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Full text of "Batalla de Aljubarrota: Monografia histórica y estudio crítico-militar"

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HARVARD COLLEGE 
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CHARLES MINOT 

CLASS OP 1828 




BATALLA DE ÁLJUBARROTA. 



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BATALLA 



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ALJUBARROTA. 



► 



V 



MONOGRAFÍA HISTÓRICA 



ESTUDIO CRÍTICO-MILITAR, 



POB 



p. XlMENEZ DE S 



IMENEZ DE bANDOYAL. 




MADRID, 



IlfPEBKTA T ESTEREOTIPIA DE M. RIVADEIÍEYIIA t 
caite d*l Duqut de Oran», número t. 

1372. 



'M 4 31.1 



JUL 151915 

¿ jjBBÁRJ , 



/ 



I 



PROLOGO 



Acontecimientos históricos siempre importantes las 
batallas , lo son mucho más cuando tienen carácter de de- 
cisivas , porque constituyen nudo dé enlace ó solución de 
continuidad en la cadena del destino de las naciones. 

Tratan los cronistas con embeleso de las victoriosas, pe- 
ro se ocupan poco, dejan correr la pluma veloz al mencio- 
nar las funestas , abandonando á los enemigos el cuidado 
de referirlas y ponderarlas , con lo que dan lugar áque el 
tiempo sancione ,», relato, apasionado,, y oMdanl i„- 
mensa utilidad de que se conozcan bien las causas que las 
produjeron; pues las lecciones de la adversidad encierran 
más saludable enseñanza que las de la fortuna. 

Aun los libros especiales de guerra, hasta fecha recien- 
te , examinan con preferencia los sucesos de armas mira- 
dos por el lado de la victoria, fijándose sólo en el valor 
de los vencedores , y discurriendo sobre los resortes que 
emplearon , cosas en las que suelen imaginar concepcio- 
nes, golpes de vista y dotes de inspiración que no hubo, 
pero que el entusiasta encomiador se recrea en describir, 
presentando un cuadro original para distraer al lector, 
iluminado con los colores de la lisonja para algún pode- 



! • 
I 



TI BATALLA DE ALJUBABROTA. 

9 

roso, ó para buscar estímulos al orgullo popular. A la 
misma ciencia profesional se apela también muchas veces 
para deducir en pedantescos raciocinios la sabiduría y el 
genio de tal príncipe ó general , que dicen supo aplicar 
loa buenos preceptos del arte, mientras prescinden ó des- 
deñan estudiar si fueron malos los de su contrario, si ob- 
servó ó no aquellas reglas y principios doctrinales, y 
qué influencia ejercieron para el resultado los incidentes 
fortuitos ajenos á toda racional previsión; datos tan in- 
dispensables como los primeros, que ofretíen anchi) cam- 
po de reflexiones , y que son necesarios para apreciar en 
la crítica el verdadero mérito. 

No es, por cierto, únicamente en las campañas felices 
de celebrados caudillos donde debe estudiarse la guerra, 
aunque ellas sean en general las que proporcionen mejor 
escuela; pues se encuentran notables ejemplos que utili- 
zar en operaciones de segundo orden, y sobre todo en las 
grandes catástrofes que se derivan del infortunio ó de los 
errores^ y tanipoco es justo se atribuya gloria sólo al mes 
hábil ó dichoso ; que hay casos en que le cabe mucha al 
vencido, sin rebajarla que legítimamente corresponde ai 
vencedor. 

Perjudicial para lá historia y la ciencia el empeño de 
exagerarlas ventajas militares, engalanándolas artificio- 
samente, lo es todavía más el ocultar los desastres ó des- 
figurarlos , sin tener el valor de confesar las pérdidas y 

las culpas ¡ Como si fuese vergonzosa la desgracia! 

¡Como si los hombres, aun los más expertos, no pudie- 



ran equivocarse * 



Ni los triunfos deben desvanecer, ni los descalabros 
abatir, hasta el punto de que se relaje la fuerza moral y 
la serena razón que se pide para remediar en lo posible 



PRÓLOGO. VII 

el daño, aunque proceda de las propias inspiraciones. cEl 
no reconocer que se faltó una vez puede significar que 
duele la vanidad herida, y presagia quizás caer en otros 
yerros : por eso, preguntándole al mariscal de Turena 
por qué se perdió la batalla de Marienthal (otros dicen 
que la de ¡Rethel en tiempo de la Fronda), contestó ; Por 
mi folia; que cuando un Iwmbre no ha cometido alguna en la 
guerra, significará que no la ha hecho mucho tiendo,» Bellas 
palabras, que valen tanto por Ja profunda verdad del 
pensamiento, como por la sincera franqueza del capitán 
insigne que las pronunció. v 

Las reglas fundamentales de la concia jnilitar, pocas é 
invariables á través d$ los siglo/*, tiqaen, sin embargo, 
n&uy distintas aplicaciones, pues concurren á complicar 
las infinitas causas del orden moral ó del físico. Lp. peri- 
cia y el valor, el genio y la fortuna, son las. cualidades 
conque se alcanza el. éxito; pero 4 veces no.b^styn laa 
tres primeras para evitar un desastre sj, falta la coarta, y 
de ahí procede que se compare á 1% guerra con un juego 
de azar. 

De estas reflexiones, y del convencimiento de que en 
su estudio son inseparables lo histórico y lo militar, de* 
dyje podría resultar beneficio si, compulsados los mejo- 
res libros y lps documentos posible^ se formasen mono* 
grafías ilustradas y críticas de las más funestas jornadas 
antiguas y modernas de las armas españolas, hasta com- 
pletar una serie de batallas perdidas, en que entrasen 
nombres como Guadalete, Alar eos ¡ Aljubarrota, JRocroi % 
Zaragoza , O caña y Ay acacho. Y aunque la empresa, di- 
fícil para una sola mano, sería imposible para la mia, me 
aventuró á comenzarla, seguro de que no faltarán otros 
que la continúen; eligiendo para ello la de Aljub arrota, 



VIII BATALLA DE AUCBARBOTA. 

porque me pareció tarea al alcance de mis facultades, y 
porque, á pesar de su lqjanía, la considero de interés per- 
manente ea España j pues su trascendencia se rétela cada 
vez que de una ú otra manera se reproduce la antiquísi- 
ma idea; política * que atora denominan Union Ibérica* 

Tan antigua es, en efecto, que puede decirse anterior 
á la cornpkta; independencia de Portugal; mereciendo, se 
anote /q»e jniéíitr as Cotilla se desprendía de aquel con- 
dado, de él hrptabap los primeaos eonatos para agrega- 
ciones ,d^ territorio y reunión de. dominios. Aquí, será de 
opartui¿4^ upa ligera revista de las complicaciones, que 
suscita eser pe^ipicjito siempre que se quiso plantear, y 
vend¡r4,qn. apoyo de.lg,|tésis:que establecemos, dd. influjo 
deteritf^rjte^ faraecpi $e las\ amtaaven los crisis de ¡as 

■ ■ • 

naciones. . / ,••.»... 

Lapip^P^tew^^h^b^r bí4q el dote territorial que 
dio D,.4Wb$9P.^ i^sujwja Teresa loqu$. sirvió después • 
de origen. aJ.Eptído portugués,, disgregado de la corona 

4 

de LeQfl y ; CaptilJa ( y p^aif ece que dej¿ vinculad* ¡pop la fa- 
talidad, mm ip^ryQUcioa fiejaieflil en los ^aflictos de los 
dos .piejos h^ma^os. .„■ . ; 

Las.ppet^nsiQpes^ m^ypr< domingo. y i deslígase del 
feudo, .it^í derlaJ^fenta como de su marádp el conde En- 
rique^ige.pa^ifestaTOn abiertamente al r^orir el Rey, que- 
riendo p9£ . 1& f fuerza desposeer 4 Dofla Urraca de buena 
parte de su herencia; y combinada esa ambición, luego de 
fallecer D. Enrique, con las predilecciones de la Infanta 
por un conde gallego, origináronse disturbios interiores 
y sublevación, de que resultó ser expulsada Doña Teresa 
en beneficio de su hijo Alfonso Enriquez ; y criado éste 
con iguales deseos de independencia, logró verlos satisfe- 
chos por su valor y suerte , ascendiendo á soberano fon- 



MtÓliOOO. IX 

dador de la monarquía. Confesas las noticias que tenemos 
de Aquellos sucesos hasta la definitiva emancipación de 
Portugal, existe, sin embargo, en el país la tradición de 
una victoria alcanzada sobre los leoneses en Valdevez, 
después de la mád afamada contra los moros en los cam- 
pos de Ourique. 

Pot ! enlacen matrimoniales se procuró én los biglos si- 
gtttentes preparad Ja reunión de las óoronás, y en vez de 
acerdáfse al 'propósito, surgían guerras que arraigaban 
má# la' separación. Por el dote de D; Alfondó VI á bu hi- 
ja Teresa dijimos qué comenzó el Estado dé Portugal, y 
por eí cariño del décimo á la suya, Doña Beatriz, casada 
con el rey lusitano Alfonso III , obtuvo la cesión áél Al- 
garve^ y «onél completada por el Sur la donación que 
principió por el Norte. 

La iiisrénsáfo combinación que* motivó Ib prolongada 
corttíenda de que voy á ocuparme , propuesta fué al des- 
venturado D: Juatt I de Castilla pot el veleidoso D. Fer- 
nando deíPortugal, influido dé su efepósa Defaa Leonor, 
euya conducta y preferencias por el caballero gallego 
Fernandez Andeiro, conde de Ourem , sirvieron dé pre- 
texto, fi la muerte del Rey, para los acontecimientos, en 
términos algo jtetfeeidtfs á los del siglo iir, por 'causa de 
la infanta ttófiá Teresa. La razón d#l$s armas áiittló, con 
el derecho de Doña Beatriz, el proyecto de uhioh dinásti- 
ca que envolvia su casamiento, y legitimó la rebeldía del 
Maestre de Avís, asegurando de nuevo la independencia 
portuguesa. 

Pero, rara peripecia, su nieto D. Alfonso V hizo se 
reprodujese en inverso sentido el mismo caso antes de 
trascurrir un siglo , desposándose con dofia Juana (la Bel- 
traneja) ; y pretendiendo reivindicar su derecho al trono, 



X BATALLA DE AUTOARROTA. 

titulábase .ya rey de Castilla. La batalla de Toro , aun- 
que no tan funesta para los portugueses como había sido 
la de Aljubarrota paralas castellanos, echó, no obstante, 
por tierra la pretensión é ilusiones de. D. Alfonso, enca- 
minadas á la propia idea de juntar ambos Estados. 

Reanúdase después el antiguo sistema de los casamien- 
to© uniendo la hija; mayor de los Rey es Católicos , Doña 
Isabel, oon el principe D- Alonso , heredero de Portugal, 
que murió en seguida, y luego con el rey D. Manuel; 1q 
cual ofrece momentáneamente la risueña perspectiva, de 
verificarse .la, fusión peninsular i coú unánime aplaudo, por 
haber fallecido el Príncipe de Asturias y nacer el infante 
D. Miguel ¿loa .Reyes* de Portugal, Mas Dios no quiso 
por qntónces que. s^ cumpliera aquel, anhelo; sucumbió 
en breve el tierno heredero de las dos monarquías, y pro-» 
longo loe ufios sin presentar, nueva -coyuntura hasta, la 
extinción de- la línea legítima masculina de la dinastía 
portuguesa, en; el ¿ardenalrey D. Enrique* que suoedió al 
malaventurado D. Sebastian. . 

El mejor derecho qfue; como nieto de D.. Manuel, por 
sumadle la emperatriz. Isabel, tenía D. Felipe II, fué 
acatado ¡y reconocido por la inmensa mayoría de la na- 
ción; pero tuvo que. penetrar iqi ejército español en el 
reino contra el pretendiente y bi jo bastardo del infante 
D. Luis, que intentó disputárselo* El prior do Grato, Don 
Antonio, .se propuso imitar el ejemplo del Maestre de 
Avís, sin tener él ni sus secuaces las cualidades que dis- 
tinguieron al otro y á sus compañeros, al paso que el Du- 
que de Alba, general contrario, era un consumado mili- 
tar, con quien no puede ser paralelo el rey D. Juan I de 
Castilla. La posición defensiva de Lisboa que escogió el 
rebelde, muy superior á la, en que se hicieron célebres 



PRÓLOGO. XI 

los vencedores del siglo xiv y no le salvó de la derrota, 
consiguiendo la pericia del Duque 7 la actitud de sus. tro* 
pas en Alcántara, victoria decisiva. Mejor que la de. To- 
ro, como algunos han sostenido, merece ser considerada 
esta batalla en el concepto dé índemnizaqicm del honor 
militar lastimado en Alj abarrota. ¡ Qué distinto, nombre 
y suerte fuera la de Di Antonio * y cuánta identidad pro- 
videncial con el Maestre de Avís había* i afirmado su 
prestigio si allí consigue salir victorioso.! >■ 

Notables repainisceaiciae encontramos entre los sucesos 
comenzado? > el- 1.° da Dioiembre de <1 640 en Lisboa para 
la segunda emancipación de Portugal, y los de,1388 ^pero 
esta yes no fueron sola efecto de la espontaneidad patrió- 
tica i . pues la influenciar de resoltes extranjeros tu vo parte 
muy principal. > 

Pocos y decididos conjurados dieqon, el grito de sepa- 
ración de Castilla T atropellaron. en >eL Palacio la autori- 
dad Eeal, representada por la Virein^ princesa Doña 
Margarita de Saboya, y dieron muerte 4 su ministro 
Vafconceüos, como el Maestre de Avís, en 1383;, al Con- 
de de Ourem , que lo era de la Rema viuda regentey doña 
Leonor, Al Duque de Braganza, á pesar de su, resisten- 
cia y vacilaciones, se le proclamó rey Dv Juan l¥ v y fué 
su mujer dofla Luisa de Guzman, hermana del Buque de 
Medina Sidonia, la que más contribuyó á decidirle, y quien 
con más vigor trabajó en lo sucesivo á sostener, la pro- 
longada contienda. De una infanta castellanaprocedió en 
el siglo xii la segregación de Portugal, y por otra dama 
española puede decirse se verificó en el xvn la separa- 
ción.— Las armas de Castilla, lo mismo que en la r ante- 
rior citada lucha, no supieron tener razón, y hubo que re- 
conocer la independencia y la restauración , sin que dea- 



XII BATALLA DE ALJTTBARROTA. 

pues se haya vuelto á ofrecer la posibilidad de timón, ni 
á intentarse po? España absorber su nacionalidad^ á pe- 
sar de otras cuestiones y guerras tenidas entre ambas /si 
se exceptúa el inicuo proyecto de despojo de principios 
del presente siglo, hijo de las miras políticas y domi- 
nante influencia, de Napoleón I, y de las deplorables de* 
bilidaífes >&éi<<jfc¡kÁehm\d& Madrid. »: • » ' . í s • « 

Prescindiendo ide los¡ trances* multares, que* hubiera en 
el primer* oscuro pfertíodo histórico recorrido, resulta que; 
por desgracia» >dé> k humanidad , d peso ó razón de las ar-> 
www/ expresaba e&wi&ó varias 'batallas, viene á ser, co- 
mo antes apuntemos f &fistib(> definitivo en esozfUitóséekw 
pueblo® EfriMjutíiJT^(aflOfd£ 1^65>se tfatsficay afirlna 
lar itidepéfidl^odát ^dei» fi¿tddq poítttguédí t pierden (^ú 
1470)1 w Tora' eLifatenjo. de reunirse á ól el de 1 Gastilla : 
gátiefce c(1mjíKJ80 } ik tractor» v de - Aloátatajra < y realkase la 
unidad^eniti^akrjvyt TÓarpebe oteft vea leu el sijgoáente sfc 
glo potinptitábteTf(j©isge<jqenc4a Idb muchas operaciones 
indecisa» ó'íje^niaj^as para los españoles? ¡pero, sobre 
todo^pbr lá$ tartalka defEHraur (1&5* )j de Ebora d Ame- 
gial (Mti&yfr&eL Iton^iíJkroe (¡l«q&)- » -•< f ■ ■! *. 

Bastante se ha disertado sobre la intervención de la' 
fbrtmmján^iaiguerekiy sobre la porte qfceiálárádndacbr- 
rwpontt», a^tdVeiétetnflmente^oinovKní ^iaB-dis, 
cusicto©#¿ <bcpibnesibay en* que debel atrribwtrse «38© á la 
primera^ei éxito, pero nx> fakan< casofr en que tón ella lo 
consigue ^segunda; por la común supera en un lado 
una ú otra v y aquél es >el íkvorecido * pero ei ambas se re- 
unen, naturales que allí se logren grandes victorias. Ni 
toefc Ib que el: vulgo * llama suerte lo es, ni lo que cree 
desgracia merece siempre tal calificación j así conío á ve- 
069 es injustificable él 'concepto de habilidad que se pre- 



ttÓlOQO. XUI 

gona: á la ciencia del mando militar, ctano á Ja. fortuna 
estilas emjKteas, ayudan 7 aun suplen el vftlory la fe, la 
perseverancia, la organización y la disciplina^ . 

Entre tantas páginas gloriosas como se leen en la his- 
toria: patria, preciso se hace eonfeaaj? que si en hq dos 
largas 1 guerras! con Portugal, eínpez&das, la¡uoá;en 13S4 
y la otra en 1640 (que iaáxíbaífií scj >prok>ñgar)oli do 27 á 28 
años), no f tulleron i ¡ntuestros cetidállbailQá (favores de la 
fortuna, tampoco-: brillaron por áu> ¿ntf bgenoia iyi (demás 
dotes de- buenos : gene? ále3'; á lo cuali, j&ád qm *i: valor y 
pericia, debieron los contrarios sua i ventójasy iy) /última- 
mente ^1 triunfo de la caúsfc cftbfc sustentaron* u> < t ( . 

mL* Jiietoria j(ie 8ueetíob particukíJesi fc^ > tetoidü notable 
desarrollo eñf nuestrw dio?, pfrodufciebdo escceljentep libros, 
queitdan/coh grande ilustración, pnaehafey raionadfa crí- 
tica f taatetos dmpcn^^ ósttbtadptoántea 

da mi'mcrdo tapido ó parcial Mj^equwp^^ 
históricas geaeíaiea El qine pre«ei¡rf;amií& no puede aspi- 
rar 4 comparar tef con tan bue^w^joddo^ ,jpue»)*é con- 
creta 4 reproducir los* testo» jqub eatteteti y ; [ái deducir, 
comparándolos copípttilij o exámesu ^uü rdla^ot e»íiiicp-mi* 
litar! v 11 i.'\M" m. »• , ,)-!■ 1 ;-. 1 .ín-fi^-'íi) jjiÍ "^ htm t-. 

Llevado del deseo de <jueapategca;b¿finíclaí a ila i verdad 
ea i >un. aoantecimienitp • que noi habia» sido t <aún judiado 
detenidamente' en Esípáfla^ .me anima lá-publkwr lo la 
creencia de que esta clase de trabajos, .aunqné:sean me- 
dianos, proporción an siempre algún; adelanta, según lo 
revelan las polémicas que suelea empeñarse por los eru- 
dito*» ocasionando se den á conocer documento* inéditos 
como testimonios nuevos para rectificar ó ratificar «Hechos 
y fecilitar más exactas apreciacionies. 1. 

Después dé dedicado con ahinco A la) lectura de iodo lo 




XIV BATALLA DS ALJCBARBOTA. 

que importaba á mi investigación, así en España como 
en Portugal, me trasladé á visitar ei teatro en que aquel v 
drama sangriento se representó 1 porque no es posible 
hacer el análisis necesario para comprender y definir una 
batalla sino á presencia del terreno ó con el auxilio de 
planos que representen su topografía; de lo que, aunque 
no hubiese tenido antes experiencia , allí la habría adqui- 
rido, Viendo que me proporcionaba dejar resuelta' la duda 
procedente de la contradicción que sobre los accidentes 
locales aparece entre lo qué dice la Crónica castellana y 
lo que afirma la portuguesa. 

La circunstancia de ser indispensable , para forman jui- 
cio completo, estar enterado délas operaciones que pre- 
cedieron,^ fiará, valuar la (importancia de la batalla) las 
ulteriores 1 me obligaron á- redactar con suficiente exten- 
sión y método un relato de todas las que comprende 
aquella lucha, enqtaft Aljubanrota fué el principal inci- 
dente. {•:''■' *' '..-.•.. 

A «so ftólo debiera en rigor concretarse este libro ; pero 
atendida^ ht costumbre de autores dignos de ser imitados, 
de empezar los^suyos con alguna noticia preparatoria acer- 
ca del país á que se. contraen,* juzgué oportuno acompa- 
ñar ufearceseña de loa principales «ucesos políticos y mi- 
litares ocurridos entre Castilla y Portugal hasta la época 
del qqe oes sirve de objeto. 

_ Conduce este sistema á que en conjunto se reflexione 
sobre la relación y enlace histórico de ellos, porque es sa- 
bido que todo grande acontecimiento tiene su raíz en otro 
ú otros que le precedieron , y que tal vez, creídos de* es- 
*ca*a importancia, pasaron desapercibidos* Por esto se ha 
dicho que nada de cuanto ocurre es indiferente, y que has- 
ta el suceso más baladf entraña el secreto de otros futu- 



PRÓLOGO. XV 

ros ; idea que leímos hace poco mejor expresada y que 
, trasladamos en el propio idioma del autor : Les faits ac- 
eompüs contiennent, si on sak distinguer tesséntid de facces- 
soire, les Hgnes genérales de f avenir (1). 

Fúndase nuestro trabajo en las noticias legadas por al- 
gunos, importantes testigos y actores/ y en las de los pri- 
meros cronistas, cuyos textos trasladamos íntegros, sin 
traducir los que no son castellanos, para que el lector 
forme juicio por sí mismo sobre ellos y nuestros comen- 
tados. En esto, sin embargo de que todos corren impre- 
sos, creemos prestar un servicio, pues no todos los libros 
donde se encuentran son comunes ftiera de las bibliote- 
cas, ni de otro modo que viéndolos y cotejándolos* juntos 
pueden satisfacerse las exigencias dfe una buena investi- 
gación. Gcm lafr notas aclaratorias , los extracto» y citas 
que hacemos de los demás historiadores que poco- ti mu- 
cho se ocuparon del asunto, pretendemos demdstodr ha- 
berlo estudiado en conciencia. El pequeño mapa de Por- 
tugal y parte de Castilla que se acompaña!, ayudará á se- 
guir las operaciones descritas * y el croquis mdiaádor del 
sitio de Lisboa, como los del reconocimiento -del terreno 
y de la batalla de Aljubarrota, son indispensable comple- 
mento del texto; habiendo cuidado dé que, así en él como 
en el mapa y vayan escritos los nombres propios de perso- 
nas y localidades según la versión portuguesa, porque 
suele incurrirse en graves equivocaciones al alterarlos. 
Las otras viñetas que van unidas á las ilustraciones res- 
ponden á objetos de interés ó de curiosidad ligados á la 
materia tratada. 
Los cinco capítulos en que se divide el libro indican en 

(1) E. Bbkak; Artículo sobre la filosofía de la historia contemporánea, inserto 
«n la Reme des Zhux Mbnde$, ],° de Noviembre de 1869. 



XVI BATALLA DB AUOTAIIROTA. 

bus epígrafes, por orden correlativo, su contenido ; 1.° Re- 
sefia preliminar ; 2.° Cuadro general circunstanciado de la 
guerra entre Castilla y Portugal desde 1384 hasta la paz 
definitiva de 1432 ; 3.° Documentos y crónicas sobre la 
batalla de Aljubarrota; 4.° Examen comparativo de los 
textos históricos y .estudio crítico de la guerra y batalla; 
5.° Ilustraciones comprensivas de los monumentos, tro- 
feos, recuerdos, tradiciones ó leyendas,. y notas biográfi- 
cas de los principales personajes que figuraron en la bar 
talla; terminando por apéndice con un catálogo biblio- 
gráfico. . 

Del criterio con que be escrito, debo decir que, libre de 
la preocupación que demanda levantar baste la hipérbole 
nuestra historia, y negar ó esconder envueltos en el si- 
lencio los desastres, procuré ponerme en*fel caso de un 
extraño á los dos países que de buena fe expresa el re- 
sultado de sus investigaciones sin que le asalte el temor 
de que le acusen parcialidad por su nacimiento. Mas no 
por esto confio ni pretendo que se acepten infalibles ó 
acertados iodos mis conceptos y conjeturas^ Sospecho ha- 
brá portugueses que me atribuyan tendencias á rebajar 
la fama de la victoria de sus antepasados; y no faltarán 
compatriotas que censurando la elección del asunto, por- 
que debiera relegarse al olvido por ignominioso en lugar 
de recordarlo y esclarecerlo, extrañen que no haya teni- 
do habilidad, como español y militar, para pintarlo con 
más suaves colores por lo que padece , aunque sea el caso 
de lejanos tiempos, el honor y dignidad nacional. En su 
lugar estarán los que limiten su crítica á que no descu- 
briendo nada nuevo importante, digan que era innecesario 
tocar esa llaga, precisamente cuando sólo conviene se tra- 
te de olvidar pasadas discordias, procurando se acerquen 



frftÓLOOC. XVII 

los dos países hasta identificarse ó fundirse en uno, según 
el bello ideal de los que pretenden sea eosa fóeil y : hace* 
dera hoy por iñedio de lo que llaman intereses materia- 
les, civilización y libertades. Pero es curioso observar, 
sin embargo, que ningún adelanto se nota en ése camino, 
y- que aparece contradicción en las teorías en que se fun- 
dan muchos de los que blasonando pertenecer á cierta es- 
cuela filosófica' y liberal por excelencia, ambicionan por 
una paite aplicar en la Península ei prinpipio unitario de 
la&gvandes nacionalidades homogénea^ de raza y de lí- 
mites geográficos naturales, mientras por otra predican 
emancipación del poder central r fed«^aüsaaaos"y autono- 
mías absolutas, provinciales y comunales. . - ,> v 

En> loa juicios y consideraciones que emito, podré reatar 
alguna yex eqfui vocado v y con gusto lo reconoceré^ por la 
cita de documentos que na haya tenido jiresdnéee íié de 
apreciables textos *ju¿e hubiese: olyidado 7 mas, respecto á 
loa caraos de otro orden r triviales pawcerán á los; que 
desapasionadamente nos examines». . t > -. ^ .. .*■ 

Loe recuerdos de una victoria, diremos á loa portu- 
gueses, no deben desvanecer hasta el punto de que por 
la exageración se haga increible é irritante, y.mucho me- 
nos pretender que con ellos se borran los-dp reveses y de 
luto* Y á los- españoles les presentaremos, ipara< que: me- 
diten lo que la historia en la edad antigua y en la época 
contemporánea ofrece, que todas las naciones, áuii las 
más poderosas y guerreras, cuentan en sus anales gran- 
des catástrofes y batallas perdidas no ménoe desiguales y 
de peores consecuencias que la de Aljubarrota, surque 
por eso desaparezcan sus gloriosos blasones de otras em- 
presas; y esto, no como consuelo, sino como lección ; por- 
que es preciso se tenga siempre en la memoria que nada 



XVIII BATALLA DE AUÜBARROTA. 

hay tan variado como la guerra ni tan variable como la 
suerte, de que provino aquel proloquio francés: a Les ar- 
» mes sont journalüreS) que quiere significar : la guerra tie- 
j> ne sus dias, la fortuna es varia, la victoria alterna; ayer 
y> venció Pompeyo, hoy es vencido» (1). 

(2) Capmant; Prólogo á las ordenanzas de las armadas navales de Aragón, Ma- 
drid, 1787. En otra parte hemos "dito citada como bíblica la misma sentencia, 
sin 6a última comparación naturalmente. 



I» I « I | H I 



CAPÍTULO PRIMERO. 

Reseña preliminar. 



SUMARIO. 

Sucesos de guerra entre Castilla y Portugal desde el origen de cate reino hasta 

fine/ del año de 1383. 

«En la parte de España que hoy se llama Portugal , y casi es 
j> la misma que la antigua Lusitania, un nuevo reino se fundaba 
>por estos tiempos en su distrito, no muy ancho, en el tiempo el 
» postrero entre los reinos de España, en hazañas y valor muy 
» noble y muy dichoso, pues no sólo antiguamente pudo echar de 
j> toda aquella tierra los moros enemigos de cristianos, sino los 
paños adelante, en tiempo de nuestros abuelos y de nuestros pa- 
adres, mostraron tanto valor los portugueses, que con increible 
» esfuerzo y buena dicha, abrieron camino para pasar á todas las 
apartes del mundo y sujetar en la África y en la Asia muchos 
i> reyes y provincias á su imperio.» — Así se expresa el gran his- 
toriador Juan de Mariana, y de ningún modo mejor podíamos 
empezar esta reseña, que copiando esos renglones en que conden- 
sa el principio y glorioso engrandecimiento de Portugal (1). . 

El casamiento que de su hija bastarda Teresa hizo Alfonso VI 
de Castilla con el conde Enrique, de la casa de Borgoña, al pro- 
pio tiempo que el de Urraca con Raimundo, y el feudo que la 
concedió en dote del territorio Norte de Portugal que poseía uni- 
do á sus dominios de la corona de León , hacia el año de 1092, 
según se cree, fué el acto que había de preparar la formación de 



(1) Historia general de España, lib. x, cap. XHI. De los principios del reino 
do Portugal, 



*• 



2 BATALLA DE AUTJBARROTA. 

un pequeño reino independiente que, si es cierto figura con bri- 
llantes páginas en la historia, no lo es menos que ha ocasionado 
sangrientas contiendas en la Península; porque separados los que 
eran hermanos habitantes de Vecinas comarcas , nacieron, con el 
espíritu de emancipación, antagonismos, resentimientos y ten- 
dencias ambiciosas de supremacía, que suelen ser sus naturales 
consecuencias. 

Apenas se encontrará un político que absuelva á aquel sobera- 
no de la desmembración que ocasionó, sin haberle servido de lec- 
ción lo ocurrido al fallecimiento de su padre; y frecuentemente se 
ha demostrado por escritores ilustres la serie de males derivados 
de aquel acto : cabe, sin embargo, alguna disculpa al considerar 
que esa.donacion, que no estaría en su mente se agradeciera coft 
tan pronta ingratitud, ni pasara nunca de los derechos de un se- 
ñorío suzerano de León, iba arreglada á lo que las costumbres, 
como la organización social y política de la época, encontraban 
adecuad para el gobierno y administración de los pueblo», cuando 
la primera necesidad exigida era la militar, la del mando, la de 
la reconquista y resguardo de la -tierra ; pues no siendo f&cil que 
uúa sola mano atendiera á vasta extensión de país, aquél era el 
modo natural y conocido de subdivisión # de jerarquías que se 
adoptaba. ' 

Las propensiones de emancipación eran, por otra parte, en 
aquellos siglos, muy frecuentes, y dieron lugar á tantas guerras 
y repartos territoriales en las naciones de cristianos como en las 
musulmanas del Oriente, del África y de España. De ttó modo 6 
de otro, por este ó aquel pretexto, los príncipes suzeranos ó los 
señores feudatarios aspiraban á eludir su dependencia constitu- 
yendo un Estado j fundando una dinastía; lo mismo exactamen- 
te que hacían, con distintas denominaciones y organismo entre 
los mahometanas, los encargados del gobierno en las provincias, 
y los que, acaudillando fuerzas, alcanzaban fortuna en sus expe- 
diciones para adherirse la soldadesca. Por estas consideraciones, 
aunque deplorable en alto grado la donación de Alfonso VI, no 
se debe mirar como extraordinaria ni condenarse en absoluto : en 
acontecimientos posteriores, y sobre todo en la suprema razón 
de las armas y es en lo que, como siempre acredita la historia, se 
halla la causa que dio verdadero fundamento á la nacionalidad 
portuguesa, y que aseguró y perpetuó la independencia de esa 



CAPÍTULO I, , 3 

! preciosa banda occidental de la Península, ó de ese jirón rasgan 

I do de Espaüa, como dicen otros escritores. Intentamos que con-* , 

tribuya á demostrarlo esta ligera reseña preliminar y el total de 

nuestra monografía. 



Á poco de muerto Alfonso VI vióse ya al conde Enrique , li- 
gado con el rey de Aragón, penetrar en Castilla hostilmente con- 
tra la reina heredera doña Urraca y batirse en los campos de Es- 
pina, junto é Sepúlveda, en 1111, aspirando á desposeerla de 
buena parte de bus Estados, para realizar el pacto secreto que se 
cree hicieran loa dos cpndes franceses , yernos del difunto monar- 
ca, de repartirse su herencia cuando &ltá*a. Mas, fuese por des- 
avenencia con el aragonés , fuese por el halago de promesas de la 
Reina 6 por efecto de: su carácter versátil, encontrábase el año 
siguiente unido á los castellanos y gallegos sobre Eeñafiel* ¡sitian- 
do é su anterior aliado, desde donde, fallidas las e&pearaozas de 
obtener cesiones de la Reina, se volvió de nuevo CQntra ella cuan- 
do estaba reconciliada ya con Alfonso de Aragón 9 su marido , y 
aun intentó apoderarse de Carrion. 

Dejó a su fallecimiento, ocurrida en Astorga (1) $1 1.° ,de Mayo 
de 1114, el conde Enrique, un hijo en edad de tres años, llama- 
do Alfonso; y continuando en Castilla los disturbios á que daban 
ocasión la niñea del príncipe heredero y la conducta de .su madre 
doña Urraca, intentó su hermana Teresa, y lo efectuó, por el mo- 
mento, apropiarse ciertos territorios de Galicia; pero perdiólos en 
breve y se vio, en castigo , invadidos mis Estados, sitiada en Lan- 
hoso y aun amenazada de perder todo dominio , si no fuera por- 
que de repente , por circunstancias desconocidas ó muy confusas, 
surgió la paz entre ambas hermanas. 

Ascendido al trono , al fallecimiento de doña Urraca, su hijo 
Alfonso VII, «que después se. titubó emperador, y no disimulan- 
do su tía doña Teresa las aspiraciones de independencia y de ma~ 



(1) Él Padre Mariana (lib. x, cap. xin de la Historia general de España) 
dice, ca censara del lttjo sepulcral de su época, que al conde D. Enrique sepulta- 
ron en Braga en una capilla humilde; que la grandeza ó locura de lo» sepulcros 
que hoy se usan y de los gastos intolerables^tie en esto se hacen y no se había *»• 
trodueido en aquella edad. — Así se conserva todavía y lo hemos visitado en la 
antiqufeinia oatedral de Braga. 



4 BATALLA DBS AUTJBABKOTA. 

yores dominios sobre comarcas de Castilla y Galicia, tolerando 
la apellidaran reina, y dando graves motivos de quejas por el 
valimiento de su favorito Fernán Peres , presentóse el Bey con 
grueso ejército y la obligó á abandonar algunas villas y castillos 
de Galicia y á que acatase su soberanía. Tuvo lugar por entonces 
la interesante leyenda de Egaz Moñiz, ayo del joven Alfonso En- 
riquez , que habiendo salido por -fiador del pacto que se hizo, y 
negándose luego el Conde á cumplirlo, se presentó en Toledo al 
Rey seguido de su fkmilia en calidad de cautivo; y poco después, 
hacia 1128 ó 1129, fué cuando, movidos contra el valimiento de 
Fernán Pérez , levantaron la cabeza muchos señores portugueses 
con el conde ó infente Alfonso Entiquez, que contaba ya 17 años, 
alegando, entre otras cosas, el tenerle su madre apartado y oscu- 
recido. Batidas por los rebeldes las tropas dé doña Teresa en los 
campos de San Mamed , cerca de Guimaraes , quedaron presos 
ella y Fernán Pérez , siendo en su consecuencia expulsados del 
territorio, con lo cual pudo considerarse el joven Infimte posesor 
de hecho del condado de Portugal. 

Alentado por este principio, adoptó las mismas aspiraciones de 
ambición é independencia que tuvieron sus padres y que se ha- 
bían extendido ya en los pueblos, no tardando en demostrarlo al 
ligarse con el Rey de Navarra, que también quería segregarse del 
imperio de Alfonso VII, y con varios inquietos Condes gallegos, 
que le facilitaron ganar unos castillos de la comarca de Tuy en 
1137, vencido Fernán Yañez (ó Joannes ) , que intentó resistirle 
en Allariz, y Kodrigo Vela y Fernán Pérez, el expulsado favori- 
to de su madre, en Cerneja* Una invasión de los sarracenos le 
obligó á dejar Galicia para acudir contra ellos; y desahogado el 
Rey de la guerra de Navarra, se dirigió á recuperar lo que su 
feudatario acababa de arrebatarle, y aun conseguida, se disponía 
á entrar en Portugal, cuando mediaron tratos y se pactó paz , en 
que el Conde portugués prometió, como vasallo, respetar los ter- 
ritorios de León y Castilla y ayudar al Soberano contra los mo- 
ros ú otros cualesquiera enemigos. 

En la atrevida expedición que dos años después emprendió al 
Sur del Tajo contra los sarracenos, alcanzó Alfonso Enriquéz la 
afamada victoria del campo de Ourique, donde se pretende der- 
rotó á cinco reyes ó caudillos coligados, y que fue aclamado por 
rey sobre el mismo campo de batalla por los soldados llenos de 



CAPÍTULO I, 5 

entusiasmo, á la manera que los legionarios romanos concedían 
el título de imperator á bus cónsules 6 generales victoriosos. 

Sériaa discusiones se han promovido sobre esta batalla de Ou- 
rique, porque no concueordan con la tradición popular para darla 
• tanta importancia ni las más antiguas crónicas de cristianos , ni 
las de los árabes; pero es tan arraigada y querida en Portugal, 
que condenan, al que se atreve á rebajarla, como ha sucedido al 
moderno hietoriador Herculano por suponer fabulosa la leyenda 
de lo& milagros y pormenores maravillosos de que se reviste el 
acontecimiento (1), Sea lo que quiera acerca de eso, que no es 
aquí d$ ttuestro objeto , de allí parte , según la opinión vulgar, el 
origen; de la monarquía portuguesa, pues aseguran que Alfonso 
Enriques , que sólo &e< titulaba antes ujrfante , aceptó desde en- 
tonces el que le dio la aclamación de sus guerreros; y que pres- 
» . - ■ • » ■ ■ . .» 

(1) £d nnte denlas eminencias que hay entre la Sierra de'Mótiohiqno jilos eam- 
gosal Star.cfc Bej% se dice, estaba situado el casillo, de OriM ú Ouriqw, y que 
allí tuvo lugar la batalla el día 25 de Julio de 1139, mandando Ismar á los mo- 
ros Almorayides. Visitando el territorio en 1573 el rey D. Sebastian, y doliéndose 
dé qoe^ntagun monumento consagrase la memoria do tan felw .suceso ,• refiere el 
maestro Anones Bésenle, que mandó se erigiera un templo y un arco de triunfo, 
para el cual compuso la siguiente inscripción : Seic contra I&mariwm, quatuor- 
gúe alio* S&racéhchhtmí Bcgcs, iitnHínerünigtué ' B&rbatótwtn, mnMitkdlném pug- 
iwtiurmf^ Afyharmu Hewrictutá éejaroijn prmib lAitit, fleto Mpellatut e*t, 
et b.Qftruto, gyX c\ crucifimfi adparuit adjojrtitcrtgefulim oomnioniiv$, co* 
piis ex\gwU tantam hogtium stragem edidii, ut Cobrí*, ac TergU Jluviorum con- 
fluente* crúor é inUnddrint, Tngenti*, ac Sttíp&nda reí, *¿ iW Uco^ ubi gesta <wf, 
per infrequetttfaf* ¡abiofaeeret, SahmHanu* J Zuttt. Mem^ faflic* tx\rfati$ admi* 
rator,et n^wrum,srtorum glorU* f?roj?agator t erecto t&ulomenwriam renovavit. 

No se sabe que el arco de triunfo llegara á construirse , pero se cree que la 
inscripción estuvo presta en el de una iglesia que se erigió en el pueblo- de Cas- 
ftcoverde, inmediato ai sitio delabateUa» y es hoy la parroquia, de la villa. Otra 
iglesia se levantó también allí, consagrada á las llagas del Salvador, en el punto 
donde la tradición supone estaba la caverna del santo ermitaño que anunció su 
victoria é Alfonso' Enrique». 

En lo» Cuadro* histórico*, d* Portugal, por Antonio Feliciano del Castillo, se 
acompaña la perspectiva de los dos templos con el pianito del terreno, y otro di- 
seño de nna pirámide que la reina 'doña María I mandó erigir en aquel pueblo 
en 17&1, en cayo basamento se gravó 1a inscripción de Besende, más otra quo 
consignaba ser ella la que levantaba el monumento. Derribada y rota en 1803 
por un espantoso vendaval , fiólo queda en el día el basamento con sus inscrip- 
ciones. 

Debo aquí añadir que ai bien consta que la primera de dichas iglesias fué 
mandada edificar por el rey D. Sebastian, sin duda no llegó á cumplirse , ó que- 
dó inacabada cuando ocurrió su desventurada muerte, pues be leído que Feli- 
pe II es quien la hizo construir después de la incorporación de Portugal á bus 
dominios. 



6 BATALLA BE ALJUBARROTA. 

rindiendo inmediatamente del juramento y de los pactos recién 
firmados con su soberano de León, emprendió en 1140 otra cab- 
rería hostil en el distrito de Tuy , en la que no logró igual fortu- 
na que te vez primera , pues tuvo que retirarse desbaratado y 
herido» 

Para castigar á su altanero subdito penetró en Portugal Al- 
fonso VII, llegando á establecerse frente al castillo de Peña de 
la Berna, desde* donde, adelantado, el conde Bamiro, lo batió é 
hizo prisionero Alfonso Enriquez, queauijaado con esa rentaba, 
pasó ;& poner su campo a vista del del Emperador, mediando 
entre .ambos la yega de Vez ó de Val de Vez* Trabáronse entonces 
algún,*? esqsromuqaP) y tuvieron alardes y torneos de guerra», en 
qu$p§u?^; quilos condes- castellanos llevaron la peor pairte; ter- 
minando todo por pactarse una suspensión de armas, que se coa*? 
, virtió luego en tratado de paz y concordia, por mediación ded Ar- 
zobispo de Braga* y regresó á Castilla Alfonso VIL 

Se ha pretendido por escritores portugueses^ y Mariana lo dice 
guiado por ellos, qjie en esa ocasión se dio una formal batalla, que 
perdió el Rey, saliendo herido; mas la moderna notabilísima iít^ 
torio, de Pvfitugol por Herculano sólo condigna lo que m acaba de 
indicar ,ea ei&tracíoi, expresando que no consta muriese nadie en 
tales funcionas, que» adquirieron el nombre de Jogodo Bujwdia á 
de la ' Bqfenkk* Esto no obstante, la tradición apellidó con poste- 
rior idacU. la vega de Yal de Vez campo de la Matanza , porque , se- 
gún el vulgo* al ser deshechos, los castellanos y herido el Bey, hubo 
gran mortandad y quedaron prisioneros siete condes. Envueltos 
esos acontecimientos en gran confusión y obscuridad, parece sí 
indudable que. Alfonso Enriquez prosiguió titulándose rey y 
obrando* coa, mayor independencia de Castilla, lo cual induce á 
creer que. aunque ;no estuviera reconocido por su monarca* juzga- 
ría éste difícil el someterlo, y tenía que tolerar, mal de su grado, 
los pasos que adelantaba en el camino de la emancipación. 

Con posterioridad á esos sucesos, se forjó en el siglo xvii la fá- 
bula que supone convocó Alfonso Enriquez las Cortes de Lamego, 
y la ley fundamental dictada en ellas para la sucesión á la coro- 
na, bajo el principio más radical de independencia absoluta, pues 
decía que si heredase el reino una hembra y casase con príncipe 
extranjero, no fuera reconocida por reina ¡porque no queremos que 
nuestros pueblos se vean obligados á obedecer á un rey que no haya 



CAPÍTULO L 7 

nacido portugués, puesto que salo nuestras vasallos y compatriotas, 
sin el socorro de nadie, nos han hecho rey per mi valor y á costa 
de m sangre (1). 

Hacia el año de 11 48 se avistaron en Zamora, por mediación 
del cardenal Legado de Roma, el Rey de Castilla y Alfonso En- 
riquez,. consiguiendo éste en las paces que hicieron , que se le re- 
conociera el título red. y obteniendo ademas el se&orío de Astor- 
ga en calidad de feudo del Emperador. Debe, por tanto, ser desde 
^tratado cuando en rigor empegó el reitio y la dinastía real 
de Portugal , aunque todaríá de cierta maneta ligada con alguna 
dependencia del imperio 1 de Leoh y Castilla, y á pesar de' que su 
total de^eñdimiefttí) con la : tiafeeion del Santo Padre, qne era 
fórmula ttn solemne coiné indispefnsable '•, se dilató haeta olios 
má& adelante; • - -•■; »■- '•'' ■ i " ,( • 

Satisfecho , de su elevaron el nuev<> Soberado, dedicó la ex- 
traordinaria actividad, itífceligencdd y esfUer^o de que estaba do* 
tad^/áoflól^^á^afinüar tíupóderío y tegir los pueblos, *ínti á en- 
sanchar los limites del Estado, peleando contra, los infieles hasta 
ganarles defectivamente, después de repetidas oarhp&fiás ó expe* 
dicione8 r aigtmas adversas, pero las más dichosas, £ Leiria, San- 
tarem, Lisboa y : ottos lugares el Sur del To¿o. Mas y llevado de 
excesiva celo por la independencia, y creyendo ver tifia aíñenaaa 
en las. murallas mandadas levantaran Oiudad-B©tbigó por «1 rey 
de León D. Fernando II, que habia basado ¿oñ bu hija, Bé apre- 
suró á enviar tropas para destruirlas, bajo el mando de su primo- 
génito Sancho, que, faltándole la suíerte qué 1 engreía á su padre, 
ó aventumdo como inexperto, ptíee sólo contaba 13-6 14 años de 
edad, sufrió gran descalabro del leonés, bu inflado, con pérdida de 
muchos prisioneros, á queel Rey cotaeédió enseguida libertad (2). 
No templó ese noble proceder el despecho de Alfonso Enrique*, 



(1) Aunque muchos escritores creyeron verdaderas esas cortes y ley, está harto 
comprobada la superchería para que nadie les dé ya valor. Don Martin de los 
Herosleyó una disertación á la Academia de la Historia, titulada Ewánten his- 
térico crítice de la supuesta aclamación del primer Rey de Pertvgal en el campo 
de Ourique, y falsedad de las Cortes de Lamego. 

(2) Difieren algo los autores sobre la fecha y paraje en que esto acaeció, pues 
Arraganaló Arganal, que es como nombran ia localidad , se encuentra en Ga- 
licia ; debe sin duda entenderse fué en Arganan, según pone la Crónica de la or- 
den de Alcántara, por Torres y Tapia, que es una dehesa cercana a Ciudad-Rodri- 
go, entre los rio* Turones y Águeda , y ocurrió en el año de 1167. 



8 BATALLA DE AUUBARROTA. 

como parecía natural, antes al contrario, quiso reparar pronto el 
prestigio de sus armas, y penetró en Galicia para apoderarse de 
Tuy y del territorio de Toroño y^Limia. 

En 1169 deseó hacerse dueño también de Badajoz, plaza que 
estaba aún por los moros, desoyendo las reclamaciones del Bey 
de León, á quien, según ciertos pactos anteriores, pertenecería su 
conquista ; y marchando sobre ella, la estrechó y tomó la ciudad, 
obligando á los defensores & encerrarse. en la alcazaba, donde se 
habrían rendido sin la llegada oportuna del ejército leonés. En- 
contráronse oon esto los portugueses en temblé conflicto, sitiados 
y sitiadores, á un tiempo; introdujo socorro en la alcazaba don 
Fernando II, y atacando desde ella los moros á la oiudaíl, mien- 
tras el de León lo verificaba, desde afuera, tuvieron que huir con 
mucha pérdida los de Alfonso Enriques, y quedó él prisionero por 
tropezaren caballo al salir por nna puerta, y caer sin sentido 
fracturada una pierna. Usó el Bey de León generosamente de eu 
victoria, pues 'le hizo atender con esmero, y le restituyó la liber- 
tad, a condición de que abandonase las tierras y los castillos que 
retenia en Galicia y 4á que le enviase veinte caballoa de batalla. 

Por fortuna, en vez de las frecuentes lides que venimos ya re- 
gistrando entre las dos naciones vecinas y entre sus monarcas, 
próximos pariente», se fíos 'presenta ahora la ocasión de anotar 
el priíúe* caso "de alianza ó de mutuo auxilio contra el común 
enemigo y en pro de los intereses de sus pueblos, cuando en 1184 
invadió lusuf-Abu-Yacúb el Alemtejo y puso sitio á Santarem; 
pues acudiendo con fuerte socorro D/Fernajido II, decidió á los 
moros & emprender una desastrosa retirada, y libró ¿Portugal 
del aptítado trance. ¡Ojalá que tan bueno y leal ejemplo hubiera 
quedadópresénte patü siempre, y que ya que habían de estar Be- 
parados los dos pueblos, lo adoptaran como norma política en sus 
futuras velaciones ! ! 

Éste fué el último importante suceso militar en la vida de Al- 
fonso Enriquez, que falleció el 6 de Diciembre de 1185, después 
de haber gobernado á Portugal 12 afios como conde é infante, 
y 45 como rey, dejando por sucesor á su hijo Sancho!, que ape- 
llidaron ó Pemdor (el Poblador) (1). 



(1) Se le dio sepultura al cadáver de Alfonso Enriques ea la capilla mayor de 
la iglesia del monasterio de Santa Grasen Coimtea, que el habia fondado; 7 



CAPÍTULO I. 9 

Besalta, desde luego, en esta ligara ojeada sobre los incidentes 
y guerras que produjeron la fundación del reino de Portugal, que 
bí ayudó la fortuna á las aspiraciones del príncipe Alíbnao Enri- 
quez y á su valor y sagacidad política, concediéndole larga vida 
para que pudiese dejarlo á su descendencia afirmado y ensancha- 
do, fueron las armas el más principal, si no el único, de loa me- 
dios y resortes que se lo proporcionaron. 

fita Alfonso, Begun xm oontemporineo'Buyo, 6 que se*efiere el 
historiador He^oulanó, diestro en laá armas; elocuente', cauteloso 
y de claro ingenio, con noble persona y bello rostro ; * pero se le. 
eonsidéra fcünWeu por sus> hechos tugo versátil, falso-yfaltivo.— 
A la gloria de apellidarse creador de una nación juntó el mérito 
de sabe* transmitir 4* los pueblos su iüismo> espíritu ' belicoso y 
el amor ala independencia y engrandecimiento, debítese: mostró 
tan ardientemente apasionado desde la juventud j toialidaíctes que 
robusteciéndose en* lae genteráciodéa suee^ivaff, hicieron -setasom- 
brárá el mundo de las empresas i portuguesas al cdbodp .algunos 

Cualesquiera que faesen sus defectos 1 6 las xeprotódas acciones 

. • . . ■-.■ ... «. •' r ■ • • ... , ., .• r , ¿ >, p, í í"ifV'« (»!)!*: ' 

cam* a& viáüas aquel templuen. 160$ * ol -rey «D.- Manuel andtnrtrtmf nwfquloo el 
sepulcro, del ptfin^r.juionsrc^.potfu^u^ y ej,dej 8^nndq,Ik : panj&p I r)¡ colocado 
enfrente, mandó en el acto se les erigiesen otros más suntuosos (de labor muy 
pHmá , 'dice" Mariana),' al ¿ropi6 tiempo que se '^iBcaDii'l^'ríiJa^fícá'r^staura- 
civa -de la, iglesia, esculptéadose en aqvél al siguctete tpifiaÜu -^nr>lafin\i que m 
conserva ^ perfecto estado» jr dsjmqa tr ( a4upida<^^^¡on ) q,up )/^^^ n f r ' 
guia Portuguesa , p<jr Fr. Kanoel dos Santos. 

Al prlvíerEey de Portugal > í>. Al/briso ÉhrtqHéz l'b^rüim^'pórVán^rie reat, re- 
Hgiomy \ért*Ü9;* ri eual veiundotvn vbntot b*t*ll*é £¡ ( empentón L& ! A#tom Üey 
d^fiattiU* **. dtf/¡n$} fy su reino, y veinte r$fff W>9?°*\3%frF!^*Wf¡ WP^' 
dos de grandes ejércitos, en aumento de la cristiandad , y no teniendo él de su par- 
te itné pocos sotdbidóé, conUpérétadé Ufiy gMnéfad ¿étinHmVldertfíetya dota- 
do, libró de la esclavitud de los moros y restituyó á la Iglesia de .¿Hato, JAsboa, 
Sentaran, Éevra y otras oatoree poblaciones fortisimas. Fundó" y dotó UJferaVmen- 
te este Monasterio, el de Alcobaza y otros muchos. Dejó al reino y A sus descendien- 
tes, con tqs armas en que se representan íaé Hagas de Cristo, un ejemplo ¡maravilloso, 
emya virtud $e iguala á sus obras, y no da lugar á pasar adelanto' en sytUgio. A 
este inciito Principe, tan benemérito de la república cristiana, de eu patria, reino 
y vasallos, mandaron sus piadosos herederos levantar este sepulcro,, Falleció en el 
año del Señor de 1185, teniendo 73 de reinado y do edad 91, el sexto di* del mes de 
Diciembre. — Descanse en paz. 

Advierte el padre Fr. Manoel dos Santos acerca de este epitafio, la equivoca- 
oion de los 91 saos de «dad y 73 da reinado que lé asigna , pue* habiendo naevdo 
en 1111 6 1112, sólo podía taier 73 ó 74 á bu fallecimiento. 



10 BATALLA DE ALJÜBARROTA. 

á que la rudeza de los tiempos y las exigencias de la política le 
condujeron, la historia tiene que señalarle un lugar muy distin- 
guido entre los grandes hombres de la Península, 7 en él se nos 
ofrece elocuente ejemplo de que sólo es digno de obtener el alto 
honor de fundar estado y dinastía aquel á quien Dios concede 
esas prendas de entendimiento privilegiado, de vigoroso carácter, 
de esforzado ánimo y de noble espíritu, de que tanto distan la 
rastrera ambician y las cobardes intrigas de otros usurpadores é 
intrusos , que $& distintas épocas y países registran los anales. 

Loa ftéroes, dice Vertot, fmdan imperios , y ios cobardes los 
pierden i sentencia exactísima, con raras excepciones, en sus 
dos extremos , y que se viene á la memoria cada ves que en el 
curso de los siglos se presentan los 'acontecimientos que hacen 
nacer ó hundirse las naciones y las dinastías. 



■ 1 



Constituido el Portugal en estado independiente, prosiguieron 
los herederos de Alfonso Enriquez oon gran perseverancia no sol? 
en asegurarlo y en dilatar "sus limites conquistando las tierras 
que aun estaban en poder de moros al sur del Tajo, sí que tam- 
bién aipiraon eñ ocasiones á adquirir otras comarcas, y aun los 
reinos enteros de León y Castilla, de donde el suyo procedía, va- 
liéndose para ello, ó utilizando alternativamente las alianzas ma- 
trimoniales y las frecuentes revueltas ó contiendas que agitaron 
España, duraate los siglos xu y xni. 

Al ¡enlace del rey- de León Don Fernando IX con una hija de 
Alfonso. Enriques , siguió en 1190 el de la hermosa infanta de 
Portugal Teresa, hija de Sancho I, con Alfonso IX de León; 
cuyo matrimonio/ anulado por el Papa á los seis años por raeon 
de parentesco, coincidió con la alianza en que entraron con el 
Bey de Aragón, bajo pretexto de ampararse contra Alfonso VIII 
de Castilla. Nada notable para nuestro objeto dimanó de esa 
alianza, pero fué causa, según se cree, de que dqjaron sólo al va- 
leroso Castellano en la funesta jornada de Alarcos, en 1195 (1). 

Bestabtecidas mejores relaciones, posteriormente se verificó el 



(1) El Historiador Hercafono hace constar qae asistieron á la batalla» con al- 
guna gente de Portugal» el maestre de la orden de Érora, Gonzalo Viegas, 7 el 
antiguo alcaide de Silves, Rodrigo Sánchez, 7 que ambos perecieron. 



CAPÍTULO J. 1 1 

casamiento de Urraca, hija de Alfonso VIII, con el príncipe 
Alfonso, primogénito de Sancho I de Portugal, lo oual fitcilitó 
en 1212 el auxilio de la caballería de los Templarios, con mu- 
chos nobles señores y bastante infantería ó peonaje, para la siem- 
pre memorable batalla de las Navas de Tolosa, en que pelearon 
con su acostumbrado valor, unidos al cuerpo que acaudalaba el 
Bey de Navarra (1). 

La muerte de Sancho I, en el alio anterior, y los gravee asun- 
tos que ocupaban' á la sazón á su hijo Alfonso II, impidieron & 
éste acudir en personal aquella «o^edicHHr, donde algunos su- 
ponea estuvo ; pera envió, como se acaba de indicar, mn cuerpo 
escogido, haciendo contraste con *1 proceder d$l de. Leen; kjae no 
sólo aludió asistir á 1a gran cruzada, sino que- se aprove¿bó de 
ella para apoderarse de loa' lugares- de Castilla que cteia 'pertene- 
cientes al dote de su mujer doña Berenguela, y penetró ade- 
mas en Portugal socolor de favorecer al infante D. Pedro y á 
sus hermanos contra^ ei Bey, bíitiendó en Val de Vea & tos que 
quisieron resistirle , ocupando ciudades y castillos ,' y hafeta pen- 
sando en agregar aquella provincia 6 su corona. La vuelta» del vic- 
torioso Alfonso Yin libró á los portugueses de tal 'situación , por- 
que obligó al de León á retirarse, y al afio siguiente , «n la paz 
de Valladolid, pactó no molestar á : Portugal y restituyó cuánto 
le había tomado. ^ r , 

Nuevo casamiento se proyectó después entré la infanta portu- 
guesa Mafalda y D. Enrique I, hijo y «ncesor de ' Alfbttso VIII 
de Castilla,' que nú pudo Üevárse á efecto por oposición del Papa, 
á causa del cercano parentesco, pero que citamos aquí pora no 
interrumpir la serie de esos enlaces* 

Ascendido al trono D. Fernando III el Sonto, y uniéndose en 
él las dos coronas de León y Castilla, siguieron amistosas rela- 
cionéis con Portugal durante su feliz reinado', tío obstante haber 
intervenido hacia 1246 ó 1247 en fevor de Sancho III, enviando 
un cuerpo de tropas para auxiliarle, conducido por su hijo D. Al- 
fonso, con motivo de la revolución levantada contra él , acaudilla- 
da por su hermano el Conde de Bolofia, que le habia obligado 



(1) Iban los auxiliares portugueses bajo «1 mando del gran maestre de la or- 
den del Temple en toda España , Gomes Ramires , qne selló era tu aangxe la vic- 
toria, 



12 BATALLA DE A LJUB ARROTA. 

á refugiarse en Castilla. La expedición entró por Riba de Coa , y 
marchó hasta llegar cerca de Leiria sin obtener el resultado que 
se buscaba de apaciguar los disturbios, pues regresó, y el desgra- 
ciado Bey murió en Toledo el año siguiente (1). 

En la conquista de Sevilla, en 1248, debieron asistir también 
algunos caballeros portugueses, puesto que el infante D. Pedro 
figuraba en el séquito triunfal del Bey al verificar su entrada 
paca tomar poeeBion de la cjadad. 

Interrumpióse epfca prolongada armonía reinando D. Alfonso X 
el Sabio, oon motivo de la reducción de Niebla y una parte del 
Algarve, que llevó á ¡efecto «obre los moros, por las complicacio- 
nes que Burgiecom en razona que titulándose rey de los Algar- 
ves él dá Portugal, desdé la toma de Silves en 1189, y poseyen* 
do ten-kerios de aqueüa provincia, resistía reconocer la última 
adquisición de Oastülat Hiao por esto D. Alfonso X en 1252 una 
reolamabicm' armada i D. Alfonso III de Portugal, de las plazas 
que por allí poseía, fundado en la donación que de ella* le ofre- 
ció su hermano y antecesor Sancho II, de sobrenombre Capelo, 
cuando intervino para aytidítrle contra las usurpaciones de que fué 
víctima; y prolongándose las negociaciones hasta el año siguien- 
te, se: avino al fin el Portugués a entregar el Algarre, ajustándose 
6U matrimonio con Beatriz , hija bastarda de D. Alfonso el Sabio. 

£1 ^cándalo y las dificultadles que produjo ese enlace por es* 
tar casado D» Alfonso III eon la Condesa de Boloña, terminaron 
al felleéér eeáa señora por la legitimación qne le acordó el Santo 
Padre ; y ^mo iba en él simulada la futura cesión de la provin- 
cia, solicitaron del Bey de Castilla los esposos, enguanto tuvie- 
ron *u6ésiob¿ que les ■concediera en feudo toda la parte conquis- 
tada, oto; <jtereohp, legítimo á lo demás para ellos y sus herederos; 
gracia; q^e les otorgó el Monarca por cariño á su hija y debilidad 
de carftótfer; imponiéndoles por única obligación el envío de cin- 
cuenta; hombres á caballo auxiliares cuando él los requiriese ; de 

(1) La influencia que ejercía en Sancho so mnjcr, hija del Sr. de Haro, y de- 
fectos de carácter, motivaron primero inquietudes, y luego una especie de revolu- 
ción en Portugal , en que rebelados contra él muchos de sus vasallos, lograron 
una bula del Papa que le destituía : faltáronle, en consecuencia, casi todos los que 
se te mantenían fíeles, y se encargó del gobierno su hermano B. Alfonso, conde 
da Boloña,. -con el título de regidor. Don Sancho, apellidado Capelo, se refugió 
á Toledo, y allí permaneció á expensas del Bey de Castilla hasta su muerte, to- 
mando entóneos su hermano el título de rey Alfonso III. 






CAPÍTULO I. 13 

cuyo feudo y servicio les libertó también en 1269 á ruegos de su 
nieto el joven D. Dionis , que siendo el primogénito de Portugal, 
pasó 4 Sevilla como embajador de su padre. 

Con la menor edad de D. Fernando W vinieron á Castilla 
grandes inquietudes, en que tomó activa parte el rey de Portu- 
gal D. Dionis, llevando siempre por mira sacar utilidad para su 
país. £1 revoltoso infante pretendiente D. Juan logró su favor y 
que declarara la guerra ; y como la situación era angustiosa, pasó 
a avistarse con el Portugués el otro infante D. Enrique, corregen- 
te con la Beina Madre ; quien, plegándose á lo que las circuns- 
tanciad exigían para evitar mayores daños, pactó una tregua me- 
diante el abandono de algunas ciudades que redamaba y el reco- 
nocimiento de Los señoríos de. Lean para el expresado D. Juan* 
ifaus apenas conjurada esa tormenta, formaron liga contra Castilla 
en 1296 toda* las naciones vecinas, inclusas Granada y Francia, 
apellidando «1 derecho al trono de D* Alfonso de la Oerda, pero 
aspirando cada una a ganar algo en los despojos del reino. £1 ta- 
lento y la constancia imperturbable de la reina doña María de 
Molina lograron salvar al Estado de aquella nueva amenaza : 
rechazó primero con noble altivez la propuesta que la hicieron de 
casarse con el infante D. Pedro de Portugal para atraerse ti apoyo 
del rey D. Dionis , y permaneció luego serena en Valladolid, 
cuando por todos lados veia invadir el reino y avanzar los por- 
tugueses hasta Simancas. Por fortuna en ese extremo conflicto 
tuvo que suspender su marcha D. Dionis y retirarse á Portugal 
á causa de la enorme deserción que cundió en la hueste j de la 
falta de subsistencias , de la mala acogida que recibía en los pue- 
blos , y por la coincidencia de que su aliado el infante D» Juan 
reconoció entonces é su sobrino como soberano, y se apartó de la 
liga. — Aprovechó doña María esa favorable coyuntura para pro- 
curar una entrevista cqu D. Dionis, y en ella, año de 1297, es- 
tipularon paz mediante los casamientos de D. Fernando IV con 
la infanta portuguesa Constanza, según se había antes proyec- 
tado, y del Príncipe heredero de la corona de Portugal con la in- 
fanta de Castilla Beatriz , que llevaría en dote varias plazas , obli- 
gándose D. Dioai^a ser aliado y auxiliar del reino castellano. 

Años después , en 1328, vemos repetido otro doble enlace ma- 
trimonial casando el joven rey de Castilla D. Alfonso XI con la 
infanta María, hija de Alfonso IV de Portugal, y el primogénito 



14 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

de este D. Pedro con la infanta Blanca de Castilla; pactándose, 
al celebrar las bodas en Ciudad-Bodrigo, estrecha amistad y alian- 
za; de que, en demostración , facilitó el Portugués quinientos ca- 
ballos auxiliares para una expedición que se iba á emprender con- 
tra Granada, 

Pero, como si la fatalidad interviniera para que estos matri- 
monios engendraran discordias en vez de unir las familias reales 
y las dos naciones, surgió en 1336 otra formal contienda; resen- 
tido el Portugués de la conducta de su yerno que % en los ruidosos 
amores con la favorita, menospreciaba á la Beina, su hija, em- 
pezó por intervenir reclamando á favor del rebelde D. Juan Nu- 
ñez de Lara en concepto de vasallo suyo por ciertas posesiones 
de que era señor en Portugal, y por la amistad particular que le 
unia con él y con D. Juan Manuel; contestó con arrogancia el 
Monarca de Castilla; declaróse la guerra; pasaron los portugue- 
ses la frontera, y sitiando á Badajoz, extendieron correrías por la 
comarca. 

Distraído á la sazón D. Alfonso XI sobre Lerma contra el re- 
belde D. Juan Nuñez de Lara, no pudo acudir desde luego á Ex- 
tremadura; pero hízólo D. Enrique Enriquez con algunas fuerzas 
ligeramente reunidas, y situándose en Barcarrota, batió y.dispersó 
con grandes pérdidas de gente y del pendón real, á D. Pedro Al- 
fonso de Sosa, qué fué destacado por el Bey con 8.000 peones y 
alguna caballería para desalojarle; levantando en su consecuencia 
el sitió dé Badajoz á toda prisa' los portugueses y repasando la 
frontera hostigados en la retaguardia (1). 

Al áfio iiiínediato invadió el Alemtejo D. Alfonso XI por Tél- 
ves ó Élbás, mientras D. Pedro Fernandez de Castro hacia otra 
entrada desde Galicia, y Pero Nuñez desde Guzman por la ribera 
de Coa, causando en el país él mayor daño; pero retrocedió él 
Bey á los pocos días creyendo que su contrario había pasado el 
Guadiana, y fué hacia Cheles, desde donde, enfermo de calentu- 
ras , se dirigió á Olivenza y Badajoz y luego á Sevilla : allí reci- 
bió la feliz nueva de la gran victoria marítima, suceso el más im- 
portante de aquella guerra, alcanzada por el almirante D. Al- 

(1) Según se dice en las Ilustraciones de la casa de Niebla, por Pedro Barran- 
tes Maldanado , ocurrió estoen 1335 ; y refiere que & conseottencia de esa acción 
quedó como refrán entre los castellanos , Portugueses t volved por la ropa á Vi* 
Uamteva de Barca Ilota, 



CAPÍTULO L l£ 

fbnso Jofre Tenorio cerca de Lisboa con su escuadra de Castilla 
sobre la portuguesa que quedó batida, apresadas ocho naves , in- 
clusa la Capitana, echadas seis á pique y dispersas las restantes 
con gran número de prisioneros, entre los que se contaban el al- 
mirante Manuel Pezano y su hijo. 

No satisfecho todavía con eso el resentimiento del Castellano, 
emprendió después nueva campaña por el Algarve dirigiei*do la 
marcha por Gibraleon á Ayamonte ; pasó el Guadiana cercare la 
desembocadura á favor de un puente que hizo construir con las 
galeras que subieron por el rio , continuó á Castro-Marin y Tavira, 
y extendió partidas á Faro y Loulé, causando estragos en la tier- 
ra hasta que la falta de bastimentos le obligó á regresar á Anda- 
lucía por la misma ruta. 

La activa mediación del Legado del Papa que, como otras ve- 
ces aconteció y había aún de repetirse más adelante, negociaba 
la paz y la reconciliación entre los dos soberanos, consiguió 5 por 
fin , se ajustase en 1338 una tregua de diez y ocho meses, que puso 
término á la cruda guerra en que estaban empeñados , y que el de 
Portugal observó lealmente, rechazando poco después la oferta del 
Gran Maestre de Alcántara de entregarle las plazas de la frontera 
si le apoyaba en su rebeldía contra D. Alfonso XI. 

Los vaivenes de la fortuna hicieron que el almirante vencedor 
de los portugueses, Jofre Tenorio, pereciese en la terrible derrota 
de su escuadra por la de los moros, frente á Gibraltar ; y acudien- 
do el Rey de Castilla al de Portugal en demanda de la suya, como 
auxilio, por medio de la reina doña María, se apresuró á enviarla á 
Cádiz bajo el mando del mismo Pezano, restituido ya en Injertad 
á consecuencia de la tregua, que por último se convirtió en tra- 
tado de paz, y se firmó en Sevilla á 10 de Julio de 1340. Obli- 
gáronse en él los dos monarcas á la devolución de las plazas y 
castillos que retenían, á transigir amigablemente los daños y per- 
juicios recíprocos durante la guerra, al canje de los prisioneros, 
al olvido de quejas y discordias, á no pactar sin mutuo acuerdo 
treguas con Marruecos , y al casamiento del príncipe heredero de 
Portugal con la infanta Constanza, devolviendo á Castilla su pri- 
mera esposa doña Blanca, inhabilitada para el matrimonio por su 
estado de demencia y parálisis , con las ciudades que llevó en dote. 

Un gran peligro amagaba por entonces á las monarquías cris- 
tianas de la Península, aunque principalmente á la de Castilla, por 

3 



16 BATALLA DE ALJT7BARR0TA. 

la irrupción africana que, á semejanza de las de los Almorávides 
y Almohades y contando con el apoyo de los moros de Granada, 
podía renovar en toda España las calamidades de pasados siglos. 
Hizoles esto á los Reyes posponer sus interiores querellas ante el 
común enemigo, y oyeron la cruzada pedida por Alfonso XI con 
asentimiento , en particular el portugués D. Alfonso IV cuando 
su hlj& la reina doña María fué con ese objeto á suplicarle auxi- 
lio de tropas para la empresa que iba & acometer su marido con- 
tra la innumerable morisma de Abu-Hassan de Marruecos y de 
Iustrf de Granada ; por lo que se dirigió al instante el mi&Mo 
D. Alfonso XI i Évorá para avistarse con su suegro en Juro- 
menha , donde convinieron en los pormenores de la alianea y en 
apresurar su ejecución. 

Cumplió sus ofertas D. Alfonso IV presentándose en Sevilla 
exactamente para la lecha que se le indicó con mil jinetes, en 
que iban los maestres de las órdenes de Santiago y d$ Avls, el 
prio* de Grato eti la de Cristo, Alvaro Gonzalo Pereita , qne lle- 
vaba el pendón real , y los mejores capitanes del reino , sin haber 
aguardado se le incorporase la gente de á pié para nó dilatar su 
Uegadft. El ejército cristiano emprendió en seguida la marcha so- 
bre Tarife, poniéndose bajo el mando del monarca- portugués en 
la ala izquierda hasta tres mil caballos de la orden de Alcántara 
y de otros caballeros de los más lucidos de Castilla ; con los cua- 
les , ademas de sus portugueses, y teniendo enfrente á los moros 
granadinos ; concurrió á la brillante batalla del Balado el 30 de 
Octubre de 1340 (1). 

No nos toca hacer Telato de tan célebre victoria ni de la parte 
que en ella tomaron nuestros vecinos ; pero sí debemos compla- 
cernos en su recuerdo, como ejemplo y por analogía al de Alfon- 
so VII acudiendo á salvar á Santarem, de que antes se hizo men- 
ción : pronto había de olvidarse , por desgracia, para volver á en- 
cenderse el fuego de crueles guerras entre las dos naciones her- 
manas. 

Vueltos á su país los portugueses (2) , todavía tuvo Castilla el 



(1) Algunos escritores portugueses, como D.Juan Baptista de Castro en su 
Mapa de Portugal , llevados de extravagante exageración de patriotismo , ha- 
blan de esta batalla cual si sólo hubiera sido decidida y ganada por D. Alfonso IV, 
haciendo caso omiso del Rey de Castilla y de su ejército. 

(2) Al regresar á Sevilla victoriosos presentó D. Alfonso XI á su suegro todos 



CAPÍTULO I. 17 

eficaz auxilia de la escuadra aliada, cuyo almirante Carlos Peza- 
uo, hijo del anterior , prestó importantes servicios en el Estrecho 
dorante el prolongado sitio de Algeciras, y en el de Gibraltar, en 
que murió- D, Alfonso XI víctima. de la peste, año de 1350. 

Bu la primera época del turbulento reinado de D. Pedro de 
Castilla observó D. Alfonso IV de Portugal una leal política cor- 
reepoudieute á su¡ anterior proceder, oponiéndose y desbastando el 
pipa urdido por D, Justa Alfonso deAlburquerquey otros rebeldes 
id Castellftuo par^ que se proclamara ?ey de Castilla á W hyo 
D. Pedro, que destronado el otro,, debía considerara con el »aqjor 
de^ecUo como nieto de IX Sancho el ?rfwro> y que;esí llegarían á 
verse anidas las dos coronas en él i la xwertede eu padr<v— As- 
cendido después al solio este príncipe D. Pedro > contrajo, ain em- 
bargo, amistad y alianza con el cte Castilla, pactando loa.casa- 
mienjboa y que no llegaron á realizarse* , del infante de Portugal 
P.. j^^rmmclo. y de. aue hermanos baatardos D. Ju*ri y I>. Dionis 
con las .r#jaa del. de Cartilla» Beatriz, Coi**t*&za ó J¿*bel».y ade- 
man convino en auxiliadle contra Aragón, como lo Vivificó dos ve- 
ces , ^on diez galeraa y alguna tropa tepertra-i 
. JU^.mudanaa^ de la fortuna ocwioijianpor lo oon^un otxoz cam- 
bios ex\ las, aliaos ; qup nada hay. tw. ingrato y olvidaditio como 
la política, y por esto .probablemente^cuaiví% malparado D. Pe- 



. i * 



los trofeo* y despojos de 1* batalla» brindándote a elegir enanto gnetasai* á lo qte 
Alfonso IV se concretó á tomar algunas espadas, espuelas, ai lias y frenos; esto 
es , prenda* de gloria y no de interés ; pero eso no obstante,, el feey de Castilla, 
según vemos en otros autores y en el Memorial ffistérloo ]E¿¡kiñúl, tonio VIH, 
Hastr&turiQs ú* la esta de Media, le aftadió cierto toeflnjwo«M cautivo* , «ntoe ellos 
el infante nombrado Abo-Amar, ó Texeñn-Abn-Amr^el-Omar., que, ^f apando des- 
pués, llegó á ser rey de Fez. También expresa Barrantes Maldonado en dichas 
Jlu*to*ac4one$ d* la oasa de Niebla, que entonces se devolvió al Itey'de 1 frdrtttgal el 
pendón renl que. so ganó en .la batalla de Yülaimeva de Baroa tipta y el de su 
escuadra, perdido en el combate cerca de Lisboa cuando fué desbaratada por el 
almirante Jof re Tenorio ; y que igualmente admitió el famoso ejemplar del Ko- 
ran que estaba entre los despojos, llamado Muskaf-al Obmani, por pretenderse 
perteneció y lo escribió de mano propia el tercer kaliía Otaman , y que estuvo 
muchos años en la gran mezquita de Córdoba en tiempos anteriores. Más adelan- 
te, añade Maldonado, volvió á Marruecos, rescatado á buen precio en Portugal. 
— £1 ángel que estaba sobre el antiguo sepulcro de Alfonso TV en la catedral de 
Lisboa» tenía una larga bocina ó trompeta que procedía de los trofeos del Sala- 
do ; pero, por desgracia, destruido aquel mausoleo en el terremoto de 1755 v se 
perdió sin duda, pues nada aparece en el moderno que le sustituya — En el con- 
cepto conmemorativo de la batalla del Salado, se contempla aún en Évora, jun- 
to á una capilla de la catedral, una lápida de mármol con inscripción. 



18 BATALLA DE A LJUB ARROTA. 

dro el Cruel por los progresos de su hermano D. Enrique de Tras- 
tornara, se refugió en Portugal, hízole entender aquel soberano 
que abreviase su residencia, porque no cabían dos reyes, en una 
provincia; en vista de lo cual se trasladó á Galicia, y de allí á 
Bayona, para emprender su campaña de restauración, ayudado 
de los ingleses del Príncipe Negro. 

Al llegar á Sevilla D. Enrique, creyéndose ya posesor del rei- 
no, entabló negociaciones con el de Portugal, logrando ser reco- 
nocido y pactar amistad y concordia ; lo que á su turno volvió á 
solicitar D. Pedro el Cruel desde Burgos, después de ganada la 
batalla de Najera, del rey D. Fernando, que acababa de suceder 
en Portugal á su padre D. Pedro. 

Apoderado definitivamente del reino de Castilla D. Enrique II 
el Bastardo á consecuencia de la tragedia en Montiel, quiso dis- 
putárselo D. Fernando de Portugal , que no sin fundamento pre- 
tendía tener derecho, como biznieto de D. Sancho el Bravo, una 
vez extinguida la línea masculina legítima con la muerte de don 
Pedro el Cruel. Al efecto procuró aliarse al Bey de Aragón , pi- 
diéndole su hija en casamiento, y concertando se quedara con el 
reino de Murcia y Cuenca, y él con lo restante de Castilla; y 
mientras trataba también con los moros de Granada para que dis- 
trajesen al enemigo, como en efecto lo verificaron apoderándose 
de Algeciras, penetró con fuerzas en Galicia, llamado por los par- 
ciales de la causa de D. Pedro, y ocupó á la Coruña y otras ciu- 
dades (año de 1.369). 

D. Enrique, que estaba á la sazón sobre Zamora para reducir- 
la, marchó hacia allá con las compañías de Bertrán Duguesclin y 
otras tropas castellanas; y como D. Fernando no quiso aventu- 
rarse a esperarlo, pues se embarcó para Portugal, mandando á 
los suyos por tierra, excepto corto número que quedaron en Ga- 
licia con el maestre de la Orden de Cristo, pasó el Miño para ha- 
cerle cruda guerra en su propio país al competidor. Sitió y obligó 
á capitular la ciudad de Braga; siguió á la de Guimaraes, cuyo 
castillo no pudo rendir, y luego Se internó en la tierra de Trasos- 
montes, donde se detuvo esperando á D. Fernando para una ba- 
talla; mas como no acudiese, tomó á Braganza, la dejó guarneci- 
da y se volvió á Castilla, á fin de proseguir sometiendo las po- 
blaciones que aun se negaban á reconocerle y se sostenían por el 
Portugués. 



CAPÍTULO I. 19 

Los rigores del invierno le obligaron á principios del aflo si- 
guiente (1370) ¿levantar el asedio de Ciudad-Rodrigo, suspen- 
diendo las operaciones por aquella parte para atender á Galicia y 
Andalucía, y la falta de recursos á licenciar los auxiliares france- 
ses, lo cual aprovechó D. Fernando para disponer algunas entra- 
das y daños en Castilla. Bloqueada entre tanto Sevilla por la es- 
cuadra portuguesa estacionada junto á Sanlúcar de Barrameda*, 
ge dirigió allí D. Enrique al mismo tiempo que enviaba por el 
Guadalquivir veinte galeras, apriesa y de mala manera armadas, 
pero que, sin embargo, lograron saliesen al mar las contrarias, 
bien que para volver á su anterior posición en cuanto las caste- 
llanas se retiraron, disminuidas de siete, que fueron para la costa 
de Cantabria con objeto de hacer aparejar mayor número y re- 
gresar sobre Sevilla. Hiciéronlo así en breve tiempo, y apoderán- 
dose de tres galeras y dos naves de Portugal, se alejó de la boca 
del rio la escuadra bloqueado™. 

Por mediación de los nuncios del Papa cerca de los dos reyes 
hicieron al fin la paz de Alcoutim en 1371, renunciando D. Fer- 
nando sus pretensiones, conviniendo en la devolución de villas y 
castillos, y arreglando el casamiento de dicho monarca portugués 
con una hija de D. Enrique II; y aunque está última cláusula se 
rompió enseguida por el escandaloso enlace que hizo el voluble 
D. Fernando con doña Leonor Tellez de Meneses, avínose él Cas- 
tellano y quedó restablecida la calma. Poco duró , sin embargo, 
pues prosiguiendo en dar asilo en Portugal, y aun disimulado 
estímulo á los rebeldes de Galicia, contrató secreta alianza con 
el Duque de Lancáster, que, como casado con doña Constanza, 
hija del rey D. Pedro, aspiraba al trono de Castilla; y no conten- 
to aún con eso D. Fernando, deseoso de nuevo rompimiento, hizo 
apresar en el mismo puerto de Lisboa cinco naves vizcaínas, fal- 
tando á todo derecho y buena fe. En virtud de tales actos, cercio- 
rado de ellos D. Enrique II, le declaró la guerra con gran bene- 
plácito de muchos señores portugueses y aun miembros de la Real 
familia, que estaban quejosos del Monarca y de la influencia de 
la reina doña Leonor; y en Diciembre de 1372 entró en el reino 
desde Zamora, ganando de seguida á Almeida, Pinhel, Celorico, 
Linhares y Vizeu, donde se detuvo para esperar más fuerzas, y 
donde se le unió el infante D. Dionis, hermano del Rey ? con otros 
caballeros del país. 



20 BATALLA PE ALJTJBARROTA. 

Entrado ya el mes de Febrero de 1373, continuó la marcha por 
Coimbra sin detenerse hasta Torres-Novas en demanda de don 
Fernando; pero como éste sólo tenía consigo unos seiscientos 
hombres de armas y se acogió en la ftierte plaza de Santarem, 
rehusando aceptar el combate cuando se acercaron los castellanos 
á la vista el 19 de dicho Febrero para provocarle (1), prosiguió 
D. Enrique sobre Lisboa, estableciendo sus reales y ocupando un 
barrio de la ciudad el dia 23, mientras la mayoría de los habitan- 
tes se" refugiaron al castillo y á la parte alta murada. Carecía por 
el pronto el ejército del auxilio de la escuadra, y no pudo evitar 
entrase en la plaza un refuerzo de soldados; con lo cual, y con 
cuatro galeras que había surtas en el Tajo, le molestaban sin ce- 
gar en sus cuarteles de la parte baja y ribereña : cambiáronlos por 
este motivo á mejor posición, cercana y más elevada, donde exis- 
tían unos monasterios, alojándose el Rey en el de San Francisco, 
y mandó quemar antes las naves que habia desarmadas en las 
Atarazanas, y la Rua-Kova 7 que era, según dice Ayala, la md$ 
fermo&a de la cibdad, 

Al mismo tiempo que D. Enrique entraba en Lisboa se dirigía 
hacia allí su escuadra bajo el mando del Almirante Bocanegra, y 
ejecutábase desde Galicia una entrada por la provincia de Entre 
Duero y Miño, batiendo á los que se opusieron, y ganando algu* 
nos castillos fácilmente ; al paso que hubo otros del reino que se 
resistieron con tenacidad, citándose en particular el de Torres- 
Novas, en el que pretenden se reprodujo algo parecido á la heroi- 
cidad cruel de Guzman él Bueno en Tarifa. 

Al llegar la escuadra el 7 de Marzo apresó dos de laá cuatro 
galeras portuguesas, salvándose las otras dos en unos canales de 
la opuesta orilla, y se recobraron todos los buques de comercio 
que tenían secuestrados. 

En este estado el cardenal Guido, legado del Papa, que anda- 
ba con gran diligencia procurando reconciliar los dos soberanos, 
logró se aviniesen á un tratado, cuyas condiciones principales 

(1) En esta ocasión cuentan las crónicas portuguesas que empezó á darse ven- 
tajosamente á conocer el futuro condestable Ñuño Alvares Pereira, cuando ape- 
nas tenia trece años, pues saliendo de Santarem con otros pocos jinetes para re- 
conocer el ejército castellano y picarle la retaguardia, se acreditó por su valen- 
tía y talento, diciendo al volver que los enemigos eran mucha gente, pero muy mal 
ordenada, pareoiéndole que eon menos y mejor disciplinada podría vencerles» La 
Beina le armó entonces caballero. 



CAPÍTULO I. 21 

fueron , mediante los rehenes correspondientes, que el de Portu- 
gal prestaría al de Castilla cinco galeras cuando tuviese precisión 
de auxiliar á su aliado el Rey de Francia, y que salieran del reino 
D. Fernando de Castro y los demás refugiados rebeldes á D. En- 
rique; ademas, para estrechar y afianzar esta amistad , convinie- 
ron en que casasen el conde D. Sancho, hermano del Rey de Cas- 
tilla, QQn la Infanta hermana del de Portugal j el Duque de Be- 
navente, h\jp bastardo de D. Enrique, con la princesa recien 
nacida, Beatriz, hija de D. Fernando; y otro hijo bastardo de 
D. Enrique*, llamado D. Alfonso, con la hija natural de I). Fer- 
nando, Isabel , que lie varia en dote la ciudad de Vizeu y las villas 
de Celorico y Linhares, quQ en esta guerra habían ganado los 
CíWjtellano^. Acto continuo pasó D. Enrique á Vallada, lugar cer- 
cano á Santarem y sobre el Tajo , en tres barcos aparejados ex- 
prqfesp, uno pitra él, otro para D. Fernando y el tercero para el 
Legado; oelebraron la entrevista el 28 de Marzo para confirmar el 
tratado; & los. dos días se hizo en Vallada el casamiento del con- 
de D. Sancho con la Infanta portuguesa, y cumplidas poco des- 
pués algunas formalidades indispensables de las estipulaciones, 
emprendió la marcha el Rey de Castilla p^ra sus estados. 

A los ¿>ocos meses de finado D. Enrique IIj año de Í379, pro- 
puso á su hijo y sucesor D. Juan I, el veleidoso D. Fernando de 
Portugal, que su hija Beatriz, prometida al pequeño Conde de 
Benavente <en el último tratado, se casara con el príncipe que 
acababa de nacer al Castellano y fué después Enrique III: convi- 
no en ello, y se hicieron los desposorios, pactando al propio tiem- 
po que , puesto que eran primos hermanos los desposados, en el 
caso de que cualquiera de los dos muriese antes de que tuviesen su- 
cesión, pertenecería al otro su reino; en lo cual, como se ve, lleva- 
ban la idea de que quedaran unidas ambas monarquías. Pero, cosa 
particular y que pinta la mudable condición de D. Fernando, en 
ese mismo año de 1380 firmaba otra alianza con el Duque de 
Lancáster y doña Constanza, que se titulaban reyes de Castilla, 
ofreciendo acoger en sus tierras y ayudarle en la guerra contra 
D. Juan I al Conde de Cambridge, si quería ir con tropas ingle- 
sas, así como darle á su hijo la mano de la princesa Beatriz, que 
acababa de desposar con el primogénito del Castellano (1). 

(1) Fué negociador de esta aliarla Juan Fernandez Andeiro, caballero nata- 



22 BATALLA DB ALJUBABROTA 

Sospechó algo de todo eso D. Juan I, y supo por fia , entrado 
el año de 1381, que el Conde de Cambridge, ó como le llama el 
cronista Ayala, Mosen Aymon, conde de Cantabrigia, hermano 
que era del Duque de Lancáster, se había embarcado á nombre y 
representación de éste en Inglaterra, con mil hombres de armas 
y mil flecheros para hacerle guerra unido á los portugueses, en 
demanda nada menos que de su corona. Empezadas naturalmen- 
te al instante las hostilidades, por las acostumbradas correrías en 
las fronteras, aprestóse D. Juan I pidiendo á las ciudades y Tillas 
de sus reinos los contingentes necesarios ; y mientras ordenaba 
incursiones por el Alemtejo y Tras os Montes, amagando á Elva* 
y Miranda, penetró él mismo y cercó el castillo de Almeida. Lle- 
góle en esa operación la noticia de que su Escuadra, mandada por 
D. Ferrand Sánchez de Tovar, fuerte de 17 galeras, habia desba- 
ratado la portuguesa el 17 de Julio cerca de Saltes (otros dicen 
de Cascaes), tomándola 20 de las 23 de que se componía, y ha- 
ciendo prisioneros ó muertos á cuantos en ellas iban , ijacluso el 
almirante D. Juan Alfonso Tello, conde de Barcellos; pero tam- 
bién supo con disgusto que por haber vuelto á Sevilla con la pre- 
sa, dejando libre la boca del Tajo, llegó y desembarcó en Lisboa 
con sus ingleses el Conde de Cambridge, dos dias después. 

Enfermó á la sazón de gravedad el Rey, estando todavía al 
frente de Almeida; mas, restablecido y rendido aquel castillo á 
fines de Agosto, como también el de Miranda, ordenó se le fueran 
á incorporar más tropas y envió mensajeros al de Cambridge, 
brindándole á dar batalla si quería ir hasta Almeida, ó. dos ó tres 
jornadas tierra adentro, adonde se adelantaría á esperarle: no 
contestó el Inglés, antes bien rediyo á prisión á los enviados y no 
se movió de Lisboa, por tener aiin su gente desmontada, aguar- 
dando los caballos que D. Fernando le habia ofrecido. En su con- 
secuencia, aproximándose el mal tiempo, regresó á Castilla, de- 
jando algunas fuerzas acantonadas en la frontera para esperar la 
buena estación del siguiente año y emprender de nuevo la cam- 
paña (1). 

ral de Galicia, que se unió á D. Fernando cuando en 1369 entró en la Corana. 
Adquirió por eso y por sus circunstancias personales gran valimiento con el Bey, 
y mayor aún con la reina doña Leonor, elevándole á conde de Ourem y llegando 
á ser objeto de las envidias y rencores de los portugueses, hasta su trágica muer- 
te en 1383. 
(1) Con este motivo, entrado ya el año de 1382, creó los altos cargos militares 



CAPÍTULO I. 23 

Sabedor de que los aliados se disponían á entrar en su reino 
por Extremadura, hallándose en Zamora, después de haber man- 
dado ejecutar algunas cabalgadas hacia aquellas partes, se enca- 
minó para Badajoz, donde entró el último dia de Julio (año 
1382), reuniendo 5.000 hombres de armas, 1.500 jinetes y mu- 
cha gente de ápié, cuando el de Portugal con el Príncipe inglés 
se encontraban ya en Efras en fuerza de 4.000 hombres de ar- 
mas, 1.000 flecheros y crecido número de peones. 

Asentó luego su 1 campo la hueste Castellana, seguti la versión 
más general, á orillas 1 del riachuelo llamado dé Rim de Gaya, y 
permaneció algunos días frente de la anglo-portugfuésa, ambas á 
la espectatiVa sin trabar formal batalla por haberse iniciado tra- 
tos de paz, que Mariana dice propuso D. Juan I, y que lofe ingle- 
ses eiitraban gustosos en ellos por estar pesante* de haber em* 
prendido aquella guerra tan dificultosa 1 y tan léfósde sú tierra; 
pero que los cronistas portugueses aseguran, por el coritrarib, que 
fué D. Fernando quien abrió la negociación sin conocimiento del 
"Prínripé inglés, cuyos soldados se hadan insoportables, temien- 
do £or la feuerte de sü reino en el caso de una derrota, pótlestar ya 
bloqueado Lisboa desde Marzo, y por las visibles sefiaíés i de animo- 
sidad que observaba crecientes entre los suyos contra la c&rte. Pac- 
taron, pues, eti su consecuencia, accediendo D. Juan I álás pro- 
puestas de D¿ Fernando, que la princesa'Béatriz, que acababa de 
prometerla su padre al hijo del Conde de Cambridge ¿ D.' Eduardo, 
y que, como antes se dijo, la habían desposado don el infante D. En- 
rique, heredero de Castilla, casara coa el segundogénito t); Fernan- 
do, para que así pudiera llegar á ser rey de-Portugal',* énbn se mez* 
clara aqttelrégno don el regno dé Castilla, según éipíresa Ayála ; 
que J se le devolvieran las galeras apresadas, con el Ooñ&e de Bar- 
cellós y los demás prisioneros de la escuadra, y que ¿e facilita- 
ran embarcaciones á los ingleses para regresar á su país, por cuan- 
to no las habia disponibles en Portugal , y estar la flota castellana 
bloqueando á Lisboa. Aceptadas y firmadas esas condiciones (1), 



de condestable y -mariscales, que nunca hubo antes en Castilla, imitando al de 
Portugal que tos aeababa de establecer, y al de Aragón qne hacia poco los in- 
trodujo, en copia de Francia. j 

(I) Gomo en otros tratados de paz, giraba todo en éste sobre la combinación de 
casamiento de los hijos de los reyes ; pero ya aquí observa Ayalaf se quisó evitar 
por él Portugués la posibilidad de que se unieran las dos cotonas. Mariana dice 



24 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

diéranse mutuamente rehenes y se separaron en ¿a mejor concor- 
dia loa dos soberanos con sus respectivas tropas , embarcándose & 
poco loe ingleses, dicen unos que mal contentos y quejosos , otros 
que satisfechos de salir de allí ; pero es indudable que los portu- 
gueses los vieron ir llenos de gozo, porque, según la Crónica de 
Fernán López , hacían más daño en el país que los enemigos, co- 
metiendo espantosos horrores y atropellos. 

Ocurrió pocos meses después la muerte de la Reina de Cas- 
tilla, y al saberlo DI Fernando de Portugal concibió al instante, y 
le comunicó á D. Juan I en ocasión de hallarse en Pinto, el nue~ 
yo pensamiento de casarlo con la misma princesa Beatriz, que 
sólo contaba doce años, anulando la cláusula convenida en el an- 
terior tratado respecto á dársela al infante D. Fernando. Agra- 
dóle al Rey viudo esa propuesta, y entabladas las correspondien- 
tes negociaciones, entrado ya el año de 1383, se formalizó otro 
tratado, cuyos principales artículos estipulaban que siendo doña 
Beatriz heredera del reino de Portugal, si.su padre D. Fernando 
no tuviese hijo varón, se titularía á su muerte su marido rey de 
Portugal, lo mismo que ella reina; pero quedando por goberna- 
dora del reino la reina doña Leonor hasta que tuviesen hijo ó hija 
en edad de catorce años, y que ambos deberían dejar aquel título 
de reyes en cuanto doña- Beatriz tuviese sucesión. 

Con arreglo á esta insensata negociación y pacto se dirigió la 
corte de D. Juan I á Badajoz, y la de Portugal á Elvas, excepto 
D. Fernando, que no pudo asistir por hallarse enfermo, celebrán- 
dose en seguida. la boda á mediados del mes de Mayo, con gran 
pompa y regocijo, presenciada por el Rey de Armenia y por el 
Príncipe de Navarra, después de los requisitos, formalidades y 
juramentos que prestaron no sólo las partes interesadas, sino 
también los grandes y los procuradores de las Cortes. Acto con- 
tinuo fué llevada doña Beatriz por su madre la reina doña Leo- 
nor á Badajoz, y se separaron para sus respectivos países los lu- 
cidos cortejos nupciales (1). * 



con gran sensatez acerca de este tratado que pudieran parecer petada* esta* ca- 
pUulaciones al Rey de Castilla, que se hallaba muy poderoso y pujante; mas or- 
dinariamente es acertado prevenir los sucesos de la guerra, que pudieran ser muy 
perjudiciales para España, y no hay alguno tan amigo de pelear que no huelgue 
más de alcanzar lo que pretende con paz que por medio de las armas. 
(1) Desde Badajoz pasó D. Juan I á Segó vía, donde celebró las Cortes en que 



CAPITULO I. 



25 



En ese interno año, el 21 ó 22 de Octubre, bajó al sepulcro el 
*ey D. Fernando de Portugal por efecto de la grave dolencia que 
le aquejaba; y bíb duda, á pesar de las volubilidades é indecisio- 
nes de su carácter , particularmente respecto á los esposos en que 
pensó para su hija, y del mejor modo de asegurar la sucesión del 
reino, espiró tranquilo, creyendo haber hallado y realizado lo más 
conveniente para una paz duradera con Castilla, cuando, por el 
contrario, dejaba abierto campo de difíciles complicaciones y mo- 
tivo de la más larga y empeñada guerra, como se verá en el ca- 
pitula siguiente* 



se adoptó rigiese en Castilla la Bra de Jesucristo en lugar de la de Cesar hasta 
enttoces observada. ■ 



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CAPÍTULO II. 

Cuadro general, circunstanciado, de la guerra entre Castilla y 
Portugal, desde 1384 hasta la paz definiHva de 1432. 



i 

! SUMARIO. 

i 

Entrada del Rey de Castilla en Portugal. — Alteraciones en Lisboa y principios 
de la guerra. — Acción de Atoleiros y sitio de Lisboa. — Regreso de D. Juan I á 
Castilla y aclamación del Gran Maestre de Avis por rey de Portugal. — Funesta 
campaña de Aljubarrota. — Sitio de Coria y campaña de los portugueses ó in- 
» gleses, aliados contra el Rey de Castilla. — Continuación de los sucesos de guer- 

ra y treguas hasta el tratado de 1411 , que llegó á ser de paz definitiva en 1432. 



* ENTRADA DEL REY DE CASTILLA EN PORTUGAL. 

Compilados en el anterior capítulo los precedentes histórico- 
militares de las dos naciones vecinas hasta el momento en que 
iba á empezar la nneva guerra, cuyo principal accidente fué la 
batalla que vamos á estudiar en este libro, hácese indispensable 
trazar con alguna particularidad y razonamiento el cuadro gene- 
ral de tan dilatada contienda, que, con diversas interrupciones y 
treguas , se prolongó por espacio de veinte y ocho años , y que to- 
davía tardó otros veinte y uno en cerrarse legalmente con la apro- 
bación y ratificación definitiva del tratado de paz, que se llamó 
perpetua, en 1432. 

No podremos ser prolijos en detalles, pero sí se darán los más 
importantes que conduzcan á formar, en cuanto sea posible, una 
relación militar acerca de las campañas de Lisboa y Aljubarrota, 
utilizando los datos que contienen las diferentes crónicas é his- 
torias , excepto en lo respectivo á la descripción de la principal 
batalla, á fin de dejar íntegro el asunto para que se pueda des- 
pués comprender y analizar mejor por la consulta comparativa de 



* 



28 BATALLA DB AL/UBARUÓTA. 

los textos , teniendo ya plena noticia del conjunto de sucesos an- 
teriores y posteriores. 

Antes de finalizar el mes de Octubre de 1383, le llegó á don 
Joan I de Costilla, hallándose de tránsito en Torrijos, la nueva 
del fallecimiento del rey D. Fernando de Portugal, y recibió con 
ese motivo cartas de algunos personajes importantes de aquel rei- 
no pidiéndole fuese allá desde luego. El cronista castellano, Ló- 
pez de Ayala, asegura que. el gran Maestre, de Aviq , hermano 
bastardo del difunto monarca, figuraba el primero en esta ges- 
tión ; pero niéganlo los portugueses , y no es fácil saber la verdad. 

Preocupado el Rey de la gravedad de la noticia , y . creyendo 
que la primera natural consecuencia debía ser el reconocimiento 
y toma de posesión del reúao por su esposa doña Beatriz , le asaltó 
el temor de que pudiera suscitarle dificultades el infante D, Juan, 
hermano natural del último soberano, como hyo de D, Pedro y 
de doña Inés de Castro, refugiado á la sa&on c# Castilla ; y usan- 
do de na reourso^ frecuente entóiioee, y no olvidado , todavía en 
nuestra época, lo mandó encerrar por precaución «n el alcaide 
Toledo (l) y adoptando igual medida con su revuelto hermano don 
Alfonso, conde» de Gijon, que le constaba, andaba siempre en tra- 
tos de rebeldía* -.i : 

Trasladase en seguida á Toledo y después de asistir al funeral 
por mi diftinto suegro , icelebró de. gran gala el acto. de juramento 
y aclamación de su esposa y él como reyes de Portugal, ofrecién- 
dole & sua pies el arzobispo D. Pedro Tenorio una bandera, con las 
arma* de Castilla y .de Portugal, que levantada por D. Juan 
Hurtado de. Mendosa > salió con ella por las calles diciendo : Real y 
Real por el rey D. Juaat de Castilla y de Portugal (2). 



(1) Dijo sobre esto D. Juan I en su testamento : É por ende, puerto que está 
preso con razón , pues está sin culpa , mandamos que le suelten nuestros testamenta- 
rios.—* Pocas reces habrá «ido mejor aplicado eso de la rawn de la sinrazón. — £1 
motivo de hallarse refugiado en Castilla el Infante jxurtugues era el asesinato 
que cometió por celos en su mujer doña María Tellcz , hermana de la reina doña 
Leonor* Don Juan I le hizo duque de Valencia de Campos, Otro hermano suyo, don 
Dionís, había emigrado también por negarse á besar la mano a la reina doíía 
Leonor, 

• (2) Aunque asi lo dice la Oréniea portuguesa, yo supongo que no podía omi- 
tirse el nombre de la Reina, y que diría por D, Juan y doña Beatriz, reyes de Cas- 
tilla y dé Portugal.— Sucedió en esta ocasión, según las crónicas portuguesas, 
que desempeñó el acto Mendosa por haberse negado Vasco Martin de Mello, á 
quien el Bey lo encargó antes, alegando escrúpulos como vasallo portugués ; ade- 



CAPÍTULO IT. 29 

Queriendo D. Juan I dirigirse sin tardanza! Portugal, man- 
dó preparar algunas compañías de hombres de armas y celebró 
consejo en la Puebla de Montalran. Opúsose en él muy cuerda- 
mente á su idea el Arzobispo de Toledo, fundado en que no debía 
hacerlo por las condiciones del último pacto, y que sólo era pro- 
cedente enviar embajadores á Lisboa recordando los contratos ma- 
trimoniales , para que el reino, esto es, las Cortes, arreglaran 
Cuanto correspondía y le indicasen el modo de obviar a cualquiera 
duda ó dificultad que se ofreciera; pero hubo otros que pensaban 
de contraria manera, diciendo no debían ser guardadas aquellas 
cláusulas que ofendían a! legitimo derecho de doña Beatriz, y que 
convenía penetrase al ínstente en Portugal poderosamente para 
hacer valer ese legítimo derecho \ y como el Bey tenía ya formada 
esta determinación , se adhirió desde luego & dicho parecer, que 
halagaba Su espíritu juvenil por el deseo de señorearse del reino 
de su esposa, acabándole de decidir D. Alfonso Correa, obispo de 
Ouaráa (ciudad fronteriza de Portugal) y canciller que era de do- 
fia Beatriz, «dándole mil. seguridades sobre el pronto reconoci- 
miento poftddo el país. Todavía, sin embargo; añade Ayala que 
insíétierón varios consejeros en oponerse (entre los que.se colige 
sería él uno de ellos, y otro el arzobispo D. Pedro; Tenorio), re- 
Ritiéndole té violaría el tratado y «e irritarían los ánimos de los 
portugueses ; mas todo fué inútil para su .resohicion , y ea>oonse- 
caencia, después de despachar á Li&boa, como mensajero f á don 
Alfonso López de Tejada, portador de cartas de dudo; por el fina- 
do monarca y pidiendo el reconocimiento de su esposa y ¡ de él co- 
mo reyes, empezó á disponerse para el decidido viaje, no obstante 
la escasez de dinero en quese hallaba (1). v » - . » - •■ 

En compañía de la reina doña Beatriz, y escoltado únicamen- 



mas, añaden que ocurrió el fatal presagio de que, espantándosele el caballo á 
Mendoza, dio contra una esquina 7 cayó sin sentido, rota la espada y la bande- 
ra rasgada , de modo que las armas de laB dos naciones quedaron sólo unidas por 
un hilo. Con ese motiro mandó el Bey que se bordasen juntas, y no separadas co- 
mo primero las habían puesto. 

(1) Fecha en Montalban á 24 de Noviembre, escribió D. Juan I á la ciudad 
de Murcia una carta, que inserta Gaséales, pidiendo un empréstito, deque estaba 
necesitado por los grandes gastos de las pasadas guerras.— Al propio tiempo debió 
pedir aprestos para la escuadra á Sevilla, pues consta que en 16 de Enero acordó 
la ciudad que se entregasen al almirante Tovar todas las armas que había en los 
almacenes, según dice Zúñiga en sus AnáU% eelóHáttúws y KcuUwet, 



• 

.. 



30 BATALLA DE AUUBAHROTA. . 

te de 25 ó 30 jinetee , atravesó la raya de Portugal y entró en 
Guarda D. Juan I en uno de los primeros dias de Enero de 1384, 
siendo recibido por el Obispo, clerecía y vecindario ; pero estú- 
vose quedo el alcaide del castillo, Alvaro Gil Cabral, eludien- 
do prestarle homenaje. Llegáronle á los tres dias quinientos caba- 
llos que conducía D. Pedro Nuñez de Lara, conde de Mayorga, y 
fueron presentándose algunos señores de la comarca á cumpli- 
mentarle , recondénelo por reina á doña Beatriz ; mas faltaron 
otros de los notables , como el alcaide de Xrancoso, Gonzalo Váz- 
quez Coutinho, y que no todos salieron satisfechos de la entre- 
vista, por la seriedad y pocas palabras del Rey, ó porque, según 
dice Ayala y repite Fernán López , no les dio dineros , estando 
acostumbrados á los agasajos de D. Fernando. 

ALTERACIONES Eff LISBOA Y PEINCIPIOS DE LA GUERRA. 

Desde el momento en que falleció el rey D. Fernando, todo 
Portugal empezó á agitarse, pero principalmente se hizo sensi- 
ble la alteración de los ánimos en Lisboa, por la diversidad de 
opiniones que -surgieron acerca de la sucesión del reino y de la 
regencia, y por las antipatías de muchos hacia la reina viuda doña 
Leonor. £1 mensajero de D. Juan I de Castilla halló propicios 
á algunos personajes, y logró que al cumplirse el plazo de sesenta 
dias, que estaba señalado, de la muerte del Monarca, se levanta- 
ran pendones por doña Beatriz según la fórmula usual, cuyo acto 
verificó ^1 conde de Cintra, D. Enrique Manuel; mas había otros 
sujetos á quienes , dice Ayala, non placía, ca non quisieran bien 
al rey D. Ferrando, nin á la reina doña Leonor, su mujer, nin les 
piada que la reina dqña Beatriz, su Jija, oviese el regm de Porte- 
gal, especialmente por ser casada con el Rey de Castilla, rescelan- 
dose qtie el regno de Portogal se mezclaría con el regno de Castilla, 
e sería uno con él, do agora era regno por sí. 

Produjo esto conatos de proclamar por rey al infante D. Jnan, 
preso en Toledo, y por regente á su hermano bastardo el Gran 
Maestre de Avís, también llamado D. Juan, animoso y despierto 
joven, que supo aprovechar hábilmente de las circunstancias, de 
la noticia de próxima entrada' del Bey de Castilla y de la aversión 
del pueblo contra la reina viuda doña Leonor (1) y su favorito 

(1) Lo escandaloso del matrimonio de D. Fernando con doña Leonor, que era 



CAfrÍTÜtO II. 31 

Juan Fernandez Andeiro, conde de Ourem. Una trama que des- 
de antes venia urdida para deshacerse del privado, se llevó á 
efecto entre algunos conjurados, el día 6 de Diciembre, ponién- 
dose á la cabeza el Maestre de Avíe y asesinando por su propia 
mano al Conde de Ourem en el mismo real palacio. Siguió al 
atentado el tumulto popular consiguiente , en que filé victima el 
virtuoso Obispo, arrojado de la alto de una torre de la Catedral, 
sin duda porque era castellano de nacimiento, y la Reina regente 
se vio obligada á salir de Lisboa á los pocos dias, el 15, para su 
villa de Alemquer, acompañada de su servidumbre particular y 
de muchos caballeros que se la mostraron fieles. 

lío perdiendo tiempo la conspiración, celebró una junta, en la 
que, á pesar de que hubo individuos que se opusieran, se decidió 
y formalizó en acta el nombramiento del Maestre para defensor 
y regente del reino , constituyéndolo así en verdadero dictador, y 
anulando la principal disposición testamentaria del difunto rey. 
- Elevado revolucionariamente á ese cargo, empezó con extraor- 
dinaria actividad y amaños á ejercerlo, pues mientras escribía á 
su hermano el infante D. Juan que á él pertenecía la corona y 
que á «a nombre deseiftpefiaria la regencia, mandando pintar en 
ks banderas su retrato encadenado por los castellanos, le envia- 
ba a decir al rey D. Juan I que todo lo ocurrido era motivado 
por la impopularidad de doña Leonor, y que cotí venia nombrase 
otra regencia hasta que de su matrimonio tuviera hijo en edad de 
sabir al trono, dejando bien comprender que nadie mejor que él 
podría desempeñarla; y sin perjuicio de eso, expedía cartas por el 
reino, nombraba sus ministros, hacia aprestos militares, manda- 
ba emisarios á Inglaterra, ganaba el castillo de San Jorge de la 
ciudad y la villa de Almada, que cae frente de Lisboa, sobre la 
izquierda del Tajo, y procuraba atraerse á su partido otras forta- 
lezas, poblaciones y gentes que se mantenían leales ó dudosas. 



una señora particular casada con D. Joan Lorenzo de Acnnha, á quien se la quU 
to, promovió desde un principio disgustos hasta en la Real familia, que se au- 
mentaron con la influencia dominante que ella supo ejercer y con el favoritismo 
de Andeiro.— En el Sumario de lee reyes de España, por el despensero de la reina 
doña Leonor de Castilla, se dice que emigrado á España el Juan Lorenso de 
Aeunha, andaba por todas partes ostentando unos cuernos de oro en la cabeza, 7 
que á la reina, que fué su mujer, doña Leonor Tellez de Meneaes, la apellidaban 
Fiar de altura. 






\ 



32 BATALLA DE ALlUBAUBOTA. 

Logró bu intento en muchos puntos, como Beja, Érora y Porto, 
y consiguió se le uniese el joven D. Ñuño Álvarez PeTeiía , lla- 
mado á serle el primer sosten y á desempeñar brillan tí simo papel; 
pero otros tres hermanos de éste, así como el mayor número de 
los sujetos de alcurnia, permanecieron adictos á doña Leonor, y 
por consiguiente , á la causa de su hija y del Bey de Castilla, lo 
mismo que infinidad de ciudades, Tillas y castillos, que respon- 
dieron á los mensajes que les expidió la Reina viuda, tanto al 
Sur como al Norte del reino, contándose entre ellas á Arronches, 
Alégrete, Monforte, Alemquer, Santarem, Torres Novas, Torres 
Yedras, Ourem, Leiria, Cintra, Braga, Lanhoso, Ghiimaraes, 
Valenza, Viana, Ponte de Lima, Braganza, Miranda, Chaves, 
Villarreal , eto., etc. * 

Después de la Pascua de Navidad se trasladó doña Leonor de 
Alemquer á Santarem, como ciudad importante y fuerte, que la 
ofrecía más seguridad y oómodo alojamiento para toda la gente 
que la acompañaba; y desde allí escribió al Bey de Castilla, su 
yerno, insistiendo en llamarle para que tomase mano en los des- 
órdenes que ocurrían. Don Juan I recibió la carta (1) estando ya 
en Guarda, así coma otras del Maestre deftAvís; y contestando á 
éstas en sentido negativo á sus proposiciones por medio de emisa- 
rios que mandó á Lisboa, é invitándole á que se apaciguaran las 
turbulencias acatando el derecho de su mujer, emprendió la mar- 
cha hacia Santarem acompañado de 500 caballos. 

Comió aquel primer dia en Santa María de Azores, cuyo san- 
tuario quiso visitar, y pernoctó en Celorico, donde se detuvo cua- 
tro dias, y continuó para Coimbra; el conde de Neiva, D. Gonzalo 
Tellez , hermano de la reina doña Leonor, y un tío suyo, Gonzalo 
Méndez de Vaeconcelloe, que gobernaban el castillo y la ciudad, 
se negaron 4 recibirlo dentro de murallas, teniendo que proseguir 
su camino; detúvose otro dia en Miranda do Corvo: salió al si- 
guiente de madrugada para dormir en Chito de Couce, y en el in- 
mediato, después de comer en Ceras, pasó á pernoctar en Thomar. 
Sucedió allí lo que en Coimbra, por encerrarse en el castillo el 
maestre de la orden de Cristo, D. Lope Diaz de Sousa, sobrino 
de la misma Beina viuda, con lo cual, habida una ligera escara- 



(1) En el libro titulado Royet nuevas de Zblede, por Lozano, se inserta esta car- 
ta de doña Leonor, fechada en Santarem en Enero de 1884. 



I 



1 



CAPÍTULO II. 33 

muza, continuó & media noche para Golegan y Santarem , en cuya 
plaza entró con bu comitiva sobre el 13 de Enero, precedidas cier- 
tas formalidades y ceremonias de recepción. 

Instruyóle la reina doña Leonor detalladamente de los distur- 
bios de Lisboa , del alzamiento del Maestre de Avíe, de los apres- 
tos que hacia de resistencia, y de sos diligencias para mover el 
país, de que ya en la marcha observó síntomas elocuentes, por el 
desvio ú ojeriza de los naturales; y convencido, en vista de todo, 
de que le era preciso emplear medios de fuerza, mandó se le fue- 
ran á teunir las compañía» de hombres de armas que dejó cerca 
de la frontera, y ordenó se levantasen otras, no obstante la escasez 
de metálico de su erario, según lo demuestra el reciente pedido 
que hizo de empréstito, y más todavía el haber apelado á tomar 
cuatro mil marcos- de plata del santuario de Guadalupe; expe- 
diente que motivó gran degusto en Castilla, r al qtie la devoción 
de las gentes atribuyó, como castigo del cielo, todas las calami- 
dades del cerco de .Lisboa y de la subsiguiente oaznpaña (l)j 

La reina doña Leonor resignó en D. Juan I la gobernación del 
reino, que debía conservar por el testamento de D. Fernando y 
por el tratado último con Castilla hasta la mayor edad del hijo ó 
hija que tuviese doña Beatriz , discrepando los historiadores so- 
bre si ese acto fué espontáneo ó exigido por el Rey en el con- 
cepto de que habría de serle embarazoso continuara con el título 
nominal de regente, cuando de hecho había perdido el poder des- 
de el momento en que abandonó la capital ; y en bu consecuencia, 
mientra* iban llegando alguna* tropa* de Castilla, acudieron á 
reconocerle y á jurar á doña Beatriz muchos señores y alcaides 
de castillos , guarneció las fortalezas de la ciudad con gente suya, 



(1) Dudaba yo de esta tradición qne consigna el P. Mariana, porque datando 
sólo de la 4poca cte Alfonso XI el origen de aquel santuario, y siendo en loe rei- 
nados siguientes al de D. Juan I cuando adquirió su mayor suntuosidad y rique- 
zas, no creía que abundase tanto en plata en el año de 1384. Sin embargo, he vis- 
to la confirmación de ella en la Historia de la fundación del Monasterio de Gua- 
éalujpe, que manuscrita se conserva en la Biblioteca del Escorial, y en la Historia 
de Nuestra Señora de Guadalupe, por Fr. Gabriel de Talayera, impresa en Tole- 
do en 1597, donde se dice que ya para entonces eran tan cuantiosas las dádivas y 
donativos, que el prior ó administrador del santuario mandó labrar un riquísi- 
mo y precioso retablo de plata con primorosos esmaltes, el cual á poco tiempo 
tomó D. Juan I para fundirlo en moneda, con objeto de atender alas necesidades 
en que se veia por la guerra de Portugal, concediendo en compensación al san- 
tuario las escribanías de Trujillo. 



34 BATALLA DE AUT7&ARR0TA. 

pidió al vedndario un donativo de treinta mil libras, mandó la- 
brar moneda, y empezó á ejercer en un todo la soberanía. - 

A principios de Febrero, incorporadas ya las primeras compa- 
ñías castellanas ,. dirigió sobre Lisboa con mil hombres de armas al 
maestre de Santiago, Pedro Fernandez Cabeza de Yaca, acompa- 
ñado del mariscal Pedro Ruiz Sarmiento, adelantado de Galicia, 
y de Pedro Fernandez de Velasco, su camarero mayor, para ob- 
servar la ciudad, iiqpedir se extendiera la sublevación, y atraer á 
un combate afuera al Maestre de Avís. Marchó el destacamento 
por Alemquer á honres, y de, allí á Lmniar, á poco más de una 
legua de la plaza, donde se estableció el dia 8 (1), y comenzó á 
inquietarla con amagos hasta junto á sus puertas, matando y co- 
giendo en uno de ellos á varios portugueses en el sitio que se lla- 
maba Alballaefe, que es hoy el, Campo Grande. 

Entre tanto, el Maestre de Avís , después de haber procurado 
exalta?; lps aniñaos, ponderando los peligros de la dominación 
extranjera, lop incultos y vituperios que se atribuían á los caste- 
llanos (2),. la violencia con que D. Juan I rompia el pacto pene- 
trando en Portugal ; y recordando las glorias de la independencia 
del país, se dedicó á mejorar y aumentar las fortificaciones, a 



(1) Dicen otros que asentaron sus reales en el puente de Layes, muy cercano 

de la cintrad. 

(2) El cronista Froissart pone en boca del Embajador portugués que estaba 
en Inglaterra después de Aljubarrota, un discurso en el cuál dijo, entre otras co- 
sas, «que aunen ae pudieron amar ellos y los castellanos, y que por eso habían 
guerreado muchas yeces ; que cuando los castellanos vieron el casamiento de sn 
rey con doña Beatriz se enorgullecieron de tener sujeto á Portugal y empezaron 
a expresarse con palabras de insulto, diciéndoles : eran gentes tudas come bestia*? 
qve habiá llegado el día de dominarles, y que todo cnanto tenia* seria suyo; lo 
cual les enfadaba á los portugueses y les hacia exclamar que más averian morir 
que qvedar sujetos á los castellanos.» Indica esto que entonces, como siempre acon- 
tece en lftfl guerras, y mucho más si tienen el carácter de civiles, influyeron, para 
exasperar los ánimos esas hablillas y los odiosos apelativos que usaron.— Por lar- 
gos años duró, y aun lo recuerda la tradición, el apodo de Chamorros con que 
mutuamente se insultaban, sin embargo de que nada significa de ofensivo el voca- 
blo.— El P. Br. Manoel dos Santos, en la octava parte de la Monarquía, luwtama* 
dice que siendo el rey D. Fernando el primero que adoptó la moda de afeitarse y 
cortarse el pelo, le imitaron todos en el país, proviniendo de ahí que los castella- 
nos les apellidasen Chamorros *, que equivale á trasquilados, de lo que ellos se mo- 
lestaban y folian devolverles igual denominación, aunque más particularmente 
á sus paisanos que seguían el partido de Castillo. — En la Historia de África, por 
Luis Mármol, tomo i, pág. 163, hallo que los escritores árabes llamaban Cha* 
morriséhoB cristianos portugueses, lo cual indica que el apodo debía ser ya an- 
tiguo, y tal ves tener otro origen. 



CAPÍTULO II. *S5 

> 

reunir vituallas de todas las cercanías, y á que insistieran en In- 
glaterra sus comisionados especiales para contratar alianza y re- 
clutar soldados, manteniéndose encerrado en prudente defensiva, 
falto de fuerzas con que salir acompaña, aunque enviando para 
ese' objeto como Fronteiro mayor al denodado Ñuño Alvarez Pe- 
reira al país de Entre Tajo y Guadiana, ó sea el Alemtejo, á fin de 
que levantara gentes , defendiese la tierra en cuanto fliese posible, 
y áuñ hostilizase á los castellanos eñ su territorio. 

Entraron en esos días por la boca del Tajo cinco navios, una 
nave y una galera procedentes de Galicia con bastimentos ' para 
" el ejército castellano y su flota, que suponían enóontrar allí; y 
noticioso el Maestre de Avís, armó varios buques que, saliendo 
al amanecer, los apresaron todos, excepto una galera que se pudo 
* escapar, proporcionándoles un recurso inesperado, y sensible mo- 
lestia á los castellanos cuando lo supieron. 

Pasados 'quince días , se retiró Oaíbeza de Vaca é Alemquer ; 
pero el Rey, enviáiylole algún refuerzo, le ordenó volviese spbre 
Lisboa para tener bloqueada la ciudad y ejecutar correrías en las 
inmediaciones , mientras que él en persona pudiera fr & estable- 
cer el cerco.' . " — ....... 

Importábale á D. Juan I poseer á Coimbra, que sobre su sig- 
faificaSibfaj políticamente considerada, ürternunpia su línea de 
operaciones, que era entonces la misma que siguió su padre don 
Enrique II en 1373, y la que tomó él en la campaña inmediata 
por Ciudad-Rodrigo, Guarda y Celorico ; y á fin de obtenerla, des- 
pués de mediar ciertas comunicaciones, que le indujeron á creer 
se le entregaría á presencia de las dos reinas doña Leonor y doña 
Beatriz, marchó con ellas y algunas ftierzas por Torres-Novas y 
Thomar, cuyo castillo permaneció cerrado como la vez primera. Al 
llegar delante de la ciudad se alojó en los palacios y conventos 
que existían sobre la izquierda del Mondego, acampando las tro- 
pas en las inmediaciones basta el puente (1), mientras se nego- 
ciaba la entrada en la plaza, para lo cual -comisionó al Conde de 



(1) Las continuas avenidas del río Mondego, cubriendo de arena el valle, han 
ido elevando sucesivamente el terreno hasta enterrar casi por complato aquellos 
históricos edificios y puente ; el que entonces habla se oree estaba ya construido 
sobre otro romano, sepultado por igual causa ; y encima de él se levantó el actual, 
que también se encuentra próximo a desaparecer, obstruidos en la mayor parte 
sus arcos. 



36 BATALLA DE ALJUBARROTA*. 

Mayorga ; pero fueron inútiles las conferencias que tuvo con el de 
Neiva, que buscando pretextos para prolongarlas , eludia á toda 
costa el consentir el paso á los castellanos. 

Los propósitos de negociación pacífica vinieron, por consiguien- 
te, á trocarse en amenazas, y viepdo los soldados la actitud pro- 
vocadora de los de Coimbra, quebrantaron las órdenes de éevera 
disciplina que tenía dadas el Rey, y empezaron á ocurrir escara- 
muzas , con muertos, heridos y prisioneros por una y otra parte. 
En tal situación, se pasó á la ciudad, desertando del cuartel real, 
el Conde de Trastamara, primo del Rey como hijo del maestre de 
Santiago, D. Fadrique, que hizo asesinar en Sevilla D. Pedro él 
Cruel (en otros autores se dice que era D. Pedro de Castro, hijo 
de D. Pedro el Cruel) ; y como al propio tiempo se descubrió que 
andaba en tratos de conjuración con la reina viuda doña Leonor 
y con los de Coimbra contra la caiisa del Rey, y &un contra su 
vida, según algunos dicen, la mandó conducir á Castilla arresta- 
da al convento de Tordesillas, donde permaneció hasta su muer- 
te (1). 

Frustrado así el pensamiento de señorearse de Coimbra, se 
trasladó D. Juan I con su esposa y tropas á Santarem, levan- 
tando el campo el 10 de Marzo, y desde allí pidió á Castilla otras 
mil lanzas, encomendó las dos fortalezas á Lope Fernandez de 
Padilla y Fernán Carrillo, y se puso en marcha para acercarse á 
los que estaban sobre Lisboa. Pernoctó el primer dia en Alem- 
quer; pasó al otro hacia Obidos y Bombarral, donde se detuvo 
cuatro, y bajó luego á poner su cuartel real en Amida, en cuyo 
lugar fueron ahorcados dos individuos que se cogieron escondidos 
con propósitos de asesinar al Rey. 

Pidió allí consejó el Monarca sobre lo que convendría ejecutar, 
y se dividieron, como de costumbre, las opiniones : pensaban irnos 
que debían emplearse las tropas en someter todo el país prescin- 
diendo de ía capital, y otros creían que nada mejor ni más indi- 
cado podía hacerse que cercar á Lisboa, porque, como cabeza del 
reino y teniendo dentro al Maestre de Avís con sus principales 

(1) He preferido en este ligero extracto sobre la tentativa de Coimbra, lo mis- 
mo que en la marcha é itinerario de D. Juan I, las Crónicas portuguesas, por- 
que la de Ayala ni está tan clara y detallada, ni aun exacta en esta parte, cuan- 
do supone que el Bey fué á Coimbra desde el sitio de Lisboa. La de Froissart 
incurre también en crasos errores. 



CAPÍTULO II. 37 

secuaces, concluiría la guerra al ser tomada. Inclinábase el Bey al 
primer dictamen, según López de Ayala; pero, fuese por debili- 
dad emporqué le convencieran luego las razones alegadas para el 
segundo, en la esperanza de que cercada por él la plaza y blo- 
queada por la escuadra que había mandado acudiese, se le rendi- 
ría pronto, determinó esperarla en los acantonamientos de Arru- 
da, Obidos, Bombarral y Torres- Yedras, pjira seguir sobre Lis- 
boa á establecer el asedio estrechamente cuando llegara. 

No era fácil prever el funesto resultado de esa determinación, 
originado por la tardanza de la escuadra y por la epidemia mor- 
tífera que después castigó á su ejército ; mas sí debia contar con 
una vigorosa resistencia, teniendo presentes las cualidades y com- 
promisos del caudillo de la ciudad, lo que acababa de suceder en 
Coimbra, y los indicios que de día en día se revelaban de propa- 
garse en el país la insurrección, mayormente desde que, enviada 
á Castilla la reina iloña Leonor , faltó la sombra de legalidad que 
prestaba su nombre, y empezaron á adherirse á la bandera del 
Maestre de Avís algunos de los que por ella y por su hija doña 
Beatriz sustentaban los castillos. 

De este modo, bloqueada apenas Lisboa por la vanguardia cas- 
tellana al mando de Cabeza de Yaca , y teniendo el Maestre de 
Avís expedito el Tajo, pudo contirmar tranquilamente los apres- 
tos de defensa, auxiliado, entre otros, con la mayor energía por 
el Arzobispo de Braga, que con el roquete sobre sus armas y una 
lanza en la mano, daba ánimo y estímulo á los habitantes: pudo 
ademas destacar para el Alemtejo, como ya se indicó, á Ñuño 
Alvarez Fereira, y habilitó una escuadra de siete naves, trece 
galeras y una galeota para oponerse á los buques castellanos de- 
fendiendo la barra, ó para enviarla en busca de refuerzos y pro- 
visiones á Porto. 

ACCIÓN DE ATOLEIROS Y SITIO DE LISBOA. 

Tan diligente como intrépido, el joven Ñuño Alvarez Pereira 
empezó á recorrer el Alemtejo, amagando las poblaciones que 
pretendían mantenerse neutrales en la contienda ó las que esta- 
ban por doña Beatriz , apoderándose de algunas y excitando á to- 
das á levantarse contra los castellanos. Así pasó de Aliñada* á 
Setúbal, y de ahí á Montemor-Novo y Évora, donde decidió esta- 



38 BATALLA DB ALJUBARROTA. 

blecer su plaza de armas ó centro de sus operaciones : dirigió 
emisarios y proclamas desde allí , llamando á unírsele cuantos 
hombres armados quisieran combatir por la patria; y no obstan- 
te que tardaban y eran pocos los que acudían á incorporársele, 
quiso hostilizar al instante á Estremoz y Elvas, y aun las inme- 
diacion-es^áe Badajoz , no sólo para causar daño al enemigo, sino 
deseoso de conseguir cualquiera ventaja para adquirir prosélitos 
en el país. 

EL Maestre recien nombrado de la orden de Alcántara > Diego 
Gómez (ó Majrtinez) Barroso , que había quedado en Badajoz con 
el mando y vigilanoia de la frontera, consideró necesario atajar 
pronto las correrías de Pereira; y al efecto , uniéndosele el Conde 
de Niebla, el almirante Tovar y otros caballeras de Andalucía! 
penetró en territorio portugués con un cuerpo que se valúa de 
mil caballas y algunos peones (1). 

Ocasionó esto el primero y formal encuentro de la guerra, & 
que loe portugueses llaman batalla de Atoleirm; y como por esa 
circunstancia) cuanto por su fatal éxito, merece ser bien -conoci- 
do, daremos los detalles de Fernán López y de sus comentado- 
res, pareciéndome menos que suficiente .las pocas palabras de 
Ayala, quien sólo dice que por la mala ordenanza que ameran 
fueron desbaratados y é murió y d Maestre de Alcántara; pero los 
otros recogiéronse en uno ^ é los de Portugal, non los osaron más 
acometer, i partióse así la pelea. Justifica, por otra parte, esta 
explanación, la reconocida influencia que tuvo siempre en la mo- 
ral de los ejércitos beligerantes el primer hecho de armas y la 
actitud de las lespectivas tropas , que suele revelar lo que de unas 
y otras, ctebe esperarse en lo sucesivo. 

Al tener conocimiento Ñuño Alvarez Pereira de la entrada de 



(1) No hallándose entonces el cronista Ayala con el Rey de Castilla, se guiaría 
sin dada por noticias que le dieron para consignar estos acontecimientos, y por 
eso hay en su libro confusión y errores , tales como el de anticipar la acción de 
AtoleiroB : el P. Mariana le siguió fielmente, y el moderno historiador Laf aente 
ni siquiera menciona este importante encuentro. Llama la atención que el almi- 
rante Tovar se encontrase allí , y no á la cabeza de la escuadra ; pero tal vez, por 
no esperar á que se alistase , iría por tierra á incorporarse al ejército , pues aun- 
que podría inferirse por la Crónica que ese cuerpo era destacado desde Santarem, 
exeo mejor lo que dice Torres y Tapia en la de la orden de Alcántara, que es que 
salió de Badajoz. El mando superior lo dan unos al conde de Niebla D. Juan Al- 
fonso de O ñaman, y otros al Maestre de Alcántara. 



CAPÍTULO II. 30 

los castellanos, y de que habiendo llegado á Crato, marchaban so- 
bre la villa de Fronteira, se decidió á sal irles al encuentro desde 
Évora con la gente que ya tenía reunida de 300 á 400 caballos 
y 1.000 dea pié entre ballesteros y peones , no obstante considerar 
al enemigo superior en número y en calidad, pues que militaban 
muehos señores principales de Castilla y algunos de Portugal, 
como su propio hermano Pedro Afcarez Pereira. Oponíanse sus 
compañeros, conceptuando la empresa temeraria , pero logró ar- 
rastrarlos, basta cuatro leguas , y loa büuó después e# un paraje 
nombcado Im< Atoleiros >■ á poco más de media legua de Fsontei- 
im. . Dirigiéronse hada alli los castellanos , modificando «u marcha 

¡ en cnanto supieron la proximidad del enemigo^ y le enviaron 

por delante un emisario paro intimarle ;■ pero despedido con me- 

j nosprecio, se prepararon á castigarle con laejwrmas; / r T 

¡ Ordenó su gente Pereira, poniendo á vanguardia y*efcagtoardia 

los ballesteaos, jr mancando desmontar ¿ todos los que iban á 
caballo, según entonces se usaba (dice la Crómoa- portuguesa), 
agarró su bandara y oró: un momento de rodillas ante las imáge- 
nes de' Nuestra Señora y de San Jorge y qué llevaba pintadas en 

! ella ; hecho lo -cual, se puso en pié, se oaló el capaéete^ y empu- 

ñada la lan^a, exhortó con energía á loa soldados , prefiriéndoles 
esperar firmes el ataque. Los castellanos, al llegar ota cercanía, 
desmontaron también para combatir pió á tierra, mas obserean- 

! do en, esa disposición á los portugueses $ les pareció oportuno uti- 

lkar la superioridad de su caballería y montaron otea wz y en la 
confianaa de desbaratarlos & la primera embeétida : acometieron , 
pues , bajas las lanzas , al grito de Castilla y StmUago; y contes- 
tando los contrarios con el de Portugal y San Jorge) le^preBen- 

fi taron las suya» y resistieron inmóviles la cárga^ Cayeron muertos 

ó heridos muchos caballos por las lanzadas y por las saetas que 
por encima de los hombres de armas despechan los ballesteros ; 

! con lo que, descomponiéndose los delanteros é inquietándose, ti- 

raron á algunos de sus jinetes y comunicaron el desorden á los 
demás, sucediendo lo propio al repetir el ataque, de modo que 

| desistieron, dejando entre ambos más de cien hombres muertos. 

Viendo entonces Ñuño Alvarez Pereira que Dios le ayudaba y 
que desfallecían los enemigos, les acometió con vigoroso impul- 
so, sin darles tiempo á rehacerse ; y aunqjue muchos quisieron re- 
sistir, el desorden aumentó, cundió el pánico instantáneamente 



40 BATALLA DE ALJTTBABROTA. 

y huyeron, unos para Crafco y otros para Monfbrte y diversos 
pueblos que estaban por los castellanos; quedando muertos sobre 
el campo de batalla el Maestre de Alcántara, el Clavero de la 
misma, el Adelantado de Andalucía y algunos de los a caballeros 
portugueses que seguían la causa de doña Beatriz ; siendo insig- 
nificante la pérdida de los vencedores , que persiguiendo á los 
fugitivos una legua, fueron á pernoctar en Fronteira (1). 

Inmediatamente se presentó Pereira en Monfbrte, que no pudo 
tomar, falto de medios de ataque, y de allí pasó á Arroncbes-, Alé- 
grete y otros pueblos, que se le entregaron; pero tuvo que inter- 
rumpir sus operaciones por orden que recibió para trasladarse á 
Coimbra y Porto, eon objeto de reforzar las naves que se apresta- 
ban para socorro de Lisboa. 

Disgustado é impaciente debia bailarse D. Juan I en sus acan- 
tonamientos de Arruda y Bombarral viendo trascurrir todo el mes 
de Manso y el de Abril sin que llegase la escuadra, desoyéndose 
sus comunicaciones y tentativas para traer á partido al Maestre 
de Ayís> y sin resultado provechoso el bloqueo y escaramuzas de 
Lisboa por Cabeza de Vaoa, cuando recibió la inesperada noticia 
de la perdida, acción de Atoleiros; de suponer es se le aumentara 
eütónces la impaciencia de conseguir la capital antes de que 
abandonaran su causa las muchas villas y castillos que se mante- 
nían fieles* particularmente en las provinciaB de Entre Duero y 
Miño y de Tras-os-Montes, sustentadas por caballeros portugue- 
ses; y por ese fundado motivo, determinó acercarse más á Lisboa, 
trasladándose el 6 de Mayo á Lumiar, donde se encontraba la van- 
guardia, y aloyando sus tropas en las inmediaciones. Con la proxi- 
midad de mayores fuerzas, repitiéronse, como era consiguiente, 



(l) Taro lugar está acción de Atoleiros, según Fernán López, en el mes de 
Abril, ouartafeira de Tremí, que quiere decir, el miércoles de la Semana Santa; 
y acerca del paraje en que se verificó, se dice por unos que fué al oeste de Fron- 
teira, 7 por otros que al sur, entíre esa villa 7 Estreñios , que es lo que me pare- 
ce cierto. Sn los Anales de Sevilla por Zúfiiga se citan los caballeros andaluces 
que murieron allí, 7 en la Crónica expresada de la orden de Alcántara, ademas 
del Maestre 7 del Clavero, que duda si era Martin Nieto ó Pedro Alfonso de 80- 
tomayor, nombra á Gonzalo Daza 7 Juan de Lerma, añadiendo que sus cuerpos 
se llevaron después á enterrar en la iglesia de Santa María de Almocovara, en el 
castillo de Alcántara. Al retirarse los castellanos, refiere Fernán Lopes que di- 
ciéndole alguno al almirante Tovar, que iba herido, que tornase á la batalla, con- 
testó : hombre muerto no cobra sueldo; ande la bandera y vamonos, que ejército, 
que una vez se desbarata, mal torna d ordenarse. 



CAPÍTULO II. 41 

las esoaramttaas entre las avanzadas y los que salian de la plaza, 
sucediendo en tina de ellas subir los castellanos al cerro donde 
ahora está Nuestra Señora del Monte y llegar hasta la puerta de 
San Agustín, que se llamó después postigo de Gracia, en cuyo 
punto dejaron prisionero al capitán Ramírez de Arellano. 

Habilitada completamente la escuadrilla portuguesa, salió á la 
mar el 14 de Mayo bajo el mando de Gonzalo Rodríguez de Sou- 
0a, con rombo i Porto, para recoge* allí Tefuenso* de gente y pro- 
visiones y regJtesar unida á las galegas alistadas 1 en el Duero, sin 
que ninguna diflcnltad tuvieran en eu marcha y por no aparecer to- 
davía en la barra la flota castellana; lo -cwaí ocasionó- también 
que^ arribando días ántés tres naves mercante» cargadas de harina 
para el ejército, y viéndose en peligro de ser! apresadas, encallaron 
panqué se faeran á piqne, y se salaron m la playa sus tripu- 
lantes. .••..• ... 

Trascurría de este moda el mes de Mayo como el anterior, y 
persuadido el Bey de que la- empresa llevaba trazas de ser dura- 
dera y más difícil de lo que pensara; viendo, por otra parte, que 
las bajas naturales y las extraordinarias de enfermedades qire pica- 
ban enel ejército le iban disminuyendo su efectivo? sabedor de que 
los agentes del Maestre de Avís negociaban en Inglaterra el con- 
tratar soldados auxiliares, escribió & sus reinos y señónos y* ásus 
aliados de Francia pidiendo teenvíárah con urgencia hombres de 
armas, infantes y jinetes. De lia carta dirigida^ la ciudad de Mur- 
cia, fecha en la Marinera (1), cerca de Lisboa^ d 20 de Mayo, é 
inserta por Cáscales en sus Discursos históricos^ trasladaremos 
aquí los siguientes párrafos, que arrojan mucha lúa én el concep- 
to militar, por los detalles relativos al armamento, por la premu- 
ra y rigor con que se requería la gente, y por las jornadas que de- 
bía andar hasta incorporarse en el real. 

Después de decir que para obligar 6 la obediencia a! reino de 
Portugal había mandado armar una gran flota, y que tenía cer- 
cada á Lisboa , advierte los abusos y los pretextos con que solían 



(I) Fo existe ni he podido averiguar hubiera en las cercanías de Lisboa ningu- 
na localidad llamada Morinera ó Molinera , pero si se encuentra en la última car- 
ta geográfica la aldea ó caserío Murleira, al norte de Loures, otro'-Jfawfotywtto, 
jnnto al Campo Grande, y otro Mugguevrn, inmediato á Lumiar, que es el pnnto 
donde me inclino á creer se alojaba el Bey cuando escribió aquel despacho. 



I 



42 BATALLA DE AHT7BABR0TA. 

excusarse de ir á servirle muchos de los que estaban obligados,* 
por lo cual, requiriéndoles con nuevo apremio, mandaba que: 

«Los que fueren ornes de armas, que nos sirvan con armas é con caballo ; 
»é los que fueren ornes á pié, que traigan cada uno de ellos una ballesta 
a con todo el aderezo qué haya menester el ballestero; é el lancero una lan- 
uza, é dardo, é su escudo. E quando acá sean llegados, nos les mandaremos 
» proveer como fué siempre acostumbrado en tales casos. E tenemos por 

• bien que ningunos fidalgos se excusen de venir al dicho servicio, salvo los 

• casados é los que fueren viejo» de sesenta años arriba, é los mozos de diea 
Ȏ ocho.abaxo, eto., eto.,...n 

Luego previene se haga saber á todos y se pregone esta dispo- 
sición, á fin.de que aquellos á quienes corresponda, 

«partan. luego aprestados epla manera que dicha es, £asta quince días pri- 
» meros seguientes, é se vengan donde quiera que nos esto viéremos á 6er- 
»vir, é estén acá con la mayor brevedad que pudieren, contando siete Ze* 
tguaspor cada dia, é se presenten ante nuestros contadores del sueldo que 
, »oon nos andan, é non se muevan de allí sin nuestro mandado;» 

Por consecuencia de ese pedido, debió recibir considerable' re- 
fuerzo ^1 ejército de B. Juan I en el cerco de Lisboa, aunque no 
tanto como pudiera inferirse si no exÍBtieéen siempre las excusas, 
los retardos y mil otros motivos para la presentación de los contin- 
gentes, como sucedió precisamente con el de la ínisma ciudad de 
Murcia, que puesto ya en marcha, retrocedió á guardar su fron- 
tera en virtud de orden de los gobernadores del reino durante la 
ausencia 1 del Rey, el Arzobispo de Toledo y D. Pedro González de 
Mendoza \ & quienes se dio aviso de una entrada de moros grana- 
dinos en el territorio, so color de hostilidades que tenían con Ara- 
gón. El historiador Perreras dice que por entonces se unió al 
Rey el príncipe Carlos de Navarra, con un escogido cuerpo de 
tropas, lo que, á ser así, desmentiría el aserto de Fernán López, 
que supone aóompañaba ya a D. Juan I cuando hizo su entrada 
en Santarem; en la Crónica de la orden de Alcántara consta que 
el nuevo Maestre electo» para sustituir al que pereció en Atoleiros, 
D. Gonzalo Nufiez de Guzman, fué también entonces á incorpo- 
rarse al ejército con los caballeros de su orden; y por último, 
Froissart consigna que fueron de Francia 300 lanzas de los me- 
jores hombres de armas del condado de Bearn, á pesar de la opo- 



CAPÍTULO II. 43 

fiicion del conde Gastón de Foix, que trató de disuadirlos, y ¿un 
les predijo las catástrofes que les aguardaban (1). 

Para valuar numéricamente el efectivo á que ascendería en los 
meses siguientes la totalidad del ejército castellano, tenemos: 
primero, las cifras que da Fernán López de 5.000 lanzas, á más 
de la gente de Bantarem y otros lugares; 1.000 jinetes, 6.000 ba- 
llesteros y muchísima gente de á pié; y segundo, Froissart, que 
en una ocasión dice 20.000 y en otras 30.00Q hombres, de lo cual, 
presciixdienck) de laa. exageraciones en que casi, siempre incurren 
los demás historiadores portugueses, se puede bien calcular en 
unos 25.000 hombres la fuerza total reunida para el asedio. 

El último cronista citado, Froissart, cuyas noticias «obre esta 
guerra procedían de algunos de los franceses que ^asis ti eroná ella, 
abunda en errores y confusión; dice, por ejemplo, que el Conde de 
Lúnguemlle hacia de condestable de toda la hueste del Bey de 
Castilla, y que Regnaud Limosin era el mariscal, porque le estima- 
ba mucho, en r^on á que siendo de los caballeros que vinieron á 
España con Bertrán Duguesclin, había servido largamente á su 
padre D. Enrique y á él, casándole en Castilla y concediéndole 
un buen heredamiento; pero es de todo punto increíble semejante 
aserto, por el que resultaría que los dos principales cargos del 
ejército. los confiara el Rey á extranjeros, cuando consta que pre- 
cisamente para entrar en campaña creó ambas dignidades, nom- 
brando para ellas á personajes notables del reino. Pxjede sí admi- 
tirse que tuvieran ese rango entre las tropas auxiliares francesas, 
y que D. Juan I les diera mucha mano en su consejo para las 
cosas de guerra, atendiendo á la predilección de D. Enrique II 
por esos caudillos, que le ayudaron contra su hermano D. Pedro, 
y que le dejó al morir muy recomendados á su hijo, y por el cré- 
dito que gozaban de experimentados capitanes, lo cual explica de 
alguna manera lo que en varios pasajes expresa el mismo cro- 
nista sobre los celos, la enemistad y ojeriza que llegó á existir en 



(1) El mismo número de 300 lanzas y los mismos nombres de los principales 
caballeros se dan por Sueiroeai los Anales de Flándes.— Mezeray, sin embargo, 
en su Sutoria de Francia dice que se le enriaron por una parte 1.000 lanzas, y 
de Gascuña sobre 400, pndiendo ascender el total á unos 2.000 hombres. — Con an- 
1 terioridad expresa que el Rey pidió fuese á auxiliarle el condestable Olivier Du- 

fnetclin , porque su ejército careóla de bnenos capitanes y le faltaba disciplina y 
valor, cuyo aserto no es oreible. 



44 



BATALLA. DE ALJUBARROTA. 



el ejército entre los castellanos y los franceses (gascones y bear- 
neses). 

Avistada la escuadra de Castilla el 28 de Mayo, movió s« cam- 
po el Bey sobre la ciudad, enviando, tan inútilmente como enias 
veces anteriores, un parlamentario para tratar de reducirla, antes 
de estrechar el sitio, á su obediencia; siguióse á áSo una viva es- 
caramuza ó conato de ataque brusco á la plaza, en que , acometida 
la muralla por la puerta de Santa Catalina, corrió riesgo de ser 
forzada, y tuvo que pelear en persona el Maestre de A vis; mas 
logró repeler á los castellanos, que dejaron allí muerto al Alcaide 
de los Donceles. 

Fuerte de 40 naves, penetró, por fin, por la boca del Tajo la 
escuadra al otro dia, sábado, 29 de Mayo, echando anclas forma- 
da en buen orden en frente de la ciudad, mientras el ejército, po- 
niéndose en contacto con la orilla, se establecía en l*stC0liriq,8 que 
desde el monasterio de los Santos se elevan gradualmente hasta 
la meseta donde ahora se ve el de la Estrella, ó tal vez ha^tá Jsfr* 
plaza llamada de Rato, dejando, por consiguiente, á espaldas la 
cañada del rio Alcántara. 

Junto al convento de las Donas, qucestaba donde ahora el de 
los Santos ó Veilko, se colocó el cuartel real, levantándose pa- 
ra el Rey una habitación de piedra seca: el campamento, según 
lo describe Fernán López, formaba calles y plazas regulares de 
tiendas, adornadas con las banderas y pendones de los respectivos 
caudillos y provincias á que pertenecían las tropas : la caballería 
estaba colocada en los espacios intermedios de las tiendas, y todo 
el campo aparecía como una ciudad improvisada, en la que, á más 
de los soldados, había muchos traficantes y vivanderos con abun- 
dancia de puestos como en surtido mercado, presentando á la vis- 
ta en su conjunto un aspecto á la vez pintoresco é imponente (1). 



(1) Fernán López en bu Crónica , Fr. Manuer dos Santos en la parte VIH de la 
Monarquía ItttUana, y Soarez da Silva en las Memorias del reinado de Don 
Juan I y añaden, cuando dan estos pormenores del campamento castellano, que 
dejaba mucho que desear el estado moral del ejéreifcv pues había calles enteras 
habitadas por prostitutas , ademas de muchísimas concubinas que se albergaban 
en las tiendas con los individuos; lo cual, de ser cierto, indica que no faltarían 
allí otros vicios, como el juego, el hurto y las pendencias, que son inseparables 
compañeros cuando en las tropas faltan policía y disciplina. Todo el terreno ocu- 
pado por el ejército hace en el dia parte de la ciudad, en lo que son las calles de 
Quelhas, Meto, Direita da Lapa, Buenos Aires y Meseta de la Estrella , pues en- 



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CAPÍTULO ri. 45 

Por la parte que miraba á la ciudad, que era por donde debia 
haber más cuidado, levantaron al instante una linea de trinche- 
ras; y por las cercanías del campo, á retaguardia y costado iz- 
quierdo, como por las de la plaza, que no quedaba rigorosamente 
cercada, destacaron partidas sueltas de jinetes para la debida vi- 
gilancia, para que no se alejaran los merodeadores, para recoger 
provisiones y forrajes, para cortar las comunicaciones de los si- 
tiados y para proteger las del ejército con Santarem. 

Seducida la primitiva Lisboa al caserío agrupado en las faldas 
de la colina coronada por el castillo de San Jorge, del que bajaba 
un recinto amurallado hacia el Tajo, tenía ya á mediados del si- 
glo xiv barrios exteriores en la parte baja, así como algunos con- 
ventos y casas de campo sobre las alturas inmediatas , que fueron 
ocupados en 1373 por el ejército de D. Enrique II. Quiso el rey 
D. Fernando evitar la repetición de ese daño á su capital, y al 
efecto mandó inmediatamente levantar otra muralla torread*, que, 
partiendo también del castillo, encerrara toda la parte poblada, 
subiendo para ello hasta las colinas más cercanas, y apoyándose 
sobre la orilla del Tajo; y fué tal la actividad que empleó, que 
puesta la primera piedra el 30 de Setiembre de dicho año 73, se 
concluyó el recinto en Julio de 75, teniendo 7.000 pasos de des- 
arrollo y constando de 74 ó 77 torreones y 33 puertas, délas cua- 
les, la de Santa Catalina, que miraba á poniente, y por lo tanto 
hacia el campo de los castellanos, estaba inmediata á la actual 
iglesia de Loreto. 

El Maestre de Avís supo aprovechar de esas fortificaciones, y 
las mejoró y aumentó oportunamente, coronando las torres con 
obras de madera, colocando en algunas trons ó truenos bien pro- 
vistos de piedras que arrojar, dejó abiertas sólo doce puertas du- 
rante el dia, muy bien guardadas, dividió la gente en cuadrillas 



tónces sólo llegaba el recinto de murallas hasta las primeras colinas después del 
Bocio, esto es, hasta donde está hoy la iglesia de San Hoque, bajando desde allí 
á Loreto, Hotel de Braganza, calzada de Ferregiál, Largo do Corpo Santo y orilla 
del Tajo. Pueden consultarse sobre este particular los planos antiguos de Lisboa, 
la importante obra de Jorge Bruin, Oivitates orlris ttrrrarvm, la, Demostracam 
histórica da primeira ¿ Real Parochia de Lisboa de Fr. Apollinario da Concei- 
cam, y Mappa de Portugal, antigo y moderno, por el P. Juan Bautista de Cas- 
tro. En el croquis que acompañamos se indica aproximadamente lo necesario 
para que se forme idea de lo que era entonces Lisboa, así como para comprender 
mejor el sitio. 






46 BATALLA BE AUTTBARROTA. 

para alternar en el servicio y acudir á la defensa cuando las cam- 
panas anunciasen alarma ó para ejecutar las salidas; empleó las 
mujeres en auxiliares; puso repuestos de flechas, picas, bacinetes 
7 piedras en los sitios más amenazados, y hasta se cuenta que 
estableció una especie de «hospital de sangre cerca de la puerta de 
Santa Catalina; y como por aquella parte era el mayor peligro, 
mandó también levantar una barbacana por el frente de ella y de 
los lienzos dé. murallas laterales, en que trabajaban los hombres 
sin soltar las anuas, ayudados de las mujeres para llevarles los 
materiales y refresco* (1). 

Ninguno de los cronistas habla del material de sitio de Don 
Juan I; pero como Fernán López dice en una ocasión que no lle- 
vaba ingentes ni rmquwite, y así se desprende de las demás noti- 
cias del asedio, debemos suponer que no hubo un ataque regular 
á la plaza, redoliéndose los trabajos al empleo de los recursos 
más sencillos de expugnación, como trincheras, manteletes y es- 
calas, y á provocar combates é intentar «saltos por golpes de msv 
no. Esto no obstante, consta por el mismo Fernán López que en 
las murallas habia piezas de artillería, que no otra cosa eran esos 
tronSy truenos ó tiros que antes citamos; y también debía tener 
algunas á bordo de la escuadra el Bey de Castilla, según lo que 
el mismo cronista indica cuando refiere el ataque y rendición de 
Almada, aunque para nada los empleara contra Lisboa, cuya eai- 
da esperaba por el hambre más que por el asalto. 

Decididos á tenaz resistencia los portugueses detras de las mu* 
rallas, y ejecutando atrevidas salidas por la parte baja llamada 
la Ribera , negáronse á cuantas proposiciones les hizo el Bey, y 
rechazaron sus intimaciones, como los amagos del ejército y de la 



(1) £1 V. Fr. Manuel dos Santos en la Monarquía lusitana, parte VIH, pone 
la siguienip copla, que dice cantaban las mujeres al son de instrumentos mien- 
tras duraron esos trabajos : 

Beta es Lisboa preeada, 
Mirad-la y dejad-la ; 
81 quiíiéredea carnero , 
Cual dieron al Andero ; 
Si qnisiéredes cabrito, 
Cual dieron al Obispo. 

Gomo ese cantar era proYOcatiro a los castellanos, se referían el tercero y sex- 
to yezso á la muerte del conde Andeiro y á la del Obispo de Lisboa, ocurridas en 
Diciembre del afio anterior. 



CAPÍTULO II. 47 

escuadra, siguiendo con entusiasmo el ejemplo de valor y de con- 
fianza que les daba el Maestre de Avís, dispuestos á perecer jwr 
d hierro y el hambre antes que humillarse al monarca castellano. 
Mas el futuro rey lusitano no fiaba solamente en la resistencia 
local, sino que sabia que prolongándola llegarían á verse los ene- 
migos en la necesidad de levantar el cerco, tanto por dificultad de 
mantenimientos, cuanto por la de sostener largo tiempo reunidos 
los contingentes ; y por otra parte, la hostilidad cada día mayor en 
el país , el pronto auxilio que aguardaba de la flota y gente man- 
dada preparar ¿n Porto, y los resultados de sus gestiones de alian- 
za con íob ingleses, le infundían esperanzas de un cambio venta- 
joso en la situación. 

Los mensajeros que se dijo envió el Maestre de Avís 4 Ingla- 
terra (1) con objeto de entablar negociaciones, prometiendo ayu- 
dar al Buque de Lancáster á reivindicar el trono de Castilla para 
su nrafer Doña Constanza y pidiendo permiso de reclutar tropas 
auxiliares, obtuvieron la oferta de un socorro de 700 lanzas y 
4.000 axqqeros , bajo el mando del Gande de Cambridge, y la fa- 
eultad de que entre tanto reclutasen y enviaran á Portugal los sol- 
dados aventureros que pudiesen, después de vencer bastante opo- 
sición por el recuerdo que allí conservaban del resultado tristísimo 
de la anterior /alianza con el rey D. Fernando; y como esa nego- 
ciación llegó ir oidos de D. Juan I y no podía ocultársele el peli- 
gro, se agitaba inquieto para obtener la ciudad antes de que fue- 
ran' los aliados, cuando supo que por fortuna habian tenido que 
suspender los ingleses sus preparativos de embarque para acudir 
á Escocia, donde se renovaba la guerra con Francia. 

Llegada á Porto la escuadrilla portuguesa que salió de. Lisboa 
el 14 de Mayo para reunirse allí á otros buques y regresar pro- 
vista de gente y vituallas, contribuyó eficazmente á repeler el 
amago de apoderarse de aquella ciudad el arzobispo de Santiago, 
D. García Manrique, que penetrando en Portugal por el Miño y 
unídosele muchos caballeros del país partidarios de doña Beatriz, 
tuvo que desistir del intento ante la actitud del vecindario, reti- 



(1) A fines de Diciembre de 1383 salieron de Lisboa los primeros emisarios del 
Maestre de Arte, Lorenzo Martin», y un ingles llamado Toma* Daniel; pero des- 
ptes envió como sujetos de más carácter, autorizados para tratar oficialmente con 
Bicardo II, á D. Fernanda ÁJfonto de Alburqueraue y Zorenco Annes Ibgaea. 



48 BATALLA Dfi ALJTJBABROTA. 

rándose después de algunas pequeñas accionee sostenidas en las 
cercanías (1). Las naves salieron inmediatamente á tomar repre- 
salias en la costa de Galicia saqueando algunos pueblos indefen- 
sos, y volviendo á Porto completaron su aprovisionamiento y to- 
maron rumbo pata Lisboa antes de que entrase Pereira eon las 
lanzas que conducía de refliereo ; por lo que tornó hacia el Alem- 
tejo, donde no» éramenos necesaria bu presencia á causa de las 
ho&tilidades que deéde Badajoz ejecutaban los castellanos, sin 
embargo: de las correrías que también badián algunos portugue- 
ses en territorio enemigo del otro lado del Guadiana. 

Á la «noticia de que dicha escuadra estaba sobre Cascaes>el do- 
mingo- 13 de Junio, llamó' el Rey al almirante Tovar y al capitán 
mayor Pedro Afen de Rivera^ para interrogarles sobre la numera 
en que deberiají' combatirla/: opinó él primero que á fuera de la bar- 
ra , y 4lí segundo que dentro ya del Tajo ;■■ y oonforinétodosé con 
este último* dictamen Dv Juan I, se enviaron en seguida *á lámar 
dos galeras pamdbsearorarla $ y ¡al anwaieoer del otro dito, levaron 
anclad las'dexfeas pasando: á formar en orden de batalla muy cerca 
de laj ínárgen desecha fíenle §1 Rsstifello (que- era una i&iteta donU 
de ahora está la torre de Belem) y con la» proas para :Ateaada, á 
fin de -atacar de flanco ir las enemigas si osaban penetrar, tenien- 
do así fetforabie el viento.— +*Las de la 'ciudad recibieron también 
aviso partí, ieepeoraíi el-socerf o, y notando el movimiento de la flota 
caetegaala. armaron Jigeistaenie unas cuantas » embarcaciones > y 
salió x^n> ellas el üáeít re é ver si podía protegerlo en su difícil 
paso; má¿ tuve ijde VoWerteal abrigo do-la, plaza sin contribuir 
en nada á la operación^ 

Serian, las nuave deJá mañana del dia 18- cuando la escuadra 
de socorro, que constaba de diez y siete naves y diez y siete gale- 
ras, empezó á atravesar la banra en el orden siguiente : iba a la ca- 
beza lá nave Milkeimj montada por Ruy Pereira^ con 600 hombres 
de armas y 40 ballesteros , seguida á su inmediación por otras 
cuatro también bien armadas; venían después las diez y siete ga- 
leras juntas, y á retaguardia las otras doce naves, que contenían 



(1) Encontrábase euesta ocasionen Porto el Conde de Trastamara, hijo de Don 
Fadriqne, que desertó del cuartel real en Coünbra, acompañado, según se dice, 
de otros doe hermanos que se unieron á los portugueses en rebeldía contra su pri- 
mo y señor D. Juan I. 



Capítulo n. 40 

pocos soldados y machos bastimentos. Al llegar la vanguardia 
frente á la línea enemiga, viraron hacia ella las cinco naves para 
desafiarla y para que durante el combate continuaran rápidamen- 
te las galeras y demás naves ceñidas á la costa de Almada en 
cnanto les fuera posible, como lo ejecutaron á todo remo y vela. 
La escuadra castellana avanzó en el momento oportuno sobre la 
contraria; pero resuelto Ruy Pereira á proteger el paso del so- 
corro, aferró intrépidamente contra la nave delantera de Castilla) 
llamada de Juan de Arena , y lo mismo hicieron las otras suyas, 
trabándose un rudo combate > en que pereció Buy Pereira y fue- 
ron apresadas su nave y otras dos ; pero se salvaron las dos res- 
tantes do la vanguardia , suaí como los demás buques, que se arri- 
maron á la muralla de Lisboa desde las Tercenas á la Puerta de 
Mssry haciéndolas encallar el Maestre de Avía, y mandando plan- 
tar al instante estacadas y reparos para preservarlas de las ene- 
migas. La escuadra castellana volvió por el momento k «ú posi- 
ción del Eestreüoj y reforzada en la semana siguiente con veinte 
y una naves y tres galeras pasó á colocarse dando frente á la ciu- 
dad , contando ya con sesenta y una naves, diez y seis galeras, 
una galeaza y varías canacas (1). ' 

Diversos incidentes siguieron poco después, que demostraban 
se iba levantando más contrario el espíritu del país , y dificultán- 
dose, por consiguiente, la guerra, á los castellanos; Fué uno de 
ellos la rendición del importante castillo de Ourem, que lograron 
& principios de Julio algunos partidarios 1 del Maestre de Avís, y 
otros producidos por las hostilidades de ÍTuftoÁl varea Ptereira en 
el Alemtejo, quien, al regresar de Coimbra^ recuperó á Mansa- 
ras, y continuó en sus correrlas por la frontera,, aleaázondo al- 
guna ventaja á la Tista de Badajoz. 

Para detenerle en esas operaciones comisionó el Rey ai maris- 
cal Pero Ruiz Sarmiento, que marchó á unirse con otras fuerzas 
alas que se encontraban ya en aquel territorio, formando un total 
de 1.500 lanzas (otros dicen 2.500), 600 jinetes y muchos infan- 



(1) Me he guiado para este suceso por lo poco que pone Ayala y por los deta- 
lles de Fernán López , Soares da Silva y la Monarquía lusitana. Según Ayala, eran 
ctiev y ocho galeras y seis naves las portuguesas , y trece galeras y doce, entre na- 
ves y barcas, las castellanas. Froissart dice que la escuadra de socorro constaba de 
veinte galeras, y que la castellana tenia más de cien buques , á pesar de lo cual 
pasóla primera perdiendo solamente cuatro. 






50 BATALLA DE AUOTARROTA. 

tes, peones y ballesteros; y sabedor Pereira de su arribo, quiso 
cortarle el paso de Puente de Sor para evitar se uniese á los de- 
mas castellanos ; mas , como ya lo hubiera salvado á su llegada 
y juntádose á los otros en Grato, tornóse para Évora, donde re- 
unió con gran diligencia, de toda la provincia, hasta 1.530 lanzas 
y 5.000 infantes entre ballesteros y piqueros. Con este cuerpo 
respetable salió en demanda del enemigo, que acababa de ocupar 
á Arrayollos , y avistándolo á cosa de dos leguas hacia el paraje 
llamado Duror 6 Divor , unos y otros formaron en batalla pié á 
tierra : los castellanos destacaron en seguida sus jinetes por los 
costados y retaguardia de los portugueses como en ademan de 
cercarles, y el Mariscal mandó parlamento de intimación á Huno 
Alvarez Pereira, que le contestó con la altivez que acostumbraba. 
Pasóse én eso todo un dia (ó dos, según Soares da Silva), y mo- 
viéndose Sarmiento para situar su campo durante la noche en 
mejor puesto poco separado á retaguardia, se aprovechó Pereira 
de esa ocasión y de sobrevenir con la oscuridad una gran lluvia 
para retirarse á Évora é fin de racionar su tropa. Volvió á Salir al 
dia inmediato y se encontró levantado el campo del enemigo; 
pues viendo el Mariscal al amanecer que habia desaparecido su 
contrario , lo creyó fugitivo y dispersa su gente , y cual si hubie- 
ra logr&do el objetó de su misión, tornóse para el sitio de Lisboa, 
donde parece que el Rey con harta justicia le reprendió por su 
conducta, unk vez que lejos de batir á Pereira lo había dejado 
más envalentonado y dueño de la comarca (1). * 

Soóteníaée entre tanto por los rebeldes el pueblo y castillo de 
Almada, cuya situación sobre la izquierda del Tajo y enfrente 
de Lisboa era importantísima para loe sitiadores ; el Rey lo ha- 
bia mandado bloquear y aun atacar desde principio de Junio , pero 
la posición y la firmeza de su gente hicieron infitilés los inten- 
tos, hasta que á fin de Julio, empleados medios más enérgicos, 
como \&& bombarda, que dice Fernán López se desembarcó de la 
escuadra y que pesaba cinco quintales, vinieron los defensores á 
capitular obligados por falta de agua y autorizados para ello por 



(1) En la (bonica de Ayala se pone esto com9 acaecido inmediatamente des- 
pués de la acción de Atoleiros y antes de que D. Juan I fuese á la tentativa de 
Coimbra ; pero el enlace de los incidentes y fechas que consignan los relatos por- 
tugueses me bacen preferirlos en esta parte. 



CAPÍTULO II. 51 

el mismo Maestre de Avís (1). Con tal motivo, y para tomar po- 
sesión de la plaza, se trasladó allí el 1,° de Agosto el Rey acom- 
pañado de la Iteina, otorgando merced y buen trato á los habi- 
tantes y manteniendo los mismos empleados y guardas que exis- 
tían. 

Desde esa fecha y acontecimiento empieza el último periodo 
del sitio de Lisboa , teniendo lugar con más frecuencia y vigor las 
escaramuzas ,. refriegan y desafíos personales bajo sus murps, que 
desde el principio se. verificaban, sin más resultado que ocasionar 
pérdidas inútiles. En uno de estos pequeños ataques, refiere Frois- 
s&rt que un soldado castellano atravesó con su dardo al portugués 
Juan Lorenzo da Cunha, se^ platea et so, cotte de maule et unjlo- 
ternel emplie de sote retorae, penetrándole ademas hasta? enmedio 
del cuerpo , lo cual hace honor al poderoso brazo y excelente ba* 
llesta que disparó el dardo, puesto que no hubiera heghp inás la 
bala d$ un fusil rayado (2), 

Otro suceso cuenta el mismo cronista, que debió ocurrir por 
este tiempo ó tel vez en el mes anterior, que sin ^mbargo de que 
nada dicen Ayala ni Fernán López, y. aunque pueda haber algu- 
na inexactitud,, tiene bastantes indicios de verwíijiil en lo prin- 
cipal para merecer . su cita, y sirve para formar idea de la, condi- 
ción de aquellas compañías de auxiliares ^xtranjerps qpe iban 
en el ejército castellano. Dice que estando en Santaren* .Ips com- 
pañías francesas, mandadas por Geoffroy Jlichon y Geoffroy 
Partenay , cometieron , tantos . desmames . y se e^tr^g^o^, á ta- 
les excesos que, haciéndose irresistibles ai vecindario, se amoti- 
nó con,tra ellos y les obligó á desalojar la ciudad qon muerte de 
unos, sesenta . hojnbres ; que el Jiey mandó á.inforxnajrse de lo 
acaecido al mariscal Regnaud, quien, .oyendo las, quejas de los 
habitantes y sus protestas de sumisioji, disculpó gl tumulto y ro- 



(1> fin la Mon&rq\d& lusitana dice Manoel dos Santos que fue una de las pri- 
meras veces que se empleó artillería en Portugal con las piezas que llamaban 
tronsj luego bombarda*: sns efectos, sin embargo, no dieron resultado j puee 
afíade que el primer disparo no hizo daño alguno, y que al segundo' reventó : los 
de la fortaleza tenían también otra bombarda. 

(2) Les piafes eran unas láminas ó planchas de hierro que formaban piezas de 
.la armadura puestas sobre la cota de malla ; debajo de ésta iba el flotemel^ que 
también se U&mó jayvet y consistente en una especie de larga chaqueta de piel 
fuertemente entretelada de algodón» seda, estopa, etc., para que en ella se embo- 
tasen los golpes sin dañar al cuerpo. 






52 BATALLA DS AWTJBARROTA. 

gresó al cuartel real aconsejando se atendieran las poderosas can- 
sas qne exasperaron la gente contra la soldadesca, puesto que se- 
guía el pueblo en acatamiento de los derechos de doña Beatriz ; 
y que así lo acordó el Rey con justicia y benignidad. 

No contento el activo Ñuño Alvarez Pereira de sus correrías 
por la frontera, y dominando casi todo el Alemtejo, se dirigió 
sobre la orilla izquierda del Tajo á ver si podía auxiliar de algún 
modo & Lisboa. 

Marchó con ese objeto rápida y cautelosamente haBta las in- 
mediaciones de Almada y Casilhas , ocasionando á los castellanos 
algunas alarmas y moviendo escaramuzas, que obligaron al ma- 
riscal Sarmiento, que mandaba allí por encargo del Bey, á salir 
en su persecución para alejarlo, como en efecto lo consiguió, 
aunque habiéndole dado tiempo para comunicar con el Maestre 
Defensor (1) antes de irse 4 acampar en los altos de Palme lia, 
donde encendió fogatas para que las viesen los de la ciudad y co- 
braran ánimo. 

Suponen los portugueses que por entonces se urdió un plan 
dentro de Lisboa para asesinar al Maestre, y lo achacan, como 
otros varios que amenazaron su vida, á sugestiones del Bey ; pero 
debe relegarse ese aserto al cúmulo de hablillas que en semejan- 
tes circunstancias acepta el vulgo y explota la política ; que no 
era propio buscara ese medio de deshacerse de su enemigo 
quien le combatía noblemente en campaña, y ni por carácter ni 
por instinto propendía D. Juan I á tal villanía. Pudo, sin embar- 
go, fundarse esa especie en el descubrimiento de nna trama que 
concibió D. Pedro de Castro, caballero portugués, hijo del Con- 
de de Arrayólos, muerto el 31 de Julio, de entregar en la noche 
del 14 al 15 dé Agosto la puerta de San Agustín y el muro de 



(1) El P. Fr. José Pereira de Santo Ana, en su Chroniea do* carmelitas daan- 
Hga e regular observancia, etc., inserta entre varios documentos del Condestable, 
que se conservaban en el archivo del convento de Lisboa, la carta qne en esa oca- 
sión le dirigió al Maestre por un nadador, con la respuesta que en ella misma puso 
el Defensor, diciendo que los lamentos de las mujeres eran en la ciudad una da 
las cosas más aflictivas, y que los sufrimientos y enfermedades crecían por falta 
de comestibles y escases de agua , á causa de estar secos los caftos ; pero que sa- 
bia no eran menores en el campo enemigo, donde habia dia que llevaban cuarenta 
al cementerio. La fecha que se da en la copia á ese documento es de 20 de Setiem- 
bre, mas debe consistir en error, y ha de entenderse Agosto, porqne ya para enton- 
ces habia terminado el sitio. 



CAPÍTULO II. 53 

San Andrea, que guardaba con una cuadrilla de caatellpnos que 
servían en Portugal desde tiempo del rey D. Fernando; la que 
descubierta á. su confesor en.trance.de muerte por D. Jjian Lo- 
renzo de Acupha, que sin duda estaba en el secreto, mandó el 
Maestre relevarlos y rechazó ¿ los castellanos f que viendo las fo- 
gatas encendidas en. los punto» convenidos, acudieron ll^osde 
ooafongfbá pe^r^r. en el recinto, . , , . 

La escasez de víveres y de agua buena para b^ber molestaba 
j^á.ljs.defciisprea > tai Píunto, qpe.penssr.qn .fériw^te fin que 
se fcr&flJWfaa,á.la távidadJttu&p Vivases Pfcreiwf eoui cua^tft gente 
pn4i{ jja,, 4 fin ¡da qpe, uoido* todos, sfrliessn de JU*pla&$ ¿ s¿£pren- 
&Ti*l. c*onfiajn$nto enemigo por h* .ftqc^ó ai fipjroeowF.; .y pasa- 
da muestra poniese fin, por, el Maestrie,, Mlló, .tepía i¿üJ,c0PQ.laji- 
za&4e «ufeJdQy áQO lateas de :p^sapo^,y.ffr,€iQÍdp.ft^C3:9 de peo- 
nas y . ballesteros ; la dificultadle que. Jtfuflo.Alyfirez atravesara 
d T#á9i W© ,s»p soldado», estando m^y vigilado poi;. la, flota», im- 
pediría probablemente la ejecución de esa salida tei^rarj^., . 

{¡1 #£bac)p 27<de Agosto s$, intentó. pqr. lo* j^t£llauq& . $1 últi- 
m atea^jnás fcnnal que los fjú^m% : «cqi^bin^daip^ avan- 
zaron aI> am anecsr \o& g^lercga. contra, ¿¿^por^^ 
cUw y encallada^ ep laa Ate^aían^Sj.piiéutrasel.Cpftd^ de Mayor- 
ga á,l& c^be^a de un .escogido cuexpp dq hqni^re^ de flfjnas y 
baltestej-o^ac^metia, pon vigor por aliado ,de la. pi^rt^ds, Santa 
Qata^nai >Q)a& 1$. defensa no. fué ^é^wteí^.í.^ud^cftmí) siem- 
pre, el. Maestre <jle Avís á oomb^tir e^ppFspna^y dqspp^ft do una 
empañada pelep, $n que de ambas p&rteis hubo inpfihps xaiiertos y 
l^eriíqs^fi^ejion rechazados. los. asaltan^,. ,1o mi,gD¡io ( pof,, tierra 
que .por la marina, donde pesdierpí* urna d# pus.gfyLsEa^., / 

De nadp hubiera servido, . «¿n embargo, . tanta .^eptáa j por- 
fiada defensa de los lisbonenses ante él empeño perseverante del 
Rey de tomar la plaza, sin el invencible auxilio que les envió la 
Providencia con la peste que se desarrolló en el campamento y 
escuadra de Castilla. Las enfermedades que desde un principio 
molestaban las tropas fueron en aumento y tomaron carácter per- 
nicioso en el mes de Julio, convirtiéndose en Agosto en una hor- 
rible epidemia, en la peste del bubón ó landre, que tantos estra- 
gos hizo en la Edad Media. £1 cronista Ayala nada dice sobre 
las particularidades de la enfermedad ; pero, según explican los 
portugueses, consistía en unas hinchazones, a que llamaron tra- 



I 



54 BATALLA DE ALJUBARKOTA. 

mas, que nacían en las partes más delicadas del cuerpo, como la 
garganta, los sobacos j articulaciones de las piernas, siendo de 
tal naturaleza que todos morían. Los primeros atacados fíieron 
de la soldadesca j plebe del campo, pero pronto alcanzó á las 
personas notables, siendo una de ellas D. Pedro Fernandez de 
Velasco, que parece sucumbió inmediatamente después del eclip- 
se de sol que se verifioó á mediodía el 19 de Ago&to ; suceso, que 
contribuyó á aterrar las gentes viendo que se. exteüdiá eL eonta¿- 
gio y la mortalidad hasta morir más de doscientas diariamente, 
y que atacaba* con preferencia ¿los castellanos f puesiqwfc daioiu- 
dad se veía preservada, y que átin en el mismo campanaeoto los 
' portugueses que iban unidos al ejército, oomo ios prisioneros en la. 
flota, nó tenían novedad. * 

No baibüi preoaaeinn ni remedios para 1 contener sus honores, j 
en bre vteünoe días se noataran entre ias^íetimas porción ' de suje- 
tos de los más eminentes, como el maentre de Santiago, D. Pedro 
Fernandez Cabeza de Vaca, y el que le sustituyó* fihy Gooaaalez 
Mexía$ el almirante Ferraa Sánchez deTovar; los'dos mariscales 
Pero Bui& Sarmiento y Ferran Álvarez de Toledo; eToamendador 
mayor da- Castilla > D. Pedro Ruiz deSaudoval;el caronDero ma- 
yor del «Bey, Pero Fernandez de Velasoo T ya citadq, y otros mu- 
chos caballearos principales de la hueste, entre los ^ue fué -en ex~ 
tremo sentido D. Pedro Ñoñez de Lora, -conde de Mayorga r que 
era uno de los más apreciables por su valor y brillante «omporta* 
nnento diirqnte el sitio (1)» ' 

Fácil' será comprender lo espantoso de semejante epidemia ém 
Tin ejército- d* la Edad Media, desprovisto délos servicios sanita- 
rios y administrativos, á los que en nuestros días hayan presen- 
ciado algo pareoidoy contando oon todos los reburaos de asistencia 
facultativa y de material r que hacen porte esenoifdísimade su or- 
ganismo en los modernos. La carta del Bey, que luego daremos, 
las notieias de las Crónicas y lo que la tradición nos ha legado, 
pintan la angustiosa situación en <fue se vio D. Juan I al finali- 
zar el me» de Agosto, imposibilitado de dar cimaá su costosa esn- 



(1) Por su muerto dio el Bey el mismo condado á D. Juan Alfonso Telles de 
Henesea,. conde de Barceüos j almirante de Portugal, tío de la reina doña Bea- 
triz ; y como al año siguiente pereció en Aljubarrota, 83 lo otorgó a su segundo 
hijo el infante D. Fernando (el de Antequera), que después fué rey de Aragón, 
según lo dice Loxaao en su obra Unjet twew*. 



A 



CAPÍTULO II. 55 

presa cuando debía esperar terminarla pronto y cuando veía á bu 
feliz enemigo libertarse como por milagro (que tal lo conceptuar- 
ron ellos) del terrible daño que consumía su ejército, cual si hu- 
biese poseído un secreto preservativo ó le amparase protección ce- 
lestial* Según Ayala, murieron en dos meses 2.000 bombares de 
anuas de los mejores, y mucha otra gente , pereciendo más de 200 
en algunos dk&; los cronistas portugueses aseguran hubo gran- 
de. mortandad, y Fwrissaró dice en un pasaje que perecieron más 
de,&000 en pocos. dias^ y en oteo exagera la pérdida total durante 
el sitio ka^ta 20.000; dé modo que no cabe duda en el estrago y 
en Ja redacción deda hueste y contando con loe muchísimos que sin 
snanmbrr quedarían imposibilitados para toda fatiga y pues hay 
que tener presente que los calores de la canícula , la falta de 
policía,, la escasee de vituallas, el largo, oampaaaento y ¡tas» traba- 
jos del aaedío, eran por sí solos motivos suficientes á ocaetauar 
crecida merma en-el efectiva 

. Aunque de sakdmuy delicada el Bey, que antes» de empezar 
la campaña le tuvo enfermo de gravedad, no se resintió durante el 
sitio, trasladándose al vecino pueblo de limada por algunofe días, 
con la fieina y servidumbre; más feliz en esto que su abuelo Don 
Alfonso XI, que en análogas circunstancias falleriíó en el cerco 
de Gibraltar, le preservó Dios entonces y le prolongó la vida po- 
cos años, sin duda para experimentarle en la «acuela de los gran* 
des iiifcrtanicB. .) 

Renovada en estos días la gestión parlamentaria que antes se 
había entablado por orden del Bey, entre . su , camarero ' mayor 
Pedro Fernandez de Velasoo y el Maestre de .lárásy -parece que 
éste (según unos, cosa que otros niegan). -propuse el reconoci- 
miento y lealtad del reino á doña Beatriz) siempre >y «cuando que 
él quedase de-regente; el Bey indicó que lo seria acompañado de 
otro castellano que nombraría; y rechazada resueltamente esa 
condición, rompiéronse las negociaciones, á pesar de lo mucho 
que á uno y otro convenia avenirse. 

D. Juan I persistía en mantener la contienda del oereo de Lis- 
boa á toda costa, pero los continuados consejos que se le dadan 
de no insistir en tentar á Dios, en particular por el infante Don 
Carlos de Navarra, y el caer también enferma con síntomas de 
la epidemia la Reina, le decidieron por fin á levantar el campo, 
emprendiendo la marcha lentamente el sábado, 3 de Setiembre, 



I 



56 BATALLA. DE AUT7BARB0TA. 

en que se trasladó al otro lado de la ciudad y muy cerca de ella, 
junto al monasterio de San Antonio, donde se detuvo un día; 
prosiguió el lunes 5 á pernoctar en Zapatería (1), en cuya jor- 
nada de oinco leguas murieron algunos por efecto de la peste, y 
se conducía á la Beina en una litera , con sumo cpidadp por su es- 
tado grave, á tal puntó que al llegar al día siguiente 6 á Torres- 
Yedras, pensaron que falkcia. 

Allí se detuvo para ver si alejado el ejército deL mortífero cam- 
po de Lisboa y alojadas las tropas en Los pueblos cercano^ cesa- 
ba la epidemia; mas continuando la mortandad, en peligro la 
Reina, y él mismo enfermo ya, asintió al consejo queje dieron de 
renunciar por entonces 4 volver sobre el cerco y disponerse á regre- 
sar á Castilla. En su consecuencia, prosiguió la. marcha paja 
Santanwn, donde , á su entrada, perdonó á los habitantes por el 
motín referido, se hospedó en la ciudad y distribuyó la hueste 
acantonada en Vallada y en las aldeas inmediatas. 

Con inmenso júbilo, como era natural, vieron los. sitiados la 
retirada de los castellanos, y limitándose el Maestre de Avía á 
seguirles á distancia observando su retaguardia, prohibió que na- 
die^^entrose en el abandonado campamento, por precaución higié- 
nica, hasta que el fuego lo consumiese. Después pasó á avistarse 
con él el activo Ñuño AlvaTez Pereira, atravesando en un bar- 
quichneio por entre- la: escuadra de Castilla que se mantenía en 
el Tajo, para concertar entre ambos ulteriores operaciones, y cele- 
braron por el momento can funckm religiosa en la catedral, con 
procesiones y regocijos populares, el fausto suceso que presagia- 
ba el triunfo de la causa que habían abrazado y su propio engran- 
decimiento.: - , 

Tal fué él sitio de Lisboa, que como indican las fechas sucesi- 
vamente anotadas, empezó por un imperfecto bloqueo en el mes 
de Febrero, y no se formalizó hasta fin de Mayo; es, pues, absur- 
do que Froiesart, y otros guiándose por él , dijeran que duró un 
año; a lo sumo puede decirse de cuatro meses escasos, desde el 6 
de Mayo, en que el Rey se estableció en Lnmiar, hasta el 3 de 
Setiembre, en que levantó el campo; y en todo rigor sólo tres me- 



(1) Desconozco esa localidad, que no se encuentra en ninguna carta de las qco 
he consultado. 



CAPÍTULO II. 57 

ses y cinco días, contados desde el 28 de Mayo, en qne el ejército 
y la escuadra se establecieron al frente de la plaza. 

REGRESO DE D. JUAN I 1 CASTILLA, Y ACLAMACIÓN DEL 
' MAESTRE DE AVÍS POR REY DE PORTUGAL. 

Detúvose el Bey en Santarem lo qne restaba del mes de Se- 
tiembre, para que las tropas descansaran y se repusiesen; y de- 
jando presidiada la plaza y los demás numerosos castillos y villas 
que seguían fieles, emprendió la marcha con intento de comenzar 
otra campaña ep mejores condiciones cuando.paaáj»*! invierno (1)» 

Quedó en la principal fortaleza de Santarem y con' el mando 
superior de aquella parte del territorio, Diego Gomtó Sarmiento, 
nombrado mariscal por la muerte de su hermano á causa de la 
peste, con una guarnición de 600 lanzas y 300 ballesteros; pre- 
vínose á los alcaides de todos los demás castillos lo conveniente 
para que sesostuvieran, y se trasladó el Bey á Torres-Novas, que 
aun cuando no estaba por él, se le entregó y la dejó también ocu- 
pada. El 14 de Octubre prosiguió el movimiento^ colocándose con 
su servidumbre y escolta en la retaguardia; y haciendo precedie- 
ra i la columna el fúnebre convoy en que se llevaban sobré acé- 
milas los ataúdes de los ricos ^hombres y caballeros que sucum- 
bieron delante de Lisboa, cubiertos de sus banderas y Codeados 
de los escuderos, pajes y peones respeotivos, continuó en tal 
orden, sin ser hostilizado, hasta la frontera. Desde allí tomó 
cado uno para su provincia, se licenciaron temporalmente la ma- 
yor parte de las compañías, se acantonaron otras en lugares opor- 
tunos, y participó el Bey á sus ciudades y señoríos loe motivos 
de la retirada, encaminándose en breve con la Reina id santuario 



(]) Froissart, en el primero de sus relatos sobre esta guerra, supone celebrado 
en Santarem el consejo que el Bey expresa tomó en Torres-Vedras, y que en él 
opinaron los capitanes franceses por continuar las operaciones sin intermisión, y 
los señorea castellanos por volverse á su país; de lo que , adhiriéndose el Soberano 
al dictamen de los extranjeros, se originó disgusto en los castellanos. Mas, ha- 
biéndose resuelto el regreso, es evidente que sucedería lo contrario respecto á las 
opiniones emitidas, ó que serian los franceses los quejosos. — Con manifiesto error 
hace permanecer allí al ejército hasta la víspera de la batalla de Aljubarrota, 
como si nada hubiese ocurrido en tantos meses; pero en su segunda relación rec- 
tifica algo ese aserto, reduciéndolo á mucho tiempo, que empleó en pedir apresto 
de tropas á España y ó Francia. 



I 



58 BATALLA DE AUUBARROTA. 

de Guadalupe á rendir gracias á Nuestra Señora de haberles li- 
brado de la epidemia , y á implorar su protección para la siguiente 
campaña, cuyos preparativos, así como los demás asuntos de la 
gobernación del Estado, le obligaban á ir á Sevilla; viaje que, no 
obstante, tuvo que retardar hasta bien entrado el mes de Enero 
de 1385 (1). 

Conservada en el archivo de la ciudad de León una carta ori- 
ginal del Rey, escrita antes de su entrada en Castilla (que aun- 
que sin fecha la conceptúo mandada desde Ciudad-Rodrigó del 
22 al £5 de Octubre), dando cuenta de haber levantado el cerco 
de Lisboa y de su regreso, consideramos necesario insertarla en 
este lugar como documento de interés, por expresar las razones 
que motivaron tal resolución , y por la curiosa cita que hace de 
las villas y castillos que se mantenían por su causa, con la enu- 
meración de las fuerza que quedaban para sustentarla (2). 

Don iülian , por la gracia de Dios Rey de Castiella, de León e de Porto- 
gal, de Toledo, de Gallizia, de Seuilla, de Córdoua, de Murcia, de Yahen t 
del Algarbe, de Algezira, e Señor de L ara e de Vizcaya e de Molina, al 
conceío e álcalis, e al meryno e a los oficiales omines buenos de la cibdat 
de León , salud e gracia : bien sabedes eu commo por otras nuestras cartas 



(1) ÁyaTá, López, Mariana y casi todos los historiadores, se concretan á decir 
que desde Portugal se fué el Bey á Sevilla, lo que ademas de inexacto, puede con- 
ducir á creer que tomara el camino más corto por el Alemtejo ó por Oastello- 
Branco y Alcántara; Sólo he visto en la Monarquía haitana, que el ejército 
marchó por laBeíra, siguiendo el mismo camino de su entrada, y esto es lo indu- 
dable, asi poriadiicftrjo la primera etapa á Torres-Novas, como por constar que 
el 19 d£, noviembre se hallaba D, Juan X en Santa María de Guadalupe, y el 10 do 
Enero siguiente en Talavera, Por desgracia la carta del Rey, que podría aclarar 
este punto, carece de fecha. 

A varios de los señores muertos que se conducían en el fúnebre convoy, les eri- 
gieron después sus familias dignos mausoleos, de los que aun se conservan algu- 
nos, como el del maestre de Santiago, I). Pedro Fernandez Cabeza de Vaca, exis- 
tente en la catedral de Burgos, con su estatua yacente, según costumbre de la épo- 
ca. Al almirante Tovar, dice Zúfliga, lo llevaron á sepultar en Sevilla , en la santa 
iglesia catedral, capilla de San Clemente, poniéndole un epitafio, que borró el 
tiempo, pero que él trascribe copiado de un antiguo códice donde le halló comple- 
to; consigna que finó sobre el cerco de Lisboa el año de 1384, y que le mandó hacer 
aquel sepulcro su biznieto Juau de Tovar, en el de 143fi. * 

(2) Debo el conocimiento de esta interesante carta á la amabilidad de D. Faus- 
to López Villabrille , que es quien la encontró inédita y quien, como muy perito, 
la copió y publicó integra, en 1864, en el semanario de literatura, ciencias y 
artes, titulado M Ramillete (núm. 2), que por entonces se daba á luz en Madrid. 
— Al reproducirla aquí sólo nos permitimos, para su mejor inteligencia, puntuar- 
la y sefialar'con mayúsculas los nombres de localidades. 



CAPÍTULO II. . 59 

boB aliemos enbiado dezir la rrazon commo nos entramos en este hro rreg- 
no de Portogal, £ comino temamos cercada la cibdat de Lixbona asy por 
mar comino por tierra, la cual teníamos ea tan grand apretamiento que la 
cobráramos muy aynna, saluo por la grand pestilencia de mortandat que 
fue en el nro rreal tan afyncadamente, de que morieron muchos délos gran- 
des de nro rregno e otros muchos caualleros e escuderos que allí estauan 
con ñusco, E otrosy por el grand afyncamiento que todos los que allí esta- 
ñan nos fezievon , rrequoriendonos que non quesieeenios tentar a dios mas 
délo que le auiamos tentado,. £ non quesyesemos popemos mas en peligro 
a nos e a nuestra gente. E por esta rrazon otamos de partir de allí e veni- 
mos a una villa nra que está á ocho leguas de Lixbona, a que llaman Tor- 
res -Vedras, E allí acordamos de estar poT esas villas e lugares nros., quo 
están- á siete e a ocho leguas den de fasta que cobrásemos á Lfabona; E 
nra. geste repartida e derramada por las villas pensando que por estar der- 
ramada cesaría la. mortandat, acaesció que. la rreyna mi muger fue dolien- 
te de una landre, de la qual todos los físicos la desampararon por muerta, £ 
nos eso me sino fuemos doliente e en grand peligro, e morieron otros mu- 
chos caualleros que eran allí oon ñusco déla dicha pestilencia. E por esto, 
veyendo nos que la dicha pestilencia non cesan a, nos, con acuerdo de los quo 
y estauan con nos v que nos fue afyncado por su parte, que quesyesemo3 
partir den de, porque entendían que cumplía á nro seru icio por cuatro rrazo- 
nes:' la primera por la sobredicha mortandat, E la segunda, porque en este 
inuierno nos fariemos a nos mas daño que prouécho, por rrazon de las gran- 
des aguas que fazia, qué non podiemos estar sy non en villas, e para estar 
en villas non era nra onrra , pues non podiemos estar en los campos sin f a- 
zer otra cosa que nra onrra fuese; la tercera, porque aquellas yiljas quo alli 
teniemos en aquellas comarcas, non nos. podían sostener, de viandas fasta 
el mes de junio que venian las nueuaa, por quanto auiemos estado ea ellas 
oeho meses, E si ay ouieramos de estar algund tiempo non podleran auer 
viandas las nrae. gentes fasta el dicho mes de junio; E la quarta, por la 
grand costa que nos f aziemos en tener nra gente ayuntada con nnseo syn 
fazer grand' prouécho, E eramos f oreado -do tener toda nra gente con ñus- 
co mientra estouiesemos en Portogal. E por quanto dios sabe que non quer- 
riemos agrauiar á todos los que sodesen este nro. rregno de Castiella cott 
grandes cargas roas de las que auedes complido por nro. seru i ció, £ porque 
la dicha carga se nos f aria muy grande de complir estas cosas, Acordamos 
de tornar a Castiella este inuierno por estas rrazones, e porque se rrefezie- 
re nra. gente de cauallos e do armas e de otras cosas que auian gastado, E 
porque podiesen tornar mas frescos e reparados para el verano que viene 
acabar esta demanda que tenemos comeneada , en la cual , con la merced de 
dios, hay muy poco de acabar segund el estado en que queda; que sabed 
que nos dexamos en todas las villas e castiellos que están por nos en este 
rregno gente por esta manera ; nos dexamos derredor de Lixbona en Santa- 
rem e en Sintra, e en Torres vedras, e en Alan ge, e en Ouidos, e en la Tou- 
guia, mili e seysejentas laucas, e ochocientos ballesteros, e dos mili om- 
ines de pié ; La» quales villas son todas derredor de Lixbona diez e ocho le- 
guas , que non está entre medias villa nin castiello que non esté por nos, 



60 BATALLA DI ALJUB ARROTA. 

salvo el cuerpo de la cibdat de Lixbona, para guarda de las dichas villas e 
castiellos , £ para f azer cada día mal e daño a la dicha cibdat. Otrosy, de- 
xamos entre Tajo e Guadiana, setecientas lan9as e quatrocientos balleste- 
ros, e mili ommes de pié; E las villas e castiellos que están por nos, son 
estas : el castiello e la villa de Porcel, e la villa e castiello de Villaviciosa, 
e la villa e castiello de Oliuencia, é la villa e castiello de Campomayor, © la 
villa e castiello de Monforte, e la villa e castiello de Ocrato, e la villa e 
castiello de Maman, e la villa e castiello de Mora, e la villa de Almádana, 
e el oastiello de Ugela, e la villa Dalterdochao, e el castiello de Fedrosa, e 
el castiello de Belver de Nueyra, e el castiello de Nodar, las quales están 
todas por nos, para guardar e defender las dichas villas e para faaer mal é 
daño a toda» las otras que están contra nos. Otrosy dexamos entre Duero e 
Miño, por quacto toda la tierra está por nos, saluo la cibdat del Puerto, 
quinientas lencas e quinientos ommes de pie en los lugares que están por 
nos, que son estos : La cibdat de ¿raga con su villa e castiello, e la villa e 
castiello de Caminna, e la villa de Vi ana, e la villa e castiello de Melgaco, 
e la villa de Valencia, e la villa de Moncon, e Villa Nueva de Cetvera, e la 
villa de Ponte do Lúnia, e la villa de Baroelloa, e la villa e oastiello do 
Gui marañes , e el castiello de Castro Leuoreiro, e la villa e castiello de San t 
rroman, e el castiello de Picocha, e la villa e el castiello de Lindoso, e la 
villa de Nuuea, e el castiello e villa de Nonbrega, e el castiello de Faría, e 
la villa c caBticllo de Barboso, e el castiello de Bermy, e la villa e castiello 
de Cellenco de Vasco* E-esto miesuao dexamos en algunas villas e castie- 
llos de Tía* los mantea trezieutas langas e quinientos ommes de pie, las qua- 
les son estas: la villa e castiello de Braganca t e la villa e castiello de Vi* 
fiaes, e la villa e castiello de Chaues, e la villa e castiello de Monforte de 
rrio Libre, e la villa e castiello de Miranda, e la villa e castiello de Moga- 
deyro, e la Villa e castiello do Alf andiga, e el castiello de Benposta, e la 
villa de. Fresno de espada finta , e la villa e castiello de Viltarreal , e el cas- 
tiello de Otero, de Miranda, o la villa de Pefiarroyas, e el caatiello de Tor- 
re de chama, eel castiello de Sant esteuan, e la villa de Goneya, e la villa 
de Vilarello, e el castiello de Monte alegre , e el castiello de Vinaes , e el 
castiello de Mounce.E eso ineBmo dexamos en algunas villas e castiellos 
de Rfivá de Coa, qmltrócieritas laucas e quatrocientos ommes de pie, laa 
quales son estas : la villa e castiello de Castiel rrodrigo, e la villa e «astie- 
11o de Castiel. me. Uor^e el castiello de Alraeyda, e la villa e castiello de 
Castiel bono, e la villa e castiello de Castiel mendo, e la villa de Sortella, e 
la villa e castiello de Villamayor, e la villa e castiello del Sabugal, e la vi- 
lla e castiello de Conillana, e el castiello de Peña mayor, e la villa e cas- 
tiello de Mont Santo, e el castiello de Segura. B todas estas villas e castie- 
llos quedan en* tal rrecabdo que nos darán tal cuenta dellos como cumple a 
nro seruicio, e que se f ara tanto daño so dellos a las otras villas e castiellos 
que están contra nos, commo si nos mesmo esto viésemos acá en Portogai. 
£ todo esto vos enviamos dezir porque sepades nros fechos en el estado en 
que están e la rrazon de nuestra venida. — Nos el Bey. 



CAPÍTULO II. 61 

A setenta y una villas y castillos (1) asciende, por esta carta, 
el número de las localidades que se mantenían fieles en Portugal 
á la causa de doña Beatriz, y todavía hallo la omisión de Alem- 
quer, Torres Novas, Leiria, Mertola, y creo que alguno más; y 
sumando el total de fuerzas que quedaban para guardarlas y para 
hacer en los enemigos cuanto daño pudiesen, 3.500 lanzas, 1.700 
ballesteros y 3.900 peones, ó sea un total de 9.100 hombres, de 
los que es de inferir ,que mas de la mitad serian portugueses. 

Las esperanzas que llevó el Bey á Castilla de que dejaba ase- 
gurado el mismo es bado de cosas hasta que llegando el verano 
emprendiera segunda -campaña, debieron desvanecerse pronto por 
los sucesds que tuvieron lugar como inevitable consecuencia de 
lo que influyó en el país su retirada y prestigio perdida, que supo 
aprovechar con actividad y acierto di Maestre de Avís* 

Desembarazado del asedio terrestre, llamó ¿ consejo é sus prin- 
cipales adictos , y en él se acordó el dictamen de Ñuño Ahrarez 
Pereir^i, de dedicarse inmediatamente á reducir las poblaciones y 
fortalezas, que se sostenían contrarias.. Al, efecto volvió qste al 
Alemtejo y empezó «ua operaciones por tomar á Portel; dirigió 
luego las hostilidades por las cercanías de Elvas y la frontera de 
Badajoz con su acostumbrada audacia, y quiso apoderarte por 
golpe de mano de Villavioiosa , donde fué rechazado doa veces 
con sensibles pérdidas de gente y de* personas importante?, como 
su hermano IX Femando, el conde D. Gonzalo y el Prior do Gra- 
to. El Maestre intentó lo primero ganar á Ointra, peto á causa 
de un horroroso temporal que imposibilitó la marcha, tuvo que 
volver á Lisboa. La escuadra castellana > que salió del Tajo el 21 
de Octubre por la mañana, recaló otra vez al mismo fondeadero 
en' la tarde, obligada por la tempestad, y el 28 se -alejó- por fin 
para Sevilla, dejando una parte de sus galeras sobre la costa para 
cruzar en observación. Acto continuo pasó á Almada el Maestre, 
por haberse declarado de nuevo por él; y de regreso en Lisboa, 
organizó un cuerpo de tropas, sacó piezas de artillería, trons ó 
bombardas , y se dirigió á atacar á Alemquer vigorosamente. Allí 
se le presentó, procedente de Porto, el conde D. Pedro de Castro, 



(l) A pesar de las incorrecciones con que están escritos machos nombres, que 
no hemos querido enmendar, todos ellos se infieren claramente y concuerdan con 
los relatos de la uránica portuguesa. 



62 BATALLA OB AIJUBARROTA. 

cuya conducta, como rebelde á D. Joan J y como partidario de 
Portugal, fué entonce» igualmente indigna y «viesa. Después de 
una buena resistencia logró el Maestre que la plaza lo hiciera 
pleitéala en la noche del 10 dé Diciembre, bayo condición de en- 
viar á Santaremlos castellanos que en ella habia, conservándola 
su gobernado* Vasco Pires de Gamoens paza someterla i la reina 
Doña iLeonbJ?, a, quien la tenía jurada, si volviesen Portugal i 
cosa < q Oe aofctwaplió y que sin dada fué un subterfugio^ pqes el 
21 <fe,gnflro< sigáiénte efe declaró obra vea»por Bofia Bjeattía y por 
el Rey.íde -G«fltiHa¿: Pensá el Maestre someter mas i pronto á Tor- 
res ¥edj»Sí, gobtímada • poí ' el castellano Juan: Duque? pero in- 
útüesiibsiintmiftoiDnBS, sns ataques por medio de minas y hasta 
por asaltó, , ante ¿a; teñas defensa, tuvp que desistir dé alcanzar la 
rendici«n r perdidos itífirnotüosotíiente muchos días y darán te los 
cuaIe*'Teqibtá ctóaa » cuatro malas nuevas : i.% la del -descalabro 
sufrido -eD>»y¿llavicio8apo» Nrxño Alvarez Perfeira; 2 *, eLafpree** 
miento y^quenjadeidos galenas y una nave portuguesas á la vista 
de Lisboa por la esctíadriüa castellana; 3.% la declaración de 
Alemx}6ec; >y .4*J el desbarate del Maestre de < la orden de Cristo 
y delj^rior del hospital r Alvar Gonxales Garoeloi (i)^ que blo- 
queandcrér[Tenm Netas * cuyo castillo sostmia Alfonso. Lopéi de 
Tejada, fueron sorprendidos por Diego Gómez Sarmiento con 
300 cabales qufe «acó de Santarem j y se los- llevó priiúemeros. 

En jrib efctade de la» { eesas» de Portugal, visto el ■ movimiento 
cjeoieíite. ctoiaxrrapopulejc tan favorable al defensor y Degente, 
creyeron sus íniótaaa: consejero* que era llegada la oportunidad 
de adoptar,,una^esoluxáon politica de aspecto legal» para orde- 
nar la snceaioB 4éL ruino, una vez qw el país -se negaba resuel- 
taniente 4 reconocer eliÜW€^o:de DotoBeajhi^ry canviniendoen 
ello eljná&krtereeado^ xoilvotó Xlórtw.enOoiinbra.y se trasladó 
allí é celebtarijoa Loe manqjas é intrigad ayudaron al prestigio 
aloanaado por el defensor de Lisboa tanto como su porte y hábil 
llaneza para granjearse simpatías , de modo que rápidamente se 
condensaron las opiniones en él , no obstante que en un princi- 



• (1) Asi k> dice la. Orónióa de Ayala, peto en las portagnesa* se pone entre los 
que muñeron en. VUlarieiosa el maestre de Cristo, Lope Días de Sonsa» y al Prior 
do Grato. La prisión Beaba por Sarmiento sobro Torrea Novas de eso» dos perso- 
najes f hiso extender en Castilla la noticia de que era ano de ellos el mismo Maes- 
tre de Avls. 



Capítulo il 63 

pió estaban al parecer decididas por mi hermano el infante Don 
Joan, preso en Castilla, prosiguiendo con la regencia mientras 
dorase su cautiverio. Esa disposición de la Asamblea sopo utili- 
zarla el elocuente abogado y canciller Juan das Begras en una 
célebre discusión, en la que, con fuego de patriotismo y bien 
presentados argumentos, descartó todo derecho á los infantes 
D. Juan y D. Dionis: 1.°, por ser hijos ilegítimos del rey D. Pe- 
dro, pueato que loe hubo sin estar casado con dolía Inés de Cas- 
tra^ y &°, por haber sido rebeldes t deseohó el de Dolía Beatriz 
oon mayor empeño: 1.°, por ser ilegítimo su nacimiento adulte- 
rino, «n rasen 6 que su padre el rey IX Fernando contrajo oasa- 
mienta con Doña Leonor, arrebatándola a su primer marido Juan 
Lorenao de Acuaha, y &°> parque, aunque lo tuviera , k> habría 
perdidotcasándose eon D. Juan I de Castilla, que era <ciamátioo y 
sin suspensa, por el cercano parentesco, del verdadero papa Ur- 
bano VI; por todo lo cual, y por otras largas consideraciones que 
expuso* como la violación de los pactos altamos por el Bey de 
Castilla entrando de mano armada «n el territorio, concluyó que 
no-débia* n¿ podía ser observado el 'testamento del difunto Monaiv 
oa; y que siendo* elGfan Maestre de Avíe hijo también del rey 
JX Pedro, sin tacha alguna y merecedor de la oosrana por su va* 
ler y comportamiento en la defensa nacional, así come el más 
digno y necesario para sostenerla todavía contra las aapiwtoionés 
de Castilla, á él Mejor que á nadie correspondió y debería con- 
fiarse (1). Opúsose con fingida modestia el Maestre haoiefldo ver, 
entre otras «osas , que^ sos votos en la orden del » Ctoter , i que 
pertenecía, eran obstáculo 6 impedimento v mas el miamp Juan 
das Begras y otros expusieron que el Papa le dispensaría -sin di- 
ficultad esos votos y aprobaría la elección hecha por oausa de sar 
lud publica , con lo cual quedó declarado y seguidamente aclama- 
do por décimo rey de Portugal el dia 6 de Abril de 1385 con el 
nombre de D. Juan I (2), extendiéndose en seguida el acta é 
instrumento público correspondiente. 

(1) En ninguno de los discursos de Juan das Begras, que están impresos en la 
Monarquía lusitana y en las Memorias de Soares da Silva, se le niega á Doña 
Be&trii en derecho sólo por estar casada con el Boy de Castilla, ni se cita para 
nada el tenor de la supuesta ley fundamental de saoesion dada por Alfonso Bn* 
rjqttaa en las apócrifa» Cortes de Lamego; oon lo que bastaría, sin &aa demos- 
traciones, para patentisar la superchería de quien las inventó. 

(2) La coincidencia de nombres iguales en los reyes de la Península, que ya 

G 



64 BATALLA DE AtTOBAfiROTA. 

El nuevo gobernó comprendía que le restaba mucho que ha- 
cer para reducir todo el país á su obediencia y para rechazar laa 
invasiones del Castellano , y por eso, sin entregarte al descanso 
gozando de las realizadas aspiraciones , Se dedicó sin pérdida de 
momettto. á organizar su casa y ejército; nombró por condesta- 
ble y camarero taayor. á Ñuño Alvarez Per eirá; mariscal, á su ber- 
mancuAJfcarD Fereira; alférez mayor, á Gal Vázquez, da CttBtft; 
capitabinayoDáe mar, áiAifonso Furtadode Mendiga; almirante, 
4 Mánoei FapQaíaha^ aaadel mayor. de los ballesteros, &.Edté&an 
Vaaqwp Fdipd, y conde) mayor d* los ballesteros de- á caballo, 
i Alvaro Aunes de^ Cemacbe; ratificó como sus ministro* é mia- 
mos consfl&éwflf al bato^ Regaras y alaraobiispq de 
Braga, D. Lorenzo Vicente, y mandó poderes especiales*. é ins- 
traedírine$n¿J5tt& enviados en Inglaterra para, aer reeonooidfl, con- 
tratar alisa** y obtener attftilio más efectivo- ó nuraoroso qfce el 
que pocos dias . faates de su elección, el 2 de Abril, le había üe- 
gado á Lisboa, eoaasiatente.en los aFentrqreros replatadks po* w*s 
prinaeww et^isarios (1). 1 . / .• 

Tradadáse ^n seguida ó< Porto , y mientras el condestable Nnflo 
Alvfwez; Ifereira* fipgfendo ir en recaería á Santiago dé. (Mioia, 
cobraba ó hacia se le sometieran mj*ebo» puawtoa de la fronteca 
del Miño, como Neiva, Viana y Monzao, levantando el espíritu 
de las gentes; "sitiaba él Con gran empefío la ciudad de Guirna- 
lda ^:vai«ntelner^ por el anciano caballero portugués 
AiregiCtemeii dai Silva, qxrien^ después de rechazados varios asal- 
tos y. nitiehá^ pco^osickmeSy taro que abaldonarla, refugiándose 
enel eai6iUofqiue>-ladfliiii^a>, donde continuó resistiendo hasta 
pactar /un plazo» de cuarenta tiiae, á fin de exponer al Rey de Oas- 
tilla el estado de 4a fortaleza por si acudia á aoeotrrer la ; y oomo 
al rcgrtoo.del comisionado Gómalo iMarinho, recibiera orden de 



otras veces existió con los Alfonsos y Pedros, fué en esta época más notable, pues 
a un mismo tiempo se titularon Juan I los de Castilla, Portugal y Aragón; y 
ademas se Llamaban también Jnan , el Infante de Portugal, preso en Castilla, el 
Dnque de JLancáster , que, como marido de Doña Constanza, pretendía el trono 
castellano, y otro desgraciado pretendiente refugiado en Inglaterra, hijo del rey 
D. Pedro y de Doña Juana de Castro. 

(1) Conducidos en varios buques fletados para ese objeto y con cargamento de 
armas y provisiones, fueron atacados por diez galeras castellanas a la entrada 
del Tajo, y se pudieren salvar después de tm reñido combate, en que resultaron 
muertos y heridos de ambos lados. 



• 



CAPITULO It. 85 

entregarla por no ser dable auxiliarle en brete tiempo, lo ejecutó 
así el gobernador expirado el plaso, saliendo para Cartilla sumido 
en mt profundo dolor, que le ocasionó la muerte á aquel antiguo 
y leal guerrero (1). 

Supo por entonces el nuevo rey de Portugal que el de Castilla 
amagaba el Alemtejo desde Badajoz , y que otras fuerzas penetra* 
ban á talar la comarca de la Berra ; pero no queriendo desistir dé 
su propósito dé sojuzgar el norte del reino, pasó oon actividad so* * 
toé Braga, haciendo acudir también al GondeBtable ; logró se le 
rindiese en breve y fué rápidamente á Ponte de Lizna^ qwe aun- 
que con más dificultades y resistencia opuesta por el gobernador 
Lope <3omez , Be lo rindió por fin á favor de la traición- de algu* 
nos denlos defensores. . • . í , 

Conseguidas así muchas de las principales poblaciones del país 
de Entre Duero y Miño, pudo considerar establecido su dominio 
por aquella parte septentrional , donde más prosélitos tenía la 
cttusa de Doña Beatriz ; y aunque* todatía seguía manteniéndose 
en Valenza Ferrand Pérez de Andrade, y otros caballeros en 
Braganaa, Miranda, Chaves y diferentes castillos 'de Tms-os- 
Montes, suspendió sus operaciones pot allí para atender adonde 
mayor peligro le amenazaba, 



■ i , 



h' 



FUNESTA CAMPAÑA X>JB ALJÜBA^BOJA. 

Gravee materias de la gobernación del reino y de^na relacio- 
nes con los de Granada, Aragón, Navarra ¡y Franoia ocuparon la 
atención de D. Juan I deCafítiUadesde bu vuelto de Lisiroa, pero 
ningruna le afectaba tanto como la de prepararse aparan otra cain* 
paña en Portugal ; .y habiendo, sido tan «nornaes lias bajas del 
ejército en el desgraciado asedio , le era preciso reponerlas pronto^ 
y procurarse un aumento considerable de fraeraas pato abrir las 
operaciones con superior poder por mar y tierra, en razón al des- 
prestigio de sus armas por los pasados sucesos, y porque los 
contrarios estaban más envalentonados y esperaban socorros de 
Inglaterra. Así, pues, se apresuró á escribir á Francia, pidiendo 
el envío de compañías auxiliares , y dirigió cartas desde Talavera, 
á 10 de Enero, á sus reinos y señoríos, haciendo un repartimiento 



(1) Pertenecía á «as de las más ilustres familias, y estaba casado oon mía her* 
mana del arzobispo de Toledo, D, Pedro Tenorio» 



65 BATALLA DE ALJUBABROTA. 

de soldados que debían alistarse y estar dispuestos á incorporár- 
sele al primer aviso (1). Trasladado lnégo á Sevilla, maridó que 
doce galeras y veinte naves se mantuvieran sobre la costa y cer- 
canías de Lisboa para hostilizar los lugares 6 impedir arribasen 
Bocorros extranjeros, BÍn perjuicio de disponer mayor armamento 
para la buena estación ; pero adoleciendo á la sazón de grave en- 
fermedad, qtíe le puso en peligro de muerte,' retardáronse htó ■de- 
mas disposiciones, dejando completamente libres y expeditos & 
los portugueses en el resto del invierno; tiempo que, como sena 
visto, supieron aprovechar.' ■ . > . ' i. 

Cuando estuvo restablecido, activó los preparativos y ge trasla- 
dó ¿'Córdoba muy entrado ya el mes de Abril, mandando al Ar- 
zobispo de Toledo que fuera allegando fuerzas y bastimentos cer- 
ca dé la frontera ; y concentrando él personalmente otras en Ba- 
dajoz,, adonde' se dirigió después, acompañado dé 1 los Maestres 
de Alcántara y Calatrava con otros personajes, pasó á sitiar a'los 
pocos diás la vecina plaza de Elvas con un cuerpo de tropas 1 de 
1.500 lanzas, 600 jinetes y crecido número de peonés'ylDálléste- 
ros , precedida inútil intimación al go'bernador Gil Fernández , 
que lejos ,dé rendirse, eVmantuvó firme, hizo varias salidas, y re- 
chazó algunos amagos de formal ataoue. Prolongándose este cer- 
mienzo de la invasión por el Aleintejo, 
dé un fuerte descalabro ' experimentado 
n penetrado en incursión procedentes de 
i consecuencia, ó porque ya no lé'convi- 
-anto' el campo y se traslade á Alcántara, 
á Cíudad-Eodrigd, dejando éh' Badajoz 
el encargo 1 de vigilar y prótégdr"ía ffon- 
posible el pafs enemigo'. 1 ''" ' 
>pez, y con él todos ros historiadores por- 
tugueses, refiere en esta ocasión del sitio de Elvas algunas cruel- 
dades mandadas ejecntar por el Rey de Castilla ; y aunque esos 
actos de barbarie eran harto frecuentes y comunes á todas las na- 
ciones en aquel siglo, se nos resiste admitirlas a la ligera, y que 
se le imputen á un monarca que en los arlos de su azaroso reina- 
do no legó memoria de cruel ni sanguinario, antes bien se le 

(1> Insertes*) to el capitulo «¡guiante la que mudó á 1» ciudad de Hurda, 

como «noriiüoe documentos referentes a, la batalla de Aljubarrota, bástanos aquí 
su referencia en el relato general de la campana que Iba i empezar. 



CAPÍTULO II. 67 

pintad? carácter suave y benigno, Bobre todo comparado con bus 

antecesores y coetáneos. 

El descalabro que se acaba de mencionar y lleva el nombre de 
acción .ó batalla de Traneoso, muy parecido al del año anterior en 
Atoleiros, exige explicarse detalladamente j agrupando lo que de 
él se encuentra en las diversas crónicas. 

, Babia encargado, el Bey al , Arzo 
d±cho b qne, reuniera fuerzas y provii 
manca y. Ciudad-Iíodrigo, y, qué se 
das en tierra enemiga mientras él e 

y.cqn.tal ^bjeto^apíovech^ndose de > 

y ^SlfiJo los candidos portugueses.,!) 
driguez.de Castafled» con otros es 
doicomo 3Q0 ¿400 lanzas', 200 jin 
ballesteros y peoi^es, que algunos si 
jando 8,jilm.eida^ que estaba, por Ca 
y íráncoaor, se adelantaron, causand 
desde cuya ciudad , después de eatjut 
ron la. vuelta, por el mismo camino, 
crecido convoy d$ prisioneros, acera 

do apenas dificultad ni, oposición ; mas la presencia del enemigo 
en el copazon.del pais, y los. clamores de la. gente por él estrago 
que causaba, produjo la reconciliación instantánea de los hidal- 
gos de la comarca; que estaban desavenidos, Juan Fernándej¡ Pa- 
checo,. Gonzalo Vasquez Coufinho y Martin Vasquez da .Cunha; 
los qne, reuniendo a. toda prisa .cuanta gente armada pudieron, 
lanzas t ballesteros; y peones, pusiéronse en orden de batalla á me- 
dia í^gua de Traneoso, en lugar conveniente, por donde'los caste- 
llanos tenían que pasar en su marcha do .regreso. Dudaron éstos 
al llega? á la vista , entre, atacarlos ó proseguir (les yiando Ja di- 
rección, y prevaleció lo primero , eegunAyala, por juzgar deshon- 
roso lo segundo ; apeáronse de sus caballos, excepto los jinetes, 
en unas tierras labradas, por las que marcharon avanzando con 
gran calor, polvo, sol de cara y fatiga consiguiente hacia sus con- 
traríos, que lea esperaban á pié firme ; y al aproximarse, algo des- 
compuestos ya en su ordenanza, fueron desbaratados. Froissart 
dice que antes de trabar pelea hubo un parlamento, que no 
dio resultado, y que raégo, dejando los oabailos á los pajee, em- 
pezó nn reñido combate de tres horas, que terminó con la derrota 



68 BATALLA DE AUUBABBOTA. 

de los castellanos , que al retirarse para cobrar sus monturas vie- 
ron que los pajes y criados habían huido. La versión de Fernán 
López y de sus comentadores explica que los castellanos querían 
eludir la acción y se inclinaron hacia el riachuelo de Frecias, peso 
que los portugueses les salieron al encuentro y les presentaron 
obligada batalla junto á la ermita de San Marcos; que entonces 
hicieron alto y pusieron pié á tierra los hombres de armas; que- 
dando á caballo los jinetes, sonaron las trompetas y se rompió la 
pelea á los gritos acostumbrados de Santiago y San Jorge, dados 
respectivamente de cada bando. Algunos bisónos huyerop ataño» 
rizado^ para Trancóse, y perseguidos por los jinetes ligeros, tu- 
vieron qtie volverse á acoger á los suyos , viniendo ese incidente 
á determinarles á resistir con vigor, en términos que no sólo re- 
chazaron la embestida de los castellanos , sino que á su Tea lea 
acometieron poniéndolos en dispersión y huida, causándola gran 
pérdida, rescatando toda la presa que llevaban en el bagaje, pe* 
reciendo Castañeda y loe demás capitanes, á excepción de uno 
que escapó con los jinetes, y de otro que perdonaron para que les 
diese razón de los muertos : en cuanto á los vencedores , padecie- 
ron muy poco, y no faltó ninguno de los caudillos. 

En la Historia del arzobispo Don Pedro T&norio por el doctor 
Eugeóio de Nárbona, se supone su presencia en esa expedición y 
combate, y ^6 logró escapar con algunos pajes á CiudaAJRodri*- 
go; péró* debe dudarse , porque todos los cronistas se limitan á dar 
como' jefe principal á Castañeda. 

Hespécto. á la íecha de esa acción hay variedad de opiniones^ 
Ayala, Mariana y otros historiadores la ponen en el mes de Ju* 
lio; Froissart, con inconcebible absurdo, en un miércoles de Oc- 
tubre dé 1884; Fernán López y la Monarquía lusitana en el mes 
de Mayo, sin señalar el dia; D. Juan Bautista de Castro, en su 
Mapa de Portugal, eñ el dia mismo de San Marcos,. que cae k 
25 de Abril, á menos que quisiera decir San Marco, que es el 18 
de Junio; y el Dr. Narbona en la expresada Historia de Don Pe- 
dro Tenorio la da como acontecida en Junio. A mi juicio es lo 
más probable atribuirla á Mayo, porque el Bey de Castilla supo 
el suceso estando aún sobre Elvas, y consta que el 20 se encon- 
traba ya en Madrigal (1), y porque al de Portugal le llegó la no- 

(1) En los Analói de Sevilla t por Zúñig», encuentro que en e*a fecha y desdo 



CAPÍTULO II. 89 

tída en Guimaraes. De las fuerzas se Lacen también distintas va- 
loaeionea,, pero los mismos portugueses declaran que, aifuque loa 
enemigos les llevaban ventaja en buenos jinetes y hombres de 
arma&, ellos tenían muchqs más y mejores peones. AyaJa dice 
murió Castañeda y Pero Suarecs de Toledo, con los más caballeros, 
escuderos y hombres de armas , escapando herido Alvar García; 
pcaro Feroa» Lope* y Frpisart dan esps y ptros nombres, $<m al- 
gima diferencia. , .... •> , _ ... , ,. ,i 

. J?je<jiso es. convenir, fi leer lo que pobre, esa acción .quede» ex- 
feactado, que el ¿efe de los castpllanoa, Juan, Rodriguen (fy^afie- 
da , defcia ser, eomo lo pin¿a el Dr* ííarbona,. 4 oab^llerp y$r^ade- 
sati&e&te vadoso, pero osadamente detemjinsdpj, ,aj£i*to más al 
brío ;del espíritu que 4 las .razones., del gobierno^ ^litar jfó .pues 
aunque túcese .inferioridad numérica > ^ndo io,^^4able qi^, con- 
taba e<^'S«pQrior calidad dp tropa j qon.. el recurso, 4$1>QS jifias, 
p^W.feab^r evitado el fcaeaso con.m^s calrpa.y í^o^d, dirigir 
el combate) y sobre todo, evitarlo $n la po^iqipA b^sc¿4^,por el 
«autopio* y láutefl de desembajrfU5arse.de .Ja^ep^ó.ppnyoy.que 
C8U<fewki, .La confusión que se origuiaria aj,.e^cagar ^uaí^os los 
pajes y acemijeyqs, y el páiiiíJo c^nsiguienteíeij, }* r^tegju^üa que 
custodiaba el bagaje, explican la fácil denote que. ocurrió y la 
mortandad de los. hombres eje armas. $n ese <^sgn*ria4o ^pjpuen- 
tro> que pjido considerarse preludio y modeio en mejio^ : escala, 
de la gvan catástrofe que, iba á. verificarse. e^.Alj^bwwt^, á la 
cual contribuyó por el influjo deplorable. que .difl^ir^a, i ^ ^ 08 
soldados, castellanos, y por el estimulo ycopíjianza q^.dió arlos 
portugueses.. 

Abatió: por competo aquel fracaso, en el espíritu, del, 3ey el 
toen efecto de dos sucesos favorables á E[u& armf|s ? po^idps. tam- 
bién á la sazón, de que recibió aviso encontrándose aú^en Al- 
cáafora. Verificóse el primero en la villa de Mertokt, sobre el 
Guadiana (1), que mantenia por él su gobernador Ferjand Dan- 
tes , y que, cercada estrechamente, se vio obligado á encerrarse en 



dicho punto pidió el Rey á las iglesias ciertas déomas, que ices afios antes conce- 
dió el Papa , y que habla hasta entonces excusado de reclamar, pero que las tris- 
tes necesidades de la gn erra le obligaban ya á exigir, aunque recomendando se ve- 
rificase en la forma más suave posible. 

(1) Segnn los Anales de Sevilla, por Zúñiga, debió acontecer lo de Mertola á 
mediados de Junio, pues dice que el Bey lo supo cuando entraba en Portugal. 



70 BATALLA BE AUUBARROTA. 

el cantillo, J estaba en grande aprieto, hasta que, acudiendo des- 
de Sevilla el joven Alvar Pérez, fie jGtagmaa * alguacil mayor de h 
ciudad, con 300 hombres, de arma» y 800. infartos, batió á.lo^si* 
tiadores, que eran, según. .Ayala,, 200, de á caballo y 4,000 de á 
pió, les cogip aigimojB prisioneros, y ee Tetero después de bimí abas- 
tecida la plaza; y fu£ el segundo el desbarate y presa que hicieron 

el se^jde^^^^p^Aííppsp fyxniwfatfa^vfamQhT 
D* <h^$Qvjmfe* ¿e Yiljagiwpía, <wfe^dqdw de.^^a,.q»a 
habi^<jM^^^j3^9? pa^gwd* dfi ( l*íft^t^%^^ffl^a 
Vase<fc.fi$ r fif ,#pbfrl&ft .eu^ ¡Évqra ¡y , A^onfibes „ ^ .qqajpQn qp© 
se dijjgi* 4 flfltg tóltiWÍ PP^tojCom w )( copwy,;|og]^d9,,p^r. f y. 
wger.p^jpqOTop á r wvb^l & Mm*WF }^T^V^c.m^&^f 
que hflyeíQ* 4>%ylÍWÍo, 4 .twr jp^ ( t^. ^¡qq^ft^,.^ ',, u >, .,,, ,., 
Pi$a# la*, orines, HWrH/fiw, aqa(jUeran ^ Giji^-]Bfi^<h <W»o- 
punta fd^jas^bí^a.qi^ seflflJA.p,, Jpap í, ^ /jo^ing^r^tes^de. 
frope^prey^idp^ w twjadó *# oteado $\ ^, ,de t J.^m^o,{de7 
8eoso l ^ i Jep^.,ep I ^ l flpr^ 
y e^mpter^ Iqi phedi^W de .üoíia fietfriz y 4$AhiWW>w}ffl** 

nos, tfldq^ r^ípo dpifortqgaj. : ««.f ñ«»«» ,>-ív: ^» <•«:.•< 
Mientras esto se verificaba, creyendo el antiguo Maestre d$ 

Avís,iPftE ^^ti^^WrtepíftM w^g^^bmÉlyp/y.dd-dts- 

barate ¿(e ^oi\$$f> v q$? ^rk ¡intw^Q rdwdido, 4? ,*u (jppiawria 
operar B^i^f^^^l 4JWM^Q.pw eaer : *obre W&bo^ que» es- 
taba. j*4>teW^>Pfff ^.esgi^dje*, #> fué. á £oityiel'4iíh& de J»wo, 
llamó, í¿gflW «feírqR^i y, Bigpqid á : Cpiíftbrft el, M> desde; dp* 
de por £<»£^^ sp^^rab^ 4e, lories* 

NQvw, f ^w^^^.Iig^w k ] osiQWftW j^, . ( ^e,ipotw q<h* la 
guaci^fpip^^eLcjB^t^ll^ qitó.^^dqjerx^á.j^wtiww &.GoIlegs». 
Un* W ^ T wbji9 «bIi'Í^P 9e .pp^Q .eifc^rdeaíjd* ffl^cjba 4e. pop- 
bate, ^^da^la\y^guiff(^ ej ^udestable Pe^ep^ ¡£ fuá de (pa- 
sar el rip $.2$ .peni el vado de SoMaEiria pequen^ ^ en cuy a, oca- 
sión ma¿$uyq otpfe eysafw&vzfrwn algunos jineta deatacadoa de 
Santarem, bajo eí mando de Alvaro González de Sandoval. Supo 
entonces el movimiento del Rey de Castilla y la concentración de 
fuerzas eri Ciiídad-Rodrigo," y desistiendo de seguir al Alemte- 
jo, repasó el Tajo pata tomar hacia Alemquer: ocurrió por eso 
nueva y más empeñada refriega en las inmediaciones de Santa^ 
rem, con nlúertos y heridos de ambas partes, y fu$ á situar su 
campo juntó á Cartaxo, desde cuyo punto continuó á establecerse 



capítulo n. 71 

en las cercanías de la villa de Alemquer, mantenida per Vasco 
Pires de Ckmoeñs. Pidió allí consejo acérefc fie lo que xtfhvendria 
ejecutar, sabiéndose que él ejército ctótellafcó sé aprestaba á en- 
trar por Unidad !Bódrigo, y se acordó qtié esperando la ifccbrpo- 
racion de la gente pedida á'Lisboa, pasera el CondéÉftáble al Alem- 
tfcfó á restablecer el espíritu y levantan más tropas 1 , qhe levaría 
dest>ttóel'frbiiiritó áí Cuerpo? ptineí^álen'Abrárites: ^ M^hfce- 
eúaücrWtftte*é& 'eM^jóPeteiíá porMúje; y ^darígíéicíWfe'ao* 

Cheé,' y ^'Háihár ábüládt/todá lá gerit¿ -áwntótó ^ofe '$ncAtó'ach<- 
d&ébN^téátiéSü Entreuntó llfegdrtHrfltí lft bájtítiíHbfc ttftiéríos 
qietó J éé ! agtíarakb¿iií, ! consisfófitefe éü 10O { léítáaS y 'Melases, y 
contramardháíidó éLÍifttttb «14 lO'dé 0Ht!Í6 él j tfriéVó Rey* fié 1 Por, 
tfl^désdfe'Aldüq^r; érítró éÍI3 : étf 'AWfiíiféa^^^dtó^^ en- 
teca 'i* l <^' yft'habiafi penetrado ! tó ér^ertíó fe^^s^llános; 
porlo^seaípretoó'áésctiftír al'Ooñde^blél&^^íiítíaidéqüe 
se le ibiéorpoiitóe, coino lo hiío 'coh' 500 : liMbi^ r ;ffé > ' r a*faiad y 
2;GO^ént*é I basteros y peobea, Weg4¿n díte : éti l l CWí7fe¿te; ' 6 J 6^0 
hombres de armaa, 2.000 peones y 300 "bbflfetéVos Ijtrtl'ltl dan 

-Dejtódb'»póir' él'tott)íñeh*óf : ¿ ío6 '^írttí^uebéS ^tfeátóztíAíflo su 
hüérté 'étí Abrákted y íbnnunfld el 'pláñ dégúé^Wtaóte ¡l'dair 
cuenta 'der'pítóéipíó déias dpeiíacioriés'rfe lótf^títótéaiáMói/ "■' : 
• Mtlacíéétéisl Rey de emprenderla; vfcmdümp éí' tefafco, 
no ^iiiab ft^tie^áair 1 dlguüás fuerzan qué átitiiyfaltáíbátf j'ift'il Cuer- 
po éSbogido 'qtíé tefe^^ éoas- 
táadóle quéW eíí&tiádrá Moqueaba A'Ltóboa' , có¿!2 I gá!é*te;y 46 
n**es ,■ séghfc ltití íridieaciottés dé Ayáíá, J 'fi 4fll tatito ^ O^&éras, 
18 bttaré¿6j : * phtkÉto 'f abáteos lñfe,'Cárg^¿a ^tóritótí jr°Ba¿rti- 
mewtcé, tegtm>& P; (Téitéira énM ViOdm ÜórídéktitilV; ti^ás eso 
no obstante', celebro corlí^ó v có*&oiú^^ 
siempre sé encontró con diversos pareceres (2) : qnerian ¿ños que 



> * 



(1) En los detalles de todas estas marchas para ir á Alemguer y fr£go.¿ Abran- 
tes, así como en los nombres de las etapas y el pasar y repasar el Tajo, encuentro 
mucha confusión y dudas e* las crónicas éhrstoriaspórttigüeBas, habiéh'dOme U- 
mitado por «lo á extractar sólo lo esencial 

(2) Cuando la aclamación del Maestre de Avia por rey eje Portn^aJ, dice Losa- 
no en su obra Reyé$ ¿Tueros, se afectó mucho y pidió consejo el Bey de Castilla, 
excitándole los malos consejeros á emprender otra campaña , porgue en juntando 



73 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

invadiera, el reina con todo el ejército, pues nadie osaria oponér- 
sele, y si lo intentaba sería arrollado, coa. lo cual, eoGorrieado & 
Santarem y las otra» plazas que se mantenían leales, se lograría 
en seguida Lisboa, y con ella probablemente el fin de la guerra : 
otroa, por. el contrario, recordando las pérdida* del año anterior, 
el descalabro reciente de Trancólo, la resolución del Portugués y 
lo enfiOT^o.del Jtey,,i>o freían t pr^dente^en3^afte.éL^ pfxso»^ 
paía;ay^ntwi?f lft tyda .4 tatnce.de batalla, ogn,mfe ;H*otito. car»- 
cien^Qjd^ídift^^iPWf^^Y^ 4 los/q.ueeA^.ptó estaban, po?fól,, 
y oj#n¿ba$ , ^or qm W 19 que. restaba de aña se hiciese guerra 
ffuerr&efo 9 .diyjdiendq las^tEípaa «n las fronteras por el Uort$, «1 
centrQ,y,el Sur 9 j^a dedicarlas é, incursiones activas, mientra la 
escuda,, jaJia§t^pi^dQ Jftftpiwaaque pmft^a ^blpquease el 3tyo 
y asolfoa, 1* cpat^, p^eypqdo. que así se dañaría mucho al p*í* , m 
levantarla el espíritu contra el rebelde M&astip,, y ^ sujetaría sír* 
peligEp.todo Portugal; aíladiend^ también que<si hubiera juanera 
de alcafar ym^ buem pfátesfa sería .provechoso aeeptariakDont 
Juan, I tenía, .sip duda, hecha ^u determinación, ao<»rde can el 
primar dictamen, pero sólo indipó el ¡propósito de ejjecutar unjBt in- 
cursión por la Beira para talar el país, volviéndose luego á Cas- 
tilla pa^.adojrtgLr el secundo plan propuesto* á lo, que muy sen- 
satamente le replicaron que no era honrosa para él gemíante ca~ 
valffada^ ni^iaresgondia al Bey facer almogavería* Juste n*> obs* 
tan te, $in espiar, como ya se dijo, al Infante de Navarra ni al de 
Portugal, qupi»a».dD.le trajese» desde el cotillo de Aliponacid* » 
que le teflía^ptesp^on objfeto de llevarlo consiga p$r si supre-* 
senci&.pódifc contribuir ¿perturbar los partidarios enemigo»* atira^ 
veso I4 frontera hacia el 8 de Julio. (l),j marchó por Almeida, 
Pinhelyj,T]riaíicpso{2) ^Oelorifto, donde sedetumpara tomare! 

Castilla todas sus fuerzas pondría en un puño á Portugal, y el que se llamaba rey 
tendría á dicha escapar huyendo : esta jactancia castellana , añade el autor, nos 
tiene hoy como nos tiene (escribía en 1666), y nos puso entonces cual nos puso. Bien 
me entiende el entendido. 

(1) No he viato señalado por nadie el día fijo de su entrada en Portugal; pero 
teniendo presente que el 18 lo supo en Atoantes su competidor, y que el 21 , des- 
pués de una marcha lenta y de padecer enfermedad, firmó el testamento en Celo- 
rico, oreo discrepar muy poco en la fecha que indico. 

(2) Al posar por Trancoso, dicen los portugueses que se destruyó la ermita de 
San MáfQOfl, junto ^ la cual fué ol descalabro y muerte de Castañeda poco antes, 
y que con posterioridad se mandó reedificarla mejor que antes estaba, para per- 
pétua memoria de aquel triunfo. 



CAPÍTULO II. 73 

castillo y dejar guarnición, y donde, tal vez bajo la impresión de 
tttt fetal presagio al Terse aquejado de sus frecuentes dolencias, 
otorga y firmó el 21 el célebre testamento que había de ocasionar 
tan seria» dificultades después de su muerte. 

£1 31 de Julio ó 1.° de Agosto (1) se puso otra vez en camino 
para Coimbra, llevado en litera por su débil estado de salud, y 
con jornadas muy ofertas; por ese motivo y por los entorpecimien- 
tos de lot carros y bagajes, sin oposición alguna, pero con mar- 
cadas feeftalesde retraimiento y dé terror en los. naturales , "no sólo 
por antipatía á los castellanos, sino por el estrago quese-decia 
iban causando, lleg& al frente de aquella ciudad, paró el Monde- 
go ^2), y se estableció sobre la margen izquierda bééia la' quinta 
de Villafranca, extendiendo por ta$ inmediaciones las tropas, y 
«B^iaaMto partidlas basta líontemotr-o-yelho, Soure y ÁveirO, para 
recoger provisiones, ganados y acémilas. 

No era de esperar que lá ciudad que él año anterior le negó su 
entrada doe reces le abriera enténees las puertas; así es que ni lo 
intentó el Rey, limitándose en los dos ó tres dias qué ¿reo se de- 
toro, i quemar unos arrabales, á dar descanso al soldado,, á que 
se completase la concentración del ejército, y á reunir ló» mayores 
recursos posibles de subsistencias y trasportes. El 7 ó el 8 pro- 
bablemente movió eJ ejército á pernoctar en Soure (que Ayala 
nombra Soris), donde se presentó á D. Juan I un escudero por- 
tador de carta del Condestable, dg Portugal (3), que fué despedi- 
do con la respuesta; y de allí adelantó en cortee etapa» >á dormir 
el 10 en Pombal y el 11 ó 12 junto á Leiria, abandonado el cami- 
no directo i Santarem por el mejor y más corto de Lisboa, que 
le proporcionaba también la ventaja de aproximarse al litoral. 
Uníévonselo Qn esa marcha, según Fernán López, muchos caba- 



(1) Llevando el Bey catorce dias de andar en litera cuando se dio la batalla de 
Aljnbarrota el 14 de Agosto, según dijo en bu carta á la ciudad de Murcia, ó 15, 
aegun expresa la Crónica de Ayala, y constando por la de Fernán Lopes que era 
ya entrado Agosto cuando pasó el Mondego, no puede haber duda de que el últi- 
mo de Julio ó el 1.° del mes siguiente salió de Oeloríco. 

(2) Sobre el pasa del Mondego en esta ocasión, dice Fernán Lopes que como 
era en Agosto y llevaba poquísima agua , pasó por debajo de los arcos del puente 
la mayor parte del carruaje ; y que dirigiéndose algunos de los castellanos por la 
R*a IHr&ita, delante de la puerta de Almedina, se trabó, escaramnaa con loe de la 
ciudad, resultando que hubo muertos y heridos. 

(3) Véanse en loe documentos del capitulo siguiente. 



74 BATALLA. Di ALJUBARROTA. 

lloros y soletados , procedente» de las guarniciones de fen^i»^, 
Obidos, Alemquer y otro» puntee que las tenían castellanas, asi 
como desembarcado» de la escuadra fondeada delante} de Li^Jjoa, 
con lo que, al completo de fuerzas el cgéffcito, es de oreex adqui- 
rió allí la m^ganúsaoien ú ordenanza definitiva de batalla en que 
debería marchar y acampar en loa día* siguientes. 

Estaba la pequeña ciudad ramada de Leira. y bu .oaetiUo* si r 
tuado-eniun >Mto riaoo (1), . gobernada por el i ef&fUero , jgajiego 
QwíciiBodrigqe^ fteTaborda^qoe, sufriendo á,P^agftl4f#4$tíftfr* 
po cfelify D. ¡Hernando* la ¡naftteniatpw d^.Bwtf j»,<y nQ f qjufla 
rendirla r ni pferaitir. 1* tentada, á Id oíuatall^Uíw; :p^ro^e pre^ i 
facilitar «iwofti* fiares ,y awiüas, requería**, y dg ando, i w, hjjo 
que te*eemjfltówe,niué en> persoga; á .pye^flutarae ( 4 ,p. . J,wu I 
parar oocptpfcñark en^a* bafcaüa r donde pef ectá;i j npteW^rfl#go.>ea 
de antigubiCaballeríemOila delicada idiatineiotorfjue b¿soi^iM*e sua 
deberos al (junnuentOiideíTa. plaza que. lei.opnfiwra idoftai I*e0aor,.y 
los dew^fDacioaaHdnd y eiíépatíos que Je «uú$a<al:Moitf)rea<da 
Castilla]: ,-.i *i ■•.-.-.....-. >,v •• , ». ,,.,„.,•. -s 

Oük) éaéudero parlaanfeutarioy ILama^ Andrea- PeaotOy se (pre- 
sentó >aq*ií al Hejfy y : Jse solvió' para <«w campo después; de .presen** 
ciar da alaitíe 4el «génáti^ quele dejó nmy üápoesionado* dedtt-> 
ciendoiyo'quedehiÓHaér'en el- día l£j y que en el jnismxi»/ óieb la 
mañana; del 18,jettiKoboj.ql terreno de la ioinedmcíon de-Leioia 
para efretarptaamieiito de lea considerable* fueraas de 1 Jiilwieste, 
y con^ieédo ordenarla '^ui me}or desembaíanada poawidn,! pasó 
á estald^eiwe im^S' allá del YatUe^ sobre ki^laofície :por< donde Iva 
el amanto á& Alja^aariota; de cuyo modo sti explica- satisfactoria* 
meóte» 3aiidteli^eHciaí de to«pae dice.Ayala, qu&el tyny era partí* 
do d»\Sori»\{^oaÉÉ}e£Brt^ pteir> 

cien) qüe^stá ár legua yi media de\ les emsmifos; pues que, en eifeo? 
to, habiandb 12 i kálónietro& desde LeiriaaT campo de batalla, á 
esa distancia , poco más ó menos, de legua y media de las anti- 



(1) Situada sobre el rio Líz, donde Be le nne el Lena, conserva todaria restos 
de sus antiguas murallas y buena parte de los torreones del castillo, dominando 
el pintoresco valle. Fué ana importante fortaleza desde tiempo de Alfonso Enri - 
quex , y «c descúlate* en ella obras da época» anteriores; en la pequeña Iglesia del 
castillo, da efttjJo gótico del siglo xv, so leen restos de doa epitafios, nao de los 
cuales perteneciente al túmulo de un gobernador! en el siglo xvu. 



capítulo n. 75 

guas de Portugal (1), vendría á quedar el ejército castellano con 
sólo 2 ó 3 kilómetros que hubiese avalizado de la< población. 

El Bey de Portugal, que dejadnos en Abrántes desdedí 13 de 
JaMo, se ocupó, secundado por el Condestable, de oiganiaar y 
ejercitar las-tropas reunidas, y de discutir la mejor manera de em- 
plearlas contra las muy superiores que invadían el reino, hasta 
que,- entoldo ya Ag^feto^ le avisaren* que^el de 'flbstpllq, estaba «obre 

batalla^ atWdida la ¡ iafyrioridftd . dei -fitertsas ji y í propustór^h ¡ diri- 
ghfcfc'pot él Alem&jO 1 £ peaétear éü'la tíerrá enemiga tskido la 
AndaJuéíay tóüagando á 8éTñk r oo« lo qué, 1 sin <& mernte ties- 
gO/bbHgarlaii ; á ; lote <íteteltenOs'& É*ttoctóei"pawi libertar *sú paro- 
dio 1 Jtttfe; í>etfo los éapft&ties ittgle&ea que ibán-ew la'Uuegte/y so- 
bte tatos ¿f desdado Peteito, tostfctáterón ique rio 'defoi* pensarse 
en -efléétftttfdé'fen Lisboa/ nirénJOtwtó f or tialexas v ni inueho monos 
efc.'^irdei fettito^ todo el 

reino Wto/dd$ii&t«M»^ selentaetaviataii^ da&r 

¿¿¿eos y derribar casas en Andalucía, sino sostener la güeta. en 
eampo aMertó j y eú vez < de . retitaerse . del í enemigo y Isafele al en- 
euentii|/Ju*g6$efem$rarajeBtee^^ la aUjivez del 

Condestable^ marchó para Thdmar con ¿ti cne;j><> 4ue [ había llevo- 
do del'Alemteyoj diciendo qué con los que ilfraegtiiaoiiba a batirse 
para iedeer ó mbrir$inaa eMtey^queipaDtioíplkba^t diértoimodo 
de^igród de¿ee : que &a tómente, y> qole fao quería; sáqáficdclo, le 
maífció llagar al instante y -advirtiéndolet de sniideaixfeí juntarse 
todoá'para obrar defípTieé jaegton &ú !aoufarflo¿¡ 5ío .por eso qtiiso re- 
tpotederí, pera likp altoy y oontestó que¡aüi>podifeTérificarBe la 
retraían? hy Ráelas! ge ejéoufó,dikida§e eh seguida JilToargajEázacion 
défixáth&i'la/hueste^ ^ víaguardia^ retaguardia y* do^^olaa; re- 
partiéndose ^oportunamente los hombres de arnaásy lo&- ballesteros 
y peones, y encargándose el Góntfestable delniái^a de lia vadguar- 
dia y direcoion déla marcha/ . '-* ; /.'.y. .» 

Envió desde allí Ñuño Álvarez Pereira, por orden de su rey, 
un escudero al de Castilla, portador de mensaje para que dejara 
libre el reinen evitando la destrucción que causaba, y que se pao 



(1) D. José Cofttide, en ira Bttado de Ptrtnfcd en el año de 1800, manwwrito en 
Ib Academia dé la Historia, dice que la legua era de 32,684 palmo*; rt 8*171 raras 
castellanas. 



78 BATALLA Di A2JU2ARR0TA. 

tana entre ambos soberanos la avenencia que fuera razonable; pero 
que si asi no lo aceptaba, «e eometian al juicio de Dios en una ba- 
talla, y aeto continuo se trasladaron el 1 1 á establecer su campo 
junto á Ourem (1), mandando otro escudero con segunda carta 
como la Interior * y particular misión de enterarse bien de la* fuer- 
aas 7 disposición del enemigo, cosa que desempeñó perfectamen- 
te, según se ha.indieado. 

Respondió en las dos ocasiones el rey D, Juan I, recordando el 
derecho de doña Beatriz y los juramentos; que. la prestaron; ofre- 
cía aL Maestre de Avia y á los que le acompañaban,, repartirles 
tierras, y x5olmarles.de beneficios si se ponían a su merced; f con- 
fiaba que Dios le ayudaría «a el caso 4e que persistiesen rebeldes; 
y cumplida asi con eaa fórmula parlamentaria, que nunca daba 
resultado; entecado el Portugués, por boca del emisario Pexoto, 
de las. imponentes masas del enemigo, le exigió ocultase 4 todos 
la verdad de Jo, que rió y*de sus impresiones, diciendo, por el ¡con- 
trario,- que no era orecido el número y que se componía de gente 
bisoña*' 

£1 sábado 12 llevaron su campo á Porto de Moz 7 adelantando? 
se en la mañana siguiente, desposa demisa, «L Gondestebleveon 
cien cabailoa, en dirección á Leiria? donde sabía «otaba el ejército 
castellano^ para reconocer desde las alturas si haoia movimiento; 
y coma empleaba en >eee¡servieio muchas hora* del di a, quedóse A 
pernoctar allí la hueste. Muy de mañana, el 14, marchó en orden 
de combate hasta el hagar, á poco más de una legna, sobre el c*> 
mino «que une á Lema y A^ubaarrota, sitio que el Condestable 
juzgó era bpena posición paro* esperar la batalla; disponiendo, de 
seguida^ aprobada por el Rey, la colocación de las tropea. 

En esamisr^a mañana del dia 14 de Agosto, que tan deplora- 
ble había de ser para laja armaa de Castilla, rompió su marcha el 
ejército de D. Juan I por el camino recto que se dirigia á, Lisboa, 
y dando un rodeo al avistar al enemigo, con objeto de situarse en 
terreno anchuroso y despejado, empegóse á ordena* en él la gen- 
te, mientras los portugueses, 4 consecuencia de ese movimiento) 
cambiaban el frente de su batalla para esperar el ataque á pié 
firme. 

(1) Refieren las crónicas portuguesas que al camparen Ourem salió del monte 
un cierro, y perseguido por los soldados, se refugió f murió en la tienda del Jtey» 
cuyo incidente fué interpretado como felia augurio de victoria. 



capítulo n. 77 

Diéronle-en efecto los castellanos por la tarde, después de un 
inútil parlamento y de un innecesario consejo, sin haber acabado 
de entrar en línea las fuerzas; y recibido valientemente por sus 
contrarios, no sólo lograron éstos rechazarlos, sino qué en breve 
espacio de tierra y de tiempo alcanzaron señalado triunfo (1). 

Saltóse el Rey seguido de pocos, corriendo durante la noche 
hasta Santarem, donde en la inmediata mañana se embargo en el 
Tajo ^lütia bftróá, cubierto ol ro&tro, para gttfibta estacionada 
delante dé r Lisboa; entró en' la nave de Pero Affen de Ribera, y 
quedando á, bordó el 16, Salió eaellapafa Sevilla el júévéS 17, es- 
cfetóado por otros cuatro buques de la escaadteu Él inaéfetfro de la 
orden de Alcántara, D, Gonzalo Nuñez de Ousmáñ, jíermaneció 
bastante tiempo sobre el campo de batalla con los jinetes que 
mauteba, y pudiehdo reunir más de trefc : mil de & éaballb y mu- 
ehagente «de 6 pié de la dispersa, tomó -también el camino de 
Santaarem$ desde allí, informado á su llegada de la ^afeminación 
del Beft pasó qlTajo y oontinuó para Badajoz; ; verificando lo mis- 
mo, en pos de él, los alcaides de las fortalezas y sus respectivas 
guarniciones (2). -..-.. a '■::■':«.•. í l*i-i : . 

Quedaron los vencedores hasta el tercer día sobre el propio lu- 
gar de la victoria, siguiendo, dicen algunos, tifia oosAtttAtore mili- 
tar y caballeresca; y después se trasladó el Rey con la' hueste á 
Aleobaza, #nvió & Lisboa las banderas y trofeos ganados^' y partió 
para Santarem, <júe encontró ya pronunciada p<ór41 y en libertad 
el Maestehe-de Cristo y el Prior del Hospital, qttéhabian sido he- 
chos prisioneros en Tonrea-Nova».' Multitud do dkperéósy; fugiti- 
vos (Jastollanofe, perseguidos en todas partes por ?6s campesinos, 
eran cogidos y llevados presos 1 & Santareín^tlatadO'nóííihtímana- 
ifiétí*é muertos; k y fué, 'entre 1 los primeros, descubierto 'nuestro 
mismo étfoñista, el concille* ' mayor' Pedro Lojpeá' de A^ála. — 
Otra parte del ejército, y creo sería el mayor número, debió tomar 
en su huida él camino por donde entraron, hacia la Beira, y allí, 
amparados por el cuerpo del Infante de Navarra, que penetrando 
pocos dias antes en Portugal por la comarca de Lamego, se cor- 

(1) Siguiendo el método que nos hemos trazado, se omiten aquí los pormenores 
y descripción de la batalla , para dejar Integro el asunto á los textos históricos, que 
se dan en el capitulo siguiente, y ¿ sus comentarios del iv. 

(2) Por haberse ido a unir al ejército Diego Gómez Sarmiento, quedaron de al- 
caides en Santarem Rodrigo ilvarez de Santoyo y Gomes Peres de Valderribano, 



78 BATALLA DE ALJÜBARBOTA. . 

rió para el Sur con ese objeto en cnanto supo la derrota; pudie- 
ron traspasar la frontera. 

Libre por segunda vez el Portugal de la invasión castellana de 
un modo más brillante y decisivo que la anterior, sólo quedaba 
á su nuevo soberano el cuidado de Lisboa , bloqueada aún por la 
escuadra enemiga, y el de someter las plazas y castillos que se 
mantenian por doña Beatriz ; pero era evidente que ambos termi- 
narían muy pronto : la flota levó anclas y se alejó del Tajo el 14 
de Setiembre (1) ; los castillos de Torres- Vedras, Alemquer, Cin- 
tra, Obidos, Leiria y otros de las provincias del Sur y del Norte 
se le fueron entregando espontáneamente ó por # símplé intima- 
ción ; y sin perder tiempo se dispuso á sitiar á los demás para 
rendirlos. 

Debió ser el primero Torres-Novas por su cercanía á Santarem 
y por la importancia de su situación ; y tenazmente defendido por 
Alfonso López de Tejada*, pactó, después de rechazados muchos 
ataques, tres meses de pleitesía para hacer Baber al Bey de Cas- 
tilla su situación y esperar socorro ; al cabo de los cuales, autori- 
zado por el Monarca, lo entregó; sucedió lo propio y en seme- 
jantes circunstancias con otras fortalezas de Tra^-os-Montes y de 
Entre Duero y Miño, pero no con las de Chaves, Almeida, Bra- 
ganza, Monzao y Melgazo, que le obligaron á marchar sobre 
ellas con fuerzas respetables y engefíos suficientes, tan luego co- 
mo cumplió una oferta piadosa que hizo á la Virgen el día de la 
batalla, de ir á pié desde aquel campo hasta Guimaraes, para tri- 
butar acción de gracias á la venerada imagen de Nuestra Señora 
de las Óliveiras. 

Antes de salir de Santarem, recompensado el condestable Pe- 
reira con el condado de Ourem (2), le comisionó para que se di- 
rigiese al Alemtejo y Algarve, á fin de reducir todas las poblacio- 
nes que aun le negaran obediencia, vigilando y guardando al mis- 
mo tiempo la frontera de las incursiones de castellanos ; pero no 
era fácil que aquel audaz guerrero redujese á eso las operaciones, 



(1) Dicen otros que permaneció sobre Lisboa hasta el 13 de Diciembre, pero 
no es probable tanta tardanza. — La mayor parte de los qne guarnecían á Cintra, 
Alemquer y otros castillos, parece qne se dirigieron al Tajo y se embarcaron en 
la escuadra. 

(2) Aunque el título ae lo <Üó el año anterior en Lisboa, parece no entró en po- 
sesión del condado hasta después de la jornada de Al jubarrota. 



CAPÍTULO II. ■ ^ 

llevado de su carácter y engreído con la reciente victoria; así es 
que en cuanto se vio solo marchó á ^vofa, estimuló á bus solda- 
dos, llamó otros á unírsele, y compuso un cuerpo de 1.600 caba- 
llos y 2.000 ¡ufantes, según Fernán López, ó de S00 hombres de 
armas" y 6.O0Ó peones, según Áyala; con el que, avisando caba- 
llerosamente á los' castellanos que iba á penetrar en su territorio, 
tomó par% "Estremoz y Élvas, pasó el Guadiana,' y el 2 'de Octu- 
bre acampo cercade Ba^hy'oz.' p '*..",.' 

'.Alalia siguiente fué á Almendral, y el 4 sé alojó en Aldea de 
la Parra ,'áüúyá vista se presentó á inquietarle cp.n' unos 300 ca- 
ballos el maestre, últimamente nombrado, de la . orden de Alcan- 
fora, 1 Martin Ánncs (ó' Yañezj' Barbudo ('!), que'acuflió'desde Pa- 
ria para observarle y picar la retaguard 
dósé eñ'cniinto Ié hacían cara. Entraroi 
Zafia, y por Fuente del llaéstre pasare 
cibíó, el Condestable por mano de un ti 
de todos los ciibalkros "que estalían con 
entre los que eran los principales el de 
Pedro Hóflip, y el Conde de Niebla. Tari 

ir á campar en ÍVIagacela ; y al otro día, después de, una ejwnramu- 
za teñida entré aquel punto y' Yillanúeva dé la' Serena. . hicieron 
etapa, marchando en la inmediata mañana Inicia' Tai verde (íe He- 
rida, seguidos 'de cerca por los castellanos, que iban engrosando 
de fuerzas. Estableciéronse junto al Guadiaua, y el dia después , 
sabiendo él Condestable que los enemigos se le Wbian adelantado 
durante la noche, y que estaban dispuestos ¿'oponérsele^ uno y 
otro lado dej río,, se preparó para dar batalla, y marchó por la 
tarde á Cruzar un vado distante legua y media;' trabóse enton- 
ces riñ reñido combate con los de la opuesta, orilla y con los que 
por retaguardia lé Hostigaban, logrando á'- costa Üé sacrificios 
salvar el rio en bastante buen' orden,' obligados los contrarios á 
retirarse sucesivamente de unos.á otros altos, de los que, para no 
quedar dominados, tuvieron también que desalojarlos. Veíanse, 
sin embargo, en grave peligro coa la insistencia de los que por 



(l) D. Gonzalo NuHoi de uzman , que en Al jubarrotu cía muestra de Alcán- 
tara, tué trasladado inmediatamente después a la ¿rilen de Calatrava , y en bu 
lugar hilo el Rey entrase el portugués Martin Aunes (ó YaHei) Barbudo, que era 
clavero en la de Avía, para recompensar su adhesión, servicios y gran valor. 



80 BATAJLLA DE ALJÜBARROTA. 

detras avanzaron y les atacaban ; estaba herido en nn pié el cau- 
dillo, y había empezado ya el desorden en las tropas, cuando Pe- 
reira, sin perder nunca su serenidad y confianza, cuentan que se 
retrajo por un momento á orar fervorosamente, y que en seguida 
con nuevos bríos arengó á sus soldados , y reuniendo un buen mí- 
mero de los más resueltos, arremetió á la bandera del Maestre de 
Santiago, que era quien iba á la cabeza de los castellanos, y que 
siendo muerto, se pusieron en huida ; quiso acudir á remediar ese 
descalabro el Conde de Niebla, que aun estaba del otro lado del 
rio, pero comunicado á su gente el desorden, se generalizó el pá- 
nico y todos corrieron, cebándose los portugueses en los que 
caían, y persiguiendo á los fugitivos hasta muy entrada la noche, 
en que acamparon en Valverde. 

Tal fué, según las crónicas portuguesas, esta acción .6 batalla 
de Valvenle (1), en que el Maestre de Santiago, jefe principal de 
los castellanos , perdió la vida y ocasionó probablemente por mala 
dirección milita*, como sucedió en Atoleiros, en Trancoso y Al- 
jubarrota, esa señalada victoria al Condestable portugués, en lu- 
gar de derrotarlo y hacerlo prisionero con todos los suyos, como 
parecía inevitable. ¡Estaba contrario alas armas castellanas el Dios 
de los ejércitos, y no satisfecho todavía de la reciente catástrofe, 
quiso tuviese allí su corolario! 

La importancia de ese suceso me mueve a trascribir 16 princi- 
pal que sobre él dice Ayala : 

<kE con la gran desesperación que los de Portugal ovieron aquel dia, é con 
la poca ventura que los de Castilla avian en esta guerra, acometieron á los de 
Casulla en alguna partida, que les non tovieron rostro é se volvieron. E allí re- 
cudió el maestre de Santiago D. Pedro Moñiz , é firicronle el caballo de ma- 
nera que capó, é allí morió. E los de su partida, desque le vieron muerto, non 
curaron más de pelear , é afloxaron luego, é partieron de allí; caso que nonmo- 
rieron otras gentes de Castilla.)) 

(1) En ninguna parte se dice el dia en que tuvo lugar esta acción , pero com- 
binando todas las fechas señaladas por los portugueses, creo debió ser sobre el 15 ó 
16 de Octubre. Los detalles estampados son el extracto esencial de lo que consig- 
nan FernanLopez y Soares da Silva. El mando en jefe de los castellanos parece que 
lo cjerciael Maestre de Santiago, según Ayala, quien nombra ademas, entre los que 
asistieron, á Gonzalo Nuñez de Guznian , que lo era ya de la orden de Calateara» 
al de Alcántara Martin Yañ¿z Burbudo, D. Juan Alfonso de Guzman, conde do 
Niebla, y D. Alvar Pérez de Guzman. Respecto á la fuerza numérica de éstos, no 
la indica Ayala, y solo Fernán López dice que serian en total 33.000 hombres, ci- 
fra cuya exageración no merece refutarse : lo probable es que fuesen de 3 á 4.0OO. 



CAPÍTULO Ií. SÍ 

X 

En la Crónica de Froissart se refiere de manera muy errónea, 
pero por curiosidad conviene dar su extracto. Después de decir 
que el Condestable portugués, é quien llama Conde Nauarre, por 
conde Ñuño Alvarez, penetró en Castilla con 40 lanzas, describe 
una acción tenida en Vaheyde, cerca de Sevilla, contra los caste- 
llanos mandados por Diógenes Padilla, gran maestre de Santia- 
go, en la cupl pusieron pié á tierra los portugueses y se recogieron 
todas junios; los españoles, en gran masa de gente , pensaron to- 
marles los caballos y obligarles á huir ápié p^ra fatigarlos» y ren- 
dirlos, pero se alejaron algo á fin de prepararse y desmontar tam- 
bién, antes de acometer. Entonces los portugueses pasaron un rio 
que te»ian detras y se fortificaron sin cuidarse de los caballos; y 
atacados luego, tirándoles dardos y empleando toda su artillería, 
pesaron asi desde nona d vísperas* Cuando éstos consumieron su 
artillería , y los portugueses vieron que no sabian quéhí^cer, hizo 
pasar el rio á su bandera y toda su gente el Condestable de Por- 
tugal, y cargaron á los castellanos, que fatigados y sofocados por 
las armaduras , no pudieron defenderse y fueron desordenados y 
batidos ; quedando muerto el Maestre de Santiago, y más de se- 
senta, y huyendo el resto. 

En la mañana del siguiente dia, satisfechos de la ventaja al- 
canzada los portugueses, tomaron la vuelta para Mórida, distan- 
te dos leguas, detras de cuyos muros se habían refugiado muchos 
castellanos; y sin detenerse á emprender ningún ataque, pero 
sosteniendo ligeras escaramuzas , continuaron á ganar la frontera, 
entrando en Elvas á los diez y ocho dias de su salida, con presa 
de ganados, caballos y muías, y algunos prisioneros (1). Inme- 
diatamente escribió el Condestable á su Rey dándole cuenta de 
la expedición que acababa de ejecutar, y pidiendo perdón por ha- 
berla hecho sin su permiso ; lo que, como era de esperar, le otor- 
gó al instante, confiriéndole en recompensa el segundo condado 
de Barcellos , y llamándole para que le asistiera en las operacio- 
nes y sitios que iba á acometer al norte del Duero. 

Al partir el Condestable, cuenta Fernán López que hizo otra 
incursión en tierra de Extremadura Antón Vázquez, quien, no 



(1) Aunque Ayala dice que regresaron sin presa alguna, creo mejor lo que 
cuenta Fernán Lopes , pues no parece natural se volvieran á bu pal* con las ma- 
nos yacías. 



S¿ BATALLA BE ALJUBARROTA. 

habiendo llegado 4 tiempo de concurrir á la anterior, reunió en 
Serpa 400 infantes, 16 hombres de armas, 20 ballesteras y 40 
jinetes-corredores, con los que recorrió la comarca de Aronche, 
Cortejana y Araoena, causando el mayor daño \ y que oponiéndo- 
sele, al volver, una fuerza mayor de castellanos , les atacó de fren- 
te, mientras los jinetes, dando un rodeo, lo verificaban de* Éanco, 
y los derrotó cóü gratí pérdida de-intíertos , pritfknseros-y despojos; 
Dé este modo, al acercara* el fin de afta, podemos.eonBiderat 
terminada lá campaña que, en vez de asegurar los derechos de 
doña Beatria, levanten el trono de Portugal al antiguo Maes¿ 
tre de Avífc, fundador de una nueva dinastía, retofta déla; de Al- 
fonso Enriquéz, y produjo el abatimiento y consternación ^ssl todo 
el reino de Castilla. ¡Secretos son de la Providencia el permitir 
en ocasiones humillar al poderoso y enaltecer al débil ; pero Dios 
permite también al juicio de la posteridad apreciar la conducta 
de los hombres de otras edades «n los grandes sucesos; en que 
figuraron!! • , —• •'■ * 



» . ■ * 



SITIO DE CORIA Y CAMPABA DE I*OS PORTUGUESES Ú INOUDSKS^ 
ALIADOS CONTRA EL REY DE OASTILLAv 

De regreso en Sevilla D. Juan I á los pocos* días de su fatal 
batalla (1), escribió á sus reinos y señoríos dándoles cuenta del 
desastre y convocando con urgencia Cortes en Vaüadolid para 
1.° de Octubre, á fin de tratar de los medios de hacer fre&te á la 
continuación de la guerra, pues temia ver pronto unidos á los 
portugueses con los ingleses del pretendiente Duque de Laucas- 
ter; y por las mismas causas dirigió cartas al papa Clemente VII 
y al Rey de Francia, su aliado, pidiéndole auxilio de tropas y 
dinero; después de lo cual marchó para Castilla. 

Presentóse el Monarca en las Cortes vestido de luto, y expresó 
en sentidas frases el profundo dolor que le agobiaba por la pér- 
dida de tantos nobles caballeros y vasallos, y su ardiente deseo 



(]) Fernán Lopes refiere que llegó de noche por evitar el mal efecto , pero que 
divulgada la noticia por la mañana, hubo tal conmoción, que se marchó á Carmo- 
na. En Avila, donde había quedado la reina doña Beatriz , se alborotó también 
el pueblo al saberse la catástrofe, y hasta quisieron «matarla, como á los portugue- 
ses que allí la acompañaban, costándole trabajo al Arzobispo de Toledo apaci» 
gaar el furor de la plebe. 



CAPÍTULO II, 83 

de tomar cumplida satisfacción; acordándose en consecuencia no» 
tablee disposiciones en el régimen militar, que dan á conocer los 
abusos inveterados que existían para eludir el servicio de las ar- 
mas : señaláronse las armas y piezas de armadura de que debe- 
rían estar provistos todoe, deBde la edad de 20 á la de 60 años, 
así los de á. caballo como los de é pié, de los contingentes de cada 
pueblo; y se mandó, entre otras cosas , que se tuviesen seis alar- 
des *1 año, -esto es¿ uno cada dos meses, & fin de cerciorarse de 
~qüe estaban listos y bien armados , y para que se ejercitaran algo 
en el oficio; todo lo cual indica, patentemente que los desastres 
«frías dos campañas de Portugal se atribuian. en gran parte á 
radicales vicios en el organismo y en el espíritu del ejército; y 
que, como por desgracia se observa siempre, fué precisa la dura 
lección del escarmiento para reconocer la imperiosa necesidad de 
remediarlos. 

Mientras. en eso empleaba su tiempo, con más cordura de la 
que antes manifestara el Rey de Castilla, aprestábase el de Por- 
tugal á someter á su obediencia las villas y castillos que aun no 
le reconocían, empezando por ir sobre Chaves. «I dia de Navidad, 
acompañado de su infatigable Ñuño Alvares Pereira , y provisto 
de los erígenos y demás recursos de expugnación entonces usados. 
Gobfetnad* la plaea por «el caballero portugués Martin Gonaales 
dé Atayote y por el castellano Vaso© Gomes, de Xexos* sostuvie- 
ron con valar A formal asedio desde los primeros días de Enero 
de 1886 basta, que fué convenido un pkizd de pleiteáis para dar 
aviso al Bey de Castilla, quien, no pudiendo auxiliarla, ordenó se 
entregara, y capitolio por fin- w los cuatro meses , permitiéndose 
salir del reino á. los oaatellonos y k los portugueses compro- 
metidos.- !•'!.,■.... "'.!. t 

Durante este asedio efe Chéves arribó i Potrtúgal, y se presen- 
tó al Soberano, un comisionado ingiés del Dúqúe de Lancáster 
pora participarle su resolución de venir á España y pedirle el en- 
vió de una escuadra (1); á lo que, cerciorado por sus embajado- 



(1) Los. trato» y relaciones de alianza de Portugal é Inglaterra , que han conti- 
nuado hasta el día, empezaron en 1380 en el reinado de D. Fernando, según se 
indicó en el capitulo i, pero después de su muerte, y sobre todo desde la procla- 
mación del Qran Maestre de Avíe, es cuando tomaron un carácter mas serio y 
trascendental. Acredítenlo asi, y pueden consultarse sobre el particular, los docu- 
mentos de la colección de Bymer, citada por muchos historiadores, los que acorné 



84 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

res de que ya se había firmado el tratado de alianza , accedió in- 
mediatamente, mandando desde Porto seis galeras y 12 naves 
con Alfonso Furtado, para unirse á la flota británica que debía 
conducir la expedición del de Lancaster; y no queriendo perma- 
necer ocioso entre tanto , se encaminó á la provincia de Tras-os- 
Montes para proseguir en sus operaciones. 

En el lugar de Ribeira da Vallariza, dice la Crónica, pasó un 
alarde á su hueste, compuesta de 4.500 lanzas, bien armados, 
aunque no bien cabalgados, y mucha gente de á pié y balleste- 
ría (1); con la cual fué sobre Braganza, que sin llegar á sitiarla 
se le sometió y rindió homenaje su alcaide Alfonso Pimentel. 
Siendo ya por entonces el mes de Mayo, marchó para Almeida, 
dejando de lado á Castel Rodrigo, que también estaba por Casti- 
lla , y aunque no era su propósito detenerse á sitiarla , trabóse 
una refriega impensada, que proporcionó á los pocos dias se le en- 
tregase. Tomó desde allí por las cercanías de Ciudad-Rodrigo, 
Gata y otros pueblos al pié de la sierra, enviando partidas en 
correrías hasta Plasencia , Galisteo y demás poblaciones de la co- 
marca , y cayó sobre la ciudad de Coria, donde estableció su cam- 
po en la huerta del otro lado del rio Alagon. 

Acudió con 500 lanzas el Arzobispo dé Toledo, creyendo serian 
pocos los portugueses , pero viéndolos en fuerzas considerables, 
tuvo que retirarse hacia Salamanca, y el Rey de Portugal se de- 
cidió á poner el sitio, entrado ya el mes de Junio. Inútiles los pri- 
meros amagos por la mala situación en que se hallaban , pasaron 
el rio á colocarse los sitiadores inmediatos á las murallas de la 
plaza para hacer mejor y más enérgicos los ataques; pero el vi- 
gor de la defensa los rechazaba siempre, pasándose en balde los 
dias y las pérdidas de las peleas y las enfermedades, hasta que 
logrando entrar en la ciudad un refuerzo, se determinó el Rey á 
levantar el campo y retirarse á Portugal, oyendo los consejos del 



pafían á las Memoria* de Soares da Silva y los del Cuadro elemental de las rela- 
ciones políticas y diplomáticas de Portugal, por el Vizconde de Santarem. En la 
edición de 1780 de la Crónica de D. Juan I, por Ayala , se anotan también algu- 
nos de los principales documentos correspondientes á los años de 1385 y 1386. 

(1) En esta ocasión, parece que por iniciativa y ejemplo del condestable Perei- 
ra, introdujo el Rey ciertas mejoras en la constitución y discipUna de sus tropas, 
como desterrar de las filas á las mujeres y concubinas que seguían con los solda- 
dos, y prohibir severamente el juego y otros vicios propios de la gente de guerra, 
allegadiza é improvisada. 



CAPÍTULO II. 85 

Condestable, que con insistencia se oponía á esos asedios, y pedia 
hacer incursiones y cabalgadas para mantener la guerra en cam- 
po f¿?ierto (1). 

Al llegar á Pena-macor licenció el Bey una parte de la gente 
de los coBoejos, y dirigiéndose á Guimaraes para cumplir un pre- 
cepto que se habia impuesto de ir siempre á implorar á la Virgen 
(te las Oliveiras, antes y después de sus empresas , se trasladó á 
Lamqgo para estar por aquel lado atento á lo que pudiera ocur- 
rir ,. sabedor de que en Castilla se allegaban fuerzas del país y de 
auxiliares franceses, y para ponerse en comunicación con el Du- 
que de Lancáster, que acababa de desembarcar en la Corana el 
dia de Santiago, 25 de Julio. 

Dado á la vela en Plimouth el Príncipe inglés con su familia, 
y conduciendo la numerosa flota de 180 embarcaciones de todas 
clases , un cuerpo de 2.000 caballos y 3.000 infantes , excelentes 
arqueros (2), llegó a la Coruña después de haber recalado en 
Bxest , y lo puso en tierra. Apoderóse en seguida la escuadra de 
seis galeras castellanas, sorprendidas en lo interior de la ría de 
Betanzos, con casi toda su gente en tierra por la festividad del 
dia ; pero se resistió el gobernador de la Coruña, Fernán Pérez de 
Andrade? á entregar la plaza, rechazando las proposiciones y los 
amagos de ataque, fiel al Bey de Castilla, si hemos de creer á 
Ayala y Mariana , pues los cronistas portugueses aseguran , por 
el contrario, que la rindió y prestó homenaje al Duque, quien, 
sin embargo, no entró á alojarse, y mandó continuara su mismo 
alcaide. Pasó de allí el de Lancáster á Santiago , que le abrió sus 
puertas, lo mismo que muchas otras poblaciones y caballeros 



(1) Dnró el sitio de Coria más de tres semanas, hasta mediados de Julio, y la 
Crónica portuguesa describe los asaltos rechazados , la falta de .comestibles en 
los sitiadores, sus pérdidas y enfermedades, así como el deseo que tenian de vol- 
yerse , que les hacia á muchos fingirse malos. Llamábase el alcaide ó gobernador 
Gonzalo Vermuis , y Rodrigo Alvarez de Santoy o el que entró en su socorro con 
40 lanzas. En esa jornada murió el mariscal portugués Alvaro Pereira , y fué 
nombrado para sustituirle Alvaro Gonzalves Camelo. El Rey de Castilla, que se 
hallaba á la sazón en Burgos, no pudo hacer nada en auxilio bastante eficaz, de 
su ciudad atacada. 

(2) Esta cifra es la que dan Fernán López y Soares da Silva, quien añade era 
poca gente, pero experimentada. Ayala no indica la fuerza de que constaba la ex- 
pedición inglesa, y Mariana, como Lafuente, dicen 1.600 caballos y otros tantos 
arqueros, que es lo que señaló el Parlamento de Londres para que el Duque de 
Lancáster emprendiera su campaña á cobrar él reino de Castilla, 



86 BATALLA DI ALJUBARROTA. 

principales, que se le adhirieron, porque había ea Galicia un par- 
tido considerable á favo? de laJhyadebrey D. Pedkco, D<&ña Cons- 
tanza, 6 porque, como dice Mariana, tenían par cierta la mudan- 
za del Príncipe, y del Estado, y para, mgorar m6<par¿id& acorda- 
ron adelantarse y ganar por la mano., traza que d zmos.whe y d 
otros abaja. Creyéndose el Duque por este primer éxito, de bu ^bo-' 
presa^dujsSo efectivo d^G^licift, despidió la escuadra inglesa, «te- 
jando sólo á la p^tugues* (en que habían regreeadp^ , cumpJidft 
bu misión, los embajadores Alburquerque y Fogaza), estacionada 
en laCbtf&fla, y sdlkátó de su aliado tener una entrevista para 
concertar las operaciones, por conducto de Alburquerque, T que fué 
para eso. qlyetp a Porto con algmios buques, disponiendo entre 
tanto que sus tropas recorriesen y ocupasen el país para asegu- 
rarlo á su dominio; cosa de que le resultó más daño que utilidad, 
porque la-mala conducta de los soldados exasperó las gentes con- 
tra ellos, v porque, efecto de eso, del clima y de su intemperan- 
cia, se vieron diezmados al cabo de pocos meses. . 

Cuando J>. Juan I de Castilla tuvo noticia del desembarco de 
los ingleses, se propuso adoptar el cuerdo consejo de tm sistema 
defensivo, sin perjuicio de excitar á los gallegos á la resistencia, 
y de mantener hostilidades contra los enemigos extranjeros, orde- 
nando prevenciones oportunas en todos sus dominios, talea como 
pedir estuvieran listos los contingentes para el dia del llamamien- 
to, repartir las fuerzas que tenía disponibles por las fronteras más 
amenazadas, y dar instrucciones de evitar batallas hasta que, al 
llegar el Duque de Borbon con 2.000 lanzas auxiliares que le 
enviaba el ney de Francia, Carlos. VI, reuniese un poderoso ejér- 
cito, con el. que tendría grandes probabilidades de alcanzar victo- 
ria decisiva (1). La carta que sobre este plan adoptado dirigió á 



(1) Froissart , que hace intervenir siempre a los capitanes franceses en loe con- 
sejos de guerra, dice que los castellanos querían se fuese á Galicia a presentar la 
batalla, contra la opinión de algunos délos principales franceses, de aguardar la 
llegada del Duque de Borbon, expresando que aunque pudieran reunirse los 
30.000 cabaüos que se decía, con sus jinetes armados al nso de Cartilla, para lan- 
zar dardos y azagayas, y otros 30.000 de á pié para tirar piedras con hondas, que 
todo eso era mvoko jmeblo, pero ave no rália nad-a, como se había visto en las ba- 
tallas de Nájera y Al jnbarrota ; y que irresoluto el Rey al principio, adoptó al fia 
ese partido, y mandó que entre tanto se sostuviera la gverra de guarniciones y ca- 
balgadas, dando por buena razón que el de Portugal podría entrar por la espalda 
con 2.600 1 ansas y 30.000 infantes. 



CAPÍTULO II. 87 

1* ciudad de Murcia, fecha en Valladolkt á 7 de Setiembre (in- 
serta por Cáscales es su& Discurso» histéricos), es un documento 
militar importantísimo, de que debemod intercalar algunos ex* 
tractos de los puntos que nos parecen más dignos de atención, 
no sólo po* lo que explican los sucesos, sino por el interés de cu- 
riófeidftd natural Ü Ver adoptada en el siglo xrv metódicamente la 
misma oíase de guerra que en tiempos modernos se ha seguido en 
k petóttsula^ fon&andtf ya, puede decirse, escuela. 

t » ■ * ' i 1 '^ » » *"' ^ » » * ' ' * i f r ' » , * 

. ftSabed<H*e después, «que partimos de Zamofe para ¡venir á esto, tierra de 
»Leon, según d ob enviamos á decir que lo fariamos, nos venimos 41a cib- 
wdad de León, c anduvimos por las villas desta comarca faciendo lo que 
» compira ¿ nuestro servicio. £ dejamos en León al Arzobispo de Santiago, 
muestro chanciller mayor, por cuanto tqvímosr nuevas que loa 1 ingleses, 
n nuestros enemigos, se habían partido sobre La Uoruua, é que querían venir 
aháda.est* comarcólos cuales, llegados a quí v f aliaron todas las villas en 
9 Galicia, bien firmes á nuestro servicio, é se defendieron dellos como bue- 
»no8 é leales vasallos deben facer ; é la gente de aquella nuestra tierra les han 
b fecho é facen cada dia grand daño, asi en los matar, como eri prender grand 
ipartlda de flechero* é de pillarte* é ornes de armas y de tos cuales no* han trai- 
Mfo- jpmo* vIquhps. £ agora nos habernos tenido nuestro acuerdo con los de 
» nuestro consejo é con los caballeros que con pos están, si daremos la bata* 
» lia á los dichos nuestros enemigos agora improvisamente ; 6 pues (loado 
» el nombre de Dios) tenemos buena genete, así de muchos buenos que en 
» nuestro reguo están, como de otros caballeros que el Rey de Francia, nues- 
tro hermano, nos ha enviadq é están en nuestro servicio, ó otra gente, asi 
9 de Bretaña como de Gascuña é de Aragón, é todos ó la mayor parte nos 
»hau aconsejado é acordado que non diésemos la batalla á los dichos núes- 
»tros enemigos agora de presente, por cuatro razones » 

Aqui enumera esas cuatro razones, cuya sustancia es la si- 
guiente : 1. a , que para el dia que determinara dar batalla debería 
tener reunido todo su poder, que estaba entónees* distribuido en 
las fronteras de Portugal y Granada, en Murcia, Toledo, Gui- 
pxizcoa y Navarra; y que habiendo de concurrir todas esas fuer- 
zas, no era todavía prudente desamparasen las situaciones que 
respectivamente cubrían; 2. a , que no teniendo aún seguridad de 
que los ingleses aceptaran dar batalla, podría suceder que des- 
pués de acumuladas para eso todas las fuerzas, se retrajeran los 
enemigos, embarcándose ó internándose en Portugal; y que los 
portugueses, viendo desamparadas otras fronteras, las violaran y 
causaran enormes perjuicios sin resistencia; 3. ft , que era conve- 
niente, á ejemplo de lo hecho por otros reyes en España y en Fran- 



B8 BATALLA DE AIJUBABROTA. 

• 

cía) prolongar la guerra sin presentar batalla ¡para que los inva- 
sores, se fuesen gastando y consumiendo, lo cual proporcionaría in- 
mensa ventaja cuando llegara la ocasión de darla; y 4.% porque 
ademas de loa auxiliares franceses que ya tenía , le había enviado 
á decir el Bey de Francia procurase retardar la batalla hasta la 
llegada del Duque de Borbon con las 2.000 lanzas que conducía. 

« Perla* «malee razones é por cada tina dcllas, los de nuestro consejo é los 
» dichos nuestros caballeros son de parecer que al presente non diésemos- 
»la batalla á nuestros enemigos, sinon que les ficiésemos guerra á la larga. 
«Por lo cual enviamos alguna gente á Galicia hacia donde ellos. están, é la 
sotra repartiremos por todas las villas de esta comarca, porque si nuestros 
» enemigos por acá vienen las fallen guardadas é non puedan haber viandas, 
»¿ que nuestras gentes anden en contorno dellos faciéndoles cuanto mal é daño 
m puedan; é nos quo andemos por las cibdades é villas de nuestro regno po- 
b niendo recabdo en ellas tal cual cumple á nuestro servicio, en tanto que 
y sabemos lo que nuestros enemigos intentan facer, é que nos preparemos 
» todo lo necesario para darles la batalla, n 

Por último, concluye recomendando sé haga un alarde para sa- 
ber cuánta gente de á caballo, de á pié y ballesteros hay disponi- 
ble, después de quedar la indispensable para incorporarse al. ejér- 
cito, en la inteligencia de que no sería llamada hasta el momen- 
to preciso, para que sólo esté quince días fuera de sus casas: pre- 
viene que si algunos enemigos aparecieren por el territorio, se 
proteja y ampare en las ciudades 

— a á los que les hostilicen de un lugar á otro de dia y de noche haciéndoles 
nel mayor daño, y también que con ese objeto se recojan en los puntos fner- 
» tes las viandas de los pueblos abiertos , en el término de ocho dios , para que 
» los contrarios no se aprovechen de ellas y carezcan de recursos.* 

• 

El 1.° de Noviembre se avistaron en Ponte Mouro, entre Mel- 
gazo y Monzao, el Rey de Portugal y el Duque de Lancaster; y 
al dia siguiente celebraron una conferencia bajo la tienda que se 
armó al efecto, y era la misma cogida al de Castilla en Aljubar- 
rota, en que convinieron en las recíprocas condiciones de alianza 
ofensiva y defensiva, pactando que si el Príncipe inglés ganaba 
el reino de Castilla, renunciaría á todo derecho á la corona de 
Portugal (1) y cedería ciertas ciudades y villas. «Mostrábanse 



(1) Demuéstrase en eso que alguno legitimo reconocía en el Castellano, y el su* 
mo interés que daba á que se borrase para lo sucesivo. 



CAPÍTULO II, 89 

d liberales de lo ajeno (dice el P. Mariana), y antes de la caza re- 
j> partían los despojos de la res.» Arreglaron el casamiento del 
Portugués con doña Felipa, hija del primer matrimonio del de 
Lancáster (1), y el plan de operaciones que emprenderían juntos 
pasado lo crajo del invierno, llevando el de Portugal 2,000 caba- 
llos, 1.000 ballesteros y 2.000 infantes, pagados por ocho meses, 
á contar desde después de Navidad, en que deberían hallarse lis- 
tos; y se separaron el dia 10, el uno pora Porto y el otro para 
Galicia. 

El Bey de Portugal se fué en seguida á Lisboa, y de allí pasó 
al Alemtejo para activar el pedido de gente; se unió en Évora al 
Condestable; puso en marcha las tropas para el Norte y se volvió 
á Porto, donde se avistó con su futura esposa, enviada ya por el 
Duque de Lancáster; se trasladó por pocos dias á Ghrimaraes á fin 
de que se concertara entre tanto el ceremonial de boda, y tornó á 
verificarla el 2 de Febrero (1387). 

El Inglés se apresuró por su parte á cumplir lo convenido acer- 
ca del casamiento, y continuó procurando ganar ó asegurarse lo 
que en Galicia ocupaba, no obstante que sus tropas experimenta- 
ban diariamente considerables* bajas por la disentería y otras en- 
fermedades, así como por la hostilidad de los guerrilleros del país; 
tan esperanzado estaba, sin embargo, en el éxito de su empresa, 
que le envió un heraldo á D. Juan I anunciándole la resolución 
de ganar por las armas el reino de su mujer doña Constanza si 
no se apresuraba á cederlo. El Rey le mandó en respuesta unos 
comisionados á Orense, donde se hallaba, para demostrarle en 
largos razonamientos el ningún derecho que le asistía, y que es- 
taba pronto en último caso á la batalla; mas insinuáronle también 
hábilmente que podría buscarse un medio de avenencia concer- 
tando el casamiento del infante primogénito de Castilla, D. En- 
rique, con la hija mayor del Duque, doña Constanza, llamada 
doña Catalina; de lo cual, bien que negándose por el pronto, sin 
duda por el compromiso de alianza que le unia con el Bey de Por- 
tugal, y porque aun creia poder xlespojar al Castellano, quedó muy 



(l) En la Crónica portuguesa se dice que el inglés propuso casara con doña 
Catalina, hija ó>l segundo matrimonio con doña Constanza, pero que el Portu- 
gués se negó por temor de complicaciones futuras, atendiendo al derecho de su 
madre al reino de Castilla, que iban á reivindicar entonces con las armas. 



90 BATALLA DX AUUBARROTÁ. 

complacido, dejando eptrerer ee ocuparla secretamente de la pro- 
posición. 

Trascurrieron en todo eso los meses de Diciembre, Enero y Fe- 
brero, alistándose el Rey de Portugal , impaciente el Príncipe in- 
glés etn Galicia, y celebrando D. Joan I Cortes en Segovia, mien- 
tras se preparaba, como queda expresado, á la guerra defensiva; 
y llegado (Matto (1887), que era la época fijada por> los -aliados 
para cometízar las « operaciones T acudió el de Lancástersobrfe Bra* 
gañía, lugar <de asamblea convenido, alojándose con &u gente á 
nna legua certa junto al nionasterio de Castro Avelans. No pu- 
dieron presentarse los portugueses^ con igual puntualidad por re- 
tardo en los aprestes que» el Bey advirtió al Duque; percal fin se 
trasladó allí eco parte de las tíopas ,' y se estableció é media le- 
gua de distancia en el lugar de Babe hasta que se incorporasen 
las démaft', que para evitar • fuesen hasta Porto á pasar ei Duero, 
mandó echarían un puente de barcas en Barca, de R*go& 

Constaba apenas encuerpo inglés de unos 1.200 hombres dis- 
ponibles, mitad' de lanfcaa y -mitad de arqueros ¿ de loefr.OOO que 
desembarcaron-; 'pero la hueste portuguesa ascendía, segttn los 
cronistas^ á S.OdO Haotas, 2i000 ballesteaos y 4cOOG infantes, pue& 
el Rey quiso llfcvar el mayor número poáiblé ile soldados, nri sólo 
para asegurar el mejor éxito de ta. campaña, confitándole la dis- 
minución, de suri aliados ¿ Bino por- sospechar que el Duque man- 
tenía disimulados tratos con el de Castilla. Para guarda de la 
frontera- del «AJerntejo dejó, con 250 lanriaá únicamente, á Vasco 
Martínez! de flíellejiy para reserva y refuerzo xjptirkrno de la»- tro- 
pas en operaciones ^ mundo se fueran preparando -oftrasv 

A fines dé dicho mes de Marao (1) rompió la marcha el 'ejér- 
cito aliado, penetrando en Castilla por tierra, de Alcalices en bue- 
na disposición milita*. Llevaba la vanguardia el condestable Ñuño 
Alvarez Pereira^ la ala derecha Martin Vázquez da Cuhha, la 
izquierda Gonzalo Vázquez Coutinho y lo retaguardia el Rey con 
el Duque de Lancáster, llevando en medio los carros y bagajes. 
En víspera. de Hamos llegaron á una ribeira que dicen Téwra 



(1) A 26 de Marzo,- era do 1*25 (año do 1887 de J. G.), otorgaron en Braganr.a 
ante testigos el Duque de Lanoáster y sa mujer doña Constanza, el instrumento 
público de la renuncia, cesión jr donativo de todo derecho á la oorona de Portu- 
gal á favor de su rey aliado D. Juan I. 



CAPÍTULO II. 91 

(probablemente el arroyo Palomino, que b*\ja de Temara aJL Eflla), 
y al día siguiente, martes 2 de Abril, se pusieron sobre Bena- 
vente, que bien amurallada y defendida por Alvar Peres ida Oso- 
río ooa 600 lanzas y otros caballetes y gente de castelknos y 
franceses, rechftaó las proposiciones y conatos de ataque; por lo 
que, escasc* de artillería é instrumentos propios de sitioy uto- 
testados de oontüluo p<w> el exterior con cabalga^, y, , jasados 
más] de-oohordiafl :eb .ése» inútil amago, e&,icorrgr<tasra3 $ pro- 
Tocar desafíos ^levantaron el campo para* Jdatilla, ,pequefl9vp*s- 
blorá dos-legras <fe c&stanóiay que^nalroeucadoiiio lespftdo fleftis- 
tir; y de allí, pMtmdanei Riov'aQ f fueron por RoaJeerál^.yUla de 
Valderas ( 1 \ oeroa de la cual so empeñó un -combate bast&Bte. vivo 
con J#s jinetee que acaudillaba > el Duque d& fienavenfo para ofr* 
seriarlos. y hoatiüaarlosw , ■ . , ;l . ■ 

Sitiada esta y illa, utilizando una pieza de artillería en, su ata- 
que, lograron ae arindieita por-capitulacioa, aaüendo librea con las 
arxaa*, ^caballos y bienes el gobemadonD. Sancho de Vétaoo con 
los 80< caballeros españoles y franceses que la guarnecían, así como 
todos, los habitantes que no quisieron permanecer en ella* por lo 
que después, en premio de esa prueba de lealtad, les otorgó el 
Bey la gracia de quedar libres de tributos y de contribuir con sol- 
dados al ejercita Siguióse entre ingleses y portugueses. un> serio 
altercado sobre el saqueo y reparto de > despojos ^ hasta que,, apa- 
ciguados cuando nada quedaba, levantaron el campo pasados 
quince dias , bacía Villalobos (tal vez . Vülalon) T que, escaso de 
defensores, Be entregó en breve, estableciéndose allí el ejército 
aliado. Pocos dias después se vio su caballería sorprendida tal ir 
á forrajear á alguna distancia, salvándose-per el valor con que, 
pié á tierra, parapetada la gente detrás de los caballos, se Sostu- 
vo hasta que llegó con fuerzas el Condestable á socorrerlos; cuyo 
incidente, lo mismo que otros muchos que de continuo ocurrían, 
eran consecuencia del acertado sistema de guerra que ordenó Don 
Juan I, quien, manteniéndose retraído con un cuerpo de tropas en 
reserva para servir de núcleo al ejército cuando llegaran los 2.000 



(1) La £/yí*í<*j portuguesa que contiene estos pormenores de la expedición, omi- 
te decir que por Benarente tuvieron que pasar el rio órbigo, asi como después 
pora ir sobre Boales y Valderas desde Matilla, el Bala y el Cea, aunque tal ves 
v\ primero de éstos sea el que llama Jtiovap, 



92 BATALLA BE AUUBARÜOTA. 

caballos- del Duque de Borbon, entre Salamanca, Toro y Tordesi- 
Uas, mandó se defendiesen á toda costa los principales puntos 
guarnecidos, como León, Valencia de Don Juan, Castroverde y 
Zamora; y que de esos y de los demás pueblos salieran partidas 
para hostiga? al enemigo, privarle de víveres y forrajes , sorpren- 
der avanzadas y aprisionar rezagados , al apoyo del Duque de 
Benavepte, que con 500 jinetes maniobraba al rededor, siempre 
á la vista délos invasores, buscando trabar escaramuzas en las 
ocasiones que parecieren ventajosas. 

La falta de subsistencias y las molestias consiguientes, que 
cada dia iban aumentando por haberse consumido Jos víveres que 
sacaron de Portugal y ser más efectiva la hostilidad, y las enfer- 
medades, que diezmaban sus filas, en particular entre los ingle- 
ses, convencieron al Bey de Portugal de que era inútil proseguir 
así la campaña, teniendo en perspectiva ser atacados con fuerzas 
muy superiores en cuanto llegaran las lanzas francesas; por lo que, 
manifestándoselo al Duque de Lancáster y añadiéndole que no se 
podia conquistar un reino donde ninguna población regular les 
abría leu» puertas, aconsejaba la prudencia retirarse de Castilla 
para pedir más trppas á Inglaterra si había de insistir en la de- 
manda, ó avenirse con el .Castellano mediante el insinuado caaa- 
miento de doña Catalina con él infante D, Enrique. Este era ya 
indudablemente el deseo del Inglés y de todoe sus caballeros, y 
por consiguiente, se acordó volver para Portugal; pero verificando 
la marcha de manera que no se diese á conocer el intento, torcie- 
ron la dirección qu$ llevaban como hacia Patencia, y fueron á 
acuartelarse en Villalpando, desde donde enriaron correrías por 
el país hasta Castroverde, cerca del cual murió en una de ellas 
Gonzalo Vázquez Coutinho, que era de los principales y más es- 
timados capitanes portugueses. 

Urgíale al Rey de Portugal regresar á sus dominios, por. las 
noticias que recibía de diferentes entradas y talas de los castella- 
nos en las fronteras de la Beira y del Alemtejo, en una de las 
cuales se apoderó de la plaza de Campo-Mayor el maestre de Car 
latrava, Martin Yañes Barbudo, y en su consecuencia emprendió 
la hueste la marcha dirigiéndose al Duero, que pasó al E. de Za- 
mora, tomando para Santa María del Viso (tal vez Aviso) ; y al 
otro dia, 15 de Mayo, á Corrales, á tres leguas de Zamora, que 
estaba ocupada por el Maestre de Santiago. Tomaron al inmedia- 



CAPÍTULO II. 03 

io por las tierras entre Ledesma y Salamanca, crüd&d en que se 
encontraba el inflante D. Juan (1), y de la que salió á picarles la 
retaguardia D. Diego López de Ángulo con 300 caballos, siendo 
hecho prisionero con otros 40 , más la pérdida de 1 5 muertos (2) ; 
por lo que mandó el Infante nuevas compañías de castellanos y 
franceses á cortarles el paso de Ciudad-Rodrigo. Dio esto 'lugar á 
otra acción bastante formal sobre el rio Águeda, tal vez por cer- 
ca de la Aldea del Obispo, cuyo puente se presentaron á dispu- 
tar (3) en orden de batalla á la vanguardia que conducía' Ñuño 
Alvarez Pereira, pero que le cedieron cuándo llegó el grufesb del 
ejército, y se alejaron para volver á hostilizarlo luego por el flan- 
co y retaguardia; • ' ! 

Por fin atravesó la frontera la hueste úliada por* Valle i# lítala» 
acuartelándose en Ahneida, y después en írancoso y otros' pue- 
blos, donde dieron por terminada su'pbco lutída canlpaña eü oca- 
sión que llegaban á D. Juan I las 2.000 lanzas' francesa^ del Du- 
que de Bofrbon. Pot consecuencia de esto, enviados mensajeros al 
de Láncáster, se Teantidó negociación para el casamiento áñtés in- 
dicado, en que convino al' instante sin dificultades; inaréhóronse 
por 'Castilla con salvo-condttcto muchos de los caballeros ingle- 
ses, y ftiése el resto de la expedición, incluso el Duqúé; á Porto, 
donde en las naves portuguesas sé embarcó para Bayoila & fin de 
llevar á efecto las formalidades del contrató, de' lo que parece no 
quedó muy satisfecho el Portugués, que éólo ctonsigüi&de su alia- 
do le cediera el dominio de algunos pueblos de Galicia, que le- 
vantados en seguida por Castilla, sé redujo todo á iltisiota. 

El Bey de Portugal envió al €onflestable a la provitícia de 



(1) Soares da Silva dice, con manifiesta equivocación, que ese infante D. Joan 
era el hijo segundo del Rey, que entonces hacia sns primeras armas,. y que con el 
tiempo llegó á ser rey de Navarra y de Aragón. El segnndo hijo de B. Joan I era 
el infante D. Fernando, y hijo de éste fué el infante D. Joan i que en efecto as- 
cendió machos años adelante á rey de Navarra y después de Aragón, pero que no 
había nacido, ni aun casádose su padre, en 1387. — D. Juan I, en la carta de que se 
dieron extractos , expresa que el infante D. Juan estaba en la frontera del reino 
do Toledo; y como por entonces no habla en Castilla ninguno del mismo nombre, 
ni podía ser el de Aragón D. Juan I, que habia ya subido al trono, infiero que se- 
ría el mismo de Portugal, á quien restituyó la libertad, y que le ayudaba contra 
su hermano bastardo el antiguo Maestre de A vis. 

(2) Fernán López dice que se halló en esa escaramuza Pedro López de Ayala. 

(3) y En la misma Crónica de Fernán López se supone con exageración que los 
castellanos «ran hasta 4.000 lanzas. 



64 BATALLA DE AttüBAfcftOTA. 

Alemtejo con tropas, y cumplida una romería en Guimaraes, se 
fué á Coimbra a reunirse con su esposa; el de Castilla, viendo di- 
sipada la tormenta, se apresuró á que el Duque de Borbon regre- 
sase á Francia con el cuerpo auxiliar que ya no necesitaba y le 
era sumamente costoso, despidiéndolo en términos de la mejor po- 
lítica y frases de gratitud. 

CONTINUACIÓN DE LOS SUCESOS DE GUERRA, Y TREGUAS HASTA 
EL TRATADO DE 1411, QUE LLEGÓ A SER DE PAZ DEFINITIVA 
EN 1432. 

Trascurrieron los meses que restaban del año de 1387 sin nin- 
gún suceso notable de guerra entre Castilla y Portugal , sin duda 
porque al separarse el Duque de Lancáster dejó convenida, táci- 
tamente al menos, una tregua, para ver si de ella procedía la paz. 

Enfermó de bastante peligro en Coimbra el Bey de Portugal, 
y tuvo con ese motivo que permanecer tranquilo larga tempora- 
da; pero entrado ya Enero de 1388 reunió 1.500 lanzas con la 
infantería correspondiente, y se fué á sitiar la villa de Melgazo 
en la frontera de Galicia, mantenida por la causa de Castilla por 
Alvar Pérez de Sotomayor con una guarnición de 300 caballos y 
otros tantos peones. 

Pasados más de 15 días de asedio sin lograr se rindiera, á pe- 
sar de atacarla con singular empeño valiéndose de cañones y de 
aparatos portátiles de madera, pasó con una parte de sus fuerzas 
á Salvatierra , que se le entregó al instante, y volvió á continuar 
el sitio con nuevo vigor h&sta darla terrible asalto á los 53 días 
de empezado, el 3 de Marzo; en cuyo trance capituló por pleitesía, 
saliendo la guarnición sin armas ni efectos, excepto un joven á 
quien el Monarca le permitió llevarlas, conmovido de la nobleza 
con que lo solicitó, fundado en que era la primera vez que laa 
usaba por su príncipe (1). 

Desde Melgazo fué el Bey á Monzao, y satisfecho de esas ven- 
tajas alcanzadas sobre el Miño, trasladóse á Lisboa, desde don- 



(1) La descripción que hace de este sitio la Crónica de Fernán Lopes es de las 
mas circunstanciadas y curiosas que puede haber acerca de los pormenores mili- 
tares de un ataque de plaza en aquella época, pues explica muy bien los engeñoM, 
indica los trabajos, y hasta dice el número de disparos de los truenos de los sitia- 
dos y de los sitiadores. 



ÓAPÍTULÓ If. 05 

de, dejando allí á doña Felipa, se encaminó sobre Estremoz en 
el Alemtejo á fin de Agosto. Unido al Condestable, pensó en 
seguida ganar la plaza de Olivenza, mas juzgándolo difícil, sitió 
la de Campo-Mayor el 15 de Setiembre, sin perjuicio de ejecutar 
cabalgadas y escaramuzas por la frontera y cercanías de Badajoz. 
Defendiéronse bien los que la presidiaban, pero tomado el pueblo 
el 15 de Octubre y refugiados en el castillo, capitularon su en- 
trega si en el plazo de 30 dias no eran socorridos; y como en 
efecto no lo fueron, porque ocupado el Bey en Castilla en dar 
cumplimiento al tratado con el de Lancáster y en el matrimonio 
de su hijo, habia ordenado permanecer en la defensiva, cayó por 
fin la fortaleza. Con eso el Portugués regresó 4 Lisboa para cele- 
brar Cortes, y su condestable marchó á visitar el memorable cam- 
po de batalla de Aljubarrota, para empezar la edificación de una 
ermita dedicada a la Virgen y á San Jorge. 

A principio del año siguiente (1389), creyendo D. Juan I de 
Castilla que la tregua pactada por seis años entre los reyes de 
Francia é Inglaterra y sus respectivos aliados, debería compren- 
der al de Portugal, que lo era del Inglés, le envió comisionados 
especiales, sin embargo de que no lo reconocía como soberano y 
que seguía apellidándole Maestre de Avis; pero pegóse éste a 
aceptarla, conviniendo solamente en otra tregua particular ó sus- 
pensión de hostilidades- durante seis meses, para ver si en ese 
tiempo se hallaba modo de salvar los motivos que le impedían 
entrar en el tratado general. 

Nada hizo para obviarlos, y pocos deseos debería tener de ello, 
cuando empleó aquel plazo en hacer nuevos aprestos y se puso 
sobre Tuy apenas espirado, el 23 de Agosto, creyendo se le en- 
tregaría al momento por ciertas inteligencias secretas que man- 
tenía en la ciudad; mas fracasado el plan por la decisión del go- 
bernador Payo Sorreda (ó Serodia) de Sotomayor, tuvo que man- 
dar acudiesen fuerzas y tren para sitiarla con máquinas y baterías, 
ejecutando también correrías por la comarca. El Rey de Castilla, 
al saberlo, se trasladó á León, y aunque, como dice Ayala, <r non 
d estaba bien guisado, ca después que perdió la batalla de Porto- 
3> gal siempre el Maestre Davis tenía muchas ventajas, con mu- 
» chas buenas dichas que él é los suyos avian ávido, e estaba muy 
* menguado de capitanes de guerra», para que no le tildaran de 
descuido en proteger sus pueblos, envió á Galicia al arzobispo 

9 



66 Batalla de aLjübaíirota. 

de Toledo D. Pedro Tenorio y al maestre de Alcántara D. Martin 
Yañez Barbudo con algunas compañías, á fin de que, juntándose 
al arzobispo de Santiago D. Juan García Manrique, hicieran lo 
posible para salvarla; por desgracia llegaron tarde, ó no fueron 
bastantes para conseguirlo, pues la ciudad capituló. 

Inmediatamente después volvió 4 gestionar el Bey de Castilla 
con su contrario por conducto de su confesor Fr. Fernando de 
Hlescas, que le envió al efecto, y era el mismo negociador de la 
otra «tregua; consiguiendo se pactase una nueva de seis años, di- 
vidida de tres en tres bajo ciertas condiciones basadas en las que 
mediaban entre Francia é Inglaterra, y ademas convinieron en 
que' el Portugués devolviese la ciudad de Tuy, que acababa de 
ganar, con la villa de Salvatierra y varios castillos que rete- 
nia en Galicia , así como el Castellano lo baria de Nodar, Oli- 
venza, Mértola, Biva de Coa, Castelho-Bodrigo, Castelho-Boo 
y Castelho-Melhor, quedando las villas de Miranda de Duero y 
Sabugal, en poder del mariscal Alvar González Camelo, neu- 
trales entre los dos estados, aunque volviera á encenderse la 
guerra. 

Firmado ese pacto por el Rey de Portugal en Monzao, á 29 de 
Noviembre, y ^tincado por el de Castilla á mediados del año si- 
guiente (1390) en Guadalajara, tuvo respiro aquella guerra ape- 
nas interrumpida desde seis años antes al morir el rey D. Fernan- 
do, y toda ella tan funesta para el Castellano, como feliz y glo- 
riosa para el rebelde Maestre de Avís. 

Con este motivo, atormentado D. Juan I por sus desgracias y 
por el vehemente deseo de que no perdiera doña Beatriz el reino 
que la pertenecía, discurrió entonces, y propuso en reserva al con- 
sejo de prelados y grandes señores, antes de celebrar Cortes en 
Guadalajara, el abdicar en su hijo mayor D. Eprique la monar- 
quía de León y Castilla, quedándose con la Andalucía, Jaén, 
Murcia y el señorío de Vizcaya, á fin de que de esa manera pu- 
diesen avenirse los portugueses á reconocerlo, puesto que desapa- 
recía la principal causa ó razón que tenían de obstinarse en su 
contra, consistente en que no se reunieran las dos coronas, y que- 
dando Portugal siendo reino separado é independiente , con sus 
propias armas y más engrandecido todavía. Contestáronle muy 
razonadamente los consejeros, demostrando la inconveniencia y 
hasta la imposibilidad de tal determinación , y aunque al princi- 



Capítulo ií. Ó 1 ? 

pío se disgustó mucho, vino en mejor acuerdo, y quedó relegado al 
olvido aquel proyecto insensato. 

Al abrirse dichas Cortes, dio cuenta de la tregua pactada, ex- 
plicando, para satisfacción de los que la creyeran en menoscabo 
por la cesión de algunos de los castillos que retenia, que no leerá 
posible prescindir del cansancio y lamentos de los pueblos por tan 
costosa guerra, ni de la pérdida de tantos y tan buenos capitanes 
j soldados; pero que, pasados los seis años y repuesto el país, 
tornaría á la contienda cuando los hijos de los señores y caballe- 
ros que perecieron estuviesen en edad de ir con él en su servicio, 
para fiar al juicio de Dios en una batalla su derecho y el honor 
de las armas de Castilla. Acto continuo se trató sobre los pechos* 
y recursos que el apurado erario necesitaba, y se adoptó una im- 
portantísima resolución militar para regularizar el servicio de lan- 
zas, afecto con condiciones señoriales á las tierras y pueblos, y 
que por inveterados abusos no llegaban nunca á presentarse en el 
número correspondiente al ser llamados por el Bey. Ordenóse, pues, 

moviese cuatro mil lanzas Castellanas bien armadas de todas piezas, é bien 
» cabalgadas , é de buenos ornes, é oviese cada lanza dos cabalgaduras, que la 
Tiuna fuese caballo bueno, é la otra muía, ó rocín, ó haca, como mejor pudiere; 
»que en Andalucía oviese mil e quinientos jinetes, e queovieM toda uno dos ro- 
^ cines, e sus armas de jinete, es á saber, unas fojas, e un bacinete redondo, e 
nuna adarga)); y que ademas, por ser provechoso para que esa gente fuese 
bien ordenada, así en la guerra como en la batalla, uoviese el Rey mil bailes- 
» teros, que oviesen sendas cabalgaduras, e sus fojas e bacinetes, e cada uno dos 
aballestas nuevas.^ 

Digno de mejor suerte por las condiciones de que estaba ador- 
nado el rey D. Juan I, nególe Dios que disfrutase de la paz para 
reponerse de los desastres y cumplir sus deseos de levantar el ho- 
nor de las armas de Castilla ; pues murió accidentalmente de una 
caída de caballo en Alcalá de Henares, el domingo 9 de Octubre 
de ese mismo año 1390, sucediéndole su hijo D. Enrique III, á 
la edad de once años, y quedando, por consiguiente, confiada la 
gobernación del reino á un consejo de regencia ; lo cual, como las 
cláusulas del testamento, ocasionó bastantes dificultades y alte- 
raciones. 

Vencido el primer período de tres años de la tregua, bien ob- 
servada de una parte y otra, amenazó interrumpirse por las intri- 
gas y manejos que mediaban entre el Bey de Portugal y el conde 



98 feATALLA DE ALJXJBARROTA. 

ó duque de Benavente, D. Fadrique, hermano bastardo del difun- 
to D. Juan I, pactando su casamiento con una hija natural de 
aquél, y estrecha alianza de ambos con la cesión del señorío de 
Zamora. Sabedores de ello los Eegentes, quisieron evitarlo sin 
rompimiento, y propusieron al Portugués ajustar otra tregua de 
quince afios, que de hecho viniera á ser la paz ; y aunque hubo 
entorpecimientos por razón de los compromisos que mediaban en- 
tre él y el de Benavente, desistieron por fin de aquella especie de 
liga, y después de una larga negociación llevada en Sabugal por 
los representantes de Portugal y los de Castilla, que eran el 
Obispo de Sigüenza, Pedro López de Ayala y el Dr. Antón Sán- 
chez de Sala&anca, se acordó una tregua interina de dos meses, 
é la que siguió otra próroga igual , hasta firmarse la proyectada 
con toda solemnidad, en Mayo de 1393. Según sus condiciones, 
ni D. Enrique III ni sus herederos favorecerían las pretensiones 
al trono de Portugal de la reina viuda doña Beatriz ni de los in- 
fantes D. Juan y D. Dionís ; comprometíase ei Rey de Portugal 
á dar ayuda al de Castilla contra cualesquiera enemigos ; devol- 
víansele las villas de Sabugal y Miranda de Duero, que por el an- 
terior tratado quedaron neutrales, y poníanse por ambos lados en 
libertad todos Ips prisioneros, dando el Castellano en garantía al- 
gunos rehenes : 

« Capitulaciones fueron éstas (dice el P. Mariana) menguadas y afrentosas 
para Castilla; pero es gran prudencia acomodarse á los tiempos, que corrían 
muy turbios y desgraciados; y llevar con paciencia la falta de reputación y 
/ desautoridad cuando es necesario^ es muy propio de grandes corazones** 

Quedaba, en efecto, por este tratado reconocido de hecho por 
Castilla el Bey de Portugal , aunque nada textualmente se decia; 
y por lo tanto, era de esperar se considerase asegurado en la po- 
sesión del solio con tal valor y habilidad adquirido, 4 falta de 
legítimo derecho, contra un monarca más poderoso y contra gran 
parte de los mismos naturales, puesto que, como se ha visto, tuvo 
la guerra desde el principio el carácter de civil al mismo tiempo 
que extranjera, por el crecido número de señores y de pueblos que 
sostuvieron con noble tenacidad la causa de doña Beatriz. Mu- 
chos de esos caballeros entraron entonces en Portugal y presta- 
ron obediencia al Soberano, que pudo consagrarse así á comple- 
tar la pacificación y á ordenar la administración del reino, justi- 



capítulo n. 99 

¿cando con su acierto los votos que lo aclamaron y los favores 
del cáelo ; pero aun tuvo que vencer dificultades y desavenencias 
interiores, que hicieron pasar á Castilla á varios de sus mejores 
antiguos servidores , habiendo estado también á punto de verifi- 
carlo, anunciando su expatriación, el mismo condestable Pereira, 
si no se conjurara por el Eey el motivo que á semejante paso le 
impulsaba. Mas no avancemos los sucesos ni ños separemos del 
asunto principal ; que todavía no ha concluido la guerra y quedan 
por referir otros sucesos y peripecias. 

Habíase estipulado en la última negociación de tregua que al 
llegar á su mayor edad y encargarse del reino D. Enrique III, de- 
bería confirmarla, y que dentro de cierto plazo la jurarían los pre- 
lados y grandes señores. Ocurrió que al presentarse, en la corte, 
en 1394, los enviados de Portugal para el cumplimiento de ese 
requisito, se excusaron varios de prestar el juramento, teniendo 
que volverse disgustados los portugueses ; y aunque pocos meses 
después se notificó al Rey haberse cumplido, contestó diciendo 
que ya habia trascurrido el plazo, y que, por lo tanto, quedaban 
en su poder los rehenes y consideraba rota la tregua. No hizo ar- 
mas, sin embargo, por el pronto, y dejó pasar así las cosas hasta 
que, bien apercibido en 1396, comunicó de manera resuelta que 
por aquellas causas, y por no habérsele restituido más de cien 
portugueses prisioneros, determinaba apoderarse de alguna bue- 
na plaza, en represalia y mejor garantía del tratado. 

Quiso con tal propósito ganar á Alburquerque, donde mantenía 
secretas inteligencias Martin Alfonso de Mello ; pero fracasado el 
plan, ó dilatándose demasiado la ejecución, se encargó con me- 
jor maña el condestable Pereira de igual manejo respecto á Ba- 
dajoz, y logró adquirirla por sorpresa, auxiliado de algunos por- 
tugueses avecindados en la ciudad, que dieron entrada á las tro- 
pas enviadas á ese fin, en la noche del 12 de Mayo, merced á la/ 
negligencia y descuido del mariscal Garci Gutiérrez de Herrera, 
que era el gobernador, y quedó prisionero con el Obispo y los que 
componían la guarnición. 

Participó el Rey de Portugal al de Castilla lo sucedido, dicien- 
do que no entendía por ese acto renovar la guerra, sino asegurar 
el cumplimiento de la tregua, estando dispuesto á abandonar la 
plaza tan luego como fuesen llenadas todas las condiciones del 
tratado; pero no satisfizo á los castellanos ; como era natural, 



100 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

semejante explicación, antes les ofendió tanto como el atentado ; 
y en sn vista se dieron órdenes de romper las hostilidades por 
mar y tierra, penetrando por las fronteras en continuas cabal- 
gadas. 

Castigó entonces la fortuna al arrogante Monarca portugués, 
que después de ver se le separaban para Castilla muchos nobles 
caballeros pon sus respectivas lanzas, contándose entre ellos 
los hermanos Acunhas y Pachecos, experimentó en el mes de 
Mayo siguiente (1397), precisamente en el aniversario de la 
sorpresa de Badajoz , la sensible rota de vmh flota de siete gale- 
ras, que desde Genova le conducian trigo, harina, armas y per- 
trechos, por cinco de Castilla, mandadas por el almirante Don 
Diego Hurtado de Mendoza, que apresó cuatro y echó otra á pi- 
que. Hijo este almirante de D. Pedro González de Mendoza, que 
murió en Aljubarrota, donde él también se halló, dicen había ju- 
rado vengarse terriblemente, y que por eso tuvo la crueldad de 
arrojar al agua 400 prisioneros, continuando luego á talar y sa- 
quear los pueblos de la costa. 

La rebeldía del conde Gijon , tio del Bey de Castilla, obligó á 
D. Enrique III á pasar á Asturias en ese tiempo; pero á su vuelr- 
ta hizo reunir tropas en Salamanca y las dirigió á Ciudad-Rodri- 
go para que invadiesen la Beira al mando del tercer condestable 
D. Ruy López Dávalos, á quien se unieron los caballeros portu- 
gueses emigrados. Talaron el país según acostumbraban, hasta la 
ciudad de Vizeu, que entraron por fuerza á los diez y siete días 
de comenzada la expedición (distinguiéndose allí particularmen- 
te el célebre Pero Niño, después conde de Buelna), y la entrega- 
ron á las llamas antes de emprender la marcha de regreso por la 
misma ruta, haciendo inútil la del rey D, Juan I, que unido al 
condestable Pereira, acudió desde Coimbra para libertarla. Y 
como entonces supiese que por el Alemtejo habian penetrado en 
correría igualmente los Maestres de Santiago y de Alcántara de- 
vastando los términos de Beja, Serpa, Moura y Campo de Ouri- 
que hasta Alcázar do Sal, sin hallar la menor resistencia, corrió 
hacia allí para atajarlos; mas fué tardía su diligencia, porque ya 
estaban de vuelta los castellanos. 

Movió esto al audaz Ñuño Alvarez Pereira para hacer en tier- 
ras de Castilla, en represalias, lo mismo que los castellanos aca- 
baban de ejecutar en Portugal; y al efecto penetró, en el mes de 



CAPÍTULO II. 101 

Diciembre, por Extremadura con 700 caballos hasta la ciudad de 
Cáceres , pasando por Arroyo del Puerco, Garrovillas y Valencia 
de Alcántara, y regresando á Évora á los ocho dias con algunos 
despojos obtenidos en varias escaramuzas. Una enfermedad de 
que se vio atacado le interrumpió continuar en operaciones y 
pasó á Lisboa durante tres meses para restablecerse. 

Entrado ya el año de 1398, determinó el Rey de Portugal co- 
menzar la campaña por la conquista de Tuy , á cuyo efecto , pa- 
sando alarde en Ponte de Lima, en el mes de Abril, á la hueste 
que reunió de 4.000 lanzas y crecido número de peones , marchó 
hacia Monzao para atravesar el Miño, experimentando en esa 
operación un terrible accidente sus tropas á causa de las malas 
condiciones del vado , de la oscuridad y confusión : más de 500 
hombres perecieron ahogados, incluso un sobrino del Monarca y 
muchos caballeros notables , y tuvo que detenerse algunos dias á 
fin de reparar el daño y salvar por mejor sitio el rio ; conseguido 
lo cual, atacó y tomó á Salvatierra, y marchó por Sotomayor á 
establecer su campo sobre Tuy. 

Gobernaba la ciudad el mismo alcaide que la otra vez, que bien 
apercibido y aleccionado por el anterior sitio, resistió cuantas in- 
timaciones y ataques se intentaron para ganarla en breve tiem- 
po, teniendo, por consiguiente , que emplearse medios más len- 
tos, que prolongaron el asedio hasta el 26 de Junio, en que capi- 
tuló honrosamente, después de rechazados varios asaltos con la 
muralla abierta. No permanecieron ociosos los castellanos para 
evitar cayese la plaza en poder del enemigo; pero las intrigas y 
manejos del Arzobispo de Santiago , héchose partidario del Por- 
tugués, dificultaron la reunión de suficientes fuerzas en Galicia, 
donde apenas pudo distraerse á las sitiadoras. 

Tampoco se logró el objeto bloqueando á Lisboa una escuadra 
de 55 velas que desembarcó gente en las inmediaciones para ta- 
lar los pueblos , ni con pequeñas correrías por el Algarve , el 
Alemtejo y la frontera de la Beira. Daba el Bey suma importan- 
cia á poseer la orilla derecha del Miño, y se empeñó á toda costa 
en rendir la plaza , seguro de que le proporcionarla una paz ven- 
tajosa, ó en caso contrario, le brindaría á internarse por Galicia, 
cuya conquista era una aspiración nacional desde tiempo de Al- 
fonso Enriquez : permaneció, pues, firme en su propósito, reco- 
mendando al Condestable hostilizase por su parte, desde el Alem- 



L. 



102 BATALLA DE AWUBARROTA. 

tejo, los dominios del Castellano; y no haciéndose esperar aquel 
caudillo, reunió 1.800 lanzas, 200 jinetes, 300 ballesteros á ca- 
ballo y 5.000 infantes entre ballesteros y peones, con los que, 
el 18 ó 20 de Junio penetró por Badajoz : marchó en seguida cou 
su acostumbrado orden de vanguardia, alas y retaguardia hacia 
Yillalba, donde suponía encontrar fuerza de castellanos; pero si- 
tuados en lo alto de la sierra, cerca del castillo de Feria, hizo 
alto y estableció su campo el sábado, víspera del domingo de 
Trinidad, avisando á los contrarios por un trompeta parlamenta* 
rio que le enviaron, que en el lunes siguiente iria á presentarles 
batalla, si querían bajar, en el valle de Almedina (1). 

Tenían los castellanos unas 200 lanzas, 800 jinetes y bastan- 
te número de peones bajo el mando del maestre de Santiago, don 
Lorenzo Suarez de Figueroa, que, con aoertada prudencia, no 
quiso abandonar las alturas cuando los portugueses, rodeando 
las montañas, fueron al valle indicado para provocarle : entonces 
Fereira permaneció allí hasta el cuarto día por la mañana tem- 
prano, en que intentó subir á atacarlos, poniendo pié á tierra 
toda su gente ; mas como era la cuesta muy pendiente y escabro- 
sa, juzgó pronto temeraria la empresa y desistió de proseguirla, 
contentándose con mandar otro recado de desafio. Respondióle el 
Maestre que debia contentarse con las ventajas alcanzadas y re- 
gresar á su tierra, pues ni él ni los que le acompañaban querían 
dar lugar á que se dilataran los tratos de treguas ó paz , en cum- 
plimiento de las órdenes recibidas del Soberano. En su vista, el 
Condestable portugués se adelantó á Zafra, tuvo un pequeño cho- 
que en Burguillo, continuó á Jerez de los Caballeros, y contra^ 
marchando por Villanueva de Barca Bota, hizo alto por tres dias 
en Oli venza, y entró, al cabo de medio mes de expedición, en Vi- 
llaviciosa para distribuir la presa y licenciar alguna gente* 

Encontró allí avisos de su Bey que le llamaba hacia el N. , y 
tuvo también noticia del bloqueo de Lisboa por la escuadra; con 
lo cual y el temor de que por aquella frontera repitiesen sus cor- 
rerías los jinetes del Maestre de Santiago, se hallaba perplejo en 
lo que debería hacer ; mas al fin determinó marchar á Coimbra 



(1) Todos los pormenores de esta expedición los dan Fernán Lopes y Soares da 
Silva , no encontrándose nada sobre ella ni en la Crónica de Ayala ni en otros 
historiadores. 



CAPÍTULO II. IOS 

con motivo de la entrada del infante D. Dionís, que á la cabeza 
de 2.000 caballos , acompañado de los señores portugueses refu- 
giados en Castilla , extendía proclamas en que se titulaba Rey 
legitimo por la cesión de sus derechos de doña Beatriz y consen- 
timiento de D. Enrique III (1). Fué rápida y de ningún resulta- 
do esta tentativa, porque los pueblos no respondieron á ese lla- 
mamiento , estando ya muy asegurado el prestigio de D. Juan I; 
y en su consecuencia, sabiéndose la toma de Tuy y la marcha del 
Condestable, regresó la cabalgada á Castilla. 

Nuevas negociaciones de paz se entablaron inmediatamente 
después de esos sucesos, y pasando á fines de año á Porto, envia- 
do por D. Enrique III, el genoves miser Ambrosio de Marines, 
se convino en una tregua preliminar hasta Marzo, con objeto de 
nombrar por cada parte jueces arbitros y dar tiempo á que se re- 
uniesen (2). Á 8 de Febrero de 1 399 empezaron los tratos, junto 
á Olivenza , entre los comisionados de Castilla, Maestre de San- 
tiago , D. Lorenzo Suarez de Figueroa y condestable D. Ruy Ló- 
pez Dávalos, y los de Portugal, condestable Pereira y Obispo de 
Coimbra, que se avistaron con 50 caballos de escolta por cada 
lado, en un islote del rio Valverde, y ajustaron de seguida nueve 
meses de tregua para poder continuar en la dificultosa negocia- 
ción de una paz definitiva. Prolongados é interrumpidos frecuen- 
temente los tratos sin poder llegar nunca á avenirse, surgiendo 
6 reproduciéndose enojosas cuestiones y. susceptibilidades, tras- 
currió todo el año 99, y quedaron rotas otra vez en 1.400 para co- 
menzar las hostilidades con las acostumbradas correrías fronte- 
rizas que asolaban los pueblos. 

En 15 de Mayo de 1401 se puso el Rey de Portugal, acompa- 
ñado de su Condestable, sobre Alcántara, dispuesto á sitiarla 
con 4.000 lanzas, gran cuerpo de ballesteros y peones, y todo el 
correspondiente material de expugnación (3) ; y mientras se esta- 



(1) Creo que ya había fallecido para entonces su hermano mayor el infante 
D. Juan, y que por eso recaía en D. Dionís el derecho á esa pretensión del trono, 
que sostuvo hasta su muerte , pues he leido que en el epitafio que se le puso en la 
catedral de Toledo, decía : Rey de Portugal, 

(2) Todavía en 26 de Diciembre de 1398 hicieron una correrla los portugueses, 
partiendo de Serpa, para talar y robar ganados por la comarca de Aronche, Ga- 
larosa , Bíofrio y Cortejana. 

(3> Según la Crónica portuguesa, partió el Rey de Santarem, y el 'Condestable 
fué á incorporarse desde el Alemtejo, construyendo un puente de barcas para 



104 



BATALLA DE ALJUBARKOTA. 



blecia el cerco, avanzó en cabalgada Ñuño Alvarez Pereira por 
Extremadura hasta Cáceres, Montánches y otros lugares, soste- 
niendo escaramuzas ligeras, recogiendo víveres para la hueste, y 
causando el daño posible por la tierra ; pero noticioso de que el 
Condestable castellano iba á su encuentro con algunas tropas, 
retrocedió al campo del Bey, participándole la aproximación del 
enemigo. 

Era la plaza de Alcántara bastante fuerte para ser tomada con 
facilidad, y se hizo desde luego menos probable por la llegada 
del expresado condestable D. Buy López Dávalos, que aunque 
no tenía por el pronto numerosas fuerzas para hacer levantar el 
asedio, situóse en las cercanías á fin de sostener frecuentes esca- 
ramuzas, retrayéndose al ser atacado, hasta dar lugar á que se le 
incorporasen mas tropas (1); por lo cual, convencido el Bey por- 
tugués de la inutilidad de permanecer allí, levantó el sitio y se 
retiró á sus dominios, donde también penetró en pos de él López 
Dávalos, picándole la retaguardia y talando algunos pueblos. 
Mas no contento con eso, atacó y tomó después á Penamacor, mu- 
riendo allí su pariente Lope de Sotomayor, y saliendo herido Pedro 
López de Ayala, hijo del célebre cronista : Pero Niño, que asistió 
también, se hizo notar como los mejores, según acostumbraba. 

Casi al mismo tiempo que tenía lugar aquella operación, aco- 
metía otra sobre Miranda de Duero el Maestre de Alcántara, cer- 
cándola y estrechándola formalmente; y aunque resistió cuanto pu- 
do, acudiendo el condestable López Dávalos cuando se vio desem- 
barazado de lo de Penamacor, tuvo que rendirse á los castellanos. 

Tales reveses y los sufrimientos de los pueblos , que elevaban 
sentidas quejas, inclinaron al Monarca portugués á desear la paz; 
y enviados con instrucciones para ello sus comisarios á D. Enri- 
que III , le contestó al momento que no siendo él quien habia 
comenzado las hostilidades, ninguna culpa le tocaba en los da- 
ños de la guerra, pero que no se opondría al restablecimiento de 



pasar el Tajo, que lo hicieron después remontar el rio para utilizarlo en el ase- 
dio , estableciendo dos campos sobre ambas orillas. 

(1) En la Crónica de Pero Niño, conde de Buelna, se habla algo de este sitio 
de Alcántara, en razón á que ese famoso caballero iba con D. Ruy López Dáva- 
los , y fué herido de lanza y saeta en una de las escaramuzas. Según dicho libro, 
los de la plaza comunicaban con los castellanos de socorro , y entraban y saliau 
¿ su campo, asentado allende la puente. 



CAPÍTULO II. 105 

la paz, siempre que se pactase en condiciones tolerables. Volvie- 
ron, pues, á entablarse tratos en Segovia á 1.° de Junio, y lu- 
chando sin vencerlas, con exigencias mutuas para una paz per- 
petua, convinieron y pactaron sólo la renovación de las pasadas 
treguas por espacio do diez años, devolviendo Portugal las plazas 
de Badajoz, Tuy, Salvatierra y San Martin, y Castilla las de 
Braganza, Vinhaes, Castillo de Piconha, Miranda, Penaraacor, 
Pena-García, Segura y NodaT. 

Los rencores de tan larga contienda promovían á menudo inci- 
dentes que se consideraban ofensas, ya para los castellanos, ya 
para los portugueses, y que amenazaban encender otra vez la 
guerra; pero eso no obstante, cansados los pueblos de sufrir los 
estragos de aquellas incursiones, se fué sobreponiendo á todo el 
anhelo de una paz duradera, y poco á poco dando al olvido el 
rencor de los pasados años. A la muerte del joven y enfermizo 
D. Enrique III, ocurrida el 25 de Diciembre de 1407, se encargó 
de la regencia y gobernación de Castilla la reina viuda doña Ca- 
talina, asociada de su cuñado el infante D. Fernando, por la me- 
nor edad de su hijo D. Juan II; y oncontrándose bastante cimen- 
tada de hecho la paz con Portugal, que era su principal deseo 
desde su casamiento, como hermana de doña Felipa, pensó al 
instante en formalizar un tratado verdadero que sustituyera al de 
las treguas, en lo que convenia, como muy cuerdo político, el in- 
fante D. Fernando, y á lo que predisponía ademas el leal com- 
portamiento del Monarca portugués, que ofreció á los regentes su 
auxilio en el caso de promoverse alteraciones contra el Bey niño, 
y aun, si era necesario, contra Granada. Ninguna razón debia, en 
efecto, existir para dilatar esa negociación definitiva, cuando ya el 
Bey difunto prescindió de toda pretensión sobre el Estado veci- 
no, dejando á salvo los derechos de doña Beatriz, que ella misma 
transmitió á D. Dionís ; y cuando ningún sólido interés llamaba 
& Castilla á renovar cuestiones que habían fallado las armas en 
tan prolongados años á favor del antiguo Maestre de Avís , que 
se veia amado con entusiasmo en el país, y reconocido y respeta- 
do por todos los soberanos ; y mucho menos cuando tanto habia 
¿ que atender en los asuntos interiores y en los que reclamaba el 
reino de los moros de Granada (1). 

(1) Prescindiendo de los derechos legítimos que turo doña Beatriz al trono de 



106 BATALLA DE AUTJBARROTA. 

Juntáronse los negociadores en Escarigo, lugar de la frontera 
entre San Felices y Castelho-Bodrigo ; pero como siempre habia 
sucedido, surgieron escollos, interrumpiéronse los tratos, volvie- 
ron á reanudarlos (1), y así fueron pasando meses y años, hasta 
que por fin se ajustó tregua de amistad y alianza con paz perpe- 
tua entre las dos coronas, que se firmó por Castilla el 31 de Oc- 
tubre de 1411, y se publicó solemnemente con grande alegría de 
los pueblos.' Fueron sus condiciones más sobresalientes que el Rey 
de Portugal perdonaba y admitía á los portugueses que estuvie- 
ron por Castilla desde tiempo de D. Fernando, devolviéndoles 
sus bienes y honores, pero exceptuándose los que le desampararon 
después de haberle reconocido y besado la mano; que lo mismo 
hacia el de Castilla respecto á sus subditos que sirvieron al de 
Portugal ; que ninguno de los dos soberanos volvería a alegar 
pretensiones sobre la corona del otro ; que recíprocamente se au- 
xiliarían y protegerían contra cualesquiera enemigos ; y que se 
devolverían las plazas, villas y castillos que respectivamente re- 
tuviesen todavía. 

Al cumplir los catorce años, D. Juan II de Castilla, en 1419, 
fué requerido, según cláusula del tratado, para que lo confirmase 
y ratificase; y habiéndose detenido en hacerlo, volvieron los co- 
misionados portugueses para Lisboa disgustados, como era natu- 
ral ; mas mejor pensado por el Rey, los llamó otra vez, y lo juró 
y firmó en Avila, á último de Abril de 1423 (2), aunque alte- 
Portugal, asistía al Rey de Castilla también el de ser descendiente de D. Dionís 
por su hija doña Constanza, mujer de D. Fernando IV, y por tanto preferible 4 
D. Juan I, que era bastardo. Así se reclamó é hizo ver algunas veces por enton- 
ces, y aun con posterioridad en tiempo de los Reyes Católicos. 

(1) Consistía la dificultad principal en pretender Castilla se consignase la 
obligación de que Portugal la auxiliara con tropas y escuadra cuando tuviere 
guerra con los moros ; mientras los portugueses decían que el Rey y sus sucesores 
lo harían asi como otras veces, pero que no podian considerarlo como obligación 
precisa. — Luego trataron de que fuese deber reciproco, ó de que se consignara en 
tratado aparte y reservado. 

(2) En la Crónica de D. Juan II de Castilla consta que en 1420 estuvo para 
romperse la guerra seriamente, y se mandaron hacer grandes preparativos : que 
en 1421 pasó á Portugal para arreglar el tratado definitivo D. Alonso de Carta- 
gena, deán de Santiago y de Segó vía, asistido del escribano de cámara Juan 
Alonso de Zamora ; y que en 1423 vinieron á Ávila los enviados portugueses Don 
Fernando de Castro y Ferran Alonso de Silvera para presenciar la jura y pregón 
del tratado, después de lo cual hubo una justa en que fué derribado del caballo 
el D. Fernando de Castro. Don Alonso de Cartagena volvió á Lisboa para presen- 
ciar la ratificación y proclamación del mismo tratado. 



CAPÍTULO II. lO? 

rando el sentido de perpetuo por el de temporal ó interino has- 
ta 6 de Marzo de 1434, en que podría prorogarse por más tiempo 
si se creía conveniente: esto no obstante, concertados después los 
respectivos enviados, se asentó por último quedara subsistente 
como concordia y paz perpetua, firmándolo el Rey de Castilla en 
Medina del Campo á 30 de Octubre de 1431, y ratificado por el 
de Portugal y su hijo heredero D. Duarte, en Almeirin, á 17 de 
Enero de 1432 (1). 

Así terminó, al cabo de 48 años, de una manera legal, la ter- 
rible y porfiada querella que ensangrentó los campos de Portu- 
gal y Castilla, y que alcanzó a ver el dichoso Maestre de Avía 
que la inició, puesto que no murió hasta 1433, dejando el reino 
en sólida independencia, con el nuevo dominio de Ceuta adqui- 
rido por él en persona, asegurada la sucesión con hijos distingui- 
dos todos por relevantes prendas de valor y talento, y afamado 
ya el nombre portugués en Europa y África. ¡Quién, al repasar 
este bosquejo, reflexionando seriamente en sus causas y en el 
curso de los sucesos, desconocerá los designios de la Providencia, 
que por tan incomprensibles vias conduce las naciones á su en- 
cumbramiento ó á su ruina, para que se cumpla la misión que á 
cada una pertenece en los destinos de la humanidad!...., y ¡quién, 
descendiendo á considerar sólo las obras de los hombres, podrá 
negarnos que en esta historia se patentiza la decisiva influencia 
de las armas en las grandes crisis de los pueblos I Aunque no se 
hallasen otros ejemplos, quedará imperecedero en Portugal y Cas- 
tilla el que lleva el nombre de Aljubarrota. 



(1) Según U antecitada Crónica de D. Juan II, se presentaron en Palencia, en 
1431, comisionados por el Rey de Portugal para esa última formalizacion del tra- 
tado, Pero Gomes de Malafaya y el Dr. Ruiz Fernandez, pasando después con el 
propio objeto á Portugal el oidor del Consejo Dr. D. Diego González Franco. — 
Posteriormente se fueron agregando al tratado multitud de artículos, adiciones, 
confirmaciones, etc., etc., en que convenían ambas partes. 



CAPÍTULO III. 

Bal-alia de Aljubarrota. — Documentos y Crónicas. 



SUMARIO. 

Notas preliminares. — Documento número 1. Carta del rey D. Joan I de Casti- 
lla á la ciudad de Murcia , pidiendo las gentes que debía aprestar para la guer- 
ra de Portugal. — Número 2. Extractos del testamento del mismo Rey en Celó- 
rico, referentes á la guerra que iba á empeñarse. — Número 8. Mensaje llevado 
al Bey antes de la batalla, y su respuesta. — Número 4. Carta del Arzobispo de 
Braga al abad del monasterio de Alcobaza sobre la batalla á que asistió, y en 
la que fué herido. — Número 5. Carta del Bey de Castilla á la ciudad de Mur- 
cia, dando cuenta de su infeliz jornada. — Número 6. Mensaje de D. Juan I á 
Carlos VI de Francia, pidiéndole auxilios después del desastre de Aljubarrota. 
— Número 7. Contestación de Carlos VI al anterior mensaje. — Número 8. Carta 
del anti-papa Clemente VII al rey D. Juan I, dándole consuelos por la perdida 
batalla.— Número 9. Sentido discurso del Bey de Castilla en las Cortes de Va- 
Uadolid con motivo del luto que vestía por el desastre de Aljubarrota. — Núme- 
ro 10. Extracto de la carta real de D. Juan I de Portugal referente al monas- 
terio que habia mandado edificar en memoria de su victoria de Aljubarrota.— 
Crónica número 1. Capítulos de la de D. Juan I de Castilla, por Pedro Lopes 
de Ayala. — Número 2. Extracto del sumario de los reyes de España, por el 
despensero de la reina doña Leonor. — Número 3. Traducción sustancial de lo 
poco que dice la Crónica de Carlos VI de Francia, por los religiosos de Saint- 
Deni3.— Número 4. Capítulos de la Crónica francesa de Juan Froissart.— Nú- 
mero 5. Capítulos de la Crónica portuguesa del rey D. Juan I, por Fernán Ló- 
pez.— Número 6. Extracto de la Crónica de los reyes de Portugal, por Cristó- 
bal Rodríguez Azinheiro. 

NOTAS PRELIMINARES. 

Sabiéndose, por lo que se dijo en el prólogo, cuál es el plan 
de esta obra, principalmente respecto á la descripción de la ba- 
talla que constituye su objeto esencial, ha llegado el momento 
oportuno de transcribir los documentos y los textos de las Cró- 
nicas reputadas como verdaderas fuentes históricas de aquel acon- 
tecimiento, que se comprenderán y apreciarán mejor por sus an- 



110 BATALLA DE ALJUBAftROTA. 

tecedentes y consecuencias relatadas en el anterior capítulo. Be 
lo que otros escritores más modernos consignan, lo mismo que 
de las tradiciones y recuerdos que se conservan, nos haremos 
cargo en el lugar correspondiente del examen comparativo de los 
textos, ó en las ilustraciones. 

Conviene aquí, ante todo, dar alguna noticia y detalles indis- 
pensables sobre estos documentos y Crónicas, sobre su importan- 
cia relativa y sobre el orden en que van colocadas. 

No se escribía tanto en el siglo xiv como en los siguientes, ni 
se tenía costumbre de redactar por fórmula reglamentaria esos par- 
tes ó Memorias oficiales, esos cuadros de situación y de fuerzas, de 
pertrechos, pérdidas, prisioneros, etc., que son hoy, con las cartas 
y planos topográficos, los primeros y precisos materiales exigi- 
dos para conocer los sucesos de guerra. Tardó, ademas, la impren- 
ta cien años, después de Aljubarrota, en empezar á reproducir 
en España algunos antiguos códices, y perdiéronse gran número 
de ellos al pasar de unas á otras manos, ó en los saqueos, incen- 
dios y abandono de los conventos y castillos donde se guardaban; 
resultando por tales causas frecuentes lagunas en ciertos perío- 
dos históricos, y oscuridad, falta de pormenores y confusión, de 
que nacen dudas ú opuestas conjeturas, que una sola carta autén- 
tica bastaría á poner en claro á los que se dedican á serias inves- 
tigaciones. 

Teniendo presentes estas circunstancias , y la de que van á cum- 
plirse cinco siglos trascurridos desde la fecha del suceso que mo- 
tiva este trabajo, nadie extrañará que no demos á conocer ningún 
documento inédito ó enteramente ignorado, porque es natural su- 
poner no lo dejaran oculto los diligentes escritores que en España 
y en Portugal se han ocupado en profundos estudios históricos : 
mas, sin embargo, pretendimos buscarlos, y aunque infructuosas 
las diligencias, no eran destituidas de razón. Consta por el cro- 
nista portugués Fernán López, y repítese por los posteriores de 
su nación , que el vencedor de Aljubarrota dirigió una carta in- 
mediatamente después de su victoria á la Cámara municipal de 
Lisboa, noticiándola el feliz suceso, de la cual sólo dicen que ex- 
presaba el número de muertos del enemigo ; y D. José Soarez de 
Silva, en el tomo tercero de sus Memorias para la historia de Por- 
tugal durante el reinado de D. Juan I, cita ademas un instrumen- 
to público sobre la batalla que existia en el archivo real de la 



CAPÍTULO III. 111 

Torre do Tombo, escrito en latín y en vulgar. Pero por motivos - 
que no explica, ni yo comprendo, se abstuvo de copiar é insertar 
ningnno de ambos documentos entre los muchos que acompañó á 
bu obra, que ^están lejos de ser tan interesantes. Nada hemos po- 
dido averiguar ahora de los dos códices en el indicado real ar- 
chivo y en el de la municipalidad, donde debieran encontrarse; y 
si bien es posible no hayan sido bien buscados, y que algún dia 
parezcan, deploramos no poder completar con ellos la colección 
aquí reunida de cuantos se refieren al asunto ; pues resulta que, 
al contrario de lo que suele acontecer, tenemos la relación autén- 
tica del vencido y la Crónica escrita por uno de los que le acom- 
pañaban, mientras nada hay del vencedor ni de ninguno de sus 
afortunados compañeros , más que la trivial carta del Arzobispo de 
Braga , que no contribuye á esclarecer el acontecimiento. 

Impresos corren en Esgaña, Portugal y Francia todos los tex- 
tos que á continuación se insertan ; pero como no lo han sido 
nunca reunidos para que puedan cotejarse, y serán muchos los 
lectores que, desconociéndolos ó no teniendo facilidad de consul- 
tar los libros donde se hallan, agradezcan verlos aquí, no es de 
temer que el reproducirlos merezca censura de los eruditos ; por 
otra parte, atendiendo al valor é importancia histórica que tie- 
nen, y al doble objeto de este trabajo como monografía y co- 
mo estudio crítico, era imprescindible el presentarlos. 

Encabeza la colección la carta del Bey de Castilla á la ciudad 
de Murcia, fecha á diez de Enero de 1385, pidiendo las gentes de 
á pié, ballesteros y lanceros que debían aprestarse para la nueva 
campaña que iba á emprender en Portugal, pues es documento 
importante para conjeturar las fuerzas que en totalidad mandó se 
levantaran en sus dominios , y para las que llegó á reunir el ejér- 
cito invasor. Iguales á ella serian , aunque variando el número y 
clase de tropas del reparto, las demás que dirigiera á todos sus rei- 
nos y señoríos ; pero no teniendo noticia de que se conserve nin- 
guna otra, hay que apelar á esa sola, que por fortuna se debe al 
licenciado Cáscales, que la insertó en sus Discursos históricos , asi 
como la semejante de que se hizo mencion'en el capítulo anterior , 
y la más apreciable que vendrá después. 

Siguen & este primer documento^ en orden correlativo de fe- 
chas, otros nueve, á saber : extractos del testamento de D. Juan I, 
estando ya dentro de Portugal, en Celorico de la Vera (Beira), 

9 



112 BATALLA DE A UTJB ARROTA. 

conteniendo únicamente los artículos relacionados con la guerra 
emprendida; el mensaje llevado por un escudero portugués al mis- 
mo Rey de Castilla cuando Be encontraba en Soris (Soure), y la 
respuesta con que se volvió; la carta del arzobispo de Braga, Don 
Lorenzo Vicente, al abad del monasterio de Alcobaza, escrita en 
Nazareth á 26 de Agosto (doce dias después de la batalla), que 
por ser un tanto humorística, y por lo que dice de la herida que 
recibió, merece se conozca, siquiera por curiosidad, y la damos 
en ese concepto, copiada de las Memorias de Soarez da Silva, y 
vertida también al castellano; la interesantísima carta de Don 
Juan I á la ciudad de Murcia, desde Sevilla, á 29 de Agosto, re- 
cien llegado de su desastrosa campaña, dándola cuenta de la pér- 
dida de la batalla, y convocando las Cortes, que habian de reunir- 
se en Valladolid , documento precioso por la sencillez y verdad 
con que confiesa la derrota (expresando que ya debían saberla por 
otra más breve que había enviado), y en la que, si bien lacóni- 
camente, explica la posición del enemigo y las causas del fraca- 
so, sin eludir su responsabilidad; el mensaje dirigido por el Rey 

- á Carlos VI de Francia pidiéndole auxilios después de su infe- 
liz jornada, traducido de la versión francesa de la Crónica de loa 
monjes de Saint Deñis; la contestación que envió en su consecuen- 
cia á D. Juan I, según la pone Pedro López de Ayala, y la carta 
de consuelos que le mandó el anti-papa Clemente VII desde Avi- 
ñon, que traslada el mismo citado cronista, son documentos que 
demuestran el decaimiento moral que experimentó el Rey por la 
catástrofe, y los grandes apuros, la aflicción inmensa que le ago- 
biaba; el sentido discurso del Soberano en las Cortes de Vallado- 
lid al excusarse de quitar el luto que vestía por la derrota y por 
los que en esa infortunada guerra habian perecido, es un nuevo 
testimonio del terrible efecto que causó en Castilla aquel desas- 
tre, y enaltece mucho al desdichado Rey por el dolor que revelan 

. sus frases y por su deseo de volver un dia á reivindicar el perdido 
honor de las armas; por último, el extracto de una carta Real de 
D. Juan I de Portugal, relativa al monasterio que habia manda- 
do edificar, en conmemoración y gratitud á la Virgen, por la vic- 
toria que alcanzó en los campos de Aljubarrota, nos ha parecido 
oportuno también, para que se vea cuánto distaba en aquel tiem- 
po la arrogancia y vanidad de los vencedores de atribuir sólo el 
éxito á su mériío y valor, pues la arraigada fe que les inspiraba 



CAPÍTULO III. 113 

ciega confianza en los más difíciles trances, les hacia luego de- 
clarar que al auxilio divino era debido el triunfo. 

Después de estos diez documentos vienen los textos de las Cró- 
nicas coetáneas ó casi coetáneas, que consignaron los sucesos de 
la época, y de las cuales damos lo correspondiente á nuestro in- 
tento, de las seis que evidentemente merecen ser preferidas. 

Es la primera la del canciller mayor de Castilla, D. Pedro Ló- 
pez de Ayala, quien, asistiendo á la batalla, representando al lado 
del Bey un papel importante en su consejo, y quedando prisione- 
ro en la derrota, debe juzgarse como el más competente para ha- 
ber trasmitido fielmente el acontecimiento, en su triple concepto 
de afamado escritor, de hombre de estado y de capitán experto. 

Hay motivos para creer que los capítulos que consagra á la 
jornada de Aljubarrota los redactó durante su cautiverio en el 
castillo de Obidop, y por lo tanto, estando tan recientes los he- 
chos, teniendo facilidad de rectificar su memoria y completar por- 
menores con los datos que le diesen otros compañeros de desgra- 
cia, y aun los vencedores que le custodiaban, no cabe dudar en el 
valor histórico de su relación. La posteridad le reconoce y decla- 
ra el primero de nuestros cronistas , y si bien hay críticos que le 
suponen apasionado contra el rey D. Pedro y en exceso favorable 
á D. Enrique II en sus Crónicas de ambos monarcas, no existe 
razón para negarle completa imparcialidad en la de D. Juan I. 
Por desgracia, al imitar la clásica concisión de los Anales de Tá- 
cito, va con demasiada rapidez, y omite detalles que nos hacen en 
el dia suma falta. 

Del Breve sumario de los reyes de España, por el despensero 
de la reina doña Leonor, primera esposa de D. Juan I, tomamos 
los pocos renglones que dedica á nuestro asunto. 

El incógnito religioso de la célebre abadía de San Dionisio, 
cerca de París, que escribió la Crónica de Carlos VI, y que para 
ello tuvo toda clase de facilidades, dedica una ligera mención á 
la batalla de Aljubarrota, después de dar el mensaje enviado por 
el Bey de Castilla para pedir auxilios á su aliado de Francia; y 
aunque poco es lo que consigna, damos su traducción sustancial, 
para no omitir su conocimiento y cotejo con las demás. 

Ocupa el cuarto lugar la Historia y Crónica memorable de 
Mesire Jehan Froissart, una de las más curiosas y prolijas obras 
de aquel tiempo, reputada la principal para dar á conocer al por- 



114 BATALLA DE ALJCBARBOTA. 

menor los sucesos y guerras, las costumbres y preocupaciones del 
siglo xiv en Francia, Inglaterra y Escocia, y que también suele 
6er citada preferentemente respecto á la guerra entre Castilla y 
Portugal, de que aqui nos ocupamos. Casi todo cuanto refiere lo 
adquirió por buenos conductos, y es hasta con exceso minucioso; 
pero se necesita bastante reserva para aceptar en absoluto muchas 
de sus noticias, por la facilidad con que pudo él mismo equivo- 
carse y confundirse al trasmitir por las noches al papel las rela- 
ciones verbales, y muchas veces contradictorias, que escuchaba 
en el dia. Dos versiones diferentes hace de Aljubarrota, tomada 
la primera de boca de algunos caballeros franceses que asistieron 
á ella, cuando en 1388 se hallaba en Orthez acompañando al Con- 
de de Bearn , y la segunda de otros portugueses á quienes con tal 
propósito fué á buscar el año de 1390 á Magdeburgo, en Zelanda, 
sabiendo casualmente que se encontraban allí. Ambas, á pesar de 
su extensión y de sus muchísimos errores, nos era preciso dar- 
las, no sólo por coetáneas* sino porque, no estando traducida al 
castellano la obra de Froissart, es poco conocida en España. 

Sigue á esa Crónica la portuguesa de Fernán López , de todo el 
teinado de D. Juan I, apellidado de boa memoria , la cual, copian- 
do á veces la de Ayala, y contradiciéndole en ocasiones, se extien- 
de á referir con prolijidad todos los principales sucesos de aque* 
lia época, tan importante en la historia de su país. No pudo este 
autor ser testigo de la batalla como Pedro López de Ayala, ni 
escribir á poco de sucedida, pues nació, según se cree, el año 
de 1380, y murió hacia 1459; pero dedicado con particular afición 
á consignar los hechos gloriosos del vencedo* de Aljubarrota, te- 
niendo á la mano cuantos documentos existían entonces, como 
cronista y guarda mayor del archivo de la Torre do Tombo, y.ha- 
biendo conocido y tratado al mismo Soberano, al condestable Pe- 
reirá y otros muchos de los que asistieron con ellos á la jornada, 
estuvo en el caso de recoger el abundante caudal de noticias y de 
recuerdos circunstanciados que se complace en trasmitir. Goza en 
Portugal Fernán López de merecido concepto, y se le titula el 
patriarca de sus historiadores, siendo, en efecto, su obra de gran 
mérito, pues aunque peque de estilo difuso, no podemos tachar 
en él la abundancia de pormenores, cuando deploramos su escasez 
y concisión en Ayala. Tal vez su exaltado patriotismo le indujo 
á algún extravío y á detenerse demasiado en incidentes secunda* 



CAPÍTULO III. 115 

ríos; pero se conoce que trabajó con ahinco, y que en lo que refie- 
re llevaba la mira de levantar el honor nacional cuando en loa 
relatos y comentarios de los extranjeros creia ver algo que lo re- 
bajaba. Poco dejaría que desear López en su Historia de esa guer- 
ra y batalla de Aljubarrota al investigador más exigente, si no 
fuera porque le falta la circunstancia de testigo, habiendo escrito 
bastantes años después, guiado por lo que oia á otros en quienes 
dominaba soberbio espíritu de entusiasmo por las proezas que 
acometieron para asegurar la independencia; y por eso, aunque 
en extremo apreciable, la crítica razonada é imparcial que pode- 
mos hacer al cabo de cinco siglos, nos impone examinar al propio 
tiempo los demás textos, para deducir de su comparación y aná- 
lisis el verdadero juicio. 

Terminamos, después de los capítulos de Fernán López, con 
el extracto de lo que dice, en su Crónica de los reyes de Portugal, 
Cristóbal Rodríguez de Azinhciro, que nació en 1474 y escribió 
su rápida obra en 1535, pues de esa manera se dan dos textos 
castellanos, dos franceses y dos portugueses. 

Al reproducir estos documentos y textos, nos ocurrió duda so- 
bre dar ó no vertidos al castellano los que están en francés y en 
portugués ; pero oyendo el consejo de respetables personas en la 
república de las letras , hemos preferido presentarlos íntegros, se» 
gnu se hallan en las obras de donde los tomamos , sin variar en 
nada la ortografía, á pesar de la dificultad que eso ofrezca á los 
que no estén habituados á ambos idiomas y á la escritura y pun- 
tuación antigua. 

Algunas notas que nos han parecido convenientes servirán 
para la ilustración ó aclaración de los incidentes á que se refie- 
ran, y para mejor inteligencia del texto. 

NtfM. 1. — Carta del rey D. Juan I de Castilla á la ciudad de 
Murcia para que acudiesen á servirle en la guerra de Portugal 
las gentes de á pié, ballesteros y lanceros, según la inserta Cás- 
cales, discurso 8.°, cap. xiv de su obra Discursos históricos de 
la muy noble y muy leal ciudad de Murcia. 

D. Juan, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Portu- 
gal , etc., etc. A los Concejos , é Alcaldes , é Alguacil, é Oficiales é O mes 
buenos de la Cibdad de Murcia , é de las villas é logares de la dicha Cib- 
dad, etc., "salud é gracia. Sabed, que nos, con el ayuda de Dios, tenemos 



1 1 6 BATALLA DE AUUBAKROTA. 

acordado é ordenado de entrar en nuestro Regno de Portogal este Año muy 
poderosamente, con muchas gentes de armas, é ornes de á pie, Ballesteros 
é Lanceros, segund cumple á nuestro estado, é á nuestra honra, ó de nues- 
tros Regnos, para conquistar las villas é logares, é gentes que non nos 
quieren ohedescer segund deben , é están obligados : por lo qual fué nuestra 
merced de mandar facer repartimiento por las Cibdades , villas é logares 
de nuestros Regnos , de ciertos ornes de á pié Ballesteros é Lanceros, en el 
qual repartimiento cupo á los concejos que aqui se dirán, los Ballesteros 
é Lanceros que se siguen. 

A vos el Concejo de Murcia, sesenta Ballesteros , é sesenta Lanceros : é á 
los Moros de Ricote é su valle , diez Ballesteros, é diez Lanceros : é á vos 
el Concejo de Cieza ; dos Ballesteros, é dos Lanceros : é al Aljama de los 
Moros del Alguaza del Obispo con el Alcantarilla, cinco Ballesteros, é tres 
Lanceros : etc. , etc 

Sigue así la enumeración de todos los concejos correspondien- 
tes á Murcia, cuyo resumen da un total de 151 ballesteros y 150 
lanceros ; siendQ moros, 18 de los primeros y 16 de los segundos, 
y continúa: 

Por lo qual os mandamos, que luego vista esta nuestra carta, ó el tras- 
lado della signado de Escribano público , apercibáis cada uno de vos los 
dichos Concejos, Iob dichos Ballesteros, é Lanceros, é que sean los Ba- 
llesteros los mejores que o viere , é los Lanceros que sean buenos mance- 
bos ; é los Ballesteros que vengan armados de buenas hojas , é de baci- 
netes, é de buenas ballestas ; é los Lanceros de buenas lanzas é dardos: 
é que estén aprestados de manera, que luego que nuestro mandamiento 
hayan puedan partir á donde los enviaremos á mandar. E al tiempo que 
de allá ovieren de partir nos les mandaremos pagar su sueldo, á los Ba- 
llesteros á razón de quatro maravedis , é á los Lanceros á tres maravedís 
cada dia á cada uno. E ademas desto , porque nuestro servicio sea mejor 
é mas presto cumplido, mandamos, que si vosotros asi non lo fícieredes 
como dicho es , que Alfonso Yafiez Fajardo nuestro Adelantado mayor en 
ese Regno, ó el que lo oviere de aver ppr él, escoja los mejores Balles- 
teros que entre vosotros hay : é á los que el escogiere é nombrare man- 
damos se aperciban luego en la manera que dicha es, é estén prestos para 
partir luego que les enviaremos á mandar , ó el dicho Adelantado lo dixere, 
6 lo enviare á decir de nuestra parte. Enon fagan otra cosa, so pena de 
los cuerpos, é de lo que han. Dada en Talavera á diez di as de Enero, 
Afio del Nacimiento de nuestro Salvador Jesu-Christo de 1385 afios. Yo 
el Rey. 



CAPÍTULO III. 117 

Ntím. 2. — Extractos del testamento del rey D. Juan I de Castilla f 
escrito en el real de Celorico de la Vera, á 21 de Julio de 1385, 
según se inserta en la Crónica de D. Enrique III, por Pedro 
López de Ayala. — Artículos que tienen relación con la guerra 
de Portugal. 



Otro si , por quanto nos tememos de morir ante quo el dicho Infante 
nuestro fijo sea de edad de quince años para que pueda regir el Begno, é 
nos somos tenudos , pues Dios nos fizo Rey de estos Regnos, de lo or- 
denar de aquella manera que sea mas en servicio de Dios, é guarda del 
dicho Infante Don Enrique mi fijo , é á provecho é honra de los dichos 
Regnos , por ende ordenamos é mandamos, que el regimiento de los Regnos 
sea en esta manera : 



Otrosí , avernos fecho todo nuestro poder por saber por quantas partes 
pedimos á quien pertenecía el derecho del Regno de Portogal : é segund lo 
que fasta aqui sabemos, non podemos entender, segund Dios é nuestra 
cousciencia, que otro haya derecho en el Regno, salvo la Reyna mi mugor, 
i nos. E porque podria ser que algunos informasen al dicho Infante Don 
Enrique mi fijo , que él avia derecho en el Regno sobredicho , asi como 
nuestro fijo legitimo heredero, por lo qual podria ser que se moviese á to- 
mar voz é titalo del Regno de Portogal, de lo qual podria nascer perjuicio 
á la Reyna mi muger, tomándole '6 perturbándole la posesión é titulo de 
Reyna en que está ; por ende nos defendemos firme é expresamente, é man* 
damos al dicho Infante mi fijo , que por ninguna información nin induci- 
miento que le sea fecho, que non tome voz nin titulo de Rey de Portogal, 
sin primeramente ser declarado é determinado por sentencia de nuestro Se- 
ñor el Papa que el dicho Regno porten ea ce á él asi como á nuestro fijo pri- 
mogénito, é legitimo heredero. E porque esto se pueda mas de ligero saber, 
nos dejamos por escripto firmado de nuestro nombre todo quanto de este 
fecho avernos podido entender, por dó creemos que se puede mostrar, é aver 
grand información para saber por verdad á qual de ellos pertcneBce dicho 
Regno. Pero tenemos por bien, ó mandamos, que fasta que esta dubda sea 
declarada por sentencia , é se sepa de cierto á qual dellos pertenesce el di- 
cho Regno, que se retengan por el dicho Infante Don Enrique todas las 
villas é castillos é logares que nos agora tenemos, é cobraremos de aqui 
adelante en el dicho Regno de Portogal é del Algarve ; porque en el caso 
que se fallase que el dicho Regno pertenesce á la dicha Reyna, debe ella 
pagar al dicho Infante, ante que la sean entregadas las dichas villas é cas- 
tillos é logares, todas las costas que nos avernos fecho, asi por mar, como 
por tierra, é las que ficieremos de aquí adelante por ganar é ayer para ella 
la posesión pacifica del dicho Regno : las cuales costas claramente se pue- 



f 

118 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

den saber é mostrar por los nuestros libros; á fuera do muy grandes traba- 
jos que nos por nuestra persona, é los nuestros con ñusco, avernos sofrido, 
é pérdidas de muy grandes ornes, é otros muchos nuestros naturales, que en 
el dicho Regno por esta razón avernos ávido, segund que es público é no- 
torio en todas las Españaa, é por otras muchas partes del mundo. 



. Otrosí, nos fechaos prender al Infante Don Juan de Portogal, non por- 
que lo él meresciese, mas porque non pusiese estorvo á la Rey na mi muger 
é á nos en la posesión del Regno de Portogal , pues quél non avia, nin otro 
alguno, derecho al dicho Regno porque lo debiese facer : lo qual se presu- 
mía que fíciera por muchas auspiciónos é presunciones violentas que del 
aviamos visto é conoscido. E por ende, puesto que esté preso con razón, pues 
está preso sin culpa, mandamos que le suelten nuestros Testamentarios; 
salvo si. ellos en uno con los dichos Tutores é Regidores fallaren que non 
debe ser suelto , sobre lo qual les encargamos sus conciencias, é descarga- 
mos la nuestra. 

• •'.... .'...' ó). 

Ntím. 3. — Mensaje llevado al Rey de Castilla, y su respuesta, an- 
tes de la batalla de Aljttbarrota , según la Crónica de D. Juan I, 
por D. Pedro López de Ayala, año séptimo, cap. xn. 

Después de dar cuenta de la entrada en Portugal, del tránsito 
por Celorico y Coimbrá, etc., etc., expresa lo siguiente : 

E llegó al Rey un Escudero del Maestre Da vis, ó fallóle en un logar de 
la orden de Christus, que dicen Sor i s (2), é tróxole una carta de Nufio Alva- 
res Pcreyra, que su Señor el Maestre Davis fíciera estonce Condestable de 
su hueste : la qual carta decía asi : 

« Diredes al Rey de Castilla, que mi Señor el Rey de Portogal , é todos 
»los suyos naturales del su Regno de Portogal , que están con^él , le dicen 
»de parte de Dios, é de Sant Jorge, que él non quiera estroir la su tierra de 
» Portogal : é que por servicio de Dios, seyendo guardada la honra de mi Se- 
itfior el Rey de Portogal, é fincando el Rey mj Señor Rey de Portogal, que 
bel fará con el Rey de Castilla buena avenencia aquella que fuere razoná- 
is ble. E non queriendo el Rey de Castiga dexar, nin desembargar, é partí reo 
j> del dicho Regno de Portogal libremente, mi Señor el Rey de Portogal lo 
v pone en la mano de Dios, é lo quiero librar por batalla, é quiere sobre esto 
oateuder el juicio de Dios.» 



(1) En el libro titulado Loe Reyes nuevo* de Toledo, por Losano, va inserto este 
largo testamento de D. Juan I, y oreo que también en otras obras, 

(2) Entiéndase Sourc. 



CAPÍTULO III. '119 

E el Escudero dio aqueste escripia al Rey Don Juan : ó el Rey respondió- 
le asi por otra carta que dio al dicho Escudero, que decía en esta guisa : 

« Decid vos é Ñuño Alvarez Pereyra, que él sabe bien como yo casé con 
lia ReynaDo&a Beatriz mi mujer fija del Rey Don Ferrando de Portogal, 
lé fice bodas con ella en la mi Cibdad de Badajoz , é el Maestre Davis, que 
i se llama Rey é todos los otros grandes del Regno de Portogal vinieron y, 
sé le besaran la mano por su Rey na, é Señora del dicho Regno de Porto - 
«gal, éá rUi asi como su marido, después de los dias del Rey Don Forra n- 

* do: é de esto fícieron sus ciertos tratos, ó lo juraron sobre el Cuerpo .de 
» Dios. E que yo he derecho á este Regno de Portogal por la dicha Doña 
i Boatriz mi muger : ó si el dicho Maestre Davis, é los que con él son, quie- 
uren venir á la mi merced, non catando el mucho deservicio que me han 
i fecho é facen, yo partiré con ellos este Regno, asi en tierras, como en ofi- 

• cioa grandes, é honradas mercedes; en guisa que ellos sean pagados, E si 
testo non quisieren, salvo perseverar en su rebeldía é desobediencia, é lo quie- 
i ren librar por batalla, yo tengo que Dios me ayudará oon el buen derecho 
»que yo hé : é que yo los iré buscar» (1). 

Ntím. 4. — Carta del Arzobispo de Braga al Abad del monasterio 
de Alcobaza, sobre la batalla de Al/ubarrota, á fue asistió; to- 
mada de las Memorias de Soarez da Silva, del reinado de Don 
Joan I de Portugal (2). 

Dom Abbade, Senhor, e amigo ; desna oitra somana ca Déos andou com- 
nosco, e vimos a Déos per nos, e escontra os cismáticos, noui hei mais sabi- 
do de vos. Aprouve a Déos, e a Sancta Maria sa Madre, cas ribeiradas do 
sangre do mou gilvas seiom ia vedadas, e ios mestres vom de bem pera 
milhor, e eu o sentó bem em mim, oa si vior caizo i a darei, e levarei oitra 
pela mesma requesta ; e credo vos bom amigo, ca queni esta peapegou oa 
noin alevou em Xebres, nem irá contar em Castella o soalheiro o cruzamen- 
to da minhacara. Honte oive letra, e message do Condestrabre, e me fas a 
saber ca o Roi de Cáetela ai vera em Santarem como home tres valido, e rnal- 
dizia sen vivar, e puxava pelas barbas: e abofé, bom amigo, milhor he ca 
o faga el , oa nom f agersnolo nos, ca home cas suas barbas arrópela má lavor 



(1) El cronista portugués Fernán Lopes pone exactamente lo mismo estos men- 
sajes traducidos de Ayala, y dice que el escudero fué enviado desde Thomar; que 
de -pues se le mandó otro, llamado Gonzalo Annes Pexoto, con igual misión, pero 
de palabra, del cual nada dice Ayala; y que esc encontró al ejército castellano 
en Leí ría, presenció un alarde, y explicó á su Rey, al regresar, lo que había visto. 

Cristóbal Lozano, en su obra Los Beyes nvevos de Toledo , pone también estos 
mensajes tomados de Ayala, pero algo alterados. 

(2) Va inserta también esta carta al final de la segunda parte de la Crónica de 
Fernán Lopes, y en la Europa portuguesa y Vida de D. Jtwn 7, por Manoel de 
Faria y Sousa; pero he preferido copiarla de Soarcs da Silva que creo la da sin 
alteración alguna. 



120 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

f aria das allieas : tamem anhadia ca el si y á embarcar Da frota ca iazia so- 
bre Lisboa pera nom levar caminho de térra. Sor oe ventos lhe fígessem por 
aigoa o ca qua lhe figomos per térra , de bo f adairo nos livrarioin : mas assi, 
ou assi, de feicom vai el hospedado, ca nom tornará tam aginha a oiuir as 
campas do voseo mosteiro. Jam Vas d'Almada, e Antom Vasques seu irmom 
siverom aqi Domingo em sombra com Mem Rodrigos, e si vom a Lisboa 
pera aver algum geito de empecer aos caatelaOs ca ia iazem na frota , mas 
en lhos dize , ca nom hiom elos de qa Cxotadoa de geito ca esperassem re- 
xozó. Bem me dixerom da f adiga ca toinastes eni trager tam toetemente a 
vosso mosteiro os fidalgos ca morreron na lida; suas almas seiom em fol- 
ganca, ca padecerom morte per bem de seu reino. Qando eu vinha para qa 
afadigado pelo sangre ca nom qeria estar, vos dixeeu ca sendo críauco vie- 
ra o itra vegada per estas partes, e ca cobrara a viuir ca per hua porrada si 
escandalescera. Agora Déos loivado, per aprasmo da Virg6 esteve logo a 
correnteza. Pus eu em mentes de lbe amanbar o tclhado per baixo do lastro 
da madeira , seia vossa mercé de ma dardes das vossas ooitadas per bu mil- 
hor si puder aver, e no ca eu vos f or prestadlo sftpre serei a vosso mandar. 
Feita foy a xxvi de Agosto era M.c.aac.xx.nii. Vosso amigo Dom Loirenco 
Arcebispo Primas. 

Aunque de escasísimo interés esta carta humorística del arzo- 
bispo de Braga, merece, como curiosidad, que la demos traducida 
al castellano lo más literalmente que nos ha sido posible, des- 
pués de consultar con sujetos entendidos, porque no es bien cla- 
ra su inteligencia en algunos períodos. 

Don Abad (1), sefior y amigo : desde la otra semana que Dios anduvo con 
nosotros y vimos á Dios por nosotros y contra los cismáticos (2), no he sa- 
bido mas de vos. Debo á Dios y á Santa María su madre, que Iob chorros 
de sangre de mi herida estén ya restriñidos, y que vaya de bien á mejor, 
cómo bien lo siento en mi ; pero si llegase el caso, daría y recibiría otra por 
la misma causa ; y creod vos, buen amigo, que el que ésta me pegó no la 
llevó floja , pues no irá á solazarse en Castilla á contar el cruzamiento de mi 
cara (3). Ayer tuve carta y mensaje del Condestable , y me hace saber que 
el Rey de Castilla estuvo en Santarem como hombre desvalido, y que mal- 
decía de su vida y Be mesaba las barbas ; y á buena fe , buen amigo, mejor 
es que él se lo haga que el que nos lo hiciera á nosotros, porque hombre 
que arranca sus barbas mala labor haría con las ajenas ; también anadia 
que se iba á embarcar en la flota que está sobre Lisboa para no llevar ca- 



(1) £1 Abad de Aloobaza disfrutaba del título de Don. ' 

(2) Como Castilla había reconocido en 1381 al anti-papa Clemente VII, y los 
portugueses á Urbano VI, llamaban cismátioos á los castellanos. 

(3) Por esto y por lo que dice más adelante, declara que su herida fué en la 
cara y que padeció el oido. A su momia, conservada en perfecto estado en la ca- 
tedral de Braga, le fáltala oreja derecha, y pretende el vulgo que la perdió en- 
tonces. 



CAPÍTULO III. 121 

mino do tierra ; y si los vientos le hiciesen por agua lo que acá le hicimos por 
tierra, de buena faena nos librarían ; mas así como así, de tal manera fué 
hospedado, que no tornará tan pronto á oirías campanas de vuestro monaste- 
rio. Juan Vas de Almada y Antón Vasquez, su hermano, estuvieron aquí 
el domingo, juntos con Mem Rodríguez (1), y se fueron á Lisboa para pro- 
curar medio de hostilizar á los castellanos que hay en la flota; mas yo 
les dije que tal habrán quedado que no se aguardarán á otro quebranto. 
También me dijeron la fatiga que tomasteis en traer tan prontamente á 
vuestro monasterio los fídalgos que murieron en la lid ; sus almas sean en 
holganza, pues padecieron .la muerte por bien del reino. Cuando venía 
para aquí, molestado de la sangre, que no quería contenerse , os dije que 
siendo niño vine otra vez por estas partes, y que recobrara el oido que 
tenía irritado por efecto de una porrada. Ahora, loado sea Dios, por be- 
neplácito de la Virgen se contuvo luego la sangre. — Teniendo en mien- 
tes componer de madera el tejado por bajo de la armadura, sírvase vues- 
tra merced darme tablones de donde mejor se puedan obtener; y en lo 
que yo os pueda ser útil estaré siempre á vuestro mandar.— Fecha fué 
á 26 de Agosto , era de 1424 (2).— Vuestro amigo, D. Lorenzo, arzobispo 
primado (3). 

Ntjm. 5. — Carta que dirigió á la ciudad de Murcia el rey Don 
Juan I de Castilla dándola cuenta de su infeliz jornada de Al- 
Jubarrota y según la insertó Cáscales en los Discursos históricos 
de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia (4). 

Don Juan, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Portu- 

(1) Según la Crónica de Fernán López, mandó este Mem Rodríguez, en la ba- 
talla, la ala de los enamorados, y Antón Vasquez la otra , siendo el último el que 
parece tomó la bandera real de Castilla y la entregó á su Bey bailando de con- 
tento ; más adelante se tituló Conde de Abránohes. 

(2) Sin duda se equivocó el que hizo la copia del original al poner la fecha, 
pues era el año de 1423 de la era de César, que corresponde al de 1385 de la de J. C. 

(3) £1 Arzobispo de Braga es el primado de Portugal, y aun se sostuvo en al- 
gún tiempo que debía serlo de toda España. 

Aunque la carta no pone el lugar en que se escribió, consta que era en el san- 
tuario de Nuestra Señora de Nazareth, aunas dos leguas de Alcobaza, y que para 
él pedia la madera. 

El Abad á quien se dirigía se llamaba Fr. Juan Dornellas ó de Ornellas, con el 
que, según dice Faria y Souza, habia estado muy reñido poco antes ; cuenta con 
este motivo que llegado el Arzobispo en el mes de Febrero al monasterio, para 
exigirle el pago de una anualidad al Papa, de que era él colector, se negó á ha- 
cerlo y aun á recibirle, encerrándose en el castillo; por lo cual se tuvo que mar- 
char, dejando clavada en la puerta una carta de intimación y fuerte apercibi- 
miento. 

(4) En la Monarchía portugueza , parte 8.*, por Fr. Manoel dos Santos, se copió 
por el autor esta carta, de la obra de Cáscales, siendo muy extraño no lo hiciese 
en sus Memoria* el diligente Soarez da Silva. 



124 BATALLA DE AUUBARROTA. 

vous prions instarament de nous envoyer sans delai un renfort de troupes 
pour relé ver l'Espagne de l'eztremité ou elle se tro a ve réduite. Nous pour- 
roñe diré alors que non soulment les Franjáis ont assuré la couronne á no- 
tre pére par leur valeur, ni ais qu'iis nous í'ont ausi conservée. — Dicu vous 
garde. 

NiJm. 7. — Contestación que dio el Rey de Francia d los mensaje- 
ros del de Castilla cuando le participó su funesta jornada ae Al- 
jubarrota y le pidió auxilios, según la trasmite Pedro López 
de Ayala en la Crónica de D. Juan I, año 8.°, capitulo n. 

El Bey de Castilla, mi hermano ó amigo , me envió sus cartas de creen- 
cia, que yo crea á voeotros lo que me dixistes de su parte : é vosotros me 
avedes dicho toda la creencia que él vos mandó que me dizesedes, asi como 
buenos é leales Mensajeros. E yo he entendido muy bien la razón , é he 
ávido sobre ello mi cense jo cómo vos debo responder, é qué es lo que debo 
facer. Vos diredes asi al Rey de Castilla , mi hermano é amigo : que del 
acaescimiento que ovo en la batalla de Portugal que perdió , que me pesa 
mucho dello,é entiendo que la bu ganancia é bien que él o viere es mió; 
é délo contrarío quando acaesciere á mi viene mi parte. Pero en este caso, 
le ruego yo que él tome muy grand conorte é muy grand esfuerzo; ca las ba- 
tallas son en Dios, é ninguno non puede contrariar la su voluntad. E quél 
sabo muy bien que loemos por H esto rías é Coronicas, é vemos cada dia que 
muchos grandes Príncipes é Reyes ó Señores que pelearon fueron algunas 
vegadas vencidos ; pero por esto non perdierou sus honras ; antes tornaron 
con mayor esfuerzo á sus guerras , é ovieron muy buenas venturas. E por 
tanto que él non debe por esta pérdida que ovo tomar enojo ; mas tener que 
Dios que esto fizo le puede dar mucha buena ventura sobre sus enemigos 
con el buen derecho que tiene. Otrosí , á lo que me envía pedir ayuda de 
gentes á de tesoros para el menester en que está : todo lo que yo hé es muy 
presto para su ayuda, é para su honra, é para su placer. E que yo le fago 
cierto que luego le enviaré dos mil lanzas de los mejores Caballeros é Es- 
cuderos que yo tengo : é que las enviaré con otros Capitanes, los quales 
serán á su mandamiento , así como de mi mesmo. Otrosí, que yo le quiero 
dar para sueldo destas dos mil lanzas cien mil francos de oro que luego 
sean aquí pagados, porque la gente de armas que á él ha de ir non se de- 
tenga. E caso quél oviese menester mayor ayuda, yo esto presto para lo 
facer, fasta que yo por mi cuerpo lo oviese de cumplir. 

N(3m. 8. — Carta del anti-papa Clemente VII al rey D. Juan I 
de Castilla } dándole consuelos, cuando tuvo noticia del desastre 
de Aljubarrota, según la versión castellana de Pedro López de 
Ayala en su Crónica de D. Juan I, año 8.°, capitulo ni. 

Clemente, obispo, siervo de los siervos de Dios. Al amado é muy alto fijo 



CAPÍTULO III. 125 

Joan, Rey de Costilla é de León, salad, é espirita de fortaleza en las cosas 
contrarias.— Oi nuevas de que toda mi voluntad fué conturbada : é de las 
voces que oi los labros de mi booa se estremecieron : ca por fe é relación 
de muchos be sabido que aquel dia fué de ira é de safia espantable contra 
la tu Real Magestad : ca la tu gloria, é de toda España, que desde dó el Sol 
nasce, fasta el su ponimiento era temida de todos, por un arrebatamiento, 
apenas comenzado, cayó. Mas por ende, Principe muy alto, non te espan- 
tes, nin tomes muy grand pesar ; ca, léese que muchas veces el vencedor es 
vencido de otro mas bajo (1). Leemos que el Arca del Testamento del Se- 
ñor de los que non creían en él fué robada. Leemos que Saúl , é Jonatas su 
fijo, vencidos é muertos fueron de los Philisteos. Leemos que la gran cib- 
dad de^ Roma, Señora del mundo, muchas veces fué vencida. Non ddbda- 
mos que aquel gran Ciro, Señor de Babilonia, de mugeres fué vencido. 
Léese que Darío, Rey de los Reyes, del su subdito é vasallo fué vencido. 
Non dubdamos que Rodrigo , Rey é Señor de toda España , vencido é per- 
seguido fué de los Alárabes. Sabemos lo que poco tiempo há que fué, que 
la noble flor de X^ys por veces de los Ingleses ha seydo derribada é venci- 
da (2). E bien sabes tú que aquel noble é escogido entre los nobles ornes 
de Caballería, é Caballero sobre los Caballeros, que en los peligros déla 
muerte mostraba el su grand esfuerzo , el Rey Enrique tu padre , vencido 
fué : acuérdate dello (3). E aquel á quien Dios ama, aquel castiga é corri- 
ge. E si firió, é llagó el tu pié, Dios es el que sana las llagas, é endereza 
los contrechos. E si el su azote é castigo con paciencia lo sofrieres , el tu 
dolor tornarse ha en gozo é en placer. E segund la grandeza del dolor de 
tu corazón que agora tienes , grand consolación é alegría avrá la tu ánima, é 
porná Dios en ti la su misericordia. E por ventura te castiga é apremia en 
este mundo en los bienes temporales , porque non ayas después de pasar ar- 
dor de la muerte perdurable. Escripto es que en la edificación del templo de 
Jerusalem todas las piedras eran primeramente labradas é picadas con mar- 
tillos , porque mansamente fuesen puestas en la lavor que avia de durar. 
E por este exemplo tienen que aquellos que son á poner en la pared é muro 
de aquel templo celestial, que es dicho Jerusalem, é parayso, primero en 
este mundo son atormentados é feridos de muchos peligros é fortunas, por- 
que después con paz é mansamente sean alli trasladados é puestos. Por la 
qual razón tú, varón de bien, en el qual nunca ovo engaño, ¿por qué te ator- 
mentas con tan grand dolor? E como quier que justa razón de doler te 
mueva, al Sabidor cumple encubrirlo é non lo publicar. E asi quando el 
grand dolor te mueve , esfuérzate de lo encobrir mostrando alegría : ca el 
dolor publicado face á Jos tus amigos engendrar é acrescentar pesar, é acar- 



(1) Esta sentencia la pone Polibio cuando hace su juicio sobre Aníbal en la 
batalla de Zama, diciendo que se verificó entonces aquel proverbio de encontré 
el esforzado ctro mái fuerte. (Véase la traducción castellana de Rui- Bamba,) 

(2) Alude á las batallas de Crécy , en 1346 , y de Poitiers en 1356» ambas desa*. 
trosas para los franceses. 

(3) Bata alusión es á la batalla de Nágera, perdida por D. Enrique *n 1367, 
contra su hermano el rey D. Pedro y el Principe Negro. 



126 BATALLA DE ALJTBARROTA. 

rea granel placer á los enemigos. E por ende, fijo muy amado, te ruego 
quanto puedo, que en este caso non te sea tan grande la manera del dolor 
que te ponga fuera del tu seso ; mas vístete de vestiduras de salud ó de for- 
taleza é de gracia , é pon los tus fechos en esperanza de aquel que acorre 
é ayuda álos que on ¿1 esperan. — Dado en Avifion, etc. (1) 

Ním. 9. — Sentido discurso del rey D. Juan I ¡le Castilla en las 
Cortes de Valladolidj del año de 1 385, con motivo del luto que ves- 
tía por el desastre de Aljubarrota; tomado de la adición de Cor- 
tes de loa antiguos reinos de León y de Castilla, publicadas 
por la Real Academia de la Historia; tomo n. Madrid, 1863. 

Manifiesta el rey que se le Labia pedido por las Cortes dejase 
el luto que llevaba, y responde de este modo : 

Cerca de lo qual queremos que sepades que commo quier que nos tray- 
ínoa este duelo en las nuestras vestiduras, enpero el duelo principalmente 
está en el nuestro corazón ; que commo quier que agora tenemos estas ves- 
tiduras por este acaesciraiento que agora acaesció, pero este duelo dias ha 
que está en el nuestro corazón, e se nos acreecienta mas desque rregnamos 
fasta agora, e esto por quatro rrazones, las cuales queremos que sepades 
todos los de nuestros rreguos 

Refiéranse la primera, segunda y tercera á distintos asuntos 
piiblicos, y lu¿go continúa así : 

La quaita rrazon porque este duelo principalmente está en el nuestro co- 
razón, sy es porque en los nuestros dias vino tan grand pérdida al nuestro 
rregno de tantos e de tan grandes e tan buenos Caualleros e Escuderos com- 
mo son muertos en esta guerra, e otro sí porque en nuestro tienpo vino tal 
desonrra e quebranto á todos los del nuestro rregno, por lo qual tenemos 
grand lástima, e grand manzilla en el nuestro corazón, e esa mesma lás- 
tima, e manzilla deuedes tener todos los naturales deete rregno, ca tene- 
mos quel que desto non se syente que non ha naturaleza conusco nin en 



(1) No be visto en ninguna parte la fecha de esta carta, pero debió ser en "No- 
viembre ó Diciembre de 1385.— El texto en latín está si fin de las cartas de Pedro 
Riesen, según nota de la edición de la Historia de España del P. Mariana, por 
Monfort , en Valencia.— En la Biblioteca Nacional de Madrid existe una copia 
manuscrita, y otra habla en Portugal en el monasterio de Aloobaaa, que supongo 
esté ahora en la Biblioteca pública de Lisboa, ó en la Academia Real. Lozano en 
bu obra Lot Reyes nuevos de Toledo la insertó, pero ad vi i tiendo que por estar la 
traducción de Ayala en lenguaje tosco la había limado algo.— También va inserta 
en las Obras completa* de Fr. Francisco de San Lui% f cardenal patriarca da 
Lisboa (Lisboa, 1856), en el tomo i, donde se incluyen varias noticias sobre el rey 
D. Juan I de Portugal. 



capítulo m. 127 

queste rregno , nin ama nuestro servicio nin la onrra del rregno. E por ende 
dos e todos vosotros deuemos tener este duelo en los nuestros corazones, e 
nunca lo partir dellos fasta que la dicha onrra sea vengada. 

e aviamos voluntad de lo traher fasta que Dios se doliese de -nos, e de 
aqueste rregno, e n£8 dé victoria de los nuestros enemigos, porque la des- 
onrra de Castilla fuese vengada, e nos traxiese á ticnpo que nos pudiésemos 
aliviar los pechos á los nuestros subditos, e regir á los nuestros rregnos en 
justicia, segund somos tenudo e avernos en voluntad de lo fazer, porquel 
dia del juyzio le diésemos buena cuenta de lo que nos encomendó ; e com- 
ino quier que esto assy sea , enpero, por quanto vosotros nos dixistes el otro 
dia que de tener nos este duelo se seguia mal e dapno e tristeza á todos los 
nuestros naturales e á todos los otros que aman nuestro seruicio , e que de 
esto otro sy se seguia plazer e alegría á los nuestros enemigos e que por 
esto que nos pidiades que lo quisiésemos dexar.— Esta petición que nos 
fizistes nos agradescemos mucho e tenemos en seruicio, por dos razones : 
la primera por vos otros mouervos de vuestro que dexemos este duelo, de- 
mo8traste8 e dades á entender que nos amades e que querriades que esto- 
vieseraos alegre e que quitásemos toda tristeza e enojo de nos, de lo qual 
avernos plazer por entender vuestras buenas voluntades que avedes á nos, 
porque nos querriades ver quito de todo enojo e de toda tristeza e pesar. La 
segunda, porque entendemos que nos demandastes ju&ta e razonable peti- 
ción, por lo qual vos rrcspondemos que nos plaze dello dexar; en pero 

Prosigue diciendo que como era tan grande la causa del duelo 
para dejarlo enteramente, creia oportuno y ordenaba que no se 
usasen paños de oro ni de seda, ni se llevasen joyas, salvo los 
infantes, los novios y los caballeros y escuderos en sus armas ; y 
que ademas, para sustituir á aquella demostración exterior del 
luto en las vestiduras (1), se hicieran otras piadosas de peniten- 
cia y de humildad, como procesiones, sermones y ayunos, 

porque Dios hayapiedat de aqueste rregno, e que por su mercet non quiera 
parar mientes á los nuestros pecados mas á la su grand misericordia e quie- 
ra alfar la su yra de sobre aqueste rregno e nos quiera dar victoria de 
los nuestros enemigos, porque la Corona de CaBtilla sea rrestituyda en su 
onrra. 



(1) Se observaron esas demostraciones de luto hasta las Cortes de Bribiesca de 
1387 1 en las que se mandó alzar el defendimiento que se hizo sobre el particular 
en las de Valladolid , previniéndose que desde el dia de Navidad pudiera usar- 
se cualesquiera clase de ropa etc., etc. 



10 



128 BATALLA DE ALJTTBABROTA 

Niím. 10. — Extracto de la carta real de D. Juan 1 de Portvgal, 
respecto al monasterio que había mandado edificar en memoria de 
la batalla de Al/ubarrota, y de la donación que de él hacia á la 
orden de Santo Domingo, copiada de la obra de Fr. Luis de Sau>- 
$a, Historia de S. Domingos, particular do reino é conquistas 
de Portugal, tomo i, quien las tomó del cartulario que se conser- 
vaba en dicho comento (1). 

Dom Joau por la groca de Déos Bey de Portugal, & do Algarve; — A 
quantos esta virem fazcmos saber, que por honra da Virgen María nossa 
defensora, & destes Rey nos, consirando as muitas estremadas gracas, 
que do seu bento Filho a rogo del la 6etnpro recebemos, assi cm guarda de 
no 880 oorpo, como exalc amento dos ditos Rcynos em as guerras & mesteres 
em que fomoe postos, especialmente na batalha & campo que auvemos com 
os castellanos, dándonos delles vitoria rnaravilhoea, mais por su a miseri- 
cordia, que polos nossos merecimientos, propozemos em renembran9a dos 
beneficios por ella recibidos de edificar, & mandar fazér casa de Oracaó", em 
a qual a bonra & louvor da dita Senhora se faca servicio a Déos. A qual do 
feito ja mandamos cornee ar á par da conoeira..... &..... Dada na Cidade do 
Porto quatro días de Abril.— El Rey o mandou, Alvaro Goncalez a fez, Era 
de M.CCCC.XXVI anuos.— Rey.— (Corresponde esta fecha á 1388 de J. C.) 

NrjM 1. — Capítulos de la Crónica del rey D. Juan I de Castilla, 
por Pedro López de At/ala, referentes á la batalla de Aljubar- 
rota. 

Año síptimo qük el Rey Don Juan Rkgkó. — Capítulo xm.- Como el Rey 
Don Juan continuó su camino, é como algunos caballeros suyos, por su man- 
damiento, f oblaron con NuñoAlvarez antes de la batalla. 

El Maestre Davis, que se llamaba Rey de Portogal, desque sopo que el 
Rey de Castilla era ya cerca dó él estaba en un logar que dicen Soris, par- 
tió de Tomar dó él estaba, é vinose para otro logar que dicen Puerto de 
Moas, é puso su batalla á dos leguas dende en una plaza que de las dos par- 
tes era llana, é délas otras dos partes avia dos valles : é allí ordenó su gen- 
te, que podian ser fasta dos mil é doscientos Ornes de armas, é diez mil 
Ornes de pie Lanceros, é Ballesteros. E el Rey de Castilla era ya partido de 
Soris (2) é era llegado á una plaza que era á legua é media délos enemigos; 



(1) En Coimbra, á 14 de Enero de 1398, expidió el Rey otra carta ó cédala re- 
ferente á una quinta mandada comprar para agregarla á la posesión del monas- 
terio, en la que repite lo hizo edificar en memoria de la batalla y en homenaje á 
la Santísima Virgen. 

(2) La edición de 1780 de las Crónicas de Ayala, que es la que tengo á la vista. 



capítulo m. 129 

é otro dia fué para aquel campo donde estaban é tenían su batalla puesta, 
é púsose cerca dellos en un campo llano, é ordenó su batalla : é esto era vis- 
pera de Sancta María de Agosto, lunes catorce días del dicho mes deste Año. 
E el Rey non estaba bien sano, que bien avia quince dias que era doliente. 
E algunos caballeros del Rey fueron llamados é requeridos por Ñuño Alva- 
rez Pereyra, Condestable de los enemigos, que quería fablar con ellos : é 
ellos, con licencia del Rey, fueron allá á fablar con Ñuño Alvarez aquel dia, 
é dixeronle , 

Aquí pone el cronista el razonamiento que medió, cuya sus- 
tancia es la siguiente : 

Por parte del Bey de Castilla se recordaba aJ Maestre de Avís 
y á los que con él estaban, que habian jurado y reconocido por 
reina de Portugal á su mujer doña Beatriz, requiriéndoles en ese 
concepto á cumplir sus juramentos; que á él no le prohibian las 
condiciones del casamiento entrar en Portugal, donde no había 
quitado ni dado á otros villas y castillos , sino que muchos de los 
caballeros que los tenían reconocieron espontáneamente la obe- 
diencia de doña Beatriz; y que tampoco era cierto hubiese priva- 
do de la gobernación del reino á la reina viuda doña Leonor, sino 
que ella misma, de propia voluntad, la renunció y se la entre- 
gó en Santarem; concluyendo por pedirles obediencia al Rey, y 
asegurándoles que les otorgaría grandes mercedes. — Mas á todos 
esos argumentos contestó sucesivamente D. Ñuño Alvarez Pe- 
reira, sosteniendo que el Bey de Castilla había faltado á las con- 
diciones que se pactaron en el casamiento desde que penetró en 
Portugal, tomando y quitando homenajes, y después despojando 
á la reina doña Leonor de la gobernación del reino, que ni aun de 
propia voluntad podía ella renunciar sin el acuerdo y consejo del 
reino, por cuanto se le encomendó precisamente para escusar le 
tuviese el rey £>. Juan, parque el regno de Portugal non se mez- 
clase con el regno de Castilla : que por todo eso, teniendo justicia 
y derecho, ponian la cuestión ajuicio de batalla , no pudiendo 
prestar otra pleitesía, y requiriendo al Bey de Castilla á que sa- 
liera de Portugal, ó de otro modo, estando ya las cosas en tales 



pone por nota que en vez de Soris (Soure) debe entenderse aquí Leyrea (Leiria), 
por haber dicho antes el cronista que habia llegado allí el ejército del Bey de 
Castilla. — Asi es, en efecto, y se explica perfectamente el pasaje, según se indicó 
en el capítulo anterior, teniendo presente que desde Leiria trasladó su campo á 
sitio más avanzado hacia donde estaban los enemigos, y qne cuando el autor dice 
plaza, significa sitio, paraje 6 posición. 



130 BATALLA DE AUUBARBOTA. 

términos , su Señor é ellos ponían este fecho en la mano de Dios, é 
que se librase la batalla. 

Como fin de esta inútil entrevista, dice Ayala : 

E los Caballeros de CastiUa que todo esto fablaron aquel dia con Nufio 
Alvarez cataron é avisáronse bien déla ordenanza que tenían los de Portu- 
gal , é viniéronse para el Rey. 

Cap. Xiv. — Del consejo que el Rey D. Juan ovo sobre la ordenanza dó la 

batalla, é de como fué la batalla. 

El Rey Don Juan estaba en el campo echado, é acostado á un Caballero, 
é muy doliente, que apenas podía fablar. E quando aquellos Caballeros su- 
yos que avian fablado con Nufio Alvarez fueron á él, fallaron allí otros Ca- 
balleros que estaban delante el Bey acordando qué ordenanza temían en 
aquella batalla. E avian sobre ello muchas porfías : ca los unos decían que 
fuesen acometer á los de Portugal en aquella plaza donde estaban ; é otros 
decían que non. E sobre esto el Rey preguntó á. aquellos Caballeros que fa- 
blaron con Nufio Alvarez , é vieron la ordenanza que tenían los de Portogal 
de su batalla, qué les parescia : é los Caballeros le dixeron asi. 

a Señor : Nos avernos estado con Nufio Alvarez , é avernos avisado la or- 
sdenanza que los vuestros contrarios tienen en su batalla: otrosí avernos 
» con ellos razonado asaz délo que nos pareado que cumplía á vuestro ser- 
» vicio ; pero non fallamos que su Señor, nin él quieran otra cosa salvo bata- 
alia. E quanto á lo que nos preguntades cómo deben facer vuestras gentes 
9 en esta batalla el dia de hoy : Señor, á nosotros paresce, eó enmienda do 
» la vuestra merced, é de los Señores é Caballeros que aquí están , en razón 
b de la ordenanza déla batalla , lo que aquí diremos. Señor * el dia es ya muy 
9 bazo, ca es hora de vísperas : é demás, vos, nin vuestras gentes non han 
9 hoy comido nin bebido nin tan solamente agua, maguer face grand ca- 
Dientura, é están enojados del camino que han andado; é aun pieza délos 
9 Ornes de pie Ballesteros é Lanceros non son llegados, ca vienen con las 
9 acémilas, é con las carretas déla hueste. Otrosí, Señor, segund avernos 
9 visto la ordenanza déla batalla , la vuestra avanguarda está muy bien , é 
9 en buena ordenanza para pelear contra la avanguarda de los enemigos, 
n pero en las dos alas déla vuestra batalla, dó están muchos Caballerosa 
9 Escuderos muy buenos, segund la ordenanza que vemos, non nos podría- 
fimos aprovechar dellos; ca las dos alas de los vuestros tienen delante dos 
9 vallas que non pueden pasar para acometer á vuestros enemigos, é acorrer 
»á los de vuestra avanguarda; ó los enemigos tienen su avanguarda, é dos 
9 alas juntas en uno, en que han grand gente de Peones é Ballesteros. E pa- 
9rescenos, Señor, que teniendo vos tanta buena gente como aquí ten edes, 
9 vos debedes ordenar en manera que vos aprovechedes dellos , é se puedan » 
9 ayudar los unos á los otros : é para esto, á nos paresce que debedes facer 
9 asi. Señor, pues vos estades en la plaza, é tenedes vuestras batallas bien 
9 ordenadas, que les mandades estar quedos en su ordenanza. Faciéndolo asi, 
9 vuestros enemigos de dos cosas f aran la una : ó saldrán de aquella orde- 



CAPÍTULO III. 131 

Bnanza é aventaja que tomaron para pelear fuera de donde agora están, é 
9 si esto facen, todos los vuestros, asi los que están en la avanguarda, como 
aloe que están en las dos alas, podrán pelear, é aprovecharse unos de otros, 
9 é estonce Dios sea juez , é loamos la batalla ; ó si los de Portogal reusan de 
9 salir de aquella ordenanza que tienen, non ha dubda que muestran en ello 
Bgrand miedo : é la noche viene cerca, é muchos dellos partieran de allí; 
»ca es razón de pensar que los que durando el día non quisieron pelear, non 
9 lo dezaron por otra ventaja, salvo por miedo. Demás, Señor, que sabemos 
9 cierto quo ellos non troxeron viandas, salvo para hoy ; é vos estades en el 
9 campo, é tenedes muchas viandas para les mantener porfía. E asi , Sefíor, 
9 segund estas cosas, nuestro consejo es, que las vuestras gentes estén que- 
9 das , é que esperemos si los enemigos saldrán de aquella aventaja que ta- 
imaron. 9 

Otrosí ovo y Caballeros mancebos que dizeron , que el Rey tenia muchas 
aventajas de sus enemigos, asi en ser Rey de Castilla, que es délos mayores 
déla Christiandad, como en ser casado con fija del Rey Don Ferrando de 
Portogal , que era heredera dol Regno de Portogal , por dó avia derecho al 
Regno, é otrosi porque tenia allí muchos buenos Caballeros, ó de grandes 
linajes : é que parescia á los que esto decian, que el Rey debia mandar á 
los suyos que acometiesen á los enemigos ; é que fiaban en Dios que sería 
de su parte del Rey de Castilla eu darles buena ventura, é que los sus 
enemigos, que contra la su obediencia aquel día se pusieron en aquellas 
plazas, arrian penitencia del yerro que contra él ó la Reyna Doña Beatriz 
tu mujer facían. 

£ después de todos estos consejos que asi pasaron delante el Rey cada uno 
diciendo lo que le parescia, estaba y un Caballero de Francia, que decian 
Mosen Juan de Ria (que era muy buen Caballero, é avia seydo en muchas 
guerras é en muchas batallas), é era de edad de setenta años (1), ó más, é 
era camarero del Rey de Francia, que era venido al Rey en mensagería por 
partea del Rey su Señor; é desque vio que el Rey iba á entrar en el Regno 
de Portogal, ó que todos pensaron que avria batalla, non se quiso partir del 
Rey, é fuese con él , é estaba y aquel dia , é allí morió) : é desque oyó las 
razones que los Caballeros dizeron delante del Rey sobre la ordenanza quo 
debian tener en aquella batalla los unos é los otros, dizo asi al Rey : 

• Señor : Yo só un Caballero del Rey de Francia vuestro hermano é ami- 
9 go, é só en la edad que vos vedes , é he visto é estado en muchas batallas, 
9 asi de Christianos , como de Moros , estando alien mar : é por tanto he yo 
i aprendido, que la cosa del mundo porque orne mayor aventaja puede to- 
9 mar de su enemigo es ponerse en buena ordenanza, asi en guerra, como 
sen batalla. £, Señor, en dos batallas que los Reyes de Francia mis Seño- 
9 res, el Rey Don Phelipe , é el Rey Don Juan, o vieron con el Rey Eduarte 
9 de Inglaterra, é con el Príncipe de Gales su fijo, perdieron las batallas los 
9 Reyes de Francia, é fué todo por non tener buena ordenanza en su bata- 



(1) En las Crónica* impresas y en la abreviada se dice sesenta afros. {Nota de 
&» adición.) 



132 BATALLA DE ALJUBARBOTA. 

• lia. E por ende, Señor, vos pido por merced, que vos querades el día do 
» hoy mandar á los vuestros que se tengan en buena ordenanza en conoscer 
» bu aventaja ; ca 70 so en el consejo délos Caballeros que han dicho, que loa 
» vuestros deben tenerse quedos en el logar dó están, fasta que los enemi- 
»gos se partan déla aventaja que tienen tomada. Ca, Señor, segund vues- 
utros Caballeros vos han dicho, si vuestros enemigos non parten de aquel 
» logar dó están , non es dubda que muestran grand miedo, é non pueden 
» luengamente durar en aquel logar dó han tomado aquella aventaja que ago- 
t ra tienen ; ca antes déla noche ellos vernan pelear fuera déla aventaja que 
»han tomado, ó desque fuere la noche perderán la vergüenza, é partirán do 
» alli, ca non tienen viandas mas de para hoy, segund se puede saber. E, 
» Señor, qualquier orne lo puede ver, que las dos alas déla vuestra batalla, 
» desque la avan guarda moviere para pelear, van topar en unos valles que 
Atienen delante, é non pueden llegar á los enemigos, nin ayudar á los su- 
»yos déla vuestra avanguarda» (1). 

E al Rey plogo mucho de este consejo, é mandó que se fíciese asi. Pero 
algunos Caballeros del Rey, que eran ornes mancebos (2), é nunca se vieran 
en otra batalla, non se to vieron á aquel consejo, diciendo que era cobardía : 
é teniendo en poco á los enemigos , acometiéronlos. E asi fué , segund que 
algunos avian recelo, que las dos alas de la batalla del Rey non pudieron 
pelear, que cada una de ellas falló un valle que non pudo pasar, é la a van- 
guarda del Rey peleó sin acorro de las sus alas ; é en las dos alas délos ene- 
migos estaban muchos ornes de pié, é tenían muchas piedras, é grand ba- 
llestería, los quales fícieron grand daño en los déla avanguarda del Rey : 
asi que la avanguarda, é las dos alas délos enemigos peleaban con la avan- 
guarda del Rey sola, ca las dos alas suyas non pudieron acorrerla, nin pe- 
leaban. Otro si Don Gonzalo Nufiez de Guzman , Maestre de Alcántara que 
era estonce, é fué después Maestre de Calatraba, estaba á las espaldas dé- 
los enemigos de Caballo (3), con cierta gente que el Rey le diera que eeto- 
viese con él, é acometió á pelear ; é los Peones é Lanceros de Portogal eran 
muchos, é tiraban muchos dardos é saetas, é piedras, en guisa que los Ca- 
balleros non podían entrar en ellos. E aún , segund dicen , ovo otro año que 
los peones de Portogal fuyeran , salvo por los de Caballo de Castilla que 
estaban á sus espaldas de aquella parte, é non podían salir : é asi forzada- 
mente se avian de defender é pelear. E esto es contra buena ordenanza que 
los antiguos mandaron guardar en las batallas, que nunca orne debe poner 



(1) El P. Mariana pone este discurso de Juan de Ría, hilado por él á su gusto, 
en estilo elegante y más razonado; y lo mismo hace Lozano en los Beyes nuevos 
de Toledo, Para mí es preferible , por verídico y sencillo, el que da Ayala. 

(2) Según dice Hernán Pérez de Guzman, eran estos caballeros Diego Gomes 
Manrique y Diego Gómez Sarmiento, que con orgullo de acometer no querían es- 
tar á la ordenanza. (Neta de la edición de la Crónica.) 

(3) Aunque al parecer dice aquí el cronista que el Maestre de Alcántara estaba 
á espaldas de la caballería contraria, se ve claramente por lo que sigue, y de con- 
formidad con las relaciones portuguesas , que el verdadero concepto del autor es 
que estaba con la gente de á caballo á espaldas de los enemigos. 



< 



capítulo m. 13S 

á su enemigo en las espaldas ninguna pelea, por le dar logar para foir. E 
la batalla asi comenzada, los de la ti van guarda de Portogal tenían grand 
aventaja , ca todos, con ayuda délos Peones que tenían en las sus alas, pe- 
leaban con la avanguarda de Castilla sola : é las dos alas de Castilla non 
peleaban , ca non pudieron pasar los valles que tenían delante, según dicho 
avernos. E esta batalla era cerca de una aldea que dicen Aljubarrota (1). E 
al Rey, al comienzo de la batalla, como estaba flaco, leváronle en unas an- 
das Caballeros que eran ordenados para la guarda de su cuerpo : é desque 
vieron la batalla vuelta, pusiéronle en una muía : é quando vieron que las 
gentes del Rey se retraían, é muchos dellos cavalgaban para se ir del cam- 
po, estonce pusieron al Rey en un caballo, é sacáronle del campo, maguer 
estaba muy doliente. E duró la porfía de la batalla, antes que pareciese 
quales perdían ó ganaban, media hora asaz pequeña. 

Cap. xv. — Como el rey D. Juan^ después de la "batalla desbaratada , partió 
del Campo i é llegó á Santarén: é como entró en la mar, é se fué para 
Sevilla : é qué Caballeros inorieron en ¡a batalla. 

Desque el Rey Don Juan vio que los suyos se vencían, é que non avia 
otro remedio , partió del campo, é llegó aquella noche á ¡Santarén (que es 
á onco leguas de allí muy grandes (2), la qual villa estaba por él: ó fué 
grand maravilla cómo lo pudo facer con la grand dolencia que tenia, ca 
fué siempre en el caballo. E desque llegó á Santarén entró en el alcázar, é 
dieronle de comer. E falló el Rey en el alcázar de Santarén al Maestre de 
Christus , é al Prior del Hospital presos , los quales avia prendido en la pe- 
lea de Torres novas Diego Gómez Sarmiento ; é mandó al Álcayde del al- 
cázar que pusiese recabdo en ellos. Pero el Alcayde , desque vio al Rey 
partido de Santarén , non se atrevió á defender el alcázar, é partió dende , é 
dexó solos los dichos presos. E el Rey partió luego dénde, é falló un leño 
en el rio de Tajo, é entró en él, é fuese para su nota, que estaba sobre Lis- 
bona, asi galeas como naos, é entró en una nao, é fuese para Sevilla. 

La batalla fué desbaratada, é fueron muertos y muchos é muy buenos 
Señores é Caballeros. Morió allí Don Pedro fijo del Marques do Vil lena, 
visnieto legitimo del Rey Don Jaymes de Aragón, é Don Juan Señor de 
Aguilar é de Castañeda lijo del Conde Don Tello , é Don Ferrando fijo del 
Conde Don Sancho, ó el Prior de Sant Juan que decían Don Pero Diaz de 
Iveas , que era Gallego, é Diego Gómez Manrique Adelantado mayor de 
Castilla , é D. Juan Ferrandez de Tovar Almirante do Castilla, é Diego Gó- 
mez Sarmiento Mariscal de Castilla, ó Pero González Carrillo Mariscal de 



(1) Ni en las otras Crónicas improsas ni en el manuscrito de la vulgar se hace 
mención de este pueblo, según nota de la edición, pero sí en la abreviada. 

(2) La distancia verdadera desde el campo de batalla á la ciudad de Santarem 
se gradúa en nueve leguas (unos 48 kilómetros). Sólo dando grandes rodeos podía 
haber andado once de las antiguas leguas el rey D. Juan ; pero entonces era im- 
posible que hubiese llegado en la noche. Aun asi fué buena carrera en su estado 
de dolencia, con la penosa emoción de la derrota, cruzando montes y malos ca- 
minos : eternas debieron parecerlc las horas y las leguas. 



134 BATALLA DE ALJÜBABROTA. 

Castilla, é Pedro González de Mendoza Mayordomo mayor del Rey, é Alvar 
González de Sandovél-, é Ferrand González su hermano, é Rui Barba, é 
Juan Martínez de Medrano , é Ferrand Carrillo de Pliego , é Ferrand Car- 
rillo de Máznelo, é Gonzalo Díaz Carrillo , é Diego García de Toledo, é Gon- 
zalo Alfonso de Cervantes, é Don Juan Remirez de Areilano, é Juan Ortiz 
de las Cuevas , é Ruiz Ferrandez de Tovar , é Gutier González de Quinos, é 
Jnan Pérez de Godoy fijo del Maestre de Calatrava Don Pero Mofiiz, é otros 
muchos Caballeros de Castilla é do León. Otro si Caballeros de Portogal 
que iban con el Rey de Castilla moricron estos: Don Jnan Alfonso Tello 
tio de la Reyna Doña Beatriz, que el Rey fíciera Conde de Mayorga, ó Don 
Pero Alvares Poreyra que fíciera Maestre de Calatrava, é Diego Alvares su 
hermano, é Gonzalo Vázquez de Azevedo, é Alvar González sn fijo, é 
otros. E morieron y Mosen Juan de Ría , el Caballero del Rey de Francia 
de quien avernos dicho, é Don Boil, é Mosen Luis su hermano, fijos de Don 
Pedro Boil , é Garci Rodríguez de Taborda Alcayde de Leyra (1). £ Don 
Gonzalo Nu5ez de Guzman Maestre de Alcántara estovo grand pieza con 
loa de Caballo en el campo después que la batalla fué desbaratada ; é loa 
de Portogal non querían partirse de la su ordenanza, ó estuvieron quedos 
en su plaza fasta que el Maestre partió dende : el qual se fué después, é le* 
vó consigo muchos que escaparon por él : é llegó otro dia de mañana á San- 
tarén, é non se detovo allí, é pasó el rio Tajo, é tomó su camino para Casti- 
lla, é con él muchas gentes que escaparon de la batalla. E el Alcayde de 
San taren, que era Rodrigo Alvarez de Santoyo, que le tenia por Diego Gó- 
mez Sarmiento, é el Alcayde de otro Castillo de Santarén , que dicen el Al- 
cazaba , que era Gómez Pérez de Valder rábano , desque el Re}" partió do 
allí, é vieron al Maestre de Alcántara, é á todos los otros que eran partidos 
de la batalla , tomar su camino para Castilla, partieron otrosí ellos de dicha 
villa de Santarén, é fueron para Castilla, é dezaron á Santarén. 



(1) La edición de que nos valemos pone varias notas para indicar las diferen- 
cias que se advierten, respecto á esta lista, en algunos de los bu jetos que compren- 
de , entre los libros antiguos impresos de la Crónica, la manuscrita y la abrevia-, 
da. También observa que murieron los dos maríscales de Castilla, sucesores da 
los que sucumbieron por la peste en el sitio de Lisboa. 

Ninguna lista de los caballeros que murieron puede tener el carácter de exac- 
titud que ésta de Ayala, pero, sin embargo, merecen compararse las de Froissart» 
Fernán Lopes y otros escritores más modernos que alteran muchos nombres, y 
añaden bastantes. 

El mismo Camoens, en las estancias que tenía escritas y suprimió al impri- 
mirse su poema Os Lunadas t cita á los siguientes : Pérez, Velazqnez, Sanche* 
de Toledo (que dice era gran letrado), Gálbez, Montánchez, Oropcsa, Mondoñe-. 
do, Guevara, Carrillo, Juan de Lorca, Robledo y Salazar (viejo rufián de Sevi- 
lla), y de los portugueses nombra á Giraldo , que mató al castellano Pérez , á Pe- 
dro, á Duarte (natural de Braganza), á Lopo y Vicente (de Lisboa), á Alfonso, 
que mató cinco castellanos, y á Hilario, que murió atravesado de tres lanzas. 



CAPÍTULO III. 135 

NtÍM. 2. — Extracto de la Crónica titulada Sumario de los Re- 
yes de España, por el Despensero de la reina doña Leonor, 
según se publicó en 1781 por D. Eugenio de Llaguno Amirola. 



Y este Rey Don Juan como lo supo f uéle á cercar y á darle batalla : y 
como sea que por las cansas susodichas nuestro Señor estoviese enojado con 
los Castellanos de tan grandes y feos pecados que en estos Reynos se avian 
cometido en tiempo de los Reyes hermanos en sus debates, y después, por 
aquello permitió que una tan noble y loada caballería como Biempre fué la 

de Castilla fuese estragada á manos de los Portugueses ; no 

por su valor, mas porque fueron ejecutores dados por nuestro Señor Dios 
en la gran desventura qne acaesció á este Rey é á sus Caballeros : que por 
desacuerdo de aquellos, é por los tener en poco, como lo eran los dichos 
Portugueses, fué ansi que esje noble Rey D. Juan llegó con su hueste á 
cerca de Troncoso (1), é vieron á ojo al dicho Maestre de Avis que se decía 
Rey de Portugal con grande gente de aquel Reyno , los quales estaban 
puestos en un gran recuesto que ende estaba, é fecho un muy fuerte pa- 
lenque al derredor de su real , é fechas muchas fosas cubiertas con ramas. 
£ estaban todos de acuerdo de se ir esa noche , que gran temor tenían del 
dicho Rey D. Juan ; pero no quiso nuestro Señor que pasase asi, que como 
los Castellanos los vieron á los Portugueses , no fué en mano deste Rey, ni 
de algunos grandes Caballeros que con él iban , tener las gentes y Caballé* 
ros, que luego como venían de camino , sin Be bien armar como requería, y 
sin ser recogida la gente, fueron fasta su palenque á les darla batalla : é 
en tal manera se fizo, que ovo de ser desbaratado este Rey, y muertos ea 
aquella batalla la mayor parte de aquellos Caballeros deBte Reyno, según 
que mas largamente se contiene en la Crónica de este Rey. £ ansí se ovo 
de tornar para Castilla con gran tristeza. 

Niím. 3. — Traducción sustancial del corto relato que sobre la 6a-_ 
talla de Aljubarrota contiene la Chronique de Charles VI, par 
les religieux de Saint Denis , según su texto latino y la versión 
afrancesa de Mr. L. Bellaguet, tomo i, lib. vh, cap. v. 

Después de insertar el mensaje del rey D. Juan I de Castilla, 
dando cuenta á Carlos VI de sus desastres y pidiéndole auxilios, 
dice el autor anónimo que se hizo enterar bien de las desgracias 
de aquel Monarca, y que supo de source certaine, que en el año 



(1) Inútil parece advertir que el autor ó el copista se equivocaron , y que en 
▼es de Aljubarrota escribieron Troncoso. 



1S6 BATALLA DE A LJUB ARROTA. 

anterior había sido vencido por el de Portugal , del modo si- 
guiente : 

Queriendo hacer D. Juan I un último esfuerzo para terminar la guerra, 
reunió de todas partes diez mil hombres armados de pies á cabeza, aumen- 
tando ese número con cerca de ochocientos Franceses bajo la conducta de 
Gcoífroy y de Juan de Rya (1). 

A la cabeza de ese ejército numeroso recorrió sin obstáculo unas cien 
millas en Portugal, llevándolo todo á sangre y fuego; y llegando por fin 
cerca de Lisboa, encontró al enemigo en el paraje que se llama lubarot 
(Aljubarrota). 

£1 Rey de Portugal, instruido de su entrada, habia reunido de las Co- 
marcas vecinas un refuerzo de Sarracenos y Moros con un pequeño cuerpo 
de mercenarios Ingleses, y escogió la vasta llanura de lubarot (Aljubarro- 
ta) para establecerse. 

El de España tuvo consejo , y aunque la mayor parte quisieron se difirie- 
se la batalla, el Rey hizo prevalecer la opinión contraria y ordenó el ataque 
con demasiada precipitación. Duró la acción largo tiempo, con gran número 
de muertos de uno y otro lado, estando todo indeciso ; pero al cabo queda- 
ron batidos y perseguidos en su derrota los Españoles, escapándose el Rey 
de la confusión, al galope. 

NrÍM. í. — Capítulos de la Crónica francesa de Juan Froissart, 
en que se relatan dos diferentes versiones de la batalla de Alju- 
barrota. 

Le Tiers volume.— Chap. xnn. — Comment les Portugalois se fortífierent pres 
Veglise de Iuberoth, par le conseil des Anglois y óc comment le Roy Jehan 
de Castillo resolut de les aller combatiré ¡par Vauis des Frangois ót Bearnois, 
dont continua Venuie & la haine des Espaignoh contre tceux. 

Au conseil des Anglois se sont arrestez le Roy de Portugal & los Lis6e~ 
bonnois, & ont gettés leurs auis ou ils se tireroyent. Vous deuez Sauoir 
qu'aasez pres de lá, ou ils estoient, sied la ville de Iuberoth, un grand villa- 
ge, auquel les Lissebonnois auoyent enuoyé leurs pourueances, leurs som- 
miers, & aussi leur charroy, car ils auoyent intention que ce soir ils y vien- 
droyent loger (eussent bataille ou non) si du iour ils pouuoyent issir á hon- 
neur. Au dehorsde la ville, ainsi comme au quart d'uue lieué ou anuirou, 
a une grande Abbaye de Moines (2): ou ceux de Iuberoth, & autres villes, 



(1) Así está escrito en el texto original latino, pero el traductor, sin saber por 
qué , lo escribe Rye. 

(2) Entre los errores en que incurre el autor, por la confusión de las noticias 
verbales que recogió, debemos advertir esta de la grande Abadía, pues alude al 
monasterio de Alcobaza, que se halla situado á 18 kilómetros del campo de ba- 
talla. 



capítulo m. 137 

vont á la méese, 4 sied oeste eglise un petit hora da chemin, en une motte, 
enuirOnée de grfis arbree, de hayes, & des buissons: & y a fort lieu, parmy 
ce qu'on y aida. Adoncques fu dit, en la presence da Roy & ó^e son con- 
seil, & des Anglois, qai lá estoy ent presens appelez (car, combien qu'ils ne 
f useent qu'un petit, si vonloit le Roy grandement ounrer par leur conseil). 
Stre,nousne sauons pres d'icy lieu plus propice, qu'eet Iuberoth, les le 
monstier, entre ees arbres. II sied en forte place assez, auecques ce qu'on y 
pourra bien f aire & aider. Ceux, qui congnoissoyent le pays, dirent. Cesto 
verité. Lors dit le Roy. Tirón nous cello part, & nous ordonnon lá par telle 
maniere óc par tel conseil, que bons Gens-d'armes doiutit faire: par quoy 
noz ennemis, quand ils viendrOt sur nouspour combattre, ne nous trouuent 
pas dégarnis, ne 'dépourues de conseil, ne d'auis. Tantost fut f ait. On se 
tira le petit pas, deucrs Iuberoth, & vindrent en la place de 1'eglÍBe. Adonc- 
ques virent le lieu les Anglois, & messire Monges de Nauarret (1), óc au- 
cuns vaillans hommes de Portugal & de LissebOne, qui estoient lá allez, 
pour mieux auiser tout á l'enuiron. Si dirent les Anglois. Veez cy lieu assez 
fort, parmy ce qu'on y aidera, & pourrions bien seurement, & hardiement 
attendre icy l'auenture. Lors fírent ils, au costé deuers les champe, abbattre 
les arbres, & coucher de trauers , á fin que de plain on ne peust sur euz 
cheuaucher, & laisserent un chemin, qui n'estoit pas d'entree trop large, & 
meirét ce qu'ils auoigt, tan d'Archers que d' Arbalestiers, sur les deux aelles 
de ce chemin : & les GGs d'armes, tout de pié, au beau plaine, Óc le mons- 
tier de leur costé : auquel le Roy de Portugal se tonoit: & auoiút desia mis 
leur estendard, & les bannieres du Roy. Quand ils se virent ainsi ordonnez, 
ils eurent grande ioye : Óc s'il plaisoit á Dieu, ils estoient bien, & en plaoe 
pour eux teñir longuement, & faire bonne iournée. Si leur dit le Roy, Beaux 
Seigneurs soyez huy tous preudhommes, & ne pensez point au fuir, car la 
faite ne vaudroit riens , vous estes trop loing de Lissebonne, 6i auecques 
tout ce, enchace & en fu i te n'a nul recouurer, car trois en abbattroient 6i 
occiroicnt douze en f uyant. Si mOstrez huy que vous estes gens d' arrest 6l 
de prouesse, & vedez voz corpa aux espées, & aux armeures: & imaginez en 
vous que se la iournée est á nous, ainsi comme si sera , si Dieu plaist, nous 
Serons moult honnorez : & parlera l'on de nous en plusieurs pays, ou le 
nouuelles irut, car tousiours on exauce les victorieux, 6l abaisse l'on les dó- 
confits, & pensez á ce que vous m'auez f ait Roy, si en deuez estre plus har- 
dis 6l plus courageux, de soyez tous certains, que tant que ceste hache me 
durera en lamain, ie me combattray : & selle me faute ou brise, i'en recou- 
ureray une autre : & monstreray que ie vueil garder & deff endre la couron- 
no de Portugal pour moy, ¿i pour le droit que i'y ay par la succession de 
Monseigneur mon frere, laquelle ie dy, & pren sur l'ame de moy, qu'on me 
trauaille á tort, & que la querelle est mienne. A ees parolles respondirent 
tous ceux de son pays ; qui ouy l'auoient, & dirent, Sire Roy , de vostre gra- 
ce tí merey vous nous admOnestez sagement, & doucem6t que nous soyons 
tous preudhommes, & que tous vous aidons á garder & deff endre , ce que 



(1) ¿Quién podría creer que Motye* de Nauarret es simplemente Ñuño Alvaro? 



138 BATALLA DE AUUBABROTA. 

noua voue auons donné, & quí est vostre. Si sachez que toue demourerona 
auec vous, ne de la place, ou nona sommes arrestez, ne partirons, se noua 
ne sommes tous morts. 

Sigue aquí lo que aun dijeron al Rey, lo que éste volvió á 
amonestarles, la diligencia para cerciorarse si algunos abandona- 
ban el campo desalentados , y por último el acto de armar caba- 
lleros á unos sesenta ; después continúa así : 

Ainsi s'ordonnerent les Portugalois que ¡e vous dy , & se fortifierent pros 
de l'eglise do Yuberoth en Portugal , & n'y eut ce iour nula Anglois qoi vou- 
sissent estre Cheualiers. Si en f urent bien les aucuns requis & admonnes- 
tcz du Boy : ni ais ila s'excuseut pour ce iour. Or rcteuruerons nous deuers 
le Roy Damp-Yehan de Castille, & vers les Cheualiers <fc escuyers & Ge*- 
d'armes de France ót de Gascón gne, qui láestoient, & vous parlerons déla 
oo n ten anee des Espaignols, & coaiment ils s'ordonnerent. Les Cheualiers de 
leur costé (lesquels ils auoi'ét euuoyez, por auiBer leurs ennemis) rapporte* 
reat telles nouuelles, en disant ainsi, Sire Roy, & vous Barons et Cheualiers 
qui estes presens , noue auons cheuauchó si auant, que proprement bous 
aaons veu noz ennemis , & selon ce que nous pouuons auiser & considerer, 
ils ne sont pas diz mille hommes en toute somme: & se sont tirez vers le 
monstier de Yuberoth, & droit de la se sont arrestez, ¿t mis en ordonnance 
de bataille : & lá les trouuera Ton , qui auoir les voudra. Adone appella le 
Roy de Castille son conseil, & par especial les Barons et Cheualiers de 
France : & leur demáda quelle chose en estoit bonne á f aire. II f ut respondu 
en l'heure, Sire, il est bon qu'ils soient conibattus. Nous n'y veons autre 
chose, car, selon ce qu'ont rapporte noz Cheuocheurs, ils sont effrayez, & 
en grad doute, pour ce qu'ils se sentét loing de toutes forteresses, ou ils se 
puissent rotraire : Lissebonne leur est loing, á siz lieués (1). II n'y peuuent 
courir á leur aise, qu'ils ne soient rateinssurles chemins, s'ils ne prenoyent 
le soir á l'auantage de la nuit. Si conseillons, Sire Roy, puis que nous sa- 
nons ou ils sont , que nous ordonnons nos batailles, & les allons corri- 
battre, entandis que vos gens sont entalentez de bien f aire. Lors demanda 
& ceux de son pays leur opinió (c'est assauoir á Messire Dangómes Mendat, 
Me8sire Digho Persement, Pierre Goussart de Montdasque, á Pierre Ferrand 
de Valesque, & au Grand Maistre de Calatraue) (2), lesquels respondirent 
á la pároli e du Roy, & k sa demáde, & dirét, Monseigneur, nous auons bien 
entendu ees Cheualiers de France, <& oyons, & voyons qu'ils vous conseil- 
lent á aller chaudement contre voz ennemis. Nons voulos bien qu'ils sachent, 



(1) La distancia que hay desde el camqo de batalla á Lisboa, por la carretera, 
es de 136 kilómetros: 

(2) Aunque es difícil rectificar nombres y apellidos tan alterados por el cro- 
nista ó por sus copiantes , podemos inferir que éstos corresponden, por su mismo 
orden, á Diego Gómez Manrique , Diego Gómez Sarmiento, Pedro Gomaleé de 
Mendoza, Pero Fernandez de Velaseo y el Grand Maestre de la orden de Cala* 
trava. . 



CAPÍTULO IH. 139 

é vous ausai, que deaant que nous soyonsiusqueslá, il seranuit, car voüa 
veez le soleil, qui tourne : & n'auons pas encores ordonné noz bataillee. Si 
est bon que nous attendons le matin, & les apprqchons de si pres, que nous 
sachons par noz espíes & par noz Cheuaucheurs , que nous espartirons sur 
les champa en plusieurs lieuz , leur conuenant , afín que , s'il auient ainsi qne 
sur le point de minnict ils se délogent, & veulentretrairc, nous deslogions 
ánsar: óc ne nona peuuent fuyr, n'echapper. Ils sont en plain paya. II n'y a 
place, ne lien fort, excepté le lieu de Lissebonne, qne nous ne les puissions 
auoir á notre aise : & ce conseil nous vous donnons. Adoncques le Roy se 
tin un petit qnoy : & baissa 8a veué en Ierre, <fc npres regarda sur les es- 
trangers, & lors parla Messire Regnaud Limosin (leqnel estoit, si comme 
vous sanea, Mareechal de Tost) & dit, pour cOplaire auz Frangís, en lan- 
gage Espaignol, afín quil fust mieuz ouy de tone (car bien il le sauoit 
paxler tant auoit il longuernent esté nourry entre euz) & tourna sa parolle 
•tu: les Espaignols : qni delez le Roy estoient , & qui ce conseil donné 
anoient. Vous Seigneur (si lesnomma par noms óí par surnoms, car bien 
lea congnoiaaoit) comment pouuez vous estre pías sages de batailler, ne 
mieuz usagez d'annes, que ees vaillans Seigneurs et Cheualiers, qui sont 
presens? COment pouuez vous deuiser par sur eux, n'ordonner chose qui 
soit de nulle valeur : car ils ne firent oneques en leur vie autre chose, 
qu'euz trauailler de Royaume en Royanme : pour trouuer A avoir fatts 
d'armes, comment pouuez vous, ou osez, riens deuiser sur leurs parolles, 
ne dedire leurs auis? qui eet si hant & si noble, que pour garder Ilion neur 
du Roy et de son Royaume : auquel vous auez plus grand part qu'ils n'ont 
(car vous y auez voz héritages, & voz corpa : & ils n'y ont seulment que 
leurs corpa singuliers) & lesquels tout premierement se veulent aueturer 
& ia ont requis au Roy, & prié, qu'ils ayent la premiare bataille, & le Roy 
les en a repudiez 

Añade aún otros cargos y razones en su discurso, y después 
continúa así : 

A ees parolles leua le Roy d'Espaigne sa face, 6l fut par seblat reiouy des 
parolles que Messire Ragnaud eut dites : di les Espaignols f urent tous eba- 
biB, & cuiderent, pour l'heure, auoir plus méprís, qu'ilsne firent, k com* 
bien que le Cheualier les repríst k leur allast au contraire, si auoient bien 
parlé, k loyaument coseilló le Roy, si qu'on ne pouuoit mieuz : mais vail- 
lance ct franchise le fít parlé, en cOplaisant auz FrancoiB k auz estrangers: 
dont il y auoit grande f oison , qui desiroient la bataille. Tous se teurent : 
k le Roy parla : k dit. le vueil que au nom de Dieu , k de Monseigneur 
Saint laques , soient combattus noz ennemis : k ceuz qui veulent eetre Che* 
ualiers, se tirent auant k viennent, car ie leur donneray l'ordre de Cheua- 
leríe, en l'honneur de Dieu k de Saint George 

Refiere aquí cómo fueron armados caballeros hasta ciento cua- 
renta, entre españoles y extranjeros, poniendo los nombres de al- 



140 BATALLA DE AUÜBARROTA. 

gunos de estos , los que, concluido el acto, le pidieron al Rey ocu- 
par la primera batalla, y les fué acordado. 

Lora dirent les Espaignols , tont bas , l'un á l'antre , regardez, ponr Dieu, 
regardez coment nostre Roy se confíe du tout en ees Francois. Iln'anulle 
parfaite fiace á autruy. lis auront la premie re bataille. II ne no present 
pastant, qu'ils nous appellét avec eux. lis fontleur fait Se leur arroy tout 
á part eux & nous ferOs le nostre tout á part nous, Se par Dieu, nous les 
laisserOs cübattre, Se conuenir de leur emprise.Ne se sont ils pas ia van- 
tez , qu'ils sont assez gens pour deconfir les Portugalois? Or soit ainsi , 
nous le voulons bien. Mais ce seroit bon que nous demádisbions au Boy, s'il 
veut demeurer auec nous, ou al ler auec les Francois. Lá furent murmure 
ensemble longuement pour sauoir s'ils luy demanderoient oü s'ils se trai- 
royent , cas ils redoutoyent graudemCt les pároli es de Messire Regnaud Li- 
mosin. Toutesvoyes, tout consideré, ne vcoient il point do mal a luy de- 
manden Si s'auancerent six des plus notables , & des plus prochai ns de son 
corps: Se en luy enclinant, luy demandarent ainsi. Tres noble Roy, nous 
voyons bien , & entendons par apparens signes , que~ nous aurQns au-iour- 
dhuy la bataille a voz ennemis. Dieu doint que ce soit á l'honneur Se victoi- 
re de vous : comme nous le desirons grandement. Or voulons sauoir ou vos- 
tre plaisance gist le plus, ou á estre auec les Francois, ou auec nous. Nény, 
dit le Roy. Beaux Seigneurs, se ie m'accorde á la bataille auoir (auec cea 
Cheualiers et Escuyers de France, qui me sont venus sentir, éc quisont vail- 
lanB gens, & pourues de conseil, Se de grand confort) pour ce ie ne renonce 
pas á vous : mais vueil demourer avec vous , si m'aiderez é garder. De ceste 
responso eurent leB Espaignols grande ioye , Se se contenterent grandement, 
te dirent, Monseigneur, ce ferons mon : ne iáne vous faudrós iusques a la 
raort. Car nous le vous auons iuré Se promis par la f oy de noz corps , au iour 
de vostre couronnement, car nous aimasmes tant le bon Roy vostre pere, 
que nous ne vous pourrions f aillir par voye nulle quelcOque. C'eet bien nos- 
tre intentio, dit le Roy. Ainsi demourale roy d'Espaigne, auec ees gens, ou 
bien auoit ving mille cheuaux, tous couuerts de fer. Messire Regnaud Li- 
mosin estoit en la premiere bataille, Se c'estoit son droit qu'il y fust , puis 
qu'il estoit Mareschal. 

Chapitbe xv. — De la bataille de Iuberoth : en laquelle les Francois Se Bear- 
nois du party de Castille furent tous deconfits & tuez par les Portugalois, 
en faute d? estre assez tostsecourus des Espaignols, leurs enuievx, qui puis 
apres encoururent aussi presque en mesme auenture. 

Le samedy f aisoit beau iour Se cler, Se estoit iá le soleil tourné sur le point 
de vespres, quand la premiere bataille vint deuantíuberoth, á Tencontre 
du líeu, ou le Roy de Portugal et ses gens estoieDt ordonnez en arroy. Des 
Cheualiers Francois auoit bien largement deux mille lances, aussi frisques 
Se habilles gens, qu'on pourroit demander. Aussi tot comme ils virent leurs 
ennemis, si se ioignirent ensemble, comme gens de fait Se de bonne ordon- 
nance, Se qui bien sauoient quelle cbose ils deuoyent f aire , Se approcberent 
de si pres, comme iusques au trait d'un are. La eut, de premiere venue, 



CAPÍTULO ni. 141 

dore rencontre, car ceux qui desiroyent á assaillir , & acquerir grace, et prix 
d 'armes, se bouterent de grande volonté en la place, que les Anglois, par 
leur sena et par leur art, auoiét fortirée. En entrant dedans, pourtant que 
l'entrée n'eatoit pas bien large, eut gr&d'presse de grand mécbef pour les 
assaillans, car oe qu'il y auoit d'Archers d'Angleterre, tiroient si roidement 
& sitost, que leurs cheuaux en estoy ent tous oousus des saittes, & méhai- 
gnez, Se cheoyent l'un sur l'autre. Lá venoieut GenB-d'armes Anglois (si 
peu qu'il en y auoit) & auecques eux Portugalois Se LissebonnoiB , en ea- 
criantleur cry, Nostre-Dame de Portugal, qui tenoyent en leurs poings 
lances affilées de f ers de Bordeaux , tren chana & persans tout autro : qui 
abbattoyent, Se poulsoyent, Se nauroyent Choualiers et Escuyers. Láfutle 
Sire de Lanach de Bearn abbatu, Se sabanniere conquise, Se fíancé príson- 
nier, Se de ses gés grande f oison morts, & prís. D'autre part Messire Iehan de 
Be, Messire Geoffroy Ricbon, Messire Geoff roy de Partenay (1), & tous leurs 
gens, estoient cntrez en ce fovt, á telle peine, q leurs chevaux (qui estoigt 
saurez du trait des Archers) cheoient dessous cux. Lá estoient Gens-d'ar- 
mes de leur costé en grand dftger , car ils ne pouuoient aider l'un á l'autre, 
fc sine se pouuoyent élargir pour eux deffendre, Se combattre á leur vo- 
lóte, Se youb dy que Portugalois (qui virent le mécbef auenir sur les pre- 
mien requerens) y furent aussi f rais , Se aussi legers á combattre, que nui- 
les gens pourroyent estre. Lá estoit lo Roy de Portugal, ses bannieres de- 
uant luy , monté sur un tresgraud ooursier, tout paré des armes de Portu- 
gal , Se auoit grande ioye du méchef et de la desconfíture , qu'il veoit aue- 
nir sur ses ennemis, Se á lafois, pour réiouir Se reconfortar se gens, se 
rioit tout haut, et disoit Auant, bonnes gens, deffendez vons, Se combat- 
tez de grande volonté, car se plus n'en y a que ceux cy, nous n 'anona gar- 
de, Se se ie me congnu oneques en ordonnance de bataille, ceux-cy serón t 
nostres. Ainsi reconf ortoit ce Roy de Portugal ses gens , qui se combattoient 
▼aillamment, Se auoyent en leur fort iá enclos les premiers ven ana et as- 
saillans : dequels ils mettoyent grand f oison á mort. Bien est venté que la 
premiere bataille, dont ie fay mention (que ees Choualiers de France Se de 



(1) Acerca de los nombres de los caballeros extranjeros que estaban con los 
castellanos, conviene advertir las variantes del cronista y de otros escritores. Al 
que llama a<jui Froiasart Messire lean de lie, le pone otras veces du Bu, de Rué, 
de Rie y de Bis, y corresponde al personaje que Ayala escribe Juan de Bia, y 
el texto latino de la Crónica de Saint-Denis, de Bya. Al Sire de Lanach le lla- 
ma también Messire de lÁngnach y de Lomgiach, y por este estilo de los demás. 

En la Crónica de Pero Nifio, conde de Buelna, encuentro citado á Moten Ar- 
nao IAmosin, diciéndose era el mismo Moten Arnao de Solier, llamado Limotin; 
y en otra parte, al hablar de la batalla de Nágera, nombra ademas de ése, á Mo- 
ten Jo/re Rechon , caballero bretón , al Vegué de Villaner, al hermano bastardo 
del Conde de Foix de Bearn, y al aragonés D, Pedro Boil. 

Fray Manoel dos Santos, en la 8. a parte de \&Monarchia lusitana, refiriéndose 

á los Anales de Flándes por Sueiro, expresa que iban en el ejército castellano 

en Aljubarrota, el Sr. de Rué, gran camarlengo de Francia y embajador cerca 

del Rey de Castilla, el Sr. de Lignae, el de Contras, el de Borde, el de Don- 

, tac, el de Saramon, el de Saliniéres, Amoldo de Bearn,j otros que no nombra. 



142 BATALLA DE ALJT7BARR0TA. 

Bearn conduisoyent) cuidoient estre autrement, te plus prestement, con- 
fortez des Espaignols, qu'ils ne furent, car solo Roy de Castillo te sagran- 
de route (ou bien auoit vingt mille hommee) fussent venus, par une autre 
part: assaillir les Portugalois, on dit bien que la iournée eetoit pour .eux, 
inais ils n'en firent rien,pour quoyils eutét blasme te dommage. Aussi, au 
vray diré, la bataille s'assembla trop tost : ils le faisoient, pourtant qu'ils 
en vouloient auoir l'honneur , & pour les parollos teñir en vray te en gracc: 
lesquelles auoient esté dictes devant le Roy. D'autre part les Espaignols 
(si comme ie fu informé) se fegnoieot de non venir si tost, car ils n'auo- 
yent pas bien en grace les Francois, te auoient ia dit auant, laissez les con- 
uenir te lasser. Ils trouuerons bien á qui parler. Ces Francois sont trop grana 
vanteurs et hautains : n'aussi nostre Roy n'a fíance parfaicte, fors en eux : 
te puisqu'il veut et con sen t qu'ils ayent l'honneur He la iournée pour eux, 
nous leur laisserons bien avoir, ou nous l'aurons tout entierement á nostre 
entente. Par ce party se tenoient les Espaignols en une grosse bataille (ou 
bien auoit vingt mille hommes) tous quois sur les champa : te ne vouloient 
aller auant : dót bien ennuyoit au Roy : mais amender ne le pouuoit. Car les 
Espaignols disoient (pourtant que nul ne retournott de la bataille) Monsei- 
gpeur, c'est fait. Ces Cheualiors de Franca ont deconfit voz ennemis. La 
iournée te l'honneur de la victoire sera pour eux. Dieu le doint, dit le Roy. 
Or cbeuauchon un petit auant. Lora cheuaucherent ils le long d'un trait 
d'arbaleste, & puis s'arresterent. Au vray diré, c'estoit grande beauté de 
veoir leur contiennement : tant estoient bien montez et bien armez de tou- 
tes piéces. En tandis les Francois se combattoient , te ceux qui estoient dee- 
cendus de leurs cheuaux, te qui tan de loisir auoyent de descendre, te sa- 
chez que plusieurs Cheualiers te Escuyers y firent de grans appertises d'ar- 
mes de Tune part te l'autre, & quand leurs lances leur failloycnt , ils se 
prenoyent aux haches , te en donnoient te occioient l'un l'autre. Qui est en 
tel party d'armes, comme le Francois te Portugalois estoient á Iuberoth, 
il faut qu'il attende l'auenture, s'il ne veut fuyr, & en íuyant, auiét 
qu'il y a plus de peril , qu'au plus fort de la bataille, car en fuyant on fiert, 
on chace, on tue : te en bataille, qufld on voit qu'on a du pis, on so red. Sy 
y est-on bien gardé , pour estro prisonnier. On ne pent pas diré, ne recorder, 
(¡ les Chevaliers et Escuyers de France , de Bretaigne, de Bourgongne, 
te de Bearn, qui lá estoient ne se combattissent tres vaillarament : mais ils 
eurent de prendere venue trop dure rencontre : te tout ce dónerent les An- 
glois, par leur conseil de fortifier la place. Lá furont, á celle premiare ba- 
taille, les Portugalois plus f orts que leurs ennemis. Si les mirent k merey : 
te furent tous morts ou pris, te petit s'en aauuerent, mais toutes fois, k ce 
commencemet ils eurent bien mil Cheualiers et Escuyers prísonniers : dont 
ils eurent grfld'ioye, te ne cuidoient pour ce iour auoir plus de bataille, 
te f aisoient tres bonne chere á leurs prísonniers te di so i t chacun á son pri- 
sonnier. Ne vous ébaissez de rita, vous estes conquis vaill&ment, de par 
beau fait d'armes. Si voua f erone tres bonne cdpaignie, coe nous voudrions 
que vous nous fissiez , se nous estions au party d'armes, ou vous estes. Mais 
il faut que vous en viennez reposer te ref reschir en la bOne cité de Lisse- 
bOne. Nous vous y tiendrons tous sises. Et ceux, k qui ces parolles s'adre* 



CAPÍTULO Itt. 143 

ooient, respondoient , & disoient, grand merey. Lá se ranconnoient & raet- 
toyent á finflce : les aucuns sur la place, &' les autres vouloient atlendre 
l'auenture. Car bien imaginoyent que la choso ne demoureroit pas ainsi, 
k que le Boy d'Espaigne, á tout sa grosse bataille , les viendroit bríéuement 
deliurer. Nouuelles vindrent sur les champa au Boy de Caslille, k ases' 
gen*, qui approchoyent de Iuberoth , par les fuyans (car malle est la batai- 
lle, dont nuln'en échape) en criant moult haut , & monlt effrayément. Sire 
Boy, anancez vous. Tons ceux de PAu.ant garde sont morts ou pris. II n'y 
a nal recours de leur deliurauce , s'elle ne vient do vostre puissance. Quand 
le Boy do Castille ouit ees nouuelles, si fut moult courroucé, & á bonne 
canse, car trop luí touchoit. Si com manda á cheuaueber, & dit, Cheuauchez, 
bannieres, au nom de Dieu & de Sáinct-George. Al Ion á la rescousse, puis 
que noz gens en ont besoing. Alors comuiencerent les Espaignols á cheuau- 
cher t meilleur pas qu'ils n'auoient f ait , sans eux dérouter, mais tous serrez. 
8i estoit iá basso vespre, & presque soleil rescousant. Les aucuns disoient 
qu'on attfidiat le matin : & qu'il seroit tfitost nnict : k qu'on ne pourroit ad- 
recer a f aire nul bon cxploit d'armcs. Le Boy vouloit qti'on allast auant : k 
y mettoít raison , en disant. Corament lairrons nous noz ennemis (qni sont 
lassez) refresebir & reposer? Qui donne ce conseil, il n'ayme pas uion bon** 
nenr.Doncqucs cheuaucherent ils encores, en menant grand bruit, & en son- 
nant grand'foison d¿ trompettes & de tabours, k en faisant moult grftd 
notse, pour ébahir leurs ennemis. Or vous diray ie que le Boy de Portugal, 
k sea gens auoient fait. Si tost comme ils eurent déconfít ceux de F Auan t- 
garde, k pris leurs prisonniers (comme cy-dessu auez ouy) pourtant que 
du edmencement ils ne veoient nuil y venir, bí ne se voulurent ils pas du 
tout confier en leur p re mi ere victoire : mais auoient six Hommes-d'armes 
des mieux montez de leurs , qu'ils enuoyerent sauoir des nouuelles, k s'ils 
seroiét plus combattus. Ceux, qui cbeuancherent , virent & ouyrent la grosse 
bataille du Boy de Castillo : qni venoit á tout bien vingt millo bommes de 
cheual : qai fort approchoient de Iuberoth. Adonc rctournerent ils á faire 
leur responso, ¿forcé de cheual, deuant leurs gens : k dirent tout baut, 
Seigneurs, auisez vous. Nous n'auons riens fait ores á. prime, veez lo Boy 
de Castille > k la grosse bataille : qui vient, ou sont plus de vingt millo che- 
uaux, tous couuers: k nnl n'est demouró derriere. Quand ils ouyrent ees 
npüueiles, si ourent un bref conseil : car il leurestoit de necessité. Si ordone- 
rent tantost un trop piteux fait. Car il fut commandé k dit, sur peine d'es- 
tró lá mort sans meTci , que, quiconque auoit prisonnier, tantost il l'occist, 
k que puissant, ne vaillant, noble, ne gentil, ne riche, ne fust excepté, ne 
dissimulé. La f urens Barons , Cheualiers, k Escuyers, qui lá estoient espara 
enplnsieurs licux c,a k lá, & tous desarinoz : & cuidoient estre sauucz: mais 
non furent; dont, au vray diré, ce fut grad pitió: car chaoun occioitle 
sien : &, qui ne vouloit occire, on l'occioit entre ees mains : & disoient les 
Portngalois, k Anglois (qni ce conseil donnerent), II vaut mieux occire, quo 
d'estre occis : car, se nous ne les occions, ils bo deliurerons, tandis que nous 
entendros á nous combattre k deff endre : le puis nous occiront : car nul ne 
doit auoir nance en son ennemy. Ainsi furent la morts k occis, k par tel 

méchef , le Sire do Longnac. • 

11 



144 tf w »~:.». rx Aun.m,-:^j 

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íc>zl Es^tm r* s«:íi pis le R:j d* Oítüe. z* se» caá. le gnnd me- 
cLtf . ',t:í *st'.. I-t a:;*=.i: a I"A-=ít zarde . ^e \-^t Xes Frms.? is faseed morts: mus 
crzí-icí^t vs~!« Í--A*errt pri*.:T:~:ers» s ¿es v:^l::e~t recc:nrer: ¿amme roas 
mz ctt. L¿ e-rt dcre bs.:i~I* éi ¿«*. ét m*i=.: * :-=— .e rcrxersé par terre- 
St s* Vh*^*zA pas dauazita^e !e P:rtrri* _:* : n^ai» ksr xr.=int rslllunment 
ét E'/^t Lird:=j*t ccmbaitre ¿a^rren-n:! i!» c^ee^t es:r £t-x=£:s ét perdas) 
ét ce. 'j-si les satzo:; ét gar*--i;sEci: Is c!:». c*es::ii ^'j-a ce les ponaoxt 
afprv?beT t fc-r» pir na pat. L¿ á*scr::i le Be t de Pjrr^i! * pié, ét prit sa 
Lach* : ét **«i vhit sor le pas : & t ñ: mercedes <T±-nes : ét ea abbattit truis 
cm qaatredes plus estables, ét tsnt que teas le reicnciect. ét -* Fosoient 
approcfcer. Ye too* diraj me partí* de I* cesiñirn de* Espiignols. Urmy 
ctt qne da preraiere vesoe, á. chcua!, Hs scií de grii vélente, de grld bo- 
bari, ét de gTaxde coarage. ét Lastaín. a icur acantage : ét se combaitent 
Msez bien a ebena!, maia, si trestest qulls cnt g-et:é denx 00 iroís darás, éc 
denné un ooup d'espée f h. voyent qae kars cememis ne ee déco&fisect, ils 
te doateot, & reionrneat les freías de ieois cheoacx : ét >* sauoe,qui saun- 
rer ce peot (1). Or la endroit iocertt ils de ce mestíer : car Cs trowzerent les 
enaeoiis dais ét forts , ét anssi frais á la bataüle, comme point ils auoient 
está ¿eoant : doat ils fnrent émerneíSez, ét encoré* plus de ce, que nuiles 
nonaeUes n*oajrent de cecx de l'Ananígarde, ne qn'ils estoíent deuenus. Lá 
fnrent Espaignols en dure vesprée , ét la f ortnne de la batiille malle ét V*~ 
rilleose ponr enx: car toas ceux, qui entrerent an fort de Lisseboaaois par 



O) Indica perfectamente este pasaje el modoqnsteniandeescaramncearyde 
batirse los/MMto eapañolea, esto es, los qae iban montados á ImjimeU, qae cons- 
tttalsn enfténces la caballería ligera, al aso j semejanza de los mozos, j era pro- 
cedente de las prorincias andamias j demás limítrofes al reino de Granada. Tal 
es aún en el dia t bien que con espingardas en res de lanías 7 dardos, la costum- 
bre de los diestros jinetes africanos. 



CAPÍTULO* III. 145 

vaillance, ou pour faire faít d'armes, furent tous morts : h'on ño prenoit nul 
homroe á rancon (tant fust haut ou noble) & ainsi rauoiCt les Lissebonnois 
ordonné : car ils ne se vonloient point charger de nul prisonnier. Si furent 
la morts & occis, sur la place des gens de Castille : & tous haux Barons, tous 
ccux qui s'en suy uent : c'est assauoir messire Dangomrues Neudrich,messire 
Digho Parseinét , messire Damp-Pierre de Rosermon , messire Marc de Ver- 
baux,le grand maistre de Calatraue, & un sien frere (qui fut ce iour la fait 
Cheualier, & s'appeloit Digo more), messire Pierre Goussart de Mondesquo, 
Dam-Pierre Goussart de Sonuille, Damp Yehan Radigo de la Rousselle (1), 
& bien soixante Barons & Cheualiers d'Espaigne , n'oncques a la bataille de 
Nadres (2) (ou le Prince de Galles déconfít le Roy Damp-Henry) il n'y eut 
morttant de nobles gens de Castille, comme il eut á la besongne de Yube- 
roth : qui fut L'an de grflce Mil trois cens quatre vingts & cinq ,par un Sa» 
medy (3), iour de Nostre Dame de My-Áoust. 

Chapitbe xvi. — Comment le Roy de Castille , apres sa deconfiture de Yuberoth^ 
se retira desdóos Sainct- Yrain , & le Boy de Portugal á Lisssbonne : Se com- 
ment trenes furenprises entre eux. 

Quand le Roy Héry (4) entendit Se veit que ses gens se déconfíssoient ainsi, 
Se que l'Auantgarde estoit toute nettement déconfíte sana recouurer, Se que 
messire Regnaud Limosin estoit mort (qui estoit son Marechal) Se toute sa 
noble Cheualerie , tant de son Royaume comme du Royaume de Franca (qui 
l'estoient venuB servir do moult grand volonté) se fut duremen courroucé : 
& ne seut quel conseil prendre : car il veoit les gfis f uyr de toutes pars, Se eux 
décOñre : & oyoit qu'on luy disoit , M&Beigneur, partez. II est temps. La choso 
gist en trop dur party. Vous ne pouuez tout seul déconfíre voz ennemis, ne 
recouurer voz dommages. Voz gens f uyent de tous costez. Chacun en ten d á 
soy sauuer. Or vous sauuez aussi : si vous faites que sage. Si la fortune est 
huy cOtre vous une autre fois vous Taurez meilleure. Lo Roy de Castille 
creut conseil. II cbangea cheual : Se mOta sur un coursier, frais & nouveau : 
qu'on luy eut appareillé : sur le quel nul n'auoit monté ce iour : Se estoit moult 
bon á la course, Se leger. Si ferit le Roy des esperons : & tourna les dos aux 
ennemis : & retourna vers Sainct-Irain : ou retournoient les fuyans, Se ceux 
qui se vouloient sauuer. • 

Ainsi fuyoient, l'un c&, Tautre lá, comme gfts deconfíts Se ébahis : mais la 
greigneur partie s'en allerent á Sainct- Irain : ou le Roy vint le eoir, tout 



(1) Aunque extrañamente alterados estos nombres, pueden casi todos descifrar- 
se cotejándolos con los de la lista que pone Ayala. 

(2) Esta batalla que escribe de Nadres, debe entenderse por la de Nfrjera. 

(3) Insiste aquí el cronista en su error de que la batalla se dio en sábado; pero 
consta de manera indudable , por los demás textos, que fué el lunes 14 do Agosto 
de 1386, víspera de Nuestra Señora. 

(4) Se equivocó aquí el autor diciendo Henry por Yehan , ó tal vez sea error de 
imprenta. 



146 u~» t :a zm xliveaxsc 




ésaaj. Jt tc«c énerís- A Im •te r C.Ii.ir » ¿es Eapdfznú (wá m fnf k 

cas les pfcrtaapútrJs * ¿es LísaeaociMna ccczaónut a; gaizocratf ¡a phct) ü 

y ent grande seeisicn. : & encina enst est* ijis grande : s" 

A al-é aprea. jfaia :e A^zxá íLí*c- - qouii La tíiü j 

les des) :ao* I-anc xa B-cj de Pcrng*i„ i¿«¡ 
écz sea cáeraucx : jfc ce zs menee* es La ccace : & seca eecx, ^si * 
seroot saecta. 3»ca. feray. dit la Kzj. R ¿;¿s icrSre ce ce <jae 
faxc* X» geos sont laaaez. Je uava.:ilex : A esc :¿3te oséete, ¿ 
nena írcnm : Je crjnrvn q-x""u fsrest . íl y a esccr*s entren gntad penpie: 
Je par acestsre le f •:::£ lis pe ir c*:ná trair» acra de acetre place. & bode anoir 
aLea7aiacv50angarderocsa«e^7TÍ^:Lxrts^é; de&aisasxaattantiecoaneiL 
Par bbi £sy (ilx Harfece:Ze T a AcgLcú) íes xerts «el ¡*gers a garder : cenx 
ut acra tetí* lamáis ejI : n'en ca n'a=reea ccae ¿anuís peso* de nraffit : 
car ocas aaesjoccís ncz^c^s prisco i.rs: Je nc:» se cries estrazgersjác Te- 
ñus de leísg penr veas serrir: si gai gránete vok ritiera anean* diosa 
(qnand 3 esc henre) «ar ks ▼esos, qoi Tcíect saos seUea. Je coi fsnt Tokr 
le» banderea» Beeafrere (dit le Boy) qai toat coenoít. tan* perd. H Tant 
trop zcÁtznL qae neos soy cus assecrez (país que rboncear é: la TÍctoira est 
ncetre. Je ^ie DÍ€n la nocs s> en^:re) \?e ce .~oe cees necs metáoos en pe- 
ril : país qii* Ü n'en est poio t de ni ueaaile. Xgos anona asees, Diensaercy, ponr 
▼IMS faire toas fiches- Cea parolina ne fnrent plus áites: ncais denmrrerent 
es tel esta* les beaognea, Aína aoint. que ie tdos ay dit Je recordé, de la 
besOgne de Inberoth : que le Boj de Portugal gaigna : la place Je la io uiu é e: 
k. y eet la enninm ráq ceas ChenaBeis, k bien antant , oa pina, d'Escnveni 
(dont ce fot grand pítié Jt donnnage). Je ecnírun aia en sept mille óTantrcs 
gene, Díen en sities ponres amea, Toóte celle nnkt , insques an Dimancne 
á benre de prime, se tindrent le Boy de Portngal Je ees gene en lenta places: 
B'onqnes onlnes'en bongerent, ne desarmerent : maia mangerent tona droits, 
on assú, chacón nn petít : Jt beorent chacón on petil coop de vin : qa*on 
leor apporta da ▼illage de Inberoth. Qaand ce rint ao matrn , apres soleil 
lenant , le Boj de Portugal fit monter á cbenal dooxe chenalieía, ponr cher- 
cher k, ooorir les champa, Jt ponr saooir k. veoir si nnlle assemblée se fei- 
•orL Qoand ceux eorent cheuaocher cá Je la, üs retonmeift: Je rappotte- 
rent qo*ils u'aooíent trooné, ne Tea, qne geni merta, De cení (dit le Boj 
de Portngal) naoons nolle doote. A done fot i! ordonné a: pnblié de partir 
de la , Jt de Teñir ao Tillage de Inberoth : & fot dit qoe lá üs tiendroient la 
nníct, ic tont le demonrant da ioor, iosqoes ao Londj matin.Snr celny 
eatat ila se depaitirent : Je laisserent l'Eglise de Inberoth: Jt se retrakiiét 
toas ao Tillage : Jt lá se logerent ce Dimanche too le ioor, k. la noict en 
aojan t. Le Londj, ao matin , ila eorent conaeil . qnlls 8 en retonrneroient 
dcoers Lissebonne. Si sennerent parmj l*ost leors tropettes, ponr déloger. 
Puis s'ordonnerent, ainai comme á eox appartenoit: ar semirent ao 
deners Lissebonne. 



Dice aquí que entró el Bey en Lisboa el martes, y qne fué re- 
cibido con gran júbilo y trjunfalmente. 



CAPÍTULO III. 147 

Or parlerons un potit da Boy de Castillo, qui retourna apres co qu'il fut 
déconfit , á Sainct-Irain , en regrettant 8c plorant sea gene, 8c maudissoit la 
daré fortune qu'il aaoit ene : quAd tant de Nobles Chenaliera de son paya 
& de son Boyaume, & du Royauíne de Franco, estoient demourez sur lea 
ohampp. A celleheure, qu'il entra en la ville de Sainct-Irain, ne sauoit il 
pas lo gran doinmage, qu'il auoit eu : mais le seut le Dimanche : car il enuo* 
ya, sos Heraux chercher les niorts: & cuidoit bien qne la greigneur partie 
de Barons k des Cheualiers, que les Heraux tronuerent seur la place morta, 
fnssent príaonniers aux Portugalois: mais non estoifit: ainsi comme il ap- 
parnt. Lors fut il moult courroucé , & tant qu'on ne le pouuoit rappaiser, na 
reconforter, quand les Heraux retournerent , & apportorSt nouuelles, 8c la 
oertaineté des personnages, qui lá furent occis. Si dit, 8c iura , qne iamais U 
n'anroit ioye, de tant de Noble Cheualerie, qui eatoit morte par sa 
conlpe. 

Refiere luego la presentación del caballero Martin Harén con 
el bacinete real, valuado en 20.000 francos, que se creia perdido 
fraudulentamente ; y continúa así: 

Ainsi demoura la chose en tel estat: & retourna le Boy de Castilla, au 
25.* iour qu'il fut vena é Sainct-Irain , á Burgués en Espaigne , 8c donna k 
tóutes manieres de Gens d'armes congés. Adonc y eut moyens 8c traittez en* 
tre le Boy d'Espagne 8c le Boy de Portugal : 8c furent prises tréues entre 
eiix, de la Sainct-Micbel iusque au premier iour de May, á durer entre cea 
denx Boye , 8c les alliances de leurs Boyaumes, tant par mer comme par 
terre. Si furent les corps des Barons 8c des Cheualiers, qui á Iuberoth 
auoient esté occis, ensepulturez en l'eglise do Iuberoth : 8c ses eglises de 
lá enuiron, $c les os de plusieurs rapportez par leurs varlets en leurs paya. 

Todo el relato de los precedentes capítulos , dice Proissart que 
lo formó con los que yerbalmente le hicieron en Ortkéz, cuando 
se hallaba allí en 1388 acompañando al conde Gastón (Phebus) 
de Foix, algunos de los que asistieron á la derrota, pero más en 
particular por el de un escudero; de manera que puede considerar- 
Be con justo motivo como la versión de la batalla, según los ca- 
balleros franceses auxiliares de los castellanos. 
- El laborioso é investigador cronista quisó más adelante , en 
1390, oir explicaciones de aquellos sucesos por boca de portugue- 
ses autorizados; y al efecto, sabedor de que en MaMeboure en Ze- 
landa, se encontraba recien llegado un sujeto que pertenecía al 
consejo del Rey de Portugal, llamado Yehan Ferrand Porteler (1), 



(1) En alguna otra ocasión essribo Jean Ferrand Perceok, y correspondo á Juan 
Fernandez Pacheco, % 



148 BATALLA DE ALJUBABBOTA. 

Be dirigió allí, hizo conocimiento y amistad con él, así como con 
otros que le acompañaban, y obtuvo, dorante unos seis días, ex- 
tensos detalles de todo, desde la muerte del rey D. Fernando has- 
ta la salida de aquel caballero del reino; los cuales, siguiendo su 
escrupulosa costumbre, los consigna en otros capítulos del mismo 
tercer volumen. Daremos de su contenido la parte que nos pareoe 
más importante, como versión portuguesa coetánea, tomando 
extractos del capítulo xxviii, que es una" relación que se supone 
hecha al Duque de Lancáster por el gran maestre de Santiago de 
Portugal, llamado por él Laurencien Fongasse (1), cuando fué 
como embajador á Inglaterra después de Aljubarrota para negó* 
ciar alianza contra Castilla. 

Chahtbe xxviii.— De* aff aires de Castillo & de Portugal , racompties au 
Dúo do Landastre par Laurencien Fongasse, Vun des Ambassadeur» de 
Portugal, selon qtiettes auindrent depuis le depart du Comte de Cante» 
bruge (2). 



Nonohstflt tout co, le Roy de Portugal vint á Connimbres, & )& Ct son 
assembléede toutes Gens-d'armes, & les plus autorisez Comtes, Barone, 
Cheualiers, & Escuyers, & bien eut pareillement vingtcinq cens Lances, 
Cheualiers & Escuyers, & douze mi lie hommes de pié. Quand ils furent tous 
assemblez, on ordonna Connestablo & Mareschal. Le Connestable futle 
Comte de Naurre. Le Mareschal, messire Alne Perriero, tous deux sages 
hommes pour gouuerner Gens-d'armes, & mener un ost á son deuoir. Si se 
departirent de Connimbres (3), & de Penuiron (ou ils estoient logez) & pri- 
rent le chemin á la Cabasse (c'est á Iuberoth) & cheminerent tout droit & 
doucemét, á l'aise de leurs corpa & de leurs cheuaux , pour les grans pour- 
ueances qui les Buyuoient, & auoient Cheuaucheurs deuant , qui auisoient 
le contiennement du Roy de Castillo , Sí comment il se vouloit m ai n teñir. 
Encores n'estoit pas venu, en la compagnie, messire Jehan-Ferrand Porte- 
ler: mais se tenoit en garnisonau Chastel d'Orech (4), á cinq lieüs de Iube- 
roth, & croy qu 1 il ne sauoit point qu'on se deust combattre.Ie suppose a6ses 
que le Roy de Castille fut informé du Roy de Portugal , qui s'en venoit a 
puissance sur luy, & quand il seut que nous estions auz champa, il en eat 



' (1) Lorenzo Annes Fogaea. 

(2) Como ya ha referido los sucesos anteriores , empieza aqui después que los 
reyes D. Fernando de Portugal y D. Juan de Castilla hicieron paces en El vas, 
regresando á Inglaterra, en su consecuencia, el hermano del Duque de Lancás- 
ter, que el autor llama Conde de Cantebrugej y Ayala escribe de Cartabrigia {de 
Cambridge). 

(3) Connimbres por Coimbra. 

(4) El Chastel d'Orech quiere dq£ir aqui el Castillo de Ourem. 



capítulo ni, 149 

jffioult grande ioye, k aussi, eurent tous ees gene semblablenient, si oouime 
Us le monttrerent. Car ils luy conseillerent á cheuacher contre nous, te nous 
venir cobattre, de par especial les Gasoons de Bearn, qui 14 estoiGt, nous 
de8Íroyent trop fort á combatiré : & demanderent a auoir la premiere ba- 
taille, k ils Peurent, fcbien nous auoit dit messire Guillaume de Mont-fer- 
rand r Gascón (qui estoit la, a tout quarant Lances). Soiez tous asseurez 
d'anoir au-iour d'huy la bataille : puis que vous auez les Bearnois á Ten- 
contre de vous, oar ils ne desirent autre chose. Le Boy done de Castillo, 4 
tóate sa bataille, yint au lendemain gesir au cha6tel de Lerre (1), á deox 
lieüs de la Cabasse, de Iuberotli : k le lendemain nous veismes á la Cabás- 
se, te la nous logeasmes & le Boy de Castillo se logea ce soir a une petite 
lieüe de Inberoth, apres que nous fusmes la logez , car bien sauoit , par ses 
Cheoaucbeurs, quel ebemin nous prfidrions, & que nous nous logeriona á In- 
beroth 

Dice aquí que una de las razones que tuvieron para elegir aquel 
lugar consistió en el recuerdo tradicional de que allí mismo des- 
barató Oarlomagno á siete Beyes infieles ; y que con posteriori- 
dad hubo una gran batalla, en la que el Conde de Portugal ven- 
ció á su hermano Bey de Castilla, haciéndole prisionero y que- 
dando desde entonces constituido el Portugal en reino indepen- 
diente. Excusado es indicar lo absurdo de semejantes leyendas, 
atribuidas á un paraje que ninguna celebridad tiene anterior al 
suceso de que tratamos. Luego prosigue así : 

Or, quand le Boy de Portngal fut venu sur la Place, on luy demonstra 
bien toutes ees dioses ; & auint, entandis que le Connestable k le Marescbal 
ordonnoyent les batailles, que messire Jehan Ferrand Porteler vint en Test: 
lequel au matin s'estoit partí desa garnison d'Orecb : k amena auecques luy 
quarante Lances : dOt on en eut grade ioye de sa venue , car il fut mis au 
train du Boy. Quand noz batailles f urent toutes ordonnées, & mises en bon 
arroy te bonne ordonnance, k qu'on n'attendoit autre cbose que les en no- 
mis, Je que iá estoient noz cheuaucheurs enuoyez par-deuers euz , pour en- 
querir de leur contiennement, le Boy se mdt entre ses gons, k fit faire ei- 
lence te paix. Lors dit il, Seigneurs , vous m'auez couronné Boy. Or me 
moustrez loyauté, car puis que io suis si-auant, k mesmemént sur la place 
de Iuberotb, iamais ie no m'cn retourneray arriere en Portugal, si auray 
combattu mes ennemis. Tous respondirent , Si re Boy, nous demourrons 



(1) El castillo que llama de Lerre debe entenderse Leiria. En cuanto á la 
Caberse de Iouberoth, ya se indicó el error y la confusión que hace entre Alooba- 
ta y ei pueblo é iglesia de Aljubarrota, como se verá en la Crónica portuguesa; 
pero tal vez en esta ocasión se refirieran los relatos que oyó á la ermita, que cuan- 
do escribía se estaba ya levantando en el mismo lugar de la batalla, ó al gran 
monasterio cercano que edificaba D. Juan I de Portugal á Santa María de la 
Victoria, 



150 BATALLA. DK AUTJBARBOTA. 

auecques vous tous, & soyez eertain que nous né f uiroíiB nullement. Or s'ap- 
procherent lea bataiiles. Car les Castillans auoient deair de nous trouuer, & 
nous combattre, si comme ils en nionstrerent le semblant. Nous enuoy aenies 
hoz coureurs deuant, pour les aaisez, & quelles gens ils estoient en nom- 
bre , pour nous conseiller sur ce. Noz coureurs demourerent plus de trois 
heures cutieres sane, retourner, n'ouir nuiles nouuelles d'eux, k fut telle 
fois, que nous les cuidasmes auoir perdus. Toutes fois ils retournercnt, k 
jious apporterent iustement letir contiennement, k la quantité de leurs ba- 
taiiles, k dirent qu'en l'Auantgarde auoit bien largement sept mille Lances, 
armez de pié en cap, la plus belle chose qu'on peust veo ir. En la grose ba- 
taille da Roy auoit bien trente mille chevaax, k tous bomrnes armez. Qnand 
noz gens k les Seigneurs searent le nombre de ceux t k comment ils ve* 
Aoient, k que FAuantgarde auoit estoit pres, deux lieues outre la bataille 
du Roy (car les Gascona k les estrangers n'estoient pas bié d'accord aneo 
les Castillans) si eurent noz gens conseil de nous teñir en semble, & sur nos- 
tre fort, k de fairo deux aelles de bataiiles, k les Gens-d'armes (ou bi€ auoit 
.deux mille k cinqcens Lances) au f ond de ees deux aelles. Lá puissiez vous 
vooir, Monseigneur, bonne ordonnance de bataille, éc gens grandement re- 
confortez, & fut dit k cOmandé , de par le Roy, k sur teste, que nul ne prist 
ce iour riens á ranzón, ee la iournée estoit pour nous : ou tous mourir , ou 
tous viure. Et fut cela fait k ordonné pour le meilleur, car (si-commo les 
Seigneurs disoient) se nous nous entremettons ou embesongnons á prendre 
priaonniers, nous nous deceurons, & ne pourrons entonare 4 choBe, que nous 
ayons aff aire. Si vaut mieux que nous entendions au bien combattre, qu'á 
la conuoitise d'auoir prisonniers, & nous vendons , ainsi que bOnes gens 
doiucnt faire, quisont sur leur béritage. Ceste parolle fut acceptée k tenue. 
Lora vindrent noz ennemis, aussi serrez que nulle chose pouuoit estre, par 
deuant nous, k mirent tous pié a terre, k chacerent leurs cheuanx, k lace- 
rent leurs plates, k leurs bacinete moult : f aictissement : k abbaisserent leurs 
viaieres : & appointerent leurs lancea, k nous approcherCt de grande volon- 
té, k vrayement lá auoit fleur de Cheualerieft d'Escuyerie : k bien le mons* 
trorent. Entre nous k eux auoit un f ossé, & nompas si grand , qu'un Cheua- 
lier ne peust bien passer, k saillir outre. Ce nous fit un petit d'auantage, 
car, au passer, noz gens (qui estoy ent en deux aelles, k qui lancoient de 
dardes affilées, dont ils en mébaignorét plusieurs) leur donnoienlt grand 
empeschemet : k láeut d'eux, au passer ce tantet de fossé, de moult trauai- 
llez k foulez. Quand ils furent outre, ils assemblerent á nous, car ils cuide- 
rét que le Roy de Oastille k la groase bataille les suyuissent de pres : mais 
non firent, car ils f urét auflt, tous morts k dccuñts, que le Roy de Castilla 
ne ses gens vinssent. Si vous diray par quel incident. Ils furent encloz k 
enserrez entre nous k ceux, que nous appellons les COmunautez de nostre 
pays, k par telle maniere qu'6 frappit ou fraperoit sur eux do baches sus 
eux épargner : k noz Gens-d'armes (qui estoifit fraiz k nouueaux) leur vin- 
drfit nu deuant, en pousant de Lances, k en eux rcculant, k renuersant au 
fossé, qrf ils auoyent passé. Si vous dy, Monseigneur, qu'en moins de demie 
beure ce fut tout fait k accomply , k tous morts, sur les champe, de droi- 
tes Gens- d' armes plus de quatre mille : ne nul n 'y estoit* pris k rancon, fc 



CAPÍTULO III. 151 

quand auoun Cheualier oo Eecoyer des nostres en vouloit an preudre, on 
luy occioit entre sos mains. Ainsi cheurent en p estilen ce & en deoonfíture 
noz ennemis : & f ut toute nettement ruée ius, sans recouurance, l'Auantgar- 
de. Lors vint la bataille du Roy de Cas ti lie, & le Boy aussi : ou bien auoit 
trente mille nomines, toua bien montez, mais quand ils approcherent, il eé- 
toit iá. nuict, Se ne sauoigt pas le grand méchef, qni leur estoit auenu de 
lean gens. Si vindrent faire leur monstre sur leur cbeuaux, par deuant 
nona : fc fírent plus de cinq cena, par appertises-d'armes, aaillir leurs cbeuaux, 
tout outre le fosaé : mais aacbez, Monseigneur, que de tous oeux, qui y paa* 
aeren t, oneques pié ne repaasa : Se f urent occis partie dos plus Nobles, Se de 
de ceux qui auoyent A desiroyent le plus les armes, auecques grande plan- 
te de Barons Se Cbeualiers de Portugal : qui s'estoient contre nous tournea 
auecques le Roy de Castille.— Quand noz gens veirent Se congnurent que 
noz ennemis se déconfísoyent ainsi, ils passerent outre le fosaé, Se le pont 
d'eauo que lá auoit, car en plus de qu arante lieux elle estoit esclusée, des 
morts qui y estoient versez Se couchez (1). Si manderent leurs cbeuaux, St 
mOterent aus : & se meirent en cbace, mais longuement ne f ut ce pas, car il 
estoit nuit.Si ne vouloient pas noz gens s'abandonner follement, n'aller 
trop auant, pour la doute des embusebes : Se si n 'estoient pas si bien mon- 
tez, comme les Castillans estoient, car s'ils l'eussent esté, pour venté ils eus- 
•ent receu plus de dommage asaez , qu'ils ne fírent, Se eust esté le Roy de 
Castille, sana f aute, mort ou pris, mais la nuict (qui nous suruint toute obs- 
curo) & ce que nous estions f oiblement montez, le sauua. Or vueil ie nona- 
mer premierement la greigneur partie de Nobles, tant Espaignols, 6 Porta* 
galois, que Frficois Gascona, qui lá moururent sur les champe, qu'on dit á 
Cabasse de Iuberotb, Se premierement le comte Damp Jeban Alphons Sero- 
le de Portugal, le Grand Prieur de Sainct Iehan de Portugal, Damp Dilgau- 
res son f rere, Ange-Saluace de Géneue, Dflp Iehan Aussalle , messire Dan- 
goues, Mendrich, Drigbo Persement, Pierre Resiernent, Lugares de Versant, 
le Grand-Maistre de Calatraue, Se son frerc (qui s'appelloit Damp Dighodi- 
gares), Pierre Goussart do Seuilie, Iehan Radigho de Horiers, Se le Grand- 
maistre de Sainct- laques. Des Francois , messire Iehan de Ris , messiro 
Geof froy Richon, messire Geoffroy do Partenay, messire Espaignolet d'Es- 
paigne, messire Regnaud du Solier, dit Liinoein, Mareschal de l'ost du Roy 
de Castillo : Se de Gascons de Bearn, le Sire de Be ara, le Seigneur de Mor* 
tan, le Seigneur de Bringoles , messiro Raymond d'Eurach, messire Ber- 
trand de Varuge, messire Iehan Asolme, messire Raymond de Valentín, 
messire Adam de Mourasse, messire Menuent de Sarement , messire Pierio 
de Sarembiere, Se plusieurs autres, plus de douze cena Cheualiers ée Escu- 
yera, tous Gentis-hommes. 



(1) Como en aquel paraje no existe ni existió nunca puente, ni nadie lo cita al 
hablar de la batalla, me era dudoso el sentido de este párrafo, hasta que, confron* 
tado con la edición moderna y corregida de Buchón, encontré que donde dice lo 
pont d'eau, debe decir, le tantet d'aigue; esto es, que pasaran el foso y la- poca 
agua que alH había, etc., etc. 



152 BATALLA DE ALJCBARBOTA. 

Cita ahora diez y ocho caballeros portugueses de los princi- 
pales que se hallaron en la batalla, uno de los cuales fué muerto; 
pero sus nombres están tan alterados y tan extrañamente escri- 
tos como los de los españoles ; circunstancia que, según expresa, 
le hizo reir al Duque de Lanoáster , por no haber jamas oido 
nombres tan raros : luego prosigue : 

» 

Nous demourasmes celle nuit en la place, ou la bataille auoit esté, fc an 
lendemain iusques a nonne, ou enuiron. Puis nous retournasmes, au Chastel, 
qu'on dit Aleric (1), a deux petites lieües de Iuberoth : ¿t de lá nous retour- 
nasmes á Connimbres : & le Boj de Castillo sen "vintá Saint-Irain: te mon- 
ta la en une barge, te en fit nager quatorze : & entra en un gros vaissel, & 
s'en alia par mer á Seuille , ou la Koyne estoit : & s'en allerent ses gens, 
l'un ca, l'autre lá, ainsi comme gons déconfits, te ou il ne pouuoit auoir nul 
recouurer , car ils auoient trop perdu, ne ce dommage point ils ne recou- 
ureront de grand temps, si ce n'est par la puissance du Roy du Frflce. . . . 

Luego refiere el suceso de la entrada del condestable Ñuño 
Alvarez Pereira en Castilla y de la batalla de Valverde. 

Núm. 5. — Capítulos de ia Crónica portuguesa del rey Don 
Joam I de boa memoria, por Fernán López, referentes día ba- 
talla de Aljubarrota. 

• 
Segunda parte.— Capítulo xxxih.— Do recado que El Bey de Portugal «i- 
viouá El Rey de Castella, te como chegou ao campo 1 te ordenou á batalha. 

Refiere primero el cronista la misión que llevó de palabra al 
Bey de Castilla un escudero del de Portugal, llamado Gkmzalo 
Annes Pexoto, quien á su regreso á Tomar refirió haber visto el 
ejército en alarde, estimando su fuerza en 7.000 lanzas, 2.000 
jinetes, y tanta gente entre ballesteros y hombres de á pié, que 
no se atrevía á valuarla, lo mismo que los pajes y la multitud 
que iba con el bagaje. Su Bey le encargó que dijera eran pocas 
gentes y mal gobernadas , para evitar el efecto que pudiera pro- 
ducir la verdad. Acto continuo sigue así el cronista : 

Partió El Bey estonce de Tomar com aquella ordenanca que allí fízera : o 
Condeetabre na v&guarda : te alas : o pagem, Se balfon tendido, Se o Alférez, 
& a bandeira na funda, te El Rey na reguarda, com aquelles que era ordo- 



(1) Alerie es Leiria t el mismo castillo que antes nombró Zerre. 



CAPÍTULO III* 153 

oadft (1) : k oom este regimentó ohegarom á Ourem , (} erona dalli tres le* 
goas , bú o Conde já tinha tomado alojamento para a hoste ao pé da Villa, 
contra Atouguia das Cabras 

Cuenta aquí el incidente de haber saltado un corzo del monte, 
y que, perseguido por los soldados, sé refugió en la miema tien- 
da del Rey, donde le dieron muerte; lo cual se interpretó como 
feUz vaticinio : luego continúa : 

Ao sabbado seguinte partió £1 Bey de Ourem, k o Condestabre ante elle 
com a vanguarda , e foy toda a hoste alojar a Porto de Mus , que erom dalii 
sinco legoas , & ao Domingo, que allí folgarom , depois de missa, foy o Con- 
de por mandado del Rey contra Leiria com cento de cávalo, com cotas, k 
bracaes, ¿cianeas compridas, e sobiram por bus cabecos altos por ver se 
poderiom ver a gente del Rey de Castclla como vinha ; k porque a ver nom 
poderom, tornonse ao arraya!, & disseo a el Rey; a segunda feira ante 
manbam vespora da Virgen María , bem cedo de madrugada , mandou o 
Conde dar ás trombetas, k de noite ante que amanbecese, comecou ouuir 
saas missas, k naquella>t8da, hú elle esteva, davam o Santo Sacramento a 
qufltos comungar queriam, os clérigos que para 1sto erom prestes; k logo 
como foy de día partió dalli toda a hoste , k f oram caminho daquelle cam- 
po, hú de8pois foy a batalha, que be dahi hfla pequeña legoa, o Condesta* 
brf diante , por buscar logar oonvmbavel, el Rey detras na reguarda, como 
tinham em costume, k assmado hú a batalha fosse, k cada hüa cousa devi- 
sada , chegou el Rey, k prouvelhe muito de como tudo estava ordenado, k 
deceose pé térra, k comecarom de ordenar sua batalha da vanguarda, k re- 
guarda, k alas , k pagfis , k carriagem todos detraz cerca dos homens de pé, 
± besteiros, que nom podessem receber daño. 

Cap. xxxiv. — Como osfidalgos da hoste Del Rey de Caetella vieron f alar ao 

Condestabre^ k das rtzotm, que com elles ouve. 

■_ Tendo £1 Rey posta sua batalha cGos rostos para Leiria donde os imigos 
aviom de vir, q erom dalli boas duas legoas, era já o dia em boa altura, 
acerca das dez horas, k el Rey fazia em tanto cavaleiros a quasquer, que 
o ser queriam , k f alava aos seus muitas rezoens desformo, dizendo que fos- 
een fortes, k ardidoB, tendo grande esperan c a em Déos que os avia de aja- 
dar, pois defódiam justa querella; k aguardando elles desta guisa comeca- 
rom daparecer as gentes del Rey de Caetella; as quaes erO tantas por toda 
a térra, que nom avia homft que os visse, que padece cuidar que os Portu- 
gueses antre elles podessem guarecer; os apavesados, k bésteiros vinham 
diante, parecendo fatos de vacas, & grandes manadas de desvairados gados, 



(1) En el capitulo anterior, al explicar que el Rey y el Condestable concertaron 
el orden y distribución del ejército en vanguardia, retaguardia y alas, advierte 
que en Portugal no se conocían esas denominaciones hasta la llegada de los in- 
gleses en tiempo del rey D. Fernando, pues que antiguamente se llamaban dian* 
tera , cato* y ceetaneiras. 



154 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

a$si quo valles, k outeiros se escondiam sob agrande multidam do bus, & 
dos Otttros, k dando o sol em suas esplfidccfites armas faziam parecer ínui- 
toe mais do que as gétes deziam : assi q se su a vista punha temor, pespito 
nos que .os olhavam, escusado he perguntalo ; k vindo muito deseu vagar 
chcgaron acerca dos Portugueses, sendo já o sol no meio día, k quando os 
virom estar na estrada, bú ora he feita a Igreja de Sam Iorgo, ñora quize- 
ron pelejar com elles de rosto, mas comecaromse de bir contra Algibarro- 
ta, da parte quo he contra o mar, & os Portugueses cuidando que lhcanom 
queriom dar batalha, diziom antre ey huns aos outros : O pezar do demójá 
Beixm, k nom querem pelejar? Em esto passando a hoste daquella guisa, 
comeearom de se deter hum bom espayo alera deiles : k alH segara rom, át 
estiverom quedos : k por avizamento de ver os Portugueses como estavom, 
chamou El Rey á Pero López de Ay ala , k Diogo Fernandez Marichal de 
Castella , k Diogo Alvarez Irinao do Conde6tabre, dizendo algflas cousas, 
que fossem falar com elle, mostrando que o aviam por proveito de hila, Jfc 
outra parte, k biam per todos einco de cávalo com dous cava leiros Gas- 
coens 

Aquí refiere la entrevista y conversación que medió con el Con* 
destable, semejante á la que cuenta Ayala, pero expresando que 
éste fué el principal que Ueyó la palabra por el Rey de Casti- 
lla, etc., etc. 

Cap. xxxv. — Do ConcelKo que El Rey de Centella teve y se poeria batalha, 

ou nom. 

Empieza el cronista en este capítulo copiando 1q que dice Aya- 
la en el suyo correspondiente, y después de poner íntegro el in- 
forme que dieron al Rey los parlamentarios sobre la disposición 
de los portugueses , rectifica del modo siguiente la descripción del 
campo. 

Mas tal escrever f oi bulha composta para en ganar os que nom sabera, 
ca bi nom ha valles, nem oitoiros, qne nojo podessem facer, mas todo he 
charneca raza, em que caberiám dez tamanbas batalbas, k se os ahí avii, 
culpa de quem no ordenava ; mas disseron esto por encobrir sua má for- 
tuna, k mingoa do aquécimGto : ca este mesmo Autor no capitulo que se co- 
meca, O Mestre de Avis, que se chama Rey, diz, « Que partindo £1 Bey de 
sCastella de Soure, chegou a huma praca legoa k meia dos imigos, k ntí 
soutro dia foy acerca deiles, hú tinham sua batalha posta, k pozse acerca 
s de hum campo cham , k allí ordenou suas batalbas. a D — E pois que em hum 
logar diz campo cham k em outro valles tam esquivos que passar non po- 
diam, tenliamos sua obra em pouca reputacain, pois que falou em certos 
passos contrairo da verdade, por abater na victoria de seus imigos (1). Ora 
leixando esto, diz que disserom estes maisá £1 Rey. 

(1) No estuvo feliz el cronista al empeñarse en desmentir á Ayala y al pintar 



capítulo nr. 155 

Aquí inserta, según lo hace Ayala, los otros pareceres que le 
dieron al Bey sobre dar la batalla ó aplazarla para el día siguiente. 

Cap. xxxvi. — Do conselho que deu Dom loah&o Affomo Telh a El Re^de 
Cdetella, qué todavía fosse á batalha, ñas quaes rezoens El Rey outorgou. 

Dedica este capítulo al razonamiento que hizo el caballero por- 
tugués Juan Alfonso Tello , que era de los principales adictos á 
la causa del Bey de Castilla, para demostrar que no debía demo- 
rarse dar la batalla, y concluye diciendo : 

£1 Rey avendo o por muy bom conselho, mandou que a presea se fizessem 
todos prestes , & acabassem de ordenar a batalha , Se a eeu mandado nom £ oi 
posta tardanca. 

Cap. xxxvii. — Das gentes que cada kum Rey tinha por sua parte. 

Justa cousa he con si r a r, aínda que hura pouco escrevamos coprido, pois 
ouvistes os consolaos que cada hura Rey teve , se era bem daver batalha, 
ou nom , Se ambos determinarom q si , que gentes tinha cada hura de Beu 
bando, & como foi posta, Se ordenada; vista sobre esto a composicam de 
muitos, postoque delles rudamente falassem, assinadamente nos despraa 
daquelles que em favor dalgúa das partes and aro m buscando fingidas ra- 
zóte, por dar escusa a sua contraira ventura. Mas nos, como já tocamos en 
outro logar, nom curado do desvairo dos Autores, saibamos aquello que se 
de ve de saber, s. com quantos foy posta, Se como se vficeo, Se quaes Capi- 
ttf&s foram em ella, Se camanho eepaco durou, Se quo gentes hi morrerom; 
no qual falamento nom compre aceitas fermosas razogs, ne* dicer algü afei* 
tado, mas chámete mostrar por ambos los Rcys a certa verdade, como se 
passou. Ora sabey, que quantas batalhas, historias cupilarain , delles mais, 
'delles menos, todos em seus livros fazem mencom das gGtes que cada hum 
Rey consigo tinha, por se saber sua cantidade, Se dar louvor aquem parecer 
que o merece; doutra guisa os desbaratados, Se os vencedores nom terioin 
gloria, ñera do esto; Se assi fizerom muitos na historia desta batalha, que 
bus disserom pero meudo, que El Rey de Castella trazia oito mil laneas, Se 
outros poseron nove mil, Se de ginetes tres mil, Se quince mil bésteiros, Se 
hom¿3 de pé vinte mil ; outros diziam em soma, que erom sessenta mil por 
todos, outros que chegavan a cS mil , outros coutavao, q por hüs, Se por ou- 
tros era tanta multidam, q avia hi cem Castellaos para hum Portuguez : 
le assi outros mais, Se menos segundo lho pareceo, ou lhe prougue de escre- 
ver. Pprem nom era assi, mas tal desacordó de escrivaés em parte uom he 



el terreno según lo hace aqui y en otra ocasión. Con el plano del campo de bata* 
lia ¿ la vista, y con la descripción que daremos en el siguiente capítulo, se hará 
justicia á la exactitud con que Pedro López de Ayala indica la posición del ene* 
migo, en un todo conforme á lo que dice el mismo rey D. Juan I en sa carta A la 
chutad de Murcia. 



156 BATALLA DE AUUBAEROTA. 

de poer culpa , porque hüs pozerom a fama das gentes que El Rey de Cas- 
tella consigo trouve , mais nom , outros enadderom os que se f orora para 
elle quando chegou a Leiria desta guisa, quando foí notorio a todos que El 
Rey de Portugal lhe hia salí ir ao caminho, & que se nom escusaba antre 
elles a batalha : logo todos los Alcaydes que por elle ficarom nos lugares da 
Estremadura , assi como Sanctarem, k Obidos, & Torres- Yedras , & outros 
desta comarca, todos se foram á pressa para elle : com as de mais gentes, 
que cada hum levar pode : assi de pé, como de cávalo, pera serem com elle 
na batalha t k no somonte os destes lugares; mas Pero Afam CapitaO das 
naos, e o Almir&te das gales, q sobre Lisboa jaziaO cu qufttos escusar pode- 
rom da frota, todo levarora, Se se foram para elle, que era huma boa soma 
de gente, nom por entenderem que lhe sua ajuda fazia ningoa ; mas por 
verem como elle venzia, & ferft com seu 8enhor em taO honrada cousa, co- 
mo aquella, emadendo estes, com os que elle trazia, acrescentam tanta 
multidam , que f azem duvidar cuantos erom. Outros en favor dos Castellaos 
ti verom outro modo, Se foy este ; nomearon dos Portugueses muito mais con- 
tó dos que erom, Se dos seus cessaron todo, por sua mingoa nom ser enxem- 
prada , de guisa que quantos mais Portugueses pusessem , tanto era mais 
por sua honra, Se menos prazmo de seus imigos, Se Horneando a multidam 
de Castella Se apouquidade Del Rey de Portugal, era lhe muito mor vitu- 
perio, Se aos Portugueses muito maior honra , assi que dos seus que sabiam 
o certo, non quizerom escrever nenhüs, Se dos que nom erom em conheci- 
mento, puzeróm numero per contó assinado : Se esto non foy por abreviar 
leitura nem f alar mais cerceado, mas por abater a honra alhea, dicendo, 
que os Portugueses eron duas mil Se duzentas lancas , Se de homens do pé, 
& bé8teiros dez mil, cujo desvairo darrazoar bem nos deu cuidado de Saber 
como ista era : porque nom compre afñrmar a cousa duvidosa, nem encobrir 
o que he muito certo para que digamos o mor numero dos imigos por des- 
facer nelles, nem menos couto dos Portugueses por serem por hi mais lou- 
vados certamente nom he de facer, ca o Chronista ha de ser muito certo em 
seu razoar, Se porem antigamente nenhum era ousado escrever historia, sal- 
vo aquelle que visse a cousa, ou del la ouvesse comprído conhecimento, por- 
que a historia ha de ser luz da verdade, Se testémunha dos antigua tempos; 
Se nos, posto que as nom vissemos, de muito revolver de libros com gram 
trabalho, Se diligencia, a juntárnoslas mais chegadas á rezam, Se em que os 
mais dos Autores, pola maior parte, consentem; Se porem dañamos, Se re- 
pro vamos, Se avernos por menhüa quaesquer Ghronicas, livros, éc trautadoa 
que com este volume nom concordara ; assi q leixando taes desvairos des- 
torear, por a verdade desta cousa milhor ficar em memoria; Se a bondade 
dos Portugueses nom aver deperecer, por escritura de seus envejosos imi- 
gos , como se per alli tomassen vinganca : Sabey, que as gentes dañabas las 
partes erom estas , & mais nom (1). El Rey de Portugal avia per todas mil 



(1) En todo lo que aquí dice Fernán López lleva por objeto rebatir las exagera- 
ciones, pero principalmente la cifra que á los portugueses séllala Ayala, y su omi. 
sion respecto á la de los castellanos.— Expresa que tuvo á la vista otras relaciones 
de la batalla , mas sin duda no conoció la Crónica francesa de Froissart, cuando 



capítulo in. 157 

e setecentas langas, dellas nom bem corregidas) & de bésteiros oitocentos, 
k de homens de pó quatro mil , & quinhentos. Os Castellaos, pero digam 
que se nom podiam dar a contó, porem nom era assi, oa elles nom erammaia 
que 8Ínco mil lancas per Frftceses k Gascoea, k outroe estrangeiros com to- 
do los que da frota, & dos outros logares, se foram para olle, de ginetes 
erom done mil, k bésteiros oito mil, & de homfts de pó quinze mil, que 
seriaO por todos pouco mais de trinta rail ; o carriagem cOtaO q erom tantas 
mil carretas, nom eram mais qne setecentas, & com ellas muitas azemalaa, 
em que traziam mantimentos , k armas , é cousas para vender dalguns mar- 
cadores ; gados passavam de oito mil cabezas, antre bois,& vacas, e ovelhas, 
k todo o mais desto fora tomado em Portugal ; trote, k bombardas, qnede- 
ziam que erom muitas, nom erom mais que desaséis : pagens, k azemeis, 
& doutra gente de serventía, era tanta, que a vista da hoste era espantosa 
cousa de ver. 

Cap. xxxvm.— Como 09 Rey 6 ordenarom suas batallas : k com quaes capitais. 

Destas gfites que os Reja consigo tinham, ordenou cada hum ena batal- 
ha, segundo costume de Espanha, k digamos logo Del Rey de Portugal, 
que a poz prímeiro, k esperou a praca, o qual em hum campo cbam cuber- 
to de verdes urzes, no meo da estrada, por bú os Castellaos aviaO de vir, 
ordenou dessa pouca gfite que tinba , duas pequeñas azes, ca nom avia para 
mais; k na primeira, que se chama a váguarda, era o Condestabre cO sua 
bandeira tendida, k dobrados escudeiros consigo, jüto com elle , por guar- 
da della, k de seu corpo ; k nesta áz avia seiscentas lan9as, k mais nom. Na 
ala direita, que nacia da pOta desta áz, bia Me Rodríguez , k Ruy Méndez 
de Vascogoncelos, k doutros bofls fídalgos hüa leda cópanhia , que por suas 
bonras, k defensom do Reyno, entendiaó" defender o logar, hú eraÓ" postos, k 
chamavaG lbe a ala dos namorados, k seríom por todos duzentas lancas, k 
auiaO hüa grande bandeira ordenada & bOtade de todos. Na outra parte na 
ala esquerda eroru de mistura com Antoru Vázquez, k com outros Portu- 
gueses, alguns estrangeiros, assi como Micer Tobflo de Monf errara , k Mar- 
ti m Paulo, k Bernardom Sola,& doutros Ingreses fréebeiros, k outros ho- 
mens darmas, que erom por todos outros duzétos : assi que mingoavam a 
estas alas da sua direita ordenanca duzentos homens darmas, porque tato 
avia daver em arríbalas alas, como na direita az da vanguarda : k estes tin- 
hflohOa alta bandeira de SaO Yorge, k outros balsoens de mistura; assi 
que a áz da vanguarda com suas alas , era semeada de bandeiras, k pen- 
doens, como a cada hum prazía de ter : ca hi nom avia entom Rey darmas, 
nem outro Arauto, que o a nin güera desdissesse : desbi trombetas em algüs 
logares, segundo se requería, detras os homeus darmas, que erom, em am- 
balas alas avia bésteria , k homens de pé postos em tal ordenanca, que lhe 



no la nombra, como era probable lo hiciera, sobre todo en detalles que favorecían 
su propósito. También me llama la atención que no se refiera nunca á los datos 
y noticias verbales que pudo recoger de los testigos y actores á quienes conoció. 



158 BATALLA DB AUUBARBOTA. 

podessem fazer ajuda , & empecer a seus imigos ; em a az dianteira nO avia 
nonhfls, ca nom compriam em tal logar : allí nom avia cotas darmaa, por- 
que o Conde , nein outros ñdalgos f osaen conhecidos : ca inda estonce uom 
era em uzo, maa o Condo trazia hfla jaqueta de laam verde toda bordada de 
rózeiras, deahi cota , peito, & bracaes, k arnés de pamas, k guantes, segun- 
do de cote costumava : k sempre espada cinta , k adaga, salvo quando ou- 
via missa. Desta avaguarda a- outra az de detras, que cbamam reguarda, 
avia bum rezoado espaco segundo se f azer podia com tam pouca compaoha, 
do geito que a desaventura se mister fizesse, trigosamente podessem socor- 
rer; k com esta áz, cujas potas cerra vam com a vanguarda, forrada de ho- 
mens de pé , k bésteiros, em que avia setecentas lancas, estava El Bey com 
sua bandeira, a qual tinba Lopo Vázquez da Cunba em logar de sed 
írmad Gil Vázquez , que era Alférez mür, k estava na Beira com os ou- 
tros fídalgos ; k os que erom guardas Del Bey juntos com elle : isso 
mesmo os que aviam de guardar a bandeira. As armas defensaveis d© 
todos erom bacinetes de canal , delles com caras, dellea sem ellas, k fol- 
has, k loudeis, k cotas, k faldoens, k panceiras, k de ferir, lancas, k fa- 
chas de ferro, k de chumbo, k delles machados, quem os podia a ver. £1 Bey 
era uestido darmas, quaes compriam a sua defensom, k hum loudel enísima 
sameado de rodas de ramos k em meio outras rodas, k escudos de Sam Yor- 
ge. Traz esta reguarda avia hum espacoso curral , hú estava a carríagem. 
f. pagens, cávalos, azemalas: mantiuiento, gente de serventía, k toda las 
cousas, que mister fazem para ordenanca de hfla hoste : k estes erom todos 
cercados de homens de pé, & bésteiros, de geito, que ñas espaldas da re- 
guarda, k em esta carríagem, nenhum nom podia topar, para fazer daño, 
que todo nom adiase apercibido. 

Tendo El Bey, k o Conde assi sua batalha concertada, k o Sol partido 
por meio, as horas q. se razo adámente debía fazer, pasando que os Caste- 
llaos, como ouvüssem delles vista , que logo se trabalhassem de os cometer, 
el les passarom da parte da ¿la esquerda ña guisa, que dissemos, contra 
Algibarrota , por a qual rezom f oi f oreado a El Bey, k ao Conde mudarcm 
suas batalhas de como as tinham ordenadas, com os rostos pera Leiría , k 
as tornarem contra hü estavam seus imigoe: k pa6Bou a vanguarda pela 
reguarda; dAdose logar hüs a os ontros, k pozse diante, contra hü os Caste- 
llaos mostravam de vir. Allí nom avia melhoria da campo, quo os Portugue- 
ses tivessem cscolhido, ncm montes, nein valles, que torvassem seus imigoe, 
como alguna mal escrevendo em seus livros querfi contar, ca todo era cam- 
piña igual , sem nenhum estorvo a arábalas partes , o qual o trilhamento das 
bestas, k passar dos homens tornou assi razo, k tam cham, cerno praino 
recio ce erva nenhüa k a vantagem , que os Portugueses tinham , era esta. 
Quando a al va do día comecou de crecer, ja El Bey tinha a sua batalha or- 
denada de todo, k estiveron toda a sesta por bem quente sol armados até 
tarde, & os mais delles sem comer, nem beber, por ser vespora de tal festa, 
k ficoulhe o sol cO o pó, k vento, nos rostoB, k co estas cütraírasaventagens 
aguardavom, estando ledamente, seus imigos : k por tanto dezia Micer 
Y o bao de Monf errara a El Bey. Scnhpr^ sede muito certo, k sem nenhuma du- 
pida , que vos aveis de vencer esta batalha , k vedes } senhores, em que o entédo/ 



CAPÍTULO III. 160 

eufuyjd em seto batalha$ campaes, k com esta som oito, k digo vos que nunca vi . 
toó ledos vultos de homens, $endo taó poneos combaUnUs } k averem desperar 
tantos para peleiar com elles. Essa fiuza, diese El Rey, tenho eu em Déos k 
en a Virgem María, que a$si sera como vos di*ei* y k e» vos prometo muy boa 
alineara de vosea boa profecía. E porque em semelhante feito alguna tem 
coetume de fazer promessas por euas honras, que cfaamam denodanientos, 
nos nona echamos escritos das que em esta batalha foram f eitas mais de 
tres, f . Vasco Martinz de Mello o mo^o, que prometeo de prender El Rey 
de Castella, ou pocr as maOs em elle ; k Górmalo Aunes de Castel de Vid©, 
que fez promcasa de primeiro que outro nebha ferir da lanca, k Martim 
Affouso de Souza, que prometeo se o Déos da batalha tirasse em salvo, hir 
ter huma corentena com Dona Abbadessa de Rio tinto, que estonce tinha. 
laso meara o El Rey de Castella , como mandou que fosee a batalha , logo 
trabalharaO de a ordenar de todo, álem do que já comecado tinhain , k foy 
posta em eatamaneira. Ordenarom suas azes dous grades tiros de bésta ante 
ey, A os Portugueses, k a az prímeira da avanguarda , fizerom dobrada, em 
que avia mil , k seiscentaa lancas, k em hüa das alas, em que hia o Meetre 
de Alcántara , erom GascoB*, k doutroa estrangeiros setecentos homene dar* 
mas : e na outra , de q era CapitaO Dom Pedralvaroz Pereira Mestre de Ca« 
latrava outras setecentas, k na az.dianteira vinha Dom Pedro fílhodo Mar- 
ques de Vilhena , Condestabre de Castella, k Diogo Fnrtado filho de Pero 
Grongalvez de Meudo9a Al f era mor Del Rey, com a bandeira dos siuaia de 
Castella, k de Portugal misclados, k muitas outras bandeiras, k pendoes, 
de muitos outros Senhores, k fídalgos, k Dom Pedro Días Prior de Sao Yo- 
ham , k Dom Yobam filho de Dom Tello primo com irmaü Del Rey, k Yo* 
hao Fernandez de Toar Almirante de Castella, k Alvaro Goncalvez de San- 
doval, ¿Toutros muitos Senhores, k fídalgos, que sería longo de escrever; 
Outroai os Portugueses vinham todos nesta az dianteira por se mostrarem 
por bous servidores, k que lhe erom bem leáis vassallos : asei como o Conde 
DO Yoham Af fonso Tello, que El Rey fízera Condo de Maiorgas, k DO Pe- 
dralverea Pereira, k Diogo Alteres seuirmaO, k Gon9alo Vázquez de Azo- 
vedo, k Alvaro Gonsalvoz seu filho, k García Rodríguez Taborda Alcaide 
de Leiría, k Vasco Pirez de Camoda, k YohaO Gon9alvez Alcayde de Obi* 
doe ; k outros isso mesmo na reguarda , em que avia tres mil lancae dobra* 
das. f. mil em cada az, Vinham grandes Senhores, k Capitads, assi como 
Dom Fernando filho do Conde Dom Sancho, Diogo Gómez Manrique Adie- 
tado mor de Castella , Pero Goo9alvez de Mendoca Mordomo mor Del Rey, 
e Diogo Gómez Sarmentó Manchal de Castella, k outros muitos Senhores, 
k fídalgos armados em boas, k esplfidecfctes armas, k todos plumofis nos 
bacinetes, que lhe davao mui grande, k fermosa vista; beatería, piaens, Je 
doutra gente erom postos, k ordenados, hú bem podeasem aproueitar : car- 
retas azemalas : pageos, de outra toda carriagem posta datraz , como cada 
liuin quería , ca ahi nom andavom ginetes, nem outros de cávalo da parte 
dos Portugueses de que ouvessem daver receo : k se a elles muy mal orde- 
narom, como alguna por eua escusa escrevem, culpa de quantos bons hi 
vinhom, k de todos os estrflgeiroa, que- Pero Lopes gabou ao Condo, que 
tam sabedores erom de guerra. 

ti 



160 BATALLA DE AUUBABBOTA. 

Cap. xxxix.—Do8 ñames dalguns que com El Rey de Portugal estavom, & 

quaes delles fez cavaleiros. 

Después de decir que la mayor parte de los señores y principa- 
les caballeros de Portugal seguían la causa contraria, pone en 
este capítulo la lista de los más notables que acompañaron al Bey 
en la batalla, estando entre ellos el arzobispo D. Lorenzo y los 
doctores Gil Docem , Martin Affonso de Lisboa y Juan das Re- 
gras. En seguida escribe los que fueron armados caballeros allí 
mismo, leyéndose el nombre de Vasco Lobeira, á quien suponen 
muchos autor del célebre libro Amadis de Gavia. 

Cap. XL.— Como lohaO Fernandez , & Egas Cotlho vierom da Beira, pera 

seré com El Rey na batalha. 

Refiere el cronista que á pesar de que el Rey llamó con repeti- 
ción 4 los de la Beira para que se le incorporasen con algo más 
de cuatrocientas lanzas y dos mil ballesteros, y gente de á pié de 
los que pelearon en Trancoso, no lo pudo lograr, estando ellos 
decididos á permanecer por su tierra, y aun á esperar el resultado 
de la batalla, que creian funesto páralos Portugueses. — Sólo 
Juan Fernandez Pacheco y Egas Coelho, seguidos de sesenta lan- 
zas y cien hombres de á pié con escudos, se decidieron á ir, y ha- 
ciendo una marcha forzada se presentaron por la ladera del ca- 
mino de Porto de Hoz hacia donde estaba la ala derecha de los 
castellanos, y lograron reunirse á los suyos poco antes de empe- 
zar la batalla. 

Cap. xu.— Quaes pessoas tinkam cuidado de rogar a Déos polo estado des* 

tes Rey 8. 

Refiere el cronista en este capítulo que mientras la reina doña 
Beatriz se dedicaba en Ávila ¿ hacer rogativas con las monjas 7 
doncellas por el feliz éxito de la campaña que seguía su marido, 
la Cámara municipal de Lisboa, ademas de las preces y oraciones 
análogas para rogar á Dios favoreciese la causa de Portugal, qui- 
so adoptar algunas determinaciones que le fueran agradables y lo 
hiciesen propicio en el grave peligro en que se veían, bloqueada la 
ciudad por una escuadra, invadido el reino y próxima á darse la 
batalla. — Con tal motivo se discutieron y dictaron varias providen- 
cias, dignas de memoria, para desterrar ciertas preocupaciones y 
supersticiones, como los hechizos, maleficios, encantamiento», 



CAPÍTULO III. 1-61 

apelar al diablo, y otras clases de sortilegios ; así como igualmente 
para evitar 7 prohibirse algunas costumbres que parecían gentí- 
licas 7 eran , por consiguiente, ofensivas á Dios. 

Cap. xlii. — Como se fez a batalha antreos Reys¡ Se forom vencidos os Cas- 
tellaos. 

Ñas falas, que ou vistes, Se conselhos que El Rey tevo, se gastou tato do 
dia, que ja era horas de vespora quando os Castellaos forom prestes de 
todo , Se sua batalha ordenada, a qual era tam grande, Se assi f ermosa de ver, 
que os Portugueses nom pareciam mais ante elles, que o lume de liüa po- 
bre estrella ante a claridade da lúa em seus perfeitos días. O Condestabre 
de Portugal audava ensima de hum Cávalo, por antre sua vanguarda, Se á 
las de hüa parte para a outra, com hum escudo no braco da parte dos imi- 
gos, por receo dos virotoens, que dalgüs logares vinhaui, Se nom sómente 
Ihe chegavom alli, mas del les passavam as azes, Se feriara na carriagem 
homens, Se mocos, Se bestas; & isto por ver se cada hü esta va corregido 
naquellaboa, Se sagaz ordenanza, em que o elle primeiro puzera : dizendo, 
que todos andassem muito passo , quando os Castellaos mou vessem Se ao 
juntar estivessem quedos, Se fírmassem bem os pés, tendo as laucas direi- 
tas, Se apertadas sobó braco 6 mais perlongadas que pudessen, Se quando 
os imigos chegassem , puzessein as laucas em elles de guisa, que pendes- 
sern, Se entom bottassem quanto podessern, Se os que estivessem detras, 
que chegar nom podessern com as lancas, que botassem os outros ante sy : 
louvondo os com bom , & ledo sembrante Se esf ortcandoos, que nom temes- 
sem sua multidam , nem suas a me 39 as , que mostravoin com seus apupos, 
Se alaridos ca todo era hum pouco de vento, que da hi a breve espaco avia 
de cessar: &~que£ossen fortes, Se esf oreados, avendo grfloféem Déos, por 
cujo servico alli erom vindos, defendendo justa querela,por seu Reyno, 
Se sua Sancta Igreja, Se que a Madre de Déos, cuja vespora era, seria avo- 
gada por elles, Se o precioso Mártir San Iorge 6eu capitán, Se ajudador, 
etc., eto 

Befiere luego que el conde D. Juan Alfonso Tello , que estaba 
en la vanguardia de los castellanos , le envió al Condestable de 
Portugal, como gaje de desafio , una espada guarnecida, y que 
la aceptó devolviendo una boa facha de chumbo (una buena ha- 
cha ó masa de plomo). 

El Rey isso mesmo na reguarda ; hú esta va; segundo poem aquelle Don- 
tor no capitulo Post hac Rex Portugaliae (1), depois desua confíssaO muito 
cedo feita, Se reoebido o Sancto Sacramento, Se bfioaO do Arcebispo, toinou 
devotaméte o sinal da S. Cruz, poCdo aem seu peito de cor vermelha, Se aos 



(1) Alude aquí, como en otros parajes, á la obra de ese Doctor, que no señala 
por su nombre 1 y que no he podido inferir quién sea. 



162 feft^AT.T.A rae ¿ur&AX&rr 



seos mendos , ^ aatá c fni'Hii m : fsrnnnr sebxu&c ¿i 

chiben, como dk acuelle Doniar, onmecnc de «ilnrci ii as som, dáendoa 

todos. 



Suprimo ma alocado* per ixuieoeaña t per ^pt nada ofrece 

desdenes. 



Aritj'uúpo át Brtgs cnírcTT sene: Ijczl camtb. craáo antear a Ctbj 
de ¡rata ie*-uru.¿¡~ c.>m rut coBCcnarra -ridtx^- » Irrrias. t non qaedsrm 
de firor». &x»á?*.¿t> de Laxa en. cauros eEÍo-xLnñ:»:*., £ aásclreedo «to- 
dos, utu-ñrnks.iiú'.^ei tf perada», qne o Fi::il Trt^iír sti:o G&iorgara 
euutra «a staML¿»ilí-oi ¿í.ctw*, r*-re¿* crotn & ¿iz u Irr»;*. ¿iztJo a todos 
qse laxit* c *"t c.-u'ír&see-c a lerir no* inoro* - zot í:*m~z. Sembrados de di- 
rer a n**sd*. £r etrfaai core faena* asi; k. i~£Ts** ¿-p?«. £ ignorantes 
qae este* Bfem tx£tt>cítm pergantaTAZu qi>t ruer-a üxer a.;-dlc? £ ostros 
por sabor respci* 21*221 , ene q-ieria n ;»t. ir.vi«r .ot: /i¿\* i« «sfe; rerdatk 
kt (dízian ei.es j su yrazerm a Dtotqitt i<::rí.mi L-íf cié ¡Km. mercada. Xa 
boste Del 3»ej de Gutella era iüzíic per s-iiraín,. ea alli eso aria miater 
dar esfereo « t.eLx:?r,a gecte. Leu otra f nntxa pesa pdejsr : es todos aviam 
• batalLa por rencída, A: por saieos. i: ¿£ses?<rxc :* os Portugueses, qoe 
a esperaran; icmexte tn«liam sentido ccn»:* os ariuo de matar, a: cuidar 
do qoe f&ríam dos que tomaesem catiros, a: d>=s Eispca, que bi vinham, 
Jt slgQs frades pifiadores odorg-avAzn Jird^lgeociAS da parte do Antipapa 
a todos os que contra Porzn^nese* tomaesraii ancas , on dessem ajada da* 
qnello, que tiressem pera ¡Le faaercm gB«ra; A ante qne as b¿talhas co- 
mee asscm da juntar, al¿-uxs Lómeos de pe Fori»¿p»cses, ata trinta, oc-m medo, 
k fraqneza de ciracad, aar..TS7n«y dai.x¿* a carriagem : Lü foram postof 
com ontros por guarda deDa. peía íegir pera Porto de Mfo, Je os ginetea 
de Casi ella, q andaram arredede? ¿a c^rriipem. viramnos sabir, k seguí* 
ra&aos: £ elios cuidando escapar acclL¿a¿ae a Loma Tallados cubertos de 
S/lva, le allí mataron y como póseos a calcada : qoe nom ficou nenhum : a 
qeal coiisacüntrangeo os daqnella parte a cobrar esforco, k nom fogir di- 
sido ; qne ante queriam morrer como horneas, qne os matarom, como aque- 
Ues qne f egiam» 

£m esto a Tangnarda dos imi^vvs de gantes maito guarnecida a; de f or- 
Ulexa mais abastante, comecon de se fater prestes peramoTer sua batalha: 
*> sea»dí> já o día tam derribada qn« passarcni de horas de Tespora, Se peri 
tantea íoaaesn. k. bem corregtdc«« ainda se nom atreverom de os cometer 
cena snesa. tem primeiro tirar cvm Lúa aade Urca, qne ordenada tinhom 
d4te. pee os espantar, a: faxer fv\ ; ir; nos qnaes posto o fogo, k desparan- 
do algUu pedras delles, nom fiícrcm no>> . 4 entras empecaron de má ma- 
aeira. ca L 6a dea na Tangnarda do CVndestabre, e matón dona escudeiroa, 
ambo* irsOam pintamente , a: onsra dea a bnm eatrangeiro, k estes tres f o- 
roo» nuirtoa dellas - a qnal censa foi aoa Fcvrtcgneses grsndo espanto , k 
avlrto por esqniro cómico % e bnm ecendeiro da companhia dos Portugue- 
ses , rendo o temor qne desto tomaron) * diese : qne nom avia porque se es* 
petar, sata o deriam ter por ainaJ q Déos Ibe qnsria dar a victoria da Ut- 



CAPÍTULO III. 163 

talha, porque elle ITie afinnava certamente que nom avia oito dias pasados, 
que elle vira aquellos dous homena entrar em hita Igreja, k matar huin ele* 
rigo, que em ella estava revestido dizendo missa : & pois que elles a Déos 
nom catarom reverencia elle obrando de seu direito juizo nom quería que 
tan maos Christaós ouvessem de ser quinhoeiros na vitoria, k honra, que a 
elles o dito Senbor tinha outorgada ; k quando todos os que allí erora pre- 
sentes esto ouvirom sGdo em certo conhecimeto per aquello escudeiro da 
maldade que aquelles mortos aviom feito , ouverom este juizo do Senbor 
Déos por grande esforco, & filbarom grande ardimento pera prosiguirem 
efltra seus imigos a tencom, que comecado tinbom. Entom dando as trom- 
betas muy ri jámente com grandes apupos , & alarido , bradando todos a 
ellos a ellos, comecou de desaparecer o campo sob a grande espesura 
del les, k abalado com argulbosos pasaos, & trigoso desprezamento, vi- 
nham os Portugueses todos diante, k o Condo Dom Iohflo Affonso Tello 
ante elles com hüa tonca d armas da ventagem , k outra ñas maOs como ar- 
dido cavaleiro, & em passando, comecarom de se fazer fícadicos huns tras 
outros, assi das azes r como das alas, de guisa que a sua vanguarda, que 
era muito mais comprida, k as alas tam grandes, que bem podia m abra car 
a batalha dos Portugueses, ficou tam curia daqueüa guisa, q a de Portu- 
gal tinha já ventogem della, k ficou assi grossa, k ancha em espesura do 
gentes , que avia buin lanco de pedra dos primeiros aos dianteiros. Esto foi 
especialmente em direito da estrada, por hú custumavam caminbar, em 
tanto que a vanguarda, &« reguarda se fez toda huma. Os Portugueses, 
como viram abalar comecarom avivar os cora 9 oes, pera os receber com 
bom esforco, dando as troinbetas moverom passo, k passo em sua boa 
ordenanca , o Condestabre ante a sua bandeira & assi cada bü como le fora 
tnádado ; seu apellido a altas vozes era Portugal, k Sao Iorge k dos iini- 
gas Castilla k Santiago, Avantajouse Goncalo Annez de Castel da Vido, 
que prometeo primeiro ferir do Jaca, k foy derribado, k acorrido, & le- 
vantóse , k ao ajountar das azés pozerom as lanzas bus nos outros fe- 
rindo, k puxando quanto podiam, k os pioés, k bésteiros Iflcando em 
tanto umitas podras, k virotogs de hüa parto á outra. Em esto os ginetes dos 
imigos provavad ameude dentrar na carriagem dos Portugueses, mas tudo 
achavam apercebido de guisa, que le nO podiam empecer. E so em este 
passo acbardes escrito, q os Castellaos cortarom as lan9as, k as fízerommais 
curtas do quo traziaO, avey quo he certo, k nom duvideis, porque elles cui- 
da v oro depelejar a cávalo, k qu&do virom a batalha pé térra, por se des- 
embarazar, k ajudar roilhor dolías, as talharom, o q Ibes despois mais em- 
péceo que aproveitou, k leixadas as Janeas das maOs, que a hüs, k outros 
pouco fez nojo , k jazendo hü grande vallo dellas ante hüa az , k outra, 
vieron as fachas , & espadas darmas, nom desta grandeza do tempo dagora, 
mas tamanhas como espadas de inflo, grossas, k estreitas, k chamavomlho 
estoques, k o primeiro logar, hu comecarom de pelejar, foy junto com a 
bandeira do Condestabre, hü ora está huma pequeña Igreja de Sflo Iorge, 
quo elledepois mandou fazer. Alli se encendeo huma forte, k crua pele ja 
ferída de golpes, quaes os hornea tem em custume de dar, k nom quejan- 
dos alguna escrevem. Pera que dizemos golpes , nem f oreas, nem outras re- 



164 BATALLA BE ALJTJBABROTA. 

£063 compostas per lonvor dalguns, nem afermosentar historia, que os Be- 
zudos nom bao de crcr, de guisa que destorías verdadeirae f acarnos fabu- 
losas patránhae, abasta que de huma parte & doutra erom taes, & taina- 
nhos golpes dados, como cada hum podía a presentar a aquel le, que lhe 
cahia em sorte ; de guisa, q os muitos por subjugar os poucos, e os poneos 
por se vercm isentos de seus imigos, lidavom com toda sua forca : sedo a 
sua az grossa daquella mancira ; k a dos Portugueses pequeña, k singella; 
e nom a podendo sofrer f oy rota por forca a sua vanguarda , k entrada po- 
derosamente dos imigos, k aquello magote de muita gente, que diremos, 
abrió hum grande, k largo portal, porq entrou á mOr parte delles com a 
bandeira Del Bey de Castella, & acerca da do Condestabre, hü foy a mor 
forca da peleja. As alas, donde era Mem Rodríguez, & a outra do Antam 
Vázquez, quando esto virom, dobrarom sobre elles, k ficarom estonco an- 
tro a vanguarda, k fi reguarda, hü bus, k outros pelejarom muy de von- 
tade, de guisa que o som dos golpes era ouvido muy grande espaco a redor' 
k a ala dos namorad'os, que elles cuidarom desbaratar primeiro de todo, aqui 
foy ávido dobrado ai a, k peleja, hü Mem Rodríguez foy inuito ferído, k 
sen irmaO, k outros fídalgos daquella parte, mais que em outro logar. 

£1 Rey, quando vio a vanguarda rota, k o Conde em tamanha presea, 
com grande cuidado, k todos com elle, abalou rij amenté com sua bandeira 
dizendo alta voz com grande esforco. Avante, Avante, Sao Iorge Portugal, 
Sao Iorge Portugal, que eu eaó El Rey, k tanto que chegou, hü era aquello 
áspero, k duro trabalho, leixadas as laucas, de que se ponco serviro,por 
azomada mistura da gente, comecou de ferir da facha, k assi desenvoltó 
k com tal vontade , como se f osse hum simples cavaleiro, desejoso de ga- 
nhar honra, k fama, k veo a elle por aquécimento Alvaro Goncalvez do 
Saudoval bem mancebo, k de bom corpo, ardido Cavaleiro, casado d aquello 
anno, k como £1 Rey alcou a facha, decen do par lhe dar, elle recebeo o gol- 
pe, k travou por ella, k tirou taO rijo, que Iha levou das inaOs, k fezeo 
ajvelhas dfibolos giolhos, k foy logo levantado muito azinha, pero sobre* 
ueio o nobre Martiui Goncalvez de Macedo, homem fi dalgo, que bem servia 
£1 Rey em estes trabalhos ; k quando Alvaro Goncalvez alcou a facha pera 
lhe dar, £1 Rey esperou o golpe, k tornoulha a tomar per aquella guisa, k 
quando lhe quizera outra vez dar, jazia já morto, pelos que erom presentes, 
que o mais apressa fazer nO poderom , porque cada hü tinha aasaz que ver 
em sy : k sendo a batalha cada vez roaior, k muy ferida dambalas partes, 
prougue a Déos , que a bandeira de Castella foy derribada , k o pendau da 
devisa com ella ; k alguna Castellaos comecarom de voltar atraz , k os mo- 
cos portugueses, que tinham as beatas, k muitos dos outros, q erom com 
elles, comecarom altas vozes a bradar, k dizer, jáfogem, já fogem, k oa 
Castellaos, por nO fazer delles mentirosos , comecarom cada vez de fugir 
maie. 

Cap. xliii. — Como f agio El Rey de Castella & do Campochegou a S&ctarem. 

£1 Rey de Castella olhando a batalha k vendo que a fortuna detodo em- 
todo era favoravel aos Portugueses de guisa que sua bandeira era já aba- 
tida, k muitos dos seus voltavam atraz, k se acolhiam as bestas, que acha- 



CAPÍTULO III. 165 

vam , por averem mais tosté de f ugir, trigouse como quem nom einte dor, 
por logo partir ; ante q mais visee , como so per di a a batalha de todo, & do- 
ceo da muía em q eatava, & puzerono em htt cávalo, em q á presea couiecou 
de andar, nom be acorapanhado, Se cheo de temor, Se levou direita estrada 
' cominho de Sanctarem. O bom de Vasco Martinz do Mello, que devotara 
prender £1 Rey do Castella, ou lhe pocr as maOs, eoguio o alcanco acerca 
de legoa, por sua prome6sa fazer verdadeira; Se só sem outrem, euisima. de 
bum cávalo, por chégar a elle, meteose antre as gentes que o acompanha- 
van ; & sendo conbecido pella Cruz de SaO Iorge, que era Portugués, foy 
logo morto por sua nam sagaz ardideza. El Bey continou seucarainho sem 
fazer dotenca, Se cancou aquello cávalo, Se doromlbe outro, & tendo anda- 
das onzo legoas, & meia, que avia donde partió a Sanctarem, chegou ao 
logar á mea noite sobre aquelle cávalo em que em Sanctarem entrara, quan- 
do a primeiramente cobrou, & poucos com ello, por lhe cancarem as beatas, 
Jt batendo os seus á porta do Castello, que vjcssem abrir a El Rey, Rodrigo 
Alvares de Santoyo, sobrino de Diogo -Gómez, que em elle ficara por sea 
tío, nom crendo que era assi,& duvidandoo muito, nom queria vir abrir, 
ata que £1 Rey diesse que visso abrir, que elle era el £1 Rey. Rodrigo Alva- 
rez , quando na fala o conbeceo, veyo a presea abrir a porta; El Rey entrou 
c6 o rosto encuberto, como vinha , Se assentouse em hü banco muyto canoa- 
do ; com gesto fora de toda lédice : Se porque elle era doente de tremor, Se 
aquello dia fora o da sazo, emadia a dor a sua tristeza muito mais nojoso 
Sébrflte, & escando aesi hum pouco, nom lhe ousando nenhum de falar, al- 
eouse rijo, Se comecou de andar rezoando consigo amazelandose muito, & 
dizendo. O Deoe % que máo Rey, Se sem ventura! O Senhor, dame morte aqui 
ftft e$tou % pois nom ouve ventura de morrer com os meus 

Aquí continúa poniendo las lamentaciones del Bey, que no 
quería escuchar razón alguna de consuelo como las que le expuso 
Gómez Pérez de Valderr abanos , recordándole lo sucedido á su 
padre, D. Enrique II, en la batalla de Nájera. — Dice que tomó 
una sopa y ordenó partir en seguida. 

Cap. xliv. — Como partió El Rey de Sanctarem para uu Reyno. 

Porque aos postos em desaventura persegue o medo, mais que aos outros 
homens , reoeandosse £1 Rey, do que porem era bem seguro, que estando 
allí mor espaco da noite, podia receber algum daño, inandou que fizessem 
logo prestes huma barca, ein que so á presea fosse a Lisboa; & como foy 
com alguns dos seus, sem mais tardanza, entrou em ella, Se levava o rosto 
cuberto, Se quatro tochas ante elle mukos baixns; Se no seguinte dia, que 
era a festa de Sancta María, a hora de terca, chegou á cidade, Se e6tevo 
aquelle dia , & o seguicte na nao de Pero Afam, Se á quinta feira, que erom 
desásete días de Agosto, partió pera Sevilha em huma galé, Se quatro em 
sua cOpahia: Se toda a outra frota das naos, Se gales ficarom allí como 
quer que elle lhe mandou, que como vissein terapo azado que se fossem 



19$ *J^*".S IZ ±ZT3¿33C 



H iey «íC-i'UL en. Scvulna «tu aníc Escca&aW oimor, a 
«¿uiet ¿a* j4fc«f - nos «tari; «o. wcn oa """r -soma cbegaza. A de qae 
susbf**% xuvjwm wm Liamá*.* uinoeus & fimos ía Hílame taiom tal prmoto 
|*e iiluf* . tnt-i¿.«* . k yurvit.**. a Shlíhe»». m* «» ¿onda ososa de ver; 
«n. u^iu tiut waí-i-iaoi:-: **¿a L.t i íJtm -* me* recúi* el Eey tal aojo, a 
trieitx*. vtit «s*. wua *t5i«crBiirj¿i « jremí x¿ht(kíLi ZLiade, a se foy 
T«er» Ztsmwt. to* crua Ca^L «ti» ufaros xtl ílwt. tw no día, qae El 
£47 •jüt^ifc a St-r-.u.. jiar-jKn os_tt« ?ir=L£«9B> a* uracana, dos que 
foxva. v.qua&a «• nvjt ¿^ rv/. rruiói f .7- 1. 3«¿*ra iaírcti aaU Lisboa; 
£ a ov* .*•*.. vk át ul orn — ls njf.nfi?. 3uo«¿Lracoas. qse foscm 
rs2Tfr„ a iLn^ar «1 pi<'-*. ii El 2¿j cr-lm £•* 7*:asar. a aediio Tarreado 
inob* MJa. «l 71* H £*▼ era prcscs.tt . f :j ítol ses farcino, k dea bam 
gm-t« vwjt % \rcz. F^.txrws ¿t^DiT-í* rri toteas. 4: díase, barrey 
máAmyn f**f**s*. **nm¿vt; H L¿y t»*.¿: i>rseK^ ^-xeíxoosse maito 
OtSílr* * * -c .£.«-, Dvxtr} «• oncnÁ. £» » Pirrtr^K» se* se**, a: Jeaú/ a 
s**t #co-* VT** ~%*f*z*r »cT : es yxsai:*/—ís* ai au*¿« c w s tjws i a , es ot 
ti !í<¿{* w*r**r d+exU mj. k 44 «mu aw rnic-is « ocres de subía cáseos. 
C a <*&'* 2*» ,¿j* r*»fKc ¿*o cííj^es. «sbl Lie Sasrcca cerro mal , fc em o 
cuái* djt su&iv* E* Ríty. Tst os scliassea. no:», a: asa for feito. Elle era 
t/sis, rvRlif, d% fre*¿, k a caaa. bmxi. a: e¡=.r>irzaectos« cerno aqselle, que 
asi* ce fcty§ ^^Cv, se tiz.La pee r^ais ¿eavE^^radcx, * qsais qaer pe«- 
scas t ex* k *7* de^irafli. qse c.rer~c pfria cas esta tataibá, aesi ho- 
stxas ecjgjc &c,i.*rts, tect'-úm deüe s=erse. a: garal:ado» ; 



Lo^go OLtíiiia describiendo el doler que cansó en toda Casti- 
lla la fcoúcla de la derrota; que en Avila cayó al suelo desmaya- 
da dofia Beatriz, y que, habiéndose dicho la muerte del Bey, hu- 
bo nn amago de motín en el pueblo para matar á la Reina y ¿ 
los portugueses que allí habia, lo cnal logró evitar el Arzobispo 
de Toledo. 

Car. *Lf.— Cowkó9e acabo* a bataSka de remeer de iodo, & das peesoa* qué 

ex ella wwtTtrooL. 

Feríodose a batalha, Jfc sendo a peleja moy grande da guisa que diese- 
■mh qsa&do El Bey de Castella fngio, comeeoose mostrar claramente, que 
a bstaíba de todo se tchcís , sendo ja a bandeira dos imigos derribada : k 
morios boa gram soma de Castellaos ; a todos los mais dos meos Portugue- 
ses, qse na díanteíra da ranguarda viobad; & seb vindo El Rey, k ó Con- 
deatabre sea ▼encimento, qae já a todos era manifestó, diese El Rey ao Con- 
de : qse os bomens de pe , qae erom na reguarda, estavom em grande peri- 
go, por as multas gStes de Castellsos , qae os afincavSO, k qne lhes fosse 
acorrer : k assí era defeito, porqae Dom GOealo Nanea Mestre de Alcántara 
estará de cávalo com certos ginetes ñas espaldas dos Portugueses, k come- 
tía rfjamente de pelejar com os bomens de pe, e bésteiros, q foram allí pos- 
tos por guarda da caniagem; k elles defendiSose cO séttas y & dardos, de 



capítulo ni. 167 

¿moa, que os de cávalo, nom lhe podiam empecer, antes recebiaó delles da- 
ño, morrendo alguna do tirar das béstas , k remessar das langas ; & el les f a- 
ziam aos Portugueses pronveito, porque os piaens daquella parte, aínda que 
fogir quizessem, nom o podian fazer, te assi forcadaraento compria de de- 
fenderem ; a qual cousa depois os Castellaas entenderom, que lhe fora mao 
avie amento, pois a seus imigos non leixarom portal aberto, por hú f ugir po- 
dessem ; te logo o Con des tabre, por mandado Del Rey se tornou contra a 
reguarda de pé, como estava : te por o gram trabalbo, que ouverom, nom 
podo ir tam depressa, como ello quería, nem tinha besta, em que fosse, e 
Pero Botelho Comendador mor de Chrísto vinha emsima de hü bom cávalo; 
fc como vio o Condo assi ir a pé, deceose do cávalo, te deulho : te o Conde 
lho agardeceo muito por suafi boas palabras, te cavalgou cm elle, & foy aos 
homens de pé, que na reguarda estavom, te acbou os em muy grande pe- 
rigo; por o forte afíncamento, que aviam dos Castellaos, que erom muitos, 
de guisa, q ja querido detramar, quando elle foí acerca, & como elle che- 
gou , prougue a Déos de lhe pocr tal esforco, que os homens de pé se tive- 
rom muito melhor com elles, te tanto que nom ousarom mais chegar á re- 
guarda, te a pouco espaco Ioliflo Rodríguez de Sá, & outros se vieru pera o 
Conde. Em esto vendo os Castellaos , que seu Scnhor era fúgido, te que a 
batalha de cada parte se vencía, perdida toda esperanza, sem vontade do 
mais ferir, comecarom todos de voltar atraz, & desemparar o Campo, assi 
que cm breve espaco* concrudida a ardideza de tanta multidam do gentes, 
ca nom durou a batalba espago de me i a pequeña hora, ata mostrarse de to- 
do ser perdida. Alli viréis huns cavalgar ñas bestas, que pcrcalcarpodiom, 
sein preguntar cujas ert) : por se trigosamente porem a cávalo, te em salvo; 
outros se de8carregavom das armas que vestidas tinhom , por mais ligeira- 
m€te poder f ugir : del les f ugindo a pé hiomse desarmando por correr, te 
mais breve poder escapar: muitos outros voltavom os ja que tes, o dedetro 
por de fora, por nom serem conhecidos : mas depois o falar da lingoa mos- 
trando sua nacam, era azo de seu acabamento. Os que erom mal cncavalga- 
do8, & outros cO muito cansaco nom podiom fugir á sua vontade, te com 
grande modo Sania" ose das estradas, te metiamse por esses matos, e por- 
quo nom sabiam o caminho andavam de hfla parte pera outra : te a gente da 
térra, que em outro día acodio muita, faziom em ellcs grande matanza : te 
se alguna se queriom defender, sobrevinhaO outros de travea, e acabavflo 
de matar os que aquellcs comecado tinham : assi q de balde tomavom tra- 
balho os q se escondió , ca ahí nom havia taes matos, nem logar em q o fazer 
podessom, ca todo era cSpina raza, te porém encalzcaudoos, te atendoosem 
oertos passos, tanta mortindade faziom cm elles os do termo de Alcobaca, 
& dos logares derredor, especialmente nos q a pé fogiaO, como os q morro- 
raO na batalha privándoos da vida per desvairadas guisas , porq a nenhum 
perdoavom morte: cada hü rustico aldeam prendía, & mata va sete , oito 
Castellaos , te nom tinhom poder delho controdizer ; te se algü trabalhava de 
dar vida a al gil, q conhecese, quer fosse Castellao, quer Portuguez, dos q 
contra o Reyno vinhao, nom o podía fazer : ca ñas maos lho matavom por 
forca; aínda que nom quizesse, nom sómente a homCs de ppquena condi- 
gao, mas a pessoas de boa conta : assi como fízórom a Diogo Alvarez Perei- 



'168 BATALLA. DE ALJÜBABROTA. 

ra ñas máos de Egas Cocibo, que pascando £1 Rey, vencida a batalha, vio 
ir anto 6y a Diogo Alvarez Pereira, irmáo do Condestabre, Se porque hia 
desarmado da cabeca o conheceo El Rey por detraz, & chamovo duas vezea 
por sen nome : & elle qnando se ouvio chamar voltou o rosto, por ver qnem 
era, Se £1 Rey trígou os pasos contra* elle, & travoulhe dos peí toe, & disae. 
O Diogo Alvarez; aqui sois vos? Eu vos cuido hqje de ser melhor amigo, do 
que vbs a mimf osles servidor. E em esto alcouse voz, qne raatavom o Conde; 
& poré nom era assi. El Rey movendo pera lá rijamente , deixou a Egas 
Ooelho que o argudaae, & vilflos alguns, vendolhe aa armas de CasteUa, 
eem lbe valer outra boa rezfto, foi logo allí morto por ellea. 

El Rey causado de sen graude trabalho, lancpuse por descancar sobre hü 
ref eco a eos t amento , aguardando por algOa beata- em que cavalgasae, tendo 
presos a par de sy Doin Pedro de Castro , & Vasco Pirez de Camoens; & ja- 
zendo assi desta £uisa, chegou Antfto Vázquez, cavaleiro, & vinha emburi- 
lhado na bftdeira Del Rey de Caatella; & como foi ante El Rey, com eco u 
de balbar por sabor ante elle, s6 lbe fazer algugsoni : Se depois qne se desen- 
faden daquello, desenvotilbouse della, & deitou a no regaco a El Rey & 
disse. Tomay, Senhor, essa bandeira do mor imigo, queo mundo ünheis» E El 
Rey sorrindo ruido u a guardar, & as palavraa nO respondeo nada : Louren- 
90 Martinz do Avelar, q presente era , dezia , que elle a derrabara, & assi 
outros, cada hum por sy : mas nebum de certo se soube quem fora, & fa- 
lando em esto chegou o pagfi Del Rey com 'hum cávalo, e trazia hQ escu- 
deiro Castellao preso emsima de bfla muía , aa esporas nos bracos, &. hum 
loudel vestido ás avessas por nO ser conhecido Se o mataJ 6. Ei Rey quando o 
vio assi vir koine* de prol, fc de bom corpo , preguntoulhe porq se leixara 
préder assi daquelle moco? Elle respondeo, & disse. Melhor he que me prén- 
dese este moepy que me matar o melhor homem darmas que avia em vosea hos~ 
te : digovos % disse El Rey, que vés dizeis muy bem, e ora vos quero eu dar mor 
honra da que vos deu quem vos cativou. E entom o fez cavalgar na muía, & o 
pagfi traz elle, por lhe mostrar andando os mortos , se conheceria algum da- 
lles, & quado os revolvió, & conhecia desees Senhorea, Se fídalgoa de Custo- 
11a, que morrerO, decíase, Se f azia pranto sobre ellea : Se assi andou El Rey 
com elle hum pedaco, mostrandolhe aquelles de q avia algum conbecimen* 
to. E por esta guisa, como dissemos, prouve a Déos, Se a sua preciosa Ma- 
dre, da batalha ser vencida, & os Portugueses Hvres de seus imigos : os 
quaes vendo, como a carriagem de seu Senhor eatava deefiparada, & alguna 
coinecavfio ja de a roubar, vierO sobrella muitos de cávalo , por tomar a 
prata da baizella, Se da Capella, sobre o q foi grande arroido, e mortos al* 
guns Portugueses, antro os quaes foi hi morto Mendo Affonso de Beja, & 
outros que da batalha vivos fícaron, Se allí fízerom sua fíui, Se os Castellaos 
levarom á pior parte della; Se a algüs hia cahindo pelo caniinho, & os Por- 
tugueses comecarom dapanhar desvairadas cousas, q lhe nioguem nom to- 
Ihía: & dalles se ocupavO em revolver corpos sem almas, se lhe achavaO 
algüas cousas, do que se aproveitar podessem ; Se muitos dos que jaziom 
mortos, nom tinhara nenhOa f erida. Alli foy achada gram riqueza de pra- 
ta, & ouro, Se jpyas, Se guarnimentos de desvairadas guisas ; como bem po- 
déis entender, que traria tal "Rey Se taes Senhorea, como com elle vinham, 



CAPÍTULO III. 169 

nom por se tornar da guerra comecada, mas por continuar no Rey no, até 
se sessegar, como en cousa que aviam já por su a : & isso mesuio cobraron 
cávalos, & muías, & azeraalae, & armas, & outras muitas & boas cousas que 
seria longo de n ornear ; de que El Rey nenhQa cousa tomava a quaesquer 
que as empoder tinham. Em esta batalha, recebco Castella muy grade per- 
da, asti de Condes, & Mestres, & grandes Senhores ; como fídalgos & doutra 
meam gente, & doutro commune povo em graude quantidade. Has porque 
desvairados autores desacordom no contó dos que ahí morreron, poendo 
muitos milhares de mortos, & gram soma do Capitaens, nom dizendo porém 
seus nomos, n6s que desojamos escrever certo, sem favor dalgOa das partes, 
nom curamos de somas que pozerom, salvo da mais pequeña que El Rey es- 
creveo a Cidade de Lisboa, dizendo, que seriam os que allí falecerom, ata 
duasmil, & quinbentas laucas, & os mais dos Capitaens, que alli vinham, 
aasi como D. Pedro filho do Márquez de Vilhcna Maneto lidiino Del Rey de 
Aragfto 

Continúa la lista de los caballeros castellanos y portugueses 
aliados que murieron, con algunas equivocaciones y diferencias 
de la que pone Ayala. Luego sigue así : 

E outros, que nom nomeamos : Se da gente miuda nO poderemos dizer o 
co&to , que certo fosse : porém he de presumir, como já tocamos , que avia 
de ser em gram multiplicado, porque el lea tinhfio as Villas, hü se acolhcr 
podiam , longe de hü foi a batalha, aasi como Torres Novas , & Sanctarem, 
& outras taes, & aviam primeiro de passar por lugares seus contrairos, & 
pasaos perígosos delles nom sabidos ; como quer q os Portugueses dantigui- 
dade, te por natureza sejafl antro sy piadosos, & por semelháte os estran- 
geiros, pero esguardando os grandes danos, & muitas cruezas, quo dos Cas- 
tellaos aviam recebido, com seus coracoens nom podiom postar, que dellea 
nom tomassem dobrada vinganoa. E dos Portugueses morreron em ella, 
Vasco Martina de Mello, & Bernaldom Sola, Martinz Gyl de Coreixas, & 
Monsiur Ioh&o de Monferrara, & doutras pessoaa de pequeña conta , & ho- 
rnería de pé por todos, assi dos que á primeira vez fugiram da reguarda, 
como no roubar da carriagem , qu&do os Castellaos derom volta por tomar 
aprata da baixellaDel Rey, ata cento, & aincoenta; & foi esta batalha se- 
gunda feira catorce di as de Agosto da era do Cesar de mil quatroceutos & 
vinte & tres. 

Cap. xlvi. — Como El Rey partió do campo, hüfoia batalha, & te foi a Al* 

cobaga. 

Relata el cronista que aquella noche tuvo mucho cuidado el 
Condestable en el campo; que refirió al Rey haber visto entre los 
castellanos un guerrero que le pareció ser su hermano Pedro Al- 
varez, maestre de Calatrava, y que al propio tiempo vio ir por el 
aire una lanza que lo atravesó y dejó muerto, sin que después se 



170 BATALLA DE AUUBABBOTA.' 

pudiera encontrar su cadáver ni nadie dar razón de él; que al dia 
siguiente fué en romería á Santa María de Ourem por devoción, 
y á tomar posesión del Condado que ya se le habia conferido; que 
el Bey permaneció tres días en el campo, según costumbre de ta- 
les batallas, y que por el hedor de los cadáveres y por no conve- 
nir continuar allí, dispuso la marcha, ordenando antes que se en- 
terrase al conde D. Juan Alfonso Tello, por ser el que instigó á 
la batalla, pero no á los demás que estaban por el campo. 

Estonce El Rey partió cora sua hoste, a qual hia muy abastada de mon- 
umentos , de cávalos , & armas, k bestas de serventía, k de mu y tas joyas 
de prata, k douro do grande k muy rico esbulho que acharom de sena imi- 
gos, assi na tenda Del Rey de Castella, & desses Seuhores, k fidalgos, que 
ein sua compahia vinhom , como pela grandeza do arrayal, k esto como 
cada hum acerlava dachar : ca El Rey, k o Conde a nenlmm m&davom to- 
mar nada, posto que á cousa de grande preco, k valor fosse, ncm pediads 
do grado, n?m contra vontade, salvo -se foy o Lenbo da Vera Cruz, que 
tinha Alvaro Goncalvez de Alfena, escudeiro do Condestabre, o qual acha- 
ra hum cofre com outras mu i tas joyas, quando ajudou a roubar a Capella 
Del Rey do Castelln, ein hüa Cruz douro que tinha de hüa parto qtiatro po- 
dras preciosas, k da otra hüa cruz pequeña em meto daqlla grande; o tauto, 
que o abrió, k levantou a Cruz pequeña, vio dentro na gifldc estar o Lenho 
da Vora Cruz, o qual logo conheceo, porque fama era no arrayal dos Por- 
tugueses, anteque so comecasse a batalha, que aquello Rey seu contraíro 
traziaem sua Capella a Vera Cruz , que sohia de estar en Burgos : k assi 
como o Conde trazia ante sy por seu vencedor sina1,& sua muy prezada de- 
visa a Cbristo Iesu em sua bandeira, posto na arvorc da Sancta Cruz, assi 
prougue a este Senhor, delle ser em conhecimento, como a tinha aquella 
■escudeiro : k o Conde, que o muito desejou daver, o mandou logo chamar, 
k com doces palavras, k bom gasal liado o rogou afincadamente, que lhe 
desso aquello sancto Relicairo; prometendo de lhe fazer por ello multas 
m erees, k o escudeiro lha offereceo de tara bom grado como por elle le foi 
requerida : k assi a ouve em seu poder; & El Rey levou caminho de Aleo- 
baca, que era dalli tres legoas , k pouzou o arrayal á ponte da Chaqueda, 
nom lomge do Mosteiro, k allí acharom muitos Castellaos mortos, dos que 
fogiam, por lhe terem o caminho na quelle passo aquel lee que o Abbada 
Dom Iohaü mandara; porque al gil s escudeiros k homens de pé do comarca 
do Mosteiro chegavomse a elle, k do Castello de Alcobaca faciam guerra 
aos imigos nos logarcB q mais a seu salvo podiam, k quando foi o dia da 
batalha, mandou o Abbade hum seu irniflo com certos homens darmas k 
de pé, k besteiros, k azemalas carregadas do pao, k vinho, k doutras 
causas ao campo, hü El Rey estava, k como soube que era vencida, man- 
dou aos que ficarom que o oguardassero alli : k estos crom os que faziora 
nelles grande gasto; entre os quaes jazia morto, k muito feo com feridas 
Ruy Días de Rojas, ha cavaleiro Castellao, cuja molher era cuvilheira Del 
Rey de Castella, k elli, k o marido aviom grade entrada em sua cámara, A 



CAPÍTULO III. 171 

ella dsf umava El Rey coro def umaduras do bons & nobres oheiros, & quan* 
do alguna Senhores entravom na cámara á quella hora que ella esto fazia, 
logo lhes ella ale a va as faldas, & defumavaos, & dizialhes, Todos iréis de' 
fumados de bons odores Del Rey meu Senkor, pera perderdes ce triaos ckei* 
ros que saem destes chamorros^ das casas, Kúvivem, & aldeas húmoram. Es- 
ta dona levava presa Diogo López Lobo, & em querendo pasar a ponte, 
vio jazer sea marido defamado & bem acutilado, & pesó joavessemuy des- 
frito, & feo, ella o conheceo logo, & comgcou de chorar, & fazer pranto por 
elle* e hQ homein de pé Portugaez, que a bemeonhecia, quado a vio cho- 
rar & jazer sen marido, comecou a dizer contra ella , Digo , boa dona , que 
sam das voseas def umaduras , que punheis sob as faldas a os cavaleirosf; 
misCer avia agora vosso marido hitas poneos deltas, que tan mal cheira alli kú 
jan £ ella chorando nom respondia nada, & outros nom quedavom descar- 
necer della. En aquello Mosteiro mftdo El Rey soterrar Vasco Martinz de 
Mello o moco ; & Martim Gyl de Coreixas, & Bcrnaldim Sola, & Mendaffon* 
so de Be ja, & Monseur IohAo de Monf errara, & outros Portugueses que 
forom achados menos, & conhecidos jazendó mortos, & fezlhe El Rey muita 
honra, como era razom. 

Cap. zlvii. — Como souberaO em Lisboa que a batáhafora vencida, & da 

maneira que em ello Uverom. 

Befiere el cronista que esperando se diera la batalla infalible- 
mente, hacían en Lisboa procesiones y rogativas continuas ; y es- 
tando en ellas el mismo dia de la batalla, se esparció, sin saber- 
se cómo ni por quién, la noticia de que se habia ganado; pero que 
todos quedaron llenos de duda y de zozobra ; que al siguiente dia, 
martes , llegó up hombre de Alemquer y aseguró que la feliz 
nueva era verdad ; y por último, que el miércoles por la mañana 
ée presentó otro confirmándola y dando como prueba que en la 
noche habia llegado el Rey de Castilla á la escuadra y montado 
en la nave de Pedro Afán, habiéndolo visto él mismo, que se en- 
contraba prisionero en ella, y se aprovechó de la confusión que 
hubo con ese motivo para escaparse. 

Cap. xlviii. — Como os da Cidade de Lisboa forom receber as bandeiras 
que Ihe El Rey enviou , & da prégagam , que hum frade fe». 

Entro as nobres cousas q se em esta batalha acharó, foro" achadas outras de 
muita valia ; & muito prazer. f . as bandeiras, & pgdoés Del Rey de Castella, 
& dos Senhores, & capitel que em sua companhia vinhom,das quaes trazia 
El Rey quatro das suas dercitas armas , que sao Castellos, & leoes, & as de 
Portugal miscladas com ollas per meo da bandeira, contra o cabo , segundo 
ja temos tocado , Se esto porque bo chamava Rey dambolos Reynos ; & es- 
tas forom achadas na sua reposte ; & estas quatro bandeiras cO outra que 
foy tomada na batalha, mandou £1 Rey a Lisboa, & mais dous balsofis Del 



172 BATALLA DE AUÜBARROTA. 

r 

Rey Uso mesmo do sua devisa, cu jo campo era verde, k ein meo hum fal- 
com, que nos maüs tinha hum bom mote, que em liagoa francés dezia,ea» 
bom ponto t & outro era todo chelo de barras douro, & outro de prata, & 
diziam algüs que o aviam, que aquillo queria significar que El Bey era Se- 
nhorde dos Reynos, & qué pelo ouro se entendía Castella, & pola prata 
Portugal . . 

Dice después que salieron los de la ciudad con pompa á recibir 
esos trofeos, y llevándolos por los parajes donde los castellanos 
tuvieron el campamento cuando el sitio, llegaron hasta avistar la 
flota de los enemigos mostrándolas con algazara : que les prece- 
día una bandera enarbolada, con las armas de Portugal, y luego 
las de los castellanos arrastrándolas por el suelo ; en cuya forma 
entraron en la catedral para ser allí colocadas (1). Un fraile de la 
orden de San Francisco, llamado Fr. Pedro, gran teólogo y afa- 
mado predicador, pronunció en seguida un sermón, cuyo tema 
era A Domino factum est istud, et est mirobile in oculis nostris; el 
que casi integro traslada aquí el cronista. 

Cap. xlix. — Dos votos que á Cidade fez pera siempre por remembranza 

desta batalha. 

Al siguiente día, cuenta el cronista, se celebró una gran junta 
y consejo de la ciudad, en que se decidió que para perpetuar la 
memoria de la batalla se celebraran todos los años en el aniversa- 
rio tres procesiones, la primera al monasterio de la Trinidad, la 
segunda al de San Francisco , y la tercera al de Gracia, marchan- 
do en ellas todos descalzos, celebrándose después misas solemnes 
y sermón; y que ademas, debiendo atribuirse en gran parte el 
suceso de la victoria á la intercesión de San Vicente, patrón de 
la ciudad, y al glorioso mártir San Jorge, se celebraran también 
procesiones en sus respectivas fiestas, en la catedral y en la igle- 
sia de San Jorge. 



(1) El estandarte real de Portugal y las banderas tomadas en tiempo de Don 
Alfonso II, en Barcarota y en el combate contra la escuadra cerca de Lisboa, se 
llevaron á Sevilla arrastradas igualmente, sin duda porque serla costumbre : des- 
pués se colocaron en la catedral , y lo mismo se hizo con las cogidas en la rota del 
almirante Conde de Barcellos. 



CAPÍTULO III. , 173 

NtfM. 6. — Extracto sacado de la Crónica de los reyes de Portu- 
gal, por Christovad Rodrigues Azinkeiro, én lo relativo á Don 
Juan I ; tomo v de la Colección de inéditos de la Historia por- 
tuguesa, por la Academia Real de Ciencias : Lisboa, año de 1 824. 



E dahi se partió El Rei cO seu emxercito (e f oi a Porto de Moz e dahi f oi 
atbalhar a el Rei de Castella aratre Leirea e hü Lugar d'Alcobasa, que se 
chama Alj abarrota) ; e acemtou aeu arraial, e nguardou bi El Rei de Cas- 
tella, aode ordenarlo su as azes de parte a parte, etderad su batalha segdda 
feira, qu atore e di as do mes d'Agoeto da era de mil e trezStos e oitéta e 6in- 
quo anos, bespora de Samta María d' Agosto. 

Foi esta batalba mui cruamente ferida : finalmente f oi vencido e desba- 
ratado El Rei de Castella, e mui tos grades de seus Reinos mortos e outra 
muita gemte. Era a ge"te d'El Rei de Castella novo mil de cávalo, e trinta 
mil de pé ; e de Portugal mil o novecentos de cávalo, e nové mil de pé : e as 
sim ou ve o bom Rei Portugués a Vitoria tam grande , que erain sete pera 
bü (1) ; e Déos vence. 



(1) Siendo 39.000 los castellanos 7 10.900 los portugueses, no sale la cuenta que 
dice de siete por uno. 



I I . 1 > 



CAPÍTULO IV. 

Examen comparativo de los fe x tos históricos, y estudio crítico 
de la guerra y batalla de Aljubarrota. 



)f SUMARIO. 

Observaciones generales. — Apreciación numérica de la fuerza ds ambos ejérci- 
tos. — Composición y organixaoion en campaña de los dos ejércitos. — Identifi- 
cación j reconocimiento del campo de batalla. — Movimientos, órdenes de ba- 
talla y accidentes del combate. — Consecuencias inmediatas de la batalla, y pér- 
didas sufridas por una y otra parte. — Reflexiones de crítica militar sobre esta 
guerra y batalla de Aljubarrota. 



OBSERVACIONES GENERALES. 

Con los documentos y textos de las Crónicas presentados en el 
capítulo anterior, aunque no todos tan completos y circunstan- 
ciados como seria de desear, resulta, sin embargo, suficiente luz 
y un conjunto de detalles que permite , comparándolos y utili- 
zando lo que otros escritores más modernos han consignado, for- 
mar idea bastante cabal de lo que aconteció, representar gráfica- 
mente la batalla, analizarla y deducir las reflexiones de crítica 
militar á que se presta. 

No espere el lector una descripción particular del suceso , he- 
cha á nuestra manera, imitando á los historiadores y novelistas 
que acostumbran engalanar sus libros con relatos interesantes, 
pero que casi siempre distan mucho de la verdad rigorosa y carecen 
de pormenores precisos para el estudio militar, que serian inso- 
portables en una composición exclusivamente literaria. Abundan- 
tes son los buenos modelos que en este género ofrece la literatu- 
ra moderna, y batalla hay, como la de Waterlóo, que ha inspira- 
do elegantísimas y conmovedoras páginas; mas también motivó 

13 



176 BATALLA DB A LJUB ARROTA. 

libros concretos al estadio militar, como loe de los .tenientes co- 
roneles Charrúa y la Tour cCAuvergne, que son de lo mejor que 
puede citarse entre las obras de investigación y análisis crítico de 
operaciones militares. 

Esos serian, por consiguiente, buenos ejemplos que imitar si 
el acontecimiento que nos ocupa perteneciera á reciente fecha; 
pero siendo imposible atenernos al mismo método por estar muy 
distante de nosotros el siglo xiv y ser más confusas muchas délas 
noticias militares de la Edad Media que las que tenemos de los 
griegos y romanos en la antigua, forzoso nos es separarnos algo 
y atenernos al examen de las Crónicas "peer* esclarecer y conciliar, 
si se puede, sus datos. 

Todos los que lean relaciones de batallas contemporáneas, y aun 
los que oigan descripciones verbales de los testigos ó actores, no* 
taran que rara vez se hallan conformes, y que hay divergencias 
muy marcadas que, por lo menos, producen cierta confusión para 
comprenderlas y juzgarlas; y si esto acontece ahora, cuando son 
tantos los documentos oficiales y los escritos particulares, cuando 
están al alcance del público los mapas del país y los planos del 
terreno, ¿qué extraño ha de ser se adviertan diferencias en los po- 
cos textos coetáneos que *e conserven de las. antiguas, y que lie* 
vados los historiadores sucesivos por la pasión, por su gusto* ó 
por un fin determinado, las presenten tan diversamente descrita* 
y con juioios tan contradictorios ? 

Fot fortuna, los relatos que tenemos de lade Aljubarrota^^i no 
conformes en un todo, que eso sería aspiración temeraria* lo «on 
en los puntos principales, y sólo diacuepan en cifras, en episodios 
ó detalles, que algunas veces pueden conformarse^ coma {trocara* 
remos demostrar. f i ; 

Conocidos con la suficiente minuciosidad los movimientos de 
los dos ejércitos hasta la víspera de la batalla, estampados en el 
capítulo ii, tiene éste por objeto el pormenor de lo sucedido en ella 
desde que cada uno levantó su campamento para encoptznrse en 
la posición donde la libraron ; y como después de los antecede»* 
tes, que es lo primero necesario para poder juagar un. aconteci- 
miento semejante , erígese en orden correlativo la apreciación db 
las fuerzas contendientes, su composición ú organización militar} 
el reconocimiento del campo de batalla, los órdenes de formación* 
las maniobras ó incidentes que tuvieron lugar, y, por ultimo, los 



> ' * AJAPÍTUMK iv, ■% \* 177 

pemitaRtosy pétdidae «ítperiroeniadasf asídívidiréacm^isuTiiateria 
pam proceded can to 'debida claridad, Y . :í 






APRECIACIÓN NUMÉRICA DE LA FUERZA DE AMBO* ''&4&ÚVt&g¡¿ *.•> 

; Ftié siempre costumbre: la .exageración al scñaia* las ña^rzú» 
ovias batallas, pues según es de loavencedot^fe-ó ^le loe venctdoa 
elfesbritor^ así se observa que sobe: el *mmé*a de les cafrtracioe ^ 
disminuye el de lo* siesos/ ó vibe^feisa./Pot' semejante medio de 
eoálteoery tpppulartzar la- gloria llevando toe iechost de -amias 
hasta fo mus iftk¥Éida kipérbele, yienejá sbceder, al 'cabonfe tiemv 
po, en el juicio racional de la posteridad, qae ¡nace» dadas pobre 
la verdad de los auoeeoa y que' sé tíenenoomo leyenda^ creadas 
por la poesía populad bertas batadla^ referidas oon ( ciroiaistan-i 
eias profügiosas y >lqs raomtaoéas hazaflaá de algunos de lor hétf 
roas, iató& Tenombrados. Buen ejemplo es de esto to que pasa oa» 
figuira ^Matonead conul Pelaje, Bernardo del Carpió y el Gidy 
y oon feafeiHaaccrmo le^ de Quriqne y de Clavija que se niegan 4? 
feírebapfaf infinitamente por aabiio» lüoderáoaj á causa, sobre todo? 
dfcfla£asmosa¿desp(ito^ entre. loe;ooínbat¿etti 

tesly^hpoticinrsb inevítafclar de «milagros w ks titánicas em/pre- 
98&i cambadas poj los roiqanbes, que nose-encuéutnm oonátaraodas 
por -otras ürdmcary áatos coetomeoB. . » . • • .• - t : 

No tuvieron que apelar á esotf. resortes los primeree escritores 
portugueses .y castellanos qne testaron de la jomad» 'de- Aljnbar- 
rottt rlaurapesbridadidedqs serrados en el campo de batalla- era 
evidente j-^unoa lamegarom^ pero «allseido el saftalar su núme* 
^lAyalapíOGaBioBiírcrafte despides en Portugal aprBciacioties d¿ 
versas , que lo elevaban en demasía para que resultara más 
feriHanteiftltrijanf?). iObn presencia de las principales valuadio- 
hes kecbafi pwk)6 .cronistas & historiadores, trataremos de de* 
dtíoirl&irtírdad aproximada de los efectivos presentes en. uno y 
otro campo, prescindiendo de los guarismofe absurdos qrue otro© 
de ín^4)s.coDCepfco les señalaron. . * 

s Bedro López, de Ayala^ en su Cránka-áe D.. Juan I, nada dice 
dé la fuerza de Jos «astteHaaros , y asigna á los portugueses 2.200 
Jxnabres ide armas j lOwOOO de& pié, lanoétos.y ballesteros ^ qué 
hacen un total de 12.200 hombres. . 

It^iCránwa do Garlos VI, poT los monjes de ScintDeiiis, da al 



178 BATALLA DE AUUBAKROTA. 

ejército castellano 10.000 hombres de armas, españoles, y 800 
franceses ; y sin señalar número a lqs portugueses, dice contaban 
con un refuerzo de sarracenos y con un pequeño cuerpo de mer- 
cenarios ingleses. 

Juan Froissart, en su Crónica memorable, dice varias veces 
que los castellanos eran 20.000 de á caballo , cubiertos de anúa- 
duras, y 2.000 franceses, y asigna 10.000 hombres á los portu- 
gueses : mas en su segundo relato de la batalla habla de que los 
primeros teniaa 7.000 lanzas en la vanguardia y 30.000 en lo 
restante del ejército, siendo los segundos 2.500 lanzas y 12.000 
hombres de a pie ; haciendo asi los unos 37.000 en total, y 14.500 
los otros. Eso no obstante , añade en cierto lugar que habia cua- 
tro españoles por un portugués. 

Fernán López, en su Crónica de D. Juan I , da á los castella- 
nos 5.000 lanzas, contando con los franceses gascones y otros ex- 
tranjeros, asi como con los que de las guarniciones y de la es- 
cuadra se unieron al ejército, 2.000 jinetes, 8.000 ballesteros y 
15.000 peones ; que forman en total 30.000 hombres, siendo ade- 
mas muy crecido el número de gentes que iban en el convoy, pa- 
jes, criados, acemileros, vivanderos, etc., etc.; y de los portu- 
gueses pone 1.700 lanzas, 800 ballesteros y 4.500 de a pié, que 
hacen en junto 7.000 hombres. 

Cristóbal Rodríguez de Azinheiro, en la Crónica, dfc los reyed 
de Portugal, asigna 9.000 caballos y 30.000 de d pié, 6 sean 
39.000 en total, á los castellanos; y 1.900 caballos y 9.000 in- 
fantes, ó sean 10.900 hombres en total, á los portugueses. *' l 

Duarte Nuñez de León, en su Crónica de D. Juan I de Portu- 
gal, pretende atenerse á lo consignado por Fernán López cotoo 
lo más exacto, pero, sin embargo, da á los castellanos 39.000 
hombres y sólo 6.500 á los portugueses/ Añade que algunos an- 
tiguos escribieron, y pasó de mano en mano, que eran 87.000 Iób 
castellanos y 11.000 los portugueses, contándose en ambas ci- 
fras á los pajes y gente de servicio. 

El P. Purificación, en la Crónica agustiniana^ refiriéndose & 
un regimiento de la (Jamara municipal de Lisboa, que servía dé 
formulario para los frailes del convento de Nuestra Señora 'dé 
Gracia en el sermón que debian predicar en el aniversario de la 
batalla, dice que los castellanos eran 30.000, y 5 ó 6.000 los 
portugueses; cuyos guarismos *on, en efecto, los que se dan en 



CAPÍTULO IV. 179 

el sermón glosado de D. Diego Hurtado de Mendoza, que se con- 
serva manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid, y que su- 
pone predicado el 14 de Agosto de 1545 en dicho convento de 
Gracia. 

El P. Mariana en la Historia general de España sólo dice que 
IqP portugueses eran 12.200 hombres (según Ayala), y que los 
castellanos mucha más gente. 

La. Historia de España por Ferreros da á los castellanos 30.000 
infantes, 1.000 lanzas y 3,000 jinetes; y á los portugueses 8.000 
peones y de 1.600 á 2.000 lanzas, ó lo que es lo mismo, 34,000 
hombres á los primeros y de 9.600 á 10.000 los segundos. 

La Historia de España por Dunham pone 34.000 hombres á 
¡ • los castellanos y .10.000 á los portugueses. 

La Historia de Portugal por Damián Antonio Lcinos Faria é 
Castro, 40.000 castellanos y 10.000 portugueses. 
m t Sobres da Siiv$v, en las Memorias del reinado de D. Juan I de 
Portugal \ se atiene a los guarismos de Fernán López, pero reba- 
ja ú 6.500 los portugueses; lo cual, sin saber por qué causa, si- 
I guen otros escritores de su pais. 

1 La Monarquía lusitana y parte 8. a , por Fr. Manoel dos Santos, 

! pone 30.000 castellanos, y de 10 á 11.000 portugueses, compren- 

diendo los pajes, gentes de servicio, etc., etc. 

Coelho de Barbijda, en las Empresas militares de lusitanos , da 
| 31.000 castellanos y 6.400 portugueses. 

D. Antonio Feliciano del Castillo, en sus Cuadros históricos 
d$ Poftotgal, supone 36.000 castellanos y 8.000 portugueses. 
, Por último, D. Modesto Lafuente, en su Historia general de 
España y dice que los castellanos componian 30.000 hombres de 
tpfías fqraas, y que los portugueses eran en número muy infe- 
rid 

Según se ve> tenemos como principales datos los de Ayala y 
Fernán López. Es cierto que el primero omitió, casual ó inten- 
^ionalmente, señalar la fuerza de los castellanos; pero al fijar la 
d$ los portugueses, se le debe dar crédito, por cuanto es el úni- 
09 de los testigos que nos ha legado pormenores , habiendo podi- 
do saberlos, á más de su propia valuación, por lo que le dirían 
durante la prisión los mismos vencedores. 

El cronista portugués se muestra tan sensato cuando discurre 
sobre este punto de graduar las fuerzas de unos y otros, que, al 



180 BATALLA 1)£ ALTlifiJLRROTA. 

leerlo, se siente cualquiera inclinado á adoptar deáde luego sus 
guarismos; pero no catante, parécenos que exigen alguna recti- 
ficación, en particular respecto al dé la ímeste portuguesa, donde 
creemos incurrió algo en lo mismo que á otros censura, rebajan- 
do su número para que resulte iná$ loable el vencimiento. 

Nada tenemos que advertir sobre las apreciaciones voluntarias 
de laa crónicas francesas ni sobre las anotadas de las demás obras» 
sino que puede encontrarse ep algunas de ellas comprobación y 
auxilio al raciocinio principal que vamos á hacer. 

La oarta de í). Juan. I á la ciudad de Murcia de 10 de Euprp 
de 1385,(dooumento núm, 1.° del capítulo anterior), pidiendo la 
gente que babia. de aprestarse para la campaña,, inmediata, no$ 
ofrece un recurso oficial para calcular el gércítp $ue llegó. 6 re- 
imir el Rey. 

. Kesulto por, el detalle de aquel reparto, que la demarcaci?^ de 
JIurcio, debía facilitar 301 soldados,, de los que,, Í51 batfegfyp^ y 
150 lanceros ó piqueros (entre ellos 34 moros). Carecieíidp de la 
colección completa de laa otr^s cartas que debió dirigir, Á.,t^do9 
sus reinos y señorÍQs, no. se puede saber fijamente el núiper^ tor 
tal del reparto; pero como entónqes comprendian Jos, dominios cíg 
la corona de Castilla, á maa del reino de Murcia, á teom, GalV: 
cía, Sevilla, Córdoba, Jaén, Algcciras, Molina y, Vi^cajraj y comp 
esos requerimientos alcanzaban también á los grandes. seftor^. a 
los prelados y abades y alas, órdenes militareis, para que acudie- 
ran con la gente respectiva de sus estada? , bay. lugpr á estatita- 
cer prudencialmente una conjetura, tomando por pauta la cifra 
conocida de Murcia. En el cálculo detallado que hemos Itormado, 
contando con la densidad é importancia de lps poblaciones, con 
la diferencia que había entre las provincias meridionales que fa- 
cilitaban principalmente jinetes, y laa demás que sólo daban Jiblt 
zas y peones, y sin olvidar las circunstancias particulares de al- 
gunas que como fronterizas dé Granada, de Aragón y de* Navar- 
ra tenían que reservar siempre una parte de sus fuerzas á prote- 
gerlas, sacamos que el requerimiento general pudo ser del siguió- 
te modo: 

Por el servicio de lanzas do los señoríos de la corona, , 
de los grandes señores y caballeros, de los prelados 

* y de las órdenes militares 8.000 '' ' " 

* ' Por los jinetes . . . ; &0W 



CAPÍTULO rv. 181 

Por loe ballesteros.. , 16.000 

For los lanceros (ó sean peones con lanzas ó picas,). . 16.000 



Tqtal. > * 42.000 



Pero de este cómputo general tenemos que deducir considera- 
bles bajas por varias y evidentes razones, de entre las cuales bas- 
ta citar desde luego que liabia ya levantadas algunas tropas pues- 
tas én actividad en la frontera de Portugal, en las plazas y cas- 
tillos de aquel reino que se sostenían por Castilla y á bordo de la 
escuadra; y también que por efecto de las frecuentes agitaciones 
y de la rebeldía de ciertos personíges territoriales, ó por el temor 
de incursiones de los moros, como sucedió cuando el Uamamien-* 
to para el sitio de Lisboa al contingente de Murcia, dejaban de 
acudir en crecido número ó se presentaban los cupos en el punto 
de asamblea con gran retraso y disminución. 

Ademas de eso, existían abusos y vicios inveterados para elu- 
dir el servicio, lo mismo en los pueblos que en los señores; como 
lo prueba lo que se dijo y ordenó en las cortes de Valladolid, in- 
mediatamente después del desastre de Aljubarrota, para que to- 
dos los hombres válidos de 20 á 60 años de edad, de cualquiera 
condición que fuesen, estuvieran obligados, según la calidad y ri- 
queza de cada uno, á estar armados y á tener alardes cada dos 
meses, bajo fuertes penas á los que faltasen; y no bastando aún 
esas prescripciones, se hizo preciso volvieran á ocuparse con ma- 
yor empeño las cortes de Guadalajara de 1390, á tenor de lo que 
expresa el cronista Ayala en los siguientes renglones: 

«Otro ai , loé dicho al Rey por todos los Procuradores, é aun por algunos 
» Caballeros, que una cosa se facia en el Regno donde recreada gran serví- 
» cío al Rey é daño al Regno, é á los Señores é Caballeros que lo consentían, 
» que era ésta : que orne Caballero ó Escudero vasayo del Rey, que tenia del 
atierras por ciertas lanías ; llegábase á otro señor, que le daba otro tanto de, 
«acostamiento porque le acompañase con ciertas lanzas ; ó así las lanzas que 
» el Rey cuidaba tener pagadas é ciertas, non las tenia; é con tal obra como 
Ȏsta, quatro mil lanzas de castellanos que eran ordenadas para el servicio 
n del Rey é defend ¡miento del Regno, se tornaban en la meatad, é eso mes- 
tino contescia en los jinetes.» * 

Y por esos motivos, añade, se prohibió que el caballero ó es- 
cudero que tomase tierras del Rey para servirle con cierto núme- 
ro de hombres de armas pudiera tomar de otro señor tierras ni 
acostamiento, que era por lo que avia acaemdo mucho daño en las 



1$} BATALLA DK AUUBABBOTA. 

guerras pasadas) pues sucedía que cuando el Rfcy mandaba if con 

él 300 ó 400 lanzas suyas ó' de sus vasallos , dándoles nómina y 
cartas sus contentares, apenas se encontraban la mitad al llegar á 
la frontera, y ésas no 4rien anñadás ni montadas, por cuanto al- 
gunos de esos tales vasallos pactaban eon el señor con quien t€- 
Bian acostamiento dicüóndole le servirían á él<son 10 lanzad y cbrí 
otras 10 al Rey. /■ '• ' <! 

añádase á estas conriideracionefe la de las sensibles' perdidas 
qae ocasionó la campaña anterior, y la de no sor aqtíella gtterfá 
simpática en el país para mover los ánimo», y se adquirirá cori^ 1 
vkxáon sobre el fundado raciocinio xjue haoenjos paiu sentar <Jue 
flistó mucho de los guarismos del reparto él de los que se pre- 
sentaron en la hueste* 

Al que tales reflexiones no le basten, que píense u* poéoenlo; 
que actualmente. acontece, no sólo en España, sino en las nación 
nes que tietaen mejor constituida su oíganiflaeíon ó su' sistema* 
militar, y verá cuánto sobrepujan siempre los* estados del recluta-* 
miento general y las listas administrativas, del efectivo presente 
en los cuerpos, no ya en el campo de batalla, sino al verificarse 
la asamblea del ejército, al abrirse la campaña. Fácil nos sería 
presentar acerca de esto datos oficiales fie alguhas modernas guer- 
ras de Europa, que convencerían al méuos versado en la materia? 
peto nos parece oeioso, y es suficiente la indicación para que &' ' 
comprenda- que. si asi sm»de -hoy, es innegable que en madores' 
proporciones tendría lugajr en el siglo xiv, cuabdei se deftotaóciafci 
loa principios de subdivisión y organizaéion de los ejércitos que' 
despuas hicieren progresar rápidamente el arte de la guerra, ^r 
cuando no existían los servicios constituidos de administración y 
sanidad, que tanto contribuyen en éste á la regularidad ele manu-r 
tención y asistencia de las tropas» 

No §erá, pues, aventurado suponer que el máximo de fuerzas 
castellanas que acudieron á los ptmtos de reunión señalados^ se- ■ 
ría de unos 30.000 hombres de todas clases. Pero constando que 
un cuerpo numeroso y escogido, que se compondría principalmen- 
te de los contingentes de las provincias del iSTorte y algunos aven- 
tureros, no entró en Portpgal: oon el Bey, verificándolo más tarde' 
é independientemente bajo el mando del principé Carlos de íía^ 
varra, descartamos 6.000 hombres de aquella cifra, y nos quedan 
sólo 24.000. Hay, sin embargo, que agregar á éstos, U% «ob*e< 



OAPÍOTLO IV. 183 

3.000 que ea prudente creer se incorporasen en Celoricoy duran*' 
teja marcha, por haber llegado eon posterioridad; 2.°, los 2.000 
franceses auxiliares, en que casi todos convienen; 3%*, los caballa- 
ros portugueses que acompañados de sus gentes seguían la causa 
de doña Beatriz, que pueden gradearse , en conjunto, unos 1.000; 
y 4,°, los hombres de anuas y peones que de las gttarnioiones que 
había en Portugal, de los adictos del país y de los desembarca- 
dos de la escuadra se unieron al ejército, los que no <aseeadetian 
de £-000 ; c*ku lo cual nos retfuka un efectivo total de 32.000 hom- 
bres en el campo de batalla» . • , 

Amnentamoa algoy como se ve, la cifra que da el cronista por- 
tugués Fernán López; pero á esto nos han conducido las re- 
flexiones precedentes y una porción de minuciosos registros, com- 
paraciones y conjeturas, sin olvidar la frase del Bey 6á su carta 
de llamamiento, de que quúria entrar muy poderosamente en Por- 
tugal) y teniendo á la vista lo que dicen los historiadores sobre 
laa fuerzas castellanas reunidas en otras ocasiones poco anteriores 
ó poco posteriores á.Aljubarrota (1). 

A ese efectivo del ejército debe aún agregarse el. número ore** 
cido de los no CQmbatientes , pajes, criados, acemileros, vivande- 
ros y traficantes, conductores de carros y ganado, etc., etc.; el 
cual, por la composición particular de las tropas y por las eos-* 
tumbares de la Edad Media, solia exceder á veces de la mitad de 
los. soldados, pues hasta iban familias enteras y multitud de mu- 
jeres de mala vida. En esta ocasión no pudo ser tanta esa clase 
de .gentes, pero como se llevaba largo convoy y se recogieron en 
el país muchos carros y ganado, ámás de los que se conducían 



(T) En el proyecto militar que tenia D. Enrique II cuando le alcanzó la muer- 
te, hacia el año de 1379, era su intento constituir tren cuadrillas (cuerpos dé ejér- 
cito ¿divi^on*), de lasque, la 1.*, bajo samando, dn &090 lanías, 500 jinetee 
y 10.000 hombres de á pié ; y las 2.* y 3,% para el infante D. Joan» su hijo, y para 
el conde 1>. Alfonso, de á 2.000 lanzas, 1.000 jinetes y 10.000 de á pié ; sumando 
en total 7.000 lanías, 2.50O jinetes y 30.000 infantes. Con ese ejército y una gran 
flota en Xa maT, se proponía emprender sucesivamente campañas de cuatro meses 
contra los moros de Granada, hasta conseguirla conquista del reino. 

El pedido de tropas que en 1406 huo el infante D. Fernando á nombre de su 
sobrino el rey D. Enrique III, enfermo i la saaon, fué de 10.000 hombres de ar* 
maftjiXXX) jinetes y 5O.0Q0 peones ballesteros y lanoeroa, ámás de la gente do An- 
dalucía. T en 1420, antes de convenirse Castilla en la paz perpetua con Portugal, 
se mandó aprontar un ejército, para en su caso invadir aquel reino, que debia 
consta* de SjQOO lanaas y 30.000 peones. 



184 BATALLA. DE) AWVÁABROTA. 

da Castilla* es lícito cantar por eee concepto roas l&flOO almas* 
Hecha ya la valuación del ejército castellano, pasemos a inves- 
tigar la del portugués. 9 

Dorante al sitio de*Lisboa del año anterior,, dice Feroan Lopeq 
que, pasada muestra en la ciudad, se hallaron basta, 2.000 langa* 
y muchos peones y ballesteros; y al propio titmpo, ademas de la 
gente armada que rechazó en Porto al Arzobispo de Santiago, de 
la que ocupaba los castillos ¿Izados por el Maestre de Avía, y de 
lá embarcada en la flota, ¡reunió Ñafio Alvares Pereira -en el 
Alemterjo para oponerse á Sarmiento, hasta 1«630 langas y 5.000 
entre peones y ballesteros; de manera que el conjuntóle fuerzas 
que sostenían la guerra contra Castilla pueda graduarse, en 11 
ó 12.000 hombres.. Y si eso era entonces, ¿cómo se ha de supo- 
ner que al año inmediato, después de la retirada de los castellaa 
nos, proclamado Rey el Maestre, propagado el entusiasma por su 
causa, adquirido casi r todo el país, y oou tiempo suficiente pan 
reunir y organizar sos secuaces! se presentara con la escasa hUea- 
te de Bolos 6 á 7.000 hombres á librar batalla, cuando podía ha* 
eerlo con más, y le constaba que aun así estaría en enorme iafe» 
rioridadP Lo natural y lo que debe creerse es que pava el tranv 
oe a que se determiné vftlientemettte r llevó le más que pudo dé 
soldados útiles y armados, y que paaanan de loe que cumia 
López se infiere, no sólo por lo que acaba de indicarse respecto 
al año anterior, y por lo que el mÍBmo cronista apunta en el ca- 
pítulo xl, de que de los que pelearon en Trancoso llamó (aunque 
infructuosamente) más de 400 lanzas y 2.000 ballesteros y gente 
de á pié* sino también por otras indicaciones que en él y otaros ha- 
llamos. 

Cuando desde Guimaraes se trasladó á Porto el nuevo Rey, sa- 
bedor de que el de Castilla sitiaba á Elvas y amagaba invadir por 
el Alemtojoy se llevó, como era consiguiente, el cuerpo ^e tropas 
conque había operado entre el Duero y Miño; en Porto y en Coba- 
bra, adonde luego pasó, recinto y llamó gente para que se le unie- 
ra, y se dirigió sobre el Tajo llevando 600 lanzas, según López, 
que omite á cuanto ascendía la infantería. Fróissárt dice én ; su 
segundo relato, que supone dado en Londres por los embajadores 
portugueses, que sin embargo de que no acudieron todos los lla- 
mados, habría bien 2.500 lanzas, caballeros y escuderos, y 12.O0U 
de á pié en la asamblea que se hizo en Coímbra; y aunque deade 



oáH'/blo m - 18Í 

luego nos parece -e&agerado ese númaro^ entonces loanotftnif«, co» 
mo digttio «te metnotia en este examen, En Alemqueiy refiere Ló- 
pez , se le incorporaron de Lisboa 100 lanzas y 21 ingleses; y idea-* 
pite) egt&tftto en A&rfaíteSy llegó Pereira del Alaiatejo con 600 
béftAree de arérift^ 300 ballesteaos y 2.000 de ¿ pié, atoa», mtor 
oh M*rm> monos «le k'q^ en peores condiciones turo aUí el afio 
anterior: 

'• ; Los in^leée9 7 otóos extranjeros asalariados, insiste Lopes en 
que eran uno* 200y y lo misino dice* Froissart en la relación^ en- 
tes citada; pero eneofc tríanos qnne en otro lugar cuente; éste que en 
la unsÉia» semana que se levantó el sitie de Lisboa llegaren tras) 
gtnetaanaves con 6Q0;soidflídos aventureros anadiares» quapro- 
cedían en aá mayor pqrtede Ctofej*, GAer6eurg y Bnéstj Mwtmpne 
mPüvctou, loa que embarcó en Borddcwx el marisofcl de ümy^ 
date paira alejar de mili esa:geate ino&áoda, enodaaendáadQlpfl á 
ifle&j eseaderóB~iiigfeS€0 llamados Northbery, M&rbeiy y Huffuelm 
de- Haffiterttie} bien »que en otra parte, ai hablar de loe 20O.ex? 
ttaiíjeroeque se hallaron en la batalla, nombra también a¿ ftfo? 
tntot Atóert& i ducado (¡4 Gmríes, &l pasetm <&iüawmñ de Món^ 
librrtikd'j 4 ota© apellidado' B&mardok (1). Debió equivocarse 
ifroássart en/la época que da ti desembarco de los avanfcujjeíos* 
pues López nada consigna por. entonces, al* paso que refiere que 
e* 4 f de; Abril: se trabó «ib laboea del Tajo un cxaababe «ntae. 10 
gtderas castellanas y dos buques (Jue llegaban de . Inglaterra can 
gente \ armas y provisiones que lograron salvarse y desembarcar 
en Lisboa ¿ los soldados ingleses^ y que estes se dirigieron ente* 
gmlda/á É?toa para proveerse de cabalgaduras y ser empleadpe en 
lo que conviniera. Ademas, consta por la carta , que inserte, de un 
ean<foigo ai Abad de Aleobasa, que en laa barcas inglesas iban 
200 \&tm& y SOíMteckeros; añadiendo que otra 8.* barca más pe* 
qaeftatptoo en tieira en Setubal 46 lanzas ó igual número de fie- 
enero* j y que otra 4;* nave con 300 hombres, mitad de langas y 



»4. V~. 



-.- '■[-'■ ' 



;; <1), En eí capítulo XJiíf pona Lopes entre los muertos á JBemaldoui Sola, que 
debe ser el mismo JBernardou t j ademas á Martín Oyt de Coreiwa* yMontieur 
ttaké &é M¿ftferreefti.~- Soare^s da Silva dfoe qué los primero* extranjeros recita» 
tajiés^N* 4o* enviad»* foartugueaes Jos- Brandaran desde jPUmmUh *. cargo d» los 
fro» jefas que nombra MeUahri , Trisinga j Gilho 4s Nonfenw.— El mismo Ló- 
pez en otro higar cita entre los extranjeros á Bernatáín Menapúr, VWcom f Be» 



186 BATALLA DJ5 AUüfcARROTA. 

mitad de flecheros, arribó & Porto; de ínodo que, según esté irre- 
cusable dato, se contaban en Portugal, desde principios de Abril, 
TOO' extranjeros áuáílífcres, que no és presumible de hallaran au- 
sentes de la hueste el dia de la batalla. Fíjalos en 500 el autor 
francés Mestéray; pero yo; en vista de los expresados datos, valuó 
dé" 700 hombres presentes ese cuerpo de ingleses y extranjeros 
aventureros. 
! De la gente qtte se pidió fi* los qtie pelearon en Trancoso, ad- 
vierte Ltfpefe que únicamente ltegatün Juan' Fernandez Pacheco 
y Egas Coelho con 60 langa*» y 100 de & pié; y de Alcoftáaa (ficé 
que al 'día siguiente de la batalla se presentó un refuerzo, que por 
no ser ya necesario s* le mandó volverse; 'pero Pr. Manocl 'dete 
Santos* en su obra Alcobas Uudracla, nos firuínitiifetta tííuy cir- 
cunstanciadamente noticia de que el Abad envió el día 13 á su 
propio bermarit) Mfcrtin Ihrheflks (de Ornelhs) con 1.000 hom- 
bres, que se incorporaron en la hueste en Porto-Moz; y añade que 
durante la batalla se sitió elAbad con tres compañías en el puen- 
te de Ghaqueda, cerca del Monasterio, como paso seguro de" los 
castellanos si continuaban para Lisboa, & fin de disputarlo ú hos- 
tilizarles, ó bien pararecogér los dispersos, como en efecto 16 líizó; 
y que desde el dia* inmediato les focllitó á los vencedores toda 
clase de mantenimientos. * 

Teniendo presentes estas reflexionen y iíoticias, calculamos: 1:*, 
que al salir de Guimar&es debía tener él Rey de Portugal 4.ÓÓ0 
hombres cuando miértos; 2.% que la' gente que reuniría en Porto, 
Coimbra, etc., hasta Atemquer, serian bien 2.000; 3.°, que de Lis- 
boa se le incorporaron álli 121 ; 4. a , que el condestable Pereira 
condujo del Alemtejo 2.900; 5.°, que en Porto-ífóz el dia 13 se' 
unieron 1.000, procedentes de Alcobaza; y 6.°, que antes de em- 
pezar la batalla se presentaron 162 de la Beira, cuyas cifras su- 
man la de 10.183. Damos, por consiguiente, 10.000 hombres en 
total á la hueste portuguesa, sobre el campo de batalla, y gra- 
duamos en otaros 3.000 los no combatientes qae la acompaña- 
ban (1); conjetura que se aóerca á lo que estampó Ayala, y pué- 



(1) Fernán Lopes y los demás historiadores dicen que componían bastante hu- 
mero entre paje», criados, familias, vivanderos, acemileros y conductores de car- 
retas. Y el P. Teíseira, en la Vida del condestable Pereira, espresa que juntos for- 
maban tantos como los hombres de armas, creyendo que esa mulíitiil, precisa en 



PAJPÍTTJLO IV» 187 

de conciliarse cpn lo seftjdadp por fVqissart, Azinheiroy otjftt c** 
crito?es. , ■■.'■,..... ' . . - v / 

Otro indicio tenemos paró presumir muy aprosúqado este 
qómjrato pp. ^1. repaso de las ficicrsas que en distintas ooa&ioaep 
presentaron. lga portugueses, según afirman so? múraos historia* 
dpjes, En lafamoaa bátala de Ouritiue, 200 Aáoe fote*.* cuando 
los estados de Alfonso Enriquez apenas llegaban al Tajo, <xmvie^ 
ne» en que.tjayo 12.000 guerreros} en Blvas y & ribera de Gaya, 
en 138$, tenía el rey D. Femando más de 12.000 hombree , eoxK 
tondo cpn 2.900. ingleses,; en la oampa&a de 1387 .contra Cartilla 
Ueyaba D, Juan I de Portugal 9j00O hombres , eofcre lama** bar 
listeros, y peones ; y para su expedición á la conquista de Ceuta, 
en 14X5, trasportó un qjército de.2Q.Q00 combatientes (1), , , - 
--...' r • ... * ».,_.. » . » , - * 

^CQÜPOS^CIO^ T QBOAjnZAOIW BS CAMPARA O* X0B ( DO6 ftnÍECITOS» 

T&n diferentes eran los, ejércitos déla Edad Media de los déla 
an^igt^a Roma como de los de la Europa moderna, epatando tira- 
bajo¡por ^so entender y aprewffibiea, müitaimeitfe, raalgpitifl* 
narrí^ion de.laq batallas de. un tiempo, en. qup se peleó su* cesar. 
Qjuiíp algunos su juicio por lo que epcede y se ejecuta hoy. con 
los actuales; inclínanse otros á buscar analogías con los de la. anr 
tígp^dad^iejgp y romana, y no faltan quienes, negado efltóo^s 
tyxlp, especie de arte y ciencia,, deducen que sólo halpa páticas 
rudjmf ntarias, y que la fuejrzap el valor, y ladestresa individual, 
jugaban en los combates el principal pajel v piensan que se des- 
deñaban ó se creían inútiles lo? cepocimientos y roglfts táctica 
y deducen ^íabia completa jgnorancia de. mét^ps, orgánicos y ad- 



1 



-r- 



campaña, pero inútU e*. la pelea, ocasionó que algunos escritores castellanos e*g#« 
tfados por la apariencia, afirmasen que constaba de 12.000 hombres la hueste por- 
tvgútsa. 

Qj ¡ Bn, un regáltro que se halla enfae varios papeles curiosos del «rehiro de la 
Torre do Tambo (Biblioteca Nacional de Madrid, Ce 99) se lee lo siguiente; 
«t&stteyros do Contó que había em Alemtejo e no Bey no do Algarve no ano de 
» 1428, rejnando El Bey D. Joaó ó 1.°d; pone en seguida la lista de los pueblos, 
con el numero de ballesteros correspondiente , que suman 972 en Alemtejo y 194 
en. Algarve , y añade al final ; « £ cad a hú deetes he obrigado a ter 1 00 pasadores 
» é dous dardos , e sendos bacinetes de face, e mate nao. » Por ese dato, que da 
1.166 ballesteros solamente, puede bien inferirse que el total de la infantería, com- 
prendido todo el reino, debia exceder de 19.000 nombres. 



188 BATALLA» DB UfiUTOARROTA. 

mivirttabivoff pora minié, mover; campar y dirigir r«df4w bata-r 
Has; aquéllas masas informes de guerreros 4 caballo, oulfiertoa de 
hierro^ apena» secundadoa *ie «ñas turbas de inákntea mal. veéti* 
dos y peor armados de pioas^ apeo» y bandas, que se mantoniaa 
á costa del país que tenía la dcsgmeia 3e servir, de teoteo¡ áaus 
operaciones, yi que fle disolvían .al cabo de pocos meses. . n «■ i 
Mucho hay de verdad en esto, es innegable, mas no sería eiao* 
to aplicarlo jxnv igual ii^rá; lodo el ^olongado.período de siglos 
que eontqlreiidc Ja: EMI^ indicios $ 

hasta las proebas da que -200 -% 300 añps • ¿atea de loa' albpred del 
genmfíiynwnptto militar había» efectiva adelantos ,, nrójow? ptacsp* 
toa y doctrinaren cnanto ¿la guerra se refiere. Era imposible se 
eetacionaae pccrtajoto.tieinpo la barbarie, y que. eje&eitáadoae.dfl 
continuo la guenrau, ningmt .paso, dleca, ningún perftccipnami^a- 
to alcanzara; pero siendo grandísima la ignorancia en Ira Wi 
teas fuera de ios claustros , debían seií escasos los textos del arte* 
y se enseñarían ó traanátirian-lací reglas verbal y >práfitictBbé&i&; 
pues apena* queda memoria de aJgmn> escrito ó trabado {especial j 
anterior al siglo xv. •■ - ' -.• * .■■■.- i> .^h 

. En las Partida* da IX, Altaso el-Sabio y eniaLlgiui»J3j6'ñ¿ím<^ 
se encuentran datos y pasees, que «veliiniieoijotóniieitói»ím3itai» 
res; y respecto al material de guerra, sirven á demostrar! «tMhtufcfc 
tantos tlfes esculturas. qne. aun sabaisteny yrlas armas y pidzasíde 
arfnadratasque*e conservan; pero la iÉalta de.ebrtB;t»elatc?as é ik 
consflitratiou orgánica de Jos ejémtos y asas preceptos didécti* 
coa eñvurfre en grande Confusión y dudas -ai! que! fte propongri 
desentrañar el asuntó ¿por eso son escasas % incompletos ifcscn^ 
ticiae que dair aartores como el P. Daniel, Carrkm Ntsasj/Banf 
din y el Conde de Clonard al ocuparse de la historia, iniHtattfy* 
lo» siglos mecKos, pueB el útómo, á pesar de» sti oempeten^ia y la- 
boriosidad, nos ofrece muy poco que aprovechar en su primer 
volumen, paara comprender ó formar idea del qjércíto cast^lt^n^ 
en la época * que este trabajo se contrae, época en la que, na oba* 
taute, tuvo lugar tmaTérdadera é importante reforma, lo míéüld 
que en Portugal y .Aragón, motivad por h¡. guerra civil. eni^e 
D., Pedro y D. Enrique, que trajo á la península fi«n¡cewa.é ¿bw 
gleses de quienes se tomaron 6 imitaron varías* d&nómhiítdóñeá» 
dignidades y usos de guerra, y se alteró el antiguo sistema, &{lft 
de larga experiencia adquirida contra los moros. Nótase * en efec- 



CA9ÍTOL0 IV. 189 

toy «1 cambio^ comparad» la batalla de Jftgera oon la deL Baladn> 
que puede considerarse semejante >á la de ka Nana de Tobosa ^ y 
es la última de las que se dieron según las vieja* eostumbros dé 
- Castilla? macla particular de las reglas de caballería, generales 
en la Europa cristiana , y délos métodos de ciencia jr pnáotíea d¿ 
la milicia oriental , importada y perfeccionada en España por los 
makometanoa (1). 

Durante los primero» siglos efe la reconquista' todos .acudían á 
la guerra, mejor 6 peor «puados r á caballoió á jedé, del mismo 
modo que lo verificaban por su ley los zuoroB, y eomo^túdtwia» 
con algunas Imitaciones* se^obserc» en las tiibtifl« árabes áfrica* 
uas; pero¡á medida que se fueron eusanabaawlo y asegurando loo 
reinos cristianos , debió introducirse alguna regularidad y no po-> 
ea» excepciones en el llamamiento* hasta reducirse i número de- 
terminado qu^pudiexan aprontar los pueblos y los penates^ á quie-* 
nee con esa obligación se lea posesionaba de tierna». Sirve este 
consideración á explicar ka creaidlaa cifras que se -yfn muchas 
vieoes á los ejércitos que* oonteadian ¡en. la península, y porque 
después de reducidos los moros á los límites de Granada y Mala* 
ga se nota sen. jnroy 'jrrferioTesy hasttv cortas, pasa lo que podían 
ser y para las • del enemigo, como aconteció «a la célebre jornada 
del Bulado* • 

i De la seguridad y superioridad del reino de Castilla^ y también 
dé las necesidades del orden interior economicoy «urgió la reglan 
mentación dp loe; repartimientos y contingentes, que dio Jugar 
trie® pronto é loa abusos denunciados encías Oórtes de ldSfiy 1390; 
pero de todos modos fué un adelanto ODUpiderable y. el origen *le 
ks eonscripcioneír ó quintar, subsistente* aún pera levantar loé 
ejénrito*{2)^ . . ■ 

Oon presencia de estos antecedentes, auxiliados de. las cartas 

(1) No habiendo llegado á publicarse en el siglo pasado más que el primer tomó 
dé ía Historia de la Milicia española , por D. Joaquín Marín y flrehdot», y visto 
kl tai apenas sigan fragmento de 1*. ífístoru» de la Iqfhñtert*, <jue «n éste tra- 
bajaba D. Serafín Estébanes Calderón , subsiste todavía una gran laguna en el 
estudio histórico-militar de España. 

(2) En la ocasión que esto se escribe se trata en todos los estados die volver al 
sistema, 4*1 armamento general obligatorio; quiere (tejarse, por i4suficientey pot 
otras causas, el que antes *e crtyó un adelanto y verdadera mejora para los pue- 
blos y para la milicia, sustituyéndolo, en esencia, con el mismo que regia en Ío9 
tiempos de mayor atraso en el saber humano, en los de más bárbaras costumbres, 
y enr los que las guerras eran poleas , invasiones f devastación. 



190 BATALLA DE ALJUBAimOTA. 

de D. Juan I, de que se ha hecho mención, de lo que indicajt las 
Crónicas, y de los datos que Be hallan en otras obras, vamos i 
describir la hueste de Castilla en Aljubarrota. 

El primer elemento de fuerza organizada y permanente que 
existía constituido era el de los oonttnos (llamados asi porque re* 
cibian cuantía, ó continuos por la continuidad de su servicio), 
cuerpo de lanzas ó hombres de arnias , al que se unían en tiempo : 
de D. Juan I algunos ballesteros acabalo, mantenido por 1 el Bey 
á su inmediación como guardia personal, y sacado en mayoría de 
sus villas y tierras señoriales ; su número es regular variase se- 
gún las circunstancias, pero encontramos indicacionea de que 
sólo ascendía á unos 500 hombres, presentes, en las dos campad- 
ñas de 1384 y 1385; 

Tiene en segundo lugar la institución de las ánienes militares 
de Santiago, Calatravay Alcántara, qae ademas de aostenefftans* • 
tantamente porción de sus caballeros y dependientes para prote- 
ger las fronteras y ejecutar continuas algaras ó excursiones oon«¿ 
tra los moros, acudiaa á la hueste Real con tas gentes denos t 
respectivos maestrazgos cada vez que se abría una campaña;' como ' 
sucedió en esta de Portugal, bien que no conctarrieren sino fic- 
ciones de ellas en vazon á que no era emprendida contra ínflele*, 
y por la necesidad de atender en todo evento á las comarcas li- 
mítrofes de Granada y al litoral de Andalucía > donde quedaba 
fresca memoria de la última, invasión africana. 

Todos los ricos-hombres de pendón y caldera, y los señorea de 
la nobleza del reino profesaban el ejercicio de las armas y debían 
asistir al Soberano en la guerra, personalmente y con un número 
de lanzas determinado, según sus tierras, y de los peones corres- 
pondientes, a que se llamaba acostamientos; los cuales, al reunir- 
se la hueste, constituían el núcleo fuerte de batalla, que los cro- 
nistas castellanos designan con el título genérico de lanzas ú 
hombres de armas, y los franceses gens <T armes. 

Las ciudades, villas y concejos incorporados á la corona, como 
los pueblos dependientes de prelados, abadías y monasterios que 
poseían jurisdicciones territoriales, estaban también obligados 4 
acudir al llamamiento Real con lanzas, ballesteros, peones y ji- 
netes, para cuyo reparto influían las circunstancias de localidad, 
la población y otras condiciones del país, designándose por mes- 
nafas, en lo antiguo, á esos contingentes. 



CfApftTTLO IV. < 19Í 

Hatáaiiy ademad , formado porto muLchk& veces tin ,los? «járcíüo» 
castellanos -aratüiares extranjera! que , pomo* • oruzados / venían i 
pelear contra los mocos -durailte «Jgüna cüJoipaña; mas desde «el 
reinado der^D* 1 Pedro sé verificó eaoim forma y 'oóm distmto ót- 
jeto^ ccwectiencie HatnraJ de la ter^fa¿«afermoivíl y delasalianv 
zas que tino y otro hermano lucieron <xm franceses é ingleses. Don 
Enrique ¿rajo tías llamadas grandes cmpaftínS) bajo el mando del 
fambso Bnjuéaclin yeraerpo numeroso de aventorcroB láerceriaríós, 
que ienitur por oficio la guerra, y :<l*táy m *& vej& 'terminada, eran 
insoportables por sil eaaceerrocoatey por lo* desmanes á que se en* 
t regaban f como; gBiite aveíada á la viokticia y.alpillaj)&; y Don 
Pedro;S8 valia despose de laiqCTediiada» b opa «dte íingLefcee >y gad* 
cones acaudillada por el Príncipe Negro. El triunfo ^deflmtívoí 
debite Trastaraára, ¡f. Ja [necesidad- que !tujro> tiodáwí» pan^coosoE- 
daiflB>*H'él'twHio^ así (ctimo-su gratitud para lo» qáe leí^daron, 
le- hárai cona^rvan «el- Gaetflla algunos: de eses -capitanes y soldados 
extranjeros; y coincidiendo eu eBtrecha, afóaa*z& oon el Rey de 
Eranoiá, qnedó -establecida*, la «ortumbre <te;pedide y .recluta* 
tn>j^ enmpaí-scHairf^ 

-^tratom^pnés^por elemento» ^xtftj¡tattafe del ejército que 
r^&fóiJP. *faan I pénala <*mpaft% da Pfertagal *n 13$£ cl/V di 
cuttpa tteikombues, de wmaa de. su guardia péretoi«L, qi*e, baria 
Bubteiel^aattel.E^al.haata ©00, (íQntwdo e^n loa- ^eílpor^ r pajes, 
donceles y demás servidumbre; 2«° ? las ¡tausaa y p^oues de h& or- 
dene* mibUigs. de Santiago,; Calatr$va y Alcántara, que vaiua- 
m^poflrian ser, escasos 2,000 hombrea (1); 3.°, los hombres de 

< ■m:> • . . * • ■ . . i ' , ' 

Q) En. un escrito reciente del Sr. Bañantes se dice , en nota, que no se ha he- 
cho todavía el debido estudio sobre las fuerzas que tenían obligación de llevar á 
la guerra las órdenes militares* y cómo dato, que es" aqui oportuno, empresa que, 
eegnit]** definiciones y t a<rt*o capitulares de la de Alcántara, resulta que ¿H6nrww¿¿ 
asegurar sus castillos y fortaleza* con gente de suelde y bien gobernada , tenia gue 
servir al Rey con 156 lanzas; añadiendo, como curiosos detalles, que hayan de ' 
ir $ >tuyá%dvbejv ¿l gobierno del comendador mayor de.Atcántara, yensn defecto, 
del ifyr&tff y él comendador de Costil nuctó per alférez , par» que Ueve el penden* 
de dicha orden, en el cual irá pintado de la una parte nuestro padre Sant Benito, 
y de la otra parte un crucifijo con las insignias de la Orden; ni más, ni menos. Y 
todas taslamtas'han'd* ser jinetas, A la costumbre y modo antiguo de Castilla, pit- 
diento llevar corazas de las antiguas, ó coracinas tranzadas, ó coseletes de los deste 
tiempo, con mangas de malla y celad-as ligeras; y que para distinguir sus caballe- 
ros en* los trances de guerra, dispuso el Capítulo que vayan todos de una color y 
con una divisa de la Orden para que más conocidos sean sus hechos. + 

14 






192 BATALLA DB AUUBARROTA. 

armas , lanzas y peones de los grande* señores y caballeros, así 
como de los prelados y monasterios, que se calculan en la cifra 
de 12.000; 4.°, los contingentes de peones , ballesteros y pique- 
ros, y de jinetes de las ciudades, villas y concejos , cayo número 
total se gradúa en 14.100; y 5.°, el cuerpo de auxiliares extran- 
jeros, de 2*000 hombres. Suman estos guarismos 81.000 comba* 
tientes, á que, agregados los portugueses que se dijo seguían la 
causa de Castilla, componen el total de fuerza, conjeturada 
en 32.000. 

Ahora bien; examinemos lo que eran en detalle esos elemen- 
tos y cómo se amalgaban 6 fundían al reunirse la hueste. 

Lo que se llamaba lañaos ú hombres de armas, lo mismo pro- 
cedieran de la corona que de los grandes, de los señores é hidal- 
gos, de las ciudades, villas ó monasterios, y de las órdenes mili- 
tares, eran los caballeros, escuderos y soldados, montados y com- 
pletamente oubiertos de armadura, cuya arma principal de com- 
bate consistía en la lanza. Llevaban los señores sus respectivos 
pajes y criados para los caballos de respeto, para los bagajes y 
servicio personal; y ademas, los que poseían vasallos y extensos 
dominios, presentaban, como se ha dicho, algrmoe peoíiee y jine- 
tes ligeros. Procede de ahí la confusión que se nota con frecuen- 
cia al ver citado el número de lanzas y al valuar el de la totali- 
dad de la ftierza, puesto que cada hombre de armas ó cada lanza 
completa de las pedidas 6 presupuestadas (Jance/ou/rme, decían los 
franceses) representaba en la hueste algunos combatientes y al- 
gunos no combatientes , que en Francia y en Inglaterra solía cal- 
cularse á razón de 6 por 1 á mediados de aquel siglo, pero que 
creemos no pasó en Castilla y Portugal de la de 3 por 1 , cuan- 
do más. 

Constituían la masa de infantería los contingentes que pueden 
llamarse populares, de las ciudades, villas y concejos, más los 
peones de los dichos señores territoriales, dividiéndose en dos cla- 
ses distintas, ó armas como ahora decimos; los ballesteros y loa 
lanceros; esto es, los que usaban ballestas y los de lanzas ó picas, 
bien que se interpolaban entre unos y otros los de simples arcos, 
chuzos y hondas. 

Los jinetes que, según se ha expresado, procedían en su ma- 
yoría de las provincias andaluzas, eran una verdadera caballería 
ligera, especialidad militar por entonces en los ejércitos españo- 



* CAPÍTULO IV. 193 

lee á usanza é imitación muy acertada de los moros, no sólo en 
litó armas, traje y modo de cabalgar, sino en el sistema de las es- 
carwuzas y mafias de sus ataques. 

Había,, por consiguiente, en el ejército dos especies de caballería 
y dos de infantería; pero en la primera hay que distinguir que la 
principal, por lo numerosa, por lo bien armada y montada, y por 
componerse de la flor de los caballeros, que era el cuerpo de lan- 
za&ú. hambres de anuas, no combatía ya solamente á caballo, pues, 
como se ha visto en el capítulo n en las acciones de Atoleiros y de 
Trancóse, y como se verificó en Anubarróte, solían poner pié á 
tierra algunas veces al empeñar la batalla; costumbre que desde 
principio del siglo empezó en Europa (1), y que sin duda se in- 
trodujo en Castilla y Portugal en esta época por el contacto de las 
tropas inglesas y francesas. Siendo los auxiliares franceses tam- 
bién hombres de armas, debemos unirlos en esta división, y aun 
tal vez atribuirles la adopción del método expresado. 

Para formar idea suficiente del armamento defensivo y ofensi- 
vo usado por entonces en las distintas clases de combatientes da 
una hueste, parécenos oportuno copiar aquí lo que sobre el parti- 
cular se estableció en las Cortes de Valladolid del mismo año 1385 : 

a Que todos, asi clérigos como legos, de cualquier ley 6 condición que sean, 
»de 20 anos á 60, tengan armas en esta guisa : todos los de cuantía que 
s tengan 20.000 maravedís arriba, arnés complido con cota e fojas 6 pieza 
» con su faldón , e con cada uno destos, quixotes e canelloras é abanbrazo, e 
alúas, e bacinete con su canal, 6 capellina con su gorguera, o yelmo e gla- 
vvee estoque o facha e daga ; pero los de Andaluzía armas ala gineta, las 



(1) Aunque muchos escritores militares prescinden de este detalle, ó le dan es* 
casa importancia, merece considerarse como un paso evidente en ventaja de la 
infantería. Dicen algunos que fué en la batalla de Crécy donde por vez primera 
introdujo la práctica el Principe de Gales, pero en la Crónica de Froissart puede 
verse que ya en 1327 la emplearon los ingleses guerreando contra los escoceses, y 
en 1328 contra los franceses en el amago de batalla que tuvieron en Buiron-Fosse, 
cerca de San Quintín. Las batallas de Crécy en 1346 y de Poitiers en 1366, fueron, 
en efecto, los casos más notables, asi como en 1382 el de la de Bosbecque, dada 
por el Bey de Francia contra los flamencos, de que da cuenta nuestro cronista 
Ájala» que se encontró en ella. En España no he leido que se emplease ese medio 
antes de esta guerra de Portugal. 

En el siglo siguiente continuó la misma práctica en Franoia en muchas accio- 
nes de guerra , según se lee en la Crónica de Enguerrand de Monstrelet al descri- 
bir la batalla de San Bemy-au-Plain , el año de 1412, éntrelos partidarios del Bey 
y del Duque de Orleans, y en la célebre de Azincourt, en 1416, entre los franceses 
é ingleses. 



194 BATALLA DE ALJÜBARROTA. 

n que cumplieren para armar nn hombre á caballo á la gineta. — Los de 3.000 
• maravedís arriba que tengan cada ano lanza e dardo e escudo e fojas e cota 
9 e bacinete de fierro sin Canal, o capellina e espada o estoque o eachíllo con- 
» piulo : e los que o vieren quantia de 2.000 maravedís arriba hasta 3.000 
» cada uno lanza e espada , o estoque o cuchillo conplid? e bacinete o cape- 
llina e escudo. — Los de quantia de 600 maravedís á 2.000 maravedís, cada 
puno una ballesta de nuez e de estribera con cuerda e avancúerda e cinto e 
» un carcaxe con tres docenas de pasadores. — Los de quantías de 400 á 600 
» maravedís, cada uno lanza e un dardo e un escudo.— Los de 200 á 400 ma- 
» ravedis, una lanza e un dardo.— Y los que no tuvieren 200 maravedís, anrt- 
» que no tengan sino sus cuerpos, sean temidos atener lanza e dardo efojt- 
n da , si fueren sanos do 6us miembros.» 

Si en tiempos anteriores faltaba la subdivisión por institutos y 
BÓlo habia la correspondiente á las distintas mesnadas 6 cuerpos 
acaudillados por los respectivos señores, es indudable que en la 
hueste de D. Juan I iban por separado las especialidades ; mas 
no tenemos conocimiento exacto de la partición orgánica de cada 
una. Lo regular y probable es que se compusieran de compañías 
6 escuadrones en que fuesen juntos los de una misma proceden- 
cia, así en loa hombres de armas y en los jinetes, como en loa 
peones, ballesteros y piqueros, sin atenerse a la regularidad pre- 
cisa numérica en centurias, sino en los casos que eso fuera posi- 
ble; y luego, dentro de las compañías, parece que habia peloto- 
nes ó cuadrillas, que también se decían decurias por componerse 
de diez individuos. De todas maneras, aunque esta base de divi- 
sión orgánica del ejército por institutos era ya de grande ade- 
lanto, adolecía del defecto capital, respecto á la infantería, de que 
no la mandaban los señores y caballeros en quienes se reunía en 
aquella época el prestigio de la autoridad con el mejor conoci- 
miento y práctica del oficio ; pues reunidos éstos en su mayor 
parte en la masa de hombres de armas, quedaban los infantes á 
cargo de sujetos elegidos entre la midtitud , que si bien se bus- 
caban de ciertas condiciones y experiencia, no podían tener sobre 
el soldado la influencia moral necesaria. 

El mando supremo residía siempre en el Monarca, cuando 
asistía en persona, como en esta campaña, secundado en primer 
lugar por el Condestable y los mariscales ; dignidades de reciente 
creación que introdujo D. Juan I en 1382 en copia de Francia, 
ségun acababa de hacerlo poco antes en Portugal el rey D. Fer- 
nando, y según los habia ya introducido también el de Ara- 



CAPÍTULO IV. 195 

gon (1); pero que no vemos que en esta jomada se acreditaran 
en sus funciones, ¿ juzgar por el resultado deplorable que tuvo la 
mala dirección del ejército, como lo reconocía el mismo Rey al 
decir en bu carta que la dolencia le impidió entender ?ünguna cosa 
del campo , como cumplía á su servicio. Elegido probablemente 
para Condestable el marqués de ViHena, por su sangre Teal más 
que por su mérito militar, en nada se distinguió en las dos cam- 
pañas de Portugal ; y muertos en el sitio de Lisboa los dos pri- 
meros mariscales, perecieron en Aljubarrota los segundos, mos- 
% trando más valor que pericia, justificándose así lo que en el Con- 
sejo que se dio al Bey eu Ciudad-Rodrigo para disuadirle de su 
empresa pone López de Ayala , que kabia pocos ó ningunos caudi- 
llos en la hueste que pusiesen en ella recabdo cual cumplía, porque 
los que la sabían ordenar eran muertos en la pestilencia que fuera 

sobre Lisbona, y que los capitanes que entonces 

tenía eran mancebos que no se habían visto en guerras nin en ba-r 
tallas. 

Be todita maneras, tenemos que , después del Rey, debía ser el 
Condestable marqués de ViHena el segundo jefe del ejército (caso 
que asistiese), correspondiéndole las funciones que actualmente 



(1) Bu el titulo expedido al primer condestable D. Alonso , marqués de ViUe- 
na, hijo del infante D. Pedro do Aragón, se dice que ese oficio es propiamente or~ 
denado para los fechos de las guerras é de las arman, e para regimiente e buen or* 
dejamiento de las gentes de armas; fundando la necesidad de crearlo, en la guerra 
que iba á emprenderse en Portugal contra el Rey y los ingleses sus enemigos, 
para la cual habia ayuntado todo eu poder. Los dos mariscales que nombró igual- 
mente D. Juan I fueron Ferrand Al varez de Toledo y Pero Ruis Sarmiento. Sien- 
do conocidos esos títulos, impresos varias veces, sólo añadiremos que el primero, 
6 del Condestable, está fechado en Ciudad-Rodrigo á 6 de Julio de la era de 1420, 
quo corresponde al año de 1862 de la de J. O., puesto que en Castilla no se adop- 
tó la reforma de contar por ésta hasta 1388, mientras en Aragón regia desde 1350^ 
y en Portugal se prolorigó hasta 1422. 

JE1 prime* Condestable de Portugal, nombrado por el rey D. Fernando, fué Al- 
Taro Pires de Castro, conde de Arrayólos, en el mismo año 1382, aunque ya de 
antes es citado ese cargo en el Regimiento dé V. JDionis para o* officia.ee de 
gwcrra. 

Xa Neoiliarehia Portuguesa se expresa asi acerca de tal dignidad: O Oondesta- 
ore he o meihor cffiotb, e de mayor honra, e estado que ha ha hoste, tirando oque* 
He que he Senhor delta; porque segundo he geraly e anUgausanca da Querrá, áeüe 
pertence ir na vanguarda, e ter o Regimiento della, e se entro Senhor de mayor 
ostado hinomfot; o aínda a elle pertenecía govemagom ñas mayores, e mais assU 
nadas causas que na hoste ajam'de sor feitas. En la Monarquía Portuguesa, par- 
te vui, se insertan Íntegros los diplomas del Condestable y del mariscal. 



196 BATALLA DE ALJTJBABROTA. 

pertenecen al jefe del Estado mayor general, dirigiendo las mar- 
chas , el establecimiento de los campos y la ejecución de las dis- 
posiciones de combate : los dos mariscales Diego Gómez Manri- 
que y Pero Gonzales Carrillo le segtdan en categoría militar 
para secundarle y tomar en persona el mando qne les designara : 
D. Pedro, hijo del Marqués de Villena, los Maestres de las órde- 
nes de CáLatrava y de Alcántara, D. Pedro Alyarez Pereira y Don 
Gonzalo Nuñez de Guzman , el almirante D. Juan Ferrandez de 
Tovar , el adelantado mayor de Castilla, Diego Manrique; el ma- 
yordomo mayor del rey, D. Pedro Gonzales de Mendoza y su 
hijo D. Diego Hurtado, que según Fernán López, llevaba la ban- 
dera Beal, haciendo de alférez mayor del Bey (1), D. Pedro Díaz 
de Iveas , prior de San Juan , los hermanos Alvaro y Ferrand 
Gonzales de Bandoval, el cronista Pedro López de Ayala, el por- 
tugués conde D. Juan Alfonso Tello, y los caballeros del cuerpo 
auxiliar de franceses, Juan de Ria, Boil, Begnaud du Solier (dít 
Limosin), le Sir de Bearn, Geofíroy Bichen y Geofíroy de Par- 
tenay , eran los principales capitanes que figuraban en la hueste. 
Para los detalles del servicio de campaña, como circular las 
órdenes, auxiliar álos caudillos 6 generales, descubiertas, parla- 
mentos, etc. , etc., empleábanse los caballeros jóvenes é hidalgos 
de modesta posición, los escuderos y donceles, ó algunos hom- 
bres de acreditada experiencia y bien montados. Respecto á lo 
que ahora se conoce por personal administrativo, sólo consta que 
acompañaban al Bey los Cantadores de sueldo, que equivalían, 
por sus atribuciones, á una especie de comisarios é intendentes: 
ellos cuidaban de constatar el número de lanzas y soldados con 
que cada contingente se presentaba en la hueste, y les abonalJan 
por nómina los salarios señalados ; siendo ellos también, proba- 
blemente, los que entenderían en las exacciones de víveres, ba- 
gajes y demás recursos sacados de los pueblos, como de la distri- 
bución correspondiente. Del servicio sanitario ninguna indica- 
ción hallamos en las Crónicas castellanas ; pero teniendo presen- 



il) Soarez da Süra dice que Pedro Lopes de Ayala era el que servia entonces 
de alf eres mayor y Iteraba la bandera real, dándole ademas los cargos de copero 
mayor, aposentador mayor, canciller mayor y alcaide de Toledo. Juan dé Ve- 
taco, según el mismo escritor, era el primer paje del Rey y el qne le llevaba 
el bacinete ; pero como Froissart nombra i un tal Heren respecto á lo último, 
sólo debe considerarse a Yelasco como al jefe de la guardia personal del Bey. 



OAPÍTÜLO IV. 197 

te que la portuguesa de Fernán López dice que los castellanos 
tenían algunos, facultativos en el sitio de Lisboa, lo qxx& ratifica 
la cacto de D. ( Juan I, copiada en el capítulo a, cuando, al hablar 
de. la enfermedad de. la Reina, expresa que todos los físic$$ la des- 
aspiraran por muerto, demuestra que no faltarían en esta cam- 
pada? mayormente estando reciente la experiencia de su utilidad, 
algunos maestros en el arte de curar , judíos tal vez, que eran 
por entonces los que le ejercían, lo mismo que los cargos de teso- 
rería y cuenta y razón. Nada dice Ayala tampoco sobre los ecle- 
siásticos que fuesen en el ejército, mas es indudable que no po- 
dían ¿hitar ; porque es sabido que en todas las guerras y bata- 
llas anteriores figuraron en gran número ; porque era imposible 
desatendiera el Bey, en su conocida piedad, el concurso y asis- 
tencia religiosa, y porque así se infiere de llevar una capilla de 
campaña: Fernán López habla de dos obispos y varios frailes 
predicadores , y no tenemos la menor dificultad en admitirlo por 
cierto. 

El material del ejército, según dicho Fernán López y los de- 
mas historiadores portugueses, únicos que dan de esto noticia, 
consistía en un tren de 16 piezas de artillería, truenos y bombar- 
da*; setecientas carretas y muchísimas acémilas , en que se lle- 
vaban víveres, armas y equipajes , y más de odio mil cabezas de 
ganado entre bueyes, vacas y ovejas, siendo tanta la gente de 
servicio, que la vista de la hueste era espantosa causa de ver. 

Algo abultado conceptuamos el número de las carretas, pero 
aunque se rebajase á la mitad, siempre quedaría con ellas las acé- 
milas de carga y el ganado, una considerable impedimenta, un 
convoy enorme, que atendiendo á los malos caminos y á lo acci- 
dentado del país, debia causar embarazo en las marchas y pro- 
longar extraordinariamente la columna. 

La presencia de un tren de artillería en este ejército, que Fer- 
nán López es el único que la consigna, pues de él lo tomaron los 
demás escritores portugueses, exige que nos detengamos en una 
corta disertación. 

Desde luego resalta la extrañeza de que nada indique Ayala 
sobre un punto tan importante, que no podia pasar desapercibido; 
pero es aun más raro que el prolijo Froissart guarde silencio en 
el relato que tuvo de los caballeros franceses y en el que tomó de 
los portugueses, siendo de advertir que ese mismo silencio, al des- 



198 BATALLA DE AUOBABBOTA. 

cribir la batalla de Crecy, hace dudar á muchos inteligentes de lo 
que pone la Cromm de Saint Denis acerca de las bombardas que 
alK presentaron los ingleses; porque no se comprende omitiera 
ese detalle un autor que cuidó de señalarlo en Calais, Komoran- 
tin, Saint Valery y otros ataques de puntos fuertes tiesde 1*340 
á 1878. No puede ser aquí nuestro objeto distraernos en recor- 
dar la invención de la pólvora, el origen y progreso de la artille- 
ría en lo» sitios y batallas, materia complicada que ya ha dado 
lugar á serias investigaciones (1); pero interesaría dilucidar bien 
si en electo hubo en Aljubarrota las piezas que señala Fernán 
López j porque ése sería el primer caso de su presencia en Espa- 
ña en un campo de batalla, cosa que importa á la historia mul- 
tar, por mes que su utilidad fuese nula en aquella ocasión. A la 
circunstancia de no hacerse la menor indicación por los cronistas 
é historiadores españoles y franceses, hay que añadir que tampo- 
co se encuentra en los autores especiales del arma que sé ocupa- 
ron de su estudio progresivo, de lo cual colegimos que no es bas- 
tante el aserto de Fernán López para admitirlo como positivo, 
miénfras no se presenten otras pruebas, pero que tampoco es pru- 
dente negarlo en absoluto, por la respetabilidad del cronista y por- 
que consta que para entonces se habían empleado ya muchas ve- 
ces bombardas y truenos en la defensa y ataque de plazas, y aun 
á bordo de los buques; debiendo, por consiguiente, existir en Cas- 
tilla algún material de esa clase, que pudo llevarse en el ejército, 
destinado para las murallas de Lisboa más que á emplearse en la 
batalla. Vale también á esta conjetura el ver que en el pedido 
hecho por el infante D. Fernando & nombre de su hermano Don 
Enrique ÍII para la guerra de Granada en 1406, se habla de seis 
gruesas lombardas é otros eient tiros de pólvora no tan * ¡puñetes; 



(1) Pueden consultarse acerca del particular! entre anchas otras obras, las si- 
guientes : Discurso sobre los ilustres autores é inventores de artillería que han fio* 
reeido en España desde los Reyes Católicos hasta el presente, por D. Vicente de 
los Kíob; Madrid , 1805. Memoria sobre a antigwidade do empreño da artilharia em 
Mespanha e remota data da sua introcgao em Portugal, por Francisco Freiré de 
Carvalho; Lisboa, 1844. Bardin, Dictionnaire de VArmée, Étude sur le passé et 
'avenir de Vartillerie ,par Vempereur Napoleón III, Histoire des progres deVar* 
Uillerie, par le general Favé* Armes de guerre et batimenU cuñra&sét, par Luis 
ttguier, ewtraits de Merveilles de la Soiance. Y el excelente artículo Artillería, 
en el Diccionario militar español, empezado á publicarse por el coronel D. J, Al-, 
mirante. 



CAPÍTULO IV. 199 

así como que para el sitio de Sateniel al año siguiente, se dispu- 
so un taren de varías .grandes lombardas con cureñas, de obra» de 
fí&leraj. ,de <faz y m& trueno^ según explica la Crónica, d$ Don 

Juaal¿f 

Las primeras bombardas ó lombardas que se usaron en aquel 
siglo eran de pequeño calibre, pero hacia 1370 6 1378 parece que 
figuraban otras gruesas para disparar balas de piedra hasta de 200 
libras de .peso, formadas de barras de hierro unidas entre sí y for- 
jadas con cinchos del mismo- metal, que se colocaban en toscos 
liíustep para servirlas, y se conducían en carretas con muchos, pa- 
res de bueyes. De esta clase deberían ser las que tenían los cas- 
tellanos en A\jubarrota, & creerse lo que asienta López, pues, 
aunque lo dudemos , nos es preciso utilizar sus datos para la ets- 
pliqaciou de la batalla y para representarla gráficamente- Uta 
pb^ervacion., sin embargo^ se nos ocurre aún, un. indicio que apo*- 
ja nuestra, duda; el cronista portugués, que se detiene á enumerar , 
1$3, banderas, los oratorios y demás despojos cogidos en el campo 
deapuea de la victoria, ae olvidó de citar. los truenos y bombardas 
que allí debieron quedar sin la menor duda; nada vuelve á hablar 
de ellas en adelante, ni consta en ningún autor qué se hicieron; 
siendo probable que el Bey las hubiese llevado luego á los sitios 
que emprendió,, y que no habría dejado su panegirista de ex-* 
presar que procedían de los trofeos de la batalla real? como lo 
biao al mencionar la tienda de campaña que se armó para cele- 
brar la conferencia y tratado de alianza con el Duque de Lan- 
cfater, 

, Terminadas las consideraciones referentes á la composición del 
ejército castellano, pasemos ahora á las del portugués. 

Semejantes en un todo las instituciones de los dos reinos ve- 
cinos , lo eran también en su organismo y prácticas militares, 
hasta que en tiempo de D. Fernando, con motivo de su guerra 
eont*a Castilla y de la llegada de los ingleses del Conde de Cam- 
bridge, introdujo aquel Monarca notables reformas para extender 
y regularizar las fuerzas populares ó contingentes de las ciudades, 
villas y concejos, para mejorar y uniformar su armamento y para 
que tuviesen frecuentes alardes; creó los cargos y dignidades de 
condestable y mariscal, que llevaban consigo variación radical en 
el régimen y ordenamiento del ejército, y desplegó extraordinaria 
actividad en levantar el nuevo recinto de fortificaciones de Lis- 



200 BATALLA DE AJtf UBABROTA. 

boa, así como los de otros plaisas y cantillos, que pwo en buen w~ 
tado de defensa (!)♦ 

Conociendo el error de na tener siempre prontas las, milicias 
del reino cuando 1a invasión de D, Enrique de Castilla en 13?2> 
ordenó al afto siguiente que en toda» laa comarcan se hicifiranniiq- 
vas apnrafoesj ó listan cirounstanciadas de las.gcptes, paradedijr 
cir cuántos eran loe hombres capaces de servir en la guerra y 
cuántos los manoeboe que morasen con soldada para acudir ^n ca- 
sos de aprieto; mandó que los fidalgos tuviesen, cierto número de 
lanzas disponibles para presentarse al ser requeridas* y. que to- 
dos absolutamente contribuyesen para la provisión de airoas, ca- 
ballos y pertrechos* Respecto á las armas* . debian ser otras en 
adelante ó mejoradas las antiguas, en esta forma; de los comba- 
ses mhBxríQXijaqiietcL ó jaque; de la loriga, <wtía¡ de la capeUim, 
barmda con camalAo, y así para que un soldado estuviere bien ar- 
mado tendría barmda con su camalho, e estofa ,cMa f )aque\ soma- 
tes , tuneUeims francesas, luoos ó manoplas, estoraque, daga e#w- 
ve; los de á pié, de 20 años para nmh9>,funda, lanza y dos dardo*, 
por no ser necesario al escudero, pises que trae escama y bmgq, 
pelear con dardo; otros, de á pié también, que llagaban funda- 
ros, tendrían cada uno dos fundas fustes, que se apellidaban de 
manguala, y otras difundas de mano. P#xa atender á completar 
ese armamento, para la compra de caballos y para reposición de 
los que muriesen, se previno que del 5.° real de las cabalgadas y 
presas tomadas al enemigo se dedujera y depositase la : décima 
parte, destinando al mismo fin el producto de ciertas multas. / 

Según se desprende del ordenamiento militar de D. Fernando, 
eran los elementos de fuerza que babian de componer la hueste, 
, los hombres de armas ó lanzas y los peones ó infantes; los prima- 
ros, aunque no todos babian de ser precisamente caballeros y ,fi- 



(1) Ademas do lo que dicen las Crónicas portuguesas de los reyes D. Fernando 
y D. Juan I, encuéntrense Bobre esto pormenores interesantes en la piarte 8.* déla 
Monarquía toitorta, por Fr. Manuel dos Santos; en éíMappade Portugal, por 
Juan Bautista de Castro; en el notable Regimiento da guerra del rey D. Alfon- 
so V; en las Noticias de Portugal por Manuel Severim de ITaria; en el AUnana- 
que do ejercito en 1856 , por Luia Travasos Yaldez ; y sobre todo, en la J/iwri» «- 
tntisco-Mét4frico~milU*r, por Antonio Joaquim de Gouvea Pinto. Tambien.se dan 
varios detalles extraídos de esas obras en la introducción del tomo primero de la 
reciente publicada Historia da Guerra civil e do ettabeUcimento do govemoparlét- 
mentar en Portugal, por Simao José da Lúa Soriano; Lisboa, 1866. 



oapítolo iv. 201 

dalgos, deberían sí estar montados y provistos de las piezas de 
armadura correspondientes, con lanza, espada y escudo; y los de 
á pié con dardo*, fundas, ballestas, virbtoes, pao* tostados y otras 
semejantes armas que llamaban am&toste, esto es, de wromego. 
La caballería ú hombres de armas constaba de los que pertenecían 
directamente á la Corona, de los señores particulares y de las ór- 
denes militares de Cristo y de Avís, organizándose, al reunirse, 
con cierto orden de preferencias establecidas, lo mismo que en la 
infantería los contingentes respectivos Hbajo las banderas de los 
señores, villas y ciudades, á la manera que las cofradías, gremios 
y hermandades se colocan en las procesiones, pues para ello ha- 
bía fueros railes que designaban el lugar y privilegios de cada uno. 

La división que surgió en el país & ,1a muerte del rey D. Fer- 
nando desconcertó en gran mañera todas sus disposiciones y or- 
ganismo militar, rompió el enlace que tenían con el jefe del Es- 
tado las dos órdenes militares, interrumpió la dependencia direc- 
ta do los que gobernaban en las comarcas, en las plazas y casti- 
llos, y cacto, municipalidad obraba según sus simpatías en los pri- 
meros momentos, ó aguardaba con cántela para decidirse por el 
partido que la convenia seguir; mientras una parte muy princi- 
pal de la nobleza, con sus tierras, villas y castillos, se mantuvo 
fiel á la causa de doña Leonor y doña Beatriz, ó sea la de Castilla. 

Fácil es comprender la confusión que originaria semejante es- 
tado de cosas, y por eso sube de punto el mérito que adquirió el 
jefe del movimiento al organizar la resistencia, secundado por 
Ñuño Álvarez Pereira, por Juan das Regras, por el Arzobispo de 
Braga y por s^s demás compañeros, levantando el espíritu del 
pueblo hasta inspirar ciega confianza á sus soldados, para presen- 
tarse en campo abierto ante un enemigo superior y mejor consti- 
tuido. 

La escasez de caballos, y el hallarse retraídos ó en el campo 
contrario muchos de los señores portugueses, influyó para que la 
masa de los hombres de armas fuese más reducida, y que no to- 
dos estuvieran montados y con armaduras; carecía la hueste de 
los jipetes ó caballería ligera en forma que constituyese cuerpo; 
y siendo de infantería la fuerza principal, no estaba tampoco com- 
pleta y uniformemente armada: sólo los auxiliares ingleses, veni- 
dos de asistir á las guerras de Francia y veteranos de la batalla 
de Poitiers, es de inferir se presentaban en perfecto arreo, como 



202 BATALLA DE AXJTJBARROTA. 

x diestros ballesteros casi todos, de los que tanto daño causaron y 
tanta celebridad adquirieron en aquella jornada, como los prusia- 
nos recientemente, con el fusil de aguja, en la de Sadova. 

Después del Rey, que llevaba el superior mando y 4 cuya in- 
mediación, con los que formaban su consejo y gobierno, iban los 
pajes, gente de servicio y una guardia personal, que por algunas 
indicaciones de la Crónica parece consistia en cien ballesteros (1), 
seguía en el orden jerárquico el condestable Ñuño Alvárez Pe- 
reira, que desempeñó las funciones del cargo con todo el rigor que 
expresaba el diploma de esa dignidad, y con tal acierto *y tanta 
ayuda de fortuna, que bien merece se le adjudiquen y comparta 
con el soberano los laureles de la victoria. Mem Rodríguez, Ruy 
Méndez de Vasconcellos y Antón Vasquez eran los capitales por- 
tugueses que figuraban luego en la hueste, así como lotf extran- 
jeros Juan de Monferrara ó de Monferrat, J£prtin Pauló y Ber- 
nardom Sola. : 

La totalidad de la fuerza se componía, según dejtáno^ asenta- 
do, de 10.000 combatientes entre lanzas ú hombres de armas, ba- 
llesteros y peones , y contando con los auxiliares ingleses. 

El convoy ó impedimenta se puede valuar en unos 3.000 hom- 
bres no combatientes, á pesar de que muchos jde cllq^ como su- 
cedía en los castellanos, iban armados de chuzos, proos y hondas; 
y ademas en cierto número de carros, acémilas y gpuado. . 

Recapitulando ahora lo que va expuesto, presentemos, el cua- 
dro conjetural de la composición y fuerza de cada urna de la* dos 
huestes. 



(1) Para el servicio personal á la inmediación del Bey» existía de muy antiguo 
el cargo de Guarda mayar, que Be confiaba siempre á uno de los fidalgos princi- 
pales, y tenia bajo su mando otros veinte nobles caballeros que acompañaban al 
Monarca en paz y en guerra, dándole guardia en palacio y dentro de su misma 
cámara. — En la Crónica de Fernán Lopes se dice varias veces, y una de ellas cuan- 
do el Eey fuá A Üuimaraes para cumplir una promesa después de la batalla de 
Aljubarrota , que iban con él de escolta cien ballesteros. 



CAPÍTULO IV. 

„ « • . '.',-■,< ' ■ • 

HUESTE CASTELLANA. 

' COASmOAtilOH. ■ ' • 4fe<*oi*bft- 

tientes. 

j i El rey D. Juan I con bus -donceles, pajes,, 

jf i criados y escolta ; los señeros de la servi- 

1 tí i dumbre y altos empleados ; obispos, cléri- 

§ i gos, contadores de* sueldo y gentes de sdr- 

.5, ,( vicio- persojaal» ,.*..«...*. 900 

• /El condestable do Castilla, los mariscales y 

.*»*... I peraotaje» notables oaetellanoa y portugue* 

g L seo, con lamas* de caballeros, escuderos y 

- \ soldados ú hombres <ie armas. m4s los pa- 

* F jes, criados y gentes do servicio 8.500 

: ' 8 ' (Caballeros, escuderos, hombres de armas y ' 

i 1 gente de servicio correspondiente á las ór- 
•j, 1 1 & . . ¿ ^enos nwlitarefl .de Santiago y Calafetara. . 1^00 
.,,1 f Caballerrog y eacudexos, hombree de armas 
\ franceses, con bus pajes y gente de servi- ,, 
\ ció. .' . . • . 2.000 

g • I El maestre de Alcántara con algunos caba- 
l 'S S { Héroe de la misma orden y la masa de ji- 
--&•! • '( neteé. .. : . : t ....... . 2.300 

2 *s [Masa de los ballesteros" castellanos y algunos 
' ' I ' §' \ portuguesas, etr bu mayor parte á pié , pro- 
"' í' í • / ' eedentea de las eindadee, villas y concejos, 

« S j de los grandes señores, abadías y prelados. 7.300 

| 3 /Masa de peones lanceros ó piqueros, x de todas 

* § ( procedencias 9.800 

¿ í Pajes, criados, conductores de bombardas, 
| l carretas, acémilas y ganado; vivanderos, 

8 r mercaderes » 

» >i 

Totales. .... 32.000 

HUESTE PORTUGUESA. 

C J i El rey D. Juan I con sus ministros, pajes, es- 

3 2 j colta y gentes de servicio 200 

o ^ 2 i ® Condestable de Portugal con los principa- 
'3 § 5 \ les caballeros y escuderos, y hombres de 
w 1 m ( armas, más los pajes y gente de servicio. . 1.900 



203 



de no com- 
batientes. 



600 



5.000 



700 



1.000 



500 



1.000 

1.000 



2.200 
12.000 



150 



1.000 



204 BATALLA DE A UüB ARROTA. 



CLASIFICACIÓN. d J™£*- Í¿-ST 



a 

K 



>- 

O 



Cuerpo de auxiliares ingleses, ballesteros en 

su mayor parte. . 700 800 

Masa principal de infantes, ballesteros y km- . 

ceros ó piqueros. 7.200 500 



¡Pajes, conductores de carretas, de acémilas y 



I i ganado, vivanderos, etc., etc. .••«.- » 1^050 



ToiaUs 10.000 3.000 



IDENTIFICACIÓN Y BEOONOCIXIEXTO DEL CAMPO DB BATALLA. 

Puede haber dudas y distintos pareceres aoerca de loe puntos 
que acabamos de tratar, es decir, sabré el verdadero efectivo de 
fuerza que presentaron los dos ejércitos, y sobre su composición- 
orgánica; pero no sucede así afortunadamente respecto al terreno 
en que combatieron, pues en ninguna de las batallas antiguas 
está más conocido y con evidencia identificado, sin que sean po- 
sibles otras opiniones ni surjan diversas conjetura». 

En su preciosa carta á la ciudad de Murcia nos ofrece el Bey 
de Castilla la primera y exacta descripción del campo de batctUa : 
Ellos se pttsieron aquel dia, desde la mañana, en una. plata fuerte 
entre das arroyos, de fonda cada uno de diez ó doce braza*, y ¿vafe- 
do nuestra gente ahí llegó, y vieron que no les podían acometer por 
alií> hubimos todos de rodear para venir á ellos por otra parte, que 
nos pareció ser más llano. 

Pedro López de Ayala, testigo y actor importante en el suceso, 
dice así en su Crónica: Evmoáe (el Bey de Portugal) para otro 
logar, que dicen Puerto de Moas, 6 puso su batalla á dos legms 
dende en tena plaza que de las despartes era llana, é de las otras 
dos partes había dos valles; y luego añade que el de Castilla se 
puso cerca dellos en un campo llano, é ordenó su batalla. 

El Bey de Portugal, en la carta de donación que hizo á la or- 
den dominicana del monasterio que edificaba en memoria dé su 
triunfo, expresa que filé entre Leiria y Aljxtbarrota, y en su tes- 
tamento consigna que ese monasterio, levantado á honor de la 
Virgen, cuya víspera era el día que le concedió la victoria, lo 
mandó fundar cerca del lugar en que ocurrió. En el epitafio que- 



OAPÍTOLO IV. 205 

tiene su magnifico sepulcro se lee también que la batalla aconte- 
ció junto al convento. 

De Froissart en bu primera relación, aunque confusa y llena 
de errores^ se desprende que los portugueses se establecieron cer- 
ca de Aljubarrota en una colina rodeada de grandes árboles, de 
setos y matorrales; que era lugar fuerte y cómodo de fortificar, 
como dice lo hicieron con talas y zanjas; añadiendo, al referir el 
ataque , que el sitio por donde se verificó no era ancho, y que sólo 
por allí podía envestirse : c'estoit q%Con ne les pouvait approcher, 
Jvrsrjmr ttrrpas.Y en la segunda, que pone en boca del embaja- 
dor portugués en Londres, expresa que separaba un pequeño foso 
á lote entendientes : entre nousif eux aeoü unfossé, y non pos si 
grand qu'un chevalier nepeut bienpasser, y saillir cutre. 

El cronista Fernán López dice que partió su Rey de Porto de 
Mes á establecer el campo, hudespois foy a batalha, que he dahi 
húa pequeña legoa; y luego añade que euando llegaron los easte- 
Uaxio* y vieron situados á los portugueses na estrada, hu ora he 
feüa d Igrefa de Sam Jorge, no quisieron pelear de frente, y to- 
maron hacia Aljubarrota por la parte que he contra o mar. 

A éstos tan. buenos datos del Bey de Castilla y de los primeros 
ctoáistae debemos añadir otroá no menos claros y precisos. 

En la Crámea del rey D. Duarte, sucesor de D. Juan I? por 
Euy de Pina, al describir la conducción del cadáver de éste á su 
enterramiento del monasterio de Batalha, dice que la última jor- 
nada fue desde Alcobaaa, en el mismo orden y ceremonial obser- 
vado desde Lisboa, e em ehegando a- a hermida de Sam Jorge, 
ondefoi a batalha, acharamja hy os camllos as*i guarnecidos e 
aptwelkádos.*... Y eo iguales términos se expresa Gómez Eannes 
de Asurara en la tetcera parte de la uránica que esaribió de Don 
Juan I. 

Cristóbal Rodríguez de Azinbeiro escribe -que desde Porto de 
líos fué el portugués á atajar al castellano entre Leiriay un 
lugar de Alcobaza, que se llama Aljubarrota, y allí asentó su 
campo y se dio la batalla. 

El Sumario de los Beyes de España, por el despensero de la 
reina doña Leonor, espresa que los portugueses estaban puestos 
en un gran recuesto que ende estaba, e fecho un muy fuerte palen- 
que ai derredor de su real, e fechas muchas fosas cubiertas con 
rama** 



206 BATALLA DE ALJUBAimOTA. 

Otro portugués , el P. jesuíta Antonio Vasconcellos, en su obra 
Anacephalaeoses, idest, Summa Capita Actorum Regum Lusitania, 
dice así con grande exactitud : Or diñes dispositi in montosa plani- 
cie in, abruptam Vallem desinente, que traseundum era hosti, inter 
Calliponem (1) y Algibarrotam 

Basta con estas citas para comprobar que el sitio de la batalla 
es donde se encuentra la ermita de San Jorge, edificada en me~ 
moria por el Condestable, y en la que se lee una inscripción coe- 
tánea que lo acredita (2); sobre la carretera real de Coimbra á 
Lisboa, á trece y medio kilómetros de Leiria, dos y medio del 
monasterio de Batalha, doce de Aljubarrota, cinco de Porto de 
Mos y diez y nueve de la orilla del mar, distancias que no discre- 
pan mucho de las- señaladas por Ayala y los demás autores. 

Conocida é identificada de una manera indudable la situación, 
pasemos á describir el terreno, bagamos su reconocimiento mili- 
tar, que para eso, con todas las noticias extractadas á la vista, 
fuimos á visitarle detenidamente, siguiendo la misma marcha 
que llevaron los castellanos; y comparemos lo que resulta, á pre- 
sencia del croquis que dibujamos, con lo que dice Fernán López 
y afirma más circunstanciado Manuel dos 1 Santos en la parte vin 
de la Monarquía lusitana, así como Soares da Silva en sus Memo- 
rias del reinado de D. Juan L — Ambos autores ratifican al pri- 
mer croata, y 8 e extienden en ha*er una deecripcion del campo 
de batalla, completamente errada, incurriendo en igual ficción 
muchos de los escritores portugueses posteriores, porque los cre- 
yeron de buena fe, ó porque les pareció así mejor para enaltecer 
á los vencedores. Cualquiera que hubiese estado en el lugar ha- 
bría rectificado al momento su opinión; y es por ello más mere- 
cedor de censura Manuel dos Santos, que expresa lo recorrió, pues- 
to que alteró la verdad para halagar al vulgo ignorante, que cree- 
ría que los pequeños obstáculos ó accidentes del terreno robaban 
gloria á sus compatriotas, cuando, por el contrario, les añaden el 
mérito de la inteligencia con que supieron aprovecharlos. 

Sigue la moderna calzada real que va de Coimbra á Lisboa 
casi el mismo trazado durante algunas leguas, que el antiguo ca- 
mino que llevó el ejército castellano en esta jornada, y que era, 



(1) Alude al nombre que se cree tuvo Leiria en tiempo de los romanos. 

(2) Véase en el capítulo siguiente. 



CAPÍTULO IV. 207 

según se cree, el de una vía romana, que desde Braga, y pasando 
por Porto ó Gaya, Coimbra (Conimfoia) y Leiria (Collippó), iba 
á Lisboa (1). 

Sube una cuesta al salir de Leiria, dejando atrás y por la iz- 
quierda el valle del rio Lena, que allí se une al Liz, procedente 
de las cercanías de Porto de Mos, y el principal de ambos. Conti- 
núa la carretera por una planicie poco ondulada, cubierta de pi- 
nares en cuanto alcanza la vista, interrumpidos por espacios de 
tierras labradas y de monte bajo, hasta, que cerca de los diez ki- 
lómetros declina para bajar al vallecito donde está el monasterio 
de Batalha á la mano izquierda. Sálvase la profundidad de un ar- 
royo que viene del N. O. por un puente moderno de piedra, cuya 
arquitectura se quiso armonizase algo con el suntuoso edificio in- 
mediato, y se monta por la opuesta ladera á una meseta estrecha, 
encajonada entre el dicho arroyo y otro semejante que baja por la 
izquierda. No son los dos otra cosa que pronunciadas regatas na- 
cientes en la planicie superior que deriva de la montaña ó sierra 
llamada de Minde ó de Moliano, cuya cumbre se divisa hacia el S., 
y que, juntándose cerca del puente y del monasterio, se echan poco 
después en el rio Lena, formándose allí el pequeño valle donde 
está edificado aquel bello monumento- y el pueblo de su mismo 
nombre. 

A los tres kilómetros del puente se encuentra la aldea y ermita 
de San Jorge, con el terreno de sus inmediaciones sembrado y 
con varios olivares, pero dominando después arbolado de pinar 
en cuanto se descubre, claro por unas partes, espeso por varios 
sitios , y también con malezas ó monte alto. 

A muy corta diatencia de la ermita se observan por ambos eos- 
tados dos grietas ó pequeños regatos que descienden 4 los arro- 
yos, y que, por consiguiente, estrechan por allí, ó mejor dicho, 
cortan la meseta, dejándola de unos 140 metros de ancha, los 
cuales, aunque depresiones naturales del terreno, pudieron muy 
bien ser profundizados y defenderse con talas de árboles el dia de 
la batalla (2)/ Empieza luego á abrir desde allí la loma por don- 



(1) Véase el Estado de Portugal en el año de 1800» por D. José Cornide, ma- 
nuscrito, en la Academia de la Historia, y la Fundación, antigüedades y grande- 
za* de lAsbca, por Luiz Marinho, año 1753. 

(2) Al lado de la carretera y cerca de ese paraje se ve una alta eras de piedra, 

15 



208 



BATALLA DE AIííUBARROTA. 



de va la carretera, y por efecto de la dirección divergente de los 
arroyos y de ir levantándose cada vez más sus lechos según se 
acercan al origen, viene á resultar el terreno una planicie casi 
horizontal, hasta que á los tres ó cuatro kilómetros se eleva sua- 
vemente para tomar su mayor altura en los caseríos de Qumeira 
y declinar después hacia Aljubarrota, rodeada siempre, y á veces 
estrechada, por pinares , para bajar por último la gran cuesta que 
conduce á Alcobaza. 

A mediados del mes de Abril, en que verificamos este recono- 
cimiento, llevaban agua abundante los arroyos de que se ha he- 
cho mención, que corren por los barrancos laterales de la meseta 
de San Jorge, y nos dijeron que, aunque disminuía mucho en el 
verano, casi nunca sucede que ambos se sequen del todo; lo cual 
explica lo que dice Froissart del tantet dengue que allí había. Las 
laderas de los barrancos son más pendientes por aquí que pasa- 
dos los arroyos; el curso de éstos, muy tortuoso y profundo, va en 
ocasiones entre márgenes escarpadas, y por los matorrales que 
aun existen, por el monte alto y los pinares que cubren las fal- 
das cercanas , se puede inferir que antes de edificarse la ermita 
y la aldea, y de roturarse el terreno como ahora está, ofrecería un 
aspecto más rudo, y que, suavizadas las caídas por efecto de la 
roturación, han quedado los bordes de la meseta más abiertos, 
circunstancia que no debe olvidarse para comprender bien la fiso- 
nomía del terreno en el día de la batalla, por más que con todo 
eso no constituyan ninguno de los grandes obstáculos que impo- 
sibilitan los movimientos de las tropas (1). 

Concretado el verdadero campo de batalla al espacio de la me- 
seta donde está la aldea con los barrancos ó cañadas laterales, las 
faldas opuestas y la planicie inmediata, acompañamos, para que 
mejor ayude á la inteligencia, un croquis del plano que levanta- 
mos á ojo, suficiente á comprobar los textos y comentarios hechos, 
y preciso para los que nos faltan todavía. 

Cabe disculpa en Fernán López si no visitó el terreno que, lie- 



que ignoro si fué puesta modernamente en conmemoración, ó sólo como costum- 
bre observada en casi todos los pueblos. • 

(1) El Rey de Castilla en su carta da dies ó doce brasas de profundidad á los 
arroyos, queriendo decir á los barrancos por donde corren; y nosotros les damos 
la misma, poco mas ó menos; 15 ó 16 metros el que cae al N., y 12 ó 13 el del S., 
contados desde el nivel de la carretera por frente á I a ermita. 



EXTO BEL CAMPO DE BATALLA BE ALJÍMRROTA. 

[oquis levantado ¿ ojo el día 10 de Abril de 186S . 



Rf de tu nirreleixt en ti paren t/ínuü- *r halla, la Ermita, de San i/orye. sobre ctjimdi> 
trn'i/iw latrraler, se yiiula'a- en U. c" /<» metro* respecto al def- *¥. tf 1%. o' ./£• /r* 
ilel .V. Kn su eoasteacnci'a. tos plano* de nivel que indican las eareas.se suponen 

■lidiMitncia ile 8. met/vs en la sección vertical.; 

eos u\utfs rcpre/rtnlajt la /'/ (ásposiceon. ti. orden de batalla lü les fbrhuptesfs.ii 

miada* Ht- marclia del ejercito Castellano 




' • 



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">.. 



capítulo rv\ 209 

vado de la mira de exagerar el triunfo de su soberano y de con- 
tradecir á Ayala en lo que á ese fin le convenia, insista en que 
allí nom ha valles, nem oüerosj mas que todo he charneca raza; 
per¿) que, trascurridos algunos siglos, incurran en el mismo error 
hombres tan entendidos como Nuñez de León, Manuel dos San- 
tos, el Conde de Ericeira y Soares da Silva, no puede explicarse 
satisfactoriamente. 

Daremos, traducida fielmente para demostrar el aserto, la des- 
cripción que hace Fr. Manuel dos Santos, que nos parece te más 
detallada, acompañándola de las notas correspondientes, á fin de 
no .prolongar demasiado la materia. 

Después de decir que el Condestable al llegar al camino señaló 
el lugar en que debía situarse el ejército, y que es el mismo don- 
de hoy se ve su ermita de San Jorge, continúa así : 

«Es este sitio una campiña rasa ó arenal, dilatada , toda igual, sin altos 
» ni bajos , ni barrancos ni ríos (1) ni árboles en cuanto la vista puede al- 
» canzar, pues algunos olivos y pinares que hoy tiene son árboles modernos 
nde ochenta años á esta parte, asi como ahora se van plantando más (2). 
b Empieza la campiña desda Leiria, que queda al N., y se dilata siguiendo 
»la costa del mar por lo que se extiende la vista (3) ; por levante la ciñe la 
» sierra que llaman allí de Moliano, amparándola como una muralla extendí - 
9 da de N. á S. desde antes de Porto de Mos, por más de cinco leguas, hasta 
» salir afuera de las tierras del monasterio de Alcobaza, y del lado opuesto 
b la abraza el mar Océano. La célebre villa de Aljubarrota, de la cual tomó 
» nombre la batalla, está dos leguas al 8. del punto donde fué , distante otras 



(1) De lo que se ha explicado y del examen del croquis se desprende con toda 
evidencia que no es arenal (charneca) ni campiña rasa dilatada, habiendo altos 
y bajos y dos grandes regatas ó barrancos profundos, por los que corren arroyos 

(2) Escribiendo el autor hacia 1725, corresponderán los olivares á 1644, cosa 
que nos parece muy probable; pero respecto á los pinares, existían indudablemen- 
te desde siglos antes en toda la comarca, aunque pueden haberse aumentado con 
posterioridad- Asi se infiere de su grande extensión , de la calidad de los árboles y 
de ser la tierra muy á propósito para ellos. Ademas, consta que el rey D. Sancho 
(ó Povoador) mandó se hicieran plantíos en aquel territorio, y que D. Dionis 
hizo también cubrir de pinares la comarca de Leiria, hasta cuatro leguas cum- 
plidas. El mismo nombre de Quinta do Pmhal que llevaba la propiedad adquiri- 
da por D. Juan I para edificar el monasterio de Batalha, es un indicio claro de 
que habia por allí pinares. El cronista Froissart dice que el terreno estaba cubier- 
to de arbolado, y aun el propio autor de la Monarquía huitana, Fr. Manuel dos 
Santos, si no recordamos mal, cuenta que después de la batalla se veian los árbo- 
les cubiertos de armas y trofeos que colgaron de sus ramas los vencedores. 

(3) No está Leiria ai N., sino al N. N. E., y la campiña hasta el mar no es tam- 
poco rasa y despejada, pues continúan los pinares y hay fuertes ondulaciones y re- 
gatas. 



210 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

» dos leguas de Leiria, que ose al &, teniendo al pariente la sierre, y de la 

» otra parte el mar...... .. i . . 

Luego- añade, entre otro» porf&endres , que e* tiente Beca, y qué 
un arroyo que baja de Porto de Mos para Leiria corre á más de 
una legua de allí, siendo de pobre caudal de agua en el invierno 
y. seco en el verano. (1); y que «a cuanto 1 á foso 6 «ata, ni lo feá¿» 
bia ni lo hicieron los portugueses, pues que no fueron 4 detener- 
se y alojarse en aquel lugar, 

ni repugnaban ser acometidos^ mas antes fueron á él á provocar y á acometer 4 
sus enemigos , y en este concepto no les convenia abrir cavas ni hacer trinche- 
ras (2). 

No es necesario añadir más para el convencimiento ele que, lo 
mismo Fernán, López, que Manuel dos Santos y .loa ¿temas: efrcrij 
tores portugueses que se guiaran por el primero, hicieron mald^ 
descripción del terreno, siendo, por el contrario, de potable 3x907 
titud el Rey de Castilla én su cartq. y Pedro López de Áyaía. en 
la Crónica, á pesar del laponismo de ambos. Estuvieron ? por con r 
siguiente, en lo cierto Mariana, el Dr. Martin Carrillo, Ferreras 
y cuantos les copiaron en esto; así como el P. Vasconceílo^y.feay 
Luis de Souza, quien al tratar del origen y fundación del monas- 
terio de Batalha en la Historia de San Domingos expresa, qqe, 
hallándose el Bey en los campos de Anubarróte alojado jm fywi 
estrato arrayal } invocó 4 la Virgen para que le alcanzase la vior 
toria; pues claro es que si estaba en un estrecho campo era por- 
que habría obstáculos naturales que lo cerrasen, y no <¡&mpi&a 
rasa y extensa. 



<1) El arroyo de que habla, presoindieudo enteramente de los dos inmediatos 
á San Jorge, debe ser el rio Lena; pero ni dista de alli más de una legua, ni esdp 
tan poca consideración que se seque en el rerano, por más que sea vadeable aun 
en días de tempestad , como él dice que lo pasó A caballo. 

(2) Es muy posible aue no hicieran ninguna eav» ó f oeo, pues no lev haeta Uta 
teniéndolos naturales por los costados y parte del frente, pero pudieron, sin em- 
bargo, alargar y profundizar algo esos regatos por donde fué el ataque. La aserción 
que el autor refuta en este párrafo de que los portugueses abrieran entonces sa 
cava , se reduce á que alli exi*tia. En cuanto á las razones que da, son arrogantes, 
pero militarmente inadmisibles; porque, atendida su inferioridad numérica y el 
objeto de esperar la batalla á la defensiva, les convenía y era prudente se fortale- 
ciesen con todos los recursos que permitiera la localidad y el tiempo. Por lo c/u© 
hace á trincheras y talas , Froissart repite varias veces que las hicieron, y el mis- 
mo Santos , como López, aseguran que la retaguardia, donde estaba el bagaje, se 
atrincheró. * 



CAPÍTULO IV. 211 

Afírmese, por tanto, el merecido concepto de veracidad que 
tienen la carta de D. Juan I y la Crónica de Ayala , y sirva esta 
investigación á acreditar la exactitud y conciencia con que es- 
cribieron, 

MOVIMIENTOS, ÓRDEKES DB BATALLA. Y ACOIDKOT1S DKL COMBATE. 

Conociendo ya, hasta la posible conjetura, la fuerza y compo- 
sición de las dos huestes , y con toda precisión el campo en que 
iban á librar la batalla, pasemos á estudiar cómo se verificó. 

En el cap. xxxm refiere Fernán López que, sonando las trom- 
petas de los portugueses antes de amanecer, oyeron misa y co- 
mulgaron cuantos quisieron, levantando en seguida el campamen- 
to de Porto de Moa y poniéndose en marcha al hacerse de día. 
Llevaba la vanguardia el condestable Ñuño Alvarez Pereira como 
tenia de costumbre, iba el bagaje en medio y el Bey en la retar- 
guardia. Al llegar la cabeza al paraje antes descrito, dice el cro- 
nista que lo encontró el Condestable excelente para situarse en él 
á esperar al enemigo ; mas yo creo lo tendría elegido y reconoci- 
do desde la víspera , pues con ese objeto y el de inquirir noticias 
de su movimiento , se sabe que empleó todo el dia. Una vez allí, 
que deberían ser las siete de la mañana, empezq á ordenar las 
tropas sobre la meseta, avanzando cara á Leiria para descubrir 
bien el camino por donde los castellanos vendrían. Esta disposi- 
ción ú orden de batidla, claramente explicada por López, era, 
con ligeras alteraciones, la misma que tenían adoptada como for- 
mación ú orden normal, en figura rectangular , con dos líneas ó 
hazes á vanguardia y retaguardia, y dos alas para cubrir los flan- 
cos ; lo cual puede decirse constituía una fórmula general en los 
ejércitos de la Edad Media. 

Quedó el Condestable mandando la primera línea ó vanguar- 
<dia con su bandera tendida y doblados escuderos para guardarla, 
que aunque López dice no constaba más que de 600 langas, hay 
fundamento para aventurarse á creer ascendería á 2.600 hombres 
entre lanzas, piqueros y ballesteros , por el cálculo de la totalidad 
de las fuerzas , por la importancia del papel que le tocaba des- 
empeñar, y porque á esa cifra se acerca la que llevó .consigo del 
Alemtejo. 

De las extremidades de esa primera línea partían las dos alas 



212 BATALLA DE ALJÜBABROTA. 

compuestas del cuerpo ó legión portuguesa de loe enamorados (1), 
tajo el mando de Mem-Rodrignez y Buy Méndez de Vasconce- 
Uos la de la derecha, y la de la izquierda de loe ingleses y gas- 
cones, hombres de armas y flecheros , con otros portugueses agre- 
gados ; la cual era principalmente dirigida por el extranjero Juan 
de Monferrat (2) y por Antón Vaaquea. 

Dice el cronista que entre las dos debían componer igaal nú- 
itiero de hombres de armas que la vanguardia; pero que se faltó 
á la regla no habiendo en cada una más que 200 lanzas y riendo, 
por consiguiente, la diferencia de otras 200. Las mismas razones 
antee indicadas con respecto & la primera línea, lo que se dijo 
en el cálculo total de fuerzas acerca de los extranjeros, y lo que 
advierte el autor de que en las alas se situaron detras de los hom- 
bites de armas, ballesteros y peones para ayudarles y dañar al 
enemigo, induce & creer que no bajarían de 000 hombres los que 
formaban en cada una de ellas. 

Á un razonado espacio de la vanguardia , con objeto de poder 
socorrerla fácilmente, dice López, se colocó el Bey con la segun- 
da linea, y añade que sus puntas avanzaban hacia las alas, y qhe 
se componía de hombres & pié , de ballesteros y de 700 lanzas. 
Deduzco de esto, combinándolo con lo que después explica y con 
la valuación de fuerzas , que la distancia que separaba ambas lí- 
neas sería de 600 á 700 metros, y que el total de hombres de que 
constaba debía ascender á 5,000. 

Por último, expresa Fernán López que detras de la segunda 
línea, y aprovechando un espacioso corral que allí había, se situó 
todo el bagaje, carretas,, pajes, caballos, acémilas, mantenimien- 
tos, Criados y todas las cosas que hacen falta para la ordenanza 
de una hueste, cercado de hombres de á pié y ballesteros , de tal 



(1) Los enamorados , según Fernán López (cap. xsxvin), constituían una leda 
C9*panMa de buenos fídalgos que por honor se comprometieron á defender á todo 
trance el lugar en que se les pusiera. Otros escritores dicen que tomaron ese titu- 
lo porque todos eran mozos solteros que juraron por sus amores vencer 6 morir, 
llevando motes alusivos en los escudos y sirviéndoles de guia una gran bandera 
verde. 

(2) Proissast le ñama Gtdllaume (Guillermo), y otros historiadores escriben 
Monferrara y aun Mtmferro, La circunstancia de que López dice de él que era 
veterano de siete batallas, me hace sospechar si serla el mismo Señor de Mente- 
féñrant que pone Froissart entre los caballeros gascones que asistieron con los 
ingleses ala- batalla de Poltders. 



CAPÍTULO IV. 213 

manera que d espalda* de la retaguardia na$e podía llegar para 
hacer daño, que no lo /tallase todo bien apercibido. Dando, pues, 600 
hombres para esa esoolia ó guardia del bagqj#» pa¿& myn defeca 
podían serró también iouchoe de loe no combatieres, según 
queda indicado, resalta completa la distribución del total de 
10.000 en que se graduó el ejército. «\ 

Oon arreglo i esta explicación, ó interpretación, se haiorepresen- 
tadft el primer órdeá de* batalla de los portugueses, en el qqe de- 
bieron quedar establecidos á las ocho y media de la mañana, 
cuando aun no se notaba la menor señal de aproximarse el . ene» 
migo ; por lo cual tuvo sobrado tiempo el Bey para arengar isu 
gente, armar caballeros y todo lo demás que curiosamente cansig- 
nfc el cronista. 

Menos madrugadores los castellanos, es de creer que no sona- 
ron las trompetas hasta que fué dia claro, y. que oon poca dili- 
gencia invirtieron muchas horas en oir misa, abatir las tienda»,, 
cargar los carros y acémilas, circular las prevenciones de marcha 
y formar las tropa*, puesto que eran pasadas las diez cuando en 
el campo portugués avistaron á los primeros avanzados por el ca- 
mino de Leiria. 

Aunque nada dice sobre esto ni sobre el modo y colocación en 
la marcha del ejército el cronista Ayala, puede inferirse que 04- 
rian las nueve al romper la cabeza su movimiento. Según Fer- 
nán López , « iban delante los empavesados y ballesteros , pare- 
ciendo hatos de vacas y manadas de ganado, bajo cuya multitud 
ase escondían loa valles y oteros (1), y dando el sol en sus espíen- 
» dentes armas , les haeian parecer muchos más. » Soares da Sil- 
va dice que el número de los que se veían era tan excesivo , que 
cubríalos campos, y su formación tan regular, «que atraía los 
aojos por las armaduras ; y como les daba el sol , hasta ofendían 
upara que pudiesen causar horror los mismos lucimientos ; como 
» también tremolando plumas y banderas, parecía que ya en final 
» de victoria se ornaban de unas y enarbolaban otras.» Y el Pa- 
dre Fr. Domingos Teixeira, en la Vida del condestable Ñuño AL- 
varez Pereira, cuenta que precedían los ballesteros cubiertos con 
alguna caballería suelta ; que seguía el cuerpo de batalla en dos 



(1) Bn este pasaje se olvidó el autor de que todo el terreno era llanura rasa, 
„segUH se empeñó en decir , y confiesa la verdad, que hay vaUcs y oteros. 



214 BATALLA M ALJÜBABBOTA. 

lineas , y que llevaban -en él eentró lo» gastadores y gente deser- 
vicio. ' ] - ' j - 

Conjuró como lo más' probable, tenietado en cuente éstas i*- 
Aleaciones y las' que se fléajkreñífett del relató de la batalla oon láB 
prácticas taüSterés d^la^poori,cfi^ itía de extrema avanzada mía 
«dmpéñ&rdé cieh Jineteé explfcrádoi^, destacados del cmerpo ge- 
nerala Míos,* qtie bsjói et mando del Maestre de 1* orden de Al- 
¿ántató ;' coi* sus t»ba!léros y e&ett&eros j <^btituia / la verdadera 
VátígtmMia del ejéroíto, llevando también; algtóos dé los portu- 
guesa adictas. Begttí^ cuerpo principal dé batalla-, compueS*- 
to de los auxiliares franceses t las lanzas ú 'hombres de armas 
de Castilla, ícori ¿1 íféyysu 'sértídtíihbre y guardias; pues consta 
que no iba á la cabera por sus mismas' palabras en la carta á la 
ciudad tte Mareiri, cuando dice que al llegar su gente vía qtóe no 
les podían tico/métefr por ' áM y hubimos todos, de rodear, etc. Detrás 
de eaa 'brillante! masa' dé caballeros- supongo á los criado** y bagar 
jes de la Gasa ifeái y dé Ibs jtér&onajés de riifis nota , puesto que 
llegaron poco despoes'qúe ellósal sitio elegido para establecerse, 
y plantaron' algunaé tiendas. Ignalniente debería ir allí él tren 
de las 16 piezas, truenos ó bombardas, que asegura Fernán López 
llevaba tel ^éréito, 1 atendiendo i que ya las da situadas en batería 
al frettté de la^^riméradkiea al empezar la acción. Vendría desr 
ptieé lü'íitórfcaf ó ; fcfiéied dé los peones, piqueros y ballesteros* á 
continuación el inmenso Convoy dé carretas", acémilas, 1 ganado, 
(^Móte y vivandero^, cubierto en la retaguardia por el resto de la 
infantería, cari algunos jinetes. ■ •• • 

Atendiendo á la proximidad en que estaba el enemigo, <¡tebíe- 
rtín niatahar tór ordenada fonfiaeion dé ■combate, como consta por 
López que lo bicí^bri'lo^ £6^^&és;'£e*«> la 1 teff&ft&tt y las fra- 
ses de Ayala de que foliaba m¿orjtorrtrse> mucha ütf attterte y el 
coivójr cuando émpefcólai accioá, solí indicios de que fcl ; ínbvi* 
miento se ejecutó en marcha ordinaria de camino, en una sola co* 
lumnít, y tal vez por hileras. 

Al llegar los batidores al punto en que el camino desciende 
para el arroyo, vieron situados á los contrarios en la meseta por 
donde debían pasar, y naturalmente se detuvieron, dando aviso. 
Es de inferir que se fueran alli reconcentrando las primeras ma- 
sas según iban llegando, y que el Maestre de Alcántara con los 
demás jefes que estuviesen en la vanguardia, vista la posición del 



CAPÍTULO IV. -215 

enemigo, celebrasen una conferencia para acordar lo que convenía 
hacer. El Rey, en las palabras antes trascritas de su carta, dice 
que cuando ¿1 llegó se habi* resuelto» Ay*J^ reprimís f ese detalle 
importante, to misma que Froissart, pero Fernán López está m,nj 
claro y explícito. « Llegaron :cerí>a de loe portugueses estando ya 
» el sol en mediodía, y viéndolas en el camino donde ahuera, esta 

> construida la iglesia de San Jorge, no quisieron pelear con ellos 

> de rostro, y tomaron hacia Aljnbarrota por la parte que da con- 

> tra el mar~. M En esto, pasando la hueste de aquella guisa, em- 
ypezaron á detenerse á un buen espacio ¿náe allá de ellos, y allí 
3> se aseguraron y quedaron quietos. j> r 

No cabe, por tanto, la menor duda de quei, detegida la cabeza 
del ejército bastante. tiempo, y celebrado un- concejo, prosiguió 
después de las doce por la derecha, dando un rodeo .para ; eludir 
el ataque de frente, y con objeto, de envolver la posición por el 
lado. que mira á Aljubarrota, en lo oual se proponían evitar. el 
paso del arroyo y subir la pendiente, rápida por allí, logrando 
también dar la espalda al sol y al viento, y que los enemigos lo? 
tuviesen de Gara;~circunstancias á que entonces se daba mucho m᧠
valor que ahora. 

Tomaron por consiguiente la ladera de aquel pequeño vajlef 
separándose hacia la derecha lo suficiente, y debemos suponer %ij g 
en la misma -colocación las tropas marcharían ya ep orden cogpt- 
pacto, al menos los jinetes y hombres de armas. . ■ 

Cuando los exploradores avanzados llegaron otra vez alxiamino, 
rodeada la posición, refiere López que unos treinta peones de los 
que guardaban el bagaje en la retaguardia portuguesa huyeron 
en dirección á Porto de Moa, y que corriendo tras de ellos los ; ji~ 
netes castellanos, les alcanzaron y dieron muerte ea un vallado; 
suceso que, presenciado desde el campo, asegura el cronista* que 
les sirvió de lección, como en Trancoso, para defenderse luego i pié 
firme jhasta morir. 

Observado por el Rey de Portugal y su Condestable el movi- 
miento de los castellanos, y comprendiendo la intención j dispu- 
sieron inmediatamente alterar el orden de batalla, de manara que 
diese frente á Aljubarrota en vez de mirar á. Leíria; resaltando 
que ambas huestes ejecutaron á la inmediación una de otra las 
maniobras tácticas más difíciles y peligrosas en el, campo d>e bar 
talla, que sólo se puedpn comprender en aquellas wncjiciqnes por 



216 BATALLA DE A LJUB ARROTA. 

,Y, l l ft clase de armas usadas : la castellana hizo un movimiento de 
flanco, y la portuguesa un cambio de frente á retaguardia sobre 
su mismo terreno, sin la menor dificultad y sin hostilizarse nada; 
'pues no parece sino que era regla militar caballeresca, como en 
los torneos y duelos personales, aguardarse reciprocamente á es- 
tar prevenidos para empezar el ataque. 

La ejecución de este cambio en el orden de los portugueses se 
deduce, por lo que explica López, que fué dando frente á reta- 
guardia la. primera línea y marchando á través de la segunda, que 
al efecto abrió claros suficientes, hasta detenerla el Condestable, 
según se marca en el plano, algo más avanzada del paraje en que 
está la ermita, cerrando el espacio que separa los dos pequeños 
regatos que bajan á los arroyos. Las dos alas sólo tuvieron que 
correrse á la desfilada, siguiendo las respectivas laderas en que 
estaban, puesto que no se dice que se cambiaran; y aunque Ló- 
pez sigue llamándolas como antes, es evidente que quedó en la 
izquierda la de los enamorados y en la derecha la de los- extran- 
jeros. El Bey con la segunda linea hizo el mismo movimiento que 
la primera así que ésta se situó; rebasó el bagaje, que no tuvo 
necesidad de moverse, y se colocó en igual formación á la que te- 
nía, á una distancia poco más ó menos igual también de la van- 
guardia. 

En el plano se demuestra que, lejos de perder, había mejorado 
el orden defensivo; porque si bien es verdad que podían ahora ser 
atacados sin pasar el arroyo y subir la rápida cuesta, era sólo en 
un reducido espacio del frente, que tuvieron tiempo de resguardar 
cavando foso y poniendo talas : los flancos estaban defendidos lo 
mismo por los arroyos y las alas, y la retaguardia continuó al 
abrigo del espacioso corral que allí tan oportunamente existía, 
fortalecido, ademas, con los carros y ligero atrincheramiento. 

Fernán López niega que se hicieran cavas ni tala de árboles, 
pero Froissart insiste en asegurar que sí, por consejo de los in- 
gleses, que tenían experiencia del provecho de esos arbitrios : <r Hi- 
» cieron, dice, abatir árboles, tumbándoles de través, á fin de que 
d no pudieran marchar contra ellos á caballo, dejando un camino 
» que no era muy ancho, y colocando á los dos lados de este ca- 
» mino arqueros y ballesteros. » En la estrechez de aquel paraje, 
por donde fué ,el ataque, convienen todos, incluso el mismo cro- 
nista portugués cuando de él da cuenta; y por consiguiente, es 



1 • 



iLLA DE AL JTBARROTA . 

textos históricos y de la 
ion (leí terreno ■ 



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y sus repajvs 

(IrtuiwsJ ane $it¡>0Ji4>hv Crvwexx, Por 
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baialleC' de ¿os casfcblaiws. 



servidumbre tj guardias . 



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tdijiutas lumias i/ se llevaron lay c*x 



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\sliluia la a/a t/eree/ui y (¡tu alara 



*l toéem* 



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CAPÍTULO IV. 217 

presunción fondadísima que cavaron el suelo y tendieron algunos 
árboles para cerrar casi todo el reducido frente descubierto de la 
primera linea. 

A medida que llegaban los castellanos á la planicie sobre el 
camino de Aljubarrota , formaron su primera línea extendiéndose 
perpendicularmente á dicho camino y á una distancia de la por- 
tuguesa que gradúo en poco más de 1.500 metros, y mientras te- 
nía lugar la incorporación en el campo contrario, viniendo de Porto 
de Mos por los altos de Juan Fernandez Pacheco con las 60 lan- 
zas y 100 peones que llevó de la Beira, y se verificaba el parlamen- 
to en que están conformes Ayalay López , aunque con la diferencia 
de que, según el primero, fué solicitado por el condestable Pe- 
reira, y según el segundo, por los castellanos. Inclinóme á creer 
más probable la última versión, aceptada por Ferreras y otros, 
porque los portugueses habían mandado sus parlamentarios en 
los días anteriores y nada les interesaba ya saber del enemigo, en 
el propósito que tenían de esperarlos allí á la defensiva, al paso 
que á los castellanos, que querían atacarlos, les convenia Bondear 
el espíritu de las tropas y examinar su orden de batalla y la dis- 
posición del terreno. 

Es notable, sin embargo, que incurriera Ayala en ese error, 
siendo él, según afirma López , uno de los parlamentarios, y quien 
llevó en primer lugar la palabra, cosa que se comprende por su 
costumbre de negociador, por su instrucción y elocuencia, y que 
también se colige por la manera en que trata de aquella discu- 
sión, empezando por argumentar y requerir los castellanos, y si- 
t guíendo las respuestas del Condestable portugués. Un hermano 

t de éste, Diego Alvarez Pereira, que era de los principales adic- 

tos á la causa de doña Beatriz , acompañaba á los comisionadlos, 
sin duda por la influencia que pudiera ejercer para atraerse á Ñu- 
ño; pero no lo consiguió, porque es sabido que en las discordias 
civiles es mayor el encono éntrelos miembros de una misma fa- 
milia cuando abrazan diferentes bandos. 

De infructuoso resultado la conferencia, volviéronse ádar cuen- 
ta al Bey, que estaba muy doliente, echado y sin poder apenas 
hablar, instruyéndole de lo que vieron; pues, como dice Ayala, 
€ cataron é avisáronse bien de la ordenanza que tenían los de Por- 
y> tugal. d — Suscitóse entonces á su presencia empeñada discusión 
sobre si debía ó no atacarse desde luego al enemigo, vistas las 



216 BATALLA DE AUÜBARROTA. 

vétifejas de lá poairáoü y Ib avanzado del dia, que posaba ya de 
ltf hora de víspera», pronunciándose oón ese motivo encontrados 
discursos. ' 

El Rey indica ta étt carta que se adhería al dictamen de los 
prudente» pata diferir! la batalla, y - Ayala dice qae le plogo mtcko 
éMk'óórts^é^totfii/Uk ¿efoUse así; pero envende cumplirse sus 
órdenes, predontítoa&dó el Ardoroso juvenil espíritu de alguno* 
caballerea que cí^ian >eobardí a el ddbe&erse y tenían en poco á los 
enemigos, los 1 acometieron., > • . 

' Fernán Lopéz traslada Im mismos diecrasos que pone Ayala, 
y en el cap. xxxvi añade otro acalorado razonamiento del caballe- 
ro portugués D. Juan Alfonso Telia, para/ que nó so demorase un 
instante 'la acometida; atribuyéndole á ¿l qne se determinara el 
Bey por su opinión y que» mandase acelerar las disposiciones opor- 
t*nas, T á fin dé fejecutat la prontamente. Y Froiasart (cap. xiv) su- 
pone ^paje foeron lote «apianes franceses los qne querían se ataca- 
ra, y. efa ifartiéular' él que llama maniaca! Begnaud Lúnosin, 
miéataás ios ¿asteHanos pedían- se evitara en aquel dia, y vieron 
cott.gran disgusto denlos que él Jíonaroa, dando preferencia é 

loé eíttPaiqeroB^ apocdieBeiásnfrLd etóo6 - ' 
ífe difíoilreBolv^r esfceipointocoH ,toda seguridad , pero mein- 

efcmo é ci^ec pasaalg»xifllo>qufir«0D6Íginan López y Eroissairt* El 
caballero jiortugoes D. Jntor Alfonso 3feUo, oonde de Barceüos^ 
pemwe^'importawtejri dettidido^ «8 natural insistiese masque 
ttádid da cláí batalla 0c¿fi»iktó>en l*r^oi^^ por la 

qw*iiSbéy?MnfíeÍDÍfe&Qlwígofo segunelcroniBta; 

de daarsepaliiníaéiflt cadáver. ^j^ también atepta* 

»Hfe fanhu álfivesiide tálgjtanos ¡o&baitefoe /franceses ,• que poyasen 
wneJlKerw didámbn «pelando á[l^«mu€há esperienoia y & los 
«ervkioB Jjiie .le babian hedu» ,< no> obstante: Ib opdBLcéart del más 
«adata ida ellos ^Jo^' de. B^ de ahí procediera 

mbtivo á aumentar, desvíos y ojeriza en los castellanos. 

Lo qne así como de pa&o y rápidamente dioe el Bey, de que el 
ataqué comenzó sin su abuercb) y la manera en que Ayala lo atri- 
buye 4 tiiio» cuantos caballeros mancebos, tiene alguna trasade 
trivial raaon bascada para justificar lo que se hizo después de las 
juiciosas reflexiones que isa emitieron en contar, principalmente 
fundadas en lo arañando de¿ dia , en el cansancio y sofocación de la 
tropa, y en la conveniencia de que toda acabara de reconcentrarse. 



CAPÍTULO IV. 210 

Tal vez el joven soberano astum dudoso y aada : ^olríA-oJara- 
méate j dando lqgwr * que la gente toogfr ci^y^s^teparjo propicio; 
y como, por otra parte, á ese sentido belicoso se adhirió pu. el 

por adoptar te Ba^l »vipada^8Qlw?iO«,^e^p^ w B^dar^bi^í Jo 
que se-pnoponid, seatporfeitaüe c&íé&te* pajcwwnfcuéí éJop ^ 

Be, todpsmodos ,res mdwfedbfe íjue ta^^^^^'p^ó^y 
inmediatamente, teniendo que pasársela, ^$9 c^WJflt^y.^üjr 
gáneto* algunas horas* «tibien 4ide»*r rfe pxiía^e^a rifo e^* ¿ie^po 
en <el cuál Be Verificó el gabtete «otío líe. iW'T$spp##í>?i JPí J$w 
Alfonso Tello 4 NufioAivaarez Peiféira,* que fc^ptó,. fioa^pp^ 
diéndote con toabuepaíhaeh^ bmt)f#$ve(temvWW§.fam i m< 

Beflexionando detanidameste «ti ornato pwi^ y Ojfcro&> qwfiWo* 
rony juago qiie^n^l^éméniOideánáoonídscar^ ataqu* ^todbfo 
vanguardia castellana f efeto' «y eL euerpof cte Aw.&OQQ ¿¿petes jf 
nahritaris de Adrito tai* , fago A <mfa&o [desmate fafS).iQowpÍQ 
Nufiéz de (Quimas, se haba» (amada y .fonin«tóio ^ei ai* tdffltoGbft) 
porl^irtderaa^ae tíge.ítosíadd^á debltpr hDípiPfflbt¿o^«jetoi|^^»^ 
daron en la planicie frente á 'la Ritmes» >liiiw>^^9i^m;¿dod 
cumplidos tirte de bailedta», segunnlopea >(ipié«gitóuQtda>pbco 
más de un kilómetro), loo cabalterofiportügueAesadiíclio^ikÉ fimft» 
oeses y gran parte de.laá lanza» iKon^te.de awjJWidptOaHáUA^ 
en.un total que puede vatuaret de 6,000 boBdoce^, coñsfc^te^wido 
lá primera linea ó cuerpo principal de batalla* y? teniehdi) jftelabte$ 
á creer al mismo cronista portugués, iofe 16r cananas JÓftrfeiMH» 
todo bajo el mando respectivo de D. Pedro ^ Mjo ddjloopdestfabb 
de Castilla, marqués de ViUeia; del -condal). JuanAlfonáonTeíto 
y D* Mego Alvares Pereira/poirtiigneeefij'dfi B, ^ 
de Mendosa, hijo del mayordomo, mayar .del Beyf; 4*1 prior de 
San Juan, D. Pedro Diaz;del: almirante 1 D: uíuan FeráandeB «de 
Tovar; de IX Alvaro González (fe Simdovdfytdeiiloaóapttaiies 
franceses Juan de Ría y los hermanos Bou. Otra' fuerua: de hom- 
bres de armas de Castilla y ballesteros y de unos 3*G9ft ¡ooznbatieto- 
tes en eonjunto, formaban el ala izquierda, doblando *¿g(* sobre 
él arroyo , y mandados por el maestre de Gtlatrava Pedro Alvares 
Perora y el mariscal D. Pedro González Oarrillo.Á' u»os 600 
metros á retaguardia de la primera línea expresada ,; estaba el Rey 
aeompañado de su . mayordomo mayor, D, Pedro. <Jon»aJte«. .^e 



/ 



220 BATALLA DK AUDBARROTA. 

Mendoza* de D ¿ Pedro Lope» de A y ala, del mariscal Diego Gó- 
mez Sarmiento , del adelantado mayor de Castilla D. Diego Gó- 
mez Manrique, del jefe de la egoolta Juan de Velaseo y de otros 
machos caballeros, wasus guajxíiafi y 6emdumbre(l); y allí em- 
pezaban á establéceme en segunda línea á medida que llegaban, el 
resto de las lanza» y los peo»**, ballesteros y piqueros. Más atoes, 
pero próximamente^ bahías armado la tienda Beal y algunas 
otras i pareando líos bagajes y llevándose allí par los pajes y cria- 
dos todos los caballos enlazados, á excepción de los del cuerpo de 
jinetee, que no desmontaron. En aquella espaciosa planicie debe* 
ría también quedar establecido, cuando arribase , el gran conyoy 
de carretas, ganado, vivanderos, eto , y la masa principal de in- 
fantería que átm faltaba i como, consigna Ayaku 

Calecemos de detalles tácticos minuciosos para explicar el fracv 
oionamiente de esaljnea y la colocación individual, pero auxi- 
liando con analogía» loque vagamente dan sobre esto los tratados 
de la Historia del arte y las indicaciwes de la Crónica de Fernán 
Lopéz , podemos completar una idea suficiente* 

Se sabe que el orden de formación era compacto, alineados y 
próirimps los* hombrea en varias filas de fondo 9 cuyo námdro va- 
riable no bajaba regularmente de cuatro ó seis, lo mismo para las 
laazas ú hambre» de arma* cuando oombatian j»é & tierra, que 
para los peones piqueros^ Los ballesteros , arbalestreroa y arque-* 
roe no es posible que, desplegados para usar sus anuas arroja- 
dufes t se establecieran más que en ala 4 & dos de fondo; y con 
efqcto», consta que se interpolaban en los eüapos de los baratees 
de turmas y piqueros, y baste con los jinetea, y que aprovechando 
de lora ; accidentes del* terreno, se.f>oniaü también delante , á. los 
costados ó -detrás. Al describir Lope» usa acción ocurrida en la 
frontera del Algervé, dice que los castellanos tenian delante 
les empavesados /alternados cosa .ballesteros, y detras de cada uno 
otro de á pié y estando loe do a caballo á los costados. Y de los ca- 
pítulos en qae tirata de esta batalla sacamos los siguientes datos: 
di Condestable, que mandaba en persona la vanguardia portugue- 
sa, colocó su bandera tendida, con doblados escuderos para su 

■-■/.. 

(1) Aunque en la Crónica portuguesa se cita una vea al condestable de Castilla, 
marqués de Villena, como presente en el ejército , tenemos dudas, porque ni lo 
nombra nunca Ayala ni aparece cuál fuese allí la gran importancia do su digni- 
dad militar. 



CAPÍTÜLCf IV. 221 

guarda , donde deepuefi bdificó la ermita de San Jorge; La ala de 
los enamoradoB tenía ana gran bandera que habían adoptada ellos 
por enseña; en la de los extranjeros ondeaba la de San Jorge, así 
como otros blasones. La vanguardia ó primera línea, sembrada de 
banderas y pendones, tenía repartidas las trompetas en los sitios 
requeridos. Aunque era regla general que la fuerza de las dos «las 
fnese igual, reunida, ¿ la de la vanguardia, no pudieron allí ob- 
servarla exactamente. Detrae de los hombros de armas en las 
alas, se pusieron ballesteros y peones, en tal órdenaxtóa qxie les 
pudieran ayudar y ofender al ewnrigo; pera no así em la vanguar- 
dia, porque no cumplía en aquel lugar. En la retaguardia, com- 
puesta de lanzas , ballesteros y peones, estaba el Bey coa su ban* 
dera y guardias. Los castellanos establecieron su ballestería, peo* 
nes y demás gente ordenada donde naejo* pudiera aprovechar. El 
condestable Parara recomendó á lo* -suyos, poeoántea 4 de empe- 
zar la pelea, que se éstuvüarati quietos al ver' venirlos enemigos, 
que afirmasen bien los pies , que mantuviesen las lanzas dilectas 
y apretadas bajo el brazo, lo más prolongada? posible , qqe. al re- 
cibir el ataque botaran con ellas hacia adelante cuanto pudiesetn, 
y que los de atrás que no alcanzasen con las suyas , empujaran á 
los otros. ■ " 

Las variadas banderas y pendones que en uno y otro campo se 
levantaban, nos indican la» fracciones ó cuerpoq diferepteá que 
constituían las líneas, y que estarían en ellas oqh cierta ordenada 
separación, según sé observa- en los dibujos- de aquél siglo y del 
posterior» Y por lo que hade k la caballería ligera ó caerpo .de ji*- 
netes , dividíanse también cu. gruesas compañías, ó. sea escuadro- 
nes formados en muchas filas, las cuales al atacar sucesivamente, 
se iban destacando y extendiendo £>ara emplearse, en bus avances, 
correrías y escaramuzas, oeopandb,par coosiguiente^mucHo terreno. 

domo complemento de estos antecedentes, y en justificación 
de la lámina en que representamos los órdenes de batalla, nos pa* 
reoe oportuno añadir aquí en ligero extracto f lo qmfe consigna un 
precioso códice francés de 4a época, acerca de los principios mili- 
tares que se observaban en la ordenación de un ejército (1), y que 
se escribió en los reinados de Carlos VI ó VII. 



(I) La maniere telen Vveanee du temptpñt (preeent) de arran&er ott {turnee) , 
en ehampjwur combatiré. — Viejo manuscrito existente en París en la Biblioteca 



222 BATALLA DE AUUflAilROTA. 

aCTeet ¿ sa?o¡r fair son avan^a^e.de longu,e e^e.pdoA de gens^'arjnfia. 
» a-rfangées ojhñcment serrés ensemble, et que fun ne passe Tautre , les mei- 
alleüfsét íés'pltifr'éleufrau "preinief froírt-; tes maiéchaúx avBc eux emprés 
))\&pt^rt*rt^m*áeti*&iiátí(thi*\tobvr*ó*té9, et défunts esqttellw 
*a»U». toftH fcanV-íNmiíoaWB'Ooni»© *rb*¿a*fcri*f» «i artera iS^ÉAlabft** 
»ment,arjangiéa. Aprés la premier* baiaiUe r qua )!pn;dit. a^an^ga^ie r .,v^^ 
» la grQqe bataille, ou, (oute la forcé des geps d'arpes asi, mise arraagées £qub , 
» par les ordres deleura chevetaíns, ieurs bannieres ét enseígnes-ievées. Sont 
»p1* #1 tunearé' toda les rins apres lias aufrtddtánéníefit mis, car faít íe con- 
b trestanto ¿ñer! 001» pitihfldaa&i^urilulttej^dtttrcuifei et dfent ancttfié - 
» que 8<f qu*mt¿t¿ de gen> eommWie^a qqe «jiv4ÍQÍt««ric0)le jgent etforróelje» - 
» cslej des r coates par beau*. rqua, par dar jper te trai Vet ^me, conpua *oi$)f ¿ 
wbyns éhevetaips ; fet aussi les iopttte ao devajit'delagross^kataillesi que 
» sé f tilr vetíillent que les gen sd armes 'de áprésíes* en gardessent.— Áu'mi- 
» neu'Tié cétt» grosee batailíe eá; mié le prfnóé deTost, la prtáolpaté btá- 
» n}ef te derapt aojr4n,tí>qfielhr*8t lferogaré de fe butaitt*, «tpdor o*as£fcfclá 
» igg*trier. ei^eniri h :l'w 4es ^peiUeujr^et ^^ci^a^d^i^^i^vinoialfoa t 
» des rineilleurs et des epro r uyé^b.pm^es r d'a^éflp9UT]ft aeurefé tant dftypu- • 
b ce cómme de lá bannjere, Aprés, sujvant cqtté groase batailíe, vient Ja tier- 
ncí^ie^í^'dlt artiet^-é^^la^íé est ordonnée , et pir Cerneré ícéfié 
«sont les varlets des c^atx/i^Ald^^ua^l^beatírfíg Wti-etilé**OÉf 
t> be.p* ej} ¿*Sj e}^aW$*M a ' WWtW ft-*ie*Beatf et m fl>n* ostftab^^[l¿ 4>lir 
«^err^pn^u^ o-v^T ! ^ . '-r-i'- •'•*-•• ** v • 

'Xtiéfro afiáde húe aun ctumdo ése es él método' geijeralinente 
oDáeiVaao, ^coüsejan lbi expélaos '^e si no hubiere grpn canti- 
d¿áf &q gentes delcéíntín, y si x hmru>^Íú>rnhrés de armas^ se pongan . ' 
eféúrui áól&fypmllátiiifah^ si cm cuas; . 

y ^né r dé ese Wodii lo Verificó jpftriós 'V'l/en Eósbeck. dérrotanáo 

Fernán López .nos suíainistrá, además, curiosas noticias acerca 
derapáfa^ó •raíntár 1 f cia4e" de titmas qué se emplearon. Describe 
como ib&$ v^tidbs' én éü campa é\ Rey* y él condestable- ^Tuñó . 
Aívarez'í^ereír'a; da razoñdé la pandera real con el blasón dé Ppr- 
tu^ar y 6l ( móte particular ^optado por el Bey, i? w^ ¿?faz/ 'p$F 
í^y'dé^lá ^¿eTOata él^dícHblCon^ áe San Sorge y, 

d^iípfí)íi pendones j.úiie lió Usaron allí' cofas de armas ios,caballe- 

, porgué todáVi^íió 6e nabi^n.íLdoptadó; ^ue todos llevaban ^ 
cinéteáí dé cañal, unos J cón' caras y ' otros 9in ellas \jvtlias* ÍÓiícteisl 



í u' 



Imperial (Aftm'' 1tfiG),*i del que publicó una parte Mr, Favé siendo capitán áGoj- 
tiXtet&t&Watti^tim^ déi -froto annt*4Í2>lutfKirHéit- 



CAPÍTULO IV. 223 

cotas ,/aldoens ypaheeiras, como prendas 8 piezas defensivas; y 
en Armas ofensivas, espadas, lanzas, arcos, flechas, ballestea y 
fados de bienio ó de plomólos, que no tenían otsa cosa; láaeetpa* 
das advierte que por entófcoee no censaban «án4»n gtaittkfá eómO 
se hizo moda en el siglo siguiente, sino de mano,' gruesas y es- 
trechas, & que se daba el nombré de estoques. De los castellanos, 
repite que los señores y caballero?, perfectamente montados y ar- 
mados; ostentaban plumaje* sobro loe bacinetes y ofrecían her* 
mcm visualidad; en lo que convierte Froissart de lgttó modo. ' 

La apariencia de los Jinetes no pódiá ser" titn pintoresca^ £or^ 
que sólo llevaban una parte de armadurayjero mucho menos lo 
seria la de los ballesteras y , peonada, aunque todoft cubrieran la 
cabeza con el capacete «orno les estaba mandado, 'pues prodedeiw 
té»><fetáijrttota« ptwinefa* yes* gantes de ktltetíldé condición <te 
láé ,r áMj¿tó jr dér 16* 'Cárt^Oé, tiíáii df^erSá y. pobremente vestidos; 
la regularidad y la uniformidad r^tanentaria <íe las tropas .per- 
manentes modernas estaban todavía muy léjos¿ > > i l *• 

Ood presencia de las horas sfettatadrá mlú8€rfaí<xrspvrMg&£ ü 
sa y castellana, del tiempo índtópensritfle 'pató é!¥ócteo; pííflá^et' 
consejo, el parlamento y arreglo de laslín^&s en .lqs; ca^t^llanpp, 
y atendido lo que dice Froissart, de. que era, ya 'W^/^r^dl., 
presque soleil rescausant cuando se .dio' el, a,t^qufy r put$$dó : x fft$.í , 
debian ser pasadas las seis de la tarde al empezar ^l ^9yimi^n|o x v 
de avance después de los disparos qqe, según López, hicieron ^ , 
truenos, y de romper los hombres de armas sus lanzónos t pa^t 
manejarlos mejor en el choque pié á tierra., „ * It . .. .^ 

Es evidente que la primera linea y su ala izquierda, .qhs TSw" ' 
saban y envolvían la portugalesa, Ih'eron las que pronunciaron 1* 
embestida marchando en orden de batalla á los gritos de SvrtiiqyO) 
Santiago, y al espantoso mido de los instrumentos de guerra. 

Poco más de un kilómetro seria lo que tenían que andar hasta 
el enemigo; pero cubiertos de la armadura en su mayor parte,, 
embarazados con la espada, maza, lanza y escudo, y entorpecidos 
por los árboles y el monte alto cortado, que les daba hasta la cui- 
tara, según dice la carta del Bey, se comprende que avanzarían 
muy despacio; que á la mitad del camino iría descompuesta la 
alineación; que en algún punto habría claros y en otros apeloto- t ¡ 
namiento; y que así se fueron agrupando y descomponiendo, en. 
particular los que les tocaba por las ladera* y fondo de ios arro- 



224 * BATALLA DK ALJÜBARROTA. 

jos ai aproximarse al objetivo, por la» mayores dificultades del 
piso, . ■, 

. Disparáronse flechas y dardo» unos á otros, y como el oeatro 
de la.. línea atacante, que parece lo formaban los portugueses 
adiotx>avibaJpoar 1© p>fc ilfaoide la meseta, hacia fy mejor eúira- 
dá de la posición «nenaiga, resultó avanzado eo el* mprnento del 
ehoque.paisi penetrar en. ella. 

¡ El J^.de Castilla. dice en laucarte q&e, á mm del ¡moüteioor- 
ta4o f kabía. al frente d© Ja línea contraria tina cava*, queÜ€5gafaft.a 
lafe hombres .-ala garganta, f que los arroyos dejafcto solo na ¡es- 
pació .suficiente paca, ¡unas 400 lanW.—Ayala, que en el discuiv 
sc) de los que fi^ecoa alariamente describe el obstáculo que ofi»- 
eüui loa arroya, añade luégfy dando enenta del ataque, tqm las 
^%hs <i>¿a^ ds ImiaUtlí^ del lieginau pvdtetrm pelear, que cadawna 
'^ds^tíasfodlá tuismUe queman pudo pasar, é la (wanguénda del 
frJisfypeleá siú acorro de vías ht^ ala&¿ ete*>.* ^—Froiafitot repite, 
nque iCenÉrée n^estaü pasMenilargig^iyiiéi^^sQgimdo pelarse 
dxpüoa aysi ¡ífiEntíeaowlffoey e^p bahía un fosólo tan grande 
» qufi.ün^riüecsfc^fil^ar^) Aiucoaballero^lo que;no». biso mota jJ>g- 
» quena ventaja, porque al pasarlo les tiraban nuestras gentes (i) 
» quaefita(ban/eb;ltfi»: alas la^dosdairdoe. que herían á mochos y 
ti ké dabanrgra£ijiÍHipedimento^...>— - Y por últünoy JFernan ho^ 
pea;iexpDesarque;lal «vpnce.de loscasteUipu» gritando, á eüos^á 
<e&ás r A comenzó á. desaparecer el\eampo\bcyo. sus grandes masan.*», 
-wque ¿b&t, delante* lm portugueses ton ¿l .conde, £. Juan Alfonso 
j> \2¡¿lto >. empuñando en las. numoñ ama. lanza de, armas como assdaz 
\*\tabcdlefto^ y en pómulo empezaron, á quedarse, . unos dééras de 
Jk&toüb askde las hmeá como de lo^ ola»; de manar® que su wn- 
-vipmrdia quk emmuúhúTndSimmplida^ y ¡las alastan grandes que 
* pedían- ,hien L abrogar la batalla.de las postagmesesj resulté- tan 
- a cosrtp dó.eee\ modo, que' la de PtrriugaL tenía ya ventóla soir* eüa y 
i>pues quedó así gruesa y ancha en "espesura de gentes, alcanzando 
í>áun tiro de piedra lo que íiabia de los primeros á los delanteros. 
i> -Esto fué espeAcdmanAe en derechura .del camino*..*, m tanto que 
t> la vanguardia y retaguardia se hizo toda una. . ...... . • 

j> Sien<fa. su lia» gruesa dq aquella mm^ray la de lospartogHoees 



(l) Bebe woogd&i&ftqtte esto segnndo relato de Fcoissart toroptiie tacho por 
un embajador portugués qnfrjaairtíó A fe batalla. 



oapíwjlo iv. B25 

»pé9*¿fta y delgada j y m pudiéndola fes&tir ¿fué roto lam^ffuarf- 
t> dia penetrando poderosamente los enemigos; y aquel magoteidQ 
vmucka gente aMó m grande y- largo portal, por dvastomtrií la 
iMfttfgtfK parte de aíflw» con la bandem del Rey de GeatíllaaL^Í su 
Creo qtte»a$Kiieoe con teda claridad tpie no podiendo vencer lo* 
tofestófcratoB,¡6 no insistiendo irradie para vencerlos, fuéronse tbdds 
inclinando hacia el centro, y se convirtió' latóneaennuia Tnaéa 
cotiíuaay apelotonada y larga, en el nutyatejqfibéSjbB hapkkjA en 
na i -eofaunna cerrada informe, como diríamos abb^a. El éhotjnfe 
debiói ser violento por la ármete die ios« portugueses-, peíanle* &b 
imponible evitar la brecha y cedió terteno su primera línea, «hasta 
-el' ptáato donde estaba la bandera del Condestable, 4ne' eseá el «pe 
se hizo más empeñada y sangrienta la pelea. Las dos alas jxrotb- 
guesas, al ver esto, y que no eran uta^dasporlosarroyos, ^¿A^ro 
sobresellos ¡ dice Lopez> y quedaron entonces entre laváwyttúrcRay 
retaguardia 1 dónde irnos y otros pelearon de muy bttena polmtíad; 
lo que significa, 4 ími juieioy que dando frente (t retagnawtía, eeto 
éa/ hacia el centro* del campo? cayeron por ambos flanoos aolfapda 
cabeza; <to la masa invafeota, pi^otegiendo y reforjando ai* Condes- 
table. • - . -. . i.- ... ., -..ni / :;.■•. !.p« 

Ojp^tinno y eficaz ese movimiento, no habría bastada é> conte- 
ner á los castellanoB y á evitar. se estableciesen! >en medib dada 
posición, sin el arranque del Rey que , de^fme* de ertíiortan ala se- 
gunda línea y dando á todos ejemplo de valor sereno; la Meo 
avanzar al instante (1). £1 desorden en que se tatónfoaba 1» ca- 
be*a de columna asaltante, apiñados los hombrea y en conifeátes 
individuales ; la presión confusa de los x qae seguían y la actitud 
de los portugueses unidos ea íbrmaefeny hace fconfeébir Jo que su- 
cedió; se atonentó el átropeliftmientio; nadie cuidó de desembara- 
aaráé y restablecer la fonriacion ; sostenían' peleas personalmente 
hkt más valientes, y algimoa de lote tímidos ó estropeados gritan- 



V* 



(1). Dea José 8oarw tía Silva, que ligueprfndlpBbtento á Fernán habetffakoen 
algunas variantes, circunstanciada relación de la batana; jr ají hablar .de £ste 
avance* del Rey deTortugal, dice : «que para que el enemigo no tuviese lagar de 
ftlmpedírle» la comunicación , enflaquecidos loé lados por la falta de gente efe las 
»alas que reforzó la vanguardia, mandó que de aquella su segunda linea se avan- 
» casen los costados como en media luna hasta cubrir los claros ; con lo que , re- 
acogfteatoékft que ssfcaHabaí» dispersos y fuera d* sus nías, HegoMflOridl* lá r eon- 
» fusión más que el temor hacia mayor* el peligro, etc. » 



x 



1. ' i 



$2& * BATALLA . D«. Afc«í?4RR0TA. 

se^^^sosídq^^^t^^ -mprnet* wfcmww **immit 

z^,.^o f eJ ( 4ftift ff A^9,í^^ >^f ^JÍQFd^fc^i^^ 

QSP^IfW^W'iií /.'«.'ni jrj»:r."u í;.í ■•\í , ::"/¡; fJJ'f» r ) -* k . f ?; »- ¡ ' i !«j M^b 

-i" '■/■> " , • -r... •; .'.'..■ : .ii.í '■/; ^¿.í -;..'"; j - ••* ' *j >> '^-/imn; i -,»'»*: 

• T' tTl ' ■ \) *i¿ ' ''. - ) i;- il ;. >",' vi»-,-f • • , f • < » ' • " t , 

(I) Al que peleó con el Rey dé Portugal le nombra el P. Fr. Domingos Teixeir* 
e^fetí V\d*¿#Wuño Áltate* ¿fewi*», AUfdro GimnaUt MatqflúUf pero a© *&*&*, 



jft* loé dtótétlanós •íü'Éiiíffirtto al£tiitóí? jineta ' &ltár él airtí^WaSP 
flauteo ízqtrifeaJó-y 'dtí'dfereehcy de lo& ^rtogiiéi^V^é^rf ptíédé &y 
dtatífrfeé'derló títie etáfft^'L^i jr Fttá&toH, atitiqtie'A^flii táM 

ó Véti^édiéisM a! 'itidüiénid, ptiéft^é ltó dbs álás ; ¿néMi^qi9é^ 
dái«rfTibrts l pa*á ÉtetuKí at tóitíbáté ón M J cé¿tfti í dé'tó j)Ofi!cfó¿/ 9 * 

m^iá'hbH^éá décidi**» Üoáfrtt ^^«éHáÜ^'ePftHtb dé #ffáté¿ 
qfléf^éróuéfctrG #ife tffróa tóátklfíítótóréS; ífomolV.lfa^beíW 
mta¡W, T S8 é*tte«déh : * tifiS'lioki', Keln^tí <ittf : todiad 1 fel '^rtrié* 1 
i^^^íkt^ ^kdíé; ^ fflclixMW étéeY ^^p^bábíé^Wfttaa» 1 
desde el instante en que avanzó la primera línea hasta '¡^'MP 

^l#&$gftiéntfe ltta> éétódb fc ttltttJ A. jÍKxteWtf 1 afoétftifr' tttf d&aP 1 
flfetó/ tfeláttWtes Üé Ftói&frfr, tfi^ '^íp^é dOé- mqüeS htoMámtt 
éñkrétíñltoti largo' es|)*fete(fe'tí¿tó{M^'y Wto toü-ifctí&ritó&Y x k&te> 
ríWetííatanzái hubiera trida preciso tetsetirtié^éüál^ü^ »fo»tátf 
• *¿Y<jYté<afcetttre*a^ 

Q^nía^.;...? Sabemos t^é fc# hiflbíá ''tfapfttó fetóMití* fbPÍám& 
i^cfca'^yfei» duda jto^efetarbaás*, ^ 
ef^tto próírtü y <J^niatíW&^ 

pripMift de da^ ^«étc^*«ltíV r tolttt*^ ^étódat títattí 




s&s, mas lo ka tlar&n ioéó ^apáreibiS^ ¿fe -oWíte iftté li n¿ tó pddtUñ'ú^ 
r<>tláf i /'per&\nég(>i>ii o^^ttíl<>; li hábítódó del fttát'-aV Wbéil 
ttH*, ctreütá que pot él t>elígró -^toiDC^'l* tf^ 
aH&fcotf&ocórrw^^ 

Wffl^ii: feba^árt en taVdbs'aaátióS Átó»*Hfí¿ ^''ÁqNW^P 
^á ktifljuéde la takgúaMiá ■«? (fió ■'bt«ii# l |8i.^^W 
caballos ! ! cuando ya empezaba á anochecer, ^^roRtóTgtóítüéAír 
rechazado con grandes pérdidas; de modo que, aunque por confu- 
sión de las noticias que recibió,, parece, que es* carg* se dtá por 
5 Xa proiera, y que iba ei* ella el Bey* w debe dudwiq jpfc 




/ 



se refiere á la del Maeetre* de Atefatara <xm atttr jinete^ ywtato 1 



\ / 



328 BATALLA DE ALJÜBARBOTA 

mdspcr la exacto descripcíoa que hlaoe de k manera en qnaat»* 

caban. , . : - ...i 

AW vbé desde b&ükAio antee se prceeiiíaronáatoagi^la.retftgtjar^ 
dtá portuguesa algunos gmpo& de jinetee, pero el avance facmal . 
en que convienen las Crónicas no se» verificó hasta despulid*, 
frustrado d ataquq de la vanguardia 7 de estar ya la decrata^gror 

^ nunciada ; por lo cual , y por las indicaciones de Froissaait, «e dota? 
fee que debió ser sobre las siete y media ú ocho, ignorando; aún 

1 Chuman lo que había sucedido poco antes. 

*. El sistema morisco con que guerreaban los jinetes , araanzudo 
en filas muy extendidas ó é la desbandada, corriendo «hasta awrv 
c&m al enemigo para disparar bus venablos y retroceder inHiedia* 
tamente si no oedia el terreno, y repitiendo ese mismo ^eroieip 
unos después de otros , no era i propósito para vencer y arrolljsri 
los peottes y ballesteros portugueses , que defendían el bagaje ati-in*- 
•eheradofe én el espacioso corral, en los carros y demás obstáculos 
tpie bilí supieron utilizar, á iüénos de acobardarse y abandonólos; 
pero' comprendiendo que podían desafiar, tranquilos el ímpetu; de 
los caballos; que el ataque principal estaba repelido, y.que no tar- 
daría en llegarles socorro, mantuviéronse firmen La inflistencia, 
püés, de los jinetes se hizo inútil, y cesó del todo después; que se 
présentópor aquella parte el Condestable eon refiierEo«,#Í6ijdoprofc- 
bablémente pasadas las odio y media de la noche. 
" v ODá Grónícude Ayala y la de la orden de Alcántara dicen-qoe 
D. Gonzalo Nufiez de Gtazm&n, con el grueso del cuerpo de jine- 
tes 1 , permaneció largo tiempo k la inmediación del campo de bata- 
lla recogiendo muchos de los dispersos; y la de Lopes refiere el 
episodio ocurrido donde estaba el campamento del Bey deGaati- 
Ua, con motivo de haber acudido fuerza de castellanos sobre los 
portugueses que se habían apoderado de él y se entretenían eo re- 
coger despojos-, trabándose uüa sangrienta refriega, en que pere- 
cjerop bjastantes de los dos lados. Ep de creer que esto tuyo llagar 
en íap primeras horas de la noche, y que sería algún destacamen- 
to del Maestre de Alcántara el que intentó salvar la tienda y equi- 
. pftjes del Bey, al mismo tiempo que procuraba atraer y ordenar 
gentede la fugitiva. , 

La quietud prudente en que los portugueses se mantuvieron «11 
su posición, y la oscuridad dé la noche , le permitió al expresado 
Maestre emprender la retirada después de las doce, convencido de 



': OAffÍOTLO IV. 23í> 

k irremediable derrota , éabedórde la marcha «del: Sobewwvy b** 
hiendo dejado reposar los hombres y ganado (1). , : 

• ! íkm más de 3.000; catadlo*- y mucha* gfcnte £ pié ' que bim pue- 
de valxmree «n cnat^ .ó eiiico lail, toma pem' igaotei^m ? qoídjí? 
panto 'adonde' se habhi dirigido el*H*y> y que ;por retíter p^edir 
do^uairtolport swsáttBKádn/tólj^^ 

tutaastaacias; - ' '•'"•" i; r t " r r ' - * • r *' y—<- , * •■ - .i ."<-,--, fl 
• La mayor parte de la dnfaartería j piqugrofry btillqstero& ; qm áuu 
estaba en marcha sin Sega* al qac^ <fe batótlla cuajado ^6 ptPf 
rtunáó «Ir destetare, <£e#' que^ rwlvióaclese atrbs, se desord#jó y 
huye por el Bramo c*4mfa#difc Lefeia,» qm ItóV^eLtjéroUo^ atMH4or 
nahckrtock^ el cooto^ dé oar?^^ equipaje y gaíiad^; 

perodos qne-oomhatiérott y puanto&ya^l^bift^ totradoien^n^^ 
dw^erBaa-onyagrmittáffpns^mmlíc^ poralli c^r^'y sqinqw^oísir- 
imrihMaetftte de Altátntiyqa, -y- toftiftemps.) rW tf& atnrÉ^joa^niq, 
ftígitiTofc y perdSdos-diiranteía not'be poc los finares- y jmJU^ps» 
ae esparcieron tirando las armae^ ej* grupos sueltos, unos r hácw 
jAdjnbflfErotá y Álooba&B, otros 41a tfecina sie^ta^ y o&qs d^llaíp 
de 4* costa. ■ ■ • . l r - <■ •'"■•-•..•'. s -.-. . Ir , ..<<.. .--,[ 

' Entregados! al júbilo loa rededores .por tan señalada victoria 
no ae arriesgaron, c<ína buena catitela, á scíIíjf de la' postean en la 
noohd para perseguirá untínemigocpíe todavía v u p^sa*^ J¡& üw^ 
rota, pudiera rehacerse leanóai^^ 

tieee la ventaja aJc&njiadary léjosdieefco, cotosignaín í^eri^n Itfjpez 
y lá Gránita del ooaadestable Pe¡reira, qx& léate redofaó bu yi^la(ij- 
cift f exquisito cuidado, poniendo guardias avanzadas y ^í^cb%», 
sin incurrir en 1 el abandono y ciegft confianza que ha jfrráivadornife 
da flAa Vez cónvéartirse ea descalabró el obtenilio.tPíupfQ.,;; , * i( 



» r 

r ^ vi ^.' 



<"• 



OON8KG0KKK7IAS mMBDliaTÁS DK LA BATALLA, Y PÉBPIÍ^AS, j 

SUFRIDAS POR UNA Y OTRA PARTO- - » < ,/ 

r ■ .- * - 

El Rey de Castilla debió llegar á Santarem entre la una y las 
dos de la madrugada siguiente (2), y allí, en, cuanto le dlspiisié- 



j. ■ j j 



(1) En la Crónica de la orden de Alcántara por ícrrcs y "Tapia se 'dfctí qde 
el Maestre quedó toda la noche aguardando á ver si los portugueses gallan; & ata- 
carle, y que a) oteo día partid para Santarem muy despacio,* bandejas tenadas. 
Me parece más probable lo que se ha puesto, conforme á las indicaciones de Aya- 
la y López. '.'•-.'•- 

• (2) Habiendo nueve leguas desde el caupo de batalla á Santarem, cortóse <l(|o 



230 BATALLA Dft ALÍTUBARROTA. 

rga tm&bftroa, Barago ípOEsl 3h^ipaírfli«kl^M«i«e^6íi w&4teiá6 

galeras de BUMtmJloM&iétai$i&JáiÍ6 de Lifcbpa) sit* agOfitfdífc á 

«fl^Mda>daí^roÉj^ rii^ttjmwnproviíte^^ 

pe*^ ^lo*;&g^ de^aipkaác -ei e«tad^dé 

wiratod diméL^^ j^oritpeiTa^peio<iM!é^ 

pnd^fcoma* á%aq de&cahsety &Brtmasfaer<y küappqer despulo '>w¿± 

ranimbed bis wcmtotafBciasi Traten batido flébil ir- 6ü^feet(^ 

y inotóvojwbiA^pp^ en ,gw^t¿ mesénd^^ los 

o*faelteB7<o©^ lft ¿Wrtfcfc 

<feiLopez>¿<pUie&n^ 

queidy &kariafeífeÍ9^^ que ttw^ aoldack^ 

eeiúfc^^HáJal^GG^ vo;í 

;,[ BonLjGbázalDQ)^^ 

fufe péfqMe^iy amíquG siaissB ho^^figado^seJocrnobr^ 

canzar al Bey y poner en salvo las fuerzas que conducía; pitffrta 

eriafrliáUAtidesjaffi^^ qo& noi pedáaíi igoütíiiuar^fin 

de.quftiel,eneaBci¿© infi'jbuUmiutil^^ mAébáff^ 

^d^d^d©á(fetífantiim^jpfiectkiii€í ei ÍDaje,Tpap^<£a0til$aí;' maftitfi 
efloapfeníHiilafcetíipító, «orno crea^deiapUEsÜfflJ^dc¿a^íiKíe»ad*á^ 
^teiqjtosotnaaeí luí g¿hipni»,«i>laTeiuflidh¿Btq déspueiídaláB oncfc 
del día 15; pero pudo adiabütttartd ^liaofoi p¿gte< de- la^i cafaftltariany 

.aJS¡aktsyaddiUM{(kr^ub eLI^; BfciHRln* >emb 
ponfifc ^4e tomóiajgttí»* lw^i>«»^pi(Bídesbaiiá4ía la gente y i lo* 
<fetalk% y jp^ucaí que í se fuesen jerinitadoi lo» tfezagedós, por iq que í „ 
8fiiúaya[taíTcfei>üaú(k¡pi^gtuíó^;p^ai^ el Tajo (1) j dejando en. 
la>plax&; la guacnibioaj qué , leneoiiferó* No les pareció ventajóte) ^ 
8Í4üa¿3ÍQB en que quedaban k los que/la^onipónian, ypor ellopocq 



r 



eñ'itót*» «afcítnló *Vd¿>la WmIaíW A#kí , fréafcerido ¿obre fctfaefc y medía 



ó¿ atrá^^HQkOÍQo t>g#tirt/llegft bafUjdejsimeatée.k wa> 4y ala sólo indáoa^qiia': 
erá^fappfc©* w Fernán López dice qne media noche; pero atendida Xa distaneijy ., 
que ^1 supone dé once leguas y media, el mal caminó, la oscuridad y el estado 
dcÜe&te deUflé?, ¿&w*p*^\¿cáXod\wtméiMte**ik horas, aunque oumbiaée «H» * 
vez de caballo. . . • ;• •<:.-: ■. ..ir 

(1) Tengo también dadas sobre el camino que siguieron , pues me parece difí- 
cil , en el estado en que iban , la operación de pasar por allí el Tajo; tal rea lo re- 
nnlMaYlafli l^lui'á/bvantet\ .♦•■;- *".-.», •...*•;,;•.« ■ ,<■<*■: -, < • 



-¿^íwpftwwceríhifiiíntmil» deacnbi^ftJfcíl<M>ipeTtu{^^ 



ptetandqteypjfnetf} camporBstaiy íüeprtiídd eai|áferáíyiháád<»} 
4ft*rtfa»jjr(fctt^ pnioKkMugiioáacfeioi 

<te lÉ^warc%*e>ílailíaKfe c^Be^aSdajá «pa»Bech¿ar dá laráenicÉa^ 

q<ift<Wwí yitfgte& prtreqrtdfl^ ¿nfmgtfaaBrqs bairkqrriian^rfogfoo 
&$9 JFerfeta, Jtaptttyjp dando lagarfaliep¿a«Aib quaadiprapqoíiniU 
$tf >8fcíel ptteetodp G^qa^Vdd 1 ^ atafciaájfeHiMMiQ 

Buy Di^ deTBjojaay <my&jmi^^?«*yí^ 
tSUa^y^qu* \ii trodi¿iími;Fr la>leye^ la 

pfeW¿c»;de>í^jiüianíot^quéim£üta>á aiaÉeflold%doax^i^ Jálpalf del 

i] rQUedóid jHay oorit «[ taieateiea élatoiaricariipttn^baáidUtbda> 

«Italdifc i5¿yjelUi¿»^teuH^ 

twaabre eatalte*etfoa¿dk b\ Edad^édiaj qn$ sxáj^^o^iMpseerltrw 

diaa&n ^b|)al8n'(}ua'ipcjT f (3Íjjai ieeiitidoRqqi^BBB^ 

vicÉfaú»? pero)kié&plutó6 4 jaii^üii«eía MBOA,dé»ipitBd€d<^iialsi^ 

eboLO akfandwiaf 1¿ plmá¿ttiliH9i^asfcgw^ 

qpettailJHiimigbftábahri^ obuq oíoq ;<H j;ibbí> 

-jjCargadbfcidÉí bandea /#^^ 

Portugal gracias á Dios y á la Virgen por el singular favor.oqto) 

ateaneo^ iBewiaDooaJvavwef íyjiBlítatagaanéd ae]l(fiiípÉfi»ü}Wfaaaíos, 

3*rfiy,daa^diir;del4ad&Iat^^ Witi^«tW(ld sp^)ibíi<yi 

aLippántofdeLbotirada^ oelsl^ne^cjp^fBD&c^ 

méiton 17 & pcwwfotfda iáio*baí^ >I^^ 

a^uel £^ntigiuo anonafterfo <á>4odai Jos i cí^^pw Jd&ítottiportü^fté^ 

que>f«deoi©rqiv en lai bqetattaf íjryé <uoi »61o/^i^0 jftoatyaiwoapÉlí^él^ 

conde D. Juan Alfonso Tello, tal vez por distinción á su rango en 

Portugal, mejor que por atribuir á temerario consejo suyo el que se 

ádos'Ofltetett&zios zpor wmúétiaw? tx pé!t& ¥*v [ M&woel odes>49artM« jr** 
o^rop aseguran <jue se tes m¿mdó 'gntetfajr p^í ítu'^xaQ; r lo cú&*p$r\ 
r«gft í^pdiw w, hiciera v ¿M^Wj&fefiu^ 
mayormente en aquella estación (1). • i/lJ - n ob w ' 

(1) Según se verá en el capitulo eiguiente, muéstrase a¿ttn!i¿<Uda4cf ^anaátUa 



f 



282 BATALLA DJ& A1UUBARR0TA. 

La&oansécuenoitoquetw^o la victenai«Dm£ta¿a dr lw porta- 
gtté^ée, 6Kphcaáa8!qtW)da& eir el reWbo bpstóri©© del captado ir; 
toáaatos placas y castillos qtxeiétm estaban per doña Beatrí* 
ataieitm'Bfts puertas ái vencedor á sHémnbtjBmi en brota; el eoifc? 
destable Ñuño Alvares Perora Hev,ó a» hostilidades por* Badarf 
jas;, dbtéBieaÜóóirtf seridlafoiteteib «p Yalverdev ceaia de' Mari- 
da; y 1 oonTOitides ya#n'i*iV&soiJe& tes que óofeft fueran invadidos, 
aeom^tieípott sitios -y etoufcsioiíes' &hws*s por Castilla : y <Mi^ 
pafrfe después!, en Union de lee ingleses* gas aliados, emprender 
campaña má» formal, a&ttque ménoB frnotakoaa. 

Mtiki^á'loBeliiootfosBLVk^iMttiaUoD. Juanilda Castilla 
sitt balier pótelo de^tritargeni borrar mi; afrenta como fcnfceiakaj 
y continuando la gnem,i&8ta él tiempo de-su nietó Di Joan I2¿ 

btóa'^éieétt alternativa en daño 

dé ia& idcfer narioried y en-estr^ga de los pueblos fronterizos 7 Blo*a4 
zó, por fin, la vida del antiguo Maestre efe AtSa á firmar lapaa 
deihiMv a, asegurada su dinastía y ctaugaistaubtnn lugar emitien- 
te^ en lar historia. '.•-",:. •.••..!. *. ¡p 

Iftfttaaoa fija*, c<*n to i^o!xm^ibnqioe8ea.posíble¿4as péirií+ 
dbg'dé lag dg&hüe&tas, y para, ello; siguiendo igual método ffnéieii 
la apreciación de fuerzas, presentaremos primeramente loe datoía 
ó cifras qué nos da^ Id» textos* i - 

r El Hoy üe Castilla se abstiene de inddcail sus pérdida» en la carv 
til i la fciudad de Mui?cia^ pero en «1 mensaje que envió á Cir* 
le^ Vi-de Frarmiti expréró que perseguidos de fianesta «nratte ha* 
bian perecido miserablemente sus ejércitos en aquel año; y en las 
tórtes&e Valladolid dio como una de las raaones del lu bo-que tñes- 
tia, 1 lamuerte (de tantos y ton buenos caballeros y escudero* como 
perecieron entesa gnerta. • - 

- Ayate se concreta & decir que murieron muohos y .muy buenos 
sertoi^y caballeros, dando mía lista de los principales , que san 2$ 
oa6telk¿os, 5 portugueses y 3 franceses* 
'• Wfüitb&t no indica pérdidja» á los portugueses, pero si da peor 
«raeftrfg 1 6 caballeros y 3d0 esbndaros franceses 9 y señorea pcú*r 
cipa!é#<ton 80 barones y caballero» de JSspafia; y luego, como en 
resumen / en otro capitulo, ¿00 caballeras , 600 escudero* y * sobre 



el sitio donde se abrió ana gran fosa para ese objeto. Consta también que lotea* 
tiaviwetJde algunos señoras pvi&eipale&taaroji Ueimtasrteapiieará CaatUla» 



CABÍmLO iv. $$$ 

7.000 dentro clase ^tagtniee j lo que ^wioe^eB tateLMKW^Eu kl?e- 
gundüTttfwo^y ó «sea l*que d¿6 el jeiáb^wkar • pQitegiwa*. QOitttora 

UrJttháU^'Caatpl^ . 

w»y éacnde^jqueu^gB^ 

feiqiieper^eroiieir*latii^^^ '.íju:¡£ i>':.iW.jj 

i lító-naalíopea asegura qs^^óia «netoflaíej^^JifiO d^ift^#to^ 
trióla», yreapeoto áioajciu^Ua^ 

BtyYóiu^WjáilaQáiiEM^ de¡q¡%,qjw* 

i»turíwqn 3^50^1aD3ti^ ausugtrc fl&^endQiéí ¡fiie ideóla igptóe jflft^ 
nuda no le era posible* Juauer cuentn espró*) ^era¡<$u^;OíQfii^TÍftft 
niuckoa. En lailiato.que>ld*de:U»aé^eai^^ 
taró da Ayafe, seinotto^i&iamtaflgo, algipw4 nat»Wf si djftr^ 
cÜs^MSulítmdo^xfaatellanQsy frporl«g*i#^ I;i m,;,,-;,;,, , 

El ^ MwTÍKMi , d ¿jisfaraadar , €foribay.y atora, fteiigren ¿ ¡ ffiíQQQ 
hombAs;, en numerad redqudoí^ & 1^ pérdida toial (^®®fáúm$b 
tá^Lejército caateQaáo», • • i ■ ., -' «<¡ .■ »¿. ^ n r,: i / y,¡ ..i»'» ?.x: , .» 

: Eoliodam Virgili¿»jen ^ Historia, de, Infilatemt pone . 8*tai fftófr 
mos 10.000 muertos y 1.000 prisioneros 4 los casíelte^aüyids! 
ktto 4e-las portugueses odTcaí de ^.000 iqifttftas y.$Q0 aró' d# !los 
ing^es^qneiimmanísfi^^ Gwdfc 

dfi'Gambridge- -^ ■< ;•■' ■•■■: j ..■••■ . , .:..\- 'i-..: j;i 

Damián Antonio de Lemos Faria é . Cnatflo #ft «Ui Bi$tmii\ de 
iWtfcya/ reduce á¡120i toa ipoiiugifteaescqto p«WcfeiOB^y /&Wije&ta 
á 12.000 loa tastellajioa v cuyo* huesos * dieie r blanquearía* poit ^Ut 
etas años el campo de Italia? siqndo t»toa lo8 v pEÍe¿QHer,(>0.óvCa,u* 
tivo^^quQ se daten ¿bajo prepio.- •> . ,í ,; ■' ijjp.-i í.imU 

- Soarez da Silva acepta loa IOjQÜQ muertos oaateüaíií^ y. los, 1&Q 
portugueses* que pone López , peno añaden que. eran, >persQnas ( Pjrdí* 
narias y que hubo heridos varios soldado» y fid§lgoe<< ,. ,[ >,-i „ f 

- Begiin se ve por egtwdaáos, aólo teneHio&QaPftQ yaledeí^y^es- 
petable ei que dio el miaño Bey de Portugal >i juiñiftdi^rr^utQ<de»T 
pues de la batalla, y no parece estará lqjos de la verdad al del f^ 
dra Mariana; em euanto á López y á loa deqoas que ¿rabean 1& pér- 
dida de loe portugueses ó haoen^ subir «Mcesivaiiüénte la> délos QWr 
teUanos, aólo deben considerarse c»mo ap¿reciack«aea g?»tíut^{ . 

Las 2.500 lanzas ú hombres de armas mueptos en el campo d^ 
batalla, según la carta del Rey de Portugal, es el número máximo 
que es lícito suponer; y aun así y es crecidísimo si se atiende 4 las 
fuerzas que verdaderamente pelearon, al corto tiempoqus dwó,lá 



294 BATALLA 0E AI^UM BROTA. 

h^.y,*}, wtywdp espacio ea.qw, ^yw%A^pe^4^W^,tieiwr; 
presente gi}e..Qteoa ^cumbi#;on> eif ^l^inpediaíiows^íieflpiw 4¡e)r 

total de 10.000 bajas definitivas que encontramos en serios hiato? , 
r^doi^^^iit^p^q ^.eUM^pri^par^que^s nidAífeble que^a- 
rw ^«j9 ^^sofl^^^p^^ps^gíd^wíiw djas quewgfljer; 

r?ift r y ^$fei^.pw^^^ ÍP* pul <quer,*Jteroft» 

Ijia^^fsgift^ ^^igl^s jf.coftY^t^j.jnoiírQB.qB^ aw<Uw 4r 
S^tyr#n, A,^i^^ipl^ A q^i^ c^i^^wp^a^B por ;]0Mftft 

*$*#[]?* 4Pfh4Wfl^«^WÍTW jí«^!^*^^Wfty4 -APA Prtá«WF<tf«T 
y ^PW99>^Í«PB* Áft^ ) jTalft^fi9^eiB8i.9Qpflgp q^fe^MWWrflqfc 

<fe^^^^¿%^^^)f^t?^ff^B^^ P9?í&part#^{S*Tl 



> 




ci 







-4á pedida* &náflfl«ite^r^^ 

i^Üéi(toffecmpafH^WH%'^ 

ÉatfBék 1 ente ijtie ex^éí^irttttóí^^PWkBallé^toi^il^íinS^ 

méft#q«é eftiicm Í80i:^^ó* ^ái^rAÍ^f^r^ ^tíEtttíeife 1 ^ 

ntei^oi^eOT^'l^ l ^fe*¿i^á,''«!^tBÍ'tífiíe'M l tifíame %étifttófj 'i^ 
p^rtugt¿eseW,'%a^qiHí> <*nvéH¥ie^'^^íMik#b¿'4ít^Wi^^'iiíW 




-'Bel' *pr^i» -'rOHM ^^y^ms^m^<^s^^i^dsm^^ 

pltitWüñter&r conjetura: i Mt^ék4úf^!^WWM!á} t ^k ,J itíié; 

mtaérteís pertos" jíieWéíke1kmoWÍ¿^ ; ^ 

«anularos portngtwés y¡iuii^itif£É^€t<iy,>(fe'l(tó pmáVq^^pSrHV 

xwh» intenóéfoL pintar éi&taqwí cteseitlse' ^ei¿páiááft''p»M i y l 

loB<treriaeaa^g¡¿lpw foé^^bÍw^ittod«alg^bwreirWy l v«á(W 

heAdeft d**l«ie prme^e^'4ei^é8Íp<^& , 4aBé¿^ 

que quiso herir en su faga al Bey de Castilla ; á lo último, en el 

episodio sangriento ocurrido en el abandonado campo y tienda Real, 

^H.^r¥^4p4ii%»sp:4ft B^a, qu$! ifááfy'. fükwv áwwwsf «nárp m- 

que nombra de los principales qne suciimbieroR^sei «mviiKi'áMS- 



288 BATALLA DB? AUTTHARROTA. 

j€fesi»átf<!teiictorÍEadas délos estiaje** y detiille que hace pee- 
Btimir perecerían vtm elktej en'justa proporción , muchos de sos sol- 
dados. • •*' • ' ' • L -■•■•.•- ■ - 
' Más 'Sé del!)e iüffeH? taintoien <jtie serian, dé lfiO, loa que sucum» 
bieron en la Üdj cuando bl arzobispo D; Lorenza Vicente elogia* 
fea en h gu> carta, al Abad y por lafbtíga que se tomó-ení hacer confa* 
dar hasta Alcobas* kmjidakfós /porque á ben tan pocos «orno loe que 
pbne Lojle* , -corta ftenn eta pira ; merecer úh pláceme, i •.-..■ r t 

REFLEXIONES DE CRÉITOÁí «LITAR tSOBSB E8TA OtJKB^A/ f. 

-.•<•",•"•'. '•< u. T'^AtklillA 1 018 ÍLÍtBÁl«lOTA.J ¡ ' t.-: •.[ 
■*! *■•.:• ..i /. .' ■» ..' * • 'í»;r . :,.,-,. '., .... . - r ."•,",, iff 

. Lob ¿épetidos -enlaces de las jSetmUiaa r eimmtes en CtóWAa y 
Portugalf apuntados ^Lbl capitula primero; se vettiauVfíiácaodo 
deedé qfUM¿K^dnd«pei^eiite^^ Ufcvai*d|0¡siqflapFe 

por idea: polítíéa^ apáreíite al molaos el mM^iafcieojfcocte J*|t*£tr 
buehae relacione j entre Jo» é(K^neh}o*;iper<fc ae-tra&ta^tftatypi} 
iba' fcetoeta lendendra. 4ú©-¿inptd«&bar 4j amjtaa dinastía $ ppr^^pp 
TetmiiílÓB en su» dcasimoa. Pon désgroei** Sfl Ves.de l0greA^W0r 
&»xdb3deTb^'CoftO€ffdkiJ5r db.opiüráiñla.r3ejá Jta* fufjiofc, vbti&tti? 
«to (fufe «urgían de contíituo kksaveneaeiá& ty. guerras, yj qmlwtr 
raigáüdoseiel sentimiento de Ji/in^oionaiidítdporrtgiieWj afeita* 
se^arapadb átseiEriblemente delcoitma origen, oteando^ i*to0*i* 
peculiares, y naciendo rivalidades y ojeriza. «.,- - < >•: 

i ífingTUia <íombinrujro¿ itacuaataa babiaa focawrjjdopQír eee pfeu- 
sibie iástejná observado per los eobertooB, atí puede cox^pArar, por 
loextrtóaéjitD^olítífcaí ^^^orlásjdwiíiisjbaiicite en- que se hi^oy la$ 
eopdieip^idni<^4epai^ D¿ Jtafeíloft* 

lathi^ deEí/iEeniandodfi Fortugalu < • .»• < \ : 'r> l •> «>-, 

1 GualqTÜemldé iés inaridoá áquieoftfl pensó 1 dar *qneü& deroett» 
tbradaüiftftlsis^olubtepadrffy Imbier&nadoinénQefpeiju^f^fli p«* 
Castilla; y ^ hfecenn^onoebibte qué .después* da haber ooñirftfiídi» 
ew dcpposarfr con el j Príncipe Wéd^ro y en ,cujro .caso podía JUegaf 
elidía de xpiei legítima y legahhente *e afemtieeeit 3aA dos eow&ftty v*? 
iieqdoientónoe* tepeimjdeeHiptñaJr uuaguenfc á tx^o traj-^ f>afl* 
Mieteirt^^ldeite^ fin^ ai, surgid <di^wH*h 

cta¿ o^oácá>is^Tei»ldia^desíM(ier&de>eU9 D« Juan I y kteceptae^ 
fauarsu esposa ;iporqtte» de este¡ modo los hijos queareawlta^Q {**» 
dria»?e¿nBr (mitWftigai, más nota GtotiUa, por tener ya aticer 



ctirftnjL© iv. 837 

«km asegurada del ptrinie^ 

té^inatrimobial y ¿as clausulas 4fil te3i»toa»to de D. Fernando 
eran claras y precisas ; doña Beatriz sería reina de Portugal^ psrfo 
como el remo habiai de quedar gobernada po» i»U atafe0>daito ¿eo- 
ñor basta que' tuviera tan i hijo tin< edad de i rogin lfr 'ft&afflrqiriflt 
sqmHituk) de soberana venían ^rÉiloiubmíñaliúboaorifiotjy 
por eeo la pretensión de D. Juan y. m entrada c®r< foogfe% aunque 
fuera llamado por la Beina^ viada Regate ^de^ae^ .fólfAttorot? 
de Lisboa, violaba tácitamente el pacto, y dio pretexto al Maestre 
de A^ie y á'SHSffcaufle^pam resistirla » ;i >x/jw/. -u\a a 

Errada política. fué ¡la de D«i Juan I* enjre»*neiar al primer com- 
promiso, para contraer el segundo; errada en las capitulaciones de 
¿u'tttafoiibotiio; osada en» la resolocioá» de penetrad enn Portugal, 
como lo hiao; y errada inigiif eondiiotadeBpue^iconj^üfejUeonMr 
y edti fel J»fe; Loe consejos quej-segn» Ayi^ay»eiÍ0^er<a^^lé-«i* 
4ie*tañ lo cuetfdo y p* ttdente, señaJiuDdDleiiQftpelignosiáííJueí.gf 
exponía, desde que á lafnmeri»<fe<'aé suegra ae preocujtórewalarii 
Vtóiento de la corona de^u; iiatijefcjqiiaÍB^á}>, ideeeoeo> awfceitodcKide 
complacerla y servirla, etívaneciétidóle.lainiwyá» dignidad ítitnlar 
de Bey- de Portugal ^yiaibüíentHíido ilusiones de f^odeii aneudieavia 
tmionide ]m monarquía» ^ píesciítóiá^el i rigor dfi.;formtdaf eáocv. 
tesy desprecios óbioeeqae se pucHea^ 
«Uá paga queeutierim esposa frierais 

portugueses. .■;."• «• »¡»iIi»h! t"',i„'.,íi y .^ ruuiíf mo* 

v.M J) y grfende importancia» é eetasnoDtideraftúmtai polüicftay $or- 
f}ufe encierran , no eóto el «origen -de Ib gqecraysúao eLqtte llegara 
é hacerse causa popula*** Portugal la <tel Mate^fejAtó$mn+ 
tm él derecho legítiffKKxie-d&ü» -Beato 

en Castilla se mirase con pocaiB simpátíaft, comoextrctflaé ffiquaíia^ 
terete» y-áwn perjudicial^ eaaLeptadoiqaeifie hkl^^ 
kd picadas tacha* íntaríeores,- amagando i <sbrto'coa lar mortwide 
<Gtaffi*da,' y alimetotándp^ skrppie e^íritnidbixeyxieUaftjpocfia 
pretensión de 1* bija del rey Di Pedro* ea icaaad* non eiprícMfipé io» 
g?ég Duque de Lanefatan flJmn»ad«muB^p«raaQg^ 
^imrffoenciajqtte teñe tuia'potó^ 

tétttemiay en el ocurso, lo^acdwkttteay el éxito de Jai guettra^^aw 
««no que en! la giieira w* -es poeíblfr preaDindkr oiiwíacde^ \ém 
Jtolififea per que se haga.'De lo unal^se dexiya«qu&;ba{da aerioaf 
de la» ttitb elevadas medUaciaftea para, lofeaabeitfáia* yáoa>g«faúoar* 



28BL BATALLA 'DB AXJtWARROTA. 



Mtej/elÍHÍdtiTo^lft <jptotrtmdm6 y «tanatee ctóbrompífnkcittK^pQBéf 
i m j b grfci h gotteáiiaptnr)!» toorivicotoirife qub esgiíato) <Hktrenfatífe/j^/ 

n^a^^ligaiéfíUffroeiidUlpfinfc áRBgfaÉBsiDcoiidfota^ enoftíriiáéndalac 

(jtoárioeipKlecépkn^daj^ i/: a/íixi.j/íi'nVjl r ^p af 

puede diadirip^se «Sínodo 'fln'*^ 

P<hí J&uu£lft[) dci^ rocp^^fen^ 

á-iédkÜ* *b defei4e hDnwdajé^ i^Qipot^/«atíi&ofaa §fe la)^ aoferf 

setrefoínctf iciotó da; dofsáceflkki «nrjJMHboB/tyrH^ 

pyir>tíoi8/íIjffanfay<d«^^ féoí/ 

gErawa/^delA>oífi^ender-qq^il^flér^ preciso dcndií; 4fttí')4teifeii*9 

B©«taSifiB3aujh<>flipQ^»ioft^ fnsbéj^flBi«BoU¿Bu ^Fooó-poiyawifiadoyo 
llamaaadtojtocag desdo; Ipé^í p^irÉBiíkijiBá Ha rámpid» iqpnxUwb 
pttwr^ febrera», jl pfiwjfdktejde *Br«taM¿ dfeteotoínjrfay ekiéijpba 
efti&ibpeoa^imiéB tjufie»prB»dió.íJ ií oboqHr; omslru ol fji.ooua ox; 

tyígOrCKq &tffhriqnteer$mf^4aoefi^^ áe^afcaqse. qimh 

l^^^^(^g}\Ú^[^ft0^bhíWlhfeY^i w»míidtew pomflípreot-v 

^lí^&^vfr^^ staaümqpdrikp 

f<pttf^6lÍMf0^ ^pt^or«p41ÜKpáztaí> 

á gwsfcm tajtg%úrq&><f lia&atfdtfHpdi* ^rauliAdrfs qtegftr Ümsh 

<múyp¡ám*&Mlih ? [«¿n)btotoíMagcn^tebéi: oétíádb Aáiaéeian^ntei^ 

qum¥*w^íte^e^QÍd«íi ^temtó^<^ypl©ü iMjqvHÍH q g pif aia l Tfo gq 

\ ñ<»[j^fwr^b^r^^9r/p$r0a dataria App«iífeifc6í^y:¿iitt£áiflcteíi««Rj 

fné ¿ntioéqdtatifcia^^ Ú DBspakanbfiabi^ 

za areogMét *>fim«fr*eistítf uep fjgttifes ?iUt^^oqú^riéa^nfmR'i 



■ > 



Qé&ítULO ITi . 2Kt 



deaengÉHoat ; Bqrouarito» ¿ la» nÉtej; h&pasixtmtep ató** i iLiabba, la 
leptifcnd eu la reamipn» ety e^roito y la Urttanro^ 
biio i|üe-el<blbqu»£«^incto^^ jdeapnaai 

net«Bí«teUaQÍó' íamptoco ^el «taquciA la plátaae&MaátépililiDCkg^ . 
petdts/meflios eBtóaoesrasadcrij(oésai^eipai^^^ 
qafthaetaid^ artilkfTÍá^tpudiatait^wd^ibe); flialdudíípeDrtadidtaj 
de que la reducirían al pocottaampttipgp ¡lajchedf «tt^f 4gyl& >tÍB<>já( 
cgtofáfitbr «n amagos i eétarainifaiía; diligencias .para ><q ró>sa petate* 
tiwfry tadmgtidaafcfpeoÉB é deJg^peide^ihaiioVreehaTt^fa 3 ^ tttfuu. 

dato jrawtérá&mtvéluaa^w^^ Cjfártdlioii'fláiita-i' 

dote ta^wfaanta&OToq^^ 

e*/*fe4ftcti?r* y tealanmara} delaatropaíry íboj spipoeáef óejisuiar; 
qnñM l6T¡anta»BLsitii>cn^l en otw)íoae¿>loiiterériewi; ? pdr^e^ai 
o^aimiw^ci^iritaK^ ^cy^kbegiát/la«endÍGÍ«íl 

d*l&<wppüaL? eqrcivald É'U^algwÉri'riptariíu ^ar^hfe *wnt|wío«m™i I 
iu%rfaúfica^toiJTeÜBtóá toaatoffiantat^ipetí 1% jwjowidad $íi*a»i 
no sucede lo mismo respecto ¿ la.oob*inqaektnj jr d^iregwqa&tfiJá»* > 

tiUa/dgabfodótogua^^ *&• 

s*nral^^fieiesqá<>d<^ qpe¿*tf J&yilirob i 

Cáhaijoif^d^nni^ aompafiiL H&sMSpwi > 

darla /«p«lq» h»icapitiaaedpÍOT(tóg^ ? fnfcaqgayl 

yjMwfiore* eotbUauM j*r^to*tfeifcu'@^^ 

dnáépira<*e.iQdli^ 

qtrfqMdámii unta yiótria'jdftaríe^^ 

btaealqwerbm, % jmuttt*> <|»yí'iídg«iíi ^ SttHge p<tt^l "'Writíte ■ 

ddb/tf*tó^pareoeJqw <d^C«m'*«t v^cbíCtitWéí QoiJ^táaikíaty' 

mas, faeseu unos ú otaros los que emitieron el de permanecer ftáé i{ 

vae^íémfhHdeeilaimaoni^parqae^^ d tó*etítpiitó^tictv «tfhikt- 

deaü objeto dé^laigwrmjy ob^st^iiltbp^atijpéhflrt mitote" 

quftiaafrafiawdafotóevfcaitt^ tepwtesen 

laptfafa*} gú$0iidduáb;n^ geptaywaBbfai^ 

miéiBbwiynmaéeriali de sitie ^'UiM^v^se^oidoiásL dbmíhgñd*#faa 

pa^rdfeLtijrritar^^ gtdtpto» y ámdftrtaaiqloQitoii 

prafcliflD^sin/pfiími^ 

pw^eroteaAho<rtil¿fade0y:á WrantabBUi«*uw?yictd8de>aqdála^ 

cindadfeeitei, en la sitajBÍim<m¿*oprttaM yrt 

erntatafaiBe dfr opetaciflats > tarima podida éirter de «to «*erve<t 

t7 



í -* 



S$40 BATALLA , PE, ¿JfíUBARBOTA. 

T^ta-carta ¡14 Bey* H l ^^.f ft ^ < ^-%[fe W^99JP¡B D 

jeturálmente,pues no se puedan ¿»$|j^^^,o^r^gn^ de 

m^-m^^ faMw¿tet ífíiwWw ^ «foro"* 

^ingej^tea d^ faWCTSfpnMide apé^,^)?» ^fm^^ 
coBj^bres y a la ¡^^Moion ^mporera ,del ejerMp.,, ej p;»¡p»o 





y r jrr 



Si aplauso merece ante el ex^^n..^jtpWC0 . la tetfflmfí-.J 

co mejor esa idea, decidiendo su adopgipn, |u^ ei callero lp<)^*- 
gu^fl, <rawne ; (te Tctf&tqn, nombre exfcrafiammtealíieíado^-q^foJo 



r 



cxi'fnito iv. áíl 

puede Hpl&rsfe &"Mtó ^tói 1 , / ¿? fi e^ifósfe^; , <itóéii ftWatópor 

ltápéVqúe ásl'sé ed-prM^áVitá've^V y estaba 'reittélttov au'n^ie 
fties'e' kkchi mas qu¿ con loé qüé'qnfsiéran s : egnit-lc,'á'bpéraf'ae ; fál 
manera, 'MAitf dtiffltmtétídf', en •ér i ca¡Jo (, áe que 1 él ítey 'défertitf- 
tiftí'ótrti cosa: Acotoé tamben en ese 1 áieít^'^ecaóiiJéfíá'Mí^i, 
se opuso siempre, enió4 itóVm' siguientes , 'A /}tié Se' ácón&tieWeh 
ferHtotfbtié'Oáfáfflá sitios tíe'pÜtótó'ó-fertWfeíás : q^e* éíi^iesen 
tiempo y éstábiomuttiénfoífe'faá'tfopaB.'' : " ' ;: ' •' "■■•«' " ! ™ t -'l. 
" : 'ífd'c6itótó tóeh '«¿B'Béfiá el -primer plan r tífe cimpáad' q# se 
tirdpínso el'ííonartkfctételiaAo/peró es'MWí éris^ qtilé fáé^'ttó- 
cWaesüte Badajoz 1 ; sitferld^B'Eftas,'* qué 1 dfefeik ' 0*5^ «&«* f éh 
"maMár-por eí Alemtejó pára''caér ) sobre -LísMá', 1 $pt&ü¿do ,, é'l 
ÍTájó 'bajo' lá protección de SaníareínV fc' délítnÜé : de 1 ' ÍW'^M' r «fo 
<íhWbaflo''de su iratóérosk escuadra; rrii^traB ^¿Jflé' (Tallen f 1 ^- 
Mafro¿ l terá i áe i C!Wtdad-Itódri^p 66^^081^* incúWneíf'pÜra 
l&mar 1 !» atención dtéléüémigo, dominar 1 el'MÍ«y afcitór^ÓT 1» 
Beira, si era precisó,' Wcíá eí Tajo: SíWí'fii^lo'jiizgá^óB'tóeító. 
Aóymúf preferible af que lu^gÓ 'adopto,' pMeá ! 'A'.'tf ¿lanío pe 
áoS siglos mas aaeláfíte^léV^a'ejécuBori él' Duque 1 de r ':#bt Ii, 14ír 
el pronto, la marcha era mucho m$s : c > ó¥t¿l,y ^óf'ñérh^ií^M^- 
tá qúe'por lá Beir'áy 1 la 1 'Estftóa^ur^^ortuguésá^p'odW'tól&ar- 
tfe fefcürSó'ael T%1ai'(^>acfóW dtí Sirntórém' 1 ^ ti MUflra^ 
til Vez apoderarse de 'UMk' atítá 'de- que' él 'nuéWtey'fléiftríi 





eipaV, inftnídiéndo aHéiíí'ionptófiíek'aí! 'socorros 'filos que 
téftfófttfl por Hofia BfeaWz ^^^^^^^(íoniéntl&t-qW 

tfean comprometer actóoiles' formaíek los qué ten 1 coMMériftíhí- 

cieten entradas pot Há írdntéras:' J * í " u " * : " *'- míí, i" '*. 

'í^d&ealabro tfe Tra^cbéd,' detifdrf'&^'arróg^^'e'lmtó'idfk 
áe «tótafteda', qué lo pago con'sú^^>W^i¿otíWbfl^^^UÍra 
jtfó^ éícámbió de pitá fr delinea 1 tté' 'Hp^rtóBn'ffe'-'ptiriiíie'^ 
iiíén'dó"qté hacer el Rey con 1 Ías''trb#ás' qúVtünia TeMas-soln! 
Él«as , láp«nósa'trásláci6n'& Ci^¿J-R¿drtgó,'f or'detJ^ que ¿K 
'sé dirigieran 1 las 'demás úmvoééMk; se tirigfóó'tó , Vtám^ i aV ! fiU 
«gas'y rté fiéfnpo peráido-'qtle 1 iífa^Mbilító fétaéftdí étfPoftttPi 
hasta primeros de Jtilíój'éfjto '&?,'&» "mesé» 'mfis táMfe'dtí 1«'*q1ie 

lraWér¿BÍdo-lactSblé'pof : 'Bá^jbS!: , - ,o! '' *' • K '"'' '*<- J-l >i.' í!l1 ^ 

'-'ttty'qtté cbnBÍdérar; : sÍtí émbárgd, qüela^ttimálttíMMopTálfii 



&¿ BATALLA tfa 'átHftfofellOTA. 

gggyhsa oincua uí) ohTAlaijvoí sí) lusnupí» oít 9ixp ^tií'jbM lab &>b 
Aficionado D. Juan J á celebrar cowtfW& li gém&ft*ti&bk 




múméM nm'wm^mm 1 Af^^^^\ié^\m^m^ 





idfh^*feOt*H«, ■atíl'dékil'áe '^ttAleéér « $re*«fe&d#ttiif 40* 
-jm>,'.yp^^iid6 'enfcre°ltó8Íb< s?¿**# *to>%á*íttií>reae<« 



estría 










># V__"l__ J __* 1 _J.* J. ? Jf J 






wi%-rftTnBiftflfiff-wft> ^Mpyuípff Hitfft tifa Jtvftftft* nipgnpfti yftpfaift 

dos del Maestre, que no dejarían de levantarse en cnanto saügftlg 

§»ffllífl)f<>ft3W#t^SftO|6f')?aoo tfiícfalao ¿ \ aauTt .CE obaaoiaftA 

tener reunidas todas las tropas y i^WR^kí^m^k» n d&# 
jiwrytoi«p tfaMriiMgi i4f\fldanBftdftt<Wi ^ b<uicafU&.&birAÁ2CHiieHÍAdal 

obstante c^^ Wmft^¿¿f#gflf> í I^^SftMÍemiB- 



24á BATALLA DE AWBABBOTA. 

Swtwpm, coma m eii^ j&wWiW*^^ 
dfcjppfijo* &wo#, pudatopter par.kyvi&ide feí^y Jaf44&4?l*i 
fii*^de ( Jfópd*, m Aéfopo?.«fo #red»y.t»l yezpreferibJf pro, 
saltar )Ma<fefla.49ff Bfl»-4 rlffc v$rt¿p*ta d$l ♦Tqfo «roo i*m>^ 
p3Qqpe,&*í iflwninal* cprcft t ddtlit<^l y ^gur^io siempre el flanco i 

^^i^t^d^quejoa erario* pe Je Qppudriau aj-pasolatavp 
pí^v^w Iww^saí^ir^^ dfi^ t Tomax fofaro» 4/Qubot>, y 
4ft*ft»í &-E<>rta ,dp, Id&íp, iBitwcip», ^ptotmiteWX&ty Ji***, 
ol^lW eimoró?^^ ^telíapos* pent> debió j 

wpre^rte batell% r 

poi?qp9, : &p0W.de ( Jf*rg^ qsp. ¿$í ^lca¿5wpn f ^jwt^i 

caU£e^^^m^d^ I^.^jci4QJ^ que ofcece ^l tenrnw np¡ 
Wffitto^,;^^^ defen^ rbfw^aflte^é ofVPrt 

POTO*,:** .nfemilM xwwéqca, w/^twpo^lea fa*^ 4 , 
B6gWfc*etira^ (en eiqaflp <pwtori*l? da wderjroJiM: xtim pajear 
ipfe; difí^efl t par&£l ,atf>que, qú$ pi|9pwfi(Mw4<^ a la. defci)«ÍTO y 
á.fwftw^rflflrl** persfWci^^eo .^^ hubie^n pp&fataU*^, 

esí^n4eQÍdidw 4 vapcw4wcfti^>ir PW^ty, afíiq^uÍQe^up'Y^T.. 
Itfn^^udiUop dflcfog*.$<p#3n^ 

El orden j,.fcmmm qw 4^ 4 Qwdeqfta|bK & ¿4 peq^f^v 
hnmtfy mgw #1 fiiftopia . g^ew^meptei obfflrcado . en Ja époqa, 
cwd* tifa con. acierto .ipuyopQ]^ 

a^ ; ^.KWg^w:dift^wtftgwx^y *hw*f$r 8W,|pw*erafy spgupd^ 
lfotfaiy qwq^jwtecitow dq lp& jftywqa,; foi;edwádo4e l^bi^e, 
Wfcpettaty&stnji era oo**dftoenU pensar jm, tercera, lip**; y, la wk>r ¡ 
caoio^d^Jwaito.oen^^ al campo por lo? bor-, 

«k&ídq.taadíw caflf*4a* l&te*atea r coD&titwa.allí la mqor dispon 
o*op .dtfenpíva íppfliMe ? ^ndida^ l^circpi^toncia^ , . . , : - , . 

. ,J3 pwti^o &i*e w tp^ó pos Jqs cffteU^w»de. ejxyolves l^pofrir 
o&M ^n,^u^ (vieron! es^bl^idí) el enemigo, sp fundó en bue»ft»Ta- , 
2M\e$ 15 ,mp9: $*■ 9$ atiende 4 lo, e*ppe*to ^ movimiento dp flanco , 
qafl hftb^nrd^- ejecutar . ¿ piK*ximid*d 4e él y ¿ las hijeas que p^.. 
aumentaban {de ifl^acelw álaj^oloíig^ columna, f atig^doae l^s 4 
trppae por, ^1' excesivo c^lorde Agoeito, me incliixo á opinar que 
hubi^e ,^40, «)ejor ordeimaen, su batftUa donde s^ detuvo primero. 




'' ; '•"'tiLrttéidw.' '■■■■■■ 2i& 

i^ítes^tdA memak» yÍDPtá* 

aistencia como al abrigo de los escarpados y malezas dondéfaégtf' 

p-nsaé 1 fcfcgta'4úéW^r>B6^6^ 




avenida llana de la meseta, y ufflk&í'&Á '•8&teéA#¥y&tink;t 
li&m^<$e«ÍB&'$mk<fjÜ ées^i^ndetí Í1dtféfflfey<*. n •!••: j 13 
t^'Wtyfe'rt'típ^'dtfW^'HKeWfi'llí* fas«lliá»n<>#í«al«t 
Ve¥9^ÍB^«l' l I^ i &Mrp%nMé's^^ él '¿HíninVde' Al}u1W*tbf*, 
itó'tóty po35Wíkfed' ¿^«díteftlpfii-lo eo^Ó'cáMÍIR> ( ayi^á«íl4.(&(«N 
rWfeííWife qué -éfe'ie é^pñslé^^ KM ifáe té itébhistftíW Sxtoát' 
Ja' toalla', 4tteera^s^ r n^ 1 «ftetb#'M^é^3<'y3 Í^ioáSÍ€*íéS> 
ffia^^Mmeníadlife *rodk^^ 

brtSálféndfrieníre 'éftfe í: W t! nf«y' artíkfUtó' dél'«fi*,> el fáltlaP Añ« 
gran número dé •tfopfe^ i bB*é¿r-- J lb8 Wdadoi* feolftxsftdos ddlA^o* y 
et'jaóW, ¿W J cftmér ítf tASfeter 1 ; ^me*' ¡sftlfesW cbücmdó MÍe » ciifc&ls- 
taliei&fl'pdtfia preferí*»* é!-dic(firaái ^«tíé^dé8^e>'lÚégb/'éo«b«' 
qViáHÜh ios cabaffléíos jóWnés' y^iJMérafc ^in^igttalm^ifteí'lM 




* J, ©e' 1 éTtnli^iieía ;i matiera L , si' f>: JttafrTóptó ^-W4lfo&vj.mlgi&l 
se- tilce'p'cíf 'algunos ¡•peéá^'loVí^f&^^'^M^f ktiüxdeti&tñi 
ej^Vrtítóe'. comtt'c^efepbtiaá 1 , 1 ' dMÍo %gitf A ff'tyír'fermtóietí'Meíi 



2&6 BATALLA ' Oh 1 lkMfB>ABBOTA. 

contení á los demás al rerlos smééttítíN ItfegMblfteJifiíbHgWtib 

'iffls&i?% ip^p^WStaTO^P&tf «É'tedB^^^di'f'dlfm 

lítiftP W^mm&o^ae¥m?Mlefl!te^ 

f&bWttJrfe°VMIañ%^pW^p^^ 

$ÍiaW í&'^MíbWfe $ftW? fitaifl^^taWitfMtfettfe 

ip^cW^méíéS B& (Skíía^iíWfiéKÍ^-StHflii*^, 



;efi^HS^¿magteíía^fe«6fcítfiíí. L < f '-> ( aiiiaiiqi» «9t 





pez 

«LMMrtrede Alcatara, 



«asi imposfl5ffi»*l&fitt*li''pW* 

'patáW; pWe^le^aí* I ttWifetíí if aáépí ¿oittpyÑfeifi» 



muí 



ni la buena teoría ni los ejemplos históricos que pueden citarse, 
¿IftAtapfPd^dfKSPI^ $ ej.obje.^, de l ft batalla ha de ib? )i no 
«¿kxfeanapr ti «antame» wb p ¿w^ i Ur. w^ pm complefat <feft t, Sffir 
lo y aprisionarlo, sl'WpWbte, 1 partp-fcáftmjnir *ddhaMJ4*nMd»l* 



■¿tan», iáqimmfa&i^wfaMbmte* «Hwsrt? cmpUiNIr 

agite «tt«i^<totf Wjg&fly^ 

*iwí9w^w*wí<^ w^mh^íMB^m BMüw&mtymtfm 







res capitanee y cabaUffiftiga. bitotflfetJWj&$£, 






moacren 
vetdaae- 



*W*|WÍ«ftl^áta^^ , „.. 

<o<nr,ib iroí- ••:.-[ -.•;;;) -o .W'.iiirí -r'm-R *nl irr nhost dioucf jj! íit 






24* BATALLA- «0B^ AUWttUtROT A. 

»aain»iqto«iiaJh<guy^ casi^i» cbn#«^«o^ 

Dcia, y principalmente miradaiiñui^p&iicUróé^^ ' 

»^w^QE>0e» mfese^ap»*Rpénai fle jc«íi«A« y ^to/dot4^v^ífe- 

-•fii[ Be^iqée'Jéowp pntiéff ge&dfthtgfto^ • 

nafa} , ^UJqifia^mtowta^t&f^^ at *íxmtitt&WWi J 

tapial trotáito) *^8i£rt^[wicttíi}á#0t^ ífroítt* BNft^reteÉfttM' 
IwodgnM^faiMW^ látftffe p*r* q«£*óirift**í éi» ttfc «fe|Hofy We- 
s*i«^<*tolp€*^^ &>l)'9tM|é»e^Jtt«Ue^«fe 

patw#rititNr^^ **««» &<mmmá&*fa&ú<xtoti0m^ bptw 

^idAc^^^'^ #á£HdNi4e gfcsoifeitidéfe^ 

m'tee&f&tfagdidl^ 4^1ttímró&^4bÉÉlp«<ijw < 

dwiii wtatap^ %ni]¿tttf) «fe i*ita¿> ' 

m«ttÉ8<?t ^i¿ft¿bí4i4ftdT 4fttóí «^bi4 él^««fetMÜ ¡>^WtíT^*> y ><»i^te ^ 

80^y4ÍI^n,íátocct)ií ? ül> eloí*fnJtiaa»*fe ^atídítt^r Pofttoaj ai W 
ptaife *$;%i*Sqjfele II ^ M}^^ki ( ¥ ? rékitóBé^ ÍW^Ffevlk , ( >af ¡fctat 1 

de&toiicakm f *¿la^i4rie#ti >l*^4#&»to¿n tiwéir jartift3^4¿írtl- 

peiáé^íftb^ü» «? Wg¥^refct^^ tós**S^ 

de su campo; y por esta causa, y por lo»<i^4lé6jpttól^fcfiJte '^ Mwfib" 7 

-■;oj íin'ic»jí ,4, :i"T«ríi! •■.» jj! , ■-.'••» .i'ii*"!;) 'íi. ".■/!• '; ■!»": » ^ j„í-,íIi;J'>1":t 

lasen tiempo* antiguos t modernos, no nabia 




iNjifte&deiiCfaaa^ 

nia«»eBWfQft)^ie«0»lpllfebafl¡i eoi*;M r y^ím r m>^ 

atofrdiera áiooatebet jlarfeentejito^ fe*>r< 

kiíhomlwes^ifeífiítigéy >toi Imbcfe v^iioctotr^doí^tó réisffeaicíkíni d* < 

pac&jcpwieLeauaijig*) abaastanáis '^ibí^ 

buen /éMcta» flobreilieiriafói Skafiaráruihín n rr otiwnrIrtqu»nhir v r wo«í 

- Iftié, esta batel^ ^oletemdaMCOH imi^oaupijMadofi *eacedpíe^< 

muy famosa y memorable por la desigualdad de poder .d^/tóandóik 

tngo&fce* i» r Bejj j y r bu* rGondertqhléi iwmt>^OTQnM hábiles,, f>eh>ii 
máft qu^íwoy-teiüei^rioeíalt pifesefnterfo^vstfrc^ 
copaba, 4>ffrí&fó eottof^ <$$»pto >iMpj^üGÍ«g¡* pdrítara* 6¡lp*t 
soldad^ pa*a d#itórl«&*orteftep &p4 í*^^M tr«»€te^^i¥^^[ 
tirite 4tí^t&T^w^i|ÍQre^) iwjfca^ 

oc«np^p4extegdQfkrFietóo*ft ^igjé&^jcp^q^ta) 

tenéis * gn^rftfflfaptad»^^^ 

wwtypw^f^^^ i^f€«p^4^itM^^^mmfli 

izante ^e¿íwi{>% ^mpitlop #nft, M t<uiw&ilQfo da ? ¥^g«!*ito,ííesiálri¿*- 
D 1{ JWfgo de frilítfwr ^A^W\Pfk^M¿^^ Mfai^M&fa*\ 

tan acomodada apUoackm.f^pfw^^ 
^ fe* moáeiw^Bígwie^ lft^ip^easte^*^^ 

K¡to ! er»iie« l p«#^^ 

tal jornada ; y la debilidad de carácter del Monarca y la imperita 
arrogancia de síganos de bus caballeros, la comprometieron tor- 
pétoépfce: í OfráB dfotónBk*\^ 
nanas, pero sobre todo la-Muenra jft^v^jft^ 



BATALLA DI ALJU&UtBOTA. 



oernimiento en el mando del ejército, precipitaron el i 

: -.«••■' v ,- ' v ^ ¿ '■■'■ : '- '"■Vj.- '' V '■! ■< , .'';ur' -'*;<!■:! ¡f'> r > ítiT'i'll í 

que se na viajo, cpnvirtieiiüq en catástrofe lo que no deqió pasar 



Eme se na visto, cpnvírfiendo en catástrofe lo qne no debió pasa 

'•J!'-'iÍ ; >¡fí . :i '-' ! '' V: ^ C ''-'í"'-tí'' 1 i ¥ ! l '''i" '■'"' ■ :'+"* V ''''i" 1 ' »W ■■'i'' ■-''■* 

dé acciaente , en funesía batalla decisiva 7a qoe pudo limitarse i 



Todos noestros historiadores, desde Avala, han' confesado Tas 
faltas principales qne acarrearon el desastre. Moceen Diego Valo- 
ra en la Crónica abreviada, que escribió por mandado de la Reina 
Católica, se expresa así al hablar de D. Joan I : c Oro batalla con 
el Maestre de Avís, e por la soberbia de los castellanos y por su 
mala ordenanza, y por no creer el consejo de loa ancianos caballe- 
ros que ende estaban, este Rey fué vencido y desbaratado en un 
lugar que se llama Aljubarrota. » Y el doctor Cristóbal Lozano, 
en su libro Los Beyes Nuevos de Toledo, que escribió antee de 
terminada la guerra de separación en tiempo de Felipe IV, dice 
qne malos consejeros le excitaron al rey D. Joan I & emprender 
otra campana, diciéndole : « qne en juntando Castilla todas sus 
fuerzas pondría en an puño á Portugal, y el que se llamaba Rey 



. ;. i'LtJl.'íitljL.IA «j'j" l.l.UI>.:i 0(1^ 

CAPITDLP IV. 251 

BbjjtlosM i» BQTflJiqiwig .uti'jMÍa lab obnain Ja ü9 oJas'uahnX) 
inaha. a ¿fien» escaparse . hiúyenao [.«Ka jactaneta caüe/!"»" „ 

Soy como «oa í?eft¿, f nos puso entonces cual nos jfuso^sjejk 






übT o&jssofnro íiurf ,b!s(A sbsob ( a9TObjj¡-rolaÍrf eoTiason aoboT 
-elaV oi>9ÍQ ¿raasoM .siiajtasb te nouwniKtfi gijp aalaqisnhq bbíLbI 
eah'Á ¿ti gb oimbosfll loq riidnoao 9iip ,sfojM!Síni» wmiwO «I na ¿n 
iioo íslfaiiid oyO » : I jiairL .(I »b iuld&d la isa .aaaiqxa se ( S3¡Ió}jjy 
mu "ío<^ \j íokjAVjSw» bo\ sViíiíítsAwj^ **>^ ^ < aivA sb ettaooM ío 

n;j D9 ob&íjniidaab v obionST siA "(üíí »ta9 t ««¿»to sWa aw^ km 
¡oiijjsoJ füdíiíanO lobob Í9 Y « jjíotukT üjiA Jinutíl sa aup isgnl 
•tb aatnii óidmaa 9trp ,uViWT s»V» wwaKVi es^SÍ. &oA oidil oa na 
aoib ,YI dqifíil ab oqragií na aoiauxoqsa »b Jinairg jbI fiboninroí 
labosiqrna i¡ I nr.uU XI ^91 Iü noTciioxa si aímjsaaos boíbíii aup 
wua «fibút ¿tífitaaO ofiníituir(_ as snp» : slobnóioib .ttíícquiBo «iJ» 
Yoíl fidfiínjsll 'y* 9frp is v Jit^iifto'i « oflmj an n a nhbrroq ¡umuríl 



.7 OJ'JT 'IA.'i 



y.ííi-.i.iyuíl^.ill 



.oui/.iria 

"j-.i i'u r.\n,*J. f;':''{ > ,.r»Í i 'f - 4 ;.:• itiv^i'-.i-U, > w-7Hf.''-'tf^ , f:i^) fr < T'fVff'tof/ 

-r«J iií 'Jl> "Ui-iJ 1 OMMIIYI I*> i"» .' \H m j|,,' ,ií ji¡iii< i. 1 - •-. /M-.iiiiü-» » .10 ,-^.j jiov f!0 

• V'I» 7«^''l"iT- ./.oií-". I it-> ,':■"!:') ' -i» r" ■■' v» í.*!!*" n, * '•?• 'Mi'i. («-/V -.^Mat 

•T»í') / ".jJI-i'IiHÍ/í') ,ot/f'uflí.'!-*i/- — .'-., *.!<.■?"• il 'i 7 Pii'í'V.Tu'I - .jil.rVífc.íi ^ /■. jí- *" , [/;'J 

->ú ohojr.'jO — .oiimil'iiJ — ,hI\í¿hj:' ) oi> /••,{ i oí» Jiif J— .^Jif SIV >-- j;-n ir:» *>f> «oí 
f'»í> neutalíST — .*:\(íiil r.í ';i> n-.i!¡,T - Jjíijit -jí) >;..j [kÍj'A -■.•-{, rjru;«lJ«> v ji ÍJílq 
f Tf) noijnrr'rt 'Km P'-;ri f o*-.v>'? *• u:>:' >híi<í 7 o'r^i y^\ vn rf;-/' *:;.-;-ií r.Mo7 - ./'.íi 

- .íni'-.iyí .\rr:vf/ ofíí/" . t f!r.tvj5:;r'> : ' ; 1 — .I^jm^'I -í, T ;: \A, .([ - .i» f !j:i.i;.í í.¡' 
•ib I mují, m'jÜ — .nv^uwili.n'r ¡íüiJo v jíjjiljSI ruin nuil, ,¿>.:i ti '.;> .vr*U ^iA IR 

/i«í) fnl>' f í— .AÍJ.7.A '1» S'V'J oii • /(—.iíjííuv,.:) -jf, .vuU./*.. i-iísiit»»")— ./ííiíV's'J 
-híi / — .o*.:>m7 i »f v />.ii> ; ')iln.'i I' — .-.•■:o; J«'».'i .<>*■.... iiJ¿:'.» xoír ¡ ..»;•» .iv. .*¿ .>!> \^Ííí.v 

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. .¿íoyiT/jcoí/aR/íO') sot"/:ií/'T7'.">:/i 

jífioíifiíít íií p.nifí'ifiiiiir-ifiT n ) un^RfeiíOD oh vtí'.üíí t>.o*j j;Í uf) irv^no 
o<bb Jiíff/ia vf5h/j'>hií>ni i vnínoi , K[ ; >.nríi'ixj ')!> ?«»ib*jií ^oí-iín^ >¡oi «jb 
-'rr ob oh'jfp'j ww /snobíiorj-oTcj snp o¿íj<[ ir. Ojinoij- .';>•/ nn.^^ynur) 
olíi^rfff.ní'roiffnoo us n.^ H^Rbír-j ¿oí o ho'w/í-mj;* t-*ij o /xn-'xjuro'i 
ykítoIm rr3 ob »»ia no «<>>. f r:i'rut«í ííI li!j iíhu-./ímI) í"> j;-.*-. ^/)i f )ii¡T)í:>. y 
'.>I> >olífí/iit-íO g 4 .>I«'.«>ir h-»[ oF.-ífíro:') lo ir-)') Oii)/.*> .oínoxniifvjbiJin^rifi 
aii&o ffcobjnioi rir^t) p *>hnrf into 'íu.j[ Y .^rrjbii-'y/ p.-fíruioii-iyc*^ aiil 

ííjfp OííJ«{ ít; ^ubá-á'r/íjT flí:"l>.'3 oup ob H^a^r'rr"'? •-. 1! ; » ?<j>JMUfo^j 
-fíb noa f c )iíUi1vy[Líú o-ji-iní^ui üV'W. un b.ií.' -¿jH'Wj n* í- njri'ííHini 
jj7í;<£ 7 p ^'i|t« >.í\[ c ih n\yfii>.f) h vy>n¡uy) ¡i 'u»!) tr* .«' >.-m - j t i »;>t p:ui *oj 



CAPITULO V. 



Ilustraciones. 



SUMARIO. 

Monumentos conmemorativos. — Monasterio de Batalla. — Santa María de las 
Olireiras, en Guimaracs.— Emita de San Jorge, en el mismo lugar de la ba- 
talla. — Convento de Nuestra Se flora del Carmen, en Lisboa. — Trofeos y des- 
pojos de Al jubarrota.— Banderas y pendones. — Armamento, caballerías y efec- 
tos de guerra.— Calderas. — Cetro del Rey de Castilla. — Relicario. — Oratorio de 
plata y ornamentos.— Retablos de talla.— Libro de la Biblia.— El falcon del 
Rey.— Notas biográficas de loa reyes y principales personajes qne figuraron en 
la batalla.— D.Juan I de Portugal.— El condestable Ñuño Alvares Pcreira. — 
El Arzobispo de Braga, Juan das Regras y otros portugueses. — Don Juan I de 
Castilla.— Gonzalo Nufíez de Guarnan.— Pedro Lopes de Ayala.— Pedro Gon- 
zalos de Mendoza,— Otros caballeros notables. — Tradiciones y leyendas. — Vati- 
cinios. — Visiones místicas. — Noticias prodigiosas que hubo de la batalla. — 
La pradeira de Al jubarrota. — Una comedia del teatro antiguo español.— Cuento 
de los campesinos en el mismo logar de la batalla. 

MONTJMKNTOB CONMEMORATIVOS. 

* 

Sería preciso remontarse á la mayor antigüedad para bascar el 
origen de la costumbre de consagrar en monumentos la memoria 
de los grandes hechos de armas ; pero muy justificada y sabia debe 
conceptuarse, porque al paso que proporciona una especie de re- 
compensa ó de satisfaocion 4 los pueblos por su comportamiento 
y sacrificios, sea en defensa de la patria, sea en pro de su gloria y 
engrandecimiento, excita con el ejemplo los nobles estímulos de 
las generaciones venideras. T por otra parte , esos templos , esas 
columnas y obeliscos, esos túmulos, así como los jeroglíficos, las 
esculturas é inscripciones de que están revestidos, al paso que 
trasmiten á la posteridad un suceso histórico importante, son da- 
tos inapreciables para dar á conocer el estado de las artes, y para 
facilitar comprobaciones cronológicas y geográficas. 



254- BATALLA DE AUt^ARROTA. 

T üajr ttfék tfe Israel iwí pehnittááfeVatttat^ éstafasás- •p 
apartar ál jmetiib dé ítá áccíóneá y c^üihbfes lie los gefttBer &-' 
tWbiáii ^felííbiiiUté 1 les üü£¿écies t pe^o eri^tekíeé títeres tí^Wk^yí 
eé áiñbiítóiiSbáíi ptótóoirtofíiiá^ píeíltó eH-toemorift éé kWftftiftq 











«KdlPeMnrttf efe adihiift^^ftfcreeén r*'fcrapwsa«fclíí á& 

«te; ií &MP^ ,, setí3ftRi' MB<«»ifi*&aFt' éWliq$*¿<l»4itf 
obras de arte del paganismo í-ftfiefcWí ¿8ai'3bV'ftá'' r i4etB* «fceH*» 



gmnaídsosqWíbií %tóipbtf,4^ ,( tf«¿^aW** al+íílfttfjnas-f» 
r#r«Jsfóinfá k Vistó -Bdtflffladói pWltfft fetf£iosa/k«éiftW *hm 
r¿y gsen^Ás en' M ttíince* ¿¿» tx^^OttretMoSiqtw W*i^6i« 
(S&plíes ^V&fi&rftd tá#«rifede" fJÍtíarS-Wgl ftgar n&táft «*étí*S 
títemciíeróWWiaW'íse^ «nSiiafcíetié^te» 

rendir piadosa gratitud al Dios de los ejércitos : los septierWdl 

Pu¥<SHa ^^^«'JeffltíHfyaéf %B&Herfetí$*rMBWHfcás 

„ ¿V sTis^cMbEté^y ^^ i ittfiaM6nfe; s* 4wft* f crt'pirtiÉ^ir»» 

• ¿Qúé'catoitiarifei^acpei'ííh^fttaMfeeipiafelé settgft$»*>4ie¥& 

de esas vetustas emees de piedra, obesas «rmftas ^'«intwrflel 



(1) He reproducido aqnl «atoa párrafos de un artículo que «obre el Monto es- 
cribí para La AtamMea del ejército y armada, donde se inserto en 186G, tomo xu 
de la segunda época. 




ría del Altísimo, en cayo nombre pelearon....? _A¿q¿,güe¿(j 

signe caudillo que las adquirió de los despojos de las nieggjyjft^ 

*BPP» J»ÍWil*¿Pi|Wdig c 5a¿ Y> V $gBtf> oniainjg^ag lab 9ius sf> ajncfo 
- i ifiÍ«fetA ftl «itftg W ^ i eoitea^»,SH S rV,^ 





ntáhriin jBfliftriiriairtfíiT fQ2BBanndd l&tátocnflute ftfmyllftfl.dp l&&¿%Bh 

OT iton a í p JT ¿ Ta i dfí df i A l niftfi a ft A ircon. la PTtwfárar Reír te Y ftc jTinl dft 

«P«»Wj[3r bgí : a-;3:oi^D api sb aoid Ib birtiáirra fiaoíxGiq iibasi 



aj oííxrríui í ) •>, ;oh *rrp r.-f^hu: itp í»b BoLinAq bou» cwfMJ o&ioxíboiqa? &H (f) 



I1ATALIA MlAUPCBARROTA. 



(te«&eiiba'.d¿^D.-^aíiE'L de ftortog»l á v U órtísD'dóriiiiíioajia'y <t(3 

iKWÍM!*6lío"qtieílrtAtó'Híitod^iyttlí»W' fea honor; tela. TOfrénQ 

por el eficaz auxilio qw debió A^áii intercesión soberana en' 'aqn&- 

allí, n^ua fíjese a c^nsecuf ncj% de 

á r '<iiia f exp^ó'^n_ % |Cíóitabra ; a 14 

& cpnVpra dé una quinta, Uamaqa. 

levantaba ~*'~ * :c ~~ -——--*»- 

yr feréicio 

at/ja jaf ,<? 

•e Leirta e 
takagáü de nossa aliña fizemoa edificar huí 

le¿%onSíá líóVaaíestaniento, qué,, según 
eV¿gti¿íí<is;tl¿mpf)8 f imploró el auxilió d: 
iftí-ranilpld .a'^ana'Siíiitíí'ijíia'sf.sa^ia víct 
men'qWiíeJo 1 inspírase el' recuerdo tradíé 
cérea- en lo alto de la ^eri^i que se llama 

alinde ó de Tftólianó, hizo Alfonso Enrían 

j y 1 ".; '■'' '■■" ■' lír " 1 

3, iundaf un, jnonaí 

i^dickotesfamén^^uí^bací.^ic^i^^ 
afip's áesp,ues, d^l Bucéep (en : Cin,ír$ *{£}$ 



¿e'ríoílo'ífeñfiort! Saitctá 'Sí aria, c ufa ¿eípCTa fntóo era, á f**"fa líotuíe ajiq 

-inbaoy ójí)i> t tít:M ¡ra x'j'niiJl'ia t :iuu ROfliiri-l íií> ;n.ji3i'ioú ■/ oi 

(1) Con bastante ráti'3¿á^y ; ¿ '¿'1 /uz&Jo qÜe^a p*tc &\ toioJÍu* 1 ¿Ten- 
dón interesada de loa relipíosoe del célebre convento de Alcoba», siglo* deajin-B 
de fondado. Atendiendo, sin embargo , a la frecuencia de Ules ofertas entonces, 
■j^faji*ff>foqHMM*^'^C»te*tey4iaiaitt^&b iBafniaa*> ipaM «e,e*n- 
M>)t«gtI»ak«iC»át«stf]«itaa «W»**ieÉ* al. <sstetMi*«aB^piitfsíl<>r domo- ttml 
que ion no le pertenecían, no la tengejgo» yrtwibav M o ao r oina» ate pareo»»* 

mlllrmiii9*hfrmtkm m>i i &m >i*iibi&4éK*m*u, o«n>4»'.c8Mbaan»- 

nipcion que marea ln fechado 11Í7, que eiistcen lo alto de la a " ' -' 



, cAfíxrxQ r« 2M 

/of , huí» motUfro : o qual detpoy que foy comlfatlo, non requemo o dintior 
Joáo da» Segra» do nono epnielho^, fcfrejí Lovrqnco Lamprea, ñauo confeeor, 
atando noi em cerco de 'Salgado,' que oraénaiemoi que foeie da ordem de 
S. Domingos. E no» duvidamoe de o fazer, porque aeei/oy ñateo pror&eti- 
tmü-m ÉÍfiüer m ■k»n,íde> dítk -müórti ' Jft<*tóTa*«tí^ J&Viíií.»: 'J^vJ^h- 
^ef^O^S^ A fí-dih, ordem ^pecied^rwntíutí^ 

T^t i^:í?ff!^i*W^.^f ^¡"flJWi®* .;'' >:.*n muí] i b ioq 

"'Ét' ét'epítáfiOj que lúégd'darc, del Bepblcró|áeííuiidtóórse'di<íe 
(9 iñiScao; y áe ahí que todos los cronistas e historiadores cón- 
vengari'en señalar al mouasferío'de Sania Mearía dé la Victoria, 
vulgo, <ife-BataS5a, como un monumento ébtieoj cenmewpraiwa 
&e Aljubarrofa; a lo que el cardenal íh'. Francisco ¿e p^o 
Luís (2) le añade, deltkíoridf taikdejtátdewiavfU tatjlorfy 4f 



Juerla él Bey que se levantase en el mismo lugar de la¿,t>ati^ 
tía;' pero'díjérbnle ípié fio' reunía las condiciones pcortanas, Jf 
aceptó él (pie le indicaron a orilla ^4el ribXena, en et pequeño vt 
n£ donde ,se le úñenlos arroyos que vienen de la parte i de JnUA; 

t.'en atenciun áque boÍú distados y niedio'- *ilometroa.ml 
;n que peleo y a que, por allí empeao verdaderamente la 
,:-í.-/; ■:íí>'i-isftj.-' -■■ -íh' :■■;■' ■■v : i íjíj <m¡V in 3M 
', sienao la colina a que esta aaosada el punto por .4ond» 
asomo iá cábeía de cóíúmnaael ejercito ct 
Is W 1 l!árito ,; érape'na •fmtMA' insudó 1 
¿Tii^/^é'.'búHciidoB'íos'waesbó^lfe's'mai 
pjiratibtfdelos trabajos ^secra badián yí 
lunfa" étfipririéndo para ello' Tos 'terrenos n 
te lo donó, como se ha vistoj'Sia-órdéh'dí 
teniendo con ese objeto bula del Papa para que la comunidad, de 
qiw fté-píimer gdanHatí Fft tfoaVMtftinff; $> udiese 'tfefaeVpíctóe; 
aSflife ^ff^síímiétttras'K-iur'ol^vt&^lae. ocuparse, an\lH,.^ 
tíñuacibñ de la magnífíca'fúbrícs, "así como de su embellecimien- 
to y dotación ; en términos que, al tallecer en 1433, dejó conclui- 
da la ig\f*\*f la capilla mayor J la de su gantepn, n1 ,.. ..,. , , :nl (V¡ 

'■'■■n: ;.:,(f,-- :■■ ■ i.-..:r ■ , .1 ■.' íi .'•-"■• ■'■'-i '■'-' .'">''" ■:r , ^")í A .nbefviul 9Í1 



ri» de lislfiotoii», ■ >*■ -.:•■■■! ■>--. ■■■->• .".i \ -Mt- ••! * ; r-t.ui nf n.iwj.*- 



2í>8 BATALLA, DE. AJ(jy*ARBOTA. 

No pretendo hacer J^de^wpcioud^ ^\npj^$.fl*onuinento f 
que existe historia y firtóstksamjente eji litaos muy reputados; 
pero algo es prec^ftpttt^'Wbté & j í*}táefe por «tí merecida 
celebridad. 




en toda Europa, júi^cáriáo^ 



«^GtaíiBtalfc'igléritt de 1 trfes t**tt* dfef óWteíi tftad 1 pta/¡ itáferty'y 

ay^ter&ffliéñtó-'ab io¿giwd m ¿^¿wM dé^tttua y 

aat*g«w. tiplea. íai»tiaimrti«w iaolooa4o-.fll. -q¿tM wa^oy^ 
©rienW'y lacpiíertít a} Occidelitej Tadás'iwicapHlis*,' ijwbooii»'!» 

igual af duíteótür 

inac«Bad»)^i^e.Jft.ee ^ B¿iaa(k>.d«ifP.vMattiifiL ».i > r.: ¡ - •:- . ■■.. <a 
- m !fl> j&¿tá^'dél»fim3£Hkry <d««írai -famiHarta &ál!a i *et*& 'ürdé-i 
ffl¡Bk de-M étihkM dé ja iéi«ftá| férmatíSd tm cóaaraad'deWÍ 
palmos dé Ifido, con r ocno elegantes columnas que sustentan la 

l&iW*tt l ltij# y íhé*edei<e> D. Duarte. L«fire6tatua& y^n^eteiama 
tffis c Vdanlám^ d^él.'oéténtalá órdéú inglesa dlé 

Jft I ^ete^;,y j: en r lQfl preciosas ío^epw^^ue^^cubp^ Jtyf 
ostias, 88 yw fr^, r^p^cti vos eeaiufosdq furoas. Una agraciada 
«feriadle ftaníAa 7 piorna: corre por el) frisa superior* del tfuuwokoj 
táy&fofte í e!^ eldMl^jíé la-empresa fevorita déíBey, Ilute fflccá 
póuf bien'; y en I&s'dos 'caras laterales' están grtíbados íbs ¿püfit 
^Wiia^jí^^qai^^gá^c^,^,^ ÍJrT .,. ; ..;-. : f. j.: §I ; M ,. i 

^^aWi'^W^^jPpe^i M:PW,de > Jax^teif c^ ?u,Piotgf 
3>piK),{l<$>ejB#[ ppst^eriar, ;porim^ ; alíi.pqreo? que. en. u^ pwcipjw> 
^t^^^t^yersoft; ... ,-; ..; r ., :,/;_, , J . . . lU .. .,, 



MagnanimuSy piu8 y 6i cunctorwn glorvyn Jfrgumr f .. ¡ .■ r 



«»£.*&£&*> „**tewíwW,<át*fo ^^Msftpti ftfiflwft 

toriosísimo , magnifico y en virtudes eeclai«oiií^''Pj¡<nóip« CW^JoftBVk'Dié» 

tftosA ciudad de Cuto en Ai rica/ Nació, este excelentísimo Hoy en la 91UY 
¿os y dmheñta y odbo y^fcn'ídJa ^¿fa*aii*OtoJta^ 

no de la mistna Qiudad v de niuchas pVas jfaera^ 

'defendió* vákróearáeóíe cbptra el Rey ¿Je éaitUIa, <¿c¿ riueVe meeWla ilm 

éeriádií po* -mif cotí tiiúf&áükt lartnaM y ^oYíieWTÓtf ¿*^é'e|tffcifó, 

acometiéndola con jkucfaoá^y. afretada» :aBaí^^ 

^8;Í0Pt^^a^é< j^Adq^étefl^ l#va*fca<k> ^;Re3rMW»(S^A(|(f í&m- 









qtfe dettftféaf ifolerriiahen& : éíiáehttPy 

©íe*d#«£# BH>»Jfué>a él^itóVáieVáfitt vküoká í^iWé-é8BToft^cWJW>tfft> 

^>0¿í«nA;yírgtíD NaiaBlna;8eOeni ¿aese^6ÍÍD<ei*:taff.fy^a^i*s fifcttfTfo 

Continúa diciendo que 
í42Ú;\íté cómkpónS&é 
4¡6jSá *^áá bdri loé 

años menos ocho dias de la toma de Ceuta; qflí^W dfiéff é^w^K^ 
vó y entró en el convento el 30 de Noviembre del expresado afio, 
sepultándolo en la capilla mayor con el de doña Felipa, y que al 
siguiente, en el 14 -de- 'Agoste, sé tfriáladwron ambd* á ésta, edi- 
ficada para su sepultura. 




y. > .» . •. ■; •''."',♦' Víi 



260 BATALLA DJ£ ALJUBARAOTA. 

En el lado meridional de la capilla están los sepulcros de los 
cuatro infantes, sus hijos , bajo unos arcos abiertos en el muro, 
todos con sus respectivos blasones y los motes ó divisas que adop- 
taron. El de D. Pedro, duque de Coimbra, tan conocido por sus 
viajes 7 poesía» como por su desgraciada muerte en la batalla de 
Alfarrobeira, consiste en la palabra Desir; el de D. Enrique, du- 
que de Vizeu, famoso por su saber y porque abrió camino á los 
descubrimientos y empresas marítimas, Talent de Bien Faire; 
el del infante D. Juan, que fué Condestable del reino, Je ay 
Bien Raison; y el de D. Fernando, apellidado el Santo, el de la 
interesante historia de su voluntaria cautividad en Fez, des- 
pués de la funesta expedición de Tánger, sólo tiene un escudo 
con las quinas reales; pero se sabe que su emblema era Le Bien 
me PlaiL 

Cinco altares ocupan el lado oriental de la capilla, que servían 
para celebrar las misas de sufragios correspondientes á cada una 
de esas personas (1); y fuera ya de ella, aunque junto á la puer- 
ta, bajo una losa en el suelo, se asegura hallarse enterrado Mar- 
tina Gongalces , soldado de la ala de los enamorados que salvó 
al Bey en el trance más apurado de la batalla* ¡ Qué sentimien- 
tos de simpatía inspira ese elocuente contraste de lealtad y caba- 
llerismo, de grandeza y de humildad cristiana , entre la tradición 
y los túmulos del Bey y del soldado ! 

Imponente, á la por que bello, sería el aspecto del panteón 
cuando, oyéndose el órgano y los cánticos sagrados, se asistiera á 
los oficios solemnes que celebraba la comunidad, y se contempla- 
sen allí mismo la armadura del Soberano y las banderas que 
ganó (2); por eso dijo muy bien el Padre Fr. Jerónimo Román 
en su Historia de los religiosos infantes de Portugal, 2?. Fernan- 
do, hijo del rey &. Juan I, y doña Juana, hija de JD. Alfonso V: 
Aquí labró (el rey D. Juan I) una sepultura toda real para sí y 



(1) Kn el de D. Fernando se contempla una tabla pintada en que se le repre- 
senta (supónese en retrato) con las cadenas de cautivo. 

(2) Ninguna bandera se conserva ya ni hay noticia de cuándo faltaron, si bien 
se atribuye todo el daño y despojos á los franceses de la división del Conde de 
Brlon, que ocuparon el edificio en 1810, abrieron los sepulcros y se llevaron mu- 
cha plata y ornamentos. En la sacristía se muestra una espada y un yelmo que 
se dice pertenecieron á D. Juan I el día de la batana, y de cuyos objetos acam- 
panamos el dibujo» 



, i:¡ -ti, íiiiniitii-fnii »[.f¡l tt nCT 



CI[JJÍJ¡'Í íil 



lii-ii-'u vdoTü s/*íiii ojncl (Soí/rl tur. ( s9líicliii criaira 

-i» ó p.'iloni r.tú '{ íííaoííifd wi7Í)o'jtj(íoi ene noojplwí 

wj ffjjt , B-FÍmio') ob sj'piil) ,otj)D*I .G oh 13 F 

ios eoiswi X^ 

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CAPÍTULO V. 261 

*us sucesores, tan de majestad, que aunque oy aya algunos sepuU 
ckros de Reyes en España de mucha lavar y riqueza, no creo que 
lo aya de tanta realera ni magestad, ni los de Bethlen en la Ciudad 
de Lisboa igualen con este que está en la Batalla (1). 

Falta en el panteón la tumba de D. Duarte, el mayor de los 
hijos del Bey, que le sucedió en el trono, y autor del interesante 
libro O Leal Conselheiro; pero se encuentra también en m&rmol, 
con las estatuas yacentes de él y de su esposa doña Leonor, al pié 
de los escalones del altar, en la capilla mayor. Ignoro si, como su 
padre y hermanos , tendría algún mote heráldico en francés , mas 
consta que en el escudo se leia este latino: Loco et-Tempore. 

En la capilla del lado de la epístola, en una caja negra de ma- 
dera, está D. Juan II, y en la siguiente se ve el sepulcro del maes- 
tre de la orden de Cristo, D. Lopo Días de Sousa, compañero del 
Bey en la batalla de Alj abarrota, y á quien por eso se la dedicó 
para enterramiento. Otro rico mausoleo, situado enfrente , cor- 
responde á uno de sus descendientes, el Conde de Miranda, del 
que proceden los Duques de Lafoens. 

En la sala capitular existen depositados en modestos túmulos 
de madera, provisionales, por no haberse concluido la capilla im- 
perfecta, los restos de D. Alfonso V el Africano, con su esposa 
doña Isabel, y los del malogrado príncipe D. jílfonso, cuya muer- 
' te, ocurrida junto á Santarem, recien casado con la hija mayor de 
los Beyes Católicos, frustró las esperanzas de ver pacíficamente 
reunidas las coronas de Castilla y Portugal , y por consiguiente 
la unidad de toda la Península (2). 

Pasado más de un siglo de la edificación de este gran templo, 
le agregaba el fastuoso monarca D. Manuel la parte que quiso 
siryiera para panteón real desde D. Juan II, con tan exquisito 

(1) Este libro fué impreso en Medina del Campo en 1596, en un volumen 4."; 
y el pasaje inserto lo pone el autor al hablar de cuando se llevaron ¿ depositar 
allí los restos del infante D. Fernando. 

(2) Constituye esta pieza del capitulo una de las más elogiadas del edificio por 
su hermosa bóveda, acerca de cuya construcción se refiere un incidente parecido 
al de otras semejantes, en que para tranquilizar el espanto de los que la creían 
imposible, colocó el arquitecto una columna en medio que no alcanzaba á su cía* 
ve. Kl moderno historiador Herculano tomó el asunto para una leyenda titulad^ 
A Abobada, en la cual pone en boca del constructor, nao seremos servos do estran- 

jeiro (como explicando la significación moral de aquel monumento), que más que 
obra del Rey debe ser considerada como obra jwpnlar y nacional de lagenteportu* 
guesa ; ¡ pura democracia do actualidad ! 



zm 



BATALLA Dfc' AUJÜBARROTA. 



gpftoíy, ¿aldisas; )ab<^ 

MnonosRnjái qwúaxútáhqúfyffpfoad no- ¿e Jucyi loaEohiidb to gkéix 
cí^ulaí^i|UCi leajeaí^ectodjcaei Ifl rúnico iqiw tfalfoy , Joí que , hade, « 
1» tife^edfai*^^^ 

jqotejé^igfr9&firioKpji^ 

con mayor gala el primor de la talla, y doMtólmoíosl^s^HrawíW 

teiafttairáde ¿i^aída&pqbtaa tómhüArcí» •i2fa^¿^QV cipa 

ditodoH»á(^ideácaititiT^fc«tCTy yl^bbidmiggidBtjrníc^oca x <pn^jgBl 

~ij]&fqrdeBalj$atNra^^ 

Hc^Lpue^poMáa'jquef jb báhóo jmttet^) en JjtO&^íhm^aóbddoIdátí 
pnfp^BueeáivaiiíaiiteGdjá/^iíjfír) OuptebiniMu&jltfe&miMar^ 

segun^flri&sofijrcifoae^^ fleik*>igk^ 

sáñh, etfoiiefgÚKl «¡anJOTq, lujo»^ ^áü^elkiifcerifaa^ datarás; tik»> 

oUaptifede iaíáfiomii£afifej8&íims(4k fis&síAiABi^BttUB&^aipfdáfa^ 
demoatíari^ue; toft^iéfo rakon JBftSjpadtyiá a&il?aiii4 Afflknsb Domina 

g«fr feiq«acmBi driíaao^^ 

aaatlue^i^ohalfleipke fj»e»a>él epcargadüide ejaoutarBl proyectan 

El irlandés James Murphy, que hiz(>eDDüeL»glapaBadcriimíideteJ 

D8^^to&9ft^tafaY64^ 

dpk qot laaguíficeei lá«ain£^, ¿jyüo6íeri -jcfao, IfiwJ Wfreiauui»^ 

Sttyh^&tepíwwtih,; &^JX^taé'.00$mde* ^ la\Q^ ümnueeadta 
dftáu irtq^kwiWioii^aifi^wl «rónoy tjue peiliaUa eB la Acadeíai^dé 
lafUatanp , poée fih ibriinóte qpe kLiuuiaft Murphy) Je <Jijo «n IList • 
todai %a^c[r ?eibsigli)>:qiif¡pob nbtiíjmsqae adquirió dfifl^xces.^ 
i^icünabaí 44ite .tíj yeidaderq putar íuese, otro iüandesr. llamado- 

-iAafuuftto}pp^^ u* 

compatriota el mérito de esa creación, pero hay sobrados indicios 
de ello. Observa Murphy que ninguii otro. edificio de su época en 

tando á la sazón Portugal tan en contacto é íntimas relaciones 



. t.»l;I/flMLHHaJM>iV4...w...'. J SOS 

« 

«Me que'lBwamamajróna 4oftadUqp^f íhijaí(MiIhiq«p tfaluwc&L 

taiy likíeftt [iü)d^ att&>*]gip<aitqmtGfe^^ 

giinaiiiifio^ **ta<pM^^ ¿ 

UH^p^slft>HuqrfUH^Ii x r ^IÍJ>t üI oL loiuiíq la üfó^ to^mi uoo 
< ríYff*se«wible qüe«&kagaíe^jar«fieiá^8aiidfc |mjpi^ttúbn*ty 
mi» üw^de^fiéu>fdiaitari^ ea^ipqesriin>jjri£ft> ahátttirtflaatof 
eiáamtiJia^up^qralOT^ 

ficio de Mafia, donde D,u$tfft^fati^^ 

pkie^icohcHlPJBiüo^ 

patÑomrdéjípataidf^ far 

Edádi'MBdfi^iyAftáttliefci da ájíooaíacisBái^ ser bnfcittMt>yepjjtp<fo 

pari^\yS«thliafr/ü^ cudlq\&eÉtt>^nuhBy i fesuarqniq 

feéftfeiy» ártüSa^rp^ra\k»sgTtodee^^M qra iu3b\*pi¿taia^ 

pefcJoufaill sétíp. pifefená^jdeafiaai^ 

ooalráisrtfthi pdirjdBdofeliíimMd&jtá pocJixeftD fasfeiforiadée ¿aa 

fambnsooipearal^ 

qáébnf tádraaMB grandUBÓea tbotttirritinfkl ^"fcas^dfcmk attaüi^lk 

Bnáosifal, daaá3etoeni»/ílác ünghrifna rjoie® /J^aát©f teiietiaaaigb 

eotattprBf Jdattisi»^ efantfarQp/prpJTÜoaygíp oa^ollíwlofif iftáeaxiJiftfiNi 

tfiwleníjatrafejiH^s^éKjánicBBOxíil Mrp f ví[<|-iijl£ ?.d/ímL *obní}hi Itf 

-nGhíiatélqjpqtá^ 

hícpinianTlá Mo^ <e&imitáaapiltfii*te «ftP iijb 

tmnmadtétréfymlQU* <d*Jtu^¿^¥Mi?get»* ^^e^^w^^y^é^ 
dé><|w«kianflo>H6*l^ üfefii> 

deíJKurpljyy réoc^iiliMriHiitá Jaiq^tedraiiik íKcftt}<f rqo^ialliW 
aiiacta después qubdájpprsofldida de<|j»6}B^ü^t)ttiipiüfcprb¿e(tení 
(tóignttilll mftboi; JíadaJtextaraáb «setaá? parítafart»^ qjae dg»aisis(fafgen^ 
según Be inclina á creer el Conde, á la asociación que por tófóiW 
aur exigía» ek Itoo^loTgawpufagty^ 
eí.r'iíi»nr ao['n-M> v.y[ oií>q ^n./pufiu jmo &>b oitóiu I-j jBJohhMi'iro 

OÍ) 




8M BATALLA U^AMjUBAKROTA. 

gafe* fto ^:^^^|>^y^ef >y ftftfc^de }m<gm^[v&¡^ 

conmemora; y el que naciese en ^4a>tíe^¡<|iv«^^f^ljf)i4 
pensamiento que sapo interpretar, ni los hechos que se encargó de 
enaltecer. De Jo que si hay que lamentarse es de que los descen- 
dientes dttffa&aáao* jr áVMéVá&réém fcgmpltótó^up** tanto se 
envanecen de aquella victoria, sacándola sin venir á cuento á cada 
ttí¿í»íií¿/Rínvqne>badtó»e Uri«gpeijuiifljnefl^<>bu 
<ñ*>qm toatfqpu^^ttdaíjim^ tóqp^tttfifcr 

mentad^ yr qoaiMáiitintf abptenr/an^idáaisumys en i títjtw xfafclgr 
d^ mórítof«»í íeoiK^faii to*etoqpritLps BootíteriiÉiwiiicwi^, tiiriiír 
riores discordias modernas, dejen olvidado entooUta^rafeantimid, 
«iwraiñ'ciilÉ* y^Wtt¿itiaú|k)iá d^inbv^ ¡ m<gb*ip»dnra ¿eigibria 
smtttá^t» tioWfa liifoDtó^ Imibáñ- 

4&süp*e0Í&*<fe ^^^fé^m^ñmfitos^es'jcqmaii á^lwfito fiwtó^ 

^'4tattóti«ft ábriglHftft faíi^Kráftzibdaf^^ 
^al^td^^efttréteiTnli^ltó y'*aagiet5T^méifc[uerahd^/^ídedw. 
*ntfalfi^to>M<#*te cántifl«df^lcance,*%TO0é agios ^íiwfe»! 

J»<^t^i^I<í^^t^liar^ 4^ íff ™q^^ no aft^gM.#^*^íW- 
vedas los coros sqlemnes de la numerosa comunidad, y.r&&HjffP 
ápéüitó^TWíden en t§rdoe'íc¡Wices^ AM«iítírtií; y r: ]wktf súwtf ojpwwen- 
^0f(dfc ; flqfc$lite; 1&m<^Ae&e¿&^&fodmó el fondAd*r>itf«a 
<?etebí^: la ^tttfea, 'com&fpaan^^^ (juetiMfeió txgi 

-;-i iííj; i? I :í ■> ,.*"■ 'rti : - ó ; , y> V :, , * j-o>.,-< • r . , v . • . • t .'W,v> 
r m J (feortuno nbVpareoe '6t/iÍBi¿náf r aqtil conteste- motivo quéíei ttiianftr^hly 

¡tw. t q**e schhijo D. Felipe III, ademas de considerarlo en mucho, obturo en va 
' o*^ui¿ d^ *k 



t» ; ^lfttf%tortadtti8 ^iedMtfjM tett^te^tótovlAJ t^tiritd^ «¿tai* 
tetó fór inflóte* tieítífxv é>i]otf rógeftte l* taeuwsri^tte' t)¿ Jrtí» í ^ 
de su triunfo de Aljubarrota; y seguirá emb^éa^^dWwbi* 

'pindén éiüel coraíbti^ilt^-á©io#í dfflb^l^^pc^a^gtañattW* 

L >h \ <n k-i.'j ; - v;jp >• -if*)oií >')í i<i .fjjíyiqit>ifli oqt/H eup oJnsiaiAfc'íUhf 

-" Coaqdb^innlééú^^ aclaiiajidojjrpyn^,£bÍJ»fei» 

tíMaests^ de J^b ¡emprendió Wjí^^ kqxátiT 

jtoide&ty 'ead tille* ^aejecpilki pcovioeiajjte íkitorej ¡Dner^)y(^íífiífei5e 
ttftiitéáia&^idata 

ji Habák eu:ií^udl^íííifel^lií8^(k jteií^iíjwi^oo/itwto ^teí^, 
-ónágetí ebii) ^ IftidewBwawtóo» ^ u&i|fttai Mvvfojde¡ im\ftlmír(M 
i^oviVM tñ^iqvfí ¡u&t^ 
¿ittoeefe dfedicóidl nBKFc^ifiey^f^iici^ij^tró^^toT^^felft 

&iüttf¿ ¿ufo rispééa>flfr<lfc'A8«^^ 

vor de María, por lo que ofreció, y cumplió a¿,ppp$ tHHKHMl 

%íá>j$xí*üiirtrai«Táa[)<kb<te «ttHli^idfi jba^Ua>, impide 

^ttfaf&ei (4© leguafj)y aconip q tbflóí ida jasa, Wfle§teWftÍcFfifk- 
i^ndtoe-tili&tittr en ¿qpdqnicntaíxie grñábaMUSfalmib&W 

l M -ÍAbr&d* 4o¿ mtíityto* «bií^x j*Sv$kwty guau*? <*i»fl^a^j&*jlft 
colegiata como bu preciosa Crónica, y da íntegro, cual ei allí hu- 



( bÍE^hai)ido te^gsaftia, 4 ^yrm.m mW&JLfWR L 
XI Déclar6y^égun 41y qué^sói<> por ¿* VíBg^i*motá#lkJfr!mwHh 
$ües éfetañdo £atá trátó&f ttí^^^ 

tal confianza, que ya no dudó del éxito; por lo que hizo ¿iMftto 



BATALLA 0¿ 'A£ttft>ARR0TA. 

de pesarse con ellas y totola tkraitftt*tyi¿^ 
otro tanto. Añade que también cumplió esta oferta mandando fa- 
bricar paiU Ia'lglésia porción áe ónp^enW* vasoé.y alhajas, de 
que menpip^a : ^tá¿t^, (XhJ <WW> <^t^t* ^¡ixwi.ieso su 
piedad, ni con ^W:4^cpeted^«r¡gir /elgraa (monasterio de Ba- 
talha, quiso /qw la pequefla^tiqfeitíifó íg^a'de'XMmaraes se 
reedificara del «tfév^^áátá/ieúlmiejoVfbritíá, jf ¿ajpacicíad; y al te- 
ner que tomar fttwt vfeVlaá^armas para .porítíuuar las operaciones 
contra los castellanos, cuenta que oró un rato después de oida 
^^j^BWÍí»^^^!^ 1 * ^írgw f^arda ptawhtílas ^Té^alándUa 
o^r^jp^^q^iT^mt^/f í^TOtaM*» deiplató^tpoHJt^talbiÍJfu^l^ 

^l^^l^^4iwtt«) tato V^fccmjfMqejttflt $^\l*HvriséBBriA 

r PJ#íiraW*M»;fa^^ wrpéaftfbnilíastai'dtMf aftctf* 

%P^í>W5/fo«W ¿mf^^^nMwwi tímo^^réñma^ptá «*ro«i 
nueve en ser consagrado, seguivtoaAeí^iWnifo 

Muy inferior;oy.!ji##i?ta;poj^^^ 
bjáWjdft J*,4e ^ía^^Qfsálop^agao^ ^n<fo<ai»dé «U*. «de- 
siste , sipq j>pr ^.p<^^*^^ hí> 
torre por haberse venido abajo; luego por el estado rmnosoídfli} 




Alfonso Enriquez, Uetató <tó 1& ^ft^d^tóoljúiá Vlglésía Üet c 
^fltSyte-j^i^Ioo íjt'^o el) ubuíbíñ jíI sb otn^J^b sosaq «owq A 

«4e»ifemg|^ ^^^^^ürJL^tiasiíeit» ^«Aa^diB^i^inbáUD ¿Uta*) 

o^s^^^^^Qngi^tMíwftO'iJI «nucaraitówamnnB^ 

A O liíijíííiioo h Mti') nuiíL .(I yot fe oup 

(1) Qneda poco en el día, por haberse empleado en diversas épocas en neceaida* 



-jít obiwbííBiii «tvfto Jria'j oLíoinifo at/fdirtisi üiip 'jíuiñA .otixui o-ri" 
»4 «)Bai)nrH/0*M^W^Í > ^ife^t*«^!' í *F«! c «* ,aB P iOaix, i ) • íil(I,i ' 




■» a a naam BAJiJArr saaob asía voiui» r t . r i 

«I)jo yli 3Hi«(-'tb oí/n üís <Vk> wp «Main « >.0£iflIbiH/¡3 aol *nt<i«> 

i;[flniéI.$W*oIt»d¡MM Ifetaí^ 
(^^i^biirtQÍmna.fii^ahpttJcMimittopí^ ^«@teléWéD^[^¿" 

lagar de decir r<ey Z>. Juan de Portugal, hijo dem^MteVM}' 

M¡E*fa&l£to*i^jpBtm>'R$ ifort &Wfoimtá$$i%ca t *le 

Miila pofo^Mpidaig¿ptty qoe ^>dirtfttypteia*&éf7ifbffl& ! 
xaetM iwoinnett-laise^antia pW^ei^í^'tt«4'ée^^j i éto ; '<fc l 4f^' 
iqwaáaséjepi'Dii Jafaaii^i>fMtoii«§raxJVV t oF>«nT>j*no<> w«t a-> tmut; 

En cnanto á la fecha en que fué empezada la obra , BíWSI^fíZS^ 

dtínMdípüafmaytB^&tíkfadífKátá^iylé^bVlrfíttoplan, y yoTe^' 
pMduoa'an t.E-j:»--:» lo in<[ <c>'\nl ;"¡(¡J(j <>F>¡uoy o-/ cv . .< *vn..t 

^i A^-á^: b ^JSfEfeflM» & 3Mb¡b*>Ji «xw^naa o><-. ma 

A pocos pasos delante de la fachada de esta colegiata -etóáté-, ' 
b^cruceio de We&^iíi» ¿uri ¿ótioa¿*i jríadwy tfthfr ft Nu4s* 
üaSeficw de i» Victótia; yí áísu fedt>, ^üfeertM^p^ V^íjá d^-Ufa" 
ro, un aireo, descendiste^' según* fce brcíeJ, átl püuAtlVb milagro 
«t^Allí esa costumbre ajpoaly el dia de^aniTe^arlo dé látfctellá 
de.«AJj»baarota, celebrar una yrottsfcu y rafea con gétfñoii ; tídBP- 
^i oolocadaa «oxéníraa tao$o ¿ea -alto lirgair fe ¿m^ y ^^'tíañ' 
que el rey D. Juan entró á combatir (1). 

, v - - ••• \ • ',• * •"• • ; ' - ■.'' (w 

(1) Detone» <fc visitada por a*A la.ej*idjrt<dft Cfenmes* >bfctaf«* fxffMdiQpqii« • 
la Municipalidad había procedido á quitar aquel olivo y sencillo tradicional me* 



1 



268 BATALLA DE ALJUB ARROTA, 

t 
ERMITA DE SAN JORGE, EN EL MISMO LUGAR DE LA BATALLA. 

Por su grandeza y valor artístico, como por ser obra votiva y 
conmemorativa del Bey vencedor, colocamos el monasterio de Ba- 
talha en el primer lugar de esta revista que vamos haciendo; mas 
en el concepto de verdadero interés histórico, y en el de las emo- 
ciones que produce, por el sitio en que está, en el viajero militar y 
debiéramos haber dado preferencia al modesto santuario llamado 
de San Jofge, piadoso trofeo levantado donde fué lo más crudo del 
combate eri aquella batalla , como dice Fr. Domingos Teixeira en 
la Vida del condestable Ñuño Atvarez Pereira. 

Fernán López y casi todos los historiadores posteriores con- 
signan qué ¿1 mismo Condestable lo edificó; y su anónimo primer 
cronista dice también- que lo fundó honde foy a batalha Real, na- 
quelle logar honde a sica bandeira esteve; encontrando igual aserto 
en las- Ilustraciones de la casa de Niebla, por Barrantes Maído- 
nado, y confirmándolo una pequeña lápida con inscripción de ca- 
racteres góticos, que aun se ve en el muro. 

Al propio tiempo que el Bey, poco antes de empezar la acción, 
aseguran que el Condestable se encomendó devotamente á María 
Santísima, prometiéndola ir luego á tributarla gracias al santua- 
rio de Santa María de Ceiqa, junto á Ourem, y erigirla un tem- 
plo digno de su culto, aunque esto último no aparece tan com- 
ptobado. Cumplió al instante el primer voto, marchando desde el 
campamento á pié; y años después, asi que las operaciones ulte- 
riores de llt guerra se lo permitieron, dispuso edificar esta ermi- 
ta, y pasó $n persona á señalar el paraje donde obtuvo la celestial 
protección y donde tanto honor alcanzó por su previsión, su in- 
teligencia y su denuedo. 

Fernán Lope* expresa que fué á eso al regresar de la toma' de 
Campo Mayor, á fin de 1388 ó principios de 1389; pero es indu- 
dable que todavía se dilató cinco años el empezar la obra. 

El académico D. José Soares da Silva, en sus Memorias del 
reinado deTX Juan I, inserta lo siguiente, entre varios párrafos 
de un antiguo códice que dice digno de crédito : Na estrada. 



numento que para nada estorbaba , y al que iba «nido con un recuerdo histórico 
el Intimo cariño piadoso de los habitantes. 



.AjJAfAl A.I in ;i/,:'"t.[ r,ys.iK js tí ,.i...-¡oi. i--/* a<i A-niraa 

-¡ JJ7ÍJC7 BlJo Ttí T('i[ oift'j.1 ,(i;nl,-ilTi; irliiV V J.!S-}Í.KIin;¡ jjh -io'I 
-CÍ[ 'jÍi iiÍTJÍ?isríi»ifl h Ei':ri«'.ntíiV) >j[vj >r;>v V"yL l-t. üvitjnomaaifio'j 
Büfli joíiníijanji «ttíiiív anpjijüivoi «i*.') «jh u^nl tíitiíiíj (o 119 biIIbí 
-onto m¡1 £>b h no 'í ,0 ■i'íijísid goiotni ovjhrAmrr :<b oiip-iwo Fa m 
,-íbVVíí« (j'v^íVí b ii-j (¿.ísi-s »up 119 oiti-. b ioq ,'niiíuntl aup ayunré 
ohcri(«fI 



-OÍMJíIÍ 



k:ikI£ 


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' y, '.>\v.vivi. s^> s>.vs\> «'i,* X.-, \i iV't? '-m."\ w»^ .<v- •.«•• >'w\ v ;>'m *\ % , 

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..,1'ü'Oi!') .?.'^ /;>.-.;! !i ! 't .vil)':'! fi '.;!) r' ,r '. .*■ •■ .r: : J *:. v 
ir» f «',!»' [m! -J jí-»'.*:j íí ^i'ji .;[■/•• rii^i *!i: ;:*'> ;;.:i :■■■•: > f < w •; » -7t 
iiif^o? , »>nj«'> if< "T }■»; *;1 . ".: .n.«v;;u? ,»í f< r. }■ •. . ■ .. . ,. -¡ i . . p.v, 
•'jíV »';í">.í íí^r-i »¡ >>l»rt'[ ü-i . / - <;/:} .r/'K r.íi V'V-. -- ..'. ,....,, í*. ¡i» cf 

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-•*f>ni¡'"f rr^. no l ; > tüvoIí oh üh.uürASJDih n-.T .u '::"•' / jjí >; ,:ír»;.Ií v! 
i^rií ol^.')!) OíJp ^"rZ/i^Tf Jíí'.^ oí) jrrjo r íj:-:»'jí '.;""• ,, ,;.. : it! ;,' ií . > ,i" 
-ül'wi ín í"*np j:'í£<j ^/-.■lJ"jíih. (J rCp^í^ ?:j;Í oí» i""T'' ; ■ ] .; .« ;• 

-ií^ií üf) íyjí'ííTJjj TjjJOífU;í,' iV.ñl íj O^^'íi í f t -« % !■ " !--'■' ■ :'->\*¡..:' 

.oiiif.^i f') 'i'").'j í,hi:!;jí:T (^Ví Ij rro r «-..«"-'.j •>-'■": ;.'■''• 
íuí 'v onp t r:-)I.>I« o o-T'^-íVi 'ííwjipoT !"♦ "- r # ^ ! '^ ••■ - •« " •- ¡ - • ' *»". 
--:iv t oí) Ij;o'[ ü'í*)t .tí-'í > íj'ir>iíir j;í. t ••:■■•-;- ,\.-"-¡"',]z-- -s >\ .'?•'•'; -iuu 7 "'í 
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"capítulo v. 269 

meya legoa alera da villa de Batalha, esta hua ermida da invor 

$ao de Sao Jorge eom seo ermitao Y esta ermida mandou 

fazer o condestable Nuno Alvares Pereira em graqa*) e memoria 
da victoria que naquelle sitio tiverao os partuguezes dos castelha- 
noSy em os 14 de Agosto de 1385, e porque se tem por certo que 
Itesta batalha assistió a os portugueses em seo favor •, e mandou fa- 
zer da sua invocaqao. No anno de 1430 a os 23 dios de Agosto se 

langou aprimeirápedra desta ermida 

Desde luego observo con estrañeza que poniendo la fecha de 
la batalla según la era cristiana, se valga en .seguida de la de 
César para señalar la del comienzo del edificio ; y luego encuen- 
tro que no conforma esta última con la que marca la lápida, asi 
como tampoco respecto á la advocación. Hé aqui su copia, según 
la da el mismo Soares da Silva, pues yo no pude leerla por estar 
completamente blanqueada por el revoque exterior de la fachada 
de la ermita, en cuyo muro se halla : 

Era de mil e quatro centos e trinto e hum annos Nuno Alvares Pereira 
mandou fazer esta capella a honra da Yirgem María : porq ein o dia qse fez 
aqui a batalha, q el Rey de Portugal houve com el Rey de Castella, esteve 
neste lugar a bandeira do Condestable. 

Ateniéndonos á este dato epigráfico, resulta que la obra debió 
empezarse el año de 1393, y que la voluntad del fundador fué 
dedicarla á la Virgen. La circunstancia de llevar él en su bande- 
ra, con la imagen de María, otra de San Jorge, que desde 1381 
venía siendo patrón de las tropas portuguesas, para que al acla- 
marlo en las batallas no se confundiera con Santiago, á quien ape- 
llidaban los castellanos, le indujo á mandar poner también de bul- 
to en la capilla las dos imágenes cuando estuvo concluida ; y de 
ahí se originó que prevaleciese en el vulgo titularla por el Santo. 

Encuéntrase la ermita y el pequeño caserío ó aldea, que se ha 
formado con posterioridad, sobre la misma carretera real de Lis- 
boa, entre los pilares kilométricos 135 y 136, teniendo su puerta 
hacia el N. Es de piedra, y consta del cuerpo de la iglesia con 
techumbre de madera, y de la capilla mayor en bóveda ojival, 
que forma por el exterior un torreón almenado ; mide por dentro 
aproximadamente como 19 metros de longitud y 13 de latitud; 
en el altar mayor tiene colocada de bulto a Nuestra Señora de la 
Victoria, que se cree sea la misma de la fundación ; y en los dos 



270 BATALLA D« AUÜBARROTA. 

altares que se hallan en el cuerpo de la iglesia se ven, en el de la 
izquierda un grupo de mármol ordinario, de escultura grosera, que 
representa á San Jorge á caballo, eu actitud de matar con la lan- 
za aí dragón Infernal que está á sus pies, y que tiene todo él ca- 
rácter para inferí* sea el primitivo; y en él otro un santo, que me' 
dijeron era Santo Domingo, conocidamente moderno, que sin 
duda reemplazó & U : cruz sencilla de madera que el códice antes 
citado eírprepá se puso en él. . 

lv Por afuera, para cubrir la entrada, sé conoce hubo un pórtico,' 
/sobre la izquierda de lá jmerta hay una gran piedra en forma 
dé altar que debía servir para celebrar misa el día del aniversario 
ff la 'multitud de gente que acudía allí como en romería, pues 
itfeúií en procesión desde Porto de M02 con el clero parroquial, y 
desde el monasterio de Batalha con la comunidad ;' predicábase 
¿formón patriótico en un "pulpito también exterior, del que aun 
es&á á la derecha la losa circular que le servia de base, y los es- 
calones para subir el sacerdote ; y' se pasaban el resto del dia en 
regocijo campestre : inmediata a ese pulpito está empotrada en 
el muro la lápida conmemorativa de que va hecha mención. 

"VA pocos pasos, sobre la derecha del edificio, me señalaron den- 
tara de un huertecillo el lugar de la fosa donde dicen fheron en- 
tenados gran numero dé cadáveres dé los que perecieron en la 
Biifaila ; y que todavía á muy poco que se excave se encuentran 
osameritas'. ' ' ' l 

( La pasa de los Duques de Braganza, descendiente del funda- 
dor, tuvo antes especial cuidado eií el entretenimiento y conser- 
vación de la ermita, como en que no dejara de celebrarse Ib pro- 
cesión y fiesta anual, asistiendo con lo preciso para ese objeto del 
culto y con una módica cantidad de trigo al ermitaño guardador, 
imponiéndole sólo la obligación de' tener siempre un caldero de 
agua para los transeúntes ; mas parece que desde poco después de 
ascender al trono aquella ilustre familia, y sobre todo en lo que 
va del presente siglo, peca en abandono ú olvido respecto á esa 
ñiemoria. El actual ermitaño (en 1869), llamado Bento Ferreira, 
que sucedió en 1830 ¿ una serie de parientes y antepasados en 
ese humilde encargo, ño percibe ya nada, según me dijo, y es por 
Ib tanto su situación muy infeliz. 



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nl'l. [•] ni . rr.v ^ r-:->r-.» b[ ,1, «pin- 'i -i ,:r!U\ '■- ::k, >",-< 
•M «I n.n ier.ni .1. 1»n:;.i¡ í. , .. !Ii.!i¡-, ;■ .-.!. mí( f jitu»*»*! 

^ÍW^P «J, wwtw?, * r offttJ'.i» > WíVp,fJ<!, «WíWfflW.S, iMliJ 

nos ane á consecuencia de mandato efp^so, de. f la^ ^Irg^i^o^e ;js 



fflSIoa je, estáJ.finjó^Bonj'j 
fqsú, ^ólo.díce.ajje repáwtá 

HWf» Kíí8P,»™"1t« ! 



A^fMm^ jjjfóft tefe »*Í e S|P!>MyfE'í ¿ , 

aon de, anglas Jiontaj J níbrcsdes oue de eía.crejo rte^íjerp^ 

^^*^(ftW.WSÍn5^irMj ! frai^i^Ao , te& 

sjwgafk JtiiOTlán, nuest^^sefta^cnjiíldcY por otra Darje, ,es r aÜi t 




Solicitado ] 
-lotíasteru 



del Carmen," paso en oración los /pwhe- 

tedo permiso al Bey. v obtenida pula del paja Uroa. 

i¿ .Gefiovfi ú 8' Je fíliclém'bre' de Í^A.t P.^.fHndar^ii: 
rio, se crWpúso's'n priman, piedra caá 'tnan^BoIemnidác 



monasterio, se cree puso Su primer? 
eltó'JéMíQ4eÍ¿8&TtamaI-V Vv , - „ 

,-■■>;- \\.-..-; ■ -ir.i,''-:-, !;> ü\iij,'.ilj IwiTjiL-jV) i;..:^ -:ri i'iiii ;v". ' i,t(¡1 
se tardara ocho anón en la fabrica de los. aliceccek y crucero", puea 
dos ó tres .veces se, vino abajo la obra y hnbp que cambiar de maea- 



n eran solemnidad 

,>u-.íi.!i:imfi r.í' ■. ■ : .■>> 
I del- terreno ocasiono que 

" ■'..,:)* : : .'. \ nuil ,iov ; i-ntn 



dos ó tres veces se, vino abajo la obra y hnbp que cambiar de maes- 
á'éí algunos frailes del convento ae Sfoura con" el provincial fray 



algunos 
Gómez" " 

fias ta que 



unos frailes del convento de Moura con et provihciaj fray' 

'V- ti' ;■ ir ,'■ 'n!-' 1 :.'.'.:-",! ll'.l II ' ni' ,i/i¡V,'' ,V''V""'¡'( «"'"■ •»* 

de banta Mana» que. era como empezó tuuiaiiaose la casa, 

.,. a ae en 1423 la donó definítívamentéá Ja' oalen'ael Carmen 

cor escritura legal, bien qué ya'desde Í404Íe tenía cedidas prc-S 
piedades (le las que el Rey le habia adjudicado, secuestradas a un 
ricojndío de Lisboa, llamado David Negro, que se adhirió á lá' 
cansa de Castilla. 



ft 72 BATALLA DE AUTTBABROTA. " - ' - 

: ¡' JSMtodbfe ó aSvocéíci^ti qtie^ Ttílg<) le dio AeJftustm Sétom 
dvl VéfídMúmfá'ttOwhffaíb friera ttancaieBe templo^ y: síaólo, 
véaíé ! queda íte&íua&o, d¿ fcítnta Mfttfla > ori ip príncipía,;.y de 
SMM ^á<^ 6eí r O&rme!i deltas- Mefor^a HH^t^imén^ 
8^régáda^ : ^Maa fcdípilktó y eatemtfntentop, y eim^uéeifeeltein* 
#¿dé Afictooífea y éfe^dfittoO^-^tó¿s«*ó- hastfr ei hcuribk 
tórtforiétof dfcÍ3k* de NoVíéifíb^ 4^ !T35¡y 4» .ty* estándóaG fcrifr* 
«^d^igkttPcoitfetf^ al» 

tas. y bellísimas naves góticas, eimrteáronse y¡8e tomjrierantki 
^<^rf*iir^^ & «étido 

íi6¿Qárd dé fieles. '&óto cpíedó Wpaifoyy 4e**iifem^la«ita^' 4 la«^ 
^átrta^üí y las doé'tfél p^e¿biterio,:p^wv«n^el desplome y áa ai 
ii^n^y 6^^-^^ fíi^rta'á^ía eatíteteofet >eeiptt(lw<HÍ esond^ 
4dMU^^Íp!éil»Wj *eH<jpaiala (l) r albaj*g>y ri^si&Htónoini* 
^rfifór''filá* tfíelaate róempegd etiTeédífio^oibé^ peufonspéna* te* 
víttfttídfts 1¿d ^Ituftntóy^algtmaaixádA se suspendió y qnáfo em 
iál ektado hasta el tfia, siendo riáitadü «orno curiosa rmn% y: por 
-fttfterSé fuñido allí ten principio de mutteo de antigüedades» . 
''"■' CHiéciéí "áñtes aqnétla {glesiaiiótttbld friteras por ios sepulcros de 
itónSliaá y ^étsbntta noínbttwtea <jue contento (2); pero sobretodo 
^br' '^y ^áttrt*i»íefffo M XJottdestable fundada €nflppli«^ 
ose Btf v6!un¿adv ** le bufc¿ &t el<st¿eie Ajos pies del Ütau m^- 
^r> eefrtó de ¿ú ; m6dré JW'ct' G<m4*tm, 4ue hizo llevar adliy donde 
pertfritoééSó htetta prittefjáos del iridio i iví 5 tfeniepdo la lo«ftnJ«i- 
;g^6¿te¿pitafió ? (Jt^ dan Fr. Manoel deS4yPepeiríuiefíaiita?An|k: 

BUComé-StabüU Brag<mú$Qftfa4$t7tqt¡ 
Nunua aaesty Dua maximu*, hie Monachusque Éeatus, " x 

Qt*¿ Regnum ascivit&wfit Sfa&U* (* i*mun 
Coelum cura Supetúj nafapoetiwmrQea trophaea 
Contemprit pompas^ hm m tís f meta: Jtrmtfafactus 
Hoc Temphim poAtit> o$Mí í ee**vt*Qu*<M c avü. 

Su cuarta nieta, la reina doña Juana de Castilla, como duque- 
sa de Borgofia, mujer de D. Felipe el 4e las manos blancas, le 



(1) Entre las sensibles pérdidas de aquel estrago segmenta el breviario en que 
retaba Santa Teresa de Jesús, con una nota autógrafa en que lo decía 7 firmaba 
ilftJJe^ifflao<^át3ÍBJt^lramMentíireCft que dasaparecto una espada da? Oon- 






(2) Entre ellos habia uiio curioso dé cierto portugués que surtió *> siete reyes. 



vm apetaWa -^q iaüa repr^ftftt^^Q J$ ffasioft.,.;!^ <m WtftWMl 
eh J5^ealacapilb^cowtoiid*id^l i^ ^^^^íS^pt^^j 
¿ando; los natos üUí ^otí aaistenifo áelf^ JX 4uft& J2& m&M& 
mfoá&fa eL<fc*o» 4e,fOftifftli®W»[^ J^ ígjwia, y r .wrp^^^^^ 
éfaKmeufok'* seguí lud^aidfrftu^p^ 
efteto^mAN» deidad* (tet W«g^i-y #fc #! W#fl^f»n&&* 

feétamonteroolooadoelmftWQW , • ' j , , . , ,.,;,-.,;. :rr. A f y HXÍ j 
drePereira de Santa Aiwyds ¿9Pe palmo* ¿M*rg* P9*#flÉ%tf 

genes dr.m tariem^jr^ 

4»rienda*n sua nrnoM elíes<#49 def flflW fc ffwp^^te^ l&iSP 

ñé wia <psmbie(n<deíw#o:dtí sfroofogqffr p^wftftrtttt* * ^ifflfcíSft' 

toballa fe^toa yiUíente^Qií hébítí> dc£i;Qtatte&r; íbácBiP^yí^ftá^- 

TreciwMutó abiecto;. mtá*btodl^ 

quierda, ge coloca (jfa^deipfotep)?^^^ 

Á»; don annáar l£a«»i8>: o<rt*T.<Je hJb*í¿ j jflH(^q^ñi|i^;^ip. ^m¡haa 

•An,: papada, llanto f ubfe JBffe* grafade,*}?! fi#iff£ ^ 1? PW°^«P 
^riosokl ¿obveaitp ,. 4tfe efcjllfafóito& Ifry ,p¿fgp> d& j&fo v ^#$&B* 

*ti*mji oto úqwáh<£Qm(>t^ 

qx&tovw&toa^ m\*moit ife»fet% ; pa?te í^lwteaup 

tenía la siguiente en versos portugueses, que supongo estaría- á 
los pies 6 al ladftaétí^rtátttft : v ^ :*.':.-,.>. -3 .'.i 

-á tnaia singular bandeira. 

l í /.,rav * ; í :* ^ &^'M>fM\co&eq¡%> T; ; J:a # o- ^,toíI oL ca 

O £*oí mméa fot vencido 
Mai$ tempre victorioso 



£ JilSO" 



Desfaroeado y perdido oomipktameiijte. eafeiú^^ 
moto,, se hizo después por los frailes, en madera, nn nritifcffiP&e 



274 BATALLA DS AWÜBARROTA. 

él que se conserva ahora entre los objetos reunidos allí como nmv 
seo* pero no corresponde exactamente á la .descripción del Padre 
Santa Ana, y la estatua del gueirero, que vale poquísimo ¿ tiew 
una lanza en vez de la maza , y el casco á Los pies. Los restos del 
Condestable, recogidos, con cuidado, fueron llevados congrap,^. 
lemnidad, creo que en 1834, al panteón de San Vicente dlAfor^ 
en el mismo Lisboa, donde reposan los reyes de lacada de Bran 
ganza (1); 7 allí subsisten todavía desapercibidos á los visitantes. 

TROFEOS Y DESPOJOS DE ¿LJUBARROTA. 

La relación ó el detalle de los trofeos y despojos de ^a lla- 
lla, sobre ser siempre dato importante, después del estadk) dejflf^ 
muertos, heridos y prisioneros de uno y otro f ejército ¿ pwftpg^ 
ciar bien los resultados , ofrece mucho interés á la curipp^^ 
cuando se refiere á época lejana; pudiendo. servir, ademas, ¿ ijev^y 
lar ciertos pormenores goqo conocidos d¡e cbstuinbr^ r p3ÜÍita¿^ f .j , 

Por desgracia, casi nunca abundan las Gránfca&e^mfi^niffi 
noticias, aunque sí suelen hacer indicaciones; y los mod^ínQs, l^ís^ 
toreadores desdeñan cqmo despreciable nimiedad el pcuparpe^de 
c^sa tan secundaria, ante la importancia verdadera, de lpSfSnc^. 

sos que barran, ' . r 

•j • *• • , * • ' • ■ ; - / .' .i 

En esta monografía paréceme de rigor alguna investigtyf^pf 
sobrede partícula; y -puesto que en Fernán, López se encuStyfattft 
enumerados diversos objetos de los que ganaron eus coippai^^- 
tafl,y. se citan otros por creencia trpdipionjal, vamos á,dar : oi|G|&f& 
de ellos sucesivamente, ilustrando la materia en lo que nof pe^ 
posible. ' '......"...* . % . ■'■\'.'v' 

♦ 

. En el cap. xlvxii de la Crónica de Fernán Lopes , qm hemos 
reproducido en el ni <fe esta Monografía* se dice que^r^ <fau\fc 
Upe ¿osas, <me en esta batalla $e, hf4k^(m t ck mucha . valía y , my^bú 
pUtcer^/ueron las banderas ¡/pendones del Rey de Castilla y de los 
señores y capitanes que iban en su compañía; de las cuales traía 
cuatro de sus respectivas armas , que son castillos y leones, y ^s de 



(1) El contraste de este panteón con los antiguos de Alcobaza y d& SAtaJfcft. e» 
significación elocuente de las épocas y príncipes que á uno y otros (ttrxespondea* 



OÁPfíULO Y. %1$ 



i ' 



Péftugúl mezcladas \"cm ellas par medio de hébcmdera, contra el 
áíb&j ségun ya lo hemos toéado (1); )/ esto porque se llamaba Rey 
été etínk&s pafees, y éstas fueron /talladas en su equipcye,'y estás 
dttittro Mnderhs, con la otra que se tomó en la batalla, loé mandad 
Rey d'Idiboa, y \tdemds dos balsoés (estandartes) del Rey, tdin¿ 
StéttÁe sü&trisa, cuyo cütiipó era verde y en el medio un Jklcon 
que tenia en'fas manos un bueh moté en lengua francesa, que ded& 
rartoOMc posto, y otroera todo' lleno de barras de oro y otro déplá¿ 
ta, y decían algunos que lo sabían , que aquello quería significar 
que el Rey era señar de dos reinos,' el oro por Caétilla y la plata 
por Portugal (2). r 

*Bes1ilta ? pues, que el cronista da notíóia circmstaiicftda'dfí 
que éhtré las banderas y pendones que se tomaron habla ciüéb 1 
qúé^Haína del Bey, mas dos 6 cuatro balsoes, que creo serian es- 
tandartes, ó mejor guiones, ^tiesto que esa clase de enseñas se di- 
vidía, por sus formas y objeto, en varías denominaciones; pero* 
ademas, cuando refiere en el cap. xlíi los pormenores de la bftta-' 

Ha 1 , expresa que fué derribada la bandera real y él pendón de divi- 
sa con día. ..,..-.!•..» . , .. ^0 

[¡'Ño'póngq én duda que serian bastantes las que de los caballe- 
rea', dé litó Ciudades y ¿oncejos,* caeriáñ igualmente en poder' de 
los vencedores, constando que en las huestes/abundaban tales em- 
blemas ; pero las enumeradas son desde luego las 1 que con jtisjbi- 
¿Si merecen él mayor honor , siendo interesante lo, que de eíías' 
dice López y de lamentar que omita el color de las telas. En nin- 
guna otra parte he leido lo del fondo verde como divisa del'BéjfJ 
COñ el falcon y mote que exjfresa; mas no obstante, eñ él.iW¿- 
ce de los códices procedentes de los monasterios ¿ iglesias, ^üé sé 
publicó por la Academia d^ la Histeria r hallo una cita que da li- 
gero indicio de conformidad respecto á los colores , cuando da 
GTttiftte é»trer los del monasterio de' la Vid, de tta documento^ de 
©; Juan I, año de 1879 de J. O. fícese que eñ el lugar dónde 
los privilegios solían llevar el Crisman, tiene ése un circulo, dea* 



(1) Alude á la descripción que hizo al referir la ceremonia de proclamación, en 
Toledo, de doña Beatriz y D. Juan I por reyes de Portugal. 

(2) Damos traducido esU curioso párrafo por lo que puede servir al estudio de 
lo relativo á las banderas y pendón de Castilla, como á los colores respectivos, 
asunto confuso que varias veces, en estos últimos años, ha motivado eruditas di- 
sertaciones. 



278 BATALLA DE AUUBARKOTA. 

suma utilidad esa adquisición 4 los portugueses, lo declara Ló- 
pez, pues expresando antes que escaseaban de caballos y que te- 
nían bastante gente mal y desigualmente armada, cuida de ano* 
tar cuando iban á emprender la campaña con sus aliados los in- 
gleses, que por aquella causa estaban ya bien equipados y dis- 
puestos. 

Acerca de los caballos debe tenerse en cuenta que, amas de los 
3.000 que se retiraron con el Maestre de Alcántara, hizo desjar- 
retar á muchísimos que no podía llevar ; y es probable que consi- 
guiera salvarse otro gran número con la masa de infantes que se 
volvió atrás por la misma ruta que siguió el ejército y por distin- 
tos caminos, hasta ganar la' frontera. 

En cuanto á acémilas, carros y ganado del convoy, es de infe- 
rir que más de la mitad se perdiese, efecto de la confusión, del 
desorden y abandono; pero como todo eso procedía en gran parte 
de las requisiciones hechas desde la entrada en Portugal, no ex- 
perimentó en ello sensible daño el reino de Castilla. 

Las tiendas de campaña que ya se habían armado al empezar la 
acción, parece indudable que cayeron también en poder de los por- 
tugueses, lp mismo que infinitos efectos de campamento de los que 
aun iban en las acémilas y carros. Desde luego se sabe por Fer- 
nán López que fué tomada la tienda del Bey, y que era lujosa; 
mandola en adelante el vencedor, que recibió en ella en 1387 al 
Duque de Lancáster en la frontera de Galicia, cuando entre am- 
bos se pactó la alianza y plan de campaña para invadir á Castilla. 

Tampoco de ese trofeo consta su historia posterior, pero es de 
presumir que usada bastante por D. Juan I y luego por sus hi- 
job, y tal vez por su nieto Alfonso V, el Africano y el de la bata- 
lla de Toro , acabaría noblemente sus servicios antes del reina- 
do de D. Sebastian, porque de saber éste su existencia al acome- 
ter la temeraria empresa en que pereció, puede tenerse por segu- 
ro la hubiera pedido para llevarla consigo, como lo hizo con la 
espada y escudo de Alfonso Enriquez, que se conservaban sobre 
su sepulcro en Coimbra. 

CALDERAS. 

Cuando escribía Fr. Manoel dos Santos su Alcohola Ittustrada 9 
existían aún en el monasterio, de los despojos de Aljubarrota 



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CAPÍTULO V. 279 

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que D. Joan I le donó, tres grandes calderas de metal, de las 
cuales se empleaba una en el lagar del aceite da Fervenqa (hervi- 
dero), otra en el horno, y la tercera, que era Ja más grande, colo- 
cada en el claustro á la vista de todos, con una inscripción en lá- 
pida empotrada en la pared. Sólo esta última y monstruosa cal- 
dera es la que se ha conservado, y en perfecto estado se muestra 
todavía en el convento, bien que no en el claustro, de donde no 
hace muchos años la trasladaron á la capilla bautismal, sobre la 
izquierda á los pies de la iglesia , que es una gran pieza apellida- 
da ahora Safode los Reyes, por tener en malas estatuas de yeso 
la serie de los de Portugal hasta el cardenal D. Enrique, puestas 
sobre pechinas en lo alto de las paredes. Debajo de la de Don 
Juan I y fija en un pequeño pedestal, según el dibujo que acom- 
pañamos, tiene encima esa curiosa antigualla colocada en el mu- 
ro la lápida que se arrancó del claustro; cuya inscripción dice así, 
copiada de la obra citada, que sólo varía en suprimir laé palabras 
de encabezamiento y en algo la ortografía y abreviaturas : 

Caneóos Antio 
Vates. 
Hic est Ule lebes, Toto Contatos in Orbe, 
Quem Lusitani, duro, gens áspera, bello. 
De CasUllanis spoliü mémorabile castris, 
Eripure : cibos hic olim coxerat hostis; 
At ni& nostri teste sirte fine triüphi. 

Tiene de altura unos 95 centímetros, y su diámetro, por sec- 
ción central, será de un metro y 25 centímetros , con un espesor 
de metal de un centímetro y cuatro milímetros. La calidad pare- 
ce ser una liga algo semejante á la de las campanas chinas, pues 
produce al golpearla cierta vibración sonora muy notable. No se 
aperciben en ella trazas de deterioro por el fuego ni oxidación del 
tiempo , y únicamente se notan las señales donde debió tener cua- 
tro agarraderas. 

El referido cronista dice de ella que es de metal fino, y que en 
el Sábado de Gloria y en las ocasiones de Capítulo , la tocaban 
con una piedra, haciendo tal ruido, que apagaba el de las cam- 
panas : y Soares da Silva cuenta que al visitar Felipe II aquel 
monasterio, hubo quien le propuso la mandara convertir en cam- 
pana, á lo que uno de los caballeros qué le acompañaban le dijo: 



£86 BATALLA, DK AJQWBARROTA. 

jfrt>\ St^ydépnlaóstar orí ^qmm wm-tMta.útftdQ c^ldeFOj 
¿^berátítttyaásBrkampkjám?} •. .... i .; .,, r 

•* É¿ el mfeMO monastMo á© &uard4»;utí6 Biblia (de ^e}]i^ 
tfttib$é*nó¿)f*Á ié/^ué, al final > a& putó ufil Meywm pw* acr^ 
ditar su origen y pretende*] jidet¿6(ta&:i% #i|»dícioQ; 4^ ftP^. ,^9 
Bernardo se apareció al Bey en la batalla, y como allí se hace 
*»p©éial;í$eiHSiott> <fo eitaf%&9fBL4^4r^:^ ^a segui- 

da ? copiá^Hfe^iF^MlB^^ «páen tenbíea lacitó 

en la parte yin de la Monarquía lusitana ; así como Manrique en 
el tomo ii de sus Anales dé ti dÑ$k*\ffl' Cister. 

Alteram partem hujas librfttrfít fffaift^ I>fti» X^mestabilis Nonius Al- 
vres Pereira admemoríam honoris, & gloria Büáe; qui a primus tentorium 
Regia Castellae intravit, 6l ontnia snfc Dntf' ítógf acquisivit : hunc librum 
donavit Dnus Rex IoanncB nomine primus huic Monasterio do Alcobatia 
pdetideví^ttitti íBegem CaBieitaeíftd [AIjubabrfftami-JibcKüaa fotoc,. <in»cem 
Ü*e fitfe^a^,,* Mfftiiipvk-fa+ifo piaptfls* r $ujea,ae/e^^ 
lie jftegjsjCaj^eHapqfoip gfoncty.Patri Bernardo ^roat^n confictu ^overát, 
dedicavif : qiío Aie festmtatem ejus ceiebraturus.quin.tum post víctdríáin 
"¿Hern; aduane ábmíim.perVenit: patilice 1 que frrtj ¿orotó'rtgnisw jnrátflt 

' |H*iU» DferiíFattis tioi tráf Bernirtdí .w&ifei .fr a«*Mfiu*í /m^lpr^s^ ^&, .«a,- 

{nfe¿eMofrjam;Pej^)Qf£|f lj^i^rq^vldisse ^erec^um ia .aerey baoulum cafa 

J^^jpa}}u4a^ento; f ^uayi1f eqtiam ad seryitíum bu jas Monasterii multa 

paza <imea,&L arémdem caldéfram* tn quá Úastettant Úe famulato fíqfiéfiitié- 

J iariisuos badulaqueé, & pulmeÁ'tdrfa rifjfáer^ ódVffl tto*éWe*~?át& mi- 

'ltts ] Cáptoii , teT>éllo'D*iímo l Abb*liv &iwi*eM84*itot'4ttoUifíi ,-* *<$*- 

maría posnit maltas beatas qnae dicantar daimaatote cuna «ais, pojeatibos 

rostris qaae omnia conservet Deas gloriam Christianorom Suorum, & ti- 

appJA C ^^anpi^TO^ram snpexbia^maiius; Dpmini djsperdat Der pe- 

jtita rS^q^.JP v B«rj^irdi r £ D^inuni Ke^m in, a^o regno. velit stabitire ad 

twntmpefwe^^ej}' , it ^ Vl ....^ ', 

>. • * 

Aparece por «ata Memoria que la tal caldera se llevaba ,en la 

cocina del Rey de Castilla, y que servia para condimentar en ella 

-tos gmaa^/qw U^ cocido paxa -£9!3: def sus 

-ccri»dhe»óigiiárdJa«; iiú?aero qqrtft 69 v^rd^d para, 9U t^o^jao )? jr c^- 

Wda^ite aegta Soe^ 4a 6ilva^ permite w>cer jiwitala caipi^ de 

'Oipataio^bneyds.M- , ^/ , A ^ f .i ~ r r t ........ i r ' .• „ /t \ 

'- .^fr^fias:é<kbi^^ qii^.p^ lj^- 

^alüBjpjiffaítíí^ i^(<^tf{^^ h 4^iv^^gIun. caldera quq CQgw.qn 

-«1 campamente/ y ¡qiie por jWftto.pfyntf p^op^e ,<^^m por se- 

')?imdp- ( a4)0tti(H ,( '?Í«t4fíd*)la ep ^ ^nw*, R)W»do ^ria, ; JRodr¡- 



gtótftrabafcdu*^^ atibkrla ^motf) ;aí& 

propio hubiera sido calderón que\caU^i^v£D^Tte.^Ao« fitaj}*^ 
feBdtk^ Hfttíbtt¿l^ Madrii^ t*daato< JtówwfníM! ámmíÁfor- 

«tfeá'tf ^i^Í^-líl?éifAi6WtAkoí%ir'{»roi'n({ x n»yi™ ü* ™iif> 

-^^áS??CS8ESS^ ?íja 9Í) n omo} h 

""■"■ »- -t •: • - .- Ir:, ¿ } fatf^fomf0l Á r^¿::r .,t í, c i.iiot/I h a, 
"I 1 "'' :1 •'•'• :■•<;*:••■••* WWWOTí, A c *;v/nT:.íí.ríí.jRj.O,r-:i 
«IV;-: ;. ob C¡:'f.i....*-.y. -jÍíjíI wi,:MTq ihí'uoí' ^fínmíl z»Jl huitíT tívr.ii >!» 

m *• ©fra r eí*á «arito» b# toril* fl«fl taisiÉfeMiálebtg >atmBÍlfeh«r«dbi* 
nv 





tqji^.j^cle^ „ pr „. 

'í'^wíátór Bkft&hM foJ J (Mm v di¥m^ 

-loa que aniTAtoáflla»^^ 

aítá áe< l^Wyiideaéttól&iÉiPcUaiiíl^tái >á>d©WíP9iíi^íft^^^ff, 

'fcÓmbtóí Ótító'bictóíÓÍW^^^ i»í"i:-Mii ■, ■;,;, aalh .(f s/.*Iüíir Jiwaoq «hura 
"*'* ' ' "' r '" M! ' " ; "' '''^ : - ;i '' : * fw^I á-"T-/::..o*ínífro { .j;m,H¡-i»uT 

.^Ofrezco vuestra sánárMtyWlMr^ 
taque alta se sác'Ó'ik WJKdMM 

¡tallero hijodalgo, que en tanto que no meparesca que •#H^dWdWíi«fttnj#tt 
f tant? efe Portugueses como cabrá r en vuestra Caldera, no consiento tomar nin- 
'oun^Por fugues ávida, s'üió ftihtto &''^r%lfa¥orfetwntiG ta'apqt*. 

" i]< BÍfabarazt)so'd^^ 
&¿a, así paria d'tta^Mfrffe íééitó'pajtt&é^se^ 
'/ Wéekitímdoetiorthé éariüttad délfllíá *j8fl^gttiipr efrirqnÉii*; 

Sro asegurándolo la tradición y la Crónica , se-dseoinésteaupie 
fevfe&^ia'P^ 
r ¿aJdetó dé Ib* pá^&^^xfcrii^^ 
"los 1 ééñóreB fetiaalésV M coñtóm^iáHá ^ y ; ^1 O^érwnqpela te- 



2&& BATALLA DK AÜUTCBARROTA. 

q^gjfflpÚJoattfyd s¿& igfeai, asalta & maeboá él pehsat'qué pate- 
es íKmetrw4^ iP^W iU.i*lde» j>ó la caldera para la ¡cocina. 

• Si ^ .fponnidad w aenopitBiede ¿ tal vea po* lo sonoro éel itoé¿ 
tqJr ft^^ peT?pitido/(?wer que sirviera ¿¡mddode timbal óhtettt- 
vae$U> bél^¡nii^B0>pwro><»^ 

el^q^i^aroja eoflu estruendo los qué llevabael ejénetto. A^' 
:p^i^.qq.]te>f9q cqkw? Job tropas" orientad 

l^psqpqa^a.Qlap^ ?iy .eniiilgünDs-museoi*W' ; pttfcu 

(^e^^fi^^^^aa,^^, aunque i en menor; tafmafto, muebles pa- 
recidos á éste, á los que se atribuye ese antiguo deslino (1). y 

. JBu ^1 mismo libio da 1^ Itustmdioms de la cusa de Nie&la, 
Oi^p B^áQteaMaldop&do que al ir 13. «Alotoso XI al santuario! 
<Je. (Ju^dali^pp ^ cumplir fa promeftaitqufi Jii&o en la bafcaü* deí 
S^a^ll^vQ^uchfta riqueza*?, do lo* dbspojoa, y\ qué etóife lotf 
di^je^a^tjtoa fabwdmwUfáib<metá que, dedicadas luego aí 
servicio de la comunidad* /se oolguron más 1 adelanté y te con8¡ér- 
Yfbf^^W>,Fe(5uprdQí^ i:t-'..'i ^"'V"ív ,,,|,! i -i • i * -.'i 

v .,;f ,.,.<. ., ,»' ■ r»í-: I '" ..-.'. M ,"*■ .»'¡ i '-,... -...i i» i; -:r. • 
.,<•, w 'l v b *» ". •■ |CSW3»:«ptt^BBrílIl/OllAl*LLA. - -i' - / l ' ■ l ' ! - •' » 
H¡L?:n. -vi r: ■ v ; ' " ' *b: ^ "'"' ' • " : : ,M " •" • '' '■*' " 'f 1 

Hay que agregar al párrafo ya trascrita i del dap. xlV^de PeíH 
ij^u.Lpp^j refereqte.&'liis jqy*ft¡y qriqttea^ipra.'hallaioii euf-el 
CMnpp^ijLtfl | jpaf teJjl^Oji Jo. qu^^^iteiieuod' Klin/ i* 

j^^Vf^^fif d^tmilty? y armofiyp tafite deserviría y tkmux 
<fajfflfyfyB¡^M de ^p,^ g^nd$ y ,^my rico despoje fueAaL 
liaran de sus enemigas, así en la tienda del Rey de Ottótilia yute 
los señares yfidalgas que venían en su compañía, cama par la gran- 
deza del campamento, y esto como cada uno acertaba de hallar, etc. 
c , J$n£?p ^^jpy^s # 8#,t^ataa'OOiiio dfelaa pocas que se itefeeiVó 
?} ¿tafo puefl todas ^spresai Lopea que ha dtfjó á los que las to~' 
Wfpqn* un p^eci^a oetro del de Castilla ,* que juagó p&tefeeoerlé 
$(W^lwqpwfcdft« dignidads pero .afior después lo cedió á Iaigfe¿ 

? - Xt) En la Élstérid dé la dominación de los arates en España , por Conde, t. II, 
*Ld«critúraélatoai!fcna úeX ejfaftita dt Abdel3ffümeti por África,' el año 1160, 
dice í^lg para vtarehar se hacia señal al eampq c«* un atembor grast&e toen* 
ó\ propósito, redondOy de quince codos, de cierta madera m%y sonora* dfi color verdf, 
p doHUfáfUf señal era tocar tres golpes fin aquel enorme atambor, que se ovan me- 
$Uijo*iafl*vn&i* *9fen*f>$iit*érú<¡f tocad* en htgar aUo. 



> • • » > i 



siaxtelppnveiito.dtí Cateen de* Eishoaí, ^üdé^ 4t^* ) ^P^tS9tí 

7 se mostraba alpueblaen; dos «icasiazieb iuiii^lfiÉ^eálté ^ ' ^¿¿í^íídbPó 

eu Ja¡«&a*M> el, Prior al fouilkar ios^mn*» ^^^'iggfihJfe &ri- 

gJA en la esaritorakJeí donación ^qne se^oagé^rtbá/ffiáifcííñddtó 

fonflalidadee ^op queMdebíáha£ei^y'<8>ratgnai^^ 

de los despojos de:Ufctidad» fie «ámjwito delítey áe'GtesfiHtíi^iJ^ 

poníale de distintas piezas décrietal y^ oto^^btePáófá^ %foítf 

delicadas labores de bilrilv >qne idwti<Wtate*W*'S6i* «é*#rffi^ , ánfii 1 

gj»?<kd, y que tféloipftr ero sería inapta 

el mérito deteofeo»: - ■•'!• i - » * v > { ^-íi »- -.rrr. huI jj ,:>'*•' ji <*-»i>mt 

£1 P. Pereira de Santa Ana, de qítítefllfci^ttf' í éifai ^oftíu. 
paWLioó bu CHfófca de3á ótfleñ ielGfrm^^á^fátótf ;Sik«¿t 4íéi 
terremoto de Lisboa^ 4ue-yaidij4ía^ ^stá^^álá 11 ^^^:^ 
no '.haciéndose menoion ctospileg ^ qmj^'^pÉij'^é^^^jí^^'nt 
h^jaj e6 46 inferir .que de perrito Iástinioáaffl^t^ j e¿toe^HBi&K¿ . 
otro* objetos de !tóóE:hitóéricoyurtíii*io¿;f.i.r «-ni ^' ^ *>u ^bin^ 

Por el mismo autor y por otros consta qttó J "*tí J ^Q?<5ííSÜ^b Wftí 
catedral de Lisboa, en 1640, el Duque de Braganza como Rey 
D. Juan IV, despi^sidei levantamiento pftWíi^pararBe de Espa- 
ña, usó de aquel cetro; así como al año siguiente al reunir las 
primeras Cortees del^^^ r ' v '~ ír ~* ^ ( - 

• No tengo cbnocMttiifl de W 
dé etatnraoj y ménó» ettla ^(^'efeé k^ 
rirqáía; pero puede teeofeé q^dtótó \8W& 

monias de aparato oficifcl } te -peti&ilÉte ie ^(^¿Másé^átó tíütótf^ 
do, una vez en la capítai, exigtem Irt jtir^ y totume ^ó&^h ó ¿t£f 
reino dé Portugal. A '* '" >^ * •' mX * > "•" -' Aí «v - "' 4 *•** ^ 4W -"- 

, Continúa López el párfafo -ántes^ti^daddo, ^fcífendO' ^WÍrfno 
de Joa übj^toa qiué no quedaron en [mános> debióte ltMá J( laiíftSoíf 
filad Leñe dé la VéreuCrm^qUeh [ . tenía >AÍzM*^mn)$Ué)t y yiW 

feto, escudero dd Co^^a^S ^^^ 11 ^^^ 1 ^^^ 12 ^ 
otras muchas joyas cuando ayudó á robar la capilla del Rey de 
Ca&tilla, en una cruz de oro. que Urá$pQ(r^m,pwte<CM^ 
preciosas^ y por la otra una eme peqtitíUx^n^^m&^fde^^rantiéfi 
y cuando levantó esa cmz pequeña, Vio fué déVWra^h^^r^^ 
taba el Leño de la Vera Cruxyconcfyér^ 
campo de loé portugueses,, á#4e* qw\C0meme^\fahífa^>yqm.wt 



284 BATALLA . DX AiWTVTBARROTA. 

teb^rkimhch^ «ek^dee^h Wou^jlíf^btwo^ ^ma^^iW^ 
guíente. .ftvwu . .jv»\j\ oj»üu!i;IÍ 

Dicen otros ue fdé el mismo Rey quien lo alcanzó del soldar 
do , 7 que siendo la 3ma&iprecia(ift^^ ttdft ta*§mitió al Con- 
destable , recibiéndolo éste con extraordinario contento como re- 
Ktañffjfettféó y> kláili w Jilfl 43otofehato^ ¡rnanflftnribla celera* «teatro 
dé'**** drói de j>íátaí>doMdáí dé táts fttámoBÍ de frite,, tontea 4* 
«quiÉÍiW gusto én.sa> labor primobdiá ;: ¿jr qbe poniendo q»h# 

WWMiqfatyá&Mgam^ 1 ' S>> *<'¡ -: r 'í flux *.', -•■ ■ ' :r v ? nn-.:,fji 
- ; ^Í^Férébfc&í Sáafcí Awvueflere yffeiqUpt&tfa ¿ftdeípatejta 
Btf'teitofrib) ftttrt* qtttf &ihí wbüjaB *¿db &tx&Y¿ó ¿teta robéam, 
rtiiéltió $; jtéi» fei ^éday icomofeiLlefectó ,ro [en 

18^' f&k^^^ 1422 , íqitó se g^iO» 

'^W4eOMéflÍto tfkg&adoiel ^ 

barrota, como procedente de laícápütadél do fíwtiJ^ ,; <..,<„ no •; 
oJ "Qp^ fidtf cm'mtirá^^ en 

^^rig^áPl^pV^ffiuteh^ btoíisddligmaá y rájete 4^ gtfp 1 
1 pft^io^ Kg&tfe '& tóló de idéS ^ enuqnei Alé i rotado y Afc $vfojí& 
^H^tíái^^piiál <mia(qua-pafiadeoalgípn tienda tt; «v«D¡J^»Qri¿ 
llMífkH^bytoiM^'^WO ^»^ toi^frfáá,odcfihadbQii. yee^e^^l^ 

^fdéif^tte< Wbé^pMkxttdb del i cart%9 qtegaeíroiftjpt* :tm fytéfye 
( $&tt&jfé1rt qtie±alfifrte'fo^ fetpxmiWífflbQ. 

consta se hallaba antes de emprender las operaciones ; pero sin 
duda la costumbre y la devoción exigían no separarse de tales 

¿¿jefas* fsíam}mQs^:ii()m^W9^m^ ] ^ los tow#¡$, ü$ £Pp- 
*fe, T é^trpftíriaseí qtfe hiso étttóñfcfei* torturado el relicario de !*<»- 

tedraj/cfe Burgos', £ que pertenecía. " ' \ \ 

Un pasaje de la Crónica de Froissart concurre ^ dü* inicias 



dé i}fté fcfeóttvibi&éatá towm^afikba ai-Rey cksrto^o^dé joy^tSL 
Al llegar á Santarem en su huida, dice que creyó perdido. u^-tí^í 

Btf 'd¿ feríllaate& y ptótad pi«riwBa¿;rpar(>;íqiía«(HÍ gvftef&j^&ftf 
p&s^tá^lU^mMúw fdespüé^oori ál< *t ^eiomfam qn&dfrUírefeftt 
llamado Martin Harén. v .oiasiug 

-.,,.' . j.-í» •. . ;.:•*;;: "í f;\r';» 7'.r[ (m;T-Íií£ ¡0 Ul/Í 01/ 801ÍO fíOOÍÜL 

• /:(•■•!••■; <>; - . .; •> nl'ir.i'ií j-.i;.iíc^ xt . > m j-*> üíoLa ; .i<ír,o'£ <9Ídjj)^i: 
<> : xGtoftsérrtae eii la colegiata de Seíote jMaúft fcítap (QJij^ifftft^ 
<Juii»at«fl,,im^pmc¡BeD^t^io & píbtak>f>¿ktJftOT¿ S#&Wg^%ft 
«attctjoDado €» tptíhiytüyididoíflii $&»p#t#*,ífe <}m¡%m^$& 
i¿tend¿8¿aeri^^ 

fcoloc^eaiel -atoar iaay¿&vltadr& qtotfí 44WQ$kgM| jfoJto^$i¿ 
abierto, y méüos de uno y medio de altpx^c^.^^c^^^Q^^qt^ 
««tá»pte9eirtEd^,'éu^elifíve^ h^fW^li^J^^g^^jxeJ;^ 
<eimiefafco de Jesús? «í^l dé Ja dereck* tei A^opc^j^;^^^^. 
-tel superior y, en eL imitóos la¡ Presení^jiáaii^p pl 4$^ fóqflj#f T 
d*y de igualmedo^l* Adowqion:de to k^ií^y^ 

<ltií|g08, y sobral* l**dr #tkfc.índicad*,4ij^^ 
<btt> dd ¿entro, se -v!en.floft«aáMiii¡^,deje§^al^ ft^ p AfóiigftÍPl$ í & 
-PtMugaly tenido o&dá'una^foiíiuT^eiíuhiíié;^^ fl^tfo^yjí¡c^j|e 
conoce, pei^tiMttifenteBbr«db<(l)j![ .^oJjli-.^h/ííí (u-i«o ,¿torijid 
'•• > ítayManoei doa^Muntóa, y ota>¿,«ajuche&!^nj^^ BW^ do 
'<{«* pertenecía & k ¡copula Beal 4e CasUllaj^^^e^^ ^dip 
tu* tátoüda á aquella iglefeia ; pea, divfetáoal objsiofr; jB«1»í ^¡rÍ9WÍf> 
4b lús itt&ertíditoa 4 intéligeiü)ee[«BL^8ajfia^ ¿tajqty^^&fe 
^dam k rtuíoü aL(toü<5i¿&0J<3é^^ 
líteío dé- VWa* afjtítftab^ 

4¿e fee tóend^ labrar^ (M>iíil|i {^kqU; eLiiEo&fi^M^j¿j^^&- 
•gibto cutóplleiyio ea oferte^ yiemi^quifvfi^Qiteíi^üW^ P«qp\<WHWP 
anüada; de la ; cu¿Vañ*d^áe biaMH>q>id<M6) «¡pfotflitoiteJBtíen, 
euafóé átígeleU , «xüfcfe ínáswpió;cetog^ un^piji 



n . r 



' "* ,:) -^ '> < "">*[>• í ' T rci/iy.3 iu,iouyí;ri jjI ^ wJiiiijjk/) al übjjb 

1 fcl> Kn' una pubfccacíon ^áe'sftúU '~¿tt'4UrtéttV'tt<^ 
-tomo coirwpttndiénte.A l&^páeiti* W y Ato ** ifcejjty *mfr fim>M J*# 
Villana Barbosa, una buena descripoipzi d»e.eate oratorio^ acompa^adard^ estam- 
pa muy bien grabada en madera; y se insiste enaBégfurkr'qucr prócedrde'wiii- 
pilladel Reyde Gaetilía. • ¿- i • ■ * •■u . ■ «^ j.' •♦!> i.j,^. f u'J 




388- BATALLA .'Ntf*t>pBARROTA. 

cm bfeopoy yiiw)incmmfKÍa cfafc mfnttrffa,;lfr,ilf jWftirifeftPQRl?. 

sucesores lo mandó construir, tal vez.rfpft.Jfkir* peía,, jaqqff, ttftnfcqll 
<*ráata»drirnigtott*,i«» feíftifte «atKJ4$í>HÍ*3l^af¿,^^«¡jfl 7 
amiqué(Coa^o«tdfe^to»^fifwiS)W<5«» 4* .dibuje & q^ 
adrie»frdalfi**»duUto^,[>HHmrW 
rarlo como objeto muy notable. .ouf.j «..& ftiT.iin.. ««> ,<.I>hí-. 

I iceldífl eabwttfa» eton^M^\4e r l^Miwa%^e ^rjtoj^^ ( 0e- 
«MtdBvlwpnmteneOofeSdiíso^ fKj$wefijó.,t*l,.B^, ^,$¥¡#1^, 
qoe<Aiere& pú«8fcie-4n/fnf8t¿t»ró» dp te» flBftí^.P^, CH%i* 
<U> L^|)porcáta*d^.<teliÉ^^iq )( ,pí J íi^B(J J 9 Jb*c#t uj^acjo jfeg&j. 
teibtkBá) 9 fp©q*6¿it*,ft b-ff&frifqe. a^íjft^ \*ay ¡trajiftjdíf SflOfURjOri 

siit*iltódtátiftii<Hi§Jkrí^^ 

-.BeénniEiviMaáí^rdyf M<$,,4¿á ÍW^^-iP^ flí,fflW«t. 

gdaftdatob «.fttytáHaí^m&^iT^,^,*^^ 

oifa&toitot. Mfrtlkitfimfa (fcwwxyft BffWrfWftft Édflmftfe 

tos q*q«« SfiaftiJas ft6gí^/i^ f ^^ I ^^^,^^ J ^fl9!=W^ 
yr««ÍAriíí^K»xftl«qWWiqíi¥«ft?ÍBpíW)Paja4 <j#9i ,,0Hfa,má[> 

l*)jw«fctoirHftLeí90e j^ : ##%M^^i^M>ff4iIKF Jjjfflfrs 
o*^i)*i(*&atia#^e^,ftiae ( ^^ 

(fei^Én^p.da.yí^fe^m^^ 

Cuando escribía, en 1754, había, en efecto^ujjjjínge^ prjtced^pijfji 
de la capilla del Bey de Castilla, de veintiún marcos de plata, 
que estaba de rodillas y/.oflft^SÍP' ^.ktrerp que decía así : Esta 
obra mandó fazer el noble Señar Rey D. Jtian, hijo del noble Señor 
RtpiD*fIiwrtque\ 7á> ri qne.(ka^a <whanta,,iftH>p, 1 ^^,f«n. ( }|0,Z4 



ii' 



&W¿*¿A*i m ptáeésUtfí el di* del Cárp» r en to <*to&¿ pa>- 
rií&dfcléen fes manos el Saátteitno; jr que en bu época palia «n 
Inflóte de! Ángel Oostbdifc. ■ •-.-.,■• 

/ Por' déB^rtoia desaparéete «se éngd ette «tarca ornétnentoe y 
rflrjfcéífcaa en el saqueo de ¿flachas arroba» de pinta que Jifcnpnm 
h& ffátatóetós én «quella iglesia, quedatído sótoyde caantoar se han 
citado, el oratorio de plata. • • • *.!.,- 

"'Hnseftáronme, sin etiibugo, <¿l Jtoptát i¿ ' Kaifr <de > PJjJuaii I 
dírPcrtrigíil el día de la IMáHt; qne ¿ir duda «r la que i owa wm 
íitíea f cfecftdo figuraba eft la acete deluuiveraarioj Se eonoop 
qttefera de tela fiterte oeóldwd*, propia áf ¿w destino , debqjd dé 
la cota de malla ; pero qtie eá el trascurso del tiempo la 
tftftfehdKiído y agrandóla rétate* sóbriepOfstosy 
tftfié^al tié¿ dedléaroiá' á ésto loe tdrtitífeles taque habla Fr*. Ma- 
ntel dos Santos, porque se desculóte e&n ctaridaft to<krá*jpart* 
dé bottfiídb de Oro y seda 1 dé eelores;«dá ¿Meada iánas¡ nudaHo- 
nés^falados en que hubo tinos rostros, y paraje* en qutf se puede 1 
pfesttíttirexiítfteroa escudo* de armas y*» corotaaa ' ■* - ^ 
v Otfa distinta cruis graade, dé g»laf% aaegtírtó qtte *e dotó 4 1* 
f»ttW Iglesia ¿ttft^t^<fcBrag< 

lafitóstAa cfapilla de campada del 1 Bfejr «stetoao? ¿aaiei^iel^ía 
rih^iistért, y me <fiet>on jtoi' ¿«fea netida qáe 'deenpúwerian 
rtendo k guerra Peninsular é de la indépendéttcfel fiaJtafatyn* 
otétHnte, del saqueo tifa pequeño antiqíitaitno caite* 1* «opacad 
qtfe'ht tradición snpohe se Vertió tt fljerna para brtütóMr á AlfetiA 
fto j ^riquéfc, y una boiltte Vft^n , ddfciata', de Nnésérai Bcftofu 
de^^aréth, que "tendrá xch palmo de attá; ia «nal üedfoe e£«l 
Afiólófffo lu&tnno que la llevaba sobtfcpueeta efc sa ydhafe el<n*» 
iM*M&{to Lorenzo Vicente, durante la 6ataNa. Aígo difícil de e*eori 
se die tíáce por su tamaño para semejante colocación ; peno por 
otra parte no es vanti eanjettira, acorde con las indicaciones de 
Fetáan López y con la devociotí que el mismo prelado confiesa 
en su carta hacia aquella Yfrgen , que la llorase en la mano al 
empezarse la acción, para mostrarla á los soldados-, eatiratilfodirv 

lea al valor y confianza. :-...♦. i 

,. . • * i 

RETABLOS Dfi TALLA. 



k ) 



% 

Sdlnc él altar de sufragios del rey D. ■• Juan I, on su paritepti 



%g$ BATALLA Út fiÜttJBARROTA. 

fo BatáJhft? fcay ' 1» ^^ &miMi 1 fbaBtante 1 eo- 

mun á muchos de U f ^b(mv oo» <tqfccdlÍB«fe yjadDTDD» ¿ótiqnr<ea 
iütíAéWW\í\útitfj y ^oti ' líw ¡Agiros* muñios Idel.apoátolado^ dd/que 
^'^le'ftfeqéito^i^"^ «d piéTde >Btairv>figfcá 

^tftyffeaflíWíró, -^W^tfai*) é flb^mf*^! p»> se descubran aié 
»§''&#&&# y 'fowdtfc 1 ' (Par* griuaiwfcleify ívetifetez* ^küldcacáo», 
ifei^ %<tt^fE^^ qheí'kee. í^o€téáo^AielI.Re^lfirhí;¡yJt^Ur 
IS^^^M^é 1 ad&ltfr} toéj^queideHolroe -»ol»ahwn «^ ÍWr 

tl^ (JutfiJaáíi ^hüd»* ckf>&ji ''ft^á^le^finiH*^ JPri Iiui»í de 

p >'°1$m tf , éi£ , ¡é&%W*aítt> <j*'feh*a^rne >UéráWá 'w^>oUo 4te Ja 
ermita de San Antonio, á dos y medio kilómetros deiBajttJfeajao- 
<Wé f) & caMm^^íeitíhf v^ítánda¡*eiqMm^b£ih en aquél si- 
V» él [ #iwmte bfctÁÍlár^fitr-é'llo*'0(¥iiip<g03i <fe>d<t8í«aafeUjrósyjr 
^«^*&0y0fedifid6> ta'éraritaiyjqued&eix ellíi ^lobado «a jeLdU 
^IUf<k%d^B^^a^Q[6djefeotí^uá8^ dtigmfa) autigíiadftd, 
-y 'Bí'&táfrtó kÜtode'Jde»*** qtfe tttetoUtyjooina el aátebiar^í^tel^tr 
tgi0«ltf ; # $^festfceii^ deJto^semáiaayTeRera- 

4 &4fcíj¿ÍBWI^ táii*i^pTOoioea.kl»c>ífe 

^Ml»j^í<^lo^ife^'al^ft'>méribo^d' weláfee^ qde-tal ¿rendaba/el 
-é^fc^ft^efélft flttfftiWfld ^pobhwá fié l»í«püla^í¿oo¿f kaíjri- 
-^o^ottio^W^flfo^t^tAatdp mí s^iik^^ frente 
afeites it^M *k«^ qB^bá'wnáfltaab. Aegpec^i£/hH^dfec^l- 
-aftqotá le ¿táUayenytynuigw^ 

-wréirítt iíDpwq^ cwwftíqueviáéíeaÉilfc i^ofia%um «prelado! u*fcBflr 
r 3ñe<tbv$\íé>¿to¡ñ eiiírtiej&cífcd; y^iwmdífcide eutreiLAs jápripap* del 
* ^^Wy ^^a^í*^^i< ten>pbcteií><ífc *íos vpo^gro^al|»etüajjipj ib- 
gitivos los castellanos que BÍgiaéi1oilI^({iieüft>tíiijeccioni' (uun 
«o^er/p^ ,íilfi)?c') oh nbvjytq w,*Vc\ r,i^ ^;t» mi -,i > -í*»q o ,2 ti /L 
fo o^ijvelí fil 9/rp mnln tififaigK M tfísqBraiAAJí.-^ id* «-nari^m ->b 
-ft'fJnoonft olifíj'Jo'iq ^ííK .p,iij{([iínn <jb jjúiqirj u* n-« 1 un. I» .(l /yi 
Habiendo anticipado la noticia de 1$ Biblia qne 6e conserva- 
ba en el monasterio de Alcobaza , é insertado el apunte que 
"íAfflffiMjtf ] fiilár j^ íiF qttó Pf.^Bftifioérads Paütosllfíttía ¡Afmo- 
yn&iflwfam^ jOaraao* .wyav Iqs pounenorca qi^e la concaernen, 
pues que se ha salvado hasta aboiw, sin* desaparecer tictaa-tas 



ctennBudnidnwnteá citados J< tniw^ijftj^v^io^ír^^i^^ ^ 
tieiupoMte gupTnb¿r»e4«aíÜnlpi^Sí(jTK>Jjá*t^ < í ob ^off^rrrrr h mira 
''ii[Llévadk;&iLk^ WJufllhÉP»ft]Sftftr 

/mdta^-siiéaénfcraflq cnebjdiajeii^>p^)]^ii^|%i^p^ 9 i^^ 

t5«>de{l»<batalí^dé í lAljiibar«oto J yjá^ í^^f&^^^fy 

Httflflgio Je »fíattL*«eraq¿te^Ipew) <q$e fitom»$m Wyffflm* feft>ar 
•dobnuft njlo^^láíBaiioofeiiiípositeripp^, ngftjfcijap jffigjp&w# 4fr 
bida á la devoción y patriotismo. de un fraile. En las Mejgfigfop 
vi&to, sAtadxmxk Reai&lCjmcj*i9ÍdP& <vrrMjWÍ$<&;>d$ ÍHM^osa 
^flpaMtefia^> H-n^niArA oihoin x poI> j* .oirroírrA rrr>2 ob «tím-ro 
-U Canaiste) eL ^bra^nij^jginto/tófqUo * ififtiepílWWW^') fPgttP 
^ÍB< tojü deíiide«íio^> itt>(pi^jfw^íbMtmt«íte^ MvfiwfitfLfo ppr 

.tako^cdn» chnppAiy 4fco»lnsrd6<ta^ 
^ndrtW^j(iaíieoiie«>íy(>oo3^oá j(é^ MtptetenfoéÜú ÜGtíévtiW; 

¿jBüt©éiáo;-TáMfwr Jfardsnfe U»> j^oerrAdbMrr£iio«f(09i dtmw^J^i^ itii^ 
¿raefe. iA*^be; estropead* [pw 
¡$wétomxy, Jjpfetfq) teáJta» dwd&i^ 

-tabea ebtioád^iángnlouí SB Jtei^M^rteh^WJüwtó #1 *l)4fi -AspiflJi- 
im«0Biiibro9;ikí lauB¿AtóttAa»^lí» qi]]itf^r<MMQ<(^^9lo^- 
fetlfc >*feí aehíafiPf sqgtó .<1^7Ílfaiioebíido6pan^M(^o4iMmi ae&ife 
^íje;fa>/pé&4aníej¿8teíja \ení otísj^tti^jq^stJiHéitó el Qepto- 
tóbte; BdtaJ Mprciqe^iiioolfft (tíejvi^'ttqafitmediípoit y eir FnEterá- 
rt* ds<;$ant* ^harfett) ehi {¡támcctr ddb^jratett? de^jfjajrtoo&e 
otuptt de aqnekparironi^ 

como yiD«»*hail4€tfile»t^adüfj(rl)w^í^ *vrp *onf?íí>tefn aol sovitra 
Tengo por cierto que esta Biblia proceda de Castilla, y que sea 
de mediados del sigl&KfcY^pnp M Wfeitan claro que la llevase el 
rey D. Juan I en su capilla de campaña. Más probable eneontra- 

iivvwiiv) j-. '.iirp .\»í,o\V\. &l íjIí abitan ni ohaqhifcui obmHcfaH 
• .}) ';í'ii;-f?: i-i ..]-,{. v ¡ ^.ii¡ «) , íjxihíodIA eb o i tj ignora Id no x¡d 

biendo oído que en Alcobaza existía un códice que se cogi(S al rey ~D. Juan T, lo 
btfflco Córi empeño y áo K> ten^nt» PJb tftfí cjfcdtte é^J^Wp^^^t^e 



itib BATALT-A'rtÉ'A'fJW^XIlROTA. 

ria que fuese un misal ó un libro de oraciones ; man si en efecto 
dcWi^iifoto 1 *! éjercftb>«l^^ 

pilla era tan completa' V&íno 1 IMiídiííüi'MB We*s despojos del cam- 
pamento, esta en lo posible que allí se encontrase. ¡Quién sabe 

fiado de los libros sagrados cuando iba á la gttefM! l ál' J Wédd , i()pálé 
^e^pflmm» * i&Mo&'tffl ^láh^Wnítf íMriíttf' 1 »*' «¿«os 

Tí) olxUiiJ'J floxjn lu'/fiitl fl'.)*> V ^ntiI'jillirj'JÍJÍoOJJ rft>l>j;iliiílW)f>U í!i;l 

- * * 

.ol)J5íi|'>im oiiiiJ-Jí l-i íi'j'j irjiu>ioui'n aa ^vtouannoq &>hwu-> 

«"jte&ít* 3 , éf«é>B«Mfiofe' i í«6'*6infcdb "én d'0¿n^porl»léH ( W>l*íáV* 

■jij|^jui'.il) iiri ¡*jii*»»[ I'j ,i¡ii«>i*ii( ni :>G <>Imjy:»I'j obititoM Jo na f sl«Jmo/ 
»■• ' 'A'ttkte'iBdiVidu^tóe^rW'teS'^iie^e^ fktéMt'féfkj^OMb <áe 

<to Faleom, Guarda Mor de PflrtWjWfi"'''^» ¿ uoixiiltjn jmii¡«íi 
La circunstancia de que el guión del Soberano de Castilla, que 
se cogió en el campttie'TBftftiHát feátópijonme, ha visto, un fal- 
oon, me hace dudar si tal Tez fueron esos soldados de Pinhel los 
W^trtrtó^á^r^pmtfeiM^^séréy pfíttlftíáBlíien 

>m«kai fMt^ém^W^é^'W^'^k-'^m^^i el 

con el hRIttfe^tyirf^f m ^^ I Mch^'fé«»i' ] há^t^eá I t%m > - 
■jibi4a^ p^8«reWVfl&fro#d¿'!flÉ&^ los 

-jto^^sWrMtt'él^W PrmWfíeí » Wkekñtéfit l étfÉ?MSÍ 1 

cobrar intimo cariño á esas ares, teniéndolas siempre & su inme- 

ülfO iinhi'JÍ I rr/trfl, .O v Tí *>:">p;iM .ti f*ni«vl <I p'.vm -r ). ., , . -v,j % m«« ,/'.t>.nro 
<1) Por4P<*rt^£í*HMtf*<#^íW^ dé JrV¥¿- 



/ lu 



>l;IjWrfT»í»I^II/-iM 891 



•kíiv íníiíp; .'i-tfThíO'ijio '•>. iflr: onp ')IrÜ£.vj of no /:t?'> .oiírorrmq 

c^i^iEKWfiCWíij^ Mflfiw J»i««Ww sumí» ?^fiRPffl#HMT 

•WWwxMW^W 1 ?^?^^ fj i: roí i nf)íi.nrn >->f»frr2í* í ' ^o'Mrl froí ob oÍhíí? 

neral, la encuentra^^ylfcflr J^tfhíP^míWftfl^fiBReret 
tan á determinados acontecimientos; y con mayor sazón cuando el 
trabajo reviste la form^e ^^c^g^^e^^gue deban acumularse 
cuantos pormenores se relacionen con el asunto adoptado. 

vorable, en el sentido elevado de la historia, el penetrar dem$|[f¡t- 

m^MM^< y. w$[ miWmtímm^miiiA Miar 

rí sima reflexión ó advert^^^ t ^ ^t »V»wV> t «wn\tf* cfo 
or/p .nU'&sííJ *)h oírnrxfoJJ IoI> noar» lo onp ob flionfltanjrah jiJ 
-hft íuj pi'-rr j]íf o»sP5Hlo^éMrí* sáíJW8^4fyfrr/n ío no nnyn o* 
p.ol íoíliti*! fJ) >'»f>j;í»ff">H >n*9 noioift soy ij;t ia uibnb ooiaí om <noo 




señora gaJ^Tflapi^Efs^ 

-Oíiiiii ííh /{ oi'iüf »{^ ^.i)JoLu ; i(íot p *'.wj *ü>o ¿ ofinxn oífrrtnr •rintfoo 

i i i ^ i '^ j .CJLi >otn *w)q.í5 Hoaj>,;;ir WR_im 7. nol.'iAJii 

la, con las glosas del Baque de Alburquerque,', publicado en Madrid, en 1869, 

consta, en efecto, que los reyes D. Pedro, D. Enrique II y D. Juan I tcnian esta 



itó ' BATALLA' KB 1 A1JW»!V.BB0TA. 

Conde para con la reina dofla Leonor ,-*J*^káh*ÉS&Étaflefe*M 
dMft? X tX°7 wq no-HMiuiIao af oíntwn <Gri<;r ny ?oflü T'- bídoT 

-'^tínyfiefiddl'Wpreéeaátt^ fcJfafadtt$i«M¡iS *'Mtf eaiác** 
«liák$náÍ¡y/y»W^rW* iMfeiiflp ^¿iá^'teJUtrffca#A 

éattrártóWué!,' ««■étt'ffieHéfe'^Giib tf %)nor^>^Hftíirt#tasfmftí 

eü 1 W ; -Uk?ftáWÍ'( í tíé I H ! )íu^i«5 m>hk<t^Aikmm. tf ©'<6ad*!í«f mtí 




lfténW^élleÍ>tife'5&n\e^ 
tt¡%tt'i&<áro' bi^^/'elofófe^^ 

fci!ftrii¿lfs#d¿íl01l¿ofti^^^ lab «*&tinfe 

brea del siglo y que no desdicen de aquella 8uposickfflf¡yí>ttelí¿p«l 

""TO tato '*&!<*£ cuaüdoWle ltóÍíe^ai9o'«n> 8#li^Vfetye¿» 





«crfttfe^KBiprábr^p^^o^^lertíií fi'U'en^ttthafefelÉttitíni. 
^a^n^ñteMoíén^tífeÉtrfiteé Védaa'CoMAtírl** <ú8:Ú.'ty<m'piá 
^j&Wpmfóo<ra<q«e^vilki^^ 

m;^cPftfo^&& J tr^ttet^Mir*u^ y ra&éfcimteiftd§. i< "i 
La cWflc^péqiBsfer^dfesarqltó 

~?#$, z fné'tóAHí^^ 

^«bortó^qdé^'ntístifc dig«é'»(le'l<« l fevttr«s^e4¿ g^ett*/í<Wiii^ 
iUdp^ieR%e^iIitar^^¥ip1^'l«S ototttv* aviwlkfcr.de ' tate*- 
~tól9,-Íe l %áJDÍh^d,' N Valéi< ^ tetiergtay «i; feral spduráde/eilioJdeiIaf- 

boa, como en las Cortes de Coimbra y en las operaciones subsi- 
diante» dp kj gweruu. . La TCOopeEamon . y, ¡ »un ; ,e.l impulso, 4a otros 

hombres n«*tablk eh'ttcruellos tettcews en iiatta rebajan 88? Tin*- 



bie»)l«h«9tuK9«i>O0 ^f^fca*^,^^ l0,g#e Bfyoftféfflffflr> ! !9 

tan» te *lte#t<feto#»<ífli .g^, ^ptiíw^ffeafíw^i^pffifipwiois 

Tenia 27 años en 1385, cuando le aclamaron por rey, y cjyyfo 

fiaUa^&jnbarjptaj^ ga^^yíLjpy^^^cBp.^aíft^^ 
di» I^^^,<4^uiw^WW^llft^í#M^^9i4ftM a BS«fi 

doñ*.ía^l^qttt,^^,(^ifcftó í( 4)W¡I^ í .^^T>teí^gftñf.'r4rfifiT 
Mrttwro tu*) a*ti*ífti^ f í^',íMf{.Q«5 > f)1 *e^^ rK ^ ( ,dffl>*kd« 

«Arrefttft dttf tnem^^a^ ri f^^^A<^^r<9mr><%^Mfrf 

l*H{tog1ieja*nniwKjrp< í¡fíoirp/j el) rmíf»*'.)!) ok oirp v otei* lab saiií 

Pocos reyes y pocos padres de familia alcanzan la felicidad^jij^ 

^,;pn*<k ( <k«fi8e»r la?. ^p^<^4,d4f Srf^^^.ffe^fi» 
dft.temtatjf^cejftiato^ 
por eLflWÍÍWy 1( Hf»^B 4&r^«fW%^tag^rfM^A^ r ¿¿rV 

diwobea rttlgane»)ta|¡ir¡^(^¡^^ 
4ioat^^.fi^lgite^lflrirtd»Iyof)e«^{» áft^^Wftj^-t-ííéhéHft* 

• i-li.j ■ -w «•••(¡■'•ni.) ^, ; í ([■> AiTiími,/) 'J) >- ( ft<7) >r¡[ reo ornoo ,Rod 



204 BATALLA" D» AíJÜtíARKOTA. 

A^íbíOf íi^^é >*éto<feteó«le :vtu^ 

Jftor¿táe4afc0Ul^ cá ettfcfcHcedeimagíárup^ 

^gW^Wl^^i^.^fím^Befas^^qtoouw rdfié»eiláirtÉ»£MÍ 

^14'iS^ViííiteiAddobattv :iV/Ir;* ')* (<ro»i:lifir -ioq «hinot) JwhtJjsjw 

^AnWdi^^^uéMoíí^Iím'j pHntópnimenteífti v&fañffifa^ánhatá^ 
lias contra íiifielé^ V* **^ 

^^jtftelf&jfj^ til n* 

á'éPtoB^détál^^ flla»l- 

'tió#tfa'-wte ^i^tataikoelq» jirftobtad^iiMftal^ 
•^rétáll^é*^ iritátáaq* 

'^tt^iifriU^^ hábil «tata'dfe 

Ifcfiattedeaptiefrde átaart» í): Juan * I fteipWteiktóflí subedkto* 
*mfrk>wii*lgmi* mñí(te<á>úeb\xmmú*¡&yé^ el 

'^Jhábfe«éiaümefitíutoila>coí0 cte'lto (blandones «tuvbk /de'4»n«ií- 

Lisboa su hijo D. Duarte, el año de 1437; pues seguu afirma 

^1) SSoarcz da Silva, •■•».• - i 






^qeifinóienüL%ó(ieb da da Jwü^W^ijUjiílpmiW^^id^^^tf 
sualidad (tenida por milagro) se salvó; yjttfeéa»ÍAi«fi»%ÍÍ^A{>líí> 

jff%Mí<&dR^ ínrifl(7o &bU 

srigiúfcitedif ¿iroriqmtfra)^ «i^ífffiMtofift SVisfeflAá^^^ 

^lípriflKBo^j^^iBftMtó tejjeifd««k^*^e$ p^titoíA^S*)? 
^radk^ip^fiDlrito^ JWfcrf^d^ifftfW 

4gwahm¿te[ nriufttierfabii»^ 

besaba á una de sus damas, le ^j^W^^M^^^mf^^M- 

vjjjrril»; iii.r-'j ^l>i;.j . 7oM ')h mííjj {•.» f -jj'ij;jj(l .ü 0\}ll u> wxÍhuI 

(1) En la Historia genealógica da vasa real j>ortugucza , lomo II, se dan aobre 
cato extensos detalles. ■• / ; ^ m , 3M n.u'j ^ I , 



2ftt BATALLA i D* 1 AWfiBABKOTA. 

q«tare}feahl t^yifiz&im^^tmteffy <V^6&W'íFW> *¿W#fift 
que se dejabor A»tlÍM«r>J» J*Q¥p ^rlfkÁW» WPOT«?4» ,pi* Jíft^f, 
taras G^wdkwiea.taiifrptiiíCTt^8 pWflfufii aigfo %£* pj<faj^sc 
encuentran referidas otras i>end^ l ]^m'M^\^^mmm^ ( W^m i flt 
da* ekixÉiaLmrikoeüfy&ifash M>l#l4f 4»fci iJ^.^Wfl^jfus 
c^ttóoDeeíxMínimi^tiüaH.'irHií ; >| o J; p ,-i<>íj¡y oI.j;r.nn y r>i*>iW 

d<**eii<^fcft^ttr# ^^WM4g^¥A^f pri*^y.í?^fc ^ 

fomentar sus relaciones extiunjer^^B^Gjriws^^npíft j^grjftrj 

fcttany itóht^ifcu^^ 

niqsíBra^ieandp i^arnufe (KSitojií^e^rfef^^ 

tveffcflHftr*^^ 

diorounjbtíítoáte fcawotai^jd <^^ 

A su regreso d^tytiieUfcffápi^^ 
bluM^afao^u* rigiw* <mrftl*»ÍW*/0l<>p^ 

tabfc/te^ottugid, W<>)ftfe^nte ( ^í«^fK«4ft Wto^PfyP fiftjWh 
trodujo la reforma en Castilla y en Aragón. .-ynvul 

títicaiKÓ,de^á*totef<* ^jue,pwtífgo^fl^ ^^p^^^^ 
m^tesr*Aiqkroii qw>OTíItoM£?ta^*&^ 
iwJBiesup (Wto«wlftí^)^^áa»ííWgWH «P^ { $Nw ^ 
Sü|rflyae(qaW>i*fotf stínftH^OTW^ 

«Éadon fA6ebr^(ípe^n tfkf^toipfu^,^^ 

yon; 1 -ofj::»í¡", ~y,u n'> »*fj 

se habia distinguido en los reinados anteriores, y que como prior 
de Grato llevó el pendón de la urden de Cristo en la batalla del 
balado. " - 



< i > 



: - Blvidi&btiafe tes 1 khanes' til emp^tttfftido&t^étfiwtnrtc^cw 

'"Natí^Vía «I "de JÚÉ16 ltó'!86(H -7'tó^-i'ÍMíPfloH'tamt*^^ ata* 

''Ma&r^éfesdVátf naA ftafebfefed «ui^lei^rtahityife t* 
rácter 7 arrojado valor, que le mereciélí¿tf"^4flffiliaxto<nfa»dleiji» 
per" K'ihafe¿iipyBtttt'tfe»i'íi««íb#i»» '«d¿(wtedyj|*i«liét»í|>aíá)^or 

p^'ven^etfJ^^'tauMiñ 1 ^*'' aoiioñalsi mis wínoiiioi 
-'•Em^fta^^'Jra^lAfl^^ poetan 

^^/fc4^fr I é(5W^íi'^Wof^WOl*í'ert' tfetHmsgt ^cm^ rampa» 

¿ñfitf#5ÍM>í#p«WW*B<«li^ «Uetít^oydoáb 

Bion en que adoptó He ^dettfjjfele <lifftfo't*>i<Écofflf«Uia»¡.BÍenia 

" "W'Btí 'ítiMth Tiiifftaí -'delBii' t*tft-feitarit>- flaN$»i «u^iaqgwaüd 
attlvi^qWié'Jffi«tóguí*| ^«d éidr£¡éivY*ty» foa>ta*JidM)l0 
i^ffidy^ I !MSRit-' I *ííá^>H <*&* ífttoklítít* ^^iíttdlffcitod«fe<c te* 
«tóób V 8pert»J>jl&He#%ÍPqtté'ltiíiíló: pMfW'J*ítJttí(^lttif*iert*'ii!fav 
OtóíiBa? 'p^4fc •*#&*««> é>WtíWetrfi^4iirt¿eíf)«kil«íte'iuí»c¿íi<h« 

cfoneW'ir-wadw 1 m^ÁijtíbR^tH^^^d^bm^j^iásMto 

héroe. .noginA no y aIííW.) tioamióion «I oji/boii 

KflldíHnas^peMi&sjá ^tó^Jtffi^g^&T^tfcgobewMDJty 

piet é*ééÍ!ÍTa J j'vIslas KiPfóm&WiK^pfed&étf ?'4*tOÍM qwf*RfrW 
ine^ ná»t«í hatíéké l ádMb^%tté%a b pM«á(d&> Botta¿i»lpjo*uttqlto 

ító bt^ Wi^feltóW{te''qú¿|e l ¿iíltfllatí)Á» )i ^'X^-ro^odo) antanl» 
austera virtud, la humildad y el piados^«&i^<&><fli0.i¿¿ eWeol> 
gtó en sus últimos años. 

Al pactar^'éá : ra93 lA'ttééua^cdé fe» Wgeitófa'de -Cbstilla, mo- 
vido ya de sentimientos religiosos, dispuso repartir entre sus 

cbWpañm's^armas-Üg^háYlde ftói 'éíttW'^^l'^y J¿ Jtáhó; 
f<ij-ii| «niin-j :):,|i / .'.•>-iMii..itu¡ >i»{ii¡ii¡->i ¿-y! a-, <)Ijii(i>n¡J-iib üiíjjjjí •>* 

i'!> ', I 1 ;!,; i >Á 1.1 • .'-n'J vi» iivíii'. i¡l >jh imI>im<i !•> u/uII ota'i :>l» 

(1) Feman López, Soarcz da Silv;i y ulguuos de sus biógrafos la describen, de- 

talladamente. .'AmlrS 



%í® BATALLA , Ug ■> AfllfJ&ABROTA. 

m'ÚmM&kXim W-^pÜiíWq^iqiWríie v i^^]^\p^íi^ v ^ 

gww^>jrf*ft^ Ai 4í^w^,^i^^^^>vi^v dr faltos*? 

dose como el más humilde leg^^^J^m^^r.S^^^éí 

en gran número, y qmmJmi^m!f$jMW) W^ftjSSRft^SS 

-mi «I oh «lililí jstm* tfftslW^ 

/rroíl'j^ tnlvwYi oh tú 7>(¿>li<>UiaMK>p»y) ,n3oi: rvj itT/ no n«w,<fv> 

IT'i^iiY j;í j; <niJ)\f;'jJJ[> HuDU'Jo i;[ incf uljjtjí -.-j •' üí«'t .f.íií^vi-!!;'.) • í» 

ti» GtHHuUfcfl© atiWfXi&ilMU tó*ufiWM£ 4lJQ U^u I* ünágQii dsj.líup^r- 







nunciando ú lo poquísimo de que ya diéjWüittj^Aí Wtí¿>foPmMi 




&'tt$^oM\fyWtiéÍ&o>ááaWJ Wíuiijií mkm lo orno-) oW> 
"' 'fegutí'e^ítfélfan t¥íi"ÍWg¥«fo«y&wf efe faWlftfe#&4to«-*)>tW*P0 

cu^p%dttytápmWsmtty'^to^^ tol««blan»»^jdj<M<ip^ 
qucños pero vivos; las cejas ai^«^a«y*abia!3f«t«ííioolvc»tolW>y 
WWrB$ l&bft&pfelptta y^»4ilífe^t<ímiwT9WoMVa*Jl'AíÍM(pn- 
M^tí , bfe^'«ií'eF^«HttQ^(W^ttMÍa &toi£itii«íjp«fcrfiú-t 

q^ÁMcTséfe 1 « I q^»B«^«l¡éKiMó<«tlfyto«yfl£w^ 

p^ríetaé Ws-g^tegóá pe amkfcmiWU tígbtm lübt^^dA^gu^. 

Ademas de la ermita del camp^4te'i3*tí*Mtf^ode4í<iMi^toidfll 

Carmen, de que ya hemos tratado, se asegura que fundó, edificó 

ú restableció muchas í¿ieMáj4', I 'Mm'ó 1 lá Pdfi Santa María de la La- 
ir i ,"V'' f W» "A J " '"'í-n j„ " i "j i n 

guna en Monsaraz, la de lga^^rlijg^ ej^Estremoz, la de la Con- 
cepción en Yillaviciosa, ofca^ivJHQrteií^/y la de Nuestra Señora 
de la Orada en Souzel;-kw«én3^ aegwt \atfChorographia Portugeza 
de Carbalho, tomó ese título por la oración que dedicó á la Virgen 

'éit^w^m^hú'iiúiíticmú'mmu <^\m<fc(qhh , «kp&$> ia 

^Afotéirós); áát cc^'!a u vttltt ! ,> fnadHa« ^1 #»ígtt*üente^»e 
llama Sotízel por óori'ap^wi ' ¡dé 1 -Sita ' íf - '<#, frase >eon> qd^UHprdó 
acometer al enemiga 'EKfv^rstá' I captóla ^'tJrftilttW'ieJíltíiwBJitíini- 
btefa't>rígeti ',' & creer ' sus ttf atoritidtirtt', ' • eitátodttnN tina 1 1 wsroa' de 



800 BATALLA ni, AliflBRARROTA. 

Mourao, denominada de NuestmSeñor&di* Alcance , en gratitud 
de una ventaja que en aquel sitió álctfü¿6 ; Sobre los castellanos, 
quitándoles los despojos que se llevaban £e taña excursión por los 
términos de Evora. \ , 

Añadido á su antiguo pre¿t^g,ÍQ militar jr. a^ de la alta posición 
social que tuvo, el del raro ^mpto^rftligÍPBidad que observó 
en los últimos años, empezó el' f i wtih y ali instáfate á llamarle San- 
to y hasta á rendirle culto; referítodfc'itíil episodios y milagros 
de su vida; acudían gentes á vjsif^r ?u túipjm, extrayendo tierra, 
que decían con virtud para curar muchos males; se le dedicó un 
iütitr' &]taftd i^^ébrtaflétotóttl, ^> tp&Vl Péy iK' fDttttrte itgaló 
tlt^íiVfli^áttt WS^ÍMa ^fHe Wi^rA^Mi^^tmíki^ y ^us^proni» 
idtt&Ümmtrd&Vifceiiñab fk#a*tt >devtffctí é(tie 1^ 4^a» [ alh*# 
en enfermedades y accidfij^^s^^popjrrQ^n desgracias, aparecimien- 
tos y destierro del espíritu ( <kA JW&btoivPundieron sus imágenes 
en estampas y de bulto, par» «pkw&rfas >4n los oratorios y aun en 
iglesias; y así continuó ^ títótotóéíídói^' én el vulgo el concepto 
de beatitud. En el dia siguiente a ¿a Pascua florida se celebraba 
una especie de romería en sji hpnor, funpion algo gentílica según 
la refieren, pues acudían las £Q$Ífff<f ^ f j^lesia del Carmen con 
panderos y otros instrument^>jríiatópflft Jf ¿almas, y así que reza- 
ban cubrían de flores el sepulevd/ijp'Seíipaíáan ¿ cantar y bailar á 
su alrededor. El P. Tfer^A 4& ^htí» v Ana, cronista de la Orden, 
pone al referirlo las sig&ietefes f ttM^,^&e dice se cantaban: 

No twfr¿¡Mfa„twft t 
Que SanfafyoJ^^ux 

O Gram Oótié&lfoW"" H 
Nunalves PerelAf' 1 '" Sii,;i1 ^ 

Con eua ¡ktoa4pii&4 ->ai oZ 
Econ Besvf)ei>4QjíQí ,:/, mm 
No mtifa)diíp#dt8v#oP¡iZ\ etc. 

Na AljuliíliírfatL'^' ' ' - ! " y 

Lovouavatí^iktóir" 1 ^ 11 l 
Com brazal ;é%fy¡¡ t "'' i " liA 
ÓB ; Castelliaó8 n/ata;' ^ 

No me lo digades, norte ^ etc. 
'"-• -* 1 ' : Flkbofr Badalhcmoe? ■>•.•• , • .» f • .1*» ji«f 1 



/ ■ • ', 



t ri>Hí;I 1 St"f:'» r ,; y;,l$QtlMftWtl fTftt¿ l'UJ|>l¡ ÍTO íllffl i;|« ÍiI'jY finí/ í)b 

. . Dentmno Valvcrde . ' OTO /H " b "'«««i'* 

íi/t^Iü ojíj. i'üi'f-íji^i^i^fegcj^i^p oiin I*jJ> ío t oyj/t <>ríp [ishoa 
-iu;< «){-ii,ííw;Í1 j; 'WíflttwiHaaablhM^j,'* u\oí[ííio f *r»íifi goniitdV roí ívj 
«rt-isliiii y # <.Mlr.<¡i|b 8 fBfA 8 «WlBW'jT ;oi[m «jhibím /i nt^níl y oí 
,^,,,1,,, ,,,,„*, ^'^aSAí? S^^"-i.»>, í-biv i« «I, 

\f) Jiiíií '{ <oh<, íj¿t> «>J [\<fawi&ém&W)h%\v[ t olíu<f -jf > y «w|fíii;íf") /j;> 

iiiíU)< i:-.¡(¡ín->^u'»Ií5 nui-imn /lorkui n>. no nh'jííuyí ub üi imp*j íjiiíí 

r , . r i r . Na carnpaniia Somde8 r x r t 

sin') íí^üfiji ^ i .|> w^>í"^i¿[|^)^¿íg¿w;I iiiülmoxi «'jííí{ <iídtjií9i j;I 

-rs.vn oj;¡» Uu v ^iJfnlujitá^'^i^^jiioinjnj^írí ¿cito y <oiolinisq 

í» -jiíliijíí v ii;ííiíi.i ü íi^JBa^wotra^boafnrc)^ lo **>'joíi ub ujúkÍíj 4 ; «mí 

Todo esto lo f cz , 
MaWoi*á^Iiío¥" ^ A 
Salva^^^r*»* ^> 

Einaia otra^VpZro'I eovíi¡iiii¿ 

No me toiltiípwktef i)-: n./ ) 
Que abomiolostyt^ >t »> ^ 

Do Leo do pastel,, f¡/ r y 

Kmai8o^^: v ;; ro ;;, r 

El cronista Eannes de Aziritttá 'háblft/fléí cftras cantigas por el 

(1) Bn el Agiologio lusitano se dapiaftpilíDsda ^«attte versos populares, y tam- 
bién en el Canctontiro t Ilomancfiro t<mhtitotfil9*a(bP1>T T. Brago, 



Stíí BATALLA DK> aJJIDBJCRROTA. 

•'tf0Qi*'bM*&flt«te la uíwott *VQ**üla $tnp¿xó «.decaer ésa¿jd<m*¿ 
cion y costumbres oémi^uíiiitifii&'da 1^ abanaba; t aunque de*-* 
d& I«40[ jkffodl iiíioyíitóéitri Iitrittaripiiaii» «fia; prid^j* Uv i^>a- 
r#^oW yí^W^l«ti^dt)^el lKiqae f dc^B|^gtmia cwtío JtegJ Bu» 
d^'ÍV^éípíwtíró Mifcfhlece» ludia fau ■ antigua» indieéoMf 
pfcfrí dialftHrferpfltji^nv 

teftí^itd^^b(Mu^^ble y y ^e repitiónld soíicitud «ü 1674] 
^U<mií*kf^x^£pD. Pedro ií, ffCtementeX, Trieste sapu** 
Mgifcty>nt yrt xtícoA) cttténonétrto lafec^^unjtores<*v4Aui¿^ Eso tíb 
obstante , continuó, como no podia menos, y vivirá sieirípr¿ eA Afe 
tugal, la memoria grata del héroe nacional del siglo xrv, siendo 
nnichwbraDB fa^iiróxi^jútú^ tra- 

diciones, leyendas y romanpee populas que se encargaron de 
perpetuarla, dándole mil epítetos, que D. Juan Bautista de Cas- 

«opto!, lien* i)i€s^ibli y 'B(^w^^oftu^w^ Lucfra de los cqpüa- 
immhv&Mi &cclar8ci¿Q ¿forte, luútunfi^ Padre de la libertad 
tkfapatrÁa^ Mfmatrfo r de t valor y Azot* dd soberiw castellano (l)t 
,:, YarÍ9S 4opuwien*09 y qirtae autógrafa*' suyas se guardaban m 
el convento del Carmen, de que da cuenta el *P. Pereira de Sant$ 
A%a; y también, dioe, #& tenturom espada, que. ainda quand? se 
Ptí/qW 4& svamaa xieqwnfawadQj cqwa pavor. Añade que sólo 
Jas gp^rniciQnesrpeB&baflk ta^tp.qve no sq podia mover con fací» 
ordinaria; que la hoja tenía poco más de tres dedos de ancha y dis- 
minuyendo hada el extr-emo; y que para usarla en el ministerio 
¿ que estaba dedicada (2), fué preciso la cortaran gran pedazo y 
que la vaciasen por enmedio. Refiriéndose al P. Jerónimo da En- 
carnadlo, dice era la misma que le arregló fortes de la batalla el 
A$f#gem de Santarem* pues.se vei* lp, marca que- usftba, consis- 
tente en una cruz y una estrellas tenía, ademas, por aquel lado un 



(X) Ifornlá él condestable Pereira, por su vida militar y su fin como cenobita, 
un tipo caballeresco de la Edad Media. Según su Crónica^ parece que era muy 
aficionado á todo lo portentoso y á las empresas más arriesgadas, teniendo pre- 
dilección por leer la ITnstoria de Oalaáz, en que se contenía la Soma de la Tabla 
redendá. • 

(2) Se ponía en manos de la efigie del profeta Elias el dia de su fiesta; 



floreada sobre un círculo, acompañaddíO^latías/j^pón^íW/^p^^ 
Ue^hd^i?d«8rjfifew iákf^^idH ottto^metéraí «fttedmwlc^tiue 

s*&6tfpigittík$d^ <-n<iíirj/)>:<>') 7 íinb 

tafe Ia>^xclMt^ra^Í0i^;^ofeampj)¿é los (£b¿lwí owfl^lUa^^Wh 
p ta^itoflda-miam&qttá existe «n^tpáia«iouB^fle4^7Ke!#íi^ 
ittdw^láiÉufitnbtrgdíilq qa&jlpilaido ¿uimiapii^lieaQkfctfta ftifrj 
ltti(ll )wtolá>ilettig>«í>p ¿4a febáifcffljo^ ^ia^cUscv^adoi^imf 
ptawf ktf«iad*ieívla**8%dé' JOn)¿Aiusá>4tésdd dLf rh»w4*qittíl^ 

f/ÍMí-i> //J7. í.í:-;* '\>J> l/tiKM'iisíi v»T»if {•>!> xit«f*> iiiToaf'jni «J Jir-iU 

«íit ntnir. " r i: -tí > o> OJ/p * <) 'W&!tttMuÍtí$fc& íírí(> ' f *{ w$í>ivr/oI , xoíimÍ ñh 
-^i; > M> j.i-f-^j-íT nmiL /I *>wp ,-o1*ií;<]'> finr olobniil) , ulitis! iwpwi 

ií&m&fr¿W&Vf¿ dé^lf^í^ró^elWi '^feí^tónftfcH* 
y tótós,*fert^ ^'&MmH& VftNllftyfett* 

M*éH : ^»»fe *e tiS^rfil^&p^^ de 

** artife hkftfcs^br^^ 

tí AMI^Afeob^á;^ fií#l& d¿W$to* & é£itfté ^tíákiM^tí 1 
We fá3«Ó6iittiétt«0B i: dé! éfcrt í írt)y>áé , tf^^ g*L 

TiS^y^^rtlctóaí kmditíi¿i¿ ,) " :m ,v **l J » ,,Ml "i;' 1 * i[ t>f '\> iwwu'J™ 




-él 

ifthtódó precedido dé la¡ fettüáí 'priifcHéiáty ft 'imütuíton *<tó>sa>i wifc*e>- 

Tfof¿'qúetótíófc?» -^ teftótfe íto*rty^pihi 

en el carrillo derecho 7 le lastimó el oido, parece que dio muerte 

v ." ,ViM *' 5 '/ -''« * " •> su* r. */j^ ,¿ri". 1/ ¡>j:Í>>1 «í ;jÍí ■ví- 1 vi'i^ím'jí'; .íijij iiií 

Txunbicft se describen ael^rft^ V4mc9íie,Ganj*. ., n . J; l|r , ^ ,!^ 

2i 



$<# BATALI4* WfrAl-ÍUBARROTA. 

empeñó mas adelante en cunoui^^.ft^i^ft^.^^ift^^^ 

tes Claros 7 la retirada de D. Juan de Austria despuefc4ti ta&'Jqflr 
titftoqn* tyHHfcíta <&ta«*\ ¿Ip^mic^iwi^^^^ apeWek*fc<& iQael 

•> iif Ett;hnfrjcí#iAlfl efe UMt<Htoai4^^ 

twrtd* líiwWdo^tté^ijííref wtid* (teínas iimtié^^mttoiiiyei^ 

fcta*totJta;ooi»OT^^ 4w$»itiMtaft tfíáwúfr 

Lorenzo; y se le nota la falta de la oreja deigdjfeíoi.raud éiuuubu 
El distinguido jurisconsulto Juan das Fegras abrazó el partido 
del Maestre de Avís desde cl^ff incip^ ; in^ryino en los sucesos de 
Lisboa 7 en su defensa, yitó^eliq[«feípo¿\ft* saj>er, sutileza 7 elo- 
cuente palabra, decidió en lúÉ CÓifésuéCbiihiÓrala proclaihacion 
del rey D. Juan I, a quien acompaño después como canciller 7 
como soldado en la «batalla de Afljubarrota 7 en todos los aconte- 
cimientos posteriores. Yaí^entonraép^ea\uueepulcro de piedra en 
la iglesia del antiguo ron ventóte Jte&íica, jáhto á Lisboa. 

Ninguno otro délos qu«...i¡Í)^^TQft.^U|m9ada tiene interés 
comparable al de los citados ; ^erofee oportuno' indicar que varios 
de ellos, como Martin J 'azqitvz tfé^Jcu&ftfi.y (su hermano Z^pe, 
que llevaba la bandera del Rectal la^ batalla, en vez de su otro 
hermano tí*/, á quien correspondió póí éev el Alférez Real , pero 
que se quedó en la Boira ; -ai/Api* tf «¿torre* Camelo, prior do Cra- 
to y Juan Fernandez Fachina y Egas Cótlfw, disgustados con el 
Re7 en 1393, se pasaron á Castilla y guerrearon á favor de la 
momentánea pretensión del iáftnte tfc í)ioñis ; por lo cual, al ve- 
rificare la paz, se negó el Rey con firme carácter a perdonarlos, 
y nuecfyron (tefihitivanientc eti Costilla, lo mismo que los qutí des- 
do un priiicipio abrazaron la causa lie doña Beatriz. Distinguidos 
siempre por los monarcas españoles, que no olvidaban el motivo 
dA>att*flqirtriocU>tt y la péidida de *us lriepcs en Portugal r *e*ii- 



Del valiente ifortái (%k^l^'l^^^ ád Bty 

dfoúép éfttiitftf £^tefl<*üWW* «tíflaípafeá übfiAáfatW t &tftekl& de 

->v ¡gtitymi) yfe «jttii^^j^a' en >to 4^rfft^e>BafaJ^ dtawta 

Punteon dé su' Sbtéraio* j ' y '¿farO' de ' W que 'iftig< W>4i6Íifi&fii*WiH 

J'«iDi $M*to4fa \gtíhq^Mlwümi6>'Aé #*tá*fe titom? tm^aáW 
mos loe siguientes epitafios- d«i^iM>dd*>W^ 
twlq^"«e¡^^ efe UUi«Mfl(ffiflis^ae 

ta*to; y& útffy'wp mea***' «mf^itey ^^ii>«aoi»Ww^- , iel 
flHAm^ hiimoríiÉib<tt"I> '*:/"» J^f ?>!> -j? jIjII H íííoji í>[ d« y v<ys.svwoA 

uliiíií;.r I-, .'ijir.'nJii >.\>'w /A *\^ tw*& oilirKiio-^rriif olmreniífcil) 1 3" 
♦h *. i<* )■ ) í í - ^ ■ i [ I J \> ' > 1 1 lj[T¿\ i JLJ WÚjJif ^¿¿i.'* \ y < t h'< i V /v. oí) 07 taíMlM loí) 

-íj-í v ;;.\ ;I:1;m /: .^uc4Htt/4wu^[(^¿¿d*¿^ f /ttnolof> j;« no y íiocíaLI 

u<)v>K'.; t .:]'i)'íi\ v. : t ?£ifyffW>lfe*ftWP!9QA iu ¿iLiool) ,irnííJm olxiorn 
, ' LJesafia a f^uantos sao. 

Y T.ill j.li:*) orí'.-.-) >j¡írj--J> Oíliiini-. >íi It«.>ÍjT[> h f I ItRííL .Ci "(Of íoI> 

-vtíí'.'n; « .f j-J.nt íio y j'i<>Tn!(lij¡¡H¡L -jí> í;[[j:1j;<í íjI no objihloa onioo 
no /níi >* f *ó «>'í »Ííj<¡ >IfWjákjto ( iktt1Vá)üU' ) lWi% >«rron*>Wiq' «íotuorniii 

.1$ .«!. ; j ; ; , ^fWWfl4?9«»«*>«^Vir</> oiroiífr/i luí) j¡koh>¡ rA 
• . Contra, Castellano* mtsso , . r , . ' _ 

, ^ ' x - «>!!»•■ i'í :: ^-^^^feÜ'TK^^'-^V'^^ a'*V\AL ohídO .v.olb oí) 

•.it'i u^ 'i¡. m/ i: ffirfüiftgtl ftqfc ct ifoaBjl í bl> jrMlüiiul j;Í í;«Íi;/«)II 9ííj> 

,,: '. ■ .ii «i >: "• ¡ ' .^iW^TOÍBiii. i- 1 -'mi,:) ifoiim k ,V%> fuiíiíínoif 

Hic jacet sejmUus: i ] 

-•»> 4 .' N ■ v '\ ' ^. »v#V^¿fer\f&ratoitá( \/tóil», : í. ¡: >íl j;I ji*j iM>oíí[) o^ oup 

J'íl ''i» '.'•.M' , .-. .♦-M-i-jii . y í¿íl;,.í*'« ií fii/f;-V! »> ^TX'oí íl 1 ) YüH 

f/ ... .. ., .f , . POJji;^üiíí.I,í> l R.p^«W í A,, i ;, ., ^/.i,,.,,,/, JlX 

^ Cotilla en JMJuh^o^-^^^^^rjSU^e.poft 

'■/.:•■' ■ r ■ ■• • .i -.!• »:í;.;-. « -.i. ■:;::■ )nj -.1 í.« j 0'»(ííioíh 



806 BATALLA I>» AWÜBARROTA. 

Entiq*é II é* M*g<* ■ etapéró á ntilitar muy ^tatito, á ¿tarde 
su corta edad y década Rahid - y en 1^78 le oottfió el mafido de 
1á eitfpédítáoai corithi Navarra. . ' • ¿» 

,] Miú^ (Attm^tÚ^b ^igíd^^ í^qaQ falleció Di Barrite 
én Satit* Somiftg* dé la Cálaada^ «e ttadsptó A Búígospai* 1* 
cortátarí&i y 'jwintteoto soletara*/ «• ....-." 

7 " Brüj fegttá fiopez ée Ayaia, Tton grande de vuerpojé blan^é 

'^sSpá^sAdhiUóhb iteéetkr &* wnse)t>\ 4 tmá mucáasdfittwtUu; 
y todas tos hratoriadoret M&viéne*, ademas, oh q*e e*a de bti^ 
Trtá óostmfttoest aftMe, per ¿ serio y dé p^áte palabra ;> pond^ 
tittft&y j amigado lafjtis&ciia, verkü<K> y ncída altivo ui j&boftftfr. 
Al t^tijti»to de tan b^ai^ag ^úaiWadw «6- debió q«ty M ***■ 
IMtátaléff leftíftleíí ctesafcitfrtasf ifeila güete** Pdtfaigtti y tasgótr- 
.dekp&did*ÍB qtae'pirodtijor&l país, todos, do* Tara eKoepdto^Stfle 
éotise*<táhia ; fielé* dárñdole pftkebfts<il6 «{«tifio; pttfeft;;.ctfiM<'&r<- 
jfrétal X>. 'Mfcdeato d¿> la F«fetíte; sü^iteiWkefe la* Górte¿ «í* Vtf- 
üadbBd, «tiestido da>hrt?o>,~tc>tt si cortifX>»tttepasado d^ pétfe;ttft- 
itaáttidéteJtáb-ÍAg^^ ¿teÉí ! ¿j&fr, Ía*tttafeaad¿ i* pérdida' de km& 
l f tóMéaéÉ'iÉábídlAbá ¿tfíitf habito peíecid^ <m a^ütífe güá«k, 
-^fesWridá Kjfáéfae ^ólfc&lri'k alearía 6 w tihnay Hi^pÜteHivél 




t«^*tt^&!£tie^ (p&wi 

<mérkfia^&^^ •' -••'» 

,,ní ffeíhal thuy'blén stt-Édtíl^^otídidto'lal sencillea cotí v^ J ttAl- 
fiesa la derrotad fo **«#« lí^tadAd 'd^iMttdá^y^á^ftító«fe8 
que, según Fernán López, dirigió en Sevilla á unos de sus servi- 
dores que maltrataban á los prisioneros que barrían el palacio : 
l d$k&lD8\ r ^ c lk&f^ faénmy Imfes, y mteneié'MJtko 

p,ám facerles wtát: d'lés que fueron en mí qjjnpaftfa lósr ti d tbcfos 
7HOiuf¿¿^?tfe de mí r y .tes mío* me quitaron la corand de lacabe- 
{ xa(V)i áfiadíendael croftistoque ni otro din mandó da* libertad 

diel, Alcalá, 1577, se dice que do Lope Yazquee de Acuita descienden- los Gmáet 
''M'Meitifcd, y de 'Jtóh "FVrnátitíei Pa6l^c6, lok &n$«e*d¿ Btcáltmá y <M**q**> 

•''^O^o^^ctópééníte-biéri 'trMieirftóéó*} M* AlWtoa foaseí que tai Vfet ^Juifio 
significar que por el comportamiento de los suyos perdió el prestigio 6'com- 



El celo y afán con que se ocupó.^^'4s^f^)Píqpmd^ A* 

nes y fundaciones, pudiendo dQ^Juógo.qito^^j^^gwW^: 
«ufrpoibn d^feemife ttau^ústa? 4^fl((Ar.^e^ M ^8§ x .^n^« de 
^«,n%uttí4e>.0ésap^^ ^a¿p>dift#\ liijc^ fN^Ae^t^oi^» N ^[^i^ v '4(e^ 

iwmiflwkg^ri^Aleí^togl^^^ilíw prptepsk>wff dfl Jalifa*^ 

qjtefm f d£^l#^iiro>4f 3K \P0^Ir*pejQ»ffl^^ 

.dfc llft t *dmmi8te^^ fro&WM- 

■cií* Fif>íW^gufc>> 4^f¿ifjitotwi%;ji^ftgaciií» ^e^flfiwp í/pna 

.piro ¿e& <^<jer^^ ^í&^i^iimikM^ 

.fofí,rf**ra* foñ9gfftfk mktfcffaV i^Wfí^idPf^ífejB*^»;* 11 
nasterio Oe.S^.Sk^^elrlM^iBWftlfr ffl1ÍW^(^^»M^«»W d 

•!•/•• - <i'i \h *-.-»'ifj ;: i;!íi/M>5 110 '",i\j-ijj> ? vm.j.\1 ítjííit'jT íurgoa t orjp 

)Ptom$ttó e***o*a ; ,a ripN^ w*afr#t *l#j|fa$$fc.il*fad e^r^alfctffc^oflr- 
^jespondir '- ™ -' — — ^ " ------ 

parece m¡ 

mente A mi vista : los mios son los que me quitaron la corona de la cabeza, no sé si 
como traidores, si como cobardes, 
(I) Ambas quedaron en desaso, segun Ájala, por la muerte inmediata del Bey 

fundador. ,,- ' ■ •• ¡ •";';. / ..„■,./ \hU 

.. (2) PornabersidoP,Jaa* Iunp ( delo¿<prQte^oj^ 

en Patencia por Alfonso VIII, y trasladada después á Vaíladolid^qe ooleoó^u es- 
tatua en la. fachada dU ediftoifl, oqn }a ^íuno^dor^Ja 5^.^ AJifpnfo^i jr^á de 
,D, Enrique IIL . ( ,, .,,..,.,....„, ... , lt ., }T T i; wiífr-^- 




308 BATALLA 4>? AIUIUBABROTA. 

s ;iLa>fttad cok* de cal^l&qwle^ditórdvkfeéiíJ^ttilideHattK 
reB»ei domingo 1} de Octubre fie fóflty ráik»JtnfitaJp )to 
tro tunees y itoecKdiasfffeedadj y onc« deM9Dadbyd^éCUstü|MK^ 
puastiAÉodo» fcw pet^roaé ÍBqtB0ta^de8<der«toteg^ 
tutela 7 regencáaj jcoiriplicwfaaf oo¿ las fdfficqtfcaáf rfá qoq diñitagw 
en •fatiamflritoí y Taheña* onfet¿ob6srfkf^gxi£Jtra4e'iPprtq^. 

- il^evBdtKeLcfdirfier'é^Pefedo/fld le(^íB€ptdkim>enjJ|a-fiJ^a[Wt: 
<kre¿prUa¿T*eieq oprotrvAá» entonces^ fufe aa apdtijffifdbfAfe Jfa 
jná* JVtfíJw»,íjimlo kl dé ripramenp ¿spf»«idiJtojDUftDQr/íde^AWj 
go4^«4^iéndo«l8R>8feppicf6!deiípieflr« augusto ndeohf cpócaíoev 
estatuas ipacentcs y 7 fonáéndplfeiáfíél/ ettóqpitBfib/: xiíptiíjsBtodr 
«^ mtolicdyy txtkitotp $fy^ Bm Juaá^hgo dfiítfyuem 'Jty'rflfff» 
Bapri^faSaTfalmBqofMyg ^iatMeymLfjfyotn éua^a^\kgmdéL 
muy noble Don Juan, hijo del Infante Don Manmei^JinürÁifo 
áasiM^d*Okúbr^^ dí> mSaátórOiSálúador 

iMoMGhstfistQ &iWHl#tnebimtiléiy>7ukbtí% flridkN""" -<*) ,'>mniK jh 
iAphp^iManeció^[dk€v Lóeiaua earra Gfcwíbr 2&^iíNMm»adf> 
TWtabí thaata;ei^9- ctef Mayo <fei jtéa*;* éa tpifa tíiifica|daí laicajrilkj 
artoslyyidtsiiiádá lá>pcHnM?ftwrfwl&^ 

fle>ifaaRlatobnfc<iii;iiid^oBBjpc(ifc^ >tog> $m <?uerpoaí»peille¿> 
;& lo«)ÍúiübloB tftiiotos'eft'frM^ 
hoy «KDatetóphay perb w faoqkifayá^eli ide dfc* Jjmai^pqraéadolo' 
sepuE^tedo obffliqjec^juioiX'oáhyáf^^ 

J«hr ^3aodfB8<id,ttag far tqpee ^es^ mandé flraradillaajyise d¿Jp5 c» te 
jiartojftliaiUanAbxi^^ ¡¡r. > oí o ''■•rr'rr : o-h'yr ; 'i;> n* 

oIEkpdaT^rmeraicapi^ ft^Edraaoi^ooctl ^ttfó^flty 

elldomingí» ¿fride']Febro<>^kji476/ 

solen^neiyiáenoioni én hocafaédraly «¡fcw amündejgraciáapoif Jadww 
taHa<de<frpofr¿niina jorcíciéa-y fuesponfea lanía ¡ el áefraktfo*taiponf 
JiwiDiL^aégA taqgioáiB) Kfan^l|adiBdoi£[2«ífi9 ndtrUtéókmiMn^hf 1 
cayda de España), ofreciéndole, como en desagravia o^Alj«b«W 
rota, las banderas ganadas á los portugueses de D. Alfonso Y 7 
la armadura del AlBfaft ^i^^^^^^ppy^ muestra allí fi- 
jada en el muro. .í.-tt.í v*,\ t.j ••» r.vr>]ni:.i\ ht,-- * •,: . . / 

El juicio de eate^oawrca; en el'oowwpto' militar, 7a lo expu- 

(1) La dificultad de leen» déitíte^latteto «ie* tM^Oid^ttlfiMbar la que ya pues- 
ta, copiada de Lozano» ]Lai>ie0ta1flM>,r6Uó^c*te;iMos¿'te labró /ory* aV 0**- 

trera*. in / i ..■/ -.i - /. »:„.•. :• / 



gu0TT»|íy>«in((teh)pfl^ 8b propeñmofa focan 

oone«^>fei»ílii«la'W)¥aéite , í? y>no ^*»iewtoei^iierjfe ^ BSBgmra^ 

aBsj|0Íidiii pop flfeffeotf^ftiiiBaiéiaaMari^ \ «loinJ 

á<rajp^HirJ,]bOTfeoeTOa[ó(píHie<^os[ ha^(j6eáel6i^oeéÍjqaid6MÍjffl^o4¡¿r- 
fotto «Makidiidbspi ea iop gmntebioooáAíateaqp peÜgrq«Ifáq¿bc<já) 
drdésjtr^aea^Ben^ifeürayjet qfasxiinapda }ÉLldeDtei)^r t «aiife^Aocb^ 
neeolaotap pronta <jrieagr|pc*illaí<£is^ 
áervfaigar^ón aofafti^dcfad? jí'abladfq^ 

qwtére (jtóe ao ^ukjia «jiíé\ ta^mtldti^ qtmsftte áydrótaj» ^ok 
¿láraiqAnfo|iafa rt^owc^il j\Vjite ^qy^^fxaedató\ütt^reíft^f«dd 
ti^a8vó\^oijtfjlflaBv^\L wA\ bNsu^vl Y>V> o"^\ <sufcvs\, su><! tAforc ywsrc 
idMitaiQ afecto dfe qti&;l^p&teiui)ft^ 

bu ánimo, es inducUbfe) )^éVfa^ilfitm4Mtglm& ete'm&óanto^L 
qheaitd&>hÍ8**&L ltofcWfo «ora» eaffiidíbpkí^áiiaüfníittEJqri^Ae- 
pátáfíioiv^ mi pa&ffarabqr fii qg$$>¿tft() wát&yátá§fai!Btoedtqé&1£ 
<&d6«^ii^fla>ffií^afeí^ ibJ8fa^ábíqp t faoK]kK 

dftDkffiídeiqas^y ei^eadoíífíto&fljra^ 

y>feomptabaníbi(pe8*^^ aráriírc ój oad ¿aii/pitooipitep 

cifai yrápifl^ 

mi a» jqfóy ^ánp-iiríéborBaü fómmx»4ra<^^ 

su ejército: macho le quedaba(íj^ei<liaqpDéttl«riÍm^ 

Oíuíttfv^ J Ífloof)0effThHbiíí. xaqísegbido üdas^Bi^iitoiiQ7<|rafiffflo' 

e*Mj¡rala¡^iá;í^ egniahádfo 

vigbttfelKBpHtóací:^ ^imníBSÉr^mofcnkiB 

1»< JK)008« ó rionjehoÉL>qumcbed^ jrfltir^ioqJ^eÍDtfüot 

seMmfÁem dieta ia que ptoró/eln^osnüí pürkúfepm dr^í^aÍKiiwife 

Rodtíg^ez ÍLoho:\ :;-. ,L íi:> oí«iuo < oíobii- íbo-ílo <($\rv$K\^i ^ üS&v?n 

v Y í-íiii/ííA .<! oJ> ^"íw^nt-io'i f.of j¡ nubunj^ p.xn9bfljsd &bI t jrfoi 

Vendo a saa bandeyra estar por térra, .OTIíín lo 09 ab¿í 

E uiuyta a que f ugindo os pasaos, erra, 
Mortos os Capitfies cm que consisto 

nvj i ■: ;., t , «I . .A^PiTPj^0l»ttt AAnAKAVm»'>. jb IwJlffWhb «J (í) 

/O >V >v -v, u^Aluttflqflaiwgufby^^ 

Num ligeyro cavallo salva a vida. ,4\nv«* 



810 BATAUA ¡DE AI/UBARROTA. 

Otra faé la eonáncta de en padve en la rotante H ajera, y otra la 
de Alfonso VIH en Alaren». 

¡ Lástima es ciertamente que tengamos que deplorar ese de- 
caimiento moral de que se vio sobrecogido ^n joven soberano que 
no em cobarde, q^híüriaflaO^^d^^^m^ años y que 
fué tan estimado por sm ftobkaiprendas^. como áim jes simpático 
por sns desgracias! • 

Ignoro lo que pudo originar la esperie de qué te matasen el 
caballo en Aljubarrotp, y que por eso le diera el suyo para salvar- 
lo D. Pedro González da Mendoza^ aegun reza enviejo y conoci- 
do romance, Si el caballo vm kan muerto r efe.*, pnes no sólo no 
consta tal incidente en ningún cronista, sino que, antes al con- 
trario , refiere Ayala que trasladado al principio de las andas en 
que lo llevaban, á una muía, la dejó para montar en un caballo 
en que huir al ver -í&'-étofiisíoñ y derrota í sé: mayordomo mayor 
Mendoza le daría ó dispondría le trajesen el caballo, pero no el 
stty^jfroftfov !*]¡4a0 r febte ^ar, como todo^ loe dfemá&, £íé & iíer- 
^yjiotaityporlD'feii^^^ * •■• - • ■- -" •■» T 

Sa kCW^c? p*rtagiie0* y en sn comentarista Soarez* d&Sftl 
VBj qu^abuttd4í*^eü p«ftaentros f fee dfcé 4ufe D. Juitó < í A ¿fctáibié 
de caballo en su precipitada fuga, á mitad* ttet <jamfrft>de £teb£H4 
«toyeiitíaiidó^ir eh >ei ^mígmó que Ib *éri- 

mar posesión del reino. Un castellana uwiy prtetfeo étíla J ti«í*ttj 
á^ai^í>8íí>eíllilábtó' ^o^kntofeoínaeia rf YfaT^, éírvio de'gfaíA al 
itóp £**& ltevariia *4*a*ea de lo^ tóimpo» ^ -la m&s torete rufi*?* 
ftg^ákleétdo4W^^^iéte^>aéégtir^ ití f *éKetoapeñsó dándola d^ 
ptítíé tíbtm i W<J*^ÍM> {•-»•- Iui>ívi <.;■;:- - - .^ra 

'' Paw^4:eralítór^ fio# ^^¿oe vi^eti biétt ítquí íd^uio^ vétseé 
<te4Ó0Qae<&'gtt tuiobfe ^nsaéío i¿^wt¿¿ -Almv* dé' VWttiák 
dvtd> (j»piA&d*£te^ &óktrit de Ayalaj 

ddi$fon{ d# il?S©) , que > dotitiéíie» lo» prifcfcijwklea BitceeeSHié* ¡éé 
vida: 

Aquí yace un Rey muy afortunado, 



>* 



••ir 



Don Juan fué en nomhre , áqu^en la ventura 
\ r ' ín^'íAempré contrarik,Wael, sin méfiura^ 



■-».. .'j 



• '»itr«ní*ri 4l>h<ifY*iití n/^lüí áriílhíuíív T *ii 



•Beye&éo; óleb «i taiíy noWé, -ádaba^ r 
Católico, casto, sesudo, pacible. 



« «i • 



. . i 



Por Santo debiera ser canonízate™ A no IJI7 oenolIA 9b 
«ob o^o Trrtfí píV'jrtp'arffrrtelist oTrpT olírtrrtaHoh fío X5íiiiienJ¡ 
ojrp '^^mm^^j^ éblírioxa anioimÍBO 

0Oj> Y rOl'jl Bd^ ©10^^^^^^^^^^^^^ i^ t f»í'"UKÍeO ¿J1D 00 

!o n^en^sfi* ií *nf> ^b'u^W^y sí IfiúyihQ' ohrjír bnh oí ciorral 
Fero ante del ana siguiente pasado x L fr -* f 

-If Vil i-I i: r T6¿tíd a f^^ fe óá Jtflíjtf ¿W^urriKÍli ( I A ÍIO OÍ feto 

-j'Hiii.ii 7 « ;8fi&áJptfBa*sairt4^ tfiWI AI oí 

üít o¡o- '«i -Í&» pate^rjiíiíftww iMtieefora&dfatt to A ,90íi»íiioi oí* 

-n«'') í i -5 «nr ; íjTji T,ni-. % «temor) •niTvniíi no oííiímjt'jxii Ijjí ííianoo 
■io y *m'» ' i". ■• o.'V'Kii'Of'Jn'of.nrí^r^jjlt *nf> íiíírtrA" oioftoi f on¿ni 
(■»[;■ ■■') nu di 'íí;.í:kií í^íjíj 0! t -í.) cí t cír/£a «nrr i¡ f (Tí;(ffi7üII oí onp 

Í*j (»•' <•" .i .■ ■;/"> í) fJMKj¡; ,/r í Si Jihí .ru.f-'b O CíTjjb OÍ JSS0Í>ÍI9M 

rior de la vanguardia y cií^^^^ip^^4qí '^i^W lttg*r.irf 
4 jittüp?, M (*V^i^ JttteU»* s&fffflGftrwq ooi^tam<d*;éjL ?w 

Pffi^i^VV^^^^pJWteft i¡ ,r?>i;1 £Í;j5ii'fr»oif[ na fio uIÍJKÍm oí) 

_h$l «Rej¡:i^pre^&iro4^ 

armas, limitado de razón, pero alegre y d^mm^m^y^^ii^mi 
í^y^g9.1»ófeft>,JS^ |4«ííí6fyMsró4en 

: cbi/ 

PEDRO L0PB2 DS ÁTALA. 

Como canciller mayor d£ 4¡J^ilI% cobftji^i^. que peleó va- 
lientemente en Áljuha«rQto,jr<^^ de aquella 
guerra, sería injusto oBaitir* alguna noticia dea céleifcc Pedro Ló- 
pez de Ayala. • ■•' *<^' : " i 4sl/ ' ^• , '' ,| * , '>'••- 



312 BATALLA DB AUTURARROTA. 

Nañóyaegm Florara^ Á Vitoria, <* alio fe 1432, yfttteéi* 
en Calahorra á principios de 1407, haAnende alcanzad» á be»»?: 
yes *n GástiUa»; En ias Qeneanaáame* y eemhbaumá aefe «tafea 
altodeiKrtpo, delgáder y bnt penana$.de{pnwiliaa»cMifryá0- 
poca 1 1 <ooan^ey aaí en lapa* oamo.m,hkgpenm}éacnaámmúa¡Hi 
oe-f-fl^ndriria «nmvensaáon.y de gran oonoericia, puesto hm| rao*») 
choí JDíos^amó haeiaaciaajrrfnúe »ná^á fiinM^iutoft^Bmi 
pevpncia de 1* «nal fué aficionada s mojen* .mr« de loque úMk 
mttb tohollem acame &comgemai 

-: Atribuyese a m hijo mam? Eeman Peses- el haber dicha qaa 
. sn padre fsé ^/ primer ivMmm *do¿ de Jes leÉrñs en Castilla, y;áL 
miet^e tiempo úmm bnllmMc mudado, que jnarct taco .principé) d' 
odefió. *La± letra* wtr emboten ¿alanzo:* : : v i . 

LjieviíndDieJ pendón de la bandees la batalla de Niyara qoe&íi 
priaionaio;de loa ingkses; y cu Aljufaamrix, á creer asnfcsígufir 
Elevasen, defendió iieroicaíiieate e¿ flúsiu» pendan háahuqs^Ü&i 
ftf JtasaigtaeiMluse^i^^ á.giflpefi 

dkntet y ¿wtlapaAfiade qoe fe Hietierbn en dmsa taurfrefclad por': 
espiró de qraÜK* meées$ e& una jaalade fciacrot acabada, entón»' 
cea el libro de Los Heúñgañoej qne 86 creesealel Bñmxd+de'Péf*~i 
ciojj qUeoa reseste ooató a a» mujer dpfta Leonor de fínzmtfn 
15jO00- flanea! (de lqB:coakfl lie d» uta partead flejr de¿Rwáaia)y > 
habiendo fmuifladtt&att hijo: pera: que quédase por éllmiénÉraB : 
coohlm* de astiafiíoecjfielni cantidad., FirilIescófinpTmder Jodaá* 
frónteotwe «pote pagaría pomo ma!ftatsdí> prisionero, acordindoseV 
dar nnwiir higo yliabió eb tfl Qojwjo para evitar ia'GStfistiefej : - í 

tíYáeefeii]árrvi^5^eBkvdélxaoDastciTOife Qnqapa^en leproJ/; 
vinera den Alava^ donde él quiso ¿ter eníeirada, y mandó edificar 
nnarapíBá ylabiar sepnlfro poia él y su esposa, can loa corregí 
pendientes estattus tendidas 1 como er^ de coetnnilire(l). ; 

'SiehO0eitl>Í0gra£ia y sbb ohnsgdnefahnente conocidas, noíaofrí 
eoneBpaÉd&eacfcendéiBoe maguen estos apuntes; peto enoaátrandot 
en [la '¿Vtfflfeft&flk' Fernán Lopes y éoí otaea escritores partagnesea t 
rrfeTenraaaacerca;ífe a^rpráion y. cautividad , distintas de laé qn6 



y té aspilleras! pmJk:¥lpatmúíLdaisct^aaanfO¡k^ de láaróaatabaiUL en ; 
que representa dicho tomólo. 



fieiieáfauto lágfcdpafiolety ^jqu¿BÍri «Luda w>tmiábbnfs%9eyjbeny*lar- 
rém<W'de;eiIaa\bre¿e efetEaduJ ,Tu4 L '>]> M>i«ji-jnñ<[ í; mvMlnUO n«.i 
rtBnte jtorahíaii^ aMfo*lá)baéaHBf 

lIegaBp»*;SaBtái«mLeiií)laj;mftj(M( JM¿«rfi» y\idj^nü4e^^«ttBtantá; 
núfíitroikÍBt»e>ci4©mste^ 
tauen p«erta-ooiíltaaidojfiUi'Jioiahqe ^^c^úámá^evoip^^k^egmiefiy^ 

cabieitaB\Ja^viéj^ocn(teraj f d£iñ« (JiiiiHiiaMjdajYílklo^ 
dó en seguridad, prometiéndose grantresoatié? «¡na&snpátóel ¡Réj^ 
cuapdttíarbibó< fallí jo seito'íwdamójiofifewndqjá 1» ddbiria (üidfiÉi- 
rinapipú^plordtí 

sus vbi^ar¿vALritía^chttr\j]wet? ításp^e* pásaNGifiíiHBítae^Á ctuapüiv 
el voto lo hizo llevar coraigpsj^Ie>ti^*boe¡i^ 
Leiirá^ qat^ábabdiddadoíyá pombliíliíjoidfe ffobar^^níímbpólpiDr 
nátore alfaide áíükarénptf Marbijí/^an kistr«ab^a¿afí'jpaia<>nflKdar^{ 
le>ll3»pU^liá8Éa>iquai^ 

cuaqdo: la catotidád;éiaí cafeciday áo£i^ alicate <£e4itíHi|ro «Ktíafiáioop'i 
20^00tt;en/aijay/yila£ÍK)ti»ajd'aiOOOf sri dcqeo¿t¿s6a^fouek yjaio*ul¿b 
vaiaobipntíonéros paiitw¿Tidfi€^ídíjyaeltaB^ ^uto8Q>unifa^lo¿ einriq* ' 
de»W*Gfcwffll*) ktoA>l»jeiialíal<santtjí <Teíe^iibréI fc^Y üb oi<(il Iu «'jj 
íOnátón Has-r(CVrf«F^Líijíortiiguea« iciteroel odssÉiiioijde^bigip» > 
cotoótiogíii-'xlo^dé j^itoaqaiáreíJpHfeíoite^ 
wñBSÉ&énu]i¿iHi$a^fa pijMefijkui&gte fyner Heríhrtarafet 1 

laclado Ufó rdesdp «1 d&^^ 

Yo vS6Íté»aiDüoy-otiro;ci3cq ei^iaayjteíiiiierB&j afaalM)A{Qfr^wlíM0iH 4 l 
pleta ¿«gteldad Al í ütretre [cqiití.vo y ,$ feaote rtáaifft^rtéaf nÉnros) j>b 
altos jtaf remos y^tfcCHfttcmp^ 

sofasáibe éüs guajdjahesi ElodedQbiá^ á\u^ueba^te3itó,aa4iruihaw / 
do intemoorihente, se«pnsexrva inu^rl^eaí flor jet ecrisdirib^ lü ¿fuentón 
que todo tflíteciritoiffkaeBádoideLí^ 
tap >el< milico iapectoii;iie[jtend^ 

qué» en i alguna <d& }as<eáfcanpiaB > jqaei todavía anbbiaito) eá> iaq-teo* >• > 
res 'escribiera aqiuallo&kversotrxfai Rcmqdd, eniqiaKi^e>alvSétioisllaií) 
libxq>¿¿fthrffo£É ¡flÉnfe^ ffeffo'itoiw/íenoqróe ]pareinfeta)ir , «Kf hmorjfc»? 



total ftiafeOttirefe»' equivalente flnp á IMUOQ'AbsLcsi ViátamiBe ,<siet •*> Mfeaiaoi. 
exaeiuiiAtectoattifiwoM&dei^^ \ 

30,000 doblas de oro que otros dicen. > •••? -.íjiji j;m '..rjnpi jí- 



S14 BATALLA Oí AE3UBARU0TA. 

k^iúteX^Mdgén Mnwtfo la> VírftnA£AríÁ[ qUe<uéd#n Moled* > 
y cnqaeee endomieada ¿ la áeUa JOry*n< *&¿ (7¿»A(5^^qi»6ho^ 
se taütitíenfe en el convento ídei domimcas' Ide Qntjaiia, dond&astá 

86jMEtHa4& : J, i' > . :lí-- ■ ■• /r » •- ..... j: ;.,.,;-:•> i . «-. .,- , .J,,..*v 
.¡««i f.,|.:7 -,í. -"'riJÜRÓ'GOlfóÁLfcz^iS'tfÜKt^íA.- • " : ' ! ' ' '" '- '■ 

" f ^VAilbs'^ribélj^etf éáBélBétóg $üé ipdtítí'Ayafe eii fe fia** de 
t^ftdéttbrt* ©:: IWIrd' Gtotízfckte dé» lleudóte, pritaér eeikfr'dé 
Hftá jrBiífthígo^di- Merced 3<fl'téy*X Ftedtt bi' I^yymayw. 

¡ , IJ¿í í c&ctlnstt5lidS de snt>Q¿é^>feé él qfa^afetmsejó éí Üéfr 
^on^ l &*tóbjt!*y'y 7 8e teltárií &']irtafreto/ quedándose Ch'^1 



» . : '»jí¿' r»r 



' ■ ■ 



que empieza: 

, Siel caballo voé han muerto. - ' 
v ír/i-jln^-j l ,]i M-i.guuu, Br e y;ie¿wícatalfé? > '<' : -> ■>•" • • 7 !■:!».: 
7 :íj;:-hí!jí/: ■,;.-.; Sfedü |úó uóipodüieftffliantosl, . ,». ... /•» t ,.•.-. j jo', 
í;iur /;l« ; - íi:m;. i. /. ^W^íft#««Wvvq$,L0 / WL i Vr^pa, , li; , .; v , , 

jv<X d<M# fl^ffi-WBPÍW! W&9 incidente ^jfltonof) U muerte ¿1^1 
manifestado, no aconteció : ideólo él poeta papa fidvuar.á la ilustre 
,0^6^,^^^^ f<$ ^endopas^ interc^^o totfp ^lrománce ¿1). 

Sí^jffifS^PP^ 11 ^ $W l 4e^e .^égo ^ JJe^p^rdo del C^iq ¿op 
. Alfonso III de. í¿o¿,euV batalla d<e Benayente; al conde B¿- 
drigo Cisneros con D. Alfonso VI eú la de la Sagra, quepor eso se 
apellidó Girón, y á D. Enrique D^qujeen la de Nájera le salvó 
un paje; pero el más acreditado, el de Girón, con cuyos descen- 
d^^^werw.i^lazprife 199 ^endozas, ps el que seyquis^imi- 
&r> 9ii)jjl>elíflGÍ^4cíio, ^,#é .sippí e^iu^ipn.ó por $eaw ^,ac^- 
íP^ ? Sl9^A}^^^ &# w ae jus^oa por^ 

^roffljcfM -nijPCff, umguaio jdp- Ips ^iftor^dflites. formales^ y fleque 
T^n la V¡Wa f c&í cardenal J). Pedro González de Mendoza, biznieto 



. 1' - ' . :'!! 



. j^U Véafl^ «l argumento de cea comedia, qu« damos despnes en exttacto, y lo- 
que se dice en cí Óaiálo^o "bibliográfico final "pafa atribuirla á Luis Veta* ÓV Guc 
tara.' ' " ' ! '■ • • •'• - / ' ■ • ' ■ • :•••■.'•: oí t 



' .'I 1 <1 



ojupfruao v., ;-" > 3)5 

(tebtaáyomkfcno de IX Jato lyloi <& cmoio^^bmt^^vti^tofei^er 
«N do iSakaar y Mfendop», Jseilabbtfcfnft déxfátw mfamfappft) $ 

#aflo* de esa gran casa, obra que se cree escribió GabiMjíkdp¿» 
guez de Ardila, ^^j^g^^^^q^e^^ias de valor para 
destruir el concepto de ficción poética que doy al suceso. 
., JBl &$> de D* íted**,, jD^^IIiHtpfo 4si Jfi^A^^^n^^^ló ( 
timbran $»f& bataJJa>yM¡Hi d#ev£j*ó- unp> <fo ílQfl| j^ws w <y^^flf 
qw«aoomet¡e*Qn, el tf^etfewqjlwq ^su.pwJracíWi) ^yo^dcpf^ 
mayor; y luego, en el cargo de almirantp ^iW^fla^PW, 4^.fíMr 
tuteen ,ti«mpo.;<te EL íSnriflpMííi T^g,9> ^^íj^^uqafdo 
enopme8,daaos,iK>r teac^^j d& g^pgal^y/^ii^ 
cro<a«fad,dQ^^^ Afcf mÁwi W^t 

gas que apresó. " . Jjv v./t, ífílv 0líl , 

El hijo de éste, D, ( Iñigo López de Mendoza, marqués de San- 
tillana y conde del Real de. í^^auare^ fu&pfldré del cardenal y 
del primer duque del Jinfanfadet I^jDiegifr Haifttado de Mendoza; y 
por lo tanto proceda ^ié^el'íde^eatua^Ay 1 de Aljubarrota una 
serie de hombres preclaros, como el Conde de Tendillav como don 




tesa 
fótká 
Racional 'de Madrid. '~; * '' r / '' l ' : y ' ,;;r ' ' y,ii , " 1 ^'^'^m 

m 




■ ,■ - ;: > ..:' 'i.i.) •..■;. i-» ,i,',r:.:-ji.uijj¡ '-:<;iU [■) t/tuq ;oi«(| i 



ii 1 1 

' Pone Ayafo 'él pfímétd'etríá'lísíta tfé%s ! mttferW(fl Wh&'JP^ 




con que iba en el ejército, ni de sus circunstancias personales. 
Hijo suyo fué el famoso Marqués de Villena. 
.:.ÍBt adrante p.JwnKmayd&.pta*, \M;0ñÁW^h]Mr& 
que mandaba, surta en el Tajo, se incorporó al ejército y sncjjni- 



31$ BATALLA &1T Mj/CTB ARROTA. 

-í;[MadW ^posible Señalar dfc'pefooÁajjea táü> importante* po^Bü 

cías <tos¿/tt»& <9Ml»%¿bí : »¿# ' ^W«fb^tt^/ *di6tíüg%ftid^ éábtffiétotiiié 

nkfcm de'Aaoitfúaír ¿surtiendo * Avw^BáíHdtóy (W^^é^j 1 ^tife 
pag^Jii^ocniíBa^feátoiáíimii^e'íJí^ávilt^ }^de <{w*ítt pérttoH 
Bdktíeatoiota >elíBéf ^^ ¡kftfol gtftJifti 

muerto por los que acudieron á proteger al Soberano cuand0 4ttai 

-: jE) adtlanfarfó Dugo GkflW^íytórti^^tíbti^iBtt ^>tttó«J'éiÍi|ÉÍ 

poqa^jraoentey pfc»'l# qup W^tílferif» ^tA^M^^t^iiéitíb 
ájOastíQa^ frmfatts 4&&S&* HerftCte^ob ^íd e^é^iiédboí«fmfl^ 
mdnto> cOtÍB«nioiií(tito.v «M/ i,ÍJí ' n ,j-.íij : !-j{jií) ^ o¡ t '¿T «y »:io orr«>Urr'>i 

adem^id^o&* toaütf ^ttletoj^dé ÍP0* tfu&K Atfvkty iás^^dB 
újtf?Hnf^m*&h$fo¡(&^ tifio? 

de^élityfettjre dpi^^ dfléi» asir ' '"' j -'^"v 

Uajoma y do doña Inés .Barroso. Este ¿caballero fué bueno é muy honrraoa 

JIH i. /!•)!•! j;i'i;lti.:ir< ,'■■ ■:•/.!,:! ¡U\ '.-Vi- <\ í; ,'■:.,' ■ .• ' *.' •"" i'» "''í'illf 



» * 



» vPe»<te JMgQ. *P . s&YierÍMflte ,$*te «fio ^.eq*¿TO«fc pcar eL lapada* 
rio ó por el copista, y observo también que ese nombre no-apere^ 
ce entre los de la Crónica de Ayala. Yo recuerdo haber visto hace 
muchos años otra vij$$wwtoP&&<wnM9&M\de inscripción góti- 
ca, en que se leia que el caballero allí enterrado murió en la ba-. 
taílafdeAJjubanrotak »í¡ •- .>.!v. -■(». <-••[< »• ?■ • ■:/* ..-••" •-. ".¡i > 

,,. .Ente} Jo» ponkugueÉHBBi adietes ¡á la carosa de Gacilla «ifa»éi priW 
cijpal:<I>>; JuaaAIíbqBO.Td^ conde <fe/Bardelk>s«L su-pafe^ 4 
qatoiL^l>Ik^ copferió; el condado- de ilf tyofgfV; ,euyo; anterior po* 
aeedorimujrtóen.elcerco de -Lisboa. Hfflrpiaaio de. Iti reina, -viada 
dote Lbtoorj y ti% porjoonsiguieBte, de doña Beatriz , hábia abx*¿ 



' / 



vxsixuw y-j , / ; MX 



untes, en que quedó prisionero del almirante Tovar. Colocada e¿ 

qj^rta^iídtótír^^ 

Alpre*íítow>, ^(HwbiOTw á¡g*i¿faeí*ta;ai senritib'j&Já íransa 

<^4*p&ftftw 4fepde pltt^<;ifÚ0)yrftn;piie$l^ 

tftngtf» pneftAl ^í»ftdo ¿toj^a jgttn iMiesfre^tó lá)ónieiif>dr£ybf 

Barbudo, clavero que había sido de la orden de Avía, quer>barfn 
fet&iwdP'P'taji^^ MvOml den CHiz- 

^¿m*fctó i&ÁMK#fc^ <ifc&rifofca& q»p i4iv^((l^óJvao&ii^oq 

territorio entre Tajo y Guadiana, trabajó yopjátó)rniwhO'>¿tííilfla 

escasas fuerzas* ymb l^^^^lifrll^^aft^W^^^^^ 




¿enterrara j* iglesia w mi» jnwm ae aj^dw en, 
Alcántara-, donda £p/& Bftjgp^ 

mismo encargado, y que, aunque jactancioso, cuadraba bien á su 
vaíarfjrt á enimierte; ufytáiSí* ^/if^/fey^ t^W^wí¿^ 
frtnwvn seu eóréépsmj '»■»' ^<^n;f o/jo^ú y ,/n-¡'|'»M h wf ^ <« ; i 

«»•,* í i • -- / • :''•!('» r.'j-.'f o Y .n!í-/A *>f) y»v.\ a ^ ni oh *»>! <nJir*) **v 

-J;tí í; : / , ,\, •[., ■'';.'.! ) illij OVjF!ííií\;\í íj OJip u> n '.»>. •;],'[» i: > ,n 

Como se observa en todos los grandes aconteeimtetflfos;íde¡l& 
Edad Media, y ^tiaUanaenté en las batallas, vto ^lifflJlíidos 
sicijipre sus relatos de.dívetsos inddeiit¿¿V^piAiáio3>>óÍ€afeb^^|^ 
ro^ ya milagrosos, yafantáétitíosyiqúetaoe^tadttó por UrikhusúÍGí 1 
vulgar j adulterados al pasar .do igeierbcion 'erí genorodoii} húfr 
HqgÑtatesta nosotros revertidos unas aveces ¡ de wpetabld om¿ 



318 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

cepto tradicional , y otras como entretenidas consejas para recreo 
del hogar ó para servir de asunto á los romances y & las novelas. 

No es escasa por cierto la jomada de Aljubarrota en esa clase 
de recuerdos y tradiciones, sobre todo en Portugal , donde su im- 
portancia y gloriosa memoria era natural impresionase más hon- 
damente á las gentes para perpetuar en la credulidad popular cuan- 
to con ella se relacionase en sentido de ensalzar la victoria de sos 
abuelos; y aunque tales relaciones no pueden entrar en el estudio 
serio, histórico y militar del suceso, tienen cabida como curiosida- 
des en este sitio de la monografía, á fin de que aparezcan reuni- 
dos, ó citados siquiera, cuantos datos hemos averiguado referentes 
a su objeto. 

Algunas indicaciones van estampadas en los capítulos anterio- 
res y en el presente acerca de varias de esas creencias milagro- 
sas, pero nos quedan todavía detalles que dar y otras que presen- 
tar pertenecientes al dominio de la tradición vulgar, de la poesía 
y de la fábula. 

VATICINIOS. 

En el sermón predicado en Lisboa por un Fr. Pedro cuando lle- 
garon las banderas de Aljubarrota, que casi íntegro pone Fernán 
López en su Crónica, se hace mención entre las maravillas y va- 
ticinios favorables á Portugal que habían ocurrido, la de una niña 
de ocho meses , hija de Esteban Anes , morajior en la ciudad de Évo- 
ra, que estando en la cima se levantó tres veces, y con la mano al- 
zada exclamó: Porttigal, Portugal, por el rey Dom Joam. Probar 
blemente á ser contrario el éxito de la batalla, le habría servido 
al buen fraile el mismo supuesto milagro para el vencido rey don 
Juan de Castilla. 

En el libro de Gaspar Estaco, de Varias antigüedades de Por- 
tugal, se cuenta que florecía en Guimaraes años antes del suceso, 
un fraile de San Francisco que gozaba gran fama de virtud y de 
don profético; por lo cual, la reina madre de Castilla, doña Jua- 
na, que era muy piadosa, estando llena de dudas y cuidados con 
motivo del cisma de la Iglesia, comisionó á unos religiosos para 
que fuesen á aquella ciudad y le preguntaran á cuál de los dos 
papas competidores, Urbano ó Clemente, reconocería y obedece- 
ría su hijo el rey D. Juan I; y parece que antes de que hablasen 
para explicar su comisión, se anticipó el santo varón, dicióndoles: 



CAPÍTULO V. 319 

Sabed que la Reina que os mandó es ya muerta, y que el rey Don 
Juan no dará obediencia al papa Urbano », y que por eso será cas- 
tigado de Dios. La noticia del fallecimiento de la Reina Madre se 
confirmó pocos días después; el Bey su hijo reconoció á Clemen- 
te VII, siendo por eso él y sus subditos excomulgados como cis- 
máticos por Urbano VI; y viniendo luego las catástrofes del sitio 
de Lisboa y de Aljubarrota, se acreditó entre los portugueses el 
vaticinio y el patente castigo del cielo. 

También en Castilla se conceptuaron así aquellas desgraciadas 
campañas, atribuyendo el vulgo la ira celestial al despojo que se 
creia hizo el Monarca de las riquezas del santuario de Guadalu- 
pe para sufragar á los gastos de la guerra; pero otros, con mejor 
fe cristianar, la tomaban por desagravio de las culpas y pecados, 
de los desórdenes y maldades cometidas durante las revueltas ci- 
viles* de los reinados de D. Pedro y D. Enrique. 

El mismo Fr. Pedro, ya citado, conceptuó como evidentes pro- 
nósticos de ruina para los castellanos, el desafío de un escudero 
portugués, llamado Gómez Rodríguez, con otro del Rey de Cas- 
tilla, que fué muerto delante de las murallas de Lisboa cuando 
el sitio, sin que el otro combatiente saliese herido; y el caso de 
que, al salir 3e Leiria para la batalla el ejército castellano, se le 
desbocara el caballo á un mozo y lo arrastrase del estribo en pre- 
sencia del Rey, sin que nadie pudiera detener ni matar al corcel. 
Fernán López se hace cargo, en el mismo concepto de pronóstico, 
del lance del corzo que, al asentar su campo los portugueses jun- 
to á Ourem, huyó asustado y se refugió y fué muerto en la misma 
tienda del Rey; é igualmente figura como anuncio de victoria el 
haberse visto palomas blancas sobre la bandera Real antes de 
empezar la acción. 

Puede contarse, ademas de esos vaticinios, con el del popular 
Alfageme de Santarem, que goza de los honores de constar en la 
Crónica y de reproducirse en casi todos los libros históricos portu- 
gueses y de servir de argumento ti un drama moderno del poeta 
Garret. Consiste la anécdota en que, habiéndole arreglado una es- 
pada á Ñuño Álvarez Pereira al principiar la guerra, se negó a 
aceptar el pago de su trabajo, diciéndole que no lo recibiría hasta 
que fuese conde de Ourem; y como inmediatamente después de la 
batalla de Aljubarrota lo elevó el Rey á aquel título, se le presen- 
tó el Alfageme para recordarle su anuncio y al mismo tiempo pe- 

22 



320 BATALLA DE ALJUB ARROTA. 

dirle protección por haber mandado el Bey se lo pusiera preso, 
acusado injustamente, por malquerencia, de haber sido partidario 
de los castellanos. £1 nuevo Conde obtuvo al momento lo que de- 
seaba aquel artesano, que, agradecido, le siguió siempre en adelan- 
te. El P. Pereira de Santa Ana dice que se llamaba Juan de Gui- 
maraes, y que retirado al convento del Carmen con el Condesta- 
ble, allí murió y tenía inscripción sobre su sepultura. 

VISIONES MÍSTICAS, 

Apuntadas ya las dos apariciones supuestas que tuvo el día de la 
batalla el Bey portugués, la primera de la imagen de la Virgen é 
iglesia de Guimaraes, y la segunda de San Bernarxkyque le mos- 
tró el báculo empuñado por una mano con manga de moiqe y 
pendiente un paludamente (1) militar teñido "en sangre, sólo las 
reproducimos aquí para cita y para insistir en que reposan uní* 
camente en los asertos de las Memorias del santuario de Quima* 
raes y del convento de Alcobaza. 

£1 canónigo Estaco refiere la correspondiente á la Virgen, sin 
empeño de aceptarla, como revelada por el Rey cuando fué á cum- 
plir su piadoso voto; y el P. Fr. Manoel dos Santos) en su Alcoba-* 
za ilustrada y en la 8. a parte de la Monarquía lusitana, lo mis- 
mo que Cardoso en el Agiologio lusitano, dan entera credulidad á 
la del báculo de San Bernardo, apoyados en la nota final escrita en 
la Biblia que se guardaba en aquel monasterio, y en otras memo- 
rias que se habían en él trasmitido, acusando al obispo Fr. Ángel 
Manrique, cronista de la orden del Císter, porque en su calidad 
de castellano abrigó dudas de su certeza. 

La versión que hacen es que al llegar el Bey al gran convento 
el día 18, se cantó un Te Deum laudamos; que al siguiente hizo 
celebrar oficio de difuntos por los fidalgos y soldados que perecie- 
ron en la batalla, á los que se dio sepultura en los claustros; y que 
al inmediato, que era la festividad del santo Patrón de la orden, 
recibió al Señor de manos del Abad al fin de la misa, refiriendo 
entonces allí mismo, delante de la comunidad y demás gentes que 



(1) El paludamento era una prenda de la armadora ó atavio militar de los ro- 
manos, como la cota de armas, que adoptaron por especial distintivo los cóngolos 
ó generales de ejército. 



CAPÍTULO V* 321 

asistían al acto, que tuvo aquella visión cuando en el mayor peli- 
gro invocó á Dios le auxiliase por los merecimientos de San Ber- 
nardo, sintiéndose desde el instante con nuevos bríos; y que todo 
juraba ser verdad por su corona. Para perpetuo recuerdo, añade 
Fr. Manoel dos Santos, mandó labrar el Abad dos imágenes de la 
Anunciación para colocarlas en el arco de la capilla mayor, con 
un escudo de anuas reales á los pies de Nuestra Señora, el báculo 
abacial y paludamente militar, y una orla en que se leía su ape- 
llido Dome lias; los cuales, dice, se quitaron luego de aquel sitio 
para ponerlos en el frontispicio del noviciado. 

Inútil nos parece comentario alguno acerca de esa tradición de 
los monjes de Aloobaza, pero si es preciso consignar que ni en el 
testamento del Monarca, ni en ninguno de los documentos autén- 
ticos sobre sus fundaciones, se encuentra nada que acredite tales 
apariciones; al paso que sí expresa su gratitud por el poderoso 
patrocinio que creyó recibir, merced á la intercesión de María San- 
tísima. 

Parecidas visiones se atribuyen también al condestable Pereira, 
á más del fantástico incidente de la muerte de su hermano Pedro, 
en el campo castellano, como maestre de Calatrava, atravesado 
por una lanza que se. vio ir por el aire sin saberse quién la dispa- 
ró, y sin que después fuera posible encontrar el cadáver. 

NOTICIAS PRODIGIOSAS QÜK.HXJBQ DE LA NATALIA. 

En el mismo día que se dio la batalla se divulgó en Lisboa la 
noticia de una gran victoria, según Fernán López; pero sin sa^ 
berse el origen de la feliz nueva. Al siguiente llegó un hombre de 
Alemquer asegurando ser verdad; y por último, el miércoles por 
la mañana se presentó confirmándola un individuo que estaba pri- 
sionero en la flota y vio llegar á ella el Bey de Castilla. 

Excusado es decir que habiéndose trabado la acción á la caída 
de la tarde y habiendo 136 kilómetros desde el campo de batalla 
á la capital, sólo telegráficamente pudiera arribar aviso del suco- 
so antes de 15 ó 20 horas. 

Froissart en su primera narración de Alj abarrota, tomada de 
un escudero francés cuando se hallaba en Orthez en 1388, cuen- 
ta que la noticia la recibió allí el Conde de Bearn por la mañana, 
muy temprano,. del dia inmediato, 15 de Agosto, que siguiendo en 



322 BATALLA DE AWÚHARROTA. 

sil yerro de que la batalla fué en sábado, dice era domingo. El 
conducto por donde se le reveló consistía en un invisible mensa- 
jero, genio 6 duende inofensivo, llamado Ortkon, cuya leyenda 
curiosa refiere detalladamente. Dedicado antes por espacio de bas- 
tante tiempo á comunicar al señor de Corasse cuanto notable 
ocurría en el mundo, se había adherido después con igual objeto 
al servicio del conde Gastón de Foix, á quien le participó el de- 
sastre y la muerte de muchos de sus caballeros que iban con el 
Bey de Castilla. Afectóle en extremo la desgracia, y se le vio si- 
lencioso, triste y abatido, sin hablar palabra ni salir de sus habi- 
taciones hasta que, al tercer dia por la tarde, llamó á su hermano 
y le dijo en voz baja: Nos gen» ont eu a/aire dontjesuis courroufé, 
car ils leur est pris du voyage anegues ou ainsi queje leur dis au 
partir; aludiendo á lo que les anunció sobre el éxito funesto que 
preveía de aquella campaña, cuando marcharon para Castilla. Y 
en efecto, pasados diez días llegaron allí algunos de los que escar- 
paron de la derrota, confirmando cuanto el misterioso duende su- 
po, cual sí hubiera tenido & su disposición el alambre eléctrico, que 
produce hoy mayores prodigios. 

LA PADEIRA DE A LJUB ARROTA. 

Va inseparablemente unida á los recuerdos portugueses de su 
victoria la leyetf da tradicional de la Padeira ó Forneiré^ célebre 
porque con la pala de su horno mató á siete castellanos de los 
dispersos de la batalla; pero hay alguna variedad en el modo de 
referirlo y en el concepto de verdad que dan al episodio los es- 
critores. 

Llamábase esa mujer, según la más general opinión, Brites de 
Almeida, y por alcurnia dicen se la nombraba también la Pis- 
queira. Su singular hazaña se reduce á que encontrando dormidos 
á los siete soldados en cierto oculto paraje del pueblo de Aljubar- 
rota, donde se escondieron, ó dándoles ella misma abrigo en su 
casa dentro del horno, le fué fácil desnucarlos uno á uno. 

Trasmitido el suceso en el pueblo, se arraigó en las gentes, to- 
mando un colorido de heroísmo patriótico, que lo hace muy apre- 
ciable aun para los historiadores más serios de su país en nuestro 
tiempo. 

Años después, secuenta que con los huesos de los que sucum- 



capítulo v. 323 

bteronenla batalla se formó pavimeuto á una callejuela de la 
aldea, que iba desde la casa de la heroína al horno; y que cuando 
reinando los Felipes apareció por allí algún español, le conducía 
cualquier vecino á mostrárselo, y le decía : elesagravo-me dos vicos 
com a injuria dos morios y por alusión al descontento de verse uni- 
dos á Castilla y por creer que desde Felipe II se tenía empeño en 
borrar todas las trazas y recuerdos de su triunfo, prohibiéndose 
predicar el sermón de aniversario con que revivía tan grata me- 
moria y se ensalzaba el valor de la Padeira. 

En la viii parte de la Monarquía lusitana da razón Fr. Ma- 
noel dos Santos de que, mandada hacer una investigación sumar 
ría sobre el origen de esa tradición, el año de 1642, ninguna 
prueba ni documento existia en el monasterio de Alcobaza más 
que el facsímile de la pala, sacado en papel, de la verdadera; pero 
que en Aljubarrota juraron como testigos varias personas de 90 
y 100 años, que á aquella mujer se la conocía por la Pisqtieira; 
que vivió en la Rúa Direita^ del lado de Levante, y que aun ha- 
bía descendientes de ella; se mostraba el sitio donde estuvo su 
casa y el horno, y por último, se averiguó que la pala famosa se 
salvó teniéndola emparedada en la cámara municipal durante los 
sesenta años de la dominación española , respondiendo que ya no 
existia, cuantas veces fueron á buscarla de orden del Rey. Sacada 
entonces del escondrijo, la conservaban, como en lo antiguo, den- 
tro de un cofre, y se escribieron en el paraje de la pared en que 
estuvo unos dísticos de honor para la Forneira , que concluían 
así: 

Observehtr k Ule Castella esümulus, Lusiadumque (1). 

Al repetir todos esos detalles el opúsculo publicado en 1786 
con el título de Car^a a respeito da Heroína de Aljubarrota Bri- 
tes de Alvteida, concluye con los siguientes versos del poema del 
Condestable, por Francisco Rodríguez Lobo : 

Celébrese a Mulher , lou veso a térra, 
Ondo com Pas se fez tao crua guerra. 

Visitando yo aquel lugar, me dirigí desde luego á la casa de 
ayuntamiento y copié la siguiente inscripción, que se ve en una 

(1) En una publicación ilustrada de Lisboa, O Panorama, se traducía al por- 
tugués, hace pocos años, ese distico do este modo : Olhaipara ate escarmiento de 
castellanos, atienta i bem n'esso a mostra dos brio$ portugueses. 



324 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

lápida colocada en la pared exterior, con la pala esculpida en- 
cima: 

EN PATRIA URB8 CLIM OEMBBR1 MEMORANDA TRIULPHO 

ouiüB^ruiT brittes ni tras empbb honor 

8TAT BINE MARTE DBCÜS VIUACIS MACHINA MOBTIS 
QUA A7FXCIT VALIDOB MIL AVI BAGO TIROS. 

Ninguna otra me dijeron existia en lo interior ni en la iglesia, 
como tampoco el menor vestigio ó memoria, á no ser el tradicio- 
nal instrumento de la pala que, guardada en una casa particu- 
lar, me la enseñó con la mayor amabilidad una jovencita, sacán- 
dola de su funda de damasco carmesí. Nada de particular noté en 
ella que indique antigüedad por el estado del hierro; es de me- 
diano tamaño, con un mango corto de palo pintado, y. sin marca 
ni documento que la sirva de ejecutoria. 

Esto es cuanto podemos referir acerca de la celebrada heroína 
popular, que en prosa y verso ensalzan nuestros vecinos, y que, 
como se ve, no hizo hazaña grande y noble para compararla con la 
Doncella de Orleans ó con Juana Hackette y ni aun con otras me- 
nos ponderadas que registra la bella historia de los portugueses. 

En el libro del P. Manuel lavares, impreso en Lisboa en 1734, 
titulado Portugal illu&trado pelo sexo feminino y se mencionan otras 
dos nuyeres que hicieron^prodigios de valor en Aljubarrota; la 
una, llamada María de Souza, ayudando y animando á los solda- 
dos, llevándoles alimento y refrescos, y dándoles ejemplo en la 
pelea hasta el punto de rendir ella sola más de 20 enemigos; y la 
otra, Joarma de Gouvea } natural de Aljubarrota, parienta del ca- 
ballero Castro de Souza, que arremetía denodada y furiosa á los 
castellanos con piedras y palos. 

¡Con tales hembras y teniendo ademas la oferta y visible pro- 
tección de la Virgen Santísima, de San Jorge y de San Bernar- 
do, se explica por 1$ leyenda la victoria, y es inútil todo estudio 
histórico y crítico! 

UNA COMEDIA DEL TEATRO ANTIGUO ESPAÑOL. 

La afición del pueblo español á los romances en que se canta» 
ban las proezas y rasgos caballerescos de los antiguos, dio mar- 
gen á que en el siglo de oro de nuestra literatura tomasen muchas 
veces los poetas asuntos de la historia patria para sus comedias, 



CAPÍTULO V. 325 

y aun que intercalasen en ellas algunos de los más conocidos y 
populares. 

Así lo hizo Luis Velez de Guevara cuando, para tratar dramá- 
ticamente de la jornada de Aljubarrota, se sirvió del romance 
atribuido á Hurtado de Veíanle (como también lo hizo en otra, 
de aquel no menos bello que empieza Entre los sueltos caballos), 
proponiéndose , sobre todo, enaltecer el comportamiento de Don 
Pedro González de Mendoza y fundar un blasón heroico á su casa, 
según lo verificó igualmente, en distinta comedia, con el Blasón 
de los Guzmanes. 

La circunstancia de ser hoy rarísima la que lleva por título El 
blasón de los Mendozas, Si el caballo vos han muerto, que es la 
primera á que aludimos, nos induce á darla aquí á conocer en li- 
gero extracto. 

Figuran en el drama los personajes siguientes : el rey D. Juan I, 
Pedro González de Mendoza, su hijo Diego ó Diagote, Ordoño, 
Melendo, Martin, la infanta doña Leonor, hermana del Rey; una 
bella judía llamada Micol, el espectro de D. Enrique II, el Maes- 
tre de Avís, y soldados. 

Estando Mendoza en sus tierras de Buitrago recibe un hermoso 
caballo morisco que le envía el Rey de regalo, y que habiéndolo 
montado Diego, le hace de él y de sus cualidades soberbia pintu- 
. ra. Enamorados de Micol, Diego y Melendo, se baten á presencia 
del mismo Pedro González de Mendoza, quien aprovechando la 
oportunidad de quedar desarmado Melendo, para que termine la 
querella, les hace amigos bajo condición de renunciar ambos á la 
judía. Llega entonces el Rey con la Infanta, destinada á profesar 
en las Huelgas de Burgos, para cazar en los montes de Buitrago, 
y consultar á Mendoza sobre su empresa de Portugal y aprestarse 
para ella. Diego y la Infanta se ven sin conocerse, y quedan pren- 
dados. El Rey sale de caza, desbócasele el caballo, y lo salva en 
medio de la espesura la judía Micol; por lo que, y por su belleza, 
se enamora y se la lleva consigo para la servidumbre inmediata 
de la Reina. Pide consejo luego á Mendoza sobre el modo de ha- 
cer la entrada en Portugal, á fin de posesionarse del reino que 
correspondía á su mujer doña Beatriz , y le contesta que debe ama- 
garse por Badajoz para ver si los naturales se apresuran á recono- 
cerlo, y que entre tanto se pensará mejor y. se dará tiempo á lo 
que después convenga ejecutar. Quédase dormido el Rey pensan- 



326 BATALLA DE AUUHARBOTA. 

do en esa empresa y en la linda judía, y en el suelto se le aparece 
una fantasma con loriga y manto negro, qne le habla y le provo- 
ca para infundirle miedo, hasta que, irritado, saca la espada y 
empiezan á batirse á oscuras : en aquel momento siente D. Juan I 
el frió cadavérico del espectro que tenia por contrario, y le pre- 
gunta quién es r respóndele que su mismo padre D. Enrique U, y 
que lleva por objeto obligarle á desistir del devaneo ó loca pasión 
que ha concebido por Mí cal, y vaticinarle por eso un gran desas- 
tre en la primera batalla que diere. Al despertar D. Juan exclama 
que á él no le asustan fantasmas, y manda apresurar los prepara» 
tivos de la expedición. La Infanta le reprende por su amor á la 
judía y le estimula á la guerra, para la cual se pone al fin en mar- 
cha el Monarca, acompañado de Mendoza, Diagote, Orduño y 
otros muchos caballeros. En la tercera jornada se representa ya la 
funesta batalla de Aljubarrota. El Maestre de Avis arenga á sus 
soldados en el campo que ha elegido, exhortándolos á pelear con 
denuedo. Llega el ejército castellano, y Pedro González de Men» 
do?a aconseja al Bey, como viejo y práctico, que suspenda el ata- 
que para el otro dia, porque la posición del enemigo es de breñas 
á la entrada, y conviene procurar con algunas correrías que la 
desalojen, para vencerlo más fácilmente. Diagote, Melendo y otros 
jóvenes ardorosos dicen que han ido allí para lidiar, y que no es 
honroso se ande en busca de ardides. Con esto, y á pesar de que 
Mendoza insiste en su consejo, da el Rey la voz de Santiago cier- 
ra á España, y se traba la batalla, en que son puestos en desorden. 
y fuga los castellanos. El Bey, desmontado, dice que aunque le 
hirieron el caballo y lo cree muerto, peleará hasta morir con sus 
soldados; pero viéndolo González de Mendoza en próximo riesgo, 
así como á su hijo Diego por otro lado, duda á cuál acudir, y se 
decide por socorrer al Soberano: manifiéstale éste su arrepentí* 
miento de no habar seguido su consejo, y entonces le replica el 
anciano con el romance precedido de estos versos r 



Non es tiempo en el peligro 
De facer discurso» largos, 
Vamos al vuesso remedo, 
Que fincáis, Rey, mal parado. 
Si el caballo vos han muerto, 
&c., &&, ¿te; 



CAPÍTULO V. 327 

£1 Bey huye en el ligero corcel y llega á Ciudad-Rodrigo, en 
cuyas cercanías le recibe la Infanta, que salió con gentes á prote- 
ger los dispersos. Después se presenta Diagote y otros que traen 
sobre un caballo portugués el cadáver de su padre Pedro Gonzá- 
lez de Mendoza, para llevarlo á sepultar en Burgos. El Bey con- 
cede á Diego la mano de su hermana la Infanta, y pronunciando 
el agradecido mancebo otro lindo romance (sin duda intercalado 
también), ordénale D. Juan I que ponga en su escudo el caballo 
con el cadáver de su padre, para que se trasmita á los tiempos 
futuros la memoria del hecho y el blasón de la casa de Mendoza (1). 

CUENTO DE LOS CAMPESINOS, KN EL MISMO LUGAR DE LA BATALLA. 

Cuando visité, en 1869, el campo de batalla, se me ocurrió in- 
terpelar al ermitaño de San Jorge para que me refiriese lo que él 
supiera sobre aquel suceso y el origen de su ermita; y la relación 
que me hizo ten¡a una traza de candidez tan propia de las conse- 
jas de la Edad Media, que la apunté al instante, y voy á trascri- 
birla aquí, como término de esta sección de curiosidades ó leyen- 
das populares. 

Según habia oido referir desde muchacho, y sé creia por aque- 
llos caseríos, hallábase el Rey de Portugal con su condestable y 
reducida hueste situado en aquel paraje, donde oyeron una mi- 
sa celebrada sobre la piedra grande sillar que allí se mantiene 
todavía junto á la puerta. Acometidos los portugueses por el de 
Castilla vigorosamente, repelían con tal denuedo los ataques, que 
no lograba romperlos, i pesar de los esfuerzos de la multitud 
enorme de sus soldados. Supo entonces el Castellano que andaba 
por entre las fragosidades del terreno una horrorosa fiera 6 mons- 
truo infernal, y mandó que fuesen á buscarla y que, valiéndose 
de sortilegios, la emplearan lanzándola delante para que devorase 
á los portugueses. Asombrados éstos al oír sus terribles rugidos 
y al ver el espantoso monstruo con ojos de fuego y garras amena- 
zantes, no pudieron dominar el pánico, se sobrecogieron y empe- 
zaron á huir; mas el Bey se acordó en aquel instante de su patrón 



(1) Aunque es posible que eato repose sobre haber salvado el hijo el cadáver de 
su padre, no lo he visto acreditado por nadie, y tampoco he encontrado ese bla- 
són en algunos escudos de armas de los Mendosas. 



328 BATALLA DE A LJUB ARROTA. 

San Jorge, le invocó devotamente, y pidió intercesión á la Virgen 
María. En el acto se vio aparecer el Santo montado en un sober- 
bio caballo blanco, blandiendo poderosa lanza; precipitóse sobre 
el vestiglo á galope, lo derribó y mató de seguida; y continuando 
después contra los castellanos, penetró y desbarató sus sólidas 
filas. Reanimados también los portugueses á ejemplo del Rey, y 
con el Condestable á la cabeza, avanzaron y se completó la dis- 
persión de los enemigos , quedando el campo sembrado de sus ca- 
dáveres. 

En memoria de tan señalada victoria y del socorro de San Jor- 
ge, se erigió la ermita y se mandó' labrar en piedra el bulto que 
representa al Santo á caballo, lanceando á sus pies al horrible 
monstruo. 

Tal es la sencilla y confusa tradición vulgar con que al cabo de 
500 afíos entretienen los viejos á sus nietecitos en el hogar de la 
aldea situada sobre el propio campo que sirvió de teatro á la ba- 
talla de Aljubarrota. 



APÉNDICE. 



CATÁLOGO BIBLIOGRÁFICO. 

LISTA DR LAS OBRAS HISTÓRICAS T DE ASUNTOS DIVERSOS QUE, CON 
RARA EXCEPCIÓN, SE HAN CONSULTADO PARA FORMAR ESTA MO- 
NOGRAFÍA, T QUE SON IMPORTANTES Ó ÚTILES , EN ALGÚN CON- 
CEPTO, PARA EL ESTUDIO DE LOS SUCESOS DE LA GUERRA T BA- 
TALLA DE AUUBARROTA. 

Natural seria empezar este Catalogo por los documentos inédi- 
tos, si nos hubiese sido dable encontrarlos; pero infructuosas 
nuestras investigaciones para hallar otros que los reproducidos 
en el capítulo ni, tomados de los libros que se indican , debemos 
recordar que ese deseo y esperanza tuvimos al emprender el tra- 
bajo. 

Nada apreciable parece existir en el archivo de Simancas sobre 
la época y reinado de D. Juan I, y tampoco tengo noticia de có- 
dices que se hallen en otros de España, con carácter de coetáneos, 
de interés para la materia tratada. En el de la Torre-do-Tombo, 
de Lisboa, y en el de la Cámara municipal de la misma ciudad, 
creímos se guardaría^ documentos tan importantes como la carta 
que consta escribió el Bey de Portugal después de la batalla, y 
como el instrumento público de que habla y tuvo á la vista, en el 
siglo pasado, el académico D. José Soares da Silva ; pero no he 
logrado averiguar sü existencia actualmente : quizás aparezcan 
algún, dia y puedan servir á completar el estudio de aquel aconte- 
cimiento, lo mismo que las comunicaciones que el cronista Fer- 
nán López expresa que se dirigieron por el Bey al de Inglaterra 
y al Duque de Lancáster, dándoles cuenta circunstanciada de su 
victoria. 



330 BATALLA DE AUUBARROTA. 

En el ayuntamiento de Porto, según nota que nos facilitó un 
respetable caballero , se conservaban, entre otros antiguos legajos, 
los siguientes documentos: contrato entre Portugal y Castilla 
para el casamiento de la Infanta, Doña Beatriz, hija del Bey Don 
Fernando: sobre lajlota de galeras y naves que desde Porto se 
mandó á Lisboa durante el sitio: instrumento de las Cortes que ce- 
lebró en Braga Don Juan I, sobre la guerra can Castilla: Decla- 
ración de las pazes de Don Juan I de Portugal con Don Juan II 
de Castilla } y Alvardpara que se publicasen. 

«Foedera, conventiones, litterae et cujus cumque generis acta 
publica inter regis Anglicae et alios imperatorcs, reges ítc. ab 
auno 1 101 .» — (Actas de Thomas Bymer.) — Londres, 1 704, etc. 20 
volúmenes en folio. . 

En esta rica colección inglesa, citada por todos los modernos 
historiadores, se hallan los documentos concernientes á las pri- 
meras relaciones políticas entre Portugal é Inglaterra en los rei- 
nados de D. Fernando y D. Juan I, y por consiguiente, los rela- 
tivos al auxilio que éste obtuvo en 1385 : seis de ellos merecen 
citarse. Permiso dado d los enviados Portugueses Femando Al- 
fonso de Alburquerquéy Maestre de Santiago, y al Canciller Loren- 
zo Annes Fogaza para llevar á Portugal cierto numero de hombres 
para la defensa del Reino, fecha á 28 de Julio de 1384. — Carta 
Real del. de Diciembre de 1384 á favor de Femando Alfonso y 
30 Caballeros Ingleses que se nombran. — Autorización para que se 
provea en Devonshire y en CornouaiUe de buques para el viaje; fe- 
cha á 8 de Enero de 1385. — Cartas de proteccioq al mismo Fer- 
nando Alfonso y a 52 Caballeros, para ir á Portugal; dadas a 16 
de Enero de 1385. — Otras de 16 de Febrero , para Juan Kent- 
wood y Martin Ferrers 7 autorizándolos á revistar los hambres que 
iban á Portugal con el Maestre de Santiago y el Canciller. — Salvo- 
conducto á los miemos á20de Octubre de 1385. 

«Quadro elementar das relaces políticas e diplomáticas do 
Portugal, pelo Vizconde de Santarém.» — París, 1842, 17 volú- 
menes en 4.° 

Compiló el diligente Vizconde en su obra, y en la siguiente, 
abundancia de datos y documentos históricos, antiguos y moder- 
nos, valiéndose de los archivos de su país, de algunos extranje- 



APÍNDICE. 331 

ros y de publicaciones acreditadas, como la de Hymer. Entre los 
tratados da el que se pactó en 1387 entre el Rey de Portugal y cJ 
Duque de Lan&ister contra Castilla, tomado de los manuscritos 
de la Biblioteca Nacional de París. 

«Corpo Diplomático Portugntz, &c., Acópelo Viscondede San- 
tarém.D — París, 1846. 

« Discursos Historióos de Murcia, y su Reyno. Al buen genio 
'encomienda sus discursos históricos, de la muy noble, y muy 
leal, Ciudad de Murcia, el Licenciado Francisco Cáscales. — Se- 
gunda impresión, añadida, é ilustrada con algunas notas criticas. x 
— Año dq 1775. En Murcia, por Francisco Benedito, Impresor y 
Mercader de Libros en la Platería. » — Un vol. , fóL 

Se dio á luz la primera edición en el año de 1Q¡21 , y su autor 
insertó en ella muchos documentos interesantes, como las cartas 
de D. Juan I relativas a la guerra de Portugal, tomadas de las 
originales que se conservaban en el archivo del ayuntamiento de 
la ciudad. 

«Crónicas de los Beyes de Castilla Don Pedro, Don Enri- 
que II, Don Juan I, y Don Enrique III, por Pedro López de 
Ayala Chanciller Mayor de Castilla : Con las enmiendas del Se- 
cretario Gerónimo Zurita: Y las correcciones y notas añadidas 
por Don Eugenio de Llaguno Amirola, Caballero de la Orden de 
Santiago , de la Real Academia de la Historia. — Tomo II. Que 
contiene las de Don Enrique II. Don Juan I. y Don Enrique III. 
En Madrid: En la Imprenta de Don Antonio de Sancha.» — Año 
de 1780. 

La primera edicióh de las Crónicas de Ayala creo ftié la de Se- 
villa en 1495 , y aunque ha habido otras varias, es considerada la 
mejor la dada á luz en dos tomos , en Madrid, en 1 702 , bajo los 
auspicios de la Academia de la Historia, adornada de los retratos 
de los Reyes. 

Del ilustre Pedro López de Ayala, que, así en las letras como 
en las armas y en lá política, es uno de los españoles más nota- 
bles del siglo xiv, se han ocupado, respecto á su vida y sus obras, 
muchos escritores : pueden citarse desde luego Nicolás Antonio, 
BibL Vef.y lib. x; D. Bartolomé José Gallardo, bajo el scudóni- 



332 BATALLA DK ALJÜBARROTA. 

mo del Bachiller Fárnoles, en el tamo ti de sus Cartas españolas; 
Ticknor, en su Historia de la literatura española, traducida al 
castellano con notas y adiciones por D. Pascual de Gayingos y 
D. Enrique de Védia, tomo i; D. José Amador de los Ríos) en su 
Histeria de la literatura española; D. Pascual de Gayángos, qp 
la edición del carioso Libro de la% aves de eoqa, del mismo Pero 
López de Ayala, hecha en Madrid por la Sociedad de Bibliófilos; 
y por último, D. Florencio Janer, en nnos artículos que insertó 
en 1869 en el Museo Universal, titulados Una risita al sepulcro 
de Pero López de Ayala. Ademas , y muy principalmente, debe 
tener aquí mención la siguiente obra : 

«Vida literaria del Canciller mayor de Castilla D. Pedro Lopes 
de Ayala, restaurador de las Letras en Castilla. Por D. Rafael de 
Floranes.» 

Publicada en Madrid, afto de 1851, por 2>. Miguel Salva y 
D. Pedro Sainz de Baranda, en el tomo xix de la Colección de 
Documentos inéditos para la Historia de España. 

«Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla.» 
Publicadas por la Real Academia de la Historia. — En folio, 
tomo n ; Madrid, 1863. 

Contiene este volumen los cuadernos de Cortes correspondien- 
tes al reinado de D. Juan I. 

r 

«Sumario de los reyes de España, por el Despensero mayor de 
la reina doña Leonor, mujer del rey D. Juan I de Castilla, con 
las alteraciones y adiciones que posteriormente le hizo un anóni- 
mo ; publicado por D. Eugenio de Llaguno Amirola, caballero de 
la orden de Santiago, de la Real Academia de la Historia. — En 
Madrid : En la imprenta de D. Antonio de Sancha, afto de 1 781.» 

Salió este sumario en el mismo volumen de la Crónica de Don 
Pedro Niño, conde de Buelna, por Gutierre Diez de Gámes, pu- 
blicada también por Llaguno, así como la Historia del Gran Ta- 
merlán é Itinerario de la embajada de JRuiz González de Clcwyo* 

4 

«Histoire et Chronique memorable de Messire Iehan Froissart. 
Revue et corrigée sur divers exemplaires et suivant les bons au- 
teurs, par Denis Sauvage de Fontenailles-en-Brie, historiographe 



i 

! 
V 



APÉNDICE. 



333 



da tres chreetiett roy Henri deuxiésme de ce nom. — A Paria, ches 
Ieh&n Huelle, rae Saineí-Iacques, á l'anseigne Sainct Hieroame. 
— M.D.LXXUIL»— En folio. 

Nació el célebre cronista Juan Froissart en Valenciennes hacia 
e¿ año de 1337, y su muerte se cree fué á principios del siglo si- 
guiente. Canónigo y tesorero de la colegíate de Ckimay, viajórau* 
cho por Francia, Italia, Inglaterra 7 Escocia, cultivando desde la 
juventud, con particular afición, la historia y la poesía. Escrita 
su Crónica por los relatos que asiduamente recogía cerca de los 
príncipes y grandes señores» adolece de falta de método é incurre 
en frecuentes errores, confusión y extraña alteración de nombres, 
como es consígnente á la manera con que adquiría los datos y a la 
presteza con que el mismo explica que los trasladaba al papel ; 
pero, sin embargo, es en extremo curiosa/ goza de justa fama, y 
se la cita siempre por los que tratan de los complicadísimos acon- 
tecimientos, guerras y costumbres del siglo xrv. 

En 1498 se imprimió en París por primera vez esta Crónica, 
con el título de Ckronique de France, d Angleterre, cTÉcosse et 
cTEspagney de 1326 h 1400, en cuatro tomos en folio ; y la se- 
gunda en 1505. Siguieron á ésas, otras diversas en el siglo xvi, 
asi como después en los xvn, xvín y xix en Francia y en Ingla- 
terra. Una traducción se conoce en alemán, y otra abreviada se ha 
impreso varias veces en latín , francés é inglés ; en castellano no 
tengo noticia que exista. 

La edición de donde hemos tomado textos en esta monografía 
es de las mejores antiguas, pero debe ser consultada con prefe- 
rencia la dada á luz en .1824 y años siguientes en la estimable co- 
lección de Crónicas francesas, por J. A Buchón, en 15 tomos 
en 8.°, precedida de un prólogo interesante, y acompañada de la 
vida y juicio crítico de las obras del autor, por M. Curne de Saint- 
Pelaye, extraída de las Memorias de la Academia de inscripcio- 
nes y bellas letras, con las poesías que se conocen de Froissart. — 
Últimamente se imprime en París otra edición por M. Simeón 
Luce, archivero de los Archivos de Francia, que ha obtenido por 
ella el primer gran premio acordado por la expresada Academia 
de inscripciones y bellas letras. 



cGhronique des religieux de Saint-Denis, contenant le rógne 
de Charles VI, de 1380 á 1442; texte latín et traduction fran- 



334 BATALLA DE ALJÜBAREOTA. 

<¿aise; par M. L. Bellaguet.9 — 6 rol. — Publicada en Futís, en la 
primera serie de la colección de Documente medite sur rUistoire 
de France. 

Según explica M. de Barante en la introducción que puso á 
esta Crónica, eran los religiosos de San Dionisio, por aquella épo- 
ca, los cronistas oficiales de los reyes de Francia, y, por lo ta&£% 
el autor anónimo de la de Carlos YI debió hallarle perfectamente 
informado de los sucesos , tener ala vista abundancia de docu- 
mentos, y presenciar él mismo, como cuida de indicarlo muclpg 
veces, los acontecimientos. — En el tomo i, libro vil, capítulo v 
es donde trata, sólo incidentalinente, de la guerra entre Castilla 
y Portugal; pero aunque espresa que las noticias las tuvo- de 
source certaine, y da el mensaje que envió D. Juan I. pidiendo á 
su aliado francés auxilios contra el Duque de Lancáster después de 
su fatal campaña, apenas merece tenerse en cuenta su ligerísima 
indicación. 

« Chronica d'El Rei D. Joam I de boa memoria, e dos Beis de 
Portugal o décimo. — Part. i. Em que se contém a defensao do 
Reino, ate ser eleito Rei. — Part. n. Em que se continuam as 
guerras com Castella, desde o principio do seu reinado até as pa- 
zes. — Offerecida a Magestad del Rei Dom Joam IV, N. Senhor 
de Miraculosa memoria. — Composta por Fernam Lopes. — Lisboa, 
a custa de Antonio Alvares. — 1644.» 

Cada una de las dichas partes compone un tomo. en folio, y 
forman hasta hoy la única edición completa de esta importante 
Crónica. Adolece, según aseguran sujetos competentes, de muchas 
faltas é incorrecciones, y por eso se piensa hace tiempo por la 
Academia de Ciencias de Portugal en publicar otra corregida y 
expurgada, después de compulsar los ejemplares manuscritos, uno 
de los cuales, y que pasan por más perfectos, se encuentra en la 
Biblioteca Nacional de Madrid. 

Asegúrase que nació el autor por el año de 1380, y consta que 
aun vivia en 1459, por los datos de D. Inocencio Francisco da 
Silva en su Diccionario Bibliográfico portugués, donde le llapia 
el patriarca de los historiadores de Portugal. — Parece que fué el 
primer cronista mayor del reino de que hay noticia cierta, por 
provisión del rey D. Duarte , y guarda mayor de la Torre do Ton- 
bo, que era y es todavía el archivo principal del reino. Tuvo tara- 



AKÉNDICE. 335 

bien el cargo de Escribano da Purídade del infinite D. Fernando, 
y su contemporáneo y sucesor Gómez Eannes de Azurara dice de 
él que empessoa notavel, e homem de communal sciencia e auctori- 
dade. 

# Don José Boares da Silva asegura que escribió Fernán López 
eeta Crónica^ así como las de los reyes anteriores y la de D. Duar- 
te, por encargo y comisión de este último Soberano, hijo y here- 
dero de D. Juan I; verificando para ello exquisitas diligencias y 
pasando á Castilla á fin de adquirir noticias y documentos que ne- 
cesitaba. 

Los historiadores modernos, hasta el mismo Herculano, consi- 
deran á Fernán López como muy verídico y eminente cronista. 

La tercera parte de la Crónica de D. Juan I, que corre impresa 
igualmente en 1644, y comprende la conquista de Ceuta y demás 
sucesos hasta la muerte del Monarca, fué escrita por el citado Gó- 
mez Eannes de Azurara. 

€ Crónica del Señor Bey Don Juan, segundo de este nombre en 
Castilla y en León. Compilada por el noble Caballero Fernán Pé- 
rez de Guzman, con las Generaciones y Semblanzas de los Seño- 
res Beyes Don Enrique III y Don Juan II, y de otros Prelados y 
Caballeros de aquel tiempo, del mismo autor. Corregida, aumen- 
tada y adicionada por el Doctor Lorenzo Galindez de Carvajal, y 
añadida en esta última edición, de las notas manuscritas del mis- 
mo. — Valencia. — 1779.» Un vol., fól. 

Las generaciones y semblanzas, que contienen datos de algu- 
nos de los que figuraron en tiempo de D. Juan I, se imprimieron 
también en Madrid en 1775 en el mismo volumen en que salió el 
Centón Epistolario del Bachiller Fernán Gómez de Cibdad Real y 
Claros varones de Castilla, y letras, de Femando dé Pulgar. 

€ Epitome de la Crónica del Bey D. Juan II de Castilla, hecho 
por Joseph Martínez de la Puente, etc., etc. — Madrid, 1678.» 

cBodericus Santius, Compendiosa Historia Hispánica.]) — Im- 
presa en un vol., en fól., creo que en Boma á fines del siglo xv ó 
principios del xvi. 

Su autor, natural de Arévalo, nació en 1405, fué obispo de Za- 
mora y falleció en Boma en 1471. — En el libro rv, cap. xxi, trata 



336 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

brevísimamente dé la campaña de Aljnbarrota. — Encuéntrase re* 
producida esta obra en el tomo i de la Hispania ilhitfrata , Franc- 
fort y 1603. 

c Crónica de España, ábreriada por mandado de la Serenísi- 
ma e ilustrissima Señora Doña Isabel Reyna de Castilla , etcétera; 
por Mossen Diego Valora. — (Y al final:} — Fné impresa la presen- 
te obra en la nobilissima y mny leal Ciudad de Serflla por Jaco- 
bo Oomberger, alemán. AHo de la redemption Christiana de mil 
y quinientos y diez y siete, á dos de Octubre. * — En fól. 

En 1482 creo que se imprimió por primera vez esta Crónica. — 
En su capítulo oxxm es donde trata del reinado de D. Juan I. 

i m 

cTractadoque se llama oopilacion de las batallas campales que 
son contenidas en las estorias escolásticas y de España. Dirigido 
al muy reverendo Señor Don Fray Johá Ortega de maluendo 
oppo. de Coria del Consejo del Rey y Reyna nuestros Señores, etc. 
— Por Rodríguez de Almella. 

»(Y al final:) Acabado con otros dos tractados en la muy noble 
y leal cibdad de murcia por manos de maestre Lope de la Roca 
alemán. Impressor de libros á xxviii d'mayo año de mil 
y ooco.lxxxvii.9 

Un tomo, fól. menor. 

Como lo indica su titulo, no es más esta obra que una especie 
de catálogo de batallas, seguido cronológicamente. La de Aljnbar- 
rota va en el número 202, y sólo dice fué perdida por la mala or- 
denanza, á lo cual atribuye también la de Trancoso y la de Val- 
verde. 

c Chronicas dos Senborea Reis de Portugal. Por Christovao Ro- 
drigues Acenheiro.* 

Se hallan impresas en el tomo v de la colección de libros in- 
éditos de historia portuguesa, publicada por la Academia Real de 
Ciencias. En Lisboa, na qfficina da Academia. — 1824, fól. 

Era el autor natural de la ciudad de Évora y nació en 1474. — 
Fué bachiller en derecho, y escribió esta breve Crónica en el año 
de 1535. 

c Libro llamado Divina Retribución sobre la cayda despaña en 



APÉNDICE. 337 

tiempo del noble grey don Johan el primero que fué rrestaurada 
por manos de los muy excelentes Reyes don Femando y doña 
Isabel S8us bisnyetos nros SSeñores que Dios mantenga.» 

Es un códice en 4.°, pasta, vitela, con pintura en la primera 
hoja y en las letras iniciales; sin nombre de autor, y escrito hacia 
fines del siglo xv. — Existente en la Biblioteca del Escorial.-— 
Y— iiy— 1.° 

Empieza con dedicatoria á los Beyes Católicos , sigue un pró- 
logo y después 18 capítulos ; eq el n desoribe la batalla de Alju- 
barrota según la Crónica, de Ayala : trata en los sucesivos de los 
acontecimientos posteriores hasta la batalla de Toro , que da con 
más extensión : en el xv explica como los Beyes fueron á la san- 
ta iglesia de Toledo & dar gracias á Dios por el vencimiento y á 
ofrecer en el sepulcro de D. Juan I las banderas y armas del ad- 
versario portugués : por último, diserta en otro sobre la Divina 
retribución, ó sea Los secretos designios de Dios, que permitió á los 
biznietos de D. Juan I una victoria completa sobre los mismos que 
le vencieron. 

«Alfonsia Carthagena Episcopi Burgensis, Begum Hispaniae 
Anacephalaeosis.» 

Encuéntrase inserta, así como la Compendiosa Historia Hispa* 
nica de Rodericus Santitis , y la de Franáscuq Tarapha Canoni- 
cus Barcinonensis, de Origine ac Bebus gestis , Begum Hispaniae, 
en el primer volumen de la importante colección titulada His- 
paniae illustratae seu Berum Urbiumq. Hispaniae , Lusitaniae, 
Aetkiopiae et Indiae Scriptores variis, etc., etc. — Francojurti, 1603, 
cuatro vol., fól. 

«Compendio Historial de las Chronicas y Universal Historia 
de todos los Beynos de España, por Estevan de Garibay y Za- 
malloa. — Anvers, Christ. Plantin. 1571.» — Cuatro vol. y dos vo- 
lúmenes, fól. Una edición de 1628, en Barcelona, cuatro tomos, 
folio. 

.«La Chrónica general de España, continuada por Ambrosio 
de Morales.»— Alcalá, 1574 á 77.— Tres vol., fól. 

ce Historiae Anglicae. Libri XXVII. Auctore Polydoro Virgilio 



338 BATALLA Dfc ALJÜBARROTA. 

Urbinate, Accessit praeter alia nonnulla series.Regum Angftae á 
primis mitiÍB usque ad hanc aetatem; Ex nova Editione. Antonii 
Thysii, J. C. Lugduni Batavorum, Sumptibus Joannis Maire, 
CIOIOCLI.»— Un vol., 8.° 

En el libro xx de los que titula UrbinaHé Angliae Hteoriae, 
trata ligeramente de la guerra entre Castilla y Portugal desde 
1384 en adelante. 

«Portugallia, Sive de Regís Portugalliae Regnis , & opi- 
bus Commentatius. — Lugd. Batavor. & officina Elzeviriana. — 
CIDIDC.XLI.* 

€ Historia Pontifical y Catholica, en la qual se contienen las 
vidas, y hechos notables de todos los Summos Pontífices Roma- 
nos. Con el discurso de la Predicación Apostólica. T el estado de 
la Iglesia Christiana Militante, dende que Christo nuestro Señor 
nasció, hasta nuestros tiempos. Con mas una breve recapitulación 
de las cosas de España. Y de la descendencia de los Reyes della. 
Dende Halarico Primero, hasta Don Phelippe segundo nuestro 
Seflor. Compuesta y ordenada por el Doctor Gonzalo de ülescas, 
Abbad de Sant Frontes y Beneficiado de Dueñas. Año de 1578.» 
Dos tomos. 

Impresa por primera vez esta obra en Salamanca, lo fué des- 
pués en Zaragoza y Burgos, y en Barcelona en 1622. 

«Historia general de España, por el P. Juan de Mariana.» 
El sabio jesuíta Juan de Mariana nació en 1536 y falleció en 
1623. Escribió en latín esta importantísima historia, tan umver- 
salmente conocida, y que se imprimió por primera vez en Toledo 
en 1592 : en 1601 la reprodujo allí mismo en castellano; y desde 
entonces son numerosas tas ediciones que se cuentan de ella, y 
más sólida su reputación. 

«Los cinco Libros postreros de la primera parte de los Anales 
de la Corona de Aragón. Compuestos por Geronymo Corita Chro- 
nista de dicho Rey no. (Tomo 2.°) Con Licencia y privilegio. — 
Impressos en Qarago^a, en el Colegio de San Vicente Ferrer, por 
luán de La naja, Quartener. Año de 1610.» — En fóL 



APÉNDICE. » 380 

cCkronica de las Grandezas de España, por Pedro de Medina, 
acrecentada por Diego Pérez d$ Meda. L ft y 2.* parte. Alcalá de 
Henares, 1695.»— Un vol. 

«Dialegoa de Varia Historia Em que sumariamente se referem 
mojrtas cousas antiguas de Hespanha : e todas as mais notauees, 
q em Portugal acontecerao em suas gloriosas Conquistas, antes & 
depois de ser leuantado á Dignidade Real. E outras muytas de 
outros reynoe, dignas de memoria. Com os Betratos de todps os 
Reys de Portugal. — Autor Pedro de Maríz. — Em Coimbí^ Ity 
Officina de Antonio de Mariz. — Com Priuilegio Real. — 
MDLXXXXIIIL j>— En 8.° 

Hiciéronse otras dos ediciones de esta obrita en 1597 y 08; se 
reimprimió en 1674 aumentada hasta el rey D. Juan IV; en 1749 
se reprodujo con segundo suplemento hasta D. Juan V; se repi- 
tió en 1758, y por último, salió en Lisboa en 1806 adicionada 
hasta la regencia de D. Juan VI. 

«Primeira Parte das Chronicas dos Reis de Portugal, refor- 
madas pelo Licenciado Duarte Nunez do Liao, desembargador 
da Casa da Supplicaeao, per mandado do Hei Dom Philippe o 
primeiro de Portugal, da gloriosa memoria. — Com licenca da 
Sancta Inquisicao , & priuilegio Real.— rEm Lisboa. — Lmpresso 
por Pedro Crasbeeck. Anno M.DC. — Fól. 

Murió el autor hacia 1608, y fué muy partidario de la unión 
de Portugal á España, llevada 4 cabo por Felipe II, cuya causa 
sostuvo en sus escritos, según se dice en el Diccionario bibliográ~ 
Jico portugués de D. Inocencio Francisco da Silva. Reimprimióse 
esta obra en 1677 y en 1774 en Lisboa, en dos tomos en 4.° — 
También se publicó, adicionada, con el siguiente titulo : 

tChrónicas d'El rei D. Joao, de gloriosa memoria, o primeiro 
d'este nome, e dos Reis de Portugal o décimo; e as dos Reis Don 
Duarte e D. Alfonso V. Tiradas a luz por ordem do Ulustrissimo 
Senhor D. Rodrigo da Cunha, Arcebispo de Lisboa; e Autos do 
levantamenío e juramentos d'El rei D. Joao IV. e do Serenísi- 
mo Principe D. Theodosio, e Proposicao^ das Cortes. — Lisboa, 
por Antonio Alvares, 1643.» — En fól. 

Otra edición se hizo en Lisboa por Josó de Aquino Bulhóes, en 
1780, en dos tomos en 4.° 



340 BATALLA DE ALJÜBARROTA. 

€ As Chronicas de todos os Reys de Portugal, até o tempo da 
Ailama^ao del Rey D. Joao o IV, taradas das que estao na torre 
do Tombo, por industria, e travalho de Antonio Coellio , Bey de 
armas deste Reyno.*— Un vol. ms. 

Es citado este manuscrito por D. José Boares da Silva en la 
lista de los libros y códices que consultó; pero supongo no con- 
tenga más que las Crónicas impresas. 

«Vida del Rey D. Joao de gloriosa memoria, 1 .° do nome , X.° 
entre os Reys de Portugal.» — Un tomo en 4.°, manuscrito, exis- 
tente en la Biblioteca de la universidad de Coimbra y marcado en 
el catálogo con el núm. 85. En una nota que tiene en la primera 
página blanca, se lee : Cualquer Luiseiro poder Enegrapamar es- 
tes cuadernas. Lisboa no convento da Sma. Trinidade Em 23 de 
Abril de 650. — Frey Aniso Pedro. 

Redúcese este escrito á un extracto abreviado de la Crónica de 
Fernán López. 

«Anacephaiaeoees id est, Summa Capita Actorum Regnm Lu- 
sitaniae. — Auctore P. Antonio Yasconcellio Societatis Iesu Sa- 
cerdote, Theologo Olysipponensi,... — Antuerpiae, 1641.» — Un 
vol, 4.°, con buenas láminas grabadas, de retratos de reyes de 
Portugal. 

«Batallas é victorias Lusitanas.» Obra manuscrita, citada por 
Nicolás Antonio {Biblioteca Nova, tomo i), en el articulo de Jorge 
Gardoso, como atribuida al R, P. Fr, Emanuel déla Resureccion; 
pero no tengo noticia sea conocida, ni la encuentro en el Diccio- 
nario Bibliográfico portugués. 

«Empresas militares de Lusitanos , escripias por Luis Coello 
de Barbuda, criado de Su Magestad, natural, y vesino de la Ciu- 
dad de Lisboa.— Al üustríssimo Señor D. Alonso Furtado de Men- 
doza, del Consejo de Su Magestad ; Señor y Arzobispo de Braga, 
Primado de las Españas, etc., etc. — Con todas las Licencias ne- 
cesarias. Lisboa, Por Pedro Craesbeck, impresor del Rey. Año de 
1624.»— 1 vol. 4.° 

«Anales cronológicos del Mundo, del abad de Monte-Aragón, 



\ 



APÉNDICE. 341 

el Doctor Don Martin Carrillo, — Año 1634. — En Zaragoza, ea 
el Hospital Real 7 General da Nuestra $eñora de Gracia, A costa 
de Pedro Escuer, mercader de Libros.» — 1 vol., fól. 

La primera edición de esta obra fué en Huesca en 1622. En 
la portada de esta segunda se expresa haber sido añadida en di- 
versas partes, 7 con la correspondiente á los año» de 1621 á 1630 
con los materiales que el autor tenia dispuestos para dar á la im- 
prenta. 

«Chronica de las tres Ordenes 7 Cavallerias de Santiago, Cala- 
trava 7 Alcántara : en la qnal se trata de su origen 7 successos, 
7 notables hechos en armas de los Maestres 7 Cavalleros de ellas: 
7 de muchos Señores de titulo 7 otros Nobles que descienden de 
los Maestres; 7 de muchos otros lináges de España. Compuesta 
por el Licenciado Fre7 Francisco de Bades 7 Andrada, Capellán 
de Su Magestad, de la Orden de Calatrava. Dirigida á la C. R. M. 
del Rey Don Fhilippe, nuestro Señor, Administrador perpe- 
tuo destas Ordenes. — Impresa con licencia en Toledo, en casa de 
Juan de Líjala. Año 1572.» — 1 vol., fól. 

«Historia de las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava 7 
Alcántara defede su fundación hasta el Rey Don Filipe Segundo, 
Administrador perpetuo dellas. Ordenada por el Licenciado Fran- 
cisco Caro de Torres, con acuerdo de los Señores del Consejo Real 
de las Ordenes : siendo Comisario D. Fernando Pizarro 7 Orellfr- 
na, Cavallero del Orden de Calatrava, Comendador de Vetera del 
mismo Consejo. Dirigida al Rey Don Filipe IIII, nuestro Señor: 
Con privilegio Real. En Madrid, Por Juan González, Año de 
1629.»— 1 vol., fól. 

«Crónica de la orden de Alcántara, su autor el licenciado Frey 
D. Alonso de Torres 7 Tapia, Prior de su Sacro Convento, Cape- 
llán de Honor del Sr. Rey D. Felipe Quarto. Impresa de orden del 
Rey, nuestro Señor, á consulta de su Real y Supremo Consejo de 
las Ordenes Militares. — En Madrid, en la imprenta de D. Ga- 
briel Ramires, impresor de la Real Academia de San Fernando. 
—Año de 1763.»— 2 vol., fól, 

«Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Consagrada á la 



342 BATALLA DE ALTOBARROTA. 

Soberana Magostad de la Reyna de loe Angeles, milagrosa pa~ 
trona de este Santuario* Por Fray Gabriel de Talayera, prior de 
la misma casa.— Con privilegio; en Toledo, ep casa de Thomas 
de Guzman, 1597.» — 1 yol., 4. a 

«Historia Imperial y Cesárea, por Pe*o ie Mexia,— Madrid, 
1656.» 

« Annales Eclesiásticos y Seculares de la muy noble y muy leoí 
ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andalucía, que contienen *us 
más principales Memorias. Desde el aflode 1246 en que emprendió 
conquistarla del poder de los moros el gloriosf sshno Bey Sao 
Fernando Tercero de Castilla y León, hasta el de 1671, en que la 
Católica Iglesia le concedió el culto y titulo de Bien aventurado. 
Formados por D„ Diego Ortia de Zufiiga, Cavallero de la árdea de 
Santiago, natural y originario de la mesma ciudad, ete., etc. — 
Año de 1077. — Coa privilegio, en Madrid, en la imprente BeaL 
Por Juan García Infanzón,»—! voL, fóL 

«Historia de San Domingos, particular do Reino e Conquistas 
de Portugal, por Fr. Luiz de Cacegas, da mesma Ordem, e Pro- 
vincia, e Ckronista d'ella. — Reformada em estilo, e ordem, e am- 
plificada em soccesso» e particularidades, por Fr. Luis de Sonsa, 
Filho do convento de Bemfica. — Lisboa, na Offiána de Antonio 
Bodrigues Galhardo, 1767.»— 3 voL, fóL 

Se publicó la primera parte en 1623, la segunda en 1662, y la 
tercera en 1678, reimprimiéndose toda la obra en el afio indicado 
de 1707. 

«Noticias de Portugal. — Offerecidas a Elrei D. Joao IV. — De- 
claramse as grandes oommodidadcs quetem para crescerem gem- 
te, industria, commercio, riquezas, e forjas militares por mar e tér- 
ra; as origens de todos os apellidos, e armas das familias nobres 
do Reino ; as moedas que correram n'esta Provincia do tempo dos 
Romanos até o presente ; e se referan varios elogios de Principes 
e Yaroes illustres Portugueses* — Por Manuel Severim de Faria* 
Lisboa, na Officina Craesbeeckiana, 1655.>— En fól. 

Salió adicionada por D. José Barbosa en 1740, y por tercera 
vez en 1791, en dos tomos, 8.° 



apíhbicb. 343 

cBamillete de Flores Historiales. Por Joseph Fernandez de 
Boendia.— Madrid, 1866.> 

Fué traducido y aumentado en portugués por Lcrarengo M*- 
thevt y Sana. 

«Bpanapboras de varia Historia Portuguesa» em cinco Hela- 
jes de successos perteneoentes a este Beino. Por D. Francisco 
Manuel de Mello. — Lisboa, na Officina de Henrique Y alenté de 
Oliveira.— 166©.*— En 4*° 

Oto edición de 1676. 

tEuropa Portuguesa : por Manuel de Faria y Sonsa.— Lisboa, 
J678, 79 y 80,»— 3 tomos. 

«Historia de España, por D. Juan de Ferreras-— Madrid, 1700 
1727.»— -16 rol. 4°, 

Otra edición en diez y siete volúmenes, de 1775 á 1781. 

La traducción francesa por d'Hermilly, publicada en París en 
1751, contiene notas históricas y criticas, pero ninguna impor- 
tante respecto al remado de D* Juan I. 

* 

€ Alcoba^ Ulustrada. Noticias e Historia dos Mosteyros e Mon- 
ges insignes Cisterciengea da Congrega^am de Sancta María de 
Aloobaga da Ordem de San Bernardo, nestes Reynosde Portugal 
e Algarves. — Primeira parte. Contení a fundado, progressos glo- 
riosos, privilegios, regalías e jurisdigao do Real Mosteyro de Al- 
cobaya, cabera da Congregado, no tempo de seos Abbades perpe- 
tuos, e Administradores Commendatarios, até amorte do Cardeal 
Bey D. Henrique ; com mnitas noticias antigás e modernas do 
Reyno, e Serenissimos Beys de Portugal. — Autor, Fr. Manoel 
dos Santos, etc., etc. — Coimbra, na officina de Bento Secco Fer- 
nára,— Anuo de 1710.» — 1 voL, fóL 

Gomo cronista de su orden y del reino el P. Fr. Manoel dos 
Santos abunda su obra en datos y noticias curiosas, citando, en- 
tre otros autores, muchas veces, al obispo Fr. Ángel Manrique y 
-i sus Anales Cistercienses. 

Para servir de continuación y ampliación, escribió y publicó 
en 1827 otra obra el P. Fr. Fortunato de San Boa Ventura, cro- 
nista también de la orden, titulada Historia chronologica e critica 



344 BATALLA DK ALJUBARROTA. 

da Real Abbadía de Alcohola; pero no contiene detalles particu- 
lares acerca de los pantos que trata la primera del siglo xiv. 

En la Biblioteca de Nicolás Antonio se cita con referencia al 
Agiologio Lusitano de Cardoso una Historia do comvento de AIco- 
ba$a, por el P. Fr. Jerónimo Román, que pin duda quedó in- 
édita, pues no la llegó á ver aquel diligentísimo bibliógrafo, ni 
consta se halle en parte alguna, lo mismo que varios diferentes 
trabajos del propio autor, entre los que hubiera deseado encontrar 
el De las tres órdenes militares de Portugal y la Historia de la 
Serenissima casa de Braganza; las cuales, dice él, las tenía dis- 
puestas á imprimir en su Historia de los Religiosos Infantes de 
Portugal D. Femando, hijo del Rey D. Juan J, y doña Juana, hija 
de JD. Alfonso V, Medina^ 1595. . . 

«Monarchia Lusitana. — Parte vm. — Contém a Historia e 
successo8 memoraveis do Reino de Portugal no tempo del Rey 
D. Fernando; a eleigáo del Rey D. Joao I. com outras muitas noti- 
cias de Europa: Comprehende do auno de Christo Senhor Nosso 
1367, até o de 1385, na Era de Cesar 1405. até o auno de 1423. 
Autor Fr. Manoel dos Santos , Monge no Real Mosteiro de Alco- 
ba$a, Mestre jubilado em Theologia, Chronista de Sua Magesta- 
de, e destes Reinos, e da Ordem de Bao Bernardo. — Lisboa Occi- 
dental, Na Offícina da Música. — Anno 1727». — 1 vol., fól. 

Nació el autor en 1672 y falleció en 1740. — En el capítulo iv, 
libro xxni de su obra, es donde refiere la batalla de Aljubarrota. 

La primera y segunda parte de la Monarchia lusitana fueron 
escritas por Fr, Bernardo Bríto, y se imprimieron en Alooba^a 
en 1597 y 1609. Las torcera, cuarta, quinta y sexta, por Fr. An- 
tonio Brandao, impresas en Lisboa en 1632, 1650 y 1672; y la 
séptima por Fr. Rafael de Jesús, en Lisboa en 1683. 

« Memorias Históricas da Ordem de Nossa Senhora do Carmo 
da Provincia de Portugal. Parte Primeira que entregou na Aca- 
demia Real da Historia Portuguesa, e ao Reverendissimo Padre 
Mestre Fr. Gaspar Pizolante, Doutor na Sagrada Theologia, Ge- 
ral, Visitador, e Commisario Apostólico de toda a dita Ordem, 
da antiga Observancia, e Grande de Hespanha da primeira clase, 
Offerece, e dedica o Mestre Fr. Manoel de Sa, Filho, Ex-provin- 
cial, e Definidor perpetuo da mesura Provincia, Chronista ge- 



APÉNDICE. 345 

ral da dita Ordem, nestes Rey nos, e seas Dominios, etc., etc. 
Lisboa Occidental, Ka Officina de Joseph Antonio da Sylva, Im- 
presor da Academia Real. — 1727». — 1 voL, fól. 

» 

«Memorias para a Historia de Portugal, que oomprehendem o 
governo d'Elrei D. Joao I. do auno de mil e trezentos e oitenta e 
tres, até o anuo e qnatrocentos e trinta e tres. Dedicadas a el 
Rei D. Joao Y. Nosso Senhor, approbadas pela Academia Real 
da Historia Portugueza. Escritas pelo Académico Joseph Soares 
da Sylva. — Lisboa Occidental, na Officina de Joseph Antonio 
da Sylva. i> — 4 vol. en 4. Q grande, aftos de 1730, 31, 32 y 34. 

£1 ilustrado Académico autor de estas Memorias utilizó cuan- 
tas Crónicas ) documentos y noticias hubo á la mano referentes al 
reinado de D. Juan I, siguiendo con predilección á Fernán Ló- 
pez. Los tomos ii y ni contienen, las guerras con Castilla y bata- 
lla de Aljubarrota, y el rv lo compone de documentos diversos. 

En el prólogo da una lista de los principales libros y códices 
que consultó, de los cuales la mayor parte van incluidos en este 
catálogo. 

«Fastos Políticos e militares da antiga e nova Lusitania, em 
que se descrevem as acgoes memoraveis que na paz e na guerra 
obraram os Portugueses ñas quatro partes do mundo. Por Igna- 
cio Barbosa Machado, Académico da Academia Real da Historia 
Portugueza, e Chronista geral do Ultramar, natural de Lisboa. — 
Lisboa, na Officinade Ignacio Rodríguez. — 1745.» — 1 vol., fól. 

Según dice D. Jorge César de Figaniere en su Bibhwgraphia 
Histórica Portugueza , salieron á luz también 280 páginas del 
tomo ii, pero son raros los ejemplares, y no he podido encontrar- 
las, asegurándoseme que nada importante contienen. El doctor 
Louren^o Justiniano da Annunciagao publicó una impugnación 
á esos Fastos , y su autor la rebatió en 1760 en otro escrito que 
tituló Vindictas apologéticas e Criticas. 

«Chronica dos Carmelitas da antiga, e regular observancia 
nestes Reynos de Portugal, Algarves, e seus Dominios, Offere- 
cida ao Eminentissimo Senhor D. Joao da Mota e Sylva, Pres- 
bytero Cardeal da Santa Igreja Romana, por seu Author Fray 
Joseph Per eirá de Santa Ana, Religioso da mesma Ordem de Nos- 



346 BATALLA DE ALJUBARROTA. 

sa Senhora do Oarmo, Jubilado na Sagrada Theologia, etc., ete,, 
e Chronista geral da sua Ordem nestes Beynos, e seus Dominios. 
—Lisboa, 1745 y 1751.»— 2 vol., fól. 

Habiendo sido fundador del convento del Carmen en Lisboa el 
condestable Nufio Alvares Pereira, se ocupa mucho de él y de los 
sucesos de su tiempo el autor de esta Crónica. Dice en el prólogo que 
se sirvió para formarla no sólo de las Memorias de su antecesor, 
cronista Fr. Manoel de Sa, y del Carmelo lusitano, manuscrito 
del P. Fr. Jorge Cotrim de que aquél se valió, sino de otros docu- 
mentos y obras 'diversas. Entre éstas, á más de algunas anotadas 
en este catalogo, cita al P. Fr. Joío Bautista Lezana, Fr. Diego 
Coria Maldonado, Fr. Simón Coelho, Fr. Daniel da Virgera Ma- 
ría, Fr. Miguel de la Fuente, Fr. Jerónimo da Concei^áo, que 
fué antiquísimo sub-prior de aquel convento y dejó escrito un 
compendio de noticias particulares del Condestable, y por último, 
á Fr. Manoel Goes. 

«Demostra^am Histórica da primeiía e Beal Parochia de Lis* 
boa de que he singular Patrona, e Titular N. S. dos Martyres, 
Devedida en dos tomos. — Tomo prímeiro em que se trata da sua 
origem, e antiguidade, fr se mostra a sua primasia, a respeito das 
mais Parochias da mesma Cidade. Que escreveo, e offerece a Mes- 
ma Senhora, por mao do Senhor Pedro Antonio Vergolino, Ca- 
valleiro professo da Ordem de Christo, M090 Fidalgo da Casa Beal, 
e prímeiro Escrivao das unidas Irmandades do Santissimo, e da 
Exelsa Titular, Fr. Apollinario da Concei<jam, Bfeligioso Capu- 
cho da Provincia do Bio de Janeiro, natural de Lisboa, e bauti- 
sado na mesma Freguesia. — Lisboa, Na Qfficina dé Ignacio Bo- 
driguez.— Anno 1750.» — En 4.° 

«Histoire de France , depuis Faramond jusqu'a maintenant, etc., 
etc Par F. E. du Mezeray.— París, 1643.» — 3 vol., fól. 

«Introduction á Phistoire moderne, genérale et politique de 
TUnivers, Commencee par Sam. Puffendorff , augmentée par Bru- 
zen de la Martíniére, et continuée jusqu 'en 1750 par de Grace. 
París, 1753 á 1759 .»— 8 vol., 4.° 

«Historia Geral de Portugal, por M. de la Cléde, traducida 



APÉNDICE/ 347 

em vulgar, e ¡Ilustrada com umitas notas históricas , geographi- 
cas, c criticas, e com algumas dissertacáes singulares (por Ma- 
nuel de Soussa, e Manuel José da Silveira Lara). — Lisboa, na 
Typographia Rollandiana.— 1781, 1797.»— 16 vol. 8.° 

Aunque no expresa la portada los nombres de los traductores, 
consta que son los anotados. 

La segunda impresión empezó en 1792 por los dos primeros to- 
mos, y en 1814 se hizo la de los siguientes, 

«Historia Geral de Portugal e suas Conquistas. Por Damiao 
Antonio de Lemos Faria e Castro. — Lisboa, na Typographia Ro- 
llandiana.— 1786, 1804.»— 20 vol., 8.° 

En 1830-31 se publicó por segunda vez. 

El autor habia escrito antes, entre otea* obras, una Histo- 
ria antuja e moderna de Portugal ', que se imprimió en Lisboa 

en 1754,4.° 

•- 

«Historia de Portugal, composta em Inglez por urna Socieda- 
de de Litteratos, trasladada em vulgar com as notas da edi$ño 
Francesa, e do traductor portugués Antonio de Moraes Silva, e 
continuada até os nossos tempos em nova edicño, por Hypotito 
José da Costa Pereira. — Londres, na Officina de F. Wingra- 
ve, etc.— 1809.»— 3 vol., 12.° 

«Gabinete Histórico. Por Fr. Claudio da Concei^ao. — Lisboa, 
na Impressáo Regia, 1818 á 1831.»— 17 vol., 8.° 

El P. Conceicao, natural de Bemfica y Religioso de la Arrabi- 
da, fué cronista mayor del reino. Su obra es un repertorio de su- 
cesos históricos que alcanza hasta el año de 1775. 

«Memoria Estatisco-Historico-Militar, em que resumidamen- 
te se da noticia da for^a militar terrestre que nos primeiros tem- 
pos da Monarchia Portugueza se chamava Hoste, e depois se veio 
a chamar Exercito, para o fim de se conhecer debaixo de um gol- 
pe de vista o modo por que n'aquelles primeiros tempos se fazia 
a guerra, a gente que a ella ia, a despeza que com esta ordina- 
riamente se fazia e faz, e as reformas que se fizeram no mesmo 
Exercito em diñerentes epochas da Monarchia. Por Antonio Joa- 
quina de Gouvea Pinto, socio da Academia Real das Sciencias de 
Lisboa. — Lisboa, na Typographia da Academia. — 1 832 ,s>— 4.° 



348 BATALLA DB ALJUBARROTA. 

* 

De esta obra sólo llegaron á imprimirse 64 páginas , suspen- 
diéndose la publicación por la Academia. El autor falleció el año 
siguiente. 

«Historia de Portugal desde o cometo da Monarchia en 1095, 
a té a epocha actual ; escripia em alemao pelo Doutor Henrique 
Schoeffer, profesor de Historia na Universidade de Gieazen, tra- 
duzida para o Francez por M. Henrique Soulange Bodin, e ver- 
tida d'este idioma para o portuguez por José Lómenlo Domin- 
guss de Mendoza. — Lisboa, na Typographia de José Baptista 
Morando,— 1 842. »— 8.° 

«Historia de España desde los tiempos primitivos hasta la ma- 
yoría de la Reina Doña Isabel II, redactada y anotada con arre- 
glo á la que escribió en inglés el Doetor Dunham, por Don An- 
tonio Alo&lá Galiano, con una Reseña de los HÜtoriadores Espa- 
ñoles de más nota por Don Juan Donoso Cortés, y un Discurso 
sobre la Historia de nuestra Nación por Don Francisco Martines 
de la Rosa. — Madrid, Imprenta de la Sociedad Literaria y Tipo- 
gráfica.— 1844. > 7 vol., 4.° 

«Historia General de España, Por Don Modesto Lafuente.— 
Madrid, 1850 á 1857.» 26 vol., 4.° 

La segunda edición, llamada económica, en 15 tomos, de 1861 
ál866. 

«El Pabellón Español, ó Diccionario Histórico Descriptivo de 
las batallas, sitios y acciones más notables, que han dado ó á que 
han asistido las armas Españolas desde el tierdpo de los Cartagi- 
neses hasta nuestros dias; asi en la Península como en diferentes 
Naciones con que la España ha tenido guerra. Por D. Ignacio Ca- 
longe y Pérez, Capellán párroco del Colegio de Infantería, Re- 
gente de segunda clase en la asignatura de Historia, etc., etc. — 
Madrid, 1855.» 3 vol., 4.° 

«Quadros Históricos de Portugal, Por Antonio Feliciano de 
Castilho, Bacharel formado em Direito, Socio da Academia Real 
das Sciencias de Lisboa, etc., etc. — Lisboa, 1838.» Un vol. 



APÉNDICE, 349 

«tParallelos de Principes e Varones illustres; por Francisco 
Soarez Toecano.— - Évora, 1623.» 

« Agiologio Lusitano dos Sanotos , e Varoens illustres em vir- 
tude do Reino de Portugal, e ana* conquistas* Consagrado a os 
gloriosos 8. Vicente , e S. Antonio, insignes Patronos deftta in- 
olyta Cidadq de Lisboa, e a sen. illpstre Oabido sede Vacante. 
Oomposto pelo Licenciado George Caldoso, natural da mesma 
Cfdade.— Tomo i. Qne comprebende os dons primeiros meses Ya- 
neiro, & Fovtireiro com seos oommentarios.— Lisboa, eom todas 
as Licen^as. Ka Officina Craesbekiana. — M,CC.LIL> 

SI tomo n se imprimió en 1657, el m en 1666 y el iv en 1744. 

c Origen y descendencia de los Beyes de Portugal, e como el 
dicho regno pertenece á los Beyes Católicos Dpn Fernando, y Do- 
fia Isabel; por Diego Rodríguez de Almela.» — Códice del ai- 
glo xv, en papel, existente en la Biblioteca del Escorial, h-üj- 
fóL 104 , y que ignoro si habré sido impreso» 

Pone un- árbol genealógico para demostrar que siendo la seina 
doña Isabel descendiente de la hija del rey D. Pedro, y. éste de 
doña María, hija de Alfonso IV de Portugal, á ella pertenecía por 
derecho la corona de aquel reino, puesto que la reina doña Bea- 
triz no dejó hijos. Escrito esto, según su fecha final, años después 
de la batalla de Toro, se proponía su autor estimular á los Beyes 
Católicos para emprender la incorporación de Portugal á sus do- 
minios , pues termina pidiendo se les llegue á ver Monarcas de 
toda España , en uno can la provincia de Tanjar fasta los montes 
claros, como lo fueron los nobles reyes godos de España pasados, 
sus progenitores } amen: escripta en Murcia á x.° de Diciembre 
de 1478. 

«Compendio de algunas Historias de España, donde se tratan 
muchas antigüedades dignas de memoria, y especialmente se da 
noticia de la antigua familia de los Girones, y de otros muchos li- 
nages, etc., etc. Por el Doctor Geronymo Gudiel. — En Alca- 
lá, 1597.» 

«c Los Beyes Nuevos de Toledo. Descrivense las cosas mas au- 
gustas, y notables desta Ciudad Imperial; quienes fueron los Be- 



I 

» 



350 BATALLA DB AUüBABROTA. 

ye» Nuevos, sus virtades, sus hechos, sus pfeoesas, sos lasañas; y 
la Real Capilla que fundaron en la Sania Iglesia, Mausoleo «ump- 
tuoso, donde descansan sus cuerpos. — Al Bey Nuevo, celestial, y 
Divino, y Bey de todos los Beyes, Ghristo Señor Nuestro. Le ooa- 
sagra, y dedica la pluma del Doctor D. Christoval Lozano, Cape*- 
llan de su Magestad en su Real Capilla de los Reyes Nuevos de 
Toledo, Comissario de la Santa Cruzada, y Vicario diversas veces 
de la Villa de Hellin, y su partido, y procurador istiaide la Be- 
verenda Cámara Apostólica.— Divídese eu quatro libros — Se- 
gunda impresión* — Año 1674, — Con privilegio: fin Madrid * Por 
Andrés García. Acostade Francisco Serrano de Figueroa, Fami- 
liar; y Notario del Santo Oficio, y Mercader de libros, en la Ca- 
lle mayor. * — Un voL, 4.° 

«Historia Genealógica da Casa Real Portuguesa, desde a sua 
origem até o presente, com as Familias Hlustrea que prooedem 
dos Reís, e dos Serenissimos Duques de fitaganpu — Por D. An- 
tonio Caetano de Sousa, Clérigo regular, e académico da Acade- 
mia Real da Historia Portugueza, natural de Lisboa. — fin Lis- 
boa, 1735 á 1748.» — 12 voL, 4.°, y el último dividido en dos 
partes. 

Contiánense en esta abultada obra y en la siguiente, que es su 
complemento, abundantes datos y documentos históricos. 

« Provas da Historia Genealógica da Casa Real Portugueza, ti- 
zadas dos Instrumentos dos Archivos da Torre do Tombo, da Se- 
renísima Casa de Braganga, de diversas Cathedraes, Mosteiros, 
e outros particulares d'este Reino. — Lisboa, 1739 á 1748.» 6 vo- 
lúmenes, 4.° 

«Anno Histórico, Diario Portuguez, Noticia Abreviada das 
pessoas grandes, e cousas notaveis de Portugal, etc., etc. — Offe- 
recido a el Rey D. Joáo Y. Nosso Senhor. Por Louren$o Justi- 
niano da Anunciando, Conego Secular da Congregado de S. Joao 
Evangelista. Composto pelo Padre Mestre Francisco de S. María, 
Conego Secular, Chronista, e geral da Sagrada Congregado de 
S. Joáo Evangelista, etc., etc.-— Lisboa, 1744.» 3 vol., fól. 

El tomo i se imprimió por primera vez eu 1714; la segunda, 
con el ii y ni, en 1744. 



ipátfWCE, 351 

En 1746 salió también otro Anuo Hi*tori&> y Diferí* Pettkguez 
defendido e vendiendo en 1747, em wn Prólogo Anti-Critico,j>or el 
mismo Louren^o Justiniano da Anunciagao que filé editor de la 
obra; y parece se imprimió clandestinamente en & Beato de Xa- 
bregas. 

• 

«Nobiliarchia Portuguesa. Tractado da Nobreía Hereditaria e 
Política- Oflferecida ao Bxceálenti«¿mo Smhor D. Joao da Silva, 
Márquez de Goovea, Conde de Portalegre, do Conselho de Es***. 
do, etc. — Por Antomo de Yilksboas e Sampak>> desembargador 
da Relaja* 4a Porto, natural de Bawelloe. — Lisboa, na Oficina 
efe PmnciBCo Viüela.— 1776. » 4.° 

En el mismo año se hizo otra edición, y después se repitieron 
en 1708, 1723, 1727 y 1754. 

€ Elogios dos Reie de Portugal, oom os mais veidadei&os retra- 
tos qne se puderam aohar. Dirigidos ao Oatholioo rei D. Filippe 
teroeiro do nomme. Por Fr. Bernardo Brito. — Lisboa, por Pedro 
Oaesbeeck.— 1603.D 4.° 

En 1726 salió esta obra adicionada por D. José Barbosa, y se 
reprodujo en 1761, 1786 y 1825. 

Su autor, el P. Brito, natural de Almeida, fué cronista mayor 
del reino y una de sus celebridades literarias. 

€ Elogios dos Beys de Portugal do Nome de Joao, Traduzidos 
na lingua Portngaeza dos qne compós na latina o Padre Manoel 
Monteiro, da Congrega^am do Oratorio, Académico da Arcadia de 
Boma, e da Academia Beal da Historia Portuguesa- — Lisboa, na 
Officina de Francisco da Silva. — Auno de 1749.» Un vol.,fóL 

Está dedicado el libro á D. Joan Y en términos de .exagerada 
adulación, y dice el autor qne le estimuló á escribirlo el haberse 
publicado en 1747 por Manuel de Ooelho Amado los Elogios de 
faeHeinas mujeres de los mismos cinco reyes del nombre de Juan. 

c Elogios dos Beis de Portugal, em latim e em Portugués, 
illustrados de notas históricas e Criticas. Por Antonio Pereira de 
Figueiredo, da Congregando do Oratorio, Socio da Academia Beal 
das Scienoias de Lisboa. — Lisboa, na Officina de Simio Thaddeu 
Ferreira.— 1785.» 4.° 



/ 



352 BATALLA DB AUtTBARROTA. 

«Vida e accoes d'Eirei D. Joao L Ofifereoida a anemona pos- 
ttrama do Serenissimo Príncipe D. Tbeodoeio; por D. Fernando 
de Menezes, segundo Conde da Ericeira. — Lisboa, na Officina de 
Joao Galrao. — 1677.: 



«Contrastes Historíeos. D. Joao 1 .° Bey de Castella, e D. Joao 1 .° 
Bei de Portugal.» 

Es mn artículo firmado F. da C» N. C> e inserto en la pági- 
na 77 del tomo vm del Panmum, publicación pintoresca de 
Lisboa, afio de 1844. Sedúcese á exaltar al Bey portugués en co- 
tejo de las crueldades atribuidas por su Crónica al Castellano do- 
rante la guerra. 

«Ilustraciones de la Casa de Niebla, de Pedro Barrantes Mal- 
donado.» 

Escrita esta Crónica de la ilustre ftunilia de Guzman, de 1640 
á 1543, permaneció inédita hasta 1857 en que la Academia de la 
Historia la publioó en Madrid en dos tomos del Memorial históri- 
co español. 

«Origen, descendencia y hazañas de la gran Casa de Mendoza, 
donde en compendio se tocan muchas historias de España, del 
año 714 al de 1610.» 

Manuscrito atribuido á Gabriel Rodríguez de Ardila y Esca- 
rias, según Nicolás Antonio (Biblioteca Nom y temió i), y como 
uno de los que pertenecieron á D. Gaspar Ibañes de Segovía, mar- 
qués de Agrapolis» — Ignoro su existencia» 

«Crónica dé el Gran Cardenal de España Don Pedro Gomales 
de Mendoza, Arzobispo de la muy Santa Iglesia Primada de las 
Españae: Patriarcha de Alexandria: Canciller mayor de loa Bey- 
nos de Castilla y de Toledo, etc., etc. : Por el Doctor Pedro de Sa* 
lazar, y de Mendoza, Canónigo Penitenciario de la misma Santa 
Iglesia.— En Toledo. Afio de 1625.» — 1 vol., fól. 

<t Historia de D> Pedro Tenorio Arzobispo de Toledo.— Dos li- 
bros. — Por el D. Eugenio Narbona, natural de la Ciudad de To- 
ledo, su Capellán. — Al Smo. 8. Don Fernando In&nte de Espar 
fia, Cardenal de Roma, Arzobispo de Toledo. — Con privilegio. — 



Impreseo en Toledo, por Juan Buya de Pereda.— Alto de 1624.» 
— lvol., 4,° 

c Crónica do Condestabre de purtugaü Nono aluares Pereyra: 
principiador da casa q agora he do Duque de Bragada sem mudar 
da antiguidade de suas palauras nem stillo. E deste Condestabre 
procedam agora o Emperador e em todos los Beynos de Xp&os de 
Europa ou os Bey» ou as raynhas delles ou ambos.— (Al reverso 
el retrato del héroe grabado en madera; y luego) >— Acátense de 
empremir a Crónica do Condestabre de Portugall: D5 Nunalures 
Pereyra na <?idade de Lixboa. a seis dias do mes de Nouebro na 
era de mili e qnhetos e vinte e seis aflos per Germa Qalharde em- 
premidor.» 

Consta esta rarísima edición de 64 hojas, más 4 de la tabla cor- 
respondiente 4 los 80 capítulos en que se divide. Su autor es ano* 
nimo, pero se cree escrita en el siglo xv. 

Salió segunda edición también gótica en 1554, y otra tareera 
en folio por Antonio Alvares en 1623, dedicada al Duque de Bra- 
ganza D. Teodosio. 

€ Crónica do Condestabre de Portugal D. Nuno Alvares Perei- 
ra: por Fr. Gerónimo da Encarnado.» 

Cítala manuscrita Fr. Manoel de Sá en sus Memorias histórica* 
de la órdem de Nuestra Señora do Carmo, como existente en po- 
der del académico el P. Fr. José Barbosa, pero ignoro que sea co- 
nocida en el dia. 

«Vida del gran Condestable de Portugal, por Rodrigo Méndez 
Sylva.— En Madrid, 1640.: 



a Marte Portugués Contra emulaciones Castellanas. Composto 
e traducido pelo Doutor Joao Salgado de Araqjo. — Lisboa, 1642.» 

cDescripcao da Bandeira do Condestavel D. Nuno Alvares Pe- 
reirá.» 

Consta así anotada con el número 667 en uno de los tomos del 
Catálogo de Manuscritos de la biblioteca de la Universidad de 
Coimbra; pero no me fué posible encontrarla entre los demás pa- 
peles del tomo y legajo correspondiente; supongo será copia de la 



354 BATALLA DE AtJtTBARBOTA. 

descripción detallada que da la Crónica de Ferwa Lopefr, y que 
repite Soarez da Silva. 

« Discursos políticos y militares en la vida del Conde D. Ñaño 
Alvares Pereira, Condestable de Portugal. Por Salanio Lusitano. 
—Zaragoza, por Juan Ibar.»— 1670. 

El verdadero nombre del autor es Fr. Antonio de Escobar, que 
adoptó el seudónimo indicado. En el siglo xvtii se tradujo*l por- 
tugués con el título que sigue : 

«O Héroe Portugués: Vida, proezas, victorias, virtude, é mor- 
te do Exoeüentissimo Senhor D. Nano Alvares Pereira, Condes- 
tavel de Portugal, tronco dos Serenissimos Beis, e de toda a gran- 
deza da Europa, religioso de Nossa Senhora do Carino, e fundan 
dor do seu Comveuto de Lisboa. — Lisboa, na Offlcina de Pedro 
Ferreira.— 1 744. »— 8.° 

Llamábase el traductor Bernardo José de Lemos Castello 
Braceo. 

«De Vita et Bebus Gestis Nonni Alvaresi Pyreriae, Lusita- 
niae Comitia-Stabilig Libri dúo, Auetore Antonio Roderioio Cos- 
tio, Begiae Academiae Socio. — Olisipone Occidentalí, Apud Pa&- 
chalem A'Sylva, Regis, ac Regiae Academia Typographum.— 
CIOEXJCXXIII.*— 1 voL, fól. 

Consta lie 186 páginas á más de las portadas, dedicatoria, pró- 
logo é índice, y adornado con dos retratos bien grabados que re- 
presentan al Héroe en traje de guerrero y de religioso. — El autor 
Antonio Rodríguez da Costa obtuvo la aprobación de la Acade- 
mia Real para la publicación de sn libro. 

• 

«Vida de D» Nuno Alvares Pereyra, Segundo Oondestevel de 
Portugal, Conde de Ourem, Arrayólos, e Barcellos, etc., etc. — 
Novamente composta pelo M. R. Padre Fr. Domingos Teixeira. 
— Lisboa Occidental, na Oficina da M uaica.— 1 728.* — 1 voL, 
folio. 

La segunda edición, impresa en 1 vol. en 4.°, Lisboa, 1749, 
lleva un retrato del Condestable grabado en madera ; y en la por- 
tada ofrece su obra á la Virgen de la Peña de Francia, su autor, 
religioso de San Agustín. 



APÉNDICE. 355 

€ Elogios do Condestavel D. Nono Alvares Pereira, e de Af- 
fonso de Albuquerque: por Francisco Xavier de Oliveira, profe- 
sor regio de Rhetorica. — Lisboa, na Officina de Joao Antonio da 
Suva-— 1798.»— 8.° 

• 

« Portugal iliustrado pelo sexo feminino: Noticia histórica de 
multas heroínas portuguesas que floresceram era virtude, lettras 
e armas. Por P» Manuel Tavares. — Ligbe*.— 1734.» — 1 vol., 8.° 
— La obra se publicó á nombre de Diogo Manuel Ayres de Aze* 
vedo, hermano del autor* 

«Theatro heroino, abecedario histórico e catalogo das mulheres 
¿Ilustres em armas , lettras, acqoes heroicas, e artes liberaos.— Por 
Damiáo de Flores Perim. — Lisboa, 1736 á40.* — 2 tomos, fól. 

El verdadero autor, Fr. Juan de San Pedro, se ocultó valiéndo- 
se del seudónimo. 

«Flores de España y Exelencias de Portugal : por Antonio de* 
Sonsa de Macedo. — Coimbra, 1737.» 

Aunque he visto así titulado ese libro, presumo que fué escrito 
é impreso en portugués, y que está equivocada la fecha, debiendo 
ser 1637 ó 1657, pues el autor publicaba por entonces varios 
otros ; tal vez, sin embargo, se tradujera al castellano en el siglo 
pasado. Yo no lo he visto, pero se me asegura que contiene elo- 
gios y apologías de muchas mujeres célebres de España y Por- 
tugal. 

«Bríos de Mulheres Portuguesas ; por A. Pereira da Ounha»» 
Con este título se insertó en 1870 un corto fragmento en el 
Panorama Pictoreseo de Lisboa, anunciando debia publicarse la 
obra. El objeto del autor es conmemorar recuerdos de las muje- 
res que en diferentes guerras contra Castilla se señalaron por su 
valor y patriotismo para estimular los ánimos á combatir de to- 
das maneras la idea de unión ibérica, que es uno de los asuntos 
que más ejercitan las plumas de los escritores vecinos hace algu- 
nos años. 

«Versos compuestos por Alfonso Alvarez de Villasandino á la> 
tumba del Bey Don Juan. Primero de Castilla.» 



356 BATALLA DE AUUBABROTA. 

Poblioárouse en las adicione» á las Crómeos de Pedro López de 
Ayala, edición de 1780, tomo u, página 646* 

«Si el Caballo voe han muertos 



Romance antiguo castellano, muy conocido, que al insertarlo 
en la Crónica del Gran Cardenal de España el Dr. Pedro de Sa- 
inar y de Mendoza, dice que fué compuesto por Hurtado de Ve* 
larde; y guiados por él lo dan por seguro otros escritores moder- 
nos» Me llama, no obstante, la atención que se ponga oomo anó- 
nimo en el Romancero general, por D. Agustín Duran, publicado 
en el tomo xvi de la Biblioteca de Autores Españoles, dt Rivade- 
neira- 

cEl Caballo vos Han Muerto. — Comedia Famosa. De Lope» de 
Vega Carpió. — En tres Jornadas.» 

Impresa sin señalar año ni lugar (16 hojas to 4.°), se encuen- 
tra en la Biblioteca Nacional de Madrid, tomo ixx de la Co- 
lección de comedias antiguas, que debe ser el segundo de la de 
Comedias sueltas, en ocho tomos, que fueron de D. Agustín 
Duran. 

En el Catálogo de comedias antiguas de Huerta, y en el del 
Teatro antiguo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, se atribuye 
á Luiz Veles desuerara; y oomo en el inventario de lalibrería de 
D. Agustín Duran, que adquirió la Biblioteca, y se publico unido 
á la Memoria de su director correspondiente á 1865, se lee citada 
entre las del legajo de una colección de diez y seis ootneffias an-, 
tíguas de distintos autores, de esta manera : Blasón de los Men- 
doza*, Si el Caballo vos han muerto. Comedia de Don Luis Velez 
de Guevara, infiero que ambas sean una misma; pneB aunque no 
he visto la última, lo indica la circunstancia de que la impresa 
termina señalando el blasón de la casa de Mendosa. 

De ningún valer es mi opinión pora decidir si corresponde 4 
Lope de Vega ó á Guevara esa comedia; pero pienso, oomo el se- 
ñor Barrera, que sea del postrero, teniendo presente su analogía 
con otra suya, titulada : Más pesa el Bey que la Sangre, Blasón 
de los Guzmanes, cuyo argumento consiste en las hazañas de 
Ghizman el Bueno y en el sacrificio de su hijo por no rendir la 
plaza de Tarifa ; mientras el de esta otra, después de varios epi- 



APÍiíDIOE. 357 

sodios, tiejie par asunto la batalla de Anubarróte, y el apto atri- 
buido en ella á D. Pedro Qonzales de Mendoza, de entregar al 
Bey su caballo para que ge salvara, quedándose él para morir ; 
intercalando oportunamente el bello Bpnjance, <fc que el primer 
verso sirvió de titulo á la composición dramática. 

cCamienza un Sermón que un Reverendo Padre, Portugués de 
nación, y profesión de la Orden de San Agustín, predicó en Lis- 
boa en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia, vigilia de la 
Asunción , en la fiesta que los portugueses celebran en memoria 
de la victoria que en tal día el Bey Don Ju.° Primero deste nom- 
bre, á quien ellos por el mismo caso intitulan de boa memoria, 
alcanzó contra Castilla, cerca de Al-Jiiba-Rota, dó fué desbarata- 
do El Bey Don Juan que también entre Castellanos Beynó pri- 
mero de este nombre.....* 

Tres copias, con algunas variantes existen entre los manuscri- 
tos de la Biblioteca Nacional de Madrid de este curioso sermón 
glosado (T. 10 ; Q. 229 ; Ce. 73). 

Indícase en él que el predicador se llamaba Fr. Francisco Val 
de Olivenza, en la edad mozo, el rostro algo moreno, no de mucAas 
carnes, y á lo que le conocí tenía una boca conforme á la medida 
vieja de un gran palmo, atrevido en el decir, tal que la figura que 
del apocalipsi declaró fué representar desde el pulpito la batalla 
con todas sus desafíos, etc...... En el preámbulo con que da prin- 
cipio se manifiesta que el sermón se predicó el 14 de Agosto de 
1545, y que el oyente, que dice era de Boma, retuvo los princi- 
pales puntos, los anotó y comentó después, haciéndolo de una 
manera satírica bastante chistosa f con citas históricas y sentido 
burlesco. 

En el libro de Cristóbal Lozano, Los Reyes .Nuevos de Toledoy 
se hace mención de este escrito, diciendo que ese sermón lo glosó 
un castellano con lindas chanzas y cuentos : en el dia se atribuye 
por los literatos á la pluma galana de D. Diego Hurtado de Men- 
doza. 

«Os Luaiadas, Poema épico de Luis de Camoens.» 

lias primeras ediciones de este célebre poema se hicieron en 

Lisboa en 1$72, y desde entonces son numerosísimas las que se 

cuentan. 



368 BATALLA DE ALJÜBAKROTA. 

El canto coarto lo conflagró el autor con buena parte de bw 
bellas ociaras á los sucesos del tiempo de D. Juan I, y á la bar* 
tallar de AJjnbanrota ; 7 en otras que pareos suprimió al dar la 
obra- á la imprenta, se observa que nombra entre loe portugueses 
7 castellanos que perecieron en ella, algunos que no constan <á* 
tados en las Crómeos. 

<0 Condestable de Portugal D. Nuno Alvares Fereiip» Poi 
Francisco Bodrigues Lobo. — Lisboa, 1610. — 1 vol., 4,° . . 

Incluyóse también en las Obras Políticas, e Métricas do insig- 
ne Portugués Francisco Rodrigues Lobo, Natural da Cidade de 
Legria. — Lisboa f 1 728. — 1 vol., fóL 

£1 poema de O Gondeskáre es bastante apreciada, 7 su aqior 
adoptó, como Gamoens, ka octavas reales. Los cantos xin 7 nv so& 
referentes á la batalla de Aljubarrota, que con ¿ete título se par» 
biicaro» entre las composiciones del Parnaso Luzitano, ou Poe- 
sía* Selectas dos Autores Portugueses antigos e modernos: Paris* 
1826 y 1827, en 5 voL en 18.* 

«O Grao Mestre d'Aviz. Drama original Portuguez , em cinco 
actos 7 em verso.» 

Aunque no he logrado encontrar esta composición, se me 
ha informado que es moderna, de poco mérito literario, 7 anó- 
nima. 

«Triunfos de Portugal, ó Re7 Dom Joao I. Comedia, por Juan 
CrÍ808tomo Faría Cordero.» 

No consta que se imprimiese esta comedia, citada por Barbosa 
Machado en su Biblioteca Lusitana, de donde sin duda la tomó 
D. Cayetano Alberto de la Barrera para incluirla en el Catálogo 
bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español; Madrid, 1860. 
El autor nació en Lisboa en 1732, 7 parece escribió otras. 

cJoanneida, ou a Liberdade de Portugal defendida pelo 8enhor 
Eey D. Joao L — Poema épico cuereado* ao Serenissimo Seafcor 
D. Jozé Principe do Brasil, Por Jozé Correa de Mello, e Brito 
d'Alvim Pinto, M090 Fidalgo da Caza de Sua Magestade Fíde- 
lissima. — Coimbra ; Na Beal Officina da Üniversídade, Auno de 
1782. Com lioen^ada Beal Meza Censoria.» — 1 vol. en 8.°, de xvr 
y 445 páginas. 



AJM&DICB. 350 

Consta el poema de 1.210 octavas, dividido en diez cantos, de 
loa que el último es referente á la batalla de Aljubarrota» 

El autor parece haber querido imitar á Voltaire en La He** 
rfadfe, pero no ha alcanzado reputación entre loe poetas porto* 



cAuto novo e curioso da Forneira de Aljubarrota, em que se 
contem a vida e fiujaühás desta gloriosa matrona. Por Diogo da 
Costa. — Lisboa, 1743.9 — En 4. # , 16 páginas. 

B) verdadero autor de este escrito sé llamaba Andrés da Luz, 
y se encubrió con el expresado. 

d Carta á respeifio da heroína de Aljubarrota, Brítes dé Almei- 
da, que com á pá do sen forno matón sete soldados do exeiteito 
mi migo, no dia 14 de Agosto de 1386. Por JY. Manoel de F*~ 
gueiredo. — Lisboa, na Officina de Bllippe da Silva e Azevedo, 
1775.»— En 4.°, 16 páginas. 

< A Padeira de Aljubarrota : poema Tieroi-cómico em cinco can- 
tos, imitado da PueeUe de Voltaire. Por José Anselmo Correa 
Henriques, Ministro residente en las Cidades Anseáticas. — Ham- 
burgo, 1806.3— En 8.°, 65 páginas. 

cA Padeira de Aljubarrota. * — En el tomo m, pág. 113, cor- 
respondiente al año de 1839, de O' Panorama, publicación pinto- 
resca de Lisboa ; articulo sobre la misma heroína popular. 

cDom Joam I. Drama Histórico em cinco actos* Por Manuel 
Maria da Silva Bruschy, e José María da Silva Leal.» 

Se insertó en el Dramaturgo Pprtuguéz, cu Collecyio de Dm- 
mas Originaes Partuguezes. — Lisboa, 1841, — En 8.° 

. cO Pagem de AJfyubarrota. Drama em tres partes. Por José da 
Silva Mendes Leal.— Lisboa , 1846.>— En 8,° 
. El autor de este drama en prosa es reputado uno de los 
literatos y poetas más distinguidos de actualidad en Portugal* 
Nació en 1820, ha sido diputado á Cortes y ministro de Nego- 
cios extranjeros ; es bibliotecario mayor de la Nacional de Lis- 
boa, secretario de la Academia de Ciencias y miembro de varios 



360 BATALLA DE AUUBABROTA. 

cuerpos literarios. Posteriormente vino á Madrid de representan- 
te de su país. ' 

c O Alfageme de Santarém, oua Espadado Condestable. Dra- 
ma por el Visconde de Almeida Garret ( Joao Baptista da Silva 
Leitao de Almeida Garret). — Lisboa, 1842.»— En 8.° 

El asunto de este drama es una leyenda sobre 1* espada que 
Ñuño Alvares Pereira hizo arreglar á un alfageme antes de Alju- 
barrota , y cuyo precio se negó á 4 cobra* hasta que fuese conde de 
Ourem. El autor ha sido , en nuestra época, la primera notabili- 
dad como poeta, en Portugal. 

«O Monge de Cister, ou a épocha de D« Joao L Lenda, por 
Alexandre Herculano*:* — Impresa en Iisboa en 1848, y luego 
también en las Leyendas narrativas , del mismo autor. — Lisboa, 
1851.— En 8.° 

El distinguido historiador Herculano pinta en esta leyenda, 
con verdad, un cuadro de la época de D. Juan L 

cAljubarrota : poesía. — Lisboa, Typographia de L H. Curvo 
Semmedo, 1848.i>— En 8.° 

No he logrado ver esta composición, que debe ser de insignifi- 
cante mérito, segon las noticias que se me dieron. 

«A Abobada: Lenda por Alexandre Herculano. — Lisboa, 
1851.» 

Se encuentra en el primer tomo de las Leyendas narraJtivas del 
autor, y su asunto se refiere á cierta tradición vulgar 6obre la 
construcción de la bóveda de la sala capitular en el monasterio 
de Batalha, en 1401 ; haciendo figurar y hablar allí á varios con- 
temporáneos de la batalla, inclusa la heroína Brites de Almeida. 

La tercera edición salió en Lisboa en 1865. 

cDon Juan I de Castilla, ó las dos Coronas. Novela histórica 
original de D. José Ribot y Fontséré. — Madrid, 1852.9 — Un vo- 
lumen, 4.° 

cDon Juan I de Castilla, ó la venganza de un Rey. Novela 
histórica, original de P. J. Domínguez. — Madrid, 1852.» — Un 
vol., 4.° 



AFÉffDlCK. 361 

Obra edición salió en 1853. 

También he visto el titulo de otro libro impreso en Madrid 
por la misma época, titulado El testamento de Z>. Juan /, novela 
histórica por T. Arnozir y Bosch. 

c O Soldado de Aljubarrota: romance histórico* Por M. S. A. Y* 
—Lisboa, 1857.»— 8/> 

Las iniciales del autor corresponden á una poetisa portuguesa, 
Mathilde de Sancta Arma e Vasconcellos. 

c O 9 Archivo Pittoresco, Semanario Alustrado.* En esta publi- 
cación, que se daba á luz en Lisboa años atrás, se insertaron al- 
gunos curiosos artículos y viñetas sobre asuntos históricos, per- 
sonajes y monumentos de Portugal, de los que hay varios con- 
cernientes á la época de D. Juan L 

tEccos de Anubarróte , por Guillermo Braga.» Es un opúscu- 
lo publicado en Lisboa en 1870 con objeto de combatir la idea de 
Union Ibérica. 

« As victorias dos Fortuguezes em defeza de sua independen- 
cia ; por Miguel Sotto-Maior.D 

Folleto impreso en Lisboa en 1870 con el propio fin y motivo 
que el anterior. 

En otros muchos de los escritos sueltos y de los artículos de 
periódicos que se publican en Portugal cada ves que se suscita la 
cuestión Ibérica, ó que se temen intentos de España en ese sen- 
tido, se reproducen siempre los recuerdos de Aljubarrota para 
mantener la opinión nacional. 

€ Varias Antiguidades de Portugal. Author, Gaspar Estaco; e 
dado novamente a luz por Luiz de Moraes. — Lisboa, 1754.* — 
Un vol., 4.° 

La primera edición se publicó en Lisboa por Pedro Graesbeeck 
en 1625. 

En Evora se cree nació D. Gaspar Estaco, y escribió esta obra 
siendo canónigo de la colegiata de Santa María de Oliveiras, en 
Guimaraes , por lo que se ocupa mucho de las antigüedades de 
aquella iglesia y ciudad. 



362 BATALLA Dfc AUÜBARBOTA. 

€ Chorographia Portugueza, e Descripción Topographica ¿o 
Famoso Reino de Portugal, com as noticias das flemdaj^es das 
Cidades, Villas, e Logares que contení; funda^oes de Convites; 
Catálogos dos Bispos; antigüedades, maravilhas da naturesa, edi- 
ficios , e outras curiosas observa^oes. Por el P. Fr. Antonio Car- 
balho da Costa. — Tom. i. Offerecido a Elrei D. Pedro II. — Lis- 
boa, na Officina de Valentim da Costa Deslandes. 1706. fbl. — 
Tomo n. Ofiferecido a Elrei D. Joao V. na mesma Officina. 1708. 
fol. — Tom. ni. Offerecido a Serenissima Senhora D. Maríanna 
d' Austria, Bainha de Portugal; na Officina Deslandesiana, 1712.» 
~F<51io. 

«Diccionario Geographico, ou Noticia Histórica de todas as 
Cidades, Villa*, logares e aldeas, ríos, ribeiras, e Serras dos Rei- 
nos de Portugal e Algarve ; com todas as cousas raras que Melles 
se encontram, assim antigás como modernas. Por el P. Luiz 
CardoBo, da Congregado do Oratorio. Tom. i.— Lisboa, na Offi- 
cina Silviana, 1747, fol. Tom. n.—? Lisboa, na mesma "Officina, 
1751.* 

Quedó sin conclusión esta obra reducida á los dos primeros 
tomos. 

«Mappa de Portugal Antigo e Moderno : pelo Padre Joao Bau- 
tista de Castro, Beneficiado na Sancta Basílica Patriarcal de Lis- 
boa. Parte ien. Nesta segunda edicáo revisto , e augmentado 
pelo seu mesmo Author; e Contém huma exacta descrip^ao Geo- 
graphica do Reino de Portugal, com o que toca a sua Historia 
secular, e Politica. Lisboa, Na Officina Patriarcal de Francisco 
Luiz Ameno. 1762. — Tomo 2. Tracta da Historia Eclesiástica, 
Litteraria, e Militar do Reino. Lisboa, 1763. — Tomo 3. Recopila 
em Taboas Topographicas as povoa^oes principaes da Estremar 
dura, com a descrip^ao exacta da Cidade de Lisboa e seu termo, 
antes e depois do Terremoto ; a que se ajunta o Roteiro terrestre 
do mesmo Reino, com as derrotas por travesía. — Lisboa, 1763.» 
— En 4.° 

« Descrip<3Ío Corographica do Reinó de Portugal, etc., etc. : por 
Antonio Oliveira Freiré. — Lisboa, 1755.»— En 4.° 

«Travels in Portugal ; Through the Provinces of Entre Douro 



APÍKDICE. 363 

e Mjinho, Beira, Estregadura, and Alem-Tqfo, Iti tbe leore 1789 
a&d 1790. Consisting of observations on the Manners , Custams, 
Trade, Public Buüdings, Arte, Antiquities, &c., of that Kingdom, 
By James Murphy, Architect. Illtlstrated with Platea. — London, 
1796.**— Un vol*, 4*° grande.. 

c Plans, Elevations, Sections and Views of the Church of Ba- 
tftlha, in the Provínce of Estremadura in Portugal, with the 
History and Description by F. Luis de Sonsa; with remarles. To 
wich is prefixed an Introductory Disconrse on the Principies of 
Gothic Aichitectnre by James Murphy Archt. Illustrated with 
27 Platea.— London Printed tor I * J. Taylor. Big Holbom. 
1 795.» — Un volumen grande, en folio» 

c Memoria Histórica sobre as obras do Real Mosteiro de Santa 
María da Victoria, chamado vulgarmente da Batalha. Por Don 
Fr. Francisco de S. Luis.» 

Insertóse este trabajo en el tomo x, parte r, de las Memorias da 
Academia Real das Sciencias, Lisboa, na Typographia da Acade- 
mia, 1827, fól., y después en las Obras completas de B. Fr. Fran- 
cisco de S. LutZy Cardeal Patriarcha de Lisboa, publicadas por o 
Sr. Antonio Correa Caldeira, en Lisboa en 1§55. — En 8.° 

Contienen estas obras, entre otros escritos, unas noticias sobre 
la Batalla de las Navas y Conquista de Alcázar do Sal en 1217, 
y sobre el Reinado de D. Juan L 

Entre otros muchos que han descrito y elogiado el bellísimo 
monasterio de Batalha, debo citar aquí también á I). Luiz Au- 
gusto Bebello da Silva. 

< Estado de Portugal en el año de 1800; por D. Josef Cornide 
y Saavedra.» — Tres tomos, fól., mss., existentes en la Academia 
de la Historia, en Madrid. 

Comprende esta obra la descripción geográfica, política, esta- 
dística é itineraria de Portugal, que hizo su autor en el viaje á 
que fué pensionado por el Gobierno. Hállanse ademas, allí mis- 
mo, otros legajos de papeles de Cornide, referentes á ese viaje, y 
entre ellos la Colección de copias de inscripciones romanas que re- 
cogió, y unas Observaciones sobre el modo de hacer la guerra á 
Portugal. 



364 BATALLA. DX ALJUBARROTA. 

« Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal st sur la cote 
d'Afiique. Par T. Téylor. Trad. en Eran$ra-— Paria, 1826.*— 
Un voL 

« The touriste in Portugal, illustrated from paintings by Ho- 
lland, M. W. H. Hamson. — London, 1839.» — Un yol. 

c Yiage em. Portugal, por o Principe de Lichnowsky ; traduai- 
do em Portugués.— Lisboa, 18...* 

«Les Arts en Portugal. Lettres adresséés á la Sooiété artisti- 
que et ecientifique de Berlín, et acompagnées de Documente ; par 
le comte A. Baczyski. — Paria, 1846*»— 1 voL 

cPortugal : par M. Ferdinand Denis, conaervateur i la Biblio- 
théque Sainte-Geüeviére.»— 1 yol., 4. a francés : París, 1846. 

Es uno de los tomos de la conocida obra V Univers, ou Histoire 
et Descriptiva de tvus lea peuples. 

«Compendio Geográfico-Estadístico de Portugal y sus posesio- 
nes ultramarinas , y ojeada histórica á los acontecimientos políti- 
cos del Reino durante el siglo xix. Por D. José de Aldama Aya- 
la, Ingeniero de segunda clase del Cuerpo de Minas, etc., etc.— 
Madrid, 1855.— 1 vol., 4.° 

«Planta da Cidade de L.* em q se mostrao os muros de verme- 
lio com todas as Búas E pa$as da Cidade dos muros a dentro co 
as declara^oes postas em sen Lugar. Delineada por Joáo Nunes 
Tinoco, Architecto de Seu Magestade. Anno 1650.» 

«Carte Chorographique des environs de Lisbonne : par Que- 
rim de Lamothe, d'aprés les ópérations trigonométriques de Mon- 
sieur Ciera, et levées des ingenieurs Portuguais et Franjáis. — 
París, 1821.» 

«Planta da Cidade de Lisboa e de Belem incluindo'os melho- 
ramentos posteriores ao anno 1833, feita e publicada por Frederi- 
co Perry Vidal. Em Lisboa no Anno de 1851. 



APÉNDICE. 365 

tOorta Topográfica da CSdade de Lisboa.»— Publicada por el 
Instituto Geográfico en 1871 , reducida de la que se levantó de 

1856 á 1858 en la escala de 7» bajo la dirección del General 
Filippe Folque. 

«Carta geographica de Portugal , publicada por ordem de Sua 
Magestade, levantada em 1860 a 1865 sob a directo do Conse- 
lheiro F. Folque, General de Brigada Graduado e Director do 
Instituto Geographico, pelos Officiaes do Exercito A. J. Pery, 
C. A. da Costa e G. A. Pery. — Lithographia do Instituto Geo- 
graphico. — En la escala de b¿655-» 

Sirvió para formar esta carta la triangulación de primer orden 
y las secundarias que estaban ya concluidas ; y completóse por 
reconocimientos sobre el terreno, empleando los instrumentos 
correspondientes. Su objeto de publicación fué, ademas de suplir 
mejor que las antiguas mientras se termine la gran carta del 
reino, á todos los usos oficiales y particulares, para que sobre ella 
«e representase después el reconocimiento geológico del país, se- 
gún se está verificando. 

«Carta general de Portugal, redigida e gravada no instituto 
geographico, sob a directo do Conselheiro F. Folque, General de 
Brigada e Inspector de Divisao do Corpo de Eng«* A CiviL> — 
En la escala de -j^m* 

Se publica por hojas, de las que han salido ya varias. 



FIN. 



ÍNDICE. 



Páginas. 

PRÓLOGO v 

CAPITULO PRIMERO.— Reseña preliminar 1 

Sucesos de guerra entre Castilla y Portugal, desde el origen de este 
reino hasta fines del año 1383 1 

capítulo ii.— cüadbo qenebal, circunstanciado, de la guerra 
entre Castilla t Portugal, desde 1384 hasta la paz definitiva 

de 1432 27 

Entrada del Bey de Castilla en Portugal 27 

Alteraciones en Lisboa, y principios de la guerra. 30 

Acción de Atoleiros y sitio de Lisboa. 37 

Regreso de D. Jnan I á Castilla, y aclamación del Oran Maestre de 

Avia por rey de Portugal . . . % . . 57 

Funesta campaña de Aljubarrota. 65 

Sitio de Coria. y campana de los portugueses é ingleses, aliados contra 

el Rey de Castilla. 82 

Continuación de los sucesos de guerra y treguas hasta el tratado de 
1411, que llegó á ser de paz definitiva en 1432 9¿ 

CAPÍTULO III. — Batalla de Aljubarrota; documentos t cró- 
nicas 109 

Notas preliminares 109 

Documento núm. 1. — Carta del Rey I>. Juan I de Castilla á la ciudad . 
de Murcia, pidiendo las gentes que debia aprestar para la guerra de 
Portugal 115 

Núm. 2. — Extractos del testamento Bel mismo Rey en Celorico, refe- 
rentes á la guerra que iba á empeñarse. 117 

Núm. 3. — Mensaje llevado al Rey antes de la batalla, y su respuesta. 118 

Núm. 4.— Carta del Arzobispo de Braga al abad del monasterio de Al- 
cqbaza, sobre la batalla á que asistió, y en la que fué herido. . . 119 

Núm. 5. — Carta del Rey de Castilla á la ciudad de Murcia, dando 

cuenta de su infeliz jornada 121 

25 



368 ÍNDICE. 

Páginas. 

Núm. 6.— Mensaje de D. Juan I á Cárloe VT de Francia, pidiéndole au- 
xilios después del desastre de Aljubarrota. 123 

Núm. 7. — Contestación de Carlos VI al anterior mensaje 124 

Núm. 8. — Carta del anti-papa Clemente VII al rey D. Joan I, dán- 
dole consuelos por la batalla perdida. 124 

Núm. 9. — Sentido discurso del Rey de Castilla en las Cortes de Valla- 
dolid , con motivo del luto que vestía por el desastre de Aljubarrota. 126 

Núm. 10. — Extractos de la carta real de D. Juan I de Portugal, refe- 
rente al monasterio que habia mandado edificar en memoria de su 
victoria de Aljubarrota. 128 

Crónica núm. 1.— Capítulos de la de D. Juan I de Castilla, por Pedro 
López de Ayala. 128 

Núm. 2.— Extracto del Sumario de los Reyes de España, por el Des- 
pensero de la reina doña Leonor 135 

Núm. 3. — Traducción sustancial de lo poco que dice la Crónica de 
Carlos VI de Francia, por los religiosos de Saint-DeniB. .... 135 

Núm. 4. — Capítulos de la Crónica francesa de Juan Froissart. . . . 136 

Núm. 5. — Capítulos de la Crónica portuguesa del rey D. Juan I, por 
Fernán López 152 

Núm. 6.— Extracto de la Crónica de loe Reyes de Portugal, por Cris- 
tóbal Rodríguez de Azinheiro 173 

CAPÍTULO IV.— Examen oompabativo de los textos historio», t 

ESTUDIO CRÍTICO DE LA GUERRA Y BATALLA DE AUUBARROTA. . . 175 

Observaciones generales 176 

Apreciación numérica de la fuferza de ambos ejércitos 177 

Composición y organización en campaña de los ejércitos 187 

Identificación y reconocimiento del campo de batalla. 204 

Movimientos, órdenes de batalla, y accidentes del combate 211 

Consecuencias inmediatas de la batalla, y pérdidas sufridas por una 

y otra parte 229 

Reflexiones de critica militar sobre esta guerra y batalla de Aljubar- 
rota 236 

CAPÍTULO V.— Ilustraciones. 263 

Monumentos ¿comnemorati vos 263 

Monasterio de Batalha 266 

Santa María de las Oliveiras, en Guimaraes 265 

Ermita de San Jorge, en el mismo lugar de la batalla 268 

Convento de Nuestra Señora del Carmen, en Lisboa 271 

Trofeos y despojos de Aljubarrota 274 

Banderas y pendones. 274 

Armamento, caballerías y efectos de guerra 277 

Calderas 278 

Cetro del Rey de Castilla 282 

Relicario 283 



ÍNDICE. 369 

Páginas. 

Oratorio de plata y ornamentos. 285 

Retablos de talla 287 

Libro de la Biblia 288 

£1 falcon del Rey 290 

Notas biográficas de los reyes y principales personajes que figuraron 

en la batalla 291 

Don Juan I de Portugal x 291 

El condestable Nufio Alvares Pereira. 296 

El Arzobispo de Braga, Juan das Regras, y otros portugueses. . . . 303 

Don Juan I de Castilla. 305 

Gonzalo Nufiez de Guzman. 311 

Pedro López de Ayala~ ' 311 

Pedro González de Mendoza. 314 

Otros caballeros notables 315 

Tradiciones y leyendas* 317 

Vaticinios 318 

Visiones místicas 320 

Noticias prodigiosas que hubo de la batalla. 321 

La Padeira de Aljubarrota. . . . - 322 

Una comedia del teatro antiguo espanoL 324 

Cuento de los campesinos, en el mismo lugar do la batalla. .... 327 

APÉNDIGE.--CATÁLoao bibliográfico. 329 



FIN DEL ÍNDICE. 



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COLOCACIÓN DE LAS LÁMINAS. 



Páginas. 

Mapa del reino de Portugal y parte del de Castilla. 26 

Croquis indicador del sitio de Lisboa en 1384. 44 

Reconocimiento militar del campo de batalla de Aljubarrota. . . . 206 

Plano de la batalla 216 

Casco y espadas del Bey de Portugal y de sn Condestable 260 

Ermita de San Jorge, edificada en el campo de Jbatalla. 268 

Gran caldera existente en el monasterio de Alcobaza, y pala de la 

Padeira de Aljubarrota 278 



Bata obra ee propiedad de so Autor, que ha llenado loe reqaWtoá qtie dispone la ley. 



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