa 
rebelión  filial. 

Su  espíritu  dominador  empezó  á  manifestarse  desde  entonces,  pues 
sin  noción  alguna  militar,  formó  á  manera  de  colonias,  milicias  que  fue- 
ron después  su  principal  apoyo.  Hasta  el  año  1820,  fecundo  en  trastornos 
para  Buenos  Aires,  permaneció  casi  desconocido,  y  entonces  fué  elevado 
por  Dorrego  á  capitán  de  milicia,  y  un  poco  más  tarde  á  comandante, 
siendo  gobernador  de  Buenos  Aires,  D.  Luis  Dorrego. 


y 


Consultando  los  diferentes  biógrafos  de  Eosas,  es  diñcilísimo  formar 
juicio  exacto  de  la  terrible  éi)oca  de  su  mando,  pues  si  algunos  hacen 
refutaciones  relativas  á  varios  de  los  actos  más  culminantes  de  su 
Gobierno,  como  los  que  al  principiar  este  boceto  hemos  consignado, 
otros  los  afirman;  y  en  Buenos  Aires  hemos  escuchado  de  labios  autoriza- 
dos, el  relato  de  las  extravagancias  y  locuras  de  Eosas,  y  en  interesan- 
tes conversaciones,  recogíamos  ávidamente  la  opinión  de  hombres, 
testigos  de  hechos,  que  no  admiten  duda  ni  disculpa. 


JUAX    MANUKL    ROH.AS  155 

lieferíase  don  J.  C,  conocidísimo  en  Buenos  Aires,  á  un  aconteci- 
miento presenciado  por  él,  acto  cruel  é  incalificable. 

Tratábase  de  una  delación  tan  frecuente  en  aquella  tenebrosa 
época. 

Sin  dar  tiempo  á  que  el  infeliz  delatado  se  defendiera  y  probara  su 
inocencia,  fué  preso,  condenado  á  muerte  y  ejecutado. 

Sabe  entonces  Rosas,  que  por  lamentable  equivocación  había  sucum- 
bido un  inocente,  y  que  existía  el  verdadero  culpable  (un  salvaje  unita- 
rio), é  inmediatamente  ordena  su  prisión  y  su  muerte,  así  como  la  de 
a(|uel  ({ue  había  sufrido  el  error  en  la  delación. 

Aun  existen  sanguinarias  huellas  de  la  Mazhorca ,  de  la  gavilla  de 
asesinos  que  llevaba  ese  nombre,  y  fuerza  es  creer  que  sus  abusos  y  crí- 
menes fueron  autorizados  por  Rosas;  pues  de  lo  contrario,  aquéllos  no 
hubieran  quedado  impunes  ni  se  cometieran  á  la  luz  del  sol. 

En  el  empleo  de  comandante  de  campaña,  llegó  Rosas  á  ejercer  ver- 
dadero dominio  y  á  imponerse  con  absoluto  poder,  hasta  que  la  suble- 
vación contra  el  bizarro  general  Lavalle,  secundada  por  López,  gober- 
nador de  Santa  Fe,  al  derrocar  al  benemérito  general  elevó  á  su  ene- 
mi  o-o  al  aobierno  de  Buenos  Aires. 


Y[ 


En  el  provisional  gobierno  del  honrado  Yiamont,  ejerció  Rosas  su 
potente  iniciativa  en  la  marcha  política  y  en  la  administración  del  país; 
y  cuando  en  1880  fué  nombrado  Gobernador  de  la  provincia,  ya  su 
despótica  voluntad  usurpó  todos  los  poderes  é  inició  el  sistema  que 
durante  diez  y  siete  años  debía  pesar  sobre  el  pueblo  argentino. 

El  general  D.  Juan  Ramón  Yalcárcel,  sucedió  á  Rosas  en  Diciembre 
de  18.-)2,  como  gobernador  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  y  su  política 
■conciliadora  y  suave,  enteramente  opuesta  á  la  anterior,  intentó  calmar 
á  los  partidos  que  á  la  sazón  estaban  muy  exaltados ,  y  oponer  á  la  agi- 
taci()n  pasada  una  era  de  tranquilidad  y  confianza. 

No  estaba  de  acuerdo  el  temible  Rosas  con  la  nueva  marcha,  y  se 
proponía  á  la  vuelta  de  la  campaña  contra  los  indios,  derribar  á  Val- 
cárcel    con    una   insurrección   militar,   cuando   sus  amigos  y  su  esposa 


156  AMERICAXOS    CÉLEBRES 

Encarnación  Ezcurra,  tan  osada  como  el  caudillo  de  las  pampas,  ([uisie- 
ron  promover  la  caída  del  Gobierno;  pero  ésta  tuvo  lug-ar  por  algunos 
hombres  de  otra  fraccicni,  los  que  triunfantes  dieron  el  mando  al  gene- 
ral Yiamont. 

El  nuevo  poder  ejecutivo,  con  patriótico  deseo,  se  propuso  com- 
batir á  Rosas  por  medio  de  la  prensa,  ó  ganarlo  para  el  régimen  recién 
planteado;  pero  falto  de  energía  y  de  actividad  tratándose  de  un  hom- 
bre como  el  jefe  del  ejército  de  la  provincia,  era  dificilísimo  el  triunfo. 

Creóse  por  entonces  la  sociedad  popular  Restauradora,  el  club  de 
facinerosos,  la  amenaza  de  aquellos  que  no  pertenecían  al  partido 
de  Rosas,  la  Mazhorca,  que  ensangrentó  á  Buenos  Aires,  el  poderoso 
auxiliar,  el  onniipotente  brazo  del  tirano  que  ha  legado  á  la  posteridad 
fatídico  recuerdo. 

El  digno  general  Viamont,  no  logró  contrarrestar  á  los  feroces  dema- 
gogos, y  dejó  el  mando  y  el  camino  franco  para  que  se  estableciera  el 
gobierno  tiránico  de  D.  Juan  Manuel  Rosas,  que  clava  en  la  calta  Baenos 
Aires  el  cucfu'Uo  del  (jaacJio,  ij  ¿lesfruye  la  obra  de  los  siglos,  la  cleUizaciún  ij 
la  libertad.  ^ 


Y  II 


La  Sala  de  Representantes,  vencida  por  el  terror,  aclamó  á  Rosas 
Gobernador  de  la  provincia,  con  la  suma  del  poder  público  <)  sea 
absoluto. 

El  valeroso  oposicionista  Rivera  Indarte,  refiere  en  la  obra  liosas  // 
sas  opositores.,  «que  se  hizo  un  simulacro  de  elección  popular,  exigiendo 
Rosas  á  la  degradada  y  oprimida  Sala  de  Representantes,  que  se  confor- 
mase por  una  votación  nominal  de  los  habitantes  de  la  ciudad  de 
Buenos  Aires. 

» la  Mazhorca  se  encargó  de  hacer  votar.  Se  dividió  por  cuar- 
teles, y  fué  de  casa  en  casa  compeliendo  á  los  ciudadanos  y  no  ciudada- 
nos, porque  Rosas  dijo  c[ue  quería  que  éstos  también  dieran  su  opini<')ii. 


1    D(jMiN(i<j  Sakmiexto:  I'úyina  de  la  vida  de  Facundo  Quirorja. 


JUAX    MAXUP^L    ROSAS  '    157 

» ¿Quien  era  tan  valiente  en  Buenos  Aires  para  decir  soy  de  opinión 
que  Rosas  no  sea  Gobernador  en  una  mesa  electoral  rodeada  por  asesi- 
nos ávidos  de  sano-re  y  alentados  con  la  impunidad?». 

Seg"iiir  al  Dictador  durante  diez  y  siete  años,  sería  imposible.  La 
exaltación  de  los  partidos  en  aquella  época,  la  falta  de  documentos  para 
refutar  ó  corroborar  los  hechos,  hacen  la  tarea  difícil,  y  la  severa  recti- 
tud del  historiador  retrocede  ante  el  injusto  fallo. 


Yin 


En  la  pistoresca  orilla  del  anchuroso  Plata,  descuella  como  gallarda 
gaviota  sobre  verdes  algas,  la  capital  uruguaya,  la  risueña  Montevideo, 
asilo  de  los  proscriptos  y  campo  de  operaciones  de  los  descontentos, 
durante  el  largo  período  de  Rosas. 

La  generosa  protección  del  general  presidente  Rivera,  menguaba  en 
parte  el  dolor  del  ostracismo,  haciéndolo  más  soportable  creando  ef?pe- 
ranzas  para  la  salvación  de  la  patria,  oprimida  y  esclavizada. 

Pero  el  noble  apoyo  despertó  las  iras  del  tirano,  y  como  en  Buenos 
Aires  habíase  refugiado  el  expresidente  uruguayo  general  Oribe,  derro- 
cado por  Rivera,  puso  á  sus  órdenes  un  ejército  que  vengara  propias  y 
extrañas  ofensas,  el  (|ue  internándose  en  suelo  oriental,  llegó  hasta  Mon- 
tevideo para  tomarle  por  asedio.  Allí  los  emigrados  argentinos  derrama- 
ron entonces  su  sangre  por  el  caudillo  que  les  protegía  contra  el 
déspota,  y  aquel  glorioso  sitio  fué  la  inmortal  corona  de  los  sitiados. 

Empezaba  el  año  de  1843  y  con  él  la  gloriosa  resistencia  de  la  plaza, 
que  por  espacio  de  ocho  años,  fué  en  el  Universo  ejemplo  de  heroísmo  y 
de  constancia. 

Elntonces  tuvieron  origen  las  dos  banderías,  los  dos  partidos  conoci- 
dos con  los  nombres  de  blanco  y  colorado:  el  primero  desigjiaba  á  Oribe 
y  á  sus  secuaces;  el  segundo  á  Rivera  y  á  sus  valerosos  aliados,  contán- 
dose entre  éstos  multitud  de  europeos. 

América  y  Europa  tenían  fijas  las  miradas  en  aquella  guerra,  en 
aquella  batalla  tenaz;  y  aun  cuando  Rosas  sant'ificaba  la  causa  y  Ja 
cn(jra)idcci((  aclamándose  defensor  de  la  índepoidéncia  a)nen'ca)ut  *  logrando 

'     Marinos  y  Ckkvantks.  Estudios  históricos  del  Rio  de  la  Plata. 


158  AMERICANOS    CÉLEBRES 


conquistar  prestigios  y  aura  popular,  su  carácter,  su  despotismo  y  las 
persecuciones  inicuas  y  sangrientas,  hacían  noble  y  santa  la  resistencia 
del  Uruguay  y  de  los  extranjeros. 


IX 


Un  tratado  ([ue  Rosas  consiguió  ajustar  con  Inglaterra  en  Noviem- 
bre de  1839,  y  con  Francia  en  Agosto  de  1850,  puso  fin  á  situación  tan 
tirante. 

Los  buques  apresados  fueron  devueltos  y  la  isla  de  ^Martín  García. 
El  pabellón  argentino  vióse  saludado  por  los  europeos  con  veintiún  caño- 
nazos: las  tropas  francesas  que  apoyaban  á  Montevideo,  recibieron 
(>rdenes  perentorias  para  retirarse,  y  la  capital  uruguaya  se  vi(')  libre 
de  los  sitiadores. 

Rosas  apareció  á  la  sazón  más  fuerte  y  poderoso  que  nunca. 

Todo  plegaba  ante  su  voluntad;  sus  enemigos  ó  habían  perdido  la 
vida  á  manos  de  sus  seides  ó  se  consumían  en  el  destierro. 

El  terror  paralizaba  todo  sentimiento  de  rebelión  y  aparente  tran- 
(juilidad;  el  hielo  del  abatimiento  ocultaba  el  fuego  del  volcán,  (|ue 
podía  estallar  al  menor  impulso. 

La  degradacifni  del  país  llevada  á  cabo  por  ese  terrible  Calígula  de 
la  América  latina ,  era  total.  Rosas  dominaba  todo  y  había  procurado 
centralizar  en  él  la  dictadura  de  cada  individualidad  de  la  provincia, 
lo  cual  consiguió  en  gran  parte  con  la  muerte  de  Facundo  Quiroga,  el 
salvaje  autócrata  de  los  ¡/auchos;  con  la  del  odiado  gobernador  de 
Mendoza,  el  sanguinario  fraile  Félix  Aldao,  con  la  de  L<')pez,  los  Reina- 
fés  y  otros  caudillos  que  gozaban  popularidad  en  determinadas  regiones 
del  vasto  territorio  ara'entino. 


*    X 


El  general  uruguayo  Justo  José  de  Lr(|uiza,  había  sido  uno  de  los 
más  adictos  servidores  de  Rosas  en  la  campaña  contra  los  unitarios  y  en 
la  invasión  del  Uruguay  en  1845. 

Soberano  por  su  prestigio  en  la  provincia  de  Entre-Híos,  de  la  cual 


JUAX    MANUEL    ROSAS  159 

era  Gobernador,  había  efectuado  en  ella  g-randes  reformas;  y  la  ri(j[ueza 
V  el  bienestar  (jue  rebosaban  en  aquel  territorio,  despertaron  en  Rosas 
recelos  y  animosidad. 

A  pesar  de  los  esfuerzos  del  Dictador,  las  provincias  solicitaban 
siempre  constituirse  como  federación,  y  el  descontento  oculto  por  el 
temor  se  .extendía,  sin  embargo,  cada  día  más. 

Fr([uiza  formó  el  })lan  de  libertar  á  su  patria,  aniquilando  al  hombre 
que  era  su  verdugo. 

A  principios  de  Mayo,  Corrientes  y  Entre-Ríos,  negaron  obediencia 
á  Rosas,  declarando  le  retiraban  los  poderes  á  él  delegados. 

Por  un  tratado,  hizo  Urquiza  en  1851  alianza  con  el  Brasil  y  con  el 
rruguav;  organizado  el  ejército  y  aumentado  con  los  numerosos  descon- 
tentos, emprendi(')  la  campana  salvadora  y  la  batalla  de  Monte  Caseros 
fué  el  sudario  de  la  dictadura. 

Rosas  había  concluido  su  carrera  política  y  si  bien  dejaba  funesto 
recuerdo,  tal  vez  exagerado  por  las  pasiones  de  partido,  por  las  ven- 
ganzas personales,  por  acontecimientos  que  aun  es  imposible  juzgar^ 
sin  embargo,  en  el  sombrío  cuadro  se  destacaban  algunos  detalles  que 
juzgamos  favorables  al  Dictador  argentino  v  que  debemos  consignar. 

Sus  adversarios,  los  ({ue  heridos  en  sus  más  caras  afecciones,  acogían, 
comentaban  y  exageraban  los  hechos  y  se  complacían  en  propalarlos, 
acusaron  á  Rosas  de  malversar  los  fondos  públicos,  de  falta  de  lega- 
lidad, de  conñscación  de  bienes  en  provecho  propio,  de  tráficos  ilegales 
para  enriquecerse;  pero  no  existe  duda  del  desprendimiento  de  su  carác- 
ter, de  (|uc  poseía  grandes  propiedades  de  campo  cuando  escaló  la  dicta- 
dura y  de  que  vivió  modestamente  después  de  su  derrota  y  murió  pobre. 


XI 


Rosas  acató  la  inconstancia  de  la  fortuna,  y  disponiendo  de  fuerzas  y 
de  prestigio,  renunci(')  á  continuar  la  campaña  y  un  buque  inglés  lo 
condujo  á  Europa. 

Cerca  de  Southampton  compró  una  hacienda  (Swthlingj,  y  allí  vivió 
largos  anos  hasta  cumplir  los  ochenta  y  cuatro  y  descansar  de  aquella 
larga  existencia  en  Marzo  de  1877. 


IGO  AMEKICAXOS    CÉLEBRES 

El  ilustre  Lord  Palmcrston ,  fué  su  más  íntimo  amigo  en  Inglaterra, 
y  sería  verdaderamente  curioso  conocer  la  asidua  correspondencia  que 
«e  cruzó  entre  ellos. 

La  hija  de  Rosas,  la  calumniada  y  bondadosa  Manuela ,' se  enlazó 
con  el  argentino  señor  Terrero  y  ha  sido  modelo  de  virtudes  domésticas. 

¿No  es  ella  la  que  podría  descorrer  el  velo  que  cubre  los  aconteci- 
mientos más  censurables  de  la  dictadura?  Poseedora  de  documentos  y  de 
todos  los  secretos,  respondería  á  la  pregunta  de  Eosas:  ¿Será  tiempo 
de  que  se  me  oiga? 

Hoy  todos  los  que  pudieran  aparecer  perjudicados  han  muerto  y  la 
vindicación  de  algunos  actos,  sería  digno  de  la  piedad  filial,  luz  para 
la  historia  y  campo  abierto  para  nuevas  investigaciones. 


JUAíí   PABLO  DUAKTE 


>,  1S7(),  luiirió  en  Caríicas  triste  y  solitario  un  des- 
venturado proscripto  dominicano:  era  Juan  Pablo 
lañarte. 

Su  historia  era  corta  y  conmovedora,  su  infor- 
tunio grande  y  su  nombre  el  de  un  ])atriota  abne- 
gado ^•  digno  de  jjerdurable  recuerdo. 

Había  nacido  en  Santo  Domingo  en  1<S13,  es  decir, 
algunos  afios  antes  de  (pie  los  haitianos  extendieran  su 
dominio  })or  toda  la  isla,  y  cuando  aun  en  su  unís  tierna 
edad  pudo  recibir  en  su  patria  la  primera  enseñanza, 
continuada  más  tarde  en  Barcelona  (España),  en  donde 
cursó  Latinidad,  Filosofía  y  Matemáticas,  sobresaliendo  entre  sus  com- 
])añeros  por  su  nu'rito  inttdectmil. 


II 


Sil  recto  criterio  v  las  ideas  liberales  (pie  en  su  mente  se  agitaban.  U- 
hicieron  m;ís  tarde  forjar  en  suelo  patrio  planes  de  independencia  y 
sublevarse  contra  el  yugo  haitiano;  pero  anhelaba  transmitir  la  savia 
de  acpiellos  ])rincipios  á  la  juventud,  dedicándose  á  instruirla  en  uni(')n 


102  AMERICANOS   CÉLEBRES 

con  el  presbítero  D.  Antonio  Gutiérrez,  y  á  la  propaganda  del  verbo 
liberal  por  medio  de  la  sociedad  La  Triniiaria. 

La  revolución  haitiana  del  24  de  Marzo  de  184o  y  la  persecuci(')n  de 
Herard  contra  los  separatistas,  llevaron  á  Duarte  á  suelo  extranjero,  sin 
que  abandonara  su  prop(5sito,  madurando  en  el  ostracismo  el  plan  que 
debía  dar  la  victoria  y  crear  patria. 

Ya  resuelto  se  dirigía  á  Curazao,  cuando  llegó  á  su  noticia  que  la 
revolución  había  estallado  y  que  Santo  Domingo  era  libre:  activó  su 
marcha,  y  cuando  llegó  al  suelo  natal,  fué  aclamado  con  entusiasmo, 
dándole  el  nombramiento  de  general  y  un  puesto  en  la  Junta  Central. 
Surgían  por  entonces  desavenencias  entre  el  Gobierno  y  Santana,  ven- 
cedor en  la  campaña  contra  los  haitianos. 

Duarte  marchó  como  designado  por  la  Junta  á  entenderse  con  el 
triunfante- general,  pero  sólo  consiguió  acarrearse  su  enemistad. 

El  desvelo  más  constante  de  Duarte  era  el  servicio  de  la  patria,  y 
marchaba  hacia  el  Cibao  para  contrarrestar  los  planes  de  Santana, 
cuando  sus  partidarios  y  amigos,  acaudillados  por  el  general  Mella, 
le  proclamaron  Presidente  de  la  República:  pero  ya  Santana  había 
entrado  en  la  capital  y  escalado  la  suprema  magistratura. 


III 


Duarte,  acusado  como  revolucionario,  fué  preso  en  Puerto  Plata, 
conducido  á  Santo  Domingo  y  encerrado  en  la  Torre  del  Homenaje, 
hasta  que  condenado  á  ostracismo  perpetuo,  abandonó  la  tierra  natal. 

El  más  profundo  misterio  cubrió  su  existencia  por  espacio  de  veinte 
años.  ¿En  dónde  se  ocultaba  el  benemérito  patriota?  ¿Qué  país  le  había 
prestado  asilo? 

La  República,  entre  tanto,  después  de  incesantes  revoluciones, 
dejaba  de  ser  nación  para  tornarse  en  colonia;  arriaba  el  pabellón  de 
1844  para  enarbolar  los  colores  de  Castilla. 

La  magna  transformación  llegó  hasta  el  albergue  en  donde  vegetaba 
Juan  Pablo  Duarte.  ¡La  patria  estaba  en  peligro,  la  patria  zozobraba,  y 
voló  á  su  socorro ! 


JUAN    PABLO    DUARTE  163 

Su  repentina  aparición  en  el  Cibao,  causó  profunda  sorpresa,  pero 
no  entusiasmo,  v  tal  vez  deseando  alejarle,  se  le  envió  en  comisión  al 
extranjero. 


IV 


Aílos  más  tarde  murió  su  enemigo  Santana,  desprestigiado,  escu- 
chando en  su  agonía  el  estampido  del  cañón  y  el  rumor  de  la  batalla. 
;E1  edificio  que  había  levantado  sobre  frágiles  cimientos  se  des- 
moronaba! 

Santo  Domingo  volvió  á  emanciparse  por  la  incontrastable  voluntad 
de  sus  hijos;  se  renovaron  las  luchas  civiles  y  los  enconos  de  partido,  y 
en  aquel  tempestuoso  oleaje,  no  hubo  quien  recordara  á  Duarte.  ¡Había 
caído  en  el  insondable  abismo  de  la  indiferencia  popular! 

El,  en  tanto,  moría  en  Venezuela  balbuceando:  « ¡Viva  la  patria! » 


.JUAN    BROWN 


'\í^^m)¿ 


i\  1815,  nació  el  heroico  abolicioiiii^ta  iiorte-aiíieri- 
cano,  en  el  Estado  de  Coiuiecticut,  en  donde 
pensador  y  reflexivo  desde  niño,  se  deslizaron  los 
primeros  años  de  su  vida,  entre  los  juegos  de  la  in- 
fancia y  los  estudios  aun  escasos  en  acpiella  época. 
Cuéntase  ((ue  desde  niuv  jo\en  ,  soñaba  con  la  libertad 
de  los  infelices  esclavos,  no  coniprendiendo  (|ue  la  tei"rible 
diferencia  de  razas  y  color,  autoi-izase  para  el  inhmnano 
comercio,  ni  ])ara  ejercer  la  tiranía  sobre  aijuellos  seres 
arrancados  á  su  patria  y  á  su  familia,  ])ara  convertirlos 
en  objeto  de  lucro  y  de  prosperidad  ajena. 
Poco  á  poco,  el  humanitario  pensamiento  se  apodere')  de  llrown, 
dominándole  por  completo,  hasta  que  en  su  mente,  centro  de  exaltado 
entusiasmo  y  de  férrea  voluntad,  surgió  la  idea  de  la  consagración  al 
triunfo  del  gran  principio  abolicionista,  y  habiéndose  trasladado  al  Estado 
de  Kausas,  se  lanzó  en  1854  á  la  lucha  pro])agandista.  rico  en  valor,  en 
temeridad  y  en  inteligencia. 

El  odio  encarnizado  de  los  esclavistas,  fué  jjoderoso  diíjue  contra  sus 
primeros  esfuerzos  y  los  de  acpiellos  (pie  con  él  em])rendían  la  noble 
cruzada. 

Las  consecuencias  fueron  desastrosas,  y  Brown,  vi(')  taladas  sus 
tierras  y  en   grave  riesgo  sus  intereses  en  cho(pie  con   los  ck-    sus   con- 


.ÍÜAN    BROWN  105 

trarios,  Kansas,  fué  testigo  por  entonces  de  terribles  escenas,  ocasiona- 
<las  por  ambos  principios,  y  fueron  el  prólogo  del  terrible  drama  que 
debía  representarse  más  tarde. 

No  era  Brown  hombre  capaz  de  ceder  en  la  contienda,  aunque  eu 
ella  })erdiera  fortuna,  posición  y  hasta  la  vida;  v  como  los  aconteci- 
mientos demostraban  cada  día  más,  el  rencor  del  bando  esclavista,  se 
alej<)  de  Kansas  y  se  marchó  á  Nueva  York,  en  donde  poseía  una  casa 
de  canq)o,  para  en  la  soledad  y  aislamiento  madurar  nuevos  planes  y 
trn bajar  sin  descanso  en  favor  de  su  realización.  A  pesar  del  carácter 
})rudente  y  reflexivo  de  Brown,  cansado  tal  vez  de  un  combate  teórico  y 
hasta  entonces  estéril,  se  decidió  á  obtener  el  triunfo  v  la  emacipación 
de  los  esclavos  por  medio  de  las  armas,  y  el  IG  de  octubre  de  1859,  á  la 
cal)eza  de  veinte  ó  treinta  hombres,  entre  los  cuales  contaba  dos  hijos 
suyos,  tomó  el  arsenal  de  Harper's  Ferry,  en  Virginia,  y  con  elocuente 
y  entusiasta  palabra,  llamó  á  las  armas  á  los  que  intentaba  libertar: 
pero  á  su  generosa  iniciativa  sólo  respondieron  el  dolor  v  la  decepción. 


II 


Los  esclavos  indolentes,  irresolutos  (')  temerosos,  no  ayudaron  al 
hombre  ilustre  y  abnegado,  que  se  sacrificaba  por  conquistar  sus  derechos 
y  su  autonomía,  emancipándoles  de  la  forzosa  servidumbre. 

Todavía  en  el  Norte  no  se  había  alzado  el  grito  contra  la  esclavitud; 
pero  ya  los  sangrientos  conflictos  de  Kansas  y  la  propaganda  del  ani- 
moso Brown,  empezaban  á  obscurecer  el  horizonte  de  la  gran  Repiíblica, 
presagiando  tempestad. 

La  revolución  era  inevitable  v  estaba  en  el  pensamiento  del 
Gobierno  y  de  las  masas. 

FA  Sur  se  presentaba  rebelde  y  amenazador,  preparándose  á  una 
Inclín  fratricida,  sangrienta  y  única  en  la  historia  por  los  elementos,  la 
perserverancia  de  ambos  partidos  y  el  número  fabuloso  de  combatientes. 

Ya  Abraham  Lincoln,  liabía  pronunciado  aquellas  palabras  memo- 
rables que  decían:  Había  prometido  implícita,  ya  ((ue  no  explícitamente 
sostener  el  derecho  y  el  deber  del  Congreso,  de  prohibir  la  esclavitud  en 
todos  los  territ(n'ios  de  los  Estados  ünidos>-. 


166  AMERICANOS    CÉLEBRES 


III 


DesgTaciadamente,  Brown  no  presenció  el  triunfo  de  su  idea.  Cercado 
en  Harper  's  Ferry  el  18  de  Octubre  de  1859,  por  tropas  federales,  se 
defendió  encarnizadamante;  sus  compañeros  uno  á  uno  cayeron  á  su 
lado;  sus  dos  hijos  haciéndole  muro  con  su  cuerpo,  murieron  gritando: 
«¡Viva  la  abolición  de  la  esclavitud!»  y  Brown  herido  y  prisionero,  fué 
acusado  de  traición,  de  asesinato  y  de  haber  intentado  sublevar  á  los 
esclavos. 

La  causa  siguió  con  rapidez;  la  inexorable  sentencia  de  los  jueces 
condenó  á  Brown  á  la  pena  de  muerte  en  horca. 

La  agitación  era  indescriptible;  como  hemos  indicado,  los  ánimos 
estaban  exaltados  en  el  Norte,  y  el  cruel  fallo  conmovió  profundamente 
al  pueblo;  la  protesta  fué  general.  Sin  embargo,  el  2  de  Diciembre 
de  1859,  murió  Juan  Brown  sereno,  tranquilo  y  confiado  en  que  había 
defendido  un  sagrado  principio,  que  éste  triunfaría  y  que  entonces  su 
nombre  grabado  en  el  corazón  de  sus  compatriotas,  pasaría  á  la  poste- 
ridad. 


IV 


Cuatro  años  más  tarde,  después  de  una  guerra  desastrosa,  decretaba 
el  presidente  Lincoln  la  abolición  de  la  esclavitud  en  toda  la  República : 
¡Brown  había  logrado  la  victoria  y  la  veneración  del  pueblo  norte-ame- 
ricano ! 

El  apóstol  abolicionista,  debió  extremecerse  de  júbilo  en  su  tumba; 
su  martirio,  cantado  por  el  inmortal  Víctor  Hugo,  fué  fructífero  para  la 
humanidad. 


FRANCISCO  DEL  ROSARIO  SÁNCHEZ 


/ 

\  UÁN   azarosa   ha   sido  siempre   la    vida  de  los   reden- 
tores   de    la   humanidad!    ¡Las    sublimidades    de    la 
tierra  son  por  lo  general  mal  comprendidas,  porque 
cuando   del   gran   templo   de   la*s   ideas  se  desprende 
una  proyectando  vasto  foco  de  luz,  ésta  ofusca  y  llega 
á  herir  á  los  átomos  que  giran  en  espacios  menos  lumi- 
nosos y  más  reducidos!  ¡En  todas  las  evoluciones  socia- 
les se  destacan  algunos  seres  que  sobreponiéndose  á  la 
generalidad,    dominan,    luchan    en    pro    de    grandiosas 
reivindicaciones  y  en  su  heroísmo  van   hasta   el   sacri- 
ficio,  hasta  el  martirio,  hasta  el  Gólgota! 


II 


Francisco  del  Rosario  Sánchez,  ^  era  incansable  propagandista  en. 
favor  de  los  derechos  y  libertades  patrias:  los  dominicanos  carecían  de 
unos  V  de  otras:  vegetaban  bajo  el  dominio  de  Boyer,  y  Sánchez  idola- 
traba el  suelo  en  donde  se  meció  su  cuna,  en  donde  jugueteaba  cuando 


^     Nació  en  Santo-Domingo,  on  Marzo  do  181'J. 


1()S  AMKKICANOS    CÉLEBRES 

niño,  en  donde  había  aj^-eudido  desde  el  reí>'azo  de  su  madre  á  odiar  á  la 
tiranía. 

Después  de  la  insurrección  del  22  de  jMarzo.  v  como  era  de  los  ]ná,s 
intrépidos  y  osados  revolucionarios,  Herard  le  persi<¿ui(')  sin  tregua  y  le 
hizo  ))lanco  de  su  furor;  varios  de  sus  compañeros  lo<>raron  embarcarse, 
huyendo  del  encono  del  tii-ano:  j)ero  ])ostrado  j)oi-  i>i-ave  dolencia  (juedij 
Sánchez  oculto  y  pernianeci(')  largí)  tiempo  al  borde  del  se])ulcro. 

Tan  providencial  circunstancia  le  salv():  por  todas  ])artes  corría  la 
noticia  de  su  muerte  y  de  haber  sido  enterrado  en  la  ermita  del  Car- 
men:  sus  amio'os  lamentaban  tan  cruel  pérdida,  ínterin  los  enemijios 
celebraban  tan  fansto  suceso. 

Sánchez,  tranquilo  y  sin  temor,  ocupábase  acti\Mmente  en  fraguar  la 
revolución,  y  comprendiendo  ha1)ía  lleu'ado  el  momento  favorable,  dio  el 
o-rito  de  independencia  C(ni  los  esforzados  ])atriotas  cpu'  le  secundaban, 
lanzándose  á  la  Puerta  d(d  Oonde  el  día  27  de  Febrero  de  1(S44,  consi- 
guiendo ([ue  al  día  siguiente,  el  comandante  de  Santo  Doming'o,  general 
de  brigada  Desg'rotte,  se  sometiera  á  una  capitulación  y  entregase  la 
plaza   el   2í)  de  Febrero  de   1844. 

;E1  ])aís  era  independiente! 


La  Junta  Giüjernativa  se  ocupó  de  (jue  los  pueblos  se  identificaran 
con  el  alzamiento  de  la  cai)ital,  y  Sánchez,  entusiasta  por  I).  Juan  Pablo 
Duarte  y  creyéndole  indispensable  para  la  obra  redentora  de  la  cual 
había  sido  el  primer  apóstol,  envió  un  buque  á  (Hiracao  en  busca  del 
proscripto. 

El  patriotismo,  actividad  v  noble  empeño  de  Sánchez,  se  hicieron 
notables  en  la  jefatura  del  departamento  del  Ozama ,  y  más  tarde  en  la 
presidencia  de  la  Junta  Central,  cayendo  con  ella  en  el  g'ol])e  de  Estado 
del  12  de  Julio. 

Tomó  parte  en  la  nueva  Junta  de  Gobierno  presidida  por  el  general 
Pedro  Santana;  pero  fiel  á  Duarte  y  perseguido  éste  por  los  odios  ])olíti- 
ticos,  participó  aquélla  de  la  ])ersecución. 


KKAXCIsco    DKI,    ROSARIO    SÁNOllKZ  169 


j  Un  dííi  fué  reducido  á  prÍ8Íóii,  y  aquel  pueblo  á  quien  había  hecho 
libre  é  independiente,  a(|uellos  hombres  ([ue  eran  ciudadanos  por  su 
iniciativa,  pidieron  á  aritos  su  cabeza,  premio  reservado  á  la  abne- 
nación   y  al   sacrificio! 


TV 


E\  mar  se  presentaba  tempestuoso  é  imponente;  en  su  profundo  seno 
])ramaban  las  olas  y  se  levantaban  con  sin  igual  furor,  estrellándose 
contra  velera  nave  que  era  juguete  del  poderoso  elemento.  Montañas  de 
agua  amenazan  hundirla  en  el  abismo  y  dar  inmensa  é  ignorada  tumba 
íí  Sánchez,  desterrado  de  su  [latria  y  abandonado  á  merced  del  mar  y 
del  viento. 

Las  playas  de  Irlanda  fueron  hospitalario  puerto  para  el  iiáufrago, 
v  desde  allí,  animoso  é  intrépido,  volvió  á  emprender  la  peregrinación 
Jiasta  Cura(;ao:  ¡allí  estaba  cerca  del  país  de  su  nacimiento  y  parecíale 
no  se  encontraba  tan  lejano  y  solitario! 

¡Cuatro  años  se  aliment(')  con  el  pan  del  destierro!  ¡  Cuatro  años  vivi<) 
aislado,  sombrío  y  entregado  á  la  desesperación! 

El  (Tobierno  de  Jiménez,  sucesor  de  Santana,  dio  en  1848  un  decreto 
de  anniistía  general,  y  entonces  volvió  á  pisar  el  suelo  dominicano;  la 
emulación  y  la  calumnia  acogieron  al  infeliz  desterrado.  Rechazados  sus 
ser\  icios  en  el  ejército,  se  consagr(')  á  su  carrera  de  abogado  hasta  1855, 
([ue,  complicado  en  una  cons])iraci<)n  política,  volvi()  á  tomar  el  camino 
del  destierro. 

Los  trastornos  y  luchas  de  partido,  elevaron  poco  después  á  la  Presi- 
dencia ;í  1).  Buenaventura  Báez,  y  Sánchez  fué  nombrado  comandante 
de  armas  de  la  ciudad  de  Santo  Domingo.  Coincidencia  extraña;  el 
capriclio  de  la  fortuna  i)uso  j)reso  á  Santana  y  sometido  á  la  autoridad 
de  Sánchez. 

¡Su  encarnizado  enemigo  indefenso  en  sus  manos!  Sin  embargo;  ¡el 
alma  grande  del  digno  patriota  no  podía  abrigar  el  ruin  sentimiento  de 
la  venganza,  y  su  generosidad  le  devolvió  bien  por  mal! 

Después  de  la  revoluciíui  de  1857  ([ue  combatió  Sánchez,  al  lado  del 


170  AMERICANOS    CÉLEBRES 


general  Cabral,  se  encerró  de  nuevo  en  su  despacho  de  abogado:  pero 
el  infortunio  no  se  había  cansado  de  perseguirle,  y  calumniado  se  le 
deportó  á  San  Thomas. 


V 


Toca  á  su  término  este  rápido  boceto;  anexionado  Santo  Domingo  á 
España,  intentó  el  patriota  infatigable  devolver  á  su  ])atria  la  perdida 
libertad. 

Dirigióse  al  Cibao  y  en  « El  Cercado »  enarboh)  la  bandera  republi- 
cana; ¡el  temor  acobardaba  á  los  que  podían  apoyarle!  ¡la  traición  le 
perseguía ,  y  los  traidores  estaban  á  su  lado !  Sus  esfuerzos  eran  supre- 
mos, tratando  en  vano  de  reanimar  el  abatido  espíritu  nacional. 

Pensó  en  expatriarse;  nada  podía  hacer  contra  los  enemigos,  ni  con- 
tra los  traidores;  de  ellos  era  el  triunfo;  ])ero  su  contraria  suerte  le  hizo 
caer  en  una  emboscada,  y  herido  y  prisionero  le  condujeron  á  San  Juan, 
V  el  Consejo  de  Guerra  condenó  á  muerte  al  valeroso  caudillo. 

El  4  de  Julio  de  ISGl ,  fué  pasado  por  las  armas  con  veinte  de  sus 
adictos  y  esforzados  compañeros. 

Corrieron  cuatro  años :  el  pueblo  dominicano  recobró  sus  derechos  y 
prerrogativas  de  nación  libre,  y  los  restos  del  infeliz  patricio  fueron 
solemnemente  transportados  de  San  Juan  á  la  capital. 

¡Los  fratricidas  hicieron  del  más  resuelto  de  los  dominicanos  un 
mártir;  la  gratitud  nacional  y  su  civismo  inmaculado  han  hecho 
un  héroe!  ¡Las  obras  del  heroísmo  y  del  valor  son  eternas! 


2r4 


BENITO    JUÁREZ 


BENITO   JUÁREZ 


\  A  tarea  que  vamos  desempeñando  con  escasas  fuer- 
zas, pero  rica  en  buen  deseo,  entusiasmo  é  im- 
parcialidad, se  hace  más  grata  aún,  al  tratarse 
de  personalidades  que  inspiran  respetuosa  admi- 
ración, y  cuyo  nombre  se  pronuncia  con  cariño 
y  se  conserva  en  el  santuario  de  los  recuerdos 
como  pura  esencia  en  berberisco  búcaro,  como 
ejemplo  puro  é  inmaculado  de  esclarecido  civispio  y  de 
abnegación  por  la  libertad  de  los  pueblos. 

Hemos  vivido  en  Méjico;  hemos  escuchado  con  fre- 
cuencia un  esclarecido  nombre  siempre  repetido  con  amor,  siempre 
presentado  como  símbolo  de  honradez  y  de  sinceridad,  de  modestia  y  de 
virtudes  sociales  y  domésticas. 

Hemos  visto  pasar  los  años  y  crecer  este  tributo  de  pública  vene- 
ración, y  como  el  tiempo  depura  los  hechos,  éstos  agigantan  cada  día 
más  en  el  vasto  panorama  de  la  historia,  la  figura  de  D.  Benito  Juárez. 
Es  Juárez  el  representante  genuino  de  un  gran  pueblo  de  valientes, 
refractarios  á  todo  yugo,  á  todo  dominio  extranjero;  es  una  persona- 
lidad que  caracteriza  una  larga  época  de  perseverante  lucha,  de  magna 
trascendencia  en  la  historia  mejicana. 

No  abrigamos  la  pretensión  ridicula  de  escribir  la  vida  del  insigne 
procer,  privilegio  reservado  á  pluma  de  más  valía;  pero  sí  pretendemos 


172  AMKKU'AXOS    CKLKlíKEiS 


foniiar  mi  cuadro  histórico  con  los  licciios  más  culminantes,  y  rendir  un 
homenaje  de  respeto  al  fundador  de  la  libertad  mejicana,  al  sublime  y 
venerado  patricio. 


II 


l'iio  de  los  Estados  mejicanos,  notabilísimo  por  sus  recuerdos  nacio- 
nales antiguos  y  modernos,  es  el  de  Oaxaca,  teatro  de  acontecimientos 
políticos  que  han  ejercido  notorio  influjo  en  la  República  ,  de  j^randiosos 
y  democráticos  empeños,  de  liberales  iniciativas  v  de  victorias  de 
})rincipios. 

Cuna  también  de  hombres  de  temerario  valor,  como  Porfirio  Díaz, 
de  preclara  inteligencia  como  Ignacio  Mariscal,  de  honrada  firmeza  v 
caballeresca  hidalguía  como  el  general  Francisco  Loaeza,  a'  de  acri- 
solado y  heroico  patriotismo  como  Benito  Juárez. 

Nació  éste  en  un  pintoresco  pueblecillo  de  indios,  llamado  San  Pablo 
(iuelatao,  y  fué  bautizado  en  Santo  Tomás  de  Ixlán. 

Sus  padres,  Marcelino  Juárez  y  Brígida  (larcía,  eran  indios  de  pura 
raza  y  se  ocupaban  en  el  cultivo  de  una  pe({ueña  tierra  (pie  les  constituía 
modesto  bienestar;  pero  ambos  nmrieron  dejando  huérfano  n  su  hijo  en 
la  tierna  edad  de  tres  anos,  y  al  cargo  de  su  abuela  paterna  Justa  IjÓ\)vz. 
También  perdi(')  en  breve  á  su  segunda  madre,  v  entonces  encontr(')  aco- 
gida en  casa  de  su  tío  Bernardino  Juárez. 

El  pueblo  se  [)restaba  poco  (>  nada  para  la  educaci<ui  aun  la  más 
sencilla,  y  de  ese  modo  el  futuro  jefe  de  la  Bepública,  alcanz(')  á  cumplir 
doce  años  sin  conocer  bien  ni  aun  el  castellano,  pues  (|ue  los  indios  de 
(Uielatao  hablan  uno  de  los  tantos  dialectos  zapotecas. 

No  había  nacido,  sin  embargo,  el  indicciío  jjara  vegetar  en  la  igno- 
rancia: ya  en  su  vivísima  inuiginaci(')n  se  dibujaban  horizontes  más 
vastos,  y  se  sentía  inclinado  á  buscar  otro  centro  y  otros  conocimien- 
tos de  que  carecía. 

Estaba  dotado  de  carácter  firme  y  sobre  todo  constante,  de  sagacidad 
y  de  cordura,  y  con  estos  naturales  elementos  abandonó  la  casa  de  su 
tío  y  se  fué  para  Oaxaca,  en  el  ano  ISIS. 

Allí  encontr<'>  lo  (pie  su  instinto  le  aconsejaba;  medios  para  aprender 


KKMI'O    .irÁHKZ  173 

ií  leer,  escribir,  aritinética  v  «gramática.  Buen  ejemplo  en  el  benévolo 
D.  Antonio  Salanueva  ,  ([ue  era  tercero  descubierto  de  la  Tercei-a  Orden 
de  San  Francisco,  considerado  como  fraile  sin  voto  de  clausura  ni  de 
castidad. 

No  seguiremos  á  Juárez  en  su  primera  enseñanza,  ni  más  tarde  en  el 
Seminario  Eclesiástico  de  Oaxaca,  ni  en  su  salida  de  éste  para  ingresar 
v^\  el  famoso  Instituto  de  Ciencias  y  Artes,  que  dirigido  por  el  Reve- 
rendo maestro  fray  Francisco  Aparicio,  iniciaba  en  la  capital  del  Estado 
ideas  más  avanzadas  v  principios  que  dieron  después  valioso  fruto  é 
inculcaron  en  el  joven  Juárez,  las  nobles  aspiraciones  que  habían  de  ser 
su  credo  político. 

Concluidos  sus  estudios  de  Derecho,  se  recibió  de  abogado  en  lo  de 
Enero  de  18^)4,  v  aun  cuando  ya  en  algunos  acontecimientos  había 
tcnnado  parte,  empez()  particularmente  desde  esa  época  á  señalarse  por 
sus  ])rincipios  liberales  y  á  consagrarse  á  la  política,  para  la  cual  tenía 
grandes  aptitudes. 

Juárez  fué  regidor  del  Ayuntamiento  en  IS.'Jl;  diputado  á  la  legisla- 
tura del  Estadía  en  el  año  siguiente;  encausado  y  preso  por  corto  tiempo 
en  18o().  por(pie  se  le  acus(')  de  tomar  parte  en  una  conspiración  liberal. 

Era  Juez  de  lo  (Uvil  v  de  Hacienda,  cuando  en  1845  fué  llamado  por 
el  general  Iamui  ¡)ara  Secretario  de  (lobierno,  y  como  el  Sr.  Juárez  no 
transigía  jamíís  con  ideas  que  no  estuvieran  á  la  altura  de  las  más  avan- 
zadas y  liberales,  o})t(')  poco  después  por  separarse  del  puesto  (jue  desem- 
]Kiñaba  y  ocup(')  el  de  Ministro  ñscal  del  Supi-enn^  Tribunal  de  Justicia, 
hasta  el  triunto  del  funesto  plan  de  San  Luis,  ])roclamado  por  Paredes  y 
Arrillaga. 

Tristes  circunstancias  atravesaba  la  Kepiiblica ;  la  desorganiza- 
ei('>n  era  conqdeta;  el  Erario  estaba  exhausto;  la  guerra  con  los  Esta- 
dos Unidos  exigía  grandes  sacrificios  y  amenazaba  tener  desastrosas 
consecuencias,  pues  el  enemigo  adelantaba  y  en  el  llano  de  Palo  Alto, 
había  vencido  al  jefe  mejicano  general  Arista.  Aquella  guerra  ([ue  podría 
haberse  evitado  por  la  diplomacia  de  los  gobernantes  y  siguiendo  la 
opiniÓTi  del  benemérito  1).  José  Joaquín  de  Herrera,  debía  ser  tanto  más 
funesta  y  difícil,  cuanto  que  estaban  empeñadas  en  ella  dos  razas  que 
siempre  viven  y  vivirán  en  completo  antagonismo  de  ideas. 

El  malestar  y  la  ansiedad  habían  llegado  á  su  colmo,  y  el  pronvnicia- 
miento  de  (ruadalajara  complic(')  más  aiin  la  situaci()n;  y  no  por  haber 


174  AMERICANOS    CÉLEBEES 

nombrado  el  Congreso  un  Gobierno  provisional  con  el  <>eneral  Paredes 
al  frente,  se  consiguió  conjurar  la  marcha  de  los  acontecimientos,  pues 
el  general  Salas  se  sublevó  en  la  Cindadela  con  una  gran  parte  de  la 
guarnición,  aclamando  á  Santa  Ana,  ausente  entonces.  El  Presidente 
interino,  fué  preso  y  mandado  al  castillo  de  Perote  en  Agosto  de  184(1. 

El  Estado  de  Oaxaca,  no  conforme  con  la  marcha  iniciada  por  la 
revolución,  formó  una  Junta  y  nombró  un  triunvirato  para  ejercer  el 
poder  ejecutivo,  compuesto  de  los  señores  Fernández  del  Campo,  Artea- 
ga  y  Juárez;  éste  marchó  poco  después  á  la  capital  como  diputado  al 
Congreso  General  Constituyente,  en  donde  tomaron  mayor  vuelo  sus 
convicciones.  Era  entonces  Vicepresidente  de  la  República,  el  doctísimo 
Gómez  Farias. 

Algunos  historiadores  no  aprueban  que  el  Sr.  Juárez  abandonase  su 
puesto  en  el  Congreso ,  en  instantes  en  que  la  patria  estaba  en  peligro  y 
necesitaba  que  los  diputados  acudieran  á  su  llamamiento  para  discutir 
y  resolver  según  la  gravedad  de  los  sucesos;  ])eYO  es  de  suponer  que  el 
procer  oaxaqueño,  creyó  que  en  aquellos  momentos  de  crisis  y  de  angus- 
tia nacional,  sus  servicios  á  la  patria  habían  de  ser  más  importantes  en 
el  Estado  de  Oaxaca,  que  en  el  Congreso. 

El  gobierno  de  Juárez  en  aquel  Estado,  se  prolongó  desde  Noviembre 
de  1847,  hasta  Agosto  de  1852. 

Otros  comprenden  el  móvil  que  lo  condujo  á  su  país  natal,  en  el  que 
reinaba  la  anarquía  y  el  espíritu  de  rebelión ,  que  cesó  con  su  llegada  y 
más  aun  con  su  elevación  al  supremo  Gobierno  del  Estado,  en  Noviem- 
bre de  1847,  por  renuncia  de  Arteaga. 

Reelecto  en  Agosto  de  1849,  continuó  en  aquel  elevado  cargo 
hasta  1852. 


III 


Los  norte-americanos  continuaban  imponiéndose  y  triunfando  en 
suelo  mejicano,  y  ya  en  varias  poblaciones  ondeaba  el  pabellón  estre- 
llado. Juárez,  con  la  constancia  y  serenidad  que  en  tiempo  de  la  inter- 
vención fueron  sus  principales  auxiliares,  creó  una  maestranza  y  se 
ocupó  activamente  de  organizar  tropas  y  reunir  pertrechos  para  soste- 
ner la  guerra  á  líi  cual  estaba  resuelto. 


BENITO    JUÁREZ  •  175 

Después  del  combate  de  Molino  del  Rey,  siguió  el  ejército  invasor 
hasta  el  pintoresco  palacio  de  Chapultepec,  y  á  pesar  de  la  resistencia 
i[ue  encontró  en  la  capital,  se  hizo  dueño  de  ella  precisamente  en  días 
en  que  el  presidente  Santa  Ana  había  dado  un  decreto  renunciando  el 
mando,  y  retirado  á  Tehuacán  solicitaba  pasar  á  la  capital  de  Oaxaca, 
intento  frustrado  por  la  enérgica  negativa  de  Juárez,  apoyada  por  el 
Ayuntamiento  y  por  la  legislatura,  que  veían  en  la  presencia  de  Santa 
Ana  un  cimiento  de  trastornos  y  motines. 

La  paz  con  los  Estados  Unidos  se  firmó  poco  después,  y  Juárez,  con 
tranquilidad  y  empeño,  se  consagró  á  levantar  el  abatido  espíritu  del 
país  y  á  emprender  reformas  necesarias  é  importantes  de  acuerdo  con 
sus  ideas. 

Época  feliz  y  de  eterno  recuerdo  para  Oaxaca ,  fué  aquella  en  que 
gobernada  por  un  hombre  eminentemente  popular,  vio  asegurado  el 
<n-den  público,  amortizada  la  cuantiosa  deuda  del  Estado  y  reforma- 
dos todos  los  ramos  de  administración.  Juárez  abrió  caminos,  edific*') 
puentes,  atendi('>  á  la  descuidada  instrucción  pública  y  estableció  un 
régimen  total  de  mejoras  y  de  saludables  iniciativas;  y  cuando  se  retir»') 
á  la  vida  del  hogar,  cuando  modesto  y  satisfecho  de  haber  cumplido  con 
su  deber  de  magistrado,  se  dedicó  á  la  dirección  del  Instituto  de  Ciencias 
Y  Artes  que  le  había  sido  conferido,  el  cariño  de  sus  conciudadanos  y  la 
alta  consideración  de  que  disfrutaba ,  fijaron  en  él  la  atención  de  toda 
la  República,  y  el  Estado  de  Oaxaca  adquirió  una  preponderancia  n<> 
desmentida  hasta  hoy. 

A  la  sencillez  de  costumbres  y  al  sosiego  doméstico  tan  en  armonía 
con  el  carácter  de  Juárez,  se  opusieron  las  discordias  civiles  y  las  gue- 
rras que  debían  formar  el  luminoso  cuadro  de  su  vida. 

Triunfante  la  revolución  iniciada  en  Jalisco  por  el  general  Uraga , 
derrocado  Ceballos  y  proclamado  Santa  Ana  dictador,  fué  objeto  Juárez 
de  injusta  persecución,  hasta  el  punto  de  que  sin  darle  tiempo  para  des- 
pedirse de  su  familia,  se  le  condujo  preso  á  Puebla,  de  allí  se  le  confinó  ;í 
Jalapa,  más  tarde  á  Huamantla,  y  por  último,  arrancado  violentamente 
de  una  casa  en  donde  se  encontraba  de  visita,  se  le  hizo  subir  en  un 
coche  C[ue  lo  condujo  á  Veracruz,  en  donde  permaneció  incomunicado  en 
las  mazmorras  de  San  Juan  de  Ulloa,  hasta  que  tres  días  después  fué 
conducido  á  bordo  de  un  buque  inglés  con  rumbo  á  la  Habana,  sin 
recursos  y  sujeto  á  la  protección  de  sus  compañeros  de  viaje. 


176  AMERICANOS    CÉF-KIJRKS 

Eli  Nueva  Orleans  debi(')  á  su  laboriosidad  la  subsisteiu'ia ,  y  su 
infortunio  crecía  y  era  más  aniarfio  por  estar  separado  de  su  amante 
compañera  la  virtuosa  D."  Maríi-arita  ^laza,  que  desde  1S4))  compartía 
las  alegTÍas  y  pesares  del  ilustre  jiatricio. 

El  pronunciamiento  de  iSoóle  abri()  las  ])uertas  de  la  patria;  el  plan 
de  Ayutla,  cpie  tenía  p(n-  caudillo  al  «ieneral  Alvarez  v  (pie  tendía  ;í 
radicales  reformas,  fué  simjiático  para  el  noble  desterrado. 

Juárez  desembarcó  en  Acapulco  y  se  uni(')  á  las  fuerzas  su1)1('n  adas, 
y  cuando  éstas  triunffiron  y  el  "eneral  Alvarez  ascendi(')  á  la  prinu-ra 
magistratura,  fué  nombrado  Ministro  de  Justicia,  y  un  mes  des})ués  dio 
la  notable  ley  sobre  fueros  militares  y  religiosos  y  para  la  sn])resi(')n  de 
tribunales  especiales,  ])ues  estaban  en  completo  desacuerdo  con  la  igual- 
dad de  clases  (pie  regía  en  la  Kepública. 

El  presidente  (V^monfort,  nombró  á  Juárez  (lobernador  de  Oaxaca,  y 
en  esta  segunda  época  ,  desarrolb)  todas  sus  condiciones  de  háliil  legisla- 
dor y  político,  llevando  á  término  mejoras  de  reconocida  trascendencia 
en  Hacienda,  en  . Justicia  y  en  diferentes  ramos. 

Electo  por  voto  nacional.  Presidente  de  la  Suprema  Ooi-te  de  Justicia, 
y  más  tarde  llamado  jior  (íomonfort  al  Ministerio  de  la  (iobei-nacií'vn. 
desempeñaba  este  último  puesto,  cuando  el  golpe  de  Estado  del  (ieneral 
Presidente,  puso  en  sus  manos  el  destino  de  la  IJepiiblica  autorizado  })or 
la  ley. 

El  desengaño  hizo  abandonar  el  suelo  patrio  al  general  ('ouumfort,  v 
antes  de  partir  (li()  libertad  á  Juárez,  á  ([uien  híibía  hecho  ])render  en 
los  primeros  momentos  del  motín,  temiendo  su  intluencia  ,  su  rectitud 
y  la  oposición  á  los  principios  reaccionarios. 

El  activo  (lem()crata  marchó  inmediatamente  para  (íuanajuato,  y 
allí  íbrm(')  su  ^Finisterio.  j)ues  que  varios  de  los  Estados  coligados  lo 
habían  aclamado  Presidente  de  la  Re])ública. 

La  batalla  de  Salamanca  ganada  por  las  fuerzas  (pie  habían  salido 
de  Méjico  contra  las  tropas  de  los  Estados,  entreg('>  á  duárez  prisio- 
nero, así  como  á  los  ministros,  y  ya  los  soldados  tenían  orden  de  fusi- 
larlos, cuando  el  ilustre  y  lioy  venerable  ])oeta  (fuillermo  Prieto,  alcanzi'» 
gracia,  merced  á  la  elocuencia  de  su  palabra  ó  tal  vez  á  interesadas  miras 
del  oficial  Peraza. 


KKNITO    JUÁREZ  177 


IV 


¡Cuáii  azarosa  es  la  vida  política  y  qué  estudio  tan  variado  presenta 
cu  las  repúblicas  hispano-aniericanas! 

Instado  Juárez  por  el  teniente  coronel  Lauda ,  para  que  diera  la  orden 
y  suspendieran  el  fuego  las  tropas  constitucionalistas  contra  los  revolu- 
i'ionarios,  contestó  con  la  mayor  serenidad  y  entereza:  «Que  estando 
preso,  no  podía  dictar  mandatos».  Furioso  Landa,  le  amenazó  con  la 
pérdida  de  la  vida;  pero  almas  tan  bien  templadas  como  la  de  Juárez,  ni 
se  abaten  ni  se  humillan;  con  majestuosa  dignidad  contestó,  que  la  exis- 
tencia de  un  hombre  nada  valía  en  comparación  de  los  intereses  de 
los  pueblos. 

Por  capitulación  de  los  amotinados  con  las  autoridades  del  Estado  de 
Jalisco,  se  vio  libre  Juárez,  y  en  breve  se  puso  en  marcha  para  Vera- 
cruz,  por  creer  era  lugar  más  seguro  para  la  instalación  del  Gobierno: 
escoltaban  al  Presidente  y  á  los  Ministros,  setenta  hombres  de  policía 
dr  Méjicf),  mandados  por  el  coronel  Iniestra,  y  como  descubierta 
niarchal)a  el  práctico  y  denodado  coronel  Rocha  (hoy  General)  con 
el  ."),"  batalhni. 

En  Santa  Ana  Aeatlán,  sustuvo  la  escolta  un  combate  con  las  tro- 
pas de  Landa  ,  fuerte  de  seiscientos  hombres  y  de  dos  piezas  de  artillería. 

En  2í)  de  Agosto  de  ISGG,  escribía  el  Sr.  Juárez  á  otro  ilustre  hijo  de 
Oaxaca,  al  diplomático  Matías  Romero,  y  relataba  el  encuentro  con  las 
tropas  insurrectas. 

Respecto  del  sucedo  de  Santa  Ana  Aeatlán,  debo  decir,  que  después  de 
hal)erse  roto  los  fuegos  entre  la  pequeña  fuerza  que  yo  llevaba  y  la  que 
mandaba  el  teniente  coronel  Landa,  me  manifestó  el  señor  general  don 
Francisco  Iniestra,  jefe  entonces  de  mi  escolta,  que  si  el  enemigo  empren- 
día el  asalto,  era  inevitable  nuestra  pérdida,  porque  las  municiones  se 
esta1)an  ya  agotando,  el  edificio  en  que  nos  hallábamos  era  muy  débil,  ^ 
y  el  enemigo  contaba  con  cerca  de  seiscientos  hombres,  no  pasando  de 
ísetenta  los  nuestros;  lo  (¡ue  me  participaba  para  que  pensara  en  el  modo 

'     Kl  mesón  de  Siiuta  Ana  Aeatlán,  á  doi-e  leguas  de  Guailalajara. 

*  12 


178  AMEEICAÍÍOS    CÉLEBRES 

de  salvarme,  y  le  diese  ordenes  que  él  cuiupliría  exactamente  como  era 
su  deber.  Manifesté  á  los  señores  Ministros  que  me  acompañaban ,  lo  ({ue 
acababa  de  participarme  el  Sr.  Iniestra ,  y  les  dije  que  mi  opinicui  era 
(}ue  ellos  y  los  demás  empleados  que  formaban  mi  comitiva,  podían 
salirse  de  aquel  local  con  todas  las  precauciones  posibles  para  no  ser  vistos 
del  enemigo,  y  ocultarse  en  algunas  casas  de  la  población  (')  marcharse 
al  campo  para  librarse  de  las  consecuencias  de  un  asalto,  que  induda- 
blemente emprendería  el  enemigo  en  el  resto  de  la  tarde  ó  en  la  madru- 
gada del  día  siguiente;  que  yo  me  quedaba  á  seguir  la  suerte  de  nuestras 
fuerzas,  y  que  el  medio  de  salvaci(5n  'que  yo  les  indicaba,  no  les  era 
indecoroso,  ])orque  no  ejerciendo  ellos  mando  alguno  militar  en  a(|uellos 
momentos,  ni  siendo  nombrados  para  permanecer  constantemente  á  mi 
lado,  en  situaci(5n  en  que  nada  podía  despacharse  en  los  ramos  de 
gobierno,  no  tenían  el  mismo  deber  estrecho  que  vo  de  permanecer  en 
mi  puesto  en  aquellas  circunstancias. 

» Ellos,  sin  embargo,  me  contestaron  de  un  modo  enérgico  y  resuelto 
que  no  aceptaban  mi  indicación,  cualquiera  que  fuese  la  suerte  que  me 
tocara.  Les  di  las  gracias,  y  dispuse  que  si  en  el  resto  de  la  tarde  no 
sufríamos  un  asalto,  aprovechásemos  la  noche  para  ronq)er  el  sitio, 
único  medio  de  salvación  que  nos  quedaba.  Se  comunicó  la  orden  al 
señor  Iniestra,  y  emprendimos  nuestra  marcha  á  las  once  de  la  noche    . 


V 


Continuó  el  Gobierno  su  viaje  erizado  de  peligros:  lleg(')  á  (^>linia, 
con  el  pesar  causado  por  la  noticia  de  que  el  jefe  Parrodi,  sin  combate 
y  sin  gloria,  había  capitulado  en  Guadalajara. 

Juárez  era  de  esos  seres  que  en  lucha  con  grandes  dificultades,  en 
días  azarosos,  en  momentos  en  que  el  desaliento  obscurece  la  razón  y 
amengua  el  ánimo,  desplegan  mayor  grandeza  y  enérgica  voluntad. 

Decidido  á  llevar  adelante  su  plan  y  que  éste  respondiera  á  la  con- 
fianza que  en  él  había  depositado  la  nación,  nombró  á  D.  Santos  Dego- 
llado, Ministro  de  la  Guerra  con  amplias  facultades,  para  el  mando  en 
jefe  de  las  fuerzas  del  Norte  y  Occidente,  y  embarcándose  en  el  Manza- 


HENITO    JUÁREZ  179 

nillo  el  14  de  Abril  de  1858,  con  su8  ministros  D.  Melchor  Ocampo,  Ruiz, 
Prieto  y  Guznián  á  bordo  del  vapor  Jhon  L.  Stcphens,  pasó  por  Acapulco, 
y  atravesando  el  istmo,  siguió  su  viaje  desde  Colón  para  la  Habana  en 
el  vapor  Granada,  continuando  de  la  rica  Antilla  para  Nueva  Orleans, 
en  el  Filadelfia  y  de  a(j[uella  capital  para  Veracruz  en  el  Tennt'sset'% 
y  el  4  de  Mayo  pisaba  de  nuevo  las  playas  mejicanas. 

Con  la  perseverancia  que  caracterizaba  al  benemérito  oaxaqueño,  se 
propuso  avanzar  en  el  camino  de  las  reformas,  y  con  la  convicción  del 
triunfo  contra  la  dictadura,  no  perdonó  medio  alguno  para  organizar 
fuerzas  y  procurarse  recursos,  creando  entusiasmo,  popularidad  y  adhe- 
sión á  la  causa  del  progreso. 

Juárez  y  sus  patriotas  ministros,  tuvieron  que  luchar  con  exigencias 
extranjeras,  con  las  intrigas  de  los  reaccionarios,  con  las  hostilidades  de 
unos,  con  los  manejos  de  otros,  con  el  mal  estado  de  la  Hacienda,  con 
las  susceptibilidades  de  los  norte-americanos  y  con  la  desconfianza  de  los 
franceses. 

Juárez  hizo  fortificar  el  puerto  y  aprestar  la  plaza  para  la  defensa, 
abriendo  fosos,  artillando  murallas  y  guarneciéndolas  con  mil  quinien- 
tos soldados:  las  fuerzas  constitucionalistas  se  extendieron  por  diferentes 
puntos,  ascendiendo  en  breve  á  siete  mil  hombres  el  ejército  liberal. 

El  Gobierno  de  la  ley  y  de  la  constitución  de  1857,  encontraba  cada 
día  mayor  apoyo,  y  éste  creció,  cuando  Mac  Lañe,  ministro  de  los  Esta- 
dos Unidos ,  reconoció  á  Juárez  como  Presidente,  y  cuando  el  Gobierno 
de  Washington  recibió  al  representante  mejicano  don  José  María  Mata, 
lo  que  fué  un*  nuevo  motor  de  gran  fuerza  contra  los  reaccionarios. 

Estos  triunfos  morales,  que  ejercían  bienhechora  influencia  y  aumen- 
taban el  prestigio  del  Gobierno  legítimo,  no  eran,  sin  embargo,  suficien- 
tes para  disminuir  la  gravedad  de  la  situación,  y  Juárez  fluctuaba 
entre  la  opinión  de  muchos  que  creían  ver  en  los  Estados  Unidos  el  solo 
punto  de  apoyo  y  protección,  y  su  propio  impulso,  que  rechazaba  todo 
extraño  auxilio,  intentando  cuanto  estuviera  á  su  alcance  para  evitarlo. 

í^l  12  de  Julio  de  1859,  expidió  el  notable  decreto  de  reformas  radi- 
cales y  de  inmensa  responsabilidad  y  trascendencia,  que  definitivamente 
imponía  la  independencia  de  la  Iglesia  y  del  Estado,  extinguiendo  toda 
congregación  religiosa  y  aboliendo  las  corporaciones  regulares  masculi- 
nas; declarando  por  ley  cerrados  los  noviciados  de  monjas,  y  de  propie- 
dad del  Estado  los  bienes  clericales,  y  la  venta  de  éstos  facilitada  por  el 


180  AMERICANOS    CÉLEBRES 

pago  de  uiiíi  parte  de  su  valor,  en  títulos  de  la  Deuda  pública  y  de  la 
capitalización  de  empleos. 

Un  elocuente  manifiesto  acompañó  á  este  decreto,  y  en  ambos  docu- 
mentos puede  observarse  la  firmeza  de  carácter  de  aquel  hombre 
insigne  y  su  alma  de  acero,  que  jamás  vacilaba  ni  cedía  en  aquel 
prolongado   combate,    ni    ante   los   reveses   sufridos. 


YI 


El  jefe  reaccionario  general  Miramón,  había  dado  al  propio  tiempo 
un  manifiesto  á  los  pueblos;  pero  las  acertadas  medidas  de  Juárez,  des- 
concertaron por  completo  á  los  partidarios  del  plan  de  Tacubaya  refor- 
mado. El  golpe  relativo  á  los  bienes  del  clero  fué  de  tal  naturaleza,  que 
dadas  las  condiciones  en  que  ¡habían  vivido  las  colonias  hispano-ameri- 
canas,  aun  después  de  haberse  elevado  al  rango  de  naciones,  ronq^ía 
bruscamente  con  el  pasado,  y  creando  nuevos  intereses,  los  colocaba 
como  baluarte  contra  los  retr<)grados  (')  refractarios  á  los  principios  de 
progreso  y  libertad. 

Como  sucede  siempre  en  toda  innovación  radical,  se  declaró  el  des- 
acuerdo entre  varios  de  aquellos  más  afectos  á  Juárez,  y  algunas  disposi- 
ciones exigidas  por  las  circunstancias,  promovieron  seria  o])osicióii  v 
frío  alejamiento. 

No  se  detuvo  el  Presidente  en  la  senda  de  reformas:  sigui<')  adelante 
intrépido,  y  sin  reparar  en  los  obstáculos,  estableció  por  ley  el  matrimo- 
nio civil,  segundo  y  certero  golpe  que  arrebataba  otro  jirón  al  omní- 
modo poder  ejercido  por  el  clero,  á  pesar  de  la  ruda  oposición  de  éste  y 
del  fanatismo  aun  muy  arraigado  en  las  masas  })opulares. 

Arreciaron  los  contratiempos,  y  Juárez,  severo  en  el  cumplimiento  de 
su  deber,  resistió  á  los  ata(pies,  á  las  hostilidades,  á  la  falta  de  recur- 
sos, á  las  victorias  de  Miramón  y  á  cuanto  se  oponía  á  su  propósito, 
ínterin  se  ocupaba  sin  descanso  de  todo  lo  necesario  á  la  defensa  de 
Veracruz,  que  fué  declarada  en  estado  de  sitio  el  21  de  Enero  de  18G0. 

Desde  el  7  de  Marzo  al  21,  resistió  la  plaza  el  ataque  de  los  reaccio- 
narios, y  el  enemigo  se  retiró  sin  haber  conseguido  resultado  satisfac- 
torio y  derrotado  moralmente,   pues  su  prestigio  decaía  y  se  estrellaba 


ÜKXirO    JUÁREZ  181 

ante  el  g'raiidioso   evangelio  liberal   y  la   inquebrantable  voluntad  de 
Juárez. 

«Yo  no  ,sov  jefe  de  un  partido,  —  decía  á  los  diplomáticos  (jue 
mediaron  para  resolver  aquella  lucha  fratricida; — soy  el  representante 
legal  de  la  nación.  Desde  el  momento  que  rompa  yo  la  legalidad,  se  accá- 
baron  mis  poderes:  terminó  mi  misión.  Ni  puedo,  ni  quiero,  ni  debo 
hacer  transacción  alguna,  porque  desde  el  momento  en  (j[ue  la  hiciese, 
me  desconocerían  mis  comitentes,  porque  he  jurado  sostener  la  Constitu- 
ción, y  por(j[ue  sostengo  en  plena  consecuencia  la  opini<hi  pública.  Si 
ésta  se  manifiesta  en  otro  sentido,  seré  el  primero  en  acatar  sus  resolu- 
ciones soberanas». 

Con  la  Constitución  en  la  mano  apoyaba  todos  sus  actos,  y  en  G  de 
Noviembre  de  18G0,  convocó  á  elecciones  extraordinarias  de  Diputados 
y  Presidente  de  la  República. 

En  algunos  combates  habían  obtenido  ventajas  los  liberales,  y  cada 
día  se  consolidaban  más ,  á  pesar  del  cúmulo  de  inconvenientes  que  sur- 
gían y  de  la  división  entre  las  ideas  de  Juárez  y  las  de  algunos  jefes  que 
no  comprendiendo  la  proximidad  del  triunfo,  se  esforzaban  en  dar  á  la 
política  distinto  rumbo. 

La  batalla  de  Calpulalpam,  al  derrotar  á  los  reaccionarios,  abrió  las 
puertas  de  la  capital  á  Juárez,  al  constante  sostenedor  de  las  reformas;  y 
su  entrada,  que  se  verificó  el  11  de  Enero  de  1861,  dio  margen  á  brillantes 
y  sinceras  demostraciones  de  regocijo. 

Victoriosa  la  noble  causa ;,  no  podía  sin  embargo  disfrutar  de  tran- 
quila existencia,  ni  creer  en  un  futuro  de  paz  y  de  ventura. 

Por  entonces  aparecía  ya  en  el  horizonte  la  imbe  de  la  intervención 
europea,  que  convertida  en  deshecha  tempestad,  descargó  más  tarde 
sobre  Méjico  y  lo  asoló  durante  seis  años. 

Las  facciones  continuaban;  en  los  Estados  reinaba  la  anarquía  y  el 
descontento;  los  partidos,  antes  que  deponer  sus  particulares  opiniones 
en  el  altar  de  la  patria,  se  agitaban  para  la  elección  de  Presidente,  otor- 
gando su  ])referencia  á  determinadas  individualidades,  como  al  vence- 
dor de  Cal[)ulalpam,  Ortega;  al  sabio  Lerdo  de  Tejada,  á  Degollado  y  á 
Uraga. 

El  clero,  que  se  creía  rebajado  y  odiaba  á  Juárez,  tomaba  parte 
activa  en  la  política,  y  el  cuerpo  diplomático  extranjero  no  podía 
dudar  del  programa  del  Gobierno  y  de  sus  intenciones,  cuando  el  Minis- 


182  AMERICANOS    CÉLEBRES 

tro  de  España  ,  el  Nuncio  de  su  Santidad  y  los  Encargados  de  Negocios  del 
Ecuador  y  Guatemala,  recibieron  sus  pasaportes  al  propio  tiempo  que  se 
desterraban  del  país  al  arzobispo  Garza  y  á  cuatro  obispos:  D.  Joaquín 
Madrid,  D.  Clemente  de  Jesús  Munguia,  I).  Pedro  Barajos  y  D.  Pedro 
Espinosa. 

A  pesar  de  tan  encontradas  corrientes ,  no  desconocían  los  amantes 
del  orden,  que  Juárez  era  el  fínico  capaz  de  conducir  la  nave  del  Estado 
entre  los  escollos  de  la  situación,  la  que  distaba  mucho  de  ser  lisonjera 
y  auguraba  tormentoso  porvenir. 


YIT 


No  es  fácil  tarea  encerrar  en  los  límites  que  deben  tener  estas 
biografías  acontecimientos  de  tal  magnitud,  y  en  la  ligera  reseña  que  de 
ellos  hacemos,  no  podría  resaltar  en  toda  su  extensión  el  angustioso 
estado  del  país,  arruinado  por  cuarenta  años  de  discordias  civiles,  des- 
moralizado en  su  organización  política  y  combatido  por  revolucionarios 
y  descontentos  que  pululaban  por  todas  partes  y  que  veían  en  la  desas- 
trosa guerra  de  los  Estados  Unidos  entre  esclavistas  y  abolicionistas,  un 
elemento  protector  para  el  desorden,  los  motines  y  las  invasiones  por  la 
Baja  California  y  otros  puntos. 

La  Deuda  interior  era  enorme;  la  exterior  crecidísima;  las  rentas 
habían  sufrido  considerable  disminución  y  los  recursos  del  Gobierno 
eran  limitadísimos.  Las  aduanas  estaban  empeñadas;  los  Estados  no 
daban  los  productos  que  generalmente  tenían  y  el  Gobierno  no  podía 
obtener  los  recursos  que  formaban  la  riqueza  pública. 

Formándose  una  idea  de  aquel  caos,  podrán  apreciarse  los  méritos  de 
Juárez  y  la  obra  colosal  de  la  regeneración  de  la  patria ,  que  le  hicieron 
digno,  no  sólo  de  eterna  gratitud,  sino  de  la  veneración  de  nacionales  y 
extranjeros. 

A  pesar  de  tal  situación,  la  reforma  imperó  en  todos  los  ramos, 
siendo  Juárez  quien  verdaderamente  inició  la  nueva  era. 

Leyes  para  los  ayuntamientos ,  para  la  libertad  de  imprenta ,  para  la 
prensa,  organización  de  los  poderes  judiciales,  planes  de  estudios,  pro- 
yectos de  caminos  de  hierro,  líneas  de  vapores  por  el  Pacífico,  mejoras 


BKXITO    JUÁREZ  183 

t'ii  lo8  asilos,  en  las  cárceles,  en  los  colegios,  en  la  instrucción  pública 
y  otras  no  menos  importantes,  preocuparon  constantemente  la  atención 
del  jefe  del  Estado. 

Se  aglomeraban  los  obstáculos,  las  sediciones  se  sucedían,  teniendo 
Juárez  que  enviar  tropas  para  contener  y  rechazar  á  los  revoltosos,  que 
aniquilaban  la  ri(|ueza  pública  exigiendo  contribuciones  á  los  pueblos  y 
merodeando  por  toda  la  República. 

Los  días  se  gastaban  y  las  dificultades  crecían;  el  torbellino  de  los 
acontecimientos  era  cada  vez  mayor,  alentado  por  la  esperanza  de  que 
el  conñicto  internacional  se  resolviera  en  contra  de  loa  liberales  y  fuera 
base  de  triunfo  para  los  conservadores;  los  abusos,  lógicos  en  un  estado 
tan  anormal,  llegaron  hasta  el  punto  de  provocar  informaciones  y  for- 
mación de  causa  contra  individuos  que  disfrutaban  prestigio  y  conside- 
ración, como  aconteció  en  los  desórdenes  de  Laguna  Seca  y  con  robos  y 
atropellos. —  El  22  de  Marzo  sucumbió  por  grave  dolencia  el  benemérito 
ciudadano  D.  Miguel  Lerdo  de  Tejada,  candidato  á  la  presidencia  de  la 
República,  y  el  único  que  en  su  alta  capacidad  y  servicios  podía  compe- 
tir con  D.  Benito  Juárez  para  alcanzar  la  suprema  magistratura. 

Los  revolucionarios,  continuando  su  obra  destructora,  oponían  la 
valla  (le  la  rebelión  al  progreso  y  á  las  reformas,  y  la  muerte  del  ilustre 
don  Melchor  Oampo,  del  sabio,  del  inmaculado  liberal,  cuya  vida  polí- 
tica fué  tan  pura  y  sin  tacha,  vistió  de  luto  á  la  República,  y  este  cri- 
men cometido  por  los  reaccionarios  Márquez  y  Zuluaga,  dio  la  medida 
de  su  audacia. 

D.  Santos  Degollado,  fué  otra  de  las  víctimas  sacrificadas  por  los 
terribles  perturbadores  del  orden,  y  el  general  Leandro  Valle  regó  con 
su  sangre  el  monte  de  las  Cruces,  villanamente  fusilado  por  Gálvez  y 
Buitrón. 


VIII 


El  11  de  Junio  de  18G1,  proclamó  el  Congreso  presidente  de  la  Repú- 
blica al  ciudadano  D.  Benito  Juárez,  y  si  bien  el  noble  jefe  del  partido 
liberal  era  el  (¿ue  con  mano  firme  podía  contrarrestar  los  muchos  males 
que  pesaban  sobre  el  infortunado  Méjico,  no  podía  dudarse  que  podero- 


184  AMERICANOS    eÉLEBRES 

sas  trabas  se  opondrían  al  resultado  inmediato  de  sus  esfuerzos  y  á  la 
completa  pacificaci<)n  del  país. 

Apenas  iniciado  el  nuevo  período  del  Sr.  Juárez,  se  multiplicaron  las 
complicaciones,  pues  Comonfort  se  presentó  en  la  frontera,  y  Manuel 
María  Yáfiez  se  alzó  en  armas  en  Guanajuato  y  quiso  hacerse  fuerte  en 
la  Sierra,  y  D.  Manuel  Robles  Pezuela,  uniéndose  á  los  reaccionarios, 
aument()  su  vuelo  y  sus  esperanzas,  á  pesar  de  que  el  valeroso  general 
Porfirio  Díaz  y  el  popular  (xonzález  Ortega,  habían  obtenido  un  bri- 
llante triunfo  sobre  Márquez  y  Zuluaga  en  Jalatlaco. 

Juárez,  como  robusta  encina  expuesta  al  choque  del  huracán,  como 
potente  nave  combatida  en  deshecha  tempestad,  hacía  frente  á  tantos  v 
diferentes  elementos,  y  cuando  cincuenta  y  un  diputados  osaron  solici- 
tar que  abandonara  el  mando,  se  consolidó  aún  más  su  prestigio  por  la 
actitud  pública,  y  la  (]ue  asumieron  la  mavoría  de  los  Estados  en  favor 
del  Gobierno  legal. 

D.  Juan  N.  Almonte,  que  apoyaba  eficazmente  á  la  reaccicui  y  al 
clero,  opuesto  á  las  leyes  de  reforma  y  á  la  marcha  de  Juárez,  asegu- 
raba que  los  ejércitos  aliados  se  hallaban  próximos  á  Méjico,  y  que  ellos 
darían  buena  cuenta  de  los  liberales  y  arreglarían  la  cuestión  satisfac- 
toriamente. 

La  ley  del  17  de  Julio  suspendiendo  los  pagos,  inclusives  los  corres- 
pondientes á  la  Deuda  inglesa  y  convenciones  diplomáticas,  ha})ía  sido 
el  pretexto  para  que  las  potencias  extranjeras  hicieran  el  tratado  del  ol 
de  Diciembre,  y  la  casualidad  ayudó  á  que  se  llevara  á  efecto  la  inter- 
vención de  Francia,  España  é  Inglaterra.  ^ 

Viendo  Juárez  inevitable  el  choque  internacional,  tomó  alg'unas  pre- 
cauciones para  la  defensa,  resuelto  á  sostener  la  integridad  nacional  y 
la  bandera  de  la  libertad. 

El  ilustre  Lincoln  no  era  partidario  de  que  los  europeos  dirimiesen 
cuestiones  americanas,  y  ofrecía  su  apoyo  á  Juárez  á  pesar  de  la  guerra 
que  sostenía  contra  el  Sur. 

La  discordia  civil,  el  país  invadido  por  extranjeros  apoyados  por 
ilusos  ()  por  traidores,  la  Hacienda  en  bancarrota,  las  opiniones  dividi- 
das, aun  en  el  seno  de  los  liberales,  que  destruían  proyectos  y  sabias  dis- 


'  Dicen  íjuo  felobrajido  la  vi(  toria  ilo  .Jalatlaco,  cajó  una  líala  ct-vc-a  del  niiiiistro  francés  Salipny.  en  la- 
casa  (le  la  Legación,  por  lo  que  pretendió  se  atentaba  A  sti  vida,  y  aun  cuando  de  las  averiguaciones  resultara 
ser  falso,  aquel  ministro  se  aprovechó  del  protexto  para  activar  la  intervención. 


BENITO    JUÁREZ  185 

posiciones  destinadas  á  la  salvación  del  país;  y  éste  débil,  ani(|uilado  c 
impotente  ante  la  prolongada  serie  de  trastornos  y  de  luchas:  tal  era  el 
triste  espectáculo  que  ofrecía  Méjico  al  finalizar  el  año  1861. 

Desde  el  17  de  Diciembre  estaba  ocupada  la  plaza  de  Veracruz  por 
fuerzas  españolas  al  mando  del  brigadier  Rubalcaba,  y  el  general 
Gasset,  esperando  la  llegada  de  los  representantes  de  las  naciones  alia- 
das, había  tomado  posesión  en  nombre  de  la  Reina  Isabel  II. 

Juárez,  previsor  siem})re,  hizo  sacar  de  Veracruz  todos  los  pertrecho» 
de  guerra,  archivos  y  cuanto  era  necesario  é  importante,  consagrándose 
activamente  á  organizar  ejércitos  y  prepararse  con  recursos  para  com- 
batir al  extranjero. 


IX 


Hemos  llegado  á  la  página  de  oro  de  la  vida  de  Juárez,  á  ese  período 
culminante  en  que  su  nombre  fijó  la  atención  de  América  y  de  Europa, 
y  en  (pie  su  voluntad  de  hierro,  sobreponiéndose  á  todos  los  obstáculos, 
alcanzó  el  triunfo  y  excit()  el  asombro  universal. 

Propalaban  los  mejicanos  adictos  á  la  intervención,  que  ésta  era 
pacífica,  y  que  el  país  sólo  alcanzaría  bienes  y  la  tranquilidad  deseada. 

Poco  de  acuerdo  estaba  esa  opiniíhi  con  los  proyectos  que  en  Europa 
se  fraguaban,  tratando  en  ellos  de  escoger  un  monarca  para  Méjico  6 
imponer  una  dinastía  y  alzar  un  trono  en  el  suelo  de  los  libres. 

Prudente  y  guiado  por  su  recto  criterio,  aceptó  Juárez  los  pactos  que 
se  celebraron  en  la  Soledad  entre  los  comisarios  extranjeros  y  el  señor 
Doblado,  representante  del  Gobierno  constitucional,  reconocido  ya  para 
entablar  negociaciones  que  pudieran  ser  honrosas,  y  de  acuerdo  con  los 
principios  que  sostenía  el  Presidente. 

Continuaban  llegando  tropas  francesas,  inglesas  y  españolas,  y  los 
reaccionarios  hablaban  sin  rebozo  de  la  monarquía  y  del  archiduque 
Maximiliano,  del  apoyo  de  Napoleón  III  y  de  la  próxima  evolución  polí- 
tica que  había  de  efectuarse  en  Méjico. 

El  comisario  francés  se  negó  á  nuevas  conferencias,  y  rompió  abier- 
tamente el  pacto  de  la  Soledad,  sin  tener  en  cuenta  á  los  aliados,  y 
como  Almonte  se  había  proclamado  jefe  supremo  interino  de  la  Repú- 


18G  AMERICANOS    CÉLEBRES 

blica,  llamó  á  su  lado  á  los  descontentos  y  sublevados,  protegido  por 
el  oeneral  Laurencez,  mientras  que  el  g'eneral  D.  Juan  Prim,  ante  una 
junta  de  jefes  españoles,  declaró  su  propósito  de  alejarse  de  Méjico  con 
sus  tropas,  puesto  que  los  franceses  no  seguían  la  marcha  trazada  en  las 
bases  del  tratado  de  Londres. 

Juárez,  en  vista  de  la  decidida  actitud  de  los  franceses,  y  agotados 
los  medios  de  avenencia,  se  dirigió  á  los  gobernadores  de  los  Estados 
para  que  pusieran  las  milicias  sobre  las  armas  y  pedirles  el  contingente 
aprobado,  tomando  otras  disposiciones  para  sostener  la  guerra. 

Por  entonces  dimitió  el  Sr.  Doblado,  creando  un  nuevo  conflicto 
en  aquella  aglomeración  de  sucesos  de  tan  inmensa  trascendencia :  en 
aquel  cielo  sombrío  y  amenazador,  sólo  un  punto  había  brillante,  puro  v 
luminoso:  aquel  en  donde,  como  un  gigante,  se  elevaba  la  figura  de 
Juárez,  en  torno  del  cual  agrupábase  la  mayoría  de  los  mejicanos  deci- 
didos á  morir  antes  que  á  perder  su  autonomía. 

El  Congreso  cometió  un  gravísimo  error :  en  tan  críticos  momentos 
í^uspendió  á  Juárez  las  facultades  omnímodas  que  tenía,  y  como  la  sor- 
presa fué  grande  y  el  temor  era  mucho  por  lo  numeroso  del  ejército 
invasor,  se  vio  precisado  el  cuerpo  legislativo  á  devolver  al  Presidente 
los  poderes  de  que  le  había  privado. 

Ya  los  franceses  habían  medido  sus  armas  con  los  mejicanos  el  5  de 
Mayo  de  1862  en  Puebla,  en  donde  el  héroe  de  aquel  día  memorable  fué 
el  general  Zaragoza,  para  el  cual,  el  amor  patrio  era  una  religión.  En 
1861,  habíase  incorporado  al  ejército  de  Oriente,  que  á  la  sazón  man- 
daba el  general  Üraga ,  sin  que  le  desviaran  de  su  deber  el  gravísimo 
estado  de  salud  de  su  esposa  y  á  la  cual  no  volvió  á  ver  más. 

El  héroe  del  5  de  Mayo,  legó  á  la  historia  mejicana  una  página  sin  par. 

En  Barranco  Seco  tuvo  lugar  un  combate  reñidísimo:  allí  pelearon 
hermanos  contra  hermanos,  los  traidores  con  los  leales,  siendo  estos 
últimos  derrotados  por  el  auxilio  que  fuerzas  francesas  prestaron  á 
Márquez  y  á  los  suyos. 

Las  cumbres  de  Acultzingo  fueron  teatro  de  otra  batalla ,  también 
contraria  á  las  armas  de  los  liberales;  pero  no  por  eso  desmayaban  en  el 
azaroso  camino. 

Como  puede  comprenderse,  la  responsabilidad  de  Juárez  era  inmensa 
y  la  situación  desesperada ,  sobre  todo  por  la  escasez  de  recursos ;  y 
parece  milagroso  pudiera  vencer  tal  cúmulo  de  dificultades. 


HKNITO    .JUÁREZ  187 

Siiíí  acuerdos  eran  acertados,  severos  á  veces,  pero  necesarios,  como 
el  de  la  confiscación  de  bienes  de  todos  aquellos  (jue  auxiliaran  á  los 
invasores,  aun  cuando  ñiera  por  medio  de  la  prensa. 

La  mayoría  de  las  repúblicas  hispano-americanas,  muy  en  particular 
la  del  Perú,  expresaban  sus  simpatías  por  aquella  heroica  resistencia  de 
.lufírez  y  de  los  mejicanos  fieles  á  su  independencia,  y  el  anatema  gene- 
ral caía  sobre  aquellos  que  ayudaban  al  enemigo  y  se^  convertían  en 
verdugos  de  su  patria,  pues  la  República  ardía  en  discordias,  abriendo 
fácil  camino  al  invasor. 

Puebla  estaba  sitiada:  el  general  González  Ortega  la  defendía  vigo- 
rosamente, V  sus  tropas  disputaban  el  terreno  formando  trincheras  con 
sus  cadáveres;  el  enemigo  abrasaba  con  su  artillería,  y  ya  se  había  apo- 
derado del  fuerte  de  San  Javier:  los  edificios  se  convertían  en  cenizas; 
la  falta  de  víveres  hacía  más  angustioso  el  estado  de  los  sitiados.  Juárez, 
deseando  romper  el  cerco  de  la  ciudad,  convino  con  el  general  Comon- 
fort, — quien,  al  tratarse  de  guerra  extranjera  se  había  puesto  como 
bueno  al  servicio  de  la  patria, — el  modo  de  auxiliar  á  los  sitiados; 
pero  derrotado  por  los  franceses,  dej('>  en  poder  de  éstos  hasta  los  víve- 
res que  conducía  á  Puebla. 

La  defensa  era  ya  imposible.  González  Ortega  y  sus  valientes  tuvie- 
ron el  supremo  dolor  de  entregar  la  plaza  al  enemigo. 


X 


El  patriotismo  de  Juárez,  su  espíritu  firme,  su  digna  actitud,  ni 
variaron,  ni  decayeron  ante  aquel  nuevo  desastre. 

El  distrito  federal  fué  declarado  en  estado  de  sitio:  se  organizó  la 
defensa  de  la  capital,  y  el  jefe  del  Estado  hizo  saber  en  elocuente  procla- 
ma ,  que  jamás  aceptaría  ninguna  proposición  de  paz  hecha  por  los 
franceses. 

En  Mayo  de  1863,  decretó  el  Congreso  la  traslación  del  Gobierno  á 
8a n  Luis  de  Potosí,  por  creer  imposible  la  defensa  de  Méjico^  y  el  señor 
Juárez,  acatando  esta  determinación,  se  dirigió  al  punto  designado; 
desde  allí  procurí)  alentar  el  decaído  espíritu,   fortalecer  el  entusiasmo 


188  AMERICANOS    CÉLEBRES 

patrio   y   transmitir  el  sublime  fuego  que  le  impulsaba  á  la  temeraria 
resistencia. 

En  Diciembre  salió  para  el  Saltillo  y  Monte-Rey,  en  cuyo  pmito  se 
había  sublevado  el  gobernador  Vidaurrí:  destituido  por  Juárez  y  odiado 
por  el  pueblo,  huyó  y  fué  á  encontrar  protección  entre  los  invasores. 


XI 


Los  Ministros  y  el  Presidente  permanecieron  en  Monte-Rey  hasta 
Agosto  de  1864,  y  en  aquella  época,  atacada  la  ciudad  por  los  mejicanos 
al  mando  de  Quiroga,  hubo  Juárez  de  buscar  nuevo  asiento  j)ara  el  Go- 
bierno en  Chihuahua,  sin  que  durante  aquella  peregrinación  descuidara 
nunca  la  defensa,  organizando  tropas  y  ocupándose  constantemente  de 
la  administración. 

El  Ministro  de  la  Guerra  que  lo  era  á  la  sazón  Negrete,  por  haber 
sido  en  Noviembre  de  1808  asesinado  Comonfort,  salió  para  la  frontera 
de  Durango,  y  después  de  larga  y  penosa  marcha,  ocup()  el  Saltillo, 
Parras  y  Monte-Rey;  pero  los  enemigos  se  extendieron  nuevamente  por 
Coahuila  y  Nueva  León,  dirigiéndose  á  la  vez  contra  Chihuahua,  asiento 
del  Gobierno. 

Entonces  Juárez  marchó  para  Paso  del  Norte,  y  desde  allí  hizo  saber 
estaba  decidido  á  no  abandonar  el  territorio  mejicano,  v  tanto  en  la 
circular  del  Sr.  Lerdo  de  Tejada  del  L5  de  Agosto  de  L^Gó,  como  en  una 
carta  del  Presidente  publicada  en  aquella  época,  se  revela  la  poderosa 
fuerza  de  voluntad,  de  aquel  que  siendo  el  poder  legal  tenía  en  sus 
manos  \á  suerte  de  la  República  y  debía  salvarla  (')  morir. 

En  Noviembre  de  aquel  aí'io  rechazó  con  entereza,  como  nocivo  á  los 
intereses  de  la  patria,  la  pretensión  del  general  González  Ortega,  que 
solicitaba  el  mando  supremo,  pues  que  en  80  de  aquel  mes  concluía  el 
período  constitucional  del  Sr.  Juárez;  pero  éste,  atento  sólo  á  evitar 
nuevas  complicaciones,  expidió  un  decreto  prorrogando  su  mando  hasta 
que  pudiera  constitucionalmente  elegírsele  sucesor. 

Aquella  importantídma  decisión  influyó  poderosamente ;,  y  más  tal 
vez  de  lo  que  á  primera  vista  parece,  en  el  porvenir  de  la  nación. 


BKXiTo  .irAuKZ  189 

.liiárcz,  acosado  por  toda  clase  de  dificultades,  jamás  nhando}tó  d 
.suelo  pafrio,  y  es  de  extrañar  que  el  sabio  historiador  César  Cantú,  en  la 
biografía  del  infortunado  Maximiliano,  diga  aludiendo  á  Juárez:  n Desde 
cJ  (errilorio  adiclo  (es  decir,  los  Estados  Unidos)  scf/uía  liiuJáiidose  lef/ítinio 
jefe  de  Méjico  y.  No  es  éste  el  único  error  que  comete  al  ocuparse  de 
a([uella  República,  tanto  en  la  é})oca  de  su  independencia,  como  en  la 
de  la  invasión  y  del  Imperio. 


XII 


En  Junio  de  ISGo,  había  ocupado  Forey  la  capital  poco  después  de 
hal)erla  abandonado  Juárez,  y  el  IG  de  Junio  por  un  decreto,  conyocó  una 
. I  unta  superior  de  Gobierno;  el  18  nombró  á  los  que  debían  componerla, 
y  el  22  fueron  encargados  del  mando  provisional ,  los  Sres.  Juan  N.  Al- 
monte,  Mariano  Salas  y  el  arzobispo  Pelagio  Antonio  Labastida. 

Era  el  primero,  hijo  de  Morelos,  el  insigne  general  de  la  independen- 
cia mejicana,  y  el  apellido  Almonte  derivaba  de  la  costumbre  que  el 
]u  roico  caudillo  de  Cuantía  tenía  para  alejarlo  del  peligro. 

Había  sido  educado  en  los  Estados  Tenidos,  y  su  inteligencia  é 
instrucción  lo  elevaron  á  los  primeros  puestos  en  la  carrera  política, 
distinguiéndose  por  sus  ideas  altamente  patrióticas,  y  llegando  hasta  el 
}>unto  de  que  siendo  Ministro  de  la  Guerra ,  presentó  á  las  Cámaras  un 
proyecto  de  acuerdo  que  decía: 

Son  traidores  á  la  patria  todos  los  que  con  hechos  ó  por  escrito 
fniiRiitan  las  miras  de  cualquier  potencia  extranjera,  ó  de  los  aventu- 
reros de  Tejas,  para  la  desmembración  del  territorio  de  la  República  ó 
para  su  dominio,  como  asimismo  los  que  lo  hagan  de  palabra,  calificada 
por  juez  com})etente,  de  criminalmente  vertida  con  tales  objetos». 

El  proyecto  se  aprobó  y  fué  ley. 

Varias  yeces  Ministro,  tomó  parte  en  los  principales  acontecimientos 
políticos,  y  representó  á  Méjico  en  los  Estados  Unidos  y  en  Europa:  su 
ambición,  su  continuo  afán  por  ocupar  la  presidencia  de  la  República, 
h>  lucieron  conspirador,  y  defraudado  de  sus  esperanzas,  empezó  á 
pensar  en  la  intervención  extranjera,  idea  que  surgió  en  su  mente 
durante  la  guerra  de  los  Estados  Unidos  con  Méjico, 


190  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Más  tarde,  y  siendo  Ministro  de  la  República  en  Francia.  Inglaterra 
y  España,  firmó  el  tratado  Mon-Almonte,  y  preparó  la  funesta  invasión 
que  tantos  trastornos  llevó  á  Méjico. 

¡Morelos  en  su  tumba,  debió  extremecerse  de  dolor  y  de  indig'naciíui; 
balas  enemigas  habían  cortado  su  vida  por  defender  á  la  patria  y  hacer- 
la independiente,  y  su  hijo  atentaba  contra  aquel  sagrado  principio  y 
llamaba  al  extranjero  para  empapar  en  sangre  el  suelo  mejicano! 


XTÍI 


A  la  Regencia,  siguió  el  Imperio;  la  antigua  Tenoctitlán  fué  la  her- 
mosa corte  de  Maximiliano  de  fíapsburgo,  y  el  palacio  de  Chapultepec 
la  suntuosa  morada  de  los  aztecas,  centro  de  saraos  y  de  festines  en 
donde  los  reaccionarios  halagaban  al  engañado  monarca,  haciéndok- 
soñar  con  cercano  triunfo  y  con  reinado  venturoso,  cuando  por  toda 
la  República  se  extendía  el  odio  al  extranjero  y  se  pensaba  en  su  des- 
trucción ! 

Allá,  en  el  interior,  el  patriótico  corazón  de  Juárez  velaba  por 
Méjico,  jurando  perecer  en  la  contienda  si  no  obtenía  la  victoria ,  y 
el  poderoso  brazo  y  denodado  esfuerzo  de  Porfirio  Díaz,  rechazaba  las 
águilas  francesas,  amenazando  al  vacilante  trono  secinidado  por  bravos 
compañeros  y  por  el  patriotismo  y  amor  de  sus  soldados. 

Ya  avanzando  y  reduciendo  al  errante  Juárez  y  su  gobierno  á  las  úl- 
timas trincheras ,  ya  vencidos  y  en  retirada ,  pugnaban  los  franceses  por 
cumplir  los  descabellados  planes  del  ambicioso  Napolecni  III,  sin  lograr 
el  dominio  de  un  país  que,  como  España  en  1808,  se  levantaba  en  masa 
contra  el  invasor,  y  como  aquellos  denodados  'patriotas  del  2  de  ]\[ayo  y 
de  Bailen,  se  defendían  con  el  valor  de  la  desesperación  y  con  la  fe  en 
justa  y  santa  causa. 

Libres  ya  los  Estados  Unidos  del  dogal  de  la  guerra  civil,  protest(> 
su  Gobierno  contra  la  ocupación  de  Méjico,  y  exigió  del  autócrata  fran- 
cés la  retirada  de  las  tropas. 

El  Archiduque,  como  nave  combatida  por  contrarios  vientos  y 
expuesta  á  zozobrar,  seguía  sin  rumbo  fijo  y  en  vano  trataba  de  contra- 


BENITO    JUÁREZ  191 

vrestar  el  choque  de  los  odios,  de  las  ambiciones  y  de  la  impopularidad 
de  su  Gobierno. 

Los  republicanos  habían  recobrado  el  terreno  perdido:  y  asesinado 
el  presidente  Lincoln  en  la  noche  del  15  de  Abril  de  IHGó,  había  sido 
reconocido  Juárez  como  jefe  legal  del  Gobierno  mejicano  por  el  nuevo 
presidente  Johnson. 

1]1  Imperio  se  desmoronaba .  Maximiliano  expedía  decretos  y  dictaba 
disposiciones,  algunas  de  éstas  útiles  y  otras  altamente  desacertadas, 
ñuctuando  entre  el  partido  liberal  y  el  conservador  (pie  le  habían  dado 
la  corona;  su  marcha  política  descontentaba  á  todos,  y  su  ánimo,  can- 
sado de  la  lucha  estéril,  le  aconsejó  la  abdicación. 

Aípiella  medida  que  era  prfidente  y  necesaria  le  hubiera  salvado  de 
la  terrible  catástrofe  de  Querétaro:  pero  Márquez,  Miramón  y  otros,  le 
hicieron  retroceder  en  su  propósito,  y  aun  cuando  vacilante,  se  resolvicí' 
á  permanecer  en  aquel  país  en  donde  tantas  amarguras  había  sufrido. 

Las  t^i'opas  francesas  empezaron  a  desguarnecer  las  poblaciones  y  á 
prepararse  para  el  embarque. 

Chihuahua  qued(')  libre  de  los  invasores,  y  Juárez  y  sus  Ministros" 
salieron  de  Paso  del  Norte  ^  para  aquella  ciudad,  en  donde  se  instalaron. 

El  general  Olvera  fué  derrotado  por  los  rej:)ublicanos,  Megía  lo  era 
á  su  vez  en  Matamoros  y  Corona,  y  otros  adalides  de  la  libertad,  alcan- 
zaron señaladas  victorias  sobre  los  imperialistas. 

Las  tropas  invasoras  empezaron  á  embarcarse  en  Enero,  y  en  12  de 
Marzo  los  últimos  soldados  de  Napoleón  abandonaban  las  playas  de  Ve- 
ra cruz. 

Juárez  se  trasladó  á  Durango  en  Enero  de  1867,  después  pasó  á 
Zacatecas;  pero  atacado  por  Miramón  se  dirigió  á  Sombrerete,  habiendo 
estado  expuesto  á  caer  en  manos  de  los  enemigos  que  acometieron  el 
coche  en  donde  viajaba. 

Derrotado  Miramón  en  San  Jacinto,  volvió  Juárez  á  Zacatecas  y 
desde  este  punto  marchó  para  San  Luis  Potosí,  cuando  reducidas  las 
fuerzas  imperiales  á  dos  cuerpos,  uno  sitiado  en  Méjico  por  el  ilustre  jefe 
general  Díaz,  y  otro  en  Querétaro,  al  que  asediaba  el  valiente  Escobedo^ 
no   era  posible  se  hiciera  esperar  mucho  el  triunfo  de  los  republicanos. 


'     He  visitado   en  Puso  dpi  Xorte,  la  modesta  casa   que  habitó  Juárez  durante  aquella  época  fecunda   en 
pi-ivaciones,  en  zozobras  y  en  esperanzas. 


192  AMERICANOS    CKI^EHIIKS 


XIV 


Ya  en  Julio  del  año  anterior,  había  .salido  para  Europa  la  infeliz 
princesa  Carlota,  y  con  el  juicio  vacilante  y  el  corazón  desgarrado  por 
la  inquietud  y  el  temor,  intentó,  aunque  en  vano,  conseguir  auxilios  y 
apoyo  para  el  mal  aconsejado  Maximiliano. 

Setenta  días  de  incesante  combate  dur(')  la  resistencia  de  Querétaro, 
y  por  último  fué  tomada  en  14  de  Mayo  de  18G7 ,  asegurando  testig'os  de 
reconocida  veracidad,  que  el  coronel  López,  á  quien  el  infortunado 
Archiduque  había  colmado  de  favores,  entregó  la  ciudad. 

Varios  documentos  relativos  á  la  traición ,  han  sido  publicados  en 
estos  últimos  tiempos,  y  como  detalle  histórico  de  alta  importancia, 
publicamos  uno  de  ellos. 

El  general  Escobedo,  tal  vez  por  generoso  impulso  había  negado  que 
López,  edecán  del  archiduíjue  Maximiliano  hubiera  entregado  la  ciudad 
de  Querétaro  á  las  fuerzas  republicanas:  el  coronel  D.  José  Rincón  Ga- 
llardo, en  una  carta  publicada  en  León,  en  Junio  de  1S87,  hace  el 
exacto  relato  de  aciuel  acontecimiento  v  dice: 

<í  Lró)!  ,  .")  (Ir  .lint lo  de   ISS/.  ^ 

<  El  14  de  Junio  de  1<S()7,  á  media  noche,  el  general  Velez  me  comu- 
nicó la  orden  dada  por  el  cuartel  general,  de  atacar  el  convento  por  el 
frente  costado  del  cementerio  con  dos  columnas,  á  las  (pie  deberían 
apoyar  los  batallones  de  Xiicra  León  y  Suprcntos  l'odcrrs,  nnmdados  por 
los  coroneles  Carlos  Maguen  y  Pedro  Yepes,  (|ue  á  este  efecto  acompa- 
ñaban al  general  Velez.  El  ataque  estaba  ya  preparado  conforme  á  las 
órdenes  recibidas,  cuando  se  presen t(')  el  general  Escobedo  á  revocar  sus 
primeras  disposiciones  y  me  orden<)  personalmente  colocase,  tomando 
todas  las  precauciones  para  no  despertar  la  atención  i)ública,  veinti- 
cinco hombres,  bajo  las  órdenes  de  un  oficial  seguro,  frente  á  la  pared 
de  la  cerca  del  cementerio.  Este  oficial  debía  recibir  un  jefe  que  saldría 
de  la  plaza  á  las  tres  de  la  mañana. 

•     Esta  carta  fnó  publicada  en  ol  Xoiireini  Mmxlr.  ol  VO  de  -lulid  .lo  1887. 


BENITO  ,iuáre:z  193 

»Esta  orden,  de  una  ejecución  peligrosa,  fué  llevada  á  cabo  por 
M.  José  María  Rangel,  comandante  del  7.*^  batallón.  A  la  hora  indicada 
por  el  general  Escobedo,  se  presentó  Miguel  López,  conducido  por  Ran- 
gel;  yo  lo  recibí  y  lo  presenté  inmediatamente  al  general  Velez. 
Tuvieron  una  corta  entrevista  y  el  General,  poniendo  á  mi  disposición 
el  batallón  de  Nueva  León,  me  ordenó  me  dejase  guiar  por  López  y 
siguiese  estrictamente  sus  indicaciones.  Marché  á  la  cabeza  de  dicho 
batallón,  acompañado  por  López,  por  el  teniente  coronel  Nosti  y  los 
ayudantes  Joaquín  Cuevas  y  Trinidad  Vázquez:  penetramos  en  el 
cementerio  y  sorprendimos  tres  destacamentos  enemigos,  situados  en 
diferentes  puntos.  La  misma  operación  fué  ejecutada  en  las  alturas  del 
fuerte  del  cual  nos  apoderamos,  así  como  de  la  artillería,  haciendo 
prisionera  á  la  guarnición. 

»A1  bajar  del  convento,  encontré  al  Emperador  vestido  de  paisano  y 
únicamente  acompañado  por  el  general  Castillo;  ordené  á  mis  soldados 
los  dejaran  pasar  y  obré  así  con  la  convicción  que  para  ellos  no  había 
salvación:  cuando  lo  juzgue  necesario  daré  las  razones  que  me  movieron 
para  no  prenderlos. 

»E1  general  Velez,  situado  en  punto  conveniente,  me  comunicó  las 
«h'denes,  y  habiéndole  dado  parte  del  éxito  de  la  empresa,  me  ordenó 
adelantase  hacia  el  convento  de  San  Francisco,  siempre  acompañado 
por  López;  ejecuté  esta  orden  y  obtuve  la  rendición  de  algunas  tropas, 
entre  las  cuales  se  contaba  un  regimiento  de  húsares  húngaros,  llama- 
dos, según  me  dijo  López,  Guandias  de  la  Emperatriz. 

» Estando  ya  en  nuestro  poder  el  convento  de  San  Francisco,  dio  el 
general  Escobedo  orden  para  ocupar  la  plaza ,  terminándose  así  aquella 
memorable  jornada. 

»Tal  es  la  verdad  en  resumen,  pero  fiel  y  exacta,  que  no  pueden  dis- 
frazar la  traición  ni  las  pasiones  de  partido. 

>  J.  ]\r.  RiNcé)x  Gallardo  >. 


La  ocupación  de  Querétaro,  entregó  prisioneros  al  desventurado 
Maximiliano,  á  Miraniíni  y  á  Megía. 

Sabedor  Juárez  de  aquel  trascendental  suceso,  dispuso  que  fueran  juz- 
gados los  presos  conforme  á  la  ley  del  25  de  Enero  de  18G2,  y  con  la 
entereza   del   que  cumple  con  un   sagrado  deber,  se  negó,  pronunciada 

*  13 


1!)4  AMERICANOS    CÉLEBRES 

la  sentencia ,  á  conceder  el  perdón  y  contuvo  el  natural  impulso  que  le 
dictaba  la  clemencia 

En  29  de  Mayo  de  1867,  en  comunicación  dirigida  al  general 
Escobedo,  decía  el  archiduque  Maximiliano:  ^ 

«Llegó  vez  en  que  dudé  de  la  firmeza  y  consolidación  de  un  trono,  y 
como  mi  única  mira  al  ocuparlo,  ha  sido  el  bien  y  la  felicidad  de  Méjico, 
me  ausenté  de  la  capital  y  me  detuve  en  Orizaba ,  para  pensar  y  escoger 
con  más  detenimiento  y  madurez  una  resolución  definitiva:  libre  ya  de 
toda  presión  extranjera,  llamé  en  mi  auxilio  á  los  Consejos  de  Ministros  y 
de  Estado,  á  quienes  expuse  con  franqueza  los  fundamentos  de  mis  dudas: 
oído  su  parecer  me  resolví  á  volver  á  la  capital ,  decidido  á  convocar  un 
Congreso  para  explorar  la  voluntad  nacional:  invencibles  obstáculos  que 
á  nadie  se  ocultan,  frustraron  mi  designio;  marché  entonces  á  ponerme 
al  frente  del  ejército  del  interior,  no  con  el  exclusivo  objeto  de  sostener 
mi  trono  con  las  armas ,  sino  con  el  de  provocar  siempre  un  desenlace 
pacífico  y  honroso,  un  medio  que  pusiese  término  á  las  diferencias,  sin 
efusión  de  sangre;  pero  muy  á  mi  pesar,  trabóse  en  esta  ciudad  una 
lucha  terrible  en  la  que  he  sucumbido». 


XY 


El  19  de  Junio  de  1867,  presentaba  el  cerro  de  las  Camj)anas,  aspecto 
solemne,  imponente,  terrible. 

Maximiliano  de  Hapsburgo  y  los  generales  Miramón  y  Megía, 
morían  víctimas,  el  primero  de  la  tenebrosa  política  de  Napoleón  III,  y 
'los  segundos  del  funesto  empeño  de  un  partido  que  anegó  en  sangre  la 
República  y  agotó  su  riqueza 

Cuando  los  tres  pelotones  hicieron  fuego,  cayeron  Mirannni  y  Megía, 
pero  Maximiliano  no  habia  muerto,  y  exhaló  tres  gritos  de  agonía.  ^ 

'     Ji'AX  i>E  Dios  Akias:  Rese.ñn  histórica,  Méjico.  18)7. 

'■^    Leclercq  dice  también,  (jiie  señalaban  el  sitio  en  donde   tnvo  Ingar  el  drama  histórico,  tres  cruces  y  dos 
montones  de  piedras,  que  ya  no  e.xisten,  según  en  \SV>  aseguraba  el  citado  escritor  francés. 

También  dice  en  su  libro.  Viaje  á  Méjico,  qiie  el  convento  de  Capuchinos  que  sirvió  en  (¿nerétaro  do  cArccl 
al  archiduqvie  Maximiliano,  es  hoy  un  cuartel. 


BKNITO    .irÁREZ  11)5 

El  21  de  Junio  ocupó  á  Méjico  el  o'eneral  Porfirio  Díaz,  y  el  20  de 
Julio,  entraba  el  Sr.  Juárez  en  la  capital  de  la  República,  acompañado 
por  la  admiración  «¿eneral  y  el  respeto  debido  á  sus  altos  méritos. 

Las  repúblicas  americanas,  las  naciones  europeas,  le  demostraron 
sincero  entusiasmo  y  simpatías,  y  convocado  el  Congreso,  fué  electo 
Presidente  para  el  nuevo  período;  la  gran  mayoría  de  votos  demostró  la 
confianza  de  aquel  pueblo  en  el  salvador  de  la  libertad  y  en  el  regene- 
rador de  sus  instituciones. 

En  la  nueva  era  surgieron  divisiones,  malestar  y  turbulentos  suce- 
sos; pero  aun  en  medio  de  la  intranquila  superficie  del  mar  de  la 
política,  se  consagró  Juárez  á  encauzar  varios  ramos  de  Administración 
que  se  encontraban  desorganizados  ó  suspensos,  efecto  de  la  cruenta 
batalla  (pie  el  país  había  sostenido. 

Fijaba  su  atención  la  anarquía  de  los  Estados,  los  atropellos  y  los 
desórdenes  que  eran  frecuentes;  y  las  facultades  extraordinarias  de  que 
había  estado  investido  hasta  su  reelección,  las  empleó  en  organizar  la 
instrucción  pública  en  general,  en  crear  escuelas  de  Ingenieros,  de  Medi- 
cina, de  Bellas  Artes,  Jurisprudencia,  Agricultura  y  otras  varias.  Los 
privilegios  para  la  construcción  del  ferrocarril  de  Méjico  á  Veracruz ,  y 
del  istmo  de  Tehuantepec  fueron  renovadas;  también  reorganizó  los 
tribunales. 

Una  de  las  cualidades  culminantes  en  el  Sr.  Juárez,  fué  la  modera- 
ción y  la  prudencia  que  presidían  todos  sus  actos.  Recorriendo  la  histo- 
ria contemporánea  de  las  repúblicas  hispano-americanas,  se  destacan  los 
abusos  cometidos  por  aquellos  hombres  á  quienes  circunstancias  espe- 
ciales han  concedido  omnímodo  poder;  Juárez,  jamás  abusó  de  la 
supremacía  que  le  otorgaba  el  país. 

Serios  trastornos  conmovieron  de  nuevo  á  la  República ,  y  la  subleva- 
ción de  Negrete  y  Rivera ,  el  desacuerdo  del  gobernador  de  Querétaro  y 
la  sorda  protesta  contra  varias  de  las  disposiciones  del  Gobierno,  los 
motines  de  Puel)la  de  Sinaloa,  Jalisco,  Durango  y  Guanajuato,  agitaron 
los  ánimos,  paralizando  el  comercio  y  renovando  la  intranquilidad 
general. 

La  tea  de  la  discordia  y  la  guerra  civil ,  amenazaron  una  vez  más  al 
desdichado  Méjico,  y  el  año  de  1869  corrió  entre  pronunciamientos  y 
calamidades  públicas. 

Juárez,  exento  al  cansado  que  debía  producir  en  su  espíritu  el  estado 


196  AMERICANOS    CIÓLEBRES 

anormal  de  tan  largos  años,  luchó  de  nuevo  por  el  orden  y  por  sostener 
el  régimen  liberal,  y  si  bien  el  Congreso  le  había  negado  las  facultades 
extraordinarias  para  combatir  á  los  revoltosos,  de  nuevo  necesitó  apelar 
á  ese  recurso  para  restablecer  la  calma  y  concluir  con  las  exigencias  de 
los  partidos,  ante  los  cuales  guardó  siempre  Juárez  la  dignidad  y  enér- 
gica actitud  propia  de  su  alto  puesto. 

Sofocada  la  rebelión,  se  presentó  nuevo  motivo  de  disturbios.  Las 
elecciones  para  presidente;  y  en  ellas  el  sufragio  estaba  dividido  entre 
los  señores  Lerdo  de  Tejada,  Juárez  y  Porfirio  Díaz. 

Volvieron  los  motines  á  poner  trabas  á  la  marcha  del  Gobierno,  y  los 
revoltosos  apelaron  á  las  armas  para  impedir  la  reelección  de  Juárez, 
(piien,  deseoso  de  llevar  á  cabo  la  grande  obra  de  la  reforma  y  reorga- 
nización del  país,  aceptaba  la  idea  de  sus  partidarios,  aun  cuando  el 
mando  hubiera  tenido  para  él  tanto  desasosiego  y  amargura. 

En  Octubre  de  1871,  el  Congreso  proclamó  como  jefe  de  Estado,  al 
Sr.  Juárez  por  mayoría  de  votos;  pero  el  partido  porfirista,  haciendo 
al  Estado  de  Oaxaca  centro  de  sus  operaciones,  se  declaró  en  rebelión 
contra  el  Gobierno,  y  el  caudillo  Porfirio  Díaz,  dio  su  manifiesto  desde 
su  hacienda  de  la  Noria,  proponiendo  una  junta  de  Notables  para  cons- 
tituir al  país. 

Los  generales  Rocha  y  Alatorre,  salieron  á  sofocar  la  revolucnni ,  v 
derrotaron  el  primero,  las  fuerzas  de  Treviño  en  Nueva  León,  y  el 
segundo,  las  de  Oaxaca. 

Entre  tanto,  y  creyéndolo  de  absoluta  necesidad,  se  promulgó  la  ley 
de  amnistía  para  delitos  políticos,  combatida  hacía  largo  tiempo:  pero 
los  ánimos  estaban  exaltados  y  rebocaba  el  descontento,  y  aquella  ley  no 
dio  el  resultado  apetecido. 

Por  entonces,  y  unido  al  desaliento  político,  sufrió  el  Sr.  .Juárez 
profundísimo  pesar,  causado  por  la  muerte  de  su  digna  compañera 
D.'''  Margarita  Maza. 

Terrible  fué  la  herida,  y  la  salud  del  Presidente,  ya  muy  alterada,  se 
resintió  más  aún;  pero  sin  inspirar  temor  de  próximo  desenlace. 


BESITO    JUÁREZ  197 


XYI 


Eli  la  noche  del  18  de  Julio  de  1872,  sintióse  Juárez  triste,  abatido  y 
enfermo,  por  lo  cual,  se  recogió  más  temprano,  y  después  de  corta 
€onversacióii  con  el  Sr.  Maza,  el  médico  y  otras  personas  que  lo  rodea- 
ban, quedó  como  dormido. 

Nadie  se  atrevió  á  interrumpir  su  sueño;  pero  más  tarde  y  extra- 
ñando tan  profundo  reposo  y  siendo  ya  hora  de  retirarse,  se  acercaron 
á  su  lecho  y  lo  llamaron:  fué  en  vano. 

Aquel  hombre  grande  y  objeto  de  universal  admiración,  ya  no 
existía;  había  muerto  sin  agonía,  sin  sufrimiento. 

Juárez  era  de  pura  raza  india:  tenía  el  color  obscuro,  pómulos  pro- 
nunciados, ojos  negros,  manos  y  pies  pequeños;  era  sereno,  enérgico, 
prudente  y  dotado  de  perseverante  fuerza  de  voluntad. 

Sobresalía  por  la  sencillez  de  sus  costumbres;  era  modesto  y  sin 
ambición  de  honores;  parco  en  la  mesa,  sobrio  en  todo,  verídico  y  hon- 
radísimo, modelo  en  el  hogar  doméstico,  como  lo  era  en  la  vida  pública. 
Su  misión  fué  augusta,  grandiosa.  Su  gloria  pertenece  á  todo  el  Conti- 
nente americano. 

La  calumnia  tenaz,  perseguidora  de  todo  lo  grande,  ha  pretendido 
manchar  la  memoria  de  Juárez,  no  consiguiendo  sino  enaltecerla  más. 

En  la  biografía  de  Maximiliano,  dice  César  Cantú: 

V  Juárez  prometió  á  los  Estados  Unidos  el  territorio  de  Sonora, 
consiguiendo  así,  que  lo  reconociesen  como  Presidente». 

Parece  imposible,  que  tratándose  de  una  individualidad  cuya  vida 
pública  es  tan  conocida,  y  durante  la  cual  brilla  con  todo  su  esplendor  la 
constancia  para  defender  la  integridad  nacional,  y  á  pesar  de  la  resolu- 
ción de  Juárez,  para  no  solicitar — ^sin  embargo  de  lo  crítico  de  las  cir- 
cunstancias,—  la  protección  norte-americana,  se  lleve  el  error  ó  parcia- 
lidad, hasta  el  punto  de  inventar  hechos,  que  por  lo  inverosímiles  ni 
aun  necesitarían  refutarse. 

D.  Benito  Juárez,  Secretario  de  la  Legación  de  Méjico  en  París,  é 
hijo  del  ilustre  patricio  mejicano,  publicó  en  Mayo  de  1885,  una  carta 
que,  tratándose  del  pretendido  despojo  del  territorio,  dice  así: 


198  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XVII 


«  París  '20  de  Mcujo  de  1885  y>. 
»Sr.  Director  del  «Nouveau  Monde»: 

»He  leído  en  estos  días,  el  tomo  que  contiene  los  últimos  treinta  años 
de  la  Historia  Universal,  de  César  Cantú,  (editor  Fermín  Didot,  París); 
en  la  que  se  encuentra  una  biografía  de  Maximiliano.  Por  poco  que  se 
esté  al  tanto  de  los  sucesos  de  aquella  época ,  desde  luego  se  echa  de 
ver  en  ese  escrito,  multitud  de  errores  en  los  nombres^  fechas  y  hechos. 
El  historiador  no  ha  recibido  ning-ún  informe  exacto,  y  jamás  ha  tenido 
en  sus  manos  ninguno  de  los  documentos  indispensables  para  poder 
escribir  una  obra  histórica. 

» Seguro  es  que  personas  más  competentes,  se  encargarán  de  escribir 
un  juicio  crítico  de  la  obra  de  que  se  trata;  pero  entre  tanto,  yo  debo 
no  sólo  hacer  rectificación ,  sino  protestar  enérgicamente  contra 
ciertos  capítulos  referentes  á  mi  padre,  so  pena  de  faltar  á  mis  deberes  de 
hijo,  [pues  que  mi  silencio  parecería  autorizar  aquella  actitud,  (jue  son 
otras  tantas  calumnias. 

»Dice  César  Cantú,  que  mi  padre  Benito  Juárez,  fué  el  jefe  de  una 
cuadrilla,  que  ofreció  el  Estado  de  Sonora  á  los  americanos,  y  ([uc  el 
cadáver  del  archiduque  Maximiliano  fué  devuelto  en  cambio  de  dinero. 

»En  primer  lugar,  mi  padre  no  fué  jefe  de  cuadrilla,  sino  el  jefe  del 
partido  liberal  y  nacional  de  Méjico,  que  luchó  constante  y  enérgica- 
mente por  conservar  la  independencia  y  autonomía  de  la  patria ,  y  fué 
Presidente  de  la  República  por  dos  veces,  elegido  según  las  leyes  consti- 
tucionales del  país. 

» Nunca  ofreció  al  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  del  Norte,  ni  el 
Estado  de  Sonora,  ni  parte  alguna  del  territorio  mejicano,  por  pequeño 
que  fuese.  Por  el  contrario;  siempre  rehusó  el  socorro  de  tropas  regulares 
ó  voluntarias,  que  las  vecinas  repúblicas  hubieran  podido  proporcionar- 
nos en  gran  número. 

»  Como  lo  prueban  muchas  notas  diplomáticas  publicadas  en  aquella 
época  en  América  y  en  Europa,  el  almirante  Tegetthoflf,  ({ue  fué  enviada 


BENITO    JUÁREZ  199 

á  Méjico  para  llevarse  el  cadáver  del  Archiduque,  fué  perfectamente 
recibido  por  el  Gobierno;  y  sin  gasto  alguno,  sin  que  hubiese  tenido  que 
dar  un  centavo  á  nadie,  fuéronle  facilitados  los  medios  necesarios  para 
cumplir  su  misión ,  bajo  las  condiciones  y  formalidades  que  sólo  imponía 
la  razón  de  Estado. 

Todos  los  documentos  relativos  á  esta  traslación  del  cadáver,  fueron 
publicadas  en  el  Diario  Oficial  de  Méjico. 

»Todo  esto  es  la  verdad,  mientras  que  las  apreciaciones  del  autor  de 
la  Historin  de  los  últimos  treinta  años,  son  el  producto  de  un  espíritu 
violento  ó  apasionado,  ó  bien  la  calumnia  inconsciente  de  la  demencia, 
señal  tan  frecuente  en  los  individuos  gastados  por  el  trabajo  intelectual 
durante  muchos  años. 

»Lo  que  en  defensa  del  honor  de  mi  padre  acabo  de  decir,  puedo  pro- 
barlo por  medio  de  documentos  oficiales,  cuando  se  quiera;  mientras 
que  César  Cantú  no  podrá  exhibir  en  apoyo  de  su  narración  la  más 
mínima  prueba ,  y  lo  desafío  en  toda  forma ,  si  esta  carta  llegare  á  su 
poder,  á  que  acredite  la  verdad  de  sus  asertos;  así,  pues,  estoy  en  mi 
derecho  de  repetir,  como  lo  dije  al  principio  de  esta  carta,  que  todo  lo 
(|ue  en  su  obra  se  refiere  á  mi  padre,  no  es  sino  un  tejido  de  calumnias, 
poco  dignas  de  la  reputación  literaria  que  á  fuerza  de  estudios  y  trabajos 
ha  sabido  adquirir. 

» Benito  Juárez  (Hijo)». 


XVIII 


La  cesión  de  Sonora  se  propaló  por  los  enemigos  de  Juárez  y  se 
extendió  por  Europa,  pues  que  el  general  O'Donnell,  Duque  de  Tetuán, 
dijo  en  plena  Cámara  en  24  de  Diciembre  de  18G2. 

«Juárez,  como  mejicano,  tiene  para  mí  una  mancha  que  jamás  podrá 
borrar;  Juárez  ha  firmado  un  tratado  por  el  cual  vende  á  los  Estados 
Unidos  dos  provincias  á  título  de  prenda  por  dos  años,  en  garantía  de 
un  empréstito. 

» esa  es  una  mancha  que  no  sé  cómo  mirarán  los  mejicanos:  si 

yo  fuera  mejicano,  no  se  la  perdonaría  jamás». 


200  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Juárez,  con  la  dignidad  que  le  era  característica  y  con  la  prudencia,  * 
norte   de  sus  actos,  contestó  á  tan  terrible   insulto   con   las   siguientes 
líneas : 

«PALACIO  NACIONAL. 

»MrJiro,  Fchrero  í?¿*  de  tHO'i. 
»Sr.  Director  del  «Dlvrio  Oficial». 

»Muy  Sr.  mío  y  de  mi  aprecio:  Acabo  de  leer  en  el  Monitor  RepuJdi- 
cfuio  de  hoy,  el  discurso  que  el  Sr.  O'Donnell,  Presidente  del  Consejo  de 
Ministros  del  Gobierno  español,  pronunció  en  la  discusión  del  proyecto 
de  contestación  al  discurso  de  la  Corona ,  y  he  visto  con  sorpresa  entre 
otras  especies  inexactas,  que  el  Sr.  O'Donnell  vierte,  sobre  el  modo  de 
juzgar  á  los  hombres  y  las  cosas  de  Méjico,  las  siguientes  frases:  «Juá- 
rez, como  mejicano,  tiene  para  mí  una  mancha  de  las  que  no  se  borran 
jamás:  la  de  haber  querido  vender  dos  provincias   de   su  patria  á  los 

Estados  Unidos» Esta  acusación  hecha  por  un  alto  funcionario  de 

una  nación,  y  en  un  acto  demasiado  serio  y  solemne  en  que  el  hombre 
de  Estado  debe  cuidar  de  que  sus  palabras  lleven  el  sello  de  la  ver- 
dad, de  la  justicia  y  de  la  buena  fe,  es  de  suma  gravedad,  porque 
pudiera  sospecharse  que  por  razones  del  puesto  que  ocupa,  posee  docu- 
mentos que  comprueban  su  dicho,  lo  que  no  es  cierto.  Queda  autorizado 
el  Sr.  O'Donnell,  para  publicar  las  pruebas  que  tenga  sobre  este  nego- 
cio. Entre  tanto,  cumple  á  mi  honra  manifestar,  que  el  Sr.  O'Donnell, 
se  ha  equivocado  en  el  juicio  que  ha  formado  de  mi  conducta  oficial;  y 
yo  autorizo  á  V.,  señor  Redactor,  para  que  desmienta  la  imputación  que 
con  tanta  injusticia  se  hace  al  primer  jefe  del  Estado . 

»Soy  de  Y.,  señor  Redactor,  su  atento  servidor. 

» Benito  Juárez». 


El  Sr.  D.  M.  M.  Zamacona,  decía  en  el  Diario  Oficial.,  á  continuación 
de  la  carta  que  antecede: 

«La  suceptibilidad  característica  del  presidente  déla  República  en 
la  materia  en  que  tratamos,  nos  explica  la  premura  con  que  apenas  lle- 
gadas las  últimas  noticias  de  Europa,  se  ha  movido  á  hacer  por  sí 
mismo  y  en  cartas  de  su  propio  puño,  la  explicación  que  acabamos  de 


BENITO    JUÁREZ  201 

insertar.  Con  ella  invita  al  Sr.  Mariscal  O'Donnell,  á  publicar  los  datos 
<[ne  ha  tenido  para  atribuir  al  Presidente  de  Méjico,  la  intención  de 
enajenar  parte  de  nuestro  territorio,  y  nosotros  estamos  seguros,  que 
esos  datos  nunca  verán  la  luz,  porque  es  imposible  producir  la  prueba  de 
lo  que  jamás  ha  acontecido.  Esto  lo  sabe  toda  la  República,  y  á  no  ser 
indigno  del  jefe  de  la  nación  apelar  á  testigos,  habría  podido  invocar  el 
testimonio  de  ocho  millones  de  mejicanos. 

»E1  Sr.  Mariscal  O'Donnell,  reproduce,  sin  saberlo,  una  de  esas 
calumnias  que  los  enemigos  personales  del  Presidente  han  ido  á  propa- 
gar á  Europa,  desengañados  de  que  su  carácter  inverosímil  y  absurdo, 
las  hace  de  imposible  circulación  en  Méjico.  Alguna  vez  se  ha  intentado 
a([uí  mismo  esgrimir  esas  armas  contra  la  persona  del  jefe  actual  de  la 
nación :  pero  una  vindicación  victoriosa  ha  sido  el  resultado  inmediato, 
y  la  opinión  pública  ha  pagado  su  acostumbrado  tributo  á  la  justicia  y 
confundido  al  calumniador». 

Parécenos  que  la  razonada  carta  del  ilustre  mejicano,  daba  una 
lección  á  los  políticos  europeos,  que  con  ligereza  suma  emiten  á  veces 
y  con  frecuencia  injustas  opiniones  relativas  á  los  países  hispano-ameri- 
canos,  y  sin  conocimiento  de  causa. 


Ya  anteriormente  el  ilustre  D.  Francisco  Zarco,  director  del  perió- 
dico El  Si(/Jo  XÍX^  se  había  ocupado  del  asunto  de  Sonora,  y  de  su 
artículo  copiamos  algunos  párrafos. 

«El  país  entero  recuerda,  sin  duda,  las  aflictivas  circunstancias  que 
rodearon  al  Gobierno  constitucional  en  los  primeros  días  de  su  perma- 
nencia en  Yeracruz,  cuando  el  desaliento  reinaba  en  los  puntos  someti- 
dos á  la  reacción,  donde  en  verdad  los  liberales  no  abundaban  tanto 
como  hoy.  Era  congojosa  la  situación  interior  de  la  República;  era 
desesperada  su  situación  exterior,  después  de  haber  sido  reconocido  el 
simulacro  de  poder  que  creó  la  facciíui  tacubaista  como  gobierno 
legítimo  del  país,  gracias  á  las  intrigas  de  un  diplomático  europeo  de 
inolvidable  memoria. 


202  AMERICANOS    CÉLEBRES 

» Entonces  se  vio  como  una  esperanza,  como  una  ventaja,  que  el 
Gobierno  constitucional  log'rara  el  ser  reconocido  por  los  Estados  Unidos 
de  América,  prometiéndose  el  partido  liberal,  que  el  ascendiente  moral 
de  la  vecina  República,  su  interés  mercantil  y  aun  su  apoyo  físico,  fue- 
ron auxiliares  de  la  causa  nacional  y  apresuraron  el  triunfo  de  los  bue- 
nos principios. 

»De  esta  aspiración,  que  llegó  á  ser  general  en  los  liberales  más 
patriotas  é  ilustrados,  hubo  uno  que  no  participó  de  ella,  que  se  negó 
abiertamente  á  llamar  en  su  auxilio  tropas  extranjeras,  ya  fuesen  del 
ejército  regular  de  los  Estados  Unidos,  ya  voluntarios. 

»E1  hombre  que  creía  que  este  arbitrio  era  contrario  al  decoro  nacio- 
nal; el  hombre  que  previo  peligros  para  la  independencia  en  este  recurso 
extremo;  el  que  no  desesperó  del  pueblo  mejicano,  creyendo  que  solo  v 
sin  extraño  auxilio  había  de  reconquistar  su  libertad  y  sus  instituciones, 
fué  el  Presidente  de  la  República ,  y  gracias  á  su  resistencia  tenaz  y 
obstinada,  fracasó  la  idea  de  todo  tratado  de  Gobierno  á  Gobierno  y  de 
todo  contrato  con  particulares  que  tuviera  por  objeto  la  venida  á  la 
República  de  fuerzas  extranjeras  que  siguieran  las  banderas  consti- 
tucionales. 

>>E1  Sr.  Juárez  mereció  entonces  de  muchos  de  sus  amigos  la  califica- 
ción de  obstinado  y  pertinaz,  que  se  repitió  más  tarde  cuando  con  el 
mismo  tesón  se  negó  á  aceptar  la  conciliación  con  los  reaccionarios  y  la 
mediación  de  las  potencias  extranjeras,  en  el  arreglo  de  nuestras  cuestio- 
nes interiores.  Dos  ideas  capitales  inspiraban  el  ánimo  del  Presidente; 
un  celo  escrupuloso  por  la  independencia,  por  la  nacionalidad  de  su  país 
y  por  la  integridad  de  su  territorio,  y  una  confianza  ilimitada  en  el 
triunfo  de  la  opinión  pública,  y  en  que  el  pueblo  por  sí  solo  había  de 
recobrar  sus  derechos  sin  la  mengua  del  auxilio  extranjero». 

Un  servidor  del  infortunado  Archiduque,  D.  Francisco  Arrangoiz,  en 
su  obra  Méjico  desde  1808  hasta  1867,  da  por  cierto  que  una  de  las  prin- 
cipales causas  que  movieron  á  Napoleón  III  para  la  descabellada  inter- 
vención, «fué  apoderarse  del  Estado  de  Sonora,  ^  establecimiento  colonial, 
que  habría  sido  una  adquisición  grande  y  útilísima  para  la  Francia  y>. 

'     Página  143,  tomo  iii. 


hf:nito  JUÁREZ  203 

Más  adelante  añade:'  <Las  minas  de  Sonora  eran  el  neg-ocio  que 
tenía  más  aficionados;  ignoraban  éstos  como  ignoraban  entonces  los 
mejicanos,  que  Napoleón  había  tomado  sus  medidas  para  convertir  en 
colonia  francesa  á  aquel  Estado». 

D.  Matías  Romero,  Ministro  de  Méjico  en  Washington,  se  dirigía 
en  Febrero  de  1865  al  secretario  William  Seward,  protestando  «contra 
la  cesión  que  el  Archiduque  de  Austria,  Fernando  Maximiliano,  ha 
hecho  ó  está  para  hacer  al  Gobierno  francés  de  varios  de  los  Estados  de 
la  República  mejicana».  - 


XX 


No  solamente  se  han  cometido  graves  errores  tratándose  del*  Sr.  Juá- 
rez en  el  terreno  de  la  integridad  nacional,  sino  también  en  otros  de 
alta  trascendencia  para  la  honrosa  memoria  del  egregio  ciudadano. 

El  respetable  historiador  César  Cantú,  amigo  y  profesor  de  Maximi- 
liano, no  imparcial  en  sus  juicios,  dice  al  ocuparse  de  la  entrega  de  los 
restos  del  infortunado  príncipe : 

«El  cadáver  de  Ma.riniHiano,  que  .se  habían  eoniproinetido  á  entregar  /o.s* 
matadores  del  prtiieipe,  lavo  que  rescatarse  á  fuerza  de  ruegos  g  dinero,  á 
aquella  oligarquía  sin  honra  g  sin  erttrañasy>. 

El  historiador  Sr.  D.  Aniceto  Zamacois,  en  su  Historia  (general  de 
Méjico,  manifiesta  que: 

«El  gobierno  de  I).  Benito  Juárez,  guardó  con  el  cadáver  del  emperador 
Maximiliano  las  más  distinguidas  consideraciones,  //  se  mostró  atento,  des- 
interesado g  afable  con  el  personaje  enviado  por  el  emperador  de  Austria  para 
llevar  el  cuerpo  de  su  desgraciado  hermano  ». 

«El  cadáver  de  Maximiliano, — añade  el  Sr.  Zamacois, — estaba 
vestido  de  negro  y  acostado  sobre  almohadones  de  terciopelo,  en  ataúd 
de  palo  de  rosa ,  trabajado  de  una  manera  elegante  que  revelaba  el  buen 
Í>"usto  V  la  laboriosidad  del  constructor».  ^ 


'     Página  153,  tomo  ni. 

•^    La  corresiiondoncia  do  la  Logacióu  mojioana  en  Washington,  tomo   v,  contieno  curiosísimos   detalles- 
é  importantes  noticias  de  aquella  (''pooa. 

3    Esta  caja  es  la  misma  iine  tiene  hoy  el  Archiduque  en  el  panteón  de  familia  en  Viena. 


í204  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Xo  }iay,  no  puede  haber  quien  dude  ni  haya  dudado  del  acrisolado 
patriotismo  del  hombre  que  salvó  á  la  Eepública  mejicana ,  y  que  era 
incapaz  de  hacer  de  una  cuestión  de  honra,  cuestión  de  dinero. 

El  Presidente  de  la  República  dispuso  la  siguiente  afirmación ,  para 
que  nunca,  ni  por  nadie,  pudiera  ser  empañada  la  memoria  de  Juárez: 

://'  Que  Juárez  no  hizo  trato  alguno  con  los  Estados  Unidos^  vendiendo, 
cediendo  ó  empeñando  ni  á  Sonora  ni  d  ningún  otro  Estado,  territorio  de  la 
Repúhliea ;  "-J.^,  que  fué  de  todo  punto  falsa  la  aseveración  acogida  por  César 
Cantú^  de  que  Juárez  g  su  Gobierno  vendieran  el  cadáver  de  Maximiliano. 


XXI 


Los  restos  del  Archiduque  fueron  entregados  al  almirante  Tegetthoíf. 
El  cadáver,  perfectamente  embalsamado,  fué  conducido  á  bordo  de  la 
fragata  Novara,  habiéndose  tomado  todas  las  precauciones  para  que  el 
movimiento  del  viaje  por  tierra  y  mar,  no  pudiera  descomponer  ni  las- 
timar con  su  sacudimiento  los  restos  del  archiduque  de  Austria. 

<  El  Gobierno  mejicano  ha  creído  de  su  deber  en  esta  ocasión,  no 
economizar  gasto  alguno,  y  proceder  con  el  lujo  y  el  decoro  que  corres- 
ponde á  la  nación  que  representa,  y  si  algo  puede  decirse  en  Europa 
en  las  actuales  circunstancias  respecto  de  nuestra  conducta,  es  que  si 
una  imperiosa  necesidad  política  obligó  á  Méjico  á  aplicar  la  última 
pena  á  un  invasor  extranjero,  Méjico,  sin  embargo,  sabe  imponer  silencio 
á  sus  pasiones  en  presencia  de  un  sepulcro.  Con  la  devolución  que  hace- 
mos á  la  Europa  del  cadáver  de  Maximiliano,  ocurren  profundas  y 
graves  reflexiones,  y  la  historia  ofrece  una  lección  que  debe  aprove- 
charse, ya  que  la  suerte  de  Iturbide  no  enseñó  nada  útil  á  los  enemigos 
de  las  libertades  de  Méjico.» 

Así  se  expresaba  el  Diario  oficial  del  Gobierno  Supremo  de  la  Repú- 
blica. 

Corresponde  al  domingo  10  de  Noviembre  1867,  tomo  1.^,  número  83. 

El  Gobierno  costeó  todos  los  gastos  del  embalsamamiento,  habiendo 
pagado  á  cada  uno  de  los  tres  que  tomaron  parte  en  aquel  delicado 
asunto,  dos  mil  pesos  como  honorarios  de  su  trabajo,  y  al  doctor  Ignacio 
Rivadeneira,   mil  pesos  como  gratificación.  Además  de  estos  honorarios 


BENITO    JUÁREZ  205 

se  originaron  otros  gastos  que  fueron  religiosamente  pagados  por  el 
(xobierno  del  señor  Juárez. 

Ha  quedado,   pues,    completamente  desmentida   la  calumnia  que  el 

príncipe  Salm-Salm.   que  fué  hecho  prisionero  en  Querétaro,  asentó  en 

sus  memorias,  en  las  cuales  dice  tratándose  del  cadáver  del  Emperador: 

Lo  guardó  el  Gobierno  republicano  para  una  especulación  baja.  »  Es  de 

notar  que  el  príncipe  debió  su  vida  á  la  clemencia  de  Juárez. 

Con  los  detalles  que  anteceden ,  hemos  completado  el  bosquejo  bio- 
gráfico del  inmortal  patricio  mejicano.  Su  gloria  sin  mancha,  sin  nubes 
V  sin  ocaso,  brillará  más  pura  y  más  radiante  en  las  edades  venideras; 
la  historia  justa  é  imparcial,  lo  ha  colocado  ya  en  el  santuario  de  sus 
predilectos,  y  con  caracteres  indelebles  transmitirá  á  los  pueblos  como 
noble  ejemplo,  sus  virtudes,  su  nombre  y  su  abnegado  y  sublime  patrio- 
tismo. 


MANUEL   PARDO 


;AY  páginas  en  la  historia  ele  los  pueblos,  que  apare- 
cen radiantes  y  llenas  de  luz  á  pesar  del  fúnebre 
crespón  que  las  cubre,  y  éste,  realzándolas,  destaca 
los  hechos  y  los  presenta  á  las  futuras  generaciones 
puros  y  brillantes  como  joya  valiosa  incrustada  en 
sombrío  jaspe. 

Ajenos  á  las  pasiones  políticas  que  dominaron  al  Perú  durante  la 
vida  pública  de  D.  Manuel  Pardo,  imparciales  y  verídicos  en  nuestros 
juicios,  vamos  á  trazar  no  una  completa  biografía,  que  para  ello  nos 
creemos  faltos  de  hábil  pluma  y  de  elocuente  palabra ,  sino  un  boceto 
de  la  existencia  del  doctísimo  limeño. 

Considerábanse  como  héroes  en  la  antigüedad,  á  los  hombres  que  á 
favor  de  incesante  lucha,  ceñían  su  frente  en  el  campo  de  batalla  con  el 
laurel  de  la  victoria,  y  subyugaban  naciones  y  razas  por  la  ley  del  más 
fuerte  ó  por  noble  deber  de  justicia. 

Hoy  son  heroicas  también  las  inteligencias  consagradas  al  bien  ge- 
neral, á  extender  la  luz  de  la  ilustraci(5n,  á  defender  innovaciones  gran- 
diosas y  útiles,  á  gobernar  los  pueblos  con  sabias  leyes,  y  á  dotarlos 
con  nobles  instituciones  y  sólido  prestigio. 

Bolívar,  fué  un  héroe  dando  libertad  á  los  pueblos  americanos,  y  lo 
fué  también  Portales,  por  el  impulso  que  prestó  á  la  preponderancia  de 
Chile  y  al  orden  interior  del  país. 


MANUEL    PARDO 


MANUEL    l'ARDO  207 


JI 


Pocas  son  aquellas  personalidades  contemporáneas  que  nos  hemos 
propuesto  presentar  en  nuestra  galería  de  americanos  célebres,  porque 
á  la  verdad,  á  raíz  de  los  acontecimientos,  no  existe  aun  el  imparcial 
criterio,  hijo  del  tiempo,  ni  el  razonado  fallo  de  la  posteridad. 

Pero  hemos  pensado  que  tampoco  debemos  omitir  el  hacer  mención 
de  hombres  que  por  su  talla  política,  marcan  una  época  en  su  patria  y 
lian  tenido  poderosa  influencia  en  el  camino  del  progreso  moral 
y  material. 

La  alegre  ciudad  de  los  Reyes ,  la  coqueta  y  animada  Lima ,  fué 
cuna  de  D.  Manuel  Pardo,  el  12  de  Agosto  de  1834. 

Su  padre  D.  Felipe  Pardo  y  Aliaga,  era  no  sólo  ilustre  por  su  familia, 
sino  más  todavía  por  la  elevación  de  su  talento  literario  y  por  la  con- 
sagración á  los  intereses  patrios. 

La  madre  del  procer  peruano  D."  Petronila  Lavalle  de  Pardo,  ^  era 
señora  de  grandes  virtudes,  alegría  del  hogar  doméstico  y  consuelo  del 
hombre  que  ya  en  el  ocaso  de  la  vida,  abatido  por  las  decepciones  polí- 
ticas y  por  los  males  físicos,  no  tenía  más  rayo  de  sol  que  el  amor  de 
su  familia. 


III 


Las  crisis  y  revoluciones  que  se  han  sucedido  en  la  mayoría  de  las 
repúblicas  hispano-americanas,  han  creado  grandes  diñcultades  para  los 
hombres  públicos  y  ha  sido  tan  deshecha  la  tempestad  de  los  partidos, 
que  en  ella  han  naufragado  pensamientos  elevadísimoS;,  y  ha  surgido  del 
borrascoso  oleaje  la  ingratitud  hacia  los  más  esclarecidos  servidores  de 
la  })atria,  y  terribles  desengaños  para  aquellos. 

Trastornos  políticos  de  gran  consideración,  llevaron  á  Chile  á  don 
Felipe  Pardo;  y  su  hijo  Manuel,  muy  niño  entonces,  hizo  sus  primeros 
estudios  en  aquella  república :  más  tarde  los  completó  en  Europa ,  y  ya 

'    En  1878  vivía  aún  la  digna  matrona. 


2U8  AMERICANOS    CKLEBIÍES 

de  regreso  en  el  Perú,  se  dedicó  al  comercio,  aumentando  su  capital 
con  honroso  trabajo  y  acertada  perseverancia. 

La  atención  pública  empezó  á  fijarse  en  D.  Manuel  Pardo,  cuando 
en  1864  fué  uno  de  los  que  llevado  de  ardiente  patriotismo,  firmaron  la 
declaración  de  guerra  á  España;  pero  en  18G5,  la  revolución  restaura- 
radora  contra  el  Gobierno  del  general  Pezet,  que  tenía  por  jefe  al 
general  D.  Ignacio  Prado,  puso  en  relieve  su  elevadísima  inteligencia  y 
vastos  conocimientos  en  todos  los  ramos  administrativos  al  ser  nom- 
brado Ministro  de  Hacienda. 

La  moralidad,  la  economía,  la  probidad  y  reformas  de  gran  tras- 
cendencia, fueron  la  base  de  resultados  benéficos  y  útiles  para  el  Perú. 


IV 


Sin  esfuerzo  y  con  satisfactorio  éxito,  creó  rentas  al  establecer 
impuestos  moderados,  medida  tanto  más  sabia  cuanto  que  encerraba 
doble  objeto:  dar  al  país  recursos  que  fueran  siempre  punto  de  apoyo  en 
difíciles  circunstancias  é  inq^ulsar  el  amor  al  trabajo,  que  decaía  por 
efecto  de  la  natural  riqueza  del  país  y  de  la  facilidad  con  la  cual  se 
creaban  intereses  particulares. 

Durante  dos  años,  viudas,  huérfanos,  cesantes  y  retirados,  cobraron 
sus  haberes  con  exacta  puntualidad;  pero  se  suprimieron  las  subven- 
ciones y  los  sueldos  que  había  otorgado  el  favoritismo. 

En  dos  años  crecieron  las  entradas  de  aduanas  y  los  precios  del 
guano,  y  con  tal  sabiduría  manejó  D.  Manuel  Pardo  la  Hacienda,  que 
casi  alcanzó  á  nivelar  los  gastos  públicos  con  las  entradas. 

Por  ese  medio,  el  general  Pardo,  ante  la  Asamblea  Constituyente  en 
1867,  exclamó:  «Os  traigo  honra,  gloria  y  Hacienda y>. 

Pardo  ejerció  en  todo  su  influencia  salvadora,  y  no  es  de  extrañar 
que,  cortando  de  raíz  abusos  y  desterrando  aspiraciones  bastardas,  se 
conquistara  la  gratitud  y  respeto  de  la  mayoría  del  pueblo  peruano, 
pero  también  la  enemistad  rencorosa  y  mezquina  de  los  que  salían 
perjudicados  en  sus  intereses  y  en  sus  ambiciones.   • 

Toda  reforma  encuentra  oposición;  toda  idea  innovadora,  refrac- 
tarios á  ella. 


MANIKI.   i'Auno  200 


Va\  el  libro  de  la  vida  de  I).  ^Manuel  Pardo,  hay  una  página  escrita 
í-Dii  caracteres  de  oro:  la  de  1S()(S. 

Lima  estaba  diezmada  por  asoladora  epidemia,  por  la  fiebre  ama- 
rilla: sus  calles  y  plazas  generalmente  concurridas  y  animadas  se 
A  cían  desiertas.  El  pánico  era  general:  el  luto  y  el  dolor  extendían  su 
dominio  por  todas  partes:  el  llanto  nublaba  los  hermosos  ojos  de  las 
limeñas,  y  con  el  corazón  desgarrado  miraban  su  hogar  vacío,  ú 
á  sus  deudos  más  queridos  luchando  con  la  muerte. 

S(')lo  un  ser  extraordinario  no  temía  al  contagio,  no  se  arredraba 
[)ara  combatirlo,  llevando  su  abnegación  y  sus  cuidados  á  los  hospita- 
les, á  las  casas  de  los  atacados,  secundado  por  un  núcleo  de  hombres 
l)eneméritos,  providencia  de  la  ciudad  de  Lima. 

Era  D.  Manuel  Pardo,  presidente  de  la  Beneficencia,  y  quien  vio 
morir  á  uno  de  sus  hijos  de  la  espantosa  epidemia,  cuyos  gérmenes,  sin 
duda,  había  llevado  él  mismo  á  su  hogar. 

Desde  esa  época,  el  nombre  del  filántropo  limeño  se  grabó  en  todos 
los  corazones,  aumentándose  la  gratitud  cuando  nuevas  calamidades 
})úblicas  necesitaron  de  su  eficaz  auxilio. 


VI 


Preocupado  de  cuanto  tendiera  al  bien  de  la  humanidad,  fundó  una 
casa  para  los  infelices  niños  huérfanos,  creó  el  Hospicio  de  mendigos. 
Salas  de  asilo  para  niños,  al  cuidado  de  Hermanas  de  la  Caridad;  empezó 
la  construcción  del  notable  Hospicio  de  Santa  Rosa,  establecimiento  que 
reúne  grandes  condiciones  higiénicas  y  para  el  cual  había  legado  fondos 
el  filántropo  D.  Pedro  González  Candamo. 

Creó  para  el  pueblo  y  organizó  sabiamente,  la  Caja  de  Ahorros,  que 
es  hoy  banco  seguro  y  fondo  permanente  para  el  artesano. 

I).  ^lanuel  Pardo,  no  omitió  esfuerzo  ni  activa  cooperaci(')n  para  que 
estos  establecimientos  tuvieran  todos  los  adelantos  y  condiciones  nece- 

*  14 


210  AMEKICANOS    CÉLEBRES 


sarias  para  el  bienestar  de  los  desheredados,  y  el  civismo  y  las  virtudes 
del  prohombre  peruano  han  sido  reconocidas  hasta  por  los  eneniio-os. 

Fué  por  entonces  nombrado  Alcalde  municipal,  y  su  crédito  y  pres- 
tigio era  tal,  que  por  primera  vez  se  consio-ui(5  un  empréstito  público  de 
cien  mil  soles.  ^ 

Su  laboriosa  tarea  fué  rica  en  resultados  para  el  país;  la  industria 
le  debió  el  más  amplio  desarrollo;  la  instrucción  pública,  sus  reformas  y 
organización;  mejorando  y  embelleciendo  las  plazas  y  paseos  de  Lima, 
y  poniendo  en  práctica  el  importante  proyecto  de  la  canalización  de  las 
calles,  iniciada  en  tiempo  del  alcalde  Sr.  Bresani,  el  elocuente  apóstol 
del  trabajo,  excitó  la  noble  emulación  de  los  industriales  para  la  primera 
Exposición  del  Perú. 

Era  contrario  al  militarismo  y  aspiraba  á  crear  un  partido  fuerte, 
enérgico  y  digno,  pero  exclusivamente  civil;  lo  organizó  como  bandera 
de  orden  y  de  regeneración,  y  en  él  se  afiliaron  todas  las  clases  sociales, 
todos  los  ciudadanos  honrados,  inteligentes  y  liberales. 


VII 


Llamado  por  el  coronel  presidente  Balta  para  organizar  la  Adminis- 
tración pública,  manifestó  en  más  ancho  campo  su  talento  organizador 
V  la  superioridad  de  su  inteligencia. 

Llegó  el  terrible  y  sombrío  mes  de  Julio  de  1872. 

Un  drama  sangriento,  rápido,  inesperado,  vistió  de  luto  á  la  risueña 
Lima. 

El  puñal  del  asesino  cebándose  en  la  víctima  que  yacía  en  el  pobre 
lecho  de  una  prisión ;  -  el  populacho  desencadenado  y  feroz ;  la  dictadura 
déspota  y  salvaje;  el  encendido  fuego  de  una  hoguera  y  allá  en  el  fondo 
las  altas  torres  de  la  catedral,  de  las  cuales  pendientes  se  balanceaban 
los  cadáveres  del  dictador  Tomás  Gutiérrez  y  de  su  hermano  Silvestre. 

Las  aguas  fuertes  de  Goya,  tal  vez  no  hubieran  prestado  al  cuadra 
toda  su  terrible  verdad. 

La  justicia  popular  es  inexorable  y  cruel. 

•  Duros. 

*  El  presidente  Balta,  asesinado  por  Marcelino  Gutiérrez,  Juan  Patino,  Narciso  Najar  y  tres  oficiales  más:  el 
desgraciado  Presidente  recibió  once  heridas  de  revólver  rifle  é  instrumento  cortante. 


MANUEL    PARDO  211 


VIII 


La  voz  general  designo  á  D.  Manuel  Pardo  para  la  presidencia,  el 
único  que  podía  calmar  y  restablecer  el  orden  en  aquellos  momentos  de 
consternación  y  ansiedad  pública. 

El  2  de  xlgosto  de  1872,  prest(5  juramento  y  tomó  posesión  del 
puesto  que  le  otorgaba  el  voto  popular. 

Sabias  leyes,  honrada  administración,  poderoso  impulso  en  todos  los 
ramos,  creciente  crédito,  dieron  un  ejemplo  único  en  la  historia  de 
América . 

El  partido  civilista,  sin  dinero  y  sin  ejército,  consolidó  la  paz  y  el 
bienestar  de  la  nación,  ayudado  por  la  Guardia  nacional  establecida  ya 
en  toda  la  República. 

El  20  de  Noviembre  de  1872,  quedó  legalmeiite  abolido  el  reclu- 
tamiento. Pero  la  grande  obra  administrativa  del  preclaro  leg'islador, 
fué  la  ley  de  municipalidades:  la  descentralización  es  y  será  la  página 
más  sublime  del  mando  civilista. 

La  reforma  en  las  oficinas  del  Estado,  las  economías,  la  creación  de 
escuelas  normales,  la  severidad  contra  los  abusos,  la  organización  del 
ejército  y  tantas  disposiciones  encaminadas  al  progreso  nacional,  han 
dejado  eterno  recuerdo  de  esos  cuatro  años  en  que  la  gran  figura  polí- 
tica de  D.  Manuel  Pardo,  se  impuso  para  el  bien  del  país. 


IX 


En  aquella  época,  llegué  yo  á  Lima  y  conocí  al  ilustre  Presidente. 
Tenía  seriedad  agradable  y  amena  conversación;  gustaba  de  asuntos 
literarios  y  se  complacía  en  proteger  y  apoyar  todo  pensamiento  instruc- 
tivo y  grande. 

Su  semblante  acusaba  al  hombre  pensador  y  observativo.  Tenía  esta- 
tura regular,  constitución  robusta,  cabello  negro  y  la  mirada  profunda, 
reflejando  la  poderosa  labor  del  entendimiento. 


21-2  AMERICANOS    CÉLEBRES 

El  <>()beriiante,  el  celoso  inaí»'istrado,  desaparecía  en  el  lioo-ar  domés- 
tico: allí  lio  era  sino  esposo  amante  de  la  virtuosa  ^lariana  líarreda, 
de  la  matrona  que  respetaba  toda  la  República,  por  su  noble  dií>'nidad. 
por  su  sencilla  existencia,  por  el  profundo  amor  ;í  I).  Manuel  Pardo 
V  por  sus  sentimientos  maternales. 

El  supremo  magistrado  dejó  el  mando  sin  haber  perdido  nada  de  su 
prestigio:  el  aura  popular  que  acarició  su  elevación,  lo  acompañó  al 
descender  á  la  vida  privada. 

Y  sin  embargo,  tenía  poderosos  enemigos,  émulos  envidiosos  de  su 
popularidad:  por  tres  veces  habían  intentado  asesinarle,  encontrando 
brazos  á  fuerza  de  oro,  «pie  se  prestaran  á  cometer  un  crimen. 

En  cada  nuevo  atentado  recibi()  mayores  muestras  de  consideraci<')n 
A'  de  cariño. 

En  Junio  de  1877,  salió  para  Ohile  alejándose  voluntariamente  de  la 
escena  política ,  para  ([ue  no  mezclaran  su  nombre  en  los  trastornos  y 
luchas  civiles. 

En  1878,  recibi<)  en  suelo  chileno  la  noticia  de  haber  sido  electo 
Senador,  y  poco  después  Presidente  del  Senado. 

En  Agosto  llegó  á  Lima  para  trabajar  en  interés  de  la  patria. 

Se  dijo  que  su  esposa,  viendo  el  encono  de  sus  enemig'os,  se  afectó 
dolorosamente  el  día  de  su  llegada:  tristes  presentimientos  sobrecogie- 
ron su  corazón  amante. 

Las  pasiones  políticas  se  agitaban  como  las  olas  del  mar  embra- 
vecido. 

Sus  enemigos  temían  la  poderosa  influencia,  su  fuerza  de  voluntad 
])ara  refrenar  y  destruir  las  maniobras  contrarias  al  orden  y  al  progreso 
del  país. 

Pardo  era  la  valla,  era  el  escudo  en  donde  se  estrellaba  la  anarquía: 
se  necesitaba  demoler  la  primera  é  inutilizar  al  segundo. 

La  ejecución  del  plan  fué  instantáneo,  las  consecuencias  tristísimas  é 
irreparaliles. 


MAXUKL    l'ARDO  213 


X 


A  las  dos  de  la  tarde  del  día  1(5  de  Noviembre  de  1H78,  D.  ^Manuel 
Pardo  se  dirigía  al  salón  de  sesiones  del  Senado,- después  de  haber  pasado 
})or  la  im})renta  de  El  (loiitrrcio  y  haber  corregido  las  ])ruebas  del  dis- 
curso del  día  anterior,  relativo  al  provecto  de  lev  de  aniortizaci<')n  de 
billetes  ñscales. 

La  guardia ,  formada  para  recibirlo,  le  tributó  los  honores  de  su 
elevado  cargo;  avanzó  algunos  pasos  hacia  el  patio  interior  acompañado 
por  el  senador  Rivas.  En  aquel  instante  se  desprendió  de  las  filas  de  la 
guardia  un  miserable,  el  sargento  Melchor  Montoya,  y  disparó  su  rifle 
;í  tres  pasos  del  Presidente  del  Senado,  a'  por  la  espalda. 

El  doctor  Kivas  sintió  la  rozadura  de  la  bala,  al  propio  tiempo  que 
veía  A'acilar  á  D.  Manuel  Pardo  y  que  palidez  cadavérica  cubría  su 
rostro,  cayendo  poco  después  en  brazos  del  Senador  doctor  Velez,  que 
había  acudido  al  ruido  del  disparo. 

El  crimen  estaba  consumado;  momentos  después,  activas  medicinas 
devolvieron  al  herido  pasajera  energía,  y  con  voz  balbuciente  preguntó: 

—  ¿Quién  me  ha  muerto? 

—  Pn  soldado,  — contest(')  el  doctor  Velez. 

—  Pobre  y  desgraciado,  —  murmure)  Pardo,  añadiendo:  — ¡Que  el 
Congreso  se  acuerde  de  mi  familia!  ¡Tengo  deudas! 

¡Sublime  declaracií'm  del  patricio  honrado!  ¡Moría  pobre! 

Entre  tanto,  la  noticia,  rápida  como  el  relámpago,  había  cruzado 
Lima,  llegando  al  hogar  de  la  víctima;  su  esposa,  loca  de  dolor,  se  diri- 
gió al  Senado  acompañada  por  uno  de  sus  hijos. 

Desgarradora  fué  la  escena  que  tuvo  lugar  en  aquel  templo  de  las 
leyes,  entre  la  atribulada  familia  y  los  (pie  deseaban  evitar  al  insigne 
patricio  el  mayor  tormento  en  la  agonía;  su  despedida  de  tan  queridos 
seres. 

El  Gobierno  decretó  los  honores  de  Presidente  de  la  Pepiiblica,  para 
los  funerales  de  D.  Manuel  Pardo. 

Desde  a([uel  momento  perteneció  á  la  historia  peruana,  de  la  cual 
es  una  de  las  más  brillantes  y  notables  figuras. 


214  AMERICANOS   CÉLEBRES 


XI 


Los  hechos,  despojados  del  carácter  que  presta  la  exaltación  política, 
aparecerán  bajo  su  verdadero  punto  de  vista;  las  generaciones  respeta- 
rán el  nombre  de  D.  Manuel  Pardo,  como  venerado  ejemplo  de  ciuda- 
dano probo  V  de  hombre  honrado  y  justo.  Sublime  aunque  tardía 
recompensa   para   el   talento   y   las  virtudes   cívicas. 

El  2o  de  Septiembre  de  1880,  fué  fusilado  en  Lima  Melchor  Montoya.  ^ 


'  FJ  uiuiia  que  mató  á  J'nrdo. —  En  la  colección  de  armas  del  señor  comandante  de  la  Guardia  mnnicipal  do 
Santiago,  se  encuentra  el  fusil  Con\l)lain.  con  qi\e  el  sargento  Montoya  dio  muerte  al  ex-Presidente  del  Perú, 
don  Manuel  Pardo. 

Fué  hallado  en  xin  subterráneo  que  había  eui  la  Intendencia  do  Lima,  en  la  ópoca  de  la  entrada  á  esa  cajii- 
tal  del  ejército  chileno:  y  con  motivo  del  hallazgo  y  para  dejar  constatada  la  identidad  del  arma  homicida,  se 
levantó  entonces  el  acta  que  va  á  continuación,  la  que  original  se  encuentra  también  en  poder  del  mismo 
señor  comandante: 

«En  Lima,  k  27  días  del  mes  de  Febrero  de  1881.  al  tomarse  inventario  de  la  existencia  de  varios  artículos 
en  los  sótanos  de  la  Intendencia  de  Policía,  fué  descubierto  por  el  sargento  mayor  D.  Julio  García  Videla,  el  rifle 
Comblain  con  que  fué  asesinado  el  ex-Presidente  del  Perú,  D.  Manuel  Pardo. 

»I)icho  i'ifle  tiene  pegado  en  la  culata  un  papel  con  lo  siguiente: 

<;6  de  Noviembre.  Recibí  el  3  de  Diciembre,  remitido  del  batallón  Gendarmes  de  IJin^a.  el  rifle  Com1)lain 
»qiie  fué  del  sargento  Melchor  Montoya.  como  cuerpo  de  delito  y  con  el  que  so  dio  la  muerte  al  ex-Presidento 
»del  Senado  T).  Manuel  Pardo.» 

»Para  constar  la  identidad  del  citado  rifle,  se  levantó  la  presente  acta  ñrmando  todos  los  testigos  que  pre- 
senciaron el  hallazgo  de  dicha  arma. —  Jn-io  Gakcía  V. —  Josí:  Eciievkuuí.Al. —  Fkdkkico  Matuüana. —  Eafaei.  2." 
Gaufias. —  Testigo:  Liías   VALKi!t>.^>  (Df.batks) 


PORFJRIO     DÍAZ 


PORFIRIO    DÍAZ 


Cuando  se  trnta  de  la  salud  de  la  patria  ,  no  se  vacila 
en  exponer  la  vida. 

CoXITCIO. 


t, 


-.-i¿ 


X 


verbo  de  la  libertad  había  ya  arraigado   en  meji- 
cano suelo,  cuando  educábase  en  Oaxaca,  allá  por 
los  ailos  de  1847,  un  niño  destinado  á  ser  el  adalid 
de  la  patria  independencia.  Formábase  el  mancebo 
á  la  sombra  de  sentimientos  liberales  que  abriga- 
ban   aquellos   á   quienes    su   educación   estaba    encomen- 
dada, y  bajo  el  influjo  de  impresiones  y  tendencias  que 
halagaban  su  juvenil  corazón,  desarrollábase  su  fe  repu- 
blicana, robusteciendo  el  creciente  y  sagrado  amor  patrio, 
amor   que   transmitía  é   inculcaba   á   sus   compañeros   de 
colegio,  excitando  en  ellos  ardiente  entusiasmo  y  el  odio 
al  invasor,  que  á  la  sazón  lo  era  el  pueblo  norte-americano. 


ik 


II 


Una  no  interrumpida  serie  de  acontecimientos  políticos  á  cual  más 
transcendentales,  pusieron  en  relieve  algunos  años  más  tarde  las  ideas  y 
aspiraciones  del  joven  oaxaqueño,  cuya  vida  es  un  vasto  panorama  his- 


21G  AMERICANOS    CÉLEBRES 

tórico,  en  el  cual  se  destaca  su  varonil  figura  como  ciudadano,  como 
i^'uerrero,  como  magistrado  y  como  legislador. 

En  esa  existencia  tan  brillante,  tan  útil  á  su  patria,  se  advierte  algo 
más  que  el  valor  del  militar  pundonoroso,  algo  más  (pie  el  cumplimiento 
del  deber,  más  aún  que  el  impetuoso  juvenil  ardor,  que  en  1850  hacía 
sublevar  al  alumno  del  Instituto  de  Oaxaca  '  contra  el  famoso  «Plan  de 
Jalisco»,  que  dio  por  séptima  vez  el  mando  al  general  Santa  Ana,  ([ue 
se  encontraba  á  la  sazón  en  Turbaco  (Colombia). 

En  la  naturaleza  privilegiada  de  Porfirio  Díaz,  se  albergaban  el 
valor  temerario,  el  ardiente  anhelo  de  gloria,  la  energía  y  la  fuerza  de 
voluntad  de  los  héroes. 


III 


En  los  diferentes  cargos  que  desempefnj  al  comenzar  su  carrera 
militar,  reveláronse  las  especiales  condiciones  de  su  carácter,  ([ue 
andando  el  tienqjo  debían  ser  tan  bienhechoras  y  de  tal  valía  para  su 
patria. 

Observador,  activo,  dotado  de  excelente  sentido  práctico  y  poseyendo 
en  alto  grado  el  espíritu  del  progreso,  apenas  el  general  Alvarez  procla- 
mara en  1855  el  «Plan  de  Ayutla»,  cuando  se  le  vi(5  prestar  inq)ortantes 
servicios  á  la  causa  liberal,  desplegando  el  arrojo  del  soldado  ;í  la  vez 
([ue  la  previsi(5n  del  estadista. 

En  el  cargo  de  Subprefecto  del  departamento  de  Ixtlán,  lucln')  sucesi- 
vamente con  la  escasez  de  recursos,  con  las  dificultades  para  organizar 
fuerzas  é  improvisarlas,  abasteciéndolas  con  todo  a(j[uello  de  (¿ue  care- 
cían para  el  necesario  sustento,  el  que  con  frecuencia,  Porfirio  Díaz, 
buscaba  en  el  campamento  enemigo,  conquistándolo  con  su  espada  y  sin 
vacilar  ante  los  peligros  ó  los  sufrimientos. 

Desinteresado  y  leal,  celoso  guardián  de  su  honor  militar  y  de  los 
principios  que  profesaba,  se  le  ve  siempre  y  en  diversas  ocasiones  sacri- 
ficar en  el  altar  de  la  prosperidad  é  interés  general ,  el  suyo  propio,  y 
levantar  en  su  corazón  un  santuario  al  amor  patrio  y  al  deber. 

'     Tenia  ontonces  veintitrés  años:  había  nacido  en  1830. 


PORFIRIO    DÍAZ  217 

Ya  empezaba  la  lucha  de  Reforma  ,  ({ue  durante  larjj^'o  tiempo  caus<> 
tan  serios  trastornos  y  sembró  la  consternación  y  el  luto  en  suelo 
mejicano. 

Llamado  Porfirii^  Díaz  á  las  armas,  se  hizo  cargo  del  segundo  bata- 
llón del  Estado,  en  Diciembre  de  1850,  y  en  lo  de  Agosto  del  año 
siguiente,  derrot(j  en  la  acción  de  Ixcapa  la  numerosa  fuerza  c[ue  man- 
daba el  coronel  Salado,  recibiendo  en  ella  grave  y  i)rofunda  herida  (pie 
puso  en  peligro  su  existencia. 

Apenas  convaleciente,  y  sitiada  Oaxaca  por  los  reaccionarios,  al 
mando  del  español  José  María  Cobos,  se  le  encomendó  la  defensa  de 
Santa  Catalina  con  algunos  ejutecos  y  los  serranos  de  Ixtlán ,  í[ue  volun- 
tariamente se  habían  puesto  bajo  las  órdenes  del  comandante  Díaz. 

í]l  enemigo  estrechaba  el  asedio;  los  víveres  empezaron  á  escasear,  y 
la  disciplina  se  relajaba  por  lo  crítico  de  la  situaci*')n:  la  sagaz  inven- 
tiva y  bizarría  de  Porfirio  Díaz,  lo  condujeron  el  9  de  Enero  de  1808,  al 
asalto  de  una  trinchera  de  los  sitiadores  formada  con  sacos  de  harina, 
de  los  cuales  intentó  apoderarse,  resistiendo  el  incesante  fuego  para  dar 
tiempo  á  la  llegada  de  los  encargados  del  transporte:  éstos  no  llegaron 
y  el  intrépido  jefe  obedeci(^  la  orden  de  retirada. 

Pocos  días  después,  el  1(5  de  Enero  de  1808,  triunfó  en  Oaxaca  la 
causa  de  la  Reforma,  y  en  Febrero  del  mismo  año,  el  joven  y  ya  bene- 
mérito oaxacpieño,  alcanz()  mi  brillante  triunfo  en  Jalapa  contra  los 
reaccionarios  á  las  órdenes  de  (V)bos.  Ocupada  la  ciudad  de  Tehuante- 
pec,  ascendido  el  vencedor  á  teniente  coronel,  se  le  confirió  el  mando 
militar  del  departamento,  puesto  en  aquella  época  muy  peligroso  y  de 
alta  responsabilidad,  pues  los  elementos  para  la  defensa  se  reducían  á 
ciento  cincuenta  hombres,  nn  cortísimo  número  de  pertrechos  de  guerra 
y  absoluta  falta  de  dinero. 

Al  recorrer  y  estudiar  la  hermosa  carrera  del  general  Porfirio  Díaz,- 
encontramos  en  ella  algunos  puntos  de  contacto  con  la  del  ilustre  gene- 
ral venezolano  José  Antonio  Páez:  en  ambos  se  reí>"istran  hechos  de 
temerario  valor,  de  intrepidez  heroica,  de  ingeniosa  estrategia  militar  y 
de  sabia  direcci(')n  política. 


218  AMERICANOS    CÉLEBRES 


IV 


Obligado  por  la  marcha  de  los  acoiiteciinicntos  y  por  la  incomunica- 
ción con  la  capital  del  Estado,  había  dado  el  Gobierno  amplios  poderes 
á  Porfirio  Díaz,  quien,  rodeado  de  dificultades,  careciendo  de  recursos, 
no  esperando  auxilios  ni  refuerzos  y  siempre  en  lucha  con  los  enemigos, 
sostuvo  gloriosamente  la  campaña,  y  su  inteligente  actividad  suplió  á 
cuanto  era  indispensable  en  tan  anormales  circunstancias. 

Veíase  cercado  en  la  misma  población  por  los  ¡xilriciox,  nombre  que 
llevaban  unos  quinientos  tehuantepecanos  hostiles  á  las  reformas  libera- 
les y  á  las  autoridades  que  sostenían  aquéllas,  y  que  apoyados  por  la 
mayoría  de  los  habitantes,  tenían  constantemente  en  jaque  á  las  fuerzas 
del  Gobernador  militar. 

En  un  raiicJio  llamado  Lus  Jicaras,  cercano  á  la  ciudad,  se  habían 
reunido  varios  de  los  jefes  enemigos  con  una  gran  partida  de  soldados, 
que  sin  temor  ni  precaución  se  entregaban  al  descanso. 

Eepentinamente  se  ven  envueltos  por  una  columna  de  constituciona- 
listas,  al  mando  de  Porfirio  Díaz.  Empen(')se  la  acción:  uno  y  otro  bando 
peleó  con  encarnizamiento.  Las  tropas  del  Gobernador  eran  inferiores  en 
número  á  los  reaccionarios;  pero  ¿qué  importa?  Aunque  combatiendo 
uno  contra  tres,  arrollan,  dispersan,  matan  y  alcanzan  la  victoria.  El 
coronel  Conchado,  el  más  atrevido  y  temible  de  los  guerrilleros,  quedó 
muerto  en  el  campo  con  otros  compañeros,  y  el  caudillo  liberal  pudo 
vanagloriarse  de  las  consecuencias  de  aquel  triunfo,  que  apaciguó  la 
continua  alarma  en  que  vivían  y  demostró  á  la  reacción  la  superioridad 
del  vencedor. 

Por  esta  acción  de  guerra,  fué  ascendido  á  comandante  de  batallón 
en  22  de  Julio  de  1858. 

De  triunfo  en  triunfo,  adelantó  abriendo  camino  y  ensanchando  el 
círculo  de  sus  operaciones,  á  pesar  de  que  suprimida  la  división  de 
Departamentos  en  el  Estado  de  Oaxaca,  quedaba  con  menor  grado 
de  autoridad  y  gravemente  comprometida  su  salud,  hasta  el  punto  de 
que  confiados  los  patricios  en  la  inacción  forzosa  del  jefe  político, 
cargo  que  entonces  desempeñaba  el  comandante  Díaz,  intentaron  atacar 


PORFIRIO   DÍAZ  219. 

el  cuartel.  La  noticia  del  peligro  llegó  hasta  el  enfermo:  levántase  sos- 
tenido por  la  fuerza  moral,  empuña  la  espada,  corre  á  la  pelea  y 
derrota  al  enemigo. 

Desfallecido  por  el  violento  esfuerzo,  cayó  al  suelo:  sus  valientes  sol- 
dados lo  levantaron  en  sus  brazos  y  lo  condujeron  á  su  domicilio.    • 

En  Noviembre  de  1859,  vencedores  los  cobos  del  general  D.  Ignacio 
jNIejía,  se  posesionaron  de  Oaxaca  y  organizaron  una  columna,  desti- 
nada á  tomar  un  depósito  de  armas  y  pertrechos  que  existía  en  Tehuan- 
tepec,  así  como  á  batir  al  teniente  coronel  Díaz,  ascenso  que  había 
ganado  en  Ld  Mi.rlrqiu'Ud  combatiendo  á  los  patricios.  Sabedor  del  plan, 
resolvió  burlar  al  enemigo,  y  desobedeciendo  las  órdenes  del  Ministro 
de  la  Guerra  D.  INIelchor  Ocampo,  quien  le  prevenía  se  retirase  con  sus 
tropas  á  Yeracruz  y  destruyera  las  armas  y  pertrechos,  hizo  trasladar  á 
Juchitán  ^  el  precioso  depósito  en  carretas  y  abandonó  Tehuantepec, 
ocupada  poco  después  por  las  tropas  de  Cobos. 

Era  el  24  de  Novieijibre  de  1859:  organizadas  sus  fuerzas,  compuestas 
de  trescientos  hombres  de  infantería,  adelanta  el  joven  jefe  á  encontrar 
al  enemigo  hasta  la  ciudad  que  pocos  días  antes  había  evacuado;  llega, 
sorprende  las  avanzadas,  ataca  el  cuartel,  se  bate  denodadamente  hasta 
apoderarse  de  aquel  importante  punto,  persigue  por  las  calles  á  la  caba- 
llería contraria,  sin  concederle  ni  aun  el  honor  de  batirse,  la  arroja  al 
campo,  la  dispersa  y  logra  un  triunfo  tan  completo  como  glorioso. 

Aquel  mancebo  de  veintinueve  años  estaba  dotado  de  carácter 
emprendedor  y  audaz,  de  valor  singular  y  de  fría  serenidad  ante  el  peli- 
gro, condición  especialísima  en  Porfirio  Díaz. 

Desde  su  nombramiento  como  Gobernador,  comandante  general  de 
Tehuantepec,  había  demostrado,  no  sólo  grandes  facultades  como  gue- 
rrero, sino  también  como  hábil  gobernante. 

8u  celo  se  extendió  á  todos  los  ramos,  y  admirable  es  que  consiguiera 
atender  al  desarrollo  del  comercio,  de  la  enseñanza,  al  pago  puntual  de 
sueldos,  al  equipo  de  los  soldados,  á  la  continua  y  porfiada  contienda  y 
á  crear  recursos  que  cubrieran  las  necesidades  perentorias  y  apre- 
miantes. 

El  año  de  18G0  empezó  con  el  encuentro  de  Mitla,  fuerte  el  enemigo 
con  mil  hombres  y  el  coronel  Díaz  con  quinientos  ocho. 

'     Puo1)lo  ilisliuito  (!<■  seis  A  siete  leguas  do  Tehuantepec. 


220  AMERICANOS    CÉLEBRES 


Líi  acci(5ii  .se  enipcñ(),  é  indecisa  al  principio  por  haber  tomado  los 
contrarios  las  posiciones  que  ocupaban  algunas  de  las  fuerzas  liberales, 
fueron,  sin  embargo,  derrotados,  y  la  acción  quedó  por  las  tropas  de 
Porfirio  Díaz,  recobrando  el  terreno  perdido  y  apoderándose  de  la  arti- 
llería, que  las  hostilizaba  con  sus  fuegos,  aun  cuando  el  valiente  jefe 
tuvo  que  retirarse  abandonándola,  pero  no  sin  inutilizarla,  dirigiéndose 
con  su  diezmada  fuerza  al  encuentro  de  la  brigada  de  la  Sierra .  para 
incorporarse  á  ella. 


V 


En  Mayo  de  1860,  mientras  el  coronel  Salinas  se  dirigía  á  Ixthín  con 
la  idea  de  buscar  recursos  necesarios  para  la  campana,  supo  Porfirio 
Díaz  (pie  los  habitantes  de  Ixtepezi  se  estaban  batiendo  en  las  calles  con 
el  enemigo,  esperando  recibir  auxilio.  Inmediatamente  salió  para  a([uel 
punto,  y  cuando  llegó  ya  los  moradores  del  pueblo  lo  habían  abando- 
nado y  seguían  batiéndose  al  retirarse  á  Ixtlán :  Díaz  y  sus  soldados 
empeñaron  el  combate,  v  desconcertando  á  las  tropas  de  Atanasio  Trejo, 
las  derrotaron  y  persiguieron  durante  más  de  cuatro  <)  cinco  leguas. 

El  Gobernador  civil  de  Oaxaca,  D.  Marcos  Pérez,  había  nombrado  á 
Porfirio  Díaz,  comandante  en  jefe  de  las  tropas  del  Estado:  pero  en  el 
generoso  coraz()n  del  caudillo  no  tenía  cabida  la  ambicifui ,  y  con  noble 
deferencia,  cedi(')  acpiel  honorífico  puesto  al  coronel  Crist(')bal  Salinas, 
quedando  el  coronel  Díaz  como  mayor  general  segundo  jefe. 

De  triunfo  en  triiuifo  y  haciendo  cada  vez  más  ancho  su  campo  de 
acción,  llegó  nuestro  héroe  á  ser  electo  diputado  al  (Congreso  de  la 
Unión,  y  cuando  ya  el  Gobierno  constitucional,  triunfante  de  los  reac- 
cionarios, había  vuelto  á  ocupar  la  capital  de  la  República. 

Las  partidas  revolucionarias  á  las  órdenes  de  Márquez  y  otros  jefes, 
dieron  nuevo  lustre  y  prestigio  al  bizarro  coronel,  que  en  Jalatlaco 
conquistó  por  su  audacia  y  denuedo  el  ascenso  á  general  de  brigada. 

Cercanos  acontecimientos  le  preparaban  un  vastísimo  campo  de 
acción,  anchuroso  escenario  en  donde  alcanzar  inmortal  página  en  el 
oran  libro  de  la  historia  nacional. 


PORFIRIO    DÍAZ  "221 

J^a  aurora  de  1862  aparecía  entre  sombríos  celajes:  el  sol  de  la  liber- 
tad se  ocultaba  bajo  nubes  amenazadoras. 

El  suelo  de  los  aztecas  era  hollado  por  extranjera  planta,  y  América, 
la  sultana  de  dos  mares,  la  viri>en  de  sin  par  hermosura,  iluminada  con 
los  radiantes  fulgores  de  su  sol  tropical  y  ciñendo  la  nivea  diadema  de  su 
majestuosa  cordillera,  presenciaba  muda  de  asombro  y  de  altiva  indi«»- 
naci<')n  a(j[uella  lucha,  en  la  cual  medían  sus  fuerzas  la  poderosa  Europa 
V  la  ])atria  de  Cuautimoctzin;  lucha  de  ideas,  lucha  de  atletas,  con- 
tienda de  dos  poderosos  principios,  ó  mejor  dicho,  de  uno  joven,  Adg'o- 
roso  y  fuerte  contra  el  espíritu  de  dominio  y  de  conquista :  la  justicia  y 
el  derecho  contra  la  fuerza. 

La  invasión  francesa  y  el  Imperio,  fueron  una  terrible,  pero  heroica 
epopeya.  El  pueblo  mejicano  escribi(>  con  sangre  en  los  campos  de 
batalla  las  gloriosas  páginas  de -su  historia. 

¡Memorables  fueron  aquellos  seis  años  de  reñidos  y  continuos  comba- 
tes, de  episodios  que  más  y  más  enaltecieron  á  los  que  defendían  palmo 
íí  palmo  el  patrio  suelo! 

La  convicción  del  triunfo,  no  abandonó  ni  un  solo  instante  á  los  que 
peleaban  por  su  libertad  y  su  independencia. 

Las  hazañas  y  los  gloriosos  hechos  de  aquella  era  inmortal,  merece- 
rían detenido  examen  y  mayor  espacio,  para  que,  recreando  el  ánimo, 
sirvieran  á  la  vez  de  luminoso  ejemplo. 

Asombrosa  fortuna  presidió  durante  la  prolongada  contienda  á  todos 
los  actos  del  general  1).  Porfirio  Díaz;  cada  batalla  era  una  victoria,  y 
de  no  haber  sido  en  el  siglo  xix,  acaso  los  soldados  enemigos  hubieran 
creído  que  el  valeroso  adalid  estaba  acompañado  por  sobrenatural 
poder,  pues  de  tal  manera  se  multiplicaba  y  cou  pasmoso  denuedo, 
reorganizaba  sus  escasas  fuerzas  y  hacía  frente  al  invasor. 

Conocedor  del  terreno,  perito  en  las  estrategias  de  la  guerra,  rápido 
cu  las  determinaciones,  infatigable  y  perspicaz,  no  concedía  momento 
de  reposo  á  los  imperialistas;  y  de  improviso,  cuando  más  escasos  eran 
•sus  elementos,  empeñaba  el  combate  con  prodigiosa  intrepidez,  resistía, 
acosaba  y  los  vencía. 

La  intervención  sembraba  odios  y  desencadenaba  tempestades,  desde 
<[ue  roto  el  pacto  de  la  Soledad  ^  se  habían  empezado  las  hostilidades. 

'     Véíise  Benito -J  uároz. 


AMERICANOS    CELEBRES 


En  el  primer  encuentro,  en  el  sitio  llamado  E^fcamchi,  fueron  venci- 
dos doscientos  zuavos  por  cuarenta  mejicanos  de  la  brigada  del  general 
Díaz,  y  aquél  fué  el  prólogo  de  la  encarnizada  lucha. 

Mandaba  entonces  la  segunda  brigada  del  ejército  de  Oriente,  el 
general  Díaz,  que  al  tener  noticia  del  suceso  voló  al  llano  de  Esramchi, 
y  tuvo  la  gloria  de  ser  el  primero  que  contuviera  la  marcha  del  invasor: 
la  retirada  hasta  Puebla  puede  calificarse  como  brillante  victoria. 

El  ejército  francés  había  seguido  á  las  tropas  mejicanas,  y  con  ellas 
vamos  á  encontrarlo  en  el  asalto  de  Puebla,  el  memorable  5  de  Mayo 
de  18G2. 

Esa  fecha  inmortal  en  la  historia  mejicana,  fué  también  el  más  her- 
moso lauro  para  la  corona  del  general  Díaz. 


VI 


Los  franceses  habían  pernoctado  en  Amozoc,  y  las  tropas  mejicanas 
ocupaban  la  ciudad  y  los  fuertes  de  Guadalupe  y  Loreto. 

El  5  de  Mayo,  en  la  madrugada,  dispuso  el  general  Zaragoza  que  la 
división  Oaxaca,  mandada  accidentalmente  por  el  general  Porfirio  Díaz, 
tomara  posición  en  el  extremo  de  la  calle  que  sale  á  la  plazuela  de  la  Ladri- 
llera de  Azeárate,  con  dirección  al  camino  de  Amozoc,  '  y  todas  las  demás 
fuerzas,  hábilmente  distribuidas,  ocuparon  los  puestos  designados  espe- 
rando al  enemigo,  que  no  tardó  en  aparecer  en  la  cumbre  de  la  Sierra 
de  Amaluca  y  de  las  Navajas;  eran  los  célebres  zuavos  de  África,  aque- 
llos guerreros  que  Napoleón  III  miraba  con  singular  preferencia. 

Casi  al  propio  tiempo,  el  enemigo  invadía  á  la  vez  el  camino  de 
Amozoc  á  Puebla,  y  después  de  tomar  el  rancho  adelantó,  rompiendo  el 
fuego  contra  los  fuertes. 

Los  franceses  fueron  rechazados  vigorosamente  por  los  bravos  defen- 
sores de  la  plaza,  y  las  acertadas  disposiciones  adoptadas  por  el  intré- 
pido general  Zaragoza,  para  rechazar  al  enemigo,  dieron  el  más  bri- 
llante resultado. 

«     Itínf.o  Paz.  Datos  hiogrdflcos  del  general  de  división,  C.  Porfirio  Din::. 


PORFIRIO    DÍAZ  223 

Creemos  de  interés  histórico  reproducir  el  parte  del  g-eiieral  Díaz. 

«  Cuartel  Mae>;tre. —  Ejército  de  Oriente. —  /i.'^  Üieisióít. 
M((t/oría  general . 

Me  es  grato  poner  en  conocimiento  de  Y.,  los  pormenores  de  la  fun- 
r.  ción  de  armas  de  ayer  en  lo  relativo  á  la  ?).^  división  qne  actualmente 
mando. 

>^A  las  once  y  media  de  la  mañana,  cuando  las  columnas  del  ene- 

>  migo  estuvieron  al  alcance  de  nuestra   artillería,  comenzó   un   fuego 

>  activo  de  esta  arma,  por  una  y  otra  parte:  durante  este  cambio  de  pro- 
yectiles, y  durante  los  primeros  ataques  que  la  infantería  enemiga  di() 

>  á  los  fortines  de  Guadalupe  y  Loreto,  las  columnas  que  estaban  á  mis 
;  órdenes   permanecieron   en    quietud ,  puesto   que    según   instrucciones 

>  superiores,  no  llegaba  aún  el  momento  de  moverlas. 

;  Entre  las  dos  y  tres  de  la  tarde,  cuando  más  se  empeñaba  el  coni- 
»bate  en  los  fortines  antes  mencionados,  observé  que  una  gruesa  columna 
vde  infantería  se  dirigía  á  mi  frente  apoyada  por  un  escuadrón,  y  tra- 
» yendo  á  vanguardia  una  numerosa  línea  de  tiradores  que  ya  comenza- 
>'ban  á  batir  al  batallón  Rifleros  de  San  Luis,  que  en  la  misma  forma 
-cubría  nuestro  frente. 

>> Rifleros,  permaneció  combatiendo  en  su  puesto,  en  términos  que  al 
reemprender  su  retirada,  según  instrucciones  que  proveían  al  caso,  ya  no 
»sólo  era  batido  por  los  tiradores  enemigos,  sino  comenzaba  á  sufrir  los 

>  fuegos  de  la  columna;  en  este  momento  mandé  que  el  batallón  Guerrero, 
»á  las  órdenes  del  teniente  coronel  C.  Mariano  Jiménez,  se  moviese  en 
» columna  hacia  el  enemigo,  y  desplegando  sobre  la  marcha  en  batalla  á 

>  su  frente,  la  batiese  sin  dejar  de  ganarle  terreno:  comprometido  este 
«batallón  en  un  serio  combate  y  habiéndose  alejado  mucho,  era  indis- 
impensable  protegerle  y  doblar  su  impulso  en  caso  necesario,  y  á  este 

efecto  destaqué  los  batallones  primero  y  segundo  de  Oaxaca  al  mando 
»de  sus  respectivos  jefes,  C.  coronel  Alejandro  Espinosa  del  primero 
»y  C.  teniente  coronel  Francisco  Loaeza  del  segundo,  formados  en  una 
»sola  columna,  y  siguieron  al  enemigo  con  tal  impulso,  que  lo  fueron 
» desalojando  sucesivamente  de  las  sinuosidades  del  terreno,  que  era  una 
»continuaci(')n  de  parapetos  sobre  la  llanura:  cuando  nuestro  ataque 
»daba  este  plausible  resultado,  las  columnas  francesas,  que  por  última 


•224  AMKRICAXOS    CÉLEBRES 


»  vez  y  con  indecible  vigor  atacaban  al  fortín  de  Guadalnpe,  se  convirtie- 
»ron  en  torrentes  de  fngitivos,  qne  veloces  descendían  del  cerro  y  pare- 
>^cían  pretender  cortar  á  los  que  combatíamos  en  el  valle.  En  este 
»  momento,  mandé  que  el  batallón  Morelos,  que  hasta  entonces  formaba 
»mi  reserva,  se  moviese  en  columna  mandado  por  su  teniente  coro- 
:-nel  C.  Rafael  Ballesteros,  y  con  dos  piezas  de  batalla  viniese  á  reforzar 
» mi  izquierda  como  lo  hizo,  acabando  de  rechazar  á  las  (|ue  no  consu- 
»maban  aún  su  fuga.  Mandé  también,  que  por  la  derecha  marchase 
» Rifleros  con  los  escuadrones  lanceros  de  Toluca  y  Oaxaca,  en  paralelo 
»con  Morelos  y  á  su  altura.  Cuando  en  esta  forma  perseguía  al  enemigo, 
» recibí  repetidas  órdenes  para  hacer  alto,  y  lo  verifiípié  dejando  á  mi 
» retaguardia  el  sitio  del  combate,  y  con  el  enemigo  al  frente  en  el  más 
» completo  desorden  y  á  distancia  de  setecientos  metros.  P]n  esta  situa- 
»ción,  y  cambiando  muchos  tiros  de  artillería,  permanecimos  hasta  las 
» siete  de  la  noche,  hora  en  que  por  orden  superior  volví  á  ocupar  mi 
;> línea.  Por  nuestra  parte,  hay  que  lamentar  la  pérdida  del  valiente 
» capitán  C.  Manuel  Várela  y  subteniente  C.  Manuel  González,  así  como 
>  la  herida  del  C.  capitán  José  Omaya.  El  adjunto  estado  expresa  los 
» muertos  y  heridos  de  la  clase  de  tropa  pertenecientes  á  esta  d^' visión. 
»sin  comprender  á  los  lanceros  de  Oaxaca,  por  haberse  considerado  en  la 
» primera  brigada  de  caballería.  No  puedo  decir  con  certeza  el  número 
» de  muertos  y  heridos  del  enemigo  en  esta  línea,  porque  una  comisiíni 
» había  comenzado  á  recogerlos  antes  que  yo  pusiese  atención  en  ellos. 
»y  sólo  puedo  asegurar,  (pie  he  visto  levantar  más  de  veinte  cadáveres 
»del  enemigo  y  un  número  de  heridos  mayor  que  no  puedo  calcular,  y 
»  muchos  de  éstos  han  visto  á  los  contrarios  levantar  multitud  de  heridos 
>que  conducían  á  su  campo. 

» Sírvase  V.  felicitar  á  mi  nombre,  al  C.  General  en  jefe,  aceptando 
»para  sí  la  promesa  de  mi  aprecio  y  debida  subordinaci<')n. 

» Libertad  y  Reforma. —  Campo  sobre  el  enemigo. —  INlayo  G  de  18G2. 

POKFIíno    DÍAZ). 


PORFIRIO    DÍAZ  225 


VII 


También  reproducimos  algunos  párrafos  del  parte  del  General  en 
jefe. 

«Después  de  mi  movimiento  retrógrado  que  emprendí  desde  las  cum- 
»bres  de  Aculcingo,  llegué  á  esta  ciudad  el  día  3  del  presente  mes, 
»  según  tuve  el  honor  de  dar  parte  á  Y. 

»E1  enemigo  me  seguía  á  distancia  de  una  jornada  pequeña, 
»y  habiendo  dejado  á  retaguardia  de  aquél  la  segunda  brigada  de  caba- 
» Hería,  compuesta  de  poco  más  de  trescientos  hombres  para  que  en  lo 
» posible  le  hostilizara,  me  situé  como  llevo  dicho  en  Puebla. 

»A  las  cinco  de  la  mañana  del  memorable  día  5  de  Mayo,  aquellas 
» fuerzas  marchaban  á  la  línea  de  batalla  que  había  yo  determinado,  y 
»([ue  verá  Y.  marcada  en  el  croquis  adjunto. 

s  A  las  diez  de  la  mañana  se  avistó  el  enemigo,  y  después  del  tiempo 
»muv  preciso  para  acampar,  desprendió  sus  columnas  de  ataque,  una 
» hacia  el  cerro  de  Guadalupe,  compuesta  como  de  cuatro  mil  hombres 
»con  dos  baterías,  y  otra  pequeña  de  mil  amagando  nuestro  frente. 
»Este  ataque,  ([ue  no  había  previsto,  aunque  conocía  la  audacia  del 
;  ejército  francés,  me  hizo  cambiar  mi  plan  de  maniobras  y  formar  el  de 
)  defensa ,  mandando  en  consecuencia  que  la  brigada  de  Berriozábal  á 
»paso  veloz,  reforzara  á  Loreto  y  Guadalupe,  y  que  el  cuerpo  de  carabi- 
» ñeros  á  caballo,  fuera  á  ocupar  la  izquierda  de  aquellos  para  que  car- 
»gara  en  momento  oportuno. 

>  El  C.  general  Díaz,  con  dos  cuerpos  de  su  brigada,  una  de  la  de 
»Lamadrid  con  dos  piezas  de  batalla  y  el  resto  de  la  de  Alvarez,  contu- 
>  vieron  v  rechazaron  á  la  columna  enemiga,  que  también  con  arrojo 
» marchaba  sobre  nuestras  posiciones:  ella  se  replegó  hacia  la  hacienda 
»de  San  José  Rentería,  donde  también  lo  habían  verificado  los  rechaza- 
»dos  del  cerro,  que  ya  de  nuevo  organizados  se  preparaban  únicamente 
»á   defenderse,   pues  hasta   habían  claraboyado  las  fincas;  pero  yo  no 

*  i5 


•226  AMERICANOS    CÉLEBRES 

» podía  atacarlos,  porque  derrotados  como  estaban,  tenían  más  fuerza 
:> numérica  que  la  mía:  por  tanto,  mandé  hacer  alto  al  ciudadano  f^ene- 
»ral  Díaz,  que  con  empeño  y  bizarría  los  siguió;  yo  me  limité  á  conser- 
»var  una  posición  amenazante. 

» Ambas  fuerzas  beligerantes  estuvieron  á  la  vista  hasta  las  siete  de 
»la  noche,  que  emprendieron  los  contrarios  su  retirada  á  su  campamento 
de  la  hacienda  de  los  Alamos,  verificándolo  poco  después  la  nuestra  á 
>  su  línea. 

»Las  armas  nacionales,  C.  Ministro,  se  han  cubierto  de  gloria,  v  j)or 
»ello  felicito  al  primer  Magistrado  de  la  Eepública  por  el  digno  con- 
»ducto  de  Y.,  en  el  concepto  de  ([uq  puede  afirmar  con  orgullo,  ([ue  ni  un 
>solo  momento  volvió  la  espalda  al  enemigo  el  ejército  mejicano, 
» durante  la  larga  lucha  que  sostuvo. 

>  Al  rendir  el  parte  de  la  gloriosa  jornada  del  día  5  de  este  mes, 
»  adjunto  el  expediente  respectivo  en  que  constan  los  pormenores  y  deta- 
»lles  expresados  por  los  jefes  que  á  ella  concurrieron. 

» Libertad  y  Reforma. —  Cuartel  general  en  Puebla,  í)  de  Mayo 
» de  1862. 

»J.  Zaraííoza. 

»Sr.  C  M'ni'isiro  de  hi  (lupvra. —  Méjico  >-'. 


Yin 


Nombrado  el  general  Díaz  (Tobernador  y  comandante  militar  del 
Estado  de  Veracruz,  reveló  en  aquel  cargo  cuanto  podía  esperar  el  país 
de  sus  altas  dotes  gubernativas,  y  cuando  deseoso  de  tomar  parte  más 
directa  en  la  campaña,  pidió  y  obtuvo  volver  al  ejército,  dejó  en  el 
Estado  recuerdo  imperecedero. 

El  denodado  general  Zaragoza,  había  muerto  del  tifus  en  Puebla 
el  S  de  Septiembre  de  1862,  y  su  sucesor  González  Ortega,  sabiendo  que 
los  franceses  pensaban  de  nuevo  tomar  la  ciudad,  se  propuso  defenderla 
á  toda  costa. 


PORFIRIO    DÍAZ  227 

El  1.*^  de  Abril  ocuparon  los  invasores  el  fuerte  de  San  Javier, 
cuando  ya  habían  cerrado  la  línea  de  circunvalación,  y  continuaron 
avanzando  á  pesar  de  la  encarnizada  resistencia  de  los  sitiados;  el  cuar- 
tel de  San  Marcos  fué  asaltado,  y  el  indomable  arrojo  de  Porfirio  Díaz 
hizo  retroceder  al  enemiji'o,  después  del  combate  sostenido  en  el  patio  de 
la  propia  casa  (pie  habitaba  el  caudillo. 

Aquella  obstinada  defensa  tuvo  episodios  dignos  de  los  héroes  de 
Plutarco,  y  sangrientos  encuentros,  en  los  cuales  descuella  como  los 
heroicos  personajes  de  Homero,  la  figura  de  Porfirio  Díaz. 

Allí  donde  el  peligro  era  más  recio,  aparecía  ante  los  asombrados 
ojos  de  los  enemigos;  en  todas  partes  estaba  con  incansable  tesón  y  rara 
iniciativa,  para  contrarrestar  los  planes  de  los  imperialistas. 

En  vano  el  presidente  Juárez  intentó  socorrer  á  los  sitiados,  en 
vano  pensó  en  proporcionarles  víveres,  todo  fué  inútil,  é  imposible  ya 
de  continuar  la  defensa,  se  rindió  la  plaza  al  general  Forey. 

El  valeroso  Porfirio  Díaz  burló  la  vigilancia  del  enemigo  y  se  diri- 
gió á  Méjico,  después  de  haber  protestado  por  escrito  que  jamás  olvida- 
ría sus  deberes  de  soldado,  y  que  los  cumpliría  peleando  sin  reposo 
contra  los  enemigos  de  su  patria. 

Sucesivamente  brindó  el  Gobierno  al  héroe  de  Puebla  con  el  mando 
en  jefe  de  las  fuerzas  que  guarnecían  la  capital  y  con  el  Ministerio 
de  la  Guerra:  su  modestia  le  hizo  rehusar  ambos  cargos,  aceptando 
únicamente  el  mando  de  una  división. 

Por  entonces,  decidió  el  Congreso  la  marcha  del  Gobierno  para  el 
interior,  por  creerlo  necesario  para  su  seguridad  en  aquellas  azarosas 
circunstancias,  y  el  general  Díaz  cubrió  la  retaguardia,  y  con  la 
enérgica  actitud  que  le  era  característica,  evitó  que  las  tropas  se 
desbandaran  imponiéndose  para  mantener  el  orden  y  la  disciplina. 

Encargado  de  la  defensa  de  los  Estados  al  Oriente  de  la  República, 
march()  desde  Querétaro  á  Oaxaca,  con  el  pequeño  ejército  de  operacio- 
nes con  tanto  trabajo  organizado. 

Aquel  hombre,  genio  de  la  guerra,  llegó  á  Taxco,  batió  la  guarnición, 
tom(')  la  plaza  y  á  fines  de  Noviembre  de  l.SGo,  estaba  ya  entre  Puebla  y 
Oaxaca,  campo  destinado  para  sus  operaciones. 

S()lo  con  un  ayudante  se  internó  en  el  Estado  oaxaqueño,  y  la  Legis- 
latura y  el  Gobierno,  le  encargaron  del  mando  civil  y  militar. 

Los  pueblos  de  los  Estados  de  Chiapas  y  Tabasco,  invadidos  por  los 


228  AMERICANOS    CÉLEBRES 

imperialistas,  deseaban  sacudir  el  yugo,  y  el  nombre  de  Porfirio  Díaz^ 
fué  la  chispa  eléctrica  para  conmover  los  ánimos  y  prestarles  energía 
para  la  resistencia. 

El  o-eneral  Díaz ,  entre  tanto,  era  el  alma  de  la  administración  de 
cuatro  Estados:  Veracruz,  Puebla,  Oaxaca  y  Tlaxcala. 

Su  fecunda  imaginación  creaba  elementos  para  la  campaña,  mantenía 
la  más  estricta  moralidad,  organizaba  tropas  de  tres  armas,  y  sostenía 
un  ejército  de  cinco  mil  hombres  que  había  logrado  improvisar. 

Guerrero,  estadista  y  legislador  á  la  vez,  abarcaba  con  su  mirada  de 
águila  las  operaciones  contra  el  invasor,  la  administración  de  los  pue- 
blos, los  auxilios  á  Chiapas  y  á  Tabasco  y  el  mando  de  la  división  de 
operaciones  conservando  en  situación  tan  anormal,  la  independencia 
de  los  Estados  en  su  régimen  interior. 

En  aquella  época  había  sido  ya  ascendido  á  general  de  divisi(')n. 

Una  combinación  mal  apoyada  por  el  jefe  mejicano,  enviado  al  encuen- 
tro del  enemigo  que  avanzaba  en  dos  columnas  hacia  los  pueblos  limí- 
trofes, entre  Puebla  y  Oaxaca,  ínterin  el  general  Díaz  marclial)a  á  su  vez 
cni  el  grueso  de  las  fuerzas,  dio  por  resultado  la  muerte  y  dispersión  de 
gran  número  de  soldados  y  la  pérdida  de  armamento,  así  como  el  des- 
ánimo de  las  tropas  republicanas  ante  la  superioridad  del  enemigo. 

La  escasez  de  recursos  era  cada  día  mayor;  las  deserciones  aumen- 
taban; el  ejército  liabía  disminuido,  y  algunas  })()b]aciones  del  Estado  se 
hallaban  en  poder  del  invasor,  ([ue  el  18  de  Diciembre  de  1S()4  se  encon- 
traba en  Etla ,  distante  doce  millas  de  Oaxaca. 


IX 


En  Noviembre  había  intentado  el  general  D.  José  L(')pez  Uraga, 
inclinar  el  ánimo  de  Porfirio  Díaz  en  favor  del  Imperio,  ofreciéndole  el 
gobierno  de  los  Estados  de  línea,  é  interesando  su  amor  propio  y  expre- 
sándole sería  su  asentimiento  un  señalado  servicio  á  la  nación. 

La  altivez  del  patricio,  la  indignación,  el  patriotismo  ofendido  y  el 
amor  á  la  libertad,  dictó  sublime  contestación  al  intrépido  jefe,  y  en 
ella  hay  palabras  de  espartana  austeridad. 

«La  sangre  que  circula  por  mis  venas,  es  poca  cosa  para  tributarla  á 
»la  noble  y  elevada  causa  de  la  República,  y  los  ilustrados  Gobiernos 


POKFIRIO    DÍAZ  229 

»  V  heroicos  pueblos  de  los  Estados  que  me  obedecen  con  patriótica  abne- 
»g'ación,  harían  muy  bien  en  maldecir  mi  nombre,  el  primer  día  en  que 
»  vacilara  por  un  solo  momento,  en  vivir  para  la  patria  y  en  morir  por 

>  ella  como  buen  mejicano. 

;. He  juzgado  conveniente  noticiar  á  V.  lo  expuesto,  porque  así 

»  como  estoy  decidido  á  no  dar  un  paso  fuera  de  la  línea  trazada-  por  el 
» honor,  y  á  no  perdonar  medio  que  conduzca  á  la  mejor  defensa  nacio- 
»  nal,  quiero  también  que  atestigüe  V.  de  mi  comportamiento,  y  seguro 
»de  mi  resolución  no  haya  motivo  de  dudas,  y  sea  el  primero  que  con 

>  severidad  me  juzgue,  si  llegase  á  faltar  á  mis  deberes». 

Bajo  tristes  auspicios  comenzaba  el  año  1865. 

Numerosas  fuerzas  francesas  mandadas  por  el  general  Bazaine 
(de  funesto  recuerdo  para  Méjico),  y  por  el  general  Courtois  d'Hurbal, 
con  imponente  tren  de  artillería,  pertrechos  y  víveres,  formaban  un 
círculo  formidable  en  torno  de  la  plaza. 

Las  deserciones  iniciadas  desde  Nanahuatipam,  arreciaron,  no  sólo 
de  soldados,  sino  de  jefes  y  oficiales. 

Los  recursos  eran  cada  día  más  escasos,  y  á  pesar  de  que  el  general 
Díaz  multiplicaba  su  actividad  y  su  acierto  en  las  operaciones,  no 
lograba  ya  evitar  la  desmoralización  creciente ;  la  caballería  enviada 
para  sorprender  los  convoyes  del  enemigo,  y  los  refuerzos  para  inutili- 
zarlos y  batirlos  se  desbandó;  el  auxilio  de  tropas  que  llegaba  de 
Tehuantepec  se  pasó  á  los  contrarios,  y  todo  conspiraba  contra  los 
heroicos  defensores  de  Oaxaca. 

Porfirio  Díaz  se  había  cubierto  de  gloria  en  Aguilera,  y  en  medio  de 
nutridísimo  fuego  acosado  por  todas  partes,  asombró  con  su  estoico  valor 
é  hizo  milagros  de  heroísmo,  cual  si  buscara  en  la  muerte  la  solución  del 
difícil  problema. 

Otra  deserción  importantísima,  la  de  dos  compañías,  puso  el  colmo  á 
tan  angustiosa  situación,  y  entonces,  reunida  la  Junta  de  Guerra,  fué 
casi  unánime  en  opinar  la  rendición. 

Cuando  el  general  en  jefe  escuchó  el  parecer  del  Consejo,  determinó 
mandar  al  campo  enemigo  al  coronel  Ángulo;  pero  como  llegase  la 
noche  y  no  volviera,  marchó  á  presentarse  al  mariscal  Bazaine,  ^  deci- 

*    fe  de  Febrero  do  1865. 


230  AMERICAKOS    CÉLEBRES 

dido  á  sacrificar  su  vida  por  salvar  la  del  ejército,  para  desmentir  los 
rumores  de  su  resistencia  á  la  capitulación.  «  Vengo  á  roidinitc,  —  dijo  al 
»general  Bazaine, — porque  no  tengo  ya  elementos  pava  ¡a  luclia.  Soy  el 
» único  responsable  de  la  guerra,  y  el  ejército  francés  sabe  que  los  venci- 
»  dos  son  desgraciados ,  pero  no  criminales  » . 

En  los  episodios  de  la  vida  Porfirio  Díaz,  se  encuentra  con  frecuencia 
mucho  de  legendario  y  hasta  de  fantástico:  parece  un  guerrero  de  la 
Iliada:  sólo  falta  la  pluma  homérica  para  presentarle  con  verdadero 
colorido. 

Prisionero  de  guerra  en  Puebla,  vegetaba  bajo  el  peso  del  rigor  que 
con  él  y  con  los  demás  prisioneros  se  ejercía,  devorado  de  impaciencia  y 
ansioso  de  volver  á  tomar  las  armas. 

¡Cuántas  veces  pensó  en  la  evasión!  pero,  ¿cómo  aumentar  con  ella 
los  sufrimientos  de  sus  compañeros? 

Ocasión  propicia  se  presentó  más  tarde:  canjeados  la  mayoría  de  los 
presos  y  negada  para  él  esa  gracia,  pens(')  en  la  libertad  y  en  los  medios 
de  conseguirla. 

El  general  Thun  había  reemplazado  al  benévolo  autriaco,  comandante 
Schismodia,  y  hacía  guardar  con  especial  vigilancia  al  general  Díaz: 
éste,  con  riesgo,  pero  sin  temor,  al  cual  es  ajeno  su  valeroso  corazíui,  se 
deslizó  por  una  cuerda  hasta  la  calle,  y  en  el  mismo  día,  llegó  á  San 
Pedro  Cayuca:  ya  rodeado  por  catorce  hombres,  entusiastas  liberales 
y  acompañado  por  el  coronel  Bernardino  García,  comenzó  de  nuevo  la 
serie  de  hazañas  que  le  hacían  temible  á  los  imperialistas. 


X 


El  día  1.^  de  Octubre,  derrotó  en  Tulancingo  al  coronel  Visoso, 
tomando  armas,  caballos,  dinero  y  treinta  y  cinco  prisioneros,  y  provisto 
de  doscientos  fusiles  y  algunos  soldados,  que  al  visitar  en  la  Providencia 
al  noble  y  generoso  general  Alvarez  pudo  conseguir,  enq^ezó  á  organi- 
zar sus  fuerzas,  aumentadas  con  las  que  puso  á  sus  órdenes  el  general 
Jiménez  y  con  las  de  los  coroneles  Segura,  García  y  Cano,  formando 
una  columna  de  cuatrocientos  hombres,  con  la  cual  desalojó  á  la  guar- 


l'ORP^IRIO    DÍAZ  231 

Ilición  íiustriaca  que  ocupaba  á  Tlapa,  y  cuya  población  pensaba  hacer 
centro  de  sus  operaciones. 

Venció  de  nuevo  al  coronel  A^isoso,  ocupándose  después  de  asuntos 
relativos  á  la  administración  del  Estado  de  Oaxaca,  y  de  aumentar  su 
ejército,  al  que  acudían  voluntarios  de  todas  partes,  mientras  que  el  ene- 
mig'o  se  oponía  con  todas  sus  fuerzas  á  la  marcha  del  arrojado  general. 

La  falta  de  elementos  para  sostener  la  tropa,  obligó  después  á  Porfi- 
rio Díaz  á  licenciarla ,  y  parécenos  verle  en  Quetzala  con  algunos  fieles, 
contento  y  satisfecho,  aun  cuando  carecía  hasta  de  lo  más  indispensable. 

Poco  después  volvió  á  emprender  la  guerra ,  y  en  sus  variadas  com- 
binaciones causaba  continuamente  pérdidas  al  enemigo,  apareciendo  en 
diferentes  puntos,  burlándola  vigilancia,  asombrándoles  con  aquella 
incesante  persecución  y  buena  fortuna  en  las  operaciones. 

La  fuerza  de  setecientos  hombres  que  mandaba  el  general  Díaz,  esta- 
ba sin  vestuario,  con  pocas  armas  y  escasísima  de  parque;  pero  aun 
en  tales  condiciones,  desafió  á  los  imperialistas  y  trabó  la  acción  del 
8  de  Octubre,  en  la  cual  derrotó  al  general  Oronoz,  después  de  haberlo 
aislado  (con  habilidad  suma)  de  las  otras  columnas  del  Imperio. 

El  caudillo  permaneció  tres  días  en  Michuatlán,  org-anizaiido  tropas 
con  los  prisioneros  y  pertrechos  tomados  al  enemigo,  y  creando  hospi- 
tales para  los  heridos,  dirigiéndose  después  sobre  Oaxaca  que  Oronoz 
defendía. 

Empezó  el  sitio,  y  aun  cuando  el  Gobierno  imperialista  envi()  un 
auxilio  de  mil  quinientos  hombres  para  sostener  la  defensa  de  la  plaza, 
la  sagacidad  y  la  estrategia  del  campeón  de  la  libertad,  hizo  impo- 
sible la  llegada  del  refuerzo,  é  inutilizó  los  planes  de  Oronoz. 

Con  la  actividad  de  su  carácter,  resolvió  salir  al  encuentro  del 
enemigo,  no  sin  haber  hecho  un  simulacro  de  ataque  sobre  el  fortín  que 
domina  á  la  ciudad  de  Oaxaca,  al  levantar  el  campo  para  poner  en 
ejecución  su  proyecto,  y  aumentado  su  ejército  con  la  columna  del  gene- 
ral Figueroa,  avanzó  hasta  encontrar  á  los  austriacos:  con  fuerzas 
superiores,  pero  sin  los  elementos  que  abundaban  en  el  ejército  con- 
trario, empeñó  el  combate;  por  una  y  otra  parte  fué  sostenido  con 
bravura,  batiéndose  liberales  é  imperialistas  con  encarnizado  valor, 
y  disputándose  mutuamente  el  triunfo  se  prolongó  la  acción,  hasta 
que  la  victoria  premió  con  sus  favores  á  Porfirio  Díaz  y  á  sus  bravos 
soldados. 


232  AMERICAÍÍOS    CÉLEBRES 


XI 


La  infantería  austríaca  cayó  prisionera;  setecientas  carabinas,  arti- 
llería, caballos  y  pertrechos  de  guerra,  fueron  los  brillantes  trofeos  de 
«La  Carbonera.» 

Con  la  rapidez  del  relámpago,  voló  á  Oaxaca  la  noticia  del  suceso; 
pero  casi  al  propio  tiempo  se  presentaba  el  ejército  vencedor. 

Se  renovó  el  sitio;  inútil  fué  la  resistencia,  y  el  día  31  de  Octubre 
capituló  la  plaza.  El  afortunado  caudillo,  el  guerrero,  volvió  á  empuñar 
las  riendas  del  Gobierno,  y  entre  las  innovaciones  de  esa  época,  cuén- 
tase como  la  más  benéfica  y  útil,  la  Academia  de  niñas^  que  ha  propor- 
cionado á  la  mujer,  elementos  para  desarrollar  su  inteligencia  y 
educación  más  extensa. 

Cuando  creía  el  enemigo  que  estaba  en  Oaxaca  consagrado  á  la 
administración  del  Estado,  se  presentó  en  el  istmo  de  Tehuantepec,  y 
derrotó  á  mil  doscientos  hombres  á  las  órdenes  de  Toledo  y  de  otros 
jefes,  y  volvió  á  Oaxaca. 

En  1.°  de  Marzo  de  18G7,  concentró  sus  fuerzas  en  Huamantla 
después  de  haber  restablecido  el  orden  legal  en  el  sur  de  Puebla.  De  la 
proclama  dada  á  los  habitantes  de  aquel  Estado  y  Méjico,  extractamos 
algunos  párrafos,  porque  en  sus  hermosas  frases  se  reñeja  la  grandeza 
de  alma  del  caudillo,  su  generosidad  y  su  única  aspiración;  el  bien  y 
libertad  de  la  patria. 

«El  Gobierno  francés  ha  reconocido  su  impotencia;  y  su  ejército,  al 
» regresar  á  Europa,  dirá  al  mundo  entero  que  el  Monarca  austríaco  es 
»un  imposible  en  la  patria  de  Morelos  y  Zaragoza.  ¿Creen  que  lo  que 
»no  pudieron  consumar  sesenta  mil  franceses,  ocho  mil  austríacos, 
»míl  seiscientos  belgas  y  treinta  mil  extraviados  ó  forzados  mejicanos, 
»  del  prestigio  y  el  oro  de  dos  naciones  poderosas ,  sea  capaz  de  llevarlo 
»á  cabo  la  escasa  minoría  de  clericales  que  sólo  buscan  su  salvación  en 
»la  ruina  de  los  pueblos?  ¿Hay  quién  disculpe  tamaña  obcecación?  ¿Hay 
» quién  la  comprenda? 

»E1  triunfo  de  la  república  es  un  hecho  que  nadie  puede  arrancar  de 
>la  historia;  correrá  la  sangre  mejicana  por  las  calles  de  nuestras  ciu- 
»dades;  el  fuego,  la  destrucción  y  la  muerte,  será  otra  vez  el  espectáculo 


l'ORFIRK)    DÍAZ  233 

»de  algunos  días;  la  orfandad  de  muchas  familias  y  la  ruina  de  otras, 
»el  único  resultado  de  la  incalificable  tenacidad  de  los  Márquez, 
»Miramón  y  Lares;  pero  la  voluntad  de  Dios  será  cumplida  y  Méjico 
» independiente  y  libre. 

» Mejicanos:  Los  ciudadanos  que  se  agrupan  bajo  las  banderas  del 
» ejército  de  Oriente,  continuarán  su  marcha  con  la  inquebrantable  reso- 
»lución  de  que  han  dado  pruebas  en  repetidos  combates  y  en  largas  y 
» penosas  campañas;  muy  pronto  estrecharemos  la  mano  á  nuestros 
» hermanos  del  Norte,  de  Occidente  y  del  Centro,  y  con  su  poderosa 
» cooperación  quedará  consolidado  el  triunfo  que  no  pudiéramos  alcan- 
;>zar  por  nuestro  solo  esfuerzo. 

» Mejicanos,  los  que  os  habéis  extraviado;  la  república  es  bastante 
agrande  y  poderosa  para  ser  magnánima,  nadie  piensa  en  inundar  el 
asuelo  con  raudales  de  sangre;  el  Congreso  de  la  Unión  y  el  Gobierno 
»  Supremo,  á  quienes  ha  sido  delegada  la  representación  nacional,  ateso- 
»ran  los  más  santos  deseos  para  mitigar  los  rigores  de  la  ley  en  favor 
»de  la  generalidad  de  los  desgraciados.  » 

El  día  9  de  Marzo,  estaba  ya  en  el  cerro  de  San  Juan  y  se  iniciaba  el 
sitio  de  Puebla. 

El  acierto,  la  prudente  dirección,  el  valor  y  noble  civismo  guiaron 
los  actos  del  general  en  jefe  del  ejército  de  Oriente;  ocupado  del  sitio,  de 
las  múltiples  tareas  y  administración  de  diez  Estados,  de  la  lucha 
de  todas  horas,  del  armamento,  de  recursos  para  sostener  el  ejército,  de 
incidentes  inesperados,  de  reorganizar  cuanto  era  preciso  para  el  buen 
éxito  de  la  campaña,  era  el  general  Díaz  un  gigante,  un  coloso,  un  genio 
singular  y  un  hombre  que  descollará  en  la  historia  entre  las  figuras  más 
culminantes. 

Entre  los  episodios  del  sitio  de  Puebla ,  ninguno  más  interesante  que 
el  del  Circo  Chiarini. 

Las  llamas,  envolviendo  el  edificio,  lo  hicieron  desplomarse  con 
horrísono  estruendo,  sepultando  al  general  Díaz  entre  los  escombros. 

«¡El  general!»  —  exclaman  todos:  —  «¡El  general!»  ¡Y  la  tropa 
embargada  por  la  desesperación,  llenaba  el  aire  con  gritos  de  dolor;  su 
idolatrado  jefe  iba  á  sucumbir  entre  las  ruinas!  En  aquel  instante, 
sereno,  impasible,  aun  cuando  herido  y  medio  abrasado,  salió  del  incen- 
dio devolviendo  el  valor  á  la  espantada  tropa.  ¿Cómo  había  quedado  con 
vida  ? 


234  AMERICANOS    CÉLEBRES 


Entre  tcanto,  Márquez  salía  de  Méjico  y  marchaba  hacia  Puebla  con 
cuatro  mil  quinientos  hombres  y  tres  baterías,  para  auxiliar  á  los 
sitiados. 


Xll 


El  aviso  llegó  inmediatamente  al  general  en  jefe,  y  sin  perder  un 
instante  la  sangre  fría,  ni  revelar  la  inquietud  ([ue  le  devoraba,  dio  sus 
órdenes  cual  si  pensase  levantar  el  sitio  y  todo  se  dispuso  para  la  retira- 
da: caso  no  extraño  por  la  escasez  de  artillería  (seis  piezas  rayadas), 
pues  su  ejército  no  había  contado  para  organizarse  sino  con  los  despojos 
de  Mahuatla  y  de  la  Carbonera. 

Tales  pertrechos  no  podían  inspirar  temor  á  los  sitiados,  á  pesar  de 
que  la  temeridad  del  g-eneral  Díaz  para  la  guerra  y  su  prodigiosa  in- 
ventiva, fueran  tan  admiradas  y  conocidas. 

Así  pues,  la  plaza  bien  fortificada  y  la  aproximación  de  Márquez, 
hacían  imposible  la  situación,  y  sin  ejército  ni  municiones,  tendría  (|ue 
retirarse  el  sitiador. 

El  1."'  de  Abril,  jefes,  oficiales  y  soldados,  estaban  en  expectativa  de 
algo  grande  é  inesperado,  y  cada  cual  ansiaba  leer  en  el  varonil  sem- 
blante del  general  en  jefe  la  soluci<)n  del  enigma;  nada  expresaba  en  él 
ni  alarma  ni  abatimiento.  Jamás  —  dice  un  testigo  ocular  de  ese  memo- 
rable día  —  había  estado  más  contento,  risueño  y  trancpiilo  aquel 
hombre  extraordinario. 

Todos  temían  un  desastre;  él  pensaba  en  vencer.  «Tengo  presenti- 
■  miento, — dijo, — de  que  celebraremos  el  aniversario  del  5  de  ]\[ayo, 
-sino  dentro  de  la  capital  de  la  llepública,  al  menos  en  sus  inme- 
>  diaciones». 

Cuantos  le  rodeaban  se  quedaron  estupefactos;  pero  su  actitud  y 
palabras  causaron  entusiasmo  y  alejaron  la  desconfianza  y  el  temor. 

Se  aseguraba  aquella  noche  que  el  general  pensaba  en  el  asalto  de  la 
})laza;  todos  aplaudieron;  nadie  .dudó  del  éxito  y  los  soldados  se  vieron 
ya  coronados  con  el  laurel  del  triunfo. 

La  aurora  del  2  de  Abril  apareció  radiante,  iluminando  el  campa- 
mento y  bañando  con  su  luz  los  prados  y  la  ciudad.  De  repente,  tronó 


PORFIRIO    DÍAZ  235 

la  artillería;  al  propio  tiempo  avanzaron  trece  columnas  é  invadieron  la 
población  por  diferentes  puntos. 

Una  hora  después,  á  las  cinco  ()  cinco  y  media  de  la  mañana,  el 
general  Porfirio  Díaz  estaba  en  la  plaza  de  armas  de  Puebla;  con  la 
palma  de  la  victoria  se  enlazó  la  fresca  rama  de  olivo;  sus  soldados 
vencedores  no  cometieron  excesos,  ni  marchitaron  sus  laureles  con  sa- 
queos y  rapiñas;  el  orden  más  perfecto  reinó  en  la  ocupación  de  la 
ciudad. 

¡Qué  hermosa  página,  qué  día  inmortal,  qué  previsión,  qué  admira- 
ble acierto! 

Aun  faltaban  las  últimas  trincheras  del  enemigo,  los  fuertes  de  Gua- 
dalupe y  Loreto;  pero  no  habían  pasado  cuarenta  y  ocho  horas,  cuando 
ya  se  hallaban  á  merced  del  vencedor. 

En  la  rendición  de  Guadalupe,  no  debe  omitirse  un  rasgo  culminante 
al  intimar  la  rendición. 

El  general  Tamarit  había  intentado,  aunque  en  vano,  conseguir 
alguna  ventaja  en  nombre  del  jefe  de  las  fuerzas  sitiadas,  general 
D.  M.  M.  Noriega;  pero  viendo  inflexible  al  general  Díaz,  le  entregó 
su  espada  con  digna  entereza. 

«Consérvela  V.  compañero, — dijo  el  general,  —  siempre  ha  sido  de 
buen  temple  y  aun  debe  de  servir  para  la  defensa  de  la  República.  » 

La  intrepidez  de  nuestro  héroe,  la  audacia  que  no  cede  ante  el  mayor 
peligro,  no  se  elevan  á  mayor  altura  en  su  ánimo,  que  la  nobleza  de 
sentimientos  y  la  generosidad  con  los  vencidos,  en  su  corazón. 

Mil  prisioneros  existían  en  Oaxaca,  y  en  la  toma  de  Puebla  se  con- 
taban como  seiscientos,  expuestos  según  la  ley,  á  ser  pasados  por  las 
armas;  la  ansiedad  era  general  cuando  el  caudillo  se  dirigió  á  la  prisión 
del  Obispado.  Con  digna  altivez  hizo  retirar  la  guardia  y  exclamó: 

«La  Nación  ha  juzgado  la  causa  del  Imperio,  pero  no  se  hará  jus- 
ticia sino  olvidando  los  extravíos  de  sus  hijos;  quedan  Yds.  en 
libertad.  >  —  «No  he  nacido  para  carcelero  ni  para  verdugo»  —  añadió 
con  voz  conmovida. 

Con  el  júbilo  causado  por  la  magnanimidad  del  Escipión  mejicano, 
se  mezclaron  las  lágrimas  de  gratitud  y  aquellas  que  la  emoción  hizo 
correr  por  las  tostadas  mejillas  del  guerrero. 

La  sublime  resolución  fué  extensiva  á  todos  los  presos  de  guerra  de 
batallas  anteriores.  Veamos  cómo  se  expresa: 


236  A^[ERICANOS    CÉLEBRES 

«En  uso  de  las  amplias  facultades  de  que  me  hallo  investido  por  el 
»C.  Presidente  de  la  República,  he  tenido  á  bien  disponer:  que  los  pri- 
:í>sioneros  hechos  por  el  ejército  de  Oriente  en  las  batallas  de  Mahua- 
»tlán  y  la  Carbonera,  en  la  ocupación  de  la  ciudad  de  Oaxaca  en  el 
» asalto  de  esta  plaza  y  en  la  rendición  de  los  fuertes  de  Guadalupe  y 
»Loreto,  quedan  en  libertad  de  residir  en  el  lugar  que  elijan,  permane- 
7>ciendo  por  ahora  bajo  la  vigilancia  de  la  autoridad  local  y  á 
» disposición  del  Supremo  Grobierno. 

»Los  extranjeros  que  quieran  permanecer  en  el  país,  quedarán  suje- 
»tos  á  las  mismas  condiciones,  y  los  que  deseen  salir  de  la  República, 
» podrán  hacerlo  libremente. 

» Sírvase  V.  librar  su  orden  en  este  sentido,  aceptando  las  protestas 
de  mi  estimación  y  aprecio». 


XIIT 


Reproducimos  también  la  proclama  del  5  de  Abril. 

«¡Compañeros  de  armas:  quiero  ser  el  primero  en  pagar  tributo  á 
» vuestro  heroísmo.  La  nación  toda  y  la  posteridad,  vendrán  después 
ȇ  perpetuar  vuestra  gloria. 

;>  Habéis  escrito  otra  fecha  memorable  en  la  ciudad  donde  Zaragoza 
» eternizó  su  nombre  el  5  de  Mayo.  El  2  de  Abril  de  18G7,  se  registrará 
»  desde  hoy  en  el  calendario  de  las  glorias  nacionales. 

» Mucho  esperaba  de  vosotros;  os  he  visto  acudir  sin  armas  al  llama- 
amiento  de  la  patria  para  armaros  en  Miahuatlán  y  en  la  Carbonera, 
»en  Jalapa  y  en  Oaxaca,  con  los  fusiles  quitados  al  enemigo. 

»  Habéis  combatido  desnudos  y  hambrientos,  dejando  á  la  espalda  un 
»rastro  de  gloria,  y  sin  embargo,  vuestras  hazañas  en  Puebla  han  ido 
»más  allá  de  mi  esperanza. 

» Una  plaza  no  sin  razón  denominada  invicta ,  y  que  los  primeros 
» soldados  del  mundo  no  pudieron  tomar  por  asalto,  ha  cedido  á  un  solo 
» empuje  de  vuestro  brío. 

«La  guarnición  toda,  y  el  inmenso  material  de  guerra  acopiado  por 
»el  enemigo,  son  el  trofeo  de  vuestra  victoria. 

» Soldados:  Merecéis  bien  de  la  patria.  La  lucha  que  la  desgarra  no 


PORFIRIO    DÍAZ  237 

»  puede  ya  prolono;arse ;  acabáis  de  dar  la  muestra  de  vuestro  valor  irre- 
»sistible.  ¿Quién  osará  medirse  con  los  vencedores  de  Puebla?  La  inde- 
» pendencia  y  las  instituciones  republicanas  no  vacilarán  ya.  Está 
>  seguro  de  no  ser  conquistado  ni  oprimido  el  país  que  tiene  hijos  como 
»  vosotros. 

» Intrépidos  en  el  combate  v  sobrios  en  el  uso  de  la  victoria,  habéis 
» conquistado  la  admiración  de  esta  ciudad  por  vuestro  denuedo,  y  su 
«gratitud  por  vuestra  disciplina. 

2>¿Qué  general  no  tendría  orgullo  en  hallarse  á  vuestra  cabeza? 
»  Mientras  cuente  con  vosotros,  se  reputará  invencible  vuestro  amigo 

Porfirio  Díaz.» 


El  general  Márquez,  que  acudía  en  auxilio  de  Puebla,  había  adelan- 
tado hasta  Apizaco,  y  el  general  Díaz  se  puso  en  marcha  el  ó  de  Abril, 
para  batirlo:  cercado  el  primero  en  la  hacienda  de  San  Lorenzo,  huyó 
perseguido  de  cerca  por  el  vencedor  de  Puebla  y  los  generales  Gua- 
darrama V  Leyba :  en  el  camino  quedaron  numerosos  prisioneros, 
artillería,  e(j[uipajes,  y  Márquez,  con  unos  trescientos  hombres,  pudo 
refugiarse  á  la  capital. 

No  es  fácil,  ni  posible  seguir  })aso  á  paso  al  general  en  jefe  en  aquella 
heroica  v  fecunda  época,  pues  ínterin  se  preparaba  á  dar  el  último  golpe 
al  Imperio  con  la  toma  de  Méjico,  emprendía  al  propio  tienq)o  su  tarea 
de  reorganización  civil  v  militar,  dando  órdenes  generales  á  jefes  com- 
petentes para  la  elaboración  de  proyectiles,  construcción  de  parque,  ser- 
vicio general  para  las  necesidades  de  la  guerra. 

No  descansaba  ni  de  día  ni  de  noche  en  el  cumplimiento  de  su  alta 
misií'^n:  fué  el  alma  de  aquella  grandiosa  epopeya. 

El  sitio  de  Méjico  se  estrechó  vigorosamente,  pero  bajo  distinta  forma 
que  la  adoptada  en  los  asedios  anteriores. 

En  todas  sus  campañas,  n<)tanse  innovaciones  originales;  no  se 
})arece  á  nada  ni  á  nadie;  invade  terrenos  desconocidos:  en  el  asedio  de 
la  capital  se  encierra  Porfirio  Díaz  en  un  plan  que,  según  él  decía,  econo- 
mizaría la  saiKjrc  del  ejére'tto  que  era  oro  paro,  y  no  debía  desperdíc¡arí<e. 

En  aquellos  días  se  rindió  Querétaro,  cayendo  prisionero  el  infortu- 
nado Maximiliano,  y  varios  de  los  generales  republicanos  volaron  al 
lado  del  general  Díaz  para  tomar  parte  en  la  función  del  sitio. 


'238  AMERICAXOíí    CÉLEBRES 

El  21  de  Junio  se  rindió  la  capital,  y  el  general  en  jefe  siguió  despa- 
chando en  Tacubaya,  hasta  que  días  después  se  trasladó  á  Méjico  sin 
fausto  ni  ostentación,  alojándose  en  modesto  albergue,  rehusando  las 
ovaciones  y  dando  á  los  prisioneros  cómoda  instalación. 

Estableció  benéficos  sistemas  de  garantías,  de  orden  y  de  legal  admi- 
nistración: con  su  ejemplo  inspiraba  á  los  empleados  patriótico  desin- 
terés y  generosa  abnegación,  así  como  la  más  estricta  moralidad  y 
economía,  atendiendo  á  todas  las  necesidades  propias  de  las  circuns- 
tancias y  creadas  por  aquella  noble  lucha. 

Méjico  empezó  á  respirar  de  nuevo  el  ambiente  de  la  libertad.  El  sol 
esplendoroso  de  su  segunda  independencia  iluminaba  el  porvenir. 

El  drama  cuyo  prólogo  había  tenido  por  escenario  la  Soledad,  con- 
cluía en  el  cerro  de  las  Campanas. 

Los  heroicos  comuneros  de  Castilla,  vencidos  é  inmolados  en  los 
campos  de  Villalar  por  Carlos  V,  habían  dejado  grabada  la  idea  con  la 
sangre  de  su  martirio;  cuatro  siglos  más  tarde  triunfó  en  Querétaro. 


XIY 


El  supremo  magistrado,  ^  los  jefes  del  ejército  y  el  pueblo  mejicano, 
habían  caminado  fraternalmente  unidos  en  aquella  senda  gloriosa  de  la 
redención:  el  general  en  jefe  del  ejército  de  Oriente  veía  coronadas  sus 
aspiraciones;  la  gran  causa  estaba  ganada. 

Investido  con  amplias  facultades  al  ocupar  la  capital  de  la  llepública, 
fué  generoso  para  los  vencidos,  magnánimo  para  los  prisioneros,  caba- 
lleresco hasta  captarse  la-  admiración  de  los  mismos  á  quienes  había 
vencido. 

En  breve  tiempo  organizó  la  Administración  é  hizo  reai)areccr  la 
confianza  pública,  devolviendo  la  calma  á  los  perturbados  habitantes. 

Sencillo  en  sus  costumbres,  modesto  aun  coronado  con  el  laurel  de  la 
victoria,  refractario  á  todo  desorden,  coiiquistó,  si  era  dable,  mayor 
popularidad  que  la  obtenida  en  bélicos  combates. 

En  Junio  había  hecho  dimisión  de  su  alto  cargo  desde  Tacubaya.  y 

'     En  el  número    de   A7   Conthu'ntf  Atnericnno  dol  1."  de  Noviembre  de  188i.  so  jniblicaron  algunos  párrafos  de 
osta  l)iografia. 


PORFIRIO    DÍAZ  239 

nuevamente  renunció  en  13  de  Julio  de  18G7,  dirigiendo  al  propio  tiempo 
<[ue  su  dimisión  al  Gobierno,  elocuente  y  cariñosa  despedida  á  los  Esta- 
dos que  bajo  su  mando  había  tenido. 

En  la  caja  de  la  Comisaría  General  del  Ejército,  dejaba  ciento  cuatro 
mil  pesos,  y  doscientos  mil  del  comercio  de  Yeracruz. 

Hizo  preparar  grandes  festejos  para  solemnizar  el  reg-reso  del  ilustre 
presidente  Juárez,  y  cuando  éste  con  los  ministros  llegó  á  la  capital,  lo 
acompañó  gozando  con  la  aleg'ría  general,  y  viendo  en  ella  lucir  la 
aurora  de  una  nueva  era  próspera  y  tranquila. 

Había  cumplido  la  misión  salvadora,  y  como  en  la  vida  política  no 
encontrase  por  entonces  actos  conformes  á  su  elevado  patriotismo,  ni 
el  calor  de  sentimientos  que  estuvieran  asociados  con  los  suyos,  anheló 
consagrarse  al  hogar  y  á  la  familia ,  ínterin  pudiera  ser  nuevamente 
útil  á  la  patria. 

Nuevo  Cincinato,  se  retiró  satisfecho  á  su  hacienda  de  la  Noria. 

Salvemos  algunos  años:  el  general  D.  Porfirio  Díaz  ocupaba  el  alto 
])uesto  de  Presidente  de  la  República,  que  el  amor  y  la  gratitud  de  los 
pueblos  le  habían  otorgado. 

En  187G  empezó  aquel  período  de  regeneración,  en  el  cual  el  alma 
grande  y  entusiasta  del  caudillo  rindió  homenaje  á  la  memoria  de  hom- 
bres-genios, erigiéndoles  monumentos  que  constantemente  renovaran  su 
recuerdo. 

Las  ciencias  y  descubrimientos  que  pudieran  interesar  al  progreso 
nacional,  obtuvieron  su  atención  y  decidido  apoyo;  su  espíritu  reg'cne- 
rador  todo  lo  abarcó  con  singular  empeño,  y  con  su  poderoso  impulso  se 
iniciaron  las  grandes  obras  del  siglo  xix,  nuncio  de  universal  pros- 
peridad. 

Los  dibitados  y  solitarios  campos  adquirieron  vida  y  porvenir;  bajo 
el  influjo  de  la  veloz  locomotora,  se  ensancharon  los  horizontes  para  la 
industria  y  para  el  comercio. 

Lnperaron  el  trabajo,  el  progreso  y  la  moralidad. 

Por  todas  partes  se  observaba  el  aumento  de  bienestar;  la  confianza 
(|ue  inspiraba  el  honrado  y  heroico  jefe  del  Estado,  extingui()  todo 
temor,  y  durante  tan  feliz  período,  Méjico  recobró  crédito  y  riqueza. 

El  amor  de  los  pueblos  acompañó  al  caudillo  al  retirarse  á  la  vida 
privada,  y  jamás  fué  tan  popular  como  al  descender  del  solio  presi- 
dencial. 


240  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XV 


En  1884,  fué  llamado  de  nuevo  á  ocupar  el  poder  .supremo,  en  cir- 
cunstancias verdaderamente  azarosas  para  la  República  mejicana. 

Las  arcas  del  Estado  estaban  vacías;  la  inquietud  y  el  desaliento 
paralizaban  la  industria  y  el  comercio,  y  la  desconfianza  era  2:eneral. 

El  arreglo  de  la  Deuda  inglesa  había  promovido  serios  trastornos,  y 
el  horizonte  político  se  presentaba  sombrío,  tempestuoso  y  amenazador. 

El  nombre  del  general  Díaz  era  la  única  esperanza,  la  exclusiva 
aspiración  de  todas  las  clases  sociales. 

El  Presidente,  al  tomar  posesi(5n  de  su  elevado  cargo,  entabló  la 
lucha  con  energía  nunca  desmentida  para  devolver  á  ^Méjico  el  crédito ^ 
el  bienestar  y  la  confianza ,  tarea  dificilísima  y  para  la  cual  sólo  contó 
con  el  prestigio  de  su  nombre  y  con  su  fuerza  de  voluntad. 

Tales  condiciones  salvaron  al  país,  y  poco  á  poco  éste  empezó  á  reco- 
brar de  nuevo  actividad  y  vida;  el  Gobierno,  con  severa  economía,  con 
acertadas  disposiciones,  logró  hacer  frente  á  las  necesidades  nuís  urgen- 
tes, cuales  eran  el  pago  mensual  de  los  empleados,  viudas,  huérfanos  y 
ejército. 

La  industria  encontró  protección  y  estímulo,  y  la  instrucción  pública 
vigoroso  desarrollo. 

El  general  Díaz,  secundado  por  sus  hábiles  Ministros,  '  ha  estudiado 
y  estudia  por  sí  mismo  las  cuestiones  de  interés  nacional,  y  con  firmeza, 
prudencia  y  moderación,  consigue  llevar  a  terreno  práctico  las  reformas 
que  exigen  el  progreso  del  siglo  xix. 

Entre  las  .varias  innovaciones  que  dejarán  eterno  y  grato  recuerdo 
de  la  segunda  época  de  su  mando,  se  cuentan  las  escuelas  normales, 
indispensables  hoy  en  todo  país  que  desea  alcanzar  S(')lida  ilustración. 

El  eficaz  interés  de  ilustrar  á  todas  las  clases,  es  uno  de  los  mayores 
méritos  del  patricio  mejicano. 

También  se  registrará  como  una  obra  grandiosa  de  la  civilización,  la 


•     El  honrado  hacendista  D.  Manuel  Dublán,  los  ilustres  genéralos  Barardo  y  Pacheco,  el  docto  D.  Manxiel 
Romero  Rubio  y  el  hábil  D.  Ignacio  Mariscal. 


PORFIRIO    DÍAZ  241 

línea  del  camino  de  hierro  central,  que  une  la  República  de  Méjico  con 
Jos  Estados  Unidos   del  Norte,   de  gran  influencia  para  el  comercio  y 
para  el  progreso  material,  y  la  que  últimamente  ha  sido   inaugurada 
también  para  la  gran  República,  pasando  por  San  Luís  de  Potosí. 

Las  condiciones  de  su  carácter  le  han  conquistado  general  aprecio 
y  cariño.  Es  el  general  Díaz  franco,  expansivo,  benévolo,  prudente  y 
sagaz.  Adviértese  en  su  trato  la  sencillez  y  la  naturalidad,  y  en  medio 
de  las  graves  y  serias  preocupaciones  del  Estado,  siempre  encuentra 
momentos  para  consagrarse  á  la  amistad  y  á  la  familia. 

Su  hogar  doméstico  es  un  santuario,  y  al  lado  de  su  adorable  y  ange- 
lical esposa,  ^  encuentra  la  felicidad  y  el  descanso,  tan  necesarios  para 
el  gobernante,  á  la  vez  que  plácido  entretenimiento  intelectual,  porque 
la  compañera  de  su  vida  es  tan  ilustrada  é  inteligente  como  hermosa. 

El  general  Díaz  es  de  temperamento  robusto,  que  resiste  á  trabajos  y 
á  fatigas,  cualidad  indispensable  en  el  guerrero;  su  semblante  es  sim- 
pático y  su  mirada  tiene  extraordinaria  viveza  y  penetración. 

Las  batallas  ganadas,  las  victorias  que  engalanan  su  frente,  las  ha 
conquistado,  tanto  con  su  valor  como  por  el  superior  talento  militar. 

Con  su  marcha  política  ha  crecido  su  prestigio,  y  los  pueblos,  al  pro- 
rrogar su  acertado  y  benéfico  mando,  demuestran  su  gratitud  al  vence- 
dor del  2  de  Abril  de  1867. 

Tales  son  á  grandes  rasgos  las  condiciones  del  magistrado  y  del  hom- 
bre que  hoy,  con  incansable  afán  y  noble  empeño,  consolida  la  futura 
prosperidad  y  el  engrandecimiento  de  Méjico. 

'    Hija  del  ilnstradd  liberal,  Ministro  de  la  Gobernación,  D.  Manuel  Romero  Rubio. 


16 


PEDRO   II   DE  BRAGANZA 


EMPERADOR  DEL  BRASIL 


A  había  visitado  yo  la  seductora  isla  de  Cuba,  la 
valiosa  perla  acariciada  por  el  inquieto  mar:  ya 
los  aleg'res  paisajes  de  Puerto  Kico  y  la  exube- 
rante vegetación  de  Santo  Domingo,  desluni- 
brando  mi  vista  habían  despertado  mi  admira- 
ción y  entusiasmo  por  América,  cuando  en  el 
segundo  viaje  emprendido  para  recorrer  todo 
el  lluevo  continente,  llegué  á  la  maravillosa 
y   sin   par   bahía   de   Río   Janeiro. 

La  mañana  estaba  hermosísima :  el  sol ,  al  mirarse  en  las  aguas  del 
mar,  formaba  caprichosos  esplendores,  y  las  ondas,  jugueteando  acari- 
ciadas por  el  astro  rey,  se  rizaban  en  vistosas  fajas  asemejando  á  lumi- 
nosos iris  de  variados  colores. 

Encías  orillas,  admirábase  la  riqueza  de  aquella  tierra  tan  pródiga- 
mente dotada  por  la  mano  del  Creador,  y  las  variadas  flores,  las  plantas 
y  frutos  extraños,  privilegio  de  tropicales  regiones.  La  perspectiva  era 
sin  rival  y  nuestros  ojos  vagaban  de  la  espléndida  campiña  á  la  plateada 
superficie  del  mar,  y  de  allí  á  las  montañas  que  encierran  la  bahía  y  la 
prestan  caprichosa  forma. 

En  la  cima  de  uno  de  los  altos  cerros  se  destacaba  el  convento  de 
Santa  Teresa ,  rodeado  de  palmas  y  verdes  pensiles  que  disfrutan  eterna 


PEDRO  II  DE  BRACAXZA  243 

primavera:  las  faldas  del  monte,  en  donde  tiene  asiento  Nuestra  Señora 
de  Gracia,  aparecían  cubiertas  de  flores  y  como  graciosas  cortinas  bor- 
dadas por  la  mano  de  una  hada,  los  pabellones  de  follaje,  bajo  los 
cuales  se  camina  hasta  lleg^ar  á  la  enhiesta  roca  del  Corcobado.  La  mág-ica 
galanura ,  la  asombrosa  lozanía  de  los  campos  y  valles  que  la  mirada 
recorría ,  regocijaban  el  corazón  y  enriquecían  la  mente  con  nuevas  y 
luminosas  ideas. 


II 


Entre  aquel  soberbio  conjunto,  en  aquellos  mágicos  horizontes,  se 
destaca  la  ciudad,  centro  y  corte  del  imperio  brasileño:  el  movimiento 
es  grande;  el  comercio  es  próspero  é  importante;  el  progreso  es  notorio 
en  todos  los  ramos;  la  ilustración  reina  en  todas  las  esferas.  Las  letras  y 
las  ciencias  han  adquirido  considerable  impulso,  y  ese  imperio  joven, 
vigoroso  y  rico,  goza  de  universal  prestigio  y  preponderancia  merecida. 

Con  frecuencia  se  ve  en  las  calles  de  Río  Janeiro,  á  un  hombre 
sencillo  en  su  vestir,  modesto,  sin  fausto  ni  aparato,  recorriendo  las 
escuelas,  llevando  el  consuelo  á  los  hospitales,  visitando  las  obras 
públicas  y  dedicando  todas  las  horas,  todos  los  instantes  de  su  vida  al 
bienestar  del  país. 

Los  mendigos  acuden  á  su  palacio  y  reciben  apoyo  y  protección ;  los 
artistas  y  literatos  encuentran  en  el  insigne  ciudadano  su  liberal  Mece- 
nas; toda  gran  empresa  disfruta  de  su  apoyo;  toda  acción  generosa 
despierta  su  admiración;  los  esclavos  le  deben  su  emancipación  y  el 
Brasil  su  prosperidad  y  bienestar.  ^ 


III 


En  una  ocasión,  hace  algunos  años,  llegó  á  la  ciudad  imperial  un 
viajero  francés,  y  dirigióse  al  día  siguiente  al  arsenal  para  visitarlo; 
familiarmente  entabló  conversación  con  un  caballero,  ([ue  se  informaba 


•     Ultimamonto  y  duranto  lii  estancia  del  emperador  en  Earopa,  se  abolió  por  completo  la  esclavitud  ou   el 
Brasil,  por  decreto  de  la  generosa  princesa  imperial. 


244  AMERICANOS    CÉLEBRES 

de  todo,  con  prolija  atención  examinaba  los  trabajos  iniciados  y  á  los 
menores  detalles  prestaba  paternal  interés. 

Largo  rato  permaneció  el  extranjero  cambiando  ideas  con  el  noble 
brasileño,  que  hablaba  de  política  europea  como  un  diplomático;  de  la 
hacienda  pública,  como  hábil  estadista;  cual  hábil  industrial,  del  movi- 
miento del  comercio  y  de  la  crisis  que  éste  acababa  de  pasar,  y  con 
profundo  alcance  de  todas  las  materias  más  importantes  para  el  Brasil. 
Bajo  apariencia  sencilla,  encerraba  poderoso  ing-enio,  recto  criterio, 
ideas  fijas,  revelando  patriótico  entusiasmo  al  ocuparse  del  engrandeci- 
miento del  Imperio.  ¿Quién  era?  El  extranjero  no  se  atrevió  á  pregun- 
tarle su  nombre,  y  guardó  su  curiosidad  para  el  siguiente  día,  pues  al 
decirle  pensaba  ir  á  palacio  para  conocer  al  Emperador,  le  dijo  sonrién- 
dose  el  ilustrado  desconocido:  «allá  nos  veremos». 

Lentas  corrieron  las  horas  para  el  impaciente  extranjero,  hasta  que 
llegó  la  de  dirigirse  al  palacio  imperial. 

Al  entrar  en  el  salón  en  donde  recibía  D.  Pedro  II  de  Braganza,  al 
fijarse  en  el  semblante  del  monarca,  contuvo  una  exclamación  de  sor- 
presa. 

Era  su  bondadoso  interlocutor  de  la  víspera;  era  el  que  desde  largo 
tiempo  velaba  por  la  paz,  por  el  progreso  y  honra  nacional. 


IV 


Don  Pedro  II  de  Braganza,  cuenta  hoy  sesenta  y  dos  años,  y  empuña 
el  cetro  desde  el  23  de  Julio  de  1840.  Su  padre,  D.  Pedro  I,  fundador  del 
imperio  del  Brasil,  vióse  obligado,  por  la  hostilidad  de  los  partidos,  á 
abdicar  en  favor  de  su  hijo  que  contaba  apenas  ocho  años,  y  á  dejarlo 
en  poder  de  una  regencia ,  cuando  se  embarcó  para  Portugal. 

Las  opiniones  se  desencadenaron  durante  la  menor  edad  del  Empera- 
dor, y  serios  trastornos  precedieron  á  la  era  de  reformas  y  de  libertades 
iniciadas  por  el  joven  soberano,  al  tomar  con  mano  firme  las  riendas  del 
Gobierno;  y  desde  esa  época,  la  riqueza,  la  ilustración  y  el  orden, 
han  tenido  su  albergue  en  el  lozano  suelo  brasileño.  La  paternal  solici- 
tud del  demócrata  y  benévolo  Emperador,  se  extiende  por  todas  las 
esferas,  y  no  velada  ni  escondida,  sino  al  alcance  de  pobres  y  ricos^ 


l'KDKO  II  DE  IJRAOAXZA  245 

hidalgos  y  plebeyos.  A  su  presencia  acuden  todos,  y  jamás  se  da  el  caso 
de  negarse  á  recibir  ni  aun  al  más  humilde  que  solicita  su  augusta  pro- 
tección; por  eso  es  el  más  popular  de  los  gobernantes. 

Cuéntanse  conmovedoras  historias,  interesantes  episodios,  que  ponen 
de  relieve  la  justicia  y  bondad  de  D.  Pedro  II.  En  sus  largos  viajes  por 
Europa,  revela  á  cada  instante  la  alta  capacidad  que  tantos  bienes  ha 
prodigado  en  el  Brasil,  y  el  fácil  manejo  de  varios  idiomas  que  le  son 
completamente  familiares. 

¡Qué  espectáculo  tan  prodigioso  sería  para  los  antepasados  de  don 
Pedro  II,  el  de  la  llaneza  y  sencillez  de  su  egregio  descendiente  v  el 
de  su  íntima  comunidad  con  el  pueblo!  ¡Qué  hermoso  siglo  que  tales 
prodigios  cuenta ! 

El  imperio  del  Brasil  es  una  república  por  la  libertad  de  acción  que 
reina,  por  la  igualdad  bajo  el  amparo  de  la  ley,  por  el  espíritu  de  demo- 
cracia que  rebosa  en  las  masas.  El  pensamiento  se  expresa  sin  trabas,  y 
el  ciudadano  respeta,  venera  y  ama  al  primer  magistrado  de  la  nación. 

¡Feliz  el  hombre  que  ceñida  la  frente  por  imperial  corona,  ha  sabido 
rechazar  rancias  costumbres,  impopulares  preocupaciones,  para  identi- 
ficarse con  las  ideas,  con  las  grandiosas  aspiraciones  y  con  las  tenden- 
cias elevadas  y  justas  del  siglo  xix! 


EL    GENERAL    HARRISON 


PRESIDENTE  DE  LOS  ESTADOS  Ux\IDOS 


OKRÍA  el  siglo  XVII,   cuando  emigró  de  Inglaterra  á 

los  campos  de  Virginia  un  noble  inglés  descendiente 

de    sir     Tomás     Harrison ,    compañero     del    célebre 

Cromwell  y  uno  de  los  que  firmaron  la   sentencia  de 

muerte  del  infortunado  Carlos  Estuardo. 

La  tradicié)n  ó  el  espíritu  novelesco,  hace  remontar 
el  origen  de  la  familia  Harrison  á  la  virgen  india 
Pocahontas,  la  generosa  amiga  de  los  rostro-^  páJidos^ 
hija  del  rey  de  Powhatan,  poderoso  señor  de  varias 
tribus  guerreras ,  feroces  y  en  continua  pugna  con 
los  mohicanos. 

Habitaba  la  hermosísima  gacela  del  desierto,  en  las  feraces 
tierras  que  hoy  forman  el  Estado  de  Virginia,  teatro  también  en  1607 
de  las  proezas  y  aventuras  del  capitán  Smith,  á  quien  la  princesa  india 
salvó  dos  veces  la  vida.  ^ 

Con  sangre  indígena  en  las  venas  ó  de  pura  raza  sajona,  es  lo  cierto 
que  los  antepasados  del  general  Harrison,  han  tenido  gran  influencia 
política  y  disfrutado  de  los  dones  y  protección  de  la  fortuna. 


'     Pocahontas.  En  la  obra  América  y  iiis  mujeres. 


EL    TtEXERAL    HAREJSSON 


EL    GENERAL    HARRISON  247 

Beiíjfimíu  Harrison,  distiiig-uiÓHe  como  diputado  en  el  memorable 
Congreso  de  1775,  y  su  firma  se  encuentra  en  el  acta  de  independencia. 

Guillermo  Enrique  Harrison ,  abuelo  del  que  hoy  es  Presidente  de  la 
<>"ran  República,  fué  campeón  de  la  libertad,  con  las  armas  en  la  mano 
en  el  campo  de  batalla  y  con  la  palabra  en  el  Congreso,  conquistando 
después  como  primer  Gobernador  de  Indiana,  esclarecido  nombre. 

Diez  y  seis  años  desempeñó  aquel  dificilísimo  carg'o,  en  lucha  con  los 
indios  y  con  los  ingleses. 

Haré  corta  digresión,  para  consagrar  algunos  renglones  á  un  indio 
notabilísimo  y  que  asemeja  á  los  guerreros  de  remotas  edades. 


II 


Había  en  1<S11  una  tribu  indígena,  establecida  desde  1808  en  las  ori- 
llas del  Tippecanoe,  y  que  tenía  por  caudillo  á  Tecumseh,  indígena  de 
gran  valor  y  de  reconocida  capacidad  militar.  A  las  sobresalientes  cua- 
lidades para  la  guerra,  reunía  otras  que  le  hicieron  célebre  entre  los 
rosh'OH  pálidos ,  á  los  que  odiaba  con  todas  las  potencias  de  su  alma. 

Ensalzábase  su  generosidad  v  templanza  en  la  victoria,  sus  elevados 
sentimientos  y  la  sinceridad  de  su  carácter. 

Ayudábalo  en  la  cruzada  contra  los  americanos,  un  hermano  suyo 
llamado  «El  profeta  de  AVabash»,  que  entre  los  suyos  gozaba  de  gran 
influencia,  cimentada  en  sus  predicciones  y  en  la  severa  austeridad  que 
le  distinguía. 

En  la  mente  de  Tecumseh  había  surgido  un  pensamiento  grandioso: 
el  de  formar  con  todas  las  tribus  una  liga,  una  alianza,  una  confedera- 
ción contra  el  enemigo  común ,  y  tal  vez  el  esforzado  indio  hubiera 
conseguido  su  objeto,  sin  el  imprudente  ataque  contra  las  tropas  de 
Harrison,  las  que  diezmaron  las  filas  de  los  indios,  sembrando  entre 
ellos  la  desconfianza  y  el  terror. 

Hallábase  á  la  sazón  Tecumseh  en  el  Sur,  ocupado  en  dar  ensan- 
che á  su  plan  de  unión  entre  las  tribus,  cuando  su  hermano,  excitando 
el  fanatismo  de  los  indígenas,  y  poniéndose  á  su  cabeza,  acometió  el 
campamento  de  Harrison,  que  estaba  preparado  á  la  defensiva. 


248  AMERICANOS    CÉLEBEES 

ínterin  se  batían  con  bizarra  temeridad,  los  alentaba  el  Profeta, 
situado  sobre  una  colina  y  entonando  un  canto  de  «xuerra. 

Harrison  y  sus  tropas  ganaron  la  batalla,  y  no  conoció  límites  la 
rabia  y  desesperación  de  Tecumseh  al  tener  noticia  del  desastre.  Su  odio 
y  su  deseo  de  venganza  llevaron  al  caudillo  indígena,  en  1812,  á  las  filas 
inglesas,  en  las  que  combatió  sin  tregua  contra  los  americanos,  haciendo 
prodigios  de  valor,  sobre  todo  en  el  sitio  del  fuerte  de  Meigs. 

Cuéntase  que  con  su  hacha  de  guerra ,  dividió  en  dos  la  cabeza  de  un 
jefe  de  los  vvyandotes,  castigando  su  crueldad  con  los  prisioneros. 

—  Es  una  cobardía, — exclamó, — asesinará  un  hombre  indefenso: 

El  denodado  y  heroico  indígena ,  murió  en  la  batalla  de  <  Thames » 
acaudillando  á  sus  indios.  Las  hazañas  de  Tecumseh  y  su  gloriosa 
muerte,  hacen  de  él  un  héroe  legendario. 

El  victorioso  general  Harrison,  subió  poco  después  hasta  el  solio 
presidencial,  el  4  de  Marzo  de  1841,  ti  los  setenta  y  ocho  años  de  edad. 

El  4  de  Abril,  es  decir,  un  mes  más  tarde,  exhalaba  el  último 
suspiro. 


ÍII 


Tenaz  y  reñida  ha  sido  la  lucha  entre  el  partido  demócrata  y  el 
republicano,  para  conseguir  el  triunfo  del  general  Harrison,  nieto  del 
vencedor  de  «Thames». 

El  Presidente,  (jue  debe  ocupar  en  ]\larzo  de  1889  la  Casa  Blanca  en 
"Washington,  nació  en  el  Estado  de  Ohío  en  183o,  en  la  casa  de  su  abuelo 
el  presidente  Harrison,  y  á  los  catorce  años  ingresó  en  un  colegio  cer- 
cano á  Cincinati;  pasando  desde  allí  á  la  Universidad  de  Oxford  en  Ohío 
en  donde  se  le  consideraba  como  joven  inteligente  y  estudiante  laborioso. 

Antes  de  completar  sus  estudios,  había  contraído  matrimonio  con  la 
señorita  Carrie,  hija  del  director  de  la  Academia  de  señoritas  de  Oxford. 
(Young  Iridies  Acaclcmyj. 

Recibido  ya  de  abogado,  practicó  en  Cincinati  la  Jurisprudencia,  y  al 
llegar  á  su  mayor  edad,  contaba,  con  trescientos  pesos  que  le  entregó 
su  padre  y  ochocientos  que  heredó  de  una  tía,  trasladándose   con  tan 


EL    GEXKRAL    IIAIIRI80X  249 

exiguo  capital  á  IiidianápolÍ8,  en  1854,  en  cuyo  punto  ne  avecindó  con 
su  joven  esposa. 

Abierto  su  bufete  y  no  teniendo  aún  reputación,  no  era  fácil  que 
abundaran  los  clientes,  y  hubo  de  aceptar  el  empleo  de  pregonero  del 
palacio  de  Justicia  con  tres  pesos  y  medio  diarios,  y  sin  esto  indudable- 
mente la  situación  de  Harrison  hubiera  sido  muy  precaria. 

A([uel  sueldo  fué  el  primer  dinero  que  había  ganado  en  su  vida. 

Defendió  después  una  causa  por  robo,  y  con  ella  comenzó  su  reputa- 
ción de  abogado,  y  á  pesar  de  que  el  tiempo  había  -sido  muy  corto 
para  prepararse ,  pues  por  ausencia  del  defensor  se  le  había  encomen- 
dado á  él,  hizo  una  gran  defensa  y  ganó,  consiguiendo  que  se  condenara 
al  culpable,  aun  cuando  su  compañero  y  adversario  AVallace ,  hubiera 
hábilmente  tratado  de  salvar  á  su  defendido. 

Por  aquel  entonces  fué  nombrado  Relator  de  la  Suprema  Corte  con 
un  sueldo  de  dos  mil  quinientos  pesos,  y  en  tal  ocasión  sostuvo  á  gran 
altura  un  asunto  que  versaba  sobre  terrenos  pantanosos.  Su  fama  como 
orador  enq:>ezó  á  crecer,  y  ya  como  abogado  fenía  también  gran 
prestigio. 

En  1862,  se  alistó  como  voluntario  en  la  guerra  separatista,  y  formó 
una  compañía  que  fué  destinada  al  regimiento  17,  el  cual,  más  tarde, 
mandó  Harrison  como  coronel. 

Careciendo  de  conocimientos  militares,  estudió  con  ahinco  y  aprove- 
chamiento, hasta  el  punto  de  que  sus  subalternos  fueron  modelo  de 
excelente  disciplina  y  llegaran  á  tener  en  su  jefe  ilimitada  fe  y  con- 
fianza. 

Afanábase  Harrison  por  el  bienestar  de  sus  soldados,  y  éstos  le 
adoraban. 

Su  })rimer  combate  fué  en  Bowling  Green ,  defendiendo  el  Sur  de 
Indiana  contra  el  famoso  guerrillero  Kirby  Smith. 

Más  tarde,  en  Later  y  Resaca,  se  distinguió  también  en  una  brillante 
carga,  no  sin  que  en  ella  perdiera  una  parte  de  sus  soldados,  que  fueron 
muertos  ó  heridos. 

En  Peach  Tree  Creek,  fué  tal  su  bizarría,  que  el  general  Hooker 
le  felicitó  en  el  campo  de  batalla,  diciéndole: 

—  Por  Dios,  Benjamín  Harrison,  ({ue  por  esta  jornada  os  he  de 
hacer  brigadier. 

Y  el  veterano  cumplió  su  oferta,  pidiendo  al  Ministro  el  ascenso. 


250  AMERICANOS    CÉLEBRES 


IV 


Ceñido  con  el  Laurel  de  la  victoria,  volvió  á  ocupar  su  puesto  como 
Relator  de  la  Suprema  Corte  de  Indiana,  y  rehusó  en  1808  la  reelección 
para  consagrarse  al  foro. 

El  gobernador  de  Gadlove,  S.  Orth,  no  estaba  de  acuerdo  con  las 
miras  financieras  del  partido  republicano,  y  Harrison  fué  nombrado 
para  sucederle. 

A  pesar  de  su  poca  ambición,  fué  electo  Senador  con  la  mayoría  de 
dos  mil  votos,  haciéndose  entonces  notable  como  orador. 

En  1887,  al  perder  la  elección  ])ara  la  senaduría,  recurrió  modesta- 
mente á  su  bufete. 

En  Junio  de  1888  se  hizo  su  elección  en  Chicago  para  presidente  de 
la  República,  v  á  la  verdad  que  no  produjo  gran  entusiasmo;  pero  su 
conducta  digna  y  discreta  le  aseguró  el  triunfo,  y  los  discursos  basados 
en  los  más  austeros  principios  republicanos,  y  el  tacto  y  la  delicadeza 
(|ue  desplegó  para  no  herir  ni  atacar  personalidades,  lo  consolidaron. 

Indiana  es  un  Estado  de  combate  y  esencialmente  republicano,  y  la 
victoria  del  ilustre  candidato  de  aquel  partido  era  segura,  hasta  el 
extremo  de  haberse  cruzado  grandes  apuestas,  no  sólo  en  los  Estados 
Unidos,  sino  entre  los  norte-americanos  residentes  en  el  extranjero. 

Una  de  las  más  importantes  es  la  de  Mr.  Hutch's  de  Nueva  York^ 
de  veinticinco  mil  dollars  (duros),  por  el  general  Harrison,  y  otra 
de  G.  R.  Clarke,  comerciante  en  granos,  en  la  que  arriesgaba  todo  su 
haber. 

El  partido  demócrata,  personificado  en  Mr.  Gróver  Cleveland,  ha 
sido  vencido,  no  sin  haber  disputado  lealmente  palmo  á  palmo  el  terreno 
á  sus  adversarios. 

La  contienda  de  ambos  partidos,  ha  sido  contienda  de  ideas  más 
bien  que  de  individualidades;  campaña  de  principios  proteccionistas  y 
librecambistas. 

De  los  primeros  ha  sido  el  triunfo. 

La  cuestión  palpitante  de  tarifas  y  la  de  Hacienda,  será  el  campo  de 
batalla  de  los  dos  combatientes,  y  como  proteccionista,  hará  el  Gobierno 


EL  gf:xp:kal  harrisox  251 

la  guciTíi  de  idca.s,  y  puede  añniiarse  que  la  lucha  será  ruda  y  reñida  y 
no  de  tan  fácil  solución  })()r  los  inconvenientes  con  que  ha  de  tropezar,  el 
nuevo  supremo  nia<2,istrado  de  los  Estados  Unidos  del  Norte  América. 

Un  macero  del  Senado,  Canady,  que  en  épocas  anteriores  conoció  á 
Harrison  ocupando  su  puesto  en  la  Cámara,  ha  dicho  que  el  ])eríodo 
administrativo  del  nuevo  Presidente,  ha  de  ser  fecundo  en  honra  y  pro- 
veclio  de  los  hombres  (jue  valen,  por([ue  tendrán  fácil  acceso  en  el  ser- 
vicio civil,  sin  distinción  de  partidos  y  sólo  fijándose  en  el  mérito. 

El  general  Harrison,  llega  pues  al  poder  con  el  prestigio  de  su 
carácter  austero,  grave  y  reflexivo;  con  los  antecedentes  de  grandes 
servicios  hechos  por  él  y  por  su  familia;  con  la  superioridad  que  presta 
el  talento  y  rodeado  por  los  hombres  eminentes  que  militan  en  las  filas 
republicanas. 

Admiradora  soy  de  la  gran  República  que  ha  llegado  á  ocupar  el 
primer  puesto  como  nación  y  ha  conquistado  crédito,  preponderancia 
y  fabulosa  ri([ueza ,  por  un  progreso  siempre  creciente  y  por  un  espíritu 
de  empresa  y  de  portentosa  innovación,  siempre  en  aumento. 

A  esa  rápida  prosperidad,  á  ese  bienestar  que  se  traduce  en  el  res- 
peto universal  que  inspira  la  vasta  porción  del  territorio  americano,  que 
compone  los  Estados  Unidos  del  Norte,  han  contribuido  los  hombres 
que  desde  ^^'áshington  á  Lincoln,  y  de  éste  hasta  hoy,  gobernaron  con 
sabia  justicia  y  se  hicieron  merecedores  de  general  estimación. 

A  juzgar  por  el  })asado  del  general  Harrison,  parece  indudable 
que  legará  á  la  historia  norte-americana,  una  página  más  de  nobles 
recuerdos. 


RAFAEL   NLTÑEZ 


TRESIDENTE  DE  LA  KEPÜBLTCA  DE  COLOMIUA 


R0CLAMÁ1ÍA8E   cii   Aiiiérica   el   principio   de 
independencia.  Todo  eran  alegrías  })or  los 
triunfos    alcanzados    y    nuevas    lisonjeras 
esperanzas   para    Colombia,    que    miraba, 
después  de  tenaces  y  titánicos  esfuerzos,  caer 
el  coloniaje  y  surgir  brillante  y  glorioso  por- 
venir. 

Corría  el  año  de  1825,  cuando  en  la  costa 
colombiana,  en  la  valerosa  é  histórica  Carta- 
gena, capital  del  Estado  de  Bolívar,  nació  el  28  de 
Septiembre  un  niño,  acariciado  por  patrióticas  brisas 
y  al  calor  de  los  primeros  fulgores  del  sol  de  la 
libertad. 

Pasó  la  infancia  de  Rafael  Núñez  y  empezó  éste  muy  joven  á  tomar 
parte  activa  en  la  vida  pública,  distinguiéndose  entonces  por  principios 
del  más  acendrado  liberalismo  é  ideas  altamente  republicanas. 

Colombia  había  sido  teatro  de  grandes  evoluciones  políticas.  La 
gran  República  ya  no  existía:  sucumbió  al  sucumbir  Bolivar,  allá  en 
8an  Pedro  Alejandrino,  solo,  triste  y  lleno  de  amargura. 


RAFAEL    NUNEZ 


RAFAEL     Xl'XKZ  253 

La  proclamación  del  sistema  federativo  que  tuvo  lugar  en  IS-IO,  en 
a([uellas  provincias  ([ue  formaban  la  regiíni  colombiana,  fue  más  bien 
una  reacción  contra  los  hombres  que  dominaban  al  país. 

En  1849,  el  doctor  Núñez  fundó  en  Cartagena  y  redactó  hasta  1853^ 
el  periódico  La  Democracia,  á  la  vez  que  era  colaborador  asiduo  de  gran 
número  de  publicaciones  en  América ,  muchas  firmadas  con  el  seudónima 
David  Olmedo.  ^ 

En  1851,  surgieron  de  nuevo  grandísimos  desórdenes  para  derribar  al 
])robo  y  liberal  general  J.  Hilario  López,  v  en  1854,  después  de  un  motín 
encabezado  por  el  general  J.  M.  Meló,  fué  depuesto  el  presidente  José 
María  Obando,  entrando  á  ejercer  el  poder  ejecutivo  el  8r.  J.  Obaldía,  y 
á  corto  espacio,  el  vicepresidente  ^l.  31.  Mallarino,  hombre  de  carácter 
suave,  conciliador,  y  á  propósito  para  calmar  la  efervescencia  de  los 
partidos  y  gobernar  á  la  República  con  la  ley  por  norte,  y  el  orden  y 
la  paz  por  bandera. 

D.  Rafael  Núñez,  Plata  ^  y  Pombo,  fueron  los  ministros  que  para 
g'loria  y  bien  del  país,  ayudaron  durante  dos  anos  á  la  obra  de  pacifica- 
ción y  de  tolerancia,  que  dio  á  Colombia  días  bonancibles  y  esperanzas 
de  que  se  consolidaran  en  lo  futuro,  y  á  decir  verdad  los  servicios  pres- 
tados por  el  I)r.  Núñez,  en  aquella  sabia  época  administrativa,  han 
sido  la  página  más  bella  de  su  vida  política. 


1 1 


En  1853,  la  Convenci()n  reunida  en  Río  Negro  dict(j  la  nueva  consti- 
tución federal,  no  sin  haber  luchado  con  dificultades  que  parecían  casi 
invencibles;  y  desde  esa  época  y  durante  diez  años,  siguió  el  país  su 
marcha  constitucional  y  se  sucedieron  los  presidentes  hasta  1875,  en  que 
por  vez  primera  el  partido  llamado  ¡ndcpcndientc,  presentó  la  candida- 
tura del  Dr.  Rafael  Núñez,  que  había  desempeñado  diferentes  y  elevados 
cargos  en  Europa  y  en  Colombia.  El  triunfo,  sin  embargo,  fué  del  doctor 

'     No  confundan  niipstros  lectores  esto  seiiilónimo  con  el  apelliilo  del  gran  poeta  ectiatoriano  Olmedo. 

-  D.  José  M.-'  Plata,  nno  de  los  hombres  notaliilisimos  de  Colomliia,  un  genio  privilegiado,  fignra  tan  distin- 
gnida  como  simiiática,  mnerto  siendo  gobernador  do  Cnndinamarca,  en  el  combate  del  18  do  Julio  do  ISal  contra 
ol  presidente  Ospiua,  en  el  ataque  para  ocupar  Bogotá,  capital  de  la  Unión. 


254  a:\iericaxos  célebues 

Aquiles  Parra.  A  este  presidente  sucedió  en  1878,  el  caballeresco  oeneral 
Trujillo,  y  en  las  elecciones  de  1879  para  1880,  obtuvo  la  victoria 
Núñez  y  ocupó  la  presidencia  de  la  República. 

Sus  propósitos  fueron  iniciar  una  era  de  regeneración  y  de  reformas 
político-administrativas,  y  al  concluir  su  cargo  presidencial,  entregó  el 
mando  al  austero  Dr.  Zaldúa,  y  pudo  considerarse  satisfecho  ante 
el  deber  cumplido  y  lisonjeado  por  la  confianza  pública,  que  lo  eligió 
presidente  del  Estado  de  Panamá  y  primer  designado  para  la  presidencia 
de  los  Estados  del  Magdalena  y  de  Bolívar. 

En  1884,  se  vio  electo  de  nuevo  para  la  suprema  magistratura,  v 
el  período  fué  borrascoso,  fecundo  en  desórdenes  y  luchas  en  el  Estado 
de  Santander,  y  en  conatos  de  rebelión  en  distintos  puntos  de  la  Repú- 
blica, los  que  dieron  margen  al  famoso  decreto  del  10  de  Septiembre 
de  1885,  por  el  cual  se  convocaba  un  Consejo  nacional,  que  debía  reunirse 
el  11  de  Noviembre  para  reformar  la  constitución,  reforma  llevada  á 
efecto  después  de  someter  las  bases  al  pueblo  colombiano  por  medio  de 
las  municipalidades,  al  propio  tiempo  que  se  apelaba  al  voto  popular, 
})ara  la  elección  presidencial  hecha  en  favor  del  Dr.  Rafael  Núfiez. 

Las  bases  constitucionales,  así  como  la  elección,  fueron  aprobadas 
unánimemente  por  los  municipios,  y  poco  después  acordó  el  Consejo  la 
nueva  constitucitni ,  que  se  expidió  el  4  de  Agosto  de  188G.  Ella  centra- 
liza por  completo  el  gobierno  de  la  nación,  presta  al  presidente  amplias 
facultades  durante  el  espacio  de  seis  anos  y  autoridad  casi  dictatorial. 

Un  conocidísimo  é  ilustre  colombiano,  dice  refiriéndose  á  la  constitu- 
ción mencionada:  «Permite  la  elección  para  el  Congreso  de  los  emplea- 
dos ejecutivos,  lo  que  unido  al  vpto^  más  eficaz  ahora  que  antes,  da  al 
presidente  una  inñuencia  preponderante  en  la  acción  legislativa». 

Parecerán  tal  vez  estos  detalles  ajenos  á  este  boceto  biográfico;  pero 
perteneciendo  la  época  presidencial  de  D.  Rafael  Núnez,  á  la  historia 
contemporánea  colombiana,  pueden  ser  útiles,  cuando  el  tiempo  pase 
y  se  juzguen  los  hechos  con  entera  libertad  y  justicia;  pues  sabido  es  que 
los  acontecimientos  trascendentales  en  la  historia  de  los  pueblos  y  en  la 
vida  de  los  hombres  públicos,  no  pueden  presentarse  bajo  el  verdadero 
punto  de  vista,  sino  cuando  la  posteridad  los  juzga  y  da  su  fallo  con 
imparcial  y  recto  criterio. 


RAFAEL     XUXKZ 


III 


Es  el  Dr.  D.  Rafael  Núuez,  iiu  escritor  profundo  y  filosófico,  un 
inspirado  y  notable  poeta,  de  fácil  decir  y  de  gran  precisión  en  los 
conceptos;  tienen  sus  poesías  un  estilo  correcto  y  bello,  especialísima 
forma  y  la  idea  investigadora  del  pensador. 

A  veces  discurre  el  bardo  colombiano  con  aquel  idealismo  que  brota 
del  corazón  al  impulso  de  ilusiones  y  de  esperanzas,  ó  de  dulcísimo  y  amo- 
roso arrobamiento.  En  muchas  de  sus  composiciones  adviértese  el  anhelo 
de  adivinar  lo  misterioso,  lo  desconocido;  de  penetrar  en  los  arcanos  y 
resolver  los  problemas  filosóficos;  pero  en  la  mayoría  de  sus  escritf)s  se 
destaca,  se  revela  algo  indescribible,  desánimo,  cansancio,  hondo  aba- 
tiniiento,  la  aspiración  á  todo,  ó  el  profundo  abrumador  hastío  de  una 
existencia  sin  luz,  de  una  alma  que  lucha  y  duda,  de  un  pensamiento  que 
avanza  hasta  lo  imposible  y  de  repente  retrocede  ante  la  magnitud  de  su 
osadía. 

Tal  es  á  grandes  líneas  el  boceto  del  escritor  y  del  hombre  público. 

Cuando  el  hielo  de  la  tumba  pese  sobre  ambos,  cuando  el  filósofo 
literato  y  el  astuto  gobernante  haya  conocido  el  secreto  de  la  eternidad, 
entonces  las  futuras  "'eneraciones  consijínarán  el  severo  ó  benévolo  fallo, 
descartado  de  entusiasmo  parcial  hacia  el  poeta ,  y  fruto  de  la  fría  razón 
y  del  estudio  concienzudo  de  la  época  administrativa  de  los  hechos  y  de 
la  marcha  política,  del  magistrado. 


BARTOLOMÉ  MITRE 


ODA  América  conoce  desde  hace  larg-o  tiempo,  al 
.soldado,  al  poeta,  al  gobernante,  historiador  y 
periodista,  que  en  1888  y  cuando  apenas  contaba 
diez  y  siete  años  se  batía  (ya  ca})itán)  en  el  sitio  de 
Montevideo,  á  la  vez  que  pulsaba  la  lira  con  bri- 
llante inspiración. 

Su  vida   ha  sido  accidentada ,  caprichosa ,  si  so 
nos  permite  esta  frase,  y  combatida  por  extrañas  alternativas. 

A  los  veintidós  años  lo  vemos  ascendido  á  teniente  coronel  por  su 
bravura  en  el  sitio  de  la  capital  del  Uruguay,  y  poco  después  emigrado 
en  Bolivia  y  organizando  con  actividad  y  celo  el  Colegio  militar,  por 
orden  del  ilustre  vencedor  de  Ingavi,  general  Ballivián,  presidente 
entonces  y  protector  y  amigo  del  ínclito  y  valiente  Mitre. 


II 


No  tardó  en  presentársele  ocasión  para  corresponder  como  bueno  á 
los  favores  recibidos. 

El  Gobierno  de  Bolivia,  empeñado  con  el  del  Perú  en  una  contienda 
comercial,  relativa  á  los  exorbitantes  derechos  impuestos  por  el  general 


BARTOLOMÉ    MITRE 


BARTOLOMÉ    MITRE  257 

Castilla  al  comercio  de  tránsito  en  la  frontera  del  Sur,  había  determi- 
nado resolver  la  cuestión  por  medio  de  las  armas,  y  no  menos  decidido 
el  peruano,  se  preparaba  á  la  guerra ,  cuando  una  revolución  acaudi- 
llada por  el  coronel  M.  Y.  Belzu,  hizo  triunfar,  sin  combatir  los  planes 
de  Castilla. 


iir 


El  Congreso  de  1847,  negó  su  voto  para  la  guerra  con  el  Perú,  impo- 
pular en  Bolivia,  y  esto  unido  á  otras  causas  ajenas  á  esta  biografía, 
produjeron  descontento  en  todo  el  país,  dieron  vuelo  á  las  pretensiones 
del  general  Belzu,  y  llegaron  hasta  invadir  el  palacio  de  la  Presidencia 
intentando  derrocar  al  general  Ballivián. 

Belzu,  sin  embargo,  no  triunfó  por  entonces:  inseguro  de  sus  solda- 
dos y  viendo  que  al  aproximarse  dos  batallones  vacilaban,  ^  huyó  aban- 
<l()n;indolos,  aun  cuando  no  para  desistir  de  su  propósito. 

Deseoso  Ballivián  de  acabar  con  la  revolución,  salió  para  el  Sur  y 
alcanz(')  la  victoria  en  la  batalla  de  Mtichí ,  contra  las  tropas  del  general 
Agreda. 

Encontrábase  en  aquella  acción  el  teniente  coronel  Bartolomé  Mitre, 
(pilen,  dirigiendo  la  artillería,  se  batió  valerosamente  conquistando 
gloria  y  honores,  á  la  vez  que  nuevas  muestras  de  aquella  deferencia  y 
afecto  del  jefe  supremo. 


IV 


A  pesar  de  la  derrota  sufrida  por  los  jefes  rebeldes:  de  la  paz  con  el 
Perú  celebrada  en  ese  mismo  año  de  1847  y  del  tratado  de  libre  comercio 
para  ambos  países,  el  descontento  crecía.  Xo  se  detuvo  la  marcha  de  la 
revoluci()n.  y  Ballivián,  para  evitar  los  conflictos  de  la  guerra  civil, 
abandon»)  el  país. 

'     Ram()x  Sotomayok  Vai.uks:  Ks'nilios  históricos  de  Iloliviiu 

*  17 


2oK  AMERICANOS   CÉLEBRES 


V 


Mitre,  arrastrado  á  su  vez  por  la  fuerza  de  los  aconteciuiientos, 
emig-ró  á  Chile  y  se  hizo  cargo  de  la  direcci()ii  de  El  Mercurio,  de 
Valparaíso. 

Ya  en  distintas  épocas  había  pertenecido  á  la  prensa,  y  eran  cono- 
cidas la  severidad  y  firmeza  de  sus  principios,  pero  éstos  precisamente 
estaban  en  completo  desacuerdo  con  los  del  (Gobierno,  y  la  oposición 
batió  palmas  al  verse  tan  vigorosamente  apoyada. 

La  estancia  de  Mitre  en  Chile  fué  corta,  y  las  playas  peruanas  dieron 
asilo  al  desterrado  periodista  argentino. 


VI 


Llegó  el  año  1852,  memorable  para  la  República  Argentina.  El 
absolutista  Rosas,  después  de  más  de  veinte  años  de  tiránico  mando 
y  retrógrado  despotismo,  estaba  amenazado  por  fuerzas  argentinas  v 
extranjeras.  El  Brasil  y  el  Uruguay  habían  celebrado  un  tratado  de 
alianza  con  la  provincia  de  Entre  Ríos,  para  combatirlo  y  derrocarlo. 

El  general  I  r(piiza,  ({ue  había  sido  uno  de  los  mas  celosos  servidores 
del  Dictador,  era  entonces  implacable  adversario;  las  tropas  aliadas 
estaban  bajo  sus  órdenes  y  se  componían  de  veintiocho  mil  hombres; 
con  ellas  pasó  el  Paraná,  y  la  célebre  batalla  de  Monte  Caseros  liberte')  á 
Buenos  Aires  de  aquella  dictadura  detestada. 


VII 


Mitre  había  acudido  también  al  llamamiento  de  la  patria:  ardiendo 
en  entusiasmo  y  en  valor,  atravesó  los  Andes  con  algunos  compañeros 
que,  como  él,  deseaban  la  caída  del  Nerón  americano. 


BARTOLOMÉ    MITRP:  _  250 

A  SU  Iletrada  se  le  confirió  el  mando  de  la  artillería  uruguaya  en  el 
ejército  aliado  y  su  acierto  y  arrojo  contribuyeron  á  la  benéfica  victoria. 

Diputado  después  á  la  legislatura  de  Buenos  Aires,  tuvo  en  ella  el 
cimiento  de  su  prestigio  político,  y  éste  creció  cuando  en  1853  fué 
Ministro  de  la  Guerra,  y  tomó  parte  activa  desde  entonces  en  todos  los 
grandes  acontecimientos  que  se  desarrollaron  en  el  país-. 

La  guerra  entre  la  provincia  de  Buenos  Aires  y  las  demás  de  la  Con- 
federación Argentina,  llevó  á  Mitre  al  campo  de  batalla,  y  aun  cuando 
vencido  en  Cepeda  por  Urquiza  y  sus  tropas,  ajustó  la  paz  ventajosa 
para  la  capital  y  su  distrito,  quedando  con  mayor  poder  y  soberanía 
que  anteriormente  y  logrando  el  triunfo  en  la  derrota. 


VIII 


Pero  se  encendió  de  nuevo  la  tea  de  la  discordia:  volvieron  los  parti- 
dos á  buscar  en  las  armas  la  solución  del  problema,  y  la  batalla  de  Pavón, 
ganada  por  las  tropas  bonaerenses  al  mando  del  general  Mitre,  derrocó 
al  Gobierno  de  la  Confederaci(')u,  siendo  el  vencedor  encargado  del 
mando,  desde  Abril  de  18G2  hasta  Octubre,  en  que  tomó  posesión  de  la 
presidencia  de  la  República.  LlauK)  á  su  lado  para  dirigir  la  adminis- 
tración del  país,  á  los  hombres  más  ilustrados  y  progresistas. 

La  probidad,  la  rectitud,  el  amor  á  las  innovaciones,  la  sed  de  pro- 
greso y  la  protección  á  las  empresas  de  utilidad  nacional,  dominaron 
durante  los  seis  anos  que  el  esclarecido  argentino  estuvo  desempeñando 
la  suprema  magistratura. 

Entonces  la  locomotora  lleve)  la  civilización  y  el  movimiento  por  cam- 
pos y  aldeas:  los  hilos  eléctricos  facilitaron  la  comunicación  del  pensa- 
miento y  desarrollaron  el  comercio  y  la  industria. 


260  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XI 


La  activa  inteligencia  del  gobernante,  no  podía  descuidar  ni  desco- 
nocer la  importancia  de  la  instrucción  pública,  y  numerosas  escuelas  se 
abrieron  en  toda  la  extensión  de  la  República,  brindando  alimento  inte- 
lectual á  miles  de  seres  que  más  tarde  han  sido  y  son  ciudadanos  emi- 
nentes y  hombres  útiles  en  el  hogar  y  en  la  sociedad. 

Antiguos  y  abandonados  edificios  sufrieron  total  transformación,  y 
se  destinaron  á  escuelas  y  clases  de  enseñanza  su})erior. 

En  las  provincias,  hábiles  gobernadores  secundaron  al  jefe  del  Estado 
y  dieron  impulso  á  la  creación  de  escuelas  y  colegios,  alentando  y 
estimulando  á  la  juventud  y  á  las  familias  para  empresa  tan  meritoria 
y  benéfica. 


X 


Por  entonces  el  buen  acierto  del  Gobierno,  se  manifest(')  también  al 
enviar  como  ministro  plenipotenciario  á  los  Estados  Unidos  del  Norte, 
al  benemérito  é  insigne  D.  Domingo  Sarmiento,  que,  con  prolijo  é  incan- 
sable afán,  se  consagró  á  extensos  estudios  de  educación  popular,  sistema 
de  enseñanza  y  organizaciíui  de  bibliotecas  nacionales,  conocimientos 
que  después  fructificaron  en  tierra  argentina. 

Mitre  fué  también  protector  de  las  letras,  á  las  cuales  ha  rendido  y 
rinde  verdadero  culto. 

Sus  ideas  y  sus  costumbres  le  hicieron  amable  y  (pierido  de  la  clase 
más  culta  y  elevada  de  la  sociedad  bonaerense,  y  ser  respetado  y  con- 
siderado por  el  pueblo. 

Sobrevino  la  guerra  del  Paraguay  contra  el  Brasil:  la  actitud  de  a(juel 
Imperio,  al  ocupar  el  territorio  oriental,  no  podía  menos  de  alarmar  al 
presidente  Solano  López,  quien  no  vaciló  en  romper  las  hostilidades 
contra  el  poderoso  vecino,  solicitando  del  Gobierno  de  Buenos  Aires  el 
permiso  para  el  paso  de  las  tropas  por  la  provincia  de  Corrientes. 


BARTOLOMÉ    MITRE  261 


El  presidente  neg'ó  la  íiutorizacióii  pedida,  y  como  se  aiilonierabaii 
fuerzas  hacia  las  fronteras  aro;entinas,  pidió  explicaciones  al  presidente 
paraguayo;  la  contestaci(5n,  fué  declarar  la  guerra. 


IX 


Aliados  con  el  Brasil  la  República  Argentina  y  el  Estado  Oriental, 
empezaron  la  célebre  campaña  en  la  cual  Mitre  era  general  en  jefe  del 
ejército. 

Pertenecen  á  la  historia  de  América,  los  detalles  de  aquella  guerra 
de  cinco  años,  que  asoló  el  Paraguay  y  puso  de  manifiesto  el  titánico 
valor  de  sus  hijos,  su  abnegado  patriotismo  y  la  obstinación  heroica  de 
su  carácter. 

Las  naciones  aliadas  no  sufrieron  menos  que  el  enemigo,  y  se  batie- 
ron con  bizarro  empeño,  descollando  el  general  Mitre  por  su  talento 
militar  y  sabia  dirección. 

La  guerra  del  Paraguay  terminó  en  1870,  cuando  ya  el  intrépido 
Mitre  había  concluido  su  período  presidencial,  poniendo  el  })aís  en 
manos  del  modesto  cuanto  ilustre  Sarmiento. 

El  general  Mitre  salió  del  palacio  de  la  Soberanía  nacional,  satis- 
fecho y  tranquilo:  había  cumplido  con  su  deber  de  ciudadano,  y  salu- 
daba con  gratas  esperanzas  la  nueva  aurora,  pues  el  que  le  sucedía, 
albergaba  grandes  méritos  que  eran  garantía  para  el  porvenir  de  la 
patria. 

En  187í),  desempeñó  en  el  Paraguay  y  en  el  Brasil  elevada  misión 
diplonuítica,  y  en  1874,  su  inmenso  partido  lo  aclamó  candidato  para  la 
presidencia,  á  la  vez  que  lo  era  también  el  T)r.  D.  Nicolás  Avellaneda, 
([ue  bajo  la  administración  de  Sarmiento,  había  desempeñado  el  ]Minis- 
terio  de  Instrucción  Pública,  con  honrosos  resultados. 


t2(;-2  AMERICANOS    CÉLEBRES 


XII 


La  fortuna  abandonó  al  general  Mitre  en  las  urnas,  y  la  derrota  lo 
impulsó  á  la  revolución:  vencido  también  y  prisionero,  fué  objeto  de 
grandes  manifestcáciones  de  simpatía,  y  el  bello  sexo  bonaerense,  en  lo 
general  initr¡.^t((^  lo  colnn')  de  agasajos  y  le  visitó  asiduamente  durante 
su  corta  prisión. 

Por  entonces  me  encontraba  recién  llegada  á  Buenos  Aires,  y 
recuerdo  la  advertencia  de  un  amigo  mío,  ^  al  manifestarle  mis  sim- 
patías por  el  ilustre  })reso. 

—  Usted  acaba  de  llegar,  —  me  dijo  —  j  ya  la  veo  en  camino  de  ser 
mitrista. 

—  Las  señoras  no  pueden  singularizarse  en  política,  ni  mezclarse  en 
luchas  de  ])artidos;  no  es  esa  su  misión,  y  no  lo  comprendo  sino  tratán- 
dose de  sublimes  causas  de  independencia,  ni  aiin  me  sería  posible,  sobre 
todo  en  país  extranjero. 

—  Ninguno  de  los  de  América,  puede  calificarla  á  V.  así,  pues  en 
todo  se  la  considera  americana,  y  seguramente  antes  de  corto  tiempo  la 
veremos  á  Y.  afiliada  con  los  revolucionarios,  —  añadi(')  sonriéndose. 


XIII 


Pocos  días  después,  un  pueblo  inmenso  rodeaba  al  general  ^litre 
libre  ya,  y  lo  acompailaba  hasta  su  hogar  doméstico;  allí,  hermosas 
mujeres,  ideales  bellezas  dignas  del  pincel  de  Rubens,  rodeaban  á  otra 
dama  arrogante,  distinguidísima  y  hermosa  también:  su  semblante 
expresaba  regocijo  y  amorosa  emoción,  sobre  todo  cuando  el  General 
penetró  con  numeroso  acompañamiento  en  el  gran  patio  de  la  casa, 
y  de  allí  al  espacioso  salón. 

Era  Delfina  Yedia  de  Mitre,  la  esposa  modelo,  la  compañera  del 
poeta  y  del  hombre  de  Estado. 

'     Un  fálel^ro  .ar.?entino  quo  ya  no  existe,  iin  iii5iñra:lo  posta  y  sabio  político. 


BARTOLOMÉ   MITUK  20:^ 

En  aquella  época  contaba  cincuenta  y  tres  años  el  noble  hijo  de 
Buenos  Aires;  era  esbelto,  delgado,  de  estatura  algo  más  ([ue  mediana, 
ojos  vivísimos  y  expresivos,  amable  en  su  trato,  ameno  en  la  conver- 
sación, en  la  cual  revelaba  la  gravedad  del  hombre  político,  la  elocuencia 
del  escritor  y  la  fantasía  del  poeta. 


XIV 


Sus  obras  son  muchas  y  de  gran  valía,  siendo  una  de  las  más  impor- 
tantes, La  vida  (le  íirhirdiio,  el  campeón  de  la  independencia  argentina: 
llinmx^  colección  de  poesías;  infinitas  composiciones  publicadas  en 
peri(klicos;  la  correcta  oración  fúnebre,  E)i  el  rcideiiario  de  Rivadavia^ 
bellísimo  trabajo,  admirable  retrato  hecho  con  pincel  magistral:  El  Pino 
de  Sfin  Lorenzo:  las  eruditas  comprobaciones  históricas  relativas  á  Bel- 
grano,  los  curiosos  é  interesantes  artículos  titulados  Lo.s*  Bibliófaf/os; 
Recuerdos  del  osedio  de  Monlevideo,  precioso  episodio  histórico,  y  otras 
producciones,  gloria  del  escritor  y  honra  de  la  literatura  argentina. 


XY 


El  general  Mitre  ha  tenido  y  tiene  benéfica  influencia  en  la  prospe- 
ridad é  ilustración  de  la  República;  su  nombre  pasará  á  la  futura  gente 
entre  los  de  aquellos  varones  justos,  probos,  de  acendrado  patriotismo  y 
de  amor  al  progreso,  que  desde  mediados  de  este  siglo  han  ocupado  en 
América  el  solio  presidencial. 


LUIS   BOGRÁX 


PRESIDENTE  DE  Li  REPÚBLICA  DE  HONDURAS 


¡aí'k')  en  Santa  Bárbara  el  o  de  Junio  de  1S4Í),  perte- 
neciente á  una  familia  de  po8Íci('>n  desalioj^ada  y 
de  respetables  antecedentes. 

En  la  ciudad  de  Coniayag'ua  siiiuió  sus  estu- 
dios, después  de  haber  recibido  la  primera  ense- 
ñanza en  su  ciudad  natal. 

Distinguióse  el  joven  estudiante  en  la  facultad 
de  Derecho,  Filosofía  y  Letras,   pero   sus  aspira- 
ciones   le    llevaban   á   la   carrera    militar,    la    ([ue 
abandouíj  en  1871    para   buscar  en  (iuatemala,  fuentes 
más   ricas   en    donde    beber    la   ciencia    administrativa 
del   Derecho   internacional;    })ero    patriota    antes    ([ue    t(jdo,    regresó   /i 
Honduras  cuando   vi(')   amenazado   el   orden,   para   poiu-r  su   brazo  y  su 
espada  al  servicio  de  la  patria. 

La  defensa  de  la  fortaleza  de  Omao  contra  las  troi)as  aliadas  dc^ 
(uiatemala  y  del  Salvador,  es  una  de  las  glorias  del  joven  oñcial,  (¿uien^ 
pacificado  el  país,  fué  nombrado  por  el  presidente  Medina,  gobernador 
del  departamento  de  Santa  Bárbara. 

Debía  Bográn  haberse  encaminado  á  Guatemala,  en  1S7(),  como 
secretario  del  Congreso    centro-americano;   pero  alterada    de  nuevo  la 


LUIS    ]U)aRAN 


LUÍS    ]50(!RÁX  2G5 

paz  en  Honduras,  fué  uno  de  los  que  más  activamente  tomaron  parte  en 
la  lucha. 

Más  tarde  volvió  Bog'rán  á  Guatemala,  y  el  presidente  Rufino 
Barrios,  cautivado  por  las  bellas  cualidades  del  joven  hondureno,  le  elevó 
al  g-rado  de  general  en  el  ejército  guatemalteco. 

Bográn  rehusó  el  nombramiento. 

Bajo  la  presidencia  de  Marco  Aurelio  Soto,  desempeñó  una  vez  más 
el  gobierno  del  departamento  de  Santa  Bárbara,  distinguiéndose  por  su 
recta  administración,  y  por  el  bienestar  que  le  debió  el  país. 

En  1878,  salió  para  Europa  como  representante  oficial  de  su 
(lobierno,  en  la  Exposición  internacional  de  París. 

Las  grandes  fábricas  de  Alemania,  de  Inglaterra  y  de  Francia,  reci- 
bieron sucesivamente  la  visita  del  general  Bográn ,  adquiriendo  en 
a([uellos  centros,  profundos  conocimientos  que  más  tarde  debía  utilizar 
en  beneficio  de  Honduras,  en  donde  á  su  regreso  de  Europa,  fué  electo 
Diputado  y  Secretario  del  Congreso  nacional. 

Ajenos  son  de  este  perfil  biográfico  y  reservados  están  para  la  histo- 
ria, los  acontecimientos  políticos  que  hicieron  abandonar  el  mando  del 
suelo  patrio  al  presidente  Marco  Aurelio  Soto,  elevando  al  general 
Bográn  al  alto  puesto  (j[ue  aun  hoy  ocupa,  en  el  cual  se  encontr(^  frente  á 
frente  con  grandes  dificultades  ante  las  cuales  se  i)aralizaba  la  marcha 
del  (Tobierno. 

El  patriotismo  de  los  hondurenos  salvó  la  situación,  poniendo  en 
manos  del  general  Bográn,  respetables  cantidades  para  equipar  el  ejér- 
cito y  defender  al  país,  amenazado  por  nuevos  disturbios  que  felizmente 
carecieron  de  trascendencia,  dejando  libre  al  Presidente  para  ocuparse 
(le  la  creaci(')n  de  caminos,  de  colegios,  de  empresas  de  caminos  de 
hierro,  de  canales,  de  reforma  de  leyes  y  de  instrucción  pública,  y  del 
general  impulso  de  esa  regi(')n  tan  rica  en  elementos,  y  cuya  naturaleza 
pr(')(liga  y  galana  le  asegura  un  porvenir  próspero  y  brillante. 

La  patria  de  ]\rorazán  ha  teuido  completa  transformaci<)n,  y  la  indus- 
tria y  el  comercio,  se  encuentran  hoy  florecientes,  gracias  á  la 
importancia  (jue  obtienen  en  el  extranjero. 

Fué  el  Gobierno  de  Honduras,  pI  lutico  que  en  1885  se  adhirió  al  plan 
del  general  Barrios,  cuando  este  presidente  publicó  su  atrevido  Decreto 
del  28  de  Febrero,  declarándose  jefe  supremo  militar  de  las  cinco  repú- 
blicas, y  proclamando  la  üni(')n  centro-americana. 


•2G{}  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Bográii  y  la  le<>'islatura  de  Honduras,  apoyaron  á  Barrios  hasta  el 
momento  en  que  éste,  inyadió  el  suelo  salyadoreño  y  encontró  la  muerte 
en  las  trincheras  de  Chalchuapa. 

El  audaz  Decreto  del  2<S  de  Febrero,  fué  derog'ado  por  la  Asamblea 
guatemalteca,  volviendo  á  reinar  la  paz  y  concordia  entre  las  cinco 
vecinas  repúblicas  que  tal  vez  en  no  lejano  día  formen  un  í>randioso 
todo,  creado  no  por  la  fuerza,  sino  por  el  patriotismo  y  abne<»ación  de 
sus  hijos,  por  el  interés  general  y  por  el  convencimiento  de  que  la 
América  Central  bajo  un  solo  gobierno,  llegaría  ;í  ser  una  nación  tan 
importante,  como  rica  y  considerada. 

El  general  Bográn,  es  hombre  de  carácter  enérgico,  pero  refractario 
íí  las  luchas  civiles  que  tanto  han  influido  y  tantos  danos  han  causado 
en  los  pueblos  hispano -americanos. 

Así,  pues,  la  tarea  del  actual  presidente  hondurei'io,  si  ])ien  difícil 
no  es  irrealizable,  y  con  perseverancia  y  generoso  esfuerzo  conseguir;! 
llenar  su  generoso  prop(')sito. 


h 


ANICETO    AECE 


ANICETO    ARCE 


PRESIDENTE  DE  LA  IiEPUP»LICA  DE   BOLIYIA 


[É  en  Bolivia,  en  la  región  hija  predilecta  de  aqnel 
hombre  extraordinario  qne  formó  naciones  y  eman- 
cipó pueblos  por  la  fuerza  de  su  voluntad  y  de  su 
brazo,  en  donde  vio  la  luz  primera  en  17  de  Abril 
de  1824,  el  dignísimo  ciudadano  que  á  grandes 
rasjíos  vamos  á  biog-rafiar. 

Envanécese  Tarija  de  haber  sido  su  ciudad  natal, 
y  la  Universidad  de  Chuquisaca  de  haber  brindado 
más  tarde  sus  fuentes  de  sabiduría  al  joven  Aniceto 
Arce,  y  contribuido  á  los  brillantes  resultados  obte- 
nidos por  el  inteligente  estudiante,  hasta  premiarlos 
con  el  grado  de  doctor  en  Leyes. 

El  carácter  grave,  reconcentrado,  y  las  tendencias  del  laborioso  boli- 
viano, le  impulsaron  al  estudio  de  las  Matemáticas,  en  las  cuales  hizo 
rá})¡dos  progresos,  así  como  aun  muy  joven  conquistó  tras  breve  plazo 
merecido  puesto  en  el  campo  de  la  política  ocupando  elevados  cargos,  en 
los  que  sobresalió  por  su  espíritu  innovador,  su  rectitud  administrativa 
y  su  nunca  desmentida  probidad. 

Dotado  de  enérgica  entereza,  austero  en  el  cumplimiento  de  su  deber, 
constante  en  sus  ideas  políticas,  fué  como  diputado,  consejero  general  y 
prefecto  del  Litoral,  fiel  sostenedor  de  las  leyes:  y  sufrió  por  ello  des- 


268  AMERICANOS    CÉLEBRES 


fierros  y  vejaciones,  á  la  par  que  adquiri<^  el  respeto  y  estimación  de  los 
hombres  beneméritos  de  la  patria  y  justa  popularidad. 


II 


El  14  de  Enero  de  18G1,  un  golpe  de  Estado  derrocó  la  dictadura  del 
doctor  Linares,  y  meses  más  tarde  (el  1.*^  de  Mayo)  reunida  la  Asamblea 
constituyente,  elevó  al  general  Achá  á  la  presidencia  de  la  República. 

Tempestuosa  fué  la  primera  época  de  su  mando,  y  después  de  con- 
jurada la  tormenta  revolucionaria,  un  cambio  de  Ministerio,  que  las 
circunstancias  políticas  hicieron  necesario,  puso  la  cartera  de  Hacienda 
en  manos  de  D.  Aniceto  Arce,  quien,  por  sus  especialísimas  a})titudes  y 
energía  característica,  gozaba  de  prestigio  é  inspiraba  confianza  i)or 
los  servicios  prestados  en  Potosí,  en  donde  había  reanimado  el  espíritu 
público  iniciando  reformas  y  despertando  ideas  en  favor  del  orden,  de 
la  unión  y  del  respeto  hacia  el  Gobierno  establecido. 

A  pesar  de  que  su  permanencia  en  el  Ministerio  fué  de  corta  dura- 
ción,  *  procuró  plantear  reformas  útiles,  interrumpidas  })or  la  dificilí- 
sima situación  que  el  país  atravesaba  y  por  el  famoso  decreto  del  18  de 
Noviembre,  que  convocaba  la  Convención  nacional  en  Oruro,  para  (pie 
ella  alterase  la  constitución  ó  discutiera  una  nueva. 

El  atrevido  proyecto  iniciado  por  el  ministro  de  Gobierno  y  Relacio- 
nes Exteriores,  Mendoza  de  Tapia,  dio  por  resultado  su  caída  y  la  de  sus 
compañeros  Arce  y  Agreda. 

En  el  año  siguiente  se  agit()  la  cuestión  de  límites,  con  el  inq)erio 
del  Brasil,  el  Paraguay  y  la  República  Argentina,  á  la  vez,  por  lo  (pie 
Bolivia  envió  como  encargado  de  Negocios,  al  hábil  y  sagaz  ex-ministro 
Arce,  que  recorrió  el  incomparable  territorio  bañado  por  el  Bermejo,  y 
al  tocar  en  Oran,  supo  que  la  República  Argentina  intentaba  invadir  el 
Chaco  oriental,  y  prest()  nuevo  servicio  á  su  país  poniendo  en  conoci- 
miento del  Gobierno  tan  importante  asunto. 

Sus  prolongados  viajes  le  pusieron  en  la  huella  de  las  ricas  minas  de 
Huanchaca,   en  explotación  hoy,  manantial  de  riqueza  para  Bolivia  y 

'     Dosdo  Ootuhro  á  Dicienibi-o  do  IStí 


ANICETO    ARCE  269 

base  de  la  gran  sociedad  anónima  de  Huanchaca ,  (|ue  obtiene  fabulosos 
dividendos  y  crea  brillante  y  próspero  porvenir  á  la  patria  de  Arce, 
quien,  poseedor  por  su  familia  de  una  fortuna  considerable,  ha  sabido 
emplearla  en  nobles  y  patrióticos  empeños. 

En  l.SSO,  fué  electo  Arce  vicepresidente  de  la  República,  precisamente 
en  la  época  de  luctuosa  memoria  para  tres  nobles  países  entonces 
enemigos. 

En  aquellos  críticos  momentos,  sostuvo  Arce  los  gastos  de  la  quinta 
división  del  ejército,  y  brindó  al  Gobierno  boliviano  dos  millones  qui- 
nientos mil  francos  en  dinero. 

Don  Aniceto  Arce  ejerció  poderosa  influencia  en  la  marcha  de  la 
política  boliviana,  ajustando  la  tregua  con  Chile,  y  cuando  en  las  elec- 
ciones para  Presidente  lo  aclamaron  candidato,  rehusó  el  encumbrado 
puesto  apoyando  á  D.  Gregorio  Pacheco,  (|ue  fué  electo  y  ha  gobernado 
con  probidad  y  acierto  hasta  188H. 

Tratábase  de  firmar  el  convenio  definitivo  con  la  república  chilena, 
y  fué  nombrado  Arce  para  aquella  misión  (\i\e  aseguraba  la  paz  durante 
diez  años. 

En  18.SG,  fué  confiada  al  ilustrado  Arce  la  Legación  de  Bolivia  en 
Inglaterra,  España  y  Francia,  y  su  habilidad  diplomática  ha  realizado 
cuanto  deseaba.  Hoy  su  ardiente  aspiración,  su  bello  ideal,  es  ver  cruza- 
dos los  campos  de  Bolivia  por  la  veloz  locomotora ,  y  tener  puerto  en 
el  Pacífico  para  mayor  desarrollo  comercial. 

Al  tomar  posesión  de  su  cargo  ha  tenido  que  combatir  y  ha  sofocado 
una  revolución  en  la  que  se  ha  visto  apoyado  por  la  mayoría  sensata  del 
país,  que  sólo  anhela  paz  y  tranquilidad  material  y  moral,  para  con- 
seguir el  progreso  que  le  brindan  sus  elementos  de  riqueza  los  que  ya  en 
explotación  hacen  concebir  las  más  lisonjeras  esperanzas,  prometiendo 
un  futuro  brillante  en  crédito  y  prestigio  nacional. 

Dos  amores  llenan  por  completo  el  corazón  de  Arce:  dos  cultos  tie- 
nen en  su  pecho  altar;  la  patria  y  la  familia. 

Ambos  serán  sólido  cimiento,  segura  garantía  para  la  prosperidad  y 
ventura  de  Bolivia. 


antoínio  flores 


ITiESIDENTE  DE  LA  RErÜBLICA  DEL  ECUADOR 


rECOsTADA  Gil  la  frtlcla  ck'l  volcán  Pichincha^ 
con  lozanas  praderas  v  jardines  por  alfom- 
bra,   ceñida   por   los   pintorescos   ejidos  y 
encerrada    entre    elevadas    montañas,    se 
presenta   la  cindad  de  Qnito,   capital   del 
'uador. 
Los  valles  (pie   rodean   á   la   anti,L>na   corte 
ios  Scyris,  entre  ellos   el   de   CJiiJlo,    recreíi, 
la  vista  con  la  profasicni  de  })lantas  y  de  flores 
})erdidas  á  veces   entre   la   frondosa   hierba   de 
los  polrrros  ó  bien  ocultos  })or  altos  maizales. 

Los  frescos  v  hermosos  árboles  á  los  que  el  sol  de  los  tr()])icos  man- 
tiene en  todo  su  vi^-or,  abrumados  por  el  peso  del  rico  fruto,  los  arroyos 
(pie  serpentean  por  los  prados,  los  caudalosos  ríos  ([ue  tienen  oleajes 
de  mar,  y  las  enredadas  guirnaldas  que  asemejan  á  vistosas  cadenas  de 
amor,  forman  el  más  variado  y  precioso  conjunto. 
Quito,  es  la  sLiltana  de  tan  feraz  naturaleza. 

Madre  de  ilustres  hijos,  que  hoy  grave  y  reposada  les  ofrece  el  vasto 
horizonte  de  sus  i)asados  esplendores  y  la  herencia  de  sus  recuerdos  his- 
t('>ricos. 


AXTOXIU    FLORES 


ANTONIO    FLORKS  271 


II 


Por  los  años  de  1848  era  presidente  de  la  república  del  Ecuador  el 
«general  Juan  José  Flores,  y  después  de  haberle  dado  el  cielo  gloria  y 
prestigio,  alegró  su  vida  doméstica  con  las  sonrisas  y  los  bulliciosos 
juegos  de  un  niño. 

Creci(3,  y  cuando  apenas  contaba  once  años,  encontróse  instalado 
entre  los  alumnos  del  colegio  Enrique  IV,  que  hoy  tiene  por  nombre 
Liceo  Napoleón. 

Siete  años  permaneció  lejos  de  la  patria  y  hubo  de  regresar  á  ella 
en  1851  y  seguir  sus  estudios,  en  la  Universidad  de  Quito.  El  inteligente 
joven  alcanzó  como  en  Francia,  sobresalientes  lauros  por  su  aplicacicni, 
hasta  obtener  el  grado  de  Bachiller. 

Derrocado  en  1851  el  presidente  Noboa  por  una  revolución  que  tuvo 
])or  caudillo  al  general  José  María  Urbina,  y  proclamado  éste,  jefe 
supremo,  se  vio  Antonio  Flores  perseguido  y  desterrado. 

En  Chile  busc(')  hospitalidad,  y  ya  por  entonces  dióse  á  conocer  en 
cL'lebre  polémica  fundada  en  el  tratado  de  Virginia,  celebrado  el  17  de 
Junio  de  1845,  v  el  adicional  el  18,  entre  el  general  Juan  José  Flores, 
presidente  á  la  sazón  de  la  república  ecuatoriana,  y  el  gobierno  provi- 
sional del  Guayas.  Al  separarse  del  mando,  para  evitar  la  pérdida  de 
sangre  generosa,  dio  ejemplo  dignísimo  de  abnegación  y  de  patrio- 
tismo: es  una  página  de  gloria  para  sus  hijos.  En  la  bulliciosa  Lima 
vivi(')  largo  tienq)o  el  j()ven  Flores,  y  recibido  de  abogado  en  aquella 
Lniversidad,  se  encariñó  con  su  profesión  ejerciéndola,  á  la  xez  (pie 
escribía  sabrosos  versos  y  prosa  concienzuda,  como  sus  Análisis  de  la 
constitución  peruana. 

Xo  seré  yo  (juien  profundice  en  las  ideas  políticas  de  Flores,  por<pie 
paréceme  aventurado  y  tal  vez  exj)ue.sto  á  fácil  equivocación,  calificarlo 
(le  conservador  liberal  ó  de  ultraconservador:  á  la  historia  tocará  nuís 
tarde  juzgarle  y  resolver. 

Como  escritor,  posee  el  ilustrado  ecuatoriano,  corrección  de  estilo, 
i'ecto  criterio  y  profundos  conocimientos,  como  lo  revela  en  su  llislarid 
.\ii(i;/H((,  y  en  el  no  menos  notable  libro  KI  f/rtai  itniri^cal  de  Ai/((ci(c}i(>.  L(( 


272  AMERICANOS    CÉLEBRES 

NdluraUzacinii  cu  loa  Esladox  Unidos,  moiiogTafía  consig-nadM  cu  hi  última 
edición  del  «Derecho  internacional»  de  Bello,  publicado  en  Madrid:  Car- 
ias cspañoJas  en  los  Enfados  Vnidos,  y  el  notabilísimo  trabajo  L<(  coiirri-sión 
(h'  la  Deuda  ¡)i(jJcsa  ecualoriaua^  son  publicaciones  que  sin  otros  méritos 
seríin  suficientes  para  conquistar  á  su  autor  envidiable  reputación. 


III 


Mandaba  el  g-cneral  Franco  en  el  Ecuador,  cuando  por  el  tratado  de 
Mapasing-ue  con  el  presidente  Castilla,  fué  cedido  al  Perú  el  oriente 
de  los  Andes, 

El  ejército  y  el  pueblo  protestaron  enérg-icamente  aprestándose  á  la 
lucha,  siendo  apoyados  en  ella  por  Antonio  Flores,  que  desde  la  Amé- 
rica del  Norte,  voló  á  su  socorro  })rovisto  de  armas  y  municiones. 

La  entrada  parecía  imposible ,  pero  la  fuerza  de  voluntad  de  Flores 
venció  todas  las  dificultades,  logrando  incorporarse  al  ejército  defensor 
de  la  integridad  del  territorio. 

Descalzo,  cruzó  el  pintoresco  Salado,  engrosó  las  filas  de  los  que 
sitiaban  á  la  ciudad  de  Guayaíiuil  y  se  batió  como  soldado  raso. 

Una  honrosísima  medalla  fué  el  premio  de  su  Aalor.  En  ella  se  leía : 
Ai'fojo  asombroso. 

En  1860  fué  nombrado  representante  de  su  país  en  los  Estados  T'^nidos, 
así  como  también  en  Francia  é  Inglaterra ,  y  aun  conservando  tan  alto 
cargY),  volvió  al  Ecuador  llamado  por  el  Gobierno  para  desempeñar  el 
ministerio  de  Hacienda,  ostentando  en  su  pecho  la  cruz  de  la  Legión  de 
Honor  que,  como  cariñosa  despedida,  le  había  obsequiado  el  Gobierno 
francés. 

En  aquella  época  era  presidente  de  la  Iie})ública  García  ^Moreno,  el 
Felipe  11  del  Ecuador,  hombre  ilustrado  y  verdaderamente  arbitro  y 
soberano  absoluto  de  su  país. 

La  cartera  de  Hacienda  ofrecida  á  Flores,  no  fué  aceptada  por  éste, 
porque  la  armonía  entre  García  Moreno  y  el  general  Juan  José  Flores, 
candidato  á  la  vicepresidencia,  habíase  alterado  y  ambos  lleg'aron  á  con- 
siderarse como  enemig-os. 

Por  entonces  gobernaba  tiránicamente  en  Colombia  el  dictador  Mos- 


ANTONIO    FLORES  273 

(|uera ,   y   oponíase   á   sus  planes  resuelto  á  reconquistar  las  libertades 
patrias,  el  ilustre  Julio  Arboleda. 

No  intento  en  este  bosquejo  juzgar  ni  profundizar  las  causas  que 
impulsaron  al  autócrata  ecuatoriano,  para  declarar  la  guerra  al  heroicf) 
y  desgraciado  caudillo,  pero  sí,  en  homenaje  á  la  memoria  de  éste,  con- 
signaré un  rasgo  de  generosa  hidalguía. 

Hallábase  colocado  en  extraña  y  difícil  situación;  pero  sin  vacilación 
ni  temor  dividió  su  ejército  en  dos  cuer])os,  dejando  uno  cual  fuerte 
valla  contra  las  tropas  de  Mosquera,  y  marchando  con  el  otro  al 
encuentro  de  García  Moreno. 

Este  fué  vencido  y  hecho  prisionero,  y  sus  jefes,  oñciales  y  soldados, 
(quedaron  á  merced  del  vencedor.  Pero  los  abusos  del  triunfo  eran  desco- 
nocidos para  el  generoso^  colombiano,  y  grande  en  la  victoria,  otorg<'> 
libertad  sin  condiciones  á  los  vencidos.  Menos  felices  las  huestes  que 
combatían  contra  Mosquera ,  habían  sufrido  una  derrota ;  y  ya  Arboleda 
acariciaba  el  pensamiento  de  vengar  con  gloria  á  sus  valientes,  cuando 
temores  y  tal  vez  envidia  de  nuevas  proezas,  armaron  el  brazo  de  cobar- 
des asesinos,  y  el  mismo  lúgubre  sitio  en  donde  sucumbió  en  1830  el 
valeroso  mariscal  de  Ayacucho,  fué  teatro  de  un  nuevo  crimen. 

Mosquera ,  como  todos  los  tiranos ,  tenía  sed  de  grandeza  y  de  empre- 
sas arriesgadas,  y  era  de  esos  hombres  que  andan  reñidos  con  la 
prudencia  v  con  la  sana  razón. 

Surgió  en  su  mente  una  idea  tan  atrevida,  como  propia  para  encen- 
der en  los  países  vecinos  la  tea  de  la  discordia. 

Formó  el  propósito  de  reconstituir  la  gran  República,  pero  no  por  la 
fuerza  de  la  convicci()n  sino  por  la  fuerza  de  las  armas,  y  de  someter 
bajo  su  arbitrario  mando  á  los  Estados  que  un  día  formaron  un  todo, 
creado  por  la  voluntad  de  Bolívar. 

No  conforme  (larcía  Moreno  con  los  planes  de  Mosquera,  desistió  de 
una  entrevista  proyectada ,  enviando  á  Colombia  al  diplomático  Antonio 
Flores  como  representante  del  Ecuador. 

La  hábil  sagacidad,  el  talento  y  el  deseo  de  una  solución  pacífica 
para  ambos  países,  no  obtuvieron  el  resultado  apetecido,  y  vióse  en  la 
])recisión  el  ministro  ecuatoriano,  de  renunciar  á  su  elevado  cargo  para 
tomar  })arte  en  la  guerra  declarada  entre  las  dos  repúblicas. 

Tampoco  pertenecen  á  estas  páginas  la  narración  de  los  combates 
más  ó  menos  propicios  pnra  el  Ecuador,  cuyas  tropas  estaban  mandadas 

*  18 


274  AMERICANOS    CÉLEBRES 

por  el  general  Flores,  ni  tampoco  las  victorias  alcanzadas  por  Mos- 
quera, coronadas  por  un  tratado  de  paz  firmado  en  Pinzaqui  el  80  de 
Diciembre  de  1868,  ni  juzgaré  la  carta  que  García  Moreno  dirigió  á 
Mosquera,  y  en  la  cual  no  escaseaban  los  elogios  para  el  dictador  neo- 
granadino,  apareciendo  en  ella  el  primer  Magistrado,  del  Ecuador  no 
con  la  soberbia  é  indómita  fiereza  de  su  carácter,  sino  como  humilde 
subdito  de  Mosquera. 


IV 


Entre  tanto,  D.  Antonio  Flores  había  sido  encargado  de  una  misión 
para  los  Gobiernos  peruano  y  chileno;  pero  afectado  por  la  derrota  de  las 
huestes  ecuatorianas,  volvióse  á  su  patria  en  donde  por  espacio  de 
algún  tiempo  vivió  en  su  hacienda  La  Elvira,  completamente  alejado 
de  la  política,  hasta  que  en  18G4  partió  para  Roma  á  negociar  el  con- 
cordato con  la  Santa  Sede,  el  que  fué  desaprobado  por  el  Congreso 
ecuatoriano. 

En  la  ciudad  de  los  Césares,  sufrió  el  Sr.  Flores  el  dolor  más  acerbo 
de  su  vida  al  recibir  la  noticia  del  fallecimiento  de  su  ilustre  padre;  ^ 
Suceso  que  cubrió  de  luto  la  entusiasta  imaginación  del  inspirado  poeta 
v  del  hábil  diplomático. 

Desde  18(38  se  encuentra  el  nombre  del  Sr.  Flores  al  pié  de  todas 
las  conferencias,  treguas  y  convenios,  que  mediaron  entre  España  y  las 
repúblicas  aliadas  del  Pacífico,  debiéndose  á  su  cariñosa  mediación 
los  acuerdos  que  paso  á  paso  condujeron  hasta  el  tratado  de  paz  defini- 
tivo, entre  la  madre  patria  y  las  hermosas  repúblicas  del  Sur  América, 
y  más  tarde,  en  8  de  Enero  de  1885,  encuéntrase  también  su  firma  en  el 
tratado  de  paz  y  amistad  celebrado  entre  España  y  la  república  del 
Ecuador. 

La  vida  de  Antonio  Flores  ha  sido  una  continuada  serie  de  triun- 
fos para  el  soldado,  para  el  orador,  para  el  diplomático  y  para  el 
publicista;  ha  sido  bellísima  página  para  la  historia  ecuatoriana,  des- 
tacándose en  ella  la  franca   actitud  y  los   nobles  empeños   del  hombre 

'     Véase  la  biografía  del  general  Juan  José  Flores. 


ANTONIO    FLORES  275 

político,  que  en  el  ostracismo,  que  en  las  persecuciones,  que  en  la  confis- 
cación hecha  de  sus  bienes  durante  el  mando  del  general  Urbina ,  y  más 
tarde  del  general  Veintimilla,  conservó  siempre  puro  é  incólume  el  amor 
á  su  patria  y  la  dignidad  de  su  carácter. 

Haciendo  justicia  el  Ecuador  á  las  cualidades  de  uno  de  sus  hijos  más 
ilustres,  lo  ha  conducido  hoy  por  el  voto  popular  hasta  el  supremo  solio 
([ue  durante  largo  tiempo  ocupó  el  general  Flores.  Ha  llegado  al  poder 
después  de  la  honradísima  administración  del  benemérito  D.  José  María 
Caamaño  y  encuentra  al  país  preparado  y  dispuesto  para  que  en  mayor 
escala  se  desenvuelvan  el  progreso  y  los  elementos  que  abundan  en  aquel 
privilegiado  suelo. 

Sobre  alfombras  de  ñores,  halagado  por  el  aura  popular  y  por  el 
entusiasmo,  ha  recorrido  el  camino  que  desde  el  extranjero  conduce 
hasta  la  capital  del  Ecuador  y  rodeado  de  esperanzas  y  de  cariño  ha 
subido  las  gradas  del  solio  y  ha  ocupado  el  puesto  que  es  tan  difícil  con- 
servar sin  perder  el  prestigio    ni  la  estimación  general. 

La  misión  de  Flores  es  grandiosa.  La  senda  se  presenta  llana  é  ilumi- 
nada por  torrentes  de  luz;  el  horizonte  está  sereno,  limpio,  sin  nubes 
y  propicio  para  una  era  de  ventura ,  de  preponderancia ,  de  crédito  y  de 
riqueza.  El  historiador,  el  Plutarco  que  en  época  venidera  estudie  y  pro- 
fundice sus  hechos  como  primer  Magistrado,  le  otorgará  los  laureles 
conquistados  durante  la  época  de  su  mando.  Tal  vez  le  esté  reservado 
coronar  su  obra,  llevando  el  Ecuador  á  altísimo  grado  de  civilización, 
inscribiendo  en  el  libro  de  la  historia  un  glorioso  nombre  de  eterno  é 
imperecedero  recuerdo. 


JOAQUlJY   CRESPO 


"C- 


|()]j.MAi)08  los  hombres  de  las  repúblicas  americanas, 
en  las  escuelas  de  tenaces  contiendas  y  de  continuas 
tempestuosas  discordias  civiles,  sobresalen  muchos 
por  sus  especialísimas  condiciones  políticas  y  sus 
cualidades,  de  tan  culminante  relieve,  (pie  en  corto 
espacio  de  tiempo  les  han  conquistado  honra,  pres- 
tigio, renombre  y  el  derecho  al  reconocimiento  na- 
cional. 

La  clásica  tierra,   cuna  de  Bolívar,  cuenta  g'ran 
número   de   hijos   ilustres,   de   patricios   heroicos,  de 
honrados    y    beneméritos     ciudadanos,    (j[ue    enalte- 
ciendo el  nombre  de  Venezuela,  han  enaltecido  é  inmortalizado  el  suyo 
en  las  pá<>inas  de  la  historia. 

De  estas  determinadas  individualidades  no  todas  han  alcanzado  sino 
en  el  silencio  y  reposo  de  la  tumba,  la  justa  y  merecida  gloria  que  en 
vano  sus  altos  hechos  habían  proclamado;  pero  nnís  felices  otras,  logran 
el  lauro  de  la  gx'ueral  admiración,  cuando  aún  su  modestia  rehusa  el 
premio  de  su  civismo  y  de  las  victorias  (ganadas  en  favor  de  las  institu- 
ciones liberales,  del  progreso  y  del  orden  social. 

El  perfil  biográfico  que  me  he  propuesto  trazar  es  el  de  uno  de  esos 
hombres,  caudillos  de  la  idea,  soldados   del   honor  y  del   patriotismo, 


JOAQUÍN    CRESPO 


JOAQUÍN    CRESPO  277 


propagandistas  de  nobles  aspiraciones.  Es  el  de  un  guerrero  valeroso,  el 
de  un  magistrado  magnánimo,  honrado  y  leal. 


II 


En  el  hermosísimo  y  feraz  suelo  de  Aragua,  hoy  Estado  Guzmán 
Blanco;  en  esa  tierra  vestida  y  engalanada  con  todos  los  dones  de  eterna 
})rimavera,  con  todas  las  riquezas  y  galanura  tropical,  nació  Joaquín 
Crespo  en  San  Francisco  de  Cara,  el  22  de  Agosto  de  1841,  y  desde  su 
más  tierna  infancia,  fué  por  su  carácter  é  inclinaciones,  orgullo  de  sus 
padres  D.  Leandro  Crespo  y  D."^  Aquilina  Torres,  que  tenían  origen 
español. 

3Iuy  joven,  casi  un  niño,  contaba  diez  y  siete  años,  se  lanzó  á  los 
campos  de  batalla,  y  con  temerario  arrojo  é  indomable  perseverancia, 
gaiK)  uno  en  pos  de  otro  los  ascensos,  recompensa  de  sus  servicios  y  de 
sus  victorias,  hasta  encumbrarse  al  elevado  puesto  que  hoy  ocupa  en  el 
ejército. 

Durante  la  porfiada  lucha  entre  loa  federalisfds  y  los /yor/o.s,  se  extendió 
y  consolidó  su  nombradía  militar,  y  Ortiz,  Calabozo,  Caño  Amarillo  y  el 
Paso  Real  de  Arauca ,  fueron  las  más  brillantes  páginas  de  su  vida  de 
soldado. 

I'n  episodio  de  entonces  nos  revelarán  la  firmeza,  la  serenidad  y  el 
denuedo  de  Crespo.  El  denodado  general  Guzmán  Blanco,  presidente  á  la 
saz(')u  de  la  Eepública  de  Venezuela  y  general  en  jefe  del  ejército  de 
la  Federación,  había  resuelto,  después  de  cuatro  ó  cinco  días  de  com- 
batir sin  tregua  v  realizado  el  primer  plan  de  batalla,  la  persecución  del 
enemigo  v  su  completa  derrota.  Tratábase  de  pasar  el  Caño  Anitirillo, 
y  Crespo  había  elegido  el  punto  entre  la  Boca  de  Guariapo  y  la  Boca 
de  los  Becerros,  posiciones  ocupadas  por  el  bando  contrario  y  con 
tes(')n   defendidas. 

Crespo,  con  la  audacia  y  seguridad  hijas  del  valor  y  con  acento 
firme ,  dijo: 

—  General,  respondo  á  \".  de  que  si  me  da  la  orden  de  pasar  el  Caño 
Amarillo  por  la  Tigra,  lo  paso. 


278  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Y  la  atrevida  operación  se  llevó  á  cabo  en  medio  de  la  noche,  entre 
una  lluvia  de  balas  y  bajo  el  nutrido  fuego  de  la  artillería. 

Amanecía  cuando  el  bravo  Crespo  acampaba  en  la  opuesta  orilla  con 
setecientos  hombres;  poco  después  llegó  también  el  bizarro  jefe  del 
ejército  y  parte  de  la  caballería  y  el  parque  de  reserva. 

Dos  días  más  tarde  conquistaba  el  general  Crespo,  nuevos  é  inmor- 
tales lauros  en  el  Paso  Real  de  Arauca ,  en  esa  región  célebre  en  la 
historia  de  la  independencia  venezolana.  El  combate  duró  cinco  horas  y 
fué  encarnizado  y  decisivo.  El  caudaloso  río  guardó  en  su  vasto  seno 
numerosas  víctimas,  pasto  tal  vez  délos  voraces  y  abundantes  caimanes. 

El  terrible  desenlace  de  la  batalla,  era  cuadro  que  Jiacía  falta  cu  ¡((s 
páginas  del  Dante,  decía  en  nota  oficial  el  general  Guzmán  Blanco.  '' 

La  Federación,  grabó  una  fecha  más  en  sus  anales  de  gloria;  la  del 
7  de  Enero  de  1872. 


III 


Si  por  los  anteriores  rasgos  de  intrepidez  adquirió  el  general  Crespo, 
justa  fama  y  alto  prestigio,  no  menores  fueron  las  simpatías  alcanzadas 
en  los  elevados  puestos  que  en  diferentes  épocas  ocupó,  ya  como  ministro 
de  Guerra  y  de  Marina,  ya  como  presidente  del  Guarico  y  del  impor- 
tante Estado  de  Guzmán  Blanco. 

Otro  perfil  característico.  En  1876  y  1877  era  Crespo  ministro  de  la 
Guerra;  pero  dotado  de  ideas  fijas  é  inquebrantables,  no  conforme  con 
la  marcha  política  del  general  Alcántara,  dejó  aquel  puesto,  y  fiel  á  su 
deber  y  á  sus  convicciones,  no  volvió  á  ocuparlo,  aun  cuando  sólo 
como  interino  se  nombró  á  su  sucesor. 

Con  frecuencia  ha  sido  electo  diputado  y  senador;  pero  exento  de 
ambición  personal,  opuesto  al  encono  y  luchas  de  los  partidos,  y  amantí- 
simo  de  la  vida  doméstica ,  ha  permanecido  alejado  de  tan  honrosos 
puestos,  y  sólo  el  profundo  amor  que  profesa  á  Venezuela,  sólo  la  idea 
de  ser  útil  á  ese  pueblo  de  héroes  lo  han  llevado  al  mando  y  al  poder. 

'    10  de  Enero  de  1872. 


JOAQUÍN    CREi^PO  279 

«El  deseo  de  ver  á  los  venezolanos  fraternalmente  unidos  buscando  el  ¡progreso 
y  engrandecimiento  de  la  patria -»,  es  su  único  móvil,  su  más  sagrada 
aspiración. 


IV 


Á  principios  de  1884,  fué  elevado  Crespo  á  la  presidencia  de  la  Repú- 
blica, y  en  esa  época  se  revelaron  más  aún  sus  principios  de  libertad, 
orden  y  concordia.  Severo  y  enérgico  para  sofocar  en  veintidós  días 
formidable  y  potente  revolución  acaudillada  por  Pulgar,  pacificado  el 
país  y  puesta  en  evidencia  la  fuerza  moral  y  material  del  Gobierno, 
inició  nueva  era  con  un  acto  digno  de  un  gran  político  y  deL  hombre  de 
generoso  y  noble  corazón. 

Sus  ideas,  sus  planes,  estaban  en  lucha  con  los  deberes  del  gobernante. 
La  fuerza  de  las  circunstancias  le  habían  llevado  al  extremo  de  privar 
de  su  libertad  á  muchos  de  los  que  enarbolaron  la  bandera  de  la  rebe- 
lión. Un  decreto  descorrió  los  cerrojos  de  los  calabozos;  centenares  de 
hombres  salieron  de  la  cárcel  y  fueron  á  bendecir  en  sus  hogares,  el 
nombre  del  magnánimo  primer  magistrado  de  la  nación. 

Los  pueblos  saben  apreciar  en  su  justo  valor  el  recto  preceder.  Desde 
entonces  el  presidente  inspiró  mayor  respeto  y  alta  estimación.  Base  de 
su  política,  norte  de  su  administración,  fué  la  ventura  y  preponderan- 
cia de  su  patria  y  el  empeño  de  conservar  la  paz,  para  que  á  su  protec- 
tora sombra  pudieran  desarrollarse  los  inagotables  veneros  de  riqueza 
que  posee  la  República  y  le  aseguraran  próspero  porvenir. 

«  Mi  país  necesita  moralidad  en  todas  las  esferas  de  la  pública  admi- 
nistración, y  á  su  imperio,  he  de  consagrar  todas  mis  fuerzas». 

Tan  nobles  frases  no  fueron  vana  promesa:  la  nación  venezolana, 
tranquila,  respetada  y  regida  por  un  hombre  modesto,  franco,  honrado 
y  esclavo  de  su  deber,  disfrutó  durante  su  mando  de  todas  las  garantías, 
de  todos  los  beneficios  que  prodiga  un  Gobierno  fuerte  y  benéfico. 


280  AMERICANOS   CÉLEBRES 


V 


En  el  último  tercio  del  año  1887,  hallábase  Crespo  en  Barcelona 
(España),  ciudad  de  su  predilección  y  cuna  de  sus  antei)asados,  en  los 
momentos  en  que  ya  se  agitaba  en  Venezuela  la  cuesti<)n  de  elecciones 
para  presidente  de  la  República,  por  finalizar  el  último  período  adminis- 
trativo del  general  Cluzmán  Blanco,  í[ue  desempeñaba  como  substituto  el 
general  Hermógenes  López. 

Los  amigos,  los  hombres  de  progreso  y  de  orden,  los  (pie  recordaban 
el  honrado  y  celoso  })eríodo  del  general  Crespo,  querían  que  éste  volviera 
á  ocupar  el  primer  puesto  de  la  naci<')n,  seguros  de  que  sus  convicciones, 
de  ([ue  sus  ideas,  eran  una  garantía  para  el  porvenir  de  Venezuela. 

Habíase  resistido  Crespo  á  (¿ue  se  le  presentara  candidato  j)ara  la 
presidencia  por  múltiples  razones  políticas,  y  hasta  por  el  pleno  conven- 
cimiento de  que  otras  exigencias  de  carácter  privado,  habían  de  inter- 
ponerse entre  él  y  la  marcha  (pie  intentara  dar  el  ])aís,  C()mo  ya  en  su 
anterior  período  había  sucedido. 

Tratábase  además  de  reiniir  una  Convenci<')n  ([ue  por  su  especial 
organización,  bastardeaba  el  verdadero  y  augusto  carácter  ([ue  tal  asam- 
blea debe  tener  en  todo  país  libre. 

Los  periódicos  y  cartas  de  A^enezuela,  desde  los  últimos  meses  de  18S7 
y  de  los  sucesivos  de  1888,  están  plagados  de  noticias  y  de  documentos 
([ue  ponen  de  manifiesto  los  trabajos  más  (')  menos  arbitrarios  llevados  á 
efecto  para  la  elecci(')n  de  })residente,  las  ])i-isiones  de  ciudadanos  honra- 
dos, los  hechos  anticonstitucionales  (pie  se  efectuaron  en  el  seno  mismo 
del  Ca})itolio,  y  por  último  la  reuni(')n  del  Congreso,  falto  de  los  elemen- 
tos vitales  que  constituyen  la  Cámara  popvdar,  pues  (jue  gran  parte  de 
senadores  y  diputados  hallábanse  presos. 

La  Historia,  campo  más  extenso  (pie  el  de  una  sencilla  é  incorrecta 
biografía,  hará  exacta  y  detallada  relacifui  de  los  acontecimientos  y  i)ro- 
fundizará  en  las  causas  ([ue  los  motivaron. 

Entre  tanto,  diremos  que  el  general  Crespo,  á  instancias  de  su  ])artido 
y  cumpliendo  con  su  deber  de  patriotismo,  sali(')  para  Venezuela  /i 
[)rinci})ios   de    1888,   sorprendiéndose  de  ([ue  en  Trinidad  se  le  negara 


JOAQUÍN    CRESPO  281 

pasaporte  para  entrar  en  su  patria,  y  viéndose,  por  consecuencia,  preci- 
sado á  permanecer  en  Puerto  España,  desde  donde  el  «Héroe  del  Deber», 
hermoso  título  conferido  por  las  Cámaras  y  eco  de  la  voz  nacional ,  ha 
tratado  de  cumplir  con  sus  aspiraciones  políticas,  y  de  conjurar  con 
honrosa  nobleza  los  males  que  para  su  patria  preveía.  '' 

De  uno  de  sus  manifiestos  al  pueblo  venezolano,  del  19  de  Agosto  de 
ISSS,  copiamos  dos  párrafos,  expresión  «i^'enuina  del  amor  de  Crespo  por 
su  patria. 

s<  Tengo  un  lugar  más  honroso  que  el  que  me  pueden  ofrecer  los  tira- 
nos de  mi  patria:  él  está  al  lado  del  pueblo  oprimido,  al  lado  de  las 
víctimas,  al  lado  de  la  Justicia  y  del  Derecho  perseguidos. 

>  Tengo  fe  en  la  justicia  de  mañana,  y  libre  como  me  hallo  hoy  de 
todo  reato  personal ,  no  tengo  más  culto  (pie  el  de  la  patria  y  con  la 
conciencia  plena  de  cuanto  su  felicidad  reclama.  Sepa  Venezuela  (|ue  por 
verla  pr(')spera,  digna  y  dueña  soberana  de  sus  destinos,  estoy  dispuesto 
á  ofrendarle  los  días  (|ue  me  restan  de  existencia,  mis  intereses  y  hasta 
la  misma  suerte  de  mis  hijos». 


VI 


Eli  bello  ideal  del  general  Crespo,  su  noble,  benéfica  y  única  aspira- 
ciini,  ha  sido  la  paz  como  lo  fué  en  la  primera  época  de  su  mando. 

Además  en  su  mente  han  tomado  cuerpo  múltiples  planes  de  reformas 
y  de  innovaciones  necesarias  para  el  engrandecimiento  de  Venezuela, 
indispensables  en  esta  época,  en  la  cual  se  camina  con  tan  pasmosa 
rapidez,  (|ue  parecería  hoy  un  mito  la  palabra  imposible:  no  existe. 

Por  eso,  todo  pensamiento  útil  ó  progresiva  innovación,  toda  empresa 
grandiosa  y  bienhechora,  ha  encontradc^  en  Crespo  generoso  apoyo  y 
entusiasta  iniciativa. 

Hay  adem;ís  algo  ([ue  resalta  sobre  todas  sus  nobles  cualidades,  y  (pie 
ejerce  poderosa  y  general  atracción.  Su  carácter,  su  amable  trato,  su 
llaneza   y  su  modestia  propia  del   verdadero  mérito. 

'     Cuanilo   oscriliiincis  ostas  lincas,  corren  rumores  <lc  lialicr  estallado  nna  revolución  en  Venezuela  y  ilo 
halier   sido    hecho  prisionero  el  general    ('resalo. 


282  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Ha  sido  heroico  guerrero  sin  vanidoso  alarde,  guiado  por  su  entu- 
siasmo y  naturales  aptitudes  militares.  Ha  sido  hombre  político  por 
el  intenso,  sagrado  é  incontrastable  culto  que  rinde  á  su  patria. 

Para  con  sus  amigos  tiene  por  norte  la  consecuencia,  la  abnegación, 
la  caballerosidad.  En  la  vida  del  hogar,  en  el  seno  de  la  familia,  es 
ejemplo  de  moralidad  y  de  ternura. 

Tal  es  el  boceto  del  «Héroe  del  Deber,»  del  ciudadano  leal  y  probo 
magistrado. 

Reducido  es  el  cuadro  que  encierra  estos  perfiles  biográficos,  mien- 
tras en  su  día  la  Historia  le  otorgará  ancho  y  luminoso  espacio. 


MANUEL    ACUNA 


MANUEL   ACUNA 


Píihiias,  triunfos,  laureles:  dulce  aurora 
De  un  porvenir  feliz,  todo  en  una  hora 
De  soledad  y  hastio, 
Cambiaste  por  el  triste 
Derecho  de  morir,  ¡hermano  mió! 

Justo    Sieiíka. 


'I  'lii  ^ 


m 


AJO  el  puro  y  radiante  cielo  de  Anahuac  se  meció  la 
cuna  del  poeta ,  y  los  verjeles  de  aquel  paraíso  ame- 
ricano que  perfuman  el  deleitoso  ambiente,  desperta- 
ron la  lozana  y  rica  inspiración  y  desarrollaron  las 
poderosas  íacultades  de  la  inteligencia.  Se  reveló  su 
ingenio  en  temprana  edad;  tenía  un  mundo  de  ideas 
en  su  mente,  prestigio  en  su  palabra,  gloria  para 
el  suelo  patrio. 

Había  nacido  Manuel  Acuña  en  el  Saltillo,  capital 
del  Estado  de  Coahuila  (Méjico),  el  27  de  Agosto 
de  1849:  la  aspiración  de  lo  desconocido,  el  afán  de  estudio  y  las  ilusio- 
nes del  poeta,  lo  llevaron  á  Méjico  en  1865,  y  á  pesar  de  dedicarse  á 
la  carrera  de  medicina,  consagraba  crecido  espacio  de  su  tiempo  al 
cultivo  de  las  letras,  en  las  cuales  alcanzó  elevado  puesto. 

;  Qué  hermosa  imaginación  !  ¡  qué  colorido  en  las  descripciones !  ¡  qué 
puras  alegrías  y  secretas  esperanzas  se  encierran  en  sus  versos!  Hay 
algo  en  ellos  de  la  suave  melancolía  de  Bécker,  de  la  facilidad  y  gala- 
nura de  Zorrilla,  del  amargo  desaliento  de  Velarde.  Acuña  era  soñador. 
y  al  propio  tiempo  ¡  cosa  extraña !  revelaba  con  frecuencia  la  duda  y  el 


284  'AMERICANOS    CÉLEBRES 

materialismo  del  siglo  xix.  El  amor  inundó  .su  espíritu  y  su  alma  con 
misteriosos  é  inefables  resplandores;  la  mujer,  ese  l)ell()  ideal  de  la 
existencia  del  hombre,  bañó  su  coraz(')n  con  purísima  luz  y  la  amó  con 
pasión  tiránica,  sublime,  exclusiva;  su  exaltada  fantasía  soñó  con  feli- 
cidades infinitas,  con  hogar  bendecido,  con  existencia  risueña  que 
resbalara  entre  queridos  seres ,  y  de  aquí  las  gigantescas  ambiciones  y 
los  esmaltes  poéticos  formando  diadema  á  la  virgen  ({ue  tenía  altar  en 
su  pecho,  á  la  santa  prometida;  v  las  aspiraciones  y  los  torrentes  de 
armonía,  y  los  raudales  de  inspiración  ^brotaban  de  su  lira  como  lluvia 
de  perlas,  ora  dulces  fluidos  tiernísimos,  ora  valientes,  robustos  y  pro- 
fundos, rebosando  originalidad  y  bellísimos  pensamientos;  y  era  ella  la 
musa  inspiradora,  por  ella  escribía,  para  ella  anhelaba  gloriosos  lauros^ 
coronas  y  flores  que  sirvieran  de  alfomlíra  á  la  casta  compañera. 

Acuña  no  tuvo  esas  luchas  acerl)as  del  genio,  esas  guerras  intelec- 
tuales que  hacen  desconfiar  del  porvenir;  en  su  camino  no  encontr(j  ni 
abrojos  ni  espinas,  ni  la  incesante  tortura  que  ani([uila  el  vigor  y  la 
inspiración  antes  de  alcanzar  la  recompensa  deseada.  No  sufri(')  las 
decepciones  del  poeta  desconocido,  ni  las  tempestades  ([ue  engendran  la 
duda  de  sí  mismo.  Su  reputación  fué  casi  instantánea;  su  frente  se  ciñ(> 
con  la  corona  de  poeta,  y  sin  obstáculo  lleg()  al  sagrado  templo  y  ocupó 
un  lugar  de  aquellos  reservados  para  los  grandes  espíritus. 


II 


Acuña  tenía  la  grandeza  de  alma  del  genio;  nol)le  y  confiado,  creía 
en  el  amor,  creía  en  la  amistad,  y  un  día  abatido  por  forzoso  viaje, 
dej(')  depositario  de  su  rico  tesoro,  de  su  joya  de  más  valía,  al  amigo  á 
quien  más  amaba;  y  i)arti('),  llevando  en  su  coraz(')n  la  imagen  de  la 
mujer  (querida  y  la  in(j[ue]jrantable  fé  en  su  amor. 

Rosario  era  indigna  de  aquella  adoraci(')n:  (')  la  ausencia  apagó  su 
cariño  por  no  tener  hondas  raíces  en  su  pecho,  ó  jamás  am<')  al  poeta,  y 
la  falsía  fué  la  recompensa  de  la  pasión  purísima  de  Acuña. 

La  mujer  infiel  se  unió  al  amigo  desleal,  desgarrando  un  corazón  tan 
grande  como  sensible  y  generoso. 

La  desesperación  extingui(')  el  valor  de  Acuña,  la  fe  y  el  sentimiento 
del  deber :  ofuscado  por  aquel  golpe  que  destruía   las  más  halagadoras 


MANUEL    ACUÑA  '  285 

osperíiiiza.s,  la  risueña  perspectiva  de  su  porvenir,  pensó  en  el  suicidio: 
la  vida  era  una  car<>a  inútil,  había  perdido  todos  sus  atractivos;  la 
inspiraci(')n  naufraj^aba  en  el  borrascoso  mar  de  aquella  pasi<')n  que  con 
mayor  fuerza  aún  enloquecía  al  poeta. 

En  su  despedida  á  Rosario  se  ve,  como  en  limpio  cristal,  el  estado  de 
su  alma,  la  completa  postración  de  su  espíritu,  la  vehemencia  de  su 
carácter;  sin  el  amor  de  aquella  mujer  no  podía  existir,  y  sólo  desbor- 
daban de  su  corazón  y  de  su  mente,  la  ternura  y  el  dolor  profundo  de 
ípiien  todo  lo  ha  perdido. 

Sus  estrofas  van  á  demostrarlo: 


A  reces  j)i<' liso  en  darte  mi  eterna  despedida , 
Horrarte  eji  mi  recuerdo  y  hundirte  en  mi  pasión  ^ 
Mas  si  es  en  rano  todo  y  el  alma  no  te  oír  ida, 
¿Qiié  cpiieres  tú  <jiie  yo  Itaya  pedazo  de  mi  rida? 
¿Qné  quieres  til  que  yo  haga  con  este  corazón? 
'I  Y  luego  que  ya  estaba  concluido  tu  santuario, 
Tu  lámpara  encendida ,  fu,  velo  en  el  cútar, 

Y  el  sol  de  la  mañana  detrás  del  campanario, 
Cltispeando  las  antorcJias,  humeando  el  incensario, 

Y  abierta  allá  á  lo  lejos  la  puerta  del  liogar? 


Esa  era  mi  esperanza...  mas  ya  que  á  sus  fulgores 
>SV'  opone  el  hondo  abismo  que  existe  entre  los  dos. 
Adiós  por  la  rez  última,  amor  de  mis  amores. 
La  luz  de  mis  tinieblas,  la  esencia  (le  mis  flores, 
Mi  lira  de  poeta,  mi  juventud,  adiós. 


¡Calló  el  poeta;  aun  vibraban  las  armónicas  cuerdas  de  su  lira  cuando 
se  apag(')  la  llama  de  su  fecunda  existencia,  y  dejando  la  cárcel  terrenal 
voló  su  alma  á  la  misteriosa  reg'ión  de  la  eternidad!...  ¡Tal  vez  unís  allá 
(Ud  sepulcro,  en  esa  vida  sin  fin,  en  los  espacios  de  má,f>"ica  luz,  habrá 
encontrado  Acuña  la  antorcha  de  la  fe,  cuyo  benéfico  ful£>-or  le  abandon<') 

en  la  tierra:  tal  vez pero  silencio:  no  turbemos  la  paz  del  sepulcro. 

ni  el  misterioso  tenq)lo  de  la  eternidad! 


JUSTO   AKOSEMENA 


E  aquí  la  biografía  de  un  hombre  tan  notable  como 
modesto,  sencillo,  honrado  y  de  elcvadísima  capa- 
cidad intelectual. 

El  decano  de  los  diplomáticos  colombianos  con- 
temporáneos, nació  en  Panamá  en  í)  de  Agosto 
de  1817,  y  fueron  sus  padres  D.  Mariano  Arosemena 
y  D.^  Dolores  Quesada.  La  familia  del  primero  era  oriunda  de  Bil- 
bao (España),  aun  cuando  desde  el  siglo  xvii  hubiera  pasado  á  esta- 
l)lecerse  en  América,  y  el  abuelo  materno  D.  Miguel  Quesada,  había 
nacido  en  la  histórica  y  pintoresca  Granada,  en  la  alegre  y  risueña  corte 
de  Boabdil,  siendo  de  creer  que  fuera  descendiente  de  (Gonzalo  Jiménez 
de  Quesada,  conquistador  del  nuevo  reino,  hoy  Colombia. 

Don  Justo  Arosemena  recibió  la  educación  primaria  en  su  ciudad 
natal;  pero  cuando  contaba  diez  y  seis  años,  fué  enviado  á  Santa  Fe  de 
Bogotá,  en  donde  en  el  Colegio  de  San  Bartolomé,  cursó  Jurispruden- 
cia, ^  y  se  graduó  de  Bachiller  en  183().  En  la  Universidad  del  Magdalena 
é  Istmo,  situada  en  Cartagena,  alcanzó  el  grado  de  Doctor  en  Leyes,  y 
en  1839,  y  previo  examen  ante  el  tribunal  del  distrito,  se  recibió  de 
abogado  en  Panamá. 


Esto  Colegio  ha  sido  verdaderamonte  célebre,  por  haberse  educado  en  él  la  mayor  parte  de  los  grandes 
hombres  con  que  se  honra  Colombia. 


JUSTO    AKOSEMEXA 


JUfíTO    AROSEMEXA  287 

Muy  joven  desempeñó  destinos  públicos  municipales,  puramente 
honoríficos,  pues  desde  1839  fué  consejero,  cabildante  y  procurador 
municipal.  En  estos  cargos  encontró  oportunas  ocasiones  para  proteger  á 
los  esclavos,  contra  los  abusos  ó  mal  trato  de  los  dueños.  El  Dr.  Arose- 
mena  ha  profesado  y  profesa  ideas  altamente  democráticas,  y  ha  sido 
por  convicción,  por  humanidad  y  por  justa  lógica,  partidario  de  la  abo- 
lición de  la  esclavitud  y  Presidente  del  Instituto  de  África,  sociedad 
francesa  para  la  extinción  de  la  trata  de  negros. 

En  Panamá  y  en  la  Cámara  de  Provincias ,  en  la  que  fué  Diputado  en 
1850,  empezó  á  manifestar  sus  especiales  condiciones  para  la  legislación, 
y  á  preparar  ordenanzas  de  policía,  mercados,  ventas  y  cuanto  com- 
prende el  régimen  municipal. 

En  aquella  escuela  fué  sin  duda  en  donde  se  ensayó  Arosemena ,  para 
las  funciones  parlamentarias,  en  que  tanto  se  ha  distinguido  después. 

En  1852,  fué  electo  para  la  Cámara  de  Representantes  en  el  Congreso 
de  Nueva  Granada,  y  desde  ese  año  presidió  la  Corporación.  Tomó 
parte  activa  en  los  trabajos  del  famoso  Código  de  1853,  que  promovió 
tan  serias  discusiones,  y  que  fué  sancionado  2^<^i'  toda  la  Cámara. 
Monumento  imperecedero  de  probidad  política,  bandera  de  libertad, 
y  credo  del  partido  radical.  Uno  de  los  trabajos  legislativos  más  impor- 
tantes del  Dr.  D.  Justo  Arosemena,  es  la  colección  de  ocho  códigos 
propuestos  al  Congreso  en  1853,  ó  sean  civil,  comercial,  penal  judicial 
y  otros,  que  componían  un  cuerpo  completo  de  legislación  secundaria. 

De  1854  á  1858,  ocupó  el  doctor  Arosemena  el  elevado  cargo  de  Sena- 
dor, y  presidía  la  alta  Cámara  cuando  fué  depuesto  el  general  José 
María  Obando,  que  ocupaba  la  Presidencia  de  la  República,  acusado  de 
que  en  la  lucha  civil  entablada  desde  1852,  entre  las  dos  fracciones  del 
partido  liberal  y  en  el  movimiento  acaudillado  por  el  general  J.  M.  Meló, 
que  mandaba  la  guarnición  de  la  capital  en  Abril  de  1854,  no  había 
Obando  cumplido  con  su  deber  para  sofocarlo,  ])ov  lo  cual  se  le  acusaba 
de  complicidad  con  los  revolucionarios. 

Aquel  pronunciamiento  que  derrocó  al  Gobierno  Constitucional, 
reemplazándolo  con  una  dictadura,  causó  siete  meses  de  guerra  é  intran- 
quilidad pública. 


288  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


Don  Justo  Aro.semena,  firmó  como  Presidente  del  Senado,  la  sentencia 
de  Obando.  En  IHGo,  concurrió  á  la  Convención  convocada  en  liío  Ne£»TO, 
siendo  Dictador  de  Colombia  el  i^-eneral  Mosquera,  y  cuando  el  país 
ardía  en  civiles  discordias. 

Las  dificultades  eran  grandes  y  no  sin  poderosos  esfuerzos  loor(')  la 
Convención  dar  la  nueva  Constitución  federal,  presidiendo  acjuel  acto  el 
Dr.  Arosemena. 

Obra  había  sido  del  ilustrado  colombiano,  la  de  erigir  el  territorio 
l)anameño  en  Estado  federal  soberano,  proposición  sometida  á  la  (Jamara 
como  reforma  á  la  Constitución,  y  que  se  aprob(')  en  el  Congreso  de  LS");"), 
v  fué  la  base  para  establecer  en  toda  Colombia  el  régimen  federal. 

Terminados  los  trabajos  de  la  Convención,  fué  nombrado  el  doctor 
Arosemena,  enviado  extraordinario  y  ministro  pleni])otenciario  de  Colom- 
bia en  el  Perú  y  Chile. 

Para  ambos  países  tenía  especial  objeto  la  misión  del  diplomático:  en 
el  primero,  impedir  ([ue  el  Perú  se  aliase  con  el  Ecuador  en  la  guerra 
(|ue  con  esta  República  tuvo  (Joloml)ia  aquel  ano,  y  en  el  segundo,  llegar 
á  obtener  que  (-hile  reconociera  al  nuevo  (gobierno  de  Colombia,  recién 
constituido,  y  que  á  la  vez  enviase  representante  á  un  Congreso  interna- 
cional americano,  que  debía  instalarse  en  el  Perú  poi-  iniciativa  del 
riobierno  de  esta  República. 

El  hábil  diplomático  vio  satisfecho  sus  deseos  y  cumplida  la  misiíni 
([ue  le  estaba  encomendada,  siendo  en  18G4  nombrado  rejn-esentante  de 
(Colombia  en  el  Congreso  americano,  que  se  reuni(')  en  la  ciudad  de  Lima. 

Desde  1805  á  LSGS,  vivió  en  Chile  el  ilustrado  di])lom;ítico,  ejerciendo 
modestamente  su  profesi('>n  de  abogado,  y  ocupándose  al  propio  tiempo 
de  la  preparación  de  los  C()digos  (j[ue  en  1801*  fueron  adoptados  en  el 
Estado  de  Panamá. 

De  nuevo  su  patria  lo  llanu)  al  Senado,  é  infatigable,  laborioso  y 
activo,  presentó  numerosos  proyectos  de  ley,  algunos  de  los  cuales,  bené- 
ficos y  útiles,  fueron  sancionados. 


JUSTO    AROSEMENA  289 


La  reconocida  habilidad  y  tacto   del  sabio  panameño,   lo  llevaron 
en    1871    á   playas   europeas,    nombrado  por  el  Gobierno,  Ministro  de 


Colombia,  en  Francia  é  Inglaterra. 


III 


Entre  otros  trabajos,  tuvo  grandísima  parte  en  la  reorganización  de 
Ix  Deuda  exterior  colombiana,  reducida  entonces  á  diez  millones  nomi- 
nales, de  treinta  que  era  anteriormente. 

Obtenido  el  importante  y  principal  objeto  de  su  misión  diplomática, 
regresó  el  Dr.  Arosemena  á  su  patria;  pero  ésta,  ambiciosa  aún  de  sus 
.servicios ,  lo  envió  á  Washington ,  y  como  por  entonces  surgieran  varias 
cuestiones  con  los  Estados  Unidos  del  Norte,  el  sagaz  Ministro  de  Colom- 
bia consiguió  resolverlas  con  brillantes  resultados. 

Dos  años  más  tarde  lo  encontramos  con  el  mismo  alto  cargo  en  Cara- 
cas, ocupado  en  restablecer  las  relaciones  diplomáticas  interrumpidas 
durante  cinco  años  entre  Colombia  y  Venezuela. 

Pero  el  gran  triunfo  en  la  carrera  del  decano  de  la  diplomacia 
colombiana,  fué  obtener  lo  que  durante  cincuenta  años  había  resistido  á 
todos  los  esfuerzos:  la  celebración  de  un  tratado  que  sometía  la  cuestión 
de  límites,  al  arbitraje  del  rey  de  España  Alfonso  XII. 

Esta  importantísima  cuestión  se  llevó  á  cabo,  siendo  Presidente  de 
A^enezuela  el  general  Gruzmán  Blanco,  y  de  Colombia  el  doctor  don 
liafael  Núñez. 

Ansiaba  Arosemena  el  alejamiento  de  la  política  y  la  vida  tranquila 
del  hogar,  por  lo  que  renunció  su  alto  puesto,  marchando  á  Nueva  York 
para  consagrarse  á  la  vida  privada  y  al  trabajo  intelectual:  aquí  nos 
permitiremos  una  digresión.  En  1838,  cuando  apenas  contaba  veintiún 
años,  había  contraído  matrimonio  en  Panamá,  perdiendo  á  su  esposa 
en  1850.  Sus  hijas  están  hoy  en  Santiago  de  los  Caballeros,  y  sus  hijos 
fueron  educados  esmeradísimamente  en  los  Estados  Unidos.  En  este  país 
contrajo  segundas  nupcias  en  1858,  con  una  hermosa  norte-americana, 
de  la  cual  tiene  hoy  un  hijo  único,  pues  los  dos  primeros  fallecieron 
cuando  ya  eran  hombres  útiles  á  la  patria  y  á  la  sociedad. 

•V.=  19 


290  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Tal  es  la  causa  por  la  cual  habita  Nueva  York,  el  pcusador  y 
político  colouibiano,  y  regresa  á  su  país  cuaudo  cree  puede  prestarle 
alg'úu  servicio  iuiportaute  como  eu  1884  y  1885,  eu  los  trastornos  di-l 
Estado  de  Panamá  contra  el  Gobierno,  y  en  los  cuales  fué  mediador  eficaz 
é  imparcial,  siendo  entonces  el  candidato  á  la  ])residencia  del  Estado  poi- 
todos  los  amigos  del  orden  y  de  la  paz. 

Xo  sólo  como  legislador  y  diplomático  ocupa  un  culminante  puestf), 
.sino  (pie  también  lo  ha  conquistado  como  escritor. 

En  el  Perú  y  Colombia,  ha  sido  periodista  profundo  v  ha  publicado 
gran  número  de  opúsculos  a^  libros  de  grande  aliento. 


IV 


Entre  los  ])rimeros  podemos  citar.  Principios  de  Munil  Polilicu :  (indino 
Moral:  E.rairicii  .sobre  conuiniairióií  iiileroreánieo ;  idea  de  ana  lif/a  anieri- 
eaiia :  Moneda  internacional  y  otros.  Entre  los  segundos,  los  de  mayoi- 
importancia  son:  Esladios  conslHucinnaies ,  (pie  es  la  obra  más  conocida 
del  T)r.  Arosemena:  Ajninlaniicnios  para  ¡a  inirodaceióa  á  las  (iiencias 
morales  ¡/  políticas:  La  inslit ación  del  matrimonio  en  el  lleino  tenido.  Esta 
última  obra,  así  como  algunas  relativas  á  la  ilustraci()ii  de  la  mujer,  se 
han  publicado  s()lo  en  inglés. 

La  modestia  excesiva  del  hábil  diplomático,  le  lia  hecho  rechazar 
siempre  posiciones  políticas  de  orden  ejecutivo:  ha  rehusado  muchas 
veces  una  cartera  ofrecida  por  varios  presidentes,  y  aun  podemos  asegu- 
rar, se  ha  negado  á  admitir  la  candidatura  para  Presidente  de  la  Tiepú- 
blica,  (pie  le  brindaban  amigos  de  gran  influencia. 

No  posee  fortuna,  no  la  desea;  está  satisfecho  y  ama  <  la  dorada 
mediocridad»,  y  como  es  parco  y  sencillo  en  sus  hábitos,  no  necesita  de 
la  riqueza  que  otros  ambicionan  y  buscan  para  gozar  dominando  á  los 
demás. 

Su  familia,  su  patria,  su  afici(jn  al  estudio  y  su  anhelo  por  el  bien 
general,  labran  su  ventura  cuando  causas  extrañas  no  llegan  á  tur- 
barla. 


Jl'STO    AR(tsi:MKX.\  201 

VA  I)r.  AroseiiRiia  es  de  estatura  mediana.  r<>l)iLsto.  con  ojos  exj)res¡- 
vos  Y  medio  ocultos  entre  espesas  cejas,  como  i>-uardando  la  profunda 
idea  (pie  reflejan  en  la  mirada:  aspecto  di^^'no  v  afable,  conversaci<')n 
(pie  revela  profundos  conocimientos  y  amenísima  instrucciíui. 

Como  amiii'o,  es  consecuente  servicial  v  lleno  de  ahnejíaciíni.  Como 
político,  ha    llevado  hasta  la  exa<4"eraci<')n  la  lealtad  á  sus  principios. 

Como  ciudadano,  es  ejemplo  de  patriotismo  v  de  probidad  en  la 
patria  de  Santander  v  dv  Xarino. 


JOSÉ  MANUEL   BALMACEDA 


PRESIDENTE  1)E  LA  REPÚBLICA  DE  CHILE 


veinticuatro  años  el  actual  presidente  de  la 
ública  de  Chile,  cuando  empezó  á  figurar  en 
escena  pública.  Santiago  había  sido  su  cuna 
1840. 

Liberal    por    sus    ideas,    ambicioso    de    triunfos 
ílectuales  y  dado  á  estudios  serios  y  prácticos, 
"X  renuncies   á   ocuparse   de    la    administración    de    la 

pingüe  fortuna  que  poseía  su  padre,  para  entregarse  de  lleno  á  cultivar 
su  inteligencia  y  á  adquirir  profundos  conocimientos  de  c[ue  carecía, 
acometiendo  con  fe,  entereza  y  perseverancia,  el  trabajo  asiduo  que 
necesitaba  para  ocupar  un  puesto  entre  los  hombres  de  progreso  y  de 
reconocida  capacidad. 

Para  el  joven  chileno  no  hubo  desde  entonces  descanso,  y  ya  cuando 
en  1865  acompañó  á  Lima  á  D.  Manuel  Montt,  como  secretario  privado 
de  la  legación,  había  ensanchado  sus  ideas  con  laboriosidad  y  delicado 
tacto  para  gobernar  en  el  mundo  político,  y  cuando  se  le  dio  el  encargo 
de  estudiar  la  organización  del  ejército  peruano  y  de  la  marina ,  fué  tan 
hábil  en  el  cumplimiento  de  su  deber,  que  satisfizo  por  completo  al 
Gobierno  de  su  país. 

Después   de   tan  honroso  antecedente  y  ya  de  vuelta  en  su  patria, . 


JOSÉ   MANUEL    BALMACEDA 


JOSÉ    MANUEL    BALMACEDA  293 

continuo  la  intimidad  con  sus  libros,  y  repartió  su  tiempo  entre  ellos  y 
los  cuidados  que  le  causaban  sus  empresas  industriales,  hasta  1868,  en 
que  impulsado  por  la  corriente  liberal  y  seducido  por  el  credo  que  la 
juventud  brillante  é  ilustrada  había  adoptado  con  entusiasmo,  se  lanzó 
también  á  secundar  á  hombres  como  Gallo,  Centeno,  Matta,  Domingo 
y  J.  Alemparte  y  muchos  más,  que  trabajaban  por  el  triunfo  de  las  ideas 
i[UQ  estaban  á  la  altura  de  este  siglo  y  que  adquirían  justa  popularidad. 

Eran  las  de  libertad  de  la  prensa,  las  de  enseñanza  y  de  sufragio,  las 
de  reforma  en  todo,  las  de  tolerancia  y  fomento  de  la  marina,  las  de 
equilibrio  y  descentralización  administrativa,  y  en  una  palabra,  todas 
las  que  tendían  á  radicales  innovaciones  y  á  progresistas  resultados. 

Balmaceda  escaló  desde  luego  como  orador  uno  de  los  primeros  pues- 
tos. Su  elocuencia,  basada  en  profundas  teorías,  conmovía  al  pueblo, 
y  con  pasmosa  facilidad  sacaba  de  raíz  anticuadas  preocupaciones 
para  sembrar  las  nuevas. 

Aun  recuerda  Santiago  sus  discursos  de  oposición  en  18G9,  notabilí- 
simos por  la  forma  y  por  el  fondo  y  que  pronosticaron  la  presidencia  de 
n.  Federico  Errazúriz. 

Poco  después  ocupaba  Balmaceda  un  asiento  en  la  Cámara  de  Dipu- 
tados. 

En  aquella  ocasión  formuló  y  apoyó  proyectos  de  gran  magnitud, 
hizo  abolir  el  impuesto  sobre  la  exportación  de  cobres,  dándole  prestigio 
y  alta  valía,  la  condonación  de  sus  deudas  á  numerosos  chilenos  agobia- 
dos por  el  fisco  en  Chiloe  y  en  Carelmapu. 

Cada  día  los  pensamientos  de  Balmaceda  adquirían  mayor  brío  y  más 
solidez,  cada  día  sus  convicciones  estaban  más  arraigadas,  y  frente  á 
frente  con  el  ministro  D.  Abdón  Cifuentes,  fué  su  adversario  y  lo  venció 
con  las  nobles  armas  oratorias,  haciendo  que  el  ministro,  ya  despres- 
tigiado, dimitiera  poco  después,  golpe  de  grave  trascendencia  para  el 
l)artido  conservador. 


II 


Con  tales  campañas  parlamentarias ,  había  llegado  Balmaceda  á  ser 
una  entidad  política  y  el  primero  de  los  que  se  declararon  abiertamente 
partidarios  de  la  separación  de  la  Iglesia  y  del  Estado  y  de  otras  culmi- 


294  AMERirAXOS    CÉLEBRES 

liantes  rcfonuas.  Sus  ideas  eran  demasiado  conocidas  para  que  se  dudara 
de  su  actitud. 

Hav  en  el  pueblo  cliileno  un  «¿raudísimo  fondo  de  buen  sentido,  de 
recto  criterio  y  tic  madurez  para  todas  las  cuestiones,  y  no  en  balde  se 
llama  á  Chile,  la  Inglaterra  de  América. 

(^ada  reforma  llevada  á  cabo  después  de  convencerse  de  su  importan- 
cia V  de  sus  ventajas,  cada  paso  adelantado  en  el  camino  del  pro<¿'reso, 
es  un  coloso  de  granito  por  la  solidez  (pie  adquiere. 

En  1875,  fué  elevado  á  la  presidencia  D.  Aníbal  Pinto:  y  poco  después 
I).  Rafael  Sotomayor,  ([ue  era  ministro  de  Hacienda  en  el  gabinete  (]ue 
presidía  el  notable  político  y  escritor  I).  Victorino  Lastarria  ,  renunció  su 
puesto,  que  le  fué  ofrecido  á  Balmaceda,  y  que  éste  no  acept(),  sin  duda 
por  no  abnndonar  su  asiento  de  diputado,  en  el  cual  se  asociaba  á 
todas  las  brillantes  innovaciones  que  por  entonces  se  llevaron  á  terreno 
práctico,  como  fué  la  célebre  ley  de  cementerios. 

Ya  á  la  sazcni  se  le  había  brindado  segunda  vez  por  el  ministerio 
Keyes,  con  la  cartera  de  Hacienda. 

Y  lleg(5  el  año  de  1878. 

Un  buque  chileno  apres*')  la  Dccoiniliifc  en  las  aguas  del  río  Santa 
Cruz,  y  tal  acontecimiento  estaba  á  punto  de  pr(unover  lui  conñicto 
entre  Chile  y  la  Hepiiblica  Argentina:  los  ánimos  se  enardecieron ,  los 
sentimientos  nacionales  se  excitaron,  hasta  dar  motivo  á  (pie  uno  y  otro 
pueblo  creyera  que  la  guerra  estallaría  de  un  momento  á  otro. 

Por  último,  la  soluci()n  fué  el  tratado  de  1878,  combatido  tenazmente 
por  unos  y  defendido  por  otros:  entre  los  últimos  estaba  Balmaceda  y 
con  su  autorizada  palíibra  influye')  para  (pie  se  aprobara. 

Tal  fué  la  base,  para  ser  nombrado  enviado  extraordinario  y  ministro 
plenipotenciario  de  Chile  en  la  República  Argentina,  I^ruguav  y  Brasil. 

Era  á  la  sazíui  presidente  de  la  primera,  el  doctor  D.  Nicolás  Ave- 
llaneda. 

No  llegaba  el  sagaz  tribuno  en  momentos  favorables  para  su  misiíjn 
diplomática  y  fué  necesaria  toda  su  habilidad,  para  (|ue  tuviera  resultado 
satisfactorio.  Lo  más  importante  entonces  era  conseguir  la  neutralidad 
de  la  República  Argentina  en  la  inevitable  guerra  chilena-peruana  boli- 
viana. 

Y  Balmaceda  triunlo,  á  pesar  de  las  simpatías  generales  (¿ue  abriga- 
ban en  el  Plata,  por  el  Perú  y  Bolivia. 


.lOSK    MAXIKI.    BAL>[A(K1)A  205 


Quedaba  en  pie  la  cuesti/)  i  del  tratado  de  límites,  pero  también 
consig'uió  un  plazo,  para  (pie  entre  tanto  Chile  pudiera  atender  á  la 
ji'uerra  sin  complicaciones  ni  trabas. 


II 


El  .')  de  Abril  de  1879  declaró  Chile  la  ^'uerra  al  Perú  y  Bolivia, 
cuando  se  aproximaba  el  término  del  período  constitucional  del  señor 
Pinto,  á  quien  iba  á  substituir  un  hombre  más  activo  y  unís  enéroico, 
D.  Dominoo  Santa  María. 

Era  presidente  de  la  República  peruana  el  general  i).  Mariano 
Ignacio  Prado,  v  en  Bolivia,  mandaba  á  la  sazón  el  general  D.  Hilarión 
Daza,  soldado  de  fortuna,  al  que  una  sublevación  derribó  poco  después 
en  Tacna  (Perú),  en  donde  se  encontraba  con  las  tropas  que  iban  á 
tomar  parte  en  la  campaña,  teniendo  que  apelar  á  la  fuga  inmedia- 
tamente. 

Al  subir  Santa  María  á  la  presidencia,  ocupó  Balmaceda  el  puesto  de 
ininistro  de  Relaciones  Exteriores,  en  el  que  tomaron  may(jr  vuelo  y  se 
pusieron  más  en  relieve  la  energía,  la  actividad  infatigable,  la  labor 
de  la  imaginación,  la  prudencia  y  la  madurez  del  hombre  de  Estado. 

Surgía  un  peligro  con  la  idea  del  Congreso  de  Panamá,  y  el  prudente 
ministro  lo  conjuró  por  la  diplomacia ,  dando  instrucciones  al  efecto  á 
los  representantes  en  Centro  América  y  Méjico,  en  el  Ecuador  en  el 
Iruguay  y  en  Colombia,  en  donde  Chile  tenía  de  ministro  plenipoten- 
ciario al  ilustrado  y  caballeresco  José  Antonio  Soffía.  ^ 

También  por  el  Norte  América  se  aglomeraban  nubes  amenazadoras, 
])orque  el  coloso  del  Nuevo  Continente  quería  intervenir  en  los  asuntos 
del  Sur  y  mediar  en  las  arduas  condiciones  de  paz,  va  con  benévola 
intencifui  hacia  el  Perú,  ó  porque  no  entrara  en  su  política  el  permitir 
(pie  otra  naciíMi  se  enri([ueciera  con  aumento  de  territ(n-io. 

La  suerte  de  las  armas  había  sido  contraria  para  los  hijos  de  los 
incas.    Sucesivos    desastres,     tal    vez    desacertada     dirección    pusieron 

'     Muerto  en  Bogotá  liaee  poi'o  tifniíio 


296  AMERICANOS    CÉLEBRES 

íil  país  á  orillas  del  })rccipicio,  sembrando  sus  campos  de  cadáveres 
y  reg-ándolos  con  sangre  <>-enerosa.  Episodios  dignos  de  la  pluma  de 
Tácito,  ó  del  inspirado  laúd  de  Homero,  tuvieron  lugar  durante  la  triste 
y  fratricida  contienda,  y  aumentaron  las  páginas  gloriosas  en  la  historia 
del  Perú. 

¡Cuántos  corazones  patriotas  dejaron  de  latir!  La  luz  de  inteligencias 
elevadas  y  nobilísimas  se  apag(5  para  siempre.  El  fantástico  Huáscar  y 
su  comandante  el  valeroso  y  heroico  Grau,  habían  sucumbido,  y  después 
cientos  y  cientos  más  en  las  reñidas  batallas. 

Hubo  en  los  dos  ejércitos  hechos  admirables  que  la  historia  ha  reco- 
gido ya,  y  si  Chile,  como  bueno,  ha  honrado  los  restos  del  insigne 
y  esforzado  Prats  y  de  otros  valientes  hijos,  si  en  sus  anales  registra 
heroísmos  sin  cuento,  el  Perú  también  tuvo  numerosos  mártires  del 
patriotismo,  del  honor  y  de  la  contraria  fortuna. 

¡Perdonadme,  lectores;  perdonad  esr.a  digresión  á  aquella  ([ue  entonces 
intentó  personarse  en  las  ambulancias  y  en  los  hospitales  de  sangre  para 
cuidar  á  los  heridos  de  una  y  de  otra  nación ,  porque  ambas  le  eran  muy 
queridas ! 


IV 


Decía,  pues,  que  Balmaceda  con  sagacidad,  tino  y  prudencia,  desvió 
á  Chile  de  los  escollos  que  pudieran  detenerlo  en  su  marcha  política. 

Con  patriótica  indignación  leyó  el  famoso  meniorándum  de  M.  Hurbult, 
ministro  de  los  Estados  Unidos  en  Lima,  y  respondió  con  la  no  menos 
célebre  nota  dirigida  al  general  Kilpatrick,  representante  del  Norte 
América  en  Chile. 

En  ella,  verdaderamente  se  admira  la  habilidad  que  distingue  al  que 
es  hoy  el  primer  magistrado  de  la  república  de  Chile,  y  copiamos  dos 
párrafos  á  cual  más  dignos  é  intencionados. 

«Mi  gobierno  ha  creído  conveniente  observar,  ante  quien  corres- 
ponde, la  irregularidad  de  esta  conducta  desestimándola  en  el  fondo, 
pues  le  asiste  la  confianza  de  que  las  declaraciones  que  el  nienioránduní 
de  Hurbult  contiene,  no  son  la  expresión  de   la  política  circunspecta. 


JOoÉ  MANUEL  BALMACEDA  297 

noble  y  leal,  que  los  Estados  Unidos  han  observado  con  los  beligerantes 
del  Pacífico. 

» Nosotros  no  hemos  buscido  aliados,  no  hemos  solicitado  mediacio- 
nes, ni  hemos  pedido  á  extraños  el  dinero  invertido  en  la  contienda.  Nos 
ha  bastado  pedir  sus  economías  al  trabajo,  su  brazo  á  los  obreros,  su  fe 
al  pueblo  y  el  patriotismo  á  todos,  para  cumplir  la  obra  de  sacrificio  y 
de  honor  debida  á  nuestra  justicia  y  á  nuestro  derecho. 

> Solos  hemos  emprendido  la  guerra,  y  en  ejercicio  de  nuestra  sobe- 
ranía y  en  la  esfera  de  nuestra  legítima  libertad  internacional,  solos  la 
habremos  de  concluir». 

La  altivez  digna  y  mesurada  rebosa  en  el  último  párrafo. 

Era  por  entonces  ministro  de  Estado  del  Gobierno  de  los  Estados 
Unidos,  el  célebre  republicano  Mr.  Blaine,  y  éste,  queriendo  á  todo 
trance  conseguir  la  mediación  norte-americana,  en  las  enmarañadas 
circunstancias  por  que  atravesaban  las  repúblicas  del  Sur,  envió  á  Chile 
á  M.  Trescott  con  instrucciones  especiales,  entre  las  que  se  asegura  era 
la  principal  se  repusiera  en  el  Gobierno  del  Perú  al  Sr.  D.  Francisco 
García  Calderón,  y  que  de  no  efectuarse  así,  las  buenas  relaciones  entre 
el  Norte  América  y  Chile  quedarían  interrumpidas. 

Nuevo  campo  fué  éste  para  Balmaceda ,  en  el  que  su  estrategia  y  su 
talento  lograron  también  despejar  el  horizonte,  ayudado  al  propio 
tiempo  por  la  salida  de  Blaine  del  Ministerio.  Las  negociaciones  se 
llevaron  á  feliz  término,  y  Chile  quedó  dueño  de  sí  mismo  para  inq^oner 
las  condiciones  de  paz  á  los  vencidos. 

En  1882,  pasó  Balmaceda  á  ser  ministro  del  Interior,  abriéndose 
allí  otro  vasto  escenario  para  sus  ideas  de  progreso  y  entró  de  lleno  en 
él,  y  los  ferrocarriles  y  telégrafos,  correos,  hospitales,  casas  de  asilo, 
puentes,  caminos,  carreteras,  todo,  en  fin,  lo  que  era  úti] ,  necesario 
y  benéfico  encontró  en  Balmaceda  activa  cooperación,  poniendo  sus 
extensos  conocimientos  al  servicio  público. 

Al  tocar  á  su  fin  la  administración  de  Santa  María ,  fué  Balmaceda 
el  candidato  del  pueblo  y  ocupó  el  solio  presidencial  bajo  los  auspicios 
más  lisonjeros. 

El  18  de  Septiembre  de  1886,  tomó  á  su  cargo  el  mando  supremo,  y 
desde  entonces  todos  sus  actos  han  respondido  á  las  esperanzas  concebi- 
das anteriormente. 


•208  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Tiene  el  presidente  de  (*hile  carácter  franco  y  benévolo,  maravillosa 
actividad,  iniciativa  para  cnanto  se  relaciona  con  innovaciones  progre- 
sistas. 

Es  decidido  protector  de  la  enseñanza  popnlar  v  de  la  ilnstración  de 
las  masas. 

Es  incansable  para  el  trabajo  intelectual,  (|ue  encuentra  vigorosa 
auxiliar  en  su  voluntal  de  acero  y  en  su  naturaleza  privilegiada. 

Tales  son  los  detalles  recogidos  en  publicaciones  y  escuchados  á 
])ersonas  rectas  é  im])arciales. 


EVARISTO   CARAZO 


EVARISTO    CARAZO 


PRESIDENTE  DE  LA  rvEPÜBLICA  DE  NICARAGUA 


mm 


iCAi?A(;rA   i's  una  de  las  repúblicas  del  Centro  América 
([uc  por  jSii  marcha  política ,  por  las  patriarcales 
y  sencillas  costumbres  de   sus   habitantes,  por  la 
libertad  v  las  garantías  (¿ue   ofrece   á   la   sombra 
sa^i^rada  de   las  leyes,  y  por  la  cariñosa  hospita- 
'.'  '      lidad    que    el    extranjero    cncnentra,    deja    en    el 
corazón  y  en   la  mente  de  los  que    su   feraz  suelo 
han  recorrido,  imperecedero  y  g-ratísimo  recuerdo. 
Cuenta   Nicaragua   páginas   brillantes   en    su   his- 
toria y   heroicos   episodios   de   acendrado   patriotismo, 
sobre   todo    remontándonos   á   la   época   triste,   si   bien 
gloriosa ,    de    sus    luchas    contra    los    filibusteros    capitaneados    por   el 
famoso  A\'alker. 

Hombres  abnegados,  austeros  y  probos  gobernantes,  han  conducido 
sabiamente  la  nave  del  Estado,  y  abandonando  la  vida  patriarcal  del 
hogar  y  las  ocupaciones  que  para  el  bienestar  de  su  ñxmilia  embargaban 
su  tiempo,  se  han  consagrado  á  la  política  en  bien  de  la  patria  .  y  con 
desinterés  y  espartana  sencillez,  sin  otra  ambición  que  la  paz  y  el  pro- 
greso nacional,  vieron  llegar  el  término  prescrito  por  la  ley  y  transmi- 
tiendo el  mando  al  sucesor  legal ,  se  retiraron ,  con  la  conciencia  limpia 
y  la  satisfacción  del  deber  cumplido,  á  la  vida  doméstica,  para 
emprender  de  nuevo  las  tareas  ([ue  anteriormente  desempeñaban. 


300  AMERICANOS    CÉLEBRES 


¡Qué  hermoso  recuerdo  el  de  ciudadanos  como  el  valeroso  Martínez, 
el  benemérito  Cuadra,  el  digno  Guzmán,  el  patriota  Chamorro,  el  probo 
Zavala  y  el  ilustrado  Cárdenas!  ¡Felices  las  naciones  (¿ue  ven  sucederse 
los  magistrados  sin  luchas,  odios,  ni  desórdenes! 


II 


Distingue  al  actual  presidente  de  Nicaragua  gran  actividad,  no 
amortiguada  ni  vencida  por  su  larga  carrera  política ,  á  la  par  que  está 
dotado  de  admirables  dotes  administrativas  dignas  de  justo  elogio, 
que  al  granjearle  popular  aplauso,  le  han  conquistado  á  la  vez  el 
respeto  y  consideración  de  todos  los  partidos. 

Poderosamente  ha  impulsado  el  proyecto  del  canal  interoceánico, 
fuente  de  prosperidad  para  la  República,  y  base  de  halagüeño  porvenir 
para  la  industria  y  el  comercio. 

Cuenta  el  presidente  Carazo  sesenta  años,  y  por  consiguiente,  como 
la  grande  obra  comienza  en  su  período  y  se  cree  que  rápidamente  debe 
llevarse  á  feliz  término,  podrá  recrearse  con  el  grandioso  éxito,  que 
será  de  inmensa  utilidad  para  los  pueblos  centro -americanos.  Altos 
puestos  ha  ocupado  Carazo,  y  como  diputado,  senador,  prefecto  de 
Rivas  y  ministro  de  Gobierno,  alcanzó  honra  y  prez,  dejando  el 
recuerdo  de  su  probidad  y  de  su  patriotismo. 

Su  amor  al  progreso,  su  interés  por  el  engrandecimiento  de  su 
patria,  su  empello  y  laudable  aspiración  por  enaltecerla,  lo  hacen 
acreedor  á  la  gratitud  nacional. 

Ultima  pincelada  debida  á  imparcial  y  hábil  pluma. 

Im  del  Sr.  Meulemans,  refiriéndose  al  ciudadano  del  Centro  América, 
al  presidente  de  la  feraz  y  risueña  Nicaragua. 

«El  Sr.  Carazo, —  dice, —  es  una  figura  casi  extraordinaria  á  los  ojos 
de  los  europeos  sepultados  en  la  rutina  de  una  sociedad  vetusta.  Pero 
las  repúblicas  americanas  son  un  plantel  de  hombres  de  Estado,  que, 
como  lo  prueba  el  presidente  Carazo,  no  le  ceden  en  nada  á  los  políticos 
más  avanzados  de  las  naciones  continentales». 


MATÍAS   ROMERO 


■^FJíÁ  verdad  que  el  país  en  donde  se  ha  nacido  pueda  influir 
en  el  carácter  y  condiciones  del  hombre  y  en  su  adversa  ó 
próspera  fortuna'? 

La  opinión  de  algunos  profundos  escritores  que  afirman 
lo  anteriormente  dicho,  me  haría  pensar  que  el  Estado  de 
Oaxaca  en  la  República  de  Méjico,  disfruta  de  ese  privilegio, 
pues  que  tan  pródigo  es  en  derramar  dones  sobre  sus  hijos  y 
destinarlos  á  justa  celebridad. 

En  ese  número  cuéntase  D.  Matías  Romero. 

Desde  la  edad  más  tierna  y  en  vista  de  su  viveza  é  inteligencia, 
comenzó  su  primera  enseñanza,  á  la  cual  siguió  después  el  estudio  de 
latinidad ,  y  al  cabo  de  tres  años  ingresó  el  niño  enel  Instituto  de  Cien- 
cias v  Artes,  colegió  civil  del  Estado,  y  con  singular  aprovechamiento 
cursó  Filosofía ,  Lógica ,  Metafísica ,  Geografía ,  Astronomía ,  Matemáti- 
cas V  Economía  Política,  manifestando  en  su  seriedad  y  afán  por  saber, 
que  había  recibido  al  nacer  especialísimas  cualidades  para  no  permane- 
cer en  esferas  vulgares,  y  tanto  más  lo  dio  á  comprender  al  comenzar 
los  estudios  de  Derecho  natural,  de  gentes,  romano,  público,  principios 
de  legislación.  Derecho  constitucional,  civil,  criminal  y  canónico. 

El  joven  estudiante  gozaba  de  cierta  supremacía  entre  sus  cámara- 


302  AMERICANOS    CÉLEBRES 

das.  porque  juicioso  y  reflexivo  sin  intentarlo  se  imponía,  porque  demos- 
traba la  o'ravedad  del  hombre  cuando  sólo  era  aun  adolescente. 

o 

Con  júbilo  y  org'ullo  otorgábanle  sus  profesores  premios  y  diplomas, 
que  con  su  asiduidad  y  talento  había  ganado,  asegurando  para  Romero 
brillante  porvenir,  útil  para  la  patria. 

En  ISó")  y  al  contar  diez  y  ocho  años,  trasladóse  á  campo  más  extenso 
])ara  practicar  la  Jurisprudencia,  buscando  en  Méjico  el  apoyo  de  su 
paisano  D.  Benito  Juárez,  que  era  á  la  sazón  ministro  de  Justicia  en  el 
Gobierno  nacido  del  plan  de  Ayutla,  y  como  las  aspiraciones  del  joven 
Romero  tendían  á  ser  diplomático,  aceptó  contentísimo  una  plaza  de 
meritorio  en  el  ministerio  de  Relaciones  Exteriores,  sin  (jue  descuidara 
practicar  en  la  Academia  de  Jurisprudencia  y  en  el  Supremo  Tribunal 
de  Justicia,  en  donde  otro  oaxaqueño  ilustradísimo  y  docto  desempe- 
ñaba la  Secretaría,  D.  Ignacio  Mariscal,  que  después  también  se  ha 
elevado  á  gran  altura,  como  diplomático  y  ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores. 


II 


El  IS  de  Noviembre  de  1S57,  fué  declarado  por  el  Congreso  D.  Ignacio 
Comonfort  presidente  de  la  República  mejicana ,  y  cuando  ya  desem- 
peñaba el  alto  cargo  como  substituto  del  general  Alvarez. 

Vaciló  en  aceptar  porque  la  situación  era  peligrosa  y  difícil:  el  país, 
en  su  mayor  parte,  ardía  en  insurrecciones  y  en  sangrientas  luchas  civi- 
les: la  constitución  promulgada  en  Febrero  del  mismo  año  no  tenía 
condiciones  para  inspirar  fe  ni  confianza.  El  nuevo  Código,  desde  el 
principio  había  tenido,  impugnadores  y  producido  descontento  en  la 
mayoría  de  la  nación^  y  no  bien  empezaba  á  regir,  cuando  el  general 
Comonfort,  resuelto  al  fin  á  aceptar  la  presidencia,  manifestó,  después 
de  pronunciar  el  juramento,  que  la  constitución  necesitaba  saludables  // 
convcnicnlcs  reformas.  Esto  sucedió  el  1.^  de  Diciembre,  y  el  17  del  mismo, 
estalló  la  revolución,  llamada  plan  de  Tacubaya,  teniendo  por  caudillo 
al  general  D.  Félix  Zuluaga. 

Preparábase  en  aquella  época  el  joven  Matías  Romero  para  volver  á 
Oaxaca,   escaso  de  ánimo  y  perdida  su  esperanza  más  halagadora,  de 


MATÍAS    KOMKKO  3()3 

<j[ue  le  enviaran  á  una  legación  de  ]\Iéjico  en  el  extranjero,   que   era   .su 
bello  ideal. 

La  actitud  hostil  (j[ue  tomaban  los  negocios  públicos,  le  hicieron  alis- 
tarse como  voluntario  en  las  tropas  del  Gobierno,  y  combatir  bajo  las 
órdenes  de  Zaragoza,  á  la  revoluci(5n  conservadora.  A  la  saz(')n  era 
capitán  el  que  mas  tarde  fué  ínclito  defensor  de  Puebla. 

El  general  Gomonfort  fué  poco  afortunado  en  la  campaña ,  y  vencido 
en  Enero  de  1858,  hubo  de  salir  de  Méjico  poniendo  el  país  en  las 
hábiles  manos  de  Juárez,  presidente  de  la  Suprema  Corte. 

íCo  desmayó  Romero  ni  vaciló,  y  siguiendo  la  suerte  del  Gobierno 
marchó  para  Guanajuato,  venciendo  grandes  dificultades  y  resuelto  á 
ingresar  en  el  ejército;  pero  estimáronse  sus  servicios  como  más  útiles 
en  el  ministerio  de  Relaciones  Exteriores  y  quedó  en  él  empleado. 

A'erdaderamente  en  esa  época  desastrosa  para  Méjico  empieza  á  des- 
tacarse la  abnegación  de  Romero  y  su  caballeresco  carácter. 

En  Guadalajara ,  á  donde  había  seguido  á  Juárez,  fué  hecho  prisio- 
nero por  el  comandante  Landa  y  al  propio  tiempo  que  el  Presidente  de 
(juien  jamás  se  apartó  en  los  azares  y  penalidades  de  entonces,  ni  tani- 
poco  en  el  viaje  efectuado  desde  Manzanillo  á  Yeracruz,  por  el  istmo  de 
Panamá. 

Tenía  Juárez  por  ministro  universal,  al  ilustre  cuanto  desgraciado 
D.  Melchor  Ocampo,  y  de  éste  era  secretario  particular  y  oficial  may<u' 
•de  los  Ministerios,  el  joven  abogado  y  laborioso  ciudadano  Romero. 

La  confianza  y  aprecio  de  Ocampo  crecieron  de  día  en  día,  y  en  breve 
<A  secretario  fué  para  el  hábil  ministro,  un  amigo  entusiasta  y  decidido. 


III 


Séanos  permitida  una  interrupción. 

Era  el  filósofo  y  liberal  D.  Melchor  Ocampo,  uno  de  esos  hombres  tan 
íiusteros  en  sus  principios,  tan  firmes  en  su  deber  y  tan  elevados  por  sus 
sentimientos,  que  dejan  á  su  paso  por  la  tierra  una  estela  luminosa  é 
imperecedera. 

Su  vasta   inteligencia   estuvo   consagrada   ;í   una  gran  causa,  á  un 


304  AMERICANOS    CÉLEBRES 

noble  propósito :  á  la  libertad  y  progreso  de  su  patria ,  y  á  derramar  la 
luz  para  posteriores  fines  de  civilización. 

Era  generoso,  pero  contrario  á  las  preocupaciones  y  al  obscurantismo, 
fué  víctima  y  mártir  de  sus  convicciones. 

Después  de  sus  grandes  servicios  al  país  que  hoy  se  recuerdan  con 
veneración,  habíase  retirado  á  la  vida  doméstica  en  su  finquita.Pomoca, 
único  resto  de  la  fortuna  que  había  sacrificado  gustoso  en  patrióticos 
afanes;  para  instruir  á  las  masas  populares. 

Allí  fué  á  buscarle  la  ferocidad  y  el  odio  de  los  reaccionarios :  de  allí 
arrebataron  al  sabio  y  al  inmaculado  liberal,  y  lo  condujeron  hasta 
Tepeji  del  Río,  y  el  día  3  de  Junio  de  1861,  mancharon  aquellos 
hombres,  —  ya  tan  funestos  al  país, — las  páginas  de  la  historia  meji- 
cana con  un  nuevo  y  más  horrendo  crimen. 

D.  Melchor  Ocampo,  fué  fusilado  al  pie  de  un  árbol  y  después 
colgado  de  las  ramas,  cual  si  hubiera  sido  el  más  abyecto  de  los 
hombres.  ¡Indigno  fin,  de  tan  altos  merecimientos! 

Había  en  el  corazón  y  en  la  mente  del  Sr.  Ocampo,  un  tesoro  de 
generosidad  y  de  nobilísimas  ideas.  Cuéntase  que  al  verse  calumniado  en 
un  folleto  escrito  por  el  médico  Indelicato,  no  manifestó  ni  enojo  ni 
deseo  de  castigar  al  insolente,  como  pensaban  sus  deudos  y  amigos; 
solícito  le  socorrió  con  una  fuerte  cantidad  diciendo:  «El  desgraciado 
me  insulta  porque  tiene  hambre.  »  Semanas  después,  ensalzaba  el  médico 
las  virtudes  de  su  bienhechor. 

Otra  vez  viajaba  con  un  amigo  suyo,  cuando  les  sorprendió  una 
fuerte  tempestad. 

El  Sr.  Ocampo  se  envolvi(')  en  un  precioso  zarap?  del  Saltillo,  que 
habría  costado  ciento  cuarenta  ó  ciento  cincuenta  duros. 

En  aquel  instante  un  infeliz  les  pidió  limosna. 

El  filántropo  se  quitó  el  zarape  y  se  lo  entregó  al  pobre. 

—  De  ningún  modo,  señor,  —  dijo,  — más  falta  le  hace  á  su  merced 
para  no  mojarse. 

—  Yo  voy  á  llegar  á  la  hacienda  y  no  lo  necesito:  guárdalo. 
.    —  Podrán  decir  que  lo  he  robado,  señor. 

—  Dirás  que  yo  te  lo  regalé. 

Y  llegó  á  la  hacienda-  mojado  hasta  los  huesos,  pero  contento  por 
haber  hecho  una  acción  generosa. 


MATÍAS    HOMERO  ;}( )5 


IV 


Tal  era  el  hombre,  aiuigo  v  jefe  de  ü.  Matías  iloinero. 

Eli  Dieieiiibre  de  ISoí)  fué  nombrado  el  entendido  oaxaqueño,  secre- 
tario de  la  Leg-aei(')ii  de  ]\Iéjico  en  AVáshington ,  siendo  presidente  de  los 
Estados  Unidos,  Santiago  Buchanan ,  y  cuando  ya  la  tormenta  separa- 
tista empezaba  á  empañar  el  puro  cielo  de  la  gran  República. 

Por  entonces  era  embajador  de  Méjico  D.  José  María  Mata. 

En  l(S()(),  (j[ued(')  Homero  encargado  interino  de  negocios,  por 
ausencia  del  ministro  ^[ata.  hasta  Mayo  de  1S()2,  en  que  ya  ])or  el 
ministerio  Doblado  se  le  dio  el  cargo  diplomático  en  ])ropiedad,  que 
(lesempeñ(')  hasta  Abril  de  lS6o,  época  en  <pie  regres*')  á  Méjico  cum- 
pliendo con  las  (')rdenes  de  su  (-robierno. 

Inmensos  fueron  los  servicios  que  desde  su  llegada  i'i  A\'áshington, 
hasta  su  vuelta  á  la  patria  ya  ocupada  por  los  franceses,  hizo  el  habi- 
lísimo diplomático,  acreditando  su  saber,  las  notas  y  correspondencia 
cambiadas  con  el  Gobierno  norte-americano. 

Ardía  la  sangre  del  patriota  en  las  venas  del  di])lomático ,  por  lo 
(pie  renuiici<'>  su  honroso  puesto,  para  medir  también  sus  fuerzas  con  los 
invasores  y  al  lado  del  general  Díaz,  su  compafiero  de  infancia  y  su 
l)aisaiio,  y  como  jefe  de  su  Estado  Mayor,  empezó  á  prestar  servicios 
como  soldado.  Desempeñ(')  comisiones  difíciles,  y  enviado  por  el  general 
Díaz  á  Potosí,  asiento  del  (robierno  legal,  volvi(')  {i  recibir  el  nombra- 
miento para  la  Legación  de  AVáshington,  siendo  inmediatamente 
recil»id<^  por  el  Presidente  de  los  Estados  Unidos  como  enviado  extraor- 
dinario y  ministro  plenipotenciario  de  ^léjico. 

Su  capacidad  intelectual,  su  energía  y  activo  patriotismo,  dieron 
para  su  patria  trascendentales  resultados  durante  la  noble  y  sangrienta 
campana  c<»ntra  la  iiitervenci(')n. 

Txomero  fué  infatigable:  las  dificultades  no  le  arredraron,  y  su  tacto 
y  su  rectitud  proporcionaron  á  Méjico  simpatías,  apoyo  moral  y  cré- 
dito, ad(|uiriendo  para  sí  propio  la  estimación  general  y  el  prestigio. 

En  Octubre  de  1807,  abandon(')  los  Estados  Unidos  en  medio  de  las 
demostraciones  más  lisonjeras,  y  en  Enero  de  18(58  tomó  á  su  cargo  la 
cartera  de  Hacienda. 

*  20 


;3<)(>  A.MKRICAK08   CÉLKBEES 

Eli  Mavo  del  mismo  ano,  y  para  llevar  á  efecto  uu  tratado  relativo 
al  arréalo  de  reclamaciones  de  ciudadanos  meiicanos  contra  el  (lobierno 
norte -americano  y  viceversa,  sali<')  para  AVáshino'ton  y  volvi('>  en 
Agosto  para  tomar  de  nuevo  y  con  ahinco  la  direcciíMTde  la  Hacienda 
pública,  que  le  debió  orden  y  admirable  economía. 

Las  especulaciones  ruinosas  y  los  neg'ocios  que  en  otras  épocas  y  con 
frecuencia,  han  sido  base  de  fortunas  improvisadas  á  costa  de  la  nación, 
y  de  ([lie  algunos  medren  aunque  sea  en  menoscabo  de  su  honra,  no 
tuvieron  efecto  durante  el  tiempo  que  Komero  fué  ministro  de 
Hacienda. 

No  le  faltaron  entonces  ataques  y  enemistades:  pero  la  severidad  de 
su  conciencia  y  la  notoria  satisfacción  de  cuni])lir  con  su  deber,  le 
recompensaron  de  las  decepciones  que  sufren  los  hombres  de  Estado. 

Después  en  posteriores  épocas  y  en  la  actualidad,  desde  hace  largo 
tiempo,  ha  vuelto  el  señor  Romero  á  deseni})eñar  la  Leg"aci('>n  de  ^Méjico 
en  Washington,  en  donde  constantemente  se  ha  ocupado  en  el  servicio 
de  su  patria,  como  en  1S82  en  la  cuestión  de  límites  con  Guatemala, 
cuando  el  general  D.  Kufino  Barrios,  presidente  ;í  la  sazíui  de  aípiella 
Iiepiíl)lica ,  se  puso  de  acuerdo  con  el  sagaz  mejicano  para  el  arreglo 
<lefinitivo  de  aquel  debatido  asunto. 


Nadie  hay  más  sencillo,  más  modesto  y  con  menos  j)retensiones  que 
D.  Matías  Homero.  Verdad  es  que  la  modestia  es  privilegio  de  las  gran- 
des y  verdaderas  inteligencias.  Su  carácter  es  serio,  pero  cortés  y 
servicial.  Tiene  las  virtudes  republicanas  de  hoy,  hermanadas  eon  la 
hidalguía  caballeresca  de  tiempos  antiguos.  Es  honradísiiiK)  y  austero, 
y  en  su  i)ensadora  fisonomía,  en  sus  ojos  y  en  su  aspecto,  se  traduce  la 
profundidad  de  las  ideas  y  la  continua  labor  de  la  imaginaci(')n. 

Está  casado  con  una  hermosa  dama  norte  -  americana  ,  abnegada  y 
cariñosa  compañera  del  hombre  })úblico,  de  tan  sencillas  costumbres 
como  él,  y  modelo  de  bondad  y  de  distinción. 

He  a({uí  á  grandes  rasgos  dibujada  una  vida  laboriosa,  útil  y  de 
memorias  gratas  para  Méjico. 


MÁXIMO    TAJES 


MÁXIMO    TAJES 


'ÜESI DENTE  1»E  LA  UErCltLKiA  0.  DEL  URUGUAY 


oDKsTo,  simpático,  dv  nobles  v  oenerosus  seiitiuiitii- 
tos,  intrépido  en  la  giu  rra ,  niaí>"náninio  en  lu 
victoria,  fraternal  siempre  con  todos  sin  distin- 
ción de  clases  ó  de  i)artidos,  tal  es  el  general 
1).  Máximo  Tajes,  ])residente  de  la  República 
Oriental  del  rru<>nay. 

La   popnlarísima   re^"<»luci<'»n   de   l<S(i2,  ;í  la  (pie 
se    di(')    el    nf>mbre   de    driizdfht    l¡lu>ri(i(hn-<i ,    fué    el 
foco  en  donde  brilló  por  primera   vez  Máximo  Tajes,  formando   en    las 
tilas  del  partido  colorado,  que  tendía  y  que  1o<ító  vencer  al  hhmco. 

Desde  entonces  prestó  «-randes  servicios  en  el  ejército,  y  con  patri('>- 
tico  entusiasmo  se  bati(')  en  diferentes  ocasiones,  distin<i'niéndose  en  la 
titánica  «iuerra  del  Paraj^uav.  en  la  que  vencidos  y  vencedores  alcanza- 
ron el  inmarcesible  lauro  (pie  se  concede  al  valor. 

Llamado  al  ministerio  de  la  Guerra  por  el  g-eneral  Santos,  demostr(') 
en  aquel  cari>'o  brillantes  aptitudes,  y  más  tarde,  victorioso  contra  los 
revolucionarios  en  el  Quebracho,  v  habiendo  hecho  gi-an  nújnero  de 
])risioneros,  obtuvieron  éstos  del  ^eneral  Tajes,  tratamiento  })ro])io  del 
hombre  (pie  cumplido  el  deber,  se  conduele  del  infortunio  y  procura 
hacerle  menos  penoso.  Su  aspecto  es  pi-rave  y  serio:  pero  bajo  la  capa  de 


80S  AMKRICAXOS    CÉLEBRES 

iik've  del  Polo,  se  encuentra  el  fueii'o  de  los  tr()picos,  el  entusiasmo  y  los 
ardientes  destellos  del  alma  noble,  y  de  las  aspiraciones  por  lo  grande  v 
por  lo  bello. 

Es  sencillo  en  el  trato  íntimo,  afable  é  indulgente  con  los  inferiores 
V  cortés  y  atento  con  todos. 


]1 


Desde  su  eleyaci<')n  ;í  la  presidencia,  ha  tomado  una  marclia  política 
tan  dig'níf  como  ventajosa  para  el  país,  haciendo  respetar  la  ley  y 
teniendo  por  norte  la  fraternidad  de  todos  los  partidos,  los  (pie  han 
encontrado  en  el  general  Tajes,  el  decidido  protector  de  las  garantías 
individuales. 

El  combatido  l'rug'uay,  la  pintoresca  y  risueña  patria  de  los  Treinta 
y  tres,  ha  entrado  en  yerdadera  senda  de  progreso  moral  y  material, 
á  la  sombra  de  la  constituci(')n  y  protegida  por  el  orden  y  la  })az,  (pie 
es  la  bandera  del  general  Tajes. 

En  su  vida  pública  y  en  la  íntima  es  siempre  bent'voh^  y  sencillo, 
hasta  el  punto  ([ue  jamás  impone  la  superioridad  de  su  alto  puesto  en 
la  milicia  y  en  la  política. 

Es  culto  y  apasionado  de  todo  progreso,  de  todo  adelanto,  y  entu- 
siasta porque  su  país  disfrute  crc'-dito  y  pre})onderaiicia. 

Bajo  ruda  corteza,  alberga  corazíui  sensible  y  sentimientos  l)ellí- 
simos. 

El  Uruguay,  desputís  de  tantas  yiolentas  luchas  civiles,  respira 
hoy  el  hermoso  y  saludable  ambiente  de  la  paz,  haciéndose  por  su 
adelanto,  doblemente  ([uerido  y  respetado  por  las  naciones  vecinas  y 
por  las  más  lejanas. 

Las  operaciones  comerciales  é  industriales  han  creado  s(51idos  y 
muy  importantes  Bancos,  y  los  valores  nacionales  han  tenido  un 
aumento  considerable,  debiendo  tan  risueño  presente  á  la  poderosa  y 
patri(jtica  iniciativa  del  vencedor  en  Quel)racho. 

Los  triunfos  de  la  paz  y  de  la  inteligencia  en  el  siglo  xix,  son  de 
resultados  nuís  s()lidos  y  útiles  ({ue  los  que  se  adquieren  con  la  espada  ('> 
con  los  cañones. 


MANUEL   L.   BARILLAS 


EL  GENERAL  BARÍ LL AS 


I'RESIDENTE   DE   LA   líEPl  líLICA   M.  GrATEMALA 


>rKiJAi)0  V  trasceiick'iitaL  fué  el  aconteciinicnto 
({lie  sembr*')  el  pánico  v  la  consternación  en  la 
ciudad  de  (Guatemala,  en  la  noche  del  Jueves 
Santo,  2  de  Abril  de  1880. 

T'n  correo  acababa  de  llef^ar  con  la  noticia 
de  la  muerte  del  (general  Barrios,  presidente  de  la  República,  (pie 
herido  de  un  balazo  en  el  c<n'az(')n  al  atacar  las  trincheras  de  Clial- 
chuapa,  había  sucumbido  ;'i  los  })ocos  instantes. 

Por  calles  y  plazas,  circulaba  la  gente,  ávida  de  noticias  y  temerosa 
de  los  trastornos  ([ue  pudieran  sobrevenir  en  circunstancias  tan  críticas 
y  en  la  inevitable  evoluciini  política  ,  (|iie  había  de  tener  lugar. 

El  ministro  de  la  Guerra,  general  Barrundia,  era  en  tales  momentos 
el  (pie  tenía  en  sus  manos  el  })oder,  y  según  pública  opini()n,  })ensaba 
])roclamarse  presidente  de  (Tiiatemala. 

Las  horas  de  aquella  noche  })asaron  entre  angustias  y  sobresaltos,  y 
no  bast(')  para  trancpiilizar  los  ánimos,  que  el  viernes,  la  Asamblea  autori- 
zara al  primer  designado  <')  vicepresidente  D.  Alejandro  Sinibaldi .  para 
desenq)enar  la  j)residencia  de  la  República,  derogando  en  la  misma 
sesiíMi  el  decreto  (pie  se  había  aprobado  y  aplaudido  pocos  días  antes, 
relativo  á  la  rnicni  centro-americana. 


310  AMKlíIC.VNOS    CKI.Kl!i;i:s 

El  cadííver  de  aquel  ([ue  sin  diubi  soúó  con  glorias  y  alimentó  desnie- 
<li(las  ambiciones  al  salir  i)ara  la  campaña,  lle,i>(')  el  Sábado  de  Gloria,  ;í 
las  cinco  de  la  tarde  en  lujoso  carro  escoltado  [)()r  tres  mil  soldados,  ^' 
con  un  cortejo  de  diplomáticos  y  ministros,  ([ue  salieron  á  su  encuentro. 

Eira  el  duelo  oficial,  pero  la  población  asistía  impasible  v  sin  (¿ue  ni 
l(^s  coraz«;)nes  ni  los  semblantes  expresaran  dolor,  más  bien  reÜejábase 
en  ellos  el  asombro  (pie  produce  lo  inesperado  y  la  incertidumbre  de  lo 
(|ue  sucedería,  natural  en  a([uellos  momentos. 

Kl  cadáver  del  (pie  tantos  años  había  dominado  sin  encontrar  di([ue 
;í  su  poder,  (piedó  depositado  en  palacio,  en  soberbio  catafalco,  para  ser 
conducido  el  lunes,  día  (5  de  Abril,  al  cementerio. 

Ya  el  dominiio,  [)rocur()  el  g-eneral  líarrundia  imponerse  á  Sinibaldi. 
después  de  arrebatarle  las  facultades  extraordinarias  de  que  estaba  inves- 
tido, y  el  presidente  interino,  antes  (]ue  faltar  á  la  constituci()n,  opt<)  ])or 
salir  del  país,  temeroso  de  una  situaci()n  tan  crítica. 

FA  lunes,  día  en  ([ue  Barrios  había  de  ser  conducido  al  sitio  en  (pie 
concluyen  todas  las  i>randezas  v  todas  las  tiranías,  ordem')  el  i>"eneral 
i)aj-rundia  formase  la  tropa  y  se  preparase  para  acompañar  el  cadáveí'. 

A  los  treinta  y  ocho  coches  del  cuer[)o  diplomático  v  consular,  se;Liiiían 
el  carro  mortuorio  v  los  ministros  (-riiz ,  l)íaz  ^h'rida.  Lainíiesta,  Sán- 
chez y  el  [)a(lre  Arroyo,  (jue  había  <i,'ozado  de  la  conftanza  del  ü'eneral 
l)arrios.  Todos  sostenían  las  borlas  del  ataúd:  la  municipalidad  formaba 
en  la  comitiva  v  varios  de  los  empleados  en  oticinas  piiblicas,  así  como 
la  Escntda    Polit(^'Cnica. 

l>e  cerca  seii'uía  Barrundia  ;i  la  cabeza  de  los  soldados. 

Ali>iinos  peri('>dicos  v  cartas  particulares  añrmaban  (pie  el  general, 
ministro  de  la  (luerra,  tenía  el  proyecto  de  tomar  el  mando  de  la  He})ii- 
blica  en  el  mismo  día  y  á  la  vuelta  del  cementerio. 

Todo  en  apariencia  le  era  favorable,  v  con  secreta  im[)aciencia 
deseaba  terminasen  los  discursos  v  ceremonias,  para  regresar  á  la  ciudad 
y  poner  en  pi'áctica  sn  plan. 


ir 


Estas  combinaciones  llegaron  sin.  duda  á  oídos  de  la  Asamblea,  por  lo 
([lie,    al   aceptar   la    renuncia    hecha  por  Sinibaldi,  envi(')  un   correo  al 


VA.    (iKXKKAl.    ^!^HIIJ-.\^ 


jíTiieral  Barillas,  ;í  la  saz<')n  cu  Quetzaltcuaiigo,  lu<>ar  de  su  iiaciiniL-uto, 
llaiuáiulolc  ur<i,(MiteiíR'Ht(,'  para  ([iic  se  encai\íi"asc'  de  la  presidencia.  Ya  el 
(¡H('lz((lh'c<)  marchaba  con  rapidez  hacia  la  ca])ital,  cuando  otro  enviado 
le  sali<'>  al  encuentro  (  D.  P]duardo  Rubio),  ])ara  ([ue  activase  la  marcha  y 
con  su  Ueii'ada  hiciera  un  señalado  servicio  al  país. 

Era  el  j^eneral  Barillas,  se^aindo  vicepresidente,  y  como  á  tal.  le 
ci)rrespondía  tomar  el  mando. 

Aun  estaban  en  el  entierro,  cuando  con  el  traje  empolvado  llegó 
al  cementerio,  causando  profundo  asombro  en  todc^s  y  ])articularmente 
en   el  ;Lieneral  Jíarruiulia. 

Turbad(.)  C'Ml\  le  preg'unt<)  el  i)or  (pié  se  presentaba  en  traje  de 
camino. 

—  Veng'o  así,  por([ue  como  presidente  me  toca  salvar  de  la  anarquía 
á  la  capital. 

La  primera  medida  del  general  Barillas,  fué  cambiar  las  guardias  y 
ordenar.  <[ue  entrasen  de  servicio  las  tropas  (pie  con  él,  habían  llegado 
de  Quetzaltenango. 

El  IX  de  Abril  de  ISST  se  ñrmc)  la  paz  con  el  Salvador,  Nicaragua  y 
Costa  Rica,  v  va  nuevos  ministros  habían  tomado  posesi(')n  del  despacho 
y  aA'udaban  al  presidente  para  reorganizar  el  país. 

Por  los  diarios  de  la  capital  v  después  en  conversaciones  particulares 
con  algunos  guatemaltecos,  hemos  formado  el  juicio  de  (|uc  Barillas  es 
de  carácter  afable,  pero  á  hi  par  ñrme  y  no  desprovisto  de  la  fuerza  de 
voluntad  indispensable  en  un  mandatario. 

Ejerciíj  interinamente  la  suprema  magistratura,  hasta  (j^ue  más  tarde 
se  hicieron  las  elecciones  y  fué  proclamado  presidente  constitucional. 


CA8IMIE0    COERAL 


;()N    pocas    las    individualidades    coiiteiin)oráiieas    (jiit'    hemos 

colocado    cu    nuestra    g'alería    de    inmortales    americanos, 

^  reflexionando    en    que    se    presentan    g-randes    diñcultades 

para  juzgar  sus  actos  y  emitir  juicios  (jue  puedan  desecharse 

})or   aj)asionados,  ya   sean   en  pro  ó  en  contra  de  a(juellos 

que  aun  no  han  concluido  con  la  eterna  lucha  de  la  vida. 

lV)r  esto  únicamente  nos  })ermitimos  hacer  alg'unos  bos- 
([uejos  biográficos,  para  que  en  la  futura  generación,  el  historiador  los 
perfeccione  y  concluya  con  imparcial  y  reposado  criterio. 


II 


Aun  saboreaba  yo  en  Agosto  de  187()  las  impresiones  de  mi  viaje  por 
la  adelantada  república  chilena,  cuando  el  xnitov  Aldea  uta  me  condujo 
rápidamente  al  puerto  de  Moliendo,  en  donde  desembarqué,  y  desde  allí 
continué  hasta  Arequipa,  la  ciudad  tabernáculo  de  las  libertades  perua- 
nas, que  tiene  ])or  alfombra,  fresca  y  lozana  campiña  embellecida  jior 
los  verjeles  de  Tiabaya,  de  Yanahuara,  de  Paucar])ata  y  de  Tingo,  y 
])f>r  diadema  el  colosal  ]\[isti  con  su  manto  de  eternas  nieves. 


CASIMIRO    COJillAL 


CASIMIHO    ("ORKAL  313 

Aun  en  la  cuna  del  dulce  v  desgraciado  poeta  Melj^ar,  de  Castillo,  el 
cantor  del  Paraguay,  y  del  sapientísimo  astrónomo  I).  Mateo  Paz 
Soldán,  veíanse  las  huellas  del  esi)antoso  terremoto  del  año  1808,  y  era 
indescribible  cuanto  incomparable  el  contraste  de  los  templos  arrui- 
nados y  de  las  casas  reducidas  á  escombros,  con  lo  risueño  de  la 
naturaleza  bañada  ])or  el  sol  ardiente  y  deslumbrador. 

Sin  miedo  al  sorochi',  '  seguí  mi  viaje  para  la  Poma  del  Perú,  la 
anti(|uísima  ciudad  del  Cuzco,  la  corte  de  los  Incas;  })ero  el  deseo  de 
<'onocer  el  lago  de  Titicaca,  me  desvi()  del  primer  propósito,  y  aplazán- 
dolo para  el  regreso  me  dirigí  á  Puno,  linda  ciudad  situada  en  las 
orillas  del  lago.  Océano  en  miniatura,  y  en  donde  las  borrascas  son  á 
veces  tan  temibles  como  en  el  mar. 

Allí  conocí  al  Dr.  D.  Casimiro  Corral.  Estaba  por  entonces  emigrado 
y  esperando  momento  oportuno  para  entrar  en  Solivia,  su  patria. 

De  ella  le  separaba  el  lago. 


Til 


En  aípiella  época  tenía  el  político  boliviano  cuarenta  y  cinco  años. 
Llani('»  mi  atencitni  su  expresivo  rostro,  animado  por  la  viveza  de  sus 
ojos  negros,  en  los  (jue  veía  brillar  la  inteligencia  y  la  impetuosidad, 
una  de  las  condiciones  características  del  I)r.  Corral. 

En  esa  ciudad  que  se  esconde  allá  en  el  fondo  de  un  precioso  valle, 
coronada  por  las  altaneras  cimas  del  Sorata  y  del  lUimani,  en  la  Paz  de 
Avacucho,  naci(')  en  1S;>1  (casimiro  Corral,  y  allí  también  sigui(')  sus 
estudios  y  la  carrera  de  leyes,  hasta  que  en  1858  se  recibió  de  abogado: 
desde  entonces  fué  su  vida  turbulenta  y  agitadísima.  Durante  una  parte 
de  la  administraci<')n  del  ilustrado  Dr.  Linares,  ocujxS  el  puesto  de  secre- 
tario del  Consejo  de  Estado:  más  tarde,  en  ]S()2,  militó  en  las  tilas 
revolucionarias  y  tonn')  parte  en  el  combate  de  San  Juan,  poniendo  más 
en  evidencia  su  heroico  esfuerzo  en  las  barricadas  de  la  Paz,  hábilmente 
defendidas  por  él  en  uniíui  de  su  inseparable  amigo,  el  bizarro  Otero. 

'     l>itirult;>il  en  la  i-fíiiiíacióii  por  la  raroza  ilel  airo  imi  la-;  srau'lfS  alturas. 


;31-i  AMKIMCAXOS    CF,I>K1!RKS 

Perseguido  por  el  presidente  Achá,  buscó  refugio  en  el  Perú,  rijaudo 
su  residencia  en  Lima ,  en  donde  pudo  libremente  hacer  alarde  de  sus 
ideas  liberales  en  los  diversos  peri(5dicos  en  (jue  escribía,  y  muy  en  ])ar- 
ticular  en  El  Mei'curio,  del  que  era  director. 

Solivia,  como  todas  las  jóvenes  repúblicas  americanas,  lia  estado 
agitada  por  frecuentes  convulsiones  políticas,  y  no  tard(')  en  estallar  la 
revolución  <[ue  tuvo  por  caudillo  á  Melgarejo.  Triunfante  éste  y  derro- 
tado Achá,  volvió  Corral  á  su  país  y  fué  nombrado  prefecto  de  la  Paz. 
en  momento  tan  oportuno,  (pie  evit<)  con  su  abneg'aci<')n  v  arrojo  ct 
sa([ueo  de  la  población. 

La  guerra  del  Pacífico,  tan  antipolítica  como  inútil,  y  (pie  no  tuvo 
<^tro  resultado  más  que  despertar  rencores  (pie  dormían,  y  la  pérdida  de 
algunas  preciosas  vidas  necesarias  para  la  patria,  hizo  (pie  íormaran 
alianza  las  repúblicas  amenazadas,  v  entonces  el  Dr.  Corral  fué  como 
enviado  extraordinario  y  ministro  plenipotenciario  al  Perú  \  al  Eeiia  - 
dor;  mas  como  el  mando  de  Melgarejo,  habíase  convertido  en  una  tiranía 
imposible  y  extravagante,  hizo  dimisi()n  (^)rral  de  su  elevado  [)uesto 
diplomático,  consagrándose  á  trabajar  en  [)ro  de  la  libertad  de  su  patria. 

El  éxito  fué  feliz,  pues  (pie  la  campana  (k'  1S71  derribó  al  déspota  \' 
salvó  á  la  nación.  Tan  inmenso  se  consideiM)  el  servicio,  ([ue  hasta  los 
propios  enemigos  políticos  del  Dr.  Corral  lo  reconocieron  ,  y  la  Asamblea 
Constituyente  le  declaró  rntiiicrtlc  //  hcroirn  (■¡ntldihino,  (icrt'i'dar  <'i  hi  (/rali- 
Ind  de  .s/y.s  foiDpafi'iola-s. 

El  Dr.  Corral  tuvo  á  su  cargo  la  cartera  de  delaciones  Exteriores 
durante  el  corto  período  presidencial  del  general  Morales,  (pie  fué  as(.- 
sinado  un  año  después  por  un  joven  sobrino  suyo,  á  (piieii  años  más 
tarde  conocí  en  Lima.  El  dramático  ñn  del  gol)ernante  boliviano.  elev('' 
á  la  presidencia  á  D.  Tomás  Frías,  uno  de  los  hombres  (pu'  más  honran 
la  patria  historia  por  su  clarísima  inteligencia,  por  su  rectitud  y  poi-  sit 
noble  patriotismo. 

El  Dr.  D.  Casimiro  Corral,  continiK)  desempeñando  el  Ministerio. 
hasta  que  fué  proclamado  candidato  ])or  el  partido  civilista  democrático. 
para  la  presidencia  de  la  República. 

¿Cuál  fué  el  motivo  de  su  derrota  en  las  elecciones?  No  podría  ])ro- 
fundizarlo  sin  exponerme  á  cometer  errores,  pero  tal  vez  ])iieda  atribuirse^ 
?í  intrigas  y  á  enemistades  políticas:  lo  cierto  es,  (pie  desistiendo  de  la 
lucha  abandonó  de  nuevo  su  patria. 


CASJMIÜO    COIÜÍAL  315 


111 


Kii  el  UR'S  (le  Octubre  de  ÍH1\)  salí  del  Perú  para  visitar  el  Ecuador^ 
eii  luonieiitos  tristísimos  y  cuando  ya  se  lamentaban  desastres  y  se 
Herraban  ])érdidas.  La  contienda  chilena-peruana-boliviana,  tomaba 
aspecto  sanii'riento  v  destructor. 

A  la  sazíMi  en  el  Ecuador,  mandaba  el  general  1).  Ig'uacio  W'intimilla. 

A  mi  licuada  á  Quito  í'iií  ;í  hospedarme  en  la  Le<i"ación  boliviana,  y 
debí  la  amable  hospitalidad,  al  enviado  extraordinario  v  ministro  ple- 
nipotenciario Dr.  Corral. 

^fes  y  medio  después,  sin  la  anuencia  de  su  (iobierno  y  sin  escuchar 
la.s  amistosas  advertencias  de  sus  amij^'os,  salía  (Jorral  para  la  costa, 
embarcándose  días  más  tarde  en  vni   bu(pie  inj^dés  rumbo  al  Perú. 

^[arclia  á  cumplir  con  su  deber  político  y  con  el  de  su  amor  ;í  la 
patria    . 

('0[)io  estas  palabras  de  una  carta,  ([ue  p(n'  ent(^nces  me  diri<>ía  el 
üeneral  D.  .losé  ]\Iaría  Crimina,  desde  Babahoyo. 

La  primera  noticia  ([ue  se  recibi<)  fué  desde  San  Bernardo  (Chile),  en 
d(nide  se  encontraba  })risioiu'ro. 

Los  chilenos  le  habían  extraído  del  vapor  á  pesar  de  la  bandera 
ing'lesa,  comprendiendo  (jue  en  tierra  peruana  (')  boliviana,  había  de  ser 
un  enemi<i()  encarnizad<K 

En  diile  permanecí*'»  larii'os  meses,  lejos  de  los  dos  seres  más  amables 
V  más  (piei'idos  de  su  corazón:  sus  dos  hijas. 

(Guindo  le  fué  devuelta  la  libertad  y  regresó  á  Bolivia,  tuvo  ([ue  ocu- 
parse del  arreglo  de  sus  intereses,  descuidados  en  tan  larguísima  serie  de 
sucesos. 

Pasaron  seis  años. 

En  l.S8()  me  disponía  yo  á  salir  de  ^Méjico  para  Europa,  cuando  una 
carta  de  Nueva  York  nu'  hizo  saber  (|ue  el  Dr.  (^orral,  se  encontraba  en 
los  Estados  Cuidos  como  embajador  de  Bolivia  en  AVásliington. 

A  mi  paso  por  aquel  gran  centro  encontré  de  nuevo  la  cariñosa  hos- 
[)italidad  del  ilustrado  y  notable  boliviano,  y  de  a([uellas  encantadoras 


31G  AMEllICAXOS    CÉLEBRES 

ninas  que  eran  en  Chile  su  constante  recuerdo.  Según  me  dijo,  habíase 
retraído  mucho  de  la  política.  Su  familia  le  reclamaba  y  los  intereses 
de  esta:  además  por  su  salud  quebrantadísima,  necesitaba  descanso. 

Algunos  meses  después,  a*o1vÍ()  á  Bolivia  por  haberse  suprimido  la 
legación,  v  en  las  elecciones  para  presidente  que  dieron  el  triunfo  al  doc- 
tor D.  Aniceto  Arce  v  en  la  i'dtima  revolución  acaudillada  por  Camacho, 
ha  vivido  alejado  de  la  política. 

He  aquí  á  grandes  rasgos  el  perñl  que  me  había  propuesto  trazar. 


EL  GENERAL  ULISES  HEREAUX 


PRESIDENTE  DE  LA  REPÚBLICA  DE  SANTO  DOMINGO 


A  i;  A  vez  se  eiicueiitrau  reunidas  en  un  solo 
individuo  las  notables  cualidades  ([ue 
posee  el  joven  presidente  de  la  Txepública 
dominicana,  de  la  feraz  v  lozana  tierra 
(jue  presenta  de  alf>'unos  años  á  esta  parte 
antes  muestras  de  un  proü'reso  tan  r/ipido 
1)  s(')lido, 
'¡  Xadie  ignora  (pie  Santo  Domingo  posee  una 
\  bahía  envidiada  por  todas  las  naciones,  —  la 
de  Samaná .  —  v  que  hov,  ,g'racias  á  la  veloz 
locomotora.  ser;í  [)ara  la  industria  v  el  comercio  el  más  grandioso  y 
eficaz  auxiliar,  la  gran  arteria  para  su  engrandecimiento. 

Azua  v  el  Cibao  presentan  notorio  v  admirable  desarrollo,  y  el  río 
Yaciuc  asegura  nuevos  é  inagotables  veneros  de  poderío  nacional. 

Es  fabuloso  el  incremento  (pie  se  observa  en  todos  los  ramos  de  la 
industria  v  en  todas  las  esferas  del  saber,  y  el  impulso  que  el  Presi- 
dente presta  ;í  cuanto  se  relaciona  con  sus  ideas  civilizadoras  v  avan- 
zadas. 

Advit-rtese  en  el  general  Hereaux,  total  desprendimiento  de  interc's 
personal  y  absoluta  consagraci(')n  á  la  patria. 


:-5 1  s 


AMEKICANOS    CKI.KHHES 


La  probidad  más  acrisolada  es  una  de  sus  j^randcs  condiciones,  v  la 
uiodestia  el  mayor  atractivo  áv  su  caráctci-. 

Es  intrépido  para  lanzarse  en  la  lucha  .  })ero  con  exceso  apocado  para 
derramar  san_u"re.  porque  re})uu'na  á  su  ma<inanimidad. 


JI 


En  la  revoluciíui  acaudillada  })oi-  Pablo  Revés,  pu.so  en  relieve  el 
í>eneral  Hereaux  la  nobleza  generosa  de  su  alnni .  v  sinti('>se  verdadera- 
mente victorioso,  cuando  los  (pie  habían  tomado  las  armas  l)landién- 
dolas  contra  el  (Tobierno  leii'al .  licuaron  á  implorar  su  ])erd(')n:  entonces 
cclebr»')  su  triunfo,  ])or([UC  le  daba  lu^'ar  á  ejercer  el  más  di<>no  de  los 
.sentimientos,  v  perdom')  leal  y  sin  condiciones. 

Esa  debe  de  ser  la  manera  de  <i"*>hernar  en  el  siulo  xix:  combatir  v 
vencer  con  las  armas  de  la  })er.-;uasi(')n  v  de  la  benevolencia  :  con  la  supe- 
rioridad de  la  justicia  v  de  la  razíui:  con  los  principios  déla  leu'alidad  v 
del  i'ccto  criterio. 

Tales  son  los  hombres  (jue  han  menester  los  pueblos,  para  crecer  en 
pi'esti^'io  Y  en  honra  nacional. 


PATRICIO  ESCOBAR 


PRESIDENTE  DE  LA  REPÚBLICA  DEL  PAKAGÜAY 


N  2)oeta  y  un  iiotabk'  escritor,  ha  dado  á  la  re})úl)lica 
(juc  un  día  el  Dr.  Francia  v  los  López  esclavizaron, 
el  nombre  de  P<(r(ii-s(>  Tcrrc^itrc. 

Desde  el  .•)  de  Febrero  de  LSTG,  es  decir,  desde 
hace  doce  años,  ha  entrado  esa  hermosa,  risueña, 
rica  V  fértil  reg'ión  de  la  América  meridional,  en 
una  vía  de  progreso,  vía  recorre  rápidamente  conn» 
si  quisiera  resarcir  en  corto  tiempo,  los  muchos 
años  (|ue  sus  gobernantes  la  tuvieron  en  la  inacci<'»n  y  en  el  aislamiento. 


II 


En  Noviembre  de  1882,  tomó  en  sus  manos  el  g'eneral  Caballero  las 
riendas  del  Estad(j.  individualidad  respetada,  estimada  y  su])erior  por 
su  inteliücncia  y  por  sus  grandes  condiciones  para  el  mando. 

8ubi(')  á  la  presidencia  en  momentos  en  que  el  país  anhelaba  el  desen- 
volvimiento de  sus  riquezas  y  la  fraternidad,  con  las  naciones  del  mundo 
civilizado. 


320  AMERICANOS    CÉLEBRES 


Así,  pues,  la  protección  decidida  del  Presidente  y  sus  ideas  avanza- 
das, dieron  por  resultado  el  <»ran  desarrollo  de  la  a^uricultura ,  las 
<4-arantías  para  laboriosa  inmigración,  leyes  liberales  para  todos  los 
ramos  de  industria  y  para  las  empresas  (pie  hoy,  en  graiule  escala  ex])lo- 
tan  los  veneros  que  el  país  encierra. 

La  instrucción  pública,  la  profesional,  la  policía,  las  contribuciones 
y  todas  las  reformas  saludables  v^  productoras,  fueron  el  afán  constante 
del  general  Caballero,  y  el  recuerdo  de  su  gobierno  vive  en  el  corazón  de 
los  paraguayos. 

En  Diciembre  de  ISSlj,  sucedió  á  tan  l)enenK'rito  gol)ernante.  el 
Sr.  1).  Patricio  Escobar,  í[ue  ha  continuado  por  la  misma  senda  de 
inuínaciones,  de  activo  im})ulso  progresista  y  (pie  tiende  á  dejar  el 
recuerdo  de  la  época  de  su  mand(^  grabado  en  benéficas  instituciones. 


BERNAEDO   SOTO 


BERNARDO   SQTO 


PRESIDENTE  DE  LA  llEPrDLICA  DE  COSTA  KICA 


>;.  T  viaje  por  la  AiiRTÍca  Central  habíase  prolong-ado 
más  de  lo  cpie  yo  pensaba,  y  debiendo  salir  para 
]\réjico,  á  fin  de  Novieml)re  me  dirig"!  á  la  patria 
del  sabio  padre  fioicochea,  de  Carrillo  y  del  doctor 
D,  José  María  Castro,  siendo  la  última  de  las  cinco 
repúblicas  del  Centro  América  que  visité  en  1882. 
Ei-a  presidente  por  acjuella  época  el  bondadoso 
general  Fernández,  ciudadano  honradísimo,  sen- 
cillo, de  costuml)res  ])uras  y  de  ideas  rectas  y  lil)erales. 

Enti'e  los  h()ml)res  (pie  componían  su  ]\[inisterio,  y  haciendo  con- 
traste con  la  araN'edad  v  madurez  del  Dr.  (^istro,  (pie  desempeñaba  la 
cartera  de  Urlaciones,  descollaba  la  juventud  del  ministro  Soto,  va 
simpático  V  i)opular  para  la  República  costariMcense,  y  como  la  sitiiaci(')n 
ci'eada  por  D.  Tom/is  (¡uai'dia,  muerto  hacía  ])ocos  meses,  im])onía 
H'randes  economías  v  sacrificios  inmensos  |)ara  sostener  el  erpiilibrio  en 
las  rentas  ])i'iblicas.  hubo  el  (lobierno  de  adoptar  reformas,  disminuir 
ü'astos  en  todos  los  i'amos,  y  consa;Li'rarse  con  ahinco  ;i  la  _ii"ra\ísima 
ci-isis  financiera,  (pu'  la  a])arente  ])rospei-i(lad  de  la  admiuisti'ac¡<')n 
(iiiardia  había   ])ro(lnci(lo. 


322  A^IERICANOS    CÉLEBRES 

El  jefe  del  Estado  y  todos  sus  ministros ,  dieron  muestras  de  verda- 
dera abneo-aci(')H  y  patriotismo,  y  de  incansable  C()nsat;raci(')n  para 
buscar  los  medios  más  oportunos  que  salvaran  tan  difíciles  circuns- 
tancias. 

Poco  después,  con  tacto  y  habilidad  restablecióse  el  orden  en  las 
rentas  públicas  y  hoy  los  ing-resos  están  ya  equilibrados  con  los  gastos. 


II 


Ya  hemos  visto  la  digna  actitud  que  asumi(')  Costa  Ilica  al  resolver 
el  general  Barrios  la  T^ni(')n  centro-americana,  y  (pie  con  Nicaragua  y 
el  Salvador,  protestó  contra  el  decreto  del  2<S  de  Febrero. 

En  Marzo  del  mismo  año  de  1885,  falleció  inesperadamente  el  gene- 
ral Fernández,  y  poco  más  tarde  subió  á  la  presidencia  el  joven  é 
ilustrado  ministro  D.  Bernardo  Soto.  ^ 

Sus  ideas  liberales  y  su  carácter  iniciador,  lian  conseguido,  y  con 
brillante  éxito  se  reúna  en  Costa  Ilica,  la  llamada  Dieta  centro-ameri- 
cana, y  que  debe  tener  resultados  benéficos  para  las  naciones,  de  las 
cuales  quiso  formar  ]Morazán,  los  Estados  Unidos  del  Centro  América. 

Con  escasos  datos  contábamos  para  este  incorrecto  boceto,  aun 
cuando  no  haya  sido  por  falta  de  solicitarlos,  por  lo  que  nos  limitamos  á 
estos  cortos  renglones,  que  sirven  únicamente  para  señalar  la  persona- 
lidad del  actual  presidente  de  Costa  Rica. 

■•     Casado  1105-  con  nna  hija  ilfl  goncral  Fornándoz,  anterior  presidente. 


GENERAL   MENENDEZ 


PRESIDENTE  DE  LA  REPÚr.LICA  DEL  SALVADOR 


]}scuRO  aparecía  el  horizonte  de  la  política  salva- 
doreña, cuando  á  raíz  de  los  acontecimientos  que 
dieron  por  resultado  la  muerte  del  dictador  de 
Guatemala,  g'eneral  Barrios,  estalló  la  revolución 
acaudillada  por  el  general  Menéndez,  y  que  tenía 
por  objeto  derribar  al  presidente,  Dr.  D.  Rafael 
Zaldívar. 

Al  promulgarse  el  decreto  de  unión  centro- 
americana,  nombró  el  dictador  guatemalteco  al  general  Menéndez  para 
el  mando  militar  de  los  departamentos  occidentales  del  Salvador,  como 
delegado  de  la  suprema  jefatura  militar  del  Centro  América. 


TI 


Poco  más  de  un  mes  había  pasado,  cuando  la  bala  de  Chalchuapa 
echaba  \)oy  tierra  cuanto  liabía  sido  consecuencia  del  atrevido  acuerdo; 
pero   es   indii(lal)le    (pie   acarree')  el   levantamiento   contra    Zaldívar,   su 


;}-i4  AMKHtCAlsOS   CKLKHHKS 

caídfi  y  hi  clevaciini  del  ^'eneral  Meiiéiidez,  como  jefe  supremo  y  después 
como  presidente  de  la  república. 

Hemos  solicitado  antecedentes  del  gobernante  de  San  Salvador  y  al- 
t>nnos  datos  para  biografiarlo,  y  como  nos  ha  sido  imposible  conseguir- 
los,'  nos  Abemos  precisados  á  citar  \inicanu*nte  su  nombre  en  la  serie 
de  los  actuales  presidentes, 

'     Kii  1m  oKra  Ainrr/rn  ¡i  su  hhfurid  so  dnr.-'m  oxtonsoí;  (Ut.-iUrs  .le  sn  in;ii-c]in  ixil  It  i.-;i. 


ANDEES   A.    CACERES 


ANDRÉS   A.    CÁCERES 


FKESIDUNTK  Dlí    LA    UlílM'lílJCA   DEL   I'ERIJ 


\  V 


\  feraz  y  risuefui  tierra  de  los  iiieas,  fué  cuna  del 
hombre  ([uc  después  de  larga  y  constante  lucha 
ocup()  el  solio  presidencial. 

Allá   por   los   años   de   l.Sod,   naci(')  cercano  al 
hist(')rico    Condorcunca    el    niño    (pie    más    tarde 
había    de    distinguirse    en    su    larguísima   y   bri- 
u^^  liante    carrera    militar,   y  cuyo   nombre  ha  ñg'u- 

|\  ]'ado   desde    1804,   en    todos  los   grandes   acontecimientos 

(pie    registran    las    páginas    de    la    historia    peruana,    es 
decir,    desde  la  revoluci(')n   ])opularísima  iniciada  el  7   de 
Enero  del  ano  antes  citado. 

El  joven  Andrés  A.  Cáceres  seguía  por  entonces  «us  estudios  en  la 
liberal  Are(|uipa,  los  (pie  abandon(')  para  alistarse  en  el  ejército  liber- 
tador, destinado  á  derrocar  el  absolutismo,  y  (jue  tenía  por  divisa  la 
I )a labra  lihcrdlismo. 

Los  primeros  lauros  de  su  carrera  militar,  los  con(j[UÍst(j  el  5  de 
Febrero  de  bS');")  peleando  valerosamente  á  las  ()rdenes  de  los  denodados 
geiu'rales  Tastilla  v  San  T^omán,  del  coronel  José  Gálvez  y  de  don 
]\[anuel  Toribio  Treta,  jefe  á  la  sazíui  del  Estado  Mayor  general.  Aun 
])asaron  dos  aúos,  hasta  ([ue  el  sitio  y  asalto  de  Areípiipa  hicieron  lijar 


321)  ,  AMEIÍICAXOS    CÉLEBKES  ' 

l;i  {itL'iicióu  c'ii  Cácercs  por  su  valor  y  noble  comportamiento,  y  en  la 
batalla  de  Jumina,  8e  elevó  aún  más  su  reputaci(5n  militar,  en  el  combate 
contra  el  batallón  en  el  (j[ue  cifraba  el  general  Vivanco  todas  sus  espe- 
ranzas, recibiendo  Cáceres  en  aquel  brillante  hecho  de  armas,  la 
honrosa  cicatriz  que  ostenta  en  su  rostro. 

Para  restablecerse  de  aquella  peligrosa  herida ,  fué  enviado  á  Europa 
en  donde  permaneció  durante  alg'ún  tiempo. 

La  heroica  Arequipa  ha  sido  en  el  Perú  la  ciudad  en  donde  siempre 
han  tenido  iniciativa  las  revoluciones  verdaderamente  populares,  como 
fué  la  del  28  de  Febrero  de  18(55.  Las  dilapidaciones  y  desórdenes  de 
aquella  época ,  la  caída  de  Pezct  y  la  vicepresidencia  más  tarde  del 
coronel  Ignacio  Prado,  dieron  vida  al  movimiento  revolucionario,  en  el 
cual  la  espada  del  mayor  Cáceres,  estuvo  de  nuevo  al  servicio  de  la 
libertad. 


II 


Consecuencia  del  levantamiento,  fué  la  elevaciíui  del  infortunado 
I).  José  Balta ,  proclamado  presidente  el  28  de  Julio  de  1808.  La  historia 
será  inexorable  para  los  tres  hermanos  Gutiérrez,  (pie,  ingratos  y 
traidores,  alteraron  con  serios  disturbios  el  orden  público  v  dieron 
alevosa  muerte  al  noble  patricio  y  honrado  gobernante. 

I).  Manuel  Pardo  fué  el  llamado  á  sucederle,  y  tuvo  la  gloria  de 
devolver  al  país  la  perdida  tranquilidad. 

El  coronel  Cáceres  fué  entonces  hecho  jefe  del  batalhuí  Ze])ita,  el 
que  en  187Í)  se  bati(')  con  patriótico  heroísmo,  y  bajo  el  mando  de  su 
jefe,  adquirió  gloria  imperecedera  en  la  guerra  contra  Chile. 

En  Tarapacá,  el  coronel  Cáceres  recogi(')  nuevos  lauros,  inscri])iendo 
su  nombre  en  una  de  las  páginas  más  brillantes  de  la  liistoria  peruana. 

Desde  aquella  época,  vemos  constantemente  á  (^áceres  haciendo 
frente  al  vencedor,  burlando  las  re})etidas  combinaciones  que  se  hicie- 
ron por  entonces  para  crear  un  Gobierno  })rovisional,  y  como  hál)il 
guerrillero,  dirigir  con  intrepidez  desde  las  altas  plateadas  cimas  de  los 
Andes,  encuentros  y  combates  que  obtuvieron  el  triunfo  y  colocaron  á 


AXDKÉS    A.    CÁCEKE«  327 

Cáceres  en  el  solio  presidencial,  en  momeiitos  tan  erizados  de  dificul- 
tades, que  parecía  imposible  pudieran  salvarse  éstas,  ni  salvar  al  país 
de  la  ruda  tormenta  desencadenada  contra  él. 

La  voluntad  del  general  Cáceres  fué  incontrastable,  y  adelantó  sin 
vacilar  por  entre  escombros  y  ruinas,  con  el  generoso  y  tenaz  propósito 
de  reedificar  el  crédito  y  ventura  del  Perú,  por  el  cual  dijo  en  una  oca- 
sión memorable,  estaba  dispuesto  á  sacrificar  su  existencia. 

Lo  futuro  pondrá  de  manifiesto,  si  sus  aspiraciones  han  obtenido 
completa  realización. 


EL   DOCTOK   .riTÁREZ   CELMÍN 


J'IIESIDKNTE  DE  LA  líEri'JUJOl  AIMMÍNTINA 


KAiSDK  y  rápido  lia  sido  el  creciiiiiciito  de  la  Ixcpiihlica 

Argentina,  y  desde  la  adiuiiiistraci<ni  del  üciieral 

O^'j,^''   ,  T).  Bartolomé  ^íitre    hasta    Inn^,    es  ])ortentoso  el 

aumento  de  ])()l)laei(')ii  y  el   adelanto  en   todas  las 

'esferas  y  en  todos  los  ramos. 

El  12  de  Oetid)re  de  ISSI!,  fué  pi-oelamado   i)i»r 
el  pueblo  eomo  sucesor  del   íi'enei'nl   l»oea  a'  ])rimer 
magistrado    del     país,    el     jo\-en     presidente    euvo 
patriotismo,  inteligencia  y  honradez,  eran  la  más 
bella  garantía  para  v\  })orvenir  y  felicidad  de  la  iíepiil)lica. 

Sus  nobles  esfuerzos  han  obtenido  brillantes  resultados,  y  el  crédito 
interior  y  exterior  })onen  de  manifiesto,  el  grado  de  ])rosperidad  en  (pu- 
se encuentra  la  hermosa  reina  del  Plata. 

Dotado  de  un  carácter  á  la  ])ar  (jue  suave,  firme,  y  de  una  actividad 
verdaderamente  prodigiosa,  ha  prestado  poderoso  impulso  ;í  todos  los 
ramos  de  la  administi-ación.  protegiendo  en  grande  escala  útiles  empresas 
é  inspirando  al  ])aís  ilimitada  confianza. 


DOCTOR   JUÁREZ    UELMAN 


i;l  docj'oi;  jlaiíkz  cklm.'vX 


II 


Antes  (le  sil  c'lc'Aacií'm  al  iiiaiido,  liahía  sido  diputado,  senador,  minis- 
tro ^•  üohernador  de  la  rica  é  importante  })rovineia  de  (N')rdoba,  en  donde 
los  recuerdos  de  8ii  administraciíni  sor.  tan  (jueridos  y  están  de  tal  modo 
identificados  con  el  fabuloso  progreso  de  aquel  importante  centro  de  la 
Jiepi'iblica  Arfientina.  (pie  serán  imperecederos  y  de  los  más  <>ratos. 

Kl  floreciente  y  portentoso  estado  de  esa  reíi'iíMi  (jue  ocui)a  hoy  uno 
de  los  puestos  más  culminantes  en  las  civilizadas  luiciones  americanas, 
ha  hecho  subir  en  Europa  su  ci'édito  y  su  reputaci(jn  á  un  «¿rado  su- 
perior (|ue  iu'uala  al  resjx'to  (jiie  inspira,  por  la  tran(|uili(lad  y  bienestar 
([ue  disfruta  hace  muchos  anos,  debida  ;í  la  serie  de  hombres  eminentes 
(pie  han  conducido  la  nave  del  Estado. 

El  Dr.  -Iiuirez  Celnuín,  alcanzar;!  en  la  historia  ar<4'entina  una  pá<iina 
llena  di'  brillo  v  en  la  ([ue  resaltará  mi  honradez,  su  talento  como  L>'ober- 
iiante  y  su  fraternidad  })or  todos  los  hombres. 

Para  el  dignísimo  mauistrado  no  existen  nacionalidades:  no  hay 
extranjeros  })ara  su  alma  noble  y  o-eiierosa :  el  mundo  no  forma  para  v\ 
sino  una  ^rau  familia  universal. 

Hombres  como  v\  Dr.  Juárez  (/ehnáu  son  una  excepci(jn,  diji'ua  del 
ri'speto  y  del  amor  de  los  pueblos. 


BOSQUEJO   FÍSICO 


COÍ^TINENTE   AMERICANO 


PRODUCCIONES  —  ELEMENTOS   DE   RIQUEZA  —  CLIMA .    ETC. 


L;i  vastísiiiia  exteiisióii  del  continente  americano,  su  importancia 
histórica-política  social,  la  riqueza  de  su  fértil  suelo,  hacen  indispensa- 
ble en  esta  obra  consagrada  á  sus  héroes  y  á  su  gloria,  trazar  un  cuadro 
físico  que  comprenda  todas  las  nacionalidades  de  aquel  inmenso  territo- 
rio, dando  á  conocer  varios  de  sus  grandes  elementos  no  explotados  aún 
y  casi  desconocidos,  pues  que  únicamente  de  algunos  años  á  esta  parte 
se  ha  despertado  el  espíi-itu  de  empresa  y  ha  adcjuirido  verdadero 
impulso  la  industria,  merced  á  nuevas  y  fáciles  vías  de  comunicación. 

Es  América,  país  especialísimo  en  sus  condiciones  astronómicas,  geo- 
gráficas y  físicas.  La  Naturaleza  se  ostenta  revestida  de  majestuosas 
galas  y  con  toda  la  pompa  de  la  Creación.  Las  enmarañadas  y  vírgenes 
selvas,  los  gigantescos  árboles  que  desde  insondables  abismos  elevan  sus 
altaneras  coi)as  hasta  el  firmamento,  las  dilatadas  sábcmas  y  sus  anchos  y 
caudalosos  ríos  (¿ue  parecen  mares,  prestan  á  ese  suelo  grandezas  sin  rival. 

Las  configuraciones  caprichosas  del  terreno,  los  espléndidos  fenóme- 
nos geoh^gicos,  los  contrastes  de  aquellos  campos  agrestes  y  vestidos  por 
exuberante  vegetaci<')n ,  la  lozanía  de  sus  valles  donde  reina  constante 
primavera,  ó  las  llanuras  áridas,  estériles,  calcinadas  por  la  candente 
lava  de  los  volcanes,  el  fuego  subterráneo  que  eternamente  arde  en 
determinadas  regiones,  forman  un  todo  exti-año,  admirable  y  su])erior 
en  la  realidad  al  más  hermoso  ideal. 

Conocida  cfi-la  prodigiosa  extensión  del  continente  americano,  de 
40  á  41  millones  de  kibnnetros  cuadrados,  y  (¿ue  bañado  por  seis  mares, 
encierra  todos  los  climas,  disfruta  de  variadas  producciones,  desde  aque- 


332  AMERICANOS    CKLKI!!;  K:^ 

lias  (lo  la  ardorosa  zinia  tro[)ic'al,  hasta  las  (jm-  brotan  cutre  los   hielos 
del  Polo. 

América  est;í  limitada  al  X.  ])or  el  Océano  (ilacial  Ártico:  al  K.  j)or 
el  Océano  Atlántico:  al  O.  j)()r  el  (íran  Océano  v  al  X.  K.  j)or  el  estre- 
cho V  mar  de  Ikdieriiiii'. 

El  mar  Pacífico,  baha  el  territorio  de  la  (íroenlaiulia  v  la  penínsnla 
de  Alaska  (antigua  América  rusa  y  que  hov  pertenece  á  los  Estados 
("nidos  del  X'ortej;  y  el  mar  de  las  Antillas,  limita  las  costas  de  Colombia, 
\'enezuela  y  América  (Central. 

El  terreno  es  en  lo  <>-eneral  accidentado,  lo  que  aumenta  la  prodi- 
galidad de  la  X^aturaleza;  en  la  América  del  X^orte,  presenta  pintorescas 
Uaniu-as  rodeadas  por  altas  montañas  y  bañadas  por  anchos  ríos,  conn) 
el  ]\[ississipí,  Ohío,  San  Lorenzo,  el  Hudson  ,  el  (colorado  y  otros  varios. 

La  América  meridi(nial  tiene  la  forma  de  un  inmenso  triángulo,  fer- 
tilizado por  ma<iiiííicos  caudales  de  a,iiua  ,  entre  ellos  el  Amazonas,  el 
Orinoco,  el  Plata,  el  ]\la<i'dalena ,  el  San  Francisco,  el  Paraná,  el  Para- 
guay y  numerosos  de  menor  inq)ortancia. 

La  portentosa  cadena  de  los  Andes,  (jue  desde  el  estrecho  de  ^lagalla- 
nes  atraviesa  v\  istmo  de  Panamá  y  va  ;í  perderse  en  el  estrecho  de 
Behering,  ofrece  la  perspecti\  a  de  altísimas  y  escarpadas  rocas,  enyueltas 
en  su  manto  de  perpetuas  nieves,  y  sobre  las  cuales,  el  sol  proyecta 
caprichosos  y  múltiples  colores. 

Algunas  de  esas  crestas  ])arecen  avanzados  centinelas,  moriscas  ata- 
layas, titanes  escalando  el  firmamento  ó  altivos  campeones  petrificados 
por  la  mano  de  los  siglos:  y  ;í  sus  |)ies,  las  pla\as  de  finísima  arena 
alfombradas  por  millares  y  millares  de  conchas  (|ue  ])arecen  cascadas  de 
brillantes,  de  rubíes  ó  de  amatistas,  cuando  las  baña  la  candente  lumbre 
del  sol  tro})ical ,  de  ese  sol  (pie  brilla  en  un  cielo  azul.  ])urísimo,  trans- 
parente, ([ue  parece  á  veces  cubierto  })or  tenues  gasas,  y  entonces  el  azul 
es  aún  más  bello,  más  poético  é  ideal. 

End)riagadores  aromas  se  exhalan  de  las  ñorestas.  de  los  espesos 
bosí^ues:  el  voliq)tuoso  jazmín  del  ('abo  (gardenia),  la  arrogante  mag- 
nolia, el  dorado  aromo  y  mil  fiores  de  exíjuisito  ])erfunu',  satiu'an  la 
atm<)sfera,  al  })ropio  tiempo  (pie  se  escuchan  rumores  indefinibles,  mur- 
mullos, gorjeos  de  extraños  pájaros  n  el  bramido  de  las  fieras.  En  Amé- 
rica todo  es  grandioso,  hasta  el  peligro:  todo  es  colosal,  todo  es 
admirable,  la  placidez  de  sus  días  y  de  sus  noches,  el  bramido  de  los 
volcanes  (')  la  desencadenada  tenq)estad  (pie  inspira  terror  y  asombi-o 
á  la  vez. 

El  sol  poniente  es  otra  maravilla:  algo  ((ue  resiste  á  humana  descrip- 
ci()n,  cuando  en  el  centi-o  de  a(iuel  horizonte  de  celajes  sin  par,  se  le  ve 
como  inmensa  l)ola  de  fuego  perderse  v  c()nfiindii"se  poco  á  poco,  dejando 


l!()s<iri:.i(>  1  isico  i)i:i.  ('()\tini:n'I'k  a.mki>'i<'AX<> 


;338 


su  camino  sombreado  ])or  dorados  matices,  por  ondulaciones  rojas,  l)lan- 
(|uecinas,  rosadas,  por  a<iru})ada  mezcla  de  vivos  resplandores,  (pie  lenta- 
mente van  apa<>ándose  hasta  formar  un  nuevo  manto,  otro  horizonte 
más  pálido,  i-iuís  suave,  vago,  vai)oroso,  en  armonía  con  el  sosiego  de  la 
noche  y  la  })lácida  calma  de  la  Naturaleza.  A  veces  el  campo,  los  mares 
y  el  cielo,  se  iluminan  con  vivísima  luz,  (pu'  despide  en  elevado  risco 
el  cráter  de  un  volcán,  como  sucede  con  frecuencia  al  pasar  por  San 
Salvador,  con  el  Izalco,  el  más  activo  de  sus  volcanes,  que  sube  hasta 
confundirse  con  las  estrellas,  formando  caprichoso  v  nuígico  penacho. 

El  mundo  de  Cobni  se  halla  situado  entre  los  r)4"  latitud  S.  v  los 
71"  latitud  X.,  y  entre  los  ;V7"  1^0'  y  170"  de  longitud  O.  de  París. 

Diez  y  nue\"e  naciones  comj)onen  cd  nnmdo  americano:  diez  al  Sur, 
cuatro  al  Norte,  cinco  al  (V'utro,  (pie  encierran  un  total  de  100  millones 
á  100.r)7.'),lS2  habitantes,  según  algunas  geografías  últimamente  publi- 
cadas. 

Las  primeras,  son  las  repiiblicas  de  (1iile.  Kcuador,  (\)lombia,  Vene- 
zuela, Perú,  i)oli^•ia  (>  Alto  Terú,  Argentina,  Varaguav,  Uruguay,  el 
imperio  del  Brasil  y  las  posesiones  inglesas,  francesas  v  holandesas,  ó 
sean  las  (iuayanas  y  la  Patagonia,  pobladas  fV)  por  diversas  tribus. 

Las  cinco  repúblicas  (hd  Centro  América  son:  (¡uatemala,  San  Sal- 
vador. Honduras,  Nicaragua  v  Costa  Hica. 

En  la  parte  septentrional,  se  encuentran  los  Estados  Luidos,  la  Ke})ú- 
blica  mejicana,  la  colonia  (linamar(iiiesa  Groenlandia,  v  la  Nueva  Ere- 
tana  ('»  América  inglesa. 

Las  diferentes  nacionalidades  citadas,  tienen  elementos  propios 
es])eciales,  y  éstos  han  adíjuirido  nuiyor  ó  menor  desarrollo,  en  relaciíui 
con  (d  arhdanto  material  é  intelectual  (pie  hoy  tienen. 

N'amos  á  precisar  concretamente  los  productos,  imi)ortancia  territo- 
rial V  situaci<')n. 


IMFEHlo    liKI.   HPvASlL 


El  extenso  territ(n-io  brasileño,  limita  al  N.  con  el  Océano  Atlántico, 
(iuayanas,  Venezuela  y  (^olombia:  al  S.  con  la  b*e])ública  Oriental  d(d 
Lruguay:  al  E.  con  el  Océano  Atlántico,  v  al  O.  con  las  ]-e[)úblicas 
d(d  Ecuadíu-,  Perú.  Polivia.  í*araguav  v  ( V)nfe(leraci<'>n  Argentina, 

Dividido  (d  P)rasil  en  21  ])rovincias.  y  encerrando  un  total  de 
m;ís  de    11    millones  de  habitantes  bhincos.   neuros.  mulatos,    mestizos  é 


334  AMERICANOS    CKLKBRES 

indios,  en  Ifi  extensi()U  de  <S,o37,2()0  kilómetros  cuadrados,  guarda  en  su 
vasto  seno  ri(j[uísinios  veneros  de  inagotable  prosperidad. 

La  extensa  bahía  de  lUo  Janeiro,  capital  del  imperio  puerta  de  arpiel 
edén  tropical,  [)resenta  un  conjunto  de  ensenadas  y  lozanos  valles, 
ataviados  con  eternas  galas. 

No  existe  ni  hemos  visto  en  ninguna  parte,  una  bahía  tan  capri- 
chosa, con  tal  laberinto  de  isletas  y  de  promontorios,  ni  con  tanta 
riqueza  de  vegetación. 

Arroyos,  cascadas,  cataratas  é  impetuosos  ríos  cruzan  el  territorio 
brasileño,  como  el  Amazonas,  liío  Negro,  Paraná  y  otros  muchos  afluen- 
tes, (jue  reñejan  en  sus  ondas  toda  la  exuberancia  de  la  Naturaleza. 

Espesas  selvas  en  donde  apenas  aciertan  á  penetrar  los  rayos  del  sol, 
pues  los  árboles,  que  se  elevan  á  prodigiosa  altura  enlazados  con  bejucos, 
arbustos  y  plantas  parásitas,  se  mezclan  con  las  hífuards ^  (verdes  v  fron- 
dosis  palmeras),  y  en  su  caprichoso  laberinto  construyen  colosales  túne- 
les de  follaje,  pórticos  y  arcos  que  envidiaría  el  más  hábil  aríjuitecto. 
Allá,  en  lo  espeso  de  la  selva,  viven  las  serpientes  de  tamaño  colosal,  los 
cienpiés,  los  escorpiones,  miles  de  alimañas  y  aves  de  plumaje  sin  rival, 
galanas  mariposas  de  alas  azules,  oro,  rojas,  verdes  y  mezcladas  con 
brillantes  colores,  la  terrible  ave  de  rapiña,  el  (■liin/an(/o,  y  fieras  de  toda 
especie,  que  encuentran  en  los  vírgenes  bosques  seguro  asilo. 

En  esos  bosques  descuellan  preciosas  maderas  de  construcción  y  de 
tinte.  El  hi-asilrlr^  árbol  de  i\'rnambuco,  se  encuentra  en  abundancia, 
alto  como  una  encina  y  cargado  de  ramas  y  preciosas  flores  rojas:  pro- 
duce carmín  y  laca  de  clase  superior.  Los  pinos  llamados  de  Chile,  crecen 
á  la  par  con  colosales  heléchos  y  en  fraternal  unión  con  el  árbol  de  la 
goma  elástica,  la  útil  y  odorífica  vainilla,  más  rica  y  olorosa,  según 
algunas  opiniones,  ([ue  la  de  ^léjico  y  Perú,  iírotan  con  profiisicni  en 
tan  fecunda  zona,  la  canela,  el  árbol  de  copaiba ,  el  maná,  la  ([uina, 
la  zarzaparrilla,  y  en  sitios  ])antanosos  el  añil.  El  árbol  de  la  seda,  guarda 
encerrada  en  grandes  glóbulos  seda  vegetal,  fina  y  suave  como  el  cabello, 
y  fácil  de  tejer  por  su  longitud. 

La  jalapa  y  la  cochinilla,  son  también  manantiales  de  riqueza  que 
hoy  empiezan  á  explotarse  y  á  tener  creciente  desarrollo. 

El  café,  el  tabaco,  el  algodcui  ((|ue  es  abunda ntísimoj,  el  arroz  y  el 
maíz,  son  productos  para  la  exportación  en  grande  escala,  así  como 
la  caña  de  azúcar,  que  forma  verdaderos  bosques  por  su  frondosidad. 

La  región  montañosa  llamada  Andes  del  Ih-asiJ,  no  tiene  la  eleva- 
ción ni  la  majestad  que  en  el  Ecuador,  Méjico  ó  Perú;  y  por  el 
resultado  de  los  estudios  hechos  por  el  ilustre  Humboldt,  es  indepen- 
diente de  la  cordillera  andina  del  Alto  i\'rú. 

El  laboreo  de  las  minas  es  una  de  las   [)rincipales  ocupaciones  para 


BOíSUUE.ÍO  FÍSICO  I1KL  COXTIXKXTE  AMERICANO  3;55 

los  habitantes ,  porque  el  territorio  del  Brasil  está  cruzado  por  veneros 
auríferos,  y  la  plata,  el  cobre,  el  estaño,  el  hierro,  plomo  y  piedras  pre- 
ciosas se  confunden  en  las  entrañas  de  la  madre  Tierra,  y  los  criaderos 
de  diamantes  abundan,  sobre  todo  en  la  provincia  de  Matto  Clrosso. 

La  industria  y  la  agricultura  han  ad([uirido  desde  hace  algunos  años, 
la  poderosa  acción  del  siglo  xix,  la  cual  también  ejerce  saludable  influjo 
en  la  instrucción  pública,  cpie  de  día  en  día  tiene  mayor  desarrollo. 

Antes  de  concluir  este  rápido  bos(piejo,  mencionaremos  que  el  clima 
es  abrasador  en  la  parte  Norte  rayana  al  Ecuador,  tenq)lado  en  la  costa 
por  la  brisa  del  mar,  pero  en  el  interior  es  suave  y  benigno. 


REPÚBLICA  ARCxENTINA 


La  Plata  ó  República  Argentina,  limita  al  E.  con  el  Brasil,  Uruguay 
y  Paraguay;  al  N.  con  Bolivia;  al  S.  con  el  Océano  Atlántico  y  la  Pata- 
gonia,  y  al  O.  con  las  repúblicas  de  Chile  y  Bolivia.  Se  extiende 
de  22*^  í'i  42*^  de  latitud  N.  y  de  5(3*^  20'  á  74'^  de  longitud  O. 

El  rico  suelo  argentino  está  dividido  en  catorce  provincias,  compren- 
didas en  cuatro  regiones. 

Primera:  Fluviales  y  marítimas.  Capital,  Buenos  Aires. 

Segunda:  Al  pie  de  las  cuestas.  Capital,  Rioja. 

Tercera:  Centrales.  Capital,  Córdoba. 

Cuarta:  Septentrionales.  Capital,  Salta. 

Los  territorios  del  (Irán  Chaco,  Misiones,  Pampas  Argentinas,  Pata- 
gón ia  y  colonia  Chubut. 

El  total  de  habitantes  es  de  4  millones,  ^  y  la  extensión  territorial 
1.502,000  kilómetros  cuadrados,  exceptuando  el  Gran  Chaco  y  los  desier- 
tos del  Sur. 

La  inmensa  superficie  por  la  cual  se  extiende  la  adelantada  Repú- 
blica Argentina,  es  tan  fértil  y  variada,  como  grande  y  colosal  el 
impulso  y  el  progreso  en  corto  espacio  de  tiempo  pues  la  polación 
aunu'uta  en  la  exorbitante  proporción  de  lóG  por  ciento  en  25  años. 

En  las  extensas  pampas,  región  del  gaucho^  viven  grandes  rebaños,  y 
los  feraces  campos  muestran  orgullosos  el  cacao,  el  plátano  de  corona,  la 


'     Un  algimas  Geograf'ias   y  flatos   se  fija  on  2.942.000.  pero  los  últimos  datos  de  la  I?rvue  Sud-  Americaine  dan 
ol  rosnltado  qno  indionmos 


33(5  AMKKÍ('AN*OS   (m':li:i!iíks 

vaiiiilhi,  la  (iiiina,  el  tainariiido,  los  cereales,  el  lino,  el  arroz  y  el  te 
del  Parag'uay;  la  yuca,  el  añil,  el  al<>'od('>H ,  la  cana,  v\  naranjo  y  varia- 
dos y  exquisitos  frutos. 

Eli  o-ranero  arj^entino  se  encuentra  princi])alniente  en  la  })rovincia 
de  Tucumán,  en  la  zona  oriental,  en  donde  la  irrií>aci(')n  se  lleva  á  efecto 
mediante  «grandes  ace([uias. 

Los  bosques  rebosan  en  maderas  preciosas,  y  el  o-uayacán,  el  boj,  los 
pinos,  el  o'ranadillo,  los  no^-ales,  el  cedro  y  el  corpulento  pticdfá^  consti- 
tuyen valiosos  elementos  de  riqueza,  así  como  el  hifcn  (Jacaranda)  y 
otros. 

Las  selvas  del  (Irán  ('haco,  esconden  también  ricos  bálsamos,  })recio- 
sas  canas,  corpulentos  cedros  y  toda  clase  de  maderas  ])ai"a  construcciíni. 

Las  altas  montañas  ([ue  ])or  la  i)arte  occidental  coronan  la  Hepú- 
blica,  ramificaciones  de  los  Andes  de  (^hile.  visten  nieves  perpetuas 
sobre  al<4"unos  de  los  gio-antescos  picos  que  forman  la  Serranía  de  Tucu- 
mán, escabrosa  en  alí^unos  puntos  y  admiral)le  en  otros  por  el  lujo  de  la 
vegetación. 

La  agricultura  y  la  ganadería  canq)ean  en  hermosos  y  ])intorescos 
valles,  y  es  sorprendente  la  variedad  de  ])ájaros,  mamíferos,  insectos  y 
aves,  entre  éstas  el  cóndor,  ([ue  aventaja  tal   vez  al  de  otras  regiones. 

También  posee  en  las  regiones  de  Salta  y  Tucumán ,  abumlantes 
minas  de  oro,  azufre  y  cobre. 


El.    PAliAniAY 


Continuando  nuestra  investigaci(')n  física  á  través  del  continente 
americano,  subiremos  ])or  el  río  Paraguay  hasta  la  i-(q)ública  de  ese 
nombre,  dividida  en  dos  regiones:  la  oriental,  (pu'  verdaderamente  es  el 
Paraguay,  y  la  occidental  ([ue  comprende  v\  Chaco,  cedido  por  la 
República  Argentina  al  Paraguay  y  ([ue  limita  al  N.  con  Bahía  Negra, 
por  el  Chaco;  al  E.  con  el  río  Paraguay:  al  S,  con  el  I^ilcomayo,  y 
al  O.  con  Bolivia.  Se  halla  situado  entre  120"  40'  y  27"  4S'  de  lati- 
tud S.,  y  ;")(;"  20'  y   Gl"  de  longitud  O. 

La  ])arte  f)riental  tiene  por  el  X.  el  río  A})a,  ([ue  señala  la  frontera 
brasileña:  al  E.  la  Serranía  de  Anmníhíin  y  el  río  Paraná,  ([ue  la  se])ara 
d(d  P)rasil  y  de  la  Uepública  Argentina:  al  S.  el  mismo  río.  val  O.  el  río 
Paraguay:  la  Asunción  es  la  capital  de  la  re])ública. 


B(W(iUEJO  FÍSICO  DEL  CONTINENTE  AMERICANO  337 

La  cordillera  de  AinamJxni  atraviesa  la  República  de  N.  á  S.,  y  una 
•de  sus  ramificaciones  toma  el  nombre  de  Maraan/ú ,  y  dirigiéndose 
ni  E.,  cruza  el  vasto  seno  del  Paraná,  formando  la  catarata  de  Guoi/rá, 
imponente  maravilla,  cuyo  estruendo  se  distingue  á  distancia  de  seis 
leguas,  así  como  también  los  densos  vapores  que  en  inmensa  columna 
salen  del  abismo  y  se  elevan  como  penachos  de  humo,  proyectando 
esplendorosas  fajas  de  vistosos  y  variados  colores,  admirables  iris  que  el 
sol  agiganta  y  embellece. 

El  río  Paraguay  y  el  Paraná  llamado  el  Xilo  del  Naevo-mundo  son 
vías  ñuviales  muy  importantes  para  la  república  de  su  nombre,  y  sus 
orillas  son  encantadoras. 

Entre  sus  anuentes  más  importantes,  se  cuentan  el  Pilcomayo,  Río 
Negro,  Jejuy  y  otros,  en  su  mayor  parte  navegables  y  por  los  cuales  se 
transporta  la  liierha-rnate^  que  brota  en  el  alto  Jejuy,  madera,  tabaco  y 
otnxs  productos. 

Entre  las  semillas  del  tabaco,  hay  una  llamada  pefi-Jiabij ,  tabaco 
azul,  cuyo  origen  es  desconocido,  pues  las  demás  simientes  son  cubanas. 
Ino  de  los  principales  manantiales  de  riqueza  es  la  Jiierha-mate, 
hojas  de  un  árbol  indígena  de  la  América  del  Sur,  de  la  familia  de  las 
iliiiírea.'^ ;  su  altura  es  de  tres  á  seis  metros  y  brota  espontáneamente  en 
casi  todos  los  bosques  del  Paraguay,  en  Río  Grande,  provincia  del 
Paraná  y  de  Santa  Catalina  en  el  Brasil,  y  en  la  cuenca  del  Plata. 

El  ílrs;  es  abundantísimo  de  hojas,  y  éstas  son  vivaces,  lo  que  da 
cosecha  al  tercero  ó  cuarto  año.  La  lilerha-niaie  es  nutritiva  y  reemplaza 
con  ventaja  al  te  y  al  café  en  toda  la  inmensidad  de  las  repúblicas  del 
Plata,  Chile  y  el  Brasil.  Hemos  visto  indios  pasar  días  enteros  sin 
comer,  tomando  únicamente  mate  en  abundancia.  Es  la  bebida  de  los 
antiguos  (/naranís,  generalizada  hoy  entre  los  europeos  que  habitan  los 
países  citados  anteriormente. 

La  exportación  en  el  Brasil,  puede  calcularse  en  300,000  quintales 
métricos  por  año;  en  el  Paraguay,  es  un  poco  más  ó  menos  un  sexto  del 
imperio  brasileño,  y  con  la  que  se  consume  en  el  país,  puede  hacerse  un 
<íálculo  de  500,000  quintales  métricos.' 

Todavía  en  Europa  es  casi  desconocida,  considerándola  como  subs- 
tancia farmacéutica,  y  sin  embargo,  resulta  de  los  análisis  practicados, 
que  encierra  como  el  café  tres  órdenes  de  principios:  un  alcaloide, 
aceites  esenciales  y  gomorresinas. 

La  República  está  dividida  en  23  distritos  electorales,  y  según 
el  censo  de  1876,  el  número  total  de  habitantes  era  de  1.293,844,  en  una 
superficie  de  911,000  kilómetros  cuadrados. 


33.S  AMERICANOS    CÉLElíKES 


EL  URIMUJAY 


Por  lui  bosque  de  li'allardas  palilleras,  soberanas  del  reino  vegetal, 
extendido  en  vastísimo  y  profundo  lecho,  recorre  el  rrug'uay  v  abraza 
en  sus  múltiples  sinuosidades,  á  la  naci(ui  ([ue  lleva  su  nombre. 

El  caudaloso  río,  uno  de  los  más  hermosos  del  Sur  América,  sigue  su 
marcha  de  Oriente  á  Occidente,  desde  su  nacimiento  en  territorio  brasi- 
leño, V  atraviesa  la  Eepública  Oriental  del  rruguav  en  una  extensiíni 
poco  más  (')  menos  de  unas  2í'){)  millas,  hasta  desembocar  en  el  majestuoso 
Plata,  frente  á  Buenos  Aires.  Sus  aguas  son  navegables  en  más  de  .-iOO 
kibnnetros.  siendo  su  extensión  de  1, .')()()  aproximadamente. 

El  límite  marcado  por  la  Naturaleza,  es  el  caudal  del  río  entre  la 
República  Argentina  v  la  Oriental  por  el  lado  O.:  por  el  X.  v  E.  coníina 
con   el   Brasil:   por  el  S.  con  el   río   de   la  I^lata  v  el  Océano  Atlántico. 

Se  halla  situada  entre  :)<>"  y  :\ñ"  latitud  S..  y  entre  r).')"  20'  y  CO"  40' 
long'itud  O.  Trece  departamentos  forman  la  divisiíni  política,  en  una 
superficie  territorial  de  1<S7.0(J0  á  200,000  Uibunetros  cuadrados,  y  con 
440,000  habitantes:  capital,  ^rontevideo. 

Numerosos  riachuelos  v  arroyos  serpentean  como  cintas  de  ])lata  })or 
deleitosos  valles,  en  donde  el  templado  y  agradable  clima  ofrece  pinto- 
rescas perspectivas. 

Bosques  y  montañas  poco  elevadas,  prolong-acicni  de  la  cordillera  del 
Brasil,  prestan  variedad  al  paisaje.  Abundantes  y  c-xtens(^s  pastos 
facilitan  la  cría  de  ganados,  (jue  se  hace  en  grande  escala  y  es  la  princi- 
pal riípieza  del  ])aís.  Se  calculan  en  seis  millones  las  cabezas  de  ganado. 
así  como  gran  niimero  de  caballos,  y  numerosos  rebaños  de  carneros. 

La  exj)ortaci(')n  consiste  en  cueros,  bueyes,  caballos,  así  como  en 
lanas,  sebo,  cobre,  etc. 

La  importaci<'>n  es  de  café  y  azúcar  del  Brasil,  vinos  de  Francia  v 
diferentes  olijetos  ingleses. 

Montevideo,  capital  de  la  llepública,  encierra  7().000  habitantes 
aproximadamente.  Es  ciudad  risueña  y  bonita,  con  pintorescos  alrede- 
dores, con  excelente  puerto,  tal  vez  el  mejor  del  río  de  la  Plata,  aun 
cuando  esté  expuesto  al  terrible  [Hinipfro,  viento  del  Oeste. 

El  ['ruguay,  combatido  por  las  revoluciones  durante  larg'o  tiempo, 
no  ha  lleg'ado  todavía  á  desarrollar  ni  á  explotar  alg'unos  de  los  veneros 
que  le  brindan  la  fertilidad  de  su  suelo  y  lo  apacible  de  su  teini)eratura, 
más  suave  en  el  interior  (pie  en  la  capital,  en  donde  en  el  verano,  el 
calor  es  sofocante  y  en  la  estacicni  del  frío  suele  ser  éste  bastante  fuerte. 


ÜOSiiUK.IO    FÍSICO   DKf.  COXllNKX'l'K  AMKHICAXO  3o!> 


PATAGOXIA  Y  TIERRA  DEL   FCEdO 


Habiéndonos  propuesto  dar  una  idea  g'eneral  y  física  del  continente 
americano,  en  relación  con  acpiellos  estudios  v  observaciones  hechos 
durante  el  espacio  de  doce  años,  no  podríamos  navegar  })or  el  estrecho 
de  ^Magallanes,  sin  detenernos  en  la  Patagonia  v  Tierra  del  Fuego,  con- 
sagrándoles algunas  líneas. 

Es  la  Patagonia  (')  Tierra  magallánica ,  el  extremo  meridional  de 
América,  a^  está  habitada  por  tribus  de  araucanos,  puelches  v  tehuelches 
(')  patagones,  cuya  alta  estatura  ha  dado  origen  para  creerlos  gigantes 
en  épocas  anteriores  v  cuando  el  país  era  aún  casi  desconocido. 

La  Tierra  de  Magallanes,  descubierta  por  el  audaz  navegante  de  ese 
nombre,  está  limitada  al  O.  por  el  Pacíñco:  al  N.  por  Chile  y  la 
Plata:  al  E.  por  el  Atlántico,  v  al  8.  por  el  estrecho  de  ^lagallanes, 
calculándose  tiene  25, <)()()  habitantes. 

La  caza  del  guanaco  v  del  avestruz,  es  una  de  las  nuís  activas  ocupa- 
ciones de  los  patagones,  la  cual  efectúan  á  caballo  y  por  medio  de  lazos 
con  bolas  como  los  (/hucIids  en  las  pam})as  argentinas. 

Punta  Arenas,  sirve  en  el  territorio  patag(')nico  de  útil  escala  para  los 
bu(|ues:  numerosos  colonos  activan  el  pastoreo  v  en  algunos  puntos  se 
han  estal)lecido  cortes  do  madera  y  compañías  para  buscar  oro.  Se 
calculan  en  1.200  á  2,001».  los  habitantes  de  esta  colonia  chilena. 

]ja  Tierra  del  Fuego,  llamada  así  por  su  aspecto  volcánico,  es  el 
gran  archipiélago  situado  entre  el  cabo  de  Hornos  v  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes, punto  en  (pie  termina  el  continente  americano.  Su  aspecto 
físico  es  tan  variado  como  extraño.  La  cordillera  andina  en  su  principio 
y  (|ue  recorre  el  })aís  de  Sur  á  Norte,  costa  occidental,  })reseuta  cimas 
cul)iertas  de  nieve:  ;i  su  pie  graciosas  cascadas,  imponentes  selvas, 
precipicios  y  eternos  hielos,  completan  el  pintoresco  cuadro  de  una 
[)arte  de  ese  país,  (pie  en  el  lado  opuesto  es  tan  árido  v  desierto. 

Los  iiu'(/tiiiis-tiih<iñ(is  de  los  fueguinos,  inspií-an  melanc<')lica  im})re- 
si(')n:  no  hace  muchos  meses  vimos  una  en  París,  en  el  ^luseo  del 
Trocadero,  la  cual  evoc(')  todos  los  recuerdos  de  luiestra  peregrinaci(')n 
])or  el  Nuevo  mundo. 

Esos  míserf)s  albergues  están  formados  por  ramas  enlazadas:  dos 
abei-tiiras  diametralmente  opuestas,  dan  entrada  al  irií/dni,  en  el  centro 
del  cual  se  alimenta  el  fuego.  Algunas  ramas  cubiertas  con  hierba  ocu- 
pan un  puesto  lateral:  aquél  es  el  lecho,  el  sitio  de  descanso  para  los 
indios. 


340  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Aun  recuerdo  la  impresión  que  me  caus(5  la  vista  de  los  fueguinos, 
cuando  el  vapor  Lifiuria  toc(5  en  Punta  Arenas.  En  un  bote  se  acercaron 
al  costado.  Eran  un  indio,  una  india  y  un  indiecito;  apenas  se  podía 
distinguir  el  sexo  por  lo  enmarailado  de  su  pelo,  y  por  estar  cubiertos 
ambos  por  una  especie  de  capa  de  g'uanaco.  Las  piernas  y  los  brazos 
estaban  desnudos.  ¡Infelices!  ¡Cuántas  veces  las  lluvias  los  ahogan  ó  las 
grandes  nevadas  los  sepultan! 


REPÚBLICA  DE  CHILE 


En  el  lado  occidental  de  la  América  del  Sur,  se  encuentra  la  lU'pú- 
blica  de  Chile  que  confina  al  N.  con  Bolivia.  por  el  desierto  de  Atacama: 
al  E.  con  la  Confederaci<')n  Argentina  y  Patagonia;  al  8.  con  la  última 
región  citada,  y  al  O.  con  el  (rrande  Océano. 

Está  dividida  en  diez  y  nueve  provincias,  la  mavor  parte  inq)()rtan- 
tes  y  que  encierran  2.240,180  habitantes,  v  una  cxtensiíni  de  territorio 
de  812, 2G0  kihnnetros  cuadrados,  sin  contar  las  islas,  la  Patagonia 
v  la  parte  de  territorio  peruano  que  hoy  por  los  ayares  de  la  guerra 
pertenece  á  Chile. 

En  el  Grande  Océano  posee  numerosas  islas,  desde  la  Tierra  del 
Fuego,  hasta  el  golfo  de  Chiloe  y  algunas  á  mayor  distancia. 

La  colosal  frontera  con  la  Hepública  Argentina  ,  la  forman  los  Andes, 
que  asombran  por  sus  volcánicas  crestas  cubiertas  de  nieve  perpetua  y 
ostentando  en  su  falda  caprichosos  v  lozanos  valles,  ])raderas  y  comar- 
cas de  poderosa  vegetación  entre  los  ramales  de  la  serranía,  al  })ie  de  la 
cual  se  extienden  laboriosas  ciudades,  modelos  de  civilizadora  actividad 
v  de  amor  al  progreso.  La  blanca  diadema  ([ue  corona  el  suelo  chileno,  le 
presta  singular  atractivo,  y  luiido  á  esto  vui  clima  benigno  y  sano,  cielo 
puro  v  sereno,  brisas  suaves,  tierra  lozana  v  fértil,  hacen  de  ese  ])aís 
uno  de  los  más  gratos  para  la  vida,  y  en  donde  el  extranjero  se  natura- 
liza con  facilidad. 

p]l  litoral  está  atravesado  por  tres  cadenas  de  montanas  que  van 
paralelamente  á  los  Andes.  La  confignraci<')n  de  éstos  en  Chile,  es 
imponente  y  no  está  exenta  de  inspirar  serios  temores,  realizados  algunas 
veces;  por  un  lado  volcanes  v  cmi  bres  ([ue  vomitan  humo  y  llamas,  más 
alia  altos  cerros  eon  numerosos  ])icos;  más  lejos  rocas  v  peñascos  medio 
despremlidos  y  macizos,  cortados  j)   y  hondas  v  i)eligrosas  (juebradas. 


BOSCiUK.K)  FÍSICO  DKl.  COXTIXEXTK  AMERICANO  341 

Hermosos  caudillos  de  aj^'ua,  como  el  Maule,  el  Bío-bío,  el  Nuble,  y  el 
Mapocho,  atraviesan  y  cruzan  en  todas  direcciones  fertilizando  vegas  y 
collados,  los  ricos  campos  de  trigo  y  de  maíz.  Arroyos  cristalinos  surcan 
bañando  el  pie  de  los  olivos  y  de  la  vid,  y  son  espejo  en  donde  se  refleja 
la  belleza  de  bosques,  ricos  en  maderas  preciosas,  tales  como  el  alerce, 
cohihue,  ciprés,  roble,  encina,  ling-üe,  luma,  olmo,  y  junto  á  los 
íírboles  indígenas,  los  transportados  de  remotos  climas;  unos  útiles  para 
la  construcción,  y  otros  frutales  europeos,  á  la  par  que  aquéllos,  origi- 
narios de  los  trópicos. 

Las  estaciones  del  calor  y  del  frío  son  benignas,  y  si  bien  la  pri- 
mera es  bastante  ardiente,  las  brisas  del  mar  y  el  viento  de  los  Andes 
consiguen  refrescar  la  temperatura  y  hacerla  soportable. 

Además  de  sus  productos  vegetales,  de  los  que  se  hace  importante 
exportación,  comercia  Chile  y  envía  á  otras  repúblicas  y  á  Europa 
cereales,  maderas  y  minerales;  esta  última  sección,  es  de  gran  impor- 
tancia y  pingües  utilidades.  En  la  provincia  de  Aconcagua,  en  la  de 
Coquimbo,  en  el  valle  de  Copiapó  y  en  el  famoso  cerro  de  Chañarcillo, 
hay  valiosas  minas  de  plata,  riquísimos  é  inagotables  filones:  el  oro  en  la 
provincia  de  Atacama,  en  el  departamento  de  Kancagua,  y  en  la  provin- 
cia de  Santiago;  y  en  otros  lugares,  cobre,  hierro,  cinabrio,  plomo,  car- 
bón de  piedra,  bismuto,  antimonio,  nikel,  cobalto  y  otros  minerales,  son 
fuentes  de  inmensa  riqueza  para  la  república  y  cuya  explotación  se  hace 
activamente.  Posee  también  en  su  territorio,  notables  y  abundantes 
aguas  termales  que  completan  el  boceto  físico  de  la  nación  chilena,  y 
de  la  cual  es  capital  Santiago. 

Está  situada  entre  los  19*^  15'  y  rr  latitud  S.,  y  entre  los  70"  y  78"^  30' 
de  loiio-itud  O.  de  París, 


REPÚBLICA  DE  BOLIVIA 


Nuestras  investigaciones  nos  llevan  ya  á  países  no  más  interesantes 
bajo  el  punto  de  vista  pintoresco,  pero  sí  notabilísimos  por  sus  espe- 
ciales condiciones  v  por  la  riqueza  que  sus  antigüedades  representan  y 
(j[uc  se  extienden  desde  el  suelo  boliviano  por  el  Perú,  Ecuador,  Centro 
América,  Colombia  y  Méjico.  En  esas  naciones,  sobre  los  monolitos,  en 
los  derruidos  monumentos  y  palacios,  se  tocan,  se  ven  y  se  admiran  los 
primeros  esbozos  de  las  artes  en  nacionalidades  destruidas.  Los  albores 


342  AMERICANOS    CELEBRES 

de  civilizaciones  o-igantescas  que  lleg-aron  á  mayor  corrección  al  radi- 
carse en  suelo  mejicano.  Para  otra  obra  de  mayores  dimensiones  •  est;í 
reservado  la  prolija  descripción  de  esas  antig-üedades,  de  las  cuales  sólo 
daremos  una  ligera  idea  en  los  límites  (j^ue  permita  nuestro  bosquejo. 

La  rei)iiblica  de  Bolivia  contina  al  N.  con  el  Perú  y  el  Brasil:  al 
E.  con  el  mismo  inq)erio ,  República  Argentina  y  Paraguay;  al  S.  con 
Chile  y  la  Argentina,  y  al  O.  con  el  Gran  Océano  y  el  Perú.  Está 
dividida  en  diez  departamentos:  calcúlase  la  superficie  territorial 
en  1.21)7,2")")  kiLunetros  cuadrados  a'  en  2..')")0,()0()  el  número  de  ha- 
bitantes. 

Bolivia  se  halla  situada  entre  los  10"  y  2.")"  latitud  S.  y  IGO"  y  To" 
de  longitud  O. 

En  suelo  boliviano  ostenta  la  cordillera  andina  elevadas  cumbres  bajo 
espeso  manto  de  eterna  nieve  y  coronadas  las  erizadas  montañas,  por 
hermosos  volcanes. 

El  lUampu,  ó  ])ico  de  Sorata ,  nombre  más  general  por  el  pueblecito 
([ue  á  sus  })ies  se  extiende,  el  alto  y  bello  lllimany,  conocido  })or  Sierras 
oltísiniax ,  son  de  singular  esplendor  y  deslumhran  al  viajero  cuando  de 
lejos  distingue  las  elevadas  cimas,  y  la  del  precioso  nevado  Huaina 
Potosí. 

La  cordillera  (jue  recorre  de  S.  á  X.  las  fronteras  al  occidente  de 
Bolivia,  se  dividen  en  dos  ramales  ([ue  van  á  unirse  en  el  Cuzzo,  abra- 
zando una  prolongada  meseta,  en  la  cual  riza  sus  ondas  el  nusterioso 
lago  Titicaca,  que  guarda  en  su  profundo  seno,  según  asegura  la 
tradición,  grandes  tesoros  que  los  indios  llaman  del  Inca.  - 

Como  verde  alfombra  tendida  al  })ie  de  los  colosos  Andes,  brindan 
frescura  y  solaz,  valles  fértiles  y  con  esmero  cultivados,  pampas  y  ])ro- 
longados  boscjues,  que  ofrecen  no  escasa  variedad  de  plantas  y  frutos, 
vetas  valiosas,  y  animales  útiles  é  inofensivos  unos  y  temibles  otros. 

Numerosos  ríos  bañan  sus  campos:  las  aguas  del  Paraguay,  el  Pilco- 
mayo,  el  ]\[adera .  el  (^haporé,  el  Bermejo  y  otros  muchos,  rivalizan 
para  fecundizar  la  tierra  boliviana,  auxiliados  por  la  temperatura  suave 
y  primaveral,  hasta  una  elevación  de  ,'),()()()  metros.  A  mayor  altura  el 
frío  es  intenso:  á  '),()()()  metros  se  encuentra  la  regi()n  de  per])etuas 
nieves,  y  en  la  parte  baja  del  territorio  el  clima  es  ardiente  y  poco  sano. 

Es  Bolivia,  región  de  gran  porvenir  por  sus  ricas  producciones, 
explotadas  escasamente  todavía. 

Encuéntranse  también  la  cascarilla  y  la  goma  elástica,  la  copa  iba  y 
el  añil,   tabaco,   algodón,   trigo,  el  famoso   café   de  Yungas,   plátanos. 

'     Aini'ririi  y  su  }iis'oria. 
■^     Ví'-ase  P(>ri'i. 


B<)S(iUK.|(>   l'ÍSICO   DKI.  COXTIXKXTK   AMKiUrAXO  348 

tíiiiiJU'indo.s,  cáñamo,  caiiiotc  (l)atata),  lino  v  iiiadera.s  preciosas.  La 
coca  es  uno  de  los  ve<¿etales  de  inmensa  utilidad  para  los  indios;  es  un 
pcíiueño  arbusto  parecido  en  sus  hojas  al  naranjo,  y  no  sólo  es  alimento 
nutritivo,  sino  excelente  para  la  di<j;-esti(')n ,  v  hasta  medicinal  tomado 
como  el  te  en  infusi('.n  v  sin  (¡ue  sea  demasiado  carjz'ado,  porque  en  ese 
caso  puede  perjudicar,  por  ser  un  excitativo  fuei'te.  En  la  farmacopea 
tiene  ^urandes  aplicaciones  v  es  muy  alimenticio. 

Las  célebres  minas  de  Potosí  y  de  Huanchaca,  riiulen  cuantiosa 
utilidad  á  Bolivia ,  y  el  oro  y  la  i)lata  .se  encuentran  en  abundancia,  y 
en  otros  veneros,  cobre  y  estaño,  hierro,  esmeraldas,  tur([uesas  y  esa 
piedra  blanca  como  alabastro  llamada  berenj>-uela. 

La  ciudad  más  floreciente  es  la  Paz  de  Ayacucho,  considerada  como 
ca})ital  de  Bolivia,  aun  cuando  lo  sea  en  realidad  la  antigua  Chuqui- 
saca.  fundada  en  el  mismo  sitio  (pie  ocup(')  la  primitiva  anterior  ala 
con(piista. 


REPÚBLICA  DP]L  PER! 


Hemos  llegado  al  rico,  extenso  y  maravilloso  imperio  de  los  incas 
(reyes  <')  señores),  (pie  en  la  ('q)oca  del  descubrimiento  de  América,  com- 
prendía en  sus  dominios  lo  (pie  hoy  es  República  del  Ecuador,  el  Alto 
Peni,  (')  sea  Bolivia,  y  una  gran  parte  del  territorio  chileno  hasta  el 
Maule . 

Dice  el  doctor  Paz  Soldán,  en  su  (¡cíKjrafíd  del  l\'rú,  (jue  a(|uel  dila- 
tado Imperio  comprendía  2,000  millas  de  largo,  y  (¿ue  suponiendo  fuese 
el  ancho  de  oOO,  daría,  partiendo  de  esta  hip()tesis,  una  superficie  de 
:)00.000  millas  cuadradas. 

Hoy,  la  Pepública  peruana,  limita  al  N.  con  el  Ecuador  y  el  Brasil: 
este  Lnperio  y  Bolivia  son  su  límite  por  el  E.:  por  el  S.  O.  un  ramal  andino 
cuvo  nombre  es  Vilcaunld  y  el  río  Desaguadero  son  frontera  con  Bolivia: 
al  S,  el  desierto  de  Atacama  y  el  río  Loa  confinan  también  con  el  suelo 
boliviano,  y  al  S.  O.  y  O.  con  el  Océano  Pacífico. 

A\'intt'  departamentos  dividen  la  Bepública,  (jue  tiene  aproximada- 
mente L  120,000  kihnnetros  de  superficie  y  2.700,000  habitantes  blancos, 
indígenas  y  negros.  La  guerra  chile -perú -boliviana  termin(')  con  un 
tratado  de  paz  en  LS8.'),  en  virtud  del  cual,  el  rico  departamento  de  Tara- 
])acá  fué  cedido  á  Chile,  y  el  departamento  de  Tacna  qued(')  pendiente  de 


344  A>[ERICANOS    CÉLEBRES 

un  plebiscito  que  tendrá  lug'ar  en  189o,  para  decidir  si  se<»-uirá  formando 
parte  de  los  dominios  peruanos  ó  si  pasará  á  manos  de  Chile. 

En  la  región  de  la  costa,  disfruta  el  Perú  clima  dulce  y  agradable,  v 
aun  cuando  en  el.  verano  el  calor  es  bastante  fuerte,  siempre  la  brisa  del 
mar  lo  disminuye  y  templa,  prestando  además  sabroso  antídoto  los  pue- 
blecitos  de  recreo  que  se  encuentran  á  corta  distancia  de  Lima  (capital 
peruana),  de  los  cuales  aquellos  más  concurridos  están  á  orillas  del 
Pacífico. 

Una  de  las  particularidades  del  clima  en  la  costa,  es  la  falta  total  de 
llnvias  y  de  tempestades,  pues  que  únicamente  en  el  invierno  las  nieves 
de  la  cordillera  producen  una  llovizna  llamada  (¡arúa,  que  apenas  causa 
impresión  y  sólo  sirve  para  humedecer  los  campos.  El  viento  Sur  es  el 
más  frecuente  en  la  costa;  el  frío  jamás  agobia  por  su  intensidad,  y  en 
algunos  inviernos  la  temperatura  es  suave  y  primaveral. 

En  la  parte  montañosa,  el  calor  predomina,  y  en  las  alturas  de  la 
cordillera  se  experimentan  bruscas  variaciones  y  frío  intenso,  á  la  vez 
(j[ue  se  sufre  la  opresión  producida  por  la  rareza  del  aire,  y  que  se  conoce- 
con  el  nombre  de  sorocJie.  También  las  tempestades  en  esos  lugares 
son  frecuentes,  y  los  rayos  y  truenos  inspiran  Acrdadero  terror,  á  la  par 
([ue  admiración,  pues  hemos  dicho  en  el  comienzo  de  este  bosquejo,  que 
en  América  todo  es  íi'randioso.  Las  lluvias  en  algunas  rey-iones  inun- 
dan  en  corto  tiempo  campos  y  ciudades,  las  calles  se  convierten  en  ríos 
V  en  lagos,  y  el  fragor  del  trueno  tiene  semejanza  con  varios  cañonazos^ 
disparados  á  un  tiempo. 

Los  vientos  son  recios  en  las  partes  altas  de  la  cordillera,  y  los  tem- 
])lores,  por  desgracia  frecuentes  en  casi  toda  la  extensión  peruana,, 
arruinan  pueblos  y  causan  grandes  estragos. 

Los  Andes  recorren  el  Perú  de  S.  á  N.  casi  paralelos  á  la  costa,  y  dot> 
ramales,  oriental  y  occidental,  se  desprenden  del  nudo  del  Porco  y  de 
Potosí  en  tierra  boliviana,  y  penetrando  en  el  Perú,  siguen  uno  oriental 
hacia  los  departamentos  de  Moquegua  y  Arequipa,  y  otro  occidental  por 
Puno,  el  Cuzco  y  Ayacucho:  tanto  en  el  primero  como  en  el  segundo^ 
hay  hermosos  y  temibles  volcanes,  entre  estos  es  el  Misti,  colosal  ata- 
laya de  los  fértiles  y  risuefios  campos  arequipeños,  terror  y  á  un  tiempo 
asombro  de  los  habitantes  de  la  ciudad  que  á  su  pie  está  situada. 

El  bellísimo  cono,  según  Pentland  y  Paz  Soldán,  tiene  20,800  piet> 
ingleses  sobre  el  nivel  del  mar,  y  deslumhra  cuando  el  radiante  sol  lo 
baña  y  abrillanta. 

A  sus  reflejos,  ya  casi  en  el  ocaso,  lo  hemos  contemplado  cubierto  })or 
regio  manto  de  armiño  y  azul,  levantando  su  arrogante  cabeza  y  celo- 
samente guardado  á  20,000  varas  de  distancia  por  dos  colosales  centine- 
las, el  PicJiu-PicJiu  á  la  izquierda,  y  el  Cliaáiani  á  la  derecha. 


B(JS(iUK.|()  FÍSK^O  DEI.  COXTIXKXTE  AMERICANO  345 

El  f»'uano  ha  sido  el  más  iiiaf^otable  manantial  de  la  riqueza  peruana; 
por  ser  fertilizante  el  más  poderoso,  hasta  el  punto  de  que  usado  con 
exceso,  quemaría  la  raíz  de  las  plantas.  La  escasez  de  lluvias  en  la  costa, 
ha  sido  el  mayor  auxiliar  del  guano,  pues  provisto  de  gran  cantidad 
de  sales  amoniacales,  éstas  con  un  fuerte  aguacero,  perderían  su  vigor 
al  disolverse.  Algunos  sabios  han  calificado  al  guano  de  producto  mine- 
ral en  vez  de  orgánico;  pero  Humboldt  y  otros,  aseguran  (pie  este 
abono  está  compuesto  de  las  materias  <5  excrementos  de  aves,  tales 
como  el  alcatraz,  la  gaviota,  el  cuervo  de  mar,  etc.  En  veinte  años, 
haciendo  un  cálculo  aproximado,  ha  producido  el  guano  200  millones 
de  duros  ó  250.  En  el  reino  animal,  descuella  como  utilidad  la  inofen- 
siva y  graciosa  ¡lama  por  el  valor  de  su  piel  para  la  exportacitúi,  la 
vicuña  y  el  guanaco,  preciosos  animalillos  que  se  encuentran  en  grandes 
manadas  en  toda  la  elevada  regi()n  de  Arequipa  á  Puno.  El  puma  ó  lecni 
de  América  que  habita  en  los  bosques,  así  como  el  jaguar  y  gran  varie- 
dad de  monos  y  esplendorosos  pájaros  de  bellísimoplumaje. 

Fecundizan  el  territorio  peruano  infinitos  ríos;  pero  los  más  anchos 
v  caudalosos  son  el  Marañ(5n  ó  Amazonas,  de  crecidísimo  caudal,  que 
nace  en  el  lago  Laun'cocha  al  norte  del  cerro  de  Pasco,  y  baña  una  gran 
parte  de  la  región,  que  es  su  cuna,  y  después  de  recorrer  vastísima 
extensión,  va  á  mezclarse  con  las  ondas  del  Atlántico:  recibe  en  su 
marcha  más  de  quinientos  tributarios,  su  extensión  es  de  7,500  kilóme- 
tros, de  los  cuales  6,000  son  navegables. 

El  suelo  peruano  encierra  antigüedades  y  diferentes  curiosidades, 
dignas  de  estudio  y  detenido  examen  para,  el  viajero  observador. 

El  camino  de  hierro  de  Moliendo  á  Arequipa  y  Puno,  el  que  de  Lima 
conduce  á  Chancay,  y  el  de  la  Oroj^a,  '  son  tres  notabilísimos  trayectos, 
sorprendentes  por  la  altura  que  alcanzan,  por  los  paisajes  maravillosos, 
por  lo  atrevido  del  pensamiento  y  por  la  ejecución.  Allá  en  el  fondo  de 
las  ([uebradas,  se  admiran  en  el  último,  los  riachuelos  que  serpentean 
entre  vallecitos  frescos  y  verdes:  en  los  lados,  peladas  rocas  que  la  mano 
del  hombre  ha  perforado  para  dar  paso  á  la  locomotora,  y  numerosos 
túneles  que  atraviesan  la  altísima  montaña  al  borde  de  profundo 
precipicio.  La  decoración  cambia  á  cada  instante;  sitios  de  tropical 
vegetación  se  suceden  á  otros  salvajes  y  áridos;  puentes  de  altura  co- 
losal, como  el  de  Berrugas,  que  se  alza  soberbio  sobre  un  precipicio 
de  580  pies  de  anchura,  apoyado  en  tres  pilares  de  hierro  y  alcanzando 
del  centro  una  elevación  de  282  pies. 

En  el  de  Chancay,  es  diferente  la  impresión;  sobre  el  lecho  movedizo 
está   tendido  el   rail,  y  éste  apoya   en   durmientes  formados  con  sacos 

*     Atraviesa  los  Andes  á  la  altura  do  l.").()l")  pies,  pava  terminar  en  Oi'oya  á  1¿.178  soLro  ol  nivel  del  mar. 


346  AMERICANOS    CÉLEBRES 

rellenos  de  arpua,  al  borde  de  una  pendiente  rápida  y  deleznable  ([Ue 
concluye  en  el  mar.  Desde  las  fuentes  del  Rimac  hasta  Lima,  se  ex- 
tiende el  acueducto  construido  en  1875,  y  que  suministra  á  la  capital 
peruana  80  millones  de  metros  cúbicos  de  agua. 

El  acueducto  de  Arequipa  á  7,000  pies  de  altura,  se  cree  es  uno 
de  los  mayores  del  mundo. 

Pero  nada  más  interesante  y  bello  (pu'  la  perspectiva  del  lago 
Titicaca,  situado  á  .-),914  metros  sobre  el  nivel  del  mar.  Calcúlase  su 
perímetro  de  270  millas  aproximadamente;  su  longitud  de  N.  O.  á 
Sudoeste,  de  150:  la  ])rofundidad  de  24  á  (JO  varas,  y  la  superñcie 
de  1,4()4  millas  cuadradas.  Las  aguas  del  lago  son  dulces,  pero  no 
exentas  de  furiosas  tempestades,  tan  peligrosas  como  en  el  Océano. 

En  la  mesa  que  forman  las  dos  ramificaciones  de  los  Andes  de  Bolivia. 
extiende  el  lago  misterioso  sus  islas,  estrechos,  penínsulas  é  istmos,  (^ue, 
según  la  tradición,  encierra  grandes  tesoros  y  el  recuerdo  de  haberse 
aparecido  en  él.  Manco  Capac  el  fundador  y  sabio  legislador  del  im- 
perio Inca. 

La  industria  peruana,  no  consiste  S(')lo  en  las  minas,  sino  en  tejidos, 
sombreros  de  paja,  herrería,  carpintería,  preciosas  filigranas  y  mallas 
tan  primorosas,  que  aventajan  al  encaje  más  sutil.  La  exportaci<')ii  es  de 
l)lata-piña,  salitre,  bórax,  algodón,  pieles  de  vicuña,  chinchilla  y  hua- 
naco, café,  hamacas,  cigarreras  v  otros  artículos. 

La  provincia  litoral  de  Loreto  merece  particular  mención ,  pues  es 
tan  dilatado  su  territorio  como  el  de  todos  los  departamentos  peruanos 
reunidos.  Limita  al  N.  con  el  Ecuador,  al  E.  con  el  Brasil,  al  S.  con  los 
departamentos  del  Cuzco,  Ayacucho  y  .Tunín,  al  O.  con  el  de  Libertad. 
Junííi  y  Amazonas.  El  clima  es  húmedo,  las  lluvias  son  frecuentes:  v 
hermosos  ríos,  entre  ellos  el  Amazonas,  atraviesan  los  solitarios  campos, 
pues  la  provincia  de  Loreto  cuenta  corto  número  de  habitantes,  ()1,125 
poco  más  ó  menos. 

La  capital  es  Moyobamba ,  y  su  principal  industria  es  la  fabricaci('»n 
de  la  finísima  paja  llamada  del  Guayaquil,  y  de  sombreros  de  la  misma. 
El  Perú  se  halla  comprendido  entre  los  .->"  15'  y  D"  15'  latitud  S.  y 
entre  70"^  10'  y  83'^  30'  de  longitud  occidental  del  Meridiano  de  París. 


I!OS(irK,I()  FÍSICO  DEL  (( )XTIXKXTK  AMERICANO  347 


REPL'BLirA  DEL  ECUADOR 


El  anTÍf>'ao  reino  de  Quito,  l;i  moiiaríniía  de  los  Sliyris,  hoy  República 
del  Ecuador,  foi-nia  un  triángulo  irregular  y  confina  al  N.  con  los  Esta- 
dos Cuidos  de  Colombia,  al  S.  con  el  Perú,  al  E.  con  el  Brasil,  Colombia 
Y  el  Perú,  y  al  O.  con  el  Océano  Pacífico.  La  capital  de  la  República  es 
Quito. 

Está  dividido  el  país  en  12  provincias,  que  encierran  un  total  de 
í)r)().Ul)()  habitantes  y  G4.').000  kiltnnetros  cuadrados  de  territorio. 

Se  halla  situada  el  Ecuador,  entre  1"  45'  latitud  N.  y  6*^  latitud  S.,  y 
entre  los  70"  40'  y  80"  10'  de  lono-itud  occidental  de  París. 

El  clima  es  malsano  y  abrasador  en  la  costa,  muy  frío  en  la  eleva- 
ci<')n  de  la  cordillera,  teni[)lado  v  suave  en  la  meseta  de  Quito  y  prima- 
veral en  el  valle  de  Anibato,  en  Patate  y  Baños.  Así,  pues,  disfruta  el 
Ecuador  de  las  ventajas  (jue  prop<n*cionan  diferentes  zonas  ,  y  sus  cam- 
})iñas,  valles  y  boscpies  están  siempre  cubiertos  de  lozano  verdor. 
Contribuyen  á  su  lujoso  atavío  la  abundancia  de  aí>"uas,  pues  arroyos, 
ríos,  riachuelos  v  torrentes,  rinden  su  tributo  y  rejuvenecen  la  madre 
tierra,  reíi'ando  en  todas  direcciones  la  República. 

El  principal  cauce  es  el  Ñapo,  que  tiene  su  orij^en  en  las  faldas 
orientales  del  volcán  (-otopaxi  v  montana  Sincholag'ua ,  bajando  despe- 
nado por  entre  rocas  y  cañadas  de  la  vasta  cordillera  cotopaxina  hasta  los 
bosques  del  Ñapo,  y  después  se  lanza  eu  direcci(5u  E.,  y  al  encontrarse 
C(^n  el  río  Coca  varía  su  rumbo  al  S.  O.  para  ir  á  buscar  su  desagüe  en  el 
xVmazonas. 

El  Ñapo  baña  un  territorio  inconq)arable,  cubierto  de  bosques  corta- 
dos por  praderas,  por  precipicios  cuyo  fondo  escapa  á  las  miradas,  cau- 
sando asombro  las  A'crtieutes  de  la  cordillera,  cuyas  moles  de  rocas 
medio  desplomadas  parecen  inmensas  ruinas,  escombros  de  antiguos 
mundí^s  desai)arecidos  hace  siglos  y  siglos. 

Los  pastos  se  renuevan:  las  cosechas  se  suceden  '  unas  á  otras 
eu  aquellos  ])rados  sienq)re  amenos,  sienq^re  verdes  y  siempre  frescos. 
Al  llegar  á  ser  tributario  del  Amazonas,  tiene  el  Ñapo  1,200  varas 
de  an(4uira,  y  no  mezcla  sus  cristalinas  y  limpias  aguas  con  las  del 
soberano  caudal,  sino  (!()  leguas  más  allá  de  haber  entrado  en  sus 
dominios. 

En  algunos  j)untos.  el  lu'o  encierra  híminas  y  pepitas  de   oro,  arras- 


348  AMERICANOS    CKLKBRES 

tradas  sin   duda,  de  la  cordillera,    porque    el  aluvión  aurífero  es  más 
abundante  en  las  cercanías  de  Cotopaxi. 

Multitud  de  familias  de  monos  habitan  las  orillas  del  Ñapo;  los  rui- 
señores'abundan  y  las  plumas  más  variadas  se  destacan  entre  el  verde 
follaje.  ^  Los  indios  conducen  en  canoas  á  los  viajeros,  quienes  en  los 
rancho!^  que  2)ueblan  las  orillas,  encuentran  carne  ahumada,  plátanos  y 
otros  víveres:  los  indígenas  acostumbran  llevar  la  fozzana  ó  chirlta^ 
bebida  que  preparan  con  yuca,  plátano  verde  tostado  y  otros  frutos. 

El  Curaray,  el  Coca,  el  Santiago,  el  Machang-ara,  el  Esmeraldas,  el 
})intoresco  Daule  sombreado  por  altos  árboles  frutales ,  el  Yaguachi , 
el  Pastassa  y  el  hermoso  Guayas,  son  los  más  caudalosos  ríos  que  riegan 
el  Ecuador. 

La  cordillera  de  los  Andes  se  extiende  por  el  Ecuador  en  dos  ramales 
paralelos  entre  sí,  formando  inia  gran  mesa  cortada  por  numerosos 
nudos.  El  ramal  al  E.  de  la  meseta  lleva  el  nombre  de  oriental  y  el 
de  O.  el  de  occidental. 

A  pesar  de  que  la  cordillera  desde  su  nacimiento  en  el  estrecho  de 
Magallanes,  presenta  majestuoso  y  admirable  aspecto  en  Chile,  Bolivia 
y  Perú,  es  más  soberbia  tal  vez,  más  imponente  en  el  Ecuador,  por 
los  altos  nevados  que  la  coronan,  por  los  numerosos  volcanes,  })or  las 
caprichosas  formas  de  sus  erizadas  rocas:  los  precipicios,  las  perspecti- 
vas y  las  portentosas  especialidades  geológicas,  la  colocan  en  primera 
línea  para  el  estudio:  las  ramificaciones  tienen  grandes  alturas,  en  las 
(íuales  se  hallan  el  traquito  y  el  basalto  en  grandes  masas,  granito^ 
pórfido,  mármol,  desde  una  altura  de  4;,000  varas  á  7,000  sobre  el  nivel 
del  mar. 

Abunda  en  riquísimos  mineral-es  de  oro,  plata,  cobre,  y  en  las 
vertientes  ó  declives  de  los  dos  principales  ramales  andinos,  vetas  de 
oro  purísimo  que  llevan  las  aguas  y  se  mezclan  en  la  arena  de  los  ríos, 
formando  en  ellas  cuencas  que  los  indios  explotan,  sobre  todo  en  las 
avenidas,  pues  quedan  las  playas  cubiertas  del  rico  metal. 

Si  en  el  Ecuador  hubiera  medios  más  fáciles  de  comunicación  con  la 
costa,  y  se  organizaran  empresas  de  inmigración  y  de  explotaciini ,  en 
pocos  años  llegaría  á  ser  fabulosamente  poderoso. 

En  esas  cadenas  de  montañas,  en  la  mesa  de  Tapi  y  á  una  altura  de 
7,282  varas  sobre  el  nivel  del  mar,  eleva  su  cima  el  rey  de  los  Andes,  el 
(h'unborazo,  oculto  entre  los  pliegues  de  su  nevado  manto,  y  cubierto  por 
las  tardes  con  espesa  niebla.  El  Sangay;  el  Capac-Urcu;  el  Tungaragua; 
el  precioso  Cotopaxi;  el  Antisana  y  otros  hermosos  volcanes,  se  destacan 
de  distancia  en  distancia,  y  presentan  espectáculo  deslumbrador. 

'     La  autora  poseo  una  colección  de  pájaros  del  Ñapo  disocados. 


BOSíiUEJO  FÍSICO  DEL  CONTINENTP:  AMERICANO  349 

¡Cuan  solemne  y  majestuosa  es  la  perspectiva  para  el  viajero  cuando 
empieza  á  escalar  la  cadena  de  montañas!  Los  viajes  se  hacen  á  caballo, 
cubierta  la  cabeza  con  un  sombrero  de  anchas  alíis  jipijapa^  y  los  hombros 
con  poncho  de  lana,  de  vicuña,  de  alpaca  ó  de  lino  si  el  calor  es  fuerte. 
A  cierta  altura  reina  el  viento  llamado  páramo,  como  por  ejemplo  al 
pasar  la  meseta  de  TiupuUo,  siendo  preciso  el  abrigo  porque  el  frío 
suele  ser  intenso.  En  la  época  de  la  creciente  de  los  ríos,  se  inundan 
algunas  planicies  viajando  por  ellas  en  vapor,  en  canoa  ó  balsa,  como 
.sucede  en  el  invierno  desde  DabaJtoi/o  á  Savcoida. 

También  son  curiosas  las  taravitns  para  pasar  los  ríos,  que  consisten 
en  una  cuerda  gruesa  ó  cable  fija  en  los  extremos,  á  dos  pilares  de 
madera  colocados  en  cada  orilla:  un  nudo  corredizo  de  otra  cuerda,  hace 
deslizar  una  especie  de  silla  ó  saco  en  donde  va  el  caminante,  y  los  tara- 
viteros  tiran  con  maestría  v  rápidamente  para  cruzar  el  río. 

Los  caminos  son  accidentados,  rocallosos,  y  de  aspecto  á  veces  poco 
tranquilizador,  por  los  precipicios  y  empinadas  cuestas  que  es  preciso 
subir  ó  bajar,  confiados  en  la  inteligencia  del  caballo  ó  muía. 

En  agricultura,  sus  campos  y  bosques  producen  café,  caña,  fistola, 
tamarindo,  algodón,  cacao,  ricos  frutos  v  abundantes  vegetales. 

La  escultura  y  la  pintura  son  celebradas  en  toda  América,  y  artistas 
notables  han  honrado  á  ese  país,  hasta  el  punto  de  buscarse  con  interés 
las  obras  de  Miguel  Santiago  (Apeles  americano);  Oviedo  Albán  (el  Mor- 
laco de  los  escultores);  Legarda,  que  podía  rivalizar  con  los  más  emi- 
nentes de  Europa;  Caspicara,  Manuel  Chil  y  María  Estefanía  Dávalos, 
religiosa  carmelita. 

Rebosan  sus  bosques  en  maderas  preciosas,  en  gomas,  en  resinas,  en 
hierbas  medinales,  en  primorosos  insectos  y  también  en  temibles  fieras: 
el  tigre  negro,  la  pantera,  el  tigrillo,  boas  venenosas,  cascabel,  coral, 
macanas,  graciosas  ardillas  y  monos,  y  entre  éstos  el  tití  miniatura. 

También  en  el  Ecuador,  se  encuentran  tolas  (tumbas)  sumamente 
curiosas  y  A'estigios  de  animales  antediluvianos. 

La  principal  exportación  es  de  tabaco,  café,  cacao,  cascarilla,  pita, 
sombreros  llamados  de  Panamá  y  otros  productos. 

El  espacio  y  límites  de  esta  obra,  hacen  imposible  demos  mayor 
ensanche  á  esta  descripción  y  á  la  de  varios  de  esos  países  americanos 
([uc  no  están  juzgados  en  Europa  bajo  su  verdadero  punto  de  vista,  y 
no  se  les  concede  la  importancia  que  realmente  tienen. 

Narraciones  inexactas  de  viajeros  indiferentes  ó  poco  imparciales; 
libros  escritos  sin  conocimiento  especial  del  continente  americano, 
roban  á  esas  regiones  su  verdadero  aspecto  y  las  presentan  en  estado 
primitivo,  hasta  el  punto  de  creerlo  así  hombres  ilustrados  é  inteligen- 
cias superiores. 


350  AMERICANOS    CÉLEBRES 


AMERKW  rEXTRAL 


I 

^Icdiaba  el  mes  de  Mjiyo  de  18(S2,  cuando  iio.s  embarcamos  en  Paiia- 
iiiá  á  bordo  del  vapor  lloiidu raa,  con  dirección  á  la  América  central. 

El  primer  puerto  en  donde  hicimos  escala,  fué  Piinl<i  Arcmis, 
fondeadero  importante  y  arteria  principal  de  la  re})iiblica  de  Costa 
l\ica.  Seguimos  nuestra  marcha  sobre  olas  tan  mansas,  que  apenas 
producían  movimiento  al  vapor,  con  temperatura,  ni  cálida  ni  dema- 
siado fresca,  y  disfrutando  de  brisa  primaveral  lk\í>'amos  al  risuei'io 
puerto  de  Corinto  (  Nicara<»"ua  ). 

Sucesivamente  hicimos  escala  en  ,l/y/(^//><^//<'/  (Honduras),  La  rnión,  Ltr 
Llhcrfdd  ij  Ac(i¡iiU((  (San  Salvador),  })uertos  en  los  cuales  el  calor  era  suma- 
mente fuerte,  no  templado  ni  aun  por  las  brisas  marítimas,  hasta  ([ue  de 
nuevo  surcamos  las  olas  del  Pacífico.  En  la  noche  anterior  á  nuestra 
lleíi'ada  á  (Tuatemala ,  disfrutamos  de  mi  espectáculo  hermoso,  impo- 
nente, y  de  eterno  recuerdo. 

El  I  zaleo,  como  un  inmenso  faro  iluminaba  el  mar  desde  tierra 
salvadoreña,  y  el  humo  y  las  llamas  proyectaban  caprichosos  oiros  en 
la  ol)scuridad  de  la  noche.  ¡Qué  grandeza !  ¡Qué  tierra  y  (j[ué  culto  se 
rinde  a([uí  á  la  (/reaci<)n  (pie  tales  prodigios  muestra! 

También  vimos  allá  en  el  interior,  en  país  g-uatemalteco,  los  dos 
colosos  o-emelos  (pie  encierran  la  ruina  y  la  destruccié)n ;  son  los  volca- 
nes de  Agua  y  de  Fuego. 

Foiuleamos  en  San  José  de  (luatemala,  el  IS  de  Mayo  de  1SS2.  El 
•desembarco  se  efectu(')  de  un  modo  original  y  nuevo  para  nosoti'os. 
El  muelle  es  elevadísimo,  y  vimos  descender  hasta  el  bote  (pu'  desde  el 
vapor  nos  conducía,  una  especie  de  jaula  con  asientos.  (Hiatro  ])ersonas 
nos  colocamos  en  ella,  y  minutos  después  nos  mecíamos  en  el  espacio 
bajo  impresiíui  extraña  y  no  exenta  de  temor.  La  violencia  de  las  olas, 
es  muy  fuerte  en  acpiel  sitio,  y  creo  que  todos  respiramos  con  entera 
satisfacción  al  encontrarims  sobre  el  muelle,  en  donde  la  acogida  fué  tal, 
(pie  jamás  podré  olvidarla. 

¡Oh  América!  En  cada  una  de  estas  páginas  resaltará  la  ofrenda  de 
mi  cariño  y  de  mi  imparcial  admiración. 


JiOSíiUE.JO   FÍSICO   DF.L   ("OXriXKXI'K  A.\l  KKICAXí )  H51 

La  América  Cf  iitral  e.stá  fecundada  por  multitud  de  ríos  y  riachuelos, 
laju^os  y  lag"unas,  de  gi-an  extensión.  Bosques  mao'níficos  cautivan 
al  viajero,  y  fértiles  campos,  muchos  sin  cultivar,  están  ansiosos  de  la 
mano  del  hombre  para  prodigar  los  ricos  dones  de  su  prodigiosa  fecun- 
didad. Allí  los  productos  no  se  agotan  ni  tienen  estaci(')n,  porque  se 
reproducen  sin  cesar,  como  sucede  en  Nicaragua  que  recogen  tres  ó 
cuatro  cosechas  en  el  año. 

Aquellos  bosques  que  se  extienden  por  leguas  y  leguas,  guardan  gran 
variedad  de  maderas,  algunas  desconocidas  todavía  y  que  podrían  ser  un 
tesoro  para  los  explotadores.  El  Centro  América,  cuenta  hoy  con  cami- 
nos y  comunicaciones  fluviales,  ([ue  hacen  más  fácil  el  transporte  de 
los  productos  (pie  brotan  con  esplendorosa  profusi(')n,  observándose  el 
extraño  contraste  que  presenta  al  lado  de  esa  maravillosa  feracidad, 
la  aridez  de  los  sitios  pantanosos,  lunares  pequeños  en  el  rico  atavío 
de  aquella  naturaleza.  Esas  repúblicas,  lo  mismo  que  algunas  de  las 
del  Sur,  necesitan  inmigración  trabajadora,  activa  é  inteligente;  el  por- 
venir de  esas  naciones  lo  reclama:  sólo  así  podrán  explotarse  las  ricpie- 
zas  de  algunas  regiones.  El  extranjero  industrial,  crea  familia  y  hogar, 
y  al  cabo  de  algunos  años,  es  interesado  y  activo  auxiliar  para  el 
})rogreso  del  país. 

Cada  república  centro-americana,  tiene  especiales  productos  para  la 
exportaci(')n;  y  si  en  Costa  Rica  es  el  café  uno  de  los  más  importantes, 
el  arroz,  el  tabaco,  conchas,  perlas  y  caoutchouc,  son  también  de 
grandes  utilidades. 

La  literatura  se  cultiva  tomando  cada  día  mayor  incremento,  así 
como  la  pintura  y  escultura,  ([ue  ya  en  los  siglos  xvri  y  xviii,  tuvo 
notables  artistas,  sobre  todo  en  Cluatemala. 

La  extensión  centro -americana  es  de  S.  O.  á  N.  O.  de  .')(jO  lea'uíis  de- 
longitud  y  180  de  latitud,  comprendiendo  desde  el  golfo  de  Fonseca,  al 
cabo  de  Gracias  á  Dios.  Confina  la  .Imérica  central,  al  N.  con  los  Estados 
Luidos  mejicanos;  al  S.  O.  con  el  Pacífico;  al  S.  con  el  itsmo  de  Panamá, 
y  al  E.  con  el  Atlántico.  La  superficie,  poco  más  ó  menos,  es  de  1G4,ÍH)(> 
millas  cuadradas,  y  2.r)8(),t)00  habitantes  aproximadamente.  Se  halla 
comprendido  el  territorio  entre  <S"  y  LS"  .')()'  de  latitud  N.,  y  H')**  y 
íH)"  ;50'  de  lonii'itud  O.  de  París. 


352  AMERICANOS    CÉLEBRES 


II 


La  Eepública  de  Guatemala  '  limita  al  N.  con  los  Estados  mejicanos 
de  Campeche  y  Yucatán,  con  el  establecimiento  inglés  de  Bélice  y  el 
golfo  de  Honduras;  al  E.  con  la  república  hondurena  y  la  de  San  Salva- 
dor; al  S.  con  el  Océano  Pacífico,  y  al  O.  con  los  Estados  mejicanos  de 
Chiapas  y  Tabasco.  Número  de  habitantes,  1.278,000. 

Está  dividida  en  veinte  departamentos  y  la  capital  es  Guatemala. 

La  cordillera  de  los  Andes  atraviesa  todo  el  territorio  centro-ameri- 
cano, desprendiéndose  de  ella  varias  ramificaciones  y  mostrando  en  las 
altas  cumbres  volcanes  en  actividad  y  picos  elevadísimos,  entre  ellos  el 
de  Irazú,  á  10,850  pies  sobre  el  nivel  del  mar. 

Entre  las  principales  ramificaciones  citaremos  la  Sierra  ]Madre,  la  de 
Copan,  la  de  Chama,  ramal  de  la  Sierra  madre,  y  la  Sierra  de  Santa 
Cruz.  Forman  la  corona  de  la  Serranía  treinta  y  un  volcanes,  unos 
sobre  la  cordillera  y  otros  en  los  ramales.  I^no  de  los  más  bellos  es  el 
Santa  María,  departamento  de  Quetzaltenango,  lozano  y  risueño  por  la 
veg'etación  que  le  engalana  hasta  la  cima.  Su  forma  es  regular  y  su 
altura  unos  o,r)00  metros:  es  volcán  apagado. 

Cristalinos  y  hermosos  caudales  de  agua  cruzan  la  Rej^ública  en  todas 
direcciones,  siendo  uno  de  los  principales,  el  Vaamacinta,  el  más  impor- 
tante de  la  América  central,  y  que  al  atravesar  de  Peten  á  Tabasco, 
forma  graciosos  giros  y  cataratas  con  su  tumultuosa  corriente. 

Entre  las  familias  de  preciosos  pájaros,  se  distingue  el  (¡uclzal,  del 
tamaño  de  una  tórtola,  con  vistoso  plumaje  verde  esmeralda  brillante, 
y  con  cambiantes  oro.  El  pecho  es  rojo:  en  la  cabeza  tiene  un  pilonero 
pequeño  y  forman  la  cola  tres  largas  plumas.  Ese  hermoso  pájaro 
es  símbolo  de  la  Libertad,  por(pie  no  puede  vivir  enjaulado,  y  al  verse 
preso,  muere.  En  el  escudo  de  la  república  guatemalteca  se  ostenta  el 
qiipfzal. 

Keptiles,  fieras,  insectos,  ])reciosos  lepidópteros,  viven  y  se  agitan 
en  los  floridos  campos  ó  frondosas  alamedas. 

•  Desde  hace  algunos  años  ha  entrado  la  república  de  Guatemala  en  la 
senda  del  progreso,  y  sus  caminos,  desde  la  costa  á  la  capital,  facilitan 
medios  para  que  el  extranjero  i)ueda  visitar  los  grandiosos  restos  del 
antiguo  reino  de  (Jiu'clié. 

A  corta  distancia  de  Guatemala,  se  encuentran  las  interesantes  ruinas 

'     Cerro  qno  arroja  agua,  y  en  A '.toca  según  algunos  autores  [/iinnflifiíiinU  (palo  muerto). 


150S(iUi:.I<)  FÍSICO   DKL  COXTIXEXTK  AMERICANO  353 

de  la  Aiitig'iia  y  la  Vieja.  Las  primeras  son  soberbias,  y  hermosos  edi- 
ficios medio  derruidos  cautivan  la  atención  del  viajero:  ^  un  terremoto 
las  redujo  á  escombros.  Están  situadas  en  un  delicioso  valle,  feraz  y  pin- 
toresco. 

De  la  primitiva  Guatemala  fundada  i)or  el  adelantado  Alvarado,  no 
(juedan  ya  sino  restos  de  la  cai)illa  de  D.'^  Beatriz  de  la  Cueva  y  escom- 
bros enterrados  entre  las  malezas. 

•En  la  plaza  se  ve  el  famoso  Te in pisque^  á  cuya  sombra  cuenta  la  tra- 
dici(')n  descansó  el  adelantado  Alvarado. 

La  aji'ricultura  y  la  industria  han  crecido  y  se  han  desarrollado  en 
corto  número  de  anos,  así  como  la  instrucción  pública,  que  posee  edificios 
admirables  y  bien  ()r<>"anizados. 

La  colonia  inglesa  de  Bélice,  está  limitada  al  N.  por  Yucatán,  al  Este 
por  el  golfo  de  Honduras;  al  8.  por  el  mismo  golfo  y  (Tuatemala,  y  al 
O.  con  la  misma  República. 

La  extensión  del  X.  á  S.  es  de  1()0  millas,  y  de  E.  á  O.  de  GO.  El  clima 
<'s  agradable  y  templado  en  el  interior,  pero  mal  sano  en  la  costa:  el  co- 
mercio es  importante  con  Méjico,  Guatemala  y  Honduras.  La  capital 
de  la  colonia  es  Bélice,  con  más  de  4,000  habitantes  de  población. 


III 


La  más  poblada  de  las  repúblicas  del  Centro  América ;,  es  San  Salva- 
dor, y  tal  vez  podríamos  asegurar  es  también  la  más  rica,  á  pesar  de  los 
trastornos  (pie  producen  los  frecuentes  terremotos. 

La  capital  es  San  Salvador,  y  á  nuestro  paso  por  ella  contaba  pocos 
anos  de  existencia,  pues  había  sido  casi  destruida  por  un  terremoto. 

La  nación  salvadoreña  confina  al  N.  con  Honduras  y  Guatemala:  al 
E.  con  la  primera  República  citada  y  el  golfo  de  Fonseca;  al  S.  con  el 
Pacífico,  y  al  O.  con  el  río  de  «Paz.  La  longitud  de  su  territorio  es  de 
1()0  millas  geográficas:  su  anchura  GO,  y  superficie  9,G00  millas  cuadra- 
das, poco  más  ó  menos,  y  600,000  habitantes.  El  clima  es  cálido  y  tem- 
pestuoso, sobre  todo  en  Julio  y  Agosto,  y  en  la  costa  es  demasiado  ar- 
diente. 

La  cadena  de  montanas  llamada  Costera,  presenta  varios  y  hermosos 
volcanes,  como  son:  el  de  Sídita  Ana ,  á  G,GOO  pies  de  altura:  el  bellísimo 
íf zaleo,  á  4,97o  pies  sobre  el  nivel  del  mar,  en  constante  actividad:  el 
San  Sali'íídnr,  hoy  apagado,  presenta  dos  cimas,  la  del  S.  á  6,800  pies  de 

'     li!i  ínitorii    imsee   algunas  moMuras  que  iirovioneu  do  las  ruinas  de  la  Catdlral. 

*  23 


354  AMKRICAXOS    CÉLEBEKS 

nlturM,  pues  tiene  un  cráter  llamado  el  Ixkiuci'Óh  y  en  su  fondo  una 
la^-una.  La  cima  N.  está  á  7,r)0()  pies. 

r^os  Ausoles  (le  AhiKíeliapáii  (bocas  volcánicas)  y  el  de  S<(ii  Vieenle:  ;í 
sus  pies  se  extiende  el  valle  de  diboa,  con  todo  el  esplendor  y  aleare  con- 
junto de  su  eterna  primavera. 

El  San  MiijueJ  es  uno  de  los  volcanes  más  activos  y  está  á  (i,.")!)!)  pies 
de  altura;  es  de  los  más  notables,  pero  sin  olvidar  al  interesante  llopan- 
ü'o,  ([ue  se  halla  en  el  lago  del  mismo  nombre  cercano  á  la  capital. 

A  nuestra  llegada  estaba  apagado,  pero  posteriormente  creemos  lia 
\  uelto  ;í  lanzar  va})ores  y  agua.  La  Re[)iiblica  está  dividida  en  catorce 
departamentos.  Tiene  grandes  haciendas,  jardines,  plantíos  de  café,  de 
arroz,  cereales  y  frutos,  acusando  el  todo  la  actividad  laboriosa  de  sus 
hijos.  Se  tejen  preciosos  rebozos  (  especie  de  chai  ),  pañuelos  y  otras  telas 
de  seda  y  algodón.  El  comercio  interior  es  animado. 

Tanto  esta  ReiuAidica,  como  todas  las  del  Centro-América,  tiene  líneas 
de  caminos  de  hierro  para  los  lugares  más  importantes  y  qí^^Xíi  cruzada 
por  telégrafos. 

En  no  lejano  día,  se  calcula  (¿ue  las  dos  primeras  repúblicas  podrán 
unirse  por  rieles',  y  el  Atlántico  entonces  por  Smito  Tonnís,  estai'á  en 
inmediata  comunicaciíni  con  el  Pacífico. 


IV 


La  })atria  del  invicto  cuanto  infortunado  general  Mora/;íii.  est.í 
encerrada  entre  altas  montanas,  frondosos    l)os(|ues   y   vírgenes   selvas. 

Impetuosos  ríos  bañan  su  territorio;  el  Clioluteca,  el  Chamelecón,  el 
riúa,  que  es  el  más  ancho  de  la  república  de  Honduras  y  baña  el  extenso 
])lano  de  Sulá;  Aguan,  Segovia  y  Río  Negro;  los  últimos  navegables 
para  vapores  pequeños.  El  rumor  de  espumosas  cataratas  interrumpe  el 
silencio  de  los  solitarios,  pero  fértiles  y  íwnenos  canqjos,  y  en  ellos  gorjean 
y  forman  armonioso  coro  pájaros  extraños  y  aves  (pie,  como  la  oro})éndola 
y  el  quetzal,  encantan  por  su  plumaje.  Entre  las  aves,  hay  un  pavo 
especial  vestido  con  brillantes  colores,  y  en  su  cola  luce  lunares  color 
záfiro  con  cerco  dorado  y  rubí.  Es  un  animal  tan  prinu^roso  como  raro. 

Honduras  tiene  por  su  lujosa  vegetación  el  aspecto  de  los  pueblos  pri- 
mitivos americanos^,  y  como  ellos  encierra  en  su  seno  ricos  minerales, 
algunos  en  explotación  por  empresas  extranjeras,  tales  como  la  de  Santa 
(^ruz.  Tiene  en  sus  bosques  maderas  preciosas  y  entre  éstas  el  palo  dr 
rosa,  campeche,  brasil,  mora  y  caoba.  En  las  entradas  de  los  boscpies  que 
fertilizan    los    ríos    Ulúa ,    Negro,    Patuca   y   Agrán,    hay    establecidos 


nosiilKJO   FÍSICO  DEL  COXTIXKXTK   AMKKICAXO  355 

üraudes  coi-lrs,  y  los  hondurenos  se  ocapan  además  en  el  laboreo  de 
minas  y  exportacifui  de  añil,  tabaco,  sombreros  de  palma  ñnísimos,  oro, 
plata  A^  j^anado,  siéndola  cría  de  éste  la  principal  ri([ueza. 

Los  puertos  que  la  República  hondurena  posee  en  el  Atlántico,  son: 
Omoa,  Puerto  Cabello  y  Trujillo,  cuya  ))ahía  es  vasta  y  hermosa.  En  el 
de])artamento  de  Gracias,  existe  una  <>'ruta  que  tiene  un  manantial  rojo, 
el  cual  se  descompone  como  la  sangre  y  al  mezclarse  con  las  aguas  de 
un  arroyo  cercano,  las  da  el  color  y  el  aspecto  de  aquélla ,  por  lo  ([ue 
se  la  nombra  la  Fuente  de  sangre. 

(■omo  en  los  contornos  de  la  gruta  crece  en  abundancia  la  pilüjona . 
fruta  de  color  rojo,  tal  vez  los  murciélagos  y  otros  animales  se  alimentan 
con  ella,  y  sus  excrementos  coloran  el  agua  del  manantial  según,  la  opi- 
nión de  Le  Conté. 

La  capital  de  Honduras  es  Tegucigalpa  (cerro  de  plata  ),  y  la  Repú- 
blica confina  por  el  N.  con  el  Atlántico;  al  E.  con  el  mismo  mar  y  Nica- 
ragua; al  S.  con  el  golfo  de  Fonseca,  San  Salvador  y  Nicaragua:  y  al 
O.  con  (luatemala. 

La  extensión  del  territorio  se  calcula  en  40,U0ü  millas  geográficas 
cuadradas;  la  costa  del  Atlántico  tendrá  como  400  millas  de  extensión  y 
la  del  Pacífico  como  GO  entre  las  desembocaduras  de  Río  Negro  y  del  río 
(ioascorán,  contando  de  .-)80  á  400,000  habitantes  blancos,  mestizos  y 
caribes. 

En  la  costa  del  Pacífico,  el  clima  es  cálido;  ardientísimo  en  la  del 
Atlántico:  aii'radable  v  suave  en  las  mesas  y  en  los  valles. 


El  2  de  Septiembre  de  1882,  fondeaba  en  (Jorinto  el  vapor  llouduraxr 
v  pocos  momentos  después  desembarcábamos  en  tierra  nicaragüense. 

La  república  de  Nicaragua  tiene  á  la  república  de  Honduras  por 
el  N..  al  S.  la  de  Costa  Rica;  al  O.  el  Océano  Pacífico,  y  al  E.  el  mar 
caril)e. 

El  área  es  poco  más  de  40,000  millas  geográficas  cuadradas;  su  exten- 
sión loO  y  aproximadamente  la  misma  anchura.  La  extensión  de  la  costa 
atlántica  se  calcula  en  oOO  millas,  y  la  del  Pacífico  en  200.  La  capital 
es  Managua,   ciudad  naciente  y  campo  neutral  entre  León  v  (^ranada. 

El  clima  en  la  costa  es  fuerte  y  malsano;  en  el  interior  es  también 
muy  ardiente  y  sólo  en  algunos  lugares  se  disfruta  temi)eratura  prima- 
veral. 

La  ])oblación  es  a})roximadamente  de  250  á  .'500, 000  habitantes. 


356  AMERICANOS    CÉLEBRES 

Nicaragua,  por  su  exuberante  savia,  es  la  verdadera  y  rica  tierra 
prometida ;  hay  además  algo^  que  para  el  extranjero  le  hace  más  grata  la 
vida  y  menos  dura  la  ausencia  de  la  patria:  la  hospitalidad  patriarcal 
de  esa  tierra  en  donde  reina  libertad  bien  entendida,  con  la  sencillez  y  la 
bondad  de  los  tiempos  primitivos. 

En  la  culta  Granada,  en  el  florido  pensil  de  Masaya ,  en  la  antigua 
León ,  en  la  alegre  Chinandega  y  en  la  pintoresca  Managua ,  no  existe 
ni  la  etiqueta,  ni  las  fórmulas  de  los  grandes  centros  de  otros  países: 
pero  hay  corazón,  entusiasmo  y  franca  lealtad. 

En  la  república  de  Nicaragua,  los  ganados,  el  cacao  y  el  añil  son  los 
productos  de  mayor  utilidad  para  la  exportación:  hay  hacienda  que 
contiene  80,000  cabezas  de  ganado  y  de  éstas  una  gran  parte  se  venden 
en  los  mercados  de  California.  El  algodón  y  el  café  aumentan  cada  día 
en  su  valor;  las  plantas  de  añil  tienen  tanto  desarrollo,  que  á  veces  escon- 
den en  sus  campos  azulados  á  los  caballos  y  otros  animales.  También  se 
hace  exportación  en  grande  escala  del  precioso  cedro  colorado:  hay 
algunos  muy  corpulentos  y  la  madera  tiene  perfume  delicioso.  El  país  es 
abundante  en  minerales  de  oro,  plata,  cobre  y  azogue:  el  puma,  el  jaguar, 
el  tigre  negro,  el  oso  real  y  el  tigrillo,  comparten  el  reino  de  los  bos- 
ques con  las  serpientes,  culebras,  víboras,  boas  y  corales:  mariposas  á 
miles  revolotean  sobre  los  prados,  y  el  maléfico  coinejéit,  los  alacranes, 
avispas  y  arañas  parecidas  á  la  tarántula,  anidan  en  todas  partes,  así 
como  la  dañosa  nifjua ,  que  se  introduce  entre  la  piel  de  los  pies  y  procrea 
en  ellos;  generalmente  se  busca  con  una  aguja  muy  fina  ó  se  iiitroduce 
polvo  de  tabaco  que  le  causa  la  muerte. 

Los  ríos  más  importantes  de  la  República  son  cuatro:  el  San  Juan, 
Ivío  Grande,  Mico  y  Coco. 

Los  lagos  son  magníficos;  la  Naturaleza  engalana  sus  márgenes  con 
verdes  guirnaldas  y  pintorescos  paisajes.  El  lago  de  Nicaragua  tiene 
DG  millas  de  largo  por  40 "de  ancho,  y  la  superficie, — dice  Levy,  —  es  por 
lo  menos  de  2,000  millas  cuadradas;  la  altura  lo9  pies  sobre  el  nivel  del 
Pacífico. 

La  cordillera  principal  y  sus  ramificaciones  forman  las  montañas  de 
Nicaragua;  en  el  lado  N.  O.  del  hermoso  lago  Managua,  vemos  al  Momo- 
ioinbo,  como  aislada  atalaya  á  0,128  pies,  y  á  corta  distancia  el  Momoii- 
loriihito,  reproducción  exacta  del  primero. 

En  la  más  risueña  de  las  islas  del  lago  de  Nicaragua ,  se  levanta  el 
Madera,  cono  truncado  á  4,190  pies.  Vecino  al  JIomeiepe,  de  5,350  en  las 
orillas  del  mismo  lago,  está  el  Momhacho,  ya  apagado,  á  4,588  pies. 

En  una  fresca  tarde  y  ya  cuando  el  sol  poniente  lanzaba  sus  postre- 
ros fulgores,  pasábamos  cercanos  al  Masaya,  de  2,972  pies,  cuyas  fre- 
cuentes erupciones  cubren  con  sus  escorias  el  Noroeste  del  cráter,  y  en  un 


BOi^tiUEJO  FÍíSICO  DEL  COXTIXEXTE  AMERICANO  357 

iiHueiiso  espacio  presenta  el  terreno  cubierto  con  piedras  negras  volcá- 
nicas. Otros  varios  picos,  algunos  á  gran  elevación,  como  el  Viejo  á 
(),2()G  pies,  coronan  las  alturas  de  la  serranía,  y  por  último,  en  el  centro 
de  una  península,  en  la  orilla  meridional  de  la  bahía  Fonseca,  se  alza  el 
Co.seijüiiKt ,  orgulloso  de  su  poder,  á  o,8o5  pies. 

En  lS.-)5  hizo  este  volcán  una  erupción,  que  arrojó  sus  cenizas  en  un 
círculo  de  1,500  millas  de  diámetro. 

En  la  costa  del  Atlántico  posee  Nicaragua  un  territorio  llamado 
]x('si'ri'<i  Mo^iiuiia ,  habitado  por  los  indios  salv^ajes  mosrpiitos:  es  una  espe- 
cie de  país  libre  bajo  el  protectorado  nicaragüense. 


YI 


El  día  oO  de  Septiembre  de  1882,  abandonamos  el  suelo  de  Nicaragua 
en  medio  de  cariñosas  y  entusiastas  demostraciones  de  afecto,  que  siem- 
pre guardaremos  en  la  memoria  y  en  el  corazón. 

De  nuevo  el  vapor  Honduras  nos  recibió  en  su  seno,  y  al  día  siguiente 
nos  dejaba  en  playas  de  Costa  Rica. 

Punta  Arenas  es  el  puerto  pintoresco  y  animado,  en  donde  se  han 
establecido  importantes  casas  de  comercio  para  la  exportación  de  pro- 
ductos del  país  é  importación  del  extranjero. 

I^n  tren  especial  nos  condujo  hasta  la  ciudad  de  Esparta,  acompa- 
ñándonos el  gobernador  de  Punta  Arenas  y  otros  amigos. 

De  allí,  en  buenos  caballos,  salimos  para  San  José,  capital  de  la 
República,  hasta  la  cual  debimos  á  la  galantería  del  Gobierno  la  compa- 
ñía del  gobernador  Girón. 

El  aspecto  de  Costa  Rica  al  atravesar  sus  campos,  al  subir  por  sus 
montañas,  causa  placer  y  satisfacción,  sobre  todo  al  llegar  al  pie  del 
volcán  de  Barba. 

La  cordillera  de  los  Andes  cruza  el  territorio  de  S.  á  N.  Deleitosos 
valles  y  mesas  admirables  coronadas  por  altaneros  volcanes,  completan 
la  perspectiva.  Sus  límites  son:  al  N.  con  Nicaragua;  al  S.  con  la  Nueva 
(í ranada;  al  O.  con  el  Pacífico,  y  al  E.  con  el  Atlántico. 

El  territorio  de  Costa  Rica  es  el  más  pequeño  de  las  repúblicas  cen- 
tro-americanas, calculándose  la  extensión  en  21,000  millas  geográficas 
cuadradras,  y  su  población  de  200  á  250,000  habitantes.  Está  dividida 
en  cinco  provincias  y  dos  comarcas.  La  principal  riqueza  del  país  con- 
siste en  el  cultivo  del  café,  aun  cuando  también  produce  caña  de  azúcar, 
cereales  y  cacao. 


358  A>[E]{[CAXOS    CÉLEBRES 

Abuiidfiu  las  pei'las  en  t-l  golfo  de  Nicoya  y  de  Papagayo,  así  coi-no 
la  concha  nácar.  En  los  l)os(pies  hay  cedro  superior,  granadillo,  ébano, 
brasil  y  otros. 

Sus  principales  volcanes  son:  el  h-iizíi  ó  de  Cartago,  desde  cuya 
cima  se  dominan  los  dos  Océanos  á  ll,')!)!)  pies  de  altura:  el  Tin-ridlltfi 
á  11, n.")!):  el  Ihirha  á  SJOO:  el  Orosi  á  .'),20():  el  r;n>  nianro  á  10,2UI): 
estas  son  las  alturas  más  culminantes  en  Costa  Kica. 

De  los  ríos  citaremos  el  Alvarado,  Tempis([ue,  Río  (ii-ande,  Sa])oa, 
Naranjo  etc.;  el  clima  es  sano  y  delicioso  en  el  interior,  ardiente  é  insa- 
lubre en  la  costa  del  Atlántico,  y  en  la  del  [■'acífico  sano,  pero  cálido.  8u 
comercio  principal  es  con  Inglaterra  y  Francia  :  ])osee  minas  de  oro, 
plata,  cobre,  cinc  y  phnno.  ])ero  poco  e\])lotadas. 

La  perspectiva  del  país  seduce  al  viajero  y  le  hace  juzgar  favorable- 
mente á  ese  pueblo  y  á  su  (Tobierno. 


ESTxVDOS  UNIDOS  DE  COLO.MBIA 


La  gran  liepúldica,  fundación  de  un  genio  y  destruida  más  tarde  [)or 
el  choque  de  los  partidos,  se  dividi(')  en  U)!)!  en  tres  naciones  iiulepen- 
dientes,  el  Ecuador,  Venezuela  v  (V)loml)ia,  cuyo  extenso  territorio 
hemos  recorrido  en  1S81. 

Confina  por  el  N.  O.  con  Costa  ilica:  por  el  N.  con  el  mar  de  las 
Antillas:  por  el  E.  con  W'iu'zuela  y  Brasil:  ])()r  el  S.  con  el  mismo  impe- 
rio y  el  Ecuador,  y  ],)or  el  O.  con  el  mai-  Pacífico. 

Los  Estados  Unidos  de  Colombia  están  situados  entre  los  12"  4S'  lati- 
tud X.  y  .')"  4;")'  latitud  S.,  y  entre  los  (JS"  ')'  y  ST)"  í'y'  de  longitud  occi- 
dental de  l^arís. 

El  país,  por  la  (/onstituci<'>u  de  isi;;;.  está  dividido  en  nue\'e  Estados: 

Cundinamarca,  ca])ital  Santa  Fe  de  Pogotá. 

Panamá,  —       Panamá. 

C  auca,  —       V  o  \)  a  y  íÍ  n . 

Antioquia,  —       Medellín. 

Bolivar,  —       (Virtagena. 

^Magdalena,  —       Santa  ^NFarta. 

Santander,  —       Socorro. 

Boyáca,  —       Tunja. 

Tolima ,  —       Cuamo. 


liosíílK.K)   FÍSICO  DKL  COXllX  KN  IK  AMKKUANO  85!) 

Territorios:  San  Andrés,  TM-ovidencia ,  Oaquetá ,  (íaajira,  Nevada. 
[Motilones,  Bolivar,  (\asari  y  San  Martín. 

Se  calcula  la  e\teiisi(')n  del  territorio  ctdonihiano  en  S;)(),7(H)  kilcnne- 
tros  cuadrados,  v  un  total  de  .')  millones  de  habitantes  blancos,  zambos 
V  nudatos.  Ca])ital  de  la  República,  I^o<>'otá. 

I.a  i>ran  cordillera,  secciíui  Andes  de  Coloiitlña ,  recorre  en  «^ran 
parte  la  liepública.  Al  S.  de  Popayán,  en  el  páramo  llamado  de  las 
Papas,  forma  una  aj^lomeraciini  de  la  cual  surgen  tres  ramificaciones 
<'asi  paralelas  de  S.  á  N.:  la  Oriental  enlaza  con  las  de  Venezuela,  la 
Occidental,  que  se  prolonga  por  el  itsmo  de  Panamá,  y  la  (Vntral  (pie 
<'s  elevadísima  y  majestuosa. 

]\Ia,iiníficos  vol(;anes,  envueltos  algunos  en  nevado  ropaje,  lanzan 
columnas  de  humo  como  el  (liimlxil  y  el  dltilc^  en  el' Estado  de  Cauca;  el 
primei'o,  á  4,81)0  metros  v  el  seuundo  á  4,840.  Allá  en  el  páramo  de  San 
liO(pu'.  muestra  el  volcán  de  Tni/m'nu's  sus  bellísimos  colores,  y  sus  eleva- 
das cimas  á  4,0lK)  metros,  el  volcán  de  Harú  en  el  Estado  de  Panamá. 
Entre  los  más  hermosí^s  ríos  cuéntase  el  Magdalena,  el  Amazonas,  el 
Orinoco,  el  Atrato  v  otros  profundos  y  caudalosos. 

El  clima  de  (^dombia  es  muy  variado,  pues  (pie  ])()see  todas  las  tem- 
peratui-as,  disfruta  de  todos  los  productos;  y  á  la  par  de  los  frutos 
pi'opios  de  la  zona  intertropical,  se  desarrollan  y  brotan  en  abundancia 
los  de  los  países  tem})lados. 

En  las  altas  serranías  la  temperatura  es  saludal)le,  auuípie  fría,  como 
sucede  en  el  Estado  del  Alagdalena:  en  los  terrenos  pr<)ximos  á  los 
l)os(pies  es  insalubre  v  húmeda;  en  la  rcg'i<)n  de  Po[)ayán,  Estado  del 
i'anca.  se  siente  frío  glacial  en  los  lugares  cercanos  ;í  los  volcanes,  y 
calor  intenso  en  las  costas  del  l'acírtco.  La  anti[)lanicie  (')  stilunni  en  donde 
está  situada  la  cai)ital  de  la  b*e[)ública,  es  fresca  y  perfumada  como 
capullo  entre  follaje,  y  el  clima  es  primaveral  aiúHpie  vai'iable. 

En  las  costas  embalsaman  la  atnujsfera  el  clavito,  el  palosanto,  el 
canelo,  la  vainilla,  la  menta .  y  forman  espesas  selvas  el  caimito, 
el  nai'anjillo.  el  nís})ero,  el  palo  de  rosa,  el  roble  amarillo,  el  manzanillo 
(de  venenosa  frutal,  el  cedro-espina,  el  amarillo  del  Guayaquil,  el 
;írb()]  de  jab()n  <')  sa})onario,  el  ;írbol  de  algodcni  (pie  alcanza  100  pies  de 
;iltui-a  V  lo  emplean  los  indios  ])ara  hacer  canoas.  En  el  interior  existen 
infinitas  maderas  de  tinte,  entre  ellas  la  cochinilla,  y  ci-ecen  nogales, 
pinos,  granadillo.  la  preciosa  madera  hii-ai  guayacán ,  roble,  ])almas 
reales,  palmitos,  palma  para  sombreros  y  caña  brava. 

Tand)ién  son  de  grandes  utilidades  la  (juina,  tabaco,  ganado,  cueros, 
plata,  oro,  sal  de  las  famosas  salinas  de  Oi])a(piirá,  las  ])reciosas  esme- 
raldas de  Muzo,  (Pastado  de  Boyacá),  el  café,  el  azúcar,  el  algodcjn, 
])erlas,  coral,  concha -nácar,  hamacas,  etc. 


8()0  AMERICANOS    CÉLEBRES 

El  comercio  de  exportación  é  iiiiportaci()n  e.s  activo,  no  >s()lo  en  el 
extranjero  sino  con  cada  nno  de  los  Estados,  pues  cambian  sus  produc- 
tos y  se  surten  mutuamente  de  frutos,  lef>'umbres  y  ganado. 

Las  antifi'iiedades  del  valle  de  San  Agustín,  orillas  del  Alto  Magda- 
lena, son  tan  ricas  como  interesantes:  templos,  estatuas,  vasos,  jarrones, 
jeroglíficos  y  multitud  de  objetos  fijan  la  atención  y  despiertan  en  alto 
o'rado  el  interés  histórico. 

En  la  i)rovincia  de  Tunja  se  han  encontrado  piezas  y  jeroglíficos 
tallados  á  cincel:  una  de  las  peregrinaciones  que  hacen  los  extranjeros 
con  particular  curiosidad  es  la  de  San  Pedro  Alejandrino,  situado  en  el 
Estado  del  ]Magdalena,  cercano  á  la  capital  Santa  Marta,  lugar  en  donde 
nuirió  el  libertador  Bolívar. 

Numerosas  islas'  é  islotes  pertenecen  á  Colombia  en  ambos  mares, 
Atlántico  y  Pacífico.  • 

En  el  Estado  del  Cauca  existe  una  fuente,  cuyas  aguas  petrifican  las 
hojas  y  materias  vegetales  que  caen  en  ellas. 


ESTADOS  UNIDOS  DE  VENEZUELA 


«El  19  de  Diciembre  de  1881,  '' fondee >  en  la  Guayra  el  va})or  ingU's 
lisst'(/uivo.  El  sol,  al  reflejarse  sobre  las  tranquilas  ondas,  formaba  cam- 
biantes de  caprichosa  luz  y  por  casual  felicidad  estaba  la  baliía  como 
limpio  cristal.  Ya  en  tierra,  el  calor  me  pareció  insoportable,  y  real- 
mente es  en  la  Guavra  tan  fuerte,  que  á  pesar  de  encontrar  en  la  casa 
del  Sr.  Legórburu,  — amable  español  establecido  allí  y  con  familia 
venezolana  —  cuanta  comodidad  podía  desear,  determiné  salir  en  la 
madrugada  del  día  siguiente  para  Caracas,  capital  de  la  lve})ública    . 

Venezuela  está  limitada  por  el  N.  con  el  Atlántico  y  el  mar  de  las 
Antillas:  por  el  E.  con  la  Guayana  inglesa  y  el  Brasil;  por  el  S.  con  el 
mismo  Imperio,  y  por  el  O.  con  Colombia. 

Por  la  constitución  de  1881  está  dividida  en  un  distrito  federal,  ocho 
Estados,  ocho  territorios  federales  y  dos  colonias  nacionales. 

Las  montañas,  ramales  desprendidos  de  los  Andes  colombianos, 
forman  en  sus  ondulaciones  valles  fértiles  y  lozanos,  y  en  algunos  puntos 
terrenos  quebrados,  en  donde  las  altas  cumbres  llegan  á  la  región  de 
nieves  perpetuas. 


'     Do  mi  J>i lirio 


15«)S(iL'K.I()   FÍSICO  I)i:i.  ("OXTIXKXTK  AMKRICAXO  3(ii 

El  territorio  se  extiende  en  1,400  kilómetros  de  largo  de  E.  á  O.  y  680 
de  N.  á  S.  La  superficie,  1.114,000  kihnnetros  cuadrados;  y  la  población, 
2.121,998  habitantes.  Se  halla  situada  la  República  entre  1"  (5'  y  12"  8'  de 
latitud  X.  y  entre  ()()"  o")'  y  7ü'^  de  longitud  O.  El  clima  es  delicioso, 
sobre  todo  en  el  valle  de  Caracas  donde  está  situada  la  capital. 

Xo  se  conocen  sino  dos  estaciones,  verano  é  invierno:  es  decir,  una 
seca  y  otra  lluviosa. 

Varias  líneas  de  ferrocarril  y  telégrafos  facilitan  la  comunicación  con 
la  costa:  las  cordilleras  recorren  el  país  en  todas  direcciones,  y  gigantes- 
cos ramales  forman  la  mesa  de  Parima  y  las  grandes  sábanas  del  Meta 
y  del  Gnaviare.  Gran  número  de  ríos  que  tienen  origen  en  las  vertientes 
de  los  Andes  y  de  sus  ramificaciones,  aumentan  el  profundo  caudal  del 
Orinoco,  (|ue  baña  una  gran  parte  del  territorio  venezolano. 

En  la  parte  Sur  fecundiza  las  selvas  vírgenes,  prodigio  de  exube- 
rancia y  ricas  en  maderas.  Además  del  Orinoco  cuya  carrera  es  de  más 
de  2,000  kilómetros,  hasta  desembocar  en  el  Atlántico,  formando  en  su 
camino  cataratas  y  caprichosos  giros,  se  cuentan  en  Venezuela  como 
1,0G0,  todos  navegables  para  grandes  ó  pequeñas  embarcaciones:  el 
Meto,  el  Apuré,  el  Essequivo,  el  Río  Xegro,  el  Guayre  y  otros. 

El  comercio   es   activo,    sobre   todo  para   la   exportación  del  celebre- 
cacao,  de  café,  añil,  trigo,  algodón,  azúcar,  caza^'i,  quina,  maderas  de 
tinte,  tabaco  y  caoutchouc.  También  es  importantísima  la  explotaci('»n 
de  las  minas  v  exportación  de  minerales  como  oro,  cobre,  plata,  plomo, 
estaño  y  carbón  de  piedra. 

Catorce  compañías  explotan  el  oro  de  Guayana,  siendo  la  más  rica  la 
del  Callao  y  las  de  cobre  de  Aroa. 

La  cría  de  ganado  es  de  gran  importancia,  y  la  agricultura  ha  tomado 
l)astante  desarrollo.  En  estos  últimos  años  se  ha  fomentado  la  inmigra- 
ci(')n  en  grande  escala  y  han  sido  creadas  dos  colonias  para  emigrantes; 
la  de  Bolívar  y  la  de  Guzmán  Blanco. 

En  la  [)rimera  se  cuentan  12")  haciendas,  en  las  que  se  cultiva  el  café, 
caña  de  azúcar,  yuca  y  otros  productos. 

Venezuela  está  situada  á  la  cabeza  del  continente  sud-americano 
v  cuenta  con  inmenso  litoral  en  el  Atlántico,  causa  por  la  cual  adcpii- 
i'irá  cada  día  mayor  preponderancia. 

En  Caracas  existen  numerosos  establecimientos  industriales,  pro})ie- 
dad  de  extranjeros  en  gran  parte,  así  como  empresas  de  toda  clase. 

La  instrucción  pública  es  obligatoria,  y  en  el  })aís  hay  buenos  cole- 
gios de  primera  y  segunda  clase,  nacionales  y  particulares  y  escuelas 
normales. 

Dividida  la  tierra  venezolana  en  tres  zonas,  fría,  tem})lada  y  caliente, 
presenta,  la  primera,  hermosos  terrenos  cultivados  y  florecientes:  en  la 


3()2  AMERICANOS    CKLKBRES 

se'f>iiii(]a  .  verdes  y  extensos  prados  con  pastos  frescos  y  abundaiites .  y  en 
la  tercera  emnarafiadas  selvas,  monumentos  de  follaje  y  elevadas  cúpulas, 
formadas  })0i'  la  mano  de  la  Naturaleza. 

La  (luayana  es  la  región  de  los  bosques,  y  entre  sus  árboles  se 
cuenta  el  del  ixiii ,  muy  común  también  en  el  Ecuador,  Además  de  la 
Ouayana  venezolana,  hay  territorios  pertenecientes  á  otros  países:  están 
limitados  por  el  Orim^co  y  el  Amazonas. 

T^a  i)arte  comprendida  entre  el  río  citado  y  la  cordillera  de  Tunuicu- 
curá,  pertenece  al  Brasil,  al  occidente  de  Venezuela,  otra  parte  á  Inn'la- 
terra  .  otra  á  Francia  y  otra  á  Holanda. 


KEPITBLIVA  DE  MÉJICO 


l-Csía  adelantada,  vasta  y  rica  porción  del  Nuevo  mundo,  limita  al 
N.  con  los  Estados  Unidos;  al  S.  O.  con  Guatemala;  al  E.  tiene  el  «>(,lto 
de  Méjico  (')  seno  mejicano  y  el  mar  de  las  Antillas,  y  por  O.  y  S.  el  Oran 
Océano. 

E^tíí  dividida  la  líe])ública  en  Aeintisiete  Estados  libres  federales.  Su 
extensi(')n  de  N.  O.  á  S.  O.,  desde  la  confluencia  de  los  i-íos  Oila  y  Colo- 
rado hasta  la  bari-a  de  Suchiate  en  el  extremo  del  Estado  de  ('hia})as,  es 
de  2,  !).•).•)  kihnnetros,  y  117.i)()2  en  su  mayor  anchura  .  desde  la  desem- 
bocadura del  río  i^ravo  hasta  la  boca  del  río  d(d  Fuerte:  la  extensión  de 
sus  costas,  l)anadas  por  el  li'olíb  de  ^léjico  v  mar  de  las  Antillas,  es 
de  2.5X0  kilómetros:  las  del  (iran  Océano  (í,!);")!)  y  la  sii])erñcie  l.í)21,24() 
kihnnetros  cuadrados.  El  número  de  habitantes  es  de  11.020,1)^4:  entre 
éstos,  de  tres  á  cuat-ro  millones  de  indíü'enas,  y  los  demás,  raza  europea. 
es])anola.  americana  y  mezclada. 

Es  el  clima  de  Méjico  benif>"no  a'  agradable,  cuando  abandonando  la 
C(.)sta  en  lo  general  malsana,  ardiente  y  propensa  á  e])idennas  como 
la  liebre  amarilla,  se  llega  á  una  altura  de  .'5,000  i)ies  sobre  el  nivel  del 
mar:  ni  el  frío  puede  calificarse  de  excesivo,  ni  el  calor  alcanza  el  grado 
de  nu)lesta  intensidad,  y  más  bien  pudiera  decirse  que  la  primavera  se 
})rolonga  indefinidamente  con  alternativas  poco  sensibles.  En  la  época 
de  las  lluvias  hay  fuertes  tormentas  y  con  frecuencia  caen  numerosos 
rayos.  La  Naturaleza  conserva  siempre  su  lujoso  vestido  primaveral,  y 
los  arboles  y  plantas  renuevan  sus  verdes  galas  al  despojarse  de  las  ya 
marchitas. 


liOSíjUKJO   FÍSICO  T)K[.  COX  riXi:X'l-F.  AMKRICANo  S(V^ 

La  Kepública  se  extiende  desde  los  U"  oO'  hasta  o2"  42'  de  latitud 
septentrional,  y  desde  los  H8*'  54'  ;)()"  y  119"  25'  :J0"  lono-itud  occidental 
del  meridiano  de  París,  ó  sean  12"  21'  al  E.  de  Méjico  y  1«"  O. 

La  cordillera  forma  en  el  N.  dos  cadenas,  una  oriental  y  otra  occi- 
dental: la  primera  si<i'ue  paralela  á  h\  de  la  Baja  California,  y  presenta 
las  elevadas  cimas  del  volcán  Pi<-()  de  Orizalxi  á  5,295  pies  de  altura  y  el 
Cofre  (le  Iteróte  á  4,U89,  y  la  segunda,  (pie  enlaza  en  el  volcán  de  (loJiína 
ix  4,.')7(S  i)ies  ,  con  la  cordillera  (¡ue  se  dirige  al  Xerado  de  Tnlnca  á  4,57<s 
pies;  otra  alta  cordillera  muestra  orgullosa  los  volcanes  de  l^apocatepcJI , 
;í  5,.-)25  pies  sobre  el  nivel  del  mar  y  cubierto  de  blanco  cendal:  el  Iztür- 
cihiniJI  nevado,  á  4..')()0pies:  el  MaHiidic,  á  4,107:  el  /cnipi'nlícpcc,  á  o,^^^, 
V  otros. 

Los  prados  y  los  boscpies  están  fertilizados  por  abundantes  ríos,  entre 
éstos,  el  T\sumacinta.  el  Bravo,  el  (Irijalva  v  el  Sinaloa.  Varias  lagunas 
v  lagos  se  cuentan  en  la  Be])ública  mejicana,  v  en  las  primeras,  la  de 
Texcoco.  cercana  á  Méjico  v  en  el  pueblo  de  su  nombre:  se  dice  que 
guarda  tesoros  arrojados  por  los  indios  en  la  época  de  la  conquista. 

Posee  la  República  Alarias  islas  en  el  Océano  Pacífico,  en  el  golfo  de 
California,  en  el  mar  de  las  Antillas  v  en  el  Seno  mejicano.  El  territorio 
es  rico  en  minerales,  oro,  ])lata .  ])lomo.  Iiierro,  cinabrio,  azufre,  nitrato 
de  ])otasa,  cobre,  etc.  La  agricultura  está  ñoreciente  y  adelantada,  cul- 
tiv;índose  exquisitos  frutos,  tanto  del  tr<)pico  como  de  climas  templados: 
v  cacao,  café,  algod(')n,  vainilla,  cochinilla  v  tabaco. 

Hermosos  mármoles  llamados  !('<■((  I  i  especie  de  óiii.i'  de  varios  colores, 
negro,  jaspeado,  é)palo,  v  ante.  Hav  también  <')palos  muv  bellos  y 
jaspes. 

El  palo  de  campeche,  que  es  originai'io  del  mismo  Méjico,  se  encuen- 
tra en  el  golfo  de  A^eracruz,  en  el  de  Honduras  y  en  las  Antillas. 

La  exportaciíMi  principal  en  Méjico  es  de  plata  y  oro  acunados,  plata 
<Mi  pasta  v  labrada,  oro  en  ban-as,  piedra  sulfúrea  v  i)lomo  argentífero, 
maderas  ])reeiosas,  cueros,  tabaco,  miel,  concha-perla  ó  nácar,  perlas, 
raíz  de  zacat(')n,  grana,  añil.  etc. 

l^a  im])ortación  es  crecida  y  procedente  de  Inglaterra,  Francia,  Esta- 
llos Unidos.  España.  Bélgica,  Ecuador  v  (luatemala. 

El  iinu/ncí/  (')  (líjniu'  es  abundantísinu),  v  con  él  se  fabrica  la  bebida 
llamada  ))hJ(/i(<'^  muy  general  en  toda  la  República  mejicana:  de  esta 
misma  planta  se  extrae  el  aguardiente  llamado  Iciiiiila:  la  mejor  calidad 
es  de  los  llanos  de  Apán ,  cerca  de  Aléjico,  v  en  Jalisco. 

Los  sorprendentes  vestigios  de  los  aztecas,  prestan  á  Méjico  doble  v 
i'special  interés,  y  sus  célebres  ruinas  de  Lxmali,  ]Mitla ,  Teotihuacán. 
Palen(|ue  v  las  del  templo  y  fortaleza  de  Xochicalco,  son  otras  tantas  é 
¡m])erecederas  huellas  de  lo  que  fueron  esos  pueblos  en  pasadas  épocas. 


364  AMERICANOS    CÉLEBKKS 

En  el  caiiiiuo  de  A^eracruz  á  la  capital,  se  admira  la  pirámide  de 
Cholula,  á  80  pies  de  altura  aproximadamente. 

El  comercio  es  importante,  y  hoy  es  bastante  activo  con  los  Estados 
Unidos. 

La  península  Baja  California,  pertenece  á  Méjico  y  forma  como  una 
vasta  serranía,  dividida  en  el  centro  y  encerrada  entre  las  olas  del  mar. 
En  a<|uel  sitio  se  encuentran  numerosos  fósiles.  El  clima  es  seco  y  el 
terreno  en  lo  o'eneral  árido,  exceptuando  algunos  sitios  ([ue  son  verda- 
deros oasis  en  aquel  desierto.  Tiene  bastante  extensión  y  varios  puertos, 
bahías  y  ensenadas  que  favorecen  para  el  comercio  con  los  Estados  de 
Sinaloa  y  Sonora. 

Confina  por  el  N.  con  la  Alta  California;  por  el  E.  con  el  golfo  dcd 
mismo  nombre  y  mar  Bermejo,  y  por  el  O.  y  S.  con  el  Océano  Atlántico. 
AMven  en  su  territorio  80,210  habitantes. 

La  pesca  de  perlas  y  conchas  es  una  de  las  ocvq)aciones  de  los  mora- 
dores y  la  explotación  de  minas,  pues  el  terreno  es  casi  nulo  para  la 
agricultura.  La  planta  de  tinte  horchiJhi ,  produce  mucho  para  la  expor- 
tación, así  como  la  pesca  de  ballena,  nutria  y  foca. 


ESTADOS  UNIDOS 


No  existe  en  la  historia  de  la  industria  y  del  comercio,  una  página ^ 
un  ejemplo  tan  notable  como  el  de  la  gran  Bepiiblica  del  Norte  xVmérica. 

El  progreso  ha  sido  tan  rápido  y  tan  sólido,  ([ue  en  j)ocos  anos  se  ha 
puesto  á  la  cabeza  de  las  naciones  no  sólo  americanas,  sino  europeas, 
en  muchos  de  sus  adelantos  especiales. 

Sus  productos  han  aumentado  de  día  en  día,  merced  á  la  laboriosidad 
y  al  espíritu  de  empresa  que  anima  á  los  norte -americanos. 

En  estos  últimos  años  la  exportación  de  algodón  ha  sido  fabulosa,  y 
en  una  sola  semana  salieron  para  Inglaterra  80,000  pacas.  En  dos  años- 
han  cosechado  los  Estados  del  Sur,  12  millones  de  fardos.  En  un  estable- 
cimiento de  Colombo  se  da  ocupación  á  2,200  obreros.  Entre  varias 
fábricas  del  Estado  de  Georgia,  el  número  de  gente  enq^leada  pasa 
de  10,000. 

La  caña  de  azúcar  es  uno  de  los  productos  ([ue  más  utilidades  pro- 
porciona en  el  Estado  de  Luisiana.  La  cosecha  del  año  de  ISHó,  fué 
estimada  en  15  millones  de  pesos.   En  la  Carolina  del  Norte,  el  cultiva 


BOSQUKJO  FÍSICO  DEL  COXTIXKXTf:  AMERICAKO  30.") 

del  arroz  crece  de  día  en  día,  y  el  Sur  construye  instrumentos  af»'rícolas, 
jab(5n,  alniidcni  y  diferentes  objetos.  Cada  año  aumenta  la  riqueza  y  la 
importancia  de  la  colosal  República. 

Sus  límites  son:  por  el  N.  la  América  inglesa;  al  E.  el  Océano  Atlán- 
tico: al  S.  el  g-olfo  de  Méjico  y  República  mejicana,  y  al  O.  el  Gran 
Océano. 

E-itá  dividida  en  38  E-itados,  11  territorios  y  un  distrito  federal.  Su 
capital  es  Washington.  La  población  norte-americana  pertenece  á  todos 
los  iTueblos,  es  patria  universal.  Europa  tiene  allí  numerosas  colonias, 
y  no  es  insignificante  la  que  componen  los  hijos  de  la  América  del 
Sur  y  de  las  Antillas.  Unos  establecidos  y  tomando  parte  en  la  actividad 
fabril  de  esa  nación  que  no  conoce  el  ocio,  ni  piensa  en  otra  cosa  que  en 
ganar  tiempo  á  toda  costa:  otros,  viajeros  observadores,  ricos  desocupa- 
dos, ó  comisionistas  de  casas  de  comercio.  Sólo  visitando  el  país  y 
juzgando  por  sí  mismo,  puede  comprenderse  el  movimiento  comercial  é 
industrial.  Es  la  vida  de  la  República:  es  la  base  de  su  rápido  creci- 
miento. Por  todas  partes  se  observa  el  espíritu  de  innovación  y  de 
empresa  que  distingue  á  los  norte -americanos. 

El  territorio  es  inmenso,  y  ocupa  todo  el  centro  de  la  América  del 
Norte,  abrazando  en  su  mayor  longitud  58'^  desde  las  costas  del  Atlán- 
tico hasta  las  del  Pacífico,  y  en  su  mayor  anchura  24*^,  desde  la  desem- 
bocadura del  río  Bravo  á  los  límites  de  la  América  inglesa ,  dilatándose 
entre  25 '^  y  4í)*'  de  latitud  N.,  y  entre  los  69 ^  y  127''  de  longitud  O. 

En  18;Í0  tenía  12.800,000  habitantes;  en  1850,  23.200,000:  y  en  1880, 
50.450,000,  descendientes  de  ingleses,  i/atih'ees ,  de  holandeses,  suecos, 
alemanes,  españoles,  y  la  inmensa  inmigración  de  todo  el  Universo.  Los 
indios  mohicanos,  iroqueses,  onnondegas,  apaches,  corwuanches  y  otra 
multitud  de  tribus  completan  esa  fabulosa  nación. 

Su  área  es  de  9.212,270  kihnnetros  cuadrados.  Sus  principales  ríos 
son:  el  Mississipí,  el  Río  Colorado,  el  Sacramento,  el  San  Joaquín, 
el  Missouri,  el  Alabama,  el  Hudson,  el  Ohío,  el  Potomac,  el  Delavvare, 
Grande  del  Norte,  Brazo  de  Dios,  el  Arkansas  y  otros  varios. 

El  clima  orit'd  de  acuerdo  con  la  población,  sirve  para  todas  las  razas: 
en  los  Estados  bañados  por  el  Atlántico  es  10*^'  más  frío  que  en  Europa  en  la 
misma  latitud.  En  los  que  riega  el  Gran  Océano  es  templado  y  saludable; 
en  la  regi(ni  intermedia  el  frío  es  intenso  en  el  invierno,  y  el  calor 
ardientísimo  en  el  verano. 

Los  vegetales  dan  inmensa  utilidad,  entre  éstos  los  cereales,  el  arroz, 
el  algodón,  el  azúcar  de  caña,  la  de  arce  y  la  de  sorgho,  el  lino,  el 
lúpulo  y  la  viña;  el  producto  de  la  nuez  que  se  estima  en  2  millones  y  se 
cosecha  en  Virginia,  en  el  Tennessee  y  en  la  Carolina  del'Norte. 

Los   ganados  merecen    especial   menci<)n;    se   calcula   el   número   de 


306  AMERICANOS    CÉLEBRES 

caballos  en  7.400,(HIO;  asnos  y  muías,  1.300,000;  30  millones  de  cabezas 
(le  bueyes  y  vacas,  25  millones  ele  carneros;  42  millones  de  puercos, 
cabras,  etc. 

La  industria  ha  invadido  todos  los  terrenos  y  hay  numerosas  fábricas 
de  algodón,  lana,  maquinaria,  hierro,  cobre,  fabricación  de  cervezas, 
vinos,  licores,  carruajes,  muebles  y  relojería,  contándose  mas  de  250,00t> 
fábricas  con  40,000  máquinas  de  vapor,  empleando  más  de  2  millones  de 
obreros. 

En  minerales  se  obtienen  pingües  resultados,  pues  abunda  el  oro, 
])lata,  mercurio,  cobre,  plomo,  petróleo,  sal,  hierro,  y  hulla.  Posee  doce 
puertos  principales  y  catorce  ó  quince  de  segundo  orden. 

El  ejército  se  compone  de  2r),0(H)  hombres  en  estado  normal,  y  en 
tiempo  de  guerra  puede  subir  hasta  600  ó  700,000. 

En  el  N.  de  la  República  hay  hermosos  lagos,  entre  ellos  el  Michi- 
gan, Ontario,  el  Huríui ,  Santa  Clara,  etc.  Al  S.  de  la  Florida,  el  Oke- 
chobee.  En  el  territorio  Ustah,  el  <>ran  Lago  Salado;  en  Nevada,  el 
Humbolt  y  Pirámides;  en  (^alifornia,  Olivens  v  Tular;  en  Oregcni, 
Klamoth  y  Malheur. 

Las  líneas  de  caminos  de  hierro  cruzan  la  liepública  en  todas  direc- 
ciones; una  de  las  cosas  notables  de  Nueva  York  es  el  camino  de  hierro 
elevado;  se  extiende  ya  casi  sobre  toda  la  población.  En  California,  el 
cable  (^ars  es  otra  de  las  invenciones  más  extrañas  ([ue  simplifican 
el  número  de  empleados  en  ese  ramo. 

El  cable  Cars  marcha  con  la  mayor  velocidad  por  medio  de  un  cable 
sin  fin,  que  se  mueve  por  una  má([iiina  fija  sumergida  en  un  tubo  subte- 
rráneo, unida  en  la  parte  su[)ei'ior  por  lui  cincho  longitudinal,  donde 
se  engancha  una  tijera  de  hierro  ([ue  \a  en  el  carro.  Doce  kihnnetros 
\)()Y  hora  es  la  velocidad  que  generalmente  tiene. 

Una  de  las  maravillas  del  mundo  y  (jue  cautiva  la  atencichi  del  via- 
jero, es  la  catarata  del  Niágara,  inqjonente  sol)re  todo  por  el  inmenso 
caudal  de  agua  y  por  las  perspectivas  que  presenta. 

La  instrucción  pública  está  á  crecidísima  altura,  y  por  todas  partes 
hay  centros  admirablemente  organizados  y  con  suntuosos  edificios:  las 
escuelas  normales  están  constituidas  como  las  mejores  de  Europa. 


li(>S(iUE,l()   FÍSICO   HKL  C()^"nXK^"l  K  AMERICANO  ,':()< 


SANTO  DOMINGO 


Hace  al<iTiiios  años  (|iic  la  República  dominicana  vegetaba  sin  presti- 
gio ni  importancia,  y  su  comercio,  industria  y  agricultura,  ni  recibía 
impídso,  ni  tenía  estímulo. 

En  país  tan  feraz  y  rico  faltaban  el  orden  v  la  paz  para  que  el  pro- 
greso invadiera  sus  campos  y  ciudades,  en  las  cuales  la  vida  carecía  de 
esa  actividad  ([ue  conduce  á  grandes  resultados  para  la  riqueza  v  crédito 
comercial. 

Pocos  años  han  bastado  para  cambiar  el  aspecto  de  la  República  y 
darle  preponderancia  en  los  mercados,  por  más  que  puede  aumentar 
mucho  todavía,  dadas  las  condiciones  de  sus  productos  y  de  su  clima. 

Su  extensión  territorial  es  de  Oo,;")!)*)  kilómetros  cuadrados  y  su  total 
de  oOO,000  habitantes  entre  blancos,  mulatos  y  negros.  Está  dividida  en 
cinco  provincias  y  cuatro  distritos  marítimos.  Capital,  Santo  Domingo. 
Ocupa  la  })arte  oriental  de  Haiti. 

Su  exportación  principal  es  la  caoba  y  el  tabaco;  la  primera  es 
abundantísima:  produce  ricos  frutos,  propios  de  país  cálido  y  su  vegeta- 
ción es  exuberante  y  pintoresca.  La  hermosa  bahía  de  Samaná,  está 
formada  al  N.  por  una  semi  isla  ([ue  tiene  a(pu^l  nombre,  v  ha  despertado 
la  codicia  de  posesión  en  algunos  gobiernos  extranjeros  por  su  venta- 
josa situación.  En  Samaná  hay  minas  de  hulla  y  de  hierro,  plata,  oro, 
cobre  y  mercurio. 

La  República  dominicana,  una  de  las  más  grandes  de  las  Antillas 
en  el  Océano  Atlántico,  está  situada  á  la  entrada  del  Golfo  de  Méjico. 
Cuatro  cordilleras  atraviesan  el  país  de  E.  á  O.,  siendo  la  cumbre  más 
alta  el  Pico  del  Cibao,  á  2,622  metros. 

.  Los  ríos  más  importantes  que  bañan  ambas  repúblicas  son  el  (Irán 
Yake,  el  Artibonite,  el  Neiva ,  y  el  Ozama:  casi  todos  son  navega- 
bles. Ambas  repúblicas  tienen  bosques  de  caoba,  campeche  y  otras 
maderas;  algodón,  tabaco,  caña  de  azúcar,  frutos  y  legumbres  (pie 
brotan  con  exuberancia. 

La  República  haitiana  está  dividida  en  cinco  departamentos,  y  tiene 
poco  más  ó  menos  550,000  habitantes,  entre  negros,  mulatos  y  algunos 
blancos.  Capital,  Puerto  Príncipe.  La  superficie  territorial  es  de  24,000 
kilómetros  cuadrados. 


308  AMERICANOS  célkbrí:s 


ISLA  ])E  CUBA  Y  PtERTO  líiro 


Ciiiiipletareiuos  el  bosquejo  físico  del  continente  americano,  inclu- 
yendo á  las  Antillas,  y  de  éstas  la  primera,  la  hermosa  isla  de  Cuba. 

Es  la  mayor  y  la  más  occidental  del  archipiélago  llamado  Grandes 
Aiil/Jhis.  Se  halla  situada  en  el  Atlántico  á  la  entrada  del  golfo  mejicano, 
entre  los  19"  50'  (Cabo  de  Cruz),  y  23"  1(3'  20"  (morro  de  la  Habana)  de 
latitud  septentrional,  y  entre  7G"  riO' (punta  Maisy)  y  87"  20'  (cabo 
de  San  Antonio)  de  log'itud  eccidental:  está  limitada  al  N.  O.  por 
el  golfo  de  Méjico;  al  S.  por  el  mar  de  las  Antillas;  al  O.  por  el  canal 
de  Yucatán  y  separada  de  la  Florida  é  islas  Lucayas  por  el  canal  de 
Bahama. 

Tiene  07,122  kilómetros  de  superficie  y  l.r)21,G<S4  habitantes:  capital 
Habana. 

La  floreciente  Antilla  está  dividida  en  tres  distritos:  Occidental. 
cai)ital  Habana;  Oriental,  capital  Santiago;  Central,  capital  Puerto 
Príncipe.  Forma  la  isla  un  arco  irregular  y  una  elevada  serranía  la 
atraviesa  en  toda  su  longitud  con  los  nombres  de  Sierra  de  Cristal,  del 
Cobre,  de  Baracoa,  Cuchillas  y  Carcamisas,  á  las  que  se  une  la  Sierra 
maestra. 

Sus  principales  ríos  son  el  Cayaquetege,  Cauto,  Sagua  la  Crande. 
Sasua,  Piñal  y  el  poético  Yumurí,  que  serpentea  en  ]Matanzas  al  })ie  de 
las  dos  colosales  montañas  llamadas  el  Habrá. 

Multitud  de  isletas,  arrecifes  y  bancos,  entre  ellos  el  de  Bahama, 
rodean  la  isla  de  Cuba. 

Su  clima  es  en  extremo  ardiente  y  en  algunos  lugares  muy  malsano; 
su  fértil  tierra  tiene  inmensos  elementos  de  riqueza,  y  á  la  par  de  toda 
la  diversidad  de  frutos  y  de  ñores,  posee  admirables  plantas  medicinales. 

Soberanos  de  los  bosques  vemos  al  cedro  colorado,  al  cedrón  y  otras 
maderas.  La  agricultura  tiene  gran  desarrollo,  y  su  principal  fuente  de 
riqueza  es  el  tabaco,  el  café,  el  azúcar,  el  añil,  cacao,  etc.  La  actividad 
comercial  es  mucha,  y  la  exportación  é  importación  son  considerables. 
La  isla  de  Cuba  hace  frente  á  todos  Hi\a  gastos:  sostiene  12,000  hom- 
bres de  ejército,  marina  y  cargos  civiles. 

Posee  minerales  de  oro,  plata,  cobre,  hierro,  piedra  imán,  cristal 
de  roca,  hulla,  sal  y  mármoles.  Aquel  suelo  es  manantial  inagotable  de 
riqueza. 


BOSQUEJO  FÍSICO  DEL  CONTINENTE  AMERICANO  869 

La  isla  de  Puerto  Rico  está  situada  al  Oriente  de  Haiti  y  está 
dividida  en  dos  gobiernos;  uno  que  lleva  el  nombre  del  territorio  y  otro 
el  del  castillo  del  Morro.  Su  población  es  de  731,648  habitantes:  capital, 
San  Juan  de  Puerto  Rico.  El  clima  es  más  suave  que  el  de  la  isla  de  Cuba, 
y  el  terreno  fértil  y  pintoresco.  Su  extensión  es  de  104  kilómetros  de 
longitud  por  90  de  anchura.  El  principal  puerto  de  la  isla  es  el  de  San 
Juan,  espacioso,  seguro  y  bellísimo  en  sus  orillas:  el  movimiento  comer- 
cial no  es  tan  activo  como  en  la  isla  de  Cuba,  aun  cuando  desde  hace 
algunos  años  ha  tenido  mayor  desarrollo.  Fácilmente  podría  darse  gran 
impulso  á  la  agricultura ,  pues  á  ello  se  presta  la  bondad  del  terreno  y 
la  suavidad  del  clima.  Sus  productos  son  los  mismos  que  los  de  la  isla  de 
Cuba,  aun  cuando  en  menor  escala. 


DETALLES 


La  Inglaterra  posee  extensas  colonias  en  América,  que  tienen  por 
límites  al  N.  con  el  mar  Glacial;  al  E.  el  mar  de  Baffin,  por  el  cual 
quedan  separadas  de  lá  Groenlandia  y  del  Océano  Atlántico;  al  S.  los 
Estados  Unidos,  y  al  O.  el  Gran  Océano  y  el  territorio  de  Alaska,  perte- 
neciente á  los  Estados  Unidos. 

El  Dominio  (Canadá),  está  bajo  el  protectorado  de  Inglaterra:  en  el 
Labrador  (América  inglesa  septentrional),  el  frío  es  intenso  y  las  mon- 
tañas están  siempre  cubiertas  de  nieve. 

La  Nueva  Bretaña  tiene  terrenos  fértiles  y  lozanos  en  algunos  lugares^ 
y' en  otros  agrestes  y  con  magníficos  bosques:  en  el  interior  y  más  hacia 
el  N.,  viven  los  esquimales  y  otras  tribus  independientes:  aquéllos  sue- 
len ser  en  algunos  puntos  casi  enanos. 

El  río  San  Lorenzo,  cuya  navegación  es  preciosa,  sale  del  lago  Onta- 
rio y  desemboca  en  el  golfo  de  su  mismo  nombre.  El  Niágara,  que 
procede  del  lago  Erie  y  en  tumultuosa  marcha  sobre  arrecifes ,  bancos  y 
rocas,  se  arroja  en  el  Ontario  formando  la  catarata  maravilla  del 
mundo.  El  Otawa  y  el  Makensia  son  con  los  anteriores,  los  ríos  más 
notables  de  la  región  del  Labrador. 


24 


370  AMERICANOS   CÉLEBRES 


PEQUEÑAS  ANTILLAS  O  CARIBES 


Situadas  en  el  archipiélago  de  ese  nombre,  entre  el  Océano  Atlántico 
y  el  mar  de  las  Antillas. 

ISLAS  FRANCESAS 

La  Guadalupe 192,435  habitantes. 

La  Martinica 166,000 

Capital,  Fuerte,  de  Francia.         25,000  » 

Point-á-Pitre 18,000 

Omitimos  otras  de  menor  importancia. 

ISLAS  INGLESAS 

Las  principales  son: 
La  Dominica. 
La  de  San  Vicente. 
La  Tórtola. 
La  Granada  y  otras  varias.  .      .  31,000  hal)itantes. 

ISLAS  DINAMARQUESAS 

San   Thomas,   pintoresca    población,    puerto   franco   é 

importante. 
Santa  Cruz. 
San  Juan. 

ISLAS  HOLANDESAS 

Curazao 42,000  habitantes. 

Situación  pintoresca  y  especialísima :  puerto  animado. 

Otras  varias  islas  más  ó  menos  importantes  componen  ese  grupo 
mencionado  con  el  nombre  de  Antillas  Menores.  El  clima  es  mal  sano  en 
la  época  de  las  lluvias,  que  empiezan  en  Junio  y  duran  hasta  fin  de 
Diciembre.  En  la  estación  seca ,  el  calor  es  muy  fuerte  y  sólo  la  brisa 


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del  mar  lo  hace  más  soportable.  Reinan  recios  huracanes  acompañados 
por. truenos,  relámpag'os,  lluvias,  temblores  de  tierra,  alternándola 
gaya  primavera  con  los  rigores  del  invierno,  la  belleza  del  cielo  y  del 
sol,  con  el  fragor  del  terremoto  y  el  ruido  de  la  lluvia  que  cae  á 
torrentes. 

El  terreno  es  fértil  y  tiene  las  más  ricas  producciones  del  Asia  y 
África,  á  la  par  que  las  del  Nuevo  mundo. 

Tal  es  el  boceto  del  grandioso  continente  americano,  que  servirá  para 
dar  una  idea  general  de  la  riqueza  de  su  suelo  y  de  los  inmensos  elemen- 
tos que  posee,  y  por  los  que  será  en  lo  futuro  rival  del  Viejo  mundo, 
aventajando  á  éste  por  los  especiales  y  brillantes  dones  con  que  le 
enriqueció  la  Naturaleza. 


índice  del  tomo  segundo 


PAGINAS 


Braulio  Carrillo  (centroamericano) 5 

Benjamín  Franklin  (norteamericano) 11 

Abdón  Calderón.  El  héroe  de  Pichincha  (ecuatoriano) 15 

Francisco  Morazán  (centroamericano) 19 

Francisco  de  Paula  Santander  (colombiano) 35 

José  Bonifacio  Andrada  y  Silva  (brasileño) 42 

José  Ballivián  (boliviano) 46 

Juan  José  Flores  (venezolano) 52 

José  Joaquín  de  Olmedo,  el  cantor  de  Junín  (ecuatoriano).   .     .  67 

Andrés  Santa  Cruz  (boliviano) 72 

Vicente  Rocafuerte  (ecuatoriano) 79 

Felipe  Santiago  de  Salaverry  (peruano) 93 

José  Cecilio  del  Valle  (hondureno) 98 

José  Gaspar  Rodríguez  Francia  (paraguayo) 116 

Andrés  Bello  (venezolano) 125 

Horacio  Mann  (norteamericano) 129 

Ramón  Castilla  (peruano) 137 

Carlos  Antonio  López  y  Solano  López  (paraguayo) 140 

Juan  Manuel  Rosas  (argentino) 149 

Juan  Pablo  Duarte  (dominicano) 161 

Juan  Brown  (norteamericano) 164 

Francisco  del  Rosario  Sánchez  (dominicano) 167 

Benito  Juárez  (mejicano) 171 

Manuel  Pardo  (peruano) 206 

Porfirio  Díaz.  Presidente  de  la  república  de  Méjico 215 

Pedro  II  de  Braganza.  Emperador  del  Brasil 242 

El  general  Harrison.  Presidente  de  los  Estados  Unidos.    .     .     .  246 

Rafael  Núñez.  Presidente  de  la  república  de  Colombia 252 

Bartolomé  Mitre  (argentino) 256 

Luis  Bográn.  Presidente  de  la  repviblica  de  Honduras 264 

Aniceto  Arce.  Presidente  de  la  república  de  Bolivia 267 

Antonio  Flores.  Presidente  de  la  república  del  Ecuador.   .     .     .  270 

Joaquín  Crespo  (venezolano) 276 

Manuel  Acuña  (mejicano) 283 


Justo  Arosemena  (colombiano) 286 

José  Manuel  Balmaceda.  Presidente  de  la  república  de  Chile.      .  2*J2 

Evaristo  Carazo.  Presidente  de  la  república  de  Nicaragua.     .     .  299 

Matías  Romero  (mejicano) 301 

Máximo  Tajes.  Presidente  de  la  república  O.  del  Uruguay.     .     .  307 

El  general  Barillas.  Presidente  de  la  república  de  Guatemala.     .  309 

Casimiro  Corral  (boliviano) 312 

El  general  Ulises  Hereaux.  Presidente  de  la  república  de  Santo 

Domingo 317 

Patricio  Escobar.  Presidente  de  la  república  del  Paraguay.    .      .  319 

Bernardo  Soto.  Presidente  de  la  república  de  Costa  Rica..      .      .  321 

General  Menéndez.  Presidente  de  la  república  del  Salvador.  .      .  323 

Andrés  A.  Cáceres.  Presidente  de  la  república  del  Perú.     .     .     .  325 

El  Dr.  Juárez  Celmán.  Presidente  de  la  república  Argentina.      .  328 

Bosquejo  físico  del  continente  americano 331 


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